Sobre Batman y El Problema Del Poder Constituyente
Sobre Batman y El Problema Del Poder Constituyente
Sobre Batman y El Problema Del Poder Constituyente
Power”, fue traducido de su versión publicada como Apéndice en el libro “The Utopia
of Rules. On Technology, Stupidity, and the Secret Joys of Bureaucracy” de David
Graeber (2015), Melville House Publishing, USA.
Entonces ¿qué tiene todo esto que ver con superhéroes disfrazados? Bueno, todo.
Debido a que este es exactamente el espacio en que tanto superhéroes como
supervillanos habitan. Un espacio inherentemente fascista, habitado sólo por gángsters,
aspirantes a dictadores, policías y matones, con líneas de separación muy borrosas entre
ellos. A veces los policías son legalistas, a veces corruptos. A veces la misma policía cae
en el vigilantismo. A veces persiguen al superhéroe, otras veces miran hacia otro lado, o
lo ayudan. Villanos y héroes a veces forman equipo. Las líneas de fuerza siempre están
cambiando. Si algo nuevo surgiera, sólo podría ser a través de esas fuerzas cambiantes.
No hay nada más, dado que en los universos de DC y Marvel, Dios o la gente,
simplemente no existen.
En la medida que exista entonces un potencial para el poder constituyente, sólo
puede provenir de los proveedores de la violencia. Y de hecho, los supervillanos y
malignos maestros del mal, cuando no sueñan simplemente con cometer el crimen
perfecto o realizar actos aleatorios de terror, están siempre maquinando cómo imponer
un Nuevo Orden Mundial de uno u otro tipo. Seguramente, si Red Skull, o Kang el
Conquistador, o Doctor Doom alguna vez tuviesen éxito en apoderarse del planeta, una
nueva serie de leyes sería rápidamente creada. No serían leyes muy bonitas. Su creador
no estaría, sin dudas, atado a ellas. Pero uno tiene la sensación que de otro modo, ellos
estarían muy estrictamente forzados. Los superhéroes se resisten a esta lógica. Ellos no
desean conquistar el mundo – aunque quizás sólo porque no son monomaníacos o
dementes. Como resultado, se mantienen como parásitos de los villanos de la misma
forma que la policía lo es de los criminales: sin ellos, no tendrían razón de existir.
Permanecen defensores de un orden legal y político que parece haber salido de la nada,
y que, sin embargo, aunque defectuoso o degradado, debe ser defendido, porque la
única alternativa es mucho peor.
No son fascistas. Son simplemente gente ordinaria, decente, pero súper-
poderosa, que habita un mundo en que el fascismo es la única posibilidad política.