ANAVERSA
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ANAVERSA
Introducción
De los efectos inmediatos, la prensa informa de 2 mil personas evacuadas, más de mil
personas con signos de intoxicación, 300 hospitalizados en estado grave. Conforme a
la recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), a la
Secretaría de Salud le correspondía realizar un censo integral de los afectados de
manera aguda por la contaminación y llevar a cabo los estudios epidemiológicos y de
colinesterasa, además de darle seguimiento a los pacientes. La Secretaría de
Desarrollo Urbano y Ecología debía informar sobre la pertinencia o no de demoler el
inmueble, así como de un informe conjunto de ambas secretarías a la población y a la
CNDH sobre las investigaciones y acciones llevadas después del siniestro. Parte de
estos estudios fueron ocultados y, algunas pruebas de laboratorio, destruidas. La
tragedia continuó meses después: se reportaron muertes de niños que entraron en un
estado de inmunodeficiencia y padecieron una larga lista de enfermedades; mujeres
que sufrieron abortos o tuvieron niños con malformaciones, padecieron cáncer,
depresión; se presentó cirrosis en gente que no tomaba alcohol, etcétera. A los cinco
años del accidente había 87 personas fallecidas como consecuencia atribuible a la
contaminación de plaguicidas; ahora, la cifra total se desconoce. Diversos especialistas
consideran el incendio de Anaversa como el peor desastre ecológico en América Latina,
especialmente por la presencia en el accidente de plaguicidas organoclorados que
provocan pocos efectos en forma aguda, pero son más tóxicos si son absorbidos de
forma inhalatoria que por vía oral o cutánea. La mayoría de los pacientes intoxicados
estuvieron expuestos por vía inhalatoria, lo que les afectó el sistema nervioso central,
el hígado y los riñones. La prueba diagnóstica de la exposición a los plaguicidas
organofosforados son las cifras en suero de la colinesterasa, enzima que es
responsable del control de la acetilcolina. Cuando su concentración en suero es menor
al 30 por ciento del valor normal, indica intoxicación por esos plaguicidas. Los reportes
de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Veracruzana en Orizaba sobre la
determinación de colinesterasa en 296 muestras enviadas a esta institución
inmediatamente después del accidente mostraron cifras inferiores a ese valor en todas
las muestras. Los síntomas de intoxicación aguda propios del daño por
organofosforados fueron evidentes; de una encuesta hecha a mil 540 vecinos de
Anaversa que vivieron los momentos del incendio, 485 presentaron dolor de cabeza;
379, dolor faríngeo y de boca; 282, irritación de piel y mucosas; 241 presentaron
mareos; 229, naúseas; 134, vómitos; 132, dolor abdominal; 120, debilidad; 118, tos;
97, insomnio. Los insecticidas organofosforados que, según la empresa se dispersaron
durante el accidente, fueron paratión, del cual se calcula que se quemaron 18 mil litros
ese 3 de mayo, y malatión, del que se desconoce la cantidad de litros quemados. En
relación con los plaguicidas organoclorados, su toxicidad es crónica, sus efectos se
muestran con el tiempo. Son ejemplo representativo de éstos el lindano y el
pentaclorofenol esparcidos en el incendio de Anaversa. Este tipo de compuestos
químicos se acumulan en el tejido graso y en el manejo de los intoxicados está
contraindicada la ingesta de leche o productos grasos. Sin embargo, los servicios de
salud les proporcionaron leche; incluso el gobierno del Estado otorgó mil litros para los
damnificados. El coctel logrado con la mezcla de estos productos químicos, los cuales
fueron esparcidos azarosamente por lluvia, depósitos de agua en calles, absorción,
drenaje, por arroyos y por polvo ha logrado cambiar la epidemiología de esta zona de
Córdoba. Ahí hemos encontrado una incidencia considerable de inmunodeficiencias:
lupus eritematoso sistémico, diabetes mellitus, nefropatías, hepatologías, patologías
hematológicas, aplasias medulares, leucemias, trastornos de las vías respiratorias
bajas, neoplasias varias; abortos, malformaciones congénicas y cromosopatías, entre
otras más, las cuales, por su aumento considerable en la zona a partir de 1991,
sugieren su relación con el incendio de Anaversa. Son muchas las pruebas del daño a
la salud de los afectados; tantas, como las muestras de la apatía oficial.
PRIMERA: Investigar los motivos por los cuales fueron otorgadas las licencias
sanitarias y de funcionamiento respectivas, no obstante que resultó evidente que la
empresa no cumplía con los requisitos indispensables para operar.
Aunque Anaversa formulaba, envasaba y almacenaba productos agroquímicos
(insecticidas, preservadores de madera y herbicidas) desde 1971, no contó con las
licencias indispensables para operar sino hasta 1990, cuando le fue expedida la de la
Secretaría de Salud y, en 1991, poco antes del accidente, la de la entonces Secretaria
de Desarrollo Urbano y Ecología.
En la investigación realizada por el Ministerio Público Federal para fincar
responsabilidades a los funcionarios encargados de emitir las licencias, se determinó el
no ejercicio de la acción penal al comprobarse que, en el momento del accidente, no se
requería que las empresas contaran con un programa de seguridad interno ni externo.
Incluso, en su declaración, la doctora Cristina Cortinas, responsable de expedir las
licencias sanitarias federales en la época del siniestro, indicó que las condiciones bajo
las cuales se otorgó la licencia sanitaria no estaban fundamentadas en ningún
ordenamiento legal y se trataba sólo de señalamientos que se hacían a todas las
empresas sin distinción.
Asimismo, afirmó que los pasos que se seguían para otorgar una licencia sanitaria
federal se basaban en apreciaciones personales que no derivaban de una exigencia
legal.
Esta afirmación evidencia la frivolidad con que las autoridades han actuado en la
investigación del accidente y con la que han exonerado de toda responsabilidad en él a
cualquier autoridad involucrada. La falta de conciencia oficial llegó al grado de reducir
a 119 mil pesos la de por sí irrisoria multa de 238 mil pesos impuesta a la empresa.
g. En la toma de muestras para llevar a cabo los estudios, la cndh certificó las
irregularidades que se presentaron; sin embargo, dichas irregularidades no
fueron subsanadas ni tomadas en cuenta al valorar el cumplimiento de la
recomendación.
En relación con los plaguicidas organoclorados, su toxicidad es crónica, sus efectos se muestran
con el tiempo. Son ejemplo representativo de éstos el lindano y el pentaclorofenol esparcidos en
el incendio de Anaversa. Este tipo de compuestos químicos se acumulan en el tejido graso y en el
manejo de los intoxicados está contraindicada la ingesta de leche o productos grasos. Sin
embargo, los servicios de salud les proporcionaron leche; incluso el gobierno del Estado otorgó mil
litros para los damnificados. El coctel logrado con la mezcla de estos productos químicos, -los
cuales fueron esparcidos azarosamente por lluvia, depósitos de agua en calles, absorción, drenaje,
por arroyos y por polvo- ha logrado cambiar la epidemiología de esta zona de Córdoba. Ahí hemos
encontrado una incidencia considerable de inmunodeficiencias: lupus eritematoso sistémico,
diabetes mellitus, nefropatías, hepatologías, patologías hematológicas, aplasias medulares,
leucemias, trastornos de las vías respiratorias bajas, neoplasias varias; abortos, malformaciones
congénicas y cromosopatías, entre otras más, las cuales, por su aumento considerable en la zona a
partir de 1991, sugieren su relación con el incendio de Anaversa. Son muchas las pruebas del daño
a la salud de los afectados; tantas, como las muestras de la apatía oficial.