García Bazan-GNOSIS ORIGINAL

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GNOSIS ORIGINAL, VERDADERA GNOSIS Y GNOSIS HERÉTICA

por Francisco García Bazán (CONICET-ANCBA)

Sobre el fondo histórico de la “diversidad una”, o sea, sobre la pluralidad de

orientaciones cristianas que surgieron entre los seguidores inmediatos de Jesús en Israel

por el impacto de la experiencia histórica con el Cristo -- la vida colectiva del

cristianismo históricamente más arcaico--, aparecen tres formas contemporáneas de

adeptos con puntos de vista distintos: el grupo de los judeocristianos, el de los gnósticos

y el de los protocatólicos. A estos últimos se debe agregar Pablo de Tarso con cuya

asimilación y escritos se fortalece la estructura del bloque protocatólico.

La Epístola a los Gálatas de Pablo, el convertido en el camino hacia Damasco en el

año 32, redactada unos veinte años después, sobre el año 52, da la posibilidad de

investigar y confirmar esta diversidad triple mencionada de una comunidad amplia y

plural de creyentes cristianos al escribir: «Luego de allí [desde Damasco en torno al año

35], a tres años subí a Jerusalén [alrededor del año 38] para conocer a Cefas y

permanecí quince días en su compañía. Y no vi a ningún otro apóstol, y sí a Santiago, el

hermano del Señor»1…«Luego al cabo de catorce años (año 52), subí nuevamente a

Jerusalén…Y reconociendo la gracía que me había sido concedida [la aparición del

Cristo Resucitado en el camino hacia Damasco], Santiago, Cefas y Juan [un pariente y

un representante de cada uno de las parejas más antiguas de discípulos: Pedro (de la

formada por Pedro y Andrés) y Juan (de la integrada por Santiago de Zebedeo --ya

fallecido por ajusticiamiento-- y su hermano Juan], que eran considerados como

columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé … nosotros

nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos»2

Lo recordado es el relato básico que da sustento a la historia sagrada de la tradición

católica nacida en el Asía Menor con centros en Antioquía de Siria y en Esmirna y con
cabezas visibles en Evodio, Ignacio, Papías y Policarpo. El relato incluye dos elementos

que crecerán con organización propia: A.) uno es la admisión de Santiago, el hermano

del Señor, la cabeza de la comunidad judeocristiana, como formando parte de la historia

más antigua del cristianismo, la que residirá en Jerusalén. Ciudad que posteriormente

con Elio Adriano en el año 132 será denominada Aelia Capitolina. Y B), el otro aspecto,

la confirmación histórica de la existencia de la gnosis, a la que Pablo se refiere

explícitamente en el año 55 y a la que no solo no parece adherir, sino incluso condenar,

según las palabras de la Primera Epístola a los Corintios: «Os recuerdo, hermanos, la

Buena Nueva que os prediqué, que habéis recibido y en la que permanecéis firmes y por

la que seréis también salvos, si la guardáis tal como os la prediqué. Si no, habréis creído

en vano. Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí». Una enseñanza,

desde luego, tradicional, recibida y fielmente transmitida. Esto primero, es lo legítimo,

pero lo que viene a continuación que tiene que ver con el contenido del mensaje es más

problemático en cuanto a su justificación y, por eso, parte de los judeocristianos,

seguidores de Santiago y de buena memoria respecto del “homo inimicus” –es decir,

Saulo-- que ha estado entre los perseguidores de Jesús, no lo pueden admitir. Dicho de

otro modo y según la interpretación judeocristiana: El contenido de las visiones

extraordinarias de Pablo en el camino hacia Damasco no son totalmente confiables,

pues ¿cómo es posible reconocer la identidad de una voz o figura personal que no se ha

conocido con anterioridad?3. Las tradiciones evangélicas más arcaicas no son anuladas

por esta polémica de los judeocristianos contra Pablo que estaba tratando de legitimar su

función de Apóstol. Aunque estas dudas, por otra parte, podrían explicar la exuberancia

de pruebas personales que Pablo aduce, insertándose en la tradición de las apariciones

del Nazareno de la primera hora, válidas para las tres corrientes y que los gnósticos

sabiamente lo llamen “el Apóstol de la Resurrección” en sentido profundo, ya que como


todo gnóstico es un resucitado antes de la muerte física, pues lo es por experiencia

íntima de conocimiento. Dice Pablo, en consecuencia: «Porque os trasmití, en primer

lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las

Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se

apareció a Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos

a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareció

a Santiago, más tarde a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también

a mí, como a un abortivo. Pues yo soy el último de los apóstoles, indigno del nombre de

apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios….Ahora bien, si se predica que Cristo

ha resucitado de entre los muertos ¿cómo andan diciendo algunos de entre vosotros que

no hay resurrección de muertos. Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo

resucitó. Y si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe»

(1Cor 15, 1-9; 12-14). Con estas críticas últimas el Pablo exotérico se ubicaba en una

atmósfera de censuras que se encuentran años después, paulatinamente en las Epístolas

Pastorales. De este modo escribe la I Epístola a Timoteo 6, 20: «Evita las palabrerías

profanas y las objeciones del conocimiento de falso nombre (tês pseudónymou gnosis),

algunos que lo profesaban se han apartado de la fe». Este presunto error condenado, lo

ratifica asimismo la 2Timoteo refiriéndose a Himeneo y Fileto al afirmar que: «La

resurrección ya ha tenido lugar». Y es que la cuestión de la resurrección de los muertos

incluye dos acepciones controvertidas en la época en relación con el cuerpo terrestre o

no y cuándo tiene lugar y los gnósticos son claros al respecto como lo dice el Tratado

sobre la resurrección de la biblioteca de Nag Hammadi, porque la resurrección es: «La

revelación de lo que es y la transformación de las cosas y una transición hacia la

novedad. Pues la incorruptibilidad desciende sobre la corrupción y la luz se vierte sobre

la oscuridad, absorbiéndola»4.
Por eso el gnóstico es el que posee la gnosis y: «De esta manera el que posee el

conocimiento es de lo alto. Si es llamado escucha, responde y se vuelve hacia quien lo

llama para ascender hacia él. Y sabe cómo se llama. Poseyendo el conocimiento hace la

voluntad de quien le ha llamado, quiere complacerle y recibe el reposo. Su nombre

propio aparece. Quien llegue a poseer el conocimiento de este modo sabe de dónde

viene y adónde va. Sabe como una persona que habiendo estado embriagada ha salido

de su embriaguez, ha vuelto a sí misma y ha corregido lo que les es propio»5 La gnosis

es, como se dice vulgarmente, “un conocimiento que salva”.

II GNOSIS VERDADERA

Desde la original, a su vez, y tratando de desplazar a la gnosis auténtica, por su carácter

de conocimiento liberador o salvífico, han surgido dos tipos de críticas posteriores y

ambas condenatorias: La de la línea católica alejandrina y la de la tradición

heresiológica episcopal antioqueno-romana. El enfoque alejandrino elaborado por

Clemente de Alejandría (150-220) incluye en alianza íntima a judeocristianos y

católicos. Evita a la gnosis auténtica y originaria condenándola, pero distingue respecto

de la naturaleza de la experiencia religiosa cristiana entre la fe y la gnosis. Considera la

fe como un conocimiento imperfecto y la gnosis como el conocimiento profundo que

cultivan y trasmiten los maestros. La gnosis verdadera, además, enfrenta a la gnosis

auténtica considerándola como falsa gnosis. Dicho con otras palabras. En términos

históricos reconoce el hecho de la gnosis auténtica como preexistente, pero asimismo

como errónea y perversa que hay que reemplazarla por la verdadera gnosis y de esta

caracterización participan tanto creyentes católicos como judeocristianos, sin

discriminarlos. Por eso dicen las Hypotyposeis de Clemente: «Porque después de la

Ascensión del Salvador Pedro, Santiago y Juan, aunque habían sido los predilectos del

Salvador, no se adjudicaron este honor, sino que eligieron obispo de Jerusalén a


Santiago el Justo» (VII, 10) y un poco más adelante: «El Señor, después de la

resurrección, hizo entrega del conocimiento (gnosis) a Santiago el Justo, a Juan y a

Pedro, y éstos se lo trasmitieron a los demás apóstoles, y los demás apóstoles a los

setenta, uno de los cuales era también Bernabé…»6.

III. GNOSIS HERÉTICA

Pero la gnosis como falso conocimiento, el contenido de la tradición católica de la

heresiología que inicia Justino con el respaldo del episcopado romano (obispo Higinio

135-142) y que asume con oportunidad e intransigencia el obispo Ireneo de Lión, llega

también a establecer un pacto con la heresiología jerosolimitana por el acuerdo de

Hegesipo y culmina con Hipólito, Tertuliano, Epifanio y Orígenes, aunque éste con sus

inquietudes especulativas alejandrinas7. Es la biblioteca de Nag Hammadi al haber

descubierto documentos directos del gnosticismo la que exige el nuevo enfoque,

históricamente válido y confirmatorio de la diversidad una del cristianismo de los

primeros siglos de la Iglesia8.

Al contrario, la condena de la gnosis que hemos llamado “gnosis auténtica”, la propia

e inconfundible del gnosticismo, también es explícita. El nacimiento y la formación

progresiva de la heresiología desde el último tercio del siglo II explica este nuevo

fenómeno cristiano, nacido en Jerusalén a mediados del siglo II, fortalecido en Roma y

alimentado en Lión desde el año 175 con el apoyo del flamante obispo Ireneo de Lión.

El nuevo enfoque niega rotundamente la diversidad una de la Iglesia primitiva tratando

de seducir con su empuje a la Iglesia de Occidente basándose en la organización de la

Iglesia romana que ya había descubierto el resorte de su efectividad (la afirmación,

sostenimiento y difusión del cuidado o caridad (agape) para con los pobres).Se pueden

descubrir así históricamente dos conceptos de “herejía” que finalmente se simplifican y

unifican. El primer concepto es del judeocristianismo de Jerusalén, lo escribe Hegesipo


en sus Memorias y lo registra Eusebio de Cesarea a continuación en su Historia

Eclesiástica.

La comunidad de la Iglesia de Jerusalén tiene su carácter propio siendo la más próxima

a Jesús, pues su base son los parientes directos de Jesús manteniéndose con una

sucesión igualmente parental: su hermano primogénito Santiago, seguido por su primo

hermano Simón hijo de Cleofás, y así va a seguir su posteridad. Pero cuando a la muerte

de Santiago lo siguió legítimamente Simeón bar Clopás, hubo un rechazo frontal por

parte de Tibutis, sacerdote probablemente del grupo de los convertidos, algunos quizás

esenios, según cuentan los Hechos de los apóstoles9. Tibutis rechazó la elección del

pariente directo e insistió en que la sucesión legítima le correspondía a él por su

ministerio de sacerdote. Eusebio aclara que este fue el origen de las herejías, o sea, un

cisma de carácter práctico justificado en un juicio sobre la sucesión legítima y no en la

interpretación de la enseñanza. Ireneo, sin embargo, y con él, antes y después, la

sucesión de los heresiólogos principales: Justino, Tertuliano, Hipólito y Epifanio firmes

en la línea de las epístolas católicas, como hemos visto, consideran que la “herejía” es

una elección doctrinal de falso contenido10.

En resumen se han tratado de exponer tres tesis: 1º La gnosis auténtica ha surgido con

los orígenes mismos del cristianismo entre discípulos próximos emparentados con

Jesús: Santiago y Tomás y así lo han reconocido los apóstoles Pedro y Juan; 2º Pablo

que pertenece a una generación posterior de discípulos desde sus comienzos ha sido

rechazado por la tradición judeocristiana y ha aceptado algunos elementos de la gnosis,

y muchos del protocatolicismo. Finalmente el protocatolicismo consecutivamente ha

rechazado a la gnosis auténtica y gradualmente al judeocristianismo. A los gnósticos y a

los cristianos alejandrinos, los ha limitado el protocatolicismo para elaborar con su

sedimento residual, la teología protocatólica, libre de elementos arcaicos dudosos11.


NOTAS

1. 1. 16-19.

2. 2, 1 y 9. Sobre la cronología cfr. O. Cullman, Le Nouveau Testament, P.U.F., París,

1966, p. 55-57 y con mayor amplitud, S. Vidal, Las Cartas originales de Pablo, Trotta,

Madrid, 1996, 71-117, esp. p.71-73.

3. Ver dentro de la tradición judeocristiana, Les Reconnaissances du pseudo Clément.

Roman chrétien des premiers siècles, trad., intr. et notes par A. Schneider & L. Cirillo,

BREPOLS, Turnhout, 1999, 70.1-8 (pp. 138-139).

4. 48.33-49.3 (A. Piñero, J. Montserrat Torrents, F. García Bazán (eds.), Textos

gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi III, Trotta, Madrid, 2000, p. 209). Ver al

respecto, Outi Lehtipuu, Debates over the Resurrection of the Dead, Oxford

University Press, 2015 y el resumen del prefacio en Vigiliae Chistianae LXIX/5 (2015),

p. 576. Sobre el pasaje de la Epístola extensamente explicado cfr. First Corinthians. A

New Translation with Introduction and Commentary by Joseph A. Fitzmyer, S.J., The

Anchor Yale Bible, Yale University Press, 2008, 539-552 y 557-563.

5. Cfr. Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi II, 22, 2-20 (p. 150) y ver con

mayor amplitud, F. García Bazán, «Sobre el gnosticismo y los gnósticos. A cuarenta

años del Congreso de Mesina», en Gerión 26/2 (2008), pp. 111-134, esp.118-119.

6. VII, 13, ver M. Merino Rodríguez, Clemente de Alejandría (Fuentes Patrísticas 24),

Ciudad Nueva, Madrid, 2010, p. 327, lo que ratifican las Stromata, cf. J. Daniélou, «La

tradition selon Clément d’Alexandrie», en J. Daniélou y otros, Conferenze Patristiche

II. Aspetti della Tradizione, Institutum Patristicum “Augustinianum”, Roma, 1972, 5-

18, esp. 7-10. Ver con mayor extensión: P.Th. Camelot, Foi et Gnose. Introduction a

l’étude de la coonnaissance mystique chez Clément d’Alexandrie, Vrin, París, 1945; A.

Méhat, Étude sur les “Stromates” de Clément d’Alexandrie, Éditions du Seuil, París,
1966; ídem, «”Vraie” et “Fausse” Gnose d’après Clement d´Alexandrie», en B. Layton

(ed.), The Rediscovery og Gnosticism I. The School of Valentinus, Brill, Leiden, 1980,

426-433;

Salvatores R. Lilla, Clement of Alexandria. A Study in Christian Platonism and

Gnosticism, Oxford University Press, 1971; Alain Le Boulluec, La notion d’ hérésie

dans la literature grecque IIe-IIIe siècles, Études Augustiniennes, París 1985, II, 263-

438; idem, Alexandrie antique et chrétienne. Clément et Origène, Institut d’Études

Augustinienne, (édition établie par Carmelo Giuseppe Conticello), París, 2006, pp. 213-

219, 255-274; Andrew C. Itter, Esoteric Teaching in the Stromateis of Clement of

Alexandria, Brill, Leiden , 2009 y el extenso comentario de esta obra por S. Lilla en

Augustinianum L/II (2010), 577-591.

7. Cfr.F. García.Bazán, El papado y la historia de la Iglesia, El Hilo de Ariadna,

Buenos Aires 2014, pp. 40ss.

8. Cfr. F. García Bazán, La Biblioteca gnóstica de Nag Hammadi y los orígenes

cristianos, El Hilo de Ariadna, Buenos Aires, 2013, capítulos IV y V.

9. Hchos 6,7 y ver las explicaciones de. A. Fitzmyer, Los hechos de los apóstoles

(Vol.I), Sígueme, Salamanca, 2003, p.479, n.7.

10. Cfr. Ireneo, Adversus haereses, así como antes Justino, aunque sosteniendo

asimismo el sentido gentil general del vocablo “escuela”. Cfr. F. García Bazán,

«Haíresis/secta en los primeros tiempos cristianos», en Revista bíblica (1977) I, pp. 29-

35.

11. La interpretación alejandrina ha sido la más influyente en la caracterización

contemporánea del esoterismo judío y la Cábala (G. Scholem, Les grands courants de

la mystique juive, Payot, París, 1960), aspectos del esoterismo islámico (M. Cruz

Hernández, «Los precedentes gnósticos del ‘Irfan», Anales del Seminario de Historia
de la Filosofía 17 (2000), 15-36) y del esoterismo cristiano (R. Guénon, AperÇus sur

l’ésotérisme chrétien, Villain et Belhomme-Éditions Traditionnelles, París, 1969 y con

sus lagunas, Jérôme Rousse-Lacordaire, Ésotérisme et christianisme. Histoire et enjeux

théologique d’une expatriation, Cerf, París, 2009 ). Cfr. Además, J. Daniélou, «Les

traditions secrets des Apôtres», Eranos-Jahrbuch 31 (1962), 199-215; idem, «La

tradition selon Clément d’Alexandrie», en Conferenza Patristiche II. Aspetti della

tradizionie, Institutum Patristicum “Augustinianum”, Roma, 1972, 5-18; A.Orbe, S.J.,

«Ideas sobre la tradición en la lucha antignóstica, ibídem, pp. 19-33; F. García Bazán,

Aspectos inusuales de lo sagrado, Trotta, Madrid, 2000, pp.103ss; ídem, La gnosis

eterna. Antología de textos gnósticos griegos, latinos y coptos I, Trotta-Edicions de la

Universitat de Barcelona, 2003; ídem, «Sobre el gnosticismo y los gnósticos. A

cuarenta años del Congreso de Messina», en Gerión 26/2 (2008), 111-134; ídem, La

Biblioteca gnóstica de Nag Hammadi y los orígenes cristianos, El Hilo de Ariadna,

Buenos Aires, 2013; ídem, El papado y la historia de la Iglesia, El Hilo de Ariadna,

Buenos Aires, 2014.

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