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WOODY ALLEN

LA BOMBILLA QUE FLOTA


ACTO PRIMERO

ESCENA PRIMERA

En la oscuridad, brilla la luz de una bombilla. Su leve resplandor permite distinguir a


un muchacho, Paul, que está ensayando unos juegos de ilusionismo. La bombilla, en
efecto, se ha materializado en la punta de sus dedos y está iluminada por alguna fuerza
mágica. No está enroscada en portalámparas alguno, ni enchufada en la pared. Flota
misteriosamente en el aire y, en un momento dado, Paul la hace pasar por un pequeño
aro, para demostrar que no va unida a cable alguno.

Paul tiene unos dieciséis años, es desgarbado y torpe. Terriblemente tímido, hasta
extremos enfermizos, nunca levanta la vista, tartamudea siempre, se refugia en su cuarto
para practicar, como luego veremos.

La bombilla vuelve a los dedos de Paul. Se apaga.

Se encienden ahora las luces, de arriba abajo, y la escena muestra ahora una casa de
apartamentos en un barrio pobre de Brooklyn. Es un viejo edificio de ladrillos oscuros,
rectangular y sin la menor pretensión de estilo. A su alrededor se alzan múltiples bloques
de viviendas similares. Tristes, sin sol, albergan familias modestas, algunas de las cuales
han conseguido con métodos variopintos aceptar su prosaica desesperación, pero otras no
han sido tan afortunadas.

A medida que baja la luz, vemos en el entresuelo el apartamento de los Pollack. Un


apartamento que respira desesperanza y abandono. Los muebles están gastados y las
paredes necesitan una mano de pintura. Y no es que el apartamento esté sucio, no se pudo
evitar que se ajara demasiado aprisa.

El apartamento de los Pollack da a un siniestro patio de ladrillos y a la parte trasera de los


edificios circundantes, y produce la sensación de que se halla en el fondo de un pozo.

El apartamento consta de una sala de estar, dos dormitorios y una cocina minúscula. El
alquiler cuesta treinta dólares al mes. Al encenderse las luces de la sala de estar, vemos a
Steve, el hermano de trece años de Paul, que cierra silenciosamente la puerta del dormito-
rio de sus padres. Luego recoge su chaqueta del sofá. Cuando se dispone a salir por la
puerta de la calle, entra Enid, su madre, con la bolsa de la compra.

En el dormitorio de los chicos, separado de los restantes aposentos, Paul practica sus
trucos de prestidigitación.

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ENID (deja la bolsa encima de la mesa): ¿Adonde vas?
STEVE: Fuera...
ENID: ¿Fuera para qué? ¿Vas a armar otro incendio?
STEVE (enfurruñado): ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? La culpa no fue mía.
ENID: Siempre tienes una excusa. ¿Has hecho los deberes?
STEVE: La profesora no nos ha puesto.
ENID: No digas mentiras.
STEVE (tira la chaqueta al sofá): Los haré después. ¿Te importa?
ENID: Los vas a hacer ahora mismo. Como oyes. Ésta es precisamente la causa de que seas un
pésimo estudiante. No eres estúpido, pero no te da la gana de aplicarte. (Cuelga su chaqueta
detrás de la puerta.) Siempre dejas los deberes para lo último. El resultado es suspenso en
historia, suspenso en aritmética... No te muerdas las uñas... (Coge el contenido de la bolsa y
lo va colocando encima del mostrador de la cocina.) Y un cero en higiene personal, que es
lo que más vergüenza me da.
STEVE: ¿Tengo que oír este rollo todos los días?
ENID: Y no armes incendios.
STEVE (pone un pie en el sofá para agarrar un tebeo): Estábamos asando patatas.
ENID: ¿Y para asar patatas hay que llenar una botella de gasolina?
STEVE: Dios mío, pensar que estaba a punto de salir cuando llegaste...
ENID: Tiene razón la señorita Reilly: «No es que sea tonto, es perezoso». Y siendo perezoso
no se va a ninguna parte. ¿Tienes hambre?
STEVE: Acabo de comerme un donut.
ENID: ¿Un donut? Un donut es pura grasa. ¿Has visto alguna vez un coche por dentro? Pues
un donut es igual. Rezuma grasa por todas partes. Imagínate lo que eso significa para tu
metabolismo.
STEVE: Pues me gustan los donuts. ¿Te importa?
ENID: Te haré medio sándwich, Aja, he encontrado chicle hinchable. (Busca en el bolso.)
Hernish es la única confitería donde hay. Y no me preguntes lo que vale... ocho centavos
carga ese ladrón, que no hace más que mercado negro. Créeme, ahora que se ha terminado la
guerra, recibirá su merecido. (Le tiende a Steve una pastilla de chicle.) Toma, porque eres
un sol. (Va al cuarto donde está Paul practicando y abre la puerta.) Vamos, Paul. (Se
vuelve y se dirige a la cocina.) No vendría mal que tú también te alimentaras un poco.
PAUL: Estoy practicando.
ENID (saca de la nevera pan, mayonesa y queso boloñés): Pues tómate un descanso de cinco
minutos. Si dedicaras una décima parte de ese tiempo a tus deberes... Eres peor que tu
hermano, porque él no es un genio, pero tú, sí.

(Paul sale al living durante esta frase.)

PAUL (va hacia la mesa de la cocina): H-hazme caso, no... no soy tan l-listo como p-
pretendes.
ENID: No te tengas en tan poco, por favor. Es lo peor que una persona puede hacer. Un
cociente intelectual de 148 significa genio.
PAUL: Pero yo sólo tenía s-seis años cuando... (Se sienta a la mesa.)
ENID (empieza a preparar el sándwich): El cociente intelectual de una persona no cambia. No
es cuestión de acumular. Es cuestión de inteligencia innata. Mírame a mí. He leído pocos

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libros, pero no soy ninguna estúpida.
STEVE (levanta la vista del tebeo): Dios nos asista...
ENID (mira a Steve con seriedad): Pero no te va a servir de nada tener 148, ni 158, si no
pones de tu parte. La prueba la tenéis en vuestro padre.
STEVE: Siempre estás repitiendo el mismo disco.
ENID: Creedme, chicos, no sabéis de la misa la mitad. Quiero ahorraros los detalles penosos
porque sois jóvenes. Algún día... algún día quizás os daréis cuenta de toda la verdad...
(Termina el sándwich, lo parte en dos con un cuchillo y da una parte a cada chico. Luego se
sirve un vaso de vino.)
STEVE (sin levantar la vista del tebeo): No quiero oír más.
ENID (llena el vaso): Ya sé que no. Sólo quieres oír cosas agradables. Quieres tener dinero
para derrocharlo con esos golfos de la esquina. (Bebe.) Pues fíjate bien cómo vivimos... mira
qué barrio... Canarsie, menudo basurero... Gracias a Dios que mi padre no está vivo para
verlo... (Toma otro trago.)
STEVE: Mi amigo Red dice que la Mafia está instalada aquí.
ENID (vuelve a la mesa con dos vasos vacíos): Será únicamente para enterrar a la gente a la
que matan... luego se irán a su casa en algún barrio como Dios manda. ¿Ha llamado mi
hermana Lena? (Llena los dos vasos de leche para los chicos.)
STEVE: ¿Lena la hiena? No.

(Paul da un mordisco a su sándwich.)

ENID: No seas descarado. Mi hermana no será una gran belleza, pero es inteligente.
STEVE: Es una hiena.
ENID: De perfil dará un poco de miedo, pero sus facciones son bonitas... ¿No ha llamado?
STEVE: No.
ENID (ve un trozo de yeso en el suelo, se inclina para recogerlo): Mirad eso, por el amor de
Dios... yeso... las cañerías... esta casa se está cayendo a pedazos.

(Max su marido, sale del dormitorio. Es un hombre de cincuenta y un años, que aparenta
muchos menos de los que tiene. Luce una chillona camisa de sport, que en otro tiempo
considerarían elegante en la mercería barata de la vecindad. Parece un gánster de poca
monta. Deja la chaqueta en el respaldo del sofá, para ajustarse la correa de la funda de
una pistola.)

MAX (con chistosa malicia juvenil): La que se está cayendo a pedazos eres tú, si te interesa
mi opinión.
ENID (con amargura): Vaya sorpresa. Mira quién anda todavía por casa. Son las cuatro y
media. ¿No tenías que haberte ido hace rato?
STEVE: No empieces a meterte con él.
MAX: Bien dicho, hijo.
ENID: Ocúpate de tus asuntos, Steve.
STEVE: Eres un auténtico latazo.
ENID (mirando la pistola): Fijaos en él. ¡Te dije que sacaras eso de esta casa!
MAX: A mí, tú no me mandas.
ENID: Hay cantidad de gente que trabaja por la noche y no necesita pistola.

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(Paul da otro mordisco al sándwich.)

MAX: Vuelvo a casa a las tres de la madrugada y los metros van llenos de gente rara.
ENID: Lo que quieres es que te crean un hombre duro.
MAX (sacando unos billetes del bolsillo): Eso no te importa.
ENID (arroja el yeso al cubo que hay debajo del fregadero): Tiene que impresionar a sus
amigos gánsters.
MAX (echa unos billetes encima de la mesita del café): Toma... toma. Y para el disco. (Va
hacia el hornillo y se sirve un poco de café.)
ENID (coge el dinero y lo cuenta): ¿Qué es esto?
MAX: A ti, ¿qué te parece?
ENID: ¿Y eso es todo lo que me das? ¿Cuatro dólares? (Tira el dinero sobre la mesita.)
MAX: Las propinas se dieron mal ayer.
ENID: ¡No quiero cuatro dólares, ni quiero mentiras!
MAX: El negocio va mal. ¡Mal de veras! Créeme.
ENID: Cuatro dólares... Eso significa veinticinco dólares a la semana. Vas cada vez a peor, no
a mejor.
MAX: Ahí tienes mis propinas. Tómalas o déjalas.
ENID: No puedo pagar las cuentas, Max... ¿No lo comprendes?
MAX: No hay clientes. El tiempo está fatal.
ENID: ¡Eres un embustero! Sacas más de cuatro dólares la noche en propinas. ¿En qué lo
gastas? ¿Crees que no lo sé?
MAX: No te pongas en plan Gestapo conmigo. No tengo más dinero. Cuando lo tenga, te lo
daré.
ENID: Pero sí tienes para comprarte bonitas camisas de sport... (Palpa la camisa con
desprecio.)
MAX: Quita esas manos.
ENID: ¿Para qué os vestiréis de ese modo? Como si con eso engañarais a alguien.
MAX (mirándose la manga de la camisa): ¡Maldita sea! ¡Me has manchado de mayonesa!
(Va al fregadero para limpiarla.) ¡Te mataría! ¡Mira eso! ¡No se va! No me vuelvas a poner
las manos encima.

(Enid se dirige a los chicos, mientras guarda el dinero en el bolsillo del suéter y mete los
ingredientes del sándwich en la nevera.)

ENID: ¿Os dais cuenta de lo importante que es ser algo? Ahí tenéis la respuesta en carne y
hueso. Un camarero en un antro infecto, que trabaja sólo por las propinas y se viste como un
personaje para impresionar a sus amigotes, y perder el tiempo a todas horas apostando en
estúpidas partidas de billar.
MAX (se sienta ante la mesa de la cocina): Pues no te veo muerta de hambre.
ENID: Porque me deslomo para ganar unos dólares que nos mantengan a flote, para que tú
puedas vagabundear y fingir que tienes treinta años, no cincuenta.

(Paul se dirige a su cuarto con lentitud y la mayor discreción.)

MAX: A ti lo que te gustaría es verme en un asilo.


ENID (se acerca a la mesa con la cafetera): ¿Expulsaste la piedra del riñón?

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MAX: No.
ENID (le sirve café): Pues haz que te la quiten. Yo te acompañaré.
MAX: Ya saldrá.
ENID: Y mientras ¿qué? ¿Vale la pena tener dolores todas las noches?

(Paul cierra la puerta.)

MAX: Ya te lo he dicho, no quiero ir a ningún hospital.

(Enid vuelve a poner la cafetera en el hornillo y empieza a guardar la compra.)

STEVE (intenta coger la pistola de Max): ¿Puedo verla?


MAX (con furia, aparta a Steve de un empujón): ¡Quita esas manos!
STEVE: ¡Ey! ¡Sin avasallar!

(Paul practica en su cuarto con las bolas de billar.)

MAX (arrepentido, le da a Steve una moneda de diez centavos): Hala, cómprate un tebeo.
STEVE (decepcionado): ¡Diez centavos!
MAX: ¿Y qué diablos esperabas? Me robas las monedas del pantalón mientras duermo.
STEVE: No es verdad.
MAX: Ya lo creo que sí. (Juguetón, como un niño.) Lo sé, porque duermo con un ojo abierto.
Lo hago muy bien.
ENID (refiriéndose a Paul): Ya sabe que juegas sobre seguro.
MAX (burlón): Sí, claro. Es un genio, es un genio... no oigo otra cosa todo el tiempo.
Entretanto es incapaz de aprobar una asignatura. Hace novillos... (Levanta la voz para que le
oiga Paul, que se detiene.) Ya sé que haces novillos. No engañas a nadie. Genio. Y no me
digas que voy sobre seguro. Me gustan las dos cosas igual.

(Suena el teléfono. Max se sobresalta. Enid contesta.)

ENID: ¿Diga? ¿Diga?... ¿Diga?


STEVE: Lo mismo que ayer. Han colgado.
MAX (parpadea): A lo mejor son ladrones, que quieren saber si hay alguien en casa.
ENID (cuelga): No me hagas reír, so asno. La cosa está muy clara. El teléfono suena y tú te
vas. No engañas a nadie... (Max coge la americana.) ¡Mira, se marcha! ¡Ésa es la señal!
¡Siempre es igual, desde que andas con esos golfos!
MAX (sonriente): Tengo que ver a un hombre para hablar de un caballo.
ENID: Esto no puede seguir así, Max. No lo permitiré.
MAX (mientras sale por la puerta): Díselo al genio. Quizás él pueda ganar un millón para ti.
Yo no puedo. (Sale.)
STEVE (a Enid, que ha ido a la cocina para beber un trago): Ahora no te pongas a beber,
porque no quiero volver a oír ese rollo de que no debiste criticarle tanto.
ENID (vuelve a la mesa con un vaso): No seas descarado. He confesado mis errores, ¿no? (Se
sienta.) El pobre tenía madera para ser algo. (Steve va al sofá y coge la chaqueta.) ¡Paul! No
te has acabado el sándwich.
PAUL (desde su cuarto): Estoy p-practicando.

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ENID (a Steve, que se dirige hacia la puerta): Steve, ¿adonde vas? Estábamos hablando.
STEVE (en el umbral de la puerta): Déjame en paz. Me voy de esta ratonera. (Sale.)
ENID (sola): Y no te creas que no sé adonde vas, Max. No pienses que vas a engañarme.
Créeme, lo sé todo. (Bebe un trago, mientras las luces se apagan.)

ESCENA SEGUNDA

Max está fuera, frente al dormitorio de los chicos, con Betty, su amante, bonita y mucho
más joven que él.

MAX (señalando el regalo): Vamos, ábrelo.


BETTY: No tenías que haberlo hecho.
MAX: No me digas lo que he de hacer y lo que no.
BETTY: Mi cumpleaños no es hasta dentro de tres semanas.
MAX: Esto es un extra.
BETTY (tras abrir el paquete): ¡Oh, es precioso!
MAX: Un Benrus... lo mejor que hay en el mercado.
BETTY: Es elegantísimo.
MAX: Y mira la cinta... catorce quilates. Auténtico.
BETTY: ¡Qué caro será!
MAX: Eso no te importa. (La abraza.)
BETTY (juguetona, forcejea con él): Me mimas demasiado.
MAX (tonteando con ella): ¿Estás pidiendo guerra?
BETTY (riendo, le empuja): ¡Qué fuerte eres!
MAX: Que no se te olvide.
BETTY: Un besito. (Se besan. Max se la queda mirando con gratitud.)
MAX: Dios mío, Betty... Eres como un soplo de aire fresco.
BETTY: Y tú eres igual que un niño pequeño.
MAX: Cuando estoy contigo. Porque, si oyeras a Enid, sólo valgo ya para el asilo. No puede
soportar que yo sea más joven que ella.
BETTY (mirándole a los ojos): Tienes unos ojos preciosos. Parecen canicas.
MAX: Venga, dame otro beso, corazón.

(Betty le besa, pero esta vez como ausente, pensando en otra cosa.)

BETTY: ¿Y qué hay de aquello, Max?


MAX: ¿De qué?
BETTY: Del viaje a Florida.
MAX: Lo haremos.
BETTY: ¿Cuándo? Haces muchas promesas, pero luego, nada de nada.
MAX: Antes he de resolver unos cuantos detalles. ¿De qué demonios vamos a vivir, del aire?
BETTY: Yo podría trabajar.
MAX: Ya no sé qué hacer. Nada me sale bien. Si apuesto por los Red Sox, quedan segundos.
Si apuesto por Rocky Graziano, pierde frente a un desgraciado como Harold Greene. Estoy
hasta el cuello de deudas con esos malditos usureros.
BETTY: Max, si caes en las garras de esa gente, ya no te librarás en la vida.

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MAX: A mí me lo vas a decir. Me deslomo sirviendo mesas para pagar los plazos, pero los
intereses se acumulan. Como quieras hacerte el listo o no puedas pagar, te parten las piernas.
(Señala la pistola.) ¿Para qué demonios crees que llevo esto?
BETTY: ¿Y darían contigo en Florida?
MAX: Tal vez. No lo sé. Sólo faltaría que me pescasen intentando huir de aquí. ¿Qué te
preocupa a ti ahora? ¡Ya tengo bastante con las preocupaciones de mi mujer!
BETTY: Estoy preocupada porque me cuentas mentiras.
MAX: ¿Que miento, yo?
BETTY: Primero dices que nos vamos a Florida para empezar de nuevo, y luego todo son
excusas.
MAX: Espera a que salga mi número de la suerte.
BETTY: Desde que te conozco, siempre repites lo mismo.
MAX: Pues saldrá. Y, cuando salga, verás qué fajo de billetes.
BETTY: No me líes.
MAX: Sé muy bien lo que hago. Créeme, los números se me dan bien. Se me han dado bien
toda la vida. Últimamente, no he tenido suerte, es verdad. He jugado al 485 tres meses
seguidos, y nada. Me harté y lo dejé correr... y aquella noche salió. No me arranqué todos
los pelos de milagro.
BETTY: No sé por qué salgo con un hombre casado.
MAX: No digas eso. Estoy loco por ti, y no me importa que todos se enteren. Nos vamos a ir
juntos, y punto. (Le coge las manos.)
BETTY: Tal vez estés más unido a tu familia de lo que piensas. Llevas mucho tiempo casado,
Max... y tienes dos hijos.
MAX (con expresión culpable): No me vengas otra vez con esa historia de «tienes dos hijos».
Crees que estoy atado y no me iré. (La muchacha ha tocado un punto sensible.) Pues ya se
las compondrán sin mí. Los chicos tienen que crecer, aprenderán a andar solitos por el
mundo. (Exasperado.) ¡Ya está bien, qué demonios! También uno tiene derecho a pensar en
su vida alguna vez. No hay que pensar siempre en los demás, por el amor de Dios... Oye,
niña, ¿sabes qué? Voy a jugar ahora por tu cumpleaños... el 325... Te garantizo que va a ser
mi número de la suerte.

(Betty le coge las manos. Se besan, mientras las luces se desvanecen.)

ESCENA TERCERA

Enid está en la sala de estar, hablando por teléfono. Al encenderse las luces, mira la hora
en su reloj.

ENID (al teléfono): Hola, Lena... ¿Te pillo en mal momento?.. Siempre que te llamo, vas a
salir. ¿Cómo está Julián?... ¿De veras?... ¿De veras? Dios mío, es un quiste muy grande. ¿Se
puede sentar?... Max está bien, si es que eso te interesa... Estupendamente, le puede caer la
sopa en la miel... Escucha, no te voy a robar mucho tiempo. Querría comentar contigo la
posibilidad de invertir en un pequeño negocio... No, no... Lena, espera... éste es mucho
menos complicado. Reconozco que el asunto de las tarjetas de felicitación parecía muy
bueno en teoría, pero, cuando surgieron los problemas, la cosa resultó una pesadilla. Cómo
iba a caer en que había que llevar libros y cuentas...

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Lena, yo... yo... para serte franca, andamos un poco apurados por el momento... ¿Cuánto
tiempo podré aguantar en pie, vendiendo medias? Las piernas me fallan... ¿Es eso lo que he
de esperar para el resto de mis días?
Lena, escúchame... Tengo dos ideas. Una son cajas de cerillas con el nombre impreso de la
persona que las usa, y la otra son peces tropicales... hablo estrictamente de envíos contra
reembolso... Bueno, claro, las cajas de cerillas nada más... no vas a meter los peces en
sobres...
Lena, nadie te está pidiendo dinero. Sé que estás igual que un pozo vacío... créeme, el otro
día le dije a alguien que eras igual que un pozo vacío.
Muy bien, Lena, son casi las siete y media, tengo que tomar el metro o llegaré tarde al
trabajo. Pero seguiremos esta conversación. Si me llamaras tú alguna vez... (Cuelga y se
pone la chaqueta.) Nunca me ha perdonado su apariencia física. Como si yo tuviese la
culpa...

Coge el bolso y se dirige a la puerta, mientras las luces se apagan.)

ESCENA CUARTA

En la oscuridad, escuchamos el sonido que llega del cuarto de los chicos. Es la radio, que
emite un popular serial de 1945 a media tarde; por ejemplo, Captain Midnight.

Al encenderse las luces, vemos a Steve oyendo la radio, mientras Paul practica.

PAUL (se le cae uno de sus aros mágicos): Eh, a-apaga eso, ¿quieres? No puedo
concentrarme.
STEVE: Vaya pesadez.
PAUL (apaga la radio): Ya está bien.
STEVE (enciende la radio): Estoy escuchando.
PAUL: Vete a otra parte.
STEVE: Éste es un país libre.
PAUL (se le cae otro aro): Estoy intentando p-practicar. (Apaga la radio.)
STEVE: Quita las manos, ¿quieres? (La enciende.)
PAUL: ¿Has de e-escucharla las veinticuatro h-horas del día? (Steve agarra los artilugios de
Paul y los tira al cuarto de al lado.) ¿Q-qué haces? Maldita sea. (Mientras los recoge, Steve
pone la radio a todo volumen.) A-apaga eso...
STEVE: Al diablo con esa basura. (Intenta quitarle sus artilugios a Paul. Los dos forcejean.)
PAUL: ¡Basta! ¡D-déjame en paz!
STEVE: Tú no eres el propietario de este cuarto. (Steve coge el bastón mágico de Paul, quien
tira de él. Es un bastón de mentirijillas.)
PAUL: ¡Q-quieto! ¡Basta ya te digo!
STEVE: ¿Tanto te importa esa porquería? No vale nada. (Suelta el bastón.)
PAUL: ¡No vuelvas a tocarlo! (Señala el extremo del bastón.) M-mira lo que has hecho.
STEVE: Yo no he hecho nada.
PAUL: No lo toques. ¡Es mío! Qui-qui-qui...
STEVE (burlón): Qui-qui-qui... ¿Qué?
PAUL: Quita las manos de mis cosas, nada más.
STEVE: Pues deja tranquila la radio.

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PAUL: Se-se ha doblado.

(Enid llega de la calle. Parece preocupada. Deja el bolso encima de la mesa, tras el sofá, y
entra en el dormitorio de los chicos.)

STEVE: Nadie ha doblado nada.


ENID: ¿Qué pasa?
STEVE: Está loco. Dile que me deje tranquilo.
ENID (a Paul): Quiero hablar contigo.
PAUL: ¿Qué quieres?
ENID (a Steve): Apaga la radio. Tengo dolor de cabeza.
STEVE: Déjame en paz.
ENID (furiosa): ¡Apaga eso! (Va hacia la sala de estar, seguida de Paul. Steve apaga la radio
y se tumba en la cama.)
PAUL: ¿Qué he hecho yo?
ENID: Estoy dejando el espinazo en ese estúpido empleo para que se me llame por teléfono a
las diez y media de esta mañana. A mí me tienen que caer todos los golpes. ¿Y quién estaba
al otro extremo del hilo? ¡El señor Parver!
PAUL: ¿El señor Parver?
ENID: Eso es. El señor Parver, director de tu escuela. ¿Te dice eso algo?

(Se quita la chaqueta. Steve se levanta y va al baño.)

PAUL: Ese hombre me odia.


ENID: Sabe Dios que creí que habías tenido un accidente o algo por el estilo. «¿Está enfermo
su hijo?», me pregunta. «No, no que yo sepa.» «¿Sabe usted que hace dos semanas que no
aparece por clase?» Bueno, ¿qué iba yo a decir? No tenía la menor idea. «¿Tiene idea de
cuántas veces ha hecho novillos? ¿Tiene idea de que le vamos a suspender por sus repetidas
faltas de asistencia? ¿Se da cuenta de que no va a graduarse? ¿De que está suspendido?»
PAUL: Exagera.
ENID: No me mientas, Paul. ¡Hay ya demasiadas mentiras en esta casa! (Va hacia la cocina.)
Así que salí antes del trabajo y fui a ver al señor Parver. (Se vuelve a Paul). Tenía muchas
cosas que contarme. Créeme, muchísimas... (Va a la mesa y se sirve un trago.)
PAUL: No puedo ir a la escuela. N-no quiero volver.
ENID: ¿Cómo que no?
PAUL: No puedo. Veo tantas caras. No puedo respirar. Me confundo en clase... todo me da
vueltas.
ENID: ¡Basta de estupideces! ¿Se puede saber qué te pasa? ¿Adonde vas en vez de a la
escuela?
PAUL: Por ahí.
ENID: ¿Dónde por ahí? ¿Dónde?
PAUL: B-bueno, y-yo a-ando por ahí y me siento y 1-leo el p-periódico en la lavandería y 1-
luego voy a la tienda de m-magia y miro las cosas.
ENID: Naturalmente. La tienda de magia. Debí de imaginármelo.
PAUL: T-tienen cosas preciosas... e-enormes cajas ch-chi-nas y j-jarrones de los que b-brotan
flores y pañuelos de s-seda y aros y j-jaulas de pájaros que desaparecen.
ENID: Eso quisiera yo, desaparecer.

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PAUL: ¿Qué?
ENID: Desaparecer, sin más.
PAUL: P-perdona.
ENID: Había hecho tantos planes para ti...
PAUL: Yo n-no soy como los demás chicos de la escuela.
ENID: En eso estamos de acuerdo.
PAUL: No sé hablar...
ENID: No se trata de eso. Tienes un problema de tartamudeo. Pero eso nunca le ha impedido a
nadie salir adelante. No... tú eres diferente porque vives en un mundo de cajas chinas y
pañuelos de seda y trucos maravillosos. Pero no es el mundo real, por desgracia, como
pronto tendrás que aprender.
PAUL: S-sacaré el curso. T-te lo prometo. Lo i-intentaré otra vez, pero no ahora... el curso de
verano quizá.
ENID: Lo único cierto es que, si no vuelves a la escuela hasta julio, te vas a buscar un empleo.
PAUL: ¿Q-qué quieres decir?
ENID: Un trabajo, amigo mío... una posición... un modo de contribuir al presente y preparar el
futuro.
PAUL (aterrado): ¿C-cómo?
ENID: ¿A ti qué te parece? ¿Malgastar los años de tu vida encerrado en tu dormitorio
haciendo desaparecer pañuelos de seda en la manga?
PAUL: Encontraré una ocupación.
ENID: ¿Cuál? ¿Puede saberse exactamente?
PAUL (da un paso hacia la mesa): N-no lo sé todavía.
ENID: Justo lo que pensaba. ¿No has pensado nunca en marcarte un objetivo, una posición?
(Alza su copa.)
PAUL: N-no... tal vez...
ENID (interesada): ¿Qué?
PAUL: S-ser i-ilusionista.
ENID: Ah, muy bien, la mejor noticia de la semana. Paul, ¿te das cuenta de que no puedo
manteneros a todos siempre? ¿Qué crees que ocurrirá cuando tu padre levante el vuelo con
su putilla?
PAUL: He dicho que e-encontraré una ocupación.
ENID: Hacer juegos de manos no es la solución que yo pensaba para tu vida.
PAUL: Si papá s-se va, ¿te volverás a c-casar?
ENID: Claro. Inmediatamente. El primer día. ¿Por qué? ¿Tienes a alguien preparado para mí?
PAUL: N-no, no q-quería decir eso.
ENID: ¿Dónde crees tú que voy a conocer a otros hombres? ¿Qué he de hacer, buscarlos en la
planta baja de Macy's? ¿Pretendes que vaya a Roseland? ¿Crees que tengo todavía veintiún
años? A mí los hombres ya no me ven como a una jovencita.
PAUL: Pues el señor Briggs, el del 5-H, sí.
ENID: Gracias. Gracias, Paul. Ahora ya sé lo que piensas de mí.
PAUL: No q-quería decir eso...
ENID (muy seria): Escucha, Paul... seré muy franca contigo... porque te creo lo bastante
mayor para entenderlo. Todavía quiero a tu padre. ¿Cómo vas a convivir con una persona
veinte años sin sentir algo por ella?
PAUL: Si c-consiguieras hablar con él sin regañarle.
ENID: Yo no le regaño. Le doy ánimos. Tu padre es débil. Eso es todo. Es débil. Mi padre se

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dio cuenta en cuanto le llevé a casa. Me rogó que no me fuera con un apostador
profesional... un jugador... (Bebe un trago.)
PAUL: Quizá no d-deberías beber tanto.
ENID: Max era un hombre encantador. Dios mío, cuando vi que Lena y mis amigas se
casaban... con individuos tan grises, tan aburridos... drogueros, estudiantes rabínicos... un
pedicuro... ¿Te he hablado del Dr. Glass...?
PAUL (resignado): Sí. M-muchas veces.
ENID (imperturbable): Herb Glass, un callista sensacional, me adoraba... hoy ganará los
doscientos cincuenta mil, pero ¡vaya un tema de conversación por las noches!, durante la
cena... uñas y plantas de pies... Qué horror. Lo único que quería yo por aquellos días era
bailar en el coro de «The Scandals of George White».
PAUL: Si pudierais h-hablar, y n-no acabarais peleándoos...
ENID: Y si él olvidara su putilla... Tal vez podríamos cambiar, o empezar de nuevo. ¿Crees
que queda alguna oportunidad? Si tú lo crees, hablaré con tu padre... y te prometo que no le
regañaré.
PAUL: Buscaré u-un trabajo. Lo i-intentaré y traeré algún d-dinero a casa, l-lo p-prometo.
ENID (le toca): Y no creas que el ilusionismo no sea un pasatiempo maravilloso. Pero no es
una profesión. Ser artista es algo muy difícil. Lo intentan millones, pero muy pocos lo
consiguen. Y tú necesitas algo firme en lo que apoyarte. (Paul se levanta lentamente y se
dirige a su cuarto.) Un empleo de verdad. Porque hay un lado práctico de la vida a tener en
cuenta. (Descubre que Paul se va yendo.) ¿Adonde vas? No he terminado.
PAUL (en la puerta, apunto de salir): Voy a p-practicar... p-practicar.
ENID: Está bien, Paul. Practica. (Se acerca a la puerta. Paul la cierra.) Aprende trucos de
ilusionismo. Eso es justamente lo que hace falta en esta casa... más trucos e ilusiones. (Se
acerca al sofá, para sacar una aspirina del bolso.) Aprende a cortar a una mujer en dos...
podrás practicar conmigo.

(Las luces se apagan bruscamente.)

ESCENA QUINTA

Estamos en mitad de la noche. Max llega a casa del trabajo, enciende la luz. Cuelga la
chaqueta detrás de la puerta y, sin prisas, se hace un café. Steve, a quien vemos en la cama,
se levanta y sale a la cocina con un mazo de cartas.

MAX: ¿Qué estás haciendo?


STEVE: Jugaba con las cartas trucadas de Paul. ¿Ves algo? (Le muestra las cartas.)
MAX (quitándose la pistolera): ¿El qué?
STEVE: Tienen marcas detrás.
MAX (deja la pistola sobre el brazo derecho de la butaca. Se sienta y coge las cartas): Vaya
descubrimiento. He visto cartas marcadas antes de que tú nacieras. Abe Cohen se ponía
gafas oscuras cuando jugaba con ellas... las marcas sólo son visibles si llevas gafas oscuras...
STEVE: ¿Y sin gafas no podrías?
MAX (lo intenta): Dios mío, tendré que ir al oculista. Siempre había tenido la vista perfecta.
STEVE: Mamá dice que te da vergüenza ponerte gafas.
MAX: Oh, de hacer caso a tu madre, tendría que ir en sillón de ruedas.

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STEVE: Pues yo te veo en forma.
MAX: Maldita sea, la otra noche tumbé a un polaco... grande como una montaña... No quería
pagar la cuenta... le dejé tieso de un directo en la boca.
STEVE (alarga la mano para coger la pistola): ¿Puedo ver tu pistola?
MAX (le da un pescozón en la mano): No.
STEVE: Descárgala, si quieres.
MAX (pone la pistola en el brazo izquierdo de la butaca, fuera del alcance de Steve): No... y
como te pille intentando cogerla, te parto en dos.
STEVE: ¿La llevas porque los gánsters te están persiguiendo?
MAX (saca el café del hornillo): ¿Quién diablos te mete esas imbecilidades en la cabeza?
Trabajo de noche. ¿Tienes idea de lo que es este barrio a las dos de la madrugada? ¿Sabes
que la semana pasada se cargaron a uno con una pica de partir hielo?
STEVE: Ha llamado Eddie.
MAX (preocupado de pronto): ¿Eddie Lynch?
STEVE: Me encargó que te lo dijera, tienes que darle un sobre mañana.
MAX: ¿Mañana? ¿Dijo mañana?
STEVE: Yo podría ganar una pasta con esas cartas marcadas.
MAX: Tú estás chiflado.
ENID (sale del dormitorio en bata): ¿Qué haces levantado? Mañana has de ir a la escuela. ¿O
has decidido otra cosa?
STEVE (levantándose): Oh, cielos. (Entra en su cuarto y se tumba en la cama.)
ENID: No podía dormir. Ya sabes que estoy siempre intranquila mientras no vuelves. (Saca
un Seven-Up de la nevera.)
MAX (fríamente): ¿De veras?
ENID (en plan de tanteo amistoso): ¿Qué tal te fue esta noche?
MAX (en plan no desagradable): Las propinas, fatal.
ENID (decepcionada): ¿Otra vez?
MAX: No hay clientela. Mientras no llegue la primavera, la cosa sólo se anima los fines de
semana.
ENID: Pues esta noche hacía buen tiempo.
MAX: Sí, pero bastante frío.
ENID: ¿Es posible que te engañen los otros camareros?
MAX: No.
ENID: ¿Cómo lo sabes?
MAX: A mí no me engaña nadie. Lo que pasa es que no va un alma a los sitios.
ENID: Pero si os repartís las propinas, ¿cómo sabes que no se quedan con una parte antes de
que te den lo tuyo?
MAX: A mí no me roba nadie. Apenas hay nada para repartir.
ENID: Si se quedaran con tu parte, ¿te darías cuenta?
MAX: Te digo que no se quedan nada.
ENID: ¿Cómo lo sabes?
MAX (se levanta): ¡Déjame en paz! (Arroja unas monedas encima de la mesa.) Aquí está todo
lo que tengo... tómalo o déjalo.
ENID (recoge el dinero): Está bien... no hace falta que grites.
MAX: Pues no me eches siempre los perros.
ENID: Yo no te echo nada. Sólo intento aclarar nuestra situación financiera. Fíjate... aquí no
hay ni cuatro dólares.

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MAX: Toda mi vida te he dado hasta el último centavo y tú nunca estás satisfecha.
ENID: ¿No podremos hablar nunca sin discutir?
MAX: No lo sé. Estoy cansado. Tengo muchas cosas en que pensar.
ENID (se guarda el dinero en el bolsillo): Te ha llamado Eddie Lynch. Le debes mucho
dinero, ¿verdad?
MAX: Eso no te importa.
ENID: Un usurero. (Saca dos febeos y un par de pañuelos de seda de detrás del sofá.)
MAX: Ya me las arreglaré.
ENID (deja los tebeos encima de la mesa y limpia la mesita del café): ¿Con qué? ¿Con tu
pistola?
MAX: Si por una vez saliera el maldito número. Jugué al 325... salió el 333. La noche pasada
salió el 328.
ENID: Llevas toda la vida esperando a que salga tu número.
MAX: ¿De qué hablas? ¿No salió ya una vez? ¿No te di todo el dinero?
ENID: Eso fue hace mil años y sólo sacaste una miseria. (Recoge la caja de magia y empieza
a guardar los pañuelos en ella.)
MAX: Ahora juego más fuerte.
ENID: Y no te lo puedes permitir.
MAX: Enid, déjame en paz.
ENID: Si echaras ese dinero en un bote y lo dejaras acumularse...
MAX: Déjate de botes. Juntar monedas poquito a poco no tiene sentido. No es lo mismo. No
tiene sentido. Yo lo quiero todo de una vez. (Se sienta en la butaca.)
ENID: Pareces agotado. (Guarda la caja de pañuelos en el cofre de artilugios mágicos.)
MAX: No duermo bien.
ENID: Tienes los ojos enrojecidos. Te están saliendo un millón de pelos blancos. (Le toca el
cabello.)
MAX: ¡Déjame en paz! ¡Sólo tengo dos pelos blancos! ¡Míralos! ¡Dos! ¡Los tengo desde los
dieciséis años!
ENID: Tienes más de dos. (Se inclina para recoger cartas de debajo de la butaca.)
MAX: ¿Qué quieres de mí, Enid? Lo he intentado todo. Y según tú no he hecho nunca nada
bien. ¿Por qué no lo dejamos estar?
ENID (recoge el resto de las cartas junto a la mesita del café): ¿Por qué no quieres crecer?
MAX: Me hice corredor de apuestas, y no te gustó la idea. Me puse a conducir un taxi, y te dio
el ataque el día que lo aparqué delante de esta casa.
ENID: ¿Es tan maravilloso ser taxista? ¿Tenían que enterarse todos los vecinos?
MAX: Y siempre contando mentiras a tus hermanas sobre los grandes negocios que yo tenía
en perspectiva.
ENID: Yo sólo quería defenderte cuando te criticaban.
MAX: ¿Quién demonios era tu familia para mirarme por encima del hombro? Y tú convencida
de que tu padre era un Astor, y no un vendedor callejero, un buhonero de Delancey Street.
¡Y el señor, ofendido porque yo corría apuestas!
ENID: Tú valías más que para eso.
MAX: Pues ojalá hubiera continuado en eso. Entonces, yo tenía relaciones. Podía haber subido
mucho. (Enid le vuelve la espalda.) Tal vez tendríamos dinero ahora. En vez de andar
persiguiendo propinas y todos esos negocios absurdos para complacer a tu familia. Ventanas
a prueba de tormentas... bisutería para disfraces... porquerías a reembolso.
ENID (pausa): A Paul le han expulsado de la escuela. Lo digo por si te interesa. (Se sienta en

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el sofá y deja las cartas sobre la mesita del café.) El director cree que tiene alguna
enfermedad mental.
MAX: Oh, qué majadería.
ENID: Yo le contesté: «No está enfermo en absoluto. Será un soñador, pero no es un
desequilibrado mental».
MAX: Claro que no es un desequilibrado... únicamente es muy silencioso y tiene ideas raras.
ENID: No tiene amigos, Max.
MAX: Sólo piensa en esos estúpidos juegos de ilusionismo y vive en otro mundo.
ENID: ¿Y qué esperabas? Siempre estamos a punto de sacarnos los ojos.
MAX: Déjate de bobadas. Y no me eches a mí la culpa de todo. Tú quisiste hijos, y los tuviste.
ENID: Eso es verdad. Y no me arrepiento.
MAX: O va a la escuela, o se pone a trabajar. ¿Dónde está el problema?
ENID: No quiero ni pensar en las otras posibilidades.
MAX: ¿Cómo? ¿Qué quieres decir?
ENID: Que sea una de esas personas con un pie siempre en el aire... que vaya a la deriva toda
la vida, aislado en su mundo de sueños, teniendo que depender de alguien que cuide de él a
todas horas.
MAX: Pues tendrá que aprender a apañárselas sólito. Y además, ¿a qué viene todo eso ahora?
ENID (se levanta): Lo digo por una razón, Max... Si pudiéramos volver a empezar...
MAX (le vuelve la espalda): No quiero hablar de eso.
ENID: Si no malgastases el poco dinero que ganas con una mujer... ¿Crees que soy estúpida?
MAX: A veces lo parece.
ENID: ¡No lo niego!
MAX (se vuelve hacia ella): ¡Tengo muchas cosas en que pensar, Enid! ¡Los usureros me
están crucificando!
ENID: ¿Por qué no quieres que hablemos de eso?
MAX: Porque no hay nada de qué hablar.
ENID: ¿Por qué? ¿Pretendes hacerme creer que no te ves con otra mujer?
MAX: Yo no pretendo hacerte creer nada. Mi vida es cosa mía.
ENID: ¿Desde cuándo?
MAX: Desde que yo lo digo.
ENID: Max, aún nos queda una oportunidad. Deja a esa mujer. Volveremos a empezar. Nos
iremos a vivir a otra parte.
MAX: No quiero escucharte.
ENID: ¿Quién es esa mujer tan maravillosa? ¿Qué poder tiene sobre ti?
MAX: Cállate ya, son las tres de la mañana.
ENID: ¡No me quiero callar! ¡Desde que la has conocido, te encuentras peor que nunca!
MAX: Me encuentro bien, Enid. Por fin me siento libre. Y eso es lo que no te gusta. Ya no
tengo que fingir. Ahora tengo que pensar en mí... ¡antes de que sea demasiado tarde!
ENID: ¿Y qué hemos de hacer nosotros? ¿Tirarnos por una ventana? Cuando te largues con
esa putilla imbécil, ¿qué será de nosotros?
MAX (coge la chaqueta de detrás de la puerta de la cocina): Ya se te ocurrirá algo, Enid. Tus
hijos se harán mayores. Y tendrán carácter. No te morirás de hambre.

(Steve se levanta de la cama, se dirige lentamente hacia la puerta y la abre.)


ENID: ¿Con que esas tenemos? Bien, buscaré un abogado y ya veremos cómo concluye la
broma.

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MAX: ¿De veras? ¡Pues inténtalo y sabrás lo que es bueno! Un día de estos saldrá mi número
y te vas a enterar.
ENID: ¿A enterar de qué? ¿De que ya no vales para nada? ¡Ya verás cuando te liquiden!
STEVE (en la puerta del dormitorio): ¿Queréis callaros? ¿Queréis hacer el favor de callaros?

(Las luces se apagan.)

ESCENA SEXTA

Las luces se encienden sobre los chicos, Paul le está haciendo un juego de ilusionismo a
Steve. Sostiene una cajita, que muestra vacía, para luego extraer de su interior otro pañuelo
de seda. Enid no está en casa.

PAUL: Erase una v-vez, un h-hombre encontró una c-caji-ta encantada, porque cuando 1-la
habría, e-estaba vacía... pero al c-cerrarla, salía otro pañuelo. No importaba cuántas veces la
abriera... estaba siempre vacía. (Cierra la cajita.) Pero no dejaban de salir pañuelos... (saca
dos más) n-no sé cómo lo conseguía...
STEVE: ¿Y cómo lo consigues tú?
PAUL: No sabría decirlo, p-pero creo que es un truco.

(Deja la caja encima de la mesita del café. Coge un cordel y unas tijeras.)

STEVE: Eres mucho mejor que aquel pelmazo que estuvo en la escuela el invierno pasado. ¿Te
acuerdas? El viejo aquél con la mujer que flotaba en el aire. Se le veían los alambres. Y los
chistes que contaba eran una mierda.

(Max, con sus mejores galas, entra procedente del dormitorio.)

MAX: ¿Qué pasa? (Se acerca al espejo, haciéndose el nudo de la corbata.)


STEVE: Enséñaselo.
MAX: ¿El qué?
STEVE (intenta que Max se acerque a donde está Paul): Tienes que ver eso. (A Paul.) Hazle el
truco de la corbata. (Empuja a Max.) Ven, ven, acércate.

(Paul, muy tímido, no se decide.)

MAX: Vamos, hombre, no te hagas el interesante.


PAUL: A ti no te gusta la magia.
MAX: ¿Y tú qué sabes? ¿Me haces el truco o no?
PAUL (coge una bolsa de tela): Esto es una bolsa de tela y, como verás, está vacía. (Se la
muestra.)
MAX: Sí, está vacía.
PAUL (deja la bolsa y toma unas tijeras): Y esto son unas tijeras vulgares y corrientes. (Como
quien no quiere la cosa, coge la corbata de Max con una mano.) Con ellas te corto la
corbata en dos. (Lo hace.) Ahora cojo el trozo que he cortado y lo meto dentro de la bolsa. Y
tú te quitas el resto de la corbata y lo echas también dentro de la bolsa.

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MAX (quitándose el resto de la corbata): Espero que sepas lo que haces. (Echa la corbata en
la bolsa.)
STEVE: A mí nunca me gustó esa corbata.
MAX: ¿Y a ti quién te pregunta? Es una corbata cara. Tu madre me la regaló el día en que se
me curó el esguince del tobillo.
PAUL (haciendo pases mágicos): Ahora un pase mágico y... ¡presto! (Saca la corbata de Max,
intacta.) Aquí tienes tu corbata... igual que nueva.
MAX (realmente muy impresionado): ¡Caray! ¡No puedo creerlo! ¡Es fantástico! (Coge la
bolsa y la vuelve del revés. No hay nada.) ¿Cómo demonios lo has hecho?
PAUL: Es un truco.
MAX: Ya lo sé que es un truco.
PAUL (recoge bolsa, cordel y tijeras): Tengo que practicar.
MAX: Espera, quiero hablar contigo. (Le indica a Steve que se vaya.) ¡Paul!
PAUL: ¿Qué?
MAX: Siéntate. Quiero hablar contigo de una cosa.
PAUL (se sienta en el sofá): Bueno.
MAX: ¿Se puede saber qué demonios te pasa?
PAUL: ¿Qué quieres decir?
MAX: ¿Que qué quiero decir? No vas a la escuela. No podrás graduarte.
PAUL: Tú no fuiste a la escuela.
MAX: No me salgas ahora con eso. Yo no tuve que terminar los estudios. Quería alistarme en
la Marina, y me alisté... Mi padre tenía pasta, acuérdate. Caramba, al terminar la guerra,
papá me compró un Duesenberg. Me recorrí con él todas las carreteras de Europa. No tuve
que preocuparme lo más mínimo del dinero mientras vivió... Y luego ¡pam! Lo perdió todo
en Wall Street. No se me olvidará jamás aquel día. Un mes después, se cayó muerto en los
Luxor Baths. Me pasé semanas llorando. Era un hombre que sabía gastar el dinero.
PAUL: Lo sé. Ya m-me lo has contado.
MAX: Si quieres dejar la escuela, tendrás que ponerte a trabajar.
PAUL: Traba-bajaré.
MAX: ¿Cuándo? ¿Y en qué? Te despediste de la papelería la semana pasada. Tranquilo. Lo sé
todo, no puedes engañarme.
PAUL: M-me echaron.
MAX: No te habrían echado, si hubieras cumplido con tu obligación. ¿Qué demonios te pasa?
Todo el santo día metido en tu cuarto, jugando con esas bobadas. Por el amor de Dios, vas a
cumplir diecisiete años. ¿Quieres acabar como yo? ¿Buscándote siempre la vida?
PAUL: No podía soportar la papelería. Todos hablan a la vez. Me empezaron a z-zumbar los
oídos.
MAX: ¿A zumbarte los oídos? ¡Qué...! Tú estás chalado. No tienes amigos. No juegas a la
pelota. No te gusta el deporte. Mi padre me llevaba a verlo todo. Yo estaba en silla de ring
en el combate de Firpo. Dempsey se cayó en la primera fila. (Suena el teléfono y Paul va a
contestar, mientras Max sigue hablando.) No hubiera conseguido subir otra vez si los
reporteros no le empujan... ¿Quién es?
PAUL: N-no contesta nadie. (Cuelga y vuelve al sofá.)
MAX (coge la chaqueta de detrás de la puerta): Ya... Si no hubiera hecho caso de las
tonterías de tu madre, hoy no nos faltaría nada. Y tú podrías hacer lo que se te antojara. (Se
pone la chaqueta.) Créeme, te daría toda la pasta que quisieras para comprar juegos de
magia. Yo no soy tacaño... cuando tengo pasta, me la gasto y punto. Bueno, tengo que irme.

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(Inicia el camino hacia la puerta. Pausa: se siente culpable.) ¿Por qué me miras así?
PAUL: Y-yo no... (Se aleja.)
MAX: Sí. (Se acerca a Paul y le da un dólar.) Vamos, ¡arriba ese ánimo! (Va hacia la puerta.
Se vuelve.) Compórtate de una manera normal por una vez en la vida. (Sale.)
STEVE (se levanta de la cama y entra en la sala de estar. Lleva un catálogo de artículos de
prestidigitación): Oye, ese catálogo tuyo es formidable.
PAUL (distraído): Um.
STEVE (se sienta en el sillón): Quiero comprar ese libro que se llama Cómo hipnotizar. Dice
aquí que se puede conseguir que las chicas hagan lo que tú quieras.
PAUL: Una p-persona no h-haría bajo hipnosis n-nada que no h-hiciera en la vida real.
STEVE: Ya... lo intentaremos con chicas católicas.
PAUL: Papá m-me odia.
STEVE: Y esos dados que, cuando los tiras, salen siempre once o siete, ¿va en serio?
PAUL (recoge sus artefactos): Tengo que p-practicar.
STEVE (se levanta y va hacia la mesita del café para coger las cartas): Cuando papá se vaya,
yo me largo de este basurero. Voy a alistarme en los Marines y me instalaré en Texas. Oye,
enséñame otra vez cómo se hace el truco de la carta de abajo.

(Enid entra sin aliento. No disimula su considerable excitación. Lleva el bolso y la compra.
Va hacia la mesa de detrás del sofá y se libera de su carga.)

ENID: Parad las máquinas, traigo noticias.


STEVE: ¿Qué pasa?
ENID: Deja que recupere el aliento.
PAUL: ¿Q-qué ha pasado?
ENID: Que tus sueños se han hecho realidad.
PAUL: ¿Cómo?
ENID: Lo que has oído, Paul. Tus sueños son una realidad.
PAUL: ¿Cómo?
ENID: ¿Conoces a la señora Garvey? ¿La del 4-M?
PAUL: ¿Quién?
ENID: La señora Garvey, la coja... ¡Si la has visto mil veces!
PAUL: ¿La m-mujer que lleva e-se aparato?
ENID: Exactamente. Bien, pues tiene un hermano, Jerry Wexler, que es un agente teatral
importante. Dice que viene siempre a visitarla y a cenar con ella, es como un rito... no muy a
menudo, en realidad, porque vive en Manhattan con su mujer y es un hombre muy
ocupado... un agente de categoría... Bueno, em... Jack Benny es amigo suyo y habló de
algunos otros... sí, César Romero... El caso es que yo bajaba las escaleras y veo a la señora
Garvey renqueando y, a su lado, un caballero de aspecto distinguido. Yo no quería
molestarles, naturalmente, pero ella, al verme, me llamó.
STEVE: Naturalmente.
ENID: ¡Cállate, descarado!... Y yo entonces digo: «Usted será el señor Wexler... Su hermana
me ha hablado mucho de usted». «Sí», contesta él. «Mi hermana me ha hablado de su hijo
Paul... el Mago.»
PAUL: ¿Yo?
ENID: El hombre del saco no, desde luego. El caso es que nos ponemos a hablar y me deshago
en elogios de mi hijo: «Oh, es una maravilla... Todo el mundo que le ha visto, lo dice».

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PAUL: P-pero si nadie me ha...
ENID: Sí, sí, ya lo sé, pero sacarle el brillo a la plata no hace daño, vamos.
PAUL: ¿Q-qué quieres decir?
ENID: Entonces el hombre comenta que si encontrara a un buen ilusionista... a alguien que
tuviese un número con quince o veinte trucos de categoría... le haría trabajar muchísimo.
Lleva a varios artistas... cantantes, cómicos... y ganan fortunas. Algunos hasta ciento
cincuenta dólares por noche.
PAUL: N-no sé qué d-decir...
ENID (le pasa un brazo sobre el hombro): Lo que tienes que decir es: «Gracias, mamá.
Gracias por darme la oportunidad de mi vida y convertir mis sueños en realidad».
PAUL: ¿Por qué?
ENID: ¿Cómo que por qué? Porque el señor Wexler está muy interesado por ti. Mucho.
Cuanto más le hablaba de ti, más parecía creer en tus posibilidades. Paul, los hombres como
el señor Wexler surgen sólo muy de tarde en tarde. Uno se puede quemar las pestañas por
una oportunidad así, y no encontrarla nunca... pero tú ya la tienes. Mejor dicho, la tendrás el
martes próximo.
PAUL: ¿El martes?
ENID: El señor Wexler volverá a cenar con su hermana. Y me ha prometido que, después de
la cena, bajará aquí para conocerte.
PAUL: ¿Conocerme?
ENID: Sí, y no te quedes ahí con la boca abierta. Para conocerte y ver tu número.
PAUL: M-m-m-mi ¿qué?
ENID (lleva la compra al mostrador de la cocina): Tu número, jovencito. Tu actuación.
PAUL: ¿Q-q-q-qué número?
ENID: Bueno, el que haces... tus trucos, la ambición de tu vida.
PAUL: P-pero yo no tengo ningún número.
ENID: Claro que lo tienes. ¿Qué es todo esto, si no?
PAUL (mirando sus artilugios): ¿E-e-eso? ¿Mi equipo?
ENID: Mira, Paul, preparas tus cuatro o cinco trucos mejores, te haces llamar el Gran Paul
Pollack y... bueno, hijo, ya tienes tu número.
PAUL: Oh, n-no... No p-puedo.
ENID: ¿Qué significa eso de que no puedes?
PAUL: Yo-yo-yo-yo no estoy preparado para...
ENID: Estás preparado de sobras.
PAUL: No.
ENID: Sí. Mira, estoy harta de tus constantes excusas. Tienes una oportunidad y no nos
podemos permitir el lujo de desperdiciarla.
PAUL: ¿P-pero esto v-va en serio...?
ENID: Ya lo creo que va en serio. Estoy hablando de ciento cincuenta dólares por noche... Y
lo que es más importante aún, de un futuro para ti, en algo que a ti te gusta. Porque te gusta
la magia, lo sé.
PAUL: P-pero delante de g-gente yo no puedo...
ENID: Si una persona de tu propia familia te pone nervioso, ¿qué harás el día que tengas que
presentarte ante un público numeroso?
PAUL: No lo sé.
ENID: ¡La respuesta de siempre! Pero esta vez no me vale. Esta vez has de imponerte y
superar tus problemas. Y si eso significa para ti dejar de ser un niño, no importa lo doloroso

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que sea, lo harás.
STEVE: Haces muy bien el truco de la bombilla que flota y el del brazo cortado... el del brazo
cortado es impresionante.
ENID: Te compraremos un traje adecuado. No será caro créeme, sé lo que hace falta.
PAUL: No q-quiero traje de mago. Eso e-está pasado de moda...
ENID: Todo lo pasado de moda que tú quieras, pero funciona. No hay nada tan importante
para causar impresión como el atuendo que lleves. Tendría que ser algo así como una capa
con mucho vuelo o un turbante.
PAUL: No, e-eso n-no sirve...
ENID: Bueno, pues ponte lo que te dé la gana. Tú sabrás mejor que yo.
PAUL: Ni si-siquiera soy capaz de ha-hablar como es debido.
ENID: Esa vieja excusa no la acepto... Por favor. Si lo que haces está bien, nadie tomará en
cuenta tu defecto. En el mundo del espectáculo hay muchos tartamudos. Eso no les impidió
triunfar. Cómicos, magos, lo que tú quieras, de su tartamudez, o de sus balbuceos, o de un
labio leporino han hecho un chiste, y el público les quiere todavía más por eso. Piénsate un
chiste que tenga gracia... Lo importante es que tus trucos sean maravillosos, en lo demás no
se fijará nadie.
PAUL: L-lo p-pensaré...
ENID: No. Lo vas a hacer.
PAUL: No.
ENID: Sí.
PAUL: ¡No!
ENID: ¡Lo vas a hacer por mí!
PAUL: ¡No puedo!
ENID: ¿Y toda esa historia de que quieres ser ilusionista?
PAUL: ¡Más adelante! ¡Algún día! ¡Cuando esté p-prepa-rado!
ENID: ¡Esperar es un lujo que no podemos permitimos! Los hombres como Jerry Wexler sólo
surgen una vez en la vida.
PAUL: Por favor, no puedo...
ENID (se vuelve, furiosa): ¡Oh, por el amor de Dios! ¿Qué te pasa? ¡Muy bien! ¡Déjalo estar!
¡Llamaré a la señora Garvey! ¡Le diré que de lo dicho, nada! ¡Inventaré alguna excusa!
Siéntate en tu cuarto y juega con las cartas hasta que cumplas cincuenta años. Desperdicia tu
vida, yo me ocuparé de ti igualmente.
PAUL (trastornado por su ira): No t-te pongas a-así.
ENID: Por todos los santos, Paul, alguna vez tendrás que salir de tu dormitorio.
PAUL (intentando hacer acopio de valor): ¿Y q-qué pasará si no sa-sale bien?
ENID: ¡Claro que saldrá bien! ¡Para mí no cuenta otra posibilidad! Ya no nos lo podemos
permitir.
PAUL (más animado. Empieza a recoger sus cosas): Entonces tengo que pr-practicar. Ne-
necesito tener unos tr-trucos preparados. (Se dirige a su cuarto.)
ENID: Es una oportunidad inmejorable para nosotros. Es el primer paso para salir de aquí.

(Paul, en su cuarto, coge las cartas y empieza a barajarlas.)

STEVE (en la puerta de la cocina): Volveré luego.


ENID (sale a su encuentro para detenerle): No. No te vayas ahora. Échale una mano. Ahora
necesita que los dos le ayudemos, un poco.

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STEVE (intentando escurrirse): Se lo prometí a los chicos.
ENID: No se morirán porque no vayas una noche. Esto es demasiado importante. (Steve
vuelve a su cuarto y se tumba en la cama. Enid se da cuenta de que Paul baraja las cartas.)
Vaya, eso sí que está bien. (Levanta la voz para que él la oiga.) No te preocupes, Paul. Yo
estaré aquí el martes. Yo te ayudaré a superar esta prueba. (Lo mira.) ¡Estupendo, Paul! ¡Lo
haces maravillosamente!

(Las luces se apagan.)

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ACTO SEGUNDO

ESCENA PRIMERA

Frente al edificio, Betty y Max pasean cogidos de la mano. Están en mitad de una
conversación.

MAX: He hablado con Danny White. Está haciendo las maletas para irse a Nevada. Yo podría
ir también, Betty. Allí hay trabajo. Su primo tiene un motel. ¿Qué te parece Nevada?
BETTY (se sienta): Sería un sueño.
MAX: Hace buena temperatura y es moderna y ofrece un montón de oportunidades. (Se sienta
también.) Es una ciudad que funciona las veinticuatro horas del día. Te hace sentir vivo.
BETTY: ¿Cuándo, Max?
MAX: Pronto. Unas pocas semanas. Y al diablo los usureros. En el Oeste no me encontrarán
jamás. Si me quedo aquí, dejaré la piel para pagar el dichoso interés compuesto. Me están
chupando la sangre.
BETTY: Volverás a empezar, Max. Tendrás una oportunidad como es debido para abrirte
camino. Yo te ayudaré. Puedo trabajar. Y, cuando las cosas vayan mejor, tal vez me decida a
ir a la escuela de costura.
MAX: Con el gusto que tienes, serías una modista estupenda.
BETTY: Mejor que camarera, sí.
MAX: ¿Sabes? A veces uno se encuentra completamente perdido. Y no voy a decir que yo no
tenga buena parte de culpa, porque la tengo... Pero a veces no hay forma de salir, por mucho
que hagas. Pasa el tiempo y la única esperanza está en correr, dejarlo todo y volver a
empezar... de vez en cuando has de pensar antes que nada en ti mismo. Yo nunca quise una
familia, Betty. Porque sabía que eso no era para mí... ¿me oyes?., de alguna forma he de
justificarme.
BETTY: Todos cometemos errores, Max.
MAX: Los chicos han de buscar su sitio en el mundo. Y se acabó. Yo quiero otra oportunidad
mientras me quede algo. (Sigue intentando convencerse a sí mismo.) No veo otra salida
como no sea marcharme. Eso no significa que no enviaré nunca un sobre a casa, sobre todo
cuando tenga algún dinero para gastar.
BETTY: Celebremos esta decisión.
MAX: Me da vergüenza confesarlo, pero estoy sin un centavo. Entre la gasolina y los
prestamistas me he quedado a dos velas. Y estuve tan cerca de sacar el 325... salió el 388.
BETTY: Hoy he cobrado. Déjame que te invite a cenaren la playa.
MAX: No.
BETTY: Que sí. Paso por casa a cambiarme y vamos al Lundy's. A ti te encantan los barcos.
MAX: Eres genial, Betty. Demasiado buena para mí. (Se besan.) Ponte el vestido azul. Te
hace parecer una muñeca.

(Salen, Betty se vuelve para mirar la luna.)

BETTY: ¡Dios mío, Max, fíjate en la luna! ¡Qué grande parece!

(Las luces se desvanecen.)

21
ESCENA SEGUNDA

Enid ahueca el cojín de la butaca. Steve está sacando cosas de comer. Paul, en el cuarto de
los chicos, se pone una corbata.

ENID: Steve... Saca las pastas.


STEVE (acaba de poner la tarta de queso sobre la mesita del café): Me dijiste que sacara la
tarta de queso.
ENID: Bueno, pues saca las pastas también, y la fruta. (Steve la obedece.) Quiero que haya de
todo. Y llena el cuenco de nueces, se hace tarde.
STEVE (llena el cuenco de nueces y vuelve junto a la mesita del café): ¿He de cambiarme yo
también?
ENID: Naturalmente. No se recibe a una visita vestido de pordiosero. Veamos... pon el
Christian Brothers en un frasco, así parecerá de importación. (Se dirige al cuarto de los
chicos. Steve vierte el brandy en un frasco y lo pone en el aparador.) Paul, déjame que te
vea... (Le mira.) Bien... (Vuelve a la sala de estar.)
PAUL: Tengo m-mucho miedo.
ENID (se detiene): ¿Miedo de qué?
PAUL: De t-todo. De v-ver al señor Wexler.
ENID: Pues no hay motivo. El señor Wexler es una persona encantadora. Hazme caso, Paul...
en este mundo, cuanto más altos están, más amables son.

(Steve cruza el cuarto de los chicos en dirección al baño.)

PAUL: Sí, p-pero estoy t-temblando.


ENID: Tienes que sobreponerte... más temblarás si pierdes esta oportunidad.
PAUL: ¿E-estoy b-bien?
ENID: Eres muy guapo. Pero no quieres darte cuenta.
PAUL: No soy guapo, soy feo. Mi c-cara me horroriza.
ENID: ¿Cómo puedes decir eso? ¿Qué tiene de malo tu cara?
PAUL: M-mi nariz es larga y y-y-y-yo... el-el...
ENID: Ponte el turbante.
PAUL: N-no... decidimos que el turbante no.
ENID: Lo decidiste tú.
PAUL: ¿P-por qué lo c-compraste?
ENID: Porque es un detalle importantísimo. Vamos, póntelo.
PAUL: ¿T-tú crees?
ENID: Sí, claro. Paul, ¿por qué te opones cada vez que intento añadir un poco de misterio a tu
número? (Le pone el turbante en la cabeza.) Mira... ahora pareces otra cosa... un swami o
algo por el estilo.
PAUL: N-no quiero p-parecer un swami.
ENID: Pero no vas a salir simplemente como un chico con un traje azul oscuro que hace
juegos de manos. Hay que crear una ilusión. El Gran Paul Pollack. Una persona que hace
prodigios no puede parecer un intendente mercantil.
PAUL: E-estoy r-ridículo.
ENID: Pues no pongas la cabeza tan tiesa. Olvídate de que lo llevas... camina un poco y
habitúate. (Paul lo intenta, pero es difícil.) Y ahora he de arreglarme... llegará de un

22
momento a otro. No quiero que me tome por la criada.

(Enid se mete en su dormitorio. Steve sale del baño y sigue a Paul a la sala de estar.)

STEVE: Estás cómico con esa cosa en la cabeza.


PAUL (se mira en el espejo): Es h-horrible.
STEVE: Mejor no te lo quites, diría yo. Así te pareces a alguna de esas estampas tuyas.
PAUL (ante la mesa donde están sus artilugios de magia): ¿Q-quieres q-que repasemos lo que
t-tienes q-que hacer?
STEVE (se sienta en el sofá): El truco del huevo solamente. Todo lo demás ya lo tengo claro.
PAUL (coge una bolsa de fieltro y un huevo de madera): Cuando quiera h-hacerlo
desaparecer... meto el huevo en 1-la b-bolsa y f-finjo esconderlo b-bajo el brazo. Entonces
vuelvo la bolsa del revés y digo: «Presto».
STEVE: Entonces entro yo.
PAUL: E-so es... te p-pones a gritar que has visto c-como lo escondía b-bajo el brazo, y p-
parezca que-que me has pillado, y en-entonces levanto el b-brazo y ¡p-pres-to!... no hay
nada. E-el huevo está e-en la b-bolsa y el público se q-queda con un palmo de narices. (Se
encuentra mal. Se sienta en el sofá junto a Steve.)
STEVE: Ya entiendo... ¿Qué te pasa?
PAUL: N-nada... Estoy... un poco... mareado. (Frota una mano de Steve con la suya.)
STEVE: Tienes las manos frías y sudadas.
PAUL: ¿Qué h-hora es?
STEVE: No lo sé. Oye, estás muy pálido.
PAUL: ¿Sí?
STEVE: Ya lo creo. Blanco como un papel.
PAUL: N-no me e-encuentro muy bien.
STEVE: Tenías que haber comido algo.
PAUL: No... no p-pude.
STEVE: ¿Por qué no tomas una pasta o algo?
PAUL: No... s-sólo pensar en comida m-me da náuseas.
STEVE: ¿Sí? Pones la misma cara que el señor Hammerstein cuando le dio el infarto en el
metro.

(Entra Enid con dos vestidos colgados en sus perchas y un collar de perlas.)

ENID: Chicos, necesito una opinión.


STEVE: Paul se encuentra mal.
ENID: ¿Qué tienes?
PAUL: Estoy un poco m-mareado.
ENID: Porque no has comido nada en todo el día. Es normal.
PAUL: N-no tengo hambre.
ENID (a Steve): Trae un poco de queso.
PAUL (protesta): Por... No... n-no...
ENID: Paul, has de sobreponerte. Estás en tensión. Tranquilízate... toma un vaso de leche y
unas pastas.
PAUL: No... no p-puedo.
ENID: Puedes y lo harás.

23
PAUL: ¡Estoy enfermo!
ENID (a Steve): Trae unas galletas.

(Steve va a la cocina en busca de galletas. Paul va al cuarto de los chicos con Enid a
remolque. Steve les sigue luego.)

PAUL: Quiero acostarme.


ENID: Acuéstate pues. Enseguida se te pasará. Y ahora quiero una opinión. ¿Cuál me sentaría
mejor, este o este otro?
PAUL: El r-rojo. (Se acuesta en la cama.)

(Enid deja el vestido beige en la silla. Steve le ofrece la lata de galletas a Paul, que rehúsa.
Steve se sienta en el suelo.)

ENID: Lo que yo me pensaba. No me había puesto ese vestido desde hace mil años. (Deja las
perlas en un cofre junto a la radio.) Para ser exactos, recuerdo habérmelo puesto la noche en
que a Carol Chasen y a mí nos raptaron.
STEVE: Pues yo sabía otra versión.
ENID (se quita la bata): No seas descarado. Si supiera dónde ha ido a parar Carol Chasen, se
lo podrías preguntar... ¿Qué habrá sido de ella? Lo último que supe es que se había casado
con el dueño de una funeraria... mejor dicho, una cadena de funerarias... (se pone el vestido)
que valdrá un dineral... pero yo no querría eso ni por todo el oro del mundo... ni aunque me
dejasen reír a escondidas. El caso es que conocimos a aquellos dos chicos, Nat y Jack,
encantadores los dos, y más jóvenes que nosotras, tengo la sospecha...
STEVE: Ay, me sé ese rollo de memoria...
ENID (abrochándose el vestido): Los conocimos en la noria de Coney Island y nos
propusieron dar una vuelta en coche con ellos, y Carol tenía miedo, pero dije: «Claro que sí,
chicos». E íbamos en el coche, hablando de esto y lo otro, cuando nos encontramos con la
carretera cortada por la policía, y el chico que era mi pareja, rápido como el rayo, saca una
pistola cargada de debajo del asiento y nos dice a Carol y a mí que nos tumbemos por si hay
tiros. Santo cielo, por poco me da una hemorragia...
STEVE: La última vez que lo contaste, era la pareja de Carol.
ENID: No, la mía. Me acuerdo muy bien.
STEVE: ¿Y cómo sabías que la pistola estaba cargada?
ENID: Si tu madre dice que estaba cargada, es que estaba cargada. (Coge las perlas. Se sienta
en la cama, para que Paul le cierre el broche.) De todas formas, voy a abreviar... no pasó
nada. Les pedimos a aquellos chicos que nos llevaran a casa inmediatamente, y antes de
marcharse mi pareja me dio un beso. Carol estaba furiosa, pero a mí no me importó lo más
mínimo. Un gánster me da un beso antes de desaparecer en la noche... qué romántico.
STEVE: ¿Qué es este olor tan bueno?
ENID: Es mi perfume, y me gustaría que no dijeras «olor», sino «aroma». Es White Shoulders,
que cuesta cinco dólares el frasco... Steve, ponte una corbata.

(Steve se va al cuarto de baño.)

PAUL (se sienta en la cama): Uhhh.


ENID: ¿Qué te pasa?

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PAUL: El estómago se me revuelve. V-voy a vomitar...
ENID: ¿Ahora?
PAUL: Desabróchame 1-la camisa.
ENID: Está bien, está bien, no te vayas a poner perdido. Si comieras cuando debes...
PAUL: Me pica todo...
ENID: Túmbate un rato y serénate. Dios mío, tienes las manos heladas.
PAUL: ¿No p-podrías decirle que v-venga otra noche?

(Suena el timbre de la puerta.)

ENID:¿Por qué? Ahí le tienes ya. (Recoge sus cosas.) Voy a abrirle la puerta y tú te tomas el
tiempo que te haga falta para sobreponerte. Y, cuando llegue el momento de hacer tu
número, quiero sentirme orgullosa de ti. (Va a su dormitorio, tira la ropa, cierra la puerta,
deja su copa en la cocina y corre a abrir a Jerry Wexler. Paul se mete en el baño para
vomitar.) Hola, señor Wexler... pase, por favor.

(Jerry Wexler entra.)

JERRY: ¿Llego antes de hora?


ENID: Oh, claro que no. Aquí prescindimos de formalidades.
JERRY: Cenamos pronto porque Ann estaba un poco cansada.
ENID: Su hermana es una mujer maravillosa... Siéntese, por favor, y póngase cómodo.
JERRY (se sienta en el sofá): Gracias.
ENID: Es una delicia hablar con ella... tiene siempre una palabra amable para todo el mundo...
y ni una queja jamás sobre su problema.
JERRY: Lo sé.
ENID: Quiero decir, hay personas que cojean, o tienen artritis, y el mundo entero ha de girar
en torno a eso.
JERRY: No, Ann no.
ENID: Ya lo creo. Es lo que yo le digo... hay personas que las miras, e inmediatamente
adviertes que tienen alguna clase de impedimento, y hay personas que ni siquiera te das
cuenta.
JERRY: Es verdad. Yeso que tiene la pierna derecha mucho más corta que la izquierda.
ENID: ¿Qué le puedo ofrecer? ¿Café? ¿Té? ¿Una copita de algo estomacal?
JERRY: Un vaso de leche, si puede ser.
ENID: ¿De veras? No tendrá usted alguna úlcera... Ja, ja.
JERRY: La tengo, efectivamente.
ENID: Oh... y yo queriendo hacer un chiste. Le ruego que no se enfade conmigo.
JERRY: En absoluto. Tengo una úlcera minúscula... como la cabeza de un alfiler. Pero, en
cuanto como algo que no me conviene... y, claro, Ann sólo puede preparar cosas fritas.
ENID: Por supuesto... (Grita en dirección al cuarto de los chicos.) ¡Paul!
JERRY: Em... tiene usted un piso muy bonito.
ENID: Dicen que tengo un don para la decoración. Claro que aquí sólo dispongo de medios
muy limitados. Pero lo que más lamento ahora es no haber seguido la inclinación que sentía
cuando jovencita de ser bailarina.
JERRY: ¿De veras?
ENID: Yo bailaba muy bien, pero pasan años... ¡Paul!

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JERRY: Tiene usted tipo de bailarina.
ENID: ¿Usted cree? Bueno, es normal que se haya dado cuenta... con su ojo profesional...
(Steve sale del baño, va a su escritorio y mira en su interior.) ¿Dijo usted que le apetecía un
café?
JERRY: Leche.
ENID: Oh, sí... la úlcera. ¡Paul! ¡Steve!
STEVE (entra en la sala de estar): ¿Sí?
ENID: Steve, dile hola al señor Wexler. Es Steve, mi hijo pequeño.
STEVE: Hola.
JERRY: ¿Cómo estás?
ENID: ¿Quieres traerle un vaso de leche al señor Wexler?
STEVE: Claro. (Va a la nevera en busca de la leche.)

(Paul, que ha salido del baño, atisba desde la puerta.)

ENID: Cuando le dije a Paul que usted venía, se puso más contento que unas Pascuas. El
mundo del espectáculo le fascina. (Paul cierra la puerta de golpe. Enid hace una mueca.) Y
conocer a un importante agente teatral...
JERRY: Agente no, manager.
ENID: ¿Qué diferencia hay? Y perdone usted mi ignorancia.
JERRY: Bueno, nuestros servicios son más personales. No nos limitamos a contratar.
Descubrimos talentos nuevos. Trabajamos de forma muy intensa... buscamos plantas jóvenes
y hacemos que florezcan.

(Steve ha terminado de llenar el vaso de leche y vuelve de la cocina.)

STEVE (tiende a Jerry el vaso de leche): Aquí tiene.


JERRY: Oh, gracias.

(Steve va al cuarto de los chicos y se tumba en la cama. Enid se levanta y le sigue.)

ENID (a Jerry): Perdone. (Llama.) ¡Paul! ¡Paul! Tenemos visita. (Entra en el cuarto de Paul.
Jerry se bebe la leche. Paul se sienta.) Vamos, hijo. El señor Wexler está esperando.
PAUL: N-no me encuentro b-bien.
ENID (cierra la puerta): Sal ahora mismo.
PAUL: N-no q-quiero v-verle.
ENID: No te va a morder. Es una persona encantadora.
PAUL: No, otro día...
ENID: ¡Haz el favor de sobreponerte y sal! ¡Ahora mismo!
PAUL: N-no q-quiero.
ENID: ¡Paul, ya está bien! ¡Por favor! ¡El hombre está esperando!
PAUL: ¿Por qué nunca p-puedes aceptar un n-no por r-respuesta?
ENID: Esta es una oportunidad única, no la desperdicies. Por favor.
PAUL: Está bien, está bien... s-saldré... dentro de un m-minuto.
ENID: Sesenta segundos y ni uno más. ¡Steve! (Steve no se mueve. Enid le coge del brazo y le
empuja hacia la sala de estar. Entra con una sonrisa y acompañado de Steve. Se sienta
junto a Jerry en el sofá.) Ahora saldrá, señor Wexler. Se estaba calentando los dedos. Es un

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chico muy sensible... ciento cincuenta de cociente intelectual...
JERRY: Muy notable.

(Steve se arrodilla ante la mesita del café. Coge un cascanueces y una nuez.)

ENID: Estoy segura de que Steve lo es también. Desde luego, no comparte el entusiasmo de su
hermano por el mundo del espectáculo (Steve casca una nuez) de momento, pero muestra
signos de profunda disposición para la medicina.
STEVE: ¿Yo?
JERRY: La medicina es una gran profesión.
ENID: Pero no hay nada como el espectáculo. (Se levanta: necesita una copa.) Las fiestas tan
animadas y las noches de estreno... y esos sueldos fabulosos.
JERRY: Yo no sabría dedicarme a otra profesión... y créame que he tenido oportunidades,
créame. ¿En qué otro oficio, dígame usted, puede un hombre convertirse de don nadie en
millonario de la noche a la mañana?
ENID (vuelve al sofá con un brandy): El espectáculo.
JERRY: Exactamente, señora Pollack.
ENID: Enid, por favor.
JERRY: Vale, si apea usted el «señor Wexler» y me llama Jerry.
ENID: Claro que sí, Jerry. (Steve casca otra nuez.) Es maravilloso ganar dinero divirtiéndose.
Quiero decir, cuando oigo a Dorothy y a Dick por la radio, estoy pendiente de los lugares y
de las personas que citan, como si fuera una niña pequeña.
JERRY: Tendría usted que haberse casado con un artista de cine.
ENID: ¿De veras? Pues Clark Gable nunca me lo pidió. (Se acerca a la puerta del
dormitorio.) ¡Paul!
JERRY: ¿A qué se dedica su marido?
ENID: Em... bueno... en, asuntos variados. ¡Paul! ¡Estamos todos esperando!
PAUL: S-salgo d-dentro de un m-momento.

(Una pausa muy embarazosa.)

ENID: Mi hijo... bueno, tartamudea un poco. No diga nada...


JERRY: Em... no... Joe Prisco tartamudeaba. Eso contribuyó a hacerle rico.
ENID (vuelve al sofá): Es usted muy comprensivo, señor We... Jerry. Sus clientes deben de
adorarle.
STEVE: ¿Conoce usted a Jack Benny?
JERRY: Nos hemos visto.
ENID: Qué maravilla.
STEVE: ¿Cómo es?
JERRY: Absolutamente delicioso.
STEVE: ¿Es gracioso? Quiero decir... ¿cuando está en casa?
JERRY: ¿Fuera del escenario? Oh, sí. Es muy divertido. Ya lo creo.
ENID: ¿Es... es cliente suyo?
JERRY: ¿Quién?
ENID: Jack Benny.
JERRY: ¿Ah, si le represento yo? No. Ya me gustaría.
ENID: Oh, claro. Supongo que ganará mucho dinero.

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JERRY: No quiera usted saber.
ENID: ¿Y quién... em, qué clientes tiene usted?
JERRY: ¿Quiere que se lo diga ahora?
ENID: Sí. Cuando usted quiera.
JERRY: Oh, pues me encargo de... un tipo que se llama Bernie Carter.
ENID (pausa): ¿Bernie Carter?
JERRY: Eso es.
ENID: ¿Bernie Carter, el... em, cant...?
JERRY: El cómico.
ENID: Ah, claro.
STEVE: ¿Y quién es ese?
JERRY: No creo que le conozcan. Trabaja mucho por las montañas. Loch Sheldrake.
Weinstein's Majestic Bungalow Colony... gana un buen dinero.
ENID: Estoy segura...
JERRY: Oh, ya lo creo.
STEVE: ¿Y a quién más tiene?
JERRY: Tengo un equipo que está muy bien. Bobby Drake, otro cómico estupendo.
ENID: ¿De veras?
JERRY: Sí. Un chico magnífico. Tiene todo lo que hace falta para ser una primera figura.
Habla bien, es despierto, todo eso. Improvisa (chasquea los dedos) que da gloria... sabe
llevar la ropa, tiene buena planta.
STEVE: ¿Y no tiene a nadie conocido!
ENID: Steve, trae a Paul.
JERRY: Tengo a Roberta Roberts. Una cantante maravillosa. También trabaja en Weinstein's.
Canta lo que sea. Puccini. Cole Porter. Cierra su número con «Mi mamá yiddish». Variety
dijo que puede llegar adonde quiera. Y tengo a Larry Denby, un gran ventrílocuo, un chico
bien parecido... sabe llevar la ropa, tiene buena planta... actúa con dos muñecos, uno de
color... una bomba.
ENID: Parece fascinante.
JERRY: Oh, y lo es. Todos son jóvenes de gran porvenir. Todos tienen energía, y lo más
importante, ganas de triunfar. Y una fuerte personalidad. Ahí está la clave. Personalidad.
Has de gustar al público. Si gustas al público, puedes ser hasta malo que todos tan felices.
ENID: Perdone un momento. (Va al cuarto de Paul y llama.) ¡Paul! (Llama a Steve.) ¡Steve!
(Steve se levanta, dejando el cascanueces encima de la mesita del café. Cruza el dormitorio
en dirección al baño para buscar a Paul.) ¿Y en este momento no cuenta usted con nadie...
cómo lo diría... ya establecido como... como Jack Benny o... Bing Crosby? (Vuelve al sofá.)
JERRY: En este momento, no. No.
ENID: ¿Y con qué nombres famosos ha trabajado usted antes?
JERRY: Los nombres famosos son palabras mayores.
ENID: ¿No habló de César Romero?
JERRY: Sí. César es un viejo conocido. No he llegado a representarle... Tuve que ver en
contratos con Jimmy Durante, pero... em, nunca hemos tenido ninguna relación contractual.
(Pausa.) Aunque lo sigo intentando... Si sabe usted de algún «nombre famoso» descontento
de su agente, dígamelo, ja, ja, ja...
ENID (se levanta): ¿Y cómo lo voy a saber?

(Steve saca a Paul del baño y lo empuja al dormitorio.)

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JERRY (intenta bromear): Hombre, esas cosas siempre se saben...
ENID (se acerca al cuarto de los chicos): Perdone... (Abre la puerta y entra.) Vamos, Paul.
(Le empuja a través de la puerta.) Aquí está el Gran Pollack.
JERRY (le tiende la mano): ¿Qué tal, joven?
PAUL (temblando): E-e-e...
ENID: Tranquilo.
PAUL: E-encantado d-de c-conocerle.
JERRY: He oído cosas muy interesantes acerca de ti.

(Paul le mira en silencio.)

ENID: Es tan modesto...


JERRY: ¿Quieres hacer carrera en el espectáculo?
PAUL: Bueno, 1-la v-v-verdad es q-q...
ENID: ¡Vamos! ¡Que empiece la fiesta!
JERRY: Estamos ansiosos por ver lo que sabes hacer.
ENID: No perdamos más tiempo.
PAUL: E-espero que p-para usted n-no será una m-moles-tia...
JERRY: Escucha, tómate el tiempo que quieras. No tienes por qué preocuparte. Estás entre
amigos. Toda la vida he trabajado con artistas. Sé lo que son esas cosas.
ENID: Jerry te considera un artista. ¡Qué halagador!
STEVE: ¿Preparado?
ENID: Más preparado no puede estar. Yo me ocupo de la luz. (Apaga las luces de arriba.
Steve pone en el gramófono “En un mercado persa”. Enid se vuelve hacia Jerry.) Póngase
cómodo. ¿Un poco más de leche? ¿Le molesta la úlcera? (Jerry niega con la cabeza.) Pues
que empiece el espectáculo. Señoras y caballeros, el Asombroso Pollack. (Se sienta aplau-
diendo y Steve la imita. Jerry capta la idea y aplaude también.)
PAUL (nervioso): T-tengo aquí un p-pedazo de p-periódico, que v-voy a doblar en f-forma de
c-cono. Y aquí tengo una j-jarra de 1-leche. V-vierto la leche en el c-cono, así. (Vuelve a
poner la jarra encima de la mesa.) ¡Presto! (Asiendo el papel por una esquina, despliega el
cono. La leche ha desaparecido milagrosamente.)
ENID (aplaude): ¡Muy bien!
JERRY (aplaude): ¡Bravo!
PAUL (tembloroso, coge un cordel y unas tijeras grandes. Se le caen al suelo con estrépito):
P-perdón.
ENID: Tranquilo, hijo.
PAUL (coge el cordel): Tengo a-aquí un trozo de cordel vulgar y corriente...
JERRY: Bien.
PAUL: Y estas t-tijeras. (Se le caen otra vez) No puedo...
ENID: Lo estás haciendo muy bien.
JERRY: No te pongas nervioso. Hasta los mejores pasan miedo de vez en cuando.
PAUL: Cojo un extremo del cordel, así, y cojo las tijeras y c-c-c...
ENID (le apunta): Y lo corto por la mitad...
PAUL: Lo c-corto p-por la m-mitad, así... Y c-cojo los dos extremos c-cortados, así, y los uno
en m-mi mano, así, y d-d-d...
ENID (le apunta): ¡Doy!
PAUL: Doy unos p-pases mágicos y ¡p-presto! (El cordel aparece entero tal como estaba.

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Enid aplaude. Steve y Jerry la imitan.) P-por cierto, p-perdonarán mi t-tartamudeo...
JERRY: Desde luego.
ENID (corrige a Jerry, sin darse cuenta de que Paul trata de hacer un chiste): ¡No lo dice en
serio!
JERRY: Claro...
PAUL: Es q-que se me ha metido la 1-lengua por los o-ojos y n-no veo lo q-que d-digo.
ENID: Ja, ja... Lo dice en broma.

(Paul coge la bolsa de los huevos.)

PAUL: A-ahora fíjense b-bien... Aquí t-tengo esta b-bolsa y aquí este h-huevo. Coloco e-el
huevo en la b-bolsa, así, y con un m-movimiento rápido d-doy la v-vuelta a la b-bolsa y el
huevo ha d-desaparecido. (Paul, deliberadamente, ha fingido esconder el huevo bajo el
brazo, para engañar al público.) P-presto... (Le da la entrada a Steve, que va retrasado.)
¡Presto!
STEVE (se da cuenta de que ha llegado su turno): Lo tiene debajo del brazo... ¿no lo veis? ¡Lo
tiene escondido debajo del brazo! ¡Caramba! Hasta un ciego se daría cuenta.
PAUL: ¿D-debajo del b-brazo? ¿Q-quieres decir aquí? (Levanta deliberadamente el brazo
contrario.)
STEVE: ¡El otro!
PAUL: Ah, ¿quieres decir éste? (Levanta el otro brazo, pero no hay ningún huevo. Ha
engañado al público.) ¡N-no, amigo m-mío, está aquí, en la b-bolsa! (Saca el huevo del
interior de la bolsa, donde ha estado todo el tiempo.)
ENID: ¡Oh, estupendo!
JERRY: Muy logrado, muy logrado.
PAUL (ante su mesa de artilugios mágicos): Y a-ahora, 1-les voy a p-p-presentar e-el Vaso de
Agua Chino... (Se le cae al suelo con estrépito.) Oh, m-mi vaso...
ENID: Haz otro juego cualquiera.
PAUL: Aquí t-tengo estas b-botellas de 1-licor... (Aturdido, golpea una de las botellas con un
cilindro de cromo.) N-n-no p-puedo seguir... m-m-me tiemblan las manos!
ENID: ¡Paul!
PAUL: ¡N-no p-puedo! ¡L-lo s-siento!
ENID (avanza hacia Paul): Paul, lo estás haciendo muy bien. ¿No es verdad, Jerry?
JERRY: Em... bueno, podríamos tomarnos un descanso...

(Steve se levanta y va hacia el baño, pasando por el dormitorio.)

PAUL: ¡N-no q-quiero seguir! M-me encuentro m-mal.


ENID: Paul, ¿qué dices?
PAUL: ¡N-no puedo m-más! De veras que n-no puedo. (Empieza a recoger sus cosas.)
ENID: ¡Lo estabas haciendo muy bien! Jerry, dígale que lo estaba haciendo bien.
PAUL: ¡No!
ENID: ¡Paul, continúa!
PAUL: ¡No!
ENID: ¡Paul, termina tu número!
PAUL (yendo hacia el dormitorio): ¡D-déjame en p-paz!
JERRY: Señora Pollack...

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ENID: ¡Paul, nos estás dando el espectáculo!
PAUL: T-tanto peor... (Ya está en su cuarto.)
ENID (se acerca a la puerta): ¡Paul, vuelve aquí!
PAUL (cierra de un portazo y echa la llave): D-déjame en paz, ¿quieres? ¡ V-vete al diablo!
ENID (a Jerry): ¡Perdone esta escena, por favor!
JERRY: Se me hace tarde...
ENID: ¡Oh; no se vaya... no sabe lo que dice! ¡Paul, abre la puerta!

(Paul se sienta en la cama, avergonzado y tembloroso.)

JERRY: No se preocupe... el miedo al público se da con bastante frecuencia...


ENID: Dele otra oportunidad. ¡Es muy bueno, de verdad! ¡Paul, ven aquí!

(Los dos se ponen a discutir a través de la puerta cerrada.)

PAUL: ¡D-déjame en p-paz!


ENID: Ha estado pachucho todo el día. Hay tanta gripe...
JERRY (se levanta, maletín en mano): He de irme... tengo que tomar mañana un avión para
Phoenix.
ENID: Por favor... este chico tiene algo especial. ¡Paul! (Va junto a la puerta.) ¡Sal, es una
orden!
PAUL: ¡V-vete!
ENID: ¡Paul, abre esa puerta! ¿Me oyes? ¡Abre!
JERRY: Señora Pollack, el chico está muy nervioso...
ENID: ¡Paul, abre! ¿Es así cómo tratas a los invitados?
JERRY: Me temo que, de todas formas, no puedo hacer mucho por él...
ENID: ¿Por qué? ¡No haga caso! (Va hacia el sofá.) ¡Si se tranquiliza, es magnífico! (Va
hacia la puerta.) ¡Paul, abre la puerta!
JERRY: La verdad es que no está preparado...
ENID (va hacia el sofá): ¿Qué pretende decir? ¿Le va a juzgar sólo por eso? No le puede
juzgar únicamente por...
JERRY: Necesita superar ese pánico terrible si es que realmente quiere...
ENID: ¡Es capaz de resolver sus problemas! ¡Es maravilloso cuando está solo! (Va hacia la
puerta.) ¡Paul, si no abres, vas a saber lo que es bueno!
JERRY: ¿Es idea de usted que actúe en público?
ENID: ¿Está usted de broma? Se pasa los días y las noches ensayando sus juegos de manos.
Ya habrá visto que es bueno...
JERRY: Sí, pero eso no significa nada...
ENID: ¿Qué dice usted? ¿Pretende juzgarle únicamente por lo poco que ha visto? ¿Cuando
estaba tan nervioso que se le caían las cosas? ¿Así es como establece sus juicios?

(Paul, en la habitación, se tumba en la cama.)

JERRY: Señora Pollack, para ser francos, es evidente que su hijo carece de condiciones para
actuar en público. Es un niño asustado que, por el momento, no promete gran cosa. Tal
como me lo describió usted, me lo imaginé diferente... algo así como una joven promesa.
ENID: ¡Yo le digo que es bueno! Pero hablemos claro. ¿Qué credenciales lleva usted? ¿A

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quién representa para tener de pronto tanta autoridad? Un par de nulidades anónimas e
incapaces de llamar la atención en lo más mínimo. Usted aparece aquí como si fuera un gran
empresario, presumiendo de nombres... Jack Benny, Jimmy Durante... Y luego resulta que
no trabaja para ninguno de ellos.
JERRY: Tal vez nos hemos dejado engañar los dos por una falsa impresión. (Se dispone a
salir.)
ENID (detiene a Jerry en la puerta): ¡No... espere! ¡Perdóneme! ¡No me haga caso! ¡Soy una
estúpida! ¡Por favor!
JERRY: Tengo que irme, de veras.
ENID (se echa a llorar): ¡No se vaya, por favor! ¡Se lo ruego! ¡Me siento ridícula! (Va hacia
la mesa.) Me he comportado muy mal.
JERRY: Está usted nerviosa. A todos nos pasa.
ENID (se sienta ante la mesa): No le he dicho más que cosas desagradables, cuando usted sólo
pretendía ser amable.
JERRY: Por favor, todos tenemos un día malo de vez en cuando.
ENID (sigue llorando): Oh, Dios mío, lo siento... ¿Me perdona usted?
JERRY (deja el maletín encima del mostrador): No hay nada que perdonar. He sido tal vez
demasiado brusco y puedo estar equivocado...
ENID: No, ha sido usted muy amable. Yo no tenía derecho. Por favor, no tome en cuenta lo
que dije. Por favor, que, si no, me muero.
JERRY (intenta consolarla): Cálmese. No estoy ofendido... todos tenemos nuestros momentos
malos.
ENID: Pero usted ha sido tan amable y yo he dicho tantas tonterías.
JERRY: Se halla usted bajo una tensión muy grande. Lo sé. Mi hermana me lo ha contado.
ENID: ¿Qué le ha contado?
JERRY: Lo de usted y su marido. La situación.
ENID: ¿Lo sabe?
JERRY: Es la comidilla de la casa. Del barrio...
ENID (desolada): Qué embarazoso. (Solloza con la cara oculta entre las manos.)
JERRY: Son cosas que pasan... Enid...
ENID: Todo el mundo murmurando de mí, ¡qué humillación, Dios mío!
JERRY (le rodea los hombros con el brazo): Enid, no llore. Enid, vamos... No se ponga así...
ENID: Qué más da cómo me ponga, estoy horrorosa.
JERRY: Está muy guapa.
ENID: No.
JERRY: Guapa de veras. He de confesar que me llevé una agradable sorpresa cuando me abrió
la puerta.
ENID: Pero si ya me había visto antes.
JERRY: Oh, un momento únicamente. Y tan abrigada que parecía un esquimal.
ENID: Muy generoso parece usted esta noche.
JERRY (se sienta a su lado): Mire, mi oficio me obliga a trabajar con personas
temperamentales. Usted es temperamental. Lo cual significa que es usted sensible.
Apasionada. Y no lo oculta, cosa que me parece muy bien. Ojalá pudiera yo hacer lo mismo.
Tal vez lo haría de no tener una úlcera.
ENID: Esto quiere decir que es usted una persona con sentimientos. Sólo que demasiado
tímido para demostrarlos.
(Paul se levanta de la cama, va a la puerta y saca la llave.)

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JERRY: Todos somos tímidos, Enid. Parecía usted una niña pequeña, cuando le dije que estaba
guapa.
ENID: Es como si me derritiera cuando alguien me dice un cumplido.
PAUL (en el umbral de la puerta): Perdón.
JERRY (se levanta. Enid le imita): No tiene importancia... miedo al público... estoy harto de
verlo.
ENID: ¿Cómo te encuentras? Lo estabas haciendo tan bien... me sentía tan orgullosa. Pareces
cansado. ¡Come algo! Traje tu tarta favorita.
PAUL: N-no, v-voy... voy a... p-practicar. Ahora estoy bien. (Vuelve a su cuarto, cierra la
puerta y se mete en el baño.)
ENID: Un chico encantador... con tantas posibilidades. Pero no tiene fe en sí mismo.
JERRY: Y usted ¿qué? Tanto decir que está horrorosa, cuando podría ofrecer todo cuanto
quisiera.
ENID (apura la copa que tenía en la mesita): Como psicólogo es usted un maestro. (Va al
aparador en busca de brandy.) Casi me ha convencido.
JERRY (se sienta en el sofá): La psicología forma parte del trabajo de un agente. Pero que
conste que todo cuanto he dicho es verdad.
ENID: Dígame... ¿su mujer también se dedica a lo mismo?
JERRY: Soy soltero.
ENID (muy sorprendida): ¿No está casado?
JERRY: No.
ENID: Pues yo creí... Su hermana habló una vez de su cuñada...
JERRY: Es la mujer de mi hermano Cliff.
ENID (se sienta junto a él): ¿Tiene usted un hermano?
JERRY: Dos hermanos. Ann, Cliff y yo. Cliff es el pequeño. Se hizo cargo del negocio de mi
padre, que en paz descanse. Le va muy bien.
ENID: Bueno, hay que ver... se dará cuenta de lo confundida que andaba. Yo entendí... Bueno,
yo creía que...
JERRY: ¿Que estaba yo casado? No. Dejando aparte a mi madre, no ha habido ninguna mujer
en mi vida. No, lo digo en serio, nunca he estado en disposición de casarme.
ENID: ¿Por motivos financieros quiere decir?
JERRY: Bueno, no exactamente... pero la vida de un agente resulta tan... inestable...
ENID: ¡Pero emocionante!
JERRY: Eso sí. El motivo de no haberme casado es que quizá no encontré a la mujer adecuada.
ENID (pausa. Le mira): ¿Le apetece algo de comer?
JERRY: No me importaría otro vaso de leche.

(Enid deja su brandy, coge el vaso de leche vacío y se va a la cocina.)

ENID: Em... dice usted que nunca encontró a la mujer adecuada. De acuerdo, pero estoy
segura de que no le faltarían oportunidades.
JERRY: Oh, no lo sé. He conocido a muchas mujeres, sí, pero muy pocas... que fueran
sensatas.
ENID (vierte leche en el vaso): Sensibilidad. Bueno, ésa es la única clase de mujeres con la
que merece la pena casarse. Una mujer práctica.
JERRY: Lleva usted mucha razón.

33
ENID (le tiende el vaso a Jerry. Se sienta y coge su copa): Hablemos claro, el atractivo y la
inteligencia son cosas maravillosas para una mujer, pero si eso implica que ha de ser
caprichosa e inestable...
JERRY: Exacto. Hace muchos años conocí a una chica... creí que era la mujer ideal para mí...
una cantante. Acudió a mí en busca de ayuda cuando tenía diecinueve años. Yo sólo contaba
treinta. La ayudé a la vista de todos, naturalmente. Hice todo cuanto pude por ella desde el
punto de vista profesional. Pero no resistimos unas cuantas cenas en la intimidad. Antes de
que nos diéramos cuenta, nos habíamos enamorado. Le dije que, si nos casábamos, tendría
que olvidarse de cantar. Lo meditó mucho, pero su vocación era demasiado fuerte. Le
hubiera gustado casarse, pero yo no quería tener a mi mujer cantando en tabernas y viviendo
en hoteles. Se llamaba Lluvia... Lluvia Summers. Era un ángel, pero la ambición la
consumía.
ENID: ¿Y qué fue de ella?
JERRY: Se casó con el Dr. Viceversa.
ENID: ¿Con quién?
JERRY: El Dr. Viceversa... un cómico de varietés gordito... venido de lo más remoto del Sur...
Cualquier palabra que le sugiriera el público, la deletreaba instantáneamente al revés.
ENID: ¿De veras?
JERRY: Mississippi... Otorrinolaringólogo... traspapelar... en una pizarra.
ENID: ¿Y le pagaban por eso?
JERRY: ¿Pagarle? Le contrataban continuamente. Tenía al público a sus pies. De representar
yo a alguien como Viceversa, me habría podido retirar no una vez, sino dos.
ENID: ¿Y ella era feliz con ese Viceversa?
JERRY: Trabajaban juntos y competían por salir cada uno anunciado en letras, más grandes
que el otro. El mundo de las varietés no está hecho para una mujer. Como decía mi padre,
que en paz descanse: «Tú quieres a una mujer sensata que esté a tu lado cuando la
necesites... no que haga dos funciones diarias en el Palace».
ENID: Bravo.
JERRY: Touché.
ENID (se levanta en busca de más brandy): Y lo que necesita una mujer es un hombre que sea
un hombre, no un hombre que sea eternamente un crío.
JERRY: ¿Es éste el problema entre usted y su marido?
ENID (se sirve otra copa): Yo lo veo así. Pero estoy segura de que él lo contará de modo muy
diferente. (Toma una foto enmarcada del aparador y se la tiende a Jerry.) Éste es Max.
Usted verá lo que yo vi en él.
JERRY: Hmmm... muy joven.
ENID: Era tan divertido... lo pasábamos de maravilla juntos. Luego intenté que se corrigiera.
(Coge del aparador otras dos fotos enmarcadas, la primera doble. Le tiende ésta a Jerry.)
Paul, montado en un poni... y Steve... parecen tan inocentes. ¿Le gustan los niños, Jerry?
JERRY: Mi mayor pesar es el de no haber formado una familia. Sobre todo cuando veo a dos
chicos tan estupendos como los suyos.
ENID: Em, sí... bueno, los chicos tienen que madurar un poco, claro... (Le da la otra foto.)
Ésta soy yo, a los veinte años.
JERRY: ¡Caray!
ENID: No tenía la menor preocupación. Bailaba, me divertía, hacía lo que me daba la gana.
(Deja la foto doble sobre la mesa detrás del sofá.) Creí que Max era realmente el hombre
ideal.

34
JERRY (deja la foto encima de la mesita del café): Sí, y yo también creí que iba a darme la
gran vida, pero es curioso cómo se estropean las cosas. (Se sienta en el sofá junto a Jerry.)
En lugar de ponerme las botas, me pasé la vida buscando a un artista millonario. Un Jack
Benny o un Bing Crosby que valiesen la pena. Pero me he hecho viejo mientras lo buscaba,
y últimamente empiezo a pensar que, si lo tuviera delante de las narices, no le reconocería.
ENID: Oh, no sea usted tan severo consigo mismo.
JERRY: Es la verdad, Enid. No tengo más que ofrecer después de todos estos años en el
negocio. Mi única fuente estable de ingresos son Monty Burns y Jason.
ENID: ¿Les conozco?
JERRY: Jason es un perro. Canta «Hola, señor Eco».
ENID: ¿El perro?
JERRY: Hasta a mí me asombra. Cuando Monty, el domador, le coge de la garganta, el animal
dice realmente unas cuantas palabras, como «hamburguesa» o «madre»... Vamos, no es que
hable como usted o como yo, es... (Imita la voz ronca, sorda, de un perro.)
«hamburrrguesa»... «madrrre»... algo así... Monty se pone a cantar:
«Hola, señor Eco,
Qué tal le va hoy,
Hola...»
Y el perro continúa... (Gruñe.) «Hola...»
ENID: Qué grotesco.
JERRY: Sólo trabajan en clubs. Pero es realmente divertido. A mis años, resulta que me
mantiene un pastor alemán. ¿Estoy loco o no estoy loco?
ENID (ríe): Es usted encantador de veras. Y tiene un maravilloso sentido del humor.
JERRY: ¿Usted cree, Enid? Me alegro, porque también usted me parece encantadora.
ENID: No.
JERRY: Todo lo contrario de las mujeres con las que siempre me he tropezado en mi trabajo:
afectadas, egoístas... siempre yo, yo, yo... ah, y no lo olvidemos, posesivas: quiero esto, esto,
esto...
ENID: ¿Y quién es el más interesante? Quiero decir, de esos artistas fascinantes con que trata
usted.
JERRY: Por ejemplo... tengo a dos hermanos armenios que salen vestidos de boxeadores...
(Levanta los puños.) Y en los guantes llevan cosidas muchas campanillas...
ENID: ¿Campanillas?
JERRY: Y empiezan la pelea (se levanta para mimar los movimientos) mientras suenan las
campanillas... (Canta.) Ave María y... Dulce Georgia Brown.
ENID: No lo puedo creer.
JERRY: Y Willy Walters, que es un hombre diminuto, le anuncian y sale a escena, mientras
tocan la Danza del sable, de Kachaturian... (Tararea.) Da-da-dadda-ta-da-ta-da-la... hace una
caja de madera, y luego se va... no hace nada más, con un martillo y clavos, bang, bang,
bang, una caja, en un abrir y cerrar de ojos, al ritmo de la Danza del sable... y la gente se
vuelve loca. No quiera saber lo que le llegan a tirar del gallinero.
ENID: Es usted tremendo. Usted tendría que ser el cómico y Bemie-cómo-se-llame, el
representante. (Se sirve otra copa.)
JERRY: Yo empecé de cómico. Contaba chistes. En los Catskills. Hablaba en yiddish. Lo
aprendía fonéticamente. Yo no sabía lo que decía. Lo único que sabía es que el público no se
reía.
ENID: No me lo creo. Es usted graciosísimo.

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JERRY: Lástima que no hiciese realidad el sueño de su juventud de ser bailarina... apuesto a
que hubiera triunfado.
ENID: No, yo... Aunque cuando veo una película musical, me pasa siempre lo mismo. Me
pondría a dar saltos.
JERRY: ¿Sabe hacer eso? (Da unos pasos de baile.)
ENID: Eh, Jerry... ¡Lo hace muy bien! (Deja su copa sobre la mesita del café.)
JERRY (baila): Cada movimiento tiene que ser un poema.
ENID: Así lo aprendí yo también. (Da unos pasos. Jerry tararea «Té para dos». Enid y Jerry
bailan.)
JERRY: Oh, igual que si hubiéramos nacido en Harlem.
ENID: Caramba, creo que la cabeza se me va. (Los dos bailan estilo vals.)
JERRY: Quisiera haberle traído un ramo de flores. Se merece un ramo de flores.
ENID: No hay nada como las flores para sentirse joven. (Se separa de él, baila sola.)
JERRY: Hubiéramos formado una gran pareja los dos.
ENID: ¿Usted cree?
JERRY (deja de bailar, aunque ella continúa): Sabe llevar la ropa... tiene buena planta... y
además posee ese algo.
ENID: Y usted se mueve con un estilo que nadie diría siento tan... tan... tan...
JERRY: Claro, ya sé que no se me puede considerar esbelto... el smoking ya no me sienta bien.
Pero entonces yo era muy distinto. Y quizá muchas cosas hubieran sido distintas de tener
algo sólido detrás de mí.
ENID: ¿A qué se refiere, a un buen manager... o a una mujer comprensiva?
JERRY: Nunca me sentí preparado para asumir la responsabilidad de una esposa y un hogar,
desde luego.
ENID: ¿Sabe? Una esposa no le exige a su marido niveles desproporcionados de éxito, al
menos si es honrado, afectuoso y se porta bien con ella.
JERRY: Cielos, cómo me estoy divirtiendo esta noche.
ENID: Esta noche parece especial. Dijeron por la radio que llovería, pero hay luna llena.
Aunque no es fácil verla desde aquí. (Coge su copa.) La luna brilla sobre Canarsie...
JERRY: Cielos, Enid, me arrastra usted. ¿Me atrevo a pedirle un brandy? No. Me encontraré
fatal después. Oh, qué diablos importa... (Coge el frasco y una copa.)
ENID: Bueno, Jerry... ¿y si le hace daño?
JERRY: ¿Y si mi avión se estrella mañana? (Se sirve un trago.)
ENID: Ya veo que se mete directo en el ojo del huracán, ¿verdad? Para desafiar a esa úlcera
minúscula como la cabeza de un alfiler. (Bebe.)
JERRY (bebe... y le gusta): Um... otro más. (Se sirve y engulle otro trago.)
ENID (le quita el frasco): No le conviene exagerar. Sobre todo si hace tiempo que no bebe.
(Se sienta en el sofá, dejando el frasco sobre la mesita del café.)
JERRY: La última vez que bebí fue en el cumpleaños de mi madre. Brindé por ella con
champán. Tiene un cabello plateado precioso. (Se sienta junto a Enid.)
ENID (toma su copa y bebe): Tengo la impresión de que quiere muchísimo a su madre.
JERRY: Madre no hay más que una, me parece a mí. Hay que portarse bien con ella mientras
viva, porque no va a vivir siempre.
ENID: Es verdad. Aunque nunca he conseguido entenderme con la mía.
JERRY (bebe): Um... me gusta hablar contigo, Enid. Me gusta mucho.
ENID: ¿Sí?
JERRY (deja el vaso): Dame la mano.

36
(Enid deja su copa también. Los dos se estrechan la mano.)

JERRY: Eres estupenda de veras. Y una mujer muy guapa. Creo que tu marido no sabe la joya
que tiene en casa.
ENID (le suelta la mano): Max sólo aprecia de la belleza lo más superficial. (Con júbilo
malicioso.) He oído decir que su amiguita es prácticamente una niña.
JERRY (ríe entre dientes): Un corruptor de menores. (Apoya momentáneamente la cabeza en
el hombro de Enid.)
ENID: Exactamente. (Vuelve a coger su copa.) ¿Me dijiste que se llamaba Lluvia Viceversa?
JERRY: ¿Qué?
ENID: Tu antigua novia... Lluvia... la que se casó con el Dr. Viceversa...
JERRY: ¿Lluvia Viceversa? Bueno, no se me había ocurrido... llover al revés, qué tontería...
No sé lo que digo... Lo único que sé es que lo estoy pasando muy bien. Beber me ha sentado
divinamente.
ENID: Haces que me crea otra vez una jovencita coqueta.
JERRY: Es que lo eres... una jovencita coqueta adorable... y además de ser tan guapa ahora
como en esa foto que me enseñaste, eres una mujer de bandera... Has madurado de un modo
impresionante. Como una esplendorosa manzana.
ENID (conmovida): Resulta gracioso... me estás poniendo nerviosa.
JERRY: Perdóname, pero tenía que decir lo que siento. (Se levanta del sofá.) Entre la pintura
que se desconcha y el yeso que se cae, resplandeces como un diamante.
ENID: Y por si fuera poco, eres poeta.
JERRY: Una manzana y un diamante. Dame la mano. (Se la estrecha. Luego se la besa con
galantería.) ¡Caramba! Esta noche ha acabado por tener magia de veras.
ENID: No creí que fuera posible.
JERRY: De conocerte veinte años antes, mi vida hubiese podido ser diferente. (Se sienta.)
ENID (va hacia la mesa del teléfono, detrás de Jerry, para coger un bloc y un lápiz): Te voy a
dar mi número de teléfono. (Lo escribe.)
JERRY (toma el trozo de papel): Conmigo está seguro... no se lo pienso dar a nadie.
ENID: Me siento como si flotara en el espacio.
JERRY: Tu cara está radiante.
ENID: Es por haberte conocido.
JERRY: Es por el brandy.
ENID: No, por haberte conocido. (Pausa.) ¿Quieres abrazarme un momento? ¿Sólo un
momento?

(Se abrazan.)

ENID (se separa lentamente al cabo de un momento): Umm... creo que tienes razón. El brandy
se me ha subido a la cabeza.
JERRY (mira el reloj): Oh, Dios mío... He de tomar el avión de las nueve. No me di cuenta de
que fuese tan tarde.
ENID (con coquetería): Espero que no perderás mi número de teléfono...
JERRY (empieza a sentirse incómodo): Um... Enid... hay circunstancias en que... em, uno no
se da cuenta de que... yo, um... ya sabes... he pasado aquí un rato estupendo... cantando...
bailando... ha sido genial.

37
ENID: No te entiendo. Estoy un poco en las nubes.
JERRY (sigue dando rodeos): Yo... um... creo que Ann nunca te ha comentado que yo... que
yo me voy a vivir a Arizona.
ENID: No...
JERRY: ¡Me lo he pasado tan bien esta noche! Puedes estar segura... es algo tan raro... eres
una... una... mujer excepcional... Verás, es que mi madre, Enid... tiene un grave problema de
asma... y todos los médicos que la han visitado coinciden en que no hay otra solución para
ella que un clima seco.
ENID: ¿Te vas a Arizona?
JERRY: Si te contara lo que ha pasado la pobre mujer...
ENID: ¿Pero te has de ir tú a vivir con ella?
JERRY: Bueno, es muy mayor. ¿Piensas que la voy a dejar tirada en una ciudad de vacas a
cuatro mil kilómetros de aquí? ¿Me crees capaz?
ENID: Pero ¿y tu vida? ¿y tu trabajo? ¿De qué vais a vivir?
JERRY: Tengo unos pocos dólares ahorrados... ninguna fortuna, pero suficiente para los dos...
si tenemos cuidado y no gastamos mucho. En realidad, de carácter mi madre se conserva
joven.
ENID: ¿Y puede saberse qué viniste a hacer aquí esta noche? ¿Esperabas descubrir a un artista
nuevo? ¿O qué?
JERRY (se levanta): La verdad es que el viejo instinto no muere fácilmente. (Se acerca a la
mesa de los artilugios de magia.) Me hablaron de «un joven ilusionista»... y de pronto me
digo, Dios mío, ¿y si fuese él? ¿Si fuese la estrella que he andado buscando toda mi vida?
ENID: ¿Y si lo fuese realmente? ¿Si fuese Paul esa estrella? ¿Te irías igual al gran desierto
americano con tu asmática madre?
JERRY: Bueno, yo creo, quizá... claro que mi madre no está bien... desde luego, no lo sé
realmente... yo creo que... de todas formas... el chico no... ¿Sabes? En la vida de un hombre
llega el momento de aceptar el hecho de que sus sueños no se han materializado. Ya sé que
parece absurdo... Arizona... los indios... ¿verdad? Volveré de vez en cuando por aquí,
¿sabes?... Está lejos, pero no es la luna.
ENID (aturdida): La luna desde luego que no... (Lentamente, mirándole a la cara.) Esperaba
volver a verte.
JERRY: Yo también, pero... es que... no es posible...

(Un golpe, y entra Max en el apartamento, rompiendo el clima. Se sorprende al ver a


Jerry.)

MAX: Oh.
JERRY: Yo, ah... vine...
ENID (aún aturdida): El señor Jerry Wexler. Mi marido...
MAX: Ah, sí. Ya me hablaste. El agente.
JERRY: Manager.
MAX (a Jerry): ¿Ha ido todo bien?
JERRY: Sí. Perfectamente. Encantado de conocerle. He oído hablar mucho de usted. (Se
estrechan la mano.)
MAX: ¿Qué tal el chico?
JERRY: Es un chico estupendo.
MAX: ¿Sí? ¿Cree usted que vale? (Paul sale del baño.)

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JERRY:Bueno, todavía es pronto para hacer predicciones.
MAX: Pues hace trucos muy buenos. ¿Le hizo el de la corbata cortada en dos?

(Paul se sienta en la cama. Practica en escamotear cigarrillos.)

ENID (con sencillez, todavía aturdida): Se puso muy nervioso, Max. Lo dejamos correr.
MAX: Oh, Dios mío... qué vergüenza. Pobre chico, tiene complejo de inferioridad. A mí
también me pasaba. Con suerte, desaparece cuando te haces mayor. Estaba pensando en que
quizá le convendría un buen curso de personalidad... cómo hablar despacio... cómo mover
los brazos con elegancia... (Steve sale del baño, coge un mazo de cartas y se sienta en el
suelo del dormitorio) el arte de vender... cómo salir adelante en los negocios. Hay escuelas
para eso. (A Jerry.) ¿No le parece?
JERRY: Um... es una idea.
MAX (mira a su alrededor por vez primera): Dios mío, cómo está todo esto. Parece como si
alguien se fuera a casar. (Se va al dormitorio para cambiarse de ropa y cierra la puerta.)
JERRY (volviéndose a Enid): Recordaré esta velada mucho tiempo, Enid. Hacía años que una
mujer guapa no me daba su número de teléfono. ¿Te puedo dar un beso de despedida?
(Pausa. Enid levanta la vista hacia él.) ¿Un besito? (Se toma la libertad de dárselo. Va al
mostrador para recoger su maletín.) En cuanto a Paul... el mundo del espectáculo no es para
él. Confía en mi instinto. Ya se dará cuenta cuando le toque ir a la universidad. (Se
encamina a la puerta.) Estoy convencido de que se inclinará por algo mucho más
consistente. Y con su cociente de inteligencia... no hay cuidado. (Se pone el abrigo y el som-
brero.) Bueno... hasta la vista, Enid. (Sale, dejándola aún confundida.)
MAX (entra del dormitorio. Enciende la luz, va al cuarto de los chicos y llama): ¿Ha
telefoneado Eddie Lynch?
STEVE: Sí, dijo que tenías que darle un sobre mañana.
MAX: Qué sanguijuela. (Vuelve a su dormitorio y deja la puerta abierta.)
PAUL (se escurre hacia la sala de estar. A Enid): ¿P-pue-do ayudar?
ENID (mecánicamente): No. No te preocupes. Vuelve a tu cuarto y practica. (Coge los platos
de postre y el cuenco de las nueces.)
PAUL: N-no sé si s-seré capaz de salir alguna v-vez a un escenario.
ENID: Dame los vasos.
PAUL: Tal vez no sea más que un hobby.
ENID (señala los vasos): Por favor...

(Paul los recoge y se los da. Enid los lleva al mostrador de la cocina.)

PAUL: Le gustaste al señor W-Wexler.


ENID: ¿Ah, sí?
PAUL: L-le oí cómo te decía que eres guapa.
ENID (insensible): Bueno, ya te conté que yo siempre he gustado a los hombres.
PAUL: M-me fue imposible h-hacerlo. P-perdóname.

(Steve se levanta y entra en la sala de estar.)

ENID (va a la mesita del café con un trapo): Desear una cosa no basta para conseguirla.
STEVE: ¿Puedo saltarme mañana la escuela?

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ENID (distraída, limpiando): ¿Qué?
STEVE: Algunos de los chicos van mañana a Prospect Park.
ENID (mecánicamente): ¿A perder el tiempo e incendiar algo?
STEVE: No quiero ir a la escuela.
ENID (ausente): Quita la tarta, o saldrán las hormigas.
STEVE: No voy a ir.
ENID: No estoy en condiciones de discutir eso ahora. (Se sienta en el sofá.) Me siento un poco
acalorada... quizás he comido demasiado aprisa...
STEVE: Quizás has bebido más de la cuenta. (Coge la tarta de queso de la mesa y la lleva a la
cocina.)
MAX (entra con una camisa nueva. Lleva unas monedas en la mano. A Steve): ¿Me has vuelto
a coger las monedas del bolsillo?
STEVE: No.
MAX: No digas mentiras. (Steve intenta quitarle las monedas de la mano.) ¡Eh! Ten cuidado.
¿Quieres mancharme la camisa con ese pastel?
STEVE: Dame una moneda. Todos los chicos juegan a la carta más alta.

(Max le da una moneda. Steve va a su cuarto y se mete en la cama.)

ENID: Paul, abre una ventana, tengo calor...

(Paul abre la ventana, echa un vistazo al exterior.)

PAUL: N-no se ve la luna. Empieza a ll-llover.


MAX: ¿Y tú, qué? ¿Estás bien?
PAUL: ¿Eh?
MAX: No le hiciste a ese tipo el truco de la corbata. ¿Te entró miedo y perdiste la cabeza?
PAUL: Uh-huh...
MAX (ante el espejo, se anuda la corbata): Cuando estuve en la Marina... se metían siempre
conmigo porque era de Nueva York. Querían sacarme de mis casillas. Yo siempre decía:
«Venga; aquí está un judío que no tiene miedo». Nos poníamos los guantes de boxeo, en el
mismo barco. Y no dejaba títere con cabeza. Así que pelillos a la mar... alguna vez me sacu-
dían un golpe. ¿Entiendes lo que te quiero decir? (Steve se levanta y se mete en el baño.) El
truco está en sacudir tú primero.
PAUL: Ya...

(Suena el teléfono. Enid contesta.)

ENID: ¿Diga?... ¿Diga?... (Cuelga.)

(Max va al dormitorio. Paul recoge el gramófono y lo lleva a su cuarto. Luego se prepara


para practicar con la bombilla que flota. Max reaparece, se mira en el espejo y va hacia la
puerta.)

MAX (sonriendo): Bueno, tengo que ver a un hombre para hablar de un caballo.

(Incapaz de contener su frustración por más tiempo, Enid pierde los estribos y se lanza

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sobre él, golpeándole, rabiosa, con una toalla.)

ENID:¡Fuera de aquí! ¡Fuera y no vuelvas! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Te mataría!


MAX (defendiéndose, sorprendido): ¿Qué demonios te pasa? ¡No me toques! ¡Estás loca!

(Enid mira a su alrededor, en busca de algo con que pegarle. Ve un bastón en la mesa de
artilugios de magia, y lo coge.)

ENID: ¡Fuera, desgraciado! ¡Fuera de aquí!

(Al alzarlo para golpear, el bastón se transforma en un imponente ramo de flores de papel,
un truco convencional de prestidigitación. Ridículamente, persigue a Max, enarbolando el
ramo.)

MAX (desplazándose hacia la puerta): ¡Me voy a ir de aquí para siempre, Enid! ¡Y pronto!
¡Estás loca! ¿Te enteras? ¡Estás loca! (Sale, dando un portazo. Enid Se lanza hacia la
puerta.)

ENID: ¡Fuera! ¡Te mataría!

(Una pausa. En su cuarto, Paul pone el disco de “En un mercado persa” en el gramófono y
empieza a practicar con la bombilla que flota. Enid, consumida, camina lentamente hacia el
sofá. Se sienta, mirando el ramo de flores, reflexionando sobre su vida. Sonríe, y se vuelve,
llamando a Paul.)

ENID: ¿Paul, tienes hambre? Voy a prepararte algo. No has comido nada en todo el día.
(Nadie responde.) ¡Paul! ¿Paul?
PAUL (siempre con la bombilla): Estoy p-practicando... p-practicando...

(Las luces se desvanecen mientras Paul juega con la bombilla y Enid contempla las flores.)

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