Viejas y Nuevas Formas de Desigualdad Social Frente A La Educación
Viejas y Nuevas Formas de Desigualdad Social Frente A La Educación
Viejas y Nuevas Formas de Desigualdad Social Frente A La Educación
Sara Morgenstern*
A pesar de que en el ltimo medio siglo los hijos de las clases obreras pudieron
incorporarse a la enseanza pblica en cantidades desconocidas hasta entonces, no puede decirse
que los sistemas educativos se hayan democratizado. Si se contemplan las cifras de desercin o
de prolongacin de los estudios, veremos que muchas desigualdades persisten y que la
procedencia social cuenta mucho a la hora de acceder y poder terminar los estudios
universitarios.
Por otra parte, la insercin laboral, aun para aquellos que tienen las mejores credenciales
educativas, ya no es segura y los ttulos cuentan igual o menos que las redes sociales de que
dispone el individuo o su familia. Qu ha cambiado entonces para que la educacin deje de ser
la va legtima y meritocrtica para acceder a un empleo y a una vida digna?
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Sara Morgenstern es Profesora Titular de la UNED en Sociologa de la Educacin. Es licenciada en Ciencas de
la Educacin por la Universidad de Buenos Aires y Doctora y Master en Sociologa por la Universidad de Essex,
Inglaterra. Sus intereses y publicaciones se sitan principalmente en los temas relativos a la relacin entre
formacin y trabajo y la profesin docente.
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En este contexto, se le exige a la escuela acometer tareas para las que no estaba preparada,
tales como:
a) Atender a una poblacin de nios y jvenes que proceden de otros pases y culturas, de
hogares desestructurados, de familias en paro o con empleos precarios.
b) Contrarrestar la cultura de la violencia con que nos bombardea la televisin.
c) Educar a los ciudadanos en el respeto a lo pblico, cuando lo pblico est siendo
desmantelado y desacreditado.
d) Reivindicar el valor tico y educativo del trabajo, que siempre fue consustancial a la
cultura obrera, en contraposicin al enriquecimiento especulativo que es inherente a la
cultura financiera.
e) Recomponer la solidaridad social, que es imprescindible para toda convivencia, cuando la
organizacin econmica exalta la conformacin del individualismo posesivo en el que
el consumir o tener es ms importante que ser.
Como sabemos, los sectores estratgicos ya no son aquellos que producen bienes
tangibles como en el pasado, sino aquellos que se basan en la produccin, distribucin y
comercializacin de informacin. Es el llamado capitalismo del conocimiento, una nueva forma
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de acumulacin que puede funcionar con muy pocos empleados, altamente cualificados y
remunerados y que constituyen el ncleo decisivo de la actividad de las empresas. Las dems
actividades se subcontratan a otras empresas que a su vez subcontratan a otras y, en esa pirmide
de subcontrataciones, nos encontramos en la base final a los trabajadores precarios, cuando no
ilegales, que generalmente son mujeres e inmigrantes.
Es necesario matizar que la alta cualificacin de los empleados (o socios) que mantienen
el dinamismo de este capitalismo del conocimiento ya no corresponde estricta ni exclusivamente
a una formacin tcnica o cientfica especializada. La expansin universitaria produjo muchos
titulados y, por lo tanto, hay donde elegir y a los que se elige se les requiere una distincin de
clase, saber estar, conocimientos mundanos del buen gusto y maneras que no se aprenden en la
universidad, sino en la familia y en las escuelas y clubes privados. De all que en la seleccin de
personal no se atienda slo a las cualificaciones (determinadas por el puesto de trabajo), sino a
las competencias que posee la persona.
Soy consciente de que en este debate hay mucha confusin terminolgica, porque en
principio no tendramos que tener prejuicios frente a las llamadas competencias, ya que los
docentes siempre hemos hablado de la necesidad de desarrollarlas en el plano lingstico o
social, por ejemplo. Sin embargo, tal como se utilizan hoy en las clasificaciones ocupacionales y
tal como surgen de las propuestas del Banco Mundial, la valoracin de las competencias
descoloca los saberes obreros y, en general, todo lo que hasta aqu hemos considerado como el
valor del aprendizaje y la instruccin. Qu incentivo tendr el esfuerzo por adquirir
conocimientos si a la hora de acceder a un puesto prima la distincin de clase en el hablar, el
vestir o las redes sociales?
Puesto que la exigencia del aprendizaje social de estos nuevos requisitos ya empieza a
resultar evidente, no resulta casual la obsesin de la clase media por dotar a sus hijos de esos
signos de distincin. Se trata de una obsesin que comienza muy temprano, escogiendo centros
escolares que garanticen las redes de clase social y desarrollen las formas apropiadas de capital
cultura, lo cual conlleva una lucha temprana por lograr futuras ventajas en el mercado de
trabajo.
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medida en que ni ellos ni sus hijos pueden acceder a un tipo de formacin que ya no se basa slo
en el conocimiento experto.
De esta forma, la poblacin escolar que procede de la clase obrera y meda-baja se tendr
que conformar con una escuela pblica cada vez menos dotada, que acoge inmigrantes,
marginales o nios-problema. Aunque desde nuestra posicin podemos considerar que se trata de
una educacin ms autntica, que no retacea las experiencias de vida, tambin es necesario
asumir una postura realista y ser conscientes de las dificultades y posibilidades con que nos
enfrentamos.
Frente a las desigualdades e injusticias que engendra la hegemona global del capital
financiero, existen voces lcidas, algunas tambin dentro del pensamiento de la derecha poltica,
que consideran necesario volver a un orden social que d prioridad a la produccin frente a la
especulacin. Los distintos foros alternativos, el ltimo en Prto Alegre, estn conformando un
estado de opinin en el que se cuestiona la inevitabilidad de esta forma de globalizacin en la
que el mercado rige la vida social. Aunque se trata de un proceso heterogneo, que agrupa
movimientos diversos y a veces contradictorios entre s, no es posible negar que ha contribuido a
salir del pesimismo, y decirnos que otro mundo es posible.
En esa posibilidad de un mundo mejor se inscribe la propuesta del reparto del tiempo de
trabajo, un objetivo que ha venido madurando en la conciencia obrera y donde es preciso
destacar el carcter pionero que ha tenido la HOAC en Espaa. Puesto que se ha intentado
distorsionar el sentido de esta propuesta, resulta necesario hacer algunas precisiones.
El lema de los verdes trabajar menos para trabajar todos, que es central en la agenda
para un desarrollo sostenible, tambin es vlido para la vida domstica y para el desarrollo de la
solidaridad.
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En primer lugar, permitira a los padres dedicar tiempo a los hijos, una cuestin nada
trivial de la que poco se habla y menos se hace en las polticas pblicas. la importancia de la
dedicacin y afecto en los primeros aos de vida, en los que se conforman los rasgos ms
decisivos y permanentes de la personalidad, no necesita ser reiterada. Pero, ms all de la
primera infancia, creo que est fuera de discusin la importancia de la familia en la estabilidad
emocional y el fortalecimiento de la autoestima. Aquellos que no han tenido la suerte de contar
con el apoyo de una autntica familia saben lo que ello significa y, para estos casos desgraciados,
tambin habra que contar con una redistribucin del tiempo social que les permita recibir apoyo
por parte de familias o personas idneas.
Qu hacer?
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acontecimiento que nos preocupa en estos das, que es la autodenominada ley de Calidad. Pero
considero que, de hacerlo as, estaramos localizados en algunos puntos, sin entender el contexto
general y, al mismo tiempo, estaramos discutiendo dentro de las alternativas posibilistas que
ofrece el marco legal.
Desde el punto de vista emocional, pues, es necesario plantear desde la sociedad civil la
exigencia de tiempo, tiempo material para que los padres estn con sus hijos. Resulta cnico
hablar de calidad de la educacin o de apoyo a la familia cuando los trabajadores y,
especialmente las trabajadoras, no tienen posibilidades de jugar, dialogar y orientar a sus hijos.
Cualquier estudio sobre la vida cotidiana en los hogares obreros, sean monoparentales o en los
que trabajan los dos padres, mostrara una distribucin del tiempo que hara sonrojar a ms de un
poltico. No se trata slo de cantidad de horas, sino de la calidad de la relacin que la
disponibilidad de tiempo posibilita y, desde esa perspectiva, creo que este tema debera
ventilarse y ser prioritario en la agenda de los sindicatos y asociaciones de padres.
Aunque la educacin sentimental tiene muchas dimensiones a las que obviamente no voy
a poder referirme, me gustara poner nfasis en todo aquello que tiene que ver con la solidaridad.
Obviamente, tambin como dice el refrn, la solidaridad comienza por casa, educando en la
responsabilidad de compartir el trabajo domstico. Con el crecimiento, el impulso solidario debe
acompaarse de la comprensin intelectual en niveles crecientes de complejidad. Estoy
pensando, por ejemplo, en los prejuicios racistas que han salido a la luz a raz de la inmigracin.
Explicar a los nios y adolescentes y tambin a sus padres que el racismo es una lacra, suena a
slogan. Hablar del respeto a todas las culturas, tambin puede sonar a moralina. En la medida de
lo posible hay que lograr que contextualicen que la inmigracin tiene races histricas y que fue
precedida por la explotacin del Tercer Mundo y que esa explotacin tiene mucho que ver con
nuestro bienestar actual. Pero esa comprensin intelectual no puede tener un fcil carcter
populista.
Es preciso desarrollar tambin una mirada crtica sobre las culturas, incluida nuestra
cultura obrera. No todas las tradiciones respetan los valores de los derechos humanos, hay que
saber discriminar los componentes machistas, violentos, jerrquicos e irracionales de los que
ninguna cultura est plenamente exenta.
Otro aspecto que no puedo pasar por alto en estas propuestas de discusin se refiere a la
comprensin emocional y cognitiva del valor de la disciplina del trabajo. Pongo especial nfasis
en este punto por varias razones. Por una parte porque constituye un valioso aporte de la
tradicin obrera, ms vigente que nunca en pocas en que la cultura del pelotazo y del triunfo
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fcil est a la orden del da, aunque esos delitos de ingeniera contable o stock options ocultas los
tengamos que pagar todos. Por otra parte, porque la disciplina del trabajo comienza en la escuela;
hay que entender que el estudio es trabajo y que requiere esfuerzo, concentracin y
perseverancia. Frente a tantas versiones de lo que llamo la pedagoga light, en la que se
asimila estudio a juego y se diluye el papel del docente como un compaero ms, quisiera
reivindicar el valor del esfuerzo en la conquista del saber y de la alegra que ello produce.
Obviamente no estoy a favor de una enseanza aburrida y autoritaria, pero sinceramente creo que
una educacin sin exigencias ni lmites, no se justifica psicolgica ni pedaggicamente. los nios
y jvenes ya tienen suficiente imaginacin ldica y tampoco quieren ni necesitan un maestro o
un padre amiguetes. Lo que piden, aunque no sean explcitos, son educadores autnticos, que los
ayuden a enfrentarse a este difcil mundo que les toca vivir.
Tengo que aclarar que el nfasis en la disciplina y en la autoridad nada tienen que ver con
la propuesta de reforma ministerial en la que se trata de restaurar un orden jerrquico que,
reconozcmoslo, tambin expresa en alguna medida el sentir de un sector de docentes
decepcionado de la LOGSE. Lamentablemente, tanto el Ministerio como los partidarios de la
pedagoga light confunden autoridad con autoritarismo y personalmente coincido con Gramsci
en que no existe educacin sin una ascendencia moral e intelectual, sin disciplina y esfuerzo.
Como Gramsci ilustra con su propia vida, se trata de una autodisciplina que est en funcin de
forjar intelectuales de un nuevo cuo, intelectuales de la clase obrera, porque sta no cont con
el tiempo histrico ni posibilidades materiales de acceder a la cultura.
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