Julian Marias. El Cristianismo Como Cir PDF
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RESUMEN La celebración en el año 2014 del centenario del nacimiento del filósofo español Ju-
lián Marías Aguilera (1914-2005), figura clave de la cultura hispana contemporánea, brinda la
ocasión de volver sobre el modo en que este pensador católico ha vinculado confesión de fe
y experiencia vital de razón en el estudio del hombre como ser personal. Estas páginas tratan
de indagar tres presencias públicas como pensador católico que han informado la reflexión
antropológica de Julián Marías.
SUMMARY The upcoming centenary year of the birth of the Spanish philosopher Julián Marías
Aguilera (1914-2005), key figure in contemporary Hispanic culture, provides the opportunity
to recover the way he’s linked Christian faith confession and life experience of reason for the
study of man as personal being. These pages try to review three public appearances as catholic
thinker that support his anthropological reflection.
KEYWORDS Julián Marías, Spanish Philosophy, personal Being, Christian Humanism, Faith and
Culture.
INTRO DU CC IÓ N
1 GRÉGOIRE PALAMAS, Triade I, 3, 13, en J. MEYENDORFF (ed.), Défense des saints hésychastes. Introduction, texte critique, tra-
duction et notes (Louvain 1959) 136: “Toute parole, est-il conteste une autre parole, mais quelle est la parole qui peut con-
tester la vie?”.
R E V I S TA E S PA Ñ O L A D E T E O L O G Í A 7 4 ( 2 0 1 4 ) 0 0 0 - 0 0 0
2 J u a n M a n u e l C a b i e d a s Te j e r o
vida, Dios y amor son las constantes que constituyen el punto fundante de una antropología metafísica lanzada a la bús-
queda de la vida personal en su categoría de ser realidad primaria (sustancia), ampliamente diferenciada de la que es propia
de las cosas; ya que éstas no son ni podrán ser jamás sustancia proyectiva, esto es, solicitada por la posibilidad de poder
ser más: sujeto de ilusión, anhelo de felicidad, capaz de irrealidad (futuriza), de responsabilidad, de amor, y en definitiva,
de Dios.
5 Cuando a finales de los años ochenta rememora la experiencia juvenil de un crucero realizado en los años treinta por el Me-
diterráneo con profesores y compañeros de estudios en la Facultad de Filosofía de Madrid, escribe: “En Belén, en Jerusalén
sobre todo, revivía mi fe siempre viva, con dudas de muchacho pensativo, meditabundo, a las que dejaba existir, con la es-
peranza de que, sin violencia, se clarificarían y disiparían, sin estar nunca dispuesto a tirar por la borda, frívolamente, esa
fe a la primera dificultad. Cuando estuve en el Santo Sepulcro recapitulé mis diecinueve años en una plegaria: ‘Dios mío,
dame una vida intensa y llena de sentido cristiano’”, J. MARÍAS, Una vida presente. Memorias I (Madrid 1988) 139. Recien-
temente han sido publicadas en forma de libro las notas que Marías fue tomando durante ese viaje que le llevó a tierras
de Italia, Grecia, Egipto y Judea. En los apuntes dedicados a Tierra Santa, un jovencísimo Marías deja entrever el modo pro-
fundo en que ya entonces se interesa por el problema del sentido de la vida y la idea de la trascendencia. El mesianismo
cristiano, que él califica como “mesianismo de dentro”, pone al creyente ante la necesidad de dar a su vivir “el sentido de
referencia a lo celeste”. El cristiano no es, como el judío, el hombre proyectado hacia adelante por la promesa de Dios cuya
presencia mesiánica espera desde fuera, sino que es, sobre todo, quien “vive en la conciencia divina” y “busca la ayuda de
Dios para poder él resucitar; quiere la posibilidad de hacerlo, no una cosa desde fuera. Se trata de algo tan vital que, tiene
que hacerlo el hombre mismo”. Cf. J. MARÍAS, Notas de un viaje a Oriente. Diario y correspondencia del Crucero Universi-
tario por el Mediterráneo (Madrid 2011) 53-61.
6 Escribe Marías en sus Memorias al respecto: “No me sostenía más que la profunda fe en la resurrección, la evidencia de
que la persona que era Lolita no podía haberse destruido por un proceso corporal, de que volvería a verla y estar con ella
[…] Tengo que mencionar también la conmoción religiosa que me produjo la muerte de Lolita: ‘Lo que Dios une, que no lo
separe el hombre’, está escrito. Cuando el hombre no lo separa, ¿no puede esperar que no lo haga Dios? Había pedido con
tal fuerza que ello no sucediera, hubiera aceptado cualquier precio por evitarlo, que sentí angustias muy hondas. Pero pude
conservar la fe –fidem servavi, dice san Pablo al final de su vida–, apoyado sin duda por la que Lolita poseía; si la hubiese
perdido, me hubiese parecido, no sólo una infidelidad a Dios, sino también una deslealtad a Lolita, una manera de apartar-
me de ella”, J. MARÍAS, Una vida presente. Memorias III (Madrid 1989) 67-68.
4 J u a n M a n u e l C a b i e d a s Te j e r o
I. TRES PR ES EN CI AS P ÚBL IC A S
7 J. MARÍAS, La Escuela de Madrid. Estudios de filosofía española (Buenos Aires 1959) 323. Zubiri entiende por “mentalidad”,
en lo tocante a la referencia de Marías, la forma en que la tradición afecta, como condición y posibilidad, al conocimiento
de sí mismo que tiene cada hombre. En la tradición se incluye el conjunto de ideas y opiniones que constituyen el pensa-
miento de los hombres sobre las cosas, la “conciencia histórica” de una época, y “las convicciones que el hombre lleva en
el fondo de su vida individual, tocantes al origen, al sentido y al destino de su persona y la de los demás”, X. ZUBIRI, Natu-
raleza, Historia, Dios (Madrid 132007) 191. Cf. J. ANTÚNEZ, La intersubjetividad en Xavier Zubiri (Roma 2006) 464-467.
8 Cf. BENEDICTO XVI, Carta Apostólica en forma de ‘motu proprio’ Porta fidei, 11.10.2011.
Julián Marías. El cristianismo como circunstancia del pensamiento 5
9 “Encuentro de hombres liberales y libres, cristianos y creadores que no depusieron su responsabilidad para con la cultura
del país y para con la fe de la Iglesia, pese a las dificultades e inclemencias ambientales. En medio de ellos percibí lo que
puede ser la fidelidad en tiempos de dureza, lo que ofrecen y exigen los resquicios de libertad, la diferencia que existe entre
acatar y rendirse y cómo la permanencia junto al pueblo oprimido puede ser una forma más profunda de solidaridad que el
exilio altivo y compasivo”, O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, “Existencia cristiana y experiencia religiosa”, en J. BOSCH (ed.), Pano-
rama de la teología española (Estella 1999) 369.
10 Cf. O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL (ed.), Alfonso Querejazu, Joaquín Garrigues. Correspondencia y escritos [1954-1974] (Madrid
2005) 29-57.
11 Para ampliar el semblante de este singular sacerdote, además del volumen citado en la nota anterior, pueden verse del
mismo autor: O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, El poder y la conciencia. Rostros personales frente a poderes anónimos (Madrid 1984)
165-185; ID., Historia, Hombres, Dios (Madrid 2005) 293-329.
12 Quizás puede aducirse en este sentido, como signo del discurrir del tiempo, la evolución personal de alguno de los primeros
asistentes a aquellos encuentros. J.L. Aranguren, por ejemplo, pasó del entusiasmo inicial (cf. J.L. ARANGUREN, “Contralec-
tura del Catolicismo”, en ID., Obras Completas. Filosofía y religión I, Madrid 1994-1997, 558-562) a considerar aquellas con-
versaciones exponente de un momento que él mismo había superado después, el de “una fe trascendente”, que planeaba
“por encima de los problemas políticos, sociales, económicos”, J.L. ARANGUREN, “Memorias y esperanzas españolas”, en ID.,
Obras Completas. Estudios literarios y autobiográficos VI, 199. Una percepción similar, aunque desde un fondo de profundo
agradecimiento, puede leerse en Laín: “Acaso les sobrase, por otra parte, distinción, finura, elitismo, como ahora es tópico
decir”, P. LAÍN ENTRALGO, Descargo de conciencia [1930-1960] (Barcelona 1976) 42.
6 J u a n M a n u e l C a b i e d a s Te j e r o
a. Impresiones
Marías tiene la oportunidad de asistir como invitado a una de las
sesiones del Concilio Vaticano II –otoño de 1964–, mostrando enorme interés
por los frutos del mismo. No en vano las decisiones que iban emanando del
Concilio estaban provocando un fuerte impacto, de manera particular, en la
sociedad y la Iglesia española. Dos son las notas con las que Marías describe
lo que él pudo apreciar en su estancia romana: un clima de optimismo y la
construcción de un nuevo consenso de la Iglesia consigo misma y con el
mundo: “Al mirarse en el espejo, la Iglesia universal ha encontrado que tenía
otro rostro que el que le venían trazando sus retratistas oficiales. Y hay que
13 J. MARÍAS, “El mágico prodigioso”, en A. GARRIGUES, Alfonso Querejazu. Conversaciones católicas de Gredos (Madrid 1977)
305; esta cita forma parte del recuerdo agradecido que tributa Marías al padre Querejazu (p. 301-306).
14 Cf. J. MARÍAS, Una vida presente. Memorias I, 386-388; II, 428-429. Pueden leerse también las impresiones de Marías en
la entrevista recogida en el volumen de P.J. LASANTA, Preguntas vivas, respuestas claras (Madrid 1989) 105-122.
Julián Marías. El cristianismo como circunstancia del pensamiento 7
Yo no soy una cosa, yo soy una persona. Y esto quiere decir que soy
al mismo tiempo real e irreal, que consisto no en ser, sino en pretender
ser, que consisto en proyectarme, que soy misión, vocación, proyecto,
posibilidad de ser más o menos, de ser falso o verdadero, auténtico o
inauténtico; nada que se aparezca al modo de ser dado, fijo, rígido de
las cosas. El hombre está hecho primariamente de irrealidad, porque
está hecho de proyección hacia el futuro, es una realidad futuriza,
orientada hacia el futuro; es –lo dijo una vez Ortega– como un centauro
ontológico, natural y preternatural a la vez, con medio cuerpo en la re-
alidad y medio cuerpo proyectivamente lanzado más allá de la realidad.
Lo cual quiere decir que la forma misma de la vida humana consiste
tad religiosa está realmente fundado en la dignidad misma de la persona humana, tal como se conoce por la palabra de
Dios revelada y por la misma razón”, Dignitatis Humanae, 2. Otros lugares vuelven a insistir en ello: Dignitatis Humanae,
9; 11; 12.
22 J. MARÍAS, Sobre el cristianismo, 230.
23 J. MARÍAS, “Autoridad, libertad, pluralismo”, en ID., Nuevos ensayos de filosofía, 169.
10 J u a n M a n u e l C a b i e d a s Te j e r o
28 Así lo hace notar P. HÜNERMANN, “La semanas finales del Concilio”, en G. ALBERIGO (ed.), Historia del Concilio Vaticano II V,
408. Para contextualizar el tema en la trayectoria post-conciliar: E. FORMENT, “Laicidad y libertad religiosa en Julián Marías”:
Facies Domini 3 (2011) 295-321.
29 J. MARÍAS, La España real (Madrid 1998) 265-268.
30 J. MARÍAS, La España real, 158. Los obispos españoles dieron muestra en aquel tiempo de poseer una conciencia clara de
lo que suponía la doctrina conciliar sobre la libertad religiosa. Tras reconocer sin ambages que ellos mismos se habían mos-
trado en desacuerdo con las deliberaciones del Concilio al respecto, manifiestan su total fidelidad a las afirmaciones con-
tenidas en Dignitatis Humanae. Se muestran plenamente conscientes del reto que suponía para una sociedad española en
la que sería necesario desplegar un esfuerzo pedagógico y pastoral enorme. Igualmente indican cuáles habían de ser los
parámetros de la tutela civil de la libertad religiosa en una España a la que había que reconocer “plural” en la vivencia es-
piritual de sus ciudadanos, incluidos los católicos. Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, “Sobre libertad religiosa”, 22 de enero
de 1968, en J. IRIBARREN, Documentos del episcopado español (1870-1974) (Madrid 1974) 411-425.
31 A. RIGOBELLO, “I personalismi”: Studium 91 (1995) 589.
12 J u a n M a n u e l C a b i e d a s Te j e r o
Uno de esos factores son las ideologías que enfatizan la concepción ma-
terialista de la existencia humana y oscurecen el horizonte de la esperanza en
una vida perdurable más allá de la muerte33 –el marxismo, tras el Concilio– o
aquellas otras que pretenden minimizar, mediante el recurso al progreso de
la técnica, la “inseguridad” o “azar” –insiste Marías– que caracteriza la vida hu-
mana como proyecto biográfico; pretendiendo su “asimilación al medio”, y no
la “adopción del medio”, que es el auténtico objetivo de un proyecto vital que
se construye en ejercicio de libertad34.
Marías ha dedicado los esfuerzos finales de su pensamiento a reivindicar
la libertad, el amor, el anhelo de felicidad y la capacidad de ilusión e
imaginación como áreas de lo humano que posibilitan el diálogo con el
espacio sagrado que habita el Dios personal. Desde ellas es posible recuperar
aquellas otras que las utopías de la inmanencia, la revolución sexual y la ex-
tensión de las ciencias naturales han secularizado: la vivencia del tiempo como
posibilidad de plenitud que abre la historia presente a la trascendencia, la ri-
queza expresiva y evocativa de la condición corpóreo-sexuada y la experiencia
de la muerte como ingrediente del sentido de la vida.
32 J. MARÍAS, La perspectiva cristiana, 111. Cf. ID., Sobre el cristianismo, 19-20. Por ello, en realidad, no está Marías tan lejos
de la visión de J. Maritain como pudiera colegirse de esta afirmación con la que nuestro autor culmina su Panorama desde
el Concilio: “Desagradable e inquieta sorpresa es la que llena el áspero y melancólico libro de Maritain, Le paysan de la
Garonne, tan justificado en muchos de sus detalles, tan injusto con el tiempo que comienza”, J. MARÍAS, Sobre el cristianis-
mo, 231. Al igual que Marías, también Maritain pretendió estimular la conciencia cristiana, advertir que el Concilio debía
aun desarrollar su contenido, y que esto no suponía una ruptura con el pasado, sino su renovación. Tal vez Marías atribuye
sus epítetos más al estilo provocador y al tono polémico del escrito de Maritain, que al contenido con cuyas consideraciones
coincide en el fondo. Marías también habla de los peligros que entraña la tendencia a la secularización interna del cristia-
nismo o, como dice Maritain, a su “completa temporalización”, J. MARITAIN, El campesino del Garona (Bilbao 1967) 92. No
olvidemos que ambos son filósofos y que, como tales, su principal preocupación es la búsqueda de la verdad. Marías insiste
en la imposibilidad de encontrarla si se omite la base credencial o “prefilosofía” con la que ha de contar la realización
veraz de la vida humana. Maritain se refiere a una “prefilosofía del sentido común” que la cultura moderna rechaza para
reducir el conocimiento al reino de lo fenoménico por el que se renuncia “a la Verdad por la verificación, a la Realidad por
el signo”, J. MARITAIN, El campesino del Garona, 50.
33 J. MARÍAS, Introducción a la filosofía (Madrid 111971) 439-455; Sobre el cristianismo, 7; La justicia social y otras justicias
(Madrid 1979) 71-80. 86-112; “Desesperación y desesperanza”, en El oficio del pensamiento (Madrid 1958) 104-109.
34 J. MARÍAS, Antropología metafísica. La estructura empírica de la vida humana (Madrid 1970) 261. Donde Marías dice
“medio”, podría leerse, en clave orteguiana, “circunstancia”. Cuando K. Rahner habla de la libertad, esencial entre los exis-
Julián Marías. El cristianismo como circunstancia del pensamiento 13
Marías fue el primer intelectual español en ser nombrado por Juan Pablo
II miembro del Comité Científico Internacional del Consejo Pontificio de la
Cultura. De manera que entre 1982 y 1992 tuvo la oportunidad de reflexionar
junto a otros intelectuales del orbe católico en torno a la situación y
posibilidades de la fe cristiana en las postrimerías del segundo milenio y el
alba del tercero35. De su participación en los encuentros periódicos del
Consejo, en el primero de los simposios que auspicia como preparación a la
Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos y en otros coloquios
organizados por universidades católicas, nos quedan algunos ensayos breves
en los que Marías deja constancia, una vez más, de su capacidad para advertir
la aportación del mensaje de la revelación cristiana a la reconstrucción de una
humanidad maltrecha tras su paso por el siglo XX36. En el trascurso de la bús-
queda bibliográfica para la elaboración de este trabajo hemos encontrado un
escrito de nuestro autor, en forma de conferencia, en el archivo del Consejo
de la Cultura en su sede de Roma: “Una mirada cristiana a las culturas en las
tenciales que definen la dignidad del hombre, también advierte de la inmoralidad (inautenticidad, es el término que emplea
Marías en su esquema teórico) que implica someter el ejercicio de la libertad personal y responsable a la seguridad material
de la existencia humana. Ésta, que es en todo caso prerrequisito de la libertad personal, “estará bajo la sanción de la dig-
nidad de la libertad humana, en cuyo nombre se deberá reclamar”, K. RAHNER, “Dignidad y libertad del hombre”, en ID., Es-
critos de Teología II (Madrid 22000-2007) 245.
35 J. MARÍAS, Memorias. Una vida presente III, 243-246.
36 Cf. J. MARÍAS, “Towards a new anthropology”, en PONTIFICAL LATERAN UNIVERSITY-CATHOLIC UNIVERSITY OF LUBLIN (ed.), The Common
Christian Roots of the European Nations. An International Colloquium in the Vatican II (Florence 1982) 544-549; “Visión cris-
tiana del hombre y filosofías europeas”, en P. POUPARD (ed.), Cristianismo y cultura en Europa: memoria, conciencia y pro-
yecto (Madrid 1992) 59-65; “La persona humana como imago Dei”, en M. SÁNCHEZ SORONDO (ed.), La Vita, storia e teoresi
(Roma 1998) 309-312; “La razón contemporánea, entre la esperanza y la desesperanza”, en CONSEJO PONTIFICIO DE LA CULTURA,
La cultura y la esperanza cristiana. Actas del simposio celebrado en Sevilla, 12-14 de marzo de 1998 (Córdoba 1999) 39-46;
“The search for man”, en PONTIFICIA ACADEMIA SCIENTIARUM, Science and the future of mankind. Science for Man and Man for
Science. Proceedings of the Preparatory Session, 12-14 November 1999 and the Jubilee Plenary Session, 10-13 November
2000 (Vatican City 2001) 163-165. Puede verse también su contribución al congreso organizado por el Consejo bajo el tema
La herencia europea y su futuro cristiano en, N. LOBKOWICZ (ed.), Das europaïsche Erbe und seine christliche Zukunft (Köln
1985) 305-335 (la intervención personal y posteriores anotaciones de Marías se enmarca en una mesa de diálogo compar-
tida con otros participantes –W. Pannenberg, G. Schmidtchen, J. Wozniakowski, N. Lobkowicz– y abierta por una motiva-
ción del cardenal P. Poupard bajo el epígrafe, “Christsein im Europa von morgen”). Nuestro autor publicó su intervención en
aquel coloquio en prensa escrita en, J. MARÍAS, “El proyecto cristiano de Europa”, Diario La Vanguardia, Barcelona
(6.05.1984) 7; ID., “El proyecto cristiano de Europa (y II)”, Diario La Vanguardia, Barcelona (13.05.1984) 7.
14 J u a n M a n u e l C a b i e d a s Te j e r o
37 Cf. J. MARÍAS, “Un regard chrétien sur les cultures vers la fin du XXe siècle”. Se encuentra depositado en el archivo del Pon-
tificium Consilium de Cultura, clasificado bajo la signatura CC 2. El texto apareció publicado en forma de varias interven-
ciones en prensa escrita: J. MARÍAS, “Las aspiraciones profundas y la cultura”, Diario La Vanguardia, Barcelona (25-
26.12.1983) 7; “Cultura y culturas”, Diario La Vanguardia, Barcelona (22.01.1984) 5; “Cristianismo y culturas”, Diario La
Vanguardia, Barcelona (29.01.1984) 5.
38 Cf. J. MARÍAS, Una vida presente. Memorias III, 278. Ocasión en la que se hospedó en la embajada de España cerca de la
Santa Sede, invitado por el entonces embajador Nuño Aguirre de Cárcer. Marías relata que la embajada organizó una con-
ferencia que él impartió. En sus memorias no ofrece más detalles. Debió asistir a ella una representación de alumnos del
Pontificio Colegio Español de San José de Roma, pues el cronista del Colegio recoge en su anuario la celebración del evento
e incluso el título de la conferencia que Marías dictó el 18 de enero de 1984: “El sentido religioso en la obra de José Ortega
y Gasset”. Cf. Mater Clementissima (1984) 11.
39 Un organismo que, en palabras de Juan Pablo II, debía iniciar su labor reflexionando “à son action future, à partir d’un re-
gard chrétien sur les cultures vers la fin du xxème siècle”, JUAN PABLO II, “Ad eos qui plenario coetui Pontificii Consilii pro
hominum cultura interfuerunt coram admissos”, 1: AAS 77 (1985) 740.
40 J. VILA, “Entrevista: Julián Marías: ‘la Iglesia quiere corregir su desconfianza ante la cultura’”, Diario ABC, Madrid
(30.01.1983) 48.
41 Al escribir en alguna ocasión sobre la figura de Juan Pablo II, Marías muestra coincidir con el afán del Papa por buscar sen-
das firmes que, en medio de la dialéctica de la modernidad que tiende a reducir la fe cristiana a la categoría de idea o con-
cepción ética, permitieran al cristianismo recuperar voz propia en un mundo crecientemente complejo. Cf. J. MARÍAS, “La
magnitud de Juan Pablo II”, en ID., Entre dos siglos (Madrid 2002) 561-564; ID., “Una encíclica compleja”: Cuenta y Razón
37 (1988) 7-10 (donde Marías comenta la encíclica Sollicitudo rei socialis). Subrayando este aspecto: J.F. SERRANO, “Marías,
maestro de la generación Juan Pablo II”, en J.L. CAÑAS-J.M. BURGOS (eds.), El vuelo del Alción. El pensamiento de Julián
Marías (Madrid 2009) 333-340.
Julián Marías. El cristianismo como circunstancia del pensamiento 15
42 Cf. J. MARÍAS, “Si los enciclopedistas levantaran la cabeza”, en ID., El curso del tiempo II (Madrid 1998) 122.
43 Podrían decirse de Marías palabras similares a las que su maestro Ortega empleaba para describir la labor intelectual des-
plegada en el catolicismo alemán durante la primera mitad del siglo XX: “hombres como Scheler, Guardini, Przywara se han
tomado el trabajo de recrear una sensibilidad católica partiendo del alma actual. No se trata de renovar el catolicismo en
su cuerpo dogmático (‘modernismo’) sino de renovar el camino entre la mente y los dogmas”, J. ORTEGA Y GASSET, “Espíritu
de la letra”, Obras Completas IV (Madrid 2004-2010) 163.
44 Cf. J. MARÍAS, Ortega y tres antípodas. Un ejemplo de intriga intelectual (Buenos Aires 1950) 182. El texto de santo Tomás
se encuentra en Sth I, q. 32. a. 1: “Cum enim aliquis ad probandam fidem inducit rationes quae nont sunt cogentes, cedit
in irrisionem infidelium: credunt enim quod huiusmodi rationibus innitamur, et propter eas credamus”.
16 J u a n M a n u e l C a b i e d a s Te j e r o
1. LO S TES OR OS PE RD I D OS
El siglo pasado ha sido testigo del modo en que la cultura pública que im-
pera en Occidente se ha convertido en un instrumento que genera necesidades
y produce satisfacciones inmediatas. Una vía para dar cauce y, al mismo tiempo,
enmascarar, intereses de carácter político, económico o social. En el fondo,
cuando la ciencia, la política, la economía o el marketing manosean la condición
personal del hombre, lo que resta tan sólo es un pálido reflejo de aquellas aspi-
raciones, proyectos y deseos que habitan la entraña de la existencia de la persona
57 J. MARÍAS, Razón de la filosofía, 76. Cierto que, en lo referente al plano estrictamente filosófico, su juicio puede y debe ma-
tizarse a partir de otras perspectivas que tratan de valorar e interpretar en sus posibilidades el diagnóstico trazado por el
pensamiento posmoderno. Cf. recientemente, CH. TAYLOR, A secular Age (Cambridge MA-London) 2007.
58 Cf. J. MARÍAS, Razón de la filosofía, 108-109.
22 J u a n M a n u e l C a b i e d a s Te j e r o
vertirse en dique que bloquea los canales que favorecen la escucha y explo-
ración profunda de la realidad personal, allá donde habita la referencia teologal
del hombre.
La búsqueda del sentido a la propia existencia en orden a alcanzar la ar-
monía con el todo –felicidad–, es un imperativo para el hombre de todos los
tiempos. Tradúzcase “sentido”, en clave teológica, como salvación, plenitud de
vida. La acción salvífica de Dios tiene antes que nada una connotación positiva:
donar vida, invitar a la participación de la propia existencia divina. Por tanto,
en ningún caso se trata de ejercer algún tipo de coacción sobre la voluntad
humana; es más, la dinámica propia de la fe incluye como reverso permanente,
la duda y la oscuridad. La acción divina tampoco persigue ejercer con el
hombre una misericordia altiva que sea recuerdo permanente de la fragilidad
de su naturaleza. Sino que
60 Cf. J. MARÍAS, La perspectiva cristiana, 105-117. Nos permitimos remitir a un texto procedente del universo teológico
que Marías podría suscribir: “Para mí todo el Jesuanismo, por muy piadoso que fuera, todo el compromiso a favor de la
justicia y del amor en el mundo, todo el Humanismo que quiera utilizar a Dios para el hombre y que no precipite al hom-
bre en el abismo de Dios, sería la religión de un Humanismo inconcebiblemente modesto, que nos está prohibido por el
enorme poder del amor de Dios, en el cual Dios mismo sale realmente de sí mismo. Nosotros, una de dos: o podemos
quererlo todo, a saber, Dios mismo en su pura Divinidad, o bien nos hallamos condenados, es decir, estamos sepultados
dentro de la prisión de nuestra finitud”, K. RAHNER, Sobre la inefabilidad de Dios. Experiencias de un teólogo católico
(Barcelona 2005) 39. En línea muy cercana puede leerse la aseveración de J. RATZINGER, Introducción al cristianismo (Sa-
lamanca 112005) 240. También Juan Pablo II había expresado esta misma preocupación en fechas cercanas a las páginas
escritas al respecto por nuestro autor: “La tentación actual es la de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente
humana, casi como una ciencia del vivir bien. En un mundo fuertemente secularizado, se ha dado una ‘gradual secula-
rización de la salvación’, debido a lo cual se lucha ciertamente en favor del hombre, pero de un hombre a medias, redu-
cido a la mera dimensión horizontal. En cambio, nosotros sabemos que Jesús vino a traer la salvación integral, que abar-
ca al hombre entero y a todos los hombres, abriéndoles a los admirables horizontes de la filiación divina”, JUAN PABLO II,
Redemptoris missio, 11.
61 Cf. F. MARTÍN, “Ser cristiano al margen de la Iglesia es una contradicción” (entrevista a Julián Marías), Diario ABC
(23.02.1986).
62 Cf. G. VATTIMO, Dopo la cristianità. Per un cristianesimo non religioso (Milano 2002). En la antropología de Vattimo identifica
A. Rigobello la expresión de un espacio especulativo contemporáneo con el que el concepto persona ha de habérselas in-
evitablemente. De hecho, tras esta caracterización del cristianismo como espacio que ha de debilitar su identidad dogmá-
tica si desea validarse ante la cultura contemporánea como instancia de sentido, se encuentra el efecto disolvente que tie-
nen sobre una metafísica de la persona: la insistencia en la finitud del hombre y lo ilusorio de su inmortalidad (Sartre y
Heidegger), el nihilismo y su ontología del declive (Nietzsche) y la concepción del pensar como exhaustivo interpretar (Ga-
damer). Su resultado: “il tramonto della persona nella soggettività e, ancor più radicalmente, il dissolversi della soggettività
stessa nella trama delle apparenze, reali soltanto nel loro apparire, frammetti di umano da viversi con una autenticità di-
sincantata”. En consecuencia, “la temperie morale di questa effimera coscienzialità è da un lato un sottile sentire la vita
nella forma di evasione estetica, dall’altro il provare una compassione quasi religiosa verso ciò che rimane nel nostro pas-
sare e svanire, una ‘pietas’ nei confronti dell’umano”, A. RIGOBELLO, “I fondamenti speculativi dell’affermazione dell’idea di
persona nel XX secolo”, en A. PAVAN – A. MILANO, Persona e personalismi (Napoli 1987) 366.
24 J u a n M a n u e l C a b i e d a s Te j e r o
63 Cf. J.A. MARINA, ¿Por qué soy cristiano? Teoría de la doble verdad (Barcelona 2005) 145: “No quiero expulsar de mi mundo
la religión. Usted puede hacer lo que quiera en el suyo. Me limito a hablar de mis evidencias privadas. Lo que para mí sig-
nifica la religión es el rechazo total a encerrarme en el mundo de lo fáctico y lo trivial”. En esta misma intensidad de honda
puede leerse, A. COMTE-SPONVILLE, El alma del ateísmo. Introducción a una espiritualidad sin Dios (Barcelona 2007).
64 Cf. F. SAVATER, La vida eterna (Barcelona 2007) 109.
65 J. MARÍAS, Breve tratado de la ilusión (Madrid 21985) 131-138; ID., Mapa del mundo personal (Madrid 32005) 98-100.
66 J. MARÍAS, Introducción a la filosofía, 462.
67 J. MARÍAS, La mujer en el siglo XX (Madrid 1980) 100. Evocamos aquí sugerente la distinción orteguiana entre ideas y creen-
cias empleada por el pensador español para definir el mecanismo básico que opera los cambios profundos, tanto en el es-
pacio de la historia de la cultura como de la vida del individuo. En breve: las creencias conforman el suelo firme de nuestra
vida, su continente, aquello con lo que contamos y nos sostiene; aunque sea de modo no siempre explícitamente reflejo y
formulado. Cuando este horizonte de las creencias se torna inseguro (o se quebranta por la novedad que trae el discurrir de
la experiencia histórica) y hemos de reparar en el perfil de su realidad, nos adentramos en el espacio, necesario mas no evi-
dente, de las ideas. A las ideas hemos de llegar, son objeto de conquista. Las ideas pueden desaparecer como tales o, si
cumplen su función, pasar a formar parte del sustrato de las creencias; “pero al principio las ideas son fuerzas destructoras,
porque desarraigan a los hombres de una u otra creencia y finalmente, al cabo del tiempo, pueden destruir toda la creencia
de un pueblo”, J. ORTEGA Y GASSET, “Un capítulo sobre la cuestión de cómo muere una creencia”, Obras Completas X (Madrid
2004-2010) 422. Añade Marías, al referirse a la situación de una sociedad compleja e intelectualizada como la nuestra, que
“el funcionamiento autónomo de las ideas, con vida propia e independencia, es un fenómeno histórico absolutamente in-
sólito”, J. MARÍAS, La estructura social, 144.
Julián Marías. El cristianismo como circunstancia del pensamiento 25
Marías ha visto con total claridad que, no sólo una hermenéutica filosófica
de carácter materialista despoja al hombre de su bien más preciado, su ser
persona; sino que también contribuye a ello en Occidente una visión del cris-
tianismo que malversa sus contenidos más decisivos y los reduce a lo secundario.
68 J. MARÍAS, España inteligible, 419. La comprensión anticosista de la identidad del hombre que esgrime Ortega y Gasset actúa
en Marías como un poderoso punto de referencia a la hora de pensar el ser personal del hombre en continuidad con la afir-
mación bíblica de su identidad como imago Dei. En la antropología bíblica de la “imagen” que define la condición creatural
del hombre, reconoce Marías el modo en que la revelación cristiana compendia los caracteres de originalidad, mismidad, li-
bertad y proyectividad que emergen de la visión decididamente optimista del hombre que patrocina la metafísica orteguiana
de la vida. Un poco más allá de Ortega, la concepción de la persona humana como “innovación radical de realidad” y, sobre
todo, como “criatura amorosa” –patente en la experiencia del amor inter-sexuado en cuanto grado máximo de auto-posesión
de la vida personal– es, para Marías, el lugar exacto que posibilita la apertura de la antropología a la teología, es decir, a la
relación con el Ser absoluto-personal que funda la creaturalidad amorosa en plenitud; es decir, la analogía con la concepción
bíblica del hombre como imagen del Dios que se auto-identifica como Amor Personal. En otro lugar hemos estudiado amplia-
mente el modo en que nuestro autor reflexiona sobre la novedad que supone para la metafísica griega –y la antropología que
patrocina– la concepción revelada de la realidad como creatio ex nihilo sui et subjecti y de Dios como Persona y Amor: J. M.
CABIEDAS TEJERO, La persona es criatura amorosa. Perspectivas para una antropología teológica (Valencia 2013) 158-172.
26 J u a n M a n u e l C a b i e d a s Te j e r o
69 J. MARÍAS, La perspectiva cristiana, 115. Cf. Cf. M. CZAJKOWSKI, El tema de Dios en la filosofía de Julián Marías (Pamplona
2001); J. SÁNCHEZ-GEY, “La reflexión sobre Dios en Julián Marías”, en J.L. CABRIA-J. SÁNCHEZ-GEY (eds.), Dios en el pensa-
miento hispano del siglo XX (Salamanca 2002) 261-285; H. CARPINTERO, Julián Marías, una vida en la verdad (Madrid 2008)
165-194; H. RALEY, A Watch over Mortality. The Philosophical Story of Julián Marías (New York 1997) 135-149; ID., “Apuntes
para una filosofía cristiana en Julián Marías”, en H. CARPINTERO (ed.), Un siglo de España. Homenaje a Julián Marías (Madrid
2002) 311-315; I. SÁNCHEZ CÁMARA, “Julián Marías: una filosofía cristiana”: Communio 1 (2006) 9-22; A. ANDREU RODRIGO, “Ju-
lián Marías: ‘El tema del hombre’ y la teología”, en A. PÉREZ QUINTANA-L.M. PINO (eds.), Una vida presente: estudios sobre
Julián Marías (Santa Cruz de Tenerife 2009) 25-44; E. GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, “Julián Marías y la divina razón”: Revista Espa-
ñola de Teología 69 (2009) 267-304.
70 En este sentido hablan algunos autores, no sin buenas razones, de la presión de una “secularización cualitativa” o secula-
rización de la sensibilidad humana hacia la experiencia religiosa (y las capacidades del espíritu humano en general). Según
esto, la desafección hacia lo religioso no tendría su fundamento principal en el campo intelectual o institucional, sino en
la conciencia “creyente” del sujeto. El debate no tiene su epicentro en la verdad sino, sobre todo, en el sentido. La llamada
secularización cualitativa ha de entenderse como distancia afectiva o no pertenencia; cuya fuente de alimentación se en-
cuentra en el estilo de vida y prejuicios que alimenta la cosmovisión dominante en Occidente. Estos manantiales de la ci-
vilización occidental contemporánea han colonizado la “gramática del sentido” (Grammar of Assent, J.H. Newman) que
todo hombre maneja para vivir, de modo que queda bloqueada la capacidad receptiva profunda de la persona, o lo que es
lo mismo, la capacidad de razonar más allá del puro concepto. Se trata de una herida infligida al corazón humano. Por eso
esta tonalidad de la nueva secularización es menos beligerante que la de otros tiempos, pues su campo de batalla no son
los argumentos sino el espacio de su configuración y asimilación subjetiva: la imaginación, la afectividad y la capacidad de
elección. “Il pensare moderno non pensa più la fede. Non pensa l’alto profilo antropologico dell’aver fede come struttura
originaria della coscienza umana, forma propria della sua stessa inviolabile dignità, radice qualitativa del legame interu-
mano… Nella coscienza postmoderna, il discorso assertorio su Dio è interamente consegnato all’opzione fideista della co-
scienza individuale”, P. A. SEQUERI, L’idea della Fede. Trattato di teologia fondamentale (Milano 2002) 214. Cf. M.P GALLAGHER,
“Nuevos horizontes ante el desafío de la increencia”: Razón y Fe 232 (1995) 279-293.
Julián Marías. El cristianismo como circunstancia del pensamiento 27
71 Cf. SENECA, Sobre la felicidad (Madrid 31983) 52 (nota 18); traducción, introducción y notas de J. Marías.
72 Cf. J. MARÍAS, La felicidad humana (Madrid 82006) 330-339.
73 Cf. J. MARÍAS, La felicidad humana, 268-280.
74 ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco I, 13, 1102 a (Madrid 1949; ed. bilingüe griego-español, introducción, traducción y notas de
J. Marías).
75 TOMÁS DE AQUINO, Summa contra Gentiles III, 25.
76 J. MARÍAS, “Los cristianos y la verdad”, en ID., Ensayos de convivencia, Obras III (Madrid 1958-1982) 134. Cf. otros lugares
en que se expresa con tono similar: “Le chrétien est-il de la Terre?”, en Ortega y tres antípodas, 186-192; “La perspectiva
cristiana”, en El curso del tiempo II, 241-244.
28 J u a n M a n u e l C a b i e d a s Te j e r o
Puede decirse que una Europa descristianizada es, en esencia, una Eu-
ropa “deseuropeizada”. Creo que el proceso acaecido en la Europa del
Este constituye una demostración fehaciente. La lucha que los países
de la Europa oriental han mantenido contra el cristianismo ha supuesto
un tiempo de prueba que ha anegado el modo de vida europeo79.
80 Cf. “Podiumsdiskussion: Europäische Vielfalt und christliche Einheit”, en N. LOBKOWICZ (ed.), Das europaïsche Erbe und seine
christliche Zukunft, 312.
81 PONTIFICIO CONSEJO PARA LA CULTURA, Para una pastoral de la cultura (Città del Vaticano 1999) n. 2. En este documento progra-
mático se exponen algunos desafíos del presente que han constituido preocupación viva en el pensamiento de Marías. Así,
por ejemplo, la prevalencia del subjetivismo como criterio de verdad (n. 7); el nacionalismo (n. 10); la relación entre filosofía
y teología (n. 12); el papel de la mujer en su identidad antropológica y social (n. 15); la pervivencia de las grandes cuestiones
más allá de la secularización (n. 23). En línea semejante: JUAN PABLO II, Ecclesia in Europa, n. 7-8. 47.
82 Cf. J. MARÍAS, La educación sentimental (Madrid 1994) 18-19.
30 J u a n M a n u e l C a b i e d a s Te j e r o
83 Es la tesis con que nuestro autor elabora la obra que acabamos de citar, en el espacio concreto de la literatura occidental.
84 “Se si sviluppa la tecnica, ma non si espande di pari passo anche l’orizzonte spirituale dell’uomo, e la persona non permane
in una dinamica maturazione verso la trascendenza, allora si è spogliati di ciò che si possiede di più prezioso: la coscienza
di sè, del proprio limite e dell’apertura infinita verso cui si è indirizzati. Condizione letale, perché in questo modo non solo
cessa il vero progresso, ma l’uomo stesso muore per asfissia”, R. FISICHELLA, Identità dissolta. Il cristianesimo, lingua madre
dell’Europa (Milano 2009) 29.
85 J. ORTEGA Y GASSET, “Pidiendo un Goethe desde dentro”, Obras Completas V (Madrid 2004-2010) 122.