Dialnet LaEsclavitudEnLaCiudadDeLaLagunaDuranteLaSegundaMi 2921744
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anotando, día a día, los sacramentos impartidos a sus feligresias
respectivas, han dejado constancia de la actividad pastoral ejercida en
este sector de la población, cuya presencia en la sociedad espariola no
debe ser olvidada por los investigadores.
Ha sido precisamente el expurgo sistemático de los registros
parroquiales en la ciudad de La Laguna durante los siglos XVI y
XVII (8), lo que nos ha puesto en contacto recientemente con el feno-
meno de la esclavitud, en una zona que, como las Islas Canarias,
constituye una inmejorable atalaya para su estudio, dada la proximidad
a Berberia y a las costas occidentales del Africa negra, principaleg
mercados abastecedores de esclavos, y a su inserción en el sistema de
rutas oceánicas. Serialar a partir de los registros parroquiales las prin-
cipales líneas de investigación, y analizar los problemas metodológicos
que plantea este tipo de fuente para el estudio de la esclavitud, es el
propósito que acometemos en las líneas que siguen.
8
En 1514, fecha en la que se lleva a cabo un recuento de todos los
vecinos, al objeto de serialar la parte de la laguna que correspondía
limpiar a cada uno, se seriala una población de 316 vecinos. Es posible,
sin embargo, que tal cifra esté por debajo de la realidad, pues algunos
vecinos quedarían exentos, seguramente, de tales trabajos (12). Para
1526 contamos con datos más fiables: en este ario, los vecinos de La
Laguna otorgaron poder al regidor Juan de Aguirre para que, en su
nombre, tramitase ante el monarca la renovación de la provisión real
por la que se nombraba alcalde de sacas de Tenerife a Sancho de
Yllanes (13). Firmaron la citada carta de poder 371 vecinos, a falta
ŭ nicamente de las mujeres cabezas de casa, las cuales no aparecen en el
recuento (14), lo que supone ya un ligero aumento con relación a la
cifra anterior.
En 1552, como consecuencia de la petición formulada al Cabildo de
Tenerife por Hernando de Aguilar, mayordomo de la isla de Gran
Canaria, para sacar 5.000 fanegas de trigo, 1.500 de cebada y 300 de
centeno, que había comprado para el Pósíto de aquella isla, se hizo una
relación, calle por calle, de todos los habitantes de la ciudad, y del
grano que almacenaban. El resultado de las averiguaciones arrojó una
cifra de 5.386 personas repartidas entre 840 vecinos lo que supone una
relación de 6,4 personas por vecino (15). Tales cifras deben ser
aceptadas sin ningŭn reparo, dado el especial cuidado que se puso en la
elaboración del recuento, y coinciden con la cifra de 5.405 habitantes de
la tazmía de 1559, llevada a cabo por idénticos motivos (16).
Para entonces, La Laguna se había convertido en la ciudad más
poblada del archipiélago, alcanzando una extensión y fisonomía muy
parecidas a las actuales. La cifra de 1.094 vecinos dada por Rumeu de
Armas para el ario 1561 (17), no parece que sea muy exagerada a la vista
de los porcentajes de incremento que venimos manejando. Más difícil
(12) Archivo Municipal de La Laguna, Libro I de Acuerdos del Cabildo, fols. 145 v a 149 v.
Esta cifra de población, como las que se dan para todo el siglo XVI, aparece también en el
trabajo citado de Leopoldo LA ROSA y Ellas SERRA, donde publicaron parcialmente, en 1949,
los documentos que se citan. En las notas que siguen a continuación ofrecemos, junto a la
indicación de archivo, las páginas en que se encuentran resumidos dichos documentos.
(13) Las razones y argumentos expuestos por los vecinos son expresivos de los intereses que
dominaban a esta primera sociedad isleña, y ponen de manifiesto las actividades económicas de
los primer,os pobladores. «No hay —se decia— cosas vedadas que se puedan sacar della para otra
parte, antes la prenpipal provisión e trato de esta ysla todo viene de fuera... de Castilla, y de otras
yslas comarcanas..?: pues dineros no se sacan desta ysla, ni ay oro ni plata en ella, syno lo que
viene de fuera lo traen los que vienen a comprar apucares o pan; y esto oro y plata no se saca syno
es para Castilla donde los mercaderes e provisiones y otras cosas negesarias para el proveimiento e
mantenimiento desta ysla». A. M. de La Laguna, S-I, T-IV, I.
(14) Ibid.; y L. LA ROSA y E. SERRA, obr. cit., pp. 7-10.
(15) A. M. de La Laguna, S-I, E-XIII, 4; L. LA ROSA y E. SERRA, obr. cit., pp. 10-14.
(16) Id., S-1, E-XII1, 5; y Ibid., p. 14.
(17) A. RUMEU DE ARMAS, obr. cit., Tomo II, I Q' parte, p. 297.
9
de aceptar, sin embargo, son las cifras de 1.300 vecinos y 6.500
habitantes dadas por este mismo autor para el ario de 1587 (18), ya que
resultan demasiado redondeadas y se corresponden, además, con una
etapa anterior de alta mortalidad (19).
En efecto, L. Torriani, que visitó la ciudad por estas fechas, nos
dice en su Descripción, que La Laguna contaba con «mil casas» (20),
cifra bastante imprecisa y seguramente también exagerada. Más
exactos y concluyentes resultan los datos que nos ofrece la tazmia de
1592, llevada a cabo, como las anteriores, para averiguar el nivel de
reservas de grano del vecindario, ante la petición formulada por el
Cabildo de Gran Canaria para sacar trigo hacia su isla. Los resultados
de la encuesta, llevada a cabo con • una precisión mayor si cabe que las
de 1552 y 1559, arrojaron un total de 952 vecinos y 5.032 personas, lo
que representa un coeficiente de un vecino por cada 5,56 habitantes
(21), algo menor, por tanto, deideducido de la tazmia de 1552, siendo
manifiesto el ligero descenso de la población que se aprecia a finales del
siglo XVI.
El estudio de la evolución de la natalidad en la segunda mitad del
siglo XVI confirma lo que venimos diciendo sobre la marcha de la
población. En el cuadro I se han agrupado, para su análisis, las cifras de
bautismos de las dos parroquias existentes, para pasar en la figura 1 a
su representación gráfica, ario por ario.
La tendencia que marcan las cifras es clara: aumentó continuado
del nŭmero de bautismos (con incrementos iMportantes como el
registrado en el quinquenio 1555-1559, con un aumento en cifras
(18) Ibld.
(19) La peste de 1582-1583 constitŭye la más grave crisis demográfica que sufrió la ciudad
de La Laguna en la segunda mitad del siglo XVI. La ausencia de registros de defunciones
anteriores al siglo XVII nos impide precisar el n ŭmero de muertos que ocasionó la epidemia. No
obstante, todas las noticias que poseemos —aparte la caída de las concepciones— indican que la
mortalidad fue extraordinaria, hasta el punto que provocó la expedición de una cédula real,
fechada en Madrid el 17 de septiembre de 1585, en la que se solicitaba información de lo sucedido
y del estado de cosas de la isla, pues se temía muy seriamente que sus defensas, en especial la
fortaleza de Santa Cruz, hubiesen quedado desguarnecidas. A. M. de La Laguna S-I, R-IX, 26.
Al mismo tiempo, la epidemia de 1582-1583 provocó la huída de una importante proporción
del vecindario hacia otras zonas de la isla en un intento de escapar del contagio. Los libros de
bautismos han dejado buena cuenta de estas actitudes que constituyen una de las reacciones
típicas —al menos para algunos sectores determinados— durante las épocas de peste. Así, el 3 de
mayo de 1584, se dieron las bendiciones de la iglesia a Madalena, hija del licenciado Juares y de
Doña Leonor, su legítima mujer, la cual había sido bautizada dos años antes en Tegueste «por
causa de la peste que uvo en esta cibdad». Archivo Parroquial de Los Remedios (hoy en la
parroquia de Santo Domingo), Libro 5 Q de bautismos, fol. 225. Y lo mismo podemos decir de
Beatriz, hija de Pedro López Delgado y de Magdalena, a quien se impuso el éleo y crisma en 14 de
septiembre de 1584, hablendo sido bautizada, también en Tegueste, el 15 de febrero del año
anterior «por causa de la enfermedad que uvo de peste». Ibld. fol. 229 v.
(20) L. TORRIANI, Descripción de las Islas Canarias, Traducción, Introducción y Notas
por Alejandro CIORANESCU, Santa Cruz de Tenerife, 1959, p. 188 y 290.
(21) A. M. de La Laguna, S-I, P-XIV, 33; y L. LA ROSA y E. SERRA, obr. cit., pp. 15-21.
10
280
260
240
220
200
180
160
140
1550 1555 1560 1565 1570 1575 1580 1585 1590 1595 1600
1550-54 808
1555-59 1.021 213 42,6 5,2
1560-64 1.160 139 27,8 2,7
1565-69 1.270 110 22 1,8
1570-74 1.102 — 168 — 33,6 — 2,6
1575-79 1.169 67 13,4 1,2
1580-84 1.047 — 122 — 24,4 — 2,1
1585-89 1.208 161 32,2 3,1
1590-94 1.259 51 10,2 0,8
1595-99 1.060 — 199 — 39,8 — 3,1
El nŭmero de esclavos
12
de esclavos. Y todo ello con algunas dificultades, pues no siempre los
libros de bautismos ofrecen testimonios de todos los esclavos existentes
en la ciudad.
En efecto, en los mismos registros de bautismos hemos encontrado
algunas partidas correspondientes a esclavos «horros», es decir, de
antiguos esclavos que ya habían conseguido la libertad, y que, por
tanto, no habían recibido el sacramento hasta esa fecha (24). En
algunos casos, • bien por respetar la voluntad de los esclavos, bien por
negligencia de sus amos, aquellos seguían conservando su religión (25).
En otros sin embargo, se solía aprovechar el bautismo de una criatura
esclava para impartir también el mismo sacramento a la madre (26). A
veces era la enfermedad o, más frecuentemente, la proximidad del
parto, lo que obligaba a los duerios, da-dos los peligros que estas
situaciones entrafiaban, a acudir a las parroquias para bautizar a sus
esclavos (27). En fin, cabe pensar en la llegada de esclavos ya
bautizados, bien procedentes de las factorías portuguesas del Africa
occidental, bien acompariando a sus duerios, llegados de otras islas del
archipiélago o de la misma península.
Por lo que se refiere a los negros africanos, éste era un caso
relativamente frecuente. Así no faltan las referencias a esclavos
propiedad de vecinos de La Laguna que ya habían recibido las aguas
del bautismo en el momento de ser embarcados en las factorías
portuguesas. En estas ocasiones, empero, el celo o los escr ŭ pulos
religiosos de sus duerios les llevaban, en caso de que existiese alguna
duda, a volverlos a bautizar «sub conditione» o a completar las
ceremonias del bautismo mediante la imposición del ŭ leo y crisma (28).
(24) Tal es el caso, por ejemplo, de Mateo, morisco horro «que se bolvió christiano»
imponiéndosele el bautismo el 31 de septiembre de 1552. A. P. de Los Remedios, libro 2 9 de
bautismos, fol. 177. 0 de Gracia, morisca horra, bautizada en Los Rerhedios el 8 de septiembre de
1553. Id., Libro 39, fol. 16.
(25) Este es el caso de la madre de Salvaclor,- esclava de Andrés Fonte. En la partida de
bautismo de su hijo, correspondiente al 12 de agosto de 1560, el cura afiade <13/ la madre es pagana,
y por eso no se, pone aqui su nombre». A. P. Los Rernedios, Libro 3 9 de bautismos, fol. 190.
(26) Los ejemplos sobre estos comportamientos podrían multiplicarse. Así, el 8 de mayo de
1541, son bautizadas en los Remedios Juana y su hija Gracia, esclaas de Melchor de Contreras,
escribano. En 10 de abril de 1549, Gil Gutiérrez hace bautizar a Leonor, negra, y a su hijo Joseph,
esclavos suyos. El 7 de mayo de 1553, reciben el agua del bautismo Catalina, negra bozal y su hijo
Diego, esclavos de Inés Pérez. A. P. Los Remedios, Libro 1 9 de bautismos, fol. 8; libro 2 9, fol. 115
v,; y libro 3 9 , fol. 8.
(27) Tal es el caso de María, esclava de Diego Hernández de. Mqrales bautizada el 3 de
enero de 1570, un mes y diecisiete días antes del bautismo de su hijo. A. P. de la Concepción, Libro
1 9 de bautismos, fols. 200 y 202 v.; o de María, a quien su duefio lleva a bautizar a Los Remedios,
en 9 de abril de 1560, apenas dos meses antes del nacimiento de su hijo.'A. P. de Los Remedios,
Libro 39 de bautismos, fols. 184 y 187.
(28) En 22 de marzo de 1592 son bautizados «sub conditione» en la pila de Los Remedios
Antón y María, esclavos del capitán Thomás de Cangas, corregidor de Tenerife y La Palma, _«los
quales d ŭceron aver sido baptizados en Cabo Verde». Igualmente, en 8 de abril d" e 1595, se dieron
las bendiciones de la iglesia a Francisco, esclavo de Antonio González, tonelero, «aviendo sido
13
En cuanto a los esclavos moriscos, las resistencias a ser evange-
lizados eran mayores, y siempre se dudaba de la sinceridad de su
conversio' n. La proximidad a Berbería hacía mantener las esperanzas de
un próximo rescate e incrementaba las posibilidades de huida, lo que
suponía la vuelta a sus usos y costumbres y a sus antiguas —y nunca
olvidadas— prácticas religiosas. No es extraño, por tanto, que todas las
referencias a esclavos adultos, no bautizados, correspondan a moriscos,
aun cuando no hay que olvidar la indiferencia resignada de sus duerios
e, incluso, como sugiere Rumeu, la obstaculización, por parte de los
mismos amos, a su conversión al objeto de favorecer los rescates (29).
Prescindiendo, pues, de algunas excepciones (en realidad, las
noticias sobre el celo y cuidado desplegados por los dueños y por las
autoridades eclesiásticas para asegurar el bautismo de los esclavos son
más abundantes), el bautismo del esclavo recién adquirido constituía la
norma a seguir. Ya hemos serialado cómo, en los casos de duda, se
acudía a ratificar bajo condición el sacramento o a completar las
ceremonias que éste comportaba.
Parece lógico, por tanto, considerar los registros de bautismos
como un buen indicador del movimiento de esclavos y del ritmo de las
adquisiciones (30).
La ausencia de registros anteriores a 1550 impide hacernos una idea
baptizado en Cabo Verde». A. P. Los Remedios, Libro 6 Q de bautismos, fols. 91 y 148. Véase
también Claude LARQUIE, art. cit., p. 49.
(29) A. RUMEU DE ARMAS, España en el Africa Atlantica, Madrid, 1956, pp. 597-600.
En las peticiones enviadas al monarca, en 1603, por los vecinos de Tenerife,. solicitando
quedase sin efecto la prohibición de hacer entradas en Berberia, se hacía hincapié . en las ventajas
que de ellas se derivaban para la conversión de los esclavos capturados, pues eran bautizados
«como lo an hecho los que hasta aquí an traydo». A. M. de La Laguna, kea les Cédulas y
Privilegios, XIV, 150, fol. 211.
(30) Cl. LARQU1E, art. cit., p. 50.
La preocupación de las autoridades eclesiásticas por hacer bautizar a los esclavos es constante
durante todo el período estudiado, bien compeliendo a sus dueños, bien obligando a los curas
párrocos a Ilevar relación periódica de todos los existentes en sus partidos respectivos al objeto de
que fuesen bautizados, los que no lo estaban, en el tiempo más breve posible. La frecuencia de
estas disposiciones, que a menudo se extendían a los navíos cargados de esclavos que hacían escala
en el puerto de Santa Cruz, sugiere, sin embargo, que su cumplimiento no siempre era efectivo.
Así razonaba, en 21 de mayo de 1669, en una fecha tan alejada de los limites de nuestro trabajo, el
obispo de Canarias, Don Bartolomé Garcia Ximenes: «aora se me a ofrecido, con la ocasión del
precepto annuo...», el saber que algunos negros vozales estaban por bautizar de tiempo
considerable a esta parte; porque los dueños (que alguno o algunos quizás no se matan mucho por
estas cosas) viendo su rudeza, y que ni saben Padrenuestro, Avemaría, Credo ni demás cosas del
catecismo, esperando que de un mes a otro, y de un año a otro, se reformarán e industriarán, los
an dejado estar sin el beneficio y utilidad de ser cristianos... siendo también asi verdad que aviendo
hecho examinar a estos mismos que los juzgaban así tan rudos e incapaces, instruidos con maña,
calan y perciben la substancia de lo que se les dize en lo que deben creer y obrar...». En
consecuencia, encargaba a los curas párrocos de su diócesis elaborasen una relación de los
esclavos negros de sus feligresías que a ŭn no habían recibido el bautismo para que, precedido un
período de instrucción de seis meses, se les impartiera el sacramento, a ŭn en el caso de que no
hubieran aprendido las cuatro oraciones —«que muchos blancos en este mundo no lo saben»— o
comprendido los artículos de la fe «que Dios se contenta con lo que alcanza la capacidad de la
criatura» A. P. de La Concepción, Libro de Edictos Episcopales (sin foliar).
14
del nŭ mero de esclavos existentes en La Laguna en la primera mitad del
siglo XVI. Todo parece indicar que éstos debieron ser muy numerosos.
En la parroquia de Los Remedios, por ejemplo, se han conservado las
partidas de bautismos correspondientes a los meses que median entre
mayo de 1530 y abril de 1531. De los setenta y cuatro bautismos
registrados, veinticuatro correspondian a esclavos adultos y dos a hijos
de madre esclava; en total, veintiséis partidas de esclavos que suponen
el 35,13 %, más de una tercela parte, del total de bautizados, porcen-
taje que ya no volvemos a encontrar a lo largo de todo el período
estudiado (31). Por su parte, Manuela Marrero ha demostrado que la
esclavitud, tanto aborigen (32) como foránea, era ya importante en los
veinticinco años que siguieron a la conquista. La escasez de mano de
obra y la necesidad de poner en explotación las tierras recién adquiridas
obligaron, en estos primeros momentos, a una creciente importación de
esclavos • extranjeros, que irán sustituyendo paulatinamente al esclavo
indígena,
- Pero veamos las cifras que nos proporcionan los registros de
bautismos para la segunda mitad del siglo. De 1548 a 1599 se
registraron en la parroquia de La Concepción 222 partidas de
bautismos de esclavos; de ellas, 137, o sea, casi las dos terceras partes
(61,17 %) correspondian a bautismos infantiles (hijos de padre o madre
esclavos), y 85 a bautismos de adultos (38,28 %). En la parroquia de
Los Remedios se bautizaron en su pila, entre 1543 y 1599, 719 hijos de
esc1avos y 717 esclavos adultos; en total 1.436 bautismos, es decir, casi
siete veces más que en la parroquia de La Concepción.
Estas diferencias en cuanto al nŭmero de esclavos bautizados, que
no son achacables ŭnicamente a las cifras de población de cada una de
las dos parroquias (entre 1550 y 1559 se registraron 6.827 bautizados en
Los Remedios, frente a 4.277 en La Concepción), ocultan otras
relativas a la estructura social de sus feligresías respectivas. Para
entonces, en efecto, la Villa de Abajo, cuyo corazón . lo constituía la
parroquia de Los Remedios, se había convertido en el centro neurálgico
de la ciudad, y en ella habían fijado su residencia las familias más
acomodadas. Por el contrario, la Villa de Arriba, postergada por las
(31) A. P. de Los Remedios, Libro I Q de bautismos.
(32) La esclavitud de los indigenas guanches, tanto si eran de los «bandos de guerra» como
de los «bandos de paces», constituyó una realidad. La necesidad de resarcirse de los gastos de la
conquista obligaron a los primeros pobladores, y al propio adelantado, a reducir a la esclavitud al
mayor n ŭ mero posible de indigenas. Obr. Cit., p. 35 y ss.
Una buena parte de los indigenas canarios, además, fueron vendidos y exportados a los
diversos puertos de la peninsula. Vicenta CORTES, «La conquista de Las Islas Canarias...», art.
cit., y La esclavitud en Valencia..., obr. cit., pp. 53-55 y gráfico n ŭ m. 2, ha registrado la Ilegada al
puerto de Valencia de esclavos. guanches en los años .posteriores a la conquista de las Islas
mayores.
15
Cuadro 2. Nŭmero de esclavos bautizados en La Laguna en
la segunda mitad del siglo XVI
V H T V H T V H
Total 306 329 635 403 374 777 709 703 1.412
16
IV 80
70
60
50 LOS REMEDIOS
40
30
20
10
LA CONCEPCION
1 I 1 I 1 I I
1550 1555
1 1560 1565 1570 1575
1 1580 1585
1 1590 1595
1 1600
18
Pero •lo que no podía escapar a la atención de los curas párrocos
eran los caracteres físicos del esclavo bautizado. Los libros de
bautismos abundan en indicaciones concernientes a la raza y, sobre
todo, al color de la piel, que si resultan estimables para trazar un
cuadro aproximado de la procedencia de los esclavos, pueden inducir a
confusión en cuanto a su origen geográfico concreto. Así, sobre 802
esclavos adultos bautizados, conocemos la procedencia o las caracte-
rísticas raciales de 188, lo que supone un 23,4 % del total, es decir, casi
la cuarta parte. Estos se distribuyen seg ŭn el cuadro siguiente:
Origen NQ NQ NQ
19
peraron (37) y fueron contestados por los portugueses, generalmente
por vía diplomática, zanjándose las diferencias a su favor (38).
La átra gran fuente de abastecimiento de esclavos procedía de las
costas africanas situadas enfrente del Archipiélago, especialmente de
Berbería, que junto con Cabo Verde y Santo Tomé, son los topónimos
•
africanos que más se repiten en los registros parroquiales. El
aprovisionamiento de esclavos en el Africa musulmana, cuyo n ŭ mero
hasta 1572 debió ser más importante de lo que refiejan las cifras (un
13,8% entre moriscos y moros), tomaba corrientemente la forma de
cabalgadas o entradas en Berbería, expediciones depredadoras que no
tenían otra finalidad que la consecución de mercancía humana o de un
fácil botín (39). Tales actividades habían sido potenciadas, desde finales
debsiglo XV, por la propia monarquía hispana, que vio en ellas una
forma de «guerra secundaria» en su lucha secular contra el moro. La
merced de los quintos de la Corona, aseguraba la participación de las
gentes del Archipiélago en estas expediciones y reforzaba todas las
iniciativas, por aventuradas que éstas fueran. Rumeu de Armas (40) ha
serialado, a través de documentos notariales (fietes de barcos,
contratación de marineros, aprovisionamiento de víveres, etc.) los
preparativos para este tipo de empresas, que se desarrollaron con gran
intensidad a lo largo de la mayor parte del siglo XVI.
No siempre, sin embargo, las armadas a Berbería tenían este
carácter militar y guerrero. Al lado de las cabalgadas, encontramos
empresas con una finalidad pacífica y comercial, conocidas genérica-
mente con el nombre de rescates. Si en un sentido estricto la palabra
rescate hace referencia al cornercio humano (intercambio de un hombre
por otro hombre o, en su defecto, por dinero o mercancías), se puede
entender también en un sentido más amplio, equivalente a comerciar
(41). Los registros de bautismos recogen también noticias de estas
actividades que ponen de manifiesto las relaciones, cuando no el
enfrentamiento, entre dos civilizaciones, y descubren la realidad de la
otra cara de la esclavitud: el esclavo cristiano en tierras del Islam (42).
(37) Véase, por ejemplo, la expedición del capitán Blas Lorenzo al Senegal en 1556, en
A. RUMEU DE ARMAS, España en el Africa Allántica, obr. cit., pp. 545-546.
(38) Tal es lo que parece deducirse de la provisión real, dada en Madrid el 30 de agosto de
1564, relativa a la causa que se seguía contra Diego Pérez Cabreja y 19 vecinos más de Tenerife,
quienes «habían ido de armadas y resgatar y contratar infieles»... A. M. de La Laguna, Reales
Cédulas y Privilegios, S-I, XIV, 65, fol. 77.
(39) Para esta forma de presencia española en Africa es obligado la consulta de A. RUMEU
DE ARMAS, Esparza en el Africa AtIcímica, obr. cit., pp. 529-560.
(40) Ibid.
(41) Ibid., p. 593 y ss.
(42) En la partida de bautismo de María, celebrado el 9 de octubre de 1557, se dice «que
siendo moza, de su propia volumad se tornó xpiana, y vino de Berbería en el rescate que fue a
hazer el Ldo. Mansilla del Lugo, en este dicho año, quando dexé• allá por rehen a su hermano».
20
Pero al lado de menciones expresas («de las tierras de Berbería»,
«de las partes de Berbería)>) aparecen en los libros de bautismos
denominaciones como «moro» o «morisco», cuyo origen geográfico
concreto es harto confuso. Si muy presumiblemente la gran mayoría de
estos esclavos proceden de las costas africanas más próximas al
Archipiélago, no hay que descartar la posibilidad de que su presencia
en las islas se deba a capturas realizadas en el Mediterráneo, bien a
través de la guerra entre Estados, bien a través de la piratería y del
corso, forma de «guerra secundaria y degradada» de que hablaba
Braudel (43) que pervive en aguas mediterráneas más allá de 1574. Más
aŭ n: es posible que algunos de estos moriscos procedan de la misma
península, pues, como se sabe, en ocasiones fueron esclavizados allí
hasta su definitiva expulsión en 1609 (44).
La prohibición expresa, en 1572, de hacer entradas en Berbería
(45) supuso un corte en el aprovisionamiento de esclavos berberiscos,
reflejado en las curvas de bautismos de esclavos de esta procedencia.
Así, entre 1572 y 1579, período que conoce la extinción definitiva de las
cabalgadas, sólo hemos encontrado dos menciones de bautismos de
esclavos moriscos, una de 1576 y otra de 1577, cerrándose a partir de
esta ŭltima fecha las fuentes de aprovisionamiento de esclavos más
próximas al Archipiélago.
Razones fundamentalmente políticas (roces con Portugal, ataques
piráticos a las islas, etc.), pero también de seguridad personal de los
participantes (46), hicieron necesario el mantenimiento de esta pro-
hibición. En 1579, sin embargo, Felipe II concedió licencia a los vecinos
de Gran Canaria para hacer dos entradas al ario en Berbería «de
San Bartolomé abajo, no siendo basallos de Jarife» (47); y por una
Algo semejante ocurre con María, cuyo nombre morisco era Fátima, la cual «vino por rehen y, de
su voluntad, se volvió christiana». En ambos casos el motivo de cautiverio no está claro, y parece
hacer referencia (contratación pacífica de moriscos en tierras musulmanas) a las rivalidades
existentes entre las diversas tribus que poblaban la Berberia del Poniente y a los cautivos que se
hacian unas a otras, los cuales eran utilizados posteriormente en los intercambios con los
cristianos. A. P. de Los Remedios, Libro 3 Q de bautismos, fol. 110; y Libro 4'2 fol. 53.
(43) El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe Edic. Méjico, 1976,
tomo II, p. 317.
(44) A. DOMINGUEZ ORT1Z, Art. cit., pp. 373-374.
(45) «...Porque avemos sido ynformados que algunos particolares desas yslas van a hazer
entradas en Berbería por cobd icia de traer algunos moros... os mandamos que de aquí adelante ni
dexeys ni consintays que nynguna persona vezyna ny natural desas dichas yslas, ni avitante en ellas
vaya a hazer ninguna entrada en la dicha Verberia...». A. M. de La Laguna, S-I, Reales Cédulas y
Privilegios, XIV, 118, fol. 168 v.
Una transcripción de esta real cédula puede verse en Antonio RUMEU DE ARMAS, España
en el Africa Atkintica, obr. cit., doc. 149, p. 294.
(46) Ibid., p. 553 y ss.
(47) Ibid., doc. 151, pp. 297-298.
21
provisión real, fechada en 15 de agosto de 1603, sabemos que más tarde
«se le dio sin limitación» (48).
A través de este ŭltimo documento conocemos las peticiones
formuladas por el regidor Francisco de Mesa, en representación de los
vecinos de Tenerife, para que quedara sin efecto la prohibición
existente, «pues sus hasiendas an venido en tanto menoscabo que casi
no se cojen asucares y se dejan de labrar y cojer muchos frutos por falta
de esclavos, y los que ay de Guinea muy caros y los ve -cinos pobres...».
Terminaba la citada provisión real solicitando información al gober-
nador de Tenerife sobre la forma en que se llevaban a cabo tales
entradas, «en qué tiempos, de qué manera am de yr armados los nabios
y con qué gente» (49). Ignoramos si se mandó o no lo que se pedía, y las
medidas que se tomaron al respecto. Pero lo cierto es que las entradas
en Berbería habian quedado envejecidas como forma de aprovisiona-
miento de esclavos, y que los moriscos habían venido siendo sustituidos
por los esclavos negros procedentes del mercado portugués, que, pese a
ser más caros, resultaban más accesibles.
Fuera de estos dos mundos —el musulmán y el de la negritud—,
no hemos encontrado, ninguna otra mención. La esclavitud indígena
era ya,seguramente, inexistente (50). No existen tampoco referencias a
indios del Nuevo Mundo, donde la esclavitud del indígena no tenía,
como se sabe, una existencia legal; ni a esclavos procedentes del
Mediterráneo oriental, especialmente turcos, bastante numerosos en
algunas ciudades de la península (51), por no hablar de los eslavos o
balcánicos, que habían alimentado la demanda de esclavos del
occidente europeo durante la baja Edad Media (52).
22
adultos, de los cuales 336 eran varones (46,9%) y 381 hembras (53,1%).
Esta diferencia a favor de las mujeres es todavía más acusada en
La Concepción, en cuya pila se bautizaron entre 1548 y 1599, 38
esclavos (44,7%) y 47 esclavas (55,3%). En total, y a escala de la ciudad,
374 varones (46,6%) y 428 hembras (53,4%). Este predominio de la
esclavitud femenina pone de manifiesto algo que ya sabíamos: •el
carácter fundamentalmente doméstico de la esclavitud en los n ŭcleos
urbanos de la época moderna, aunque en el caso concreto de La
Laguna haya que matizar, como veremos, esta afirmación.
En cuanto a la edad de los esclavos adultos en el momento de
recibir el bautismo, tropezamos con las mismas dificultades que al
hablar de su procedencia. Los registros son muy parcos en datos de este
tipo, y cuando la edad del esclavo bautizado aparece en la partida
correspondiente, aquella ha sido evaluada por el cura o por el duerio
(no hay que descartar el desconocimiento del propio esclavo sobre su
edad) de forma imprecisa o aproximada (53).
Así, sobre 802 esclavos adultos bautizados, ŭnicamente en 47 casos
conocemos su edad, lo que supone el 5,8% del total. Esios pocos datos
son suficientes, sin embargo, para hacer resaltar una característica
fundamental de la esclavitud: el constituir un grupo humano esen-
cialmente joven. Razones estrictamente mercantiles inclinaban a los
dueños a adquirir esclavos de corta edad, e incluso niños, al objeto de
De 0 a 1 año 2 1 3 6,3
De 1 a 5 años 7 4 11 23,4
De 6 a 10 años 12 9 21 44,6
De 11 a 15 años 4 6 10 21,2
De 16 a 20 años 1 — 1 2,1
Más de 20 años 1 1 2,1
(53) Juan, esclavo de Andrés Fonte, regidor, contaba en el momento de recibir el bautismo
con «diez o doce años». Hernando, morisco, esclavo de Hernán González de Hinojosa tenla de
«ocho a nueve años» en el momento de recibir el mismo sacramento. A. P. de Los Remedios,
Libro 4Q de bautismos, fol. 186 v.
B. Bennassar, Los españoles, obr. cit., p. 31 y ss. ha puesto de manifiesto que la percepción
del tiempo por los hombres de la época moderna era más cualitativa que cuantitativa, sin que
tuvieran una clara conciencia del curso de las horas, los días o los años. Véase también para estos
aspectos Cl. LARQUIE, art. cit., p. 54.
23
asegurar la propiedad y, en consecuencia, el máximo «beneficio»
durante el mayor tiempo posible.
En efecto, prácticamente la totalidad de los esclavos de la encuesta
(45 frente a 47) pertenecían a las categorías comprendidas entre el
nacimiento y los 15 arios, siendo los grupos de edad más numerosos los
que se encuentran entre los 6 y 10 arios (44,6%) y entre 1 y 5 arios
(23,4%). Dentro de estos grupos hay que encuadrar, además, otros 17
casos que aparecen designados • en los registros - con diminutivos
(«esclavito», «negrito», «morisquita») o con calificativos que hacen
referencia a su juventud («joven», «moza»). En el extremo opuesto, en
cambio, sólo hemos encontrado un caso en que el esclavo bautizado
cuenta con «más de 30 afios». Y esta parece ser la tónica general: la
juventud, la fortaleza, el poseer unas cualidades físicas determinadas,
son esenciales en toda buena compra. Cuando el esclavo envejece —si
es que logra alcanzar este estadio de la vida— ya no sirve, y se le
concede la libertad, generalmente a cambio de una cantidad en dinero
(54), asegurándose de este modo la amortización del capital invertido
en su compra y, por ende, la posibilidad de nuevas adquisiciones.
24
Cuadro 5. Clasificación socioprolesional de los dueños de esclavos
N ŭ mero Porcentaje
ACTIV1DADES PRIMARIAS
Labradores 22 3,19
ACT1VIDADES SECUNDARIAS
ACTIVIDADES TERCIAR1AS
(56) Valladolid..., obr. cit., pp. 468-469; y también Los Españoles..., obr. cit., pp. 106-107.
25
lo puso también de manifiesto en su estudio sobre la esclavitud
mad rileria (57).
En efecto, son los representantes de la administración central y
local, muchos de ellos nobles (gobernadores, corregidores, regidores,
alcaldes, alguaciles), entre los que no faltan los funcionarios rela-
cionados con la administración americana (jueces de registro, con-
tadores, escribanos del juzgado de Indias), las gentes con títulos
académicos (bachilleres, licenciados, doctores, algunos de ellos perte-
necientes, seguramente, al estamento eclesiástico), las profesiones
liberales (escribanos, procuradores, notarios, médicos), los hombres de
armas (capitanes, alféreces) —a los que habría que añadir un importante
porcentaje de gentes que aparecen designados en los registros con
apelativos nobiliarios—, junto con los representantes del gran comercio
(58), los que configuran la «sociedad esclavista» de La Laguna en la
segunda mitad del siglo XVI. Ariadamos para completar la lista, la
existencia de varios esclavos —bastante numerosos para una ciudad
que no contaba con sede episcopal ni cabildo catedralicio— propiedad
del clero (beneficiados de las parroquias y comunidades religiosas, en
especial) y del personal que gira a su servicio.
La esclavitud no era, sin embargo, un privilegio exclusivo de estos
sectores sociales. Aunque en menor n ŭmero, los representantes de las
actividades primarias (labradores) y del artesanado poseían también
esclavos. Raro es el oficio que no aparece representado, sobresaliendo
lógicamente aquellos (zapateros, carpinteros, sederos, etc.) que debian
ocupar también, por su importancia numérica, los primeros lugares en
el conjunto de profesiones de la ciudad. Los extranjeros asentados en la
isla (59), las minorías raciales (60) e, incluso, las clases en apariencia
(57) Art. cit., pp. 65-66.
(58) En el caso de los mercaderes, que hacen bautizar a más de la décima parte del total de
esclavos de la muestra (13,5%), la propiedad del esclavo podia ser transitoria, en tanto que
«mercancía a negociar» , más que una propiedad efectiva y duradera. Cfr. Vicente GRAULLERA
SANZ, La esclavitud en Valencia..., obr. cit., p. 135.
(59) Cornieles Van Enden, mercader, bautiza entre 1574 y 1580 a tres criaturas hijas de
María, su esclava. Por su parte, Simán Alvarez, portugués, hace bautizar, en 23 de junio de 1543,
a una esclava llamada Juana, y dieciocho atios más tarde le volvemos a encontrar en los registros
bautizando a un esclavo negro llamado Francisco. A. P. de La Concepción, Libro 1(2 de
bautismos, fol. 240; y A. P. de Los Remed ios, Libro 2'2 de bautismos, fol. 12 v.; Libro 3, fol. 230;
y Libro 5 12 , fols. 90 v y 161 v.
(60) Pedro Rico, morisco, bautiza, entre 1543 y 1550, a siete eSclaVos, de ellos seis adultos (3
varones y 3 hembras) y uno recién nacido, hijo de Catalina, una de sus esclavas. A. P. de Los
Remed ios, Libro 2, fols. 15 v., 126 y 129 v.
Las Cortes de Toledo de 1560 habían prohibido a los moriscos tener esclavos negros,
derogándose, no obstante, en 28 de enero de 1562, estas medidas en favor de los moriscos del reino
de Granada y Murcia, casados con cristianas viejas. Sus correligionarios de raza en el
Archipiélago trataron de conseguir idénticos privilegios, pues en un informe enviado a la Corte
poco después por Lope de Asoca, regidor de Tenerife, se solicitaba que tal prohibición «no se
entendiese con los moriscos e, descendientes dellos, que tuviesen esclavos ne gros en esas dichas
26
menos favorecidas económicamente (61) teníanasimismo a su servicio
uno o varios esclavos, lo que contribuía a una mayor generalización de
la institución en el tejido social.
Ignoramos qué parte le toca a los precios de esclavos en la difusión
de la esclavitud. Los registros parroquiales no nos dicen nada sobre este
punto. No parece aventurado afirmar que en aquellos momentos en que
el ascenso de la curva de bautismos de esclavos se corresponde con una
mayor «socialización» o extensión del fenómeno de la esclavitud, la
adquisición del esclavo debía resultar económicamente .más asequible
que en aquellos otros en los que dicha curva experimenta un descenso y
la esclavitud aparece como privilegio exclusivo de una clase social
determinada. La proximidad del Archipiélago a los principales
mercados abastecedores y el ser paso obligado en las rutas de la trata
mantenían, seguramente, los precios por debajo de los niveles
alcanzados en otras ciudades de la Península. Se trata, sin embargo, de
una hipótesis que habrá que contrastar con la realidad, una vez que se
emprenda el expurgo sistemático de los archivos notariales (62).
Extensión y difusión de la esclavitud no están, sin embargo,
reñidas con una importante concentración de esclavos en unos pocos
propietarios, lo que parece estar, a su vez, en evidente proporción con
los niveles de renta de la población. En el cuadro 6 se han distribuido
porcentualmente a los duerios de acuerdo con el n ŭ mero de esclavos
bautizados, el cual se refleja paralelamente en la columna de al lado.
Partiendo, pues de 1578, en que conocemos los nombres y
apellidos completos de sus duerios (el 95,17% del total de esclavos
computados), el 13,8% de los propietarios, poco más de la décima
parte, controlaba el 40,6%, más de una tercera parte, de los esclavos
yslas, pues dello no se avía seguido ny se seguiria daño ni perjuicio, e todos eran xpianos
buenos...». Muy convincentes debieron parecer las argumentaciones de su informe, pues por Real
Cédula, dada en Madrid el 16 de septiembre de 1563, se conseguía que «Io contenido en la dicha
nuestra carta e capitulo de antes... no se entienda ni execute contra los moriscos de las dichas
yslas... ny sobre ello les hagais ni consintais faser agravio ni vexacion alguno...». A. M. de La
Laguna, S-I, Reales Cédulas y Privilegios, XIV, 62, fols. 73 v. y 74.
(61) Malgarida, criada que había sido de Simóii Alvarez, mercader, hace bautizar, en 14 de
febrer6 de 1545, a una esclava suya Ilamada Catalina. A. P. de Los Remedios, Libro 2 Q de
bautismos, fol. 45.
En fia, para completar este panorama sociológico, citemos el caso de Maria de Candelaria,
«niña morita» bautizada en 9 de febrero de 1557, la cual «fue dada de la armada a Ntra. Sra. de
Candelaria». ld., Libro 3-Q, fol. 94 v.
(62) Para el precio de los esclavos, véase B. BENNASSAR, Valladolid..., Obr. cit., p. 469;
Cl. LARQUIE, art..cit., pp. 63-64; o Vicente GRAULLERA SANZ, La esclavitud en Valencia,
obr. cit., pp. 168-170.
Dominguez Ortiz (art. cit., p. 400) fija el precio ordinario del esclavo adulto hasta 1640 en 100
ducados, si bien éste variaba de acuerdo con múltiples circunstancias, entre las que no hay que
olvidar la edad, sexo, constitución y cualidades personales del esclavo, así como su raza, pues
como sabemos, los negros eran preferidos por su carácter y docilidad, frente a bereberes y turcos,
mucho más reacios a la servidumbre y dispuestos a emprender la huída en cualquier momento.
27
Cuadro 6. Distribución porcentual de los propietarios seg ŭn el n ŭmero
de esclavos bautizados
Dueños Esclavo§
N ŭ mero de esclavos NQ N-Q
28
muestran bien a las claras la existencia de un tipo de hogar en el que
tienen cabida todos estos elementos.
i,Qué podemos decir, pues, sobre el papel desemperiado por el
esclavo? La existencia de una importante proporción de esclavos
propiedad de la nobleza y de gentes que no intervienen directamente en
las actividades de producción, nos lleva a coincidir con la tesis
avanzada por Domínguez Ortiz (65) y confirmada, posteriormente, por
Bennassar y Cl. Larquié: la esclavitud como «elemento decorativo»
como un «lujo» limitado a determinados sectores sociales. Más que una
institución integrada en un sistema de producción, la esclavitud se
presentaría entonces como un factor de predominio social —y también
económico— cuya función se limitaría a las simples tareas de tipo
doméstico. La utilización del término «criado» para designar al esclavo
(con frecuencia aparecen en las partidas de bautismos ambas deno-
minaciones juntas) y el predominio de la esclavitud femenina vendrían,
por otro lado, a abonar esta hipótesis.
No parece, sin embargo, que el paralelismo entre Tenerife y
Valladolid en el siglo XVI, o Tenerife y Madrid en la segunda mitad del
siglo XVII, sea tan evidente. La explotación de mano de obra esclava
tenía en el Arch.ipiélago una larga tradición que arrancaba de los
primeros tiempos de la colonización. Muchos miembros de la nobleza,
de las profesiones liberales o de los oficios de la administración poseían
tierras o establecimientos industriales (ingenios de az ŭcar) explotados,
seguramente, con fuerza de trabajo esclava (66). Los labradores o los
artesanos exiglan, muy presumiblemente, a sus esclav .os algo más que la
prestación de unos servicios de tipo doméstico o el fomento de un
determinado prestigio social, ante el que no debían permanecer,
empero, totalmente ajenos. Los mercaderes se hacían acompariar de
esclavos en sus viajes, los cuales hacían de porteadores, cuando no
formaban parte de la mercancía. La ley del beneficio económico parece
presidir, una y otra vez, la actuación de los duerios: con frecuencia
arriendan el trabajo del esclavo (67), o le permiten ejercer libremente un
oficio y percibir un salario (68), siempre a cambio de una cantidad en
metálico.
(65) A. DOMINGUEZ ORTIZ, art. cit.. p. 385.
(66) En la relación enviada por Francisco de Mesa a Felipe II, solicitando la revocación de
la prohibición de hacer entradas en Berberia, se hacia hincapié en que los esclavos «serbian para la
labor de yngenios, viñas y tierras de pan». A. M. de La Laguna, S-I. Reales Cédulas y Privilegios.
XIV, 150, fol. 211.
(67) Manuela MARRER0,_ obr. cit., p. 73 y ss.
(68) Tal es el caso, por ejemplo, de Maria de Soria, mulata, a quien su dueño. Pedro de
Soria, regidor habia dado permiso para «contratar», consiguiendo finalmente la libertad a cambio
de 90 ducados. Id.. Protocolo de Sancho Urtarte 1573-1583, fol. 1114 y ss.
29
En fin, las esclavas podían acrecentar el capital invertido en su
compra trayendo hijos al mundo, los cuales seguían irremediablemente
la condición de sus madres. Y siempre quedaba la posibilidad de
conseguir un sustancioso beneficio mediante la concesión de libertad al
esclavo quien, a menudo, llegaba a pagar altas cantidades por ella (69).
No conviene, sin embargo, caer en el extremo contrario: hacer de
los motivos económicos el ŭnico fundamento de la esclavitud. Las
necesidades de trabajo ya no eran tan grandes en la segunda mitad del
siglo XVI como lo habían sido en los arios que siguieron a la conquista.
Por entonces, La Laguna se había convertido en la ciudad más
importante del Archipiélago, en la que los nuevos pobladores venidos
de Castilla, o de otros países, rivalizaban con los descendientes de los
antiguos conquistadores. Unos y otros habían importado el viejo orden
social de la metrópoli, en el que el hidalguismo y el ideal del honor
primaban sobre otras motivaciones. Y ya son conocidas las manifes-
taciones que este ideal nobiliario, que afectaba a todas las capas del
tejido social, tuvo en la sociedad espariola, una de las cuales, «la pasión
por el servicio» y «el afán de hacerse servir», puede dar cuenta
—aunque no sepamos en qué medida— de una buena parte de los
esclavos existentes en la isla.
30
formulario: a partir de entonces se puede ver a los esclavos libertos
demandar los servicios de un escribano o aparecer en los libros de
testamentos de las parroquias como cualquier otro vecino libre.
La condición del esclavo no fue nunca, sin embargo, tan
miserable como en la Antigliedad. Como miembros de la casa de su
serior, vivían bajo el mismo techo y tenían asegurado el pan cotidiano.
Algunos se ganaron la confianza y el respeto de sus duerios, lo que les
permitía vivir con tina mayor libertad de movimientos (71). Otros
ejercían libremente algŭ n oficio lo que les daba la oportunidad de
reunir cierto peculio con el que poder liberarse, finalmente, de su
condición (72). Carecemos de noticias sobre castigos o malos tratos, y
tampoco hemos encontrado ning ŭ n esclavo herrado o marcado por el
fuego, costumbre más extendida en otras latitudes (73).
• Una de las mayores dificultades con las que tropezaban los
•esclavos era la imposibilidad de llevar una vida familiar estable. A las
circunstancias inherentes a su condición de privados de libertad, de
mercancía objeto de cambio, se unían las frecuentes trabas impuestas
por sus amos. No obstante, la tradición de la iglesia afirmaba que los
esclavos podían contraer matrimonio, incluso invito dotnino, es decir,
contra la voluntad de sus duerios (74). Los poderes pŭblicos, en su afán
de moralizar a los esclavos, fomentaron las uniones entre ellos, y las
constituciones sinodales del obispado de Canarias habían dedicado un
capítulo a este problema, ocupándose las disposiciones y edictos
episcopales repetidamente del tema. El cumplimiento de tales dispo-
siciones estaba, empero, muy lejos de cumplirse, condenando a la
mayoría de los esclavos al concubinato o a las uniones esporádicas (75).
En efecto, de los quinientos once casamientos celebrados en la
(71) La mulata Maria de Soria, a quien ya conocemos, hacía mucho tiempo que vivía en
casa de su dueño. Pedro de Soria, quien confiesa que era «persona fiel y de buena conciencia».
Véase nota (68).
(72) Una de las actividades ejercidas con más asiduidad por los esclavos de Tenerife era el
pequeño comercio de diversas mercancías. Por una Real Cédula, fechada en Madrid el 8 de marzo
de 1570 Felipe 11 hubo de recordar al gobernador de Tenerife la prohibición, vigente a nivel de
todo el Estado, de comprar cualquier cosa que vendiesen esclavos, «y deviendose ansi guardar y
cumplir en esta dicha ysla no se hazia antes e yendo contra el tenor y forma de lo susodicho
muchas personas compravan de los dichos esclavos muchas joyas, pano y lienco... «A. M. de La
Laguna, S-I, R-VI, 24.
(73) Cl. LARQUIE, art. cit., p. 70; y Vicente GRAULLERA SANZ, La esclavitud en
Valencia..., obr. cit., p. 116 y ss.
(74) A. DOM1NGUEZ ORT1Z, art. cit., p. 398; y Cl. LARQUIE, art. cit., p. 72.
(75) Aunque correspondientes al siglo XVII, a través de estas disposiciones conocemos
algunas de las trabas, impuestas por los dueños a los esclavos que mostraban su deseo de contraer
matrimonio. Trabas que Ilegaban, frecuentemente, a los malos tratos o a la venta del esclavo fuera
de la ciudad, pese a las penas de excomunión que recaían sobre tales acciones. Y también
conocemos las situaciones, casi novelescas, a las que se acudía para salvar estas dificultades, como
la de ocultar a los futuros contrayentes en «casas seguras» hasta que estuvieran amonestados y
desposados. A. P. de La Concepción, Libro Edictos Episcopales (sin foliar).
31
parroquia de Los Remedios, entre 1566 y 1599, en treinta y ocho ambos
contrayentes eran esclavos, pertenecientes generalmente a distinto
duerio (34 frente a 4), y en veinte, uno de ellos era esclavo y otro libre,
normalmente un esclavo «hbrro». Así pues, del total de los mil
veintidós cónyuges, noventa y seis eran esclavos, lo que representa un
porcentaje del 9,39%. (A título de comparación, entre 1543 y 1599, el
n ŭmero de esclavos bautizados supuso el 17,3% del total de bautismos
registrados). En un análisis más detenido, y tomando como base
cuarenta y dos matrimonios, en los que se especifica claramente los
apellidos de los duerios de los contrayentes, veintitrés, o sea, más de la
mitad (54,8%), no tuvieron descendencia frente a diecinueve (45,2%)
que si la tuvieron. De éstos, trece, es decir, más de las dos terceras partes
(68,4%) tuvieron una media de 1,8 hijos por pareja antes de la
celebración del casamiento; tres tuvieron descendencia solamente
después (15,8%); y en fin, otros tres antes y después de los ,desposorios
(15,8%). En estos seis ŭltimos casos, la media de hijos habidos después
de la boda fue de 2,1 por pareja, durante un período fértil (76)
computado de 4,7 arios de media por matrimonio. Y un ŭltimo dato:
dos de los tres primogénitos de las parejas que tuvieron descendencia
ŭnicamente después del casamiento correspondían a concepciones
prenupciales, es decir, habían sido concebidos al menos dos meses antes
de los desposorios.
Sólo una mínima parte, por tanto, de los ochocientos cincuenta y
seis esclavos bautizados procedía de parejas legítimas. En las pocas
ocasiones en que esto sucedía, el cura encargado de llevar los registros •
se apresura a anotar en la partida correspondiente: «avido en legítimo
matrimonio», «hijo de Fulano y Mengana, su mujer legítima», etc. Esta
preocupación no hace más que resaltar, empero, lo que constituye la
norma general: el carácter ilegítimo de la descendencia esclava como
consecuencia de las uniones —transitorias o duraderas— entre
esclavos o, más bien, de las relaciones entre hombres libres y mujeres
esclavas (a la inversa, los casos debían ser muy raros). En algunas
ocasiones, es el propio duerio de la madre esclava el que aparece en los
registros como padre de la criatura que se bautiza (77); en otras,
(76) La utilización del concepto «período fertil» se hace de forma forzada en este trabajo.
Desconocemos la edad de las esclavas en el momento de contraer matrimonio así como la de
defunción. Entre estos dos acontecimientos puede ocurrir, además, muchas cosas: movilidad por
cambio de domicilio de sus dueños, ventas, transmisiones hereditarias, liberaciones, etc. que
originan la pérdida de la pista iniciada. En consecuencia, el término «período fértil» hace
referencia exclusivamente al tiempo transcurrido entre el nacimiento —bautismo del primer hijo y
del ŭ ltimo, y siempre atendiendo a lo que registran los libros de bautismos.
(77) Así, el 3 de julio de 1551 se bautiza a Juan, hijo de Tomás Garvin y de Luisa, su esclava.
Y, en 8 de mayo de 1558, vuelven a aparecer de nuevo las dos como padres de otra criatura
bautizada. En 11 de junio de 1558, Gonzalo lanes bautiza a su hijo Domingos, fruto de sus
32
empero, no existe ning ŭn lazo aparente entre ambos progenitores (78).
Lo más frecuente, sin embargo, es qu' e se seriale ŭnicamente el nombre
de la madre esclava, seguido, a lo sumo, de la coletilla «y de padre
incierto» o «de padre no conocido», lo que nos impide profundizar en
este terreno.
No creemos, sin embargo, que la esclavitud pudiese desarrollar
todo su potencial reproductor a través de tan estrechos márgenes. Así,
segŭ n se refleja en el cuadro 7 más de las dos terceras partes de las
esclavas adultas bautizadas (74,7%) no tuvieron descendencia, al menos
durante el tiempo que permanecieron bajo la autoridad de sus duerios.
Este porcentaje supone sólo una tercera parte (36,5%) de las esclavas
seriáladas en el cuadro, entre las cuales las que tuvieron uno, dos, tres o
más hijos representan el 63,5%. La llegada a la edad de la reproducción
de las esclavas nacidas en la ciudad o de otras ya bautizadas nos
permite, en consecuencia, operar•con un mayor n ŭmero de datos.
33
3
n ŭmero de hijos por esclava no fuera muy elevado. Es, en efecto, la
existencia de unos intervalos intergenésicos demasiado amplios (para-
lelos a unos períodos fértiles computados muy reducidos) el factor que
mejor da cuenta de las limitaciones a la fecundidad en el seno de la
esclavitud. No faltan casos de una natalidad extraordinaria: ochenta y
siete de los ochocientos cincuenta y seis esclavos nacidos en la ciudad, o
sea, el 10,1% correspondían ŭnicamente a quince madres esclavas, que
no representan más que el 1,7% del total (79). Y también hemos
encontrado algunos ejemplos de partos m ŭltiples que parecen ir en este
mismo sentido (80).
A pesar, pues, de todas las trabas impuestas a la natalidad la
renovación de la masa de esclavos estaba asegurada, en una proporción
importante, a través de los que nacían en la misma ciudad. Así, de los
1658 esclavos objeto de nuestro estudio, más de la mitad (51,6%) eran
criaturas nacidas de madre esclava. Ignoramos, empero, hasta qué
punto la mortalidad y las liberaciones posteriores a la impartición del
sacramento (que no debían faltar en los casos en que el padre del
esclavo bautizado fuese un hombre libre) contribuían a reducir esta
«tasa de reemplazo».
Las vicisitudes seguidas por el esclavo para conseguir su liberación
nos hablan también de su condición. El «ahorramiento» del esclavo
constituía una realidad y, desde su comienzo, los registros parroquiales
abundan en referencias a esclavos «libertos» u «horros». La concesión
de libertad solía hacerse a cambio de una cierta cantidad en dinero, lo
que supone necesariamente, ya lo hemos visto, el desemperio por parte
del esclavo de alguna actividad. Todas las cartas de «ahorría» que
hemos encontrado, entre 1573 - y 1583, en el protocolo de Sancho
Urtarte del Archivo Municipal de La Laguna, se dieron al esclavo por
compra de su libertad (81). Pero no siempre la libéración seguía' estos
derroteros. Los libros de testamentos e, incluso, los libros de registro de
bautismos nos hablan de emancipaciones testamentarias, aunque a
menudo vemos también a los esclavos formar parte de la herencia,
como cualquier otro bien o mercancía, que se transmite a los
(79) Francisca Lucana, muger de Antonio Joven, bautiza entre 1546 y 1566, en un periodo
de 20 años, a ocho criaturas hijas de su esclava Francisca. De 1553 a 1568, Francisca, esclava del
maese Domingos dio a luz a siete hijos, cuyas actas de bautismo aparecen sucesivamente en los
registros. Id., Libros 2 Q , 3Q y 4Q de bautismos.
(80) Sebastián GOnzález, cuchillero, hace bautizar en 16 de febrero de 1568, a dos criaturas
«nacidas de un parto», hijas de su esclava Ana. El 20 de diciembre de 1593 se impone el bautismo a
dos hijos de Esperanza, negra, esclava de Ana González. A. P. de La Concepción, Libro I Q de
bautismos, fol. 183; y Libro 2-Q fol. 81 v.
(81) A. M. de La Laguna,S-I, ' Protocolo de Sancho Urtarte, 1573-1583, fols. 945 v., 1010 y
1114.
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herederos (82). La liberación en reconocimiento a ciertos servicios
prestados, no debia ser tampoco muy rara, al igual que en el momento
de recibir el bautismo, en el caso, bastante corriente, de hijos de madre
esclava y padre libre.
Por lo demás, no parece que los esclavos planteasen demasiados
problemas a la sociedad islefia. Su incremento numérico si inspiró, ya
en la segunda mitad del siglo XVII, ciertos recelos y temores, como se
deduce de la exposición, ya citada, del personero Pedro de Ocampo al
Cabildo de la ciudad. Pero el que se les viera como portadores de
enfermedades en tiempos de epidemia o como bocas sobrantes en las
épocas de escasez, debe ser considerado como una reacción normal
hacia las minorias étnicas • o religiosas, de que tantas pruebas tenemos
en la historia. Los moros berberiscos, en especial, eran considerados
como potenciales aliados de sus correligionarios de raza africanos, y
adalides para sus incursiones piráticas (83). Se les tachaba, además, de
pendencieros y holgazanes, siempre dispuestos a escapar de la
autoridad de su amo. En cambio, los negros eran reputados como más
trabajadores y dóciles (84), aunque se procuraba que no se juntasen y
anduviesen de noche por las calles, ni portasen armas.
En fin, la pervivencia de la esclavitud en el Archipiélago ,tuvo
alguna repercusión en la etnia canaria? Las fuentes manejadas no
permiten dar una respuesta satisfactoria a este interrogante. No
obstante, la frecuencia con que se repiten conceptos como «mulato»,
«prieto», «loro», «moreno», indica la existencia de toda una gama de
rasgos representativos de una mezcla racial, cuyo grado estaria por
determinar.
(82) Tal es el caso, por ejempio, de Ana, bautizada en 18 de septiembre de 1574 por su
dueño Juan Alvarez de Fonseca. Dieciséis años más tarde aparece en los registros como madre de
una criatura, siendo en este momento sus dueños «los herederos de Juan Alvarez de Fonseca».
A. P. de Los Reinedios, Libro 5 g de bautismos, fol. 60; y Libro 6, fol. 47 v.
(83) A. RUMEU DE ARMAS, Piraterías, obr. cit., passim.
(84) A través de los calificativos que, más se repiten («extolido», «r ŭstico», «cerrado»,
«fatuo») se puede reconstruir una imagen caricaturizada del esclavo negro que tiende siempre a
resaltar la superioridad del hombre blanco sobre él y, en consecuencia, a justificar la existencia de
su trata.
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