Compendio de Historia de La Literatura Española
Compendio de Historia de La Literatura Española
Compendio de Historia de La Literatura Española
í\x»v
'/ $&
f^3ú
mo%
¿**^L
1l.:'-> }
COMPENDIO DE HISTORIA
DE LA.
Literatura Española
POR
s,
SALAMANCA
Establecimiento tipográfico de Franeiseo Núñez
1892
Es propiedad del Autor,
que se reserva los derechos
de traducción y extracte
^. . . . . . r—. ,
-o '^P -^-. <?§> - o Á
.,^,.
do y cariñoso amigo
Salamanca ,
Diciembre de i8gi.
COMPENDIO DE HISTORIA
LITERATURA ESPAÑOLA
—!«4s"#=4-
PRELIMINARES
CAPÍTULO í
LA LITERATURA
ESPA^OLA.-CARACTERES.-DIVISÍOXE.
POBLADORES PRIMITIVOS —EL IDIOMA CASTELLANO.
Todas
obras bellas expuestas en la lengua castell i-
las
na, son el objeto de esta asignatura, con el fin de conocer
los medios empleados por nuestros poetas y literatos par i
que llamamos arte literario, que al expresarse reviste formas propias; y como
estas formas, acusan el principio inmanente, ciencia de la belleza, hemos d
clio también, en los Apuntes de Literatura general, página 4, que esa unión
de lo permanente y mudable, ciencia y arte, constituye la obra artística que
\ive en el tiempo, dándonos á conocer la.s diversas maneras cómo lo bello se
manifiesta: pero como á tal estudio puede dársele además un fin relacionado
con lo que la ciencia se propoue, hacemas un examen crítico de las obras en
relación con la época, influencias, etc., que el genio y los hechos, llevan á ese
conjunto que se apellida saber humano.
Aislar estos dos aspectos de nuestro estudio sería absurdo y hoy es ya
axioma social, el que no está completa la historia de ningún pueblo, ínterin
al conocimiento de sus hechos, no se añada el de su literatura; siendo más
completa á medida que mejor y más perfecto es el estudio de ésta; no resul-
tando hiperbólica, muú por el contrario muy exacta la célebre frase, la poe-
sía es más -
,} ídica ove la historia.
nuestra taren.
Las subdivisiones de éstos do> grandes ciclos, no difie-
ren gran cosa de los periodos que señalan los que se ocu-
pan de la historia de la literatura española. Tres periodos
comprende el primer ciclo, á saber: 1", desde los orígenes
lIl- lengua y primeros monumentos literarios, hasta el rei-
la
literatura española, basta indicar, que esas dos grandes divisiones que llania-
m »s ciclo-, obedecen al deseo de unir bajo una- síntesis los caracteres de!
gusto y tendencias predominantes en cada una de esas dos grandes divisio-
nes, que coinciden, aunque no en fecha tan fatal, con hechos y mudanzas de
valor histórico unos, de valor local ó nacional; y otros, que alcanzan á ¡a hu-
manidad influyendo en las nuevas direcciones del pensamiento y de la lite-
elocuencia.
estos estudios la
Historia crítica eje la Literatura Española, pot don Jq.se Amador de los
Rios, que comprende hasta finalizar el reinado de los Reyes Católicos; obra
de mucha erudición y aceitada crítica: la Historia de la Literatura Española,
por M. Ticknor, escrita en inglés y puesta en castellano por los señores
(i.
según han demostrado los Sres. Amador de los Ríos, Canalejas y Fernández
Espino: el poema del Cid, nada debe al francés y es original en cuanto á la
concepción del asunto; expresando á maravilla los ideales de la nacionalidad
española.
Los autores á que nos referimos empeñados en sostener que es imitación
francesa son Mrs. Damas-Hinard, M. Guessard, G. París, V. Leclere, Heri-
cauld y León Gauthier.
Admira y puede servirnos de lección, que mientras en el extranjero se
han ocupado del poema del Cid. con obras ad hoc tan doctos escritores como
Puymaigre, Bared, Claru;, Wolf, Huber y otros muchos, tengamos que bajar
la cabera a las palabras que el inglés Southey nos dirige, diciendo ignoramos
el valor de este poema, y que nada produciremos en materia de buen gusto y
artes, hasta que desechemos el espíritu rutinario que nos impide conocerle.
— 15 —
hacen los castellanos, y el gran número de los que le si-
2285 Ques' page d'es casamiento Mió Cid ó el que lo ouo en a)go
Las coplas deste cantar aquis van acabando: :
(i) La fecha en que fué escrito el poema, con la noticia de cuantas opi-
niones se han emitido sobre este punto, se halla extensamente tratada en la
tantas veces citada Historia Crítica de la Literatura Española del Sr. Ama-
dor de los Ríos, t. 3°, segunda parte, Cap. III, pág. 124.
— 20 —
personaje, escritos en todos tiempos, que no reseñaremos
por impedir la índole de nuestro trabajo entrar en su de-
poema latino, Gesta
tenido examen; los principales son: el
Roderici, campidocti, La leyenda de ¡as mocedades del
Cid y un riquísimo Romancero; además, la historia le con-
,
Se va ensanchando Castilla
Delante de mi caballo.
(t) Fué este poema dado a conocer por D. Felipe Fernández Vallejo en
sus Memorias y disertaciones sobre la Iglesia de Toledo, después por el señor
Cañete en su discurso acerca del drama religioso español antes y después
de Lope de Vega; lo publicaron íntegro el señor Amador en las Ilustraciones
o
del t.
3 de su Historia de la Literatura Española, y los eruditos Lidforss y
Baist.
^¿T '%¿r '%y' '-^-
v" ^W 'V ' "
> 4
= i fin
. i
u n
¡ ¡ i j ¡ffiirm)i uTllujIi .0 n m
n i
¡ i uXLnjjri
¡Jila njlnrrrijLüTLij
rri
' ¡ > <íjXüj O l~^
ittíttij \sjJJxíU
CAPÍTULO III
Daremos uua ligera noticia de cada una de estas obras. La titulada Vida
de Santo Domingo de Si/os, es la vida y milagros de este santo confesor.
Consta de setecientos ochenta versos de los llamados de la quaderna vía, es-
siendo notable en este primer canto ó parte del poema, la pintura de Do-
mingo cuando era pastor.
y la porfía entre el abad de San Millán y el rey don García, hijo de D. San-
cho el Mayor, al que pinta deeste modo:
y nueve estrofas.
Pasando por alto el martirio de San Lorenzo, testimonio de la fé cris-
Duelo de la Virgen.
o
(i) El Sr. D. Marcelino Menéndez y Pelayo en el Prólogo del t. 2 de
su Antología de rodas Úricos castella?ios, dice hablando del Potma de Ale-
jandro v (atribuido por muchos á Juan Lorenzo Segura de Astorga, bon clé-
rigo ed ondiado, de mañas bien temprado, que parece ser un mero copista)»
sospecha que tenemos muy en cuenta, basta que proceda de tan docto críti-
co, si bien por no conocer las razones en que se funda, continuamos atribu-
yendo el poema de Alejandro á Pray Lorenzo.
de la exactitud histórica, aspirando al favor popular que
no le otorgaba á aquellas obras poco conformes con su es-
píritu y creencias, \ al que no se ofendía por esto, dada su
absoluta carencia de los conocimientos de la antigüedad
clásica.
Se publicó poema en el t. 111 de las Poesías Anterio-
el
Es indudable que
la poesía popular y aun la que se lla-
ma respondían á una necesidad sentida por el
erudita,
pueblo que deseaba ver en el idioma que le era propio, re-
ñejados sus ideas y sentimientos, y como debía llevar ya
mucho tiempo de existencia el idioma vulgar cuando apare-
cen dichos monumentos, es natural existieran otras mani-
festaciones del lenguaje del vulgo que sirvieran para los
usos ordinarios déla vida, de los que no han llegado sino
muy pocos hasta nuestros días y de los que no hemos de
tratar por no ostentar caracteres literarios. Sin embargo,
unidas la poesía y la historia, ya vimos de qué modo se
trasmiten los hechor en los poemas; las primeras manifesta-
ciones en el idioma vulgar desprovistas de la íorma poética,
son tan rudimentarias, que solo como antecedentes de este
género debemos mencionarlos. En los cartorales de las igle-
sias ó sea en la colección de documentos en que se consig-
naban las donaciones hechas á las iglesias y monasterios,
aparecen al lado de estos escritos, indicaciones sumarias
de hechos acontecidos en la misma fecha de la donación ó
adquisición, y en algunos archivos de las catedrales se con-
servan (iiutlcs, que como su nombre indica, consignaban por
años los sucesos de más bulto; entre los que pudiéramos
citar, se encuentran los Anales Toledanos primeros y se-
gundos, los de los Reyes Godos de Asturias, León, Castilla,
Aragón y Navarra, y los propios de Aragón y Navarra.
También conocemos reseñas especiales como la Toma de
— 37 —
Exea, la Conquista de Almería, la Estoria de Conca, don-
de aparece más suelto el idioma castellano. La gloria de
haber trazado mayores y nuevos rumbos á la historia, co-
rresponde á don Lucas de Tuy, autor, entre otras obras,
de un libro de Crónicas, y sobre todo á don Rodrigo Ximé-
nez de Rada, Arzobispo de Toledo, que tomó una parte ac-
tiva en los principales sucesos de los reinados de Alfon-
so VIII y Fernando III; escribió en latín la historia de los
Ostrogodos, Vándalos y Suevos y la de los Árabes. De to-
das ellas, la más importante es la historia Gothica, vertida
al castellano por el mismo don Rodrigo, llamado á ejercer
saludable influencia en los estudios históricos de los siglos
posteriores. La versión castellana comienza desde el diluvio
y llega hasta los hechos de sus contemporáneos, de los que
fué parte y testigo, cual sucede con la batalla de las Navas.
Los monumentos legales debieron ser los primeros es-
critos en lengua vulgar, ya tuvieran carácter general ó
particular, porque siendo documentos que concedían dere-
chos y exenciones á los pueblos, importaba al legislador
estuvieran en lenguaje comprendido por todos; de modo
que ya sea el Fuero de Aviles de la antigüedad que se le
atribuye ó de fecha posterior, aunque no hayan llegado
hasta nosotros, muchos más debieron 'ser los escritos de
esta clase publicados en lengua vulgar, porque avanzando
la reconquista, allí donde se establecía nueva población
de cristianos, las cartas pueblas, los privilegios concedi-
dos á los pueblos por los reyes, premiando el heroísmo y
ardimiento de sus pobladores, en la lengua vulgar debie-
ron ser escritos y lo prueba todavía más, que siendo ley
general de la monarquía castellana el Fuero Juzgo, al dar-
se como ley á los pobladores de Córdoba después de su
conquista por Fernando III en 1241 y posteriormente á los
habitantes de Sevilla y Murcia, se mandó traducir al roman-
ce, cosa que no se hubiera hecho si la lengua latina, idio-
ma primitivo del citado código, hubiera sido entendido por
los habitantes de las referidas poblaciones; con tales pasos,
dados en favor del idioma vulgar, gana éste en riqueza y
armonía, haciéndole apto para obras literarias de mayor
valor artístico que las hasta ahora mencionadas.
CAPÍTULO IV
—
NUEVOS ASPECTOS DE LA LITERATURA. DON ALFONSO X EL Sil-
bÍO. — ENUMERACIÓN Y EXAMEN DE SUS OBRAS. SANCHO IV —
—
el Bravo. el infante don juán manuel y sus obras.
(i") La injusticia con que fué juzgado D. Alfonso por sus contemporáneos
y el desfavorable juicio que mereció á hombres tan importantes como
Feijóo y el P. Mariana, de que se hicieron eco muchos extranjeros, ha te-
nido reivindicación justa en la época moderna según puede verse en la Bi-
blioteca Nova de D. Nicolás Antonio; Velázquez, Orígenes de la Poesía Es-
pañola; Mondejar, Memorias Históricas y examen de la Crónica del Rey Sa-
bio; el P. Sarmiento, Rodríguez de Castro, Vargas Ponce, Amador de los
Ríos, la Real Academia en la reciente publicación de las Cantigas; y de los
extranjeros Ticknor, y sobre todos, Clarus en el t. I o de sus Estudios sobre la
literatura española. Todos han pulverizado la falsa anécdota que Colmena-
res insertó en su historia de Segovia, respecto á la impiedad del Rey, la so-
berbia de la ciencia de D. Alfonso y el desfavorable juicio que como mo-
narca hizo en su historia de España, el P. Mariana. La Universidad de Sa-
lamanca le debe su verdadera organización y por consiguiente eterna grati-
tud; aunque se hayan perdido los estatutos que la dio, todavía quedan mu-
chos datos para juzgar del afecto con que miró á esta escuela y la predilec-
ción cariñosa que le mereció siempre Salamanca. En prueba de lo dicho,
pueden verse los documentos queD. José Onís, infatigable y celoso
el Sr.
Memoria de la Universidad, co-
jefe del archivo universitario, publicó en la
rrespondiente al curso de iSSi á 1SS2, en particular la Real Cédula dada en
Toledo en 8 de Mayo de 1254, primer documento en que se consignan ren-
ta.; reales para sostenimiento de esta Universidad.
- 41 -
dignos de conocerse ss hallan los relativos á la historia an-
tigua, la descripción física de España, y el siguiente, que
se refiere á la visión de Mahoma.
ouieron, catáronse unos á otros et decíen: ¡Ay qué bien!.... ¡Ay qué bien es
este! Et oráuame todos todo el bien et toda salud, synon uno solo que estaua
ahy, que non se alegraua comigo nin se reya cerno los otros. Et yo pregunté
entonze al ángel Gabriel que quién era aquél ó por qué fazie aquello. Et
Gabriel me dixo: Sepas queste ángel nunca se reyo, nin se re>yera: que este es
del extranjero, sin que tenga rival entre todos los códigos
de la Europa durante la Edad Media. Véase como muestra
lo que dice respecto á los lugares en que podían estable-
cerse Escuelas, ó sea Universidades.
Las escuela? del estudio general deben seer eu logar apartado de la vi-
lla, las unas cerca de las otras, porque los escolares que hobiesen sabor de
aprender aina puedan tomar dos liciones ó mas si quisieren en diversas ho-
ras del dia, et puedan los unos preguntar á los otros en las cosas que dub-
daren: pero deben las unas escuelas seer tanto acredradas, de las otras, que
los maestros no se embarguen oyendo los unos lo que leen los otros
De buen ayre et de fermosas salidas debe seer la villa do quieren esta-
blescer el estudio, porque los maestros que muestran los saberes et los esco-
lares que los aprenden vivan sanos et en él puedan folgar et rescebir placer á
la tarde quando se levantasen cansados del estudio: et otrosi debe seer abon-
dada de pan, et de viao et de buenas posadas en que puedan morar et pasar
su tiempo sin grant costa. Et otrosi decimos que los cibdadanos de aquel lo-
gar do fuere fecho el estudio deben mucho honrar et guardar los maestros, et
los escolares; et todas sus cosas; et los mensageros que veniexen á ellos de
sus logares non los debe ninguno peyudrar sin embargar por debdas que sus
padres debiesen nin los otros de las tierras onde ellos fuesen naturales: et
aun decimos que por enemistad nin por malquerencia que algunt home ho-
biese contra los escolares ó á sus padres non les deben facer deshonra, nin
tuerto nin fuerza.
CANTIGA XL
Esta e de loor de Santa María das maraaillas que Deus faz por ela
Om' e creatura.
Esto foi porque ouuisti
Gran sen et cordura
En creer quando oisti
Ssa menssageria
Deus te salue, graciosa
Reyuna María
Salue- te Deus ca nos disti
En nossa figura
O ten Filio que truxisti
De gran fremosura
Et con él nos remysti
¡Quén o contaría!
Deus te salue, graciosa
Réynna María
Lume dos santos fremosa
et dos ceos uia.
Cap. LII. — Que fobla cuant buena cosa es coi-dura, c como es Jija del buen
entendimiento
fija del buen entendimiento; ca niuguud home non puede ser cuerdo, si en-
tendido non es. Por cordura es home guardado de muchos peligros en que
podría caer á grand su dapno. Cordura da al home grand asosiego; prime-
dura en sí mesma da asosiego al home con su verdat, é non anda con ella
bulliendo. Por cordura se da el home por firme en las cosas que ha de decir
é de facer, é extrémase por ella del arrebatadizo é movedizo que se mueve
livianamente con mal seso. La cordura es peso de balanza en que pesan al
que la su pro ó su daño trae. La cordura tuelle las cosas peligrosas é de
grand ventura, é da las provechosas. La
home buena fama é mé-
cordura da al
así: «Patronio, sabeb que estoy en grand queja et en grand roido con unos
homes que me non aman mucho, et estos homes son tan revoltosos et tan
miutrosos, que nunca otra cosa facen sinon mentir á mi et á todos los otros
con quien lian de facer ó delibrar alguna cosa; et las mentiras que dicen sá-
benlas tan bien apostar et aprovecharse en ellas, que me traen á mi grand
daño, et ellos apodéranse mucho, et hanse las gentes muy fieramente contra
mí; et bien creed que si yo quisiera obrar por aquella manera, que por aven-
tura lo sabría facer tan bien como ellos; más porque yo sé que la mentira es
de mala manera, nunca me pagué della: et agora por el buen entendimiento
que vos habedes, ruégovos que me consejedes qué manera tomaré con estos
homes.»
«Señor conde, dijo Patronio, la Mentira et la verdat ficieron en uno su
compaña, et desque hobieron estado así un tiempo, la Mentira que es más
acuciosa, dijo á la verdat que sería bien que pusiesen un árbol de que hubie-
sen fruto, et pudiesen estar á la su sombra cuando ficiese calentura, Et la
verdad, como es cosa llana et de buen talante, dijo quel' placía.»
«Et desque el árbol fué puesto et comenzó á nascer, dijo la Mentira á la
Verdat que tomase cada una dellas su parte de aquel árbol, et la Mentira,
mas aprovechosa, consejó la Mentira á la Verdat que tomase las raices del
árbol que están so tierra, et ella que se aventuraría á tomar aquellas ramie-
— 49 —
Has que habían á salir, et están sobre tierra, como qiüer que era grand peli-
gro, porque estaba á ventura de tajarlo ó fallarlo los homes, et roerlo las
bestias, ó tajarlo las aves con sus picos ó con las manos ó con los pies, é se-
á sí todas las gentes del mundo, et mostraba á los unos mentiras sencillas,
et á los otros muy más sabios mentiras dobles.»
«Et debedes saber que la mentira sencilla es cuando homc dice á otro:
«don Fulano, yo faré tal cosa por vos. et él miente de aquello que dice; et
tar á la su sombra del su árbol, que les facía acabar por aquella sabiduría las
mas de las cosas que ellos querían, et non fallaba ningún home que aquella
arte non supiese, que ellos non le trajesen á facer toda su voluntad; lo uno
por la fermosura del árbol, et lo ál por la grand arte que de la Mentira
aprendiau. Et deseaban mucho las gentes de estar á aquella sombra, et apren-
der lo que aquella Mentira les mostraba, et la Mentira estaba mucho hon-
7
— 50 —
drada et muy preciada, et muy acompañada de las gentes,. et el que menos
se allegaba á ella et menos sabia de la su arte, menos preciábanle todos, et
mundo no sabia parte della, nin se pagaba della, nin la querían buscar;
ella, viendo que non le habia fincado cosa en que se pudiese mantener
sinon aquellas raíces del árbol, que era la parte que le aconsejara tomar la
Mentira con mengua de otra vianda, hóbose á tornar á roer et á tajar, et á
gobernarse de las raices del árbol de la Mentira. Et como quier que el árbol
tenia muy buenas ramas, et muy anchas fojas, et facia muy grand sombra et
muchas flores et de muy apuestas colores, antes que pudiesen llevar fruto
fueron tajadas todas las raíces, e las hobo á comer la Verdat, pues non
había ál de que se gobernar. Et desque las raices del árbol de la Mentira
fueron todas tajadas, estando la Mentira á la sombra del su árbol con todas
las gentes que aprendían de aquella su arte, vino un viento et dio en el ár-
bol; et porque las sus raíces eran todas tajadas, fué ligero de derribar, et cayó
sobre la Mentira, et quebrantóla muy de mala manera, et todos los que esta
ban aprendiendo de la su arte fueron todos muertos et muy mal feridos, et
fueron muy mal andantes. Et del lugar do estaba el tronco del árbol salió la
Verdat que estaba escondida, et cuando fué sobre la tierra, falló que la Men-
tira et todos los que á ella llegaban eran muy mal andantes et se fallaron
empero todo es sombra et nunca llegan á buen fruto. Et por ende, si aque-
llos vuestros contrarios usan de las sabidurías et de los engaños de la menti-
ra, guardadvos dellos cuanto pudierdes, et non querades ser su compañero
en aquel arte, nin hayades envidia de la su buenandanza que han por usar
el arte de la mentira; ca cierto sed que poco les durará, et non pueden haber
buen fin, et cuando cuidan ser mas bien andantes, entonces les fallescerá,
asi como fallesció el árbol de la Mentira á los que cuidaban ser muy bienan-
dantes á la su sombra; mas aunque la verdad sea menos preciada, abrazad-
vos con ella bien et preciadla mucho; ca cierto sed que por ella seredes
ct fallóse ende bien; et entendiendo don Johau que este exemplo era bueno,
fizólo escrebir en este libro, et fizo estos viesos que dicen así:
sofo, fué home de maravillosa sabiduría, é acorrió á una mujer que era en
gran pesar é necesidad, en esta manera. Dos homes que posaban en su casa
diéronle en guarda una cuantidad de dinero con esta condición: que lo diese
á amos y dos en uno, et non al uno sin el otro. Deude á tiempo el uno
dellos vino é dijo que su compañero era muerto, é con engaño rescibió los
yuguero. Tales son muchos hommes en este mundo, á quien Dios amenaza é
castiga, más por todo esto nunca se quieren partir de la suciedad del pecado;
de los cuales cuenta en la Santa Escritura que dice Dios: «enviévos la muerte
en el camino de Egipto matando con mi cuchillo vuestros hijos; é fícevos
rientes é los amigos ; et si por esto non se emiendan tírales los fijos; é si non
lo quieren cognoscer, por todo esto mueren, é después van á la pena que es
sin fin; et los tales commo estos, si bien parasen mientes cuando tienen bien,
más les valdría cognoscer á Dios estonces que non padescer después.
-*++*-
13 '^ 6 "^^
xLg'"^ "' ^r "^0\> =
L
r To
^^ s-^s^^ü ^6 * s^""«><3>"[pJx
CAPÍTULO V
La prophecia conté,
I o Santa María \
24 Desir de tu alegría
Rogándote todavía
Yo pecador ) Más al loor
Que á la gran culpa mía
Non pares mientes, María.
En Trenidad es segundo. ;
gos que en aquel cuerpo hizo la muerte, oye una voz que
salía de vna ave de blanca color, que es el alma, increpan-
do duramente al cuerpo, y á su vez el cuerpo la responde,
culpando al alma de todos sus males, siendo lomas notable
que toman después parte el demonio y un ángel, terminan-
do con una serie de reflexiones sobre la nada de las cosas
de la vida, concluyendo la estrofa que hace el número
veinticinco, que es la última, de esta manera:
¥ ¥
I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I
f ¥ ¥ ¥
I
y- V ¿f ¥ .(.
¿f
};: 5p i,.'
¥ ^ jf ^£ 3é 5K
fc rjP
r ..-, . 4. .;. .:,. j. .;. .j
.v. ... ... _.;. .>. •>. ... ... .•. .;.
z
-: 1 1 1 1 1 1 1 1 1 i 1 1 1 1 1 1 1 1 1 n 1 1 1 1 ¡ 11 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 : 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 ¡ 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1
1
-•-.:'
CAPÍTULO VI
Cap. xxxiv. De las razones que los mensajeros del Rey dijeron
á dotí Juan Nuñez
«Don Juan Nuñez: Vuestro escudero dijo al Rey que vos despidiedes
del, é tóvolo á grand maravilla, lo uno porque vos fizo porque vos deviésedes
partir del, é lo al, porque siempre vos amó é vos fizo bien.
E aun cuando vos fuistes á Ultramar, la tierra nunca vos la quiso toller,
e dióla á vuestro fijo, é hoy dia la tenedes del, é aun en buena fe agora tiene
en corazón de vos dar mas, é por esto se maravilla que fuese esto porque vos
enviastes partir del, señaladamente porque en este fecho de los ricos ornes
vos metíe en su poridad, é érales mandadero entre él é ellos é de vos tenie
que le vernie servicio en esto é non que le iriedes deservir con ellos.» E él
respondióles luego, é díjoles después apartadamente que pidie al Rey por
merced que non gelo toviese por mal en partirse del é ir con su padre. Ca
commo quier que todo lo que ellos decían era verdad, que tanto bien le ha-
via fecho su padre é tanto amor le mostraba, que non podise estar que con
él non fuese, é por esto que le pidie merced que gelo perdonase, ca él non
podie y al facer.
CAÍ". MU. De la muerte del rey don Sancho, é de la honra que le ficieron;
é yace enterrado en Santa María de Toledo cerca del rey
don Alfonso Emperador
Cristo. E otro día miércoles de grand mañana, el infante don Enrique, que
era fijo del rey don Fernando, que habia poco tiempo que llegara á Castilla
otros ricos ornes con toda la caballería é el pueblo de Toledo, ficierou muy
— 65 —
grand llanto por él. E la reina doña María, su mujer con las dueñas fizo tan
grand llanto, que vos non podría orne contar cuan grande era. E el arzobis-
po don Gonzalo con toda la clerecía é con las órdenes é todos los grandes
ornes tomaron el cuerpo este día mesmo en la mañana é leváronlo á la igle-
sia de Santa María de Toledo, é el infante don Enrique é don Ñuño ficieron
con la Reina muy grand llanto. E el Arzobispo dijo luego la misa é después
mandara facer en su vida, cerca del rey don Alfonso, emperador de España.
Salió el rey Don Alfonso de Burgos, et andido por las villas de su se-
E así fué que estaba y con el Rey don Pedro en el castillo de Montiel
un Caballero que decían Men Rodríguez, de Sanabria E Men Rodríguez
salió de noche al Mosen Beltran, por cuanto Mosen Beltran tenia la guarda
de aquella partida donde el é los Men Rodríguez le dixo
suyos posaban, é
así: «Señor Mosen Beltran: el Rey don Pedro mi señor me mandó que fablase
»nerle en salvo é seguro, é ser vos con él é de la su partida, que él vo; daría
«natural, é que por su mandado só venido aquí en esta tierra á servir al Rey
«don Enrique, por quanto el Rey don Pedro tiene la parte de los Ingleses, é
»ple facer cosa que contra su servicio é honra fuese, nin vos me lo debriades
«entiendo que vos digo cosa que vos sea siu vergüenza; é pido vos por mer-
«ced que hayades vuestro consejo sobre ello»
»E así como allí llegó descabalgó del caballo ginete en que venia den-
tro en la posada de Mosen Beltran, é dixo a Mosen Beltran: «Cabalgad que
ya es tiempo que vayamos.» E non le respondió ninguno, porque ya lo avian
Rey Don Enrique como el Rey Don Pedro estaba en la posa-
fecho saber al
da de Mosen Beltran. Quando esto vio el Rey Don Pedro dubdó, é pensó
que el fecho iba á mal, é quiso cavalgar en el su caballo ginete en que avía
venido; é uno de los que estaban con Mosen Beltran travo del, é dixole:
«Esperad un poco.» E tóvole, que non le dexó partir. E venían con el Rey
Don Pedro esa noche Don Fernando de Castro, é Don Diego González de
Oviedo, fijo del Maestre de Alcántara, é Men Rodrigue; de Sanabria, é otros.
E luego que allí llegó el Rey Don Pedro, é le detovieron en la posada de
Mosen Beltran, como dicho avernos, sopólo el Rey Don Enrique, que estaba
ya apercebido é armado de todas sus armas, é el bacinete en la cabeza espe-
rando este fecho. E vino allí armado, é entró en la posada de Mosen Bel-
tran; é así como llegó el Rey Don Enrique, travo del Rey Don Pedro. E él
non le conoscía, ca habia grand tiempo que non le habia visto; é dicen que
le dixo un Caballero de los de Mosen Beltran: «Catad que este es vuestro
enemigo.» E el Rey Don Enrique aún dubdaba si era él; é dicen que dixo
el Rey Don Pedro dos veces: «Yo só, yo só. » E estonce Rey Don Enrique el
conoscióle, é firióle con una daga por la cara; é dicen que amos á dos, el
Rey Don Pedro é el Rey Don Enrique cayeron en tierra, é el Rey Don En-
rique le firió estando en tierra de otras feridas. E allí morió el Rey Don Pe-
dro á veinte é tres dias de Marzo deste dicho año; é fué luego fecho grand
— 70 —
ruido por el Real, una vez diciendo que se era ido el Rey Don Pedro del
y, por último, los hechos del Palacio, donde trata del Rey,
sus consejeros de los diferentes estados sociales, terminan-
do con ejercicios de devoción. Pertenece este poema á la
escuela didáctica que no habría inconveniente en denomi-
nar didáctico -satírica, pues tanto el Rimado de Palacio
como el Libro de los Cantares del Arcipreste y la Dansa
General de la Muerte, descubren una tendencia visible á la
sátira, que tenía su antecedente en el famoso Libro de los
Gatos. De todos modos, aunque no tenga un gran valor el
Rimado de Palacio como obra poética es muy importante
bajo el punto de vista histórico.
Es digno de llamar la atención que en poema de tal na-
turaleza, muestre el Canciller decidido empeño en seguir
las huellas de la poesía tradicional castellana, haciendo caso
omiso de la imitación dantesca tan en boga después, sabien-
do como hemos visto por sus traducciones de la literatura
italiana, que le eran familiares el idioma y sus principales
autores.
Insertamos á continuación algunos trozos de la última
parte del Rimado de Palacio ó sea la que trata de la go-
bernación de la república, donde al par que se dá á conocer
la sociedad de aquella época, muéstranse la severidad de
— 71 —
los principios morales del autor y cómo manejaba la sá-
tira.
DEL REY
235 Este nombre de rey de buen regir desciende,
Quien ha buena ventura, bien asi lo entiende.
DE LOS MERCADERES
297 Pues que de los mercaderes aquí podrán desir
Si tienen tal ofirio para poder fallir,
DE LOS LETRADOS
314 Si quisieres parar mientes como pasan los dotores
Maguer han mucha s -¡encía, mucho caen en errores,
Ca en el dinero tienen todos sus finos amores,
El alma han oluidado, dellahan pocos dolores.
DE LA GUERRA
337 Cobdician cavalleros las guerras cada dia,
Por leuar muy grandes sueldos é leuar la quantia;
CANTAR
Sennora, por quanto supe
Tus acorros, en ti espero,
E a tu casa en Guadalupe
Prometo de ser romero,
— 72 —
Tu muy dulce melesina fuerte siempre a cuytados,
E acorriste muy ayna a los tus encomendados:
Por ende en mis cuidados e mi prisión tan dura,
Visitar la tu figura fue mi talante primero.
Sennora, por quanto supe etc.
Sr. Amador, que el Amadis por las ideas, sentimientos y manera de ser de
los personajes nada debe en esta parte á las otras literaturas, esgenuina-
mente español sin faltar la levantada idea del honor, de patria, de respeto á
la mujer, el sentimiento é ideas religiosas, todo, cual se concebía y era
propio de Castilla desde el poema del Cid y lal como se halla en nuestro ro-
mancero y en el Teatro. No corresponde á un compendio entrar en mayores
detalles sobre ésta cuestión crítica, pero como quiera que los portugueses son
los que más títulos aparentes quieren aducir para sostener la nacionalidad
del Amadis aun después de la prueba plena de ser Vasco de Lobeira muy
posterior al canciller López de Ayala que cita en su Rimado de Palacio co-
mo tiempo mal gastado el que empleó en su juventud en la lectura de aque-
llos libros, hemos visto con sorpresa y como si nada nuevo se hubiera dicho
que el erudito profesor y crítico del reino vecino Dr. Theophilo Braga, en su
Curso de Historiada Literatura Portugueza, Lisboa, 1S85, dice que no pudo
ser obra original la del Amadis ni tomada de los franceses: porque: «No se-
eulo VIX a Hespanha estaba oceupada na elaboracao do seu vasto Komancei-
10, e toda a actividade poética era dispendida en dar forma as tiadicoes na-
ciouaes do Cid. dos sete Infantes de Lara, de Bernardo del Carpió; as Gestas
francesas pouco penetraron em Hespanha, que idealisava entáo os seus héroes
nacionaes,» añadiendo á continuación: As condiróes do espirito nacional
portuguez eran nutras.
— 76 —
tamos el referente á la primera vez que Arñadis vé á uria-
na, ocasión en la que nacieron sus amores.
•
El autor dexa reinando á Lisuarte con mucha paz é so-
siego en la gran Bretaña, é toma al doncel del mar, que en
esta ocasión era de doce años: y en su grandeza é miem-
bros parecía bien de quince. El seruia ante la Reyna: é
assi della, como de todas las damas é donzellas, era mucho
amado; mas desque allí fué Oriana, la hija del rey Lisuar-
te, diole la Reyna al dongel del mar que la seruiesse, di-
3*™
1 V "
"+ '''%< >' > "-4.-
'V v v " $P $ $ v'q'
mlllllí; " '
^jiiil^^ijÜlilLL. 1 j "i j
I
'
j " 1
^ VÍÍVn "i i i ,j ;.MÍLüüJJ -. -,
CAPÍTULO Vil
guientes estrofa-:
XLIV
Grand corona del varón
Es la muger
Cuando quiere obedescer
A la rar-on:
XLIV
Ca los que buscan farienda,
Xon curando
De virtudes, van buscando
Su contienda
Sin reparo nin enmienda
Es tal dapño:
Fijo, guarda tal engaño
Non te prenda.
— 83 —
Es muy importante también en esta sección, el Dia-
logo de Bias contra Fortuna, destinado á consolar á su
primo Fernán Alvarez de Toledo, preso y confiscados sus
bienes en la época de la privanza de D. Alvaro. Como su
nombre indica, está escrito en la forma dialogada, repre-
sentando, Bias, que se sustrae á los halagos de
la filosofía,
Radíente se monstraba
Al tiempo que reposaba
De mis trabajos é penas
Oé triste cantilena
(i) Este título engañó á muchos autores que supusieron era una obra
dramática, error que fué el primero en propagar el Sr. Martínez de la Rosa,
en el Apéndice relativo á la Comedia, de su Poética, pág. 335 y 518, juicio
que tiene disculpa, porque confiesa que no la había leído, y después con-
viene en que tiene forma dramática, nada más.
- 85 -
Bocacio, que consuela á la reina. La razón del por qué le
dio el título de comedieta, nos la dá en el prólogo cuando
dice:
»Terenruo peno, é Uanle en su libro, donde primero dice haber visto los
CVIII
Garnacho traía
De oro, pressado
Con broncha dorada
Que bien relucia.
A ella volví
Diciendo: — Lozana,
• é sois vos villana?
— 86 —
Por la ligera enumeración de las obras del Marqués de
Santularia (1), puede observarse que representa el mayor
apogeo de la literatura del siglo xv, enriqueciendo el par-
naso español con variedad de formas, pues á él se debe el
empleo del verso endecasílabo y el de la forma del soneto,
mucho antes que lo emplearan como innovación, Boscan y
Garcilaso, y por iiltiino, le es deudora la literatura de la
primera página de la historia literaria de Castilla trazada
con gran elegancia, atinado juicio y riqueza de noticias en
el proemio que precede á las obras remitidas al condesta-
ble de Portugal, según puede observarse por los siguientes
párrafos de tan notable documento:
de la casa del Señor Infante Don Pedro, muy ínclito Duque de Coimbra
vuestro padre, de parte vuestra, Señor, me rogó que los decires é canciones
mias enviase á la vuestra magnificencia. En verdad Señor, en otros fechos de
mayor importancia, aunque á mi más trabajosos, quisiera yo complacer á la
vuestra nobleza: poique estas obras ó á lo menos las mas dellas, non son de
tales materias, nin asi bien formadas é artizadas que de memorable registro
dignas parezcan. Porque, Señor, así como el Apóstol dice cum esses-m párvu-
las, cogitabam iil parvuhis, loquebar ut párvulas. Ca estas tales cosas alegres
á saber, con el vestir, con el justar, é con otros tales cortesanos exercicios: c
asi, Señor, muchas cosas placen agora á vos, que ya non placen ó non deben
placer á mí. Pero, muy virtuoso Señor, protestando que la voluntad mia sea
ó fuese no otra de la que dig'o, porque la vuestra sin impedimento haya
lugar, é vuestro mandado se faga, de unas é de otras partes, é por los libros
é canciones agenas fice buscar é escribir por orden, segunt que las yo fice, las
(i) Con gran riqueza de datos publicó D. José Amador de los Ríos, las
obras del Marqués de Santillana en el año 1852. Este trabajo dejará satis-
fechos á los que deseen conocer de una manera más acabada y completa la
significación, importancia y número de obras del Marqués de Santillana.
— 87 —
anden so esta regla de poectal canto, vos plegan: de lo qual me facen cierto
así vuestras graciosas demandas como algunas gentiles cosas de tales que yo
íí
-/^i^—-^^——-KA
CAPÍTULO VIII
a El corazón se me fue
donde vuestro vulto vi
no discreto ni donoso,
¡O Princesa soberana!
Mire vuestra señoría,
pues que Dios vos fizo guia
de la nasr-ion castellana
y del regno de Aragón
con otra grand cantidad,
guiadlos con discririon
por la senda de razón
y no déla voluntad.
En el mí planto profundo
maldigo mi mala suerte,
(i)El Sr. Valera traductor de la obra del Sr. Schack, Poesía y Arte de
los Árabes en España y Sieilia, sospecha que Jorge Manrique debió conocer
la elegía del poeta árabe Abul-Beka, opinión que merece discutirse sentando
bien los antecedentes de fechas y comunicaciones entre ambos poetas, antes
de llegar á la rotunda afirmación del Sr. Valera. Su traducción en verso de
la elegía del poeta árabe se aproxima mucho á la de Jorge Manrique, según
se ve en estas estrofas.
Derechos á se acabar
Y consumir.
Allí los rios caudales.
Allí los otros medianos
Y más chicos:
Descendió
A nascer acá entre nos
Y vivir en este suelo,
Do murió.
c
Qué se hizo aquel danzar,
cierto só
q'uno á oteo se t'iran
descontentos, como yo
guientes estrofas.
El Provincial es llegado
á aquesta corte Real
de nuevos motes cargado,
ganoso de decir mal.
En estos dichos se atreve;
CAPÍTULO IX
y es matarme.
crédito; y él les platicó muy de cierto lo que les decía y les mostró el mapa
mundi, de manera que les puso en deseo de aquellas tierras. Y dexado á él,
tenía una tal piedad que qualquier atribulado ó perseguido que venía á el,
^éf§
^^Wqj^Spí
gYT TTTTTTT^?"TT TT ?T T TTS
, ,, m , ,
CAPÍTULO XI
—
EL GENERO EPISTOLAR Y LA ORATORIA. EL CENTÓN EPISTOLA-
RIO. --LAS CARTAS DE DO-VA ISABEL LA CATÓLICA. —
DIEGO DE
—
VALERA V GONZALO DE AVORA. ALFONSO DE VALLADOLID.
— ALONSO DE CARTAGENA. FRAY HERNANDO DE TALAYERA.
—
«Dos avisos ha tenido el Rey, que ambos los filosofadores, los cuentan
mal para el Condestable. Es el uno, que á su casa de Escalona dio un rayo
en lo alto é la abrasó tanto furiosamente, que la llama no la podieron amatar
en tres dias, n.as de ochocientos peones, que mas de dos mil cestos de tierra
e zaques de agua la echaron encima. E achacan al Obispo D. Gutierre de
Toledo que digera que un rayo que dio en la estatua de piedra de Julio Cesar
le agoró de cedo la muerte; é el Obispo juró al Rey muy angustiado por su
consagración, agarrada la mano á su pectoral, que jamas leyera ni oyera
esta historia. El otro caso, es de saber que el adelantado Pedro Manrique, é
su muger é dos fijas que con él estaban en la prisión, se ataron con sogas, é
se colgaron por una buchera del castillo de Fuentidueña, é se salbaron en un
lugar de D. Albaro de Stuñiga, su yerno del Adelantado. E Gómez Carrillo
que era su guarda, fué en pos del; mas no lo alcanzó, é el pobre no sabe
tornar al Rey, mas por que le convidaron de parte de los Infantes á que
fuese para ellos, é él no lo quiso facer, el Rey no está de mucho capote con
él; e el Condestable le ha mandado decir que se vaya cerca de Madrigal é se
asconda por alli fasta que el Rey allá llegue, que todo bien se acomodará.»
«El Rey tomo extremado regocijo con vuestras coplas, ca mucho se
deleita de la poesía; é le han presentado todo el desposorio del Principe en
trouas grandes, que las fizo el hermano del dotor Castillo, del consejo del
Rey. A fe que, salvo vos no se yo que haya en Castilla mejor trovador. Yo
las faré copiar, que así el Rey lo quiere, é vos las mandaré á otro recuero.
Nuestro Señor, etc.»
Mire bien Via. Graat. Excellencia quántas gracias á Dios deve dar y en
quáu cargo le es. V esto conosciendo Vra. Alteza deue con roano ligera é
muy liberal facer mercedes é galardonar á los que Vos han lealmeute servi-
do: que non va menos contra la justicia quién non face bien á los bueuos
que quién los malos dexa siu pena: é donde non se face diferencia entre los
cidos: y así dejan la villa con dos mil quinientas fanegas de fariña y más de
mil cargas de vino, y otras provisiones, y todas las armas, excepto tres es-
padas y tres petos que sacaron tres capitanes que había dentro, por partido.
Todos los otros bienes dejan asimismo.
Plegué á Dios dar muchas victorias á V. A. y á sus gentes doquier
que estovieren. Estos franceses claramente dicen que es justa cosa que
Dios los castigue, pues por sola soberbia, sin ninguna justicia, han comen-
zado estas guerras y las siguen. Nuestro» Señor Dios prospere á V. A. con
entero cumplimiento de sus sanctos deseos. Los franceses aun no son sali-
dos de Leocata el punto de agora, porque hay tancta gente á las puertas y á
G. Ayora.
y llaneza de lenguaje.
— 133 —
Al lado de Fr. Pedro, debecitarse al modesto sacris-
tán de la catedral de Burgos, maestre Alfonso de Valla
al
(i) Además de las preciosas noticias que sobre estas obras da el señor
Amador de los Ríos en el t. 7* pág. 355 Y siguientes de su Historia crítica
de la literatura Española tenemos á la vista la Vida del Venerable D. Fray
Hernando de Talavera, etc., publicada en Madrid en 18S6 por el Presbítero
D. Pedro de Alcántara Suárez, obrita muy digna de consultarse por los cu-
riosos datosque contiene. Así produce el retrato de Fray Hernando, «cuando
empezó á predicar era orador afluente, sin afectación, oportuno y sublime en
los pensamientos, erudito en todas las ciencias eclesiásticas, dulce y suave
persuadiendo la virtud, vehemente y eficaz impugnando el vicio: uniéndose
á tan bellas dotes su voz clara y sonora, y su semblante, aunque joven, ma-
gestcoso, apacible y grave.» En el cap. XXII, pág. 253 inserta la arenga diri-
gida á sus familiares cuando fueron presos; y en la 319 la Glosa sobre el Ave
María.
— 137 -
VI. — Fr. Hernando de Talavera ala Reina Católica
por justa qu-e sea, especialmente contra cristianos, tiene daños sin cuento;
quedaes libres para dotar vuestros reinos de complido regimiento, o para
ganar otros al Rey y Señor de todos los reinos, que pierde, á manera de ha-
blar, todo lo que le ofende, y gana todo lo que le sirve, y quiere que lo uno
y lo otro venga por manos de hombres, malos lo primero, y lo segundo de
buenos. Refírmanse vuestras amistades y alianzas con el amigo viejo, que se-
cual cosa es de mucho precio, y de las mayores ó la mayor en las que son de
fuera de nos porque no diga exteriores, aunque mas propiamente se cuenta
entre las buenas que son en nos, pues la amistad ó es virtud, ó efecto y com-
pañera della; lo cual se entiende y verifica de buena y que es entre los
la
mayormente para quien lo siente todo muy mucho mejor sin comparación.
Así con mucha razón es de haber gozo y alegría, de dar ó hacer muchas gra-
tias á nuestro Señor, dador de todos los bienes, de cuya poderosa mano es
venido este tan grande y tan honrado, que El confirme y lleve edelante.
Amen
X[3<5> g ^o .. o^ '/S><g><? ^e «•» 0„ c/g><g><i ^Q 2^jjl2>.E"H
Si
CAPÍTULO XII
DIÁLOGO
(Obra de Rodrigo Cota, á manera de diálogo entre el Amor y un
Viejo, que escarmentado de él, muy retraído se figura en una huerta seca y
destruida, do la casa del placer derribada se muestra, cerrada la puerta en
una pobrecilla choza metido, al que súbitamente parescio el amor con sus
convencido )
El aire no me inficiones;
libro diví
en el fin bajo que le pongo no expresare el mío, mayormente que siendo ju-
rista yo, aunque obra discreta, es ajena de mi facultad; y quien lo supiese
en la cuesta del rio, una casa apartada, medio caida, poco compuesta y menos
abastada.
SEMPRONIO
¿Habló contigo la vieja?
SEMPRONIO
Pues ¿como estamos?
PARMENO
Como quisieres, aunque esto espantado.
SEMPRONIO
Pues calla, que yo te haré espantar dos tanto.
PARMENO
¡Oh Dios! No hay pestilencia más eficaz que el enemigo de casa para
empescer.
(i) Nació en 1468, sin que con certeza se haya podido averiguar si fué
en Salamanca ó en la Encina; hijo de padres pobres, se dedicó al estudio,
sobresaliendo por su aplicación é ingenio, otorgándole su protección D. Fa-
drique de Toledo, Duque de Alba y otros magnates de la corte; fué según
se cree habilísimo en la música, llegando en Roma á desempeñar el cargo que
indicamos. Todas sus obras aparecieron coleccionadas en un Cancionero pu-
blicado en Salamanca en 1490, reimpreso en Zaragoza en 1516. Como
poeta lírico al modo y en el sentido que puede darse este título á los poetas
de aquel siglo, pertenece á la escuela didáctico-alegórica siendo sus obras
principales: Arte de poesía Castellana, Triunfo de Amor, El Testamento de
Amores, la Confesión de Amor ó la Junta de Amores, el Triunfo de la Fama
y Glorias de Castilla que es la mas importante, por ser un poema histórico
enalteciendo los hechos y principales sucesos del reinado de los Reyes Cató-
licos. Para adquirir mayores datos véase á Amador de los Rios, t. 7 II parte.
,
Capítulo XIX, pág. 247 y Cap. XXIÍ, pág. 483 de la Historia de literatura
Española, para su estudio como autor dramático á Moratín, Orígenes del Tea.
tro Español. A. F. Schack, Historia de la literatura y del arte dramático en
España, t. I o de la edición de la Colección de escritores Castellanos, traduc-
ción por don Eduardo Mier, y en el Teatro Español del siglo XVI por don
Manuel Cañete.
No es creíble que fuera Encina el primero que escribió para el teatro, pe-
ro así lo dice Roxas en su Viaje entretenido en la Loa de la Comedia.
Juan de la Encina el primero
Aquél insigne poeta
Que tanto bien empezó,
De quien tenemos tres églogas.
Que él mismo representó
Al almirante y duquesa
De Castilla y de Infantado,
Que estas fueron ¡as primeras.
ÉGLOGA
Representada en la noche postrera de carnal (que dicen de antruejo ó
carnestolendas), adonde se introducen cuatro pastores llamados Beneito é
Bras, Pcdruelo é Lloriente; é primero Beneito entro en la sala, donde el du-
que é duquesa ectaban, e comienzo mucho á dolerse e acuitarse, por que se
sonaba que el duque su señor se había de partir á la guerra de Francia, élue-
(i) Según el Sr. Cañete por testimonio del erudito Sr. Barbieri, puede
también considerarse á Juan de la Encina como creador de la Zarzuela. A
muchas de sus obras dramáticas las añadió trozos de música y canto, alter-
nando con la recitación.
- 148 —
go tras él entró el que llamaban liras, preguntándole la causa de su dolor, é
después llamaron á Pedruelo, el cual les dio nuevas de paz, é en fin vino Llo-
riente, que les ayudó á cantar.)
Ya se suena,
VILLANCICO
Roguemos á Dios por paz,
Pues que de él solo se espera,
Que es la paz verdadera.
El que vino desde el cielo
JOHAN
JOHAN
¿Así, hizonté, no sé qué?
PASCUAL
Sois milanera y langosta
Por las tierras donde vais
SOLDADO
Ciego, lleno de malicia,
la justicia
nosotros la sostenemos.
rASCUAL
jMia fe! en vuestra codicia
y avaricia
la confundeis, según vemos.
SAN TEDRO
SAN MATEO
MAGDALENA
¡Cuan desconsoladas fuimos
mezquina entre las mezquinas
— 153 —
cuando quitarle quisimos
la corona, y no podimos
arrancarle las espinas!
Y aunque en el casco atoradas
poco á poco las sacamos;
y sus carnes delicadas,
desvenadas
llorando aromatizamos.
Ciclo II.
— Primer Periodo
CAPÍTULO I
(i) Es una coincidencia notable que por un error palpable seguí de-
muestra el P. Méndez, en su Tipografía Española, fuera eu Salamanca don-
de se imprimió un libro de fecha tan antigua como la de 1401, según se lee
hnpresum Sahnantice per loañnem alemanum de Silgesfat. Auno salutis
M.cccc. j. die vero xxij novembris, no fué, según demuestra el autor citado
en ese año, sino en el de 1501 por haber omitido una c; citamos esto por
pura curiosidad, pues por lo demás, Salamanca fué la cuarta de las ciudades
que contó con imprenta, que la tenía ya en 1480, aunque hasta 1481 no
aparecieron terminadas las introducciones latinas de Nebrija, primera obra
conocida hoy de las impresas en el siglo XV en Salamanca. Después fué muy
grande el número de imprentas é impresores establecidos en Salamanca. Con
el origen de la imprenta y su propagación por Europa, consúltense nuestros
Apuntes de Literatura general. En lo relativo á la imprenta en España, Ti-
pografía Española é Historia de la Introducción, Propagación y Progresos del
Arte de la imprenta en España, etc., por Fray Francisco Méndez, publicada
en Madrid en 1796 y reimpresa con adiciones por D. Francisco Hidalgo,
Madrid 1861. En esta obra se dan curiosas noticias sobre la imprenta y los
impresores de Salamanca, en las páginas 1 13, 297 y 359, además pueden
verse la Memoria Anuario de la Universidad, correspondiente al curso de
1862 á 1863, la Memoria Histórica de la Universidad de Salamanca, por don
Alejandro Vidal y Diaz y la Historia de Salamanca por D. Manuel \ i-
llar y Macías, impresas en Salamanca en 18Ó9 y 18S7.
CAPÍTULO II
CANCIÓN
Gentil señora mia,
Yo hallo en el mover de vuestros ojos,
OCTAVA RIMA
En el humbroso y fértil oriente
A donde más el cielo está templado.
Vive una sosegada y dulce gente,
La qual en solo amar pone el cuidado.
Esta jamás padece otro acídente
Sino es aquel que amores han causado;
Aquí gobierna y siempre gobernó
Aquella reina que en la mar nació.
SALICIO
Ni los aduladores
A quien la hambre del favor despierta;
No le será forzoso
Rogar, finjir, temer y estar quejoso.
Sin mujeres
Careciera de placeres
Este mundo, y de alegría,
Y fuera como sería
Un pueblo de confusión,
Un cuerpo sin corazón,
Un alma que anda perdida
- 176 —
Por el viento;
Razón sin entendimiento,
Combatida;
No sé qué será de mí
Con tanta desaventura
A esta vida etc., etc.
Y contesta el Consuelo:
CAPÍTULO III
no presenta en
+ á|¡|j n realidad la poesía castellana
H xvi diferencias bastantes para caracterizar con abso-
el siglo
tiérrez:
gunas personas me han puesto. Porque aunque son muchos los trabajos que
LECTURAS TKOLOG1CAS
8 De Incarnatione, ('inédita).
9 De Fide, Spe et Charitate, (inédita).
OPÚSCULOS
Era por el mes de j uuio á las vueltas de la fiesta de San Juan, al tiem-
po que en Salamanca comienzan á cesar los estudios, cuando Marcelo el
uno de los que digo (que así le quiero llamar con nombre fingido, por cier-
tos respetos que tengo, y lo mismo haré á los demás) después de una ca-
rrera tan larga como es la de un año en la vida que allí se vive, se retiró,
como á puerto sabroso, á la soledad de una granja, que, como V. M. sabe,
tienemi Monasterio, en la ribera de Tormes; y fuéronse con él por hacerle
compañía, y por el mismo respeto, los otros dos. A donde habiendo estado
algunos días, aconteció, que una mañana, que era la del día dedicado al
Apóstol San Pedro, después de haber dado al culto divino lo que se le de-
bía, todos tres juntos se salieron de la casa á la huerta, que s,e hace delan-
te de ella (i).
ciertos asientos. Nace la fuente, de la cuesta, que tiene la casa á las espal-
das, y entraba en la huerta por aquella patte, y corriendo, y estropezando
(i) Esta obra ha valido á Fray Luís el título de escritor místico y filósofo,
según puede verse en Les Mistiques cspagnols, de Mr. Rouselot, y en el libro
del sabio religioso agustino el P. Marcelino Gutiérrez, Fray Litis de L.eón y
la filosofía española del siglo XVI; y no hay escritor nacional ó extranjero
que si se ocupa de la literatura española, al ensalzar el mérito de Fray Luís
no cite como base de sus elogios los Nombres de Cristo.
En la nueva edición de las Obras de Fray L^uis de León, publicada en
1SS5, reimpresión de la hecha en el siglo pasado por el- P. Antolín Merino
la mejor y la única exacta, en el prólogo del P. Conrado Muiños que las prece-
de, al ocuparse de los Nombres de Cristo, dice, refiriéndose á la supuesta con-
versación de los tres religiosos en la Flecha: «pudo muy bien ser uno de los
interlocutores el escritor agustino Alonso de Orozco, bien fuera este Juliano
y Fray Luís, Marcelo, ó viceversa» y añade: «si Sabino no es persona de car-
ne y hueso, hay que conceder á Fray Luís una rara habilidad en que no se
ha fijado la atención: la de haber sabido idear un carácter originalísimo é in-
teresante.»
Para terminar ya que con profundo sentimiento no podemos entraren el
examen y estudio que merecen las obras en prosa de Fray Luís, citaremos el
juicio que emite el señor Menéndez y Pelayo de los ATomSres de disto, que es
á su vez juicio de las condiciones de Fray Luís como escritor. Dice asi en la
o
Historia de las Ideas Estéticas en España, t. 2°, vol. I pág, 156: «Xo hay nin-
,
gún tratado especial sobre la belleza, en los Nontbres de Cristo, pero puede
decirse que la estética está infundida y derramada de un modo latente por
las venas de la obra, y no solo en el estilo, que es, á mi entender, de calidad
superior de cualquier otro libio castellano, sino en el temple armónico de
al
las ideas, y en el misterioso y sereno fulgor del pensamiento, que presenta
á veces el más acabado modelo de belleza intelectual; y en el plácido seño-
río de este escritor singular, la razón se levanta y recobra su de- echo y su
fuerza, y concibe pensamientos altos y dignos de sí, al mismo paso que los
deseos y afecciones turbadas que confusamente movían ruido en nuestros pe-
chos, se van quietando poco á poco, y como adormeciéndose, se ieposan, to-
mando cada cosa su asiento, y reduciéndose á su lugar propio. No hay autor
clásico nuestro que produzca este género de impresión;» y después de compa-
rarle con todos los escritores místicos termina: «Todos son admirables y dis-
tintos; pero esa virtud de sosiego, de orden, de medida, de paz, de número y
ritmo
. . , . ¿dónde la encontraremos sino en Fray Luís de León, cuya prosa
en loor de la paz parece el comentario de su oda á la música del ciego Sa-
liñaz?»
2-i
— 186 —
oportunidad, porque lo es siempre el asunto y fin que per-
sigue, altamente moral, social y religioso. Xo quita nada á
su mérito que Luís Vives tenga una obra escrita en latín
enalteciendo las virtudes de la mujer cristiana] ni que el
mismo asunto haya sido tratado en la historia de la literatura
castellana por otros escritores que en sus obras persiguen
el mismo fin; La Perfecta Casada, tratando la misma ma-
y como acompañada de clarísimas lumbres, las cuales todas parece que avivan
sus luces en ella, y que la remiran y reverencian; así la buena en su casa rei-
Y no era posible esperar otra cosa del que tenía tan alto
concepto de la poesía que la consideraba cosa santa comu-
nicación del aliento celestial y divino inspirado por Dios
á los hombres, para con el movimiento y espíritu de ella
levantarlos al cielo de donde procede, según nos decía en
los Nombres de Cristo.
•Xunca la inspiración lírica, dice un ilustre crítico (3)
subió á más alto punto en la escuela salmantina, ni conoz-
co poeta peninsular comparable á Fr. Luís de León en es-
te género. El realizó la unión de la forma clásica y del es-
la una van las cosas que yo compuse mías. En las dos pos-
treras, las que traduje de otras lenguas de autores así pro-
fanos como sagrado.-,. Lo profano va en la segunda parte., y
lo s igrado que son algunos salmos y capítulos de Job, van
en la tercera.,,
ODA
A SANTIAGO
vencido ya se muestra
el africano fiero
por tí tan orgulloso de primero.
Por tí del vituperio,
por tí de la afrentosa servidumbre
y duro cautiverio
libres en clara lumbre,
Mi trabajoso dia
hacíala tarde un poco declinaba (i)
y en polvo convertidos.
(i) Esta anécdota puede verse en la biografía escrita por Mayans en el to-
mo 37 de la U. de AA. Españoles; en la biografía de Erancisco Sánchez de
Jas Brozas, t. 5", del catálogo de los libros del Marqués de Morante, citándola
también el señor Meuéndez Pelayo en Horacio en España, t° i", pág, 29.
— 196 —
y hará que humildes sean
los collados que el mundo señorean.
Que viendo el ser divino,
á quien la eternidad es su medida,
hollar este camino,
se postrará rendida
(i) En otras ediciones aparece este soneto con las siguientes variantes:
(i) Sobre el mérito que como traductores de Horacio alcanzan los her-
manos Argensolas, discurre con el atinado juicio de siempre, el señor Menén-
o
der y Pelayo en su obra Horacio eu España, toms. I y 2*, págs. 86 y 81
respectivamente, de dicha obra.
— 203 —
mano Bartolomé siguió la carrera eclesiástica y no se apar-
tó nunca de Lupercio, desempeñando el cargo de cape-
llán de los protectores y señores de su hermano; muerto
éste en 1613, le sucedió en el cargo de cronista de Aragón,
y fué agraciado con una canongía en Zaragoza, que desem-
peñó hasta su muerte, ocurrida en dicha ciudad en 1631.
Lupercio, además de sus muchos escritos políticos, podemos
considerarle como poeta lírico y poeta dramático; á esta
última clase pertenecen sus tragedias la Filis, la Isabela y
la Alejandra; y de sus poesías líricas la Epístola á D. Juan
de Albión, obra, según el señor Menéndez Pelayo, de sus
mocedades, que, aunque según el mismo crítico, se nota
en ella más soltura y desaliño, el tono es jovial y regocija-
do y aparece la invectiva satírica que hemos hecho notar
en los poetas de esta escuela, por esto insertamos algunos
de sus tercetos.
EPÍSTOLA
Á JUAN DE ALBIÚN
CANCIÓN XII
Y en el campo, heredado
De su padre, ejercita
Sus bueyes, y la usura no le encierra,
Al jabalí acosado
A que sus redes y asechanzas pruebe,
Y que su mismo engaño al tordo cebe;
Que la cobarde liebre en lazos muera,
O la grulla extranjera;
EPÍSTOLA II
A D. FRANCISCO DE BORJA
EPIGRAMA IV
AL CÉFIRO
(1) Las obras poéticas de los Argensolas se publicaron por primera vez
en Zaragoza el año 1634 por D. Gabriel Leonardo de Albión, hijo de Lu-
percio. Se han reimpreso varias veces, últimamente se han incluido, colec-
cionadas por el Conde de la Vinaza las Obras sueltas de Leonardo y Barto-
lomé, en la Colección de Escritores castellanos.
— 209 —
Niegan al tiempo que feliz volares,
Nieve á la tierra.
De sí mismo murmuró,
Pues solo se confesó
Para decir mal de sí.
11
-*y<r-^ •
CAPÍTULO IV
—
ESCUELA SEVILLANA. SUS FUNDADORES. — PERIODOS DE ESTA
—
ESCUELA. FERNANDO DE HERRERA.— SU SIGNIFICACIÓN É
—
IMPORTANCIA. JÜÁS DE ARGUIJO. BALTASAR DE ALCÁZAR.
— —
JUAN DE JÁUREGUI. ENUMERACIÓN DE OTROS POETAS DE
LA ESCUELA SEVILLANA.
SONETO
A LA BATALLA DE LEPANTO
CANCIÓN
28
— 218 -
Y como puede, despreciando el suelo,
Un príncipe guerrero alzarse al cielo.
A LA MUERTE DE CICERÓN
Eco. Pide.
Galán. Temo novedad ó trueco,
Que es fruto de una partida;
Mas ¿quién me dice que pida
Con un término tan seco?
Eco. Eco.
Galán. ¿La que siguió con tal priesa
EPIGRAMA VII
CANCIÓN
Abominable y fea,
A LA ASCENSIÓN DE LA VIRGEN
SONETO
Cual sin arrimo vid, cual planta umbrosa,
Viuda del ruiseñor, que antes solía
referido siglo.
** que Bos-
Representa en Portugal un papel parecido al
Saá^ de
can tiene en el Parnaso castellano, D. Francisco
Miranda, adalid de la influencia italiana, poeta que escribió
nació en
en castellano y portugués. Hijo de noble familia,
Coimbra en 1499; estudió Lenguas y Humanidades y la ca-
frecuentando el trato de
rrera de leves; viajó por Italia,
nación, al regresar á
los poetas más ilustres de aquella y
en corte portuguesa de
su patria, vivió por algún tiempo la
la muerte de es-
D. Juan II, que le honró sobremanera, y á
á su quinta de La Tapada, cerca de
te monarca, se retiró
las formas ita-
Braga, donde murió en 1558. Introductor de
fundó la escuela llamada en
lianas, según dejamos dicho,
La mayor parte de sus obras están
Portugal quinhentista.
tradujo á Horacio; cultivó el género
escritas en castellano;
una sen-
bucólico, é imitó y admiró á Garcilaso, dedicándole
tida elegía con motivo de su muerte.
Sus epístolas son, se-
gloria,
gún el señor Menéndez Pelayo, el mejor título de su
de expresión. Su
por la pureza de sentimientos y ternura
égloga, titulada Nemoroso, abunda en
hermosas descrip-
correcto
Muy alabadas son sus sátiras por lo fácil y
figura además como poeta dramático
de su expresión;
representables y las dos
por haber escrito algunas églogas
comedias, Villalpandos y Los Extranjeros.
— 237—
portu-
Luís de Camoens, conciliador en la literatura
guesa, según un historiador (1), del espíritu clásico y del
espontáneo y nacional de las literaturas modernas, escri-
en castellano, y fué de
bió muchas de sus poesías líricas
gran
Como poeta lírico, además de haber traducido con
Petrarca; sus
maestría algunas odas de Horacio, imitó al
ponerse lado de los de este vate italiano,
sonetos pueden al
composiciones son las canciones, églo-
y sus más notables
motetes, cantares, glosas y letrillas. Caracte-
gas, elegías,
la naturalidad
riza á todas las composiciones de Camoens,
dulzura y tinte
de los pensamientos, revestidos con cierta
soltura de la
melancólico, así como la gracia del estilo y
frase.
monólogo de Aonia del cual toma-
Muy alabado es el
poetas portugue-
f Para todo lo que se refiere á éste como á los demás
O
Curso de Historia de Literatura Portuguesa de Tneo-
ses debe consultarse el
—
GÉNEROS ÉPICOS. CUESTIONES QUE DEBEN PUECEDER A SU ES-
TUDIO.— OBRAS DE CARÁCTER ÉPICO ANTERIORES A ESTA ÉPO-
— —
CA.— ALONSO DE ERCILLA. SUS OBRAS. BALBUENA. EXA- —
—
MEN DEL BERNARDO. OBRAS PERTENECIENTES A LA POESÍA
ÉPICO-HERÓIC A.— NOTICIA DEL POEMA ÉPICO RELIGIOSO LA
— —
CREACIÓN DEL MUNDO. LA CRISTIADA. EL MONSERRATTE.
— —
EL POEMA VIDA DE SAN JOSÉ. POEMAS ÉPICO-DIDÁCTICOS.
— POEMAS ÉPICO-BURLESCOS.
por eso sería poesía, ni dejaría de ser historia como antes; que es la razón
por que tampoco Lucano es contado entre los poetas, con haber escrito en
verso. Porque la poesía ha de ser imitación de verdad, pero no la misma
verdad, escribiendo las cosas, no como sucedieron, que esa ya no sería imi-
tación, sino como pudieran suceder, dándoles toda la perfección que puede
alcanzar la imaginación del que las finge; que es lo que hace unos poetas
mejores que otros; y así, para mi obra no hace al caso que las tradiciones
que en ella sigo sean ciertas ó fabulosas; que cuanto menos tuviesen de his-
toria y más de invención verosímil, tanto más se habrá llegado á la perfec-
ción que le deseo.
— 247 —
Suave en el mirar y zahareño:
Temor el verlo y alegría causaba,
i
roa; El Fernando ó Sevilla restaurada, de Juan Antonio
Vera y Figueroa, y La Saguutiua, escrita por Lorenzo de
Zamora. Todos estos, y algunos más que no citamos, de-
muestran la desmedida afición al género épico que se des-
pertó en nuestros poetas, que ciertamente no carecían tan
en absoluto de disposiciones para esta clase de obras poé-
ticas,como se quiere suponer, y además es temerario con-
denarlas sistemáticamente al desprecio y al olvido, cuando
aun en la más insignificante brillan felices disposiciones,
por desgracia oscurecidas, merced á los desaciertos debi-
dos á las causas ya indicadas.
La mejor comprobación de lo dicho sería el examen
de esos poemas, y en la imposibilidad de hacerlo, daremos
cuenta de alguno de los de más fama y nombre.
Comenzando por La Austriada, de Juan Rufo, diremos
con el señor Rossell, que si bien es verdad adolece de los
defectos comunes á todos nuestros poemas, "el libro es un
monumento literario que supone en su autor grandes dotes
de poeta,, y así es la verdad: ¿Puede pedirse algo á éste
retrato de D. Juan de Austria?
CAPÍTULO VII
EL TEATRO. —
TRADUCTORES DEL TEATRO CLASICO. ESTADO —
DEL TEATRO EX EL SIGLO XVI. —
LA PROPALADIA DE BAR-
TOLOMÉ DE TORRES NAHARRO. — LOPE DE RUEDA Y SUS OBRAS
DRAMÁTICAS. —
ESTADO DEL TEATRO Y POETAS QUE PRECE-
DIERON' Á LOPE DE VEGA.
Febea
Bien me podéis. perdonar,
Que cierto no os conocía
Himeneo
Pues me tenéis en olvido?
— 261 -
Febea
En otro mejor lugar
Os tengo yo todavía
Aunque pierda en el partido.
IIlMENKO
Frbea
Gran compasión y dolor
He de ver tanto quejaros, etc.
Febea
Maz quién sois vos?
Himeneo
Quien no fuese,
Feiska
No os entiendo, caballero,
Si merced queréis hacerme,
Mas claro habéis de hablarme,
Gentil hombre,
Quiero saber vuestro nombre.
Himeneo
Soy el que en veros me veo
Devoto para adoraros,
Contrito para quereros
— 262 —
Tiene razón el Sr. Martínez de la Rosa; parece impo-
sible que en la infancia del arte pueda escribirse un diálo-
go tan suelto y bello como el que precede.
La titulada Calamita, es una comedia de enredo, cuyo
argumento se reduce al casamiento clandestino de un joven,
noble y rico, con una muchacha pobre que aparecía como
hermana de un necio. Se lleva á cabo el matrimonio, mer-
ced á la intervención de un criado que allana cuantos obs-
táculos se oponen; pero no sin que al fin se entere el padre
del mancebo, que en un arrebato de ira quiere matar á su
hijo, por matrimonio tan desigual. Descúbrese al fin que la
novia no es hermana del necio, ni hija del rústico que apa-
recía como su padre, y entonces el padre del mancebo
otorga su bendición á la boda. Dice el Sr. Martínez de la
Rosa (1), refiriéndose á las bellezas de esta comedia: "Ni en
que comedia, por linda que sea, sentaría mal una relación
tan fiúida, tan llena de agudeza y donaire como la siguien-
te, que dice el novio, echando cuentas consigo mismo.
o
(i) Poética, Apéndice á la Comedia y á la Tragedia, tomo 2 edición
,
Águeda
Mira marido ¿sabéis que he pensado? que yo cogeré la aceitu-
Toruvio
;Como á dos reales castellanos? ¿No veis qu'es cargo de cous-
ciencia y nos llevará el almotacén cad' el dia la pena? Que basta pe-
dir á catorce ó quince dineros por celemín.
Águeda
Callad, marido, qu es el reduño de la casta de los de Córdova.
:
Toruvío
Pues aunque sea de la casta de los de Córdova, basta pedir lo
que tengo dicho.
Águeda
Hora no me quebréis la cabeza; mira, mochacha, que te mando
que no la deis menos el celemín de á dos reales castellanos.
Toruvio
¿Como á dos reales castellanos? Ven acá mochacha, ;á
r como
has de pedir?
Menciguela
A como vos quisiéredes, padre.
Toruvio
A catorce ó quince dineros.
MENCIGUEI a
Asi lo liare, padre.
Águeda
¿Como así lo haré padre? Ven acá, mochacha ¿á como has de
pedir?
Menciguela
A como mandáredes, madre.
Águeda
A dos reales castellanos.
— 267 —
Toruvio
¿Como á dos reales castellanos? S os prometo que
;
si no hacéis
lo que y'os mande que os tengo de dar mas de dos cientos correo-
nazos, ¿á como has de pedir?
Mencigüela
A como decís vos, padre.
Toruvio
A catorce ó quince dineros.
Mencigüela
Así lo haré, padre.
Águeda
¿Como asi lo haré padre? Toma, toma, hace lo que y'os mande.
Toruvio
Dejad la mochacha.
Mencigüela
,Ay madre! ¡Ay padre! que me mata.
Aloja
¿Qu'es esto vecinos? ¿Por que maltratáis ansi la mochacha?
Águeda
;Ay señor! este mal hombre que quiere dar las cosas a menos
precio, y quiere echar á perder mi casa; unas aceitunas que son como
nueces.
Toruvio
Yo juro por los huesos de mi linaje que no son ni aun como pi-
ñones.
Águeda
Si son.
Toruvio
No son.
Aloja
Hora, señora vecina, haceme tamaño placer que os entréis alia
dentro, que yo lo averiguare todo.
., Águeda
Averigüese? ó porjgase todo del quebranto.
Aloja
Señoi vJcino ¿Que son de las aceitunas? Sacaldas acá fuera, que
tlu
yo las corúp ra '
"
se sean veinte hanegas.
— 268 —
Toruvio
Que, no señor, que no es de esa manera que vuesa merced se pen-
sa, que no están las aceitunas en casa sino en la heredad.
Aloja
Pues traeldas aqui, que y'os las comprare todas al precio que justo
fuere.
Menclguela
A dos reales quiere mi madre que se venda el celemin.
Aloja
Cara cosa es esa.
Toruvio
¿No le parece á vuesa merced?
Menciguela
Y mi padrea quince dineros.
Aloja
Tenga yo una muestra de ellas.
Toruvio
Válame Dios, señor, vuesa merced no me quiere entender. Hoy
he yo plantado un renuevo de aceitunas, y dice mi muger que de
aquí á cuatro ó cinco años llevará cuatro ó cinco hanegas de aceitu-
nas, y qu'ella la cogería y que yo la acarrease, y la mochacha las ven-
diese, y que á fuerza de derecho había de pedir dos reales por cada
celemin; yo que no, y ella que si, y sobre esto ha sido la quistion.
Aloja
¡Oh que graciosa quistion! Nunca tal se ha visto; las aceitunas
no están plantadas ¿y ha llevado la mochacha tarea sobre ellas?
Mencigoei a
¿Que les paresce señor?
Toruvto
No llores, rapaza; la mochacha, seño- '
s como un oro. llora an-
ron
dad, hija, y ponedme la mesa que y'os i- 1 eto de hacer un sayuelo
primeras aceitunas que se vendieren.
•
de las
Aloja
Hora andad, vecino, entraos allá de"''"" v tené paz con vuestra
— 269 -
Toruvio
Adiós, señor,
Aloja
Hora por cierto, que cosas vemos en esta vida que ponen espan-
to. Las aceitunas no están plantadas y ya. las habernos visto reñidas.
— —
GRANADA. EL PADRE ALONSO RODRÍGUEZ. EL BEATO ALON-
SO DE OROZCO. —
INDICACIÓN DE LOS EPISTOLÓGRAFOS MÁS
DISTINGUIDOS DEL SIGLO XVI.
(i) Las obras completas de Sauta Teresa han sido publicadas en seis
gruesos volúmenes enriquecidas con curiosas notas y multitud de datos, por
don Vicente de la Fuente, en Madrid, 1SS1.
(2) Prólogo del maestro Fray Luís de León en la primera edición de
las obras de Santa Teresa inserto en la edición anteriormente citada.
— 275 —
de entender, con espíritu profano, las sagradas escri-
tacl
CAPÍTULO XIX
Prosigue en la fundación del monasterio de San fose/
de la ciudad de Sa/amanca.
perfección con discreción y verdad. Esto han menester mucho las perladas,
Pues una víspera de Todos Santos, el año que queda dicho, á medio
dia, llegamos á la ciudad de Salamanca. Desde una posada procuré saber
de un buen hombre de allí, á quien tenia encomendado me tuviese desemba-
razada la casa, llamado Nicolás Gutiérrez, harto siervo de Dios, que habia
ganado de Su Majestad con su buena vida una paz y contento en los trabajos
grande, que habia tenido muchos; y vístose en gran prosperidad, y habia que-
dado muy pobre, y llevábalo con tanta alegría como la riqueza. Este trabajó
mucho en aquella fundación con harta devoción y voluntad. Como vino, dí-
jome, que la casa no estaba desembarazada, que no habia podido acabar con
los estudiantes que saliesen de ella. Yo le dije lo que importaba que luego
nos la diesen, antes que se entendiese que yo estaba en el lugar, que siem-
pre andaba con miedo no hubiese algún estorbo, como tengo dicho. El fué
á cuya era la casa, y tanto trabajó, que se la desembarazaron aquella tarde:
ya cuasi noche entramos en ella. Fué la primera que fundé sin poner el San-
tísimo Sacramento, porque yo no pensaba era tomar la posesión si no se po-
nía; y habia ya sabido que no importaba, que fué harto consuelo para mí, se-
gún había mal aparejo de los estudiantes: como no deben de tener esa curio-
sidad, estaba de suerte toda la casa, que no se trabajó poco aquella noche.
— 276 —
Sus poesías participan de esa fé y entusiasmo por lo
divino: son fáciles y originales: la mayor parte de las vein-
te que han llegado hasta nosotros son glosas y letrillas de-
dicadas á ensalzar el amor divino, y además, de la muy
alabada "Vivo sin vivir en mí y tan alta gloria espero —
—
que muero porque no muero.,, Insertamos á continuación
una glosa escrita con motivo de la toma de velo de religio-
sa de la hermana Isabel de los Angeles, en Salamanca en el
año 1571, que si bien es verdad, como dice el Sr. Menéndez
Pelayo, no pasa de la medianía, es quizá la única que se
aparta del conceptuoso discreteo que, según dicho crítico,
aprendieron algunos poetas devotos del siglo xví de los tro-
vadores palacianos del siglo xv; pues es sencilla y hasta
vulgar en muchos de sus pasajes, pero en cambio es expre-
siva y enérgica, abarcando perfectamente el pensamiento
que expresa:
En vuestra mano encendida
Tened siempre una candela,
Y estad con el velo en vela,
Las renes muy bien ceñidas
No estéis siempre amodorrida
Mirad que peligrareis:
Y si lo vais á comprar,
Podiiades mucho tardar.
(i) Muchos escritores incluyen entre las obras poéticas de Santa Tere-
sa un soneto á Cristo Crucificado que empieza:
No me mueve mi Dios para quererte
El cielo que me tienes prometido, etc.
soneto que no le pertenece según el dictamen del Sr. Fernández Espino y de
don Vicente de la Fuente, á juzgar por el estilo del soneto que dista mucho
del empleado por la Santa.
— 278 -
Sus obras son: Subida al monte Carmelo, Noches sere-
nas del alma y llama de amor divino, El Cántico espiri-
tual entre el alma y Cristo su esposo, Instrucciones y cau-
telas, Avisos y sentencias, Car/as espirituales y Poesías.
La Subida al monte Carmelo y las Noches serenas del
alma, están dedicadas á servir de interpretación á sus poe-
sías, poesías que son, según un crítico, "lo más angelical,
celestial, y divino que no es posible medir con criterio lite-
rario, que es más ardiente de pasión que ninguna poesía
profana, y tan elegante y exquisita en la forma, y tan plás-
tica y figurativa, como en los más sabrosos frutos del Re-
nacimiento.,, Pero antes de hablar de sus poesías, para dar
á conocer algo del estilo y profundidad del pensamiento,
insertaremos algunas líneas de un capítulo de el libro Subi-
da al monte Carmelo, porque en él se trata del gozo y sus
especies, materia que cae también bajo el dominio por igual
de la Estética y de la Psicología.
CAPÍTULO XVI
En que se comienza á tratar de la primera afición de la voluntad. — Dicese
que cosa es gozo, y hácese distinción de ¡as cosas de que la vvluntad puede
gozarse.
CARTA XVI
A la madre María de la Encarnación, priora del mismo eonvento de Segovia,
que todo ordena Dios; y adonde no hay amor, ponga amor, y sacará amor.
lo
Que fio desdora la religión que muchos cristianos vivan mal, y de las
medicinas con que se cura esta dolencia
cristiana para hacer virtuosos á los profesores della, ¿cómo vemos el dia de
hoy tan pocos seguir esa virtud, muchos de los cuales viven como si ninguna
fé ó religión tuviesen? A los que esto dicen preguntaré yo: ¿Qué provecho re-
Pues tornando al propósito, si son tan pocos los cristianos que usen
destas medicinas, si tan lejos están y tan desacordados de pensar en los mis-
terios de la fé que profesan, si nunca se llegan á los sacramentos sino forza-
dos con censuras, no gastan siquiera una hora de veinte y cuatro que tiene
si
Dadme vos una persona que usando destos remedios esté desmedrada en la
virtud, y valdrá algo vuestra objeccion . Mas por experiencia se vé, que todas
las personas que usan
cada dia van creciendo y aprovechando mas en
dellas,
(i) Luc. i i.
— 284 -
precioso libro titulado Tesoro que tenemos en Cristo y del
modo de meditar la sagrada Pasión y el Ejercicio de per-
fección y virtudes cristianas, que se ha traducido á la ma-
yor parte de los idiomas de Europa y en el que se hallan,
además de abundante erudicción y doctrina, un estilo senci-
llo unido á un lenguaje castizo, fácil y elegante, si bien des-
provisto de la grandilocuencia y riqueza que se ostenta
siempre en las obras de Fray Luís de Granada.
De otros machos escritores místicos y poetas, forzosa-
mente tenemos que prescindir, pero no lo haremos de uno,
que, si bien con escasas obras, merece grande estima, cual
es Malón de Chaide. Xació en Cascante en 1530, hizo sus es-
tudios en la Universidad de Zaragoza, ingresó en la Or-
den de San Agustín, alcanzando notable fama como predi-
cador.
Un sólo libro tenemos de este escritor, que es La Con-
versión de la Magdalena, obra de cuyo mérito se han emi-
tido diversos y contradictorios juicios, pero que tiene el
inestimable valor de contener las pocas poesías originales
que han llegado hasta nosotros de Malón de Chaide, que le
acreditan de eximio poeta, muy semejante en el estilo y
gusto á su hermano de hábito Fray Luís de León. El si-
guiente trozo, con el soneto que le sigue, tomado de la Con-
versión de la Magdalena, pueden servir de muestra para
juzgar lo que valía Malón de Chaide como escritor y poeta.
Tenía la estatua de Nabuco los pies de hierro mezclado con barro y por
cierto muy bien: porque, cuando llega un pecador d este punto, ya todos sus
deseos, sus pensamientos, sus tratos, todo cuanto hace, dice, piensa y halla,
todo es tierra y polvo, y eso ama y busca, y en esto está encerrado, olvidado
padres no solo con palabras, mas con temporal subsidio, como el Señor lo de-
nen, aunque alguna haya, dejad los lazos del y proseguid vuestro es- mundo
tudio, tomando para vuestro mantenimiento esa renta que decis que podéis
— 287 —
hacer; y sea vuestro amor Jesucristo crucificado, pues tan verdaderamente os
amó que
;
dio la vida por vos.
(i) La más cumplida relación del valor de todas estas obras, y el juicio
y mérito de cada una en particular, pueden verse en la Vida y Escritos del
Beato Alonso de Orozco y en el Discurso en elogio del V. Alonso de Orozco,
ambos trabajos debidos á la docta pluma del sabio agustino, hoy Obispo de
Salamanca, R. P. Fray Tomás de la Cámara.
— 288 -
be con el deliberado propósito de ejecutar una obra litera-
ria; las que lo son, se debe al talento y condiciones particu-
lares de sus autores, como sucede con la famosa carta de
Alfonso el Sabio á su primo Alonso Pérez de Guzmán, la
de el Marqués de Santillana al Condestable de Portugal, la
colección llamada Centón Epistolario y otras que dejamos
referidas en el Capítulo XI. En este periodo es grandísimo
el número de los que figuran entre los escritores epistoló-
grafos. Apenas si hay uno sólo de los escritores anterior-
mente mencionados que no tenga una colección de cartas
dignas de ser mencionadas en una historia literaria. Santa
Teresa, San Juan de la Cruz, Colón, Hernán Cortés, Hur-
tado de Mendoza, Cisneros, Antonio de Guevara, el Bachi-
ller, Pedro de Ruha, Jerónimo de Zurita, Argote de Molina,
CARTA LXXVÍI
Al Duque de Guisa.
llará mares casi son unos, y que todos son mar: mar en
V. E. que todos los
PRÓLOGO
Preguutafte me, muy amado hijo, que cofa es esfuerco, por el qual los
hombres esforzados tanto fon preciados eftimados y reputados, en que parte del
ánima comienca á fabricarfe, como fe fabrica y determina, como fe obra, que
es el fruto que produze. Pregunta es generofa, que procede de ánimo genero-
fo, y no poco difficultofa: pues para fu dilucidación requiere mucha fabidu-
ría, alto eftilo, fingular eloquencia y experiencia en la mifma cofa, de lo qual
á quien mas que á otro conuenia faber de vfar della. El rey refpondió: Si la
lofopho que difputaua y concluya, que folo el fabio era buen emperador:
dixo: Por cierto lo que dize cierto es y marauillofo, mas á quien lo díze no
ARGUMENTO
Vendóse á pasear Antonio á una paite del campo, donde otras muchas
hombre, ni que más contentamiento deba tener por haber nacido, dice que le
Aur. — Yo bien sabia, Antonio, que algún misterio tenian tus amores; esa
tiene otros muchos amadores, como sabes; y pues es asi, yo te
ruego que me declares cual es la causa, á tu parecer, porque
los hombres aman la soledad, y tanto mas cuanto son mas
sabios.
METRO XLI
¿Por qué «l los pajes consienten
Es el diablo el hortelano.
GLOSA
La mentira es una mala simiente; el lugar primero de toda la tierra don-
de ella fué sembrada fué el paraíso terrenal. Allí la sembró el diablo en el
pecho de Eva y de Adán, donde salieron todos los hombres meut irosos é in-
clinados a mentir; aunque en esto, como en otras cosas, hay grados de mas
y de menos. Adonde ella reina mas es en los hipócritas, porque no hay cosa
en que no mientan, é siempre mienten; si ayunan mienten, si comen mienten,
si rezan mienten, si callan mienten, si hablan mienten. En el vestido mien-
ten, desnudos mienten,, si abajan los ojos al suelo mienten, si los alzan al cié-
— 296 —
lo mienten. Et finalmente en todos los actos y palabras exteriores mienten,
porque muestran lo que no es; porque, como la verdad es decir ó mostrar lo
que es, asi el decir ó mostrar lo que no es, es mentira. A todcK los pecadores
acogia Nuestro Señor y con todos era blando, y asi se curaban muchos con
Él y sanaban; á solos los hipócritas era acerbo y áspero, ó porque los sentia
incurables, ó porque no podian sanar sino con este género de cauterio. E
¿como no había de ser áspero con ellos, siendo El la misma verdad y ellos la
mentira, que son dos extremos tan lejos el uno del otro como el ser y no ser?
De manera que quien fuere mentiroso, sepa que anda tan lejos de Dios cuan-
to anduviere lejos de la verdad, y sepa que es un vicio que el mismo menti-
roso le conosce por muy abominable, porque si le toman en un hurto ó en
un adulterio, ó en otro pecado, por feo que sea, no se corre tanto como cuan-
do le toman en una mentira. Es muy natural cosa de lo; mentirosos jurar mu-
cho, porque con la poca confianza que tienen de ser creídos acuerdan de pre-
sentar testigo; y no hallando otro más á mano que Dios, preséntanle con un
juramento y á las veces con una blasfemia; asi que, estos juran mucho, y los
que mucho juran es necesario que estén llenos de maldad
CAPÍTULO VII
La risa se divide en dos partes, porque hay risa verdadera et risa falsa.
ferente de todos los otros animales, que ninguno dellos es risible sino el hom-
bre; aunque á mi parecer mas cierta propiedad del hombre es el llorar que el
comunmente no viene hasta los cuarenta dias después del parto. En las cau-
sas naturales desta risa no me entremeto agora, porque seria menester declarar
la hechura del corazón, y de las telas y cortinas de que está cercado, y decla-
rar la substancia del spiritu vital que está aposentado en el seno izquierdo del
corazón, y declarar la impresión que este hace en los miembros espirituales
cuando con el súbito gozo sale á hacer cosquillas en ellos. Y como la materia
destas cosas es muy larga, y ha menester muchos principios y fundamentos
para entendella, no es lugar este para tratar della; en otra parte tengo escrip-
to lo que yo desto alcanzo, protestando que no he visto sobre ello escripia
cosa que me satisfaga. La risa falsa es una simulación de risa y de gozo que
fingen unos hombres para engañar á otros y para darles á entender lo que
no es, y desta se hablará en el presente tractado ,
que no querría yo mayor venganza de mi enemigo, que es verle con una muy
recia mujer casado. Si el marido es soberbio, vosotras le humilláis; porque
no hay hombre, por mucha soberbia que tenga, que no le traiga á sus pies
una mujer brava. Si el marido es loco, vosotras le metéis en acuerdo; por-
que no hay en el mundo igual cordura, con saber el hombre llevar á una mu-
jer recia. Si el marido es rencilloso, vosotras le tornáis muy manso; porque
es tanto el tiempo que vosotras os ocupáis en reñir, que no le queda á él
muy parlero, vosotras en pocos día? le tornáis mudo; porque son tantas las
glosas y respuestas que dais á cada palabra, que ya no tiene Otro remedio
sino echar un freno á la boca. Si el marido es sospechoso, vosotras le hacéis
que mude el estilo, porque son tantos los zelos que le pedís cada hora, que
náis rencilloso, porque son tantas y tan continuas vuestras quejas, que no
hay corazón que las pueda disimular, ni hay lengua que del todo las pueda
acallar. Naturalmente en todas las cosas tienen espíritu de contradicción las
mujeres: eso que si queréis hablar, ellas callan; si queréis andar, ellas paran;
si queréis reir, ellas lloran; si queréis placer, ellas quieren pesar; si queréis
pesar, ellas toman placer; si queréis paz, ellas quieren guerra; si queréis gue-
rra, ellas quieren paz, si queréis comer, ellas ayunan; si queréis ayunar, ellas
comen; si queréis dormir, ellas velan; si queréis velar, ellas duermen; final-
mente, digo que son de tan siniestra condición, que aman todo lo que abo-
rrecemos, y aborrecen á todo lo que amamos.
Escribí á vuestra Señoria que entre otras cosas que en sus obras culpan
sus lectores, es una la más fea é intolerable que puede caer en escriptor de
autoridad, como vuestra Señoria lo es, y es que da fábulas por historias,
tidos caen, es cierta ni tal cual se siente; porque lo que ven no es asi como
lo ven, ni lo que oyen es ansí como lo oyen
mente. Los que ponen la f son los que no siendo muy latinos
(i) Las últimas y más preciosas noticias, con un juicio sobre la parte acti-
va que tomó este escritor en la nueva secta protestante, nos las dá el Sr. Me-
néndez Pelayo en su obra Heterodoxos Españoles. El primero que sospechó
de una manera más fundamental que pudiera ser uno mismo el Valdés autor
del Diálogo de las lenguas y el Valdés herexiarca fué D. Pedro José Pidal en
sus Estudios Críticos recientemente reproducidos en la Colección de escritores
castellanos .
— 301 —
Marcio. — No me desplace lo que decís; pero veo también que en vocablos
que no son latinos hacéis lo mismo.
Val. — Y en esos mucho mejor quiero guardar mi regla de escribir como pro-
nuncio.
Torres. — No yo osariades decir eso en Chancilleria de Valladolid.
sé si la
quien tiene lugar por primera vez la unión de las dos coro-
nas de Castilla y León.
Xo se perdieron afortunadamente los materiales para
tan magna empresa; los allegados por Ambrosio de Mora-
les no siempre elegidos con tino ni examinados con riguro-
sa crítica, se depuraron pasando por las manos de Fr. Pru-
dencio de Sandoval que recibió el encargo de continuar la
Crónica general, que no llegó á terminar, y sólo publicó una
Historia del Emperador Carlos V. Por fin dio término á la
empresa comenzada por Ocampo, Esteban de Garibay, que
llegó hasta la toma de Granada; obra cuyo mérito principal
consiste en ser arsenal numeroso de datos.
Por este tiempo acometió la empresa de escribir una
historia del reino de Aragón, Gerónimo de Zurita, cronista
de aquel reino. Xació en Zaragoza en 1512, y murió en la
misma ciudad en 1580. Desde muy joven se distinguió por
su afición á los estudios, que perfeccionó siguiendo la ca-
rrera de Humanidades y Leyes en la Universidad de Al-
calá. En 1547 las cortes de Aragón le nombraron su cro-
nista y para cumplir mejor su cometido visitó los archivos
de España, Italia y Sicilia, reuniendo numerosos materia-
les para la historia que publicó poco antes de su muerte
con el título de Anales de la corona de Aragón, en seis
volúmenes en folio, comprendiendo desde los orígenes del
— 303 -
reino de Aragón hasta la muerte de Fernando el Católico,
en 1516. Forma seis abultados volúmenes nutridos de gran-
de erudición, resaltando cierta libertad de opiniones, ar-
diente amor patrio y espíritu de independencia, lo que mo-
tivó cruda polémica histórica, que puede conocerse y apre-
ciarse por las cartas de Zurita, publicadas por Ambrosio
de Morales. Escribió además las obras siguientes: Canta-
bria, Descripción de sus verdaderos limites; Memorias de
las casas antiguas de Aragón, Anotaciones al Conde don
Pedro de Portugal y la Historia del rey don Enrique III
de Castilla.
Por lo dicho, se vé que la ambiciosa idea de nuestros
historiadores, al querer enlazar la determinada narración
de los hechos de un reinado con la historia general huma-
na, excedía los límites de su propósito y únicamente se
allegaban elementos que poco á poco habían de variar la
manera de ser de la historia, cuando se tropezara con un
genio que reuniera las condiciones apetecidas para tamaña
empresa, y se halló en el P. Juan de Mariana.
Nació este hombre ilustre en Talavera de la Reina, en
1536; de padres desconocidos, aunque se cree lo fué el ca-
nónigo Juan Martínez Mariana; mostró tan felices disposi-
ciones desde niño, que al pasar á Alcalá á perfeccionar sus
estudios, se hizo notable entre todos los estudiantes, hasta
el extremo que, prendado de él el P. Gerónimo Nadal, en-
viado por S. Ignacio para plantear en España el instituto
de la Compañía de Jesús, logró atraerle y abrazó la Regla
de San Ignacio, en 1554, cuando tenía 17 años de edad.
Hizo su noviciado en Simancas, bajo la dirección del que
en el siglo fué Duque de Gandía, y en los altares San
Francisco de Borja; volvió á continuar sus estudios en Al-
calá, y á los 2-1 años pasó á Roma á desempeñar una cáte-
dra de Artes y luego de Teología, donde tuvo como discí-
pulo al célebre cardenal Belarmino. De Roma pasó á Sici-
lia y á París, y en la Sorbona recibió el grado de Doctor,
CAPÍTULO II
Tienen pues una grande y admirable razón de existencia las cosas que
parecen más caprichosamente constituidas. De la indigencia y de la debili-
dad nacen las sociedades civiles, tan necesarias para la salud y hasta para el
placer del hombre; con ellas la dignidad real como escudo y guarda de los
por ser difícil que estuviese libre de cólera y odios y supiese mirar con igual
amor á todos los que viviesen debajo de su imperio; y se creyó que para ob-
biar tan grande inconveniente podían promulgarse leyes que fuesen y tuvie-
sen para todos igual autoridad é igual sentido. Es, pues, la ley una regla in-
declinable y divina que prescribe lo justo y prohibe lo contrario. Observóse
desde entonces que la exagerada malicia de los hombres se hallaba conteni-
3!)
— 306 -
da por la majestad del Rey y por las armas de los soldados, ligada por la
severidad de las leyes y el temor de los tribunales de tal modo, que para evi-
casas leyes, y que, escritas estas en muy pocas y claras palabras, no necesita-
ban de comentario alguno; más luego fué creciendo tanto la depravación del
hombre, que hemos debido llegar á tiempo en que nos molestan menos las
leyes que nuestros propios vicios, sin que basten ya ni la fuerza ni la indus-
CAPÍTULO XXI
Síes lícito correr toros
mer lugar los de aquellos que dicen no ser lícito. En los decretales en el
— 307 —
Cap. II De torneamentis, que es del Concilio lateranense, se veda que los
soldados para hacer muestra de sus fuerzas y atrevimiento locamente se en-
contrasen, de donde muchas veces venian muertes de hombres y peligro de
almas, lo cual todo cuadra á !a fuerza de los toros, de donde muchas veces
pueda negar?); y consta por común voz de todos ser ilícitos los juegos en los
cuales muchas veces suceden muertes de hombres y grandes heridos. Demás
desto, en la sexta, sínodo general, canon 51, no solo á los representantes y
sus espectáculos, de los cuales harto queda dicho desuso, sino también se
veda el ir á las cazas, de las cuales es una especie el correr de los toros. Y
¿quién sufriría que alguno pelease en el coso con un león? ¿Quién no tendría
por hombre perdido y malo al que se deleitase con tal espectáculo? Y vemos
que con no menor peligro se corren los toros, porque también aquel podría
escapar huyendo ó matando el león prudentemente. El cardenal Turrecrema-
ta, sobre el Cap. Qui veneratoribus i d. S6, el mismo juicio hace del que pe-
lea con otra fiera y del que pelea con el toro, por no haber diferencia de es-
tar la bestia con que se pelea armada con dientes ó con cuernos, pues es
igual el peligro de entrambas partes.
giosas.
¡Qué firme debía estar en la fé católica la que escribió esta carta! ¡Qué
obedieute y devota al Sumo Pontífice, la que con tanta reverencia se le hu-
milla! ¡Qué delicada conciencia tenía la que con tanta sumisión, pide perdón y
absolución de lo que no era culpa, ó era culpa muy ligera! Estuvo en esta pri-
sión y cautiverio casi veinte años, sin haber podid-a jamás alcanzar de la reina
Isabel licencia para verla. V, finalmente, viendo ella y los de su Consejo que
la reina María era sucesora legítima del reino de Inglaterra (como habernos di-
cho), y católica y celosa de nuestra santa religión, y tan firme y constante en
&¡^(3^9
&$s}$\ /S?>_ sr¡\ /S$. g^\ xg rx r^^Ss ^í^^s^ y^St^^"
i SÍ*F°?}s
>s 5fó)¿^/^^^/S^SIS^ - ^ '•
^2x
xgia^ ^5j f$? ^;jC$7 ^^)^r-
CAPITULO X i)
(i) No es nuestro ánimo entrar en la discusión crítica del valor del rea-
lismo y cómo debe entenderse con aplicación á la novela; en nuestros Apun-
tes de Literatura general, dijimos lo bastante para que nuestros alumnos
ten-
gan conocimiento de esta cuestión; recientemente la ha tratado, aunque no
con deliberado propósito, D. José Giles y Rubio, catedrático de Literatura de
la Universidad de Oviedo, en el discurso de la apertura del curso de
1890
al 1 891, que tuvo por tema, Origen
y desarrollo de la novela picaresca, a cu-
yo apreciable trabajo aludiremos más de una vez en el curso de este capítulo,
— 316 —
bajador en Venecia y en el Concilio de Trento. Termi-
nados sus estudios los perfeccionó al par que se dedica-
ba al ejercicio de las armas en Pádua, Roma y Bolonia,
conquistándose numerosos amigos entre los literatos y
hombres de ciencia. Cuéntase que la energía de su carác-
ter le ocasionó algunos disgustos con el Pontífice y Empe-
rador Carlos V; Felipe II le nombró virrey de Aragón, y por
intrigas palaciegas í'ué desterrado á Granada, y vuelto á
la corte, murió en Madrid en 1579 (1).
Los elogios tributados á Hurtado de Mendoza por sus
contemporáneos, los condensa Cervantes en el canto de Ca-
liopc, incluido en el tomo VI de La Galatea, allí dice:
(i) Una prueba de las atenciones y gran concepto que se tenía de don
Diego Hurtado de Mendoza, la tenemos en la dedicatoria que le hizo el
Arzobispo Carranza de su obra Suma de ¡os Concilios, y la magnífica edición
de las obras de Cicerón hecha por los célebres impresores los Aldos, publi-
cadas por la diligencia y esplendidez de D. Diego Hurtado de Mendoza, y
por último, para que pueda formarse cabal concepto de este singular perso-
naje y célebre escritor, copiamos á continuación las noticias que sobre él y
sus obras nos dá un historiador moderno de la literatura española. «Fué
extraordinaria su afición á los libros: débesele la adquisición de los más cé-
lebres autores griegos, sagrados y profanos, como S. Basilio, S. Gregorio
Xacianceno, S. Cirilo Alejandrino, Arquímedes, Heron, Apiano y otros. De
su biblioteca salieron para publicarse completas las obras de Josefo. Para la
adquisición de estos libros valióse de Sofiano de Corcira, que investigó é
hizo copiar considerable número de mauuscritos griegos; el mismo empleo
dio al docto Aldenio, también griego, el cual le allegó obras de varias bi-
bliotecas, y especialmente de la que había sido del Cardenal Besarion. Lo
que mas contribuyó al aumento de aquella riqueza literaria, fué el haber en-
viado al Sultán sin rescate alguno, aunque le compró caro, un cautivo á quien
aquel amaba. El Gran Señor, profundamente agradecido, quiso recompensar
con dones la acción generosa de D. Diego: éste solo aceptó el que los ve-
necianos, en gran escasez de granos entonces, pudiesen comprar libremente
trigo en los estados turcos, y la remisión de muchos manuscritos griegos en
seis arcas llenas, según Ambrosio de Morales. Sin embargo de tantos bene-
ficios al Estado y á las Letras, de su alta reputación y de su legítima gloria,
pasó sus últimos años olvidado en Granada; sus obras consisten en el Laza-
rillo de Tormes, Paraphrasis in totum Aristotchm Traducción de la mecáni-
)
Sufro y callo.
REDONDILLAS
Nadie fué en alegría,
— Yo vi leche reposada
Tornar cortada y aceda,
Y vi voluntad trocada
Cuanto pudiera estar queda.
— Yo vi la mar en bonanza
Levantarse hasta el cielo,
Y vi firme confianza
LIBRO PRIMERO
Mi propósito es escribir la guerra que el rey católico de España D. Fe-
lipe el Segundo, hijo del ruaca vencido emperador D. Carlos, tuvo en el rei-
yo vi, y parte entendí de personas que en ella pusieron las manos y el enten-
dimiento. Bien sé que muchas cosas de las que escribiere parecerán á algunos
livianas y menudas para historia, comparadas á las grandes que de España
se hallan escritas: guerras largas de varios sucesos, tomas y desolaciones de
ciudades populosas, reyes vencidos y presos, discordias entre padres y hijos,
hermanos y hermanas, suegros y yernos, desposeídos, restituidos, y otra vez
desposeídos, muertos á hierro; acabados linajes, vendadas cuestiones de rei-
nos, libre y extendido campo, y ancha salida para los escriptores. Yo escogí
dustria, y parte criada con el arte y la ambición. La gente que dije, pocos á
pocos junta representada en forma de ejércitos; necesitada España á mover
sus fuerzas para atajar el fuego; el Rey salir de su reposo y acercase á ella;
TRATADO PRIMERO
Cuenta Lázaro su vida, y cuyo hijo fue, — Asiento de Lázaro con un ciego.
Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que á mi me llaman Lázaro
de Tórmes, hijo de Tomé González y de Antoña Pérez, naturales de Tejares,
aldea de Salamanca. Mi nascimieuto fué dentro del rio Tórmes, por la cual
causa tomo el sobrenombre, y fué desta manera. Mi padre (que Dios perdo-
ne) tenia á cargo de proveer una molienda de una haceña, que está ribera
de aquel rio, en la cuál fué molinero más de quince años; y estando mi ma-
dre una noche en la haceña, preñada de mí, tomóla el parto y parióme allí;
de manera, que con verdad me puedo decir nacido en el rio. Pues siendo yo
niño de ocho años, achacaron á mi padre ciertas sangrías mal hechas en los
costales de los que allí á moler venían, por lo cual fué preso, y confesó, y no
negó, y padeció persecución por justicia. Espero en Dios que está en la glo-
ria; pues el Evangelio los llama bienaventuiados. En este tiempo se hizo
cierta armada contra moros, entre los cuales fué mi padre, que á la sazón es-
diciéndole como era hijo de un buen hombre; el cual por ensalzar la fé había
muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hom-
bre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien, y mirase por mi, pues era
huérfano. El respondió que así lo haria, y que me recibía no por mozo, sino
por hijo. Y así, le comencé d servir y adestrar á mi nuevo y viejo amo: como
estuvimos en Salamanca algunos dias, pareciéndole á mi amo que no era la
ganancia á su contento, determinó irse de allí; y cuando nos hubimos de par-
tir, yo fui á ver á mi madre, y ambos llorando, me dio su bendición y dijo:
hijo, ya sé que no te veré más: procura de ser bueno, y Dios te guie; criado
te he, y con buen amo te he puesto, válete para tí; y así me fui para mi amo,
que esperándome estaba. Salimos de Salamanca y llegando á la puente, está
á la entrada della un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el cie-
go mandóme que llegase cerca del animal, y allí puesto, me dijo: Lázaro, lle-
ga el oído á este toro, y oirás gran ruido dentro del. Yo simplemente llegué,
creyendo ser así; y como sintió que tenia la cabeza par de la piedra, afirmó
41
- 322 —
recio la mano y diónie una gran calabazada en el diablo del toro, que más
de me duró el dolor de la cornada, y díjome: necio, aprende, que el
tres dias
mozo del ciego un punto á de saber más que el diablo, y rió mucho la bur-
la. Parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que como ni-
ño dormido estaba, y dije entre mí: verdad dice este, que me cumple avivar
el ojo y avisar, pues soy solo, y pensar cómo me sepa valer.
jarro hacerle una fuentecilla, y agujero sutil, y delicadamente con una muy
delgada tortilla de cera taparlo, y al tiempo de comer fingiendo haber frío,
entrábame entre las piernas del triste ciego á calentarme en la pobrecilla lum-
bre que teníamos, y al calor della luego era derretida la cera, por ser muy po-
ca, comenzaba la fuentecilla á destilarme en la boca, la cual yo de tal mane-
ra ponía, que maldita la gota se perdía. Cuando el pobrete iba á beber, no ha-
llaba nada; espautábase, maldecíase, daba al diablo el jarro y el vino, no sa-
biendo que podía ser. No diréis, tío, que os lo bebo yo, decía: pues no lo qui-
táis de la mano. Tantas vueltas y tientos dio al jarro, que halló la fuente y ca-
yó en la burla; mas asi lo disimuló como si no lo hubiera sentido, y luego otro
día, teniendo yo rezumado mi jarro como solía, no pensando en el daño que
me estaba aparejado, ni que el mal ciego me sentía, sentéme como solía, es-
tando recibiendo aquellos dulces tragos, mi cara puesta acia el cielo, un poco
cerrados los ojos, por mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego
que ahora tenía tiempo de tomar de mí venganza, y con toda su fuerza, alzan-
do con dos manos aquel dulce y amargo jarro, lo dejó caer sobre mi boca, ayu-
dándose (como digo) con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro, que
de nada desto se guardaba, antes, como otras veces, estaba descuidado y gozo-
so, verdaderamente rae pareció que el cíelo, con todo lo que en él hay, me ha-
bía caído en cima. Fué tal el golpecillo, que me desatinó y me sacó de sentí-
— 323 -
do, y el jarrazo tan grande, que los pedazos del se me metieron por la cara
rompiéndomela por muchas partes, y me quebró los dientes, sin los cuales has-
CAPITULO III
Aunque era muchacho, como padecía necesidad, todo esto pasaba con la
imaginación. Autojábaseme que la honra era como la fruta nueva por ma-
durar, que dando por ella escesivos precios, todos igualmente la compran
desde el que puede hasta el que no es bien que pueda; y es grande atrevi-
miento y desvergüenza que compre media libra de cerezas tempranas un tra-
bajador, por lo que le costarán dos panes para sustentar sus hijos y mujer.
¡Oh santas leyes, provincias venturosas donde en esto ponen freno como
á daño universal de la república! Cómpranla al fin, y comen della sin lími-
mal fueste sobre que dieron aquel bosquejo presto, caida la pluma, quedará
lo que antes era; y si bien lo consideras, hallarás los tales no ser hombres de
honra, sino honrados que los de honra ellos la tienen de suyo, nadie los pue-
de pelar que no les nazca nueva pluma más fresca que la primera; más los
honrados de otro la reciben; ya los ves; ya no los ves; tanto duran las mayas
como mayo, tanto los favores como el favoreciente; pásase y queda cada uno
quien es; asi los via salir ocupados á negocios graves y de calidad, á quien un
hidalgo de muy buen juicio y partes pudiera acometer y aun deseara al-
canzar.
góticas y medio borradas por la antigüedad y por los pies de las bestias que
pasaban y bebian, que decian dos veces: conditur unio } conditur unió. El que
sabía poco dijo: ¿Para qué esculpió dos veces una cosa este borracho? (Que es
de ignorantes ser arrojadizos.) El otro calló, que no se contentó con la cor-
de. Pues quedaos como poltrón, dijo el otro. Quedóse y habiendo visto las
cuello della una perla mas gruesa que una nuez, con un collar que le valió
cuatro mil escudos: tornó á poner la piedra y echó por otro camino.
Xo termina aquí
la enumeración de las novelas pica-
Luego salieron á bailar las moras solas, y hubo muchas que lo hicieron
tocado era maravilloso, y el cabello tan bien puesto, que hubiera podido en-
lazar con él al mismo dios de Amor; encima de la cabeza traia una delgada
toca, tan clara, que no impedia de ver á los ojos lo que encubría; sacó en las
lante; porque la infeliz fué después muerta á manos de los cristianos, sin pa-
rar su consideración en aquella hermosura.
Luego que acabaron de danzar las moras, mandó Abenhumeya que los
y así están agora los dos en mi poder. Suplicóte que no te ofenda el nombre
de Abencerraje, que yo sé que este y su padre fueron sin culpa en la conjura-
ción que contra tu real persona se hizo; y en testimonio dello viven. Supli-
co á tu real Alteza, que el remedio de estos tristes se reparta entre tí y mí:
yo les perdonaré el rescate y los soltaré graciosamente; solo harás tú que el
padre della los perdone y reciba en su gracia; y en esto cumplirás con tu
grandeza, y harás lo que della siempre esperé.
CAPITULO XI
—
APUNTES BIOGRÁFICOS DE CERVANTES. ESTUDIO DE LAS OBRAS
Y MÉRITOS DE CERVANTES CONSIDERADO COMO POETA LÍRICO,
— —
DRAMÁTICO Y NOVELISTA. EL QUIJOTE. IDEA DEL QUIJOTE
CONOCIDO POR DE AVELLANEDA.
(i) Se da este nombre á los tres versos que se añaden después de los
tercetos, formando otro terceto que completa la idea del soneto.
— 334 —
LOS CELOS
romance
o
(i) En el tomo
I del Ensayo de tina Biblioteca Española, de libros ra-
ros y curiosos, formado por los apuntamientos, D. Bartolomé José Gallardo,
obra premiada por la Biblioteca Nacional, debida á los dos eruditos biblió-
grafos Sres. Zarco del Valle y Sancho Rayón, se insertan dos nuevos entre-
meses de Cervantes, hallados por el Sr. Fernández Guerra y Orbe, titulados
La Cárcel de Sevilla y el Hospital de los podridos. Esta obra es tan notable,
que demuestra el inmenso talento de Cervantes, porque trata de poner en ri
dículo un mal social tan frecuente en aquellos como en estos tiempos, ó sea,
de los que por todo se pudren y llevan mal rato, para lo cual supone existe
un hospital para los que padecen esta enfermedad. Merecía que por su donai-
re y chiste lo insertáramos íntegro, pero ya que no lo permite la índole de
esta obra, copiaremos el siguiente trozo por referirse á asuntos literarios.
Pero Díaz. Ea, dejadme, Mari Santos, que no tengo de beber, ni co-
mer, ni dormir, ni sosegar un punto viendo estas cosas.
Mari Santos. Pues, Pero Diaz, un hombre como vos y de vuestro enten-
dimiento ¿se ha de pudrir de manera que pierda el co-
mer ni tomar tanta pena?
Pkro D:az. Pues ¿no me la ha de dar, si hubo poeta que tuviese atrevi-
miento de escribir esta copla?
Jugando estaban, jugando,
y aún al algedrez, un dia
el famoso Emperador
volvió esto:
Cerca de Dios, en soledad amena,
De veides santos hay una espesura.
Y preguntando quién eran estos santos, dijo (pie San Felipe
y Santiago, y otros santos que caen por la primavera.
RECTOR, ¡Poj cierto, gracioso disparate!
Pero Díaz. Pues una noche de Navidad entré en una iglesia deste lugar,
y hallé cantando este motete:
Cuando sale Jesús á sus corredores,
Bercebú no parece, y Satán se esconde.
Y preguntando cuyo era, respondió: «Mió» muy satisfecho,
como si hubiera hecho una gran cosa. Y otro estaba tam-
bién cantando esto:
¿Qué hacéis en este portal,
Mi Dios, por el hombre ingrato?
Zape de un galo, zape de un gato!
Rector. No os maravilléis; porque son esos poetas invernizos, como
melones.
Peko Díaz. También me pudro con otros poetas, que piensan que sa-
ben, y no saben; y otros que saben y no piensan.
Rector. Decláreme eso: ¿qué quiere decir que saben y no piensan?
Pero Díaz. Que hay poetas que saben lo que hacen, y por no pensar-
lo bien, se van despeñando en casa de todos los diablos.
Rectok. Este tiene gran necesidad de remedio; y así ¿será bien en-
tregárselo á los malos poetas, para que ellos le curen?
Pero Díaz. No, por amor de Dios.
Rector. ¡Hola, ministros! meted allá ese podrido.
(i) El colector de las obras de Cervantes publicadas en la Biblioteca de
Autores Españoles, D. F.uenaventura Carlos Aribao, haciéndose eco de la opi-
nión de otros críticos, dice que Cervantes quiso retratar de intento á deter-
minados personajes, aludiendo en Meliso á D. Diego Hurtado de Mendoza y
en los pastores Tirsi, Damon, Siralvo, Láuso, Farsileo y Artidoro, á sus
amigos Francisco de Figueroa, Pedro Laínez, Luís Gálvez de Montalvo, Bara-
hona de Soto, Ercilla y Rey de Artieda, y en los protagonistas, á D a Catali-
na de Palacios en Galatea y en el enamorado Elicio al mismo Cervantes.
— 340 —
so con desapasionado juicio lo que valía el libro, cuando en
la primera parte del Quijote, Cap. VI, al verificarse el es-
cen pared de todos lados altos é infinitos cipreses, puestos por tal orden y
concierto, que hasta las mesmas ramas de los unos y de los otros parece que
igualmente van creciendo, y que ninguna se atreve á pasar, ni salir un punto
mas de la otra. Cierran y ocupan el espacio que entre ciprés y ciprés se hace,
mil olorosos rosales y suaves jazmines, tan juntos y entretejidos, como sue-
len estar eu los vallados de las guardadas viñas las espinosas zarzas y punto-
sas cambroneras. De trecho en trecho destas apacibles entradas se ven correr
por entre la verde y menuda yerba claros y frescos arroyos de limpias y sa-
brosas aguas, que en las faldas de los mesmos collados tienen su nacimiento.
Es el remate y fin destas calles una ancha y redonda plaza, que los recuestos
y los cipreses forman, en medio de la cual está puesta una artificiosa fuente,
de todos se mostraba, era la del famoso pastor Meliso, la cual apartada de las
cretas y hermosas pastoras: veis allí, digo, la triste sepultura donde reposan
los honrados huesos del nombrado Meliso, honor y gloria de nuestras ribe-
ras: comenzad pues á levantar al cielo los humildes corazones, y con puros
jas, como para hacerlas de nuevo: ejercicio más ingenioso que honrado y
mas de trabajo que de provecho; pero la excelencia de la poesía es tan lim-
pia como el agua clara, que á todo lo no limpio aprovecha; es como el sol,
que pasa por todas las cosas inmundas sin que se le pegue nada; es habilidad
que tanto vale cuanto se estima; es un rayo que suele salir de donde está en-
cerrado, no abrasando, sino alumbrando; es instrumento acordado que dul-
cemente alegra los sentidos, y al paso del deleite lleva consigo la honestidad
y el provecho: digo en fin, que este poeta, á quien la necesidad había hecho
trocar los Parnasos con los mesones y las Castalias y las Aganipes con los
charcos y arroyos de los caminos y ventas, fué el que mas se admiró de la be-
mas que buena para ser comedianta, sin reparar si sabía ó no la lengua caste-
llana: contentóle el talle, dióle gusto el brío, y en un instante la vistió en su
imaginación en hábito corto de varón. desnudóla luego y vistióla de ninfa y
-
44
— 346 —
dero estaban. Y aunque él quisiera en aquel mismo punto ver si estaban en
sazón de trasladarlos del caldero al estómago, lo dejó de hacer porque los
cabreros los quitaron del fuego, y tendiendo por el suelo unas pieles de ove-
jas, aderezaron con mucha priesa su rústica mesa, y convidaron á los dos con
muestras de muy buena voluntad con lo que tenían. Sentáronse á la redonda
de las pieles seis dellos, que eran los que en la majada había, habiendo pri-
de decir lo mismo que del amor se dice, que todas las cosas iguala. ¡Gran
merced! dijo Sancho, pero sé decir á vuestra merced, que como yo tuviese
bien de comer, tan bien y mejor me lo comería en pié y á mis solas como
sentado á par de un emperador. Y aun si va á decir verdad, mucho mejor me
sabe lo que como en mi rincón sin melindres ni respetos, aunque sea pan y
cebolla, que los gallipavos de otras mesas donde me sea forzoso mascar des-
pacio, beber poco, limpiarme á menudo, no estornudar ni toser si me viene
gana, ni hacer otras cosas que la soledad y la libertad traen consigo. Así
que, señor mió, estas honras que vuestra merced quiere darme por ser mi-
nistro y acibérente de la caballería andante, como lo soy siendo escudero de
vuestra merced, conviértalas en otras cosas que me sean de más cómodo y
provecho; que estas, aunque las doy por bien recibidas, las renuncio para
desde aquí al fin del mundo. Con todo eso, te has de sentar, porque á quien
se humilla Dios le ensalza; y asiéndole por el brazo, le forzó á que junto á él
se sentase. No entendían los cabreros aquella jerigonza de escuderos y de
caballeros andantes, y no hacían otra cosa que comer y callar y mirar á sus
huéspedes, que con mucho donaire y gana embaulaban tasajo como el puño.
Acabado el servicio de carne, tendieron sobre las zaleas gran cantidad de
bellotas avellanadas, y juntamente pusieron un medio queso más duro que si
osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto ahora la
menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se habia senta-
do en el entendimiento del juez, porque entonces no habia que juzgar ni
traste. Para cuya seguridad andando mas los tiempos y creciendo mas la ma-
licia, se instituyó la orden de los caballeros andantes para defender las don-
cellas, amparar las viudas, y socorrer a los huérfanos y á los menesterosos.
De esta orden soy yo, hermanos cabreros, á quien agradezco el agasajo y
buen acogimiento que hacéis á mí y á mi escudero: que aunque por ley natu-
— 348 —
ral están todos los que viven obligados á favorecer á los caballeros andan-
tes, todavía por saber que sin saber vosotros esta obligación me acogistes y
regalastes, es razón que con la voluntad á mí posible os agradezca la vues-
tra. Toda esta larga arenga (porque se pudiera muy bien escusar) dijo nues-
tro caballero, porque las bellotas que le dieron le trujeron á la memoria la
edad dorada; y antojósele hacer aquel inútil razonamiento á los cabreros, que
sin respondelle palabra embobados y suspensos le estuvieron escuchando.
Sancho asimismo callaba y comia bellotas, y visitaba muy á menudo el se-
zanía.
Sin duda por los años transcurridos sin que Cervantes
publicara la segunda parte de la historia del famoso hidal-
go manchego, se creyó no contaba con fuerzas bastantes
para continuarla, y bien por el cebo de la ganancia ó por
hacerle mal, apareció en 1614 una segunda parte del Quijo-
te en Tarragona, figurando como su autor Alonso Fernán-
dez de Avellaneda, vecino que se decía de Tordesilla (1).
Respecto al mérito de esta obra andan muy divididos
los pareceres, conviniendo todos en que en nada amengua
el mérito de la obra de Cervantes. Para juzgarla preciso es
atender al pensamiento que no es muy feliz en la obra de
Avellaneda, falseando los caracteres y careciendo de de-
(i) Inútiles han sido hasta ahora cuantas investigaciones se han hecho
por los críticos para averiguar el verdadero autor de esta obra, suponiendo
unos que fué Fr. Luís de Aliaga, confesor de Felipe III, y otros, Fr. Polan-
co de Paz, y últimamente se ha querido sostener que lo fué el autor dramáti-
co Ruíz de Alarcón.
— 349 -
senlace,-y los nuevos tipos que crea son por lo general dé-
biles,vulgares y aun repugnantes. En lo referente á la for-
ma, indica á veces en su estilo mal gusto y pesadez, falta
de gracia y frescura, si bien hay alguna habilidad en las
descripciones, soltura y propiedad en las voces y bastante
destreza en la construcción de la frase. Por otra parte la
conclusión no tiene el acierto que supo dar á su novela Cer-
vantes, que hace morir á D. Quijote en su cama, arrepenti-
do cobrando la razón en sus últimos momentos, abominando
de sus locuras, como buen cristiano y discreto, mientras que
Avellaneda termina su obra encerrando al héroe en la Casa
de locos de Toledo, conocida por el Nuncio.
CAPÍTULO IV
Cómo D. Quijote de la Mancha y Sancho Panza su escudero salieron terce-
ra vez del Argamesilla, de noche; y de lo que en el camino desta tercera y
famosa salida les sucedió.
Tres horas antes que el rojo Apolo esparciese sus rayos sobre la tierra,
porque entiendas que no puede caber temor alguno en mi corazón, estoy por
volver al lugar y desafiar á singular batalla, no solamente al Cura, sino á
cuantos curas, vicarios, sacristanes, canónigos, arcedianos, deanes, chantres,
racioneros y beneficiados tiene toda la Iglesia romana, griega y latina, y á
todos cuantos barberos, médicos, cirujanos y albéitares militan debajo de la
bandera de Esculapio, Galeno, Hipócrates y Anicena. ¿Es posible, Sancho,
que en tan poca opinión estoy acerca de tí, y que nunca has echado de ver el
rían como aquel de Alejandro Magno, de quien se dice que le tenía lleno de
bello, señal evidentísima de su gran virtud y fortaleza-, por tanto, Sancho, de
aquí adelante no pienses asombrarme, aunque me pongas delante más ti-
gres que produce la Hizcania, más leones que sustenta la África, más sierpes,
que habitan la Libia y más ejércitos que tuvo César, Aníbal ó Jérjes; y que-
demos en esto por ahora; que la verdad de todo verás en aquellas famosas jus-
tas de Zaragoza, donde ahora vamos. Allí verás por vista de ojos lo que te
digo; pero es menester, Sancho, para esto, en esta adarga que llevo (mejor
que aquella de Fez, que pedía el bravo moro granadino cuando á veces man-
daba que le ensillasen el potro rucio del alcalde de los Vélez), poner alguna
letra ó divisa que denote la pasión que lleva en el corazón el caballero que
la trae en su brazo; y así quiero que en el primer lugar que llegáremos, un
pintor me pinte en ella dos hermosísimas doncellas qu» estén enamoradas de
mi brio, y el dios Cupido encima, que me esté asestando una flecha, la cual
yo reciba en el adarga, riendo del y teniéndolas en poco á ellas, con una le-
bellos, y apenas los pequeños y pintados pajarülos con sus arpadas lenguas
Í&Xp
|YS^ i^i «rtiy m ii^m TmiTíím Ijm iiii íiij^ lín m MirnÍM^úrTmíriiiTÍiTi mi
^
i i ii i i ii'i mííij'i 1 1 1 1 i iímÍiíYÍ'ii Jsj^
CAPÍTULO XII
O ya gozando el aura
Donde el perdido aliento se restaura.
Assomabase ya la primavera
por un balcón de rosas y alelíes,
llo de una improvisación pasajera, trazada acaso en pocos instantes; sus pen-
samientos están mal coordinados, y parecen moverse á saltos; pero, á pesar
de todo, no es difícil desentrañar las ideas siguientes: Ríndese homenaje á
arte. Pero se añade que la anarquía dramática ha echado en España tan pro-
fundas raices, que ya no agradan las obras clásicas, y que, como el poeta so-
lo ha de habérselas con el público, no le queda otro recurso que ajustarse á
sus deseos
Don Sancho
Gran Señor, ¿por qué no acabas
Con la muerte mis desdichas,
Con tu rigor mis desgracias?
Yo maté á Bustos Tabera;
Matadme, muera quien mata,
Haz, Señor, misericordia,
Haciendo justicia.
Rey
Aguarda.
¿Quién te mandó darle muerte?
Don Sancho
Un papel.
Rey
¿De quién?
— 365 —
Don Sancho
Si hablara
El papel, él lo dijera;
Rey
Estrella, yo os he casado
Con un grande de mi casa,
Don Sancho
¿Al fin me das el perdón
Porque su alteza te casa?
Estrella
Sí, por eso te perdono.
Don Sancho
¿Y quedáis asi vengada
De mi agravio?
Estrella
Y satisfecha.
Don Sancho
Pues porque tus esperanzas
Se logren, la vida acepto,
Aunque morir deseaba.
— 366 -
Rey
Id con Dios.
Farfín
Mirad, Señor,
Que asi SevilJa se agravia,
Y debe morir.
Rey (A D. Arias).
¿Qué haré,
Que me apura y acobarda
Esta gente?
Don Arias
Hablad.
Rey
Sevilla.
Matadme á mí, que fué causa
Desta muerte. Yo mandé
Matalle, y aquesto basta
Para su descargo.
Don Sancho
Sólo
Ese descargo aguardaba
Mi honor. El Rey me mandó
Matarle; que yo una hazaña
Tan fiera no cometiera
Si el Rey no me lo mandara.
Rey
Digo que es verdad.
Farfán
Así
Sevilla se desagravia;
Que pues mandasteis matalle,
Sin duda os daría causa.
Rey
Admirado me ha dejado
La nobleza sevillana.
Don Sancho
Yo á cumplir salgo el destierro,
Cumpliéndome otra palabra
Que me disteis.
— 367 —
Rey
Yo la ofrezco.
Don Sancho
Yo dije que aquella dama
Por mujer habéis de darme
Que yo quisiera.
Rey
Así pasa,
Don Sancho
Pues á doña Estrella pido,
Y aquí á sus divinas plantas
El perdón de mi error pido.
Estrella
Sancho Ortir, yo estoy casada.
Don Sancho
¡Casada!
Estrella
Si.
Don Sancho
¡Yo estoy muerto!
Rey
Estrella, esta es mi palabra.
Rey soy, y debo cumplirla:
¿Qué me respondéis?
Estrella
Que se haga
Vuestro gusto. Suya soy.
Don Sancho
Yo soy suyo.
Rey
Ya ¿qué falta?
Don Sancho
La conformidad.
Estrella
Pues esa
— 368 —
Jamás podremos hallarla
Viviendo juntos.
Don Sancho
Lo mesmo
Digo yo, y por esta causa
De la palabra te absuelvo.
Estrella.
Yo te absuelvo la palabra;
Estrella
Pues ¿libres quedamos?
Don Sancho
Sí.
Estrella
Pues adiós.
Don Sancho
Adiós
Rey
Aguarda.
Estrella
Señor, no ha de ser mi esposo
Hombre que á mi hermano mata,
Aunque le quiero y le adoro. (Vase.)
Don Sancho
Y yo, Señor, por amarla,
No es justicia que lo sea.— (Vase.)
Rey
¡Grande fé!
Don Arias
¡Grande constancia!
— 369 —
Clarín do. — (Ap.)
Más me parece locura.
Rey
Toda esta gente me espanta.
Don Pedro
Tiene esta gente Sevilla.
Rey
Casarla pienso y casarla
Como merece.
Clarindo
Y aquí
Esta tragedia os consagra
Lope, dando á La Estrella
De Sevilla eterna fama,
Lisardo
47
— 370 —
Muros de sus verdes cuadros;
RlSELO
Recordad á su tía,
No duerma tanto.
Rey
Dame á entender
Que es todo, Juana, invención
Y desengaño á lo claro.
Habérmelo dicho á mí
A la venganza me obliga.
Muera Enrique, porque muerto
Me casaré con su viuda,
Si el amor pusiere duda
En la verdad del concierto:
Con esto-, aunque descubierto
Quede lo que has referido,
Tú y yo no habremos perdido
Honor, pues en tal suceso
Serás viuda de un beso,
Como otras de su marido.
D ft
María
Tiempos de mudanzas llenos,
Y de firmezas jamás,
Que ya de menos á más,
Y ya vais de más á menos,
¿Cómo en tan breve distancia,
Para tanto desconsuelo,
Habéis humillado á el suelo
Mi soberbia y arrogancia?
El desprecio que tenia
De cuantas cosas miraba,
Las galas que desechaba,
Los papeles que rompía;
El no haber de quien pensase
Que mi mano mereciese,
Por servicios que me hiciese
La púrpura, ni á el dorado
La corona, ni el morado
Lirio el hilo de oro en él;
No te precies de cruel,
Manutesa carmesí,
Ni por el color turquí,
Bárbara violeta, ignores
Tu fin, contemplando, flores,
Quedareis desengañadas
Cuando con manos heladas
Os cierre la noche fría.
Doña María
Es achaque; voy por ver
Aquel caballero ingrato.
Fuimos Teresa, Juana y Catalina,
El sábado Leonor, á Manzanares;
Si bien yo melancólica y mohína
De darme este don Juan tantos pesares.
De tu dueño las partes imagina;
Que cuando en su valor, Leonor, repares,
Presumirás, pues no me he vuelto loca,
Que soy muy necia ó mi afición es poca.
Tomé el jabón con tanto desvario
— 376 —
Para lavar de un bárbaro despojos,
Que hasta los paños me llevaba el rio,
Ciclo II.
—Segundo Periodo
•"5 '
5"
CAPÍTULO PRIMERO
Vuelas, oh tortolilla,
Y al tierno esposo dejas
En soledad y quejas,
Vuelves después gimiendo,
Recíbete arrullando,
Lasciva tú, si él blando;
Dichosa tú mil veces,
Que con el pico haces
Dulces guerras de amor y dulces paces.
Testigo fué á tu amante
Aquel vestido tronco
De algún arrullo ronco;
Testigo también tuyo
Fué aquel tronco vestido
De algún dulce gemido;
Campo fué de batalla,
Y tálamo fué luego;
Árbol que tanto fué perdone el fuego.
Mi piedad una á una
Contó, aves dichosas,
Vuestras quejas sabrosas;
Mi envidia ciento á ciento
Contó, dichosas aves;
Vuestros besos suaves.
Quien besos contó y quejas,
Las flores cuente á mayo,
Y al cielo las estrellas rayo á rayo.
— 384 -
Injuria es de las gentes
Que de una tortolilla
Aprended, flores, de mi
Lo que va de ayer á hoy,
Que ayer maravilla fui,
Y hoy sombra mía aun no soy.
Aprended, etc.
Consuelo dulce el clavel
Es á la brevedad mia,
Pues quien me concedió un dia,
— 385 —
Dos apenas le dio a él;
Aprended, etc.
Aprended, etc.
Aprended, flores, de mi
Lo que va de ayer á hoy;
Que ayer maravilla fui,
Y hoy sombra mia, aun no soy
¡Oh bienaventurado
Albergue á cualquier hora!
Tus umbrales ignora
La adulación, sirena
De reales palacios, cuya arena
Besó, y á tantos leños
Trofeos dulces de un canoro sueño,
No á la soberbia está aquí la mentira
Dorándole los pies en cuanto gira
La esfera de sus plumas,
cia. Al fin no la conocían solo por Maria, como á su hermana por Marta, por
la Madalena era conocida, y señalada, y esto de la fulana, la tal, suelo repa-
harían; vivir mal ó vivir bien todo habéis de mormurarlo, y ella no tenia ver-
güenza de su enmienda, sino de sus culpas: así habia de ser, fué Madalena, fué
la primera y sola persona que para salud del alma buscó á nuestro Redentor.
O hermosura entendida, y mormurada, como no habías de ser Singular.
— 389 -
la monja portuguesa
Siguieron como poetas culteranos
D a Violante de Qeo, Jacinto Villalpando y Anastasio Panta-
madrileño de quien es el siguiente
lón de Ribera, poeta
soneto:
pompa ya de flores vana
Tú, que en la
de Vega y Jáu-
Tanto cundió el mal gusto, que Lope
delirios del gongorismo.
regui, cayeron alguna vez en
los
?¿Éfe^
t&ygp
CAPÍTULO II
—
EL CONCEPTISMO.— QUEVEDO. CLASIFICACIÓN DE SUS OBRAS.
NOTICIA Y EXAMEN DE ALGUNAS TRADUCCIONES. VALOR Y —
REPRESENTACIÓN DE SUS POESÍAS SERIAS Y FESTIVAS. OBRAS —
SERIAS, ALEGÓRICAS, SATÍRICAS, NOVELESCAS Y DE COSTUM-
—
BRES. IMPORTANCIA DE QUEVEDO COMO ESCRITOIl. DISCÍPU- —
LOS É IMITADORES DE QUEVEDO.
DISCURSO
Puede el hombre con ardimiento y con bondad ser valiente y virtuoso;
mas faltándole el estudio, no sabrá ser virtuoso ni valiente. Mucho falta al
querer ser diferentes de si mismos. Es la novedad tan mal contenta de si, que
cuando se desagrada de lo que ha sido, se cansa de lo que es. Y para mante-
nerse en novedad ha de continuarse en dejar de serlo, y el novelero tiene por
vida muertes y desfallecimientos perpetuos. Y es fuerza ú que deje de ser no-
velero, ú que siempre por ocupación el dejar de ser.
LETRILLA SATÍRICA
Poderoso caballero
es don dinero.
Madre, yo al oro me humillo,
él esmi amante, y mi amado,
pues de puro enamorado,
de contino anda amarillo;
que pues doblón, ó sencillo,
— 396 -
hace todo cuanto quiero.
Poderoso caballero
es don dinero.
Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña;
viene á morir en España,
y es en Genova enterrado;
y pues quien le trae al lado,
Poderoso caballero
es don dinero.
Es galán, y es como un oro;
y es de nobles descendiente,
porque en las venas de Oriente
todas las sangres son reales; j
mente fué colegial mayor en el insigne colegio de San Ildefonso, adonde en-
tre los varones excelentes, desde su tiempo, está advertida su vida y su doc-
trina, para memoria y lustre de aquella Universidad.
Llegó en estas cosas la voz de sus grandes partes á Salamanca, y fué so-
licitado con codicia de aquella Universidad, donde le ofrecieron por claus-
— 397 —
tro la cátedra de moral. Por mostrarse reconocido á la demostración de aque-
lla Universidad, fué á Salamanca y leyó tres liciones; y en la postrera, donde
fué oyente el retor, leyó aquel misterioso salmo In exitu Israel de Aigypto,
despidiéndose del siglo con las palabras de David, pues á otro dia tomó el
que merecieron tener por hijo á quien hoy la Iglesia por excelencia llama
padre de los pobres. Esta es la razón anticipada á la niñez, y la inocencia la
paz de perfección admirable. Esta, la mocedad asegurada, y que conociendo
lo que valen las horas, hizo logro de los instantes, y supo poner precio al
Para que más fácilmente se pueda tratar desta materia y darse mejor á
entender, será necesario saber qué quiere decir genealogía y de qué partes
es compuesto, y qué quiere decir modorro. Es pues de saber que este vocablo
y escuros, que era buen sitio el suyo para tienda de mercaderes; la nariz en-
sos como tablillas de San Lázaro; la habla hética; la barba grande, por nunca,
se la cortar, por no gastar; y él decia que era tanto el asco que le daba ver
las manos del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal per-
cosa que fué paño, con los fondos de caspa. La sotana, según decían algu-
nos, era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos viéndola tan
sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde
cerca parecía negra, y desde lejos entre azul; llevábala sin ciñidor; no traía
cuellos ni puños; parecía, con los cabellos largos y la sotana mísera y corta,
lacayuelo de la muerte. Cada zapato podía ser tumba de filisteo. Pues ¿su
aposento? Aun arañas no había en él: conjuraba los ratones de miedo que no
le royesen algunos mendrugos que guardaba; la cama tenia en el suelo, y dor-
mía siempre de un lado por no gastar las sábanas; al fin, era archipobre y
protomiseria.
o
{i) Señor Menéndez y Pelayo, Horacio en España, tomo 2 ,
pág. io2.
— 400 -
los cuadros picarescos diríanse hijos de la pluma de Petro-
nio; los Sueños son fantasías aristofanescas, más bien que
imitaciones de Luciano. Pero el estilo no es de Séneca, ni
de Epicteto, ni de Persio, ni de Ju^enal, ni de Aristófanes,
ni de Petronio; es un estilo aparte en que las palabras pa-
rece que están animadas y hieren siempre con espada de
dos filos, en que las frases saltan, corren, juegan y tropie-
zan unas en otras, produciendo con su infernal y discor-
dante algarabía, con sus bruscos finales y rápidas caídas y
sus tránsitos continuos de la amargura velada en risa á la
risa horriblemente amarga, un efecto singular y extraño,
que no se confunde con el producido por ninguna obra de
la literatura antigua ni de la moderna.,,
Quevedo fué uno de los más decididos adversarios del
gongorismo, lo satirizó de una manera dura en La Peri-
nola, La Culta latina parla y en La Aguja de navegar cul-
tos con la receta para hacer soledades en un día; compro-
bando su deseo en favor de la poesía castellana con la pu-
blicación de los más puros y clásicos modelos, dando á la
estampa los versos de Fr. Luís de León y del bachiller
Francisco de la Torre, mostrando así su buen gusto y pres-
tando un gran servicio á la literatura patria.
Si á Góngora fué fácil seguirle y pervirtió á muchos,
no sucedió lo mismo con los discípulos de Quevedo, pues
tuvo pocos; para imitarle, era preciso su talento y su ge-
nio. Así que solo se señalan como afines del conceptismo
al canónigo Fuster, y al autor del Nuevo jardín de flores
divinas, que no era del todo despreciable poeta, según pue-
de observarse en el siguiente
SONETO
Los preceptos de Cristo son caminos
Que van á dar á la ciudad segura,
Aunque algún polvo en su cristiana anchura
Cobran de imperfección los peregrinos.
MM nvadía '
el mal gusto todas las esferas del arte litera-
'mMÍ en
r 10* a segunda mitad del siglo xvn, de tal modo,
que parecía extinguida en nuestros poetas la clásica inspira-
ción de los que ilustraron el siglo xvi, y, no obstante, va-
mos á estudiar ahora un número de poetas que muchos crí-
ticosllaman independientes, otros los consideran formando
la escuela harmónica, y que nosotros, consideramos como
separados del concepticismo y del culteranismo, y son los
que sostienen el brillo de la escuela sevillana y de la poe-
sía castellana.
Francisco Rioja, personificación del buen gusto, y al
que ha considerado algún escritor como el verdadero jefe
de la escuela sevillana (1), es el gran poeta del siglo xvn.
Nació en Sevilla en los últimos años del siglo xvi, estudió
Leyes y la carrera eclesiástica; fué protegido del famoso
En tu flor peregrina,
A UKA PERLA
A UN pie
MOLO Y DAFNE
Le responde risueña:
Si mi mal no permite
Dar treguas al tormento,
Remedio es el callar;
Yo no la espero nunca,
Poique constante espero
Triunfar de lo caduco
Y vivir inmortal para lo eterno.
ce á la pastora:
Y en la hermosa composición
Á SANTA TERESA DE JESÚS, EN SU BEATIFICACIÓN.
Es poca la diferencia.
llevaréla á un monasterio.
Rey. Consolaos, airad Jimena.
(Sale Rodrigo.)
Sancho. ¿Rodrigo?
Cid. Tu Majestad
me dé los pies y tu alteza.
URRACA. Vivo le quiero, aunque ingrato.
Rey . De tan mentirosas nuevas
¿dónde está quien fué el autor?
Cid. Antes fueron verdaderas:
que si bien lo adviertes, yo
no mandé decir en ellas
en su favor.
JlMENA. ¡Ay de mí!
Impídeme la vergüenza.
Sancho. Jimena, hacedlo por mí.
Arias. Esas dudas no os detengan.
Peranz. Muy bien os está, sobrina.
JlMENA. Haré lo que el cielo ordena.
Cid. ¡Dicha grande! Soy tu esposo.
JlMENA. Y yo tuya.
Diego. ¡Suerte inmensa!
Urraca. Ya del corazón te arrojo,
ingrato.
un rincón se me olvidaba,
Zamora tiene por nombre,
Zamora la bien cercada:
quien os la quitare, hija,
la mí maldición le caiga,
y al que de mi testamento
no obedeciere las mandas.»
Todos dicen amen, amen,
pero tú, don Sancho, callas.
Y apenas murió el buen Rey,
cuando la mano levantas.
(Sin mirar que desde el cielo
54
426 —
Y ahora de esta victoria
disminuyes la alabanza,
persiguiendo á don Alonso.
Basta, Rey don Sancho, basta
que á tus hermanos les quites
de cobrarlos: de su cuello
el rígido acero aparta.
Acuérdate de que rompes
á tu padre la palabra,
á defender tu persona,
siguiendo iré tus pisadas;
pero dame juramento,
y no saldrá de mi vaina
mi espada contra Zamora.
Sancho. No imagino que hará falta.
en la muerte de tu hermano.
Y para que bien se entienda
con la verdad lo contrario,
sera bien satisfacerle.
,
¿Cómo?
Poniendo la mano
sobre un cerrojo de hierro
si fuistes, ni consentistes
en la muerte de tu hermano.
¿Júraslo así?
REY. Así lo juro:
y voy me
— 429 -
Rey. Vete, ¿qué esperas?
Cid. Donde el valor de mis brazos
venza Reyes, gane reinos.
Diego. El Cid se parte enojado.
Arias. Colérico el Rey le mira.
(Salen D a
Urraca y Zaida vestida como cristiana.*)
contemporá-
Si se diera valor á la opinión de los poetas
neos, Miguel Sánchez debió ser uno de lo? más notables
poetas dramáticos, cuando mereció de sus admiradores el
título de divino, que algún fundamento tendría si hemos de
— 430 —
creer á Lope de Vega que, refiriéndose á Miguel Sánchez,
dice en el Laurel de Apolo:
Aquel en lo dramático tan sólo,
(i) Avisos históricos, porD. José Pellicer, publicados desde 1639, que tie-
nen gran semejanza con nuestros periódicos.
— 432 -
que un estudiante saca al diablo de una redoma, y agrade-
cido, propone al estudiante un paseo por la corte á las do-
ce de la noche, levantando los tejados de las casas. Calcú-
lese si este asunto se presta para lucir ingenio y gracia y
talento satírico que sobresalen en la novela, ocultando al-
gunos defectillos de mal gusto. Dividida en diez capítulos
que él llama trancos (saltos), expone en el cuarto ideas re-
ferentes al arte dramático muy dignas de tenerse en cuenta,
porque nos indican la manera cómo Vélez de Guevara pen-
saba sobre algunas cuestiones relacionadas con el arte; y
cómo además en dicho capítulo comienza el desarrollo de
la novela en el momento en que el estudiante cae por una
chimenea buscando refugio de la persecución de que era ob-
jeto por cierta aventura; reproduciremos unos párrafos
para que pueda formarse juicio de tan notable y popular
novela satírica:
bado, por las extranjeras extravagancias de que estaba adornada la tal espe-
lunca, cuyo avariento farol era un candil de garabato, que se descubría so-
bre una mesa antigua de cadena, y papeles infinitos, así compuestos y des-
ordenados, escritos de caracteres matemáticos, unas efemérides abiertas, dos
esferas y algunos compases y cuadrantes; ciertas señales de que vivía en el
cuarto de más abajo algún astrólogo dueño de aquella confusa oficina y em-
bustera ciencia; y llegándose D. Cleofas curiosamente, como quien profesaba
letras y era algo inclinado á aquella profesión, á revolver los trastos astroló-
gicos, oyó un suspiro entre ellos mismos, que pareciéndole imaginación ó ilu-
bién tiene su punta de la mágica negra y es mi alcaide dos años habrá. Lue-
go familiar eres, dijo el estudiante. Harto me holgara yo, respondieron de la
los maesecorrales y al fin yo me llamo el Diablo Cojuelo. Con decir eso, di-
jo el estudiante, hubiéramos ahorrado lo demás; usted me conozca por su
servidor, que há muchos días que le deseaba conocer. Pero no me dirá, se-
ñor Diablo Cojuelo, ¿por qué le pusieron este nombre, á diferencia de los de-
más, habiendo todos caido desde tan alto, que pudieran quedar todos de la
misma suerte y con el mismo apellido? Yo, señor don Cleofas, Leandro Pérez
Zambullo, que ya le sé el suyo, ó los suyos, dijo el Cojuelo, porque hemos si-
do vecinos, por esa dama que galanteaba y por quien le ha corrido la justi-
cia esta noche y de quien después le contaré maravillas, me llamo de esta
manera porque fué el primero de los que se levantaron en la rebelión celes-
tial y de los que cayeron y todo; y como los demás dieron sobre mí, me es-
tropearon; y así quedé más que todos señalado de la mano de Dios y de los
pies de todos los diablos, y con este sobrenombre; mas no por eso menos
ágil para todas las facciones que se ofrecen en los países bajos, en cuyas em-
presas nunca me he quedado atrás, antes me he adelantado á todos, que ca-
mino del infierno tanto anda el cojo como el viento, aunque nunca me he
estado más sin reputación que ahora en poder de este vinagre, á quien por
trato me entregaron mis propios compañeros, porque los traia al retortero á
todos, como dice el refrán de Castilla, y cada momento á los más agudos
los daba gato por demonio. Sácame de este Argel de vidrio, que yo te pa-
55
— 434 —
Como poeta dramático, dice el Conde Schak, le co-
rresponde entre los poetas de segundo orden uno de los
primeros lugares. "Sus cuadros de la vida real sobresalen
por su verdad su fantasía es dócilísima para crear las
invenciones más variadas, sin profundizar mucho las sinuo-
sidades del alma; sabe imprimir en sus caracteres origina-
lidad y vida su dicción es concisa, natural y flexible, y
con frecuencia tan exenta de supérfluos adornos y tan epi-
gramática, que hay pocos dramáticos españoles que en es-
ta parte se le asemejen.,, Juicio que añadido al de Cervan-
tes, que ya dejamos expuesto al comenzar el capítulo, de-
muestra la importancia y valor de Luís Vélez de Guevara
como poeta dramático.
Si el caballo vos han muerto, Los Hijos de la Barbu-
da, Más pesa el Rey que la sangre y Reinar después de
morir, son las más notables de las obras de Vélez de Gue-
vara, á las que hay que añadir el auto titulado. De la me-
sa redonda, alegoría de la institución de la caballería al
misterio Eucarístico.
Debiéramos mencionar otros poetas dignos de figurar
en otra literatura que fuera menos rica y abundante que la
nuestra, como son Megía de la Cerda, Damián Salustio del
Poyo, Hurtado Velarde, Juan Grajales, José de Valdivieso,
Andrés de Claramonte, Juan de Quirós, Gonzalo de Mon-
roy, etc., pero es preciso prescindir de ellos para ocupar-
nos de los que en unión de Lope de Vega se apellidan los
grandes dramáticos del siglo xvir.
CAPÍTULO V
(i) Esta obra sirvió para la primera comedia francesa escrita por Cor-
neille, El Mentiroso (Le Menteur). Y en nuestros días, D. Miguel Echega-
ray, trató el mismo asunto en su preciosa comedia El Octavo no mentir.
La Real Academia Española premió un precioso estudio sobre Alarcón,
escrito por D. Luís Fernández Guerra, que es lo mejor y más completo que
se ha escrito hasta la fecha.
— 446 -
Garc. Es verdad
Belt. Luego si vos
obráis afrentosos hechos,
aunque seáis hijo mió,
os infaman en el pueblo,
no importan paternas armas,
no sirven altos abuelos.
¿Qué cosa es que la fama
diga á mis oidos mesmos
que á Salamanca admiraron
vuestras mentiras y enredos?
¡Qué caballero y qué nada!
Si afrenta al noble y plebeyo
sólo el decirle que miente,
decid ¿qué será el hacerlo,
su venganza al homicida,
al robador su remedio,
la fama y la presunción
al que es por la espada inquieto:
todos los vicios, al fin,
El corazón á pedazos?
De mi desden me ha llevado
A este mortal precipicio
— 449 —
Por la senda de mi engaño.
El amor, como deidad,
Mi altivez ha castigado;
Que es niño para las burlas,
Y Dios para los agravios.
Yo quiero, en fin, ya lo dije,
Y á tí te lo he confesado,
A pesar de mi decoro,
Porque tienes en tu mano
El triunfo que yo deseo:
Mira si habiendo pasado
Por la afrenta de decirlo,
Te estará bien el dejarlo.
encubierto me aseguro;
hasta que anoche en mi casa
vi aqueste huésped perjuro,
que en Blanca atrevidamente
los ojos lascivos puso.
Y pensando que eras tú,
al ministerio atento
secreto reservado
al Conde que la estima, y que la adora;
ni jamás ha sabido
que nació noble el que eligió marido.
Mi Blanca, esposa amada,
que divertida entre sencilla gente,
de su jardín traslada
puros jazmines á su blanca frente:
mas ya todo me avisa
que sale Blanca, pues que brota risa.
y derribar esparcidas
tres ó cuatro; y anhelando,
— 454 —
mirar mis perros buscando
las que cayeron heridas,
con mi voz, que los provoca;
perdigarlas en la brasa,
y puestas al asador,
con seis dedos de un pernil,
que á cuatro vueltas, ó tres
J^trA.
1
CAPITULO VI
(i) Imposible sería dar ligera idea de los autores que se han ocupado
de Calderón; apuntaremos los trabajos más recientes: B. de AA., Colección
é Ilustración de Calderón, por el Sr. Hartzembusch; Calderón y su Teatro,
por el Sr. Menéndez Pelayo y Schak, Literatura y arte dramático en Es-
paña.
58
— 458 —
Preciso sería para apreciar como se debe el mérito de
Calderón, estudiar antes el estado de nuestra patria en el
orden social 3' político, y saber á qué altura se encontraba
el arte influido por estos elementos; y como sería tarea lar-
Demonio. Es dicha.
Justina. Es desdicha fiera.
— 463 —
Demonio. ¿Cómo te has de defender
Si te arrastra mi poder?
Justina. Mi defensa en Dios consiste.
Ha
dicho un historiador de la poesía dramática españo-
la (1)que en El Escondido y la Tapada se ostenta el ta-
lento eminente de Calderón "imprimiendo en su acción gi-
ros siempre nuevos, que mantienen el interés, y atraen al
espectador de tal suerte, que por grande que sea su pers-
picacia y su fijeza, apenas puede seguirle: es de las come-
espada desmida.)
D. Diego. Dime, ¿es aqueste, D. Juan,
El criado que buscabas?
D. Juan. No, señor, otro hombre es éste.
Deteneos, caballeros.
Hombre, yo te doy palabra
De ampararte y de valerte,
Si de estas dudas me sacas.
Hombre
Dios me es testigo
Que no he visto hombre que madrugue tanto.
D. Gil
Yo si le he visto.
Hombre
¿Vos? Mucho me espanto.
Mas, quién és, saber quiero.
D.Gil
¡Que no lo echéis de ver! Vos, majadero;
Que si tanto no hubierais madrugado,
Fuera imposible haberme aquí encontrado
Hombre
Tenéis razón. Mas á ir allá ¿qué os mueve?
D. Gil
Hombre
Yo lo veré. Venid; que estoy de prisa.
Naturaleza
«¡Cuan admirable en la tierra
Pesar
No sé, pues la Culpa ciego
Me dejó, y aunque sin tino,
Harto es que con nadie encuentro.
Naturaleza
De aquella dulce armonía
Que con mi esposo gozaba,
Donde con la vida estaba
Y el propio Amor, me desvía
No se que acento veloz.
Que ha mezclado, compasivo,
De sus voces lo festivo
Los DOS
¿Quién va?
Naturaleza
Yo eso he de saber,
¿Quién eres?
Placer
Soy el placer.
Naturaleza
Tú, ¿quién eres?
— 473 —
Pesar
El pesar.
Naturaleza
Los DOS
Naturaleza
¿Quien cegó al Placer?
Placer
La Muerte.
Naturaleza
¿Quien cegó al pesar?
Pesar
La Culpa.
Naturaleza
¿Dónde Muerte y Culpa están?
Placer
Hombre
¡Ay de quien ya no es posible
Merezca ni desmerezca!
Pobre
¡Feliz cuanto padecí,
Amor
A tanto misterio, el propio
Amor, desnudo, confiesa
De sus afectos su culpa.
Culpa
Y la Culpa al vele tiembla.
Vida
La vida á tanto prodigio
Enmendada le venera.
Muerte
Y la muerte, convencida,
Tiembla de otra muerte eterna.
Pesar
El Pesar, vuelto Placer,
De tanto asombro se alegra.
— 475 —
Placer
Y el placer, vuelto Pesar,
Apetito
El Apetito se postra,
Enmendado en sus ofensas.
Naturaleza
Conque queda engrandecida
Toda la Naturaleza.
CAPÍTULO VII
Un castigo aterroriza,
La lástima sentimiento;
De esto nacen los quejosos,
Y los sediciosos desto,
Que es atributo de Dios
La justicia, con que es cierto,
Refrenara su ardimiento.
CAPITULO VIII
(i) Hemos dicho más arriba que do tiene explicación el silencio que so-
bre las obras del P. La Puente guardan algunos historiadores de la literatu-
ra, y volviendo por los fueros de la justicia, debemos rectificar esa afirma-
ción, pues don losé Fernández Espino, en el Curso histórico crítico de la li-
teratura española, le dedica una parte del Cap. XXIX, lamentando, como la-
mentamos nosotros, que las obras de tan insigne escritor no hayan sido in-
cluidas en la Biblioteca de Autores Españoles.
(2) El Sr. Fernández Espino, en su ya citada obra, refiere apropósito
del mérito singular del Tesoro escondido en las enfermedades y trabajos, lo
ocurrido al célebre Sr. Lista. Parece ser que le leía su confesor en los últi-
mos días de su enfermedad la exposición del libro de Job, del maestro León,
é inclinándolo, no á poner los ojos en Dios, sino á la controversia sobre
el mayor ó menor acierto del autor en esta obra, trocó su lectura por la
del P. Luís de la Puente, y desde entonces se serenó su espíritu y le llevó á
la contemplación de la eternidad, dándole paciencia y conformidad en el mal
que Dios le había dado.
— 487 —
continuó el P. Pinto Ramírez, y la Vida del P. Baltasar
Alvares.
Miembro de la Compañía de Jesús, contemporáneo del
P. Luís de la Puente, es el P. Luís de la Palma, autor de la
Historia de la Pasión de Cristo, obra de carácter históri-
co-místico, de gran valor por su fondo y forma, donde se
vé al teólogo y pensador profundo, al hombre erudito y al
artista hábil, pintor de cuadros patéticos. No es como se ha
creído la Historia de la Pasión, obra destinada únicamente
para teólogos, que bajo el punto de vista literario son muy
recomendables la sencillez y claridad de estilo y lenguaje, y
lo bien pensado de su plan y método, por lo que puede
apreciarse su mérito por toda clase de lectores.
Más
notable es el Camino Espiritual, de la manera
que enseña el bienaventurado S. Ignacio de Loyola com-
lo
puesto por el P. Luís de la Palma, que ofrece la particula-
ridad de estar escrito en castellano tan correcto y despro-
visto de arcaísmos, que parece salido de la pluma de uno
de los mejores prosistas de nuestros tiempos, pues no cree-
mos que tenga que envidiar nada el siguiente párrafo, to-
mado del Cap. V del Libro I, de los cinco en que dividió su
obra. Habla en él de la muchedumbre de las virtudes inó-
rales, donde refiriéndose á la fortaleza que acompaña siem-
pre á las otras virtudes para emprender cosas arduas y di-
fíciles, dice:
que no sea de corazón esforzado y varonil. Y si estos males duran por mucho
tiempo, y el remedio se dilata; así como se añade nueva dificultad por la
largueza del tiempo, así es menester nueva virtud que alargue el ánimo y le
armado con la virtud de la fortaleza, así para sufrir las cosas adversas, como
para emprender las dificultosas.
— 488 -
Y como se habrá podido observar, además de estar es-
crito en correcto castellano moderno, contiene altos princi-
pios de psicología y ética.
Como político y escritor enérgico y conciso, merece
un lugar distinguido en la historia literaria, el caballero de
la Orden de Santiago D. Diego de Saavedra Fajardo. Xa-
ció en Algezares, pueblo de la provincia de Murcia, el 6 de
Mayo de 1584, de padres nobles y bien acomodados, y ape-
nas cumplió quince años, pasó á la Universidad de Sala-
manca á estudiar jurisprudencia, teología y cánones. No
se sabe á punto lijo si llegó á recibir órdenes mayores,
pero sí que obtuvo beneficios y dignidades eclesiásticas.
Siguió al cardenal Borja á Roma y allí desempeñó la agen-
cia de preces por España; viajó mucho por Alemania y los
Países Bajos, quizá desempeñando altas comisiones que le
confió Felipe IV, de quien fué embajador en Xápoles, Vie-
na, Baviera y Yenecia, y su ministro plenipotenciario en
las conferencias de Westfalia, de donde data su interven-
ción en los asuntos de la alta política, y, por último, en
Madrid, desempeñó una plaza de Consejero en el Supremo
de Indias, y el cargo diplomático de introductor de emba-
jadores. Murió en Madrid el 24 de Agosto de 1648, en el
olas del uno creciesen mas y pasasen por encima, borrarían la jurisdicción de
su terreno, y dejaría de ser istmo.
porque ó había de ser señor el Papa de toda Italia, ó otro. — Si el Papa, fácil-
pas; hecho á las artes de la paz y del sosiego eclesiástico, ocupado en los ne-
gocios espirituales, cercado de sobrinos y parientes, que, cuando no aspirasen
á hacer sucesión en ellos los estados, los dividiría con investiduras; fuera de
que conviniendo á la cristiandad que los Papas sean padres comunes, sin di-
sensiones con los príncipes, las tendrian perpetuas contra las dos coronas; las
cuales, por los derechos que cada una pretende sobre Milán, Ñapóles y Sici-
ría los varios instintos é inclinaciones de los animales. Las de los reyes de-
cía que se infundían en cuerpos de leones, que pareee que velan y están
dormidos; las de los príncipes en elefantes, de donde nacía en aquellos ani-
males su vanidad y tolerancia por cualquier título ó apaiiencia de grandeza;
las de los jueces en perros, que muerden á los pobres y alhagan á los ricos;
las de los descorteses en alces, que no doblan la rodilla; la de los poelas en
osos, que se sustentan del humor de sus niñas. Oía yo con gusto este discur-
so; pero un malicioso arrojó en el corro unas habas, y corrido Pitágoras,
cubriendo con el palio la cabeza, se entró dentro de la tienda, dejándonos
dudosos de aquel resentimiento; y haciendo varios juicios sobre la causa que
le había movido á prohibir aquella legumbre, unos decían que habia querido
persuadir la honestidad por la haba, figura de la lascivia; otros que habia
persuadido la rectitud en votar, porque votaban antiguamente por habas.
Lo que yo mas ponderé fué cuan fácilmente los que más se precian de en-
tendidos y sabios se atajan y corren por cualquier cosa, como gente sober-
bia y que ligeramente teme perder aquella opinión que los demás tienen
dellos.
Al Rev
Señor: Entre las demás caitas con que V. M. ha favorecido á esta su in-
digna sierva, con ésta ha recibido singular consuelo mi alma, á causa de ver
á V. M. en tan devota y santa peiegrinación como visitar los sepulcros de
las mayores grandezas del mundo que, vistas en ellos, enseñan sin engaño,
aseguran sin riesgo y guian sin peligro á la verdad. No me maravillo que los
deseos y afectos de V. M. estén hoy muy fervorosos; que de los desfalleci-
mismo y obrar al gusto de Dios: crea V. M., Señor mió, que es poderosísi-
ma la gracia y con ella idónea la criatura humana para obrar magníficamen-
te; que el Altísimo no la negará es cierto. Procúrela V. M., pues la disposi-
ción más inmediata para la salvación y la gloria es la gracia; y tanto más
segura se levanta la esperanza á Dios para alcanzarla, cuanto padece por El
mayores trabajos; que no se coge el gozo de la retribución eterna si primero
en el mundo no se obra con tribulación. Por esto dijo David: <iQuien siem-
bra con lágrimas, cogerá con alegría.» Y no hay trabajo que no se haga leve
cuando se mira la corona y triunfo, pues la esperanza del premio es alivio
del tormento.
Yo obedeceré á V. M. en lo que me manda de que clame al Todopode-
roso por V. M.; no sé qué tenga que ofrecer que toda estoy sacrificada á tra-
bajar por la salvación de V. M. y los aumentos y paz de esta Corona. Su-
plicaré al Señor que encamine las prevenciones que se hacen para la campa-
ña futura almayor acierto, victoria y alivio de V. M.
En la Concepción Descalza de Agreda á 13 de Noviembre 164S.
CAPITULO IX
CAPÍTULO XXXIV
Los pocos que quedaron en Galípoli Jan barreno á todos los navios de
su armada.
lebrados en la memoria de los hombres por los mas ilustres que el valor hu-
mano pudo emprender. Agatoeles, rey de Sicilia, pasó con una armada el
África contra los cartagineses. Echada su gente en tierra, echó á fondo sus
navios, con que forzosamente hubo de vencer ó morir; pero este tenia mas
confianza y razón de vencer, porque llevaba consigo treinta mil hombres y la
guerra solamente contra Cartago. Los catalanes se hallaron pocos, lejos de
sa patria, y la guerra contra todas las naciones del Oriente. Superior á la
mayor alabanza fué la determinación de Cortes; por que ¿quién pudo en
ignotas provincias, distando inmenso espacio de su patria, echar á fondo sus
navios y escoger una muerte casi cierta por una vitoria imposible, sino un
varón á quien Dios con admirable providencia permitió que fuese el que á
su verdadero culto redujese la mayor parte de la tierra? No quiero hacer jui-
cio si éste ó el de los catalanes fué mayor hecho, porque pienso que son en-
trambos tan grandes, que fuera hacelles notable injuria si para preferir al
uno buscáramos en el otro alguna parte menos ilustre por donde le pudié-
ramos juzgar por inferior. Españoles fueron todos los que lo emprendieron;
sea común la gloria.
Y hablando de
unión entre todos, que hoy llamaría-
la
mos provincialismo, ponderando la que siempre han tenido
los catalanes, añade esta oportuna reflexión:
Pero antes que pasemos adelante, será bien que digamos quien era Iler-
nau-Cortes, y por cuántos rodeos vino á ser de su valor y de su entendi-
miento aquella grande obra de la conquista de Nueva-Eípaña, que puso en
sus manos la felicidad de su destino: llamamos destino, hablando cristiana-
mente, aquella soberana y altísima disposición de la primera causa, que de-
ja obrar á las segundas como dependientes suyas y medianeras de la natura-
leza, en orden á que suceda con la elección del hombre lo que permite ó lo
que ordena Dios. Nació en Medellin. villa de Extteinadura, hijo de Martin
Cortes de Monroy y doña Catalina Pizarro Altamirano, cuyos apellidos, no
solo dicen, sino encarecen lo ilustre- de su sangre. Dióse á las letras en su
primera edad y cursó en Salamanca dos años, que le bastaron para conocer
que iba contra su natural, y que no convenía con la viveza de su espíritu
aquella diligencia perezosa de los estudios. Volvió á su casa resuelto á seguir
la guerra, y sus padres le encaminaron á la de Italia, que entonces era la de
mas pundonor, por estar calificada con el nombre del Gran Capitán; pero al
> í ím 1 1 i miíTmnim ím níiiiin u) 1 1 1 1 1 ííííil iín 1 1 1 1 m i íiíi'niníTiin íun i mil i íí uilliuj i f uYi i uní i t i 5
CAPITULO X
(i) Se publicó en Medina del Campo en 1605 con esta portada: Libro
de entretenimiento de la picara justicia, en el cual, debajo de graciosos dis-
cursos se encuentran provechosos avisos. Al final de cada número verás un
discurso que te muestra como te has de aprovechar de esta lectura para huir
— 506 —
con el supuesto nombre del Licenciado Francisco López
de Ubeda, siendo en realidad su autor el religioso domini-
co Fr. Andrés Pérez, historiador y notable orador sagra-
do. El respeto á su hábito le hizo ocultar su verdadero
nombre, pues á lo que se cree, escrita esta novela durante
su vida estudiantil, creyó podía ser útil á la juventud, aña-
diendo á la narración novelesca, consejos y reflexiones de
carácter moral. Era Fr. Andrés Pérez, hombre de rica
imaginación, de algún ingenio y gracia y muy conocedor
de cuantos libros de aventuras truhanescas se habían pu-
blicado. La vida de la Pícara Montañesa llamada Justicia,
le ofrece ocasión para presentar cuadros de la vida con-
temporánea, pero no supo imitar á sus modelos, y el len-
guaje es pesado, fatiga su estilo al lector y no aviva la
curiosidad; no obstante, el libro tuvo gran éxito y se tradu-
jo al francés y al italiano.
El siguiente capítulo de la segunda parte, de las tres
en que está dividido el libro, que á continuación transcri-
bimos, dará idea de la disposición de la obra y servirá
para conocer la intención satírica del autor; siendo natu-
ral de León, satiriza con alguna gracia las costumbres y
estado de su pueblo en aquella época.
DE LA ENTRADA EN LEÓN
de los engaños que hoy día se usan. Es juntamente arte poética que contiene
cincuenta y una diferencia de versos hasta hoy nunca recopilados, cuyo nom-
bre y números están en la página siguiente, compuesto por el Licenciado
Francisco López de Ubeda, natural de Toledo.
— 507 -
Yo entré por mi León por la puente que llaman del Castro, que es una
gentil antigualla de guijarro pelado, mal hecha, pero bien alabada, porque
los leoneses ¡a han bautizado por una de las cinco maravillas; casi yo tenía
creido que era semejante á la Segobiana; que hizo Hércules, ó el diablo por
él, según dicen los niños., ó Trajano, el que hizo la de Alcántara, de quien
dijo el otro al rey Felipe II que mirase su majestad muy bien el ojo de me-
dio, ó como la que hizo de media legua de largo Herodes, el que reedificó
el templo;'pero con licencia de los señores leoneses, mas gesto tiene de caba-
llete de tejado que de puente pasajero. Dolor de la puente de Villarete, que
está junto á mi pueblo, que si no tuviera en medio un tirabraguero de ma-
dera, á causa de haberse quebrado por la parte mas necesaria y de mas co-
rriente, pudiera hablar donde hubiera puentes, aunque fueran los de Nava-
rra, de quien dice el refrán de aquella tierra: Puentes y fuentes, Camarra y
Campanas: Estella la bella, Pamplona la bona: Ülite y Tafalla, la flor de
Navarra, y sobre todo puentes y aguas. Junto á este puente por do entré está
el arrabal de Santa Ana, que si, como iba á ver fiestas, fuera á buscar la
muerte cibil, yo escogiera el ir por allí á buscarla, como el otro que escogió
morir sangrado de los tobillos. Necio, mejor fuera escoger que le llevaran á
á morir cien mil leguas de su lugar ó que León y en-
le dejaran ir á morir á
trar por el puente del Castro y arrabal de Santa Ana, que con este medio
tuviera esperanza de que en el Ínterin pudiera apelar setenta veces y tener
despacho. Va quiso Dios que aporté á la ermita de San Lázaro; quise entrar
á hacer oración, mas vi unos altarcitos, y en ellos unos santitos tan mal ata-
viados, que me quitaron la devoción, y yo habia menester poco. A la puerta
de San Lázaro vi tañer unas tabletas, no de botica, que á serlo fuera mas á
cuento para remedio de mi cansancio, mas no se me hizo creíble que la er-
mita de San Lázaro fuese como el templo de la diosa Céres, que tenia siempre
á la puerta pan caliente
APROVECHAMIENTO
La persona que una vez pierde el respeto á Dios, mira con desprecio
las cosas santas y no santas, las honrosas y las que no lo son tanto, y de aquí
tedra, pero que, dejado aparte el no ser igual á sus méritos, era un hom-
bre que jugaba y había echado á mal el tiempo que había de gastar en
sus estudios. El día siguiente leyó el último opositor, y acabada su lición,
me á mí, que soy su hermano, pues tuvimos un mismo padre, de donde sali-
mos todos los hombies del mundo; en lo demás, si he jugado ó juego, tiene
razón su merced que sé jugar; y así, suplico á Uds. que los que no saben jugar
no voten por mí, y los que han jugado ó juegan me hagan merced de favore-
cerme. Cayóles tan en gracia el dicho á los que le oyeron que sin faltar un
voto le dieron la cátedra. Así que, señores los que no gustan de oir come-
dias, los que tienen algún escrúpulo en escuchar algunas licenciosas razones,
y sienten retraerse de su recogimiento y virtud cuando van á oirías, no las
vean; que justo es apartarse de lo que les es dañoso y buscar lo bueno, que
es máxima del filósofo que ninguna cosa en razón de mala, se ha de apetecer
y buscar; cuanto más que comedias se representan que se pueden oir derro-
dillas como tina de S. Francisco, de la Concepción y de otros muchos san-
Ciclo II.
—Tercer Periodo
CAPÍTULO PRIMERO
ñor don Felipe Quinto (Dios le guarde) que se sirviese de dar licencia de se
pudiese formar este congreso, á que debía preceder su Real beneplácito.
Concedióle su Majestad con la mayor dignación, manifestando haber tenido
antes ánimo de resolver lo mismo que entonces le proponía el Marques. Con
tan soberano apoyo se discurrió en convocar personas que compusiesen este
cuerpo, que (según lo referido) tuvo primero alma que diese vida, que ma-
terial sujeto en quien infundirle. Solicitó el Marques á algunos, que sirvie-
sen de primer materia á esta composición: y su grandeza, autoridad y respe-
to hallaron quien se ofreciese al trabajo, por honra propia, y lustre de la
Patria, sin reparar en asunto tan arduo como el que se proponía, ni en lo
difícil que es unir voluntades diversas, y entendimientos distintos á una idea
misma: porque á todos los conformó únicamente el deseo de hacer lo mejor y
la gloria de tener parte en empresa tan basta, que cada uno conocía y con-
fesaba no ser bastante su esfuerzo para sostenerla. Los primeros que concu-
rrieron con el Marques á formar las Juntas, hasta la del día tres de Agosto
del mismo año de 1 713, que fué la primera que se puso por escrito en el li-
bro de acuerdos, y son los que se deben tener por fundadores, fueron:
El Doctor Don Juan de Ferreras, cura propio de la Parroquial de San
Andrés de esta Villa, Examinador Synodal de este Arzobispado, Teólogo de
la Nunciatura, Calificador del Supremo Consejo de Inquisición, y su visita-
dor de Librerías, hoy Bibliotecario mayor de su Majestad.
Don Gabriel Alvarez de Toledo y Pellicer, Caballero del orden de Al-
cántara, Secretario del Rey nuestro señor, Oficial de la Secretaria de Esta-
do, y primer Bibliotecario de su Majestad, el cual falleció el 17 de Enero
del año de 1714-
Don Andrés González de Barcia; hoy del Consejo de su Majestad en el
Supremo de Guerra.
- 515 —
crítica y abundante doctrina publicó la preciosa colección
de Poesías anteriores al siglo XV.
Como poetas líricos deben citarse en los comienzos
del siglo xvn á D. Eugenio Gerardo Lobo, natural de Cuer-
va, pueblo de la provincia de Toledo, donde nació en 1679.
Siguió la carrera de las armas y llegó á la alta gerarquía
de Teniente General; muy estimado al principio por sus
contemporáneos, fué zaherido después por los partidarios
de la escuela francesa. Escribió sonetos, silvas, romances,
fragmentos de poemas épicos
villancicos, letrillas y hasta
recorriendo desde género religioso hasta la sátira. En
el
general puede decirse que valen poco la mayor parte de
sus composiciones, las mejores son las satíricas, y entre
ellas las dos que á continuación insertamos:
El jacinto y el rubí;
Celemines de diamantes!
Y si salieran errantes
Va pidiendo perfecciones,
Al pincel de los deseos,
Y no reconoce empleos,
Que en parte puedan, ó en todo,
La gracia fingir, ó el modo,
De prendas tan singulares,
Deposita en tus altares
Esas reliquias de lodo
Quien aspira solamente
A lograr en tu memoria,
Con oblación transitoria
A salvaguardia convida
Todo el ejército fuerte
A la caza combatida,
Y en cada tiro de muerte
Le dan una fé de vida.
Asestando los cañones
A ganapierde disparan
— 519 —
Pacíficas municiones,
Ya le apunta, ya dispara;
Dio fuego, mas no dio luz.
El cabritillo travieso
Como en cólera le vio
FÁBULA ÉPICA
En la entrada pública hecha por el señor don Fernando VI en Madrid,
á i o de Octubre de 1746.
UN CURRUTACO EN 1770
Octavas
O cercano ó distante,
— 531 —
Le miro siempre como hermano mió,
Recibiendo en mi seno,
Al malo con piedad, con gusto al bueno.
EL MURCIÉLAGO ALEVOSO
¡Y te llamen maldito!
Y creyéndote al fin del diablo imagen,
Te abominen, te escupan y te ultrajen.
Y se burlen contigo,
Y en él te depositen,
Y allí te den debida sepultura;
Y para hacer eterna tu memoria,
Compendiada tu historia
Pongan en una losa duradera,
Cuya letra dirá de esta manera:
EPITAFIO
Parad, airecillos,
No inquietos voléis,
Que en plácido sueño
Reposa mi bien.
Parad, y de rosas
Tejedrne un dosel,
Do del sol se guarde
La flor del Zurguen.
Parad, airecillos,
Parad, y veréis
Aquella que ciego
De amor os canté:
ANACREÓNTICA XVI
En tanto que fui niño
No supe de trabajos,
Ni e! pago que dar suelen
La edad y el desengaño.
Burlábame, ignorante,
De ver á un cuerdo anciano,
Hecho un niño en sus risas,
Con el tazón de Baco;
Mas luego que he sabido
Del mundo los engaños
Que dan al que es mas bueno
Pesares mas amargos,
Tú ¡ohBaco! me engañaste
El modo de hacer gratos
Los tragos que dá el mundo,
EPIGRAMA LXXIV
'®$&*f'W¡ñ
CAPÍTULO III
—
ESCRITORES POLÍGRAFOS. D. JUAN PABLO FORNER.— TOVELLA-
NOS.— — —
EL P. FEYJÓO. EL P. ISLA. D. LEANDRO FERNÁNDEZ
—
DE MORATÍN. D. MANUEL JOSÉ QUINTANA.
(i) Es tan notable el informe á que nos referimos que aún hoy serían de
provechosa aplicación muchas de sus consideraciones y advertencias; lo publicó
íntegro en la Memoria histórica de la Universidad de Salamanca, D. Alejan-
dro Vidal y Díaz.
No podemos resistir la tentación de copiar algún párrafo, y como tiene
alguna actualidad la cuestión suscitada recientemente sobre la inutilidad de
los estudios filosóficos, vamos á copiar el que se refiere á li filosofía, página
339 de la cilada Memoria.
«•La filosofía es, digámoslo así, el auxilio universal con que se prepara
el entendimiento para que en el ejercicio de la vida, en las profesiones prác-
ticas, sepa el hombre discernir lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo ma-
lo, lo útil de lo pernicioso. Tales son los frutos que promete el estudio de
esta ciencia, y no á otro intento se debe enderezar el sistema de sus doctrinas.
A todo hombre es importante poseer un arte que le enseñe á hallar la ver-
dad y á conocer el error. A todo hombre es no solo importante, sino necesa-
rio poseer una ciencia, que poniéndole á la vista las funciones y destino de
su naturaleza racional, le muestre las obligaciones á que nace, ya con respec-
to á sí, ya con respecto á los demás de su misma especie. A todo hombre es
muy útil conocer los seres del Universo en que vive para sacar de ellos la uti-
lidad á que alcance su industria; porque al fin nadie puede existir en la tie-
rra sin hacer uso de las cosas que contiene; y será tanto mayor su comodi-
dad en ella, cuanto ensanche más este uso, lo dilate y multiplique á fuerza
de experiencias y combinaciones industriosas.
«Esta filosofía es necesaria al Teólogo, al Canonista, al Jurista, al Médi-
co, al Político, al Economista; en una palabra, á todos los profesores de las
ciencias y artes prácticos, teniendo todas por objeto la verdad, la bondad y la
utilidad de las materias que trata, y carecerán de sus principales cimientos
— 5-13 —
Como crítico, son muy apreciables sus trabajos sobre
Luís Vives, Raimundo Lulio y Melchor Cano.
Uno de los hombres que más influyeron en el movi-
miento intelectual de nuestra patria, fué D. Gaspar Mel-
chor de Jovellanos, y de sus obras ha de ser muy imper-
fecta la relación, teniendo en cuenta la altísima figura de
Jovellanos y el gran número de sus escritos. Nació Jove-
llanos en Gijón, en 1744, de familia acomodada; estudió
filosofía y leyes en Oviedo, Avila, Alcalá de Henares y
Madrid, y fueron sus propósitos seguir la carrera eclesiás-
tica, que abandonó por la magistratura, en la que desem-
peñó elevados cargos, llegando hasta ministro de Gracia y
Justicia, sufriendo persecuciones y destierros en las revuel-
tas é intrigas de la corte de Carlos IV figurando como uno
7
",
o
(i) Historia de Las Ideas estéticas en España, t. 3°, volúmeu I ,
pági-
na 159.
69
— 546 —
y de vis cómica del siglo xvur. La proscripción de la Com-
pañía le llevó á Italia, estableciéndose en Bolonia, donde
murió en 1781. Indignado por el atraso en que se encontra-
ba la oratoria sagrada, se propuso, no solo con el ejemplo,
sino con la más fina sátira, corregir á los predicadores de
su época, á cuyo fin escribió el Frax Gerundio de Campu-
sas; este con gran chiste y donaire, obtuvo
libro, escrito
mucho éxito,alcanzando el fin que se proponía su autor,
no sin que fuera objeto de grandes censuras y apasionadas
polémicas. Escribió además La Juventud triunfante, que
es una descripción en prosa y verso de las fiestas celebradas
en Salamanca con motivo de la canonización de San Luís
Gonzaga y San Estanislao de Koska, El dia grande de Na-
varra, las Cartas de Juan de la Encina, sátira contra un
libro escrito por un cirujano de Segovia que tituló Método
racional de curar S(d)aíwncs, una obra de carácter mís-
tico, titulada Fidelísimo cristiano, ochenta y siete sermo-
nes y las cartas familiares dirigidas á su hermana, verda-
deros modelos del género epistolar. Además publicó un
Compendio de la Historia de España, El Año cristiano y
la traducción del Gil Blas de Santillana.
Es Moratín uno de los escritores más insignes del si-
glo xvni, al que se debe la verdadera reforma del leatro
moderno; hijo de D. Xicolás, nació en Madrid en 1737 y
en el Real sitio de S. Ildefonso cursó los primeros rudimen-
tos de la enseñanza, pasando después al colegio de jesuítas
de Calatayud y más tarde á Yalladolid, donde estudió le-
yes, carrera que nunca ejerció, porque mostró decidida afi-
ción al cultivo de las letras. Los sucesos de la irrupción
francesa en España causaron gran perturbación en su vida,
obligándole á emigrar al extranjero, muriendo en París el
21 de Junio de 1828.
Bajo tres aspectos puede considerarse á Moratín, como
escritor,como poeta lírico, como crítico y como poeta dra-
mático. La perfección y el atildamiento, son los caracteres
de todas sus obras, distinguiéndose entre sus poesías las
anacreónticas, los romances, las silvas y las sátiras. De
sus obras dramáticas debemos citar las traducciones de
Moliere y Shakespeare. De propósito hemos dejado de
— 547 —
mencionar las que tienen verdadero mérito, como son,
El Viejo y la niña, El Barón, La Mogigata, El Sí de
las niñas y La Comedia nueva ó El Café. Esta última, es
una inventiva contra los malos poetas y los vicios que
afeaban al teatro de su tiempo. Como crítico, merece el
primer lugar su grande obra sobre Los Orígenes del tea-
tro español, trabajo de excelente crítica, de inmensa la-
bor, y base fundamental de cuantos estudios se han em-
prendido después sobre el arte dramático español. Sus tres
discursos sobre los desengaños del teatro español, han da-
do motivo para creerle enemigo del teatro clásico, lo que no
es cierto como lo demuestran multitud de pasajes de sus
obras y sobre todo la Historia de los orígenes del teatro es-
pañol.
Las cartas de Moratín recientemente publicadas por
la Biblioteca Nacional, contienen curiosísimas observacio-
nes sobre la poesía dramática; las puramente familiares,
retratan perfectamente á este escritor y completan el estu-
dio de su vida y opiniones sobre hechos y acontecimientos
de su época.
Con la misma brevedad é imperfectos datos y juicio
nos vamos á ocupar de uno de los más grandes literatos
que enlazan la poesía del siglo xvm con la del xix. D. Ma-
nuel José Quintana, nació en Madrid en 1772, estudió en
Córdoba y luego en Salamanca, donde terminó la carrera
de leyes; sus ideas y significación política le acarrearon
persecuciones y destierros desde 1814 á 1820, ocupando
después altísimos puestos en la administración y el alto
cargo de ayo de D a Isabel II, y finalmente mereció la sin-
gular honra, antes no concedida á ningún poeta en España,
de ser coronado en 1835, ante la corte y la nobleza, murien-
do en 1857.
Quintana fué poeta lírico, trágico, historiador, crítico
y escritor público; como poeta lírico, le juzga así un crítico
de nuestros tiempo (1): "No tiene más rival que Fr. Luís
so — El Arcipreste de Hita. — F
xi. de cantares.
del libro los
la doctrina — La Danza
cristiana. de Muerte. ...
eral la 53
Capitulo VI. — La Historia. — Crónicas de Sánchez de Tobar.
Don Pedro López de Ayala, historiador y poeta. — La Novela.
Narraciones y cuentos caballerescos, originales y traducidos.
Amadis de Gaula 63
Silvestre. . 166
Capitulo — Las Escuelas Poéticas. — Escuela Salmantina. — Fray
III.
Castellano-Portuguesa. —
Poetas afiliados á la Escuela Granadina,
Vicente Espinel, Luis Barahona. — Desarrollo literario de la re-
gión valenciana. — Francisco y Cosme de Aldana. — Gil Polo.
Estrechas relaciones literarias entre España y Portugal.'— Saá de
—
tro. — Pérez de Montalvan.-— Mira de Amescua.
Miguel Sánchez.
— Luís Vélez de Guevara 417
Capitulo V. —Tirso de Molina. — Dotes características de este escii-
tinguidos , . 485
Capitulo IX. — La Historia en el tercer periodo del segundo Ciclo.
— La expedición de catalanes y aragoneses de Moneada. — Don
Francisco Manuel de Meló. — Obras históricas de D. Carlos Co-
loma y Antonio de Solís. — La Historia de carácter religioso y
sus representantes 495
Capitulo X.- La novela en la segunda mitad del siglo xvn. — La
picara Justina. — Novelas del Dr. Gerónimo de Alcalá y Yáñez y
de D. Alfonso de Castillo y Solórzano. —
Novela satírica. No- —
velas de varias clases de Alonso Gerónimo de Salas Barbadillo.
Colección de novelas cortas y cuentos S°4
Páginas
Página
V
Mm
r%<
V/P
UNIVERSITY OF TOROHTO
LIBRARY O
O isa
U
&
P»
Do not P.
KD
i»
31
O
remove H
P»
o
H
the card p
P-
from this
Pocket.
3
Oí
*"•< :^/-.ÍÍ^
9l¿'+¿ f,
»
.;
-.r
r •••!