S1600887 Es
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S1600887 Es
S E R I E
ASUNTOS DE
GÉNERO
Políticas de cuidado
en América Latina
Forjando la igualdad
Políticas de cuidado
en América Latina
Forjando la igualdad
Los Estados Miembros y sus instituciones gubernamentales pueden reproducir esta obra sin autorización previa. Solo se les
solicita que mencionen la fuente e informen a las Naciones Unidas de tal reproducción.
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Índice
Resumen..................................................................................................................................................... 5
Introducción .............................................................................................................................................. 7
I. El cuidado como bien público: implicancias para un análisis de políticas .............................. 11
A. El debate conceptual sobre el cuidado y su contexto en América Latina............................... 11
B. Elementos para el análisis de las políticas de cuidado ........................................................... 13
C. Las políticas de cuidado como componente de la protección social ...................................... 16
II. La institucionalidad de las políticas de cuidado en América Latina ....................................... 23
A. El marco normativo internacional y nacional para el diseño de políticas de cuidado ............ 24
1. El cuidado en la legislación internacional y regional ..................................................... 24
2. El cuidado en la legislación nacional ............................................................................. 26
B. La oferta programática y su marco de políticas ..................................................................... 33
C. Las entidades que coordinan las políticas de cuidado ............................................................ 44
D. Mecanismos de diálogo y construcción de acuerdos.............................................................. 47
E. Financiamiento de las políticas .............................................................................................. 49
III. Reflexiones finales ........................................................................................................................ 51
A. Una oferta plural, pero que genera ciudadanía fragmentada y mantiene
la desprotección...................................................................................................................... 52
B. De la naturaleza multidimensional de los desafíos a una institucionalidad integrada............ 54
C. Garantías ciudadanas y protección social en el cuidado ........................................................ 57
D. Políticas integradas de cuidado: apostar por la igualdad de género desde el inicio ............... 61
Bibliografía .............................................................................................................................................. 65
Anexo ....................................................................................................................................................... 71
Serie Asuntos de Género: números publicados .................................................................................... 79
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Cuadros
Cuadro 1 América Latina (18 países): tasa de participación económica de mujeres
y hombres según composición del hogar, 2012 ............................................................. 18
Cuadro 2 América Latina (13 países): políticas de cuidado integradas o que atienden
necesidades específicas de cuidado, 2015 ...................................................................... 35
Cuadro 3 América Latina (20 países): programas de cuidado según tipo
y población objetivo, 2015 ............................................................................................. 36
Gráficos
Gráfico 1 América Latina (16 países): tasa de matrícula neta para el nivel
preescolar (3 a 6 años), 2013 ......................................................................................... 17
Gráfico 2 América Latina (10 países): tiempo promedio destinado al trabajo
remunerado y no remunerado de la población de 15 años de edad
y más por sexo, último período disponible .................................................................... 19
Recuadros
Recuadro 1 La Ley Nº 9220 de la Red Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil
en Costa Rica ................................................................................................................. 29
Recuadro 2 La creación de leyes integradas de cuidado. La Ley 19353 que crea
el Sistema Nacional Integrado de Cuidados en el Uruguay y la
Ley 39/2006 de la Promoción de la Autonomía Personal y Atención
a las Personas en Situación de Dependencia en España................................................. 32
Recuadro 3 Estándares y regulaciones de centros de cuidado infantil y para personas
adultas mayores en América Latina y Europa ................................................................ 40
Recuadro 4 Políticas de cuidado en países del Caribe ...................................................................... 41
Recuadro 5 Políticas de cuidado y sistemas de seguridad y protección social
en países desarrollados ........................................................................................................ 59
Diagramas
Diagrama 1 Componentes de una política integrada de cuidado ....................................................... 16
Diagrama 2 Chile: articulación entre políticas nacionales de cuidado
y de la Municipalidad de Santiago...................................................................................... 47
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CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Resumen
El cuidado es un bien público esencial para el funcionamiento de las sociedades, un derecho fundamental y
una necesidad en diversos momentos del ciclo de vida. En América Latina, la forma en que es provisto
origina desigualdades profundas. Estas se expresan en una organización social que asigna a las mujeres el
trabajo de cuidado remunerado y no remunerado, con frecuencia, a expensas de su bienestar, oportunidades
laborales y protección social, bajo la ausencia de respuestas públicas suficientes y adecuadas para quienes
requieren de cuidado y sus cuidadoras, y una oferta de mercado sumamente segmentada.
En años recientes, se observa una inflexión en este panorama y las políticas de cuidado comienzan a
figurar de manera más explícita en una normativa internacional y regional en construcción, y se constata
una institucionalidad naciente. En este documento se plantean tres aspectos centrales para el debate
regional sobre estas políticas. En primer lugar, las políticas de cuidado deben articularse a los sistemas de
protección social en expansión en los países. En segundo lugar, estas políticas públicas deben responder a
un enfoque de igualdad de género con un diseño que articule una oferta para personas que requieren
cuidados y los proveen y que promueva cambios en la división sexual del trabajo vigente y mayor
corresponsabilidad. En tercer lugar, debido a su naturaleza multidimensional, es necesario avanzar en
respuestas integradas y no fragmentadas y sectoriales frente a los derechos que se busca garantizar. Para
ello los Mecanismos para el Adelanto de la Mujer deben participar activamente en su institucionalidad.
El estudio indica que América Latina enfrenta una oportunidad histórica para abordar
integralmente las desigualdades que conlleva la actual organización social del cuidado, transversalizando
un enfoque de igualdad de género y de derechos desde la génesis de las políticas de cuidado. Aprovechar
esta oportunidad permitirá impulsar el avance hacia la igualdad en la región de manera sostenible,
inclusiva y universal, fomentando sociedades democráticas y orientadas a consolidar garantías
universales para el ejercicio de la ciudadanía y el goce del bienestar.
5
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Introducción
El cuidado es un bien público esencial para el funcionamiento de las sociedades, un derecho fundamental y
una necesidad vital que iguala desde el nacimiento: todas las personas requieren, al menos en algún
momento de su vida, de cuidados. Sin embargo, la forma en que son provistos origina desigualdades
profundas. Éstas se expresan en una organización social que asigna, de manera casi exclusiva, a las mujeres
el trabajo de cuidado no remunerado al interior de los hogares, así como el remunerado en el mercado de
trabajo. Esto sucede, con frecuencia, a expensas de su bienestar, su tiempo, sus oportunidades laborales y
protección social, frente a la ausencia de una redefinición más equilibrada y flexible de la división sexual
del trabajo, de respuestas públicas suficientes y adecuadas para quienes requieren cuidados y sus
cuidadoras, y ante una oferta de servicios en el mercado limitada y sumamente segmentada.
La respuesta a las demandas de receptores y proveedores de cuidado, considerando el rol garante
del Estado en la organización social del cuidado, es un desafío ineludible. Pese a ello, y aunque esta
problemática ha figurado de manera extensa y pionera en los debates del movimiento feminista y de
académicas a nivel mundial, en América Latina, la generación de políticas públicas que garanticen el
ejercicio del derecho al cuidado, que implica el acceso a cuidados oportunos y de calidad a las personas
que los requieran y el resguardo de los derechos de las personas cuidadoras a cuidar, auto-cuidarse y a
no cuidar (Marco y Rico, 2013; Pautassi, 2007), todavía no tiene el suficiente desarrollo.
En años recientes, se observa una inflexión en este panorama y las políticas de cuidado comienzan
a figurar en una normativa internacional y regional en construcción, con una institucionalidad naciente
en los países, aunque con muy desiguales niveles de desarrollo y capacidades fiscales. Como plantea este
documento, tres aspectos emergen en el debate regional sobre estas políticas.
En primer lugar, su necesaria articulación a los sistemas de protección social en expansión en los
países. En segundo lugar, no es posible consolidar políticas públicas de cuidado sin un enfoque de
igualdad de género en su diseño. Esto pasa por desafiar y alterar el papel que han jugado las familias en
su provisión, y en particular, las condiciones en que las mujeres han cuidado tradicionalmente, lo cual
emplaza al Estado como garante de los derechos al cuidado y hace imperativo que los hombres se
involucren decididamente en este pilar del bienestar de la población. También implica comprender que
las políticas de cuidado incluyen como grupos destinatarios a personas que requieren cuidados (niños y
niñas, y personas adultas mayores y con discapacidad en situación de dependencia) y a sus cuidadoras,
7
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
1
Como muestra CEPAL (2011), existe un vínculo claro entre las barreras que enfrentan las mujeres para insertarse en igualdad de
condiciones en el mercado laboral, entre las que figuran centralmente las demandas de cuidado, la alta estratificación con la que se
incorporan, su autonomía económica constreñida y su mayor vulnerabilidad a la pobreza y la de sus hogares.
8
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
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CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
El cuidado remite a una dimensión consustancial de la existencia humana por lo que afecta a todas las
personas en algún momento de su vida sin distinción ninguna. Al mismo tiempo, es altamente probable
que una parte importante de la población deba asumir responsabilidades asociadas a su provisión, sobre
todo si se es mujer en los roles de hijas, madres, esposas y abuelas. Por ello, no es posible pensar en la
reproducción de las sociedades, su bienestar y su existencia sin que existan dinámicas, prácticas y
relaciones gestadas al alero del cuidado (Carrasco, 2003) lo que lo constituye en un bien público por
excelencia (Gornick y Meyers2009, en Sojo 2011).
Sin embargo, la traducción del cuidado en una agenda de políticas públicas no ha sido espontánea
ni fácil, y más bien se ha caracterizado por la alta fragmentación y heterogeneidad de las respuestas
existentes y su escasa visibilidad y como problema público. Esta realidad se desenvuelve bajo una
organización social que naturaliza el cuidado como asunto doméstico y familiar, y eminentemente de
mujeres (Batthyány, 2015; CEPAL, 2013a; Daly and Lewis, 2000; Montaño, 2010). En consonancia, no
es posible plantear un debate sobre el cuidado y sus implicancias en ausencia de una perspectiva de
género y de derechos humanos. Su emergencia como problemática pública, de hecho, ha ido de la mano
con la aparición y el fortalecimiento de los movimientos de mujeres y ha formado parte primordial de la
agenda y la academia feminista (Rico, 2014ª, 2014b). En años recientes, el cuidado también emergen
como parte de las demandas reinvindicativas e instrumentos de derechos humanos para las diversas
poblaciones que requieren cuidados, incluyendo las personas adultas mayores o con discapacidad en
situación de dependencia.
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CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
2
El trabajo doméstico ha sido abordado en otros estudios de la División de Asuntos de Género de la CEPAL. Véase, por ejemplo,
CEPAL (2013a, 2015a), Rodríguez (2012) y Salvador (2011). Sobre la inclusión de los cuidados indirectos como parte de las
políticas de cuidado, existe un fértil debate, particularmente entre quienes indican que el cuidado indirecto es precondición del
directo (Salvador, 2015). Cabe resaltar que las encuestas de uso de tiempo no siempre permiten distinguir entre los tiempos
dedicados a los cuidados directos y a los quehaceres domésticos; lo mismo ocurre en el caso de las encuestas de hogares y los datos
sobre ocupación en ambas actividades. Cuando esta información está disponible, siempre muestra que estas actividades son asumidas
con una mayoría abrumadora por las mujeres. Es esperable que la reciente aprobación de la Clasificación de Actividades de Uso del
Tiempo para América Latina y el Caribe (CAUTAL) permitirá robustecer la información desagregada sobre los tiempos dedicados a
las distintas actividades por hombres y mujeres en la región, entregando información clave para el diseño de políticas públicas en los
países (CEPAL, 2015b).
12
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
3
En la sección II del documento, se aborda con especificidad el reconocimiento del derecho al cuidado en la legislación internacional vigente.
4
La evidencia en la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) indica que los países con mayores tasas de
empleo entre las mujeres son también los que tienen tasas de fecundidad más altas. El factor clave en ello pareciera ser el acceso a
servicios de cuidado infantil de buena calidad, la estabilidad de las políticas de cuidado y la existencia de medidas tendientes a la
conciliación entre las responsabilidades laborales y familiares (Sojo, 2011 en base a OECD, 2011).
13
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
En base a estas consideraciones, es posible definir a las políticas públicas de cuidado como
aquellas destinadas a garantizar el bienestar físico y emocional cotidiano de las personas con algún nivel
de dependencia, a la vez de intervenir sobre la organización social del cuidado, consagrando los
derechos al cuidado, abordando sus riesgos y necesidades y contribuyendo al logro de la igualdad
sustantiva. En la práctica, estas políticas tienen efectos sobre la distribución de responsabilidades entre
Estado, mercado, familias y comunidades a través de configuraciones determinadas del bienestar. Al
mismo tiempo, tienen implicancias directas en materia de igualdad de género, pudiendo promoverla
activamente, por ejemplo, a través de medidas que busquen incentivar la corresponsabilidad del cuidado
entre hombres y mujeres o que garanticen acceso universal a servicios de cuidado. Por el contrario, estas
políticas podrían también conllevar efectos adversos para la igualdad de género si, en su diseño,
refuerzan orientaciones maternalistas que mantienen su responsabilidad primaria a cargo de las mujeres
(Blofield y Martínez Franzoni, 2014, 2015).
Comprendiendo que las políticas de cuidado son eminentemente multidimensionales y que
requieren de esfuerzos multi- e inter-sectoriales, se ha comenzado a discutir en la región la noción de
políticas integradas de cuidado, entendidas como el ―[ …] conjunto de acciones públicas y privadas que
se desarrollan de forma articulada para brindar atención directa a las personas y a las familias en el
cuidado de su hogar y de sus miembros‖ (Salvador, 2011).
Este enfoque de políticas demanda la implementación simultánea de una diversidad de
instrumentos para responder a las necesidades de las personas que requieren cuidados y que cuidan y su
articulación con las políticas sectoriales de salud, educación, seguridad social y empleo, entre otras. Para
ello son requeridos mecanismos institucionales concretos, estables y con un presupuesto específico.
La definición de las prestaciones concretas que incluyen las políticas integradas de cuidado y su
inserción en los sistemas de protección social de la región es todavía incipiente, aunque su
implementación en países como Costa Rica y el Uruguay han contribuido a aterrizar su discusión (véase
recuadros 1 y 2 en sección II). Propuestas para su construcción han sido desarrolladas a nivel teórico en
las que es posible identificar dimensiones transversales para su diseño y análisis (véase Batthyany, 2015;
Blofield y Martínez Franzoni, 2014; CEPAL, 2013a; Ellingstaeter, 1999; Huenchuan, 2014; Lamaute-
Brisson, 2010; Marco, 2007; Marco y Rico, 2013 y Salvador, 2011).
En primer lugar, estas propuestas enfatizan que estas políticas deben considerar que los cuidados
se desenvuelven tanto al interior, como fuera del hogar, de manera remunerada y no remunerada y por
diversos actores, entre los que se incluyen las cuidadoras, el sector privado, la comunidad, y la oferta
pública estatal y no estatal. En segundo lugar, resaltan que las políticas de cuidado deben dirigirse,
simultáneamente, a sus distintas poblaciones, incluyendo a quienes los necesitan y proveen
(Marco, 2007; Marco y Rico, 2013; Huenchuan, 2014). Asimismo, en el caso de las poblaciones en
situación de dependencia, remarcan que la oferta de políticas debe organizarse conforme a los distintos
niveles de dependencia identificados (Salvador, 2011).
En segundo lugar, algunas de estas propuestas estructuran las políticas de cuidado en función de
sus objetivos. Huechuan (2014) identifica como parte de las prestaciones orientadas a las personas
cuidadoras aquellas que buscan: i) apoyarlas en la conciliación del trabajo de cuidado no remunerado y
el trabajo remunerado, ii) mejorar su bienestar físico y mental y, iii) garantizar sus derechos. Asimismo,
Blofield y Martínez Franzoni (2014), al analizar políticas de conciliación entre trabajo remunerado y
familia, las clasifican en tres grupos: i) políticas secuenciales asociadas a la protección de ingresos
—y del empleo— de personas cuidadoras (licencias, flexibilidad laboral y part-time); ii) políticas
defamiliarizadoras que reorientan la provisión del cuidado desde las familias y las mujeres hacia el
Estado (por ejemplo, respecto de la provisión de servicios para el cuidado infantil o el mandato de su
organización por parte de las empresas empleadoras); y iii) políticas regulatorias hacia el empleo
doméstico en el sector del cuidado.
14
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
En tercer lugar, es posible identificar tres dimensiones que estructuran las políticas de cuidado:
los tiempos, los recursos económicos y los servicios para cuidar y recibir cuidados (Ellingstaeter, 1999;
Lamaute-Brisson, 2010; Pautassi, 2007). A estas, se puede agregar una cuarta referida a su regulación,
incluyendo el conjunto de estándares de calidad y normativa laboral asociada a su desarrollo.
Estas dimensiones consideran una diversidad de instrumentos de política. Los recursos para el
cuidado pueden incluir transferencias monetarias directas para contratar servicios de cuidado o
como contraprestación a las cuidadoras no remuneradas por su trabajo en el presente o futuro por
medio de aportes estatales para sus cotizaciones en los sistemas de seguridad social, así como
subsidios a la oferta de servicios públicos y privados de cuidado. Las políticas de tiempo refieren al
conjunto de mecanismos y regulaciones que permiten a personas cuidadoras acceder a l icencias y
tiempos de cuidado de niños y niñas y otros familiares en situación de dependencia, con protección
de sus condiciones laborales. Aquí se pueden incluir también otras políticas destinadas a la
conciliación entre el empleo y las responsabilidades familiares de cuidado, incluyendo aquellas que
versan sobre las jornadas laborales y su flexibilidad respecto de los tiempos y lugares de trabajo,
estas recaen, fundamentalmente, en el ámbito de las políticas laborales y de regulación de los
mercados laborales, a la vez de constituir medidas que pueden ser promovidas activamente desde el
sector privado. Los servicios públicos de cuidado ofrecen la respuesta más directa para garantizar el
acceso a cuidado por parte de las personas que los requieren. Estos servicios pueden también incluir
prestaciones dirigidas a las personas cuidadoras, en el caso de servicios de respiro, de capacitación
y de acompañamiento psicológico, entre otros. Finalmente, la existencia de estándares y
regulaciones respecto de la forma en que se ejerce el cuidado también da cuenta del rol que asume
el Estado en su organización y garantía de derechos, independientemente de que su provisión pueda
ser efectuada desde el sector privado.
Ninguna de estas opciones es neutra desde una perspectiva de igualdad de género. Se ha
argumentado que la entrega de transferencias monetarias directas a cuidadoras no remuneradas no hace
sino reforzar los roles de género que perpetúan la desigual distribución del trabajo en la región.
Licencias que no consideren la corresponsabilidad del cuidado entre hombres y mujeres, pueden también
contribuir al desbalance en su provisión y a que sus costos laborales sean asignados exclusivamente a las
últimas. Asimismo, servicios de cuidado que no contemplen estándares de calidad en el empleo en el
sector del cuidado, mayoritariamente cubierto por mujeres en América Latina (CEPAL, 2013a),
consolidan la precariedad laboral y desprotección social que las afecta.
En este documento, se ha optado por adoptar un enfoque que combina bidimensionalmente la
existencia de políticas en las dimensiones de tiempo, recursos monetarios, servicios y regulación del
cuidado y la atención de estas políticas a sus distintas poblaciones, considerando un enfoque de igualdad
de género y de derechos en su diseño (véase diagrama 1). El análisis sobre las políticas de cuidado en los
países de la región que se desarrolla en las siguientes secciones del documento indaga hasta qué punto su
diseño considera estas dimensiones y a las distintas poblaciones de los cuidado de manera integral, así
como su potencial contribución a la igualdad de género.
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CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Diagrama 1
Componentes de una política integrada de cuidado
Fuente: Elaboración propia en base a Sandra Huenchuan ― ¿Qué más puedo esperar a mi edad?, Cuidado, derechos de las
personas mayores y obligaciones del Estado‖ en Sandra Huenchuan y Rosa Icela Rodríguez (eds) Autonomía y dignidad en
la vejez: Teoría y práctica en políticas de derechos de las personas adultas mayores, (LC/L.3942), Santiago de Chile,
Publicación de las Naciones Unidas, 2014; Flavia Marco, ―
El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos,
obligación de todas‖, Serie Mujer y Desarrollo Nº 89 (LC/L.2843-P/E), Santiago de Chile, Publicación de las Naciones
Unidas, 2007; Corina Rodríguez Enríquez (2007), ― La organización del cuidado de niños y niñas en Argentina y Uruguay‖,
Serie Mujer y desarrollo, Nº 90 (LC/L.2844-P), Santiago de Chile, Publicación de las Naciones Unidas; Soledad
Salvador (2011), ―Hacia un sistema nacional de cuidados en Uruguay‖, en María Nieves Rico (coordinadora), ―El desafío de
un sistema nacional de cuidado para el Uruguay‖, Serie Seminarios y Conferencias Nº 66 (LC/L.3359), Santiago de Chile,
Publicación de las Naciones Unidas.
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CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
inicial para niños y niñas hasta los 3 años en seis países de América Latina5, el acceso se ha
incrementado de manera considerable entre los años 2000 y 2010. Sin embargo, la matrícula es todavía
limitada y revela disparidades considerables entre los países: mientras, en un extremo, llegaba al 35% de
las niñas y los niños de este grupo de edad en el Uruguay, tan sólo alcanzaba el 8% en Nicaragua y el
1% en Guatemala, alrededor de 2010 (Berlinski y Schady, 2015). Esto pese a que el examen de las
políticas nacionales sobre educación inicial para 18 países de América Latina en 2014 mostró que en
sólo tres de ellos6 no existía un programa nacional con presupuesto específico para proveer servicios de
cuidado durante ocho horas diarias a niños y niñas de 0 a 3 años. Sin embargo, en la gran mayoría de los
casos, se trata de programas focalizados en familias de mayor vulnerabilidad y en situación de pobreza,
y por ende, con una cobertura probablemente limitada. Como es de esperar, para niños y niñas en edad
de ingresar a la educación pre-escolar, las coberturas se incrementan significativamente, aunque siempre
con grandes brechas entre países (véase gráfico 1).
Gráfico 1
América Latina (16 países): tasa de matrícula neta
para el nivel preescolar (3 a 6 años), 2013
(En porcentajes)
120
100
100
85 79
80 72
69 69
65 58 55 55
60 49 48
33 32 32
40
30
20
Paraguay
Uruguay
Colombia
Ecuador
Perú
Panamá
Cuba
Argentina
Nicaragua
Guatemala
Venezuela (Rep. Bol. de)
El Salvador
México
Honduras
Fuente: UNESCO-IEU: Instituto de Estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y Rep. Dominicana
la Cultura - Base de datos en línea - http://stats.uis.unesco.org/.
Esta información muestra que, al menos en el caso de niños y niñas durante sus primeros tres años
de vida, su cuidado es provisto mayoritariamente al interior de las familias. Esta situación es también la
de niños y niñas de 3 a 6 años en al menos 6 países de América Latina.
El déficit de servicios para el cuidado infantil se empata con las barreras que enfrentan las
mujeres en hogares donde habitan niños y niñas, así como otros familiares en situación de dependencia,
para insertarse plenamente en el mercado laboral.
En 2014, un cuarto de las mujeres de 15 años y más en América Latina declararon estar fuera de
la fuerza de trabajo remunerado y tener como ocupación principal el trabajo doméstico7, situación que
5
De acuerdo a datos para Brasil, Chile, el Ecuador, Guatemala, Nicaragua y el Uruguay a partir de procesamientos de diversas
encuestas nacionales (Berlinski y Schady, 2015, pág. 96).
6
El Estado Plurinacional de Bolivia, Nicaragua y el Paraguay (Blofield y Martínez Franzoni, 2015).
7
Promedio simple para 18 países de América Latina. De acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe,
División de Estadísticas, Unidad de Estadísticas Sociales, sobre la base de tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los
respectivos países. Para mayores antecedentes, véase CEPALSTAT, Base de Datos de la Comisión Económica para América Latina
y el Caribe, [en línea]: http://interwp.cepal.org/sisgen/ConsultaIntegrada.asp?idIndicador=2319&idioma=e.
17
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
varía de manera significativa según la pertenencia a distintos quintiles de ingresos. Por ejemplo,
en 2013, 53% de las mujeres del quintil de menores ingresos y 17% de las mujeres del quintil de
mayores ingresos se encontraban en esta situación en El Salvador8. Esto puede ser reflejo de la desigual
capacidad de los hogares, en función de su situación socioeconómica, para resolver las necesidades de
cuidado frente al déficit de políticas públicas en esta materia: mientras los hogares de mayores ingresos
pueden resolver en mayor grado sus necesidades de cuidado contratando, cuando existen, servicios en el
mercado, los hogares en situación de pobreza, ante las limitadas políticas públicas, enfrentan barreras
mayores en función de su menor disponibilidad de recursos, al tiempo que tienen mayores necesidades
de cuidado, en la medida en que tales hogares poseen mayor número de hijos debido a una mayor
fecundidad. El cuidado es, entonces, altamente estratificado (CEPAL, 2011; Rico, 2014a).
La desigualdad en las condiciones que sortean las mujeres en relación al trabajo remunerado y no
remunerado en el hogar se ve reflejada en la dispar tasa de participación económica de hombres y
mujeres según la composición del hogar: esta tasa es siempre menor para mujeres que para hombres y es
todavía menor en hogares con niños y niñas menores de 6 años (véase cuadro 1).
Cuadro 1
a
América Latina (18 países) : tasa de participación económica de mujeres y hombres según
composición del hogar, 2012
(En porcentajes de la población de 15 a 49 años)
Edad del niño más pequeño
Sin niños en el hogar
Menos de 6 años Entre 6 y 14 años
Mujeres 54,3 60,9 64,2
Hombres 90,0 81,3 80,0
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Panorama Social de América Latina 2014, (LC/G.2635-P),
Santiago de Chile, Publicación de las Naciones Unidas, pág. 184, sobre la base de tabulaciones especiales de las
encuestas de hogares de los respectivos países.
a
Promedio ponderado.
Las encuestas de uso del tiempo en países de América Latina confirman una organización social
del cuidado al interior de las familias fuertemente feminizada. Las mujeres destinan más horas
semanales, en promedio, al trabajo no remunerado, dentro del cual se incluyen el cuidado, que los
hombres. En la gran mayoría de los casos, esto implica que el tiempo total de trabajo, considerando el
trabajo remunerado y no remunerado, es mayor para las mujeres, y que el margen de tiempo disponible
para el trabajo remunerado puede estrecharse al verse enfrentadas a la demanda de cuidado por parte de
miembros del hogar en situación de dependencia.
En base a la última ronda de encuestas de uso de tiempo disponibles para los países de América
Latina, el tiempo total de trabajo de las mujeres es superior al de los hombres en ocho de nueve países de
la región para los que se tiene información9 (véase gráfico 2).
Por otra parte, es pertinente notar que la organización social del cuidado predominante en los
hogares de América Latina activa también cadenas de reproducción intergeneracional de desprotección
social, pobreza y desigualdad. Éstas se expresan a lo largo del ciclo de vida de las mujeres y sus familias.
8
De acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, División de Estadísticas, Unidad de Estadísticas
Sociales, sobre la base de tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los respectivos países. Para mayores antecedentes,
véase CEPALSTAT, Base de Datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, [en línea]: http://interwp.cepal.org/
sisgen/ConsultaIntegrada.asp?idIndicador=2674&idioma=e.
9
De acuerdo a datos de la División de Asuntos de Género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe sobre la base de
tabulaciones especiales de las Encuestas sobre Uso del Tiempo disponibles para los siguientes años: Argentina (2013), Brasil (2012),
Colombia (2012), Costa Rica (2011), el Ecuador (2012), México (2009), Panamá (2011), el Perú (2010) y el Uruguay (2013). El
tiempo total de trabajo incluye el tiempo de trabajo doméstico no remunerado y el tiempo de trabajo remunerado.
18
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Gráfico 2
América Latina (10 países): tiempo promedio destinado al trabajo remunerado
y no remunerado de la población de 15 años de edad y más por sexo,
último período disponible
(Promedio de horas semanales)
80 74
70
70 21 64 63
20 61 59
58 58 57 56 56
60 53 54 54 45 22
51 21 50
16 39 48 43
47 23 42 20
50 43 43 20 44 44
34 35
15 42
40 20 37
30
20
10
43 17 24 6 32 10 50 19 40 10 33 5 54 19 34 14 42 16 36 15
00
Hombres
Hombres
Hombres
Hombres
Hombres
Hombres
Hombres
Hombres
Hombres
Hombres
Mujeres
Mujeres
Mujeres
Mujeres
Mujeres
Mujeres
Mujeres
Mujeres
Mujeres
Mujeres
Argentina Brasil Colombia Costa Rica Ecuador Guatemala México Panamá Perú Uruguay
2013 2012 2012 2011 2012 2014 2014 2011 2010 2013
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe, División de Asuntos de Género en base a tabulaciones
especiales de encuestas de uso del tiempo. Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe, [en línea]:
http://oig.cepal.org/es.
El trabajo de cuidado ejercido por las mujeres se inicia en la infancia (Céspedes y Robles, 2016) y
puede constituir una barrera para la terminación de los estudios y, posteriormente, para la inserción
laboral de las jóvenes (Rico y Trucco, 2014). De acuerdo a datos de la CEPAL, alrededor de 2013, 55%
de las y los jóvenes latinoamericanos entre 15 y 29 años que no estaban estudiando ni empleados,
ejercían trabajo doméstico y de cuidado no remunerado. Esta incidencia subía al 69% entre las jóvenes
de este tramo etario10.
Estas barreras asentadas tempranamente tienen repercusiones en la posterior inserción laboral de las
mujeres y, por ende, en su autonomía económica: alrededor de 2014, 31% de las mujeres de 15 años y más
no tenían ingresos propios11. En contraste, sólo 11% de los varones se encontraba en esta situación.
Finalmente, trayectorias marcadas por el cuidado no remunerado o con escaso reconocimiento
social y que han cimentado una inserción laboral precaria o discontinua, decantan en la mayor
vulnerabilidad económica de las mujeres durante su vejez. Esta situación se evidencia en las brechas de
género entre perceptores de jubilaciones y pensiones y en la carencia de ingresos propios durante la
vejez. Como referencia, 23% de las mujeres mayores de 60 años no tenía ingresos propios12, lo cual
10
Promedios simples. De acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, División de Asuntos de Género,
sobre la base de tabulaciones especiales de las Encuestas de Hogares de países de América Latina.
11
Promedio simple para 16 países, de acuerdo a información de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, sobre la base
de tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los respectivos países. Véase [en línea]: http://www.cepal.org/oig/ws/
getRegionalIndicator.asp?page=12&language=spanis>.
12
Promedio simple para 17 países, de acuerdo a información de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, sobre la base
de tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los respectivos países. Véase [en línea]: http://interwp.cepal.org/
sisgen/ConsultaIntegrada.asp?idTema=221&idIndicador=2315&idioma=e.
19
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
refleja una exclusión dramática de las prestaciones de la protección social, incluyendo su acceso a
pensiones y a jubilaciones.
En este contexto, el cuidado es una problemática central para la protección social dado que su
actual organización social no permite garantizar el derecho a un nivel adecuado de vida, al trabajo ni a la
seguridad social por igual para mujeres y hombres, lo que a su vez redunda en la mayor vulnerabilidad
de las primeras a la pobreza y en su desprotección social. El que esta organización se naturalice,
invisibiliza la necesidad de contar con políticas específicas de protección social para ellas.
Las implicancias de este análisis para las políticas de protección social son claras y concretas. Del
lado de quienes asumen las responsabilidades de cuidar, el que una proporción importante de mujeres se
dedique de manera exclusiva al trabajo de cuidado no remunerado a expensas de su autonomía
económica y frente a la ausencia de políticas que regulen esta situación, imprime a su organización
social de rasgos de precariedad importante. Estas mujeres no sólo enfrentan riesgos asociados a su nivel
de vida presente en cuanto a su disponibilidad de ingresos y cobertura de la seguridad social, sino
también a futuro, derivado de su virtual exclusión de los sistemas de pensiones de índole contributivo
durante los tiempos en que no hayan podido cotizar por desempeñar este trabajo. Esta vulnerabilidad se
amplía al conjunto del hogar cuando se consideran los gastos de bolsillo en que se incurren para
contratar servicios de cuidado en el mercado, cuando estos no se proveen al interior de los hogares ante
el déficit de políticas públicas de cuidado.
A esto debe sumarse el panorama respecto de las personas cuidadoras remuneradas. Hacia 2010,
el 94,2% de este sector estaba constituido por mujeres, con escaso acceso a la protección social —63,2%
de las trabajadoras del cuidado no estaban afiliadas a la seguridad social, mientras esta situación afectaba
al 56,4% de otros ocupados—, en empleos precarios y de menores ingresos13 (CEPAL, 2013a). Además,
la incidencia de la pobreza es mayor entre las y los trabajadores del sector del cuidado (24,1%) que en
otros sectores ocupacionales (20,2%) (ibid: 149)14.
Por otra parte, en el caso de la población que recibe cuidados, su acceso a servicios de desigual
calidad en términos de los empleos que ofrecen y las prestaciones que pueden garantizar, limita su
ejercicio de derechos, profundiza la desigualdad e incrementa su vulnerabilidad.
Frente a este escenario, las políticas de cuidado deben instalarse como un pilar de la protección
social, junto a las políticas de seguridad social, de acceso a la salud, de asistencia social (Rico, 2014a) y
de regulación de los mercados laborales. Desde esta lógica, deben resguardar aspectos medulares del
bienestar de la ciudadanía, garantizando su acceso a derechos sociales y económicos, proveyendo niveles
consensuados de aseguramiento frente a los riesgos que enfrentan quienes cuidan y precisan cuidados, y
atendiendo a sus necesidades diferenciadas. La protección social frente a las necesidades y derechos del
cuidado se expresaría en que estas políticas logren consolidar las condiciones para que, quienes
requieran cuidados, accedan a ellos a través de servicios de calidad; que el acceso a cuidados en el
mercado no profundice la pobreza en los hogares; que el trabajo de cuidados no genere barreras en el
acceso a la educación y al empleo en condiciones igualitarias entre hombres y mujeres; en particular, que
cuidar no implique la exclusión de la seguridad social, amenace su autonomía económica y cimente
vulnerabilidad. Para ello, las políticas de cuidado deben posicionarse desde una perspectiva integrada y
de derechos universales de ciudadanía, superando enfoques sectoriales y de atención a grupos
poblacionales específicos.
La forma concreta que adopte el engranaje entre las políticas de cuidado y las de protección social
está sujeta a construcción y debate. En primer lugar, en términos de su institucionalidad, un primer
enlace dice relación con la articulación que exista entre las entidades a cargo de la coordinación de las
políticas de cuidado y los sistemas de protección social. Como se revisa en la siguiente sección, tanto en
13
El ejercicio realizado por la CEPAL para 14 países sobre la base de tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los países
mostró que, en promedio, personas que trabajan en el sector del cuidado pueden llegar a ganar entre un 89,6% (en Costa Rica) y un
13,8% (en el Perú), menos que otros trabajadores y trabajadoras.
14
Cabe destacar que, entre las trabajadoras del sector cuidado, tres cuartas partes corresponden al servicio doméstico en los hogares y
sólo la cuarta parte restante se vincula a ocupaciones en áreas como la educación y la salud (ibid: 138).
20
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
15
Un cuidado especial debe tenerse con que estas políticas transferencias no terminen reproduciendo trabajo precario, informal, sin
acceso a protección social y desincentiven la generación de oferta y demanda por empleo en condiciones de trabajo decente. Para una
reflexión en esta línea a partir del caso español, véase Matus y Vega (2016).
16
El Sistema Nacional Integrado de Cuidados en el Uruguay, por ejemplo, contempla las Becas de Inclusión Socioeducativas para que
familias en situación de vulnerabilidad que no cuenten con oferta pública disponible, puedan enviar a sus hijos e hijas a centros
privados de cuidado infantil (Sistema de Cuidados, 2015).
21
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Esta sección examina las políticas de cuidado existentes en América Latina y su desarrollo
institucional. Para ello, se realizó una revisión de la institucionalidad de las políticas de cuidado en
20 países de América Latina17 al nivel del gobierno central 18. En este documento, se entiende a la
institucionalidad social como un concepto que alude a la existencia de normativas que expresan
acuerdos políticos y sociales sobre una problemática determinada y estructuras organizacionales a
partir de las cuales se gestionan las políticas sociales, definiendo objetivos de intervención,
mecanismos de seguimiento y evaluación, atribuciones para los actores participantes y reglas
concretas para su implementación y coordinación 19. En atención a estos elementos, y en base a la
información disponible a nivel regional, el análisis de la institucionalidad aquí planteado recoge cinco
dimensiones complementarias de las políticas de cuidado: i) el marco jurídico-normativo que las
ampara en el nivel internacional y nacional, ii) la oferta programática que las compone, iii) las
entidades encargadas de su articulación, iv) los mecanismos existentes para la construcción de
acuerdos sociales y fiscales para su operación en el marco de los nacientes elementos técnicos y
operativos vinculados a su implementación, y v) su financiamiento20.
17
Los 20 países considerados en la región son: la Argentina, Bolivia (Estado Plurinacional de), el Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica,
Cuba, el Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, el Paraguay, el Perú, Puerto Rico, República
Dominica, el Uruguay y la Venezuela (República Bolivariana de). Esta revisión debe considerarse como un primer ejercicio de
acercamiento a las normativas, políticas y programas existentes en los países en materia de cuidados. En su elaboración se
consultaron fuentes oficiales y sitios web de los gobiernos, la información sobre legislación sobre el cuidado y políticas justas en los
países de América Latina y el Caribe disponible en el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (véase [en
línea]: http://oig.cepal.org/es) y otras fuentes secundarias relevantes. La información incorporada en esta sección no ha sido
refrendada individualmente con los países.
18
Cabe destacar que existen esfuerzos recientes por documentar la situación de las políticas de cuidado en el nivel sub-nacional,
entregando información rica y muy útil para la discusión sobre las estructuras de coordinación locales para su implementación, así
como sus desafíos institucionales. Véase, por ejemplo, Batthyany (2016); Huenchuan y Rodríguez (2015) y Segovia (2015).
19
Discusiones sobre el concepto de institucionalidad pueden encontrarse en CEPAL (2015b).
20
Un enfoque similar para la revisión de la institucionalidad social en América Latina ha sido construido y utilizado por CEPAL
(2016), definiendo las siguientes cuatro dimensiones: a) jurídico-normativa; b) la relacionada con la estructura de gobierno en lo
23
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
social; c) técnica-operativa, incluyendo los elementos de gestión y planificación de las políticas; y d) fiscal, analizando el volumen de
recursos asignados a lo social.
21
El artículo 19, punto 1 de la CDN indica ― Los Estados Partes pondrán el máximo empeño en garantizar el reconocimiento del
principio de que ambos padres tienen obligaciones comunes en lo que respecta a la crianza y el desarrollo del niño. Incumbirá a los
padres, o en su caso, a los representantes legales la responsabilidad primordial de la crianza y el desarrollo del niño. Su preocupación
fundamental será el interés superior del niño‖.
22
El artículo 19 b) indica que se debe asegurar el que: ― Las personas con discapacidad tengan acceso a una variedad de servicios de
asistencia domiciliaria, residencial y otros servicios de apoyo de la comunidad, incluida la asistencia personal que sea necesaria para
facilitar su existencia y su inclusión en la comunidad y para evitar su aislamiento o separación de ésta‖.
23
El artículo 28 indica el compromiso de ― Asegurar el acceso de las personas con discapacidad y de sus familias que vivan en
situaciones de pobreza a asistencia del Estado para sufragar gastos relacionados con su discapacidad, incluidos capacitación,
asesoramiento, asistencia financiera y servicios de cuidados temporales adecuados‖.
24
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
hijos e hijas24 y el incentivo a la provisión de servicios sociales de apoyo para la combinación de las
responsabilidades familiares, de trabajo y de participación en la vida pública, incluyendo, especialmente,
la creación e implementación de una red de servicios de cuidado para los niños y las niñas25. Asimismo,
el artículo 11 define la implementación de licencia de maternidad remunerada ―c on sueldo pagado o con
prestaciones sociales comparables sin pérdida del empleo previo, la antigüedad o beneficios sociales‖.
De especial relevancia para las mujeres y hombres trabajadores, especialmente para el cuidado de
niños y niñas recién nacidas, pero también de otros familiares, es el conjunto de instrumentos que
garantizan tiempos y recursos para cuidar a través de licencias. Instrumentos de la Organización
Internacional del Trabajo en esta línea son el Convenio sobre la Protección de la Maternidad del
año 2000 (Núm. 183) (OIT, 2000) y el Convenio sobre los Trabajadores con Responsabilidades
Familiares de 1981 (Núm. 156) (OIT, 1981). El Convenio Núm. 183 define para los países que lo han
ratificado26 en 14 semanas las prestaciones de maternidad para las mujeres, quienes tienen derecho a una
prestación económica no inferior a dos tercios de sus ingresos anteriores y a una o más interrupciones
diarias, o a una reducción en el tiempo diario de trabajo, para la lactancia de su hijo o hija. A su vez, el
Convenio Núm. 156 aborda la obligación de los Estados miembros de adoptar e impulsar políticas que
propicien la conciliación de responsabilidades familiares y laborales e impedir cualquier forma de
discriminación laboral que afecte a quienes ejercen ambas responsabilidades.
Además, el Convenio sobre las Trabajadoras y los Trabajadores Domésticos de 2011 (Núm. 189)
(OIT, 2011a) y la Recomendación Núm. 201 sobre el trabajo decente para las trabajadoras y los
trabajadores domésticos (OIT, 2011b) determinan el compromiso de los Estados en el cumplimiento de
los derechos humanos de estas y estos trabajadores, incluyendo su libertad sindical y de asociación,
eliminación de todas las formas de discriminación laboral y violencia, trabajo forzoso y explotación
infantil. Estas normativas también determinan la necesidad de que las condiciones laborales que les
afectan sean equitativas con respecto al resto de las trabajadoras y los trabajadores.
De forma más reciente, otros instrumentos han recogido la preocupación por el cuidado de grupos
específicos a lo largo del ciclo de vida. Así, la normativa reciente sobre protección social plasmada en la
Recomendación sobre Pisos de Protección Social (núm. 202) de 2012 de la Organización Internacional
del Trabajo (OIT, 2012) incluye el acceso al cuidado para niños y niñas como parte de las prestaciones
que debiera asegurar una garantía de ingresos adecuados.
Asimismo, la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las
Personas Adultas Mayores, aprobada en 2015 por la Asamblea General de los Estados Americanos
(OEA, 2015), provee un instrumento vinculante que, entre sus artículos, define la obligación de los
Estados de implementar medidas tendientes al desarrollo de un sistema integral de cuidado para las
personas adultas mayores que incluya una perspectiva de género.
La generación de políticas públicas para promover la corresponsabilidad en el cuidado y valorar el
trabajo no remunerado en este ámbito figura como preocupación central de los últimos cinco Consensos de
las Conferencias Regionales sobre la Mujer en América Latina y el Caribe (Lima 2000, México 2004,
Quito 2007, Brasilia 2010 y Santo Domingo 2013) (véase CEPAL, 2000, 2004, 2007, 2010 y 2013b). Estos
Consensos otorgan un marco normativo amplio para los países a través de los cuales se priorizan políticas
para la promoción de la igualdad de género. Por ejemplo, en el Consenso de Quito (CEPAL, 2007),
24
El artículo 5 de la CEDAW indica que los Estados parte deben ― Garantizar que la educación familiar incluya una comprensión
adecuada de la maternidad como función social y el reconocimiento de la responsabilidad común de hombres y mujeres en cuanto a
la educación y al desarrollo de sus hijos, en la inteligencia de que el interés de los hijos constituirá la consideración primordial en
todos los casos‖.
25
El artículo 11 de la CEDAW, en el contexto de acciones para impedir la discriminación de la mujer debido a su matrimonio o
maternidad, y para asegurar su derecho a trabajar, indica que los Estados parte deben: ― Alentar el suministro de los servicios sociales
de apoyo necesarios para permitir que los padres combinen las obligaciones para con la familia con las responsabilidades del trabajo
y la participación en la vida pública, especialmente mediante el fomento de la creación y desarrollo de una red de servicios
destinados al cuidado de los niños‖.
26
En América Latina, el Convenio Núm. 183 sólo está en vigor en Cuba, y el Núm. 156, en 9 países: La Argentina, el Bolivia (Estado
Plurinacional de), Chile, el Ecuador, El Salvador, Guatemala, el Paraguay, el Perú y el Uruguay. Véase [en línea]:
http://www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=NORMLEXPUB:11300:0::NO:11300:P11300_INSTRUMENT_ID:312328:NO.
25
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
26
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así ejercer su derecho a la seguridad social. En particular, en el caso de la Constitución de la República del
Ecuador, se declara que el Estado deberá promover un régimen laboral que funcione en armonía con las
necesidades del cuidado humano, que facilite servicios de cuidado infantil, de atención a las personas con
discapacidad y otros necesarios para que las personas puedan trabajar. Asimismo, en el caso de la
Constitución de El Salvador, el artículo 42 menciona la obligatoriedad de los empleadores para instalar
lugares de cuidado para los niños y niñas de las personas trabajadoras.
Un campo de especial relevancia en el análisis de la legislación sobre el cuidado en los países lo
constituyen las licencias para el cuidado de familiares, y, en particular, las licencias por maternidad que
resguardan tiempos para el cuidado de niñas y niños durante sus primeras semanas de vida. Como indican
Pautassi y Rico (2011), ― los cuidados implican tiempo, conocimiento y dedicación exclusiva, sobre todo en
los primeros meses de vida. Es una tarea de ― mano de obra intensiva‖ con tres componentes: el cuidado
material, el económico y el psicológico (Batthyány, 2004)‖. Así, la distribución sexual del trabajo y del
tiempo refleja con nitidez la organización del mercado laboral y de las familias en la región, que es regulada
por la legislación laboral, pero que, sin embargo, evidencia numerosos vacíos que determinan la inserción de
las mujeres y los hombres en los ámbitos productivo y de cuidado, y que, en el caso de la infancia, afectan las
oportunidades de desarrollo y crecimiento de los niños y las niñas (Pautassi y Rico, 2011).
Cabe destacar que todos los países de América Latina incluyen en su legislación licencias por
maternidad, aunque de desigual duración. Entre los 20 países considerados en el estudio, menos de la
mitad, sólo 9 países, contemplan licencias iguales o superiores a las 14 semanas que establece como
duración mínima el Convenio núm. 183 de la OIT 27. Asimismo, 15 países han incorporado licencias
de paternidad28, aunque su duración no se extiende a más de 15 días lo que sin duda constituye un
tiempo muy reducido para incentivar la corresponsabilidad en el cuidado entre hombres y mujeres
(Martínez y Blofield, 2015).
Una situación similar se aprecia en el Caribe: en un análisis comparado de 14 países29, se observa
que la duración media de la licencia por maternidad alcanza las 13 semanas oscilando la prestación entre
el 60% y el 100% del salario. Únicamente se ha podido identificar la existencia de una licencia por
paternidad en Bahamas que considera siete días sin remuneración.
En América Latina, sobre veinte países considerados, cuatro países tienen una legislación con
respecto al derecho de gozar una licencia parental. En Brasil, el permiso parental, la denominada
licença parental complementar, presenta tres modalidades: es posible optar por una licencia extendida
de tres meses, trabajo a tiempo parcial durante 12 meses, o bien, por períodos intercalados de licencia
parental extendida y de trabajo a tiempo parcial, todas ellas con un subsidio parental extendido. En
Chile el permiso post natal parental (PPP) tiene dos opciones: doce semanas completas con 100% del
subsidio o dieciocho semanas trabajando a media jornada con un 50% de subsidio (Lupica, 2015). En
Cuba el permiso puede extenderse hasta el primer año de vida del niño o niña y la prestación social es
equivalente al 60% de la base de cálculo de la licencia retribuida por maternidad. Finalmente, en el
Uruguay, la licencia parental permite ejercer medio horario de trabajo para el padre o la madre hasta
los 6 meses del niño o niña, desde 2016, a partir del fin de la licencia por maternidad.
En la región, la Argentina, el Ecuador, el Perú y el Uruguay tienen una ley que permite extender
el periodo de licencia por maternidad en caso de nacimiento de un hijo o hija con discapacidad. En la
Argentina, este permiso está dirigido solamente a las madres de hijos o hijas con síndrome de Down.
27
Al momento de la revisión realizada para este estudio, estos países eran el Estado Plurinacional de Bolivia, el Brasil, Chile,
Colombia, Costa Rica, Cuba, Panamá, Puerto Rico (sólo para funcionarias públicas), el Uruguay y la República Bolivariana de
Venezuela. Para mayor información, véase: Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe, [en línea]:
http://oig.cepal.org/es y Peltier (2015).
28
Estos países son la Argentina, el Estado Plurinacional de Bolivia, el Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala,
México, Paraguay, Perú, Puerto Rico (para funcionarias públicas), la República Dominicana, el Uruguay y la República Bolivariana
de Venezuela. Para mayor información, véase: Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe, [en línea]:
http://oig.cepal.org/es y Peltier (2015).
29
Antigua y Barbuda, las Bahamas, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Guyana, Haití, Islas Caimán, Jamaica, Santa Lucía, San
Kittis y Nevis, San Vicente y las Granadinas, y Trinidad y Tobago, en base a la revisión de la legislación de los países realizada por
Pautassi y Rico (2011).
27
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Además, en ocho países, el Estado Plurinacional de Bolivia, Chile, Colombia, el Ecuador30, Nicaragua,
el Perú, la República Bolivariana de Venezuela y Cuba, se contempla el derecho a una licencia para el
cuidado de niños o niñas enfermos, mientras en Chile y Nicaragua existe una licencia tipificada para el
cuidado de un familiar con discapacidad. Finalmente, solo un país, Costa Rica, tiene una legislación para
el cuidado de una persona en fase terminal. Este recuento es indicativo del bajo reconocimiento del
cuidado como un trabajo cuya extensión en el tiempo sobrepasa el período del puerperio y las primeras
semanas de vida de un hijo o hija, así como la desprotección que enfrentan quienes requieren cuidar a
familiares con necesidades especiales o frente a diversas contingencias de la vida (Pautassi y
Rico, 2011). La debilidad de las legislaciones en esta materia es reflejo de sus desafíos frente al
imperativo de la reorganización social del cuidado.
Asimismo, es pertinente enfatizar las brechas de protección social que enfrentan quienes tienen
empleos informales en su acceso a políticas de tiempos para cuidar. Éste es un ámbito que comienza a
manifestarse con creciente atención en la discusión regional de políticas, aún cuando medidas concretas
son relativamente recientes y escasas. Entre éstas destacan la experiencia de países que han resguardado
el derecho igualitario de las cuidadoras remuneradas en el hogar a la seguridad social, incluyendo a
licencias remuneradas por maternidad y parentales31. Por otra parte, países como la Argentina, Chile y el
Uruguay han establecido mecanismos diversos para que las trabajadoras informales puedan contribuir a
la seguridad social y por este medio acceder a licencias por maternidad o de otro tipo32.
Un segundo ámbito donde se encuentra gran acumulación de legislación nacional en torno al
cuidado es en relación a los servicios para el cuidado infantil. En esta temática, destaca la experiencia
pionera de Cuba de la Ley de los Círculos Infantiles que consagra la institucionalidad de esta política
desde 1961. Esta política ha estado orientada, desde su génesis, a las mujeres trabajadoras, de manera de
eliminar los obstáculos que dificultan su inserción laboral, y al desarrollo integral de la primera infancia
y provee de servicios de educación inicial en base al modelo de ―educa ción para la igualdad‖ y de
cuidado para niños y niñas de 0 a 6 años (Sáez, 2015).
En la actualidad, todos los países de América Latina cuentan con algún tipo de normativa que
alude a la operación de centros de cuidado para niños y niñas durante sus primeros años de vida33. No
obstante, los énfasis varían de manera importante, pudiéndose identificar normativas que aluden a la
implementación o gestión de centros de cuidado infantil para las hijas e hijos de las personas
trabajadoras como una prestación laboral; aquellas que definen el rol del Estado en la creación y/o
regulación de centros de cuidado infantil; y las que apuntan a la articulación interinstitucional entre
centros de cuidado infantil de distinta naturaleza, pública, privada y mixta, en el marco de estrategias
integrales de cuidado o de atención integral a la primera infancia.
Cabe destacar la experiencia que varios países de la región han venido impulsando con respecto a la
mayor integralidad en la provisión del cuidado para niños y niñas durante sus primeros años de vida. Por
una parte, destaca el caso de Costa Rica y la Ley No. 9220 que crea la Red Nacional de Cuido y Desarrollo
30
En el Ecuador, la licencia por paternidad se eleva a 18 días en el caso de nacimientos de niños y niñas prematuras o en condiciones
de cuidado especial, y a 25 días en el caso que el hijo o hija haya nacido con una enfermedad degenerativa, terminal o irreversible, o
con un grado de discapacidad severa, de acuerdo al artículo 152 del Código de Trabajo Codificado del Ecuador de 2005.
31
En el caso de Chile, por ejemplo, la Ley 20.786 define la obligatoriedad de pagar las cotizaciones previsionales a las trabajadoras
domésticas por parte de sus empleadores.
32
En Argentina y el Uruguay, por ejemplo, el monotributo constituye un régimen simplificado para el pago y recaudación de impuestos
y contribuciones a la seguridad social para contribuyentes de menores ingresos, el cual ha permitido extender su acceso a las
trabajadoras en el sector informal (Holmes y Scott, 2016).
33
Esta revisión no incluye el conjunto de legislaciones, así como de programas vinculados a la expansión de las coberturas del sistema
educativo pre-escolar y escolar y que también tienen un componente claro de cuidados para la niñez y la adolescencia (Saenz, 2014).
Para una revisión exhaustiva sobre legislaciones que incorporan la educación inicial en su desarrollo, véase De Achaval y Aulicino
(2015) y Sáenz (2014), así como las bases del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ― Familias trabajadoras y cuidado infantil‖,
[en línea]: http://www.iadb.org/es/investigacion-y-datos/female-labor-force/lista-dleyes,8525.html?typeLaw=&topic=1&country=
VE&keyword=&publicationDateFrom=1900&publicationDateTo=2016&search=y y de la Organización de Estados Iberoamericanos
(OEI), Educación Inicial, Información por país, [en línea]: http://www.oei.es/inicial/informacion_pais/index.html. En su mayoría, las
legislaciones revisadas aluden a la población infantil menor de 3 años. Como ya se indicó, debido a su especificidad, se ha analizado
de manera separada la existencia de legislación vinculada a las licencias maternales, paternales, parentales y para otros miembros del
hogar, las que también pueden considerarse de cuidado a la primera infancia.
28
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Infantil (REDCUDI). Esta Red da cuenta de la prioridad política asignada gubernamentalmente al cuidado
de la infancia bajo la doble orientación de garantizar los derechos de esta población e incrementar las
oportunidades laborales de las familias de niños y niñas. Para ello, la REDCUDI busca articular a las
instituciones, servicios, programas y organizaciones sociales responsables del cuidado infantil en Costa
Rica, bajo la lógica del trabajo intersectorial para la creación de un sistema público universal de cuidado
para el desarrollo integral de la primera infancia (véase recuadro 1). Asimismo, en el caso del Uruguay, la
Ley Nº 19.353, por la cual se crea el Sistema Nacional Integrado de Cuidados indica que niños y niñas
menores de 12 años forman parte de las poblaciones objetivo. En su implementación, este Sistema incluye
medidas tendientes al incremento del acceso, la cobertura y la mayor articulación de centros que prestan
servicios de cuidado y educación inicial para niños y niñas mayores de un año (MIDES, 2014).
Recuadro 1
La Ley Nº 9220 de la Red Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil en Costa Rica
En mayo de 2010, la entonces Presidenta de la República de Costa Rica, Laura Chinchilla firmó el
decreto ejecutivo Nº 36020 que declaraba de interés público la Red Nacional de Cuido y que constituye la
base para la implementación de la REDCUDI como una política pública. En este contexto, la Red se
institucionalizó, mediante la aprobación de la Ley Nº 9220, Red Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil
(REDCUDI) en marzo del 2014. El Artículo 1 define que la Red tiene por finalidad ―e stablecer un sistema
de cuido y desarrollo infantil de acceso público, universal y de financiamiento solidario que articule las
diferentes modalidades de prestación pública y privada de servicios en materia de cuido y desarrollo
infantil, para fortalecer y ampliar las alternativas de atención infantil integral‖. En este marco, la Redcudi
está conformada por los diferentes actores sociales públicos, mixtos o privados que, por mandato legal o
por iniciativa privada desarrollen actividades en material de atención integral, protección y desarrollo
infantil. Con respecto al sector público, forma parte de la red los siguientes órganos e instituciones: el
Ministerio de Educación Pública, el Patronato Nacional de la Infancia, el Ministerio de Trabajo y Seguridad
Social, el Instituto Mixto de Ayuda Social, el Ministerio de Salud, el Instituto Nacional de las Mujeres, la
Caja Costarricense de Seguro Social, el Instituto Nacional de Aprendizaje, la Dirección Nacional de CEN-
Cinai, la Dirección Nacional de Desarrollo de la Comunidad y las municipalidades. La Redcudi está
coordinada por el Instituto Mixto de Ayuda Social.
Los servicios de cuido y de desarrollo infantil que integran la Redcudi (definidos por la ley) son aquellos
prestados directamente por instituciones públicas: los Centros de Educación y Nutrición, que otorgan
servicios nutricionales a niños y niñas de hasta 13 años y los Centros Infantiles de Atención Integral (CEN-
CINAI) que funcionan en modalidad diurna, nocturna y de residencia transitoria de la Dirección Nacional de
CEN-Cinai del Ministerio de Salud, y los Centros de Cuido y Desarrollo Infantil gestionados por las
municipalidades. Igualmente, forman parte de la Redcudi los servicios brindados por medio de los
subsidios de entidades públicas, como el Instituto Mixto de Ayuda Social y el Patronato Nacional de la
Infancia. Entre las modalidades que combinan lo público y lo privado se encuentran los Hogares
Comunitarios y los Centros de Cuido y Desarrollo Infantil administrados por organizaciones de bienestar
social (OBS) que atienden desde recién nacidos a niños y niñas menores de 12 años, asociaciones de
desarrollo, asociaciones solidaristas, cooperativas o empresas privadas. Es regulada por una Secretaría
Técnica que vela por la implementación de los centros y controla la cobertura ofrecida.
Dentro de los objetivos de la Red definidos por esta Ley, destaca la alusión al concepto de
corresponsabilidad social en el cuidado en cuanto a la participación de diversos sectores sociales en su
aplicación. Asimismo, la Ley resalta que los servicios de cuido y desarrollo infantil deben permitir la
inserción laboral y educativa de los padres y las madres.
Fuente: Asamblea Legislativa de la República de Costa Rica, Ley Nº9220, que crea la Red Nacional de Cuido y
Desarrollo Infantil, San José, Costa Rica, 2014; Juany Guzmán, ― Red Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil en Costa
Rica. El proceso de construcción 2010-2014‖, Serie Políticas Sociales Nº 203 (LC/L.3858), Santiago de Chile, Comisión
para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2014.
América Latina muestra una experiencia germinal, pero en constitución hacia la implementación
de sistemas integrales de atención a la primera infancia donde confluyen intervenciones en las
dimensiones de salud, educación y estimulación temprana, nutrición y cuidado. Reflejo de ello son, por
ejemplo, el Sistema de Protección Integral a la Infancia Chile Crece Contigo creado por Ley 20.379 en
2009, la Ley de Primera Infancia aprobada recientemente en 2016 en Colombia y que institucionaliza la
Estrategia Nacional de Atención Integral a la Primera Infancia De Cero a Siempre, el Decreto
29
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Presidencial Nº 61 de 2011 que crea la Política Nacional de Primera Infancia Amor por los más
chiquitos y chiquitas en Nicaragua, el Decreto Ejecutivo Nº 201 que adopta una política pública de
atención integral de la primera infancia (2009) en Panamá yel Decreto Supremo Nº 008/2013 que aprobó
en 2013 la Estrategia Nacional de Desarrollo e Inclusión Social ―I ncluir para Crecer‖ en el Perú. En
ellas, los componentes de cuidado y educación inicial se encuentran articulados a las demás dimensiones
buscándose la integralidad de las acciones desarrolladas con especial atención a la población más pobre
y vulnerable. En estas estrategias se establecen metas de expansión de las coberturas de centros de
cuidado a la primera infancia para su acceso por parte de las familias más vulnerables en los respectivos
países, y en algunos casos, se incorpora también una mención a la existencia de regulaciones y
estándares para su funcionamiento (De Achaval y Aulicino, 2015). Todavía es temprano para evaluar la
capacidad real de estos sistemas para cerrar las brechas de cobertura detectadas en este ámbito en la
región. Este avance dependerá de su potencialidad para articular esfuerzos, crear sinergias y potenciar
empalmes entre agendas de políticas en las que confluyan las prioridades vinculadas al desarrollo de la
primera infancia y la promoción de una cultura de corresponsabilidad social del cuidado que tenga al
centro los derechos de las mujeres a su autonomía económica.
En suma, la experiencia regional con respecto a la regulación del cuidado infantil indica un
tránsito hacia la creciente institucionalización de enfoques integrales de atención dirigidas a niñas y a
niños en situación de pobreza y vulnerabilidad. Sin embargo, persiste una fragmentación y dispersión
entre marcos que regulan la existencia de centros de cuidado infantil como prestación laboral, aquellos
que indican la necesidad de su expansión como prestación pública y los que articulan su existencia a una
serie de otras políticas para el desarrollo integral de la primera infancia. La transversalización de un
enfoque de género desde el espíritu de la norma pareciera ser fundamental a la hora de poder visibilizar
el doble objetivo social de la expansión de los servicios para el cuidado infantil para los derechos de las
niñas y los niños y la garantía de la corresponsabilidad del cuidado entre hombres y mujeres y entre
Estado, familias, mercado y sociedad civil, como se ha indicado en el caso de la REDCUDI de Costa
Rica y de la Política de Círculos Infantiles en Cuba (Sáez, 2015).
En el caso de las personas adultas mayores, la normativa identificada se inserta en el marco de
políticas más amplias para esta población, las cuales no están centradas de manera específica en el tema del
cuidado. Las referencias se concentran en la regulación de los servicios extra-hogar, sobre las residencias de
larga estadía, y en general, sobre las instituciones prestadoras de servicios de atención a la persona adulta
mayor34, o bien, se alude a la creación y expansión de coberturas de estos servicios, con especial atención a la
población en situación de pobreza. En general, éstas se articulan al desarrollo de servicios de salud para la
atención de personas adultas mayores. La provisión de servicios intra-hogar para quienes están en situación
crónica de dependencia permanece casi invisibilizada en la normativa vigente. Excepciones relevantes en esta
materia son la Ley que crea el Sistema Nacional Integrado de Cuidados en el Uruguay y la Ley Orgánica del
Sistema de Seguridad Social en la República Bolivariana de Venezuela que incluye, dentro del Régimen
Prestacional de Servicios Sociales al Adulto Mayor y Otras Categorías de Personas, servicios de atención
domiciliaria de apoyo para personas adultas mayores que así lo requieran. Un enfoque de cuidados
progresivos para quienes lo requieran y que considere medidas alternativas a la institucionalización de las
personas adultas mayores en situación de dependencia dentro y fuera del hogar está presente en la Ley 17.796
de Promoción Integral de los Adultos Mayores de 2004 en el Uruguay, así como en el Proyecto de Ley de
Protección de los Derechos de las Personas Adultas Mayores en la Argentina de 2012.
Con respecto a las personas con discapacidad y en situación de dependencia, no ha sido posible
identificar legislación específica que aborde esta temática. Referencias al cuidado de esta población y al
rol del Estado en su promoción son incorporadas explícitamente en legislaciones de el Ecuador,
Guatemala, México, Panamá, el Paraguay y la República Bolivariana de Venezuela.
34
Estos son los casos, por ejemplo, del Decreto Nº 14 de Chile (2010) que define el reglamento de establecimientos de larga estadía para
adultos mayores; el Decreto Ejecutivo Nº 3 de 1999 en Panamá ― por el cual se dictan normas para la apertura y funcionamiento de los
centros de atención diurna, hogares o albergues para adultos mayores‖; la Resolución Nº 322 de 2011 en el Paraguay ― que reglamenta la
autorización, registro, acreditación e inspección de centros de atención de personas adultas mayores‖; el Decreto Supremo Nº 009-2010
que establece requisitos mínimos para el funcionamiento de los centros de atención residencial para personas adultas mayores en el Perú
y la Ley Nº 17066 del Uruguay que estable el régimen de los establecimientos privados que alojan adultos mayores (1999).
30
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Asimismo, la regulación sobre el cuidado de personas con enfermedades terminales está prácticamente
ausente en la normativa regional. Destaca el caso de Costa Rica que a través de la Ley No. 7756 define
beneficios para las personas responsables de pacientes en fase terminal, otorgando una licencia de cuidado y
un subsidio para trabajadores y trabajadoras que hayan cotizado al seguro social seis cuotas o más.
En el caso de la cuarta población involucrada en el cuidado, las personas cuidadoras, es relevante
realizar una distinción en la atención que realizan los marcos normativos nacionales respecto de las
trabajadoras remuneradas y no remuneradas. En el caso de quienes son personas cuidadoras
remuneradas, a su vez, es preciso realizar una distinción entre quienes trabajan en diversos ámbitos del
cuidado, tales como la educación, en particular, la educación inicial, la salud y el trabajo doméstico. En
los primeros dos casos, las y los trabajadores se rigen por la normativa laboral vigente en los países para
el conjunto de personas trabajadoras. No obstante, en el caso de las personas que trabajan en el empleo
doméstico, ellas y ellos están expuestos a una situación jurídica más precaria en la región, afectas y
afectos a normativas específicas y diferentes a la del conjunto de trabajadores y trabajadoras
(CEPAL, 2013a). Esta situación se patenta, por ejemplo, en los distintos tiempos asociados a las horas
máximas semanales de trabajo para estas trabajadoras y trabajadores, aun cuando algunos países han
buscado eliminar tales brechas35. No obstante, todos los países de la región han legislado sobre diversos
ámbitos del trabajo doméstico, incluyendo sus condiciones salariales y tiempos de trabajo, en línea con
lo planteado por el Convenio 189 (OIT, 2011a) y la Recomendación No. 201 (OIT, 2011b) de la
Organización Internacional del Trabajo.
Finalmente, la legislación para las personas proveedoras de cuidado no remuneradas muestra
todavía limitado desarrollo en la región, aunque destaca su reconocimiento constitucional en al menos dos
cartas de países de la región. La legislación que alude a esta población se centra en el reconocimiento de
este trabajo, en algunos casos, plasmado en la creación de mecanismos de valorización del trabajo no
remunerado a través de cuentas satélites, o bien, a través de la extensión de los mecanismos de la seguridad
social para brindarles cobertura, a través de instrumentos como la bonificación por hijo o hija, en el caso de
las mujeres que han sido madres, o de su acceso a mecanismos de contribución previsional. En el caso del
Ecuador, por ejemplo, la carta constitucional de 2008 reconoce al trabajo no remunerado como labor
productiva para el autosustento y cuidado humano que se realiza en los hogares. El Estado se compromete
a promover un régimen laboral que opere en armonía con las necesidades de cuidado, facilitando el acceso
a servicios de cuidado infantil, para la atención a las personas con discapacidad y otras que permitan
conciliar el trabajo remunerado y no remunerado, y en particular, se obliga a extender el derecho a la
seguridad social para quienes ejerzan este trabajo. Esta disposición se ha materializado recientemente en la
aprobación de la Ley Orgánica para la Justicia Laboral y el Reconocimiento del Trabajo en el Hogar
de 2015. El reconocimiento del derecho a la seguridad social o la introducción de medidas tendientes a
incrementar las pensiones asociadas de las personas cuidadoras no remuneradas también está presente en la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y en legislaciones específicas en los casos del
Estado Plurinacional de Bolivia, Chile, el Perú y el Uruguay.
En síntesis, la información recabada para los países de América Latina muestra la existencia de
múltiples marcos normativos que aluden al cuidado de poblaciones específicas y a través de prestaciones
circunscritas a éstas, operando de manera simultánea en los países y con escasa referencia mutua a
prácticas de articulación intersectorial. En cambio, la existencia de un marco normativo con una
perspectiva integrada, es decir, que aluda a las diversas poblaciones destinatarias y prestadoras de
cuidados y sus distintos instrumentos, es incipiente y escasa. Una excepción en esta línea es la del
Uruguay (Bango, 2015) y la Ley No. 19353, aprobada en 2015, y que crea el Sistema Nacional Integrado
de Cuidados (véase recuadro 2). Esta legislación define como parte de sus principios marco ―l a
universalidad de los derechos a la atención, a los servicios y a las prestaciones‖ para todas las personas
en situación de dependencia bajo condiciones de igualdad, la inclusión de las perspectivas de género y
35
Como se indica en CEPAL (2013a) en base a Blofield (2012), países que han avanzado en esta línea son el Estado Plurinacional de
Bolivia, Costa Rica, el Perú y el Uruguay. No obstante, la brecha en las horas máximas semanales de trabajo que permite la
normativa laboral para el conjunto de las y los trabajadores y quienes trabajan en el empleo doméstico llegaba hasta 64 horas en el
caso de el Ecuador y 52 horas en el Brasil, afectando, especialmente, a quienes trabajan y viven dentro del hogar.
31
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Recuadro 2
La creación de leyes integradas de cuidado. La Ley 19353 que crea el Sistema Nacional Integrado
de Cuidados en el Uruguay y la Ley 39/2006 de la Promoción de la Autonomía Personal
y Atención a las Personas en Situación de Dependencia en España
Como indica la Ley núm. 19353, aprobada en 2015 en el Uruguay, el Sistema Nacional Integrado de
Cuidados tiene por finalidad la promoción del desarrollo de la autonomía de las personas en situación de
dependencia, su atención y asistencia. Las poblaciones titulares de los derechos consagrados por esta ley
son, por una parte, las personas en situación de dependencia, incluidas las niñas y niños hasta los doce
años de edad y las personas con discapacidad y las personas mayores de sesenta y cinco años que
carecen de autonomía para desarrollar actividades básicas de la vida diaria, y, por la otra, las personas que
cuidan de manera remunerada o no.El sistema busca cambiar la orientación de las políticas públicas en
materia de cuidado, pasando de la lógica de los servicios a una lógica centrada en las personas. El
Sistema se enmarca en un modelo de corresponsabilidad entre las familias, el Estado, el mercado y la
comunidad y busca contribuir a la superación de la división sexual del trabajo, promoviendo la
corresponsabilidad entre hombres y mujeres y entre generaciones.
En su diseño, el sistema comprende la articulación de prestaciones de cuidado dentro y fuera del hogar,
contemplándose el mejoramiento de la oferta existente en materia de cuidados, tanto en su acceso como en su
calidad. El Sistema considera una serie de servicios y prestaciones para las distintas poblaciones. En el
caso de la infância, el SNIC contempla el derecho al cuidado para todos los niños y las niñas de 0 a 12
años, con un enfoque especial en la primera infancia (de 0 a 3 años). Entre las prestaciones dirigidas a
esta población se consideran: una licencia de maternidad de 14 semanas, de paternidad de 10 días
continuos y una licencia de cuidado consistente en media jornada laboral hasta que el niño o niña cumpla
seis meses; casas de cuidado comunitarios; extensión de la cobertura de centros de atención a la infancia
y a la familia, centros diurnos, de educación inicial y centros de atención a la primera infancia en empresas
y/o sindicatos; y becas de inclusión socioeducativa para la asistencia a centros privados de cuidado infantil
para familias en situación de vulnerabilidad, donde no exista oferta pública suficiente.
Con respecto a las personas en situación de dependencia se consideran las siguientes prestaciones:
cuidados domiciliarios para personas con una dependencia severa a través de un subsidio para la
contratación de asistentes personales; teleasistencia; centros diurnos y residencias de larga estadía, para
cuyo acceso en centros privados también se contempla un subsidio.
En cuanto a las personas cuidadoras, desde el inicio, el SNIC ha determinado a este grupo como una
cuarta población objetivo del sistema. En este sentido, se considera tanto a las personas que realizan las
tareas de cuidado de manera remunerada como a las que lo realizan de forma no remunerada.
Actualmente, el SNIC prevé la implementación de un programa de formación para las personas cuidadoras.
De acuerdo a la Ley 19353, se crean tres instituciones con competencias propias dirigidas al funcionamiento
del Sistema. La Junta Nacional de Cuidados es la entidad encargada de proponer al Poder Ejecutivo sus
lineamientos, objetivos y políticas y definir sus prioridades.
32
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Recuadro 2 (conclusión)
Es presidida por el Ministro de Desarrollo Social y en ella participan las y los Ministros de Economía y
Finanzas, Educación y Cultura, Salud Pública y Trabajo y Seguridad Social, así como por el Director de la
Oficina de Planeamiento y Presupuesto, el Presidente del Consejo Directivo Central de la Administración
Nacional de Educación Pública, el Presidente del Directorio del Banco de Previsión Social, el Presidente del
Directorio del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay, un representante del Congreso de Intendentes y
del Instituto Nacional de las Mujeres. La Secretaría Nacional de Cuidados es el órgano encargado de la
coordinación y articulación interinstitucional del Sistema, implementando los programas, instrumentos y
actividades del Plan Nacional de Cuidados y funciona en el ámbito del Ministerio de Desarrollo Social.
Finalmente, el Comité Consultivo de Cuidados, asesor de la Secretaría Nacional de Cuidados sobre
buenas prácticas para cumplir los objetivos, políticas y estrategias correspondientes al Sistema, está
integrado por representantes de las organizaciones de la sociedad civil, la academia, los trabajadores y las
trabajadoras y el sector privado.
Un antecedente para la creación de esta Ley ha sido la Ley Española de la Promoción de la Autonomía
Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia (2006)‖ En ella se instala la creación de
un Sistema para la Autonomía y la Atención a la Dependencia que incluye prestaciones de servicios y
prestaciones económicas.
Esta Ley establece en España un nuevo derecho de ciudadanía que garantiza la atención y el cuidado
de las personas dependientes (adultas mayores y con alguna discapacidad severa). Esta Ley define como
parte de sus principios la universalidad en el acceso de todas las personas en situación de dependencia,
en condiciones de igualdad efectiva y no discriminación, a prestaciones de carácter público, así como la
inclusión de la perspectiva de género en la operación del Sistema, teniendo en cuenta las distintas
necesidades de mujeres y hombres. De acuerdo a la ley, el Sistema busca viabilizar la colaboración y
participación de las diversas administraciones públicas que intervienen en el cuidado de las personas en
situación de dependencia, optimizando los recursos públicos y privados disponibles para mejorar las
condiciones de vida de las y los ciudadanos. En este sentido, el Sistema se configura como una red que
coordina centros y servicios públicos y privados.
La Ley define una serie de servicios y prestaciones económicas para el Sistema. Entre los servicios se
cuentan los de prevención de situaciones de dependencia y promoción de la autonomía personal, la
teleasistencia, los servicios de ayuda a domicilio —incluyendo la atención de las necesidades del hogar y los
cuidados personales—, los centros de día y noche, y los de atención residencial. Las prestaciones
económicas se consideran con un rol subsidiario para ser entregadas sólo cuando no es posible el acceso a
un servicio público de atención y/o cuidado. La ley define prestaciones económicas vinculadas a la
contratación o adquisición de un servicio, para el cuidado en el entorno familiar y de apoyo a cuidadores no
profesionales, quienes deben estar afiliados y cotizar a la seguridad social, y a la asistencia personal.
También se contempla en la ley la formación y cualificación de profesionales y cuidadores de las personas en
situación de dependencia.
La Ley crea también una institucionalidad para la articulación de los servicios sociales asociados al
sistema, el Consejo Territorial de Servicios Sociales y del Sistema para la Autonomía y Atención a la
Dependencia, adscrito al Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, a través de la Secretaría de
Estado de Servicios Sociales e Igualdad y con participación de las comunidades autónomas.
Fuente: Cámara de Representantes del Uruguay, Ley Nº 19.353, por la cual se crea el Sistema Nacional Integrado de
Cuidados, Montevideo, 2015; Cámara de Senadores, Proyecto de Ley Sustitutivo aprobado por la Comisión de Población,
Desarrollo e Inclusión de la Cámara de Senadores, Carpeta Nº138, República Oriental de Uruguay, 2015; Gobierno de España,
Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de
dependencia, Jefatura de Estado, 2006. [En línea]: www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2006-21990; Ministerio de
Desarrollo Social (MIDES), ― Cuidados como Sistema. Propuesta para un modelo solidario y corresponsable de cuidados en
Uruguay‖, Montevideo, Ministerio de Desarrollo Social (MIDES), 2014; Sistema de Cuidados, Plan Nacional de Cuidados 2016-
2020, Montevideo, 2015; Sistema Nacional Integrado de Cuidados, Plataforma web del Sistema de Cuidados.
36
Como fue mencionado en el primer capítulo, en esta sección se está aludiendo a las políticas de cuidado de atención directa a las
personas en situación de dependencia.
33
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
34
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
dependencia son más escasas y difíciles de identificar en el contexto regional. Asimismo, se aprecia el
surgimiento de servicios y transferencias para las personas cuidadoras, aunque todavía su existencia es
limitada y acotada a determinados países (véase Anexo).
Cuadro 2
América Latina (13 países): políticas de cuidado integradas
o que atienden necesidades específicas de cuidado, 2015
Primera infancia
Costa Rica Red Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil Instituto Mixto de Ayuda Social
Brasil Política Nacional del Adulto Mayor Ministerio de Desarrollo Social y Lucha
contra el Hambre a
Costa Rica Red de Atención Progresiva para el Cuido Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor
Integral de las Personas Adultas Mayores (Presidencia de la República)
Cuba Programa de Atención Integral al Adulto Mayor Dirección Nacional de Atención al Adulto
Mayor y Asistencia Social
(Ministerio de Salud Pública)
Fuente: Elaboración propia a partir de la revisión de los respectivos sitios de los gobiernos de los países.
a
La Ley No. 8842 de 1994 define al órgano ministerial responsable de la asistencia y promoción social la coordinación
general de esta política.
35
Cuadro 3
América Latina (20 países): programas de cuidado según tipo y población objetivo, 2015
Servicios
Transferencias
Primera infancia Personas en situación de dependencia Personas cuidadoras
País Extensión
Habilidades Apoyo Familias de Servicios de A personas con
cobertura Extra-domiciliariosa Capacitación A cuidadoras
parentales domiciliario acogida respiro dependencia
cuidado PI
Argentina x x x x x x x
Bolivia x x
(Estado
Plurinacional de)
Brasil x x x x x xb
c
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140
Chile x x x x x x xc
d
Colombia x x x x
be e
Costa Rica x x x x x x x
Cuba x x x x xc x
Ecuador x x x x x
El Salvador x x x
Guatemala x x x
Honduras x x
México x x x x x
Nicaragua x
36
Panamá x x
Paraguay x x x x
Perú x x x
Puerto Rico x x x x
República x x
Dominicana
Uruguay x x x x xc x x
Venezuela x x x
(República
Dominicana de)
Fuente: Elaboración propia sobre la base de las legislaciones laborales de los respectivos países, páginas oficiales de los ministerios y parlamentos; Observatorio de la Igualdad de
Género de América Latina y el Caribe, [en línea]: http://www.cepal.org/cgi; Sandra Huenchuan ― ¿Qué más puedo esperar a mi edad?, Cuidado, derechos de las personas mayores y
obligaciones del Estado‖ en Sandra Huenchuan y Rosa Icela Rodríguez (eds) Autonomía y dignidad en la vejez: Teoría y práctica en políticas de derechos de las personas adultas
mayores, (LC/L.3942), Santiago de Chile, Publicación de las Naciones Unidas, 2014; Gwendoline Peltier, ― Sistematización de políticas de cuidado en regiones del mundo‖, documento
de trabajo del proyecto CEPAL/BMZ-GIZ (2014-2016), mímeo, 2016 y Cecilia Rossel, ― Desafíos demográficos para las políticas de cuidado. Lecciones del mundo desarrollado, desafío
y perspectivas para América Latina‖, Serie Asuntos de Género 135 (LC/L.4186), Santiago de Chile, Publicación de las Naciones Unidas.
a
Incluyen: centros de convivencia, centros de cuidado diurno, centros de larga estadía y gestionados de manera comunitaria.
b
Transferencia brindada a las familias de acogida.
c
Se vincula a programas de atención domiciliaria a personas con dependencia severa y a adultos mayores con dependencia.
d
Opera como un subsidio económico indirecto para personas adultas mayores con dependencia que se entrega a través de los Centros de Bienestar del Adulto Mayor, centros de día.
e
Para contratar apoyo domiciliario a través de la Red de Atención Progresiva para el Cuido Integral de las Personas Adultas Mayores, http://www.conapam.go.cr/red-cuido/.
Políticas de cuidado en América Latina...
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
En el caso de las prestaciones para el cuidado de la primaria infancia, todos los países cuentan con
programas que definen servicios públicos para su cuidado y aluden a la extensión de sus coberturas.
Destacan en esta línea los casos de países que definen mecanismos específicos para la articulación de la
oferta pública, mixta y privada de servicios de cuidado infantil para cerrar las brechas de cobertura, como
los casos de la Red de Cuido y Desarrollo Infantil en Costa Rica37, el modelo de articulación intersectorial
en servicios para la primera infancia a través de la Estrategia Nacional Intersectorial para la Primera
Infancia del Ecuador38, el Programa Nacional de Prestación de Servicios para la Atención, Cuidado y
Desarrollo Infantil (2014-2018) en México39 y el Sistema Nacional Integrado de Cuidados en el Uruguay40.
También, y de manera vinculada a la operación de estos programas, se aprecia en un número
restringido de países prestaciones vinculadas con la formación de habilidades parentales para el cuidado
de los hijos e hijas. Esta prestación puede considerarse como una complementaria a la existencia de otras
que puede contribuir a que los cuidados que reciben niños y niñas durante sus primeros años de vida
sean adecuados y permitan su desarrollo integral. Formación en este ámbito se entrega asociada a la
operación de programas de atención integral a la primera infancia, o como parte de la operación de vías
no institucionales para el cuidado infantil, como es el caso de la vía familiar comunitaria en El Salvador.
Estos mecanismos operan bajo la lógica de instancias de encuentro de padres, madres y personas
encargadas del cuidado de niños y niñas durante algunas horas en la semana como un espacio
comunitario de cuidado infantil y de acompañamiento en esta labor.
En el caso de las personas adultas mayores y con discapacidad en situación de dependencia y de sus
cuidadoras remuneradas y no remuneradas, es posible identificar diversas prestaciones y modalidades de
cuidados tipificadas en los programas existentes en los países. Como indican Gascón y Redondo
(2014, pág. 12) en el caso de las personas adultas mayores, estos servicios se definen en función de los
niveles de apoyo requeridos, desde aquellos que contribuyen al desempeño de actividades cotidianas
puntuales hasta los que satisfacen requerimientos de ayuda prácticamente totales para la vida diaria.
Los servicios y lugares que pueden responder a estas necesidades ―v arían según las condiciones de salud,
las preferencias y los valores individuales o familiares, los recursos económicos y familiares disponibles
o la localización geográfica, así como la oferta pública y privada existente‖. Sitios posibles para recibir
cuidado son el propio hogar, el entorno comunitario, ámbitos residenciales que faciliten la asistencia,
o bien, instituciones con alta intensidad de cuidados (IOM, 2001 en Gascón y Redondo, 2014). Así, es
posible distinguir entre: i) servicios de base comunitaria se cuentan aquellos que se proveen en el entorno
familiar, los de teleasistencia y otras ayudas técnicas y tecnológicas, los servicios de ayuda en domicilio y
los centros diurnos o nocturnos; ii) servicios de media distancia, como las viviendas sin asistencia y
hostales y residencias; y iii) servicios institucionales de larga estadía que proveen cuidado todo el día.
La información disponible para los países de la región muestra la mayor existencia de centros
diurnos y servicios institucionales de larga estadía públicos para personas adultas mayores en situación
de dependencia. Al menos un programa que busque incentivar la creación de centros públicos de esta
naturaleza o regular su funcionamiento existe en la gran mayoría de los países. Destaca la experiencia de
Costa Rica y Red de Atención Progresiva para el Cuido Integral de las Personas Adultas Mayores
gestionada desde el Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (CONAPAM), la cual busca articular
iniciativas lideradas desde la sociedad civil, entidades públicas y las familias para formular e
implementar políticas y estrategias de protección social para resolver la necesidad de cuidado en la vejez
con un enfoque de gestión territorial. Entre las alternativas de atención contempladas se incluyen
mecanismos como las familias solidarias o de acogida, asistentes domiciliarios, hogares comunitarios y
centros institucionales externos41.
Una modalidad específica para la atención de personas en situación de dependencia y
vulnerabilidad social, que no cuentan con condiciones familiares para ser atendidas al interior del hogar,
37
Véase [en línea]: http://www.imas.go.cr/ayuda_social/red_de_cuido.html.
38
Véase [en línea]: http://www.desarrollosocial.gob.ec/estrategia-nacional-intersectorial-para-la-primera-infancia-infancia-plena/.
39
Véase [en línea]: http://dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5343090&fecha=30/04/2014.
40
Véase [en línea]: http://www.sistemadecuidados.gub.uy/.
41
Véase [en línea]: http://www.conapam.go.cr/red-cuido/.
37
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
es el de las familias de acogida. Este esquema, bajo el cual familias debidamente catastradas reciben una
prestación para recibir, bajo estándares adecuados, a personas adultas mayores que requieren de
cuidados, ha sido identificado al menos en los casos del Programa Familia Acolhedora (Programa
Familia acogedora) en el Brasil42 y de la Red de Atención Progresiva para el Cuido Integral de las
Personas Mayores, componente de Familias Solidarias, en Costa Rica.
Otras modalidades que pueden también contribuir de manera directa a atender y reconocer la
situación de las personas cuidadoras no remuneradas, generando un giro hacia políticas con un rol
estatal más claro en la gestión de las políticas de cuidado, son aquellas que buscan ofrecer servicios
domiciliarios a personas en situación de dependencia principalmente severa y que permiten, de manera
articulada, ofrecer servicios de respiro para las primeras, o bien, instancias de formación y
capacitación tendientes a su formalización. Programas en esta línea son menos frecuentes en la región,
como muestra el cuadro 3.
El Programa Nacional de Cuidados Domiciliarios en Argentina43, por ejemplo, articula
prestaciones de apoyo domiciliario con un modelo de capacitación a las personas cuidadoras, en el
marco del cual se incluye un servicio de apoyo psicológico para ellas. A su vez, en los casos de Chile, el
Programa de atención domiciliaria a personas con dependencia severa44, Cuba, con el Programa Integral
de Atención al Adulto Mayor45, y el Uruguay, a través del Programa de cuidados domiciliarios para
personas en situación de dependencia severa dentro del Sistema Nacional Integrado de Cuidados
(SNIC)46, comportan un servicio de respiro para personas cuidadoras.
En el caso de Chile, el programa articula intervenciones de atención especializada en el cuidado
a personas con dependencia, con visitas de equipos especializados a los hogares de las personas
destinatarias, el acompañamiento y formación a las personas cuidadoras principales asociadas a esta
visita, y de reconocimiento de su trabajo no remunerado por medio de una transferencia monetaria. El
programa funciona de manera descentralizada, a través de los municipios, con el acompañamiento y
monitoreo de los servicios de salud a nivel regional y la coordinación del Ministerio de Salud. En el
caso de Cuba, el servicio considera la posibilidad de que la persona adulta mayor en situación de
dependencia ingrese a un servicio institucionalizado por un período entre 15 días y 6 meses como
respiro para que la persona cuidadora pueda atender de su propia salud. Por otra parte, en el caso del
Uruguay, el programa opera otorgando un subsidio para contratar horas de cuidado a cargo de
personas cuidadoras capacitadas, 20 horas semanales como máximo, lo cual es considerado también
un respiro para la persona cuidadora principal.
Asimismo, distintos países han contemplado la generación de mecanismos de servicios de
capacitación y formación de las personas cuidadoras, como son los casos de la Argentina, el Brasil,
Chile, Cuba, el Ecuador, México, el Paraguay y el Uruguay. Entre otros ejemplos, destacan los casos del
Programa Nacional de Formación de cuidadores de Adultos Mayores de México47 y, en particular, el
Sistema Nacional de Formación para cuidadores y cuidadoras de personas en situación de dependencia y
niños y niñas como parte del SNIC, el cual busca valorizar el trabajo de cuidados remunerado y no
remunerado, acreditando a personas cuidadoras, mejorando su empleabilidad y la calidad de la
prestaciones recibidas por las personas en situación de dependencia.
Finalmente, además de servicios de cuidado, los programas identificados en países de América
Latina dan cuenta de algunas experiencias concretas de incorporación de transferencias monetarias que
se entregan directamente a la persona en situación de dependencia, o bien a las personas cuidadoras, para
contratar servicios de cuidado y/o reconocer el trabajo de cuidados no remunerado. Algunos ejemplos de
42
Véase [en línea]: http://sbgg.org.br/wp-content/uploads/2014/10/servicos--de-atencao-ao-idoso.pdf
43
Véase [en línea]: http://www.desarrollosocial.gob.ar/cuidadores.
44
Véase [en línea]: http://www.enfermeriaaps.com/portal/orientacion-tecnica-programa-de-atencion-domiciliaria-a-personas-con-
dependencia-severa-minsal-chile-2014.
45
Véase [en línea]: http://www.cepal.org/celade/noticias/paginas/5/31915/afernandez.pdf.
46
Véase [en línea]: http://www.sistemadecuidados.gub.uy/.
47
Véase [en línea]: http://www.issste.gob.mx/cursocuidadores/html/texto2.html.
38
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
ello son los casos del Bono Joaquín Gallegos Lara en Ecuador48, que entrega USD 240 por mes a la
persona cuidadora, el bono y la prestación otorgada a las personas cuidadoras en Chile como parte del
Programa de atención domiciliaria a personas con dependencia severa49, la cual entrega USD 35 por mes
a personas previamente identificadas por los equipos de salud que prestan visitas domiciliarias a las
personas en situación de dependencia.
En la perspectiva de la articulación entre las políticas de cuidado y las de protección social, es
interesante el caso del programa de transferencias condicionadas Tekoporã en el Paraguay50, dado que,
en general, no se observa la existencia de sinergias entre la operación de estos programas y la
consideración de los aspectos vinculados a los cuidados de personas en situación de dependencia. Este
programa, implementado por la Secretaría de Acción Social (SAS) de la Presidencia de la República del
Paraguay en coordinación con la Secretaría Nacional por los Derechos de las Personas con Discapacidad
(SENADIS), incluye una transferencia monetaria otorgada a familias donde hay una persona con
discapacidad severa con el fin de apoyar en su cuidado. También resulta interesante el caso del Programa
Asignación por Embarazo Para Protección Social51 en la Argentina, el cual entrega una transferencia
monetaria a mujeres embarazadas fuera del mercado laboral o que trabajan en el sector informal desde la
semana 12 de gestación hasta el nacimiento, operando bajo la lógica de una licencia por maternidad para
quienes no tienen acceso a esta prestación de la seguridad social.
En otros casos, los menos, la transferencia monetaria se entrega directamente a la persona en
situación de dependencia como un subsidio indirecto o directo. En el caso de la Argentina, las
prestaciones del Programa de Atención Médica Integral (PAMI)52, gestionadas por el Instituto Nacional
de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados, incluyen un subsidio para el pago de un cuidador
domiciliario en función del nivel de autonomía funcional de la persona destinataria. En el caso de
Colombia, existe un subsidio económico indirecto para las personas adultas mayores con dependencia
que se entrega a través de los Centros de Bienestar del Adulto Mayor53, esquema que funciona de
manera similar, para contratar apoyo domiciliario, en el caso de la Red de Atención Progresiva para el
Cuidado Integral de las Personas Adultas Mayores.
Además de los programas específicos, es interesante también explorar la existencia de estándares
y regulaciones sobre el cuidado como parte de un cuarto componente de las políticas de cuidado. Como
indica el recuadro 3, el desarrollo de este ámbito es heterogéneo en los países de América Latina. Su
desarrollo puede ser un ámbito a ser promovido en el marco del impulso de políticas integradas de
cuidado en la región.
De la evidencia revisada, es posible desprender algunos elementos relevantes para el análisis de
las políticas de cuidado en la región. En primer lugar, destaca la amplia oferta de servicios y programas
que puede ser identificada en los diversos países, la que, sin embargo, pareciera adolecer, en la gran
mayoría de los casos, de articulación entre los instrumentos disponibles. De esta forma, se observa la
coexistencia de prestaciones diversas, sectoriales y acotadas en dimensiones y poblaciones particulares,
destacando un déficit amplio de servicios para personas con discapacidad en situación de dependencia.
Gran parte de esta oferta está priorizada para el acceso de personas en situación de dependencia y
familias en situación de pobreza y mayor vulnerabilidad social, sin existir, en la gran mayoría de los
casos, una formulación explícita respecto del deseable alcance de cobertura teórica universal que estos
instrumentos pudieran tener. En otras palabras, su focalización actual en escenarios de múltiples
prioridades y recursos limitados, es, por supuesto, atendible, desde la perspectiva de la progresividad de
48
Véase [en línea]: http://www.vicepresidencia.gob.ec/.
49
Véase [en línea]: http://www.enfermeriaaps.com/portal/orientacion-tecnica-programa-de-atencion-domiciliaria-a-personas-con-
dependencia-severa-minsal-chile-2014.
50
Véase [en línea]: http://www.sas.gov.py/pagina/54-tekopor.html.
51
Véase [en línea]: http://www.anses.gob.ar/prestacion/asignacion-por-embarazo-para-proteccion-social-93. Esta prestación se une a la
Asignación Universal por Hijo, la cual, por medio del decreto 1602/2009, ha permitido extender el acceso a prestaciones familiares a
trabajadoras y trabajadores informales por la vía del monotributo.
52
Véase [en línea]: http://www.pami.org.ar/.
53
Véase [en línea]: http://colombiamayor.co/programa_colombia_mayor.html.
39
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
los mecanismos que permiten garantizar el ejercicio de los derechos sociales. No obstante, desde un
prisma que busque afianzar el derecho al cuidado como uno de respeto transversal en la región, sería
deseable avanzar en un enfoque que enfatice que el goce de este derecho es uno universal y el cual puede
ameritar un rol proactivo del Estado ante situaciones variables del bienestar y por la vía de mecanismos
de protección social a lo largo del ciclo de vida.
Recuadro 3
Estándares y regulaciones de centros de cuidado infantil y para personas
adultas mayores en América Latina y Europa
El desarrollo de políticas, procedimientos y estándares para el funcionamiento de centros de cuidado
infantil y para el cuidado de personas adultas mayores es todavía incipiente en la región.
Las regulaciones sobre habilitación, evaluación y fiscalización de los centros de larga estadía para las
personas adultas mayores muestran una situación heterogénea entre los países. Por ejemplo, en la Argentina,
los estándares se encuentran descentralizados y la evaluación de su operación se lleva a cabo en las provincias
y municipios, por lo que no existe regulación nacional para estos servicios. En el Brasil, por el contrario, existe
una reglamentación nacional para el funcionamiento y evaluación de este tipo de instituciones, con
requerimientos para su estructura variable según la modalidad bajo la cual operan los centros.
En el caso de Costa Rica, existe un reglamento nacional para la habilitación y evaluación de los
hogares que incluyen indicadores básicos de estructura y la fiscalización de su cumplimiento está a cargo
del Ministerio de Salud. En el caso de Chile, a partir de 2010, se implementó una reglamentación vinculante
en todo el territorio para el funcionamiento de este tipo de establecimientos.
En el Paraguay existe un reglamento de autorización, registro, acreditación e inspección de los centros
de atención para las personas adultas mayores, dentro del cual se establecen indicadores de estructura y
procesos. También en el Perú se identifica una serie de normas para la supervisión de los centros
(Gascón y Redondo, 2014).
En lo que respecta a las normativas que tienen como fin reconocer la obligación estatal en la regulación
así como supervisión y financiamiento de centros diurnos para las personas adultas mayores, únicamente
existen dos países en la región, Chile y el Ecuador, que establecen normativas nacionales. El resto de los
países se centran únicamente en la regulación. En general, se aprecia en la región la persistencia de una
visión fuertemente ―f amilista‖ con respecto a los cuidados de largo plazo de las personas adultas mayores.
Algunos países de la región han avanzado en la definición de indicadores de calidad de los servicios
mencionados, a través de estándares específicos. Como indican Gascón y Redondo (2014), ―l a evaluación
de los servicios se realiza desde el enfoque centrado en los usuarios, con cartas de derechos publicadas
incluso en la legislación e indicadores de resultados de calidad que se suman a los tradicionales
estándares básicos de estructura‖. De igual modo, existen nuevas orientaciones en la acreditación y
evaluación de programas integrales para el apoyo a las personas mayores en situación de vulnerabilidad.
En el caso de los estándares nacionales de cuidado de la primera infancia, estos también varían país a
país. En el caso del Brasil, por ejemplo, los indicadores incluyen ámbitos como el desarrollo de hábitos y
rutinas de limpieza y alimentación en relación a la promoción de la salud, hasta indicadores de formación
inicial del profesorado, atendiendo a la dimensión de formación y condiciones de trabajo de los docentes. En
el caso de Colombia, además de los indicadores estructurales, se incluyen los de tipo procesual y de gestión.
Estos estándares refieren a las condiciones de calidad óptimas que se espera alcanzar en relación a la
educación y cuidado infantil, por esto mismo la adopción de estos estándares adquiere un carácter progresivo
en la medida que los servicios de cuidados puedan ir adaptándose a los estándares (Marco, 2014).
En el caso del Ecuador, se incluyen entre los estándares de calidad de los servicios la participación de
la comunidad y de los padres y madres en los planes de mejoramiento de gestión, es decir aspectos que
se refieren a la parte procesual y de gestión. El caso de El Salvador se realizan informes de evaluación de
las niñas y los niños y un plan de formación continua para los docentes. En el caso del Perú, el Ministerio
de Educación estableció una guía práctica para la evaluación de la educación inicial (Marco, 2014).
Los estándares de calidad difieren considerablemente entre los países, por ejemplo, en torno a la
calificación requerida de parte del personal docente, los contenidos pedagógicos y mallas curriculares. En
lo que se refiere a los materiales didácticos, existe un déficit de atención en las regulaciones existentes en
los diferentes países, a excepción de Chile que incorpora en profundidad las características que este tipo
de materiales debe reunir. Lo mismo ocurre con las especificaciones del mobiliario y la infraestructura. En
el caso de la seguridad de los centros de cuidado, se distingue entre aquellos centros de cuidado formales
regulados y aquellos centros informales o comunitarios que no cuentan con regulación específicas. La
alimentación provista en los centros se encuentra comúnmente carente de regulación (Marco, 2014).
40
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Recuadro 3 (conclusión)
Las entidades responsables del cumplimiento de estos estándares en los países son diversas,
incluyendo los Ministerios de Salud, de Educación y de Desarrollo Social. De igual modo, intervienen
diferentes niveles de administración, desde niveles locales, provinciales y departamentales, existiendo por
tanto una descentralización en la administración así como una intersectorialidad de facto (Marco, 2014).
Europa muestra la posibilidad de generar estándares sobre bases comunes de calidad de los servicios
de cuidado. El Marco Europeo, aplicado a los servicios para personas mayores con dependencia,
comprende el concepto de calidad como el nivel de adecuación que se obtiene en un proceso continuo en
dónde se espera obtener mejores resultados. Este proceso incorpora una serie de herramientas de gestión
de la calidad así como otra serie de medidas que incluyen desde formación de los cuidadores, definición de
las normas de calidad, así como evaluación de resultados.
Los países pertenecientes a la Comunidad Europea cuentan con un programa de calidad conjunto
denominado WEDO, cofinanciado por la Comisión Europea, que tiene como finalidad el bienestar de los
adultos mayores cumpliendo así con los objetivos de asistencia establecidos en la Carta Europea de
Derechos y Responsabilidades de las Personas Mayores. (Gascón y Redondo 2014).
Para llevar a cabo la evaluación de calidad de los servicios, se consideran un conjunto de indicadores
cuantitativos y cualitativos en base a entrevistas con las y los usuarios y sus familiares, indicadores de
seguridad, movilidad de usuarios, entre otros.
El Marco Europeo diferencia cuatro fases durante el desarrollo de los sistemas de calidad: en la
primera, se establecen los estándares mínimos de estructura; en una segunda fase, se precisan las
normas de actuación en la prestación de servicios. La tercera fase, denominada bottom up process o de
autorregulación, ― se caracteriza por llevar a cabo procesos internos de mejora de la calidad con la
participación de todos los actores‖ (Gascón y Redondo 2014).
Finalmente, la cuarta fase se refiere al conjunto de valores, derechos y responsabilidades
establecidos y que quedan reflejados en gran parte de los casos en cartas de derechos de los residentes
adoptados en gran parte de países de la Comunidad Europea, así como en las propias instituciones de
larga estadía. No obstante, resulta conveniente puntualizar que no existen normas homo géneas para la
medición de la calidad de los servicios, si no que estos estándares varían de un país a otro, e incluso
dentro de los propios países existen diferencias estructurales y una gran variedad de políticas
dependiendo de si se trata de países centralizados o países federales y descentralizados (Rico y Godoy,
2013 en Gascón y Redondo, 2014).
Fuente: Silvia Gascón y Nélida Redondo, ― Calidad de los servicios de largo plazo para personas adultas mayores con
dependencia‖, Serie Políticas Sociales, N° 207, (LC/L.3875), Santiago de Chile, Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL), agosto, 2014. Publicación de las Naciones Unidas; Flavia Marco Navarro, ― Calidad del
cuidado y la educación para la primera infancia en América Latina: Igualdad para hoy y mañana‖, Serie Políticas
Sociales, N° 204, (LC/L.3859), Santiago de Chile, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), julio
2014. Publicación de las Naciones Unidas.
Una revisión inicial de la situación de las políticas de cuidado en países del Caribe muestra una
realidad similar, en el cual coexisten prestaciones específicas, acotadas a poblaciones que requieren de
cuidados —en su mayoría, niñas y niños durante su primera infancia— sin detectarse mecanismos de
articulación intersectorial en operación hacia la construcción de políticas integradas de cuidados
(véase recuadro 4).
Recuadro 4
Políticas de cuidado en países del Caribe
La revisión inicial de las políticas de cuidado en países del Caribe muestra un panorama diverso de
programas que apuntan al cuidado de la primera infancia y otras poblaciones en situación de
dependencia a través de la implementación de distintos tipos de servicios y otras prestaciones en un
marco heterogéneo de gestión institucional.
En Jamaica, el Sistema para el Desarrollo Infantil Temprano (The early childhood development
system) incluye una serie de políticas, regulaciones y un plan estratégico de alcance nacional (2008 -
2013) orientado a la protección de los niños y las niñas y que articula a las diversas entidades
prestadoras de servicios de cuidado infantil en el país. Este plan fue preparado por la Comisión para la
Primera Infancia (Early Childhood Commission), organismo autónomo que cuenta con la supervisión del
Ministerio de Educación y está integrado por entidades gubernamentales y diferentes miembros de la
sociedad civil.
41
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Recuadro 4 (conclusión)
El Plan incorporó entre sus líneas estratégicas apoyar a los padres en el proceso de crianza de niñas
y niñas, asegurar que las instituciones dedicadas al cuidado de la primera infancia desarrollen su tarea
en condiciones seguras y capaces de responder a las necesidades de niños y niñas y asegurar que las
personas cuidadoras de estos centros cuentan con las competencias requeridas. En este país inició
también en 1992 la implementación inicial del Programa del Cuidador Itinerante (Roving Caregivers
Programme) en comunidades rurales del país como una iniciativa liderada desde la sociedad civil por la
organización no gubernamental RuFamSo (Rural Family Support Organization) con el apoyo del Fondo
a
de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Bernard van Leer Foundation (OEA, 2009 ) .
El programa, el cual se ha extendido a otros países de la región, incluidos Dominica, Granada, Santa
Lucía y San Vicente y las Granadinas, incluye una serie de componentes a través de los cuales se entrena y
certifica a jóvenes de las comunidades como cuidadores y cuidadoras que visitan los hogares entregando
orientación a padres y madres de niños y niñas en pautas de crianza y proveyendo asistencia diurna en su
cuidado. La institucionalidad del programa varía de un país a otro, pudiendo intervenir distintas agencias,
Ministerios y organizaciones no gubernamentales, participando así una pluralidad de actores. Su
implementación es en algunos casos parcial, no aplicándose a todo el territorio nacional.
En Haití existen diversas iniciativas locales y programas destinados a la población más pobre y
vulnerable. En Puerto Príncipe existe un asilo comunal público que se instauró para recibir a personas
adultas mayores con alguna discapacidad así como personas con alguna enfermedad grave ( L'Asile
Communal de Port-au-Prince) gestionado por la alcaldía.
Existen, asimismo, dos guarderías comunitarias a cargo del Ministerio de Asuntos Sociales y de
Trabajo, enmarcadas en el ―P lan Especial de Cité Soleil‖ que busca apoyar a madres jefas de hogar que
recién se han graduado para su inserción laboral. De acuerdo a Lamaute-Brisson (2010), el acceso a
centros de cuidado infantil es reducido en el país. El cuidado de la primera infancia se realiza a través de
madres, abuelas y hermanas en el contexto de familias donde conviven varias generaciones.
En Trinidad y Tabago, el Ministerio del Pueblo y Desarrollo Social (Ministry of the People and Social
Development) coordina la implementación de diferentes prestaciones para el cuidado.
Entre éstas, se incluye el Fondo de Asistencia Pública (Public Assistance Grant), transferencia
monetaria proporcionada a padres y madres o personas responsables del cuidado de niños y niñas con
b
una discapacidad grave y que pertenecen a un hogar de bajos ingresos , o bien, es entregada a padres y
madres de familias monoparentales que permanecen en casa para cuidar a un niño o una niña.
El Fondo para Niños con Necesidades Especiales (Special Child Grant) es entregado a padres de niños
y niñas que no pueden sufragar los gastos de cuidado de niños o niñas menores de 18 años con
c
necesidades especiales y se otorga por un periodo de un año .
Fuente: Nathalie Lamaute-Brisson, ― Economía del cuidado de la niñez en Haití: proveedores, hogares y parentesco‖ en
El cuidado en acción: entre el derecho y el trabajo, Cuadernos de la CEPAL N° 94, (LC/G.2454-P), Santiago de Chile,
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2010. Publicación de las Naciones Unidas; The Early
Childhood Commission, A reader friendly guide to the National Strategic Plan for Early Childhood Development in
Jamaica (2008-2013), Kingston, The Early Childhood Commission, 2009. [en línea]: https://www.ecc.gov.jm/Downloads/
Brochures/nsp_book_layout_small.pdf; Organización de los Estados Americanos, ― Las transiciones en la primera
infancia: una mirada internacional. Marco conceptual, situación, avances y desafíos‖, Washington D.C., 2009 [en línea]:
http://portal.oas.org/LinkClick.aspx?fileticket=qrqhTMKY4EU%3D&tabid=1318.
a
Véase [en línea]: www.unicef.org/innovations/files/jamaica.doc.
b
Ministerio del Pueblo y Desarrollo Social de Trinidad y Tabago, División de Bienestar Social, véase [en línea]:
http://www2.mpsd.gov.tt/content/social-welfare-division-0.
c
Ministerio de Desarrollo Comunitario, Cultura y Artes de Trinidad y Tobago, Geriatric Adolescent Partnership Programme,
véase [en línea]: http://www.community.gov.tt/home/content/geriatric-adolescent-partnership-programme-gapp-1.
En segundo lugar, y en vínculo con lo anterior, la existencia de instrumentos como los reseñados,
en particular de aquellos que buscan apoyar y reconocer la situación de las personas cuidadoras, no
garantiza que se inaugure un giro de una política de tipo familiarista. Se mantiene un rol subsidiario del
Estado en la gestión de políticas de cuidado focalizadas para la población en situación de abandono y
extrema pobreza. En particular, el efecto mancomunado de estas prestaciones, no asegura la
transversalización de un enfoque de igualdad de género para desafiar la actual división sexual del trabajo
de cuidado (Blofield y Martínez, 2015). Programas que busquen brindar apoyo o acompañamiento a las
personas cuidadoras por la vía de mecanismos de apoyo domiciliario podrían terminar fomentando y
potenciando el rol de mujeres no remuneradas que asumen la responsabilidad del cuidado de miembros
de su familia sin reconocimiento ni oportunidades para elegir no cuidar. Lo mismo ocurre al contar los
países con una oferta fragmentada de servicios de cuidado, con accesos restringidos y acotados al nivel
42
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
54
Véase [en línea]: http://200.46.254.138/apps/seg_legis/PDF_SEG/PDF_SEG_2010/PDF_SEG_2011/PROYECTO/2011_P_414.pdf.
55
Véase [en línea]: https://portal.sernam.cl/?m=programa&i=5.
56
Véase [en línea]: https://www.chileatiende.gob.cl/fichas/ver/35138.
57
Véase [en línea]: http://www.progresar.anses.gob.ar/.
58
Véase [en línea]: http://www.mtss.gub.uy/web/mtss/programa-yo-estudio-y-trabajo.
59
Véase [en línea]: http://www.inefop.org.uy/uc_47_1.html.
43
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
60
De acuerdo a lo establecido por la Ley 9220 que crea la Red Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil en Costa Rica y la Ley 19353
que crea el Sistema Nacional Integrado de Cuidados en el Uruguay.
61
Una excepción es el caso del programa 4 a 7 implementado por el Servicio Nacional de la Mujer en Chile, como se destacó en la
sección II.B.
44
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Por ejemplo, en el caso de la Red Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil en Costa Rica, la
Comisión Técnica Interinstitucional conformada para su fortalecimiento está integrada por diversas
instituciones entre las que se incluye una persona representante de la presidencia ejecutiva del Instituto
Nacional de las Mujeres (INAMU). En el caso del Uruguay, el Instituto Nacional de las Mujeres
participa de las reuniones de la Junta Nacional de Cuidados, creada por la Ley 19353.
En otras experiencias en construcción, como la de una Política Nacional de Cuidados en
El Salvador, la naciente institucionalidad que discute su diseño, la Comisión de Seguimiento para la
Construcción de una Política Nacional de Cuidados está integrada por varias instituciones62 y considera
de manera central la participación activa del mecanismo de adelanto para la mujer en el país, el Instituto
Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU). El ISDEMU tiene un rol clave en las
definiciones de la política cuya discusión está siendo coordinada por la Secretaría Técnica y de
Planificación de la Presidencia (Salvador, 2015).
En el caso de otras políticas y programas que no están centrados enteramente en el cuidado, pero
que incluyen también un componente en este ámbito, como es la experiencia de los sistemas y políticas
de atención integral para la primera infancia en la región, es posible también identificar la presencia de
los MAM en las coordinaciones intersectoriales que permiten su implementación. Por ejemplo, en el
caso de la gestión del Subsistema de Protección Integral de la Infancia, Chile Crece Contigo, cuya
secretaría ejecutiva se ubica en el Ministerio de Desarrollo Social, se incluye la participación de una
serie de entidades públicas que tienen la responsabilidad de ejecutar sus prestaciones. Entre ellas, se
encuentra el Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM) que cumple un papel importante en la
promoción del paquete de propuestas legislativas de Chile Crece Contigo enviado al Congreso Nacional
cada año63. En este país, el Plan de Igualdad de Oportunidades entre hombres y mujeres 2011-2020,
(SERNAM, 2011) contiene entre sus metas la necesaria definición de un sistema que apoye el cuidado
de las personas dependientes y ―[ ..] que permita a mujeres y hombres participar y desarrollar sus
proyectos personales, laborales y familiares en condiciones de igualdad‖. Asimismo, establece como
objetivo, ―promover el derecho al cuidado, así como la obligación de cuidarse y cuidar, especialmente
respecto del cuidado infantil y de los adultos mayores‖. En consonancia con esta definición, el país se
encuentra formulando un Subsistema Nacional de Apoyos y Cuidados como parte del Sistema de
Protección Social (Berner, 2015).
Cabe destacar que gran parte de los programas identificados como parte de los esfuerzos públicos
de cuidado en los países de la región se implementan desde los ministerios sociales respectivos. Pese a
ello, el vínculo explícito entre éstos y los sistemas de protección social de los países no es siempre
apreciable. Éste figura más claramente en los casos del Uruguay, y en experiencias en construcción en
los casos de Chile —el Subsistema Nacional de Apoyos y Cuidados que formaría parte del Sistema de
Protección Social (Berner, 2015)— y El Salvador, en el caso del Sistema de Protección Social Universal
y la política nacional de cuidados en etapa de diseño (Meléndez, 2015). En el caso del programa
Tekoporã en el Paraguay, al estar la transferencia monetaria para personas cuidadoras inserta en su
definición, la referencia se hace más directa.
Destacan también los casos en los que las prestaciones son coordinadas o provistas directamente
desde las entidades públicas encargadas de la seguridad social en los países. Esto se verifica en el caso
de prestaciones para personas adultas mayores en situación de dependencia, ya sea para contratar
servicios de apoyo domiciliario o acceder a centros de cuidado extra-domiciliarios en los casos del
Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados en Argentina64, los centros de
62
La Comisión de Seguimiento para la Construcción de una Política Nacional de Cuidados está conformada por el Consejo Nacional de
Atención Integral para las Personas con Discapacidad (CONAIPD), el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer
(ISDEMU), el Instituto Salvadoreño para la Desarrollo Integral de la Niñez y Adolescencia (ISNA), el Ministerio de Educación, la
Unidad para la Equidad entre los Géneros del Ministerio de Trabajo y Previsión Social, el Ministerio de Salud, la Dirección de
Adultos Mayores de la Secretaría de Inclusión Social (SIS) y la Dirección de Programas Estratégicos y la Unidad de Derechos
Humanos y Género de la Secretaría Técnica de Planificación de la Presidencia (STPP).
63
Véase [en línea]: http://www.crececontigo.gob.cl/sobre-chile-crece-contigo/como-funciona/.
64
Véase [en línea]: http://www.pami.org.ar/.
45
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
atención integral para el adulto mayor del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS)65, el
Programa de Atención Domiciliaria del Enfermo Crónico (ADEC) del Instituto Mexicano del Seguro
Social (IMSS)66 yel Programa Nacional de Formación de cuidadores de Adultos Mayores del Instituto de
Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado de México67, y el Curso de Capacitación a
los Cuidadores del Instituto de previsión Social (IPS) en Paraguay68. Tomando a los programas como
unidad específica de análisis, sin embargo, en la gran mayoría de los casos, su vínculo con la oferta de
los sistemas de protección social no está especificado ni previsto aún.
Junto con la existencia de una autoridad social definida para la gestión de políticas de cuidado con
un enfoque integrado que impulse la coordinación interinstitucional de las distintas entidades que
implementan programas específicos de cuidado para las distintas poblaciones, su articulación con las
políticas de protección social permitiría contar con mecanismos de gestión que potenciaran las sinergias
y complementariedades entre programas. Ello puede funcionar a través de la utilización de los sistemas
de registro e identificación de destinatarios de las políticas y programas ya existentes para otras
prestaciones de los sistemas de protección social y de los mecanismos de monitoreo y evaluación ya
instalados. El acceso unificado a estos sistemas permitiría identificar a quienes debieran tener un acceso
prioritario a las prestaciones de las políticas integradas en atención a su situación de vulnerabilidad o
pobreza, u otras situaciones, como, por ejemplo, la maternidad adolescente, así como permitir el acceso
progresivamente universal a sus servicios.
Junto a ello, la generación de instrumentos propios de gestión parece ser necesario y relevante
para garantizar la eficiencia de los programas, y donde existan, las políticas integradas, para lo cual
contar con una institucionalidad coordinadora pareciera ser clave. El caso del Uruguay en esta materia es
interesante. El Sistema Nacional Integrado de Cuidados centraliza todas las solicitudes y reclamos
recibidas a través del Portal de Cuidados, plataforma de interacción del SNIC con todos los usuarios y
las usuarias, los trabajadores y las trabajadoras y los servicios de públicos y privados de cuidado. Este
instrumento apunta a unificar y simplificar las vías de acceso e información sobre prestaciones del SNIC
y derechos, garantiza la atención a la persona a ser cuidada, potencia la intersectorialidad y facilita el
reconocimiento, efectivización y exigibilidad del derecho a cuidar y ser cuidado. A través del Portal, se
identifican potenciales usuarios y usuarias y se brinda información adecuada y oportuna a la ciudadanía
sobre sus derechos relativos al cuidado. Este medio permite también derivar a cuidadoras y cuidadores a
cursos de formación, habilitación o certificación de competencias. Se construye, a la vez, un sistema de
seguimiento e información de la gestión del sistema.
En otros casos, son los programas directamente los que cuentan con sus propios mecanismos de
gestión utilizando los dispositivos existentes en las entidades desde las que se gestionan. Por ejemplo, en
el caso del Programa de Atención Domiciliaria a Personas con Dependencia Severa en Chile, para su
monitoreo y evaluación, el programa trabaja sobre la estructura ya existente de la Red Asistencial de
servicios públicos de salud en Chile —a través del Consejo Integrador de la Red Asistencia (CIRA)—,
asegurando continuidad de atención a las personas usuarias de la Red. A su vez, se incorporan las
actividades del programa a la planificación de cada establecimiento de salud que interviene por la vía de
sus equipos que visitan directamente a la persona en situación de dependencia y a sus familias. El
Servicio de Salud está encargado de mantener un registro de las personas atendidas por el programa
(Ministerio de Salud, s/ref).
65
Véase [en línea]: http://www.paho.org/hon/index.php?option=com_content&view=article&id=945:se-revisa-politica-nacional-adulto-mayor-
jubilados-componente-salud&Itemid=227.
66
Véase [en línea]: http://www.imss.gob.mx/prensa/archivo/201503/020.
67
Véase [en línea]: http://www.issste.gob.mx/cursocuidadores/html/texto2.html.
68
Véase [en línea]: http://portal.ips.gov.py/portal/IpsWeb.
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Diagrama 2
Chile: articulación entre políticas nacionales de cuidado y de la Municipalidad de Santiago
Fuente: Olga Segovia, ―¿Quién cuida en la ciudad? Oportunidades y propuestas: la comuna de Santiago (Chile)‖, Serie
Asuntos de Género 132. Santiago de Chile, Publicación de las Naciones Unidas, 2016.
Si bien la existencia de este tipo de dispositivos ad hoc para la gestión, monitoreo y evaluación de
los programas es relevante para asegurar el cumplimiento de sus objetivos, su articulación a mecanismos
más amplios de planificación para arribar a la población en situación de dependencia y sus cuidadores y
cuidadoras en cada uno de los países permitiría organizar, de manera central y descentralizada, el cierre
de brechas de atención y acceso que puedan ser identificadas y su vínculo con las estrategias integrales
de protección social.
Asimismo, pese a que el documento ha explorado la existencia de políticas de cuidado al nivel
central de los gobiernos, es relevante enfatizar que esta articulación debe darse no sólo en el nivel
intersectorial entre entidades nacionales, sino también, entre el nacional y el subnacional. El diagrama 2
muestra cómo fluyen estas articulaciones en el caso de las coordinaciones que son activadas por la
Municipalidad de Santiago para garantizar el acceso a las políticas de cuidado en Chile por parte de la
población en situación de dependencia y cuidadora.
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gestión de estas políticas, todavía incipientes en los países, por ejemplo, en el marco de planes operativos
para su implementación que se diseñen con una lógica de participación social.
En el caso de la experiencia más consolidad en este materia, la del Sistema Nacional Integrado de
Cuidados en el Uruguay, su construcción se origina en la creación, en mayo de 2010 y por Resolución
Presidencial (863/010), del Grupo de Trabajo (GT) sobre el Sistema de Cuidados en el marco del
Consejo Nacional de Políticas Sociales (CNPS). Este grupo tuvo como objetivo la elaboración de la
propuesta y diseño del sistema, incluyendo la definición de un concepto de cuidado y de la población
que éste atendería. El Grupo se convocaba desde el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) con amplia
representación de los sectores —la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), el
Banco de Previsión Social (BPS), el Instituto Nacional de Estadística (INE), Instituto del Niño y el
Adolescente de Uruguay (INAU), el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), el Ministerio de
Educación y Cultura (MEC), el Ministerio de Salud Pública (MSP), el Ministerio de Trabajo y Seguridad
Social (MTSS) y la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP). En el marco del trabajo del Grupo, se
realizaron diálogos con la sociedad civil que fortalecieron la legitimidad de la propuesta sobre el
Sistema. En particular, el rol fundamental jugado por la Red de Género y Familia fue clave en la
transversalización de un enfoque de igualdad de género en el diseño del sistema desde su génesis
(Aguirre y Ferrari, 2014). Este trabajo intersectorial e inter-institucional permitió sentar las bases para el
diseño actualmente en implementación del Sistema.
Otras experiencias en desarrollo para la construcción de políticas integradas de cuidado en las
cuales existen instancias de articulación interinstitucional similares existen en el Distrito Federal de
México, Ecuador y El Salvador.
Una experiencia destacable en el nivel subnacional es la de la ― Comisión para el impulso de la
Economía del Cuidado y una Política de Igualdad Laboral al Interior del Gobierno de la Ciudad de
México‖, conformada en marzo de 2014 por el Instituto de las Mujeres del Distrito Federal y la
Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo del Gobierno de la Ciudad de México. La Comisión busca
promover estrategias y mecanismos de evaluación y seguimiento de la política laboral y de la
economía del cuidado dentro de la administración pública del Distrito Federal, desde una perspectiva
de no discriminación e igualdad sustantiva entre mujeres y hombres. Está integrada por varias
instituciones del Gobierno de la Ciudad de México: la Consejería Jurídica y de Servicios Legales, la
Controlaría General del Distrito Federal, el Instituto para la Atención de Adultos Mayores del Distrito
Federal, el Instituto de las Mujeres del Distrito Federal, la Secretaría del Trabajo y Fomento al
Empleo, la Secretaría de Desarrollo Económico, la Secretaría de Desarrollo Social, la Secretaría de
Desarrollo Urbano y Vivienda, la Secretaría de Finanzas, la Secretaría del Medio Ambiente, la
Secretaría de Movilidad, el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia del Distrito Federal,
además del Consejo Económico y Social de la Ciudad de México. Entre las medidas que se están
evaluando, destaca un programa de salario ciudadano para cuidadoras de la Ciudad de México
y la implementación de cooperativas de mujeres cuidadoras comunitarias (Gobierno de la Ciudad
de México, 2014).
Asimismo, en el Ecuador, se ha puesto en marcha una mesa de coordinación interinstitucional
técnica-política para implementar un Sistema Nacional de Cuidados con el objetivo de acompañar el
proceso para el diseño e implementación del Sistema de Cuidados como política de estado intersectorial,
desde un enfoque de género y derechos. Está integrada inicialmente por cinco instituciones: la Asamblea
Nacional, el Consejo Nacional para la Igualdad de Género, el Ministerio Coordinador de Desarrollo
Social (MCDS), el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) y la Secretaría Nacional de
Planificación (SENPLADES) (Consejo Nacional para la Igualdad de Género, s/ref).
Finalmente, como se mencionó en la sección anterior, en el caso de El Salvador se constituyó
en 2014 la Comisión de Seguimiento para la Construcción de una Política de Cuidados. Se trata de una
instancia inter-institucional que busca analizar los componentes que harán parte de esta política
(Salvador, 2015). Esta Comisión está integrada por el Consejo Nacional de Atención Integral para las
Personas con Discapacidad (CONAIPD), el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer
(ISDEMU), el Instituto Salvadoreño para la Desarrollo Integral de la Niñez y Adolescencia (ISNA),
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el Ministerio de Educación, la Unidad para la Equidad entre los Géneros del Ministerio de Trabajo y
Previsión Social, el Ministerio de Salud, la Dirección de Adultos Mayores de la Secretaría de Inclusión
Social (SIS) y la Dirección de Programas Estratégicos y la Unidad de Derechos Humanos y Género de la
Secretaría Técnica de Planificación de la Presidencia (STPP), entidad coordinadora de la iniciativa.
69
Fue posible encontrar información sobre el presupuesto en torno a 2014 en los siguientes países: Argentina (Programa Primeros
Años y presupuesto del Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados- Programa de Atención Médica
Integral), Chile (Chile Crece Contigo, Programa ― 4 a 7‖, Subsidio a Establecimientos de Larga Estadía para Adultos Mayores,
Programa de Cuidados Domiciliarios, Programas Centros Diurnos del Adulto Mayor), Colombia (De Cero a Siempre), Costa Rica
(Red de Atención para el Cuido de las Personas Adultas Mayores y Red Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil), Perú (Programa
Cuna Más), República Dominicana (Programa de Atención Integral a la Primera Infancia ― Quisqueya Empieza Contigo‖) y el
Sistema Nacional Integrado de Cuidados en el Uruguay.
70
De acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, División de Desarrollo Social, Inversión / Gasto
Social en América Latina y el Caribe, [en línea]: http://dds.cepal.org/gasto/indicadores/ficha/?indicador_id=28. Los países con
información sobre el gasto público social total como porcentaje del PIB en 2012 o 2013 son: el Estado Plurinacional de Bolivia,
Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Panamá, Perú y la República Bolivariana de Venezuela.
71
Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos, Social Expenditure Database preliminary data, Septiembre 2014, véase
[en línea]: http://www.oecd.org/els/family/.
72
Éste es el caso, por ejemplo, en El Salvador. Para una discusión sobre las limitaciones que enfrentan presupuestos construidos en
base a este esquema para reportar la información sobre la inversión social en la infancia, véase STP-UNICEF-ICEFI (2014).
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Sin embargo, la información disponible es valiosa en cuanto permite situar la reflexión sobre la
centralidad que hoy ocupan las políticas de cuidado, su institucionalidad y gestión en los aparatos
estatales de la región en función de su baja densidad presupuestaria. En particular, es indicativa sobre
cómo los costos asociados al cuidado son delegados a las familias, y en particular, al trabajo no
remunerado de las mujeres, así como subvalorados en términos de la necesaria inversión social que
debieran comportar para garantizar empleo de calidad en los servicios públicos de cuidado existentes.
Avanzar en la redistribución del bienestar y fortalecer el acceso universal a la protección social de los
hogares, incluyendo como componente a las políticas de cuidado, implica consolidar presupuestos
estables, definidos y sólidos frente a las necesidades y derechos que se pretende garantizar para personas
que los requieren y proveen.
Ello puede derivar en el redireccionamiento de los presupuestos ya existentes y fragmentados en
diversas entidades institucionales que hoy implementan políticas y programas de cuidado para
poblaciones específicas y con bajo nivel de articulación. Esto puede ser realizado desde una perspectiva
de construcción de políticas integradas de cuidado que fortalezcan los instrumentos ya existentes en la
política pública, los articulen y organicen al servicio del cierre de brechas de las necesidades de cuidado
que se consideren en cada contexto. Asimismo, este desafío seguramente implicará para los países la
búsqueda de nuevas opciones para aumentar la base fiscal a partir de la cual financiar nuevos
instrumentos que sean requeridos para garantizar el derecho al cuidado. Esto puede comportar una serie
de medidas que han sido propuestas por la CEPAL para financiar una agenda centrada en la igualdad y
para el desarrollo sostenible y que, entre otras, pueden incluir el aumento del espacio fiscal por diversas
vías, incluyendo el aumento de la base impositiva, por ejemplo, a través de la creación de impuestos
ambientales (CEPAL, 2016).
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Meta 5.4 ―Re conocer y valorar los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados
mediante servicios públicos, infraestructuras y políticas de protección social, y
promoviendo la responsabilidad compartida en el hogar y la familia, según proceda en cada
país.‖ (Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible).
El reconocimiento global otorgado al trabajo de cuidado en la Agenda 2030 para el Desarrollo
Sostenible presenta un punto cúlmine en la trayectoria que ha seguido el debate mundial sobre este
derecho y los mecanismos institucionales para su garantía en los países. La meta establecida dará pie a la
construcción de indicadores y de información actualizada y periódica sobre el grado de avance de los
países como parte de las acciones que contribuyan al logro del Objetivo 5, ―L ograr la igualdad de género
y empoderar a todas las mujeres y a las niñas‖. A su vez, este seguimiento repercutirá con certeza en la
activación de los diálogos nacionales y regionales sobre las políticas que puedan conducir a la
concreción de esta meta y su articulación a los sistemas de protección social en construcción.
La revisión y el análisis expuesto sobre las políticas de cuidado en América Latina indican que la
región tiene desafíos considerables en esta materia, aunque no parte de una base inexistente. Los
programas y las legislaciones reseñadas muestran su creciente atención en la agenda regional de políticas
públicas, la cual se traduce en la existencia de una multiplicidad programática en la región. Por otra
parte, sin embargo, se constata una alta fragmentación y sectorialidad en la implementación de estas
políticas y programas, junto a un bajo nivel de inversión, elementos que, en su conjunto, no logran
responder plenamente ferente a los riesgos, las necesidades y los derechos de quienes necesitan cuidados
y sus cuidadoras. De esta forma, cabe preguntarse, ¿hasta qué punto las políticas existentes son capaces
de cuestionar y replantear la actual organización social del cuidado y, al mismo tiempo garantizar los
derechos de las personas que los requieren y proveen? ¿Será posible, a través de esquemas integrados,
avanzar hacia este objetivo y qué consideraciones resultarían esenciales en ello?
Para responder a estas preguntas, este capítulo explora algunas reflexiones al cierre que buscan
aportar a la discusión regional sobre las políticas de cuidado, su naturaleza como componente de la
protección social y desafíos para el fortalecimiento de su institucionalidad.
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de cuidado en algunos países. Su contribución puede ser relevante, dado que estos programas subsanan
las necesidades de cuidado de personas en situación de dependencia en sus hogares, proveen espacios de
respiro para sus cuidadoras y pueden generar un sector de empleo de calidad creciente, si su desarrollo
va a aparejado de programas de certificación, formalización y regulación.
Un desafío sustantivo en la región es el del reconocimiento de las cuidadoras no remuneradas.
Este incluye la necesaria atención a su realidad previsional, especialmente considerando que muchas
veces estas personas han ejercido este trabajo desde su infancia y adolescencia activando cadenas
intergeneracionales de desproteccción social. Algunos instrumentos que avanzan en esta línea han sido
identificados en el documento. No obstante, se requiere de mayor reflexión al respecto en espacios de
diálogo regional y nacional con su traducción a políticas.
Al mismo tiempo, pocos países han implementado trasferencias que reconozcan el trabajo no
remunerado de cuidado que se desarrolla al interior de los hogares y este es un campo de mayor
reflexión respecto de sus virtudes y limitaciones. Por una parte, su entrega comporta un reconocimiento
social al trabajo ejercido, muchas veces, en condiciones de gran precariedad y a expensas del propio
bienestar y acceso a la protección social. Por otra parte, se ha planteado que estas transferencias pueden
terminar replicando una organización social del cuidado fundada en arreglos familiares e informales
(Matus y Vega, 2016). En particular, los países deben considerar políticas y medidas para que cuidadoras
no remuneradas que realizan este trabajo de manera permanente tengan el reconocimiento laboral
necesario a través de un empleo en el sector formal. Esto implica necesariamente consolidar una oferta
para su capacitación, como la que ya existe en algunos países de la región, regulaciones para proteger las
condiciones de su inserción laboral y que el Estado no sea un actor de su incorporación en ocupaciones
precarias, con salarios exiguos y desprotección social74.
La evidencia recopilada muestra que los tiempos y las regulaciones para cuidar consideran
escasamente al cuidado en otras coyunturas de la vida, por ejemplo, en el caso de enfermedad de los
hijos e hijas, o el cuidado de enfermos crónicos o terminales. Asimismo, aunque todos los países cuentan
con algún tipo de regulación sobre el trabajo de cuidado remunerado, los desafíos cualitativos para la
protección social de esta población son todavía contundentes en materia de sus condiciones laborales.
Finalmente, la existencia de estándares heterogéneos para la operación de los servicios de cuidado y la
ausencia de marcos regionales para su referencia, es un campo que demanda de urgente atención.
En síntesis, el análisis integral de los instrumentos disponibles en la región da cuenta de una
organización social del cuidado anclada en los arreglos familias, con acceso segmentado a los instrumentos
de la política pública para trabajadoras del sector formal del mercado del trabajo, personas en situación de
pobreza extrema o ante coyunturas muy particulares. Esta organización reproduce la pobreza y la
desigualdad y obstaculiza su erradicación en América Latina (CEPAL, 2011, 2015a; Rico, 2014).
El cuidado, como un asunto de responsabilidad eminentemente pública y estatal, y en el marco de la
protección social universal a lo largo del ciclo de vida, es todavía trabajo en construcción en la región.
Ante el diagnóstico presentado, ¿cuáles son las opciones con las que cuentan los países para
avanzar en una doble dirección hacia el cierre progresivo de brechas y la universalidad en la garantía
de los derechos al cuidado y a cuidar, garantizando la autonomía económica de las mujeres y su
opción de no cuidar?
Es posible distinguir al menos tres ámbitos de posibles respuestas: la institucionalidad,
especialmente, en cuanto a la posibilidad de construir modelos reticulares y sistémicos de política pública;
la consideración respecto de los diversos actores que producen bienestar y su rol en el cuidado; y un
enfoque de derechos y de igualdad de género como un marco organizador de las prioridades y las sinergias.
74
Ello puede suceder, por ejemplo, en el caso de programas que impulsan la creación de centros de cuidado infantil en los domicilios
de las cuidadoras sin atender a sus condiciones laborales o creando subisidios y transferencias que comportan un nivel de
remuneración inferior incluso al salario mínimo. En esta mismoa línea, por ejemplo, cabe destacar la promulgación de la Ley 1602
de 2012 en Colombia que define que todas las madres comunitarias que prestan servicios en los Hogares Comunitarios de Bienestar
deben estar contratadas, contar con afiliación al sistema integral de seguridad social y su remuneración no podrá ser inferior al salario
mínimo o su equivalente a los días trabajados.
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que participen en la implementación de las políticas de cuidado consideren claramente la forma en que
estos recursos podrán ser articulados y coordinados intersectorialmente.
Una perspectiva integrada de las necesidades y los derechos de las distintas poblaciones
involucradas en el cuidado permite visibilizar que una política de esta naturaleza no debe estar
exclusivamente acotada a sus servicios, los que, aunque importantes, no pueden por sí solos dar cuenta
del conjunto de sus problemáticas. Transferencias y regulaciones para consagrar tiempos para cuidar y
definir estándares de calidad en el cuidado, son igualmente importantes para el ejercicio de los derechos
a cuidar, a ser cuidado, y a no cuidar75. En particular, la existencia y el cumplimiento de los estándares
que regulen el empleo en el sector del cuidado son fundamentales para resguardar que los servicios
ofertados sean verdaderamente de calidad.
Disponer de una institucionalidad integrada permitiría también planificar la atención progresiva
de las brechas que enfrentan las poblaciones que requieren y proveen cuidados en los diversos contextos
particulares de los países, considerando la dispar disponibilidad de recursos fiscales, técnicos y políticos
para su abordaje. La experiencia regional muestra la diversidad, no sólo en términos de los instrumentos,
sino también en el espectro que éstos cubren y, por ende, sus desafíos.
Por una parte, existen países que han diseñado sistemas o políticas integradas de cuidado. En
Costa Rica, estas políticas atienden, de manera específica, a la población infantil o adulta mayor con
necesidades de cuidado. La política de Círculos Infantiles en Cuba y la Red Nacional de Cuido y
Desarrollo Infantil de Costa Rica incluyen, como parte de sus objetivos, contribuir a la igualdad de
género, relevando la situación de las personas cuidadoras, en su mayoría mujeres, frente a las
necesidades del cuidado de niños y niñas. En el caso del Uruguay, desde su diseño, el Sistema Nacional
Integrado de Cuidados se planteó el objetivo de atender, simultáneamente, a niños y niñas hasta los
12 años, personas con discapacidad y adultas mayores en situación de dependencia y cuidadoras. En el
caso de las políticas integradas en construcción, ésta última pareciera ser la ruta a seguir76, mientras que
en varios países ya están en implementación políticas de atención integral a la primera infancia que
consideran un componente específico de cuidado para esta población. En este último caso, pareciera que
la población de personas cuidadoras no figura explícitamente en el diseño de las estrategias asociadas,
salvo en casos como el del Programa Chile Crece Contigo donde se combina y articula una estrategia de
protección social para las familias más vulnerables con el acceso preferencial que éstas tienen a la oferta
de cuidado para la primera infancia (Staab y Gerhard, 2010). La creación de sub-sistemas o políticas
para la gestión del cuidado de poblaciones específicas o el conjunto de ellas puede facilitar en estos
países la identificación de las brechas de cobertura y mecanismos inter-institucionales para su abordaje.
Asimismo, estas instancias pueden también facilitar la definición de estándares y regulaciones que, de
manera sinérgica, puedan intervenir sobre aspectos vinculados a la calidad de las prestaciones recibidas,
del empleo en este sector y la transversalización de principios fundantes en su diseño en apego a un
enfoque de derechos e igualdad de género77.
Por otra parte, y más allá de la existencia de una institucionalidad específica, es también posible
distinguir entre países con mayor o menor disponibilidad de servicios de cuidado en su oferta
programática (véase cuadro 3). En ambos casos, un análisis detallado de su funcionamiento y capacidad
para responder a las necesidades y derechos de poblaciones que requieran y provean cuidados debiera
incorporar la atención a los elementos de cobertura, financiamiento y calidad de la oferta identificada.
Lo anterior permitiría visibilizar si la mayor variedad de instrumentos programáticos necesariamente se
condice con un tránsito hacia una orientación universalista en el derecho al cuidado, para lo cual podría
ser un aporte la identificación de una entidad que pueda asumir labores de coordinación de la oferta
75
El diagrama 1 en la sección (véase sección I.B) resume un conjunto de instrumentos que podrían considerarse como parte de una
política integrada de cuidados.
76
Diversos países se encuentran en procesos de diseño de políticas en esta línea, como Chile (Berner, 2015), el Ecuador, El Salvador
(Meléndez, 2015; Ramírez, 2016) y, en el nivel subnacional, México.
77
En este sentido, es posible aludir a un triple dividendo de las inversiones sostenidas en servicios de cuidado infantil y educación
preescolar, ya que estos inciden en las barreras que dificultan la participación laboral femenina, apuntan al desarrollo integral de
niñas y niños y crean empleo en este sector (ONUMUJERES, 2016).
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disponible, o bien, que estas funciones estén incorporadas en la propia definición de la entidad a cargo
de la implementación de los programas.
En ambos casos también será seguramente posible encontrar desafíos considerables en cuanto a la
cobertura de los distintos instrumentos que pueden ser considerados como parte de una política de
cuidado en función de los requerimientos de apoyo de las distintas poblaciones. La definición de
prioridades es una necesaria precondición para avanzar en su ampliación. Ámbitos de decisión incluirán
si apostar por incorporar instrumentos que atiendan, de una vez, al conjunto de las poblaciones y sus
necesidades con limitadas coberturas de acceso, o bien, fortalecer la existencia de instrumentos ya
existentes y que pueden ofrecer oportunidades para instalar modelos de gestión exitosos y la visibilidad
de su relevancia en la agenda pública, en el marco de una planificación con criterio de progresividad.
Mínimamente, es posible plantear como un primer camino de avance consolidar en los Estados la
capacidad para articular la oferta existente, instalar la problemática política e institucional sobre el
cuidado, con el pleno reconocimiento de que esta remite a derechos e identificar iniciativas que puedan
ser catalizadoras de mayores transformaciones y sinergias tendientes a instalar una cultura de
corresponsabilidad social en este ámbito.
La posibilidad real para alinear incentivos y complementariedades entre instrumentos en función
de los objetivos buscados por una política integrada parecieran ser elementos claves en su efecto final.
Así, por ejemplo, en el caso del cuidado de la primera infancia, no basta con que en una política de este
tipo confluyan metas de expansión de coberturas, por un lado, y de creación de mecanismos de apoyo a
las personas cuidadoras, por el otro. La capacidad de plantear ambos instrumentos como articulados,
concibiendo a los servicios de cuidado infantil como instrumento para el desarrollo integral de esta
población y mecanismos para la promoción de la conciliación entre las responsabilidad laborales y
familiares (Blofield y Martínez Franzoni, 2015) es esencial de manera que estas políticas atiendan,
simultáneamente, a personas receptoras y proveedoras de cuidado. En ello podría aportar, tener una
mirada integral e integrada de las distintas problemáticas que intervienen y las funciones sociales a las
que se busca responder con esta política pública, traducida en una institucionalidad que facilite el
diálogo, articulación y coordinación inter-institucional. La reflexión sobre la institucionalidad concreta
que permitiría avanzar en torno a estos objetivos es reciente. Preliminarmente, es posible identificar
algunos elementos que parecen ser sustantivos para su diseño y consolidación.
En primer lugar, es relevante contar con una autoridad social definida explícitamente para integrar
de manera coherente los sectores y realizar las coordinaciones inter-institucionales requeridas tanto para
el funcionamiento de una política integrada, como para coordinar los distintos instrumentos con los que
cuentan los Estados para abordar el cuidado, así como las sinergias entre sus funciones. Esta autoridad
puede corresponder ―[ …] a la o las entidades de la estructura del Estado que tienen el poder y el
mandato de ejercer la función de gobierno en materia de políticas sociales‖, aludiendo a aspectos como
―[…] i) la definición y priorización de objetivos y metas; ii) el diseño de planes, estrategias y
metodologías de intervención; iii) la asignación de responsabilidades y funciones; iv) la coordinación de
actores; v) la distribución de recursos; vi) el monitoreo de la ejecución física y financiera; vii) la rectoría
y regulación de los actores gubernamentales y no gubernamentales, y viii) la sistematización de
información y la evaluación de resultados‖ (CEPAL, 2015c).
En segundo lugar, ya sea que la gestión de políticas públicas se realice desde entidades
particulares o se prevea la definición de una entidad coordinadora, la cual podría asumir el formato de
una secretaría nacional —como en el caso de Costa Rica o el Uruguay—, la capacidad para conducir
análisis de brechas de cuidados es importante. Lo anterior implica la sistematización de su oferta y
demanda, considerando centralmente a los cuidados remunerados y no remunerados78.
En tercer lugar, y asociado a lo anterior, la experiencia regional muestra la importancia de contar
con instrumentos específicos para la planificación de los instrumentos a ser implementados. Entre éstos
se cuentan los llamados baremos de dependencia, los que pueden determinar el nivel de dependencia de
78
Análisis de brechas de estas características han sido realizados, por ejemplo, para El Salvador y el Uruguay (Salvador, 2011; 2015).
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las personas que requieren de apoyos y cuidados, y por ende, determinar mejor su acceso prioritario a las
prestaciones existentes. En particular, un aporte sustantivo podría derivar de coordinar los instrumentos
específicamente centrados en los cuidados, con aquellos disponibles en el marco de los sistemas de
protección social en operación en los países, como registros únicos de participantes y los sistemas de
información para la gestión programática. Sistemas de ventanilla única permitirían identificar a las
ciudadanas y los ciudadanos en torno a su acceso a las distintas prestaciones sociales de los Estados,
previendo demandas no resueltas y ofreciendo respuestas oportunas frente a ellas (Cecchini et al., 2015).
En estas coordinaciones, es también clave considerar la naturaleza complementaria, pero distinta de los
derechos que se pretende resguardar conforme a un enfoque de derechos. En este sentido, el ser
destinataria o destinatario de una transferencia monetaria dirigida a la situación de pobreza de un hogar
no debería ser confundido con las prestaciones que se puedan definir para la población en situación de
dependencia al interior de su hogar.
En cuarto lugar, y también en apego a un enfoque de derechos, se deben considerar mecanismos
de participación ciudadana y diálogo social en la operación institucional de estas políticas, de manera de
permitir el ejecicio de la contraloría social y rendición de cuentas, y la posibilidad de que la ciudadanía
contribuya a la identificación de posibilidades y oportunidades para mejorar diseños en construcción de
políticas de cuidado. Mecanismos de diálogo inter-institucional como los reseñados en la sección II.D
pueden ofrecer una plataforma para este imperativo.
Finalmente, es legítimo preguntarse si contar o no con un sistema, sub-sistema o política integrada
de cuidado es mejor a la coexistencia de múltiples políticas y programas para las diversas poblaciones. En
la mayoría de los países desarrollados no existe un único sistema que coordine todas las prestaciones de
cuidado para todas las poblaciones de manera simultánea. En ello confluyen diversos aspectos que se
vinculan con las trayectorias de conformación de los regímenes de bienestar entre regiones (Rossel, 2016)
y, por ende, en cómo las respuestas públicas frente a los dilemas del cuidado han sido resueltas. Sin
embargo, estos países han buscado transversalizar las consideraciones ya indicadas respecto de la
integralidad de las intervenciones en la identificación de brechas de cobertura y acceso y la
transversalización de un enfoque de igualdad de género. Como se ha enfatizado, más que la creación de
una nueva institucionalidad, lo fundamental pareciera ser la inauguración de una nueva arquitectura estatal
dentro de la cual pueda promoverse e identificarse vínculos, competencias y asignación de recursos de
modo de clausurar superposiciones, luchas de poder y miradas segmentadas para pasar a un formato
institucional que de manera flexible y articulada contribuya al objetivo de la igualdad, y responda a la
consideración del cuidado como un bien público.
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Recuadro 5
Políticas de cuidado y sistemas de seguridad y protección social en países desarrollados
En el caso de Alemania, existe un seguro obligatorio de dependencia que es público y universal
implementado a través de la Ley Federal sobre Seguro de Dependencia de Abril de 1994. Este seguro se
encuentra ligado al régimen del seguro de salud. Las prestaciones pueden ser monetarias o suministrarse
en forma de servicios, ya sea de asistencia domiciliaria o de atención en centros especializados. Además
se proporciona subsidios de asistencia mensual a las personas cuidadoras, ya sean familiares u otras. El
fin de este tipo de prestación es ofrecer una cobertura universal en caso de dependencia, distinguiéndose
cuatro niveles y estando fundada en el principio de solidaridad. Cabe destacar que Japón cuenta con una
prestación similar, la ―Pu
blic Long-term Care Act‖.
Francia, por otro lado proporciona un ―Su bsidio Personalizado de Autonomía‖ (― l'Allocation
Personnalisée d'Autonomie‖, APA) que es cubierto a través de los impuestos generales, es decir, no sujeto
a la contribución de un seguro como en el caso alemán. Se trata de una prestación económica destinada a
cubrir ciertos gastos básicos de la persona dependiente; esta persona recibirá un monto en función del
grado de dependencia y los ingresos percibidos. Existe además una Caja, la denominada ― Caisse
Nationale de Solidarité pour l’Autonomie‖ (Caja Nacional de Solidaridad para la Autonomía CNSA), que
entre otros programas financia este subsidio. Esta institución pública creada en el 2004, elabora un
conjunto de programas destinados a las personas adultas mayores y con alguna discapacidad.
En lo que se refiere a las políticas de cuidado de la primera infancia, Francia proporciona tres ayudas
principales. La primera es la ― Prestation d’accueil du jeune enfant‖ (PAJE) que incluye diferentes ayudas
económicas otorgadas a los padres para el cuidado de niñas y niños y se encuentra a cargo de la CAF
―Caisse Allocations Familiales‖ (Caja de los Subsidios Familiares) dentro del régimen general de la
Seguridad Social francesa. Una segunda prestación es ― l’Allocation journalière de présence parentale‖
(AIPP), un subsidio que se destina a los padres que cesen su actividad laboral para atender a un hijo o hija
en situación de discapacidad, que se encuentre gravemente enfermo o que haya tenido un accidente
grave. La tercera ayuda es la ― Allocation d'Education de l'Enfant Handicapé‖ (AEEH), una prestación
económica que reciben las personas responsables del cuidado de un niño o niña discapacitada que tiene
como fin sufragar precisamente los gastos de educación y cuidado.
En Australia es el Ministerio de Servicios Sociales la entidad pública encargada de la gestión del
―Sistema de Cuidado de Adultos Mayores (SADCAM)‖, regulado a su vez por la ― Aged Care Act‖ de 1997
y la ―Home and Community Care Act‖ de 1985. La SADCAM ofrece una amplia variedad de servicios.Su
gestión y financiamiento recae sobre el gobierno estatal, el federal, o sobre ambos conjuntamente. Entre
estos servicios se encuentra el ―c uidado comunitario‖, que incluye asistencia a domicilio, cuidado
personal o apoyo social entre otros, ya sea dentro del propio hogar del adulto mayor o en centros
especializados, como son las villas de retiro (retirement villages). El servicio de ―c uidado residencial‖ en
este caso se proporciona fuera del hogar del anciano, ya sean en hostales de cuidado de baja i ntensidad
o en los denominados nursing homes que ofrecen una mayor cantidad de servicios de cuidado. El
denominado after-hospital care es un servicio específico de cuidado que se ofrece tras una estadía en el
hospital. Existe de igual modo, una gran variedad de servicios de respiro ofrecida a las personas
cuidadoras que se basan en licencias de descanso principalmente. Estos servicios se enmarcan en el
programa ― Commonwealth Home Support Programme‖. Otros ejemplos parejos relacionados con el
reconocimiento del trabajo de los cuidadores y las cuidadoras, son el caso de Finlandia, (―I nformal
Carer´ Allowance‖) Austria, (― Attendance Allowance‖) Canadá, (― Attendant Allowance‖) y Australia
(―Carer Payment‖y Carer Allowance‖) en el que se proporcionan prestaciones principalmente
económicas para los mismos.
Tanto en Austria como en Francia, existen asimismo licencias para el cuidado de personas enfermas
o en situación de dependencia. En el primer caso, la ― Licencia por cuidados a la familia‖ posibilita la
reducción de la jornada laboral o el permiso de licencia para el cuidado de familiares en estado grave.
En Francia, se denomina el ― Permiso por ayuda familiar‖ que permite a los trabajadores cesar su
actividad por un período de hasta tres meses, que puede ampliarse hasta el año, en caso de que el
familiar que sufra una pérdida de autonomía grave. En relación con el cuidado de los niños y niñas por
parte de los padres y madres, Suecia es el país con los permisos de maternidad y paternidad más
largos, 16 meses compartidos entre ambos que corresponden a 480 días de los cuales el 80% (390días)
son remunerados.
En el caso finlandés, el gobierno proporciona una prestación especial dentro del sistema de pensiones
que se otorga a las personas adultas mayores discapacitadas en situación de dependencia, la ―Pe nsioner´s
Care Allowance‖. En el caso belga existe un ingreso mínimo garantizado independiente del sistema de
pensiones, destinado para personas mayores de 65 años.
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Recuadro 5 (conclusión)
Irlanda ofrece una ― prestación por incapacidad permanente‖ que puede ser acumulable con otras
pensiones, aunque el monto se encuentra igualmente condicionado al nivel de ingresos y al número de
miembros que viven en el hogar. El caso de Canadá es aún más particular la gran parte de los subsidios
estatales son otorgados por el sistema tributario en forma de deducciones o créditos tributarios. El ―Tax
Credit‖ de 1998, posibilita una deducción al individuo que resida en un hogar con una persona dependiente
mayor de 65 que requiera cuidados y estos sean proporcionados dentro del mismo.
Fuente: Elaboración propia en base a la revisión de sitios web de los gobiernos de los países respectivos; Sandra
Huenchuán, ― ¿Qué más puedo esperar a mi edad?, Cuidado, derechos de las personas mayores y obligaciones del
Estado‖ en: Autonomía y dignidad en la vejez: Teoría y práctica en políticas de derechos de las personas adultas
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Reconocer al pilar de cuidado como parte de los sistemas de protección social implica también
asumir que los instrumentos que se definan y han definido como parte de los sistemas de protección
social deben alinearse con las funciones sociales del cuidado, abonando a resultados buscados
compartidos y enfoques complementarios en su diseño. En este sentido, por ejemplo, sería importante
revisar la forma en que determinados programas han sido diseñados, por ejemplo, en el marco de los
pilares no contributivos de los sistemas de pensiones o de los programas de transferencias monetarias
condicionadas y no condicionadas. En el primer caso, esto implicaría incorporar en el diseño de los
programas activamente la situación de las personas cuidadoras y no sólo de quienes han sido madres
—por ejemplo, por la vía del reconocimiento previsional según tiempos dedicados al cuidado de alguna
persona en situación de dependencia. En el segundo caso, es fundamental que los programas no terminen
reproduciendo y amplificando el rol de cuidadoras no remuneradas entre las mujeres de familias
destinatarias de estas transferencias. De hecho, en el marco de los programas de transferencias
monetarias condicionadas, los que muchas veces incorporan condicionalidades asociadas a la
participación en capacitaciones para sus destinatarios y destinatarias, sería posible incorporar contenidos
asociados a la promoción de la corresponsabilidad del cuidado entre mujeres y hombres y su traducción
en prácticas concretas en las dinámicas familiares, entre otros posibles ejemplos de las sinergias que
pueden ser activadas.
La construcción de un pacto social y fiscal para consolidar políticas integradas de cuidado ofrece
una oportunidad única para impulsar, desde su génesis, el diálogo entre distintos actores y fortalecer el
trabajo interinstitucional, incluso apuntando, como se ha planteado en el documento, a una nueva
arquitectura estatal con mayor coherencia intersectorial. Este diálogo implicará consensuar los objetivos
de estas políticas, sus destinatarios, su financiamiento y asignación, su institucionalidad, ―enel marco de
procesos de democratización impulsados desde la sociedad, donde el cuidado se constituye en una
responsabilidad compartida‖ (Rico, 2014b).
Finalmente, y en consonancia con un enfoque de derechos y una concepción del cuidado como
garantía ciudadana, es posible identificar cuatro principios fundantes que pueden orientar las decisiones
vinculadas al diseño e implementación de políticas integradas de cuidado: igualdad en el acceso al
cuidado de todas las personas, considerándolas titulares de derechos sin exclusión o discriminación;
universalidad progresiva del cuidado, articulando enfoques universales y acciones afirmativas, y
otorgando protección social para quienes requieren cuidados y los proveen; solidaridad en su
financiamiento y en el diseño de sus políticas, apuntando a la progresividad redistributiva; y
corresponsabilidad, tanto al concebir al trabajo de cuidado como uno que debe distribuirse
igualitariamente entre los sexos, como al definir que en su atención se requieren respuestas articuladas
por parte del Estado, mercado, familias y comunidad para garantizar una respuesta igualitaria ante las
demandas de cuidado y contribuir al cierre de brechas (CEPAL, 2013a).
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Entre estos se cuentan las políticas y reformas legales que buscan ampliar la cobertura de la protección
social a las trabajadoras domésticas remuneradas y a las trabajadoras informales, tradicionalmente
excluidas de estos sistemas. Esto permitiría, por ejemplo, desvincular el acceso a licencias por
maternidad de la situación laboral de la trabajadora, resguardando el derecho universal. Asimismo, en
esta línea se enmarcan el diseño de medidas que busquen reducir las exigencias contributivas para
acceder a una pensión o jubilación para quienes han cuidado por años a personas en situación de
dependencia o la introducción de medidas no contributivas para realizar este reconocimiento y que
puedan ser incorporadas en reformas a los sistemas de pensiones en curso. También se cuentan el
conjunto de servicios que permitan a las personas cuidadoras acceder a capacitaciones y otros
mecanismos para formalizar el ejercicio de este trabajo, y acceder a programas de respiro y de apoyo
psicológico. Programas de apoyos domiciliarios como los reseñados en el documento pueden contribuir
a resguardar tiempos esenciales para el autocuidado de las personas cuidadoras. A ello, pueden agregarse
las transferencias monetarias dirigidas a reconocer, por esta vía, el trabajo de cuidados que estas
personas desempeñan. Nuevamente aquí cabe reiterar la relevancia de una institucionalidad integrada
entre las políticas de cuidado y demás políticas de protección social que permita identificar posibles
sinergias, así como objetivos contrapuestos entre instrumentos que, por una parte, busquen su
desfamiliarización, y por la otra, puedan terminar reforzando roles de género vinculados al cuidado,
como ha sido relevado en el caso de los programas de transferencias condicionadas. Esto también da
cuenta de la necesidad de diseñar nuevas arquitecturas institucionales que puedan afrontar los desafíos
de la coordinación y articulación inter-institucional para la igualdad.
Asimismo, para que las personas hoy cuidadoras puedan ejercer de manera efectiva el derecho a
no cuidar, es prioritario que los países cuenten con servicios, transferencias y regulaciones que permitan,
a quienes requieren cuidados, acceder a una oferta de calidad. Para ello estas políticas deben apuntar
explícitamente a desfamiliarizar su provisión, a su corresponsabilidad social y a contar con una
institucionalidad específica y un financiamiento adecuado y estable, acorde a los desafíos a los que
responden. Implementar servicios de cuidado de calidad implica necesariamente generar empleos de
calidad en este sector para las cuidadoras, con acceso a protección social y con un nivel de remuneración
acorde con la valoración social del trabajo desempeñado.
Un enfoque de igualdad de género en el cuidado no puede ser materializado sin impulsar su
necesaria reorganización social entre el Estado, el mercado, las familias y la sociedad civil, pero
también, y de manera enfática, entre hombres y mujeres. La incorporación de este principio en la
definición de legislaciones de cuidado en la región, como muestran las experiencias de la Red de Cuido
y Desarrollo Infantil en Costa Rica y el Sistema Nacional Integrado de Cuidados en el Uruguay, es un
avance sustantivo y podría ser impulsado en otros países de la región. Es también posible identificar
elementos para el diseño de programas de cuidado que pueden propender a este fin y que podrían ayudar
a la definición de las prioridades programáticas que se tracen nacientes políticas integradas de cuidado.
Entre éstos se cuentan la inclusión de estrategias de comunicación en medios masivos, o de formación en
contenidos afines en el sistema educativo desde la primera infancia (Rico y Trucco, 2014). Asimismo, en
el marco de otros instrumentos ya existentes o en proceso de diseño, como las licencias parentales o
políticas que busquen promover la conciliación entre las responsabilidades familiares y laborales, es
también factible incorporar incentivos en su diseño de manera que éstos sean utilizados tanto por
varones como por mujeres. Ejemplos en esta línea son las licencias parentales en Francia que consideran
hasta un año, en el caso que sea sólo la madre la persona cuidadora, y hasta dos, en el caso en que la
mitad del tiempo sea asumido por el padre. En otros casos, la existencia combinada de instrumentos
complementarios, como programas de capacitación e inserción laboral de cuidadoras no remuneradas,
así como para su formalización, y que contemplen sus propias necesidades de cuidado, podrían también
abonar en torno al objetivo de la igualdad de género en la provisión de los cuidado.
En este proceso, es fundamental contar con información actualizada sobre las coberturas de las
políticas y programas de cuidado, sus avances hacia el cierre de brechas frente a las necesidades de
personas receptoras y proveedoras de cuidados, así como sobre las condiciones en las que se desarrolla
el trabajo de cuidado remunerado, su regulación y la magnitud del trabajo no remunerado. Las encuestas
de uso de tiempo, de hogares, de empleo y de protección social pueden aportar información clave en
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todos estos aspectos; su análisis requiere, al mismo tiempo, de la definición de indicadores consensuados
para su seguimiento en el tiempo79.
En términos institucionales, en la región, la activa participación de los Mecanismos para el
Adelanto de la Mujer en la institucionalidad encargada de la coordinación de las políticas de cuidado o
del diseño e implementación de políticas integradas en esta materia, es esencial en cuanto al rol de
garante que éstos cumplen en la transversalización de un enfoque de igualdad de género en estas
políticas. La capacidad para que los MAM puedan participar con voz y voto en entidades colegiadas
diseñadas para la implementación de estas políticas es clave.
79
La incorporación de estos indicadores como parte de aquellos a los que se le da seguimiento regular en el marco del análisis sobre la
autonomía económica de las mujeres puede aportar en este sentido. La existencia de instrumentos como el Observatorio de Igualdad
de Género de América Latina y el Caribe (véase [en línea]: http://www.cepal.org/cgi) puede potenciar la visibilidad, comparabilidad
y posicionamiento de esta problemática en los países.
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69
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70
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Anexo
71
Sistematización de programas y políticas públicas de cuidado
en América Latina, alrededor de 2015
Programa Nacional de Cuidados x x x Dirección Nacional de Políticas para Adultos Mayores (dependiente
Domiciliarios del Ministerio de Desarrollo Social)
Programa de Atención Médica Integral: x x x Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados
PAMI y Pensionados
Instituciones de larga estadía × x Dirección Nacional de políticas para Adultos Mayores (DINAPAM,
del Ministerio de Desarrollo Social)
72
Asignación por embarazo para protección x x Administración Nacional de la Seguridad Social, Ministerio
social del Trabajo, Empleo y Seguridad social
Infantil (PROINFANCIA)
73
(programa familia acogedora) de Previdencia Social y Asistencia Social.
Programa Nacional de Cuidadores de x x Secretaría Nacional de Asistencia Social del Ministerio
Adultos Mayores de Desarrollo Social
Chile Sistema de Protección Integral a la x x x Ministerio de Desarrollo Social (MDS)
Infancia Chile Crece Contigo
Programa 4 a 7 x x x Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM)
Establecimientos de larga estadía x x x Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA)
Madres comunitarias
Programa Colombia Mayor x x Ministerio del Trabajo
Centros de Bienestar del x x Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF)
Anciano o del Adulto Mayor
(CBA)
Costa Rica Red de Cuido y Desarrollo x Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS)
Infantil
Red de Atención Progresiva x Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (CONAPAM)
para el Cuido Integral de las
74
Personas Adultas Mayores
Cuba Círculos Infantiles x x Ministerio de Educación por la Dirección Preescolar.
Programa ―
Educa a tu hijo‖ x x Ministerio de Educación por la Dirección Preescolar.
Programa Nacional de Atención x x Ministerio de Salud Pública a través de la Dirección Nacional
Integral al Adulto Mayor de Atención al Adulto Mayor y Asistencia Social
Ecuador Estrategia Nacional x x Ministerio Coordinador de Desarrollo Social (MCDS)
Intersectorial para la Primera
Infancia: Infancia Plena
infancia (2010-2020)
Programa de Atención Integral a la x x x Ministerio de Educación
Niñez (PAIN)
Programa Hogares Comunitarios x x Secretaría de Obras Sociales de la Esposa del Presidente
(SOSEP)
Centros de Atención Integral (CAI) x x Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia
de la República
Centro de Atención ―
Mis años dorados‖ x x Secretaría de Obras Sociales de la Esposa del Presidente
75
(|SOSEP)
Honduras Programa de Bienestar Familiar y x x Instituto Hondureño de la Niñez y la Familia (IHSS)
Desarrollo Comunitario
Centro de Atención Integral para el x x Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS)
Adulto Mayor
México Programa Nacional de Prestación de x x x Consejo Nacional de Prestación de Servicios para la
Servicios para la Atención, Cuidado y Atención, Cuidado y Desarrollo
Desarrollo Infantil 2014-2018 (PNS)
Programa de Atención Domiciliaria del x x x Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS)
Enfermo Crónico (ADEC)
76
2011 – 2020
Perú Programa Nacional Cuna Más x x x Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS)
Avanzada
77
Básico a Personas con
Impedimentos para
Beneficiarios de Asistencia
Social
República Programa Atención integral x x Dirección General de Programas Especiales de la
Dominicana a la Primera Infancia Presidencia (DIGEPEP) del Ministerio de la Presidencia
―Quisqueya Empieza
Contigo‖
Centro de Atención Integral x x Despacho de la Primera Dama de la República Dominicana
a la Discapacidad (CAID)
Uruguay Sin Barreras x x Ministerio de Desarrollo Social (en el marco del Programa
Nacional de Discapacidad, Pronadis)
Políticas de cuidado en América Latina...
Poblacióna Tipo de política
País Programa Institución coordinadora
PI PAM PcD PPC Servicios T.M. b
Venezuela Centro Educativo Servicio Nacional Autónomo de Atención Integral a la
x x
(República ―
Simoncito‖ Infancia y a la Familia (Senifa) (Ministerio del Poder Popular
Bolivariana de) para la Educación)
Programa Centros del División de Programas de la Dirección de Educación
x x
Niño y la Familia Preescolar del Ministerio de Educación
Fuente: Elaboración propia sobre la base de las legislaciones laborales de los respectivos países, páginas oficiales de los ministerios y parlamentos; Observatorio de la Igualdad de
Género de América Latina y el Caribe, [en línea]: http://www.cepal.org/cgi; Sandra Huenchuan ― ¿Qué más puedo esperar a mi edad?, Cuidado, derechos de las personas mayores y
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y perspectivas para América Latina‖, Serie Asuntos de Género 135 (LC/L.4186), Santiago de Chile, Publicación de las Naciones Unidas.
a
PI: Primera Infancia; PAM: Personas Adultas Mayores en situación de dependencia; Pcd: Personas con Discapacidad en situación de dependencia; PPC: Personas Proveedoras
de Cuidado (remuneradas y no remuneradas).
78
b
Transferencias monetarias.
Políticas de cuidado en América Latina...
CEPAL - Serie Asuntos de Género N° 140 Políticas de cuidado en América Latina...
Serie
Asuntos de Género.
Números publicados
Un listado completo así como los archivos pdf están disponibles en
www.cepal.org/publicaciones
140. Políticas de cuidado en América Latina: forjando la igualdad, María Nieves Rico, Claudia Robles (LC/L.4226), 2016.
139. La nueva ola de reformas previsionales y la igualdad de género en América Latina, Flavia Marco Navarro, (LC/L.4225), 2016.
138. La brecha de género en jubilaciones y pensiones: los casos de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, Verónica Amarante, Maira
Colacce, Pilar Manzi,(LC/L.4223), 2016.
137. Violencia contra las mujeres y políticas públicas. Implicancias fiscales y socioeconómicas, Corina Rodríguez Enríquez, Laura
Pautassi, (LC/L.4213), 2016.
136. Quién cuida en la ciudad? Oportunidades y propuestas en la Ciudad de México, Lucía Pérez Fragoso (LC/L.4211), 2016.
135. Desafíos demográficos para la organización social del cuidado y las políticas públicas, Cecilia Rossel (LC/L.4186), 2016.
134. Quién cuida en la ciudad? Oportunidades y propuestas en Montevideo (Uruguay), Karina Batthyány (LC/L.4182), 2016.
133. Niñas y adolescentes en América Latina y el Caribe. Deudas de igualdad, Catalina Céspedes y Claudia Robles
(LC/L.4173), 2016.
132. ¿Quién cuida en la ciudad? Oportunidades y propuestas. La comuna de Santiago de Chile, Olga Segovia M. (LC/L.4127), 2016.
131. El horizonte de la igualdad de género: Colombia y Cuba frente a los retos del cuidado, Isabel Sáez Astaburuaga
(LC/L.4110), 2015.
130. Hacia la construcción de pactos para la autonomía económica de las mujeres: la experiencia de Costa Rica, El Salvador, Panamá y
el Perú, Ana F. Stefanović (LC/L.4109), 2015.
129. Política de cuidados en El Salvador: opciones, metas y desafíos, Soledad Salvador (LC/L.4086), 2015.
128. Avanzando hacia la corresponsabilidad en los cuidados: análisis de las licencias parentales en el Uruguay, Karina Batthyány,
Natalia Genta y Valentina Perrotta (LC/L.4085), 2015.
127. El aporte de las familias y las mujeres al cuidado no remunerado de la salud en el Uruguay, Karina Batthyány, Natalia Genta y
Valentina Perrotta (LC/L.4057), 2015.
126. Corresponsabilidad de los cuidados y autonomía económica de las mujeres: lecciones aprendidas del Permiso Postnatal Parental en
Chile, Carina Lupica (LC/L.3989), 2015.
125. Instituciones laborales y políticas de empleo: avances estratégicos y desafíos pendientes para la autonomía económica de las
mujeres (LC/L.3977), 2015.
124. Las políticas y el cuidado en América Latina: una mirada a las experiencias regionales (LC/L.3958), 2015.
123. El cuidado de calidad desde el saber experto y su impacto de género: análisis comparativo sobre el cuidado infantil y de adultos y
adultas mayores en el Uruguay (LC/L.3687), 2013.
79
140
ASUNTOS DE GÉNERO