Viejas y Nuevas Formas de Desigualdad Social Frente A La Educación

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NOTICIAS OBRERAS n 1321 Ao 2002 Edita HOAC

Viejas y nuevas formas de desigualdad


ante la educacin
El presente Tema de la Quincena es un resumen de la ponencia presentada por la autora en los
Cursos de Verano 2002 de la HOAC.

Sara Morgenstern*

Tratamos de reflexionar acerca de cmo la crisis social y econmica actual afecta a la


educacin. Poniendo especial nfasis en cmo el llamado capitalismo del conocimiento genera
nuevas desigualdades y cmo se devalan las cualificaciones obtenidas a travs de la educacin
formal y/o experiencia en beneficio de competencias individuales que son fruto de la distincin
de clase. Como contrapartida, se analizan los beneficios democratizadores que conlleva el
reparto del tiempo de trabajo en la organizacin educativa, sea familiar, institucional o social.
Finalmente se sugieren algunas conclusiones que podran orientar el debate en torno a un nuevo
proyecto educativo.

L a igualdad de oportunidades educativas fue y es una aspiracin que tiene un alto


componente retrico. No hay ley o reforma educativa que no la proclame, a pesar de que el
acceso y permanencia en el sistema educativo siempre estuvo marcado en buena medida por el
origen social. Sin embargo, no puede desconocerse que despus de la Segunda Guerra Mundial
los pases europeos, con la excepcin de aquellos que sufran dictaduras, pusieron en marcha
polticas compensatorias que tuvieron como objetivo moderar la desigualdad social y educativa.
la accin del Esta do del Bienestar fue palpable en la disminucin de la pobreza, que fue paralela
a la generalizacin de la seguridad en el empleo, organizacin de Servicios Sociales y de Salud
gratuitos y en la extensin de la educacin obligatoria.

A pesar de que en el ltimo medio siglo los hijos de las clases obreras pudieron
incorporarse a la enseanza pblica en cantidades desconocidas hasta entonces, no puede decirse
que los sistemas educativos se hayan democratizado. Si se contemplan las cifras de desercin o
de prolongacin de los estudios, veremos que muchas desigualdades persisten y que la
procedencia social cuenta mucho a la hora de acceder y poder terminar los estudios
universitarios.

Por otra parte, la insercin laboral, aun para aquellos que tienen las mejores credenciales
educativas, ya no es segura y los ttulos cuentan igual o menos que las redes sociales de que
dispone el individuo o su familia. Qu ha cambiado entonces para que la educacin deje de ser
la va legtima y meritocrtica para acceder a un empleo y a una vida digna?

*
Sara Morgenstern es Profesora Titular de la UNED en Sociologa de la Educacin. Es licenciada en Ciencas de
la Educacin por la Universidad de Buenos Aires y Doctora y Master en Sociologa por la Universidad de Essex,
Inglaterra. Sus intereses y publicaciones se sitan principalmente en los temas relativos a la relacin entre
formacin y trabajo y la profesin docente.

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La crisis, el empleo y la educacin

La prdida de confianza en la eficacia de la educacin va unida a la prdida de credibilidad


de] mundo adulto, representado por padres y educadores. Pero hasta qu punto po demos hacer
responsable a la educacin? Sin minimizar su cuota de responsabilidad, es necesario entender el
relativo fracaso de las instituciones educativas en el contexto de cambios estructurales que
necesariamente las afectan directa o indirectamente. Es preciso advertir que ese contexto es cada
vez ms complejo y que lo hemos de referir, aunque parezca desorbitado, a una escala global. De
forma resumida, es necesario vincular la crisis de la escuela a:

- La hegemona global del capital financiero, con la disminucin de empleos en los


sectores productivos y las migraciones constantes de personas y capitales.
- La retraccin del gasto y la privatizacin incontrolado de los servicios pblicos. El diseo
de las polticas sociales y educativas parten de las directivas de organismos
supranacionales (OMC, Banco Mundial, FMI, UE), con una prdida relativa de la
autonoma del Estado Nacional.
- Las modificaciones en la estructura ocupacional y no slo por el cambio tecnolgico. El
aumento del trabajo temporal y sumergido en detrimento del empleo estable.
- La crisis de legitimidad. la desestructuracin social y familiar. El aumento de la
violencia. la corrupcin. Las soluciones individualistas.

En este contexto, se le exige a la escuela acometer tareas para las que no estaba preparada,
tales como:
a) Atender a una poblacin de nios y jvenes que proceden de otros pases y culturas, de
hogares desestructurados, de familias en paro o con empleos precarios.
b) Contrarrestar la cultura de la violencia con que nos bombardea la televisin.
c) Educar a los ciudadanos en el respeto a lo pblico, cuando lo pblico est siendo
desmantelado y desacreditado.
d) Reivindicar el valor tico y educativo del trabajo, que siempre fue consustancial a la
cultura obrera, en contraposicin al enriquecimiento especulativo que es inherente a la
cultura financiera.
e) Recomponer la solidaridad social, que es imprescindible para toda convivencia, cuando la
organizacin econmica exalta la conformacin del individualismo posesivo en el que
el consumir o tener es ms importante que ser.

Las nuevas formas de desigualdad

No se est exigiendo demasiado a la escuela? Es posible que cumpla todas esas


funciones de nivelacin, dilogo, cohesin ciudadana, preparacin para el trabajo, solidaridad, en
ese mar de contradicciones en que est inmersa? Ms all de los discursos oficiales y de la
retrica consabida de muchos pedagogos, lo cierto es que los poderosos del planeta hace mucho
que desestimaron la utilidad de la educacin pblica y ciudadana. Ni siquiera estn convencidos
de la utilidad de la educacin para el trabajo, excepto para el trabajo en los sectores estratgicos
de la economa.

Como sabemos, los sectores estratgicos ya no son aquellos que producen bienes
tangibles como en el pasado, sino aquellos que se basan en la produccin, distribucin y
comercializacin de informacin. Es el llamado capitalismo del conocimiento, una nueva forma
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de acumulacin que puede funcionar con muy pocos empleados, altamente cualificados y
remunerados y que constituyen el ncleo decisivo de la actividad de las empresas. Las dems
actividades se subcontratan a otras empresas que a su vez subcontratan a otras y, en esa pirmide
de subcontrataciones, nos encontramos en la base final a los trabajadores precarios, cuando no
ilegales, que generalmente son mujeres e inmigrantes.

Es necesario matizar que la alta cualificacin de los empleados (o socios) que mantienen
el dinamismo de este capitalismo del conocimiento ya no corresponde estricta ni exclusivamente
a una formacin tcnica o cientfica especializada. La expansin universitaria produjo muchos
titulados y, por lo tanto, hay donde elegir y a los que se elige se les requiere una distincin de
clase, saber estar, conocimientos mundanos del buen gusto y maneras que no se aprenden en la
universidad, sino en la familia y en las escuelas y clubes privados. De all que en la seleccin de
personal no se atienda slo a las cualificaciones (determinadas por el puesto de trabajo), sino a
las competencias que posee la persona.

Bajando de los niveles de alta direccin a los cuadros de responsabilidad intermedia, se


les exige tambin competencias como trabajar en equipo, iniciativa, hablar en pblico, etc., y, a
los niveles ms bajos de la jerarqua, los empleados y obreros, las competencias requeridas
suelen plasmarse en exigencias de puntualidad, capacidad de organizacin, no conflictividad.
Estamos pues tambin ante un cambio significativo que afecta al valor de la educacin formal en
el mercado de trabajo. Mientras antes la cualificacin era un reaseguro contra el paro y permita
acceder a un puesto acorde con los aos de escolarizacin y/o experiencia, hoy se requieren
cualidades intangibles, con componentes carismticos, difciles de objetivar y que se representan
por las llamadas competencias. No es casualidad que hoy presenciemos un debate duro en que la
cualificacin pierde terreno frente a las competencias.

Soy consciente de que en este debate hay mucha confusin terminolgica, porque en
principio no tendramos que tener prejuicios frente a las llamadas competencias, ya que los
docentes siempre hemos hablado de la necesidad de desarrollarlas en el plano lingstico o
social, por ejemplo. Sin embargo, tal como se utilizan hoy en las clasificaciones ocupacionales y
tal como surgen de las propuestas del Banco Mundial, la valoracin de las competencias
descoloca los saberes obreros y, en general, todo lo que hasta aqu hemos considerado como el
valor del aprendizaje y la instruccin. Qu incentivo tendr el esfuerzo por adquirir
conocimientos si a la hora de acceder a un puesto prima la distincin de clase en el hablar, el
vestir o las redes sociales?

Puesto que la exigencia del aprendizaje social de estos nuevos requisitos ya empieza a
resultar evidente, no resulta casual la obsesin de la clase media por dotar a sus hijos de esos
signos de distincin. Se trata de una obsesin que comienza muy temprano, escogiendo centros
escolares que garanticen las redes de clase social y desarrollen las formas apropiadas de capital
cultura, lo cual conlleva una lucha temprana por lograr futuras ventajas en el mercado de
trabajo.

En el nuevo esquema, la disputa ya no se da solamente contra la clase obrera, sino que


tambin se plantea entre grupos que de forma laxa pueden describirse como pertenecientes a la
nueva y vieja clase media, con claras ventajas para estos ltimos que cuentan con mayores
recursos derivados de la propiedad. De esta manera, las nuevas formas de exclusin del mercado
gerencial y profesional alcanzan cada vez ms a sectores de la clase media asalariada, en la

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medida en que ni ellos ni sus hijos pueden acceder a un tipo de formacin que ya no se basa slo
en el conocimiento experto.

De esta forma, la poblacin escolar que procede de la clase obrera y meda-baja se tendr
que conformar con una escuela pblica cada vez menos dotada, que acoge inmigrantes,
marginales o nios-problema. Aunque desde nuestra posicin podemos considerar que se trata de
una educacin ms autntica, que no retacea las experiencias de vida, tambin es necesario
asumir una postura realista y ser conscientes de las dificultades y posibilidades con que nos
enfrentamos.

Otra educacin es posible

Frente a las desigualdades e injusticias que engendra la hegemona global del capital
financiero, existen voces lcidas, algunas tambin dentro del pensamiento de la derecha poltica,
que consideran necesario volver a un orden social que d prioridad a la produccin frente a la
especulacin. Los distintos foros alternativos, el ltimo en Prto Alegre, estn conformando un
estado de opinin en el que se cuestiona la inevitabilidad de esta forma de globalizacin en la
que el mercado rige la vida social. Aunque se trata de un proceso heterogneo, que agrupa
movimientos diversos y a veces contradictorios entre s, no es posible negar que ha contribuido a
salir del pesimismo, y decirnos que otro mundo es posible.

En esa posibilidad de un mundo mejor se inscribe la propuesta del reparto del tiempo de
trabajo, un objetivo que ha venido madurando en la conciencia obrera y donde es preciso
destacar el carcter pionero que ha tenido la HOAC en Espaa. Puesto que se ha intentado
distorsionar el sentido de esta propuesta, resulta necesario hacer algunas precisiones.

En primer lugar repartir el trabajo existente no es lo mismo que repartir el tiempo de


trabajo. En el primer caso se presupone que los trabajadores debern cargar con la
responsabilidad de compartir la masa salarial con los desempleados, en el segundo se asume que
definitivamente el crecimiento econmico no va a generar per se empleo y que, por tanto, es
necesario reordenar el tiempo de trabajo para dar lugar a la contratacin de ms trabajadores.

En segundo lugar, tampoco la distribucin equitativa del tiempo de trabajo se limita a la


reduccin de la jornada laboral. Aunque ste sea su aspecto ms destacado e importante; es
necesario verlo tambin en el contexto de su compatibilizacin con la vida personal y social, en
la distribucin del trabajo domstico, en la posibilidad de participacin comunitaria y la
extensin del trabajo voluntario. En otras palabras, no slo concierne a la produccin, sino a la
calidad de vida personal, familiar y a las relaciones entre los sexos, como vienen sosteniendo los
movimientos feminista y ecologista.

El lema de los verdes trabajar menos para trabajar todos, que es central en la agenda
para un desarrollo sostenible, tambin es vlido para la vida domstica y para el desarrollo de la
solidaridad.

La reordenacin del tiempo de trabajo tendra enormes ventajas para la educacin,


algunas por descubrirse an.

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En primer lugar, permitira a los padres dedicar tiempo a los hijos, una cuestin nada
trivial de la que poco se habla y menos se hace en las polticas pblicas. la importancia de la
dedicacin y afecto en los primeros aos de vida, en los que se conforman los rasgos ms
decisivos y permanentes de la personalidad, no necesita ser reiterada. Pero, ms all de la
primera infancia, creo que est fuera de discusin la importancia de la familia en la estabilidad
emocional y el fortalecimiento de la autoestima. Aquellos que no han tenido la suerte de contar
con el apoyo de una autntica familia saben lo que ello significa y, para estos casos desgraciados,
tambin habra que contar con una redistribucin del tiempo social que les permita recibir apoyo
por parte de familias o personas idneas.

En segundo lugar, tendran que cambiar mucho nuestros esquemas respecto a la


escolarizacin. Por qu el trabajo docente tiene que estar marcado por un tiempo burocrtico y
atender a un nmero prefijado de nios o jvenes? Qu racionalidad existe en una tasa de 20-25
alumnos por docente encerrados en un aula? Seguimos con una idea de la institucin escolar
concebida hace tres siglos, cuando saber leer y escribir era un lujo y escaseaban los maestros. Me
pregunto, no sera ms justo y efectivo para contrarrestar el fracaso escolar pensar en grupos
pequeos, a los que el docente podra dedicar un tiempo personalizado y, adems, contar con
profesores de apoyo, orientadores, psiclogos, terapeutas, etc.? Buena parte de los profesionales
formados para trabajar en el sector educativo (y en muchos otros) est en paro o subempleada.
Por qu entonces no buscar salidas ms racionales a todo ese desperdicio de potencial humano?

En tercer lugar, la reordenacin flexible del tiempo de trabajo, permitira establecer


esquemas de horarios, meses y aos a la carta para poder alternar perodos de estudio y de
trabajo, capacitarse en el propio centro de trabajo e incluso reciclarse profesionalmente, un tema
casi imperativo en pocas en que tantas ocupaciones desaparecen o cuyas cualificaciones se
tornan obsoletas. Si estas oportunidades se materializaran y si, como parece factible, las fronteras
entre formacin y trabajo estarn cada vez ms diluidas, habr que pensar soluciones
imaginativas para superar las divisiones del ciclo vital en un tiempo para aprender, otro para
trabajar y otro para disfrutar de la jubilacin. Educacin, trabajo, ocio podran armonizarse a lo
largo de toda la vida, no con los criterios de eficacia que impone el mercado, sino sobre la base
de otro equilibrio que conjugue la eficacia social con las opciones individuales.

Qu hacer?

La reorganizacin del tiempo de trabajo abrira posibilidades infinitas a la educacin,


entendida sta en todas sus formas y espacios. Es posible que toda esta discusin suene utpica
y, en efecto, lo es, como lo fueron todos los grandes proyectos histricos. Pero estamos en una
encrucijada en la que las alternativas no son muchas y, como deca antes, aun dentro de los
sectores poderosos y del propio Banco Mundial existen indicios de que algunos perciben que las
polticas neoliberales no slo han reforzado la pobreza en el llamado Tercer Mundo, sino que la
pobreza y la marginacin se han instalado con todas sus consecuencias en el mundo opulento.
Obviamente, no est en nuestras manos ofrecer soluciones estructurales, pero s podemos
encaminarnos a ellas s desde distintos mbitos de la sociedad civil se plantean alternativas
coordinadas y somos coherentes en nuestras prcticas.

En la medida en que nuestra preocupacin se centra en la educacin, voy a plantear


algunas conclusiones que slo tienen por intencin abrir el debate y sobre las que yo misma
tengo dudas acerca de su viabilidad. Reconozco que quizs hubiera sido ms motivador partir del

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acontecimiento que nos preocupa en estos das, que es la autodenominada ley de Calidad. Pero
considero que, de hacerlo as, estaramos localizados en algunos puntos, sin entender el contexto
general y, al mismo tiempo, estaramos discutiendo dentro de las alternativas posibilistas que
ofrece el marco legal.

Como considero que la calidad de la educacin va ms all de lo legal y no todos sus


aspectos estn necesariamente vinculados a los recursos econmicos (sobran ejemplos de
escuelas de lite que han engendrado personas traumatizadas e infelices), quisiera reivindicar
otro concepto de calidad en el que lo emocional y lo cognitivo estn profundamente imbricados,
en el que no slo cuenta cuntos titulados producimos por ao, sino qu tipo de ciudadano
formamos, en el que aspiramos a desarrollar la ciencia como aventura del saber, parafraseando a
Einstein, pero tambin los compromisos solidarios. Si hago estas separaciones analticas es
porque considero que se ha puesto demasiado nfasis en lo que se aprende y en lo que puede
servir para el futuro mercado de trabajo y se ha subestimado la educacin sentimental, un
concepto hermoso que habra que retomar.

Desde el punto de vista emocional, pues, es necesario plantear desde la sociedad civil la
exigencia de tiempo, tiempo material para que los padres estn con sus hijos. Resulta cnico
hablar de calidad de la educacin o de apoyo a la familia cuando los trabajadores y,
especialmente las trabajadoras, no tienen posibilidades de jugar, dialogar y orientar a sus hijos.
Cualquier estudio sobre la vida cotidiana en los hogares obreros, sean monoparentales o en los
que trabajan los dos padres, mostrara una distribucin del tiempo que hara sonrojar a ms de un
poltico. No se trata slo de cantidad de horas, sino de la calidad de la relacin que la
disponibilidad de tiempo posibilita y, desde esa perspectiva, creo que este tema debera
ventilarse y ser prioritario en la agenda de los sindicatos y asociaciones de padres.

Aunque la educacin sentimental tiene muchas dimensiones a las que obviamente no voy
a poder referirme, me gustara poner nfasis en todo aquello que tiene que ver con la solidaridad.
Obviamente, tambin como dice el refrn, la solidaridad comienza por casa, educando en la
responsabilidad de compartir el trabajo domstico. Con el crecimiento, el impulso solidario debe
acompaarse de la comprensin intelectual en niveles crecientes de complejidad. Estoy
pensando, por ejemplo, en los prejuicios racistas que han salido a la luz a raz de la inmigracin.
Explicar a los nios y adolescentes y tambin a sus padres que el racismo es una lacra, suena a
slogan. Hablar del respeto a todas las culturas, tambin puede sonar a moralina. En la medida de
lo posible hay que lograr que contextualicen que la inmigracin tiene races histricas y que fue
precedida por la explotacin del Tercer Mundo y que esa explotacin tiene mucho que ver con
nuestro bienestar actual. Pero esa comprensin intelectual no puede tener un fcil carcter
populista.

Es preciso desarrollar tambin una mirada crtica sobre las culturas, incluida nuestra
cultura obrera. No todas las tradiciones respetan los valores de los derechos humanos, hay que
saber discriminar los componentes machistas, violentos, jerrquicos e irracionales de los que
ninguna cultura est plenamente exenta.

Otro aspecto que no puedo pasar por alto en estas propuestas de discusin se refiere a la
comprensin emocional y cognitiva del valor de la disciplina del trabajo. Pongo especial nfasis
en este punto por varias razones. Por una parte porque constituye un valioso aporte de la
tradicin obrera, ms vigente que nunca en pocas en que la cultura del pelotazo y del triunfo

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fcil est a la orden del da, aunque esos delitos de ingeniera contable o stock options ocultas los
tengamos que pagar todos. Por otra parte, porque la disciplina del trabajo comienza en la escuela;
hay que entender que el estudio es trabajo y que requiere esfuerzo, concentracin y
perseverancia. Frente a tantas versiones de lo que llamo la pedagoga light, en la que se
asimila estudio a juego y se diluye el papel del docente como un compaero ms, quisiera
reivindicar el valor del esfuerzo en la conquista del saber y de la alegra que ello produce.
Obviamente no estoy a favor de una enseanza aburrida y autoritaria, pero sinceramente creo que
una educacin sin exigencias ni lmites, no se justifica psicolgica ni pedaggicamente. los nios
y jvenes ya tienen suficiente imaginacin ldica y tampoco quieren ni necesitan un maestro o
un padre amiguetes. Lo que piden, aunque no sean explcitos, son educadores autnticos, que los
ayuden a enfrentarse a este difcil mundo que les toca vivir.

Tengo que aclarar que el nfasis en la disciplina y en la autoridad nada tienen que ver con
la propuesta de reforma ministerial en la que se trata de restaurar un orden jerrquico que,
reconozcmoslo, tambin expresa en alguna medida el sentir de un sector de docentes
decepcionado de la LOGSE. Lamentablemente, tanto el Ministerio como los partidarios de la
pedagoga light confunden autoridad con autoritarismo y personalmente coincido con Gramsci
en que no existe educacin sin una ascendencia moral e intelectual, sin disciplina y esfuerzo.
Como Gramsci ilustra con su propia vida, se trata de una autodisciplina que est en funcin de
forjar intelectuales de un nuevo cuo, intelectuales de la clase obrera, porque sta no cont con
el tiempo histrico ni posibilidades materiales de acceder a la cultura.

En momentos en que muchas conquistas obreras estn siendo denegadas y el empleo es


cada vez ms vulnerable, podemos decir que slo el conocimiento no puede ser expropiado, en la
medida en que se trata de un capital inalienable y porttil, que el trabajador lo llevar siempre
consigo. Frente a las nuevas desigualdades que engendra el capitalismo del conocimiento,
construyamos, pues, una poltica de reparto del tiempo de trabajo para que podamos proyectar
tambin un reparto justo de los conocimientos, aunque slo fuese para que nuestras vidas no
estn en manos de quienes se arrogan el monopolio de los saberes expertos.

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