Las Cruzadas y Reconquista Española
Las Cruzadas y Reconquista Española
Las Cruzadas y Reconquista Española
La reconquista
española 39
El rey va tan desmayado
que sentido no tenía ......
Iba tan tinto de sangre
que una brasa parecía......
“Ayer era rey de España,
hoy no lo soy de una villa”.
Ayer, villas y castillos;
hoy, ninguno poseía.
Romance de don Rodrigo
En el 711 las huestes musulmanas cruzaron el estrecho de Gibraltar, y emprendieron la
conquista del reino visigodo. En unos pocos años se hicieron dueños de toda la Península
Ibérica, excepto los más remotos rincones de Galicia y Asturias, que no fueron
conquistados, no porque los musulmanes nopudieran hacerlo o porque hubiera en ellos
fuertes núcleos de resistencia, sino porque el reino de los francos, allende los Pirineos, era
más apetecible. Cuando los invasores fueron derrotados por Carlos Martel en el 732, su
primer ímpetu conquistador había pasado, y por tanto los pequeños centros cristianos del
norte del país pudieron conservar su independencia. Fue de aquellos núcleos que partió la
reconquista del sector occidental del país, mientras que la de las zonas orientales tuvo lugar
con el apoyo de los francos.
Los primeros siglos
Aunque la leyenda posterior ha hecho aparecer los ocho siglos que transcurrieron entre
la caída del reino visigodo y la toma de Granada como una constante guerra santa contra el
moro, la realidad histórica es otra. Buena parte de la Reconquista no fue sino la expansión
de la creciente población cristiana a tierras casi totalmente despobladas. Los conflictos
armados entre musulmanes y cristianos rara vez parecen haber tenido razones religiosas.
Hubo alianzas frecuentes entre gobernantes moros y cristianos; y en muchos casos tales
alianzas se sellaron mediante el matrimonio. Sólo ocasionalmente tales matrimonios
requerían la conversión de una de las partes. Además, en tierras de moros hubo siempre
buen número de cristianos, a quienes se llamó “mozárabes”. Y de igual modo, según fue
avanzando la reconquista, hubo muchos musulmanes que permanecieron en sus viejas
tierras. Estos musulmanes que vivían en territorios cristianos recibieron el nombre de
“mudéjares”.
Los primeros años de dominación árabe en España fueron turbulentos. La mayor parte
de las tropas que habían invadido el país estaba compuesta de soldados de origen marroquí.
Por esa razón en España el término “moro”vino a ser sinónimo de “musulmán”. Pero por
encima de estos soldados estaba la vieja aristocracia islámica, formada por árabes, sirios y
egipcios. Entre estos diversos grupos existían tensiones cuyo resultado fue la inestabilidad
política. Desde Damasco, los califas se esforzaban por imponer el orden. Pero la distancia y
otras circunstancias condenaban sus esfuerzos al fracaso. A consecuencia del desorden, y
de la escasez económica, fueron muchos los moros que regresaron al Africa.
Tal era la situación cuando se produjo una gran revolución en el mundo islámico. La
vieja dinastía de los omeyas fue derrocada por los abasíes, quienes mataron a casi todos los
omeyas y establecieron su capital en Bagdad. Un sobreviviente de la familia derrocada,
Abderramán, logró escapar de Siria y, tras mil peripecias novelescas, llegó a España. Allí se
aprovechó de laconfusión reinante, y de su ilustre estirpe, para posesionarse del poder y
fundar así el Emirato de Córdoba, independiente del Califato de Bagdad. Fue él quien
comenzó la construcción de la gran mezquita de Córdoba, que es aún hoy uno de los
grandes monumentos arquitectónico de España.En el 929 uno de sus sucesores,
Abderramán III, tomó el título de califa, y fundó así el Califato deCórdoba.
En el entretanto, los cristianos habían consolidado su poder en una faja de territorio al
norte de la Península. El extremo occidental de esa faja constituía el reino de Asturias,
fundado en el 718 por el noble visigodo Pelayo. Fue bajo el reinado de Pelayo cuando tuvo
lugar lo que la tradición llama la “batalla”de Covadonga, que al parecer no fue para los
musulmanes más que una escaramuza fronteriza. En todo caso, a partir de entonces el reino
de Asturias fue expandiéndose hacia el sur y el este. Las fronteras estaban mal definidas, y
repetidamente los moros penetraron en territorio asturiano, llegando a tomar y destruir las
ciudades de Oviedo y León.
Cuando reinaba Alfonso I, yerno de Pelayo, tuvo lugar un hecho de gran importancia
para la historia de España: el"descubrimiento" del sepulcro de Santiago. Al menos, esto dan
a entender cronistas posteriores, pues fue más tarde, en el siglo IX, cuando las
peregrinaciones al sepulcro de Santiago comenzaron a tomar auge. A través de todo el resto
de la Edad Media, sólo Roma y Jerusalén podían rivalizar con Santiago de Compostela
como metas de peregrinación. Esto fue de enorme importancia para aquel pequeño reino de
Asturias, pues la supuesta presencia en él de los restos de Santiago el Apóstol le daba cierta
independencia eclesiástica frente a Toledo. Bajo el régimen visigodo, Toledo había sido la
sede primada de España. Sus arzobispos ejercían autoridad sobre todo el país. Pero ahora
esa ciudad estaba en manos de los musulmanes, y los asturianos no deseaban encontrarse
bajo un arzobispo que a su vez estaba bajo el régimen islámico. Debido en parte al
supuesto sepulcro de Santiago, Asturias llegó a tener su propio arzobispo.
Reyes de Asturias
Pelayo 718–37 Mauregato 783–88
Favila 737–39 Bermudo 788–91
Alfonso 739–57 Alfonso II 791–842
I
Fruela 757–68 Ramiro I 842–50
Aurelio 768–74 Ordoño I 850–66
Silo 774–83 Alfonso III 866–911
Además, las peregrinaciones a Santiago volvieron a unir a España con el resto de
Europa. El constante flujo de peregrinos trajo a la Península la arquitectura, las letras, la
teología y las órdenes monásticas de los países allende los Pirineos. El camino de Santiago,
conocido a veces sencillamente como “El Camino”, fue la arteria que mantuvo vivos a los
pequeños reinos cristianos, que de otro modo habrían quedado aislados del resto de la
cristiandad.
La leyenda posterior está convencida de que la Reconquista pudo llevarse a cabo
gracias a la intenención milagrosa de Santiago. Símbolo de ello es la supuesta batalla de
Clavijo, donde se dice que el apóstol descendió del cielo en brioso corcel, y dirigió a los
cristianos en una gran victoria sobre los moros. De ahí el nombre de “Santiago
Matamoros”. Todo esto no es más que fábula pía. Pero lo que sí es cierto es que las
peregrinaciones a Compostela, adonde acudían devotos de los más remotos rincones de
Europa, fueron uno de los principales factores que dieron origen a la España de hoy.
La expansión del reino de Asturias fue tal que García I, hijo y sucesor de Alfonso III, se
trasladó a León. A partir de entonces lo que es hoy Galicia, Asturias, León y parte de
Castilla perteneció a este nuevo reino de León, cuyos soberanos pronto tomaron el título de
“emperadores”, encontra posición al título igualmente universal de “califas”, tomado por
Abderramán III y sus sucesores.
La zona de Castilla recibía ese nombre por los muchos castillos que en ella fue
necesario construir. Se trataba de una región fronteriza y escasamente poblada. Para
asegurar su posesión, los reyes de León facilitaron la construcción en ella de castillos, y
estimularon la migración hacia ella al otorgar “fueros” o derechos especiales a quienes se
establecieran allí.
El resultado fue que pronto los castellanos comenzaron a mostrar su espíritu insumiso.
Bajo Fernán González, personaje histórico a quien la leyenda ha atribuido toda suerte de
hechos, el condado de Castilla se hizo independiente. Aun cuando no cabe duda de que
Fernán González fue un gran personaje, y el fundador de la grandeza posterior de Castilla,
sus principales luchas no fueron contra los moros, sino contra los soberanos de León y de
Navarra. Una vez más, el proceso de reconquista no se basó sobre un gran sentimiento de
que el gran enemigo era el poderío islámico, sino sobre la fuerza expansiva del condado de
Castilla.
Mientras todo esto sucedía en Asturias, León y Castilla, otro reino cristiano había
aparecido más al este, el de Navarra. Al principio, no hubo allí más que otro foco de
resistencia contra el invasor musulmán, y por ello la historia de aquellos primeros años
resulta incierta. Pero a principios del siglo X, con Sancho I, el reino de Navarra aparece en
la historia de España como una region que, sin lograr conquistar grandes territorios de los
moros, se vuelve sin embargo una potencia debido a toda una compleja serie de enlaces
matrimoniales, al contacto con los francos, y a sus armas, que se imponen sobre otros
territorios cristianos. En el año 1000 subió al trono de Navarra Sancho III el Mayor, quien
logró reunir bajo su gobierno, además, Castilla, Aragón, y varios otros territorios que antes
habían pertenecido a los francos. A su muerte, Navarra, Castilla y Aragón se dividieron
entre tres desus hijos, cada uno con el título de rey. Fue así cómo los condados de Aragón y
Castilla pasaron a ser reinos.
REYES DE LEON REYES DE CASTILLA
García I 911–14 Fernán González 930–970
Ordoño II 914–24 Gárcía Fernández 970–95
Fruela II 924–25 Sancho García 995–1017
Alfonso 925 García Sánchez 1017–29
Fróilaz
Alfonso IV 925–31 Mayor 1029–35
Ramiro II 931–51 Fernando I, 1035–65
rey de Castilla
Ordoño II 951–56
Sancho I 956–58
Ordoño IV 958–60
Sancho I 958–66
Ramiro III 966–84
Bermudo 1028–37
III
Fernando I 1037–67
Rey de
Castilla
desde 1035
Pronto Fernando, el rey de Castilla, se adueñó también de León (1037), y después le
declaró la guerra a su hermano García, quien gobernaba en Navarra. Este murió en el
campo de batalla, y su reino se declaró vasallo de Fernando.
Luego, por primera vez todos los territorios cristianos desde Galicia hasta los Pirineos
se encontraban unidos. Más al este, en Aragón, reinaba el hermano de Fernando, Ramiro. Y
todavía más al este, hacia la costa del Mediterráneo, se encontraban varios condados de
origen franco, de los cuales el más importante era el de Barcelona. Fue entonces cuando la
Reconquista cobró nuevas fuerzas.
La reconquista después de la muerte de Almanzor
Desde el 711 hasta el 1002, los musulmanes constituyeron el principal poder en la
Península Ibérica. Unidos bajo la dirección de Abderramán I, habían logrado establecerse
en los mejores territorios del país, y allí habían desarrollado una civilización y una
economía florecientes. Aunque las luchas dinásticas siempre continuaron, tales luchas no
debilitaron al califato hasta tal punto que los cristianos pudieran apoderarse de sus
territorios. Las aparentes conquistas hasta principios del siglo XI fueron mayormente tierras
escasamente pobladas, a las cuales los moros no daban mayor importancia. En otros casos,
como en la región de Cataluña, fue el poderío franco, y no los descendientes de los antiguos
visigodos, lo que obligó a los moros a replegarse. Pero hacia fines del siglo X la situación
comenzaba a cambiar. Las dificultades dinásticas entre los moros empeoraban, mientras
que los cristianos comenzaban a reunirse bajo el mando de reyes tales como Sancho III de
Navarra y su hijo Fernando I de Leóny Castilla. Por un tiempo el ministro Almanzor, sin
tomar el título de califa, rigió los destinos del califato, y dirigió varias campañas que
causaron gran desasosiego entrelos cristianos. En el 997, por ejemplo, sus ejércitos
saquearon a Santiago de Compostela. Y sus tropas participaron en las diversas guerras que
los cristianos llevaban a cabo entre sí.
A la muerte de Almanzor, en el 1002, la situación cambió radicalmente. El califato se
deshizo. Los moros, cansados de la dominación árabe, dividieron sus territorios en una
multitud de estados independientes, los llamados “reinos de taifas”(de una palabra árabe
que quiere decir “grupo” o"facción"). Al mismo tiempo, primero bajo Sancho III de
Navarra y después bajo su hijo Fernando I de León y Castilla, los cristianos pudieron
presentar un frente relativamente unido. El resultado fue una nueva etapa en la
Reconquista.
Los reinos de taifas, a pesar de sus divisiones y su consiguiente debilidad, eran en su
mayor parte centros de riqueza y de cultura. La civilización musulmana de la época estaba
mucho más desarrollada que la cristiana, y en los reinos de taifas se producían grandes
obras de arte, así como mercancías de alto valor. Por lo tanto, aprovechando su
superioridad política, los soberanos cristianos les impusieron tributo a sus vecinos del sur.
Más bien que conquistar sus tierras, los obligaban a pagar fuertes cantidades anuales. Sus
guerras y conquistas se limitaban a lo que fuese necesario para asegurarse de que ese
tributo se pagaba. Fernando I, por ejemplo, conquistó algunas pequeñas zonas de los moros.
Pero su interés principal fue obligar a los reyes de taifas a pagar tributo, como lo hizo con
los de Toledo, Zaragoza y Sevilla.
Las nuevas riquezas que los cristianos españoles lograron de este modo les sirvieron
para trabar contactos más estrechos con el resto de Europa. En el campo eclesiástico, la
reforma monástica de Cluny se introdujo en la región, siguiendo en términos generales el
camino de Santiago. Lo mismo sucedió con la arquitectura, que sufrió al mismo tiempo el
influjo de la Europa cristiana y el de los muchos artistas y artesanos mudéjares que se
pusieron al servicio de los señores cristianos. Así se produjo todo un arte típicamente
español, distinto tanto del puramente europeo como del musulmán.
Fernando dividió sus territorios entre sus tres hijos, Sancho, Alfonso y García. Pronto
se reanudaron las luchas fratricidas, pues Sancho destronó a sus hermanos, quienes se
refugiaron entre los moros. Cuando Sancho sitiaba la ciudad de Zamora, que le era fiel a
Alfonso, fue asesinado, y su hermano pasó a ocupar el trono de Castilla con el título de
Alfonso VI.
Era la época de Ruy Díaz de Vivar, mejor conocido como El Cid, cuya historia ilustra
las condiciones reinantes. Si tratamos de separar los hechos de la leyenda, encontramos en
Ruy Díaz un personaje característico de la época. Soldado valeroso y hábil, sus enemigos,
tanto moros como cristianos, lo temieron y respetaron. Su sentido de lealtad se pone de
manifiesto en el episodio de Santa Gadea de Burgos, donde obligó a Alfonso VI a jurar que
era inocente del fratricidio de que se le acusaba. Pero ese mismo episodio también muestra
el alto grado de independencia que tenían los grandes señores, cuyo poderío militar era tal
que podían negarse a aceptar la autoridad del rey El nombre de “Cid” es de origen árabe, y
quiere decir “Señor”. Este nombre señala otro hecho de la vida del Cid: a pesar de ser uno
de los grandes héroes del período de la Reconquista, pasó buena parte de su carrera al
servicio de los moros, y no faltaron ocasiones en las que luchó junto a ellos contra los
cristianos. Lo que a nosotros hoy, con una perspectiva de siglos, nos parece una gran
empresa de reconquista, se les ocultaba a los contemporáneos en medio de interminables
contiendas, alianzas y cuestiones dinásticas.
En época de Alfonso VI tuvo lugar la primera gran conquista de un reino de taifa. En el
1085, los castellanos tomaron la ciudad deToledo. La noticia conmovió a los moros, pues
Toledo, la antigua capital de los visigodos, era todavía una ciudad de relativa importancia.
Aun más, al entrar en Toledo, Alfonso se declaró capaz de conquistar cualquier reino de
taifa, e inmediatamente les exigió tributo a los de Sevilla, Zaragoza y Granada. En tales
circunstancias, al ver peligrar la poca independencia que les restaba, algunos de los jefes
moros apelarona los almorávides.
Los almorávides y almohades
Mientras los territorios musulmanes en España habían estado bajo el dominio de los
pequeños reinos de taifas, en el norte de Africa había surgido el movimiento de los
almorávides.
Estos, de origen beréber, habían logrado imponer su autoridad sobre Marruecos, Tunisia
y buena parte del Africa central, hasta el Senegal. Su islamismo era más fanático e
intolerante que el de los regímenes anteriores, y sus conquistas tomaban el carácter de
guerra santa.
El rey moro de Sevilla apeló al jefe de estos almorávides,Yusuf, para que fuera a
España a contener el avance de las tropas de Alfonso VI. Yusuf cruzó el estrecho de
Gibraltar y en 1086, en la batalla de Zalaca, derrotó a los cristianos. Pero dos años después
los reyes moros se vieron obligados a pedir su ayuda de nuevo. Entonces Yusuf regresó a
España y se dedicó, no sólo a contener el avance cristiano, sino también a conquistar los
diversos reinos de taifas en que el país estaba dividido. En el 1090 tomó a Granada, y el año
siguiente Córdoba se le entregó. Después siguieron Sevilla, Badajoz, Valencia (donde el
Cid había muerto tres años antes), Zaragoza y otras ciudades menores.
A pesar de todas estas conquistas, los almorávides nunca lograron tomar a Toledo, cuya
caída había sido la señal de alarma que les abrió el camino de España. Los cristianos
reorganizaron sus ejércitos, y establecieron alianzas entre sí. Además, apelaron al resto de
Europa.
El resultado de todo esto fue que la guerra tomó carácter religioso. Como hemos dicho
anteriormente, hasta este momento la expansión de los reinos cristianos no se había basado
por lo general en un espíritu de reconquista religiosa. Pero ahora, ante el fanatismo de los
almorávides, los cristianos comenzaron a desarrollar un fanatismo semejante. De otras
partes de Europa vinieron caballeros dispuestos a luchar en lo que parecía ser una cruzada
occidental. El espíritu de una “reconquista” consciente se posesionó de la España cristiana,
y por su parte también el conflicto tomó el carácter de guerra santa que había tenido para
los almorávides.
Esta situación tuvo otro resultado interesante para la vida de la iglesia española. En la
guerra de reconquista, los españoles necesitaban el apoyo del resto de la Europa cristiana.
Por tanto, se estrecharon los lazos con Francia y con Roma, y se dieron pasos para que la
iglesia de España se conformara al resto de la cristiandad occidental. Uno de estos pasos
fue la creciente influencia de la reforma monástica de Cluny. Pronto la mayoría de los
obispos siguió la inspiración cluniacense. El otro paso importante fue la creciente supresión
de la “liturgia mozárabe”. Esta era en realidad la vieja liturgia u orden de culto que la
iglesia española había seguido desde antes de las conquistas musulmanas. Tras esas
conquistas, los cristianos sometidos al régimen islámico continuaron utilizando la misma
liturgia. Puesto que a esos cristianos se les llamaba “mozárabes”, pronto su orden de culto
recibió el nombre de “liturgia mozárabe”. En las tierras reconquistadas por los cristianos se
había continuado utilizando ese rito, que estaba profundamente arraigado entre el pueblo.
Pero ahora, con las relaciones cada vez más estrechas con Roma, se tendió a suprimir ese
orden de culto, y a imponer el romano. Además del resentimiento que esto causó, hubo otra
consecuencia menos inmediata, pero no menos notable. La liturgia mozárabe hacía mucho
más uso del Antiguo Testamento que la latina. Por lo tanto, su supresión tendió a cortar
cada vez más el contacto de los cristianos con el Antiguo Testamento, y puede haber sido
una de las razones por las que a la postre prevalecieron en España las mismas actitudes
hacia los judíos que habían existido desde mucho antes en otras regiones de Europa.
El régimen almorávid no duró mucho. En el 1118, el rey de Aragón, Alfonso I el
Batallador, conquistó a Zaragoza. Poco después Alfonso VII de Castilla comenzó a empujar
de nuevo las fronteras hacia el sur. Todo esto era posible porque dentro del mundo
musulmán, en Africa, se había levantado un nuevo grupo que trataba de arrebatarles el
poder a los almorávides. Estos eran los almohades, tan fanáticos como los anteriores. Ya en
el 1145, los almohades hicieron sentir su presencia en España, y en el 1170 derrocaron
definitivamente a los almorávides.
Los almohades no lograron unificar los diversos partidos mahometanos que existían en
España, y por tanto pronto aparecieron pequeños reinos al estilo de los del período de
taifas. A pesar de ello, lograron derrotar en Alarcos a Alfonso VIII de Castilla, y los
cristianos se vieron fuertemente presionados en diversos frentes. Pero el hecho de que la
guerra se había vuelto una cuestión religiosa unió a los soberanos de León, Castilla,
Navarra y León, que en la batalla de las Navas de Tolosa, en el 1212, derrotaron
definitivamente a los almohades.
A partir de entonces la Reconquista marchó rápidamente. En el 1230 los reinos de León
y Castilla se unieron definitivamente bajo Fernando III. Este rey, conocido como San
Fernando, tomó a Córdoba en el 1236, y a Sevilla en el 1248. Poco antes, entre el 1160 y el
1180, se habían fundado las grandes órdenes militares de Calatrava, Alcántara y Santiago,
al estilo de las órdenes semejantes que ya hemos visto al tratar acerca de las cruzadas.
Algunas de estas órdenes llegaron a ser poderosísimas y a poseer grandes extensiones de
terreno. A partir de 1248, el único estado islámico que quedaba en España era el reino e
Granada. Quizá éste pudo haber sido conquistado entonces, pero los reyes de Castilla se
limitaron a exigirle tributo. Los territorios recién conquistados eran demasiado extensos, y
su proceso de asimilación demasiado complejo, para lanzarse inmediatamente a la toma de
Granada. A punto de completarse, la Reconquista se detuvo, para ser emprendida de nuevo,
casi dos y medio siglos más tarde, por Isabel de Castilla. En el entretanto, los cristianos
guerrearían entre sí, permitiéndoles a los moros hacerse fuertes en Granada. Es en esa
época cuando se queja el poeta Pedro López de Ayala:
Olvidado han a los moros las sus guerras fazer,
ca en otras tierras llanas osar fallen que comer.
Unos son ya capitanes; otros enbían a correr.
Sobre los pobres syn culpa se acostumbran mantener.
Los cristianos han las guerras, los moros están folgados,
en todos los más rreynos ya tienen rreyes doblados.
E todo aquesto viene por los nuestros pecados,
ca somos contra Dios en todas cosas errados.
El impacto de España en la teología cristiana
Mientras todos estos acontecimientos estaban teniendo lugar, y mientras algunos de los
cristianos pretendían que los moros no eran sino unos infieles ignorantes, el hecho es que
en muchos sentidos la civilización musulmana del sur de España estaba más adelantada que
la del resto de Europa. Había allí grandes médicos, arquitectos y matemáticos de quienes
los cristianos tenían mucho que aprender. Pero sobre todo, para lo que aquí nos interesa,
había filósofos notabilísimos cuyo impacto se haría sentir en toda la teología cristiana
occidental. Entre éstos, los mas importantes fueron el musulmán Averroes y el judío
Maimónides, ambos cordobeses.
Averroes nació en Córdoba en el 1126. Aunque hizo estudios de medicina,
jurisprudencia y teología, fue en el campo de la filosofía donde más se destacó. Se dedicó a
estudiar y comentar las obras de Aristóteles, y tuvo tal éxito que la posteridad lo conoció
como “el Comentarista”. Para él, el conocimiento filosófico se hallaba por encima del
religioso, puesto que el primero se basaba en la razón, y el segundo en la fe. Esto quiere
decir que para entender el Korán adecuadamente hay que hacerlo “filosóficamente”. Lo que
esto quería decir nunca resultó claro, pues Averroes siempre trató de aplacar la ira de las
autoridades musulmanas.
Pero en todo caso parecía dar a entender que la fe era el medio de conocimiento de los
ignorantes o los de escasa capacidad intelectual, mientras que los más privilegiados debían
preferir la razón.
Otro punto en el que Averroes chocó con los jefes religiosos de su tiempo fue su
doctrina acerca de la eternidad del mundo. Los musulmanes, al igual que los cristianos,
creían que Dios había hecho el mundo de la nada. Averroes, sobre la base de sus estudios
de Aristóteles, llegó a la conclusión de que la materia era eterna. También en lo que se
refiere a la vida después de la muerte, Averroes difería de la ortodoxia mahometana. Para
él, otra vez sobre la base de Aristóteles, todas las almas humanas (lo que él llama “el
intelecto activo”) no son sino manifestaciones de una sola alma universal. Por tanto, cuando
el individuo muere, su alma se reintegra a ese gran océano que es el alma universal.
Maimónides era contemporáneo de Averroes, aunque uno pocos años más joven.
Cuando los almohades se posesionaron de Córdoba, y trajeron consigo una actitud
intolerante hacia lo judíos, Maimónides y su familia partieron de España.
Pero a pesar de ello sus obras fueron muy leídas en el país. Según él no hay un
verdadero conflicto entre la fe y la razón. Lo que sucede es que hay ciertos temas que la
razón no alcanza a investigar adecuadamente. Así, por ejemplo, en lo que se refiere a la
eternidad del mundo o de la materia, la razón no puede llegar a una conclusión segura.
Pero a base de la fe sabemos que el mundo fue hecho de la nada. Las obras de estos dos
filósofos, y de muchos otros de menor importancia, pasaron de España al resto de Europa.
A esto contribuyó una gran escuela de traductores que se fundó en Toledo. Allí las obras de
los grandes filósofos de la antigüedad griega, y de sus comentaristas y émulos
mahometanos y judíos, fueron traducidas al latín. Más adelante veremos el gran impacto
que hicieron estas obras en el resto de Europa, donde buena parte de la discusión teológica
del siglo XIII giró alrededor de ellas.