Resumen Del Libro La Arquitetcura de La Ciudad de Aldo Rossi
Resumen Del Libro La Arquitetcura de La Ciudad de Aldo Rossi
Resumen Del Libro La Arquitetcura de La Ciudad de Aldo Rossi
Acerca del lugar que puede ocupar la ciencia urbana dentro de la urbanística
De hecho, la dimensión arquitectónica de la ciudad sólo constituye la hipótesis del ensayo de Rossi, el cual está
encaminado a establecer los fundamentos de la ciencia urbana.
Este esfuerzo central, que a nuestro entender constituye la aportación más decisiva que se ha hecho en los
últimos años en el desarrollo de la urbanística, es una angulación de gran trascendencia de la que es muy
consciente su autor, para quien la proyección que una ciencia de este tipo puede alcanzar es la de “constituir un
capítulo de la historia de la cultura, y por su carácter comprensivo, uno de los capitulas principales”.
Las vastas perspectivas que una tal concepción posibilita nos sugieren llevar a cabo, aunque sólo sea
esquemáticamente, algunas reflexiones en torno al lugar que puede ocupar la ciencia urbana en el conjunto de
la urbanística, lo que en cierta manera ha de constituir un marco de referencia más amplio donde encuadrarla.
Intentar precisar el lugar que ocupa la ciencia urbana en el conjunto de la urbanística exige una definición
conveniente de los ámbitos o disciplinas que entran en su relación.
Pero esto es muy problemático, dado que el nivel de desarrollos diversos y contradictorios de las concepciones y
teorías de lo urbano y de la actividad urbanística no hace más que reflejar una situación de profunda crisis de
crecimiento, por lo que si la relación entre la ciencia urbana y la urbanística es problemática, nuestro intento se
vuelve más difícil y arriesgado en cuanto exige el replanteo del conjunto de fundamentos del quehacer
urbanístico, es decir, su definición, así como una profunda revisión de la problemática urbanística, si es que en
verdad pretendemos asentarnos sobre bases firmes.
Parece que el camino correcto para la investigación de la naturaleza de los hechos urbanos que pretenda fundar
una teoría de éstos habría de abarcar el estudio del fenómeno urbano en sí, de la ciudad en si misma (lo que
parece ser la óptica dominante adoptada por Rossi, que al cargar el acento en el resultado, olvidando un poco el
proceso de formación de los hechos urbanos, puede valorarlo más atentamente desde el punto de vista
contemplativo, así como pormenorizar extensamente en sus fuentes e interpretaciones diversas), y hacerse
cargo, al propio tiempo que de los marcos disciplinares en que aquella teoría se desarrolla, de la actividad o
actividades específicas a través de las cuales se toma conocimiento de la problemática en estudio. Por lo demás,
toda esta labor de estudio tendría que basarse en el desarrollo del proceso dialéctico entre los dos niveles antes,
apuntados, pues es sólo en su movimiento donde puede resolverse la problemática planteada.
Por otro lado, la indagación sobre la naturaleza de los hechos urbanos (que no es más que otra forma de
preguntar ¿qué es la ciudad?), planteada en términos de discernimiento esencial y profundo, exige una
angulación filosófica para ser contestada adecuadamente, puesto que el conocimiento de la realidad urbana
(que en nuestros días constituye uno de los sectores mayoritarios de la realidad humana, debido al acelerado
proceso de la urbanización del hombre), de su estructura, sólo puede ser comprendida cabalmente a través de
su consideración global y unitaria, como totalidad, función en que sólo la filosofía, como actividad especifica que
la desarrolla en términos de tema propio y corno integradora de las aportaciones tematizadas de las ciencias
específicas, puede dar respuestas satisfactorias.
Probablemente una' consideración metodológica tan amplia como la aquí apuntada ayudaría al proceso de
investigación a no olvidar ningún aspecto, o al menos ninguno de los más significativos que comprenden la
realidad urbana, condición ésta obligada en todo intento de definición integradora.
Así, planteadas en conjunto las exigencias que hay que considerar en el trabajo de investigación sobre la ciudad,
esquematizaremos algunas consideraciones importantes que de tal estudio se infieren.
La realidad urbana no se agota en cada una de las angulaciones, sino que solamente se concreta en cada
momento del estudio como fruto de un proceso del conocimiento genético-estructural de la realidad.
Surge aquí de nuevo, aunque a una escala mucho más global, la problemática que ya se planteaba al estudiar las
concepciones del arte y de la arquitectura, esto es, la problemática de las relaciones entre las dimensiones
supraestructurales y estructurales de la ciudad.
El gran acierto del planteamiento de Rossi consiste en que, en la búsqueda de una fundamentación de la ciencia
urbana, a partir de la dimensión arquitectónica y por extensión artística de la ciudad, a la par que descubre la
autonomía de los hechos urbanos en su aspecto de realidad construida, valora adecuadamente la trascendencia
de la política, la economía o lo social, como variables esenciales de lo urbano.
La conflictividad entre los términos arquitectónicos y económicos, para centrar específicamente una de las
contradicciones que dentro del pensamiento sociologista es irresoluble en cuanto se plantea dentro de una
concepción totalizadora, es claramente resuelta por concebirse en la unidad de la praxis sociohistórica humana
en general y de la praxis urbanística en particular. Solamente una explicación del significado de la praxis y del
trabajo en la creación de la realidad humana, desarrollada en toda su extensión y profundidad, puede hacer ver
claramente que el monismo antes señalado es fundamental en la concepción dialéctica, lo que permite plantear
y resolver correctamente el problema de la autonomía y de la dependencia de las variables urbanas en términos
de resolución dialéctica.
Con lo que será en la unidad de la praxis objetiva de la humanidad y de la urbanística en particular (que es al
mismo tiempo la creación y su concepción de la totalidad de las concreciones de la ciudad) es como será posible
integrar sus varios modos de apropiación en un proceso totalizador de angulaciones interdisciplinarias donde el
movimiento dialéctico entre todas las esferas y variables han de permitir la creación de síntesis plenas.
El cometido de la tesis de Rossi, como ya hemos señalado, consiste en esclarecer la naturaleza de los hechos
urbanos puesta al descubierto mediante el estudio del tipo de relaciones existentes entre la dimensión
arquitectónica y las dimensiones económica, histórica y política, y del descubrimiento de la autonomía de la
primera, elaborar todo un cuerpo teórico al que ha denominado ciencia urbana.
Para nosotros, que al proponernos la redacción de estas notas nos planteamos el lugar que podía ocupar la
ciencia urbana dentro del conjunto de la problemática urbanística, de tal forma que esta dimensión
epistemológica, planteada en términos amplificados de la siguiente manera ¿la ciencia urbana puede ser el
cuerpo teórico único o más importante de la actividad urbanística (urbanismo)?, ¿abarca toda la problemática
del urbanismo?, ha desencadenado toda la tensión que nos ha mantenido a lo largo de este intento de
resolución de dicha problemática.
Nuestra conclusión es que la ciencia urbana o ciencia de la ciudad planteada por Rossi, es la consideración y
análisis crítico de la ciudad, desde el punto de vista específico que entra en su consideración: la dimensión
arquitectónica de la ciudad. Dicho de otra manera, la ciencia urbana es la reconsideración de todos los aspectos
del hecho urbano desde la perspectiva disciplinar propia que busca establecer las relaciones y definir la
estructura de la ciudad.
Por otra parte, la ciencia urbana es un capítulo fundamental, el más importante, habida cuenta de la
esencialidad arquitectónica de la ciudad, dentro del cuerpo teórico del urbanismo, que con el descubrimiento, la
incorporación y el enriquecimiento de los otros aspectos o variables del hecho urbano permite alcanzar una
concepción de la totalidad más cierta y científica. A la vez, con la incorporación de la concepción dialéctica de la
realidad urbana como totalidad concreta, creemos que puede formularse uno de los conocimientos más
completos realizados hasta el presente.
Cabe por último, y como la más importante, una consideración de la ciencia urbana en sí misma como la
expresada al iniciar el presente capítulo, que la contemple como totalidad independiente que es la forma
habitual de ser vivida por la sociedad (desde su explotación folklórica y turística, hasta su contribución esencial
en la creación del espacio urbano), y cuyo alcance el propio Rossi ha determinado con verdadera nitidez: «el de
poder constituir un capítulo de la historia de la cultura, y por su carácter comprensivo, uno de los capítulos
principales». Esta es la angulación adoptada por Rossi en el presente texto.
He dividido este libro en cuatro partes; en la primera me ocupo de los problemas de descripción y de
clasificación y, por lo tanto, de los problemas tipológicos; en la segunda, de la estructura de la ciudad por partes;
en la tercera, de la arquitectura de la ciudad y del locus sobre el que ésta persiste y, por lo tanto, de la historia
urbana; en la cuarta, en fin, aludo a las principales cuestiones de la dinámica urbana y al problema de la política
como elección.
Todos esos problemas se imbrican con la cuestión de la imagen urbana, de su arquitectura; esta imagen sitúa el
valor del territorio vivido y construido por el hombre.
Esta cuestión siempre se ha impuesto en nuestros estudios por ser tan connatural con los problemas del
hombre. Vidal de la Blanche ha escrito que « [...] los matorrales, los bosques, los campos cultivados, las zonas
incultas se fijan en un conjunto inseparable, cuyo recuerdo el hombre lleva consigo». Este conjunto inseparable
es la patria natural y artificial a la misma vez del hombre. También para la arquitectura es válida esta acepción
de natural.
Aldo Rossi, La arquitectura de la ciudad. Gustavo Gili 1971 (1966), pp. 226-228
La memoria colectiva
Estas consideraciones nos aproximan al conocimiento de la estructura más profunda de los hechos urbanos y,
por lo tanto, a su forma; es decir, a nuestra tesis de partida de la presente investigación, la arquitectura de la
ciudad.
Se trata de conocer la cualidad de estos hechos; el estudio de Cattaneo del que he partido para las presentes
consideraciones está entre los resultados más válidos de nuestros estudios; existen importantes afirmaciones y
referencias sobre aquella âme de la cité que otros autores indican como el nexo estructural de la ciudad
después de haber partido de la descripción de los hechos morfológicos.
(…)
Ampliando la tesis de Halbwachs, diré que la ciudad misma es la memoria colectiva de los pueblos; y como la
memoria está ligada a hechos y a lugares, la ciudad es el locus de la memoria colectiva.
Esta relación entre el locus y los ciudadanos llega a ser, pues, la imagen preeminente, la arquitectura, el paisaje;
y como los hechos vuelven a entrar en la memoria, nuevos hechos crecen en la ciudad. En este sentido
completamente positivo las grandes ideas recorren la historia de la ciudad y la conforman.
Así, ocupándonos de la arquitectura de la ciudad nos hemos esforzado por referirnos al locus como al principio
característico de los hechos urbanos; el locus, la arquitectura, las permanencias y la historia, nos han servido
para intentar aclarar la complejidad de los hechos urbanos. Al fin, la memoria colectiva llega a ser la misma
transformación del espacio por obra de la colectividad; una transformación que está siempre condicionada por
estos datos materiales que contrastan esta acción.
La memoria entendida de este modo llega a ser el hilo conductor de la total y compleja estructura; en esto la
arquitectura de los hechos urbanos se separa del arte en cuanto elemento que existe por sí mismo; aun los más
grandes monumentos de la arquitectura están íntimamente vinculados a la ciudad. “[…] Se nos plantea la
pregunta: ¿de qué manera la historia habla mediante el arte? Ello acaece ante todo a través de los monumentos
arquitectónicos que son la expresión voluntaria del poder, sea en nombre del Estado, sea de la religión. Pero se
nos puede contestar con un Stonehenge, si en aquel pueblo concreto no existe la necesidad de hablar mediante
formas […]; así el carácter de naciones, civilizaciones y épocas enteras habla a través del conjunto de las
arquitecturas que poseen, como a través de un revestimiento externo de su ser”. Creo que ahora el
conocimiento de los hechos urbanos se puede extender hacia una investigación más profunda de lo que se ha
intentado aquí; y que esta investigación supera los puntos mismos de partida de nuestro ensayo. Podemos
decir, por ejemplo, que tampoco las elecciones nos parecen ya tan libres como podían parecernos en un primer
momento, sino que están profundamente vinculadas a la naturaleza de los hechos urbanos en que se producen.
En último término la afirmación de que la ciudad tiene por fin a si misma parece surgir de las mismas cosas; y
tiene por fin a sí misma a medida que desarrolla, intencionalmente, cierta idea de ciudad. Dentro de ella se
sitúan las acciones de los individuos; y en los hechos urbanos, pues, no todo es colectivo.
Con estos problemas se había iniciado el presente capítulo; antes se habían visto aquellas cuestiones que
parecen más objetivables pertenecientes a los hechos urbanos y a su naturaleza colectiva. Naturaleza colectiva e
individualidad de los hechos urbanos se disponen ahora como la misma estructura urbana. La memoria, en el
interior de esta estructura, es el conocimiento de la ciudad; se trata de una acción en forma racional cuyo
desarrollo consiste en demostrar con la máxima claridad, economía y armonía algo de lo ya aceptado.
De esta demostración nos interesan sobre todo los modos de actuación y los modos de lectura; sabemos que
éstos dependen del tiempo, de la cultura y de las circunstancias, pero puesto que son estos factores en su
conjunto los que determinan los modos mismos, es en ellos en los que relevamos el máximo de concreción. Hay
regiones muy pequeñas o grandes en las que la diferencia de hechos urbanos nunca podrá ser explicada si no se
tiene en cuenta esto; tienen conformaciones y aspiraciones que corresponden a una individualidad casi
predestinada.
Pienso ahora en las ciudades de la Toscana o de Andalucía o de otras regiones; ¿cómo podrán los factores
generales, suficientemente comunes, darnos cuenta de su individualidad tan diversa?
Es probable que este valor de la historia, como memoria colectiva, entendida por lo tanto como relación de la
colectividad con el lugar y con la idea de éste, nos dé o nos ayude a entender el significado de la estructura
urbana, de su individualidad, de la arquitectura de la ciudad que es la forma de esta individualidad. La cual
resulta así ligada al hecho originario, al principio en el sentido de Cattaneo; que es un acontecimiento y una
forma.
Y así la unión entre el pasado y el futuro está en la idea misma de la ciudad que la recorre, como la memoria
recorre la vida de una persona, y que siempre para concretarse debe conformar la realidad pero también debe
tomar forma en ella. Y esta conformación permanece en sus hechos únicos, en sus monumentos, en la idea que
de éstos tenemos. Ello explica también por qué en la Antigüedad se ponía el mito como fundamento de la
ciudad.
Aldo Rossi, La arquitectura de la ciudad. Gustavo Gili 1971 (1966), pp. 272-275