Compendio de Historia de La Literatura Española

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COMPENDIO DE HISTORIA

DE LA.

Literatura Española
POR

DON LUÍS RODRÍGUEZ MIGUEL


CATEDRÁTICO NUMERARIO
DE LA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
EN LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

s,

SALAMANCA
Establecimiento tipográfico de Franeiseo Núñez
1892
Es propiedad del Autor,
que se reserva los derechos
de traducción y extracte
^. . . . . . r—. ,
-o '^P -^-. <?§> - o Á

EXCMO. É ILMO. SEÑOR

DON MAMES ESPERABÉ Y LOZANO

RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

.,^,.

i respetable jefe y querido amigo: Fué mí pri-


mer propósito, al concebir la idea de publicar
un Compendio de Historia, de la literatura Españo-
la, dar el carácter de tal á la vasta extensión á que

se refiere su materia, ampliando con nuevas noticias,


estudios y juicios ilustrados con numerosos ejem-
plos la parte referente á los poetas y escritores que
pertenecieron á la Escuela salmantina, entendiendo
que de este modo ya que no fuera posible añadir
ninguna novedad á los excelentes estudios y obras
ya publicadas de literatura española, al menos ten-
dría carácter local y algo singular nuestro Compendio.
Las dificultades, Excmo. Sr., con que tropezó nues-
tro indicado propósito fueron insuperables, ya por
ser el asunto superior á nuestras fuerzas, ya también
porque en mal hora olvidamos que al querer dar
mayor importancia á los poetas y escritores que ba-
jo cualquier concepto pertenecieron á la filiación
poética de la Escuela salmantina ó ilustraron los
anales de su Universidad, valía tanto como querer
ilustrar y ampliar toda la historia literaria, pues no
se trataba de dos, ni tres, ó á lo sumo cuatro escri-
tores en cada época, sino de número considerable,
pertenecientes á todas las épocas y periodos, de gran
importancia y valía en los distintos géneros litera-

rios. Quizá hubiera sido vencido este obstáculo, que


no es pequeño, á fuerza de tiempo y asiduos traba-
jos,demandando el auxilio de personas doctas y ver-
sadas en este género de estudios. Lo que nos hizo
desistir, dejando para otra ocasión los trabajos ya
comenzados y emprender otro camino, han sido los
malos tiempos que corren para la enseñanza y par-
ticularmente para estos estudios que no se les otor-
ga la importancia que tienen y realmente mere-
cen. V. E., de tan larga práctica en la enseñanza,
á quien no se le ocultan las causas de este des-
vío y lamenta seguramente, cual todos lamentamos,
el inconcebible abandono y la indiferencia de la so-
ciedad y los gobiernos en atajar los males y poner
remedio á un abuso que, de continuar por más tiem-
po, ha de reflejarse en la cultura de nuestra patria,
anatematizará que la enseñanza se dé por reducidí-
simos manuales, y sentirá honda pena al contemplar
que la Facultad de Filosofía y Letras está subordi-
nada, anulada en cierto modo; si bien los que piden
con insistencia la compensación de
las asignaturas
estudiadas con otro propósito procuran aprovechar-
se de las ventajas que una real orden les
otorga para
adquirir el título y no los conocimientos que supone.
En suma, excelentísimo señor, que han quedado
defraudadas sus esperanzas porque al dignarse acep-
tar la dedicatoria de este libro, creyó
contribuiría al
mayor y fama de la ilustre Universidad que
brillo

dignamente preside, de cuyas glorias es tan celoso


consagrando por largos años su actividad
y celo al
progreso y fomento de cuanto de cerca ó de lejos po-
co ó mucho, dice con ella relación,
y se encuentra
con un libro que nada añade á lo ya sabido. Si V.
E.
ha sufrido esa decepción yo, abusando de su exce-
siva benevolencia, he creído no debía desperdiciar
la ocasión de dar público testimonio del cariño
que
le profeso y de cuan presentes tengo
las muchas
muestras del que V. E. se ha dignado dispensarme
en uno de los actos más solemnes y decisivos de
mi vida, y quiero unir su nombre al mío colocándo-
le al frente de este modesto trabajo.
Pocas, muy pocas advertencias debo hacer so-
bre su contenido, por ser insignificantes las innova-
ciones introducidas.
Desde luego observará V. E. que omito todo
lo referente á la literatura
hispano-romana v visio- -
aa, y soy muy parco en la cuestión de orígenes del
idioma, porque entiendo que harto extensa
es la
materia, reducida como lo está en nuestro compen-
dio. para salirse de los límites de la literatura verda-
deramente castellana, cuando su conocimiento ha de
adquirirse en breve tiempo.
Me separo de la división en épocas, de la ma-
yor parte de los escritores, haciendo dos grandes
divisiones que llamo ciclos, fijando como punto cul-

minante de esa división la época del establecimiento


y propagación de la imprenta en España. El único
inconveniente que puede ponerse á tal división, es

el no ser fecha cierta é indubitable, la que se fija á ese


acontecimiento, pues por 1© demás, no creo que na-
die dude de su importancia, ni de la influencia que
ejerció en nuestra patria, contribuyendo más que
otro de los muchos sucesos que se verifican en el si-

glo xv, al progreso, desarrollo y fomento de la cul-


tura literaria y científica.
También he querido agrupar en cada periodo
las obras de un escritor, estudiándole allí donde por
su importancia es más conocido, es decir, en el gé-
nero que más sobresalió, excepción hecha de aque-
llos ingenios de primer orden, que, cual sucede con
Cervantes, Lope de Vega y Ouevedo, merecen es-
tudio aparte.
Por lo demás, mi aspiración es facilitar el cami-
no á los alumnos, despertar vocaciones, allegar al-

go para la cultura literaria, diciendo cuanto debe sa-


berse, indicando las cuestiones y asuntos que salen
de lo vulgar sin traspasar los límites de lo que pide
el título de la obra.
Ya se yó que falta mucho para su perfección,
y con el propósito de poner cuanto esté de mi par-
te para mejorar la obra, y en el deseo de escuchar
las advertencias y consejos de cuantos se dignen
hacerlas, fío mucho en la benevolencia de todos.
Otorgúemela V. E. en primer término, y cuen-
te siempre conel invariable cariño de su subordina-

do y cariñoso amigo

Luís Rodríguez Miguel.

Salamanca ,
Diciembre de i8gi.
COMPENDIO DE HISTORIA

LITERATURA ESPAÑOLA
—!«4s"#=4-

PRELIMINARES

CAPÍTULO í

LA LITERATURA
ESPA^OLA.-CARACTERES.-DIVISÍOXE.
POBLADORES PRIMITIVOS —EL IDIOMA CASTELLANO.

Cl liemp ° dedicado * la enseñanza, ni


la vasta ex-
IBJ'
U~k4 tensión del contenido científico de esta
asignatura
admiten se dé como real
y efectivo el título de Historia de
la Literatura Española,
á lo que después, resulta una ex-
posición más ó menos completa
de las producciones litera-
rias de Castilla, que si bien es
verdad, la lengua castellana
es el Khoma nacional, existen
dentro de la nacionalidad es-
panola,,diomasyno dialectos,quehan
alcanzadolos timbre,
de una verdadera literatura por el
número de sus produc-
ciónos v por la importancia y valor de sus poetas. Enten-
demos, por consiguiente, que al decir literatura española,
no es nuestro propósito ocuparnos de las literaturas regio-
nales, y sí de la que es predominante y constituye la m;U
earacterística manifestación del genio español, ó sea de la
literatura castellana 1 .

Todas
obras bellas expuestas en la lengua castell i-
las
na, son el objeto de esta asignatura, con el fin de conocer
los medios empleados por nuestros poetas y literatos par i

la producción de la belleza, estudiando los progresos, in-


fluencias y relaciones, que los medios históricos llevan al
arte; completando de este modo, la relación sintética en lo
humano, que no es completa, ínterin además de los hecho-,
nos sean también conocidas las ideas, sentimientos y aspi
raciones que los motivaron.

F.n las Nociones de Estética dijimos que el arte es uno en su esencia y


\ario en sus manifestaciones, página 04.; constituyendo una de estas artes la

que llamamos arte literario, que al expresarse reviste formas propias; y como
estas formas, acusan el principio inmanente, ciencia de la belleza, hemos d
clio también, en los Apuntes de Literatura general, página 4, que esa unión
de lo permanente y mudable, ciencia y arte, constituye la obra artística que
\ive en el tiempo, dándonos á conocer la.s diversas maneras cómo lo bello se
manifiesta: pero como á tal estudio puede dársele además un fin relacionado
con lo que la ciencia se propoue, hacemas un examen crítico de las obras en
relación con la época, influencias, etc., que el genio y los hechos, llevan á ese
conjunto que se apellida saber humano.
Aislar estos dos aspectos de nuestro estudio sería absurdo y hoy es ya
axioma social, el que no está completa la historia de ningún pueblo, ínterin
al conocimiento de sus hechos, no se añada el de su literatura; siendo más
completa á medida que mejor y más perfecto es el estudio de ésta; no resul-

tando hiperbólica, muú por el contrario muy exacta la célebre frase, la poe-
sía es más -
,} ídica ove la historia.

1 Desde las que pudiéramos llamar obras magistrales de la literatuia


española que llevan el título de Historia de lo. Literatura española, d<*
M. G. Tickjor, y la de don José Amador de los Rios, hasta la- ivas elemen-
is de Gil y Zarate, Fillol, Revilla y Alcántara García.
Fernández Espino, Mudaría, (.'ano, Santamaría del Pozo, Arpa y Lope/,
(García Al-Degner y (iincr de los Ríos y por último, Sánchez de Castro,
aunque llevan tan ambicioso título, la que más, d¿ muy ligeras noticias de
la literatura provenzal, solo en sus relaciones con la castellana, y muy poco

ó nada de la portuguesa y de las regionales.


?
Europa que llamamos península ibé-
Esta porción de
rica, debido á su situación geográfica, ha sufrido influen-
cias que han'modificado en gran manera su vida y trasfor-
niado á veces sus instituciones sociales y políticas, pero
al través de tan radicales cambios, lia conservado rasgos
geniales y característicos que constituyen su fisonomía
propia. Compruébase esto con multitud de hechos históri-
cos, y de manera acabada, con la prueba plena que nos
ofrecen los caracteres del genio español en tudas las eda-
des, épocas y periodos de nuestra historia literaria, tales
son: el fuego, entusiasmo y riqueza de imaginación, que
siempre distinguió á nuestros poetas; las ideas de patria,
religión y amor á la institución monárquica, que en todas
ocasiones inspiró ai genio, y fueron poderosos incentivos
del arte, además de una prodigiosa fecundidad reconocida
por los mismos extranjeros, de que dieron muestras algu-
nos escritores, y que cuenta con pocos ejemplos en otras
literaturas. Añádase á estos caracteres, los que reflejan las
costumbres, como son. Ja galantería, el respeto á la mujer,
les altos conceptos del honor, la lealtad y amor filial que
resplandecen en casi todas las obras de más valía, y en
los poetas y literatos de todos los periodo* de nuestra his-
toria literaria, y se cendra cabal idea de los caracteres del
genio é inspiración de los poetas castellanos.

Es muy- de notar que todo.-: los historiadores de nuestro literatura, asi

nacionales como extranjeros, convienen en asiguar estos caracteres a la lite-

ratura española, afirmando críticos modernos que aún existen en uuestros


i ¡empos.

Circunscrita nuestra tarea ¿i historiar sumariamente


las má* culminantes manifestaciones de la literatura cas-
tellana, no es posible fijar, cuino punto de partida para nues-
tro estudio, las divisiones de la literatura española en anti-
gua, media y moderna; ni establecer otras divisiones que se
relacionan con la historia política; pues, si bien es verdad,
coinciden los grandes acontecimientos y trasformaciones
del orden social con los nuevos aspectos de la literatura,
es lo cierto que estos últimos, no pueden fijarse de una ma-
nera tan determinada y fatal, como se consignan las fechas
— 4 —
délos hechos políticos. Abandonada la división por edades,
porque la literatura castellana carece de la edad antigua, y

las divisiones por épocas y períodos adaptables á la histo-


ria política, por las razones ya indicadas, formamos dos
grandes síntesis ó conjuntos con nuestra literatura que lla-
mamos ciclos, distinguidos y separados por leyes estéticas,
influencias y aspectos que aparecen y dominan en cada uno.
El primer ciclo, comprende: desde los orígenes y primeros
monumentos de la literatura castellana, hasta la propaga-
ción y establecimiento definitivo de la imprenta en Españ:¡.
fecha que puede fijarse al finalizar el reinado de los Reyes
Católicos; que si bien la impronta se conoce desde 1476 en
España, no influye tan directamente en la producción lite-
raria, hasta bastante.-, años después; no siendo muchos los
veintiocho años que van desde 147b á 1504 en que termina
aquel glorioso reinado. Comprendemos en el lapso de tiem-
po del segundo ciclo, desde 1504, muerte de Isabel la Cató-
lica, hasta el año 1800, en el que damos por terminada

nuestra taren.
Las subdivisiones de éstos do> grandes ciclos, no difie-
ren gran cosa de los periodos que señalan los que se ocu-
pan de la historia de la literatura española. Tres periodos
comprende el primer ciclo, á saber: 1", desde los orígenes
lIl- lengua y primeros monumentos literarios, hasta el rei-
la

nado de 1). Alfonso X. ó sea el ario 1252: 2", desde D. Al-


fonso X, hasta D. .luán II; y el 3 o de >. luán 11, hasta la
, I

muerte de ia Reina Católica, en 1504. \i\ segundo ciclo pue-


de considerarse dividido en otros tres periodos, que son: l c ,

desde la lecha del establecimiento definitivo de la imprenta


en Españ que fijamos, por señalar alguna lecha, en 1504,
\,

hasta Felipe III: el '_'". desde Felipe III, hasta la muerte de

CarlosII; y el 3°, de 1700, lecha de la muerte de Carlos II,


hasta 1800.

No seremos rmy prolijos en la exposición de las razones fundamentales


ou i|ue nos apoyamos, para hacer las auteriores divisiones de la historia de la

literatura española, basta indicar, que esas dos grandes divisiones que llania-
m »s ciclo-, obedecen al deseo de unir bajo una- síntesis los caracteres de!
gusto y tendencias predominantes en cada una de esas dos grandes divisio-
nes, que coinciden, aunque no en fecha tan fatal, con hechos y mudanzas de
valor histórico unos, de valor local ó nacional; y otros, que alcanzan á ¡a hu-
manidad influyendo en las nuevas direcciones del pensamiento y de la lite-

ratura, en el fondo y en la forma; danio un valor especialísiino sobre esos


grandes sucesos y descubrimientos á la imprenta, por ser el descubrimiento
que de manera más directa viene á influir en la producción intelectual, ha-
ciendo fácil y expedito el camino de! comercio de las ideas, antes tan peno-
so y difícil. Marcar como término y punto de partida para una nueva ruta
eu la historia literaria, la imprenta, es coincidir con lo que aquella nos ense-

ña, pues, si bien se considera, hasta la muerte de Da Isabel I, puede decirse


que la literatura castellana, con más ó menos holgura, se vacía dentro de uno-,
mismos moldes; obedeciendo á la inspiración y sentimientos nacionales, á
las influencias oriental y provenzal, en unión de la alegórica y didáctica,
disputándose á medida que aparecen, y después, cuando todavía coexisten.
cual más. cual menos, el predominio en los distintos periodos del primer ci-
clo. En el segundo, aparecen elementos nuevos: la influencia clásica es ya
decisiva, la inspiración toma distintos rumbos, y el mal gusto, después ¡a

imitación neoclásico francesa, y eu ambas la resistencia de los partidarios

de lo tradicional, parten el campo, dando vida á la poesía lírica, al teatro y

á los dilatado- espacios por los que se mueve la didáctica, ia historia y la

elocuencia.

Las divisiones que dejamos establecidas, indican ya


cuál será nuestro método.. Si oreemos que las leyes é in-

fluenciasque .se manifiestan en cada periodo, sirven do pro-


cedente^ para las que después aparecen; el individual estu-
dio de los autores, niel de los géneros, ni el de estudiar las

obras y autores que aparecen en cada siglo, encaja bien,


con el propósito de no aislar lo que se refiere al pensamien-
to humano de lo que es propio del pensamiento español.
Por esto, estudiamos dentro de cada ciclo, asignándole ele
mentos comunes de carácter general, los periodos, y en
estos, las manifestaciones literarias por el orden de su apa-
rición é importancia, sin más alteración que la de estudiar
un autor, en aquel lugar que por sus obras é importancia
más se recomienda, haciendo el estudio completo sin repe-
tir los juicio-, y datos biográficos, cada vez que se trate de

otra manifestación que el cultivó, sino tratando de todas


allí, como hemos dicho, donde más se distinguió ó por la

obra que es más conocido; y cuando de un genio de primer


orden se trata, ya se haya distinguido como poeta lírico,
épico, dramático ó novelista, le estudiaremos aparte y bajo
- 6 —
todos esos aspectos; en una palabra, la acertada combina-
ción del método cronológico, el de géneros y el critico, se-

rán nuestra aspiración.


Para el conocimiento exacto de la historia de una lite-

ratura, es preciso conocer las fuentes de donde mana el

saber que ella atesora; llamándose fuentes mediatas, aque-


llas por cava virtud se obtiene el conocimiento, é inme-
diatas, las que no> le suministran ya formado de un modo
individual y concreto. Las mediata.-, son para nosotros
el conocimiento del idioma, el de las leyes artísticas del
pensamiento y desenvolvimiento de la forma, ó sea, la es-
tética y la preceptiva; el estudio de la historia política, el
de las instituciones, usos y costumbres de cada época; ha-
ciéndose más perfecto á medida que se posean los conoci-
mientos lingüísticos, arqueológico-, críticos y bibliográ-
ficos que tan pt'ecisos son para acopiar y apreciar debida-
mente los preciosos elementos de: la historia de una litera-
tura. Entre las fuentes inmediatas, están en primer lugar,
las obras de los autores y los datos biográficos de los mis-
inos, y, por último, el de los tratadistas anteriores á la li-

teratura, ó deramo- especiales de cada especie. Reducida


nuestra misión á un compendio, las fuentes mediatas nos
servirán de mucho para apreciar mejor el valor literario;
de las inmediatas, siempre que sea posible, preferiremos el
estudio de la obra al de referencia, si bien esta última, b;\
de hacers' á ser posible de todos los autores de mejor cré-
dito, que citaremos siempre que sea oportuno. Desde lu
podemos recomendar para el que quiera profundizar en

estos estudios la

Historia crítica eje la Literatura Española, pot don Jq.se Amador de los

Rios, que comprende hasta finalizar el reinado de los Reyes Católicos; obra
de mucha erudición y aceitada crítica: la Historia de la Literatura Española,
por M. Ticknor, escrita en inglés y puesta en castellano por los señores
(i.

Gayangos y Vcdia, trabajo muy notable por ser de un extranjero) de gran


valor los datos bibliográficos que contiene y las anotaciones con que la

ilustran sus traductores la grandiosa obra; verdadero monumento literario,

titulada, Biblioteca de Autores Españoles, desde la formación del lenguaje


hasta nuestros días, editada por don Manuel Rivadeneyra, comprendiendo
-ctenta tomos, encomendados, según sus aficiones y estudios, a los más re-
pinados críticos y escritores que ilustran las respectivas materias con datos
biográlico-crítico-bibliográficos de mucha estima. Además deben estudiarse
los apreciabies trabajos monográficos como el del líiron A. F. Schack, tiiu

lado, Historia de la Literatura y Arte dramático >)! Kspaña; los Estadios de


Literatura, de don Alberto Lista, con otros muchos, sobre la poesía lírica,
épica y escuelas poética-; imposibles de enumerar, y sobre todo la erudita v
admirable obra, Historia de las idea; estética- en España, del señor Menén-
dez y Pelayo.

Tarea muy larga, sería la da querer investigar cuan-


tas opiniones se han expuesto sobre los primitivos habitan
tes de la península ibérica; ello es, que ya se admita la exis-
tencia de dos pueblos habitando la España con el nombre
decébase iberos, ya se dé asenso á las noticias de Kstra-
bony de los anticuarios y numismáticos, resulta evidente
que un pueblo con varias ramas ó familias, llámense celtas,,
iberos ó turdetanos, habitaba la España y s e hablaban va-
rios idiomas. De los eruditos trabajos realizado-; sobre las
monedas autónomas, no se han podido reconstruir eso
idiomas por completo, y mucho menos, averiguar su liba-
ción con la lengua primitiva de la humanidad; pero de to-
dos modos, esos trabajos- han venido á demostrar, que ni fué
él idioma primitivo de los españoles el basco, ni como por
alguno se quiso sostener el hebreo 1 .

Fértil y rico el país, rodeado de abundante costa v


seguros puertos naturales, sino el espíritu de conquista,
las relaciones comerciales y el logro de las riquezas del
suelo, atrajeron multitud de pueblos, laníos, tal vez, como
fueron los que con débiles medios se atrevieron á cruzar
los mares en tiempos muy primitivos; y como el comercio

y el deseo del lucro deja siempre mayores y más permanen-


tes muestras que las armas, allí donde un pueblo comercial
pone su planta; los griegos primero, fenicios y cartagineses
después, dejaron en colonias y pueblos comerciales seña-
les evidentes de supermanencia, que sin precisar, por aho-
ra su duración., puede asegurarse, fué lo bastante para eata-

(i)llumbold, siguiendo al P. Larramendi, sjstiene que el idioma primi


tivo de España fué el bascuence, y e! Sr. D. Severo Catalina, en su discur-
so de la Academia en iS(5i. sostuvo que el idioma hebreo.
blar relaciones con los pueblos indígenas, contraer quizá
vínculos de sangre, y. sobre todo, por la fuer/a de las cir-
cunstancias, un medio común de entenderse; y siendo esto
así, la influencia de estos pueblos, respecto á las costum-
bres v al idioma, está en razón directa del mayor tiempo
que permanecieron en España, y de la importancia de sus
colonias v relaciones comerciales. De los griegos, fenicios
y cartagineses, conocemos boy á Cádiz, Rodas, Ampurias.
Málaga, Sagunto y otras muchas ciudades, que en sus nom-
bres, monedas y otros monumentos, dicen que griegos, fe-

nicios y cartagineses, la- fundaron y habitaron por largo


tiempo.
los romanos no hay que hablar; leyes, costumbres,
I >

comunidad de intereses, todo se fundió con los habitantes


déla península, enriqueciendo su literatura nombres de hi-
jos del suelo español, tan ilustres como Séneca, Lucano,
Marcial, Quintiliano, Pomponio Mela, etc. Grande hubiera
sido la influencia del pueblo visigodo, atendiendo á lo per-
manente y arraigad t qae fué su dominación en España,
pero los visigodos en tratos ya con 'os romanos, algún tiem-
po antes de la general irrupción, tenían, al invadir nuestra
península, perdidos muchos de los atributos de su indomable
raza, conociendo y hablando el latín, llevaron un contin-
gente, producto de lo que no había sufrido modificación, pe-
ro no tanto, ni en tal grado, como si desde las regiones del
norte directamente hubieran pisado nuestro suelo. En la pri-

mitiva formación del castellano, poco debió influir el pueblo


árabe, además de las causas políticas y religiosas
que á ello
se oponían, la índole y genio de su lengua distaban tolo cor-
lo de la nuestra, por consiguiente y después de muy avan-

zada la reconquista, es cuando palabras sueltas, de uso


muy común, vienen al idioma castellano. Y no se diga que
1 is muzárabes pudieron influir por sus relaciones íntimas
con los árabes, porque sabido es que vivieron alejados de
sus hermanos los cristianos de Asturias, y lejos de influir,
fueron perdiendo poco á poco el primitivo y común idioma.
En resumen, los idiomas primitivos y el uénio nacional pu-
dieron formar el idioma castellano, pero, participando de
las r< -pectivas influencias.
— 9 —
Si, según dijimos, la mayor intimidad de relaciones y
el largo dominio, determinan la influencia del idioma, el la-

tín, con las alteraciones que dá


uso y hábitos, fué, á no
el
dudarlo, el origen de los idiomas hablados en la mayor par-
te de la península, á excepción del basco, que por hablarse
en sitio poco frecuentado por los romanos, defendido pol-
las asperezas del terreno, conservó y aún conserva, su ge-
nialidad propia; los otros idiomas primitivos se perdieron
del todo ó se fundieron con el idioma nacional; de donde se
deduce, que durante los primeros años de la Edad Media,
el latín muy degenerado, los idiomas autónomos, con las
influencias de las dominaciones anteriores, y el árabe en las
provincias sujetas á su dominio, fueron los idiomas habla-
dos en España (1).
Resuelta estaría la cuestión de los orígenes del idio-
ma castellano, si hubiera sido posible averiguar, qué idioma
hablaron los restos dispersos de la monarquía visigoda de-
rrotada en el Guadalete, refugiados en las asperezas de la
región asturiana, donde debieron acudir todos los españo-
les, que esforzados y animosos, miraron más al bien de la

patria, abandonando su bienestar y sus hogares, que á su


provecho, rindiendo dócilmente la cerviz al invasor. Si, co-
mo es probable-, un latín degenerado é influido por multitud
de elementos, era el idioma común, natural fué que en vez
de volver á su primitiva pureza, no contando con sabios,
que perfeccionaran el idioma, ni aunque hubieran existido,
sin reposo y vagar para esa tarea, la distancia fuera ha-
ciéndose cada vez mayor del idioma latino, y de ahí el ori-
gen de una nueva lengua, que refleja en su extructura y
formas, cuanto contribuyó á formarla por el trascurso len-
to, pero progresivo, de los tiempos. Y era natural que así

sucediera; el pueblo que rompía con todas las tradiciones,


que se imponía una tarea larga, costosa y difícil, de donde
habían de nacer ideas, sentimientos, aspiraciones é ideales
que formaran el carácter nacional, al par de tan nuevos as-

(i) Ilustra esta cuestión el Sr. Amador de los Rios, en la Ilustración II


del t. 2° de su Historia Crítica de la Literatura Española.
2
— lü —
pectos con que volvía á la vida, debía tener un idioma ca-
paz de expresar y corresponder á esas nuevas necesidades
con desenvolvimiento tan lento, trabajoso y difícil, cual lo
era reconquista. Querer explicar de otro modo la apari-
la
ción de nuestra lengua, aplicando la disección anatómica
mediante los estudios filológicos y la crítica, no es otra co-
sa que averiguar de qué se compone hoy ese cuerpo, pero
no llevar ni una idea á la manera cómo se formó.
De igual modo es ya explicable la formación de los
dialectos, porque esas diferencias dialectales, obedeciendo
á la ley de lo particular dentro de lo general, nos dicen, qué,
á medida que la reconquista se extiende, que la paz y vida
sosegada se goza en ciertos territorios, se desenvuelven
los gérmenes del idioma propio, con la fisonomía regional,
en la que entran el genio, cultura, relaciones é influencias,
que son precisamente, las particularidades que distinguen
á los dialectos de las lenguas madres (1).
Extendida con próspera fortuna la reconquista por las
dilatadas regiones de la España central llamada después
Castilla, por los muchos baluartes construidos para asegu-
rar su posesión, la fundación de centros de población en
ese territorio, y la fortuna de los monarcas castellanos ada-
lides constantes de la ¡reconquista, haciéndoles ricos y
fuertes, lo bastante, para sostener centros de instrucción y
de cultura, son otras tantas causas, que en el orden polí-
tico contribuyen al predominio de la lengua castellana y
las que la elevaron á la categoría de idioma nacional. Si
entramos en el análisis del mismo, encontraremos títulos
que abonan su preponderancia, fundados en la riqueza,
abundancia, flexibilidad y dulzura de sus palabras, giros,
frases y combinaciones en que ninguna lengua moderna la
aventaja; amóldase sin esfuerzo á la formación de palabras
que contribuyen á felices combinaciones y entre las in-
numerables que podríamos citar están maniatar, cabiz-

(i) Sobre la época en que aparece el castellano, véase el discurso de re-


cepción en la Academia Española de D. Pedro Felipe Monlau, leido en 1S59
con la contestación al mismo del Sr. Hartzenbusch, y los trabajos del
Sr. D. Aureliano Fernández Guerra y del Sr. Arias Miranda sobre la auten-
ticidad del Fuero de Aviles.
— 11 —
bajo, bienquisto, traspié, vaivén, sacamuelas, etc.; de su
flexibilidad nos dá muestra convirtiendo los verbos en sus-
tantivos; comoá los pasivos les dá significación activa y á
los neutros, valor y fuerza activa y transitiva; ejemplos de
lo primero, el rugir del león, el arrullar de la tórtola; de
lo segundo, cuerpo pesado, por el que pesa.; fingido por el
que finge; y de los verbos neutros vivir vida tranquila,
correr iglesias, etc.; y miles de otros casos de derivación,
de formas de aumentativos, diminutivos, colectivos y su-
perlativos, que muestran la riqueza inagotable del caste-
llano en formas verbales; uso de los dos auxiliares, el cam-
bio del participio y el gerundio, amén de giros, frases y mo-
dismos que no tienen equivalencia en otros idiomas, y cuya
enumeración nos llevaría muy lejos; y ha de tenerse en
cuenta, que de su riqueza, fuerza, sonoridad y elegancia, de
que dio muestras tan gallardas y acabadas en los siglos xvi
y xvn, se ha dilapidado el caudal haciendo arcaicas, de po-
co uso y cayendo en el olvido tan brillantes condiciones, por
el afán de introducir giros, frases y palabras de idiomas ex-
tranjeros, cediendo á la moda y á falsas ideas de cultura,
considerándose más elegantes é instruidos, los que con ofen-
sa del idioma propio, usan frases y palabras, que dicen lo mis-
mo y aún no tan bien, tomándolas del francés ó inglés según
la moda. Del castellano ha dicho recientemente un autor
francés: es grave alguna vez, enfático, el uso de las conso-
nantes finales le dan una sonoridad, que no tiene ni el fran-
cés ni el italiano al que aventaja en melodía, siendo muy
notables el vigor y la energía (1), concluyendo el escritor

(¡) Vaperau, Dictionnaire des litteratures, art. Lit. Spagnole.


Pueden consultarse además de las ya citadas para los orígenes de la
lengua castellana. Bernardo Aldrele, Del origen y principios de la lengua
castellana; los PP Mohecíanos, Historia literaria de España; las obras del
P. Larramendi, Ensayo sobre los alfabetos de las letras desconocidas en
España, don Luís José Velázquez, Orígenes de la poesía española; las Etimo-
logías Españolas, del maestro Francisco Sánchez de las Brozas; la Población
y lengua primitiva de España, de don José Pellicer; la Historia crítica de
España, por Masden; Orígenes de la lengua castellana, por don Gregorio
Mayans, y en particular la edición de 1873, el Diccionario Etimológico, del
señor Monlau, y la obra del señor Garcés, Fundamento del vigor y elegancia
de la lengua castellana y las Gramáticas de Nebrija, de la Real Academia y
la del señor Salva.
12 —
á que nos referimos, por recordar la frase de Carlos I que
llamaba al castellano "la lengua de Dios y de los ángeles.,
y la del abate Raynal que decía era el castellano: "brillan-
te como el oro y sonoro como la plata.,, Valdés lo calificó

de noble, entero, gentil y abundante.


CAPÍTULO II

Primer ciclo. — Primer periodo

PRIMEROS MONUMENTOS DE LA POESÍA CASTELLANA. EL POEMA —


— —
DEL CID. CUESTIONES CRÍTICAS. POEMAS RELIGIOSO-ERUDI-
TOS. —
ASUNTO DEL POEMA DE SANTA MARÍA EGIPCIACA. EL —
POEMA DE LOS TRES REYES DE ORIENTE. — EL MISTERIO DE
LOS REYES MAGOS.

||o son muchos, por desgracia, y debe considerarse co-


£ mo un verdadero prodigio, hayan llegado hasta no-
sotros, algunos de los monumentos hoy conocidos de la pri-
mitiva poesía castellana. El más antiguo, es el poema lla-

mado del Cid, personaje en quién se caracterizan los


sentimientos é ideas de aquella edad; su nombre era,
Rodrigo Díaz de Vivar, nacido en este lugar de la provin-
cia de Burgos, por los años de 1040, y murió en Videncia en
1099; tomando parte activa en los acontecimientos de los
reinados de Fernando I, Sancho II y Alfonso VI- (1).

i) Desde lamosa polémica suscitada por el P. Kiesco y Masdéu, lu?


la
que no pudieron negar la existencia del Cid, confirmada
eriticos franceses, ya
por Dozy, y las crónicas árabes, sostienen que el poema no es original y sí
una imitación de La Chatisón de Roland, fundados en el cotejo de ambos
poemas que tienen algo de semejante; opinión desprovista de fundamento,
- 14 —
El argumento de esta joya ds nuestra literatura se re-
fiere á los hechos del Cid, desde que es desterrado de Cas-
tilla por mandato de Alfonso VI, hasta su muerte, ocurrida

en Valencia en la fecha ya indicada. Los códices hasta hoy


conocidos acusan qué, por donde comienza el poema, no
fueron los primeros versos que se escribieron, y cuentan,
que el Cid, lloroso y lamentando su desgracia, eleva su
pensamiento á Dios como caballero cristiano y acata las
órdenes del monarca, tan severas, que en Burgos cierra n-
se las puertas, y solo

40 Una nina de nuef á oío se para:


Ya Campeador, en buen ora cinxiestes espada
El Rey lo ha vedado, á noch del entró carta
Con gran recabdo e fuerte mientre sellada:
45 Non vos osariemos abrir nin coger nada,
Si non, perderiemos los averes e las casas
E demás los oios de las caras

Cid en el nuestro mal vos non ganades nada


Más el Criador vos vala con todas sus virtudes sanctas.

Desprovisto de todo auxilio, los que le acompañaban


le aconsejan abandone á Castilla, y para obtener recursos
tratan de que unos judíos llamados Rachel é Vidas, le
presten dinero, dejando en prenda unas arcas que creían
los judíos llenas de joyas, y solo lo estaban de arena. Des-
de allí se dirige al monasterio de San Pedro de Cárdena,
donde se halla su esposa Jimena y sus hijas, cuya despe-
dida es narrada con sencillez y ternura. El sentimiento que

según han demostrado los Sres. Amador de los Ríos, Canalejas y Fernández
Espino: el poema del Cid, nada debe al francés y es original en cuanto á la
concepción del asunto; expresando á maravilla los ideales de la nacionalidad
española.
Los autores á que nos referimos empeñados en sostener que es imitación
francesa son Mrs. Damas-Hinard, M. Guessard, G. París, V. Leclere, Heri-
cauld y León Gauthier.
Admira y puede servirnos de lección, que mientras en el extranjero se
han ocupado del poema del Cid. con obras ad hoc tan doctos escritores como
Puymaigre, Bared, Claru;, Wolf, Huber y otros muchos, tengamos que bajar
la cabera a las palabras que el inglés Southey nos dirige, diciendo ignoramos
el valor de este poema, y que nada produciremos en materia de buen gusto y
artes, hasta que desechemos el espíritu rutinario que nos impide conocerle.
— 15 —
hacen los castellanos, y el gran número de los que le si-

guen, lo indica el poema cuando dice:

290 Unos dexan casas e otros onores


En ques día en la puent de Arlanzón
Ciento é quince cavalleros todos juntades son.

Después de una hermosa plegaria llena de fé y unción


religiosa, despídese el Cid de su mujer é hijas, encomen-
dándolas á la guarda y custodia del abad. Pasando los lí-
mites de Castilla, tiene un sueño: se le aparece el Arcángel
.San Gabriel y le augura prosperidad en sus empresas. En-
tra en tierra de moros, llegando victorioso á los muros de
Alcocer, venciendo á los reyezuelos de Calatayud, Molina
y Teruel, enviando después de estas victorias, muestras de
su adhesión al Rey, con treinta caballos enjaezados, y de
su piedad mandando decir mil misas en Santa María de
Burgos. Llega á Zaragoza, que le paga parias, pasando
después á Monzón y Huesca. Tiene noticias de sus corre-
rías y victorias el conde de Barcelona don Ramón Beren-
guer, y determina salirle al encuentro, dando ocasión al
poeta para retratar el valor y generosidad del Cid, pues
venciendo al Conde y ganándcrte su espada Colada, le con-
servó la vida devolviéndole la libertad, conducta que ma-
ravilló al Conde.

1085 Aguijaba el Conde, e pensaba de andar:


Tornando va la cabeza, e catandos atrás:

Miedo iba aviendo que Mió Cid se repiutrá:


Lo que non ferie el Caboso por quanto en el mundo ha:
Una desleatanza ca non la fizo alguandre.

Entra por tierras de Valencia dominando varias villas,


llegando á Murviedro, hoy Sagunto, poniendo espanto en
los habitantes de Valencia, cuyo rey, después de heroica
resistencia, es vencido, apoderándose el de Vivar de la
hermosa ciudad que llevó y aún se designa con el sobre-
nombre de la Cuidad del Cid. Cien caballos al rey don Al-
fonso con la demanda de que le permita traer su mujer é
hijas, lleva á Castilla el lamoso Minaya. Las nuevas que
de Castilla trajo Alvar Yáñez de Minaya, causaron extra-
— 16 —
ñeza y alegría, otorgando el rey lo que pedía el Cid, si

bien Garci Ordóñez dice en tono de hurla:

1355 Semeia que en Tierra de Moros non ha vivo orne,

Quando asi jace á su guisa el Cid Campeador


Dixo el Rey al Conde: dexad esa razón,
Que en todas guisas raiior me sirve que vos.

Devueltas las hijas y mujer dei Cid, los Infantes de


Carrión alaban á Rodrigo atrayéndose la voluntad de Alvar
Yáñez de Minaya. Refiere después el poema el viaje de
la mujer é hijas del Cid, custodiadas por sus caballeros, y
agasajadas y acompañadas por el Rey moro Avegalvon;
contando con lujo de pormenores la entrada y recibimien-
to que tuvieron en Valencia. Asediada la ciudad por el
Rey Yucef de Marruecos, pelea á la vista de su mujer é hi-
jas, consiguiendo una completa victoria de la que envía ri-
cos presentes al Rey de Castilla. Entonces determinan los
infantes atraídos por la codicia, que en ellos excitaban las
riquezas dei Cid, pedir al Rey la mano de sus hijas. En una
entrevista con el Rey acuérdanse las bodas con los infante 3

de Carrión D. Diego y D. Fernando, cuya descripción



ocupa hasta el verso

2285 Ques' page d'es casamiento Mió Cid ó el que lo ouo en a)go
Las coplas deste cantar aquis van acabando: :

El Criador vos valla con todos los sos Santos

Cuyos versos parecen indicar que termina con ellos


una parte del poema.
En la segunda parte refiérese el famoso episodio del
león:

2290 Ya cies en un escaño, durmie el Campeador


Mala sobrevienta, sabed que les cuntió

fc' al ios' de la red, e desatos el León:


En gran miedo se vieron por medio de la cort.

2295 Embrazan los mantos los del Campeador,


E cercan el eseanno e fincan sobre so Señor
Ferran González non vio allí dos' aleasse niu cámara abierta niu torre:

Metios' sol escaño tanto ouo el pauor.


2300 Diego González por la puerta salió:
Diciendo de la boca: non veré Carrion
Tras una viga lagar metios" con gran pavor
El Manto e el brial todo sucio lo sacó.

Dandoasí á conocer su cobardía; después manifiesta


en que Bucar, Rey moro de Marruecos, puso
el sitio ;i

Valencia, ignominia que ocultaron los fieles servidores


y amigos al Cid, pero que hd pudieron soportar los infan-
tes, que para evitar el sonrojo, determinan marchar á

sus estados de Cardón, dando lugar á la afrentosa y cobar-


de escena del Robledal de Corpes, donde dejaron por
muertas á D a Elvira y D a Sol. La afrenta hecha al Cid, la
satisfacción que en Cortes reunidas en Castilla, dio el Rey
á éste, y la petición mano de las ultrajadas hijas
de la
del Campeador, por de Aragón y de Navarra,
los infantes
son los episodios con que termina este precioso monu-
mento de la literatura castellana.
Como habrá podido notarse, por las pequeñas muestras
que dejamos trascritas, la versificación es desigual, em-
pleándose versos desde ocho sílabas hasta diez y seis y á
veces diez y ocho, sin que- tengan otra forma rítmica que
el monorrimo variado é imperfecto, pues unas veces se
continúa durante cuatro y cinco versos y otras solo alcan-
za á dos. El lenguaje, dígase lo que se quiera, acusa ya la
completa formación del idioma, si bien con las imperfec-
ciones consiguientes á tan lejana época. El estilo es natu-
ral y lleno de sencillez, constituyendo el mejor título de su
valor literario é histórico. Difícilmente se hallará en las de-
más literaturas y en la nuestra, otro monumento literario,
que trasmita mejor los ideales de época y nacionalidad,
acentuándolos con vigor y pintándolos con encantadora
sencillez, condiciones que constituyen el más preciado se-
creto del arte.
La unidad de acción, los personajes y sus caracteres
sostenidos é iguales desde el principio hasta el fin; los epi-
sodios enlazados, naturales, sin desviar la atención de la
acción principal: son otras tantas condiciones, qué, además
de la histórica, abonan el valor artístico de tan preciado
poema. Aparte de ser como monumento literario el pri*
— 18 —
mero hoy conocido de la literatura castellana, que le dá
subido valor historíeosle tiene también por estar retratadas
de mano maestra las ideas é instituciones de aquella épo-
ca, y por que es la mejor página para el estudio filológico
de nuestro idioma.
La crítica presenta para su resolución tres problemas
respecto al autor del poema del Cid: suponen unos que
es de autor desconocido, otros que se debe al que figura al
final del poema, y, finalmente, hay quien sostiene son co-
lección de romances trascritos por algún carioso en la for-
ma que ha llegado hasta nuestros días. Si fuera posible re-
solver Per Abad, fué el autor del poema y no el copista,
si

implícitamente quedaban resueltas las otras dos. El señor


Sánchez al publicar el poema á fines del siglo pasado, ase-
gura terminantemente que estos versos con que termina el
poema
En este lugar 5e acaba esta razón
Quien escribió este libro de Dios Parayso Amen,
Per Abbat le escribió en el mes de Maio.

indican que el Per Abbat fué el escribiente que copió el poe-


ma, pué-ssegún dicho crítico, era muy poco un mes para
componerle; opinión que discutida y examinada por los crí-
ticos é historiadores, lia venido á demostrar que Sánchez
suprimió algunos versos que aparecen en el códice hoy co-
nocido, que pudo ser, aunque parecido, distinto del que di-
cho señor tuvo presente, que dice así:

Per Abbat le escribió en el raes de Maio


En era de mille CC... XLV anos, es el romanz
Ffeclio: dat nos del vino si non tenedes dineros
Ca mas pod^é, que bien vos dixeeron labielos.

Si así está en el códice, y se concede valor á la noti-


cia que en idéntica forma nos dá el autor del poema de Ale-
jandro, Juan Lorenzo Segura de Astorga, empleando la
frase, quien escribió este ditado; justo es seguir la misma
regla de interpretación, concediendo que Per Abbat fué el
autor del poema del Cid, según creemos nosotros, ínterin
nuevos datos no den más luz sobre este punto. Ciertas divi-
siones marcadas con letras mayúsculas que existen en el
— 19 —
códice, hicieron creer á los señores Gayangos y Vedia,
traductores de obra de Ticknor, que eran romances suel-
la
tos, y de aquí se propagó esa opinión, que con buena fé, los
mismos que la emitieron, confiesan á seguida que fué vana
sospecha, desvanecida por la unidad del fondo é identidad
completa de estilo y lenguaje.
Mayores dificultades presenta el problema relativo á la
fecha en que se escribió, que no las tendría, si en los versos,
que á propósito del autor dejamos copiados, no hubiera un
espacio entre las dos CC, pues en ese caso, correspondien-
do la era mil doscientos cuarenta y cinco años, al año de
Cristo de mil doscientos siete, á esa fecha había que refe-
rir la aparición del poema, más, como el hueco ó espacio
entre dichas dos CC, debió rasparse, intentan unos llenar-
le con otra C que aumenta en cien años su antigüedad, y

según otros, con la conjunción et muy usada en las escri-


turas de la Edad Media, al marcar las techas; las razones
en las que apoyan su opinión unos y otros, proceden del
examen crítico de los caracteres paleográficos del códice
que no son datos ciertos, pues pudo muy bien ser copia de
otro más antiguo y no el original; y del estudio del lengua-
je, estilo, etc., que no son tampoco dato cierto para llevar

el poema más allá de los comienzos del siglo xm; la opi-

nión más acertada és, á nuestro padecer, la del señor


Amador de los Ríos, que fija la aparición del poema en
1149; unos cuarenta años después de la muerte del hé-
roe (1).
Siendo el Cid legítima y germina representación de la
nacionalidad española, "símbolo vivo de nuestra histo-
ria... cuando es preciso acudir á las armas para defender la
honra española, se escucha en su sepultura ruido de armas,
y cuando el peligro crece, el Cid vuelve á la vida,, según de-
cía el señor Canalejas en sus conferencias sobre la poesía
épica, son muchos los trabajos literarios acerca de este

(i) La fecha en que fué escrito el poema, con la noticia de cuantas opi-
niones se han emitido sobre este punto, se halla extensamente tratada en la
tantas veces citada Historia Crítica de la Literatura Española del Sr. Ama-
dor de los Ríos, t. 3°, segunda parte, Cap. III, pág. 124.
— 20 —
personaje, escritos en todos tiempos, que no reseñaremos
por impedir la índole de nuestro trabajo entrar en su de-
poema latino, Gesta
tenido examen; los principales son: el
Roderici, campidocti, La leyenda de ¡as mocedades del
Cid y un riquísimo Romancero; además, la historia le con-
,

sagra hermosas páginas y el teatro tiene obras tan impor-


tantes como Las Mocedades del Cid y Las Hazañas del Cid
de Guillen de Castro, imitadas por Corneille en su tragedia
el Cid, y en nuestros días, Cid Rodrigo Díaz de Vivar, del

insigne escritor don Manuel Fernández y González, de cu-


yo personaje decía este poeta:

Por necesidad batallo,


Y una vez puesto en la silla

Se va ensanchando Castilla
Delante de mi caballo.

La Jura en Santa Gadea, del señor Hartzenbusch y La


Leyenda del Cid, de don José Zorrilla.
Pertenecen también, á los primitivos monumentos de
la poesía castellana, tres obras, que la crítica denomina

poemas, de autor desconocido; por su lenguaje, versifi-


cación y otros caracteres intrínsecos, es opinión unáni-
me, corresponden á los primeros pasos de la poesía, si
bien es preciso advertir, que teniendo en cuenta el asunto,
no tienen procedencia tan espontánea y nacional como el
poema del Cid, aunque puede asegurarse, ya sean origina-
les ó tomados de otras literaturas, que el sentimiento re-
ligioso, las ideas, etc., les dan un carácter eminentemente
popular, y debieron ser recitados por los juglares en públi-
co, según parece, cuando en el que se llama de Sania
María Egipciaca, se dice:
< >yt varones huua razón
En que non ha ssi verdat non
Escuchat de coraron
Si avades de Dios perdón.

Y en el de los Reyes de Oriente, comienza también di-


ciendo:
Pues muchas veces oyestes contar
De los tres reyes que vinieron buscar.
- 21 —
Finalmente, el Misterio de los Reyes Magos, debió

ser muy popular, por serlo la fiesta de la Epifanía, durante


toda la Edad Media.
El primero de estos monumentos, es un poema de mil
cuatrocientos versos, cuyo asunto es la vida de la pecado-
ra María, natural de Egipto; sus penitencias y arrepenti-
mientos fueron tan grandes que superaron á la enormidad
ele los pecados de su juventud.

El estilo no es tan enérgico y grave como el del poe-


ma del Cid, y la versificación es desigual, así en el número
de sílabas, empleando desde cinco hasta doce, como en la
rima, que no está sujeta á ninguna regla, usando un con-
sonante durante tres ó cuatro versos, que abandona des-
pués. Pudiera muy bien calificarse de erudito el poema, por
ser doctrinal su tendencia, como lo indican diferentes alu-
siones que sustentan la doctrina cristiana del pecado y la
redención, y la cita de San Agustín: notables son, entre
otros pasajes, la descripción de la belleza de María:

De aquell tiempo que ffue ella


Después no nasrio laa bella
Nin reyna nin coudessa
Non viestes tal como esta;

- Redondas auie las oreias

Blanquas como leche doueias;


Oíos negros e sobreceias,
Alúa fruente fasta las cerneias;

La faz teuie colorada


Como la rosa quando es granada

que íorma hermoso contraste con la que nos hace después,


cuando ya habían pasado muchos años en el desierto ha-
ciendo penitencia:

Toda sse mudó dotra figura


Qua non ha panyos nin vestidura
Perdió las carnes e la color

Que eran blancas como la ñor.

E los sus cabellos que eran ruuios


Tornaron blancos e suzios;

Las sus oreias que eran alúas


Mucho eran negras e pegadas
Entenebrados auíe los oíos,
Perdidos auie los tnencoios.
Lo boca era emplecida
Derredor la carne muy denegrida.
La faz muy negra e arrugada
De frió viento e elada.
La barbiella e el su grinyon
Ssemeia cabo de tizón.

Tan negra era sus perrina

Como la pez e la resina.

No carece de animación en otros pasajes, como en la

enumeración de las liviandades de Alaría en Alejandría, ni


de ternura y sentimiento en la plegaria que dirige esta á
la virgen, ni de fidelidad y exactitud en las costumbres y

vida de la época, muy particularmente cuando describe la


vida monástica. Termina el poema con la muerte de la pe-

cadora., después de cuarenta y siete años de austeras peni-


tencias, que admiran al monge Gozimas, quién por permi-
sión de Dios llega hasta su cadáver, haciéndole exclamar:
Agora creyó en mi creyendo, que sania cosa es penitencia.
La importancia de esta obra no está en su originalidad,
según dejamos dicho, era una tradición popular consigna-
da en ana vida de la -anta, escrita en el siglo xi por el
obispo de Maus; su valor para nosotros, está en ser el ger-
men de la poesía erudito religiosa, que tantos lauros había
de conquistar después á la musa castellana.
Otro de los primeros monumentos, es el conocido con el
nombre de Libre deis Tres Reys D'Oriení, cuyo asunto no
es en absoluto lo que su título indica, la adoración al Me-
sías de los tres reyes venidos del Oriente, suceso de los
anales sagrados muy en boga durante la Edad Media, que
debiera llamarse según un crítico Leyenda del bueno y del
mal ladrón; piadosa tradición, con el fin doctrinal de dar á
conocer los atributos de la gracia y la predestinación, en
forma tan elemental y vulgar, como es la de suponer que
I >imas el buen ladrón fué hijo de un bandido que salvó al Ni-
ño de una muerte cierta cuando la sagrada familia huyen-
do de ITerodes, pasó al Egipto. El asunto fúndase en la na-
rración bíblica y tiene, como episodio tradicional y piado-
— 23 —
so, el asaltoque dos feroces ladrones dan á la sagrada fa-
milia llevándose cada cual una de las sagradas personas
y proponiendo dividir en dos partes al Niño, que se salva
gracias áque ninguno quería ceder al otro sus derechos,
dando treguas á tan bárbara medida, merced á las dilacio-
nes de uno de los bandidos que lleva á su casa á la sagra-
da familia, donde se verifica el prodigio de sanar de la le-
pra que padecía el hijo de este ladrón, por haberse lavado
en la misma agua donde se lavó el Niño Jesús.
La versificación es desigual, viéndose cierta especie
de asonancia ó rima imperfecta. Consta de doscientos cin-
cuenta versos. Son notables entre otros pasajes el del la-
vatorio del Niño.

La vespeda nin come nin posa


Siruiendo á la gloriosa.
E ruegal por amor de piedat
Que non le caya en pesar,
E que su fijo le dé ha banyar,
La gloriosa diz banyatle,
E fet lo que quisieredes,
Que en vuestro podernos tenedes
Ya la huéspeda correntera
E puso del agua en la caldera.
De que el agua houo asaz caliente
El niuyo en brazos prende.
M ¡entre lo banya al non faz

sino caer lágrimas por su faz.


La gloriosa la cataua
Demandol porque Uoraua;
Huéspeda por que Horades
Non me lo celedes si bien ayades.
Ella dixo, sion lo celaré amiga
Mas queredes que uos diga.
Yo tengo tamanya cueyta
Que querría seyer muerta,
Un fijuelo que hauia
Que pari el otro dia
Afelo alli don jaz gafo

Por mi pecado despugado.


La gloriosa dice: dármelo varona
Yo lo banyare que no so ascorosa.
Le baña, en efecto, en la misma agua que se bañó el Xi-

ño Jesús, y dice el poeta:

La vertud fue fecha man a mano


Metiol gafo e sacol sano.

La alegría de la madre es inmensa; comunica este mi-


lagro á su marido, yambos conciertan, burlando los deseos
y perversas intenciones del otro ladrón, poner á la sa-
grada familia en salvo. Termina el poema con la escena
del calvario, salvándose Dimas, el buen ladrón, y conde-
nándose Gestas, hijo del bandido que propuso

Dessi pártannos el mas chiquiello


con el cuchiello.

A las anteriores joyas de la primitiva poesía castella-


na, se une otra que puede servir para el estudio del arte
dramático en nuestra patria, fragmento de una obra que se
conoce con el nombre del Poema de ¡os Reyes Magos, asun-
to qué, como el anterior, debía tener también un fin doctri-
nal, que no podemos apreciar por hallarse incompleto.
Ofrece este monumento literario indicios vehementes de
que fué destinado á la representación, ya por ser el diálogo
•la forma predominante, ya, también, porque contiene cier-

tos signos que parecen indicar la alternativa en la conver-


sación de los personajes que en él intervienen.
Véase una muestra de su versificación y estilo.
L'n sabio, admirado de ver en el firmamento una nue-
va estrella, dice:
Deus criador, qual marauuela.

non se qual es achesta streia.

Esta streia no se do uiene,


quien la tre n¡n qui la tiene
¿Por que es aquesta sennal?
En meos dias non vi tal.

A estas exclamaciones viene un tercero y pregunta:


Deus uos salve sennor:
;Sodes uos stielero?
— 25 —
E mostradme la uertad;
De uos sábelo quiero.

Después viene otro, y juntos determinan seguir la es-

trella provistos de incienso, oro y mirra, para ofrecerlos


al que según las tradiciones, debía ser el Redentor; ha-
cen su viaje, llegan donde está Herodes, los agasaja, ro-
gándoles le den noticias del Mesías, preocupado Herodes,
consulta á los sabios; terminando aquí lo conocido del
poema (1).
En el códice de la Biblioteca Toledana, donde lo halló
el Sr. Amador de los Ríos, tiene unas señales al margen,
que dan motivo á creer servían para la mudanza de escena
ó para la intervención de nueves personajes, por cuya ra-
zón muchos escritores le consideran como fragmento de

un misterio ó representación sagrada, perteneciente al si-


glo xi, anterior según el mismo Sr. Amador de los Ríos
á la leyenda y al poema del Cid, y aun dado caso que no
sea tan antiguo, su combinación métrica, en versos leoni-
nos, y su forma dialogada, vienen á demostrar cómo la
versificación tiende á dar nuevo valor al ritmo, y que los
misterios no fueron importación de Italia, sino producto
natural de un hecho ocurrido en Europa casi al mismo
tiempo en todas las nuevas nacionalidades, al trasformar
esa tendencia á lo plástico y representativo de la humani-
dad, desde los extravíos del paganismo á la representación
de los misterios en las iglesias, dando dirección piadosa é
instructiva á la misma.

(t) Fué este poema dado a conocer por D. Felipe Fernández Vallejo en
sus Memorias y disertaciones sobre la Iglesia de Toledo, después por el señor
Cañete en su discurso acerca del drama religioso español antes y después
de Lope de Vega; lo publicaron íntegro el señor Amador en las Ilustraciones
o
del t.
3 de su Historia de la Literatura Española, y los eruditos Lidforss y
Baist.
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CAPÍTULO III

LA POESÍA ERUDITO-ECLESIÁSTICA Y SUS NUEVOS ASPECTOS. EL —


POEMA LA DISPUTACIÓN' DEL CUERPO Y DEL ALMA— GOXZALO
DE BERCEO Y SUS OBRAS. EL POEMA DE ALEJANDRO. EL — —

LIBRO DE AP0L0XI0. EL POEMA DE FERNÁN GONZÁLEZ. —EL
POEMA DE JOSÉ Ó DE JUSUF. LA PROSA V MANIFESTACIONES —
HISTÓRICAS. —
DON LUCAS DE TUY. — DON RODRIGO XIMÉXEZ

DE RADA Y SUS OBRAS. MONUMENTOS DE CARÁCTER LEGAL.
— IMPORTANCIA QUE PARA EL IDIOMA CASTELLANO TIENE LA
TRADUCCIÓN DEL FUERO JUZGO.

^^^Jertenezcan los monumentos que hemos estudiado al


^ysÉf siglo xii ó á los primeros años del xm, es lo cier-
to que, tanto por su fondo, como por su forma, se distin-
guen de los que nos toja ahora examinar, posteriores,
á no dudarlo, entre otras razones por ser sus asuntos de
un carácter menos popular, requerirse más erudición en
sus autores, la mayor parte pertenecientes al estado ecle-
siástico,y sobre todo, por el cambio Ú2 formas métricas su-
jetas á regularidad y medida, abandonando la vacilación
é inseguridad de los primeros monumentos. Investigar có-
mo, cuándo y en virtud de qué influencias adquiere esa
regularidad y fijeza la versificación en manos de los cléri-
gos, que quizá por esto se llamó mestev de clerecía; es
— 27 —
asunto de difícil inquisición y trabajosa pesquisa, según
dijo el Marqués de Santillana, y que ciertamente no se ha
resuelto por completo, aun dedicando á ella su erudición
y laboriosidad nuestro docto maestro el señor Amador de
los Ríos. Para nuestro objeto, basta consignar que en el
fondo pierde la poesía el carácter popular por ser los asun-
tos menos conocidos é interesantes, y en la forma, si gana
en regularidad y simetría, fijan.lose la metrificación con
versos de catorce sílabas, agrupados en estrofas de cuatro
versos y consonante igual, combinación llamada quaderna
v/a, pierde en espontaneidad y frescura; pues la misma
tosquedad y desigualdad de formas, avaloran el esfuerzo
de aquellos anónimos cantores que fijaron la lengua, y los
caracteres generales y artísticos de nuestra literatura.
Cámbianse también las condiciones de los poet¿is que bien
por el mayor poderío de Castilla, ó ya por ser más sólidos
los fundamentos de la civilización y cultura, se convierten
de juglares de boca, en trovadores ó juglares de peñóla,
siendo conocidos muchos de ellos, aunque sea corto el nú-
mero de sus obras que han llegado hasta nosotros (1).
Una feliz casualidad muy recientemente, dio explica-
ción á esas alteraciones de fondo y forma entre los poetas
erudito-populares y los meramente eruditos, con el frag-
mento de un poema conocido por la Disputación del Alma
y el Cuerpo (2) pensamiento muy generalizado en Europa,
sin que por los datos hasta ahora conocidos se pueda con
certeza asegurar cuál de las literaturas tiene la prioridad
de darle la forma literaria que hoy tiene. Dicho poema se
reduce á fingir un sueño viendo el poeta un dolorido cuerpo

(O Eu prensa ya lo anteriormente escrito, llega á nuestras manos el to-


mo 2 o de la Antología de Poetas Líricos Castellanos del Sr. Menéndez Pela-
yo, y en el hermosísimo prólogo de este libro, noticias y datos que deben
consultar los que de-eeu formar juicio de las alteraciones de la poesía de
esta época.
(2) D. Tomás Muñoz y Romero, nuestro muy querido maestro, halló es-
te fragmento en el reverso de una donación hecha por el abad de Oña á un
Miguel Domínguez en el año 1201. Escrito eu forma tal que parecía obra en
prosa; la erudición y estudios del señor Muñoz, le indicó otra cosa y dándo-
le á conocer, se publicaron algunas estrofas con notas críticas por D. Pedro
José Pidal en un periódico y después lo incluyó integro el sabio alemán Wolf
en sus Estudios sobre la literatura española y portuguesa.
— 28 —
que yace postrado al que increpa el alma. Está escrito en
versos leoninos rimados ambos hemistiquios; su lenguaje y
estilo acusan gran antigüedad.
>iee el alma:
I

15 Nin de nog niu de día de lo que yo quería:


Nunca fust a altar por y buena oferda dar
Nin diermo niu primicia nin buena penitencia
Nin fecist oración, nunca de corazón.

Es muy posible que sobre asuntos parecidos hubiera


otros poemas en la Edad Media, hoy perdidos, lo que se
concibe teniendo en cuenta que los poetas eruditos popula-
res debieron encontrar rivales entre los meramente erudi-
tos,que con nuevas formas y míís perfectas, trataban de dar
carácter doctrinal á sus obras. Las tradiciones religiosas,,
las verdades profundas del cristianismo, fueron el arsenal
donde acudieron los poetas para su inspiración.
Se mencionan entre los trovadores anteriores á Berceo,
á un tal Gómez, al que se atribuye, según el señor Ama-
dor, una composición poética sobre ciertas palabras que dix
Salomón, si bien cabe la duda de si el trovador Gómez que
se cita en una escritura de 1197, es el mismo Pero Gómez,
autor de la obra citada.
Autor más conocido, cuyas obras han llegado hasta
nosotros, es Gonzalo de Berceo, monje del monasterio de
San Millán, en la diócesis de Calahorra, natural de Berceo,
que se supone floreció entre 1220 hasta 1260. Sus obras
pueden dividirse: en históricas, por ser su fundamento los
hechos, que son la Vida de Santo Domingo de Silos, la de
San Millán de la Cogulla, el Martirio de San Lorenzo,
los Milagros de Nuestra Señora y la Vida de Santa Oria
ó Áurea; y litúrgico-tradicionales: el Sacrificio de la Misa,
los Loores de Nuestra Señora, los Signos del Juicio, el
Duelo de la Virgen, y por último, dos himnos, uno al Sal-
vador y otro á la Virgen, que si no son indubitables, por
su carácter, pueden muy bien admitirse sin gran repugnan-
ciacomo de Berceo.
Eas nueve obras de Gonzalo son un verdadero monu-
mento en donde pueden estudiarse los progresos y tenden-
— 29 —
cias de la poesía en su fondo y forma, así como en ellas se
hallará también el influjo marcado por el espíritu é ideas
de nacionalidad que á veces nos parece ver en Bsrceo al
poeta popular de los monumentos anteriores. Todas sus
obras están escritas en la forma regular de la quadenia
vía; si algunos eruditos notan ciertos defectos y desmayos,

bien pudieran ser debidos á los copiantes.

Daremos uua ligera noticia de cada una de estas obras. La titulada Vida
de Santo Domingo de Si/os, es la vida y milagros de este santo confesor.
Consta de setecientos ochenta versos de los llamados de la quaderna vía, es-

tá dividido eu tres libros ó cautos; el primero narra la vida del santo, y en


los otros dos los milagros hechos por su mediación, comienza el poema con
esta invocación:

En el nome del Padre, que fizo toda cosa


Et de don Jhesuchristo, fijo de la gloriosa, etc.

siendo notable en este primer canto ó parte del poema, la pintura de Do-
mingo cuando era pastor.

Las oveias con el 1 i avien muy gran sabor.


Dábales pastos buenos, guardábale de danno,
Ca temie que del padre recibie sossanno,
Mas querie de fiebre yacer todo un anno.
Luego a la manuana sacábalas en cierto,
Tenie en requerirlas el oio bien abierto,
Andaba cerca dellas prudient,e muy espierto
Nin por sol, nin por pluuia non fuie a acubierto.

y la porfía entre el abad de San Millán y el rey don García, hijo de D. San-
cho el Mayor, al que pinta deeste modo:

Era de buenas mannas, avie cuerpo fermoso


Sobra bien razonado, en lides venturoso,
Fizo a mucha mora vidua de su esposo;
Mas avie una facha, que era cobdicioso.

También es muy notable el pasaje de la visión de /as tres coronas, her-


moso trozo de poesía alegórico-religiosa de gran valor en la liteíatura caste-
llana por preceder con mucho tiempo, á las prodigiosas creaciones del vate
Florentino Dante, en su Divina Comedia.
La Estoria de sennor Sant Millán, tornada de latín en romance, es un
poema de carácter histórico-legendario, con el propósito de defender los vo-
tos de San Millán que se hacían por varios pueblos al monasterio, aprove-
chando cuantas ocasiones se presentan para excitar el entusiasmo y devoción
— 30 —
del santo, recordando hechos tau gloriosos como la batalla de Simancas. Tie-
ne la misma forma métrica que el anterior y consta de cuatrocientas ochenta

y nueve estrofas.
Pasando por alto el martirio de San Lorenzo, testimonio de la fé cris-

tiana y de los primeros pasos del cristianismo, narrando la vida de uno de


los mártires más populares; vengamos á la obra que en nuestro sentir coloca el
Gonzalo de Berceo á la cabeza de todos los poetas religiosos de nuestra pa-
tria, haciéndole fiel intérprete de los sentimientos que animaron siempre al

pueblo español ferviente devoto de la Virgen María. Los Milagros de Nues-


tra Sennora. que es la obra á que nos referimos, consta de nuevecientos ca-
torce versos de la quaderna via, narrándose veinte y cuatro tradiciones
piadosas. Gonzalo de Berceo tejió hermosa corona de flores á la madre del
Verbo Encarnado en esta obra, en los Loores de Nuestra Señora y en el

Duelo de la Virgen.

Es muy conocido el comienzo de los Loores:

Vo maestro Gonzalvo de Beneo nomuado


Iendo en romería caer en un prado i

Verde e bien sencido de flores bien poblado,


Logar cobdicia duero pora omne cansado.

En la imposibilidad de dar á conocer sus muchas bellezas, reproducire-


mos algunas estrofas del milagro veintidós.

Sennores, si quisessedes mientre dura el dia


Destos tales mirados aun mas vos dizria
.Si vos non vos quessassedes, yo non me quessaria,
Ca commo pozo fondo, tal es Sancta Maria.
Tal es Sancta Maria commo el cabdal rio
Que todos beben delli, bestias e el gentío:
Tau grant es eras commo eri, e non es mas vectó,
En todo tiempo corre, en caliente e en frió,
Siempre acorre ella en todos los logares,
Por valles e por montes, por tierras e por mares:
Qui rogarla sopiese con limpios paladares
Non lo podrien torzones prender á los yiares.

Ei Duelo de la Virgen, es una obra hermosísima alabada por ios pocos


extranjeros que han estudiado á foudo nuestra poesía, algún crítico espa-
ñol quiere encontrar en ella elementos dramáticos. El asunto es la narración
animada y pintoresca de los dolores y angustias de la Virgen durante la pa-

sión de su Hijo, hecha por boca de la misma Señora, accediendo á la peti-

ción de San Bernardo.


Berceo representa en la literatura española, la fé ardiente de la Edad
Media reflejada en los sentimientos é ideas del pueblo español durante aque-
- 31 -
líos siglos, completándose con Berceo y el poema del Cid los dos sentimientos
de patria y religión que forman el núcleo de la vida nacional, á los que se
deben las páginas más gloriosas de nuestra historia.

Contemporáneo ó muy cercano á Berceo es otro poeta


autor del poema que se titula El Libro de Alexandve, lla-
mado Juan Lorenzo Segura de Astorga (1); según los datos
que el detenido estudio del poema han suministrado á los
eruditos, debió vivir en la primera mitad del siglo xm, fué
natural de Astorga y clérigo, sin que se tengan ni hayan
podido adquirirse otras noticias. Su poema es la vida del hé-
roe macedonio Alejandro Magno, contada no como la his-
toria la refiere, sino exornada con tradiciones y episodios.
Consta el poema de dos mil quinientas diez estrofas de la

quaderna via, que según Juan Lorenzo es

Mester trago fermoso, non es de ioglaria,


Mester es sen pecado, ca es de clerezia,
Pablar curso rimado per la quaderna via,

A sillauas cuntadas, ca es grant maestría.

Su extensión nos impide citar algunos pasajes llenos


de verdadera poesía y otros con narraciones y hechos que
acusan la influencia de la caballería y sus ideales.
Señalan algunos como defectos en este poema la floje-
dad é incorrección en la versificación, y sobre todo el estar
lleno de verdaderos anacronismos, tales como el ser Ale-
jandro armado caballero, según los usos y costumbres de
la Edad Media, el encontrar Alejandro en Jerusalém obispo

y conventos de monjas, etc., etc., defectos que no son únicos


de este poema, se hallan en otras obras de esta misma época,
y quizá de las posteriores, cuando se ocupan de la antigüe-
dad pagana, que no es posible atribuir á la ignorancia de
sus autores, antes debe suponerse que estos prescindieron

o
(i) El Sr. D. Marcelino Menéndez y Pelayo en el Prólogo del t. 2 de
su Antología de rodas Úricos castella?ios, dice hablando del Potma de Ale-
jandro v (atribuido por muchos á Juan Lorenzo Segura de Astorga, bon clé-
rigo ed ondiado, de mañas bien temprado, que parece ser un mero copista)»
sospecha que tenemos muy en cuenta, basta que proceda de tan docto críti-
co, si bien por no conocer las razones en que se funda, continuamos atribu-
yendo el poema de Alejandro á Pray Lorenzo.
de la exactitud histórica, aspirando al favor popular que
no le otorgaba á aquellas obras poco conformes con su es-
píritu y creencias, \ al que no se ofendía por esto, dada su
absoluta carencia de los conocimientos de la antigüedad
clásica.
Se publicó poema en el t. 111 de las Poesías Anterio-
el

res del siglo xv por D. Tomás Antonio Sánchez, y en el to-


mo LVIL pág. 147 y y siguientes de la B. de AA. Españoles.
En manos ya de los eruditos, la poesía toma sus asun-
tos de la antigüedad clásica como hemos visto en el poema
de Alejandro,, ó de tradiciones y leyendas muy en boga por
la Europa y también de hechos históricos del suelo caste-
llano y de la tradición religiosa, revistiéndolos siempre
con los ropajes propios de
¡época del autor y caracteri-
la
zándolos con las ideas y sentimientos de la literatura na-
cional.
El poema de Apolonio ó Libro de Apolonio, es de au-
tor y época desconocidos si bien puede afirmarse, asintien-

do en un todo á las razones que aduce el Sr. Amador de los


Ríos, que es obra de un clérigo y posterior á los monumen-
tos anteriormente estudiados.
Tiene por asunto las aventuras del rey de Tiro, Apolo-
nio, según nos dice el autor, pues sus propósitos eran:

Componer un romance de nueva maestría


Del buen rey Apolonio e de su cortesía
El rey Apolonio de Tiro natural
Que por las aventuras visto grant temporal
Comino perdió la fija e la mujer capdal
Coturno las cobró amas, ca las fue muy Ieyal.

Bajo las apariencias de una obra de pura invención


contiene este poema noticias y alusiones á la vida de la
Edad .Media; quizá los
anacronismos son intencionados, v
tienen el mismo origen
y fundamento que en el poema de
Alejandro, descubriéndose un carácter doctrinal y moral
marcadísimo como se dá á entender en las siguientes es-
trofas

Muerto es Apolonyo, nos a morir auemos


Por (juanto nos amamos la fin non olvidemos
— 33 —
Qual aqui fizieremos, alia tal recibiremos

Alia hiremos todos, nuqua aqua saldremos

Los homes con enbidia perdemos los sentidos


Echamos el bien fecho tras cuestas en olvidos.

Consta de seiscientas cincuenta y seis estancias de ver-


sos llamados alejandrinos, por ser en todo iguales á los em-
pleados en el poema de Alejandro.
La tiernísima historia de la hija de Apolonio, tipo re-
producido por Cervantes en su novela La Gitanilla y más
tarde por Víctor Hugo, es una verdadera creación poética.
Tarsiana, abandonada por sus ayos después de muchos su-
frimientos y aventuras, es julglavesa; llevada ante su pa-
dre para que le distraiga con sus cantares y danzas, enoja-
do Apolonio creyendo desenvoltura lo que era secreto im-
pulso del amor paterno, la rechaza con dureza; pasaje que
el poeta expone de este modo:

528 Ouosse ya con esto el rey de enssanyar,


Osio con fellonia el brar-o a tornar;
Ouole huna feíida en el rostro a dar,

Tanto que las narizes le ouo ensangrentar.


529 La duenya fue yrada, comenr-ó de llorar,
Comeneó sus rencuras todas ha ementar,
Bien querrie Antinagora grant auer a dar
Que non fuesse entrada en aquella yantar

530 Dizia, ay mesquina en mal ora fuy nada,


Siempre fue ni uentura de andar aontada;
Por las tierras agenas ando mal sorostrada;
Por bien e por seruirio prendo mala soldada.
531 Ay madre Lugiana, ssi mal fado ouiste
A tu fij a Tarssiana meior non lo diste;

Peí igreste sobre mar, et de parto moriste,


Ante que pariesses afogar me deuiste.

532 Mi padre Apolonyo non te pudo prestar,

A foussario ssagrado non te pudo leuar,


En ataúd muy rico echóte en la mar,
Non sabemos del cuerpo do pudo arribar.

533 A mi tono á vida por tanto pesar tomafj


Diome á Dionissa de Tarsso á criar,
— 34 —
Por derecha enbidia quísome fer matar,
Sí estonce fuesse muerta non me deuiera pesar.

544 Prisóla en sus bracos con muy grant alegría.


Dizíendo, ay mi fija, que yo por nos muría;
Agora he perdido la cuyta que auia,
Fija non amanesgió pora mi tan bueno d¡a

Se publicó por don Tomás Antonio Sánchez, t. III


el t. LVIII de la Bibliote-
Poesías anteriores al siglo xv, y en
ca de AA. Españoles.
De mayor importancia por su asunto es el poema del
Conde Fernán González, ó Leliendas del Conde don Fer-
nando de Castylla. Ignórase el autor y la época en que se
escribió, si bien puede asegurarse, su autor debió ser per-
sona de instrucción, hijo quizá de la región leonesa, y pos-
terior á no dudarlo á Gonzalo de Berceo, por la imitación
en la disposición y formas y por las continuas alusiones á
las obras del autor de los santos, como por algunos suele
apellidarse á Gonzalo de Berceo.
El asunto, fundado parte en la historia y parte en la
leyenda, son las hazañas del Conde Fernán González, liber-
tador de Castilla; comienza desde la invasión de los visi-
godos y llega hasta la batalla de Moret en 967, tres años
antes de la muerte del primer Conde independiente de Cas-
tilla.

Es lástima que el códice que constituye tan preciado


monumento esté algo mutilado é incompleto. Sus formas
se asemejan en un todo á las de Berceo si bien indica el
autor de éste poema poseer más facilidad y soltura. El pa-
saje que á continuación insertamos, además de dar á cono-
cer la forma y estilo, es indicio de cómo se sentía y expre-
saba el amor patrio.

155 Fuertemente quiso Dios á la Espanna hourrar,


Quando al santo Apóstol quiso ay enbyar,
De Ingla-terra e Francia quiso-la meiorar,
E sabet que non yació apóstol en todo aquel logar.
156 Onrró-le otra guisa el precioso sennor
Que de moryr á cochyllo non ovyeron temor,
Muchas vírgenes y santas e mucho buen confesor.
Í57 Coramo ella es meior de las sus vecindades,
- 35 —
Asy sodes meiores quantos en Espanna morades,
Onmes sodes sesudos e mesura heredades,
Desto por todo el mundo grran precio heredastes.
158 Pero de toda Espanna, Castylla es lo meior,
Porque fue de los otrros el comiendo mayor,
Guardando e teniendo syenpre a su sennor,
Quiso acrecentar ansy el nuestro Sennor.

159 Avn Castylla la Vyeia, al mi entendimiento,


Meior es que lo hal, porque fue el cimiento
Ca conquisieron mucho, maguer poco convento,
Byen lo podedes ver en el acabamiento.
160 Pues quero mas contando desta rracon dexar,
Temo-rae sy mas dixese que podrria herrar,

Otrosy non vos quero la rracon alongar,


Quero en don Alfonso, el Casto rrey, tornar.

Entre los hechos narrados en los Libros Sagrados,


bien puede asegurarse que la vida de Job y la historia de
José el hijo de Jacob, son las más populares trasmitidas de
siglo en siglo bajo diferentes formas. En los primeros años
de nuestra literatura claro está que entre los muchos asun-
tos que los poetas eruditos podían presentar, ninguno con
mejores condiciones que la historia del hermano vendido
por sus hermanos que llega por la permisión de Dios á do-
minar á los Faraones y á ser el libertador de su pueblo.
Tal es el asunto que trata el poema vulgarmente conocido
por el Poema de José ó de Jusüf, sin otra alteración que
referirse no según la tradición bíblica, sino como se halla
en el capítulo XI del Koran. Ofrece también esta obra otra
particularidad, cual es hallarse escrita en caracteres alja-
miados, ó sea en letras árabes, pero con el valor que tienen
en castellano. Su forma métrica es la quaderna vía.
Lleno de ternura y sentimiento, bajo la tosquedad de
la forma de aquella época, ofrece pasajes dignos de los me-
jores tiempos de la poesía,como son el ruego de José para
que no le maten sus hermanos, y la plegaria que hace en la
sepultura de su madre y el pasaje en que Zaleia, para con-
fundir á las mujeres que murmuraban de su amor por José,
las convida á un banquete.
Rentaban á Zaleia las duennas del lugar
Porque con su cativo quería voltariar;
— 36 —
Ella de que lo supo arte las fue a buscar
Convidólas a todas e llevólas a yantar.
Diólas ricos comeres e vinos esmerados,
Que iban ni todas godas de dictados
Diólas sendas toronjas e canninetes en las manos
Tajantes e apuestos e muy bien temperados.
Y fuese Zaleia adó Jusuf estaba
De púrpura e de seda muy bien lo aguisaba
E de piedras preciosas muy lo afeitaba,
Verdugadero en sus manos, a las duennas lo enviaba.

Ellas que lo vieron, perdieron su cordura;


Tanto era de apuesto e de buena figura;

Pensaban que era tan ángel, e tornaban en locura,


Cortábanse las manos, e non de habían cura.

Es indudable que
la poesía popular y aun la que se lla-
ma respondían á una necesidad sentida por el
erudita,
pueblo que deseaba ver en el idioma que le era propio, re-
ñejados sus ideas y sentimientos, y como debía llevar ya
mucho tiempo de existencia el idioma vulgar cuando apare-
cen dichos monumentos, es natural existieran otras mani-
festaciones del lenguaje del vulgo que sirvieran para los
usos ordinarios déla vida, de los que no han llegado sino
muy pocos hasta nuestros días y de los que no hemos de
tratar por no ostentar caracteres literarios. Sin embargo,
unidas la poesía y la historia, ya vimos de qué modo se
trasmiten los hechor en los poemas; las primeras manifesta-
ciones en el idioma vulgar desprovistas de la íorma poética,
son tan rudimentarias, que solo como antecedentes de este
género debemos mencionarlos. En los cartorales de las igle-
sias ó sea en la colección de documentos en que se consig-
naban las donaciones hechas á las iglesias y monasterios,
aparecen al lado de estos escritos, indicaciones sumarias
de hechos acontecidos en la misma fecha de la donación ó
adquisición, y en algunos archivos de las catedrales se con-
servan (iiutlcs, que como su nombre indica, consignaban por
años los sucesos de más bulto; entre los que pudiéramos
citar, se encuentran los Anales Toledanos primeros y se-
gundos, los de los Reyes Godos de Asturias, León, Castilla,
Aragón y Navarra, y los propios de Aragón y Navarra.
También conocemos reseñas especiales como la Toma de
— 37 —
Exea, la Conquista de Almería, la Estoria de Conca, don-
de aparece más suelto el idioma castellano. La gloria de
haber trazado mayores y nuevos rumbos á la historia, co-
rresponde á don Lucas de Tuy, autor, entre otras obras,
de un libro de Crónicas, y sobre todo á don Rodrigo Ximé-
nez de Rada, Arzobispo de Toledo, que tomó una parte ac-
tiva en los principales sucesos de los reinados de Alfon-
so VIII y Fernando III; escribió en latín la historia de los
Ostrogodos, Vándalos y Suevos y la de los Árabes. De to-
das ellas, la más importante es la historia Gothica, vertida
al castellano por el mismo don Rodrigo, llamado á ejercer
saludable influencia en los estudios históricos de los siglos
posteriores. La versión castellana comienza desde el diluvio
y llega hasta los hechos de sus contemporáneos, de los que
fué parte y testigo, cual sucede con la batalla de las Navas.
Los monumentos legales debieron ser los primeros es-
critos en lengua vulgar, ya tuvieran carácter general ó
particular, porque siendo documentos que concedían dere-
chos y exenciones á los pueblos, importaba al legislador
estuvieran en lenguaje comprendido por todos; de modo
que ya sea el Fuero de Aviles de la antigüedad que se le
atribuye ó de fecha posterior, aunque no hayan llegado
hasta nosotros, muchos más debieron 'ser los escritos de
esta clase publicados en lengua vulgar, porque avanzando
la reconquista, allí donde se establecía nueva población
de cristianos, las cartas pueblas, los privilegios concedi-
dos á los pueblos por los reyes, premiando el heroísmo y
ardimiento de sus pobladores, en la lengua vulgar debie-
ron ser escritos y lo prueba todavía más, que siendo ley
general de la monarquía castellana el Fuero Juzgo, al dar-
se como ley á los pobladores de Córdoba después de su
conquista por Fernando III en 1241 y posteriormente á los
habitantes de Sevilla y Murcia, se mandó traducir al roman-
ce, cosa que no se hubiera hecho si la lengua latina, idio-
ma primitivo del citado código, hubiera sido entendido por
los habitantes de las referidas poblaciones; con tales pasos,
dados en favor del idioma vulgar, gana éste en riqueza y
armonía, haciéndole apto para obras literarias de mayor
valor artístico que las hasta ahora mencionadas.
CAPÍTULO IV

Primer ciclo.— Segundo periodo


NUEVOS ASPECTOS DE LA LITERATURA. DON ALFONSO X EL Sil-
bÍO. — ENUMERACIÓN Y EXAMEN DE SUS OBRAS. SANCHO IV —

el Bravo. el infante don juán manuel y sus obras.

||in tener en cuenta los datos aportados por la historia

en el periodo anterior, difícil sería hallar la razón


del progreso y desarrollo que vemos en nuestra literatura,
así en el fondo como en la forma, en la segunda mitad del
siglo xiii. Nuevas influencias que excitan la inspiración ar-
tísticay la poderosa iniciativa de un monarca, que justa-
mente recibió el dictado de Sabio, explican satisfactoria-
mente lo que ganó el idioma de Castilla y los nuevos as-
pectos que para el crítico presenta la literatura castella-
na. En este periodo aparece ya clara y manifiesta la in-
fluencia didáctico-simbólica con el Libro de los doce sabios
ó de la Nobleza y Lealtad, las Flores de Philosophia, y nicas
directamente con las traducciones del Pantcha- Tantra y el
Libro de Scudcbar ó Sandabad que al pasar al castellano
recibieron el nombre de Calila 6 Dimna y del Libro de los
— 39 —
Assayamientos et Engannos de las mogieres y los pura-
mente didácticos titulados el Libro del Boniíim ó Bocados
de Oro y el de Poridad de Puridades, si bien es justo con-
signar se inició esta tendencia didáctico-simbólica antes por
el judío converso Pero Alfonso en su Disciplina Clericalis.
Aparece también en esta época un elemento ya inicia-
do en las obras de Berceo que dá nuevo aspecto á la poe-
sía, cual es el elemento lírico de aquí en adelante claro y
manifiesto.
Todos estos elementos quizá no hubieran dado tan efi-

caces resultados sin la poderosa iniciativa, el talento, la


erudición y esfuerzos de D. Alfonso X, verdadera represen-
tación del progreso y perfección literarios, pues además
de las traducciones que mandó hacer del árabe, la protec-
ción concedida á los sabios moros y judíos, y la que dispen-
só á los poetas provenzales, en 1260 promulgó una ley de
cnancillería real, mandando que todos los documentos pú-
blicos, así reales como privados, se extendieran en castella-
no, disposición que elevó á la categoría de lengua nacional
el idioma vulgar.
En 1221 vio la luz en la imperial Toledo el hijo de San
Fernando llamado más tarde, en 1232 á suceder á su pa-
dre en el trono de Castilla, prolongando su reinado has-
ta que murió en Sevilla el 4 de Abril de 1284. Distin-
guióse como militar en su juventud, más tarde como sabio,
llegando su fama hasta traspasar las fronteras de Casti-
lla, proporcionándole no pocos sinsabores y disgustos su

pretendida elección al imperio de Alemania, y muchos más


la inquieta y turbulenta nobleza, que supo excitar las am-
biciones de su propio hijo, para que fuera cabeza de las re-
beliones y luchas que amargaron los últimos días de la vida
de tan ilustre como infortunado monarca. No es nuestra
misión juzgar á D. Alfonso como rey, ni defenderle de las
injustas inculpaciones que sobre sus dotes de gobierno, va-
lor y piedad han propalado ciertos escritores, basta saber
que fué un hombre superior á su siglo, y por consiguien-
te, tuvo en contra suya todos los que no comprendiéndole
le combatieron, y que las circunstancias de la nobleza cas-
tellana la predisponían para la serie de rebeliones é intri-
- 40 —
gas que inauguradas en su reinado, fueron germen fecun-
do de las que después tuvieron lugar en los reinados pos-
teriores (1).

La multitud de obras escritas por D. Alfonso X el Sa-


bio, pueden muy bien reducirse en rigurosa clasificación á
obras literarias y obras científicas, y dentro de ellas las
agruparemos de este modo: obras históricas, legales, cien-
tíficas y poéticas. De las históricas conocemos la Estovia
de Espauna y la Grande et General Estoria. Respecto de
la primera, se dudó la escribiera D. Alfonso, lo que está
fuera de toda duda por lo que él mismo dice en prólogo, el

por las alusiones que en la Grande Estoria hace da ella y


por el testimonio de su sobrino el infante don Juan Manuel.
Tuvo presente todos los monumentos históricos que deja-
mos indicados anteriormente; se halla dividida en cuatro
partes, abarcando desde la creación hasta la muerte de Fer-
nando III. En tan vasto campo no desmaya ni una sola vez
el ánimo del historiador, siendo muy notables las condicio-
nes de método, estilo y lenguaje.
Entre los muchos pasajes de esta obra, no publicada
sino muy imperfectamente por Forián de Ocampo en 1541,

(i") La injusticia con que fué juzgado D. Alfonso por sus contemporáneos
y el desfavorable juicio que mereció á hombres tan importantes como
Feijóo y el P. Mariana, de que se hicieron eco muchos extranjeros, ha te-
nido reivindicación justa en la época moderna según puede verse en la Bi-
blioteca Nova de D. Nicolás Antonio; Velázquez, Orígenes de la Poesía Es-
pañola; Mondejar, Memorias Históricas y examen de la Crónica del Rey Sa-
bio; el P. Sarmiento, Rodríguez de Castro, Vargas Ponce, Amador de los
Ríos, la Real Academia en la reciente publicación de las Cantigas; y de los
extranjeros Ticknor, y sobre todos, Clarus en el t. I o de sus Estudios sobre la
literatura española. Todos han pulverizado la falsa anécdota que Colmena-
res insertó en su historia de Segovia, respecto á la impiedad del Rey, la so-
berbia de la ciencia de D. Alfonso y el desfavorable juicio que como mo-
narca hizo en su historia de España, el P. Mariana. La Universidad de Sa-
lamanca le debe su verdadera organización y por consiguiente eterna grati-
tud; aunque se hayan perdido los estatutos que la dio, todavía quedan mu-
chos datos para juzgar del afecto con que miró á esta escuela y la predilec-
ción cariñosa que le mereció siempre Salamanca. En prueba de lo dicho,
pueden verse los documentos queD. José Onís, infatigable y celoso
el Sr.
Memoria de la Universidad, co-
jefe del archivo universitario, publicó en la
rrespondiente al curso de iSSi á 1SS2, en particular la Real Cédula dada en
Toledo en 8 de Mayo de 1254, primer documento en que se consignan ren-
ta.; reales para sostenimiento de esta Universidad.
- 41 -
dignos de conocerse ss hallan los relativos á la historia an-
tigua, la descripción física de España, y el siguiente, que
se refiere á la visión de Mahoma.

«Tomóme el ángel Gabriel (decía Mahoma) etleuome suso fasta el pri-

mero cielo: et los angeles que y estauan venieron contra mi et rescibieronme


muy bien, et fueron muy alegres comigo. Et con el gran plazer que ende

ouieron, catáronse unos á otros et decíen: ¡Ay qué bien!.... ¡Ay qué bien es
este! Et oráuame todos todo el bien et toda salud, synon uno solo que estaua
ahy, que non se alegraua comigo nin se reya cerno los otros. Et yo pregunté
entonze al ángel Gabriel que quién era aquél ó por qué fazie aquello. Et
Gabriel me dixo: Sepas queste ángel nunca se reyo, nin se re>yera: que este es

el ángel guardador del fuego etc.»

El señor Amador al citar este hermoso párrafo de la


Estoria de Espanna dice que si bien el Rey Sabio la tomó
de la sura XVII del Koran donde solo se indica, debió
tener presentes los comentadores que son los que dan tan-
tos pormenores.
Su Grande é General Estoria es un pensamiento colo-
sal, es elanuncio de lo que hoy se conoce con el nombre de
Historia Universal, y que como dice oportunamente el se-
ñor Amador de los Ríos: "Tan grande, tan luminoso es el
pensamiento de Alfonso X, que sobreponiéndose á la cien-
cia de su siglo, parecía no presentir, sino adivinar lo que
en los tiempos modernos había de recibir el nombre de his-
toria'filosófica.,, Comprende cinco partes y es de creer que-
dó incompleta, pues solo llega hasta los primeros pasos de
la propagación del cristianismo. Diferenciase en cuanto al
fondo de la Historia de Espanna, porque se apoya única y
exclusivamente en el testimonio y autoridad de los doctos,
dando á conocer su erudición en las lenguas griega, latina,
árabe y hebrea.
Las obras de carácter jurídico escritas por D. Alfonso,
fueron según opinión de los críticos el Libro del Espéculo ó
Espejo de todos los derechos, el Fuero Real y el Libro de
las Leyes ó las Siete Partidas. Esta última obra de fama
universal, se comenzó en 1256 uispcra de sant Joiían Bau-
tista,según él mismo nos dice, y se acabó siete años des-
pués, en 1263. En cuanto á su asunto es un código que com-
— 42 -
prende todo lo relativo á los deberes recíprocos del re}' y

sus vasallos en forma doctrinal, razonando los fundamen-


tos de las disposiciones en él contenidas. Consta, según su
nombre, de siete divisiones ó partidas, subdivididas en tí-
tulos,y estos en leyes. Bajo el punto de vista de su estilo y
lenguaje es un monumento tan notable, que es preciso lle-
gar al siglo xvi y fijarse en los mejores hablistas de dicho
siglo para encontrar otra obra que la aventaje en lo gal/ai -

doy pintoresco de su estilo, en la exactitud y nervio del len-


guaje y en lo esmerado y correcto de la dicción. Como mo-
numento legal es de gran valor según los jurisconsultos, y
el fundamento de toda la legislación española y de algunas

del extranjero, sin que tenga rival entre todos los códigos
de la Europa durante la Edad Media. Véase como muestra
lo que dice respecto á los lugares en que podían estable-
cerse Escuelas, ó sea Universidades.

Las escuela? del estudio general deben seer eu logar apartado de la vi-

lla, las unas cerca de las otras, porque los escolares que hobiesen sabor de
aprender aina puedan tomar dos liciones ó mas si quisieren en diversas ho-

ras del dia, et puedan los unos preguntar á los otros en las cosas que dub-
daren: pero deben las unas escuelas seer tanto acredradas, de las otras, que
los maestros no se embarguen oyendo los unos lo que leen los otros
De buen ayre et de fermosas salidas debe seer la villa do quieren esta-
blescer el estudio, porque los maestros que muestran los saberes et los esco-

lares que los aprenden vivan sanos et en él puedan folgar et rescebir placer á
la tarde quando se levantasen cansados del estudio: et otrosi debe seer abon-
dada de pan, et de viao et de buenas posadas en que puedan morar et pasar
su tiempo sin grant costa. Et otrosi decimos que los cibdadanos de aquel lo-
gar do fuere fecho el estudio deben mucho honrar et guardar los maestros, et

los escolares; et todas sus cosas; et los mensageros que veniexen á ellos de
sus logares non los debe ninguno peyudrar sin embargar por debdas que sus
padres debiesen nin los otros de las tierras onde ellos fuesen naturales: et

aun decimos que por enemistad nin por malquerencia que algunt home ho-
biese contra los escolares ó á sus padres non les deben facer deshonra, nin
tuerto nin fuerza.

Con la cooperación de muchos sabios árabes y judíos,


ordenó y dispuso multitud de obras astronómicas y de
historia natural, enumerándose entre las primeras las Ta-
— 43 —
blas Atfonsies, la Ochava Sphera, la Sphera Redolida, el
Libro del Alcora, el Astrolabio, Asafecha, La Lámina
universal, el Libro de las Armiellas, el de las Laminas ó
Planetas, el Quadrante, los Relogios, el Atazir, los Cáno-
nes de Albateni, y por último i?/ Libro de los Juicios y el
de las 7/es Cruces, y de las segundas la Propiedad de las
piedras, que es una traducción con comentarios de los fa-
mosos Lapidarios, del judío Abolays y del árabe Mahomed-
Aben-Quich. Todas curiosísimas é importantes. Descollan-
do entre todas las Tablas Alfonsies, que han servido de
texto hasta el presente siglo.
De las obras recreativas se citan el Libro de los jue-
gos, que comprende los juegos de Acedrcz, Dados et Ta-
blas, el tratado de la Montería, y finalmente el Septenario,
que no es libro legal, según erróneamente se ha afirmado,
sino obra filosófica que se ocupa de las siete naturas que
engendran los siete saberes.
Un nuevo lauro hay que añadir a los que ciñen la fren-
te de tan exclarecido genio, y es el de poeta. Efectivamen-
ta, quien sentía y pensaba también, no es de extrañar pu-

siera en verso los sentimientos más íntimos de su alma, co-


rrespondiéndole el ser poeta lírico de primer orden, como
lo indican las sentidas estrofas de la elegía llamada las

Querellas, grito de dolor tan sentido y enérgico como in-


justa y atrevida era la causa que lo motivaba. De mayor
importancia, por hallarse más completa, es la obra los
Loores et Milagros de Nuestra Señora, vulgarmente cono-
cida por las Cantigas de Sancta Maria, testimonio de la
acendrada fé y del amor que el pueblo español profesó
siempre á la Virgen, recordando en sus intentos y mani-
festaciones las obras de Berceo, que tuvieron las mismas
aspiraciones y propósitos. Dos particularidades ofrece es-
te romancero sagrado del Rey Sabio muy dignas de notar-
se. Es la primera la variedad de metros y combinaciones
rítmicas, indicio claro y evidente de lo muy en boga que
se encontraba la poesía lírica y la soltura y flexibilidad del
idioma en que se escribieron, que por cierto no es el idioma
castellano, si no el gallego, y esta es la segunda de las co-
sas que decimos ofrece de singular esta obra del Rey Sabio,
— 44 —
que no tiene hasta ahora satisfactoria explicación (1). In-
sertamos una de las cantigas como muestra del estilo y
lenguaje.

CANTIGA XL
Esta e de loor de Santa María das maraaillas que Deus faz por ela

Deus te saine, graciosa


Reyuna Marta,
Lume dos santos fremosa
Et dos c'eos uta.

Saluete, que concebiste


Muí contra natura
Et póis ten Padre pariste
Et ficaste puta
Uirgen et porén sobiste
Sobe la altura

Dos cé'os, porque quesiste


O que el queria.
Deus te saine, graciosa
Reyuna María
Sálue-te, que enchoisti
Deus gran sen mesura
En ti, et d' ele fezisti

Om' e creatura.
Esto foi porque ouuisti
Gran sen et cordura
En creer quando oisti

Ssa menssageria
Deus te salue, graciosa
Reyuna María
Salue- te Deus ca nos disti
En nossa figura
O ten Filio que truxisti

De gran fremosura
Et con él nos remysti

(i) La Real Academia Española ha publicado en este año en dos volú-


menes lujosamente impresos las Cantigas, con multitud de noticias y variantes
de los tres códices hoy conocidos; en ésta hermosa edición pueden verse
todas las cuestiones referentes á tan rico monumento poético.
— 45 —
Da mui gran loucura
Que fez Eua, et uencisti

O que nos ueucia.


Deus te saine, graciosa
Reyuna Marta
Sálne-te Deus, ca tollisti
De nos gran tristura,

Si por ten Filio fraugisti


A cárcer oscura
U yamos, et metisti

Nos en gran folgura.

Con quanto ben nos uyti

¡Quén o contaría!
Deus te salue, graciosa
Réynna María
Lume dos santos fremosa
et dos ceos uia.

Lo sumariamente expuesto, nos dice que Alfonso X,


llevó su actividad y su iniciativa á todas las esferas del sa-
ber, acometiendo empresas hasta él no soñadas, como la de
escribir la historia de España, dando entrada á cuanto de
tradicional, legendario y patriótico se conocía en su tiempo,
y tratando de sintetizar armónicamente las aspiraciones hu-
manas bajo una ley universal en la Grande é general esto-
ria, trayendo á nuestra patria tesoros de erudición y de sa-
ber con la traducción de los libros de la India, de los árabes
y filósofos cristianos, y elevando con las Partidas un monu-
mento imperecedero á la literatura y la ciencia jurídica,
debiéndose á este monarca alcanzase en el siglo xm la lite-
ratura y lengua vulgar un vuelo y estado de perfección, que
no tiene rival en las demás naciones de Europa.
El ejemplo y elementos que aportó á la literatura cas-
tellana D. Alfonso X no podía menos de producir sus fru-
tos, frutos abundantes que estimularon á todas las clases,
emulando los envidiables títulos de sabio y literato que os-
tentó aquel monarca, y si todos los magnates no se desde-
ñan de empuñar con igual maestría la espada y la pluma no
debía alcanzar menos esta gloria su hijo Sancho IV que,
prescindiendo de la negra ingratitud con su padre, debió
beber en sus primeros años algo de aquellas corrientes
_ 46 —
abundantes de saber y de ciencia que eran tan copiosas en
la corte. Por esto juzgamos no es exacta la pintura que
algunos historiadores han hecho de Sancho IV el Bravo,
que si le correspondió este título por sus hechos de armas
y bizarría, le alcanzó también por su cultura como lo de-
muestra el libro del Tesoro de Bruneto Latino, traducido
por Alfonso de Paredes y Pero Gómez por mandado del
monarca y la Estoria o Gran Conquista de Ultramar asi-
mismo mandada traducir del francés por D. Sancho.
Además de estos trabajos en pro de la cultura, es autor del
libro el Lucidario, cuya obra tiene por objeto "concordar
las enseñanzas divinas y humanas., fingiendo un escolar,
que habitando en lugar donde había escuelas de muchos
saberes, quiere investigar las cuestiones y dudas que oye
en las aulas, discutiendo con su maestro que procura poner
en claro cuanto su mente encuentra obscuro y difícil. Todos
los problemas son objeto de su estudio, desde las más ar-
duas y abstrusas cuestiones teológicas, hasta las de las cien-
cias físicas y naturales. Xo tiene esta obra la claridad de
exposición y método, ni lo animado y correcto del estilo y
lenguaje que son condiciones de las obras del Rey Sabio,
pero es monumento curioso para conocer el estado de las
ciencias en el siglo xm.
De más valor literario es su obra el Libro de los Casti-
gos, escrito tres años antes de su muerte en 1292, cuyo fin

es dar saludables consejos y advertencias á su hijo D. Fer-


nando. Consta el libro de cincuenta capítulos, en los que se
desenvuelve toda la doctrina del amor de Dios, respeto á
las leyes, reglas de vida pública y privada, ideas y adver-
tencias sobre la paz y la guerra, en una palabra, consejos
de gobierno, cual podia darlos un padre, cuya turbulenta
vida había aleccionado dolorosa experiencia y quizá pun-
zantes remordimientos. "El estilo es varonil, nervioso y pin-
toresco, la elocución severamente lógica, y la dicción pu-
ra,adecuada y digna... Xo cabe duda que es de D. Sancho,
porque en varias partes se lee: "con la gracia de Dios or-
dene e fice este libro para mi jijo.., y al comenzar dice: "Es-
te libro íizo el muy alto señor rey de Castilla, etc., el cual
fizo e acabo el noble rey el año que gano á Tarifa (20 de
— 47 —
Septiembre de 1330).,, Véase el siguiente ejemplo para juz-
gar del mérito del libro.

Cap. LII. — Que fobla cuant buena cosa es coi-dura, c como es Jija del buen

entendimiento

Mío fijo: mete miertes en cuant buena cosa es cordura. La cordura es

fija del buen entendimiento; ca niuguud home non puede ser cuerdo, si en-
tendido non es. Por cordura es home guardado de muchos peligros en que
podría caer á grand su dapno. Cordura da al home grand asosiego; prime-

ramente en su corazón é en los movimientos que face en su cuerpo, é en sus


manos é en los sus fechos de su facienda. Asi como la cobdicia es raiz de
todos los males, así el contrario desto la cordura es raiz é aumento de todos
los bienes. Por cordura enriquesce el home; ca ninguno non puede ser rico si

asosiego de cordura non ha en sí é en la su facienda. Pues por ende la cor-

dura en sí mesma da asosiego al home con su verdat, é non anda con ella

bulliendo. Por cordura se da el home por firme en las cosas que ha de decir
é de facer, é extrémase por ella del arrebatadizo é movedizo que se mueve
livianamente con mal seso. La cordura es peso de balanza en que pesan al
que la su pro ó su daño trae. La cordura tuelle las cosas peligrosas é de
grand ventura, é da las provechosas. La
home buena fama é mé-
cordura da al

llele de la mala. La cordura enderesza la facienda del home en este mundo,

é la pro de la su alma para el otro mundo, que muera en buen estado. La


cordura tuelle los malos pensamientos é desvia los males que dellos podrien
nascer, é trae los buenos pensamientos, é pone en obra los bieaes que dellos
salen. La cordura te fará que conozcas al buen señor ante que non al malo

Procer de sangre real erudito y guerrero fué el infante


D. Juan Manuel; nació en Escalona el 5 de Mayo de
1282, su vida turbulenta y azarosa no le impidió ser uno
de los escritores más fecundos del siglo xm y primera
mitad del xiv, elevándose sus obras al número de catorce si
bien no han llegado hasta nosotros más que nueve, á saber:
El Libro della casa,Libro del Cavallero et del escu-
el
dero, el Libro de los Estados, el Conde de Lucanor, el Libro
de los Castigos, et de los Consejos, el Libro sobre la Asunp-
tión de Sancta María, El Libro de las Tres razones, la Cró-
nica abreviada y la Crónica coniplida. Todas estas obras
son muy notables por su fondo y forma, distinguiéndose en-
tre ellas el Conde de Lucanor por ser compendio del sa-
ber y doctrina del Infante, y avalorarle las condiciones de
estilo y lenguaje, siempre sobrios y correctos, en medio de
— 4S -
las distintas formas que en él imperan. Finge el libro que
el Conde de Lucanor magnate poderoso desea instruirse en
todo lo que se refiere á la moral, política y religión á cuyo
finpropone á su ayo Patronio aquellas dudas sobre dichas
materias, que el ayo ó maestro resuelve poniendo á con-
tribución cuanto entonces se sabía, tomado de los filósofos
y teólogos y de los libros orientales.
Nos dice el mismo don Juan Manuel, que el libro de
Patronio, ó el Conde de Lucanor es partido en cincuenta
exemplos y cuatro partes] en la primera llevan un título
cada ejemplo, vr. gi\, el XXVI que lo titula: De lo que
acontescio al árbol de la. Mentira, y después de exponer la
doctrina moral, sigue el cuento, y por fin la moraleja en
esta forma: "Al conde plogo mucho este consejo é fizólo
escrebir en este libro, e fizo estos viesos;., según puede ver-
se en el ejemplo XXV de la primera parte.
De lo que coiitcscio al árbol de la Mentira

Un día fablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero., et díjole

así: «Patronio, sabeb que estoy en grand queja et en grand roido con unos
homes que me non aman mucho, et estos homes son tan revoltosos et tan
miutrosos, que nunca otra cosa facen sinon mentir á mi et á todos los otros
con quien lian de facer ó delibrar alguna cosa; et las mentiras que dicen sá-
benlas tan bien apostar et aprovecharse en ellas, que me traen á mi grand
daño, et ellos apodéranse mucho, et hanse las gentes muy fieramente contra
mí; et bien creed que si yo quisiera obrar por aquella manera, que por aven-
tura lo sabría facer tan bien como ellos; más porque yo sé que la mentira es
de mala manera, nunca me pagué della: et agora por el buen entendimiento
que vos habedes, ruégovos que me consejedes qué manera tomaré con estos
homes.»
«Señor conde, dijo Patronio, la Mentira et la verdat ficieron en uno su
compaña, et desque hobieron estado así un tiempo, la Mentira que es más
acuciosa, dijo á la verdat que sería bien que pusiesen un árbol de que hubie-
sen fruto, et pudiesen estar á la su sombra cuando ficiese calentura, Et la
verdad, como es cosa llana et de buen talante, dijo quel' placía.»
«Et desque el árbol fué puesto et comenzó á nascer, dijo la Mentira á la
Verdat que tomase cada una dellas su parte de aquel árbol, et la Mentira,

dando á entender á la Verdat con razones coloradas et apuestas que la raíz

es la cosa que dá la vida et la mantenieuza al árbol, et que es mejor cosa et

mas aprovechosa, consejó la Mentira á la Verdat que tomase las raices del

árbol que están so tierra, et ella que se aventuraría á tomar aquellas ramie-
— 49 —
Has que habían á salir, et están sobre tierra, como qiüer que era grand peli-
gro, porque estaba á ventura de tajarlo ó fallarlo los homes, et roerlo las

bestias, ó tajarlo las aves con sus picos ó con las manos ó con los pies, é se-

carlo la gran calentura, ó quemarlo el hielo; et que de todos estos peligros


non había á sofrir ninguno la raiz. Et cuando la Verdat oyó todas estas razo-
nes, porque non ha y en ellas muchas maestrías, et es cosa de grand fianza
et de grand creencia, fióse en la Mentira su compañera, et tovo que era ver-
dat lo que le decía, creyendo que la Mentira le consejaba bien, et que toma-
ba muy buena parte; et tomó la raiz del árbol, et fuese con aquella parte muy
pagada. Et cuando la Mentira esto hobo acabado, fué muy alegre por el en-
gaño que había fecho á su compañera, diciéndole mentiras coloradas et fer-

mosas et apuestas. Entonce la Verdat metióse so tierra para vivir do estaban


las raices, que era la su parte, et la Mentira fincó sobre tierra donde viven
los homes, et andan las gentes et todas las otras cosas. Et como ella es muy
falaguera, en poco tiempo fueron muy pagados della, et el su árbol comenzó
á crescer et a hechar muy grandes ramos et muy grandes fojas, et facian

muy fermosa sombra et parescieron en él muy apuestas flores et de muy fer-


mosas colores et muy pagaderas á parescencia. Et desque las gentes vieron
aquel árbol tan fermoso, ayuntábanse á el de muy buena mente á estar cabe
él, et pagábanse mucho de la su sombra, et estaban y las más de las gentes
siempre, et aun los que se fallaban por los otros logares, decían los unos á
los otros que si querían estar viciosos et alegres, que fuesen á estar á la som-
bra del árbol de la mentira. Et cuando las gentes eran ayuntadas so aquel
árbol, como la Mentira es muy falguera et de muy grant sabiduría, lacia mu-
chos placeres á las gentes, et mostrábales de su sabiduría, et las gentes pa-
gábanse mucho de aprender aquella su arte. Et por esta mauera tiró et allegó

á sí todas las gentes del mundo, et mostraba á los unos mentiras sencillas,
et á los otros muy más sabios mentiras dobles.»
«Et debedes saber que la mentira sencilla es cuando homc dice á otro:
«don Fulano, yo faré tal cosa por vos. et él miente de aquello que dice; et

la mentira doblada es cuando le da juras ó homenajes et rehenes, ó da á


otros por sí que fagan todos aquellos pleitos, et en faciendo estos asegura-
mientos ha él ya pensado et sabe la manera cómo todo esto tornará en
mentira et engaño. Mas la mentira treble, que es mortalmente engañosa, es
la quel' miente et le engaña diciéndole la verdat. Et esta sabiduría tal habia
tanto en la Mentira et sabíalo tan bien mostrar á los que se pagaban de es-

tar á la su sombra del su árbol, que les facía acabar por aquella sabiduría las

mas de las cosas que ellos querían, et non fallaba ningún home que aquella
arte non supiese, que ellos non le trajesen á facer toda su voluntad; lo uno
por la fermosura del árbol, et lo ál por la grand arte que de la Mentira
aprendiau. Et deseaban mucho las gentes de estar á aquella sombra, et apren-
der lo que aquella Mentira les mostraba, et la Mentira estaba mucho hon-
7
— 50 —
drada et muy preciada, et muy acompañada de las gentes,. et el que menos
se allegaba á ella et menos sabia de la su arte, menos preciábanle todos, et

aun él mismo se preciaba menos. Estando la Mentira tan bienandante, et

lazdrada et despreciada la verdat, ca estaba escondilla so tierra, et home del

mundo no sabia parte della, nin se pagaba della, nin la querían buscar;
ella, viendo que non le habia fincado cosa en que se pudiese mantener
sinon aquellas raíces del árbol, que era la parte que le aconsejara tomar la
Mentira con mengua de otra vianda, hóbose á tornar á roer et á tajar, et á
gobernarse de las raices del árbol de la Mentira. Et como quier que el árbol
tenia muy buenas ramas, et muy anchas fojas, et facia muy grand sombra et

muchas flores et de muy apuestas colores, antes que pudiesen llevar fruto
fueron tajadas todas las raíces, e las hobo á comer la Verdat, pues non
había ál de que se gobernar. Et desque las raices del árbol de la Mentira
fueron todas tajadas, estando la Mentira á la sombra del su árbol con todas
las gentes que aprendían de aquella su arte, vino un viento et dio en el ár-

bol; et porque las sus raíces eran todas tajadas, fué ligero de derribar, et cayó

sobre la Mentira, et quebrantóla muy de mala manera, et todos los que esta
ban aprendiendo de la su arte fueron todos muertos et muy mal feridos, et

fueron muy mal andantes. Et del lugar do estaba el tronco del árbol salió la
Verdat que estaba escondida, et cuando fué sobre la tierra, falló que la Men-
tira et todos los que á ella llegaban eran muy mal andantes et se fallaron

mal de cuanto aprendieron et usaron de lo que aprendieron de la Mentira.»


«Et vos, señor conde Lucanor, parad mientes que la Mentira ha muy
grandes ramas, et las sus flores, que son sus dichos, et los sus pensamientos,
et los sus falagos, son muy placenteros, et páganse mucho dello las gentes;

empero todo es sombra et nunca llegan á buen fruto. Et por ende, si aque-
llos vuestros contrarios usan de las sabidurías et de los engaños de la menti-
ra, guardadvos dellos cuanto pudierdes, et non querades ser su compañero
en aquel arte, nin hayades envidia de la su buenandanza que han por usar
el arte de la mentira; ca cierto sed que poco les durará, et non pueden haber
buen fin, et cuando cuidan ser mas bien andantes, entonces les fallescerá,

asi como fallesció el árbol de la Mentira á los que cuidaban ser muy bienan-
dantes á la su sombra; mas aunque la verdad sea menos preciada, abrazad-
vos con ella bien et preciadla mucho; ca cierto sed que por ella seredes

bienandante et habredes buen acabamiento, et gauaredes la gracia de Dios,


porque vos dé en este mundo mucho bien et mucha honra para el cuerpo et

para el alma salvamiento en el otro.»


Al conde plogo mucho deste consejo que Patronio le dio, et fizólo así

ct fallóse ende bien; et entendiendo don Johau que este exemplo era bueno,
fizólo escrebir en este libro, et fizo estos viesos que dicen así:

Seguid verdat por la mentira foir,

Ca su mal crece quien usa de mentir.


— 51 —
Las otras tres partes no están dispuestas en esta for-
ma sino en la de razonamientos.
Indicio evidente del predominio que el elemento sim-
bólico y didáctico adquiere en nuestra literatura, son dos
obras, de autor desconocido, que corresponden á la misma
época de que nos estamos ocupando; siendo de notar que
aquí es directa la enseñanza, pues El libro de los excmplos
tiene por objeto dar reglas de vida y costumbres para to-
das las clases, valiéndose de anécdotas, cuentos, etc.; cons-
ta de trescientas noventa y siete anécdotas, dispuestas en
orden alfabético, comenzando lo que hoy poseemos de este
libro por la letra C; á cada ejemplo ó cuento precede un
dicho 6 sentencia en latín y su correspondiente traducción
en esta forma:

Consilium prudentis in necesítate máxima mitttumprodest

El consejo del que mucho sabe,


Al tiempo menester mucho valle.

Valerio en el libro séptimo, capítulo III, cuenta que Demóstenes, filó-

sofo, fué home de maravillosa sabiduría, é acorrió á una mujer que era en
gran pesar é necesidad, en esta manera. Dos homes que posaban en su casa
diéronle en guarda una cuantidad de dinero con esta condición: que lo diese
á amos y dos en uno, et non al uno sin el otro. Deude á tiempo el uno
dellos vino é dijo que su compañero era muerto, é con engaño rescibió los

dineros de la mujer, é deude á poco vino el otro é demandaba lo que dejara


en guarda ó depósito. E la cuitada mujer lloraba, que non tenía el dinero
nin quien la defendiese, é ya no pensaba sinon de la muerte. E Demóstenes
fué á juicio por su abogodo, é dijo: «Esta mujer presta está de pagar lo que
recibió en depósito, más non lo puede facer por muchas voces que des, salvo
si trajeses tu compañero; cala condición fué puesta que non se diese el dinero

al uno sin el otro.» Et ansí scapó la mujer.

El otro tiene además de la forma didáctico simbólica


cierto sabor satírico indicado hasta por el nombre con-
que se le conoce, el Libro de los Galos, consta de cincuen-
ta y ocho apólogos. Tomamos para dar idea de este libro
el XXXIII.

Euxemplo del home que araba con los escaravacos

Un homme araba una vegada é ató dos escaravacos al arado, é vino


otro homme, é díjole: «¿Por qué atas átales bestias como son aquestas á tu
— 52 —
arado?» Et respondió el yuguero: «Porque todas las cosas ayudan al arado
cuantas le pueden tirar.» Ansí es que muchas vegadas menazaba él á los es
caravacos también commo á los bueyes para que andoviesen; et cuando fué
hora de víesperas que tañeron las campanas, fuese el homme con sus bueyes
para su casa, é los escaravacos fincaron allí, que non quisieron obedescer al

yuguero. Tales son muchos hommes en este mundo, á quien Dios amenaza é
castiga, más por todo esto nunca se quieren partir de la suciedad del pecado;

de los cuales cuenta en la Santa Escritura que dice Dios: «enviévos la muerte
en el camino de Egipto matando con mi cuchillo vuestros hijos; é fícevos

sentir el olor de vuestros pecados en vuestras narices, é non vos tornastes á


mí.» Esto se entiende porque Dios á muchos hommes en este mundo dales
primero mucho bien, et ellos non le quieren cognoscer con ello, et desque
Dios vee esto tírales los algos, é por esto non se enmiendan; é tírales los pa-

rientes é los amigos ; et si por esto non se emiendan tírales los fijos; é si non
lo quieren cognoscer, por todo esto mueren, é después van á la pena que es
sin fin; et los tales commo estos, si bien parasen mientes cuando tienen bien,
más les valdría cognoscer á Dios estonces que non padescer después.

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CAPÍTULO V

EL BENEFICIADO DE UBEDA REPRESENTANTE DE LA POESÍA HIS-


TÓRIC0-REL1GI0SA EN EL SIGLO XIV. —
LA CRÓNICA RIMADA DE

ALFONSO XI. EL ARCIPRESTE DE HITA.— EXAMEN DEL LIBRO

DE LOS CANTARES. LOS PROVERBIOS MORALES, DE DON SAN-

TOS DE CARRIÓN. TRATADO DE LA D3CTR1NA CRISTIANA. LA —
DANZA GENERAL DE LA MUERTE.

desaparecieron por completo durante los últimos


¡7^ lio

años del siglo xm y primeros del xiv, las tradiciones


de la poesía histórico-religiosa; no son muchos, pero exis-
ten algunos monumentos de esta clase de poesía, si bien se
nota falta en ellos la espontaneidad y nervio y sobre todo
el candor y unción religiosa que hemos visto en Berceo;
en cambio aparecen elementos nuevos muy importantes,
gérmenes en nuestro sentir de la verdadera poesía satíri-
ca y del poema didáctico, al par que variadas formas mé-
tricas ricas, sonoras y nutridas, indicio de la armonía y ri-
queza del idioma apto ya para toda clase de asuntos.
Representa en la historia literaria, del siglo xiv la poe-
sía histórica-religiosa un poeta conocido por el Beneficiado
de Ubeda, ignorándose todo lo que á él se refiere á excep-
ción de los datos de ser Beneficiado de Ubeda y por conse-
cuencia pertenecía al estado eclesiástico. Corre pareja
con esta escasez de noticias biográficas la que tenemos de
sus obras que fueron dos según indica
— 54 —
E de la Magdalena ove enante rimado
Al tiempo que de Ubeda era beneficiado.

poema es éste de la Magdalena del que no existe otra noti-


cia que la anterior dada enel que escribió titulado San Il-

defonso, su asunto es la vida del Arzobispo de Toledo


San Ildefonso, cuyas virtudes, ciencia y amor, premió de
singular manera la Virgen María. Consta de quinientas
cinco estancias de versos rimados por lo común de cuatro
en cuatro, aunque algunas veces consonante y se falta el
bailan en asonante.
El asunto era muy apropósito para sacar gran partido
pero no existían muy felices disposiciones de estro poético
en el beneficiado ó se habían apagado en los poemas aque-
llas luces de inextinguible entusiasmo que iluminan todas
las obras de Berceo, justamente apellidado el cantor de los
Santos. Quien conozca los hechos de San Ildefonso sabrá los
tiernísimos episodios de su vida; de ninguno sacó el parti-
do que podía y debía sacar, hasta el más culminante, mil
veces reproducido después por el pincel y el buril, el des-
cendimiento á poner la casulla, hecho, además de portento-
so, apropósito para excitar la imaginación; lo describe así:

Fabló la Reyna á su siervo leal,


Asi como si fuesse su fijo natural.

Tomó él la su casulla de puro cendal

Mas de la gloriosa del Rey celestial.

Con idéntica frialdad y prosaísmo está escrito todo el


poema, verdadera crónica rimada donde se hecha de me-
nos la espontaneidad, nervio y unción que pide el asunto,
tratado siempre sin tino, prestando únicamente su lectura
algún aliciente por lo fácil de la versificación, cualidad
recomendable en el beneficiado de Ubeda.
Más afortunada la poesía épico-histórica representada
en el siglo xiv por La Crónica en coplas redondillas de
Alfonso XI, si pierde en candor y ternura, gana en la ri-
queza de formas, trasparentando siempre los sentimientos
propios del pueblo español. Este poema, por una ligereza,
fué algún tiempo creencia general, se escribió por el mis-
mo Alfonso XI, y modernos autores le consideran muy
— 55 —
posteriora aquella época, pero el hallazgo del códice com-
pleto, el mismo al parecer que halló en Granada Hurtado
de Mendoza, pone en claro la cuestión de su autor, en esta
redondilla:

La prophecia conté,

Et torne en dezir llano


Yo Ruy Yañez la noté
En lenguaje castellano;

y las fechas que cita, la animación de ciertos pasajes y


otras condiciones, nos dicen pertenece este poema á la

época en que se le coloca. Prestábase, en verdad, el reina-


do de don Alfonso XI á servir de tema para un poema épi-
co, y si nó alcanzó este lauro y se halla falto de unidad y
otros caracteres, esas mismas faltas son indicio de su au-
tenticidad. El poema no carece de animación y colorido, y
tiene el singular mérito de hallarse colocado entre las dos
tendencias erudito populares, y la no menos preciada de
hallarse escrito en forma que no fué, ni antes ni después,
muy común en la manifestación épica. El siguiente pasaje
donde los moros ven ya perdida la batalla de Tarifa ó del
Salado, servirá para formar juicio del valor literario de es-
te monumento.

Los moros perdían tierra

Et por el monte sobian:


Por el medio de la sierra

Ondas de sangre corrían.

Aquesto vido el rey moro;

Mas quisiera la su fin:

Et dio voces commo toro


Llamando— ¡ Benamarin!....

El Sr. Amador de los Ríos, nos habla de otro poema que


juzga escrito en el siglo xiv referente á Fernán González,
pero la crítica no ha sancionado su opinión creyéndose
obra del siglo xvi, quizá escrita por Fr. Gonzalo Arredon-
do, indicándolo así la forma en quintillas, suelta y armonio-
sa cual no era posible hallarla en aquella fecha según pue-
de verse en estas dos
Almanzor con gran poder
De altos rreyes et poderosos

Veno á Castilla correr

Muy feroz, por la perder

Con sus canes tan rabiosos.

Cubre el Conde con dolor


su cabeea con ceniea;
Llora con grande amargor
Sus pecados et su herrón
Que su carne se desliza.

Respecto del asunto difiere poco del primitivo poema


de Fernán González, ya estudiado.
No son muchos los poetas conocidos del siglo xiv; no
era la época apropósito, ni para las exaltadas producciones
del juglar, ni para las tranquilas tareas del erudito, pero
si son pocos, representan de tal manera el espíritu, ideas y
tendencias de ese siglo que basta uno solo para darnos
cuenta de los progresos y tendencias de la poesía en aque-
lla edad. Tal se nos presenta el poeta que merece llamar

nuestra atención, en quien concurren esas circunstancias,


ya porque han llegado hasta nosotros la mayor parte de las
obras de Juan Ruíz, Arcipreste de Hita, ya por el carácter
de las mismas, ya finalmente por las especiales condiciones
de su genio y talento.
Muy pocas noticias tenemos de la patria, vida y muer-
te del Arcipreste; están reducidas á saber que era eclesiás-
tico Arcipreste de Hita, natural de Guadalajara ó de Al-
calá,que sufrió una larga prisión en Toledo por el año 1337,
y que escribió su libro durante la prisión, terminándole el
23 de Julio de 1389, fechas que suscitan varias cuestiones
sobre la edad del Arcipreste, no puestas en claro por la crí-
tica.
Titúlase la obra del Arcipreste El libro de los Canta-
res; comienza con una invocación á Jesús Nazareno pidien-
do le saque de la prisión.
SeDnor, tu que sacaste al Profeta del lago,
De poder de gentiles sacaste á Santiago,
A Santa María libreste del vientre del drago,
Libra á mí, Dios mío, desta presión do yago.
Sigue después un prefacio en prosa dando razón de
los propósitos que le animaban al escribir su libro; añá-
dese un ruego á Dios impetrando su gracia para faser el
libro y á continuación unos gosos á la Virgen, comenzando
en lo que sigue realmente el poema, con la narración de
sus amores exornados con apólogos, reprendiendo los vi-
cios, uniendo A esta parte de la obra varias cánticas de se-
rrana.
Con motivo de la pasión de Cristo, narra la batalla en-
tre D. Carnaval con la Z) a Quaresma, encontrándose en
esta parte la más considerable del poema, varios apólo-
gos, terminando cen nuevos gosos á Santa María y la
cantiga de los clérigos de Talavera. Véase ahora la varie-
dad de metros que emplea el arcipreste; de los primeros
gozos á la Virgen.

I o Santa María \

Luz del día ¿Todavía


, Tu me gía )

24 Desir de tu alegría
Rogándote todavía
Yo pecador ) Más al loor
Que á la gran culpa mía
Non pares mientes, María.

De los versos de catorce sílabas que forman la mayor


parte del poema, sirva de ejemplo además de los citados
el Enxemplo del alano que llevaba la pieza de carne en
la boca.

216 Alano carnicero en un rio andaba,


Una pieza de carne en la boca pasaba
Con la sombra del agua dos tantos semejaba,
Cobdiciola abarcar, cayosele la que levaba.
217 Por la sombra mentirosa et por su coydar vauo,
La carne que tenía, perdióla el alano,
Non hobo lo que quiso, nont fué cobdiciar vano,
Coydó ganar, et perdió lo tenía en su mano.
218 Cada día acoatesce al cobdicioso ata!,
Coydar ganar contigo, et pierde su cabdal,

De aquesta rais mala nasce todo el mal,


Es la mala cobdicia mi pecado mortal.
- 58 —
219 ^° mas e 10 rn e j 0r . 10 que e3 mas preciado,
Desque lo tiene ornen rierto et ya ganado.
Nunca debe dejarlo por un vano coydado:
Quien dexa lo que tiene fase graud mal recabdo.

De seis silabas es la cántica de serrana que comienza.

996 Cerca la Tablada


La sierra pasada
Fálleme con Aldara
A la madrugada.
997 Enrirna del puerto
Coydé ser muerta
De nieve e de frió
E dése rosío
E de grand elada.

También usa de una forma de romance octosílabo en


los Loores de Santa María.

1645 Santa Virgen escogida,


De Dios Madre muy amada,
En los cielos ensalzada,
Del mundo salud e vida

Y en la Cantiga de los Escolares, que suele acompañar


en algunos códices al poema de los cantares.
Diversos son en verdad, los juicios emitidos por espa-
ñoles y extranjeros al examinar el valor de la obra del Ar-
cipreste, creyendo unos que los siete mil versos de que se
compone son una serie de cuadros sin hilación, en los que
se vé cierta licencia que desdice del carácter sacerdotal de
su autor; mientras que otros, con mayor acierto en nuestro
sentir, consideran el Libro de los Cantares, como un poema
digno de figurar al lado de los más renombrados de aque-
lla época. Si la crítica nimia hecha de menos en éste poe-
ma la unidad, debe entenderse esa unidad formal y paten-
te, no la unidad de fondo ó íntima, que de hecho existe en

elcuadro que traza de las ideas y sentimientos del siglo xiv


que fielmente reproduce, con más la intención satírica,
base sobre la que descansa el alcance é importancia de la
obra. Como monumento literario, tienen en él representa-
ción todos los elementos que influyen hasta la fecha de su
— 59 —
aparición en nuestra literatura; esto sin contar el singu-
larmérito de pintar las costumbres de su época, de dar un
colorido especial al elemento didáctico-simbólico, tratando
el apólogo como ninguno, y por último, su fecunda imagi-
nación crea tipos y caracteres que sirven aún hoy de tema
á multitud de trabajos literarios.
Si la obra ha sido juzgada con variedad de criterios,
mayor es aún el diverso juicio emitido sobre la significa-
ción é importancia de su autor. Algún
crítico extranjero
ni le cree digno de mención, otros consideran como un bu-
le

len sin gracia é importancia, no faltando escritores españo-


les, que haciendo coro con los extranjeros, le concedan

escasa importancia suponiendo fué su obra traducción de


otra latina. Al lado de estas gratuitas afirmaciones, existen
las de aquellos, que admirados de su talento y condiciones
artísticas, lecomparan con el procaz escritor francés Rabe-
lais, encontrando otros muchos pantos de contacto enlre el
Arcipreste y el poeta inglés Chaucer, conviniendo todos,
que el genio, talento y facilidad en la versificación, en unión
de la multitud de elementos que hallamos en su poema, nos
revelan el mérito singular de éste, y las especiales dotes que
resplandecen en el Arcipreste, creando tipos como la Tro-
taconventos, narrando con donaire y gracia y empleando el
apólogo en las fábulas el galgo y el señor, el gallo que fa-
llo el zafir en el muladar, la raposa que come las gallinas

cu la aldea, la raposa y el ciervo, la muy conocida del ra-


tón de la ciudad y del campo, que dado no sean originales
están tratadas con facilidad y soltura. Queda únicamente
en pié la cuestión de la intención moral de la obra, que bien
sea autobiografía de los amores y ligerezas de la juventud
del Arcipreste, ó pura ficción, pueden tener disculpa si se
tiene en cuenta la libertad de costumbres de la época, hijas
de la debilidad humana que no esconden la malicia y per-
versidad de las obras, que dañando el corazón pervierten
la inteligencia; en una palabra, el autor es hijo de su siglo,
v hay que prescindir, para juzgarle y comprenderle de
nuestra manera actual de ser; solo así podrá estimarse el
inmenso valor del Libro de los Cantares y las brillantes do-
tes de imaginación, gracia y donaire, así como las de
— 60 —
versificador y hablista de Juan Ruiz Arcipreste de Hita.
La larga permanencia en nuestra patria de los hebreos,
y la similitud de sus ideas religiosas, dieron gran prestigio á
esa raza participando de nuestras desdichas y fortuna, re-
presentando cierta superior cultura en las ciencias y en las
artes, y sobre todo en la literatura. En los periodos ante-
riores y en los siguientes vincúlase el saber, la ciencia y
la virtud, en algunas familias judías convertidas al cristia-

nismo y ahora nos vamos á ocupar de uno, que sin antece-


dentes para poder afirmar fuera judío converso, represen-
ta la poesía lírico-didáctica en el siglo xiv, con títulos justos
y legítimos otorgados por la posteridad al Rabbi don San
Tob, ó Santos de Carrión por sus Proverbios Morales ó Con-
sejos et Documentos al rey don Pedro. Constan los Prover-
bios de seiscientas ochenta y seis redondillas, dirigidas al
rey D. Pedro I de Castilla, especie de colección de máximas
y sentencias relativas al bien obrar, conocimiento de los
hombres y manera de tratarlos, no es como parece dedu-
cirse del segundo título ó sea Consejos et Documentos al
rey D. Pedro, una serie de advertencias sobre su vida y
costumbres, y en prueba de ello citaremos algunas.

132 Muy bien está el perdón


Al que se puede venga,
Y sufrir el baldón
Quando le podría pagar.
567 Lo dicho, dicho es:
Lo que dicho non as,
Desir-lo as después,
Sy oy non, será eras.
628 De lo que á Dios aplace
Nos pesar non tomemos:
Bien es quanto el fase,

Aun que non lo entendemos.

La tendencia moral de esta obra hace que la coloque-


mos dentro de la poesía lírico-didáctica.
Por la circunstancia de hallarse en el mismo códice
que los Proverbios Morales, se atribuyó por algún crítico
de la literatura Española al mismo judío Rabbi don Sem
Tob el Tratado de la Doctrina y La Danza de la Muerte,
— 61 —
obras importantísimas ambas de carácter didáctico la pri-
mera y didáctico-satírico la segunda.
El tratado de la doctrina contiene el credo, los manda-
mientos, las virtudes teologales y cardinales, las obras de
misericordia, los pecados capitales, y los trabajos munda-
nos, en forma tan agradable y sencilla como esta:

Dixo Sant Bartolomé.

Por otro Padre profundo


Subió al rielo deste mundo., A la diestra

En Trenidad es segundo. ;

Quien á sus padres non obedesce j

El Sennor Dios lo aborresre < Lastimado


Muerte e bida padesce. '

Sábese hoy quien es su verdadero autor por declarar-


lo la última copla que antes no había sido conocida.

Malos birios de mi arriedro, )

E con todo esto non medro ( De Berague


Sy non este nombre P«dro. s

La Danza de la Muerte, es una obra interesantísima


bajo todos conceptos, tanto por ser su asunto idea general
de la Edad Media existente en todas las literaturas (1) dis-
tinguiéndose la nuestra de las demás por su mayor movi-
miento dramático y plasticidad. Está escrita en coplas de
arte mayor y presenta la idea de que todos hemos de mo-
rir, llamando la muerte desde el Pontífice al menestral,

cuando más seguros y tranquilos están en sus respectivos


estados.

(i) Fué el ojeto hacer plástica y popularísima la idea de que ningún


estado se libra de la muerte, unida á la igualdad y severidad del juicio
eterno, y no existe literatura ni monumento artístico de importancia en
Italia, Francia, Inglaterra y Alemania que no la reproduzca en catedra-
les y monasterios; por lo que respecta á España, se encuentran en todas
nuestras catedrales, y en algunas, bajo diferentes formas de pinturas, relieves,
etcétera. Además de las muchas obras citadas por los Sres. Ticknor y Amador
de los Ríos en sus respectivas obras posteriormente se ha publicado por J. Go-
ré en Florencia, 18SS, La Danza Macabra overo il bailo de la morte.
— 62 —
Disen ¡os que han de pasar por la Muerte

Pues que asy es míe á morir abemos


De nesr-esidad syn otro remedio.
Con pura conciencia todos trabajemos
En servir á Dios syn otro comedio.
Ca él es principe, fin e el medio
Por do sy le piase abremos folgura,
Avn que la muerte con danca muy dura
Nos meta en su corro en cualquer comedio.

En el mismo códice se halla otra obra titulada Reuela-


ción de vn HermitañOj muy semejante por su asunto á la
ya mencionada de la Disputación del Alma con el Cuerpo,
solo ofrece la particularidad de iniciarse laforma alegóri-
ca, pues supone el autor un sueño transportándose á un va-
lle donde vé un hombre muerto, y al contemplar los extra-

gos que en aquel cuerpo hizo la muerte, oye una voz que
salía de vna ave de blanca color, que es el alma, increpan-
do duramente al cuerpo, y á su vez el cuerpo la responde,
culpando al alma de todos sus males, siendo lomas notable
que toman después parte el demonio y un ángel, terminan-
do con una serie de reflexiones sobre la nada de las cosas
de la vida, concluyendo la estrofa que hace el número
veinticinco, que es la última, de esta manera:

25 Aquella palabra deues noctar


Que su Sancta Iglesia te disentirá,

Reconóscete, hermano, que eres r-enisa,

E eu i-enisa te has de tornar.


Ca no sabes el dia que te ha de llamar
Que bayas dar cuenta de quanto fesiste,
E sy condepnado ser meresriste

Chyno nin Bartolo (1) non cabe alegar.

(1) Comentadores jurídicos de la Edad Media.


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CAPÍTULO VI

LA HISTORIA. CRÓNICAS DE SÁNCHEZ DE TOBAR. DON PEDRO — —


LÓPEZ DE AVALA, HISTORIADOR Y POETA.— LA NOVELA.
.NARRACIONES Y CUENTOS CABALLERESCOS, ORIGINALES Y TRA-
DUCIDOS. AMAD1S DE CAULA. —

Parece de imitadores en los reinados de Sancho IV y


||y¡ Fernando IV el ejemplo dado por don Alfonso el
Sabio en lo referente á los estudios históricos, á excepción
de las obras ya mencionadas de es>e carácter, escritas por
el Infante don Juan Manuel; solo en el reinado de don Al-
fonso XI se normaliza la costumbre de escribir las cróni-
cas reales, disponiendo este monarca se redactaran las
de los reinados anteriores y la del suyo. Escribiéronse
las tres crónicas pertenecientes á los reyes Alfonso X,
Sancho IV y Fernando IV, y por mucho tiempo se tuvo
por autor de las mismas á su compilador Miguel de Herre-
ra, hasta que un detenido examen ha venido á demostrar
que lo fué Sánchez d<* Tobar, consejero de Alfonso XI, que
por cierto no puso gran cuidarlo en su redacción, admitien-
do hechos insignificantes, omitiendo muchos de los más
importantes, y narrándolos todos con aridez, dureza de es-
tilo y tosco lenguaje. Divididas en tres partes correspon-

dientes á los tres reinados, comprenden los hechos trascu-


— 64 —
rridos desde 12.Y2 á 1312. Prestábase la de don Alfonso por
los interesantes sucesos de su reinado á sacar gran parti-
do, más no sucedió así, según puede observarse por el si-
guiente ejemplo:

Cap. xxxiv. De las razones que los mensajeros del Rey dijeron
á dotí Juan Nuñez
«Don Juan Nuñez: Vuestro escudero dijo al Rey que vos despidiedes
del, é tóvolo á grand maravilla, lo uno porque vos fizo porque vos deviésedes
partir del, é lo al, porque siempre vos amó é vos fizo bien.
E aun cuando vos fuistes á Ultramar, la tierra nunca vos la quiso toller,

e dióla á vuestro fijo, é hoy dia la tenedes del, é aun en buena fe agora tiene
en corazón de vos dar mas, é por esto se maravilla que fuese esto porque vos
enviastes partir del, señaladamente porque en este fecho de los ricos ornes
vos metíe en su poridad, é érales mandadero entre él é ellos é de vos tenie

que le vernie servicio en esto é non que le iriedes deservir con ellos.» E él
respondióles luego, é díjoles después apartadamente que pidie al Rey por
merced que non gelo toviese por mal en partirse del é ir con su padre. Ca

commo quier que todo lo que ellos decían era verdad, que tanto bien le ha-

via fecho su padre é tanto amor le mostraba, que non podise estar que con
él non fuese, é por esto que le pidie merced que gelo perdonase, ca él non
podie y al facer.

No fué más la de Sancho IV; de entre todos sus


feliz en
capítulos, quizá sea uno de los mejores el que dá cuenta
de la muerte del Rey, que trascribimos á continuación:

CAÍ". MU. De la muerte del rey don Sancho, é de la honra que le ficieron;
é yace enterrado en Santa María de Toledo cerca del rey
don Alfonso Emperador

Aquejando muy faerte la dolencia al Rey, fizóse llevar en andas en cue-


llos de ornes á la cibdad de Toledo, é desque y fué, á cabo de un mes, ve-
yendo que non podía escapar de la muerte, confesóse é tomó el cuerpo de
Nuestro Señor, é fizóse ungir, é rescibió todos los sacramentos de Santa
Iglesia como rey muy católico. E martes, veinte é cinco días del mes de
Abril, después de la alma á Nuestro Señor Jesu
media noche pasada, dio el

Cristo. E otro día miércoles de grand mañana, el infante don Enrique, que
era fijo del rey don Fernando, que habia poco tiempo que llegara á Castilla

ca se soltara de la prisión do yuguiera preso en Pulla veinte é seis años, to-


mó al infante don Fernando, que era de nueve años y cuatro meses.
E otrosí don Ñuño González, fijo de don Juan^Nuñez, que era y, é

otros ricos ornes con toda la caballería é el pueblo de Toledo, ficierou muy
— 65 —
grand llanto por él. E la reina doña María, su mujer con las dueñas fizo tan

grand llanto, que vos non podría orne contar cuan grande era. E el arzobis-
po don Gonzalo con toda la clerecía é con las órdenes é todos los grandes
ornes tomaron el cuerpo este día mesmo en la mañana é leváronlo á la igle-
sia de Santa María de Toledo, é el infante don Enrique é don Ñuño ficieron

con la Reina muy grand llanto. E el Arzobispo dijo luego la misa é después

la ovo acabado, enterraron el cuerpo en el monumento de piedra que él

mandara facer en su vida, cerca del rey don Alfonso, emperador de España.

La minoría de Fernando IV, tan fecunda en disturbios


y contiendas, ni siquiera merece al autor alguna anima-
ción, limitándose á narrar los sucesos con frialdad, descar-
nadamente, según dejamos dicho; véase en comprobación
el capítulo referente á la cuestión importantísima de las
usurpaciones al estado tratadas en cortes, que refiere en el

Cap. XVI. — De lo que ficieron los Reinos ayuntados en Burgos.

E luego se fueron su camino para Burgos, é vinieron y el infante don


Pedro é don Diego é don Juan Manuel é el arzobispo de Toledo, é los obis-
pos de León é de Zamora é de Mondoñedo é de Osma, é infanzones é caba-
lleros é muchos ornes buenos de las villas, mas don Juan Nuñez, non vino y. E
desque fueron todos ayuntados, entraron en su ayuntamiento é cataron todas
las reutas de los reinos por menudo, é quién las tenían; é desque sopieron
cuanto montaban lo cierto, otrosí cataron todas las cuantías que tenían los
grandes ornes é los infantes é los caballeros, é fallaron que montaban mu-
cho más las cuantías que tenían de cuanto montaban las rentus, é ovieron á
dejar todos cada uno segund su estado de la cuantía que tenían. E desque
lo ovieron todo contado por menudo é por granado, fallaron que aviai me-
nester para pagar cada año las soldadas de los fijos dalgos é para en comer
del Rey é para tenencia de los castillos, demás de las rentas cuatro cuentos é
medio; é desque la cuenta ovieron encerrada, fablaron onde habría este aver.

Normalizada la costumbre de historiar los hechos de


losmonarcas castellanos, don Enrique II dispuso se escri-
biera la crónica de su padre Alfonso XI, que por la cir-
cunstancia de dirigirse el mandato a su canciller Juan Nú-
ñez de Villaizán, muchos críticos se la atribuyen, si bien
la opinión más autorizada es la que tiene por autor de esta
crónica al mismo Sánchez de Tovar, que escribió las tres
crónicas anteriores, á las que aventaja en la exactitud de
los hechos y en la perfección de la forma literaria, debido
9
— 66 —
quizá á que fué testigo presencial de los sucesos según pue-
de observarse en las siguientes líneas:

Cap. xlvii. — De los fechos del regno, et en qué manera acaescieron.

Salió el rey Don Alfonso de Burgos, et andido por las villas de su se-

ñorío, et veno á Toro: et de cada día le venian nuevas, et avia certidumbre


que Den Joan fijo del Infante Don Joan cataba todas las maneras que po-
día para alzarse contra el Rey en el regno. et por le facer guerra, et que
fablaba en su deservicio.
Et otrosí sopo el Rey que Don Joan fijo del Infante Don Manuel le en-
viara decir que le ayudaría, por la postura que ovieran quando amos á dos
eran en Cigales, et que le envió decir que le cumpliría et le guardaría lo que
con él posiera. Et por estas cosa?, que el Rey sopo por cierto, cató manera
porque podiese ser seguro de lo^ males et daños que le andaba catamla este
Don Joan.

De la misma época que las cuatro crónicas anteriores,


es la titulada Crónica general, que comprende los sucesos
ocurridos desde don Fernando I (1030), hasta Fernando IV
(1312). Esta crónica, según el común sentir de los doctos,
es una recopilación de las obras históricas anteriores, más
bien que un trabajo original.
En el siglo xiv, la historia indica hasta su segunda
mitad escasos progresos; nada apareció desde don Alfon-
so X que superara á sus obras históricas, limitándose siem-
pre los cronistas á los hechos individuales y concretos del
monarca., distinguiéndose unos de otros en el mayor ó me-
nor número de sucesos que narran y en la fluidez ó seque-
dad de la narración.
Faltaba á la historia más alta concepción del pensa-
miento, algo que traspasara los estrechos límites de los su-
cesos para dar á conocer el alma, la intención y la idea
que los motiva; necesitaba la narración histórica mayor
animación y colorido, y con estas condiciones de fondo y
forma, ya puede asegurarse que en la segunda mitad del
siglo xiv, la historia, teniendo presentes los modelos clási-
sicos, dará un jigantesco paso en el progreso que pide el
arte á este género de trabajos.
Personifica ese progreso en la historia, en el periodo
indicado, don Pedro López de Ayala, cuya vida alcanza
desde 1382 á 1407.
— 67 —
De noble familia, entró muy joven al servieio del Rey
don Pedro, abandonándole sin saber las causas, figurando
después entre los partidarios de don Enrique de Trastama-
ra, sufriendo la varia suerte que tuvieron las pretensiones
de este príncipe, gozando cuando triunfó la causa Ú2 don
Enrique, honores y valimiento que continuó disfrutando
durante los reinados de Juan I y Enrique III, de cuyos mo-
narcas fué canciller}' consejero. No se prestaba la agitada
vida de López de Avala, aunque según sus biógrafos, fuese
inclinado cá las ciencias y muy estudioso, para consagrarse
de las letras con tal afiei m y empeño del que dá
al cultivo
muestras en las traducciones de las Decadas de Tito Livio,
Los Morales de San Gregorio, La Caída de Príncipes de
Bocado, y otras obras vertidas del latín é italiano debidas á
Boecio y Guido de Colonna; pruebas evidentes de su vario
y vasto saber al par que del amor á la literatura patria.
Pero no son estas obras las únicas que salieron de su plu-
ma, ni las que le dieron fama, ésta la debe á las crónicas
de los reinados de D. Pedro I, Enrique II, Juan I, y á lo que
dejó escrito de los seis primeros años de la de Enrique III,
uniéndose á estas obras la Historia del Linaje de Avala
y El Libro délas Cetrerías, figurando también como poeta
por su obra El Rimado de Palacio.
De un hombre, que además de sus viajes, ilustración,
poderío y talento, era erudito, historiador y poeta, debía
esperarse trazara nuevos rumbos á la historia disponiendo
su plan con más tino y firmeza, realzando los hechos con la
pintura y colorido que les son propios, retratando los per-
sonajes y dando forma á sus discursos, sin olvidar cuanto
pueda interesar y conmover sin largos y prolijos apunta-
mientos.
Todas estas condiciones que abonan las crónicas de
Avala es posible se deban á la imitación clásica, por
serle familiar la obra de Tito Livio, al que procuró seguir
é imitar, más con todo, alcanzó á López de Ayala la gloria
de ser iniciador de un cambio en la historia, que solo á él
corresponde durante la segunda mitad del siglo xiv.
Prescindiendo del juicio que la crítica emite sobre las
traducciones del Canciller, y de la estima que merece su
— 68 —
cultura por haber traído aquellos libros á la literatura cas-
tellana, vamos á ocuparnos de las Crónicas y del Ruñado
de Palacio.
Desde luego nótase gran diferencia entre las crónicas
anteriores y las de D. Pedro I, Enrique II, Juan I y Enri-
que III, escritas por Ayala, por la disposición del plan, la in-
troducción de arengas y retratos, sobriedad y nervio en el
estiloy mayor soltura en el lenguaje. Sólo respecto á sus
condiciones morales como historiador se ha puesto reparo
al canciller López de Ayala, no otorgándole todo el valor
que se debe á la exactitud de los hechos en la Crónica de
D. Pedro I, tachada con la nota de parcial, censura ligada
con el juicio diverso que la posteridad emite sobre aquel
reinado y la persona del monarca, cuestión que está fuera
del dominio de la historia como obra literaria, y por lo
tanto, lejos de nosotros entrar de lleno en su examen, remi-
tiendo al que desee conocerla, á los trabajos histórico-críti-
cos del reinado de D. Pedro I de Castilla, donde se inculpa
ó defiende al cronista Ayala, según son las opiniones de los
escritores que la tratan (1). Para estimar sus dotes como
historiador, tomamos de la Crónica de D. Pedro I el ca-
pítulo VIII.

Cómo el Rey don Pedro solió de Mentid, é murió.

El Rey do d Enrique, desque ovo desbaratado la pelea de Montiel, é vio


al Rey don Pedro acogido al castillo que y era, puso muy grand acucia en
facer cercar con una pared de piedra seca al lugar de Montiel, é otrosí puso
muy grandes guardas de día é de noche en derredor por rescelo que el Rey
don Pedro non se fuese de allí.

E así fué que estaba y con el Rey don Pedro en el castillo de Montiel
un Caballero que decían Men Rodríguez, de Sanabria E Men Rodríguez
salió de noche al Mosen Beltran, por cuanto Mosen Beltran tenia la guarda
de aquella partida donde el é los Men Rodríguez le dixo
suyos posaban, é
así: «Señor Mosen Beltran: el Rey don Pedro mi señor me mandó que fablase

(i) El Sr. Amador de los Ríos dá cumplida noticia de esta cuestión en


el t. 5°, cap. III de su Historia Crítica de la Literatura Española. Son muy
interesantes por la defensa que hacen de D. Pedro los discursos leídos en la
Recepción en la Academia de la Historia por D. Francisco Xavier de Salas
y el Si. Guerra y Orbe en 1 863.
— 69 —
«con vos, é vos dixiese así: Que vos sodes un muy noble Caballero, que
»siempre vos preeiastes de facer fazañas é buenos fechos: é que vos vedes en
»el estado en que es él; é que si á vos plogulese de le librar de aquí, é po-

»nerle en salvo é seguro, é ser vos con él é de la su partida, que él vo; daría

»las sus villas de Soria, é Aliñaran, é Atienz.i, é Montagudo, é Deza, é Serón


«por juro de heredad para vos, é los que de vos viniesen: otrosí que vos
»dará doscientas mil doblas de oro Castellanas. E yo, pidovos por merced
«que lo fagades así, ca grand honra avredes en acorrer á un Rey tan grande
»como este, é que todo el mundo sepa que por vuestra mano cobra su vida
>:é su Regno.» E Mosen Beltran dixo á Men Rodríguez: «Amigo: vos sabe-
«des bien que yo so un Caballero vasallo de mi señor el Rey de Francia, é su

«natural, é que por su mandado só venido aquí en esta tierra á servir al Rey
«don Enrique, por quanto el Rey don Pedro tiene la parte de los Ingleses, é

»es aliado con ellos, especialmeste contra el Rey de Francia, mi señor: é yo


«sirvo al Rey don Enrique, é esto á sus gages é a su sueldo, é non me cum-

»ple facer cosa que contra su servicio é honra fuese, nin vos me lo debriades

«consejar: é si algund bien é cortesía de mi recebistes, ruegovos que non me


»!o digades más.» E Men Rodríguez le dixo: «Señor Mosen Beltran: yo bien

«entiendo que vos digo cosa que vos sea siu vergüenza; é pido vos por mer-
«ced que hayades vuestro consejo sobre ello»
»E así como allí llegó descabalgó del caballo ginete en que venia den-
tro en la posada de Mosen Beltran, é dixo a Mosen Beltran: «Cabalgad que
ya es tiempo que vayamos.» E non le respondió ninguno, porque ya lo avian
Rey Don Enrique como el Rey Don Pedro estaba en la posa-
fecho saber al
da de Mosen Beltran. Quando esto vio el Rey Don Pedro dubdó, é pensó
que el fecho iba á mal, é quiso cavalgar en el su caballo ginete en que avía
venido; é uno de los que estaban con Mosen Beltran travo del, é dixole:

«Esperad un poco.» E tóvole, que non le dexó partir. E venían con el Rey
Don Pedro esa noche Don Fernando de Castro, é Don Diego González de
Oviedo, fijo del Maestre de Alcántara, é Men Rodrigue; de Sanabria, é otros.
E luego que allí llegó el Rey Don Pedro, é le detovieron en la posada de
Mosen Beltran, como dicho avernos, sopólo el Rey Don Enrique, que estaba
ya apercebido é armado de todas sus armas, é el bacinete en la cabeza espe-
rando este fecho. E vino allí armado, é entró en la posada de Mosen Bel-
tran; é así como llegó el Rey Don Enrique, travo del Rey Don Pedro. E él

non le conoscía, ca habia grand tiempo que non le habia visto; é dicen que
le dixo un Caballero de los de Mosen Beltran: «Catad que este es vuestro

enemigo.» E el Rey Don Enrique aún dubdaba si era él; é dicen que dixo
el Rey Don Pedro dos veces: «Yo só, yo só. » E estonce Rey Don Enrique el

conoscióle, é firióle con una daga por la cara; é dicen que amos á dos, el
Rey Don Pedro é el Rey Don Enrique cayeron en tierra, é el Rey Don En-
rique le firió estando en tierra de otras feridas. E allí morió el Rey Don Pe-
dro á veinte é tres dias de Marzo deste dicho año; é fué luego fecho grand
— 70 —
ruido por el Real, una vez diciendo que se era ido el Rey Don Pedro del

Castillo de Montiel, é luego otra vez en como era muerto, etc.

Este ejemplo podrá servir de guía para estimar las


dotes de imparcialidad de Ayala por ser uno de los capí-
tulos de la Crónica que narra el suceso trágico de la muer-
te de don Pedro I.

También merece un lugar en la historia literaria López


Ayala considerado como poeta. Su Rimado de Palacio,
pertenece de lleno á la poesía del siglo xiv, teniendo puntos
de contacto con las obras del Arcipreste. El asunto carece
de la aparente unidad exigida á un poema por haber sido
escrito en diferentes épocas; es variada la forma métrica
que emplea.
Comienza por la confesión general, exposición de los
diez mandamientos, los siete pecados capitales, las obras
de misericordia, los sentidos corporales, las obras espiri-
tuales, siguiendo después el Gobernamiento de la república

y, por último, los hechos del Palacio, donde trata del Rey,
sus consejeros de los diferentes estados sociales, terminan-
do con ejercicios de devoción. Pertenece este poema á la
escuela didáctica que no habría inconveniente en denomi-
nar didáctico -satírica, pues tanto el Rimado de Palacio
como el Libro de los Cantares del Arcipreste y la Dansa
General de la Muerte, descubren una tendencia visible á la
sátira, que tenía su antecedente en el famoso Libro de los
Gatos. De todos modos, aunque no tenga un gran valor el
Rimado de Palacio como obra poética es muy importante
bajo el punto de vista histórico.
Es digno de llamar la atención que en poema de tal na-
turaleza, muestre el Canciller decidido empeño en seguir
las huellas de la poesía tradicional castellana, haciendo caso
omiso de la imitación dantesca tan en boga después, sabien-
do como hemos visto por sus traducciones de la literatura
italiana, que le eran familiares el idioma y sus principales
autores.
Insertamos á continuación algunos trozos de la última
parte del Rimado de Palacio ó sea la que trata de la go-
bernación de la república, donde al par que se dá á conocer
la sociedad de aquella época, muéstranse la severidad de
— 71 —
los principios morales del autor y cómo manejaba la sá-
tira.

DEL REY
235 Este nombre de rey de buen regir desciende,
Quien ha buena ventura, bien asi lo entiende.

El que bien á su pueblo gouierna e defiende


Este es rey verdadero, tírese el otro dende.

DE LOS MERCADERES
297 Pues que de los mercaderes aquí podrán desir
Si tienen tal ofirio para poder fallir,

Jurar e perjurar, en todo siempre mentir,


Oluidan Dios e alma, nunca cuidan morir.

DE LOS LETRADOS
314 Si quisieres parar mientes como pasan los dotores
Maguer han mucha s -¡encía, mucho caen en errores,
Ca en el dinero tienen todos sus finos amores,
El alma han oluidado, dellahan pocos dolores.

DE LA GUERRA
337 Cobdician cavalleros las guerras cada dia,
Por leuar muy grandes sueldos é leuar la quantia;

E fuelgan quando veen la tierra en roberia,


De ladrones é cortones que llievan en compannia,
33S Olvidando han á los moros las sus guerras faser,
Ca en otras tierras llanas asas fallan que comer,
Unos son capitanes, otros enbian á correr,
Sobre los pobres syn culpa se acostumbran mantener.

Es muy notable por su forma métrica el siguiente:

CANTAR
Sennora, por quanto supe
Tus acorros, en ti espero,

E a tu casa en Guadalupe
Prometo de ser romero,
— 72 —
Tu muy dulce melesina fuerte siempre a cuytados,
E acorriste muy ayna a los tus encomendados:
Por ende en mis cuidados e mi prisión tan dura,
Visitar la tu figura fue mi talante primero.
Sennora, por quanto supe etc.

Fijan en el siglo xiv muchos escritores, la aparición de


la novela en la literatura castellana, debiendo entenderse
la novela con forma propia, tal cual la vemos en los siglos
posteriores, no siendo cierto careciera de las ficciones no-
velescas en absoluto, por existir bajo las más elementales
formas de cuento ó fábula, según aparece en las narracio-
nes que preceden á la historia en la obra de D. Alfonso X
en el Libro de Apolonio, en las obras del Infante D. Juan
Manuel, en el libro de los Exemplos, y las mandadas tras-
ladar del árabe al castellano por D. Alfonso X; la Conquista
de Ultramar en tiempo de Sancho IV, la Crónica Troyana
de Guido de Colonna, comenzada su traducción al castella-
no en tiempo de D. Alfonso X y no terminada hasta López
de Avala. Sobre el carácter de todos estos elementos que
acusan la afición y gusto de nuestro pueblo por la novela, se
ven desde luego dos tendencias manifiestas y definidas: en
D. Alíonso X y sus imitadores, tomando de las literaturas
orientales lo simbólico y lo maravilloso y lo caballeresco,
en otras ficciones que son á no dudarlo, la base de los libros
de caballería en nuestra patria. No es ocasión ahora de dis-
cutir cuándo, de dónde y cómo viene á la Literatura cas-
tellana este elemento caballeresco, basta saber que no es
tan reciente come se cree, para hallarle, sino tenernos
obras en prosa que lo pongan de manifiesto nos suministra-
rá ejemplo de cómo se entendía y conocía en el siglo xin
muy en sus comienzos la caballería, el estudio del poema
de Alexandro, ya examinado.
Qué era la caballería, cuándo y en dónde nació esta
famosa institución, cuales son sus ideales, los fines que se
propuso y su influencia social, ya dejamos indicado lo bas-
tante en otra parte (1); entremos de lleno en el estudio de

(i) Véanse nuestros Apuntes de Literatura General, pág. 121 y siguiente


y la notaY de los mismos, pág. 397.
-73-
los monumentos literarios que representan el espíritu ca-
balleresco.
Es uno de primeros la Crónica Troyana mandada
los
traducir por D. Alfonso X. Esta crónica escrita primitiva-
mente en italiano, debida á Guido de Colonne, fué traduci-
da al francés, después al provenzal y castellano, encargán-
dose de su traducción Beneyto y terminándola D. Pero Ló-
pez de Ayala. Su asunto es la destrucción de Troya, y
efectivamente algunos de los hechos pertenecen al poema
de Homero, pero Guido dio á los personajes caracteres,
ideas, sentimientos y costumbres propios de la Edad Me-
dia, y estos aspectos del poema se exajeraron mucho más
al pasar de la literatura italiana á la francesa, y de aque-
llas á la castellana y provenzal.
Libro de caballería es también el conocido poema
los Votos del Pavón, que no es según por mucho tiempo
se ha creído, continuación del poema de Alejandro, sino la
fabulosa historia del hijo de Carlomagno, Carlos May-nete,
enlazada con la desdichada historia de Berta, hija de Flo-
res y Blanca Flor, supuestos reyes de Almería, donde
se narra el voto de un pavo, que hacían los caballeros de
la tabla redonda, y la no menos fabulosa historia de Halia-
na ó Galiana, hija de los reyes árabes de Toledo. Mas no
son los únicos libros de caballería los enumerados, hay
otras muchas historias y narraciones cortas de las que,
como dice el señor Amador de los Ríos, basta leer su título,
para comprender que su asunto es fabuloso y caballeresco,
así por ejemplo: la Estoria del Rrey Guillermo de Inglatie-
rra, el Cuento muy fcrmoso del Emperador Ottas et de
la Infanta Florencia, su Jija, Fermoso cuento de una sáne-
la emperatriz que ovo en Rroma, con otras muchas que se
han perdido, según puede colegirse por las frecuentes alu-
siones que á tales historias hacen en sus poesías Ferrús,
Villasandino, Imperial y el mismo Ayala. Después de lo
dicho se comprenderá, no están en lo cierto los escritores
nacionales y extranjeros que afirman que las ficciones caba-
rellescas no fueron conocidas en España hasta últimos del
siglo xiv, cuando lo único que puede concedérseles es que
en la forma perfecta que aparece después, solo en la indi-
10
— 74 —
cada fecha se encuentran libros de caballería en la litera-
tura castellana.
Sin los sumarios antecedentes que dejamos indicados,
no era posible explicar satisfactoriamente la aparición del
Amadis de Caula ó sea la Historia del esforzado é virtuoso
caballero, Amadis de Gaula. Su aro-amento es éste: Perión
rey de Gaula tiene un hijo antes de su matrimonio con Eli-
sena, princesa de Inglaterra, el niño poco después de nacer
se expone á la orilla del mar de donde es recogido por un
caballero que lo lleva á Escocia. Entra más tarde Amadis,
que así se llamó al niño ó el Caballero del Mar, al servicio
del rey Lisuarte, enamorándose de Oriana hija de este rey.
Casado Perión con Elisena tienen otro hijo llamado Galaor
que por una multitud de peripecias pelea con su hermano
Amadis; se reconocen y juntos emprenden una serie de
aventuras por reinos y países imaginarios, hasta que Ama-
dis se casa con Oriana. Constaba según declaración de
G. Ordóñez de Montalvo, de tres libros, arreglando éste un
cuarto que son los que hoy conocemos del Amadis. Su mé-
rito literario estriba en la riqueza de imaginación que ma-
nifiesta, en lo bien dispuesto del asunto, en la invención y
gallardía de los caracteres y en la combinación de los epi-
sodios. Su lenguaje y estilo han sido considerados como
modelos.
La obra, tal como ha llegado hasta nosotros, fué publi-
cada en 14 >2 por García Ordóñez de Montalvo, natural de
l

Medina del Campo, que según dice, arregló los originales,


añadiendo á los tres libros que existían, el cuarto, con la
promesa de terminar tan peregrina historia en las Sergas
de Splandián. Que no fué obra suya los tres primeros li-
bros, es evidente, según veremos después; luego si con-
fiesa él que arregló los tres primeros libros y tradujo el
cuarto.cabe preguntar ;de qué idioma ó á qué literatura per-
tenece el Amadis? Los franceses y portugueses se esfuerzan
en aducir argumentos para demostrar que la primitiva re-
dacción del Amadis, pertenece á sus respectivas literatu-
ra-,, llegando los últimos á declarar autor á un ciudadano

portugués llamado Vasco de Lobeira; más es lo cierto que


ni los franceses han podido presentar libro alguno del
- 75 —
Amadis, anterior á la versión española, ni los portugueses
hallan la primitiva relación á que con tan obstinada insis-
tencia se refieren; lo único que mueve á dar como traduc-
ción ó nueva redacción de los tres primeros libros, es el
testimonio del mismo García Ordóñez de Montalvo, que
terminantemente dice: arregló los originales que estaban
corruptos ó compuestos en antiguo estilo, y añadió el cuar-
to, pero pudo muy bien ser ficción parecida á la de Cervan-
tes con los famosos manuscritos arábigos, donde estaba es-
crita la historia del famoso caballero don Quijote, deseoso
de ocultar origen remotísimo de aquella tradición pro-
el

fana y libre que él daba á luz. Sea traducción ó refundición


de antiguas tradiciones difundidas por toda Europa, la glo-
ria primer libro de Caballería con for-
de haber escrito el

mas y valor corresponde á la lite-


literario de tanto precio,
ratura castellana y á su autor García Ordóñez de Mon-
talvo (1).

en un libro donde todos son no-


Difícil es citar pasajes
tables, únicamente como muestra de dicción y estilo inser-

ía)Aunque el erudito Mr. Baíet en su obra Eludes sur la redaction es-


pagnole de 1' Amadis de Gaule, se esfuerza en vano, queriendo hallar los an-

tecedentes del Amadis en los hechos fabulosos de los caballeros de la Tabla


redonda, contra su opinión, la de Ticknor y otros escritores, creemos con el

Sr. Amador, que el Amadis por las ideas, sentimientos y manera de ser de
los personajes nada debe en esta parte á las otras literaturas, esgenuina-
mente español sin faltar la levantada idea del honor, de patria, de respeto á
la mujer, el sentimiento é ideas religiosas, todo, cual se concebía y era
propio de Castilla desde el poema del Cid y lal como se halla en nuestro ro-
mancero y en el Teatro. No corresponde á un compendio entrar en mayores
detalles sobre ésta cuestión crítica, pero como quiera que los portugueses son
los que más títulos aparentes quieren aducir para sostener la nacionalidad
del Amadis aun después de la prueba plena de ser Vasco de Lobeira muy
posterior al canciller López de Ayala que cita en su Rimado de Palacio co-
mo tiempo mal gastado el que empleó en su juventud en la lectura de aque-
llos libros, hemos visto con sorpresa y como si nada nuevo se hubiera dicho
que el erudito profesor y crítico del reino vecino Dr. Theophilo Braga, en su
Curso de Historiada Literatura Portugueza, Lisboa, 1S85, dice que no pudo
ser obra original la del Amadis ni tomada de los franceses: porque: «No se-
eulo VIX a Hespanha estaba oceupada na elaboracao do seu vasto Komancei-
10, e toda a actividade poética era dispendida en dar forma as tiadicoes na-
ciouaes do Cid. dos sete Infantes de Lara, de Bernardo del Carpió; as Gestas
francesas pouco penetraron em Hespanha, que idealisava entáo os seus héroes
nacionaes,» añadiendo á continuación: As condiróes do espirito nacional
portuguez eran nutras.
— 76 —
tamos el referente á la primera vez que Arñadis vé á uria-
na, ocasión en la que nacieron sus amores.

El autor dexa reinando á Lisuarte con mucha paz é so-
siego en la gran Bretaña, é toma al doncel del mar, que en
esta ocasión era de doce años: y en su grandeza é miem-
bros parecía bien de quince. El seruia ante la Reyna: é
assi della, como de todas las damas é donzellas, era mucho
amado; mas desque allí fué Oriana, la hija del rey Lisuar-
te, diole la Reyna al dongel del mar que la seruiesse, di-

diciendo: Amiga, este es un doncel que os servirá: él la


dixo, que El doncel tuvo esta palabra en su co-
le placía.

raron de tal guisa, que después nunca de la memoria la


apartó, que sin falta, assi como esta historia lo dize, en
días de su vida no fué enojado de la servir y en ella su co-
racon fué siempre otorgado. Y este amor duró quanto ellos
duraron: que assi como la él amana, assi amaua ella á él,
en tal guisa que una hora nunca de amarse dexaron: mas
el doncel del mar que no conocía ni sabia nada de como ella
le amaua, teníase por muy osado en auer en ella puesto su

pensamiento según la grandeza y fermosura suya, sin


euydar de ser osado á le dezir una sola palabra, y ella que
le amaua de coracon, quardauase de hablar con él mas que
con otro, porque ninguna cosa sospechassen: mas los ojos
auian gran plazer de mostrar al coracon la cosa del mun-
do que mas amaua. Assi vivía encubiertamente, sin que
de su hazienda ninguna cosa el uno al otro se dixessen.,,

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Ciclo I. Tercer Periodo

CAPÍTULO Vil

REPRESENTANTES DE LAS INFLUENCIAS PROVENZAL É ITALIANA.


— OBRAS DEL MARQUÉS DE VJLLEXA. REPRESENTACIÓN LITE- —
RAUIA DK DOX IÑIGO LÓPEZ DE MENDOZA. CLASIFICACIÓN Y —
EXAMEN DE SUS OBRAS.— JUÁX DE MENA, SUS OBRAS Y SIGNI-
FICACIÓN LITERARIA»

ODOS l° s historiadores de la literatura castellana al


Í1¡1¡1
I^W| ocuparse d-el siglo xv, nos hablan de las influencias

provenzal é italiana, otorgando excesiva importancia al in-


flujo que en la nuestra tuvieron aquellas literaturas, y muy
pocos son los que nos dicen sí, por lo que se refiere á la in-
fluencia provenzal, viene ó nó modificada y si contaba con
antecedentes en los siglos anteriores. Empeño vano sería
en nosotros negar esas manifestaciones, por cierto que no
son únicas en este siglo, coexisten á la par con las que de
muy antiguo venían ejerciendo las literaturas orientales y
particularmente la hebrea, que puede decirse llega con in-
tervalos de mayor ó menor apogeo hasta el siglo xvn.
La influencia provenzal no es nueva, ni viene ahora al
parnaso castellano; en el siglo xm tuvo sus comienzos por
lo que hace referencia á la poesía lírica, si es que antes no
se ejerció en monumentos literarios hoy desconocidos. Don
Alfonso X en íntimo trato con los trovadores provenzales,
según puede colegirse por composiciones que le dedicaron,
— 78 -
trovador él á su vez en lengua lemosina, trato que debió
ser más frecuente después, por haberse refugiado en su
corte muchos de los poetas obligados á emigrar á causa de
la guerra de los albigenses, entonces y no después, nace
la influencia provenzal, arraigando en las literaturas cata-
lana, gallega, portuguesa y de valor exiguo en la castella-
na, pues no ''trascendió (según nos dice el señor Menéndez
Pelayo) á la poesía épica, ni á la prosa, únicos géneros que
en nuestra Edad Media tienen originalidad, nervio y carác-
ter propio., y que absorbida por la predilección que mos-
traron siempre los poetas castellanos á los elementos sim-
bólicos y didácticos, déjase sentir alguna vez en las poesías
puramente líricas ya religiosas ó amatorias; de manera
que al resucitar esa literatura en el siglo xiv con los juegos
florales, los consistorios del gay saber y los tratados de la
gaya sciencia, no viene directa de la Provensa (1) sin reci-
bir las modificaciones que eran naturales al pasar por Ita-
lia en cuyas cortes principalmente en Sicilia, hallaron refu-
gio muchos de los trovadores albigenses. Por este conducto
y por las muy íntimas relaciones de catalanes, aragoneses,
sicilianos y otros puntos de Italia viene á Castilla en el si-
glo xv, fecha de su mayor apogeo, advirtiendo que tomaron

(i) Llamábase Proveuza á la parte del territorio fiaucés comprendido


entre los Alpes y los Pirineos, que por haber formado parte de una de las
divisiones hechas por los emperadores romanos en provincias, conservó este
nombre. Por causas no bien determinadas todavía, se habló en ese territorio
del mediodía de Francia la primera lengua romancera conocida después por la
lengua de oc 6 del La/ignedoc, y de igual modo sin explicación satisfactoria
su literatura adquirió gran desarrollo é importancia en los siglos X, xi y XI!,
hasta que por haber seguido los errores de Albi, los trastornos que trajo
consigo su heregía, hicieron emigrar á muchos trovadores que hallaron aco-
gida en las Cortes de Aragón, Castilla, Portugal y en algunas de Italia, des-
pertando gran afición en reyes y magnates á la poesía en la forma y manera
como ellos la entendían y cultivaban. En los últimos años del siglo XIV se
trató de dar nueva vida en Francia á esta decadente literatura creándose la
sobre cava ó compañía de Tolosa con el objeto de celebrar juegos florales el
primero de Mayo de cada año, celebráronse después en Barcelona, presididos
por el Marqués de Villena, y en nuestros días ha querido volver nuevamen-
te á la vida esa literatura y aquellas fiestas uniéndose los poetas provenzales
y lemosines. Para los estudios relativos á la lengua y literatura provenzales
pueden verse á Fauchet, Raynouard, A. Schlegel, de los extranjeros; Milá,
T. Campillo y V. Balaguer entre los españoles.
— 79 —
nuestros poetas lo de menos valer de esa literatura, ó sea la
futilidad del pensamiento y determinadas formas.
Mayor y más decisiva influencia, es preciso conceder
á la literatura italiana, ahora manifiesta y de tiempo atrás
sentida en la literatura castellana, debido entre otras causas
menos importantes: á la semejanza de idioma, á la similitud
de ideas y g'énio de los poetas italianos y españoles, á la
continua y frecuente comunicación, mantenida por los mo-
narcas castellanos con la corte de Roma. Contribuyeron
también causas del orden científico y político que en esta
época producen sus efectos, como son la emigración cons-
tante que durante "más de un siglo llevaba á Italia los hom-
bres más instruidos de España y de Castilla, ávidos de be-
ber en las fuentes del saber tan abundantes en sus centros
de enseñanza, ya organizados en BoloniayRoma, cuando lle-
vaba vida trabajosa la Universidad de Salamanca, única es-
cuela donde con carácter general y colectivo se difundía la
ciencia en España, y que, quizá para subsanar esta falta, el
Cardenal don Gil de Albornoz, fundó en Bolonia el colegio
para españoles de San Clemente, llamado á ejercer en el
siglo xv tan decisiva influencia en la cultura española. Por
otra parte, era natural que los españoles acudieran á Italia,
porque en esta nación, antes que en otra, comenzó á surtir
sus efectos la lenta é inapreciable labor de los monges de
los primeros años de la Edad Media, conservando y trasmi-
tiendo los tesoros de la antigüedad, base de lo que llama-
mos renacimiento
Finalmente, en el orden político la intervención de los
aragoneses en los asuntos de Italia, incorporando á su co-
rona la Sicilia, son otros tantos datos que dan satisfactoria
explicación á dicha influencia.
A pesar de estas influencias, no desaparecen del par-
naso castellano el elemento didáctico y el tradicional reli-
gioso, cultivado por la mayor parte de los poetas de que
nos vamos á ocupar. Figuran entre los que siguen la escue-
la provenzal, muchos de los trovadores y magnates de la
corte de don Enrique II y de los reinados sucesivos hasta
Enrique IVr , contándose entre los principales poetas á Pedro
Ferrús, Alfonso Alvarez de Villasandino, Ferrán, Manuel
— Su-
de Lando, Rey Páez de Rivera, Martínez de Medina, Fray
Diego de Valencia, Sánchez Talavera y Garcí Hernández
de Gerena; sus obras figuran en los Cancioneros y recien-
temente las más selectas, en la Antología de poetas líricos
castellanos, varías veces citada.
Quien personificó de una manera más directa la in-
fluencia provenzal, esdon Enrique de Aragón, Marqués de
Villena, por la parte personal que tomó en el estableci-
miento de los juegos florales de Barcelona y por la grande
estima que alcanzaron sus obras en Castilla entre los doc-
tos. Nació D. Enrique en 1354 y murió en 1434, abarcando

por consiguiente su vida la época más fecunda en agitacio-


nes y trastornos de la monarquía castellana, en cuyas lu-
chas, á pesar de lo apacible de su carácter y de ser su con-
dición más á propósito para las letras que para el ejercicio
de las armas, tomó parte activa. Su afición al saber era tan
grande, que cultivó la filosofía, las matemáticas y lo poco
que entonces se conocía de la física y de la química, ha-
llándose familiarizado con las literaturas latina é italiana;
suma d2 conocimientos que por su extensión y variedad,
causaron la admiración de sus contemporáneos, al par
que el dictado de nigromante por el vulgo. Durante su
permanencia en la corte de Aragón, presidió en Barcelona
y restableció con nuevas constituciones el consistorio de la
gaya ciencia, tradujo parte de la Eneida de Virgilio, la
Retórica de Cicerón y la Divina Comedia, y originales en
prosa castellana, escribió el Tratado de la consolación, el
libro de la lepra, el Arte Cisoria, el Triunfo de las donas
y el muy curiosísimo de los Doce trabajos de Hércules, es-
crito en catalán y vertido por él mismo al castellano con
notables aumentos. De las poesías de D. Enrique ele Ara-
gón no tenemos por desgracia más que la noticia de la re-
presentación alegórica escrita para la coronación de don
Fernando el Honesto, el poema de las Fagañas de Breóles,
distinto de la obra ya citada Los Trabajos de Hércules,
pudiendo apreciar sus esfuerzos en favor de la poesía por
su tratado el Arte de trovar, del que se conservan algunos
fragmentos.
Créese discípulo é iniciado en la poesía por D. Enri-
— 81 —
que el célebre Alacias,
el enamorado, hidalgo gallego, al
servicio del Marques de Villena; no nos ocupamos de él
por ser corto el número de sus composiciones.
En esta época debe colocarse también, á Fernán Pérez
de Guzmán, ilustre poeta, filósofo é historiador y bajo éste
concepto estudiamos sus obras, al ocuparnos de la manifes-
tación histórica de este periodo.
Representando las tres escuelas provenzal, didáctica y
alegórica, está el ilustre procer D. Iñigo López de Mendoza,
Marqués de Santillana, que nació en Garrióri de los Condes
en 1398, y murió en Guadalajara en 25 de Marzo de 1458.
Huérfano en la más tierna infancia, debió á su virtuosa
madre doña Leonor de la Vega, una esmerada educación
moral y literaria y esfuerzos inauditos para conservar sus
estados, que prevalidos de la fuerza, trataron de arrebatarle
sus parientes; de mayor edad se opuso con gran energía á
la intrusión de sus deudos en los negocios de su casa,

mezclándose, como todos los magnates, en las escandalo-


sas revueltas de Castilla, sin perdonar medio ni ocasión de
hacer causa común con los descontentos de la privanza de
don Alvaro de Luna; mostrando su valor y bizarría en las
fronteras de Aragón y Granada, y, sobre todo, en la bata-
lla de Olmedo, donde ganó el título de Marqués de Santilla-

na y el dictado señorial de don, muy ambicionado por en-


tonces, justificando en sí propio la máxima que estampó en
el prólogo á los proverbios: 'da sciencia non embota el
fierro de la lanza, nin face floxa la espada en la mano del ca-
ballero..,
Sus obras, como ya hemos dicho, reflejan las tenden-
cias entonces predominantes en el parnaso castellano, di-
dáctica alegórica y provenzal, pueden dividirse, primero:
en obras históricas y morales; segundo, obras devotas; ter-
cero, obras de recreación, y cuarto, obras de amores. Las
primeras son las más importantes, acusan la influencia de
las distintas escuelas á la sazón preponderantes
y ponen
de relieve las dotes poéticas del Marqués; las segundas,
nos dan á conocer las creencias firmísimas de D. Iñigo y su
ardorosa fé religiosa; las terceras, tienen gran valor histé-
rico-literario porque muestran un aspecto de la poesía,
ii
— S2^—
dando á conocer aquellas lides poéticas tan frecuentes en la
corte de D. Juan II, y la cuarta, son las espontáneas mani-
festaciones de su juventud, llenas de gracia inimitable y
algunas, modelos no superados en siglos posteriores. De sus
obras en prosa, se halla en primer término la famosa carta
ó proemio, que precede á sus obras, remitidas al condes-
table de Portugal; la carta á su hijo I). Pedro González,
cuando estaba estudiando en Salamanca, la lamentación
fecha en profecía de la destrucción de España, los refranes
que dicen las viejas tras el hueseo, y las glosas á los pro-
verbios. De otras obras, atribuidas á D. Iñigo López de
Mendoza no podemos ocuparnos por ser discutible su au-
tenticidad, tampoco lo haremos de todas las comprendidas
en la anterior clasificación, por no consentirlo la índole de
nuestro trabajo.
Entre las obras morales cuéntase los Proverbios, obra-
dedicada al infante D. Enrique, después Enrique IV; es-
tán divididos en diez y seis capítulos. En forma doctrinal
se exponen los principios que trazan la senda para ser fe-
liz como hombre y como rey. De ellos tomamos las si-

guientes estrofa-:

XLIV
Grand corona del varón
Es la muger
Cuando quiere obedescer
A la rar-on:

Non consigas opinión


En casamiento;
Mas elige con grand tiento
Discepeion.

XLIV
Ca los que buscan farienda,
Xon curando
De virtudes, van buscando
Su contienda
Sin reparo nin enmienda
Es tal dapño:
Fijo, guarda tal engaño
Non te prenda.
— 83 —
Es muy importante también en esta sección, el Dia-
logo de Bias contra Fortuna, destinado á consolar á su
primo Fernán Alvarez de Toledo, preso y confiscados sus
bienes en la época de la privanza de D. Alvaro. Como su
nombre indica, está escrito en la forma dialogada, repre-
sentando, Bias, que se sustrae á los halagos de
la filosofía,

la fortuna. Portendencia filosófica que representa y por


la

ser antecedente de otras manifestaciones de igual índole,


que hemos de encontrar después en la poesía, trascribimos
las siguientes:

Bias. — Essas edefficacioues


Ricos templos, torres, muros,
Serán ó fueron seguros
De las tus persecuciones 1

Fort. — Si serán: é ¿quien lo dudar


Bias. — Yo, que veo
El contrario, é non le creo;

Nin es sabio quien lo creda.


¿Qué es de Nénive, Fortuna 3
¿Qués de Thébas, qués de Athenas
Que non paresce ninguna"-

Inspiró la trágica muerte de don Alvaro de Luna, el


Doctrinal de Privados, donde el Marqués de Santularia,
pretende perpetuar las terribles enseñanzas y lecciones
que suministra el desdichado fin del orgulloso valido, ha-
ciéndole exclamar de este modo:

¡O fambre de oro rabiosa!...


¿Quales son los corarones
Humanos, que tú perdones
En esta vida engañosa?...

Maguer fasta, querellosa


Eres en todos estados,
Non menos á los passados
Que á los presentes dapñosa.

¿Qué se fico la moneda


Que guardé, para mis daños,
Tantos tiempos, tantos años...
— 84 —
Plata, joyas, oro é seda?...

Ca de todo non me queda


Sinon este cadahalso...

Mundo malo, mundo falso.

Non es quien contigo pueda!....

De igual manera se muestra excelente poeta, moralista


y pensador, en la Defunción de don Enrique de Vil lena,
elogio fúnebre en el que supone es coronado en el parnaso
tan sabio escritor; en la Coronacción de Mossen Jordi, muy
parecida á lo anterior, en la Canonización del Maestro Vi-
ccnte-Ferrer, en las Coplas al rey don Alonso de Portugal,
en el Infierno de los enamorados, y en la Querella de
amor, cuyos asuntos se indican por sus respectivos títulos.
Esta última, ofrece la particularidad de que su forma mé-
trica bosquejó la décima que después inventó Vicente de
Espinel, está formada de ocho versos octosílabos distribui-
dos en dos redondillas con igual rima en el primero y cuar-
to versos, según se vé en el siguiente ejemplo:

Ya la gran noche pasaba


E la luna s'escondia:
La clara lumbre del dia

Radíente se monstraba
Al tiempo que reposaba
De mis trabajos é penas
Oé triste cantilena

Que tal canción pronunciaba.

Resta que hablemos de la Comedida de Ponza, poema


destinado á lamentar el desastre sufrido por los reyes de
Aragón y Navarra, en las aguas de Gaeta, cérea de la isla
de Ponza, en el año 1435; hasta por el título se vé evidente-

mente deseo de imitar al Dante (1). Empieza por una


el

invocación, y después introduce ¡l la fortuna y al poeta

(i) Este título engañó á muchos autores que supusieron era una obra
dramática, error que fué el primero en propagar el Sr. Martínez de la Rosa,
en el Apéndice relativo á la Comedia, de su Poética, pág. 335 y 518, juicio
que tiene disculpa, porque confiesa que no la había leído, y después con-
viene en que tiene forma dramática, nada más.
- 85 -
Bocacio, que consuela á la reina. La razón del por qué le
dio el título de comedieta, nos la dá en el prólogo cuando
dice:

«Comedia es dicha aquella, cuyos comiencos son trabajosos, é después


nal medio é fiu desús dias alegre, goí-oso, é bien aventurado; c de e>ta usó

»Terenruo peno, é Uanle en su libro, donde primero dice haber visto los

«dolores é penas infernales, é después el purgatorio, é alegre é bien aventu-


radamente después el parayso.»

CVIII

Qual trompa celeste é voz divinal


Comenró Fortuna tal razonamiento:
«Dios nos salve, reynas del siglo humanal,
Subjectas á nuestro fatal movimiento:
Yo soy aquella que por mandamiento
Del Dios uno é trino, quel grand mundo rige
E todas las cosas estando collige,
Revuelvo las ruedas del grand firmamento.

Por la estrofa anterior se podrá formar juicio del len-


c, ua je y versificación de este poema.
Entre las obras clasificadas por nosotros de amores,
deben comprenderse las serranillas, imitación de las Pas-
toretas ó Yaqueiras provenzales, pero muy superiores en
la soltura y gracia, y como humos dicho, no superadas por

estas condiciones aun en los siglos de mayor esplendor de


la poesía castellana; notables son, entre otras las muy co-
nocidas de la Vaquera de de Manzana-
la Finojosa, Menga
res, la Mo.sne/a de Mores, las Mozas Lepitzcanas, etc., en
las que sabe pintar á las pastoras como lo bace en la del
Lozoynela.

Garnacho traía

De oro, pressado
Con broncha dorada
Que bien relucia.
A ella volví

Diciendo: — Lozana,
• é sois vos villana?
— 86 —
Por la ligera enumeración de las obras del Marqués de
Santularia (1), puede observarse que representa el mayor
apogeo de la literatura del siglo xv, enriqueciendo el par-
naso español con variedad de formas, pues á él se debe el
empleo del verso endecasílabo y el de la forma del soneto,
mucho antes que lo emplearan como innovación, Boscan y
Garcilaso, y por iiltiino, le es deudora la literatura de la
primera página de la historia literaria de Castilla trazada
con gran elegancia, atinado juicio y riqueza de noticias en
el proemio que precede á las obras remitidas al condesta-
ble de Portugal, según puede observarse por los siguientes
párrafos de tan notable documento:

Ai. ilustre señor don Proso muy magnífico Condestable de Portugal, el

Marques de Santillana, Conde del Real, ele.

Salud; paz é debida recomendación.

En estos días pasados Alvar González de Alcántara familiar é servidor

de la casa del Señor Infante Don Pedro, muy ínclito Duque de Coimbra
vuestro padre, de parte vuestra, Señor, me rogó que los decires é canciones
mias enviase á la vuestra magnificencia. En verdad Señor, en otros fechos de
mayor importancia, aunque á mi más trabajosos, quisiera yo complacer á la
vuestra nobleza: poique estas obras ó á lo menos las mas dellas, non son de
tales materias, nin asi bien formadas é artizadas que de memorable registro
dignas parezcan. Porque, Señor, así como el Apóstol dice cum esses-m párvu-
las, cogitabam iil parvuhis, loquebar ut párvulas. Ca estas tales cosas alegres

é jocosas andan é concurren con el tiempo de la nueva edad de juventud, es

á saber, con el vestir, con el justar, é con otros tales cortesanos exercicios: c

asi, Señor, muchas cosas placen agora á vos, que ya non placen ó non deben
placer á mí. Pero, muy virtuoso Señor, protestando que la voluntad mia sea
ó fuese no otra de la que dig'o, porque la vuestra sin impedimento haya
lugar, é vuestro mandado se faga, de unas é de otras partes, é por los libros
é canciones agenas fice buscar é escribir por orden, segunt que las yo fice, las

q ue en éste pequeño volumen vos envío.


Mas como quiera que de tanta insuficiencia estas obretas mias, que vos
Señor, demandades, sean, ó por ventura mas de quanto las yo estimo é res-
pecto, vos quiero certificar me place mucho que todas cosas que entren ó

(i) Con gran riqueza de datos publicó D. José Amador de los Ríos, las
obras del Marqués de Santillana en el año 1852. Este trabajo dejará satis-
fechos á los que deseen conocer de una manera más acabada y completa la
significación, importancia y número de obras del Marqués de Santillana.
— 87 —
anden so esta regla de poectal canto, vos plegan: de lo qual me facen cierto

así vuestras graciosas demandas como algunas gentiles cosas de tales que yo

he visto compuestas de la vuestra prudencia, como es cierto este sea un celo


celeste, una afecion divina, un insaciable cibo del animo: el qual asi como
la materia busca la forma é lo imperfecto la perfección: nuuca esta scieucia
de poesía é gaya sciencia se fallaron si non en los ánimos gentiles ¿elevados
espíritus.

;E que cosa es la poesía que en nuestro vulgar Gaya Sciencia llamamos,


si non un fingimiento de cosas útiles cubiertas, ó veladas con muy fermo-
sa cobertura, compuestas, distinguidas, ó scandidas por cierto cuento, peso,
é medida? E ciertamente, muy virtuoso Señor, yerran aquellos que pensar
quieren ó decir que solamente las tales cosas consistan ó tiendan á cosas va-
nas é lascivas. Que bien como los fructíferos huertos abundan é dan conve-
nientes frutos para todos los tiempos del año; así los hombres bien nascidos
é doctos, á quien estas sciencias de arriba son infusas, usan de aquellas é del
tal exercicio segunt las edades. E si por ventura las sciencias son deseables,
asi como Tullio quiere, ¿qual de todas es mas prestante, mas noble, ó mas
digua del hombre; ó qual más estensa á todas especies de humanidat? Ca las

obscuridades é cerramientos dellas ¿quien las demuestra é face patente sinon


la eloqüencia dulce é fermosa fabla. sea metro, sea prosa?

El poeta de más nombradla, el que según sus contem-


poráneos, mereció el título ele príncipe de los poetas de
Castilla y representante de la escuela alegórica, es Juan de
Mena.
Nació en Córdoba en 1-111 y murió en Torrelaguna en
1456, habiendo pasado su juventud en Salamanca, más tar-
de pasó á Roma, figurando después en la corte con el cargo
de secretario de cartas latinas de E>. Juan II, honrado con
el título de caballero veinte y cuatro de Córdoba, honor de

gran estima. Su afabilidad de carácter, su talento poético,


le conquistaron la protección cariñosísima del monarca, el
afecto de los principales magnates, haciéndole fácil la vida,
permitiéndose ciertos desahogos críticos en corte tan sus-
picaz, objeto siempre de la privanza y donde era tan di-
fícil mantenerse sin enemigos. Muchas son las poesías sa-

tíricas y de actualidad, escritas por Juan de Mena,, insertas


en los cancioneros de la época Los poemas de mayor im-
portancia son; la Coronación, elogio en vida del Marqués de
Santillana, el Diálogo de los siete pecados capitales, poema
destinado á bosquejar la lucha de la Voluntad y la Razón,
88

obra que dejó sin terminar, y el Laberynto, conocido tam-


bién por las Trescientas, por ser éste el número de las co-
plas de arte mayor de que consta el poema, aunque después
se añadieran otras sesenta y cinco, según deseo del rey
O. Juan 11, para que fueran tantas las coplas de que consta-
ra, coma días tiene el año. Imitó al Dante, suponien-
do que es trasportado por el carro de Belona, á una lla-
nura desierta, allí se le aparece la Providencia que le
guió á un palacio, donde le muestra la tierra sostenida por
tres ruedas, que son el pasado, el presente y el porvenir; es-
ta última, está cubierta por m\ velo y las otras dos dentro de
círculos, hasta el número de siete, que representan los pla-
netas que influyen sobre los mortales. Sobre el mérito sin-
gular de esta obrase lia discutido mucho; la crítica conviene
hoy en conceder especial mérito á Juan de Mena entre todos
los imitadores del Dante, al que en ocasiones llega á emu-
lar; adema-, su obra tiene algo de trascendental, abarca un
pensamiento que tiende á retratar los males, vicios y defec-
tos de la corte castellana, en cuya descripción y pintura,
excede á cuantos poetas le habían precedido. Por lo demás,
si no es original en el sentido de haber tomado la forma

simbólica, bajo la cual desenvuelve su asunto, es más hu-


mano que el Dante, su simbolismo no traspasa la esfera de
lo alegórico, siendo completamente original en los episo-
dios y en los cuadros históricos que trae, como por ejemplo
en la descripción de la batalla de la Higuera, citada por el
señor Menéndez Pelayo en su Antología de poetas líricos
castellanos.

Con dos cuarentenas, y más de millares


Le vimos de gentes armadas á punto
Sin otro mas pueblo inerme allí junto
Entrar por la vega, talando olivares,
Tomando castillos, ganando lugares,
Haciendo con miedo de tanta mesnada
Con toda su tierra temblar á Granada,
Temblar las arenas, fondón de los mares.

Mijo de Córdoba, fogoso, de imaginación arrebatada y


— 89 —
pintoresca, conocedor de los clásicos y versado en las len-
guas francesa y toscana, quiso como el Dante, crear un dia-
lecto poético, á cuyo efecto introdujo multitud de palabras
gráficas y pintorescas, tales como belígero, asmígero, dul-
cido, y otras que han adquirido después carta de natu-
raleza en nuestro idioma; no así las tomadas del latín,
francés é italiano en que no fué tan feliz. El deseo de ori-
ginalidad le perjudicó mucho, así como el frecuente uso de
las hipérboles, y sobre todo delhipérbaton tan violento y
frecuente que á veces parecen anuncios el gongorismo y el
culteranismo del siulo xvn.

íí
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CAPÍTULO VIII

POETAS DE LAS CORTES DE DON JUAN II Y ENRIQUE IV.— LOS



CANCIONEROS. PEDRO GUILLEN DE SEGOYIA. DIEGO DE BUR- —
GOS. — —
GÓMEZ MANRIQUE. JORGE MANRIQUE. ALVAREZ GA- —
TO. —
COPLAS DEL PROVINCIAL.

RrtRRAiGó en la poesía castellana la influencia italiana,


fy¡¡yf atrayendo la portentosa creación del Dante, la ins-
piración de todos nuestros poetas, según hemos visto en
el capítulo anterior; lo que no quiere decir que todos los

poetas siguieran la misma escuela; continuó la antigua


escuela tradicional y didáctica, y ya en las cortes de
Juan II y Enrique IV ocurre el fenómeno de sobrepo-
nerse a todas la influencia provenzal, por el favor que el
Rey y los magnates otorgan á los poetas llamados corte-
sanos, dedicados exclusivamente al lirismo ligero y fútil
que canta el amor de la manera ficticia é hiperbólica, como
lo hicieron los poetas provenzales, imitando en un todo
respecto á las formas, las que usaron dichos poetas. Este
género de poesía hiperbólica, fútil y erudita, carece de la
ternura, expontaneidad y fuerza del sentimiento propios
de verdadera pasión, y curioso sería investigar, si era
la
trasunto fiel de la manera de ser de este sentimiento en

aquella época, ó mero artificio retórico. Lo que sí es cierto,


_ 91 -
que el mismo rey don Juan II, su valido don Alvaro de
Luna, los magnates don Diego Hurtado de Mendoza, don
Alfonso Enrique, don Pedro Vélez de Guevara, el Duque
don Fadrique y hasta el mismo venerable prelado D. Alon-
so de Cartagena, dedican sus ocios juveniles y ejercitan
su habilidad en este género de poesía. Y no solo los mag-
nates, sino los poetas que llamamos erudito-populares, por
pertenecer á las ínfimas clases de la sociedad, donde figu-
ran, entre otros muchos menos notables, Antón de Monto-
ro, Juan Poeta, Martín y Diego Tenedor y Maestre Juan,
el Trepador, siguen las mismas huellas de los poetas cor-
tesanos, si bien es cierto que á sus poesías las caracteriza

cierto desenfado grosero y sabor satírico.


Dedúcese de todo lo dicho, que la afición á la poesía en
todas las clases debió ser muy demuestran
grande, cual lo
el prodigioso número de poetas, y más que nada los llama-
dos cancioneros, verdaderas antologías ó colección de poe-
sías, ricas muestras de nuestra poesía lírica en el siglo xv.
Debieron ser muchos los cancioneros, que para solaz y
entretenimiento de los aficionados á la poesía, existían; al-
gunos habrán desaparecido, y otros lograron la fortuna de
ser publicados apenas tuvo lugar la introducción de la im-
prenta en España. Cuando los cancioneros contienen las
obras de un solo poeta se llaman particulares; de esta clase,
el más antiguo es el de el infante D. Juan Manuel, al que si-
guen el de Juan de Mena, del Marqués de Santularia, Gó-

mez Manrique y otros que pertenecen ya al siglo xvi; lla-


mándose generales á los cancioneros formados con las poe-
sías de varios autores, y estos, á su vez, pueden estar co-
leccionados sin clasificación determinada de asuntos, ó
por loque respecta á estos, llamarse sagrados, de bur-
las, etc.De los cancioneros generales el más antiguo es el
formado en 14-19 por el judío converso Juan Alfonso de
Baena, según se dice, para solaz y entretenimiento de don
Juan II. Contiene este cancionero poesías de cuarenta auto-
res pertenecientes, en su mayor parte, á los poetas que vi-
vieron en reinados anteriores, y también del mismo Baena
que era poeta no despreciable, según puede verse en la si-
guiente composición inédita, publicada por el Sr. Menéndez
— 92 —
y Pelayo (1), especie de memorial dirigido al Rey, cuadro
acabado de las miserias, desafueros é injusticias de la cor-
te de D. Juan II. Se titula Decir que fizo Juan Alfonso y
comienza de este modo:

Para Rey tan escelente


Pertenesre tal presente
Alto Rey muy soberano
De ios Reynos de Castilla

Asentado en Rica silla

Como noble palanriano


Re -ibid en vuestra mano
Este escrito muy plasiente,

Que vos da cou buen tálente


Vuestro servidor fulano.

Composiciones de poetas tan notables como Micer


Francisco Imperial, Páez de Ribera, Manuel de Lando,
Pedro Ferrus, Gonzalo Martínez de Medina, Fr. Diego de
Valencia, Sánchez de Talayera, Garcí Fernández de Ge-
rena y Fernán Pérez de Guzmán, constituyen el mayor nú-
mero de las contenidas en dicho cancionero .

Éxito muy lisongero debió tener el pensamiento de


Juan Alfonso de Baena, por los muchos cancioneros que se
hicieron después, alcanzando gran fama el deLope de Stú-
ñiga, el deFernán Martínez de Burgos, y, sobre todos, el
publicado en Valencia, en 1511, por Hernando del Castillo,
formado con gran parte de los materiales de otro que reu-
nió Juan Fernández de Constantina titulado, Guirnalda
esmaltada de galanes y eloqüentcs dcsires, etc. El mérito
mayor de la numerosa colección reinada por Hernando del
Castillo, es el de haber hecho una distribución de todas las
poesías que contiene su cancionero en ocho clases (2).
Hemos dicho que, al par que la influencia alegórica y

(i) En el 2" la Antología de poetas líricos castellanos de di-


tomo de
cho 215, se encuentra dicha composición.
escritor, pág.
(2) Multiplicáronse las ediciones en los años sucesivos al de la publica-
ción de este cancionero así en España como fuera de ella. La Biblioteca de
Salamanca posee un ejemplar de la edición hecha en Amberes en 1573.
— 93 —
provenzal, coexiste la didáctica, siendo sus representantes
los discípulos é imitadores de Juan de Mena y Santillana,
Pedro Guillen, conocido por de Segovia y Diego de Burgos;
Del primero, no sabemos á punto fijo ni el año ni el
sitiodonde nació; se duda si fué en la provincia de Segovia
ó en la de Sevilla, y respecto á la Techa, únicamente pue-
de fijarse á mediados del siglo xv. Su varia fortuna le llevó
á miserable estado, filiándole entre los poetas erudito po-
pulares, entre los que tenía mucha fama, apellidándole
gran trovador. De la tendencia de sus obras, puede juz-
garse por los Salmos Penitenciales, anuncio de un género
de poesía en que sobresalieron Fray Luís de León y otros
poetas en el siglo xvi; por el Desir al rey D. Enrique en
las paces con Aragón é Navarra, poema alegórico en el
que sigue muy de cerca á su maestro Juan de Mena. Bajo
la protección del Arzobispo D. Alonso de Carrillo, escri-
bió varias obras, una que le dedicó es un verdadero pane-
gírico, bajo el título de la Gaya Ciencia ó Silva copiosí-
sima de consonantes para alivio de trovadores.
Idéntica representación y las mismas tendencias, os-

tenta Diego de Burgos, hijo del ya mencionado coleccio-


nador de poesías Martínez de Burgos, discípulo y secreta-
rio del Marqués de Santularia. Sus poesías líricas se hallan
en cancioneros, pertenecen al estilo provenzal y corte-
los
sano, salvo una de carácter alegórico El Triunfo del Mar-
qués de Sautillana, poema destinado á ensalzar los méritos
de su protector. Finge en dicha obra que un día de prima-
vera, rendido por el sueño se le aparece el Marqués cu-
bierto de largo manto negro, dándole este ocasión para
llorar su muerte en sentidas quejas; desaparece la visión
y cuando se entrega al dolor, el Dante le lleva á un lugar
ameno, donde moran las virtudes y las musas rodeadas de
ínclitos varones, poetas ilustres de la antigüedad, así na-
cionales como extranjeros; el Dante hace la relación de
los méritos del Marqués y le dice están allí reunidos para
solemnizar su triunfo; Platón hace su elogio, y conducido
por el mismo Dante, llega Diego de Burgos al templo de
la eterna! beatitud donde se halla al Marqués. La imitación
dantesca, según se vé, toca en los límites de la copia y en
- 94 —
lo relativo á lenguaje y formas, sigue en un todo á su
maestro D. Iñigo Lope de Mendoza.
Vinculadas en la nobleza las aficiones literarias, nos
vamos á ocupar, sino de todos, de dos individuos de la ilus-
tre familia de los Manriques, que cultivaron la poesía enri-
queciendo la literatura patria, en los reinados de Juan II,
Enrique IV y de los Reyes Católicos. Es el primero D. Gó-
mez, quinto hijo de D. Pedro Gómez Manrique, Adelantado
Mayor de Castilla en tiempo de D. Juan II y de D a Leonor
de Castilla; nació, á lo que se cree, en 1415 y desde muy
joven figuró como insigne capitán en las guerras contra
los moros, tomando parte activa en las revueltas de Casti-
lla durante los reinados de Juan II y Enrique IV, ganando

fama de bravo en los hechos de armas que aseguraron el


trono de los Reyes Católicos, honrándole con el título de
Consejero y el gobierno ó regimiento de la ciudad de Tole-
do (1), murió en dicha ciudad en 1(5 de Febrero de 1491.
Sus obras constituyen un cancionero especial (2), muy im-
portante para modificar algunos de los juicios que la críti-

(i) Muchos documentos del riquísimo archivo municipal de Toledo que


hemos tenido la satisfacción de ver consignan lo beneficioso que fué para la
imperial ciudad el tiempo de su gobierno. Además de la exclamación e que-
rella de la gobernación que indudablemente se refiere á dicha ciudad, en la
escalera del edificio que actualmente ocupa el Ayuntamiento hay una ins-
cripción en letras góticas, hermoso apostrofe dirigido á los que pisan aque-
llos escalones, que la general opinión y la tradición constante atribuyen a
Gómez Manrique. Dice así:

Nobles, discretos varones


que gobernáis á Toledo,
en aquestos escalones
desechad las aficiones
cobdicias. amor y miedo.
Por los conmunes prouechos
dejad los particulares,
y pues vos fizo Dios lares
de tan riquísimos techos,
estad firmes y derechos.

(2) Se ha publicado este Cancionero en la Colección de escritores caste-


llanos (dos volúmenes, Madrid, 1S85 y 1SS6). con eruditas notas y observa-
ciones por D. Antonio Paz y Mélia.
— 95 —
ca emitió cuando solo tenía el conocimiento aislado de
algunas obras. Fué poeta fecundo, distinguiéndose en la
poesía lírica de los demás poetas por la ternura del senti-
miento, facilidad, gracia y fecundidad, escribiendo poesías
religiosas como la Trova hecha ú Santo Tomé.

¡O que duda tan dudosa


jue la de Santo Tome!
¡Que duda tan peligrosa,
Que duda tan prouechosa
para nuestra santa fe!

Porque ya nunca dudemos


que Jhesu-cristo nascio,
y que nacido murió,
y muerto resucito,

y que nos resurgiremos.

Amatorias, entre otras, la dedicada á una dama que


iba encubierta.

a El corazón se me fue
donde vuestro vulto vi

e luego vos conoci


al punto que vos mire.
Que no pudo fazer tanto,
por mucho que vos cubriese
aquel vuestro negro manto,
que no vos reconociese.
Que debajo se mostraba
vuestra gracia y gentil aire

y el cubrir con buen donayre


todo lo manifestaba.
Así que con mis enojos
é muy grande turbación,
alia se fueron mis ojos
do tenia el corazón.»

Y satíricas como el Consejo d Juan Poeta.

Quiero vos desengañar


por el gran bien que vos quiero.
que nunca fue lisonjero,

e por esto mi dinero


— 96 —
es muy fácil de contar.
Renegad deste trobar,
que pues no fuestes gracioso,

no discreto ni donoso,

procurad otro reposo


para vuestro reposar.

Su mayor estima como poeta se fija en las obras al


estilo didáctico no esquivando en ellas las armas de la sá-
tira, enumerándose de esta escuela la Prosecución de los
Vicios v Virtudes, Consejos á Diego Arias, Dávila, Coplas
al nial Gobierno de Toledo y el Regimiento de Principes.
La primera es continuación del poema de Juan de
Mena los Siete Pecados Capitales según él mismo nos dice -

Pues este negro morir


que no ninguno perdona,
desde reyes con carona
dispuestos para faeuir
fasta los que de pedir
se sustentan con gran pena,
puso fin á Juan de Mena,
yo pense de proseguir
esta obra comentada.

Los Consejos d Diego Arias, son advertencias al Con-


tador mayor de Enrique IV para que no se envanezca con
la fortuna. Las Coplas al mal Gobierno de Toledo, pueden
considerarse como una sátira política, hecha con soltura y
y gracia, según puede verse:

En un pueblo donde moro


al necio fazen alcalde,
hierro precian mas que oro.
la plata danla de balde
la paja guardan los tochos
é dexan perder los panes

mirad que gouernacion,


ser gouernados los buenos
por .
es no son.

Los cuerdos juyr cleurian


de do locos mandan mas,
que cuando los ciegos guian

iguay de los que van detras!

El Regimiento de Príncipes dedicado á los Reyes Ca-


tólicos con el propósito,según dice en el prólogo, "de libre
escreuir algunos consejos más saludables é prouechosos
que dulces nin lisonjeros, como ombre despojado de espe-
ranca e temor, de que los verdaderos consejeros han de
carescer; y estos acorde de poner en los metros de yuso
contenidos, porque se asientan mejor 6 duran más en la
memoria que las prosas,, cumplió su propósito á maravilla
Gómez Manrique, según puede verse en esta copla dirigida
á la reina:

¡O Princesa soberana!
Mire vuestra señoría,
pues que Dios vos fizo guia
de la nasr-ion castellana
y del regno de Aragón
con otra grand cantidad,
guiadlos con discririon
por la senda de razón
y no déla voluntad.

Rindió justo tributo á la memoria de su deudo el Mar-


qués de Santillana en un poemita que tituló, El Planto de
las virtudes e poesía por el magnifico señor D. Iñigo Lo-
pes de Mendosa, obra de gran estima según el parecer de
los críticos; empleó la forma alegórica, uniendo así en in-
disoluble lazo, el nombre del Marqués de Santillana con
el del poeta florentino. Dedicó este poema á D. Pedro

González de Mendoza, hijo de D. Iñigo; en la dedicatoria


dice estas palabras, llevado de su amor al saber y en elogio
del Marqués: "seyendo el primero de semblante prosapia
e grandeza de estado que en nuestros tiempos congrego la
ciencia con la cauallería, e la loriga con la toga; que yo
me recuerdo auer pocos, e avn verclat fablando, ninguno
18
— 98 —
de los tales que á las letras se diese; e non solamente digo
que las non procurauan, mas que las aborrescian, repre-
hendiendo á algún cauallero si se daua al estudio, como si
el oficio militar solo en saber bien encontrar con la lauca o
ferir con la espada consistiese.,, Figuran en el poema la fé

y las virtudes, recordando, no solo al Marqués, sino á otros


ilustres personajes y escritores de Castilla. Dice la Fé res-
pecto al Tostado lamentando su pérdida:

Lloro el pilar primero


añílense que perdí,
el cual bastara señero
aun en el tiempo de Ñero
para sostener á mi.
No creo de theologia
Sant Agostin mas sabia,
pues la Briuia toda entera,
si por facer estouiera,
de nueuo la compornía.

Y de D. Alfonso, obispo de Burgos, dice así:

En el mí planto profundo
maldigo mi mala suerte,

porque me leuo del mundo


otro San Pablo segundo
la deuoradora muerte:
es a saber, el perlado
de Burgos yntitulado,
cuyo saber es notorio
que después de San Grigorio
nunca fue su paz fallado.

La poesía exclama al llegar á la muerte del Marqués:

— ,0 Castilla!, llora, llora,

vna pérdida tamaña;


e tu real alcandora,

pues es llegada la ora,

con las tus lagrimas baña,


E fagan tus naturales
los plantos mas desyguales
que nunca jamas ficieron,
— 99 —
pues que sin duda perdieron
el mejor de los mortales!

Continuó además el poema compuesto por Juan de


Mena, De la Razón contra la Voluntad con otra multitud
,

de composiciones contenidas en el Cancionero á que ante-


riormente nos hemos referido, acreditándole de hombre
erudito y excelente poeta, si bien falto de la espontaneidad
y ternura de sentimiento, cuya ausencia quizá sea debida al
exceso de erudición, que aún en las más sentidas, se echa de
ver; defecto que ya notó el Sr. Amador, y del que no le ab-
suelve la cita que el colector de su Cancionero Sr. Mélia
hace de las poesías la Consolatoria á D* Juana de Mendo-
sa y la Defunsión de Garcilaso de la Vega, hermosas
composiciones, es cierto, pero que están llenas de sutiles
conceptos, de rebuscados pensamientos y eruditas citas,
ágenos por completo á la situación de ánimo en que se su-
pone colocado el poeta.
De la misma familia, poeta cortesano al estilo proven-
zal, fué Jorge Manrique, sobrino del anterior é hijo de don
Pedro Manrique. Mezclado como todos los nobles en los
disturbios que perturbaron la corte de Enrique IV, se dis-
tinguió desde muy joven como digno heredero de los Man-
riques, así en el valor y ánimo heroico, como en la claridad
de entendimiento y la discrección, ganando lauros como
guerrero con el acrecentamiento de sus estados y aplausos
como poeta. Discípulo de su tío Gómez Manrique, sigue
sus huellas, tomando parte en las disputaciones y reques-
tas de los poetas de la corte y mostrando su ingenio en la
poesía alegórica en la Profesión, la Escala, el Castillo de
Amor y otras poesías amorosas, breves y ligeras, de esti-
ma, porque se mostró en ellas diestro versificador, aunque
no le hubieran dado plaza entre los poetas que han pasado
á la posteridad, sino fuera por su casi popular elegía á la
muerte de su padre, publicada y conocida con el'modesto
título de Coplas de Jorge Manrique, composición llena de
profundidad y ternura, enriquecida con pensamientos her-
mosísimos, alusiones, recuerdos, sentencias y máximas, ex-
puestas con cierto colorido religioso y filosófico, síntesis de
la tendencia erudita que venía manifestándose en la poesía
— 100 —
de aquellas edades. Se otorgo por todos los poetas y críticos
gran estima á esta elegía; fué glosada por muchos é imita-
da por otros, traducida á varios idiomas y en elogio de la
que dijo Lope de Vega, debía escribirse en letras de oro,
juicio confirmado por la posteridad, que no ha perdido,
aunque modernamente un crítico encuentre un parecido
exacto con la que escribió á la pérdida da Sevilla el árabe
Aboul-Beka, poeta rondeño (1).
Semejanza que existe también entre esta composición
el Diálogo de Bias contra Fortuna, del marqués de Santi-
llana y algunas de su tío Gómez Manrique, porque el pen-
samiento no es nuevo en la historia de la poesía castellana
desde la Danza General de la Muerte y otras obras de ca-
rácter didáctico-moral; y si no hay dificultad en conceder
que el pensamiento no es nuevo y si se quiere ni la forma

(i)El Sr. Valera traductor de la obra del Sr. Schack, Poesía y Arte de
los Árabes en España y Sieilia, sospecha que Jorge Manrique debió conocer
la elegía del poeta árabe Abul-Beka, opinión que merece discutirse sentando
bien los antecedentes de fechas y comunicaciones entre ambos poetas, antes
de llegar á la rotunda afirmación del Sr. Valera. Su traducción en verso de
la elegía del poeta árabe se aproxima mucho á la de Jorge Manrique, según
se ve en estas estrofas.

Cuanto sube hasta la cima,


Desciende pronto abatido
Al profundo.
¡Ay de aquel que en algo estima
El bien caduco y mentido
De este mundo!
En todo terreno ser
Solo permanece y dura
El mudar.
Lo que hoy es dicha ó placer
Será mañana amargura
y pesar.
Es lavida transitoria
Un caminar sin reposo
Al olvido,
Plazo breve á toda gloria
Tiene el tiempo presuroso
Concedido.
Hasta la fuerte coraza,
Que á los aceros se opone
Poderosa,
Al cabo se despedaza,
— 101 —
tampoco es original, que es
aún concediendo todo esto,
mucho conceder, queda todavía algo en de Jorge las coplas
Manrique, de místico perfume melancólico, agradable fres-
cura, soltura y gracia, verdaderamente inimitables.
A continuación insertamos gran parte de tan riquísi-
ma joya que servirá mejor que cuanto pudiéramos
literaria,
decir, para asentar la fama y aumentar el aplauso que tan-
tas generaciones otorgan á Jorge Manrique.

Coplas á la muerte de su padre él Maestro D. Rodrigo, Conde de Paredes

Recuerde el alma adormida,


Avive el seso y despierte,
Contemplaodo
Cómo se pasa la vida,
Cómo se viene la muerte,

O con la herrumbre se pone


Ruginosa.
¿Con sus cortes tan lucidaz
Del Yemen los claros reyes
Dónde están?
¿En dónde los Sasanidas,
Que dieron tan sabias leyes
Al Irán?
¿Los tesoros acinados,
Por Karún el orgulloso
Dónde han ido?
De Ad y Temud afamados
El imperio poderoso
Dó se ha hundido?
El hado, que nc se inclina
Ni ceja, cual polvo vano
Los barrió,
Y en espantosa ruina
Al pueblo y al soberano
Sepultó.
Y los imperios pasaron,
Cual una imagen ligera
En el sueño;
De Cosróes se allanaron
Los do era
alcázares,
De Asia
dueño.
Desdeñado y sin corona
Cayó el soberbio Darío
Muerto en tierra.
¿A quién la muerte perdona
Del tiempo al andar impío
— 102 —
Tan callando.
Cuan presto se vá el placer,
Cómo después de acordado
Dá dolor;

Cómo, a nuestro parecer,


Cualquiera tiempo pasado
Fué mejor.
Y pues vemos lo presente
Cómo en un punto se es ido
Y acabado;
Si juzgamos sabiamente,
Daremos lo no vencido
Por pasado.
No se engañe nadie, no,
Pensando que ha de durar
Lo que esuera

Que eso aterra?


¿De Salomón encumbrado
Al fin no acabó el poder
Estupendo?
Siempre del seno del hado
Bien y mal, pena y placer
Van naciendo.
Mucho infortunio y afán
Hay en que caben consuelo
Yesperanza;
Más no golpe que el Islam
el
Hoy recibe en este suelo
Los alcanza.

Montes de escombro y desiertos,


No ciudades populosas
Ya se ven;
¿Qué es de Valencia y sus huertos?
-Y Murcia y Tátiva hermosas?
;Y Jaén 2
¿Qué es de Córdoba en el día,
Donde las ciencias hallaban
Noble asiento,
Do las artes á porfía
Por su gloria se afanaban
Y ornamento?
-Y Sevilla? ¿Y la ribera
Que el Betis fecundo baña
Tan florida?
— 103 —
Más que duró lo que vio;

Porque todo ha de pasar


Por tal manera.
Nuestras vidas son los rios
Que van á dar en la mar,
Que es el morir
Allí van los señoríos

Derechos á se acabar
Y consumir.
Allí los rios caudales.
Allí los otros medianos
Y más chicos:

Allegados son iguales


Los que vienen por sus manos
Y los ricos.

Dejo las invocaciones


De los famosos poetas
Y oradores.
No curo de sus ficciones,
Que traen yerbas secretas
Sus sabores.
A aquel solo me encomiendo,
Aquel solo invoco yo,
De verdad,
Que en este mundo viviendo,
El mundo no conoció
Su deidad.
Este mundo es el camino
Para el otro, que es morada
Sin pesar:
Más cumple tener buen tino
Para andar esta jornada
Sin errar.

Partimos cuando nascemos,


Andamos mientras vivimos.
Y allegamos.
Al tiempo que fenescemos;
Así que cuando morimos
Descansamos.
Este mundo bueno fué
Si bien usásemos del
Como debemos;
Porque según nuestra fé,
— 104 —
Es para ganar aquel
Que atendemos.
Y aun el Hijo de Dios
Para subirnos al cielo

Descendió
A nascer acá entre nos
Y vivir en este suelo,

Do murió.

¿Qué se hizo el rey D. Juan?


Los infantes de Aragón,
{Qué se hicieron 1

¿Qué fué de tanto galán,


¿Qué fué de tanta invención
Como trajeron?
Las justas y los torneos,
Paramentos, bordaduras
Y cimeras,
¿Fueron sino devaneos?
¿Qué fueron sino verdura
De las eras ;

¿Qué se hicieron las damas,


Sus tocados, sus vestidos,
Sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas

De los fuegos encendidos


De amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,

Las músicas acordadas


Que tañian?

c
Qué se hizo aquel danzar,

Aquellas ropas chapadas


Que Traían-

Nada cierto se sabe sobre la condición y nacimiento


del poeta madrileño Juan Alvarez Gato; opuestas las opi-
niones en este sentido,unos le dan humilde origen, mientras
otros le hacen de noble cuna, hidalgo y magnate de la cor-
te. Lo cierto es que Juan Alvarez Gato, contemporáneo de
— 105 -
los Manriques, adquirió gran fama entre los poetas de la
corte de Enrique IV, llegando á decir de él D. Gómez
Manrique que fáblaba perlas y plata. Sus poesías pueden
dividirse en dos distintas épocas: las amorosas, pertene-
cientes á su juventud, llenas de hipérboles, con toques de
impiedad y ausencia completa de espontaneidad y senti-

miento; si por algo se distinguen de las de igual carácter


de aquella época, será en la riqueza de imaginación y
facilidad que en ellas campean, cualidades que no pue-
den negársele. Las poesías religiosas pertenecientes á la
edad madura son inferiores á las amorosas, porque carecen
de la fé y entusiasmo que deben caracterizarlas. Otro as-
pecto presenta Alvarez Gato como poeta, muy estimable
por cierto. La vida cortesana le hizo sufrir algunos desen-
gaños, y entonces esgrimió la sátira con gran energía y
habilidad; lo prueba que debió ser así, cuando en las co-
plas dirigidas al Rey le decía:

Y esos que contigo están,

cierto só
q'uno á oteo se t'iran

descontentos, como yo

Sublevada su energía moral pinta muy al vivo la co-


rrupción y desorden de la corte, según puede observarse
por la siguiente estrofa.

Mira, mira, rey muy ciego


é miren tus aparceros
que las prendas é dineros
cuando mucho dura el juego
quedanse en los tablajeros.

Y es de notar que en esta composición, donde tan va-


lientemente se reprenden toda clase de vicios y desór-
denes, no ofende en lo más mínimo á la moral, antes por
el contrario, Alvarez G .to, reprende por su licencia á los

supuestos autores de la composición titulada las Coplas


del Provincial.
Esta composición, de autor anónimo, si bien se ha
atribuido á Alonso de Palencia, sin fundamento bastante
para ello, es una ingeniosísima poesía satírica, de gran es-
14
— 106 -
tima para conocer á qué extremo llegaron los vicios y co-
rrupción en la corte de Enrique IV\ Justifica el título de
Coplas del Provincial suponiendo que llega un P. Provin-
cial á la corte considerada como un convento y ante el
mismo comparecen dando cuenta de su vida y costumbres,
desde el Rey hasta el último palaciego. De su facilidad,
soltura y forma métrica, puede juzgarse por las dos si-

guientes estrofas.

El Provincial es llegado
á aquesta corte Real
de nuevos motes cargado,
ganoso de decir mal.
En estos dichos se atreve;

e si non, cúlpenle á el,

si de diez ve-es las nueve


no diera en mitad del fiel
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CAPÍTULO IX

LOS ESTUDIOS HISTÓRICOS EN EL SIGLO XV. — CRÓNICA DE DON


JUAN II. — OBRAS
DE FERNÁN PÉREZ DE GUZMÁN. —CRÓNICA DE

ENRIQUE IV.— LOPE BARR1EXTOS. JUAN' DE LUCENA. DON- —

ALFONSO DE MADRIGAL. ALFONSO DE LA TORRE. — DOÑA TE-
RESA DE CARTAGENA.

¡A afición á reseñar hechos portentosos, la imitación


§!!§ clásica y la idea iniciada por D. Alfonso El Sabio en
su Grande é general Estoria, son las tendencias que ab-
sorben la actividad de los que en el siglo xv, se dedican al
cultivo de los estudios históricos. La primera falseará la
historia, llegando hasta los libros de Caballería; la segunda
crea una escuela de historiadores, á cuyo frente vimos á
Pedro López de Avala, siguiéndole ahora entre otros mu-
chos Fernán Pérez de Guzmán, y por último, los eruditos
se encargan de allegar elementos para completar el pensa-
miento de D. Alfonso, empleándose en esta tarea hombres
tan notables como Cartagena, Sánchez Arévalo, Martínez
de Toledo y Pablo de Santa María, dando por resultado el
Anacephalosis, el Speculum vitae ¡lumanac, la Atalaya de
las Crónicas y la Suma de Crónicas, obras de verdadera
importancia, escritas por los respectivos escritores. Si
examinamos bajo el punto histórico y literario los trabajos
— 103 —
anteriores, las crónicas reales y las que se apellidan de
personajes y sucesos particulares, encontramos un relativo
progreso así en las formas, como en el intento de llevar al
seno de la historia sucesos de carácter social, olvidados
antes en los trabajos históricos de los siglos anteriores;
uniéndose á esto la gran importancia que adquiere la his-
toria por el gran número de trabajos de este género que
aparecen, y son el antecedente de los que con mayor.vuelo
é importancia reseñaremos en los siglos xvi y xvn.
La Crónica de D. Juan II nos demuestra cuanto deja-
mos dicho, por la disposición, método y buen orden en la
narración, la más puntual y segura de las de esta clase,
sin que falten excursiones al campo de la filosofía con re-
flexiones y comparaciones, así como también retratos y
discursos que nos indican desde luego que el autor no des-
conocía los mejores modelos de la antigüedad clásica.
La crítica no ha resuelto con completa claridad la cues-
tión referente á quién es el autor de la crónica de don
Juan II; el doctor Lorenzo Galíndez de Carvajal, que la
publicó er 1517, la atribuye á Fernán Pérez de Guzmán,
manifestando que tomaron parte en su redacción Alvar
García de Santa María, Juan de Mena y Pedro Carrillo de
Albornoz; no faltando quien supone redactó algunos capí-
tulos el mismo rey Juan II y aún también que colaboró en
ella Juan Rodríguez de la Cámara. De los eruditos traba-
jos del señor Amador de los Ríos, resulta que el único
autor de la Alvar García, hermano del
referida crónica es
famoso obispo de Burgos. De todos modos, por el estilo,
plan y otras condiciones anteriormente enumeradas, es la
mejor y más perfecta de las crónicas reales hasta ahora
conocidas.
Como historiador, escritor didáctico y poeta, debe
ocupar un lugar distinguido en la historia literaria Fernán
Pérez de Guzmán. Nació en los últimos días del reinado de
Enrique II, en 137S, y murió, á lo que se cree, en 1460, co-
menzando muy joven á tomar parte en las disputaciones y
reqüestas, tan frecuentes entre los trovadores de Castilla.
De esa época son los muchos decires y cantigas de amores
que escribió al estilo provenzaly cortesano. Complicado en
— 109 —
las revueltas y disturbios que agitaron las cortes de Casti-
lla,cansado de esas luchas y enriquecido por los tesoros de
experiencia de que dio muestra después, se retiró para dedi-
carse á las letras á su señorío de Batres, allí escribe las Di-
versas virtudes y loores divinos, la Coronación de las qua-
tro virtudes, los Proverbios, recopilación de su experiencia
y saber, la Confesión rimada, las Cien triadas, y los Him-
nos ó loores de nuestra Señora, obras pertenecientes todas á
la escuela alegórica á excepción de la última, que es lírico-
religiosa, inspirada en la devoción y amor que siempre los
poetas castellanos tuvieron á la Virgen María. Más que las
obras referidas, le ha dado nombre el poema histórico-
biográfico Los claros varones, obra poética donde se ven
las altísimas aspiraciones y amor patrio de Fernán Pérez,
qué, contraponiendo ejemplos de valor heroico, abnegación
y patriotismo, lleva á sus contemporáneos sublimes ense-
ñanzas, de las que estaban tan necesitados. Consta el poema
de cuatrocientas octavas de arte menor, cuyo asunto, re-
vestido con las galas de la poesía, es un canto épico en ho-
nor de los hechos y personajes más culminantes y eminen-
tes de nuestra historia. Así le hace exclamar, contemplando
las proezas de los numantinos:

España nunca da oro


Con que los suyos se riendau
Fuego é fierro es el thesoro,
Que dá con que se deffiendan.

Sus enemigos no entiendan


Dellos despojos llevar:
O ser muertos Ó matar;
Otras joyas non atiendan

También traza retratos llenos de vigor y ternura, co-


mo el que nos pinta de Da María de Molina:

Como palma entre cipreces


Entre nobles reyes puesta;
Porque en la real floresta

Nasr-io esta gentil rosa,


De virtudes gloriosa
Guarnida, ornada é compuesta.
— 110 —
Notable es también el poema de Las Diversas Virtu-
des, por el metro que emplea imitando á Micer Francisco
Imperial, según puede observarse en el siguiente ejemplo,
digno de mención además, por las ideas que expone, bien
agenas por cierto, á las de su siglo:
Fijos de ornes rústicos, serviles
Vi venir niños á las cortes reales,

E conversando con gentes curiales


Ser avisados, discretos, sotiles,
Fijos de nobles, de sangre gentiles
Por desamparo é cura negligente
De sus mayores, venir en tal gente
Que resultaron torpes, neseios viles.

Si las obras poéticas de Fernán Pérez merecen Llamar


la atención, mayor nombre
y estima le ha concedido la crí-
tica, bajo el concepto de historiador y escritor didáctico.
A esta última clase pertenece La Floresta de los Philoso-
phos, colección escogida de dichos, máximas y sentencias
de los filósofos antiguos, en particular de Séneca, por el
que Fernán Pérez tenía verdadera predilección.
De las obras históricas, haciendo caso omiso de la
Crónica de D. Juan II, porque ya dejamos dicho la partici-
pación que le corresponde en dicha crónica, nos ocupare-
mos de la que él llamó Mar de Historias, escrita, si se
quiere, á imitación de otra latina que lleva el mismo título,
lo que no es obstáculo para aplaudir en Fernán Pérez el
fin en gran manera patriótico y útil que se propusD al es-

cribirla. Dividida en tres partes, comprende la primera las


vidas de los reyes y príncipes paganos y cristianos hasta
el siglo iv; la segunda, las de santos y sabios, y la tercera,
la más importante para nosotros, el estudio biográfico, he-
chos y merecimientos de los hombres ilustres de Castilla,
desde D. Enrique II, hasta D. Enrique IV. Además de ser
obra notable el Mar de Historias, por la profundidad del
pensamiento, abundancia de doctrina y oportunas relie
xiones que la enriquecen, son dignas de aprecio las condi-
ciones de estilo y lenguaje, y para la historia literaria, el
iniciar una nueva senda que se traza en la literatura caste-
llana á los estudios biográficos, seguida después por otros
— 111 —
escritores.Hay que advertir que esta tercera parte del Mar
de Historias publicada por separado, se ha venido cono-
ciendo con el título de Generaciones y Semblanzas, que no
es, como se vé, una obra distinta, sino parte de aquella.
Para poder juzgar dé su mérito copiárnosla semblanza de
Alvar Pérez de Osorio.

Alvar Pérez de Osorio fué un gran caballero en el Reyno de León, é

muy heredado en vasallos. Este linage de los Osorios es grande é antiguo,


y según las historias viene del Conde Don Osorio, que fué un gran señor.
Yo oí decir á alguno de este linage, que estos Osorios vienen de San Juan
Grisóstomo, que en latin dicen os auri, quiere decir boca de oro: pero yo no
lo leí. ni me parees cosa creíble, ca San Juan Boca de oro fué de Grecia, é
no se lee que él ni alguno de su generación pasase á España, mas pienso que
fué invención de algún hombre sotil. Porque en latin dicen boca de oro w
auri, este nombre Osorio va cerca dello, é dirían que era todo uno; pero yo
no lo afirmo ni lo contradigo. Fué este Alvar Pérez Osorio alto de cuerpo, feo
y mal guarnido, de poca administración é ordenanza en su hacienda. De una
dolencia que ovo de perlesía quedó tollido del medio cuerpo, ansi que no
podia andar sino sufriéndose sobre otro. Fué mucho esforzado, franco y ale-
gre; pero como dicho es, de tan poco regimiento en su casa, que menguaba
mucho su estado, ca todo su tiempo espendia en burlar é haber placer. Mu-
rio en edad de setenta ó ochenta años.

Es de lamentar se propusiera Fernán Pérez de Guz-


mán únicamente dar cabida en estas semblanzas á perso-
najes, prelados y hombres distinguidos que habían fallecido
yá cuando él las escribía, porque están hechas con tal fide-
lidad que son verdaderas fotografías animadas.
Indicamos anteriormente, que la historia toma en el
siglo xv, entre otras direcciones, la de historiar los hechos
y sucesos que hoy pudiéramos llamar monografías, y la de
extender sus relatos, consignando, á manera de crónica, la
vida de algunos personajes célebres. De las primeras se
nos ofrecen como muestra El Ssguro de Tor desillas y El
Paso Honroso de Suero de Quiñones; el primero es espejo
fiel de los escandalosos sucesos ocurridos en Castilla en

1439, y tiene la particularidad de estar escrita esa historia


monográfica por D. Pedro Fernández de Velasco, Conde de
Haro, personaje principal de aquellos sucesos. Aunque
versado el Conde en las letras y dado al estudio de las eró-
— 112 —
nicas, según testimonio de sus contemporáneos, es llano,
sencillo y por demás familiar en la historia de El Seguro
de Tordesilhis.
Hecho incomprensible, apoteosis del espíritu caballe-
resco, estudio curiosísimo de las ideas y costumbres du-
rante el reinado de D. Juan II, es El Paso Honroso de Sue-
ro de Quiñones; pues cuenta, que autorizado por don
Juan un caballero leonés llamado D. Suero de Qui-
II,

ñones, para libertarse de la promesa hecha á su dama


de llevar una cadena de oro al cuello, cita y emplaza en
abierta lid á la entrada del puente de Órbigo, á singular
combate, á cuantos caballeros concurran, aprovechando la
circunstancia de ser el puente de Órbigo, paso obligado
entonces para todos los caballeros que se dirigían en pe-
regrinación á Santiago de Galicia. Fué escrita la puntual
relación de tan extraño suceso, con gran lujo de detalles,
por el escribano Pedro Rodríguez de Lena, testigo presen-
cial de los sucesos, y cuyo mérito literario consiste en la
fidelidad con que están reproducidos.
Nobles y magnates, para esquivar el severísimo juicio
de la posteridad, ó codiciosos de fama y nombre, ambicio-
naron, emulando á los reyes, pasara su vida y hechos á la
historia, consignándolos en crónicas que reciben el nom-
bre de crónicas personales ó de personajes.
A esta clase pertenece La Crónica del Condestable
D. Alvaro de Luna, historia interesantísima, de autor anó-
nimo, valiente y panegírica defensa del ajusticiado favorito.
Este mismo amor al condestable, presta en ocasiones ener-
gía y animación al estilo, haciendo suelto y fácil el len-
guaje.
Registra la historia literaria otras dos crónicas de esta
misma clase, que son: la de D. Pedro Niño, debida á Gu-
tierre Diez Gámez, titulada por otro nombre El Victorial
de Caballeros, que no es otra cosa, que la puntual narra-
ción de los hechos realizados por el Conde, donde se hace
resaltar su valor y condiciones como caballero, compa-
rándole con los más esforzados héroes de la antigüedad.
Acredítase Gámez en esta crónica de escritor correcto y
fácil, llenando de viveza y colorido algunas descripciones,
— 113 —
siendo muy de notar, que en esta obra se emplean muchas
veces giros tomados de la lengua francesa. La otra, es la
del Condestable Miguel Lucas de Iranzo, de la que nos
ocuparemos al hablar del teatro.
En el reinado de Enrique IV, la historia, bajo la forma
de crónica real, adelantó muy poco como obra literaria, y
perdió mucho de la verdad histórica; porque las parcialida-
des y banderías aspiraron á que se consignaran los hechos
bajo el punto de vista que les era más favorable, notando
estas crónicas, la posteridad, por consiguiente, de apasio-
nadas y parciales.
Dos son las crónicas que narran los sucesos del reina-
do de Enrique IV: la que escribió su capellán y cronista
Diego Enríquez del Castillo, adicto á la persona del Rey,
exornada con arengas, reflexiones y artificios, sumamente
minuciosa y exacta, y la que del mismo reinado se atribu-
ye á Alonso de Palencia, descendiente de la famosa estirpe
de los judíos, partidario del infante D. Alonso y después de
la Reina Católica, y que no obstante su saber y virtud, sea
ó no el autor de la crónica, ésta no puede sustraerse á la
sospecha de parcial, deducida del desapasionado estudio de
la misma.
Otras muchas obras escribió Alonso de Palencia, se
gún él mismo dice; llamando la atención de la crítica la que
tituló Las Tres Décadas de nuestro Tiempo, obra histórica
que comprende los sucesos, desde 1440 á 1477, escrita en
latín y de la que debía formar parte, si es suya, la crónica
en romance del reinado de Enrique IV.
Abundan en el siglo xv las obras didácticas y morales,
entre las que enumeraremos, El Triunfo de las Donas, La
Reprobación de el Amor mundano, y otras que pasamos
en silencio, por el deseo de dar lugar á las de los escrito-
res que vivieron en Salamanca, y fueron hijos de su céle-
bre Universidad.
Es el primero Fray Lope Barrientos, natural de Medi-
na del Campo, religioso dominico, catedrático de la Uni-
versidad, confesor de D. Juan II, maestro del príncipe don
Enrique, obispo de Segcvia, Avila y Cuenca; que ha pa-
sado á la posteridad como hombre intransigente, fanático
15
— 114 —
é ignorante, por la afirmación hecha por Fernán Gómez
de Cibdarreal en su Centón Epistolario, de que sometidas
r
á su examen las obras del Marqués de V illena, las mandó
arrojar al fuego sin leerlas. Lejos de ser Fray Lope Ba-
rrientos un fanático ignorante, cual de la calumniosa afir-
mación del Bachiller, parece deducirse, aún concediendo
autenticidad histórica á las cartas de El Centón Epistola-
rio, fué, por el contrario, hombre instruido, cual puede
comprobarse por las muchas obras que escribió, por la
ciencia, recto espíritu y amplitud de miras que en ellas se
observa, no faltándole méritos para considerarle como
buen escritor. Estas obras son: El Libro de Casso et For-
tuna, Tratado del dormir et despertar et del soñar, y el de
las Especies de adevinan.as, todas escritas por mandado
del Rey.
Pasmo de los sabios del siglo xv, gloria del Colegio
Viejo de San Bartolomé y de la Universidad de Salaman-
ca, fué Alfonso de Madrigal, conocido por el Tostado, Obis-
po de Avila, varón de prodigiosa actividad, filólogo, teó-
logo, escriturario y moralista, autor de multitud de obras
escritas en latín, que le han conquistado universal reputa-
ción, y que, respecto á las escritas en castellano, aunque
con notable modestia, decía era "rudo en eloqú'encia é ca-
resciente de toda rretórica.,, merece gran consideración
como escritor en romance, siendo de lamentar no escri-
biera más obras en castellano; de estas podemos enumerar:
Las Historias de Ensebio, Los Fechos de Medea, El Trac-
tado de los Dioses, el Libro de las Paradojas, y la Suma de
Confesión.
Juan de Lucena, consejero de D. Juan II, le dedicó
un libro con el extraño título de Vita Beata, cuyo asunto
es inquirir en qué estado ó condición puede el hombre ha-
llar la según era de
felicidad sobre la tierra, resolviendo,
esperar, bueno del autor, que á nadie le es dado alcanzar
el

la dicha en este mundo. El diálogo es la forma del libro y


son sus interlocutores Juan de Mena, el Marqués de Santi-
llana y D. Alonso de Santa María; con la particularidad de
estar muy bien caracterizados dichos personajes por la

doctrina puesta en su boca, tomada, la mayor parte de las


— 115 —
veces, de sus mismas obras; sin duda por esto mereció el
aplauso de sus contemporáneos, y la crítica moderna le
perdona ciertos defectos de estilo y lenguaje.
Alfonso de la Torre, considerado como filósofo y poeta,
fué natural del obispado de Burgos; se dedicó al estudio de
las disciplinas liberales y de la teología, en la Universidad
de Salamanca, donde recibió el título de Bachiller, figuran-
do en 1437 entre los colegiales de San Bartolomé. Circuns-
tancias que se ignoran, le hicieron tomar parte en las re-
vueltas de la corte de D. Juan II y como consecuencia,
tuvo que emigrar á la corte de Navarra, en la que su ta-

lento y habilidad poética le conceden un puesto entre los


trovadores de aquella corte. Con ocasión de querer nu-
trir el entendimiento del príncipe de Yiana con toda clase

de conocimientos, su ayo D. Juan de Beamonte encomen-


dó al bachiller Alfonso de la Torre la tarea de recopilar
en una obra, cuanto pudiera ser útil á la educación científi-
ca, moral y religiosa del Príncipe. Aceptó con alguna des-
confianza tan honrosa misión, y el resultado fué, que adop-
tando la forma alegórica, muy en boga á la sazón en la
corte castellana, escribió la obra que hoy se conoce con el
título de la Visión delectable, cuadro alegórico didáctico en
el que, personificando al entendimiento, la gramática, la
retórica, la aritmética, la geometría y las virtudes, sienta
doctrinas 3* principios relativos á todas ellas, algunos de
derecho público y privado, proclamando la unidad de la
le v de las leyes y derechos. Para realizar psnsamiento de

tal naturaleza, puso á contribución todo el saber y ciencia


del siglo xv, reílejando el estado moral y social de su épo-
ca, lo cual dá valor á la obra, teniéndole bajo el punto de
vista literario, por su estilo animado y pintoresco y su len-
guaje puro y elegante.
Por primera vez concede la historia literaria un lugar
en sus páginas á una ilustre escritora, descendiente de la
familia de los Cartagenas, cuyo ejemplo emularon después
otras muchas, como ella consagradas á la vida religiosa y
al cultivo de las letras. Doña Teresa de Cartagena, que así
se llamaba esta religiosa, reci bió fuera del claustro una es-
merada educación, que acrecentó después con la medita-
— lló-
ción y recogimiento. La Arboleda de enfermos, nos dice
ellamisma, cuál fué la ocasión que la movió.á escribirla y
el finá que se dirigía, cuando dice: "seyendo apasyonda de
graves dolencias especialmente aviendo el sentido del oyr
perdido del todo: e fizo aquesta loor de Dios e espiritual
consolación suya é de todos aquellos que enfermedades pa-
decen, porque despedidos de la salud corporal levanten su
deseo en Dios, ques verdadera salut.,, Doña Teresa se sir-
vió de la forma alegórica, creyéndose transportada por un
recio torbellino á una isla desierta, aludiendo en el torbelli-
no á las pasiones, y en la arboleda de dicha isla á las sagra-
das escrituras, y á los consuelos de la religión en las flores
y frutos de los árboles, bajo cuya sombra se acoge. Así
continúa doña Teresa de Cartagena ahondando con su talen-
to reflexivo en la contemplación interna de los sentimientos,
comunicando á las frases energía y viveza, y al lenguaje na-
turalidad y sencillez, condiciones por las cuales puede con-
siderarse á la Arboleda de enfermos, como la obra mística
más superior á cuantas con tendencias místico-morales se
escribieron en la misma época. Los tesoros de erudición y

profundidad de pensamiento de la obra de D a Teresa, cau-


saron á los doctos, sus contemporáneos, cierta admira-
ción con mezcla de incredulidad, fundados en que no eran
suficientes las dotes naturales para producir en el obs-
curo recinto de un claustro obra de tal naturaleza; duda
de la que se vindicó D a Teresa escribiendo un nuevo tra-
tado con el título de Admiración de las Obras de Dios,
de mayor erudición y doctrina religiosa y profana que su
Arboleda. En el prólogo de la Admiración de las obras de
Dios, por cierto dedicado el libro á D Juana de Mendoza,
a

mujer de Gómez Manrique, D Teresa de Cartagena mués-


a

trase admirada de la extrañeza que causó á prudentes va-


rones y fembras discretas los alardes de su talento, que
ella, con verdadera modestia cristiana, atribuye á la gra-
cia divina que administró su flaco y mugeril entendi-
miento.
CAPÍTULO X

POETAS Y ESCRITORES DEL REINADO DE LOS REYES CATÓLICOS.



FRAY IÑIGO LÓPEZ DE MENDOZA. LOS URREAS. JUAN FER- —
— —
NÁNDEZ DE HEREDIA. JUAN DE PADILLA. LOS HISTORIADO-
RES ANDRÉS BERNÁLDEZ Y HERNANDO DEL PULGAR. LAS NO- —
I VELAS, EL
SIERVO LIBRE DE AMOR Y LA CÁRCEL DE AMOR.

|osacontecimientos y hechos que dan lugar cá nuevas


transformaciones durante el reinado de D. Fernando
y D Isabel, no surten sus efectos inmediatamente; las insti-
a

tuciones á que dan origen el progreso y transformación de


las ideas, costumbres y sentimientos, déjanse sentir en los
reinados posteriores. La unidad nacional, las consecuen-
cias que trae consigoel descubrimiento del nuevo mundo,

la influenciay poderío que para la nación española prepa-


ran estos hechos, no hay para qué decir tienen su verdade-
ro complemento en los reinados de Carlos V y Felipe II;
de igual manera, por lo que se refiere á la literatura, si
bien la decidida protección á las letras y el mayor apogeo
de los estudios clásicos transformarán la literatura caste-
llana, los poetas que viven durante el reinado de los Reyes
Católicos siguen afiliados alas anteriores escuelas poéti-
cas, según puede comprobarse por el estudio de sus obras.
Es grande el número de las composiciones y de los
nombres de poetas pertenecientes á todas las clases socia-
les, citados por los Cancioneros que aparecen durante la
— 118 —
monarquía de los Reyes Católicos, alcanzando una repre-
sentación numerosa los nobles y magnates de aquella
corte; entre otros muchos podemos citar: los duques de
Alba, de Medina Sidonia, del Infantado y Alburquerque;
los condes de Haro, Rivadeo, Feria y Rivagorza; los mar-
queses de Astorga y Villafranca, con otros muchos ricos
hombres caballeros y prelados que figuran en los referidos
Cancioneros, perteneciendo sus obras, por lo general, á la
escuela convencional, fútil y trovadoresca, que toma sus
asuntos de la pasión amorosa, vacía de sentimiento y de
verdad.
Entre el sin número de poetas que cita la historia, ha-
remos mención especial de Fray Iñigo López de Mendoza,
por el singular carácter de sus composiciones, en las que
alterna el elemento religioso con el satírico.
Los ilustres apellidos de este poeta inducen á creer,
perteneció á la noble estirpe que, con honra para las le-
tras y las armas, los llevaba; no obstante, carecemos de
noticias ciertas de su familia y nacimiento, sabiendo úni-
camente que fué religioso franciscano, que vivió en la cor-
te, donde fué muy distinguido y apreciado, y quizá por
esto, zaherido y vituperado por los envidiosos. Las princi-
pales producciones de Fray Iñigo son: la Vida de Nuestro
Señor Jesucristo, obra que, según indica su asunto, narra-
ba los principales hechos del Salvador del mundo, sacando
partido de la hermosa narración de las virtudes y hechos
del Redentor, contraponiéndolos á las costumbres é ideas
de su época. Escrita en variedad de metros, está enrique-
cida con himnos, romances y villancicos, llenos de soltura
y gracia.
Son notables también las obras que compuso Fray
Sermón Trabado; el Dictado en vituperio
Iñigo tituladas el
de las malas mujeres y alabanza de las buenas, y otras
muchas composiciones que figuran en el Cancionero que
lleva su nombre (1); de todas, la más notable por el inten-

(i) Este cancionero fué impreso en Toledo y Zaragoza, en 1492; contie-


ne algunas obras de otros poetas.
— 119 —
to, es la titulada Dechado de la Reina D* Isabel] propo-
níase en esta composición su autor, ensalzar las virtudes
de la reina, presentando un cuadro da los males que afli-
gieron á Castilla y de los remedios que sus heroicas virtu-
des ofrecían á D a Isabel para atajarlos.
Si la afición á la poesía era tan general entre los no-
bles castellanos, lo fué muy grande también entre los ara-
goneses, llamando la atención una familia, que llevó el tí-
tulo de los Condes de Aranda, distinguidos magnates, y
tan hábiles trovadores como Miguel de Urrea, Luis de Ixar
y sobre todos Pedro Manuel de Urrea, de quien poseemos
un cancionero publicado en 1511, monumento apreciabilísi-
mo (1). Contiene poesías de todas las escuelas, abundando
las canciones y trovas amorosas, religiosas, etc., todas es-
critas con facilidad y galanura. Sirva de comprobación á
lo'anteriormente dicho, aquella composición lamentándose
del tiempo que estuvo retraído en una aldea en la que dice:

Nunca medreys vos, Aldea,

y también quien os fundo;


¿porque tengo de estar yo
donde nadie estar desea?

Que cualquiera que me vea,


dirá estoy más retraydo
que ninguno nunca ha sido
en mi linage de Urrea.

Y aquella otra dedicada á su esposa doña María de


Sesse, tan llena de ternura y gracia, mostrando su conten-
to por su enlace, según puede colegirse por los siguientes
versos.

Lo que agradezco á Ventura


es que me dio por mujer
la hermosura y el valer
la riqueza y la cordura . -

Y el que con esto se halla

(i) Jerónimo de Urrea tradujo el Orlando y su traducción fué muy zahe-


rida porFernando de Acuña. Moratín, en los Orígenes del Teatro Español,
nos dá Boticia del arreglo que para la escena hizo en verso de la Celestina
Miguel de Urrea.
- 120 —
puede decir se libró
de la guerra
deste mundo, ques batalla;

y que Dios más bien le dio

que hay en la tierra.

Aragonés también, de menos valía que Urrea, es don


Juan Fernández de Heredia, noble muy aplaudido en la
corte por sus contemporáneos, inclinado de tal manera á
la escuela provenzal y á los asuntos eróticos, que todas
sus composiciones son amorosas, con todos los defectos
propios de dicha escuela, hiperbólica y falta de sinceridad,
según puede juzgarse por el título de algunas de sus com-
posiciones, como la denominada Maldición que fage assi
tnesmo, en la que dice, después de otras muchas maldi-
ciones:

Maldigo mas mi memoria,


que ningún punto s'olvida
d' acordarme
quál vos vi; porque esta gloria
deviera darme la vida,

y es matarme.

Cerramos esta época de la poesía con un escritor sevi-


llano perteneciente á la escuela alegórica, poeta que culti-
va el género religioso con todas las tendencias que han de
caracterizar más tarde á la escuela sevillana, en la innova-
ción del lenguaje y estilo poético, con todas las galas de la
imaginación y riqueza de fantasía propias de dicha escuela.
Juan de Padilla, conocido por El Cartujano, por haber pro-
fesado en La Cartuja de Santa María de las Cuevas, nació
en Sevilla en 14bS, y allí recibió educación literaria muy es-
merada. De su juventud tenemos composiciones profanas
inspiradas en la antigüedad clásica, y siendo ya religio-
so, para dar muestras de su piedad, escribió un poema titu-
lado Retablo de la Vida de Cristo, dividido en cuatro tablas,
ségun nos dice el autor, comprendiendo desde el nacimien-
to del Salvador hasta la resurrección y venida del Espíritu
Santo: hizo en él gala de no citar los autores profanos y es-
cribirle desprovisto de toda gala mundana; no obstante, sa-
— 121 —
có gran partido describiendo con brillante y hermoso colo-
rido los pasajes y episodios de la vida del Salvador. Pare-
ce no quedó muy contento de su obra, ó quiso mostrarse
humilde, cuando en el último cántico dice:

Pues tiene pintado nú mano mortal


este Retablo con simple color
lo que fallesr-e perdona, Señor,
pues que no basta, saber natural.

Brilla más su talento poético y su erudición en otro


poema que tituló Los Doce triunfos de los Apóstoles, imita-
ción del poema del Dante, así en el asunto como en los pa-
sajes y hasta á veces en versos enteros que traduce. .Su-
pone Juan de Padilla, que acompañado por el Apóstol de
las Gentes, San Pablo, recorre los doce signos del Zodíaco,
donde se le muestran el destino y vida de los hombres, se-
gun sus virtudes y merecimientos. Como puede compren-
derse, tal excursión se presta á la descripción de cuadros
en los que tanta facilidad mostraba Juan de Padilla, ad vir-
tiendo que no es sola la imitación del Dante la que intentó
seguir el Cartujano, sigue también muy de cerca las hue-
llas de Virgilio, cuando dice:

Yo canto las armas de los palestinos

principes doce del Omnipotente etc.

Y al describir una tempestad lo hace como Virgilio la


suya en la Eneida.
En partes diversas las ondas infladas
se quiebran, luchando los rígidos vientos;
conmoven las aguas los hondos oimientos
y con las arenas se muestran mezcladas etc.

La historia durante el reinado de los Reyes Católicos,


se cultivó con feliz éxito, siguiendo la imitación clásica an-
teriormente iniciada, y lo prueba el estudio de las obras,
laCrónica abreviada, la Genealogía de los Reyes de Fran-
cia,de Mossern Diego de Valera; el Valerio de las historias,
Batallas Campales y Compilación de las Crónicas ó Histo-
ria de España, de Diego Rodríguez de Almela; el Compen-
dio Ystorial de la Crónica de España, de Alonso de Avila, y
1G
— 122 —
otras muchas menos importantes, así generales como parti-
culares, de carácter profano y religioso.
Las crónicas reales ya con mandato expreso ó por
iniciativa particular, si bien sencillas, sin alcanzar todavía
muy apreciables por la
los altos vuelos de la historia, son
verdad y detalles, amén de la forma galana y bien dis-
puesta, que en todas ellas podremos observar, aunque las
distingan otros caracteres peculiares del autor.
Entre los escritores que se propusieron narrar los im-
portantísimos hechos del reinado de los Reyes Católicos,
encontramos al bachiller Andrés Bernáldez, familiar del
Arzobispo D. Diego de Deza y después cura de Los Pala-
cios en la diócesis de Sevilla, únicos datos que tenemos de
la vida de este escritor. Escribió la Crónica de los Reyes
Católicos, que comprende todos los hechos de su reinado, y
los nueve años posteriores á la muerte de D a Isabel la Ca-
tólica; escrita con fidelidad y sencillez, es muy apreciada
por los doctos, en razón á que el autor fué testigo de la
mayor parte de los hechos, y por la circunstancia de haber
tratado personalmente al descubridor del nuevo mundo,
Cristóbal Colón, que varias veces se hospedó en su casa,
cuando se dirigía desde Sevilla á Huelva; y es de lamentar
no fuera más explícito, así en lo referente á la persona de
Colón, como en lo relativo á los antecedentes del descubri-
miento del nuevo mundo, referidos con una sencillez y so-
briedad cual puede verse en el capítulo CXVIII que tras-
cribimos á continuación, que prueba además la exactitud
y verdad de la Crónica de Andrés Bernáldez.

En el nombre de Dios todo poderoso: Ovo un hombre de tierra de Ge-


nova, mercader de libros de estampa, que trataba en esta tierra, que llama-
ban Xpval. Colon, hombre de muy alto ingenio sin saber muchas letras, muy
diestro en el arte de la cosmographía, é del repartir del mundo; el qual sintió
por lo que en Ptolomeo leyó é por otros libros y su delgadez cómo y en
qué manera el mundo este en que nascemos é andamos, esté fijo entre la
espfera de los cielos, etc., é fizo por su ingenio un mapa mundi de esto y
estudió mucho en ello; y sintió que por cualquier parte del mar Océano an-
dando é travesando, no se podía errar tierra; y sintió por qué via se fallaría
tierra de mucho oro. Y leto de su imaginación, sabiendo que al rrey don
Juan de Portugal aplacia mucho el descubrir, él se lo fué conbidar, y recon-
— 123 -
tado el fecho de su imaginación, no le fué dado crédito, poique el rrey de
Portugal tenia muy altos y fundados marineros que no lo estimaron y pre-
sumían en el mundo no aver otros mayores descubridores queyos. Ansí que
Xpval. Colon se vino á la corte del rey D. Fernando y de la reyna D. a Isa-
bel, é les fizo relación de su imaginación: al qual tampoco dauan mucho

crédito; y él les platicó muy de cierto lo que les decía y les mostró el mapa
mundi, de manera que les puso en deseo de aquellas tierras. Y dexado á él,

llamaron ombres sabios astrólogos y estrónomos yombres del arte de la cos-

mographía, de quien se informaron; y la opinión de los más dellos, oyda la


plática de Xpval. Colon, fué que decía verdad. De manera quel rey é la
Keyna se aficionaron á él y le mandaron tres navios en Sevilla, bastecidos
para el tiemqo qué! pidió, de gentes é vituallas; é lo enviaron en el nombre
de Dios é de Nra. Sra. á descubrir. El qual partió de palos en el mes de Se-
tiembre del año de 1492.

Con el carácter de cronista real compartió la gloria


de consignar los hechos del reinado de D a Isabel, Hernan-
do del Pulgar, natural de Madrid, hombre erudito y labo-
rioso, según indica el número de obras que escribió. Aleja-
do voluntariamente de Castilla, residió mucho tiempo en
Francia, y elevada al trono Isabel I, le llamó á su lado
honrándole con los cargos de secretario, canciller y cro-
nista. De sus obras hoy conocidas, debemos hacer mención
del Comentario á las coplas de Mingo Revulgo, los Claros
Varones de Castilla, la Crónica de los Reyes Católicos, la
Relación de los Reyes moros de Granada, y sus Letras ó
Cartas; que así por el número, como por la calidad, aunque
se omitan otras de autenticidad dudosa, son suficientes para
justificar el preeminente lugar que como escritor se le con-
cede. Los Claros Varones, la Crónica y las Cartas^ basta-
rían para fundamentar el juicio de la significación é im-
portancia de tan ilustre escritor, alabado por los críticos é
historiadores nacionales y extranjeros.
Dijimos ya, que á Pérez de Guzmán había cabido la
gloria de iniciar los estudios biográficos con sus dos obras
los Ciaros Varones y las Generaciones ó Semblanzas,
y
ahora debemos añadir, eleva á gran altura los estudios
histórico-biográficos Hernando del Pulgar, escribiendo las
biografías de los personajes más ilustres, trazadas con esti-
lo firme, conciso y sentencioso, y lenguaje escogido y ele-
— 124 —
gante. Notables son las del almirante D. Fadriquc, el con-
de de Haro, Rodrigo Manrique y oíros muchos, que por su
saber y ciencia, figuran en los reinados anteriores hasta el
número de veinticuatro. Como muestra de su estilo y len-
guaje, tornamos las siguientes líneas de la biografía del
Marqués de Santillana.
Era cavallero esforzado; é ante de la fazienda, cuerdo é templado, é
puesto en ella ardid é osado; é nin su osadía era sin tiento, nin en su cordura
se mezcló jamas punto de cobardía Era hombre magnánimo, é esta su

magnanimidad le era ornamento é compostura de todas las otras virtudes

tenía una tal piedad que qualquier atribulado ó perseguido que venía á el,

tallaba muy buena defensa é consolación en su casa, pospuesto qualquier


inconveniente que por le defender se le pudiese seguir.... Este cavallero or-
denó en metros los proverbios que comienzan: Fijo mió, mucho amado, etcé-
tera, en los quales se contienen quasi todos los preceptos de filosofía moral,
ipie son nescesarios para virtuosamente vivir. Tenía grande copia de li-

bros, é dábase al estudio especialmente de la moral filosofía é de cosas pe-


regrinas é antiguas, é tenia siempre en su casa doctores é maestros, con
quienes platicaba las sciencias é lecturas que estudiaba. Fizo asimismo otros
tractados en metro é en prosa muy doctrinales, para provocar á virtudes é

refrenar vicios; y en estas cosas pasó él lo más del tiempo de su retraimien-


to, etcétera.

La Crónica de los Reyes Católicos es una obra de sin-


gular mérito; anuncia la aparición de la verdadera histo-
ria, así en el plan y método como en las condiciones litera-
rias. La exuberancia de acontecimientos ocurridos en
los
ese reinado, de que se quejaba Hernando del Pulgar, le
sugirieron la idea de exponerlos con un plan verdadera-
mente científico, dividiendo la Crónica en tres partes: com-
prende la primera, los antecedentes del reinado; la segun-
da, los ocho primeros años, que son los que tardó en
constituirse bajo sólidas bases el pensamiento de los Reyes
Católicos; y la tercera, comprensiva de cuantas empresas
y gloriosos hechos dan cima á tan floreciente reinado.
Xada falta en lo relativo al arte para colocar la Crónica,
entre los más importantes y mejores estudios históricos, y
tan solo se ha tachado de excesivamente artística y elo-
cuente, por el empleo de retratos y arengas, hechos los pri-
meros con elegancia y fuerza de pincel, y brillando las se-
— 125 —
gundas por los rasgos de verdadera elocuencia, que lejos
de ser defecto, avaloran de una manera singular este tra-
bajo, que por razón de estar escrito en época, en que ya
eran familiares los estudios clásicos, y por las condiciones
particulares de Hernando del Pulgar, tienen explicación.
Ninguna arenga es falsa ni artificiosa; habrá exceso de
elocuencia si se quiere, pero cumple á maravilla la condi-
ción artística, en relación con el personaje y la ocasión, de
sino se pronunció tal cual se trascribe, debió pronunciar-
se; sirva de ejemplo la arenga que pone en boca áv. don
Gómez Manrique, Alcaide y Alguacil mayor de Toledo,
cuando los moradores de aquella ciudad asediados por el
rey de Portugal intentan rendirse; de esta elocuente aren-
ga tomamos el siguiente párrafo:

¿Non avría alguna consideración al temor de Dios, niu vos pungeria la

vergüenza de las gentes, ó siquiera os moveriades á compasión á la tierra que


morades? ¿Podríamos saber qué es lo que quereys? ¿O quando avrán fin vuestras
rebeliones é variedades? ¿O podría ser que esta cibdad sea una é dentro de
una cerca, é non sea tantas nin mandada por tantos? c
Nou sabeys que en el

pueblo do muchos quieren mandar, ninguno quiere obedescer? Yo siem-


pre oy dezir que propio es á los reyes el mando é á los subditos la obedien-
cia; é cuando esta orden se pervierte, ni hay cibdad que dure, niu reyno que
permanezca. E vosotros non soes superiores é quereys mandar: soes inferio-
res é non sabeys obedescer. Do se sigue rebelión á los reyes, males á vuestros
veziuos, pecados á vosotros é destruc.yón común á los unos é á los otros.

Sus Letras ó Cartas en número de treinta y dos, dirigi-


das á la Reina y otros grandes personajes, son muy nota-
bles; su colector Sr. Ochoa dice: "que enseñan á conocer
los hombres más que la mayor parte de nuestras historias
juntas. Brillan en ellas una grandeza sin pompa y una cul-
tura sin afectación: desaparece el arte en fuerza de su no-
ble sencillez. No hay voces superfinas ni reflexiones inú-
tiles: la elocución es rápida y donosa; más siempre valiente,

así para decir lo bueno como lu malo.,, La siguiente, una


de las más sencillas, servirá de comprobación á lo dicho:

Para el prior del Paso

E. Señor: Si soñastes que os había de escribir una ó dos veces, é que


V. R, no me responda á ninguna, no creáis en sueños, porque los más son in-
— 126 —
ciertos. Verdaderamente jurado había in Sancto meo de no escribiros, salvo
porque la ira que me puso vuestra negligencia, me quitó vuestra bondad; y
aun porque vuestro amor me constriñe, é vuestro temor me manda que os es-
criba muchas letras, por haber sola una que me dé tanta consolación hogaño
en este destierro, como no dio vuestra visitación antaño en la dolencia. Escri-
bidme, R. Señor, si de la salud corporal estáis bien, que de la espiritual sé
cierto que no estáis mal. Vuestro Fr. Diego de Zamora vino aquí: si tan bien
libró los negocios que traía como despachó unas calenturas que le viiieron,
sé que vá bien librado. Válete

La afición á los libros de caballería ofrece en esta


época el singular fenómeno de compartir esa tendencia de
la novela con lo alegórico,, dando por resultado una espe-
cie de novelas de carácter sentimental, en la que influyen
los sentimientos alegóricos y caballerescos. A esta clase
pertenece El siervo libre de Amor, novela muy celebrada
en la corte de D. Juan II, escrita por Juan Rodríguez de
la Cámara, naturaldel Padrón, en Galicia. Fué trovador
muy apreciado; desdichas amorosas y desengaños le hicie-
ron abandonar el mundo y profesar en la Orden de San
Francisco; su libro lleno de canciones amorosas de gusto
provenzal, se divide en tres partes: tiempo en que amó y
fué correspondido; época en que amó y no fué amado; y
otra en que ni amó ni fué amado, dirigidas estas dos al li-
bre albedrío y al entendimiento.
Las mismas tendencias representa la Cárcel de Amor,
de Diego de San Pedro, poeta y aventurero, muy libre y
desenfrenado en sus juveniles años, y que arrepentido al fin,
quiso destruir el efecto, que entre sus contemporáneos cau-
só la novela con el poemita moral titulado Desprecio de la

Fortuna. La Cárcel de Amor fué libro popular y muy apre-


ciado, aunque no lo merecía, por no estar muy conforme
con la moral y por su estilo duro y lleno de antítesis. El
asunto se desarrolla bajo una ficción alegórica, figurando el
autor que en los montes de Sierra Morena, encontró á un
hombre de feroz aspecto, que conducía á un joven con una
cadena al cuello; el hombre es el deseo, y el joven Leriano,
conducido por el deseo á la cárcel del amor, donde padece
tormentos atroces; interrogado por el autor, cuenta Leria-
— 127 —
no sus amores, y enternecido aquél, promete sacarle de la
prisión, como lo consigue; y libre ya Leriano, trasládase al
lado de su amada, ejecutando y llevando á cabo una serie de
empresas y aventuras que terminan con la muerte del ena-
morado joven.
Nicolás Núñez añadió algunas páginas á esta novela,
reproducida varias veces por la imprenta en los siglos xvi
y xvii.

^éf§
^^Wqj^Spí
gYT TTTTTTT^?"TT TT ?T T TTS
, ,, m , ,

CAPÍTULO XI


EL GENERO EPISTOLAR Y LA ORATORIA. EL CENTÓN EPISTOLA-
RIO. --LAS CARTAS DE DO-VA ISABEL LA CATÓLICA. —
DIEGO DE

VALERA V GONZALO DE AVORA. ALFONSO DE VALLADOLID.
— ALONSO DE CARTAGENA. FRAY HERNANDO DE TALAYERA.

,f^^^.JL genero epistolar cuenta en los periodos anteriores,


|p||| con monumentos de gran estima, no apreciados y es-
tudiados cual se merecen, porque hasta ahora, no han sido
coleccionadas muchas de las cartas escritas en los siglos
xiii y xiv, que puede asegurarse son modelos de este géne-

ro y todas ellas importantísimas por su fondo y por su for-


ma; valga citar entre otras: las de D. Alfonso X á su primo
Alonso Pérez de Guzmán, hermosa página de la historia del
idioma castellano y modelo de estilo epistolar; las escritas
por D. Juan Manuel al Rey de Aragón, la de D. Pedro Ló-
pez de Avala, las de D. Enrique de Aragón y las de D. Al-
fonso de Cartagena, de Fernán Pérez de Guzmán y otras
muchas que permanecen inéditas, debidas á poetas, mag-
nates y prelados de los siglos referidos y del xv.
Védanos entrar en el examen de tan interesantes mo-
numentos la índole de este Compendio, pera no debemos
omitir llamar la atención acerca de una colección de ciento
- 129 —
cinco cartas que corre con el nombre de Centón epistola-
rio, Fernán Gómez de Cibdadreal, médico
atribuidas á
seg'ún se cree de D. Juan II, impresa esta colección de car-
tas por primera vez en Burgos en el año 1499, y desde en-
tonces, citada siempre con elogio por su hermosísimo len-
guaje y estilo. Las cartas son sumamente interesantes; se
dirigen á los principales personajes de la corte de don
Juan lo tanto, importantes bajo el punto de vista
II, y por
históricopara conocer aquella época. Para apreciar su
mérito literario insertamos á continuación la que lleva el
núm. 76 de la colección dirigida Al Docto Varón Juan de
Mena.

«Dos avisos ha tenido el Rey, que ambos los filosofadores, los cuentan
mal para el Condestable. Es el uno, que á su casa de Escalona dio un rayo
en lo alto é la abrasó tanto furiosamente, que la llama no la podieron amatar
en tres dias, n.as de ochocientos peones, que mas de dos mil cestos de tierra
e zaques de agua la echaron encima. E achacan al Obispo D. Gutierre de
Toledo que digera que un rayo que dio en la estatua de piedra de Julio Cesar
le agoró de cedo la muerte; é el Obispo juró al Rey muy angustiado por su
consagración, agarrada la mano á su pectoral, que jamas leyera ni oyera
esta historia. El otro caso, es de saber que el adelantado Pedro Manrique, é
su muger é dos fijas que con él estaban en la prisión, se ataron con sogas, é
se colgaron por una buchera del castillo de Fuentidueña, é se salbaron en un
lugar de D. Albaro de Stuñiga, su yerno del Adelantado. E Gómez Carrillo

que era su guarda, fué en pos del; mas no lo alcanzó, é el pobre no sabe
tornar al Rey, mas por que le convidaron de parte de los Infantes á que
fuese para ellos, é él no lo quiso facer, el Rey no está de mucho capote con
él; e el Condestable le ha mandado decir que se vaya cerca de Madrigal é se
asconda por alli fasta que el Rey allá llegue, que todo bien se acomodará.»
«El Rey tomo extremado regocijo con vuestras coplas, ca mucho se
deleita de la poesía; é le han presentado todo el desposorio del Principe en
trouas grandes, que las fizo el hermano del dotor Castillo, del consejo del
Rey. A fe que, salvo vos no se yo que haya en Castilla mejor trovador. Yo
las faré copiar, que así el Rey lo quiere, é vos las mandaré á otro recuero.
Nuestro Señor, etc.»

de esta carta, son muy notables en la colec-


Ademas
ción, las dos que dedica á la relación del desastroso fin, de
don Alvaro de Luna, calificadas por el señor Ochoa de los
más bellos trozos de elocuencia que tenemos en castellano
17
— 130 —
y que existen tal vez en lengua alguna, y la destinada á dar
noticia de la muerte del rey don Juan II que lleva el núme-
ro 10o de la colección.
En pasado se comenzó por dudar de la auten-
el siglo
ticidad de la primera edición, después se dudó de la origi-
nalidad de las cartas, y se llevó al extremo de creerlas una
falsificación hecha en el siglo xvn con determinado propó-
sito. Tomaron parte en estas investigaciones Salazar, P.

Méndez, Floranes Llaguno y don Nicolás Antonio, que dis-


cutieron la autenticidad de tan preciada colección, de cu-
yas sospechas tomaron pretexto algunos extranjeros para
negar en absoluto su valor histórico, motivando una cues-
tión crítica sumamente curiosa, en la que han tomado parte
ilustres críticos de nuestros tiempos. Los puntos principa-
les discutidos se reducen á lo siguiente: si la colección de
cartas no es auténtica, quién pudo ser su autor y móviles que
leimpulsaron á tal superchería; en qué época se hizo, y por
último, si existió la colección y solo se alteró su texto. Pé-
rez Bayer, Mayans, Quintano, Pidal, Ticknor y sus traduc-
tores, don Adolfo de Castro, Ochoa y Amador de los Ríos,
discutieron ampliamente sobre las cuestiones indicadas, ya
sospechando que pudiera ser ^falsificación de don Juan An-
tonio de la Vera y Zúñiga ó de Gil González Dávila, sin
que hayan obtenido prueba plena las diferentes opiniones;
quedando únicamente como subsistente, para nuestro obje-
tóla afirmación hecha, de que cualquiera que sea su valor
histórico, tiene como monumento literario precio muy su-
bido por los primores de estilo y lenguaje, concisión, colo-
rido y energía de la frase.
Lugar preferente merece entre los epistológrafos la
Reina Católica Da Isabel; sus grandes condiciones, su ilus-

tración, la variedad de asuntos tratados en sus cartas


los
hacen sumamente apreciable la colección de estas no publi-
cadas en su totalidad, y las que lo han sido, adulteradas y
llenas de errores. Sencillez, viveza de estilo, castizo lengua-
je yuna alma sensible, grande y generosa, que se transpa-
renta en todas sus cartas, son condiciones de las debidas
;i la Reina Católica.
Mossen Diego de Valera caballero natural de Cuenca,
— 131 —
célebre como poeta, que tomó alguna parte activa en los
principales sucesos de los reinados de D. Juan II, Enri-
que IV, y los Reyes Católicos, autor de obras históricas y
filosóficas tan notables como la Crónica abreviada de Es-
paña, la Defensa de virtuosas mujeres; Espejo de verda-
dera nobleza, Ceremonial de Príncipes, Tratado de las ar-
mas y algunas otras, se distingue como epistológrafo, por
sus cartas llenas de hidalga franqueza enérgicas y concisas
en la frase, según puede observarse en la que dirigió á
D a Isnbel I recordándole los favores que á Dios debía y los
altos deberes del reino.

Mire bien Via. Graat. Excellencia quántas gracias á Dios deve dar y en
quáu cargo le es. V esto conosciendo Vra. Alteza deue con roano ligera é

muy liberal facer mercedes é galardonar á los que Vos han lealmeute servi-
do: que non va menos contra la justicia quién non face bien á los bueuos
que quién los malos dexa siu pena: é donde non se face diferencia entre los

malos é buenos, grand coufusión se sigue: é non solamente esto se debe á

personas syngulares, mas generalmente á todas las cibdades é villas, de quien


señalados servicios recibistes.

De Hernando del Pulgar, que debiera también figurar


aquí por su herniosa colección de cartas, nos ocupamos en
otro lugar considerándole como poeta é historiador.
Las cartas hasta ahora publicadas de Gonzalo de Ayo-
ra, autorde la Historia de la rey na católica, de la Relación
de la toma de Masarquivir, De los ojicios de la casa Real
y del Epilogo de algunas cosas dignas de memoria, per-
tenecientes á la ciudad de Avila, debió nacer á fines del
reinado de Enrique IV en la ciudad de Córdoba; residió
algún tiempo en Italia, donde adquirió muchos conocimien-
tos, sirviendo después en los ejércitos reales como capitán
por recomendación del duque de Sforcia, hecha á la Reina
Católica. Sus cartas se refieren á sucesos ocurridos en Per-
piñán y Leocata, las avalora además del interés histórico
las noticias de las clases de tropas, armas y maniobras de
campaña, la ingenuidad y franqueza en el decir y la propie-
dad del lenguaje castellano. La siguiente carta, la más
breve de las hasta ahora publicadas, dará á conocer lo que
son las demás.
- 132 —
Carta XI — Al Rey nuestro señor
Muy alto y muy poderoso Príncipe, rey y señor: Loores á Dios nuestro
Señor: Leocata es ya entregada hoy lunes en siendo de día, y D. Fernando
de Toledo está dentro con mucha gente de armas y de la gineta. Los france-
ses se han dado con este partido: que con solo sus cuerpos y ropas sencillas
se fuesen libres á Francia, sin muerte ni lesión, ni más ultraje cpie ser ven-

cidos: y así dejan la villa con dos mil quinientas fanegas de fariña y más de
mil cargas de vino, y otras provisiones, y todas las armas, excepto tres es-
padas y tres petos que sacaron tres capitanes que había dentro, por partido.
Todos los otros bienes dejan asimismo.
Plegué á Dios dar muchas victorias á V. A. y á sus gentes doquier
que estovieren. Estos franceses claramente dicen que es justa cosa que
Dios los castigue, pues por sola soberbia, sin ninguna justicia, han comen-
zado estas guerras y las siguen. Nuestro» Señor Dios prospere á V. A. con
entero cumplimiento de sus sanctos deseos. Los franceses aun no son sali-

dos de Leocata el punto de agora, porque hay tancta gente á las puertas y á

la redonda, que fasta que la justicia de V. A. haya apartado la gente, no se


podría bien facer.
Del real sobre Leocata, hoy lunes, casi alas ocho horas del día 30 de
Octubre 1503.
El menor siervo y vasallo de V. A. que sus pies y manos reales besa.

G. Ayora.

No son muchos por desgracia los monumentos de la


elocuencia que han llegado hasta nosotros pertenecientes á
la oraioria; en lengua vulgar, solo á mediados del siglo \ni
encontramos un orador, que con la palabra y con ia pluma

nos dá ¡nuestras de este género. Fray Pedro Xicolás Pas-


cual, que es el orador á que nos referimos, nació en Valen-
cia en 1227, fué religioso mercenario, Obispo auxiliar de
Toledo y mas tarde titular de Jaén. Por su excesivo celo,
padeció largo cautiverio en Granada, donde murió. Para
alentar la fé de los cautivos y convertir á los musulmanes
á la ley de Cristo, escribió en castellano la Glosa del Pu-
tey Noster, la Esplicacion de los Mandamientos y del Cre-
do, la Bvibria Impuenacion de la secta de
pequenna, la
Maoniah et deffension de la Ley Evangélica de Christo,
con otras muchas en latín y valenciano, llenas de elocuen-
cia, animadas por ardiente fé, con sencillez candorosa

y llaneza de lenguaje.
— 133 —
Al lado de Fr. Pedro, debecitarse al modesto sacris-
tán de la catedral de Burgos, maestre Alfonso de Valla
al

dolid, judío converso, protegido por D


a
Blanca, hija de
Sancho IV, que le mandó trasladar del hebreo al castella-
no el Libro de las batallas de Dios y antes había escrito el
Mostrador de Justicia, libro lleno de elocuencia y fervor
cristiano, donde dá las razones que tuvo para convertirse
al cristianismo, añadiendo á estas sinceras muestras de la
verdad de su conversión el Libro de las tres Gracias, obra
en que recopila todo el dogma católico, brillando por la
fuerza y lógica de sus razonamientos, con el propósito de
convencer á los judíos para que sigan la ley de Cristo.
El ejemplo de Fr. Pedro Nicolás Pascual y Alfonso de
Yalladolid,, carecería de imitadores por el errado propósito
de los doctos de consignar en latín las obras de la elocuen-
cia, si no hubieran sido secundadas por la exclarecida Or-
den de predicadores, nacida para propagar la palabra di-
vina, secundando los fines de su fundador Santo Domingo
de Guzmán, y en la que figuraban ya como ilustres orado-
res en España Nicolás de Valladolid, Alfonso Hispano, En-
rique Pérez, Bsrnardo Armengol y otros muchos no menos
dignos como dice el Sr. Amador, "que rivalizaban en cien-
cia y vencían acaso en celo religioso á otros varones respe-
tables délas demás Ordenes religiosas,, (1). Entre todos de-
bemos citar á Fr. Jacobo de Benavente, dominico ilustre,
orador fogoso y elocuente, autor de la curiosísima obra el
Viridario ó el Vergel de la consolación, pues como dice su
autor: u en el buen uegel son falladas muchas flores é frue-
tos diversas maneras é nobles, asy serán falladas en este
libro de diversas cosas é nobles, las quales falagan et de-
leytan el ánimo del que deuota mente las quiere leer é oyr.„
Dicha obra está dividida en cinco libros y estos en setenta
y siete capítulos ó tratados. Al exponer la doctrina, ofréce-
le ocasión oportuna para llorar y reprender con gran ener-
gía los vicios y corrupción de su época.

(i) Es verdaderamente asombroso el número de oradores y escritores no-


tables que ha producido la ínclita orden de Santo Domingo, según consta
en la obra de los PP. Quetif y Echard, titulada Scriptores Ordhiis Proedica-
torum, publicada en 1721.
— 134 —
Aparece también la elocuencia sagrada en otros mu-
chos autores, y entre los más principales, se hallan Pedro
Gómez Barroso, autor del libro Conseios é Conscicros; el
Arzobispo de Sevilla Pedro Gómez de Albornoz, autor del
libro de la Justicia de la vida espiritual; elCardenal Pedro
de Luna, designado también con el nombre de Benedicto
XIII, elocuente y profundo, que antes de ser Cardenal escri-
bió el notable libro titulado Consolaciones de la vida huma-
na. Ya en este camino la elocuencia cristiana, enrique-
ce el romance con la traducción de los sermones de San
Agustín, decidiendo á los oradores sagrados á emplear ya
este lenguaje, no solo en los discursos pronunciados, si-
no en obras de más alta importancia, escritas con el propó-
sito de dar á conocer las verdades de la religión y los más
altos principios del orden moral que de ellas se derivan.
Singularísimo aprecio tendrían para la historia de la elo-
cuencia en el siglo xv, si se conservaran, los sermones pre-
dicados en Aragón y Castilla por el ilustre dominico San
Vicente Ferrer, admiración de grandes y pequeños.
Como orador sagrado y profano figura D. Alonso de
Cartagena, poeta en su juventud, á la manera cortesana,
teólogo erudito, hombre de grandes virtudes y merecimien-
tos que se le otorgaron por los reyes y magnates sin tener
en cuenta procedía de una familia de judíos conversos. Su
afición á los estudios clásicos, se demostró en la traducción
de las obras de Cicerón, de Inventione y de Senectute; en
algunas de las obras filosóficas de Séneca, á quien era muy
afecto y la Prefación de San Juan Crisóstomo, y su elo-
cuencia, en las originales el Memorial de Virtudes, escrito
primitivamente en latín, La Contemplación mezclada con
oración y sobre todo, el Oracional de Fernán Peres, obra
destinada á dicho personaje dándole sabios consejos sobre
la oración. Es muy notable este libro porque en él confié-
sase Cartagena influido como otros muchos por el amor á
los estudios de la antigüedad clásica; está dividido en cin-
cuenta y ocho capítulos y de estos, alcanzan la mayor su-
ma de saber y elocuencia, los que se refieren á las virtudes
cardinales y á la definición de la oración.
Hemos dicho que figura también como orador profano
— 135 —
en pronunciados en el Concilio Basilea, en el
los discursos
que brillaron también por su elocuencia D. Diego Gómez
de Fuensalida, Obispo de Zamora y D. Gonzalo García de
Santa María. D. Alonso de Cartagena, tan alabado y res-
petado, pronunció una creación en latín, traída después al
castellano, con el título de la Proposición de la prehemi-
nencia del rey de Castilla sobre el rey de Inglaterra. Las
conclusiones de dicho discurso muestran la sabiduría, y el
artificio con que el Arzobispo demostró la preferencia en
lugar y en voto que debía tener Castilla sobre Inglaterra,
están reducidas á cinco: I a La casa real de Castilla es más
noble que la de Inglaterra: 2 a La silla real de Castilla, assi
contando del primero rescevimiento é comienzo, como de
la generación é recepción de la ffee muy más antigua es:

3 a La corona real de Castilla mas alta es que la de Ingla-


terra: 4 a El trono real de Castilla en la Iglesia Universal
mas bienfechos fue et es: 5 a El muy católico rey de Casti-
lla deve ser con mayor ahondamiento de honor por la Uni-
versal Iglesia.
Siguieron como oradores sagrados á los anteriormente
referidos durante el siglo xv, el maestro Pedro Martín, Fray

Lope Hernández, Alonso de San Cristóbal, Fr. Alonso


de Espina, Obispo de Coria, D. Francisco de Toledo,
el

Fray Alonso de Oropesa y Juan González del Castillo, cuya


elocuencia tiene cierto atildamiento en las formas no muy
conformes con la sencillez y verdad de la doctrina, lo que
dio por resultado se considerase ya en los últimos años de
los reinados de los Reyes Católicos, indigna la lengua cas-
tellana para los asuntos elevados y la elocuencia sagrada,
escribiéndose las obras didácticas de carácter religioso y
los discursos sagrados en latín, hasta el extremo de consi-
derarse como una excepción la obra del dominico Fray
Andrés de Miranda, escrita en castellano, titulada Tratado
de la heregía. A pesar de esto, podemos apreciar el valor
de la elocuencia sagrada en Castilla, estudiando los ser-
mones y obras de Fray Hernando de Tala vera, confesor de
la Reina Católica, monge Gerónimo, primer Arzobispo de
Granada y gloria de la Universidad de Salamanca, donde
fué discípulo y maestro. De su vida y hechos tenemos que
— 136 —
hacer caso omiso (1), pero no del juicio que merecen sus
sermones, ni de su elocuencia, llanos y nutridos de doctri-
na aquellos, sencilla, clara, insinuante, decisiva } dulce- r

mente imperiosa ésta, y tiene además de estos méritos


el singular de haber servido de maestro y ejemplo para
que los oradores del siglo xvi, entre otros muchos Fr. Luís
de Granada, escribieran en lengua vulgar sus oraciones sa-
gradas. De sus obras debemos mencionar el tratadito diri-
gido á la condesa de Benavente desenvolviendo el pensa-
miento del modo cómo se ha de ocupar una Señora cada
día, para pasarle con provecho y del curiosísimo Tratado
y del comer.
del vestir, del calsar
Xo debemos tampoco pasar en silencio sus esfuerzos
en pro de la difusión del evangelio, valiéndose de tan inge-
niosos medios, como la creación de cantos populares y la
de espectáculos ó representaciones compuestos en lengua
vulgar, haciendo recíproca la cultura con la creación de
escuelas de lengua árabe para los sacerdotes, y de lengua
castellana para los moriscos y judíos, lo cual le atrajo la
persecución y muchos disgustos. Con justicia dice el señor
Amador de los Rios, que fué Hernando de Talavera, duran-
te lasegunda mitad del siglo xv, la más alta gloria de la
elocuencia sagrada. Si de ésta, como de sus obras, los lí-
mites de un compendio no permiten darlas á conocer, ofre-
cemos á continuación un párrafo de una carta dirigida á la
Reina con ocasión de la incorporación á la monarquía de
los condados de Rosellón y Cerdeña, modelo del género
epistolar, con rasgos de elocuencia y primores de estilo.

(i) Además de las preciosas noticias que sobre estas obras da el señor
Amador de los Ríos en el t. 7* pág. 355 Y siguientes de su Historia crítica
de la literatura Española tenemos á la vista la Vida del Venerable D. Fray
Hernando de Talavera, etc., publicada en Madrid en 18S6 por el Presbítero
D. Pedro de Alcántara Suárez, obrita muy digna de consultarse por los cu-
riosos datosque contiene. Así produce el retrato de Fray Hernando, «cuando
empezó á predicar era orador afluente, sin afectación, oportuno y sublime en
los pensamientos, erudito en todas las ciencias eclesiásticas, dulce y suave
persuadiendo la virtud, vehemente y eficaz impugnando el vicio: uniéndose
á tan bellas dotes su voz clara y sonora, y su semblante, aunque joven, ma-
gestcoso, apacible y grave.» En el cap. XXII, pág. 253 inserta la arenga diri-
gida á sus familiares cuando fueron presos; y en la 319 la Glosa sobre el Ave
María.
— 137 -
VI. — Fr. Hernando de Talavera ala Reina Católica

1 1 Jhs. Serenísima señora nuestra: Mucha razón tiene vuestra alteza de


se gozar, y de querer que todos vuestros subditos y naturales nos gocemos
desta restitución de vuestros condados, hecha con tanta liberalidad y con
tanta demostración de excelente virtud y muy buena voluntad; porque no so-
lamente se gana en ello aquel señorío, grande ó pequeño, mas gánase mu-
cho saneamiento de vuestro honor y reputación, que no es dubda que no tu-

viese á esta causa alguna quiebra ó assedamiento. Excúsase la guerra, que,

por justa qu-e sea, especialmente contra cristianos, tiene daños sin cuento;
quedaes libres para dotar vuestros reinos de complido regimiento, o para
ganar otros al Rey y Señor de todos los reinos, que pierde, á manera de ha-
blar, todo lo que le ofende, y gana todo lo que le sirve, y quiere que lo uno
y lo otro venga por manos de hombres, malos lo primero, y lo segundo de
buenos. Refírmanse vuestras amistades y alianzas con el amigo viejo, que se-

gún el consejo de la Sagrada Escriptura, no se ha de trocar por el nuevo, la

cual cosa es de mucho precio, y de las mayores ó la mayor en las que son de
fuera de nos porque no diga exteriores, aunque mas propiamente se cuenta
entre las buenas que son en nos, pues la amistad ó es virtud, ó efecto y com-
pañera della; lo cual se entiende y verifica de buena y que es entre los
la

buenos. Gánase más, y lo que á mi ver no es en menos de tener, que aquel


tan poderoso rey, seyendo en edad tan tiernos haya hecho obra tan heroica y
de virtud tan señalada, que debe dar esperanza que andando adelante crece-
rá la virtud y el bien obrar con el seso y con la edad. Gánase mas, si yo bien
lo adevino, el cordón de tres hilos que pienso que se tejerá del debdo con
el Rey de romanos por tres maneras, que no puede ser mayor ni más prove-
choso en todas maneras de provecho; y gánase que resultará dende paz al
amigo yaliado y mucha tranquilidad, y por consiguiente á toda la cristian-
dad. Son tantos y tales los beneficios y bienes que resultan desta restitu-
ción, que pienso que yerra mi torpe pluma en ponerlas nombre ni cuento,

mayormente para quien lo siente todo muy mucho mejor sin comparación.
Así con mucha razón es de haber gozo y alegría, de dar ó hacer muchas gra-
tias á nuestro Señor, dador de todos los bienes, de cuya poderosa mano es

venido este tan grande y tan honrado, que El confirme y lleve edelante.
Amen
X[3<5> g ^o .. o^ '/S><g><? ^e «•» 0„ c/g><g><i ^Q 2^jjl2>.E"H
Si

CAPÍTULO XII

EL TEATRO.— VESTIGIOS DE LA INFLUENCIA PAGANA EX LAS RE-


PRESEXTACÍOXES DRAMÁTICAS DURANTE LA EDAD MEDIA.

DIÁLOGO EXTRE EL AMOR Y UX VIEJO, COPLAS DE MINGO RE-

VULGO. LA CELESTINA Ó TRAGI-COMEDIA DE CALIXTO Y ME-

LIBEA.— JUAN DE LA ENCINA. LUCAS FERNÁNDEZ. GIL VI- —
CENTE.

pjjjfix el ciclo literario que venimos estudiando, se elabo-

yilllj ran lenta, pero progresivamente, los fundamentos de


nuestro riquísimo teatro nacional, sin que, en cada uno de
los periodos que llevamos estudiados, aparezcan con carác-
ter definido y concreto esos antecedentes del arte dramá-
tico, por cuya razón hemos creído conveniente agruparlos
todos en el presente capítulo, dando fin con esto al estudio
del primer cielo de nuestra historia literaria.
La España, sujeta por largo tiempo á la dominación ro-
mana, debió participar de todas las ideas, supersticiones y
creencias de aquel gran pueblo que, al imponerla sus leyes
é instituciones, hacía esfuerzos inauditos por asimilarse á
los vencidos; y es verosímil que las costumbres y gustos, si-
guieran el mismo camino que siguió aquella civilización,
de modo que, viciadas las costumbres, reflejándose estas de
manera más palpable en las representaciones, debieron lie
gar á un grado de procaz perversión y cinismo que, con
justicia, apenas se propagó la, idea cristiana por el imperio,
— 139 —
los Santos Padres, los obispos y la iglesia reunida en con-
cilios, anatematizaron dichos espectáculos, y prohibieron á
los cristianos tomar parte y asistir á ellos, porque el liber-
tinaje y desenfreno de las danzas, juegos y representacio-
nes heredados de los gentiles, se avenían mal con la pureza
de la doctrina y costumbres de los cristianos. La íe arraigó
en nuestro pueblo bien pronto, y con ella la mudanza de las
costumbres, aunque no tan pronto y radicalmente que no
conservaran algo de las exterioridades paganas; para ex-
tirpar esos gérmenes de paganismo, en lo referente al tea-
tro, el concilio de Iliberis, advierte á los cristianos no tomen
parte en las comedias y pantomimas frecuentes, á juzgar
por la prohibición, en aquellos tiempos. La iglesia con su
sabiduría, comprendió que las representaciones son una ne-
cesidad de nuestra naturaleza que tiende á lo plástico, y
por lo tanto, trató de dar nueva dirección á esa tendencia,
extirpando primero los gérmenes de paganismo, y convir-
tiéndola después en medio de propaganda y educación del
pueblo, que por las circunstancias especiales de la Edad
Media, careciendo de otros medios de enseñanza, eran muy
á propósito para avivar la fé y trasmitir las verdades de la
religión. De aquí nacieron las representaciones dentro de
los templos, autorizadas por la liturgia unas, y otras por la
piedad: así se explica la aparición en toda la Europa cató-
lica de las representaciones sagradas de que son muestra
las obras de Aldo, Smaragdo y de la monja Roswita (1), y
en España los Diálogos de Pedro Compostelano y el poe-
ma de los Reyes Magos, ya mencionado. El trascurso del
tiempo, como sucede siempre en todo lo humano, trajo el
abuso, convirtiendo lo que fué objeto de piedad, devoción
y útil enseñanza, en irreverencia, desenfreno y chocarrería,
obligando á los concilios á dictar nuevas prohibiciones,
reglamentando las que existían, haciéndose eco de sus dis-

(I) Vivió eu el siglo x; se dudó por algún tiempu de la real existencia


de esta escritora alemana; escribió varias obras en latín, poemas y dramas
en exámetros. El erudito alemán D. Juan Fastenrath, publicó en la Ilustra-
ción Española y Americana, un artículo dando noticia de todas las obras de
esta poetisa alemana, en el suplemento al núm. XXV, correspondiente al
mes de Julio del año de 1879, P¿g- 22 «
— 140 —
posiciones D. Alfonso X, en su inmortal Código de Las Par-
tidas, prohibiendo á los clérigos en la I, tit. VI, ley XXXTV,
tomen parte en los espectáculos profanos y aconsejando no
se hagan en las iglesias. En la misma ley hace D. Alfon-
so la distinción entre los juegos de escarnio y la repre-
sentación de los misterios, condenando aquellos y recomen-
dando el uso de estos, para excitar la fé y la piedad de los
cristianos, lo cualprueba la existencia de ambas clases de
espectáculos, quizá representados alternativamente en el
mismo templo, en los claustros de las catedrales ó en sitios
próximos. La prohibición, sin embargo, no surtió efecto,
continuaron los abusos, porque no es de creer que en 134S,
fecha de la promulgación de las Partidas, se dieran como
subsistentes las leyes, que se refieren á los juegos de es-
carnio y otros espectáculos, y lo prueba más todavía la
insistencia con que los concilios nacionales y provinciales
los censuran.
De todo esto se deduce, que el teatro durante la Edad
Media, existe con dos marcadas tendencias: la popular que
dá más tarde origen al teatro profano, y la religiosa con los
autos ó misterios, que llega hasta nuestros días. De aquí
que el teatro nacional presente desde sus orígenes hasta en
la época de su mayor apogeo, esa mezcla de lo religioso y
profano que fué el origen del elemento dramático, separa-
do y con vida independiente en Francia é Inglaterra, y en
harmonioso conjunto, en manos de nuestros grandes dra-
máticos, desde Lope de Vega á Calderón.
Con estos antecedentes podremos comprender cual
fué el desarrollo que adquirieron los juegos, danzas y es-
pectáculos cuando muchos de ellos, obteniendo el favor
del vulgo en aldeas y ciudades, los empleó para dar brillo
y alegría á sus fiestas y regocijos. Las fiestas de los luga-
res, los acontecimientos locales y nacionales, y en cuantas
ocasiones era preciso mostrar la satisfacción y alegría de
las masas, tenían lugar esas fiestas tradicionales, de carác-
ter plástico y representativo, que no han podido destruir
en muchos de ellos, el cambio radical de ideas y costumbres
de nuestros tiempos. Solemnizaban también los aconteci-
mientos faustos, la nobleza en sus castillos, con espectá-
— 141 —
culos, danzas y otras representaciones de que nos hacen
cumplida descripción la Crónica de D. Alvaro de Luna y la
del Condestable Iranzo (1), únicos vestigios que encontra-
mos de esa afición constante mostrada por nobles y plebe-
yos á las representaciones con más ó menos carácter dra-
mático. Los antecedentes de la forma dramática hay que
buscarlos en la poesía erudita bajo la forma alegórica, y
aunque se quiera llegar más allá, citando la Disputación
cutre el alma y el cuerpo y otros tan marcadamente dramá-
ticos como La Dansa general de la Muerte y La Comedida
de IJonsa,r\.o tienen un valor histórico tan decisivo para la
poesía dramática como el Diálogo entre el amor y un Vie-
jo y las Coplas de Mingo Revulgo.
El Diálogo entre el Amor y un Viejo, si no fué obra re-
presentada, tenía todos los caracteres de fondo y forma
propios de la poesía dramática. Se atribuye esta obra á
Rodrigo de Cota, llamado el Viejo. Mejor que nosotros pu-
diéramos hacerlo, nos dá noticia del Diálogo cutre el
Amor y un Viejo, Moratín, en sus Orígenes del Teatro, que
copiamos á continuación:

DIÁLOGO
(Obra de Rodrigo Cota, á manera de diálogo entre el Amor y un
Viejo, que escarmentado de él, muy retraído se figura en una huerta seca y
destruida, do la casa del placer derribada se muestra, cerrada la puerta en
una pobrecilla choza metido, al que súbitamente parescio el amor con sus

ministros, y aquel humildemente procediendo, y el Viejo en áspera manera


replicando, van discurriendo por su tabla, hasta que el Viejo del Amor fué

convencido )

Amor. — En tu habla representas

(i) La Crónica del Condestable Iranzo, es de autor incierto, si bien se


atribuye á Juan de Olid, ó á Diego de Gámez; narra la vida de uno de los
improvisados proceres de la corte de Enrique IV, y ofrece el particular inte-
rés de darnos á conocer la vida interior y las costumbres del siglo XV. Com-
prende los hechos de Miguel Lucas de Tranzo, desde 1458 hasta I47l,en
que termina la narración. Durante la permanencia del condestable en Jaén,
describe elautor de la crónica con lujo de pormenores, las fiestas, los tor-
neos, las danzas, representaciones y espectáculos con que quiso deslumhrar á
la nobleza por su fausto y á las muchedumbres con sus dádivas y largueza.
— 142 —
Que no me has bien conoscido.
Viejo. — Si, que no tengo en olvido
Como hieres y atormentas.
Amor. — Escucha, padre, Señor
Que por mal trocaré bienes
Por ultrajes y desdenes
Quiero darte grande honor:
A ti, que estás mas dispuesto
Para me contradecir;
Asi tengo presupuesto
De sofrir tu duro gesto,
Porque sufras mi servir.

Viejo.- Habla ya. di tus razones,

Di tus enconados quejos,


Pero dimelos de lejos.

El aire no me inficiones;

Que según sé de tus nueva-,


Si te llegas cerca mi,
Tú farás tan dulces prueban
Que el ultraje que ahora llevas
Ese ¿lleve vo de ti.

Las Coplas de Mingo Revulgo, verdadera égloga satí-


rica, porque no es en realidad otra cosa el diálogo entre
los dos pastores, Gil de Arribato, aludiendo á la nobleza,
y Mingo Revulgo, representando al pueblo, llena de alu-
siones á sucesos del reinado de Enrique IV, salpicados con
amarga sátira, se aproxima mucho á las églogas destina-
das después para la representación. Lo intencionado del
diálogo y su facilidad, hacen muy apreciable esta obra,
que por su mérito se atribuye sin fundamento cierto á Juan
de Mena, á Rodrigo Cota y Hernando del Pulgar.
Todos estos antecedentesdel Teatro, no tienen la
vida amplia ytrascendental del arte dramático; para
encontrarla, es preciso llegar á la Celestina, nombre con
que generalmente se conoce á la Tragicomedia de Calixto
y Melibea, que no solo por el título de tragicomedia merece
colocarse al frente de los monumentos que preludian el de-
sarrollo de nuestro teatro con el carácter profano, sino por-
— 143 —
que bajo el doble aspecto de novela y obra dramática, apa-
recen en ella cuantos elementos deben figurar en la con-
cepción artística de lo dramático, así por su fondo como
por su forma. La división en actos, no quiere decir que los
veinte y uno de que consta, se destinaran á la representa-
ción; quizá nunca entró en la menté de su autor destinarla
al teatro, si bien otros escritores extractando su argumen-
to y poniéndola en verso, la llevaron á la escena.
Tiénese por autor de esta obra á Rodrigo Cota que es-
cribió el primer acto y á Fernando de Rojas autor de los
veinte restantes.
Cervantes ya nos hizo su elogio cuando nos dijo:

libro diví

Si ocultara mas lo huma

porque efectivamente,, salvando la parte moral, es obra per-


fectísima, así por la concepción del asunto, plan y desarro-
llo de los caracteres, como por las admirables condiciones

de estilo y lenguaje. Su argumento se reduce á la violenta


pasión de Calixto, caballero, mozo, rico y liberal, por Meli-
bea, doncella principal y muy honesta, que le rechaza. Para
vencer su resistencia acude Calixto por consejo de su criado
Sempronio, á una vieja llamada Celestina, dedicada á servir
de tercera en los amoríos difíciles. Vence efectivamente la
vieja Celestina la voluntad de Melibea, valiéndose de miles
de astucias, y, como se había estipulado un premio para
llegar á este resultado, al hacer su reparto entre los criados
de Calixto y los parciales de Celestina, se promueve una
disputa, quedando muerta la Celestina; para vengarla, sus
parciales determinan sorprender á Calixto en casa de Me-
libea y darle muerte, como así lo ejecutan, y al saber la
noticia Melibea, se arroja desde lo alto de uno de los torreo-
nes de su casa.
Sobre su mérito, autores á quienes se atribuye, y las
razones que tuvo Fernando de Rojas para continuar este
asunto, trascribimos á continuación lo que él mismo nos
dice en la carta que precede á la Celestina, al ser ésta pu-
blicada por el mismo Rojas en la primera edición, que sa-
— 144 —
lióá luz en Medina del Campo en 1499, con el título ya ci-

tado de Celestina, tragi-comedia de Calixto y Melibea (1).

Y como mirase su primor, su sotil artificio, su fuerte y claro metal, su


modo y manera de labor, su estilo elegante, jamás en nuestra lengua caste-
llana visto ni oido, leílo tres ó cuatro veces, y tantas cuantas mas lo leia,
tanta mas necesidad me ponía de leerlo y tanto mos me agradaba, y en su
proceso nuevas sentencias sentía. Vi no solo ser dulce en su principal histo-
ria, ó lición toda junta; pero aun de algunas sus particularidades salían de-
leitables sentencias de filosofía, de otros agradables donaires, de otros avisos

y consejos contra lisonjeros y malos sirvientes, y falsas mujeres hechiceras.


Vi que no tenía su firma del autor, el cual, según algunos dicen, fué Juan
de Mena, y según otros, Rodrigo Cota; pero quien quier que fuese, es digno
de recordable memoria por la sotil invención, por la gran copia de senten-
cias enjeridas, que so color de donaires tiene. ¡Gran filósofo era! Y pues él

con temor de detratores y nocibles lenguas, mas aparejadas á reprehender


que ha saber inventar, quiso celar y encobrir su nombre, no me culpéis, si

en el fin bajo que le pongo no expresare el mío, mayormente que siendo ju-
rista yo, aunque obra discreta, es ajena de mi facultad; y quien lo supiese

diria. que no por recreación de mi principal estudio (del cual yo mas me


precio, como es la verdad) lo ficiese; antes distraído de los derechos, en esta
nueva labor mentremetiese. Pero aunque no acierten, sería pago de mi osa-
día. Asimismo pensarían que no quince dias de unas vacaciones, mientra mis
socios en sus tierras, en acabarlo me detuviese, como es lo cierto; pero aun
mas tiempo y menos acepto

Después de lo que nos dice Fernando de Rojas, solo


debemos añadir que la acción se coloca en Salamanca (2).
Notable es la descripción de la casa de Celestina; cuan-
do Calixto interroga á Parmeno sobre las condiciones de la
Celestina y este le dice:

Señor, iba á la plaza y traíala de comer y acompañábala y suplía en


aquellos menesteres á que mi tierna fuerza bastaba. Pero de aquel poco tiem-

(i)Fernando de Rojas, bachiller de Salamanca, según él mismo se titu-


la, nació en la Puebla de Moutalbán, provincia de Toledo, sin que se sepa
fijamente el año; hizo la carrera de leyes en Salamanca y en esta ciudad
ejerció la abogacía, desempeñando el oficio de Alcalde Mayor: pasó después
á Talavera de la Reina, donde vivió y murió.
(2) La tradición viene constantemente trasmitiendo que la casa en que
vivió Melibea, estaba situada entre la puerta de San Pablo y la puerta del rio;
en aquel trozo de muralla se conservan efectivamente restos de un torreón; la
de la Celestina se cree situada entre las casas próximas al rio ea el sitio aún
denominado Peña Celestina,
— 145 —
po que la serví, recogí á la nueva memoria lo que la vieja no ha podido qui-
tar. Tiene esta buena dueña al cabo de la ciudad, allá cerca de las tenerías,

en la cuesta del rio, una casa apartada, medio caida, poco compuesta y menos
abastada.

Ademásde esta pequeña muestra de su lenguaje y es-


tilo, insertamos á continuación algo que refleje la anima-
ción del diálogo. En el final del acto primero, cuando Ca-
lixto entrega á Celestina una buena recompensa para que
le ayude, sus criados se admiran y dicen:

¿Qué le dio, Sempronio:


SEMPRONIO
Cien monedas de oro.

Ili, hi, hi.

SEMPRONIO
¿Habló contigo la vieja?

Calla; que si.

SEMPRONIO
Pues ¿como estamos?
PARMENO
Como quisieres, aunque esto espantado.

SEMPRONIO
Pues calla, que yo te haré espantar dos tanto.

PARMENO
¡Oh Dios! No hay pestilencia más eficaz que el enemigo de casa para
empescer.

Si realmente el acto primero no era de Rojas, en los


restantes los caracteres y el diálogo no decaen en sus
manos.
El éxito de esta obra fué grandísimo; apenas conocida,
surgen en la literatura multitud de imitaciones, sirviendo

de modelo y ejerciendo gran influencia en las produccio-


nes dramáticas y novelescas en los siglos xvi y xvu, si
bien no fué superada por sus imitadores.
Todos los historiadores consideran como fundador del
teatro español á Juan de la Encina ó del Encina, natural
- 146 —
de Salamanca (1), poeta distinguido, según puede juzgarse
por su Cancionero y por su Arte de trovar; maestro de mú-
sica de León X, versado en las letras clásicas y propaga-
dor infatigable de las formas vulgares de la poesía. Sus
obras dramáticas pueden reducirse á tres grupos: asuntos
sagrados, farsas de amor, églogas de actualidad y asuntos
jocosos. De los asuntos sagrados, tenemos las églogas de
la Natividad, la de la Pasión y la de la Resurrección del
Salvador, escritas con facilidad y sencillez, jugando un pa-
pel muy secundario la ficción; el diálogo es animado y
suelto. En la de la Pasión, que introduce á la Verónica re-
señando los crueles sufrimientos de Jesús, dice:

(i) Nació en 1468, sin que con certeza se haya podido averiguar si fué
en Salamanca ó en la Encina; hijo de padres pobres, se dedicó al estudio,
sobresaliendo por su aplicación é ingenio, otorgándole su protección D. Fa-
drique de Toledo, Duque de Alba y otros magnates de la corte; fué según
se cree habilísimo en la música, llegando en Roma á desempeñar el cargo que
indicamos. Todas sus obras aparecieron coleccionadas en un Cancionero pu-
blicado en Salamanca en 1490, reimpreso en Zaragoza en 1516. Como
poeta lírico al modo y en el sentido que puede darse este título á los poetas
de aquel siglo, pertenece á la escuela didáctico-alegórica siendo sus obras
principales: Arte de poesía Castellana, Triunfo de Amor, El Testamento de
Amores, la Confesión de Amor ó la Junta de Amores, el Triunfo de la Fama
y Glorias de Castilla que es la mas importante, por ser un poema histórico
enalteciendo los hechos y principales sucesos del reinado de los Reyes Cató-
licos. Para adquirir mayores datos véase á Amador de los Rios, t. 7 II parte.
,

Capítulo XIX, pág. 247 y Cap. XXIÍ, pág. 483 de la Historia de literatura
Española, para su estudio como autor dramático á Moratín, Orígenes del Tea.
tro Español. A. F. Schack, Historia de la literatura y del arte dramático en
España, t. I o de la edición de la Colección de escritores Castellanos, traduc-
ción por don Eduardo Mier, y en el Teatro Español del siglo XVI por don
Manuel Cañete.
No es creíble que fuera Encina el primero que escribió para el teatro, pe-
ro así lo dice Roxas en su Viaje entretenido en la Loa de la Comedia.
Juan de la Encina el primero
Aquél insigne poeta
Que tanto bien empezó,
De quien tenemos tres églogas.
Que él mismo representó
Al almirante y duquesa
De Castilla y de Infantado,
Que estas fueron ¡as primeras.

Y nuestra sospecha á pesar de la anterior afirmación, adquirió mayor fir-


meza desde que leímos la serie de artículos publicados por D. Aureliano
Fernández Guerra y Orbe, en la Revista Hispano-Americana donde se dá
noticia de un drama español de asunto histórico publicado en 1524.
— 147 —
Su cara abofeteada
escupido todo el gesto,

y de espinas por denuesto


su cabeza coronada.

Contestando, uno de los ermitaños que figuran también


en esta égloga:

Pues que por salvar la gente


padeció tantas pasiones,
sientan nuestros corazones
lo que por nosotros siente.

De las profanas se cita con elogio la de las Carnesto-


lendas, reducida á que cuatro pastores celebran un banque-
te despidiéndose de los placeres. Otra égloga de amores
muy notable, es la de los pastores que se hicieron cortesa-
nos; en ella hay que notar la introducción del gracioso y el
empleo de la música y el baile (1). La égloga Fileno y Zam-
bardo es trágica y ofrece la particularidad de estar escrita
en versos de arte mayor. Todas terminan con un villan-
cico quizá, cantado por los mismos autores que la repre-
sentaban.
A continuación, para que pueda juzgarse de la forma y
disposición de las obras de Juan de la Encina, insertamos
parte de égloga destinada á celebrar las paces con Car-
la

los YIÍI, Rey


de Francia, representada ante los duques en
su palacio de Alba.

ÉGLOGA
Representada en la noche postrera de carnal (que dicen de antruejo ó
carnestolendas), adonde se introducen cuatro pastores llamados Beneito é
Bras, Pcdruelo é Lloriente; é primero Beneito entro en la sala, donde el du-
que é duquesa ectaban, e comienzo mucho á dolerse e acuitarse, por que se
sonaba que el duque su señor se había de partir á la guerra de Francia, élue-

(i) Según el Sr. Cañete por testimonio del erudito Sr. Barbieri, puede
también considerarse á Juan de la Encina como creador de la Zarzuela. A
muchas de sus obras dramáticas las añadió trozos de música y canto, alter-
nando con la recitación.
- 148 —
go tras él entró el que llamaban liras, preguntándole la causa de su dolor, é
después llamaron á Pedruelo, el cual les dio nuevas de paz, é en fin vino Llo-
riente, que les ayudó á cantar.)

Pedruelo. — Mié fé, dicen que estará,


Si á Dios praz.
Ya Castilla é Francia en paz,
Que ninguna guerra habrá.
Ben'EIto. —¿No habrá guerra? di, mozuelo,
Di Pedruelo.
Pedruelo. — No, que Dios anda en medio,
E él quiere enviar remedio
Desde el cielo,

No tengas ningún recelo,


Toma, toma gran consuelo
Que te prega.
Bf.neito. — Yo te mando una borrega
De las que andan al majuelo;
Pues me das nueva tan buena.
Por estrena,
Te la mando, si no mientes.
Pedruelo. — Dícenlo todas las gentes;

Ya se suena,

Toda la villa está llena.


Beneito. — Hasme dado buena cena;
Buenos ramos
Habremos con nuestro?, amos,
Si Dios las paces ordena.
Pedruelo. — Yo lo doy por ordenado,
Dios loado.

Te rmina esta éa'looa con el siguiente

VILLANCICO
Roguemos á Dios por paz,
Pues que de él solo se espera,
Que es la paz verdadera.
El que vino desde el cielo

A ser la paz en la tierra,

El quiera ser desta guerra


Nuestra paz en este suelo
— 144 —
El nos di paz é consuelo,
Pues que del solo se espera,

Que es la paz verdadera.


Mucha paz nos quiera dar
El que á los cielos da gloria
El nos quiera dar vitoria
Si es forzado guerrear,
Mas si se puede escusar,
Dénos paz muy placentera,
Que es la paz verdadera
Si guerras forzadas son,
El nos de tanta gancia,
Que á la flor de lis de Francia.
La venza nuestro León;
Mas por justa petición
Pidámosle paz entera,
Que es la paz verdadera.

Auto, llamó Juan de la Encina, á una pieza jocosa con


escasa acción é interés, por referirse únicamente á las bur-
las hechas por los estudiantes á dos pastores que vienen á
vender su hacienda á la plaza de Salamanca. Dicho auto es
el del Repelón, y su lenguaje es grosero cual correspondía
á los que en él toman parte. Son muy de notar ciertos mo-
dismos propios de la provincia, entonces como ahora, usa-
dos por los habitantes de Salamanca, así que dice uno de
los interlocutores llamado

JOHAN

Qué stabamos nel mercado


Na aquella praza denantes
Un rebaño de studiantes
Nos hizon un mal recado.

y contesta el otro pastor llamado


PIERNICURTO
¿Y á mí ño me repeloreri^

JOHAN
¿Así, hizonté, no sé qué?

Giros y frases que abundan en el Auto del Repelón,


muy propias y comunes entre el vulgo en la actualidad.
— 150 —
Para terminar lo relativo á Juan de la Encina, mencio-
namos su obra dramática titulada Plácida y Vitoriano,
elogiada por Valdés en el Diálogo de las Lenguas, escrita
en Roma y prohibida por la inquisición.

Sin quitar á Juan de la Encina el mérito de ser el pri-


mero de los escritores ¡que dieron vida al teatro, bien pue-
de asegurarse se escribieron al mismo tiempo otras mu-
chas obras dramáticas, si es que no antes, y sobre todo
después, que no han llegado hasta nosotros; y así como se
creía que en el siglo xv no había existido otro escritor dra-
mático que Juan de la Encina, y que fueron muy pocos los
que siguieron sus pasos en el siglo xvi, afirmación desmen-
tida por la labor infatigable de diligentes críticos, que han
enriquecido el catálogo de obras y autores del siglo xv y
primeros del xvi, donde aparecen los nombres de Lucas
Fernández, Micael de Carvajal, Jaime Ferruz, Alonso de
Torres y Francisco de las Cuevas (1), de igual modo debie-
ron existir al mismo tiempo en otras regiones de España,
obras de igual carácter, desconocidas para nosotros.
Dignos de figurar en la historia literaria, son los nom-
bres y las obras anónimas con que hoy se ha enriquecido
el caudal literario; en la imposibilidad de hablar de todos,

solo mencionaremos á Lucas Fernández, discípulo y con-


temporáneo de Encina y salmantino como él.
Nada sabemos de la vida y condición social de este
escritor; únicamente que era natural de Salamanca, por-
que así se dice al frente de la edición de sus obras, publi-
cada en 1514 (2). Escribió Diálogos para cantar, Farsas ó
cuasi comedias, Églogas y Autos, reimpresos varias veces,

(i) Pueden adquirirse uoticiaá sobre estos escritores, y preciosos datos


que ilustran la historia del teatro español, en el prólogo á las farsas y églo-
gas de Lucas Fernández en la edición hecha por la Academia Española en
1867 y en el Teatro Español del siglo XVI, publicado en 1SS5, en la Colec-
ción de Escritores Castellanos; ambos trabajos escritos por D. Manuel Cañete.
(2) En la obra anteriormente citada, E! Teatro en el siglo xvi. hay una
adicción al estudio relativo á Lucas Fernández, donde según una nota del se-
ñor Barbieri, Lucas Fernández era catedrático de música en la Universidad
de Salamanca en el año 1538, y fué uno de los comisionados para la reforma
délos estatutos de dicha Universidad publicados en 14 de Octubre de aquel
mismo año; según asegura el Sr. Barbieri, ha visto dichos estatutos.
- 131 —
indicio del aprecio con que fueron estas obras recibidas.
Lo merecía, en verdad, el poeta salmantino por la varonil
energía y el espíritu profundamente cristiano de sus dra-
mas religiosos, la soltura conque manejaba la versificación
en octosílabos, y el singular esmero en caracterizar los
personajes, hasta el punto de distinguirse el culto del in-
culto, y modismos, frases y pronunciación de unos per-
los
sonajes de las de los otros, según era su procedencia.
En la imposibilidad de dar cumplida cuenta de las
obras dramáticas de Lucas Fernández, trasladamos los si-
guientes trozos, para que pueda juzgarse de su mérito. En
la JFaysa ó cuasi comedia como él la intitula, introduce dos
pastores, un soldado y una pastora, y está reducida su ac-
ción á los amores de uno de los pastores por la pastora que
es requerida de amores al mismo tiempo por el soldado,
terminando con el matrimonio del desdeñado amante, mer-
ced á la intervención de sus amigos. Disputando sobre la
excelencia y beneficios de la milicia, dice:

PASCUAL
Sois milanera y langosta
Por las tierras donde vais

¡Mía fe! todo lo dejais


agostado á poca costa.

SOLDADO
Ciego, lleno de malicia,
la justicia

nosotros la sostenemos.

rASCUAL
jMia fe! en vuestra codicia
y avaricia
la confundeis, según vemos.

En el Auto de la Pasión, obra de las más notables de


Lucas Fernández, figuran como interlo2utores San Pedro,
San Dionisio, San Mateo, Jeremías y las tres Marías. San
Dionisio, admirado de la soledad en que quedó Jesucristo
en el Calvario, dics:
¿Q' es de los reyes indianos
que vinieron á adorarte?
— 152 -
¿Donde están tus cortesanos,

que la fuerza de sus manos


no socorren á ayudarte?

SAN TEDRO

Entre los fieros aleones


muere '] águila caudal,
viéndole aquellas legiones
y naciones
desde el coro angelical

SAN MATEO

Como leona parida


sobre los sus embrios brama,
asi la madre afligida
con ansia más que ctecida,
por su Hijo y Dios reclama.
Por la sangre rastreando
iba aquella reina santa,

muy dulcemente llorando


y entonando,
el canto qu' el cisne canta.

Más adelante, refiriendo los tormentos del Salvador,


la escena tiernísima del descendimiento y el dolor de la
Virgen al contemplar á su Hijo, dicen María Cleofás y la
Magdalena.
MARÍA CLEOFÁS
De rato en rato besaba
su helada boca fria;

pies y manos no olvidaba;


suspiraba y desmayaba
y con El se amortecía,
sus ojos en El cebando,
no se hartando de lo ver

y cien mil gemidos dando


y llorando
sin cesar ni fenescer.

MAGDALENA
¡Cuan desconsoladas fuimos
mezquina entre las mezquinas
— 153 —
cuando quitarle quisimos
la corona, y no podimos
arrancarle las espinas!
Y aunque en el casco atoradas
poco á poco las sacamos;
y sus carnes delicadas,
desvenadas
llorando aromatizamos.

Confundidos en su origen el teatro castellano y el por-


tugués, influido éste por aquel ocupa un lugar distinguido
entre los cultivadores del teatro en el siglo xv, Gil Vicente.
Nació en la segunda mitad del siglo xv, sin que haya podi-
do fijarse con exactitud el año, ni tampoco, si fué Guima-
rens, Barcellos ó Lisboa el lugar donde nació; era de fami-
lia distinguida y siguió la carrera del foro que abandonó

por el estudio de las letras y culto de las musas. Su prime-


ra obra dramática se representó ante la corte de Portugal
para celebrar el natalicio del infante, que después se llamó
Juan III, el 6 de Junio de 1502. Al morir hacia el año 1536,
heredó su hijo Luís el renombre de su padre, prestando un
servicio á las letras con la publicación de las obras de éste
en 1562. Están divididas estas. obras en Obras de Devoción,
Comedias, Tragicomedias y Farcas.
El mayor elogio de su mérito es que Erasmo de Botter-
dan aprendió el portugués solo por conocer sus obras. Se
tienen como las más notables entre las de Devoción, el Au-
to de la Sibila Casatidra, el Auto da. Feyra, el Auto da Al-
ma; de las Comedias, El Viudo, el Amadis de Gaula, y
de las Farcas, la del Clérigo da Veira y la Farca dos Fí-
sicos. Están escritas en castellano la que celebró el natali-
cio de Juan III, seis autos pastoriles y en todas la poesía es
natural, viva y animada, caracterizando muy bien las ideas
y los sentimientos de los personajes, con el único defecto
de mezclar algunas veces lo profano con lo religioso. Se
cree que el éxito alcanzado por sus obras así castellanas co-
mo las escritas en portugués debió llevarlas á la escena no
solo en Portugal, sino también en Castilla.
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Ciclo II.
— Primer Periodo

CAPÍTULO I

EL RENACIMIENTO.— LA IMPRENTA EN ESPAÑA.— ANTECEDENTES


DF. LOS ESTUDIOS CLÁSICOS. ANTONIO DE NEBRIJA. ARIAS — —

BARBOSA. PEDRO .MÁRTIR DE ANGLEUÍA. LUCIO MARINEO —
SÍCULO. —
DESARROLLO DE LOS ESTUDIOS CLÁSICOS Y SU IM-
PORTANCIA. EN NUESTRAS UNIVERSIDADES.

3 raria, distinguido y caracterizado por acontecimien-


tos en el orden político, civil, religioso, científico y artísti-
co,que señalan nuevos aspectos á la vida social é intelec-
cada uno por sí para el nuevo
tual de los pueblos, bastantes
orden y vida artística que distinguen á los siglos xv y xvi
de los anteriores.
Prolija tarea y fuera de propósito, sería el reseñar aquí
las consecuencias de la destrucción del imperio griego ó
bizantino, la formación de estados poderosos y grandes mo-
narquías, al par que la muerte del Feudalismo y la influen-
cia que en el orden político de Europa, adquieren las repú-
blicas y estados independientes de la Italia y otros muchos
acontecimientos políticos, de tanta importancia y trascen-
dencia, que tienen lugar en el mundo, al mismo tiempo que
— 155 -
en España se llegaba á la unidad nacional y á la nueva
transformación de sus ideas sociales y políticas. Ni sería
tampoco oportuno hablar de las instituciones religiosas,
origen después de las modificaciones en la disciplina de la
Iglesia católica, ni pertinente ponderar los efectos que en el
orden científico produce el descubrimiento de la pólvora,
de la brújula, de la pintura al óleo y el del Nuevo Mundo;
ni de las aficiones despertadas entre los doctos á los estu-
dios de la antigüedad clásica, dando nueva vida á sus idio-
mas y literaturas. Hechos son estos que con razón los his-
toriadores consideran dignos de marcar edad nueva y rum-
bos distintos á la humanidad, señalando pasos de avance
en la lenta y progresiva marcha que sigue al través de los
siglos el verdadero progreso.
Recíprocas las influencias que tantos y tan trascenden-
tales acontecimientos causan, tócale á España una parte no
pequeña en ese edificio del progreso humano; la piedra an-
gular de los cimientos de ese edificio corresponde á nuestra
patria; y no de otro modo pudo fundamentarse, que mer-
ced á la transformación que sufrieron los pueblos bárbaros,
convirtiéndose los visigodos al llegar á la península, en el
pueblo más culto de la Edad Media, y más tarde, cuando el
pueblo agareno amenazaba destruir toda la civilización oc-
cidental, resistió su empuje, deteniendo su marcha, hacién-
dole gastar sus fuerzas y modificando sus instintos en una
lucha tan esforzada y heroica que dura ocho siglos, y se
continúa después por espacio de algún tiempo; con la
particularidad que al pisar nuestro suelo, de raza nómada
y destructora, transforma sus instintos y crea bajo sus pro-
pios caracteres, una civilización y cultura riquísima é im-
portante. Por otra parte, á España y á Castilla se debe el
descubrimiento de las dilatadas regiones de la América,
descubrimiento cuyos efectos no se han agotado por com-
pleto todavía, y que está llamado á influir de una manera
decisiva en los destinos futuros de la humanidad.
Si todos esos hechos en general, de una manera me-
diata sirven para dar nueva faz á la Europa en el siglo xvi;
concretándonos á España, influyen inmediatamente en
nuestra literatura: la unidad política, como consecuencia,
— 156 —
la unidad religiosa y los organismos creados por los Reyes
Católicos para el régimen municipal,, la administración de
justicia, el régimen económico, la protección y auxilio á
los estudios y Universidades, y finalmente, el descubri-
miento del Nuevo Mundo.
De todo lo dicho debemos prescindir, para ocuparnos
de la imprenta, descubrimiento de un alcance é importan-
cia universales, que aseguró el porvenir intelectual de las
generaciones, haciendo imposible en lo sucesivo la barba-
rie, y que abriendo nueva era á las literaturas, llevó su in-
íluencia á las más dilatadas y distintas regiones, difundien-
do saber y cultura entre todas las clases, que serán más
el

ilustradas, á medida que con mayor facilidad se trasmitan


los frutos de la inteligencia por medio de la imprenta.
Tuvo lugar
este prodigioso invento, según opinión ge-
neral hacia año 1440, en la ciudad de Maguncia, por Juan
el

Gutenberg (1) y bien pronto se difundió por toda Europa,


apresurándose las principales naciones á sacar partido de
un instrumento tan poderoso de civilización y cultura. Ro-
ma, Venecia, París, Amberes y otras muchas ciudades, han
hecho célebres sus nombres y el de los impresores é im-
prentas que en ellas se establecieron, tocando gran parte
de sus primeros ensayos á los estudios bíblicos y luego á la
reproducción de las más preciadas joyas de la antigüedad
clásica, salvadas por este medio de la adulteración de sus
textos y de su pérdida.
Las condiciones de nuestra patria eran en el siglo xv
muy apropósico para dar apoyo, á los que movidos por
el lucro, trajeron á ella el invento de Gutenberg, y aunque

no está muy en claro la fecha del establecimiento de la Im-


prenta en España, ni están de acuerdo los historiadores so-
bre cuál fué la primera población de la Península que tuvo
la gloriade albergarla en su seno, es evidente, correspon-
de á una de nuestras ciudades del litoral, bien sea Valen-
cia ó Barcelona, desde el año 1452 (sin comprobante al-

(i) Véase para todo lo referente al descubrimiento de la Imprenta, nues-


tros Apuntes de Literatura Genera/, pág. 14, y la Ilustración C, pág. 363 de
los mismos.
— 157 -
gimo), o ya con dato cierto, en 1468, fecha de la publica-
ción de un Tratado Gramatical, de Bartolomé Mates, im-
preso en Barcelona por Juan Cherlin. Siguieron bien pron-
to, con mayor rapidez que la que podía esperarse, dadas
de comunicaciones, los muchos gastos é incon-
la dificultad
venientes con que luchaban los extranjeros propagadores
de la imprenta, las ciudades de Valencia que tuvo impren-
ta y libros impresos desde 1474; Zaragoza, 1475; Sevilla,
1476; Lérida, 1479; Salamanca, 1480 (1); Zamora, 1482; Ge-
rona, 1483; Burgos, 1485; alcanzando y propagándose desde
esta última fecha á todas las ciudades de España (2).
Demuestra la ligera enumeración de las imprentas es-
tablecidas en España, la predilección otorgada por los
hombres doctos á medio de propaganda literaria, sal-
este
vándose por este motivo de un olvido seguro obras de to-
das clases, que contribuyeron á desarrollar la afición y el
gusto de los españoles, llevando además, nuestro idioma y
literatura al Nuevo Mundo; y hubieran sido mayores y más

(i) Es una coincidencia notable que por un error palpable seguí de-
muestra el P. Méndez, en su Tipografía Española, fuera eu Salamanca don-
de se imprimió un libro de fecha tan antigua como la de 1401, según se lee
hnpresum Sahnantice per loañnem alemanum de Silgesfat. Auno salutis
M.cccc. j. die vero xxij novembris, no fué, según demuestra el autor citado
en ese año, sino en el de 1501 por haber omitido una c; citamos esto por
pura curiosidad, pues por lo demás, Salamanca fué la cuarta de las ciudades
que contó con imprenta, que la tenía ya en 1480, aunque hasta 1481 no
aparecieron terminadas las introducciones latinas de Nebrija, primera obra
conocida hoy de las impresas en el siglo XV en Salamanca. Después fué muy
grande el número de imprentas é impresores establecidos en Salamanca. Con
el origen de la imprenta y su propagación por Europa, consúltense nuestros
Apuntes de Literatura general. En lo relativo á la imprenta en España, Ti-
pografía Española é Historia de la Introducción, Propagación y Progresos del
Arte de la imprenta en España, etc., por Fray Francisco Méndez, publicada
en Madrid en 1796 y reimpresa con adiciones por D. Francisco Hidalgo,
Madrid 1861. En esta obra se dan curiosas noticias sobre la imprenta y los
impresores de Salamanca, en las páginas 1 13, 297 y 359, además pueden
verse la Memoria Anuario de la Universidad, correspondiente al curso de
1862 á 1863, la Memoria Histórica de la Universidad de Salamanca, por don
Alejandro Vidal y Diaz y la Historia de Salamanca por D. Manuel \ i-
llar y Macías, impresas en Salamanca en 18Ó9 y 18S7.

(2) Ya indicamos las obras que pueden consultarse en lo relativo al des-


cubrimiento de la imprenta, y en la parte que hace referencia á España, de-
bemos añadir la publicada en Madrid el año 1865 por don Raimundo Ca-
ballero, en latín y castellano, titulada Breve examen acerca del arte tipográ-
fico en España.
— 158 -
transcendentales las consecuencias del establecimiento de
la imprenta en España, dados los poderosos gérmenes de
cultura y las favorables circunstancias en que se encontra-
ba, según ya indicamos, si las aficiones á los estudios clá-
sicos,no hubieran absorbido una gran suma de fuerzas y
actividad intelectual, robadas por esta causa al cultivo de
la literatura patria.En los siglos xv y xvi, las lenguas lati-
na y griega cautivan la atención de los doctos, y sus lite-
raturas son estudiadas con servil esmero por nuestros hu-
manistas y poetas, aficiones y tendencias que serían muy
del caso aquilatar, averiguando si tamañas aficiones perju-
dicaron á la espontánea y genuina inspiración castellana,
porque sin negar la savia poderosa que el clasicismo llevó
al árbol de las ciencias y las letras (1), los moldes en que
quiso encerrarse la inspiración, no encajaban bien con
nuestro genio y carácter, que brilla rico de sentimiento y
vida en el poema del Cid, en los Romances, más tarde en
el Teatro de Lope; obras en donde está el verdadero genio

nacional, con las ideas y sentimientos que le son propios;


existiendo un abismo entre la estrecha y pobre inspiración
de las creaciones épicas, fundidas en los moldes clásicos,
que aparecen durante los siglos xvi y xvn; y lo mismo po-
dríamos decir de otras manifestaciones literarias, sin ex-
cluir las pertenecientes al teatro, cuando quiere seguir en
este siglo, como en los posteriores, los modelos y preceptos
de la antigüedad.
Antes de entrar en el estudio de lo que corresponde á
los clásicos en nuestro país, bueno será apuntar la idea de
que el Renacimiento, dando á esta palabra el valor de "la
relación entre la antigüedad y las nuevas sociedades., no
comienza en el siglo xv, ni siquiera en el xm, que para en-
contrar su filiación histórica, es preciso ir mucho más allá,
que la relación entre la antigüedad y las sociedades nue-

(i) D. Francisco Fernández y González, en unos Estudios sofríe ¡a His-


toria de ¡as Universidades Españolas, publicados en el Boletín-Revista de la
Universidad de Madrid, enumera en el consagrado á estudiar la Influencia de
los Humanistas Españoles, los muchos seivicios que prestó á la ciencia mo-
derna el estudio de los clásicos.
- 159 —
vas, es ley que se cumple durante tocia la Edad Media, que
no cesa un momento, aun en las de mayor confusión y
trastorno, realizándose de distinto modo, según son distin-
tos los conocimientos de los pueblos y su civilización, de
modo, que no hay una época de completa incomunicación
entre la civilización antigua, pues mientras el estruendo
délos combates parecía acallar toda voz civilizadora, con-
sagraban su existencia los monjes á conservar el rico te-
soro de esas literaturas, y S. Isidoro deposita en arca pre-
ciosa todo el saber, relacionando lo antiguo con lo nuevo,
sirviendo para esa misteriosa vida de las ideas humanas
que ni se interrumpe, ni se extingue (1).
España reflejó esa lenta aproximación a lo clásico ya
en el siglo xm, si bien sus especiales circunstancias no dan
carácter propio á los estudios clásicos hasta D. Pedro Ló-
pez de Ayala, llegando á su apogeo, con Juan de Mena
y el Marqués de Villena, entrando en el concierto general
de las aficiones clásicas y el estudio de el latín, desde el
año 1434, en cuya fecha Alonso de Cartagena y otros hom-
bres ilustres, representantes de España en el Concilio de
Basilea, tuvieron ocasión de apreciar cuan largo camino
habían recorrido las aficiones clásicas en la afortunada Ita-
lia. Castilla y Aragón rivalizan en el estudio de los clási-

cos, otorgando su protección á cuantos se dedicaban á di-


cho estudio (2).
Tan copiosa semilla dio sazonados y abundantes frutos
en el reinado de D. Fernando y D a Isabel, que á su protec-
ción oficial, á las letras, supieron unir el más decisivo me-
dio de propaganda, con su personal ejemplo, estudiando
con verdadero amor la lengua latina, estableciendo en su

(i) Trató esta materia con la profundidad y abundante erudición mi


docto maestro D. Francisco de Paula Canalejas en su estudio La Tradición
Greco-Latina en las Literaturas de la Edad-Media publicado en el núm. 19
del Boletín Revista de la Universidad de Madrid, correspondiente al 10 de
Julio 1870.
(2) D. Francisco Fernández y González en sus estudios sobre las Univer-
sidades Españolas., y D. Vicente de la Fuente en la Historia de las Universi-
dades, dan preciosas noticias acerca de este asunto. Y respecto al griego, mi
amigo y compañero D. Julián Apraiz en sus Apuntes para una historia de
los estudios helénicos en España, Madrid, 1876.
— 160 —
palacio una academia á la que concurrían ellos y sus ser-
vidores con la nobleza, y confiando la educación de su hijo
el príncipe D. Juan, á un hombre de erudición y doctrina,
perito en los estudios clásicos cual lo era el religioso domi-
nico Fray Diego de Deza. Nobles y plebeyos estimulados
por este ejemplo, ya para halagar á los reyes, ó por satis-
facer sus propias aficiones, se dieron al estudio de las len-
guas latina y griega, hasta el extremo de imponerse la ne-
cesidad de buscar maestros fuera de España y establecer
estas enseñanzas en las universidades.
Faltaba solo un hombre que ordenada y científicamente
facilitara los medios de adquirir el conocimiento del latín,
antes por muy difícil camino conseguido, y este fué el
maestro Antonio Martínez de Jarana, conocido vulgarmen-
te por Nebrija ó de Lebrija. Nació este insigne humanista
en Lebrija, provincia de Cádiz, en el año 1444-; hijo de pa-
dres de modesta posición y con grandes aficiones al saber,
después de estudios muy elementales en Sevilla, á los ca-
torce años marchó á Salamanca, oyendo entre otros céle-
bres maestros de aquella escuela á Pedro de Osma. Más
tarde obtuvo una beca en el Colegio de San Clemente, en
Bolonia, regresando terminados sus estudios á España, y
encargándose de la educación como preceptor, del sobrino
del Cardenal Fonseca, Arzobispo de Sevilla; después volvió
nuevamente á Salamanca, donde desempeñó varias cáte-
dras como interino, publicando Las Instituciones de Gra-
mática Latina, un Vocabulario ó Diccionario, una Gramá-
tica comparada de Latín y Castellano, un Arte de la len-
gua castellana, primera gramática de nuestro idioma.
Llamado por Cisneros para regentar cátedras en la Uni-
versidad de Alcalá, perfeccionó las obras anteriores y pu-
blicó además las Reglas de Ortografía de la lengua caste-
llana, y la obra latina Rerum á Fernando ct Elisabc ges-
tarum decades duoc (1), con otra multitud de obras en latín

(l) Es muy interesante cuanto se refiere á Nebrija, por ser realmente


el fundador del estudio de la lengua latina en España; se ocupan de Nebri-
ja casi todas las obras de literatura y la ya citada Memoria de la Universi-
dad de Salamanca del Sr. Vidal y Diaz, y con multitud de recientes datos
el Estudio crítico Biográfico del maestro Elio Antonio de Nebrija, inserto
— 161 —
que se extendieron, según dice el Sr. Menéndez y Pelayo, á
todas las partes de la antigua Filología.
Si en la lengua latina tanto se distinguió Nebrija, co-
rrespondiéndole el título de "verdadero organizador de es-
tos estudios,,, igual puesto le corresponde, por lo que se re-
liere á la lengua y literatura griegas, al portugués Arias
Barbosa, muy versado en dichos conocimientos. Nació en
Aveiro, en el vecino reino; estudió en Salamanca y fué á
Italia á perfeccionar sus estudios, adquiriendo estrecha
amistad con Angelo Policiano y otros célebres clasicistas.
Al volver á España, desempeñó en Salamanca las cátedras
de lengua Griega y Retórica, ejerciendo saludable influencia
en los estudios clásicos. Entre sus obras más notables,
escritas todas en latín é impresas en Salamanca, se hallan el
tratado De Prosodia Relcctio sen de Re Poética, y una co-
lección de obras poéticas con el título De Epigyammatitm
sen Opernm Poeticarnm.
El Conde de Tendilla, que tan inmensos servicios pres-
tó á la monarquía, vinculó espléndidamente, al nombre ya
glorioso de sus apellidos López de Mendoza, célebres en
los fastos de las letras castellanas, la protección á los estu-
dios clásicos, trayendo consigo de Italia, al terminar su em-
bajada en Roma, á Pedro Mártir de Angleria ó Anchiera.
Nació este sabio filólogo y humanista en la ciudad de Aro-
na, en 1455; y murió en Granada en 152b. Presentado por
el Conde de Tendilla á los Reyes Católicos, fué muy pro-
tegido por estos monarcas, secundando su pensamiento de

en el elogio del cardenal Jiménez de Cisneros, debido á la docta pluma de


nuestro amigo D. Hemeterio Suaña.
En los Apuntes biográficos que preceden á la colección de poetas lí-
ricos de los siglos xvi y xvn formada por D Adolfo de Castro, tomo 42 de
la B. de AA. Españoles, al ocuparse de los referentes á Francisco Trillo y
l'igueroa se cita un pasaje de las notas al Panegírico Natalicio, y en él esta
afirmación, que llamó mucho nuestra atención: «Nuestro grande Alonso de
Falencia, primero ornato de b.ienas letras en España», en el Diccionario que
escribió mucho antes que le ti isladase por suyo (como otras obras agenas^l el
maestro Antonio de Nebrija, y que imprimió en Sevilla el año 149S. De ser
cierto, mucho pierde en originalidad el pensamiento de Nebrija y quizá tam-
bién no tenga otro mérito que la copia, salvando del olvido la obra de Pa-
lencia.También es muy curioso que cuantas veces se nombra á Nebrija en el

Diálogo de las lenguas, es para rebajar su mérito y desautorizarle.


21
— 162 —
difundir entre los nobles las letras clásicas, consiguiéndolo
Pedro Mártir, y de ello estaba muy satisfecho y orgulloso,
según é! mismo nos dice, en una de sus cartas, al contar
entre sus discípulos á D. Alfonso de Aragón, D. Juan de
Portugal, el Duque de Villahermosa, príncipes de sangre
real; y á los magnates, los condes de Cifuentes y Ureña,
los marqueses de Mondejar y Yélez, D. Alvaro de Silva,
D. Pedro Girón, etc., solicitado además, por los principales
centros de enseñanza, dándola oficialmente en Valladolid y
Zaragoza. Sus obras, todas escritas en latín, son: De Le-
gatione Babylonica Libri Tres, De Rebi/s Occeanisis el
Orbe Novo Decades: De Insulis nuper Inventis et De Trico-
larum Movibus, y Optis Epistolarum.
Otro noble, D. Fadrique Enríquez, trajo desde Sicilia á
Castilla en 1484, al sabio humanista é historiógrafo Lucio
Marineo. Nació en Bidino, en la isla de Sicilia, en 1460, y por
esta razón se le conoce también, con el nombre de Sícuio.
Contaha veinticuatro años cuando vino á Castilla, y en tan
corta edad, poseía ya conocimientos profundos en las len-
guas y literaturas griegas y latinas, hasta el punto que la
Universidad de Salamanca, le concedió la cátedra de Retóri-
ca y Poética, que no consistía, como ahora, en la enseñan-
za de los preceptos literarios, sino que además, envolvía la
obligación de dar á conocer y comentar las obras en sus res-
pectivos idiomas, de lo-, autores de la antigüedad clásica.
Desempeñó dicha cátedra desde 1485 á 14%, que cesó, por
haber sido nombrado capellán real de don Fernando el ca-
tólico, cargo que continuó desempeñando hasta 1533, fecha
de su muerte. Alcanzó gran crédito como humanista y tuvo
excelentes discípulos, durante et tiempo que se dedicó á la
enseñanza. Sus obras principales escritas en latín son: las
Poesías, dirigidas al Príncipe D. Juan; una serie de epísto-
las que titula familiares, acompañadas de discursos y ver-
sos; De Primis Aragonis Regibits, obra traducida después
por Juan de Molina, con el título de Crónica de Aragón, y
Opns de Rebits Hispani(e mirabilibus, también vertida al
castellano con el título De las cosas memorables de Espa-
ña, y finalmente, el Sumario de la clarísima vida y heroi-
cos hechos de los católicos Reyes D. Fernando y DA Isabel.
— 163 —
Con tan excelentes fundamentos, nobles y plebeyos,
ricos y pobres, centros superiores de enseñanza, ciudades
y aldeas, en todo? y en todas partes, se despertaron aficio-
nes y se establecieron escuelas de Gramática y Retórica
para aprender las lenguas latina y griega, y explicar los
más famosos textos de los poetas antiguos. Inusitado afán y
movimiento que hubiera sido provechoso para la cultura, si
más tarde no degenerara en abuso y por consecuencia ló-
gica, causando males sin cuento 1 1 .

La Universidad de Salamanca, protegida por los Reyes


Católicos, tuvo que sostener la rivalidad con otras Univer-
sidades que mermaron en algo sus privilegios, durante el
siglo xvi y xvii. En particular Alcalá, la hizo verdadera
competencia, porque reconstituida por el Cardenal Cisne-
ros, tenía todos los bríos propios de las instituciones nue-
vas, acometiendo empresas tan gigantescas como la Biblia
Políglota, halagando á los maestros y discípulos, y fomen-
tando en el Colegio Trilingüe, las enseñanzas de las len-
guas griega, latina y hebrea. Salamanca, á pesar déla im-
portancia adquirida por su rival Alcalá, y en riesgo de per-

fil") D. Vicente de la Fuente eu el tomo 2", cap. 78, de su Historia de las


Universidades, Colegios y demás establecimientos de enseñanza en España,
nos dice que llegaron á establecerse hasta cuatro mil estudios de Gra-
mática, además de las treinta y dos Universidades, en donde se daba la en-
señanza de los idiomas griego y latino, á principios del siglo xvii. V cita á
este efecto algunas palabras de Fernando Xavarrete, quejándose de tan ex-
cesivo número, que producía males sin cuento y copia el siguiente párrafo
de una petición dirigida por los diputados del reino, en que estos dicen: «Las
"comodidades de las escuelas de Gramática son las que convidan á que mu-
«chas personas se apliquen á comenzar sus estudios á fin de eximirse con
y ellos de los cuidados y trabajos que tuvieron
y profesaron sus padres; sien-
do muchos los que, ó por falta de hacienda, ó mengua de talento, se que-
rían en solos los principios de Gramática y con ellos tienen ánimo de as-
opirar al sacerdocio. Y algunos que no pueden llegar á conseguir las ór-
•ulenes se quedan en estado de vagamundos, unos á título de estudiantes y
v otros fingiéndose sacerdotes, y de este género de gente se ven en la Repú-
blica graves y enormes delitos, debiéndoseles prohibir el que pudiesen
.mendigar sin licencia de sus Rectores como por las leyes del Reino está
¿ordenado.» En otra parte el mismo Xavarrete se lamenta de la laxitud de
los exámenes, de la facilidad con que seglares y eclesiásticos en casas parti-
culares y sn estudios públicos se dedicaban á la enseñanza, bien es verdad
que Xavarrete lamentaba estos males, como dice muy bien el Sr, La Fuente.
con relación á la enseñanza privada y doméstica que hoy pudiéramos llamar
libre, clamores que no afectaban á la enseñanza oficial, según veremos.
— 164 —
der la heguemonía cientílica que durante siglos anteriores

había ejercido, puesto que no solo Alcalá, sino también Za-


ragoza, Valladolid y sobre todo Valencia y Sevilla, trata-
ban de emular sus glorias; á pesar de esto, tuvo durante el
siglo xvi dentro de sus aulas á los hombres más distingui-
dos por su saber y alcurnia, y alcanzó en los estudios clá-
sicos renombre envidiable, figurando entre la pléyade in-
mensa de los que cultivaron las lenguas á un Fernán Xú-
ñez de Guzmán, conocido por el Pinciano ó Comendador
griego, catedrático de Retórica y lengua griega, primero
en Alcalá y después en Salamanca, hasta su muerte; al
maestro León de Castro, enemigo de Fray Luís de León y
maestro del Brócense (1 á Juan Basco, autor de la Cro-
;

nici rerum memorabilium Hispanice; á Fernán Pérez de


Oliva, del que hablaremos en otro lugar, traductor de
obras dramáticas de autores griegos y latinos; y sobre to-
dos, y con este nombre basta para llenar las páginas de la
historia de la Universidad de Salamanca, á Francisco .Sán-
chez de las Brozas, conocido por el Brócense, catedrático
de Retórica y Griego, autor de la famosa obra destinada á
fundamentar el estudio de las lenguas, intitulada Miner-
va, y de las no menos útiles y admiradas, Granimatiae
Grecce Compendium, y el Organnm Dialecticum el Retlio-
ricum, De Autoribus Inlerprctandis, con otras muchas,
incluso algunas poesías originales escritas en latín. En
castellano publicó, Las Anotaciones á las obras de Juan
de Mena y á las de Garcilaso de la Vega, La Doctrina del
estoico filosofo Epicteto, y otras menos importantes (2). Al

(i) Fué muy célebre el Maestro León de Castro en la Universidad de


Salamanca, no solo por la parte activa que tomó en el proceso contra Fray
Luís de León, sino porque su genio y carácter, le llevaron á intervenir en
las principales cuestiones suscitadas entonces en Salamanca. D. Vicente de
la Fuente publicó en el año 1860 la Biografía de León de Castro, excelente
trabajo inserto en el tomo 7 del Catalogus librorum del Marqués de Morante.
(2) Ni las obras, ni las poesías del Brócense que escribió en latín y grie-
go, están suficientemente estudiadas; esperan un español que dé á conocer su
mérito. Hasta en las bibliotecas españolas es muy rara la edición completa
de sus obras; la de Salamanca carece de todas á excepción de la Minerva.
Las mejores ediciones completas de todas las obras son: la de Leipzig de
1S04, y la que publicó Mayans. en Genova, en 1766. Algunas de sus poesías
inéditas y la Biografía del Maestro Sánchez de las Brozas, se hallan en el
tomo 5? del Catalogus librorum, del Marqués de Morante ya citado.
— 165 —
mismo tiempo florecía Fray Luís de León, príncipe de
nuestros poetas líricos y excelente humanista, Juan Fer-
nández de Velasco, conde de Haro, defensor del Brócense
en la polémica literaria con Herrera, y otros muchos de me-
nor importancia, continuadores de la tradición clásica en
Salamanca, perpetuada hasta nuestros días con la creación
del Colegio Trilingüe (1).

(i) A imitación del de Alcalá, trató el Claustro en 1539 de fundar un


Colegio con el mismo título, que por dificultades que no son ahora del caso,
no se llegó á establecer definitivamente hasta I554-!
p^rx^y/ -^-^ \^-y^ -y^r ^-^-^ ^-^ \g j-v£¿/ ^•v¿y \^ \^>'v^ '\^ si

CAPÍTULO II

INNOVACIONES DEBIDAS A LA INFLUENCIA ITALIANA. —APARICIÓN


— —
DE LOS GÉNEROS POÉTICOS. BOSCÁN. GARCILASC DE LA

VEGA. POETAS QUE SIGUIERON' É IMPUGNARON LA REFORMA
POÉTICA. —
CETINA. —
ACUÑA. CASTILLEJO. — VILLEGAS.
— —
CASTILLA. —
GREGORIO SILVESTRE.

]n el siglo xvi, la literatura castellana puede muy bien


¿sÜ recibir el nombre de española, porque en castellano
escriben todos los que se dedican á la literatura, cualquie-
ra que sea la región á que pertenezcan.
Los muchos dominios que adquiere España, las fre-

cuentes excursiones de nuestros soldados, magnates, diplo-


máticos y sabios, á Francia, Italia, los Países Bajos é In-
glaterra, desarrollaron poderosamente la cultura y esta-
blecieron un gran comercio intelectual con estos países.
Con Italia es mayor y más frecuente la comunicación, á
causa de los nuevos intereses creados en esa nación, y por
consiguiente, su influencia en nuestra literatura es decisiva,
sumándola á la que había ejercido en los siglos anteriores,
determinando ahora una trascendental innovación de las
formas poéticas y aún en la inspiración; innovaciones que
la críticadesigna con el nombre de influencia italiana. No
obstante, debe entenderse que dicha innovación no agota
los caracteres propios y tradicionales de los poetas espa-
ñoles, antes bien, sirven para que aparezca con su sello pro-
— 167 —
pió, cuanto se trae y viene de la literatura italiana. El
verso endecasílabo, y las diferentes combinaciones á que
se presta, al trasladarse á nuestra literatura, adquieren to-
da la riqueza que les presta la lengua castellana, bastante
armoniosa para dar brillo á toda clase de asuntos.
Consecuencia de este nuevo aspecto, aparecen ahora
los géneros literarios, reducidos en los siglos anteriores á
la forma épica, sirviendo ahora á la poesía lírica, aspiran-
do en la épica á la más alta concepción de las especies de
lo épico. La lírica renace con las distintas especies de oda,
elegía, canción, soneto. También la poesía dramática ad-
quiere propia vida, desarrollándose las distintas especies y
variedades que la forman. La poesía bucólica, toma carta
de naturaleza en el parnaso castellano, y el poema didáctico
y la novela, revisten propios caracteres, especialmente la
última, que harán brillar muy alto el nombre de la litera-
tura castellana.
Los nuevos aspectos que presenta la poesía, bajo la
que se conoce con el nombre de influencia italiana, se per-
sonifican en Boscán, que sin ser poeta de primer orden, pú-
sole la casualidad en condiciones de ser el primero que con
deliberado propósito empleara las formas métricas italia-
nas, según cuenta, aconsejado por el embajador de Vene-
cia, Andrés Xavagiero, que le instó "probara á escribir so-
netos y otras artes de trovar usadas por los italianos.,,
Juan Boscán Almogávar, natural de Barcelona (1500
1543), de posición desahogada, no ejerció cargos públicos;
se sabe únicamente tuvo durante algún tiempo la dirección
de los estudios del famoso duque de Alba; su corta vida la
consagró á las aficiones literarias á que era muy dado.
Sus poesías fueron publicadas por su viuda, el mismo año
de la muerte de este poeta; están divididas en cuatro li-
bros: el primero, contiene coplas, canciones y villancicos,
al estilo y uso de la poesía tradicional castellana; sin ser
notables hállanse alguna vez, y se descubren en ellas giros
felices y aciertos, de que no dan muestra los poetas ante-
riores, cualsucede en la Conversión de Boscán que él titu-
laOración con glosa. Los libros segundo y tercero, contie-
nen las composiciones de estilo y gusto de la escuela ita-
— 168 -
liana, abundando los sonetos que llegan al número de no-
venta y tres; la traducción del poema de Hero y Leandro;
nueve canciones, una elegía, dos epístolas en tercetos y una
alegoría en octava rima. El libro cuarto, no pertenece á
las obras de Boscán; su viuda prestó un inmenso servicia
á las letras, incluyendo en él las obras de Garcilaso. Tra-
dujo además de la fábula de Hero y Leandro, una tragedia
de Eurípides y el libro de Baltasar de Castiglione, titulado
El Cortesano, traducción hecha á instancias de Garcilaso,
muy alabada á pesar de no ser íiel (1). A continuación in-
sertamos un soneto, parte de una canción y unas octavas,
que según el señor Estelrich (2), son traducción de Petrar-
ca y Bembo.
SONETO
Si en mitad del dolor tener memoria
Del pasado placer es gran tormento;
Así también en el contentamiento
Acordarse del mal pasado es gloria:

Por do, según el curso de esta historia,


No hay cosa que me venga al pensamiento
Que toda no se vuelva en un momento
En lustre y en favor de mi victoria.
Como en la mar, después de la tiniebla

Pone alborozo el asomar del día,

V entonces fué placer la noche oscura


Asi en el corazón, ida la niebla,

Levanta en mayor punto á la alegría

El pasado dolor de la tristura.

CANCIÓN
Gentil señora mia,
Yo hallo en el mover de vuestros ojos,

Un no sé qué: no sé cómo nombrallo,


Que todos mis enojos
Descarga de mi triste fantasía.

(i) Llama el Sr. Menénde.r y Pelayo áurea traducción á esta de Posean


en su obra Horacio en España t. 2". y cita para comprobar este elogio el ra-
;

zonamiento sobre la hermosura y el amor, del libro IV.


(2) Antología de poetas líricos italianos, traducidos en verso castellano
por D, Juáu Luís Estelrich, Palma de Mallorca 1889.
— 169 —
Busco la soledad por contemplallo,
Y en ello tanto gusto de bien hallo,
Que moriría, si el pensar durase.
Mas este pensamiento es tan delgado,
Que presto es acabado,
Y conviene que en otras cosa pase.
Porfío en más pensar,
Y estoy diciendo ¡si esto no acabase!
Mas después veo que tanto gozar
No es de las cosas que pueden durar.

OCTAVA RIMA
En el humbroso y fértil oriente
A donde más el cielo está templado.
Vive una sosegada y dulce gente,
La qual en solo amar pone el cuidado.
Esta jamás padece otro acídente
Sino es aquel que amores han causado;
Aquí gobierna y siempre gobernó
Aquella reina que en la mar nació.

Son muy tiernos, y según el señor Menéndez y Pelayo,


rejuvenecen lo antiguo con impresiones propias, los terce-
tos de aquella composición describiendo la felicidad que
disfrutaba en la ciudad y en el campo al lado de su mujer.

A do corra algún rio nos iremos,


Y á la sombra de alguna verde haya,
A do estemos mejor, nos sentaremos

Y como éste, otros muchos muy agradables y fluidos


que desmienten el juicio de los que afirman, es Boscán poe-
ta duro y desaliñado.
Garcilaso de la Vega, puede decirse fué el gran após-
tol de la innovación planteada por Boscán; á él mejor que
á éste se debe el crédi' ) y arraigo que obtuvo la escuela
italiana. Nació en Toledo en 1~>03, y murió en Niza en 1536,
á consecuencia de una herida que ¿ecibió en la cabeza al
tomar el castillo deFrejus, en el mediodía de Francia. De
noble familia y muy apreciado en la corte de Carlos V, se
.•i
— 170 —
distingue como poeta por la dulzura de los afectos y harmo-
nía de la versificación. Escribió tres églogas, cinco cancio-
nes, treinta y siete sonetos, dos elegías,una epístola y al-
gunas composiciones cortas, al Sus obras
estilo antiguo.
traducidas á diferentes idiomas, han sido siempre muy esti-
madas por los literatos (1).
La importancia de Garcilaso es muy grande; quizá su
genio y las especiales circunstancias de ser noble, guerrero
y poeta, contribuyeron tanto á vulgarizar sus composicio-
nes, como á dar crédito á la innovación; no es un poeta que
canta el amor, arrebatado por el ardor sentimental y
verdadero de esta pasión, es el pensador, el filósofo, el
erudito que pone á contribución todos estos conocimientos
para nutrir sus poesías de pensamientos profundos, de má-
ximas y sentencias, de felices aciertos y reflexiones, todo
con galano estilo, riqueza de imágenes, facilidad y gracia,
obedeciendo el idioma como dúctil materia á los giros
poéticos. Por esto fué alabado de los extranjeros, discutido
y admirado por Lope, Herrera (2), y como dice un escritor
moderno, su fama no ha sufrido eclipse. Citar las bellezas
de todas sus composiciones, sería reproducirlas íntegras y
en la imposibilidad de hacerlo, citaremos algunas de las
más salientes, aunque no de las más conocidas.
De la Égloga lies este pensamiento repetido por Fray
Luís de León en la Oda á la Vida del campo.

SALICIO

¡Cuan bien aventurado


Aquel puede llamarse
Que con la dulce soledad se abraza,

(i) Conti en Italia, Mauri en Francia y Wiffesi en Inglaterra, tradujeron


á sus respectivos idiomas las poesías de Garcilaso, Lope de Vega lo elogia
siempre, Camoens lo mismo, y prueba evidente de lo que llamaron la aten-
ción sus poesías, nos la dan los comentarios hechos por el Brócense en 1574,
los de Herrera en 1580, los de Tamayo de Vargas en 1622 y los de Azara en
1765. Finalmente, la piedad de Sebastián de Córdova tomó sobre sí la ím-
proba tarea de convertir las obras de Boscán y Garcilaso, que eran profanas
en místicas, empleando doce añes en tan penosa labor; la publicó en Zara-
goza en 1577.
(1) Lope de Vega dijo en la Dorotea: Deseo quien escriba como Garci-
laso; que hasta ahora no lo tenemos.
— 171 —
Y vive descuidado,
Y lejos de empacharse
En lo que el alma impide y embaraza!
No ve la llena plaza
Ni la soberbia puerta
De los grandes señores.

Ni los aduladores
A quien la hambre del favor despierta;

No le será forzoso
Rogar, finjir, temer y estar quejoso.

De hermosos pensamientos llena, la Elegía á la muerte


de D. Bernardino de Toledo, maneja en ella el terceto co-
mo los más afamados vates italianos. Personifica al Tor-
mes, tomando parte en la pena que aflije á los Duques de
Alba y dice:

Él viejo Tórmes con el blanco coro


De sus hermosas ninfas seca el rio,

Y humedece la tierra con su lloro.

No recostado en urna al dulce frió


De su caverna umbrosa, mas tendido
Por el arena en el ardiente estio.

Con ronco son de llanto y de gemido


Sus cabellos y barbas mal paradas
Se despedaza, y el sutil vestido.

En torno del sus ninfas, desmayadas,


Llorando en tierra están sin ornamento,
Con las cabezas de oro despeinadas.
Cesa ya del dolor el sentimiento,
Hermosas moradoras del ruidoso

Tórmes; tened mas provechoso intento;


Consolad á la madre, que el piadoso
Dolor la tiene en tal estado,

Que es menester socorro presuroso.

De es muy conocida la escrita en silvas


las canciones,
titulada A de Guido, no es inferior la III, que la-
la flor
menta su prisión en Alemania, y la IV de asuntos amorosos
que comienza
El aspereza de mis males quiero
Que se muestre también en mis razones,
Como ya en los efectos se ha mostrado,
— 17? —
Lloraré de mi mal las ocasiones.
Sabrá el mundo la causa por que muero,
Y moriré á lo menos confesado.

Xo son los sonetos lo mejor de Garcilaso, y sin embar-


go, serán siempre modelos por la gracia y facilidad con que
están escritos; quizá sea de los mejores el siguiente:

Amor, amor, un hábito he vestido


Del. paño de tu tienda y bien cortado;
Al vestir le hallé ancho y holgado,
Pero después estrecho y desabrido
Después acá de haberlo consentido,
Tal arrepentimiento me ha tomado
Que pruebo alguna vez, de congojado
A romper deste paño este vestido

Más ¿quien podrá de este hábito librarse


Teniendo tan contraria su natura
Que con él ha venido á conformarse-
Si alguna parte queda por ventura
De mi razón por mí no osa mostrarse;
Que en tal co&tradición no está segura.

Para dar á conocer la gracia y facilidad, tomamos de


la Epístola dirigida á Boscán, los siguientes versos de la
última estrofa con que termina.

¡Oh cuan conido estoy y arrepentido


de haberos alabado el tratamiento
Del camino de Francia y las posadas;
Corrido de que ya por mentiroso
De haber perdido tiempo en alabaros
Con razón me tendréis, arrepentido

Cosa tan digna ya de vituperio;


Donde no hallareis sino mentiras

Vinos acedos, camareras feas,

Barletes codiciosos, malas postas


Gran paga, poco argén, largo camino.

Suscitóse, como era natural, gran contienda entre los


poetas, defendiendo unos la innovación introducida por
Boscán y tan felizmente realizada y perfeccionada por
Garcilaso de la Vega, y defendiendo otros la tradicional
— 173 —
escuela castellana, herida de muerte por sus mismos de-
fensores, como veremos después. Aplaudieron la nueva
escuela y la siguieron desde luego, poetas tan notables co-
mo Gutierre de Celina, Fernando de Acuña, la combatie-
ron denodadamente, Cristóbal de Castillejo, Antonio de
Villegas, don Francisco de Castilla y Gregorio Silvestre,
que después comulgó en la nueva escuela, militando entre
ambas tendencias, Hurtado de Mendoza.
Gutierre de Cetina, sevillano, militar valiente, aficiona-
dísimo á las letras y las artes, escribió sonetos, canciones,
epístolas y madrigales, distinguiéndose mucho en estos úl-
timos. Bien conocido es aquel

Ojos claros, serenos

y no es menos delicado el siguiente:

Cubrir los bellos ojos


Con la mano que ya me tiene muerto,
Cautela fué por cierto;
Que ansí doblar pensastes mis enojos
Pero de tal cautela
Harto mayor ha sido el bien que el daño;
Que el resplandor estraño
Del sol se puede ver mientras se cesa.

Así que, aunque pensastes


Cubrir vuestra beldad, única, iumensa ?

Pues, cubiertos, mejor verlos dejastes.

También es muy notable la canción, A la Esperanza, y


el soneto á la muerte de su protector el príncipe de Ascoli,
y la anacreóntica.
De tus rubios cabellos

Dórida ingrata mía


Hizo el Amor la cuerda
Para el arco homicida, etc.

Fernando de Acuña, natural de Madrid, sirvió á las


órdenes del Emperador Carlos V; los ocios que le dejaba
libre la constante fatiga de las campañas y viajes que hizo
con aquel emperador, los dedicó á las letras, y tradujo El
Caballero determinado de Oliverio de Lamarche, las He-
roidas y Metamorfosis de Ovidio y el Orlando enamorado
- 174 —
de Boyardo. Estas traducciones tienen el mérito singular de
asimilarse los pensamientos originales; emplea en la ma-
yor parte de ellas el terceto. En la carta de Dido á Eneas
traducida de Ovidio, podrán comprobarse nuestras obser-
vaciones.

Cual suele de Menandro en la ribera


El blanco cisne ya cercano á muerte
Soltar la dolorosa voz postrera,
Así te escribo y no para moverte;
Que ser tu por mis lástimas movido
Ni el cielo lo consiente ni mi suerte.

Mas bien liviaTa pérdida habrá sido


Perder estas palabras; quien su fama
(Que es tanto de estimar) por ti ha perdido.

Es también muy notable el soneto al amor que termina


con aquel famoso terceto.

Para mostrar que del y de estos nombres


Les viene por herencia á los amantes,
Simpleza, ceguedad, desasosiego.

Empleó la forma ó combinación métrica llamada lira,


en aquella punzante y fina sátira, dirigida á Jerónimo de
Urrea, por su traducción del Orlando.

Y cuanto habéis cantado


Es para echar las aves de su nido
Y el fiero Marte airado
Mirándoos se ha reido
De veros tras Apolo andar perdido.

Cristóbal de Castillejo, natural de Ciudad-Rodrigo, na-


ciópor los años 1494; desde muy joven asistió á la corte de
D. Fernando de Austria, donde no le fué muy próspera la
fortuna, según él se lamenta en una carta dirigida desde
Madrid á Martín Salinas; se hizo monje cartujo, alcanzando
gran longevidad. Sus poesías más notables son: las Obras
de amores, los Diálogos sobre las condiciones de las muje-
res y el Diálogo (que es una sátira contra los innovadores)
Entre él y su plañía. También tiene muchas composiciones
de devoción, quizá de la época en que se hizo eclesiástico, y
— 175 -
según Mofatín, escribió varias comedias llenas de sal y
gracia, que se han perdido.
Si la nueva reforma de la poesía, no contara con más
sólidos apoyos, los esfuerzos de Castillejo hubieran sido
bastantes para destruirla, como puede observarse por aque-
lla composición en que introduce como interlocutores á

Jorge Manrique, Cartagena, Torres Naharro, Juan de


Mena y otros poetas antiguos que, después de recitar una
octava al estilo de Garcilaso, dice:

Juan de Mena como oyó


La nueva trova pulida,
Contentamiento mostró.
Como de cosa sabida.
Y dixo, según la prueba
Once silabas por pie,
No hallo causa por que
Se tenga por cosa nueva,
Pues yo también las usé.

Y así por este estilo, no pierde medio ni ocasión de


amenguar su importancia y ponerla en ridículo.
De innumerables bellezas están llenas sus composicio-
nes, dando á conocer su ingenio, en el que brilla el donaire
con la dulzura y gracia; es un versificador correcto, fácil
y galano; posible es le falten en ocasiones el fuego y el en-
tusiasmo, grandeza en las imágenes y elevación en los
conceptos. Las Condiciones de las mujeres, donde pinta
las vicisitudes de los diversos estados, no está exenta de
ironía y malignidad, que le perdonará el bello sexo, por los
elogios, cual sucede al hablar de la mujer en general.

Sin mujeres
Careciera de placeres
Este mundo, y de alegría,
Y fuera como sería

La feria sin mercaderes.


Desabrida
Fuera sin ellas la vida,

Un pueblo de confusión,
Un cuerpo sin corazón,
Un alma que anda perdida
- 176 —
Por el viento;
Razón sin entendimiento,

Árbol sin fruto ni flor,

Fusta sin gobernador


Y casa sin fundamento.

Se distinguió, mostrándose partidario de la antigua es-


cuela, Antonio de Villegas. Sus mejores composiciones son
las ligeras y festivas; las que con más pretensiones escribió
con el nombre de Fábulas, como la de Piramo y Tisbe, y
la Cuestión y disputa entre Ayax, Telamón y Ulises, sobre

las armas de Aguiles, no tienen tanto aprecio y son pesadas


por su gran extensión. Cita con acierto el Sr. Ticknor, como
prueba de lo agradables que son algunas composicionos de
Villegas, la dirigida al Duque de Sessa, descendiente de
Gonzalo deCórdova, cuando fué nombrado Virrey de Italia,
cuyas alusiones son ingeniosas según puede observarse:

Id á Italia, gran señor,


Que es vuestra tierra hadada,
Que de hazañas y valor
La dejó toda sembrada
Aquel sabio sembrador,
Que si en ella dais un vuelo,
Haréis levantar el suelo;

Luciréis más que mil soles

Con solos los arreboles


Del resplandor del abuelo.

Diez y ocho décimas escribió con el título de compa-


raciones, en las que campea la misma agradable soltura (1).
COMPARACIÓN
Señora, están ya tan diestras
En serviros mis porfías,
Que acuden como á sus muestras,
Solo á vos mis alegrías
Y mis sañas á las vuestras

(i) Se publicaron las poesías de Antonio de Villegas en 1565 aunque


aparece que fué concedida la licencia en 1 551. En la portada de este libro se
dice era vecino de Medina del Campo. Los historiadores no han puesto cui-
dado en averiguar si esta población era la de su naturaleza.
— 177 —
Y aunque en parte se destempla
Mi estado de vuestro estado,
Mi ser al vuestro contempla,
Como instrumento templado
Al otro con quien se templa.

El Sr. Sánchez de Castro, lamenta se haya olvidado


en las obras de literatura el nombre de D. Francisco de
Castilla, continuador en el fondo y forma de la tradición
histórica de la poesía castellana, durante la primera mitad
del siglo xvi. Se conocen de este autor un Diálogo cutre la
Humanidad y su Consuelo, apellidado Sátira, tomada esta
palabra en el sentido de composición seria y moral. Tiene
otra que titula Proverbios que edifican al hombre para con
Dios. Elegancia de estilo y belleza de lenguaje, ostenta la
primera de las citadas composiciones, de la que tomamos
algunos trozos. Dice la Humanidad:

Cuando pienso que nací


Yo, humano y frágil natura,

Combatida;
No sé qué será de mí
Con tanta desaventura
A esta vida etc., etc.

Y contesta el Consuelo:

Humano, {Qué sentimiento


Te causa que te desplace
Que naciste?
Tues sino vives contento,
Tu sola causa te hace
Vivir triste, etc.

Indicamos que Gregorio Silvestre, militó al principio


como enemigo de la nueva reforma y después se convirtió
en partidario acérrimo de la misma. Nació en Portugal, pe-
ro desde los siete años residió en Granada hasta su muerte;
fué organista de aquella Catedral. En una y otra época de
su vida literaria, se distingue por su esmerada versifica-
ción, abundando en suma facilidad y soltura, todas sus
composiciones; es muy posible hubiera alcanzado un lugar
23
— 178 —
preeminente, si sus poesías hubieran sido más elevadas y
no tan ligeras. Entre sus obras se encuentra una fábula con
el mismo título que la escrita por Villegas de Píramo y Tis-

be\ otra de Dafne y Apolo, y un poema titulado Residencia


i/e Amor. Del estilo antiguo, debemos citar la Glosa del Pa-

dre nuestro, de la que es muestra la siguiente estrofa.

Mira que tanto te amó.


Alma si quieres moverte;
Por poder morir nasció.
Por que heredes con su muerte
La gloria que él te ganó.

Es discreto y galante en sus poesías amorosas, como


en aquella composición que refiriéndose á los cabellos de
una señora, dice:

Señora, vuestros cabellos.


De oro son,
Y de acero el corazón
Que no se muere por ellos.

De Hurtado de Mendoza, que tomó una parte activa


en la contienda, nosocuparemos al considerarle como no-
velista é historiador.
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CAPÍTULO III

LAS ESCUELAS POÉTICAS. ESCUELA SALMANTINA. FRAY LUIS — —



DE LEÓN. OBRAS EX PROSA V VERSO ORIGINALES Y TRADUCI-
DAS. —
FRANCISCO MEDRANÓ. FRANCISCO DE LA TORRE. —
FRANCISCO DEFIGUEROA. LOS ARGENSOLAS Y OTROS POETAS —
DE LA ESCUELA ARAGONESA.

no presenta en
+ á|¡|j n realidad la poesía castellana
H xvi diferencias bastantes para caracterizar con abso-
el siglo

luta separación, lo que se ha dado en llamar escuelas poéti-


cas,porque en mayor ó menor grado, el genio, ideas, senti-
mientos, y las influencias clásica, tradicional é italiana, son
las mismas en todos alcanzan á todos, pero si los poetas,
se atiende á lo predominante, al influjo mayor de los estu-
dios é imitación de literaturas determinadas, sin olvidar el
contingente que prestan siempre al genio las aficiones, la
cultura y tendencias,}- hasta el clima de la región habitada
por los poetas, todo esto, dentro de los caracteres genera-
les y privativos que, según hemos visto, son constantes en
los diversos periodos de nuestra historia, será posible se-
ñalar algunas diferencias, constituyendo agrupaciones for-
madas con aquellos poetas cuyas obras presentan tenden-
cias ó caracteres que en algo se asemejan entre sí, y á
— 180 —
esas agrupaciones con las notas que las distinguen, apellida
la crítica escuelas poéticas (1).
— Si atentamente estudiamos las manifestaciones poéti-
cas y mucho más las obras de los poetas principales, no
será difícil hallar, sino opuestas tendencias, marcadas pre-
dilecciones en fondo y forma entre los poetas que florecen,
viven y se educan en la región meridional de la península,
que podemos darla por capital á Sevilla, y por nombre es-
cuela sevillana; y los poetas de la región central, que po-
dríamos llamar salmantina, porque en Salamanca y en su
célebre Escuela, nutren su espíritu y figuran como maes-
tros en aquella Universidad, los principales vates de la
escuela salmantina. Ahondando un poco más, posible es
formar nuevas escuelas, empero sus diferencias son menos
salientes y notables que las que existen entre las escuelas
sevillana y salmantina, por participar la antcquerana, gra-
nadina y cordobesa de muchos de los caracteres de la se-
villana, confundiéndose á veces con ella, y ser la aragone-
sa de escasa vitalidad, con muchos puntos de contacto con
la salmantina; y la valenciana, término medio, según son
las tendencias de la inspiración de sus poetas.
f? — Las diferencias que separan las dos escuelas princi-

pales, son: caracterizar á salmantina la afición clásica,


la

ciñéndose más á los modelos griegos y latinos, de tal modo,


que Píndaro y Horacio, tienen en ella sus imitadores más
afortunados, que saben tomar la extructura artística y el
buen gusto de sus modelos, sin menoscabar en nada el es-
píritu del arte cristiano, ni hacer el sacrificio de los legen-
darios sentimientos que siempre íueron patrimonio de los
poetas castellanos; así que los asuntos religiosos y morales
tienen marcada preferencia entre los poetas castellanos,

(i) Eq un artículo publicado en El Correo de Sevilla perteneciente al 23


de Julio de 1806, U. Manuel María de Arjona, penitenciario de la Catedral
de Córdoba, sostuvo que «la historia de la poesía española debía escribirse
por escuelas, así como se escribía la de la pintura.» Con este pensamiento
coincidió D. Félix José Reinoso y después se ha admitido como ley general
la existencia de las referidas escuelas poéticas, mas no en el sentido de apare-
cer ahora y como generación espontánea, porque, como dice muy biéu el se
ñor Aaiador, dentro déla gnn unidad d;l gínio nacional existe la varie-
dad más rica y poderosa.
— 181 —
que no la sacrifican, ni excluyen en su inspiración lo que
corresponde á los asuntos heroicos y amorosos, si bien es
cierto, tienen estos asuntos toda la profundidad de pensa-
miento, concisión y energía que el arte clásico supo darles.
La escuela sevillana, heredera de los poetas hispano-
latinos, Lucano, Marcial, Séneca y Columela, se distingue
por la exuberancia de fantasía, por la abundancia y rique-
za de las galas de imaginación; amplifica los pensamientos,
dando al lenguaje y estilo, giros y novedad que los enri-
quecen; y sino desconoce la influencia clásica, siguen sus
poetas y se apegan más á la oriental é italiana, prefiriendo
alas imitaciones de Píndaro y Horacio, las grandilocuentes
de la literatura hebraica, y la riqueza de imágenes á que
prestan vida un fértil suelo, un cielo rico de luz y el con-
tacto con los aún no dispersos restos de la raza árabe,
^ prefiriendo
p entre los poetas italianos al Petrarca.
La escuela salmantina constituida por todos los poetas
que siguieron la imitación clásica y los sólidos principios
del buen decir, prestó grandes servicios á la literatura es-
pañola, enfrenando los arranques de innovación iniciada
por los poetas de la escuela sevillana en el siglo xvi; opo-
niéndose como modelos clásicos dignos de imitarse á la de-
generación de la poesía en el siglo xvn, como lo hizo Que-
vedo publicando las obras de Fray Luís y Francisco de la
Torre; y resucitando las tradiciones de la buena poesía
castellana en el siglo xvm, con Fray Diego González, Me-
léndez Valdés, Iglesias, Cienfuegos y Forner, base y fun-
damento de la poesía moderna iniciada por Quintana.
o ^— Jefe de la escuela salmantina y príncipe de los poetas
.

líricos españoles es Fray Luís de León, natural de Belmen-


te de Tajo, donde nació en 1524; hijo de un abogado que
fijó más tarde su residencia en Madrid, á los catorce años

vino á Salamanca y llevado de su espíritu religioso ingre-


só en la vida monástica, tomando el hábito de .San Agustín
ea 15-13, pronunciando los votos religiosos solemnes en 29
de Enero de 1544. Sus méritos y estudios fueron tan nota-
bles, que en 1561 obtuvo en la Universidad la cátedra de
Santo Tomás de Aquino y después la de Prima de Sagrada
Escritura. En 1572 fué delatado al tribunal de la Inquisi-
— 182 —
ción por su traducción al castellano y comentarios al libro
del Cantar de los Cantares de Salomón, traducción hecha
sin propósito de divulgarse, por estar prohibido entonces
hacerlo sin especial permiso. Esta delación produjo un rui-
doso proceso y su encarcelación en Vallaclolid; después
de cinco años fué absuelto y reintegrado en todos sus ho-
nores, buen nombre y fama. La Universidad de Salamanca
le conservó su cátedra durante el cuatrienio, pero al fin
tuvo que proveerla y en 13 de Diciembre de 1577 se honró
nuevamente Fray Luís cediend) el derecho que se le con-
cedía para volver á su cátedra, noble y generosa conduc-
ta que premió el Claustro otorgándole otra cátedra des-
pués (1).
— Muchas son las obras de Fray Luís de León escritas en
prosa, así en latín como en castellano; prescindiendo de
las latinas (2) por no ser de nuestra incumbencia, fijaremos
nuestra atención sobre las obras en prosa que son las si-
guientes: Los NomSres de Cristo, La Perfecta Casada, Un
Prefacio á las Obras de Santa Teresa, La Traducción ya ,

referida, del Cantar délos Cantares,]^. Respuesta que des-


de la prisión dd d sus émulos y La Exposición del libro de
Job. Las obras en prosa castellana son y serán eternos mo-

(1) En toreo 37 de la Biblioteca de Autores Españoles, se inserta


el
la Biografía de Fray Luís escrita por Mayans con un extracto del proceso se-
guido contra él y todas sus obras, que según el Sr. Menéndez Pelayo, es de
lamentar no se tuviera presente la edición del P. Merino, la tínica, (según
él), completa que hace fj. En la Revista Hispano Americana publicó don Car-
los Alvarez Guijarro un segundo proceso instruido en Yalladolid contra Fray
Luís de León
(2) Según tenemos entendido el Excmo. é limo. Sr. D. Fr. Tomás de la
Cámara y Castro, actual Obispo de Salamanca, prepara para conmemorar el
tercer Centenario de la muerte de Fray Luís de León, una esmerada ei
de las obras latinas de tan exclarecido genio, dispuestas en la siguiente for-
re: ., según los datos que nos ha facilitado el M. R.
1 1'. Fray Marcelino Gu-

tiérrez:

OBRAS LATINAS DE FRAY LUIS DE LEÓN


EXPOSICIONES

i ///Canticuvi Jleysis, (inédita).


2 /// Psalmos XXVI
(publicado), XXVIII, L VII y LXVIL (inédito.)
3 In Ecclesiaslem, (inédita'.
— 183 -
délos en sus respectivos géneros, según vamos A ver por
el examen de las mismas.
ligero
Los Nombres de Cristo son una serie de diálogos sobre
puntos de teología y de moral. En ellos brilla la sabiduría
del autor, su claro entendimiento, la profundidad de sus
conocimientos escriturarios y el fuego de una fé firmí-
sima; enriquecida la obra con periodos de verdadera elo-
cuencia, es modelo perfectísimo y acabado del lenguaje;
los diálogos suelen terminar con algunas hermosas compo-
siciones poéticas, modelos de poesía mística.
Escribió los Nombres de
Cristo, Fray Luís de León, en
las cárceles Santo Oficio tenía en Valladolid, (como
que el
Cervantes su inmortal obra en la cárcel de Argamasilla)
dedicándola á D. Pedro Portocarrero, Obispo de Córdoba.
Son muy notables las frases del prólogo ó introducción,
donde dá cuenta de los motivos que tuvo para escribirla.
Después de probar la utilidad de la obra y el deseo que
siempre tuvo de prestar servicio á la Iglesia, añade:

Mas ya que la vida pasada ocupada, y trabajosa me fué estorbo, pa-


ra que no pusiese este mi deseo, y juicio en ejecución, no me parece que de-
bo perder la ocasión de este ocio, en que la injuria, y mala voluntad de al-

gunas personas me han puesto. Porque aunque son muchos los trabajos que

4 In Canticum Canticorum, ("publicada)


5 In Abdiam, (publicada).
6 Jn Episiolam ad Calatas, (publicada).
7 In Epistolam liad Thessalonicenses, (inédita),

LECTURAS TKOLOG1CAS

8 De Incarnatione, ('inédita).
9 De Fide, Spe et Charitate, (inédita).

OPÚSCULOS

io Quoet iones varice, cuín dogmaticce, tum expositivos, (inédito^).


1 Orationes latinee (In landem D. Angustini. —
In exequüs Dominice
seto. —
In comitiis provincialibus) , publicado
12 De utriusque agni inmolationis legitimo tempere, (publicado).
Además irán en Apéndices fragmentos de otras suyas y escritos que no
se le puedan atribuir con certeza, como la Respuesta dada por la Universi-
dad de Salamanca á una consulta de Gregorio XIH, acerca de la corrección
del calendario y algunas exposiciones de salmos.
- 134 -
me tienen cercado, pero el favor del cielo, que Dios Padre verdadero de los
agraviados, sin merecerlo me dá, y el testimonio de la conciencia, en medio
de todos ellos, han serenado mi ánimo con tanta paz, que no solo en la en-

mienda de mis costumbres, sino también en el negocio, y conocimiento de


la verdad, veo agora, y puedo hacer, lo que antes no hacía. Ya ha me con-
vertido este trabajo el Señor, en mi luz y salud. Y con las manos de los

que me pretendían dañar ha sacado mi bien. A cuya excelente y divina


merced en alguna manera no respondería yo con el agradecimiento debido
si agora que puedo, y según la flaqueza de mi ingenio y mis fuerzas, no pu-
siere cuidado en aquesto que á lo que yo juzgo, es tan necesario para el

bien de sus fieles.

Alma tan singular y generosa realizó su propósito


cual correspondía al asunto y al que lo trataba. Xo es
posible seguir á Fray Luís en esta herniosa obra; para
completar lo referente á ella, trascribimos la encantadora
descripción del sitio donde comienzan los diálogos de los
Nombres de Cristo.

Era por el mes de j uuio á las vueltas de la fiesta de San Juan, al tiem-
po que en Salamanca comienzan á cesar los estudios, cuando Marcelo el
uno de los que digo (que así le quiero llamar con nombre fingido, por cier-
tos respetos que tengo, y lo mismo haré á los demás) después de una ca-

rrera tan larga como es la de un año en la vida que allí se vive, se retiró,
como á puerto sabroso, á la soledad de una granja, que, como V. M. sabe,
tienemi Monasterio, en la ribera de Tormes; y fuéronse con él por hacerle
compañía, y por el mismo respeto, los otros dos. A donde habiendo estado
algunos días, aconteció, que una mañana, que era la del día dedicado al
Apóstol San Pedro, después de haber dado al culto divino lo que se le de-
bía, todos tres juntos se salieron de la casa á la huerta, que s,e hace delan-
te de ella (i).

Es la huerta grande y estaba entonces bien poblada de árboles aunque


puestos sin orden; más eso mismo hacía deleite en la vista, y sobre todo la
hora y la sazón. Pues entrados en
primero, y por un espacio pequeño se
ella,

anduvieron paseando, y gozando del frescor: y después se sentaron juntos á


la sombra de unas parras y junto á la corriente de una pequeña fuente, en

ciertos asientos. Nace la fuente, de la cuesta, que tiene la casa á las espal-
das, y entraba en la huerta por aquella patte, y corriendo, y estropezando

(i) esta posesión conocida vulgarmente con el nombre de


Todavía existe
la Flecha. En
Historia de Salamanca de U. Manuel Villar y Macías, capí-
la
tulo V, t. i°, se dan curiosas noticias de esta posesión de recreo que perte-
neció hasta la exclaustración á los PP. Agustinos.
— 185 —
parecía reírse. Tenían también delante de los ojos y cerca de ellos un alta y
hermosa alameda. Y más adelante, y no muy lejos, se veía el rio Tormes,
que aun en aquel tiempo, inchendo bien sus riberas iba torciendo el paso

y purísimo y la hora muy fresca. Asi


por aquella vega. El día era sosegado
que asentándose y callando por un pequeño tiempo, después de sentados,
Sabino (que así me place llamar al que de los tres era el más mozo) miran-
do hacia .Marcelo, y sonriéndose, comenzó á decir así (i).

La Perfecta Casada es el libro más popular y literario


de los escritos por Fray Luís. No ha perdido todavía su

(i) Esta obra ha valido á Fray Luís el título de escritor místico y filósofo,
según puede verse en Les Mistiques cspagnols, de Mr. Rouselot, y en el libro
del sabio religioso agustino el P. Marcelino Gutiérrez, Fray Litis de L.eón y
la filosofía española del siglo XVI; y no hay escritor nacional ó extranjero
que si se ocupa de la literatura española, al ensalzar el mérito de Fray Luís
no cite como base de sus elogios los Nombres de Cristo.
En la nueva edición de las Obras de Fray L^uis de León, publicada en
1SS5, reimpresión de la hecha en el siglo pasado por el- P. Antolín Merino
la mejor y la única exacta, en el prólogo del P. Conrado Muiños que las prece-
de, al ocuparse de los Nombres de Cristo, dice, refiriéndose á la supuesta con-
versación de los tres religiosos en la Flecha: «pudo muy bien ser uno de los
interlocutores el escritor agustino Alonso de Orozco, bien fuera este Juliano
y Fray Luís, Marcelo, ó viceversa» y añade: «si Sabino no es persona de car-
ne y hueso, hay que conceder á Fray Luís una rara habilidad en que no se
ha fijado la atención: la de haber sabido idear un carácter originalísimo é in-
teresante.»
Para terminar ya que con profundo sentimiento no podemos entraren el
examen y estudio que merecen las obras en prosa de Fray Luís, citaremos el
juicio que emite el señor Menéndez y Pelayo de los ATomSres de disto, que es
á su vez juicio de las condiciones de Fray Luís como escritor. Dice asi en la
o
Historia de las Ideas Estéticas en España, t. 2°, vol. I pág, 156: «Xo hay nin-
,

gún tratado especial sobre la belleza, en los Nontbres de Cristo, pero puede
decirse que la estética está infundida y derramada de un modo latente por
las venas de la obra, y no solo en el estilo, que es, á mi entender, de calidad
superior de cualquier otro libio castellano, sino en el temple armónico de
al
las ideas, y en el misterioso y sereno fulgor del pensamiento, que presenta
á veces el más acabado modelo de belleza intelectual; y en el plácido seño-
río de este escritor singular, la razón se levanta y recobra su de- echo y su
fuerza, y concibe pensamientos altos y dignos de sí, al mismo paso que los
deseos y afecciones turbadas que confusamente movían ruido en nuestros pe-
chos, se van quietando poco á poco, y como adormeciéndose, se ieposan, to-
mando cada cosa su asiento, y reduciéndose á su lugar propio. No hay autor
clásico nuestro que produzca este género de impresión;» y después de compa-
rarle con todos los escritores místicos termina: «Todos son admirables y dis-
tintos; pero esa virtud de sosiego, de orden, de medida, de paz, de número y
ritmo
. . , . ¿dónde la encontraremos sino en Fray Luís de León, cuya prosa
en loor de la paz parece el comentario de su oda á la música del ciego Sa-
liñaz?»
2-i
— 186 —
oportunidad, porque lo es siempre el asunto y fin que per-
sigue, altamente moral, social y religioso. Xo quita nada á
su mérito que Luís Vives tenga una obra escrita en latín
enalteciendo las virtudes de la mujer cristiana] ni que el
mismo asunto haya sido tratado en la historia de la literatura
castellana por otros escritores que en sus obras persiguen
el mismo fin; La Perfecta Casada, tratando la misma ma-

teria, verdaderamente original, porque pone al alcance


es
de los vulgares entendimientos la santa doctrina del Evan-
gelio, respecto á los deberes de la mujer, en armonía con
los fines sociales; donde no faltan las gracias de ingenio,
las bellezas de todo género, un gran sentido práctico, una
dicción fácil y elegante, con el estilo que acompaña siem-
pre á todas las obras de Fray Luís, claro y natural.
Difícil es la elección de un ejemplo donde todo es tan
hermoso y escogido, unido á un plan metódico cual es la
división en capítulos donde se exponen los deberes nicas
principales de la mujer casada; á los veinte y uno deque
consta esta obrita, precede un versículo del libro de los
proverbios, relacionado con la doctrina que en cada uno se
expone.
Dedicó este libro á D a María Várela Osorio. De la in-
troducción tomamos los siguientes párrafos:

Mas considere vuestra merced cómo reluce aquí la grandeza de la divina


bondad, que se tiene por servido de nosotros con aquello mismo que es pro-
vecho nuestro. Porque á la verdad, cuando no hubiera otra cosa que inclinar
á la casada á hacer el deber, sino es la paz y sosiego y gran bien que en es-
ta vida sacan é interesan las buenas de serlo, esto solo bastaba; porque sabi-
da cosa es, que cuando la mujer asiste á su oficio, el marido la ama, y la fa-

milia anda en concierto, y aprenden virtudes los hijos, y la paz reina, y la


hacienda cresce. Y como la luna llena en las noches serenas se goza rodeada

y como acompañada de clarísimas lumbres, las cuales todas parece que avivan
sus luces en ella, y que la remiran y reverencian; así la buena en su casa rei-

na, y resplandece y convierte á sí juntamente los ojos y los corazones de to-

dos. El descanso y la seguridad la acompaña donde quiera que endereza sus


pasos, y á cualquiera parte que mira encuentra con él alegría y con él gozo;
porque si pone en el marido los ojos, descansa en su amor; si los vuelve á sus
hijos, alégrase con su virtud; halla en los criados bueno y fiel servicio, y en
la hacienda provecho y acrecentamiento, y todo le es gustoso y alegre; como
— 187 -
al contrario, á la que es mala casera, todo se le convierte en amarguras, co-
mo se puede ver por infinitos ejemplos (i).

En El Libro de Job, la Traducción del Cantar de los


Cantares y las demás obras de Fray Luís de León, abundan
las bellezas de estilo y lenguaje, en unión con su claro ta-
lento y los profundos conocimientos escriturarios; de estas
obras, como de las demás en prosa, nos vemos obligados
á no hacer mención especial (2).
De Fray Luís como poeta, es tanto lo que hay que de-
cir que más que nuestro propio juicio emitiremos el que
eminentes críticos han formado del príncipe de nuestros va-
tes, y el mejor de los líricos del mundo, según Rousselot.

Y no era posible esperar otra cosa del que tenía tan alto
concepto de la poesía que la consideraba cosa santa comu-
nicación del aliento celestial y divino inspirado por Dios
á los hombres, para con el movimiento y espíritu de ella
levantarlos al cielo de donde procede, según nos decía en
los Nombres de Cristo.
•Xunca la inspiración lírica, dice un ilustre crítico (3)
subió á más alto punto en la escuela salmantina, ni conoz-
co poeta peninsular comparable á Fr. Luís de León en es-
te género. El realizó la unión de la forma clásica y del es-

(i) Para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Fray Luís de


León, abrió un Certamen científico-literario la Academia de Meléndez Val-
dés, formada por jóvenes estudiantes de la Universidad de Salamanca; para
este Certamen ofrecieron entre otros, el Excmo. Sr. Obispo de Guadix,
premio de un reloj al mejor trabajo sobre el tema: Lie Perfecta Casada, con-
siderada como exposición de ¿os deberes de la esposa en el hogar doméstico,
obteniéndole el trabajo titulado Cartas á Luisa, original de D. Eugenio M.
Balsega y Ramírez.
También fué agraciado en dicho Certamen con el premio de una lira de
plata, ofrecida por el Excmo. Sr. Obispo de Zamora, La Apología del Libro
dejfob, escrita por D. José Ignacio Valeutí.
Ambos trabajos fueron juntamente premiados y seguramente llamarán la
atención si se publican.
(2) En edición anteriormente citada, reimpresión de Tas obras de
la
Fray Luís, además de las obras ya mencionadas por nosotros,
se incluyen
escritas en prosa, la Traducción del salmo C, Un sermón sobre el Evange-
lio, Vos estis sal, nueve Carias dirigidas á jfuán Vázquez del Mármol, la
Declaración del salmo L y un autógrafo incompleto de la vida, muerte, vir-
tudes y milagros de Sta. Teresa, destinado quizá á servir á la obra que se
proponía escribir sobre las virtudes de la Santa.
(3) El Sr. Menéndez Pelayo en el tomo 2° del LLoracio en España..
— 188 —
pirita nuevo, presentida más no alcanzada por otros inge-
nios del Renacimiento. Sus dotes geniales eran grandes,
su gusto purísimo, su erudición variada y extensa. Eranle
familiares en su original los sagrados libros, sentía y pene-
traba bien el espíritu de la poesía hebraica, y de la griega
y latina poco ó nada se ocultó á sus lecturas é imitaciones.
Aprendió de los antiguos la pureza y sobriedad de la frase,
y aquel incomparable neqüid nimis, tan poco frecuente en
las literaturas modernas. Nutrió su espíritu con autores
místicos y de ellos tomó la alteza del pensamiento, en él
unida á una serenidad, lucidez y suave calor, á la continua
dominante en sus versos y en su prosa, no menos artística
que ellas, y semejante á la de Platón en muchas cosas.
Acudió á todas las fuentes del gusto, y adornó á la Musa
castellana con los más preciados despojos de las divinida-
des extrañas. V animó
luego este fondo de imitaciones con
un aliento propio y vigoroso, bastante á sacar de la inmo-
vilidad lo que pudiera juzgarse forma muerta, encarnando
en ella su vigorosa individualidad poética, ese elemento per-
sonal del artista, que clá unidad y carácter propio á su obra.,,

Después de tan completo y atinado juicio del mérito y


condiciones de Fray Luís de León, solo nos resta añadir
que tuvo muy en poco sus poesías; las excitaciones de sus
amigos y obedeciendo al deseo de liberta)' de malas com-
pañías sus poesías, según él mismo nos dice, le movieron
á reunirías, dedicándoselas á D. Pedro Portocarrero, Rector
de a Universidad. El mismo nos dice lo que contenía y la
i

forma como dispuso este libro dividido en tres partes. En


':

la una van las cosas que yo compuse mías. En las dos pos-
treras, las que traduje de otras lenguas de autores así pro-
fanos como sagrado.-,. Lo profano va en la segunda parte., y
lo s igrado que son algunos salmos y capítulos de Job, van
en la tercera.,,

Sin saber por qué Fray Luís no llegó á imprimir sus


obras; solo cuarenta años después D. Francisco de Queve-
do, deseoso de oponer un dique á la corrupción de la poe-
sía,creyó era lo mejor publicar el precioso manuscrito, y
dándole ala estampa en Madrid el año 1631,
así lo hizo,
prestando con esto un inmenso servicio á las letras.
— 189 —
Para comprender bien el mérito y condiciones de Fray
Luís como poeta, sería preciso estudiar todas sus composi-
ciones, puesto que no hay una que no contenga un sin nú-
mero de bellezas y felicísimos aciertos; y por ser muy co-
nocidas la oda heroica á La Profecía del Tajo,\ñ moral, La
vida retirada ó solitaria ó La Vida del Campo, la dedicada
á Felipe Ruíz, y las odas religiosas La Vida del Ciclo y La
Ascensión del Señor, pondremos nosotros á continuación
la hermosa oda A Santiago, donde se mezcla el sentimiento

heróico-religioso, si bien no exenta de ciertos descuidos,


puede así apreciarse mejor lo que valía como poeta.

ODA

A SANTIAGO

Las selvas conmouiera,


las fieras alimañas como Orfeo,
si ya mi canto fuera
igual á mi deseo
cantando el nombre santo Zebedeo.
Y fueran sus hazañas
por mi con voz eterna celebradas,
por quien son las Españas
del yugo desatadas
del bárbaro furor, y libertadas.
Y aquella nao dichosa,
de al cielo esclarecer merecedora
qve joya tan preciosa
nos trajo, fuera agora
contada del que en Scitia y Cairo mora.
Osa el cruel tirano
ensangrentar en ti su injusta espada:
no fue consejo humano,
estábate ordenada
la primera corona y consagrada.
Asaz de bien cumpliste
lo que por tí fue á Cristo prometido,
del su cáliz bebiste,
apenas que subido
le viste al cielo ya de ti partido.
No sufre larga ausencia,
no sufre, no, el amor que es verdadero;
— 190 —
la muerte y su inclemencia
tieDe por muy ligero
medio, por ver al dulce compañero.
¡Oh viva fe constante!
,Oh verdadero pecho, amor crecido!
un punto de su'amante
no vive dividido,
sigúele por los pasos que había ido
Cual suele el fiel sirviente
si en el camino su amo le ha dejado,
que haciendo prontamente
lo que le fué mandado
vuelve corriendo al amo ya alejado.
Asi entregado al viento
del mar Egeo al mar Atlante vuela,
do puesto el fundamento
de la cristiana escuela,

torna buscando á Cristo á remo y vela.


Allí por la maldita

mano ei sagrado vuelo fué cortado


¡Camina en paz bendita
alma, que ya has llegado
al término por tí tan deseado.
A España, á quien amaste
(que siempre al buen principio el fin responde),
tu cuerpo le enviaste

para dar luz á donde


el sol en resplandor cubre y esconde.
Por las tendidas mares
la rica navecilla va cortando.
Nereidas á millares
del agua el pecho alzando,
turbadas entre sí la van mirando.
Y de ellas hubo alguna
que con las manos de la nave asida
la aguija con la una,
y con la otra tendida
á las demás que alleguen las convida.
Ya pasa del Egeo,
vuela por el Ionio, atrás ya deja
el puerto Lilibeo,
de Córcega se aleja,
y por llegar á nuestro mar se aqueja.
— 191 —
Esfuerza, viento, esfuerza,
hinche la vela, hiere en popa,
el curso haz que no tuerza
do Abila casi topa
con calpe, hasta llegar al fin de Europa.
Y tú, España, segura
del mal y cautiverio que te espera,

con fe y voluntad pura


acude á la ribera

á recibir tu guarda verdadera.


Que tiempo será, cuando
de innumerables muertes rodeada,
del cetro real y mando
te veras derrocada
en sangre, en llanto y en dolor bañada.
De hacia el Mediodía
oye que ya la voz amarga suena,
la mar de Berbería
de flotas veo llena
de gente hierven playa y el arena.
Con voluntad conforme
las proas contra ti se dan al vieuto;

y con clamor deforme


de pavoroso acento
avivan del remar el movimiento.
Y la infernal Megera
la frente de culebras rodeada
guia la delantera
de la morisca armada
de llamas, de furor, de muerte airada.
¡Cielos] so cuyo amparo
España estas merced en tanta afrenta;
si ya este suelo caro
os fué, nunca consienta
vuestra piedad que un mal tan crudo sienta.
Más ¡ay! que la sentencia

en tablas de diamante está esculpida.


Del Godo la potencia
por el suelo caída
España en breve tiempo es destruida.

¿Qué rio caudaloso


que los opuestos muelles ha rompido
con sonido espantoso
— 192 —
por los campos tendido
tan presto y tan feroz jamas se eido?
Mas cese el triste llanto,

recobre el español su bravo pecho,


que ya el Apóstol Sanio
un otro Marte hecho,
del cielo viene á darle su derecho

Vesle de limpio acero


cercado, y con espada relumbrante,
corno un rayo ligero
cuanto le va delante
destroza y desbarata en un instante.
Del grave espanto herido
los rayos de su vista no sostiene
el pueblo descreído;
por valiente se tiene
cualquier que para huir ánimo tiene.
(Jomo león hambriento,
sigue teñida en sangre espada y mano
de mas sangre sediento,
al moro que huye en vano;
de muertos deja lleno el monte y llano.

Huye, si puedes tanto,


huye por demás es, que no hay huida;
bebe dolor y llanto
por la misma medida
con que de tí ya España fué medida.
¡Oh gloria, oh gran prez nuestra,
escudo fiel, oh celestial guerrero'

vencido ya se muestra
el africano fiero
por tí tan orgulloso de primero.
Por tí del vituperio,
por tí de la afrentosa servidumbre
y duro cautiverio
libres en clara lumbre,

y de la gloria estamos en la cumbre.


Siempre venció tu espada
ó fuese de tu mano poderosa,
ó fuese meneada
de aquella generosa
que sigue tu milicia victoriosa.

Las enemigas haces


— 193 —
no sufren de tu nombre el apellido;
con solo aquestas haces
que el espaííol oído
sea, y de un polo á otro tan temido.
De tu virtud divina

la fama que resuena en toda parte,

siquiera sea vecina,


siquiera mas se aparte

á las gentes conduce á visitarte.


El áspero camino
vence con devoción, y al fin te adora
el franco, el peregrino
que Libia descolora,
el que en poniente, el que en levante mora.

— De sus poesías imitadas, podemos citar: de la literatura


italiana, las doscanciones del Petrarca vergine bella, che
di sol veslffa, son lenitivos á sus pesares y muestra de el
amor A la Madre de Dios.

Virgen, que el sol más pura


gloria de los mortales, luz del cielo,
en quien la piedad es cual la alteza

los ojos vuelve al suelo,

y mira un miserable en cárcel dura


cercado de tinieblas y tristeza,
y si mayor bajeza
no conoce ni igual el juicio humano
que el estado en que estoy por culpa ajena
con poderosa mano
quiebra, Reina del cielo, esta cadena.

Y la otra que comienza:

Mi trabajoso dia
hacíala tarde un poco declinaba (i)

(i) Estas dos canciones, una Rallata de Bembo, y la canción de Arsi, i


non pitr lávenle etagion fresca, de Giovanni della Casa, están incluidas por
el señor Estelrich, en su Antología de poetas líricos italianos.
— 194 —
También imitó este soneto del Petrarca que según el
Sr. Menéndez Pelayo, "es de las cosas más bellas y delica-
das que hay en castellano...
Agora con la aurora se levanta

mi luz, agora coge en rico nudo


el hermoso cabello, agora el crudo
pecho ciñe con oro, y la garganta.
Agora vuelta al cielo pura y santa
las manos y ojos bellos alza, y pudo
dolerse agora de mi mal agudo;
agora incomparable tañe y canta.
Ansi dijo, y del dulce error llevado,
presente ante mis ojos la imagina,

y Heno de humildad y amor la adoro.


Mas luego vuelve en si el engañado
animo, y conociendo el desatino,

la rienda suelta largamente al lloro.

De las poesías imitadas de los clásicos se cuentan: la


Profecía del Tajo, del Vaticinio de Nerco, y del Beatus Ufe,
la oda moral ¡Qué descansada vida!, ambas de Horacio, el
himno de Aristóteles á Hérmes en la oda

Virtud, hija del cielo


La más ilustre empresa de la vida

De las traducciones es muy notable la de Píndaro

El agua es bien precioso


y entre el rico tesoro

como el ardiente fuego en noche oscura


ansí relumbra el oro.

mas, alma, si es sabroso


cantar de las contiendas la ventura

Horacio tuvo la preferencia entre los poetas que tra-


Menéndez Pelayo que le "ena-
dujo; con razón dice el Sr.
mora en Fray Luís de León hasta el desenfado conque
trueca en contemporánea suya la poesía de Horacio, remo-
zando frases y alusiones no le consideraba como un
poeta antiguo, sino como alguien de su familia y de su ca-
sa.,, Citaremos la oda XIV, O navis, porque fué compuesta

en una noche para dirimir la contienda entre Almeida, Es-


— 195 —
pinosa y el Brócense, que la tradujeron los tres y se some-
tían á su juicio; Fray Luís con buen acuerdo optó por es-
cribir una cuarta (l).

¿Tomarás por ventura


á ser de nuevas olas, nao, llevada
á probar la ventura
del mar que tanto tienes ya probada?
¡Oh! que es gran desconcierto,
¡Oh! torna ya seguro estable puerto.
¿No ves desnudo el lado
de ramos, y cual crujen las antenas,
y el mdstil quebrantado
del ábrego ligero, y cómo apenas
podrás ser poderosa
de contrastar así la mar furiosa?

Decía Fray Luís, hablando de las traducciones sagra-


das: "En esta tercera parte van canciones sagradas en las
cuales procuré cuanto puede imitar la sencillez de su fuen-
te, y un sabor de antigüedad que en sí tienen, lleno á mi pa-
recer de dulzura y majestad,,; y no hay para qué decir cum-
plió perfectamente su propósito: los Salmos de David, los
Proverbios de Salomón y los capítulos del Libro de Job, le
conquistaron la palma entre los intérpretes de los sagrados
libros y el título de alma hebrea, porque no es posible ha-
llar otro poeta que mejor se asimile los altísimos pensamien-
tos del profeta rey, las tiernísimas quejas y el dolor del
Santo Job. ni las apasionadas frases de amor de Salomón.
El cántico de Habacuc tiene toda la elevación y grandeza
del original.

Los montes encumbrados,


mil siglos en su alteza sostenidos,
dejará quebrantados

y en polvo convertidos.

(i) Esta anécdota puede verse en la biografía escrita por Mayans en el to-
mo 37 de la U. de AA. Españoles; en la biografía de Erancisco Sánchez de
Jas Brozas, t. 5", del catálogo de los libros del Marqués de Morante, citándola
también el señor Meuéndez Pelayo en Horacio en España, t° i", pág, 29.
— 196 —
y hará que humildes sean
los collados que el mundo señorean.
Que viendo el ser divino,
á quien la eternidad es su medida,
hollar este camino,
se postrará rendida

toda la humana alteza


ante la majestad de su grandeza.

El Dios y Señor mío,


mi amparo y mi defensa y fortaleza
que á mi paso tardío
dará tal ligereza

como á corza ligera


que al viento deja atrás en la carrera.

Cuenta Escuela salmantina con otros poetas de gran


la
mérito, si el genio y fama de Fray
bien obscurecidos por
Luís de León. Por desgracia, de Francisco Sánchez el Bró-
cense, de D. Juan de Almeida y D. Alonso de Espinosa, no
tenemos poesías originales escritas en castellano, si bien
demuestran que eran poetas, las traducciones que de Ho-
racio conocemos, debidas á estos tres doctos humanistas.
Continuaron la tradición de la Escuela salmantina
Francisco Medrano, Francisco de la Torre y Francisco de
Figueroa, que durante el siglo xvi y xvn, mantuvieron las
tendencias y buen gusto de dicha escuela.
Francisco de Medrano, natural de Sevilla, presbítero,
de quien ignoramos la época cierta de su nacimiento y de
su muerte, era hombre muy erudito; viajó, según se deduce
de sus mismas poesías, por Italia y hasta residió en Roma
por algún tiempo. Los historiadores de la Escuela sevilla-
na se esfuerzan en vano por considerarle como discípulo
de Herrera y por consiguiente afiliado á su escuela, sin más
fundamento que el ser natural de Sevilla. Nosotros, por el
contrario, siguiendo la novísima opinión de respetables
críticos, le consideramos como afiliado á la Escuela sal-
mantina, discípulo de Fray Luis y feliz imitador de Horacio,
y no solo por estas condiciones pertenece á la Escuela sal-
mantina, sino que también tomó su espíritu é ideas en el
tiempo que residió en Salamanca. La mayor parte de. sus
— 197 —
obras consisten en sonetos y odas; estas últimas en parti-
cular, imitadas de Horacio. De sus obras originales debe-
mos citar, La Profecía del Tajo en la pérdida de España,
evidente imitación de la que con el mismo título escribió
Fray Luís de León y muy inferior á ésta, como puede verse
por las estrofas que á continuación copiamos:

Rendido el postrer godo á la primera

V última hermosura que en el suelo


Vio el sol, del Tajo estaba en la ribera
Moviendo invidia al cielo
De su adorada fiera.

«Ya suena el atambor, ya las banderas


Se despliegan al viento, ya obedientes
Al acicate, corren en hileras
Los ginetes ardientes
Y las yeguas ligeras.» etc.

De los sonetos originales, debemos citar los dos escri-


tos en Salamanca. Uno dedicado á la reina Margarita de
Austria, que dice así:

Borde Tormes de perlas sus orillas

Sobre las yerbas de esmeralda, y Flora


Hurte para adornarlas, á la Aurora
Las rosas que arrebolan sus megillas, etc.

El otro dedicado á Felipe III cuando este rey visitó la


Universidad de Salamanca, que por ser muy notable lo tras-
ladaremos íntegro.
Soberano señor cuyo semblante
Tal vez no representa á Marte crudo
Con el estoque vengador desnudo
Y la túnica estrecha de diamante.
Tal nos pone pacífico delante
Preso el cabello con curioso ñudo,
De lauro y con un libro por escudo,
No menos sabio á Apolo que elegante.
Honra ahora á las letras y con ellas,
Emulo de tu padre y de sus leyes
Dá á la paz el dominio de tu tierra
— 198 -
De tu abuelo después sigue las huellas

Pues igualmente es propio de los reyes


Amar la paz y ejercitar la guerra.

Escribió Medrana una composición cuyo asunto fué


objeto de la inspiración de otros poetas, consagrada

A I-AS RUINAS DE ITXLICA

Estos de rubia mies campos agora,


Ciudad fué un tiempo: Itálica. Este llano
Templo fué, en que á Teodosio y á Trajano
Tuso estatuas su gente vencedora.
En este cerco fueron Lamia y Flora
Llama y admiración del mundo vano;
En este mismo el luchador ufano
Del aplauso esperó la voz sonora.
,Cómo se murió todo! Más erguidas,
A pesar de fortuna y tiempo, vemos
E^tas piedras, del hado combatidas.
Pues si vencen la edad y los extremos
Del mal piedras calladas y sufridas.
Como piedras suframos y callemos (i).

Muy hermoso es también el siguiente soneto, donde


pondera la fuerza del amor.

Las almas son eternas, son iguales,

Son libres, son espíritus, Maria;


Si en ellas hay amor, con la porfía

(i) En otras ediciones aparece este soneto con las siguientes variantes:

Estos ác pan llevar campos ahora,


Fueron un tiempo Itálica, este llano
Fué templo; aquí á Teodosio, allí á Trajano
Puso estatuas su patria vencedora.
En este cerco fueron Lamia y Flora
Llama y admiración del vulgo vano;
En este cerco el luchador profano
Del aplauso esperó la voz sonora.
¡Cómo feneciólodo! ¡ay! Más seguras
A pesar de fortuna y tiempo, vemos
Estas y aquellas piedras combatidas.
Mas, si vencen la edad y los extremos
Del mal piedras calladas y sufridas,
Suframos, Amasilis, y callemos.
— 199 —
De los estorbos crece y de los males.
Nacimos en fortuna desiguales,
No en gustos, la violencia nos desvía;
El tiempo corre lento, y deja el dia
De sí hasta en los mármoles señales.
Mas tú ni á tiempo alguno ni violencia,
Ni á aquello desigual de la fortuna,
Ni temas á la más prolija ausencia;
Que si muestras dos almas, son á una,
¿En quién, sino ya en Dios, habrá potencia
Que las gaste, ó las fuerce ó las desuna?

Por último muestra de su cariño á la escuela salman-


tina citaremos laoda á Felipe III, entrando en Salamanca

Ilustre joven, cuya rubia frente


En edad tan dichosa el oro ciñe,
Cuya diestra ya rige el cetro justo,
Ya del venablo vengativo tiñe
Los aceros en púrpura caliente

Del fiero jabalí, del oso adusto,


Entra gozoso, cual tu padre augusto,
En pacífica toga, alegre mira
De la ciudad vistosa el rico adorno,
La turba que te adora y ciñe en torno
Cuál pasma, cuál te aclama, cuál te admira,
Manso escucha la lira
Goza en Julio del Mayo que te ofrece

Tierra que huellas de tus pies merece, etc.

Dice un escritor, hablando de Francisco de la Torre:


"fué, sino tan grande, ni tan elevado y fogoso en la inspi-
ración, no menos tierno y delicado y más florido que Fray
Luís de León,,, y efectivamente es así, porque es indudable
que no le iguala en ternura y delicadeza de sentimiento,
ningún otro poeta déla escuela salmantina.
La circunstancia de haber publicado sus obras Queve-
do, como antídoto contra el mal gtisto, hizo que D. Luís
José Veházquez, autor de los Orígenes de la Poesía Espa-
ñola, al publicar á mediados del siglo pasado una edición
de las poesías de Francisco de la Torre, atribuyera á Que-
vedo las poesías de la Torre, suponiendo era un pseudóni-
— 200 —
mo con que quiso ocultar Quevedo composiciones que dis-
taban tanto de su ingenio y carácter. Sin detenernos á más
pormenores, es hoy ya cuestión completamente resuelta
que Francisco de la Torre, nació en Torrelaguna en 1534,
estudió en Alcalá, sin que sepamos después otras circuns-
tancias relativas á su vida (1).

Son composiciones de Francisco de la Torre casi to-


las
das pastoriles, y su ternura y fantasía, préstanse á las ma-
neras más expresivas para pintar la naturaleza y los deli-
cados sentimientos. Debió residir en Italia, porque le eran
familiares los poetas de aquella literatura. Muy conoci-
das son las composiciones A la Tórtola, y los tiernísimos
sonetos en que pinta el sentimiento de la ausencia, quizá
acordándose de su patria. También es muy hermoso aquel
imitado de Varchi que comienza: Esta es Tirsis la fuente do
solía, pero á todas aventaja en nuestro concepto, aquella
hermosa oda en que pintando la vida futura dice:

De vanos pensamientos ese velo

que te ocupa la vista rompe y mira


la belleza del alto imperio eterno.
Donde' siempre hay sereno alegre cielo
y el fresco viento de la gracia espira
sin conocer jamás rígido invierno;
y el blanco lirio tierno,

el jazmín oloroso y las hermosas


violetas de colores matizadas

las blancas y encarnadas


y las purpúreas bellas frescas rosas
adornan las guirnaldas celestiales

de los divinos coros virginales.


Allí fértiles árboles cargados

de inusitados frutos soberanos


hacen las bellas selvas deleitosas;

y rios de cristales regalados


bañan aquellos siempre verdes llanos
y en las riberas frescas y sombrosas
en vez de dolorosas

(i) D. Aureliano Fernández Guerra y Orbe, en su Discurso de entrada


en la Real Academia, dá por resuelta con abundantes datos esta cuestión.
— 201 -
quejas delave, se oye noche y día
música que las almas entretiene;
y allí fuerza no tiene
muerte ó fortuna que el placer desvía,
ni la triste vejez al gusto ingrata
vuelve el cabello de color de plata.

Francisco de Figueroa, llamado por sus contemporá-


neos el Divino, nació en Alcalá de Henares en 1540. De
ilustre familia, recibió en aquella célebre Universidad una
esmerada educación, distinguiéndose por su afición á las le-
tras; codicioso de glorias, pasó á Italia, distinguiéndose por
su valor y bizarría, sin abandonar el culto de las musas; afi-
cionado muy singularmente á Petrarca; Roma, Bolonia,
Viena y Ñapóles, fueron teatro de sus triunfos que le lau-
rearon como poeta, honra concedida á pocos españoles.
Vuelto á España contrajo matrimonio con una dama princi-
pal y desempeñó altos puestos. Su extremada modestia hizo
que quemara sus obras poco antes de morir, privando á la
posteridad de un sinnúmero de ellas. Es muy de notar que
fué el primero que empleó los versos sueltos en la égloga
titulada A Tirsi. Sus églogas son modelo de naturalidad y
delicadeza de sentimiento; y mostró sabía vencer las difi-
cultades de la rima, al par que el dominio que tenía de las
lenguas italiana y española, escribiendo en ambos idiomas,
como lo muestran estos tercetos.

En estilo tan dulce y delicado

Cantaste un tiempo, che ti fu dil oro

El señorío y el gobierno dado.


E dal' Indico Gange al litto Moro,
La gloria de tu nombre se derrama
Fregiata di altro, che de perle e d' oro.

La canción tercera, composición de género pastoril lle-


na de descripciones pintorescas y galanas y de harmoniosa
versificación, es una de las mejores del parnaso castellano.
De ella tomamos la siguiente estrofa:

Sale la aurora de su fértil manto


Rosas suaves esparciendo y flores,
Pintando el cielo vá de mil colores,
2G
- 202 —
Y la tierra otro tanto;

Cuando la dulce pastorcilla mía,


Lumbre y gloria del dia
No sin astucia y arte
De su dichoso albergue alegre parte.

Xo termina con estos poetas la tradición de la Escuela


salmantina, continúa con otros de segundo orden durante
el siglo xvn.
La Escuela aragonesa, admitiendo por válida esta deno-
minación, se halla influida por el elemento clásico, y la dis-
tinguen de la salmantina pequeñas diferencias y ligeros
matices, que no afectan á lo esencial; tales son, por ejem-
plo, la abundancia de máximas y reflexiones, el espíritu so-
crático que resplandece en las mejores obras de los poetas
escuela aragonesa, y, más principalmente, cier-
filiados á la
ta tendencia á la sátira que pocas veces vemos aparecer
en la Escuela salmantina.
Los adalides de la llamada Escuela aragonesa, son los
dos hermanos Lupercio y Bartolomé de Argensola, de quie-
nes decía Lope de Vega "habían venido á Castilla á ense-
ñar el manejo de la lengua castellana,, y sus contemporá-
neos, por el acierto feliz en la imitación de las sátiras y
epístolas del poeta venusino, les dieron el nombre de hora-
dos españoles (1).
Tanto Lupercio, como Bartolomé, nacieron en Barbas-
tro, que fué ya cuna en la antigüedad del famoso Quintilia-
no; Lupercio nació en 1563 y su hermano al año siguiente;
hicieron sus estudios en la Universidad de Huesca, salien-
do peritos en humanidades, filosofía y leyes. Lupercio, fa-
vorecido por la fortuna, ocupó tan elevados cargos como
el de secretario de la infanta D a Margarita de Austria, cro-
nista mayor de Aragón y la secretaría de Estado con el
Conde de Lemus, durante su virreynato en Ñapóles. Su her-

(i) Sobre el mérito que como traductores de Horacio alcanzan los her-
manos Argensolas, discurre con el atinado juicio de siempre, el señor Menén-
o
der y Pelayo en su obra Horacio eu España, toms. I y 2*, págs. 86 y 81
respectivamente, de dicha obra.
— 203 —
mano Bartolomé siguió la carrera eclesiástica y no se apar-
tó nunca de Lupercio, desempeñando el cargo de cape-
llán de los protectores y señores de su hermano; muerto
éste en 1613, le sucedió en el cargo de cronista de Aragón,
y fué agraciado con una canongía en Zaragoza, que desem-
peñó hasta su muerte, ocurrida en dicha ciudad en 1631.
Lupercio, además de sus muchos escritos políticos, podemos
considerarle como poeta lírico y poeta dramático; á esta
última clase pertenecen sus tragedias la Filis, la Isabela y
la Alejandra; y de sus poesías líricas la Epístola á D. Juan
de Albión, obra, según el señor Menéndez Pelayo, de sus
mocedades, que, aunque según el mismo crítico, se nota
en ella más soltura y desaliño, el tono es jovial y regocija-
do y aparece la invectiva satírica que hemos hecho notar
en los poetas de esta escuela, por esto insertamos algunos
de sus tercetos.

EPÍSTOLA

Á JUAN DE ALBIÚN

Aquí donde en Afranio y en Petreyo


A Cesar se rindió la vez primera
La no vencida suerte de Pompeyo;
Adonde, si la fama es verdadera,

Entre las verdes ovas, granos de oro


Un tiempo daba Segre á su ribera;
En vano pido aliento al sacro coro;
Pues para hacer un verso, y ese manco,
Primero he de sudar por cada poro.
Como quien muelas saca, los arranco;
Que cada cual me cuesta más de un grito,
Y el rostro, siendo negro, vuelvo blanco.
Borro y vuelvo á escribir lo que había escrito,
Y más que algún príncipe inconstante,
Lo mismo que aprobaba, luego quito.
¡Que yo vaya á cazar un consonante
Diez leguas, como el otro una lechuza!
1
(Negocio á la república importante );

Y ¡que si he de nombrar escaramuza,


Por solo el consonante, les prefiera

A todos los demás el moto Muza!


— 204 -
Como niño que corta con tijera
En un papel doblado, sin aviso
De lo que ha de sacar ni lo que espera;
Que cuando lo desdobla de improviso

Halla con proporción una figura,

Que ni así la esperaba ni la quiso;

También es muy celebrada la sátira A la Marquesina,


el A un sueño. "Imagen espantosa de la muerte,, y
soneto
de sus traducciones la canción XII, traducción del Beatus
Ule, de Horacio, muy superior á otras muchas de la misma
oda, hechas por poetas castellanos, á excepción de la es-
crita por Fray Luís de León.

CANCIÓN XII

Dichoso el que, apartado


De negocios, imita
A la primera gente de la tierra,

Y en el campo, heredado
De su padre, ejercita
Sus bueyes, y la usura no le encierra,

Ni le despierta la espantosa guerra,


Ni el mar con son horrendo le amenaza;
Huye la curial plaza
Y las soberbias puertas de los vanos,
Ricos y poderosos ciudadanos.
Mas las vides crecidas
Con olmos acomoda,
Y en el valle remoto huelga, viendo
Sus vacas esparcidas.
El ramo inútil poda
Mejor en su lugar otro ingiriendo,
O en cántaros la miel pura exprimiendo;
Sus ovejas trasquila, y cuando empieza
A mostrar su cab eza
Coronada el otoño, coge ufano
Da pera engerta de su propia mano.
Y el maduro racimo
Que competir parece
Con la púrpura misma, juntamente,
Como despojo opimo,
— 205 —
A ti, Priapo, ofrece,
Y á Silvano, en los campos presidente;
Y mientras su cuidado le consiente
Bajo la antigua encina hacer su cama
De tenaz verde grama,
Al sueño le convidan los suaves

Mormurios de las aguas y las aves.

O cuando nos fatiga


En el invierno helado
Júpiter con las lluvias y con nieve,
Con sus perros obliga

Al jabalí acosado
A que sus redes y asechanzas pruebe,
Y que su mismo engaño al tordo cebe;
Que la cobarde liebre en lazos muera,
O la grulla extranjera;

¿Quien con esto no olvida los cuidados


Que son del fiero amor solicitados?
Pues si alivia el cuidado
De los hijos y casa

(Cual las sabinas) la mujer honesta,


O cual la del cansado
Pullés, que al sol se abrasa,

Y antes que venga su marido, presta


(La seca leña al sacro fuego puesta,
Las mansas ovejuelas ordeñadas
Y en setos encerradas),
Viandas no compradas apareja,
Sacando el vino de la pipa añeja.
No las ostras lucrinas,

El rombo ni otros peces,


De los que con los hielos nos envian
Las borrascas marinas
Del Carpacio á las veces,

O las aves que en África se crian,

A mi vientre mejor descenderían,


Que de los ramos fértiles algunas
Maduras aceitunas,
Que la malva ó delápato la yerba,

Que al cuerpo da salud y lo conserva.


O la muerta cordera
En las fiestas sagradas,

O el cabrito que el lobo vio en sus dientes;


— 206 —
Y ver desta manera
A casa, repastadas,

Volver las ovejuelas diligentes,

O los cansados bueyes, con las frentes

Bajas, traerla esteva del arado,


Y el hogar rodeado
De esclavos, que al enjambre se parecen,

En quien las casas ricas resplandecen.


.Mientras Alfio, usurero,
Estas cosas relata,
Mediado el mes recoge su dinero,

Y de ser labrador rústico trata;

Mas luego á las calendas


Lo vuelve á dar á usura sobre prendas.

Bartolomé de Argensola escribió los anales de Ara-


gón, que dejó comenzados su hermano; la Historia de la con-
quista de las Molucas; la Relación de las alteraciones po-
pulares en Zaragoza y varios opúsculos. Sus obras poéti-
cas se reducen á canciones, epístolas, sátiras y sonetos.
Muy conocido es el que compuso á La Providencia, que
comienza: "Dime, Padre común, pues eres justo,,; la epísto-
la dirigida á D. Juan de Arguijo y otra dirigida á don
Francisco de Borja, escrita en tercetos, según puede obser-
varse en los trozos que de ella insertamos á continuación
y que se refieren á una fiesta tan popular entonces, como
lo es ahora en nuestra patria.

EPÍSTOLA II

A D. FRANCISCO DE BORJA

Para ver acosar toros valientes


(Fiesta africana á un tiempo, y después goda,
Que hoy les irrita las soberbias frentes)
Corre agora la gente al coso y toda
O sube á las ventanas y balcones,
O abajo en rudas tablas se acomoda.
Así miraron étnicas naciones
Míseros reos en teatro impío
Expuestos al furor de sus leones;

Que tanto importa ver, Fernando mió,


— 207 —
De nuestra plebe un número liviano
Que entra A pié con un toro en desafio,
Que ardiendo en la canícula el verano,
Ni edad ni sexo en todo el pueblo habita
Que falte al espectáculo inhumano.
Yo no concurriré por mi exquisita
Austeridad, aunque el benigno indulto
ver fatigar las fieras me permita.
Y así, te escribo mientras que
el tumulto

Vulgar nuestro cuartel desembaraza,


Y en grata soledad me deja oculto.
Allá brame alterada la gran plaza,
Si el toro descompone algún ginete,
O á algún pedestre incauto despedaza,
Y obre mi pluma aquí lo que promete,
Siquiera por hallarse libre agora
De plebeyo clamor que la inquiete.

Sus epigramas carecen de la gracia y soltura que debe


reunir esta clase de composiciones, si bien es cierto que en
todos aparecen cierta elevación y profundidad de pensa-
miento, como puede observarse en el siguiente

EPIGRAMA IV

Pues das, Marcio, en pretender


Bienes que apenas lo son,
Porque de nuestra opinión
Sola reciben el ser.

Dile si tendrá poder


(Aunque ande con la fortuna)

Para causar gloria alguna,


Donde á la humana salud
Pusieron el ataúd
Tan arrimado á la cuna.

La crítica, que estima en mucho las obras de los dos


hermanos Argensolas, hace notar que carecen de las galas
de la imaginación y de la frescura y lozanía que observa-
mos en los poetas de la Escuela salmantina y sobre todo, en
los de la Escuela sevillana. En los Argensolas hay dureza,
— 208 —
si bien y muy particularmente en Bartolomé, abundan los

primores de dicción y estilo (1).


No es tan escaso, como se ha creído, el número de los
poetas que pueden figurar en la Escuela aragonesa, ya por
haber nacido en Aragón, ó por su genio y carácter. Prescin-
diendo de Jáuregui, pueden citarse á Pedro Liñan de Ria-
za, Fray Jerónimo de San José, Esteban Manuel de Ville-
gas, Cristóbal de Mesa, el Príncipe de Esquilache, D. Fran-
cisco de Borja y el racionero de la catedral de Huesca don
Manuel Salinas, con otros menos importantes, que de ellos,
y aun de éstos, no podemos detenernos en su estudio; solo
diremos dos palabras de D. Esteban Manuel de Villegas,
llamado El Cisne de Najerilla, por haber nacido en Nájera
en 1595; estudió leyes en Salamanca; tradujo á Horacio y
á Anacreonte y comentó á Virgilio. La crítica le juzga de
muy diverso modo, si bien todos convienen en que sus ana-
creónticas no carecen de mérito. Eb muy notable y la cita-
mos á continuación, la poesía pastoril en sáficos titulada

AL CÉFIRO

Dulce vecino de la verde selva,


Huésped eterno del abril florido,

Vital aliento de la madre Venus,


Céfiro blando,
Si de mis ansias el amor supiste,

Tú, que las quejas de mi voz llevaste,


Oye, no temas, y á mi ninfa dile,

Dile que muero.


Filis un tiempo mi dolor sabía,
Filis un tiempo mi dolor lloraba;
Quísome un tiempo, mas agora temo,
Tenio sus iras.

Así los dioses, con amor paterno,

Así los cielos, con amoi benigno,

(1) Las obras poéticas de los Argensolas se publicaron por primera vez
en Zaragoza el año 1634 por D. Gabriel Leonardo de Albión, hijo de Lu-
percio. Se han reimpreso varias veces, últimamente se han incluido, colec-
cionadas por el Conde de la Vinaza las Obras sueltas de Leonardo y Barto-
lomé, en la Colección de Escritores castellanos.
— 209 —
Niegan al tiempo que feliz volares,

Nieve á la tierra.

Jamás el peso de la nube parda,


Cuando amanece la elevada cumbre
Toque tus hombros, ni su mal granizo
Hiera tus alas.

D. Francisco de Borja, conocido por el nombre de


Príncipe de Esquilache, título que corresponde á su mujer,
nació en Madrid en 1578; sus obras son un poema épico-he-
róico titulado Ñapóles recuperada por el rey D. Alonso;
como poeta lírico se distinguió en los romances, epístolas,
sonetos y epigramas. Muestras de su estilo y gusto, son de
estos últimos, los dos siguientes:

Yo, ni mandar ni ser mandado quiero,

Ni á ser humilde ni soberbio aspiro;


Y cuando llegue el último suspiro
Más quiero ser poltrón que lisonjero.
Yo soy de mis afectos consejero,
Y de nada me quejo ni me admiro;
Y aunque es tan breve puerto mi retiro,

Más que en las ondas la bonanza espero.


Y en quien el viento corre más en popa,
Y en el que su ambición le va estrechando
En mar y tierra el término de Europa.
Un gigantón veréis en lustre y mando;
Llegad más cerca y levantad la ropa,

veréis debajo un ganapán sudando.

Muriendo quien yace aquí,

De sí mismo murmuró,
Pues solo se confesó
Para decir mal de sí.

De D. Manuel Salinas, traductor de los epigramas de


Marcial, es la siguiente composición:

A UNA NIÑA DE TRECE AÑOS

De solo amarte me ofrece


Mi dicha tal interés,
Que aunque en tus trece te estés,

Tengo de estar en mis trece.


27
— 210 —
Con desdenes mal podrás
Hacer amainar mis velas,

Si esos mismos son espuelas


Para que te quiera más.
Y si el rigor te parece
Que tan puesto en razón es,
Que aunque en tus trece te estés,
Tengo de estar en mis trece.
Por lo menos se ha de ver
Si nos hemos de cansar,
Yo aborrecido de amar,
Tu amada de aborrecer.
Que mi fé no desfallece
Por más penas que me des;

Que aunque en tus trece te estés,


Ten?o de estar en mis trece.

11
-*y<r-^ •
CAPÍTULO IV


ESCUELA SEVILLANA. SUS FUNDADORES. — PERIODOS DE ESTA

ESCUELA. FERNANDO DE HERRERA.— SU SIGNIFICACIÓN É

IMPORTANCIA. JÜÁS DE ARGUIJO. BALTASAR DE ALCÁZAR.
— —
JUAN DE JÁUREGUI. ENUMERACIÓN DE OTROS POETAS DE
LA ESCUELA SEVILLANA.

Imevilla, que debe á la naturaleza suelo feraz, cielo


que se reflejan en sus habitantes, hacién-
ijpBll alegre,
doles fecundos de ingenio y risueños como las márgenes
del Guadalquivir; avivada la imaginación de sus poe-
tas por las grandezas de Itálica, patria de emperadores y
poetas del imperio romano; allí donde los árabes cantaron
con la riqueza de su imaginación y fantasía, amores y des-
dichas; ciudad la más rica y floreciente de la península en
el siglo xvi, donde florecen de manera espléndida el co-
mercio, las manufacturas, las artes de la pintura, escultu-
ra y música, no podía menos de tener su trono la poesía.
Y así como Salamanca, escudada con la grandeza de
su Escuela literaria, echa los fundamentos de la Escuela
clásica, Sevilla, que no desdeña los estudios clásicos, ins-
pira á sus poetas con la grandeza de las creaciones orienta-
les, calentadas por el fuego ardiente de su imaginación y

rica fantasía. Y como las formas, recientemente introduci-


das en el Parnaso castellano, se adaptaban mejor á los ras-
gos propios del genio de los poetas meridionales, que cons-
— 212 —
lituye una íisonomía común á todos los poetas de la re-
gión andaluza, no hay inconveniente llamarla ítalo-orien-
ta^ porque, según dejamos dicho, los rasgos propios y ca-
racteres de la Escuela sevillana, son la imitación petrar-
quista fundida dentro del carácter rico, animado, fecundo
y vivo de los poetas andaluces, en unión de las aficiones á
las literaturas hebrea y árabe.
Estas condiciones que forman el carácter general de la
Escuela sevillana, admite alteraciones en más ó en menos
que dan origen á lo particular, y estas alteraciones se han
querido llevar al extremo de formar con ellas nuevas es-
cuelas como son: la cordobesa, la granadina y la aniegue-
rana; realmente con similitudes entre sus poetas, que vie-
nen á corroborar la idea de que son todos procedentes de
un mismo tronco, y ellas, en realidad, ramas de ese árbol
distintas pero semejantes.
La Escuela sevillana, puede considerarse dividida en
dos periodos: el primero, predominando la tendencia clási-
ca, y el segundo, que llamaríamos, ó podemos llamar pro-
piamente, italo -oriental, donde, además de estos elementos,
no falta el gusto é imitación clásica.
Entrando en el estudio del primer período y prescin-

diendo de la influencia que Xebrija pudo tener durante su


estancia en Sevilla, para que los estudios clásicos atrajeran
la atención de los aficionados y los doctos, y concediéndola
mayor á D. Rodrigo de Santaella, arcediano de la catedral
hispalense, y á la fundación de la Universidad; es lo cierto
que desde 1473 las letras clásicas en Sevilla contaban un
gran número de aficionados, afición que fué creciendo y
que determina más tarde la rivalidad entre las dos escue-
las salmantina y sevillana, tal vez porque el espíritu de la
primera, con las condiciones propias del sue-
al modificarse
lo andaluz, no pudo desprenderse de la razón de origen, es
decir, que á Salamanca y por hombres que se educaron en
su Escuela se debieron los primeros pasos dados en la sen-
da de los estudios clásicos por los poetas sevillanos: lo
prueba entre otros el mismo Xebrija, que se tiene por fun-
dador de la escuela, y sobre todo, al célebre humanista el
maestro Juan de Mal-lara.
— 213 —
El maestro Juan de Mal-lara, nació en Sevilla en 1527,
hijo del pintor Diego de Mal-lara, por su afición á los estu-
dios, se dedicó al de la gramática latina y griega, bajo la
dirección del maestro Pedro Fernández; entró después al
servicio de los sobrinos del cardenal de Sevilla D. Jofre de
Loaisa en calidad de paje; con ellos pasó á Salamanca, don-
de perfeccionó sus estudios en las humanidades y después
de terminada su misión, continuó en Salamanca, trabando
amistad con León de Castro, el Brócense y otros principa-
les eruditos y humanistas que florecían entonces en esta
Universidad. A esa época de su estancia en Salamanca,
se deben muchas de las obras traducidas del latín y el
griego, y la comedia titulada Locusta, escrita en latín y
castellano. De sus obras en verso debemos citar: Hércules,
poema; La Psi'che, poema en doce libros, en verso endeca-
sílabo; La muerte de Orfeo, poema en octava rima; Marti-
rio de las Santas Justa y Rufina, patronas de Sevilla, poe-
ma en latín y castellano, y una traducción latina del libro
primero de la Iliada. En prosa escribió: Principios de
Gramática, Escolios de Retórica, Anotaciones á la Sinta-
xis de Erasmo, con otras muchas obras, así como las tra-
gedias que no citamos, mencionando solo la Pliilosophia
vulgar, numerosa colección de refranes con glosas y co-
mentarios que acreditan en Mal-lara gran copia de conoci-
mientos.
Mal-lara, durante su estancia en Sevilla, donde murió,
reunió en su casa los hombres más eminentes que des-
pués ilustraron la Escuela sevillana, por cuya razón puede
decirse es el fundador de los estadios clásicos en aquella
ciudad. Murió en 1571. Le sucedió en la enseñanza de las
Humanidades su discípulo predilecto Diego Girón. Sus
obras se han perdido y solo sabemos que tradujo las fábu-
las de Esopo, del griego al latín, apreciándose parte del
mérito de sus traducciones, por lo que de ellas nos ha con-
servado Herrera en sus Anotaciones á Garcilaso; y como
preceptista y escritor, por el prólogo puesto á las Rimas
de Juan de la Cueva.
Sucedió á Girón en la enseñanza de las Humanidades,
Francisco de Medina, erudito eclesiástico que escribió el
— 214 —
Prólogo en las famosas Anotaciones á las obras de Garci-
laso, hechas por Herrera. Tradujo varios epigramas de
Sanazaro y Ausonio; notables son también las dos compo-
siciones poéticas en honor de Herrera 3' Garcilaso, y las
traducciones de Horacio.
A este primer periodo de la Escuela sevillana, pode-
mos añadir los nombres de Gonzalo Argote de Molina, el
canónigo Pacheco, Tamarit, Cangas y Saez de Zulueta (1)
y otros de menos importancia.
La segunda época de la Escuela sevillana, la inicia el
que pudiéramos llamar el jefe de la misma, Hernando de
Herrera, apellidado el Divino por sus contemporáneos. Na-
ció en Sevilla en 1534 y murió en 1597, en la misma ciudad
de la que no salió. Obtuvo un pequeño beneficio en la pa-
rroquia de San Andrés, y aunque de grandes virtudes, no
quiso recibir las órdenes mayores, ni aspirar á otra posi-
ción que la de gozar las rentas de su beneficio.
Según su biógrafo Francisco Pacheco, las obras que
escribió Herrera son: las Anotaciones sobre Garcilaso,
Elogio de la vida y muerte de Tomás Moro, Guerra de
Clüprc y victoria de Lepanto, del Sr. D. Juan de Austria,
y sus versos, de todos conocidos. Nos habla además Pa-
checo, de los Amores de Lausino y Corona, La guerra
de los gigantes ó Gigantomaqula, La Historia general
del mundo hasta la edad del emperador Carlos V, la
traducción en verso suelto del Rapto de Proserpina, de
Claudiano, y algunas traducciones de los clásicos é italia-
nos, todas ellas perdidas.
Como poeta Herrera, puede asegurarse no manejó nin-
guno el verso endecasílabo conla soltura, majestad y gra-
cia que él lo hizo; concebía los asuntos con una grandiosi-
dad extraordinaria y los disponía con arte y maestría,
bien es verdad que consideró siempre á la poesía como
un sacerdocio, consagrándose á él en absoluto. El len-
guaje poético se engrandeció con giros y frases nuevas,

(1) Puede verse el estudio de estos y otres poetas de la Escuela sevillana


en la Historia y juicio crítico de la escuela poética sevillana en los siglos
XVI y XVII, escrita por D. Ángel Laso de la Vega.
— 215 —
en Herrera, siempre acertados y oportunos por la superio-
ridad de su talento, en sus discípulos que trataron de se-
guirle en ese estilo y lenguaje, fué causa muchas veces de
obscuridad y afectación, por lo cual ahondando mucho en el
origen del gongorismo consideran algunos á Herrera co-
mo el fundador de la escuela del mal gusto, lo cual no es
cierto, porque en sus composiciones nada hay digno de re-
chazarse por este concepto; lo que hay es, que careciendo los
poetas, que trataron de imitarle, del talento y las condicio-
nes de Herrera, lo que en él era espontáneo y natural, re-
sultaba en sus discípulos rebuscado y artificioso. El núme-
ro grandísimo de sus composiciones, se halla dividido en
dos libros, constando de sonetos, canciones, elegías, odas
heroicas, morales, amorosas, y algunas traducciones de
Séneca y Horacio. Muy conocidas son la oda heroica A la
Batalla de Lepanto: "Cantemos al Señor, que en la llanu-
ra, etc.,, llena de elevación de ideas, de bellísimas transi-
ciones, de esa sublimidad y fé que emula á su modelo, pues
en ella quiso imitar á Moisés en el Canto del Mar Rojo; y
la dedicada á D. Juan de Austria tan alabada por Quintana
"Cuando con resonante,, "Rayo y furor del brazo impetuo-
so,, etc. que no la reproducimos haciéndolo del magnífico

soneto A la batalla de Lepanto tan notable que, como


dice un escritor, "bastaría solo este soneto para colocarle
al lado de los mejores poetas.,,

SONETO

A LA BATALLA DE LEPANTO

Hondo Ponto, que bramas atronado


Con tumulto y terror, del turbio seno
Saca el rostro,de torpe miedo lleno,
Mira tu campo arder ensangrentado;
Y junto en este cerco y encontrado
Todo el cristiano esfuerzo y sarraceno
Y cubierto de humo y fuego y trueno,
Huir temblando el impío quebrantado.
Con profundo murmullo la victoria

Mayor celebra que jamás vio el cielo


Y más dudosa y singular hazaña.
— 216 —
Y di, que solo mereció la gloria,

Que tanto nombre dá á tu sacro suelo


El joven de Austria y el valor de España.

Poco conocida y no de menos valía es la

CANCIÓN

AL SANTO REY DON FERNANDO

Inclinen á tu nombre, oh luz de España,


Ardiente rayo del divino Marte,
Camilo y el belígero africano
Y el vencedor de Francia y de Alemana,
La frente armada de valor y de arte,

Pues tú con grave seso y fuerte mano


For el pueblo cristiano
Contra el ímpetu bárbaro sañudo
Pusiste osado el generoso pecho.
Cayó el furor ante tus pies desnudo,
Y el impío orgullo vándalo desecho,
con la fulmínea espada traspasado,
Rindió la acerba vida al fiero hado.
De tí temblaron todas las riberas,

Todas las ondas, cuantas juntamente


Las columnas del grande Briareo
M ;
ran, y al tremolar de tus banderas
Torció el Nilo, medroso, la corriente,
Y el monte Libio, á quien mostró Perseo
El rostro meduseo,
Las cimas altas humilló rendido
con más pavor que cuando los gigantes

Y el áspero Ti feo fué vencido.


Postráronse los bravos y arrogantes,
Temiendo con espanto y con flaqueza
El vigor de tu excelsa fortaleza.
Pero en tantos triunfos y victorias,
La que más te sublima y esclarece,
De Cristo, oh excelso capitán, Fernando,
Y remata la cumbre de tus glorias,

Con que á la eternidad tu nombre ofrece,


Es que, peligros mil sobrepujando,
Volviste al sacro bando,
- 217 —
Y á la cristiana religión trajiste
Esta insigne ciudad y generosa;
Que en cuanto Febo Apolo de luz viste,

Y ciñe la grande orla espaciosa


Del mar cerúleo, no se vé otra alguna
De más nobleza y de mayor fortuna.
Cubrió el sagrado Bétis de florida
Púrpura y blandas esmeraldas llena,

Y tiernas perlas la ribera ondosa,

Y al cielo alzó la barba revestida


De verde musgo, y removió en la arena
El movible cristal de la sombrosa
Gruta, y la faz honrosa
De juncos, cañas y coral ornada,
Tendió los cuernos húmidos, creciendo
Da abundosa corriente dilatada,
Su imperio en el Océano extendiendo;

Que al cerco de la tierra en vario lustre


De soberbia corona hace ilustre.
Tú, después que tu espíritu divino,

De los mo'-tales nudos desatado,


Subió ligero á la celeste alteza,

Con justo culto, aunque en lugar no diño


A tu inmenso valor, fuiste encerrado;

Hasta que ahora la real grandeza


Con heroica largueza
En este sacro templo y alta cumbre
Trasfiere tus despojos venerados;
D2 toda esta devota muchedumbre
Y sublimes varones humillados,
Honran tu santo nombre glorioso
Tu religión, tu esfuerzo belicoso.

Salve, oh defensa nuestra, tú, que tanto


Domaste las cervices agarenas,
Y la fé verdadera acrecentaste;
Tú cubriste á Ismael de miedo y llanto,

Y en su sangre ahogaste las arenas


Que en las campañas héticas hollaste;
Tú solo nos mostraste
Entre el rigor de Marte violento,

Entre el peso y molestias del gobierno,


Juntas en bien trabado ligamento
Justicia, piedad, valor eterno,

28
— 218 -
Y como puede, despreciando el suelo,
Un príncipe guerrero alzarse al cielo.

Hemos preferido entre las muchas composiciones de


Herrera la anterior canción, porque, sino es la mejor de
las que escribió Herrera, tiene estrofas tan hermosas que
al citarlas Lope de Vega exclama: "Aquí no excede ningu-
na lengua á la nuestra; perdonen la griega y la latina.,.
Ignórase la fecha cierta del nacimiento y muerte de don
Juan de Arguijo, poeta sevillano, caballero veinte y cuatro
de Sevilla, procurador en cortes, rico, dadivoso é ilustrado.
Su afición á la literatura absorbió casi toda su vida. Sobre-
salió en los sonetos considerados como modelos de forma
admirable, únicamente deslucidos por ser los asuntos de la
mayor parte de ellos, pertenecientes á la antigüedad clási-
ca, si bien los matiza con pensamientos profundos y mora-
les. Lope de Vega, Francisco de Medina, Rodrigo Caro,

Gracián y Quintana, alaban sus sonetos, considerándolos


como modelos, algunos inimitables, entre otros, el que es-
cribió al Guadalquivir 'Tu á quien ofrece el apartado
:

polo.,y el que insertaremos después dirigido á Cicerón.


Las dos canciones, una epístola y una silva, composiciones
de este poeta hoy conocidas, además de los sonetos, abun-
dan en dotes de ingenio y facilidad en la versificación,
aunque no llegan á la maestría y donosa galanura de sus
sonetos, por eso no las reproducimos, y sí solo lo hacemos
del siguiente soneto:

A LA MUERTE DE CICERÓN

Deten un poco la cobarde espada,


Cruel Pompilio, ingrato, y considera
La injusta empresa que á tu brazo espera,

Y largos siglos ha de ser llorada.


¿Posible es que se ve tu mano armada
Contra el gran Tulio, á quien librar debiera
En igual recompensa de la fiera
Muerte á tu ingratitud recomendada?
¡Oh, cuan poco aprovecha la memoria
Del recibido bien, que al obstinado
Ninguna cosa de su error le muda!
— 219 —
Desciende el golpe sobre la alta gloria

De la latina lengua; derribado


Deja el valor, y la elocuencia muda.

Figura en la Escuela sevillana Baltasar de Alcázar,


natural de Sevilla, donde nació en 1530; hijo de una familia
distinguida, después de una esmerada educación, se dedi-
có de las armas, llegando á desempeñar car-
al ejercicio
gos públicos, empleando la mayor parte de su vida dedi-
cado á los estudios, al cultivo de la música, en la que era
muy versado, y á las demás bellas artes; conocedor de la
lengua latina y muy diestro en la castellana, don Juan
de Jáuregui, que le juzgó como poeta, dice "que sus ver-
sos descubren gracia y sutileza,,, y otro escritor añade
que "son puros, dulces y elegantes..: brilla en él, como
cualidad especial, la naturalidad propia del genio y un do-
naire y gracia inimitables. Es escritor que ha logrado ha-
cer populares muchas de sus composiciones, pues todos
conocen la famosa C*na\ "En Jaén donde resido,, y el Diá-
logo cutre un Galán y el eco. Sus epigramas, un tanto li-
bres, son saladísimos, como lo son también las letrillas,
sonetos y madrigales. Lo muy extenso de la composición
citada, El eco, nos impide reproducirla íntegra; de ella
tomamos los siguientes párrafos y uno de sus hermosísimos
epigramas.

Galán. En este lugar me vide


Cuando de mi amor partí;

Quisiera saber de mí,


Si mi suerte no lo impide.

Eco. Pide.
Galán. Temo novedad ó trueco,
Que es fruto de una partida;
Mas ¿quién me dice que pida
Con un término tan seco?
Eco. Eco.
Galán. ¿La que siguió con tal priesa

Las pisadas de Narciso?


¿La que por Júpiter quiso
Ser contra Juno traviesa?
Eco. Esa.
— 220 —
Galán. ¿Qué andas por aquí buscando
Bella ninfa? ¿Es á tu amor,
O vencida del dolor,
Andas tus males llorando?
Eco. Ando.
Galán. Así Narciso te vea
Con más piedad que solía,
Que informes al alma mía
De las cosas que desea.
Eco. Sea.
Galán. Respóndeme pues del cerro
Cavernoso: ¿haberme ido
Fué yerro, no habiendo sido
Necesario mi destierro?
Eco. Yerro.

EPIGRAMA VII

Tu nariz, hermana Clara,


Va vemos visiblemente
Que parte desde la frente;
No hay quien sepa dónde para.
Mas, puesto que no haya quién.
Por derivación se saca
Que una cosa tan bellaca
No puede parar en bien

De otro poeta de la Escuela sevillana nos vamos á ocu-


par por ser discípulo de Herrera, cuyas glorias emula,
aunque por circunstancias especiales debiera figurar en
otro período de la Escuela sevillana, pues si bien es cierto
que su sobresaliente mérito le coloca al lado de su maes-
tro, dejos de mal gusto y afán de singularizarse, le hicieron
caer en los defectos de la Escuela culterana. Xació D. Juan
de Jáuregui y Aguilar en Sevilla en el año 1570; se dedicó
á la pintura y ocupó en la corte el cargo de Caballerizo de
la reina D a Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV". Poeta y
erudito, se dedicó al estudio de los autores clásicos y tra-
dujo con fortuna la Far salía de Lucano; también trajo al
castellano la célebre obra de Torcuato Tasso Aminta, tra-
ducción muy celebrada que le dio nombre. Sus escritos en
— 221 -
prosa merecen leerse por la gran cantidad de doctrina,

buen gusto y sana crítica. Del tiempo que permaneció en


la corte y de la amistad con muchos personajes afectos al
gusto gongorino, fueron producto su poema titulado Orfeo,
y una Apología del sermón predicado por el P. Hortensio
Paravicino en las honras de Felipe III. Las canciones, ele-
gías, madrigales, sátiras y sonetos de puro gusto y perfec-
ción, son muy notables, y lo son más sus traducciones de
los himnos de la Iglesia, salmos, paráfrasis é interpretacio-
nes, y de ellos merecen ser citados la Exposición del salmo
113, In exitu Israel de ¿Ejipio, y la Paráfrasis del salmo
136, Super flumina babilonis, donde late el espíritu de la
poesía hebrea. Llenas de verdadera unción religiosa y ter-
nura están las canciones dedicadas á la Virgen y á Santa
Teresa de Jesús, que si no son bastantes á calificarle como
poeta místico, le dan un lugar distinguido entre los culti-

vadores del género religioso, y en la imposibilidad de citar


algunas de las poesías de este carácter en comprobación
de nuestro aserto, reproducimos la Canción á San Ignacio
de Loyola, digna por su fondo y por su forma de ser co-
nocida.

CANCIÓN

A SAN IGNACIO DE LOYOLA.

Ardiente aspira al edificio inmenso


De augusta religión Ignacio santo,

Cuando el Criador eterno en portentoso


Estasi arcano te adurmió, y en tanto,
A superior sublimidad suspenso,
Dio tales honras al varón glorioso.
«Serás, le dice (¡oh singular grandeza!)
Serás Criador segundo
(En tu gran religión) de un nuevo mundo;
Y porque imites antes mi pureza,
Eres, cual yo, en espíritu encumbrado,
Aquí verás en cuanto al sol dorado
Siete veces corona las esferas,
Nueva creación que ejecutar esperas.
»Del caos humano la materia impura,
— 222 —
Que, en ciertos errores ofuscada.
Hoy confunde la luz en sombra fría.

Dividirás al mundo, separada.


La fé esplendente y la ignorancia oscura;
Tal que distingan de la noche el día.

Altas esferas de voluble cielo


Serán en sus regiones
Los que eligieres ínclitos varones,

Y tú el primero móvil de su vuelo,


Porque ciñan en torno á los humanos,
Y en rápidos impulsos soberanos
Giren profundos piélagos de espumas,
Tórridos climas y erizadas brumas.
«Fértiles plantas, que la Iglesia honoren,

A la tierra darás, cuya ribera

Bata el mar de la culpa y nunca anegue;


Y el sacro leño en la región postrera
Por tí produzca frutos, y coloren
Al campo flores que al martirio entregue.

Será tu religión el firmamento


De estrellas á millares,

Y tú y Javier los magnos luminares;


Tal, que presida con fogoso aliento
Tu sol á Europa, donde reina el día
De la despierta fé, y á la sombría
Noche del Asia, en el error dormida,

La ardiente luna de Javier presida.


»De culpas ciegas piélagos profundos
En muertos mares de ignorado abismo
Por tí producirán almas vivientes,
Engendradas en ondas del bautismo;
Levantarán el vuelo en ambos mundos,
Gozando rayos de tu lnz ardientes,

Vivas almas también al aire puro,

Donde reinaba ufano


De sola vanidad el viento vano.
Darás, Ignacio, en fin, al polvo oscuro
Del hombre nueva vida, que inspirada

Será con fiel doctrina, y conservada


Por tus ministros, cuyas obras santas
Sustenten la labor que tu levantas.»
Dijo: y en seis consecutivos días
Vio Ignacio las ocultas profecías;
003

Y al sétimo, logrando su reposo


Vio solo á Dios, y despertó glorioso.

Y para que no se crea que el pintor y caballerizo era


solo un poeta religioso, reproduciremos la graciosa sátira
que él llama Canción.

A UNA DAMA ANTIGUA, FLACA Y FEA

Cuando tus huesos miro


de piel tan flaca, armados y cubiertos,
Señora, no me admiro
Desa tu liviandad y desconciertos;

Que es fuerza ser liviana

Quien es en todo la flaqueza humana.


Culpóte en una cosa,
Y es que adornarte quieres y pulirte,

Creyendo ser hermosa,

Y tan difícil hallo el persuadirte


Para que no lo creas,

Como el hacer en algo que lo seas.


Pero quizá no en vano
Mi lengua te amonesta y aconseja,
Aunque el consejo sano
Tú debas darle, como anciana y vieja;
Pues por no parecerlo,
Pienso le has de tomar y obedecerlo.
¿Para qué persuades
Al mundo que há treinta años que naciste?
Pues á decir verdades
Habrá sus treinta y dos que envejeciste;
Y no solo eres vieja,

Mas la vejez en tí ya es cosa añeja.

Hoy buscas matrimonio,


Y no hallarás según tus cualidades,
Marido en el demonio;
Porque después que mira tus fealdades,

Que agora yo deslindo,


Presume Satanás de añoso y lindo.
Mil años há que hubiera,
Según tu edad, Uevádote la muerte;
Mas cuando armada y fiera

A tí se acerca y tu figura advierte,


No llega ni te embiste,
224 —
Creyendo haber diez horas que moriste.
Mas guárdate no sea
Que ella, tal vez pagada de tu vista

Abominable y fea,

Te asalte y de tu cuerpo se revista,

Por ser los huesos tuyos

Mas propios de la muerte que los suyos.

Otros muchos poetas figuran afiliados en la Escuela


sevillana, unos directamente relacionados con la escuela
de Herrera y otros que podemos considerarlos como in-
dependientes; de estos últimos, como son Francisco de
Rioja y Rodrigo Caro, nos ocuparemos en otro lugar, y de
los primeros no es posible omitir á Francisco de Pacheco,
por haber sido el cuidadoso colector de las obras de todos
los poetas de su tiempo, pues ilustró con juiciosos prólogos
y curiosas noticias las obras de los más principales. Com-
puso un arte de la pintura, varios sonetos, madrigales y
epigramas, con multitud de poesías laudatorias á las obras
y á los poetas que él trató y con quienes tuvo amistad,
que fueron la mayor parte de los que vivieron en el siglo
xvii, lo cual hace muy notable la colección de sus poesías.
Como pintor, son notables sus retratos, y el haber aprecia-
do el talento de Yelázquez, alentando las poderosas facul-
tades del fundador de la escuela pictórica española.
Hemos dicho, que entre sus poesías se encuentran los
epigramas llenos de facilidad y gracia, como puede verse
por el siguiente:
Pintó un gallo un mal pintor,
Y entró un vivo de repente,
En todo tan diferente,
Cuanto ignorante su autor.
Su falta de habilidad
Satisfizo con matallo;
De suerte que murió el gallo
Por sustentar la verdad

De Pablo de Céspedes y Juan de la Cueva, además de


los ya indicados, no es posible nos ocupemos con el deteni-
miento que merecen, haciéndolo tan solo en su respectivo
lugar, cuando los consideremos como poetas épicos.
CAPÍTULO V

DE LAS LLAMADAS ESCUELAS GRANADINA, VALENCIANA Y CAS-



TELLANO-PORTUGUESA. POETAS AFILTADOS A LA ESCUELA

GRANADINA. VICENTE ESPINEL, LUIS BA.RAHONA. DESARRO- —
LLO LITERARIO DE LA REGIÓN VALENCIANA.— FRANCISCO Y
— —
COSME DE ALDANA. GIL POLO. ESTRECHAS RELACIONES LI-
TERARIAS ENTRE ESPAÑA Y PORTUGAL. SAÁ DE MIRANDA. —
I.UÍS DE CAMOENS.— INDICACIÓN DE ALGUNOS OTROS POETAS

PORTUGUESES QUE ESCRIBIERON EN CASTELLANO.

i\|ejamos dicho en el Capítulo III, todo cuanto se refiere


* á el valor de la denominación de escuelas poéticas
empleada por la mayor parte de los historiadores de la

Literatura Española; y refiriéndonos á lo dicho, podemos


añadir ahora que, teniendo en cuenta el gran desarrollo
siglo xvi y xvn y el gran número
científico y literario del
de ingenios que produjo España, pudieran hacerse tantas
agrupaciones, cuantas son las localidades que tuvieron la
fortuna de haber producido poetas y escritores de. primer
orden; y de la misma manera que admitimos existieron en
Aragón, Granada y Valencia grupos de poetas que forma-
ron escuela, pudiera hacerse idéntica agrupación con los
poetas que nacieron en Córdoba, Ronda y Antequera, si
bien es cierto, difieren muy poco de los caracteres genera-
— 226 —
les,según son sus dominantes tendencias, del que es propio
de las dos grandes escuelas sevillana y salmantina.
Viniendo ahora á la Escuela granadina, diremos que
los caracteres diferenciales separan de la sevillana,
que la
más que en el fondo, forma métrica y
se encuentran en la
en la mayor .soltura y acierto en el desenvolvimiento de
los asuntos. A esta Escuela granadina pueden aplicarse
como derivación de ella, la serie de poetas que figuran en
la colección formada por Pedro de Espinosa, con el título
de Flores de Poetas Ilustres, donde se encuentran nombres
tan notables como el mismo Espinosa, autor de la Fábula
del Genil, Luís Martínez de la Plaza, Agustín de Tejada,
Pedro Rodríguez de Ardilla, Gregorio Morillo, Juan de
Arjona y la llamada Sibila de Aiitcqucra D a Cristobalina
Fernández de Alarcón.
Distingue como principal carácter á la Escuela grana-
dina, comprendiendo en ella á todos los poetas que nacie-
ron en Granada, Antequera, Ronda y otras poblaciones de
Andalucía, la superabundancia de frases y giros que sirve
como de transición entre el estilo de Herrera y la primera
manera de Gángora. Tiénese por fundador de la Escuela
granadina á D. Diego Hurtado de Mendoza, de quien nos
ocupamos en otro lugar, á Hernando de Acuña, autor de
la traducción de El Caballero Determinado de Oliverio de
La Marche, al ya mencionado Gregorio Morillo, traductor
de La Tebaida de Estado y al también mencionado Doctor
Agustín de Tejada Pérez, poeta de briosa entonación que
trató siempre asuntos elevados y grandiosos á semejanza
de Herrera. Entre los muchos dignos de mención que
forzosamente omitimos, se halla Luís Martínez de la Plaza,
poeta á quien han hecho célebre, más que sus sonetos,
quintillas, sátiras y odas, traducidos de Horacio, los ma-
drigales llenos de ternura, como el muy conocido: "Iba co-
giendo flores,,, y no es menos bello el siguiente:

¿Cómo, Señora mía


Si sois de nieve, me abrasáis el pecho?
Y si fuego tenéis que á mí me. enciende,
¿Cómo el hielo al calor no está deshecho?
— 227 —
Antes al fuego estáis más dura y tria

Que el mármol, que la llama no le ofende.


¡Oh milagro del dios alado y ciego,

Que el hielo abrasa y se endurece al fuego!

Aesta escuela pertenece también Vicente de Espinel,


natural de Ronda, hijo de pobre familia, de quien no se
sabe á punto fijo el año de su nacimiento, fijado por unos
en 1544, y por otros, en 1551. Muy perito en humanidades,
adquirió los conocimientos de Latín, Griego, Retórica, Fi-
losofía y Teología en Salamanca; guerreó después en Italia
y Flandes, y al regresar á España tan lleno de merecimien-
tos como escaso de fortuna, se ordenó de Sacerdote y fué
capellán-rector de Santa Catalina de los Donados, en Ma-
drid, hasta 1634, fecha de su muerte. En su elogio baste
decirque fué maestro de Lope de Vega, inventor, según
opinión general, dela llamada décima ó espinela (1). Era

músico hábil y muy diestro en el manejo de la guitarra, á


cuyo instrumento añadió una quinta cuerda, haciendo así
más ricas y harmoniosas sus combinaciones. Más conocido
que por sus poesías, lo es por su novela picaresca El Escu-
dero Marcos de Obregón, la que algunos consideran supe-
rior al Lazarillo del Tormes, de Hurtado de Mendoza. Cuen-
ta la vida de Marcos de Obregón, sujeto que recorre el
mundo, pasando por diferentes estados y condiciones, en
busca de fortuna; obra llena de cuadros pintorescos, varia-
dos é interesantes y en la que se aunan las riquezas y galas
de la imaginación, con la enseñanza que se desprende de
sus máximas y consejos. La serie sucesiva de estados por-
que pasa el protagonista Marcos de Obregón, son muy pa-
recidos á los que debieron ocurrir en su vida á Espinel, é
inducen á sospechar sea su obra una autobiografía; opinión
que no tiene otro fundamento más que la sospecha.
Ercilla, al ocuparse de Espinel como poeta, nos dice:
•'Tiene buenos y agudos conceptos, declarados por gentil
ternura y lenguaje, y sus versos líricos son de lo mejor que

(i) D. Gregorio Mayans y Liscar atribuye la invención de la décima á


Juan Ángel, asegurando que Espinel no hizo otra cosa que variar los conso-
nantes.
— 228 —
yo he visto.., Aunque se rebaje algo de este apasionado elo-
gio examinadas sus poesías,, queda de él lo bastante para
otorgar á Espinel un lugar distinguido entre los poetas de
la Escuela andaluza, como nosotros llamaríamos á toda
la agrupación de poetas no comprendidos en la Escuela se-
villana. Como traductor de la Poética de Horacio, hecha
en verso suelto, si bien no es un trabajo superior, merece
más estimación de la que le concedió Iriarte, que acerba-
mente la critica. Tradujo también, según el señor Menén-
dez y Pelayo, algunas odas de Horacio. Entre sus poesías
líricas citaremos lo oda A la Ascensión de la Virgen, ocla,
en nuestro sentir, donde falta el espíritu religioso con el
calor y energía que vemos en otras composiciones de este
mismo carácter.

A LA ASCENSIÓN DE LA VIRGEN

Virgen excelsa, que en aquel dichoso


Tránsito de esta á la invencible vida,
Fuiste incapaz de humanos accidentes,
Y con triunfo inmortal y victorioso,

De ángeles colocada y recibida


Con cánticos divinos y excelentes,
A las devotas gentes
Que tus fiestas festean,
Con divina alegría,
Apellidando el nombre de María,
Y á los que en tí se emplean,
Y en tu memoria cánticos levantan
Con celo de agradarte,
Y pues tu gloria cantan,
Dales ¡oh Virgen! de tu gloria parte.

Mejor juicio puede formarse de Espinel, como poeta, es-


tudiando su epístola dirigida al Marqués de Peñafiel, cuyos
tercetos dan á conocer su genio y espíritu satírico.

Que en la forzosa y general batalla


Todos llevan su cruz y la han sufrido,
Y ¡ay de aquel que sin cruz el mundo halla!

¡Ay de aquel del hombro ha sacudido


La dulce carga que llevó el Cordero
Dos veces engendrado, una nacido!
229
Ahora, señor Marqués, sabed que quiero
Dejar las veras, que os enfado y canso.
V á mí me pudro y de cobarde muero;
Que corra el tiempo riguroso y manso:
Quiero alargar la vida, en que consiste
Servir á Dios y procurar descauso;
Que es necedad andar suspenso y triste.

Muriendo en melancólico cuidado,


Que á gusto y vida y á razón resiste.
Dicen que un viejo, de vivir cansado,
Vino á dar de hocicos en un lodo,
De un haz de leña que traía cargado;
Que atollado, estribando sobre el codo
Comenzó á dar mil voces á la muerte
Flojas las muelas y sangriento todo:
«Vén, muerte, vén en este trance fuerte:

;Ay de mí, que aun la muerte me desdeña!

o Vén á acabar tan desastrada suerte»


Vino, y le dijo, asiéndole la greña:
«¿Qué quieres, viejo?') Y respondió temblando:
«Que ayudes á cargarme aquesta leña.»
Burlaos con el vivir, vendrá volando
La farfallota y cortará el estambre

Sin saber cómo y sin deciros cuándo.


Si de una parte me acomete hambre.
De otra tristeza y suerte, mi enemiga,
Me pondré más enjuto que un arambre.
Más quiero conservar esta barriga
Que secarme, y vayase el diablo
Tara ruin, y quien dijere diga
Que estoy hecho de duelos un retablo,
Mudo á mis bienes, y á mis daños sordo,
Y cuando debo de hablar no hablo;
Y quien me vé tan reverendo y gordo,
Piensa que es del añejo y magra lonja,
O que de rico y perezoso engordo;
Que aun este día me impidió una mouia,

Pues le negaba mi presencia y trato,

Que le haría singular lisonja


En darle de mi cara algún retrato,
Que lo tendría en excesiva estima
Por contemplar en mi belleza un rato.
Por darla gusto (que es un poco prima)
— 230 —
Le envié por memoria de mi rostro
Un botijón con un bonete encima.
Con la gordura tengo un ser de mosto,
Grande la casa, el cuello corto y ancho,
Los pechos gruesos, casi con calostros,
Los brazos cortos, muy orondo el pancho,
El ceñidero de hechura de olla,
Y adó me siento hago alli mi rancho.
Cada mano parece una centolla,
Las piernas torpes, el andar de pato,
Y la carne al tobillo se me arrolla:

No traigo ya pantuflos, y el zapato


Injusto y ancho por mover la corva.

Cortado á ojo y sin medida el hato;


Cualquiera cosa para andar me estorba;
Redondo el pié, la planta de bayeta,
Las piernas tiesas y la espalda corva:

¡Qué gentil proporción para poeta!


Que mezcla más estilos y colores
Que retales contiene una bragueta.
Esto no lo dirán los ruiseñores,

Sino algún graznador jifero cuervo,

Que poco entiende y cala de primores;


Cuya respuesta para vos reservo,

Porque defenderéis mis cosas tanto


Como me aprecio yo de amigo y siervo;
Que en las endechas bien parece el canto,
Y en las tinieblas la encendida vela,
Y en la alegría alguna vez el llanto.

Per troppo variar natura ¿ bella,

Y sin la variedad queda desnuda


Del pez que nada y del halcón que vuela.
Al canto de aves el cuquillo ayuda,
En los terrestres algo adorna el topo
Y entre las yerbas del jardín la ruda.
Siempre que con aquel convite topo
Que de las lenguas á su dueño hizo,
Digo que fué gran majadero Esopo,
Porque le pareció que satisfizo
A una mala comida y peor cena
Con un dicho pensado arrojadizo.
Fuera mejor agradecida y buena
Una ollaza podrida de carnero,
— 231 —
Con tocino, garbanzo y berenjena.
Hizo pues bien el otro cocinero,
Que convidó á comer (por ser mandado),
Contra su voluntad, á un zapatero;
Y para regalar al convidado
V mostrar variedad en la comida,
Le hizo de unas botas un guisado.
La mejor cosa que comió en su vida.

En Lucena, nació Luís Barahona de Soto, médico muy


alabado por sus contemporáneos, autor de Las Lágrimas
de Angélica, de quien dijo Cervantes en el escrutinio de la
librería de D. Quijote por boca del cura al tropezar con el
libro de Las Lágrimas de Angélica, "lloráralas yo si tal li-
bro se hubiese quemado.,, A pesar del benévolo juicio que
Cervantes hizo de esta obra y de las alabanzas que le tribu-
tó Lope de Vega, esta imitación del poema caballeresco no
fué muy feliz, quedó bastante inferior á su modelo, El Or-
lando Furioso. Más de alabar es el talento de Luís Baraho-
na de Soto como poeta lírico; quizá no tenga rival en la poe-
sía descriptiva llena da bellísima dicción y colores. Descri-
biendo la salida de su amada, para que se pueda formar
juicio de lo que acabamos de decir, insertamos á continua-
ción parte de esta composición amorosa.

Espárcese sin arte


Sobre la nieve del marmóreo cuello,

Tirada en hebras larga vena de oro,


Y para enriquecello
Con bien mayor tesoro
En dos ricas madejas se reparte
Descubriendo la cara
Más que la luna y las estrellas el ai a.
La tierna yerba crece
Donde la planta sienta y cria olores;
La rama que desgaja con su mano
Pimpollos brota y flores,

Y el aire fresco y vano


Hablando con aromas le enriquece,
— 232 —
Y llena de alegría
Promete al mundo venturoso día.

Es indudable, que tuvo la fortuna Valencia de cobijar


dentro de sus muros un sinnúmero de poetas que se distin-
guieron en la poesía lírica y dramática, verificándose en la
región valenciana el singular contraste de unir las galas de
la imaginación, propias de los ingenios andaluces, con la al-
tura de pensamiento, sin olvidar el estudio de los más aca-
bados modelos de la antigüedad clásica; bien es verdad que
siendo cuna del gran humanista y profundo filósofo Luís Vi-
nes, tiene explicación la afición y gusto de los poetas valen-
como el gran desarrollo literario, que durante
cianos, así
lasegunda mitad del siglo xvi la deparó la fortuna, ser
cuna y maestra de tantos varones insignes, según nos dice
Lope de Vega.
Imposible sería entrar en el detenido estudio de los poe-
tas valencianos, y con sentimiento hemos de prescindir de
algunos, haciéndolo desde luego de Guillen de Castro, de
Cristóbal de Virues, de Gaspar de Aguilar, de Tárrega, Ra-
mírez Pagan, Timoneda y Rey de Artieda, porque ocasión
hemos de tener de ocuparnos de ellos, al tratar de otros gé-
neros literarios; fijándonos únicamente en Francisco de Al-
dana y en su hermano Cosme, poetas en quienes encontra-
mos elevados pensamientos, notándose, sobre todo en Fran-
cisco de Aldana, cierta dureza en la versificación, que se
manifiesta aún en sus mejores composiciones. A continua-
ción insertamos de éste un soneto y la descripción de una
lucha.

SONETO
Cual sin arrimo vid, cual planta umbrosa,
Viuda del ruiseñor, que antes solía

Con dulce canto, al parecer del día,


Invocar de Titon la blanca esposa;
Cual navecilla en noche tenebrosa,
Do el gobierno faltó que la regía:

Cual caminante que perdió su guía


En selva oscura, horrible y temerosa;
Cual nube de mil vientos combatida,
Cual ave que atajó la sed su vuelo,
— 233 —
Cual ciervo fugitivo y cautivado;
Cual de peso inferna alma afligida,
O cual quedó tras el diluvio el suelo,

Tal quedé yo sin vos., hermano amado.

DESCRIPCIÓN DE UNA LUCHA.

Quien con los brazos de añudar buscaba


Por el pecho al contrario, y quien quería
Tan solo encadenar brazo con brazo;
La fuerza, el arte, el ejercicio y maña,
Con maña, fuerza y arte ejercitando,
El ímpetu sufrir uno procura
Del otro, y descaiga después con furia
Cuando ya flojo á su enemigo sienta.
Otro, en sí mismo reducido todo,
Trabaja de tener lejos el pecho
A su contrario, y vá mil vueltas dando
Por ver si puede así desatinarlo.

Agora, trueca el pié, y agora dobla


Una rodilla, y firme está en la otra;

Afloja, aprieta, deja, toma, vuelve,

Prueba, finge, rodea, mueve y sacude,


Ciñe, gime, reposa, tienta, impide,
Se cierra, se dilata, se detiene,

Se encoge, se suspende, se apresuia;


Agora se defiende, ora acomete,
Agora muestra el lado, ora la cara.
Se determina y se arrepiente luego,

Hasta que al fin, sudado y polvoriento,

O por suerte ó virtud del que más pudo,


En tierra el adversario vé tendido.

Su hermano Cosme, es autor de un poema satírico titu-


lado Invectiva contra el vulgo, y de un poema de igual gé-
nero, hoy perdido, titulado La Asneida; del primero tene-
mos las siguientes estrofas:

Querría, vulgo, morir, querría sin vida


O verme ó verte; ¡ay! que no sé decillo,

Tramposo, desleal, gente abatida,

Gente manjar de horca y de cuchillo:


Hambrienta, arpía, cruel,fiera, homicida,

Hidra inmortal, querría y hablo sencillo,


30
— 234 -
Sola causa especial de mis enojos,
O no verte ó perder estos mis ojos.

Concédeme una vez que libre venga


De tu lengua imprudente, oh vulgo fiero;

Haz que un momento solo se detenga

Esa furia infernal por quien yo muero,


Si quieres que contigo yo me avenga.
Ni te muerda también; que yo no quiero
Ilacello como tú, sino me hieres,
Que tú sin causa á todos herir quieres.
¿Qué hago yo, oh vulgo, yo, que me persigues
Si te huyo, y no menos que al infierno?

;Por qué, si yo te huyo, así me sigues?

¿Quiéres contigo hacer mi mal eterno?

Pues mira, oh vulgo, bien que no me obligues


A decir mal de tí: porque un intenso
Dolor allá en el alma mucho puede,
Si á él la injuria y sin razón precede.
¿No tienes en memoria, oh vulgo, cuando
Un libro á luz saqué para tus daños,
En donde paso á'paso iba contando
Mil tuyas sin razones, mil engaños?

Pues no quieras tu mal ir renovando,


Ya que esto se pasó, y há muchos años,
Para doblar tus ansias y dolores,
Con venir á escuchar cosas mayores.
Tú la culpa tenías, y justamente
Habrás de tanto mal condigna pena,
Pues al que dice mal de cuanto siente,
Que sienta de su mal el cielo ordena;
Y mas si en maldecir se vea que miente,
Y que decir no sepa cosa buena;
Mas tú dirás que no haces de eso cuenta,
Es porque en tí caber no puede afrenta;
Porque quien de cien mil está ya lleno,

Y tan hecho á sufrir injurias tales,


A toda cosa el rostro hace sereno,
Ni se turba jamás de ver sus males.
Perdido ha la vergüenza, y no es tan bueno
Que dé de algún dolor vivas señales,
Pues á cualquiera culpa y fiero hecho
Ha endurecido y afirmado el pecho.
- 235 —
A
todos los poetas valencianos sobrepuja en
nombre
Garpar Gil Polo, natural de Valencia, donde nació
en 1516';
en su Universidad estudió Humanidades, Filosofía
y Ju-
risprudencia, continuando esta última carrera en
Salaman-
ca, ácuya Universidad llama la más exclarecida
de to-
das las de España. Escribió varias obras en
latín de inter-
pretación de Derecho Romano; murió en
1572, siendo cate-
drático de Lengua Griega en la Universidad
de Valencia.
Muy en boga á la sazón la novela pastoril, se propuso
continuar la Diana de Jorge de Montemayor,
libro hermo-
sísimo que ha dado gran nombre á Gaspar
Gil Polo (1), su-
perando á su modelo por su ingenio, facilidad
y elegancia.
Muy conocidos son el Canto de Florisia, en el libro V
de la
Diana de Gil Polo, el Canto de Nerea y las famosas
octavas
del Canto del Turia. Como poeta lírico,
siguió las huellas de
Garcilaso, tradujo también á Horacio
y en general puede
decirse que es poeta fácil y ameno. Escribió
versos alejan-
drinos tan sueltos como los siguientes:

De flores matizadas se viste el verde prado,


Retumbe el hueco bosque de voces deleitosas,
Olor tengan más fino las coloradas rosas
Floridos ramos mueva el viento sosegado.

No es posible omitir en una Historia de la literatura


es-
pañola los nombres de algunos poetas
portugueses que es-
cribieron en castellano, porque "siempre
y en todo ha se-
guido Portugal el curso de la civilización
española,, mal
que les pese á sus historiadores que regatean
y escatiman
la influencia que la literatura
castellana ejerció en la por-
tuguesa. En todos los siglos existió
ese influjo: la recipro-
cidad de relaciones que se hace
manifiesta en el siglo xvi
según hemos visto ya con Gil Vicente,
por lo que respecta
al teatro, existió anteriormente
en el siglo xv, la lleva-
ron á la literatura portuguesa Mena
y Santillana/ imita-
dos y encomiados por los portugueses,
según puede ob-
servarse en el Cancionero general
portugués, de García de

(i) La Diana de Jorge de Montemayor se continuó también por Alonso


Pérez, medico de Salamanca, en el año
1564, obra de escaso mérito.
— 236 —
Resende. En el siglo xvi, los poetas líricos siguen las mis-
mas tendencias y sufre su inspiración y poesías las mismas
transformaciones que afectan á la poesía castellana
en el

referido siglo.
** que Bos-
Representa en Portugal un papel parecido al
Saá^ de
can tiene en el Parnaso castellano, D. Francisco
Miranda, adalid de la influencia italiana, poeta que escribió
nació en
en castellano y portugués. Hijo de noble familia,
Coimbra en 1499; estudió Lenguas y Humanidades y la ca-
frecuentando el trato de
rrera de leves; viajó por Italia,
nación, al regresar á
los poetas más ilustres de aquella y
en corte portuguesa de
su patria, vivió por algún tiempo la
la muerte de es-
D. Juan II, que le honró sobremanera, y á
á su quinta de La Tapada, cerca de
te monarca, se retiró
las formas ita-
Braga, donde murió en 1558. Introductor de
fundó la escuela llamada en
lianas, según dejamos dicho,
La mayor parte de sus obras están
Portugal quinhentista.
tradujo á Horacio; cultivó el género
escritas en castellano;
una sen-
bucólico, é imitó y admiró á Garcilaso, dedicándole
tida elegía con motivo de su muerte.
Sus epístolas son, se-
gloria,
gún el señor Menéndez Pelayo, el mejor título de su
de expresión. Su
por la pureza de sentimientos y ternura
égloga, titulada Nemoroso, abunda en
hermosas descrip-

ciones y ha dado fama la fábula del Mottdego, poema


le

fantástico, suelto y fácil, que no tiene


otro defecto que su
poema, refiriendo la muerte del
mucha extensión. En dicho
protagonista, dice así:

Lo que allá satisface

A tus yaclaios ojos


No son vanos antojos
De que hay por estos cerros muchedumbre;
Mas siempre una paz santa en clara lumbre

Contentamiento eteino te acompaña


Libre de pesadumbre,
Libre de cuanto acá la vista engaña.

correcto
Muy alabadas son sus sátiras por lo fácil y
figura además como poeta dramático
de su expresión;
representables y las dos
por haber escrito algunas églogas
comedias, Villalpandos y Los Extranjeros.
— 237—
portu-
Luís de Camoens, conciliador en la literatura
guesa, según un historiador (1), del espíritu clásico y del
espontáneo y nacional de las literaturas modernas, escri-

en castellano, y fué de
bió muchas de sus poesías líricas

primeros que en Portugal acreditaron la Escuela ita-


los
liana, alcanzando un lugar, como cultivador de la poesía

lírica, muy semejanteque Garcilaso tiene en la literatu-


al

ra castellana, denominándose á sus discípulos é imitadores


Camonianos. Nació en Lisboa en 1524; estudió Humanida-
vivió en la
des en el Colegio de Santa Cruz de Coimbra;
Benito de Ca-
corte por algún tiempo al lado de su tio D.
moens; llevado de su espíritu de aventurero, pasó al Áfri-
su patria en 1580. La
ca, y pobre é ignorado, murió en
obra' que le ha dado más nombre, son Los Lusiadas (2).

gran
Como poeta lírico, además de haber traducido con
Petrarca; sus
maestría algunas odas de Horacio, imitó al
ponerse lado de los de este vate italiano,
sonetos pueden al
composiciones son las canciones, églo-
y sus más notables
motetes, cantares, glosas y letrillas. Caracte-
gas, elegías,
la naturalidad
riza á todas las composiciones de Camoens,
dulzura y tinte
de los pensamientos, revestidos con cierta
soltura de la
melancólico, así como la gracia del estilo y
frase.
monólogo de Aonia del cual toma-
Muy alabado es el

mos los siguientes tercetos:

Alma y primer amor del alma mía


Espíritu dichoso, en cuya vida
La mía estuvo en cuanto Dios quería:
Sombra gentil de su prisión salida,
Que del mundo á la patria te volviste
Donde fuiste engendrada y procedida;
Allá recibe el sacrificio triste

poetas portugue-
f Para todo lo que se refiere á éste como á los demás
O
Curso de Historia de Literatura Portuguesa de Tneo-
ses debe consultarse el

pilo Braga. Lisboa, 1886.


General, tratamos
(2) En la lección 29 de nuestros Apuntes de Literatura
las notas pág. 39&- hicimos rete-
del argumento y mérito de «ste poema; y en
rencia alas traducciones castellanas del mismo.
Las poesías selectas han si-
la Biblioteca Clasica en
do traducidas por don Lamberto Gil y publicadas en
1887.
— 238 —
Que te ofrecen los ojos que te vieron,
Si la memoria de ellos no perdiste.

También es muy notable aquel soneto referente á sus


aventuras amorosas.

Horas breves de mi contentamiento


Nunca pensé, jamás, cuando os tenia,
Que por mi mal, trocadas os vería
En tan cumplidas horas de tormento.

Muy linda y tierna es aquella letrilla.

Irme quiero madre


A aquella galera,
Con el marinero
A ser marinera.

Y aquella otra, que dice.

De vuestros ojos centellas


Que encienden pechos de hielo
Suben por el aire al cielo

Y en llegando son estrellas.

De los poetas discípulos de Saá de Miranda y Ca-


moens, uno de los más distinguidos es Jorge de Montema-
yor, natural de la misma ciudad que le dio su apellido, cer-
ca de Coimbra, guerrero, músico y poeta; su vida está lle-
na de aventuras y se consumió en los muchos viajes que
hizo acompañando al infante D. Felipe, después Felipe II,
por los Países Bajos, Inglaterra, Italia, España y Portugal.
Muy conocido en España por su novela pastoril la Diana
Enamorada, escrita en correcto castellano, se distinguió
también como poeta lírico, escribiendo canciones, sonetos
y letrillas. Los desengaños amorosos llenan sus composicio-
nes de pesimismo, según puede observarse por los siguien-
tes versos que tomamos al azar:

Sobre el arena sentada


De aquel rio la vi yo,
— 239 —
Do con el dedo escribió:

«Antes muerta que mudada.»


Mi ra el amor lo que ordena;
Que os viene á hacer creer
Cosas dichas por muger
Y escritas en el arena.

Como muy correcta, pero


se vé, la versificación no es
en cambio conceptos están expresados con vigor y na-
los
turalidad. Jorge de Montemayor es autor también del poe-
ma épico Descubrimiento de la India oriental, muy ala-
bado por los historiadores de la literatura portuguesa.
Las relaciones literarias entre castellanos y portugue-
ses, continuaron durante todo el siglo xvn, y si bien no
podemos ocuparnos de todos ellos, indicaremos que la in-
fluencia de G5ngora llegó á Portugal, donde tuvo imitado-
res, entre losque figuran Francisco Rodríguez Sol, Fran-
cisco Manuel de Alelo, más conocido en España como his-
toriador que como poeta, D. Francisco de Portugal y doña
Violante de Ceo. Todos ellos escribieron en castellano, y
las obras de estos dos últimos pertenecen al género místico.
CAPITULO VI


GÉNEROS ÉPICOS. CUESTIONES QUE DEBEN PUECEDER A SU ES-
TUDIO.— OBRAS DE CARÁCTER ÉPICO ANTERIORES A ESTA ÉPO-
— —
CA.— ALONSO DE ERCILLA. SUS OBRAS. BALBUENA. EXA- —

MEN DEL BERNARDO. OBRAS PERTENECIENTES A LA POESÍA
ÉPICO-HERÓIC A.— NOTICIA DEL POEMA ÉPICO RELIGIOSO LA
— —
CREACIÓN DEL MUNDO. LA CRISTIADA. EL MONSERRATTE.
— —
EL POEMA VIDA DE SAN JOSÉ. POEMAS ÉPICO-DIDÁCTICOS.
— POEMAS ÉPICO-BURLESCOS.

f^jjfUL examinar las obras de carácter épico pertenecien-


y||L!| tes á la literatura castellana, no debemos prescindir
de un ligero examen relativo á las importantes cuestiones
pertenecientes á esta clase de manifestación literaria, y lo
haremos con la brevedad que pide una obra de esta clase.
Es la primera, averiguar las causas que motivan ca-
rezca el parnaso castellano, no ya de una epopeya, sino de

un poema épico, que por sus condiciones merezca colocarse


al lado de los producidos en otras literaturas europeas.
Remitiéndonos' á lo dicho ya en nuestros Apuntes de Litera-
tura General, sometemos ahora la misma cuestión bajo
distinta forma y preguntamos ¿Carece la literatura caste-
llana de verdaderos monumentos épicos? Y la contestación
es: que hay que confesar dolorosamente, que en absoluto
los monumentos épicos que poseemos no alcanzan las con-
— 241 -
diciones estéticas pedidas por el arte á las obras de esta
clase, existentes hasta hoy en la literatura castellana. Y
como este fenómeno obedece á causas diversas y comple-
jas, los críticos é historiadores han dedicado sus investiga-
ciones á poner en claro esta cuestión que realmente lo me-
rece; porque no se explica, que siendo la literatura caste-
llana una de las nicas ricas entre las literaturas novo lati-
nas, con tan prodigioso número de poetas líricos y dramá-
ticos, sin carecer de poemas épicos, no haya podido llegar
á la meta señalada por el arte en este último género, cuan-
do, según opinión unánime de los críticos, contamos con los
primeros líricos y poetas dramáticos del mundo. En vano
es esforzarse buscando la explicación de este hecho litera-
rio, en señalar causas intrínsecas y extrínsecas pura-
ni
mente ni en otras políticas relacionadas con
literarias,
nuestra historia, ni en las etnográficas, ni, como absurda-
mente han pretendido algunos, por no prestarse el idioma
para manifestación épica. Ni cada una, ni todas, son mo-
la

tivo suficiente para explicar nuestra carencia de monu-


mentos épicos de gran valía, puesto que poseemos monu-
mentos épicos, y algunos de nuestros poetas manifiestan
aisladamente condiciones tan relevantes como los primeros
de otras literaturas, y el idioma obedece con tal docilidad á
esos momentos de inspiración, que no es cierto sea el idio-
ma obstáculo para la gran coneepción de la poesía épica;
ni nuestras condiciones políticas, ni el genio y carácter del
pueblo español, se interpusieron como obstáculo insupera-
ble para llegar á inscribir en las páginas de la historia, un
nombre y un poema, que rivalizaran con los conocidos de
otras edades y literaturas.
Nosotros carecemos de monumentos épicos de verda-
dera valía por error de nuestros poetas, cuya educación li-
teraria y el exceso de amor patrio les llevó á elegir asuntos
para los que carecían de condiciones, teniendo siempre pre-
sentes modelos que quisieron imitar, y tomando como inspi-
ración de sus poemas hechos tan recientes, que, si halaga-
ban la vanidad de españoles, no podían revestir la grande-
za de los hechos ha tiempo sucedidos, ni despertar ideas que
enriquecen la imaginación y fantasía con el estímulo que
31
242.

presta lo remoto. Y es tan cierto esto, que nadie negará á


Juan de Mena, Ercilla, Villaviciosa y el P. Hojeda, sin des-
cender á otros de segundo orden, el talento, genio y dotes
para sobresalir en la poesía épica, y sino brillaron cual co-
rrespondía, cúlpese á la falta de tacto en la elección de sus
asuntos, y á las dificultades anejas á su desempeño, que
oscurecieron y empequeñecieron sus brillantes cualidades.
Si á esto añadimos el empeño decidido de imitar al Dante,
primero, y después, el deseo de ajustarse á los modelos
clásicos, no perdiendo nunca de vista á Homero y Virgilio,
hallaremos una de las causas más trascendentales que dan
explicación al por qué nuestros poetas no sobresalieron
cual era de esperar, en el género épico; desdichada fortu-
na que hubiera alcanzado también á la poesía dramática,
si el genio de Lope de Vega no hubiera recogido la rica

herencia de nuestra inspiración y genio, dando albergue


dentro del teatro á todos los elementos tradicionales de la
literatura nacional.
De lo dicho parece deducirse carecemos de monumen-
tos épicos de gran estima, que no es en absoluto exacto,
lo
bastaba á desmentirlo el poema del Cid, el riquísimo Ro-
mancero popular, hojas dispersas de una verdadera epope-
ya nacional que esperan una inteligencia superior que las
ordene; y las obras ya referidas con otras que de carácter
épico, dejamos mencionadas en el trascurso de nuestra
historia, por lo que es lícito decir: que ninguna literatura
cuenta con tal abundancia de tradición épica, cual lo acre-
ditan lospoemas de Fernán González, de Alejandro, algu-
nos de Berceo, verdaderos poemas épico-religiosos como el
de San Millán y Santo Domingo; D. Enrique de Aragón,
Mena, Marqués de Santillana y Juan de Padilla, en sus res-
pectivas obras, uniendo á estos la múltiple variedad de las
especies de lo épico en los poemas épico-heróicos, didácti-
cos, religiosos y burlescos que vamos á estudiar, se verá lo
cierto de nuestra afirmación, pero todos, si son manifes-
tación de la fecundidad de nuestros poetas y aisladamente
esfuerzos de estima, la crítica no les asigna el lauro que co-
rresponde á otras obras y poetas que realizaron la epope-
ya, de la cual carece, hasta hoy, nuestra literatura nacional.
— 243 —
Entre los más famosos poemas producidos en el si-

glo xvi, se encuentra La Araucana, obra debida á don


Alonso de Ercilla y Zúñiga, natural de Bermeo en Vizcaya,
(aunque el señor Quintana le hace natural de Madrid) don-
de nació en 1533, de padres nobles; su espíritu aventurero,
exaltado durante el tiempo que sirvió de paje á Felipe II,
por los continuos viajes que hizo desde muy niño, ó por el
deseo de fortuna, le hicieron alistarse como soldado en las
guerras de Chile, donde se distinguió mucho por su heroís-
mo, valor y aventuras. Cuando regresó á España contaba
solo 29 años, y traía escrita la primera parte de su poema.
No debió serle muy próspera la fortuna cuando no figura
en ningún puesto elevado desde su regreso, hasta 1596, fe-
cha de su muerte. Fué poeta lírico de escasa valía. El poe-
ma que le dio nombre es el ya mencionado La Araucana,
cuyo asunto es la conquista del Valle de Arauco en Chile,
defendido con singular denuedo por sus habitantes y en cu-
ya conquista tomó parte activa Ercilla, escribiendo bajo la
tienda de campaña los mismos hechos que presenciaba.
Consta el poema de treinta y siete libros ó cantos; comien-
za el primero con la descripción de Chile y valle de Arau-
co; después, hasta el libro diecisiete, narra los sucesos de
la conquista, ingiriendo en este último y en el dieciocho, el
episodio extraño al poema, de la batalla de San Quintín,
como sucede en el canto veinticuatro con la batalla de Le-
panto; el treinta y dos y treinta y tres, con la historia de
Dido, y el treinta y siete, que refiere la conquista de Por-
tugal.
La elección del asunto no puede ser más desdichada;
lejos de hacerse simpáticos los españoles, resultan odiosos
y mucho más heroicos y esforzados los araucanos, como
resulta siempre que un pueblo defiende su libertad é inde-
pendencia; en su consecuencia, falta el protagonista, y nun-
ca lo sería el conquistador sino los conquistados ó alguno
de sus héroes; los episodios son completamente ajenos al
asunto; Ercilla los colocó en su poema, sin más razón que
la de verificarse al mismo tiempo que la conquista del valle
de Arauco y ejecutarse por los españoles, si bien en dis-
tinto sitio. A pesar de estos defectos, que son los de más
— 244 -
bulto, Voltaire, que no escatimaba las censuras, elogió á
Ercilla, y tenía razón, porque manifiesta ser un gran poeta
épico. Su poema abunda en descripciones animadas y pin-
torescas; los caracteres, presentados con verdad admira-
ble, están trazadoscon valentía y resultan distintos y con-
trapuestos, uniendo á esto una versificación fácil y fluida.
Es muy posible que España hubiera encontrado en Ercilla
el poeta épico que le hacía falta, á no haber elegido un
asunto con tan escaso acierto y á no empeñarse en seguir
las huellas de Virgilio, propósito que se halla latente en
todo el poema. Son muy notables la arenga de Colocólo, la
descripción que en el Canto IV se hace de una batalla^ y

la muerte de Campolican del Canto XXXIV. Para dar una


idea del estilo y condiciones de Ercilla, reproduciremos un
fragmento del Canto XXYII, en el momento que se le apa-
rece la diosa Belona, episodio que forma parte de la narra-
ción de la batalla de San Quintín.

No bien al dulce sueño y al reposo


Dejado el quebrantado cuerpo había,
Cuando oyendo un estruendo sonoroso
Que estremecer la tierra parecía,
Con gesto altivo y término furioso
Delante una mujer se me ponía,
Que luego vi en su talle y gran persona
Ser la robusta y áspera Belona:
Vestida de los pies á la cintura.

De la cintura á la cabeza armada


De una escamosa y lúcida armadura;
Su escudo al brazo, al lado la aucha espada,
Blandiendo en la derecha la asta dura,

De las horribles furias rodeada,


El rostro airado, la color teñida.
Toda de fuego bélico encendida.
La cual me dijo: «¡Oh mozo temeroso!
El ánimo levanta y confianza,
Reconociendo el tiempo venturoso
Que te ofrece tu dicha y buena andanza;
Huye del ocio torpe y perezoso,
Ensancha el corazón y la esperanza,
Y aspira á más de aquello que pretendes,
Que el cielo te es propicio si lo entiendes.
- 245 —
Que viéndote d escribir aficionado
Como se muestra bien por el indicio.
Pues nunca te han la pluma destemplado
Las fieras armas y áspero ejercicio,

Tu trabajo tan fiel considerado,


Solo movida de mi mismo oficio
Te quiero yo llevar en una parte
Donde podrás sin límite ensancharte.

Otro poema, calificado por nosotros de épico-heróico


caballeresco, es el Bernardo ó La Victoria de Ronccsva-
lles. Su autor, el doctor D. Bernardo de Balbuena, nació
en Valdepeñas en 1568; estudió en Méjico, recibió el grado
de doctor en Sigüenza y también las sagradas ordenes;
fué después abad de Jamaica y obispo de Puerto Rico,
donde murió en 1626. Balbuena era distinguido poeta bucó-
lico, alcanzando gran estima sus obras de este género, si-
guiendo á Virgilio 3r á Garcilaso, según puede comprobar-
se con la lectura del Siglo de Oro. De sus obras solo cono-
cemos hoy El Bernardo y la anteriormente mencionada, el
Siglo de Oro; las otras, de que se hace mérito, se cree de-
bieron perecer en el saqueo de su palacio, en uno de los
desembarcos hechos por los holandeses en aquella antilla.
Quintana en su Musa Épica, y D. Cayetano Rossell
en la Biblioteca de AA. Españoles, se lamentan de que las
felices disposiciones de Balbuena 5^ el asunto elegido para
su poema, se desluzcan por frivolidades de mal gusto, des-
mayos y flogedad inconcebibles, constituyendo con la na-
rración un enmarañado laberinto que hace desfallecer al
lector, y la desmedida extensión del libro, logran que se
caiga de las manos.
El asunto del poema El Bernardo ó la victoria de
Roncesvalles, tiene por base los hechos históricos legen-
darios y tradicionales de Bernardo del Carpió, sobrino de
Alfonso el Casto, y la batalla de Roncesvalles; revistió es-
tos hechos con portentosas creaciones, haciendo que Ber-
nardo sea el destinado por las hadas para destruir el poder
de Carlomagno, á condición de vestir las armas de Aqui-
les, enterradas en el Asia Menor, desde el sitio de Troya.
Calcúlese la serie de aventuras emprendidas por Bernardo
— 246 —
del Carpió para llegar á conseguir aquellas armas; que lo-
gradas al fin, y de vuelta á España, vence en Roncesvalles
á los doce Pares, dando muerte á Roldan. Tal es sumaria-
mente el asunto cuyo plan se desenvuelve poniendo á la
cabeza de los veinticuatro cantos una sumaria noticia del
argumento, y al fin la explicación de la alegoría del canto
respectivo.
Citaremos algún pasaje de El Bernardo para que se
forme exacto juicio de los talentos y otras condiciones, y
del empleo que de ellos hizo Balbuena (1).
No obstante los defectos referidos, el poema abunda en
bellezas de primer orden, el talento de su autor brilla en
las descripciones, en la fuerza y riqueza de imaginación,
y, aunque Hermosilla sosténgalo contrario, es su versifi-
cación fluida yfácil. Véase el retrato que hace de Bernar-

do, la primera vez que fué presentado á su tío Alfonso el


Casto.

Niño que el tierno bozo le apuntaba,


De cuerpo algo más grande que pequeño,
De alegres ojos y de vista brava,

(i) Este poema es la mejor comprobación de ¡o que dejamos dicho, res-


respecto á lo que perjudicó á nuestros poetas ceñirse demasiado á la imita-
ción clásica. Balbuena nos dá razón de esto mismo y lo corrobora el Prín-
cipe de Esquilache en su poema Náf>o¡es Rtcupa adn De ambos prólogos
.

copiamos lo que se refiere á la Comprobación de nuestro aserto.


Digo, pues, á toda esta objeción, que lo que yo aquí escribo es un poe-
ma heroico, el cual, según doctrina de Aristóteles, ha de ser imitación de
acción humana en alguna persona grave, donde en la palabra imitación se
excluye la historia verdadera, que no es sujeto de poesía, que ha de ser toda
pura imitación y parto felii de la imaginativa. Donde de paso se verá cuan
inadvertidamente hablan los que la principal calidad de sus obras en verso
hallan que es el no haberse desviado un punto de la verdad: como quiera
que cuanto más desta tuvieren, tanto ellos tendrán menos de poetas, pues
dice el mismo filósofo, que si la historia de Heródoto se hiciese en verso, no

por eso sería poesía, ni dejaría de ser historia como antes; que es la razón
por que tampoco Lucano es contado entre los poetas, con haber escrito en
verso. Porque la poesía ha de ser imitación de verdad, pero no la misma
verdad, escribiendo las cosas, no como sucedieron, que esa ya no sería imi-
tación, sino como pudieran suceder, dándoles toda la perfección que puede
alcanzar la imaginación del que las finge; que es lo que hace unos poetas
mejores que otros; y así, para mi obra no hace al caso que las tradiciones
que en ella sigo sean ciertas ó fabulosas; que cuanto menos tuviesen de his-
toria y más de invención verosímil, tanto más se habrá llegado á la perfec-
ción que le deseo.
— 247 —
Suave en el mirar y zahareño:
Temor el verlo y alegría causaba,

Y el rostro armado de capote y ceño,


Mezclando á lo hermoso lo robusto,

La cifra hacía del deleite y gusto.


En un bravo fantástico caballo
De la color y lustre del armiño,
Que Génil vio nacer Bétis criallo,

Y de su juncia aun no perdió el cariño;


Siu poder con el freno sosegallo,
Lozano el potro, y el ginete niño,
Y así, trocando manos y visajes,
Hería el jaez, temblaban los plumajes.

De azul tela, de plata y encarnado


Rico jubón, coleto y calza al uso,
El bohemio en armiños aforrado,
Que el regalo y la gala juntos puso,
Con broches de diamantes recamado
Y perlas en labor y orden confuso,
Y en el sombrero, en plumas y en airones,
Engastes de rubís hechos florones.

Y dice el Príncipe de Esquilache en el prólogo citado corroborando lo


de Balbuena:
Hallóme obligado á satisfacer una objeción, que en Italia han puesto á
este poema Antes de verle, reparando en que elegí un héroe y una acción mo-
derna, que pasó en Italia há pocos años, y que la notoriedad de la historia
es fuerza que me estreche, para no poder dilatar la invención y episodios,
que son el lustre, ser y ornato del poema, y que de este peligro me librara
habiendo escogido asunto más antiguo, y suceso que hubiese pasado ó en
Asia ó en África, donde pudiera inventar con más largueza, sin atarme en
este inconveniente, que ellos juzgan que lo es.
A esto respondo lo primero, que si este reparo fuese de tanta conside-
ración como ellos juzgan, sería de mayor estimación si el poema saliese acer-
tado y con todos los requisitos que pide el arte, como se ha procurado dis-
poner.
Lo segundo, que el rey don Alonso el Quinto fué singular héroe, con
quien no se pueden comparar los más antiguos que en Asia y en África fue-
ron príncipes señalados, y más siendo esta acción tanto más ilustre cuanto
es la diferencia de vencer alarbes en Jerusalem, ó franceses aliados con todos
los príncipes de la cristiandad, y esto en el reino de Ñapóles, despojándolos
del por fuerza de armas; y de las excelencias, hechos y dichos deste Príncipe
han escrito los ext:anjeros tantos libros y elogios, que ellos satisfarán por mí.
Lo tercero, que siendo la casa de los Príncipes de Esquilache descen-
dientes del rey don Alonso, no fuera razón que buscara héroe mendigado,
teniéndole grande de puertas adentro.
— 248 —
La calza de obra y ricas entretelas,
Lanzando rayos con vislumbres de oro,

De puntas de diamantes dos espuelas,


Y de rubís por ellas un tesoro;
El blando freno, estribos y charnelas
Con pardas pieles de artificio moro;
La guarnición de la gallarda espada
De esmeraldas y perlas amasada.
Varios entalles de oro en cada hebilla,
Sonando del pretal ¡as guarniciones.

De verde brocatel la corva silla,

Y del mismo matiz riendas y acciones;


Gripado lo embutido de platilla,

Y en nuevos trebolillos y florones,


Con asientos de perlas y rubazos,
Floridos brichos y escarchados lazos.
Asi tal vez entre celajes pardos
Suele, bullendo en luz resplandeciente,
Con bellas alas de oro y pasos tardos,
El lucero alegrar al rojo oriente;
Y entre peñascos de ámbares gallardos
Dorar las nuevas rosas de su frente,
Recamando de aljófares y grana
El tierno día, el mundo y la mañana.
Tal el doncel llegó, tal el mirallo

Deleite puso y gusto en los presentes,


El rey por le hablar paró el caballo,
Hecho un tejido muro de sus gentes;
Cuando el sabio gentil que ha presentallo
Al Casto rey venía, estas prudentes
Palabras sembró al aire, y fué escuchado
Del circunstante pueblo descuidado:

Muchos son los poemas de asunto histórico y cabaüc-


icsco que se escribieron durante el siglo xvn; su sola enu-
meración ocuparía algunas páginas, que solo haremos así
mérito de los de más nombre
y que son los
significación,
siguientes: El Arauco domado, de Pedro de Oña; Cortés
valeroso, de Gabriel Laso de la Vega; El Peregrino india-
no ó Conquista de Méjico, por Antonio Saavedra Guzmán;
La Argentina, por Martín Barco Centenera; Elegías de
varones ¿lustres de Indias, por Juan Castellano; todos
ellos, según se vé, consagrados á cantar los hechos de
— 249 —
nuestros conquistadores del Nuevo Mundo, asunto que em-
bargaba la inspiración de nuestros poetas y atraía la aten-
ción de nuestro pueblo. De asuntos pertenecientes á la his-
toria patria de la península, tenemos los poemas: La Caro-
lea,de Jerónimo Samper; El Carlos famoso, de Luís Za^
pata; La Austriada, de Juan Rufo; La Conquista de la
Bética, El Pelayo, de Alfonso López Pinciano; La Xn-
mantina, de Francisco Mosquera Barnuevo; Hechos del
Cid, por Diego Giménez de Ayllón; España libertada, por
D a Bernarda Ferreira de la Cerda; Conquista de las Azo-
res, por García de Alarcón; Sitio y toma de Auvers, por
Miguel Giner; Liga deshecha de los moriscos, por Juan
Méndez de Vasconcelos; Heriada, por Gaspar Labariego
de Santana; La Neapolisca de Francisco Trillo de Figue-
,

i
roa; El Fernando ó Sevilla restaurada, de Juan Antonio
Vera y Figueroa, y La Saguutiua, escrita por Lorenzo de
Zamora. Todos estos, y algunos más que no citamos, de-
muestran la desmedida afición al género épico que se des-
pertó en nuestros poetas, que ciertamente no carecían tan
en absoluto de disposiciones para esta clase de obras poé-
ticas,como se quiere suponer, y además es temerario con-
denarlas sistemáticamente al desprecio y al olvido, cuando
aun en la más insignificante brillan felices disposiciones,
por desgracia oscurecidas, merced á los desaciertos debi-
dos á las causas ya indicadas.
La mejor comprobación de lo dicho sería el examen
de esos poemas, y en la imposibilidad de hacerlo, daremos
cuenta de alguno de los de más fama y nombre.
Comenzando por La Austriada, de Juan Rufo, diremos
con el señor Rossell, que si bien es verdad adolece de los
defectos comunes á todos nuestros poemas, "el libro es un
monumento literario que supone en su autor grandes dotes
de poeta,, y así es la verdad: ¿Puede pedirse algo á éste
retrato de D. Juan de Austria?

Así lo quiso, y fué tan bien servido


De dar á D. Juan de Austria (que tal era

Del príncipe fatal el apellido)

Dos mayores aplausos déla esfera;

Gallarda agilidad, claro sentido,


32
— 250 —
Hermosa proporción, beldad severa,

Ser á todo amalle y apacille,


Humilde en paz, en armas invencible.

Mas nunca fué con él nadie atrevido


Que no se lo pagase por entero;
Y así también usó después decillo:
«Agravio, ni hacello ni sufrillo.*

Son muy notables combate de D. Diego


los pasajes del
de Leiva con Ismeno; tempestad descrita en el Canto VII,
la

y otras descripciones y rasgos esparcidos por el poema.


Las citas de las bellezas contenidas en otros poemas
pudieran ser numerosas, en particular de El Arauco do-
Diado y de Las elegías de varones ilustres de ludias, don-
de abundan los retratos, los episodios y las sentencias pro-
fundas.
Si tan abundante es la producción épico-heróica en
nuestra literatura, no lo es menos la épico-religiosa, con-
tándose entre esta última especie en las obras de más va-
lía, el poema La Creación del Mando, del Dr. Alonso de

Acebedo, y aunque se dude por algunos de su originalidad


y le consideren como arreglo del poema francés sobre el
mismo asunto, escrito por Guillaume de Saluste, es lo
cierto que tiene pasajes muy notables y su versificación es
robusta y harmoniosa. El poema se ajusta en un todo á la
tradición mosaica, exponiendo en cada uno de los siete
días de la Creación las maravillas obradas por Dios, termi-
nando con una grandiosa descripción del juicio final, enu-
merando todas las naciones y pueblos, que comparecerán
ante el Juez Supremo. De esta última parte del poema to-
mamos las dos octavas siguientes:

De cuadrillas angélicas ceñido,


El justo será en alto levantado
Para gozar el premio merecido
Que Dios tiene á los suyos reservado,
V el malo de su culpa convencido
Caerá con la carga del pecado
— 251 —
En precipicio del profundo infierno
Condenado á vivir en fuego eterno.

¡Oh feliz día, á cuya lumbre pura


Xo cubrirá con el nocturno manto
De tinieblas la opaca sombra oscura,
De horrible vista y temeroso espanto!
¡Oh día de descanso y de dulzura,
Día alegre en el cual el gremio santo
Del enemigo alcanzará victoria,
Y tendrá premio de reposo y gloria!

Unánimemente, los críticos españoles y extranjeros,


proclaman como muy superior á todos los poemas épico
religiosos del parnaso castellano, y no inferior á los demás
alabados de esta clase en las literaturas extranjeras, al
poema titulado La Cristiadá, de Fray Diego de Hojeda.
Muy escasas noticias se tienen de este autor; se sabe úni-
camente que era sevillano, que pasó á América, residien-
do en Lima por espacio de algún tiempo; tomó el hábito
de dominico y murió en Lima en 1675, siendo prior de los
dominicos en el convento de aquella ciudad. Menos conoci-
do y estudiado este poema de lo que merece, su asunto es
la crucifixión y muerte del Salvador, comenzando en la úl-
tima cena y terminando con la Ascensión. Escrito con ele-
gancia y soltura, en octavas reales; consta de doce cantos,
abundando en tiernísimos pasajes; sirvan de muestra las si-
guientes octavas del Canto V que refiere la visión de Cris-
to, cuando le consideraron como un loco y necio, vé en el
cielo la gran corte de sabios, generación fecunda de su doc-
trina, citando á San Buenaventura, Escoto y Santo Tomás.

Mas ¿quién podrá contar, oh, Madre Santa,


De aquellos tus varones generosos
La copia inmensa, que entendida espanta.
Y á los astros excede numerosos?
De tantos sabios muchedumbre tanta
Los conceptos deslumhra más lustrosos:

Dejólos de nombrar; que es vano intento


Las estrellas contar del firmamento.
También el padre y serafin alado
V encendido en feliz y eterna llama,
Con su grave academia estaba honrado
— 252 —
De hijos dignos de perpetua fama;
De la Buenaventura acompañado
(Que así el doctor seráfico se llama).
Amores con sus manos escribía,

Y escribiendo, á su escuela arder hacía;


Y tú padre de insignes agudezas,
Escoto, en argüir jamas vencido,
Meditabas profundas sutilezas,

De rayos cual pirámides ceñido;


Y otros, de la virtud raras proeras,
Y de la ciencia honor esclarecido,
Y deste cielo vivos resplandores,

Se mostraban allí claros doctores;


Y el defensor de la verdad, Egidio,
Del regio patriarca hijo noble.
Que fué al grande Tomás docto presidio,

Y corona ganó de fuerte roble;


Cuya fatiga generosa envidie,
Y antes imitaré que el tiempo doble
.Mi corta edad, si el ocio deseado
Da pavor, como suele, á mi cuidado.

Del mérito de éste poema certifican tan notables críti-


cos como Quintana, Milá y Fontanals, y el colector de las
obras de los poemas épicos castellanos de la Biblioteca de
Autores españoles, D. Cayetano Rossell, que refiriéndose
á los poemas extranjeros dice: ''La Cristiada sostiene mu-
chas veces la comparación con el Paraíso perdido, cuan-
do pinta la mansión de los espíritus infernales y los conci-
liábulos de Satanás, y no cede en ciertos rasgos de erudi-
ción á la Mesiada de Klostop.,,
Fama alcanzó el poema del capitán Cristóbal Virnés,
titulado El Monserratte. Nació este poeta en Valencia, en
1550; se distinguió como militar en Flandes y en Italia, y
peleó en la gloriosa jornada de Lepanto. En la poesía, cul-
tivó el género lírico y dramático. De este último son muy
conocidas sus tragedias: Da gran Semiraniis, La cruel Ca-
sandra, Afila furioso, La infeliz Marcela y Elisa Dido.
Lope de Vega le atribuye la novedad de haber reducido á
tres las jornadas de sus tragedias.
El mismo Virués nos dice en el prólogo de su poema
— 253 —
El Moiiserratte, cuál era el asunto: "tomando por acción la
milagrosa aparición de la imagen de Nuestra Señora de
Monserratte y fundación de su santa casa.,, Si atendemos
al desarrollo del asunto, más bien que un poema, puede
considerarse á El Monserratte como una leyenda. Es muy
de alabar la nitidez de su versificación y lo fluido del estilo.
Consta de veinte cantos; á cada uno precede una octava
que indica el argumento. De los episodios, es muy notable
el del Canto IV, que se refiere á la batalla de Lepanto, y el
de las glorias del monasterio de Monserratte, del Can-
to XX.
Muy severa se muestra la crítica al estudiar el poema
Vida, excelencias y muerte del gloriosísimo patriarca San
José, escrito por el maestro José de Valdivieso, natural de
Toledo, capellán muzárabe de aquella Iglesia Catedral,
autor de la obra histórica El Sagrario de Toledo, y de las
muy conocidas Jardín de Jlores y Romancero espiritual,
con otras menos importantes. Los fundamentos en que se
apoya ese severo juicio, se refieren á que el asunto no co-
rresponde á la sublime sencillez de la vida del Santo Pa-
triarca, mezclándose pasiones humanas y alusiones mitoló-
gicas de dudoso gusto y de ninguna oportunidad: en una
palabra, que la ambiciosa forma épica con que se reviste,
dista mucho de la alta concepción que pide el asunto, y de
la dignidad y decoro con que merecía ser tratado. No obs-

tante, en los veinticuatro cantos de que consta el poema,


narrando en ellos el nacimiento de San José hasta su muer-
te y bajada al Limbo, abundan las bellezas y aciertos, sien-

do muy de alabar la riqueza y fantasía, la amenidad de su


estilo, la dicción fácil y la versificación, por lo general,
fluida. Valdivieso mismo, confiesa en el prólogo, que su
poema tiene más faltas, que él quisiera haber podido evi-
tar, añadiendo después, con mucha gracia: "que aun cuan-
do le faltaran, no faltará quien se las pusiera.,,
Sirva de muestra de la riqueza y galanura de imáge-
nes el Canto V, que al narrar los desposorios, describe así
el amanecer de aquel día:

Y pide á la pintora primavera


De abril y mayo flores y blandura.
— 254 —
De Zéfiro y Favonio cierta espera

Soplos suaves llenos de dulzura;


De la dichosa Arabia y India fiera

Carga de flores ricas de hermosura,


Y al tiempo que en su carro alegre sube,
Huye la noche envuelta en negra nube.
Muestra gallarda cuanto puede y vale,
De oro sus ricas hebras esparciendo,
Que el mismo sol no quiere que la iguale

En la hermosura con que va saliendo;


Y mas que nunca bella y fresca sale,
Das puertas del Oriente enriqueciendo,
Haciendo abriles, derramando mayos
El resplandor de sus divinos rayos.
Diego á Jerusalén la rubia dama.
Haciendo el templo bienaventurado
Con las flores y luz que en él derrama
Un nuevo Oriente, blanco y encarnado;
A los divinos desposados llama
Con canto de ras aves, no enseñado;
Salúdalos y dales ra en buen hora,
Y de nuevo la tierra y cielo dora.

Pocos son los poemas épico-didácticos con que cuenta


el parnaso castellano; se reducen á El Ejemplar poético de
luán de la Cueva, á El Arte nuevo de hacer comedias, de
Lope de Vega, á El Arte de la pintura, su antigüedad y
grandeza de Francisco Pacheco, y al más importante de to-
,

dos, el Arte de la pintura, escrito por el poeta y pintor cor-


dobés Pablo de Céspedes. Por desgracia, solo conocemos
de este poema algunos trozos, si bien son los bastantes pa-
ra apreciar su mérito, al que quizá perjudicaría la mucha
erudición de su autor, según puede observarse en las si-
guientes octavas:
¡Cuantas obras la tierra avara esconde
Que ya ceniza y polvo las contemplo!
¿Donde el bronce labrado y oro, y donde

Atrios y gradas del axirio templo?


Allí ninguna voz ya no responde,
De alta memoria peregrino ejemplo;
Solo el tesoro que el ingenio adquiere
Se libra del morir ó se difiere.
No creo que otro fuere el sacro rio
Que al vencedor Aquiles y ligero
Le hizo el cuerpo con fatal rocío
Impenetrable al homicida acero,
Que aquella trompa y sonoroso brio
Del claro verso del eterno Homero;
Que viviendo en la boca de la gente
Ataja de los siglos la corriente.

Se alaba mucho y se tiene como descripción magistral,


la que hace del caballo en uno de los fragmentos que han
llegado hasta nosotros, y que por ser muy conocida, no la
reproducimos.
Si bien numerosa, es de escasa valía la colección de
poemas épico-burlescos de nuestro parnaso, á excepción de
la Mosquea. Fué su autor el Dr. D. José de Villa viciosa, na-
tural de Sigüenza, donde nació en 1589; desempeñó el car-
go de Inquisidor de Cuenca; fué Arcediano de Noya y Señor
de Reillo, y murió en Cuenca en 1638. Su poema tiene por
asunto la guerra de las moscas y las hormigas, y sobre
materia tan baladí, trazó un hermoso poema en doce can-
tos, escritos en octavas rotundas y fluidas, desarrollando
su argumento con tal arte, y pintando los caracteres con
energía y vigor, de manera que el lector llega á olvidar lo
insignificante del asunto, excitando un vivísimo interés.
Quintana, el Sr. Martínez de la Rosa, el colector de los poe-
mas épicos de la Biblioteca de Autores españoles, y cuan-
tos críticos se han ocupado de La Mosquea, convienen en
que la acción, la pintura de caracteres, el interés y cuan-
tas condiciones debe reunir un poema burlesco, se hallan
en esta obra del Dr. Villaviciosa, á la que únicamente da-
ñan: un asunto sin interés, la prolijidad enfadosa, algunos
asomos de pedantería y de mal gusto, y la mezcla de ele-
mentos paganos; defectos todos, que el talento y condicio-
nes del autor hubieran evitado, si con mejor acierto los em-
pleara en un asunto más en harmonía con su condición y
carácter. Bastará para formar juicio de los alientos que Vi-
llaviciosa tenía para la trompa épica, la descripción que
hace en el Canto I, de cuantos elementos se aprestaban á la
lucha:
— 256 —
Las provocadas furias del infierno

Sembrando rabia y ponzoñosa espuma,


El odio horrible y el rencor interno,
El sumo ex trago y mortandad sin suma,
Las agotadas aguas del Averno
Por soldados alados y sin pluma,
Los fieros encontrados reinos canto
Que el imperio poblaron del espanto.

En el Canto II, hay algunos pasajes de delicadeza y gra-


cia, como el que nos pinta los amores de una mosca; el dis-
curso de la mosca que anuncia al rey la guerra que se
T
prepara; la descripción de la armada en el Canto IV la re- ,

lación de un encuentro en el Canto XI; que para dar termi-


nado lo que se refiere á este poema, insertamos á conti-
nuación:

Resuena el grito en el altivo polo

Que tanta gente desde el suelo envía


Túrbase entonces la región de oro
Con tan súbita y grande vocería;
Entre nubes de polvo el claro Apolo
Metió la cara oscureciendo el día;

Y al son de las trompetas y atambores


La tierra se espantó con mil temblores.
Parten á darse los primeros botes
He las lanzas los fuertes caballeros

Cercanos ya por los ligeros trotes


De sus bravos caballos y ligeros;

Llegan diciéndose injuriosos motes,


Y para herirse los caudillos fieros
En los estribos con furor se plantan,

Y airados en las sillas se levantan.

La pelea fué ruda hasta el extremo de que

Y al cielo vuela y desde el suelo sube


De las quebradas lanzas una nube.

Prolongábase el combate y faltaban las fuerzas á los


combatientes, porque

Ya los caballos el rigor no sieuten


De la dorada espuela ó acicate,
— 257 -
Y solo sirven de que allí revienten
Cuando el hijar cansado se les bate:

Ya los fieros soldados no consienten


Que dure más el bélico combate
Cuando no sufre el cuerpo la acerada

Malla, ni el brazo la sangrienta espada.

Interminable sería nuestra tarea si hubiéramos de se-


guir paso á paso las muchas bellezas y grandes aciertos
que contiene La Mosquea.
Correspondientes al siglo xvn, podemos citar La As-
incida, de Cosme de Aldana, la Muerte, entierro y honras
de Chr espina Maranginana, gata de Juan Crespo, obra
debida á Cintio Meretisso, seudónimo que oculta el verda-
dero nombre del autor; sátira en tres cantos, escrita con
soltura y gracia; la Gigautoinaquia, de Manuel Gallegos,
que es menos importante, y la Gatomaquia, de Lope de
Vega, de la que nos ocupamos al tratar de las obras de
este autor.
-
^ ínunmnfiíümííriíiím

CAPÍTULO VII

EL TEATRO. —
TRADUCTORES DEL TEATRO CLASICO. ESTADO —
DEL TEATRO EX EL SIGLO XVI. —
LA PROPALADIA DE BAR-
TOLOMÉ DE TORRES NAHARRO. — LOPE DE RUEDA Y SUS OBRAS
DRAMÁTICAS. —
ESTADO DEL TEATRO Y POETAS QUE PRECE-
DIERON' Á LOPE DE VEGA.

^jas mejores páginas de la literatura castellana se ha-


¡JlgiS
1

lian en la historia de la poesía dramática del siglo


xvi y xvn. Cuantos elementos literarios aportan los siglos
anteriores, tienen cabida en el teatro, y hasta la poesía po-
pular con toda clase de sentimientos nacionales, se acoge
á la poesfa dramática, protestando de cuantas ingerencias
vienen á la poesía castellana, alterando sus genuinos ca-
racteres; de manera, que puede con razón afirmarse,
tal

que dramática absorbe la inspiración y genio de


la poesía
nuestros más preciados poetas, caracterizando los legenda-
rios sentimientos é ideas del pueblo español.
Xo se verificó esta absorción del espíritu nacional sin
algunos obstáculos opuestos por los adoradores de la anti-
güedad clásica, que quisieron vaciar en los moldes de las li-
teraturas griega y latina las ideas nuevas, distinguiéndose
en esta labor Boscan, que tradujo algunas obras del teatro
clásico; el médico de Carlos V, Francisco de Villalobos,
traductor del Anfitrión, de Plauto, cuya traducción no se
distingue por la fidelidad, pues alteró y suprimió cuanto le
- 259 —
pareció oportuno; y Fernán Pérez de Oliva que trajo á la li-
teratura castellana las obras de Sófocles y Eurípides, con
algunas de Plauto, incluso el Anfitrión. Es muy posible que
las traducciones de estos escritores tuvieran el único pro-
pósito de alentar á la juventud en el estudio del griego y
y del latín, cual sucede con las traducciones anónimas que
aparecieron en de las dos obras de Plauto, el Miles glo-
1.")."».")

riosas y los MenccJimos] y las muchas que tradujo Pedro


Simón Abril, distinguido humanista, entre otras, el Pinto,
de Aristófanes, la Medca, de Eurípides, y casi todas las
obras dramáticas del poeta cómico latino Tereneio. Y claro
es quf», proponiéndolas como modelos dignos de imitarse,
alguna influencia debieron ejercer que quedó destruida por
el espíritu nacional y popular que revistió siempre el
teatro.
La prueba más palpable de cuan ineficaces fueron los
esfuerzos, si es que los hubo, para aclimatar la afición clá-
sica en nuestra literatura, la tenemos en Bartolomé de To-
rres Naharro, clérigo y erudito, hijo de familia distinguida,
natural de la Torre, provincia de Badajoz; únicas noticias
que tenemos de este insigne escritor dramático, pues igno-
ramos el año de su nacimiento y de su muerte y los detalles
de su vida agitadísima, según se deduce de sus mismas
obras.
En la edición publicada en 1517, siendo ya clérigo, y re-
sidiendo en Roma, reproducida más tarde en Ñapóles, á don-
de se trasladó, aparecieron las obras de este escritor colec-
cionadas con el extraño título de la Propaladia. "Ningún
libro, dice el eruditoSchack, es tan importante para la his-
toria literaria del teatro español como la Propaladia. pues
habiendo precedido á muchos autores, lo que en ellos cons-
tituye el elemento aislado, en la Propaladia es doctrina fir-
me y determinada.,,
Todas las obras que comprende la Propaladia están
escritas en versos de ocho sílabas y pié quebrado; á cada
comedia precede un Introito y un argumento: el primero
no tiene relación ninguna con el asunto ó es muy vaga; ge-
neralmente consiste en un gracioso que ruega al auditorio
asista á la representación. En el argumento se hace un re-
— 260 —
sumen de lo que se va á representar, y todas las piezas dra-
máticas terminan con una loa. Comprende ocho comedias
que son las siguientes: Himeneo., Aquüana, Jacinta, Sera-
fina, Calamita, Throfea, Soldadesca y Tinelaria, estas dos
últimas, verdaderos cuadros de costumbres; y además es-
cribió también el Diálogo del Nacimiento. En general, y
anticipando un juicio sobre el mérito de todas estas obras,
podemos decir que las perjudica el excesivo número de
personajes, la falta de vis cómica; el empleo que en algunas
se hace del italiano, latín, castellano y valenciano, en una
misma obra; y por último, cierta libertad licenciosa que
toca en lo inmoral, que hacen desmerecer las obras de To-
rres Xaharro. Ligeramente daremos á conocer el mérito de
algunas de las más celebradas.
La Himenea se reduce su argumento á que Himeneo,
enamorado de Febea, la asedia á todas horas con músicas
y rondas, hasta que, puesto al habla con ella, se entera el
hermano de Febea, que celoso por su honra, burla los mu-
chos intentos de los dos amantes para eludir su vigilan-
cia, hasta que los sorprende juntos, y cuando se halla dis-
puesto á lavar con su sangre la honra que creía mancilla-
da, préstase gustoso Himeneo á tomar por esposa á Febea,
terminando la comedia. Las cinco jornadas de que consta,
han dado materia para muchas obras del teatro español, y
fué el patrón al que se ajustaron cuantas después se escri-
bieron de las llamadas de capa y espada. Entre sus varios
defectos está el considerarse muchas de las escenas como
episodios, y lo es realmente todo el acto tercero, además de
estar llena de incidentes inútiles; no obstante, los persona-
jes están bien caracterizados, la acción se desarrolla con
facilidad y el diálogo es animado y vivo, cual puede juzgar-
se por el empleado en la primera entrevista de Febea é Hi-
meneo.

Febea
Bien me podéis. perdonar,
Que cierto no os conocía

Himeneo
Pues me tenéis en olvido?
— 261 -
Febea
En otro mejor lugar
Os tengo yo todavía
Aunque pierda en el partido.

IIlMENKO

Yo gano tanto cuidado,


Que jamas pienso perdello,

Sino que con merescello


Me parece estar pagado;
Pues padezco
Menos mal del que merezco.

Frbea
Gran compasión y dolor
He de ver tanto quejaros, etc.

Y en la jornada segunda dice Himeneo:

¡Oh mayor bien de los bienes!


Es mi bien.

Febea
Maz quién sois vos?

Himeneo
Quien no fuese,

Ni más una hora viviese

Feiska

No os entiendo, caballero,
Si merced queréis hacerme,
Mas claro habéis de hablarme,

Insiste Himeneo en emplear artificios retóricos para


pintarla su pasión y Febea le pregunta:

Gentil hombre,
Quiero saber vuestro nombre.

Himeneo
Soy el que en veros me veo
Devoto para adoraros,
Contrito para quereros
— 262 —
Tiene razón el Sr. Martínez de la Rosa; parece impo-
sible que en la infancia del arte pueda escribirse un diálo-
go tan suelto y bello como el que precede.
La titulada Calamita, es una comedia de enredo, cuyo
argumento se reduce al casamiento clandestino de un joven,
noble y rico, con una muchacha pobre que aparecía como
hermana de un necio. Se lleva á cabo el matrimonio, mer-
ced á la intervención de un criado que allana cuantos obs-
táculos se oponen; pero no sin que al fin se entere el padre
del mancebo, que en un arrebato de ira quiere matar á su
hijo, por matrimonio tan desigual. Descúbrese al fin que la
novia no es hermana del necio, ni hija del rústico que apa-
recía como su padre, y entonces el padre del mancebo
otorga su bendición á la boda. Dice el Sr. Martínez de la
Rosa (1), refiriéndose á las bellezas de esta comedia: "Ni en
que comedia, por linda que sea, sentaría mal una relación
tan fiúida, tan llena de agudeza y donaire como la siguien-
te, que dice el novio, echando cuentas consigo mismo.

Quien ha de tomar mujer


Tome la más escondida
Para su seguridad,
La que en virtud y en bondad
Fuere criada y nascida:
La mucho en mucho tenida
Por hermosa
Esta diz que es peligrosa;
La muy sabida, mudable;
La muy rica, intolerable;
Soberbia Ja generosa;
La cumplida en cualquier cosa
Y acabada
Menos que todas me agrada;
Porque según mi pensar,
Mala cosa es de guardar
La de todos deseada» .

Si muy importantes son las obras dramáticas que con-

o
(i) Poética, Apéndice á la Comedia y á la Tragedia, tomo 2 edición
,

de las obras Literarias de don Francisco Martínez de la Rosa, París, 1827.


— 263 —
tiene la Propaladla, no lo son menos las ideas literarias
que á manera de Introito ó Prólogo, preceden á dicha co-
lección de piezas dramáticas. Hace una distinción entre
Tragedia y Comedia, y dice de esta última: "Comedia no
es otra cosa sino un artificio ingenioso de notables y final-
mente alegres acontecimientos, por personas disputado,,,
definición, como se vé, que no se aparta en lo esencial de
la dada después por los más famosos preceptistas. Admite la
división en cinco actos, siguiendo la tradición horaciana, y
añade: "aunque yo les llamo jornadas, porque más me pa-
recen descansaderos que otra cosa, de donde la comedia
queda mejor entendida y recitada.,, Como hombre de buen
sentido, admite que el número de personajes esté en rela-
ción con el asunto, más sin perder de vista que no sean tan
pocos, "que parezca la fiesta sorda.,, ni tantos, que engen-
dren confusión; y como en la Tinelaria pasan de veinte el
número de personajes que introduce, se defiende de este
cargo diciendo que así lo pedía la acción. Son muy notables
sus palabras cuando se refieren al principio absoluto de la
conformidad de las cosas, con su naturaleza que él llama
decoro, y aunque no tienen novedad, porque son paráfrasis
de los principios sustentados por Horacio en su inmortal
Epístola ad Pisones, respecto á esta materia, son dignas de
reproducirse por la forma con que se expresan. "Es deco-
ro, dice, una justa y decente continuación de la materia,
conviene á saber dando á cada uno lo suyo, evitar las cosas
impropias, usar de todas las legítimas, de manera que el
siervo no diga ni haga actos del señor, ni é converso; y el
lugar triste entristecello, y el alegre alegrallo con toda la
advertencia, diligencia y modo posibles.,,
En cuanto á los géneros de comedia, admite solo dos:
comedia á noticia y comedia á fantasía, entendiendo por
las primeras, las referentes á cosas notas y vistas, en reali-
dad de verdad; citando como ejemplos de esta clase sus dos
comedias, Soldadesca y Tinelaria. Las de fantasía, entien-
de Navarro que pueden llamarse así las "que tengan un
asunto fantástico ó fingido que tenga color de verdad aun-
que no lo sea.,.
Tales son las ideas que contiene la Propaladla, con
— 264 -
otras que por no hallarse hoy en uso omitimos, como omiti-
mos también, cuanto se refiere á la influencia que el tea-
tro de Torres Naharro pudo tener en Italia, y lo referente
á y ciudades de España en que se representaron
la fecha
sus comedias.
Después de Torres Naharro, indican todos los historia-
dores del teatro á Lope de Rueda, al que se considera co-
mo verdadero fundador del teatro profano,, famoso repre-
sentante y autor muy estimado \ alabado por sus contem-
poráneos, según se puede ver, en la loa de la comedia que
incluye Agustín de Rojas en su viaje entretenido, cuando
dice:

que Lope de Rueda,


Gracioso representante,
V en su tiempo gran poeta,
Empezó á poner la farsa
En buen uso y orden buena;
Porque la repartió en actos,
Haciendo introito en ella

Que ahora llamamos loa, etc.

El famoso Secretario de Felipe II, asegura que Lope


de Rueda era el embeleso de la corte de aquel poderoso
monarca, y por último, Cervantes, en el prólogo de sus co-
medias, refiriéndose á una conversación entre literatos, so-
bre la antigüedad de la Comedia, dice: ''tratóse también de
quién fué el primero que en España la sacó de mantillas y
la puso en toldo, y la vistió de gala y apariencia. Yo
como el más viejo que allí estaba, dije que me acordaba
de haber visto representar al gran Lope de Rueda, varón
insigne en la representación y en el entendimiento. Fué
natural de Sevilla, y de oficio batihoja, que quiere decir, de
los que hacen panes de oro. Fué admirable en la poesía
pastoril; y en este modo, ni entonces, ni después acá nin-
guno le ha llevado ventaja „ Parecía lo natural que en

ingenio tan celebrado por sus contemporáneos, todas las


circunstancias de su vida fuesen muy conocidas, y sin em-
bargo, lo único que sabemos, además de lo que consigna
Cervantes respecto á su patria y oficio, es que de simple
— 265 —
menestral, por su ingenio y talento, llegó á ser director de
una compañía de cómicos, y que en Valencia en 1567 se
imprimieron sus obras, cuando ya hacía algún tiempo que
había muerto, según se cree, en Córdoba, ignorándose la
fecha, así como se ignora la de su nacimiento.
Sus comedias se dividen en tres clases: comedias pro-
piamente tales, coloquios pastoriles y pasos. Todas las co-
medias están escritas en prosa y las más notables son: Eufe-
mia, Comedia de los engaños, Medova y Armeliua, esta
última de aparato, que hoy pudiéramos llamar de magia. De
los coloquios pastoriles se conservan Camila y Timbria, y
en verso, sólo un pequeño diálogo que incluyó Cervantes
en los Baños de Argel, titulado Las prendas de amor. Lo
más notable son sus pasos, especie de entremeses ó piezas
cómicas que retratan la vida vulgar de un modo caracterís-
tico y chistoso; todos son cortos, y entre los muchos que pu-
diéramos enumerar, se encuentran: La Carátula, El Ru-
fián cobarde, El Convidado y Las Aceitunas. Este último es
muy chistoso; su argumento se reduce á lo siguiente: un la-
brador llamado Toribio, cuenta á su mujer que ha planta-
do un olivo; ésta, llamada Águeda, empieza á formar cálcu-
los sobre lo que les producirá un olivar al cabo de algunos
años y á qué precio venderá Menciguela, que es su hija, el
celemín de aceitunas en el mercado; con este motivo se pro-
mueve una ruidosa disputa entre marido y mujer, con tal
alboroto y algazara, que apercibidos los vecinos tratan de
ponerlos en paz, y al averiguar la causa de la disputa, se
enteran de que la había motivado el precio de la venta de
un lruto que todavía no existía. Como se vé, el asunto no
puede ser más cómico, y para que pueda juzgarse del mé-
rito de Lope de Rueda, en lo que se refiere al lenguaje y ani-
mación del diálogo, insertamos á continuación parte del re-
ferido paso de Las Aceitunas.
Águeda
Marido. c
No sabéis lo que he pensado? En aquel renuevo de
aceitunas que plantastes hoy, que de aquí á seis ó siete años llevará
cuatro ó cinco fanegas de aceitunas, y que poniendo plantas acá y
acullá, de aquí á venticinco ó treinta años terneis un olivar hecho y
derecho.
U
— 266 —
Toruvio
Eso es la verdad, muger, que no puede dejar de ser lindo.

Águeda
Mira marido ¿sabéis que he pensado? que yo cogeré la aceitu-

na, y vos la acarreareis con el asnillo, y Menciguela lo venderá en la


plaza; y mira, mochadla que te mando que no des el celemín menos
de dos reales castellanos.

Toruvio
;Como á dos reales castellanos? ¿No veis qu'es cargo de cous-
ciencia y nos llevará el almotacén cad' el dia la pena? Que basta pe-
dir á catorce ó quince dineros por celemín.

Águeda
Callad, marido, qu es el reduño de la casta de los de Córdova.
:

Toruvío
Pues aunque sea de la casta de los de Córdova, basta pedir lo
que tengo dicho.

Águeda
Hora no me quebréis la cabeza; mira, mochacha, que te mando
que no la deis menos el celemín de á dos reales castellanos.

Toruvio
¿Como á dos reales castellanos? Ven acá mochacha, ;á
r como
has de pedir?

Menciguela
A como vos quisiéredes, padre.

Toruvio
A catorce ó quince dineros.

MENCIGUEI a
Asi lo liare, padre.

Águeda
¿Como así lo haré padre? Ven acá, mochacha ¿á como has de
pedir?

Menciguela
A como mandáredes, madre.

Águeda
A dos reales castellanos.
— 267 —
Toruvio
¿Como á dos reales castellanos? S os prometo que
;
si no hacéis
lo que y'os mande que os tengo de dar mas de dos cientos correo-
nazos, ¿á como has de pedir?

Mencigüela
A como decís vos, padre.

Toruvio
A catorce ó quince dineros.

Mencigüela
Así lo haré, padre.

Águeda
¿Como asi lo haré padre? Toma, toma, hace lo que y'os mande.

Toruvio
Dejad la mochacha.

Mencigüela
,Ay madre! ¡Ay padre! que me mata.

Aloja
¿Qu'es esto vecinos? ¿Por que maltratáis ansi la mochacha?

Águeda
;Ay señor! este mal hombre que quiere dar las cosas a menos
precio, y quiere echar á perder mi casa; unas aceitunas que son como
nueces.
Toruvio
Yo juro por los huesos de mi linaje que no son ni aun como pi-

ñones.
Águeda
Si son.
Toruvio
No son.

Aloja
Hora, señora vecina, haceme tamaño placer que os entréis alia
dentro, que yo lo averiguare todo.

., Águeda
Averigüese? ó porjgase todo del quebranto.

Aloja
Señoi vJcino ¿Que son de las aceitunas? Sacaldas acá fuera, que
tlu
yo las corúp ra '
"
se sean veinte hanegas.
— 268 —
Toruvio
Que, no señor, que no es de esa manera que vuesa merced se pen-
sa, que no están las aceitunas en casa sino en la heredad.

Aloja
Pues traeldas aqui, que y'os las comprare todas al precio que justo

fuere.

Menclguela
A dos reales quiere mi madre que se venda el celemin.

Aloja
Cara cosa es esa.

Toruvio
¿No le parece á vuesa merced?

Menciguela
Y mi padrea quince dineros.

Aloja
Tenga yo una muestra de ellas.

Toruvio
Válame Dios, señor, vuesa merced no me quiere entender. Hoy
he yo plantado un renuevo de aceitunas, y dice mi muger que de
aquí á cuatro ó cinco años llevará cuatro ó cinco hanegas de aceitu-
nas, y qu'ella la cogería y que yo la acarrease, y la mochacha las ven-
diese, y que á fuerza de derecho había de pedir dos reales por cada
celemin; yo que no, y ella que si, y sobre esto ha sido la quistion.

Aloja
¡Oh que graciosa quistion! Nunca tal se ha visto; las aceitunas
no están plantadas ¿y ha llevado la mochacha tarea sobre ellas?

Mencigoei a
¿Que les paresce señor?

Toruvto
No llores, rapaza; la mochacha, seño- '
s como un oro. llora an-
ron
dad, hija, y ponedme la mesa que y'os i- 1 eto de hacer un sayuelo
primeras aceitunas que se vendieren.

de las

Aloja
Hora andad, vecino, entraos allá de"''"" v tené paz con vuestra
— 269 -
Toruvio
Adiós, señor,

Aloja

Hora por cierto, que cosas vemos en esta vida que ponen espan-
to. Las aceitunas no están plantadas y ya. las habernos visto reñidas.

El teatro» durante el siglo xvi, debió alcanzar un pro-


digioso desarrollo. Los nombres de los escritores que de-
jamos ya referidos, con otros muchos de menor importan-
cia y algunos desconocidos, excitaron de tal manera las
aficiones del pueblo, que degeneró en desenfreno y licen-
cia, y á cortar este abuso, responde sin duda alguna la
petición presentada á las Cortes reunidas en Yalladolid en
1548, solicitando se prohibiese la representación de las
farsas inmorales, lo cual indica, no iban por muy buen ca-
mino los que se dedicaban á este género literario, y sin em-
bargo, hasta llegar á Lope de Vega, se cuentan escritores
tan importantes como Basco Diaz Tanco de Fregenal, autor
según se dice de tres tragedias que no han llegado á nos-
otros; Jerónimo Bermúdez, autor de las dos tragedias Nise
lastimosa y lYise laureada; á Cervantes, de quien hablare-
mos después; á Juan de la Cueva, que escribió las trage-
dias Muerte de Virginia y Cruel Casandra; á Cristóbal de
Virúes, poeta trágico también, que escribió la Gran Semira-
mis, Atila furioso y la Infeliz Marcela, y Andrés Rey de Ar-
tieda, primer autor que trajo al teatro la legendaria tradi-
ción de los Amantes de Teruel; los autores cómicos Luis
Miranda, Francisco de Avendaño, Alonso de la Vega, Pe-
dro Juárez de Robles, Gaspar Vázquez, Alonso Cisneros y
Juan de Timoneda, muy digno de citarse por haber influido
en la inspiración y genio de Lope de Vega, incansable fa-
vorecedor de los autores dramáticos, y al que, mejor que
bajo este concepto, se le conoce en la literatura castellana,
por las curiosísimas colecciones de cuentos cortos "titula-
das: El sobremesa, Alivio de caminantes y El Patrañuelo,
de cuyas obras trataremos al ocuparnos de la novela en
este periodo.
Dedicado Timoneda en su primera edad al comercio de
libros, tuvo ocasión de propagar las obras de Torres Xaha-
— 270 —
rro y Lope de Rueda, á los que siguió é imitó, cuando él á
su vez se dedicó á escribir para el teatro. De esta época
son algunas de sus farsas y sobre todo los pasos, entre
ellos el muy conocido de Los ciegos y el mo.so, reproducido
después mil veces, y en nuestros días con el título de Los
ciegos hipócritas ó Perico el Empedrador. También imitó
á Plauto en su comedia Menechmos. Según los críticos, sus
comedías en verso valen mucho menos que las escritas en
prosa, y sobre todo, los Entremeses. También escribió al-
gunos Autos sacramentales.
CAPÍTULO VIII

POETAS, ESCRITORES MÍSTICOS, ORADORES SAGRADOS Y EP1STO-


LÓGRAFOS DEL SIGLO XVI.— SANTA TERESA DE JESÚS. — SUS
OBRAS. — SAN JUAN DE LA CRUZ, ESCRITOR Y POETA MÍSTICO. —
OBRAS MÍSTICAS, ORATORIAS Y DIDÁCTICAS DE FRAY Ll ÍS DE T

— —
GRANADA. EL PADRE ALONSO RODRÍGUEZ. EL BEATO ALON-
SO DE OROZCO. —
INDICACIÓN DE LOS EPISTOLÓGRAFOS MÁS
DISTINGUIDOS DEL SIGLO XVI.

a historia de la poesía mística tiene sus antecedentes


en otras literaturas y en los anteriores periodos de
nuestra historia literaria, aunque los circunscribamos á so-
lo la literatura castellana, porque de otro modo, poetas
místicos hallaremos en los poetas latino-hispanos de los
primeros siglos de la Iglesia, en muchos de la literatura
provenzal y en el gran número de los que cuenta la litera-
tura hebraico- hispana, de la que bien á nuestro pesar, ve-
nimos prescindiendo.
Antes de proceder al estudio de los poetas y escritores
que se llaman místicos, bueno será fijar el valor literario
que ésta palabra tiene y distinguir la diferencia que hay en-
tre escritores y poetas que tratan en sus obras asuntos re-
ligiosos, y aquellas obras y escritores que propiamente de-
ben recibir el nombre de místicos. Todos los asuntos reté-
rentes á la religión, en su parte teórica y práctica, pueden
tener cabida, así en las obras en prosa, como en verso, y
en este sentido, pueden recibir el nombre de poetas y auto-
res religiosos cuantos traten de las referidas materias; pero
hay otros, que elevándose á las eternales mansiones, ponen
su inteligencia al servicio de los afectos que excitan en su
alma la contemplación de la divinidad, sujetando cuanto
les rodea á ese amor, que si es puramente subjetivo recibi-
rá el nombre de ascétiqp, y si trata de infiltrar ese mismo
amor en otros corazones, se llamará místico. De aquí que
consideremos nosotros como escritores místicos á aquellos
escritores del siglo xvi, que cantaron los deliquios del
amor divino con arrebatadora elocuencia, ó expresaron en
elevados conceptos las ternezas y dulzuras del amor de
Dios (1).
Ocupa uno de los primeros lugares entre los poetas y
escritores místicos, la que sin hipérbole se llama mística
doctora, Santa Teresa de Jesús.

(i) En el precioso discurso de recepción eu la Real Academia Españo-


la,leido el 6 de Marzo de 1S81, por D. Marcelino Menéndez Pelayo, se hace
esta distinción de la poesía mística, de la manera como él sabe hacerlo, en
esta forma: «Poesía mística he dicho, para distinguirla de los varios géneros
de poesía sagrada, devota, ascética y moral con que en el uso vulgar se la
confunde, pero que en este santuario del habla castellana justo es deslindar
cuidadosamente. Poesía mística no es sinónimo de poesía cristiana; abarca
más y abarca menos. Poeta místico es Ben-gabirol y con todo eso no es poe-
ta cristiano. Rey de los poetas cristianos es Prudencio y no hay en él sombra
de misticismo. Porque para llegar ala inspiración mística, no basta ser cris-
tiano, ni devoto, ni gran teólogo, ni santo, sino que se requiere un estado
psicológico especial, una efervescencia de la voluntad y del pensamiento;
una contemplación ahincada y honda de las cosas divinas y una Metafísica y
Filosofía primera, que vá por camino diverso aunque no contrario al de la
Teología Dogmática. El místico, si es ortodoxo, acepta esta Teología, la dá
como supuesto y base de todas sus especulaciones, pero llega más adelante:
aspira á \9. posesión de Dios por unión de amor, y procede como si Dios y el
alma estuviesen solos en el mundo. Este es el Misticismo como estado del
alma, y su virtud es tan poderosa y fecunda, que de él nacen una Teología
mística y una Ontología mística, en que el espíritu iluminado por la llama
del amor, columbra perfecciones y atributos del Ser, á que el seco razona-
miento no llega; y una Psicología mística, que descubre y persigue hasta las
últimas raices del amor propio y de los afectos humanos, y una poesía místi-
ca que no es más que la traducción en forma de arte de todas estas teologías
y filosofías; animadas por el sentimiento personal y vivo del poeta que can-
ta sus espirituales amores.»
- 273 -
Nació esta ilustre escritora en la ciudad de Avila, en
12 de Mayo de 1513. De ilustres padres, su fervor religio-
so la inclinó desde muy niña á la práctica de la oración.
Ella misma nos dice en la vida escrita por su propia mano,
que su padre era hombre de mucha caridad con los pobres
y piedad con los enfermos, y su madre, de grandísima ho-
nestidad, y añade después, que teniendo muchos hermanos
(tres hermanas y nueve hermanos), "cuando me acuerdo
de las buenas inclinaciones que el Señor me había dado y
cuan mal me supe aprovechar de ellas. Pues mis hermanos
ninguna cosa me desayudaban á servir á Dios;,, palabras
que revelan la humildad y modestia que lo mismo en el si-
glo que en la vida religiosa fueron constante testimonio de
las virtudes de tan singular mujer. Huérfana de madre,
tomó el hábito de religiosa en Santa María de Gracia, de
Avila, y luego en el de la Encarnación, de la misma ciudad,
profesando al fin en este último convento en 3 de Diciem-
bre de 1534. Las vicisitudes de su vida, como religiosa, son
un testimonio constante de su ardentísima fé y perseveran-
cia. Ella sola, sin recursos, ayudada únicamente por Dios

y su constancia, acometió la empresa de reformar la Orden


carmelitana, reforma llevada á feliz término, sirviendo de
timbres gloriosos para su instalación las virtudes de la
Santa, depuradas por una serie de persecuciones, calum-
nias y angustias, que cuenta con pocos ejemplos en la his-
toria, legando á sus hijas de religión una consideración y
crédito, no logrado por otras instituciones religiosas. Mu-
rió la Santa en Alba de Tormes, en 15 de Octubre de 1582;
fué beatificada en 1614, y canonizada en 1622.
A las sublimes virtudes que en vida practicó la San-
ta, unió un corazón de fuego, una imaginación fecunda y
ardientísima; dulce y persuasiva expresión, lenguaje senci-
llo y castizo. Sus obras son por el orden que las publicó:

El libro de su vida, Las Constituciones, Camino de perfec-


ción, Concepto del amor divino, Exclamaciones, Relaciones
á sus directores, Las Fundaciones, Las Moradas, Los Avi-
sos, Modo de visitar los conventos, una numerosa colección
de cartas, varias poesías de dudosa autenticidad y muchos
35
- 274 -
escritos ¡sueltos (1). En todas estas obras hay inspiración,
sublime elocuencia, á veces candor inimitable y rasgos fe-
licísimos siempre, palabra suelta y castiza, y estilo fácil y
elegante, constituyendo riquísimas joyas de la literatura
castellana y modelos inimitables de carácter místico. Mejor
que nosotros hizo el juicio de sus obras el maestro Fray
Luís de León. De Santa Teresa dijo (2): "fué un ejemplo ra-
rísimo, porque en la alteza de las cosas que trata y en la
delicadeza y calidad en que las trata, excede á muchos in-
genios, y en la forma del decir, y en la pureza y facilidad
del estilo, y en la gracia y buena compostura de las pala-
bras, y en una elegancia desafectada, que deleita en extre-
mo, dudo que haya en nuestra lengua escritura que con ello
se iguale (los libros de Santa Teresa). Y así siempre que
los leo me admiro de nuevo y en muchas partes de ellos
me parece que no es ingenio de hombre el que oigo; y no
dudo, sino que habla el Espíritu Santo en ella, en muchos
lugares, y que le regía la pluma y la mano, que así lo ma-
nifiesta la luz que pone en las cosas oscuras y el fuego que
enciende con sus palabras en el corazón que las lee.,, Juicio
de tan docto maestro que confirmó la Iglesia en la canoni-
zación de la Santa cuando refiriéndose á sus libros dice en
"
el oficio de su festividad: están Henos de pura y santa doc-
trina, y son muy propios para elevar el corazón de los fie-
les y encenderlos en el amor de las cosas celestiales... Des-
pués de estos juicios, pálido sería cuanto quisiéramos aña-
dir respecto al mérito general de las obras de Santa Tere-
sa. Xos limitaremos á dar una idea de alguno de sus escritos
más conocidos.
Las Moradas tienen un gran alcance religioso y filosó-
fico; retrata en ellas la vida del espíritu influido por la ver-
dadera piedad y amor divino. Muéstrase habilísima docto-
ra en los conceptos del amor de Dios ponderando la dificul-

(i) Las obras completas de Sauta Teresa han sido publicadas en seis
gruesos volúmenes enriquecidas con curiosas notas y multitud de datos, por
don Vicente de la Fuente, en Madrid, 1SS1.
(2) Prólogo del maestro Fray Luís de León en la primera edición de
las obras de Santa Teresa inserto en la edición anteriormente citada.
— 275 —
de entender, con espíritu profano, las sagradas escri-
tacl

turas, y discurre sobre el amor imperfecto y la oración


engañosa, llegando á lo sublime cuando habla de la paz
verdadera y la unión con Dios.
El libro de las Fundaciones es la candorosa historia
de sus penalidades y desvelos, de sus alegrías y amargu-
ras, y para que pueda conocerse algo del estilo y mérito de
esta escritora, insertamos á continuación uno de los capítu-
los que se refiere á la sexta fundación hecha en Salamanca.

CAPÍTULO XIX
Prosigue en la fundación del monasterio de San fose/
de la ciudad de Sa/amanca.

Mucho me he divertido, porque cuando se me ofrece, alguna cosa, que


con la experiencia quiere el Señor que haya entendido, háceseme de mal no
la advertir: podrá ser que lo que yo piense lo es, sea bueno. Siempre os in-
formad, hijas, de quien tenga letras, que en éstas hallareis el camino de la

perfección con discreción y verdad. Esto han menester mucho las perladas,

si quieren hacer bien su oficio, confesarse con letrados, y si no harán hartos


borrones, pensando que es santidad, y aun procurar que sus monjas se con-
fiesen con quien tenga letras.

Pues una víspera de Todos Santos, el año que queda dicho, á medio
dia, llegamos á la ciudad de Salamanca. Desde una posada procuré saber
de un buen hombre de allí, á quien tenia encomendado me tuviese desemba-
razada la casa, llamado Nicolás Gutiérrez, harto siervo de Dios, que habia
ganado de Su Majestad con su buena vida una paz y contento en los trabajos
grande, que habia tenido muchos; y vístose en gran prosperidad, y habia que-
dado muy pobre, y llevábalo con tanta alegría como la riqueza. Este trabajó
mucho en aquella fundación con harta devoción y voluntad. Como vino, dí-
jome, que la casa no estaba desembarazada, que no habia podido acabar con
los estudiantes que saliesen de ella. Yo le dije lo que importaba que luego
nos la diesen, antes que se entendiese que yo estaba en el lugar, que siem-
pre andaba con miedo no hubiese algún estorbo, como tengo dicho. El fué
á cuya era la casa, y tanto trabajó, que se la desembarazaron aquella tarde:
ya cuasi noche entramos en ella. Fué la primera que fundé sin poner el San-
tísimo Sacramento, porque yo no pensaba era tomar la posesión si no se po-
nía; y habia ya sabido que no importaba, que fué harto consuelo para mí, se-
gún había mal aparejo de los estudiantes: como no deben de tener esa curio-
sidad, estaba de suerte toda la casa, que no se trabajó poco aquella noche.
— 276 —
Sus poesías participan de esa fé y entusiasmo por lo
divino: son fáciles y originales: la mayor parte de las vein-
te que han llegado hasta nosotros son glosas y letrillas de-
dicadas á ensalzar el amor divino, y además, de la muy
alabada "Vivo sin vivir en mí y tan alta gloria espero —

que muero porque no muero.,, Insertamos á continuación
una glosa escrita con motivo de la toma de velo de religio-
sa de la hermana Isabel de los Angeles, en Salamanca en el
año 1571, que si bien es verdad, como dice el Sr. Menéndez
Pelayo, no pasa de la medianía, es quizá la única que se
aparta del conceptuoso discreteo que, según dicho crítico,
aprendieron algunos poetas devotos del siglo xví de los tro-
vadores palacianos del siglo xv; pues es sencilla y hasta
vulgar en muchos de sus pasajes, pero en cambio es expre-
siva y enérgica, abarcando perfectamente el pensamiento
que expresa:
En vuestra mano encendida
Tened siempre una candela,
Y estad con el velo en vela,
Las renes muy bien ceñidas
No estéis siempre amodorrida
Mirad que peligrareis:

Por eso no os descuidéis


Tened óleo en la aceitera
De obras y merecer,
Para poder proveer
La lámpara, no se muera;
Porque quedareis de fuera
Si entonces no la tenéis:
Por eso ?io os descuidéis

Nadie os le dará prestado;

Y si lo vais á comprar,
Podiiades mucho tardar.

Y el Esposo haber entrado;


Hetmana, porque veléis,

Os han dado hoy este velo,

Y no os va menos que el cielo:

Por eso ?to os descuidéis.

Aquese velo gracioso


Os dice que estéis en vela,
Guardando la cantinela
— 277 —
Hasta que venga el Esposo,
Que como ladrón famoso,
Vendrá cuando no penséis:

Por eso no os descuidéis

No sabe nadie á cuál Lora,


Si en la vigilia primera,
En la segunda ó tercera,
Todo cristiano !o inora
Pues velad, velad, hermana,
No os roben lo que tenéis:
Por eso no os descuidéis
Y desque una vez cerrado,
No hay entrar aunque llaméis:
Por eso no os descuidéis.
Tened continuo cuidado
De cumplir como alma fuerte,
Lo que habéis hoy profesado;
Porque habiendo así velado
Con el Esposo entrareis:

Por eso no os descuidéis (i).

Muy semejante á Santa Teresa, por sus virtudes, ele-


vación de ideas y amor vehementísimo á la divinidad, es
Juan Gonzalo que recibió después el título del Doctor Extá-
tico, y, vulgarmente, es conocido por San Juan de la Cruz.

Nació en Medina del Campo en 1512. De humildísima cuna


fué protegido por un caballero llamado Alonso Alvarez de
Toledo que supo cultivar el ingenio y la piedad del niño
Juan. Sirvió éste primero de enfermero en un hospital de
Toledo; profesó después en la Orden carmelitana, y cuando
conoció á Santa Teresa, fué eficacísimo propagador de la
reforma iniciada por ella, perseguido y calumniado como
Santa Teresa por esta causa. Desempeñó los cargos de Rec-
tor del Colegio y Prior del Convento de Baeza y Vicario ge-
neral de Andalucía.

(i) Muchos escritores incluyen entre las obras poéticas de Santa Tere-
sa un soneto á Cristo Crucificado que empieza:
No me mueve mi Dios para quererte
El cielo que me tienes prometido, etc.
soneto que no le pertenece según el dictamen del Sr. Fernández Espino y de
don Vicente de la Fuente, á juzgar por el estilo del soneto que dista mucho
del empleado por la Santa.
— 278 -
Sus obras son: Subida al monte Carmelo, Noches sere-
nas del alma y llama de amor divino, El Cántico espiri-
tual entre el alma y Cristo su esposo, Instrucciones y cau-
telas, Avisos y sentencias, Car/as espirituales y Poesías.
La Subida al monte Carmelo y las Noches serenas del
alma, están dedicadas á servir de interpretación á sus poe-
sías, poesías que son, según un crítico, "lo más angelical,
celestial, y divino que no es posible medir con criterio lite-
rario, que es más ardiente de pasión que ninguna poesía
profana, y tan elegante y exquisita en la forma, y tan plás-
tica y figurativa, como en los más sabrosos frutos del Re-
nacimiento.,, Pero antes de hablar de sus poesías, para dar
á conocer algo del estilo y profundidad del pensamiento,
insertaremos algunas líneas de un capítulo de el libro Subi-
da al monte Carmelo, porque en él se trata del gozo y sus
especies, materia que cae también bajo el dominio por igual
de la Estética y de la Psicología.

CAPÍTULO XVI
En que se comienza á tratar de la primera afición de la voluntad. — Dicese
que cosa es gozo, y hácese distinción de ¡as cosas de que la vvluntad puede
gozarse.

La primera de las pasiones del alma y aficiones de la voluntad es el

gozo, el cual, en cuanto á lo que de él pensamos decir, no es otra cosa que


un contentamiento en la voluntad con estimación de alguna cosa que tiene
por conveniente, porque nunca la voluntad se goza sino cuando de la cosa
liace aprecio y la da contento; esto es cuanto al gozo activo, que es cuando
el alma entiende distinta y claramente de lo que se goza, y está en su mano
gozarse y no gozarse; porque hay otro gozo pasivo en que se puede hallar la
voluntad gozando sin entender cosa clara y distinta (y á veces entendiéndo-
la) de que sea el tal gozo, no estando por entonces en su mano tenerle ó no
tenerle; y de este trataremos después. Ahora diremos del gozo en cuanto es

activo y voluntario de cosas distintas y claras.


El gozo puede nacer de seis géneros de cosas ó bienes; conviene á saber:
temporales, naturales, sensuales, morales, sobrenaturales y espirituales; acer-
ca de los cuales habernos de ir por su orden, poniendo la voluntad en razón
para que, no embarazada con ellos, deje de poner la fuerza de un gozo en
Dios. Y para todo ello conviene presuponer un fundamento, que será como
un báculo en que nos habernos siempre de ir arrimando, y conviene llevarle
entendido, porque es la luz por donde nos habernos de guiar y entender en
esta doctrina, y enderezar en todos estos bienes el gozo á Dios. Y es, que la
— 270 —
voluntad no se debe gozar sino solo de aquello que es honra y gloria de
Dios, y que la mayor honra que le podemos dar es servirle según la perfec-
ción evangélica, y lo que es fuera de esto, es de ningún valor y provecho
para el hombre.

Sus cartas tienen subido precio, bajo todos puntos de


vista. La energía de las expresiones, la claridad y conci
sión, ponen á San Juan entre los primeros epistológrafos
castellanos; pueden apreciarse en esta

CARTA XVI
A la madre María de la Encarnación, priora del mismo eonvento de Segovia,

sobre el mismo contenido de la antecedente

Jesús sea su alma. De lo que á mí toca, hija, no le dé pena; que ninguna


á mí me dá. De lo que la tengo muy grande es de que se eche culpa á quien
no la tiene; porque estas cosas no las hacen los hombres, sino Dios, que sabe
lo que nos conviene y las ordena para nuestro bien. No piense otra cosa, sino

que todo ordena Dios; y adonde no hay amor, ponga amor, y sacará amor.
lo

Su Majestad la conserve y aumente en su amor, amen. De Madrid y julio 6


de 1591. Fray Juan de la Cruz.

"Las canciones espirituales de San Juan de la Cruz,


La Subida al Monte Carmelo, La noche oscura del alma,
confieso, dice un crítico, que me infunden terror religioso
al tocarlas. Por allí ha pasado el Espíritu de Dios, hermo-
seándolo y santificándolo todo:

Mil gracias derramando,


Pasó por estos sotos con presura,
Y yéndolos mirando,
Con sola su figura
Vestidos los dejó de su hermosura.

Juzgar ya tales arrobamientos, no ya con el criterio


retórico y mezquino de los rebuscadores de ápices, sino
con la admiración respetuosa con que analizamos una oda
de Píndaro ó de Horacio, parece irreverencia y profana-
ción. Y sin embargo, el autor era tan artista, aun mirado
con los ojos de la carne, y tan sublime y perfecto en su ar-
te, que tolera y resiste este análisis, y nos convida á expo-

ner y desarrollar su sistema literario, vestidura riquísima


de su estático pensamiento.,, Después de analizar algunas
— 280 -
de sus poesías, confirmando sus juicios, añade otro escritor:
"Los versos son bellísimos hasta por su sencillez, y los me-
jores, á modo de idilio ó égloga, donde el esposo y la espo-
sa, enamorados ambos, entienden y hablan dulcemente de
sus amores; pero bajo la corteza de esta linda alegoría,
donde el poeta pone todas las galas de la poesía oriental,
y hermosos cuadros y pinturas de la vida campestre hay un
profundísimo sentido.,, Después de estos juicios reproduci-
remos algunas de las estrofas de la magnífica Canción en-
tre el alma y el Esposo, dice él:

A las aves ligeras,

Leones, ciervos, gamos saltadores,


Montes, valles, riberas,

Aguas, aires, ardores


Y miedos de las noches veladores
Por las amenas liras

Y cantos de sirenas os conjuro


Que cesen vuestras iras,
Y no toquéis al muro,
Porque la Esposa duerma más seguro.
Entrado se ha la Esposa
En el ameno huerto deseado,
Y á su sabor reposa
El cuello reclinado
Sobre los dulces brazos del amado...

Otro de los escritores místicos, y uno délos oradores


más elocuentes, es el insigne dominico Fray Luís de Grana-
da. Llamábase en el mundo Luís de Sarria; era de padres
pobres y humildes, y hubiera pasadodesapercibido su talen-
to sin la protección que le dispensó el Conde de Tendilla.
Nació en 1504, en Granada, y muerto su padre á los pocos
años, quedó huérfano al lado de su pobre madre que no con-
taba con otros medios que el trabajo de sus manos, pero la
protección, como hemos dicho, del Conde deTendilla.le pro-
porcionó la ocasión de entrar primero á su servicio, y lue-
go, atraído por vocación irresistible, ingresó en la Orden
de Predicadores, pasando á estudiará Valladolid; después
— 281 —
fué nombrado Prior del convento de Scala Coeli, en Córdo-
ba; restauró aquella casa y fundó la de los dominicos de
Badajoz; llamado por el infante D. Enrique, arzobispo de
Evora, quiso colmarle este Prelado de distinciones, renun-
ciando el Obispado de Viseo y Arzobispado de Braga, para

los que fué propuesto, desempeñando únicamente el cargo


de Provincial de su Orden, y cumplido éste cargo, perma-
neció en el convento de Lisboa hasta el 31 de Diciembre
de 1588 que murió. Su fama de orador y escritor místico ha
logrado traspasar las fronteras y muchas de sus obras han
sido traducidas á distintos idiomas. Muchos son sus escri-
tos, y en la imposibilidad de formar juicio de todos ellos,
enumeraremos los más principales, prescindiendo de las
obras latinas. Es el primero y el más notable la Guía de Pe-
cadores] consta de dos libros, dividido el primero en trein-
ta capítulos donde se trata de los Privilegios de la virtud]
consta el segundo de veintitrés capítulos y se ocupa de los
Remedios contra los vicios (1).

Introducción del Símbolo de la Fé, es una obra dividida


en cinco partes: en la primera, examina toda la naturaleza,
que indica con su admirable harmonía, esplendidez y belle-
za la existencia de Dios, ocupándose las restantes de las
excelencias é historia del Cristianismo y los frutos y exce-
lencias de la Fé. Obras místicas de menos elevación son: el
Compendio y Explicación de la Doctrina cristiana, el Com-
pendio de la Doctrina espiritual, el Memorial y Gula de lo
que debe hacer un cristiano, y los Tratados de la Oración y
Consideración, llamado Memorial de la Vida cristiana y
los Siete Tratados del Verdadero Manual de confesión y
comunión, y, por último, Las Meditaciones, muy devotas.
En todas estas obras aparece Fray Luís de Granada, como
eminente teólogo, profundo pensador, estilista admirable y
poseedor á perfección del idioma castellano, abundando en

(i) La primera edición de la Guía de Pecadores fue impresa en Sala-


manca en 1570. Después se ha traducido al polaco, al griego, al italiano y al
latín,y llegó á ser tan popular fuera de España este libro, que Moliere en el
acto primero, escena segunda de su comedia Sganarelle, pone en boca de
uno de los personajes que figuran en ella estas palabras.-
La Guide des pecheurs es ancore un don livre
C est la gen pen de íemps oh apprend á bien vivre
l
— 282 -
las más el ingenio, la facilidad y la gracia. Capmamy, dice
de él, que es, entre los escritores místicos, lo que Bossuet
entre los oradores, y que una belleza de sus escritos, hace
olvidar veinte defectos. Como orador, se justifica su fama
con los trece sermones que hoy conocemos referentes á las
principales festividades de Xuestra Señora y la Vida de Je-
sucristo, y, sobre todo, son modelos que consultarán siem-
pre con provecho los oradores sagrados: el Discurso del
Misterio de la Encamación del Hijo de Dios y la Oración
por el Patriarca Santo Domingo de Gusmán.
Xo contento con la elocuencia que brotaba de sus la-
bios, y salía de su pluma, dio las reglas ciertas y seguras
para alcanzarla en su famosa obra Retórica Eclesiástica, es-
crita primero en latín y vertida después por él mismo al cas-
tellano.
Como historiador cuenta con las obras siguientes: Vida
de Sanjitáu Clímaco, Vida del P. M. Juan de Avila, Vida
de Milicia Fernández, dama portuguesa, y Vida de Z) a El-
vira de Mendosa. Tradujo, con el título de Menosprecio del
mundo ó Imitación de Cristo, la célebre obra de Tomás de
Kempis, y algunas de las obras de Lactancio y Manilo.
En la imposibilidad de dar á conocer todas sus obras,
para que pueda formarse juicio de su estilo y lenguaje, re-
producimos á continuación uno de los capítulos del Símbo-
lo de la Fé, lleno de abundosa y oportuna doctrina (1).

Que fio desdora la religión que muchos cristianos vivan mal, y de las
medicinas con que se cura esta dolencia

Mas dirá por ventura alguno: si es tan grande la eficacia de la religión

cristiana para hacer virtuosos á los profesores della, ¿cómo vemos el dia de
hoy tan pocos seguir esa virtud, muchos de los cuales viven como si ninguna
fé ó religión tuviesen? A los que esto dicen preguntaré yo: ¿Qué provecho re-

cibiría un enfermo, si estando en un hospital muy bien proveido de médicos

y medicinas no quisiese aprovecharse dellas? Pues así digo, que la fé y reli-


gión de la Iglesia cristiana es un hospital proveido de todas las medicinas es-

(i) Con motivo de haberse celebrado el tercer centenario en el año SS,


de la muerte del venerable P. Fray Luís de Granada, se han publicado dos
curiosos folletos: uno del acto académico celebrado en la Universidad de Gra-
nada, con preciosas noticias, y otro de las fiestas celebradas por los reveren-
dos PP. Dominicos, publicado este último en Bilbao en 1889.
— 283 —
pirituales ordenadas por aquel sapientísimo médico que nos vino del cielo
para la cura de nuestras ánimas. Pues si yo de ninguna destas medicinas uso
ni tengo cuenta con ellas, ¿qué provecho me pueden acarrear?

Y si me preguntáredes qué medicinas sean estas, y cómo tengo de usar


dellas, á esto respondo que son muchas y diversas; pero cuatro son las más
principales que aquí sumariamente apuntaremos. Entre las cuales la primera
es la fé, que son los artículos y misterios que ella confiesa. Y para aprove-
charnos desta excelente medicina, no basta rezar el credo secamente como lo

pronunciaría un papagayo, sino es menester entender y ponderar lo que com-


prehenden esos misterios que creemos. Pongamos ejemplos. Cuando confesa-
mos que Dios es Padre, pensemos que no solo es Padre de su unigénito Hijo,
sino también de todos los justos que son hijos adoptivos suyos, de los cuales
de tal manera es Padre que, como nos los certificó su unigénito Hijo (O, no
hay padre en la tierra que en la voluntad y amor, y en el cuidado y providen-
cia de padre, y en el tratamiento y regalo de padre se pueda comparar con
él. Pues aquí tiene el hombre remedio para todas sus necesidades, alivio para
sus trabajos, consuelo para sus tristezas, esfuerzo para sus peligros, y obliga-
ción para amar á este Padre, y tratarse como hijo suyo, conservando con la

pureza de la vida la dignidad desta nobleza

Pues tornando al propósito, si son tan pocos los cristianos que usen
destas medicinas, si tan lejos están y tan desacordados de pensar en los mis-
terios de la fé que profesan, si nunca se llegan á los sacramentos sino forza-
dos con censuras, no gastan siquiera una hora de veinte y cuatro que tiene
si

el dia en encomendarse á Dios y pedirle favor y su gracia contra los pecados


(que por todas partes nos tienen cercados), si nunca toman un libro devoto
en las manos, ni oyen con atención y deseo de aprovechar la palabra de Dios,
¿qué les puede ayudar el título de cristianos, si no usan de los socorros y me-
dicinas que esta sancta religión nos propone para ayudarnos á la virtud, y
criar en nuestros corazones temor y amor de Dios, y odio contra el pecado?

Dadme vos una persona que usando destos remedios esté desmedrada en la
virtud, y valdrá algo vuestra objeccion . Mas por experiencia se vé, que todas
las personas que usan
cada dia van creciendo y aprovechando mas en
dellas,

el amor de Dios, y aborreciendo del pecado y en toda virtud.

Otro de los insignes escritores místicos de este tiempo


es el P. Alonso Rodríguez. Nació en Valladolid en 1526; in-
gresó muy joven en la Compañía de Jesús, fué Lector y
Rector en varios colegios y murió en 1616 Sus obras son
las Pláticas llenas de ardor místico y sublime elocuencia; el

(i) Luc. i i.
— 284 -
precioso libro titulado Tesoro que tenemos en Cristo y del
modo de meditar la sagrada Pasión y el Ejercicio de per-
fección y virtudes cristianas, que se ha traducido á la ma-
yor parte de los idiomas de Europa y en el que se hallan,
además de abundante erudicción y doctrina, un estilo senci-
llo unido á un lenguaje castizo, fácil y elegante, si bien des-
provisto de la grandilocuencia y riqueza que se ostenta
siempre en las obras de Fray Luís de Granada.
De otros machos escritores místicos y poetas, forzosa-
mente tenemos que prescindir, pero no lo haremos de uno,
que, si bien con escasas obras, merece grande estima, cual
es Malón de Chaide. Xació en Cascante en 1530, hizo sus es-
tudios en la Universidad de Zaragoza, ingresó en la Or-
den de San Agustín, alcanzando notable fama como predi-
cador.
Un sólo libro tenemos de este escritor, que es La Con-
versión de la Magdalena, obra de cuyo mérito se han emi-
tido diversos y contradictorios juicios, pero que tiene el
inestimable valor de contener las pocas poesías originales
que han llegado hasta nosotros de Malón de Chaide, que le
acreditan de eximio poeta, muy semejante en el estilo y
gusto á su hermano de hábito Fray Luís de León. El si-
guiente trozo, con el soneto que le sigue, tomado de la Con-
versión de la Magdalena, pueden servir de muestra para
juzgar lo que valía Malón de Chaide como escritor y poeta.

Tenía la estatua de Nabuco los pies de hierro mezclado con barro y por
cierto muy bien: porque, cuando llega un pecador d este punto, ya todos sus
deseos, sus pensamientos, sus tratos, todo cuanto hace, dice, piensa y halla,
todo es tierra y polvo, y eso ama y busca, y en esto está encerrado, olvidado

de Dios y de su cielo y de su gloria, hasta decir David: «Declinaron los ojos


á la tierra.* Y estos tales, ya el pecado le tienen tan casero y como vecino y
tan familiar, que casi se les vuelve en naturaleza. Y ya acaece á muchos estar
tan envejecidos en la costumbre del pecar, que pecan, no por deleite, sino
por uso, que suelo yo llamarlos «pecadores de balde», que casi sin pensar en
lo que hacen, sin gusto, sin otro interés, forzados de la mala costumbre, pe-
can; que es lo que dijo el que hizo este soneto; hecho á este mismo propósi-

to. Y por paiecerme que lo concluyó bien, he querido ponello aquí.


— 285 —
SONETO
¡Oh paciencia, infinita en esperarme!

¡Oh duro corazón en no quereros!


¿Que esté yo ya causado de ofenderos,
Y que no lo estéis vos de perdonarme?
¿Cuántas veces volvisteis á mirarme
Pisos devinos ojos, y á doleros,

Al tiempo que os rompía vuestros fueros;


Y vos, mi Dios, callar, sufrir y amarme?
¡Oh guarda de los hombres! vuestra sana
No mostréis contra mí, que soy de tierra;

Mirad á lo que es vuestro, y levantalde;


Que no es deleite ya lo que me engaña,
Sino costumbre que me vence en guerra;
Pues por solo pecar, peco de balde.

Muchos de los escritores que anteriormente hemos es-


tudiado, además de derramar torrentes de elocuencia en
sus respectivas obras, merecen un lugar distinguido entre
los oradores sagrados de esta centuria y sobre ello no he-
mos de insistir más, porque lo mismo el P. Granada, que el
padre Alonso Rodríguez, tienen sentada su fama como ora-
dores; vamos á fijarnos únicamente en aquellos que alcan-
zaron lauros como tales durante su vida y que anteriormen-
te no hemos mencionado. Entre los más famosos figura el
Venerable Maestro Juan de Avila, conocido por el Após-
tol de Andalucía. Nació en Almodóvar del Campo, provin-
cia de Ciudad Real, en el año 1502; hijo de familia distin-
guida, sus padres le enviaron á estudiar á Salamanca, con
ánimo de que siguiera la carrera de Derecho, que abando-
nó por los estudios de Teología que hizo en'Alcalá, en don-
de se ordenó de sacerdote. Ya en este estado, repartió á los
pobres los muchos bienes que heredó de sus padres, y su
ardiente celo por el bien de las almas, le inspiró la idea de
llevar el fuego y energía de su palabra á todos los pueblos
de la región andaluza, confirmando con la austeridad de
su vida las doctrinas del Evangelio. Vida tan ejemplar tuvo
el término temporal en Priego (Córdoba), en 1569. Atraído

por la verdad, buscando en sus oyentes frutos de verdade-


ra penitencia y de amor divino, caracteriza á su oratoria y
á sus escritos cierta suave dulzura unida á la gran energía
— 286 —
y majestad, huyendo del esmero en la frase y del atilda-
miento en el lenguaje; en él son espontaneas la belleza de
dicción y estilo, y si se notan algunas incorrecciones y de-
fectos, se hallan sometidos á la profundidad y grandeza
del pensamiento. Las obras que escribió son: Del conoci-
miento de sí mismo, De la Ovación, veintisiete tratados del
Santísimo Sacramento y del Espíritu Santo, Aitdi Filia ó sea
Tratado del mal lenguaje del mundo, del demonio y de la
carne, dos pláticas dirigidas á los sacerdotes, y una Colec-
ción de cartas espirituales. En la imposibilidad de dar cum-
plida cuenta de todas las obras, insertamos á continuación
una bellísima carta que servirá de muestra del talento y
condiciones como escritor, del venerable Maestro Juan de
Avila.
CARTA XXIX
A 11 n estudiante: enséñale la perfección y sus ejercidos

Más consiste el aprovechamiento del ánima en negar la propia voluntad


y con corazón esforzado hacer aquello que el hombre siente ser agradable al

Serior que no en tener ternura de corazón y dulcedumbre devota; porque en


lo uno se muestra el verdadero amor que á Dios se tiene, en el cual consiste

la perfección de la cristiandad; y en lo otro puede estar escondido el amor


propio, que todo lo ensucia; por lo cual no debéis desmayar por la sequedad
del corazón que decis que tenéis, mas caminar por el desierto donde no hay
árbol fresco, ni sombra que refresque, ni agua que alegre. Y si en la oración
no halláis aprovechamiento, leed un rato; ct ínter legendum, meditad alguna
cosa conforme á lo que leéis; mezclando la lección con la meditación y rezad
algunas oraciones vocales, teniendo delante alguna imagen de la pasión del
Señor ó su cruz; y perseverad en esto aunque sintáis mucha sequedad, ofre-
ciendo al Señor el rato que allí estuviéredes, y él lo recibirá, pues mandó que

se hiciese; y recibid al mismo Señor de quince á quince dias, ó si provecho


sintiere vuestra ánima, de ocho á ocho.
V vivid confiado que agradáis á los ojos del Eterno Padre por estar in-
corporado en su bendito Hijo, pues tenéis señales que os ha dado su amor,
según él dijo (yoann . , 16): Ipse Pater amat -ros, quia vos me amastis et cre-
didistis, quia á Deo e.xivi. Y si vuestros padres no están en necesidad tan ex-
trema, que en ninguna manera puedan vivir sin que vos entendáis en nego-
cios, entended en ellos por la obediencia de Dios, que manda honrar á los

padres no solo con palabras, mas con temporal subsidio, como el Señor lo de-

clara en el Capítulo XV de San Mateo. Y si esta necesidad tan grande no tie-

nen, aunque alguna haya, dejad los lazos del y proseguid vuestro es- mundo
tudio, tomando para vuestro mantenimiento esa renta que decis que podéis
— 287 —
hacer; y sea vuestro amor Jesucristo crucificado, pues tan verdaderamente os
amó que
;
dio la vida por vos.

Orador y escritor místico de gran valía es también el


Beato Alonso de Orozco, miembro de la Orden Agustiniana,
natural de Oropesa, en la provincia de Toledo. Nació en
1500 y murió en Madrid á los noventa y un años, emplean-
do tan larga vida en la predicación y estudio, siendo de ello
elocuentes muestras las muchas obras que escribió. Res-
pecto á su mérito es singularísimo, por ser uno de los pri-
meros, sino el primero, que contribuyó á desacreditar la
falsa idea que muchos tenían de que nuestra lengua no era
apta y dócil para la expresión de las profundas y sublimes
doctrinas del orden espiritual, y ademas, sus numerosas
obras le dan un lugar preferente bajo el punto de vista de
la fecundidad entre nuestros escritores místicos, y, final-
mente, acatando el juicio de un moderno panegirista y bió-
grafo del Beato Orozco, diremos que en "sus obras no se
hallará un pensamiento obscuro, ni siquiera difícil, ninguna
frase violenta, ni palabra rebuscada. Y, de seguro, si bien
su lenguaje no es sobremanera primoroso y atildado, lejos
de dar en el extremo de hacerse trivial, le mantiene terso,
limpio y elegante.,,
Las obras castellanas de este escritor son: La Historia
déla Reina Sabá, Memorial del Amor Santo, Regla de la Vi-
da cristiana, Examen de la Conciencia, Desposorio Espiri-
tual, Crónica de la Orden, Regimiento del alma, Las Siete
palabras de la Virgen, Victoria del mundo, Arte de amar á
Dios y al prógimo Ejercitatorio Espiritual La Vida de
, ,

San Juan de Sahagún, Catecismo Provechoso, Libro de la


suavidad de Dios, Libro de la vida de los dos Juanes, Vic-
toria de la Muerte, Tratado de la Corona de Nuestra Seño-
ra, La Guarda déla Lengua y La gratitud Cristiana (1).
En los siglos anteriores la carta pocas veces se escri-

(i) La más cumplida relación del valor de todas estas obras, y el juicio
y mérito de cada una en particular, pueden verse en la Vida y Escritos del
Beato Alonso de Orozco y en el Discurso en elogio del V. Alonso de Orozco,
ambos trabajos debidos á la docta pluma del sabio agustino, hoy Obispo de
Salamanca, R. P. Fray Tomás de la Cámara.
— 288 -
be con el deliberado propósito de ejecutar una obra litera-
ria; las que lo son, se debe al talento y condiciones particu-
lares de sus autores, como sucede con la famosa carta de
Alfonso el Sabio á su primo Alonso Pérez de Guzmán, la
de el Marqués de Santillana al Condestable de Portugal, la
colección llamada Centón Epistolario y otras que dejamos
referidas en el Capítulo XI. En este periodo es grandísimo
el número de los que figuran entre los escritores epistoló-
grafos. Apenas si hay uno sólo de los escritores anterior-
mente mencionados que no tenga una colección de cartas
dignas de ser mencionadas en una historia literaria. Santa
Teresa, San Juan de la Cruz, Colón, Hernán Cortés, Hur-
tado de Mendoza, Cisneros, Antonio de Guevara, el Bachi-
ller, Pedro de Ruha, Jerónimo de Zurita, Argote de Molina,

Fernán Núñez, conocido por el Comendador griego; de to-


dos haremos alguna referencia cuando tratemos de sus
obras en el lugar correspondiente, indicando para terminar,
que merecen singular aprecio la colección de Epístolas fa-
miliares del P. Francisco Ortíz, del que dice el Sr. Ochoa,
es uno de los escritores más puros y elegantes del siglo xvi
y la colección de las cartas escritas por Antonio Pérez,
Secretario de Felipe II, muy alabadas, especialmente las fa-
miliares, por su sencillez y belleza de estilo, y que para
apreciarlas insertamos á continuación la presente:

CARTA LXXVÍI
Al Duque de Guisa.

Creo que el favor que V. E. me ha hecho de pedirme mi libro, debe de


ser porque los que han recibido golpes como los pasados de V. E., de
tales

la fortuna, están obligados á favorecer á los tan perseguidos della, y á los


tan lastimados de sus encuentros como yo. También puede proceder de que-
rer V. E. comparar las tempestades de un mar con las de otro. Si esto es, ha-

llará mares casi son unos, y que todos son mar: mar en
V. E. que todos los

amargura, mar en mudanza, mar en tempestades, y que aun en el puerto del


más seguro favor se suelen anegar navios. Sino me sé declarar, es porque la

peregrinación me huye mi lengua, no el ánimo; que ánimos hay que crescen


con la misma mala fortuna, como peñascos que resisten y aun rompen, sin

quiebra suya, los embates de la mar.


CAPÍTULO IX

ESCRITORES DIDÁCTICOS É HISTORIADORES.


-PALACIOS RUBIOS"
SUS OBRAS DIDÁCTICAS Y JURÍDICAS.
-PÉREZ DE OLIVA -
NOTICIA Y VALOR DE LAS OBRAS DE
LOS DOS HERMANOS ME-
CÍAS. -OBRAS DE FRANCISCO
DE V1LLALOBOS.-ANTONIO DE
Guevara: sus obras y noticia de la
controversia con
el bachiller rhua.-juán
valdés.-la historia en fl
SIGLO XVI. -LOS CRONISTAS. -EL
PADRE MARIANA! CLASIFI-
CACIÓN Y MÉRITO DE SUS OBRAS. -
HISTORIADORES DE IN-
DIAS QUE COURESPONDEN Á ESTE
PERIODO. -HISTORIADORES
ASI DE HECHOS PARTICULARES COMO DE
CARÁCTER RELI-
GIOSO.

Historia literaria del siglo xvi,


v
en lo referente á las
OS obras de carácter didáctico, llenaría muchas
nas; quizá nmgun pueblQ
meio
de Europa
tan grande de filósofos,
puede ^ pági-
*
un
jurisconsultos, teóloo- os mé-
dicos y tratadistas de todos
los ramos del saber, como el
que ofrece España en esta
centuria aunque no se tengan en
cuenta a gran mayoría de los
que escribieron en latín, v
se estudien sólo aquellos,
que no desdeñando el idioma pa-
trio, escribieron en
lengua castellana; y como esta
parte
de la h.stona literaria no
está completa, ni aunque lo
estu-
viera, sería posible la
más elemental enumeración de to-
dos, nos limitaremos
á indicar los nombres
y obras de los
mas conocidos.
81
— 290 —
Uno de los más eminentes jurisconsultos, fué Juan Ló-
pez de Vivero, natural de Palacios Rubios, pueblo de la
provincia y obispado de Salamanca, y que por haberse fir-
mado varias veces con estos apellidos pertenecientes á su
pueblo natal, se le conoce con los nombres de Juan López
de Palacios Rubios. Hizo sus estudios en la ciudad de Sala-
manca y figura como colegial del célebre colegio de San
Bartolomé en 1484, por cuya razón parece que debió nacer,
aunque no se sabe á punto fijo, por el año 1460. Fué cate-
drático de Decretos en la Universidad de Salamanca, y Fer-
nando el Católico le designó, en unión de otros jurisconsul-
tos, para la redacción de las Leyes de Toro; más tarde ob-
tuvo una plaza en la Chancillería de Yalladolid, figurando
entre los doctores de aquella Universidad. De la Chancille-
ría de Yalladolid pasó Palacios Rubios á el Consejo de In-
dias, y ya en intimidad con los Reyes Católicos, fué nom-
brado delegado cerca del Papa Julio II, para prestar obe-
diencia al nuevo Pontífice y arreglar las bases del Patro-
nato Real sobre la cuestión de beneficios. En tiempos de
doña Juana y D. Carlos I, fué ascendido á Consejero real.
Sus obras jurídicas son: De Justitia et Jure obtencionis el
retentionis regni Xavarrce, De Donatiouibus ínter virum
et uxorcm, Tractatum de Primogenitor a, DcRegis institu-

tione (1) estos dos inéditos, Glosemata ad legcs Tauri y De


Benefuiis in cura vacantibus, que es la obra que más fama
le ha dado (2). Quédese, para los competentes en esta mate-
ria, dar cumplidacuenta de sus méritos como escritor jurídi-
co. De sus obras, en lengua castellana, tenemos: DelGobicr-
no Domestico, Tratadoesforzando dios indios á la fó católi-
ca y el más conocido, Tratado del Esfuerzo bélico heroico;

(i) En la Biblioteca de la Universidad de Salamanca existe una co-


lección de escritos jurídicos de Palacios Rubios que, como las dos obras cita-
das, permanecen todavía inéditos.
(2) El Sr. D. Vicente de la Fuente, en su Historia de las Universida-
des, Colegios y demás establecimientos de enseñanza en España, tom. 2°, pá-
gina 40, asegura que la obra De Beneficiis vacantibus es casi la primera obra
legalista que se publicó, y con este motivo, discurre largamente acerca del
mérito é importancia de Palacios Rubios, como jurisconsulto. En la Bibliote-
ca Universitaria de Salamanca, además de los manuscritos que anteriormente
citamos, existe una hermosa edición de sus obras en Antuerpice en 1615.
— 291 —
dedicó esta obra López de Palacios Rubios á su hijo primo-
génito y forma un curiosísimo estudio histórico filosófico
acerca del origen y naturaleza del valor guerrero, poniendo
á su vista multitud de ejemplos y máximas, tomados de los
filósofos y de los hombres más notables de la antigüedad,
aspirando á la provechosa enseñanza de que no turben el
ánimo de su hijo la ambición ni la vanagloria, porque en-
tonces todo valor personal conviértese en pasión bastarda
y egoísta, que no puede ser nunca fundamento del verdade-
ro valor de un héroe. Convienen todos los escritores en que
la forma es correctísima y corresponde á la alteza del pen-
samiento. En las palabras que tomamos á continuación del
prólogo de dicho libro, dá una idea del pensamiento que se
propuso al escribirle y de sus condiciones literarias.

PRÓLOGO

Preguutafte me, muy amado hijo, que cofa es esfuerco, por el qual los
hombres esforzados tanto fon preciados eftimados y reputados, en que parte del
ánima comienca á fabricarfe, como fe fabrica y determina, como fe obra, que
es el fruto que produze. Pregunta es generofa, que procede de ánimo genero-
fo, y no poco difficultofa: pues para fu dilucidación requiere mucha fabidu-
ría, alto eftilo, fingular eloquencia y experiencia en la mifma cofa, de lo qual

todo yo carezco. Por tanto pitamente me podría excufar de refponder: remi-


tiéndome á los caualleros fabios y experimentados, que fon los propios artí-

fices y miniftros defta materia. Porque no me acaefcieffe lo que acaefció á

Phormion philofopho, el qual fué menofpreciado y efcarnecido de Ilanibal,


poique le quifo enfeñar arte de caualleria; líanibal le dixo que no era necef-
fario exército fin trompeta: burlando del, porque difputaua y hablava en lo

que no fabia ni hauia experimentado. Otro tanto acaefció á vn famofo rhetóri-


co que hazia vna oración de la virtud de fortaleza ó esfuerco en pretenda de
Cleomenes rey de Lacedemonia. El qual ryo mucho dello. El orador le pre-
guntó, porque reya de lo que dezia de la virtud de fortaleza: feyendo el rey

á quien mas que á otro conuenia faber de vfar della. El rey refpondió: Si la

golondrina efto dixeffe, haria lo mismo. Si lo dixeffe la águila, holgaría de

callaría. Dando á entender que folo el fuerte y esforrado y experimentado


á de hablar de la fortaleza ó effuen-o bellico. Eudemonidas oyendo á vn phi-

lofopho que difputaua y concluya, que folo el fabio era buen emperador:
dixo: Por cierto lo que dize cierto es y marauillofo, mas á quien lo díze no

se deue dar fé: porque nunca le defpertaron las trompetas


— 292 —
Distinguido filósofo y humanista es Fernán Pérez de
Oliva, nombre que se halla vinculado á bs glorias de la
Universidad de Salamanca, y citado ya por nosotros, al ha-

blar de los escritores y humanistas que trasladaron al Par-


naso español obras dramáticas del teatro clásico. Nació
este ilustre en Córdoba, en 1492, y en muy tierna
hombre
edad pasó á Salamanca, donde hizo sus estudios, comple-
tándolos y perfeccionándolos en Alcalá, París y Roma.
Después de haber rechazado altísimos puestos que se le
ofrecieron en la corte de Roma, por los Papas León X y
Adriano VI, volvió á Salamanca figurando entre los cole-
giales del Colegio que fundó D. Alonso de Fonseca, que se
conoce con el nombre del Arzobispo, llegando á ser cate-
drático de Moral y Rector de la Universidad. Prescindien-
do de sus obras latinas y de sus traducciones de Sófocles y
Eurípides, y alguna de Plauto, citaremos El Razonamien-
to que hizo en el Ayuntamiento de Córdoba sobre la nave-
gación del Guadalquivir, y el que hizo para la oposición
á la Cátedra de Filosofía y Moral, un Tratado de las po-
tencias del alma y sit buen uso, y, por último, el Diálogo
de la dignidad del hombre, que en la forma que su título
indica, se ocupa de los más trascendentales problemas de
la filosofía, con gran sentido moral y abundante erudición,
facilidad en el lenguaje y elegante estilo. Xo concluyó esta
obra, y se encargó de continuarla Francisco Fernández de
Salazar (1) que, aunque pensador profundo, no es tan origi-
nal, y sobre todo, menos correcto y elegante que Fernán
Pérez. Lo que trascribimos á continuación de el Diálogo de
la dignidad del hombre, servirá para comprobar lo ante-
riormente expuesto.

DIÁLOGO DE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE

ARGUMENTO

Vendóse á pasear Antonio á una paite del campo, donde otras muchas

(i) Conócese á este escritor más generalmente con el nombre de Fran-


cisco Cervantes de Salazar. Nació en Toledo en 1521. Viajó por Flandes é
ignórase después lo que fué de su suerte. En la Ilustración Española y Ame-
ricana publicó D. Marcelino Menéndez Pelayo dos artículos sobre Fernán
Pérez de Oliva y su continuador Fernández de Salazar.
— 293 -
veces solía venir, le sigue Aurelio, su amigo; y preguntándole la causa por
que acostumbraba venirse allí, comienzan á hablar de la soledad. Y tratando
por que es tan amada de todos, y mas de los mas sabios, entre otras razones,
Aurelio dice que por el aborrecimiento que consigo tienen los hombres de
si mismos, por las miserias y trabajos que padecen, aman la soledad. Pare-
ciendo mal esta razón A Antonio, por no haber criatura más excelente que el

hombre, ni que más contentamiento deba tener por haber nacido, dice que le

probará lo contrario; y ansí determinados de disputar de los males y bienes


del hombre, para mas á placer hacerlo, se van hacia una fuente. Junto á ella

hallan un viejo muy llamado Dinarco, con otros estudiosos, y enten-


sabio,
diendo la contienda, y constituido por juez della, manda á Aurelio que ha-
ble primero, y luego Antonio diga su parecer. Habiendo oido Dinarco, juz-
ga en breve de la dignidad del hombre, lo que con verdad y cristianamente
debía, habiendo sustentado Aurelio lo que los gentiles comunmente del
hombre sentían.

Interlocutores. — Aurelio. — Antonio. — Dinarco


Aurelio. — Viéndote salir, Antonio, hoy de la ciudad, te he seguido hasta
ver este lugar, do sueles tantas veces venir á pasearte solo,
porque creo que digna cosa será de ver lo que tu^con tal cos-

tumbre tienes aprobado.


Antonio. — Este lugar Aurelio, nunca fué tal ni de tanto precio, como es
agora, que eres tu venido á él.

Avr.— Nadie puede darle mejoría, siendo de tí anticipado.


Ant. — No quiero responderte, por no darte ocasiones de lisonjearme; sino
quiero mostrarte lo que eres venido á ver. Mira este valle cuan
deleitable parece, mira esos prados floridos y esas aguas cla-
ras que por medio corren; verás esas arboledas llenas de rui-

señores y otras aves, que con su vuelo entre las ramas y su


canto nos deleitan, y entenderás por qué suelo venir á este
lugar tantas veces.
Aur. — Hermoso lugar es este, y digno de ser visto; pero yo sospecho, Anto-
nio, que otra cosa buscas tu ó gozas en este lugar, porque,
según tú eres sabio y de más altos pensamientos, bien sé que
esas cosas sensuales, ni las amas, ni las procuras. Por eso yo
te ruego no me encubras las causas de tu venida.
Ant. >— Pues así lo quieres, sabe que en estos valles mora una que .yo mucho
amo.
Aur. — Agora veo, Antonio, que tienes gana de burlarme. Dime, yo te rue-
go: ¿que tienen que hacer los amores con tu gravedad, ó las
vanidades con tu sabiduría?
Ant. — Verdaderamente, Aurelio, asi es como te digo que en aqueste valle
mora una, sin la cual yo por la vida me daría poco.
— 294 —
Ai'R. — Grande debe ser su bondad y hermosura, pues á tí, que menosprecias
el mundo y sus deleites, te trae tan enamorado, con cudicia
de verla ó alcanzarla. Dime al menos su nombre, si por celos
no me la quieres mostrar.
Ant. — Soledad se llama.

Aur. — Yo bien sabia, Antonio, que algún misterio tenian tus amores; esa
tiene otros muchos amadores, como sabes; y pues es asi, yo te
ruego que me declares cual es la causa, á tu parecer, porque
los hombres aman la soledad, y tanto mas cuanto son mas
sabios.

Tiénese por hermanos á los dos escritores, Luís Megía


y Pedro Megía, naturales de Sevilla, estudiantes en Sala-
manca, hombres eruditos y excelentes prosistas. De Luís
Megía, además de algunas obras latinas, escribió una obra
intitulada Apólogo sob?'e la ociosidad y el trabajo, con el
nombre supuesto de Labricio Portuondo. Propúsose en ella
condenadla ociosidad y ensalzar el trabajo que proporcio-
na al hombre inmensos bienes de todo género. Pudiera ca-
lificarse de novela moral y únicamente la perjudican los
continuos alardes de erudición, si bien no en tan gran nú-
mero, que oscurezcan las buenas condiciones de la claridad
y sencillez que son el título mejor de la obra.
Pedro Megía estudió también leyes en Salamanca; fué
notable en el arte de la esgrima; desempeñó los cargos de
cronista de Carlos Y, y sus obras históricas La Historia
Imperial y Cesárea, La relación de las Comunidades de
Castilla y La Jornada de Carlos Vá Túnez, son obras de
singular estima, aunque por alguno se hayan tachado de
parciales, por el gran aprecio que tenía por el magnáni-

mo Emperador Carlos Y. Además de unos Diálogos que


escribió, le ha dado gran nombre su obra titulada Silva
de varia lección, recopilación de materias de novedad, y
curiosas enseñanzas sin plan fijo ni fin determinado, pero
que obtuvo al fin la estima de sus contemporáneos y que
fué traducida al francés, italiano, flamenco y alemán.
Vamos á ocuparnos de un escritor distinguido, del in-
signe médico Francisco de Villalobos, de quien no se sabe
con certeza si nació en Salamanca ó su provincia, ó en To-
- 295 —
ledo, según quiere Tamayo de Vargas. Hombre de erudi-
ción y talento, siguió la carrera de medicina, sobresaliendo
hasta tal panto en el ejercicio de su profesión, que llegó á
ser médico de Cámara de Fernando el Católico y Carlos V.
Figura también, según dejamos dicho, entre los humanis-
tas, que trasladaron al castellano algunas obras del Tea-
tro Clásico. Escribió una obra titulada Los Problemas, ó
sea cuestiones sobre física y moral, y el Tratado de las tres
Gracias^ d saber la gran Parlería, la gran Porfía, y la
gran Pisa; trabajo de ingenio y donaire escrito con soltu-
ra y gracia y que bajo el velo de la alegoría, suponiendo
que el porfiar, hablar mucho, la risa sin tino, son verdade-
ras enfermedades, á cuyo fin, en forma amenísima, trata de
hallar los remedios para curar tales enfermedades. Prece-
den á cada una de las partes del Tratado de las tres Gra-
cias algunas estrofas, glosando después su sentido en pro-
sa elegante y castiza. A continuación copiamos de esta
obra el Metro XLI con su glosa, que se refiere á la menti-
ra, y el Capítulo Vil, que trata de la risa y su definición,
porque contienen muy provechosa doctrina.

METRO XLI
¿Por qué «l los pajes consienten

Mentir delante el señor?


Que entonces pierden la flor,
Cuando de chiquitos mienten.
Si no les ponen la mano,
Desta flor tal fructo viene
Que del árbol que la tiene

Es el diablo el hortelano.

GLOSA
La mentira es una mala simiente; el lugar primero de toda la tierra don-
de ella fué sembrada fué el paraíso terrenal. Allí la sembró el diablo en el

pecho de Eva y de Adán, donde salieron todos los hombres meut irosos é in-

clinados a mentir; aunque en esto, como en otras cosas, hay grados de mas
y de menos. Adonde ella reina mas es en los hipócritas, porque no hay cosa
en que no mientan, é siempre mienten; si ayunan mienten, si comen mienten,
si rezan mienten, si callan mienten, si hablan mienten. En el vestido mien-
ten, desnudos mienten,, si abajan los ojos al suelo mienten, si los alzan al cié-
— 296 —
lo mienten. Et finalmente en todos los actos y palabras exteriores mienten,
porque muestran lo que no es; porque, como la verdad es decir ó mostrar lo

que es, asi el decir ó mostrar lo que no es, es mentira. A todcK los pecadores
acogia Nuestro Señor y con todos era blando, y asi se curaban muchos con
Él y sanaban; á solos los hipócritas era acerbo y áspero, ó porque los sentia
incurables, ó porque no podian sanar sino con este género de cauterio. E
¿como no había de ser áspero con ellos, siendo El la misma verdad y ellos la
mentira, que son dos extremos tan lejos el uno del otro como el ser y no ser?

De manera que quien fuere mentiroso, sepa que anda tan lejos de Dios cuan-
to anduviere lejos de la verdad, y sepa que es un vicio que el mismo menti-
roso le conosce por muy abominable, porque si le toman en un hurto ó en

un adulterio, ó en otro pecado, por feo que sea, no se corre tanto como cuan-
do le toman en una mentira. Es muy natural cosa de lo; mentirosos jurar mu-
cho, porque con la poca confianza que tienen de ser creídos acuerdan de pre-
sentar testigo; y no hallando otro más á mano que Dios, preséntanle con un
juramento y á las veces con una blasfemia; asi que, estos juran mucho, y los
que mucho juran es necesario que estén llenos de maldad

CAPÍTULO VII

De la división de la risa, y de su definición

La risa se divide en dos partes, porque hay risa verdadera et risa falsa.

La verdadera es una propiedad que tiene el hombre en cuanto es hombre, di-

ferente de todos los otros animales, que ninguno dellos es risible sino el hom-
bre; aunque á mi parecer mas cierta propiedad del hombre es el llorar que el

porque lloran en nascieudo, y algunas veces dentro del vientre, y la risa


reír,

comunmente no viene hasta los cuarenta dias después del parto. En las cau-
sas naturales desta risa no me entremeto agora, porque seria menester declarar
la hechura del corazón, y de las telas y cortinas de que está cercado, y decla-
rar la substancia del spiritu vital que está aposentado en el seno izquierdo del
corazón, y declarar la impresión que este hace en los miembros espirituales
cuando con el súbito gozo sale á hacer cosquillas en ellos. Y como la materia
destas cosas es muy larga, y ha menester muchos principios y fundamentos
para entendella, no es lugar este para tratar della; en otra parte tengo escrip-
to lo que yo desto alcanzo, protestando que no he visto sobre ello escripia

cosa que me satisfaga. La risa falsa es una simulación de risa y de gozo que
fingen unos hombres para engañar á otros y para darles á entender lo que
no es, y desta se hablará en el presente tractado ,

Importancia suma por sus obras y las cuestiones críti-


cas á que dieron lugar, tiene en esta época Fr. Antonio de
— 297 —
Guevara. Nació este eseritor en Vizcaya, en el año 1490,
fué religioso franciscano, protegido por el emperador Car-
los V, al que acompañó en sus viajes; desempeñó el cargo
de cronista, y elevado á la dignidad episcopal, fué sucesi-
vamente obispo de Guadix y de Mondoñedo en cuya dióce-
sis murió en 1548. Sus obras escritas con deliberados pro-
pósitos, tienen el defecto de ser declamatorias, si bien su es-
tilo puede de elegante; entre las que merecen
calificarse
citarse se hallan El Reloj de príncipes ó Vida de Marco Au-
relio, La Década de los Césares, Menosprecio de corte y
Alabanza de aldea, algunos sermones, y una colección de
cartas familiares; alcanzando tal estima todas ellas que la
mayor parte fueron traducidas al francés.
El Reloj de príncipes es verdaderamente una novela,
cuyo objeto principal era presentar un modelo de sumo im-
perante que sirviese de guía al Emperador, á cuyo fin tomó
como tipo la vida de Marco Aurelio. Entre los capítulos no-
tables, y para que pueda apreciarse de qué manera desen-
volvía sus teorías, citaremos el tercero referente á los de-
beres matrimoniales.

¿Piensas tú, Faustina, que es cliico trabajo sufrir el marido á la mujer


lo que riñe, sufrirle lo que dice, sufrirle lo que hace, darle lo que pide, bus-
carle lo que quiere, disimular lo que no quiere? Esto es tan insufrible trabajo,

que no querría yo mayor venganza de mi enemigo, que es verle con una muy
recia mujer casado. Si el marido es soberbio, vosotras le humilláis; porque
no hay hombre, por mucha soberbia que tenga, que no le traiga á sus pies
una mujer brava. Si el marido es loco, vosotras le metéis en acuerdo; por-
que no hay en el mundo igual cordura, con saber el hombre llevar á una mu-
jer recia. Si el marido es rencilloso, vosotras le tornáis muy manso; porque
es tanto el tiempo que vosotras os ocupáis en reñir, que no le queda á él

aun tiempo para hablar. Y si el marido es perezoso, vosotras le hacéis an-


dar más que de paío, porque tienen tanto sobre ojo vuestro contentamiento,
que el triste no osa comer con reposo ni dormir con sosiego. Si el marido es

muy parlero, vosotras en pocos día? le tornáis mudo; porque son tantas las

glosas y respuestas que dais á cada palabra, que ya no tiene Otro remedio
sino echar un freno á la boca. Si el marido es sospechoso, vosotras le hacéis

que mude el estilo, porque son tantos los zelos que le pedís cada hora, que

no osa decir aún lo que vé en su casa. Si el marido es vagamundo, vosotras


le hacéis presto ser retraido, porque á la verdad dais tan mal recaudo en la
hacienda, que no halla otro remedio sino estarse siempre en su casa. Si el
— 298 —
marido es vicioso, presto le atajáis el camino; porque vosotras le cargáis el

corazón de tantos cuidados, que en mal provecho le entrarían al cuerpo los


vicios. Finalmente, digo que si el marido es pacífico, en grave tiempo le tor-

náis rencilloso, porque son tantas y tan continuas vuestras quejas, que no
hay corazón que las pueda disimular, ni hay lengua que del todo las pueda
acallar. Naturalmente en todas las cosas tienen espíritu de contradicción las

mujeres: eso que si queréis hablar, ellas callan; si queréis andar, ellas paran;

si queréis reir, ellas lloran; si queréis placer, ellas quieren pesar; si queréis

pesar, ellas toman placer; si queréis paz, ellas quieren guerra; si queréis gue-

rra, ellas quieren paz, si queréis comer, ellas ayunan; si queréis ayunar, ellas

comen; si queréis dormir, ellas velan; si queréis velar, ellas duermen; final-

mente, digo que son de tan siniestra condición, que aman todo lo que abo-
rrecemos, y aborrecen á todo lo que amamos.

Así desenvuelve multitud de teorías del orden moral,


sociológico y político, que en verdad debieron causar ex-
trañeza y admiración en su época, y hubiera sido comple-
to su éxito si Guevara se limitase á la gloria que de su in-
vención le resultaba, mas quiso escudar sus invenciones
con la autoridad de otros tiempos, y en este camino sufrió
bastante su nombre como escritor y erudito.
El empeño con que quiso sostener que su obra era his-
tórica, tomada de un códice florentino, le suscitó un enemi-
go terrible en el Bachiller Pedro de Rhua, modesto precep-
tor de humanidades de la ciudad de Soria. Comenzó la po-
lémica con humildad por parte del Bachiller Rhua, y con
cierto disimulado desprecio por parte de Guevara; pero en
la serie de cartas del Bachiller quedó vencido Guevara,
dándose á conocer como excelente escritor y profundo hu-
manista, el humilde preceptor de gramática. Véase cómo

en Carta III, después de quejarse de la contestación se-


la

ca y fría que le dio el Obispo de Mondoñedo, pone de re-


lieve los defectos de su obra:

Escribí á vuestra Señoria que entre otras cosas que en sus obras culpan
sus lectores, es una la más fea é intolerable que puede caer en escriptor de
autoridad, como vuestra Señoria lo es, y es que da fábulas por historias,

y ficciones propias por narraciones ajenas, y alega autores que no lo dicen,


6 lo dicen de otra manera, ó son tales que dj los hallarán sino in aphanis,
como dijeron los crotoniatas á los sibaritas; en lo cual vuestra Señoria pier-
de su autoridad, y el lector si es idiota es engañado, y si es diligente
— 299 —
pierde el tiempo cuando busca dó cantan los gallos de Nibas, como dice
refrán griego. A esto me responde vuestra Señoría estas palabras; '/como,
señor, sabéis, son tan varios los escriptores en este arte de humanidad, que,
fuera de las letras divinas, no hay qué afirmar, ni qué negar en ninguna de
ellas; y para decir verdad, á muy poco de ellas creo mas de tomar en ellas

un pasamiento, ¿y á qué se ha de dar crédito? pues muchos dicen, y aun Sa-


bellico quiere sentir, que fué burla lo de Troya y que vencieron los Troyanos;
y otros dicen que Hércules fué Sansón, a lo cual se allega el Tostado. No
hagáis, señor, incapié en histoiias gentílicas, pues en ellas ninguna verdad
hay, et pro utraque parte, mditant arguimnta.-» Palabras son estas que mas
parecen de Arquesilas ó de Pirrón, filósofos excépticos, eféticos y aporéticos,
que de vuestra Señoría. Ellos dicen que ninguna cosa de las que so los sen-

tidos caen, es cierta ni tal cual se siente; porque lo que ven no es asi como
lo ven, ni lo que oyen es ansí como lo oyen

A pesar de haber quedado vencido en esta controversia


Guevara, su obra alcanzó, como hemos dicho, grande es-
tima, mereciendo ser traducida al italiano, francés y latín.
La Década de los Césares, en la que imitó á Plutarco
y Soetonio, no es tan conocida ni estimada y lo fué mucho
más El Menosprecio de corte y alabanza de aldea, curiosí-
sima obra que pone de relieve los vicios y defectos de la
vida cortesana, contraponiéndolos á la vida apacible, tran-
quila y sencilla de la aldea y del campo. Sus cartas están
desprovistas de los aparatos y alardes de erudión que apa-
recen con frecuencia en las demás obras. Aunque las tituló
Epístolas familiares, son verdaderos discursos, arengas }
aun sermones. Citaremos entre otras la que lleva en la co-
lección el que se ocupa del amor de los
número treinta,
Conde de Benavente,
viejos, y la treinta y seis, dirigida al
dando curiosas noticias sobre los caballeros de la orden
de la Banda, y las Epístolas XLIII, XLIV, XLV y XLVII,
dirigidas á D. Antonio de Acuña, Obispo de Zamora, á
D. Juan de Padilla y á su mujer D a María, ocupándose de
la guerra de las Comunidades.
Cerramos este ligerísimo estudio de los escritores di-
dácticos, con el más importante bajo el punto de vista filo-
lógico, porque lo es mucho El Diálogo de las lenguas, escrito
por Juan de Valdés por los años 1536; obra no conocida y
publicada hasta 1737. Muy pocas noticias se tienen de este
— 300 —
escritor (1), reducidas á saber que era de familia noble y

distinguida, natural de Cuenca, que fué uno de los primeros


españoles que abrazaron la reforma de Lutero, vivió en Ña-
póles y debió morir por los años 1540. Supone el autor de
estahermosa obra, que cuatro caballeros entablan una ame-
na conversación en una quinta de las cercanías de Xápoles;
dos son españoles y dos son italianos, y el objeto del diá-
logo es según dice uno de los interlocutores tratar: I o del
origen de la lengua, 2 o de la gramática, 3 o de las letras,
donde entra la ortografía, 4 o de las silabas, 5 o de los voca-
blos, 6 o del estilo, 7 o de los libros y, lo último, de la confor-
midad de las lenguas. El diálogo además de la mucha y ex-
celente doctrina filológica, es un modelo acabado así en el
estilo y lenguaje en este género de obra literaria. To-
da clase de cuestiones se tratan con admirable doctrina y
profundo conocimiento del genio y carácter de nuestro idio-
ma. Muchas de sus teorías no han sido rebatidas á pesar del
prodigioso desarrollo que han tenido la Filología y el estu-
dio de la Gramática comparada. Por último, están perfecta-
mente caracterizados todos los personajes del diálogo yno
carece de gracia, según puede observarse por el siguiente
trozo que tomamos de dicha obra.

Valdés. — Si os acordásedes bien de lo que habernos dicho, hallaríais que es-


tais respondido á eso; pero pues tenéis mala memoria, torno á
decir que de la pronunciación arábiga le viene á la castellana
el convertir á la y latina en //; de manera, 'que pues la pronun-
-

ciación es con h, yo no sé por qué ha de ser la escritura con/ ,

siendo fuera de propósito que en una lengua vulgar se pronun-


cie de una manera y se escriba de otra. Yo siempre he visto que
usan de la h los que se precian de escribir pura y castellana-

mente. Los que ponen la f son los que no siendo muy latinos

van trabajando de parecerlo.

(i) Las últimas y más preciosas noticias, con un juicio sobre la parte acti-
va que tomó este escritor en la nueva secta protestante, nos las dá el Sr. Me-
néndez Pelayo en su obra Heterodoxos Españoles. El primero que sospechó
de una manera más fundamental que pudiera ser uno mismo el Valdés autor
del Diálogo de las lenguas y el Valdés herexiarca fué D. Pedro José Pidal en
sus Estudios Críticos recientemente reproducidos en la Colección de escritores
castellanos .
— 301 —
Marcio. — No me desplace lo que decís; pero veo también que en vocablos
que no son latinos hacéis lo mismo.
Val. — Y en esos mucho mejor quiero guardar mi regla de escribir como pro-
nuncio.
Torres. — No yo osariades decir eso en Chancilleria de Valladolid.
sé si la

Val.— ¿Por qué no?


Tor. — Porque os apedrearían aquellos notarios y escribanos, que piensan le-

vantarse diez varas de medir sobre el vulgo, porque con saber


tres maravedís de latin, hacen lo que vos reprehendéis.
Val. — Por eso me guardaré yo bien de írselo á decir; ni aun á vosotros no
lo dijera, si no me hubiérades importunado.
Tor. — ¿Por qué?
Val. — Porque es la mas recia cosa del mundo dar reglas en cosa donde cada
plebeyo y vulgar piensa que puede ser maestro.
Tor. — Aunque sea fuera de propósito, os suplico me digáis: ¿á quién llamáis
plebeyos y vulgares?
Val. — A todos los que son de bajo ingenio y poco juicio.
Tor. — ¿Y si son altos de linaje, y ricos de renta?
Val. —Aunque sean cuan altos y ricos quisieren, en mi opinión serán plebe-
yos, si no son altos de ingenio y ricos de juicio.
Mar. — Esa filosofía no la aprendisteis vos en Castilla.
Val. — Engañado estáis: antes después que vine en Italia he olvidado mucha
parte della.
Mar.— Será por culpa vuestra.
Val. — Si ha sido por culpa mia, ó no, no digo nada: basta que es así, que
mucha parte de la que vos llamáis filosofía, que aprendí en Es-
paña, he olvidado en Italia.
Mar. — Esa es cosa nueva para mí.
Val. — Pues para mí es tan vieja, que me pesa.
Mar. — No quiero disputar con vos esto, pues tan bien me habéis satisfecho
en lo que os he preguntado.
Val. — Huélgome que os satisfaga; pero más quisiera satisfacer á Garci-Laso
de la Vega, con otros dos caballeros de la corte del Emperador,
que yo conozco.

Hemos visto la influencia que el clasicismo ejerció en


las manifestaciones históricas del siglo xv, y como los
cronistas dar nuevo carácter á
del siglo xvi procuran
las crónicas reales, dando entrada á lo general y humano
que debe caracterizar la historia, según puede observar-
V, como son
se en los que escribieron la crónica de Carlos
Pedro Megía, Juan Gines de Sepúlveda y Fr. Antonio de
Guevara, cuyos trabajos no fueron bastantes á terminar la
— 302 -
crónica de este monarca, como no la terminó tampoco Flo-
rián de Ocampo que comenzó su obra desde el diluvio, es-
cribiendo tan sólo los cuatro primeros libros, que alcanzan
hasta los Escipiones. Ni por la crítica de los hechos, ni por
las noticias y nuevos documentos con que los ilustra, mere-
ce grande estima la crónica de Ocampo.
Encomendada la misión de cronista real á Ambrosio
de Morales, propúsose relatar los hechos teniendo á la vis-
ta los documentos y datos que podían ilustrarle, abarcando
su crónica desde los orígenes de España hasta Felipe II, es
decir,que reunió los materiales bastantes para una histo-
ria general de España; y como el tiempo empleado en aco-
piar tan preciosos materiales fué mucho, le faltó luego pa-
ra redactar la historia, así que no alcanza lo que escribió
Ambrosio de Morales, más que hasta D. Fernando I, en

quien tiene lugar por primera vez la unión de las dos coro-
nas de Castilla y León.
Xo se perdieron afortunadamente los materiales para
tan magna empresa; los allegados por Ambrosio de Mora-
les no siempre elegidos con tino ni examinados con riguro-
sa crítica, se depuraron pasando por las manos de Fr. Pru-
dencio de Sandoval que recibió el encargo de continuar la
Crónica general, que no llegó á terminar, y sólo publicó una
Historia del Emperador Carlos V. Por fin dio término á la
empresa comenzada por Ocampo, Esteban de Garibay, que
llegó hasta la toma de Granada; obra cuyo mérito principal
consiste en ser arsenal numeroso de datos.
Por este tiempo acometió la empresa de escribir una
historia del reino de Aragón, Gerónimo de Zurita, cronista
de aquel reino. Xació en Zaragoza en 1512, y murió en la
misma ciudad en 1580. Desde muy joven se distinguió por
su afición á los estudios, que perfeccionó siguiendo la ca-
rrera de Humanidades y Leyes en la Universidad de Al-
calá. En 1547 las cortes de Aragón le nombraron su cro-
nista y para cumplir mejor su cometido visitó los archivos
de España, Italia y Sicilia, reuniendo numerosos materia-
les para la historia que publicó poco antes de su muerte
con el título de Anales de la corona de Aragón, en seis
volúmenes en folio, comprendiendo desde los orígenes del
— 303 -
reino de Aragón hasta la muerte de Fernando el Católico,
en 1516. Forma seis abultados volúmenes nutridos de gran-
de erudición, resaltando cierta libertad de opiniones, ar-
diente amor patrio y espíritu de independencia, lo que mo-
tivó cruda polémica histórica, que puede conocerse y apre-
ciarse por las cartas de Zurita, publicadas por Ambrosio
de Morales. Escribió además las obras siguientes: Canta-
bria, Descripción de sus verdaderos limites; Memorias de
las casas antiguas de Aragón, Anotaciones al Conde don
Pedro de Portugal y la Historia del rey don Enrique III
de Castilla.
Por lo dicho, se vé que la ambiciosa idea de nuestros
historiadores, al querer enlazar la determinada narración
de los hechos de un reinado con la historia general huma-
na, excedía los límites de su propósito y únicamente se
allegaban elementos que poco á poco habían de variar la
manera de ser de la historia, cuando se tropezara con un
genio que reuniera las condiciones apetecidas para tamaña
empresa, y se halló en el P. Juan de Mariana.
Nació este hombre ilustre en Talavera de la Reina, en
1536; de padres desconocidos, aunque se cree lo fué el ca-
nónigo Juan Martínez Mariana; mostró tan felices disposi-
ciones desde niño, que al pasar á Alcalá á perfeccionar sus
estudios, se hizo notable entre todos los estudiantes, hasta
el extremo que, prendado de él el P. Gerónimo Nadal, en-
viado por S. Ignacio para plantear en España el instituto
de la Compañía de Jesús, logró atraerle y abrazó la Regla
de San Ignacio, en 1554, cuando tenía 17 años de edad.
Hizo su noviciado en Simancas, bajo la dirección del que
en el siglo fué Duque de Gandía, y en los altares San
Francisco de Borja; volvió á continuar sus estudios en Al-
calá, y á los 2-1 años pasó á Roma á desempeñar una cáte-
dra de Artes y luego de Teología, donde tuvo como discí-
pulo al célebre cardenal Belarmino. De Roma pasó á Sici-
lia y á París, y en la Sorbona recibió el grado de Doctor,

y enseñó en aquella célebre escuela la Teología por espa-


cio de cinco años, regresando en 1574- á España, por el nial
estado de su salud, estableciendo su residencia en Toledo,
hasta su muerte en 1623.
— 304 -
De una vida consagrada al estadio, fueron producto
multitud de trabajos filosóficos, teológicos, políticos, jurídi-
cos é históricos, y a esta última clase pertenece la Historia
dé España, escrita primero en latín en veintiún libros, y
vertida por el mismo al castellano, comprendiendo desde
la primitiva población de España, hasta los últimos años
del reinado III. Recibida con universal aplauso,
de Felipe
los defectos que escritores extranjeros han querido encon-
trar en su obra, aun concediendo que realmente lo sean,
están suficientemente compensados en la magnitud de la
empresa acometida por Mariana, y con las bellezas de tod.)
orden que contiene esta Historia, la primera de las escritas
en las naciones de Europa; pues como dice muy bien el se-
ñor Lista, contestando á los ataques de Mr. Romey al P. Ma-
riana, y á los candidos españoles que le hacían coro:
"quien sepa que Mariana emprendió y llevó á cabo en el
siglo xvi la Historia general de España, no podrá menos
de admirarse, atendida la época en que se escribió, de su in-
mensa erudición, de su incansable laboriosidad, de la co-
rrección y austeridad de su lenguaje, y aun de la crítica y
filosofía con que desempeñó su obra, muy superiores á lo
que podía esperarse en su tiempo y en sus circunstancias
individuales.,;y añade el mismo Sr. Lista: "es una de las
obras clásicas de la lengua y literatura española, por ella
se aclimató entre nosotros el pincel da Tito Livio, compi-
tiendo á veces en la gravedad de las sentencias y en la des-
cripción de los caracteres con Tácito.,, Inútil es citar ejem-
plos, por ser de todos muy conocida la historia del P. Ma-
riana, y porque tal ha sido su crédito, que la obra y el au-
tor son en esta clase de estudios hasta vulgares entre nos-
otros.
Entre las obras del P. Mariana debamos mencionar la
que se titula de la Alteración de la moneda, El dictamen
en favor de la Biblia poliglota de Arias Montano; del Año
de la muerte de Cristo, de los Años de los árabes, De la
muerte y de la inmortalidad, con otros muchos escritos re-
ferentes á asuntos religiosos, canónicos, jurídicos y teoló
gicos que forman luminosos informes dados durante el tiem-
po que desempeñó los cargos de consultor del arzobispo de
- 305 —
Toledo y del Santo De propósito hemos dejado de
Oficio.
enumerar que han llamado poderosamente la
tres obras
atención, y sobre cuyo valor y alcance se ha discutido mu-
cho en estos últimos tiempos. Es una de ellas la que escri-
bió en latín, y que, trasladada al castellano, corre con el tí-
tulo del Rey y de la institución real, obra que por las opi-
niones que sustenta se ha querido sacar partido para defen-
der opiniones que estuvieron muy lejos del ánimo del Pa-
dre Mariana, y mucho menos para hacer responsables de
sus opiniones á una institución respetable. Es obra de ca-
rácter verdaderamente político, abunda en ella la claridad
de ingenio, la inflexible lógica, la erudición y profundos co-
nocimientos, con el sobrio lenguaje y hermoso estilo que
son peculiares del P. Mariana. Por ser poco conocida tras-
ladamos á continuación uno de los capítulos de la referida
obra que, sino es el más importante, servirá para formar
juicio sobre el alcance y significación del tan celebrado li-
bro Del Rey y de la institución real.

CAPÍTULO II

Entre todas ¿as formas de gobierno es preferible la monarquía

Tienen pues una grande y admirable razón de existencia las cosas que
parecen más caprichosamente constituidas. De la indigencia y de la debili-

dad nacen las sociedades civiles, tan necesarias para la salud y hasta para el

placer del hombre; con ellas la dignidad real como escudo y guarda de los

pueblos, dignidad que en un principio ni aterraba con su imponente fausto y


aparato, ni estaba limitada por leyes, ni llevaba consigo privilegio alguno,
ni hallaba defensa contra los peligros sino en el amor y la benevolencia de
los ciudadanos, ni apelaba sino á su voluntad y albedrío para dirigir los ne-

gocios generales de la república y decidir los pleitos entre particulares, ni ha-


bia cosa en que no entendiese por creer los hombres que nada habia tan gra-
ve que no pudiese conseguirse por medio de los príncipes, con tal que fuese
justa. Escribiéronse más tarde leyes y hubo á la verdad dos motivos podero-
sos para que así se hiciese. Empezóse á sospechar de la equidad del principe

por ser difícil que estuviese libre de cólera y odios y supiese mirar con igual
amor á todos los que viviesen debajo de su imperio; y se creyó que para ob-
biar tan grande inconveniente podían promulgarse leyes que fuesen y tuvie-
sen para todos igual autoridad é igual sentido. Es, pues, la ley una regla in-
declinable y divina que prescribe lo justo y prohibe lo contrario. Observóse
desde entonces que la exagerada malicia de los hombres se hallaba conteni-
3!)
— 306 -
da por la majestad del Rey y por las armas de los soldados, ligada por la
severidad de las leyes y el temor de los tribunales de tal modo, que para evi-

tar cada uno en particular el castigo, se abstuviesen todos de cometer malda-


des. Es, sin embargo, verosímil que existieran en aquellos tiempos muy es-

casas leyes, y que, escritas estas en muy pocas y claras palabras, no necesita-
ban de comentario alguno; más luego fué creciendo tanto la depravación del
hombre, que hemos debido llegar á tiempo en que nos molestan menos las

leyes que nuestros propios vicios, sin que basten ya ni la fuerza ni la indus-

tria de Hércules alguno para limpiar los establos de nuestros leguleyos. No


es tampoco de creer que hubieren sido entonces adoptados castigos demasia-
do fuertes; más como desgraciadamente fuese declarando la experiencia que
tenían aun en el hombre mayor fuerza para excitar su ambición el incentivo
del placer y la esperanza de procurarse cosas útiles que no tenia para extin-
guirla el temor de las penas adoptadas, fueron cada día estableciéndose otras
más severas hasta llegar á la de muerte. Ni auu esta bastaba para imponer á
ciertos hombres malvados, verdadera peste de la república; asi que sintióse al
fin la necesidad de armarla de mayores y más estudiados tormentos para que
infundiese terror hasta á los que por la violencia de sus deseos se sintiesen
más arrastrados á la maldad y al crimen.

El pequeño opúsculo titulado Contra los juegos pi'ibli-


eos, es sumamente curioso; es el antecedente de la obra
del P. Cádiz, Contra las comedias, y de la que sobre la mis-
ma materia escribió después Jovellanos.
De ella tomamos el capítulo referente a una de las fies-
tas más populares de nuestra patria.

CAPÍTULO XXI
Síes lícito correr toros

Gran disputa es esta, y que no sé yo si alguna otra se ha tratado en


nuestra edad en España con mayor porfía; si se han de tener por cosa hones-
ta la caza de los toros, porque las personas más señaladas en bondad y en
modestia las reprueban como cebo de muchos males, espectáculo cruel, in-
digno de las costumbres cristianas; otros, que parecen mas prudentes, las de-

fienden como á propósito para deleitar al pueblo, al cual conviene entretener


con semejantes ejercicios, y los que esto dicen son en mayor número, como
muchas veces acontece que la peor parte sobrepuje en número de votos á la
mejor. Tres bulas hay de los Pontífices romanos sobre este negocio, pero
ni han sido bastantes para apaciguar estos pleitos, ni consta bastantemente
de los principios del derecho natural, si este juego se desea tener por hones-
to ó por ilícito. Quiero traer los argumentos por entrambas partes y en pri-

mer lugar los de aquellos que dicen no ser lícito. En los decretales en el
— 307 —
Cap. II De torneamentis, que es del Concilio lateranense, se veda que los
soldados para hacer muestra de sus fuerzas y atrevimiento locamente se en-
contrasen, de donde muchas veces venian muertes de hombres y peligro de
almas, lo cual todo cuadra á !a fuerza de los toros, de donde muchas veces

mueren hombres (¿quién habrá tan deseoso de contradecir á la verdad que lo

pueda negar?); y consta por común voz de todos ser ilícitos los juegos en los
cuales muchas veces suceden muertes de hombres y grandes heridos. Demás
desto, en la sexta, sínodo general, canon 51, no solo á los representantes y

sus espectáculos, de los cuales harto queda dicho desuso, sino también se
veda el ir á las cazas, de las cuales es una especie el correr de los toros. Y
¿quién sufriría que alguno pelease en el coso con un león? ¿Quién no tendría
por hombre perdido y malo al que se deleitase con tal espectáculo? Y vemos
que con no menor peligro se corren los toros, porque también aquel podría
escapar huyendo ó matando el león prudentemente. El cardenal Turrecrema-
ta, sobre el Cap. Qui veneratoribus i d. S6, el mismo juicio hace del que pe-

lea con otra fiera y del que pelea con el toro, por no haber diferencia de es-

tar la bestia con que se pelea armada con dientes ó con cuernos, pues es
igual el peligro de entrambas partes.

Finalmente, la obra titulada Enfermedades déla Com-


pañía de Jesús y síes remedios, obra quizá destinada á no
darse nunca á la publicidad, si bien no tiene nada de parti-
cular, no es otra cosa que la opinión individual de una
persona de gran experiencia, ganosa de lo mejor y sobre
puntos susceptibles de mejora y reforma, en harmonía con
el desenvolvimiento histórico de toda institución huma-
na (1).

Nuestros dominios vastísimos de la América y los su-


cesos que allí tenían lugar, tomaron bien pronto plaza en-
tre los estudios históricos; casi á raíz del descubrimiento
de la América, se escribieron obras tan importantes como

Muy discutida en estos últimos tiempos lia sido la personalidad del


(l^l
P. Mariana y de sus obras, especialmente las tres últimas que acabamos de
citar, por los que llegando mas allá de las intenciones del autor, han querido
convertir en substancia para sus intentos las ideas y opiniones del P. Ma-
riana; en particular de esta última obra, se ha formado una verdadera novela,
llegando á suponer que fué expulsado de la Compañía, lo que no se verificó
por haber llegado la bula con posterioridad á su muerte. Afortunadamente
se va haciendo luz sobre todas estas materias y el nombre del P. Mariana
es uno de los ornamentos más ilustres de la Compañía de Jesús y una gloria
de España y del pueblo que le vio nacer, que comprendiéndolo asi le ha le-
vantado muy recientemente una estatua. Véase la obra ha poco publicada
por el P. Garzón, El f. Mariana y las escuelas modernas, 1888.
— 308 —
la Suma de Geografía de Fernández de Enciso, Las carias
de Colón, las de Hernán-Cortés y la Historia general de
Indias, de Antonio de Herrera, documentos que suminis-
tran los primeros antecedentes para la historia del Nuevo
Mundo, correspondiendo en verdad, el título de Historiado-
res llamados, de Lidias, á los que por sus propósitos y ten-
dencias tratan de los diversos estados de la América, como
son: Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, autor de la
Historia general y natural de Indias, que comprendió ade-
más de los hechos realizados por los españoles desde su
descubrimiento, noticias muy curiosas sobre el clima, pro-
ducciones, usos y costumbres de los países de América en-
tonces conocidos (1). La muy popular de Francisco López
de Gomara, capellán de Hernán-Cortés y testigo presencial
de los hechos, conocida por Historia general de Indias y
Conquista de la Nueva España, añadiéndose á todas éstas
la del IncaGarcilaso; la Historia de Nueva España, de Ber-
nal Díaz del Castillo, y, finalmente, la de Fray Bartolomé de
las Casas, Historia general de las Indias, la más completa
de todas. Fray Bartolomé de las Casas escribió también
una obra muy curiosa titulada, Brevísima relación de la
destrucción de las Indias.
Más numerosa que la historia profana es la historia de
los Santos, comunidades y sucesos de carácter religioso; la
indicación bibliográfica de esta clase de obras ocuparía
muchas páginas, y si bien es verdad que no merecen todas
especial mención, citaremos únicamente los escritores de
más nombre y valía en esta época.
Por sus excelentes condiciones como historiador y es-
critor elegante, merece citarse á Fray José de Sigüenza,
natural de esta ciudad, religioso de la Orden de San Jeró-
nimo, Prior del Escorial, autor de la Vida de San Jeróni-
mo y de la Historia de la orden Jerónima, verdaderos mo-
delos de esta clase de obras. De menos valor literario son

(i) Gonzalo Fernández de Oviedo escribió también una obra titulada


Quincuagenas y Batallas, cuyo manuscrito original se conserva en la Biblio-
teca de la Universidad de Salamanca, y según tenemos entendido, ha servido
para la publicación que de dicha obra prepara la Real Academia de la His-
toria.
— 309 —
las obras de Fray Diego de Yepes, obispo que fué de Ta-
rragona, que escribió la Vida de Santa Teresa y la Histo-
ria de la Orden de San Benito, Relación de la muerte del
rey Felipe II y la Historia particular de la persecución de
Inglaterra.
La orden dominica, cuenta entre los historiadores de
esta época, á Fray Hernando del Castillo que escribió la
Historia de la orden de Santo Domingo. A Fray Juan de la
Cruz, fecundo autor que, además de la Crónica de la orden
de predicadores, escribió la Historia de la Iglesia, un diá-
logo sobre la Necesidad, utilidad y provecho de la oración
vocal y treinta sermones. Y el obispo y dominico, natural
de Valencia, Fray Vicente Justiniano, autor entre otras
muchas obras referentes á San Vicente de Ferrer y á San-
ta Catalina de Sena, con otras escritas en latín, de la Vida
é historia del apostólico predicador San Vicente lerrer, de
la relación de la vida y muerte del P. Fr. Luís Bellráu y
de la vida de San Pedro González Telmo, de la orden de
Santo Domingo. Hasta las ordenes militares tuvieron su
historiador en Francisco Rades de Andrade.
El más ilustre y fecundo de todos los historiadores
de carácter religioso en este periodo, es el P. Pedro de
Rivadeneyra. Nació en Toledo en 1527, y huérfano de pa-
dre, su intrépido carácter le hizo simpático al Cardenal
Farnesio, que le llevó de paje á Roma; sus travesuras en
la corte Pontificia, fueron tales, que temiendo el castigo
buscó refugio en la casa de San Ignacio, que sufrió pa-
ciente las genialidades de su querido Perico, como le lla-
maba, hasta que después de mil dudas y vacilaciones, ya
establecida canónicamente la Compañía de Jesús, ingre-
só en ella y fué uno de sus más exclarecidos hijos. La pro-
fundidad, buen juicio, interés en la narración, viveza y va-
riedad de estilo, son las prendas características de las mu-
chas obras que escribió el P. Rivadeneyra. Entre sus prin-
cipales escritos de carácter histórico deben mencionarse la
magna obra del Año Cristiano ó el Flos Santorum, narran-
do la vida de los Santos del Catolicismo; la hermosa Vida
de San Ignacio, de inapreciable estima por haber sido el
hijo querido y testigo presencial de la mayor parte de los
— 310 —
hechos de admirable vida del Santo Fundador; la Vida de
los PP. Jesuítas San Francisco de Borja, las de los PP. Suá-
rez y Salmerón. Es escritor político de gran alcance y aún
hoy tienen aplicación á la gobernación de los pueblos mu-
chas de las teorías insertas en su notable Tratado de la re-
ligión y virtudes que debe tener el Principe Cristiano para
gobernar y conservar sus estados, contra lo que Nicolás
Maquiavelo y los políticos de este tiempo enseñan. No son
de menos valor sus cartas, y de gran provecho espiritual el
Tratado de la Tribulación.
La historia religioso-política, tratada con la viveza y
colorido, que son prendas de las obras del P. Rivadeneyra,
es la Historia eclesiástica del cisma de Inglaterra, prece-
dida de una Introducción. Es esta historia la narración de
los hechos que tuvieron lugar en las islas Británicas, des-
pués de la apostasía de Enrique VIII, y es tan notable, que
si bien de otras obras y tratados debiéramos citar ejemplos,

preferimos uno tomado de esta narración, que será el refe-


rente á los últimos momentos de D a María Stuard, por las
reflexiones y atinados juicios que sirven de comentario á la
carta escrita por la reina afirmándose en sus creencias reli-

giosas.

¡Qué firme debía estar en la fé católica la que escribió esta carta! ¡Qué
obedieute y devota al Sumo Pontífice, la que con tanta reverencia se le hu-

milla! ¡Qué delicada conciencia tenía la que con tanta sumisión, pide perdón y
absolución de lo que no era culpa, ó era culpa muy ligera! Estuvo en esta pri-
sión y cautiverio casi veinte años, sin haber podid-a jamás alcanzar de la reina
Isabel licencia para verla. V, finalmente, viendo ella y los de su Consejo que
la reina María era sucesora legítima del reino de Inglaterra (como habernos di-
cho), y católica y celosa de nuestra santa religión, y tan firme y constante en

ella, que, con haberle ofrecido (á lo que se dice) de declararla en el Parla-

mento por legítima heredera y sucesora del trono, si prometía de conservar


la falsa secta que hoy hay en él, no había dado oídos á ello, queriendo an-
tes padecer por la fé católica que rei'.ar entre herejes; y considerando que en
tantos años y con tantas molestias y vejaciones no la habían podido enfla-

quecer, ni ablandar, temiendo que si sucedía en el reino de Inglaterra, resti-

tuiría en él la religión Católica, y castigaría á los herejes que ahora le man-


dan y arruinan, como lo había hecho la otra reina María, de santa memoria,
muier del rey católico don Felipe; por asegurar su partido y establecer su fal-

sa y perversa secta, determinaron de quitar la vida á la que había de dar vida


- 311 -
al reino; y muerte á sus errores. Para poderlo hacer con menos odio, indigna-
ción y espanto de todo el mundo, buscaron color (como suelen), y achacá-
ronla que había tratado de librarse de la cárcel y de matar á la reina de Ingla-
terra, y otras cosas falsas, indignas é improbables. Y habiendo preso á sus se-
cretarios sobre esto, y apretándola á ella, y con varias preguntas y calumnias

examinádolay molestádola, finalmente se resolvieron de ejecutar su mal in-

tento y librarse de temor y cuidado.

Por esta parte del capítulo inserto pueden apreciarse


las dotes que como historiador poseía el P. Rivadeneyra,
demostrados también en la Vida y misterio de Cristo y Vida
y misterio de la Virgen María. Murió el P. Rivadeneyra en
Madrid á la avanzada edad de ochenta y cuatro años.

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CAPITULO X i)

RESEÑA DE LAS TENDENCIAS Y D1RECCIOX DE LA NOVELA DU-



RANTE LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL SIGLO XVI. LA NOVELA. PAS-

TORIL V SUS REPRESENTANTES. APARICIÓN DE LA NOVELA
PICARESCA. — DON DIEGO HURTADO DE MENDOZA. SU LUPCR- —
TANCIA Y ALTÍSIMA REPRESENTACIÓN LITERARIA. OTROS AU- —
TORES Y NOVELAS DEL GÉNERO PICARESCO. LA NOVELA —
SENTIMENTAL Ó AMOROSA. —
APARICIÓN DE LA NOVELA HIS-
TÓRICA Y SUS REPRESENTANTES.

tijmA prodigiosa actividad intelectual del siglo xvi abar-


"*
có todos los géneros literarios, notándose marcada
predilección por la novela que fué cultivada en esta centu-
ria con éxito extraordinario, en todas sus clases y tenden-
cias. Yaen los últimos años del reinado de los reyes cató-
licos se manifiesta el deseo de separar los libros de caballe-
ría de otras especies de novela, y si bien es verdad que en
las dos novelas El Siervo libre de Amor y La Cárcel de
Amor, se ven mezclados y confundidos, la tendencia alegó-
rica y lo caballeresco, no era lo bastante, y todavía la afi-
ción á los libros de caballería absorbe la atención del pue-
blo y la actividad de los escritores, pudiéndose afirmar que
las imitaciones del Amadis, Reinaldos, y la vasta serie de
los Palmerines, son numerosímas, compartiendo la aten-
el favor popular, la fama y aplauso
ción de los novelistas y
que obtuvo la tragicomedia de Calixto y Melibea.
— 313 -
Quédense en buen hora, para una historia crítica de la
literatura española, el averiguar las causas de ese desarro-
llode la novela caballeresca, y cómo se sustituye por el gus-
to de la novela pastoril, y á su vez, á qué causas obedece la
aparición de la novela picaresca. Para nuestro objeto basta
consignar ese hecho histórico, y añadir que al par que la
novela caballeresca, es muy cultivada la novela pastoril
importada de Italia, atraídos sin duda nuestros poetas y li-
teratos por el buen gusto, dulzura y gran éxito de las seis
églogas de Jacobo de Sannazaro, publicadas con el título de
La Arcadia; y que la novela picaresca surgió como fruto es-
pontáneo de nuestro suelo, debida á un talento observador
que tomó del natural tipos y costumbres tan abundantes en-
tonces en nuestra patria.
La imitación de La Arcadia de Sannazaro, tiene en Es-
paña como representantes al traductor de esta obra, Diego
López de Ayala, correspondiéndole bajo este concepto el
título de propagador é iniciador en nuestra patria de la no-
vela pastoril; siguió después el portugués Jorge de Monte-
mayor, autor de La Diana Enamorada. Guerrero, músico
distinguido y palaciego; desgraciado en sus amores, se su-
pone que La Diana Enamorada es la historia de sus des-
dichas amorosas, exhornada con fábulas, narraciones mi-
tológicas y tal cual asomo del elemento caballeresco, con
multitud de composiciones del género bucólico, según es
uso en esta clase de novelas. Algunos suponen que supera
en la pintura de los afectos y en interés dramático á su mo-
delo La Arcadia italiana, quizá por la naturalidad y la ter-
nura, que son el mérito más sobresaliente de Montemayor.
Continuaron la novela La Diana Enamorada, prime-
ro, Alonso Pérez, médico salmantino, amigo de Montema-
yor que, según se dice, tenía perfecto conocimiento del plan
de la obra, pero no fué muy «feliz en su desarrollo. Tomó
el mismo asunto y lo dio por terminado, el poeta valenciano

y catedrático de lengua griega de aquella Universidad, Gil


Polo. El éxito de su obra fué grandísimo, y es indudable, á
juzgar por los elogios de sus contemporáneos, incluso Cer-
vantes, que tanto éste, como casi todos los poetas de últimos
del siglo xvi y el siglo xvn, se estimularon ejercitando su
40
— 314 —
especie de novela, escribiendo
inspiración y genio en esta
Vélez de Montalvo El Pasto
Cervantes La Calatea, Luís
en las Selvas de Enfile, de Bal
de Filida- El Sizlo de Oro
de Figueroa,
buena- La Constante Amarilis, de Cristóbal
v por último, no
mencionando otras de escasa importan-
amores,
cia La Arcadia de Lope
de Vega. Todas relatan
campo, jo r pers añajes
teniendo por teatro de la acción y
el
mayor parte de ellas las dos
los pastores, alternando
en la
formas del arte literario, prosa y verso.
novela otra clase de
Además comparten el gasto por la
favor popular, ya se llama-
narraciones que obtuvieron el
como son, entre otras, las
ran cuentos ó novelas cortas,
veintidós Patrañas que con
El Patrañuelo publico el escri-
de
tor valenciano y autor
dramático ya mencionado, Juan
la colección de cuentos
Timoneda, de quien son también
El Sobremesa y Alivio de Caminantes.
que lleva el título
de sus cuentos de comedias,
El Patrañuelo, toma muchos
de tal forma, que la re-
pasos v anécdotas, disponiéndolos
verso al principio de cada
seña del argumento se hace en
Caminantes, se hallan uni-
uno \1 Sobremesa y Alivio de
publicada en 157b, doce cuen-
dos en la edición de Alcalá,
quien no tenemos otras noticias
tos de Juan Aragonés, de
cuentos. Tanto éstos como
que la de ser autor de estos
de Juan de Timoneda,
tie-
las dos colecciones referidas
punto de vista literario y
nen escasa importancia bajo el
nos ocupamos de los Cuentos Va
por esta razón, tampoco
de la Silva Curiosa de Julián
líos de Alonso de Villegas y
de Medra no. _,,
novela picaresca, pa-
.

Oportuno sería, al tratar de la


de que á nuestro J«aqejU
riendo de la idea apuntada ya,
producto espontaneo de nuestro
clase de obra literaria es
exuberancia artística del s.glo
suelo y consecuencia de la
existen entre el realis-
de oro", indicar las diferencias que
quie-
talento de observación, la libertad, y aun si se
mo el
picarescas de la época
re, 'laUcencia de algunas novelas
ocupando, muy distinto en
histórica de que nos venimos
libertad artística que aho-
nuestro entender, del realismo y
real
ra se pone de moda.
Observaban y reproducían lo
asqueroso con
descartando lo inmundo y
aquellos novelistas,
— 315 —
el único intento de producir lo bello, sin otros alcances ni
pretensiones. Trátase ahora, por el contrario, de reprodu-
cir lodo lo real, sin pararse á considerar si literariamente
se producirá la belleza, puesto que intentar otros fines no
casa con el arte, y aun entendemos, por más que con esta
apariencia quiera cohonestarse el empleo de ese realismo,
que nunca será lícito aspirar á un bien que causa tanto
horror y repugnancia. Entiéndase, por lo tanto, que aun los
más libres de nuestros novelistas del género picaresco del
siglo xvr, nopueden compararse con los modernos sectarios
del realismo,aunque para establecer esa comparación que
ellos no sufren, se acuda á los esfuerzos del ingenio más
perspicaz, empleando la doble vista para adivinar intentos,
ver alusiones, etc., prescindiendo por completo de las dis-
tinciones de tiempo y lugar, tenidos siempre en cuenta cuan-
do con sinceridad se trata de formar completo, exacto y
verdadero juicio de las cosas (1).
Se considera como iniciador en España de la novela pi-
caresca á D. Diego Hurtado de Mendoza, hombre notabilí-
simo bajo muchos conceptos, hijo segundo del Conde de
Tendilla y que llevaba en sus venas la sangre que corrió
por las de sus antecesores, ilustres proceres castellanos,
poetas distinguidos y valientes soldados. Nació en Grana-
da en 1503, y después de haber recibido sólida educación
en palacio de su padre, bajo la dirección del docto huma-
el
nista Pedro Martín de Angleria, pasó á completar sus es-
tudios á la Universidad de Salamanca, frecuentada enton-
ces por lo más selecto de la juventud y nobleza, y regenta-
das sus cátedras por numerosos sabios y eminentes maes-
tros; las lenguas, la filosofía y el derecho, nutrieron su
poderosa inteligencia haciéndole apto para desempeñar mi-
siones dificilísimas, representando á España siendo em-

(i) No es nuestro ánimo entrar en la discusión crítica del valor del rea-
lismo y cómo debe entenderse con aplicación á la novela; en nuestros Apun-
tes de Literatura general, dijimos lo bastante para que nuestros alumnos
ten-
gan conocimiento de esta cuestión; recientemente la ha tratado, aunque no
con deliberado propósito, D. José Giles y Rubio, catedrático de Literatura de
la Universidad de Oviedo, en el discurso de la apertura del curso de
1890
al 1 891, que tuvo por tema, Origen
y desarrollo de la novela picaresca, a cu-
yo apreciable trabajo aludiremos más de una vez en el curso de este capítulo,
— 316 —
bajador en Venecia y en el Concilio de Trento. Termi-
nados sus estudios los perfeccionó al par que se dedica-
ba al ejercicio de las armas en Pádua, Roma y Bolonia,
conquistándose numerosos amigos entre los literatos y
hombres de ciencia. Cuéntase que la energía de su carác-
ter le ocasionó algunos disgustos con el Pontífice y Empe-
rador Carlos V; Felipe II le nombró virrey de Aragón, y por
intrigas palaciegas í'ué desterrado á Granada, y vuelto á
la corte, murió en Madrid en 1579 (1).
Los elogios tributados á Hurtado de Mendoza por sus
contemporáneos, los condensa Cervantes en el canto de Ca-
liopc, incluido en el tomo VI de La Galatea, allí dice:

(i) Una prueba de las atenciones y gran concepto que se tenía de don
Diego Hurtado de Mendoza, la tenemos en la dedicatoria que le hizo el
Arzobispo Carranza de su obra Suma de ¡os Concilios, y la magnífica edición
de las obras de Cicerón hecha por los célebres impresores los Aldos, publi-
cadas por la diligencia y esplendidez de D. Diego Hurtado de Mendoza, y
por último, para que pueda formarse cabal concepto de este singular perso-
naje y célebre escritor, copiamos á continuación las noticias que sobre él y
sus obras nos dá un historiador moderno de la literatura española. «Fué
extraordinaria su afición á los libros: débesele la adquisición de los más cé-
lebres autores griegos, sagrados y profanos, como S. Basilio, S. Gregorio
Xacianceno, S. Cirilo Alejandrino, Arquímedes, Heron, Apiano y otros. De
su biblioteca salieron para publicarse completas las obras de Josefo. Para la
adquisición de estos libros valióse de Sofiano de Corcira, que investigó é
hizo copiar considerable número de mauuscritos griegos; el mismo empleo
dio al docto Aldenio, también griego, el cual le allegó obras de varias bi-
bliotecas, y especialmente de la que había sido del Cardenal Besarion. Lo
que mas contribuyó al aumento de aquella riqueza literaria, fué el haber en-
viado al Sultán sin rescate alguno, aunque le compró caro, un cautivo á quien
aquel amaba. El Gran Señor, profundamente agradecido, quiso recompensar
con dones la acción generosa de D. Diego: éste solo aceptó el que los ve-
necianos, en gran escasez de granos entonces, pudiesen comprar libremente
trigo en los estados turcos, y la remisión de muchos manuscritos griegos en
seis arcas llenas, según Ambrosio de Morales. Sin embargo de tantos bene-
ficios al Estado y á las Letras, de su alta reputación y de su legítima gloria,
pasó sus últimos años olvidado en Granada; sus obras consisten en el Laza-
rillo de Tormes, Paraphrasis in totum Aristotchm Traducción de la mecáni-
)

ca de Aristóteles, Comentarios políticos (manuscrito), Conquista de la ciudad


de Túnez, Batalla naval (ésta se ha perdido). En la Biblioteca Nacional
existen manuscritas las obras suyas siguientes: Sus representaciones, Carta
burlesca al capitán Pedro de Salazar, Cartas al Rey y otras personas, Diálo-
go entre Caronte y el alma de Pedro Luís Farnesio. Este manuscrito se
conserva en la Biblioteca Colombina: se halla impreso en el tomo de curio-
sidades bibliográficas de Autores españoles. Fué D. Diego de alta estatura,
enjuto de carnes y extremadamente moreno: los miembros robustos, los ojos
vivos, el aspecto fiero y con notable fealdad de rostro: de ánimo entero y
valeroso y de condición dura.
— 317 —
Un Diego se me viene á la memoria,
Que de Mendoza es cierto que se llama,
Digno que sólo del se hiciera historia,
Tal, que llegara allí donde su fama:
Su ciencia y su virtud, que es tan notoria,

Que ya por todo el orbe se derrama,


Admira los ausentes y presentes,
De las remotas y cercanas gentes.

Las obras conocidas de D. Diego Hartado de Mendoza


son las poéticas, publicadas por primera vez en 1610: La
Guerra de Granada, El Lazarillo de Tormcs, la escrita
en latín con el título de Paraphrasis in totttm Aristotelem,
Conquista de Tunes, la Carta burlesca al capitán Pedro de
Salasar, con nombre supuesto del Bachiller de Arcadia,
el

Diálogo entre Caronte y el alma de Pedro Luis Farnesio;

de las menos conocidas es la Traducción de la mecánica de


Aristóteles, y permanecen todavía inéditos unos curiosísi-
mos Comentarios políticos y una serie de Cartas al Rey y
otras personas; y las Notas á un sermón portugués, que es-
tán llenas de gracia y felices ocurrencias.
Como poeta, hay que considerarle bajo dos aspectos:
como partidario de la nueva escuela, convienen todos los

críticos es muy inferior en la mayor parte de sus composi-


ciones á las que escribió como poeta genuinamente caste-
llano; sus redondillas escritas con facilidad y soltura son
de lo mejor de sus poesías; á pesar de ésto, si desagradan
los versos endecasílabos de D. Diego Hurtado de Mendoza,
fuerza es reconocer que no carecen de la verdad de los
afectos ni de la gracia y espontaneidad que son siempre sus
dotes propias. Es indudable que como poeta lírico, si de
propósito no tradujo á los clásicos en la mayor parte de sus
odas, epístolas y sátiras, hay reminiscencias de Píndaro,
Horacio y Tíbulo.
Alabadas por todos las redondillas de D. Diego Hurta-
do de Mendoza, insertamos á continuación unas de pié que-
brado que, según el colector de sus obras, D. Adolfo de
Castro, debieran tener otro título del que llevan:
— 318 -
ESTANDO TRESO POR UNA PENDENCIA QUE TUVO EN PALACIO

Estoy eD una prisión,


En un fuego y confusión,
Sin pensallo;
Que aunque me sobra razón
Para decir mi pasión,
Sufro y callo.
¡Oh, cuánto tiempo he callado,
Por gustar quien lo ha mandado,
De mandallo!
Sufrido y disimulado,
Y aunque estoy en este estado,

Sufro y callo.

Pondera los cambios de la mudable fortuna en éstas

REDONDILLAS
Nadie fué en alegría,

Porque ninguna hay tan cierta,

A quien no cierre algún dia


Fortuna ó amor la puerta.

— Yo vi leche reposada
Tornar cortada y aceda,
Y vi voluntad trocada
Cuanto pudiera estar queda.

— Yo vi la mar en bonanza
Levantarse hasta el cielo,

Y vi firme confianza

Derribada por el suelo.

— Amistad hay que se muestra


Sola y clara y sin ofensa,
Y cuando pensáis que es vuestra

Hallaisla turbia y suspensa.


— Tal os tiene hoy por amigo,
Que mañana, si le place,
Os tomará por testigo
De los agravios que os hace.
— Dulce y vano atrevimiento,
Poner confianza alguna
Sobre tan flaco cimiento

Como esperanza y fortuna.


— 319 —
— Adonde un bien se concierta

Hay un mal que lo desvía;


Más el bien viene y no acierta,
Y el nial acierta y porfía.

También ha sido muy celebrado el himno en loor del


cardenal D. Diego de Espinosa.
Como historiador alcanzó D. Diego Hurtado uno de los
primeros puestos: su obra, La Guerra de Granada, tiene
por asunto la rebelión de los moriscos y la campaña lleva-
da á feliz término por D. Juan de Austria para sofocar di-
cha rebelión. Imitó en ella á Salustio, y está llena de deta-
lles, exactitud en los hechos é imparcialidad y sana crítica;

esto en cuanto al fondo, que en cuanto á la forma, su len-


guaje es puro y castizo, y el estilo, severo, fluido y fácil.
No es nuestro objeto seguir paso á paso la crítica de esta
obra, de singularísimo mérito como historia particular y
clásica, entre las de igual clase de la literatura castella-
na, y por esto nos contentaremos con transcribir algunos
párrafos del libro primero que, al par que dá don Diego
Hurtado noticia de los propósitos que le animaron al escri-
birla, servirá para conocer su estilo y lenguaje:

LIBRO PRIMERO
Mi propósito es escribir la guerra que el rey católico de España D. Fe-
lipe el Segundo, hijo del ruaca vencido emperador D. Carlos, tuvo en el rei-

no de Granada contra los rebeldes nuevamente convertidos; parte de la cual

yo vi, y parte entendí de personas que en ella pusieron las manos y el enten-

dimiento. Bien sé que muchas cosas de las que escribiere parecerán á algunos
livianas y menudas para historia, comparadas á las grandes que de España
se hallan escritas: guerras largas de varios sucesos, tomas y desolaciones de
ciudades populosas, reyes vencidos y presos, discordias entre padres y hijos,
hermanos y hermanas, suegros y yernos, desposeídos, restituidos, y otra vez
desposeídos, muertos á hierro; acabados linajes, vendadas cuestiones de rei-
nos, libre y extendido campo, y ancha salida para los escriptores. Yo escogí

camino más extrecho, trabajoso, estéril y sin gloria, pero provechoso y de


fructo para los que adelante vinieren: comienzos bajos, rebelionde salteado-
res, junta de esclavos, tumulto de villanos, competencias, odios, ambiciones
inconvenientes ó no
y pretensiones, dilación de provisiones, falta de dinero,
creídos ó tenidos en poco, remisión y flojedad en ánimos acostumbrados á
entender, proveer y disimular mayores cosas; y así, no será cuidado perdido
considerar de cuan livianos principios y causas particulares se viene á calma
— 320 —
de grandes trabajos, dificultades y daños públicos y cuasi fuera de remedio.
Veráse una guerra, al parecer tenida en poco y liviana dentro en casa, mas
fuera estimada y de gran coyuntura; que en cuanto duró, tuvo atentos, y no
sin esperanza, los ánimos de príncipes amigos y enemigos, lejos y cerca; pri-
mero cubierta y sobresanada, y al fin descubierta, parte con el miedo y la in-

dustria, y parte criada con el arte y la ambición. La gente que dije, pocos á
pocos junta representada en forma de ejércitos; necesitada España á mover
sus fuerzas para atajar el fuego; el Rey salir de su reposo y acercase á ella;

encomendar la empresa á D. Juan de Austria, su hermano, hijo del empera-


dor D. Carlos, á quien la obligación de las victorias del padre moviese á
dar la cuenta de si que nos muestra el suceso.

Lo que ha hecho más popular el nombre de D. Diego


Hurtado de Mendoza, ha sido su novelita picaresca El La-
sarillo de Tormes, si bien no apareció con su nombre
cuando por primera vez se publicó en Amberes, en 1553, y
aunque se le ha querido disputar la paternidad de esta
obra, la unánime opinión continúa afirmando, como lo afir-
maban sus contemporáneos, que fué escrita por D. Diego
Hurtado de- Mendoza.
Cuéntase que durante su vida de escolar en Salaman-
ca, entretuvo sus ocios escolares escribiendo algunos tra-
bajitos burlescos y satíricos muy conformes con su carác-
ter y en consonancia con la juvenil vida escolar; entre es-
tos se cuenta la novelita El Lazarillo de Tormes, tan inte-
resante, como valadí es el asunto al parecer, de narrar la
vida y sucesos de un pihuelo nacido en los molinos de las
orillas del rio Tormes, que entrando cuando muchacho á
servir de lazarillo á un ciego, sirvió después de criado á un
avaro, á un clérigo, á un hidalgo pobre, etc.; corriendo
una serie de aventuras que dan motivo á cuadros admira-
blemente trazados, donde se retratan tipos, costumbres y
vicios de la época. Si el asunto está magistralmente des-
arrollado, lo está aún mejor lo bien sostenido de los carac-
teres, sin que falte á la obra un estilo sencillo y ameno, y
un lenguaje fácil y castizo.
Aunque es muy conocida esta obra, no podemos resis-
tir á la tentación de insertar algunos trozos que pueden

servir de estímulo para su lectura, si es que alguno la des-


conoce.
— 321 —
Véase cómo presenta al personaje dando cuenta de su
persona.

TRATADO PRIMERO
Cuenta Lázaro su vida, y cuyo hijo fue, — Asiento de Lázaro con un ciego.

Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que á mi me llaman Lázaro
de Tórmes, hijo de Tomé González y de Antoña Pérez, naturales de Tejares,
aldea de Salamanca. Mi nascimieuto fué dentro del rio Tórmes, por la cual

causa tomo el sobrenombre, y fué desta manera. Mi padre (que Dios perdo-
ne) tenia á cargo de proveer una molienda de una haceña, que está ribera
de aquel rio, en la cuál fué molinero más de quince años; y estando mi ma-
dre una noche en la haceña, preñada de mí, tomóla el parto y parióme allí;

de manera, que con verdad me puedo decir nacido en el rio. Pues siendo yo
niño de ocho años, achacaron á mi padre ciertas sangrías mal hechas en los
costales de los que allí á moler venían, por lo cual fué preso, y confesó, y no
negó, y padeció persecución por justicia. Espero en Dios que está en la glo-
ria; pues el Evangelio los llama bienaventuiados. En este tiempo se hizo
cierta armada contra moros, entre los cuales fué mi padre, que á la sazón es-

taba desterrado por el desastre ya dicho, con cargo de acemilero de un caba-


llero que allá fué; y con su señor, como leal criado, feneció su vida.

Y sigue después con otros pormenores menos intere-


santes, hasta llegar á decirnos cómo fué el entrar al servi-
cio del ciego, que. en el mismo tratado refiere de este modo:

En este tiempo vino á parar al mesón un ciego, el cual, pareciéndole


que yo seria para adestrarle, me pidió á mi madre, y ella me encomendó á él,

diciéndole como era hijo de un buen hombre; el cual por ensalzar la fé había
muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hom-
bre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien, y mirase por mi, pues era
huérfano. El respondió que así lo haria, y que me recibía no por mozo, sino
por hijo. Y así, le comencé d servir y adestrar á mi nuevo y viejo amo: como
estuvimos en Salamanca algunos dias, pareciéndole á mi amo que no era la
ganancia á su contento, determinó irse de allí; y cuando nos hubimos de par-
tir, yo fui á ver á mi madre, y ambos llorando, me dio su bendición y dijo:
hijo, ya sé que no te veré más: procura de ser bueno, y Dios te guie; criado
te he, y con buen amo te he puesto, válete para tí; y así me fui para mi amo,
que esperándome estaba. Salimos de Salamanca y llegando á la puente, está
á la entrada della un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el cie-
go mandóme que llegase cerca del animal, y allí puesto, me dijo: Lázaro, lle-
ga el oído á este toro, y oirás gran ruido dentro del. Yo simplemente llegué,
creyendo ser así; y como sintió que tenia la cabeza par de la piedra, afirmó
41
- 322 —
recio la mano y diónie una gran calabazada en el diablo del toro, que más
de me duró el dolor de la cornada, y díjome: necio, aprende, que el
tres dias

mozo del ciego un punto á de saber más que el diablo, y rió mucho la bur-
la. Parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que como ni-

ño dormido estaba, y dije entre mí: verdad dice este, que me cumple avivar
el ojo y avisar, pues soy solo, y pensar cómo me sepa valer.

Entre todas que refiere Lázaro, ninguna


las picardías
es tan graciosa que nos cuenta del modo cómo se
como la
gobernaba para hurtar al ciego los alimentos que le esca-
timaba,, véase la referente al vino.

Usaba poner cabe sí un jarrillo de vino cuando comíamos; yo muy de


presto le asía, y daba un par de besos callados, y tornábale á su lugar. Mas
duróme poco, que en los tragos conocía la falta, y por reselvar su vino á sal-
vo, nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenia por el asa asido; mas
no había piedra imán que trajese á si el hierro, como yo el vino con una paja
larga de centeno, que para aquel menester tenia hecha, la cual metiéndola
en la boca del jarro, chupando el vino, lo dejaba á buenas noches. Mas como
fuese el traidor tan astuto, pienso que me sintió, y dende en adelante mudó
propósito, y asentaba su jarro entre las piernas, y atapábale con la mano, y
así bebia seguro. Yo, como estaba hecho al vino, moría por él; y viendo que
aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni valia, acordé en el suelo del

jarro hacerle una fuentecilla, y agujero sutil, y delicadamente con una muy
delgada tortilla de cera taparlo, y al tiempo de comer fingiendo haber frío,

entrábame entre las piernas del triste ciego á calentarme en la pobrecilla lum-
bre que teníamos, y al calor della luego era derretida la cera, por ser muy po-
ca, comenzaba la fuentecilla á destilarme en la boca, la cual yo de tal mane-
ra ponía, que maldita la gota se perdía. Cuando el pobrete iba á beber, no ha-
llaba nada; espautábase, maldecíase, daba al diablo el jarro y el vino, no sa-

biendo que podía ser. No diréis, tío, que os lo bebo yo, decía: pues no lo qui-

táis de la mano. Tantas vueltas y tientos dio al jarro, que halló la fuente y ca-
yó en la burla; mas asi lo disimuló como si no lo hubiera sentido, y luego otro
día, teniendo yo rezumado mi jarro como solía, no pensando en el daño que
me estaba aparejado, ni que el mal ciego me sentía, sentéme como solía, es-

tando recibiendo aquellos dulces tragos, mi cara puesta acia el cielo, un poco
cerrados los ojos, por mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego
que ahora tenía tiempo de tomar de mí venganza, y con toda su fuerza, alzan-
do con dos manos aquel dulce y amargo jarro, lo dejó caer sobre mi boca, ayu-
dándose (como digo) con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro, que
de nada desto se guardaba, antes, como otras veces, estaba descuidado y gozo-
so, verdaderamente rae pareció que el cíelo, con todo lo que en él hay, me ha-

bía caído en cima. Fué tal el golpecillo, que me desatinó y me sacó de sentí-
— 323 -
do, y el jarrazo tan grande, que los pedazos del se me metieron por la cara
rompiéndomela por muchas partes, y me quebró los dientes, sin los cuales has-

ta hoy dia me quedé.

El éxito fué superior á lo que podía esperarse, dada la


afición á los libros de caballería de los que entonces leían,
compartida con las novelas pastoriles; y aunque se otorgue
algo á lo que se quiere suponer respecto al valor é inten-
ción satírica de la novela, no puede negarse que por otros
autores se trazaron también cuadros satíricos, con mayor
intención de poner de relieve vicios y defectos,, cosas y per-
sonas de aquella sociedad, y no obstante, no alcanzaron la
la estimación y fama que el Lazarillo, ni lograron abrir
una nueva página en nuestra historia literaria dando carta
de naturaleza á la novela picaresca.
Interrumpió la narración respecto á la vida del picaro
Lázaro D. Diego Hurtado de Mendoza, dejándole casado
en Toledo, y se encargó de continuar la narración de tan
notables aventuras, un autor anónimo, con el título de Se-
gunda parte del Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y
adversidades. Esta segunda .parte es una pesada narración
de extraordinarias é inverosímiles aventuras, y en donde
no campea la frescura, espontaneidad y donaire de la pri-
mera parte, 3^ á esto se debió que permaneciera en el olvi-
do sin aplauso y crédito, como no lo llegó á tener otra Se-
gunda parte del Lazarillo de Tormes, publicada en París
en 1620, por uno que se decía intérprete de la lengua espa-
ñola, y se firmaba H. Luna, siendo inútiles las investigacio-
nes de los eruditos por averiguar si este Luna corresponde
realmente al Juan Luna, que en 1619, publicó unos Diálo-
gos familiares.
La continuación del Lazarillo, hecha por Luna, ha si-
do reimpresa varias veces, y lo ha debido sin duda á que
se aproxima al estilo de Hurtado de Mendoza, per-o es más
doctrinal, aparece más erudito, y algunas de sus aventuras
son realmente inverosímiles.
Comparten la admiración y el aplauso con que fué re-
cibido el Lazarillo, otras dos novelas picarescas de más
extensión y con transparente propósito.
— 324 -
Titúlase una, la Atalaya de la vida humana, ó sea Vi-
da y hechos del picaro Gusmán de Alfar ache; asunto muy
parecido al Lazarillo, pues refiere las aventuras de un pi-
caro que pasa por diferentes estados y fases sociales, que
dan motivo al autor para describir usos y costumbres, no
solo de España, sino de otros países, especialmente de Ita-
lia. Su autor es Mateo Alemán, natural de Sevilla, autor á

su vez de un tratado de Ortografía Castellana, sin que se-


pamos otras noticias acerca de su vida.
El Gusmán de Alfarache, está escrito con facilidad y
soltura, abunda en agudezas de ingenio y gracia, desper-
tando el interés, no obstante los largos episodios que inser-
ta en la novela, y la excesiva monotonía y pesadez, conse-
cuencia de las muchas digresiones morales y críticas de que
está llena la novela, sin duda para prevenir las censuras
que por ciertas escenas y crítica de personajes, con ra-
zón podían hacerse á su relato. La lectura de una parte
del Capítulo III, dará exacta idea de cuanto dejamos dicho.

CAPITULO III

En que Guzman de Alfarache prosigue contra las vanas honras. Declara


tina consideración que hizo de cual debe ser el hombre con la dignidad que
tiene

Aunque era muchacho, como padecía necesidad, todo esto pasaba con la

imaginación. Autojábaseme que la honra era como la fruta nueva por ma-
durar, que dando por ella escesivos precios, todos igualmente la compran
desde el que puede hasta el que no es bien que pueda; y es grande atrevi-
miento y desvergüenza que compre media libra de cerezas tempranas un tra-

bajador, por lo que le costarán dos panes para sustentar sus hijos y mujer.
¡Oh santas leyes, provincias venturosas donde en esto ponen freno como
á daño universal de la república! Cómpranla al fin, y comen della sin lími-

tes ni moderación, que nunca se hartan de comprarla ni de comerla: hacen el

cuerpo de mala sustancia, engéndrales mal humor, vienen después á pagarlo


con gentiles calenturas ó cisiones, y otras congojosas enfermedades. A fé que
ha de costar más de una purga tanto tragar de honra; nunca la codicié ni le
hice cara después que la conocí. También porque vía escuderos, criados y
oficiales de obra usada sacarlos de sus oficios para otros de todo punto re-
pugnantes, como el calor del frió, y tan distantes de su calidad como el cie-

lo de la tierra; llamástelos ayer con tu criado no dándoles más de un vos


muy seco, que aun apenas les cabia; ya te envían hoy á llamar con un portero,

y para tu negocio se lo suplicas, no cansándote de arrojarle mercedes, pi-


— 325 —
diéndole que te las haga. Dinae, ¿no es ese que ahora como fingido pavón ha-
ce la rueda y estiende la cola, el que ayer no la tenia? Si, el mismo es, y el

mal fueste sobre que dieron aquel bosquejo presto, caida la pluma, quedará

lo que antes era; y si bien lo consideras, hallarás los tales no ser hombres de
honra, sino honrados que los de honra ellos la tienen de suyo, nadie los pue-
de pelar que no les nazca nueva pluma más fresca que la primera; más los
honrados de otro la reciben; ya los ves; ya no los ves; tanto duran las mayas
como mayo, tanto los favores como el favoreciente; pásase y queda cada uno
quien es; asi los via salir ocupados á negocios graves y de calidad, á quien un
hidalgo de muy buen juicio y partes pudiera acometer y aun deseara al-

canzar.

A Mateo Alemán le un competidor en 1600, pu-


salió
blicando la segunda parte Gusmán de Alfara-
del Picaro
che, cuyo autor se decía ser Mateo Lujan de Sayavedra
que ocultaba á Juan Martí, abogado valenciano, que no ca-
rece de gracia y mérito literario.
Muy apreciable, y quizá la mejor de las novelas pica-
rescas pertenecientes á esta época, exceptuando el Laza-
rillo, es la que se conoce con el título de Relaciones de la
vida y av&nturas del Escudero Marcos de Obregóu, escrita
y publicada por Vicente Espinel, poeta de la Escuela Gra-
nadina, de quien ) a nos hemos ocupado al hablar de los
r

poetas pertenecientes á esta escuela. Se cree su obra una


auto-biografía, escrita con toda la gallardía, ingenio y ri-
queza de imaginación propias de quien era notable artista
músico, poeta, teólogo y erudito. Las cuatro relaciones de
que está compuesta La vida del escudero Marcos de Obre-
gón, están llenas de tipos interesantísimos y de cuadros
llenos de gran verdad y colorido, y muchos han creído sir-
vió de tema esta obra para el famoso Gil Blas de Santi-
llana, escrito por Lesage.
Por ser muestra de su ingenio, daremos á conocer el
cuento de los dos estudiantes que el maestro Vicente Espi-
nel refiere e» el prólogo de las Relaciones de la vida del
escudero Mareos de Obregóu.

Dos estudiantes iban á Salamanca desde Antequera, uno muy descuida-


do, otro muy curioso; uno muy enemigo de trabajar y saber, y otro muy
vigilante escudriñador de la lengua latina; y aunque muy diferente en todas
las cosas, en una eran iguales, que ambos eran pobres. Caminando una tarde
— 326 —
del verano por aquellos llanos y vegas, pereciendo de sed, llegaron á un po-
zo, donde habiendo refrescado, vieron una pequeña piedra escrita en letras

góticas y medio borradas por la antigüedad y por los pies de las bestias que
pasaban y bebian, que decian dos veces: conditur unio } conditur unió. El que
sabía poco dijo: ¿Para qué esculpió dos veces una cosa este borracho? (Que es
de ignorantes ser arrojadizos.) El otro calló, que no se contentó con la cor-

Cansado estoy y temo la


teza, y dijo: sed; no quiero cansarme mas esta tar-

de. Pues quedaos como poltrón, dijo el otro. Quedóse y habiendo visto las

letras, después de haber limpiado la piedra y descortezado el entendimiento,


dijo: Unió quiere decir unión, y unió quiere decir perla preciosísima: quiero
ver qué secreto hay aquí; y apalancando lo mejor que pudo, alzó la piedra,
donde halló la unión de amor de los dos enamorados de Antequera, y en el

cuello della una perla mas gruesa que una nuez, con un collar que le valió

cuatro mil escudos: tornó á poner la piedra y echó por otro camino.

Xo termina aquí
la enumeración de las novelas pica-

. rescas, según tendremos ocasión de manifestar al hablar


de las que aparecen en la segunda mitad del siglo xvn.
La novela sentimental ó amatoria, cuyos antecedentes
pertenecen, según hemos dicho, al reinado de los Reyes
Católicos, luchó con muchos inconvenientes en esta época
y adquirió muy poco crédito, ya porque el gusto del pueblo
la rechazara, ó bien porque fueron poco felices los ingenios
que se dedicaron á su cultivo. Pueden enumerarse como
pertenecientes a esta clase, la historia de Glisel y Mirabe-
l/a, Aurelio é Isabela, hija del rey de Hungría, ambas de

Juan de Flores; el Libro de los honestos amores de Pere-


grino y de finebra, la Historia de los amores de Clareo y
Florisea, de Alonso Núñez de Reinoso, obra la más notable
de las de esta clase, así por la invención, como por lo bien
conducido del asunto. También pertenece á esta especie la
obrita de Alonso de Ulloa, titulada Proceso de cartas de
amores que entre dos amantes pasaron, y la de Jerónimo
Contreras, publicada con el título de Selvas de aventuras,
de quien es también el Dechado de varios sujetos, y por
último, La enamora da Elísea, de Jerónimo de Covarrubias.
Y que debió tener un gran desarrollo la novela y fué
siempre muy del agrado del pueblo español, lo demuestra
la aparición de una clase de novelas que, teniendo por base
un hecho histórico, le desenvuelven con toda la riqueza de
— 327 —
la fantasía y galas de la imaginación, sirviendo de comple-
mento á la historia.

No es muy numerosa esta clase de novelas en el si-

glo xvi; cuenta solo como representantes á Ginés Pérez de


Hita, vecino de Murcia, y natural á lo que se cree, de la vi-
lla de Muía, soldado á lo que parece, ignorándose las demás
particularidades de su vida. Escribió las Guerras civiles de
Granada, dividida en dos partes, la primera que supone fué
traducción de un manuscrito árabe, y la segunda, original
según dice, llena de sucesos extraordinarios y muy inte-
resantes descripciones, adornada con multitud de roman-
ces, según puede verse en el párrafo que á continuación in-
sertamos, tomado del Cap. XIV de la segunda parte, bas-
tante para apreciar el singular mérito de esta obra, en par-
ticular por su estilo fluido, terso, elegante, y su lenguaje
tan suelto y ligado, que no hay un sólo giro ni frase que no
parezca escrita en los modernos tiempos, porque son muy
pocas las palabras que emplea que se hayan anticuado, y
con respecto á los romances, tienen todo el sabor y gusto
de los más característicos, que se conocen con el nombre de
moriscos.

Luego salieron á bailar las moras solas, y hubo muchas que lo hicieron

gallardamente, siendo la última que danzó la hermosa Luna, natural de Pur-


chena. Salió la mora ricamente vestida de una marlota de damasco verde al-

cachofado, guarnecida de flecos de oro; sacó un zarangüel de cambray muy


delgado y muy rizado, y zapato de terciopelo azul, guarnecido de oro; el

tocado era maravilloso, y el cabello tan bien puesto, que hubiera podido en-
lazar con él al mismo dios de Amor; encima de la cabeza traia una delgada
toca, tan clara, que no impedia de ver á los ojos lo que encubría; sacó en las

manos un rico almaizal labrado en Túnez de fina seda de muchos colores, y


los cabos de oro; daba mucho gozo con su vista. Esta hermosa mora danzó
sola, y tan gallardamente, que á todos dejó enamorados, así de su belleza
como de su donaire y gracia; y luego que acabó hizo su mesura á Muley, á
los caballeros y capitanes que le acompañaban, y volvió á sentarse en su pues-
to con las demás damas. Mandó luego el reyecillo que la diesen una rica mar-

Iota de terciopelo azul, guarnecida de oro y ricamente labrada, y juntamente


cuatro almaizales esquisitos. También mandó dar diez ducados á cada una de
las otras moras que danzaron, para que no quedasen envidiosas y desconso-
ladas, y deste modo todas estuvieron muy contentas. ¿Quién podria pintar la
satisfacción y contento del capitán Maleh al ver danzar á su dama con tanta
— 328 —
gracia, y que todos envidiaban la dicha que tenia de servirla? Pero él no co-
nocía entonces el suceso que amenazaba, y de que hablaremos más ade-
le

lante; porque la infeliz fué después muerta á manos de los cristianos, sin pa-
rar su consideración en aquella hermosura.
Luego que acabaron de danzar las moras, mandó Abenhumeya que los

aficionados á la música tañesen y cantasen: y aunque eran pocos los sobresa-


lientes, diremos algo de los que mejor cantaron y tañeron. Hízolo el capitán
Derri, y muy bien; Puertocarrero, que era galán y enamorado, cantó en ará-
bigo la siguiente canción:

Hermosa y bella Granada,


Donde tengo mi afición,

¡Si fueras al escuadrón


De los moros entregada!
Así tus frescas riberas
De Inadamar Iaraguil
Con las del fresco Genil,
Y en tu Alhambra mis banderas.
Si fueses ya de aquel bando
Que te desea tener,
Donde pueda mas valer
Abenhumeya Fernando,
¡Cuál danzara yo la zambra,
Quitado ya de querellas,
Con hermosas moras bellas
En ti, mi querida Alhambra!

Aún es más notable la Historia de la Abencerraje y la


herniosa Jarifa, publicada en Medina del Campo en 1565,
escrita por Antonio de Villegas que la incluyó en su libro
titulado Inventario de obras en metro castellano. La narra-
ción es corta, y el asunto está contenido en la siguiente
carta:

Caiía de Rodrigo de Narvaez, alcaide de Alora para ,


el rey de Granada

Muy alto y muy poderoso rey de Granada: Rodrigo de Xarvaez, alcaide


de Alora, tu servidor, beso tus reales manos, y digo así: que el Abencerraje
Abindarraez el moro, que nació en Granada, y se crió en Cártama en poder
del alcaide della, se enamoró de la hermosa Jarifa, su hija; después tú, por
hacer merced al alcaide, le pasastes á Coin; los enamorados, por asegurarse,
se desposaron entre sí, y llamado él por ausencia del padre, que contigo tie-

nes, yendo á su fortaleza, yo le encontré en el camino, y en cierta escaramu-


za que con él tuve, en que se mostró muy valiente, le gané por mi prisione-
— 329 -
ro; y contándome su caso, apiadándome del le hice libre por dos dias. El se
fué á ver con su esposa, de suerte que en la jornada perdió la libertad y ganó
el amiga. Viendo ella que el Abencerraje volvía á mi prisión, se vino coa él,

y así están agora los dos en mi poder. Suplicóte que no te ofenda el nombre
de Abencerraje, que yo sé que este y su padre fueron sin culpa en la conjura-
ción que contra tu real persona se hizo; y en testimonio dello viven. Supli-
co á tu real Alteza, que el remedio de estos tristes se reparta entre tí y mí:
yo les perdonaré el rescate y los soltaré graciosamente; solo harás tú que el
padre della los perdone y reciba en su gracia; y en esto cumplirás con tu
grandeza, y harás lo que della siempre esperé.
CAPITULO XI


APUNTES BIOGRÁFICOS DE CERVANTES. ESTUDIO DE LAS OBRAS
Y MÉRITOS DE CERVANTES CONSIDERADO COMO POETA LÍRICO,
— —
DRAMÁTICO Y NOVELISTA. EL QUIJOTE. IDEA DEL QUIJOTE
CONOCIDO POR DE AVELLANEDA.

Iemos llegado al escritor más umversalmente conoci-


do, al que lleva el título de Principe de nuestros es-
critores, al inmortal Miguel de Cervantes Saavedra, gloria
de España y de su literatura.
Es cosa averiguada y fuera de toda duda, que Alcalá
de Henares tuvo la envidiable fortuna de ser patria de Cer-
vantes, en ella vino al mundo en 9 de Octubre de 1547, sien-
do sus padres Rodrigo Cervantes y D a Leonor de Cortinas,
hidalgos de muy modesta posición. La niñez y adolescencia
de Cervantescos sonde todo punto desconocidas, y sabemos
únicamente de sus estudios que fué discípulo predilecto del
humanista madrileño Juan López de Hoyos, que le cita con
particular predilección en un libro que publicó en 156S, con
motivo de la muerte de D* Isabel de Valois, esposa de Fe-
lipe II. Es de creer que algunos estudios hiciera en su pa-
tria la célebre Compluto, á la sazón muy culta y florecien-
te por su ilustre Universidad, como lo es también que asis-
tiera á las cátedras de las Universidades de Toledo, Sala-
manca, Valladolid 3 Sevilla, en el tiempo que pasó en estas
r
— 331 —
ciudades, más no hay datos ciertos. Lo positivo y fuera de
duda es,que bien porque le llamara su maestro Juan Ló-
pez de Hoyos, ó viniera en busca de fortuna, se hallaba en
Madrid cuando el Cardenal Juan Aguaviva vino á España
á dar el pésame á Felipe II, por la muerte de su esposa
D a Isabel, en nombre del Papa Pío V, y al regresar á Ro-
ma, llevó á Cervantes á su servicio. No permaneció mucho
tiempo al lado del Cardenal, porque en 1571 se alistó en los
famosos tercios castellanos, figurando como uno de los
combatientes que tomaron parte en la batalla de Lepanto,
en cuya gloriosa jornada recibió una herida que consideró
como el más glorioso trofeo de su vida. Obtuvo su licencia
en 1575, lleno de merecimientos }r cartas de recomendación,
que no sirvieron de otra cosa que para hacer más fuertes
las cadenas de su cautiverio, pues al regresar á la madre
patria, fué apresada la galera que á Cervantes y á su her-
mano les conducía á España y llevada á Argel, donde en
los cinco años y tres meses que permaneció cautivo, sus
acciones heroicas por recobrar la libertad, su fé, sufrimien-
tos, vejaciones y peligros, son materia propia de una na-
rración novelesca. En la cautividad hizo sus primeros en-
sayos como poeta para distraer sus amarguras y las de sus
compañeros. La Providencia veló por la preciosa vida de
Cervantes, disminuyendo el rigor y ferocidad de sus amos
en cuantas ocasiones se hizo reo de sus iras por la incan-
sable constancia con que procuraba la libertad, adquirida
solo al precio del rescate obtenido por los PP. Trinitarios
y los sacrificios pecuniarios de su familia.
Poco próspera le fué la fortuna al regresar á España,
cuando nuevamente figura entre los soldados que el Duque
de Alba llevó á la conquista de Portugal, hasta 1583 en
que, terminada la guerra, abandonó para siempre el peno-
so ejercicio de las armas.
Se estableció en Madrid dedicándose al cultivo de las
letras, y contrajo matrimonio con D a Catalina Palacios de
Salazar, natural de Esquivias. Con escasos bienes y estos
de su mujer, sin amigos ni protectores, después del doloro-
so desengaño de no servirle para nada sus heroicos hechos,
dilatados servicios y honrada vida, tuvo que aceptar el des-
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tino de factor de provisiones de la armada, ínfima profe-
sión impropia de su alma y merecimientos. Los asuntos
propios de su cargo le obligaron á trasladarse á Sevilla, y
en esta ilustre ciudad tuvo ocasión de cultivar el trato y
amistad de los hombres más eminentes, dedicados al cultivo
de las letras y las artes.
Terminada su misión en la armada, solicitó nuevamen-
te destino más decoroso y en harmonía con sus aficiones, y
no obteniéndole, desempeñó el de la comisión de apremios
á varios pueblos del reino de Granada. Fatal había de ser
para Cervantes este nuevo medio de adquirir la subsisten-
cia, porque en 1595 se le protestó una letra en Sevilla, y en
1597, resultó alcanzado en dos mil seiscientos cuarenta rea-
les y preso por esta deuda; viéndose libre de la prisión des-
pués de dar las respectivas fianzas. Quedóse en Sevilla de
agente de negocios hasta 1600, que, removido el asunto de
sus débitos, tuvo que pasar á Valladolid. donde residía la
Corte, á dar sus descargos.
En Valladolid, su vida privada sufrió un nuevo contra-
tiempo á causa de que en la noche del 27 de Junio de 1605,
viviendo Cervantes en la calle del Rastro, en una casa
próxima á uno de los puentecillos de la esgueva, fué mor-
talmente herido el caballero D. Gaspar de Ezpeleta en di-
cho sitio, y á los gritos pidiendo auxilio, salió Cervantes y
otros vecinos á prestarle, y como murió el caballero, fué
reducido á prisión con toda su familia, aunque después de-
clarados inocentes, fueron puestos en libertad.
Trasladada la corte á Madrid en lb06, debió seguirla
para terminar sus asuntos y procurarse los medios de vida
que le negaban la protección y el favor. En Madrid vivió
arrastrando pobre y mísera existencia hasta el 23 de Abril
de 1616, en cuyo día pagó su tributo á la naturaleza.
Veamos ahora, conocidos ya los rasgos principales de
su azarosa vida, sus obras y mérito de las mismas, y para
proceder con método, consideraremos á Cervantes bajo el
triple aspecto de poeta ln ico, dramático y novelista.
Ha sido muy general la creencia de que Cervantes,
como novelista y prosista, no tiene rival en el mundo, pero
como poeta lírico, apenas es digno de mención; error que
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basta á desvanecer el Viaje al Parnaso, los hermosos ver-
sos de su Galaica y la mención que de él hace el maestro
Juan López de Hoyos; error al que han contribuido los co-
lectores de sus obras que no han sido tan diligentes en bus-
car y dar á conocer sus versos como han buscado y comen-
tado sus obras en prosa. Cervantes, y hay que decirlo para
rectificar ese juicio, era un genio, y no podía ocultarle
cuando escribía como poeta lírico, de modo que merece un
lugar distinguido entre los poetas del siglo xvi. Cítanse en-
tre lasmejores composiciones líricas de Cervantes la Oda
al Conde de Saldaña,el soneto Al Túmulo de Felipe II, que

ofrece la particularidad de llevar cstvambotc (1), y un ro-


mance titulado Los Celos, suelto y fácil. Hé aquí estas dos
últimas composiciones:

AL TÚMULO DEL REY FELIPE II EN SEVILLA

Voto á Dios que me espanta esta grandeza


Y que diera un doblón por describilla:
Porque ¿á quién no sorprende y maravilla
Esta máquina insigne, esta riqueza?
Por Jesucristo vivo, cada pieza
Vale más de un millón, y que es mancilla
Que esto no dure un siglo, ó gran Sevilla,
Roma triunfante en ánimo y nobleza.
Apostaré que el ánima del muerto
Por gozar este sitio hoy ha dejado
La gloria donde vive eternamente.
Esto oyó un valentón, y dijo: es cierto
Cuanto dice voacé, señor soldado.
Y el que dijere lo contrario, miente.
Y luego in continente
Caló gl chapeo, requirió la espada,
Miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.

(i) Se da este nombre á los tres versos que se añaden después de los
tercetos, formando otro terceto que completa la idea del soneto.
— 334 —
LOS CELOS

romance

Yace donde el sol se pone,


Entre dos tajadas peñas,
Una entrada de un abismo,
Quiero decir, una cueva.
Profunda, lóbrega, oscura,
Aquí mojada, allí seca,

Propio albergue de la noche,


Del horror y las tinieblas.
Por la boca sale un aire
Que al alma encendida hiela,

Y un fuego de cuando en cuando


Que el pecho de hielo quema.
Oyese dentro un ruido
Como crujir de cadenas,

Y unos ayes luengos, tristes,

Envueltos en tristes quejas.

Por las funestas paredes,

Por los resquicios y quiebras,

Mil vívoras se descubren


Y ponzoñosas culebras.
A la entrada tiene puesto
En una amarilla piedra
Huesos de muerto encajados
De modo que forman letras;

Las cuales vistas del fuego

Que arroja de sí la cueva,


Dicen: «Esta es la morada
De los celos y sospechas.»

Y un pastor cantaba al uso


Esta maravilla cierta
De la cueva, fuego y hielo,
Aullidos, sierpes y piedra.
El cual oyendo le dijo:

— Pastor, para que te crea,


No has menester juramentos,
Ni hacer la vista esperiencia.

Un vivo traslado es ese


De lo que mi pecho encierra.
El cual como en cueva oscura
No tiene luz ni la espera.
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Seco le tienen desdenes,
Bañado en lágrimas tiernas;
Aire, fuego y los suspiros
Le abrasan contino y hielan.
Los lamentables aullidos
Son mis continuas querellas:
Vívoras mis pensamientos
Que en mis entrañas se ceban.
La piedra escrita amarilla
Es mi sin igual firmeza;

Que mis huesos en la muerte


Mostrarán que son de piedra.
Los celos son los que habitan
En esta morada estrecha,
Que engendraron los descuidos
De mi querida Silena.
En pronunciando este nombre
Cayó como muerto en tierra;
Que de memorias de celos
Aquestos fines se esperan (i).

Ha sido y es muy general la creencia de que Cervantes


ni tuvo talento dramático, ni los esfuerzos
que hizo para
brillar en este género le llevaron
más allá de donde llegan
las medianías, poniendo de
manifiesto su falta de dotes para
el teatro. Tal juicio es, en
nuestro sentir, erróneo,
y proce-
de de que los que así califican á tan
peregrino ingenio, no han
tenido en cuenta las condiciones
v época en las que escri-
bió Cervantes, y en que si bien
es cierto que dramáticos
postenores y contemporáneos obscurecieron
y anularon
cuantas obras se habían escrito,
preciso es confesar que ni
ialtaba riqueza de inventiva al
autor del Quijote, ni su ta-
lento como
pintor de caracteres y costumbres,
así como su
natural gracia y donaire, le alejaban
del fecundo campo del
género dramático.
No entraremos en el examen de las ideas que Cervan-
tes tenía sobre el teatro
consignadas en su viaje al Parna-

(i) En un papel suelto, publicado en Madrid


en 1653 se incluyeron
— 336 —
so (1), en el Quijote, y en el prólogo de sus comedias; única-
mente advertiremos que tuvo siempre gran afición á la poe-
sía dramática, y que en 1584, fecha en la cual comenzó á es-
cribir para el teatro, no se había iniciado el vigoroso mo-
vimiento que adquiere después la poesía dramática. Cervan-
tes merecía un lugar distinguido entre los poetas dramáti-
cos que se le ha regateado por algunos críticos, atentos
sólo á considerarle como novelista. La crítica moderna,
más justa, estima en mucho sus producciones dramáticas
en las que brilla su talento como pintor de caracteres y cos-
tumbres, su fecunda imaginación y su natural gracia y do-
naire. Cervantes, siempre justo en la apreciación de sus
obras, nos hace el juicio de las que escribió como poeta dra-
mático y las enumera en la Adjunta al Parnaso, cuando pre-
guntado por Pancracio de Roncesvalles, si había compuesto
alguna comedia, contesta: "Sí, dije yo: muchas; y á no ser
mías, me parecieran dignas de alabanzas, como lo fueron:
Los Tratados de Argel, LaNumancia, La gran Turquesca,
La Batalla Naval, La Jerusalem, La Amar anta ó La del
Mayo, El Bosque amoroso, La Única y la Bizarra Arsln-
da, y otras muchas de que no me acuerdo; más la que yo
más estimo, y de la que más me precio, fué y es, de una lla-
mada La Confusa, la cual, con paz sea dicho de cuantas
comedias de capa y espada hasta hoy se han representado,
bien puede tener lugar señalado por buena entre las me-
jores.,, Continúa después Cervantes en este mismo diálogo
diciendo que había compuesto seis entremeses y que si nó
se representaban era porque "ni él iba á buscar á los acto-
res, ni ellos á buscar á él;„ y añade después cuando le di-
ce que no sabrían que las tenía: "Sí saben, pero como tie-
nen sus poetas paniaguados, y les vá bien con ellos, no bus-
can pan de trastrigo; pero yo pienso darlas á la estampa,
para que se vea de despacio lo que pasa á priesa, y se di-
simula, ó no se entiende cuando las representan; y las co-

(i) Dice su viaje al Parnaso:


Adiós teatros públicos, honrados
Por la ignorancia que ensalzada veo
En cien mil disparates recitados.
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medias tienen sus sazones y tiempos, como los cantares.,,
De lo dicho se deduce que Cervantes fué autor dramático
no despreciable, y que sino se representaron sus obras ni
adquirió el lauro que él apetecía como poeta dramático, fué
porque sus desdichas y poca fortuna le alejaron de ese cam-
po; pues habiendo comenzado á escribir para el teatro en
1584, ya había transcurrido mucho tiempo, treinta años por
lo menos, y en ese espacio habían cambiado por completo
las condiciones del público, atraído y subyugado por el ta-
lento del gran Lope de Vega, de Miguel Sánchez, Mira de
Amescua, Guillen de Castro y otros muchos. Y que así su-
cedió, nos lo dice el mismo Cervantes con la sinceridad y
buena fé que le caracterizó siempre en todos los aclos de
su vida, en el prólogo de sus comedias, publicadas en Ma-
drid en 1615: "algunos años há que volví yo á mi anti-
gua ociosidad, y pensando que aún duraban los siglos
donde corrían mis alabanzas, volví á componer algunas co-
medias. Pero no hallé pájaro en los nidos de antaño; quie-
ro decir que no hallé autor que me los pidiese, puesto que
sabían que las tenía y así las arrinconé en un cofre y las
consagré y condené á perpetuo silencio. En esta sazón me
dijo un librero que él me las comprara, si un autor de títu-
lo no le hubiera dicho que de mi prosa se podía esperar mu-
cho, pero que del verso nada Si vá á decir verdad, cier-
to que me dio pesadumbre el oirlo, y dije entre mí ó yo me
he mudado en otro ó los tiempos se han mejorado mucho,
sucediendo siempre al revés, pues siempre se alaban los pa-
sados tiempos.,,
De todas las comedias de Cervantes, las únicas que
han llegado hasta nosotros son las contenidas en la publi-
cación á que se refiere el prólogo anterior, que son las si
guientes: El Gallardo Español, La Casa de los Celos, Los
Baños de Argel, El Rufián dichoso, La gran Sultana, El
Laberinto de Amor, La Entretenida, Pedro de Ur demalas
y ocho entremeses de más valor si se quiere que las come-
dias, por ser chistosísimos y llenos de donaire y gracia,
verdaderos cuadros de costumbres, pintados de mano
maestra, como él sabía hacerlo, y son: El Juez de los Di-
vorcios, El Rufián viudo, Elección de los Alcaldes de Da-
43
— 338 -
ganso, El Retablo de las Maravillas, La Cueva de Sala-
manca y El viejo celoso (1).
Ya hemos hecho referencia en otro lugar á la aparición
de la novela pastoril ó pastoral, imitación del italiano San-
nazaro, muy en voga en la época en que vivió Cervantes, y
él, que tenía excepcionales condiciones para la novela, es-

o
(i) En el tomo
I del Ensayo de tina Biblioteca Española, de libros ra-
ros y curiosos, formado por los apuntamientos, D. Bartolomé José Gallardo,
obra premiada por la Biblioteca Nacional, debida á los dos eruditos biblió-
grafos Sres. Zarco del Valle y Sancho Rayón, se insertan dos nuevos entre-
meses de Cervantes, hallados por el Sr. Fernández Guerra y Orbe, titulados
La Cárcel de Sevilla y el Hospital de los podridos. Esta obra es tan notable,
que demuestra el inmenso talento de Cervantes, porque trata de poner en ri
dículo un mal social tan frecuente en aquellos como en estos tiempos, ó sea,
de los que por todo se pudren y llevan mal rato, para lo cual supone existe
un hospital para los que padecen esta enfermedad. Merecía que por su donai-
re y chiste lo insertáramos íntegro, pero ya que no lo permite la índole de
esta obra, copiaremos el siguiente trozo por referirse á asuntos literarios.

Pero Díaz. Ea, dejadme, Mari Santos, que no tengo de beber, ni co-
mer, ni dormir, ni sosegar un punto viendo estas cosas.
Mari Santos. Pues, Pero Diaz, un hombre como vos y de vuestro enten-
dimiento ¿se ha de pudrir de manera que pierda el co-
mer ni tomar tanta pena?
Pkro D:az. Pues ¿no me la ha de dar, si hubo poeta que tuviese atrevi-
miento de escribir esta copla?
Jugando estaban, jugando,
y aún al algedrez, un dia
el famoso Emperador

y el rey moro de Almena.


Mari Santos. Pues ¿qué os vá á vos en que el otro escribiese eso?
Pero Díaz. Mucho.- porque es muy gran testimonio que levantaron al
Emperador; porque un príncipe de tanta magestad y tan
colérico no se habia de sentar á jugar á las tablas, juego
de tanta flema, y mas con un rey moro de Almería. Yo
tengo, si este poeta es vivo, de hacerle que se desdiga; y
si fuere muerto, ver en su testamento si dejó alguna cláu-

sula que deciare esto.


Mari Sanios. Por cierto, lindo disparate. ¿De eso no podéis comer ni dor-
mir? ¡Gracioso cuidado habéis tomado!
Rector. Venid acá, hermano, ¿de qué es vuestra pudricion?
Pero Díaz. Con los poetas.
Rector. ¿Podrido estáis de poetas? Harto trabajo tenéis. ¡Y con qué
poetas os pudrís!
Pero Díaz. Con estos que hacen villancicos la noche de Navidad, que
dicen mil disparates, con mezcla de herejía. Y mire vuesa
merced que, dándole á uno aquella octava de Garcilaso
que dice:
Cerca del Tajo, en soledad amena,
De verdes sauces hay una espesura;
— 339 -
cribió La
Galatea que, aunque calificada por la censura ofi-
cial "de provechosa, demucho ingenio, de galana inven-
ción, de casto estilo y buen lenguaje,, no tuvo el éxito que
era de esperar. El asunto son los amores de la pastora Ga-
latea y el pastor Elicio, desarrollándose su acción en las
orillas del Tajo. Algunos han creído ver en esta novela una
alusión á los amores de Cervantes con D a Catalina de Pala-
cios, que después fué su mujer, y en los personajes que in-
tervienen en la acción á algunos de los principales escrito-
res de aquella época (1). Los caracteres están perfectamen-
te delineados y sostenidos, si bien toda la novela participa
de los defectos comunes á las de esta clase. Cervantes expu-

volvió esto:
Cerca de Dios, en soledad amena,
De veides santos hay una espesura.
Y preguntando quién eran estos santos, dijo (pie San Felipe
y Santiago, y otros santos que caen por la primavera.
RECTOR, ¡Poj cierto, gracioso disparate!
Pero Díaz. Pues una noche de Navidad entré en una iglesia deste lugar,
y hallé cantando este motete:
Cuando sale Jesús á sus corredores,
Bercebú no parece, y Satán se esconde.
Y preguntando cuyo era, respondió: «Mió» muy satisfecho,
como si hubiera hecho una gran cosa. Y otro estaba tam-
bién cantando esto:
¿Qué hacéis en este portal,
Mi Dios, por el hombre ingrato?
Zape de un galo, zape de un gato!
Rector. No os maravilléis; porque son esos poetas invernizos, como
melones.
Peko Díaz. También me pudro con otros poetas, que piensan que sa-
ben, y no saben; y otros que saben y no piensan.
Rector. Decláreme eso: ¿qué quiere decir que saben y no piensan?
Pero Díaz. Que hay poetas que saben lo que hacen, y por no pensar-
lo bien, se van despeñando en casa de todos los diablos.
Rectok. Este tiene gran necesidad de remedio; y así ¿será bien en-
tregárselo á los malos poetas, para que ellos le curen?
Pero Díaz. No, por amor de Dios.
Rector. ¡Hola, ministros! meted allá ese podrido.
(i) El colector de las obras de Cervantes publicadas en la Biblioteca de
Autores Españoles, D. F.uenaventura Carlos Aribao, haciéndose eco de la opi-
nión de otros críticos, dice que Cervantes quiso retratar de intento á deter-
minados personajes, aludiendo en Meliso á D. Diego Hurtado de Mendoza y
en los pastores Tirsi, Damon, Siralvo, Láuso, Farsileo y Artidoro, á sus
amigos Francisco de Figueroa, Pedro Laínez, Luís Gálvez de Montalvo, Bara-
hona de Soto, Ercilla y Rey de Artieda, y en los protagonistas, á D a Catali-
na de Palacios en Galatea y en el enamorado Elicio al mismo Cervantes.
— 340 —
so con desapasionado juicio lo que valía el libro, cuando en
la primera parte del Quijote, Cap. VI, al verificarse el es-

crutinio de los libros de D. Quijote, tropezando el barbero


con la Galaica, dice el cura: "muchos años há que es amigo

mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas


que en versos. Su libro tiene algo de buena invención, pro-
pone algo y no concluye nada: es menester esperar la se-
gunda parte que promete, quizá con la enmienda alcanzará
del todo misericordia que ahora se le niega, y entre tanto
qüeesto se vé,tenedle recluso en vuestra posada, señor com-
padre.,, El juicio es exacto, y lo es también que Cervantes no
dio la segunda parte que prometía. La obra está dividida
en seis libros, y siguiendo la costumbre en esta clase de no-
velas, llena de composiciones poéticas, algunas de carácter
tan conceptuoso como el soneto que pone en boca de Gala-
tea, "Tanto cuanto el amor convida y llama,, y aquellas adi-
vinanzas en boca de Aurelio, "¿Cuál es aquel poderoso et-
cétera.?,, De todos modos es obra que abunda en bellísi-
mas descripciones, y para comprobar que es así, tomamos
la que en el libro IV hace de la sepultura de Meliso en la
ribera del Tajo:

Levántanse en una parte de la ribera del famoso Tajo en cuatro diferen-


tes contrapuestas partes cuatro verdes y apacibles collados, como por muros
y detensores de un hermoso valle que en medio contienen, cuya entrada en él
por otros cuatro lugares es concedida, los cuales mesmos collados estrechan
de modo, que vienen á formar cuatro largas y apacibles calles, á quien ha-

cen pared de todos lados altos é infinitos cipreses, puestos por tal orden y
concierto, que hasta las mesmas ramas de los unos y de los otros parece que
igualmente van creciendo, y que ninguna se atreve á pasar, ni salir un punto
mas de la otra. Cierran y ocupan el espacio que entre ciprés y ciprés se hace,
mil olorosos rosales y suaves jazmines, tan juntos y entretejidos, como sue-

len estar eu los vallados de las guardadas viñas las espinosas zarzas y punto-
sas cambroneras. De trecho en trecho destas apacibles entradas se ven correr
por entre la verde y menuda yerba claros y frescos arroyos de limpias y sa-
brosas aguas, que en las faldas de los mesmos collados tienen su nacimiento.
Es el remate y fin destas calles una ancha y redonda plaza, que los recuestos
y los cipreses forman, en medio de la cual está puesta una artificiosa fuente,

de blanco y precioso mármol fabricada, con tanta industria y artificio hecha,


que las vistosas del conocido Tíbuli, y las soberbias de la antigua Tinacria

no le pueden ser comparadas. Con el agua desta maravillosa fuente se hume-


— 341 —
decen y sustentan las frescas yerbas de la deleitosa plaza, y lo que mas hace
a este agradable sitio digno de estimación y reverencia, es ser privilegiado

de las golosas bocas de los simples corderuelos y mansas ovejas, y de otra


cualquier suerte de ganado, que solo sirve de guardador y tesoro de los
honrados huesos de algunos famosos pastores, que por general decreto de
todos los que quedan vivos, en el contorno de aquellas riberas se determina
y ordena ser digno y merecedor de tener sepultura en este famoso valle. Por
esto se veían entre los muchos y diversos árboles, que por las espaldas de los
cipreses estaban, en el lugar y distancia que había dellos hasta las faldas de

los collados, algunas sepulturas, cuál de jaspe, y cuál de mármol fabricada,


en cuyas blancas piedras se leían los nombres de los que en ellas estaban se-
pultados. Pero la que mas sobre todas resplandecía, y la que mas á los ojos

de todos se mostraba, era la del famoso pastor Meliso, la cual apartada de las

otras, á un lado de la ancha plaza, de lisas y negras pizarras, y de blanco y bien


labrado alabastro hecha parecia; y en el mesmo punto que los ojos de Tele-

sio la miraron, volviendo el rostro á toda aquella agradable compañía, con


sosegada voz y lamentables acentos les dijo: veis alli, gallardos pastores, dis-

cretas y hermosas pastoras: veis allí, digo, la triste sepultura donde reposan
los honrados huesos del nombrado Meliso, honor y gloria de nuestras ribe-
ras: comenzad pues á levantar al cielo los humildes corazones, y con puros

afectos,abundantes lágrimas y profundos suspiros entonad los santos him-


nos y devotas oraciones, y rogadle tenga por bien de acoger en su estrella-
do asiento la bendita alma del cuerpo que allí yace: en diciendo esto, se lle-

gó á un ciprés de aquellos, y cortando algunas ramas, hizo dellas nua funes


ta guirnalda con que coronó sus blancas y venerables sienes, haciendo señal

á los demás que lo mesmo hiciesen.

En el mismo Libro VI, se encuentra el famoso canto de


Caliope, donde se alaban á los más notables escritores de
la literatura castellana de aquella época.
Aunque no en el orden cronológico, porque precedió á
las Novelas ejemplares, la primera parte del Quijote, nos
vamos á ocupar de ellas. Discútese por qué les dio este tí-
tulo de ejemplares, y es de creer fué en contraposición á
lo poco edificantes de las que corrían entonces, tomándo-
las de literaturas extranjeras; y efectivamente, ninguna pa-
labra ha}- que ofenda á la moral, Cervantes lo dice: "hasta
los requiebros amorosos, son tan honestos y tan medidos
con el discurso cristiano, que no podrán mover á mal pen-
samiento, al descuidado cuidadoso que las leyere; pues de
otro modo, antes me cortara la mano con que las escribí
que sacarlas al público..,
- 342 —
Doce son novelas que publicó bajo la denominación
las
de ejemplares: La
Git anilla, La fuerza de la sangre, Rin-
conete y Cortadillo, La Española inglesa, El Amante libe-
ral, El Licenciado Vidriera, El Celoso extremeño, Las Dos
Doncellas, La Ilustre Fregona, La Señora Cornelia, Casa-
miento engañoso y El Coloquio de los Perros (1). Todas las
novelas ejemplares, son excelentes; sobresalen en ellas las
dotes de buen narrador que poseía Cervantes, y algunas
son modelos de cuadros de costumbres, creación de tipos,
abundantes en donaire y gracia. Otra novela se conoce de
Cervantes, que no se incluyó en la colección de las ejem-
plares, ti tulada La Tia fingida, cuadro de costumbres un
poco libres, tomado del natural, cuya acción se coloca en
Salamanca.
En los últimos años de su vida, escribió Cervantes
Persiles y Sigismundo, firmada la carta dedicatoria al
Conde de Lemus el 19 de Abril, es decir, cuatro días antes
de su muerte. Se ha querido buscar la filiación de esta no-
vela en la obra del escritor griego Heliodoro, titulada His-
toria Etiópica, ó como lo han traducido posteriormente al
castellano, Los amores de Teagenes y Clariquea, y aun en
el libro de Apolonio y en La Selva de Aventuras. Su asun-
to son los amores de Persiles, hijo segundo del Rey de Is-
landia y Segismunda, hija y heredera del reino de Fis-
landia; estos dos amantes recorren diferentes paises con
nombres supuestos; censurándose á Cervantes por la falsa
descripción de las costumbres de los polacos, noruegos y
otros pueblos del Norte, que describe más bien con la ima-
ginación, trasformándolas á su antojo, cosa que no sucede

(i) D. Julián Apraiz, ilustrado catedrático del Instituto de Vitoria, ha


publicado un curiosísimo trabajo sobre las novelas ejemplares, muy digno de
estima, porque además de ser un estudio crítico de gran precio, establece la
relación que existe entre el valor de las novelas de Cervantes y algunas otras
creaciones artísticas anteriores y posteriores á Cervantes, como entre La Fuer-
za de la sangre y la Hecyra de Terencio, y La Gitanilla y Nuestra Señora
de París, de Victor Hugo.
También hizo un precioso discurso sobre La Ilustre Fregoi a, con moti-
vo de haberse colocado una lápida conmemorativa en el Mesón del Sevilla-
no, posada en la que se cree estuvo Cervantes y le inspiró el asunto de su
novela, debido á la docta pluma del cronista historiador de Toledo D. An-
tonio Martín de Amedo.
— 343 -
en segunda parte cuando viajan por España, Portugal é
la
Italia.Los muchos episodios de que está llena la novela,
muestran la rica imaginación de Cervantes; pero en el con-
junto, salvo el estilo y lenguaje que siempre son fluidos y
harmoniosos, la obra carece de unidad é interés, porque su
asunto no se conforma, como en las demás obras de Cer-
vantes, con una aspiración única ó pensamiento capital.
Está dividida en cuatro libros, y del tercero, Capítulo II,
cuando comienzan su peregrinación por España, tomamos
un párrafo notable, en él, Cervantes, manifiesta el alto con-
cepto que tenía de la poesía:

Desta manera, acomodándose á sufrir el trabajo de hasta dos ó tres le-

guas de camino cada dia, llegaron á Badajoz, donde ya tenía el corregidor


castellano nuevas de Lisboa, cómo por allí habían de pasar los nuevos pere-
grinos, los cuales entrando en la ciudad, acertaron á alojarse en un mesón do
se alojaba una compañía de famosos recitantes, los cuales aquella misma no-
che habían de dar la muestra para alcanzar la lice.icia de representar en pú-
blico, en casa del corregidor; pero apenas vieron el rostro de Auristela y el
de Costanza cuando les sobresaltó lo que solía sobresaltar á todos aquellos
que primeramente las veían, que era admiración y espanto; pero ninguno puso
tan en punto el maravillarse, como fué el ingenio de un poeta, que de pro-
pósito con los recitantes venía, así para enmendar y remendar comedias vie-

jas, como para hacerlas de nuevo: ejercicio más ingenioso que honrado y
mas de trabajo que de provecho; pero la excelencia de la poesía es tan lim-
pia como el agua clara, que á todo lo no limpio aprovecha; es como el sol,

que pasa por todas las cosas inmundas sin que se le pegue nada; es habilidad
que tanto vale cuanto se estima; es un rayo que suele salir de donde está en-
cerrado, no abrasando, sino alumbrando; es instrumento acordado que dul-
cemente alegra los sentidos, y al paso del deleite lleva consigo la honestidad
y el provecho: digo en fin, que este poeta, á quien la necesidad había hecho
trocar los Parnasos con los mesones y las Castalias y las Aganipes con los
charcos y arroyos de los caminos y ventas, fué el que mas se admiró de la be-

lleza de Auristela, y al momento marcó en su imaginación y la tuvo por


la

mas que buena para ser comedianta, sin reparar si sabía ó no la lengua caste-
llana: contentóle el talle, dióle gusto el brío, y en un instante la vistió en su
imaginación en hábito corto de varón. desnudóla luego y vistióla de ninfa y
-

casi al mismo tiempo la envistió de la magestad de reina, sin dejar traje de

risa ó de gravedad, de que no la vistiese, y en todas se le representó grave,


aguda y sobremanera honesta, extremos que
alegre, discreta, se acomodan
mal en una farsanta hermosa.

La gran obra de Cervantes, la que ha llevado su nonv


— 344 —
bre por todos los ámbitos de la tierra y le cubre con au-
reola de gloria, esel Quijote. En 1604 pidió Cervantes li-
cencia para su impresión, que se dio al impresor Juan de
la Cuesta, en Madrid, en 169ó. Bien pronto la fam i ds este
libro se extendió por toda la península, reimprimiéndose
esta primera parte en Madrid, Lisboa, Valencia, Pamplo-
na y Barcelona. Tuvo muchos detractores, y á pesar d2 es-
to, el Quijote llegó á ser tan popular, según nos dice uno

de los escritores contemporáneos y poco amigo de Cervan-


tes,que "en plazas, templos, calles, hornos, tabernas y ca-
ballerizas,no se hablaba de otra cosa que no fuera del hé-
roe manchego, cuya fama llenaba el mundo. „ La posteri-
dad ha confirmado este juicio, porque al través de la histo-
ria fabulosa de un loco, cuyas peripecias y episodios pro-
vocan la risa, prescindiendo de otros singulares méritos
de la obra, ésta es un retrato acabado de la vida humana,
sublimes páginas donde se hallan mezclados y en eterna
lucha, el placer y el dolor, la risa y el llanto, el bien y el
mal, el idealismo y la materia.
Se ha querido encontrar en obra de Cervantes, sen-
la
creyendo que se tra-
tido oculto, fines y propósitos diversos,
taba más bien de una sátira, que cada uno aplica según le
parece, y no de una obra desprovista de tales propósitos y
aspiraciones. Cervantes lo ha dicho bien claro: su único
propósito fué poner coto y dar el golpe de gracia á la mal-
hadada afición á los libros de caballería; y consiguió más
que todos los esfuerzos hechos por las cortes del reino, y
por hombres tan eminentes como Luís Vives, Alejo Vene-
gas, Benito Arias Montano, Antonio de Guevara, Fr. Luís
de Granada y Malón de Chaide, que anatematizaron tan
perniciosas lecturas. Y lo logró de tal modo, que acabó
para siempre la afición á escribir y á leer los libros de ca-
ballerías.
El asunto de la obra no es otro que narrar las aventu-
ras de un caballero regularmente acomodado, que por la
lectura de los libros de caballería se le trastornó el seso,
hasta el extremo de tomar en serio las aventuras y hechos
portentosos que había leído en los libros de caballerías, á
cuyo fin determina lanzarse á la vida aventurera, llevando
— 345 —
por escudero á un rústico vecino de su lugar, hombre ape-
gado á la materia, sagaz y astuto en medio de su sencillez:
para esto divide la obra en dos partes, comprendiendo la
primera, desde la salida que hizo D. Quijote de su lugar,
hasta la aventura que tuvo con un cabrero y vuelta á su
casa. La segunda parte, publicada nueve años después, na-
rra nuevas aventuras de D. Quijote, emprendiendo por se-
gunda vez la vida de caballero andante, hasta su muerte. En
ambas supo hermanar perfectamente el fondo y la forma pa-
ra producir la belleza, dando á conocer Cervantes el pro-
fundo estudio que tenía hecho del corazón humano. Toda
la obra está llena de oportunas sentencias, descripciones
admirables, en donde abundan la facilidad y soltura, la gra-
cia y donaire. Su lenguaje es el modelo más acabado de la
hermosa lengua castellana, y su estilo suelto y elegante, es
inimitable, esforzándose en vano por llegar á él los muchos
escritores que se le han propuesto como modelo.
algunos trozos de tan conocida obra;
Inútil sería citar
los que no conocen formarían equivocado juicio con sola
la
la lectura de algunos párrafos; todo español debe aplicar-
se á su lectura, porque de ella no sólo sacará solad y en-
tretenimiento, sino provechosas enseñanzas en todo orden
de cosas. Sin embargo, reproducimos á continuación el Ca-
pítulo XI de la primera parte que trata De lo que sucedió
á don Quijote con unos cabreros, porque este capítulo es
uno de los que más al vivo retrata la locura del cuerdo
don Quijote. La descripción del banquete ofrecido por los
cabreros á D. Quijote y Sancho, no tiene rival en castella-
no. Cervantes da muestras en este pasaje del conocimiento
que tenía de los autores clásicos. Finalmente la oportuni-
dad del discurso de D. Quijote no puede ser ni más natural
ni más espontánea, así por el lugar, los manjares y la cla-
se de gente de que se hallaba rodeado, y porque á su edu-
cación y estudios no repugnaban pudiera elevarse á tal gé-
nero de consideraciones como las que hace D. Quijote en
este discurso, conocido vulgarmente por la Edad de Oro.

Fué recogido de los cabreros con buen ánimo, y habiendo Sancho lo

mejor que pudo acomodado á Rocinante y á su jumento, se fué tras el olor

que despedían de sí ciertos tasajos de cabra que hirviendo al fuego en un cal-

44
— 346 —
dero estaban. Y aunque él quisiera en aquel mismo punto ver si estaban en
sazón de trasladarlos del caldero al estómago, lo dejó de hacer porque los
cabreros los quitaron del fuego, y tendiendo por el suelo unas pieles de ove-
jas, aderezaron con mucha priesa su rústica mesa, y convidaron á los dos con
muestras de muy buena voluntad con lo que tenían. Sentáronse á la redonda
de las pieles seis dellos, que eran los que en la majada había, habiendo pri-

mero con groseras ceremonias rogado á D. Quijote que se sentase sobre un


dornajo que vuelto del revés le pusieron. Sentóse D. Quijote, y quedábase
Sancho en pié para servirle la copa, que era hecha de cuerno. Viéndole en
pié su amo, le dijo: porque veas, Sancho, el bien que en sí encierra la andan-
te caballería, y cuan á pique están los que en cualquiera ministerio della se
ejercitan de venir brevemente á ser honrados y estimados del mundo, quie-
mi lado y en compañía desta buena gente te sientes, y que seas
ro que aquí á
una misma cosa conmigo que soy tu amo y natural señor, que comas en mi
plato y bebas por donde yo bebiere, porque de la caballería andante se pue-

de decir lo mismo que del amor se dice, que todas las cosas iguala. ¡Gran
merced! dijo Sancho, pero sé decir á vuestra merced, que como yo tuviese
bien de comer, tan bien y mejor me lo comería en pié y á mis solas como
sentado á par de un emperador. Y aun si va á decir verdad, mucho mejor me
sabe lo que como en mi rincón sin melindres ni respetos, aunque sea pan y
cebolla, que los gallipavos de otras mesas donde me sea forzoso mascar des-
pacio, beber poco, limpiarme á menudo, no estornudar ni toser si me viene
gana, ni hacer otras cosas que la soledad y la libertad traen consigo. Así
que, señor mió, estas honras que vuestra merced quiere darme por ser mi-
nistro y acibérente de la caballería andante, como lo soy siendo escudero de
vuestra merced, conviértalas en otras cosas que me sean de más cómodo y
provecho; que estas, aunque las doy por bien recibidas, las renuncio para
desde aquí al fin del mundo. Con todo eso, te has de sentar, porque á quien
se humilla Dios le ensalza; y asiéndole por el brazo, le forzó á que junto á él
se sentase. No entendían los cabreros aquella jerigonza de escuderos y de
caballeros andantes, y no hacían otra cosa que comer y callar y mirar á sus
huéspedes, que con mucho donaire y gana embaulaban tasajo como el puño.
Acabado el servicio de carne, tendieron sobre las zaleas gran cantidad de
bellotas avellanadas, y juntamente pusieron un medio queso más duro que si

fuera hecho de argamasa. No estaba en esto ocioso el cuerno; porque anda-


ba á la redonda tan á menudo, ya lleno ya vacío como arcaduz de noria, que
con facilidad vació un zaque de dos que estaban de manifiesto. Después que
Don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en
la mano, y mirándolas atentamente, soltó la voz á semejantes razones. Dicho-
sa edad y siglos dichosos aquellos á quien los antiguos pusieron nombre de
dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro
tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino
porque entonces los que en ella vivian, ignoraban estas dos palabras de tuyo
— 347 —
y mió. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes: á nadie le era
necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la
mano, y alcanzarle de las robustas encinas que liberalmente les estaban con-
vidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes rios

en magnífica abundancia sabrosas y trasparentes aguas les ofrecían. En las

quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las


solícitas y discretas abejas, ofreciendo á cualquiera mano sin interés alguno
la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían
de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas,
con que se comenzaron á cubrir las casas sobre rústicas estacas, sustentadas
no más que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz enton-
ces, todo amistad, todo concordia: aún no se habia atrevido la pesada reja
del corvo arado á abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera
madre, que ella sin ser forzada ofrecía por todas las partes de su fértil y es-
pacioso seno lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar á los hijos que en-
tonces la poseían . Entonces si que andaban las simples y hermosas zaga-
lejas de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello, ,sin.má,s
vestido de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la
honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra: y no eran sus ador-
nos de los que ahora se usan, á quien la púrpura de Tiro y la por tantos
modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas de verdes lampa-
zos y hiedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas y compues-
tas como van ahora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invencio-
nes que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los
concetos amorosos del alma simple y sencillamente del mismo modo y ma-
nera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para en-
carecerlos. No habia la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la
verdad y llaneza. La Justicia se estaba en sus propios términos, sin que la

osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto ahora la
menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se habia senta-
do en el entendimiento del juez, porque entonces no habia que juzgar ni

quien fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo


dicho, por donde quiera, solas y señoras, sin temor que la ajena desenvoltu-
ra y lascivo intento las menoscabasen, y su perdición uacia de su gusto y
propia voluntad. Y ahora en estos nuestros detestables siglos no está segura
ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de Creta;
porque allí por los resquicios ó por el aire con el celo de la maldita solicitud
se les entra la amorosa pestilencia, y les hace dar con todo su recogimiento al

traste. Para cuya seguridad andando mas los tiempos y creciendo mas la ma-
licia, se instituyó la orden de los caballeros andantes para defender las don-
cellas, amparar las viudas, y socorrer a los huérfanos y á los menesterosos.
De esta orden soy yo, hermanos cabreros, á quien agradezco el agasajo y
buen acogimiento que hacéis á mí y á mi escudero: que aunque por ley natu-
— 348 —
ral están todos los que viven obligados á favorecer á los caballeros andan-
tes, todavía por saber que sin saber vosotros esta obligación me acogistes y
regalastes, es razón que con la voluntad á mí posible os agradezca la vues-
tra. Toda esta larga arenga (porque se pudiera muy bien escusar) dijo nues-
tro caballero, porque las bellotas que le dieron le trujeron á la memoria la

edad dorada; y antojósele hacer aquel inútil razonamiento á los cabreros, que
sin respondelle palabra embobados y suspensos le estuvieron escuchando.
Sancho asimismo callaba y comia bellotas, y visitaba muy á menudo el se-

gundo zaque, que porque se enfriase el vino, le tenían colgado de un alcor-

noque. Más tardó en hablar D. Quijote que en acabarse la cena, al fin de la


cual uno de los cabreros dijo: para que con más veras pueda vuestra merced
decir, señor caballero andante, que le agasajamos con pronta y buena volun-
tad, queremos darle solaz y contento con hacer que cante un compañero
nuestro que no tardará mucho en estar aquí, el cual es un zagal muy enten-
dido y muy enamorado, y que sobre todo sabe leer y escribir, y es músico de
un rabel, que no hay más que desear

Se ha cuestionado sobre el mérito de la primera y se-


gunda parte del Quijote, opinando alo-unos críticos que la
primera tiene algunos descuidos, si bien aparece más natu-
ral y exenta de pretensiones; en cambio, en la segunda, el

interés languidece á expensas de mayor corrección y lo-

zanía.
Sin duda por los años transcurridos sin que Cervantes
publicara la segunda parte de la historia del famoso hidal-
go manchego, se creyó no contaba con fuerzas bastantes
para continuarla, y bien por el cebo de la ganancia ó por
hacerle mal, apareció en 1614 una segunda parte del Quijo-
te en Tarragona, figurando como su autor Alonso Fernán-
dez de Avellaneda, vecino que se decía de Tordesilla (1).
Respecto al mérito de esta obra andan muy divididos
los pareceres, conviniendo todos en que en nada amengua
el mérito de la obra de Cervantes. Para juzgarla preciso es
atender al pensamiento que no es muy feliz en la obra de
Avellaneda, falseando los caracteres y careciendo de de-

(i) Inútiles han sido hasta ahora cuantas investigaciones se han hecho
por los críticos para averiguar el verdadero autor de esta obra, suponiendo
unos que fué Fr. Luís de Aliaga, confesor de Felipe III, y otros, Fr. Polan-
co de Paz, y últimamente se ha querido sostener que lo fué el autor dramáti-
co Ruíz de Alarcón.
— 349 -
senlace,-y los nuevos tipos que crea son por lo general dé-
biles,vulgares y aun repugnantes. En lo referente á la for-
ma, indica á veces en su estilo mal gusto y pesadez, falta
de gracia y frescura, si bien hay alguna habilidad en las
descripciones, soltura y propiedad en las voces y bastante
destreza en la construcción de la frase. Por otra parte la
conclusión no tiene el acierto que supo dar á su novela Cer-
vantes, que hace morir á D. Quijote en su cama, arrepenti-
do cobrando la razón en sus últimos momentos, abominando
de sus locuras, como buen cristiano y discreto, mientras que
Avellaneda termina su obra encerrando al héroe en la Casa
de locos de Toledo, conocida por el Nuncio.

CAPÍTULO IV
Cómo D. Quijote de la Mancha y Sancho Panza su escudero salieron terce-
ra vez del Argamesilla, de noche; y de lo que en el camino desta tercera y
famosa salida les sucedió.

Tres horas antes que el rojo Apolo esparciese sus rayos sobre la tierra,

salieron de su lugar elbuen hidalgo D. Quijote y Sancho Panza: el uno so-


bre su caballo Rocinante, armado de todas piezas, y el morrión puesto en la
cabeza con gentil talante y postura, y Sancho con su jumento enalbardado,
con unas muy buenas alforjas encima y una maleta pequeña, en que llevaban
la ropa blanca. Salido del lugar, dijo D. Quijote á Sancho: Ya ves, Sancho
mió, cómo en nuestra salida todo se nos muestra favorable, pues, como ves,
la luna resplandece y está clara.no hemos topado en loque hasta aquí habernos
andado, cosa de que podamos tomar un mal agüero, tras que nadie nos ha
sentido al salir: en fia, hasta ahora todo nos viene á pedir de boca. Es ver-
dad, dijo Sancho; pero temo que en echándonos menos en el lugar, han de
salir en nuestra busca el Cura y el Barbero con otra gente, y topándonos, á
pesar nuestro nos han de volver á nuestras casas, agarrados por los cabezo-
nes ó metidos en una jaula, como el año pasado; y si tal fuese, par diez, que
sería peor la caida que la recaída. ¡Oh barbero cobarde! dijo D. Quijote:
juro por orden de caballería que recibí, que solo por eso que has dicho, y
el

porque entiendas que no puede caber temor alguno en mi corazón, estoy por
volver al lugar y desafiar á singular batalla, no solamente al Cura, sino á
cuantos curas, vicarios, sacristanes, canónigos, arcedianos, deanes, chantres,
racioneros y beneficiados tiene toda la Iglesia romana, griega y latina, y á
todos cuantos barberos, médicos, cirujanos y albéitares militan debajo de la
bandera de Esculapio, Galeno, Hipócrates y Anicena. ¿Es posible, Sancho,
que en tan poca opinión estoy acerca de tí, y que nunca has echado de ver el

valor de mi persona, las invencibles fuerzas de mi brazo, la inaudita ligereza


— 350 —
de mis pies y el valor intrínsico de mi ánimo? Osaríate apostar (y esto es
sin duda) que si me abriesen por medio y sacasen el corazón, que le halla-

rían como aquel de Alejandro Magno, de quien se dice que le tenía lleno de
bello, señal evidentísima de su gran virtud y fortaleza-, por tanto, Sancho, de
aquí adelante no pienses asombrarme, aunque me pongas delante más ti-

gres que produce la Hizcania, más leones que sustenta la África, más sierpes,

que habitan la Libia y más ejércitos que tuvo César, Aníbal ó Jérjes; y que-
demos en esto por ahora; que la verdad de todo verás en aquellas famosas jus-

tas de Zaragoza, donde ahora vamos. Allí verás por vista de ojos lo que te

digo; pero es menester, Sancho, para esto, en esta adarga que llevo (mejor
que aquella de Fez, que pedía el bravo moro granadino cuando á veces man-
daba que le ensillasen el potro rucio del alcalde de los Vélez), poner alguna
letra ó divisa que denote la pasión que lleva en el corazón el caballero que
la trae en su brazo; y así quiero que en el primer lugar que llegáremos, un
pintor me pinte en ella dos hermosísimas doncellas qu» estén enamoradas de
mi brio, y el dios Cupido encima, que me esté asestando una flecha, la cual

yo reciba en el adarga, riendo del y teniéndolas en poco á ellas, con una le-

tra que diga al derredor de la adarga, El Caballero Desamorado, poniendo


encima esta, curiosa aunque ajena, de suerte que esté entre mí, entre Cupido
y las damas:

Sus flechas saca Cupido


De las venas del Pirú,
A los hombres dando el Cu,
Y á las damas dando el pido.

Compárese esta descripción de la salida de D. Quijote


con aquella que Cervantes hizo en el Capítulo II, y se verá
la inmensa diferencia que existe entre el estilo y lenguaje
de las dos obras.

Yendo pues caminando nuestro flamante aventurero, iba hablando con-


sigo mismo y diciendo: ¿Quién duda sino que en los venideros tiempos,
cuando salga á luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio
que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mí primera salida
tan de mañana, desta manera? Apenas había el rubicundo Apolo tendido por
Ja faz de ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos ca-
la

bellos, y apenas los pequeños y pintados pajarülos con sus arpadas lenguas

habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora,


que dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones
del manchego horizonte á los mortales se mostraba, cuando el famoso caba-
llero D. Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su
— 351 -
famoso caballo Rocinante, y comeuzó á caminar por el antiguo y conocido
campo de Montiel (y era la verdad que por él caminaba); y añadió diciendo:
Dichosa edad y siglo dichoso aquel á donde saldrán á luz las famosas haza-
ñas mias, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en mármoles y pintarse
en tablas para memoria en lo futuro. ¡Oh tú, sabio encantador, quien quie-
ra que seas á quien ha de tocar el ser cronista desta peregrina historia!
Ruégote que no te olvides de mi buen Rocinante, compañero eterno mió en
todos mis caminos y carreras

Omitiendo las indicaciones bibliográficas referentes á


las obras, vida y juicios escritos sobre Cervantes y sus
producciones literarias, por ser numerosísimos los trabajos
que de dos siglos hasta hoy se han publicado en España y
en el extranjero, no queremos pasar en silencio la carta iné-
dita de Cervantes, publicada con curiosísimas notas y al-
gunos datos nuevos para ilustrar al Quijote, publicados
ambos trabajos por el eruditísimo Sr. D. Aureliano Fernán-
dez Guerra y Orbe, en la ya citada obra, Ensayo de una Bi-
blioteca española, por ser el primero, obra hasta ahora des-
conocida de Cervantes, hallada en la biblioteca Colombiana
de Sevilla refiriendo las fiestas de San Juan de Alfarache,
en el día de San Laureano; y el segundo un rico arsenal de
materiales para estudiar, con fruto, cuantas cuestiones crí-
ticas se refieren á la inmortal obra el Quijote. Y para ter-
minar esta imperfecta exposición de las obras de Cervan-
tes, citaremos el Buscapié, obra atribuida al autor del Qui-
jote como aclaratoria y defensa de esta novela, publicada
por primera vez en 184S, por D. Adolfo de Castro, y que se-
gún la crítica, no puede ser de Cervantes.

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¿¡éfT ü" &*~W-*--V-*r3 rJ"^~S^~ XJ--v—
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CAPÍTULO XII

LOPE FÉLIX DE VEGA CARPIÓ. POESÍAS LÍRICAS. OBRAS DE — —



CARÁCTER ÉPICO. LOPE DE VEGA COMO CRÍTICO Y ESCRITOR

DIDÁCTICO. NOVELAS DE LOPE DE VEGA.— ESTADO DEL TEA-
TRO AL APARECER LOPE DE VEGA. CARACTERES Y CONDICIO- —

NES DE SU TEATRO. CLASIFICACIÓN Y NÚMERO DE SUS OBRAS

DRAMÁTICAS. LIGERO EXAMEN DE LAS MÁS CELEBRADAS.

Sombre singular, de fama universal, de excepcionales


VJMm condiciones, verdadero genio, es Lope de Vega; uno
de los literatos que mayor estima alcanzaron en su tiempo
y cuyas obras son del dominio popular. Su fama y porten-
tosa fecundidad, piden un extenso y detenido estudio que
forzosamente ha de quedar muy reducido en este com-
pendio.
Nació Lope de Vega en Madrid, el 25 de Noviembre
de 1562, de noble familia, recibiendo una educación esme-
rada; á los 11 años ya poseía los estudios de humanidades,
y á los 14 escribió su primera obra dramática; hizo los es-
tudios superiores en la Universidad de Alcalá; huérfano y
con escasos recursos, tuvo que entrar al servicio del Obis-
po de Avila D. Gerónimo Manrique, y no aviniéndose á su
carácter la vida pacífica, se dedicó al servicio de las ar-
mas, corriendo tierras y tomando parte en muchos hechos
de armas, donde mostró su valentía. La vida aventurera
de soldado, y su genio comunicativo y galante, le propor-
— 353 —
cionaron más de un contratiempo, y sobre todo un conoci-
miento de las cosas y personas, de que dio muestras des-
pués en sus obras. En uno de los muchos lances amorosos que
tomó parte, hirió gravemente á uno de sus contrarios, y fué
desterrado á Valencia, permaneciendo en aquella ciudad al-
gún tiempo, y entrando en relaciones con los principales
escritores que florecían á la sazón en Valencia, ciudad que
por aquel entonces tenía gran movimiento literario. Casa-
do dos veces, el amor á sus mujeres y el de sus hijos, le
inspiraron tiernas y dulcísimas composiciones líricas, lle-
gando durante el tiempo de sus enlaces, á desempeñar los
puestos de confianza de secretario del Duque de Alba, del
Marqués de Malpica y Conde de Lemus. Viudo, y cuando
ya hubo adquirido gran fama como poeta dramático, se hi-
zo eclesiástico, en cuyo periodo de su vida fué honrado por
elPapa Urbano VIII con distinciones honoríficas de grande
eslima, y lleno de gloria, aplausos y honores, admirado
por todos, murió en Madrid el 21 de Agosto de 1635.
Le corresponde con justicia, á Lope de Vega, el título

de escritor polígrafo, porque no hay ramo ninguno en la


literatura que él no cultivase, si bien merece, como poeta
dramático, uno de los primeros lugares, ó quizá el primero.
Muy numerosa es la colección de sus poesías líricas;
comprenden casi todas las especies, por lo general perte-
necen al buen gusto; y decimos en general, porque si bien
fué Lope de Vega adversario decidido del mal gusto, le
rindió parias más de una vez. La facilidad, soltura y gra-
cia, y cuanto puede pedirse al poeta lírico, se hallan en la
mayor parte de sus composiciones. Sonetos, los tiene de to-
das clases, tiernos, amorosos, satíricos, hasta con facilidad
y soltura, llegó á dar la preceptiva del soneto en el soneto
mismo, cual sucede en aquel que comienza, "Un soneto me
manda Violante.,, Muy bello es también el titulado á Lus-
cinda, que comienza, "Daba sustento á un pajarillo un día,,,

y para terminar el siguiente:

A LA MUERTE DE DON LUIS DE GÓNGOKA


Despierta, oh Bétis, la dormida plata
Y coronado de ciprés, inunda
La docta patria, en Sénecas fecunda,
45
— 354 -
Todo el cristal en lágrimas desata;
Repite soledades, y dilata
Por campos de dolor, vena fecunda,
Única luz, que no dejó segunda;
Al polifemo ingenio Átropos mata.
Góngora ya la parte restituye

Mortal al tiempo, ya la culta lira

En cláusula final la voz incluye.


Ya muere y vive; que esta sacra pira
Tan inmortal honor le constituye,
Que nace fénix donde cisne espira.

Las glosas y romances, tienen cierto encanto


letrillas,

y frescura que soloGóngora, en sus buenos tiempos, es ca-


paz de superarle, según puede observarse en las dos si-
guientes estrofas de la glosa

A LOS CASAMIENTOS DE LOS REYES

Nace en el naca?- ¡a perla,

En Austria una Margarita,


Y un Joyel hay de infinita
Estima, donde ponerla.
Cuando el cielo, que el sol dora,
Para formar perlas llueve
Las que en el norte atesora,
Ábrese el nácar y bebe
Las lágrimas del aurora.
Desta suerte, para hacerla
A Margarita preciosa,
Quiso el cielo componerla
De la manera que hermosa
Nace en el nácar la perla.
Para un joyel rico y solo
Buscaba perlas España
Y piedras de polo á polo,
O en nácares que el mar baña,
O en minas que engendra Apolo.
La fama, que en todo habita,
Le dijo, viendo el joyel,
Que al sol en belleza imita,
Que hallaría para él
En Austria una Margarita
— 355 —
De las canciones, las que llevan por título A Isabela, y
otra A Bclisa, de carácter amoroso, han sido muy celebra-
das, como lo es la oda á la Barquilla, que comienza:

Pobre barquilla mía


Entre peñascos rota
Sin velas desvelada
Y entre las olas sola.

En esta oda hay algo del mal gusto, como aquello de


factonte de barqueros, y lo de, cuando de rojo nácar se —
afeitaba la aurora.
Entre las canciones, es bellísima por su fondo y forma
la destinada á ensalzar la vida del campo, distinta de aque-
lla otra en que imitó á Horacio; son hermosísimas sus es-
trofas

Cuando el aurora baña


Con helado rocío

De aljófar celestial el monte y prado,


Salgo de mi cabana,
K iberas de este rio
A dar el nuevo pasto á mi ganado,
Y cuando el sol dorado
Muestra sus fuerzas graves,
Al suelo el pecho inclino
Debajo un sauce ó pino
Oyendo el son de las parleras aves,

O ya gozando el aura
Donde el perdido aliento se restaura.

Es muy posible que en esta y otras obras de Lope en-


cuentre la crítica nimia algunos ripios, pero aun así, no po-
drá negarse que ésta composición, como otras muchas de
Lope, tienen una frescura y gracia inimitables.
Inútil es añadir nuevos ejemplos para comprobar las
dotes especiales de Lope de Vega como poeta lírico, por-
que quien como él poseía una rica imaginación y era ex-
celente versificador, tenía mucho adelantado para ser buen
poeta lírico.
— 356 —
No reunía tan grandes condiciones como poeta épico,
más como al fin poseía lo principal, que es el genio y las
condiciones ya referidas, de poeta, si sus obras de carácter
épico no son una página brillante de su historia literaria,
son al menos una demostración palmaria de su prodigiosa
actividad y flexividad de ingenio, apto para toda clase de
manifestaciones literarias.
Enumerando nada más sus obras de carácter épico, de-
bemos citar por el orden de su publicación: el poema de
San Isidro Labrador patrón de Madrid; se publicó en 1599,
consta de diez mil versos, en quintillas y está dividido en
diez libros, obraque obtuvo gran éxito; fue la base de la
fama de Lope, se reimprimió cuatro veces seguidas; la no-
ta más saliente de este poema, es la facilidad de la versifi-
cación.
La
Dracontea, es un poema donde Lope hace alarde
del amor
patrio; está escrito contra el famoso pirata inglés
Francisco Drake, consta de diez cantos en octavas; se pu-
blicó en 1602.
el mismo año publicó Lope, La hermosura de Angé-
En
lica; preténdese que este poema es continuación del Or-
zando furioso, de Ariosto. Angélica y Medoro, son perso-
najes fantásticos, como lo es toda la narración, y aun así
tiene algún valor por la riqueza de fantasía y de imagi-
nación, perjudicándole los continuos alardes de erudición;
consta de once mil versos en octavas, divididos en vein-
te cantos, y está compuesto, según dice Lope, á bordo del
galeón San Juan, cuando formaba parte de la armada
invencible.
La Jerusalem conquistada, publicada en 1609, consta
de veintidós mil versos en octavas reales, divididos en
veinte libros. QuisoLope competir en esta obra con el Ta-
so, tantopor la elección del asunto, que lo fué la cruzada
mandada por Ricardo Corazón de León, como por los epi-
sodios que guardan muy poca relación con el asunto. No me-
rece un lugar distinguido entre los poemas épicos, y aun
así, considerado aisladamente, contiene gran número de
bellezas.
La Corona trágica, tiene por asunto el desgraciado
— 357 —
fin de María Stuart, reina de Inglaterra; consta de cinco
Reina y algún
libros en octavas, y fueía del carácter de la
rasgo épico, es una enfadosa controversia religiosa puesta
en verso.
La Gatomaquia, poema burlesco, ofrece la particulari-
dad de estar escrito en siete hermosísimas silvas, y canta
en ella los amores y guerras á que dio lugar la hermosura
de una gata llamada Zapaquilda. Publicó este poema bajo
elnombre del licenciado Tomé Burgillos, y es indudable-
mente la obra de más precio entre las escritas por Lope de
Vega. Los personajes están perfectamente retratados, y el
tono general muy conforme con el carácter burlesco de la
obra. Véase cómo retrata en la Silva III á la heroína del
poema.

Estaba sobre un alto caballete


de un tejado sentada
la bella Zapaquilda al fresco viento,

lamiéndose la cola y el copete,

tan fruncida y mirlada,


como si fuera gata de Convento:
su mesmo pensamiento
de espejo le servia,

puesto que un roto casco le trahia


cierta urraca burlona,

que no dejaba toca, ni valona,


que no escondia por aquel tejado,
confín del corredor de un Licenciado.
Va que lavada estuvo,
y con las manos que lamidas tuvo,

de su ropa de martas aliñada,


cantó un Soneto en voz medio formada
en la arteria vocal con tanta gracia,
como pudiera el músico de Thracia,
de suerte que cualquiera que la oyera,

que era solfa gatuna conociera


con algunos cromaticos dissones,
que se daban al diablo los ratones.

Assomabase ya la primavera
por un balcón de rosas y alelíes,

y Flora con dorados borceguíes


alegraba risueña la ribera:
- 358 —
tiestos de Talavera
prevenia el verano,
quando Marramaquiz gato Romano
aviso tuvo cierto de Maulero,
un gato de la Mancha su escudero,
que al sol salia Zapaquilda hermosa,
qual suele amanecer purpurea rosa
entre las hojas de la verde cama,

rubí tan vivo que parece llama,

y que con una dulce cantilena


en el arte mayor de Juan de Mena
enamoraba el viento.
Marramaquiz atento
á las nuevas del paje.

Es también muy notable en la Silva III el razonamien-


to que pone en boca de Marramaquiz.

Pero es hablar en cosa tan sabida


decir, que el tiempo vuela, y no se para,

que no hay cara mas fea que la cara


de la necessidad; y la mas bella
aquella del nacer con buena estrella
que alumbra el sol, y que la nieve enfria,
que es escura la noche y claro el día.

Essa gata cruel que me ha dejado


por tu poco valor verá muy presto,
siendo aqueste tejado
el theatro funesto,
como te doy la muerte que mereces,
porque mi vida á Zapaquilda ofreces,
llevando tu cabeza presentada
á Micilda, que es ya mi prenda amada,
Micilda, que es más bella,

que al vespertino sol candida estrella


Venus, que rutilante
es de su anillo espléndido diamante.
Esta si que merece la fé mia,
mi constancia, mi amor, mi bizarría,

que no gatas mudables,


que si por su hermosura son amables,
son por su condición aborrecibles,
amigas de mudanzas y imposibles.
— 359 —
No termina aquí la enumeración de las obras de carác-
ter épico escritas por Lope de Vega, si bien tienen marca-
da tendencia á la poesía descriptiva, tales son: la Descrip-
ción de la Abadía y jardín del Duque de Alba, La mañana
de San Juan en Madrid, Fiestas de Denia al Rey católico
Felipe III, La Filomena, dividida en dos partes, La An-
drómeda, La Circe y La Fosa blanca.
Poemas épico-didácticos son también el Laurel de Apo-
lo y El Arte nuevo de hacer comedias, teniendo para noso-
tros más valor que como poemas de tal especie, el que en
ellos aparece Lope de Vega como crítico.
El Laurel de Apolo es muy parecido al Viaje al Par-
naso, de Cervantes; supone que en el Parnaso se verifican
unas fiestas donde se tributan honores á trescientos poetas
españoles; está escrito en silvas. La mayor parte de sus
juicios son atinados y exactos, y no es, como se ha creído,
un poema laudatorio, que sus juicios han sido confirmados
por la crítica, y para que se vea que no siempre alaba,
trasladamos el juicio que hace de Juan Delgado.

De Juan Delgado con razón asombre


El no estar declarado
Si habernos de llamarle Juan Delgado
Por el entendimiento ó por el nombre.
No implica galán y gentil hombre;
el ser

Que aunque digan algunos que el cuidado


De los estudios no permite aseo,
Del gusto de las musas no lo creo,

Que, como damas son, galanes aman,


Y el desaseo y la fealdad, desaman.

Muy discutida ha sido la obra el Arte nuevo de hacer


comedias; no está bien averiguado todavía si fué escrita
con el propósito de burlarse de sus detractores, ó es tra-
sunto fiel de sus opiniones literarias; sobre esta materia
discurre con acierto el Sr. Schack (1), cuando nos dice

(i) Historia de la Literatura y arte dramático en España, escrita en ale-


mán por A. F. Schack, traducida al castellano por D. Eduardo Mier, to-
o
mo 2 ,
página 412.
— 360 —
Las ideas insertas en esta obra, son tan singulares y opuestas á cuanto
pudiera esperarse del fundador y primer maestro del drama moderno, que han
movido á algunos á imaginar que Lope se propuso «burlarse de sus adversa-
rios con el achaque de burlarse de sí propio;» pero en esta hipótesis, sería su
obra lo mas inútil, defectuosa y falta de ingenio que pudiera pensarse, bas-
tando, á r.uestro juicio, leerla sin prevención para convencerse de la futilidad
de semejante aserto. Verdad es que se encuentran en ella algunas observa-
ciones burlescas, y que está escrita en estilo ligero; pero esto no se opone
á que manifieste respeto á las reglas de los antiguos: su conjunto lleva el se-

llo de una improvisación pasajera, trazada acaso en pocos instantes; sus pen-
samientos están mal coordinados, y parecen moverse á saltos; pero, á pesar
de todo, no es difícil desentrañar las ideas siguientes: Ríndese homenaje á

los preceptos de Aristóteles (en cuanto lo permiten las confusas nociones,


formadas acerca de ellos\ y se asegura que su observancia sería útil para el

arte. Pero se añade que la anarquía dramática ha echado en España tan pro-
fundas raices, que ya no agradan las obras clásicas, y que, como el poeta so-
lo ha de habérselas con el público, no le queda otro recurso que ajustarse á
sus deseos

Después de lo dicho, inútil es añadir una palabra más


para formar juicio exacto sobre el Arte de hacer comedias.
Las ideas de Lope como crítico, se hallan también en la
Respuesta á un papel que escribió un señor de estos reinos
en razón de la nueva poesía, que no es otra cosa que un
alegato en favor de la poesía de buen gusto, contra los que
pretendían alterar las formas de la tradicional poesía cas-
tellana. Alaba en ellas á Garcilaso, y sobre todo á Fer-
nando de Herrera.
Dice un crítico, censurando el afán de Lope por es-
cribir novelas, que había nacido elegido del cielo para poe-
ta, y no podía acomodarse á la severa y académica estruc-
tura de la prosa. Este juicio no es en absoluto exacto; Lope
de Vega no escribió sus novelas con el amor y cariño que
las obras dramáticas; casi todas tuvieron un propósito de-
terminado, obedecieron á circunstancias de tiempo y de
lugar; por lo demás, como decía el colector de sus obras
en el siglo pasado, algunas de las novelas de Lope superan
á su modelo, refiriéndose á la novela pastoril La Arcadia.
Tenía esta novela por asunto, como todas las novelas de
carácter pastoril, los amores desgraciados de unos pasto-
res, mezclando en la relación prosa y verso. Según los
— 361 -
biógrafos de Lope, bajo la ficción pastoril, se narran unos
amores desgraciados del Duque de Alba. Está dividida en
cinco libros; contiene odas, romances, églogas, canciones
y sonetos, y aparte de lo enfadosas que son siempre esta
clase de novelas, deleita y agrada su lectura, y la prosa
es suelta, castiza y elegante. Es muy notable en el Libro III
la descripción puesta en boca de Anfrisio, de la cueva don-
de se encontraban los retratos de los reyes y héroes más
famosos de España. Dignos son de citarse algunos de los
lemas que acompañan á los retratos, como el que pone de-
bajo de la Reina D a Isabel:

Ejemplo fui de valor,


En quien apenas se sabe
Cual fué en mi pecho más grave,
La grandeza ó el amor.
Quien dice que es incapaz

La mujer de valor, yerra,


Que yo fui Cesar en guerra,
Y Cicerón en la paz.

Está llena además de bellísimas composiciones, y de


ellas esmuy notable el canto de Anfrisio.
El Peregrino en su patria, es novela de otro género,
puramente fantástica, cuenta las aventuras de dos amantes
que recorren á Italia, Francia, España y Portugal. Está
adornada de bellísimas composiciones en verso, y su prosa
es más suelta y elegante que en las otras novelas, como se
verá por el primer capítulo del Libro I.

En esta famosa ciudad, que con maravillosa grandeza se opone á Italia,

detiene á Francia, y espanta á África, nació de nobles padres una dama no


poco parecida á la Greciana Helena en haver sido incendio de su patria: fué
su nombre Florinda, su hermosura celestial, y peregrino su entendimiento.

Llegó á los años de casarse, no sin pensamiento de hacerlo, respeto de los


muchos, que poniéndolos en ella, despertaron los suyos: que la honestidad
de las doncellas fácilmente se desvia del camino de su inocencia, solicitada
de libres ojos. Dos caballeros iguales en edad, hacienda y sangre competían
en esperanzas, desiguales en favores, aunque con iguales prendas, amoi, in-
clinación natural: y una divina sympatia de estrellas forzó á Florinda amasse
á Dorides, y desfavoreciesse á Filandro, que por atajar la aspereza del camino
que hay desde la esperanza á la possession, ó por ventura los mejores passos
4<
— 362 —
de su contrario, la pidió á sus padres en casamiento. No perdieron ellos el

respeto á los intercessores, ni á sus méritos, si ella no se le huviera perdido,

quando le dieron parte del marido propuesto. Amábanla con ternura, y no la

quisieron disgustar con aspereza: y tratando verdad respondieron á Filandro,


que no le acceptaba haviendoselo persuadido como dueños, y mandado como
padres. Creciendo en Filandro el amor con el desden, porque sino tuviera
tema, jamas huviera sido locura, dióse á inquirir la causa, que nunca quien
ama, piensa que no merece lo que pretende por si mismo.

Dicen algunos de los biógrafos de Lope de Vega que


quiso éste rivalizar con Cervantes, escribiendo algunas no-
velas cortas que, como las de éste, se distinguieran por su
fondo moral, y de ésta clase se cree que son las cuatro no-
velas dirigidas á la señora Marcia Leonarda, cuyos títulos
son: Fortuna de Diana, Desdichado por la honra. La más
prudente venganza y Gusmán el Bueno.
Donde aparece con todas las dotes características de su
gran genio,, Lope de Vega, es en el arte dramático; á él se
debe el gran nombre que adquirió el teatro español en el
siglo xvn; sus obras dramáticas ofrecen un variado conjun-
to de todos los ideales, sentimientos é ideas del pueblo es-
pañol; la historia, las costumbres, los tipos, las aspiraciones
y cuanto puede contribuir á dar á conocer un pueblo, todo
se encuentra en Lope de Vega; por eso con razón se le ha
llamado el creador del drama nacional. Nadie como él tuvo
la riqueza de imaginación para llevar al teatro acciones y
hechos revestidos con el carácter verdaderamente dramá-
tico; en la agrupación y número de los personajes sabe dar-
les el claro-obscuro indispensable, y todas sus obras tienen
la forma galana, fluida y suelta que ha sido la desespera-
ción de sus imitadores.
Caracteriza á Lope el conocimiento del mundo y de los
hombres, y cierta ternura y delicadeza que pinta las her-
mosas condiciones y facultades de su alma; nadie como él
pintó á la mujer con tan tiernísimos caracteres; en resu-
men, la inventiva más fecunda, la riqueza de imaginación
más admirable y el conocimiento profundo del corazón hu-
mano, en unión de ser el más fiel intérprete de los senti-
mientos é ideas del pueblo español, hacen que sea con jus-
ticia el príncipe de la poesía dramática española, y el poeta
— 363 -
más querido y admirado de cuantos ha producido el parna-
so español.
Es ya proverbial cuando se trata de Lope de Vega ha-
blar de su prodigiosa fecundidad. En
dos épocas se suelen
dividir sus obras dramáticas: unas que pertenecen á la pri-
mera parte de su vida literaria, distinguiendo á las come-
dias de esta primera época,, profusión de imágenes, senti-
mientos y pasiones, acumulación de sucesos, muchedum-
bre de personajes, hechos é incidentes, con diálogo rápido
y la dicción elegante, empleando como combinaciones más
usuales las redondillas, las quintillas y los versos yámbicos
de seis pies. En su segunda época la acción obedece á un
plan más reducido y meditado; hay más regularidad en la
disposición del plan y la forma más común es el diálogo,
predominando el romance sin que falte la riqueza de imáge-
nes, la pintura de los afectos y la soltura y gracia caracte-
rísticas de todas sus obras. De ambas épocas pueden divi-
dirse sus comedias en históricas y tradicionales, religiosas
y de costumbres, añadiendo además las de carácter cómico,
los entremeses y los autos.
En la novela El Peregrino, publicada en 1603, asegura
que había compuesto doscientas diez y nueve piezas dramá-
ticas sin comprender en este número los Autos, y en el Nue-
vo arte de hacer comedias, nos dice llevaba escritas cua-
trocientas sesenta y tres. Y, por último, él mismo fija al
final de su comedia, La Moza del Cántaro, el número de las
que había escrito en mil quinientas comedias, añadiendo
Montalvan en la Fama postuma, que se elevó el número de
comedias escritas por Lope de Vega al de mil ochocientas.
A este número hay que añadir el de cuatrocientos autos y
el de las loas y entremeses que no ha podido fijarse.
Entrando ahora en el examen de algunas de sus obras
de carácter legendario y tradicional, citaremos La Estrella
de Sevilla, fundada en un hecho tradicional y considerada
por algunos como una verdadera tragedia. El argumento se
refiere á la estancia de Sancho IV en Sevilla, que se ena-
mora de Estrella, hermana de Bustos Tabera. Arias, favo-
rito del Rey, atrae á Bustos Tabera y es nombrado Alcalde
de Sevilla; el Rey le pregunta por su familia y le indica el
— 364 —
deseo de casar dignamente á su hermana Estrella. Sancho
Ortíz, noble caballero de Sevilla, está enamorado de Estre-
lla, y cuando por sobornos de una esclava el Rey es sor-

prendido en la casa de Tabera y tiene que huir vergonzosa-


mente, no sin haber sido conocido por Tabera, se le llama
ante la presencia del Rey para que dé muerte á un caballe-
ro cuyo nombre se incluye en una hoja de papel. La duda
de Sancho se desvanece al leer el nombre del hermano de
su amada, entablándose una lucha entre el respeto al mo-
narca y la palabra empeñada y el amor, saliendo vencedor
en esta lucha sacrificando el amor. La escena del desafío en-
tre Sancho Ortíz y Bustos Tabera, es notabilísima. Al sa-
ber Estrella la muerte de su hermano pide al Rey le entre-
gue al matador; el Rey le dá la llave de la prisión y la es-
cena que se verifica entre los dos amantes es de lo más su-
blime y patético que se halla en nuestro teatro. Condenado
Sancho á muerte el Rey le indulta y decide pelear con los
moros, terminando el drama con la despedida de los dos
amantes, según puede verse en la siguiente
ESCENA XVIII
El Alcalde. — D. Sancho. — Clarindo. — Dichos.
Alcalde
Ya Sancho Ortíz está aquí.

Don Sancho
Gran Señor, ¿por qué no acabas
Con la muerte mis desdichas,
Con tu rigor mis desgracias?
Yo maté á Bustos Tabera;
Matadme, muera quien mata,
Haz, Señor, misericordia,
Haciendo justicia.

Rey
Aguarda.
¿Quién te mandó darle muerte?

Don Sancho
Un papel.

Rey
¿De quién?
— 365 —
Don Sancho
Si hablara
El papel, él lo dijera;

Que es cosa evidente y clara;


Mas los papeles rompidos
Dan confusas las palabras.
Sólo sé que di la muerte
Al hombre que más amaba,
Por haberlo prometido.
Mas aquí á tus pies aguarda
Estrella mi muerte heroica,
Y aun no es bastante venganza.

Rey
Estrella, yo os he casado
Con un grande de mi casa,

Mozo, galán, y en Castilla


Príncipe y señor de salva;
Y en premio de esto os pedimos,
Con su perdón vuestra gracia,
Que no es justo que se niegue.
Estrella.
Yo, Señor, si estoy casada,
Vaya libre Sancho Ortíz,
No ejecutes mi verjganza.

Don Sancho
¿Al fin me das el perdón
Porque su alteza te casa?

Estrella
Sí, por eso te perdono.

Don Sancho
¿Y quedáis asi vengada
De mi agravio?

Estrella
Y satisfecha.

Don Sancho
Pues porque tus esperanzas
Se logren, la vida acepto,
Aunque morir deseaba.
— 366 -
Rey
Id con Dios.

Farfín
Mirad, Señor,
Que asi SevilJa se agravia,

Y debe morir.

Rey (A D. Arias).

¿Qué haré,
Que me apura y acobarda
Esta gente?

Don Arias
Hablad.

Rey
Sevilla.
Matadme á mí, que fué causa
Desta muerte. Yo mandé
Matalle, y aquesto basta
Para su descargo.

Don Sancho
Sólo
Ese descargo aguardaba
Mi honor. El Rey me mandó
Matarle; que yo una hazaña
Tan fiera no cometiera
Si el Rey no me lo mandara.
Rey
Digo que es verdad.

Farfán
Así
Sevilla se desagravia;
Que pues mandasteis matalle,
Sin duda os daría causa.

Rey
Admirado me ha dejado
La nobleza sevillana.

Don Sancho
Yo á cumplir salgo el destierro,
Cumpliéndome otra palabra
Que me disteis.
— 367 —
Rey
Yo la ofrezco.

Don Sancho
Yo dije que aquella dama
Por mujer habéis de darme
Que yo quisiera.

Rey
Así pasa,

Don Sancho
Pues á doña Estrella pido,
Y aquí á sus divinas plantas
El perdón de mi error pido.

Estrella
Sancho Ortir, yo estoy casada.

Don Sancho
¡Casada!

Estrella
Si.

Don Sancho
¡Yo estoy muerto!

Rey
Estrella, esta es mi palabra.
Rey soy, y debo cumplirla:
¿Qué me respondéis?

Estrella
Que se haga
Vuestro gusto. Suya soy.

Don Sancho
Yo soy suyo.

Rey
Ya ¿qué falta?

Don Sancho
La conformidad.
Estrella
Pues esa
— 368 —
Jamás podremos hallarla

Viviendo juntos.

Don Sancho
Lo mesmo
Digo yo, y por esta causa

De la palabra te absuelvo.

Estrella.
Yo te absuelvo la palabra;

Que ver siempre al homicida


De mi hermano en mesa y cama
Me ha de dar pena.
Don Sancho
Y á mí
Estar siempre con la hermana
Del que maté injustamente,
Queriéndolo como el alma.

Estrella
Pues ¿libres quedamos?

Don Sancho
Sí.

Estrella
Pues adiós.

Don Sancho
Adiós
Rey
Aguarda.
Estrella
Señor, no ha de ser mi esposo
Hombre que á mi hermano mata,
Aunque le quiero y le adoro. (Vase.)

Don Sancho
Y yo, Señor, por amarla,
No es justicia que lo sea.— (Vase.)

Rey
¡Grande fé!

Don Arias
¡Grande constancia!
— 369 —
Clarín do. — (Ap.)
Más me parece locura.

Rey
Toda esta gente me espanta.

Don Pedro
Tiene esta gente Sevilla.

Rey
Casarla pienso y casarla
Como merece.

Clarindo
Y aquí
Esta tragedia os consagra
Lope, dando á La Estrella
De Sevilla eterna fama,

Cuyo prodigioso caso


Inmortales bronces guardan.

El Acero de Madrid, es comedia de enredo. Belisa, hija


del anciano Prudencio se enamora de Lisardo y para verle
con frecuencia se finge enferma y Lisardo convenido con
su criado, éste, disfrazado de. médico, la receta frecuentes
paseos que sale ádar todas las mañanas acompañada de una
dueña; un amigo de Lisardo llamado Riselo entretiene á
ésta, pero la prometida de Riselo, poseida de los celos, per-
sigue á los amantes y opone una multitud de obstáculos al
casamiento de Lisardo y Belisa, haciendo con los incidentes
y episodios que tienen lugar por estos celos, sumamente
interesante la comedia. Es la más suelta y fácil en el diá-
logo y podrá apreciarse por las lamentaciones que hacen
esperando á las dos damas Lisardo y Riselo, que forman
muy gracioso contraste.

Lisardo

„ Campos de Madrid dichosos,


Si sois de sus pies pisados;
Fuentes que por ver la huerta
Del Duque subis tan alto

El cristal de vuestros ojos,


Que asomáis los blancos rayos
Por las verdes celosías,

47
— 370 —
Muros de sus verdes cuadros;

Hermosa alfombra' de flores,

Donde tejiendo y pintando


Está la naturaleza
Mas há de cinco mil años;
Arroyuelos cristalinos,
Ruido sonoro y manso,
Que parece que corréis,
Tonos de Juan Blas cantando,
Porque ya corriendo aprisa,
Y ya en las guijas despacio,

— Parece que entráis con fugas,

—Y que sois tiples y bajos:


Recordad á mi niña,
No duerma tanto

RlSELO

Aves, que por el viento,


Ya del sol clarificado,
Sobre sus plumas tendiendo
Vuestros vistosos penachos;
Las que asomáis por los nidos

Las cabezas gorjeando,


Y las que ya en altas ramas
Dais buenos días al prado;
Trigos, que con amapolas
Y mil amarillos lazos
Sois un tapiz de verduras
Sembrado de papagayos;
Alamos verdes, á quien
Con tantas hojas y ramos,
— Vistió de alegre librea,
— A pesar de octubre, mayo;
Para que la niña venga,
Que está esperando Lisardo,

Recordad á su tía,

No duerma tanto.

Comedia de capa y espada con personajes históricos,


de trama sencilla pero bien dispuesta es Lo cierto por lo
dudoso. La escena pasa en Sevilla y los protagonistas y
personajes principales son el rey D. Pedro, D. Enrique su
- 371 —
hermano, el Adelantado de Sevilla y una hija de este llama-
da doña Juana. D. Pedro que hace poco llegó á Sevilla pon-
dera ante su confidente Arias las beldades de la ciudad,
encareciendo mucho la belleza de D a Juana. Por consejo de
Arias nombra á su padre Adelantado. Hace el amor don
Pedro á D a Juana que está en amores con el Conde D. En-
rique, burlando cuantas veces puede la vigilancia del Rey
hasta que obligada por D. Pedro que la ofrece su mano le
confiesa que está casada en secreto con D. Enrique. El
Rey quiere tomar venganza quitándole la vida.

Rey
Dame á entender
Que es todo, Juana, invención

Pero lo que fuere sea.

No es ido Enrique á Castilla;

Que yo sé que está en Sevilla,


Y que enojarme desea.
Parece que es cosa fea
A un hombre de mi valor
Porfiar contra tu amor,
Y que necios y discretos
Dirán que no son efetos
Del alto y debido honor.
Pero yo, que ya ofendido
Y celoso estoy de modo,
Que los ojos cierro á todo,
Enamorado y corrido,
Ni á los necios he temido
Ni á los discretos tampoco;
Antes más bien me provoco
A satisfacer mi injuria,

Que no hay venganza sin furia


Ni amor sin punta de loco.
Esta noche haré matar
A Enrique, y muerto, podré
Casarme, pues no tendré
En qué pueda reparar.
Vivo no me he de casar,

Claro está, porque viviera


El deshonor que me diera
El haberse anticipado
— 372 —
Al lugar que reseivado
A solo su dueño espera.
Si en el suceso reparo,

Veo, aunque no lo procuro,

Que fué mentira á lo oscuro

Y desengaño á lo claro.

Pero, aunque caso tan raro


Sea mentira porque siga
Otro intento, y no prosiga
En el de casarme ansí,

Habérmelo dicho á mí
A la venganza me obliga.
Muera Enrique, porque muerto
Me casaré con su viuda,
Si el amor pusiere duda
En la verdad del concierto:
Con esto-, aunque descubierto
Quede lo que has referido,
Tú y yo no habremos perdido
Honor, pues en tal suceso
Serás viuda de un beso,
Como otras de su marido.

Tiene después una conferencia con el Adelantado di-


ciéndole entregue á su hijo á el hombre que se presente en
su casa. El Conde, que se le creía fuera de Sevilla, logra
penetrar en la casa de Da
Juana, y creyendo es el prome-
tido de su hija los casa, y cuando el Rey va acompañado de
sus confidentes se entera de que ha sido burlado por sus
propias órdenes, cuando encargó al Adelantado.

Adelantado es lo que os advierto.


Al hombre que viniera de secreto
A vuestra casa, le daréis á Juana;
Que el Arzobispo viene al mismo efeto.

No pierda amor lo que el silencio gana,


Hablalde y estimalde; que os prometo
Que no hay en la corona castellana
Hombre como él, y mi mejor amigo.

Por esto cuando el Rey se entera le dice:

Adelantado, vos fuistes

Dos veces adelantado:


— 373 —
La una por vuestro oficio,
La otra en adelantaros
A casar á don Enrique.
A lo hecho no hay reparo
Yo le perdono y confirmo
El casamiento.

Alabada por todos como la mejor comedia de Lope de


Vega, es la titulada La Mosa de Cántaro] comienza por
una escena en que D a María, hija de D. Bernardo, Caballe-
ro del Hábito de Santiago y deudo del Duque de Medinasi-
donia, rechaza los escritos amorosos de varios pretendien-
tes y en esto llega su padre y cuenta que ha sido afrentado
por uno de los galanes enamorados de D a María llamado
don Pedro. Finje D a María que quiere acabar las discordias
entre el pretendiente y su padre, y penetra en el calabozo
donde se halla D. Pedro, y cuando éste rendido por su amor
va á abrazarla como á su prometida, le dá muerte. Estas
primeras escenas pueden considerarse como el antecedente
de la comedia; trasládase la escena de Ronda á Madrid, que
parece no tener relación alguna con las primeras escenas;
en la última del primer acto aparece D a María disfrazada
de criada, donde llega un indiano que va á Madrid y la
toma de criada. En el segundo acto D a Ana está enamora-
da de D. Juan, y éste, perdidamente enamorado de la Moza
de Cántaro que es D a María. Doña Ana, señora principal,
sorprende el secreto de su amante, y cuando D a María se vé
asediada por los amores de su amo el indiano, se encuen-
tra sin saber donde ir; una criada de D Ana la invita á que
a

vaya á su casa, y prendada de las gracias de ésta, la consi-


dera y atiende hasta que por fin termina la comedia casán-
dose D a María con D. Juan, descubriéndose su verdadero
origen y nobleza.
Es muy bella la relación en que D a María, que había
rechazado antes los amores de sus nobles pretendientes,
siente por primera vez el amor cuando su humilde condi-
ción aparente la impedía corresponder ala pasión que por
ella sentía D. Juan, que la expresa en la
— 374 -
ESCENA VI

D ft
María
Tiempos de mudanzas llenos,

Y de firmezas jamás,
Que ya de menos á más,
Y ya vais de más á menos,
¿Cómo en tan breve distancia,
Para tanto desconsuelo,
Habéis humillado á el suelo

Mi soberbia y arrogancia?
El desprecio que tenia
De cuantas cosas miraba,
Las galas que desechaba,
Los papeles que rompía;
El no haber de quien pensase
Que mi mano mereciese,
Por servicios que me hiciese

Por años que me obligase;

Toda aquella bizarría


Que como sueño pasó,
A tanta humildad llegó,
Que por mí decir podría:
Aprended, flores, de mi
Lo que va de ayer á hoy;

Que ayer maravilla fui,


Y hoy sombra mía aun no soy.

Flores, que á la blanca aurora


Con tal belleza salís,
Que soberbias competís
Con el mismo sol que os dora,

Toda la vida es un hora:


Como vosotras me vi,
Tan arrogante salí;
Sucedió la noche al día:

Mirad la desdicha mía,


Aprended, flores, de mí.
Maravilla solía ser
De toda la Andalucía;
O maravilla ó Maria,
Ya no soy la que era ayer.
Flores, no os deis á entender
Que no seréis lo que soy,
— 375 -
Pues hoy en estado estoy,
Que si en ayer me contemplo,
Conoceréis por mi ejemplo
Lo que va de ayer á hoy
No desvanezca el clavel

La púrpura, ni á el dorado
La corona, ni el morado
Lirio el hilo de oro en él;

No te precies de cruel,
Manutesa carmesí,
Ni por el color turquí,
Bárbara violeta, ignores
Tu fin, contemplando, flores,

Que ayer maravilla fui.


De esta loca bizarría

Quedareis desengañadas
Cuando con manos heladas
Os cierre la noche fría.

Maravilla ser solía;


Pero ya lástima doy;
Que de extremo á extremo voy,
Y desde ser á no ser,

Pues sol me llamaba ayer,

Y hoy sombra mito aun no soy.

Está escrita con mucho desenfado la escena de la fuen-


te en la que refiere D a María su encuentro con D. Juan y
cómo fueron sorprendidos por la celosa D a Ana cuando la
estaba requebrando de amores; y es muy notable la rela-
ción que hace D a María del Rio y del poso de los reyes.

Doña María
Es achaque; voy por ver
Aquel caballero ingrato.
Fuimos Teresa, Juana y Catalina,
El sábado Leonor, á Manzanares;
Si bien yo melancólica y mohína
De darme este don Juan tantos pesares.
De tu dueño las partes imagina;
Que cuando en su valor, Leonor, repares,
Presumirás, pues no me he vuelto loca,
Que soy muy necia ó mi afición es poca.
Tomé el jabón con tanto desvario
— 376 —
Para lavar de un bárbaro despojos,
Que hasta los paños me llevaba el rio,

Mayor con la creciente de mis ojos.


Cantaban otras con alegre brio,

Y yo, Leonor, lloraba mis enojos:


Lavaba con lo mesmo que lloraba,

Y al aire de suspiros lo enjugaba.


Bajaba el sol al agua trasparente,
Y, el claro rostro en púrpura bañado,
Las nubes ilustraba de occidente,
De aquel vario color tornasolado;
Cuando, despierta ya del accidente,
Saqué la ropa, y de uno y otro lado,
Asiendo los extremos, la torcimos,

Y á entapizar los tendederos fuimos


Quedando pues por los menudos ganchos
Las camisas y sábanas tendidas,
Salieron cuatro mozas de sus ranchos,
En toda la ribera conocidas;
Luego, de angostos pies y de hombros anchos
Bigotes altos, perdonando vidas,
Cuatro mozos: no hablé; que fuera mengua,
Estando triste el alma, hablar la lengua.
Tocó, Leonor, Juanilla el instrumento
Que con cuadrada forma en poco pino,
Despide alegre cuando humilde acento,
Cubierto de templado pergamino;
A cuyo son, que retumbaba el viento,
Cantaba de un ingenio peregrino,
En seguidillas, con destreza extraña,
Pensamientos que envidia Italia á España.
Bailaron luego hilando castañetas
Lorenza y Justa y un galán barbero
Que mira á Inés, haciendo más corvetas
Que el conde ayer en el caballo overo.
¡Oh celos! todos sois venganza y tretas,

Pues porque vi bajar el caballero

Que adora de tu dueña la belleza,

No le quise alegrar con mi tristeza.

Entré en el baile con desgaire y brio,

Que, admirándole ninfas y mozuelos,


«¡Vitor!> dijeron, celebrando el mió:
Y era que amor bailaba con los celos.
— 377 —
Estando en esto, el contrapuesto rio

Se mueve á ver dos ángeles, dos cielos.


Que á la Casa del Campo (Dios los guarde)
Iban á ser auroras por la tarde.

¿No has visto á el agua, al súbito granizo

Esparcirse el ganado en campo ameno,


O volar escuadrón espantadizo
De las palomas, en oyendo el trueno?
Pues de la misma suerte se deshizo

El cerco bailador, de amantes lleno,


En oyendo que honraban la campaña
Felipe y Isabel, gloria de España.
¿No has visto en un jardín de varias flores

La primavera en cuadros retratada,


Que por la variedad de las colores,
Aun no tienen color determinada,
Y en medio ninfas provocando amores?
Pues así se mostraba dilatada
La escuadra hermosa de las damas bellas,
Flores las galas y las ninfas ellas.
Yo, que estaba arrobada les decia
A los Reyes de España: «Dios os guarde,
Y extienda vuestra heroica monarquía,
Del clima helado á el que se abraza y arde;»
Cuando veo que dice: «Isabel mia,»

A mi lado don Juan; y tan cobarde


Me hallé á los ecos de su voz, que luego

Fué hielo el corazón, las venas fuego.


«Traidor, respondo, tus iguales mira;
Que yo soy una pobre labradora. s>

Y diciendo y haciendo, envuelta en ira,


Sigo la puente, y me arrepiento agora:
Verdad es que le siento que suspira
Tal vez desde la noche hasta la aurora;

Mas recelo, si va á decir verdades,


Lo que se sigue á celos y amistades.

Por último: la escena en que se descubre el origen no-


biliario de Da
María, están en ella perfectamente caracte-
rizados los personajes y termina con la enumeración de
las piezas dramáticas que hasta la fecha de la representa-
ción de la Moza de Cántaro había escrito Lope de Vega.
48
— 378 —
Don Juan. ¡Ay Dios! ¡Si ya llega
Algún desengaño mió!
Doña María . No está la boda tan hecha
Como os parece, Señor;
Porque falta que yo quiera
Para igualar á don Juan,
¿Bastaba ser vuestra deuda
Y del duque de Medina?
Conde. Bastaba, si verdad fuera.
Doña María. ¿Quién fué causa de Ronda
la

Que mató, por la defensa


De su padre, un caballero,
Cuyo perdón se concierta
Por vos, y que vos buscáis?
Conde. Doña María, á quien deban
Respeto cuantas historias
Y hechos de mujeres cuentan.
Doña María. Pues yo soy doña María
Que por andar encubierta. . .

Don Juan. No prosigáis relaciones,


Porque son personas necias
Que en noches de desposados
Hasta las doce se quedan.
Dame tu mano y tus brazos
Martin. Leonor, á oscuras nos dejan
Los padrinos son los novios
Doña Ana . Justo será que lo sean
El Conde y doña Ana.
Conde. Aquí
Puso fin á la comedia
Quien, si perdiere este pleito,
Apela á Mil y Quinientas
Mil y quinientas ha escrito
Bien es que perdón merezca.
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Ciclo II.
—Segundo Periodo
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5"

CAPÍTULO PRIMERO

ALTERACIONES QUE EN EL FONDO Y FORMA DETERMINAN LA DE-


CADENCIA DE LA POESÍA LÍRICA EN LA SEGUNDA MITAD DEL

SIGLO XVII. CAUSAS D^L MAL GUSTO LITERARIO. LUÍS DE —

GÓNGORA.— SUS OBRAS. INFLUENCIA DE GÓXGORA EN LA LI-

TERATURA ESPAÑOLA. POETAS Y LITERATOS QUE SIGUIERON
LA ESCUELA DE GÓNGORA.

cuadro que ofrece la poesía castellana en


Í|l brillante

|U¡ el examinado con algún detenimiento,


siglo xvi ,
presenta algunos puntos obscuros, ligeras manchas que pa-
san desapercibidas, entre la profusión de luz y de colores,
á quien lo examina de primera intención; si con más dete-
nimiento se entra en el estudio de las grandes figuras y de
las obras que forman ese cuadro, las manchas se agrandan
y se convertirán con el tiempo en borrón. Los más gran-
des ingenios de las llamadas escuelas, en especial Herrera
y Fr. Luís de León, y mejor aún en algunos de sus discípu-
los con menos talento é ingenio que estos dos grandes prínci-
pes de la poesía española, en vez de hallar su inspiración en
asuntos elevados y sublimes, fueron á buscarla en materias
— 380 -
fútiles y de escaso fundamento; y en lo formal, lejos de con-
tentarse con las innovaciones, atrevimientos del lenguaje
y giros gramaticales nuevos que también sientan en un poe-
ta de genio y que con facilidad les concede la crítica, caye-
ron en lo extravagante y rebuscado. Sucedió, por consi-
guiente, que unos por falta de dotes y otros por el deseo de
singularizarse, precipitaron \u poesía por caminos tortuo-
sos, ásperos y tenebrosos, alcanzando tan fatal dirección,
primero á la poesía y después á todos los ramos de la lite-
ratura.
Surgen, por lo tanto, dos direcciones que, si á ambas
las caracteriza elmal gusto, son bien distintas, aunque al-
guna vez se hayan confundido.
La abundancia de cultura, el deseo de sutilizar, el de
aparecer originales y nuevos en la manera de concebir el
pensamiento, llevó á unos poetas y literatos hasta el extre-
mo de sacrificar condiciones tan apreciables en el arte co-
mo son la claridad, naturalidad y sencillez; y estos poetas
y literatos que estriban el artificio de su obra en hallar con-
trastes, relación y correspondencia entre las ideas más
disconformes y lejanas, forma la tendencia y escuela que
se llama conceptista. Otros, por el contrario, en su deseo
de enriquecer el lenguaje y estilo poéticos, dan más valor
y ponen todo su empeño en los giros y frases, sacrificando
la idea al amontonamiento de las palabras y haciendo inin-
teligible el pensamiento, que como nada dice, puede ser
interpretado de diferentes maneras y á esta forma de la
poesía se la conoce con el nombre de culterana. Dedúcese
de todo lo dicho, que la falta de altos pensamientos poéti-
cos y el deseo de dotar á la poesía de un lenguaje y estilo
propios y singulares, determinan esas graves alteraciones
de fondo y forma de la poesía en la segunda mitad del si-
glo xvii, que se conoce y apellida por todos con el nombre
de época de mal gusto.
no puede ponerse en du-
Si la exactitud de lo referido
da parece lógico averiguar causas
las de ese mal gusto,
ya se refieran al origen del conceptismo ó del culteranis-
mo, que volvemos á repetir son distintos. Los que sin salir-
se de los términos de nuestra historia literaria, han tratado
— 381 —
de averiguarlas hallan sus gérmenes en tiempos muy re-
motos atribuyendo á las condiciones propias del genio es-
pañol tales estravíos tratando de comprobar su aserto ci-
tando los nombres de Lucano, Séneca, Quintil iano
y
Marcial que entre los escritores de eran
la literatura latina
los más pomposos y altisonantes. No falta tampoco quien
conceda influencia lenta pero decisiva, que prepara el mal
gusto, á nuestras relaciones con el pueblo árabe, rico de
imaginación y fantasía. Se añade también que el mal gusto
procede y debe atribuirse á causas sociales y políticas hi-
jas de nuestro estado social en el siglo xvn. Y, por último,
quien históricamente busca esos gérmenes en el intento de
Juan de Mena en los poetas cortesanos del tiempo de don
Juan II, avivados por nuestra comunicación con otros pue-
blos y únicamente detenidos por el poderoso genio de He-
rrera y de Fr. Luís de León, que fueron dique durante su
vida á la impetuosa corriente que venía engrosándose con
el escolasticismo, la mística, las causas políticas y sociales

y aún se da participación á la Inquisición en este asunto,


queriendo que la falta de libertad en la expresión motivara
el que los poetas ocultaran su pensamiento bajo la sutili-
dad del concepto ó la hojarasca de las palabras. Aislada-
mente puede engañar este razonamiento á los que estudian
nuestra cultura en ese periodo, mas ¿cómo explicar que
ese fenómeno aparece también en otras literaturas, donde
no existía el poder político, la extensión de territorio, no
abundaba el número de filósofos, teólogos, místicos, ni te-
nía su preponderancia, ó no existía la Inquisición? ¿En qué
se diferencian de nuestros conceptistas y culteranos los
pléyades de Francia, los enforistas de Inglaterra y los ma-
n'anisias de Italia; grupos de escuelas poéticas represen-
tantes del mal gusto en esas naciones, donde precisamente
no existían ni la dilatada extensión de territorio que enfa-
tuara á sus habitantes, ni la monarquía absoluta con todos
sus predicamentos, ni eran preponderante el misticismo y
el escolasticismo y mucho menos la Inquisición? Además
¿cómo explicar ese mal gusto en todas las bellas artes que
coexiste al par que en la literatura ) trasciende á los tra-
r

jes, á los muebles, y hasta á las costumbres?


— 382 —
Es inútil deprimir nuestras glorias ni poner á contri-
bución la agudeza de ingenio para explicar aisladamente
un hecho que está relacionado con la vida humana en esa
época y con la única explicación posible, teniendo en cuen-
ta las alteraciones y cambios que todo lo humano sufre con
el trascurso del tiempo, quedando únicamente, como hechos
ciertos, que existió el mal gusto y que fué quizá más dura-
dero su dominio en nuestra patria, en ciertos géneros lite-
rarios.
Prescindiendo de otros antecedentes, el poeta que repre-
senta el culteranismo en nuestra patria, y fué jefe de esa

escuela, es D. Luís de Góngora y Argote, natural de la in-


signe patria, cuna de tantos ingenios, Córdoba, donde vino
al mundo en 1561, el día 11 de Julio. Hijo de una familia hi-
dalga y regularmente acomodada, después de haber hecho
sus primeros estudios de gramática y humanidades, á los
quince años, pasó á Salamanca donde estudió hasta el gra-
do de Bachiller, Derecho, Matemáticas, Música y se ejerci-
tó en la esgrima, en la que fué muy hábil; época al pare-
cer la más feliz de su vida, compartida entre sus estudios
y la decidida afición que tenía por la poesía. Tuvo en esta
ciudad algunos lances amorosos y un desafío. Terminada
su carrera regresó á su patria, siéndole adversa la fortuna
durante muchos años. Abrazó el estado eclesiástico y obtu-
vo un beneficio en la iglesia de Córdoba sin que mejorara
su fortuna durante muchos años que estuvo en la corte en
demanda de una posición, lograda en los últimos años de su
vida, cuando por su edad y achaques no pudo gozar de los
pequeños favores que le otorgó la suerte muriendo al fin
en Córdoba, su patria, el 23 de Mayo de 1627.
No puede ponerse en duda que los anos pasados en el
olvido, los que pasó en la corte haciendo la vida de preten-
diente, influyeron y fueron causa de que en Góngora se
distingan dos épocas de su vida literaria. Ningún poeta con-
taba con dotes naturales tan apropósito para serlo, espon-
taneidad, facilidad, ingenio ameno, rica imaginación, poten-
te fantasía creadora, dominio completo del idioma y de sus
variedades rítmicas, todo lo reunía Góngora, luciendo es-
tas dotes poéticas son su valor propio en la época, en la que
— 383 -
siguiendo las buenas tradiciones cultiva la poesía en Sala-
manca y Córdoba, desvirtuándolas, cuando deslumbrado
por éxitos alcanzados por otros poetas, ó por el deseo de
notoriedad que le sacara del olvido y la pobreza, escribe en
estilo culto, llegando á ser el más valioso representante del
culteranismo.
En consonancia con estas dos épocas de su vida, las
obras de la primera tienen más valor artístico y se pueden
señalar como las mejores, las letrillas festivas y amorosas,
las odas, canciones, romances y sonetos, donde aparece
Góngora como verdadero poeta de rica imaginación, y sus
composiciones llenas de gracia, naturalidad, belleza y ter-
nura.
A continuación copiamos la canción A la tórtola:

Vuelas, oh tortolilla,
Y al tierno esposo dejas
En soledad y quejas,
Vuelves después gimiendo,
Recíbete arrullando,
Lasciva tú, si él blando;
Dichosa tú mil veces,
Que con el pico haces
Dulces guerras de amor y dulces paces.
Testigo fué á tu amante
Aquel vestido tronco
De algún arrullo ronco;
Testigo también tuyo
Fué aquel tronco vestido
De algún dulce gemido;
Campo fué de batalla,
Y tálamo fué luego;
Árbol que tanto fué perdone el fuego.
Mi piedad una á una
Contó, aves dichosas,
Vuestras quejas sabrosas;
Mi envidia ciento á ciento
Contó, dichosas aves;
Vuestros besos suaves.
Quien besos contó y quejas,
Las flores cuente á mayo,
Y al cielo las estrellas rayo á rayo.
— 384 -
Injuria es de las gentes
Que de una tortolilla

Amor tenga mancilla


Y que de un tierno amante
Escuche sordo el ruego
Y mire el daño ciego;
Al fin es Dios alado,
Y plumas no son malas
Para lisonjear á un Dios con alas.

Muy bello es también el siguiente soneto á un arroyo:

Raya, dorado sol, orna y colora


Del alto monte la lozana cumbre,
Sigue con agradable mansedumbre
El rojo paso de la blanca aurora;
Suelta las riendas á Favonio y Flora,
Y usando al esparcir tu nueva lumbre
Tu generoso oficio y real costumbre
El mar argenta y las campiñas dora,
Para que desta vega el campo raso
Bordes, saliendo Flérida, de flores.
Mas si no hubiere de salir acaso.

Ni el monte rayes, ornes, ni colores,


Ni sigas de la aurora el rojo paso,

Ni el mar argentes, ni los campos dores.

Finalmente citaremos la famosa letrilla tantas veces


'losada.

Aprended, flores, de mi
Lo que va de ayer á hoy,
Que ayer maravilla fui,
Y hoy sombra mía aun no soy.

La aurora ayer me dio cuna,


La noche ataúd me dio,
Sin luz muriera si no
Me la prestara la luna,
Pues de vosotras ninguna
Deja de morir así.

Aprended, etc.
Consuelo dulce el clavel
Es á la brevedad mia,
Pues quien me concedió un dia,
— 385 —
Dos apenas le dio a él;

Efímeras del vergel,


Yo cárdena, él carmesí.
Aprended, etc.

Flor es el jazmín y bella,

No de las más vividoras,


Pues vive pocas más horas
Que rayos tiene de estrella,
Si el ámbar florece, es ella

La flor que contiene en sí.

Aprended, etc.

El alhelí, aunque grosero


En fragancia y en olor,
Más dias vé que otra flor,

Pues vé los de mayo entero;


Morir maravilla quiero
Y no vivir alhelí.

Aprended, etc.

A ninguna flor mayores


Términos concede el sol

Que al sublime girasol,


Matusalén de las flores;

Ojos son aduladores


Cuantas en él hojas vi.

Aprended, flores, de mi
Lo que va de ayer á hoy;
Que ayer maravilla fui,
Y hoy sombra mia, aun no soy

En su segunda época, la brillante imaginación de Gón-


gora, se enreda en una hojarasca de metáforas, alusiones,
figuras y frases que dan por resultado la afectación y obs-
curidad, según puede verse en el soneto á la Historia ponti-
Dos soledades primera y segun-
fical del Dr. Babia, en las
da; y en las Fábulas de Piramo y Tisbe y de Polifemo y
Galatea, tipos de afectación y de mal gusto, y aun así, en-
contramos en el canto de Polifemo tan hermosas estrofas
como estas:

¡Oh bella Galatea, más suave


Que los claveles que tronchó la aurora.
Más blanca que las plumas de aquel ave
Que dulce muere y en las aguas mora!
4tf
— 386 —
Y en la soledad primera, alabando la pobreza, estrofas
tan sentidas como esta.

¡Oh bienaventurado
Albergue á cualquier hora!
Tus umbrales ignora
La adulación, sirena
De reales palacios, cuya arena
Besó, y á tantos leños
Trofeos dulces de un canoro sueño,
No á la soberbia está aquí la mentira
Dorándole los pies en cuanto gira
La esfera de sus plumas,

Ni de los rayos baja á las espumas


Favor de cera alado.
/ Oh bien aven In ra de
Albergue á cualquier hora!
No pues de aquella tierra, engendradora

Más de fierezas que de cortesía
La gente parecia
Que hospedó al forastero
Con pecho igual de aquel candor primero
Y en las selvas contento
Tienda al fresco le dio, el roble alimento.

Los extravíos y delirios del mal gusto necesitaban co-


mentarios, y así fué que en 1630 publicó D. José Pellicer
sus Lecciones solemnes á las obras de D. Luís de Góngora;
y una defensa y explicación de la fábula, Piramo y Tisbc,
Cristóbal de Salazar y Maldones, siguiendo á estos trabajos
de interpretación á las obras de Góngora, los de García
de Salcedo Coronel, Juan Francisco de Anaya y Martín
Ángulo
Góngora tuvo muchos discípulos é imitadores,, si bien
ninguno llegó á alcanzar las fuerzas é inspiración poéticas
del maestro. Figura entre los discípulos de Góngora don
Juan de Tassis, Conde de Villamediana, mecenas de Luís
Gálvez de Montalvo é íntimo amigo de Góngora. Le dio el
título de Conde Felipe III por sus excelentes servicios pres-
tados á la monarquía, en los cargos que desempeñó; escribió
muchos versos satíricos en contra de varios personajes de
la corte, y por supuestos amores con la reina D Isabel de
a
— 387 —
Borbón, fué herido mortalmente el 21 de Agosto de 1622.
En las composiciones festivas y satíricas se muestra senci-
llo y sin afectación, pero en las que sigue á Góngora como
en las fábulas mitológicas tituladas Faetonte y el Fénix,
nada tienen que envidiar al mal gusto de su maestro.
Francisco de Trillo y Figueroa, natural de la Coruña,
es otro de los más renombrados discípulos de Góngora; vi-
vió casi siempre en Granada, donde murió; se dedicó por
algún tiempo al ejercicio de las armas; sus viajes y mucha
erudición le perjudicaron bastante, así sucede en el poema
que escribió en alabanza de Gonzalo de Córdoba, la Nea-
polisea, lleno de alusiones, digresiones y episodios que de-
muestran su mucha erudición, pero que huelgan por com-
pleto en el poema. Cuando escribe poemas cortos aparece
en ellos como poeta fácil y de buen gusto.
El más notable de todos por su talento y por el nom-
bre y fama que adquirió es Fr. Hortensio de Paravicino,
poeta y orador; sus romances, ya de carácter profano, ya
á lo divino son muy notables,, pero donde se hizo el jefe y
adalid del mal gusto fué en la oratoria sagrada. Predica-
dor favorito de la corte, sus panegíricos, sermones y ora-
ciones evangélicas se celebraban; y de tal manera cundió
su mal gusto en la oratoria sagrada, que fué preciso un li-
bro de tanto alcance é intención satírica, cual es el Fr. Ge-
rundio de Campazas, para acabar con los malos oradores.
El exordio que á continuación insertamos, dará á conocer
los extravíos de este hombre singular en el pulpito:

ORACIÓN EVANGÉLICA DE LA MAGDALENA. — 1633


El Mayor Milagro que hizo Jesu Christo, nuestro Redemptor en su vida
según las circunstancias exteriores, fué la resurección de Lázaro de cuatro
días muerto. Y llegó á pesar (Fieles) que según las circunstancias interiores
también fué el mayor la conversión de Maria Magdalena, hermana suya. Di-
chosos hermanos que lograron en cuerpo y alma las mayores señales de Dios
Hombre. Aquel Milagro con lágrimas de Jesu Christo su esposo celebró la
Iglesia el viernes pasado. Este con lágrimas de Madalena celebra este Jveves.

Grandes oradores aclamarian (y tendrían harto que hacer) el llanto de Dios: á


mi no grande Orador, sino el menor de todos, grande Imperio me obliga á
aclamar el llanto de una mujer; si hemos de llorar, no sequemos con el apa-
rato los ojos, veamos el caso como passó.
Habia (dice San Lucas) en una Ciudad una mujer pecadora, y para eso
- 388 —
pide los ojos con particular atención ahora como hay mucha en la Corte no
hay tiempo para tantas atenciones. Habia pues una mujer principal poco
cuidadosa de su decoro, no sé si del todo, (temo que si) olvidada de sus
obligaciones. No dice el nombre el Evangelista, que aun en tan públicos
achaques les debe secrete la caridad. O Cortesanos publicadores del secreto,
ó por mejor decir de lo ni secreto, ni público fabricadores comunes. Todavía
por el nombre de pecadora parece que era conocida, no pudo nacer de livia-

nas causas tanta opinión de su liviandad, afectación es de Fecio darla por


Virgen y Mártir, aunque sea con testimonio de un S. Marcos discípulo del
Señor; poique todo el sentido de la Iglesia la mira muy achacosa. También
me parece se verá, sino recia opinión atribuir la una prostitución infame que
llaman los Latinos. Que materia desta calidad, no importa que no vayan muy
en romance. De Doctos hay. Seria una mujer lucida, y dar
essa cultura hartos
mucha luz á los ojos hace amanecer siempre muchos deseos. Escandalosa-
mente seria bizarra, que las mas veces no quitan la honra los muchos gustos,
sino el sexo poco: bien que de ruines lenguas, ni la cabeza mejor escapa.
Muy preciada de dama, resquicios de grandes quiebras en qualquier es-
tado: ó quantas sin ocasión última hemos visto desautorizadas á esta aparien-

cia. Al fin no la conocían solo por Maria, como á su hermana por Marta, por
la Madalena era conocida, y señalada, y esto de la fulana, la tal, suelo repa-

rar yo, que es conocimiento de achaque, que como el Lá en la música es el

punto más alto, es en la opinión el de mis estruendo. Bien es verdad, que ya


he visto hacer gala del apellido á mayores calidades, y no temo no sea con
el mismo riesgo, ó mayor, que caer de más alto, no es mayor ruina. Desenga-

ñada, pues, de la fealdad dulce con que la lisongeaba su hermosura licen-


ciosamente, por algún Sermón de Christo, que si bien es extraño el modo de
oir sermones en Madrid, por lucir las mujeres, por mirar los hombres, tal
vez sabe Dios de las mismas alas hacer una ave de redes. Tierna, ó acaso ya
ardiente en la consideración de amor tan mejorado en tan Divino Galán, su
mejor nombre Maestro, anduvo cuidadoso donde podría hallarle. Querer mu-
cho todas las Leyes rompe. Quien más quiere busca primero, y aguardar á bue-
na ocasión, más es libertad, que prudencia. Supo que era enviado de Simón un
Fariseo, y parecióle tal; porque ni era casa de Jesu Christo, ni suya, y devian-
le de conocer que es espiritual ai, que para un caso de conciencia desdeñe

una mujer principal, aunque lucida y quien trata de convertirse de veras,


buscar debe las ocasiones de remediarse, como supo hallar las de perderse.
Ni el saber del convite la embarazó. Sabria de la condición de Christo por
las nuestras, que aquella era su vianda. Juzgo de lo demás que por tanta no-
vedad bien perdonarían un plato, en especial, que de sus demostraciones le

harían; vivir mal ó vivir bien todo habéis de mormurarlo, y ella no tenia ver-
güenza de su enmienda, sino de sus culpas: así habia de ser, fué Madalena, fué
la primera y sola persona que para salud del alma buscó á nuestro Redentor.
O hermosura entendida, y mormurada, como no habías de ser Singular.
— 389 -
la monja portuguesa
Siguieron como poetas culteranos
D a Violante de Qeo, Jacinto Villalpando y Anastasio Panta-
madrileño de quien es el siguiente
lón de Ribera, poeta
soneto:
pompa ya de flores vana
Tú, que en la

Perdiste, oh planta, la sazón madura,

Donde tu juventud te quitó dura

cuanta verdor te aceleró temprana;


cierros cana,
Si en la inclemencia de los
No se avisó del daño á tu hermosura
Estéril tronco estés, ruina
oscura;

De infame acero, de segur villana.

Próvido miedo es ley del que desea

Tenlo ya tú; que prevenir las veces

A los males, ni ofende ni embaraza.


Ese amigo moral tu ejemplo sea,
Que, la injuria temiendo que padeces,
En tu mismo peligro se amenaza.

de Vega y Jáu-
Tanto cundió el mal gusto, que Lope
delirios del gongorismo.
regui, cayeron alguna vez en
los

?¿Éfe^
t&ygp
CAPÍTULO II


EL CONCEPTISMO.— QUEVEDO. CLASIFICACIÓN DE SUS OBRAS.
NOTICIA Y EXAMEN DE ALGUNAS TRADUCCIONES. VALOR Y —
REPRESENTACIÓN DE SUS POESÍAS SERIAS Y FESTIVAS. OBRAS —
SERIAS, ALEGÓRICAS, SATÍRICAS, NOVELESCAS Y DE COSTUM-

BRES. IMPORTANCIA DE QUEVEDO COMO ESCRITOIl. DISCÍPU- —
LOS É IMITADORES DE QUEVEDO.

Rejamos indicada ya la idea de lo que debe entenderse


por conceptismo, semejante en algo pero distinto del
culteranismo, pues mientras este atiende principalmente á
la forma, aquel con los pensamientos recónditos, las agu-
dezas sutiles y los rebuscados contrastes, se refiere al fon-
do, y únicamente tienen de semejante el ser distintos as-
pectos del mal gusto.
Bueno sería hacer una excursión al campo de nuestra
historia literaria por si enencontrábamos anteceden-
ella
tes relativos al conceptismo, que no sería difícil hallarlos
en la época de D. Juan II, en muchos escritores del renaci-
miento, y sobre todo, en aquellos poetas y escritores que
por la abundancia de ideas ó exceso de erudición revistie-
ron sus obras con pensamientos profundos, con extraños
contrastes y alegorías, si unían viveza de ingenio y singu-
lar talento.De todos modos la crítica señala como prede-
cesor del conceptismo á D. Alonso de Ledesma, natural de
— 391 -
Segovia, en donde nació en 1552 y murió en 1623. Los Con-
ceptos Espirituales, colección de poesías á lo divino, se-
gún se decía entonces, reimpresa muchas veces, y el Mons-
truo imaginado, son obras efectivamente, donde se abusa
más que se usa de los pensamientos sutiles, equívocos, con-
trastes y alusiones propias del conceptismo. Quevedo, sin
embargo, es el escritor á quien se ha considerado como el
fundador de la escuela conceptista.
Nació Quevedo en Madrid el 16 de Septiembre de
1580, descendiente de una noble familia de la provincia de
Santander, sus padres D. F. Gómez de Quevedo y D a Ma-
ría de Santibáñez se hallaban al servicio de la familia real
de España; recibió por lo tanto una educación esmerada,
que hubiera sido más perfecta en orden moral, sino hu-
el
biera tenido la desgracia de quedarse huérfano muy joven
y abandonado, por consiguiente, á sus propios instintos que
perdieron mucho, en la vida libre de estudiante. En Alcalá
cursó jurisprudencia, filosofía, teología, medicina é idio-
mas, graduándose de doctor muy joven. Terminados sus
estudios se trasladó á Madrid, compartiendo el tiempo que
le dejaban libre sus aficiones con los recreos propios de la
edad y con los ejercicios de la caza y de la esgrima en la
que era consumado maestro. Un desafío le alejó de la corte,
pasó á Italia y allí desempeñó los importantes cargos de
secretario del virrey de Ñapóles, Duque de Osuna, de Em-
bajador cerca de las repúblicas de Venecia y Genova y en
la corte pontificia. En desgracia con el favorito Conde Du-
que de Olivares fué desterrado y preso, y después de varias
vicisitudes y cambios de fortuna, murió en Villanueva de
los Infantes el 8 de Septiembre de 1645. Fué Caballero del
Hábito de Santiago, Señor de Torre Abad, aficionadísimo á
la lectura, corto de vista, algo defectuoso de pies, muy ins-
truido, inteligente y activo y muy versado en las letras di-
vinas y humanas, de aquí que, ejercitándose en casi todos
los géneros literarios, diera muestras en todos de su sin-
gular talento.
Las obras de Quevedo hasta ahora publicadas forman
trece gruesos volúmenes y á pesar de esto permanecen
otras muchas inéditas. La clasificación de tan numerosas
— 392 —
obras puede hacerse, atendiendo á su carácter dominante,
comprendiendo como primer término las traducciones, las
obras poéticas, históricas, fitosófico-morales, alegóricas,
satíricas y novelescas y algunas comedias y entremeses.
Como traductor dio á conocer los profundos conoci-
mientos que poseía de las lenguas hebrea, griega, latina é
italiana, en las traducciones y comentarios de los autores
antiguos y modernos, como son: las obras de Anacreonte,
Focfüdes, la Vida de Marco Bruto, según el texto de Plu-
tarco y la Introducción á la vida devota de S. Francisco de
Sales. La vida de Marco Bruto es muy notable, á cada pá-
rrafo de lo traducido, sigue un discurso en el que dá á cono-
cer Quevedo sus grandes conocimientos en la historia, y Je
acreditan como pensador y filósofo; véase sino el que 'se re-
fiere al valor que ostentó Marco Bruto, y que Quevedo co-
menta de esta manera, en el discurso que sigue á la traduc-
ción:

DISCURSO
Puede el hombre con ardimiento y con bondad ser valiente y virtuoso;
mas faltándole el estudio, no sabrá ser virtuoso ni valiente. Mucho falta al

que es lo uno y lo otro, si no lo sabe ser. La valentía mal empleada se que-

da en temeridad, y la virtud necia hace mal en el bien que no sabe hacer; y


es á veces peor la virtud viciosa y la valentía desatinada que la cobardía
cuerda y el vicio considerado, cuanto es mejor lo malo que se enmienda que
lo bueno que se empeora. Poco se diferencian el hacer mal con lo bueno,
por no saber hacer bien, y el aprovechar el malo con lo malo, porque sabe
hacer bien y mal. Dificultoso parece que de la virtud, siendo cierta, pueda
hacer delito el mal ejercicio. El oro es precioso, y dado en moneda es merced,
y disparado en bala es muerte; y sin perder lo precioso, queda culpado. El
que dijo que las virtudes consistían en medio, no consideró el medio de la

geometría, sino el de la aritmética, que resulta de lo bastante, entre lo falto


y lo demasiado: de la manera que la religión está con magestad entre la he-
regia menguada y la superstición superflua. Contrarios de la virtud son quien
le quita números y quien se los añade, como el número siete lo deja de ser

bajando á cinco y creciendo á nueve. El conocer en Marco Bruto que era


virtuoso y que sabia serlo, le encaminó para su riesgo los buenos y los ma-
los que en su edad vivieron en Roma. Los unos le acompañaban, los otros

le aventuraron. Era apacible al pueblo su vida, y á los padres agradable su


conversación y el estilo de sus escritos, en que ni él se cansaba ni cansaba;
al revés de muchos que ponen la elegancia en no empezar á decir ni acabar
de hablar
— 393 —
Lo que más le autorizó el seso, es afianzarle en que aborrecía las nove-
dades cuando aprobó la academia antigua contra las opiniones modernas.
Esto fué promesa de su puñal contra la nueva introducción del imperio de
Julio César. Perdió al mundo el querer ser otro, y pierde á los hombres el

querer ser diferentes de si mismos. Es la novedad tan mal contenta de si, que
cuando se desagrada de lo que ha sido, se cansa de lo que es. Y para mante-
nerse en novedad ha de continuarse en dejar de serlo, y el novelero tiene por
vida muertes y desfallecimientos perpetuos. Y es fuerza ú que deje de ser no-
velero, ú que siempre por ocupación el dejar de ser.

Las poesías que él tituló Parnaso Español, Monte en


dos cumbres dividido con las nueve musas castellanas,
comprende, sonetos, madrigales, romances, letrillas, can-
ciones, odas y otras diferentes clases de composiciones de-
dicadas á toda índole de asuntos, serios y festivos. Para co-
nocer á Quevedo como peeta, sería preciso insertar muchas
de sus composiciones, así que solo daremos á conocer la
Epístola satírica al Conde Duque de Olivares, magnífica
protesta contra las arbitrariedades del valido.

Epístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos,


escrita A D. Gaspar de Guzman, Conde de Olivares, en sic valimiento.

No he de callar, por más que con el dedo,


Ya tocando la boca, ó ya la frente,
Silencio avises, ó amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?

¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?


¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Hoy sin miedo, que libre escandalice,
Puede hablar el ingenio, asegurado
De que mayor poder le atemorice.
En otros siglos pudo ser pecado
Severo estudio y la verdad desnuda;
Y romper el silencio el bien hablado;

Pues sepa quien lo niega, y quien lo duda,

Que es lengua la verdad de Dios severo,


Y la lengua de Dios nunca fué muda.
Son la verdad, y Dios, Dios verdadero,
Ni eternidad divina los separa,

Ni de los dos alguno fué primero.


Si Dios á la verdad se adelantara,
Siendo verdad, implicación hubiera
50
— 394 —
En ser, y en que verdad de ser dejara.
La justicia de Dios es verdadera,

Y la misericordia y todo cuanto


Es Dios, todo ha de ser verdad entera.
Señor Excelentísimo, mi llanto,
Ya no consiente márgenes, ni orillas:
Inundación será la de mi canto.
Ya sumergirse miro mis mejillas.
La vista por dos urnas derramada
Sobre las aras de las dos Castillas.
Yace aquella virtud desaliñada,
Que fué, si rica menos, más temida,
En vanidad, y en sueño sepultada.
Y aquella libertad esclarecida,
Que en donde supe hallar honrada muerte
Nunca quiso tener más larga vida.
Y pródiga del alma, nación fuerte,
Contaba por afrentas de los años,

Envejecer en brazos de la suerte.

Del tiempo en ocio torpe, y los engaños


Del paso de las horas, y del dia
Reputaban los nuestros por extraños.

Nadie contaba cuánta edad vivia,

Sino de qué manera: ni aun un hora


Lograba sin afán su valentía.

La robusta virtud era señora,


Y sola dominaba al pueblo rudo;
Edad, si mal hablada, vencedora.
El temor de la mano daba escudo
Al corazón, que en ella confiado,

Todas las armas despreció desnudo.


Multiplicó en escuadras un soldado
Su honor precioso, su ánimo valiente.

De sola honesta obligación armado.


Y debajo del cielo aquella gente,
Si no á más descansado, á más honroso
Sueño entregó los ojos, no la mente.

Y que era poeta de gran vuelo que dominaba por igual


toda clase de combinaciones métricas, nos lo indica la pre-
ciosa composición
— 395 -
TÚMULO DE LA MARIPOSA

Yace pintado amante,


de amores de ¡a luz muerta de amores,
mariposa elegante
que vistió rosas, y voló con flores;

y codicioso el fuego de sus galas,


ardió dos primaveras en sus alas.
El aliño del prado,
y la curiosidad de primavera,
aquí se han acabado,
y el galán breve de la cuarta esfera,
que con dudoso y divertido velo
las lumbres quiso amartelar del cielo.
Clementes hospedaron,
á duras salamandras llamas vivas:
su vida perdonaron,

y fueron rigosas como esquivas


con el galán idólatra, que quiso
morir como Faetón, siendo Narciso.
No renacer hermosa,
parto de la ceniza y de la muerte,
como Fénix gloriosa,
que su linaje entre las llamas vierte,
quien no sabe de amor y de terneza
lo llamará desdicha, y es fineza.
Su tumba fué su amada
hermosa sí, pero temprana y breve
ciega y enamorada,
mucho al amor, y poco al tiempo debe
y pues en sus amores se deshace,
escríbase: Aquí goza donde yace.

Aunque muy conocida insertamos la famosa

LETRILLA SATÍRICA

Poderoso caballero
es don dinero.
Madre, yo al oro me humillo,
él esmi amante, y mi amado,
pues de puro enamorado,
de contino anda amarillo;
que pues doblón, ó sencillo,
— 396 -
hace todo cuanto quiero.
Poderoso caballero
es don dinero.
Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña;
viene á morir en España,
y es en Genova enterrado;
y pues quien le trae al lado,

es hermoso, aunque sea fiero.

Poderoso caballero
es don dinero.
Es galán, y es como un oro;

tiene quebrado el color,


persona de gran valor,
tan cristiano, como moro;
pues que dá y quita el decoro,

y quebranta cualquier fuero.


Poderoso caballero
es don dinero.
Son sus padres principales,

y es de nobles descendiente,
porque en las venas de Oriente
todas las sangres son reales; j

y pues es quien hace iguales,


al duque y al ganadero.
Poderoso caballero
es don dinero.

Como historiador, Vida de San Pa-


merece citarse la

blo y la de Santo Tomás de Villamieva, de


la que tomamos

el siguiente párrafo, por tratarse de un Santo Arzobispo,


cuyas cenizas reposan en Salamanca.
Volvió el Santo á proseguir sus estudios en Alcalá, donde en letras y
virtud se aventajó de suerte, que asegurados de que su modestia tenía muy
Tejos la vanidad, los predicadores públicamente en los pulpitos decian á los
estudiantes que por quéno imitaban y seguían los pasos y manera de vivir
de Tomás de Villanueva. Leyó un curso de artes, donde tuvo por discípulos
los más doctos hombres que ha tenido España en todas facultades. Ultima-

mente fué colegial mayor en el insigne colegio de San Ildefonso, adonde en-
tre los varones excelentes, desde su tiempo, está advertida su vida y su doc-
trina, para memoria y lustre de aquella Universidad.
Llegó en estas cosas la voz de sus grandes partes á Salamanca, y fué so-
licitado con codicia de aquella Universidad, donde le ofrecieron por claus-
— 397 —
tro la cátedra de moral. Por mostrarse reconocido á la demostración de aque-
lla Universidad, fué á Salamanca y leyó tres liciones; y en la postrera, donde
fué oyente el retor, leyó aquel misterioso salmo In exitu Israel de Aigypto,
despidiéndose del siglo con las palabras de David, pues á otro dia tomó el

hábito en el convento de San Agustín. Diósele el padre fray Francisco de la


Parra, prior del dicho convento, hombre insigne en santidad y letras, uno de
los muchos que ha producido aquel religiosísimo convento. Entró en la reli-

gión el año de 1 5 16 en 24 de Noviembre, y profesó año de 1517 en 25 de


Noviembre, dia de Santa Catalina mártir; como consta de su profesión, que
va en la Historia.
Este es el nacimiento maravilloso de nuestro Santo. Sus padres tales,

que merecieron tener por hijo á quien hoy la Iglesia por excelencia llama
padre de los pobres. Esta es la razón anticipada á la niñez, y la inocencia la
paz de perfección admirable. Esta, la mocedad asegurada, y que conociendo
lo que valen las horas, hizo logro de los instantes, y supo poner precio al

tiempo. Estos fueron los estudios encaminados á verdadera sabiduría, sin


presunción ni vanidad, que tuvieron por premio y dieron por fruto al Santo
estudiante conocimiento tan severo, que supo despreciar los títulos vulgares
de las letras, y poner en la sagrada religión de San Agustín en salvo sus vigi-
lias y trabajos.

De las obras filosóficas merece citarse La Cuna y la


sepultura, Tratado de la providencia de Dios, Virtud mi-
litante , Las Cuatro partes del mundo, Los Cuatro fantas-
mas de la vida; de los discursos políticos citaremos Políti-
ca de Dios y gobierno de Christo, La Rebelión de Barcelo-
na, Panegírico d la magestad del rey nuestro señor don
Felipe IV, en la caída del Conde-Duque de Olivares. De las
obras alegóricas, satíricas, novelescas y de costumbres, ci-
taremos Los Sueños, El Sueño de las calaveras, Las Za-
húrdas de Pintón. La Hora de todos y la fortuna con sexo,
El Aguacil Aguacilado, La Historia y vida del gran taca-
ño ó Historia de la vida del buscón, llamado D. Pablos.
Del notable libro titulado La Genealogía de los modorros,
tomamos el Capítulo I, porque demuestra la escuela y co-
nocimiento del mundo que tenía Quevedo.

Para que más fácilmente se pueda tratar desta materia y darse mejor á
entender, será necesario saber qué quiere decir genealogía y de qué partes
es compuesto, y qué quiere decir modorro. Es pues de saber que este vocablo

genealogía está compuesto de dos nombres, el uno latino y el otro griego;


el latino es genus, que quiere decir en nuestro romance castellano, linaje,
y
— 39S —
el griego es logos que quiere decir sermo; y de ahí vino á decirse genealo-
gía, que quiere decir declaración de linaje. Ahora resta de saber qué quiere
decir modorro, y cuántas maneras de necios hay, y en qué concuerdan, y en
qué difieren, para saber de dónde tuvo principio la necedad. Es pues de
saber que hay diferencias de personas deste humor; los unos se llaman ne-
cios, los otros majaderos ó mazacotes, los otros modorros. En lo que estas
tres personas concuerdan es en saber poco; en lo que difieren es en la signi-
ficación de los nombres. La primera persona, que es necio, es el hombre que
es menester tratalle para entender del lo que sabe, y meterle en algunas co-
sas delgadas para que descubra lo que sabe; porque el primer toque no se
puede percibir de los semejantes lo que son. La segunda persona, que es
majadero ó mazacote, es más clara de conocer, porque majadero ó mazacote
se llama el hombre que no ha comenzado bien á hablar cuando nos da á
entender lo que es en las palabras que dice. La tercera persona, que es mo-
dorro, es tan fácil de conocer, que no es menester hablalle, sino poner los
ojos en él y en su traje y talle para conocelle; y este último es el peor humor
de todos. Sabido pues qué es genealogía y qué es modorro, querrá decir —
genealogía de los modorros, declaración de la descendencia y origen de los
que poco saben; por donde se dará á entender de dónde tuvo principio la ne-
cedad, y qué hijos y descendientes tuvo.

Como pintor de caracteres, quizá no tenga rival Que-


vedo; la pintura que hace del licenciado Cabra en la Vida
del buscón ó Historia delgran tacaño, es un cuadro aca-
badísimo y una hermosísima sátira de la avaricia; por eso
y para terminar, vamos á trasladar aquí parte del
CAPÍTULO III

De cómo fué á un pupilaje por criado de D. Diego Coronel

Determinó, pues, D. Alfonso de poner á su hijo en pupilaje: lo uno


por apartarle de su regalo, y lo otro por ahorrar de cuidado. Supo que habia
en Segovia un licenciado Cabra, que tenia por oficio criar hijos de caballe-
ros, y envió allá el suyo, y á mí para que le acompañase y sirviese. Entramos
primer Domingo después de Cuaresma en poder de la hambre viva, porque
tal laceria no admite encarecimiento. El era un clérigo cerbatana, largo solo
en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo. No hay más que decir para
quien sabe el refrán que dice, ni gato, ni perro de aquella color. Los ojos
avecinados en el cogote, que parecia que miraba por cuévanos; tan hundidos

y escuros, que era buen sitio el suyo para tienda de mercaderes; la nariz en-

tre Roma y Francia, porque se la había comido de unas búas de resfriado;


que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas
de miedo de la boca vecina, que, de pura hambre, parecia que amenazaba
á comérselas; los dientes le faltaban no sé cuantos, y pienso que por holgaza-
- 399 -
nos y vagamundos se los habían desterrado, el gaznate largo como avestruz,
con UBa nuez tan salida, que parecía se iba á buscar de comer, forzada de
la necesidad; los brazos secos; las manos como un manojo de sarmientos cada
una. Mirado de medio abajo, parecía tenedor, ó compás con dos piernas largas
y flacas; su andar muy de despacio; si se descomponía algo se sonaban los hue-

sos como tablillas de San Lázaro; la habla hética; la barba grande, por nunca,
se la cortar, por no gastar; y él decia que era tanto el asco que le daba ver
las manos del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal per-

mitiese; cortábale los cabellos un muchacho de los otros. Traía un bonete


los días deratonado con mil gateras y guarniciones de giasa; era de
sol,

cosa que fué paño, con los fondos de caspa. La sotana, según decían algu-
nos, era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos viéndola tan
sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde
cerca parecía negra, y desde lejos entre azul; llevábala sin ciñidor; no traía
cuellos ni puños; parecía, con los cabellos largos y la sotana mísera y corta,

lacayuelo de la muerte. Cada zapato podía ser tumba de filisteo. Pues ¿su
aposento? Aun arañas no había en él: conjuraba los ratones de miedo que no
le royesen algunos mendrugos que guardaba; la cama tenia en el suelo, y dor-

mía siempre de un lado por no gastar las sábanas; al fin, era archipobre y

protomiseria.

Es innegable la importancia de Quevedo como escri-


tor; "autor chistosísimo, filósofo profundo, consumado es-
critor ascético, se ha distinguido en todos conceptos de-
mostrando su genio colosal.,, Solo ha quedado relegada al
ínfimo vulgo la idea de ser Quevedo únicamente escritor
festivo,procaz y hasta pornográfico; de este falso testimo-
nio le absuelve la sana crítica, que si bien señala en algu-

nas de sus obras satíricas algún desenfado y libertad, menos


propensos á escandalizar en su tiempo que en el nuestro, le
considera siempre como una de las grandes figuras de
nuestra historia literaria. Fué, como dice un insigne críti-
co "Aquel jigante espíritu no perteneced ninguna es-
(1):

cuela, forma campo aparte, y si en las ideas tiene algo de


todo, es porque fué un gran removedor de ideas; en el esti-
lo no se asemeja á nadie La moral de sus tratados es rí-
gida é inexorable, como la de Séneca ó Epicteto; sus Ser-
mones estoicos recuerdan los de Persio; su sátira ardiente,
cruda y sin velo, reproduce las tempestades de Juvenal;

o
{i) Señor Menéndez y Pelayo, Horacio en España, tomo 2 ,
pág. io2.
— 400 -
los cuadros picarescos diríanse hijos de la pluma de Petro-
nio; los Sueños son fantasías aristofanescas, más bien que
imitaciones de Luciano. Pero el estilo no es de Séneca, ni
de Epicteto, ni de Persio, ni de Ju^enal, ni de Aristófanes,
ni de Petronio; es un estilo aparte en que las palabras pa-
rece que están animadas y hieren siempre con espada de
dos filos, en que las frases saltan, corren, juegan y tropie-
zan unas en otras, produciendo con su infernal y discor-
dante algarabía, con sus bruscos finales y rápidas caídas y
sus tránsitos continuos de la amargura velada en risa á la
risa horriblemente amarga, un efecto singular y extraño,
que no se confunde con el producido por ninguna obra de
la literatura antigua ni de la moderna.,,
Quevedo fué uno de los más decididos adversarios del
gongorismo, lo satirizó de una manera dura en La Peri-
nola, La Culta latina parla y en La Aguja de navegar cul-
tos con la receta para hacer soledades en un día; compro-
bando su deseo en favor de la poesía castellana con la pu-
blicación de los más puros y clásicos modelos, dando á la
estampa los versos de Fr. Luís de León y del bachiller
Francisco de la Torre, mostrando así su buen gusto y pres-
tando un gran servicio á la literatura patria.
Si á Góngora fué fácil seguirle y pervirtió á muchos,
no sucedió lo mismo con los discípulos de Quevedo, pues
tuvo pocos; para imitarle, era preciso su talento y su ge-
nio. Así que solo se señalan como afines del conceptismo
al canónigo Fuster, y al autor del Nuevo jardín de flores
divinas, que no era del todo despreciable poeta, según pue-
de observarse en el siguiente

SONETO
Los preceptos de Cristo son caminos
Que van á dar á la ciudad segura,
Aunque algún polvo en su cristiana anchura
Cobran de imperfección los peregrinos.

Mas los consejos altos y divinos

De estrecha religión y de clausura


Son sendas por do puede el alma pura
Ir como por espejos cristalinos.
Por estas pues Teresa y su grey santa
— 401 —
Con pies descalzos van ganando prendas,
De que su amor en Dios los eterniza;
Donde caminan con pureza tanta,
Que no cogen más polvo en estas sendas
Que contemplar que son polvo y ceniza.
Más se aproxima á Quevedo en los famosos coloquios,
donde no puede llevarse más allá la imitación:
COLOQUIO
A San Hieronimo, sobre herirse con la piedra delante de un Santo Cristo

¿La carne vuestra es bastante,

Hierónimo, á daros miedo?


— Con esta piedra si puedo
Lo venceré, Dios delante.

— ¿Tan terrible lucha pasa

Entre vos y ese enemigo?


— Sí, que le traigo conmigo,
Y es malo el ladrón en casa.
— Pues vos propio sois bastante

A poderos causar miedo.


— Sí, porque vencerme puedo
Con la piedra, Dios delante.
-—¿Cómo en batalla campal
Entráis flaco y consumido?
— Porque estar desflaquecido
Da fuerza espiritual.
—Y el espíritu constante
¿No tiene á la carne miedo?
— No, que en espíritu puedo
Resistirla, Dios delante.

Superior á estos dos escritores es Baltasar Gracián,


autor de la novela alegórica, publicada con el extraño títu-
lo del Criticón,que tenía por objeto describir los peligros
que cercan al hombre incauto en los diversos periodos de
su vida, dando la explicación del modo de salir de ellos
incólume, obra de las más curiosas que se conocen en la
literatura española, autor también del infelicísimo poema
Las selvas del año, y por fin de la Agudeza y arte de inge-
como dice el Sr. Menéndez Pe-
nio, retórica conceptista, ó
layo "es el código del intelectualismo poético, cuya base
capital es establecer que la agudeza es la única fuente del
placer estético.,,
51
CAPÍTULO III

POETAS LÍRICOS DEL SIGLO XVII SIN FILIACIÓN DETERMINADA.—



FRANCISCO DE RIOJA. NOTICIA DE L.V IMPORTANCIA Y OBRAS
DE LOS POETAS PEDRO DE QUIRÓS, POLO DE MEDINA, AGUS-
TÍN DE SALAZAR, FERNANDO DE VALENZUELA Y PEDRO DE SO-
TO. —POETISAS DEL SIGLO XVII.

MM nvadía '
el mal gusto todas las esferas del arte litera-

'mMÍ en
r 10* a segunda mitad del siglo xvn, de tal modo,
que parecía extinguida en nuestros poetas la clásica inspira-
ción de los que ilustraron el siglo xvi, y, no obstante, va-
mos á estudiar ahora un número de poetas que muchos crí-
ticosllaman independientes, otros los consideran formando
la escuela harmónica, y que nosotros, consideramos como
separados del concepticismo y del culteranismo, y son los
que sostienen el brillo de la escuela sevillana y de la poe-
sía castellana.
Francisco Rioja, personificación del buen gusto, y al
que ha considerado algún escritor como el verdadero jefe
de la escuela sevillana (1), es el gran poeta del siglo xvn.
Nació en Sevilla en los últimos años del siglo xvi, estudió
Leyes y la carrera eclesiástica; fué protegido del famoso

(i) Don Fermín de la Puente y Apezechea, en su discurso de recep-


ción en la Real Academia Española.
— 403 —
valido de Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares, y desem-
peñó altos cargos en la corte; fué racionero de la Catedral
de Sevilla, y habiendo caido en desgracia, regresó á Sevi-
lla, y al volver á Madrid como comisionado del Cabildo de

aquella Santa Iglesia, murió en la coronada villa en 1659;


se le llama el melancólico Cantor de las flores, porque eran
su pasión favorita; en sus obras aparece como sabio mora-
lista,dulce, sencillo y elegante, de exquisito gusto y de
una imaginación rica. Escribió, además de sus poesías, el
Aristarco ó Censura de la proclamación católica de los ca-
talanes; Ildefonso, ó tratado de la Purísima Concepción
de Nuestra Señora; Varones ilustres, en letras, de la ciu-
dad de Sevilla; Aviso á los predicadores y Memorial de la
villa de Utrera.
Sus sonetos y silvas, sobre todo éstas últimas, son de
gran mérito; muy conocida es la que escribió á la Rosa que
comienza: "Pura, encendida rosa, etc.,, y no son de menos
valor las dedicadas Al Clavel, Al Jasmin y la siguiente:

A LA. ROSA AMARILLA

Cual suprema piedad, rosa divina,


De alta belleza transformó colores

En tu flor peregrina,

Teñida del color de los amores.


Cuando en tí floreció el aliento humano,
Sin duda fué soberbio, amante y necio
Cuidado tuyo y llama;
Y tú descuido supo y su desprecio;
Diste voces al aire, fiel en vano.
¡Oh triste y cuántas veces
Y cuántas, ay, tu lengua enmudecieron
Lágrimas que copiosas la ciñeron!

Mas tal hubo deidad que conmovida


(Fuese al rigor del amoroso fuego
O al pió afecto del humilde ruego),
Borró tus luces bellas
Y apagó de tu incendio las centellas,

Desvaneció la púrpura y la nieve


De tu belleza pura •

En corteza y en hojas y astil breve.


El oro solamente
— 404 -
Que en crespos lazos coronó tu frente

En igual copia dura,


Sombra de la belleza,
Que pródiga te dio naturaleza
Para que seas, ob flor resplandeciente
Ejemplo eterno y solo de amadores,
Sola eterna amarilla entre las flores.

Hermosísimas, con profundos pensamientos filosóficos,


son las silvas A la tranquilidad; A la riqueza, A la cons-
tancia, A la pobreza, etc.
La obra maestra de Francisco de Rioja, es la famosa
Epístola moral que, aunque muy conocida, merece que se
llame la atención sobre alguno de sus tercetos llenos de
reflexiones y pensamientos profundos, de imágenes bellísi-
mas, con cierta apacibilidad y dulzura, sólo comparable á
la Oda moral de La vida del campo, de Fray Luís de León.

Despreciar el deleite no es supuesto

De sólida virtud; que aun el vicioso

En sí propio le nota de molesto;


Mas no podrás negarme cuan forzoso

Este camino sea al alto asiento,

Morada de la paz y del reposo.


No sazona la fruta en un momento
Aquella inteligencia que mensura
La duración de todo á su talento.
Flor la vimos primero hermosa y pura,
Luego materia acerba y desabrida,

Y perfecta después, dulce y madura;


Tal la humana prudencia es bien que mida
Y dispense y comparta las acciones
Que han de ser compañeras de la vida.

Tso quiera Dios que imite estos varones


Que gritan en las plazas macilentos,
De la virtud infames histriones;
Esos inmundos trágicos, atentos
Al aplauso común, cuyas entrañas
Son infectos y oscuros monumentos.
¡Cuan callada que pasa las montañas
El aura respirando mansamente!
— 405 -
¡Qué gárrula y sonante por las cañas!

¡Qué muda la virtud por el prudente!


¡Qué redundante y llena de ruido
Por el vano, ambicioso y aparente!
Quiero imitar al pueblo en el vestido,

En las costumbres sólo á las mejores,

Sin presumir de roto y mal ceñido.


No resplandezca el oro y los colores
En nuestro traje, ni tampoco sea

Igual al de los dóricos cantores.


Una mediana vida yo posea,
Un estilo común y moderado,
Que no lo note nadie que lo vea (i).

Pedro de Quirós, poeta distinguido, nació en los últi-


mos años en Sevilla; perteneció á la orden
del siglo xvi,
de clérigos menores, y siendo Prepósito de dicha orden en
el convento que tenía en Salamanca, escribió la relación

de las honras fúnebres verificadas por la Universidad con


motivo de la muerte de Felipe IV, con el extraño título de
Parentación Real; suyas son también otras muchas obras
históricas y teológicas.Como poeta, son muy notables sus
composiciones latinas y castellanas, siguiendo la escuela
de Herrera, Arguijo y Rioja. Consisten en romances, can-
ciones y sonetos. El siguiente, que es bellísimo, es alusión
á la Virgen María.

A UKA PERLA

Del cristalino piélago se atreve

Tal vez marina concha á la ribera,

Y el fulgor puro de la luz primera


Su sed, menor que su avaricia, bebe.

De la preciosa perla apenas debe


Quedar fecunda el alba lisonjera

(i) Muy recientemente se ha querido despojaraFrancisco.de Rioja


de la gloria de ser autor de esta composición, pero afortunadamente no se ha
probado con sólidos fundamentos, pertenezca á otro escritor. Parece que la
fatalidad persigue á Rioja; no hace mucho tiempo que se ha demostrado que
la famosa canción A las ruinas de Itálica, que figuraba entre sus más precia-
das obras, pertenece al licenciado Rodrigo Caro, poeta que, á juzgar por es-
ta composición, debía ser hombre de grandes conocimientos y excelente
gusto.
— 406 —
Cuando al mar se retira, porque fuera
Vé los rayos del sol manchar su nieve.
En el mar de la gracia ¿quién no mira
Que eres ¡oh Virgen! tú la perla pura
Por cuya luz aun la del sol suspira?

Ma,ncha el sol de tu perla la blancura;


Mas que en tí no haya mancha ¿á quién admira.
Si aun al sol presta rayos tu hermosura?

Fué Salvador Jacinto Polo de Medina, natural de Mur-


cia, donde nació en 1607, y debe considerársele afiliado
á la escuela sevillana, por ser los caracteres dominantes
de sus obras muy semejantes á los que hemos considerado
como peculiares de dicha escuela. Es poeta que compi-
tey aun supera en gracia á Baltasar de Alcázar. Sus mu-
chas obras de carácter filosófico y moral son tan estima-
das, que han llegado á formar escuela; como poeta, está
algo inficcionado del culteranismo, si bien se burla con

gracioso donaire délos poetas cultos y conceptistas. Es no-


table por sus composiciones burlescas y por los epigramas
llenos de chistes y agudezas, escritos con facilidady soltura.

A UN pie

Tan gran pié tenéis, Torcuato,


Que poco liareis si reñis
Con alguno, y le decís:
«Yo os meteré en un zapato,»
Salisteis calzado ayer

Con zapato tan terrible,


Que lo que juzgué imposible,
Juzgo ya que puede ser.

De los cultos se burla con do nosos chistes en la si-


guiente fábula:

MOLO Y DAFNE

Cantar de Apolo y Dafne los amores


Sin mas ni mas, me vino al pensamiento.
Con licencia de ustedes, va de cuento.
¡Vaya de historia pues, y hablemos culto!
Pero ¡cómo los versos dificulto!
Cómo la vena mía se resiste.
— 407 —
¡Qué linda bobería!
Pues á fé que si invoco mi Talía,
Que no le dé ventaja al mas pintado,
Ya con ella encontré, mi Dios loado.
Señora doña Musa, mi señora,
Sópleme usted muy bien ahora;
Que su favor invoco
Para hacer esta copla;
Y mire vuesarced cómo me sopla.
Erase una muchacha con mil sales,

Con una cara de á cien mil reales,


Como así me la quiero,

Mas peinada y pulida que un barbero;


En esto que llamamos garabato
La gente de buen trato
Tenia la mozuela gran donaire;
Pudiera ser poeta por el aire.

Tuvo por cuna á Soria, donde vino al mundo en 1642,


D. Agustín de Salazar y Torres. De muy tierna edad pasó
á Nueva España, y allí, al lado de su tío, Obispo y Virey
de Méjico, recibió esmerada educación bajo la dirección de
los PP. de la Compañía de Jesús. En España tuvo altos
cargos y amistad íntima con Calderón, que firma la apro-
bación que vá al frente del tomo de sus poesías, y con Vera,
Tarsis y otros distinguidos poetas. Fué distinguido poeta
dramático, de él son: Elegir el enemigo, Los Juegos olímpi-
cos,El Encanto en la hermosura y Hechizo sin hechizo ó
Segunda Celestina. Fué muy singular en componer letra
adaptada á la música; tradujo algunas composiciones de
los poetas griegos, latinos é italianos, y todas sus poesías
son notables por su soltura, gracia y sencillez, como en el
siguiente madrigal.

Entre purpúreas rosas escondida


Pequeña abeja, al dios de los amores,
Que de flor presumía entre las flores,
La tierna mano le picó atrevida.
Tiernas lágrimas vierte el rapaz ciego,
Y volando á Ericina sin sosiego,
¡Ay madre, dice, hermosa!
Una pequeña sierpe ponzoñosa,
- 408 -
Una víbora alada,
Aunque pequeña, osada,
Me ha quitado la vida;
Mas Citerea, al descubrir la herida,

Le responde risueña:

c Si una abeja, Cupido, tan pequeña,


El dolor te ha causado que refieres,

¿Cómo será el dolor en los que hieres?»

Tiene una composición en silvas dividida en cuatro dis>


cursos para las cuatro estaciones del año, de marcado ca-
rácter burlesco. Así comienza la

El alba hermosa y fría

Que bien puede ser fría y ser hermosa,


Como mujer casera y hacendosa,
Con la primera luí del claro dia
Se levantó, aliñando paralelos,
Barriendo nubes y fregando cielos.

Poeta fué famoso valido de D a Mariana de Austria,


el
D. Fernando de Valenzuela, y por cierto, no tan vulgar y
escaso de mérito, como le suponen sus envidiosos y detrac-
tores. Sabido es que desde humilde y pobre hidalgo, paje del
Duque del Infantado, llegó a ser el arbitro de los destinos
de España, durante una gran parte de la minoría de Car-
los Sus poesías tienden al estilo y gusto cultos, pero
II.

hay una que basta para apreciar su talento como poeta,


que son las endechas escritas en su embarco para Manila,
cuando fué desterrado por Carlos II. Tiene esta elegía la
fuerza expresiva de sentimiento que no es razonador ni
erudito, que hace pensar é instruye, y una sinceridad tal
que hace simpático al poeta. Su mucha extensión no nos
permite trasladarjntegra esta notable composición, y solo
loharemos de las cinco primeras y tres últimas estrofas.

Si mi mal no permite
Dar treguas al tormento,
Remedio es el callar;

Que no tienen los males más remedio.


Yo soy pero ¿qué digo?
Yo fui.... ¡qué mal me acuerdo!
— 409 —
Yo he de ser ¡mal discurro!
Y puesto donde ignoro ¿qué pretendo?
Otros dirán que soy,
Y alcanzaré por ellos
De lástima la dicha,
Que no pudo alcanzar el valimiento.
Despojado de cuanto
Fué dádiva del tiempo
Me vide eD un instante,
Ejecutando en mí justos decretos.
Por grande me envidiaron;
¡Qué dictamen tan necio!
Como si el ser yo grande
Fuera hacer á los otros más pequeños.

Pero nada aprovecha


A la ambición; pues vemos
Que en las mesmas ruinas
Alcázares levantan más soberbios.
Pirámides de Egipto,
Del Líbano los cedros,

Los unos y los otros

Cenizas y ruinas perecieron


La inconstante fortuna
En no ser fija ha puesto
Su grandeza, librando
En las mudanzas su mayor trofeo .

Yo no la espero nunca,
Poique constante espero
Triunfar de lo caduco
Y vivir inmortal para lo eterno.

Afiliado á la escuela granadina se considera á D. Pedro


Soto de Rojas, canónigo que fué de Granada y favorito del
Conde-Duque de Olivares. Cayó alguna vez en los delirios
del mal gusto, mas á pesar de estos tropiezos, sus sonetos
y sobre todo la égloga Marcelo y Fenijardo, es, según el
parecer de D. Adolfo de Castro, lo mejor que se ha escrito
en lenguaje castellano y pudiéramos añadir nosotros, y de
poesía bucólica. Supone el autor que dos pastores, sentados
bajo frondosos olmos, entretienen sus ocios con canciones
de amores, refiriendo Marcelo, que es uno de los pastores,
— 410 -
las ofertas que "Afenix hizo al mayor Ricacho,,, d.ándole
ocasión de correr todos los seres de la naturaleza que el
pastor hiperbólicamente pone á disposición de la desdeño-
sa pastora, y así la dice:

A tus honestas faldas

Se vendrán los claveles vergonzosos,


Y los nevados jazmines olorosos
Y las retamas gualdas
De que tus manos tejerán guirnaldas.

Y recorriendo todos los objetos que hay en el mar, di-

ce á la pastora:

Harete una barquilla


Con que pises alegre el Betis claro,

Pues has de ser de sus pilotos faro,


Cuya mojada quilla,

Por abrazarte, besará la orilla.

Y así va recorriendo los demás seres de la naturaleza,


con igual lujo de hipérboles y encantadora gracia.
Bellísimos también son los madrigales de Pedro de So-
to, que reúnen cuantos caracteres han de prestar encanto á
este género de composiciones. En el siguiente, pinta con
encantadora gracia los desencantos del amor.

En un barco pequeño y quebradizo,


Y en el mar de sus perlas,

Que embarcase mi alma Fénix hizo;

Mas llegando á cogerlas


De respeto turbóse
Y el barquillo quebróse;
Pero en tan dulce calma,
Que á la lengua del mar salió mi alma.

Incalculable sería el número de los poetas que pudiéra-


mos añadir A los ya referidos que forman parte de la Escue-
la antequerana, y muchos de los que figuran en las Flores
de poetas ilustres de Pedro de Espinosa.
Las aficiones literarias tienen también durante el si-
glo xvii sus representantes en el bello sexo, y aunque no
podamos entrar en el estudio del valor y mérito de muchas
— 411 —
de las señoras que cultivaron la poesía, mencionaremos
lasque se distinguieron en el cultivo de la poesía lírica.
Tales son D a Luciana de Narváez y su hermana D a Hipóli-
ta; de la primera, tomamos la siguiente estrofa de una com-

posición dedicada á la penitente Magdalena:

¿Dónde está el oro, ilustre Madalena,


Que al cuello de marfil riquezas daba?
¿Dónde de ricas perlas la cadena
Que el cabello enlazaba?
Mas ya el amor ordena
Lo que él mismo estorbaba,
Y es que el oro traslade sus despojos
Al corazón, las perlas á los ojos.

de su hermana, D a Hipólita, el siguiente soneto al


Y
asunto tantas veces cantado por los poetas de
HKRO Y LEANDRO
Rompe Le andró con gallardo intento
El mar confuso, que soberbio brama,
Y el cielo entre relámpagos derrama

Espesa lluvia con furor violento.


Sopla con fuerzas animoso viento
(Triste de aquel que es desdichado y ama);
Al fin al agua ríndese la llama,

Y á la inclemente furia el sufrimiento.


Mas (¡oh feliz amante!) pues al puerto
Llegaste, deseado de tí tanto,

Aunque con cuerpo muerto y gloria incierta;


Y desdichado yo, que en mar incierto,
Muriendo entre las aguas de mi llanto,
Aun no espero tal bien después de muerto.

La antequerana D a Cristobalina Fernández de Alar-


cón, musa celestial que la llamó Gallardo, escribía con
tales bríos y unción religiosa como puede verse en la si-
guiente poesía dedicada
A I.A VIRGEN
Reina del cielo, que con bellas plantas
.Sobre tapetes y alcatifas bellas,
Cantando himnos y pisando estrellas,
Los coros guias de doncellas santas,
— 412 -
De cuyas gracias tantas
Se admiran de tu corte los galanes,

Los que. en vez de brocado y tafetanes,

Visten púrpura ardiente y blancas luces;


Escucha mi lamento,
Si mis piadosas lágrimas
Pueden subir al reino del contento.

Y en la hermosa composición
Á SANTA TERESA DE JESÚS, EN SU BEATIFICACIÓN.

Engastada en rizos de oro


La bella nevada frente,
Descubriendo más tesoro
Que cuando sale de Oriente

Febo con mayor decoro;


En su rostro celestial
Mezclando el carmín de Tiro
Con alabastro y cristal,
En sus ojos el záfiro

Y en sus labios el coral;

El cuerpo de nieve pura,


Que excede toda blancura,
Vestido del sol los rayos

Vertiendo abriles y mayos


De la blanca vestidura;
En la diestra refulgente,
Que mil aromas derrama,
Un dardo resplandeciente,
Que lo remata la llama
De un globo de fuego ardiente:
Batiendo en ligero vuelo
La pluma que al oro afrenta,
Bajó un serafín del cielo,
Y á los ojos se presenta
Del serafín del Carmelo.
Y puesto ante la doncella
Mirando el extremo della,

Dudará cualquier sentido


Si él la excede en lo encendido
O ella le excede en ser bella.
Mas viendo tanta excelencia
Como en ella puso Dios,
— 413 —
Pudiera dar por sentencia
Que en el amor de los dos

Es poca la diferencia.

Y -por dar más perfección


A tan angélico intento,
El que bajó de Sión,
Con el ardiente instrumento
La atravesó el corazón.
Dejóla el dolor profundo
De aquel fuego sin segundo
Con que el corazón le inflama,
Y la fuerza de su llama,
Viva á Dios y muerta al mundo.
Que para mostrar mejor
Cuanto esta prenda le agrada,
El universal Señor
La quiere tener sellada
Con el sello de su amor.
Y que es á Francisco igual
De tan gran favor se arguya,
Pues el Pastor celestial,
Para que entiendan que es suya,

La marca con su señal


Y así, desde allí adelante
Al serafín semejante

Quedó de Teresa el pecho,


Y unido con lazo estrecho
Al de Dios, si amada antes.

Siguen «i. éstas, D a Ana


Caro Mallen, Sor Juana Inés
de la carmelita Sor Francisca de Santa Teresa,
Cruz, la
Sor Valentina Pinelo, y, por último, D a Luisa de Carva-
jal, de quien es el siguiente soneto:

Á LA AUSENCIA DE SU DULCÍSIMO SEÑOR, EN LA COMUNIÓN

¡Ay soledad amarga y enojosa,


Cansada de mi ausente y dulce Amado!
Dardo eres en el alma atravesado,
Dolencia penosísima y furiosa;
Prueba de amor terrible y rigurosa,
Y cifra del pesar más apurado;
Cuidado que no sufre otro cuidado,

Tormento intolerable y sed ansiosa;


— 414 —
Fragua que en vivo fuego me convierte,

De los soplos de amor tan avivada,


Que aviva mi dolor hasta la muerte;
Bravo mal, en el cual mi alma engolfada,

Con tormenta camina dura y fuerte,

Hasta el puerto y ribera deseada.

Todas pertenecen á la región andaluza, exceptuan-


do á Sor Juana Inés de la Cruz. Las poesías de estas da-
mas siguen las huellas de Herrera,, Fr. Luís y Santa Teresa,
abundando en giros elegantes y tiernísimos afectos inspi-
rados por la piedad.
De propósito olvidamos para hacer de ella mención es-
pecial á D a Feliciana Enríquez de Guzmán, poetisa andalu-
za que, disfrazada de hombre, siguió carrera en Salamanca;
mujer de claro entendimiento, autora de la tragicomedia
De jardines y Campos sábeos, de exquisita ternura co-
los
mo poeta lírico, según puede observarse por el madrigal
que insertamos á continuación, tan tierno y delicado como
los mejores de Gutiérrez de Cetina y Luís Martín.

Dijo el Amor, sentado á las orillas


De un arroyuelo puro, manso y lento:
Silencio, florecillas,
No retocéis con el lascivo viento;

Que duerme Galatea, y si despierta,


Tened por cosa cierta
Que no habéis de ser flores
En viendo sus colores,
Ni yo de hoy más Amor, si ella me mira.
¡Tan dulces flechas de sus ojos tiía!

Pero es 'aún más notable la Censura de las antiguas


comedias españolas, porque está escrita en la difícil com-
binación métrica de verso libre, y por sustentar sana y ex-
celente doctrina literaria respecto á los fundamentos del
arte dramático.

CENSURA PE ANTIGUAS COMEDIAS

Cree nuestra poeta que ella ha sido


La primera de todos en España,
Que, imitando á los cómicos antiguos,
— 415 —
Propiedad ha guardado, arte y preceptos
De la antigua comedia, y que ella es sola

La que el laurel á todos ha ganado,


Y 6 ha satisfecho á doctos el deseo

Que tenían de ver una que fuese


Comedia propiamente, bien guardadas
Sus leyes con rigor, porque hasta ahora
Ni se ha impreso ni visto en los teatros.

Unas veces Borbou da asalto á Roma,


Y en Italia el pontífice Clemente
Corona á Carlos, Máximo y Florencia
Contra su duque, y Médicis conjura,
Y al rey de Francia prenden en Pavia;
Otras ya Escipion entra en Cartago,
Y Anibal por Italia, y en España
Los cónsules romanos hacen guerra
Otras ya el rey Fernando entra en Sevilla,
Y pide á Almuncamuz los cuerpos santos

De Justa y de Rufina, y llega á Roma


El biavo Cid Ruy Diaz, y por Francia
Revuelve, y en León triunfa Fernando.
Y el auditorio á todas esas partes
Por Malgesi es llevado, ó cual Perseo
Por las veloces alas de Mercurio,
O el rojo Apolo por su carro ardiente.

Dejo que muchas veces el teatro,

Ya es sala, ya es jardín, ya plaza y calle,


Ya ciudad, ya desierto, ya recámara,
Ya templo, ya oratorio, ya floresta,
Ya navio, ya mar, ya el propio cielo.
Esto cuanto al lugar; mas cuanto ai tiempo,
Es pasatiempo lo que en esto pasa.
Una misma jornada, un mismo acto
Casa á los padres, y á los hijos luego

Saca de cuatro diez y veinte años,


Y junta sin poética licencia

Unos siglos con otros

;Qué diré? ¿Cuántas veces queda solo


El proscenio, ninguno en él quedando
De una escena para otra, antes que llegue
El fin del acto, haciendo que sean ciento
Los que deben ser solo cinco actos?

En estos si no solo es permitido,


— 416 —
Mas es precepto se entren todos dentro,
Como, por el contrario, es el decoro
Que antes que acto se acabe, no le dejen
Sin alguna persona que concurra
En la escena siguiente, aunque no hable
Con quien saliere nuevamente á ella.

De D a María de Zayas, poeta, autora de dramas y no-


velista, nos ocuparemos al tratar de la novela, en este pe-
riodo, por ser más conocida bajo tal concepto.
CAPITULO IV

EL TEATRO. —CONTEMPORÁNEOS Y DISCÍPULOS DE LOPE. —



FRANCISCO DE TÁRREGA. GASPAR DE AGUILAR. GUILLEN —
— —
DE CASTRO. MIGUEL SÁNCHEZ. PÉREZ DE MON'TALVAX.

MIRA DE AMESCUA. LUÍS VÉLEZ DE GUEVARA.

HfuANDO tanto se declama contra el estado social y polí-


tico de España en el siglo xvn, causa, según se dice,
del mal gusto, no se tiene en cuenta que un género literario,
el más popular, se libró del contagio, no así como quiera,
sino durante todo el siglo y aun parte del siguiente: prueba
evidente de que dichas causas no fueron el único origen de
los malos derroteros emprendidos por el arte. El teatro es
con Lope de Vega, y después con sus discípulos, la mani-
festación literaria donde se refugian los elementos genui-
namente españoles: ideas, sentimientos, recuerdos históri-
cos y aspiraciones, todo se encuentra en el teatro de los
contemporáneos y discípulos de Vega, guardando las for-
mas estrecha relación con el fondo, empleando elromance
suelto, ligero y fácil con toda la riqueza y harmonía de que
es susceptible esta forma poética de la versificación cas-
tellana.
Vamos, por lo tanto, á estudiar el teatro del siglo xvii
en los autores que con sus obras reflejan el espíritu nacio-
nal, y siguen las huellas del creador del drama español, obs-
5S
— 418 -
tentando cualidades que á veces les colocan al lado de Lo-
pe de Vega y aun le superan en ocasiones. Valencia, Cas-
tilla y la región andaluza, nos ofrecen un gran número de

poetas dramáticos, llamados de segundo orden, para distin-


guirlos de Tirso, Alarcón, Moreto y Rojas, que ocupan un
primer lugar inmediato al que corresponde á Lope de Ve-
ga y Calderón, los dos grandes dramaturgos en los que co-
mienzan y terminan las brillantes páginas de la historia del
arte dramático español de los pasados siglos.
Cervantes, en el prólogo de sus comedias, expone un
juicio acertado, como todos los suyos, acerca de estos poe-
tas que siguen las huellas de Lope y dice: "Estímense las
trazas artificiosas en todo extremo del licenciado Miguel
Sánchez; la gravedad del Dr. Mira de Amescua, honra sin-
gular de nuestra nación; la discreción é innumerables con-
ceptos del canónigo Tárrega; la suavidad y dulzura de don
Guillen de Castro; agudeza de Aguilar; el rumbo, el tro-
la

pel, el boato, la grandeza de las comedias de Luís Vélez


de Guevara.,,
A
la región valenciana corresponde el mayor número
de los poetas citados por Cervantes; su hermosa capital
donde vivió Lope por algún tiempo, contaba con un teatro
llamado el Corral de la Olivera y á él concurría el pueblo
valenciano con igual entusiasmo que los madrileños asis-
tían al Corral de Comedias, llamado de la Pacheca, alen-
tada esta afición por la famosa academia de los Xoctumos.
A ella pertenecía el doctor y canónigo D. Francisco de Tá-
rrega, poeta y autor dramático; de él se conocen nueve co-
medias, siendo las más aplaudidas: El Prado de Valencia,
La Sangre leal de los montañeses de Navarra, La Enemi-
ga favorable, muy elogiada por Cervantes, precedida de
una loa en alabanza de las mujeres y el drama La Duquesa
constante; todas demuestran un gran conocimiento del tea-
tro, despiertan grandísimo interés, y en La Enemiga favo-
rable, están perfectamente caracterizados los personajes,
bien conducida la acción y excita gran interés.
Unido por estrecha amistad ó por vínculos de paren-
tesco con el canónigo Tárrega, D. Gaspar de Aguilar, fué
como aquél poeta dramático y se diferencia muy poco su
— 419 -
teatro del de Tárrega. Sus argumentos están bien traza-
dos, y aunque no tiene gran inventiva, tiene elegancia y
facilidad en la expresión. De sus comedias, las más famosas,
son: Los Amantes de Cartago, honrosa, La
La Venganza
Gitanilla melancólica y El Mercader amante. A todas les
precede una loa según era costumbre en aquella época.
Otro de los escritores valencianos es Ricardo de Tu-
ria, autor de ingenio y gracia, cuyas comedias de enredo,
son muy semejantes alas de Tirso, citándose entre otras,
La Burladora burlada.
De todos los poetas valencianos, el más conocido y ce-
lebrado, es D. Guillen de Castro y Belvis. Nació en Valen-
cia en 1569; mimado y halagado por la fortuna en sus pri-
meros pasos por la vida, fué protegido y favorecido de los
más principales magnates, y falto de todo en los últimos
años de su vida, sin que se haya podido averiguar la causa
de tal desamparo, murió en Madrid en el hospital de la Co-
rona de' Aragón en el año 1631. Mantuvo estrecha amistad y
relaciones con los principales poetas de su tiempo, y en
particular, con Lope de Vega y su familia.
Guillen de Castro merece ocupar un lugar distinguido
entre nuestros dramáticos; tuvo habilidad y tino para ele-
gir los argumentos, disponerlos con arte, sacando gran par-
tido de los asuntos ligados con nuestra historia, y en los
que no tienen este carácter, sabe vulgarizarlos dándoles
tinte popular. Lo trágico está manejado en sus obras, como
no lograron hacerlo otros poetas, á excepción de Calderón,
y en lo patético, quizá le excede. No carece de facilidad y
energía en la pintura de los caracteres, y únicamente no
llega á tanta altura en el estilo que peca en desigual. Impú-
tase á Guillen de Castro la falta de originalidad, porque sus
principales obras unas están calcadasy casi hechas en nues-
tro romancero, y otras tomadas de novelas de Cervantes, lo
que es muy cierto; pero lejos de ser defecto, es mérito y no
escaso saber revestir de carácter dramático, excitando el
ya conocidos y tratados en otra forma.
interés, á sucesos
Merece de todos modos gran estima y consideración este
autor alabado por Cervantes, Lope de Vega, Voltaire,
Lord Holland y el Conde Schak; iniciador, según Voltai-
— 420 —
re, de la verdadera tragedia en la Europa moderna, mode-
lo no superado por Corneille.
Sus obras principales son: Las Mocedades del Cid, pri-
mera parte de la que tituló Hasañas del Cid, Nacimiento
de Montesinos, El Conde de Irlos, El Conde de Atareos, to-
madas de los romances y de la historia popular; Engañar-
se engañando, Pagar en propia moneda, La Justicia en la
piedad, verdaderas piezas trágicas; Narciso en su opinión,
La Fuerza de la costumbre, Los Mal casados, La Verdad
averiguada y engañoso casamiento, El Pretender con po-
breza y El Perfecto caballero, que pertenecen á la catego-
ría de las de capa y espada, de costumbres y de carácter.
Tiene también dramas mitológicos como el Proxnc y Filo-
mena; y místicos: El Mejor esposo, El Prodigio de Comontes
y La Degollación de los inocentes.
La obra más notable de Guillen de Castro, es Las Mo-
cedades y Hasañas del Cid. Tiene por asuntóla primera par-
te el desafío del Cid con el Conde Lozano. Comienza el dra-
ma en el primer acto armando caballero al Cid ante la corte:
Jimena y la Infanta D a Urraca, están enamoradas del jo-
ven héroe. Con motivo de elegir á Diego Lainez, Fernan-
do J, para ayo de su hijoD. Sancho, se agravia el Conde Lo-
zano, insulta á Diego Lainez, que vuelve á su casa rojo
de vergüenza, pidiendo á sus hijos venganza contra el Con-
de. Se encarga el Cid, á pesar de ser el amante de Jimena,
de vengar á su padre y es un bellísimo monólogo el del
Cid, expresando la tormenta que suscitan en su alma el
amor y el deber. En el segundo acto, Jimena pide vengan-
za al Rey, y el Cid, que descubre que todavía le profesa al-
gún amor, marcha á pelear contra los moros, y á pesar de
sus victorias, Jimena insiste en pedir la venganza que ha
de resolverse por un combate personal y termina el drama
con una estratagema, para descubrir si era verdadero el
amor de Jimena al Cid, que por ser bellísima esta escena,
la copiamos íntegra:

Diego. ¿Qué novedades son estas?

¿Jimena con oro y galas?


Rey. ¿Cómo sin luto Jimena?
¿Qué ha sucedido? ¿qué pasa?
— 421
— 422 —
más sufrimiento y más fuerza.
A veces quiero decirlo,
que quiero que el mundo entienda
cuánto me cuestx el ser noble,

y cuánto el honor me cuesta.


De Rodrigo de Vivar
adoré siempre las prendas,

y por cumplir con las leyes,


que nunca el mundo tuviera,
procuré la muerte suya
tan á costa de mis penas,
que ahora la misma espada
que ha cortado su cabeza,
cortó el hilo de mi vida.
(Sale D* Urraca.)

Urraca. Como he sabido tu pena,


he venido: y como mia (Aparte?)
hartas lágrimas me cuesta.
JlMENA. Mas pues soy tan desdichada;
tu Majestad no consienta,
que ese don Martín González,
esa mano injusta y fiera
quiera dármela de esposo.
Conténtese con mi hacienda;
que mi persona, señor,
si no es que el cielo la lleva

llevaréla á un monasterio.
Rey. Consolaos, airad Jimena.

(Sale Rodrigo.)

Diego. ¡Hijo Rodrigo!

Jimena. ¡Ay de mí!


¿Si son soñadas quimeras?

Sancho. ¿Rodrigo?
Cid. Tu Majestad
me dé los pies y tu alteza.
URRACA. Vivo le quiero, aunque ingrato.
Rey . De tan mentirosas nuevas
¿dónde está quien fué el autor?
Cid. Antes fueron verdaderas:
que si bien lo adviertes, yo
no mandé decir en ellas

sino sólo que venia


- 423 —
á presentarle á Jimena
la cabeza de Rodrigo
en tu estado, en tu presencia
de Aragón un caballero;
y esto es, señor, cosa cierta,

pues yo vengo de Aragón


y no vengo sin cabeza;
y la de Martín González
está en mi lanza allí fuera:

y esta le presento ahora


en sus manos á Jimena.
Y pues ella en sus pregones
no dijo viva, ni muerta,
ni cortada; pues le doy
de Rodrigo la cabeza,
ya me debe el ser mi esposa;
mas si su rigor me niega
este premio, con mi espada
puede cortarla ella mesma.
Rey. Rodrigo tiene razón,
yo pronuncio la sentencia

en su favor.
JlMENA. ¡Ay de mí!
Impídeme la vergüenza.
Sancho. Jimena, hacedlo por mí.
Arias. Esas dudas no os detengan.
Peranz. Muy bien os está, sobrina.
JlMENA. Haré lo que el cielo ordena.
Cid. ¡Dicha grande! Soy tu esposo.
JlMENA. Y yo tuya.
Diego. ¡Suerte inmensa!
Urraca. Ya del corazón te arrojo,

ingrato.

Rey. Esta noche mesma


vamos, y os desposará
el Obispo de Plasencia.
Sancho. Y yo he de ser el padrino.
Cid. Y acaben de esta manera
la mocedades del Cid,
y las bodas de Jimena.

La segunda parte, titulada Hazañas del Cid, se refiere


á los acontecimientos del sitio y cerco de Zamora, del de-
— 424 —
safio delCid con los hijos de Diego Arias, y termina con el
juramento exigido por el Cid á D. Alfonso VI. Muy hermo-
sas son muchas de las escenas de este drama, entre ellas,
la que nos pinta al Cid como cumplido caballero repren-
diendo á D. Sancho sus ambiciosos propósitos de destronar
á sus hermanos.

Sancho. {Dentro.) Prended, matad á mi hermano,


no se escape, no se vaya.
Rey. Don Rodrigo de Vivar,
don Diego Ordoñez de Lara,
don Fernando vuestro Rey
fué mi padre.
Cid. Nuestras armas
no te ofenderán, señor,
Diego. Ponte en cobro, Dios te valga.

Peranz. Allí te espera un caballo.

Rey. ¡Ah vil fortuna voltaria!

[Vánse el Rey D. Alfonso y Peranzules, y sale el Rey don


Sancho con muchos soldados de los suyos.)

Sancho. ¿Por dónde fué? ¿qué se ha hecho?


corred tras él, que se escapa.

Cid. Si al enemigo que huye


le hacen puente de plata,

¿por qué á un hermano persigues?


Deteneos, gente arrojada:
tu Majestad se reporte,

porque no es malicia tanta

digna de un cristiano pecho.


Sancho. El corazón se me abrasa.

No me enojes, don R.odrigo ;


que como remora paras
mi furia.

Cid. Señor, perdona;


no has de pasar de esta raya.
¿Tu misma sangre persigues?
¿Tu misma sangre derramas?
Vuelve y piadoso contempla
tu viejo padre en la cama
de sus hijos rodeado,
y rindiendo al cielo el alma;

y entrar entonces diciendo


— 425 —
la afligida doña Urraca,
tendido al pecho el cabello,

bañada en llanto la cara;

«¿morir os queréis; mi padre?


San Miguel os haya el alma
á San Miguel y Santiago
la tengáis encomendada.
A don Sancho dais Castilla,
laExtremadura y Navarra:
á don Alonso á León,
y á don García á Vizcaya:
y á mí, porqae soy mujer,
me dejais desheredada,

siendo, padre, vuestra hija,


siendo de Castilla, Infanta.
¿Habré de ir de tierra en tierrí

como una mujer errada?»


Allí respondiera el Rey
con ternísimas entrañas,
dando aljófar de los ojos
á la plata de las canas:
«Calledes, hija, calledes,
no digáis tales palabras,

que la mujer que las dice

merecia ser quemada.


Que allá en Castilla la Vieja

un rincón se me olvidaba,
Zamora tiene por nombre,
Zamora la bien cercada:
quien os la quitare, hija,

la mí maldición le caiga,

y al que de mi testamento
no obedeciere las mandas.»
Todos dicen amen, amen,
pero tú, don Sancho, callas.
Y apenas murió el buen Rey,
cuando la mano levantas.
(Sin mirar que desde el cielo

con la suya te amenaza)


y á tu hermano don Garcia
desheredas y maltratas
en el castillo de Luna,
donde prisiones arrastra.

54
426 —
Y ahora de esta victoria
disminuyes la alabanza,
persiguiendo á don Alonso.
Basta, Rey don Sancho, basta
que á tus hermanos les quites

los reinos, y la esperanza

de cobrarlos: de su cuello
el rígido acero aparta.
Acuérdate de que rompes
á tu padre la palabra,

y teme ser desdichado


si su maldición te alcanza:
que no con callar cumpliste,
pues es cosa averiguada,
que tácitamente otorga
quien á lo propuesto calla.
Sancho. Mucho me aprietas, Redrigo,

mas me ofenden tus palabras

que tu opinión me acredita


y me asegura tu espada.
Si á mis hermanos persigo,
bastante ha sido la causa:
mis enemigos son todos,
beberé su sangre ingrata,
y no han de tener más tierra,
que cuando encima les caiga,

solamente siete pies.

A mi hermana doña Urraca


he de quitarle á Zamora,
y no tardaré en cercarla
más de cuanto marche ahora
mi gente, y á esta jornada
has de acompañarme, Cid.
CID. Con mi lealtad ordinaria

á defender tu persona,
siguiendo iré tus pisadas;
pero dame juramento,
y no saldrá de mi vaina
mi espada contra Zamora.
Sancho. No imagino que hará falta.

CtD. Bien poco habrá que la hizo.

Sancho. Ya me enojo si no callas:

toca, toca á recoger,


— 427 —
y al momento marcha, marcha
contra Zamora: á Zamora
vamos, pase la palabra .

Cid ¡Oh Rey mal aconsejado!


¡Oh infelice doña Urraca! (Vánsc.)

Tipo de lealtad y energía de carácter, cual concebía el


pueblo á su héroe querido el Cid, Guillen de Castro lo re-
trata perfectamente en la famosa Jura de Santa Gadea, úl-
timas escenas de la tragedia del Cid que trasladamos á
continuación:

Arias. Españoles valerosos,


leoneses y castellanos,
gallegos y vizcaínos,
montañeses y asturianos.
¿Juráis á Alonso por Rey?
Todos. Sí juramos, sí juramos.

Rey. ¿Don Rodrigo de Vivar


cómo tu sólo has callado?
Cid. Oye el porqué no te juro,
pues no te ofendo, aunque callo.
Señor, el vulgo atrevido
locamente ha murmurado,
que fué cómplice por tí

en la muerte de tu hermano.
Y para que bien se entienda
con la verdad lo contrario,
sera bien satisfacerle.

,
¿Cómo?
Poniendo la mano
sobre un cerrojo de hierro

y una ballesta de palo,


y encima de la ballesta
un Cristo crucificado.
(^Sacan el cerrojo y la ballesta.)

Rey. Yo prestaré el juramento:


¿Quién se atreverá á tomarlo?
Cid. Yo que no conozco al miedo.
Diego. Por la vista arroja rayos,

Cid. Villanos mátente, Alonso,


villanos que non fidalgos
de las Asturias de Oviedo,
— 428 -
que no sean castellanos;
con cuchillos montañeses,
no con puñales dorados,
abarcas traigan calzadas,
y no zapatos de lazo;
capas traigan aguaderas,
no de contray delicado;
y sáquente el corazón
por el siniestro costado,

si fuistes, ni consentistes
en la muerte de tu hermano.
¿Júraslo así?
REY. Así lo juro:

es testigo el cielo santo.

Cid. Mueras de su misma muerte,


de otro Bellido pasado
de las espaldas al pecho
con un agudo venablo,
si mandaste, si supiste
en la muerte de don Sancho;
y di: amen.
Rey. Amen digo.
Cid. Pon en la espada la mano.
Jura á fé de caballero,
que no has hecho ni ordenado
ni aun con solo el pensamiento
la muerte que lloran tantos.
¿Júraslo así?
Rey. Así lo juro;

y. Cid, de un Rey á un vasallo


ya es ese poco respeto,
y ya es este mucho enfado.
Mucho me aprietas, Rodrigo.

¿Es bien que te atrevas tanto


á quien después de rodillas
has de besarle la mano?
Cid. Eso será si me quedo
á ser tu vasallo.
Rey. Y cuando
no lo seas, ¿qué me importa?
Y no me respondas.
Cío. Callo,

y voy me
— 429 -
Rey. Vete, ¿qué esperas?
Cid. Donde el valor de mis brazos
venza Reyes, gane reinos.
Diego. El Cid se parte enojado.
Arias. Colérico el Rey le mira.

(Salen D a
Urraca y Zaida vestida como cristiana.*)

Urraca. ¿Dónde vas, Cid castellano?


¿Dónde vas, Rodrigo fuerte,
tan compuesto y tan airado?
Cid. Voy, Infanta, voy, señora,
á dejar de ser vasallo
de un Rey que me estima poco
URRACA. Debes de haberte engañado,
vuelve, acompáñame á mí.
Cid. Pues lo mandas, ya lo hago.
Arias. Mira, señor, que te importa
ahora desenojarlo, {Al oido.)
hasta tener la corona.
Rey. En viendo á mis ojos claros,
se me ha quitado el enojo:
Vuelve, Cid, que de tu mano
quiero la corona yo.
Cid. Ya de servirte me encargo.
¿Juráis al famoso Alonso
por vuestro Rey?
Todos. Sí juramos.
Cid. Yo le obedezco el primero.
Rey. Y yo te doy mis abrazos.
Urraca. Y nosotras á tus pies
mil parabienes te damos.
Zaida. Ya de Zaida soy Maria.
Rey. Y ya te estaba esperando
la mitad de mi corona;
toma de esposo la mano.
Zatda. Tu dichosa esposa soy.
Urraca. Guárdeos el cielo mil años.
Cid. Y aquí pidiendo perdón
fin á la comedia damos.

contemporá-
Si se diera valor á la opinión de los poetas
neos, Miguel Sánchez debió ser uno de lo? más notables
poetas dramáticos, cuando mereció de sus admiradores el
título de divino, que algún fundamento tendría si hemos de
— 430 —
creer á Lope de Vega que, refiriéndose á Miguel Sánchez,
dice en el Laurel de Apolo:
Aquel en lo dramático tan sólo,

Que do ha tenido igual desde aquel punto,


Que el coturno dorado fué su asunto,
Miguel Sánchez, que ha sido
El primero maestro que ha tenido
Las musas de Terencio.

Con cuyo elogio coinciden Cervantes en el prologo de


sus comedias, Antonio Nasarre en su Discurso en alaban-
za de la comedia, y Agustín de Rojas en su Viaje entrete-
nido. Sólo una comedia se conoce de Miguel Sánchez, La
Guarda cuidadosa, comedia de intriga, ingeniosa y cuerda-
mente trazada, que excita el interés; con una versificación,
si bien poco harmoniosa, llena de imágenes y muy fluida.
El autor dramático que siguió muy de cerca las hue-
llas de Lope de Vega, su amigo y discípulo que escribió en
elogio de éste la Fama postuma^ es el Dr. D. Juan Pérez
de Montalván. Nació en Madrid en 1602; su padre, librero
del Rey, le dio esmerada educación, siguió la carrera de
teología, ordenándose de presbítero, compartiendo con es-
te estado su decidida afición al estudio que le ocasionó la
muerte á la temprana edad de treinta y seis años. Su labo-
riosidad excede con mucho á su talento, y, no obstante,
merece ser más conocido y estudiado de lo que general-
mente es. Zaherido por algunos de sus contemporáneos,
quizá por haber recibido ciertas distinciones y por el afec-
to paternal que Lope de Vega le profesaba, á pesar de to-
do esto, fué muy sentida su muerte, según lo demuestra el
libro, Lágrimas panegíricas á la temprana muerte del
gran poeta Juan Peres de Montalván.
De sus obras no dramáticas citaremos, además de las
poesías líricas, el Para todos, libro dividido en siete capí-
tulos, uno para cada día de la semana, que forma una co-
lección de novelas cortas, elogios de poetas y lecturas ame-
nas. La Villana de Pinto, Los Primeros Amantes, novelas,
y la Vida y Purgatorio de San Patricio. Como poeta dra-
mático se conocen de él treinta y seis comedias y doce au-
tos sacramentales. De las primeras, son las más notables
— 431 —
Cumplir con su obligación, La Más constante Mujer, No
hay vida corno la honra, Los Amantes de Teruel, Como pa-
dre y como Rey, El Fin de los templarios y La Loquera viz-
caína.
El juicio general sobre el mérito y condiciones de este
autor puede hacerse diciendo: no carece de ingenio, supo
dar artificio y complicación á sus argumentos, es irregular,
y á veces con asomo de mal gusto y que carece de la fres-
cura, elevación y profundidad de pensamiento que caracte-
rizó á Lope de Vega.
Poeta famoso se llama al Arcediano de Granada, don
Antonio Mira de Amescua, por Cervantes y Agustín de
Rojas. Era natural de Guadix, donde nació por los años
1578, desempeñó el cargo ya dicho y el de capellán del In-
fante Cardenal D. Fernando de Austria, y murió en Madrid
en 1625. Figura entre los poetas líricos de buen gusto, y co-
mo poeta dramático, son más de alabar su instinto para en-
contrar asuntos, verdaderas fuentes del interés, y para agru-
par situaciones, que los medios empleados para sacar partido
de su acertada elección. Corneille, Moreto, Alarcónyel mis-
mo Calderón, hallaron en sus dramas y sacaron gran prove-
cho de los muchos elementos y situaciones que él agrupó. Cí-
tanse con elogio sus comedias: El Palacio confuso, El Escla-
vo del demonio, Galán valiente y discreto, La Rueda de la
Fortuna, No hay burla con las mujeres, El Cura de Madri-
dejos, iVo hay dicha ni desdicha hasta la muerte, La Des-
graciada Raquel y La Fénix de Salamanca.
Llama sobre todos la atención el poeta y novelista
Luís Vélez de Guevara, natural de Ecija, según Pellicer (1).
Vivió la mayor parte de su vida en Madrid, paje primero
del Conde de Saldaña, fué después ugier de cámara del
Rey Felipe IV; murió en Madrid el 17 de Noviembre de
1644. Escritor ingeniosísimo, alegre y bullicioso, más que
las cuatrocientascomedias que se dice escribió, le ha dado
fama la novela satírica, El Diablo cojuelo, ó sea, Verdades
soñadas y Verdades de la otra vida. Redúcese su asunto á

(i) Avisos históricos, porD. José Pellicer, publicados desde 1639, que tie-
nen gran semejanza con nuestros periódicos.
— 432 -
que un estudiante saca al diablo de una redoma, y agrade-
cido, propone al estudiante un paseo por la corte á las do-
ce de la noche, levantando los tejados de las casas. Calcú-
lese si este asunto se presta para lucir ingenio y gracia y
talento satírico que sobresalen en la novela, ocultando al-
gunos defectillos de mal gusto. Dividida en diez capítulos
que él llama trancos (saltos), expone en el cuarto ideas re-
ferentes al arte dramático muy dignas de tenerse en cuenta,
porque nos indican la manera cómo Vélez de Guevara pen-
saba sobre algunas cuestiones relacionadas con el arte; y
cómo además en dicho capítulo comienza el desarrollo de
la novela en el momento en que el estudiante cae por una
chimenea buscando refugio de la persecución de que era ob-
jeto por cierta aventura; reproduciremos unos párrafos
para que pueda formarse juicio de tan notable y popular
novela satírica:

A estas horas el estudiante, no creyendo su buen suceso y desollinando


con el vestido y los ojos el zaquizamí, admiraba la región donde habia arri-

bado, por las extranjeras extravagancias de que estaba adornada la tal espe-

lunca, cuyo avariento farol era un candil de garabato, que se descubría so-

bre una mesa antigua de cadena, y papeles infinitos, así compuestos y des-
ordenados, escritos de caracteres matemáticos, unas efemérides abiertas, dos
esferas y algunos compases y cuadrantes; ciertas señales de que vivía en el

cuarto de más abajo algún astrólogo dueño de aquella confusa oficina y em-
bustera ciencia; y llegándose D. Cleofas curiosamente, como quien profesaba
letras y era algo inclinado á aquella profesión, á revolver los trastos astroló-
gicos, oyó un suspiro entre ellos mismos, que pareciéndole imaginación ó ilu-

sión de la noche, pasó adelante con atención y papeleando los memoriales


de Euclides y embelecos de Copémico; escuchando segunda vez repetir el

suspiro, entonces pareciéndole que no era engaño de la fantasía, sino verdad


que se habia venido á los oidos, dijo con desgarro y ademán de estudiante
valiente: ¿Quién diablo suspira aquí? Respondióle al mismo tiempo una voz
entre humana y extranjera: Yo soy, señor licenciado, que estoy en esta redo-
ma, á donde me tiene preso este astrólogo que vive ahí abajo, porque tam-

bién tiene su punta de la mágica negra y es mi alcaide dos años habrá. Lue-
go familiar eres, dijo el estudiante. Harto me holgara yo, respondieron de la

redoma, que entrara uno de la Santa Inquisición para que, metiéndole á él

en otra de cal y canto, me sacara á mí de esta jaula de papagayos de piedra


azufre. Pero tú has llegado á tiempo que me puedes rescatar, porque éste, á
cuyos conjuros estoy asistiendo, me tiene ocioso sin emplearme en nada, sien-

do yo el espíritu más travieso del infierno. Don Cleofas, espumando valor,


— 433 —
preiogativa de estudiantes de Alcalá, le dijo: ¿Eres demonio plebeyo, ó de
los de nombre? Y de gran nombre le repitió el vidrio endemoniado, y el más
celebrado en entrambos mundos. ¿Eres Lucifer? D. Cleofas. Ese es
le repitió

demonio de dueñas y escuderos, le respondió la voz. ¿Eres Satanás? prosi-


guióel estudiante. Ese es demonio de sastres y carniceros, volvió la voz á
repetir. ¿Eres Belcebú? volvió á preguntarle D. Cleofas y la voz á responder-
le: Ese es demonio de tahúres, amancebados y carreteros. ¿Eres Barrabás,
Belial, Astarot? finalmente le dijo el estudiante: Esos son demonios de mayo-
res ocupaciones, respondió la voz; demonio más por menudo soy, aunque me
meto en todo; yo soy las pulgas del infierno, la chisme, el enredo, la usura,
la mohatra; yo traje al mundo la zarabanda, el deligo, la chacona, el bullí-

cuzcuz, las cosquillas de la capona, el guiriguirigay, el zampapalo, la mario •

na, el avilipinta, el pollo, la carretería, el hermano Bartolo, el carcañal, el


guineo y el colorín colorado; yo inventé las pandorgas, las jácaras, las pala-
patas, los cornos, las mortecinas, los títeres, los volatines, los saltambancos,

los maesecorrales y al fin yo me llamo el Diablo Cojuelo. Con decir eso, di-
jo el estudiante, hubiéramos ahorrado lo demás; usted me conozca por su
servidor, que há muchos días que le deseaba conocer. Pero no me dirá, se-
ñor Diablo Cojuelo, ¿por qué le pusieron este nombre, á diferencia de los de-
más, habiendo todos caido desde tan alto, que pudieran quedar todos de la
misma suerte y con el mismo apellido? Yo, señor don Cleofas, Leandro Pérez
Zambullo, que ya le sé el suyo, ó los suyos, dijo el Cojuelo, porque hemos si-

do vecinos, por esa dama que galanteaba y por quien le ha corrido la justi-
cia esta noche y de quien después le contaré maravillas, me llamo de esta
manera porque fué el primero de los que se levantaron en la rebelión celes-
tial y de los que cayeron y todo; y como los demás dieron sobre mí, me es-
tropearon; y así quedé más que todos señalado de la mano de Dios y de los
pies de todos los diablos, y con este sobrenombre; mas no por eso menos
ágil para todas las facciones que se ofrecen en los países bajos, en cuyas em-
presas nunca me he quedado atrás, antes me he adelantado á todos, que ca-
mino del infierno tanto anda el cojo como el viento, aunque nunca me he
estado más sin reputación que ahora en poder de este vinagre, á quien por
trato me entregaron mis propios compañeros, porque los traia al retortero á
todos, como dice el refrán de Castilla, y cada momento á los más agudos
los daba gato por demonio. Sácame de este Argel de vidrio, que yo te pa-

garé el rescate en muchos gustos, á fé de demonio, porque me precio de ami-


go de mi amigo, con mis tachas buenas ó malas. ¿Cómo quieres, dijo don
Cleofas mudando la cortesía con la familiaridad de la conversación, que yo
haga lo que tu no puedes, siendo demonio tan mañoso? A mí no me es
concedido, dijo el espíritu, y ¿ tí sí, por ser hombre con el privilegio del
bautismo y libre del poder de los conjuros, con quien han hecho pacto los
príncipes de la Guinea infernal. Toma un cuadrante de esos y haz pedazos
esa redoma, que luego en derramándome me verás visible y palpable.

55
— 434 —
Como poeta dramático, dice el Conde Schak, le co-
rresponde entre los poetas de segundo orden uno de los
primeros lugares. "Sus cuadros de la vida real sobresalen
por su verdad su fantasía es dócilísima para crear las
invenciones más variadas, sin profundizar mucho las sinuo-
sidades del alma; sabe imprimir en sus caracteres origina-
lidad y vida su dicción es concisa, natural y flexible, y
con frecuencia tan exenta de supérfluos adornos y tan epi-
gramática, que hay pocos dramáticos españoles que en es-
ta parte se le asemejen.,, Juicio que añadido al de Cervan-
tes, que ya dejamos expuesto al comenzar el capítulo, de-
muestra la importancia y valor de Luís Vélez de Guevara
como poeta dramático.
Si el caballo vos han muerto, Los Hijos de la Barbu-
da, Más pesa el Rey que la sangre y Reinar después de
morir, son las más notables de las obras de Vélez de Gue-
vara, á las que hay que añadir el auto titulado. De la me-
sa redonda, alegoría de la institución de la caballería al
misterio Eucarístico.
Debiéramos mencionar otros poetas dignos de figurar
en otra literatura que fuera menos rica y abundante que la
nuestra, como son Megía de la Cerda, Damián Salustio del
Poyo, Hurtado Velarde, Juan Grajales, José de Valdivieso,
Andrés de Claramonte, Juan de Quirós, Gonzalo de Mon-
roy, etc., pero es preciso prescindir de ellos para ocupar-
nos de los que en unión de Lope de Vega se apellidan los
grandes dramáticos del siglo xvir.
CAPÍTULO V

TIRSO DE MOLINA. — DOTES CARACTERÍSTICAS DE ESTE ESCRITOR Y


JUICIOS EMITIDOS POR LA CRÍTICA ACERCA DE SUS OBRAS.
RUÍZ DE ALARCÓN. — CARACTERES ESPECIALES DE SU TEA-
TRO. — SUS COMEDIAS Y DRAMAS. — MORETO. — ENUMERACIÓN
DE SUS OBRAS PRINCIPALES. — DRAMAS Y COMEDIAS DE RO-
JAS Y ZORRILLA.

I^^^Intre los muchos poetas dramáticos contemporáneos


UBI de Lope de Vega, merece lugar distinguido Tirso de
Molina, nombre bajo el que se ocultaba el religioso Merce-
nario Fray Gabriel Téllez, poeta madrileño, que nació ha-
cia el año 1570, doctor en Teología, Prior del convento de
su orden, en Soria; fijándose su fallecimiento hacia el año
1648. De tan escasos datos biográficos se han tratado de lle-
nar ¡os vacíos por eminentes críticos y eruditos, acudiendo
á los que nos suministran sus obras, de los que no podemos
hacer mención por ser lugar propio de un estudio crítico de
la literatura española, y aunque pasemos en silencio muy
preciosas noticias que han dado por resultado estos estu-
dios, siguiendo un erudito trabajo recientemente publica-
do (1), diremos algo de por qué ocultó su nombre bajo el

(i) Aludimos á la obra de nuestro queiido amigo D. Pedro Muñoz y


Peña, El Teatro del Maestro Tirso de Molina; estudio crítico nutrido de
abundante erudición y sana doctrina, á que nos referiremos más de una vez
en el curso de esta lección.
- 436 —
seudónimo de Tirso de Molina. Se asegura que dado el ca-
rácter de alguna de sus obras, debió parecerle mal llevaran
su nombre, teniendo en cuenta el estado religioso á que él
como di-
pertenecía; opinión que no es de gran peso, pues,
ce muy bien el Sr. Muñoz y Peña, Lopeeclesiásticos eran
de Vega, Tárrega, Mira de Mescua, Moreto y otros muchos
escritores de aquella época, que, aunque escribieron sobre
asuntos de carácter profano, no ocultaron su nombre ni con-
dición social; además, en los Cigarrales de Toledo, nos di-
si

ce Tirso que comedias antes de 1621, es de pre-


había escrito
sumir que la mayor parte fueron escritas con anterioridad
á su profesión religiosa, y aunque así no fuera, es más vero-
símil se debiera á su excesiva modestia el ocultar su nom-

bre, y al deseo de alejarse de la lucha encarnizada, que la


envidia sostuvo con ciertos escritores muy halagados por el
favor popular, zahiriendo en más de una ocasión los nom-
bres y personas de los que escribían para el teatro. Indirec-
tamente lo prueba que fué así y que no consiguió por com-
pleto su objeto, aquel epigrama que se vio obligado á con-

testar en su drama La Ventura con el Nombre, que dice:

¡Víctor don Juan de Alarcón


Y el Padre de la merced'
Por ensuciar la pared,

Que no por otra razón.

Rival de Lope en fecundidad, mejoró el estilo y la


la

versificación; su talento estaba dotado de grandes disposi-


ciones para la comedia de carácter y de costumbres, por la
gran fuerza de vis canuca, natural y espontánea, sin rival
en aquella época. Es verdad que despojó al amor, y por
consiguiente á la mujer, de la ternura y nobleza que forma
el mayor encanto de las comedias de Lope, pero en cambio
sus obras tienen mayor valor psicológico, como hoy se di-
ce, y son muchas las bellezas de estilo y lenguaje, y no
cede á Lope en lo fluido, harmonioso y fácil de la versifica-
ción, siendo muy
de notar, que es siempre natural y se libró
del culteranismo y de la afectación hinchada,, mancha que
alcanzó á otros muchos literatos.
Todos los críticos, al hablar de Tirso, se ocupan de la
libertad de los asuntos elegidos para sus comedias, y por
— 437 —
consiguiente, de la moral de su teatro, debiendo advertir
que Lista, Mesonero Romanos, Gil y Zarate, Duran,
Schak, y cuantos se han ocupado de esta cuestión estriban
su principal argumento en la pintura de la mujer, que efec-
tivamente en muchas, y no en todas, desdice de la idea que
de ella tenían otros autores, pero precisamente en esto se
demuestra la genialidad propia de Tirso que, como Mora-
tín, quiso poner antídoto contra ciertas preocupaciones que

existían en su tiempo respecto á la educación de la mujer.


Por lo demás, muy lejos de faltar á la moral, en las obras
de Tirso, los chistes, las agudezas un poco libres, son hijos
del tiempo y de las ideas y tendencias del público, y este de-
fecto de que se hace reponsable á nuestro poeta, alcanza
á otros muchos; conformándose, en lo demás, con las le-
yes de la moral más rígida, la tendencia, alcance y fin de
sus escritos. Entre sus obras no dramáticas se encuentran
Acto de contrición; en verso, Historia general de Nuestra
Señora de la Merced, Genealogía del Conde de Sástago, y
las novelas Deleitar aprovechando y Los Cigarrales de To-
ledo (1).

Esta última obra es muy parecida por el plan á los fa-


mosos cuentos de Bocaccio, y en ella se defiende de ciertos
ataques á su comedia El Vergonzoso en Palacio, exponien-
do con este motivo sus teorías sobre el arte dramático (2).

(i) Llaman Cigarrales en Toledo, á unas fincas de recreo próximas á


la ciudad.
(2) «Con apacible suspensión de la referida comedia, la propiedad de
la
los recitantes, las galasde las personas y la diversidad de sucesos, se les hizo
el tiempo tan corto, 'que con haberse gastado cerca de tres horas, no hallaron

otra falta, sino la brevedad de su discurso. Esto en los oyentes desapasiona-


dos, y que asütian allí, mas para recrear el alma con el poético entreteni-
miento, que para censurarle. Que los zánganos de la miel, que ellos no saben
labrar, y hurtan á las artificiosas abejas, no pudieron dexar de hacer de las
suyas, y con murmuradores cencerros, picar en los deleitosos panales del in-
genio. Quién dixo que era demasiadamente larga y quién impropia, redan-
te hubo historial, que afirmó merecer castigo el poeta, que contra la verdad
de los anales portugueses, avia hecho pastoral Duque de Coimbra D. Pedro:
siendo así que murió en una batalla, que el Rey D. Alonso su sobrino le
dio, sin que le quedase hijo sucesor, en ofensa déla casa de Avero, y su gran
Duque, cuyas hijas pintó tan desembueltas, que contra las leyes de su hones-
tidad, hicieron teatro de su poco recato la inmunidad de su jardín, como si
la licencia de Apolo se estrechasse á la recolección histórica, y pudiese fa-
— 438 -
A
ochenta piezas dramáticas, entre las publicadas é
inéditas ynueve entremeses, llega el número de las conoci-
das como indubitables de Tirso de Molina. De ellas puede
hacerse la siguiente clasificación: dramas de carácter reli-
gioso, La Venganza de Tamar, La Madrina del cielo,
hermosa apología del origen del rosario, El Condenado

bricar sobre cimientos de personas verdaderas, arquitecturas del ingenio fin-


gidas. No faltaron protectores del ausente poeta, que volviendo por su hon-
ra, concluyessen los argumentos Zoylos (si pueden entendimientos contuma-
ces, Narcisos de sus mismos pareceres y descritos más por las censuras que
dan en los trabajos ágenos, que por lo que se desvela en los propios conven-
cerle). Entre los muchos desaciertos (dixo un presumido natural de Toledo,
que le negara la filiación de buena gana, sino fuera porque entre tantos hi-
jos sabios y bien intencionados que ilustran su benigno clima no era mucho
saliese un aborto malicioso) el que me acaba la paciencia es ver quan licen-
ciosamente salió el poeta de los límites y leyes, con que los primeros invento-
res de la comedia dieron ingenioso principio á este poema, pues siendo así
que este ha de ser una acción cuyo principio, medio y fin acaezca lo más
largo en veinte y quatro horas sin movernos de un lugar, nos ha encaxado
mes y medio por lo menos de sucesos amorosos. Pues aun en este término
parece imposible pudiese disponerse una dama ilustre y discreta á querer tan
ciegamente á un pastor, hacerle su secretario, declararle por enigmas su vo-
luntad y últimamente arriesgar su fama á la arrojada determinación de un
hombre tan humilde, que en la opinión de entrambos, el mayor blasón de su
linage eran unas abarcas, su solar una cabana, y sus vasallos un pobre hato
de cabras y bueyes
»Dejo de impugnar la ignorancia de D a Serafina pintada en lo demás
tan avisada, que enamorándose de su mismo retrato sin más certidumbre de
su original, que lo que D. Antonio la dixo, se dispusiese á una baxeza in-
digna aun de la más plebeya hermosura, como fué admitir escusas, á quien
pudiera con la luz de una vela dexar castigado y corrido. Fuera de que no se
yo porque ha de tener nombre de Comedia, la que introduze sus personas
entre Duques y Condes, siendcPasí que las que más graves se permiten seme-
jantes acciones, no pasan de Ciudadanos, Patricios y damas de mediana condi-
ción.
»Iva á proseguir el malicioso arguyente, quando atajándole D. Alexo
lerespondió. Poca razón aveis tenido, pues, fuera de la obligación en que
poner la cortesía, á no decir mal el combidado de los platos que le ponen de-
lante, por mal sazonados que estén en menosprecio del que^ combida. La
comedia presente ha guardado las leyes de lo que aora se usa: y á mi parecer
(conformándome de los que sin pasión sienten) el lugar que merecen las que
aora se representan en nuestra España comparadas con las antiguas, les haze
conocidas ventajas, aunque vayan contra el instituto primero de sus invento-
res. ¿Por qué si aquellos establecieron que una comedia no representasse, sino
la acción que moralmente puede suceder en veinte y quatro horas, quanto ma-
yor inconveniente será, que en tan breve tiempo un galán discreto se enamo-
re de una dama cuerda, la solicite, regale y festege, y que sin passarse un
dia, la obligue y disponga de suerte sus amores, que comentando á preten-
derla por la mañana, se case con ella á la noche? ¿Qué lugar tiene para fun-
dar zelos, encarecer desesperaciones, consolarse con esperanzas y pintar los
— 439 -
por desconfiado;' histórico, La Prudencia en la mujer; le-
gendarios, El Burlador de Sevilla, El Rey D. Pedro en
Madrid, Los Amantes de Teruel. Las demás pertenecen á
las que se conocen con el nombre de capa y espada, de in-
triga ó de carácter, y entre las principales, La Gallega
Mari- Hernández, La Villana de Vallecas, La Villana de

demás afectos y accidentes, sin los cuales el amor no es de ninguna estima?


¿Ni cómo se podrá preciar un amante de firme y leal, si no passan algunos
dias, meses y aun años, en que le haga prueva de su constancia? Estos incon-
venientes, mayores son en el juyzio de qualquier mediano entendimiento
que el que se sigue, de que los oyentes sin levantarse de un lugar, vean, y oy-
gan cosas sucedidas en muchos dias: pues ansi como el que lee una historia
en breves planas, sin passar muchas horas, se informe de casos sucedidos en
largos tiempos y distintos lugares, la comedia, que es una imagen y represen-
tación de su argumento, es fuerza que qnando le toma de los sucessos de dos
amantes retrate al vivo lo que les pudo acaecer, y no siendo esto verosímil
en un dia, tiene obligación de fingir passan los necessarios para que la tal
acción sea perfecta que no en vano se llamó la Poesía pintura viva, pues
imitando á la muerte está en el breve espacio de vara y media de Heneo le-
xos, y distancias que persuaden á la vista á lo que significa, y no es justo
que se niegue la licencia que conceden al pincel, á la pluma, siendo ésta tan-
to más significativa que essotro quanto se dexa mejor entender el que habla
articulando sílabas en nuestro idioma, que el que siendo mudo explica por se-
ñas sus conceptos. Y si me arguis que á los primeros inventores devenios los
que professamos sus facultades, guardar sus preceptos, pena de ser tenidos
por ambiciosos y poco agradecidos á la luz que nos dieron para proseguir
sus habilidades, os respondo que aunque á los tales se les deve la venera-
ción de aver salido con la dificultad que tienen todas las cosas en sus princi-
pios, con todo esso es cierto, que añadiendo perfecciones á su invención (co-
sa puesto que fácil, necesaria) es fuerza que quedándose la sustancia en pie,
se muden los accidentes, mejorándolos con la experiencia. Bueno seria que
porque el primero músico sacó de la consonancia de los martillos en la yun-
que, la diferencia de los agudos y graves y la armonía mussica, hubiessen
los que agora la professan de andar cargados de los instrumentos de Vulca-
no, y mereciessen castigo en vez de alabanra, los que á la harpa fueron afia-
diendo cuerdas y vituperando lo superfino é inútil de la antigüedad la dexa-
ron en la perfección que agora vemos. Esta diferencia ay de la naturaleza al
arte que lo que aquella desde su creación constituyó no se puede variar, y
así siempre el peral producirá peras, y la encina su grossero fruto y con to-
do esto la diversidad del terruño y la diferente influencia del cielo y clima á
que están sugetos, las saca muchas veces de su misma especie y casi constitu-
ye en otras diversas. Pues si hemos de dar crédito á Antonio de Lebrixa en
el prólogo de su vocabulario, no crió Dios al principio del mundo, sino una
sola especie de melones, de quien han salido tantas y entre sí tan diversas
como se vé en las calabar-as, pepinos y cohombros, que todos tuvieron en sus
principios una misma producción, fuera de que ya que no en todo pueda va-
riar estas cosas el hortelano, á lo menos en parte (mediando la industria del
ingerir) de dos diversas especies compone una tercera, como se ve en el du-
razno que engerto en el membrillo produce el melocotón, en que hazen pa-
rentesco lo dorado y agrio de lo uno con lo dulce y encarnado de lo otro.»
— 440 —
la Sagra, El Vergonzoso en Palacio, D. Gil de las Calzas
Verdes, El Celoso prudente, Privar contra su gusto, La
Celosa de sí misma, Marta la Piadosa, Por sótano y el el
tomo, Las Quinas de Portugal y otras muchas, hasta el
número anteriormente referido.
Para que pueda formarse exacto juicio del valor de
las obras dramáticas de Tirso de Molina, haremos un lige-
ro examen de las dos en que se trata de la mujer, compro-
bando las ideas expuestas anteriormente sobre esta ma-
teria.
Tiene por asunto La Prudencia en la mujer, los he-
chos heroicos de doña María de Molina, viuda de San-
cho IV, durante la minoría de su hijo llamado Fernan-
do IV el Emplazado. Pretenden la mano de la Reina viuda
los infantes de Castilla D. Enrique y D. Juan, por el deseo
de ceñirse la corona, y D. Diego López de Haro, por amor
á la reina de quien estuvo enamorado. Las pretensiones y
amenazas de los tres magnates están pintadas de mano
maestra, y hasta la versificación obedece á la clase de sen-
timientos que expresa. Así le dice D. Diego, refiriéndose á^
su señorío de Vizcaya.

Cuatro bárbaros tengo por vasallos,


A quien Roma jamás conquistar pudo,
Que sin armas, sin muros, sin caballos,
I,ibres conservan su valor desnudo.
Montes de hierro habitan, que á estimallos,
Valiente en obras y en palabras mudo,
A sus minas guardárades decoro,
Pues por su hierro, España goza su oro.
Si su aspereza tosca no cultiva
Aranzadas á Baco, haces á Ceres,
Es porque Venus huya, que lasciva
Hipoteca en sus frutos sus placeres.
La encina hercúlea, no la blanda oliva
Teje coronas para sus mujeres,
Que aunque diversas en el sexo y nombres,
En guerra y paz se igualan á los hombres.
El árbol de Garnica ha conservado
La antigüedad que ilustra sus señores,

Sin que tirano le haya despojado,


— 441 —
Ni haga sombra á confesos, ni á traidores

En su tronco, no en silla real sentado,


Nobles, puesto que pobres electores
Tan solo un señor juran, cuyas leyes

Libres conservan de tiranos reyes.

La Reina contesta con sin igual arrogancia, desafian-


do su poder y sus amenazas, concluyendo

Si muere morirá rey


Y yo con él abrazada,
Sin ofender las cenizas
De mi esposo, siempre castas,
Daré la vida contenta,
Antes que el mundo en mi infamia
Diga que otro que D. Sancho
Esposa suya me llama.

En el segundo acto, el Infante D. Juan concierta el en-


venenamiento del Rey con un judío, pero al querer llevar
éste á efecto el crimen, un retrato de la Reina le infunde te-
mor, el retrato cae al suelo, el judío se turba y aparece la
Reina. Confiesa su crimen, pero la Reina le cree un impos-
tor y le invita á que se beba el veneno, causando la muerte
al judío. Muy hermosa es la escena en que la Reina, no te-
niendo que empeñar, empeña en Segovia sus tocas, que no
las admite el mercader, pero que le dá los fondos necesa-
rios para la guerra; en el tercer acto, ya la Reina entrega
el cetro al Rey D. Fernando, y los enemigos de D
a María

procuran introducir, con sus malos consejos, la discordia


entre el Rey y su madre, terminando esta preciosa obra
dramática, calificada por una de las más notables del teatro
español por el señor Schak, especialmente en sus dos pri-
meros actos.
Marta la Piadosa, es un comedia de Tirso que pinta
muy de la educación de la mujer, censu-
al vivo los vicios
rando la hipocresía. Dos hermanas, hijas de un noble, están
enamoradas de un caballero llamado D. Felipe, que había
dado muerte á un hermano de éstas damas; las dos ocultan
el sentimiento amoroso por D. Felipe, que están dispuestas
á anteponerlo al deseo de venganza por la muerte de su
56
— 442 —
hermano. D. Gómez, padre de las dos jóvenes, dice que vá
á recibir un amigo á íllescas, donde supone que se hallará
también el matador de su hijo; ambas procuran ocultar la
alegría de ir á íllescas. D. Gómez quiere casar á una de las
hijas, llamada Marta, con un capitán, su amigo, pero ésta
encuentra, por medio de un embuste, ocasión de eludir el
compromiso de efectuar la boda; un alférez, que acompaña
al capitán, entra en juego en estos amores. En el segundo
acto, D a Marta, la que estaba comprometida con el capitán
Urbina, se mete á beata; para poder entrar y salir con más
libertad en la casa, y con pretexto de caridad, recibe á un
estudiante pobre que pide limosna, que no es otro que don
Felipe. En el tercer acto, están concertadas las bodas del
alférez con la otra hermana Lucía, y el capitán, en vista
de la negativa para casarse, de D a Marta y con el deseo
que tenía de fundar un hospital, la hace un regalo de 8000
ducados. D a Marta dá lección con un fingido estudiante, de
latín, los sorprende D a Lucía, que quejosa al sorprender-
los, dice:

¿Esta es Marta la piadosa


Y este es el Dómiue berrio?
Con tales dominaciones
También me seré yo buena.
Mas amor ¿con tanta pena
Treguas en mis celos pones?

Después de otras muchas peripecias, que enredan cada


vez más el asunto de la comedia, termina esta casándose

doña Marta con D. Felipe que ha obtenido el perdón, y doña


Lucía con el alférez.
Dice con razón el Sr. Schak: "ofrece esta comedia un
cuadro completo y animado de la hipocresía, el primero de
esta clase en la literatura moderna, y de un colorido poé-
tico, más rico que las obras famosas de Moliere y de Mora-
tín que tratan el mismo asunto.,,
Lope de Vega y Tirso y los demás poetas, hasta ahora
estudiados del siglo xvn, tienen como fundamento de su la-
ma, entre otras excelentes condiciones, la riqueza de inven-
ción, la novedad en la creación de tipos, caracteres y cos-
tumbres individuales, faltaba añadir una nueva aureola al
— 443 —
teatro español, era preciso apareciera un genio que gene-
ralizara é hiciera universales esos tipos, esos caracteres,
expresando lo absoluto relativo de la belleza, en una pala-
bra, faltaba lo trascendental, humano y filosófico, que ba-
jouna fórmula, encarnando en un carácter una idea, y
siendo universal, fuera patrimonio de la humanidad en to-
dos los tiempos y paises. Calderón y Alarcón representan
esta tendencia moral y filosófica en la historia del teatro.
Ya diremos en lugar oportuno cómo la realiza y desenvuel-
ve Calderón; veamos ahora la parte que le corresponde en
esta universalidad del arte dramático á D. Juan Ruíz de
Alarcón.
Muy pocas é incompletas son las noticias biográficas
que tenemos de este poeta. Se sabe que nació en Méjico,
que era hijo de un español empleado en la real hacienda,
que vino á España á estudiar leyes y cánones en Salaman-
ca, que residió algún tiempo en Sevilla, y más tarde pasó á
Méjico, desempeñando en aquella Universidad varias cá-
tedras, y la tenencia de corregidor y abogado de la Real
Audiencia de Méjico. Volvió á España en 1611; desempeñó
el cargo de relator de Indias hasta su muerte, ocurrida en
Madrid el 4 de Agosto de 1639. Fué poco apreciado y esti-
mado por sus contemporáneos, que en vida zahirieron sus
obras y persona, sacando partido de su defecto físico, según
puede verse en esta quintilla epigramática de Quevedo.

Tanto de corcoba atrás


Y adelante, Alarcón tienes
Que saber es por demás
De donde te coreo-vienes

Y á donde te coreo vas.

Y á su muerte no se escribieron los laudatorios sone-


tos, ni se hicieron demostraciones de duelo, y en cambio le
persiguieron la codicia y mala fé de los editores y libreros,
que le arrebataron la paternidad de sus mejores obras,
atribuyéndolas á otros poetas, olvidos é injurias reparados
por la crítica moderna que coloca á Ruíz de Alarcón entre
uno de nuestros más grandes poetas dramáticos.
Además de ser poeta dramático con aspiraciones mo-
— 444 -
rales y filosóficas, aspecto nuevo en nuestro teatro, sobre-
salen en él la propiedad ,
pureza y corrección de len-
guaje (1).
Veinte comedias se conservan de Alarcón, ocho im-
presas en 1628 y doce en 1634. Todas merecen particular
mención pero las más notables se hallan en el Tejedor de
Segovia, drama legendario muy semejante á los de Lope,
El semejante d sí mismo, comedia de enredo, y las come-
dias tendenciosas de costumbres y de carácter: Todo es
ventura, La Industria y la suerte, Favores de mundo, Ga-
nar amigos, Antes que te cases, Las Paredes oyen, Prue-
ba de las promesas, Quien mal anda mal acaba. Los Em-
peños de un engaño, El Desdichado en fingir y La Verdad
sospechosa; todas ensalzando una virtud, poniendo de relie-
ve un vicio, ó anatematizando una mala costumbre.
El argumento de La Verdad sospechosa es ingenioso,
verosímil, desarrollado con grande habilidad y expuesto
con inimitable maestría. Se reduce el argumento á que don
García, hijo de D. Beltrán, noble madrileño, fué enviado á
Salamanca á hacer sus estudios; pero entre las muy esti-
mables prendas de que está adornado el joven, tiene un de-
fecto, elde mentir, pero es la mentira vanidosa, que con-
siste en mentir por costumbre sin necesidad ni cansa; su
padre trata de casarle con una dama llamada Jacinta, que
vivía en compañía de una amiga su}*a llamada Lucrecia.
Todo el argumento de la comedia estriba en que D. García,
enamorado de Jacinta, al mandar un criado á preguntar
por su nombre, le dicen que es Lucrecia. Fingiéndose in-
diano, engaña á un antiguo amigo, contándole fiestas y de-
vaneos, á los que no asistió nunca, y por último, engaña á
su padre fingiendo estaba casado en Salamanca, con otros
mil embustes que dan por resultado perder el casamiento
ventajoso propuesto por su padre, y lo que es para él más
cruel castigo, el amor de la mujer de quien realmente esta-

(i) Dice el señor Schak refiriéndose á la forma externa de los dramas


de Alarcón: «se acomoda exactamente á la perfección del fondo; su lenguaje
se amolda siempre maravillosamente á los pensamientos que expresa; eléva-
se, con la osadía de los conceptos, al peldaño más alto de la locución poéti-
ca, sin hinchazón y sia hojarasca.»
— 445 —
ba enamorado; verdadera situación del embustero que,
cual sucede siempre con el vicio, forma por sí mismo la
red en que queda preso el vicioso.
La comedia bien conducida, sostenidos los caracteres
con excelentes rasgos satíricos, cumple perfectamente con
el fin que se propuso su autor. Muchas escenas podríamos
trasladar dando á conocer esta bellísima obra, y preferi-
mos hacerlo de la escena en que D. Beltrán reprende á su
hijo.

Belt. ¿Sois caballero, García? (i)


Garc. Téngome por hijo vuestro.
Belt. Y basta ser hijo mió
para ser vos caballero?
Garc. Yo pienso, señor que sí.

Belt. ¡Qué engañado pensamiento!


sólo consiste en obrar

como caballero el serlo

¿Quién dio principio á las casas

nobles? Los ilustres hechos


de sus primeros autores.
Sin mirar sus nacimientos,
hazañas de hombres humildes
honraron sus herederos;
luego en obrar mal ó bien
está el ser malo ó ser bueno.
¿Es así?

Garc. Que las hazañas


den nobleza, eso no niego;
mas no neguéis que sin ellas
también la da el nacimiento.
Belt. Pues si honor puede ganar
quien nació sin él ¿no es cierto

que por el contrario puede,


quien con él nació perdello?

(i) Esta obra sirvió para la primera comedia francesa escrita por Cor-
neille, El Mentiroso (Le Menteur). Y en nuestros días, D. Miguel Echega-
ray, trató el mismo asunto en su preciosa comedia El Octavo no mentir.
La Real Academia Española premió un precioso estudio sobre Alarcón,
escrito por D. Luís Fernández Guerra, que es lo mejor y más completo que
se ha escrito hasta la fecha.
— 446 -
Garc. Es verdad
Belt. Luego si vos
obráis afrentosos hechos,
aunque seáis hijo mió,

dejais de ser caballero;

luego si vuestras costumbres

os infaman en el pueblo,
no importan paternas armas,
no sirven altos abuelos.
¿Qué cosa es que la fama
diga á mis oidos mesmos
que á Salamanca admiraron
vuestras mentiras y enredos?
¡Qué caballero y qué nada!
Si afrenta al noble y plebeyo
sólo el decirle que miente,
decid ¿qué será el hacerlo,

si vivo sin honra yo,


según los humanos fueros,
mientras de aquel que me dijo

que mentía no me vengo?


¿Tan larga tenéis la espada,
tan duro tenéis el pecho,
que pensáis poder vengaros,
diciéndolo todo el pueblo?
¿Posible es que tenga un hombre
tan humildes pensamientos,
que viva sujeto al vicio

mas sin gusto y sin provecho?


El deleite natural
tiene á los lascivos presos;

obliga á los codiciosos


el poder que da el dinero;

el gusto de los manjares


al glotón; el pasatiempo
y el cebo de la ganancia
á los que cursan el juego;

su venganza al homicida,
al robador su remedio,
la fama y la presunción
al que es por la espada inquieto:
todos los vicios, al fin,

ó dan gusto ó dan provecho;


— 447 —
mas de mentir, ¿qué se saca

sino infamia y menosprecio?


GaRC. Quien dice que miento yo
ha mentido.
Belt. También eso

es mentir, que aun desmentir


no sabéis sino mintiendo.

Figura entre los poetas distinguidos del siglo xvn don


Agustín Moreto y Cabana, natural de Madrid, donde nació
en 1618, estudió artes en Alcalá y se hizo eclesiástico, y mu-
rió en 1669, después de haber desempeñado varios cargos
con este carácter en Toledo, merced á la protección del
Cardenal Moscoso.
Todos los críticos elogian las condiciones de Moreto,
conviniendo en que fué feliz en la invención, hermanando
la delicadeza, la gracia y el donaire con la nobleza y cor-
tesía. Sus obras no carecen de profundidad, manifestando
el íntimo conocimiento que tenía del corazón humano;
son muy de estimar lo selecto de la dicción unido á los en-
cantos de una versificación fluida y esmerada. De la origina-
lidad de los asuntos elegidos para sus obras se ha dudado,
poniendo así nota á su fecundidad, tachándola de escasa.
El número de sus obras dramáticas es el de ciento tres,
comprendiendo en ellas tres loas, un auto, veintinueve en-
tremeses, cinco bailes, una mojiganga, seis dramas religio-
sos, tres profanos, y las restantes, hasta el número dicho,
comedias de carácter doctrinales y burlescas. En la imposi-
bilidad de citar individualmente todas estas obras, indica-
remos las de mayor mérito, como son los dramas religio-
sos: Caer para levantar, San Franco de Sena (1), Rosa del
Perú, y los profanos El Valiente Justiciero y rico hombre
de Alcalá, Primero es la honra, Jueces de Castilla y las co-
,

medias El Desdén con el desdén, El Lindo don Diego,


Trampa adelante, El Licenciado Vidriera, El Parecido en
la corte, No puede ser el guardar á una mujer, El Mar-
qués del Cigarral, y, por último, los entremeses Galeras
de la honra y Mariquita.

(i) De este drama hizo un arreglo D. Adelardo Lope de Ayala que


puso en música D. Emilio Airieta.
— 448 -
Vamos á ocuparnos de El Desdén con el desdén, la
mejor de sus comedias, imitada por Moliere, en su Princesa
de Elide, muy inferior, á pesar de su talento á la de Mo-
reto, de la que dice el Sr. Lista: "que es una de las com-
posiciones más clásicas de nuestra literatura, por la admi-
rable filosofía con que está concebido y ejecutado el plan.
Todo es acción en él, y siendo uno de los grandes esco-
llos del arte hacer variar las condiciones interiores de un
personaje, lo salvó Moreto con suma destreza y felicidad..,
El asunto no es nuevo, lo trataron Lope de Vega en Los
Milagros del desprecio; Montalván en Los Desprecios en
quien ama; Tirso de Molina en Celos con celos se curan
y Calderón en su comedia Para vencer amor querer ven-
cerle. Se reduce á que Diana, hija del Conde de Barce-
lona, desdeñosa con todos sus pretendientes, llega á sentir
amor verdadero por D. Carlos, Conde de Urgel, que finge
desdeñarla, y toda la trama estriba en los medios emplea-
dos por D. Carlos para hacerla despojar de su aparente in-
diferencia y en las argucias y conflictos en que se coloca
Diana, dando á conocer su amor sin herir su dignidad de
mujer, que todo da al traste, cuando merced á los consejos y
astucias de un criado de D. Carlos, llega á persuadirse Dia-
na por la misma dama, con quien al parecer estaba concer-
tado el enlace de D.Carlos, que efectivamente pidió su mano
haciendo prorrumpir á Diana en estas frases, muy propias
de su carácter y de toda mujer que se hallara en sus cir-
cunstancias.

¿Qué es quererle? ¿Tu de Carlos


Amada, y yo despreciada?
¿Tú con él casarte, cuando
Del pecho se está saliendo

El corazón á pedazos?

Cuya hermosa escena en que descubre por completo su


amor termina en estos términos:

Cintia, yo muero: el delito

De mi desden me ha llevado
A este mortal precipicio
— 449 —
Por la senda de mi engaño.
El amor, como deidad,
Mi altivez ha castigado;
Que es niño para las burlas,
Y Dios para los agravios.
Yo quiero, en fin, ya lo dije,
Y á tí te lo he confesado,
A pesar de mi decoro,
Porque tienes en tu mano
El triunfo que yo deseo:
Mira si habiendo pasado
Por la afrenta de decirlo,
Te estará bien el dejarlo.

Como poeta trágico se considera á D. Francisco de Ro-


jas y Zorrilla, natural de Toledo, de noble
familia, ignorán-
dose con certeza el año de su nacimiento; se
calcula debió
ser á principios del siglo xvi, á juzgar
porque en el año
1641, fué nombrado Caballero de Santiago,
cerrándose con
este dato las noticias que tenemos acerca de su vida.
Es Rojas poeta de genio, de fogosa imaginación, ener-
gía en los pensamientos y facilidad en la
expresión, quizás
no le aventaje otro poeta en combinación de
los sucesos,
en la manera de concebir lo trágico,
y en donde indudable-
mente no tiene rival, es en la valentía
y energía con que
expone los legendarios sentimientos del honor
y del respe-
to al monarca; por esto sus dramas
se ven siempre con
agrado y son hoy tan aplaudidos como lo fueron
cuando se
representaron por primera vez. Se ha creído
que Rojas es
imitador de Calderón, y no es cierto; si hay
alguna seme-
janza, es en la manera adecuada
y preciosa de concebir los
asuntos y en el acierto de su plan
y desarrollo. También se
ha dicho que es el poeta dramático más
devoto de Góngo-
ra y su escuela, y lejos de ser así, búrlase
Rojas en alguna
de sus obras de Góngora y del culteranismo,
cual lo hace
en la comedia Sin honra no hay amistad,
que ponderando
las tinieblas de la noche dice:

Está hecho un Góngora el cielo


Más oscuro que su verso.

Dos tomos de sus obras dramáticas se publicaron


en
1640 y en 1645; contiene treinta
y cuatro entre tragedias y
57
— 450 —
comedias. La mayor parte de sus asuntos están tomados de
la historia ó de la mitología ó de obras ya conocidas. Las
de mayor mérito son las de carácter trágico, citándose con
grandes elogios: Del Rey abajo ninguno ó García del Cas-
lañar, i\o liay ser padre siendo Rey, Los Áspides de Cleo-
paira, Casarse por vengarse Roque y Filomena; y de asun-
to histórico religioso:Sania Isabel Reina de Portugal,
Nuestra Señora de Atocha, Los Trabajos de Tobías; y las
comedias: Entre bobos anda el juego, Lo que son mujeres,
Donde hay agravio no hay celos, Abre el ojo ó aviso á los
solteros, Don Diego de Noche, Obligados y ofendidos y No
hay amigo para amigo.
La más alabada y conocida de todas sus piezas dramá-
ticas es Del Rey abajo ninguno ó García del Castañar;
pertenece su acción al reinado de Alfonso XI. D. García,
hijo de un noble, desterrado por haber tomado parte en las
revueltas de la minoría de D. Alfonso, vive oculto en una
dehesa llamada el Castañar, en los montes de Toledo. Solo
el Conde de Orgaz sabe el secreto de su existencia y conoce
el origen de su esposa D Blanca de la Cerda, sobrina del
a

Infante D. Juan de la Cerda, que vive feliz con su espo-


so ignorando su nobiliario origen. Aprestándose D. Alfon-
so para una expedición contra los moros, recibe, entre otros
donativos de sus vasallos, un presente muy rico, y pre-
guntando quién es el donante, el Conde de Orgaz aprove-
cha la ocasión de ganar el ánimo del Rey en favor de don
García, pintando la valentía y generosidad de aquel vasa-
llo, ocultando al Rey su nobleza y origen. El Rey entra en

deseo de conocer á tan extraño personaje y proyecta una


excursión de caza, y fingiendo se extravía en el monte, pide
hospitalidad en el Castañar. Enterado el Conde del proyec-
to, avisa á D. García, diciéndole conocerá al Rey por una
banda encarnada. D. García recibe á los cuatro cazadores
que supone extraviados, pero antes el Rey ha cambiado su
banda con D. Mendo, uno de los personajes que le acom-
pañan. Una vez en el Castañar, el Rey sondea el ánimo de
D. García respecto á sus ambiciones, rechazando cuantas
ofertas le hacen para que vaya á la Corte; entre tanto, don
Mendo, que había trocado con el Rey la banda, hace el
— 451 -
el arnoi* á D a Blanca. D. Mendo, al despedirse, soborna á

un criado, y por este sabe que D. García ha de ausentarse


por algún tiempo del Castañar, y el cortesano, vicioso, tra-
ta de aprovechar esta coyuntura, entrando de noche en la
habitación de D a Blanca, pero se encuentra con D. García
que había regresado; obliga á descubrirse al criminal, y
cuando le conoce, creyéndole el Rey, le facilita la huida por
una ventana. Desesperado D. García, pretende dar la muer-
te á D Blanca; librándose del deshonor, huye de su casa
a

y busca refugio y consuelo en el Conde de Orgaz, al que


cuenta su desdicha. El Rey, mientras tanto, ha nombrado á
D. García jefe de una de las divisiones contra los moros;
acude á palacio y es grande su sorpresa cuando no es el
ofensor de su honra el Rey, y entonces mata á D. Mendo y
el Rey le perdona, reintegrándole en sus honores; termi-
nando de este modo tan grandioso drama. Como dice muy
bien el Sr. Schak, el extracto solo dá una imagen pálida
del original, que deja adivinar, sin embargo, cuan irresisti-
ble es el efecto de toda la comedia, así como el efecto dra-
mático y el vigor trágico y lleno de pasión de sus situacio-
nes. La exposición es sobria y bella; los caracteres están
trazados con energía y gran seguridad. De aquí la gran fa-
ma, popularidad y éxito que ha tenido en todos tiempos.
Perplejos nos vemos para elegir algunos trozos preciosos
de esta obra; trasladaremos entre otros la escena en que
García del Castañar dá cuenta al Rey de la venganza que
ha tomado en D. Mendo, por creerle ofensor de su honra,
que es al mismo tiempo resumen del drama.
D. Gar. Vivía, sin envidiar
entre el arado y el yugo
las cortes, y de tus iras

encubierto me aseguro;
hasta que anoche en mi casa
vi aqueste huésped perjuro,
que en Blanca atrevidamente
los ojos lascivos puso.
Y pensando que eras tú,

por cierto engaño que dudo,


le respeté corrigiendo
con la lealtad lo iracundo.
- 452 —
Hago alarde de mi sangre,
venzo al temor con quien lucho,
pídeme el honor venganza,
el puñal luciente empuño
su corazón atravieso. . .

Mírale muerto, que juzgo


me tuvieras por infame

si á quien de este agravio acuso


le señalara á tus ojos
menos, señor, que difunto;
aunque sea hijo del sol,
aunque de tus grandes uno,

aunque el primero en tu gracia,


aunque en tu imperio el segundo:

que esto soy, y este es mi agravio,


este el ofensor injusto,

este el brazo que le ha muerto,


este divida el verdugo.

Pero en tanto que mi cuello


esté en mis hombros robusto,
no he de permitirme agravie,
del Rey abajo, ninguno.

También es muy hermosa la escena en que da cuenta


de su felicidad en el matrimonio.
D. Gar. Fábrica hermosa mia,
habitación de un infeliz dichoso
oculto desde el dia
que el castellano pueblo victorioso,
con lealtad oportuna,
al niño Alfonso coronó en la cuna.
En tí vivo contento,
sin desear la corte ó su grandeza,

al ministerio atento

del campo, donde encubro mi nobleza,


en quien fué peregrino,
y estraño huésped, y quedé vecino.
En tí de bienes ricos,
vivo contento con mi amada esposa,
cubriendo su pellico
nobleza, aunque ignorada, generosa;
que aunque su ser ignoro,

sé su virtud, y su belleza adoro.


— 453 —
En la casa vivia

de un labrador de Orgaz prudente y cano;


víla y dejóme un dia,

como suele quedar en el verano,


del rayo á la videncia,
ceniza el cuerpo, sana la apariencia.
Mi mal consulté al Conde,

y asegurando que en mi esposa bella


sangre ilustre se esconde,
cáseme amante, y me ilustré con ella;

que acudí como es justo,

primero á la opinión y luego al gusto.


Vivo en feliz estado,

aunque no sé quién es y ella lo ignora:

secreto reservado
al Conde que la estima, y que la adora;
ni jamás ha sabido
que nació noble el que eligió marido.
Mi Blanca, esposa amada,
que divertida entre sencilla gente,
de su jardín traslada
puros jazmines á su blanca frente:
mas ya todo me avisa
que sale Blanca, pues que brota risa.

Aunque es muy vulgar, reproducimos también la esce-


na en que cuenta al Rey la vida gozosa que hacía en el Cas-
tañar olvidado de las grandezas de la corte.

D. Gar. Mas precio entre aquellos cerros


salir á la primer luz,
prevenido el arcabuz,

y que levanten mis perros


una banda de perdices;
y codicioso en la empresa
seguirlas por la dehesa,
con esperanzas felices

de verlas caer al suelo;

y cuando son á los ojos


pardas nubes con pies rojos
batir sus alas al vuelo,

y derribar esparcidas
tres ó cuatro; y anhelando,
— 454 —
mirar mis perros buscando
las que cayeron heridas,
con mi voz, que los provoca;

y traer las que palpitan


á mis manos, que las quitan
sin disgusto de su boca;
levantarlas, ver por dónde
entró entre la pluma el plomo,
volverme á mi casa, como
suele de la guerra el Conde
á Toledo, vencedor;
pelarlas dentro en mi casa,

perdigarlas en la brasa,

y puestas al asador,
con seis dedos de un pernil,
que á cuatro vueltas, ó tres

pastilla de lumbre es,

y canela del Brasil;


y entregárselo á Teresa,
que con vinagre, su aceite
y pimienta, sin afeite
las pone en mi limpia mesa
donde en servicio de Dios
una yo, y otra mi esposa
nos comemos; que no hay cosa
como á dos perdices, dos;

y levantando una presa


dársela á Teresa, más
porque tenga envidia Bras,
que por dársela á Teresa;
y arrojará mis sabuesos
el esqueleto roido,

y oir por tono el crujido


de los dientes y los huesos,
y en el cristal transparente
brindar y con mano franca
hacer la razón mi Blanca
con el cristal de una fuente;
levantar la mesa, dando
gracias á quien nos envia
el sustento cada dia,
varias cosas platicando;
que aquesto es el Castañar,
— 453 —
que en más estimo, señor,
que cuanta hacienda y honor
losReyes me pueden dar.

Entre bobos anda el juego, es una de las composicio-


nes dramáticas tricas originales del teatro español. Se redu-
ce al empeño que tiene por casarse D. Lucas, hombre ya
entrado en años, con una dama joven; todo el enredo estri-
ba en que es burlado en sus intentos amorosos por su so-
brino que al fin se casa con la dama destinada á su tío.
Abunda en chistes, situaciones cómicas y graciosas, exci-
tando el interés y la versificación es fluida y elegante.

J^trA.
1

CAPITULO VI

DON PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA—APUNTES


BIOGRÁFICOS.
-NUEVOS ASPECTOS QUE EL ARTE DRAMÁTICO
RECIBE CON
CALDERÓN— EMINENTES CUALIDADES DE INSPIRACIÓN
Y GENIO
QUE RESALTAN EX TODAS SUS PRODUCCIONES
DE ESTAS.— ANÁLISIS DE LOS DRAMAS.

CLASIFICACIÓN
-EL MÁGICO PRODIGIO-
SO Y LA DEVOCIÓN DE LA CRUZ—
EXPOSICIÓN Y ANÁLISIS DE
LA COMEDIA DE CAPA Y ESPADA EL
ESCONDIDO Y Ll TAPIDA
-PRODUCCIONES DE CARÁCTER LÍRICO-DRAMÁTICO
-ENTRE-
MESES. -AUTOS SACRAMENTALES—ESCRITORES
QUE ANTES DE
CALDERÓN COMPUSIERON AUTOS SACRAMENTALES
CIÓN Y EXAMEN DE ALGUNOS

CLASIFICA-
DE LOS MÁS NOTABLES ESCRI-
TOS POR CALDERÓN.

Jemos llegado á la gran figura de nuestro teatro, al dra-


UH maturo-o más insigne de las literaturas
que sin excepción admiran jalaban
modernas al
los críticos é historiado-
res españoles
y extranjeros, á D. Pedro Calderón de la Bar-
ca. Nació Calderón en Madrid
el 17 de Enero de 1600-
estu-
dio gramática en el Colegio
imperial de Madrid, hoy Institu-
to de San Isidro, bajo la
dirección de los PP. Jesuítas-
pa
so después á Salamanca, donde
estudió Teología y Derecho
Civil y Canónico,
y antes de cumplir los veinticinco años
sin que se sepa si terminó
sus estudios, figura como sóida'-
do en Lombardía Flandes;
y siendo de creer que va en esta
— 457 —
época era conocido como poeta dramático, pues desde los
trece años comenzó á escribir para el teatro. Al regresar
á Madrid escribió varios Autos Sacramentales por encargo
de su Ayuntamiento y algunas comedias representadas con
gran éxito y nombradla, hasta el punto que en 1630 dijo en
el Laurel de Apolo Lope de Vega, juzgando á Calderón:

En estilo poético y dulzura,

Sube del monte á la suprema altura.

Las IV viéronse alhagadas por Cal-


aficiones de Felipe
derón, y el Rey, premiando sus servicios como militar y
poeta, le hizo merced del hábito de Santiago en 1637. De-
claróse la guerra á los catalanes en 1640, y dando de mano
á sus tareas literarias, que lo eran á la sazón la comedia
Certamen de amor y celos, siguió al ejército que se dirigía
á Cataluña cumpliendo así los deberes de caballero y ciu-
dadano. Antes y después de su fama debió tomar parte en
"lances de amor y fortuna., según pedía su bravura, juven-
tud y galantería, y no se halla explicación satisfactoria al
cambio de estado que tuvo lugar en 1651, ordenándose de
Presbítero, únicamente puede asegurarse que su "vocación
fué sincera.,, Ya en el estado eclesiástico recibió nuevas
mercedes del monarca, agraciándole en 1653 con una ca-
pellanía de Reyes en Toledo y trasladándole á la Capilla
Real y otorgándole las rentas de un beneficio en Sicilia.
Desde 1651 su vida se consagró al fiel cumplimiento de los
deberes sacerdotales, debiéndole mucho las instituciones
piadosas, y, sobre todo, la de Presbíteros naturales de Ma-
drid, de la que fué Capellán mayor, dejándola heredera de
todos sus bienes, escribiendo únicamente para el teatro
cuando lo mandaba el monarca ó por especial encargo de
la Villa de Madrid. Murió en Madrid en 25 de Mayo
de 16S1 (1).

(i) Imposible sería dar ligera idea de los autores que se han ocupado
de Calderón; apuntaremos los trabajos más recientes: B. de AA., Colección
é Ilustración de Calderón, por el Sr. Hartzembusch; Calderón y su Teatro,
por el Sr. Menéndez Pelayo y Schak, Literatura y arte dramático en Es-
paña.
58
— 458 —
Preciso sería para apreciar como se debe el mérito de
Calderón, estudiar antes el estado de nuestra patria en el
orden social 3' político, y saber á qué altura se encontraba
el arte influido por estos elementos; y como sería tarea lar-

ga, fuerza es apuntar únicamente, como datos indispensa-


bles para nuestro trabajo, que la grandeza de nuestra mo-
narquía por sus victorias y dilatados dominios, lejos de
amenguar en nada el carácter nacional, le conservaba pu-
ro con respecto al valor, sentimiento monárquico, piedad
y galantería, subsistiendo por consiguiente el amor á lo ex-
traordinario y heroico, el ciego respeto al Rey, la fé y
amor á las instituciones, dogmas y creencias del catolicis-
mo; en vigor, y siempre respetados los derechos del padre,
el culto por el honor, !a obligación por la palabra empeña-
da y el acatamiento á cuanto se debe á una dama. El arte,
por lo tanto, había acrecentado sus dominios; el teatro era
diversión favorita y favorecida por nobles y plebeyos, se-
glares y eclesiásticos, los ingenios más distinguidos le con-
sagraban sus mejores frutos, era muy difícil sobresalir, pa-
recían agotados todos sus aspectos y riquezas, en una pa-
labra, había llegado á su apogeo el drama trágico, el reli-
gioso, la comedia, el entremés, y hasta el auto sacramental
tenían sus representantes; nada quedaba que hacer, y, sin
embargo, Calderón, con su poderoso genio, con sus condi-
ciones admirables como poeta dramático, dá é imprime
nuevos rumbos y aspectos al teatro.
Esos sentimientos é ideas propios del arte y genio del
pueblo español, expresados tan valientemente por Lope de
Vega, se convierten en profundos estudios psicológicos, que
lo serían más, si no tuvieran tanto sabor local. Calderón si
trata los asuntos históricos, ganan en vigor y colorido lo que
perdían siempre tratados por otros poetas. Los profundos
pensamientos, las leyes eternas de lo moral, la idea religio-
sa, es más transcendental y teológica en sus manos; y, por
último, auna y estrecha los lazos de la inspiración nacio-
nal de los poetas que le preceden con las perfecciones y
primores de un arte exquisito, deteniendo con sus pro-
ducciones la avalancha de mal gusto que en su teatro se
adivina por tal cual concepto ó escena, sin que su acción
— 459 —
destructora llegue á inundarle. Es verdad que su inspira-
ción era siempre sublime, grandiosa, concebía los asuntos
con elevado vuelo, y su genio, si bien no es siempre origi-
nal, concibe lo conocido con aspectos nuevos de riqueza,
belleza y gracia, y sus conocimientos vastos y profundos
se ponen al servicio de sus concepciones para suministrar-
le multitud de recursos. Y, respecto al dominio de la

forma, pocos, muy pocos poetas versificaron con la facili-


dad, soltura y gracia que lo hizo Calderón en todos sus dra-
mas y comedias. Si á tan sobresalientes cualidades quiere
oponerse el pero de sus defectos, téngase en cuenta que
las abstracciones, obscuros pensamientos, y alguna que otra
incorrección, eran efecto de la atmósfera en que vivía el
poeta, que estaba viciada y cargada de los deletéreos mias-
mas del conceptivismo y culteranismo, por esto precisamen-
te son para el crítico más de apreciar las condiciones del ge-
nio de Calderón, porque no cayó en los delirios y extrava-
ganciasque obscurecieron el talento deGóngora y arrastra-
ron el pensamiento profundo y desorientaron el buen gusto
que nativamente brillan en Quevedo.
La clasificación de las obras de Calderón no es muy fá-
cil porque abarcó cuantas manifestaciones dramáticas
existían en el teatro español, no obstante, la mejor en nues-
tro sentir, es la que divide los dramas en simbólicos, religio-
sos, filosóficos y trágicos, incluyendo en ellos los autos sa-
cramentales y los históricos, comedias de capa y espada,
dramas líricos ó zarzuelas y entremeses.
Comenzando por el estudio de los dramas de carácter
religioso, enumeraremos el Príncipe Constante, El José
de las mujeres, Los Dos amantes del Cielo, El Purgatorio
de San Patricio, Las Cadenas del demonio, La Exalta-
ción de la Crus, El Gran Príncipe de Fez y otros muchos,
que guardan más ó menos relación con las tradiciones re-
ligiosas, pero de todos, los más notables., son El Mágico
Prodigioso y La Devoción de la Crus.
Entrando en el ligero examen que nos es permitido ha-
cer de El Mágico Prodigioso, drama de reputación euro-
pea, perfectamente estudiado y discutida su originalidad y
semejanza con otras obras de la misma época y de las pos-
— 460 —
tenores (1), su asunto es el siguiente: Cipriano, filósofo
de Antioquía, empieza á dudar de la pluralidad de dioses
que admitían los gentiles. El demonio, en figura de viajero,
defiende esta teoría; pero el filósofo se aferra cada vez más
en su duda, y entonces el demonio busca otros caminos pa-
ra perder su alma y hacer que no se convierta al cristianis-
mo. Cipriano conoce á Justina, virgen cristiana de singular
hermosura, y el demonio, bajo la forma de mágico, le pro-
mete el amor de Justina si le vende su alma. Cipriano, ins-
truido en las artes de la magia, asedia á Justina que resiste
valerosamente á toda clase de seducciones. Evoca por las
artes mágicas á Justina, que se aparece, y al estrecharla
entre sus brazos, Cipriano alza el velo que la cubre, y sólo
encuentra un esqueleto; entonces, desengañado, rechaza al
espíritu del mal, se convierte al cristianismo y sufre el
martirio en Antioquía.
El asunto, como se vé, no puede ser más hermoso y la
forma de lo más acabado que se encuentra en la literatuta
española, y para comprobar este juicio, citaremos algunos
trozos. Admirado, en la escena primera, de la esencia trina
de un Dios, expresa de este modo su admiración por tal
prodigio:

Pensar que hay un Dios,


Suma bondad, suma gracia,
Todo vista, todo manos,
Infalible, que no engaña,
Superior, que no compite,
Dios, á quien ninguno iguala,
l'n principio sin principio,

(i) Todas las obras que se ocupan de literatura española conceden un


lugar preferente al estudio de este drama, y sería interminable la lista y no-
ticia bibliográfica de todos estos trabajos, y como se citan y pueden verse
en las siguientes obras española?, omitimos su particular indicación: Leccio-
nes de literatura española explicadas en el Ateneo de Madrid, por D. Alber-
to Lista; la ya citada historia de la literatura y del arte dramático de Espa-
ña, por Schack; Calderón y su Teatro, por D. M. Menéndez Pelayo, y la
Memoria laureada por la Real Academia de la Historia en el certamen abier-
to por dicha corporación para conmemorar el tercer centenario de la muerte
de Calderón, escrita por nuestro docto compañero Sr. Sánchez Moguel, que
contiene datos curiosísimos sobre la originalidad de El Mágico Prodigioso y
sobre las relaciones de este drama con el Fausto, de Goethe.
— 461 —
Una esencia, una sustancia,
Un poder y un querer solo;
Y cuando como éste haya
Una, dos ¿ más personas,
Una deidad soberana
A de ser sola en esencia
Causa de todas las causas.

Nada más poético que la relación que hace Cipriano


de su amada:

Al fin luna, grana, nieve,

Campo, sol, arroyo, rosa,


Ave que canta amorosa,
Risa que aljófares llueve,
Clavel que cristales bebe,
Peñascos sin deshacer,
Y laurel que sale á ver

Si hay rayos que le coronen,


Son las partes que componen
A esta divina mujer.

Estoy tan ciego y perdido,


Porque mi pena te asombre,
Que por parecer á otro hombre,
Me engañé con el vestido.

Mis estudios di al olvido

Como al vulgo mi opinión,


El discurso á mi pasión;
A mi llanto el sentimiento,

Mis esperanzas al viento


Y al desprecio mi razón.
Dije (y haré lo que dije)
Que ofreciera liberal
El alma á un genio infernal
(De aquí mi pasión colige)
Porque este amor que me aflige

Premiase con merecella;


Pero es vana mi querella,
Tanto que presumo que es
El alma corto interés,
Pues no me la dan por ella.
— 462

La escena de Justina con el demonio, es muy precio-


sa; el diálogo corre animado y vivo, caracterizando perfec-
tamente los personajes. El demonio se ha introducido en
el cuarto de Justina; ésta, asustada, le pregunta quién es,
y el demonio la dice que la llevará á donde está Cipriano,
y Justina responde:

Pues no lograrás tu intento;


Que esta pena, esta pasión

Que afligió mi pensamiento,


Llevó la imaginación
Pero no el consentimiento .

Dkmonio. En haberlo imaginado


Hecho tienes la mitad;
Pues ya el pecado es pecado
No pares la voluntad,
El medio camino andado.
Justina. Desconfiarme es en vano,
Aunque pensé; que aunque es llano
Que el pensar es empezar,
No está en mi mano el pensar
Y está el obrar en mi mano.
Para haberte de seguir,
El pié tengo de mover
Y esto puedo resistir,

Porque una cosa es hacer


Y otra cosa es discurrir.
Demonio. Si una ciencia peregrina
En tí su poder esfuerza,
¿Cómo has de vencer, Justina,
Si inclina con tanta fuerza,
Que fuerza al paso que inclina?
Justina. Sabiéndome yo ayudar
Del libre albedrio mió.

Demonio. Forzárale mi pesar.


Justina. No fuera libre albedrio,
Si se dejara forzar.
Demonio. Ven donde un gusto te espera.

Justina. Es muy costoso ese gusto.

Demonio. Es una paz lisongera.


Justina. Es un cautiverio injusto.

Demonio. Es dicha.
Justina. Es desdicha fiera.
— 463 —
Demonio. ¿Cómo te has de defender
Si te arrastra mi poder?
Justina. Mi defensa en Dios consiste.

No menos bella la última escena en que el demonio


es
exige á Cipriano el cumplimiento de su promesa, y sería

interminable citar pasajes de una obra que por sí sola bas-


taba para poner muy alto el nombre de Calderón.
La Devoción déla Cruz, que es otro de los dramas de
carácter religioso, juzgado de muy diversa manera
por los
críticos que suponen sedejó arrastrar por la superstición)- el
fanatismo, mientras otros, en nuestro sentir, con más acier-
to, le consideran como uno de los dramas
de Calderón me-
jor escritos. El argumento se reduce á que un marido, cie-
go de ira, quiere dar muerte á su esposa, y cuando la lleva
á un bosque solitario, dá á luz la esposa dos niños al pié de
una cruz; gemelos que nacen en tan angustioso trance,
los
llevan sobre el pecho una cruz; la niña es educada
por el
educa lejos de su familia, ignorando siem-
padre y el niño se
pre quien son sus padres. Andando el tiempo, Eusebio, que
así se llama el hijo abandonado, se enamora perdidamente
de una joven llamada Julia, que resulta ser su hermana.
Por defender su honor, otro hermano de Julia desafía á Eu-
la muer-
sebio y estele dá muerte; perseguido Eusebio por
te dada á Curdo Lisardo, que así se
llama el hermano de

Julia, se escapa,haciéndose capitán de bandoleros. Intenta


robar á Julia que se halla encerrada en un convento y
el

signo misterioso que los dos llevan en el pecho retrae á Eu-


del con-
sebió de sus malos propósitos, pero Julia se escapa
en compañía de
vento y disfrazada de hombre se alista la

bandoleros que capitaneaba Eusebio. El padre deseoso de


recuperar á su hija persigue á los malhechores, y en un en-
á
cuentro es herido de muerte Eusebio, y por su devoción
la cruz hace confesión y se salva.
Como se vé, el asunto no puede ser ni más fantástico,
quizás debi-
ni más dramático, y aparte de algunos defectos,
dos á que es una de las comedias de su juventud, como
dice

muy bien el Sr. Menéndez Pelayo "lo que pierde el drama


fran-
por inexperiencia del autor, lo gana en libertad y
queza.,,
— 464 -
En entre Eusebio y Lisardo, el hermano de
el desafío

Julia, se condensa todo el pensamiento del drama. Cae he-


rido Lisardo por el acero de su contrario y dice:

Lisardo. No me permitas que muera


Sin confesión.
Eisf.bio. ¡Muere, infame!
Lisardo. No me mates, por aquella
Cruz en que Cristo murió.
Eusebio. Aquesa voz te defienda
De la muerte. Alza del suelo,
Que cuando por ella ruegas
Falta rigor á la ira,

Y falta á los brazos fuerza.


Alza del suelo.
Lisardo. No puedo;
Por que ya en mi sangre envuelta
Voy despreciando la vida,
Y el alma pienso que espera
A salir, porque entre tantas
No sabe cual es la puerta.

Eusebio. Pues fiate de mis brazos.


Y anímate; que aquí cerca
De unos penitentes monges
Hay uDa ermita pequeña.
Donde podrás confesarte
Si vivo á sus puertas llegas.
Lisardo. Pues yo te doy mi palabra,
Por esa piedad que muestras,
Que si yo merezco verme
En la divina presencia
De Dios, pediré que tú

Sin confesarte no mueras.

Ha
dicho un historiador de la poesía dramática españo-
la (1)que en El Escondido y la Tapada se ostenta el ta-
lento eminente de Calderón "imprimiendo en su acción gi-
ros siempre nuevos, que mantienen el interés, y atraen al
espectador de tal suerte, que por grande que sea su pers-
picacia y su fijeza, apenas puede seguirle: es de las come-

(i) Schack. Historia Je la literatura y arle dramático en España, tomo


o
4 , pág. 482.
— 465 -
dias más y puede servir para pro-
brillantes de Calderón,
bar, con este solo ejemplo, que la comedia española, en el
arte de desarrollar un argumento, deja detrás de sí á larga
distancia á cuanto han hecho en esta parte los poetas de to-
das las demás naciones.,, Y efectivamente, esta comedia de
capa y espada que otros llaman de enredo, consiste en unos
amores contrariados que dan por resultado casarse el ga-
lán D. César con otra dama por defender su honor; pero
para esto, estriba todo el enredo en una escalera secreta
en la que tiene que estar escondido D. César, y por que-
rerle sacar de aquel escondite, concurre Celia, que es la
dama que le escondió, cuando la casa ya no és suya y se
hallaba ocupada por la familia de la otra dama á quien que-
ría D. César, y entonces, por salvar su honor, obtiene don
César la palabra de que será respetado, confesando enton-
ces su amor por Celia, con lo que termina la comedia, que
abunda en multitud de trances á cual más ingeniosos.
La última escena que copiamos á continuación al par
que dá noticia del desenlace, prueba lo bien que sabía con-
ducir los asuntos Calderón:
Castaño (Dentro.) Toma esa puerta, porque
Por ella, Otañez, no salga.
D. Cesar. (Dentro.) Sí saldré.
D.Juan. ¿Q ue ruido es este
En el cuarto de Lisarda?
D. Diego. Con un empeño se olvida
Otro, según los que andan.
(Sale Otañez.)
Otañez. .Señor, el hombre que buscas,
Hallamos: sacó la espada
Para hacer paso con ella

Por donde á la calle salga....

(Sale D. Cesar, cubierto el rostro con la capa, y la

espada desmida.)
D. Diego. Dime, ¿es aqueste, D. Juan,
El criado que buscabas?
D. Juan. No, señor, otro hombre es éste.

Bien el talle, el brío, las galas,

Dan á entender que no es él

Que encerrado quedó en casa.

Celia. (dP-~) Este es D. Cesar. Señor


466 —
(Ap. á //.) Mi vida y la tuya ampara.
D. Diego. Hombre que de tanto honor
La reputación agravias,
¿Quién eres?
D. Cesar. Un hombre soy.

U. Diego. Quita del rostro la capa.


D. Cesar. No puedo, porque encubierto,
Sin que me veas la cara,
Me has de dar la muerte aquí,
En la defensa bizarra

Desta mujer: ella y yo


Habernos de aquesta casa
De salir, si con mi muerte
Mis intentos no se atajan.

D. Diego. ¿Qué mujer?


D. Cesar. Esta mujer,
Que yo no digo Lisarda,
Ni la conozco, ni sé
Quién es; y si esto no basta
Para que segura quede,
Habré de llevarme á entrambas.
D. Diego. Hombre, demonio, ó quien eres,

Aunque en algo satisfagas


Esta sospecha, conviene,
Para que quede asentada,
El que sepamos quien eres.
D. Cesar. Aquesa es pretensión vana
Por ahora.
D. Juan. También lo es
Que sea tal tu arrogancia,
Que pienses que entre nosotros
Te has de llevar esa dama,
Sin que sepamos por qué
Y como en aquesta casa
Estáis tú y ella.
D. Cesar. No puedo
Decirlo.
D. Félix. Pues las espadas
Harán bocas en tu pecho,

Por donde la verdad salga.


(Disparan dentro un tiro)

Lisarda. ¿Qué pistola es ésta, cielos?

j Aún los sustos no se acaban?


— 467 -
D. Cesar. (Ap.) Esta es la seña que espero.
D. Diego. Ninguno allá fuera salga.

Deteneos, caballeros.
Hombre, yo te doy palabra
De ampararte y de valerte,
Si de estas dudas me sacas.

D. Cesar. ¿Dásme esa palabra?


D. Diego. Sí.

D. Cesar. D. Cesar soy: ¿qué os espanta?


D. Diego. Tú diste muerte á mi hijo.
Tú me robaste á mi hermana.
D. Juan. Tú en casa estás de mi prima.
D. Cesar. Sí, pero á ninguno agravia
Mi valor. Si á D. Alonso
Di muerte, fué cara á cara,

Riñendo solo con él.


Si en casa estoy de Lisarda,
Es porque me dejó Celia
Oculto en aquesta sala.
Y si esto de Celia digo,

Es porque no importa nada;


Que casado estoy con ella,
Que es esta misma tapada.
Y si estas satisfacciones

Para tus quejas no bastan,


Yo he de salir; que ya tengo
Quién me guarde las espaldas;

Que esa pistola es la seña


De la gente que me aguarda.
D. Félix. Cuando no hubiera ninguno,
Cesar, yo solo bastara;
Que siendo mi hermano ya,
Es obligación hidalga.
D. Juan. Yo soy D. Félix, tu amigo,
Mas de D. Diego mi espada.
D. Diego. Yo la palabra le di,
Y he de cumplir mi palabra.
Mas decid, ¿dónde estuvisteis
Escondido en esta casa?

Calderón cultivó todos los géneros del arte dramático


y entre sus obras aparecen muchas acompañadas de la mú-
sica; contribuyó, quizá, á que cultivara el género lírico-
— 468 —
dramático, la afición que Felipe IV tuvo á esta clase de es-
pectáculos, y siendo la ópera representación grandiosa, muy
apropósito para el lujo y pompa desplegado por la corte
en el teatro del Buen Retiro, donde no se perdonaba ni el
lujo escénico, ni el baile, es evidente que, Calderón,
poeta predilecto de la corte, se viera obligado á escribir
obras de esta naturaleza. Según aseguran los escritores, el
primer drama español, cuya representación es toda canta-
da fué La Púrpura de ¡a Rosa, cuyo argumento es la muer-
te de Adonis, representada para celebrar la paz de los Pi-
rineos y el casamiento de Luís XIV con la Infanta María
Teresa. Siguió á esta la que tituló Calderón Celos aun
del aire matan. También escribió Calderón algunas zar-
zuelas, espectáculo que, según ya dijimos en nuestros
Apuntes de Literatura general, tuvo lugar en el Real sitio
que lleva este nombre por los años de 1626, y á esta clase
pertenecen las que llevan por título Eco y Narciso, El Gol-
fo de las Sirenas y El Laurel de Apolo. Se usaba también
la música en algunas mojigangas, jácaras entremesadas y
los entremeses. En estos últimos hizo gala Calderón de su
ingenio y gracia, si bien no son lo mejor de su teatro. Cí-
tanse como originales de Calderón (l) los siguientes entre-
meses: El Dragoncillo, La Casa de los linajes, La Casa
holgona, D. Pegote, Las Jácaras, El Desafio de Juan Ra-
na, Las Carnestolendas, La Plazuela de Santa Cruz, La
Feranchota y El Entremés de la rabia.
Es muy notable el que se titula La Plazuela de Santa
Cruz, por ser pintoresca escena de la vida madrileña en el
siglo xvn, en ella se recuerda la costumbre, que según pa-
rece, tenían los vendedores ambulantes de fijar sus puestos
en la plaza de Santa Cruz de Madrid, y así dice uno de los
interlocutores:

¿A dónde vais tan de mañana?


D. Gil
Amigo,

(i) El estudio más completo y concienzudo de Calderón es el que hi-


zo D. Juan Eugenio Hartzembusch, en los cuatro tomos de la Eiblioteca de
Autores Españoles, que contiene la colección completa de las comedias de
Calderón, coi? multitud de notas é ilustraciones.
— 469 -
Voy hacia Santa Cruz.

Hombre
Dios me es testigo
Que no he visto hombre que madrugue tanto.

D. Gil
Yo si le he visto.

Hombre
¿Vos? Mucho me espanto.
Mas, quién és, saber quiero.

D.Gil
¡Que no lo echéis de ver! Vos, majadero;
Que si tanto no hubierais madrugado,
Fuera imposible haberme aquí encontrado

Hombre
Tenéis razón. Mas á ir allá ¿qué os mueve?

D. Gil

Tengo en la cárcel un negocio leve


Sobre el averiguar cierto disgusto:
Y mas, que para mi no hay mayor gusto
Que entre cuantos allí ponen sus tiendas
Ver cada dfa cuatro mil contiendas.
Y pues hacia allá vais no es conveniente
Referiros el número de gente,
Que á todos causa regocijo y risa.

Hombre
Yo lo veré. Venid; que estoy de prisa.

Existe en la literatura castellana una especie de obra


dramática que recibe el nombre de Auto Sacramental, cu-
yas dos palabras que le sirven de título, nos indican el va-
lor histórico y la clase de representación; porque Auto se
llamó en los comienzos de la poesía dramática á las repre-
sentaciones de carácter sagrado que tenían lugar en los
templos, conmemorando los misterios y pasajes más nota-
bles de la religión católica, y Autos sacramentales, se lla-
maron después á las representaciones que tenían lugar el
día del Corpus en las plazas públicas, después que por Ur-
bano IV fué instituida la festividad del Sacramento; de mo-
- 470 —
do que merced á estas piezas dramáticas, puede decirse
que en nuestro teatro no se interrumpe la tradición del ca-
rácter religioso de la poesía dramática. Si atendemos al
valor que como piezas dramáticas tienen hasta la fecha de
su supresión, en 1765, podremos definir los Autos Sacra-
mentales, como lo hace el colector de estas obras (1) dicien-
do que son "composiciones melodramáticas en un acto,
escritas en loor del misterio de la Eucaristía,,, y sin embar-
go, en rigor aunque se emplee en los Autos Sacramentales
el aparato escénico y la música, no tienen semejanza al-
guna con las demás especies dramáticas.
Viniendo ahora á determinar los autores que se dedi-
caron á escribir esta clase de obras, anteriores á Calderón,
citaremos á Gil Vicente, á Juan de Pedraza, á Juan de Ti-
moneda, á Lope de Vega, al maestro José de Valdivieso
y al mismo Tirso de Molina, esto con respecto á los conoci-
dos, porque se escribieron muchos Autos cuyos autores no
ha sido fácil averiguar su nombre.
A Calderón corresponde de lleno la fama de ser el me-
jor intérprete de los sentimientos é ideas de aquella época.
Si merecían en verdad el título que les dieron algunos de
sus autores de sermones en representable idea; adquieren
en sus manos un tinte de solemnidad y grandeza que lo
invade todo; á veces un drama de insignificante apariencia
contiene principios teológicos y de filosofía, poniéndolos al
alcance del vulgo por medio de cuadros elocuentes y sími-
les esplendorosos, y si para nosotros aparece hoy concep-
tuosa la idea, cubriendo con peregrinas trazas y esfuerzos
de ingenio profundas verdades, es porque no participamos
de la candorosa fé y espíritu religioso de aquel pueblo para
el que se destinaban esos espectáculos.

Los Autos Sacramentales se suelen dividir en historia-


les y alegóricos, entendiendo por los primeros á los que
están tomados, ó de la tradición ó de la historia, intervi-

niendo en ellos personas reales, porque lo suelen ser santos


ú hombres eminentes de la cristiandad; y los alegóricos
desenvuelven el asunto por medio de símbolos y los perso-

(i) D. Eduardo González Pedroso, B. AA. E. t. 68.


— 471 —
najes son, por lo regular, seres abstractos, como la ver-
dad, la razón, la Calderón tiene además otros de
fé, etc.
asuntos bíblicos tomados del Antiguo Testamento, y de esta
especie son La Serpiente de metal y La Cena de Baltasar;
otros que pudiéramos llamar evangélicos, porque su asun-
to está tomado de la vida de Jesucristo, como La Semilla
y la Cizaña y La Cena del Salvador; algunos también son
puramente teológicos, y no faltó alguno que como La Vida
es sueño, tiene carácter filosófico moral. Entre los muchos
que pudiéramos enumerar de las especies referidas, citare-
mos La Primer flor del Carmelo, El Sacro Parnaso, La
Mística y real Babilonia, ¿Quién hallará mujer fuerte?,
La Viña del Señor, Lo que vá del hombre á Dios, etc.
Lo que vá del hombre á Dios, es un auto filosófico mo-
ral; su asunto está condensado en el final del mismo en es-
tas palabras:

Y pues enseña este auto


Que al que perdona se premia,
Bien podemos esperar
Perdón de las faltas nuestras.

Figuran en él, como personajes, la naturaleza, la cul-


pa, el apetito, la justicia, la vida, la muerte, el amor pro-
un príncipe, un hombre y un pobre;
pio, el placer, el pesar,
además aparecen músicos y numeroso acompañamiento.
Empieza la escena primera con un largo parlamento del
príncipe que de un modo alegórico refiere todas las gran-
dezas de la vida, pasión y muerte de Jesucristo; aparecen
después el pesar y el placer dispuestos á afligir al hombre,
el uno con el tormento y el otro con el deseo. Muy notable
es la escena en que la naturaleza tropieza con el placer y
el pesar, dice así:

Naturaleza
«¡Cuan admirable en la tierra

Tu nombre es, Señor, Dios nuestro!»


Y «Hombre, de mujer nacido
Para vivir breve tiempo!....»
¿Quién bastará á conformar
Dos sentidos tan opuestos?
— 472 —
Placer
Pesar, ¿por adonde vas?

Pesar
No sé, pues la Culpa ciego
Me dejó, y aunque sin tino,
Harto es que con nadie encuentro.

Naturaleza
De aquella dulce armonía
Que con mi esposo gozaba,
Donde con la vida estaba
Y el propio Amor, me desvía
No se que acento veloz.
Que ha mezclado, compasivo,
De sus voces lo festivo

Con lo triste de otra voz.


La naturaleza humana,
Común á los hombres soy;
Y aunque más cansada estoy,
A donde estoy más ufana,
Con más pompa y más grandeza,
Con todo, acudir es bien
Al Pobre, porque también
Es de mi naturaleza;
Y así, entre las dos partida,
Los dos me tienen en calma;
Porque éste me lleva el alma,

Y aquel me tiene la vida;

¿De cual, pues, debo cuidar?


(Dan con ella el Pesar y el Placer y los descubre)

Los DOS
¿Quién va?

Naturaleza
Yo eso he de saber,
¿Quién eres?

Placer
Soy el placer.

Naturaleza
Tú, ¿quién eres?
— 473 —
Pesar

El pesar.

Naturaleza

¿Conmigo el Pesar tropieza,


Cuando yo al Placer encuentro?
¡Qué mucho, si es de ambos centro
La humana Naturaleza,
Que ambos conmigo hayan dado!
Mas decidme, ya que sé
Quién sois, al instante que
Llanto y música he escuchado,
¿Como ciegos os veo andar?

Los DOS

Como, aunque el orbe corremos,


Uno ni otro no sabemos
Dónde vamos á parar;
Y así, á uno y á otro disculpa
El dar contigo sin verte.

Naturaleza
¿Quien cegó al Placer?

Placer
La Muerte.

Naturaleza
¿Quien cegó al pesar?

Pesar
La Culpa.

Naturaleza
¿Dónde Muerte y Culpa están?

Placer

Eso tú lo has de saber,

Porque Pesar ni Placer


No saben por dónde van;
Que á saberlo, para dar
Cuenta al llegarlo á entender,
O fuera el Pesar Placer
O fuera el Placer Pesar.
60
— 474 —
Naturaleza
Enigma es, que no he entendido;
Mas ¿quien me mete en sabella,
Si no he de sacar mas de ella
Que elcargo de haberla oido?
Y asi, suspendida al ver
Cantar á un tiempo y llorar,
Sea mi pesar Pesar,
Sea mi placer Placer;
Pues de penas y consuelos
Quiere Dios que haga experiencia.

No es menos tampoco la escena final, que á juzgar


bella
por elaparato, debía ser de gran efecto,
pues en la pane
inferior del carro sobre el
que se representaba el auto
aparecía el Hombre en prisiones
y el Pobre sentado en lo
alto.de una mesa, en trono real,
con el Santísimo Sacra-
mento en ella.

Hombre
¡Ay de quien ya no es posible
Merezca ni desmerezca!

Pobre
¡Feliz cuanto padecí,

Pues que ya es gloria la pena!

Amor
A tanto misterio, el propio
Amor, desnudo, confiesa
De sus afectos su culpa.

Culpa
Y la Culpa al vele tiembla.

Vida
La vida á tanto prodigio
Enmendada le venera.

Muerte
Y la muerte, convencida,
Tiembla de otra muerte eterna.

Pesar
El Pesar, vuelto Placer,
De tanto asombro se alegra.
— 475 —
Placer
Y el placer, vuelto Pesar,

No haberle amado le pesa.

Apetito
El Apetito se postra,
Enmendado en sus ofensas.

Naturaleza
Conque queda engrandecida
Toda la Naturaleza.
CAPÍTULO VII

EL TEATRO DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVII. —



OBRAS DE D. ALVARO CUBILLO DE ARAGÓN. COMEDIAS DE DON

FRANCISCO DE LEÍ VA Y RAMÍREZ DE ARELLANO. LOS DOS
HERMANOS FIFUEROA Y CÓRDOBA. —OBRAS DE JUAN BAUTISTA
— —
DIAMANTE. COMEDIAS ATRIBUIDAS Á FELIPE IV. OBRAS DRA-
MÁTICAS DE DO?ÍA ANA CARO Y SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ.
— —
MATOS FRAGOSO Y D. JUAN DE LA HOZ. INDICACIÓN DE
LOS AUTORES QUE REPRESENTAN LA DECADENCIA DEL TEATRO
EN ESTA ÉPOCA.

fp|y¡ altantes para ilustrar y avalorar la historia del arte


JlaS^I dramático de cualquier país, son los nombres de los
escritores anteriormente dados á conocer; pero en España,
a esas figuras de primer orden, acompañan multitud de
escritores de verdadero mérito, en los que la más insignifi-
cante de sus obras, contiene aciertos, rasgos y condiciones
dignas de conocerse y estimarse. Y como llenaría muchas
páginas la historia de los autores y obras de segundo y ter-
cer orden, pertenecientes al siglo xvn, ha de concretarse
nuestra indicación de los poetas dramáticos llamados de
segundo orden, á la de aquellos cuyas obras han logrado el
favor popular, robustecido por el dictamen de la crítica.
Se ha dicho y repetido que con Calderón acaba el buen
nombre y valor de nuestro teatro, y no es exacto este jui-
cio en absoluto, como tendremos ocasión de observar. Sin
— 477 —
poseer elgenio de Calderón y manifestándose más la in-
fluencia y tendencia de la época, los poetas que viven en
su tiempo y cultivan el teatro después de su muerte, conti-
núan las tradiciones del teatro español', protestando contra
las ingerencias de mal gusto y la tendencia clasico-france-
sa que más tarde viene al teatro. Es cierto que ésta regla
sufre excepciones cual sucede con Ranees y Candamo; pero
es lo cierto que hasta en los tiempos de nuestra mayor de-
cadencia, en el teatro y únicamente en el teatro, se conser-
van los caracteres que fueron siempre patrimonio de nues-
tra inspiración literaria.
Fecundo como los escritores de primer orden, fué don
Alvaro Cubillo de Aragón, natural de Granada, únicos da-
tos que poseemos de la biografía de este escritor. En la edi-
ción de sus obras impresas con el título del Enano de las
M/isaSjdice que había compuesto más de cien comedias que-
jándose de que los libreros las hubieran atribuido á otros
autores. Los críticos convienen en que Cubillo no era poe-
ta de gran ingenio, pero sí que poseía condiciones felices
que supo aprovechar en ocasiones, distinguiéndose entre
todos los poetas dramáticos de esta época por la dulzura
de sus sentimientos. De ello son muestras Las Muñecas de
Marcela y La Perfecta casada, como lo es de abnegación
y ternura, El Amor como ha de ser. Además de estas come-
dias escribió El Señor de noches buenas, El Invisible Prín-
cipe de Baúl, y la más celebrada, El Conde de Saldaña,
con otra que forma su segunda parte titulada, Hechos de
Bernardo del Carpió.
Como poeta lírico, sus mejores poesías son los cuen-
tos y los epigramas.
Sigue á Cubillo en mérito D. Francisco de Leiva y Ra-
mírez de Arellano, imitador de Calderón, sobre todo en su
estilo. Sus comedias son: El Socorro de los Mantos, La Da-
ma presidente, Cuando no se aguarda y Príncipe tonto,
obra de gran valor cómico; El honor es lo primero, Cueva
y Castillo de amor, Los Hijos del dolor, y No hay contra
un Padre razón. Todas de excelente plan y fácil versifica-
ción, abundando los cuentos y apólogos, oportunos y lle-
nos de sxacia.
— 47S —
De los dos hermanos D. Diego y D. José de Figueroa,
caballeros de las ordenes respectivamente de Alcántara y
Calatrava, puede decirse son hombres estudiosos de escaso
ingenio, correctos y elegantes en la forma y que alguna vez
dan muestra de cierta inventiva. Escribieron en colabora-
ción: Mentir y nivelarse á tiempo, feliz imitación de la Ver-
dad sospechosa, de Alarcón, La Dama capitán, Pobreza,
Amor y fortuna. D. Diego escribió, La Hija del mesonero,
fundada en la novelita de Cervantes, La Ilustre fregona.
Autor dramático que merece llamar nuestra atención,
es D. Juan Bautista Diamante, caballero de la orden de
San Juan. La mayor parte de sus dramas están tomados
de la Historia nacional, como son La Jadía de Toledo,
asunto tratado antes por Lope en las Paces de los reyes, y
después por Huerta en su Raquel; María Stuardo, El
honrad or de su padre, cuyo asunto es el mismo de Las
Mocedades del Cid (1), El Cerco de Zamora, El Valor no
tiene edad Cuánto mienten los indicios, El Gana, pan de
,

desdichas, El Hércules de Ocaña y La Magdalena de Ro-


ma y Teresa de Jesús, dramas religiosos; Alphco, Júpiter
y Scmcle, verdaderas zarzuelas y algunas otras piezas dra-
máticas contenidas en los dos tomos publicados en Madrid
en 1670 y 1674.
Ya hemos dicho cuan grande era el número de escri-
tores y la extremada afición á la poesía dramática durante
el siglo xvii; no siendo extraño se encuentren entre los
cultivadores de la poesía dramática eclesiásticos, caballe-
ros y nobles y hasta el mismo Rey Felipe IV, conocido co-
mo escritor en sus cartas á Sor María de Jesús Agreda, y
como poeta en sus romances, sonetos, décimas y octavas,
porque monarca tan dado á los espectáculos, protector de

(i) Es muy de notar la semejanza que existe entre el Cid de Corneille y


El Honrador de su padre de Diamante, y aunque Vollaire no nombra á Dia-
mante en sus comentarios á Corneille, pudiera creerse fuera la obra españo-
la imitación de la francesa, siendo así que nada la debe en realidad y como
apareció la obra de Diamante con fecha anterior á 1636, fecha de la obra
de Corneille, más bien es de creer que este tuvo presente las obras de Gui-
llen y de Diamante que no éste la de Corneille, además que por todas las
condiciones, la obra es eminentemente española.
— 479 —
todos los poetas, joven
y galante, no creemos ofrezca difi-
cultad seguir la opinión común,
admitiendo fueron escritas
por el mismo Felipe IV, las comedias
que corrieron impre-
sas con el nombre de Un Ingenio
de esta corte, entre las
que se encuentran El Triunfo del Ave
Marín y El Conde
de Esex, Lo que pasa en un torno de monjas y D. Enrique
el enfermo. Sean ó nó de
Felipe IV, hay poco que admirar
en ellas, salvo alguno que otro rasgo
de efecto y lo fluido y
correcto de la versificación.
Más extraño es todavía, figuren entre los
poetas dra-
máticos de esta época dos religiosas,
tratando, no solo
asuntos en relación con su estado, sino
también otros de ca-
rácter profano, si bien siempre abundando
en la más pura
y cristiana moral. D a Ana Caro Mallén de Soto, muy cele-
brada por sus contemporáneos, que la
llamaron décima
musa, hubiera sido un escritor dramático de
primer orden
porque tenía rica imaginación y mucha soltura
en la versi-
ficación. Puso en forma dramática
el romance caballeresco
del Conde de Partinucles, dando
á su drama este mismo
títuloy las comedias, Peligro en mar y tierra, Valor, agrá-
vio y mujer.
Otra autora de obras dramáticas es la monja
mejicana
Sor Juana Inés de la Cruz, tocada según los
críticos de los
defectos y tendencias del culteranismo.
Escribió El Mártir
del Sacramento, San Hermenegildo
y El Cerco de José,
verdaderos autos llenos de metáforas
y alegorías. Sus co-
medias Amor es un laberinto y Los Empeños de
una casa,
son mucho mejores que los autos,
y en general, puede de-
cirse que todas sus obras dramáticas,
tienen el mérito de
estar escritas en puro y castizo lenguaje
castellano.
Forzoso es omitir otros muchos nombres de
escritores
y prescindir déla enumeración de sus obras, porque entre
más de ciento veinte cuyas piezas dramáticas hoy .conoce-
mos, sería difícil la elección; solo mencionaremos dos, cu-
yas obras han adquirido fama
y crédito.
D. Juan de Matos Fragoso, portugués ó de
origen por-
tugués, porque de cierto no se sabe, vivió mucho
tiempo en
España y murió en Madrid en 18 de Mayo de 1692.
Los es-
critores contemporáneos
y la crítica después, inculpan á
— 4S0 -
Matos Fragoso de plagiario, entrando á saco sin compasión
y escrúpulo por los dramas de Lope, Calderón, Tirso y
otros menos conocidos, apropiándose asuntos y hasta esce-
nas enteras. Juicio tan desfavorable, que tiene algún fun-
damento, amengua mucho el mérito de las obras de Matos
Fragoso; pero hay que confesar que si no era poeta de ge-
nio, nide mucha inventiva, no carecía de habilidad para
distribuir el plan y sacar grandes efectos dramáticos de
los asuntos que trataba, por lo cual algunas de sus obras
contienen realmente buen número de bellezas, como son:
El Sabio en su retiro y Villano en su rincón^ Lorenzo me
llamo, El Galán de sn mujer, El Yerro del entendido. Ver
y creer, Callar siempre es lo mejor, La Dicha por el des-
precio, El Imposible más con otras muchas pertene-
fácil,
cientes á todas las especies de lo dramático. Para que pue-
dan mejor apreciarse las condiciones de este autor, dare-
mos una ligera idea del asunto y versificación del drama ti-

tulado La Corsaria catalana.


El asunto se refiere á un libertino que seduce á Leo-
narda y se escapa con ella; al regresar á Valencia, domi-
cilio del seductor, la dá un narcótico y la deja abandonada
en una roca: Leonarda, cuando vuelve en sí, se entrega al
dolor, pensando en hallar la muerte en el seno del mar, y
antes de poner en ejecución su propósito, llegan unos pira-
tas y la hacen cautiva; el capitán de los piratas, Arnant, se
enamora y se casa con ella, y muerto el capitán pirata, se
pone al frente de los bandidos la misma Leonarda, que co-
rre una serie de aventuras pirateando por los mares, hasta
que al fin tropieza con un buque cristiano que la hace pri-
sionera, después de herirla, resultando ser el padre de Leo-
narda el jefe de la embarcación que venció á los piratas, y
con su arrepentimiento y conciliación con su padre y con
su antiguo novio, termina el drama La Corsaria catalana.
Quizá el asunto sea más propio para la leyenda que
para el drama, pero aún así tiene grandísima originalidad
y abunda en rasgos de verdadero ingenio; es posible sea
una de las mejores escenas aquella en que descansando en
el lecho después de haber sido herida, atormenta su pensa-
miento el recuerdo de su vida pasada, presentándosele una
— 481 —
sombra con barba y largos cabellos blancos trayendo un fé-
retro en una mano, una corona y un cetro en la otra y un
azadón al hombro. Leonarda asustada pregunta:

¿Quién eres, fiera ilusión,

Que mis sentidos espantas?


Sombra ó prodigio ¿quién eres?
VISIÓN. El desengaño; ¿no hablan
Por mi estas empresas todas
Que miras? Cuenta mis canas,
Cuando no puedas mis ojos,
Y mira atrás con qué cara
Doy carta de pago al mundo.
Leonarda. ¿Dónde caminas?
Visión. Al agua
Del olvido; al pozo eterno
De la muerte, donde aguarda
Tomar esta Nave puerto,
En quien la vida se embarca,
Para atravesar el golfo
De esotro hemisferio.
Leonarda. ¿Pasas
Alguna mercadería?
Visión. Y no de poca importancia.
Leonarda. ¿Qué llevas?
Visión. Coronas, cetros,
Laureles, mitras, tiaras,
Bastones, tridentes, plumas,
Ingenios, bellezas raras.

Nos referíamos antes á otro escritor que también me-


recía lugar aparte entre los poetas dramáticos de esta épo-
ca, tal es D. Juan de la Hoz y Mata, que nació en Madrid
en 1620, hijo de ilustre familia, obtuvo el hábito de Santia-
go y llegó á ser presidente del Consejo de Hacienda de
Castilla. Ignórase con certeza el año de su muerte, si bien
puede asegurarse vivía á últimos del siglo xvir. Distingue
á sus obras el carácter doctrinal y moral que aparece en
todas, y bajo este concepto sus comedias y dramas pueden
representarse donde se rinda el más ferviente culto á la
moral; y si en este punto de vista es muy de alabar don
Juan de la Hoz y Mata, como el arte pide algo más que la
61
— 482 —
sana intención y es preciso la acompañen otras circunstan-
cias que por desgracia faltan, si no siempre, las más de
las veces en las piezas dramáticas de la Hoz, de aquí que
no podamos alabar, cual en otro caso lo haríamos, á este
escritor como poeta dramático. La más célebre de sus
obras es El Castigo de la miseria, muy alabada, sin duda,
porque censura muy acertadamente los vicios y flaquezas
humanas; en nuestro sentir mejor que ésta y de mayor al-
cance artístico es la titulada El Montañés Juan Pascual y
primer asistente de Sevilla. Tiene por asunto una de las
muchas leyendas referentes á D. Pedro I de Castilla; la
acción pasa en Sevilla y D. Pedro, extraviado en una ex-
cursión de caza, es acogido sin conocerle por un anciano;
por la noche suscitan conversación sobre las cosas y asun-
tos de Sevilla, censurando Juan Pascual, que así se llama
el anciano, el malestar del reino, los desórdenes y faltas
de tacto del Rey con esta entereza y desembarazo:

Un castigo aterroriza,

Un suplicio causa ejemplo;


Pero en llegando el cuchillo

A esgrimir siempre sangriento,


Se hace lástima la ira,

La lástima sentimiento;
De esto nacen los quejosos,
Y los sediciosos desto,
Que es atributo de Dios
La justicia, con que es cierto,

Que á su imitación, no es bien


Cause horror sino respeto.
Si el Rey tuviera á su lado

Un hombre como yo, creo


Que mirando por su fama
Y por la quietud del reino,
Que muy en breve Sevilla

Refrenara su ardimiento.

Después de estas confidencias llegan nuevos caballeros


y se descubre que es el Rey, que propone á Juan Pas-
cual, nombrarle asistente de Sevilla, se resiste oponiendo
que no ha de haber autoridad ni temor que tuerza su jus-
— 483 —
ticia y el Rey le promete ayudarle á cumplir su misión.
Trasládase á Sevilla Juan Pascual, y bien pronto empiezan
á sentirse los efectos de su energía aunque el Rey procu-
- ra ponerle muchos obstáculos que con astucia sabe vencer.
D. Pedro se enamora de la hija de Juan Pascual, y que-
riendo atropellar su casa, asesina á un criado, Juan Pas-
cual, prende á todos los vecinos de la calle, solo una vieja
declara que á la luz de su candil conoció al Rey cuando

huía. Juan Pascual sigue su proceso é instado por el Rey


para que descubra los asesinos, le arranca una orden po-
niendo á salvo su persona y entonces Juan Pascual, suplica
al Rey vaya con él al lugar del crimen y apenas llega des-
corre una cortina y delante de la casa del asistente apare-
ce la estatua del Rey D. Pedro, un poco más allá el candil
en la ventana desde la cual presenció la vieja el asesinato,
diciendo Juan Pascual:

Pues este es el delincuente,

Y yo el juez que de rodillas


Vuestro seguro os acuerdo.

El Rey le perdona y le concede el cargo de Asistente


mientras viva.
Con sentimiento tenemos que ser muy parcos en el esr
tudio de las causas que motivaron la decadencia de nues-
tro teatro y en la enumeración de los autores y obras que
la representan. No estamos conformes en dar una inter-
vención decisiva en la decadencia del teatro ala carencia
de genio de nuestros poetas, y mucho menos á la falta de
gusto en el pueblo español. No creemos tampoco deba con-
cederse valor tan decisivo y eficaz á las causas políticas si
bien estas vinieron en apoyo de las que obscurecieron, más
no eclipsaron, la brillante historia del arte dramático en
nuestra patria. Para nosotros causas artísticas que no son
propias únicamente de nuestra patria, desenvolvimiento de
la ley natural de todo cuanto existe, pudieran dar explica-
ción á lo que se ha dado en llamar decadencia de nuestro
teatro y que por lo que á él se refiere podíamos determina-
damente señalar en el afán con que se procuraba lo mejor,
y en el olvido de los legendarios y característicos atributos
— 484 —
de la inspiración castellana; unidas estas causas al inmode-
rado afán de imitar lo clásico, no en sus prístinas fuentes, si-
no en las cenagosas aguas del neo-clasicismo francés. En-
tiéndase no obstante, que en nuestro teatro, á semejanza de
esos grandes monumentos artísticos, hasta en sus ruinas, si
así se quiere, hay tan inestimable valor que indica la gran-
deza y majestad de sus mejores tiempos. Y aunque faltos de
espacio para probar cuanto dejamos dicho basta citar los
nombres de Antonio Téllez de Acebedo, Juan de Vera y Vi-
llarroel, Melchor Fernández de León; los poetas madrileños,'
Antonio de Zamora y José Cañizares de notable fecundidad
é ingenio, D. Blas Nasarre, D. Agustín Montiano y Luyan-
do, Juan de Zabaleta, Cornelia, Huerta, Nicolás Fernández
de Moratín y D. Ramón de la Cruz.
-*#<?: m&m®
^lll^ll^l^llfll^ll'l^í

CAPITULO VIII

LAS OBRAS MÍSTICAS Y DIDÁCTICAS EN EL SIGLO XVII. LAS —


OBRAS MÍSTICAS DE LOS FADRES JESUÍTAS LA PUENTE Y LA

PALMA.— D. DIEGO SAAVEDRA FAJARDO. SU SIGNIFICACIÓN

LITERARIA Y SUS OBRAS. EL GÉNERO EPISTOLAR EN LA SE-
GUNDA MITAD DEL SIGLO XVII Y SUS REPRESENTANTES. LA —
ELOCUENCIA SAGRADA Y ORADORES MÁS DISTINGUIDOS.

uando la poesía lírica y la épica habían caído en los


gongorismo y conceptismo, considerán-
delirios del
dose como excepción feliz las obras y escritores que se
salvaron del contagio del mal gusto, nos ofrece la literatu-
ra española en las obras didácticas y determinadamente
en las que podemos llamar místico-didácticas, muestras
valiosas del buen gusto, correspondiendo á tres ilustres
hijos de la Compañía de Jesús la representación de las
obras que nos ofrecen esta particularidad.
El P. Luís de la Puente nació en Valladolid el 11 de
Noviembre de 1554, de padres nobles y bien acomodados,
cuya mayor fortuna fué tener un hijo de tan gran saber
y virtud. A los 20 años ingresó en la Compañía de Jesús,
siendo desde esa fecha su vida un continuado prodigio de
humildad y ciencia hasta su muerte, ocurrida en 6 de Fe-
brero de 1624, conquistándole sus virtudes el merecido tí-
tulo de venerable. Como escritor, en sus obras se traspa-
— 486 -
rentan las hermosas cualidades de su alma: ternura, senci-
llez, elocuencia dulce y persuasiva, y por consiguiente, su
lenguaje es sencillo, sin los arrebatados vuelos de la fanta-
sía, pero harmonioso y castizo, con cierta apacibilidad que
encanta el alma. Por estas cualidades que como escritor
le distinguen, merece un lugar especial entre los más se-
ñalados y mejores autores místicos, y no tiene explicación
el silencio que sobre sus obras han guardado los historia-
dores de la literatura, cuando es muy semejante á Santa
Teresa en lo sencillo y persuasivo, é igual á Fr. Luís en la
profundidad de los pensamientos y en la erudición de las
letras sagradas (1).
Escribió el P. Luís de la Puente las obras en latín: Res-
ponsa, sen consilia juris utrinsque cxpusitio moralis in
cántica cdnticorum admirable estudio exegético del fa-
,

moso libro el Cantar de los Cantares, de Salomón; Compcn-


dium meditationum de precipuisfulei, en la que compen-
dia los principios de la filosofía mística con relación á los
principios de la fé. En castellano: Meditaciones espirituales,
Guía espiritual, Tesoro escondido en las enfermedades y
trabajos, libro admirable escrito con sencillez y gran apa-
cibilidad de ideas que fortalece el corazón y regocija en-
medio de los dolores y penalidades de la vida á los enfer-
mos de alma y cuerpo (2).
Es notable como historiador y á él se deben, la Vida de
la V. Virgen Doña María de Escobar, cuya segunda parte

(i) Hemos dicho más arriba que do tiene explicación el silencio que so-
bre las obras del P. La Puente guardan algunos historiadores de la literatu-
ra, y volviendo por los fueros de la justicia, debemos rectificar esa afirma-

ción, pues don losé Fernández Espino, en el Curso histórico crítico de la li-
teratura española, le dedica una parte del Cap. XXIX, lamentando, como la-
mentamos nosotros, que las obras de tan insigne escritor no hayan sido in-
cluidas en la Biblioteca de Autores Españoles.
(2) El Sr. Fernández Espino, en su ya citada obra, refiere apropósito
del mérito singular del Tesoro escondido en las enfermedades y trabajos, lo
ocurrido al célebre Sr. Lista. Parece ser que le leía su confesor en los últi-
mos días de su enfermedad la exposición del libro de Job, del maestro León,
é inclinándolo, no á poner los ojos en Dios, sino á la controversia sobre
el mayor ó menor acierto del autor en esta obra, trocó su lectura por la
del P. Luís de la Puente, y desde entonces se serenó su espíritu y le llevó á
la contemplación de la eternidad, dándole paciencia y conformidad en el mal
que Dios le había dado.
— 487 —
continuó el P. Pinto Ramírez, y la Vida del P. Baltasar
Alvares.
Miembro de la Compañía de Jesús, contemporáneo del
P. Luís de la Puente, es el P. Luís de la Palma, autor de la
Historia de la Pasión de Cristo, obra de carácter históri-
co-místico, de gran valor por su fondo y forma, donde se
vé al teólogo y pensador profundo, al hombre erudito y al
artista hábil, pintor de cuadros patéticos. No es como se ha
creído la Historia de la Pasión, obra destinada únicamente
para teólogos, que bajo el punto de vista literario son muy
recomendables la sencillez y claridad de estilo y lenguaje, y
lo bien pensado de su plan y método, por lo que puede
apreciarse su mérito por toda clase de lectores.
Más
notable es el Camino Espiritual, de la manera
que enseña el bienaventurado S. Ignacio de Loyola com-
lo
puesto por el P. Luís de la Palma, que ofrece la particula-
ridad de estar escrito en castellano tan correcto y despro-
visto de arcaísmos, que parece salido de la pluma de uno
de los mejores prosistas de nuestros tiempos, pues no cree-
mos que tenga que envidiar nada el siguiente párrafo, to-
mado del Cap. V del Libro I, de los cinco en que dividió su
obra. Habla en él de la muchedumbre de las virtudes inó-
rales, donde refiriéndose á la fortaleza que acompaña siem-
pre á las otras virtudes para emprender cosas arduas y di-
fíciles, dice:

Mas para sufrir las adversas, es en primer lugar la paciencia, á la cual


pertenece moderar la tristeza que suelen causar los males de esta vida, como
son enfermedades, pobreza, deshonras, contradicciones, persecuciones y muer-
tes de personas conjuntas en sangre ó en amistad, y cosas semejantes. Mode-
rar la tristeza que resulta de estas cosas adversas, de manera que no exceda
los límites de la razón; esto es paciencia y también lo es gobernarse en estas
ocasiones de manera que no se dé muestra ó significación de ánimo flaco ó
vencido con el peso de la atribulación, ni se vea en el hombre exterior cosa

que no sea de corazón esforzado y varonil. Y si estos males duran por mucho
tiempo, y el remedio se dilata; así como se añade nueva dificultad por la

largueza del tiempo, así es menester nueva virtud que alargue el ánimo y le

haga igual, no solo á la grandeza del mal, si no también á la duración de él,

y esta llamamos longanimidad. De esta manera queda nuestro espíritu bien

armado con la virtud de la fortaleza, así para sufrir las cosas adversas, como
para emprender las dificultosas.
— 488 -
Y como se habrá podido observar, además de estar es-
crito en correcto castellano moderno, contiene altos princi-
pios de psicología y ética.
Como político y escritor enérgico y conciso, merece
un lugar distinguido en la historia literaria, el caballero de
la Orden de Santiago D. Diego de Saavedra Fajardo. Xa-
ció en Algezares, pueblo de la provincia de Murcia, el 6 de
Mayo de 1584, de padres nobles y bien acomodados, y ape-
nas cumplió quince años, pasó á la Universidad de Sala-
manca á estudiar jurisprudencia, teología y cánones. No
se sabe á punto lijo si llegó á recibir órdenes mayores,
pero sí que obtuvo beneficios y dignidades eclesiásticas.
Siguió al cardenal Borja á Roma y allí desempeñó la agen-
cia de preces por España; viajó mucho por Alemania y los
Países Bajos, quizá desempeñando altas comisiones que le
confió Felipe IV, de quien fué embajador en Xápoles, Vie-
na, Baviera y Yenecia, y su ministro plenipotenciario en
las conferencias de Westfalia, de donde data su interven-
ción en los asuntos de la alta política, y, por último, en
Madrid, desempeñó una plaza de Consejero en el Supremo
de Indias, y el cargo diplomático de introductor de emba-
jadores. Murió en Madrid el 24 de Agosto de 1648, en el

convento de PP. Agustinos Recoletos, donde se había reti-


rado en los últimos años de su vida.
Las obras por él publicadas son: las Empresas Políti-
cas y la Corona Gótica. La República literaria, es obra
postuma, y de dudosa autenticidad, las Locuras de Europa,
y la obra histórico-política titulada Introducciones á la po-
lítica y razón de estado del Rey católico D. Fernando di- ,

vidida en dos partes. Refiriéndose á estas obras, un autor


extranjero, después de proclamar á Diego de Saavedra el
primer escritor del reinado de Felipe IY, nos dice: "que
reúne vasta erudición, filosofía profunda, sana moral, co-
nocimiento exacto del corazón humano, ironía fina y sua-
ve, estilo puro, correcto y claro.,,
Se publicaron Las Empresas políticas con que vulgar-
mente se conoce á este libro, bajo el título Idea de un prín-
cipe político-cristiano, representada en cien empresas; de-
dicada al principe de las Españas, nuestro Señor; y fué su
— 489 —
objeto ocuparse de la educación de un príncipe, así en lo
físicocomo en lo moral é intelectual, y de las relaciones
que todo príncipe ha de tener con sus subditos, con otros
estados, así en paz como en guerra, y hasta llega á ocu-
parse de su conducta en la vejez. Dispuso el libro Saave-
dra Fajardo en cien empresas, que llevan un adorno sim-
bólico y un lema en latín relacionados con el asunto. Mués-
trase nuestro escritor, en esta obra, como hombre perití-
simo en la alta política y da muestras de sus grandes cono-
cimientos respecto al estado de la Europa en su época. An-
ticipándose al juicio que había de hacer la posteridad sobre
su obra, nos dice no tenía la perfección que convenía: "por
no haberse hecho con aquel sosiego de ánimo y continuado
calor del discurso,,; en comprobación de lo que había dicho
antes, que escribía en las posadas lo que había discurrido
entre sí por el camino. Bastaría para legitimar los títulos
de sagaz político y hombre versado en los grandes proble-
mas de la Europa, con que generalmente se designa á Saa-
vedra Fajardo, leer lo que nos dice en la Empresa XCV
que lleva por lema Neutri AdhceYendum, y por representa-
ción dos mares separados por un istmo. Comienza de este
modo:

Entre el poder y la fuerza de dos contrarios mares, se mantiene y con-


serva el istmo, como arbitro del uno y del otro, sin inclinarse más á este que
aquel; con lo cual le restituye el uno lo que el otro le quita, y viene á ser su
conservación la contienda de ambos, igualmente poderosos; porque, si las

olas del uno creciesen mas y pasasen por encima, borrarían la jurisdicción de
su terreno, y dejaría de ser istmo.

Por cierto que parecía preveer en esta empresa Saave-


dra Fajardo la actual situación de Italia, según podrá apre-
ciarse en los siguientes párrafos:

La gloria envuelta en la ambición de mandar obliga á pensar á algunos


italianos en quesería mejor unirse contra la una y otra corona, y dominarse
á sí mismos, ó divididos en repúblicas ó levantada una cabeza: pensamientos
más para el discurso que para el efecto, supuesta la disposición de Italia;

porque ó había de ser señor el Papa de toda Italia, ó otro. — Si el Papa, fácil-

mente se ofrecen las razones que muestran la imposibilidad de mantenerse


una monarquía espiritual, convertida también en temporal, en poder de un
62
- 4Q0 —
príncipe electivo, ya en edad cadente, como ordinariamente son todos los Pa-

pas; hecho á las artes de la paz y del sosiego eclesiástico, ocupado en los ne-
gocios espirituales, cercado de sobrinos y parientes, que, cuando no aspirasen
á hacer sucesión en ellos los estados, los dividiría con investiduras; fuera de
que conviniendo á la cristiandad que los Papas sean padres comunes, sin di-
sensiones con los príncipes, las tendrian perpetuas contra las dos coronas; las
cuales, por los derechos que cada una pretende sobre Milán, Ñapóles y Sici-

lia, moverían la guerra á la Sede Apostólica ó juntas con alguna capitulación


de dividir la conquista de aquellos estados, ó separadas, entrando la una por
Milán y la otra por Ñapóles, con peligro de que alguna dellas llamase en su
favor las armas auxiliares de Alemania ó del Turco; las cuales se quedarían
después en Italia.

Si se levantase un Rey de toda Italia quedarían vivos los mismos incon-


venientes, y nacería otro mayor de hacer vasallos á todos los potentados, y
despojar al Papa para formar una monarquía; porque si los dejase como hoy
están (aunque fuese con algún reconocimiento á él ó confederación), no po-

dría mantenerse; de donde resultaría el perder Italia, este imperio espiritual,


que no la ilustra menos que el romano, quedando en una tirana confusión,
perdida su libertad.
Menos practicable seria mantenerse Italia quieta con diversos príncipes
naturales; porque no habría entre ellos conveniencia tan uniforme que los
uniese contra las dos coronas, y se abrasarían en guerras internas, volviendo
á llamarlas, como sucedió en los siglos pasados; siendo la nación italiana tan
altiva, que no sufre medio: ó ha de dominar absolutamente ó obedecer.
De todo lo dicho se infiere que ha menester Italia una potencia extran-
jera que, contrapesada con las externas, ni consienta movimiento de armas
entre sus príncipes, ni se valga de las ajenas, que es la razón porque se ha
mantenido en paz desde que entró en ella la corona de España.

La Corona Gótica es una sucinta historia de los Monar-


cas godos de España, pues aunque la obra existe hoy con
el título de Corona Gótica Castellana y Austríaca, lo refe-

rente á estas dos últimas monarquías, es obra de Alonso Nú-


ñez de Castro. Bajo el aspecto histórico, bien poco es lo que
añade la Corona Gótica á lo que refieren los historiadores
sobre la monarquía de los visigodos en España; no así en la
parte literaria, cuya forma es culta y galana y las reflexio-
nes con que ilustra la narración, profundas y oportunas.
Hoy ya no es posible la duda de que la república litera-
ria sea de Saavedra Fajardo, los manuscritos conservados
en la Biblioteca Nacional, los caracteres de su estilo y len-
guaje y las referencias hechas en otras obras del mismo au-
— 491 —
tor á esta y viceversa, lohan demostrado con toda precisión;
así,por ejemplo, dice en el prólogo refiriéndose á la toleran-
cia del público con los escritores: "ni yo te hubiera cansa-
do pocos dias há con cien empresas políticas, ni tratara de
la impresión de otras obras que tenemos dispuestas, si no
fuera en fé de tu mucha paciencia.,,
•No esotra cosa la República literaria que una crítica
de las obras de su tiempo, desenvuelta bajo el velo de la ale-
goría que supone que durante el sueño es transportado á
una ciudad donde visita sus monumentos, se entera de los
libros, filósofos y poetas, dándole ocasión para emitir jui-
cios breves, atinados y graciosos sobre todas estas cosas, ha-
ciendo el libro agradable y de amena lectura, según puede
comprobarse por el siguiente párrafo:
A la puerta de un barbero estaba Pitágoras persuadiendo á otros filó-

sofos la trasmigración de las almas de unos cuerpos á otros, de donde infe-

ría los varios instintos é inclinaciones de los animales. Las de los reyes de-
cía que se infundían en cuerpos de leones, que pareee que velan y están
dormidos; las de los príncipes en elefantes, de donde nacía en aquellos ani-
males su vanidad y tolerancia por cualquier título ó apaiiencia de grandeza;
las de los jueces en perros, que muerden á los pobres y alhagan á los ricos;
las de los descorteses en alces, que no doblan la rodilla; la de los poelas en
osos, que se sustentan del humor de sus niñas. Oía yo con gusto este discur-
so; pero un malicioso arrojó en el corro unas habas, y corrido Pitágoras,
cubriendo con el palio la cabeza, se entró dentro de la tienda, dejándonos
dudosos de aquel resentimiento; y haciendo varios juicios sobre la causa que
le había movido á prohibir aquella legumbre, unos decían que habia querido
persuadir la honestidad por la haba, figura de la lascivia; otros que habia
persuadido la rectitud en votar, porque votaban antiguamente por habas.
Lo que yo mas ponderé fué cuan fácilmente los que más se precian de en-
tendidos y sabios se atajan y corren por cualquier cosa, como gente sober-
bia y que ligeramente teme perder aquella opinión que los demás tienen
dellos.

Las demás obras de Saavedra Fajardo y muchos pape-


les sueltos, no tienen tanta importancia.
La Conservación de Monarquías, del licenciado Pedro
Hernández de Navarrete, es obra de mayor importancia
bajo el punto de vista político-social que literario.
Ya indicamos en el Capítulo VIII del Segundo Ciclo y
Primer Periodo, la importancia del género epistolar en
— 492 —
nuestra literatura, importancia que pierde en el periodo
que vamos historiando, porque distan mucho de la sencillez
y encanto que tenían las cartas anteriormente. Las del hu-
manista Cáscales, relativas á puntos de erudición, adole-
cen casi todas de pedantería. Son algo mejor las de D. An-
tonio de Solís, historiador de quien ya nos hemos ocupado.
Las publicadas por el célebre Nicolás Antonio, son pe-
sadas y de más valor científico que literario. Este escritor
sevillano que nació hacia el año 1617, autor de muchas
obras, bastando para darle nombre la Biblioteca hispana
vetus et nova publicada en Roma, en dos tomos en 1672,
obra tan colosal y de tan extraordinario mérito que viene
siendo la base de los estudios histórico-literarios y sobre to-
do bibliográficos en nuestra patria.
Las que merecen muy especial mención son las de la
V. Sor María de Agreda, religiosa que mantuvo una co-
rrespondencia muy larga y sostenida con Felipe IV (1). Es-
tas cartas además de su valor histórico, le tienen muy gran-
de literario; sencillo lenguaje, suelto y fácil, frase concisa
y elegante, cual la pudiera haber empleado uno de los es-
critores del siglo xvi, son las prendas de las cartas que se
conservan de Sor María Agreda. Más bien que á su im-
portancia política, hemos atendido al elegir una de las car-
tas, en que se vean las prendas y condiciones de esta escri-
tora. La siguiente se refiere al Monasterio del Escorial.

Al Rev
Señor: Entre las demás caitas con que V. M. ha favorecido á esta su in-

digna sierva, con ésta ha recibido singular consuelo mi alma, á causa de ver
á V. M. en tan devota y santa peiegrinación como visitar los sepulcros de
las mayores grandezas del mundo que, vistas en ellos, enseñan sin engaño,
aseguran sin riesgo y guian sin peligro á la verdad. No me maravillo que los
deseos y afectos de V. M. estén hoy muy fervorosos; que de los desfalleci-

mientos de la carne renace más brioso el espíritu. Yo juzgo que un panteón


es el crisol en que se apuran los afectos, y así en igual grado alabo el valor

(i)Las cartas de la V. Madre Agreda, precedidas de un bosquejo histó-


rico, han sido publicadas por D. Francisco Silvela; á tan excelente trabajo
histórico, remitimos á los que quieran conocer á fondo el valor é importan-
cia de las cartas cambiadas entre Sor María de Agreda y Felipe IV .
— 493 -
de quien lo edificó y la devoción de quien lo visita y mira, pues todo es
ayudar al desengaño. He oido ponderar el acierto de la Magdalena cuando
buscó la vida en el sepulcro, casa propia de la muerte, que, después que
nuestro Redentor la venció, no hay mejor modo de hallar la vida del espíritu
que en la muerte de lo corpóreo y sensitivo.
En eterna memoria creo yo que vive el muy prudente señor abuelo de
V. M. porque, entre los innumerables cuidados de su Corona, halló su espí-

ritu desahogo y desembarazo para edificarse sepulcro; fabricóse asimismo


S. M. y en él al fin descansó; sabio arquitecto que se previno con el trabajo
prudente su descanso, y dichoso artífice que mereció tener en la casa del ol-

vido vida y sosiego. Algunas noticias me habían dado de la magnificencia


del Escorial, y el decirme V. M. le admira siempre que le vé me hace pon-
derarle por suntuosidad grande, y me motiva á alabar al Señor por el culto

que se le da en ese templo; y porque es tan del gusto de V. M. y tan loable


recreo, para coger fruto espiritual y hallar desahogo la naturaleza en la
amenidad del campo y seguimiento de la caza, que todo es menester para
sobrellevar la carga del gobierno.
Consuélome de verá V. M. tan ansioso de anteponer la salvación á las
demás cosas, y confiado en la misericordia divina para resistir V. M. á sí

mismo y obrar al gusto de Dios: crea V. M., Señor mió, que es poderosísi-
ma la gracia y con ella idónea la criatura humana para obrar magníficamen-
te; que el Altísimo no la negará es cierto. Procúrela V. M., pues la disposi-
ción más inmediata para la salvación y la gloria es la gracia; y tanto más
segura se levanta la esperanza á Dios para alcanzarla, cuanto padece por El
mayores trabajos; que no se coge el gozo de la retribución eterna si primero
en el mundo no se obra con tribulación. Por esto dijo David: <iQuien siem-
bra con lágrimas, cogerá con alegría.» Y no hay trabajo que no se haga leve
cuando se mira la corona y triunfo, pues la esperanza del premio es alivio
del tormento.
Yo obedeceré á V. M. en lo que me manda de que clame al Todopode-
roso por V. M.; no sé qué tenga que ofrecer que toda estoy sacrificada á tra-
bajar por la salvación de V. M. y los aumentos y paz de esta Corona. Su-
plicaré al Señor que encamine las prevenciones que se hacen para la campa-
ña futura almayor acierto, victoria y alivio de V. M.
En la Concepción Descalza de Agreda á 13 de Noviembre 164S.

De gran importancia y muy poco conocida es la co-


lección de cartas llamadas de Jesuítas, que la Academia de
la Historia incluyó en su memorial histórico. Figuran en
esa colección algunas de los PP. Mendo, Villacastín, Avi-
les y el P. Sebastián González, se refieren en sti mayor
parte á las guerras sostenidas por España en Alemania,
Italia, Flandes y Portugal.
— 494 —
Aunque la misión del predicador cristiano es atraerse
la voluntad, y la mayor parte de su trabajo para conseguir-
lo se lo dá hecho la verdad de la doctrina, y lo consigue
muchas veces sin el aparato y brillo de la elocuencia artifi-
ciosa, no obstante, el predicador, como hombre, no puede
prescindir de los gustos y tendencias de su época; por esto
siguió la elocuencia sagrada las tendencias del mal gusto,
dominante en la época de que nos ocupamos. Mal gusto que
tuvo por causas, además de las puramente literarias, el
predominio del escolasticismo en mal sentido interpretado,
lasexageraciones de la dialéctica, muy en moda en las dis-
putas de escuelas y en las discusiones teológicas, el deseo
de singularizarse, la imaginación de nuestros oradores, y
otras causas que no son del caso enumerar.
Si á Fray Hortensio de Paravicino le siguieron mu-
chos predicadores que con menos talento y erudición lle-
garon á los delirios que tan graciosamente puso de relieve
el P. Isla, en su Fray Gerundio de Campazas, justo es ha-

cer excepción de algunos ilustres miembros de la Orden Do-


minicana, como Jerónimo de Urbina, Jerónimo Bautista,
y Sellan de Lanuza, ilustre aragonés, obispo de Barbastro
y Albarracín, hombre virtuoso y elocuente, autor de Las
Homilías que la Iglesia Santa propone en los días de ata-
resma y de Las Hornillas sobre el Evangelio que se propo-
ne en la solemnidad del Santísimo Sacramento.
Entre las colecciones más notables de sermones perte-
necientes á esta época y las posteriores, está El Sermona-
rio de Gabriel Vaca, La Silva espiritual de Antonio Alva-
rez, Las Exhortaciones doctrínales de Francisco Aguado,
La Colección de sermones de Andrés Capilla, Agustín
Castro,, Miguel Heredia, Juan Hurtado, Diego Yanguas y
El Epinicio evangélico, ascético y predicable de Fidel Valle.
V<^T^bJ@j^^^M3(^^(^^ @^f^9T^! @3áí^g(3^^2)(^á!

CAPITULO IX

LA HISTORIA EN EL TERCER PERIODO DEL SEGUNDO CICLO. — LA


EXPEDICIÓN DE CATALANES Y ARAGONESES DE MONCADA.—
D. FRANCISCO MANUEL DE MELÓ. — OBRAS HISTÓRICAS DE DON
CARLOS COLOMA Y ANTONIO DE SOLIS. — LA HISTORIA DE CA-
RÁCTER RELIGIOSO Y SUS REPRESENTANTES.

^ os tra bajos históricos de Ambrosio de Mora-


N ÉÜ E3PU ^ S ^ e
Jerónimo de Zurita y sobre todo del P. Juan de
Ss¿|!sé£ les,
Mariana, únicamente quedaba, á los que se dedicaban á es-
ta clase de estudios, el trabajo de perfeccionar el camino
trazado, perfección que, á decir verdad, en cuanto á la his-
toria general, no ha sido dado alcanzar hasta tiempos muy
próximos á nosotros; pero, si obras históricas de la impor-
tancia que tiene la del P. Mariana, no encontramos poste-
riores á él, sí se encuentran preciosos materiales acopia-
dos por la historia particular y los trabajos monográficos
que, siguiendo el impulso dado por Hurtado de Mendoza á
este género de narración, merecen llamar por igual la
atención del historiador y del literato.
La Historia de la expedición de catalanes y aragone-
ses contra los griegos y turcos, tiene por objeto los hechos
llevados á cabo por el noble aventurero Roger de Flor,
cuando, llamados los catalanes y aragoneses por el Empe-
rador de Constantinopla Andronico Peleálogo, después de
— 496 —
aventuras sin cuento y singulares proezas, realizadas por
el expedicionario en tan lejanas tierras, dio por resultado
esta expedición la fundación del reinado de Atenas. El
autor de esta historia, que más parece, según dice un crí-
tico, un poema, que una historia, si no constase su autenti-
cidad, fué D. Francisco de Moneada, que nació en Valen-
cia en 1586, era hijo de ilustre casa, llevó los títulos de
Conde de Osuna y Marqués de Aitona, y ocupó los altísi-
mos puestos de Consejero de Estado, Embajador de Ale-
mania, gobernador de los Países Bajos y generalísimo de
los ejércitos de Flandes, muriendo en los campos Geoch,
población del ducado de Cléves, después de haber ganado
una batalla. Es de admirar que, en medio de los graves cui-
dados del gobierno y de la azarosa vida militar, tuviera
gusto y tiempo para ocuparse en el cultivo de las letras, y
mucho más teniendo en cuenta que la interesante narración
de que es autor, se halla escrita con naturalidad y soltura,
estilo enérgico, sencillo y elegante, despertando vivo inte-
rés los hechos y la manera de narrarlos, con el mérito es-
pecial de que sus descripciones son verdaderos cuadros
que pueden con facilidad trasladarse al lienzo. Se conocen
además, de Moneada, la Vida de Anido Maulio, etc., im-
presa en Francfort en 1642, Antigüedad del Santuario de
Monserrate y la Genealogía de los Moneadas.
Es tan interesante la Historia de la expedición de ca-
talanes y aragoneses, que en realidad no puede formarse
juicio de su mérito no leyéndola toda; en nuestro deseo de
que no se desconozcan obras tan importantes, trasladare-
mos aquí el

CAPÍTULO XXXIV
Los pocos que quedaron en Galípoli Jan barreno á todos los navios de
su armada.

Preso Berenguer de Enteriza, y muertos los mejores caballeros y solda-


dos que le siguieron, quedaron solos en Galípoli con Rocafort, su senescal,
mil y doscientos infantes y doscientos caballos, y cuatro caballeros, buenos
soldados, Guillen Sisear y Juan Pérez de Caldés, catalanes, y Fernando Gori

y Jimeno de Albaro, aragoneses, y con ellos Ramón Montanez, capitán de


Galípoli. Este tan poco número de gente defendió aquella plaza, y cuando
supieron que Berenguer con su armada se había perdido, y que el socorro
— 4Q7 -
que esperaban había de venir por su mano ya no tenía lugar, y aunque reco-
nocieron el peligro cierto, no perdieron el ánimo; antes cobrando de la ad-

versidad mayor esfuerzo, dieron ejemplo raro á los venideros de lo que se


debe hacer en casos donde el honor corre riesgo de que alguna mal adverti-
da resolución manche su limpieza, conservada largos años sin nota de infa-

mia. Tuvieron consejo, y en él hubo diferentes pareceres. Hubo algunos que


les pareció forzosodesamparar á Galípoli, y que tratar de defendello era
el

desatino; que se embarcasen en sus navios y fuesen la vuelta de la isla de


Metellín, porque con facilidad la podrían ganar y con la misma defendello,
de donde cortarían aquellos mares con mas seguridad suya y daño del ene-
migo; y que sus pocas fuerzas no daban lugar á mayor satisfacción. Fué tan
mal recibido este consejo de los mas, que con palabras llenas de amenazas le
contradijeron, y determinaron que Galípoli se defendiese, y que fuese tenido
por infame y traidor el que lo rehusase. Estimaron en tanto su determina-
ción, que por quitarse el poder de mudalla barrenaron los navios; con que
perdieron la esperanza de la retirada por mar, quedándoles la que abriesen
sus espadas en los escuadrones enemigos. Siguieron el ejemplo de Agotoeles,
en África, y le dieron á Hernando Cortes en el nuevo mundo; entrambos ce-

lebrados en la memoria de los hombres por los mas ilustres que el valor hu-
mano pudo emprender. Agatoeles, rey de Sicilia, pasó con una armada el

África contra los cartagineses. Echada su gente en tierra, echó á fondo sus
navios, con que forzosamente hubo de vencer ó morir; pero este tenia mas
confianza y razón de vencer, porque llevaba consigo treinta mil hombres y la
guerra solamente contra Cartago. Los catalanes se hallaron pocos, lejos de
sa patria, y la guerra contra todas las naciones del Oriente. Superior á la
mayor alabanza fué la determinación de Cortes; por que ¿quién pudo en
ignotas provincias, distando inmenso espacio de su patria, echar á fondo sus
navios y escoger una muerte casi cierta por una vitoria imposible, sino un
varón á quien Dios con admirable providencia permitió que fuese el que á
su verdadero culto redujese la mayor parte de la tierra? No quiero hacer jui-
cio si éste ó el de los catalanes fué mayor hecho, porque pienso que son en-
trambos tan grandes, que fuera hacelles notable injuria si para preferir al

uno buscáramos en el otro alguna parte menos ilustre por donde le pudié-
ramos juzgar por inferior. Españoles fueron todos los que lo emprendieron;
sea común la gloria.

Indicamos, al hablar de los escritores hispano-portu-


gueses, que nos ocuparíamos de D. Francisco Manuel de
Meló al tratar de digno de
la historia, porque, si bien- es
como poeta,
estudio en castellano como en portugués,
así
su mayor renombre le debe á su Historia de los movi-

mientos, separación y guerra de Cataluña en tiempo de


Felipe IV.
GS
— 498 —
Nació Meló en Lisboa en 23 de Noviembre de 1611, y
murió en la misma ciudad en 1667. Desde muy joven tomó
parte en multitud de hechos de armas, sublevaciones y
guerras, militando en Flandes, Cataluña y en Portugal;
defendiendo la independencia de su patria. Hombre de gran
experiencia, ingenio y decidida afición á las letras, nutrió
su espíritu con la enseñanza que dan los infortunios, alcan-
zando su inteligencia numerosas ideas que los viajes, destie-
rros y amarguras le enseñaron, de los hombres y de las
cosas. Nos admira pudiera escribir tanto y haya llegado á
ser tan conocido y estimado por su obra histórica escrita
en castellano, como por sus muchas poesías líricas y obras
dramáticas escritas en portugués. Con justicia obtuvo su
Historia de los movimientos, separación y guerra de Ca-
taluña el aplauso con que fué recibida, mereciendo su au-
tor el título de Tácito español. Mejor que cuanto pudiéra-
mos decir en su elogio, se apreciará su mérito con la lec-
tura de algunos de sus párrafos, apreciándose así la soltura
y elegancia en el lenguaje, la exactitud de las pinturas y
la oportunidad de las reflexiones.
Hablando de los catalanes, muéstrase profundo cono-
cedor de su carácter y nos lo pinta así:

Son los catalanes (por la mayor parte) hombres de durísimo natural;


sus palabras pocas, á que parece les inclina su propio lenguaje, cuyas cláusu-

las y dicciones son brevísimas: en las injurias muestran gran sentimiento y


por eso son inclinados á la venganza: estiman mucho su honor y su palabra,
no menos exención por lo que entre las mas naciones de España son aman-
tes de su libertad. La tierra abundante de asperezas, ayuda y dispone su áni-
mo vengativo á terribles efectos con pequeña ocasión

Y hablando de
unión entre todos, que hoy llamaría-
la
mos provincialismo, ponderando la que siempre han tenido
los catalanes, añade esta oportuna reflexión:

buen ejemplo para enseñar á confundir el orgullo y dispersidad de otras


naciones en aquellas obras cuyo asiento pende de la unión de los ánimos.

Véase qué reflexión tan hermosa la que hace al dar


cuenta de la muerte del Virrey de Cataluña causada por
los muchos disgustos que le ocasionó su virreinato.
— 499 —
Aman los hombres el mando como cosa divina sin advertir el riesgo
que trae consigo el gobernar á los otros hombres; no hay ninguno que por
justificado deje de ser sospechoso al príncipe ó al pueblo, que lo uno basta
para perder la buena fortuna y lo otro la buena fama; en menos de la tercera

parte de un año nos lo enseña el ejemplar de estos dos virreyes: el primero


por muy obediente á su señor muerto a las manos de la plebe, el segunde
por muy amante de su república, muerto también al enojo de su rey.

Otros muchos ejemplos pudiéramos añadir que demues-


tran el talento y condiciones que como historiador ostentó
Meló en esta obra. Prometió una segunda parte que no pu-
blicó, á pesar de su promesa y de haber sobrevivido veinte
años á la publicación de la primera parte, dedicada al Papa
Inocencio X, con el pseudónimo de Clemente Libertino.

El Marqués de Espinal D. Carlos Coloma nació en Ali-


cante en 1573 y murió en Madrid en 1637 habiendo desem-
peñado lus cargos de embajador de Inglaterra, Consejero
de Estado y Guerra. Docto humanista y muy aficionado á
los estudios clásicos, vertió al castellano Los Anales de
Tácito, traducción celebrada como una de las mejores que
existen en lengua castellana.
Testigo presencial de la cruda guerra sostenida por los
españoles en Flañdes, escribió el libro titulado Las gue-
rras de los Estados-Bajos desde el año 15S8 hasta 1599,
publicada en Amberes en 1625, obra de gran valor histó-
rico por la circunstancia ya dicha de haber presenciado
los hechos el autor, la imparcialidad con que los narra y el
gran número de datos con que los ilustra, pero no de tanto
valor literario como supone Ticknor, porque el estilo, si
bien no carece de viveza, es muy desigual. La obra de Co-
loma, es el complemento de Los Comentarios de lo sucedi-
do en los países Bajos desde el año 1567 hasta 1577, que
escribió I). Bernardino de Mendoza.
En la ciudad de Alcalá de Henares, el día 18 de Octu-
bre de 1610 nació D. Antonio de Solís y Rivadeneyra, afi-
cionadísimo á los estudios, siguió los de humanidades y de-
recho en su patria y en Salamanca, escribiendo en esta
última ciudad á los 18 años su comedia Amor y obligación.
Terminados sus estudios, desempeñó el cargo de Secreta-
rio al lado de algunos elevados personajes, siéndolo después
— 500 —
de Felipe IV y oficial de la Secretaría de Estado. Alos 57
años abandonó los negocios y recibió las órdenes sagradas;
murió en Madrid desempeñando el cargo de Secretario de
Indias, el día 19 de Abril de 1686. Como poeta lírico supo
sustraerse al mal gusto en su época dominante; lo mejor
de sus poesías de esta especie son los epigramas; tradujo con
bastante acierto á Horacio, Ovidio y Juvenal. Ya hemos di-
cho cultivó la poesía dramática, siguiendo en ella la escuela
de Calderón, figurando entre sus comedias la ya citada
Amor y obligación, Un Bobo hace ciento, El Dr. Carlino,
La Jilanilla de Madrid, Amparar al enemigo y El Amor
al uso, con cuyas obras conquistó aplauso y crédito, si bien
confirmando lo dicho por un crítico, son lindas miniaturas
trazadas con facilidad y limpieza. Sus cartas en número de
veintidós, tienen el carácter íntimo y familiar, excepto la
dirigida á D. Carlos II, dedicándole la Historia de la con-
quista de Méjico y otra al Conde de Oropesa, siendo muy
de estimar en todas, la concisión, pureza y corrección, así
como el estilo que es siempre elegante.
De la Historia de la conquista de Méjico, población y
progresos de la América Septentrional, conocida con el
nombre de Nueva España, que con este título se publicó,
aunque recibida con aplauso, fué objeto de varias críticas
por los que no la juzgaron con la benevolencia que D. Gas-
par de Mendoza y D. Nicolás Antonio, que en ella alababan
la elección del asunto, lo ingenioso del plan, lo acertado
de sus máximas y lo elegante y perfecto de su lenguaje y
estilo. La posteridad ha confirmado el juicio de estos doc-

tos varones. Dividió la Historia de la Conquista de Méjico


en cuatro libros, comenzando desde la fecha en que Juan
de Grijalva hizo su entrada en Tabasco, hasta la prisión de
Guatimozin, ó sea un periodo de tres años. Oigámosle en
el prólogo dando cuenta de la obra y de sus propósitos.
"Es la Conquista de Nueva-España uno de los mayores
argumentos que celebra el mundo en sus anales; pero esta
grandeza pedía igual historiador contentáreme con que
no pierdan lo admirable y heroico de los sucesos „ Y

respecto á la ejecución, nos dice: "Deseando gobernarme


por lo que observaron los autores de mayor nota, ciñéndo-
— 501 -
me á los términos más rigurosos de la lengua castellana,
capaz en mi sentir, de toda la propiedad que corresponde
á la esencia de las cosas y de todo el ornato que alguna vez
es necesario para endulzar lo útil de la oración.,, Del esti-
lo también nos dice á quién tomó por maestro: "en el esti-
]o } pues, que me señaló esta gran maestra (naturaleza) es-
cribí la historia que sale hoy á luz.,, Y, efectivamente,
cuanto nos dice es cierto, según puede observarse en los
siguientes párrafos del Capítulo IX, donde nos habla de
Hernán-Cortés, trazando con grandísima habilidad su re-
trato.

Pero antes que pasemos adelante, será bien que digamos quien era Iler-
nau-Cortes, y por cuántos rodeos vino á ser de su valor y de su entendi-
miento aquella grande obra de la conquista de Nueva-Eípaña, que puso en
sus manos la felicidad de su destino: llamamos destino, hablando cristiana-
mente, aquella soberana y altísima disposición de la primera causa, que de-
ja obrar á las segundas como dependientes suyas y medianeras de la natura-
leza, en orden á que suceda con la elección del hombre lo que permite ó lo
que ordena Dios. Nació en Medellin. villa de Extteinadura, hijo de Martin
Cortes de Monroy y doña Catalina Pizarro Altamirano, cuyos apellidos, no
solo dicen, sino encarecen lo ilustre- de su sangre. Dióse á las letras en su
primera edad y cursó en Salamanca dos años, que le bastaron para conocer
que iba contra su natural, y que no convenía con la viveza de su espíritu
aquella diligencia perezosa de los estudios. Volvió á su casa resuelto á seguir
la guerra, y sus padres le encaminaron á la de Italia, que entonces era la de
mas pundonor, por estar calificada con el nombre del Gran Capitán; pero al

tiempo de embarcarse le sobrevino una enfermedad que le duró muchos dias;


de cuyo accidente resultó el hallarse obligado á mudar de intento, aunque
no de profesión
Era mozo de gentil presencia y agradable rostro; y sobre estas reco-

mendaciones comunes de la naturaleza, tenía otras de su propio natural,


que hacían amable, porque hablaba bien de los ausentes, era festivo y
le

discreto en las conversaciones, y partía con sus compañeros cuanto adquiría


con tal generosidad, que sabía ganar amigos sin buscar agradecidos. Casó
en aquella isla con dima Catalina Suarez Pacheco, doncella noble y recata-
da, sobre cuyo galanteo tuvo muchos embarazos, en que se mezcló Diego
Velazquez, y le tuvo preso hasta que, ajustado el casamiento, fué su padri-
no, y quedaron tan amigos, que se trataban con familiaridad; y le dio bre-
vemente reportamiento de indios y la vara de alcalde en la misma villa de
Santiago; ocupación que servían entonces las personas de más cuenta, y que
solía andar entre los conquistadores más calificados.
— 502 —
Innumerables serían los historiadores religiosos que
pertenecen á esta época, si hubiéramos de nombrar á cuan-
tos se ocuparon de historia eclesiástica, de vidas de santos,
de historia de órdenes religiosas; por ser muchos los que
cuentan la mayor parte de las comunidades establecidas en
España. Si hemos de prescindir de muchos, no lo haremos
de aquellos que han alcanzado más nombre y fama.
Escritor fecundo y muy conocido es el P. Juan Eusebio
Nieremberg, de origen alemán, cual indica su apellido; na-
ció en Madrid en 1595, hizo sus estudios con los PP. de la
Compañía de Jesús, ingresó en la misma muy joven y de-
sempeñó en ella varios cargos de importancia; murió en el
colegio Imperial de Madrid, hoy Instituto de San Isidro,
en 1678.
Bajo dos aspectos ha de considerarse al P. Nieremberg,
como teólogo y como escritor político. A la primera clase
pertenecen las siguientes obras: De origine sacra; scriptu-
;'«?; Doctor cva?igelicns stromata sacra; scripturce; Doctri-

na ascética, artis volumtatis; Opera Parihcnica y Prácti-


ca del catecismo romano. A las de carácter político: Tiie
políticas de nova moneta; Diferencia entre lo temporal y
eterno; Cansa y remedio de los males públicos; Obras y días
ó manual de Principes; Vida de San Francisco de Borja,
Claros varones de la Compañía de Jesús; Tesoro de las ma-
ravillas de la naturaleza, y una colección de cartas publi-
cadas por D. Francisco Faria y Sousa. En tocias ellas apa-
rece la fecunda imaginación, energía y profundidad de pen-
samiento, que son las cualidades que distinguen al P. Nie-
remberg. No ha faltado quien atendiendo ala naturalidad,
concisión, y á veces por la amplificación del pensamiento,
considere á este escritor como afiliado al mal gusto, siendo
así que esos defectos ó descuidos, se refiere más bien á la
materia y al deseo de tratarla, pugnando entre dos condi-
ciones tan opuestas, como son la riqueza de imaginación y
la profundidad de pensamiento.
A la Compañía de Jesús pertenece también el P. Mar-

tín Roa, poeta y escritor que merecía ser más conocido y


estudiado que lo ha sido hasta ahora. Sus obras históricas
son: Ecija y sus santos, preciosa obra que constituye un
— 503 —
verdadero modelo de historia particular. Del P. Roa son
también varios estudios biográficos, modelo en su género,
de señoras virtuosas é ilustres, y por último, no carece de
mérito, bajo el punto de vista literario, y le tiene muy su-
bido por su carácter ascético, la obra que tituló Estado de
los bienaventurados en el Cielo.
A los nombres de los historiadores ilustres de la Or-
den de Santo Domingo, Fray Antonio de la Peña, Juan
Hurtado de Mendoza, Juan de Robles y Sebastián Bravo,
debemos añadir el de Fray Gregorio García, natural de
Coria, que residió mucho tiempo en América, y escribió
La Predicación del Evangelio en el Nuevo Mundo viviendo
los apóstoles, en cuya obra se incluye la Historia del Ro-
sario, que después insertó en una de las suyas con este títu-
lo el P. Fernández. La Monarquía de los Incas del Peni, es
la más curiosa de todas las que publicó, poniendo al libro la
siguiente portada: Origen de los indios del Nuevo Mundo,
y Indias occidentales averiguada con discurso de opinio-
nes; traíanse en este libro varias causas y puntos curiosos
tocantes á diversas ciencias y facultades con que se hace
varia historia de mucho gusto para el ingenio y entendi-
miento de hombres agudos y curiosos.
Esta obra, hoy casi olvidada, se imprimió en Valencia
en 1607 y se reprodujo en París en 1715.
1 1 1 1 1 1 1 (i 1 i.l i II 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 11 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 11 1 II I MM i ) 1 1 ii 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 II I TTTí tTTTTTi lililí 1 1 1 -,

> í ím 1 1 i miíTmnim ím níiiiin u) 1 1 1 1 1 ííííil iín 1 1 1 1 m i íiíi'niníTiin íun i mil i íí uilliuj i f uYi i uní i t i 5

CAPITULO X

LA NOVELA EX LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVII. LA. PICARA —


JUSTINA. NOVELAS DEL DR. GERÓNIMO DE ALCALÁ Y YÁÑEZ —
Y DE D. ALOXSO DE CASTILLO Y SOLÓRZAXO. NOVELA SATÍ- —
RICA. —
NOVELAS DE VARIAS CLASES DE ALONSO GERÓNIMO DE
SALAS BARBADILLO. COLECCIÓN DE NOVELAS, CARTAS Y —
CUENTOS.

'(psfi fuera cierta la afirmación del Sr. Fernández Nava-


¡i
rrete hecha en su Bosquejo histórico de la novela
española, de que, "cuanto más atrasado en cultura, tanto
mas se aproxima el hombre al estado primitivo de la socie-
dad, mayor desarrollo tiene su imaginación á costa de su
entendimiento adormecido, y mayor afición le inspira todo
loque hable á ella;,, no tendría explicación desarrollo y el
gusto que se despertó en nuestro pueblo y en los escritores
del siglo xvii, por las ficciones novelescas de todo género,
siendo así que precisamente al par que este fenómeno se
verifica, elpueblo español se halla en el apogeo de su ma-
yor poderío político y la cultura general es un hecho in-
negable. Mejor y más fácil explicación tiene la afición á
leer y escribir novelas, manifiesta entonces y siempre en
todos los pueblos, por ser, como dice el mismo señor Fer-
nández Xavarrete, el hombre naturalmente inclinado á lo
maravilloso, inclinación hija de la propensión á lo infinito,
añadiremos nosotros que busca en el mundo de lo ideal é
— 505 -
imaginario nuevos espacios donde se dilate su alma prisio-
nera de la materia, que por extraño é incomprensible mis-
terio sirve al hombre de escala para remontarse á lo des-
conocido, prestando consuelo á su abatida existencia, leni-
tivo á sus dolores, estímulo al deseo de saber y satisfac-
ción á ese apetito insaciable de la renovación de las ideas.
Mas sea así como nosotros
pensamos, ó tenga otra ex-
lo
plicación el fenómeno de de la novela en esta
la aparición

y otras épocas literarias, es lo cierto que durante el si-


glo xvn se compareen las aficiones de los que escriben y
leen entre el teatro, refugio de nuestro carácter nacional,
y la novela, retrato de la vida y aspiraciones contempo-
ráneas.
Entre todas las especies de novela, la picaresca ob-
tiene el favor del públicoy á ella rinden parias ingenios
tan distinguidos como Hurtado de Mendoza, Espinel, Cer-
vantes, Mateo Alemán y Quevedo. No es fácil explicar en
qué pudo consistir que sociedad tan culta, amiga del lujo y
aparato de fiestas ostentosas, abundante en guerreros, filó-
sofos, poetas y magnates, fuera á buscar los héroes de este
género de obras entre la clase menos culta y moral, entre
gente soez, sin valor ni estima social, más digna de la cár-
cel y el verdugo ó de las páginas de un proceso, que de
una narración literaria. Bien consista en los hábitos adqui-
ridos por la nobleza frecuentando en la juventud las uni-
versidades, en contacto frecuente con los maleantes, tru-
hanes y mujeres de vida airada, continuados en la vida
aventurera de la milicia, bien por la corrupción de costum-
bres, hija del oro de la América, ó por ser encubierta sáti-
ra de los males y vicios sociales, velados bajo la máscara
de retratar picarescas aventuras, lo positivo es que la ve-
mos floreciente y que tardó mucho en desaparecer del es-
tadio literario.
Después de las novelas El Lazarillo y La Atalaya de la
vida humana, apareció La Pícara Justicia, (1) publicada

(i) Se publicó en Medina del Campo en 1605 con esta portada: Libro
de entretenimiento de la picara justicia, en el cual, debajo de graciosos dis-
cursos se encuentran provechosos avisos. Al final de cada número verás un
discurso que te muestra como te has de aprovechar de esta lectura para huir
— 506 —
con el supuesto nombre del Licenciado Francisco López
de Ubeda, siendo en realidad su autor el religioso domini-
co Fr. Andrés Pérez, historiador y notable orador sagra-
do. El respeto á su hábito le hizo ocultar su verdadero
nombre, pues á lo que se cree, escrita esta novela durante
su vida estudiantil, creyó podía ser útil á la juventud, aña-
diendo á la narración novelesca, consejos y reflexiones de
carácter moral. Era Fr. Andrés Pérez, hombre de rica
imaginación, de algún ingenio y gracia y muy conocedor
de cuantos libros de aventuras truhanescas se habían pu-
blicado. La vida de la Pícara Montañesa llamada Justicia,
le ofrece ocasión para presentar cuadros de la vida con-
temporánea, pero no supo imitar á sus modelos, y el len-
guaje es pesado, fatiga su estilo al lector y no aviva la
curiosidad; no obstante, el libro tuvo gran éxito y se tradu-
jo al francés y al italiano.
El siguiente capítulo de la segunda parte, de las tres
en que está dividido el libro, que á continuación transcri-
bimos, dará idea de la disposición de la obra y servirá
para conocer la intención satírica del autor; siendo natu-
ral de León, satiriza con alguna gracia las costumbres y
estado de su pueblo en aquella época.

DE LA ENTRADA EN LEÓN

Redondillas de pie quebrado

Tiene León una entrada


Tan extendida y tan larga,
Que por desabrida amarga,
Y por importuna enfada;
Mas Justina,
Por vencer esta mollina,
Y por dar contento á todos,
Comenzó á decir apodos
De una entrada tan malina
Y tan lodosa.

de los engaños que hoy día se usan. Es juntamente arte poética que contiene
cincuenta y una diferencia de versos hasta hoy nunca recopilados, cuyo nom-
bre y números están en la página siguiente, compuesto por el Licenciado
Francisco López de Ubeda, natural de Toledo.
— 507 -
Yo entré por mi León por la puente que llaman del Castro, que es una
gentil antigualla de guijarro pelado, mal hecha, pero bien alabada, porque
los leoneses ¡a han bautizado por una de las cinco maravillas; casi yo tenía
creido que era semejante á la Segobiana; que hizo Hércules, ó el diablo por
él, según dicen los niños., ó Trajano, el que hizo la de Alcántara, de quien
dijo el otro al rey Felipe II que mirase su majestad muy bien el ojo de me-
dio, ó como la que hizo de media legua de largo Herodes, el que reedificó
el templo;'pero con licencia de los señores leoneses, mas gesto tiene de caba-
llete de tejado que de puente pasajero. Dolor de la puente de Villarete, que
está junto á mi pueblo, que si no tuviera en medio un tirabraguero de ma-
dera, á causa de haberse quebrado por la parte mas necesaria y de mas co-
rriente, pudiera hablar donde hubiera puentes, aunque fueran los de Nava-
rra, de quien dice el refrán de aquella tierra: Puentes y fuentes, Camarra y
Campanas: Estella la bella, Pamplona la bona: Ülite y Tafalla, la flor de

Navarra, y sobre todo puentes y aguas. Junto á este puente por do entré está
el arrabal de Santa Ana, que si, como iba á ver fiestas, fuera á buscar la
muerte cibil, yo escogiera el ir por allí á buscarla, como el otro que escogió
morir sangrado de los tobillos. Necio, mejor fuera escoger que le llevaran á
á morir cien mil leguas de su lugar ó que León y en-
le dejaran ir á morir á
trar por el puente del Castro y arrabal de Santa Ana, que con este medio
tuviera esperanza de que en el Ínterin pudiera apelar setenta veces y tener
despacho. Va quiso Dios que aporté á la ermita de San Lázaro; quise entrar
á hacer oración, mas vi unos altarcitos, y en ellos unos santitos tan mal ata-
viados, que me quitaron la devoción, y yo habia menester poco. A la puerta
de San Lázaro vi tañer unas tabletas, no de botica, que á serlo fuera mas á
cuento para remedio de mi cansancio, mas no se me hizo creíble que la er-

mita de San Lázaro fuese como el templo de la diosa Céres, que tenia siempre
á la puerta pan caliente

Continúa murmurando de cuanto encuentra á su paso


en León y termina el artículo con esta moraleja que él titu-
la aprovechamiento y que acompaña á todas las partes en

que están divididos los capítulos.

APROVECHAMIENTO

La persona que una vez pierde el respeto á Dios, mira con desprecio
las cosas santas y no santas, las honrosas y las que no lo son tanto, y de aquí

es que aun de las piedras, calles y edificios y paredes murmura y fisga.

Siguió á la Pícara Justicia, El Donado Jiablador del


doctor Gerónimo de Alcalá, médico que hizo su carrera en
Valencia y la ejerció en Segovia, en donde había nacido
en 1563. El Donado hablador, tiene por asunto, un criado
— 508 —
que -sirviendo á diferentes personas pertenecientes á las
varias clases de la sociedad, pone de relieve los defec-
tos de ésta; lo mejor de la novela es la exposición de los
hechos y las reflexiones con que se adornan. La forma
dialogada la favorece muy poco y se convierte en una dis-
cusión calculada y fria. Del Capítulo IX tomamos un pá-
rrafo que por referirse á costumbres de Salamanca trasla-
daremos por vía de ejemplo.
En Salamanca por estar vaca una cátedra de vísperas, se opusieron á ella

algunos doctores graves de la universidad, y habiendo leido por sus anti-


güedades los más dellos, como tienen de costumbre, uno de los opositores,
dicha la lición, acabó alegando de su justicia con decir á los oyentes los
grandes méritos que tenía para la pretensión que procuraba; sus muchas le-

tras, su antigüedad en los estudios, su mucha virtud, nobleza y recogi-


miento y que el señor doctor Fulano, su contrario y opositor suyo aunque
era verdad que sabía y tenía partes para poderle hacer merced de la cá-

tedra, pero que, dejado aparte el no ser igual á sus méritos, era un hom-
bre que jugaba y había echado á mal el tiempo que había de gastar en
sus estudios. El día siguiente leyó el último opositor, y acabada su lición,

hizo á los estudiantes un breve razonamiento en esta forma: el señor doctor


Fulano, antecesor mió, en la lectura de ayer con mucha razón alabó su inge-
número y dignas de alabanza, al bejar-
nio, su nobleza y virtud, que son sin

me á mí, que soy su hermano, pues tuvimos un mismo padre, de donde sali-
mos todos los hombies del mundo; en lo demás, si he jugado ó juego, tiene
razón su merced que sé jugar; y así, suplico á Uds. que los que no saben jugar

no voten por mí, y los que han jugado ó juegan me hagan merced de favore-
cerme. Cayóles tan en gracia el dicho á los que le oyeron que sin faltar un
voto le dieron la cátedra. Así que, señores los que no gustan de oir come-
dias, los que tienen algún escrúpulo en escuchar algunas licenciosas razones,
y sienten retraerse de su recogimiento y virtud cuando van á oirías, no las

vean; que justo es apartarse de lo que les es dañoso y buscar lo bueno, que
es máxima del filósofo que ninguna cosa en razón de mala, se ha de apetecer

y buscar; cuanto más que comedias se representan que se pueden oir derro-
dillas como tina de S. Francisco, de la Concepción y de otros muchos san-

tos, donde verdaderamente se reprenden los vicios, y se exorta á cumplir las

virtudes, y se toma ejemplo para la vida; y estas tales representaciones son


las que alaba el glorioso doctor de la Iglesia, S. Agustín y el angélico doc-
tor S. Tomás, y permite el derecho.

Al lado de estas novelas picarescas, deben colocarse


las de D. Alonso dql Castillo Solórzano, familiar del Mar-
qués de los Vélez, autor de muchas obras publicadas la ma-
— 509 —
yor parteen Valencia, natural según se cree de Madrid,
escribió La Garduña de Sevilla y Anzuelo de las bolsas.
La Inclinación española y El Disfrazado, y las obras se-
rias, Historia de la vida y hechos del Rey D. Pedro de
Aragón y el Sagrario de Valencia. Las novelas de Castillo
Solórzano, escritas con soltura y facilidad, carecen de inven-
ción y están calcadas sobre los modelos principales de las
novelas de esta clase.
La novela satírica, que inició Luis Vélez de Guevara,
tiene por imitadores ala novela titulada Estcbanillo Gon-
zález, atribuida por unos á Guevara y por otros á Esteban
González, obra traducida por Le Sage, pero el que más se
distinguió en esta clase de novelas fué Antonio Enrique Gó-
mez, autor del Siglo pitagórico ó Vida de D. Gregorio Gar-
duña, libro tan ingenioso, que, tomando por fundamento la
idea de la metempsiscosis ó trasmigración de las almas,
supone una que pasan sucesivamente por los cuerpos de di-
ferentes sujetos viciosos y corrompidos, hasta que llega á
posarse en el alma de un virtuoso. Y, por último, Día y no-
che de Madrid, de Francisco Santos.
El novelista de esta época, fecundo y excelente escri-
tor, es Alonso Gerónimo de Salas Barbadillo, natural de
Madrid, hijo de familia acomodada, fué empleado en la
Real casa y muy aficionado á escribir, contemporáneo de
Lope de Vega, amigo de Montalvan y de los principales
escritores de aquella época. Su talento y erudición le hi-
cieron muy apropósito para el cultivo de la novela y es muy
estimado por su lenguaje y estilo. Empezó á escribir, por
lo que se cree, en 1608 y continuó escribiendo hasta 1635
en que murió. Aunque no enumeremos todas sus obras, ci-
taremos las más principales; entre ellas está un poema épi-
co titulado La Patrona de Madrid dedicado á ensalzar las
',

glorias de la Virgen de la Almudena; las novelas La Inge-


niosa Elena hija de Celestina, El Curioso y sabio Alejan-
dro fiscal y juez de vidas agenas, El Necio bien afortuna-
do, Escuela de Celestina ó el Hidalgo presumido, La
Sabia Flora Mal Sabidilla, El Cortesano descortés, El Sutil
cordobés, Pedro de Urdemalas, Don Diego de Noche, El
Caballero Puntual, El Caballero Perfecto, La Estafeta del
— 510 -
Dios Momo, El Licenciado Talega, El Coche de las Estafas
y la obra postuma Las Coronas del Parnaso y platos de
las musas.
La novela llegó á ser no solo un trabajo literario, sino
muestra y alarde de ingenio, cual sucede con las novelas
escritas sin el uso de una letra, pudiendo citar entre otras
Los tres hermanos, escrita sin la letra a, y, entre las colec-
ciones de novelas cortas, las Doce novelas morales, de Die-
go de Agreda y las Clabellinas de recreación de Salazar.
En el cultivo de la novela se distingue también una da-
ma, D a María de Zayas y Sotomayor, autora de las cuatro
siguientes: El Castigo de la miseria, La Fuerza del Amor,
El Juez de su causa y Tarde llega el desengaño.
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Ciclo II.
—Tercer Periodo

CAPÍTULO PRIMERO

LA LITERATURA CASTELLANA EN EL SIGLO XVIII.— CREACIÓN DE



LAS ACADEMIAS Y CENTROS LITERARIOS. TENDENCIAS QUE
— —
APARECEN EN EL SIGLO XVIII. GERA.RDO LOBO. ALVARO DE
TOLEDO. — JUAN ANTONIO PORCEL.

¡l tercer periodo del segundo Ciclo en que hemos di-


vidido la literatura, tiene,en nuestro sentir, co-
mo carácter, el serlo de transición para las nuevas ideas
que el progreso intelectual adquiere en el siglo xix. Todos
los historiadores, al llegar al siglo xvni, nos trazan un cua-
dro pintado con los más negros colores del estado de deca-
dencia al que llegó nuestra literatura en los últimos años
del siglo anterior, en cuyo cuadro no faltan pinceladas que
den á conocer la decadencia social y política en los últimos
años de la dinastía austríaca. Nosotros, omitiendo cuantas
consideraciones pertenecen al orden político y social, sin
negar que el mal gusto había invadido las esferas del arte,
y que decrépito y en ruina nuestro poder corría parejas con
la falta de genios, no podemos menos de apuntar la idea de
— 512 —
que, excepto en Francia, en los demás países no era mejor
ni estaba más floreciente la literatura.
Con Quintana y otros escritores podemos afirmar que
el cambio de nuestros gustos y hábitos literarios, se debe
no solo á la nueva dinastía, sino á las condiciones espe-
ciales de Francia en aquella época, que influyó tanto como
en España, en Alemania, Italia, Inglaterra y Portugal.
Sin rumbo fijo, en el olvido las leyes y modelos, sin
otra guia que el genio extraviado, perdidos en el laberinto
del mal gusto, era preciso que nuestros literatos volvieran
los ojos atrás, inspirándose en las buenas tradiciones lite-

rarias de nuestra patria, ó se dejaran influir por aquellos


que puestas sus miras en el antiguo clasicismo, trataban de
moldearle en las nuevas ideas de la época.
Terminada la guerra de sucesión y en pacífica posesión
de la monarquía española el nieto de Luís XIV, la literatu-
ra en nuestra patria toma direcciones nuevas á las que se
oponen las protestas y resistencias que acompañan siem-
pre á toda innovación. Desde luego puede afirmarse que
la influencia francesa llegó más tarde al teatro que á otros
géneros literarios, pues se resistió á recibirla y no la re-
cibió del todo, sin duda por ser el que mejor caracteriza y
representa las ideas y sentimientos de nacionalidad. Los
demás géneros se rindieron bien pronto al deseo de perfec-
ción en la forma, sacrificando al precepto la indómita fuer-
za de la inspiración, y calcando en los modelos clásicos
ideas que no encajaban bien con el carácter y gusto domi-
nante; en una palabra, pobreza de inventiva, amanera-
miento, cubierto con el velo de correpción, son los carac-
teres con que aparece el arte literario hasta la insurrección
y libertad que'tienen lugar en el presente siglo. Por consi-
guiente, pierden para el poeta todo su encanto, la fé senci-
llay candorosa, y la gentileza y gallardía de los sentimien-
tos é ideasque fueron patrimonio de nuestros más exclare-
cidos ingenios; si bien es verdad, que alguna que otra vez,
aparecen rasgos y tendencias que se alimentan de lo que fué
vida y carácter dominante de nuestra inspiración nacional.
A dar firmeza á los nuevos aspectos de la literatura
contribuyó la creación de la Real Academia Española, de-
— 513 —
clarada oficial por Real decreto de 3 de Octubre de 1714,
cuyos comienzos fueron de iniciativa particular (1). Prece-
dió á la Academia Española la creación de la Biblioteca
Real, en 1711, centro muy apropósito para desenvolver el
espíritu literario y difundir la afición á las letras, contribu-
yendo mucho á desarrollar la afición á los estudios históri-
cos la Real Academia de la Historia, creada por Real de-
creto de 1738, uniéndose á todos estos esfuerzos que adqui-
rieron sanción por los poderes públicos los esfuerzos par-
ticulares del Diario de los literatos de España, que empezó
o
á publicarse en I de Enero de 1737, colaborando en este
periódico, que se ocupaba de cuestiones literarias, críticas
y bibliográficas, Hervás, Iriarte y otros escritores, al par
que tenían lugar academias privadas como la que se llamó
Del Buen gusto, que tenía sus reuniones en casa de la Con-
desa viuda de Lemus, donde concurrían Montiano, Luzan,
Navarrete, Torreplana, Porcel y otros muchos.
Si examinamos las tendencias de todos estos cuerpos
científicos, desde luego veremos cuenta con la protección
oficial la escuela neo clásica, á cuyo gusto opusieron varios
literatos la publicación de obras y trabajos que, mante-

(i) En la primera edición del Diccionario de la Lengua, publicado por


la Real Academia de la Lengua en 1726, se hace una relación extensa de
los orígenes de esta institución, enumerando quiénes fueron sus fundadores
y la modesta forma con que celebraban sus sesiones; dice asi:
Tuvo principio la Academia Española en el mes de Junio del año de
I 713. Su primer autor y fundador (a quien este cuerpo confiesa agradecido
deber el ser) fué el excelentísimo señor don Juan Manuel Fernández Pache-
co, Marqués de Villena, Duque de Escalona, Mayordomo Mayor del Rey
nuestro señor, y Caballero del Toisón de Oro, en quien igualmente concu-
rrían la grandeza en el nacimiento, las más elevadas prendas en las virtudes
morales, la confianza en las mayores tribulaciones, el ejemplo en la más acri-
solada fidelidad, y una continua aplicación á las buenas letras, desde que tu-
vo uso de razón, hasta el último término de su vida: lo que acredita bien la
copiosa y selecta librería, con gran cantidad de curiosos y apreciables ma-
nuscritos, que dejó por fruto de su incesante desvelo. Debiera aquí la grati-
tud á su venerada memoria dejar correr la pluma en sus merecidos elogios;
pero lo suspende por haber parecido más conveniente imprimir aparte algo
de lo mucho que se puede decir en su alabanza, por no interrumpir la rela-
ción de la institución y progresos de la Academia, permitiendo este ligero
deshago para consuelo del agradecimiento.
Este sabio héroe, hallándose en los últimos tercies de su loable aplica-
ción, procuró y consiguió se prosiguiese, aun después de muerto, en el estudio
de la Academia, que estableció: para cuyo intento suplicó al Rey nuestro se-
65
— 514 —
niendo el espíritu nacional, eran protesta viva y enérgica
que suscitó polémicas y acaloradas cuestiones literarias.
Al frente de todos los que se oponen á la innovación llama-
da galo-clásica ó francesa, se halla D. Vicente García de
la Huerta, escritor infatigable, poeta lírico y dramático,
autor de la famosa Raquel, obra que le dio gran celebri-
dad, perjudicándole, además de su mal gusto é irascible
carácter, la desatinada elección que tuvo para formar la
colección del teatro español en 1785, omitiendo poetas
tan notables como Lope, Tirso, Alarcón y Guillen de
Castro.
No tuvieron mejor fortuna ni más acierto en la elec-
ción D. Luís José de Velázquez con su libro Orígenes de
la poesía castellana; igual juiciopuede formarse del Par-
naso español publicado por López Sedaño, no alcanzando
el fin que se propusieron los anteriores colectores de poe-

sías antiguas españolas, hasta que al final del siglo en 1779


don Tomás Antonio Sánchez con mucha erudición, sana

ñor don Felipe Quinto (Dios le guarde) que se sirviese de dar licencia de se
pudiese formar este congreso, á que debía preceder su Real beneplácito.
Concedióle su Majestad con la mayor dignación, manifestando haber tenido
antes ánimo de resolver lo mismo que entonces le proponía el Marques. Con
tan soberano apoyo se discurrió en convocar personas que compusiesen este
cuerpo, que (según lo referido) tuvo primero alma que diese vida, que ma-
terial sujeto en quien infundirle. Solicitó el Marques á algunos, que sirvie-
sen de primer materia á esta composición: y su grandeza, autoridad y respe-
to hallaron quien se ofreciese al trabajo, por honra propia, y lustre de la
Patria, sin reparar en asunto tan arduo como el que se proponía, ni en lo
difícil que es unir voluntades diversas, y entendimientos distintos á una idea
misma: porque á todos los conformó únicamente el deseo de hacer lo mejor y
la gloria de tener parte en empresa tan basta, que cada uno conocía y con-
fesaba no ser bastante su esfuerzo para sostenerla. Los primeros que concu-
rrieron con el Marques á formar las Juntas, hasta la del día tres de Agosto
del mismo año de 1 713, que fué la primera que se puso por escrito en el li-
bro de acuerdos, y son los que se deben tener por fundadores, fueron:
El Doctor Don Juan de Ferreras, cura propio de la Parroquial de San
Andrés de esta Villa, Examinador Synodal de este Arzobispado, Teólogo de
la Nunciatura, Calificador del Supremo Consejo de Inquisición, y su visita-
dor de Librerías, hoy Bibliotecario mayor de su Majestad.
Don Gabriel Alvarez de Toledo y Pellicer, Caballero del orden de Al-
cántara, Secretario del Rey nuestro señor, Oficial de la Secretaria de Esta-
do, y primer Bibliotecario de su Majestad, el cual falleció el 17 de Enero
del año de 1714-
Don Andrés González de Barcia; hoy del Consejo de su Majestad en el

Supremo de Guerra.
- 515 —
crítica y abundante doctrina publicó la preciosa colección
de Poesías anteriores al siglo XV.
Como poetas líricos deben citarse en los comienzos
del siglo xvn á D. Eugenio Gerardo Lobo, natural de Cuer-
va, pueblo de la provincia de Toledo, donde nació en 1679.
Siguió la carrera de las armas y llegó á la alta gerarquía
de Teniente General; muy estimado al principio por sus
contemporáneos, fué zaherido después por los partidarios
de la escuela francesa. Escribió sonetos, silvas, romances,
fragmentos de poemas épicos
villancicos, letrillas y hasta
recorriendo desde género religioso hasta la sátira. En
el
general puede decirse que valen poco la mayor parte de
sus composiciones, las mejores son las satíricas, y entre
ellas las dos que á continuación insertamos:

ILUSIONES IJE QUIEN VA Á LAS INDIAS Á HACER FORTUNA

¡Válgame Dios, el tesoro


Que he de juntar! ¡que equipaje!

El Padre Maestro Fr. Juan Tnterir.n de Ayala, del Claustro y Catedrá-


tico, primero de regencia de'Filosofía, y después en propiedad, y Jubilado
en la de sagradas lenguas en la Facultad de Sagrada Teología de la Univer-
sidad de Salamanca, Predicador y Teólogo de su Majestad en la Real Junta
de la Concepción, Padre de la Provincia de Castilla del Real y militar Or-
den de Nuestra Señora de la Merced, Redención de Cautivos.
El Padre Bartolomé Alcázar, de la Compañía de Jesús, Maestro de eru-
dición en el Colegio Imperial de esta Corte, y Cronista de su Religión: el
cual falleció en 14 de Enero del año de 1 721.
El Padre José Casani, de la Compañía de Jesús, Calificador del supremo
consejo de Inquisición, su Vitificador de Librerías, y Maestro de Matemáti-
cas en el Colegio Imperial.
Don Antonio Dongo Barnuevo, Bibliotecario de su Majestad y Oficial
de la Secretaria de Estado, que falleció en 10 de Octubre del año 1722.
Don Francisco Pizarro, Marqués de San Juan, Caballero del orden de
Calatrava, y Mayordomo de la Reina, nuestra señora: hoy su primer Caba-
llerizo.
Don José de Solis Gante y Sarmiento, Marqués de Castelnovo y Pons,
Caballero del Orden de Calatrava; después Conde de Saldueña, y hoy Duque
de Montellano.
Don Vicencio Scuarzasigo Centurión y Arrióla, Señor de la Torre del
Passage en la Provincia de Guipúzcoa.
Teníanse estas Juntas en la Posada del Marqués, sin observar formalidad
en asientos, ni en votos. Reducíanse á tratarlas materias que ofrecía la con-
versación; bien que siempre venían á parar los discursos en que se formase
Academia que tuviese por primero y principal instituto el trabajar un Dic-
cionario de la lengua.
— 516 —
No sé si tendré bagaje
Para los tejos de oro;
Ue plata, metal sonoro
Haré trastes de cocina,
Reposteros de la China
Llevarán todos mis machos
Con muchísimos penachos
De aljófar y venturina.
¡Qué mesa labrada espero,
De una arquitectura rara,
Si hallo un zafiro de á vara
De estos que llaman tablero!
Asientos de nácar quiero
Con mucho hueco en la falda;
El ramillete ó guirnalda
De una amatista ha de ser,

Y á sus lados ha de haber


Seis cubiertas de esmeralda.
Bata de oro es baladí;

Bordada tengo de hacerla,


Donde se engaste la perla,

El jacinto y el rubí;

Cargas de canela allí

Daré á ¡a lumbre por cebo.


Fabricando catre nuevo
Del ágata y el coral,

Que tenga en cada puntal


Un topacio como un huevo.
Mis caballos, ¡qué arrogantes
Comerán en el Pirú,
En morrales de tisú,

Celemines de diamantes!
Y si salieran errantes

Los prevenidos sucesos


¿Hay más que honrar con mis huesos
La hija de un mercader,
Y tomarla por mujer
Con setecientos mil pesos?
— 517 —
ENVIANDO CUATRO BÚCAROS EN EL DÍA DE SU CUMl-LEAÑOS A UNA SEÑOKA
RECIÉN VESTIDA DE BEATA Y CON ANUNCIOS DE MÍSTICA

Quien desea que tu vida

En gloria más dilatada


Pueda quedar engolfada,
Sin riesgos de sumergida,
Y que siempre conducida
De la fortuna en el carro,

Laurel disfrute bizarro,


Que nunca el tiempo marchite,
Por devoción te remite
Esas memorias de barro.
Quien para el merecimiento,
Que ensalzar puede ninguno,
Va regulando uno á uno
Los astros del firmamento,

Y en el número sin cuento


De los guarismos que encierra,
La competencia destierra
De los términos del día,
Por panegírico envía
Esos elogios de tierra,

Quien para copiar trofeos


De tu trato y tus acciones,

Va pidiendo perfecciones,
Al pincel de los deseos,

Y no reconoce empleos,
Que en parte puedan, ó en todo,
La gracia fingir, ó el modo,
De prendas tan singulares,
Deposita en tus altares
Esas reliquias de lodo
Quien aspira solamente
A lograr en tu memoria,
Con oblación transitoria

Los créditos de inocente,


Y supone reverente
A tu atención empleada
En la primera morada
Para empeño mas felice,

En ese obsequio te dice,


Barro, tierra, lodo, nada.
— 518 -
De más instrucción y talento es D. Gabriel Alvarez
de Toledo, natural de Sevilla. Dedicado desde sus prime-
ros años al cultivo de las letras, se hizo notable por su afi-
ción á los idiomas; fué fundador de la Academia Española
y ocupó altos puestos en la gobernación del Estado; pue-
den distinguirse en Alvarez de Toledo, dos épocas: una
perteneciente á los primeros años de su vida, dominando
en sus composiciones el carácter frivolo y ligero, y otra en
que elevándose á más altas esferas de la filosofía tienen sus
obras cierto carácter espiritual y místico. De esta primera
época, que distinguimos nosotros, es la siguiente poesía que
llamó familiar, en quintillas, criticando á cinco cazadores
que salieron á un coto y se volvieron sin hacer caza.
POESÍA FAMILIAR
Cierto colegio perito
De cazadores salió
A despoblar el distrito,

Y en solo un día mató


Cuatro muías y un cabrito.
Las muías, desesperadas,
Se lamentan de infelices

Pues (las fortunas trocadas)


Ven erradas las perdices
Y así se ven desherradas.
Su suerte están maldiciendo,
Porque á las liebres taimadas,

Que el campo van discurriendo,


No las aciertan paradas,

Y á ellas las matan corriendo.


Salió la mosquetería
A la primer luz del alba,
Y con común alegría,
En lugar de batería,
Todo se redujo a salva.

A salvaguardia convida
Todo el ejército fuerte

A la caza combatida,
Y en cada tiro de muerte
Le dan una fé de vida.
Asestando los cañones
A ganapierde disparan
— 519 —
Pacíficas municiones,

Y las perdices se paran


A hablar con los perdigones.

El más tímido conejo


Alegre atraviesa el prado,
Sia mirar por su pellejo,
Y no tiene más cuidado
Que no morirse de viejo.
La liebre más perezosa,
Cuando la cuadrilla junta
Con más conato la acosa,
Vuelto el hocico, pregunta
Si mandan alguna cosa.
Extraños son los primores
Con que el juego de la caza
Entablan estos señores,
Pues con cinco matadores
Apenas hicieron baza.
Un cabrito brincador,
Como no entiende la treta,
Vino á pagar su furor,
Sin saber que hay escopeta
Graduada de asador.
Ya un diestro joven prepara
El fulminante arcabuz
Ya se le pone á la cara,

Ya le apunta, ya dispara;
Dio fuego, mas no dio luz.

El cabritillo travieso
Como en cólera le vio

Piocura ganar un teso (i)

Y al punto que disparó,


Le pregunta: «¿Es á mí eso?»
Amargo como una hiél
El cazador le dispara
Segundo tiro cruel,

Y desta vez le acertara


A no dar muy lejos del.

Tercera vez (¡suerte impía!)


Se previene á darle como,
Y él, viendo tanta porfía,

(i) La cima de un cerro ó collado.


— 520 -
Va que no pudo del plomo,
Se murió de cortesía.
Mirad si el tiro fué bobo
(Dice), de contento ciego,
El ínclito Castelnovo;
De hoy mas mi boca de fuego
La trueco en boca de lobo.
Cierto es que hace maravillas
Mi destreza singular,
Y así quiero proseguillas;

A otra vuelta he de matar


Todas las siete cabrillas.

Dispara ya sin recelo,


Cazador tan afamado;
Pues quien con poco desvelo
Mata un cabrito parado,
Ya matará un buey al vuelo.

A la segunda época pertenece este soneto:


LA MUERTE ES LA VIDA
Esto que vive en mí, por quien yo vivo
Es la mente inmortal de Dios, criada
Para que, en su principio transformada,
Anhele al fin de quien el ser recibo.

Mas del cuerpo mortal al peso esquivo,

El alma en un letargo sepultada,


Es mi ser en esfera limitada,

De vil materia mísero cautivo.


En decreto infalible se prescribe
Que al golpe justo que su lazo hiere,
De la cadena terrenal me prive.
Luego con fácil conclusión se infiere
Que muere el alma cuando el hombre vive
Que vive el alma cuando el hombre muere.
Que como se vé, aunque no resplandece en él el mejor
gusto, tiene profundos y elevados pensamientos.
Don Juan Antonio Porcel, erudito eclesiástico, natural
de Granada, es el mejor poeta de esta época; sobresalió
en el género bucólico cultivando la singular especie de la
égloga venatoria, era excelente versificador como lo de-
muestra la siguiente composición, tomada del poema
Adonis:
— 521 —
Aquí do el agua clara y sombra amiga
El verde prado bañan de frescura,
Dejar quiero el calor y la fatiga.
Del triste caso, que aunque fuese agena,
Me aflige propia aquella desventura.

Junto á este arroyo que apacible suena,


Y fuente al pié de aquella palma nace,
De entre la rubia bulliciosa arena
Bajo del arqueado opaco enlace
De verdes hiedras con los troncos rudos,
Fresco sitial á mi cuidado yace.

Según puede observarse, hay cierta transposición y


dureza en los versos que no es de muy buen gusto. Tradu-
jo el Facistol de Boileau.
CAPÍTULO II

ESCUELA FRANCESA.— LUZ AX COMO POETA Y PRECEPTISTA.


JORGE PITILLAS. — D. NICOLÁS FERNÁNDEZ DE MORAÍÍN. — DON
— —
TOMÁS DE IRIARTE. FÉLIX GARCÍA DE SAMAXIEGO. D. JOSÉ

CADALSO. POETAS DE LA ESCUELA SALMAXTIXA Y SU IMPOR-

TANCIA EX EL RENACIMIENTO LITERARIO. FR. DIEGO GONZÁ-
LEZ. — — —
MELÉNDEZ VALDÉS. IGLESIAS DE LA CASA. ÁLVAREZ
CIENFUEGOS.

a Academia del buen gasto, la academia que se llamó


de los Ar cades la fundada en Sevilla y el Diario de
t

los Literatos, tendían al único fin de reformar el gusto lite-


rario, buscando como modelos los autores más distinguidos
de la literatura francesa, pero es un error, á nuestro enten-
der, considerar á Luzán como el introductor en España de
un sistema poético fundando en las teorías y doctrinas do-
minantes en Francia, según demostraremos después.
D. Ignacio de Luzán, natural de Aragón, hijo de una fa-
milia distinguida y acomodada, pasó muy joven á Italia y allí
puede decirse recibió su educación; poseía varios idiomas
y cultivó la amistad de Maffei y Metastasio proporcionán-
dole la ocasión de traducir las obras de estos poetas y mu-
chas de los griegos, en particular de Anacreonte, Safo y
Mosco. En 1733 regresó á España, y bien pronto se dio á co-
— 523 —
nocer, ocupando el elevado puesto de Secretario de la em-
bajada en París, y hubieran ocupado otros todavía más ele-
vados á no haberle sorprendido la muerte en 1736.
Como poeta, Luzán carece de fuego y animación, es al-
go frió, sus poesías se leen hoy con gusto pero no impresio-
nan, hay en ellas más corrección que inspiración.
La siguiente obra, la más celebrada de Luzán, de la que
tomamos algunos trozos, servirá para formar juicio de este
poeta:

FÁBULA ÉPICA
En la entrada pública hecha por el señor don Fernando VI en Madrid,
á i o de Octubre de 1746.

No la ira del hijo de Peleo,


Ni los viajes del sabio Ulises canto,
Ni el héroe que de Troya y fuego aqueo
Trajo á la Italia el gran cantor de Manto,
Ni al que de ilustre pluma ha sido empleo,
Gloria de Portugal, del moro espanto,
Ni las piadosas armas en Suría,
Ni hazañas de valor y cortesía.

Más dulce inspiración, furor más blando


A pacífico asunto el pecho inflama;
El triunfo cantaré con que Fernando
Entró en su leal villa, que le aclama;
Diré cómo en su obsequio disputando,
Poder, Ingenio, Amor ganaron fama
De su gran corte en el teatro augusto,
Y que en fin venció el Amor como era justo.

Cerca de Manzanares, recostado


A la sombra de un álamo coposo,
Mientras mi ganadillo al verde prado
La yerba repastaba presuroso,
Por conceder al cuerpo fatigado,
Mientras más hiere el sol, dulce reposo,
De la mansa corriente al blando ruido,
Suspendido quedé, si no dormido.
Entonces reparé que sus cristales
— 524 —
El rio por el medio dividía,

Y de su centro, hermosas, celestiales.


Angeles, ninfas vi que producía;
De perlas y finísimos corales
Rico adorno cada una en sí traía;

Un anciano después con urna al lado


Apareció, de juncia coronado.

Tal Manzanares á mi vista onece


Espectáculo nuevo y agradable;
Crece mi suspensión, mi pasmo crece,
Al ver que aquel anciano venerable
Conmigo desde el agua á hablar empiece.
Con apacible voz y rostro afable.
Fielmente su discurso, no prolijo,

Conserva la memoria; así me dijo:

«Extranjero pastor, que en mi ribera


Buscas tranquilidad á tus fatigas,

Vite otra ver, no es esta la primera,


Y sé tu nombre ya, sin que lo digas;

Las bellas ninfas de esta undosa esfera


Únicas son de tu zampona amigas;
Zampona y voz antes de ahora oyeron,
Antes también a entrambos aplaudieron.

«De tres émulos genios juez severo,


En disputar de gloria codiciosas,
Poder, Ingenio, Amor, que seas quiero,
Y juzgues sus contiendas generosas,

Recto el juicio ha de ser, el juez entero


Dádivas no recibe cautelosas;
Atiende á la verdad y á la justicia,

No la pasión te ciegue ó la codicia.»

En 1728 ofreció Luzán á la Academia de Palermo seis


disertaciones en lengua italiana sobre la poesía, cuya obra,
reproducida después con notables variantes en Zaragoza en
1737 y en Madrid en 1789, hizo gran ruido y se reprodujo
con apasionados elogios. La poética de Luzán se divide
- 525 —
en cuatro libros, ocupándose en el primero, del origen de
la poesía; en el segundo, de su utilidad; en el tercero, de
los poemas dramáticos, y en el cuarto de los poemas épicos.
Esta poética fué útil en su tiempo, y aún puede serlo toda-
vía, porque el fondo de su doctrina está fundado en la ver-
dad. Según hemos dicho antes, no es una traducción como
se ha supuesto de la poética de Aristóteles, ni trasunto fiel
de las ideas de Boileau; opinamos que tiene más de italiana
que de francesa y mucho hay en ella de independiente y
propio (1).
Cooperó á la regeneración literaria, formando parte de
los redactores del Diario de los literatos, el escritor que se
conoce con el vulgar nombre de Jorge Pitillas, pseudónimo,
que en unión del D. Iñigo Herrera de Jaspedos, se cree que
corresponde á D. José Gerardo de Hervás, distinguido abo-
gado de quien tenemos escasas é imperfectas noticias acer-
ca de su vida y obras, señalándose como la más conocida
la Sátira contra los malos escritores, escrita en tercetos
sueltos como pocos se escribieron en aquella época. La mu-
cha extensión de esta obra nos impide trasladarla íntegra,
cual sería nuestro deseo; de ella tomamos lo siguiente rela-
tivo á los críticos que satiriza amargamente poniendo de re-
lieve su ignorancia y osadía.

Hácele la ignorancia más osado


Y basta que no sepa alguna cosa
Para escribir sobre ella un gran tratado.
Y si acaso otra pluma más dichosa
En docto escrito deleitando instruye,

Se le exalta la bilis envidiosa.


Y en fornido volumen, que construye
Empuñando por pluma un varapalo,
Le acribilla, le abrasa, le destruye.

Ultrajes y dicterio son regalo


De que abundan tan torpes criaturas
Siendo cada palabra un fuerte palo.

Cuantas noticias puedan apetecerse respecto á


(i) la poética de Luzán
o
las dáseñor Meuéndez Pelayo en el tomo 3 volumen
el I de su obra tantas
veces citada Historia de las ¡(feas estéticas en España.
— 526 —
En todo lo demás camina á oscuras,
Y el asuDto, lo olvida, ó le defiende
Con simplezas ó infieles imposturas.

Se cree continuador, más bien con el ejemplo que con


la teoría de las doctrinas de Luzán á D. Nicolás Moratín,
natural de Madrid, donde nació en 1737; estudió en Cala-
tayud filosofía con los PP. Jesuítas, leyes en Valladolid y
obtuvo el destino en Palacio de guarda-joyas de la Reina,
que usufructuó hasta su muerte ocurrida en 1780. Quizá
ningún poeta contribuyó tanto á la reforma de nuestra lite-
ratura como Moratín, protegido por los magnates de la
corte, fundó una famosa tertulia llamada la Fonda de San
Sebastián, donde concurrían los hombres más distinguidos,
así de España como del extranjero. A Moratín realmente
le pertenece el nombre de escritor polígrafo, cultivando la
poesía épica en el poema La casa y en el canto épico Las
Naves de Cortes destruidas, en el género dramático las
tragedias Lucrecia, Hormesinda y la mejor de todas Gua-
rnan el Bueno, y la comedia La Petinictra, anuncio de un
género que después su hijo había de llevar á la mayor per-
fección. Como poeta lírico, resplandecen en él la pureza y
exactitud del lenguaje y más que nada la harmonía y facili-
dad de la versificación; pero Moratín, aunque se le quiere
sumar con los poetas entusiastas de la escuela francesa,
no tiene con ellos de común más que el intento y los es-
fuerzos hechos en pro de nuestra regeneración literaria,
que por lo demás D. Nicolás Moratín era un poeta por ca-
rácter, ideas y sentimientos, genuinamente español. Nos
indica esto los mismos asuntos que tomó para las mejores
de sus poesías, la manera de desenvolverlas y el colorido
especial que supo dar á todas estas obras. Aunque es muy
conocida citaremos la Fiesta de toros en Madrid que com-
prueba cuanto dejamos dicho.

Madrid castillo famoso


Que al rey moro alivia el miedo,

Arde en fiestas en su coso


Por ser el natal dichoso
De Alimenon de Toledo.
— 527 —
Así va describiendo los preparativos de la fiesta y las
personas principales que concurran A ella, pintando de
mano maestra la zozobra y algazara del pueblo cuando nin-
guno de los caballeros que rejoneaban se atreve con la
fiera.

Nadie se atreve á salir:

La plebe grita indignada,


Las damas se quieren ir
Porque la fiesta empezada
No puede ya proseguir.
Ninguno al riesgo se entrega
Y está en medio el toro fijo;

Cuando un portero que llega


De la puerta de la Vega
Hincó la rodilla y dijo:

De esta manera retrata al Cid que es uno de los caba-


lleros que concurren á la lid en momentos tan críticos.

Sonrosado, albo color,


Belfo labio, juveniles
Alientos, inquieto ardor,
En el florido verdor

De sus lozanos abriles


Cuelga la rubia guedeja
Por donde el almete sube,
Cual mirarse tal vez deja
Del sol la ardiente madeja
Entre cenicienta nube.

Y después de describirnos admirablemente al caballe-


ro, describe con gallardía y soltura al caballo.

Era el caballo galán,


El bruto mas generoso
Del mas gallardo ademan;
Cabos negros, y brioso,
Muy tostado, y alazán.
Larga cola recogida
En las piernas descarnadas,

Cabeza pequeña, erguida,


Nariz ancha y dilatada,
Vista feroz y encendida.
— 528 —
Nunca en el ancho rodeo
Que da Betis con tal fruto
Pudo fingir el deseo,
Mas bella estampa de bruto
Ni mas hermoso paseo

Renunciamos á continuar enumerando las muchas be-


llezas de esta composición que termina así:

Y es fama, que á la bajada


Juró por la cruz el Cid
De su vencedora espada
De no quitar la celada
Hasta que gane á Madrid.

Dos escritores muy importantes figuran también en es-


ta época que son D. Tomás y D. Juan de Iriarte. De este
último, que se dedicó con especialidad á los trabajos biblio-
gráficos y fué bibliotecario del Rey, solo diremos que contri-
buyó mucho al desarrollo de los estudios crítico-literarios.
Su sobrino D. Tomás, natural como aquel de las Islas Ca-
narias, vino muy joven á Madrid y estudió humanidades,
ciencias y las lenguas inglesa, francesa é italiana; fué muy
aficionado á la música, tradujo del francés varias comedias
que se representaron en los sitios reales; á la muerte de su
tio D. Juan, fué nombrado traductor de la Secretaría de

Estado y desempeñó varios cargos. Entre sus obras más


notables se hallan una traducción de las obras de Horacio
que fué objeto de una polémica, siendo sus mejores compo-
siciones Las Fábulas literarias y el poema La Música
en silvas (1).
Rival literario de D. Tomás de Iriarte en el deseo de
mejorar la educación de los niños, valiéndose de las fábulas,
tenemos á D. Félix María Samaniego; nació en la Guarda,
provincia de Logroño, en 1754; fué uno de los miembros

(i) En nuestros apuntes de Literatura general nos ocupamos ya de este


poema, pág. 156. En el vol. II de La Historia de las ideas estéticas en Espa-
ña del Sr. Menéndez Pelayo, tomo 3 pág. 520. examinando el poema La
,

Música y hablando de la admiración que sentía D. Tomás de Iriarte por


Ilayden, cita dicho autor una epístola familiar muy notable.
— 529 —
más activos de la Sociedad de Amigos del País, habitó mu-
cho tiempo en Bilbao, era poeta de estilo fácil y natural, y
sus Fábulas morales publicadas en 1781, contienen muchas
originales y otras tomadas de los principales fabulistas an-
tiguos y modernos; es inútil citar ninguna porque bien co-
nocidas son la de La Lechera, El Poeta y la rosa, Los Ani-
males con peste, y tantas otras que son hasta vulgares.
Uno de los escritores que más contribuyeron por su
ilustración, vastos conocimientos y afabilidad] de carácter
al desarrollo literario en la segunda centuria del siglo xvn,
fué D. José Cadalso, natural de Cádiz, donde nació en 1741,
hizo sus estudios en París y cruzado caballero de Santiago
sirvió en el ejército llegando hasta el grado de coronel.
Murió en 1782 en el sitio de Gibraltar. Entre sus obras de-
bemos mencionar los Eruditos á la violeta, graciosa sátira
contra los que pretenden aprender poco y superficialmen-
te, además las Cartas marruecas donde critica los vicios

y preocupaciones de su época; imitó en su libro Las no-


ches lúgubres al inglés Joung, pintando los extravíos de
una pasión amorosa. Sus vastos conocimientos en los idio-
mas modernos y en los idiomas clásicos se revelan en las
traducciones que hizo. Como poeta se distinguió por la
dulzura, elevación y brío en la versificación, y en las com-
posiciones amorosas por la naturalidad y dulzura: son muy
notables las satíricas que le han dado gran fama.
Pintó, en la que se titula Un Currutaco en 1770, los al-
mibarados afeites de un elegante de su época, y en la com-
posición que lleva por título Sobre no querer escribir sáti-
ras, se nota un fondo de doctrina moral y literaria muy
digno de apreciarse; ambas composiciones las reproduci-
mos á continuación:

UN CURRUTACO EN 1770

Octavas

En azul zapatillo su pié embebe,


De nevado listón ribeteado;

Media calada y de color de nieve


Cubre su pierna, á quien bordó el cuadrado
Torcida hebilla, si brillante y breve,
07
— 530 -
Su pié le ajusta con sutil agrado;
De oprimido el zapato se le queja,
Por eso le trae preso de la oreja.
Con más dijes que un niño, y campanillas,
Cuelga el reloj del traje primoroso;

Primores todos son, que á maravillas


Las ha elevado artífice ingenioso;
Divisas de su hechura, son sencillas
Cuantas cuelgan de enlace artificioso;

Pero tal vez reloj con dijes hartos,


Horas suelen tener pero no cuartos.
Ampilla corta, azul y plateada

Abrocha de su talle el aire ufano,


Sobre quien, de los tiros de la espada
El ceñidor ajusta su fiel mano;
Verde cinto con vaina bien zarpada
Pende del tiro en su tamaña mano,
Cuya hoja (si á mí no se despinta)
Virgen la pienso, aunque la traiga en cinta.

SOBRE NO QUERER ESCRIBIR SÁTIRAS

Ciertos hombres adustos,


Llenos de hipocondría,
Que vinculan sus gustos
En desterrar del mundo la alegría,
Como amantes por otros despreciados.
Sabios empobrecidos,
Poderosos caídos,
Hijos malos 6 padres mal casados,
Me dicen que dejando la ternura
Con que mi musa sabe
Cantar con tono suave
Tus gustos, Baco; Venus, tu hermosura;
En vez de celebrar estos placeres
Hable mal de los hombres y mujeres,
Sin reparar el labio enfurecido
De esta implacable gente

Que á todo hombre viviente,


En cualquiera lugar que haya nacido,
Sea iroqués ó patagón gigante,
Fiero hotentote ó noruego frió,

O cercano ó distante,
— 531 —
Le miro siempre como hermano mió,
Recibiendo en mi seno,
Al malo con piedad, con gusto al bueno.

En medio de las luchas literarias, entre los partidarios


de las nuevas ideas y los que, manteniendo el espíritu na-
cional, no acertaron á infiltrarlo en la poesía del siglo xvm,
aparece la escuela salmantina como elemento moderador,
para regenerar la poesía lírica, ejerciendo su influjo con tan
vigorosa fuerza, que llega á la poesía moderna, de la que
con razón puede asegurarse es regeneradora. A sus poetas
les caracteriza el buen gusto, la gracia y elegancia, los gi-
ros felices y oportunos, con la flexibilidad y soltura en la
versificación. Son hijos de su siglo, pero siguen las tradicio-
nes de la poesía clasico-castellana. Así como Fr. Diego
González siguió las huellas de Fr. Luís de León, y Melén-
dez Valdés tiene algo de la encantadora ternura de Garci-
laso, Cienfuegos, por su genio y las tendencias de sus poe-
sías, se parece á Góngora; Iglesias, en cierto modo, pudie-
ra compararse con Alcázar ó Quevedo, y de igual modo
pudiera hacerse paralelo semejante con los demás poetas,
hasta llegar á Quintana, jefe y patriarca de la poesía del
presente siglo.
Fr. Diego González nació en Ciudad-Rodrigo, en 1733;
ingresó muy joven en la Orden de San Agustín y residió
en Salamanca, Sevilla y Madrid, donde murió en 1794. Hizo
muy poco caso de sus dotes nativas de poeta; en las traduc-
ciones de los Salmos y en las Odas, sigue las huellas de su
hermano de hábito Fr. Luís, logrando sus poesías festivas
gran popularidad. Célebres son la canción A Melisa y muy
popular El Murciélago alevoso, donde maneja con gran
habilidad el antiguo lenguaje poético castellano, abundan-
do en contrastes, facilidad y gracia. Por tratarse de un poe-
ta de la escuela salmantina, la reproducimos íntegra.

EL MURCIÉLAGO ALEVOSO

Estaba Mirta bella


Cierta noche formando en su aposento,
Con gracioso talento,
Una tierna canción, y porque en ella
— 532 —
Satisfacer á Delio meditaba,
Que de su fé dudaba,
Con vehemente expresión le encarecía
El fuego que en su casto pecho ardía.
Y estando divertida,
Un murciélago fiero, ¡suerte insana!

Entró por la ventana;


Mirta dejó la pluma, sorprendida.
Temió, gimió, dio voces, vino gente;
Y al querer diligente
Ocultar la canción, los versos bellos
De borrones llenó, por recogellos.
Y Delio, noticioso
Del caso que en su daño había pasado,
Justamente enojado
Con el fiero murciélago alevoso,
Que había la canción interrumpido,
Y á su Mirta afligido,
En cólera y furor se consumía,
Y así á la ave funesta maldecía:
«Oh monstruo de ave y bruto,
Que cifras lo peor de bruto y ave,
Visión nocturna grave,
Nuevo horror de las sombras, nuevo luto,
De la luz enemigo declarado,
Nuncio desventurado
De la tiniebla y de la noche fria,

¿Qué tienes tú que hacer donde está el dia?

»Tus obras y figura


Maldigan de común las otras aves,

Que cánticos suaves


Tributan cada día al alba pura;
Y porque mi ventura interrumpiste,
Y á su autor afligiste,
Todo el mal y desastre te suceda
Que á un murciélago vil suceder pueda.
»La lluvia repetida,
Que viene de lo alto arrebatada,
Tan solo reservada
A las noches, se oponga á tu salida;
O el relámpago pronto reluciente
Te ciegue y amedrente;
O soplando del Norte recio el viento.
— 533 —
No permita un mosquito á tu alimento.
»La dueña melindrosa,
Tras el tapiz do tienes tu manida,
Te juzgue, inadvertida,
Por telaraña sucia y asquerosa,
Y con la escoba al suelo te derribe;
Y al ver que bulle y vive
Tan ciega y tan ridicula figura,
Suelte la escoba y huya con presura.
»Y luego sobrevenga
El juguetón gatillo bullicioso,
Y primero medroso
Al verte, se retire y se contenga,

Y bufe y se espeluce horrorizado,


Y alce el rabo esponjado,

Y el espinazo en arco suba al cielo,


Y con los pies apenas toque el suelo.

»Mas luego recobrado,


Y del primer horror convalecido,
El pecho al suelo unido,
Traiga el rabo del uno al otro lado,
Y cosido en la tierra, observe atento;
Y cada movimiento
Que en tí llegue á notar su perspicacia,
Ee provoque al asalto y le dé audacia.
»En fin sobre tí venga,
Te acometa y ultraje sin recelo,
Te arrastre por el suelo,

Y á costa de tu daño se entretenga;

Y por caso las uñas afiladas


En tus alas clavadas,
Por echarte de sí con sobresalto,
Te arroje muchas veces á lo alto.

»Y acuda á tus chillidos

El muchacho y convoque á sus iguales,


Que con los animales
Suelen ser comunmente desabridos;
Que á todos nos dotó naturaleza,
De entrañas de fiereza,
Hasta que ya la edad ó la cultura

Nos dan humanidad y más cordura.


»Entre con algazara
La pueril tropa, al daño prevenida,
— 534 -
Y lazada oprimida
Te echen al cuello con fiereza rara;

Y al oirte chillar alcen el grito

¡Y te llamen maldito!
Y creyéndote al fin del diablo imagen,
Te abominen, te escupan y te ultrajen.

»Luego por las telillas

De tus alas te claven al postigo,

Y se burlen contigo,

Y al hocico te apliquen candelillas,


Y se rian con duros corazones
De tus gestos y acciones,

Y á tus tristes querellas ponderadas


Correspondan con fiesta y carcajadas.
»Y todos bien armados
De piedras, de navajas, de aguijones,
De clavos, de punzones,
De palos por los cabos afilados,
(De diversión y fiesta ya rendidos),
Te embistan atrevidos,
Y te quiten la vida con presteza,
Consumando en el modo su fiereza.
»Te puncen y te sajen,
Te tundan, te golpeen, te martillen,
Te piquen, te acribillen,
Te dividan, te corten y te rajen,
Te desmiembren, te partan, te degüellen,
Te hiendan, te desuellen,
Te estrujen, te aporreen, te magullen,
Te deshagan, confundan y aturrullen.
»Y las superticiones
De las viejas creyendo realidades,
Por ver curiosidades,
En tu sangre humedescan algodones,
Para encenderlos en la noche oscura,
Creyendo sin cordura
Que verán en el aire culebrinas
Y otras tristes visiones peregrinas,
i Muerto ya, te dispongan
El entierro, te lleven arrastrando,

Gori, gori, cantando,


Y en dos filas delante se compongan
Y otros fingiendo voces lastimeras,
— 535 -
Sigan de plañideras,
Y dirijan entierro tan gracioso

Al muladar más sucio y asqueroso;


»Y en aquella basura
Un hoyo hondo y capaz te faciliten,

Y en él te depositen,
Y allí te den debida sepultura;
Y para hacer eterna tu memoria,
Compendiada tu historia
Pongan en una losa duradera,
Cuya letra dirá de esta manera:

EPITAFIO

«Aquí yace el murciélago alevoso


Que al sol horrorizó y ahuyentó el dia,
De pueril saña triunfo lastimoso,
Con cruel muerte pagó su alevosía:
No sigas, caminante, presuroso,
Hasta decir sobre esta losa fria:

Acontezca tal fin y tal estrella

A aquel que mal hiciere á Mirta bella.»

D. Juan Meléndez Valdés, natural de Rivera del Fres-


no, hizo la carrera de leyes en Salamanca y siguiendo los
consejos de Cadalso, que le distinguió siempre con su cari-
ño, comenzó á cultivar la poesía. Su larga permanencia en
Salamanca le hizo variar de rumbo, merced a los consejos
de Fr. Diego González y de Jovellanos y hubiera sido un
gran poeta si la participación que tomó en los aconteci-
mientos referentes á la invasión francesa no le hubieran ex-
patriado muriendo en Montpeller en 1817. Con el señor Me-
néndez Pelayo diremos que se formaría inexacta idea de
Meléndez si solo viéramoss en él al autor de la égloga Bu-
para conocerle hay que acudir á sus odas A las Artes,
tilo;

A Dios y A la aparente prosperidad de los


la pr esencia de
malos, donde se le reconoce como poeta de altos vuelos, de
pasión arrebatada en las elegías de la Partida y del Retrato.
Meléndez merece un estudio detenido que hasta ahora
no sabemos haya emprendido ningún crítico; en su vida ha}^
dos épocas que sería preciso distinguir para poder apre-
ciarle.
— 536 —
Cienfuegos y Quintana, que fueron sus discípulos y si-
guieron sus huellas, le aventajaron en fuego y en alteza de
pensamiento, pero no en la gracia, ligereza y esmerada
ejecución, penetrando en los más íntimos y tiernos senti-
mientos del corazón humano.
Difícil es la elección de poesías cuando se trata de un
poeta como Valdés; citaremos algunas estrofas de la letri-
lla La Flor del Zurguen:

Parad, airecillos,
No inquietos voléis,
Que en plácido sueño
Reposa mi bien.
Parad, y de rosas
Tejedrne un dosel,
Do del sol se guarde
La flor del Zurguen.
Parad, airecillos,
Parad, y veréis
Aquella que ciego
De amor os canté:

Aquella que aflige


Mi pecho cruel,
La gloria del Tormes,
La flor del Zurguen.

Con gusto reproduciríamos también algunas de las es-


trofas de las odas anteriormente citadas ó de sus elegías,
composiciones anacreónticas y otras de carácter erótico,
pero preferimos, aunque no sea la mejor, la égloga titulada
El Zagal del Tormes por ser sentida despedida de Sala-
manca cuando fué nombrado juez de Zaragoza en 1789, que
dada su extensión, solo citaremos algunos trozos.

Fértiles prados, cristalina fuente,


Bullicioso arroyuelo, que saltando
De su puro raudal plácido vagas
Entre espadañas y oloroso trébol, -

Y tú, álamo copado, en cuya sombra


Las zagalejas del ardiente estio
Las horas pasan en feliz reposo,
— 537 -
Adiós quedad: vuestro zagal os deja;

Que allá del Ebro á los lejanos valles

Fiero le arrastra su cruel destino.


Su destino cruel, no su deseo.
Ya mas, ó Tormes, tu corriente pura
Sus ojos no verán: no sus corderas
Te gustarán, ni los viciosos pastos
De tus riberas gozarán felices.

Y hablando de la edad juvenil en que vino á Salaman-


ca dice:

De las dehesas del templado extremo


Vine extraño zagal á estas riberas,

Cuando mi barba del naciente bozo


Apenas se cubria, y en las ramas
De los menores árboles los nidos
Pudo alcanzar mi ternezuela mano
De los dulces pintados colorines.

Termina la composición con esta plegaria.

Quedad por siempre Adiós dulces amigos


Adiós quedad, Adiós; y tu indeleble
Conserva, árbol pomposo, la memoria
Que impresa dejo en tu robusto tronco
Y sus letras en lágrimas bañadas.
Aquí Batilo fué feliz; sus hados
Le conducen del Ebro á la corriente.

Pastores de este suelo afortunados,


Nunca olvidéis vuestro zagal ausente.

En1748 nació, en Salamanca D. José Iglesias de la Ca-


sa; estudió humanidades y teología en la misma ciudad; de
buen humor y con abundante vis cómica, las composiciones
de su juventud pertenecen al género erótico y al epigramá-
tico, que son indudablemente sus composiciones de más va-

lía; que escribió cuando era sacerdote, no son tan es-


las
pontáneas, si bien aparece siempre como escritor castizo y

elegante; murió en Salamanca en 1791 y la posteridad le ha


consagrado un modesto recuerdo en la casa en que vivió.
Prescindiendo del falso juicio que se ha hecho de éste
poeta y de sus últimas obras, como son: romances, églogas,
— 538 -
silvas yun poema didáctico sobre la teología, insertamos
á continuación una bellísima anacreóntica de irreprochable
fondo moral y un epigrama de alta y profunda sátira, muy
semejante á la que empleaba Quevedo.

ANACREÓNTICA XVI
En tanto que fui niño
No supe de trabajos,
Ni e! pago que dar suelen
La edad y el desengaño.
Burlábame, ignorante,
De ver á un cuerdo anciano,
Hecho un niño en sus risas,
Con el tazón de Baco;
Mas luego que he sabido
Del mundo los engaños
Que dan al que es mas bueno
Pesares mas amargos,
Tú ¡ohBaco! me engañaste
El modo de hacer gratos
Los tragos que dá el mundo,

Con tus alegres tragos.


Con ellos me alborozo,
Con ellos juego y danzo,
Con ellos mis pesares
Huyen mas que de paso.
Así, bebiendo alegre,
Yo vuelvo á ser muchacho,
Siquiera se avergüencen
Las canas y los años.

EPIGRAMA LXXIV

Entrando en los Cayetanos,


Una dama á un charro vio
Y le dijo: «¿Se acabó
La misa de los villanos?»

Viendo él trazas tan livianas,


Respondió: «Se acabó ya;
Pero entrad, que ahora saldrá
Otra de las cortesanas.»

Forzosamente tenemos que prescindir, por no dar ma-


yor extensión á este capítulo, de poetas y escritores muy
— 539 —
notables, entre otros de Sánchez Barbero, preceptista, poeta
y autor dramático que ejerció saludable influencia sobre los
escritores de su tiempo, y del poeta madrileño D. Nicasio
Alvarez Cienfuegos, autor de las tragedias Zoraida, Conde-
sa de Castilla y el Pitaco, famosa tragedia que le abrió las
puertas de la Academia, autor de varios trabajos filológicos
que aún hoy son de grande estima. Como poeta su genio
arrebatado y fogoso le hace caer con frecuencia en la afec-
tación y ampulosidad. Sus composiciones poéticas fueron
publicadas en 1778, son: anacreónticas, romances, epísto-
las y elegías, debiéndose mencionar entre estas composi-
ciones la oda A la pas, Al otoño y A la primavera.

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CAPÍTULO III


ESCRITORES POLÍGRAFOS. D. JUAN PABLO FORNER.— TOVELLA-
NOS.— — —
EL P. FEYJÓO. EL P. ISLA. D. LEANDRO FERNÁNDEZ

DE MORATÍN. D. MANUEL JOSÉ QUINTANA.

A segunda mitad del siglo xvui fué muy fecunda en


¡|f§^¡
IzJiyi escritores,, poetas y críticos, y merecen un lugar
distinguido en la literatura D. Gerónimo Mayans y Sisear,
infatigable erudito que contribuyó con sus trabajos al pro-
greso de la literatura y de la crítica, el P. Fr. Martín Sar-
miento, D. Juan Francisco Masdeu, autor de la volumino-
sa Historia Crítica de España, Martínez Marina, Cap-
mani, el Marqués de S. Felipe, Cabarrús y sobre todos
el célebre agustino Fr. Enrique Flórez, autor de la obra

monumental La España sagrada y de otras muchas que


contribuyeron al desarrollo y perfección de los estudios
arqueológicos y epigráficos; pero la misma importancia de
estos escritores, el gran número de sus obras, merecían
un estudio más detenido y completo del que corresponde á
una obra de esta clase. Y vamos á ocuparnos de aquellos
escritores que tuvieron una relación más directa é inme-
diata con las obras puramente literarias.
De grandes merecimientos literarios, íntegro magis-
trado, ciudadano de buena fé y con grande amor á su pa-
tria, es D. Juan Bautista Pablo Forner, que nació en Méri-
— 541 -
da en 23 de Febrero de 1756. De padres que tenían abolen-
go literario debía esperarse que dieran una educación
esmerada á su hijo y así sucedió, y después de los prime-
ros rudimentos de la enseñanza pasó á Salamanca á estu-
diar Leyes, distinguiéndose entre sus condiscípulos por su
aplicación y talento; era á la sazón Salamanca ciudad fre-
cuentada por los jóvenes nicas sobresalientes de España y
sus cátedras regentadas por los hombres de más sólido sa-
ber que florecían en aquella época. Esto le proporcionó el
trato frecuente y amistad con Iglesias, Meléndez, Estala y
los célebres maestros Torrecilla y Zamora; al mismo tiem-
po que cursaba Leyes asistía á las cátedras de lenguas y
humanidades, adquiriendo sólidos conocimientos en el grie-
go, hebreo y latín. Terminada su carrera pasó á Madrid y
fué nombrado fiscal de Sevilla; largo tiempo permaneció
en esta ciudad, en ella contrajo matrimonio y fué ascendi-
do á fiscal del Supremo Consejo; ya en Madrid se hizo
justicia á sus méritos, alcanzando grande estima entre
los hombres políticos y los literatos. A poco tiempo de
haber sido nombrado presidente de la Academia de Dere-
cho Español, murió en Madrid en 1797. El estudio detenido
de sus obras requiere más espacio del que disponemos, li-
mitándonos solo á la enumeración de las más principales,
tales son la Sátira contra los abusos introducidos en la
poesía, castellana, trabajo premiado por la Academia Es-
pañola. Se distinguió tanto en la lucha literaria, una de
las más curiosas que han tenido lugar en los anales de la
historia en estos últimos tiempos, sostenida contra D. To-
más de Iriarte, Sánchez Barbero, García de la Huerta y
don Cándido María Trigueros; se llegó á prohibirle por
Real decreto continuara publicando trabajos de aquella
especie, todos llenos de sal ática, como son la Fábula
del asno erudito contra Iriarte. Siguiendo á estos trabajos
sus Discursos sobre la historia de España, y las notas á la
Historia Universal del sabio jesuíta P. Tomás Borrego.
También han sido muy notables y objeto de grandes ala-
banzas los Discursos filosóficos sobre el hombre y la Ora-
ción apologética por la España y su mérito literario, eru-
dita defensa de nuestras ideas, adelantos é influencia en el
— 542 —
mundo científico, obra que le valió una pensión; sus dis-
cursos en Sevilla en la Sociedad de Buenas Letras y Ami-
gos del País, fueron muchos y de gran importancia, así
como los folletos titulados Preservativo contra el ateísmo,
La corneja sin pluma y Nuevas consideraciones sobre la
tortura.Redactó también muchísimos informes que le die-
ron fama, entre otros el que dio como fiscal del Supremo
Consejo de Castilla en el Expediente formado por queja
de varios individuos de la Universidad de Salamanca,
contra el colegio y maestros de filosofía de ella, informe 1

que constituye un verdadero plan de enseñanza y una ati-


nada crítica de los vicios y defectos de nuestra organiza-
ción universitaria (1).
Como poeta no vale tanto como crítico, Forner no era
poeta en el sentido absoluto de la palabra, son más apre-
ciables sus poesías líricas por lo castizo de la dicción, que
por el estilo poético; tiene odas, silvas, sonetos, anacreón-
ticas y letrillas, romances y epigramas.

(i) Es tan notable el informe á que nos referimos que aún hoy serían de
provechosa aplicación muchas de sus consideraciones y advertencias; lo publicó
íntegro en la Memoria histórica de la Universidad de Salamanca, D. Alejan-
dro Vidal y Díaz.
No podemos resistir la tentación de copiar algún párrafo, y como tiene
alguna actualidad la cuestión suscitada recientemente sobre la inutilidad de
los estudios filosóficos, vamos á copiar el que se refiere á li filosofía, página
339 de la cilada Memoria.
«•La filosofía es, digámoslo así, el auxilio universal con que se prepara
el entendimiento para que en el ejercicio de la vida, en las profesiones prác-
ticas, sepa el hombre discernir lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo ma-
lo, lo útil de lo pernicioso. Tales son los frutos que promete el estudio de
esta ciencia, y no á otro intento se debe enderezar el sistema de sus doctrinas.
A todo hombre es importante poseer un arte que le enseñe á hallar la ver-
dad y á conocer el error. A todo hombre es no solo importante, sino necesa-
rio poseer una ciencia, que poniéndole á la vista las funciones y destino de
su naturaleza racional, le muestre las obligaciones á que nace, ya con respec-
to á sí, ya con respecto á los demás de su misma especie. A todo hombre es
muy útil conocer los seres del Universo en que vive para sacar de ellos la uti-
lidad á que alcance su industria; porque al fin nadie puede existir en la tie-
rra sin hacer uso de las cosas que contiene; y será tanto mayor su comodi-
dad en ella, cuanto ensanche más este uso, lo dilate y multiplique á fuerza
de experiencias y combinaciones industriosas.
«Esta filosofía es necesaria al Teólogo, al Canonista, al Jurista, al Médi-
co, al Político, al Economista; en una palabra, á todos los profesores de las
ciencias y artes prácticos, teniendo todas por objeto la verdad, la bondad y la
utilidad de las materias que trata, y carecerán de sus principales cimientos
— 5-13 —
Como crítico, son muy apreciables sus trabajos sobre
Luís Vives, Raimundo Lulio y Melchor Cano.
Uno de los hombres que más influyeron en el movi-
miento intelectual de nuestra patria, fué D. Gaspar Mel-
chor de Jovellanos, y de sus obras ha de ser muy imper-
fecta la relación, teniendo en cuenta la altísima figura de
Jovellanos y el gran número de sus escritos. Nació Jove-
llanos en Gijón, en 1744, de familia acomodada; estudió
filosofía y leyes en Oviedo, Avila, Alcalá de Henares y
Madrid, y fueron sus propósitos seguir la carrera eclesiás-
tica, que abandonó por la magistratura, en la que desem-
peñó elevados cargos, llegando hasta ministro de Gracia y
Justicia, sufriendo persecuciones y destierros en las revuel-
tas é intrigas de la corte de Carlos IV figurando como uno
7
",

de los más ardientes defensores de la integridad de la pa-


tria durante la invasión francesa; murió en su patria el
27 de Noviembre de 1811.
Entre las muchas obras en prosa que publicó debemos
mencionar El Curso de humanidades castellanas, los dis-
cursos leídos en las Reales Academias Española y de la
Historia y El Elogio de las Bellas Artes, pronunciado en la
Academia de San Fernando, Memoria para el arreglo de
la policía de los espectáculo?, y diversiones públicas y so-
bre su origen en España y el Informe de la Sociedad Eco-
nómica de Madrid, al Real y Supremo Consejo de Castilla,
en el expediente de la ley agrafía, con multitud de otros
muchos discursos, memorias, trabajos de diversa índole y

si no van fundadas en aquellas doctrinas que enseñan al hombre el recto ejer-


cicio de sus potencias y le instruyen en el verdadero uso de las cosas. Los sis-
temas imaginarios de la filosofía son efecto de la ignorancia humana en me-
dio del grande saber que ostentan sus inventores. Estos sistemas no repre-
sentan al hombre y al universo como ellos son en sí, sino como sus autores
han querido construirlos. Los mundos de Platón, de Aristóteles, de Zenón,
de Epicuro, de Descartes, de Leinitz, son ciertamente muy diversos del que
habitamos. Aquellos solo existen en la región de las quimeras, y solo son
buenos para alimentar la locuacidad de la gente ociosa y estéril. Es verdad
que estos sistemas han producido, por la conexión de las cosas, bastantes ade-
lantamientos en la investigación de lo bueno y de lo útil, y la prueba de es-
to está en que la filosofía eclesiástica ha sabido formar un cuerpo completo
de doctrina sólida y provechosa, entresacando de cada secta las cosas ya de-
mostradas con la experiencia y con el raciocinio.»
— 544 —
una numerosa colección de cartas dirigidas á distintos per-
sonajes, que tratan de materias relativas á la gobernación
del Estado, antigüedades, crítica literaria, etc., etc. (1).
Prescindiendo del mérito de todas estas obras y fiján-
donos en las que tienen marcado carácter literario, mencio-
naremos las dos obras dramáticas, El Delincuente honrado
y su tragedia en verso El Pelayo, el poema épico Méjico
conquistada y Las Meditaciones nocturnas del poeta inglés
Young y el primer canto del Paraíso perdido de Milton. Co-
mo poeta lírico escribió endechas, epigramas, odas, sone-
tos; el Sr. Menéndez Pelayo dice hablando de las epístolas
de Jovellanos, que si no anuncian un ingenio lírico de pri-
mer orden son poesías agradables y alaba en él el dominio
del verso suelto empleado en algunas de las epístolas, ci-
tando la que dirigió A Bermudo y A Posidonio y las dos
sátiras dirigidas A Ernesto.
El predominio que ciertos elementos tenían en nuestra
patria, alejó á los principales taleí tos del cultivo de las
ciencias experimentales, motivando este alejamiento un no-
table retraso con respecto á las demás naciones y era pre-
ciso infatigablelabor, conocimientos especiales y una vo-
luntad poderosa para estirpar añejas preocupaciones y lle-
var al concierto universal de las ciencias la poderosa acti-
vidad intelectual que se hallaba embargada por otra clase
de estudios.
El hombre que acometió esta empresa y la llevó á ca-
bo, fué el P. Feyjóo, varón como dice un crítico ya muchas
veces citado, "en quien la Providencia quiso juntar las más
varias aptitudes, el celo propagandista más fervoroso y la
más inextinguible sed de ciencia y de doctrina, para que
fuese luz y oráculo de su siglo, y acabara de romper de todo
punto la barrera de incomunicación que la intolerancia es-
colástica había ido levantando entre la ciencia, cada día

(i) En la Biblioteca de Autores Españoles, tomos 40, 46 y 50, se publi-


caron todas las obras de Jovellanos precedidas de un notable estudio crítico
por el Sr. D. Cándido Nocedal, y recientemente con motivo de habérsele
erigido una estatua en su pueblo natal, han sido premiados varios trabajos
sobre Jovellanos, que á la hora en que escribimos estas líneas, no han
visto la luz pública.
— 545 —
más petrificada, de nuestras aulas y la ciencia extranjera,
que, siguiendo en parte el camino que en otro tiempo ha-

bíamos abierto los italianos y nosotros, aspiraba cada día


con más arrojo á la conquista del mundo físico y del mun-
do moral, por medio de procedimientos analíticos (1).„
Nació Fray Benito Gerónimo Feyjóo y Montenegro en
1676, en Casdemiro, aldea del obispado de Orense; desde
muy joven mostró grandes aficiones á los estudios, y á los
catorce años tomó el hábito en la Orden de S. Benito. Des-
pués de haber estudiado en la Universidad y haber obteni-
do varias cátedras, fué prior del convento de S. Vicente y
en él permaneció por espacio de más de cuarenta años, de-
dicado á los estudios. Sus obras más notables son: El Tea-
tro crítico universal, colección de cartas referentes á mul-
titud de materias sobre ciencias, artes, filosofía y cuantos
asuntos podían servir de estímulo á los estudiosos, con el
nobilísimo propósito de sacar á nuestra patria del lamenta-
ble atraso en que se encontraba en materias científicas.
Esta obra produjo notables controversias, porque el genio
independiente y los profundos conocimientos del P. Feyjóo
se avenían más con el sistema rutinario seguido anterior-
mente. Si la doctrina peca algo del sistema enciclopedista
del siglo xviit,y el lenguaje y estilo no son muy puros y
correctos, quizá debido á la diversidad de materias que tu-
vo que tratar el P. Feyjóo y á la forma en que las trata, hay
que alabar en cambio los nobles propósitos y la energía
viril con que se opuso á las preocupaciones de su siglo. De
igual índole participan los Discursos varios sobre todo gé-
nero de matcriasy las Cartas eruditas.
José Francisco de Isla, es uno de los pocos españoles
que han adquirido fama así en España como en el extran-
jero; nació en Vidanes, cerca de Valderas, en 1703. Muy
joven, ingresó en la Compañía de Jesús; estudió en Sala-
manca y fué catedrático en Segovia, Santiago y Pamplona;
era excelente predicador, hombre de grandes conocimien-
tos, de afable carácter y uno de los escritores más castizos

o
(i) Historia de Las Ideas estéticas en España, t. 3°, volúmeu I ,
pági-
na 159.
69
— 546 —
y de vis cómica del siglo xvur. La proscripción de la Com-
pañía le llevó á Italia, estableciéndose en Bolonia, donde
murió en 1781. Indignado por el atraso en que se encontra-
ba la oratoria sagrada, se propuso, no solo con el ejemplo,
sino con la más fina sátira, corregir á los predicadores de
su época, á cuyo fin escribió el Frax Gerundio de Campu-
sas; este con gran chiste y donaire, obtuvo
libro, escrito
mucho éxito,alcanzando el fin que se proponía su autor,
no sin que fuera objeto de grandes censuras y apasionadas
polémicas. Escribió además La Juventud triunfante, que
es una descripción en prosa y verso de las fiestas celebradas
en Salamanca con motivo de la canonización de San Luís
Gonzaga y San Estanislao de Koska, El dia grande de Na-
varra, las Cartas de Juan de la Encina, sátira contra un
libro escrito por un cirujano de Segovia que tituló Método
racional de curar S(d)aíwncs, una obra de carácter mís-
tico, titulada Fidelísimo cristiano, ochenta y siete sermo-
nes y las cartas familiares dirigidas á su hermana, verda-
deros modelos del género epistolar. Además publicó un
Compendio de la Historia de España, El Año cristiano y
la traducción del Gil Blas de Santillana.
Es Moratín uno de los escritores más insignes del si-
glo xvni, al que se debe la verdadera reforma del leatro
moderno; hijo de D. Xicolás, nació en Madrid en 1737 y
en el Real sitio de S. Ildefonso cursó los primeros rudimen-
tos de la enseñanza, pasando después al colegio de jesuítas
de Calatayud y más tarde á Yalladolid, donde estudió le-
yes, carrera que nunca ejerció, porque mostró decidida afi-
ción al cultivo de las letras. Los sucesos de la irrupción
francesa en España causaron gran perturbación en su vida,
obligándole á emigrar al extranjero, muriendo en París el
21 de Junio de 1828.
Bajo tres aspectos puede considerarse á Moratín, como
escritor,como poeta lírico, como crítico y como poeta dra-
mático. La perfección y el atildamiento, son los caracteres
de todas sus obras, distinguiéndose entre sus poesías las
anacreónticas, los romances, las silvas y las sátiras. De
sus obras dramáticas debemos citar las traducciones de
Moliere y Shakespeare. De propósito hemos dejado de
— 547 —
mencionar las que tienen verdadero mérito, como son,
El Viejo y la niña, El Barón, La Mogigata, El Sí de
las niñas y La Comedia nueva ó El Café. Esta última, es
una inventiva contra los malos poetas y los vicios que
afeaban al teatro de su tiempo. Como crítico, merece el
primer lugar su grande obra sobre Los Orígenes del tea-
tro español, trabajo de excelente crítica, de inmensa la-
bor, y base fundamental de cuantos estudios se han em-
prendido después sobre el arte dramático español. Sus tres
discursos sobre los desengaños del teatro español, han da-
do motivo para creerle enemigo del teatro clásico, lo que no
es cierto como lo demuestran multitud de pasajes de sus
obras y sobre todo la Historia de los orígenes del teatro es-
pañol.
Las cartas de Moratín recientemente publicadas por
la Biblioteca Nacional, contienen curiosísimas observacio-
nes sobre la poesía dramática; las puramente familiares,
retratan perfectamente á este escritor y completan el estu-
dio de su vida y opiniones sobre hechos y acontecimientos
de su época.
Con la misma brevedad é imperfectos datos y juicio
nos vamos á ocupar de uno de los más grandes literatos
que enlazan la poesía del siglo xvm con la del xix. D. Ma-
nuel José Quintana, nació en Madrid en 1772, estudió en
Córdoba y luego en Salamanca, donde terminó la carrera
de leyes; sus ideas y significación política le acarrearon
persecuciones y destierros desde 1814 á 1820, ocupando
después altísimos puestos en la administración y el alto
cargo de ayo de D a Isabel II, y finalmente mereció la sin-
gular honra, antes no concedida á ningún poeta en España,
de ser coronado en 1835, ante la corte y la nobleza, murien-
do en 1857.
Quintana fué poeta lírico, trágico, historiador, crítico
y escritor público; como poeta lírico, le juzga así un crítico
de nuestros tiempo (1): "No tiene más rival que Fr. Luís

(i) Entre los muchos trabajos y juicios emitidos sobre el mérito de


Quintana, lleva la palma, y es, á nuestro entender, el más completo, el he-
cho por D. Marcelino Menéndez Pelayo en la 33* conferencia dada en el
— 548 —
de León, que indudablemente le supera en reposada y se-
rena belleza, en intensidad en el sentimiento fué, á
su manera, poeta verdaderamente clásico, es decir, magis-
tral y digno de servir perpetuamente de modelo á todo el
que quiera expresar en lengua castellana, con solemnidad
y pompa, sentimientos elevados y magnánimos.,. Merecen
citarse entre sus composiciones la oda A Padilla, El pan-
teón del Escorial, A la invención de la imprenta, la elegía
A Celia, la elegía A la Duquesa de Frias y el epitalamio
en las bodas de la Reina Cristina con Fernando VII.
De sus obras dramáticas citaremos el Pclayo y como
historiador y crítico La vida de Cervantes, la introducción
histórica á la Colección de poesías castellanas, los juicios
acerca de Calderón, de Ignacio de Luzán, El paralelo en-
tre Samaniego é Triarte, los juicios de Tomás de Iriarte y
de Sánchez Barbero y otros muchos trabajos de crítica in-
sertos en el periódico Variedades de ciencias, literatura y
artes, cerrando la enumeración de sus obras con la Colec-
ción de biografías de españoles célebres.

Ateneo de Madrid, cuyo tema fué: —


D. Manuel José Quintana. La poesía
de cuyo trabajo son las palabras á que nos
lírica al principiar el siglo xix,
referimos en el texto, y muchos de los juicios que sobre Quintana hemos de
omitir, tomados también del trabajo del referido Sr. Menéndez Pelayo y de
su obra tantas veces citada Historia de las ideas estéticas.
PRELIMINARES
Faginas

Capitulo — La Literatura Española — Caracteres. — Divisiones.


I.

Pobladores primitivos. — El idioma castellano I

PRIMER CICLO.— PRIMER PERIODO

Capitulo II — Primeros monumentos de la poesía castellana. —El


poema del Cid. — Cuestiones críticas. — Poemas religioso-eruditos.
— Asunto del poema de Santa María Egipciaca. — El poema de
los tres Reyes de Oriente. — El misterio de los Reyes Magos. . 13
Capitulo III. — La poesía erudito-eclesiástica y sus nuevos aspectos.
— El
>
poema La Disputación del Cuerpo y del Alma. — Gonzalo
de Berceo y sus obras. —El poema de Alejandro.' — El libro de

Apolonio. — El poema de Fernán González. — El poema de José ó


de Jusuf. — La prosa y manifestaciones — Don Lucas de
históricas.

Tuy. — Don Rodrigo Ximénez de Rada y sus obras. — Monumen-


tos de carácter — Importancia que para idioma
legal. el castella-

no tiene la traducción del Fuero Juzgo 26

PRIMER CICLO.— SEGUNDO PERIODO

Capitulo IV. — Nuevos aspectos de la literatura. — Don Alfonso X


el Sabio. — Enumeración y examen de sus obras. — Sancho IV el

Bravo. — El Infante Don Juan Manuel y sus obras. ..... 38


Capitulo V. — El Beneficiado de Ubeda representante de poesía la

histórico-religiosa en — La crónica rimada de Alfon-


el siglo xlv.
Faginas

so — El Arcipreste de Hita. — F
xi. de cantares.
del libro los

— Los proverbios morales, de D Carrióu. — Tratado de


jtos

la doctrina — La Danza
cristiana. de Muerte. ...
eral la 53
Capitulo VI. — La Historia. — Crónicas de Sánchez de Tobar.
Don Pedro López de Ayala, historiador y poeta. — La Novela.
Narraciones y cuentos caballerescos, originales y traducidos.
Amadis de Gaula 63

PRIMER CICLO.—TERCER PERIODO

Capitulo VII. — Representantes de influencias provenzal é


las ita-

liana.— Obras del Marqués de Villena. — Representación literaria

de Don Iñigo López de Mendoza. — Clasificación y examen de sus


obras. — Juan de Mena, sus obras y significación ... literaria. 77
Capitulo VIII. — Poetas de cortes de D. Juan
las y Enrique IV. II

—Los Cancioneros. — Pedro Guillen de Segovia. --Diego de Bur-


gos.— Gómez Manrique. —Jorge Manrique. — Alvarez Gato — Co-
plas del provincial 90
Catitulo IX. — Los Estudios históricos en xv.— Crónica el siglo
de D. Juan — Obras de Fernán Pérez de Guzmán. — Crónica de
II.

Enrique IV. — Lope Barrientes. —Juan de Lucena. — Don Alfonso


de Madrigal. — Alfonso de Torre. — Doña Teresa de Cartagena.
la 107
Capitulo X. — Poetas y reinado de
escritores del Reyes Cató- los

— Fray Iñigo López de Mendoza. — Los Urreas. — Juan Fer-


licos.

nández de Heredia. — Juan de Padilla. — Los historiadores Andrés


Bernáldez y Flernando del Pulgar. — Las Novelas, El Siervo libre
de amor y La Cárcel de amor 117
Capitulo XI. — El género epistolar y la oratoria. — El centón epis-

tolario. — Las cartas de Da Isabel la Católica. — Diego de Vale-


ra y Gonzalo de Ayora. Alfonso — de Valladolid. — Alonso de
Cartagena. —
Fray Hernando de Talavera 12S
Capitulo XII. - El Teatro. — Vestigios de la influencia pagana en
las representaciones dramáticas durante la Edad Media. — Diálo-
go entre el Amor y un viejo. — Coplas de Mingo Revulgo. — La
Celestina ó tragi-comedia de Calixto y Melibea. —Juan de la En-
cina. — Lucas Fernández. — Gil Vicente.. 138

CICLO SEGUNDO.— PRIMER PERIODO

Capitulo I. — El Renacimiento. — La imprenta en España. — Ante-


cedentes de los estudios clásicos. —Antonio de Nebrija. — Arias
Barbosa. — Pedro Mártir de Anglería. — Lucio Marineo Sículo.
Faginas

Desarrollo de los estudios clásicos y su importancia en nuestras


Universidades 154
Capítulo II. — Innovaciones debidas á la influencia Italiana. — Apa-
rición de los géneros poéticos.— Boscán. — Garcilaso de la Ve-
ga.— Poetas que siguieron é impugnaron reforma poética. la

Cetina. — Acuña. — Castillejo — Villegas. — Castilla. — Gregorio


.

Silvestre. . 166
Capitulo — Las Escuelas Poéticas. — Escuela Salmantina. — Fray
III.

Luís de León. — Obras en prosa y verso originales y traducidas.


Francisco Medrano. — Francisco ele la Torre. — Francisco de Fi-
gueroa.— Los Argensolas y otros poetas de la Escuela Aragonesa. 179
Capitulo IV. — Escuela Sevillana. — Sus fundadores. — Periodos de
esta Escuela. — Fernando — Su significación é impor-
de Herrera.
tancia. — Juan de Arguijo. — Baltasar de Alcázar. — Juan dejáure-
gui. — Enumeración de otros poetas de la Escuela Sevillana. . . 211
Capitulo V. — Dellamadas Escuelas Granadina, Valenciana y
las

Castellano-Portuguesa. —
Poetas afiliados á la Escuela Granadina,
Vicente Espinel, Luis Barahona. — Desarrollo literario de la re-
gión valenciana. — Francisco y Cosme de Aldana. — Gil Polo.
Estrechas relaciones literarias entre España y Portugal.'— Saá de

Miranda. — Luís de Camoens. — Indicación de algunos otros poe-


tas portugueses que escribieron en castellano 225
Capitulo VI. — Géneros épicos. — Cuestiones que deben preceder á
su estudio. — Obras de carácter épico anteriores á esta época.
Alonso de — Sus Obras. — Balbuena. — Examen del Bernar-
Ercilla.

do. — Obras pertenecientes á poesía épico-heróica. — Noticia del


la

poema épico religioso La Creación del Mundo. — La Cristiada.


El Monserratte. — El poema, Vida de San José. — Poemas épico-
didácticos. — Poemas épico-burlescos. 240
Capitulo VIL — El Teatro. — Traductores del Teatro — Es- clásico.

tado del Teatro en siglo xvi. — La Propaladia de Bartolomé de


el

Torres Naharro, Lope de Rueda y sus obras dramáticas. — Esta-


do del Teatro y poetas que precedieron á Lope de Vega. . . . 258
Capitulo VIII. — Poetas, escritores místicos, oradores sagrados y

— Santa Teresa de Jesús. — Sus obras.


epistológraí'os del siglo XVI.

— San Juan de poeta místico. — Obras místicas,


la Cruz, escritor y

oratorias y didácticas de Fray Luís de Granada. — El Padre Alon-


so Rodríguez. — El Beato Alonso de Orozco. — Indicación de los

epistológrafos más distinguidos del siglo XVI 271


Capitulo IX. — Escritores didácticos é historiadores. — Palacios Ru-
bios: sus obras didácticas y jurídicas. — Pérez de Oliva.—Noticia
y valor de las obras de los dos hermanos Mejías. — Obras de
Faginas

Francisco de Villalobos. — Antonio de Guevara: sus obras y no-


ticia de la controversia con el Bachiller Rima. —Juan Valdés.
La historia en el siglo xvi. — Los cronistas. — El Padre Mariana:
clasificación y mérito de sus obras. — Historiadores de Indias que
corresponden á este periodo.— Historiadores así de hechos parti-
culares como de carácter religioso 2S9
CAriTULO X. — Reseña de las tendencias y dirección de la novela
durante los últimos años del siglo XVI.— La novela pastoril y sus
representantes. —
Aparición déla novela picaresca. Don Diego —
Hurtado de Mendoza. — Su importancia y altísima representación
literaria. — Otros autores y novelas del género picaresco. — La no-
vela sentimental ó amorosa. — Aparición de la novela histórica y
sus representantes 312
Capitulo XI. — Apuntes biográficos de Cervantes — Estudio de las
obras y méritos de Cervantes considerado como poeta lírico, dra-

mático y novelista. — El Quijote. — Idea del Quijote conocido por


de Avellaneda 330
Capitulo XII. — Lope Félix de Vega Carpió. — Poesías líricas.

Obras de carácter épico. — Lope de Vega como crítico y escritor


didáctico. — Novelas de Lope de Vega. — Estado del Teatro al
aparecer Lope de Vega. — Caracteres y condiciones de su Teatro.
— Clasificación y número de susobras dramáticas. — Ligero exa-
men de las más celebradas 352

CICLO SEGUNDO.— SEGUNDO PERIODO

Capitulo I. — Alteraciones que en el fondo y forma determina la

decadencia de la poesía lírica en la segunda mitad del siglo xvil.


— Causas del mal gusto literario. — Luís de Góngora. — Sus obras.
— Influencia de Góngora en la Literatura Española. — Poetas y
literatos que siguieron la escuela de Góngora 379
Capitulo II. — El conceptismo. — Quevedo. — Clasificación de sus
obras. — Noticia y examen de algunas traducciones. — Valor y re-

presentación de sus poesías serias y festivas. — Obras serias, ale-

góricas, satíricas, novelescas y de costumbres. — Importancia de


Quevedo como escritor. — Discípulos é imitadores de Quevedo. . 390
Capitulo III. — Poetas líricos del siglo XVII sin filiación determina-

da. — Francisco de Rioja. —Noticia de la importancia y obras de


los poetas Pedro de Quirós, Polo de Medina, Agustín de Salazar,
Fernando de Valenzuelay Pedro de Soto. — Poetisas del siglo xvil. 402
Capitulo IV. — El Teatro. — Contemporáneos y discípulos de Lope.
—Francisco de Tárrega.— Gaspar de Aguilar.— Guillen de Cas-
Faginas


tro. — Pérez de Montalvan.-— Mira de Amescua.
Miguel Sánchez.
— Luís Vélez de Guevara 417
Capitulo V. —Tirso de Molina. — Dotes características de este escii-

tor y juicios emitidos por la crítica acerca de sus obras. — Puíz


de Alarcón. — Caracteres especiales de su — Sus comedias teatro.

y dramas. — Moreto. — Enumeración de sus obras principales.


Dramas y comedias de Rojas y Zorrilla 43c
Capitulo VI. —D. Pedro Calderón de la Barca. — Apuntes biográfi-
cos.- Nuevos aspectos que el arte dramático recibe con Calderón.
— Eminentes cualidades de inspiración y genio que resaltan en
todas sus producciones. —
Clasificación de éstas. Análisis de —
los dramas, El Mágico prodigioso y La Devoción de la Cruz.
Exposición y análisis de la comedia de capa y espada el Escon-
dido y la Tapada. — Producciones de carácter lírico-dramático.
Entremeses. — Autos Sacramentales. — Escritores que antes de
Calderón compusieron Autos Sacramentales. — Clasificación y exa-
men de algunos de los más notables escritos por Calderón. . . 456
CAPITULO VIL — El Teatro durante la segunda mitad del siglo xvn.
— Obras de don Alvaro Cubillo de Aragón. — Comedias de don
Francisco de Leiva y Ramírez de Arellano. — Los dos hermanos
Figueroa y Córdoba. — Obras de Juan Bautista Diamante. — Co-
medias atribuidas á Felipe IV. — Obras dramáticas de Doña Ana
Caro y Sor Juana Inés de la Cruz. — Matos Fragoso y Don Juan
de la Hoz. — Indicación de los autores que representan la deca-

dencia del Teatro en esta época 476


Capitulo VIII. — Las obras místicas y didácticas en el siglo xvn.
— Las obras místicas de Padres Jesuítas La Puente y La Pal-
los

ma. — D. Diego Saavedra Fajardo. — Su significación y literaria

sus obras. — El género epistolar en segunda mitad del siglo xvn


la

y sus representantes. — La elocuencia sagrada y oradores más dis-

tinguidos , . 485
Capitulo IX. — La Historia en el tercer periodo del segundo Ciclo.
— La expedición de catalanes y aragoneses de Moneada. — Don
Francisco Manuel de Meló. — Obras históricas de D. Carlos Co-
loma y Antonio de Solís. — La Historia de carácter religioso y
sus representantes 495
Capitulo X.- La novela en la segunda mitad del siglo xvn. — La
picara Justina. — Novelas del Dr. Gerónimo de Alcalá y Yáñez y
de D. Alfonso de Castillo y Solórzano. —
Novela satírica. No- —
velas de varias clases de Alonso Gerónimo de Salas Barbadillo.
Colección de novelas cortas y cuentos S°4
Páginas

CICLO SEGUNDO.— TcRCER periodo

Capitulo I. — La literatura castellana eu el siglo xviit. - Creación


de las Academias y Centros literarios. — Tendencias que aparecen
en el siglo xvm. — Gerardo Lobo. — Alvaro de Toledo. —Juan
Antonio Porcel S 11

Capitulo II. — Escuela francesa. — Luzán como poeta y preceptista.


—Jorge Pitillas. — D. Nicolás Fernández de Moratin. — D. Tomás
de Iriarte. —Félix García de Samaniego. —D. José Cadalso.
Poetas de la Escuela Salmantina y su importancia en el renaci-

miento literario. — Fr. Diego González. — Meléndez Valdés. — Igle-


sias de la Casa. — Alvarez Cienfuegos 5 22
C\pni)LO — Escritores polígrafos. — D. Juan Pablo Forner.
III.

Jovellanus. — El P. Feyjóo. — El P. — D. Leandro Fernández


Isla.

de Moratin. — D. Manuel José Quintana 54°


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