El Nombre de El Salvador
El Nombre de El Salvador
El Nombre de El Salvador
República de El Salvador
Primera edición:
Dirección de Publicaciones e Impresos
San Salvador, El Salvador, 2015
ISBN: 978-99923-0-274-3
Equipo de investigación:
Carlos Pérez Pineda
Óscar Mélendez
Adolfo Bonilla (colaborador)
Carlos Gregorio López Bernal (colaborador)
972.84
M519 Meléndez, Óscar
El nombre oficial de la República de El Salvador / Óscar Meléndez,
sv Carlos Pérez Pineda. —1.a ed.— San Salvador, El Salv.: Dirección de
Publicaciones e Impresos (DPI), 2015.
64 pp.; 22 cm
ISBN 978-99923-0-274-3
1. El Salvador-Historia.
2. El Salvador-Aspectos sociales.
I. Pérez Pineda, Carlos, coaut.
II. Título.
9
complejo proceso de construcción estatal que, en cierta medida,
todavía no concluye.
No quiero finalizar esta breve presentación sin antes expre-
sar mi agradecimiento al señor canciller de la República, Hugo
Martínez, y a su equipo de trabajo; al señor secretario de Cultura,
Ramón Rivas, y a su Dirección Nacional de Investigaciones; al
ministro de Educación, Carlos Canjura; así como al ministro de
Gobernación y Desarrollo Territorial, Ramón Arístides Valencia,
por sumarse a esta iniciativa. Todos ellos integrados con un fin:
contribuir al rescate de la memoria histórica de El Salvador.
10
Reflexiones sobre el Decreto Legislativo del 7 de junio de 1915
A 100 años de la consolidación del nombre
correcto de la República de El Salvador
11
San Salvador dio origen al nombre de la provincia de San Salva-
dor, que era parte del Reino de Guatemala. Esta provincia no incluía
los departamentos de Sonsonate y Ahuachapán, que pertenecían
a la provincia de Guatemala hasta 1822, año en que la provincia
de San Salvador los anexó sin el consentimiento de Guatemala.
En 1785, la reforma administrativa borbónica estableció una
intendencia en la provincia de San Salvador. Esto ayudó a confi-
gurar la identidad del territorio, que se forjó en oposición a Gua-
temala. Además, las Leyes de Indias le daban derecho a todo terri-
torio con categoría de intendencia a tener un obispado; por esto,
San Salvador buscó su establecimiento, chocando siempre con la
oposición de Guatemala. La disputa era de naturaleza económica,
ya que la razón de la oposición de Guatemala era porque el 53
% de los ingresos de diezmos llegaban de San Salvador, que sola-
mente era una vicaría. Si se establecía un obispado, San Salvador
tendría derecho a administrar sus diezmos. Por ello, recurrente-
mente, San Salvador luchó por tener un obispado.
La declaración de independencia de España, el 15 de sep-
tiembre de 1821, creó una seria división en el antiguo Reino de
Guatemala. En cada provincia existieron ciudades importantes
que se pronunciaron a favor de la independencia de España e in-
mediatamente se unieron a México (Comayagua, León, Cartago,
Quetzaltenango y Chiapas). En la ciudad de Guatemala, el pode-
roso grupo de comerciantes encabezado por la familia Aycinena
también se pronunció a favor de la unión a México, de tal manera
que la opinión centroamericana estaba divida. Por tal razón, la
Junta Provisional Gobernativa hizo una consulta con los ayunta-
mientos. El 3 de enero de 1822 se escrutaron las opiniones y ganó
de forma mayoritaria la posición favorable a la unión a México, y
solo San Salvador y San Vicente se pronunciaron en contra.
El 11 de enero de 1822, la Junta Provisional Gobernativa de El
Salvador se transformó en Junta de Gobierno. Abolió la esclavitud
y declaró a El Salvador “libre e independiente de España y de Méxi-
co”. Este hecho fue de gran transcendencia, ya que San Salvador
12
organizó el primer Gobierno Republicano de Centroamérica, que
duró desde el 11 de enero de 1822 hasta el 9 de febrero de 1823,
cuando el general Vicente Filísola tomó San Salvador. Por estas
razones es que Francisco Gavidia ha señalado con acierto que San
Salvador fue, en Centroamérica, la cuna de la independencia, de
las ideas republicanas, abolicionistas, federalistas y democráticas.
Esta forma de pensamiento y oposición a la anexión fue im-
portante en la convocatoria para la Asamblea Nacional Cons-
tituyente, al conocerse el colapso del Imperio Mexicano. Esta
Asamblea declaró la independencia absoluta de las Provincias del
Centro de América el 1 de julio de 1823. Una de las tareas de
dicha asamblea fue la elaboración de la Constitución del 22 de
noviembre de 1824, que definió la forma de gobierno como re-
publicana, federal, representativa y popular. En este contexto de
estructuración de la Constitución Federal de Centroamérica, apa-
rece por primera vez en la Constitución del Estado Federal, pu-
blicada el 12 de junio de 1824, el nombre de El Salvador escrito
como “Constitución del Estado del Salvador”.
El Estado conservó ese nombre durante toda la existencia de la
República Federal de Centro América, que se desintegró en 1838.
En 1841, el Estado del Salvador se constituyó como Estado inde-
pendiente y soberano mediante la Constitución del 22 de febrero de
1841, donde la forma de gobierno se define como republicana, repre-
sentativa y federal. En esa misma constitución, en lo que se refiere al
nombre del Estado, se usa indistintamente: Del Salvador (título 1),
El Salvador (título 1, art. 3) y Salvador (título 4, art. 11). La natu-
raleza republicana de la Constitución fue ratificada en decreto de la
Cámara de Diputados de San Salvador el 18 de febrero de 1859, pero
el doble uso del nombre del Estado o la República persistió.
En las décadas de 1910 y 1920, cuando quedaba claro que la
reconstrucción de la República Federal era sumamente difícil, sur-
gió un poderoso movimiento nacionalista que cogió impulso con
la celebración del centenario del Primer Grito de Independencia.
Es allí donde aparece con fuerza la interpretación histórica liberal-
13
nacionalista, con Francisco Gavidia a la cabeza, que posicionó a
San Salvador como la cuna de la Independencia de Centroamérica
y a sus líderes como próceres nacionales, donde destacaba José
Matías Delgado pero les dejaba espacio a otros personajes.
Es, además, la época del rescate de la identidad nacional preco-
lombina, con los trabajos de Santiago Ignacio Barberena y Jorgé Lar-
dé y Harthés, que trabajó en el rescate del mito de Atlacatl; además
de María de Baratta, con sus estudios del folklor, entre otros. En ese
contexto de fundamentación de las bases del imaginario de la na-
ción no quedaba espacio para ambigüedades en el nombre del país.
Entonces se dio el Decreto Legislativo del 7 de junio de 1915,
publicado en el Diario Oficial n.º 133, tomo n.º 78, del 9 de junio
de 1915, que definió que el nombre oficial de nuestra República
es: República de El Salvador. Fue, de hecho, un decreto aclaratorio
que no dio fin al doble uso del nombre del país. La confusión per-
sistía a pesar del Decreto de 1915, creando problemas diplomáti-
cos y legales. Por esa razón, durante la administración del teniente
coronel José María Lemus, por gestiones del ministro de Cultura
de esa época, Mauricio Guzmán, se emitió el Decreto Legislativo
n.º 2737, del 23 de octubre de 1958, publicado en el Diario Ofi-
cial n.º 210, tomo n.º 181, del 11 de noviembre de 1958, en el
que se añadió al texto del 7 de junio de 1915 la prohibición de su-
primir la palabra “El” cuando fuera asociado a las palabras “Repú-
blica” o “Estado”. Asimismo, se determinó la reserva del derecho
a contestar cualquier documento o suscribir cualquier convenio
donde apareciese escrito incorrectamente el nombre oficial de la
República. Es así como, finalmente, el nombre oficial de este país
centroamericano se consolida como República de El Salvador.
La nación entera rinde hoy homenaje a ese decreto aclaratorio
de 1915, que señaló que la forma correcta de escribir el nombre
de nuestro país es República de El Salvador.
14
El nombre oficial de la República
de El Salvador
Introducción
15
dad de Comayagua, Honduras, se declararon independientes de
Guatemala y se adhirieron a México. En Tegucigalpa, Los Llanos
y otras ciudades de Honduras se declararon independientes de
España y México. Los leoneses advirtieron que era un error divi-
dirse en pequeños gobiernos soberanos, porque estarían a merced
de piratas y aventureros, por lo que sugerían adherirse al Imperio
Mexicano.2
En el centro del debate entre proimperialistas e independen-
tistas absolutos se encontraba la cuestión de la integración al Im-
perio Mexicano o proclamar una República moderna inspirada en
la Constitución liberal de Cádiz. En otras palabras, la discusión
versó sobre si la entidad política que se deseaba construir se trataría
de una república, federal o unitaria, moderna o antigua, o una mo-
narquía absoluta o constitucional. La discusión fue asumida con
gran apasionamiento político y con posturas intransigentes, por
lo que inevitablemente tuvo que pasar por la prueba de las armas.
En el Acta de Independencia de 1821 se acordó conformar una
Junta Provisional Consultiva del Gobierno de Centro América, a
efecto de gobernar las antiguas Provincias del Reino de Guatemala
y convocar a un Congreso Constituyente que debería reunirse el
primero de marzo de 1822. La junta estuvo conformada por José
Simeón Cañas, Manuel Antonio Molina y José Matías Delgado.
Esta junta se vio obligada a abandonar el mandato de llamar a un
Congreso Constituyente, y el 30 de noviembre de 1821 convocó a
una consulta para decidir el futuro político de Centro América, es
decir, determinar si se adherían o no a México.
El resultado de esa consulta fue la anexión a México, que fue
declarada oficialmente el 5 de enero de 1822. La opinión de los
ayuntamientos fue el siguiente: 104 a favor de la anexión, 11 a
favor con condiciones, 21 a favor de que decidiera el congreso
de marzo de 1822 y 32 dejaron la decisión en manos de la Junta
Provisional Consultiva. La decisión de San Salvador y San Vicente
2 Francisco J. Monterrey, Historia de El Salvador. Anotaciones cronológicas 1810-1842, Tomo I
(San Salvador: Editorial Universidad de El Salvador, 1996): 66-67.
16
fue votar en contra de la anexión, colocándose en una posición
absolutamente minoritaria.3
Para el escritor modernista salvadoreño Franciso Gavidia, si
bien es cierto se había jurado la independencia, al mismo tiempo
se había jurado la monarquía americana, lo cual constituía el ob-
jetivo del Plan de Iguala, es decir, del proyecto mexicano. Así, los
partidos monárquicos absolutistas, constitucionales y adeptos del
emperador mexicano juraron a favor de una monarquía.4
Esa situación convirtió a San Salvador en símbolo del repu-
blicanismo centroamericano, del federalismo, de la democracia
y de la lucha contra la esclavitud. En efecto, el 11 de enero de
1822, San Salvador abolió la esclavitud, el tributo que se pagaba a
los reyes de España, y se declaró libre e independiente de España
y México y de cualquier otra potencia.5 Se nombró a José Ma-
tías Delgado, quien era gobernador e intendente, presidente de la
Junta Provisional Gubernativa, cesando de sus funciones la Junta
Consultiva de Gobierno de Centro América. El 13 de enero, la
Junta Gubernativa nombró a Manuel José Arce como comandan-
te general de la provincia, y se juró la obediencia a esa junta.
El 29 de mayo de 1822, Agustín I ordenó a Gabino Gaínza, en-
tonces jefe político de Guatemala, que se dirigiera a México, y en
su lugar nombró al brigadier Vicente Filísola. En enero de 1823, el
emperador de México le ordenó al general Vicente Filísola que tratara
a los patriotas salvadoreños como perturbadores del orden, a quienes
tenía que castigar con severidad. Filísola le dirigió una nota al general
Manuel José Arce en la que le invitaba, por última vez, a que se in-
corporara al Imperio Mexicano. Arce le advirtió que no aceptaba la
invitación y que seguirían resistiendo por medio de las armas.6
3 Adolfo Bonilla, “Independencia y República”, en El Salvador. Historia mínima. (El Salvador: Dirección
Nacional de Investigaciones en Cultura y Arte, Secretaría de Cultura de la Presidencia, 2011): 25-26.
4 Francisco Gavidia, Historia Moderna de El Salvador (San Salvador: Imprenta Meléndez,
1917): 22-29.
5 Francisco J. Monterrey, Historia de El Salvador. Anotaciones cronológicas 1810-1842: Tomo I
(San Salvador: Editorial Universidad de El Salvador, 1996): 75-76.
6 Francisco J. Monterrey, Historia de El Salvador Anotaciones cronológicas 1810-1842: 103-104.
17
Entre 1822 y 1823 se registraron diversos combates entre los
salvadoreños y las tropas enviadas desde Guatemala y México. El
historiador mexicano Mario Vásquez Olivera, quien ha estudiado
a profundidad los aspectos políticos de la campaña de San Salva-
dor, sostiene que “la obstinada lucha de San Salvador contra el
Imperio se convirtió en un gesto emblemático de la causa nacio-
nal centroamericana, un hito en la obtención de la independencia
absoluta; epopeya y blasón del patriotismo, del principio republi-
cano y la autonomía provincial”.7
Es destacable la postura intransigente, hasta las últimas conse-
cuencias, de los republicanos sansalvadoreños en circunstancias en
que la voluntad mayoritaria de las antiguas provincias españolas de
América Central se había manifestado a favor de la monarquía mexi-
cana. No se trató de una simple adhesión a un ideario, sino de la
voluntad de defender esa adhesión en contra de un enemigo abruma-
doramente mayoritario. La consistencia del republicanismo sansalva-
doreño como idea-fuerza fue tal que, antes de la derrota militar inevi-
table, los líderes de la provincia enviaron una delegación a los Estados
Unidos, solicitando la protección de la joven potencia del norte.
Este combate contra el Imperio fue, por una parte, la defensa
del territorio de la primera República contra la invasión de las
tropas imperiales, y también fue parte de una batalla de ideas que
enfrentó a los adeptos de la monarquía constitucional, propuesta
por el Plan de Iguala, contra los que aspiraban a establecer un
Gobierno representativo, republicano, que impidiera el control
centralista ejercido por las élites criollas de la ciudad de Guatema-
la. En el caso de los que defendían la anexión a México, también
defendían un centralismo que continuaba siendo monárquico y
solamente cambiaba de sede de Guatemala a México.
La efeméride de 1822 es, por lo tanto, una fecha que debe
ser puesta de relieve con la solemnidad que merece, debido a que
18
en esa fecha fue proclamada la primera República en la América
Central. Es incuestionable que San Salvador fue la cuna del re-
publicanismo moderno centroamericano que debe ser objeto de
conmemoración.
Una vez explicado el origen del modelo institucional repu-
blicano establecido por los independentistas de la primera mitad
del siglo xix, se abordará la cuestión el nombre del nuevo Estado.
1. El nombre de El Salvador
19
San Salvador y por la Alcaldía Mayor de Sonsonate. La Provincia de
San Salvador fue convertida en Intendencia de San Salvador a fina-
les del siglo xviii, por Real Cédula del 17 de septiembre de 1785,
durante el período de las reformas borbónicas.12 Esta demarcación
fue la base administrativa de lo que luego se convertiría en Estado.
Fue así como, por medio de la Constitución de 1824, El Sal-
vador comenzaba su vida “estatal” e independiente. Pero el 22
de noviembre de ese mismo año, los otros Estados centroameri-
canos junto con el del Salvador decidían fundar el sueño de una
República Federal en Centroamérica. En la Constitución de esta
República se estableció que estaría compuesta por cinco Estados:
“Costarrica, Nicaragua, Honduras, el Salvador, y Guatemala”.13
El Estado del Salvador transitó, a lo largo del siglo xix, por
una experiencia constitucional que daría como resultado la pro-
mulgación de siete constituciones, después del fracaso de la Fede-
ración Centroamericana a finales de la década de los 1830. Estas
constituciones se decretaron en los años 1841, 1864, 1871, 1872,
1880, 1883 y 1886. En la Constitución de 1841, que derogaba
a la de 1824, no hubo disposición alguna que permitiera observar
cambios sobre el nombre oficial. Si bien es cierto, en el artículo
primero, se escribió el nombre de El Salvador sin la palabra “del”,
en los artículos sucesivos se siguió utilizando dicha palabra, e in-
cluso solo “Salvador”. Es decir, se usaron tres denominaciones: El
Salvador, del Salvador y Salvador.14
Igual ocurrió en el decreto en el que el Estado del Salvador se
declaraba “República libre, soberana e independiente”, emitido
en 1859, durante la presidencia de José María Peralta. En los tres
considerandos y en los tres artículos que le dieron origen a ese
12 Al respecto léase: Sajid Alfredo Herrera “La idea borbónica de buen gobierno en las poblaciones:
La Intendencia de San Salvador (1786-1808)”. En: Ana Margarita Gómez y Sajid Alfredo Herrera
(compiladores), Mestizaje, poder y sociedad. Ensayos de Historia Colonial de las Provincias de San
Salvador y Sonsonate (San Salvador, El Salvador: FLACSO Programa El Salvador, 2003).
13 Constitución de la República Federal de Centroamérica de 1824, artículo 6. (San Salvador,
El Salvador, s/f ). Consultada en la Biblioteca Florentino Idoate, Universidad Centroamerica-
na José Simeón Cañas. Cita textual. Palabras escritas conforme el texto original.
14 Constitución de 1841 publicada por Ricardo Gallardo en Las constituciones de El Salvador.
20
decreto, El Salvador se nombró “del Salvador” y “el Salvador”, sin
hacer ninguna mención al nombre oficial.
Lo que sí fue mencionado en el decreto de 1859 fue la turbu-
lenta situación en la que se había inmiscuido el Estado del Salva-
dor en sus innumerables esfuerzos para reunificar a Centro Amé-
rica. Los legisladores señalaron que esa labor había dado como
resultado conflictos entre los Estados:
21
Esta ambigüedad en torno a la denominación del Estado salva-
doreño se pondría de relieve en la primera Constitución decretada
por el presidente Rafael Zaldívar en 1880. En ese cuerpo normativo
se utilizó de forma indistinta la palabra “del” y “El” para denomi-
nar a El Salvador, pues todavía no se había aclarado este asunto
dentro del complejo proceso de la construcción estatal. Además, en
el decreto de creación del escudo de armas, durante el gobierno de
Francisco Dueñas,16 se determinó que la leyenda que debía adornar
dicho escudo era “República del Salvador en la América Central” y
eso se mantuvo hasta 1912, año en que el presidente Manuel Enri-
que Araujo erigió un nuevo símbolo patrio.
Durante el gobierno de Rafael Zaldívar (1876-1885) se pro-
fundizaron, a través de las leyes liberales de reforma agraria, las
transformaciones políticas, jurídicas, económicas, sociales y cultu-
rales que atravesó el Estado. El añil había dejado de ser cotizado a
nivel internacional debido a la aparición de colorantes sintéticos,
y el café se presentó como el producto que elevaría las ganancias
del fisco y que beneficiaría, en mayor medida, a comerciantes,
inversionistas y grandes agricultores.
Para expandir la producción de café, las tierras comunales y
ejidales fueron privatizadas por el Estado. Una importante reforma
jurídica también ocurrió en esa época. Las leyes que se encontra-
ban dispersas fueron agrupadas en ordenados cuerpos normativos,
como una medida más de un Estado que aspiraba a sepultar de
manera definitiva el pasado colonial y a convertirse en una entidad
política moderna, de acuerdo con el modelo europeo occidental.17
16 Francisco Dueñas fue presidente en varios periodos ubicados entre 1851 y 1871.
17 Un estudio a profundidad sobre la cuestión agraria en el siglo XIX se encuentra en Aldo Lauria-
Santiago, Una república agraria: Los campesinos en la economía y la política de El Salvador en el siglo
XIX, (San Salvador, El Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, 2003) y sobre la forma-
ción de la burguesía léase: Antonio Acosta Rodríguez, Los orígenes de la burguesía de El Salvador.
El control sobre el café y el Estado. 1848-1890. (Sevilla, Taller de Estudios e Investigaciones Andino-
Amazónicos - Instituto de Estudios sobre América Latina, 2013). Asimismo, un amplio análisis
del Gobierno de Rafael Zaldívar se encuentra en la Revista de Ciencias Sociales y Humanidades
Identidades 2. (Dirección Nacional de Investigaciones en Cultura y Arte, Secretaría de Cultura de
la Presidencia, enero-junio de 2011).
22
Durante el gobierno de Zaldívar, la invención de tradiciones
y héroes estuvo marcada por la creación del himno nacional y la
exaltación de las figuras de Francisco Morazán y Gerardo Barrios.
La composición de la letra del himno fue encomendada al gene-
ral Juan José Cañas, y la música al napolitano Juan Aberle. Para
la construcción del monumento a Morazán, Zaldívar contrató a
Franciso A. Durini. El monumento fue inaugurado en 1888, y en
el mismo año se inauguró un mausoleo dedicado a Barrios.18
Para el historiador salvadoreño Carlos Gregorio López Ber-
nal, en la época de Zaldívar, la “‘invención de tradiciones’ ya era
evidente en el ceremonial cívico salvadoreño, los símbolos patrios
y en la estatuaria heroica. Sin embargo, estas carecían de la cohe-
rencia necesaria para generar y fortalecer una verdadera concien-
cia nacional”.19 Es necesario mencionar que la invención de los
símbolos nacionales está íntimamente relacionada con el nombre
de la entidad política que los crea, esto también puede verificarse
con la producción de la moneda nacional.
Durante el período de Zaldívar, en concordancia con la expan-
sión cafetalera y la política económica liberal, se procuró la creación
de bancos privados. En 1880 se constituyó el Banco Internacional del
Salvador, con el que se comenzó la circulación de billetes y la promo-
ción de créditos.20 El nombre de la moneda era “peso” y, a partir de
1892, por decreto publicado en el Diario Oficial el 5 de octubre de
ese año, la denominación cambió a “colón”, como parte de las con-
memoraciones del iv centenario del descubrimiento de América que
se realizaron durante el gobierno del general Carlos Ezeta.21
23
En los billetes y las monedas de las distintas denominaciones
se encontraba la leyenda “República del Salvador”. En el siguien-
te siglo, en el año 1934, se creó el Banco Central de Reserva,22
institución que comenzó a circular colones con el nombre “El
Salvador” de manera definitiva, pues entre la fecha en la que se
comenzó a producir y circular monedas por bancos privados hasta
las décadas de los años 1910 y 1920 circulaba dinero tanto con
la leyenda “República del Salvador” como con “República de El
Salvador”, así como ocurrió, por ejemplo, con las monedas de 1,
3, 5 y 25 centavos.
En cuanto a la situación política y constitucional, Rafael Zal-
dívar entró en declive hacia la mitad de la década de 1880, debido
a problemas políticos internos y externos. El conflicto derivó en
una rebelión en 1885, mediante la cual fue colocado en la pre-
sidencia el general Francisco Menéndez, quien se autoproclamó
dictador y promulgó una nueva Constitución en 1886.23 Esta
Constitución, la última del siglo XIX, fue denominada “Consti-
tución Política de la República de El Salvador” y se mantendría
vigente hasta 1939. El nombre de la República otra vez volvió a
aparecer escrito con la palabra “El”, pero harían falta 26 años para
que el tema del nombre del país fuera por primera vez objeto de
un decreto publicado en las páginas del Diario Oficial.
A inicios del siglo xx, los Estados Unidos de América intervi-
nieron en asuntos políticos de Nicaragua, y en Centroamérica vol-
vieron a surgir los sentimientos unionistas y nacionalistas, como
también había ocurrido a mediados del siglo XIX durante la inter-
vención de William Walker.24 En El Salvador, en 1911, era electo
22 Decreto número 64, Ley del Banco Central de Reserva de El Salvador en Diario Oficial N°
132, tomo 116, 19 de junio de 1934.
23 Arturo Taracena Arriola, Liberalismo y poder político en Centroamérica. En: Víctor Hugo Acu-
ña Ortega (editor) Historia General de Centroamérica, Las Repúblicas Agroexportadoras (1870-
1945) (Madrid: Comunidades Europeas, Sociedad Estatal Quinto Centenario, 1993): 189.
24 Sobre la guerra centroamericana contra los filibusteros de William Walker, véase: Carlos Pérez
Pineda, “Y perezca primero la patria, que humillarme sin brío ni honor…” La guerra centroame-
ricana contra los filibusteros, 1856-1857 (El Salvador: Dirección Nacional de Investigaciones
en Cultura y Arte, 2014).
24
por medio de la decisión popular Manuel Enrique Araujo, cuyo
mandato fue interrumpido por su asesinato, en 1913, en el parque
ubicado frente al Palacio Nacional.25 Según Rafael Lara-Martínez,
citando a diversos intelectuales de inicios del siglo xx, Araujo repre-
sentó “el espíritu unionista, la oposición a la intervención estado-
unidense en Nicaragua —que refrenda la verdadera independen-
cia— y el ideal nacionalista que se opone al carácter privado de los
servicios públicos como los ferrocarriles y la electricidad”.26
Dentro de su propuesta de renovación institucional, Araujo
adoptó un nuevo escudo y una nueva bandera nacional, supri-
miendo a los sancionados por Francisco Dueñas en 1865. Por
medio del decreto legislativo del 17 de mayo de 1912, publicado
en el Diario Oficial el 30 de mayo de ese año, el presidente Araujo
estableció que “en torno del triángulo, y en figura circular se escri-
birá en letras de oro: república de el salvador en la américa
central”.27 Este decreto es el antecedente inmediato previo al
que sancionaría el presidente Carlos Meléndez en 1915, sobre el
definitivo nombre oficial de El Salvador.
En los años posteriores al asesinato de Araujo, asumió la
presidencia de la República la familia Meléndez Quiñones, que
gobernó hasta la reapertura democrática de Pío Romero Bosque
(1927-1931). En el período de los Meléndez Quiñones se emitió
el decreto del 7 de junio de 1915, con el que se declaró el nombre
oficial de El Salvador. En el artículo 2 del decreto en mención, se
ordenó a todos los funcionarios del Estado hacer uso de esa desig-
nación, sin incurrir en el error de hacer contracción de la primera
palabra. No obstante, fue hasta 1958 cuando se puso fin al uso
inadecuado del nombre del país.
25 Víctor Hugo Acuña Ortega (editor). Historia general de Centroamérica. Tomo IV: las repúblicas
agroexportadoras (1870-1945).
26 Rafael Lara-Martínez, “La independencia como problema: el Ateneo de El Salvador y la
celebración del (Bi)Centenario”, Boletín AFEHC n.o 46, publicado el 04 septiembre 2010,
disponible en: http://afehc-historia-centroamericana.org/index.php?action=fi_aff&id=2494
27 Diario Oficial del 30 de mayo de 1912, tomo 72, n.o 125. Las mayúsculas son del texto ori-
ginal.
25
En 1958, dos años antes del derrocamiento del teniente co-
ronel José María Lemus, El Salvador le aclaraba a sus ciudadanos
y al mundo, de manera definitiva, cuál era su nombre propio
y oficial. El trabajo que realizaron los diplomáticos fue crucial
para que esta tarea se desarrollara de forma efectiva. De esta ma-
nera, en 1958, El Salvador saldaba una deuda que tenía desde
inicios del siglo xix y que formaba parte de la construcción de
su identidad.
El decreto de 1958 mandó al Ministerio de Relaciones Exte-
riores a “tomar las medidas que considere eficaces” para cumplir
con la disposición sobre el nombre de El Salvador, con el propó-
sito de que no se repitieran las incorrecciones, cuestión que había
motivado ese decreto. Las medidas adoptadas por el ministerio
quedaron ampliamente registradas en los archivos diplomáticos.
Los representantes de El Salvador en el mundo fueron comisio-
nados para que el error cometido sobre el nombre de El Salvador
fuera una cuestión del pasado.
26
puesto en el Decreto Legislativo de 7 de Junio de 1915, publicado en el
Diario Oficial N° 133, Tomo 78, de 9 del mismo mes y año, en el cual se
declaró que el nombre oficial de la República es “el salvador”, y que se
debía cuidar de no hacer ninguna contracción de la primera palabra que
compone el nombre citado.28
28 Decreto número 2737, con fecha 23 de octubre de 1958, publicado en el Diario Oficial n.o
210, tomo 181, 11 de noviembre de 1958. Las mayúsculas son del texto original.
29 Decreto legislativo del 7 de Junio de 1915, publicado en el Diario Oficial N° 133, tomo 78,
9 de junio de 1915. Las mayúsculas son del texto original.
30 Decreto número 2737.
31 Ibíd.
32 Ibíd.
27
los al decreto de 1915, que fueron redactados de la siguiente
manera:
Art. 3°- Cuando el nombre de El Salvador vaya asociado a las palabras Re-
pública o Estado, se escribirá: República de El Salvador o Estado de El Sal-
vador; no se podrá suprimir la palabra “El” ni hacerse la contracción “del”.
Art. 4°- El Gobierno de El Salvador se reserva el derecho de contestar
cualquier documento, o de suscribir convenio alguno en que aparezca
escrito incorrectamente el nombre oficial de la República.
Art. 5°- Para el debido cumplimiento de esta disposición, en cuanto a
sus proyecciones en la vida internacional, el Ministerio de Relaciones
Exteriores deberá tomar las medidas que considere eficaces, a efecto de
que no se repitan las incorrecciones, motivo de este Decreto.33
28
Además señaló que unían al país las mejores relaciones con el
mundo democrático y que estaba en la capacidad de afirmar “con
orgullo, que en cualquier región de la tierra el nombre de nuestra
patria es pronunciado con respeto y simpatía”.35
Las palabras del ministro tenían relación con las circulares nú-
mero 63 y 64 que él había dirigido a los jefes de misiones consula-
res y diplomáticas de El Salvador en el mundo. La circular 63 fue
fechada el 12 de noviembre de 1958, y la 64 el 13 de noviembre
de ese mismo año. En estos documentos, el canciller ordenó que
se le diera “estricto cumplimento” al decreto del 23 de octubre de
1958 (mismo que había sido publicado el 11 de noviembre de ese
año en el Diario Oficial), en el que se aclaraba lo concerniente al
nombre correcto de El Salvador. Además de las circulares, adjuntó
una copia de los decretos de 1915 y 1958.
En la circular 63, Ortiz Mancía aclaró que se debía “enviar a los
organismos o dependencias de ese país que usted juzgue necesario,
las notas del caso a efecto de que se tenga conocimiento exacto del
nombre de nuestra Patria”.36 En la circular 64, además de advertir
que la Asamblea Legislativa había considerado dicho decreto de
“especial trascendencia”, el ministro afirmó que se debía obser-
var con “cuidadoso cumplimiento” el mandato del legislador.37
La circular 63 fue enviada a 17 encargados de asuntos
consulares de El Salvador. Entre estos se encontraban los
destacados en Nueva York, Washington, La Habana, Buenos
Aires, Londres, Viena, Madrid y Roma. Esa misma circular
fue remitida también a 172 cónsules generales, entre los que
se encontraban los ubicados en Estocolmo, Barcelona, Tokio,
Antofagasta, Cali, Chicago, Kingston, Guadalajara, Nápoles,
Malmö, San Francisco y Maracaibo. Asimismo, se les envió a
los encargados de negocios en Viena, Bogotá, Quito, Roma,
35 Informe anual del Ministerio de Relaciones Exteriores: 3.
36 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, circular número 63, documento clasificado
con el código A-804.4.
37 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, circular número 64, documento clasificado
con el código A-804.4.
29
Panamá, y a los embajadores en 19 ciudades, entre las que
destacaban: Bonn, Guatemala, Managua, Lima, Londres y
Montevideo.38
En la circular 64 se hizo constar que ese documento sería
despachado a los señores jefes de misión consular en Hamburgo,
Bonn, Curazao, Puerto España, Buenos Aires, Melbourne, Vie-
na, Amberes, La Paz (Bolivia), Río de Janeiro, Sao Paulo, Brasi-
lia, Montreal, Cali, Cartagena, Bogotá, San José (Costa Rica), La
Habana, Praga, Santiago (Chile), Copenhague, Quito, Barcelo-
na, Madrid, Nueva York, Washington, San Francisco (California,
EE. UU.), Nueva Orleans, Miami, Helsinki, París, Londres, Li-
verpool, Guatemala, Puerto Príncipe, Puerto Barrios, Jutiapa, La
Haya, Tegucigalpa, San Pedro Sula, Nueva Ocotepeque, Puerto
Cortés, Choluteca, Nacaome, Belice, Calcuta, Jerusalén, Haifa,
Génova, Kingston, Tokio, México D. F., Tapachula, Montecarlo
(Mónaco), Safí, Managua, Somoto, Oslo, Panamá, Colón (Pa-
namá), Lima, Lisboa, Oporto, San Juan (Puerto Rico), Manila,
Beirut, Roma, Estocolmo, Zúrich, Ginebra, Cape Town, Monte-
video y Caracas.39
El 1 de octubre de 1958, Julián Schwartz, cónsul ad honórem
en Estrasburgo, Francia, envió al ministro de Relaciones Exterio-
res de El Salvador la respuesta a la circular. Schwartz afirmó que,
para cumplir con las órdenes del ministerio, enviaría a las “ofi-
cinas Guvernamentales (sic), camaras (sic) de Commercio (sic),
Camaras (sic) de Industria y la Prensa local las aclaraciones ne-
cesarias, para que el nombre de la República de EL SALVADOR
no sufrira (sic) las transformaciones anteriores”.40 Héctor Trujillo
Mejía, encargado de negocios en Bogotá, Colombia, en una carta
con fecha 20 de noviembre de 1958, aseguró que ya se había
dirigido a la “Cancillería Colombiana, transcribiéndole el conte-
38 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, circular número 64.
39 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, circular número 64. Las mayúsculas son del
texto original.
40 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, documento clasificado con el número
804.4.
30
nido del Decreto en referencia, lo mismo que a nuestros Cónsules
acreditados en este país”.41
Otros diplomáticos tomaron varias medidas a fin de dar
cumplimiento a la indicación del Gobierno de El Salvador. Luis
Alonso Agreda, cónsul adscrito al Consulado General de El Sal-
vador en San Francisco, California, mencionó que se habían
elaborado
41 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, documento clasificado con el número 804.4.
42 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, documento clasificado con el número
804.4, con fecha 21 de noviembre de 1958.
43 Ibíd.
44 Ibíd.
45 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, documento clasificado con el número
804.4.
31
lia, el 25 de noviembre de 1958, manifestó que la oficina que
él representaba ya se había dirigido al “Ministerio de Relacio-
nes Exteriores de Italia, Alcaldía de Roma, Directivas de las
principales Ferias de Muestras Internacionales, Redacciones
de los principales periódicos, radiodifusoras y televisión, y
a la Jefactura (sic) del Estado Mayor (…)”.46 Agregó que el
mensaje se iría remitiendo a las instituciones que se estima-
ran necesarias.
Algunos diplomáticos admitieron que la contracción “del” se
había utilizado de forma reiterada para designar a El Salvador. Así
lo advirtió el encargado consular situado en Zaragoza, España,
quien, el 25 de noviembre de 1958, le manifestó al ministro Ortiz
Mancía que
46 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, documento clasificado con el número 804.4.
47 Ibíd.
48 Ibíd.
49 Ibíd.
32
Al igual que Barrientos y Bustamante, el cónsul Fernando
Cardona Barreras, radicado en Vigo, al noreste de España, cre-
yó pertinente señalar, en la carta con fecha 15 de diciembre de
1958, que en todos los actos de esa representación consular con
las autoridades, organismos y dependencias de su jurisdicción y
en escritos y documentos se usaba el nombre correcto, sin emplear
la contracción “del”. Agregó que se mantendría atento a que “en
ningún momento se suprima la palabra ‘El’”.50
Otros representantes diplomáticos afirmaron que el nombre
de la República había sido usado de manera correcta. Iván Hanus,
por ejemplo, quien era cónsul de El Salvador en Praga, Checoslo-
vaquia, en una carta de acuse de recibido de las circulares, el 1 de
diciembre de 1958, comentó que hasta ese momento
50 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, documento clasificado con el número 804.4.
51 Ibíd.
52 Ibíd.
33
La indicación de llamar a El Salvador de forma correcta tam-
bién fue recibida y socializada en Japón. Kyoichi Itoh, cónsul ad
honórem en Osaka, el 27 de noviembre de 1958, mencionó que
él había enviado a varias dependencias del Estado japonés la acla-
ración sobre el nombre exacto de la República centroamericana.
Itoh tradujo al japonés el decreto de 1958 y se los envió a todas
las municipalidades que se encontraban en esa ciudad, así como a
los organismos privados que tenían relaciones con países extranje-
ros.53 También Toyoji Oki, cónsul en Kobe, advirtió que la indi-
cación en el decreto se había comunicado a todos los organismos
y dependencias públicas y privadas que tenían su residencia en esa
localidad japonesa.54
Algunos diplomáticos aclararon que la indicación sobre el uso
correcto del nombre de El Salvador la habían hecho saber antes
de 1958. El cónsul en Valparaíso, Chile, Luis Sarnataro López,
manifestó que el consulado que él representaba había enviado una
nota, en enero de 1956, “a todos los círculos oficiales y educacio-
nales de la provincia de Valparaíso, indicando el nombre correcto
de El Salvador”.55 José Mixco F., encargado de negocios en San-
tiago, la capital chilena, se encargó de comunicar la disposición
al Ministerio de Relaciones Exteriores, a la Comisión Económica
para América Latina (cepal) y a los diarios y revistas más impor-
tantes del país suramericano.56
Otro diplomático radicado en Chile, Octavio Peña Vergara,
quien fungía como cónsul honorario en Antofagasta, subrayó que
el 8 de diciembre de 1958, fecha en la que redactaba la carta que
dirigía al canciller salvadoreño, había comunicado a la intenden-
cia de esa provincia “el alcance de la mencionada circular”, solici-
53 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, documento clasificado con el número 804.4.
54 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, documento clasificado con el número
804.4, con fecha 15 de diciembre de 1958.
55 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, documento clasificado con el número
804.4, con fecha 2 de diciembre de 1958.
56 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, documento clasificado con el número
804.4, con fecha 5 de diciembre de 1958.
34
tando, al mismo tiempo, que se les comunicara el mandato a las
instituciones públicas de aquella región.57
María Isabel Arrieta Gálvez, encargada del consulado en Am-
beres, Bélgica, se sumó a la aclaración que hizo el cónsul en Val-
paraíso, en el sentido que manifestó que las autoridades de Bélgica
“ya habían sido avisadas anteriormente de que el nombre exacto
de nuestra República es el de el salvador”.58 Y también advertía
que, no obstante lo anterior, ella seguiría enviando notas particu-
lares y publicando artículos en los periódicos en los que insistiría
sobre el uso correcto del nombre.
El cónsul general en Venezuela, René David Escalante, el 2
de diciembre de 1958, manifestó que había creído oportuno re-
chazar cualquier documento en el que el nombre de El Salvador
estuviese escrito de forma incorrecta. Escalante, en su respuesta a
la orden del canciller salvadoreño, dijo:
el suscrito, instruido hace algunos años de los fines que persigue el pri-
mero de dichos Decretos [se refiere al de 1915], rehusó siempre y con-
tinuará rehusando documento cualquiera en el que se note incorrecto
el nombre de nuestra República, tales como “República de Salvador”,
35
“República del Salvador”, “República de San Salvador”, etc., que en más
de una vez he tenido la oportunidad de observar.60
60 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, documento clasificado con el número 804.4,
con fecha 12 de diciembre de 1958.
61 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, documento clasificado con el número
804.4, con fecha 13 de diciembre de 1958.
62 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, documento clasificado con el número 804.4.
63 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, documento clasificado con el número 804.4,
con fecha 26 de noviembre de 1958.
36
ministro dijo que había dado traslado a los diferentes organismos
del Estado para que estuvieran enterados de la solicitud formula-
da por Morales.64 El embajador Morales Rodríguez manifestó su
más fiel convicción para que el nombre de El Salvador se mencio-
nara de forma correcta:
37
Lardé aseguraba que los Gobiernos habían cumplido esta de-
cisión del soberano salvadoreño y que, por ejemplo, en México se
había ordenado “cambiar todas las indicaciones de la Calle ‘Repú-
blica del Salvador’, en su capital, por la Calle ‘República de El Sal-
vador’”.68 Con estas medidas, y con otras adoptadas por los Gobier-
nos extranjeros, para Lardé y Larín, quedaba establecido de manera
definitiva que el nombre correcto y oficial era El Salvador.
38
anexos
Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores, archivo institucional, documento clasifica-
do con el número 804.4, fechado en San Francisco, California, el 1 de diciembre
de 1958. Firmado por Carlos Roberto Gavidia F., cónsul de El Salvador.
41
Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores, archivo institucional, documento
clasificado con el número 804.4, fechado en Hannover, Baja Sajonia, Ale-
mania, el 31 de diciembre de 1958. Firmado por Karl Adolf Oesterheld,
cónsul de El Salvador.
42
Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores, archivo institucional, documento clasifi-
cado con el número 804.4, fechado en Amberes, Bélgica, el 29 de diciembre de
1958. Firmado por María Isabel Arrieta Gálvez, encargada del consulado de El
Salvador.
43
Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores, archivo institucional, docu-
mento clasificado con el número 804.4, fechado en Berlín, Alema-
nia, el 5 de diciembre de 1958. Firmado por Carlheinz Lensign,
cónsul ad honórem de El Salvador.
44
Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores, archivo institucional, documento clasifi-
cado con el número 804.4, fechado en Malmö, Suecia, el 25 de noviembre de
1958. Firmado por Lennart Schreil, cónsul de El Salvador.
45
Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores, archivo institucional, documento clasifica-
do con el número 804.4, fechado en Manila, Filipinas, el 7 de enero de 1959.
Firmado por Rafael Pérez-Rosales, cónsul de El Salvador.
46
Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores, archivo institucional, documento clasifica-
do con el número 804.4, fechado en Nuevo Laredo, Tamaulipas, México, el 21
de noviembre de 1958. Firmado por Glafiro E. Montemayor, cónsul ad honórem
de El Salvador.
47
Fuente: Decreto Legislativo del 7 de junio de 1915, publicado en el Diario Oficial
n.º 133, tomo n.º 78, del 9 de junio de 1915.
48
Fuente: Decreto Legislativo del 29 de octubre de 1958, publicado en el Diario
Oficial n.º 210, tomo n.º 181, del 11 de noviembre de 1958.
49
Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores, archivo institucional, documento clasi-
ficado con el número 804.4, circular número 63, fechada en San Salvador, el
12 de noviembre de 1958. Firmado por Alfredo Ortiz Mancía, ministro de
Relaciones Exteriores de El Salvador.
50
Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores, archivo institucional, documento clasi-
ficado con el número 804.4, circular número 64, fechada en San Salvador, el
13 de noviembre de 1958. Firmado por Alfredo Ortiz Mancía, ministro de
Relaciones Exteriores de El Salvador.
51
Fuente: Decreto Legis-
lativo del 29 de octubre
de 1958, publicado en el
Diario Oficial n.º 210,
tomo n.º 181, del 11 de
noviembre de 1958.
52
Fuente: El Constitucional, periódico oficial del Gobierno, tomo 1, n.º 82, San Salvador,
jueves 4 de mayo de 1865. En este periódico aparece el decreto en el que se
establecen los colores del pabellón nacional y el escudo de armas, decretado du-
rante la presidencia de Francisco Dueñas. En este decreto se manda a designar a
El Salvador como “República del Salvador en la América Central”.
53
Escudos de El Salvador aparecidos en el papel oficial utilizado en embajadas o consu-
lados de El Salvador en el mundo. Documentos consultados en el archivo institucional
del Ministerio de Relaciones Exteriores de El Salvador.
54
Escudos de El Salvador aparecidos en el papel oficial utilizado en embajadas o consu-
lados de El Salvador en el mundo. Documentos consultados en el archivo institucional
del Ministerio de Relaciones Exteriores de El Salvador.
55
Fuente: Archivo General de la Nación, Mapa general de la República de Salvador.
Instituto cartográfico de Berlín, 1859.
Carlos Meléndez
(1913-1918). Durante su
período se publicó el decreto
en el que se declaraba que el
nombre oficial era
“El Salvador”.
56
José María Lemus
(1956-1960). Durante su
período se publicó el decreto
en el que se adicionaban tres
artículos a la declaratoria del
7 de junio de 1915, en el que
se determinaba, de manera
definitiva, que el nombre
oficial era “El Salvador”.
57
Fuente: Archivo General de la Nación, Ministerio de Gobernación, sección impresos,
San Salvador, 18 de febrero de 1859. Decreto en el que el Estado del Salvador
se declara República.
58
Fuente: Archivo General de la Nación, Ministerio de Gobernación, sección impresos,
San Salvador, 18 de febrero de 1859. Decreto en el que el Estado del Salvador
se declara República.
59
Fuente: Museo y
Biblioteca Luis David
Alfaro Dur‡ n, Banco
Central de Reserva de
El Salvador. En esta
selecci—n de monedas
que circularon en
El Salvador desde
finales del siglo XIX
se muestra c—m o
el nombre de El
Salvador se utilizaba
de manera indistinta,
incluso despuŽ s de la
entrada en vigencia
del decreto del 7 de
junio de 1915.
60
Fuente: Museo y Biblioteca Luis David Alfaro Durán, Banco Central de Reserva de
El Salvador. En esta selección de billetes que circularon en El Salvador desde
finales del siglo XIX se muestra cómo el nombre de El Salvador se utilizaba de
manera indistinta, incluso después de la entrada en vigencia del decreto del 7
de junio de 1915.
61