La Santa Misa
La Santa Misa
La Santa Misa
Cristo está presente en el cielo y también en el altar, y se entrega hoy al Padre como
el Viernes Santo.
Fuera de la Santa Misa también se honra al Señor con visitas al sagrario, con
la exposición del Santísimo y con procesiones Eucaristícas.
El día que se llama del sol se celebra una reunión de todos los que moran en las
ciudades o en los campos, y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite, los Recuerdos
de los Apóstoles o los escritos de los profetas.
Seguidamente, nos levantamos todos a una y elevamos nuestras preces_ por nosotros
mismos, por el que acaba de ser iluminado y por todos los otros esparcidos por todo
el mundo, suplicando se nos conceda, ya que hemos conocido la verdad, ser hallados
por nuestras obras hombres de buena conducta y guardadores de lo que se nos ha
mandado, y consigamos así la salvación eterna.
Y una vez que el presidente ha dado gracias y aclamado todo el pueblo, los que entre
nosotros se llaman “ministros” o diáconos, dan a cada uno de los asistentes parte del
pan y del vino y del agua sobre que se dijo la acción de gracias y lo llevan a los
ausentes.
“Y he aquí que yo estoy con vosotros todos días hasta el fin del mundo”. (Mt. 28, 20)
Vivamos la Eucaristía como un encuentro de amor con Cristo
En su Hijo Jesús, el Cristo, Dios nos hizo el mayor regalo: nos entregó su propio
corazón, es decir, lo más profundo y puro de su amor. Con su vida, Jesús nos mostró
cuál es la vida que agrada a Dios: la que se abre a los demás en el servicio. Por eso
Jesús enseñó la Palabra de vida, perdonó pecados, curó enfermos, liberó a los que
estaban atados por las cadenas del mal y de la muerte y alimentó a los hambrientos.
Hoy podemos experimentar de nuevo todo esto, pues Jesús sigue vivo en la Eucaristía.
Por eso, queremos invitarte hoy a vivir la Eucaristía como un encuentro de amor con
Cristo, quien sólo espera que tú también le ames, porque el amor sólo con amor se
paga.
1. ENTRADA: Dios nos recibe personalmente en la Eucaristía, nos llama y nos une
en comunidad con el simple y sencillo acto de la bendición.
“En el nombre del Padre”: Dios se nos presenta como papá, de él depende
nuestra existencia, nos ama y se preocupa por nosotros como el mejor de los
papás.
“… del Hijo”: Dios nos recuerda que por amor a nosotros se hizo hombre en
Jesús, el Hijo, para hacernos hijos suyos, hermanos en Cristo y enseñarnos a
vivir como hijos de Dios.
“… y del Espíritu Santo”: el Espíritu es la presencia permanente de Dios con
nosotros, el fuego de su amor, que nos enseña, nos consuela y nos fortalece
desde nuestro propio corazón.
10. CANTO DEL SANTO: Hemos hecho ofrenda del pan y del vino, de
nosotros mismos y del mundo entero. Ahora esta ofrenda va a ser consagrada:
la hostia se transformará en el cuerpo de Cristo y el vino en su Sangre. Por esa
consagración, nosotros mismos seremos santificados y el mundo entero
también. Nos unimos a los santos y a los ángeles, que contemplan y gozan ya
del fruto de estos misterios, cantando a Dios: “Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo, llenos están los cielos y la tierra de su gloria. ¡Hosanna en el
cielo! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!” El
cielo (los que ya gozan de la gloria de Dios) y la tierra (los que estamos de
camino hacia la gloria) cantan la santidad de Dios, pues Él es el único
verdaderamente santo y fuete de toda santidad.
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