Principio de Autonomía en Educación Inicial
Principio de Autonomía en Educación Inicial
Principio de Autonomía en Educación Inicial
PRINCIPIOS EDUCATIVOS
2. Principio de Respeto; “Todo niño merece ser aceptado y valorado en su forma de ser y
estar en el mundo” Significa tener en cuenta la dignidad de los niños y las niñas, reconocer
su condición de ser sujeto de derechos. No se aplica cuando no respetamos sus tiempos,
ritmos y procesos madurativos.
3. Principio de Seguridad; “Todo niño tiene derecho a que se le brinde seguridad física y
afectiva” Permite que niños y niñas reciban afecto en un ambiente cálido y de bienestar
psicológico, para desarrollar su Iniciativa y confianza en sí mismos y en los demás. La
seguridad del niño nace de la confianza en su medio y en las personas significativas, se
desarrolla a partir de la satisfacción de sus necesidades básicas (afecto, abrigo,
alimentación, sueño, etc.) y la oportunidad en que éstas son satisfechas. A través de los
cuidados y la verdadera atención que recibo, el espacio en el que se desarrolla y que es
parte de su realidad y los elementos que encuentra a su disposición y que han de hacerle
sentir seguro. No se aplica cuando en las interacciones con el bebé, niña o niño
generamos sensaciones de frustración, temor, somos demasiado rígidos.
7. Principio de Juego Libre: “Los niños, al jugar, aprenden”, tienen necesidad de jugar
libremente” Jugar es una actividad libre y esencialmente placentera, no impuesta o
dirigida desde fuera. Para un niño es placentero jugar con su cuerpo, sentir y percibir un
objeto, manipularlo. Es también, y al mismo tiempo, una necesidad profunda de reducir
tensiones para evitar el desagrado. Es una actividad fundamental para el desarrollo
psicológico y social del niño a través de su cuerpo y los juguetes, asimilando su realidad
exterior y distinguiéndola de su propio mundo No se aplica cuando no permitimos que los
niños jueguen libremente, cuando constantemente les dirigimos, les imponemos lo que
tienen que hacer, cuando más tiempo permanecen sentados que en movimiento.
“Todo niño o niña necesita libertad “Todo niño o niña debe
de movimiento para desplazarse, actuar a partir de su propia
expresar emociones, aprender a iniciativa, de acuerdo a sus
pensar y construir su propio posibilidades”
pensamiento”
PRINCIPIO DE AUTONOMÍA
La autonomía implica ser capaz de hacer las cosas por uno mismo, por propia iniciativa, sin
necesidad de una persona detrás de determinadas acciones.
Es fundamental prestar atención al desarrollo de la autonomía desde un primer momento,
para inculcar unos principios y un modo de actuar, que lleve a los niños y niñas a crecer
como personas con iniciativa, autonomía, con decisión y seguridad.
Este desarrollo se produce de forma secuencial y paulatina, es decir, no podemos dar
completa autonomía en un primer momento, debemos desarrollar esta capacidad poco a
poco. A medida que se logra autonomía en determinadas acciones se irá procurando
fomentarla en otras más complejas.
En la edad de educación Infantil, debemos incidir en el desarrollo de la autonomía infantil
en los siguientes aspectos: hábitos higiénicos, alimenticios y de actividad y descanso.
Adquirir autonomía en estos aspectos, es el primer paso en el camino para educarlos en
responsabilidad. La adquisición de hábitos de higiene, alimentación y descanso, les hace
ser responsables de sí mismos.
Lo que ocurre, generalmente, es que muchos padres suelen anticiparse a las acciones de
los niños, y no les dejan actuar o a hacer algunas otras cosas que los niños podrían hacer
solitos. Esos padres actúan así porque creen que sus niños aún no tienen capacidad de
realizar cosas solitos, por evitar que se hagan daño, por comodidad para conseguir
resultados más rápidos, o porque no confían en la capacidad de reacción de sus hijos.
Los niños aprenden a ser autónomos a través de las pequeñas actividades diarias que
desarrollarán en casa, en la guardería o en el colegio. Los niños desean crecer y quieren
demostrar que son mayores en todo momento. Es misión de los padres y de los
educadores, la aplicación de tareas que ayuden a los niños a demostrar sus habilidades y
el valor de su esfuerzo. Colocar, recoger, guardar, quitar, abrochar y desabrochar las
prendas de ropa y los zapatos, ir al baño, comer solo o poner la mesa son acciones que
ayudarán a los niños a situarse en el espacio en que viven, y a sentirse partícipes dentro
de su propia la familia y con sus amigos.
Todos los niños pueden y deben ser educados para ser independientes, pero todos los
niños no son iguales. Cada niño desarrolla capacidades de una forma distinta. Se puede
pedir todo a todos, pero no se puede esperar que los resultados sean los mismos. Se debe,
primero, conocer cuáles son las capacidades reales de cada niño, para poder ayudarle en
su justa medida, y no solucionarle la tarea cuando él sea capaz de realizarla solo.
Se debe dar la oportunidad de experimentar, de equivocarse, de fallar o de acertar, y todo
eso lleva un tiempo, según la edad y la capacidad de aprendizaje de cada niño. Cuando tu
hijo, delante de una tarea, diga: yo solo que ya soy mayor, escúchale y respeta su decisión.
Es más importante lo que dicen y cómo actúan los padres en ese proceso, que la
disposición que tenga el niño. No olvidéis que una mayor autonomía favorece una buena
autoestima, y que este camino conduce a una evolución sana en cuanto a las decisiones y
las vivencias del niño en su día a día.
Como norma general todo aquello que el niño pueda hacer solo, siempre que no entrañe
peligro, debe hacerlo él mismo.
También es válido como criterio enseñar aquellos hábitos que tienen adquiridos la
mayoría de niños de una edad.
En principio podemos orientarnos con estos hábitos:
Higiene
Entre los 2 y 4 años: utilizar el orinal, lavarse las manos y secárselas, pedir ayuda cuando
tiene la nariz sucia, usar la papelera, controlar esfínteres, pedir que le cambien cuando
está manchado, aprender cuando está limpio y sucio,
Entre los 3 y 6 años: limpiarse después de ir al baño, enjabonarse, enjuagarse y secarse,
sonarse la nariz, cepillarse los dientes, taparse la boca al toser, dejar limpios los espacios
de aseo, mantener limpios los espacios que se usan.
Vestido
Todo lo que se refiere al uso de las prendas y su cuidado: ponerse distintas prendas
(pantalones, calcetines, abrigos, zapatos, cremalleras, botones...), guardarlas en el lugar
adecuado, elegir la propia indumentaria.
Alimentación
Entre los 2 y 4 años: Comer solo con cuchara y con las manos. Pedir que le limpien cuando
se manche la boca, beber agua solo,
Entre los 3 y 6 años: usar cuchillo y tenedor, limpiarse solo, ayudar a recoger los platos y a
colocar la mesa.
Descanso
Entre los 2 y 4 años: buscar símbolos para conciliar el sueño, dormir solo, despertar sin
llorar, despedirse antes del sueño, ayudar a quitarse la ropa para dormir,
Entre los 3 y 6 años: entrar solo en la cama, estirar las sabanas, respetar el descanso de
todos, aprender a arreglarse después del sueño, vestirse y desvestirse para dormir o
despertar.
Son hábitos referentes a la relación con los demás, el uso de algunos servicios
comunitarios y la conducta en el hogar: van desde saludar a la gente conocida, escuchar,
pedir por favor y dar las gracias; respetar turnos en juegos, pedir prestado, conocer los
lugares para cruzar la calle, evitar peligros (enchufes, productos tóxicos), ordenar sus
pertenencias, usar el teléfono, comprar, usar el transporte público o disfrutar de servicios
de ocio (ir al cine).
La mayoría de los niños funcionan muy bien con rutinas, luego lo ideal será conseguir que
esos hábitos se conviertan en rutinarios.
Con una práctica adecuada, los hábitos se adquieren de 20 a 30 días.
3º PRACTICAR
- Ponerlo a practicar. Al principio hay que ofrecerle muchas ocasiones de práctica.
- Recordarle los pasos de lo que tiene que hacer: “Primero mojarte la cabeza, después el
champú...”
- Elogiarlo los primeros avances.
- Poco a poco disminuir la ayuda.
- Las prisas no son buenas: preparad el tiempo necesario, al menos al principio.
4º SUPERVISAR
- Hay que revisar cómo va realizando lo que se le encomienda. Si un niño está
aprendiendo a peinarse tenemos que revisar que ha quedado bien.
- Elogiar y valorar su realización. Si no está del todo bien, decidle en qué puede mejorar.
... Y SI NO QUIERE
- Valorar si no quiere porque no está a su alcance o por comodidad.
- Por lo general si se lo ofrecemos como un privilegio (“Ya eres mayor...” ) Lo aceptará
mejor que si lo hacemos como un mandato sin más.
- Si no lo hace por comodidad, decidle que ya es mayor, que debe hacerlo por sí sólo e
ignorar las quejas.
- Si todavía se sigue negando podéis adoptar varias medidas: sufrir las consecuencias (por
ejemplo si no quiere prepararse la merienda), retirarle algún privilegio (algún juguete o
actividad) o utilizar la sobrecorrección: practicar y practicar la conducta adecuada.
BENEFICIOS DEL DESARROLLO DE LA AUTONOMÍA
Responsabilidad
“El ser humano aprende a responsabilizarse, o a no hacerlo, desde la primera
etapa de su vida” (Maite Vallet)
La responsabilidad de organizar su cuarto, de apuntar las tareas en la agenda, su
estudio es suya.
Capacidad de concentración
Al cabo del día hay innumerables actividades que ayudan a la concentración de
forma natural
Seguridad en uno mismo
A través de los mensajes que transmitimos: “Tú puedes, lo vas a conseguir aunque
te cueste” vs “Tú no puedes, yo lo hago por ti”
Motivación de logro
La satisfacción por el propio progreso es imprescindible en el proceso de
aprendizaje. Hábitos de estudio.
Razonamiento lógico
La inteligencia no sólo se desarrolla estudiando, también es importante la
“capacidad de pensar”.
Responsabilizarse de tareas cotidianas y resolver situaciones fomenta el
razonamiento y el orden lógico.
Desarrollo de la disciplina interna
La autodisciplina se adquiere con la práctica y el refuerzo positivo
Una autonomía cada vez más completa le enseña a adquirir esa disciplina interna
Favorece la psicomotricidad.
Los cambios de ropa, en un tiempo determinado (clase de gimnasia) proporcionan
oportunidades para desarrollar la autonomía y la psicomotricidad.
Conducta prosocial
Las tareas compartidas suponen una oportunidad para fomentar la empatía y el
altruismo.
Colaborar entre compañeros, hermanos etc. beneficia al que presta ayuda y al que
la solicita. Factor de protección de riesgos.
Autoestima y autoconcepto
Éxito social
Protección de riesgos en la adolescencia, etc.
Recomendamos
PRINCIPIO DE MOVIMIENTO
De 0 a 2 años de edad, los niños y las niñas viven un proceso de crecimiento y de cambios
acelerados y progresivos en lo cognitivo, socioemocional, motor, físico, neurológico que
son la base de su desarrollo. En estos dos primeros años de vida, los niños y las niñas
desarrollan el vínculo de apego con una persona adulta significativa, que les da seguridad
emocional y les posibilita un desarrollo integral, expresado en su capacidad de explorar,
jugar y ser feliz.
Por tanto, la seguridad afectiva, los espacios para que el niño se pueda mover con
libertad, los materiales brindados por la persona responsable durante los momentos de
actividad autónoma y juego libre se basa en el conocimiento que tenga del niño, producto
de una observación constante de sus intereses y posibilidades. En los momentos de
cuidados (alimentación, lactancia, descanso, higiene, cambio de pañal, etc.) esta
interacción es fundamental porque potencia las condiciones innatas de socialización,
comunicación, autoconcepto, imagen corporal y otros aprendizajes que se generan. Para
que esta atención sea efectiva la persona adulta tiene que preparar los espacios y
materiales necesarios para brindar una atención a las necesidades particulares, a su reloj
biológico en un ambiente de respeto, afecto y seguridad.
De acuerdo a la nueva norma se agrupan los servicios como de entorno familiar y entorno
comunitario.
Los primeros años de vida son una etapa primordial en el desarrollo de la persona. Entre
los 3 y los 5 años, los niños y las niñas comienzan a integrarse, poco a poco, con los demás
y a explorar el mundo que les rodea, de manera que se vuelven más independientes,
autónomos y activos.
Son fundamentales en el desarrollo de todo niño y toda niña, porque son vehículos de
expresión, elaboración y simbolización de deseos y temores. A través de las vivencias
directas ejercitan una actividad física fundamental, aprenden acerca del mundo y
desarrollan las capacidades que van adquiriendo para la socialización.
En nuestra vida casi todo es movimiento, por lo tanto no se lo debe considerar –mediante
una definición reduccionista– como una actividad aislada, dado que es un tipo de
manifestación que el ser humano proyecta socialmente.
En principio, es muy importante recalcar que los niños son individuos con características
especiales, para los cuales el movimiento es un elemento natural de vital importancia en
la conquista del medio ambiente así como en la formación de su personalidad.
El movimiento no sólo forma parte indisoluble la personalidad de los niños, sino que
constituye su propia esencia, por ello se puede afirmar que:
Es a partir del movimiento, los niños y las niñas en edad de Nivel Inicial, que tienen la
necesidad y la capacidad de moverse, encontrarán otra forma de comunicarse, de
expresarse y de socializarse consigo mismos y con los demás.
Precisamente es en las clases de Educación Física del Jardín de Infantes donde los niños
pueden, corriendo, saltando, trepando, empujando, rolando, transportando y lanzando,
adquirir los rudimentos de las destrezas de movimiento, acordes con sus edades;
habilidades éstas que estimularán su futura y permanente adhesión a la actividad física.
Aquel niño que no corre, que no lanza, que no salta, en forma espontánea, seguramente
tendrá algún problema psico-físico o de socialización. A través del cuerpo y del
movimiento, los niños expresan sus emociones, sus alegrías y sus angustias, muchas veces
antes que con las palabras.
Los niños pueden experimentar una infinidad de tareas motrices que, en apariencia son
simples como ser: transportar objetos, abrocharse el delantal, atarse las zapatillas,
sentarse en un determinado lugar, usar elementos de escritura o pintura, subir o bajar
escaleras y jugar con sus compañeros en el arenero, pero lo cierto es que para ellos nada
es tan sencillo.
Esta situación acontece con frecuencia, especialmente en los primeros años del Nivel
Inicial, dado que evolutivamente, los niños no han completado aún la organización de su
motricidad básica y cada uno de sus movimientos le supone un problema motor a resolver
y por consecuencia, también se puede afirmar que, la enseñanza de la motricidad se
consolida como un fundamento y como una condición ineludible para el adecuado
desarrollo físico e intelectual de los niños del Nivel Inicial.
Para ello, debemos proponer espacios afectivos y de comunicación que les permitan
desarrollar una evolución integral por medio de un aprendizaje armónico, que parta de lo
que cada uno trae como experiencia y pensando en lo que necesita y, por sobre todo,
respetando la historia personal de cada niño.
Por todo lo dicho, proponemos abordar el movimiento desde todos aquellos enfoques que
posibiliten una mirada lo más amplia e integral posible. Consideremos que los niños de
por sí, sienten un gran placer por el movimiento mismo, un placer que implica
comunicarse y comprender al otro, establecer un contacto –como ellos mismos dicen
“jugar con mi amigo”–. Además, necesitan vincularse, interactuar, conectarse con sus
pares y con los demás. Siguiendo este ideario podremos guiar un aprendizaje que se
desarrolle durante todas sus vidas, un verdadero aprendizaje de encuentro y compromiso
afectivo.
Mediante el movimiento, los niños tratan de adaptarse a las distintas situaciones que se
les presentan; por esto, resulta muy importante y efectivo el plantear situaciones y
problemas en las clases, ya que los niños, al procurar resolverlos, encontrarán elementos
que les ayuden a desarrollarse mejor.
Por otra parte, la sociedad actual, a nivel global, cada día se manifiesta más sedentaria, lo
que plantea nuevos desafíos en el plano de la salud. Esto bien puede comenzar a
corregirse desde el Nivel Inicial, mediante propuestas y estímulos de movimiento creativo,
que se sustenten en el placer de la propia acción, en busca de sensaciones placenteras
ante los descubrimientos personales y transformadores, que superen lo corporal para
conectarse con la interioridad de cada niño.
• La relación entre los pares: algunos prefieren vincularse solo con un compañero;
fluctúan de un compañero a otro indistintamente; se relacionan solo con niños del mismo
género o prefieren estar con otros del género opuesto, les cuesta vincularse con sus pares;
etcétera;
• La relación con los adultos: son excesivamente demandantes; se relacionan solo cuando
necesitan ayuda; los ignoran; necesitan mucho contacto corporal; rechazan el contacto corporal
del adulto; están pendientes de su mirada aprobatoria; se rehúsan a su ayuda, etcétera;
• La relación con los objetos: se aferran y no pueden desprenderse del objeto; lo ceden sin
dificultad, lo comparten con determinadas personas; buscan únicamente el objeto que posee el
compañero; le otorgan solo su utilidad funcional; pueden darle connotación simbólica, etcétera
LAS ETAPAS DEL DESARROLLO PSICOMOTOR DEL NIÑO
Durante los dos primeros años el niño piensa haciendo. Es un ser actuante. Lo que percibe
de sí mismo y de los demás son las acciones y los resultados de las mismas. A través de sus
movimientos explora y comprende el entorno.
Todavía pasarán unos años hasta que desarrolle la capacidad lingüística que le permita
planificar, organizar y analizar su acción. Mientras tanto, conviene facilitarle las cosas.
La Psicomotrocidad
Desarrollo normal”
Muchos padres utilizan tablas de desarrollo para saber si su hijo evoluciona acorde a su
edad. Dichas tablas, organizadas por edades, sirven como punto de referencia, pero hay
que tener cuidado a la hora de interpretarlas.
A veces los niños se apartan de la norma y no significa necesariamente que sufran
trastornos de desarrollo. Cada niño posee su propio ritmo. Antes de alarmarnos,
consultemos con un especialista.
Podemos ver la evolución psicomotora e intelectual del niño sobre todo a través de su
juego. Cómo va consolidando sus destrezas físicas, desde el primer juego sensorio-motor
caracterizado por chupar, golpear, apilar, tirar… hasta los juegos de reglas en los que han
de realizar determinadas acciones y evitar otras.
O cómo los retos de coordinación que antes se le escapaban, – como saltar a la pata coja
o a la comba, ahora le resultan accesibles. Naturalmente le queda un largo camino, pero si
sigue practicando llegará muy lejos.