Edwards Bello Joaquin - Mitopolis

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MITOPOLIS

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JOAQUlN EDWARDS BELLO

MITOPOLIS

Introducción de
ALFONSO CALDERON

EDITORIAL NASCIMENTO
S A N T I A G O DE C H I L E 1 9 7 3

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EXPLICACION

Primeramente, este libro se llamó El Subterráneo de los Jesuitas, título


sugerido por la Editorial Zig-Zag, en reemplazo del original: Mitópolis, que
nació de Joaquin Edwards Bello y que corresponde, verdaderamente, al
rastreo temático.
Resurge, ahora, con el titulo genuino. Se ponen en el apéndice, tomados de
la prensa, una serie de "mitos aplicados", si cabe el término. Es decir,
informaciones o crónicas que caen en la zona perceptible de las mentiras
adobadas y que, en su momento, registró Joaquin Edwards en su sismógrafo.
Nos permitimos reproducir un fragmento de entrevista con J.E.B. Parte del
material que corresponde a los años 1965 a 1967 y que, en varias oportunidades,
completamos con una melange de artículos y crónicas del escritor y de trozos
sueltos, encontrados después de su muerte y parte de las Memorias que, algún
día, pondremos en su totalidad en manos de los lectores.

A.C.

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—Don Joaquín, comencemos por su infancia.
—Vine al mundo, en Valparaíso, en la calle del Teatro N º 47. Diez de mayo
de 1887. La calle del Teatro se llamó así por estar situado en ella el Teatro
Odeón, inaugurado por el empresario Smechia el año 1870. Ahora la calle se
llama Salvador Donoso.
Los ruidos de la mueblería de Hozven, en los bajos, me parecían una
música mezclada con pitazos de trenes.
Mis tiernos hombros llegaron cargados de catástrofes: el cólera, la salida del
Tranque de Mena, un diluvio de ocho días, la demolición del Puente de Cal y
Canto, el fusilamiento de Cumming, la sublevación de la Escuadra, Lo Cañas,
La Placilla, Concón y el suicidio de Balmaceda. ¡Ah, y el entierro del obispo
Gandarillas!
Tuve nodriza italiana, de nombre Assunta. Oí decir a mi madre que era
natural de un pueblo llamado Agropoli. La estimaron mucho en casa. Era
robusta y bien parecida. Habia llegado entre los inmigrantes italianos que trajo
Balmaceda. Como la mayoría de ellos, partió a Buenos Aires. Argentina era ya
la Tierra Prometida de los italianos.
Acordándome del tiempo en que nací, describiéndolo para personas de
hoy, temo parecerme al loro de Humboldt, en el villorrio de Venezuela. Este
loro "hablaba" en la lengua de una tribu desaparecida hacia muchos años...
—¿Cuáles fueron sus primeras lecturas?
—Recuerdo el agradable olor del papel cromado de los libros ingleses
de cuentos. Mis primeros nutridores fueron los ingleses; después, Calleja, el
inolvidable Calleja, ilustrado por Méndez Bringa, dibujante inmortal parecido a
Doré y a Catania. Sus imágenes del Feísimo Lentejilla, El Hambre de un Millonario,
La Nobleza de un Artesano, permanecen frescos en mi memoria. Después Verne
completó la ilusión de mis sentidos infantiles dándome una visión grata del
mundo.
Tengo presentes los libros de lectura del segundo y del tercer año. Me
parece estar recitando en la clase del señor Boerget:
—A la sortie de l'école une dizaine de petits garçons...
En otro texto se leía:
—Le vieux chasseur Maurice avait dans sa chambre un etourneau.
En el colegio hacían circular unos cuadernos pornográficos, impresos en
Barcelona: Leche en Porrón, Las Trece Noches de Juanita.
Mis lecturas, desde 1900 a 1904, se condensaban en los textos de estudio y
en los periódicos ilustrados de España y de Chile. Empleaba todos mis centavos
en comprar La Lidia, Barcelona Cómica, Madrid Galante, La Lira Chilena,

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Instantáneas, Luz y Sombra, ¡qué sé yo! Leí asimismo la novela malagueña
Cartucherita, de Arturo Reyes; EL Nido de Cigüeñas, y El Hijo de la Noche, novela
de capa y espada.
En casa de mi abuela, en Santiago, habia una edición maravillosa
de Gil Blas, en dos tomos, ilustrada en colores. Salvo dos páginas
prohibidas, lo leí de un tirón. The Graphic, Le Théatre, La Ilustración Artística y Le
Figaro Illustré, llegaban a casa. En The Graphic me imponía de la guerra anglo-
boer.
—¿Qué otros libros leyó, más adelante, útiles para conocer su formación de
escritor?
—Todo libro, aun el más insignificante es útil.
Viajé a Paris en 1904. Primera novela francesa, y la más profunda impresión
literaria de la adolescencia, fue Cruelle énigme, de Paul Bourget. El mismo año,
tuvo lugar el descubrimiento de Maupassant, y después de Nana, por Emile
Zola. Apoteosis de la literatura. Iba a dar vueltas entonces por los alrededores
del Gran Hotel, en una de cuyas piezas murió Nana, en tanto el público gritaba:
"¡A Berlín! ¡A Berlín!"
Mi lectura favorita fue el mundo, el fait divers en la vida y en los diarios.
Las novelas mis impresionantes que he leído, después de los cincuenta
años, son Los Hermanos Karamazov y Los Endemoniados, de Dostoievsky.
—A propósito de París. ¿Cuál fue el mundo que usted encontró, qué cosas recuerda, de
que manera las impresiones de entonces permanecen en usted?
—Paris de 1904. Llegamos al Hotel du Louvre. Por la calle Rivoli, donde
está la puerta del hotel, pasaban los vendedores de tarjetas postales. Gritaban
L'Angelus et les Glanteuses de Millet, Willy, patron de Claudine. Vendía un cuadro
de éxito: en él se veía a Chopin tocando un Nocturno.
Eran los últimos tiempos del fiacre. Pasaba por los Campos Elíseos el coche
tirado por mulas de la Rejane. En el Mahurins cantaba la Otero. Se entonaba La
Tonkinoise. En el Petit Casino triunfaba Ça n'vaut pas l’amour. En el Ambassadeurs
un gordo entonaba al aire libre: Amusez vous donc, amusez vous...
Era el tiempo de La Valse Bleu. Cantidad de valses con nombres
divinamente cursis: Tu seras toujours mon amour; Si tu savais comme je t'aimais; Le
petit coeur de Ninon. Siempre Ninette y Ninon. Las parejas lloraban abrazadas
delante de un cafe au lait, mientras los violines tocaban Si tu savais...
—¿Y las figuras de entonces, los héroes proustianos?
—Willy, el marido de Colette la francesa, era de las grandes figuras de
entonces, figuras de aquel Paris que ahora está en el osario. Willy, Santos
Dumont, Duval, Boni de Castellane, la bella Otero, Lyane de Pougy, Polaire,
Polin, Dramem, Fragson, Deroulide, Combes. Todo esto mezclado pele mele, y
mucho más, con música de La Valse Bleu y de Quand l’amour meurt, era el tout
Paris.
-¿Y el descubrimiento del idioma?
—Aprender a hablar en francés es una de las inolvidables aventuras de
nuestra vida. Al principio nos entra por la vista. Se trata de los letreros de las
tiendas: Coiffeur, Tailleur, Modes, Robes et Manteaux. Al mismo tiempo los
figurines de la mamá en las revistas ilustradas de Paris. Luego el teatro y
Frégoli con su famosa canción:

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Je suis Juliette, la plus coquette...
—Después de la muerte de su padre, me parece que se va usted a vivir a Inglaterra...
—El año 1905. Yo entré con mi ropa negra, de luto, por mi padre. Inglaterra
era un mundo nuevo. Los niños eran tan distintos que creí verlos por vez
primera. Un niño inglés es niño hasta los veinte años sin darse cuenta. El sexo
no se siente en Inglaterra, por lo menos no se habla de él. Nadie se burla de
nosotros ni quiere hacernos daño, pero a un chileno esto le hace falta como una
costumbre antigua que se asemeja a la amistad. Yo me sentía solo. Era un
pájaro desconocido encerrado en jaula inglesa.
La casa a donde fui destinado para estudiar latín y griego, pertenecía al
Rev. A.J.P. Shepherd, santo hombre, acompañado de su esposa e hijas, que
preparaban jóvenes para su posible ingreso en Oxford.
La señora de Shepherd era humilde y cariñosa. Era ese lado amable de la
vida inglesa que el corazón de Dickens encontró. Me miraba con ternura y tal
vez con algo de compasión. No sé por qué. Tenía una cara delgada y larga,
como la de Virginia Woolf.
En esa casa de campo, de cuya fachada y jardín conservo un sketch, no habia
gas ni electricidad. Para ir a la cama, cada alumno tenía una palmatoria y una
vela. Estaba situada cerca de la aldea de Theale, a 40 millas de Reading, por
cuyas calles pasé muchas veces en bicicleta, silbando o comiendo chocolates. En
el campo, en Berkshire, se ven conejos, ardillas, venados, que apenas se
asustaban de las bicicletas. Los jardines ingleses son los más hermosos del
mundo. El señor Shepherd me hacía ir todos los domingos a la misa católica de
Reading, sin dirigirme jamás la palabra respecto a la diferencia entre su credo y
el mío.
El domingo debíamos vestirnos de negro. La servidumbre no hacía nada.
La comida era fría y servida por nosotros mismos. Recuerdo que al atardecer de
los domingos, en Londres, pasaban vendedores de panecillos, al son de una
campanita, por cuanto estaba prohibido pregonar.
—¿Eran esos aborrecibles domingos que todos hemos vivido?
—Se ha desacreditado el día domingo. Se ha dicho que es mortalmente
aburrido. Depende. En mi niñez los domingos eran encantadores. Los esperaba.
Ropita nueva, levantarse tarde, proyectos de excursiones y matinés en el Teatro
Odeón. Salida de misa. Pasteles en la Gasseaud. Pololeo en la plaza. Las diosas
y los dioses de entonces eran la Celimendi, la Toscano, Zapater y Paco
Hernández. ¡Lindos domingos de antes! Los aburridos ahora somos nosotros.
Recuerdo como eché de menos en el colegio de Inglaterra los domingos
chilenos.
—Sin embargo, en algún momento usted se volvió más bien escéptico, renegó de la
política y trazó una especie de índice de calamidades, un censo del mal en el mundo.
—Es natural que los individuos nacidos a fines del siglo pasado seamos un
poco escépticos. Hemos crecido escuchando y leyendo asuntos de guerra.
Cuando yo era una mezcla de niño volteriano, adornado de frases satánicas y
medio tontas, cuando viajaba desde 1908 hasta 1918, se diría que mis pasos
iban al encuentro de las revueltas y hasta de la guerra. Empecé viendo los
cadáveres del almirante Bautista das Neves y del oficial Alves de Souza, en Río;
luego escuché el estampido de las bombas en la Baixa y en la Plaza de los

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Restauradora En 1915 vi llegar a París trenes chorreando sangre del Iser y de
Champagne.
—¿Y la política chilena?
—Se dice que hay en Chile demasiados partidos políticos. Para mí hay uno
solo, original y viejo: es el bochinche. Creo que las palabras históricas de mayor
franqueza suramericana fueron las que pronunció Miranda cuando le entregaron
al jefe español Monteverde. Miranda dijo: "Bochinche, bochinche. No saben más
que bochinche".
La primera condición para triunfar en el mundo de la politiquería consiste
en ser mediocres. La segunda en ser camaleónicos, sin posibilidad de brillar en
absolutamente nada fuera de la política.
¿Salvación? Trabajo ante todo. En épocas de crisis, solamente el trabajo
intenso puede fortificar la moneda. Gastar menos de lo que se gana. Vender más
y comprar menos. Dejarnos de grandiosidades. Nada de embajadas ni de
comisiones al extranjero. Los políticos son demócratas durante las elecciones.
Una vez elegidos son autócratas. El parlamentarismo y la democracia son
apariencias cuando no hay presupuestos equilibrados ni moneda estable, ni
educación. Creer que un Presidente de por si puede significar progreso es error
infantil. Creer en magias financieras es tontería. Si. Hay una magia: el trabajo, el
orden, el método, el ahorro, la honestidad.
—¿Cuáles son sus ideas religiosas?
—No creo en Dios, pero creo en la Virgen. No puedo creer que Dios es
bueno. Si hay un terremoto, caen las iglesias antes que los prostíbulos, porque
son más altas.
—Da la impresión de que es muy cierto lo que dijo de usted la Mistral, aquello de
que "hijo más reprendedor" no le había salido a Chile.
—Se me suele criticar por mis generalizaciones, pero a mi me han escamado
siempre los que dicen que la fruta chilena es la mejor del mundo; la mujer, la
más bonita, y el pueblo, el más fuerte. Creo que se preparan a hacer cosas de
cuidado, y es preciso ponerse en guardia.
Para comenzar, como todos los suramericanos, vivimos en escenarios
fatalmente empequeñecedores, los males tienden a aplastar lo sobresaliente.
Nos bañamos en un optimismo de pato, que no es otra cosa que la nivelación
por abajo. El chileno es the wrong man in the wrong place.
Siempre vivimos en las zonas más oscuras de la imprevisión, que puede
resumirse en dos frases. Después de las cuchipandas: "¡Deme bicarbonato!" AI
caer de la primera lluvia: "¿Dónde quedaría el paraguas?"
Lo otro, lo de siempre. Estafa, zorzales puestos en la mira, robo fiscal. En
Argentina decían: "El chileno, si no se lleva la mula, se lleva el freno".
—De aquí, posiblemente, se derive el culto de lo feo y/o el invunchismo.
—El invunche sobrevive en forma de deformaciones morales, en
tergiversaciones de hechos referentes a personas y en el acto de degenerar o de
viciar las leyes y las costumbres europeas al poco tiempo de haberlas adaptado
a nuestro modo de vivir. Invunche es el niño robado por brujos de raza india y
deformado bárbaramente. Le tapan los orificios, le tuercen la cabeza y le ponen
los pies en la espalda.
Si alguien descubrió el culto nacional de la fealdad antes de 1922, entonces
le concedo la prioridad.

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Sus símbolos visibles: el raigón vacío, vulgo diente que le falta a Verdejo, en
la caricatura de Coke. Los hoyos destripados en aceras, plazas y calles. Los
figones en el palacio llamado Casa Colorada. Los embadurnadores que pintan
de negro las estatuas. ¡Píntame angelitos negros, si! En toda calle chilena hay un
perro durmiendo. Por las mañanas, de punto fijo: comienza la hora nacional de
la escupida por las calles. Gargarismos hipócritas que van a rematar en
salivazos atómicos. Desayunos de los perros en los tachos de la basura,
disputándolos a las Municipalidades.
Vivimos saludando lo desagradable y lo feo, casi con regocijo. Como los
filatélicos ante un sello defectuoso. El otro día vi un retrato de don Andrés
Bello. Parecía un discípulo o adepto de Onán.
—¿Y los mitos?
—La mitomanía es un vicio suramericano. Poseemos una enorme capacidad
para demoler los hechos verídicos y cubrir el lugar con una pátina de leyenda,
de magia, de ultratumba. El mito es un fruto de infancia de los pueblos. Una
compensación. Una explicación equivocada, como aquella que me dio un
camarero en un hotel de Madrid, 1915:
"Camarero, hay manchas en las sábanas". "Usted no va a poner la cara en
ellas, sino el culo". .
Yo quiero ser recordado como un destructor de mitos, como una persona
que se pasó la vida bombardeando con muchos megatones la mediocridad, la
chatura, la esterilidad de sus compatriotas.
Como un hombre que se negó a vivir amurallado en Mitópolis, «El país o la
ciudad donde los mitos crecen y se preparan, como las moscas contra el Tanax,
para desplazar a la verdad, soldaditos de juguete de una mala causa.

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MITOS

Goncourt, en la crítica de cierta persona de novela, dice: "Una


prodigiosa imaginación de lo falso le salvaba de la experiencia, le conservaba
la ceguera y la infancia de la esperanza, ilusiones testarudas y credulidades
idiotas que le infundían siempre una confianza rabiosa. Llevaba en todo tan
lejos el sentido de lo falso y la ausencia del olfato de las co sas, que entre
todos los trabajos que se le presentaban no escogía los serios y razonables,
sino los fantásticos que no le serian nunca pagados".
He conocido gente así. Si alguno pretende contarles la verdad sobre
las cosas y las gentes, se espantan y hacen un gesto desolado como si
ahuyentaran a la muerte: "No, no. Eso no es cierto. Eso no es cierto".
Benditas ilusiones de los pueblos niños. Y al fin, ¿qué es la verdad
escueta, sino la muerte?

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MITOS PERSISTENTES

Yo no había nacido en la época del combate de Iquique, de manera que mi


documentación depende de lecturas y de oídas. Habia oído decir y leído que no
solamente don Arturo Prat, sino también Condell y Riveros estaban retirados de
la Marina en 1879. Entiendo que al estallar la guerra con Bolivia hacia muy poco
que Prat habia regresado de Argentina para dar cuenta al gobierno de los
resultados de una misión que le confiara.
Acepto con placer la rectificación que me hiciera un pariente del héroe, y
paso a otro tema de intensas ramificaciones. He tratado otras veces de él y no
me cansaré de agregarle comprobantes, por cuanto podría darnos la clave de
ciertos fenómenos sociales.
La noticia de que Prat estuviera retirado de la Marina en 1879 es un engaño.
Este engaño, propagado y aceptado por muchos, pertenece a la especie de mitos
nacionales cuyo origen nunca se conoce. El mito es la manigua de la imaginación, o
imaginación en estado silvestre, sin freno. El inventor de mitos es el antepasado
del novelista, como el pitecantropo lo es del homo sapiens.
***
Corre la historia de que Bolivia era gobernada por el dictador Melgarejo en
1889. Este dictador ofreció una recepción al cuerpo diplomático e invitó a su
querida. Ordenó al mismo tiempo que la concurrencia se inclinara delante de su
querida y le rindiera honores de soberana. El ministro británico se negó a
hacerlo y protestó. Entonces dispuso Melgarejo que pusieran a dicho ministro,
como a Lady Godiva, encima de un asno, con la cabeza vuelta para la cola y en
esta forma lo expulsaran de la ciudad. En castigo, el gobierno británico habría
borrado a Bolivia del mapa.
Este hecho, referido nada menos que por un historiador chileno, es falso.
Para empezar, según leo en un desmentido boliviano, Melgarejo fue
depuesto el 15 de enero de 1870. Nunca hubo dificultades entre los gobiernos
de Bolivia y el de S. M. británica como no fuera una ligera desavenencia en el
año 1849, entre el presidente don Manuel Isidoro Belzú y el coronel inglés Mr.
Lloyd, quien llegó a Bolivia con la intención de apoyar a Santa Cruz. Lloyd
anunció su retiro de Bolivia, y el ministro Valdivieso empleó la frase "tengo el
agrado de adjuntarle", etc. Dicha frase desagrado a Mr. Lloyd. Nada más
ocurrió. Lo del ministro desnudo y montado en un burro es falso.

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—El duelo de don Baldomero Dublé Almeida en aguas de Valparaíso con
un francés cuyo nombre no se conoce, es un puro capítulo de novela de
Rocambole. Parece que el mito fue urdido en el duelo real de dos franceses que
se odiaban y terminó con la muerte de uno de ellos, el conde d'Espinville cuya
tumba se puede ver en el cementerio principal de Valparaíso.
Del supuesto duelo de don Baldomero, que no necesitó de esta clase de
adornos falsos, no hay un solo detalle exacto. Se dice que comenzó en el Teatro
Odeón; se dice que en el National. Se dice... No se conoce nombre de un solo
testigo, ni del francés muerto. Entraron en una chalupa "una mañana, tranquila
pero fría"... "¡Así tira un francés!", exclamó disparando el marino. "¡Así tira un
chileno!", respondió el alférez Dublé..., "y de un pistoletazo le rompió la cabeza" ...
Estamos en pleno folletón de Fernández y González.
Todo mentira.
***
La supuesta humillación de nuestra bandera en San Francisco de California,
para desagraviar a los norteamericanos con motivo del incidente del Baltimore.
El marino chileno Alfredo Santander desmintió el asunto.
El mito consiste en un viaje de la Chacabuco a San Francisco para saludar la
bandera yanqui. Se decía que después del saludo el teniente de navío don Carlos
Peña se suicidó.
Todo mentira. No hay teniente de navío ni hubo Carlos Peña en nuestra
Marina. Todo mentira.
***
Joaquín Murieta, bandido chileno, jamás fue chileno. Se trata de la historia
de un bandido mexicano, de Sonora, adaptado a Chile en una versión del señor
Morla (¿?).
***
El duelo a bisturí entre los doctores Charlín y Barros Borgoño, con muerte
de ambos, destrozados por horribles heridas.
Hasta el año pasado todo el mundo creía en la efectividad del truculento
episodio. Algunos miembros de la familia Charlín creyeron que un desmentido
no quitaría ningún lustre a la memoria del sabio doctor.
***
En marzo de este año, don Carlos Acuña probó que la estatua llamada
Caupolicán y atribuida a Plaza no es chilena, ni es de Plaza ni se llama
Caupolicán, sino "el último de los mohicanos", y pertenece a Estados Unidos.
***
Nuestra isla de Juan Fernández sirvió de refugio a un marino portugués de
ese nombre. No hay prueba de que la habitara el famoso náufrago de la novela.
La isla de Robinson se encuentra en alguna parte del trópico.
***

Durante la revolución del acorazado Latorre, cuya tripulación fue


soliviantada por los politiqueros mientras estuvo en Inglaterra, se hizo famoso
durante varios días un tal sargento Paz. Se habló de él en la Cámara de

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Diputados; se le ascendió en sesión especial. Se decía que él mató a ocho
sublevados y en seguida se encerró en la santabárbara, amenazando con volar a
todo el mundo.
¡Mentira! El sargento Paz padecía de gripe. Mientras los santiaguinos
exaltaban su heroísmo, él, arropado y tiritón, tomaba sudoríferos.
***
Estos son los mitos más famosos que recuerdo.
Si me pusiera a narrar parte de las engañifas o invenciones de grandeza que
ruedan en nuestra sociedad respecto a antepasados, no tendría por dónde
comenzar.
Mitos de amistades en las cortes de Europa, mitos de amores de reyes y de
reinas, mitos de antepasados cortesanos... Mitos de cuadros célebres
encontrados en iglesias antiguas, mitos de aventuras ; de inventos, de bailes, de
saraos...
Ningún hecho, ni siquiera los más recientes y controlados, escapa a la
capacidad creadora de los mitómanos.
Veamos, por ejemplo, el crimen del departamento 29. Empieza a lo Pérez
Escrich. El padre mata al seductor para salvar la honra de la hija. Es bastante
dudoso salvar eso con balas, sobre todo en tratándose de una niñita cuyo solo
retrato produce inquietud.
El público, sugestionable y buscador de mitos como trufas, aceptó la
historia de la seducción. Lavado de honra y sacadura de plata no se avienen
mucho; sin embargo, la versatilidad de la masa aceptó de buen grado. El caso
era bonito; la niña también es bonita. ¡Pase!
Llegaron los abogados, y ahora el folletón de Escrich se transformó en
novela de Dumas, con subterráneos, encapuchados, bombas, dagas y
venganzas espantosas.
El niño, el eterno niño que hay en la masa, obtuvo su cuento maravilloso
para pasar el rato.
La masa es mujer, al cabo; no ama la razón, ni la triste experiencia, sino la
ficción. La ficción se define doblemente en ignorancia y niñez. ¿Que es la
inocencia, sino ignorancia? Inocencia es la cantera de los sueños, o mentiras. De
ahí proviene el poder creador de los niños destruido por la educación represiva
del siglo pasado.

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MENTIROSOS Y MITOMANOS

Agosto, 1941

Disraeli escribió: Hay tres clases de mentiras: Simples mentiras, Malditas


mentiras y Estadística.
El profesor Laird aseguró que el príncipe de los mentirosos, el famoso
barón Münchaussen, fue solamente un exagerado, aun en la historia de su viaje
a caballo en un proyectil.
¿Qué diferencia existe entre el mitómano, el exagerador y el novelista? ¿Por
qué a algunos hombres les da por inventar vida? ¿Por qué Bonaparte, en su
cesantía, antes de ser el protegido de Barras, quiso convertirse en novelista?
¿Por qué han cundido los mentirosos en los últimos años? ¿Qué diferencia hay
entre las contradicciones de los estadistas y la mentira? ¿Hay mentiras útiles?
Vamos a ver:
Hace poco tuve deseos de contar cómo fui llevado a un regimiento de
zuavos durante la guerra europea pasada y cómo vivi en calidad de zuavo
durante tres meses, pero dio la casualidad de que un amigo comenzó a contar
cómo se había robado, en la Catedral de Lima, la momia de Pizarro. Entonces
no me atreví a contar mi aventura verídica, no obstante la existencia de testigos
y documentos.
Comprendí que delante de mentirosos no se puede colocar un cuento real.
En la sociedad de mentirosos habituales se establece una psicosis de maravillas
inverosímiles, de absurdos y fábulas. Soy de los que se ponen colorados cuando
se habla de robos u otras cosas por el estilo. Dotado de una sensibilidad así, el
hecho de encontrarme delante de mentirosos "profesionales" me quita el
aplomo para contar la más simple realidad en que haya actuado. En cuanto
digo que don Ramiro de Maeztu me hizo su confidente literario, y, más tarde,
me escribió largas cartas, me pongo tan zurdo que cualquier mentiroso me
tomará por inexperto y torpe imitador de su brillante género.
Don Ramón del Valle Inclán y Montenegro, marqués de Bradomín, o
Ramón Peña, a secas, con quien tuve el honor de comer, en Fornos, allá por
1919, en compañía de Teresa Willms, de Alfredo Sierra Valle, Cesáreo Alvarez
de la Rivera y otros, pasaba por monarca del mito. El genio bien puede
permitirse eso y más. Nos hizo el regalo, en dicha comida, de un relato inédito
respecto a la perdida de su brazo en México.

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¿Mentía don Ramón o novelaba? ¿Es lícito novelar de palabra? ¿Sabia él que
todo el mundo estaba enterado de las causas que motivaron la pérdida de su
brazo?
En achaques de amor, la mentira es un ardid, una flecha. Conocido es el
cuento del huaso que se puso de acuerdo con su capataz para darse méritos
delante de la muchacha de sus pretensiones.
Según el pacto, él iba a simular modestia extrema, pero ahí estaba el capataz
para las exageraciones.
—Tengo una chacrita —dijo con voz dulce a la novia.
—¡Chacrita! —exclamó el capataz—. ¡El medio fundito que tiene!
—Si. Ahí hay algunos animalitos —acepto el huaso ladino.
—¡Animalitos! ¡El tremendo ganado vacuno y caballar que tiene el patrón!
De pronto la novia pregunta, mirándole la mejilla:
—¿Qué tiene en la nariz?
—Un granito —dice el huaso.
—¡Granito! —replica el capataz—. ¡El feroz furúnculo que no se lo han
podio reventar!
En esta tierra las mentiras o mitos más corrientes se refieren al origen de las
familias, a las relaciones que tuvieron en Europa y cosas por el estilo. Abundan
los descendientes de conquistadores, de capitanes deportados a causa de
habérseles sorprendido en la alcoba de una reina, de hijos naturales de reyes y
qué sé yo. Otros manifiestan la vanidad al revés, o modestia olímpica: son hijos
de sus obras; vendían diarios, su padre era carretero, su madre pedía limosna
en las calles.
Por lo que juzgarse puede, la mentira proporciona placer al que la emite; es
un estímulo, y muchas veces nos sentimos tentados de colaborar con sus
autores, sobre todo si son damas y cuentan éxitos con manifiestas falsedades. A
lo mejor hemos inventado la mitoterapia.
Entre jugadores, el mentiroso es corriente, se trata del individuo que juega
diez o quince pesos y pretende haber perdido sumas fabulosas. Otras personas
—y con cierto talento— dicen cosas absurdas, con aire plácido y algo
humorístico. Al final uno se pregunta si se tratará de bromas o mentiras, por
cuanto el verdadero mentiroso es el que se sugestiona a si mismo. De tal
categoría debió ser el inventor del "héroe de Talcahuano". Este mito que duró
varios días, que dio lugar a discursos parlamentarios y declamaciones teatrales,
hace meditar en la consistencia del hecho histórico. Si ahora, en el siglo de las
luces, pudo arraigar una mentira llena de colorido y detalles como ésa, uno se
pregunta cuánto héroe de Talcahuano se ocultará en la historia universal. La
pequeña historia chilena abunda en duelos, amores, hazañas de sociedad y
aventuras falsas. La superchería de Becker o crimen del canciller de la Legación
alemana, en 1909, permite suponer otras patrañas que los métodos del mundo
antiguo no dejaron aclarar.
Hay mentiras que entretienen.
De esto no hace mucho. Me encontraba en casa de un amigo, bastante
exagerado. Abrió un ropero, extrajo algunas prendas de vestir y de pronto
mostró un chaqué viejo. Su rostro, en ese instante cambió de expresión; tomó
ese aire de dignidad estirada que precede casi siempre a las grandes mentiras.
—¿Ves este chaqué?

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—Claro.
—¿Sabes por qué lo guardo? Voy a contarte: es lo más extraordinario que
me haya ocurrido en mi carrera diplomática. Me encontraba en España,
entonces, en misión especial. Yo me habia mandado hacer este chaqué muy
apurado, donde Pinaud, ¿te acuerdas? Un día el camarero del Hotel Paris, en la
Puerta del Sol, donde vivía, llegó a mi cuarto con una cara consternada y me
dijo:
"—Señorito. Señorito..., ahí... en... la puerta..., ahi abajo...
"—¡Qué! Hable de una vez. ¿Qué pasa?
"Entonces el camarero, andaluz de origen, cobró el resuello y me largó:
"—Na, señorito. ¡El delirio! Que el coche de su majestad le está aguardando
abajo. ¡El coche de palacio!
"Salté de la cama y me vestí en un momento —siguió diciendo mi amigo—.
Habia olvidado que el rey, pocos días antes, me dio cita a esa hora en palacio.
Salí como una tromba y me introduje en la Carroza de gala, donde me
aguardaba el mayordomo de la Casa Real. Esas carrozas, doradas, con adornos
de concha e incrustaciones de marfil, tienen pisaderas muy altas. Cuando llegué
a palacio, en el momento de bajar, sentí que mi ropa crujía. No tuve tiempo de
meditar en el asunto. Un edecán me llevó a la sala Barberini, donde me encontré
con su majestad doña María Cristina, La reina madre. Era ésta una dama
imponente. La llamaban doña Virtudes. Besé su mano y mandó que me sentara
frente a ella.
"—Su majestad el rey vendrá en un instante —me dijo, sonriendo."
"Después se puso de pie y me llamó a su lado. Yo no sabia de qué se
trataba. Calcula mi sorpresa y turbación cuando veo a doña María Cristina,
reina madre de España, que toma una aguja, la enhebra delante de mí y, sin
decir nada, se pone a echar puntadas en la rotura de este chaqué. Ahora
comprenderás por qué lo guardo y lo conservaré toda mi vida. Instantes
después entró el rey. Yo estaba colorado como un tomate".
Diciendo así mi amigo me hizo que mirara en el viejo chaqué de Pinaud el
lugar exacto donde se posaron las augustas manos.
—En efecto —observé—, haces bien en conservarlo. Ahora dame un vaso de
agua, de vino, de lo que tengas.

16
EL MITO EN LA POLITICA

Octubre, 1942

¿Existe el mito en política? No pasa mucho tiempo sin que la opinión


pública experimente un trastorno como si de pronto la vida fuera a cambiar y
nos aprestáramos para ingresar en un paraíso. En las calles alguien nos ataja y
nos dice con voz cautelosa de conspirador: "Ahora tenemos al hombre". Otro
dice: "Basta estar cerca de él para sentir la atracción del genio". "Se parece a
Napoleón", añade un lector de EL Peneca.
Los partidarios acérrimos echan a correr bolas fenomenales. Unos dicen a
otros al oído: "Se trata de tú con Mussolini". "He visto una carta de Churchill en
que le pide su opinión". "Roosevelt le quiere contratar".
El mito político determina el contramito personalizado en el líder que gozó
los favores de la mitomanía en periodos anteriores.
Entonces comienza el match entre los mitos: o genios políticos. El país hace
las veces de ring donde estos mitos se boxean.
El deseo del público de que haya un genio y su orgullo por haberlo
descubierto y exaltado engendran en el político el deseo de lucirse y de justificar el
anhelo de su clientela electoral. Estos políticos ansiosos de lucimiento son los
responsables de no pocas catástrofes en sus diversos turnos.
El público que los levantó es impaciente. Quiere ver al gallo en la cancha "y
al tirito". Los criollos creemos todavía en la improvisación y en los genios que
pescan las cosas al vuelo.
Entonces el seudogenio en vez de ponerse a sanear el sistema parlamentario, lo
cual seria vulgar como una lavativa, se dedica a poner inyecciones morrocotudas y
de dudosa eficacia para los males nacionales. La sobrecarga de leyes que
sufrimos proviene de la ya mencionada necesidad de lucimiento y justificación
de promesas electorales.
Nunca he podido comprender cómo hay gente que cree en el advenimiento
de paraísos de origen político, a menos que se trate de candidatos a canonjías.
Tan absurdas me han parecido las ilusiones preelectorales como las
desilusiones de más tarde que cualquiera persona madura habrá previsto. La
exuberancia de las luchas electorales en nuestra tierra es parienta cercana de la
Fiesta de los Estudiantes. Son explosiones o desahogos de un pueblo ausente de
esperanzas en sus propias actividades. Espera la salud de la fábula del "entierro", de

17
la lotería, de las carreras y los cambios de gobierno. Las desilusiones del pueblo
después de las luchas electorales, cuando comprende que las rivalidades exaltadas
de los candidatos eran falsificaciones momentáneas, se transforman en estados de
silencio taciturno, más peligrosos que las crisis mismas.
El campo de la política se divorcia del país y se convierte en ring para ver i
cuál de los políticos es más fuerte.
—El parlamentarismo —que es de tradición británica— ha tendido a
degenerarse en las naciones latinas o hispanoamericanas. El político olvida que
este, no en un país conquistado por él, sino en medio de un electorado que le
llevó al poder para que cuidara sus intereses.
Entre muchos deberes del periodista, uno de los primeros consiste en
generalizar conceptos. Los jóvenes han de saber que la era de las hazañas del
Estado terminó en 1591. Esta era comenzó en la Independencia. En adelante no
existe campo de lucimiento para estadistas, por cuanto Chile se vio cortado de
manera irreparable en su salto biológico y constreñido a llevar vida mediocre
dentro de sus posibilidades de pequeña nación inexorablemente limitada por
circunstancias fatales.
En Chile no hay problemas graves, a menos que los inventemos. Durante
esta guerra se trata de hacer más equilibrios que Blondin en la cuerda. Pero en
política y negocios en general, la única ley, como la del despachero, consiste en
vender más y comprar menos. Los problemas de mecanización, de navegación,
de surtimiento de industrias, de alimentación y otros no son de magnitud o
envergadura propias para hacer célebre a nadie. Así, el estadista a lo Napoleón,
el que pretenda lucimiento estelar, lo hará a expensas de la nación, mediante
esos trastornos a que nos tienen habituados y que trajeron por etapas al pobre
peso hasta su mísero estado actual.
La ruina de nuestra moneda es debida, en mucha parte, al mito del genio
financiero, que en el concepto criollo estuvo representado por el hombre rico
cuando no por el concurso de hombres interesados en negocios de exportación.
El hombre rico no es buen financiero de la colectividad, sino de si mismo.
Me repito. Stinnes fue pésimo financiero para el pueblo alemán. Los financieros
más famosos del mundo actual son Hitler y Stalin. Ninguno supo ganar un peso
para si en su vida. Todos los héroes de la revolución universal eran poco menos
que vagabundos desde 1900 a 1914.
Todo el valor revolucionario del momento reside en Rusia, Italia, Alemania
y Turquía. Inglaterra y Estados Unidos obran a manera de ralentisseurs o
amortiguadores, pero saben los políticos ingleses que, después de la guerra, la
revolución del valor hombre contra el valor oro será victoriosa de todas
maneras. Ellos luchan solamente para impedir que se realice la unidad de
Europa bajo la espada alemana y por la hegemonía alemana.
Un escritor recordó que Arteaga llamó a los periodistas secretarios de los
acontecimientos. Creo que en muchos casos son secretarios a la manera de
Maltrana, el héroe de la novela de Blasco Ibáñez. Son secretarios de hombres
fachadas o Pachecos que ponen su firma en los proyectos de Maltrana cuando
les parecen propicios para lucir en su plumaje. Estadistas de brillo sobraron en
nuestra América mientras hubo necesidad de reforzar los cimientos de los
edificios republicanos y poner los mojones en las partes limítrofes. Brasil es y
seguirá siendo fecundo en estadistas, porque la naturaleza de sus problemas

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reclama hombres de hierro, como Río Branco y Ruy Barbosa. Brasil es un
continente.
El presidente Vargas se empeñó, antes de abordar otros asuntos, en resolver
problemas que una nación pequeña como la nuestra desconoce. El primero de
ellos consistió en la unificación y pago de la deuda publica. Algunos Estados
tan lejanos como si fueran países independientes en el sistema federal, habían
pedido préstamos de dos millones de dólares; no habían visto en efectivo más
de seiscientos mil y pagaban intereses usurarios. La unificación de la deuda
suprimió esa clase de corruptelas.
Nuestros problemas, comparados con los de Brasil, son insignificantes.
Respecto a la guerra, se trata de observar y de procurar, poco a poco, cierta
unidad en la opinión publica. Todo lo demás se define en la tesis general de
atajar el despilfarro y arrebatar de los parlamentarios la facultad para aumentar
los gastos, inflar las plantas, repartir pensiones indebidas y otras corruptelas
por el estilo.
Además de eso y por sobre todo, nuestra política debe sacar el mayor
partido práctico de la situación universal, sin hacer caso de ideologías
individuales, ni de temas sociológicos que nadie tomará en cuenta en las
grandes potencias, ni ahora ni después de la guerra.

19
MITOS EN LA ARAUCANA

Hemos crecido oyendo hablar de minas fabulosas y de riquezas súbitas. La


mina era un encantamiento. Los conquistadores españoles del siglo XVI habían
leído libros de caballería. No sé si alguien ha notado el parentesco de La
Araucana con el Orlando Furioso. Algunos nombres creados por Ercilla, o
modificados, recuerdan la literatura que encantó a Don Quijote, entre otros
Guaticolo, Leucomande, Orompello, Mareguano, Caupolicano. Véase este verso
en el Canto XXV de La Araucana: "Delante de la escuadra, pues, venía el mozo
Galbarín sargenteando".
No sé si sería por ignorancia, el caso es que este Galbarin es eufónico
pariente del Palmerín en la novela de caballería del siglo XVI atribuida al
portugués Francisco Moraes.
Numerosas son las ficciones comprobadas de La Araucana. Dice Encina, en
la página setenta y tres del primer tomo de su Historia de Chile: "El pueblo se
denominaba a si mismo mapuche (gente de la tierra). Los españoles le dieron el
nombre de araucanos, inventado por Ercilla. Latcham, padre, cree que es una
corrupción de Raghco, nombre de la comarca en que actuó Ercilla".
Etimológicamente, arauca significaría yegua chúcara (de mi diccionario
araucano español por el padre misionero fray Félix José de Augusta). Según el
mismo Encina, el episodio de doña Mencía de los Nidos es una ficción de Ercilla
basada en la actitud heroica de Juana Jiménez, la última concubina de Pedro de
Valdivia, cuando le notificaron la orden del despueble de Concepción en 1552.

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EL MISTERIO DE CAUPOLICAN

Junio, 1942

Los pieles rojas se ponían diademas de plumas en las frentes y pintaban sus
rostros con materias colorantes rojas que les duraban pocos meses. Esto lo
hacían para verse más viriles, para producir respeto y, a la vez, atraer la
atención de las mujeres.
Humboldt cuenta cómo hacían los caribes de ciertas tribus venezolanas
para pintarse los rostros de rojo. Los caribes, los quechuas, los guaraníes y los
pampas se adornaban la cabeza con plumas de pájaros.
En Chile los indios no se emplumaban. Por esta razón, la estatua de
Caupolicán, por Nicanor Plaza, se prestó a discusiones y sospechas.
No tengo penchant por la polémica, y no volvería sobre asunto tan
peliagudo como éste, si no fuera que mi amigo Gracián, a quien se podría
otorgar el premio de buen camarada, intervino.
Voy a añadir lo que aprendí respecto a la escultura que nos ocupa. No se
trata de un indio araucano ni de Caupolicán. Luego, al decir que dicha estatua
es otro mito nacional, no me engaño ni promuevo a engaño.
El escritor y poeta Carlos Acuña publicó un artículo respecto al asunto que
nos ocupa, en marzo de este año. Recordaba que el cacique Huayquimir no
reconocía en la estatua de Plaza a un congénere, ni por el físico ni por las
plumas de la frente.
No se explicaba dicho escritor por que razones nuestro gobierno y el pueblo
adoptaron la escultura del gran Plaza como símbolo de la raza aborigen. Según
él, habría llegado a Chile en 1891, a manera de obsequio del escultor para el
presidente Balmaceda. Contaba que el cientista señor Thayer Ojeda removió
cierto día la placa de la estatua, donde decía Caupolicán, y vio que debajo de
ella apareció la inscripción del nombre con que se la conoce en Estados Unidos:
The last of the mohicans.
He aquí el verdadero nombre de la estatua de Caupolicán.
El señor Acuña supone que el escultor Plaza pudo tomar parte en cierto
concurso del gobierno de Estados Unidos, para premiar el mejor boceto del
símbolo destinado a perpetuar la memoria del último de los mohicanos.
Un concurso de escultura para conmemorar la raza aborigen de
Norteamérica ¡y en Paris! ¿Hay quién pueda creer en ello?

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No solo me parece improbable, sino absurdo y ausente de lógica. En
Estados Unidos hubo siempre buen número de escultores nacionales, y no es en
la patria de Franklin donde les agrada preferir la industria extranjera. No es
aceptable la teoría del concurso parisiense y el triunfo del escultor chileno. Se ha
dicho otras veces que los norteamericanos se tomaron para si la escultura
chilena y transformaron el Caupolicán en mohicano.
Tampoco es aceptable.
En Nueva York existe una estatua famosa de autor no americano: la
Libertad Iluminando al Mundo, por Federico Augusto Bartholdi, escultor
francés famoso. Este monumento arquitectónico colosal, en forma de mujer y en
cuya cabeza tienen cabida varias personas, fue obsequiado por la República de
Francia a Estados Unidos en el centenario de la Independencia, 1886. Es de
sobra conocida de todo el mundo. En cambio, nadie supo que existiera en algún
pueblo la estatua simbólica del piel roja, debida al cincel de otro extranjero, esta
vez un chileno, ganador del supuesto concurso.
Los mohicanos eran indios de una de las veinte tribus, o más, que poblaban
el norte del Nuevo Mundo antes que llegara Colón. Vivían en la región del que
es actualmente río Thames, en Connecticut. Mohican significa lobo; los
franceses les llamaron indios lobos. Durante la penetración de Inglaterra en la
América del Norte, los jefes británicos usaron a los mohicanos como aliados
pasajeros para exterminar a los más feroces y más numerosos indios pequots,
en 1637. Los mohicanos fueron extinguidos más tarde, y si quedaran rastros de
ellos, habría que buscarlos en Massachusetts, Connecticut o Pensilvania. Estos
indios eran robustos, de perfiles aguileños y elevada estatura.
Los cónsules chilenos en Estados Unidos podrían dar la clave de este
problema extraño. Y al final me pregunto: ¿Quién me meterá en líos tan
peligrosos?

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MITO DEL COLOCOLO

Noviembre, 1955

¿Por qué le pusieron Colo Colo a nuestro equipo nacional? ¿Qué es un


colocolo? En La Serena, lagartija. En Talagante, ratoncillo. En Quella, avechucho
parecido al murciélago. En Coelemu, animal dañino que nadie ha visto. En Los
Angeles, cierta casa antigua fue semidestrozada, según escribió su dueña a
Omer Emeth, por un colocolo. Según Julio Vicuña Cifuentes, el colocolo es un
mito. Ercilla puso este nombre a uno de los personajes de La Araucana. Suena
bien en un libro de caballería influenciado por el Orlando Furioso. Mareguano,
Colocolo, Galvarino, Orompello, Caupolicano y Guaticolo se parecen como
hermanos a Leucomande, Sacripantes y Gracolano. He oído a gente de campo
lo siguiente: "Colocolo come solo y no convida". Un campesino contó al señor
John A. Wolffsohn el siguiente caso: "Un colocolo (laucha sin cola) peleó con un
gato. Durante la pelea perdió la cola y los ojos se le inyectaron de sangre. El
gato murió con horribles convulsiones". El señor Wolffsohn, cientista, atribuyó
el cuento a ignorancia. El colocolo tiene pequeñísimos dientes que no pueden
perforar ni el cutis de la mano de un hombre. El colocolo es un marsupial, el
único de Chile. Género: Marmosa. Subgénero: Thylamys. Especie: Elegans. Este
enano se parece a la chinchilla. Según el señor Wolffsohn, y antes que él Ricardo
E. Latcham, el pueblo confunde la yaca con otras especies. El colocolo es la yaca
que habita en cuevas bajo las raíces de los árboles. El mito del colocolo es
común en las clases campesinas. No es raro oir: "El ranchito está fatalizado por
la maldición del colocolo". Si un tísico se muere, dirán: "El colocolo le chupó la
sangre". Los mapuches llamaban Kod Kod a la huiña o gato montés (alzado).
De Kod Kod pudo derivar el nombre colocolo. Konkón, o concón, es el búho, en
mapuche. No digo en araucano, por cuanto Arauco y los araucanos nacieron en
la mente del poeta Ercilla. En Chile hubo lenguas indígenas, y en primer lugar
el mapuche, mezclado con expresiones quichuas, kechuas, o kechwas y
aymaraes. Hace poco la señorita Ursula Junge trajo de Concepción nueve
diminutos colocolos. Decía este diario: "La superstición más siniestra que se
conoce respecto de ellos consiste en la muerte de toda la familia de la casa
cuando los colocolos salen de las cuevas a dar su vueltecita". Se trata de llacas, o
yakas. El colocolo, repetimos, es un mito. Hay solamente la llaca, o yaka,
mamífero marsupial diminuto. Joya zoológica de inmenso valor.

23
EL INVUNCHE

Octubre, 1959

Vi en un diario de ayer la fotografía de la estatua de un niño destrozada en


partes y desfigurada. Dice al pie de la fotografía: "Obra artística destruida".
Debiera decir: "Obra artística metamorfoseada en invunche". Se trata de la
estatua llamada El Eco, hermosa obra de mi parienta, la escultora Rebeca Matte
Bello. El Eco, representado por un hermoso niño, es hoy un invunche.
—¿Qué cosa es el invunche? —preguntará algún lector.
El invunchismo ha sido descrito por escritores indigenistas, dos de ellos a mi
alcance, Julio Vicuña Cifuentes y E. J. Cavada, el primero en el libro Mitos y
Supersticiones, y el segundo en el libro Chiloé y los Chilotes.
Se trata de un acto horrendo, repulsivo e incomprensible para una mente
culta de ahora. Este acto, practicado por brujos mapuches o araucanos, consistía
en robar niños hermosos y bien conformados para desfigurarlos monstruosamente
mediante operaciones inimaginables por su estupidez y crueldad, hasta
convertirlos en diabólicos y repelentes engendros.
El invunche es llamado asimismo Vuta, o Vuta Macho. El Marqués de Sade
nos parece un niño educado y tímido si le recordamos cuando leemos este
horrendo capitulo de los invunches. Para el brujo, avezado y astuto en la caza de
criaturas, el niño blanco es la presa de preferencia. No se trata de destruir al
niño, ni de comérselo. Eso sería ingenuo y corriente. El brujo es un refinado
cultor, o doctor, proveniente de un conjunto de buscadores y de halagadores de
la fealdad absoluta. Feísimos ellos, nacidos y criados en un nivel mefítico de
degradaciones, de imperfecciones y de fracasos, niegan las formas de
superioridad en cuanta manera creen descubrirla. La exaltación de todo lo feo,
lo fétido y lo gangrenoso surge en ellos sin cesar. Es la rebelión o revancha. En
una palabra, la reacción de la envidia.
Descripciones satánicas del invunchismo:
"Para transformar a los niños en invunches los brujos les cosen los portillos
del cuerpo. Les ponen la cara vuelta hacia atrás y una pierna adherida a la
espalda. Les echan desnudos a un pajonal, manteniéndolos con carne de
difuntos que roban en el panteón. Les dan de beber agua de picochiuán". (Obra
de Vicuña Cifuentes).

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Escribiendo atrocidades así se despeña en mi mente un vocabulario de
sobrenombres alusivos a fealdades corporales: el machucho, el coltau, el
guallipén, el piguchén, el lampalagua...
Me digo no pocas veces: la industria gangrenosa y cadavérica de los
antepasados brujos ha sido lo suficientemente enérgica para perdurar,
modificada en el medio moderno. El espíritu de destrucción, la jactancia por k
fealdad personal y el aparente desprecio ante ciertas formas de belleza humana,
emparentados están con la brujería y la fealdad nativas.
Hay brujos fabricantes de invunches disfrazados de personas modernas.
Juegan al cacho y hasta escriben en los diarios. Viajan y llevan portadocumentos.
¡Cuidado!
En sus ojos, en sus palabras, en sus pullazos, afloran los deseos de
convertirnos en invunches. El nivel muerto de la fealdad es su meta. La fealdad
su capa de virilidad. Cierto alarde de grosería y de torpeza en la expresión
prestigia al brujo entre sus congéneres.

Invunchismo en la crónica

"Atentados vandálicos" es un titulo constante en los diarios. Escribí "El


antiguo deseo de destruir". Hoy, en el bus de la Empresa de Transportes, vi
nuevos tajos, o puñaladas, en los cojines. Costaría menos dinero viajar si no
destrozaran. Se trata de brujos cobardes. Puñaladas en los cojines. Destruir,
hacer invunches. Incendiar la correspondencia en los buzones de correos es otra
hazaña de los invuncheros de hoy.
Resucitar la pena de azotes pidió aquí don Darío Poblete. Muy bien, si se
aplica por arriba y por abajo.
Las leyes de azotes en Chile fueron publicadas en El Araucano el 3 de agosto
de 1876 y en el Diario Oficial el 10 de septiembre de 1883.
Quedaron abolidas en julio de 1949. Publiqué crónicas relacionadas con
dicho tema en 1924 y en 1949.
En Francia, durante el terror sembrado por la banda Bonnot Garnier, el
escritor Alfred Capus escribió pidiendo la pena de azotes. Il faut se defendre ou
capituler. (Defenderse o rendirse).
En 1925 y en 1938, en Londres, fue aplicada la pena de azotes, cat-o nine
tails, a malhechores con buena posición social.
Los azotes en público aterran a los más crueles bandidos. Pueden desafiar
con soberbia la celda, el destierro y cuanto castigo les impongan, pero tiemblan
ante el azote que imprime huellas permanentes en las carnes y en los espíritus.

Punishment in the Navy, 1825-1892, por Commander C. N. Robinson R. N.


Punishment under the School Board, The Graphic, dic., 1892.

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IMBUNCHE O INVUNCHE

Noviembre, 1959

De una carta al director de El Diario Ilustrado de este viernes 30 de octubre de


1959.
"IMBUNCHE"
"Señor Director:
"El distinguido escritor don Joaquín Edwards Bello, en su último articulo
—sabroso e imaginativo como todo lo de él— habla, entre otras cosas, del
"invunche", así, con "v" corta y sin "eme", lo que no está de acuerdo con el
Diccionario de la Real Academia, ni tampoco con la expresión usada por los
chilotes en sus comentarios y escritos.
"La palabra es "imbunche", un brujo o ser maléfico, según la docta
definición de aquel instituto.
Ignacio García H."
Respuesta:
Señor don Ignacio García H.
Distinguido señor:
Decir imbunche en vez de invunche es como decir imbierno en vez de decir
invierno. Se trata de un vicio de pronunciación corriente. Por desgracia, esta vez
el vicio pasó inadvertidamente ante los señores encargados de filtrar, de dar
lustre y esplendor a la lengua y se coló, muy orondo en la majestad de la Real
Academia. Espléndido sería para mí que don Pedro Lira Urquieta, bellista
desinteresado, pusiera su inteligencia y cultura en estas líneas, only one minute.
Otro error académico consistió en agregar que la palabra imbunche proviene
de la lengua araucana.
Según Encina y Latcham (el viejo), los españoles dieron a los mapuches el
nombre de araucanos, inventado por Ercilla.
La voz imbunche, corrupción derivada de invunche, o ivunche, no es de
origen mapuche ni araucano, sino originaria de la lengua veliche. Don
Alejandro Cañas Pinochet estudió la lengua y las costumbres de los indios
veliches, o chilotes, allá por el año 1887. Hablan esta lengua algunos ancianos

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de las islas Apiao, Alao y Chaulinecy. La palabra invunche proviene de las voces
veliches ivún, pequeño ser, y che, hombre, esto es, hombrecillo.
LA transformación de niños sanos y hermosos en monstruos horrendos no
es un incidente más o menos verificado de nuestra prehistoria. Se trata de una
manifestación reiterada de índole negativa, envidiosa y vengativa en
determinados estratos de la sociedad indígena. Además del invunche, el poder
para hacer daño dio alas a otros monstruos, y me remito a la obra del señor
Cañas Pinochet Estudios de la lengua veliche. En la página 287 dice: Hueñauca,
entre los chilotes, cortesano del dios del infierno. Anda a saltitos en una sola
pierna. Disloca una pierna a los muchachos bonitos que puede coger.
En la página 325 de la misma obra aparece el Trauco. Otro horrendo
engendro de una vara de alto, terror de madres y de niños. Vive en cuevas.
Anda a saltos, en busca de niños sanos. Si pilla a uno le rompe las
extremidades, le quiebra el espinazo y las costillas. Le desfigura la cara, le corta
las orejas y le abandona en despoblado.
Lo esencial de estas líneas es probar que es más correcto escribir invunche, o
ivunche, y no imbunche.
Don Julio Vicuña Cifuentes, a quien cité en la crónica anterior, poco más
abajo del titulo Imbunche pone:
"lnvunche, o mejor lvunche, como pronuncian en Chiloé, es un ser deforme y
contrahecho, con la cara vuelta a la espalda y que anda con una sola pierna por
tener la otra pegada a la espalda".
Pude poner estas explicaciones en la crónica anterior. No lo hice ni lo hago,
a menos que me obliguen los contradictores. Condito sine qua non del periodista
es condensarse sin pedantería. Una crónica es esencia de lectura, o lecciones
filtradas en gotas.

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LOS CONQUISTADORES Y LOS REYES DE ESPAÑA

Octubre, 1958

Las mejores películas chilenas son las cortas y sin pretensiones. Vi una
excelente de la Antártida. El público aplaudió.
Voy a poner un reparo a la película. Se trata de la presencia fugaz de cierto
detalle revelador de un error histórico repetido e inveterado. En dicha película
aparece S. M. el rey de España, en su trono, en el momento de nombrar a Pero
Sancho de Hoz gobernador de las nuevas tierras que descubriera, con exclusión
de Chile. Este Pero Sancho habia sido socio de Pizarro. Tales contratos se
ventilaban mediante el Consejo de Indias, en nombre del rey, pero nunca con el
rey en persona.
El origen de los conquistadores es obscuro y humilde. Superaron con sus
proezas a los soldados españoles de su tiempo. Sus hechos asombraron y
continúan asombrando a los investigadores que se interesan en ellos. La
Conquista es, según Lumnis, "la más grandiosa, la más larga y sorprendente
hazaña de la historia".
No sé si a dichos héroes, de origen plebeyo, les hubiera agradado que los
historiadores les agregaran dones y des a sus nombres.
Valdivia sentía natural repulsión por la gente titulada de España. Pizarro,
analfabeto como Almagro, no supo que, casi un siglo después de su muerte,
uno de sus descendientes sería convertido en marqués.
El origen de los conquistadores es obscuro, y laudable es nuestro propósito
de ennoblecerlos agregando, desde luego, un de entre nombres y apellido,
además del don. "Don Quijote endonó a la maritornes de Tolosa y a las mozas del
partido", dice Rodríguez Marín. No es raro que nuestros quijotescos
historiadores hayan endonado a las concubinas de los conquistadores. Ercilla
encantó a una de éstas con nombre de Libros de Caballería. Me refiero a la
tercera y última concubina de Valdivia, Juana Jiménez, a quien adornó el cantor
de La Araucana con el nombre de doña Mencía de los Nidos. Estas
transformaciones nobiliarias echaron raíces en nuestras tierras. Asombrábase de
ello Santa Teresa. En carta de Sevilla, en 29 de abril de 1576, dijo: "Cuanto a lo
de dones, todos los que tienen vasallos de Indias se lo llaman allá que es
vergiienza".

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Extremadura, la región de donde se desgajaron los conquistadores, es la
más atrasada de España. Don Mariano José de Larra, el inconmensurable
cronista, viajó por dicha tierra en diligencia, al1á por 1834, y nos dio un cuadro
inolvidable del país cuyos habitantes son llamados vulgarmente choriceros.
Otros les llamaban corsarios. Es seguro que así corno los vio Larra fueron los
antepasados de nuestro pueblo. Larra pasó por cierta parte del camino, entre
Madrid y Badajoz, donde hay unas hondonadas llamadas El Confesonario. En
dicho terreno los bandoleros confesaban a los aterrados pasajeros. Los siniestros
Cerrillos de Teno, en Chile, son descendientes del Confesonario extremo.
Sigo con mi asunto. Es seguro que ningún rey de España tuvo tratos
personales con los conquistadores o contratistas en el Nuevo Mundo. Ni les
oyeron ni leyeron sus cartas. Es seguro que don Felipe II no conversó con
Ercilla, ni antes que viniera a estas Indias, ni después, cuando el soldado poeta
se estableció en Madrid. El rey don Felipe II no leyó La Araucana.
Ercilla era un vasco nacido en Madrid. Los vascos eran solicitados para el
servicio de los nobles y de los ricos. Eran famosos como "mozos de espuelas".
En dicha condición acompañaron alguna vez a los reyes en sus viajes
compuestos con numerosos carruajes y gente montada.
Respecto de la dedicatoria de La Araucana al monarca, dice Medina: "¿Cómo
recibió esta dedicatoria el monarca español? ¿Leyó la obra, o siquiera la
dedicatoria? Es probable que ni una ni otra cosa".
Poco antes de su muerte escribió Ercilla, refiriéndose a su pluma: Siempre ha
dado en seco y en vacío...
En asuntos atingentes a los nuevos, dominios ultramarinos se ocupaba el
Consejo de Indias. Después de leer los voluminosos tomos del doctor Marañón,
titulados Antonio Pérez, comprendemos mejor la indiferencia de los monarcas
españoles hacia los asuntos de estas tierras.
Mitos, mitos y mitos.
Cuando don Pedro González de Mendoza conoció el nuevo Estatuto hecho
en Guipúzcoa, en que impedía que fueran allá "a morar o a casar", desde otras
partes de España, exclamó: "¿No es de reír que todos, o los más enbian acá sus fijos
que nos sirvan de mozos d'espuelas y que agora no quieran ser consuegros...?
La carta de don Pedro de Valdivia, la del pie del Santa Lucia, ni la escribió
Valdivia ni la leyó don Carlos V. Fue escrita por el "secretario de cartas". Según
don Germán Riesco, junior, la calefacción en los antiguos inviernos consistía en
leer la carta de don Pedro de Valdivia; donde dice que en Chile nunca hace frío.
¡Cómo se pondría de orondo Valdivia si pudiera mirar a la tierra en este 12
de octubre de 1958 para presenciar la caravanas que le resucita vestido con
utilería de teatro, en primer actor joven, cerca de linda Inés Suárez! La caravana
del fundador en las calles de Santiago es la realidad transformada en cuento de
hadas. La realidad de los soldados sucios, prietos de sol y de lodo, andrajosos,
seguidos por indios en miserables filas.
La historia más graciosa de la indiferencia de los reyes respecto de los
americanos es la que contó el indio peruano González Lobo. Llegó a España a
fines de 1679; esperando en ver al monarca. Después de tres años, mediante
aventuras de novela picaresca, por entre laberintos de pasos, de pasadizos y de
escaleras, después de sufrir innumerables plantones, conoció a otro que
aguardaba como él, un aspirante a jardinero de palacio. Ambos recorrieron cada

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día el dédalo de pasillos y de antesalas. Le remitieron a casa de la baronesa
Berlips, conocida por el apodo de La Perdiz. Todo el patio de la casa era
antesala. "El poder de los magnates se media por el número de postulantes que
aguardaban en sus puertas". Finalmente, doña Antoñita Nuñez, enana de la
cámara del rey, se apiadó de él. Sólo quería besar los pies del monarca. Regaló a
la enana un cintillo. La enana le llevó de la mano, por escalones, antesalas y
retorcidas filas de palaciegos y guardias, hasta una puerta enorme y doble. Por
fin. Estaba en presencia del soberano más poderoso de la tierra. Don Carlos II
de España, hijo de Felipe IV y de doña Mariana de Austria. El indio González
Lobo describió al soberano como sigue:
'Su Majestad estaba sentado en un grandísimo trono, sobre un estrado, y
apoyaba los pies en un cojín de seda color tabaco, puesto encima de un escabel.
A su lado reposaba un perrillo blanco. El encaje de Malinas que adornaba el
pecho del rey estaba humedecido por las babas que fluían de sus labios. Todo él
despedía un fuerte hedor a orines. Sus piernas eran increíblemente flacas. La
enana Antoñita se le acercó al oído y le habló algo. Su Majestad me miró, pero
en ese instante saltó un mono y distrajo su Real atención". (El Hechizado, por
Francisco Ayala).
En La Historia de los Agustinos en Chile leí lo que contó en su estilo
imponderable, el obispo Villarroel, de su viaje en España. Dijo que los deseos de
los criollos de inclinarse ante los reyes expiran en los umbrales del palacio real.
Vitupera el celo de los ministros para alejar a los criollos del rey de España.
El marqués de Viana, palaciego, íntimo servidor y amigo del último rey, se
jactaba de no querer conocer hispanoamericanos. Entre la verdadera nobleza
madrileña la presencia de criollos rebajaba el nivel de distinción de las fiestas.
He dejado para el fin el asombroso caso de Hernán Cortés. Pobre, solo y
olvidado, hallándose en la corte sin poder ver al emperador Carlos V, le
aguardó a que saliera y se colgó del estribo de su coche. Fue alejado por los
guardias, mientras el emperador, asombrado, preguntaba:
—¿Quién sois?
Cortés respondió:
—Soy el hombre que os ha ganado más provincias que ciudades os legaran
vuestros padres y abuelos. Soy Hernán Cortés.

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ESTATUAS DE CONQUISTADORES Y OTRAS

Agosto, 1961

Sufrimos invariablemente la desgracia de desear el cambio de todo cuanto


nos rodea. Lo óptimo nos cansa y termina por fastidiarnos. Deseamos estrenos.
Ortega y Gasset dijo que vivimos celebrando estrenos. Como niños malcriados,
despanzurramos el juguete para ver lo que trae dentro. Total: destrozamos sin
ton ni son. A veces dichos destrozos son iniciados mediante decretos de las
autoridades competentes. Recordemos la destrucción oficial de1 magnífico
edificio histórico —el mejor de todos los monumentos Coloniales—, el puente
de Cal y Canto, 1779-1888. Con todo el progreso material de ahora, con las
enormes grúas y palas mecánicas, con hierro y cemento, podemos levantar
buenos edificios, pero nunca lograremos repetir otro puente parecido a aquel
que dio señorío a1 escuálido Mapocho.
Ahora, nuestro afán de cambio y de estreno se condensó en los
monumentos de Baquedano y en el de los cocodrilos de la Plaza de Armas. El
argumento para derrocar y poner otro en el lugar de este último consiste en la
necedad repetida: "En Chile no hay cocodrilos".
En Londres, el tonto nacional diría: "Hay que cambiar el escudo británico,
por cuanto en Inglaterra no hay unicornios". En Venecia, diría con tamaña boca
abierta: "Es preciso quitar los leones alados. En Venecia no hay leones".
El monumento raro, amenazado de muerte, me gusta. El monumento viejo
de la Plaza de Armas es como un amigo evocador, muy distante. Era yo niño
cuando hice la pregunta que han dirigido a sus padres cientos de niños: "¿Qué
significa?" Es un monumento patinado por miles de días de sol, de neblina o de
lluvia. Es un pedazo de la Plaza nuestra, y, por lo tanto, es nuestro, de nuestra
sorprendente aventura que es la vida. Además de eso, tiene misterio.
¿Por qué han de quitarlo? ¡Ah, si! Quieren poner en su lugar una estatua de
don Pedro de Valdivia. Hay ya una estatua del ilustre fundador en la piedra
heroica, en el Cerro de Santa Lucia. Se trata de una estatua fantástica, como
todas las estatuas y los retratos que se hagan de un hombre que nunca vimos.
En efecto, nadie podría decirnos cómo era y cómo vestía el conquistador
extremeño. Ponerle gorguera en el cuello, como han hecho hasta ahora todos
sus retratistas, es un absurdo. La gorguera, cuello de lienzo, plegado y
alechugado, era un adorno caro y difícil, para lechuguinos perezosos de la

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corte. Mediten los pintores y los escultores. Durante la conquista no hubo
almidón ni lavanderas de fino. En el asombroso ensayo de Germán Arciniegas
sobre la Vida del Conquistador Jiménez de Quesada, leí lo siguiente: "Los
conquistadores que ya saben de América abandonan los cascos de hierro y las
cotas de malla. Visten armaduras de algodón. Parecen payasos o enormes
figuras de relleno. Se adaptan al nuevo clima y la nueva guerra. Toman un aire
mixto de nuevos indios".
Han pasado más de cuatrocientos años. En Cali levantaron un monumento
al fundador don Sebastián de Belalcázar. El escultor español Victorio Macho
hizo la estatua con apostura marcial, pecho levantado... y cabeza de Ramón y
Cajal, Premio Nobel de Medicina.
Nadie podría afirmar que el conquistador Belalcázar era o no parecido a
don Santiago Ramón y Cajal,
El Pedro de Valdivia del pintor Ignacio Zuloaga se parece a otro Premio
Nobel de España, a Juan Ramón Jiménez.
De don Pedro de Valdivia, del verdadero, sabemos poco. Desde luego,
nunca obtuvo despacho del rey para poder llevar el titulo de don. En esto y en
lo del retrato se topa con Cervantes. Ni fue don ni hay de él retrato auténtico. El
ilustre cervantófilo Rodríguez Marín negó la autenticidad del seudorretrato de
Cervantes atribuido a1 pintor J. Jáuregui, en 1600. En dicha fecha el pintor tenía
diecisiete años, y no habia empezado. El académico Pérez de Guzmán
acompañó a Rodríguez Marín en la negación.
¿Cómo eran los conquistadores?
Un episodio, contado en la prosa agradabilísima de Ventura García
Calderón, nos alumbra. Don Pedro de Alvarado viajó a la corte y regresó a
Nueva España casado y con deseos de casar a sus compañeros de aventuras.
"Nietzsche ha dicho que la mujer está destinada al reposo del guerrero".
Don Pedro ha llevado a Nueva España unas lindas españolitas, amigas de
su mujer. Serán presentadas a los conquistadores. En una vasta sala esperan las
posibles esposas a los conquistadores. Las lindas mocitas observan de hito en
hito a sus pretendientes. De pronto, una de ellas, con mezcla de risa y de
espanto en su cara prorrumpe con estas crudelísimas palabras:
—¿Con estos viejos podridos habíamos de casar? Doylos al diablo. Parece
que escaparan del infierno, según están estropeados, unos cojos y otros mancos,
unos sin orejas y tuertos, otros con media cara, y el mejor librado la tiene
cruzada una, dos y más veces.
Lo dicho. Es difícil hacer retratos o estatuas de celebridades anteriores a la
ciencia fotográfica.
La estatua ecuestre de O’Higgins por el francés Carrier Belleuse es una
adaptación del mariscal Ney a la historia chilena. De Waterloo a Rancagua. La
estatua de Carrera es una adaptación del general prusiano Blücher, por el
escultor alemán Christian Rauch.
El colega don Luis A. Baeza me ha escrito unas líneas muy actuales respecto
de la transformación de plazas con mudanzas de estatuas. Dice que el gasto
subiría de 300 millones. Mejor estaría gastar dinero en obras más útiles, a saber:
terminar el Matadero de Lo Valledor, transformar la Plaza Almagro, empezar el
Metro, construir una nueva Casa de Correos, remozar el edificio de la Ilustre
Municipalidad...

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ROPAS DE LOS CONQUISTADORES

Octubre, 1940

En la Explicación de América en el Siglo XVII, por Germán Arciniegas,


encontré diversos motivos de entretenimiento, de meditación y nutrición
mental. Dice Arciniegas: "Le he oído a don José Ortega y Gasset exponer la tesis
de que la independencia de América empezó en la época de la Conquista. El ha
estudiado las modificaciones que el idioma fue sufriendo en el momento mismo
en que se redactaron las primeras crónicas".
En efecto, esas modificaciones en el español trasplantado provenían de la
euforia de América, o aura americana. Así hemos llamado en diversas ocasiones
a la naturaleza novísima que infundió el vergel del Mundo Nuevo en los
invasores.
"En realidad —comenta Arciniegas—, el español que se fuga de la Península,
que sienta en América el pie para hacer vida nueva, es un español que se
emancipa".
Pero no tan sólo se emancipa el español que pone pie en América para
quedarse y explorar. Parece que América hubiera esperado a los españoles o
presentido su esencia para entregárseles, dejándoles a1 mismo tiempo
prendados y arraigados en ella. Así, vamos a las pruebas: en 1861 el general
Prim fue lanzado, mediante la Santa Alianza, a la conquista de México. Pues
bien: al poco tiempo el general español se compenetró de las razones
mexicanas, las alabó y se volvió a España para dar parte a la corte de sus
decisiones americanistas. En Argentina ocurrió igual cosa al general Pinzón,
cuyo encargo consistía en "bajar el moño a las repúblicas emancipadas de
España" y, en cierto modo, devolverlas a la corona.
En la nota que Pinzón mandó a España, después de su entrevista con Mitre,
manifestó su concordancia con la tesis del prócer argentino en lo que a
ciudadanía de españoles en América se refiere. En efecto, el presidente
argentino impuso su punto de vista, que en un principio era opuesto de fondón
al punto de vista español, y consistía en lo siguiente: "el español radicado en
Argentina dejaba de ser español para convertirse en criollo". Pinzón supo
convencerse de que no se trataba de aforismo patriótico pedante, sino de
realidad social en el Mundo Nuevo.
Cuando uno estudia de manera minuciosa los detalles de la historia en la
precedencia al bombardeo de Valparaíso, se da cuenta de que muchos marinos

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hispanos reprobaban la política de Madrid. Sin embargo, no fueron siempre los
funcionarios oficiales, los cortesanos o capitanes quienes más pronto se
americanizaron, sino los Colonos, los labradores, los artesanos y obreros
diversos en campos y pueblos.
Según Arciniegas, más pronto amó a América el que trajo la primera pareja
de cerdos que el portador del real sello, del auto inquisitorial o la bula papal.
Respecto al traje y aspecto de los españoles que se radicaran en América,
me ocurrió comentar hace algunos años el caso con el joven dibujante de las
obras históricas de Díaz Meza. En esos dibujos, los conquistadores y sus damas
aparecen vestidos a la usanza cortesana o guerrera de Europa.
—Están bien estos dibujos —le dije—, se ven muy hermosos esos
conquistadores y sus damas, pero la verdad histórica es otra. Ninguno vestía de
tal manera; no podían vestir así. Salvo para contadas ceremonias, los
conquistadores apenas recordaban a las tierras de donde salieron. Ni en el
atezado de sus rostros, ni en la reciedumbre de sus barbas y cabelleras, ni en la
grosura de sus miembros y vientres, ni en sus armas o ropajes, se parecían a los
peninsulares.
En efecto, basta meditar a medias en los hechos históricos conocidos para
comprender que los invasores hispanos se vieron constreñidos a adaptarse a las
escaseces, a los periodos largos de ausencia de comunicaciones, al clima, a los
productos naturales y al contacto de los indígenas, cuyo poder de resistencia y
absorción es notable.
E1 poncho, los colchonetes fibrosos de vegetales, las mazas de madera, las
lanzas de coligiie, los estribos de madera, los pellones de cueros de ovejas y
vacunos reemplazaron a las brillantes armaduras, las tizonas y arzones de
antaño. ¡Y que decir de la soldadesca hispana de Chile! Por algo nos llamaron
rotos; esta última palabra es españolísima; Cervantes la usó a menudo.
Poco a poco el español se hizo americano, amó al continente nuevo y criticó
de áspera manera las leyes no adecuadas y los nombramientos de personajes no
americanos ni familiarizados con la tierra descubierta. Así se gestó la
emancipación en carne española.
Respecto a 1os alimentos, la adaptación siguió un curso paralelo a1 de
costumbres y vestimentas. El maíz constituyó la base de los elementos nutritivos en
los neoamericanos. El maíz sagrado de los incas, cuyo cultivo, y es lo más
maravilloso en la cultura del mundo antiguo, reemplazó las ollas, paellas,
condumios o manjares de la Península.
En el admirable estudio del señor Arciniegas creo encontrar un pequeño
error: consiste en la creencia de que los europeos no usan en su cocina "el maíz".
En realidad no usan ni consumen en sus mesas "el maíz" europeo. Es preciso
anotar que el maíz americano es de otra condición superior. Si el maíz de
España constituye alimento de cerdos, de aves de corral u otra clase de seres
inferiores, ello proviene de su pésima calidad, su mal gusto y dureza. En
cambio, el maíz americano, en cualquiera de las formas en uso para el consumo,
es de los manjares más exquisitos al paladar humano.

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LAS MUJERES DE LOS CONQUISTADORES

Julio, 1949

Los indios acogieron a los españoles pacíficos o perseguidos como amigos.


La diferencia de la constitución moral y social de la América del Norte con la
nuestra consiste en que la del Norte fue colonizada, y la nuestra conquistada.
Los indios fraternizaron y colaboraron con los españoles amigos, pero no con
los verdugos ni con los saqueadores. Las pruebas abundan. El engaño y la
humillación que sufrirían más tarde los indios en manos de los conquistadores
se perciben en la primera carta de Colón a los reyes de España, cuando después
de alabar la dulzura de los indios cuenta cómo "por blancas nuevas daban todo
cuanto tenían". "Así todos, hombres como mujeres, después de haber el corazón
seguro de nos, venían que no quedaba grande ni pequeño, y todos traían algo
de comer y de beber, que daban con in amor maravilloso". Más tarde los
engaños, los robos, los raptos de indias y los trabajos forzados cambiaron el
amor en odio. En Madrid es corriente todavía la expresión "hacer el indio", esto
es, dejarse uno engañar con ingenuidad. Dicha expresión proviene de la
Conquista, así como "vale un Perú", "oro de Indias" y otras.
El español solo, antes de las depredaciones en masa, era no solamente un
huésped de honor en ranchos de indios, sino un modelo. No pocos españoles,
en mayor número andaluces, intermedios de blancos y negros, encontraron
acomodo entre los indios mediante el amor de las indias. A estos desertores por
docenas se deben en mayor parte de lo que creen los historiadores las
primeras victorias de los indios sobre las armas castellanas. Cuando llegó
Almagro a Chile ya habia en este país dos españoles, Calvo Barrientos, en el
valle de Aconcagua, y Antón Cerrada, en Conchalí. Calvo Barrientos era de
Sevilla, jugador, enamorado y tal vez ladrón. En el Cuzco habia sido condenado
a la pena de azotes y a perder las orejas. En la prisión de dicha ciudad se hizo
amigo y confidente del inca en desgracia, Atahualpa, cuyas órdenes eran
obedecidas en todo su imperio, en los tambos y templos. En Colina, donde
ahora están los baños, habia un templo quechua dedicado al Sol. Atahualpa dio
a Calvo Barrientos su insignia imperial, el alkamari, la borla y una malla de
metal que le dio fama de inmortal y que no se sacaría ni para dormir. Además
de eso Calvo Barrientos obtuvo para compañera una india de doce años, de la

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que se habia enamorado. Tanto Cerrada como Barrientos vivían rodeados
de hijas e hijos mestizos.
Cuando desembarcó Hernán Cortés en las costas de México, supo de seis
españoles que vivían en buena armonía con los indios de Yucatán. Uno de ellos,
Jerónimo Aguilar, se embarcó en una de las naves españolas para volver a ser
soldado del rey. Habia otro, un marinero de Palos de Moguer, casado con
hermosa india. Se negó a seguir a los de su tierra. Estaba contento con su mujer
y sus hijos. No olvidemos la extremada juventud de los conquistadores en la
primera etapa. Las indias quedaron seducidas por la presencia de los jóvenes
barbudos, de miradas centelleantes; su preferencia par ellos antes que por los
indios es un hecho histórico, prolongado en las criollas. Se trata de blanquear y
de entrar en el orden europeo. Del otro lado del problema, o encima, el español
manifestó mayor simpatía por las indias y por las mestizas que por las mujeres
europeas. Era más fácil gobernar y ser gobernados por indias. El caso es que
muchas veces repudiaron a las mujeres blancas por su costumbre de tratar con
indias. Cortés, como Valdivia, demostró afición indudable por las mestizas o
por las españolas mestizadas antes que por su esposa española.
Cortés no hubiera conquistado México tan fácilmente sin la inteligencia
silvestre, la agilidad y la magia o sexto sentido de los habitantes del Nuevo
Mundo, concentrados para él en la gracia femenina de Malinche, o Marina, su
querida. ¡Qué opaca, pobre y desesperante por su ausencia de inquietudes y de
horizontes debió parecerles a esos jóvenes españoles la vuelta a su
Extremadura, dominada ya por el caciquismo, los vedados y la rutina
implantados por la ociosa nobleza! Hernán Cortés tuvo seis hijos, entre
legítimos y naturales. Además de Marina, tuvo por querida a otra india
tabasqueña. En hombres así es casi absurda la esperanza de un acomodo con el
hogar a la castellana, normal y dirigido por el ama legitima. La llegada de doña
Catalina Suárez, la esposa legítima de Cortés, es un desastre impuesto por las
buenas costumbres. El choque final proviene de las pretensiones de doña
Catalina para usar de los criados indios sin intervenciones de terceros. Quiere
ser el ama a la manera burguesa. Doña Catalina llora con desesperación. ¿Para
qué vivirá una? ¡Quiera Dios llevarme de este mundo! La misma noche se
escuchan en el palacio de Cuernavaca gritos y golpes. Las criadas y esclavas
encuentran a doña Catalina muerta. Ha sido estrangulada por el conquistador.
Hagamos un esfuerzo mental para entender que esos hombres ya no podrían
ser lo que fueron a1 salir de España; vivían como sobrecogidos o deslumbrados
en los imperios que forjaban donde todo era suyo hasta donde podían abarcar
con los ojos para dondequiera los pusieran.
Las indias en ese mundo nuevo les resultaban más equilibradas con su
nuevo género de vida, con el clima y con la geografía. Sobre todo, más dóciles y
respetuosas. Todavía eran un poco divinos e inmortales en cierto sentido para
las naturales de América. No es raro que Valdivia se resistiera a traer a su
burguesa del sórdido y terroso pueblo donde él mismo hubiera vuelto a no ser
absolutamente nadie.
La historia de la atracción de las indias por los españoles y de estos por ellas
es larga. Pedro de Candia, especie de periodista en la expedición de Pizarro,
dice: "Muchos de sus hombres quieren desembarcar en Túmbez. Molina declara

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que él se quedaría para siempre casado con una docena de indias". Hay indias
jóvenes, inalterablemente amables, finas y sonrientes.
Viven sin leyes, como aletargadas. América es la sieste eternelle du genre
humain. Pájaros maravillosos cruzan por los aires, y hacia todas partes se abren
horizontes esperanzados; los ruidos de las aves, de los insectos, de los
animalillos y de los cazadores se conciertan en melodías encantadoras. En las
diversas regiones las indias sirven de intérpretes y de aliadas. Hernando de
Soto, en 1 539, al pasar por los terrenos pantanosos de Everglades, encontró a
un indio desnudo, tatuado, con plumas en la cabeza. Se llamaba Juan Ortiz y
era sevillano como Barrientos. Habia pertenecido a la tropa de Pánfilo de
Narváez en la Florida. Prisionero de los indios, debió la vida a las muchachas
indias. Según dijeron, era "demasiado joven y hermoso para perecer". Se casó
con la hija del cacique.
El viaje de Alonso de Monroy al Perú, excitante como película de cowboys,
nos brinda nuevos aspectos. Cerca de Copiapó la expedición de Monroy sufrió
el ataque de 1os indios; perecieron los españoles, menos Monroy y Miranda,
que fueron conducidos prisioneros delante del cacique. Vivía entre los indios
un desertor español llamado Francisco Gasco. Una india se interesó por los
prisioneros y les salvó la vida. Gasco tenía hijos mestizos de india (1541).
A Valdivia se le conocieron tres o más concubinas, entre otras Inés Suárez,
María Encío y Juana Jiménez. Los inventores de blasones procuran darles
origen nobiliario a las tres. Hay datos para creer que María Encío fuera mestiza
o mulata. Inés Suárez provenía de Tierra Firme y no hay datos precisos respecto
de su origen. Valdivia era enemigo de los nobles, jugador y mujeriego. En
Andacollo, 1554, el andaluz Andrés de Alcántara Cepeda tuvo hijos de la india
Taliguina.
Don Alonso de Ojeda, conquistador a las órdenes de Colón, tuvo por
concubina a una india llamada por él Isabel. Murió en Santo Domingo, dejando
algunos hijos de ella. Lo enterraron, y en su tumba la india amiga se recostó
para no levantarse; los frailes la encontraron abrazada a la piedra sepulcral:
muerta.
Pizarro tuvo en Angelina, hija de Atahualpa, un niño a quien se bautizó con
el nombre de Francisco. En doña Inés Huaylas o Yupanqui, hija de Manco
Capac, una niña. Nunca quiso casarse. Por real cédula los hijos de Pizarro
fueron declarados legítimos. Pizarro era plebeyo y ahora los genealogistas,
inventores de abolengos, le han pintado escudo de oro con piñas, lobos
empinantes y pizarras en trono (Ricardo Palma).
Según Encina, fue una india la mujer que salvó la vida de don Alonso de
Ercilla, cuando imploró la piedad de don García Hurtado de Mendoza. A dicha
india debemos el milagro llamado La Araucana. En el proceso que se instruyó a
don García en Lima, en 1561, hay dos cargos interesantes para esta relación:
Uno: habia escrito de su letra que valía más gobernarse por una india que por
una p... soberbia. E1 historiador don Miguel Luis Amunátegui agrega: ¿Lo diría
por Inés Suárez o por María Encío? El cargo 147 dice que don García se
gobernaba por una india.
En 1601 el mestizo de español y de india Lorenzo Baquero, natural de
Quito, y resentido por malas palabras y mal trato, se sublevó con setecientos
indios contra 1os españoles en Osorno y los derrotó. En 1620 el alférez Diego

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Ruiz de la Ribera, de 16 años, casó con la hija de un cacique por consejo de su
capitán.
En 1600 Quiñones calculaba en sesenta el número de soldados españoles
que se habían pasado a los indios. El clérigo Juan Barba se enamoró de una
india, desertó y se convirtió en director de indios (Encina). Jerónimo Bello y
Juan Sánchez, españoles, cayeron en 1600 con cuatro mil indios sobre Valdivia.
Estos españoles eran resentidos. La palabra resentido tendrá más tarde un
significado incalculable. Comenzaban las luchas de castas, las personas se
miraban de manera inquisitiva concediendo creciente importancia al aspecto
físico y al cutis. Las mestizas más blancas se creían superiores, más decentes, y
se daban importancia. Les agradaba rodearse de criadas y de esclavas. A los
hombres aficionados a las indias, a las mulatas y a las mestizas muy marcadas,
les llamaron chineros, nombre expresivo que hasta hoy se conserva y es un
antídoto defensivo de las mujeres de la clase alta. María Encío se hizo llamar la
atención de la Audiencia por andar trayendo amuletos que tenían la virtud de
devolverle el cariño del marido, abuelo de la Quintrala, y apartarle de las
indias. Don Gonzalo de los Ríos se adivina como precursor de los chineros en
Chile. Se decía que el hombre que probaba india no podía en lo sucesivo gustar
de blanca; quedaba como embrujado.

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VASCOS Y EJECUTORIAS DE NOBLEZA

Agosto, 1949

Es preciso encontrarnos algunas veces con personas inteligentes,


despojadas de complicaciones y de vanidades, para comprender ciertas cosas
como son. A estas personas les atribuyen los franceses una gracia divina
llamada esprit. He tenido la suerte de enriquecer mis datos referentes a las
familias próceres chilenas, gracias al conocimiento de dos personas de la ilustre
familia de Amunátegui, tan nombrada por el talento y la bondad de sus
varones, como por la belleza de sus mujeres, ninfas inolvidables en el paisaje
santiaguino. Claro que hay excepciones en todo. Me refiero en este caso a don
Domingo Amunátegui Solar, caballero que fue amable en su sabiduría y
generoso en la expansión franca de sus conocimientos. Don Domingo no hacia
méritos vizcaínos con ejecutorias dudosas de nobleza, derivados de su apellido
de carátula, sino que recordaba la parte africana de uno de sus antepasados por
el lado materno: don Domingo Valdés y González Soveral, nacido en Lima y
avecindado en Santiago, donde casó en 1730, con doña Francisca de Borja de la
Carrera y Ureta. Aparte de rodeos, el caballero limeño era un vivo símbolo de la
natural simbiosis Colonial de blancos y de negras. En suma: un arrogante
mulato.
A veces los apellidos que llevamos inducen a errores y falsas apreciaciones.
Un señor puede ser conocido del público el nombre ultrancieramente vasco de
Inchaurrandieta, proveniente del padre, sin tener casi nada del carácter ni del
tipo de los verdaderos vascos, por el hecho de que sacó 1os rasgos físicos y el
carácter de algún antepasado de la línea materna. Un Inchaurrandieta y
Zugaznabarreta puede ser en la realidad biológica menos vasco que un Smith
cuya madre descienda por línea paterna de un abuelo de Vizcaya.
Creo que el pleito social entre las personas con apellidos vizcaínos y las
personas con apellidos extremeños o castellanos es absurdo, por cuanto ni los
primeros parecen vizcaínos, ni los segundos parecen extremeños o castellanos.
Después de la tercera generación no conservamos de la Península ibérica otra
cosa que el idioma, la soberbia y el catolicismo, bastante diluido. El criollo no ha
podido ser católico fanático y blasfemador como el español. Conozco a una
dama chilena, no muy observante, pero bien educada, que pidió separación de
su esposo español por no poder tolerar las veces que su esposo lanzaba

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expresiones deshonestas referentes a Dios, al copón y a otros símbolos
litúrgicos. Es demasiado decir que las características raciales se pierden en la
tercera generación. A veces los rasgos europeos se pierden en el emigrante a los
pocos años de respirar el aire andino. Lope de Aguirre, el vasco de Oñate, se
sublevó contra Felipe II después de descubrir que ya no era de allá sino de aquí;
Aguirre era pequeño, flaco de carnes, bullicioso y charlatán. En 1567 proclamó
que "se desnaturalizaba de los reinos de España". No cabe una expresión más
directa y precisa para indicar el proceso de americanización, que a la vez
implica el fin del orden europeo, al que nunca más lograron habituarse los
conquistadores. Los vascos que exploraron y conquistaron las maravillas de la
América virgen superaron a los vascos de España, con o sin blasones. En cierto
periodo histórico, las condiciones de vida en Vizcaya fueron duras para los
segundones y para los desposeídos de señoríos; por lo mismo los jóvenes
emigraban a Madrid, a Sevilla y a las Indias; no sentían reparos para ofrecerse
en calidad de mozos o de pajes a los nobles castellanos y a los reyes; era un
pretexto para acercarse a los poderes y conseguir ulteriores situaciones. El
secretario de Isabel la Católica, Hernando del Pulgar, escribió al cardenal
Mendoza una carta con motivo de haber prohibido los guipuzcoanos que sus
familias entroncaran con judíos conversos. Dice así: "Sabido avrá S. S. del nuevo
istatuto fecho in Guipúzcoa en que ordenaron que no fuésemos allá a casar ni morar...
¿No es de reír que los más enbían acá sus hijos que nos sirven de mozos de espuela, y
que no queran ser suegros de sus servidores?"
Los pajes eran a veces mozos de espuelas; pertenecían a la servidumbre y
no podían usar espada mientras duraba dicho estado. Don Alonso de Ercilla no
usó espada mientras sirvió de paje, en medio de cientos más, seguramente sin
divisar al rey sino de bastante lejos, durante el viaje de éste a Londres. Ercilla se
formó aquí. Sin Chile no hubiera volado a la inmortalidad. Lo curioso es que de
vuelta, en España, se convirtió en prestamista de dinero sobre alhajas. Sin duda,
Chile recogió de él lo celestial, y le dio alas.
Los vascos se ennoblecieron en Chile; esto es exactamente lo contrario de lo
que buscan los genealogistas. Pretender que todos los vascos son nobles de
nacimiento es solamente un juego de palabras; he visto en Guipúzcoa mozos,
labriegos, gañanes, villanos, señoritas y ayudas de cámara como en todas
partes. El mismo apellido puede gastarlo un ignorante, un sabio, un tabernero y
un gran señor. Los primeros gemelos (colleras) de oro que tuve los empeñé en
Valparaíso en La Bola de Oro, donde me despachó el propio dueño, un señor
Ugarte, de muy buen aspecto. En nuestro país la familia Ugarte es de primera
fila en la aristocracia vasca. En agosto de 1944 fue asesinado por otro español el
dueño de la agencia EL Vapor, en Valparaíso, calle Cajilla; este agenciero se
llamaba Aguirre Bilbao, otros dos apellidos de los que en Chile han conseguido
ejecutoria de nobleza. Tengo para mí que en 1960 la imaginación fecunda de
nuestros genealogistas hará descender a la familia Yarur de Mahoma. En
attendant tenemos el Libro de Oro de la Colonia árabe.
La gente de Vizcaya es esbelta y bien formada. En España las mujeres más
elegantes son las bilbaínas; elegantes y sencillas. Durante el veraneo en San
Sebastián, las más ricas van al Paseo de la Concha con boinas y alpargatas. El
gran señor vizcaíno se parece a los lores británicos, como ocurre con algunos
Larraínes y algunos Echeverrías chilenos que han conservado los rasgos

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esenciales de los vascos. Las chilenas más bonitas de la clase alta son las de
origen afrovasco, esto es, las que proceden de cruzamientos entre descendientes
de vizcaínos y de mulatas, o de mescolanzas con las familias que ahora han
blanqueado bastante, pero en cuyos rasgos persisten las señales de los
antepasados africanos: Egaña, Valdivieso, Montt, Cuevas, Blanco, Zañartu,
Gandarillas, Valdés, Casanueva... Se trata, como vemos, de apellidos
brillantísimos, y al enunciarlos se derrumba la leyenda de la supremacía de los
blancos en América. Casi todos nuestros presidentes tuvieron la dosis africana
que equilibra y entona. Otras familias de origen vizcaíno entroncaron en el
bosque semítico: Matte, Jordán, Hertz, Salomón, Pinto.
La Bolsa, las antigüedades, los Bancos, la bibliofilia, son atracciones
semíticas; la música, la heráldica, los títulos pomposos y las tendencias
monarquistas, son afinidades africanas. Lo vasco es lo acérrimo: la soberbia, la
gravedad, la elegancia corporal, la virilidad y un tono general duro, con
tendencias a la burla demoledora.
Don Gabriel Amunátegui, hombre que hizo prodigios para destruir su
natural distinción y talento, sin conseguirlo, suele decir:
—Los Amunátegui llegaron después de la Conquista. Sintieron hambre
después que los otros.
Es difícil sintetizar con menos orgullo un record de familia. Hay chispas de
humorismo británico que le permiten reunir y distribuir las palabras con gracia
y elegancia. Tiene cuatro colores por lo Amunátegui, lo Swinburn, lo Jordán y
lo Valdés. En ciertos casos es difícil definir a las personas por los apellidos: nos
inclinamos a estudiarlas en sus tics, en sus expresiones, en las formas de sus
narices y de sus labios. Del reverso de tantas mezclas y condiciones suele salir
lo menos lógico: Gabriel Amunátegui piensa y vive como un francés.
Lo peor que se puede afirmar de los negros africanos en Chile es que el
clima los destruyó. Si dijeran pe vinieron pocos y que de pronto no vinieron
más, sería mejor. Atribuyo en parte la vitalidad de las familias de origen
vascongado a la saludable cantidad de tónico negro que han ingerido. La
fortaleza de la sangre negra preserva al europeo del clima andino, del proceso
de evolución enfermiza que a no pocos enloquece. El shock andino se
transforma en energía; la sangre europea recibe la combinación negra; aquí en
Venezuela una pequeña dosis de sangre negra ha silo benigna. Las personas
más eufóricas y activas de nuestra sociedad contuvieron esas chispitas de salud.
Los vascos dotados de sangre negra son los más vascos legitimistas, y un
fenómeno latente de esta naturaleza sólo podría entenderse si decimos que esa
sangre ha servido para dar relieve y vida a la parte europea del individuo que
el clima andino se esforzaba en destruir.
La prueba de que los vascos se ennoblecieron y prosperaron en Chile
consiste en que los apellidos de más fama en dicha lengua son los chilenos y si
hubieran permanecido en Vizcaya languidecerían en sus villorrios tan
anónimos u obscuros como cuando salieron de allá.
Lo qué nos falta ahora es ser sencillos. En vez de pelear unos y otros, los de
origen vasco, los de origen castellano, los indoandaluces y los afrovizcaínos
debieran darse las manos. Conversar hace blanquear la dentadura; pelear hace
cariar las muelas. Dijo Marcel Proust: "El rasgo más sobresaliente de la princesa
Matilde Bonaparte es en efecto la sencillez con que habla de todo lo atingente al

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nacimiento y a la clase social. ¡La Revolución Francesa! Le oí decir una vez: "¡Sin
ella, yo estaría vendiendo naranjas en las calles de Ajaccio!"
¡Cuántos de nosotros, vascos o castellanos, si no fuera por la conquista de
América, estaríamos vendiendo alpargatas en Guipúzcoa, o barquillos en
Sevilla!

42
LA BELLEZA DE LA QUINTRALA

Noviembre, 1949

Entre las diversas clases de bellezas, la primera, la más importante e


inmediata, a manera de cédula personal y a la vista, es la física. Personas hay
que guían sus apreciaciones respecto de los caracteres humanos por el aspecto
de las cabezas. El obispo de Santiago contemporáneo de la Quintrala, don
Gaspar de Villarroel, fue requerido por el historiador de la Orden de los
Agustinos en Lima, padre Bernardo de Torres, para que le diera datos de su
vida. El obispo Villarroel dijo así: "Nací en Quito en una casa pobre, sin tener mi
madre un pañal en que envolverme, porque se había ido a España mi padre. Dicen
que era yo entonces muy bonito, y, a título de esto, me criaron con poco
castigo".
El extracto que tomo de lo escrito por un religioso de tanta reflexión y
experiencia como Villarroel contiene pasta como para fabricar abundantes
caldos históricos. Primero lo de bonito y después la huida del padre para no
regresar nunca, ni dar noticias; a estos padres se los traga la tierra, y su
frecuencia es un importante factor social americano. Es el mismo de la vida de
Gabriela Mistral, para citar otra celebridad. Español el padre de Villarroel. Se
casaban por necesidad con indias; más tarde se arrepentían, o anulaban sus
matrimonios americanos (que ya se dieron casos en la Conquista), y se
marchaban a España como nuevos. El niño bonito es otro punto que nada tiene
que ver con éste. El niño bonito es la obra maestra de la madre; en América
mucho más si es rubio y de ojos claros. En el niño bonito todas las reacciones
serán diferentes o sui géneris. Hay personas "como los burritos", lindas en la
niñez y feas en la madurez. El caso es más corriente en nuestra América por
efecto del clima devorador del europeo. Las personas, en los dos sexos, cuando
pierden la belleza natal suelen manifestar su despecho en formas diversas,
siempre violentas, así sean internas y disimuladas, o exteriores y visibles. Las
mujeres ricas que fueron bonitas y aduladas, cuando dejan de ser bonitas se
resisten a creer que se trata de algo fatal, inevitable y personal; antes al
contrario pretenden que la sociedad entera es víctima de un desastre. Según
ellas, todo se ha vuelto feo: las costumbres, la sociedad, la educación y el
gobierno; recuerdan sin cesar sus tiempos dichosos, sus antiguas amistades y
las buenas maneras de los hombres de su juventud, comparándolas con la

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grosería del presente, y achacan la indiferencia o frigidez sexual de los hombres
modernos para con ellas a la decadencia general. Estas damas, agriadas y
agresivas, descargan de preferencia sus iras en las personas más jóvenes y de
aspecto feliz. Finalmente se recluyen en sus aposentos o se enclaustran. Es el
caso de la celebre condesa de Castiglione, bella intrigante politiquera y espía del
Segundo Imperio, que al final de su vida se cubrió el rostro con un velo espeso
de musulmana para que nadie pudiera verlo nunca más, y así paseaba como un
fantasma del Imperio por la calle que hoy lleva su nombre. Trescientos años
antes que la Castiglione, una chilena politiquera y severa como ella huía de
Santiago a sus cerros de La Ligua, cubierta con el antifaz de sus antojos para que
nadie la importunara, lejos de las miradas lancinantes y burlescas. El
descontento del físico personal es una enfermedad de los cerebrales, tanto en las
mujeres como en los hombres.
Pierre Loti cuenta que para la celebración del matrimonio de una de sus
hermanas le pusieron un traje de pajecillo, con cuello de encaje, y en el trayecto
escuchó que decían: il est gentil. "Nunca pude olvidar esta frase de elogio —dice
Loti—, por cuanto yo no soy mi tipo. No me gusto nada, y uno de mis mayores
deseos consistiría en cambiar de físico". Lo peor en estos artistas como Pierre
Loti consiste en que el aspecto corporal decae casi siempre en la proporción
contraria a1 encumbramiento espiritual. La lucha para equilibrar al cuerpo con
el espíritu es grotesca, y de ello emanan no pocas desgracias. Loti era pequeño,
de pie breve y de aspecto extraordinariamente vulgar. A veces una fealdad de
Cuasimodo, diabólica y capaz de asustar a los niños, vale más que una figura
vulgar e inofensiva. Todos hemos conocido hazañas de ciertos chiquitos feos de
irresistible gancho para las mujeres.
La literatura o vida interior de Loti es como un anhelo profundo de ser otro,
y no él mismo. Ante todo deseó volverse turco, algo así como sultán quimérico.
En su casa se hizo arreglar una mezquita para dormir y soñar en ella. Pero no
tuvo nunca la majestad de un turco. Entre mis libros hay uno de Francis
Jammes, que cuenta cómo vio a Loti. Veamos: "Tenía Loti mas o menos 45 años.
Es la única vez que le vi. Su imagen vive en mis recuerdos. Fue en vísperas de
una fiesta que daban en honor de Natalia de Servia y de su hijo Alejandro. Loti
dio orden de que le llevaran a su cuarto un vaso de leche pura y un huevo
crudo. En seguida subió para mudar de ropa; cuando bajó a las diez habia
reemplazado el traje gris por el uniforme de marino, tan constelado de cruces y
de medallas que sobrepasaba el ridículo. Parecía uno de esos guerreros
japoneses cantados por los parnasianos; un crustáceo incrustado con piedras
preciosas. Su nariz se proyectaba entre los pómulos pintados y en sus ojos
redondos un abismo se habría en quien sabe cuál negra noche.
Esos ojos reflejaban la compasión y el recelo, y hacían olvidar el maquillaje.
Con el cuello tieso caminaba lentamente, encima de sus tacones elevados,
mecánico y solemne. Al día siguiente, antes de retirarse, lamentó que en Francia
no pudiera vestir de beduino como tenía costumbre de hacerlo en el desierto de
Sahara". La verdad: esos hombres chiquitos producen pena solamente cuando
disfrazan su pequeñez. Otra parte de la genialidad de Napoleón consistió en
que nunca tuvo miedo de ser chico. El poeta Heine estuvo presente cuando las
tropas francesas ocuparon Dusseldorf, con Napoleón al frente montado en
Marengo. Llevaba un pito colgado del cuello. Le hubiera bastado silbar para que

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todos los príncipes de Prusia y los magnates gigantescos de Alemania le
hubieran entregada sus castillos.
Hemos sacado expresamente entre las figuras del Grevin de la memoria
este grupo, con la intención de poner en medio un retrato imaginario de la
Quintrala. Es imprudente dar crédito a las reconstituciones históricas, y lo más
valioso en dichos casos es el autor, a causa de su poder intuitivo, sus estudios
de la materia, la hondura de su reflexión y la experiencia. ¿Cómo era
físicamente la Quintrala? Mi parecer me dice que era fea, pequeña y finalmente
antipática, lo cual no implica que yo desprecie las tesis contrarias. El "retrato" de
la Quintrala publicado en El Mercurio de octubre de 1942 y que dicen fue
encontrado en la chacra de Tobalaba, además de haber sido ignorado por la
modelo, esto es, por la propia Quintrala, muy minuciosa en sus inventarios,
carece de veracidad en el indumento y en el peinado, y nada hay que abone la
seriedad histórica del hallazgo. Esta ausencia de datos directos nos constriñe al
descubrimiento de los caracteres físicos de nuestra Catalina mediante métodos
que nos recuerdan el del célebre astrónomo Le Verrier, en su acierto respecto de
la existencia y posición del planeta Neptuno. En pocas partes de la tierra las
personas se observan unas a otras tanto como en nuestra América. La
observación de unos a otros peca de objetiva.
Por lo mismo es extraño que nadie fijara en su retina la belleza de doña
Catalina de los Ríos (Quintrala). No hay mención de ella, y sorprende, por
cuanto las mujeres bonitas, lejos de caer en los osarios del olvido, dejan en las
generaciones contemporáneas un perfume agradable que se transmite a las
herederas, y es el agradecimiento de muchos ojos que se complacieron en su
contemplación. Antes que por otros detalles diferenciadores, la historia califica
a las mujeres por su aspecto físico. Sabemos así que eran bonitas Helena, Friné,
Aspasia, Cleopatra, Beatrice d’Este, La Fornarina, Ninon de Lenclos y madame
Récamier. El tiempo de nuestra infancia se prodigó en bellezas femeninas algo
más aparatosas que las de ahora; los cuerpos bien alimentados y con tendencias
a la inflación prestigiaban los vestidos que traían de Paris las hormigas de la
moda con nombres tan evocadores como Georgette; nosotros admirábamos las
bellezas de entonces, con fanatismo respetuoso, y corríamos para verlas pasar
con sus esponjadas y frufrutantes campanas de rasos y de encajes. Vestido que
no sonaba no valía. No pronunciamos sus nombres para no envejecerlas,
aunque los retenemos, y es raro, por lo mismo, que ningún historiador haya
dicho la palabra bella o siquiera bonita en tratándose de tan principal mujer
como la Quintrala. Las mujeres feas son más hacendosas que las bonitas, y eso
si distinguió a la Quintrala: el espíritu adquisitivo, administrador y severo. Las
mujeres feas cuidan su hacienda, que es su fuerza. Las bonitas agradecen que
uno alabe lo que menos tienen: orden y poder creador, el carácter de las bonitas
es apacible o contento: las feas suelen agriarse. De los Estados Unidos trajeron
la noticia de un sistema novísimo para regenerar a cierta clase de malvados
incorregibles y con defectos físicos humillantes. El sistema consiste en hacer con
ellos experimentos de cirugía facial para embellecerles. Parecido es el sistema
de "componer" las caras de las locas en los manicomios mediante cuidadosos
maquillajes, y en seguida ponerlas de manera sorpresiva frente a buenos
espejos. La inquietud vengativa y la estrictez casera de la Quintrala no son
propias de las bonitas; se torturaba demasiado, y por lo mismo ardía en

45
inquietudes matadoras. Es entretenida como un incendio. Sus llamaradas
alegraron la crueldad callada de la Conquista. En cierta ocasión afirmé lo
mismo que estoy diciendo: era fea. Las personas mal informadas, que siempre
están al acecho, replicaron: "Era preciosa: los hombres se morían por ella".
Quiero que un estudioso, con la historia en las manos, me pruebe una sola
ocasión en que a la Quintrala no le haya ocurrido todo lo contrario, esto es, ir
tras de los hombres que no la querían a ella, sino A otras. El drama finca en eso
precisamente: en la persecución por ella de hombres jóvenes y blancos,
gobernadores, hijos de gobernadores o capitanes. Era chilena de cuatro
generaciones, con un tronco maternal indio, y por eso buscó desesperadamente
la manera de perpetuar la parte blanca de su sangre. Finalmente fondeó en un
hombre viejo, apocado y con hijos naturales. Matrimonio de raison, de intereses.
Campofrío fue un justificativo de su nombre.
Pequeña y tal vez gruesa. ¿Por que razones? El apeadero en la puerta y el
piso de plata para encaramarse en el caballo. La sangre india trae piernas cortas
y rollizas. ¡Perdóname, oh Quintrala de los dibujantes y de los poetas, vestida
como en los cuentos de Calleja, con terciopelos, plumas y escarpines de seda, yo
te veo en cama, en el rancho abierto, con ventanas sin vidrios y puertas de
cueros velludos, con una caña larga en la mano para espantar las gallinas! No
eras bonita ni elegante, pero valiente, altiva, sufrida y dura como piedra
fundamental de nuestra sociedad. En ti se batieron todos los gérmenes mejores
de todas las mujeres chilenas; no fuiste caso aislado, sino parte inicial de la
serie, o producción a la douzaine del stock femenino nacional. Fuiste la mujer
superior entre hombres debilitados por las guerras y el mestizaje. No te
merecieron, y tan física era en fin de cuentas tu belleza como la otra.

46
ORIGEN DE LA PALABRA QUINTRALA

Junio, 1948

A veces estas crónicas son extractos, substancias, o Liebig, obtenidos


después de estrujar las materias. Para poder describir algo aproximado a
nuestra famosa Quintrala, el cronista debería leer lo menos diez libretos,
empezando por la historia de los agustinos en Chile. Es indispensable asimismo
leer algo de gramática y de costumbres mapuches o araucanas. Después
podremos ir acercándonos a la meta para dar un placé, sin salir por esa de
perdedores. Se ha dicho que la palabra Quintrala deriva de quintral, nombre de
un parásito vegetal, o muérdago, nocivo para la agricultura. Esto me parece
falso. Voy a decir mis razones.
La raíz quin, o quim, en araucano, es usada casi siempre para dar firmeza a
la expresión siguiente. De mis lecturas entiendo que quin significa que puede,
que sabe o que conoce. Así, por ejemplo, quintil es un fruto que sirve para teñir.
Quintil es fruto del algarrobo; se usa como medicina y se extrae de él una
substancia para hacer tinta. El quintral es una especie de muérdago de flores
rojas que se usan para teñir y para hacer "liga". Este muérdago, parásito de
ciertos árboles, pasó a convertirse en peligro para la agricultura algunos siglos
después de la existencia de la Quintrala, especialmente cuando llegaron los
primeros álamos. Si en tiempos de doña Catalina el quintral era usado en la
industria de tejidos, en la del tocador y en la cetrería, es absurdo pensar que le
dieran un nombre derivado de esa mata, con intenciones peyorativas u
ofensivas. Ni lo hubieran usado para con ella sus familiares, como ocurrió.
Tampoco se podría creer que derivara de un diminutivo de Catalina; a las
Catalinas les dicen Catas o Catitas. Pensar que el diminutivo pudiera derivar en
Catrala es poco aceptable. En casa de doña Catalina debieron conocer tanto el
castellano como las voces nativas americanas. Para entenderse con su
servidumbre, en el campo sobre todo, es seguro que usaban expresiones
vernáculas. El lenguaje mapuche o araucano es poco preciso. Se ha dicho que
una misma palabra es empleada de una manera en tal familia de araucanos y de
otra manera en la familia que vive poco más allá. Cuando no hay autoridades
encargadas de fijar valores precisos a las palabras, éstas se convierten en
sonidos caprichosos y variables conservando solamente intenciones primitivas
de onomatopeya. Así, por ejemplo, Llollehue se convirtió en Llolleo; Tralca se

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convirtió en Talca. De otra parte, diversos idiomas indígenas americanos
influyeron en nuestro territorio. Antes de la llegada de los conquistadores
españoles, Chile habia sido conquistado hasta el Maule por los emperadores
peruanos. Como vemos, ya estamos medio internados en el entretenido
laberinto. Los encomenderos hacían poco caso de pragmáticas y leyes de Indias,
las que eran percudidas en el trayecto y burladas en la arribada. Vivian como
reyezuelos y se amaizaban, o americanizaban.
En Cuba dicen aplatanarse por la persona foránea que se deja embrujar por
las costumbres de la vida. En Brasil, en Colombia y las regiones amazónicas
hablan del embrujo llamado amaniguamiento. Se trata de la querencia por la
manigua o selva, no obstante sus peligros y asechanzas. La familia Lisperguer
me hace el efecto de haber sido embrujada por la tierra, en La Ligua. Primero
embrujados; después brujos. Vivian, vestían y pensaban como caciques y
cacicas. Por lo mismo, Catalina 1Ievó con orgullo su nombre de la tierra.
Quintrala, Catrala o Catralca, según mis intuiciones, deducciones y lecturas,
significa una personalidad prodigiosa, agresiva y vigilante, que suele producir
estruendo, algo reunido entre vigía, mujer de fuego, persona que conduce
armas terribles y que puede producir mortíferos fogonazos. Kin, quim o quin,
da fuerza a la palabra Tralca, o trala, Kim, que conoce, que domina o maneja.
Kinmapu quiere decir tierra que resuena. Así como en los idiomas antiguos la
idea de fuerza y de violencia condensaba en bla, bal o bel, así en lenguaje de
indios chilenos la fuerza, la violencia, el trueno y el estallido de las armas de
fuego condensaba en la voz Ka, y más acentuada en tralka, o tralca. Talcahuano
proviene de Tralkaweño, trueno de Dios. Tralka significa asimismo arma de
fuego. Es como el burdulka de los vascos.
Según Zozaya, la expresión bal, bel, bala y palo tiene el mismo origen
bélico. En el lenguaje araucano, el estruendo, requiere el aumentativo ca o ka.
Al cazador de pájaros le llaman tralcatufe. De todo lo cual se infiere lo antes
expresado: Quintrala, Catrala y Kimtralka, como quieran escribirlo, se traduce
en mujer cazadora, mujer armada, o mujer temible, capaz de producir
descargas. En suma, la mujer de fuego, la justiciera, la vigía, la que no se deja
calumniar ni robar impunemente. Algo muy curioso en la Quintrala parece
haber sido su espíritu evasivo de las reglas y las normas sociales santiaguinas.
No le agradaba meterse por los caminos trillados.

48
EL COIPO

Abril, 1956

El coipo ha sido tema de nuestras charlas de sobremesa. Uno de los


contertulios nos tiene amenazados con traernos un coipo doradito, con su
marco de papas cocidas, ajos, cebollitas y arroz. El coipo, según él, es mejor que
el chanchito de leche, o cochinillo, que dicen en Madrid.
En la última reunión dijo el mismo coipófago que la hembra del coipo tiene
las ubres en el espinazo. Unos le creyeron y otros no.
Hasta ahora no se me habia ocurrido preguntar al único que conoce a fondo
de estas cosas: el archivo.
Aquí estoy frente a él. Veamos: coipo, coipu. Cómo debe decirse: ¿coipu o
coipo?
En el Larousse dice: "Coipo o coipu, de Chile. Roedor grande llamado en
otros países perro de agua y quiyá".
Muy deficiente.
En el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de 1912 no hay
noticias del coipo.
En el diccionario de la Enciclopedia Sopena dice: "Coipo. Del araucano
coipu. Nombre que se da en Chile a un mamífero anfibio, parecido al castor. Es
el myopotamus coipu de los naturalistas".
En el Diccionario Araucano-Español del misionero apostólico capuchino en
Chile padre Félix José de Augusta, sale coipo con K. El padre germanizó un
poco el idioma que en realidad no es araucano, sino mapuche. Según Encina y
Latcham, Arauco fue una invención de Ercilla. Dice el misionero don Félix José
de Augusta: "Koipu, mamífero roedor que tiene sus ubres laterales. Myopotamus
coypus".
En la obra Animales Salvajes de Chile en su Clasificación Moderna, encontré la
noticia más inteligente y más completa del coipo; autor, P. Rafael Housse.
Dice así: "Coipo o miopotamo. De la familia de los octodóntidos, pertenece
a la tribu de los promyinas, precedente a las ratas. El nombre genérico rata-
castor, que le dio Molina, es menos apropiado que la denominación
myopotamus, equivalente a rata de rio, pues tiene cola de rata y no de castor".
Copio solamente fragmentos del libro de Housse.

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Respecto de las ubres dice: "Dorsales son las tetas de la hembra, cuatro o
cinco por cada lado del espinazo e impares con frecuencia. Otra rareza
anatómica es la de tener el intestino grueso tres veces mayor que el delgado".
Las pieles y los sombreros finos de "castor del Canadá" que nos venden las
tiendas del "centro" son, en realidad, de coipo. El vello del coipo se llama "fino
fieltro importado" en las sombrererías. La cacería inmisericorde aniquila
rápidamente al coipo.
"La carne es comestible. Menos sabrosa que la de conejos y liebres. Seca y
fibrosa, guarda un olorcillo a cieno".
La dama coipa es tan amante del marido que daría lecciones a las humanas.
Se vio en la ciénaga de Purén una coipa dejándose morir de dolor en el mismo
sitio en que el cazador le habia matado al esposo.
La vieja polémica del Nuevo Mundo es el título de una obra, cuyo autor,
Antonello Gerbi, reunió resúmenes de las teorías denigrantes para América.
Según esta teoría, planteada en primer lugar por Hegel, en Alemania, y por
Buffon, en Francia, América es un continente inmaturo, impotente y
genéricamente inferior al Viejo Mundo. Según dicha Leyenda Negra, las
especies animales de América meridional son pequeñas, degeneradas y
cobardes. Solamente Chile escapó, en parte, a la teoría demoledora de la
degeneración de los europeos y de todos los productos del Viejo Mundo en el
suelo inmaturo, "sin orden ni simetría", de América.
El padre Molina, o abate que decimos, defendió la fauna chilena, a veces
con errores o mitos excusables en su fervor patriótico y en su destierro de Chile
en plena juventud. Salió con veintisiete años y vivió ochenta y nueve (1740-
1823). A los sabios que pregonaban la pequeñez y la mutilación natural de los
animales americanos opuso Molina la existencia de una enorme bestia como el
hipopótamo en los ríos y en los lagos de Arauco. Un hipopótamo con pies
palmiformes "como las focas", y con una piel cubierta por un pelaje muy suave
y muy blanco.
Posiblemente se trata de un mito ponderativo basado en el coipo. Un
monstruo mixto de coipo, de piguchén, de pincoya y de trauco. La palabra
coipu deriva del mapuche co, agua, e ipún, barrer, imagen que representa la
natación del animal (Housse). Las palabras indias coipa, coipulabquén, coipin,
coipomó y coipué están relacionadas con coipu o copo.
En el Libro de las viejas polémicas, con más de trescientas páginas, aparecen
citas de los sabios chilenos que acudieron en defensa de los americanos, entre
otros, don Miguel Luis Amunátegui y don Manuel de Salas. La tesis de la
debilidad fue rechazada. Contra las versiones hegelianas y buffonianas de la
naturaleza de América, sostuvieron la de la esplendidez de Chile, país el más
adecuado para la humana felicidad, capaz de todas las aclimataciones de
animales de Europa, donde no se conocen fieras, insectos ni animales
venenosos.

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EL MITO DE MANUEL RODRIGUES Y LA
BATALLA DE MAIPO

Abril, 1955

La historia ha de atreverse a decirlo todo, según Tácito. Maurois recomendó


prescindir de simpatías y de antipatías personales. Se poco más o menos lo que
dirán en este aniversario del día cinco de abril glorioso y a la vez plagado de
obscuridades. Se de memoria lo que dijo San Martin cuando comenzaba la
batalla: "El sol por testigo y la tontería de Osorio". Se lo que dijo al final, ante los
cadáveres de sus pobres negros y de sus simpáticos rotos. La batalla nos ofusca.
Pensamos en penachos, en alegorías, en enormes pinturas murales para
escolares y en versos marciales. Los estrategas hicieron especulaciones
guerreras a posteriori. Notaron los errores de San Martin, de Primo de Rivera y
de Ordóñez. Descubrieron que San Martin no debió ir por ahí, sino por acá. Me
parece que ya es tiempo de ir descubriendo algo de lo que ocurrió antes, pero
un mundo antes de la definición sangrienta en el campo de batalla, que según
unos se llama Maipo y según otros Maipú. A ver, una pregunta: ¿Por qué
razones llegaron jefes argentinos a darnos la libertad y no fuimos nosotros a
dársela a ellos? No serían tan lerdos San Martin, ni Las Heras, ni sus
granaderos, ni sus negros mendocinos, cuando ayudaron a nuestros bravos
rotitos, a O’Higgins, a Freire y a Bueras, para salvar a nuestra patria. ¿Que
había ocurrido en Chile en 1818? ¿Como se comportaban los hombres chilenos
de los primeros rangos durante los años anteriores a dicha batalla? La respuesta
en síntesis se resume: intriga.
Esto es, impedimento sistemático por parte de vanidosos que condensaban
su vitalidad en el aforismo: "¡Quilate tú para ponerme yo!” En el magistral
estudio sobre O’Higgins, de Encina, tomo séptimo, encontré esta pepa de oro,
página 299: "Si don José Miguel Carrera hubiera tenido algunas aptitudes de
gobernante, de organizador y de general, O’Higgins, ahogando sus antipatías
de temperamento y su repugnancia moral, se habría convertido espontáneamente
en instrumento suyo, como lo hizo con San Martin y con el mismo Carrera
cuando participó de la creencia en su imaginario genio militar.
He leído todo cuanto alcanzaron mis ojos respecto de Cancha Rayada y de
Maipo. Barros Arana, Zapiola, Vicente Pérez Rosales, Abel Rosales, Mitre, y

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entre los más modernos Encina, Blanchard Chessi, Díaz Meza y abundante
crónica con la última de Manuel Gandarillas, ilustrada y con citas de Antonio
Bizama Cuevas. El gran poeta y colega Gandarillas ha recordado el uso del
aguardiente en la batalla de Maipo. El documento del aguardiente apareció
antes en un Zig-Zag de 1906 ó 1907. El uso del alcohol u otros excitantes en las
batallas ha sido universal. En Venezuela el guarapo ayudó a la independencia.
En WaterIoo, al final, Blücher hedía como un odre de alcohol. El general francés
Marchand, héroe de Fachoda, al escultor que le hacia el busto, dijo: "A quien
debieran levantar un monumento es al general Pinard. En argot pinard es vino.
El ataque nocturno de Cancha Rayada, que dispersó las tropas de San
Martin y dejó herido a O’Higgins, se debió en parte a la fiesta que celebraban, o
santo de San Martin.
El San José estuvo a punto de terminar con el ejercito patriota si no hubiera
sido por el general Las Heras. El argentino prefiere el mate al aguardiente. El
militar Cruz se asombró al ver dispersos y derrotados esa noche a los mismos
soldados vencedores en Chacabuco y denodados asaltantes en Talcahuano.
¿Hay un misterio de psicología en el asunto? Según Mitre, los negros de Cuyo
fueron los mejores soldados en Cancha Rayada.
Después del desastre nocturno, la situación en Santiago era aterradora.
Creyeron que se repetiría el caso de Rancagua. Las Heras salvó la situación.
Dejemos al lado lo simbólico y monumental para imaginar como llegaría a
Santiago el general Las Heras, bragado y de mirada terrible. Chamuscado y
patilludo, insomne, casi en cueros. Sable en mano daba órdenes como truenos y
amenazaba de muerte a los desertores. La deserción era otro enemigo, tan
terrible como los Burgos y Talaveras. Las Heras estaba cocinándose un charqui
frito, cerca del mate, en el momento de la sorpresa. ¡Ahijuna! Con feroz energía,
el hombre de las cejas como cerdas montó y se hizo obedecer en las sombras de
la noche triste chilena. No aflojó. Libró a tres mil quinientos hombres, base de la
libertad. De un galope llego a Santiago y acampó en La Pampa, lo que ahora es
el Matadero. En llegando quedó esperando órdenes. Llegó San Martin y le dio
diez pesos para que comprara un uniforme. La ciudad de Santiago habia
pasado una noche de pesadilla. Saqueos, tiros perdidos, gritos de auxilio,
estertores de agonizantes. ¡Misericordia! ¡Misericordia! Zapiola contó que los
batallones de milicianos, formados de prisa, no sirvieron. Unos huían de noche
a remoler. Otros huían a engrosar el ejército... de Osorio. La población, en un
noventa por ciento, no sentía la guerra. El pánico de Santiago ha quedado
descrito por testigos como Pérez Rosales y Zapiola. No hubo mulas ni caballos
suficientes para los que huían a Mendoza. Los partidarios del rey se quitaban
las caretas y los ladrones se dedicaban de preferencia a asaltar las casas de los
patriotas. Los monarquistas esperaban los resultados como en la copla de La
Mascotta: "En la batalla estar detrás mientras pelean los demás, y en la victoria
estar al frente... ¡Es conveniente!" Hubo indiferentes de gran calidad, como don
Diego Portales. Zapiola le llamó "Machiavello de chingana".
Zapiola era por su origen un poco resentido. Nos dio detalles que otros
escritores de su tiempo escondieron con el pretexto del patriotismo. Zapiola era
hijo natural de don Bonifacio Zapiola Lezica, argentino, y de una criada, o
"allegada", de la casa de doña Pastoriza Zapata, llamada Carmen Cortés. Don
Bonifacio Zapiola se fue a su tierra, dejándole abandonado de cortos años. Don

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Bonifacio Zapiola era hermano del general. El libro de Zapiola Recuerdos de
treinta años es el documento más franco y libre de su tiempo.
Pérez Rosales dice: Espantaba ver el gentío, de a pie y a caballo, que se lo
llevaba todo por delante, en el camino de los Andes. La familia de Pérez Rosales
pagó catorce mil pesos por unas mulas. Su madre estuvo a punto de morir
despedazada en la cordillera.
Manuel Rodríguez, un mito nacional, según Encina y según toda persona
franca que conozca la historia, deseaba la derrota del ejército de San Martin y de
O’Higgins para quedar, con Carrera, dueño de una pequeña tropa, sin valor
militar, pero que se imponía a la primitiva imaginación popular. Los soldados
de Rodríguez usaban una divisa espantable, compuesta de una calavera de
trapo blanco en fondo negro, como la que usan nuestros niños piratas de
primavera. Eran como coro de zarzuela con uniformes de Húsares de la Muerte.
Un cuco. En todo, quinientos de caballería. Estos salvadores de la patria tenían
más ganas de molestar a O’Higgins que de combatir a los españoles. Los
oficiales eran en su totalidad carrerinos.
Conozcámonos. En estas condiciones, con O’Higgins herido gravemente y
Rodríguez en sus espaldas, preparaba San Martin la batalla decisiva. La noche
anterior, dice Encina, "llegaba hasta los escasos transeúntes el murmullo de las
plegarias que desde los hogares subían al cielo, rogando por el hermano, el
marido, el padre o el novio que estaban en el campo de batalla".
Amaneció el día milagroso: 5 de abril de 1818. Copia feliz del Edén. Cielo
limpio, cantos de diucas, olor a frutas y flores.
San Martin tenía dos amigos seguros en Chile, a los que nunca olvidó: el
huaso Estay y O’Higgins. Era O’Higgins el más capaz de reconocer jerarquías,
de obedecer y de organizar, virtudes que a veces parecen ser ajenas a nuestra
raza. Esta capacidad de obediencia y de organización fue obstaculizada por
personas que tuvieron un concepto silvestre personal del patriotismo: los
carrerinos. Manuel Rodríguez era el cónsul general o representante del
carrerismo en Chile, el año 1818, en ausencia de los ídolos. San Martin era para
los carrerinos un patán cuyano, y O’Higgins un guacho bruto.
Veamos la conducta de Rodríguez. Dice Zapiola: "El regimiento de
Rodríguez no concurrió a la batalla. Esperaba la llegada de Juan José y Luis
Carrera, cuya libertad creía inminente. En todo caso, contaba con don José
Miguel. El regimiento de húsares sería la base de una revolución contra aquel
orden de cosas".
De Encina: "A Manuel Rodríguez lo único que le interesaba era que el
nuevo desastre de San Martin, que creía indudable, lo encontrara en el poder".
"Era incapaz de organizar nada. Armó al pueblo para dejar vacíos los
almacenes, de manera que San Martin no pudiera rearmar a sus soldados".
"Después de eliminar a San Martin y O’Higgins, barrerían de Chile a los
españoles, si antes no huían aterrados con las proclamas que don José Miguel
sabia lanzar". "La intensidad del odio anulaba todo ideal". "Ellos se retirarían a
Coquimbo con caudales y con todo lo que pudieran acarrear". "El Ministro del
Interior Miguel Zañartu comprendió, después de Cancha Rayada, que el peligro
no estaba en el desastre mismo, sino en Manuel Rodríguez". "Los realistas y los
carrerinos contaban con la derrota de San Martin".
La victoria llegó, gracias a San Martin, a Las Heras y a O’Higgins, en gran
parte. O’Higgins levantó a un muerto. El resto lo hicieron el roto chileno y los

53
argentinos. Al finalizar el año 1817, el ejército constaba de dos mil setecientos
argentinos y seis mil quinientos catorce chilenos. La formación de este ejército,
dice Encina, da a San Martin títulos para ser considerado el primer general y el
máximo libertador de América. Sin sombra para Bolívar, el genio.
Datos son éstos más útiles, en 5 de abril, que los discursos, los cañonazos y
las charangas. Es una manera de espejo de ayer para mirarnos la cara de hoy. Si
ha crecido Manuel Rodríguez en el corazón popular es a causa de un apego
entrañable a la oposición y a lo que llamamos bochinche. Ya dijo Miranda:
Bochinche, bochinche, no saben más que bochinche. Ultimas palabras antes de la
prisión. Bochinchero típico, enemigo del orden jerárquico, fue Urriola, y hay
calle Urriola en todo pueblo chileno. Mi padre decía que entre la maldad y la
virtud no hay términos medios. "Son como el permanganato y el chocolate".
Las mentiras, o mitos, traen familia y aumentan sin cesar. Nuestro buen
pueblo ha engordado la gloria de Manuel Rodríguez. En ello influye la
emotividad de la muerte. Muerte violenta. Asesinato y animita. El eterno
revolucionario es endiosado. Se dijo que San Martin habia huido a Buenos
Aires, que O’Higgins estaba en cama y que Rodríguez a la cabeza del pueblo,
habia derrotado a Osorio en Maipo. Lo creyeron así durante algunos años.
"Corrió en textos de enseñanza".
De mi parte digo: soy apolítico. Nunca voté desde 1920. No odio bastante a
una persona como para desearle que vaya a La Moneda a servir de pararrayos
de pasiones como la vanidad, la envidia y la codicia. Es imposible contentar a
mi tierra desde el Poder.
San Martin escribió a un amigo de Buenos Aires lo siguiente, desde
Santiago: "Me hago violencia en habitar este país: en medio de su belleza, todo
me repugna en él; los hombres, en especial, son de un carácter que no confronta
con mis principios, y me producen un disgusto continuado que corroe mi triste
existencia". "Dos meses de tranquilidad en el virtuoso pueblo de Mendoza me
volverían la vida".
San Martin quiso ser amigo de Manuel Rodríguez. Este lo sabía y recurría a
él en los momentos difíciles. Los enemigos de San Martin inventaron la fábula
de su intervención en el asesinato de Til-Til. Navarro, el matador, urgido para
que declarara contra O’Higgins, confesó que habia recibido la orden del coronel
Alvarado y de Monteagudo. San Martin se esforzó sin cesar para atraer a
Manuel Rodríguez. Tenía simpatías por el eterno guerrillero.

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MITOS DE SAN BRUNO, DE MARCO DEL PONT
Y DE LOS TALAVERA

Octubre, 1952

Cuando se refiere a1 presidente Carrasco, dice Zapiola: "Este personaje ha


sido desfigurado por contradicciones infieles o por motivos pueriles". Carrasco,
y esto era común en los hombres blancos, prefería los amores de una negra de
su servicio antes que las blancas. Esto no es un pecado. Ahora, pienso en
cuantos personajes de nuestra historia habrán sido desfigurados. Así, por
ejemplo, San Bruno. Me lo figuraba por el estilo de los ogros de los cuentos,
barbudo, musculoso, de mirar feroz, con cejas pobladas. Nada de eso. San
Bruno era un joven alegre y simpático, como de cuarenta años, de estatura
mediana y de nariz aguileña, de ojos hermosos y agradables. Su bigote era
rubio. Su celo en el desempeño de sus funciones, en una ciudad en que se
cometían dos asesinatos todos los días, por lo menos, le valió la fama de bruto,
que más tarde heredarían Bilbao, don Rafael, intendente, y Portales, ministro.
San Bruno tenía suerte con las mujeres, como casi todos los españoles, inclusive
los Talaveras, y otros realistas. La familia Arlegui, que vivía en la Plaza, recibía
con júbilo las visitas de San Bruno. Además de lo dicho, era San Bruno valiente
y temerario. Se metía en las chinganas y arreaba a los infractores como un
pastor su rebaño (Zapiola). San Bruno vivía en los altos de los Tribunales. Estos
españoles, o godos, casi siempre tocaban la guitarra y entonaban cantares
amartelados.
A Marcó del Pont, que era un hombre fino, de los mejor educados y de
excelente tronco, algo raro entonces, le dieron fama de afeminado, simplemente
por su limpieza, su elegancia, y el pecado de haber traído ciertos adelantos a
una ciudad cuyo estado entonces era indescriptible a causa de su atraso y
suciedad. En Santiago no habia vidrios, ni letrinas, ni mas alumbrado que el de
las velas de sebo, sostenidas en pelotas de barro que sacaban a mano de las
acequias. El entretenimiento de los niños era la pedrea. Lo que ahora llamamos
guare, de W. C., era el zambullo, un canco hediondo que sacaban de las casas y
cantinas una vez al mes. En otras partes ponían el excusado encima de la
acequia en el tercer patio. En la Plaza ocupaban todo un costado los vendedores
de ojotas. Las ojotas viejas quedaban en el suelo y servían los domingos para la
llamada guerra de ojotas. Con este calzado combatieron los ejércitos patriotas.

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A esta ciudad trajo el señor Marcó del Pont alguna escupidera, peines, cepillos,
jabones finos, y algún carruaje con vidrios, todo lo cual pareció insólito. Le
compararon con la Pompadour y le dieron fama de afeminado. Poco cuesta
desfigurar a las personas. A José Bonaparte, el más inteligente de los hermanos
de Napoleón, le pusieron en Madrid, cuando era rey, el sobrenombre de Tuerto
Pepe Botellas. Dice Larra: "Tenía dos hermosos ojos y no bebía". Así hacen las
reputaciones. Santiago en habladurías y sobrenombres sube tan alto como Lima
y cualquier otra ciudad chismosa de América. La historia sufre de un cáncer
que se llama hipocresía. Algunos historiadores mienten para forjar patriotismo;
otros para halagar la vanidad de ciertas clases sociales o partidos políticos.
Bolívar confesó a De Lacroix que inventó el acto heroico de Ricaurte "para
entusiasmar a los soldados". Con Marcó del Pont ha ocurrido en Chile lo
contrario: de un verdadero héroe como fue el teniente coronel del Batallón
Ligero de Voluntarios de Tarragona don Francisco Casimiro Marcó del Pont,
hicimos aquí un invunche histórico. Al que se cubrió de gloria en el sitio de
Zaragoza le cubrimos de lodo en Santiago. La acción de Marcó del Pont en
Zaragoza le valió ser ascendido a coronel en el campo de batalla. Consistió esta
acción en haber roto el cerco francés y penetrado en la ciudad con cincuenta de
los cien soldados que llevara, la mayor parte heridos, como el mismo. Más
tarde, en el segundo sitio, año 1809, combatió al frente de los granaderos con tal
denuedo que la Junta Central decretó su ascenso a mariscal y más tarde le
encomendó la Comandancia General de Armas de Aragón, que desempeñó de
1810 a 1811. (Datos de Antonio de Lezama). Este heroico y noble militar cayó
prisionero de San Martin en 1817. Finalmente fue llevado a Luján, donde le
confinaron en malas condiciones y donde murió de pena.
Vamos ahora al regimiento de los Talaveras. Este regimiento, de más de
quinientos hombres, llegó a Chile el año 1814. Oigamos a Zapiola: "Se ha
hablado del odio que el pueblo de Santiago tuvo a los Talaveras. Quizá se
confunde el odio con el miedo. Según el señor Amunátegui, cuando después de
Rancagua entró en Santiago el ejército español, o realista, no habia en las
puertas de calles menos de seis mil banderas españolas. Al pasaje de cada
batallón desparramaban de los balcones flores de grandes azafates y algunos
personajes arrojaban puñados de dinero, que los soldados en marcha no se
detenían para recoger". A la entrada de los vencedores de Chacabuco, que fue
por la Cañadilla y calle Puente, no recordamos haber visto banderas, ni sombra
de flores y menos dinero (Zapiola). El regimiento Talaveras era el más elegante
y más disciplinado que viera Santiago. Estaba compuesto de soldados
escogidos, y no de presidiarios o libertos. Trajo una banda de clarines y de
pitos. Los clarines no habían llegado antes a Chile. "El batallón de Talaveras no
tenía música, pero si una banda de tambores y pífanos que alternaba con otra
de cornetas perfectamente tocadas". El que dice esto era entendido: el músico y
escritor Zapiola. Los Talaveras trajeron, además, la cachucha. Fue el baile de
moda. Imaginemos lo que seria la irrupción de quinientos o más jóvenes
españoles en una ciudad como el Santiago de entonces. Aquí se repite siempre
el tema de la antigua zarzuela Los Molinos de Viento. Chiquillas o mujeres de
gran belleza y de temperamento expansivo se marchitan entre hombres no muy
hermosos y bastante apáticos. Parece que la mujer esperara que vinieran a
fecundarla desde el aire en una especie de vuelo nupcial. A ella no le importa
mucho la nacionalidad del conquistador. En Buenas Aires las niñas de las

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mejores familias salieron del brazo con los ingleses de la invasión. El peso
acentuó su valor. En Santiago centenares de niñas se entusiasmaron con los
Talaveras, como algunos años mas tarde con los marinos españoles prisioneros
o desertores de la María Isabel y de la Covadonga. El abuelo del poeta Préndez
Saldías fue un marino del Santa Isabel qua se escapó a nado y llegó a la playa
im puris esto es, pilucho, o en pelotas.
Sigo con Zapiola, cuya obra, no sé por qué causas, carece de la importancia
que debieran darle. Los Talaveras alojaron en la Plaza, en el palacio de los
presidentes, el Correo de hoy. Tocaba su banda en un tabladillo que se
construyó en la misma Plaza, frente a la cárcel, la Intendencia de hoy. "Este
batallón se hacia admirar por el lujo de su uniforme, muy variado, por la gracia,
la soltura y uniformidad de su marcha, y por la cadencia de los fusiles". Tenían
el privilegio de salir a la calle con la bayoneta al costado. "A esto hay que
agregar una circunstancia que vale mucho: la buena figura, nada común, por no
decir rara". "Esta superioridad la reconocía el público que daba hasta los
soldados rasos el tratamiento de don". Da un poco de vergüenza escribir estas
cosas. Tal vez por eso no goza Zapiola de la popularidad de un Pérez Rosales.
El caso es que los oficiales y los individuos de tropa gozaron de hospitalidad
Eran admitidos en casas aristocráticas, y mas de un sargento ingreso en ellas El
sargento Antonio García Aro casó con doña Tadea Reyes Saravia. Otros
permanecieron casados en Chile. En la batalla de Chacabuco el ejército español
tuvo pan caliente, de primera El ejercito patriota, ni frío ni caliente. Al día
siguiente de Chacabuco vio Zapiola, en la calle Santo Domingo, a un soldado
del Talaveras vestido de limpio, con el fusil al hombro. La gente le veía pasar.
Algunos gritaron ¡Que le quiten el fusil! Nadie se le acercó. El fundador de la
Bolsa de Valparaíso fue un señor Arcos, ex soldado español de Chacabuco ¿Qué
tal?

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EL SOLDADO BAJO EL CABALLO DE O’HIGGINS

Octubre, 1952

EN agosto 6 de 1945 recibí una carta de don Rafael de Larrea C., carnet
08139. Esta carta contenía una idea personal respecto de la batalla de Rancagua,
la que no publiqué ni comenté entonces por no estar enterado del asunto.
Después de haber estudiado el caso en Pérez Rosales y en Encina, creo que el
señor Larrea, profundo conocedor de nuestra historia, tiene razón, por lo menos
en parte. Lo que no me parece muy claro en dicha carta es la identificación del
soldado que se supone muerto bajo el caballo de O’Higgins.
Los hechos de 1814 se han alejado y se dibujaron en las imaginaciones
populares con tales caracteres de maravilla, que el solo intento de glosarlos con
imaginación cansada o escéptica me parece escandaloso. Sin embargo, el
público moderno se habituó al detalle exacto y cínico, de tal manera que o dice
la verdad uno o la dirá otro, y así me digo: será mejor empezar. Voy a publicar
la carta, que tuve guardada, y antes le haré un preludio:
Pensemos cómo sería Santiago en octubre de 1814. Los militares luchan por
el Poder. Muy importante; es la época de Napoleón, del Rojo y negro, de
Stendhal; de César o Nada. Dos bandos políticos o dos clanes sociales se
disputan el mando. Don José Miguel Carrera, Adonis y militar, descendiente de
familia opulenta, en cuyas haciendas no se respetaron autoridades reales,
quiere para si esa torta. Su lema parece ser: o yo o nadie. Su odio a O’Higgins
está impregnado en el desprecio del legitimo señorito por el hijo natural de un
expatriado. Cuando se trata del hijo del irlandés ve rojo. Es su atajacaminos.
Carrera se habia adueñado del poder mediante un cuartelazo cuando llegó el
general Osorio con sus soldados peninsulares para recobrar el país para la
corona de Castilla. Llegaba este general a Talcahuano con un regimiento
español disciplinado, que miraba en menos al aporte considerable de chilenos y
unos pocos peruanos que lo completaban. Osorio intimó rendición a los
chilenos independientes, que él llamaba "insurgentes". En caso contrario, no
dejaría piedra sobre piedra. Con dicho enemigo a la vista los generales chilenos,
incapaces no solamente de organizar sino de mandar con la suficiente
autoridad, tardaron en llegar a un acuerdo. Los soldados patriotas,
desorientados, improvisados, carecían de disciplina. Esta es otra palabra que es
preciso agrandar y subrayar: Disciplina. El general Carrera, victorioso en el
último cuartelazo, pretendió atajar el avance de Osorio mediante un oficio que

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dirigió a1 general español en el que protestó de su adhesión a Fernando VII, el
rey. Al mismo tiempo, le amenazó con destruir sus fuerzas, si después de
recibir dicho oficio no se reembarcaba. Osorio no respondió y continuó su
avance sobre la capital. Así llegó la batalla de Rancagua. De Encina: "Mientras
Carrera ponía precio a la cabeza de Osorio y quemaba en efigie a Abascal, el
ejercito español se dirigía a Santiago, en medio del júbilo de la casi totalidad de la
población". "El ambiente realista que dominaba de un extremo a otro, se tornó
incontrarrestable desde la segunda dictadura de Carrera". Más tarde diría
O’Higgins: "Desde el momento que se hizo indispensable mi unión con Carrera
lloré la ruina y desolación del Estado chileno. El odio universal del ejército y del
país a las corrompidas costumbres de los Carrera, la memoria de la ruina a que
habían reducido a Chile, intencionalmente, dispersando al ejercito e inutilizando el
armamento, me hicieron entrever el resultado que hoy experimentamos".
A esa misma Plaza que vemos hoy, por cuyo pavimento cruzan fantasmas
de cuatro siglos, llegaron a matacaballos los expresos del desastre. Nadie había
dormido bien esa noche, cruzada de gritos y rumores. Era la madrugada del 2
de octubre de 1814. La Patria Vieja habia muerto. "Todo habia quedado en
esqueleto después del último cuartelazo de Carrera". Solamente los partidarios
del régimen Colonial demostraron su júbilo. Aparecieron banderas y arcos
triunfales. ¿Llegó O’Higgins a la capital en caballo brioso, con el uniforme de
parada? Nadie lo sabe. Según Pérez Rosales, O’Higgins dijo a su madre con
furia: "¡Carrera tiene la culpa de cuanto pasa!"
El hecho es que la patria libre, nacida el 18 de septiembre de 1810, quedó
herida de muerte el 2 de octubre de 1814. La ambición de obtener el poder por
un solo hombre la mató. Hay admiradores de Carrera y habrá siempre. Yo lo fui
a los veinte y a los treinta.
No soy historiador y estas notas van sin pretensiones, simplemente para
hacer una atmósfera del tiempo a la carta del señor Larrea, que pongo a
continuación:

"Señor Edwards:
"Todos conocemos el monumento de la Alameda de las Delicias en que un
artista ponderó en bronce la hazaña de O’Higgins. Bajo el caballo de dicho
héroe hay un soldado vencido, al que la tradición llama español, a manera de
símbolo de la victoria precursora de la Independencia. Sin embargo, la estricta
verdad histórica me dice que dicho soldado era tan chileno como el mismo don
Bernardo. Van las pruebas:
"A los casi tres años de proclamada la Junta de Gobierno de 1810, el Virrey
del Perú envió a Chile al brigadier don Antonio Pareja. Con oficiales y 40
soldados que le acompañaban, debía organizar las fuerzas necesarias para
derrotar a los que se designaba con el nombre de "insurgentes".
"El 18 de enero de 1813 desembarcaba en San Carlos de Ancud el brigadier,
y comenzaba de inmediato la tarea que se le encomendara. Juntó a sus exiguas
fuerzas las que en Chile se habían mantenido fieles al Virrey, como ser el
batallón Chiloé y el Valdivia, unos 2.500 hombres, e inició su campaña para
derribar a1 Gobierno patriota, ahora encabezado por don José Miguel Carrera.
"Ese ejército —dice el libro Fuerzas Armadas de Chile, página 177—, que iba a
emprender a sangre y fuego la reconquista de Chile, se componía de chilenos y
de éstos, la mayor parte chilotes".

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"Después de algunas alternativas en la lucha militar, a la muerte de Pareja,
en mayo de 1813, se hizo cargo de la Jefatura Realista el coronel don Juan
Francisco Sánchez.
"Don Diego Barros Arana, en la página 128 del tomo 9 de su monumental
obra "Historia de Chile", se refiere en estos términos a1 ejército de Sánchez: "Era
compuesto casi exclusivamente de chilenos, de manera que en él no pasaban de
seis los españoles europeos".
"En otra nota pone: "El ejército realista era compuesto de soldados chilenos,
nativos de las provincias de Chiloé, Valdivia y Concepción. Entre sus jefes y
oficiales, según recordamos, no habia más españoles europeos que el
Comandante en Jefe Sánchez, el Comandante Berganza, el Comandante de
voluntarios Castro Ballesteros y los dos voluntarios Elorreaga y Quintanilla.
Estos cinco vivían en Chile desde largos años, los tres últimos desde la niñez.
Sólo en agosto de 1814 llegó a Chile con el coronel Osorio un batallón del
Regimiento de Talaveras, cuyos oficiales y soldados eran todos españoles.
Mientras tanto, en el ejercito patriota servían no pocos españoles de nacimiento,
entre los cuales recordamos los siguientes: el comandante de Milicias don José
de Samaniego, el sargento mayor don Carlos Spano, el capitán de artillería don
Hipólito Oller, el capitán de asamblea don Raimundo Sessé (ayudante de
Carrera) y el subteniente don Francisco Javier Molina, famoso guerrillero".
"Como dice Barros Arana, en las líneas transcritas, a raíz del llamado Pacto
de Lircay, convenido entre Gabino Gainza, sucesor del coronel Sánchez en la
jefatura realista, y don Bernardo O’Higgins, sucesor de Carrera en la patriota,
pacto que no fuera aceptado por el Virrey Abascal, éste envió a Chile como
nuevo General en Jefe a don Mariano Osorio, que traía como refuerzo un
batallón de Talaveras, de 550 (quinientos cincuenta) hombres, comandados por
don Rafael Maroto. Estas eran las primeras tropas españolas que llegaban a
Chile desde hacia muchos años.
"Osorio juntó a sus 550 españoles, unos cinco mil soldados chilenos y
emprendió con ellos, desde Chillán, la reconquista de Chile.
"El 1° y 2 de octubre de ese mismo año de 1814 puso sitio a Rancagua, en
donde se habia encerrado O’Higgins con una parte de las fuerzas patriotas.
Estas ocupaban la Plaza de Armas de esa ciudad y toda la primera cuadra de
cada una de las 4 calles de acceso, y habían construido las trincheras y
parapetos en las respectivas cuatro primeras bocacalles. Las tropas de Osorio
rodearon entonces completamente el reducto patriota por sus cuatro costados.
Su dispositivo de ataque, detallado en la página 563 del tomo 9 de la obra de
Barros Arana y en la página 244 de la "Historia Militar de Chile" del general
Téllez, era el siguiente:
"Por la calle de San Francisco o del SUR, atacaba el batallón de los 550
talaveras (única fuerza española de su ejército, como sabemos); dos compañías
del Real de Lima (200 soldados peruanos) y 150 Húsares (chilenos) de la
Concordia.
"Por la calle del Oriente, los dos batallones de Chiloé, o sea 1.050 soldados
chilenos a las órdenes del coronel chileno Manuel Montoya.
"Por la calle del Poniente, los batallones de Concepción y Castro, o sea,
1.500 soldados chilenos, a las órdenes del coronel Rodríguez Ballesteros. Por el
Norte, los batallones de Chillán (600 hombres) y Valdivia (502 hombres),
formados exclusivamente por chilenos, tanto en la clase de tropas, suboficiales y

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oficiales, como sus respectivos jefes, don Clemente Lantaño y don Juan
Nepomuceno Carvallo".
"Cuando la defensa se hizo imposible, O’Higgins ordenó preparar la salida
que lo inmortalizara. Se formó una columna de 500 hombres, todos montados, a
cuya vanguardia se colocó el guerrillero patriota (español de nacimiento) don
Francisco Javier Molina, "soldado rudo que habia defendido con vigor la
trinchera Oriente".
"Arremetieron los patriotas por el costado NORTE, o sea, buscaron el punto
más cercano al camino de Santiago que debían alcanzar para salvarse. Para
romper el cerco tuvieron que atravesar las líneas de los batallones
exclusivamente chilenos: Chillán y Valdivia, comandados por Lantaño y Car-
vallo.
"O’Higgins no pudo, aunque lo hubiese buscado, encontrar un soldado
español en su camino de retirada. Los talaveras, como sabemos, estaban
precisamente en el costado Sur, o sea, en el lado opuesto.
"De modo que en verdad el realista caído que se ve en las estatuas de la
Alameda de Santiago y en la Plaza de Rancagua era tan chileno como don
Bernardo y como el que escribe estas líneas.
"Estimo que no sería exceso de imaginación determinar su nombre entre las
bajas, que no fueron muchas, sufridas por las fuerzas de Lantaño y Carvallo.
Por muchos hechos sugestivos y coincidentes, supongo que se trataría del joven
don José María Riesco, perteneciente a una familia de veintitantos hermanos,
familia que, según Vicuña Mackenna, del que he obtenido buena parte de los
datos que aquí consigno, dio muchos y excelentes servidores y soldados, tanto
al rey como a la Patria.
"Riesco, amigo de Lantaño, se alistó como soldado voluntario bajo sus
banderas a los 13 años. Resultó herido en Rancagua, y por su entusiasmo y
valor se le debe considerar capaz del acto temerario de tratar de contener a un
adversario montado en brioso animal.
"Después de Chacabuco, en el Perú, y al saber que se organizaba la segunda
expedición de Osorio, se incorporó de los primeros y recibió el nombramiento
de Oficial del Batallón Arequipa. Murió el 8 de febrero de 1819, en la ciudad
argentina de San Luis, en la masacre que de los prisioneros de Maipú organizó
el sanguinario Monteagudo.
"La guerra de la Independencia fue una revolución, o guerra civil. Como
dijo Lastra, en mayo de 1814, se trató de una revolución en que los chilenos
fueron al mismo tiempo los vencedores y los vencidos".
Hasta aquí la carta del señor Rafael de Larrea C., de agosto de 1945.

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CALAVERA DE DON JOSÉ MIGUEL CARRERA

Diciembre, 1945

"Señor Edwards:
"Por casualidad me impuse días atrás de su interesante articulo titulado
Esqueletos sin calavera acerca del cráneo que se venera en El Paico, y que se dice
ser, por la gente de esa localidad, la calavera de don José Miguel Carrera.
"Hojeando la obra de Vicuña Mackenna El Ostracismo de los Carrera, me
encuentro con una transcripción que hace este historiador de un pliego que
escribió el fiscal Cavero, que actuó en el proceso, agregándolo en seguida al
expediente, y que en parte dice: "Fueron fusilados dichos Carrera y Álvarez,
delante de cuyos cadáveres desfilaron inmediatamente las tropas; y después de
habérseles cortado la cabeza y manos al primero, y solo la cabeza al segundo,
fueron entregados sus cuerpos a la Caridad, quien los condujo a la iglesia de
este título, donde se hallan".
"Más adelante Vicuña Mackenna narra cómo se llevó a efecto la
exhumación de los restos de los Carrera, por la comisión encargada de hacerlo,
y al respecto dice que: "El sepulturero de este cementerio (del de la Caridad),
que era conocido con el nombre de Tomasito, señaló el sitio donde yacían los
restos de Luis y Juan José, y los de don José Miguel se sacaron revueltos con los
de sus compañeros de patíbulo, Álvarez y Monroy, conociéndose los de aquel
por un diente engastado en oro que se habia hecho poner en Estados Unidos".
"Ahora bien. La calavera que se venera en El Paico, y que se dice ser la del
prócer por la gente de ese pueblo, tiene el diente de oro a que hace mención
Vicuña Mackenna, o al menos indicios de que alguno de ellos se le hubiese
cariado y tapado
"La comisión encargada de traer los restos de los Carrera a Santiago afirma
que en los de don José Miguel venia incluida la calavera, a pesar de que el fiscal
Cavero dice que después de ser fusilado le fue cortada la cabeza.
"En suma, yo estimo este asunto como usted, que deben exhumarse los
restos del prócer, a fin de salir de dudas, ya que ellos descansan en la iglesia
metropolitana de esta capital.
Carnet 47948".
Respuesta:
No veo las razones de usted para no firmar esta carta con todas sus letras.
Se trata de un tema de actualidad que ha despertado interés y siempre una
firma da fuerza y autoridad a las ideas u opiniones.

62
ANDRES BELLO, DIEGO PORTALES Y ALGUNOS
MITOS DE LA INDEPENDENCIA

Enero, 1961

La familia Bello López en Caracas no sintió entusiasmo revolucionario.


Andrés Bello, oficial de la capitanía, debía servicios a los funcionarios
españoles. Era la flor del régimen Colonial. En la época prerrevolucionaria su
situación se hizo delicada.
En Chile hubo no pocos indiferentes y gran número de "godos", o
partidarios de España. Según Zapiola, Portales no se apasionó por la
Independencia. Casos como el suyo eran corrientes.
Muchas veces me he preguntado por que razones el libro de Zapiola
titulado Recuerdos de treinta años, magnífico libro, no goza de popularidad. La
respuesta consiste en que no trata mal a los españoles, mejor dicho, cuenta lo
que vio y lo que oyó, sin mentiras ni pasiones. Así, por ejemplo, la figura de San
Bruno, el legendario hombre malo de la época de la Reconquista, se transforma,
en las páginas de Zapiola, en un excelente servidor policial, se entiende que
obediente a la autoridad española. San Bruno, alegre y de buena figura, era
recibido con gran cariño por algunas de las mejores familias santiaguinas.
Dice Zapiola: "Los Talaveras tenían un privilegio sobre todo el ejercito real.
Hasta los soldados rasos gozaban el privilegio del don. No solo los oficiales, sino
individuos de tropa eran invitados por ciertas familias". Las señoritas
demostraban preferencias hacia ellos. Un sargento, Antonio García Aros, casó
con Tadea Reyes Saravia. Los Talaveras, de excelente figura, solían manejar la
guitarra y cantaban. La banda de tambores, de pífanos y de cornetas de los
Talaveras, fue la primera que se oyó en Santiago y atraía al público en la Plaza
de Armas como hoy lo atrae la banda de Carabineros. El odio a San Bruno,
aparte de la envidia, se define en odio a la policía. Más tarde lo heredó, dice
Zapiola, "el hombre más bondadoso que he conocido, el chileno don Rafael
Bilbao, a quien llamaron Arranca Brazos".
Otro español de aquellos tiempos falsificados por los historiadores es Marcó
del Pont. Escribí de esto en octubre de 1952. Mejor que yo escribió del mismo
asunto Antonio de Lezama. El señor Marcó del Pont, héroe en España,
ascendido a coronel en el campo de batalla por valentía ante el enemigo, llegó a
Chile y empequeñeció con solo pisar nuestro suelo. El héroe de la guerra contra
los franceses se convirtió en cobarde y afeminado. Le convertimos.

63
La revolución de la Independencia se prestó para dar vuelo a las malas
pasiones. San Bruno, el malo, disparó el último cañón español en la última
batalla. Le dimos una muerte infame.
Claro que la novela de la Independencia, para nuestro uso, perdería
bastante si San Bruno apareciera como bueno y Marcó del Pont como valiente y
con talento. Así no tendría lectores. El mito patriótico necesita esos peleles: San
Bruno, malo, y Marcó del Pont, tonto.
Volvamos los ojos a Venezuela. La pavorosa destrucción de toda clase de
valores, empezando por los del género humano, en que degeneraron las guerras
de la Independencia, nos permiten suponer poderes adivinatorios en aquellos
que como Bello se abstuvieron de actuar con armas cortantes. Los historiadores
venezolanos Baralt y Gil Fortoul recordaron este hecho: los trabajos de la paz
fueron sumergidos y perdidos en la mar de los hechos de armas, de los
crímenes de guerra y revoluciones, con hechos a veces heroicos, a veces
abyectos y estériles. La historia es casi siempre una descripción de batallas.
Batallas y asesinatos.
Bello y Portales, más hijos del sistema Colonial que de los bochinches
revolucionarios, congeniaron en muchos puntos. Bello expresaba con dignidad
y con belleza clásica las ideas que Portales estampaba con palabras terribles. A
veces el Epistolario de Portales produce repugnancia.
La niñez de Bello es diferente de la niñez de los conquistadores. El
patriotismo de Bello era respetuoso, interno y poético, a la vez candoroso, como
el amor a la madre. Es seguro que Bello no creyó en el triunfo de los
revolucionarios. Más tarde, Bolívar reconoció la superioridad de Bello, uno de
sus primeros maestros. Un maestro grave y severo no se hace simpático a un
niño, lo cual no impide que deje honda huella en él. Más simpático fue para
Bolívar el divertido Simón Rodríguez. Este despertó la parte de tunante y de
calavera indispensable que dormitaba en el temperamento combativo del
señorito más rico y consentido de Caracas, como era don Simoncito Bolívar.
Antes que maestro de Bolívar, el gracioso y transformista Simón Rodríguez, o
Robinson, hizo las veces de bufón, de animador y de hincha interesado.
Contribuyó a conformar la parte falsa de la biografía del Libertador, mediante
el vicio sudamericano de la mitomanía, en este caso, ponderativa.
Mitomanía patriotera, ¡he ahí al enemigo de la verdad!
Poco antes de su muerte, Portales era odiado. Le odiaban con el odio al
policía, al contralor y al juez. Le mató todo e1 mundo. Drama de la hipocresía.
Portales habia cometido el crimen de perseguir a los falsificadores, a los
ladrones y a los pillos en general. Osó meter sus narices de sabueso en esa
cueva de Ali Babá, como ha sido invariablemente la Aduana de Valparaíso. ¡No
podía ser! Todos armamos la mano que asesinó a Portales en el Barón.

64
MITO DE LA CASA HISTORICA

Diciembre, 1954

En una de las cuarenta y cuatro crónicas tituladas Del Mapocho al Vístula


contó Joaquín Gutiérrez que cierta casa "histórica" de la Walewska, atracción de
turistas, no perteneció a la Walewska ni fue punto de cita de Napoleón. El
engaño se repite.
La casa de Bello, monumento nacional en la moderna Caracas, no es la
misma modesta construcción semirrural en que naciera don Andrés, entre un
huerto de granados, membrillares y naranjos, en el callejón de la Merced el año
1781. La verdadera se hizo polvo, junto con la iglesia colindante, en el terremoto
del día Jueves Santo de 1812. Ni es auténtica la casa que veneran como si
hubiera sido la de Bolívar en la Plaza de San Jacinto. El sitio y la planta de la
casa son los mismos, pero el maquillaje y las restauraciones la desfiguraron
hasta quitarle el aire de siesta Colonial que la adornó en su tiempo.
En julio de 1923 el Zig-Zag publicó un interesante relato, en buen estilo
castizo, por don Sady Zañartu, en el que contaba la historia de cierta casa de la
calle de los Baratillos, hoy Manuel Rodríguez, a la que el pobrerío de los
tiempos Coloniales habría dado el nombre de Casa de Tócame Roque. Pase el
relato como fantasía al estilo de las que dieron fama a don Ricardo Palma. El
relato de Sady Zañartu es un sueño liviano de agradable mentira, o invención
ponderativa, tomado del refrán "casa de Tócame Roque". Pero dicho refrán
proviene de una casa que existió, no en Santiago en la calle de los Baratillos,
sino en Madrid, en la calle del Barquillo. La llevó al teatro, hace casi dos siglos,
en el sainete llamado La Casa de Tócame Roque, el insigne don Ramón de la Cruz.
De la casa en el pueblo de Vicuña señalada como cuna de Gabriela Mistral
dijo ella: "Los biógrafos insisten en mencionar el pueblo de Vicuña asociado a
mi nombre, y hasta pusieron una placa conmemorativa en una casa. Sin
embargo, la casa en que yo nací no existe ya. Yo misma la vi caída en el suelo.
Nací en Vicuña, pero me llevaron con diez días de vida a La Unión". (Entrevista
por Lenka Franulic).
En Chuquisaca muestran la casa en que nació Monteagudo. Monteagudo
nació en Tucumán.
En Murcia muestran la casa en que nació Echegaray. La verdad es que
Echegaray, el dramaturgo, nació en Madrid el año 1.833.

65
La casa de la chacra Tobalaba, que dicen "de la Quintrala", no tiene otra
fuente de información para ostentar dicho origen que la fantasía de los
ocupantes actuales de ella. Ni tienen mayor autoridad un retrato, una camisa,
una bacinica y una silla para montar que muestran como si hubieran sido
quintralianos.
Un caballero de nombre Puelma Silva conserva en su chacra El Retiro, en
Quilpué, "la casa en que se albergó Balmaceda en vísperas de La Placilla".
Según don Roberto Hernández, el presidente Balmaceda no pernoctó en
Quilpué en agosto de 1891. El 22 de agosto Balmaceda habia dicho a don Víctor
Echaurren VaIero, en Santiago:
—Marcho a ponerme al frente de las tropas. Acompáñeme.
Junto con ellos fue un piquete de cien soldados. A las tres treinta se fue a la
Estación Central y tomó el único carro de primera del convoy, que partió
rápidamente. Llegó a Quillota y puso un telegrama que fue interceptado por la
telegrafista, señorita Celinda Arregui, a1 servicio de los opositores. Pernoctó en
la modesta casa del jefe de estación. En la pieza habia una estera, un lavatorio y
una palmatoria de bronce con resorte para sacar el cabo de vela. A las nueve de
la mañana del 23 de agosto partió de Quillota y una hora después llegó a
Quilpué, cuya estación, en desorden indescriptible, era hospital y refugio de
soldados en derrota, la mayoría ebrios. Balmaceda se dirigió al telégrafo y fue
interrumpido por el comandante Moraga, quien anunció la derrota y la llegada
del enemigo al puente de las Cucharas. Los cerros de Quilpué estaban cubiertos
de tropas opositoras. En vez de seguir a Valparaíso el tren retrocedió a
Santiago. A las dos de la tarde llegó a Quillota. El presidente y comitiva
almorzaron en el Hotel Soussa. Ahí se dijo que Del Canto habia tomado
Tobolango. El 23 alojó en la estación de Llay-Llay. El 24 comió un queso de
cabra en Montenegro. El 26 se encontraba en la capital, toda llena de rumores.
(Datos de Hernández y de Bravo Kendrick).

66
LA CASA DE BELLO EN CARACAS

Febrero, 1957

Se puede bendecir el espíritu con que los venezolanos veneran y estudian la


vida y la obra de sus grandes hombres. Veneración es entusiasmo y pasión con
el peligro constante de convertirse en fuego cuyo progreso es preciso vigilar.
Hay un límite entre el entusiasmo y la verdad de los hechos. El entusiasmo
patriótico suele crear mitos ingenuos y nocivos. Ni Bolívar, ni Miranda ni Bello
ganan mediante agregados artificiales a su armoniosa y auténtica realidad.
En Caracas muestran al viajero una casa en la actual calle de Las Mercedes
No 36. Dicen que en ella nació Bello. La verdad se le parece solamente. La casa
de la familia Bello López, en Caracas, estuvo situada en el Callejón de Las
Mercedes No 2 Oeste, cerca del templo de la Merced. Templo y casa de la
familia Bello fueron destruidos por el terremoto del 26 de marzo de 1812. El año
1827, cuando regresó Bolívar de Perú, "era un hombre exótico", dice Vallenilla
Lanz. "Se encontró en Caracas como un duende que llegara de otra vida. Lo que
no habia destruido el hombre era victima de la naturaleza". ¡Caracas no existe!,
exclamó el Libertador. En el sitio donde estuvo la casa natal de Bello
construyeron otra en 1846. El hecho de que existan casas llamadas históricas es
a veces fruto de la fantasía de los propietarios. No hay otra fuente de autoridad
que la visión de los ciudadanos actuales. Gabriela Mistral negó que existiera
actualmente casa suya de su infancia. Ella la vio por los suelos. Ni son
auténticas las casas de la Quintrala, en Tobalaba, ni de O’Higgins en Rancagua.
El barrio en donde estuvo la casa de Bello, en la época del nacimiento de
don Andrés, 29 de noviembre de 1781, no era aristocrático, según dijo don
Héctor Cuenca. Era un arrabal de la ciudad. Hernán Díaz Arrieta dijo:
"Hallábase (la casa) a poca distancia del Convento en el mismo Callejón de Las
Mercedes y era una modesta construcción semirrural, como situada en los
arrabales, entre un huerto de membrillares y naranjos".
Dice el historiador venezolano Gil Fortoul: "Los domingos y fiestas podía
verse en los templos de Caracas un cuadro vivo de las castas. A la catedral
concurrían los blancos; a la iglesia Candelaria los isleños de Canarias; a
Altagracia, los pardos, y a la ermita de San Mauricio, los negros.
Bello fue bautizado en la parroquia de Nuestra Señora de Altagracia. El acto
fue inscrito en el libro para blancos. Habia otros libros para negros y mulatos.
Certificó, el presbítero doctor Críspulo Uzcátegui.

67
La división en castas era pavorosa. Entre otros, Vallenilla Lanz recordó:
pardos, quinterones, mestizos, blancos de orilla, curanderos, comerciantes, etc.,
"dispensados por su baxa calidad".
Blancos de orilla son, según el docto Blanco y Azpurúa, "aquellas familias
que habitan las extremidades de la ciudad sin influxo y consecuencia en lo
público y general".
No sé si por haber vivido fuera de Chile y por haberme criado en un medio
ajeno a asuntos de castas, apenas si puedo concebir la fábrica de genealogías
falsas, la compra de títulos de Castilla y la madeja de chismes y de enredos de
que estuvieron llenas las capitales Coloniales de España y Portugal.
En Venezuela dichos enredos alcanzaron temperaturas de rojo blanco.
Miranda, el Precursor, es algo así como deslumbrador milagro incubado en la
hedionda cocina de la vanidad y de la calumnia. En efecto, su asombrosa
carrera se generó en el resentimiento de su padre, acusado de ser mulato y tendero.
Los biógrafos de Miranda, Rodríguez Mendoza, Manuel Gálvez, Wolfram
Dietrich, Picón Salas, Nucete Sardi y Madariaga, no mencionan la verdadera
calle y la casa en que nació el Precursor. Wolfram Dietrich exagera la nobleza
del origen del criollo hasta emparentarle con Pico de la Mirandola. El divorcio
de la verdad y de la fantasía es grande. Miranda nació en humilde cuna, cuando
su padre emigrante de Canarias, "con no muy holgada bolsa, tenía casatienda
de mercería y amasijos de harina". Dicha casatienda estuvo situada en la
Esquina del Hoyo, limite entre las parroquias de Santa Rosalía y San Pablo. Los
biógrafos ponderativos le hacen nacer en la calle de la Divina Aurora, cerca de
la Plaza Principal. Esta última fue adquirida por el padre de Miranda el año
1762, cuando Francisco tenía doce años. El biógrafo Angel Grisanti, sin dejar de
enumerar los títulos de nobleza de la familia de Miranda, con escudos de todas
descripciones, nos permite entrever algo de la realidad escueta en el
interesantísimo ensayo titulado El Precursor Miranda y su familia.
No fiemos en casas históricas, ni en datos ponderativos de antecedentes de
familia de los héroes. La casa de Bolívar, en Caracas, la que conserva el
patriotismo de los venezolanos con veneración, es posiblemente la misma en
que vio la luz el genio. La misma joya, solo que engastada en orfebrerías
preciosas de cariño y orgullo nacionales. El niño Simoncito apenas la
reconocería. Acaso un árbol v él estarían de acuerdo.

Nota: El libro que cité, de Vallenilla Lanz, me fue obsequiado por mi amigo Avelino
Urzúa, "venezolano honorario''.

68
O’HIGGINS Y MIRANDA EN LONDRES

Septiembre, 1957

He leído, no una sino varias veces, que O’Higgins visitó a Miranda, en


Londres en la casa que éste ocupó en Grafton Way. Declaro que es un error, por
cuanto O’Higgins estuvo en Londres antes que Miranda se trasladara a la casa
de Grafton Way, su última residencia en Inglaterra.
Prueba de las inquietudes y los sobresaltos que sufrían los criollos
americanos durante las guerras de independencia es su ubicuidad. Leer la
descripción de los domicilios que tuvo Miranda en París y en Londres es
impresionante. En París tuvo a veces dos y tres al mismo tiempo, lo cual se
explica en las persecuciones que sufrió.
No neguemos el encanto de mudar de domicilio. En las grandes capitales,
como París y Londres, mudar es viajar.
En Londres conozco seis domicilios del Precursor. En 1798 vive en Panton
Square. De ahí se traslada el mismo año a las afueras de Londres, en New Road.
En 1799 se instala en Alsops Buildings. En 1800 cambia a Townrock Street, 13,
Bedford Square. Dura poco. Se muda el mismo año a Tavistock Street 23. El
último domicilio del hombre desconcertante, el más admirable para el
observador sudamericano, es el de Grafton Way 27. Pagaba cien libras anuales
de renta en 1805 y setenta en 1810, de las seiscientas que recibía de Inglaterra.
A Grafton Way llegó en mayo de 1802 en compañía de la mujer menos
mitológica de su vida: la judía inglesa Sara Andrews. Esta judía, pese a los
novelistas de historia, es la mujer real en el torbellino del delirio mirandiano. A
Sara Andrews debió Miranda el periodo de mayor calma de su vida. El nido. La
prueba es que tuvo de Sara dos hijos naturales ahí, en Grafton Way. Miranda la
contrató, como ama de llaves, cocinera y bonne à tout faire. ¡Santa Sara! La que
menos nombran los turiferarios del héroe. La más útil, la que más le amó y
veneró. O’Higgins debió visitar a Miranda el año 1799, cuando éste vivía en
Alsops Buildings.
Hace pocos años colocaron una placa de mármol en la última y célebre casa
de Miranda en Londres, llamada Taller de la Unión Americana. La placa dice en
inglés y en español:

FRANCISCO DE MIRANDA
1750-1816

69
Vivió en ésta casa, entre 1803 y 1810. Nació en Caracas, Venezuela, y fue el
Precursor de la Independencia de las Repúblicas de la América Latina. Fue aquí donde
se encontró en 1810 con el Libertador Simón Bolívar.

La emisora BBC de Londres dijo entonces que por dicha casa habían
desfilado otras celebridades, como Madariaga, O’Higgins, Nariño, Caro, San
Martin, Alvear, Zapiola, Chilabert y otros. Además, don Andrés Bello.
Insisto en que O’Higgins no conoció la casa de Grafton Way, o Grafton
Street. Respecto de don Andrés Bello me parece que no hubiera estado mal su
nombre en la placa.
En 1810 llegó Bello a Londres en calidad de secretario de la comisión
enviada a Inglaterra por la Junta de Caracas, integrada por Bolívar y López
Méndez.
Bolívar, según las Memorias de O’Leary convenció a Miranda de la conveniencia
de acompañarle a Venezuela Bolívar partió antes que él, el 21 de septiembre.
Miranda partió el 1º de octubre.
Antes de partir, Miranda dejó su casa al cuidado de su ama y manceba Sara
Andrews y a la disposición de López Méndez y de Andrés Bello. Dicen que la
biblioteca de Miranda sirvió a Bello para el estudio de los clásicos. Era un
tesoro. Constaba de seis mil volúmenes.
Nunca más vería Miranda sus libros ni sus hijos, ni su casa de Grafton Way
27. Hoy lleva el numero 58. Fue respetada por las bombas de Hitler. Los que
eran terrenos baldíos en tiempos del Precursor se transformaron. Los
arquitectos Adams hicieron la Plaza Fitzroy. St Pancras fue construida en 1819.
Es actualmente un barrio romántico de artistas. En el vivió Bernard Shaw.

70
CHILE EN EL PACIFICO

Agosto, 1952

No sé si otros se extrañarían de que nuestro país, el ganador de la llamada


Guerra del Pacifico, no haya figurado en el nuevo Pacto. Dicho Pacto, algo
misterioso, ha tenido lugar en Honolulú, y no hay perspectivas para extenderlo
fuera de Australia, de Nueva Zelandia y Estados Unidos.
Nuestro país, con cuatro mil kilómetros de costa en el Pacífico, no fue
incluido. Quedamos como el joven que pretendía figurar en sociedad, y que
notó, desde la primera manifestación de vida social, que no lo tomaban en
cuenta. Era ilusión suya la de creerse con derechos a bailar en la fiesta
de la season, o apertura de la temporada de la crème.
Si estudiamos seria y objetivamente el caso, llegaremos a la conclusión de
que el error inicial fue nuestro. Un error de principio, por la extensión que
dimos a lo puramente local, y el abuso de adjetivos con que pretendimos
agrandar hechos históricos que por causas geográficas y políticas han ido
disminuyendo, en tanto nosotros continuábamos empeñados en darles
amplitud. Dimos a la guerra de 1879, y a sus episodios, nombres que en su
tiempo no parecieron extremosos ni desmesurados, pero que ahora si lo son.
Hubo, desde luego, el canal de Panamá, aislador de Chile. No olvidemos: desde
1914 el estrecho de Magallanes no es ruta obligada para los norteamericanos del
Pacífico, ni para los viajeros internacionales ni para nadie, fuera de nuestros
compatriotas australes. El 15 de agosto de 1914 el vapor Ancón pasó el canal de
Panamá. Los diarios imperialistas o simplemente comerciales de Estados
Unidos dijeron que el Caribe seria en adelante un Mare Nostrum. En la realidad
lo es, pese a la oratoria patriotera y barata que produce náuseas antes que
realidades en el progreso. Cuando comenzó la última guerra europea en el
Pacífico, hubo personas de buena fe que creyeron en la enorme importancia que
cabría en el conflicto a nuestro país. Otros interesados y de mala fe hicieron
potente coro a la idea. Se trataba de una mistificación. La revista
norteamericana Life publicó un mapa grande del Pacífico. En dicho mapa una
raya separaba la parte correspondiente a Chile, en la altura de Galápagos, y
decía, en letras gordas: dead zone (zona muerta). Esta era la zona de Chile. La
Marina chilena tuvo entonces la misión de abastecer a Estados Unidos de
materias primas. La de comercio, en el transporte; la de guerra, en la custodia
de dichos transportes.

71
Para los que nos criamos en el siglo pasado, estos hechos desilusionan.
Reconozco que los historiadores, con fines evidentemente loables, inflaron
nuestras hazañas, o los nombres de los hechos guerreros; así la guerra que otros
historiadores foráneos llaman simplemente "del salitre" quedó enfarolada y
multiplicada con el suntuoso nombre de "Guerra del Pacífico". Otro historiador
la nombró "guerra de Chile contra la Confederación Perú-Boliviana". La batalla
de Tacna quedó ornada con el mote de "batalla del Campo de la Alianza". En
tierras de oradores y de políticos, donde los pueblos toman las palabras por
acciones, la retórica patriotera obtiene un valor peligroso. A la vista del último
censo, que dio a nuestro país cinco millones novecientos mil habitantes, he oído
decir que contamos con ocho millones.
—¿Que razones pudo tener el encargado del censo para adulterar las cifras?
—pregunté al mismo señor.
—Se trata de impedir un aumento de representantes parlamentarios —me
respondió.
Yo no puedo admitir que esto último sea verdadero. Lo indudable es que
oscilamos entre dos males: el verbalismo y la extralimitación. Españoles y
portugueses se achacaban vicios parecidos, y así los españoles decían que éstos
a cien soldados de caballería les llamaban cuatrocientos pes de caballo.
Malas son las extralimitaciones verbales cuando afincan en la realidad del
presupuesto. Creernos todavía potencia universal, cuando apenas somos una
fuerza suramericana, local, es peligroso y propenso a las desilusiones. Cada vez
que escribo de esto, pienso que la crónica podría caer en lectores nuevos; por lo
mismo, repito: El Ejército de Chile es el primero de nuestra América; la Marina,
lo mismo. Pero tenemos oficialidades para un país de cincuenta millones de
habitantes. Si no construimos aquí ni los fusiles, ni los cañones, ni los barcos de
guerra, entonces las fuerzas armadas suramericanas son puramente locales. No
podrían sostener una guerra con potencias industriales europeas, ni con
Norteamérica. Chile encuentra el pretexto de sus armamentos en su pasado
histórico y en los países agresivos que le rodean. Los generales en el gobierno
son caros y peligrosos, por cuanto sueñan con guerras, con cuarteles modernos
y con armamentos. Para los norteamericanos es buen negocio la agresividad
suramericana, a manera de mercado para el excedente inservible de sus
armamentos. No veo remedio para el mal. Lo cierto es que contamos con cien
generales por cada millón de habitantes. En la misma proporción y con una
escuela militar en cada Estado, los norteamericanos podrían contar más de
quince mil generales.

72
HEREDEROS DE PEPE BOTELLAS EN SANTIAGO

Febrero, 1959

Es curioso. Los sueños de herencias fabulosas ocurren siempre en verano.


En febrero de 1893 los herederos de don Fabiano Echeverría pusieron pleito a la
Ilustre Municipalidad de esta capital por la posesión de...
—¿De qué? —dirán ustedes.
—Del Cerro de Santa Lucia. Nada menos. Don Fabiano habría adquirido
dicho cerro en cierto remate del año 1828. El juez señor Bernales oyó la
reclamación.
De mi fichero:
Hace no pocos años se presentó en una de las notarias de Santiago un
caballero de imponente apariencia, parecido a Leonardo de Vinci. Entregó el
borrador de su testamento. Legaba un edificio en el centro de la ciudad a la
Sociedad de Dolores. Otras dos casas a un convento, otra a su fie1 criada. En
seguida, legados en dinero y fundos por varios millones.
Cuando murió, este magnifico testador no tenía casas, ni bonos, ni un peso.
En el convento le habían levantado un busto.
Año 1947. Los diarios publicaban la noticia de la fortuna de mil quinientos
millones de libras esterlinas legadas por el difunto virrey de Madagascar, el
catalán don Claudio Bonet, para ser repartidas entre todas las personas que en
el mundo llevaran el ya dorado apellido Bonet. El legado, a ciento cuarenta
años de plazo, habia llegado a la codiciada meta ese año, en las vacaciones de
1947. Notemos, de paso, las coincidencias atmosféricas de estos sueños como
novelas de Salgari. Siempre en verano. La carrera del virrey Bonet, nacido en la
tierra del Noy del Sucre, es un tejido de aventuras, hasta el broche de oro del
testamento. En Chile, los presuntos herederos Bonet fundaron una Organización
Bonet, o Sociedad Anónima, por medio de acciones. El frío del invierno del
mismo año deshizo el sueño del verano. La Embajada de Chile en Londres
informó: "Accediendo a peticiones de varios interesados, consultamos al
Register General, Somerset Home, Strand W. C. 2 —que lleva el registro de
herencias y testamentos más completo—. Revisamos libros desde 1790 hasta
1810 sin encontrar rastros acerca de una Herencia Bonet. Londres, junio, 1947".
Otro caso. Verano de 1949. Siempre en verano. Se trataba esta vez de los
cientos de millones de dólares depositados en los Estados Unidos por un tal Mr.

73
Robert Lucas Thompson, antepasado de los Thompson de aquí. El resultado de
siempre. Nunca se tuvo conocimiento de los millones de mister Lucas.
El mismo año 1949 salió a rodar otra herencia, parecida a las anteriores. Esta
vez los millones provenían de la firma Lanchands, de Colombo, en la India. El
presunto heredero vagaba en Chonchi cubierto de harapos.
En Valparaíso, en febrero de 1958, un joven alemán, con cigarrería en la
Plaza de Aníbal Pinto, recibió la noticia —¡caray!— de haber heredado ciento
cincuenta mil millones del emigrante alemán Emmerich, tío suyo, fallecido en
Nueva York.
Este cuento de vacaciones no logró retirar a1 joven alemán de la venta de
tabacos. ¡A Dios gracias!
En julio del mismo año los diarios anunciaron la muerte de un peluquero
chileno, Manuel Vásquez Manríquez, en Nueva York. Este peluquero, casado
con la norteamericana Rose Hoch, Avenida Bedford 350, habia muerto bajo las
ruedas de un camión. No se sabe que experto misterioso avaluó la fortuna
dejada por el fígaro chileno en la suma de un millón de dólares. La hermana del
peluquero, la simpática doña Luzmira Vásquez Manríquez, convertida de la
noche a la mañana en celebridad social, fotografiada, interviuvada y radiada,
decidió partir al país de los rascacielos y de los dólares. No tardó en topar con la
realidad triste de los hechos. Su hermano, el peluquero, no habia dejado ni para
el viaje.
Voy a contar la última ficción de herencias fabulosas, deseando que no
termine como las anteriores, por respeto a ilustres próceres de la familia De la
Barra, implicada en la novela. Admiro a don Eduardo y a don Miguel de la
Barra. Don Eduardo, un sabio y un héroe de la lealtad en 1891. La novela, o
historia, es la siguiente. Tomo de la revista Vea:
"José Bonaparte se refugió en los Estados Unidos después de la derrota de
su hermano Napoleón. Organizó negocios en Nueva Jersey avaluados en varios
millones de dólares. Parece que le bajó entonces la inspiración de que sus
herederos serian chilenos, por cuanto cambió su rutilante apellido Bonaparte
por el de Pereira Lira. Tuvo dos hijas: Ángela, a la que desheredó, y Athenais,
que casó con un diplomático chileno, don José Miguel de la Barra, en 17 de julio
de 1834, en la iglesia San Roque, en Paris".
Los documentos publicados en la revista Vea desconciertan, en primer
lugar, porque parecen auténticos, y no frutos de sueños de verano. ¡Dios quiera!
Un detalle: el ex rey José Bonaparte fue llamado Pepe Botellas, o El Tuerto Pepe
Botellas, por la cosmografía del pueblo madrileño. Es sabido que no era tuerto
ni borracho. Don Mariano José de Larra le hizo justicia cuando escribió: "Tenía
dos hermosos ojos y no bebía". Una mujer española cuando don José entraba en
España por Bayona escandalizo al público cuando exclamó: "¡Que guapo es!"
De otra parte ¿como es posible que hasta hoy el gran público no haya
sabido absolutamente nada de la fascinante novela de los descendientes de un
Bonaparte en Santiago? ¿Como es posible creer en el cambio del apellido
Bonaparte con olor a gloria universal por el de Pereira Lira, muy Huérfanos
Street?

74
LOS MILLONES DE MR. THOMPSON

Abril, 1949

Todos los años el otoño. Caída de las hojas y paso del mito por el cielo.
¿Quién hace los mitos? Nadie lo sabe. Nacen, crecen y pasan. Después de
mantenerse en el aire —a veces un mes, a veces menos—, se pierden por los
espacios del olvido. Los mitos se componen de diversas maneras de acaeceres.
Conocemos el mito del duelo a muerte, el mito del Baltimore, el de las barras de
oro de Lo Águila, el de la revolución de Talcahuano, el de Guayacán, el de los
salvadores de bañistas, y el de los quíntuples de Ovalle.
El último es el mito de la herencia. En 1947 los santiaguinos supimos la
historia de la llamada Herencia Bonet. Un señor don Claudio Bonet, catalán,
nacido en Villa de Fontenay, en 1715, fue a pelear como marino y soldado en
Madagascar. La hija del virrey se enamoró de él. Don Claudio se casó y los
naturales de la isla le proclamaron virrey. La fortuna de la princesa isleña era
enorme, y el marino, como buen catalán, organizó con ella el Banco de
Tananarive. Este Banco presto a1 quince y veinte por ciento. En pocos años el
dinero se multiplicó. El señor Bonet, sin hijos, murió dejando una fortuna
enorme, mitad para la reina Ranavalo y mitad para su único pariente, don
Gabriel Bonet. Los descendientes de este dichoso don Gabriel se habían
esparcido por todo el mundo, y una parte se encontraba en Chile, entre
Antofagasta y la Plaza de la Victoria, en Valparaíso.
Esto que cuento, tan absurdo, fue sostenido por ciertos órganos de la
prensa. Para hacer más complicada la novela, se sostenía que el legado de la
fortuna fue hecho a ciento cuarenta años de plazo. Este plazo seria cumplido en
1947, y los herederos de Lérida, Zaragoza, Santo Domingo, Antofagasta,
Santiago y Valparaíso se conglutinaron comercialmente bajo el titulo de
Organización Bonet.
No obstante los peligros que encaran los apagadores de ilusiones, vamos a
copiar el telegrama con que la Embajada de Chile en Londres informó al
Ministerio de Relaciones Exteriores: "Accediendo a peticiones hechas por varios
interesados de Chile, requerí del Register General, Somerset House, Strand,
London W. C. 2, oficina pública que lleva el registro de herencias y testamentos
del Reino Unido, la información del caso. La oficina mencionada me ha
comunicado que no existe en ella ningún antecedente acerca de la Herencia
Bonet".

75
Pasaron dos años y el mito de la herencia ha vuelto, esta vez con el nombre
de Thompson y la nacionalidad norteamericana. El virrey de Madagascar se ha
vuelto comerciante neoyorquino. Para que el mito tenga probabilidades de
durar es preciso que el creador de la fortuna codiciada haya sido excéntrico y
muera sin herederos directos. Don Lucas Thompson vivía solo y era solterón.
En 1852 depositó tres millones de dólares "en cierto Banco norteamericano".
Con su muerte la fortuna quedó prácticamente congelada.
Como en el caso de los Bonet, algunos parientes de don Lucas, o sedicentes
herederos, se reunieron y hablaron de fundar una especie de mancomunal. Hay
uno que no se dejó engatusar. Don Elliot Robert Thompson, residente en San
Bernardo, no ha creído en los millones ni los desea.
Un frío cable de Nueva York ha venido a sepultar el último mito. "El Juez
James A. Delenhaty (siempre que esté bien escrito así) ha dicho que nunca tuvo
conocimiento del caso contado en Chile. Si hubiera existido una fortuna sin ser
adjudicada a los herederos, él lo hubiera sabido".
Pretender que en Nueva York pudieran existir millones de dólares en
Bancos y sin dueños es casi tan infantil como suponer barras de oro enterradas
en la hacienda Lo Aguila desde 1891, sin que las hubieran descubierto ni
desenterrado personas tan avisadas como don Domingo Toro Herrera y su hijo,
el actual propietario.
Postulantes a millonarios hay muchos. Lo que falta es la plata.

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MITOS DE HERENCIAS

Julio, 1958

Hace no pocos años se presentó en una de las notarías de Santiago un


caballero de imponente apariencia parecido a Leonardo de Vinci. Entregó el
borrador de su testamento. Legaba un edificio en el centro de la ciudad a la
Sociedad de Dolores. Otras dos casas a un convento, otra a su fiel criada. En
seguida, legados en dinero y fundos por varios millones.
Cuando murió este magnifico testador no tenía casas ni bonos ni un peso.
En el convento le habían levantado un busto. Mala suerte de las criadas chilenas.
El único que las recordó en su testamento fue un viejo chocho "sin cobre".
Otro caso. En 1893 —no estoy muy seguro— un caballero Echeverría dejó
en herencia a sus hijos e hijas el Cerro de Santa Lucia. Estos lo pidieron para si
al Municipio.
El año 1947 los diarios publicaron la noticia de la existencia de una herencia
de mil quinientos millones de libras esterlinas, dejadas por un señor Bonet en
Londres. Sus herederos estarían en Chile. La historia del antepasado Bonet
parecía cuento de Salgari. Y resultó así. En Londres, donde se dijo que estaba el
dinero, respondieron que carecían de antecedentes. Puro mito. En Santiago, los
presuntos herederos habían fundado una Organización Bonet, con acciones.
El año 1949 ocurrió algo parecido con los miles de millones "depositados en
los Estados Unidos" por el antepasado de numerosos chilenos, Mr. Robert
Lucas Thompson. De Estados Unidos respondieron a los inventores de la
novela Thompson que nunca tuvieron conocimiento del asunto.
El mismo año 1949 salió a rodar otra herencia, parecida a las anteriores. Esta
vez los millones provenían de la firma Lanchands, de Colombo, en la India. El
presunto heredero vagaba en Chonchi, cubierto de harapos.
En Valparaíso, en febrero de este año, un joven alemán, con cigarrería en la
Plaza de Anibal Pinto, recibió la noticia —¡caray!— de haber heredado ciento
cincuenta mil millones del emigrante alemán Emmerich, tío suyo, fallecido en
Nueva York. ¡Que no abandone los tabacos!
Así hemos llegado al caso de este mes de julio de 1933, a la herencia de mil
millones de la simpática dama doña Luzmira Vásquez. ¿Quién inventó el
cuento de los mil millones? Parece que doña Luzmira no cobrará ni un centavo.
Lo más interesante del asunto consiste en que el hermano viajero y
peluquero prosperó en Nueva York. Tuvo casa y peluquería, avaluadas en

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dieciocho mil buenos dólares. Chile no sentirá ni el olor de dicho dinerillo, pero
nos llena de orgullo la hazaña del compatriota. Aquí, no hubiera pasado de la
Avenida Matta, sin casa ni ahorros.

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LAS HERENCIAS FABULOSAS

Febrero, 1959

"Mi respetado amigo Joaquín: No solamente leo los "Jueves de Joaquín


Edwards Bello" sino que los colecciono.
"Soy un gran amigo de su simpático y jovial hermano Emilio. He
pertenecido durante veinte años de servicio diplomático, especialmente en los
EE. UU., donde serví por un corto tiempo bajo las órdenes de don Emilio
(cuando estuvo de ministro encargado de negocios después del accidente aéreo
del embajador Manuel Trucco)
"Voy al grano. He leído su artículo del jueves 28 de febrero titulado
"Herederos de Pepe Botellas en Santiago". Su artículo me ha traído a la memoria
dos casos que me sucedieron en San Francisco de California, cuando por cerca
de diez años desempeñé el puesto de cónsul en esa agradable y hospitalaria
ciudad.
"Una vez recibí un oficio del ministro de Relaciones Exteriores en el cual me
solicitaba en forma perentoria que me preocupara de obtener los datos sobre la
fortuna que había dejado en 1847 un chileno de apellido B... que se había hecho
multimillonario durante la fiebre de oro. El señor B... había muerto soltero e
intestado según rezaba el oficio; consulté a un abogado amigo y pedí también
ayuda al compatriota de la Universidad de California Dr. Arturo Torres-
Rioseco, para que cooperara en este importantísimo asunto. Los descendientes
del señor B... llegaban a más de cien, y de acuerdo con el "Reglamento
Consular" de aquella época (1939), el cónsul pasaba a recibir un porcentaje
importante de las herencias rescatadas. Entre los cien y más herederos, yo
pasaba a ser uno de los principales, pues la fortuna, según los descendientes del
señor B..., pasaba de los mil millones de dólares. Mi sueldo en aquella época era
doscientos sesenta dólares mensuales. Informé a1 Ministerio que no habia
encontrado el menor rastro de la fortuna de B... Los presuntos herederos
solicitaron audiencia especial al Presidente don Pedro Aguirre Cerda, quien
puso más o menos la siguiente Providencia en mi oficio: "Devuélvase al cónsul
de San Francisco y que se preocupe de este importante asunto inmediatamente".
"Dicho sea de paso, el gobierno no proveía de fondos al cónsul para llevar a
cabo una investigación tan minuciosa y acuciosa. En las iglesias y cementerios
de Sacramento (donde se aseguraba que estaba enterrado el difunto B...) no

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encontramos nada. Habia, si, un señor B..., en cuya tumba decía: "Nacido en
Monterrey en 1779; fallecido en 1822; RIP; su madre, esposa e hijos".
"En esos días de 1939 se exhibía en los cines de San Francisco una obra
sobre la vida del discutido suizo John Augustus Sutter, en cuya propiedad,
también cerca de Sacramento, se encontraron los grandes filones de oro. Sutter
llevó su caso hasta la Corte Suprema de Washington, nada más que para
recuperar sus propiedades, y al bajar las escalas, después de conocer que el
veredicto le habia sido adverso, sufrió un ataque al corazón. Tenía más de
ochenta años, y cuarenta años de acción judicial sin interrupción en favor de lo
que él consideraba sus legítimos derechos.
"Supo por mi buen amigo, el ex secretario general de la presidencia de
entonces, que don Pedro celebró la anotación que hice sobre Sutter y, más aún,
cuando dejaba estampado con mi firma: "el primer perjudicado en no obtener la
herencia de los B... es el cónsul suscrito". Ahí terminó el caso de la herencia del
millonario B... No seria extraño que los herederos aún tengan esperanzas...
"Pero, mi querido don Joaquín, tengo otro caso. Es corto. Unos miembros de
la vieja y distinguida familia Zapata aseguraban que su bisabuelo habia ido
muy joven a California y que habia fallecido soltero e intestado, dejando una
fortuna que avaluaban en varios cientos de millones de dólares. Efectivamente,
se encontró la tumba del señor Zapata, nacido en Chile. Habia fallecido en 1865.
Después de mucho indagar, en Sacramento, encontré a un señor Zapata,
hombre de más o menos setenta y cinco años. Era el hijo del mentado
"millonario". No hablaba una palabra de castellano. Estaba pensionado como
profesor de violín de una escuela. Fue extremadamente atento conmigo, casi
hasta la exageración. Al retirarme de su casa, la señora, una mujer bonachona,
norteamericana, me dijo con especial ternura: "Ha sido un placer tenerlo aquí en
esta humilde casa. Mi esposo está muy enfermo. No sabe usted cuánto le
agradeceríamos si el Gobierno de Chile (el de mi suegro) pudiera enviarle una
mesada, aunque fuera insignificante..."
"Podría contarle muchas anécdotas de millonarios chilenos en California.
Las dos anteriores creo que sobran y bastan.
"En otra carta le escribiré sobre un tema mucho más interesante. Será sobre
mis conversaciones con la señora Gertrude Atherton. Tengo el libro sobre sus
memorias, y, en caso que usted no lo haya leído, se lo ofrezco.
"Su amigo, respetuosamente,

Mario Illanes".

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HECHOS FABULOSOS EN VALPARAÍSO

Febrero, 1958

A veces el aire de Valparaíso se puebla con gérmenes mágicos y ocurren


cosas sobrenaturales. Así por ejemplo, tenemos el caso del dueño de una tienda
de tabacos y de tarjetas postales en la Plaza de Aníbal Pinto, antiguamente
Plaza del Orden. Es alemán. Vive con regularidad y autonormación, conforme a
los principios de Kant. Cara rotunda, tipo digestivo, plácido.
Recibió en estos días mágicos cierta carta de su madre desde Alemania. La
madre le anunció que es uno de los herederos del emigrante alemán Emmerich
de los Estados Unidos, que fue protector y socio de Astor. Este alemán, de
apellido Emmerich, el mismo del cigarrero, dejó bienes por valor de ciento
cincuenta mil millones al cambio chileno de hoy.
Nuestro alemán de la Plaza de Pinto no se inmuta. Si llegan los millones,
bueno. Si no llegan, bueno. Tiene una cara de personaje de cuento de
Hoffmann, de esos que de pronto cambian de pelo o se hacen humo entre las
torres románticas de Heidelberg. ¡Hay cosas tan extrañas en los cuentos de
Hoffmann! Cierto doctor grave y de vida ejemplar sale cierta mañana. Va de
visita a la casa de una dama que le llamó. Llega y ve sin inmutarse que sale a
abrirle la puerta un avestruz con delantal blanco.
Algo así ha ocurrido a este germano gordo e impasible en la plaza cuya
historia es ya toda una novela. ¡Qué extraña plaza! La calle de Melgarejo, por la
que escapó el criminal Dubois. La inverosímil calle de Wagner. Las casas
centenarias, con ventanas de guillotina. La casa Jacob, donde estuvo Burmeister.
La calle de Tubildad, hoy Montt.
En otro diario leo lo siguiente:
"CAÍDA CASUAL EN LA PIEDRA FELIZ"
"Con lesiones mortales fue conducido a la Asistencia Pública local José
Barrera Valenzuela, domiciliado en Santiago, quien sufrió una caída casual
desde una altura de cinco metros, cuando se hallaba en la Piedra Feliz, en Playa
Ancha".
La Piedra Feliz, de Playa Ancha, es fatal. La leyenda dice: "el que sube a ella
no vuelve". La Piedra le hace feliz.

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Hay misterio en Playa Ancha. Un jardín se llama Rubén Darío. En la casa de
la familia Silva Endeiza —hogar de Pezoa Veliz— no hay una placa, ni un
busto.
Vamos al caso de la lotería. Servirá a los estudiosos para ilustrarnos en el
proceso de formación de los mitos. Un antropólogo podría decir: El carácter
mitómano y fantástico del chileno proviene del aislamiento y de tediosos
periodos de pobreza de una raza de mineros, de marinos, de jugadores y de
aventureros. Es la protesta del hombre brillante de ayer, contra el aburrimiento
y la nulidad de hoy.
El caso de la lotería es típico.
En El Mercurio de 4 de febrero apareció la siguiente relación, muy
periodística, con grandes letras:
"CASO DRAMÁTICO ENCIERRA EL ÚLTIMO "GORDO" DE LA
LOTERÍA DE CONCEPCIÓN"
"Sus cuatro ganadores siguieron durante doce años el número que resultó premiado. Lo
ocurrido al señor Gregorio Pizarro Ramos.
"Uno de aquellos hechos que la fría lógica no puede explicar acaba de
ocurrir en nuestra ciudad en relación con el último premio mayor de la Lotería
de Concepción. El "gordo" de sesenta millones de pesos —que correspondió al
número 18165, vendido en Valparaíso— favoreció a un grupo de cuatro
porteños, todos ellos vinculados con las actividades aduaneras.
"Los afortunados fueron los señores Jorge Gallo, socio del Agente de Aduana
señor Gerardo Donoso; Oscar Gómez, jefe del Departamento de Encomiendas
Internacionales de la Aduana; Sergio Cardemil, funcionario retirado de la
Aduana, y Gregorio Pizarro Ramos, funcionario de ese mismo servicio.
"Cabe señalar que estas cuatro personas venían "siguiendo" el número
18165 desde hacia doce años, sin desmayar.
"Pues bien, el hecho inexplicable dice relación con el último de los nombrados,
don Gregorio Pizarro Ramos.
"El domingo pasado don Gregorio Pizarro Ramos recibió dos fuertes
emociones, de muy diversa índole. La primera, el impacto de alegría que
produce el saberse poseedor del número premiado con el gordo de la Lotería.
La segunda, la profunda aflicción de perder un pariente cercano, en este caso,
su sobrino, don Pedro Pizarro Maureira, hijo de su hermano, don Pedro Pizarro
Ramos. El señor Pizarro Maureira estaba desahuciado, victima de una nefritis
ante la cual la ciencia médica fue impotente.
"El señor Gregorio Pizarro habia visitado a su sobrino, en su lecho de
enfermo, poco antes de su muerte. En relación con esta visita, ha trascendido
que en esa oportunidad el señor Pizarro se refirió a la difícil situación económica
que le afectaba, y a la que no le veía solución.
"Su sobrino, que le escuchaba con interés, le interrumpió:
"—¿Está seguro, tío, que no tiene solución?
"—No, salvo, claro está, que alguien desde el Más Allá interceda por mi y
me saque el "gordo" de la Lotería.
"Cuando el domingo pasado el señor Gregorio Pizarro supo que lo
"imposible" había ocurrido, y que la lotería lo había convertido en un nuevo
millonario, experimentó un comprensible estallido de alegría. Pero de pronto

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recordó la conversación con su sobrino, el grave estado en que éste se hallaba, y
ante lo ocurrido sus palabras de entonces adquirieron un terrible significado.
"Sin pensar ya en el dinero, corrió junto a él. Pero a1 llegar a su lado pudo
darle sólo su último abrazo: porque Pedro Pizarro Maureira falleció entre sus
brazos".

Desmentido publicado en el mismo El Mercurio del día siguiente, con letra


pequeñita y en sitio secundario:

"Sobre un caso que se relaciona con el gordo de la Lotería.

"Señor Director:
"Ruego a usted se sirva tener a bien publicar, en el diario que tan
dignamente dirige, la efectividad de los hechos ocurridos con relación a la
crónica aparecida en la primera página del diario de hoy (ayer) cuyo titulo dice:
"Caso dramático encierra el último "gordo" de la Lotería de Concepción".
"No es esta crónica informada por mi persona; mis deseos eran guardar el
silencio de la noticia para evitarme los sinsabores que precisamente producen
las noticias publicadas al respecto.
"Es efectivo que formo parte de las cuatro personas favorecidas con el
número 18165 premiado con la Lotería, el cual lo comprábamos desde el año
1934, o sea, 23 años consecutivos.
"Es efectivo que el domingo 2 del presente, conocedor de la gravedad en
que se encontraba mi sobrino, fui a verlo, y solamente pude hablar con mi
hermano, ya que él en ese instante se encontraba en reposo absoluto y sólo
pude mirarlo y despedirme en silencio. La noticia del número premiado la sabía
muchas horas antes de esta visita, de tal manera que era absolutamente
imposible sostener una conversación y en ningún caso respecto a dinero, como
se alude en la crónica publicada.
"Referente a mi situación económica, es totalmente falso que era aflictiva.
Mi estado financiero, tanto comercial como bancario, es absolutamente solvente
y no tengo compromisos ni deudas que vengan a saldarse con el dinero de la
Lotería.
"Sin otro particular, saluda atte. a usted, Gregorio Pizarro Ramos".

¿No es verdad que el caso podría servir a un antropólogo para el estudio de


ciertos aspectos de nuestro carácter?

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CHISTES DE DON RAMON BARROS LUCO

Marzo, 1950

Un cliente se acerca al mesón y pide:


—Un barrosluco y una pílsener.
El barrosluco es un sandwich compuesto de lomo caliente con queso
también caliente. Se podría discutir la eficacia del gobierno de don Ramón
Barros Luco, pero nadie discutirá la gracia que tuvo. El pueblo generoso le ha
levantado un monumento culinario.
El recuerdo de don Ramón se explica en una docena de salidas auténticas y
otra docena de inventadas, a su manera, por sus admiradores. La personalidad
de don Ramón ha sido el pie forzado, y el público hizo el resto. Actualmente ni
él mismo se reconocería en el retrato que le hicimos. La gloria del señor Barros
Luco es casi al revés de la gloria de Portales, y no ha sufrido la hidropesía
histórica de aquél. Eso si, le gana en popularidad. Cuando un hombre cría fama
de humorista, el público le ayuda.
Los chistes de don Ramón provienen de un profundo conocimiento del
carácter nacional, y dan a entender el deseo del presidente de evitar la ansiedad
en la política, mediante el desvío de los asuntos al parecer graves desde el
camino de la tragedia al de la risa. Es un buen sistema. La Primera Guerra
Mundial —citó Alejandro Tinsly— estalló porque el Kaiser no sabía ser un
humorista. He aquí explicado en otro plano el valor terapéutico de los chistes
de don Ramón Barros Luco en un país difícil de gobernar. Lutero decía que no
deseaba ir a1 cielo si alli no se entendían chistes. Nietzsche consideraba la risa
como un criterio para un tipo superior de humanidad, y Keyserling reconoció
en nosotros los chilenos la superioridad de la autocrítica humorística.
Veamos a1 hombre de ojos ansiosos, al político que aborda la serenidad
búdica del presidente Barros Luco, seguro de sacarle de sus casillas, y le dice,
con la voz angustiada:
—Se están batiendo. Los huelguistas y los gendarmes se baten.
Don Ramón murmura:
—¿Quiénes van ganando?
El político se detiene. Resuella. Saca el pañuelo del bolsillo. Está vencido.
Otra vez se trata del ministro de Argentina, el ponderado y docto don Lorenzo
Anadón. Ha ido a La Moneda para decir que no se atreve a marcharse antes que
S. E. haya firmado el pacto referente a los vinos.

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—No me podría presentar con las manos vacías en Mendoza.
—Váyase por el Estrecho —le dice don Ramón.
Otro: recibe un telegrama del gobernador que ha sido reemplazado por
malo. El telegrama dice: "Las sociedades obreras y las personas más
importantes piden que me quede". Responde don Ramón: "No les haga caso".
Cuando le eligieron para presidente, recibió de cierto funcionario dudoso el
siguiente parte: "Estoy enteramente a sus órdenes". Don Ramón respondió:
"Era de que no".
Nuestro pueblo, el escultor de este personaje sin estatuas, poco adentrado
en la historia clásica, le quiere así, como lo ha forjado, a lo huaso viejo, Llano,
dueño de recetas caseras.
Señalar el límite entre la fábula y la historia es empresa difícil. Los
historiadores interpretan los hechos cada cual a su manera. El médico y
fisiólogo francés Dumas, en el aniversario de Goethe, dijo que nada justificaba
la interpretación que han dado a las últimas palabras del genio alemán, y que
ha sido propagada por la tradición. Según él, Goethe dijo Más luz simplemente
porque su vista se apagaba y el cuarto estaba obscuro. Miles de moribundos
piden más luz y más aire. Por lo mismo les ponen balones de oxigeno. El
público quiere que los héroes mueran para el público, pero hay veces en que
mueren simplemente para ellos, sin teatralidades. A lo mejor, el presidente
Barros Luco no pensó en hacer chistes para la galería, sino para su tranquilidad,
y no creyó que le celebraríamos como humorista sino como estadista y por su
gravedad. Pruebas a1 canto:
En la revolución de 1891 don Ramón estuvo embarcado en el crucero
Blanco. Este crucero fue torpedeado y hundido en Caldera. Según la tradición, el
señor Barros Luco habría repetido el rapto de Europa, a su manera, salvándose
agarrado de la cola de un vacuno. En las Memorias de don Alejandro Lira
encontré una página de enorme interés para el asunto que nos entretiene. Es la
página 104. El señor Lira era ministro del señor Barros Luco. Dice:
"Estábamos en torno de él, del Presidente, se entiende, todos los Ministros,
en un momento de buen humor y de confidencias. Uno de nosotros le dijo
familiarmente:
"—¿Por qué no cuenta cómo se salvó el 91, en Caldera?
"Al oir esta pregunta vi por primera vez una expresión de molestia en el
rostro del Excelentísimo señor Barros Luco. Le señaló a1 interpelante la
inoportunidad de imitar a sus enemigos políticos, que habían pretendido
ridiculizarle con la invención tan conocida".
Si no fue cierto lo de Caldera, puedo decir que encontré un nuevo mito para
mi colección. Según dice don Francisco Encina, en su historia monumental de
Chile, tomó decimoquinto, el señor Barros Luco esculpió en una frase lapidaria
su conducta política: "La mitad de las dificultades se resuelven solas y la otra
mitad no tienen solución". Encontré una máxima parecida en la autobiografía
de Rudyard Kipling. Es india, adoptada por el padre del escritor. "La mayoría
de las cosas en este mundo se resuelven dejándolas solas". Acaso en las venas
de don Ramón corría una dosis de sangre musulmana. Un pachá sentencioso en
Constantinopla decía: "Dos días me tienen sin cuidado: el que no ha venido y el
que ha pasado".

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MITOS DE BARROS LUCO

Marzo, 1950

Entre las cartas que recibí referentes al asunto del salvamento de don
Ramón Barros Luco, la mejor es la que dice: "En Caldera vive todavía el señor
Eduardo Aracena, tripulante de una chalupa fletera en la madrugada del
hundimiento del Blanco. Entre otros náufragos, este don Eduardo salvó a don
Ramón Barros Luco, según él mismo me lo ha contado varias veces; de modo
que el asunto de la ternera es leyenda. Le doy este dato y le dejo mi nombre por
si acaso le interesa tener relación más detallada. Firma: Jorge Fernández,
capitán de navío (R), Santiago, Ministerio de Defensa Nacional, Oficina Meteorológica de
Chile, Quinta Normal, Casilla 717".
Respuesta: En el libro Memorias, de don Alejandro Lira, en la escena del
desmentido que dio el entonces presidente don Ramón Barros Luco a la
pregunta festiva de uno de sus ministros, respecto de su salvamento en
Caldera, las palabras fínales de don Ramón no mencionan la chalupa, ni el
nombre de persona alguna. Dice simplemente que dormía y que despertó en la
playa. Termina de esta manera:
"Muchos médicos a quienes he contado este suceso me han dicho que
ciertamente la explosión y conmoción producidas sobre mi cabeza por el
estallido del torpedo que hundió al buque, me causaron un súbito
aturdimiento, y sólo recuperé mis sentidos cuando ya las olas del mar me
habían arrojado a la playa".
De mi parte creo en la versión del señor Aracena y en el olvido de don
Ramón. En adelante, el nombre de Aracena quedará —para mi, por lo menos—
incorporado a nuestra historia a manera de factor providencial en la vitalidad
del presidente que hizo del chiste breve un arma decisiva en el camino de la
tranquilidad suya y de todos- Su escapada con vida del torpedo disparado por
mano chilena, bajo bandera chilena, debió hacerle meditar y llegar a la certeza
de que el peor presidente constitucional es mejor que un tirano y que una
revolución. Durante su periodo no se rompió el equilibrio y pasó semejante al
Rey Petiso de las caricaturas tan conocidas, poniendo un pie primero y otro
después, con sumo cuidado, en la cuerda tendida sobre infinitos peligros. Vaya
un ejemplo:
Durante e1 periodo final de su presidencia los jóvenes militares
demostraron cierto descontento. Un general, amigo de don Ramón, se acercó al

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bufete presidencial en La Moneda para darle parte del asunto. Al mismo tiempo
mostró un grueso rollo de papel en el que iban detalladas las observaciones
debatidas por los militares. Con respeto y precaución dejó el rollo en la mesa.
—¿Tendría S. E. la bondad de leerlo? Se trata de un síntoma grave.
Sin demostrar ansiedad, don Ramón le respondió:
—Déjelo aquí y pase dentro de un mes.
Este chiste es inventado, sin duda, pero contiene una receta contra los
sembradores de ansiedad. Hay otro auténtico. Se refiere al A. B. C. El canciller
brasileño Muller fue autor de un proyecto de unión de Argentina, Brasil y
Chile, en 1915. Se encontraban en Santiago en mayo de ese año Muller de Brasil
y Murature, de Argentina. En el banquete celebrado en la Escuela Militar de
Santiago, el Excmo. señor Barros Luco recibió un borrador del discurso de
ofrecimiento. Don Ramón lo olvido. En cambio improvisó otro en el que dijo:
Las demás naciones americanas pueden adherir al A. B. C. si así lo desean.

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BARRAS DE ORO EN LO AGUILA

Abril, 1944

Me preguntaron si creía posible la existencia de un entierro de barras de oro


en el fundo Lo Aguila. Las personas indagantes llevaban el pequeño diario
surtidor de la noticia folletinesca. Aparecía en el diario la fotografía del ex
soldado, sedicente de la guardia de La Moneda, en 1891, que habría ayudado en
el acarreo de las barras en cuestión.
—No. No creo de ninguna manera —les dije—, por varias razones. Desde
luego, el fundo Lo Aguila perteneció a la ilustre dama doña Emilia Herrera de
Toro; después pasó a su hijo don Domingo de Toro Herrera, y ahora es
propiedad de don Domingo de Toro Astaburuaga. Pues bien, todo santiaguino
un poco antiguo, conocedor somero de nuestra sociedad, sabe lo imposible que
hubiera sido substraer al flair exquisito, a la perspicacia y a la distinción de don
Domingo de Toro Herrera, un tesoro en relucientes barras del metal tentador
que los antiguos llamaron excremento de Satanás. Pero todo eso es secundario y
queda descartado a primeras por absurdo. En tiempos de Balmaceda —y sin
Contraloría— el manejo de las finanzas era algo serio. Las cuentas, detalladas
de manera precisa, no dejaban resquicios para filtraciones maliciosas ni para
gollerías familiares, ni para decretos de insistencia ni aun para gastos privados.
Se trataba —todavía— de un presupuesto capaz de competir con la Carta de
don Alfonso el Sabio. Durante la tragedia que culmino en los campos de
Concón y Placilla, los dos bandos que se trenzaron en lucha mortal se
apresuraron para pagar, cada uno de su cuenta, los intereses de nuestra deuda
externa en Europa. Una vez derrotado el señor Balmaceda, la prensa adversa a
él —la conservadora en primer plano— le atacó de manera inmisericorde,
sanguinaria y en extremo realista, sin perder un solo detalle del manejo de las
finanzas en el ultimo año. Esto lo sabe un niño, y bastaría pedir los diarios de la
época en la Biblioteca Nacional para que se disipe hasta la más leve sombra de
duda.

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CHISTES VIEJOS

Mayo, 1953

Victor Domingo Silva escribió ayer de anécdotas viejas y renovadas cada


año, o atribuidas a personas contemporáneas en diversos países. En mi fichero
tengo lo siguiente: Entra uno en la peluquería y el fígaro le pregunta:
—¿Cómo quiere que le corte el pelo?
—Sin hablar —responde el cliente.
Según Pérez de Ayala, cuya crónica extravié, esta anécdota se encuentra en
un clásico griego anterior a Cristo. Ayer me decían: ¿Cual es el cine más corto
de Santiago? "El Metro". Este chiste es acomodado de uno de Madrid: "¿Cuál es
la distancia más corta en Madrid?" "De la Puerta del Sol a Cuatro Caminos,
porque no hay más que un Metro". La anécdota del cochero y del yanqui ha
recorrido todos los países de habla castellana. Se trata de un turista yanqui que
dice: "En mi tierra tardan un mes en construir un edificio de diez pisos". Poco
más tarde pasan frente a un edificio de varios pisos. El yanqui pregunta al
cochero: "¿Qué edificio es éste?" El cochero responde: "No se. Ayer no estaba".
Un chiste que oí cuando tenía catorce años, en la Pastelería Torres,
Ahumada con Huérfanos, contado por Eduardo Nelson, el Payaso, es el
siguiente: Le preguntaron a Ramiro Vicuña que en qué vino Colón a América.
Ramiro respondió: "En balde". Sorpresa del profesor. Ramiro muestra el texto y
lee: "En balde fue Colón a América, por cuanto España no le supo agradecer",
etc. Este chiste se lo cuelgan ahora, con variantes, a Armando Hinojosa, que de
otra parte no lo necesita. Don Ramón Barros Luco es otra percha para toda clase
de chistes. Los cuentos que aquí llamamos "alemanes" en Madrid los llaman
"americanos". Los llevó a Madrid Joaquín Montero y los divulgaba Bagaria,
entre otros.
El de Benavente: "No me agrada hablar a tontas y a locas", lo contaban aquí
como que lo hubiera dicho cuando las socias del Club de Señoras discutieron si
podrían recibirle u oírle, y al fin se decidieron a hacerle el honor de darle el
pase.
En cierto periódico francés de este año, en la sección Concurs Ricard
d'histoires marseillaises, encontré dos chistes que oí hace medio siglo por lo
menos. Uno trata del hombre ingenioso que reemplazó a las palomas
mensajeras mediante el sustituto de un invento suyo, sensacional: un ave que

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daría los mensajes de viva voz. ¿Qué ave sería ésa? La cría de un loro con
paloma.
Otro chiste que oí a un tío mío, en Quilpué, posiblemente en el siglo pasado.
Este tío, marino, hermano de mi madre, habia recorrido medio mundo y estuvo
embarcado en un crucero británico. El cuento es el siguiente: Un padre estaba
desesperado con un hijo que tenía la manía de apostar a todo evento. Lo
embarcó para ver si navegando perdía la maldita costumbre. Cuando se
despidió le dijo a1 capitán, que era un viejo cascarrabias:
—Que nadie le haga caso, ni le apueste, a ver si se cura. .
—¡Conforme!
Dos horas después de embarcado el joven apostador fue a ver al capitán y le
dijo:
—Usted padece de un tumor en la parte baja de la espalda.
—¡No, señor! —exclamó iracundo el capitán.
—¡Le apuesto diez libras a que tiene un tumor!
—¡Cómo no voy a saber yo que no tengo! —insistió rabioso el capitán.
—¡Pruebe que no tiene!
El capitán —seguro de ganar— se levantó la camisa v mostró su dorso. No
tenía un tumor. Cobró las diez libras y se rió de la estupidez del muchacho.
Cuando regresaron del viaje, el capitán explicó el caso al padre del muchacho.
Le dijo que habia aceptado la apuesta, seguro de ganar, para quitarle los deseos
de apostar.
—¡Me fregué! —gritó el padre, desesperado—. ¡Antes de embarcar apostó
conmigo veinte libras a que haría sacarse la camisa a1 capitán para mostrarle
salva sea la parte!
El viejo chiste apareció firmado Potasse en el periódico francés Humour
Magazine, número 33, de enero de 1953, 20 calle La Bruyère, Paris (9). Por lo
demás es un magnífico magazine. Nil novi sub sole. Esto último es de Salomón,
en el Eclesiastés. Nada nuevo, nada nuevo.

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EL TESORO DE VALPARAÍSO

Marzo, 1956

Otra vez buscan el tesoro de Drake. Antes lo buscaron en Guayacán y en la


isla de Juan Fernández. Don Ricardo Latcham, padre, desengañó a los de
Guayacán. Los de Juan Fernández se desilusionaron personalmente, después de
gastar una suma que pudo ser el tesoro para una familia modesta. Esto del
"entierro" de Drake es algo parecido a los cuentos del paquete y de1 billete de
lotería. Docenas de veces los diarios publican casos de infelices cazados con la
burda técnica, lo cual no impide que sigan cayendo. Es infinito el número de
tontos. Los buscadores del tesoro de Drake no han terminado. Volverán cada
año como las caídas de las hojas en el otoño. Cuando buscaban en Juan
Fernández dije al amigo de uno de los socios:
—Es absurdo. Buscar un tesoro de Drake en tierras Coloniales españolas es
no conocer a Drake ni a Inglaterra.
Vi dibujarse en su rostro un gesto de desconfianza y de suficiencia, repetido
cientos de veces. Me respondió:
—Usted no sabe. El asunto es muy serio. Llevan un plano del entierro.
—¡Cuidado! He leído algo de Drake —le respondí.
La expedición se llevó a cabo el año 1951. No sé a cuánto subiría el gasto. Se
puede explicar la aventura como calaverada de jóvenes, tan ricos como
ignorantes en Drake. Se puede pasar el caso como broma sensacionalista, o
provecho de diarios poco aprensivos. No pasaba día sin que aparecieran
noticias fantasmales referentes a la codicia por el tesoro. El 15 de marzo de 1951.
La Opinión, Q. E. P. D., publicaba, a cuatro columnas: Buque extranjero fletado a
Juan Fernández pretendería participar en el tesoro. La busca de dicho tesoro había
sido autorizada por Decreto Supremo. Intervinieron el gobernador marítimo,
señor Monsálvez, y el director de Bienes Nacionales, señor Enrique Muñoz
Mena. La Opinión terminaba así:
"Si el Gobierno le ha dado tanta importancia al asunto debería mandar un
transporte de la Armada, con armamento y fuerza militar para asegurarse que
no serán burlados los intereses del Fisco".
El asunto terminó de manera lamentable. Regresaron los buscadores del
tesoro como dicen los franceses del pescador que no coge un mal bagre:
bredouilles. Si he dudado del encuentro del tesoro de Drake es porque he leído la
historia del marino en diversos libros. He leído en la Biblioteca Nacional: Drake,

91
the English hero. 1710. Printed in Cheapside, Edit. Nath Crouch. He leído El Cuadro
histórico de las Indias, por Madariaga. He leído a Van Loon. He leído The voyage
of the Pelican, por Mowbray Morris. He leído La Historia de Inglaterra, de
Chesterton. He leído la de Maurois. La hazaña de Drake parece novela de
Verne. El marino en la vuelta a Inglaterra sabía que una flota española le
perseguía. El poder naval español entonces era temible. Norma inseparable de
Drake era: "antes que perder un gramo de mi tesoro prefiero perder mi vida".
No podía esperar un regreso a la América española. La idea de que haya
enterrado parte del tesoro es absurda por donde se la mire. He knew that he could
not turn back with all the spanish fleet on the look out.
En dichas circunstancias y en su tiempo, Drake hacia el papel de audaz
burlador de una escuadra todopoderosa, como más tarde harían los cruceros
alemanes Von Tirpitz y de Hitler. Antes de llegar a Inglaterra, en mares
europeos, le sorprendió el más violento temporal. Drake hizo arrojar al agua
mucha carga, y hasta víveres, pero ni un gramo de su tesoro, cuyo valor era de
más de trescientas mil libras esterlinas. Base del Bank of England.
Asombroso es por todo lo dicho que un hombre de Valparaíso busque
actualmente, en marzo de 1956, el tesoro de Drake en cierta caverna del fundo
La Poza, en la Quebrada Verde. Se trata esta vez del señor Marillanca, dueño de
una carnicería de la calle de Eloy Alfaro, N O 351. Lleva gastados doscientos tiros
de dinamita. ¡Salvas a Drake! ¡Desengáñese, señor Marillanca! El tesoro material
que usted busca no existe. Pero hay otro espiritual que posiblemente esté en
usted mismo. Hay tesoros en Valparaíso. Tesoros son la Universidad Santa
María y el buen comportamiento de sus habitantes. Ese es el gran tesoro. Si yo
fuera alcalde, haría colocar este letrero en calles y plazas, desde el Barón hasta
Playa Ancha:

HIJOS DE VALPARAÍSO

El mayor tesoro de Valparaíso y de Viña del Mar consiste en el comportamiento


amistoso y honesto de sus habitantes. Este comportamiento es reconocido y celebrado
por los visitantes nacionales y por los turistas.
Recordemos sin cesar que la conservación de dicho tesoro depende de la
perseverancia en la buena conducta.

92
UN BUSCADOR DE TESOROS MURIO
EN ACTOS DEL SERVICIO

Diciembre, 1956

"Valparaíso. En la mañana de ayer encontró la muerte, al caer en el sitio


donde buscaba el tesoro de Drake, el señor Manuel Marillanca, domiciliado en
la calle de Eloy Alfaro.
"El señor Marillanca había vendido la carnicería en el N o 351 de dicha calle
Alfaro en el Cerro del Barón, para dedicarse del todo a la busca del tesoro en el
fundo La Poza, entre Playa Ancha y la Laguna Verde".
Así leí ayer. La triste noticia no puede dejar de interesarme, por cuanto hace
poco menos de un año, estando en Valparaíso, tuve noticias de la locura de este
compatriota del barrio famoso de Calaguala. Grandes y chicos, modestos y
poderosos, sufren de tarde en tarde el contagio de esta locura nacional, La locura
del tesoro del pirata Drake. Unos encaminan sus planos, barretas y azadones a las
playas de Guayacán, otros a la isla encantada de Robinson. El señor Marillanca
Rozas se dejó convencer por los planos "antiquísimos" del coquimbano y
minero don Manuel Morales y Morales. Coquimbo es actualmente la tierra de
los poetas de tesoros. El complejo coquimbano consiste en transformar caca de
gaviotas en onzas peluconas.
El jueves 8 de marzo de este año puse en guardia al señor Marillanca, Q. E.
P. D., de la insensatez de su proceder. En esa fecha habia partido ya esta especie
nacional de Tartarín, provisto de doscientos tiros de dinamita, al sitio indicado
por el minero de Coquimbo para desenterrar el tesoro.
Le repetí entonces lo de tantas veces: No puede haber tesoro de Drake en
ninguna parte, fuera de Inglaterra, a donde llegó íntegro. Si no encontró dicho tesoro
en Guayacán, el primer Edwards que ahí se asentó, es señal de que no existe. El
pirata Drake igualaba su talento y su audacia de marino con su rapacidad
consumada. El viaje de Inglaterra a nuestros mares, ida y vuelta, duró tres años,
de 1577 a 1580. Su empresa estuvo dominada por la más inaudita obsesión de
oro. Soñaba con oro y con tesoros de toda clase, como Colón. No le atraían otros
productos, frutas, maderas, especias o indios. Solamente el oro, las perlas, las
esmeraldas, la plata. Sus expediciones tuvieron sello comercial. En una de ellas
repartió el dividendo de cinco mil por ciento fuera de su parte. Como tal, fue
Drake uno de los fundadores del Imperio, de la City, del Banco de Inglaterra, de

93
Lloyds, de los Dock del Mincing Lane, y en fin, de todo el gigantesco depósito
portuario de la isla pobre, pero dueña del océano.
Léase Londres.
El tesoro de Drake era su vida misma. En un momento de peligro de
naufragio, mandó arrojar al mar cuatro toesas de víveres, antes que un gramo
del tesoro, que llegó a Plymouth en 1580.
Cada vez que aparecen buscadores del tesoro de Drake (actualmente hay
tres), escribo algo parecido a esto. Veo ahora mismo un ejemplar del diario La
Opinión, de marzo de 1951. Produce pena. Un joven millonario santiaguino,
engañado con planos y documentos falsificados por un vivo extranjero,
encontró apoyo en las autoridades marítimas para buscar el tesoro de Drake en
Juan Fernández.
Produce pena leer eso. Hay un abismo de incomprensión. Cada día que
pasa se arraiga más en mi uno de los versos de don José Joaquín de Mora con el
concepto que se formó sobre nuestra capacidad mental. El sabio español dijo
"En vez de mente masa tenebrosa". Algunas veces le sobra razón. Las reiteradas
búsquedas del tesoro del pirata inglés me parecen además deprimentes y
vergonzosas. Deprimentes por cuanto revelan un acomodo del tremendo y
aterrador pirata del siglo de oro ingles para el uso de mentalidades
microscópicas de ahora. Es infantil. La audacia y la pericia de un marino inglés
de Isabel son algo inconcebible ahora. Los buscadores de su tesoro en las playas
de recreo lo humanizan y lo infantilizan. Algo es algo.

94
SANTOS CHOCANO Y EL ENTIERRO

13 diciembre, 1934

Para empezar y en nombre de los escritores es preciso asegurar que el


inolvidable poeta peruano era sobrio, de higiénicas costumbres, animado de un
viejo espíritu de familia, amante y tierno dentro de su hogar. Considerando las
circunstancias especiales que rodean a su muerte y que podrían prestarse a
antojadizas interpretaciones, es preciso declarar que el matador, ciertamente un
loco, creyó que el tesoro fue encontrado; de este morboso absurdo emanó su
rencor. No había deuda personal entre ellos sino la creencia de parte del
matador de haber sido engañado, "cuando un tal tonto Manuel encontró el
entierro, que fue repartido..." De ese engranaje inconcebible de absurdos
germinó la ira y luego la tragedia, todo ello obra de un anormal.

***
Chocano alentaba el ideal del continentalismo americano. Según su ideario,
América tenía una sola alma. Recorrió diversas repúblicas y en su amor por la
gloria, mezclado con el ansia de oro, no hizo sino repetir a los conquistadores,
de quienes parecía ser la supervivencia en estas épocas de grisácea democracia
y escasez de grandeza en las empresas. Su manera de enfocar el poder era
perfectamente lógica, aunque irritara a ciertos idealistas literarios a estilo del
malogrado e interesante Elmore, o del tronitonante Vargas Vila. Según lo que
hemos leído de él, Elmore se manifestaba enemigo de la fuerza, lo cual es un
contrasentido, puesto que sin fuerza no pude sustentarse ningún ideal, ni
siquiera la libertad. El Apra peruano sabe perfectamente, a estas fechas, lo útil y
primordial que es la fuerza. Contra un puño amenazante no hay más remedio
que otro puño más fuerte, y contra el cesarismo del dólar no hay más remedio
que el archicesarismo del peso. Lo demás son garambainas.
Habiéndose hecho una especie de lírico mentor de Estrada Cabrera, en
Centroamérica, Chocano desató las iras de ese vigía decorativo, apostado en
París, que se llamó Vargas Vila, maestro hinchado de orgullo, de latines y de
citas romanas. Cuando Vargas Vila decía más horrores del poeta peruano, una
revolución derrocó a Cabrera. Chocano fue condenado a muerte. Entonces se
pasó una lista a los intelectuales del mundo, para que suscribieran un llamado a

95
la libertad del condenado. Vargas Vila, todo lo enemigo que era del tirano
Cabrera y de su mentor, firmó, diciendo:
—No quiero que condenen a muerte a Chocano.
—¿Ahora le salva usted?
—No. Es que ese hombre, que ha deshonrado a la patria y a la América,
deshonraría también al patíbulo. Yo he salvado al patíbulo de la presencia de
Chocano.
Después, Vargas Vila continuó fulminando contra Lugones y, especialmente,
contra Leguía, a quien llamó: "gusano de seda con ínfulas de serpiente pitón".
Al ad látere leguiísta Guillen le llamó: "rata hidrófoba de las alcantarillas de los
conventos de Lima’’.

***
Como se ve, los epítetos del autor de Ibis eran tan fuertes, que llegaban a ser
innocuos. Mucho veneno no mata.
Dijo una tarde Chocano: "Si debieran desaparecer rodos los libros del
mundo, y quedar dos solamente, yo pediría que guardaran: Las vírgenes de las
rocas, de d'Annunzio, y Sangre, voluptuosidad y muerte, de Barrès. Su autor
favorito era d'Annunzio, y el hombre más genial a quien dijo haber conocido
fue Pancho Villa.
Debo recordar el amor profundo y sincero que manifiestan hacia México los
escritores que tuvieron el agrado de vivir en esa tierra algo quimérica y poética:
Valle Inclán, Gabriela Mistral, Chocano. Todos ellos quedaron meduseados por
esa tierra de pasión y de ensueño. ¿Y qué decir de Mayne Ryed y de Lawrence?
Algo, algo grande hay en México, sin duda.

***
Hablando en la intimidad de la guerra del Pacifico, pero en mucha
intimidad y alegremente decía:
—Miren ustedes. En Tacna, el jefe del ejército fue el almirante Montero,
hombre simpatiquísimo, tan simpatiquísimo, que el día de la batalla estaban
todos curados como cuero... No hay plaga peor que los simpáticos...
Nosotros, llevados del momento de expansión, le recitamos una poesía
humorística de esa guerra:
¿Quién es el viejito
que apenas se mueve?
Es un veterano
del setenta y nueve.
Hace medio siglo
se tomaba el Morro:
hoy está tan débil,
que duerme con gorro...

El poeta reía...

***
SANTOS C H O C A N O
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10111213

96
Las letras de su nombre suman 13. Era un supersticioso, como Queiroz. A
veces iba a hacerse rociar de agua bendita. Creía que un retrato en la pared no
debía ladearse, porque traía mala suerte.
Hace tres días fue a ver a una adivina, madame Eriz, quién le auguró la
tragedia.
—Veo que la muerte le ronda, o pasa cerca de usted —le dijo.
Chocano se interesó bastante por esta dama y tan cierto es que el día 13,
cuando entró en el tranvía, donde le habia precedido la muerte, llevaba un libro
dedicado a madame Eriz, con la cual tenía cita.
La gran cita, a la cual ninguno faltará: la cita con la Desnarigada.

97
PARAISO DE PASCUA

Febrero, 1934

En cierta crónica del doctor Marín que estuvo en la isla de Pascua encontré
lo mejor que al respecto he sabido después de la reflexión de Omer Emeth en el
prólogo del libro pascuense de Vives. La observación del doctor Marín me
sugiere el siguiente discurso que echa un gobernador imaginario de Pascua a
un visitante:
—Si quiere entender de verdad sobre esta isla aparte de su cabeza lo que
haya oído o leído sobre ella en Chile. Mi mayor entretenimiento aquí consiste
en leer lo que por allá dicen. Lo colecciono y lo pego en este libro titulado Mito
de Pascua. Mire los títulos: Imperio Colonial chileno, Tres ensayos sobre Rapa Nui, La
mariposa que voló sobre Pascua, El embrujo de Pascua, Hora de decisión para Pascua,
Despensa del porvenir en Rapa Nui, Pascua, llave del Pacifico, Té, café y chocolate de
Pascua, Mano de obra pascuense para el salitre, Mataveri paraíso del turismo.
Ya ve usted los títulos. En los años que llevo en esta isla del olvido solo una
utilidad le vi.
—¿Cual?
—La de deshacerse de los salvadores de la patria de manera barata. En vez
de mandarlos de observadores al Turquestán, a Pekín o a París, los trajeron
aquí. No hay bicho más peligroso que el salvador de la patria. Aquí se desaho-
garon entre ellos...
—¿Cómo?
—Peleando unos con otros. Por un cepillo de dientes, por cigarrillos, por un
vaso de vino y, sobre todo, por la costumbre.
—¿Y lo del café y el cacao?
—¡Fantasías!
—¿Y el casino en la playa de Mataveri?
—Mire usted. Mataveri es un hoyo de viento y excrementos. Según el
finado obispo Edwards, hay ahí unas piedras que recuerdan al sacerdote que se
comieron en curanto. Contaba el mismo obispo, que era muy chistoso, lo
siguiente: le preguntaron a unos canacas que a quiénes preferían, si a los
misioneros católicos o a los protestantes. Los canacas respondieron en el acto,
mirando la barriga del obispo con ojos concupiscentes: "a los católicos". ¿Por
que?, les preguntaron. "Más gordos y sabrosos", respondió el canaca viejo.
¿Leyó al doctor Marín en EL Mercurio?

98
—No.
—Dice que cuando preparaba la máquina para tomar la fotografía de un
grupo de nativos uno de ellos se desprendió y dijo: "¿Cuánto me van a pagar?
Yo quiero cigarrillos y un traje nuevo como el suyo". Como trataran de
explicarle que el acto era amistoso y gratuito, replicó: "No lo creo. Si todo lo
hicieran gratuitamente no irían tan elegantes ni tan saludables. Ustedes nos
explotan y viven de nosotros". El doctor Marín agregaba que llevaban
medicinas por valor de mil dólares. La actitud del agitador de Pascua es
parecida a la actitud del agitador de aquí. Recibimos regalos de Rockefeller, de
Danciger, de Marshall y de otros capitalistas norteamericanos. En seguida nos
decimos: a mi no me la pega, por algo será. Después pasa un grupo de nativos
con una banderita de a peso en que se lee: Abajo los yanquis. El pascuense es un
ser paradisíaco, es el hombre de Rousseau y de Montaigne. Podría cantar el
modinho bahiano: Canto canciones en qualquer lugar mais nao me agrada trabalhar.
Cuando se cansa come una banana que toma del árbol. El robo no es un pecado
sino un deporte. Cada año desaparecen cientos de corderos del canaca que
trabaja. Nadie chista ni delata. Cuándo desaparece algún objeto podemos estar
seguro de que no lo encontraran nunca. Son chispeantes y críticos Se fijan
mucho, se observan con humorismo y se ponen motes. A mí me llaman el
Diablo Triste. Omer Emeth les retrató bien cuando dijo: El far niente es el fondo
de la sociología pascuense o alma canaca al natural. Pereza, ironía y poesía. El
canaco le llamó Vives Solar. Es descendiente directo de aquel padre de familia
que al morir recomendó a sus hijos que huyeran a toda costa de todo trabajo
entre comidas. A estos hombres felices, Chile les trajo ropas, tabaco, zapatos e
instrucción. Resultado: callos, dolores de cabeza y agitadores.

99
EL MAESTRO DE BOLIVAR

Marzo, 1954

Algunos historiadores creen todavía que don Simón Rodríguez regresó a


Caracas después de sus viajes; que lo pasó muy bien en Chile y que murió en
Huaymas, o en Huaylas, en marzo de 1854. Nada de esto es verdad. Después de
sus viajes, Rodríguez vino a América y le pesó. No quiso ver su ciudad natal. Le
era antipática. La tierra nativa no tenía para él atractivos, ni su gente, que le
recordaba sus primeros choques. "Los hombres y las cosas de su tierra le eran
indiferentes", dice Cova, uno de sus biógrafos.
Rodríguez no murió en Huaymas, ni en marzo, sino en San Nicolás de
Amotape el 28 de febrero de 1854. Este villorrio está situado en la provincia de
Paita, departamento de Piura en Perú. He escrito esto y no me han leído, quizás
porque escribo largo. Me informé en Lozano, en Picón Febres, en Ramón
Aspurua y en Eloy González, aparte de diarios y de otros libros referentes al
Libertador. En el libro de J. A. Cova, de la Academia de Historia de Venezuela y
Ecuador, encontré el dato del lugar de la muerte de don Simón Rodríguez, en la
página 181. Dice así: "En el registro de defunciones del Archivo de Amotape se
encontró la partida de don Simón, que dice textualmente: Año del Señor de mil
ochocientos cincuenta y cuatro, a primero de marzo, yo, don Santiago Sánchez,
presbítero, cura propio de la parroquia de San Nicolás de Amotape, en su santa
iglesia di sepultura eclesiástica al cuerpo difunto de don Simón Rodríguez,
casta de español, como de edad de noventa años, al parecer, el que se confesó
en su entero conocimiento y dijo que fue casado dos veces y que era hijo de
Caracas, y la última mujer finada se llamó Manuela Gómez, hija de Bolivia, y
sólo dejaba un hijo que se llama José Rodríguez. Recibió todos los sacramentos
y se enterró de mayor, para que conste firmo.— Santiago Sánchez.— Hay una
rúbrica".
El 28 de noviembre de 1824, a las diez de la mañana, fueron descubiertos los
restos mortales de don Simón Rodríguez dentro de una caja cerrada, en una
bóveda de la iglesia de Amotape.
El presidente Leguía, de Perú, en el Centenario de Ayacucho, diciembre de
1924, ordenó que los restos de don Simón fueran trasladados al Panteón de los
Héroes, de Lima. En la ceremonia del traslado estuvo presente el embajador de
Venezuela en Lima, don Fabio Lozano y Lozano, biógrafo de don Simón y uno
de los investigadores que contribuyeron al hallazgo de los restos en Amotape.

100
Del Panteón de los Héroes de Lima fueron trasladados a Caracas. Alrededor de
sesenta mil personas asistieron al acto de la colocación de los restos en el
Panteón de los Próceres, en Caracas, el 28 de febrero de este año, centenario de
su muerte.
Respecto de los trabajos de don Simón en Chile, puedo declarar que
fracasaron por completo. La Escuela de Valparaíso cerró por falta de alumnos.
La de Concepción, a causa del terremoto, que solamente anticipó la clausura.
Don Simón decía: "En Chile prediqué en desierto". No conservó buenos
recuerdos de nuestro país, ni de los ministros de nuestro gobierno. (El Maestro
del Libertador, por Fabio Lozano y Lozano).

101
STRADIVARIUS EN COYHAIQUE

Agosto, 1949

He buscado el pueblo de Coyhaique en la Geografía Descriptiva de la


República de Chile, por Enrique Espinoza, Imprenta, Litografía y Encuadernación
Barcelona, 1908, Santiago. No está. El corresponsal de un diario santiaguino en
dicha región ha dado la noticia del descubrimiento de un violín Stradivarius,
que estaría en poder del profesor primario del pueblo. Este violín habría sido
comprado hace veintidós años a un ciudadano yugoslavo de Punta Arenas. A
raíz de este descubrimiento, otros dos ciudadanos del mismo punto se han
denunciado como poseedores de otros dos violines can la misma marca, la del
célebre Stradivarius. Luego hay en Coyhaique tres violines Stradivarius, uno
del profesor José Segundo Vidal Cárdenas, otro del señor Julio Chible Díaz, y el
último del señor Miguel Angel Velázquez.
Lo curioso es que hace tres años, en octubre de 1946, un caballero de
Antofagasta (A. R.) vino a Santiago expresamente para averiguar si el violín que
tenía en sus manos era un legítimo Stradivarius. En la Casa Margarita
Friedmann, Moneda 1027, hicieron el expertizaje, con resultado negativo.
Antonio Stradivarius nació en Cremona, Italia, en 1644
Aprendió a fabricar violines y a tocarlos con el maestro cremonés Amati.
Era entonces Cremona una ciudad de treinta mil habitantes, famosa por su
industria de instrumentos musicales. Stradivarius desde niño fue un obrero en
la fábrica de Nicolo Amati, cuyo padre y abuelo fabricaron violines. (Nada se
improvisa). Amati era especialista en la fabricación de violines pequeños,
cortos, barnizados con amarillo claro. A los cuarenta años Stradivarius dejó la
tienda de Amati para trabajar de su cuenta; a los cincuenta y seis creó un nuevo
modelo, más largo, más ancho y más oscuro que los de su maestro. No todos los
Stradivarius se parecen; a medida que avanzaba en años, los perfeccionaba. El
tercer periodo, llamado "la época de oro", fue el que va desde 1680 a 1737. Los
más buscados son los alargados y planos, más chatos de la bóveda. El creador
vivió noventa y tres años, de los más fecundos que se conocen, con un trabajo
equivalente hoy a trece millones de dólares; casó dos veces, y tuvo once hijos;
no cesó de trabajar hasta el día de su muerte, y los violines más buscados por
los músicos, los coleccionistas y los comerciantes de hoy, son los que provienen
de sus manos cuando contaba ochenta años. Otra prueba del genio italiano y de
esa raza que, según Alfieri, es la mejor y más bella de la tierra.

102
Químicos, doctores, ingenieros y músicos han examinado los violines de
Stradivarius y tratado de adivinar su secreto Nada sacaron en limpio; el mago
de Cremona lo llevó al otro mundo. Se ha creído que el secreto de la sonoridad
extrahumana proviene del barniz de color ambarino que nadie ha podido
imitar. Según algunos expertos, quedan en el mundo, entre cientos de
falsificaciones, unos quinientos cuarenta Stradivarius; de ellos ciento sesenta y
tres en los Estados Unidos. Cada uno de estos violines tiene un nombre propio,
como las locomotoras antiguas. El de Efrem Zimbalist se llama Lamoureux. Tres
eran las familias de Cremona famosas por sus violines: Amati, Guarnerius y
Stradivarius. En Las Palmas, Canarias, el señor Ponedal compró un Stradivarius
catalogado por el famoso comerciante Hill de Londres. Vale más de sesenta mil
libras. Hay violoncelos Stradivarius tan valiosos como los violines.
El presidente Jefferson, de Estados Unidos, músico, arquitecto, agricultor,
inventor, paleontólogo, lexicógrafo y político muy honrado, tuvo un Amati, el
que pretende poseer actualmente la señora Edwin Clark, de Los Angeles.
La obra más completa sobre Stradivarius es la de Georges Hoffmann,
Stradivarius l'Enchanteur, Edition des Gazettes, Paris, Bd. Haussmann. En ella
aparecen el blasón y el monograma de Stradivarius, entre las ilustraciones. Ante
todo, Antonio Stradivarius fue un honrado artesano; trabajó con las manos, y
con toda la conciencia. Según Hoffmann, no pueden quedar en el mundo más
de ciento cincuenta instrumentos auténticos y expertizados del famoso cremonés.
Corren centenares de historias, o invenciones, de Stradivarius encontrados en
viejos y podridos graneros; en manos de ladrones, en las sentinas de los barcos
de carga, y por fin ofrecidos en venta por marineros borrachos en las callejuelas
de los puertos.
Pongamos el mito del Stradivarius con la mención "penúltimo", después del
de la colección de mariposas con el ejemplar más grande del mundo, existente
en nuestra Quinta Normal.

103
LOS GRINGOS Y EL FUTBOL

Junio, 1962

Guardo el interesante artículo del viejo colega y amigo doctor Luis de la


Carrera, Sporting Boy. Aprendí bastante y no retrocedo en el impulso de ponerle
una apostilla. Dice don Luis que allá por los años de 1750, al avistar Valparaíso
los oficiales y tripulantes de la fragata Black Hawk, de S. M. B., lanzaron gritos
de alborozo: Green grows the grass..., "verde crece el pasto". El green grows fue
traducido por los aborígenes en gringos...
¡Perdón! Yo habia oído contar el mismo cuento, pero el tiempo me ha
enseñado que no corresponde a la realidad. Además de eso, Valparaíso no
ofrecía un cuadro como para despertar alegría en el recién llegado en el año de
1750.
La versión escuchada y leída por mí respecto al origen de la palabra gringo
es como sigue: Los soldados voluntarios escoceses que vinieron para ayudarnos
en la lucha por la independencia solían holgar por calles y cantinas, después de
cumplir con sus deberes. Un tanto alegres, cantaban en coro una de las
canciones populares escocesas de su poeta Robert Burns, que empieza así: Green
grod the pushes, oh! Green se pronuncia en inglés grin. Según esta versión,
ausente de la verdad como la contada por el doctor De la Carrera, grin gro se
habría transformado en gringo. Es un mito diversamente interpretado.
Gringo es, en verdad, una antigua palabra castellana. Significa ininteligible
y proviene del griego, idioma que muy poca gente entendía en España, por no
decir nadie. El discurso que nadie entendía era tildado de gringo, junto con el
discurseador. En el Diccionario Enciclopédico Hispano Americano hay ejemplos
del empleo del término gringo en el sentido de ininteligible por Breton de los
Herreros y otro autor de su época. Aquí y en México llamamos gringos a los
ingleses y a los norteamericanos. En Argentina llaman gringos a los italianos.
En Valparaíso se dice "hora gringa" y "paso gringo", de manera educadora.
"Gringuita" o "gringuito" se dice cariñosamente a los rubios. "Gringa pobre" es
un término despectivo para la mujer de raza blanca y de origen extranjero caída
en la pobreza, mal vestida, o extravagante. "Parece gringa pobre" es una
expresión burlesca, modistil, propia de mujeres.
Su artículo Pioneros del fútbol, chispeante y documentado, está lleno de
novedades. En Valparaíso, en la famosa Casa de Remates de don Manuel
Blanco, vi en una especie de museo, entre antigüedades de todo género, una

104
fotografía del Club de Fútbol de los Sagrados Corazones, en el año 1904. En ella
aparece, con su uniforme de back izquierdo, sentado, nuestro Gustavo Ross.
Solía decir el notable financiero que el juego del fútbol es un tónico general para
el organismo. En él se ejercitan el cuerpo y el espíritu. El juego del fútbol se
parece al juego de la Bolsa, cuando el especulador marca a un "zorzal", cuando
lo engaña con esguinces o cachañas, para embotellarlo, y, finalmente,
escamotearle la pelota y meter el gol. Ambos juegos son de origen, británico, de
cuando Inglaterra cantaba Rule Britannia.
El artículo del doctor De la Carrera merece ser prolongado en un folleto. Es
una resurrección entusiasta, admirablemente documentada y bien escrita. No
estaría mal agregar, al lado de Carlos Fanta, a nuestro gran Vial Jones, otro pilar
del deporte en este diario. Otro olvidado es Robinson Álvarez famoso dirigente
del Colo Colo. Entre los primeros futbolistas de Valparaíso recordemos a Juan
Enrique Lyon, a Renato Zanelli y a Serafín Guerra. El fútbol nació en el cerro
gringo, el Cerro Alegre o Pleasant Hill. En el firmamento de este cerro, Pablo
Neruda descubrió una estrella con brillo singular en prodigioso aumento. Se
llama Sara Vial. Tiene sangre gringa como que es sobrina de Jorge Vial Jones. Es
la poetisa sensacional de Valparaíso.

105
RETRATOS

Febrero, 1954
De Isabel la Católica, Colón, Cervantes, Valdivia y otros

Romera escribió en 13 de este mes de febrero de 1934 una crónica respecto


del retrato que algunos inventaron a Cervantes por Jáuregui. Esta probado que
no es de Cervantes. La fecha del retrato es 1600 y Jáuregui tendría entonces
dieciséis años. Es un detalle entre otros en contra. Cervantes no fue importante
nunca ni le hicieron retratos, por lo menos retratos que hayan durado. Detalles
completos del asunto leí en Azorín, Los valores literarios. En la misma obra
aparece un Cervantes vivo tal como fue y no como lo hizo la fantasía de sus
admiradores. Para ser retratado por pintores de cierto renombre, es preciso
reunir ciertas cualidades mundanas que Cervantes estuvo lejos de alcanzar.
Dice Azorín: "Cervantes no podía hacer brillante papel en tertulias. Según él
mismo confiesa, era tartamudo. No podía hacer una brillante cháchara". En otra
parte, "Cervantes no figuró nunca entre la alta intelectualidad de su Patria.
Aparte vivió de aristócratas; su amigo y verdadero protector no fue el conde de
Lemos, sino un hombre del pueblo, mesonero de Sevilla".
"Lemos era un infeliz. Cervantes buscó su apoyo y lo encontró a gotas,
rebajándose a adularle". "El conde de Lemos no pasaba de ser un hombre
mediocre. Hoy hubiera sido parlamentario".
Hace treinta años escudriño de todo y el fichero de papel me permite citar
con exactitud, en compañía del fichero cerebral.
De Isabel la Católica usan un retrato moderno, fantástico. Una tapa de caja
de chocolates. Liadísima niña rubia, con ojos virginales. En mi poder, una copia
del retrato en tabla que figuró en Madrid, año 1914, en la "Exposición de
Mujeres Españolas", de la Sociedad Amigos del Arte. Nada tiene de bonita.
Cristóbal Colón es uno de los héroes históricos que más se han prestado
para las interpretaciones de dibujantes, pintores y escultores. En su tiempo no
se pareció a los retratos que le hizo la posteridad. Uno que le vio de cerca, según
Madariaga, dice: "de buena estatura y aspecto; más alto que mediano y de
recios miembros; el cabello muy bermejo" (lo que hoy llamamos colorín).
Marañón dice: "Con la cara roja, fácilmente coloreable y el pelo blanco
(debió ser así en la vejez) corresponde al tipo llamado marcial, por el parecido

106
con Marte". "Tipo de gotoso. La pérdida del conocimiento, frenesí o delirio es un
accidente observado en la gota. En francés, goutte remontée au cerveau".
El retrato de Valdivia en nuestra Ilustre Municipalidad es otra fantasía. Lo
regaló doña Isabel II, como pudo regalar un biombo. Dice Rodríguez Mendoza:
"Don Pedro aparece con mirada de salón, peinado a la gomina y el rollo de
papeles en la mano". Corresponde, eso sí, al Pedro de Valdivia de los historiadores
floreados que le hacen moralista, buen esposo, escritor de cartas al rey,
fundador del catolicismo en Chile y muy elegante.
De don Hernán Cortés hay un retrato, el más divulgado, reproducido del
que le hicieron un siglo después de muerto y cuyo original se conserva en el
Hospital de Jesús Nazareno en la ciudad de México.
Bolívar es, en cuanto a retratos, otro caso de policefalia. En mi fichero
Iconografía de Bolívar, miro más de cuarenta copias. Ningún retrato se parece a
otro. Es preferible atenerse a lo que dijeron del aspecto del héroe máximo las
personas que le vieron: Perón de Lacroix, O'Leary, Páez y los ingleses. En mi
dormitorio, cerca del de Bello, tengo, en marco, el que mejor estimo, reproducción
en colores de la acuarela atribuida a Espinosa, hoy en poder del doctor Eduardo
Santos.
El Napoleón por David, cruzando los Alpes, es una fantasía. No pasó a
caballo, sino en mula y arropado. David era flatteur. Cuando le dijeron que
"mejoraba" a Napoleón y a Paulina Bonaparte, respondió: ¡Vayan a decírselo!
De O’Higgins, el mejor retrato es el que le hizo en palabras María Graham:
chico, de manos muy pequeñas, de tez rojiza y facciones toscas.
De Bello, lo mejor que hay es la estatua por Plaza. El de la tapa del libro de
Eugenio Orrego no es Bello, sino un peluquero portugués del siglo XVIII.
El que circula de Camilo Henríquez es pura fantasía.

107
ROBINSON CRUSOE DE JUAN FERNANDEZ
O DE TOBAGO

Febrero, 1955

La princesa Margarita Rosa ha sido festejada por sus súbditos con un viaje
maravilloso a manera de despedida de su niñez. Viaja como Alicia en el país de
las maravillas por las islas que Inglaterra tomo a España en el Caribe. Los
españoles las habían tomado a los indios. La isla de Trinidad fue descubierta
por Cristóbal Colón el 31 de julio de 1498. Se llamaba Isla de los Colibríes.
Colón llevaba una larga lista de nombres católicos para bautizar a todas las
islas. El colibrí es la maravilla del reino alado. Típico de América. Pensamiento
alado detenido a veces en el aire. Se conocen seiscientas treinta y ocho especies
diferentes. La más hermosa es la cuello de rubí. En Brasil dicen beija-flor. Aquí
picaflor. Abunda donde hay flor de campanilla. En Trinidad vio Colón los
primeros papagayos de gran tamaño. Llamó la atención de los españoles que
"jamás hablan". Según Madariaga, era una táctica para no decir donde estaba el
oro. La primera vista del maíz ocurrió en Trinidad. Los habitantes eran racistas.
Los hijos habidos en mujeres extrañas a su raza eran castrados para que
engordaran. Se los comían a lo spiedo. La primera noción que tuvimos aquí de
la isla se remonta al primer pavimento de asfalto, el asfalto natural de Trinidad,
buen negocio inglés. La isla fue conquistada por los ingleses en 1797 y cedida a
ellos por España en 1802. El mejor bitter es el de Trinidad. Imperialismo,
brandy, oporto, bitter y ron Jamaica.
La isla de Tobago dista veinte minutos de Puerto España, Trinidad. Ahora
dicen que es Tobago, y no Juan Fernández, la isla de la obra inmortal de Defoe.
En mi costumbre de pergeñar a veces obras de ficción voy a decir en qué
consiste el problema. El público lector, el que hace la fama de los libros, es casi
siempre niño. Este público pretende que lo que lee sea cierto, que sea arrivé, lo
cual en las novelas u obras de ficción no es posible. A toda realidad pura y
simple le falta gracia. El autor es el encargado de agregar los granitos de gracia.
Esto se obtiene con la imaginación. De ahí provienen los errores que comete el
público buscador de claves. Ningún buen autor hace héroes de un solo tipo. Los
héroes de las novelas son la mezcla de varios tipos que el autor conoció. Esto ha
ocurrido en las grandes como en las mediocres obras de ficción. La obra de
Proust es una cosa mentale. Ningún personaje de Proust tiene un valor fijo.

108
Swan, la duquesa de Guermantes, Albertine y otros son sumas de personajes de
su tiempo. Acaso el más cercano a un retrato es Charlus.
No olvidemos que el Robinson de Defoe no es una historia, sino una ficción
basada en diversos casos reales, entre otros, el de un marino inglés que
naufragó en Juan Fernández. En Inglaterra se conocían casos de marinos
náufragos que se habían salvado y vivido en islas o en territorios aislados. Uno
de dichos casos y quizás el más conocido fue el de Alejandro Selkirk, náufrago
en Juan Fernández. De ahí a creer que Daniel Defoe contó las aventuras de
Alejandro Selkirk hay una distancia grande. Robinson es un personaje de
novela, uno de los más celebrados en el mundo. Es tan novelesco como
Montecristo. En Marsella muestran al viajero la isla, el castillo de If y la celda
que ocupó Montecristo. Pura ficción. Hay detalles en la aventura de Robinson
que no corresponden a la isla chilena. Hay además inexactitudes zoológicas y
botánicas. Hay errores como en la relación de la valentía de Robinson que se
sumergía en el mar completamente desnudo y regresaba a la isla con los bolsillos
llenos de galletas tomadas del barco náufrago. ¿Que bolsillos serian esos?
Robinson invento el paraguas. En fin: la isla de Robinson esta compuesta de
varias islas. Nosotros podemos decir que es Juan Fernández, los ingleses dirán
Tobago. Al respecto he leído no poco: de Emilio Biggeri de Julio Pages, de Julio
Lanzarotti, de Waldo Schmitt, de Ernesto Morales, etc.

109
EL BANDIDO JOAQUIN MURIETA

"Y ¿que nos dicen ustedes de lo que ha ocurrido en Chile con el famoso
Joaquín Murieta, personaje mexicano con quien durante casi un siglo hemos
estado creyendo compatriota nuestro? Es tan grande la fuerza del mito
enraizada en la tradición, que lo más inverosímil es lo que más persiste.
Todavía, a la altura de 1953, quedan recalcitrantes que se resisten a aceptar la
realidad, pese a la intervención decisiva de las autoridades literarias que han
demostrado hasta la saciedad la superchería (inocente en tiempos anteriores a
toda legislación sobre propiedad literaria).
"No es que halague a muchos el ser los conterráneos de un bandolero a lo
Pincheira o a lo guaso Raimundo, no: es que la leyenda va elevando y hermoseando
al sujeto hasta darle los contornos de un héroe, y aun de un semidiós.
"El autor de Joaquín Murrieta (no Murieta) es un antiguo periodista y
folletinista francés, director de La Democracia de Marsella, Roberto Hyenne, que
anduvo aventurando por California. Pero esto, que es el hecho real y efectivo,
no interesa a la masa ni le preocupa saberlo. El mito se ríe de los investigadores".
Fragmento de una crónica por Victor Domingo Silva, publicada en La
Nación, en 29 de mayo de 1953.
Ernesto Montenegro, en crónicas publicadas en La Nación en junio de 1960 y
en abril de 1963 confirma: Joaquín Murrieta, desperado mexicano de Sonora, que
un pirata de Chile convirtió en chileno para su provecho y para satisfacción
patriótica de sus lectores.

110
EL MARINERO ELECTRICISTA

Nuestro admirable Coke en su obra Yo soy tú cuenta el robo que hicieron


varios marineros chilenos del O’Higgins. Estos marineros asaltaron una joyería
de Newcastle, Inglaterra, por el solo hecho de que ésta se vanagloriaba de
contar con el mejor sistema eléctrico de alarma contra ladrones. Para hacer el
robo, metieron un gato en el sistema eléctrico, que hizo funcionar la alarma, a la
que acudieron los joyeros y la policía, quienes se tranquilizaron al ver que se
trataba de un inofensivo gatito. En ese mismo momento organizaron una
reyerta a cuchillo en la calle, frente a la joyería, que distrajo la atención de todo
el mundo, aprovechando para robar varias joyas, nada menos que de la vitrina
mejor protegida por el sistema de alarma.
El vulgo agregó algo más. El marinero técnico, llamado Juan Mesa, fue
llamado por la reina Victoria para que ejerciera de electricista jefe en Buckingham
Palace. Se hizo inglés con el nombre de John Table.

111
MONUMENTO DE VALPARAÍSO

Mayo, 1957

UN MITO

Ciertos monumentos de Valparaíso desentonan a causa de su belleza o


volumen en avenidas o en parques desiertos. Revelan la sobreestimación de
otros tiempos. La ciudad se mudó a Viña del Mar, a otros pueblos cercanos y a
Santiago.
Así pienso cuando veo monumentos como los de Colón, de Hontaneda y el
arco de mármol de la colonia inglesa. Poca gente sabe que existen. El arco inglés
—muy hermoso—, el Marble Arch de Valparaíso, ha decaído como símbolo de la
decadencia de la Colonia inglesa. He visto una feria, o circo, alrededor del arco,
usado como defecadero de chiquillos con aire de hijos de beduinos. Está medio
destrozado, mordido, con el mármol roto en varias partes, cubierto de letreros
obscenos. El león, en lo alto, ha escapado a la destrucción. Es el regalo que hizo
a Chile la Colonia inglesa de Valparaíso en el centenario de nuestra independencia.
Ellos nos ayudaron. La libertad de comercio, uno de los motivos para repudiar
a España, les atrajo a nuestras costas. Si sacaran a dicho arco de ahí y lo
pusieran en el centro de la Plaza de O’Higgins, en altura y rodeado de pasto,
seria mejor. De otra manera está condenado. En el día lo olvidan y de noche es
dormitorio del hampa. En París cantan sous les ponts. En Valparaíso se puede
parodiar la canción con la letra "Bajo el arco de los ingleses..." Los ingleses en
los medallones del Arco son Cochrane, OBrien, O’Higgins y Simpson.
¿Qué turista o habitante viejo de Valparaíso es el que va al llamado Parque
del Litre? Nunca vi turistas en el Parque del Litre, ni en la iglesia de los Doce
Apóstoles, ni en el ascensor del Cerro Polanco, ni en la calle de Clave, ni en la
iglesia de San Francisco. Son sitios pintorescos, reveladores de la amable
decadencia de la ciudad. Pertenecen a la casta derrotada. Hay dos castas muy
marcadas en Valparaíso. El Parque del Litre, o de Hontaneda, es romántico.
Rodeado de calles solitarias. He pensado: seria agradable retiro la casa del
cuidador de dicho parque. Mejor que un consulado. La casita del cuidador y
jardinero es poética. La estatua del señor Hontaneda, el filántropo, no fue hecha
por escultor chileno. Se nota esto porque tiene pies y manos muy bien tallados.

112
Nuestros escultores evitan la dificultad de los pies echando pesados capotes de
fierro encima de los héroes estatuados. Muy abrigadores.
Monumento a Colón. Otra estatua con mito. Hace algunos años, el colega don
Carlos Rojas Contreras escribió lo siguiente:

"LA ESTATUA DE COLÓN EN VALPARAÍSO

"Señor Director:
"Existe la creencia de que la estatua de Colón y otras pertenecen al Perú y
que fueron traídas a Chile después de 1879.
"Una sugerencia inoportuna que un señor hizo por la prensa fue el punto de
partida para esta maledicencia; el autor de ese párrafo manifestó: "en vista que
se trajeron unos mamarrachos de mármol y ellos desadornan las salas de la
Intendencia de ese puerto, en tal caso sería preferible la estatua de Colón obra
del notable escultor Revelli que poseía Lima en su hermosa Alameda de Acho".
"Esa sugerencia llego a poder del viento que posee la calumnia y la
Argentina fue la primera que la comentó a su modo, por la prensa; es probable
que llegara a conocimiento del señor X, que se firma "Hispano Americano",
autor de un trabajo en nuestra contra y decía: La estatua de Colón se encuentra
en Santiago".
"La verdad es otra. La estatua de Colón que hay en Valparaíso, incluso la
que representa a "La Justicia" en la Plaza de los Tribunales y las que posee la
Plaza Victoria, una en cada esquina, "Las Cuatro Estaciones", "fueron
encargadas a Europa, el año 1876". En esa fecha era Intendente de Valparaíso el
señor Francisco Echaurren, que se esmeró en embellecer la ciudad".
"La estatua de Colón estuvo en calle Victoria —hoy Avenida Pedro Montt—,
frente a calle General Cruz. A fines del siglo pasado fue trasladada a la Avenida
Brasil donde hoy se encuentra".

113
MITO DE LA ESTATUA DE LA JUSTICIA
EN VALPARAÍSO

Abril, 1957

En la parte comercial y moderna de Valparaíso, en la portada de los


Tribunales de Justicia, se encuentra engastada la joya estatuaria de la diosa
representativa de la virtud de dar a cada cual lo que le corresponde. Es la
estatua de la Justicia, serena, maciza, con un fabuloso color de lapislázuli.
No escapa dicha estatua al vicio del mito. Lo desmintió para poner las cosas
en su punto don Roberto Hernández. Don Roberto conoce como pocos las cosas
de Valparaíso, de ayer y de hoy. El ayuntamiento debió nombrarle Cronista
Oficial de la Villa, título que obtuvieron don Pedro de Repide, en Madrid, y don
Artemio del Valle Arizpe, en Mexico.
Un antiguo compañero del Liceo de Valparaíso me ha escrito para
preguntarme si acaso conozco el mito de dicha estatua.
Si, lo conozco, como todos conocemos los asuntos de que no fuimos
testigos. Lo conozco por haberlo leído.

EL MITO

En cierta sesión municipal, en diciembre de 1939, el celebrado regidor don


Abelardo Contreras declaró, que la antigua estatua de la Justicia no representaba a
la Justicia, sino, por el contrario, a la Injusticia.
El caso, contado por don Abelardo, era el siguiente: Un acaudalado caballero
peruano, después de perder un pleito que, según él, debió ganar, mando hacer
dicha estatua de la Justicia al revés, en forma burlesca, sin los ojos vendados y
sin mantener la balanza en equilibrio. La estatua, ornamento de Lima hasta la
fecha de la entrada de nuestras tropas en dicha capital, habría llegado a Chile,
entre los trofeos de guerra de nuestro ejército, en los años de 1880 a 1881. En
vista de esto el regidor propuso retirar la estatua, a la que llamó agravio
constante al poder judicial. Le acompañó en su propuesta el regidor don Eugenio
Fernández.
Fue entonces cuando apareció el desmentido de don Roberto Hernández, en
La Unión de Valparaíso. Dice así:

114
"LA VERDADERA, HISTORIA"

"Don Francisco Echaurren Huidobro era Intendente de Valparaíso en 1872.


A su iniciativa se debió la instalación de los Tribunales de Justicia en el sitio en
que ahora se encuentran, y en donde se hallaba situada antes la Aduana de San
Agustín".
"Al año siguiente, don Francisco, después de haber promovido la erección
de las estatuas de Cochrane y Wheelwright, se preocupó de encargar la
reproducción de algunas obras de arte europeas, para embellecer plazas y
paseos públicos".
"Así se encargaron a Francia las estatuas de "Las Cuatro Estaciones"
(ubicadas en la Plaza de la Victoria), la de Colón (en la Avenida Brasil) y la de la
Justicia. (Se rompe también la negra leyenda, entonces, de que las hermosas
estatuas de la principal plaza porteña fueran producto del saqueo chileno en la
ciudad de Lima)".
Las estatuas en cuestión fueron fundidas por Val d'Osne, en Paris, y
pagadas por la Municipalidad. En 1876 el pedestal de la Justicia estaba listo. El
20 de agosto, en el centenario del nacimiento de O’Higgins, fue inaugurado el
monumento. La altura es de tres metros, y el pedestal, de dos. Representa a la
diosa Themis, con traje talar, la frente ceñida con una diadema. Porte
majestuoso. La diosa Themis no podía estar vendada por cuanto, según la
fábula, tenía en sus hermosos ojos el don de ver dónde estaba la verdad.
Amantes de la justicia, sus hijas fueron la Equidad, la Ley y la Paz.
Don Francisco Echaurren es recordado como el más espiritual de los
intendentes de Valparaíso. El emperador Vespasiano en Roma hizo construir
letrinas que el pueblo llamó vespasianas. Este nombre permanece en francés y en
español. El intendente, o emperador de Valparaíso, mandó construir letrinas
que el pueblo llamó chaurrinas, de Echaurren.
Por lo mismo de su genio, de su entusiasmo y de sus obras, no escapó a la
calumnia el intendente. Lo atacaron de todos lados. Cuando inauguró la estatua
que nos ocupa, un orador no perdió la oportunidad para lucirse, diciendo:
"Nada más impropio que ver al Intendente, acostumbrado a hollar todos los
derechos, levantando una estatua a la justicia".
Envidia y maledicencia son achaques de todas partes. El doctor Marañón ha
escrito sobre la envidia española en las páginas 72, 154, 252, 506, y otras, de su
obra Antonio Pérez. Se trata del mayor defecto de los españoles: la envidia al rojo.
Chile heredó este vicio y lo multiplicó. Don Mariano José de Larra dijo: "A José
Bonaparte le tildaron de borracho y de tuerto. Le llamaron el tuerto Pepe Botellas.
Tenía dos hermosos ojos y bebía agua".

115
MONUMENTO A PRAT

Mayo, 1954

Me parece que puedo adivinar cómo se originó la idea. Nuestro embajador


Rossetti, en Paris, tuvo la intención de investigar el asunto de un proyecto que
habia hecho el escultor Rodin para el concurso que se organizó el año 1883 con
motivo de la decisión de elevar un monumento a Prat o a la Marina. En efecto,
muchos fueron los que creímos el cuento de la intervención del famoso Rodin
en el concurso abierto para la erección del nombrado monumento. Se trata del
eterno mito con que invariablemente oscurecemos la verdad. Lo cierto es que el
escultor Rodin no intervino en el monumento a Prat para nada.
La comisión encargada de la construcción del monumento, en Paris, se
compuso del ministro Alberto Blest Gana, Carlos Morla Vicuña, M. Martínez y
Lynch. (Datos de don Roberto Hernández). Estos señores optaron por pedir un
bosquejo del monumento al escultor, no muy conocido entonces, Denys Puech.
El gobierno de Chile dedicó para dicha obra la bonita suma de doscientos
cincuenta mil francos. Entre los escultores chilenos de entonces, Plaza, Blanco y
Arias, la elección de un francés produjo deplorable efecto. El escultor Miguel
Blanco protestó en los diarios de que hubieran preferido a un "estudiante" de la
Escuela de Bellas Artes de Paris antes que a los chilenos. Envió una carta con
este mismo fin al entonces intendente de Valparaíso, don Eulogio Altamirano,
que no respondió.
El escultor francés representó a Prat coronado por la gloria. La concepción
era admirable. El gobierno respondió en telegrama:
"Aceptado, suprimiendo gloria".
Finalmente, cediendo a las insinuaciones del escultor chileno Arias, el autor
francés del monumento aceptó que las figuras en bronce, de tres metros de
altura, que representarían a Aldea y Riquelme, fueran ejecutadas por nuestro
famoso Arias, entonces comisionado en París. El francés Puech hizo las de Prat,
de Serrano y de un marinero, además de los bajos relieves, en el pedestal. Según
don Roberto Hernández, la estatua de Prat resultó pequeña, considerando la
altura de 19 metros en que está colocada.
Estar contentos es algo que no usamos en Chile. El monumento es
magnífico. Mejor hubiera estado con la gloria. El hecho de haber escogido al
entonces principiante francés Denys Puech me prueba el flair del artista que era
don Alberto Blest Gana. En efecto, Puech fue uno de los grandes escultores

116
franceses. La historia de dicho escultor de Prat vale la pena. Era un pastorcillo
en Rouerg. En 1850, con motivo de una boda en su aldea, hizo una escultura con
palos y arcilla, en el camino de la iglesia. Era la imagen de un vagabundo que
amenazaba con su bastón. El cortejo alegre de la boda desvió el camino para no
topar con el intruso vagabundo. Cuando supo la verdad admiró la escultura del
aficionado. Así nació al arte Denys Puech, más tarde membre de l'lnstitut. La
estatua de los hermanos Amunátegui es otra obra maestra de Puech que honra
a Santiago. Chile y Puech, unidos en la comprensión del arte.
El mito del bosquejo de Rodin para el monumento a Prat proviene de que
en 1886 se acordó erigir una estatua a Vicuña Mackenna. Entonces pidieron a
Rodin que se interesara por el proyecto. Rodin hizo la maqueta, y pidió por ella
diez mil francos. Hubo dos comisiones receptoras de proyectos, una civil y otra
militar. No fue aceptado ni pagado el proyecto de Rodin. El escultor francés no
olvidó el desaire y se negó a exponer obras suyas en la Exposición de Arte de
nuestro Centenario en 1910.
Es probable que la maqueta hecha por Rodin, entre 1886 y 1890, sea la que
ahora hizo válida nuestro embajador señor Rossetti para perpetuar en Paris la
memoria del escritor más latino, más entretenido y chilenazo que hayamos
tenido.
El monumento a Prat fue obra de Denys Puech, con la colaboración de
Virginio Arias y del arquitecto Maillard. Obtuvo la intervención de Arias el
escultor Miguel Blanco. El de Vicuña Mackenna, al pie del cerro, lo hizo el
francés Coutan.

117
ESTATUA DEL ROTO CHILENO

Enero, 1955

Autor: Virginio Arias, natural de Ranquil. Nació en 1855, Murió en 1941, a


los ochenta y seis años. La estatua de un joven armado con un fusil fue expuesta
en París y obtuvo mención honrosa. Vista sin prejuicios, el joven de la estatua
parece un buen muchacho, tal vez un minero. Recordemos que Ranquil, el
pueblo natal del escultor, se encuentra en el departamento de Lebu, entre
Cañete y Arauco. Lo mejor de la estatua es la actitud pacífica y graciosa del
adolescente. Es el joven trabajador arrancado de sus labores para la necesidad
de defender a la patria. No hay agresividad bélica en la actitud. El autor no le
puso Roto Chileno, sino El Defensor de la Patria. Cuando la compró el gobierno
para colocarla en la Plaza de Yungay, el 20 de enero de 1888, alguien, no se sabe
quien, le puso Estatua del Roto Chileno, cosa que disgustó al escultor. Doña
Marcelle Arias Albert, hija de éste, contó el caso en Las Ultimas Noticias de 21 de
enero de 1953.
Los otros datos son personales. Los tengo de mi colección de El Padre
Padilla, periódico de caricaturas de la época. Hubo intrigas, mentiras y oposición
en torno al monumento. La Municipalidad ordenó que se suspendieran los
trabajos mientras no dieran cuenta del dinero entregado para la erección. Se
pidieron cuentas a don Manuel A. Orrego. Entiendo que se entorpeció así la
erección de dicho monumento. Contrario a la idea de levantarlo fue don
Ricardo Matte, a quien dedicó versos satíricos, con dicho motivo, el famoso
poeta, polemista y músico Juan Rafael Allende. En el número 519 de El Padre
Padilla apareció una caricatura, ancha, de dos páginas centrales, donde se ven el
pedestal vacío en la plaza y unos individuos armados de garrotes y copuchas en
el acto de zarandear a don Ricardo Matte. El 22 de septiembre de 1888, en el
número 598 del mismo periódico, apareció este verso en una composición llamada
Las Fiestas:

¿Y el rotito de Yungay?
Ese pobre se quedó
con los crespos hechos hasta
que vuelva a salir el sol.

118
Las lecturas de El Padre Padilla nutren. Ásperas, sin duda, pero nos hacen
conocernos mejor. Presidía el señor Balmaceda. Le llamaban Nerón, o rey
Zamacueca I. Las caricaturas son sorprendentes. Todo el Chile de entonces
trepida y vive en un Grand Guignol. La llegada de los carruajes parisiense a la
grande Daumond, para La Moneda, es un motivo que levanta centenares de
chismes, de cuchufletas y de venenosas acusaciones. Calles y plazas de Santiago
hierven de eso que estallará finalmente, y se hará tragedia en Concón y La
Placilla. El periódico de Allende lo escarba todo con talento, en la realidad de
hechos dolorosos e inevitables. Ejemplo: llegan de Europa, por cuenta del
gobierno, quinientos emigrantes italianos. El mismo mes han emigrado a
Argentina dos mil obreros chilenos. Las aduanas de Valparaíso, la prohibición
al ganado argentino, la compra de la Isla de Pascua a la reina Pomaré, la baja
del valor del peso, la especulación, todo esto, en la pluma al rojo de Allende,
hace un cuadra diabólico, un enorme glosario mural de Diego Rivera.
He ido a ver la estatua del Roto, a un paso de mi casa. Flores y banderas.
Sería bueno que pensáramos alguna vez en cambiar la Araucana guerrera por
una Araucana de paz obrera, industrial y campesina. Así hicieron las razas más
guerreras del mundo cuando comprendieron que el armamento bélico no es
negocio: Suecia, Suiza, Noruega, Finlandia. "Del puño cerrado no esperemos
felicidad", creo que dijo Rodó.

119
ENTERRADO VIVO

Octubre, 1954

A un viejo amigo que siempre me demostró aprecio, realista y conocedor


del mundo en lo concreto, pregunté sí sería verdad lo que corre por ahí
referente al que fue abogado v diputado don Carlos Atienza.
—¿No lo saben ustedes?
—Dicen que don Carlos Atienza fue sepultado vivo. Esto es, que enterraron
su cuerpo cuando padecía un ataque y presentaba todos los síntomas de la
muerte. Le enterraron, y ocurrió lo tremendo: volvió a la vida dentro de la
tumba. En el momento que practicaban los trabajos de albañilería, al día
siguiente de ser sepultado, notaron, todo esto según dicen, que el cadáver no
estaba en la posición de supremo reposo, como se dispone para tales casos.
Lejos de eso, las manos, los cabellos, la cabeza toda, demostraban la desesperación
del que despierta a la vida y comprende que se encuentra emparedado sin
remedio.
El viejo amigo, el docto amigo a quien pedí una opinión al respecto, me dijo
que si, que el caso era verdadero. Nos quedamos conversando un rato. El tema
es horrible. Parece que en otros países venden ataúdes de lujo, con timbres eléctricos
al alcance "del muerto". Suelen poner teléfonos, directamente comunicados con la
portería. Hay una película mexicana con este tema. Sir Basil Zaharoff, el famoso
compatriota de los señores Saridakis y Onassis, se hizo construir una tumba así.
Otras personas piden que, antes de ser sepultadas, les extraigan la sangre. El
terror a resucitar en el ataúd es universal.
El señor Carlos Atienza fue abogado, pedagogo y miembro del Partido
Liberal. Hombre de reconocidos méritos, había perfeccionado sus estudios en
Oxford, especialmente los de ciencias económicas y políticas. Más tarde siguió
un curso en la Sorbona, de derecho civil. Obtuvo su titulo de abogado en 1920.
La memoria de prueba es elocuente respecto de sus ideales liberales. Se titula:
La necesidad de una moneda de valor fijo. Según él, "un tipo de cambio estable no
perjudica a nadie, ni al exportador agrícola, cuando los precios en el país son
más bajos, con libertad de comercio". Este era el hombre, y mucho más, que
había muerto el 11 de julio de 1954 y que habría sido enterrado con vida.
Yo no creía. Me puse a indagar por otros lados. ¿Ha oído usted el caso?
¿Cree usted? ¿Qué le parece? Así pregunté a muchos.

120
Tres días después, ayer, encontré a un liberal allegado a la familia del señor
Atienza. Indignado, exclamó:
—¡Mito! ¡Nada más que invención! ¡No hubo tal cosa! ¡Se trata del mito del
enterrado vivo! El señor Atienza falleció en la Asistencia Pública. Por desgracia
no hubo duda. Murió bien muerto, como todo el mundo que muere de una vez.
Fue muy triste, pero peor hubiera sido lo otro. ¡No crea una palabra! ¡Es un
mito! ¡Es el conocido mito del enterrado vivo!
Me despedí. Llegué a casa. Al archivo. Letra M. Mitos nacionales. Pesado
cartapacio. Mito del enterrado vivo. En primer lugar, Pérez Freire, el gran músico
Pérez Freire. El mitómano hace la puntería a lo alto. No se anda con pequeñeces. El
músico Pérez Freire murió en Madrid. Fue "enterrado vivo" por algún mitómano
macabro el año 1944. Contaban el caso con detalles espeluznantes. Cuando
abrieron el ataúd, antes de colocarlo en la tumba santiaguina..., ¡horror! Todo
ensangrentado, las manos destrozadas, la ropa en jirones, los ojos saltados. El
vidrio hecho pedazos.
Afortunadamente se encontraba en Santiago el señor Victor Domingo Silva.
Le habia visto morir en Madrid. Contó que había muerto completamente, sin
dudas. Le enterraron treinta horas más tarde, después de haber embalsamado el
cadáver. Llego a Chile en el crucero Ministro Zenteno, mediante la intervención
de don Emilio Rodríguez Mendoza.
Otro golpe del mitómano macabro tuvo lugar en Concepción, en agosto de
1945. Se trataba de un conocido medico de dicha ciudad. Los detalles se
parecen. Son de tipo standard. La familia habría abierto la tumba, un mes
después del fallecimiento, para recuperar algunos documentos que habrían ido
olvidados en un bolsillo del extinto. ¡Horror de horrores!
Ya conocemos el resto: los cabellos, los ojos, las manos, la ropa...
Pues bien. La familia desmintió. Mito. No hubo absolutamente nada de
verdad.
Ahora, una reflexión. ¿Causa del mito del entierro? Parece que las mentes
de algunos funcionaran de manera unilateral, con tendencias a producir
ansiedad. Para molestar. Aprovechan la muerte de alguien conocido para
molestar a los vivos. Si no pueden comparar al muerto con algún vivo, para
achicarle, entonces echan mano del mito. Es una forma de velorio especial. Hay
entierros que acaban a capazos. El hombre débil o inútil se divierte
produciendo el pánico mediante la invención de hechos inauditos. Esta vez les
he aguado la fiesta. ¡Disculpen!

121
EL MITO DE DON FEDERICO SANTA MARÍA

Diciembre, 1956

Traidor al oficio me ha parecido el periodista que no pierde la ocasión de


atacar a otro periodista cuando cree haber sorprendido en él una equivocación o
error. Pertenecemos a una misma familia de trabajadores forzados o
estrujadores de la médula. Equivocaciones son naturales o inevitables. Hace
poco sorprendí errores en la página editorial de El Mercurio. Los guardé para
mí. En Las Ultimas Noticias, de la misma empresa, encontré una sabrosa crónica,
firmada Homero Bascuñán. Mi colega Bascuñán. Al final de la sabrosa crónica,
Un Té a la Santa María, el colega puso un mito que contaban los calicheros hace
treinta años. No estaba en mi colección y es del tipo del mito ponderativo
popular. De otra parte es inaceptable, por cuanto da vuelta la personalidad de
don Federico Santa María, totalmente, poniéndola del revés. No es culpa del
periodista, sino de una manía nacional, o mitomanía. No creo que vivan en
Chile más de cinco personas capaces de contar detalles exactos de ese hombre
extraño y benefactor de Valparaíso. Estoy seguro de que pueden contarnos algo
indiscutible de él don Gustavo Ross Santa María, don Alejandro Silva De La
Fuente y don Galvarino Gallardo. Yo sé un poco. Lo que oí en Paris, entre 1904
y 1913, más lo que leí en la biografía de don Agustín Edwards M. C., y en la
crónica de don Galvarino Gallardo, El Mercurio, 22 de diciembre de 1953.
El mito de los calicheros, recogido por el periodista Homero Bascuñán, es el
siguiente: "Cierto magnate llamado Cachiporra invitó en una ocasión al señor
Santa María, para tomar el té. El servicio del té del magnate Cachiporra
consistía en tetera y anafe de oro macizo. Tanta ostentación molestó a don
Federico Santa María. Para desquitarse invitó a su vez al farsante Cachiporra a
su casa de Paris. Le daría una lección. En efecto, llegó el palangana a tomar el té
en su compañía. Una vez instalados en la pequeña antesala, que para todo
servía, hizo traer por su sirvienta (Yvonne, tal vez) un servicio de té muy
modesto y usado, además un pequeño caldero. En seguida el señor Santa María
acercó varios cestos llenos de billetes de Banco, los que sacó a puñados, para
hacer la lumbre. Prendió el fuego. Se consumían billetes y él echaba más y más.
Millones de francos ardieron aquella vez. Hasta que la tetera hirvió".
(Textual).
¿Han leído bien? ¿Se imaginan la escena? Don Federico Santa María, en su
departamento de Paris, inclinándose ante los sacos de billetes (seguramente de

122
a mil), que fue a pedir al Banco esa mañana con el objeto de castigar la fachenda
de Cachiporra.
Don Federico, no lo niego, tenía "riñones", como dicen los españoles. No le
faltó audacia para hacer danzar el precio del azúcar. En 1905, el gobierno de
Francia tomó cartas en el asunto. Se habló en el Senado de expulsar de Francia
al osado que hacía encarecer el azúcar, le sucre del chocolate, de la pâtisserie y
del petit déjeuner. El hombre pequeño y barbudo y mal vestido del Nº 5 de la
Avenida de la Opera hizo temblar a la Bolsa y a los industriales. Dicho señor
vivía aislado, no iba a comidas ni a tés. Frecuentaba solamente, de tarde en
tarde, a dos o tres chilenos que no podía evitar. Odiaba a los rastacueros y vivía
como ermitaño. Nunca fue sociable.
No tuvo auto. En religión y en superstición era nulo. Había resuelto el
asunto por negación. Solterón y ateo, sacaba de paseo a pie a su bourgeoise,
compraba puros Londres de sesenta céntimos, los partía y fumaba por mitades.
Metódico hasta la manía, no rompía los sobres de las cartas que recibía. Le
servían de blocks. Su cama estaba siempre cubierta de cartas y de telegramas
por cientos de millones en negocios.
El mito de los calicheros es por lo tanto una deformación monstruosa.
Menos mal que es de índole ponderativa, o cariñosa. Poder quemar billetes,
como quien quema hojas secas, es el sueño de no pocos miserables. Es un
motivo de leyenda en la España de Pandereta. En nuestro mundo popular corre
un tantito de sangre andaluza que nos exalta agradablemente la imaginación.
El cuento del millonario Santa María quemando canastadas de billetes en
Paris es pariente de los cuentos del tesoro del pirata Drake, en Playa Ancha, de
las barras de oro de Lo Águila y de cien otros. En España encontraríamos el
origen. He leído el caso del torero Frascuelo y el rey don Alfonso XII. Después
de hacer una faena despiporrante, el torero habría sido llamado al palco real. El
rey le dio un billete de mil pesetas. El torero sacó un habano y lo encendió con
el billete.
Este es el papá del mito de don Federico Santa María. No niego que don
Federico tuvo coraje en los negocios. Coraje y genio. Pero en gastos y en
derroches personales, más se pareció a Shylock y a Harpagón que a Frascuelo y
a Osuna.

123
CACHIPORRA, OSUNA Y PEDRO LEON GALLO

Enero, 1957

El mito de don Federico Santa María y del calichero Cachiporra parece,


como dije, derivado de los mitos españoles del duque de Osuna y del torero
Frascuelo. Se trata del mito de la jactancia, mediante destrucción de bienes
valiosos. El Cachiporra pretendió impresionar al señor Santa María haciéndole
servir el té con vajilla de oro. Amoscado, el señor Santa María habría invitado al
Cachiporra a su casa, donde hizo hervir agua para el té con billetes de Banco
que sacaba a puñados y arrojaba en el fuego. Es pueril. Sin embargo, si leemos
la obra Homo Ludem, por Huizinga, aprenderemos que la destrucción de
propiedad, con jactancia o desafío, fue una costumbre de los pueblos primitivos
en diversas partes de la tierra. El deseo de sobresalir y de competir es propio
del hombre fuerte. La destrucción de bienes de valor ha sido una pasión
durable hasta nuestros días. Los estudiantes holandeses practican esta pasión
en ciertas fiestas destruyendo obras de arte, especialmente de cristalería. En
Valparaíso, caso curioso, conocimos a un caballero solterón, millonario, con
talento y buenos sentimientos, que en ciertas ocasiones, después de algún
banquete bien rociado, se ponía a destruir la vajilla y los muebles por placer o
sport. Era de origen holandés, emparentado con un presidente de los Estados
Unidos. Se trata de don Carlos van Buren.
La destrucción de obras de arte valiosas, ejecutadas expresamente para ser
destruidas, se practica en Valencia, España, durante las fiestas de San Juan. Se
trata de las "fallas", o quemazón voluntaria de esculturas alegóricas. En los
pueblos árabes, en Egipto sobre todo, se practicaba entre hombres pudientes
una curiosa competencia, consistente en inutilizar sus camellos cortándoles las
patas. Ganaba el que más camellos inutilizaba.
No sé si ciertas demoliciones actuales, en Santiago, son parientes de las
"fallas" valencianas. Me refiero a la demolición española del admirable edificio
de Gath & Chaves.
El mito de los derroches con jactancia es celebrado entre algunas personas
de todos los linajes. Proviene la aberración del deseo de encontrar y de admirar
a hombres agresivos y desprendidos. Si no existe esta clase de héroes, el público
los inventa.
En marzo de 1859 un hombre de empresa y a la vez soñador, poeta y
millonario, Pedro León Gallo, señor de Chañarcillo y rey de la plata, formó un

124
ejército de nortinos con fusiles y corvos. Se propuso marchar sobre Santiago
desde Copiapó para proclamarse amo de Chile. Tenía penacho y agallas. Era un
caudillo ideal, alto, con fuerzas hercúleas, con bigote y pera negros, elegante,
poeta y enamorado, además de jugador de monte y de rocambor. La masa
popular, junto con los lectores de Lamartine y de Hugo, vieron en Gallo al
salvador de la patria. Es éste un fantasma permanente. La masa popular es
artista. Ve en la naturaleza de los hombres seductores algo que no ve el hombre
mediocre con equilibrio de pato. La masa es desequilibrada y visionaria.
Cuando llegó a Santiago la noticia del combate llamado victoria de Los
Loros, o victoria de Gallo, los mitómanos de la calle Ahumada comentaron la
hazaña elevándola a la mitología. Según ellos, don Pedro León Gallo habría
armado a sus rotos con balas de plata. Añadían detalles novelescos de la vida
anterior del ídolo de cuando fue minero. Así, cierta noche de orgía y juego,
después de desplumar a unos gringos, habría dado de propina al mozo su mesa
de juego de sólida plata.

125
EL BALTIMORE Y EL BANCO EDWARDS

Febrero, 1943

En el Averiguador Universal de El Mercurio de ayer encuentro un nuevo e


interesante desmentido a la leyenda que formó el público alrededor del asunto
del Baltimore. Era éste un navío de guerra de Estados Unidos. Algunos
marineros de este navío bajaron a tierra en Valparaíso en 16 de octubre de 1891.
No se sabe por qué motivo tuvieron una reyerta en la calle, de la cual resultó un
marinero norteamericano muerto y varios heridos a cuchillo. El gobierno de
Estados Unidos reclamó, lo cual es natural en estos casos. Chile dio las
explicaciones necesarias, y la nota de nuestra Chancillería, de 25 de enero de
1892, puso término al asunto.
No así el público, que empezó a tejer el mito heroico. Hay quienes creen que
es mejor no desmentir los mitos patrióticos. He oído decir que en todos los
países cultivan estos mitos, los aumentan y los resguardan. Es natural que así
sea, cuando tienen alguna base en la realidad y cuando no ponen en ridículo al
país.
El ampuloso, el frondoso, el floripondioso mito, crecido y criado a
propósito del incidente del Baltimore, es molesto para Estados Unidos, absurdo
desde el punto de vista militar e incongruente en toda forma. Desde luego, nos
pone en ridículo.
Se ha dicho y se ha escrito numerosas veces que el gobierno de Estados
Unidos "ordenó" que se efectuara un acto de desagravio público. Una versión
del mito dice que el acto se efectuó en el Fuerte Punta Angel de Valparaíso; otra
versión dice que en San Francisco, no de Mostazal, sino de California. Esta
ceremonia de desagravio consistió en un saludo a la bandera norteamericana de
veintiún cañonazos, después de arriar nuestra bandera. Acto seguido un oficial
chileno, Walker, o Carlos Peña, tomó su revolver y se suicidó.
Todo ello es mentira de principio a fin. Dicen que en 1891 no existió un
marino llamado Carlos Peña. El mito del Baltimore y el de Paz, el héroe de la
sublevación de la escuadra en Talcahuano, es todo uno y lo mismo.
Y ya que va de mitos, debo agregar lo siguiente: me abstuve de escribir
respecto a la memoria venerada de don José Manuel Balmaceda, durante la
semana de homenaje, a causa de un mito histórico, calumnioso para las familias
Ross y Edwards, que está formado y va en aumento. El mito consiste en que el

126
"Banco de A. Edwards y Cía." promovió la revolución acuciado por intereses de
dinero, contrarios al porvenir nacional. No voy a extenderme esta vez. Los
ignorantes de las costumbres de los hombres de negocios de estas familias, que
son la misma, pueden estampar cuantos disparates quieran.
Murió Carlos Edwards Vives; murió Agustín Ross; murió Carlos Silva
Vildósola. Estas tres personas podían tapar la boca a la maledicencia mejor que
yo. Está muy bien ensalzar la memoria de Balmaceda; lo malo consiste en echar
manotadas de barro a una familia del siglo pasado, con la intención de levantar
el pedestal del héroe político.
Es triste que no podamos ni siquiera alabar a alguien sin enlodar a otros. En
nuestra tierra hasta el elogio envuelve un sadismo solapado. Cuando la dama
señala a un señor en la calle y dice: "Es el que más vale de la familia", ya está
menospreciando a otros.
En nuestro Jardín Zoológico hay muchas especies de la fauna americana,
pero no he visto al chacal de la calle Huérfanos, al rajador chilensis con sombrero
Rosenblit y reloj de pulsera.
Es preciso conocer algo de lo que fue esta familia Edwards de La Serena y
de Coquimbo, desde 1810. No sé hasta qué punto los santiaguinos la hayan
contaminado. Cuando los señores santiaguinos, descendientes de reyes,
tramaban el asesinato del capitán de la Scorpion y el robo de sus bienes, don
Jorge Edwards le mandaba un capataz a todo galope para ponerle en guardia.
Los Edwards iniciaron los trabajos del cobre en Coquimbo; mi padre decía que
del primer viaje en barco de vela llegó con los zapatos rotos. (Perdonen los
parientes siúticos).
Don Agustín Ross Edwards desdeñó los negocios fructíferos que en su
época cristalizaron en la baja del peso. Propició toda su vida la conversión
metálica, contra los latifundistas. Bebía solamente leche y agua. Hasta sus
últimos años, encorvado, blanco de canas, paseaba a su esposa enferma por la
plaza. Es la última pareja romántica de viejos casados chilenos que haya visto
en inolvidable estampa de honor y de cariño.
La pluma de un Maurois podría novelar el comienzo de esta familia de
Coquimbo, en cuya casa alojó Darwin. Su calidad me parece superior. Vivian
bien, sin lujo. Observaban ciertas reglas en el comer y en el trato; sus muebles y
su vajilla eran sólidos y de agradable aspecto. Cuando llegué a Santiago la
primera vez, me llamó la atención que casi nadie sabía comer, ni hablar, ni
saludar; ni se lavaban las manos antes de ir a la mesa.
Los Edwards Garriga fueron esposos abnegados; hombres de honor,
metódicos, estoicos frente al destino. En su carta a Mitre, el propio Balmaceda
nada dice de los Edwards; pero si echa la culpa de su muerte a la aristocracia
santiaguina.
La revolución empezó con el despecho de los figurones cuando vieron que
Balmaceda buscaba la clase media.
Luego la revolución cundió en forma de avalancha. Nadie deseaba una
dictadura. Si el Banco Edwards no hubiera dado su dinero para ayudar al
Parlamento, los padres de los mismos que atacan a esta familia hubieran dicho
que eran unos miserables y avaros.
A la sombra de doña Juana Ross Edwards, prima de mi padre, vivían
centenares de familias; ella no se puso nunca sombrero. Si don Jorge Edwards
se hubiera establecido en California en vez de en Coquimbo, su nombre estaría

127
escrito en Madison Square junto al de los pioneers, con Jackson, Lincoln y los
Vanderbilt. Aquí, el mitómano de la calle Huérfanos, el rajador chilensis, lo
quiere convertir en barrito.
Ese mito no es aceptable, ni me prestaré para esponjarlo y floripondearlo.
Digo que es mentira.

128
LA MARINA NORTEAMERICANA Y CHILE

Octubre, 1946

América del Norte tuvo una sola revolución grande, la que ahorró las
revoluciones menores y las guerras entre Estados del mismo origen.
Las guerras y las revoluciones en la América española derivaron de la
ausencia de esa gran revolución que en la América del Norte terminó con la
victoria unionista de Lincoln. Por lo mismo, las líneas que siguen, en lo que se
refiere a la intervención norteamericana después de la guerra entre Perú y
Chile, han de tomarse como buenos oficios de un hermano mayor que vio en
esa guerra un movimiento unionista en pequeño. Vamos a contar los casos en
que intervinieron barcos de guerra norteamericanos en asuntos chilenos, y
demostraremos sin gran trabajo que la intervención fue favorable a nosotros.
De esta manera destruiremos mitos o fábulas que sobrepasan lo tolerable.
Está bien un mito cuando es patriótico y no ofende a una potencia amiga. No
está bien cuando tergiversa la verdad medio a medio y pretende probar lo
contrario de lo que ocurrió. Tal es el caso de la intervención de la fragata
norteamericana Lackawana, en Arica, después de las victorias de Chile en Perú y
Bolivia. El mito chileno pretende que los plenipotenciarios norteamericanos
hicieron presión en los chilenos para impedir a nuestro país el logro de sus
ambiciones. Todo eso es falso; pero no solamente falso: la verdad es que ocurrió
lo contrario. La intervención de los norteamericanos Hurbult, Trescott y Logan
impidió que las negociaciones se prolongaran de manera viciosa, accediendo a
la intención peruana de embrollar y de esperar en vías a intervenciones
inamistosas para Chile de otras potencias pequeñas iberoamericanas. En 1881
actuaba el plenipotenciario Logan, de los Estados Unidos, en Santiago. Este
diplomático era tenido por los negociantes peruanos como, acérrimo enemigo.
En su Vida y Obra de don Francisco García Calderón 1, los autores peruanos Paz
Soldán y Delgado dicen: "Esta mediación producida en esos momentos
demostró, dada la conducta observada por el mediador, que se trataba
solamente de presionar al prisionero, sirviendo los intereses y ambiciones de
Chile".

1
Desclée de Brouwer, Paris, imprimeurs.

129
El prisionero no era otro que don Francisco García Calderón, ilustre
estadista y gran patriota peruano, padre de nuestros conocidos Francisco y
Ventura García Calderón.
El señor García Calderón padre, después de las derrotas de su patria, fue
nombrado presidente provisional del Perú, con asiento en el histórico pueblo de
Magdalena la Vieja. El gobierno de Chile decretó su detención, y ese caballero
fue llevado al Cochrane, para trasladarle más tarde a nuestro país, donde
permaneció prisionero dos años y medio. Una vez libre, en 1884, en Buenos
Aires, el señor García Calderón publicó un libro titulado Mediación de los Estados
Unidos de Norte América en la Guerra del Pacífico. En esta obra atacó de manera
violenta al mediador norteamericano, por su actitud desacertada, infecunda,
parcial y amenazadora. El ex plenipotenciario peruano acusó al mediador de los
Estados Unidos de haberle amenazado diciéndole:
—Apresúrese a firmar, pues de lo contrario, más tarde será peor.
Tras de leer los documentos apuntados, uno se pregunta cómo pudo tener
vida el mito del Lackawana, burdamente contrastado con la supuesta
intervención del robusto Bismarck.
Una vez glosado el mito del Lackawana vamos a recordar el mito del
Baltimore. Este último es como el cuento del entierro. No obstante las
innumerables veces que la prensa lo desmintió, hay siempre incautos que caen
en la ingenuidad de creer. Seremos breves esta vez. El mito del Baltimore tomó
cuerpo en el odio incubado contra Balmaceda en 1891, después de Concón y La
Placilla. Vamos a los hechos: A causa de la revolución de 1891, se hicieron
presentes algunos barcos de guerra extranjeros en los puertos chilenos; entre
éstos los cruceros norteamericanos California (almirante Brown) y Baltimore
(contraalmirante MacCann).
Los marinos norteamericanos se pusieron al servicio del gobierno
constituido (Balmaceda). Trataron de evitar las batallas finales en Concón y La
Placilla, mediante un armisticio. Era tarde. Después de la derrota balmacedista,
Valparaíso sufrió el saqueo, la ebriedad y otros desórdenes. Gran parte del
pueblo victorioso creyó ver enemigos de su causa en los marinos norteamericanos.
Se decía —y era verdad— que algunos balmacedistas de primera fila encontraron
refugio en los barcos yanquis. La hostilidad creció en los barrios bajos: una
poblada atacó a un grupo de marinos del Baltimore, matando a uno e hiriendo a
diecisiete. Reclamó el gobierno norteamericano de manera enérgica primero.
Finalmente fue demasiado benévolo y el asunto terminó, en cambio de notas
amistosas y el pago de una indemnización a las familias de las victimas.
Entretanto, el incansable forjador de mitos lanzaba a la circulación la más
risible, monstruosa y pueril de todas sus creaciones: "El gobierno de Washington
habría exigido que fuera un barco de guerra chileno frente a Punta Angel, en
Valparaíso, para que arriara la bandera y saludara al pabellón norteamericano
con 21 cañonazos.
"El oficial chileno de apellido Peña, o Walker, después de cumplir la orden,
se habría suicidado encima de su bandera". Otros mitómanos situaron el
incidente en San Francisco de California.
En los patios del MacKay y más tarde en el liceo hemos escuchado dichos
mitos del Lackawana y del Baltimore.

130
No estaría mal nombrar un inspector fiscal de mitos en grado tres.
Traspasamos la idea a los inventores de pegas o canonjías de las ubres
presupuestarias.
Hagamos otra excursión en el tiempo hacia atrás. Ochenta años atrás, Chile
se encontraba en guerra con España, siempre buscando el espíritu unionista de
que hablamos. Llegó a Valparaíso un veterano de Estados Unidos: el comodoro
Rodgers, fogueado en varios mares, héroe de Marruecos, de Charleston y de
otras acciones memorables; al mismo tiempo era encargado de negocios de
Washington el mayor general Kilpatrick, ex comandante de la caballería
unionista, vencedor de Wheeler, héroe de Waynesboro, Jonesboro, Augusta y
Kingston.
La posición de Estados Unidos entonces no era muy fuerte, a causa de las
heridas recientes. No obstante, la actitud de Rodgers y de Kilpatrick fue
francamente amistosa para Chile. En más de una ocasión apuntó los cañones
del Monadneck contra la Numancia de Méndez Núñez.

131
LO DEL BALTIMORE

Junio, 1952

Por penúltima vez voy a desmentir el infantil disparate del marino chileno
Peña, que habría sido comisionado por nuestro gobierno para ir a San Francisco
de California, en un barco de guerra de nuestra Marina, y en dicho puerto
cumplir una de las condiciones impuestas por Washington, motivadas por el
incidente con marineros norteamericanos, en Valparaíso, el año 1891. La
dolorosa misión del teniente o capitán Peña habría consistido en saludar la
bandera yanqui con veintiún cañonazos. El broche de oro de la fenomenal
mentira es el suicidio del inexistente Carlos Peña, después de la humillante
ceremonia. Entre la infinidad de mitos históricos patrioteros, es éste el más
nocivo y adherente. En todas las naciones cultivan el mito histórico, y a veces
con saludables resultados. Con razón nuestro Encina ha dicho, en comentario
de Nicolás Palacios, que el más vital sentido de los pueblos es el de la
nacionalidad. Lo tuvieron hasta el hiperbolismo Pérez Rosales y Vicuña
Mackenna. Polos positivos. Lo tiene Encina. Solamente un entrañable amor a la
patria chilena explica una vida entregada a estudiar la historia paso a paso
como itinerario de Chile. Por lo mismo, aceptó y cultivó el mito de la raza
araucano-gótica, que asimismo podría ser vándalo-gótica, de Vandalucía.
Unamuno rebatió a Palacios y sostuvo que Chile era, con la Compañía de Jesús,
una genial creación del pueblo vascongado. Yo creo que el chileno es el pueblo
superior de nuestra América, sin mitos. Necesita leche y no mitos. Es seguro
que hay sangre germánico-española en no pocos chilenos. Los Rozas, de
Burgos, en Castilla la Vieja, eran de ascendencia germánica.
Hay otros mitos benévolos y fecundos, como ser, el duelo a muerte de un
general con cierto francés. Nunca se supo el nombre del francés ni el sitio del
lance. Este mito es repetición o versión popular del duelo del conde
d'Espinville, cuya tumba se encuentra en el cosmopolita cementerio de
Valparaíso.
La verdad sobre el incidente del Baltimore es la siguiente, en pocas líneas. El
gobierno de Washington era partidario de Balmaceda, esto es, de un gobierno
legal estable. La conducta del ministro Egan, amigo y partidario acérrimo de
Balmaceda, irrito al pueblo de Valparaíso después de las victorias
parlamentarias de Concón y La Placilla. La culpa del asunto debe recaer en el
ministro Egan, según escribió el editor del Harper’s Weekly, de julio de 1892. El

132
16 de octubre de 1891 bajaron a tierra marineros del Baltimore, sin armas, y
fueron asaltados simultáneamente en diversos barrios. Uno murió y ocho
quedaron gravemente heridos a cuchillo. Uno de los heridos presentaba
dieciocho cuchilladas. Treinta y seis marineros fueron apresados y apaleados.
Egan reclamó. La nota del gobierno provisional chileno fue considerada
ofensiva en Washington. No obtuvo respuesta. Se envenenaron las relaciones
entre ambos países. Lo más triste consistió en la actitud doble del argentino
enemigo de Chile Estanislao Zeballos. Este ministro de Argentina en Washington
ofreció víveres y cuanto necesitara una escuadra yanqui, en caso de ocupar el
puerto de Antofagasta. Roca aceptó. Mitre dijo: "Sería un crimen". Finalmente,
Chile pagó setenta y cinco mil dólares de indemnización a las familias del
muerto y de los heridos. Era un hecho aceptado, es un derecho obrar así.
El presidente Harrison, años antes, pagó igual suma a las familias de
súbditos italianos que fueron linchados por turbas norteamericanas en Nueva
Orleans. Esta es la historia. El marino Carlos Peña no existió. Hay un libro sobre
esto, de José Miguel Barros Franco. Completo y claro. El Mercurio desmintió el
caso tres veces. Averiguador Universal, 6259, 6565, 6570. Yo lo desmentí cuatro
veces, pero ocurre como en el cuento del billete premiado de lotería. Siempre
hay uno que no ha leído la historia y que cae. Seguirán cayendo: "Los hay, los
hay, la cosa es dar con ellos", dice D. A. Garfias. El pueblo no gusta de los casos
sencillos. Le encanta lo monstruoso, lo misterioso, lo absurdo y lo inverosímil.
El pueblo tiene una prodigiosa imaginación de lo falso. Mueren dos doctores de
gripe, el mismo día y en cama. El pueblo no acepta. Murieron en un duelo con
bisturí, encerrados en una pieza oscura. No crean lo que les digan, sino lo que
les conste. Ahora decían que el portaaviones norteamericana vino para ejercer
presión. Infantil. Fue una moda gritar contra el imperialismo del dólar. Ya pasó.
Es como el sarampión. Sin dólares no funcionaria nada. No hay capitales
privados. O capitalismo del Estado, o capitalismo extranjero. Es fatal. Huachipato
funciona con carbón norteamericano. Es una necesidad por cuanto nuestro
carbón no cuenta con las calorías suficientes. No alcanzamos a seis millones de
habitantes: es la cifra del aumento de la población de Estados Unidos cada dos
años.
Los norteamericanos podrían ser nuestros mejores amigos. O Rusia, o
Perón, o Estados Unidos. Escojamos.

133
ILUSION Y TURISMO

Octubre, 1956

Recibí la siguiente carta:


"Venerable señor: He leído la carta de uno de sus infinitos lectores, acerca
de las dudas que podrían cernirse sobre la autenticidad de la casita en que nació
Gabriela Mistral. Se advierte, además, a propósito de esa correspondencia, que
tampoco seria legitima la casa que se venera como lugar de nacimiento de otra
ilustre chilena, "La Quintrala". Se insinúan, asimismo, a este propósito, otras
inexactitudes relacionadas con reliquias históricas.
"Mi único deseo, señor, es preguntarle si existe constancia en sus "archivos"
de los millones de inexactitudes de esta índole que existen en los países de
Europa, del Oriente y de todo el mundo. ¿Quién se detiene a considerar la
autenticidad de una piedra que, en cualquier calle o avenida de Roma, es
rodeada de una pequeña cerca de alambre que, a manera de aureola, la
consagra como recuerdo de uno o dos siglos antes de Cristo? Existe, incluso, la
tumba de Romeo y Julieta, personajes de ficción, y son millares de peregrinos
los que concurren a visitarla.
"Yo creo, inteligentísimo señor Edwards, que si nos estamos con muchos
tiquismiquis en cuanto a la veracidad de nuestras reliquias, nunca tendremos
atracción turística, cuya base, especialmente en Sudamérica, es el acicate de
conocer cosas autóctonas. Y lo autóctono, como nadie sabe lo que es
exactamente, hay que adaptarlo, más o menos, cocinarlo y ofrecérselo al
visitante, porque el visitante de una casa particular o de un país gusta de ser
engañado con retratos de antepasados familiares comprados en casas de remate
o con ruinas y antigüedades históricas, harto más interesantes que lo que
representan...
"La señora Carmen Moreno de Flores formó, en compañía de su esposo, el
notable actor Alejandro Flores, un Museo de O’Higgins en Rancagua. La dueña
de una pequeña fonda de San Fernando me aseguró haberle vendido una mesa
que había construido su propio padre. En el Museo figura como la mesa donde
comió el Libertador, cuando pasaba días en Rancagua. Sin embargo, esa mesa
debe tener ahora un valor incalculable. Todo lo hace la fe, y no hay mayor
crimen que el de matar las ilusiones.

134
"Finalmente, me permito contarle un chascarrillo nacional. Un yanqui
andaba por esos campos buscando reliquias del pasado chileno. Un huaso
diablo fue a ofrecerle una calavera de O’Higgins. El yanqui, entusiasmado, le
pasó veinte dólares. El huaso —un tonto pillo, seguramente— pretendió repetir
y llevo al yanqui otra calavera chica, de niño. El gringo le pregunto:
"—¿Y ésta?
"El huaso respondió:
"—Es la calavera de O’Higgins cuando era guagüita.
"Me despido afirmando a usted la necesidad de perpetuar la fantasía para
fomento del turismo.
"Besa sus pies.
"Eugenia Urquieta, Lautaro 723".

Respuesta:

No sé cómo dirigirme a usted, si es que es usted la que firma. Lo de


venerable y el besapiés parecen cosa de chunga, o pitorreo. Le suplico: Si otra
vez me honra con escritos hágalo por un solo lado del papel. Su carta es, por lo
demás, muy razonable. El domingo pasado me referí al mismo punto al tratar
del mito de los Amantes de Teruel.
Muy bien están los mito benévolos, o ponderativos. ¡Ay de nosotros si la
falta de imaginación nos toma de caso para dar alas a un mito deprimente o
empequeñecedor! En mi colección de mitos hay algunos sorprendentes.
Se ha dicho que podrían juntarse, por el ancho mundo, centenares de
muelas de Santa Apolonia y astillas del Santo Madero como para levantar una
montaña con ellas. Conté, hace algunos años, el caso que nos ocurrió en el
Templo de los Jerónimos, en Lisboa, cuando lo visitamos mi hermano Emilio,
un inglés de nombre Rowe, Jorge Besa Díaz y yo. Después de subir por una
escala a mirar el cofre donde se encuentra un huesito de San Jerónimo le
advertimos, como buenos chilenos, al joven lego que hacia de cicerone, lo fácil
que sería sustraerlo. Podría subir a mirar una persona sin escrúpulos, y
llevárselo.
El cicerone, que era gallego, al notar que hablábamos español como él, se rió
fraternalmente y nos confesó:
—Se lo han llevado muchas veces, pero no faltan huesitos de pollo en el
refectorio...
Otro caso. En el Hotel Oddó, Q. E. P. D., uno de los últimos cajeros y
administradores, hombre docto, educado en el Instituto, guardaba entre sedas,
dentro de una caja de zapatos, la canilla de Caupolicán. Cierto caballero
distinguidísimo se habia desprendido del histórico tesoro para evitarse la
dolorosa costumbre de abonar la menta con dinero corriente.
En Marsella, el guía del Puerto Viejo —hoy desaparecido como tanta
antigüedad cierta— me mostró la parte por donde arrojaron al mar al joven
Edmundo Dantés en el castillo de If.
Otro caso: Allá por 1922 estuve en Sevilla y visité las ruinas de Itálica, en las
que se destaca lo que fue anfiteatro romano. El guardián, un viejito seco de
carnes, de ojos vivos, calvo como el Gallo, se inclinó de pronto, y levantó del
suelo algo blanco y brillante. Fingió asombro y me ofreció: "El colmillo de una

135
fiera". Asimismo, en los campos de Waterloo, los guías y cicerones no cesan de
encontrar, para los turistas, botones dorados de la Vieja Guardia.
Ilusión. Todo es ilusión, o inocencia. El pueblo, decíamos, es la mayor
reserva de inocencia.
Créame, señora o señorita, su muy "venerable" agradecido. Otra ilusión. Ser
venerable y, besado en los pies, como los profetas. Bendita seas.

136
EL SUBTERRANEO DE LOS JESUITAS

Noviembre, 1951

Las bodegas y túneles de ladrillo que salieron a la luz en las excavaciones


de la calle Esmeralda recordaron a los santiaguinos el antiguo folletín de
Ramón Pacheco titulado El subterráneo de los jesuitas. Tengo dicho libro de la
edición Puga Hermanos. Se parece a las novelas menos interesantes de Dumas
padre. En esta época del cine es preciso un esfuerzo de paciencia para leerla. Lo
más interesante de su lectura es la evocación de calles y costumbres antiguas.
Parecen increíbles las reacciones que tuvo el folletín de Pacheco en el tiempo de
nuestros padres y abuelos. Lo leían a hurtadillas, como a Paul de Kock. Las
ediciones solían ser recogidas por manos misteriosas. Lo mismo ocurrió con
otro libro de Pacheco, El puñal y la sotana. El más listo de los libreros de San
Diego me confió:
—Van agentes a los remates de bibliotecas viejas para comprar El
subterráneo.
—¿Y después?
—Lo queman.
Voy a contar el caso que conocí por la confidencia de un amigo de mis años
más o menos. Esta persona es honorable y franca. Me contó que un pariente
suyo, tío, inteligente y emprendedor, vivía en paz con su buenísima esposa e
hijos, parte del año en la hacienda y parte en su casa de la capital. La esposa era
devota muy observante. De familia tradicionalmente conservadora, mejor dicho
religiosa, era la sola casada entre hermanas y tías monjas. La dicha conyugal se
deshizo a causa... ¿De que? A causa del Subterráneo de los jesuitas, del libro se
entiende. El marido, bromista, campechano sin malicia, se hizo prestar dicho
libro por uno de sus amigos del club. Ya hemos dicho que leerlo era cosa de
diablura. Lo guardaba dentro del velador y lo leía de noche, en la cama. Cierta
noche, en el momento de ir a coger el Subterráneo, no lo encontró. Como el libro
no era suyo, la incomodidad redobló. Después de interrogar a los habitantes de
su casa, se dijo que no pudo haber puesto mano en el libro otra persona que no
fuera su esposa. Así habia sido. La autora confesó su culpa anegada en lágrimas
sinceras. Alguien le habia insinuado el peligro. Se trataba de un libro impío,
intolerable en hogares cristianos. Fuerzas divinas le habían insuflado la orden
de destruir por el fuego las páginas satánicas. Ocurrió entonces que el fuego, al
devorar el libro de Pacheco, destruyó al mismo tiempo la confianza y el amor

137
conyugal. No tardó en sobrevenir la frialdad y más tarde la separación, a la
antigua.
Me pregunto si dicho libro justifica los ardores de una persecución. No, de
ninguna manera. Menos ahora que antes. Se trata de una obra densa, pesada, de
escaso interés novelesco, que no daña a la Iglesia ni a nadie. No se la podría
tomar en serio. Si la fealdad de ciertas mujeres es el escudo de su honor, la
pesadez de un libro pecador seria la valla para impedir que hiciera daño. Dudo
de que alguien pueda leerlo ahora con fines de entretenimiento. No es siquiera
antirreligioso. Es, si se quiere, antijesuítico. El interés de su lectura en estos
tiempos se parece al interés de un buscador de casullas apolilladas, de
candelabros funerarios y de púlpitos desvencijados. El autor demuestra
preocupaciones eclesiásticas de renegado.
El subterráneo de los jesuitas, con su entierro de oro y valores, es un mito
nacional en la ya larga lista de mitos. Los entierros de joyas y oro, que
seguramente son muchos en todas partes, no se encuentran donde los
buscamos. Los enterradores, generalmente avaros, murieron con su secreto. No
es posible imaginar a los jesuitas, o a Marcó del Pont, metidos a enterrar
caudales antes de seguir a España. De pronto, donde menos se piensa salta un
entierro por si mismo, removido acaso mediante personas ignorantes. Se trata
de entierros hechos por excéntricos desconocidos. Los que dejaron suculentos
entierros de verdad no se llamaron Drake ni Morgan, ni Marcó del Pont, ni
fueron frailes jesuitas, ni dominicos u otros. En la vieja casa de un pueblo
chileno, La Ligua, un niño vio caer discos metálicos del techo. Eran monedas de
oro. Una gallina que escarbaba entre la paja y las vigas carcomidas había
descubierto el tesoro enterrado lo menos siglo y medio atrás. En la calle
Mouffetard, París, en 1937, los albañiles, mientras demolían murallas,
encontraron un tesoro En diversos barrios de Londres las bombas de los
alemanes en la última guerra pusieron a luz esa clase de monedas de oro y de
joyas que los ilusos salen a buscar en islas remotas o en el fondo de los mares.
La idea de buscar entierros en sitios determinados es una enfermedad
mental. Proviene de la fiebre de invenciones fantásticas o mitomanía, más
corriente en pueblos mineros y montañosos. En Colombia los entierros se
llaman "santuarios"; en Perú, "tapados". En Coquimbo y La Serena es común
encontrar viejos que pasan la vida haciendo planos imaginarios en el suelo con
sus bastones. Sus casas, pobres y sucias, están cubiertas de planos geográficos y
de cifras cabalísticas. Lo único que salió a luz de sus excursiones por la bahía de
Guayacán ha sido guano. Estos fabricantes de fábulas terminan por creer lo que
cuentan y comunican. En Oaxaca, México, un iluso consiguió permiso del
Estado para buscar un tesoro en la catedral. En resultado consistió en la
apertura de hoyos, el destrozo de antiquísimas tumbas, la postura a la luz de
calaveras casi pulverizadas y el debilitamiento de las murallas. En Santiago
tuvimos el caso del gran poeta peruano Santos Chocano, empalicado por un
loco delirante de entierros que poco más tarde le mató de un volapié por la
espalda. Chocano soñaba con oro y sucumbió en la busca de fortunas
repentinas. Acostarse pobre y despertarse rico, sin esfuerzo, por arte de
birlibirloque, es la esperanza de muchos. Chocano, poeta, buscó el subterráneo
de los jesuitas, piedra filosofal y cuadratura del círculo en las leyendas
santiaguinas.

138
Según la obra de Ramón Pacheco, los jesuitas utilizaban el subterráneo con
diversos objetos. Uno de ellos: enterrar en vida a los enemigos de la Orden. Los
negocios de los jesuitas eran muchos y de varia índole, como vasta colmena.
Para mayor discreción solían mantener emisarios bajo tierra. Eran dueños de
ollerías, pulperías, carpinterías, despachos, bodegones, carnicerías, panaderías,
velarías, curtidurías, boticas y ojoterías. Además de lo dicho, intervenían en los
negocios públicos y en los domésticos de la gente principal. En último lugar el
subterráneo hubiera debido servirles para esconder sus tesoros. El subterráneo,
siempre según la fantasía de Pacheco, iba desde la Casa de Ejercicios de la
Ollería hasta San Pablo, dando vueltas y curvas alrededor de la vieja iglesia de
la Compañía. Contenía extensas bodegas, celdas, prisiones secretas, galerías de
diversa categoría y puertas grandes o chicas. Las personas no enteradas del
secreto para moverse dentro del subterráneo, se perdían irremediablemente.
Fue lo que ocurrió a uno de los personajes del laberíntico libro: don Santiago
Ruiz. Otro de los personajes se llama don Belisario de Miramar.
Sin un poco de fantasía la vida seria imposible. Por desgracia para los
cultores de mitos y de irrealidades, el encuentro en Santiago de unos arcos y
murallas de bodegas vineras, es en extremo decepcionante. Lindo hubiera sido
encontrar, como en las portadas del folletín de Pacheco, una bóveda enorme, y
en gancho de carnicero el esqueleto de un ajusticiado.

139
EL URANIO CHILENO PARA CHILE

Julio, 1959

El Quijote es la historia de un caballero andante cerebral, fuera del tiempo


de tales caballeros, en la triste realidad de un mundo sin princesas encantadas
ni gigantes espantosos.
En nuestro Chile hubo mineros cateadores de verdad, y un tiempo glorioso
de Montecristos de carne y hueso. Los mineros o cateadores de ahora suelen ser
cerebrales como Quijotes de riquezas soñadas. Don Quijote transformaba los
molinos de viento en gigantes. Las maritornes, en princesas. Nuestros mineros
suelen ver alcances fabulosos o vetas preciosas en pantanos o en el simple aire.
—¿Ve usted el color violeta de esos focos de luz? —me decía un caballero
viejo, señalando los faroles de la estación del ferrocarril en Quilpué.
—Si. Los veo.
—Eso indica que aquí hay plutonio y uranio. No lo dude.
Como dicho Quijote de Quilpué, encontraríamos no pocos en Coquimbo, en
Antofagasta... y en la calle Huérfanos...
Hay, además, en la fauna de mineros, cerca de los Quijotes, los
sencillamente pillos, como Parraff y otros.
Veamos.
El año 1906, cerca de Las Animas, en Chañaral, un minero aseguró que
habia descubierto la más rica mina de turquesas del mundo.
En el primer número del diario La Nación, el año 1917, apareció una crónica
referente al descubrimiento de platino en el aire por el señor Sánchez Oteíza,
más conocido por el nombre de "El Incandescente".
A fines de 1917 y comienzos de 1918, los señores Alberto Sinclair,
norteamericano; John William, australiano, y Juan Segundo Rival, chileno,
lanzaron un negocio petrolero llamado Compañía Patagonia Consolidada, por
acciones. Estas acciones subieron desde dos pesos a diecisiete en pocos días. En
aquellos tiempos el peso tenía valor respetable. Las acciones de la Patagonia
dieron un salto hasta treinta y dos pesos. El "pozo", según los "sondeadores", se
encontraba cerca de Punta Arenas, en el sitio llamado Leña Dura. Los
lanzadores del negocio fueron apresados poco más tarde. El fraude había
consistido en el hecho de vaciar latas de petróleo en el terreno, dando a suponer
que el petróleo se encontraba a flor de tierra. Riqueza asombrosa. La llegada de
las autoridades y de los periodistas hizo terminar el negocio. Las acciones

140
bajaron a cero. Tengo a la vista la fotografía de los descubridores del fraude:
gobernador, señor Contreras; juez letrado, señor Cerveró; secretario, señor
Canales; director del laboratorio, señor Davidson; director de El Magallanes,
señor Cienfuegos; prefecto de Policía y señores Alejandro Tinsly y Alberto
Daerswill.
Antes se habia efectuado una estafa parecida en Pozo Amarillo.
El año 1938 el señor don Domingo Pedregoso denunció al Departamento de
Minas la existencia de petróleo en el estero de Genón, cerca de Constitución. El
ingeniero señor Wensel, de dicho departamento, examinó el lugar e informó: no
hay petróleo.
En 1955, octubre, tras de otra denuncia de existencia de petróleo, en
Constitución, por los señores Oscar Smith Rivera y el regidor de la
Municipalidad de Constitución señor Álvaro Santa Maria, el mismo experto
señor Wensel declaró en informe técnico que, en suma, la materia espesa y
negruzca que habían tomado por petróleo los quijotescos mineros era en
realidad un prosaico y maloliente depósito de aguas estancadas con sus
respectivos coros de sapitos.
El periódico norteamericano Times, en octubre de 1951, dio la noticia
sensacional de encuentro de uranio en Chile. Uranium Find. La Corporación de
Fomento (CORFO) habría contratado, en absoluto secreto, una comisión de
geólogos norteamericanos. Dichos geólogos, después de explorar terrenos en el
valle central, proclamaron el descubrimiento de dos depósitos de uranio en La
Serena. El descubrimiento traería inesperada riqueza al país. El presidente
pediría al Congreso la dictación de una ley basada en "el uranio chileno para
Chile".
Me pregunto: ¿quién vio a los dichosos geólogos?, ¿Quién vio el uranio?
En 1954 el periódico América, de Cuba, anunciaba: "En Coquimbo ha sido
descubierto un rico yacimiento de uranio, oro, plata y cobre".
¿Qué se hizo? Humo, polvo y nada.
El año 1954 el Ministerio de Minería, o Balde de Agua Fría, declaró: "No
existe mineral de selenio en Chile, ni existe, tampoco, la más remota posibilidad
de que en el territorio nacional se descubra ese mineral".

141
MENTIRAS O MITOS PONDERATIVOS EN
LAS PELICULAS

Abril, 1958

¿Que gesto harían Moisés y sus judíos si pudieran resucitar para venir a
ver, en este pobre mundo, la película Los Diez Mandamientos?
—¡Milagro! ¡Milagro! —gritarían, aterrados.
Con millones de dólares, en la Babel de Hollywood, los israelitas de hoy
cambiaron el pasado, no solamente de su raza, sino de sus panoramas nativos.
Y, digamos la verdad, exaltaron la historia, la hermosearon, la hicieron
fascinante.
Los norteamericanos de Hollywood, en sus fábricas demoníacas, acapararon
todo lo necesario para maravillarnos. Compraron lindos tipos, o estrellas de
carne y hueso. Compraron paisajes, compraron vestimentas magnificas. ¡Ahí
tienen ustedes! Vamos a ver a Cleopatra, a Friné, a Nerón, a César, a Napoleón,
a Julián Sorel, a la Traviata, o al Juan Gallardo, de Sangre y Arena.
—¡Chico! ¡Me siento muy contento de ser español! —decía el poeta
malagueño Souviron al salir de ver dicha película.
—¡Ya lo creo!
Toreros yanquis, atléticos, sanos. Nerón yanqui. Lesseps yanqui. Dama de
las Camelias y Armando Duval yanquis. Napoleón de Massachusetts. He visto
a Agripina con fuerte acento yanqui ofreciendo porridge a Nerón. My dear, here is
your porridge.
Hace poco vi una película corta referente a la Antártida chilena, con
estrellas nacionales como don Francisco Encina y el señor Gómez Millas, ilustre
rector de la Universidad. La película muy buena. Un pero: aparece una
entrevista de sus majestades los reyes de España con Pero Sancho de Hoz, socio
de Pizarro, nombrado gobernador de las nuevas tierras que descubriera, "con
excepción de Chile".
Los reyes de España nunca recibieron a los conquistadores, ni leyeron las
Cartas de Indias. No recibió Carlos V a Hernán Cortés, ni Felipe II a Ercilla.
Todo eso es fantasía.
Otros casos. Los franceses protestaron por los errores históricos de las
películas en que aparecieron Lesseps, Pasteur y Luis XV. Lesseps no fue a Suez

142
invitado por la emperatriz Eugenia, sino por el rey Luis Felipe. Ni se enamoró
de Eugenia. Tenía sesenta y cuatro años y diecisiete hijos.
Con la película La Guerra y la Paz, de Tolstoi, ocurrió algo extraordinario.
No gustó a todos. Esto proviene de que hay aquí, como en otras partes del
mundo, fanáticos napoleónicos, o locos circunstanciales. Estos locos son
cuerdos cuando no suena el nombre de Napoleón. Padecen la manía
napoleónica por momentos o por temporadas. De otra manera irían al
manicomio. Hay casos. El actor Coquelin, el viejo, después de encarnar a
Napoleón en el teatro, sufrió la crisis total de napoleonitis mental. Terminó sus
días en el manicomio.
Napoleón creyó que Rousseau habia sido una maldición para Francia. Pero
sin Rousseau no hubiera tenido lugar la Revolución, madre de Napoleón. Así
yo me digo: Napoleón nos hizo mucho daño, pero sin él nuestra Independencia
hubiera tardado un siglo. A veces me digo que Napoleón fue una encarnación
de Satanás. El que menciona su nombre sufre extrañas influencias. El que lee
algo de él queda hipnotizado. Un jefe árabe, al verle en Alejandría, dijo: "¡No
pelearé contra él, por Alá! Ese no es un hombre Es un brujo. En todo se ve que
es un brujo".
Hagan la experiencia de mencionar su nombre. Ya verán. En el acto los
hombres cambian. Se ponen como beodos, parecen morfinómanos, o toros ante
trapos rojos. Yo diría, parodiando el conocido refrán del cochon, que todo
político tiene en su vientre un Napoleón qui sommeille. No solamente los políticos.
Conozco cientos de napoleonoides. Lo curioso es que nunca están de acuerdo
entre ellos. Hagan la prueba hoy mismo, en el club, en la plaza o en la oficina.
Esperen a que se junten tres o cuatro conocidos, y disparen.
—Batalla de Waterloo.
—Napoleón no era el mismo de antes. Las glándulas. Estaba gordo.
—Llevaba en su bolsillo el parte de la victoria. A las cuatro habia ganado la
batalla.
—Le traicionó Grouchy.
Hay uno que no habla. Mira a sus pies con aire superior. Es el sabelotodo.
De pronto dice, como iluminado:
—Ustedes no saben nada. Han leído al tonto de Ludwig. Napoleón perdió
porque su ejército habia perdido la fe en él. Los soldados de la famosa Guardia
huyeron como corderos, dice Stendhal.
—No diga leseras.
-—El tonto es usted.
Así suelen terminar las discusiones napoleónicas. Lo que ocurre es que cada
uno se forjó un Napoleón a su gusto en la cabeza. Cada uno tiene su Napoleón.
Los más graciosos son los Napoleones siúticos. Estos se manifiestan indignados
con el Napoleón cinematográfico de La Guerra y la Paz. Según ellos es absurdo,
sin virilidad ni elegancia. Dicen así:
—¡Hase visto insolencia igual! El mismo actor ordinario, calvo y chato, el
judío Herbert Lom, hace los papeles de Napoleón, y poco después aparece, con
la misma jeta, en papel de gangster en el Quinteto de la Muerte, En las Barreras
del Terror hace de bandido griego. ¡Absurdo!
Bueno, entre un bandido y un guerrero hay poca diferencia. Si un hombre
mata con uniforme en una batalla es un héroe. Si mata de civil, en la paz, es un
gangster. Un descendiente de sueco, Lindbergh, es héroe nacional norteamericano.

143
En Suecia hubo un famoso bandido Lindbergh. En Inglaterra un hermano del
explorador Shackleton fue ladrón de veras, no de películas.
Perón se creyó un Napoleón. Caballo blanco, entrecejo fruncido y guerra
contra los ingleses. Sus arengas sonaban con tono imperial: "Cuando yo
aparezco, mis cien mil descamisados valen por cuatrocientos mil, como dijo
Napoleón".
Cipriano Castro, el de Venezuela, se creyó Napoleón. Nuestro poeta Pezoa
Véliz recordaba que don José Miguel Carrera, en la cubierta del barco que le
traía a Chile, declaró que sería el Napoleón sudamericano.
¿Conocía Napoleón su poder oculto, de brujería? La duquesa de Abrantes
conoció a doña Leticia Ramolino, la madre de Napoleón. Tenía, según ella, tipo
de adivina, de tireuse de cartes. Algo bruja, de nariz afilada y ojos sibilinos.
No supo Napoleón los estragos que haría su brujería en esta América
española, o gigot colonial de la vieja España. Buena presa éste continente con
forma de jugosa chuleta de cordero, según el brujo.

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ORO, MANGANESO, ONIX Y MARMOL
EN QUILICURA

Enero, 1955

En el primer número de La Nación, cuyo aniversario celebramos, apareció la


noticia del descubrimiento de platino en el aire por el señor Sánchez Oteíza.
Lo del platino del aire queda, como se indica, en el aire. Conservo el
recuerdo del hecho por cuanto es un síntoma. Somos descendientes de
españoles del siglo XVI. Esos españoles leían libros de caballería, o de
encantamiento. Ercilla se sabia de memoria el Ariosto. No sé si algún erudito
haya notado la influencia del Orlando Furioso en La Araucana. Ercilla empieza
como excusándose de no poder cantar a las damas. Ariosto empieza así el
Canto Primero: "Canto las damas y los caballeros y los amores y la galantería..."
Ercilla empieza su Canto Primero así: "No las damas, no amor, no gentilezas de
caballeros canto enamorados..."
¿Habían notado esto antes? No lo sé. Un diario no es lugar para un tema de
esta grandeza por sus derivaciones y miles de modos de explicación.
Ahora voy a referirme aquí a los herederos de los ilusos que salían en busca
de El Dorado, hasta en los últimos días del siglo XVIII. Se trata de sedicentes
mineros, o Quijotes cateadores que de pronto, a la luz de un amanecer, ven
cerros transformados en plata pura y guijarros con reflejos de oro. No pasa día
sin que oigamos de descubrimientos fabulosos. La revista América, de la Asociación
de Escritores y de Artistas Americanos, editada en La Habana, con ancha
circulación, publicó, en septiembre de 1954 la siguiente noticia de Chile: "En
Coquimbo ha sido descubierto un rico yacimiento de uranio, oro, plata y cobre".
En junio del mismo año, el Ministerio de Minería acusó recibo de un informe de
la Caja de Crédito Minero en el que desmentía la existencia de selenio en Chile. En
octubre de 1951 el Times publicó la noticia del descubrimiento de dos depósitos de
uranio en La Serena y en Vallenar.
El 3 de enero de este año La Ultimas Noticias anunció que un viejo cateador
habia inscrito enormes pertenencias mineras en las puertas de Santiago, dentro
de las haciendas Lo Echevers, Lo Boza y Lo Campino. El cateador pidió la
expropiación de los tres fundos mencionados, después de señalar en ellos la
existencia de grandes yacimientos de manganeso, oro, ónix y mármol.

145
¡Y un loro!, exclamé, sin poderlo remediar, parodiando el cuento del
cazador jactancioso y de su mozo.
Vamos a ver. Quilicura en mapuche significa piedra roja. El pueblo está
situado a diez kilómetros de Santiago. Hace más de treinta años solía ir con
Aquiles Vergara a Lo Campino, inolvidable mansión que heredó de su padre, el
general Vergara. Era éste un gran señor, de aspecto marcial y noble. Corrían por
sus venas sangres vasca, castellana y portuguesa de Viana do Castello. La
misteriosa casa de la hacienda revelaba algo de la vida novelesca del general.
Yo no le conocí pero vi pasar su sombra en dicha casa. El general vivió como un
castellano de la Edad Media. Escarbaba el suelo sin mar. Demolía cerros y
edificaba desde el amanecer. Hacia emplazamientos para cañones, torreones,
casamatas, puentes y cuarteles subterráneos. Todo de piedra de sus canteras.
Los generales planean siempre guerras. Creo que el general Vergara preparaba
la defensa de Santiago contra una quimérica invasión argentina. El espectro de
este varón extraño, despótico y fuerte vagaba por esa casa, por esos jardines,
por los aposentos y las fortalezas. Docenas de retratos del general le mostraban
en posturas guerreras, ora francesas, ora germanas, ora británicas. Siempre un
poco fidalgo.
El general era buen mozo, arrogante y con una expresión cruel, de orgullo y
desafío. Se habia retratado en toda clase de poses y con uniformes variados:
ingleses, franceses, alemanes y españoles. En uno de estos retratos aparecía con
el torero Mazantini, en Granada. Llevaba bigote entero y tupido. Ahora suelo
meditar en el misterio de dicho gran señor. Esa casa tenía bodegones, cepos,
carruajes y enormes caballerizas. Vagaba por ella un bufón de cuento de
Hoffmann, vestido de soldado, que balaba como una oveja. Andaba encorvado
y no parecía ser humano. Me parece ver a esos fantasmas en la decoración de
otros tiempos. El general edificó cerca de la casa un pabellón separado para su
amada. Nadie la vio. Cuando murió el general, el día del entierro de don
Germán Riesco, la dama partió sin que la vieran a Río de Janeiro. Me parece ver
el fantástico retrete o excusado, del general, en forma de trono, con cortinajes, al
que se accedía subiendo cuatro gradas, alfombradas. Sentado en él me creí no
pocas veces un califa en Consejo de Ministros. El general dictaba órdenes como
un país. Grande y déspota. Grande hasta para regalar. Regalaba cañones del
Perú, espadas con cazoleta de oro y caballos pur sang. Pagaba pensiones
personales a los veteranos del 79 y de 91. Regaló Las Salinas a la Marina de
Chile. Era dueño, con su hermana Blanca, de la Población Vergara, en Viña del
Mar. Hizo arrasar sus viñas de Quilicura para mitigar las borracheras. Era un
capítulo vivo de historia del viejo Chile victorioso. Mezcla de general y de
sultán. La noche del terremoto de 1906 se fue a la caballeriza, hizo ensillar el
potro más ligero, se vino de un galope a Santiago; tomó a su esposa y se la llevó
a su castillo, abrazada y segura, al anca.
Otro detalle de su quinta. En un decorado del acto del cementerio sevillano
de Don Juan Tenorio se habia construido un enorme pedestal de piedra, alto, de
diez metros. En noche de luna pregunté a Aquiles, su heredero:
—Y esto. ¿Que es?
—Para que pongamos su estatua —me respondió Aquiles, riendo.
No creo que a un hombre con el ojo del general Vergara, veterano de
Marruecos, de Concón y La Placilla, ex ministro de Riesco, de una actividad
cesárea, se le pudieran escapar los tesoros de Quilicura,

146
Corre mucha fantasía por ahí. Es como la patraña de las barras de oro de Lo
Águila. Creer que pudieran quedar barras de oro enterradas en una casa que
habitó don Domingo Toro, padre, es para soltar la risa. Creer que puedan
quedar señales de barras de oro en un sitio que ocupa don Domingo Toro
Astaburuaga, es no conocer a este filántropo.

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DEL BOXEO

Julio, 1946

Después de darse a conocer en la capital los resultados del match de boxeo


Louis-Godoy comenzaron a funcionar los teléfonos de los diarios a propósito de
un rumor, o "copucha", referente a dicho match. El hecho es que circuló en la
capital la noticia de que Louis estaba preso, junto con su manager, "por
habérsele encontrado una manopla de aluminio dentro del guante derecho". El
rumor absurdo, producto de un cerebro infantil, se enseñoreaba de ciertos
círculos. Por fortuna, el criterio de los periodistas es formal y experimentado. La
copucha pueril no pasó de las aceras y cantinas. Los diarios no le dieron ni un
minuto de crédito, y de esta manera nos libramos del ridículo. Pero conviene
ponernos en guardia. No pasa día sin que circulen copuchas, ya sean políticas,
sociales, literarias, teatrales o deportivas. Algunas sobrepasan los límites de la
broma y se vuelven ultrajantes o contrarias al orden. Después del primer match
de Louis y Godoy circuló otra, para no perder la costumbre. Se dijo que ese
match fue un arreglo, vulgo "tongo". Si el público pensara un poco, no tardaría
en comprender lo absurdo de tales rumores. ¿A que persona, mediana en
conocimientos pugilísticos, podría ocurrírsele la idea de que el boxeador Louis,
campeón del mundo, dueño de regular fortuna en dólares y de enorme
porvenir, seria tan estúpido como para comprometer su situación y encanallarse
en una jornada que para él no pasa de ser detalle en su carrera?
En la misma época, otras personas echaron a correr la bola de la pérdida de
excursionistas en la cordillera, precisamente en los días más crudos del mes
pasado. El Club Andino, los carabineros de los retenes rurales, los arrieros y
otras personas de buena voluntad se movilizaron para buscar a los deportistas
extraviados. ¿Y que? Nada. Pocos días más tarde se supo que se trataba
simplemente de invenciones "copuchentas".
En mi pequeño archivo guardo colección de mitos locales, los que, a veces,
me incitan a meditar en la busca de una explicación de fondo. Cada fenómeno
social, cada carácter debe tener su origen o explicación. El conocido aforismo de
que no hay efecto sin causa se impone en todos los órdenes de la vida. En
Santiago, en Chile por extensión, el mito y el mitómano son institución social. A
veces me ha ocurrido encontrarme delante de personas mentirosas y no he
tenido más remedio que dejarlas expandir su manía, sin proferir una sola
palabra. En efecto, si un mentiroso comienza a hablar de París, de Moscú, de

148
Madrid, y cuenta sus relaciones con la zarina, sus amores con la Otero y su
duelo con Boni de Castellane, entonces uno se dice que si contara cualquier
hecho curioso, real, de su vida, nadie le creería. En un cenáculo de mentirosos
por el estilo de un cazador de fieras de Bengala, el hombre verídico se queda
cohibido, a menos que salga con una más grande y lo eche todo a la broma.
En nuestra tierra vivimos envueltos en el mito; en mucha parte la historia
misma se envuelve en polvaredas de mitos, a veces doradas y otras veces
piadosas. A menudo he pedido a mis amigos escritores que lean en detalle
ciertos capítulos de historia, "como si por primera vez los conocieran", para
reflexionar en los detalles y dar a cada cosa, a cada personaje, su justa
proporción, después de podar la floresta, lo frondoso, lo hiperbólico. Entonces
nos encontraremos con batallas gigantes que solo fueron bochinches y con
gigantones políticos que sólo fueron pequeños intrigantes.
¡Oh, cuánto mito! El platino del aire; la campana de oro de Arica; el petróleo
"tapado" de Magallanes; el entierro de Guayacán; el héroe Paz, de Talcahuano;
el doctor que encontró en la calle una niñita, y resultó que la estaban velando; el
señor que se topó con el hombre que acababa de morir.
¿Y qué decir del mito del genio político? No pasa mucho tiempo sin que las
derechas descubran un genio, un Napoleón. Generalmente, el Napoleón
nacional es un hombre misterioso; ha vivido en el extranjero y se revela de
repente. Unos dicen que Schacht le tiene por el primer financista del mundo;
otro asegura que vio, en su casa, una carta en que Mussolini le llamaba "mi
maestro". De otro político dirán que la obra de Kemal Pachá, en Turquía, fue
inspirada por él. Del de más allá vendrán a decirnos que Roosevelt no hace otra
cosa que imitarle. Hace pocos días dijeron de un político chileno viajero que se
encontraba anclado en Nueva York a causa de cierta misión secreta que le
encomendara el gobierno de monsieur Lebrun. Nadie desmintió la paparrucha.
La verdad es que dicho señor no piensa en otra cosa que en regresar. ¡Pobre
Francia! No quiere servirla.

149
EL AVION DE VIRACOCHA

Abril, 1955

José María Viracocha. Hace poco escribí: El indígena americano experimenta la


necesidad imperiosa de lo falso: para él la realidad es solamente un bastidor
para tejer lo que le sugiere su deseo.
No se crea que hay derroche de fantasía en estas historias inventadas. Se
trata de cuentos vulgares, casi infantiles, basados en la realidad de los hechos
incontestables. El criollo, como el indígena, no crea el tema, sino que lo adorna.
La historia de los aviones que venían de Estados Unidos a nuestra tierra
pone de actualidad a los mentirosos y mitómanos. Uno de los aviones se ha
perdido. La U.P. anunció que el indio ecuatoriano José María Viracocha vio los
restos del avión en los arenales de inhóspita playa. Las noticias siguieron
llegando igualmente desoladoras. Las autoridades habrían encontrado en unos
cerros los cuerpos de los pilotos chilenos; éstos habrían sido embalsamados en
el pueblo más cercano. El gobierno ecuatoriano daba su pésame al chileno.
Dos días más tarde llegó de Ecuador el desmentido. Todo mentira; ni restos
de avión, ni cuerpos de pilotos, ni embalsamadores.
Viracocha habia batido el record de la mitomanía. Viracocha se habia
revelado superior a los inventores de la campana de oro de Arica, del platino
del aire, del héroe de Talcahuano y del teniente Peña en el asunto del Baltimore.
Todo mentira. Todo falsedad. Después de considerar hechos tan extraordinarios
nos da por pensar en la conveniencia de estudiar seriamente el asunto y divagar
por lo menos acerca de las diversas clases y matices de las mentiras propias del
género humano, a saber:
¿Cuál es la diferencia entre el mentiroso y el mitómano?
¿Era mentiroso Tartarín de Tarascón?
¿Es mentiroso el que escribe un cuento para niños?
¿Es mentiroso el orador de masas?
¿Era mentiroso Cervantes?
¿Por qué es mentiroso Viracocha y no lo fue Andersen?
¿Hay mentiras útiles?
¿Existe un arte de la mentira?
¿Puede haber belleza y fuente de progreso en la mentira premeditada?
¿Es mitómano el inventor del túnel de Matucana?

150
¿Cuál es la diferencia entre contar cosas fantásticas a un niño para dormirle,
y contar noticias fantásticas a la United Press, para el público?
¿Es mentiroso el director de Estadística?
¿Es mentiroso el que propone el negocito de las motonaves?

151
NAPOLEON EN CHILE

Mayo, 1957

Alguna vez alguien suele acercarse con aire misterioso y nos dice:
—¿No sabe usted? Estuvimos a punto de recibir a Napoleón en Chile.
—¿Para qué?
—¿Le parece poco? ¡Figúrese usted! ¡Cómo hubiera cambiado todo!
¡Napoleón en Chile!
—¿Cambiar qué? Suponiendo que fuera verdad todo eso...
—Pero, si, es verdad. Lord Cochrane estuvo a punto de ir a buscarlo en
Santa Elena para traerlo a Chile.
—Ya ve usted cómo es un mito. Lord Cochrane no habló jamás de eso. Era
inglés. En cierta ocasión dijo que de buena gana hubiera llevado a los malos
gobernantes de su patria a hacerle compañía al tirano ilustre (Napoleón), en
Santa Elena. Lord Cochrane luchó invariablemente por la libertad contra la
tiranía. El mito de la traída de Napoleón a Chile es reflejo de la idea del marino
francés Hipólito Bouchard, al servicio de los argentinos. Este marino, según
contaron don Pastor Obligado y el general Garmendia, salió en julio de 1817 en
un barco de guerra llamado Argentina con la intención de libertar al emperador.
Contaba el Argentina seiscientas toneladas y cuarenta y dos cañones. Llegó,
frente a Santa Elena el 19 de septiembre de 1817. Un fortísimo temporal, y la
presencia de dos fragatas inglesas, dieron fin a la tentativa del marine Bouchard, o
Buchardo. De otra parte, supongamos que Napoleón hubiera sido libertado,
embarcado por Cochrane y traído a Santiago. ¿Cree usted que un genio es
semilla que germina y da frutos en cualquier terreno? De ninguna manera.
Napoleón fue un hijo de la Revolución Francesa, nieto de los generales de Luis
XIV. La experiencia, la disciplina, la tradición de un pueblo no se improvisan, y
el más grande general seria impotente si no contara con una masa obediente y
leal. Sin el entusiasmo de la Revolución, el general Bonaparte no habría
significado nada. Napoleón es el pueblo francés de 1800. Supongamos a
Napoleón en Santiago. Un huaso se quedaría mirándolo, incrédulo. Luego,
socarrón, diría: "¿Y este guatoncito es el tan mentado Napoleón?" Un general de
la frontera hubiera comentado a su vez: "Bueno sería este gallo por allá en
Francia; lo que es en Chile no lo veo ganando batallas. ¡Venirnos con
Napoleones aquí, donde tuvimos al genio de la guerra, al general más grande
de todos los tiempos, Lautaro, el invencible Lautaro, más genial que Alejandro,

152
que César y que Anibal!" No. Napoleón no era hombre para Chile. La gramática
parda le hubiera destrozado en cierne: la neumática, la tramitación, la capillita
adversa, en una palabra, la envidia. Aquí no hubiera pasado de ser on Napo, el
amargao. Al fin se hubiera dicho: ¡Esto es peor que Waterloo!

153
EL AMIGO DE CHURCHILL

La Nación, enero, 1965

(Un reportaje de Joaquín Aurelio Guzmán)

Chileno es uno de los mejores amigos que tuvo en su juventud Winston


Churchill. Santiaguino, bombero, futbolista y corredor de la Bolsa, el millonario
Arturo Izquierdo de la Cerda tiene en la actualidad, al igual que el ilustre
agónico, noventa años de edad, los que celebra mañana con una fiesta en la cual
el principal invitado será su yerno Fernando Alessandri Rodríguez.
—Winston Leonard era gordito... Era bajito y tenía una palidez de enfermizo...
Arturo Izquierdo hilvana recuerdos y pide que no lo interrumpan, "de lo
contrario no puedo recordarlo todo". Y continúa hablando desde su lecho, al
cual se ha recogido temprano, no por enfermedad, sino "porque me duele una
vieja lesión de cuando jugaba al fútbol".
—A mi amigo Winston le gustaba mucho el fútbol, pero no lo practicaba
porque el médico se lo prohibía. Había sufrido de pulmonía peligrosa a los trece
años; y a los diecisiete, cuando lo conocí, todavía estaba muy débil, a pesar de
ser gordito.
Para Winston Churchill, Chile no fue nunca desconocido, gracias a la
amistad que cultivó con el hijo de Luis Izquierdo Urmeneta y Virginia de la
Cerda Eyzaguirre.
—Pero déjeme contarle. No me interrumpa... Lo conocí cuando yo estaba en
Londres. Un día le dije a mi amigo Luis Izquierdo Fredes, a cargo de la
Legación chilena, que quería conocer el Parlamento británico. Fuimos, y cuando
conversábamos en un pasillo con Lord Chamberlain y otros políticos, apareció
por el pasillo corriendo desaforado un joven gordito... Casi se cayó cuando nos
topamos. Como era un "gentleman" me pidió disculpas, y al darse cuenta de
que yo era extranjero, se detuvo a conversar. Parece que era un personaje
conocido en el Parlamento, porque todos lo saludaron y Lord Chamberlain le
sonrió amable... Después nos vimos varias veces en la Cámara de los Comunes.
Yo iba a mirar y a conocer las celebridades y Winston también, aun cuando ya
intervenía en discusiones sobre temas que yo captaba muy poco.
Esa amistad duró hasta el día en que Churchill se aisló del mundo, en
noviembre último, luego de cumplir los noventa años.

154
—Era mayorcito que yo... Y estaba enfermo porque fumaba mucho... Parece
que esa caída que tuvo en Niza, el 60, lo dejó muy mal parado. De ahí le
vinieron todos los achaques al pobre Winston Leonard...

CHURCHILL Y LOS COPIHUES

A Winston Churchill le gustaban mucho los "puros" y los copihues chilenos.


En una vieja Biblia guardaba hasta hace algunos años un copihue ya marchito,
pero intacto, sacado del ramo que...
—...le envié hace unos veinte años cuando se casó su hija Sarah. Le había
hablado a Winston Leonard de la flor chilena y él quería conocerla. Con mi
amigo Bernardo Sutton, también inglés, le enviamos desde Valparaíso un ramo
de copihues por medio de la Embajada británica. Eran para Sarah, su hija...

"ERA MAL ALUMNO"

Arturo Izquierdo tiene "pedigree" deportivo y bomberil: es fundador del


Club Santiago National; único bombero que ha cumplido en Chile sesenta y
cinco años de servicio activo y el único chileno que ha capitaneado una
selección inglesa de fútbol (1892, encuentro contra Suiza en Londres, ganando
dos por uno los dueños de casa). Ayudó a popularizar el fútbol en Chile.
—En Londres jugué por el "team" de la localidad de Eaton. Churchill nunca
pudo ir a verme jugar, porque tenía que cuidar sus estudios. Parece que era
muy mal alumno y en la casa lo controlaban mucho...

CONSTRUYÓ SU CASA

Sir Winston Churchill construyó parte de la casa en la que hoy agoniza. Lo


confirma el chileno que fue uno de sus mejores amigos:
—Un día lo fui a dejar a Hyde Park. Yo iba a misa de once de la mañana a
una iglesia católica que estaba cerca de la casa de Winston. Lo dejé en la puerta
de calle, en el número 28, y cuando me despedía me dijo sonriente, orgulloso:
Ven a verme esta tarde... Mi casa es la tuya. Esta casa ayudé yo a construirla.
Estos ladrillos que están en este lado los puse yo. No quedaron muy bien, pero
ahí están parados todavía...
Y hoy, setenta años después, la casa sigue en pie, y frente a ella una
muchedumbre espera de un momento a otro la noticia fatal.

AMISTAD POR SOBRE TODO

Desde 1891, año que se conocieron el joven y enfermizo británico Churchill


y el soñador y aventurero hijo de millonarios chilenos Izquierdo, hubo
correspondencia, hubo telegramas de felicitaciones y recuerdos. Cada 29 de
noviembre, desde Valparaíso, desde Santiago o desde Paris, de donde estuviera,
Arturo Izquierdo de la Cerda le enviaba a Churchill un cable de felicitaciones
por cumplir un año más. Y Churchill le contestaba con una tarjeta de
agradecimiento, con otro cable... o simplemente con alguna sonrisa que Izquier-
do la imaginaba por sobre "el gran charco", por sobre los largos años de lucha,
de sangre, sudor y lágrimas que fueron los de las dos Grandes Guerras. Esa
amistad fue imperecedera a través de la Conferencia de Teherán, de Yalta, de

155
los ataques de las V-2 alemanas y de las derrotas posteriores del "bulldog" en la
Cámara de los Comunes.

CHURCHILL PERIODISTA

—Yo regresé a Chile cuando Churchill peleaba en la Guerra de los Bóers. El


me habia dicho que quería ser soldado, periodista y político. Yo creía siempre
que pudo serlo. Pese a la cara de enfermizo que tenía... Después me escribió y
me contó, que estaba redactando memorias de la campaña de los bóers para un
diario londinense...
Izquierdo no lo recuerda muy bien, pero ese diario era el Morning Post,
cuyos archivos hoy constituyen piezas históricas con los dramáticos relatos de
este corresponsal de guerra, uno de los más caros de la época.

UNA BUENA FRASE

En Santiago, Izquierdo se dedicó a seguirle los pasos a su padre y llegó a ser


uno de los más importantes corredores de la Bolsa de Comercio y de la Feria El
Tattersall. Mientras tanto, Churchill ganaba su primera elección política en I900
e ingresaba al Parlamento. Cuando Izquierdo fundaba el Club Santiago National y
le daba impulso al fútbol chileno, Churchill, su amigo, era nombrado subsecretario
de Colonias. Y el matrimonio de ambos casi coincidió. Churchill contrajo enlace
en 1908 con Clementine Hozier... y seguía adelante su carrera política que le dio
gloria.
—Y nos seguimos escribiendo... Yo no sé cómo se preocupaba tanto de esta
amistad que para él, aparentemente, no tenía gran importancia. Pero tenía
cariño por Chile a través de lo que yo le habia contado cuando éramos jóvenes.
Yo le decía que Chile era lindo y él más de una vez dijo que si alguna vez
pudiera venir a Sudamérica, seria directamente a chile... Le gustó mucho una
frase que le dije yo como respuesta: "Anda por allá, porque nos hacen falta más
ingleses..."

"QUISIERA ESTAR CON ÉL"

Y los recuerdos siguen mal hilvanados, con fechas poco claras, pero con
certeras frases sobre los gustos, los paseos, las anécdotas. Churchill gustaba del
fútbol y del cricket. Pero sólo practicaba este último juego. Churchill fumaba
desde joven, Churchill gustaba del brandy. Churchill gustaba invitar a sus
amigos a "tomar un trago" al mediodía. Churchill era un gran pintor y un gran
amigo.
Izquierdo está cansado de hablar. Lo dejamos con sus recuerdos y creemos
interpretar su último pensamiento:
—Quisiera estar junto a mi amigo Churchill, invitarle a un brandy y
hablarle de Chile, de fútbol y de los copihues...

156
EL RELOJ MÁS GRANDE DEL MUNDO

"El averiguador Universal ", Abril, 1914

¿Está en Santiago el reloj más grande del mundo?— El tomo 5, páginas 857-
858, del The New General Encyclopedia, 1939, dice que el reloj más grande del
mundo, que tiene un diámetro de ciento cincuenta pies, se encuentra en
Santiago, Chile. Está situado en un cerro que se eleva sobre la ciudad a mil pies
de altura. Quedaría muy agradecida si me informase dónde se encuentra este
reloj, si lo hay.— Jo Ricci.
R.— No es esta la primera vez que en una enciclopedia se acoge un dato
pintoresco, sin verificarlo previamente. Tampoco sería nuevo el juego de una
chuscada, hecho por un chileno. Hace años, los amantes del San Cristóbal
soñaron con la colocación de un gigantesco reloj en la cumbre de éste cerro.
Pues bien, con el ensueño de unos santiaguinos, el espíritu travieso de algún
chileno y la cándida credulidad de ciertos editores resultan posibles tales
maravillas. Mande usted esta respuesta de El A. U. a la firma que editó esa
enciclopedia. Perderemos en celebridad; pero ganaremos en honradez.

157
EL CERRO ENCANTADO

Noviembre, 1953

Los desmoronamientos en el Cerro de Santa Lucia, con peligro de los


paseantes, provienen de las lluvias, de la sustracción de piedras y del tiempo.
Si pudieran juntarse los mitos mapuches y santiaguinos engendrados
alrededor de nuestro cerro, podríamos formar un volumen. En 1905 denunciaron
una mina de oro en dicho cerro. El número de visitantes aumentó y el volumen
del cerro disminuyó. El celebrado dibujante Moustache publicó poco más tarde
una caricatura, en Zig-Zag, con el titulo: El Cerro desaparece. Se trataba de
santiaguinos que arrancaron piedras y regresaban a la ciudad cargados con lo
que creyeron tesoros, por poco tiempo. No pocas de las piedras que arrancaron
formaban parte de la base de los peñascos eminentes de dicho paseo, los mismos
que son actualmente peligrosos. Innumerables chilenos vivimos obsedidos por
ideas de entierros de tesoros y de encuentros de metales prodigiosos.
El Cerro de Santa Lucia, cita nupcial de estudiantes, aviva el seso y
engendra lo sobrenatural. La alegría de amar y de ser amados se prolonga en
mágicos divisaderos de riquezas. Algún enamorado de verano vio platino. El
otro creyó haber descubierto señales auríferas en las deyecciones de los volátiles. El
de más allá sintió cosquilleos radiactivos, después de besar a la novia en la
gruta de la Cimarra Encantada. En todo esto hay encantamiento. El señor don
Pedro de Valdivia, en su carta de piedra del cerro, nos dejó para el invierno una
calefacción imaginaria. Y la verdad es que el cerro contiene un tesoro, uno solo:
el de la salud. El santiaguino que se diera a la tarea metódica de subirlo por las
mañanas, no "echaría guata", ni conocería las picaduras de la insulina, a veces
más nocivas que la diabetes.
El acto de robar piedras del cerro podría justificar el título de la caricatura
de Moustache, de hace cuarenta años: El Cerro desaparece. Un periodista francés
en Berchtesgaden, el nido de Hitler, dijo: No había razón en gastar dinero para
demoler estas rocas históricas. Los turistas y los patriotas alemanes lo habrían
demolido en pocos años, a causa de la pasión de llevarse souvenirs.

158
EL FRIO

Junio, 1960

La calefacción es costumbre nueva en algunas casas nuevas. Antiguamente


no se conocía o se rechazaba. Los chilenos viejos creían que la llamada calefacción
central es nociva. Se arropaban hasta la boca y a lo más se ponían cerca de un
brasero. No hay calefacción en los colegios ni en las iglesias. A un extranjero le
llama la atención ver personas que no se quitan los abrigos en los restaurantes
ni en los teatros. Recuerdo haber visto personas comiendo en el comedor de un
hotel sin quitarse abrigos ni guantes.
El invierno nos pilla de sorpresa, como la lluvia. En marzo cae la primera
lluvia, se oye decir: ¿Dónde quedaría el paraguas? Caen goteras en todas las
piezas. No estamos preparados para el invierno.
Ha dicho humorísticamente un escritor que podemos calentarnos con la
carta de don Pedro de Valdivia a Carlos V. En esta carta, escrita por el secretario, le
dice al rey que aquí gozamos de eterna primavera. Es posible que en el
momento de escribir así el secretario tiritara de frío, como tirito yo al escribir
esto. Según algunos historiadores, la palabra Chile, o Chili, quiere decir frío, en
lengua de indios.
De todas maneras tenemos más días con sol y calientes que nublados y fríos
en las zonas más habitadas. En Francia nos cuentan entre los pays chauds. ¡Si nos
vieran ahora! Un ciudadano francés, de París, me aseguró que sintió frío de
veras, por primera vez en un invierno, en Argelia, pays chauds, esto es, país
caliente. Lo que ocurre es que los países llamados calientes tienen veranos
largos y no toman precauciones contra el frío del invierno.
Confieso que he pasado un tiempo largo en Madrid y en Pozuelo de
Alarcón, a un paso de Madrid. Este último tiene fama de ser un ventisquero en
invierno. Pues bien, nunca he sentido más frío en Pozuelo que aquí, en
Santiago. En Madrid y en sus alrededores la gente se defendía con las mesas
camillas, los chubesquis y el burlete. Son expresiones estas de gente modesta, en
viejas casas sin calefacción. Ni he sentido tanto frío como aquí, en Inglaterra ni
en Francia. La explicación está en que allá hay defensas contra el frío en todas
partes, obligatoria a veces. En los colegios, en los cuarteles y aun en las
prisiones, se exigen dieciocho grados de calor.
El frío no existe. Hay más o menos calor. Este es indispensable para nuestro
organismo. El calor equilibra la circulación de la sangre y es una forma de

159
alimento indispensable. La capacidad vital del alimento se calcula en calorías.
La calefacción en casa nos acoraza el cuerpo con reservas de calor. La gente
desprovista de dichas reservas suele perecer de frío en estas noches de junio.
No solamente las personas, sino, asimismo, los pobres huéspedes de regiones
cálidas encerrados en el zoológico.
¿Cómo defendernos del frío? ¿Con la estufa eléctrica? ¡Nunca! La Compañía
nos castigaría con una multa.
Hay gente feliz que capea el frío con elegancia. Cuando termina el verano
de aquí, vuelan a gozar del verano de Europa. Son las golondrinas del dólar.
Dios las bendiga.

160
SAN JUAN FRIO

Junio, 1953

San Juan no tiene que hacer aquí con los sortilegios de su día; esto es, del 24
de junio, por cuanto se trata de fuerzas coincidentes en el otro hemisferio y
dependen de la posición de otras estrellas. No podemos usar de la magia de
ésta fecha aquí como la usan en Europa, y el caso proviene de que heredamos
un calendario que no corresponde con nuestro cielo ni con nuestro clima.
Nuestros Santos Patronos, o abogados, tienen sus especialidades y costumbres,
a veces tan antiguas, como que remontan a la mitología y al paganismo. Cada
santo define su poderío y su influencia sobre nosotros en periodos o estaciones
propicios. El error nuestro consiste en creer que los periodos propicios
atribuidos a los santos en determinadas fechas en el Viejo Mundo, coinciden
con las mismas fechas en nuestro Mundo Nuevo. ¡Salve América inocente! He
repetido que el día del San Juan de los europeos es una festividad derivada de
la antigua Roma. Es la celebración del solsticio de verano. Antes solíamos gozar
de los llamados veranitos de San Juan. No obstante, las noches eran siempre
heladas. En cambio, en las naciones europeas celebran el calor con mayores
calores. Hay rondas nocturnas alrededor de hogueras. Se suscitan encantamientos.
Antes de la puesta del sol los mozos se declaran a las novias y les ofrecen flores de
la estación. Se celebra la danza del sol, en tanto aquí, hoy 25 de junio, llueve y
hiela. ¿No tenemos acaso por aquí otro mes cálido, equivalente al junio
español? ¿Por qué pretendemos ser como eran nuestros antepasados españoles,
hasta en lo imposible?
Supongamos que Suramérica fuera una niña que heredó de España, su
abuela, una capa de pieles y un abanico. Esta niña, respetuosa de las cosas de la
abuela, dio en la costumbre de usar el abrigo de pieles en los meses que lo
usaba su abuela, esto es, en diciembre, enero y febrero. De la misma manera dio
en la costumbre de usar el abanico en junio, julio y agosto, porque así lo hacia
su abuela,
A veces me pregunto si no habrá algo más hondo de lo que parece en esta
disparidad de climas, que desquicia los refranes y que trastorna el sentido
termométrico de los acaeceres. Así es imposible de ser originales, y a veces
hacemos el ridículo, como en diciembre, con flores y con simulación infantil de
una Navidad para yanaconas, con nieve de algodón y ácido bórico. Todavía
nuestros escritores dicen canícula, ponen golondrinas, que no existen, en sus

161
cielos falsos y elogian a la niña de quince abriles. Yo repito cada año esto mismo,
y seguiré, mientras todo sea lo mismo. Je dis toujours la même chose parce que c’est
toujours la même chose (Tardieu).
Abril, mis queridos lectores, es en Europa el precursor del sol. Los latinos lo
dedicaron a Venus, a la Venus naciente, por cuanto abril, de aperire, o abrir,
indica la apertura del seno de la madre tierra para dar a luz los frutos de la
primavera y del amor. Es absurdo repetir aquí los refranes europeos relacionados
con santos y meses, como: "Mayo es loro cubierto de oro". El español Eugenio
Montes dijo de agosto: "Dulce infierno".
Asimismo, no digamos que a cada cerdo le llega su San Martín, sino que a
cada chancho le llega su hora. ¿Se podría intentar un reajuste de fechas, o un
nuevo calendario para el Nuevo Mundo?

162
VERDULERAS DE LIMA Y PAPEL MONEDA EN 1887

"El averiguador universal", Marzo, 1942

Verduleras de Lima, billete y papel moneda.— En una de las respuestas de


El A. U. sobre el repudio del billete, se remite al libro del señor Guillermo
Subercaseaux sobre el papel moneda. En este libro se dice sólo que las
verduleras en el mercado, si mal no recuerdo, no quisieron recibir el papel
moneda. Oí a mi padre, que estuvo muchos años en el Perú, después de la
guerra, que las cosas habían pasado de muy distinta manera. Un día sábado, en
la mañana, el presidente del Perú habría decretado la desvalorización del papel
moneda. Sabido esto por el comercio y los bancos, se apersonaron al presidente
y le hicieron ver lo inconveniente del decreto, por lo cual el decreto se retuvo en
la tarde del sábado. La existencia de este inconsulto decreto se extendió con
gran rapidez y el domingo por la mañana en el mercado, las primeras en
transar, las verduleras, sabedoras de la existencia de este decreto, no quisieron
recibir el papel moneda, y la autoridad, no estando segura de que el decreto
hubiera sido retenido, no tuvo suficiente seguridad y no hizo respetar
forzosamente la validez de este billete. Después he buscado en diferentes
publicaciones la comprobación de esto y lo único que he encontrado, que no es
exactamente igual a lo arriba expresado, es lo que dice el señor Alejandro
Garland en un opúsculo publicado en Lima en 1908, por la imprenta La
Industrial, y que fue reproducido en Chile entre los trabajos presentados al
Cuarto Congreso Científico (tomo IX segundo de Ciencias Económicas y
Sociales), donde el solicitante puede encontrar, entre otros datos, la frase
siguiente (pag. 31): "El billete fiscal no llegó a convalecer de la herida que le
infirió la declaración oficial de que su curso no era forzoso y que por lo tanto su
recepción era facultativa por parte del público. Esa herida fue mortal, pues a
partir de aquella fecha el repudio de los billetes se hizo general".
Sobre el hecho de que las verduleras del mercado no quisieron recibir el
billete, se ha hecho una especie de doctrina económica de repudio del curso
forzoso, cuando la realidad es que ello se basó en un decreto gubernativo que
dejó facultativo el recibir o no el billete, lo cual significaba en realidad el
repudio por el Estado de su propio billete.— José López y López.

R.—1) Agradecemos este alcance a la preg. y resp. 46975, de 20 de marzo,


sobre papel moneda repudiado. No hemos dicho que el señor Subercaseaux en

163
su Ensayo sobre la naturaleza del papel-moneda bajo su aspecto histórico y económico-
monetario, haya hecho referencia a las verduleras. Dice en la pag. 45: "En 1875 se
inicia un nuevo periodo con la inconversión de los billetes de los bancos de
emisión existentes. En 1879 sobreviene la Guerra del Pacífico y el papel cae en la
depreciación, hasta terminar su circulación en 1837, en medio del rechazo
público. El gobierno procedió entonces a retirar el billete y dio curso legal a la
libra esterlina, por cuyo modelo se creó posteriormente la nueva libra peruana".
2) El señor Garland, en la obra citada por usted, dice en otra parte,
refiriéndose a la intervención de la autoridad con motivo de la resistencia al
nuevo circulante: "...para obligar a los comerciantes, y de manera especial a los
vendedores de comestibles, a que recibieran por su valor nominal los billetes..." En
la misma pag. 31 habla de "negativa de los vendedores de artículos de primera
necesidad".
Estas citas que tomamos de la obra del señor Garland permiten suponer que
las verduleras debieron provocar en el mercado de Lima incidencias que la
tradición aún recuerda. Una mención expresa a las verduleras quizás se puede
encontrar en escritos costumbristas sobre aquella época de Lima.
Nota.— Los trabajos del IV Congreso Científico (1° Panamericano) se
dividen en secciones, de las cuales la VII corresponde a Ciencia Económicas y
Sociales. La impresión de los trabajos de esta Sección, dirigida por don Julio
Philippi, ocupa el volumen VIII, que consta de dos tomos. El trabajo del señor
Garland figura en primer término del Tomo II. Su referencia al Tomo IX
segundo sólo obedece a número serie según encuadernación, que a veces se
dispone caprichosamente.
No vemos por qué la vuelta a la convertibilidad deba calificarse de "repudio
por el Estado de su propio billete", como dice su carta.

164
TRES MILLONES CUESTA LA COLECCIÓN DE
MARIPOSAS QUE EXHIBE EL MUSEO NACIONAL

La Nación, abril, 1949

PRESENTA EL EJEMPLAR MÁS GRANDE DEL MUNDO; MIDE


TREINTA Y CINCO CENTÍMETROS

La mariposa más grande del mundo se encuentra en Chile entre la más


completa y valiosa colección de especies exóticas y afines que existen en el
continente y que se exhiben en la Sección de Entomología del Museo Nacional
de Historia Natural de Quinta Normal. Así lo reveló a La Nación el profesor e
investigador entomólogo y jefe de esa sección, doctor Emilio Ureta Rojas.
Esta bella especie, denominada "Thysonia agripina" y que habita en el
trópico americano, mide de punta a punta treinta y cinco centímetros, mientras
la Cabeza de Víbora del género "Saturdidan actias", australiana, mide quince
centímetros.

VALIOSA COLECCIÓN CIENTÍFICA

—Entre este valioso material que la sección posee —nos dijo el doctor Ureta
— se destacan, por su interés científico y belleza, la colección Germain y Droste,
colección de coleópteros exóticos, de mariposas chilenas y numerosas otras.
En la colección Germain, compuesta de más de cincuenta mil ejemplares, se
encuentran representadas todas las especies chilenas de este orden. Esta
colección fue formada por el sabio entomólogo don Filiberto Germain, y
últimamente ha sido incrementada por el doctor Ureta Rojas con nuevas
especies descubiertas de coleópteros, destacándose hermosos ejemplares de
brillantes colores metálicos, verde y azul, que han sido traídos de la alta
cordillera de Coquimbo y otros puntos del país. En las colecciones en general se
nota una ordenación que se va haciendo conforme a los últimos adelantos de la
Sistemática.
Entre estas colecciones de mariposas se destaca la de langostas chilenas, que
fueron estudiadas por el cardiólogo argentino doctor José Libermann.
—La colección más espectacular —nos dice el doctor Ureta—, por la
maravillosa belleza que ella encierra, es la Kallinas de Ceylán, cuyo mimetismo

165
las identifica con las hojas secas en tal forma, que vista la caja por su faz inferior
más semeja una colección botánica que una colección de mariposas.
Nos dice más adelante el eminente investigador chileno que las Ortitópteras,
o mariposas de alas de pájaros, son verdaderamente deslumbrantes en sus colores
verde y negro de terciopelo y oro. Además, estas mariposas son de un valor
muy elevado, habiendo una caja con cuatro ejemplares que valen aproximadamente
ochocientos mil pesos.

166
RODEO A LA CHILENA

Octubre, 1943

"Señor Edwards:
"Un amigo del Sur me convenció de la necesidad que tenía yo como
santiaguino burócrata, de saborear las delicias de la vida campestre, por lo
menos en uno de sus aspectos alegóricos, cual es el rodeo a la chilena.
"Yo no conocía un rodeo; lo confieso con cierto rubor. Salimos en dirección
a la Quinta Normal, por la parte donde se encuentra la Exposición de Animales.
Recuerdo que un niñito que iba en el tranvía preguntó a su padre:
"—¿Por qué hacen la Exposición de Animales, junto con la Semana del
Niño?
"El papá no supo que contestar.
"Para llegar a la parte de la Exposición hay que andar como cinco cuadras.
Llegamos. La entrada cuesta dieciocho pesos, con derecho a ver el rodeo. No me
voy a referir a los animales expuestos, sino al rodeo, que se celebraba en la
llamada "medialuna". Las graderías estaban llenas de público y se notaba en las
caras bastante entusiasmo. Algunos espectadores compraban cerveza.
"El rodeo en si mismo como espectáculo me defraudó. Hace tiempo que no
veía huasos bien vestidos y montados; he leído en una revista que el traje
completo de huaso, con sus arreos de montar, sale costando más de diez mil
pesos. El rodeo —y basta de rodeos— consiste en el juego de largar unos
terneritos por una puerta para que los huasos los persigan y los atajen. Si no los
pueden atajar, entonces vuelven a largarlos. Esto se repite hasta el cansancio y
de manera monótona. Le confieso que he visto pocas veces en mi vida un
espectáculo más pesado y sin color.
"Uno de los huasos se equivocó y se le fue encima a un ternerito,
quebrándole un cuerno. El jurado le dio cinco puntos. No sé cuántos puntos le
hubiera dado en caso de que matara al pobre animalito. Desearía que usted,
señor cronista, me indicara su opinión. ¿Ha decaído la fiesta o siempre fue así?
¿De qué proviene mi desilusión?
F. Nicolls B."

Respuesta:

167
No ha decaído la fiesta del rodeo. Lo que ocurre es otra cosa: el cine, con sus
emocionantes novedades de selección universa], cambió nuestras facultades
críticas. Las aguzó y las estilizó, por haberlas habituado paulatinamente a lo
óptimo. Las muchedumbres que acuden a los cines constituyen un mundo
nuevo, excesivamente saturado de celebridades y de records de todo orden.
Esta nueva permeabilidad de las muchedumbres para lo selecto y lo
quintaesenciado hace difícil la presentación de lo criollo no evolucionado, ni
acomodado a la mayor vibración nerviosa y la curiosidad hiperestesiada.
El cine, en sucesivos records, nos ha mostrado rodeos Californianos,
partidas de billar, exhibiciones de tiro al blanco, escenas de doma, juegos de
malabaristas y de cuanto pueda imaginar el más exigente en proezas por el
estilo.
Actualmente nos llegan impresiones del progreso que hacen los espectáculos
nativos de lejanos países apenas civilizados. Ahora bien, lo nativo chileno ha
permanecido estático y forzosamente desentona, cansa o molesta. No creo que
ganemos mucho con exhibir delante de visitantes extranjeros escenas de vida
nacional, antes de haberlas perfeccionado y estilizado. La cueca, el rodeo y las
danzas araucanas están buenas como gérmenes de algo superior, aventajado
por la imaginación y por el arte.
Ninguna manifestación de vida popular es estática; así, por ejemplo, los
famosos ballets rusos, como las danzas hawaianas y las tahitianas, contienen
apenas un porcentaje mínimo de originalidad histórica.
Pruebas de vigor y de resistencia, con más belleza, son las carreras de saltos,
la Parada Militar de septiembre y el Cuadro Verde de Carabineros.

168
ISLAS DE MARES DEL SUR

Diciembre, 1941

—La guerra se acerca. Ya está en Australia. Cuando leí Kanguro, la novela


de D. Herbert Lawrence, quedé transido de pensamientos difíciles de explicar.
Ya el prologo de Victoria Ocampo, una de las mejores páginas de esta escritora
argentina, predispuso mi ánimo para la meditación en el misterio de nuestra
vida. No digo origen, sino vida.
—¿Por qué?
—Porque el origen no cambia la vida, y la vida, o clima si cambia el origen.
No hay razas, sino climas. Nuestra rama, que Keyserling llamó volcánico-
sísmica, es raza de Islas de Mares del Sur, raza paradisíaca. Nuestro pueblo se
parece bastante al hawaiano y al australiano. Eso es lo que nos penetra en lo
más recóndito del espíritu después de leer Kanguro, el libro maravilloso de
Lawrence. Chile, sobre todo, pertenece al radio de las Islas de Mares del Sur.
—Mares del Sur —murmuró Stepton, pensativo.
—Sensualidad, ukelele, noches de luna, flores de capitosos perfumes,
paseos en las noches claras, temblores, cabalgatas a las orillas del mar. Ostras,
camarones, langostas. Una dama de padre italiano, que regresaba de Monte
Catini, me decía en una piscina: ¿Ha notado que los hombres de aquí no son
velludos en el cuerpo? En Italia los hombres son muy velludos.
—¿Y eso que?
—El chileno definitivo, el producto conseguido, genuino, del clima, se
parece al nativo de las Islas de Mares del Sur. Es cobrizo, imberbe, de
musculatura fuerte, membrudo, dijo Ercilla. Lo europeo se diluye en estas
latitudes. En la primera generación descendiente del europeo se produce el
trauma nervioso..., poco a poco el europeo se transforma. A la cuarta
generación ya está patente el nativo de Islas de Mares del Sur. Han triunfado en
él las virtudes naturales: vista de lince, resistencia de zorro, para caminar,
puntería magnífica, cabellera de alambre y ojos de esclerótica fortísima.
—No entiendo mucho en razas —dijo Stepton—, pero me han dado unos
deseos feroces de comer langostas. ¿Existe todavía ese bicho que se llama
langosta?
—Es el piel roja del mar. Pertenece a la familia de... Espérate..., se llama
Palinura frontalis.

169
—Basta que sepas eso para que pueda apostarte cualquier cosa a que no
comes langosta. Los ex alumnos del liceo no comen langosta.
—Ni el delicioso producto de la familia de las lamelibranquias: la ostra
—dijo Dax.
—¡Claro! ¿Tú crees que esos acaparadores de ostras y langostas saben cómo
se llaman en latín?
—No, y si lo hubieran sabido, serian incapaces de hacer el monopolio.
—Langosta de Juan Fernández —suspiró Stepton.
—Juan Fernández, archipiélago compuesto de tres islas principales: Más a
Tierra, Santa Clara y Más Afuera. Descubiertas en 1574 por el portugués Joao
Fernández, quien las llama Santa Cecilia, el santo del día. Condenado por el
Tribunal de la Santa Inquisición de Lima, el que le acusó de brujería por
navegar con demasiada rapidez. Situación: 33° 42. Lat. S. 79º 00. Productos: las
cabras monteses, pesca fernandeciana y langosta. Ayer llegaron a Valparaíso
tres goletas: Liliana, María y Yolanda, tres chiquillas a la vela, portadoras de
miles de langostas vivas.
—Por muy de Mares del Sur que te creas..., ni comerás langostas ni sabrás
quienes se las comen... Seguramente son gentes de muy lejos..., posiblemente
velludas... Todo eso de los Mares del Sur es puro intelectualismo, y los
intelectuales no comen langosta.

170
RAZA DEL PACÍFICO

1946

Refugiado en Chile durante las persecuciones del tirano Rosas, don


Bartolomé Mitre inició el turismo obligatorio. Se volvió amigo y conocedor de
nuestros asuntos. Por eso cuando Vicuña Mackenna le regaló su Historia de
Valparaíso, Mitre le escribió: "Su obra podría ser la historia del Pacifico, de la
navegación, de la piratería y de lo que usted quiera, menos historia de Valparaíso,
suponiendo que Valparaíso tuviera historia".
Empezaba entonces nuestra inflación histórica impulsada en las velas del
temperamento patriótico regional y de la tendencia al mito grandioso. Hemos
bautizado a la guerra del 79 con el nombre de Guerra del Pacífico, pretendiendo
encasillar la llave de esta inmensidad en Arica.
Este océano, el mayor de todos, con sus escondrijos, con sus islas, sus
granizadas de rocas volcánicas, con sus ensenadas de piratas y sus historias de
entierros, tentará sin cesar la curiosidad de cientistas, poetas y exploradores.
Solamente la historia de las Filipinas, en su comercio con Macao y Acapulco,
esto es, con China y México, daría para miles de páginas. De Macao llegaban a
España los llamados mantones de Manila; de Macao llegaban a Valparaíso los
mantos de espumilla con que nuestras madres nos llevaron a la Primera
Comunión.
La cabalgata del Pacífico trae los nombres de Balboa, el primero; de Torres,
de Magallanes, de Drake, de Morgan, de Hawkins, de Cook, de Bligh, de
Sandwich, de Darwin, de Bougainville, de Churruca y otros.
El capitán británico James Cook, cuyo nombre quiere decir cocinero,
descubrió secretos respecto a Nueva Zelandia y Australia. Antes de él los
navegantes no estaban bien seguros respecto a la forma de las islas, ni a la
calidad continental de Australia. Cook descubrió asimismo la importancia del
jugo de limón para evita el escorbuto, plaga de las tripulaciones. Lo descubrió
para Inglaterra, por cuanto ya los españoles eran duchos en abastecimientos
navales.
Finalmente, el célebre Cook pereció en manos de los naturales de las islas
que él mismo denominó Sandwich. Los caníbales, después de despresarle
delante de una hoguera, se regalaron comiendo sus carnes. Fatal destino.

171
Según el reciente libro del historiador Van Loon, los marinos británicos que
habían permanecido a bordo vieron desde la cubierta la fogata y sólo al día
siguiente pudieron ir a tierra para rescatar algunos huesos de su capitán.
El objeto de estas líneas consiste en atraer la atención de los lectores a las
recientes expediciones de cientistas chilenos en la Tierra del Fuego y otras
regiones australes con fines de estudio.
No hemos sacado gran cosa en limpio.
En los informes respecto al origen de los naturales de esas regiones
quedamos como los doctores del Rey que rabió. El perro bien puede estar hidrófobo
y bien puede no lo estar. Una expedición dirigida por don Benjamín Subercaseaux
y por don Oliver Schneider, después de recorrer el archipiélago de Chonos y la
región de Taitao, concluyó lo siguiente.
No todas las unidades étnicas que viven y vivieron en la región de Chiloé y
canales patagónicos son de origen polinésico, pero podemos decir, sin temores a
desmentidos, que tres de estas unidades lo son en forma evidente.
La expedición, dirigida por el señor Lipschütz, exploró diversos puertos del
canal de Beagle y de la Isla Grande de Tierra del Fuego. Las conclusiones son:
tipología facial mongoloide y no australoide.
Como un simple detalle para ilustrar estas notas, voy a recordar lo siguiente:
En diciembre 24 de 1941 escribí en esta sección una crónica titulada Islas de
Mares del Sur.
Llevado en alas de simples intuiciones, decía que el chileno más definido, el
de ciertas capas populares arraigadas, y no mal alimentadas, se parece al nativo
de las Islas de Mares del Sur, las que los norteamericanos transforman en
pequeños paraísos para lunas de miel millonarias. Estos tipos nacionales en las
mujeres, si les ponen collares de flores en los cuellos y otros en las cabezas,
además de las faldillas de flecos, se parecen de manera notable a las hawaianas
de los carteles para atraer turistas a Honolulú. La chilena popular bien cuidada,
de exuberante cabellera y ojos fortísimos, además de bellos, es más polinésica
que española. Desde luego, sus pómulos no pertenecen a la topología europea,
sino a la del Pacífico.
Es fácil encontrar en nuestro pueblo todos los tipos de razas de color, no
negros africanos, sino orientales y del Pacífico. En nuestras calles no llamarían
la atención las hawaianas, ni las tahitianas de Gauguin; tampoco producirían
sensación las hindúes de Ceylán, ni las indochinas, ni las pekinesas.
De otra parte, desde mi enorme ignorancia en asuntos étnicos, voy a
proponer lo siguiente: el clima y los alimentos influyen de manera decisiva en
las personas. El fenómeno de la aclimatación es esencial. A veces una degeneración
larvada, por ausencia de tal o cual vitamina, puede determinar cambios en la
piel, en el cráneo, en la cabellera, en el aspecto general de las personas y en el
carácter. Los cientistas aseguran que la alimentación basada en arroz, de manera
exclusiva, podría producir el tipo asiático. Así ha ocurrido en cierta región de
Rumania.
La fauna del Altiplano es parecida, por su estatura y por sus lanas espesas,
a la fauna del Tibet.
En Japón las mujeres por coquetería y los hombres por necesidades bélicas,
se hacen operar los párpados excesivos, o manta manchuriana, que da a los ojos
un aspecto pesado de almendras. No es raro encontrar ojos así entre nosotros
con el nombre de capotudos. El chileno se conoce imperfectamente a si mismo, y

172
muchas veces el tipo más orgulloso de su aspecto europeo, en Chile, descubriría
su origen americano de seguida ante los ojos de un extranjero..., y a mucho
honor.
El hecho de que un europeo pueda transformarse en americano de Mares del
Sur podría ser tan agradable en cierto sentido como la transmutación del viejo
Fausto en el drama de Goethe, no por pacto con espíritus infernales, sino por
trasplante del cuerpo en la naturaleza virginal del Nuevo Mundo.

173
LA MADRE CHINA

1927

Para ver mejor el problema americano es preciso recordar el origen asiático


de los indígenas. La recitadora Berta Singerman nos mostró a un grupo de sus
amigos de Santiago un Buda tallado en piedra, proveniente de no recuerdo qué
minas mexicanas. El Times, de Londres, hará cosa de un año, publicó dibujo de
elefantes provenientes del artista y explorador francés que, hace casi un siglo,
investigó en las famosas ruinas de Palenque, Mr. Frédéric de Waldeck.
Notemos la importancia de los trabajos de M. Waldeck. Desde luego, en
1832, época en que copió los dibujos, tallados y relieves de Palenque, no tenía la
importancia que ahora el comercio de los anticuarios, de manera que es preciso
descartar la idea de fraude por ese lado. Se trata de unos doscientos dibujos
hechos a la acuarela y al óleo, en Palenque y otras localidades, que fueron
descubiertos por Mr. J. Eric Thompson en la colección de la biblioteca
Newberry, de Chicago.
El diario El Sol, de Madrid, comentando estos descubrimientos, recordaba
que Mr. Balfour Gomlay, botánico de Cambridge, encontró un elefante
tallado en piedra frente al Museo de San Salvador. El señor Thomas Gann
encontró en Yallock, Guatemala, un vaso antiguo que mostraba dos elefantes.
Por último, el mismo importante diario madrileño recordaba que Mr. Elliot
Smith está convencido de que los relieves mayas con elefantes se han hecho con
influencia de arte chino, influido por el indio.
Es sabido que el elefante es propio del Asia meridional, o sea, de la India.
De esta manera una nueva conjetura se abre para nosotros: ¿los aborígenes de
nuestras repúblicas serán originarios de la China, del Japón o de la India?...
Difícil es responder categóricamente a la pregunta. Me decía Gabriela Mistral
que en México se encuentran indígenas de todas clases, desde el muy artista y
fino, hasta el astuto, solapado, o simplemente fuerte y guerrero como nuestro
araucano. Muchas regiones en ese país extenso muestran tipos de indígenas
perfectamente caracterizados y diversos de aquellos de otras regiones.
Si no me equivoco, fue en la Constitución del año 1920, bajo el presidente
don Venustiano Carranza, cuando se usó por primera vez, oficialmente, el
dictado de pueblo indo-latino, que hasta ahora usan allá.

174
Me parece oportuno recordar que en La cuna de Esmeraldo (enero 1918), yo
usé la denominación de repúblicas indo-mediterráneas, sujetándome a la
escuela germana, o sea a la definición científica de los países europeos que nos
originaron, conocida por mí a través de una obra de Ortega y Gasset, que cité
entonces. Para los cientistas alemanes no existe, con muy justa razón, la raza
latina, sino la mediterránea, que forma países tales como Francia, España, Italia,
Portugal, Rumania, etc., y que consiste en una mezcla de cartagineses, íberos,
celtas, godos, griegos, romanos, bereberes, negros, moros, judíos. Este
verdadero guirigay étnico nos comprueba cuánta ilusión encierran las
afirmaciones que solemos hacer sobre nuestro origen. Más tarde he visto que
amigos o lectores de mis obras emplean la denominación indo-mediterránea en
Perú y otras repúblicas. Yo insisto en que es la única verdadera, y si empleo casi
siempre la de "ibero-americana" es por hacerme entender periodísticamente
mejor y con la conciencia de que, al decir americano, se entiende al indígena.
El gobierno mexicano emplea oficialmente el dictado de país indo-latino, lo
cual equivale a reconocer categóricamente el origen asiático. En los últimos
capítulos de El Roto, uno de los personajes debate el asunto de si nuestra madre
patria es España o el Asia. Seguramente: las dos. La cosa está en saber de qué
regiones de Asia y en qué países de nuestro continente se radicaron. Porque
tanto el piel roja de Estados Unidos y Canadá, como el araucano y el patagón,
carecen de esa fineza artística que se perpetuó en pirámides, vasos policromos,
huacos, fortalezas y templos de piedra. En los extremos norte y sur del
continente floreció un indio perrero e indómito; los norteamericanos lo
exterminaron, o poco más o menos; en cambio, nosotros, que creemos haberlo
asimilado, estamos en vías de ser asimilados por él. La política misma se explica
como una tendencia al autóctono.
¿De qué parte de Asia serán? Es posible que haya un poco de todas las
regiones. A las sirvientas en Chile y a las mujeres del pueblo en Argentina se les
dio el nombre de chinas, por sus semblanzas asiáticas.
En París, en compañía de chilenos, visité un campamento de indios de la
India inglesa, y quedamos maravillados de ver cómo aquello nos recordaba
exactamente un pequeño pueblo chileno. Nos venían deseos de interrogar a
esas gentes en español. Lo mismo me ocurrió en la Sociedad de Naciones con
las mujeres del maharajá de Patiala.
En los trabajos el indígena americano es el único que puede competir con la
paciencia china. La prueba en México es la tendencia a las miniaturas, virtud
característica de Asia. En los mercados populares mexicanos puede ver el turista
toda clase de admirables trabajos de paciencia, hasta pulgas amaestradas. En Chile,
tenemos las canastitas de Panimávida, tour de force de paciencia.
Junto con el calendario azteca, parecido al chino, el hallazgo de elefantes y
Budas nos desvía un poco la mirada hacia el Lejano Orienté, donde quién sabe
si nosotros que nos creemos más cerca del tipo europeo, tenemos una antepasada
en tumba de porcelana con dragones protectores.

175
LA MADRE PATRIA

1934

El Excmo. señor Soriano, embajador de España, emplea gustosamente, al


tratar de la metrópoli, la expresión americana "madre patria". Hace poco, en la
feliz repartición de premios literarios de la Academia Romana (feliz y justa), el
embajador Pedrazzi usó la expresión "Roma madre". Este danunziano llamado
a la eterna latinidad nos pone en el aprieto de escoger madre, o de aceptar
muchas. El representante de Francia —y sobrándole razones— podría invocar
la maternidad de ideas y tesis de la Revolución Francesa, cuyos hijos fueron
Napoleón, allá y Bolívar, acá.
Pero hay otra madre enorme y formidable, cuyo pigmento no destiñe, en
virtud de ese "enorme poder de resistencia y absorción indígena" de que
tratamos en el capítulo Heterogeneidad de la Raza. Se trata de la madre asiática, o
mama, usando la expresión china y criolla.
Al respecto podría citar cantidad de anécdotas relativas al parecido del
pueblo chileno (parecido físico) y el japonés. Y eso que nuestro pueblo, por las
saludables condiciones de la costa, ha variado más que ninguno en el Pacifico.
Sin embargo, queda lo asiático; aun los que se mezclaron con europeos
adquirieron del aire indio una contextura no europea donde prevalece y triunfa
lo indígena: pelos, ojos, color y esa enigmática sonrisa de orden cósmico.
No está bien dicho: japonés; debemos decir: asiático. En nuestro pueblo se
encuentran, de manera maravillosa, todos los tipos de Asia: el hindú, el chino,
el japonés, el javanés, el filipino.
Vamos, balzacianamente, a los detalles exactos:
1° Un buque de nuestra escuadra fondeó en Gravesend. Los marineros
fueron a Londres para colocar una corona en la tumba de Lord Cochrane. La
gente, en las calles, los tomó por japoneses.
20 Un caballero inglés, recién llegado, almorzaba en uno de los mejores
restaurantes de la capital. Preguntó si los camareros eran japoneses.
30 Don Carlos Becerra, ex cónsul en Shanghai, dice que los chinos no odian
al hispanoamericano: lo consideran pariente. En las calles creía encontrar a cada
instante gente conocida de Santiago.
40 En Quilpué, un caballero francés, señalando a un jardinero, que era de
Parral, preguntó si se trataba de un japonés.

176
50 Los retratos de generales chinos y japoneses se parecen de manera
notable a los militares sudamericanos.
60 El calendario azteca se parece al chino.
70 En una exposición hindú del Bosque de Bolonia, don Félix Nieto y yo
quedamos asombrados notando el parecido de los hindúes con nuestros
campesinos. Tuvimos deseos de hablarles castellano.
80 En algunas ruinas mexicanas se han encontrado piedras grabadas con
cabezas de elefantes. Es sabido que el elefante es oriundo de Asia.
¿Para qué seguir? En nuestra América el europeo es dominado por la
naturaleza india. Antes de leer las magnificas observaciones de Keyserling, y en
nuestro defectuoso lenguaje periodístico, habíamos hecho notar que no hay
vascos, ni italianos, ni ingleses, ni franceses, a la tercera generación: hay
chilenos. América destruye al europeo, mientras más europeo con mayor
fuerza. Por eso los alemanes del sur pierden las cualidades de raza aria a la
tercera generación.
A veces, un chileno demuestra un genio endemoniado. Estas actitudes
corrientes, de cascarrabias, provienen de la irritación interna producida por la
defensa de un resto de razas arias o celtas, o íberas, contra la naturaleza india,
que, al fin mata y triunfa. Son los Tucapeles del espíritu. La selección se opera
por destrucción de los sensibles.
Y no seria raro que una tarde el ilustre ministro de China nos hable de esa
madre patria. Nadie le negaría el derecho.

177
CLIMA MONGÓLICO

1960

En la Historia de Santiago, por Vicuña Mackenna, apareció, en el capitulo


XVII, el primer censo, formado en Santiago en 1613 por el oidor en visita de
Hernando de Machado. Existían en la jurisdicción de la ciudad mil setecientos
diecisiete blancos o españoles, ocho mil seiscientos indios y trescientos negros.
En 1778, bajo el gobierno de Jáuregui, se realizó el primer censo general, cuyos
resultados fueron:
Ciento noventa mil novecientos diecinueve blancos.
Veinte mil seiscientos cincuenta y cinco mestizos.
Veintidós mil quinientos sesenta y ocho indios.
Veinticinco mil quinientos cuatro negros.
Total: doscientos cincuenta y nueve mil seiscientos cuarenta y seis
habitantes. Este censo, según el señor Baettig, abarcó solamente el Obispado de
Santiago, esto es, el territorio situado al norte del río Maule, que incluía la
provincia de Cuyo, con sesenta mil habitantes, descontables para un cálculo
chileno de actualidad. La población de Chile en 1835 era de un millón diez mil
trescientos ochenta y dos habitantes. La de 1940, de cinco millones veintitrés mil
quinientos treinta y nueve. Se han realizado doce censos desde 1778, sin contar
el de Santiago de 1613. Los viajeros o cientistas extranjeros suelen dar juicios
respecto de la composición étnica de la población de Chile, que no siempre
están de acuerdo con los juicios comunes. El caso proviene de la diferencia de
las escalas comparativas que usamos. Para el chileno que no salió de Chile, y
que se sirve para comparar de los países vecinos, en los que el porcentaje de
indígenas o de negroides es considerable, nuestro país es blanco. El europeo no
nos ve así. Para ellos, en el momento de dar el juicio mejor, el de la llegada,
somos un país "tostado", de apariencia oriental, esto es, de Extremo Oriente. Así
me dijo Antonio Romera, cuyo talento se desarrolla de manera notable en
actividades diversas. Donald D. Brand, el año 1841, en The People and languages
of Chile, al referirse a la composición étnica de nuestro país, consideró como
indios o blancos a aquellos que lo son en la proporción de tres cuartos. Los tipos
intermedios son mestizos (Lipschütz). De acuerdo con esta clasificación, el
sesenta y cinco por ciento de la población chilena sería mestiza; el diez por
ciento india, y el veinticinco por ciento, blanca. Debo recordar que tanto aquí
como en toda nuestra América existe el fenómeno del repunte indio en la

178
población, a causa de las nuevas condiciones de la tierra, del aire, del alimento y
del clima, en general, lo cual quiere decir que familias de europeos puros, sin
mezclas ni mestizajes, después de algunas generaciones exteriorizan caracteres
que les hacen parecerse a los indígenas. Si estas personas regresaran a Europa,
no las tomarían ya por europeas. En la Enciclopedia Británica, cuya guía
prepararon expertos de gran calidad, dirigidos por Walter Yust, aparecen datos
referentes a Chile, cuya población era, para 1945, de cinco millones trescientos
ochenta y nueve mil quinientos cincuenta y cuatro habitantes, un treinta por
ciento blancos; mestizos, sesenta y cinco por ciento; indios, cinco por ciento.
Densidad por milla cuadrada: 18,6.
No podría escribir de asunto tan serio si no me ayudara un sistema
acumulativo de apuntes. Mis deducciones, las pocas que me atrevo a publicar,
están basadas en un pequeño fichero, en detalles ordenados y en las obras de
diversos sabios: los Amunátegui, Barros Arana, Vicuña Mackenna, Encina,
Latcham, Alberto Edwards, Keller, Ebert, Battig, La Serna, Lipschütz, Greve,
Drapkin, Thayer Ojeda, además de las crónicas históricas esenciales de la
Conquista, que sirven en forma constante y que aparecen acumuladas en el
Cuadro Histórico de las Indias, por Salvador de Madariaga. Tienen, indudablemente,
un valor considerable las observaciones de las personas que de pronto,
sorpresivamente, se encuentran en el paisaje chileno frente al chileno, que no es
solamente el habitante del "centro" de Santiago, del hotel central, de las tiendas,
del barrio de Los Leones y del "plan", en Valparaíso. En un cuarto de hora de
marcha, desde el Hotel Carrera hasta el Mapocho y la Chimba, se verá que el
paisaje cambia; se vuelve progresivamente más áspero y desierto; las caras son
más oscuras y preocupadas, y el total se muestra más agresivo, como solapado.
Chimba es palabra expresiva: al otro confín.
En los chilenos viejos, de cuarta o quinta generación, aunque no hayan
tenido abuela india, se observan detalles del tipo mongólico en los ojos, en los
cabellos y en los pómulos. Lo que en Oriente llaman mancha manchuriana da a
los ojos un aspecto pesado, de almendras. Es lo que aquí llamamos "ojos
capotudos". El tipo japonés es corriente en las diversas escalas de nuestra
sociedad. El cine japonés lo puso de relieve. De ahí la creciente simpatía sísmica
japono-chilena.
Parecida a la versión de Antonio Romera es la de Siegfried, cuando dice de
nosotros: "Estos mongoloides dan a este lejano hemisferio no sé qué aspecto de
Extremo Oriente". No se quiera ver intenciones peyorativas. Keyserling celebró
la belleza de nuestras geishas centreras. A poco de evolucionar en el clima, todos
tomamos un aire ajaponesado. En mi retrato al óleo por Boris Grigorieff,
actualmente en el Museo de Valparaíso, soy un japonés americanizado, si no un
europeo ajaponesado. La impresión de japoneses que damos en Europa algunos
chilenos que aquí pasamos por blancos puros es sorprendente. Esto mismo me
decía Darío Risopatrón en Paris, a quien sus petites amies llamaban el samurai.
Claro que en Madrid, en Sevilla o en Granada, pasaremos por españoles; es que
los españoles, no góticos, ni vascos, ni vándalos, ni gallegos, tampoco serian
tenidos por blancos en la Europa septentrional o en los Estados Unidos.
Refiriéndose a Chile, escribió Siegfried: "Sólo por error ha podido considerarse
a este húmedo y romántico país como de raza blanca".
La densa roca fundamental de la raza es mongoloide. El regalo amistoso de
los inteligentes peluqueros del barrio de Omori, en Tokio, es significativo. Es un
homenaje al pelo chileno, negro y liso como el japonés. Pelo volcano-sísmico.

179
El año 1904, en Londres, mi tío Domingo Gana, ministro de Chile, era
confundido en público con el ministro de Japón, barón Hayashi. Cuando conté
esto a un pariente de don Domingo, me dijo, en tono de disgusto:
—¡Don Domingo Gana tenía muy buena figura!
—Conforme. El barón Hayashi también era un viejo buen mozo.
Generales, ministros, personas chilenas de diferentes clases, niñas bonitas y,
sobre todo, gente popular, suelen parecer asiáticos, de Japón, de China, de India
o de Indochina. Todo, menos europeos. Chile está frente a la China, de espaldas
a Europa. Rayén Quitral es una geisha. El ex ministro don Enrique Barbosa
parece un gran señor japonés. En Londres, a la vista de un desfile de marineros
chilenos, se oían exclamaciones en el público: Japs!

EL DESMENTIDO POR RICARDO PALMA:



Hasta en escritores serios hemos visto consignada la especie de que, al
emprender la famosa acometida sobre los españoles, Córdova se apeó de su
corcel de batalla, desnudó la espada, atravesó con ella el pecho del caballo, y a
guisa de bandera enarboló el tricornio en la punta de su acero, pronunciando a
la vez sus inmortales palabras de mando. Varios pintores lo exhiben así en sus
cuadros.
"Ello quizá sea poético, y duélenos despoetizar la pintura; pero la verdad
histórica nos obliga a decir que Córdova no lució, ese día sombrero apuntado,
sino un blanco jipijapa, y que estuvo muy lejos de herir al noble corcel que lo
sustentara en varios combates, acción que habría revestido caracteres de
crueldad y de ingratitud".

Robinson: El autor de la novela no conoció al marinero Selkirk, el náufrago


de Juan Fernández, sino que tomó los datos del capitán Woodes Roger, el que
rescató al marinero.
Santander: General colombiano y héroe del liberalismo, no fue liberal, según
el historiador Guillermo Camacho Montoro.
Washington: La historia del niño con el hacha y la confesión a su padre de la
verdad, o mutilación del cerezo, fue inventada por el Reverendo Weems en
1800.
Las naves de Hernán Cortés. Las naves de Cortés no fueron quemadas ni
barrenadas. Era Cortés un conquistador culto e inteligente. Aprovechó para sus
fines cuanto elemento se le presentó. No era hombre para desperdiciar materias
útiles. Sus naves eran parte esencial de sus conquistas. El uso y abuso de ellas, o
el tiempo, que todo lo vence, produjeron el desgaste. Cuando el conquistador y
organizador comprobó que sus naves estaban inservibles dispuso el desguace y
aprovechamiento de cuanta pulgada de material se pudiera salvar. Los
marineros y carpinteros sacaron los mástiles, las jarcias, las tablas, las vigas, las
cadenas y cañones que llevaron a tierra en presencia de Cortés, que solo se
reservó un buque, el menos deteriorado, para despacharlo a España. Esto
ocurrió el año 1520.

180
EL MITO DEL REPOSO

Agosto, 1951

—¿Cómo evadirnos de la tiranía cotidiana? ¿Cómo salir del aburrimiento a


nuestros años?
Así decía uno de los cincuentones... pasados.
El otro respondió:
—Para evadirme juego al cacho.
—Siempre habrá un importuno que te recuerde quién eres y qué haces.
—Es entretenido y varía las ideas.
—En otros países nadie juega al cacho como aquí. Eso de gritar: "¡Por abajo!
¡Pichanga!", ¿no te parece una vulgaridad? Estuve en Buenos Aires, entré en el
bar del Jockey Club, sentí ruido de cacho, miré, ¡y eran chilenos!
—¿Y que prueba?
—Que allá no juegan al cacho.
—Es que todo el dinero lo gastan en vestirse y se aburren más que las
polillas. Eso de huir del mundo y esconderse para olvidar es una ingenuidad.
Los pensamientos nos persiguen y nada olvidamos del mundo. Rodé bastante
coma para no asombrarme de nada, y a eso debo que no me matan las desilusiones.
No creo que encuentres la tranquilidad y el olvido en parte alguna.
—Sin embargo, Fray Luis de León...
—Fray Luis de León no encontró la tranquilidad sino en la muerte. Lo otro
es poesía y música.
—¿Leíste: "¡Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido y
sigue la escondida senda...!"?
—Lo se de memoria y no creo. Don Miguel de Unamuno, que era medio
loco, mal que pese a los falsos vascos chilenos, dijo: "¡El que huye del mundanal
ruido es un cochino!"
—¡Cuántos se retiran del mundo y son felices! Horacio, Virgilio, en el
pasado. D'Annunzio, la Duse, el mexicano Mojica, en el presente.
—¡No creas paparruchas! ¡Mojica está aburrido de ser fraile hasta la
coronilla!
—¿Y el general San Martin? Hace poco leí la carta que escribió a O’Higgins,
desde su destierro en el Grand-Bourg, cerca de Paris. Le dice: "Vivo en este
desierto muy contento de no tener la menor relación con ninguna persona,
excepto con mi protector, el banquero Aguado". Le recordaba el tedio a toda

181
sociedad que los malos amigos y los enemigos habían labrado en su corazón.
Vivía feliz en su destierro.
—Eso es lo que él pretendió. La carta que escribió a O’Higgins prueba que
no era feliz ni habia olvidado nada; antes al contrario.
—¿Por qué razones un Washington parece ser siempre más tranquilo y feliz
en su retiro final que un San Martín o un O’Higgins?
—Cuestión de raza o de clima. En la historia de Antonio Pérez, por el
doctor Marañón, subrayé varias veces la palabra envidia. Habla de la envidia
del español. Se ha dicho que el amarillo de la bandera española corresponde a
la envidia. Defecto máximo de España. Envidiosos somos todos, pero hay
matices. Se trata de un sentimiento universal derivado del instinto de adquirir.
—Don Andrés Bello buscaba el olvido en Peñalolén.
—Le había mordido la envidia nativa, en su tierra, cuando era mozo. Le
acusaron de traidor. Bello perteneció a la clase media y no a la clase
depredadora. No pudo sentir la guerra de independencia como los señores
esclavistas. Las revoluciones son fraguadas por gente rica, de clase alta. Había
sido secretario de Vasconcellos y de Emparán. Los grandes cacaos no le ocuparon
jamás. La mordedura de la envidia persiguió los pasos de Bello como el
ritornello de la calumnia en El barbero de Sevilla. Ni los diecinueve años de
Londres ni su adaptación a Chile borraron esa baba de la estupidez. Después
los generales venezolanos y sus propios acusadores sufrieron iguales
acusaciones de traición, sólo que más creíbles. El huracán venezolano de 1810 a
1830 arrasó con todo.
No busquemos olvido de nuestros errores o desastres. Recordemos el
cuento árabe del joven Alí el Hermoso, en Bagdad. El día de su boda, este joven,
al inclinar su cuerpo ante la resplandeciente prometida, dejó escapar un ruido
hediondo que le llenó de vergüenza y de horror. Ante el estupor de los presentes,
huyó. Se expatrió, pasando ríos, cerros, pueblos, en el camino del olvido. Tras
de algunos años creyó que podría regresar sin temor a la tierra natal. En el
mercado topó con el alza inevitable de los precios.
—En otros tiempos esto valía la tercera parte —dijo a la vendedora.
Esta replicó:
—¡Eso sería cuando a Ali el Hermoso se le soltó un viento ante la novia!

182
OBRAS DEL AUTOR
El Inútil. Novela. 1910.
Tres Meses en Río de Janeiro. Crónicas. 1911.
El Monstruo. Novela. 1912.
La Tragedia del Titanic. Narración. 1912.
Cuetos de Todos Colores. 1912.
La Cuna de Esmeraldo. Preludio de una novela chilena. 1918.
El Roto. Novela. 1920.
Metamorfosis. Prosa y verso. 1921.
Crónicas. Valparaíso-Madrid. 1924.
El Nacionalismo Continental. Crónicas. 1925.
Tacna y Arica. Cap. Polonio. 1926.
El Bolchevique. Novela breve. 1927.
El Chileno en Madrid. Novela. 1928.
Valparaíso, la ciudad del viento. Novela. 1931.
Criollos en París. Novela. 1933.
El bombardeo de Valparaíso y su época. Crónicas. 1934.
Don Eliodoro Yáñez, La Nación y Otros Ensayos. Crónicas. 1934.
Don Juan Lusitano. Crónicas. 1934.
La Chica del Crillón. Novela. 1935.
Crónicas. 1964
Recuerdos de un cuarto de siglo. 1966.
Nuevas Crónicas. 1966.
Hotel Oddó. 1966.
El Subterráneo de los Jesuitas y Otros Mitos. 1966.
Crónicas del Centenario. 1968.
Memorias de Valparaíso. 1969.
La Quintrala, Portales y Algo Más. 1969.
En torno al Periodismo y otros asuntos. 1969.
Andando por Madrid y otras páginas. 1969.
Francisco Miranda y otros personajes. 1970.


Los diez últimos volúmenes signados en la bibliografía corresponden a tomos de crónicas.

183
ÍNDICE

Pags.

Explicación 4
Mito 10
Mitos persistentes 11
Mentirosos y mitómanos 14
El mito en la política 17
Mitos en La Araucana 20
El misterio de Caupolicán 21
Mito del colocolo 23
El invunche 25
Imbunche o invunche 27
Los conquistadores y los reyes de España 29
Estatuas de conquistadores y otras 32
Ropas de los conquistadores 35
Las mujeres de los conquistadores 37
Vascos y ejecutorias de nobleza 41
La belleza de la Quintrala 45
Origen de la palabra Quintrala 49
El coipo 51
El mito de Manuel Rodríguez y la batalla de Maipo 53
Mitos de San Bruno, de Marcó del Pont y de los
Talaveras 57
El soldado bajo el caballo de O’Higgins 60
Calavera de don José Miguel Carrera 64
Andrés Bello, Diego Portales y algunos mitos de la
Independencia 65
Mito de la casa histórica 67
La casa de Bello en Caracas 69
O’Higgins y Miranda en Londres 71
Chile en el Pacífico 73
Herederos de Pepe Botellas en Santiago 75
Los millones de Mr. Thompson 77
Mitos de herencias 79
Las herencias fabulosas 81
Hechos fabulosos en Valparaíso 83
Chistes de don Ramón Barros Luco 86
Mitos de Barros Luco 88
Barras de oro en Lo Águila 90
Chistes viejos 91
El tesoro de Valparaíso 93
Un buscador de tesoros murió en actos del servicio 95

184
Pags.

Santos Chocano y el entierro 97


Paraíso de Pascua 100
El maestro de Bolívar 102
Stradivarius en Coyhaique 104
Los gringos y el fútbol 106
Retratos 108
Robinson Crusoe de Juan Fernández o de Tobago 110
El bandido Joaquín Murieta 112
El marinero electricista 113
Monumentos de Valparaíso 114
Mito de la estatua de la Justicia en Valparaíso 116
Monumento a Prat 118
Estatua del Roto Chileno 120
Enterrado vivo 122
El mito de don Federico Santa María 124
Cachiporra, Osuna y Pedro León Gallo 126
El Baltimore y el Banco Edwards 128
La Marina norteamericana y Chile 131
Lo del Baltimore 134
Ilusión y turismo 136
El subterráneo de los jesuitas 139
El uranio chileno para Chile 142
Mentiras o mitos ponderativos en las películas 144
Oro, manganeso, ónix y mármol en Quilicura 147
Del boxeo 150
El avión de Viracocha 152
Napoleón en Chile 154
El amigo de Churchill 156
El reloj más grande del mundo 159
El cerro encantado 160
El frío 161
San Juan frío 163
Verduleras de Lima y papel moneda en 1887 165
Tres millones cuesta la colección de mariposas que
exhibe Museo Nacional 167
Rodeo a la chilena 169
Islas de Mares del Sur 171
Raza del Pacífico 173
La Madre China 176
La Madre Patria 178
Clima mongólico 180
El mito del reposo 183
Obras del autor 185

185
186

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