San Agustín y La Cultura Clásica

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San Agustn y Ia cultura clsica

Enunciado con estas palabras, el tema de nuestro discurso


puede interpretarse en un doble sentido que vamos a sealar
para evitar confusiones. Efectivamente : podemos entender, por
una parte, Ia actitud, ofensiva o afectiva, que demuestra San
Agustn frente a Ia cultura clsica. Por otra parte, con esta
expresin se puede indicar el influjo que dicha cultura ha ejer-
cido sobre Ia formacin de San Agustn. Nosotros Ia entendemos
en este doble sentido. As veremos en primer lugar Ia actitud
que Agustn ha mantenido ante los peligros o ante las ventajas
de las letras clsicas. Luego estudiaremos Ia influencia que, por
medio de sus mximos representantes, ha ejercido Ia cultura
clsica en los escritos de San Agustn.

Despus de esta previa aclaracin, creemos oportuno analizar


el trmino cultura sobre todo, en relacin a nuestro caso
concreto ya que se habla con frecuencia de crisis de Ia cul-
tura, de cultura clasica, historia de Ia cultura, y muchas
veces no se define con precisin el concepto de cultura.
Marrou * ha notado que, en francs, Ia palabra cultura es de
invencin reciente. Durante largos aos reproduce Ia palabra
latina, no slo en su forma externa, sino en su nsmo signi-
ficado. Ahora bien, si atendemos al latn, Ia palabra cultura
descubre, en sus principios, un modesto origen campesino, que

1. Of. Saint Augustin et Ia fin de Ia culture antique, Paris, 1938, p. VI.

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transplantado posteriormente a un plano espiritual y perfec-


tivo del alma, conservar siempre el sentido primitivo de cul-
tivo del campo, aplicado metafricamente al espritus. Todas
las lenguas romnicas han conservado el recuerdo de Ia cul-
tura, en su acepcin primitiva, en Ia palagra *agri-cultura%.
Encierra evidentemente Ia nocin del esfuerzo del hombre y Ia
fecundidad de Ia tierra, coma observa Montero Daz 2.
Cultura, referida al espritu, significa tambin esfuerzo y
fecundidad: el hombre es, a Ia vez, sujeto y objeto de ese es-
fuerzo.
Encierra diversas acepciones, todas ellas ntimamente rela-
cionadas, que un anlisis agudo y minucioso logra separar fcil-
mente. Por eso podemos hablar de una cultura preparatoria,
que mantiene Ia metfora inicial, y significa Ia actividad del
individuo que trata de conseguir los frutos opimos de su esp-
ritu. En este sentido equivak a educacin, instruccin, forma-
cin. Sera Ia paideia griega, en su sentido activo. Mediante este
esfuerzo de Ia cultura, se prepara al espritu a conseguir una
vida intelectual adulta, norrial, rica y fecunda, como escribe
Marrou 3.
Pero tambin se puede entender como algo perfectivo, que
encierra una serie de conocimientos depositados en el fondo del
espritu, unos materiales que podr emplear luego para sus sn-
tesis futuras. As podemos hablar de una cultura teolgica, filo-
sfica, musical, de una cultura general o enciclopdica, e incluso
de una cultura deportiva.
Otras veces se habla de Ia evolucin de Ia cultura antigua,
de Ia expansin de Ia cultura espaola, en cuanto que dichas
culturas encierran los tipos :ideales de una vida espiritual que
comprende, por igual, Ia vlda intelectual, Ia vida religiosa y Ia
misma vida tcnica. Ciertamente se ha producido un cambio
de sentido al admitir esta denominacin, en cuanto que Ia cul-

2, Cf. El concepto de cultura y su crkis actual, en Tcnica y Oultura


actuales, Madrid 1962, pp. 324-325.
3. Saint Augmtin, p. VH.

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tura ya no significa un esfuerzo, o unos mtodos, o un estadio


de Ia educacin y de Ia formacin o instruccin, sino que se
refiere exclusivamente a Io que, con Marrou *, podramos llamar
vida del espritu, o aspecto intelectual de Ia civilizacin.
En cierto sentido, Ia cultura ha de entenderse como un ver-
dadero humanismo, En realidad, cuando Cicern quiere tra-
ducir al latn el griegownSsia noencuentra una palabra adecuada
y tiene que emplear un neologismo: humanitas 5, que no logra
aclimatarse en el ambients latino y pasa a significar exclusiva-
mente el equivalente al griego cduvOpcuxa Si bien el latn pierde
Ia palabra humanitas como trmino cultura, se nos conservarn
hasta nuestros das otros derivados como litterae hurnaniores,
humanidades, humanismo, humanidades clsicas, que nos
recuerdan el primitivo contenido cultural de Ia humanitas cice-
roniana eomoTOcSea o ^ai8euatc,

I.CRISTIANISMO Y CLASICISMO

Despus de esto ya podemos comenzar el anlisis de Ia pos-


tura agustiniana frente a Ia cultura clsica. Emplearemos en
nuestro estudio Ia palabra cultura entendida en sus diferentes
aspectos, a no ser que expresamente digamos otra cosa. Si qui-
siramos concretar un poco ms, podremos decir que en esta
primera parte, siempre que San Agustn o los escritores cristianos
se oponen a Ia cultura clsica a sta que, un poco pedante-
mente, ha sido calificada por los autores alemanes como helle-
nistiseh-rmische Kultur ha de entenderse en este sentido

4. Ibid., p, vni. Puede verse tambdn BoRNE, E., Pour une philosophie
de Ia culture, en Savoir et vulgarisation, Paris, 1962, pp. 11-22; RoYER, R.,
Specialisation et culture, en Savoir et vulgarisation, Pans, 1962, pp. 23-56 ;
ELiOT, T. S., Notes towards the delinition of culture, London, 1962, pp. 21<f4 ;
83-109.
5. Cf. RuEGG, W., Cicero und der Humanismus ; Formale Untersuchungen
ber Petrarca un Erasnus, Zrich, 1946 ; PoNiAN, A., Artes ad humanitatem:
Ideales del hombre y de Ia cultura en tiempos de Cicern, Pamplona, 1957.

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general, que hemos sealado en ltimo trmino, de ideal o vida


del espritu, ya que los ideales del Cristianismo son del todo
contrarios a los del paganismo, que propagaban los autores
latinos 6.
Marrou, en su documentado estudio sobre Ia Historia df, Ia
Educacin en a Antigedad, dedica un captulo a Io que podra-
mos llamar conflicto entre el Cristianismo y Ia educacin
clsica "'. Pero hemos de admitir, igualmente, ese otro fenmeno
que un autor francs ha calificado con el nombre grfico de
osmosis cultural \ Esta osmosis cultural se realiz ya al po-
nerse en contacto el mundo romano con Ia cultura y Ia civili-
zacin helnicas, como Io vio certeramente Horacio en aquellos
famosos versos:

Graecia capta feruin uictorem oepit et artis


intuUt agresti Latio 9.

En Io que se refiere a Ia fusin, osi se prefiere, a Ia oposicin


entre el primitivo cristianismo y el decadente paganismo y sus
culturas respectivas, las consecuencias son de un inters excep-
cional, y hasta Ia fecha no han sido estudiadas en toda su am-
plitud y profundidad. Si en cierto sentido se ha popido hablar
de Casiodoro como el nico representante de las letras clsicas 10,

6. AuLo GELio, Noches ticas, 13, 16. Marrou compendia toda Ia segunda
parte de su Histoire e l'ducation tins l'antiquit en un captulo que tltuJa
L'humanisme classique, pp. 297-309. On peut dfinir l'idal de l'ducation
hellnistique comme un humanisme, et cela de plusieurs points de vue dif-
frents qu'il n'est pas interdit de superposer, p. 298.
7. Le christianisme et l'ducation classique, pp. 416^34.
8. Cf. DAVENsoN, H., Fondements d'une Culture chrtienne, Paris, 1934,
pp. 82-83; 57-58.
9. Epist. El, 1, 156-157. Como observa muy atinadamente Rostagni, la
Letteratura latina, nel suo sorgere, 3'innesta sulla greca e ne Ia continua-
trice e l'erede, non Ia semplice imitatrice, La lett. di Roma Repub. ed
August., p. 6.
10. CX)URCELLE, P., Les lettres grecques en Occident : de Macrobe
Cassioore, Paris, 1948, pp. 313-S88.

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sin embargo, hay que reconocer que, si bien l no es monje de


vocacin ni ha experimentado esa conversin radical que describe
San Gregorio al hablar de San Benito ", con todo el monasterio
de Viuarium no es una sociedad de sabios: es un monasterio
donde se practica Ia oracin y el trabajo 12.
Sin duda alguna, en Ia persona de San Agustn, se da real-
mente eso que el citado Marrou ha llamado el fin de Ia cul-
tura antigua, al mismo tiempo que puede considerarse como
el iniciador de una revolucin en Ia cultura. Como ha escrito
Dawson ", en el momento en que terminaba verdaderamente Ia
poca imperial, con todo su acervo cultural, el mundo latino
produca un genio profundamente original en Ia persona de
San Agustn, en el que Ia nueva cultura cristiana iba a encon-
trar su ms alta exposicin filosfica y literaria.
La cuestin sobre Ia oposicin entre el paganismo y el cris-
tianismo se haba planteado ya en tiempos de Tillemont y de
Gibbon, aunque, como es fcil comprender, las soluciones y las
interpretaciones que ahora se dan a los hechos son muy dife-
rentes, como son diferentes las generaciones que juzgan de los
mismos hechos histricos. Adems, el avance de las nuevas tc-
nicas en todos los campos de Ia investigacin ha descubierto
nuevas fuentes de informacin que permiten una nueva toma
de posicin, como se dice actualmente. Licluso el descubrimiento
de escritos, que hasta nuestros das haban permanecido igno-
rados por completo, permite un nuevo replanteamiento de Ia
cuestin. TaI es el caso concreto, entre otros, de Teodoro de
Mopsueste, de cuya ortodoxia nos ofrece datos concretos su
ltimo bigrafo ".

11. Cf. LBCLERCQ, J.f L'amour des lettres et Ie dsr de Dieu : Initiation
aux auteur* monaatiques u Moyen Age, Paris, 1947, pp. 25-26.
12. Oappuyns ha puesto de relieve este carcter de Vivarium en su
artculo Cassiodore, en el Dict. d'hist. et de gogr. eccl,, XI, 1949, c. 1359-1360.
13. Le Moyen Age et les origines de l'Europe (Traduccin franc.), Paris,
1960, p. 82.
14. Cf. DEVREtssE, R., Essai sur Thodore de Mopsue:;te, (CoI. Studi e
Testi>, Roma, 1948. DeI mismo modo los descubrimientos realizados en Toum,

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La instruccin clsica se extendi ampliamente por todo el


Imperio. No slo las grandes ciudades como Roma, Antioqua,
Alejandra o Cartago, sino incluso las ciudades provincianas,
como Madaura, en Africa, Autun y Burdeos, en las Galias, Cr-
doba, en Espaa, Gaza y Beyruth, en Siria, se convirtieron en
centros culturales de una actividad inmsnsa, desde donde irradi
el mundo intelectual latino 1!i. Juvenal nos habla de esta especie
de mana universal por Ia cultura que llega a apoderarse de los
mismos brbaros:
Nunc totus Graias nostraque habet orMs Athenas,
Gallia causdicos docuit facunda Britannos,
de conducendo loquitur iam rhetore Thule w.

Esta, cultura, como ha observado Dawson ", era puramente


literaria. El programa de honor se limitaba a Ia retrica, segn
las ideas lanzadas por Gorgias y los sofistas del siglo v a. C.
Pero no hemos de olvidar que Ia retrica abarcaba muchas ms
cosas que en Ia actualidad. Era el punto culminante de Io que
podramos llamar las artes liberales: aritmtica, geometra, as-
tronoma, msica, gramtica, retrica y dialctica, que pueden
considerarse como los predecesores del triuium y quadriuium
de Ia Edad Media. En tiempo de Marciano Capella y de los es-

Egipto, vienen a enriquecer nuestros conocimdentos sobre Orgenes y nos


ofrecen textos muy importantes para aumentar las noticias que se posean
hasta ahora sobre Didimo el Ciego. Recientemente ha aparecido Ia edicin
de unos Comentarios del citado monje alejandrino del siglo iv : Dia,yme
l'Aveugle : Sur Zactiarie (Texte indit d'aprs un papyrus de Toura. Intro-
duction, texte critique, traduction et notes de Louis Doutreleau, S. J.), Paris,
3 vols., 1962. La introduccin abarca 188 pp., y entre otras cosas de inters,
se puede atisbar Ia posibilidad de Ia falsa paternidad de un tratado De Tri-
nitate, que hasta ahora se cita c>mo obra de Didimo el Ciego.
15. Para Io que se relaciona con las escuelas de las Galias, vase el libro
de HAARHOFP, T. J., Schools of C-aul : A study of pagan and christian edu~
cation in th,e Zo,st century of th Western Empire, Johannesburg, 1958, en
especial, pp. 39-52; 175-197.
16. Sat., XV, 110-112.
17. Cf. o. c., p. 71.

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critores del Bajo Imperio se limitar definitivamente el nmero


de las artes liberales. La subdivisin de tuium y quadriuium
es de fecha ms reciente, y se puede atribuir, probablemente,
al renacimiento carolingio. El carcter propedutico de las artes
liberales se remonta a Posidonio y a Pil6n, que Io transmitieron
a los maestros cristianos de Alejandra 1I
Este sistema cultural fue aceptado con un carcter uniforme
dentro de todo el Imperio, a excepcin de dos grupos que per-
manecieron aislados durante mucho tiempo: los judos y los
cristianos. Las comunidades judas de Palestina y las de Ia
Diaspora continuaron sus tradicionales mtodos de educacin,
en estrecha conexin con Ia sinagoga. Si alguna vez, individuos
concretos se dedicaron al estudio de Ia filosofa pagana el
caso ms conocido es el de Filn fue slo con Ia idea de esta-
blecer una armona o concordia entre el paganismo y las creen-
cias judas 19.

El cristianismo, su espritu y sus ideales, estaba en franca


oposici6n con el espritu y los ideales de los rtores y de los
escritores paganos, de los cuales no se consideraban deudores
los escritores cristianos. Estos tenan sus propios clsicos: Ia
Sagrada Escritura, tan diversa de Ia literatura pagana, en su
forma y en su espritu. Incluso podramos hablar de una cultura
cristiana en cuanto educacin de Ia que ya nos habla San
Clemente :o. Pero, como advierte Marrou 21, se trata de una edu-
cacin religiosa, en su doble aspecto : dogmtico y moral, a base
de los grandes esquemas de las Epstolas paulinas. Esta educa-
cin cristiana, en el sentido sagrado y transcendente de Ia pa-
labra, se diferenciaba completamente, en sus mtodos y en sus

18. Of. NORBEN, E., Die antike Kunstprosa,, pp. 670-679.


19. Sobre el problema de Ia educacin de los cristianos, cf. LAisTNER,
M. L. W., Christianity and Pagan culture in the later Roman Empire, Ithaca,
1951, sobre todo el captulo titulado The training of the Christian convert,
pp. 2Wa
20. OLCM. BoM., / Cor, 21, 8; 6; 62, 3.
21. Histoire de l'ducation, pp. 41&417.

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aplicaciones, de Ia educacin profana. Era una especie de cate-


quesis que, al igual que las enseanzas de los judos, no se daba
en las escuelas, sino en el seno mismo de Ia Iglesia o en el
ambiente familiar.
En general podemos afirmar que los primeros adeptos del
cristianismo eran hombres de muy escasa cultura. TaI vez se
ha exagerado un poco cuando se ha afirmado que los cristia-
nos se reclutaban de entre los ms pobres de los hombres libres,
e incluso de entre los esclavo,s. Es posible, aunque no se puede
mantener con todo rigor. Cuando por primera vez se traducen
los evangelios y las epstolas al latn 23, se emplea un lenguaje
ordinario, el sermo plebeus, no el lenguaje culto que muchos de
los cristianos no habran podido comprender. Las personas
cultas "1 encontraban desagradable y spero ese lenguaje, que
representaba una verdadera revolucin en Ia lengua latina cl-
sica, a causa de sus abundantes neologismos y de los grecismos
y hebrasmos que introducan, y, sobre todo, por Ia falta de sin-
taxis, que empleaban 2*.
Junto con estas tendencias, podemos observar una corriente
ininterrumpida hacia Ia asimilacin progresiva de Ia cultura
clsica, que iba preparando a Ia Iglesia a recibir Ia tradicin
clsica para formar sobre sus bases una nueva civilizacin cris-

22. No sabemos con certeza cundo se hicieron las primeras traducciones


latinas del Nuevo Testamento. De todos modos, hay que admitir que a Io
menos los Evangelios estaban ya trac,ucidos para el ao 150. Los manuscritos
que se nos han conservado y que contienen trozos de Ia Vetus Latina, datan
del iiglo iv, pero existen abundantes citas entre los escritores latinos, a
partir ya de Tsrtuliano (Of. LAisTNia, o. c., p. 126).
23. Cf. LCTANTius, Inst. 5, 1. Recordemos Ia experiencia que nos ha
conservado San Agustn de su primer contacto con tas Sagradas Escrituras,
cuyo estilo tanto repugnaba a su forrnaci6n literaria.
24. Sobre el llamado latin cristiano, cf. MoHRMANN, CH., Etuaes sur Ie
latin des Chrtiens; vol. I: Le latin, des chrtiens; vol. H: Latin chrtien
et mdival, Roma, 1961. De especial inters sobre eI particuJar es Ia revLsta
Vlglliae Ghristianae, que dirige desde su fundacin, en 1041, Christine
Mohrmann (en dicha publicacin aparecen artculos relacionados con Ia
early christian life and language).

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA * 87

tiana, Desde el siglo u los convertidos instruidos, como Justino


y Atengoras, comienzaxi a dirigirse al pblico culto en su misma
lengua pulida y elegante, y tratan de mostrar que las doctrinas
cristianas estaban en completa armona con el ideal racional
de las antiguas filosofas. En cierto sentido podemos admitir Ia
oposicin que establece Barylis "' entre Ia postura de Mnucio
Flix y Ia de Tertuliano. El Octauius puede considerarse como
un dilogo ciceroniano, completamente clsico en su forma y en
su inspiracin. Si admitimos Ia prioridad en el tiempo de Minucio
sobre Tertuliano 2f>, podemos afirmar que el primer escritor
cristiano, de entre los latinos, representa una concepcin de
apertura hacia Ia literatura clsica, aunque no deja de condenar
los peligros de los filsofos paganos y las graves consecuencias
que encierra una retrica de estilo vano y ampuloso 2T.
Aunque escriba en otro estilo y animado de otro espritu, que
parece romper con Ia tradicin clsica, el gran apologista latino,
Tertuliano, seguir siendo siempre un verdadero rtor. Su rigo-
rismo doctrLnal se manifiesta tambin en las invectivas que
a veces lanza contra los representantes de Ia cultura clsica.
Son bien conocidas aquellas frases suyas que, a primera vista,
podran contener un verdadero programa cultural cristiano:
QuM ergo Athenis et Hierosalymis? quid Academia>e et Ecclesi<ael
QuId tiaereticis et Christianis? -\ Pero hay que entenderlas en

25. Cf. BARYLis, H. J., Minucius Felix and his place among the Early
Fattiers of the Latin Church, New York, 1928, PP. 187-188.
26. Acerca de Ia abundante bibliograa sobre el debatido problema de
Ia prioridad de Minuc:o Flix o de Tertuliano, cf. SiMPsoN, A. D., M, Minuc
Felicia Octavius : Prolegomena, text aiui critical notes, New York, 1938, pp.
2-22; ICKMlQ; LABRioLLE, P. de, Histoire de la littrature latine chrtienne,
Paris, 19473, pp. 189-192; OAYRE, P., Prcis de patrologie et d'M:;toire de Ia
thologie, 2 vols., Paris, 1931-1933, vol. 1, p. 132.
27. Sobre Ia actitud general de Minucio Flix, cf. ELisPERMNN, O. L.,
The attitude of the Early CAriszan Latin writers toward Pagan literature and
learning, Washington, 1949, pp. 14-22.
28. Z>e praescrtpt. 7. Cf. De spectac., 17; De idololatria, 10. Sobre Ia
actitud, en trminos generates de Tertuliano frente a Ia cultura pagana
puede verse : BoissiER, G., La fin du Paganit,me : ttudes sur les dernires luttes

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su. contexto, como ha observado muy justamente Stiglmayr 29.


Tertuliano reconoce Ia utilidad de los escritores paganos para
probar Ia historicidad de los hechos. En cuanto a Ia lectura de
los poetas, los considera coreo inventores de Ia faLsedad y ani-
madores de Ia inmoralidad. A pesar de ser Tertuliano el ms
fogoso enemigo de Ia cultura antigua, cmo, observa Marrou m,
hubiera podido escribir De Pallio, si realmente Ia hubiera des-
preciado?
Arnobio, distinguido profesor de retrica en Sicca Veiieria,
del Africa Proconsular, convertido en edad avanzada, no podr
despojarse por completo de u formacin clsica. Desde el punto
de vista de Ia apologtica del Cristianismo, no puede por menos
de sentir verdadera admiracin por los escritores que se han
distinguido entre los paganos: Cicern, Varrn, Platn, Aris-
tteles. Sobre todo Platn, se presenta ante Arnobio como un
hombre de gran sabidura, a cuyas opiniones acude con frecuen-
cia. Para Arnobio, no existe ya una esencial oposicin entre Ia
cultura pagana y el cristianismo: los autores clsicos pueden

en Ocddent au IV sicle, 2 vols., Paris, 18983, vol. I, pp. 259-304; GuiONEBERT,


C., Tertullien, tude <ur ses sentiments l'gard de l'empire et de Ia socit
civile, Paris, 1901, pp. 417^89; LtBRiOLLE, o. c., pp. 82-86; 113-115.
29. Of. STiGLMAYR, J., Kirchenvter und Klassizismus : Stimmen der
Vorzeit ber humanistische Bildung, Freiburg im im Br., 1913, p. 37. Sobre el
exagerado rigorismo de Tertulia:io ha de tenerse en cuenta el articulo de
Labhardt, Tertullien et Ia philosophie, ou Ia recherche d'une position purey>,
en Museum Helveticum, vn, lt50, pp. la<M80, He aqu algunas de las con-
clusiones a que llega el citado autor : Las generaciones siguientes, a pesar
de las veleidades academicistas de Quintiliano, harn de Ia filosofa una
auxiliar de Ia retrica. Esto exp>Uca que Tertuliano tienda a considerar el
sentido de Ia filosofa desde un punto de vista retrico y an sofstico,
mientras que, para San demente, Ia filosofa es como una escuete, prepa-
ratoria del Cristianismo, p. 179. La fe de Tertuliano revela un conjunto
de exigencias totalitarias que no dejan lugar alguno al humanismo, y menos
al humanismo antiguo, que es eencialmente una actitud del hombre que se
apoya en su esencia misma, y que elabora su ciencia e incluso su misma
teologa, prescindiendo del apoyo de Ia reveta,clon que llegar a transcen-
derle y a situarlo en un estadio de Ia relatividad, p. 186.
SO. Of. Saint Augustin, p. 354, n. 2.

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encontrar un lugar en Ia vida de un cristiano 31. Al mismo tiempo


tiene sumo cuidado en descubrir los peligros que encierran los
poetas y el teatro pagano, a causa de Ia propaganda de los cuen-
tos viles e inmorales que encierran sus mitologas.
Esa misma tendencia a asimilar el pensamiento y Ia cultura
helenstica, visible en los apologistas griegos, como San Jus-
tino y Atengoras, se hace ms manifiesta en Ia Escuela
de Alejandra. Clemente de Alejandra y Orgenes constituyen,
junto con Justino, Io que se ha llamado el nacimiento del
hurranismo cristiano 3I Clemente se opone, por igual, a Ia
hereja y a Ia actitud inhumana de los cristianos que dsseaban
romper por completo con los tesoros del pasado. El mismo cita
en sus escritos los poetas griegos ms de 700 veces *3. De todos
modos, Io mismo Clemente que su sucesor, Orgenes, son los pri-
meros que propugnan una cierta jerarqua entre las ciencias,
cuya cima y corona ostenta Ia teologa cristiana. Si los griegos
haban tratado las artes y las ciencias como preliminares para
el estudio de Ia retrica y de Ia filosofa, Orgenes, de una ma-
nera anloga, pretender hacer de Ia filosofa una introduccin
a i teologa u.

Al comienzo del siglo iv, Ia cultura clsica haba conquistado


en el interior de Ia Iglesia un slido fundamento; el estableci-
miento del Imperio cristiano, al menos de derecho, fue seguido
de un renacimiento literario de amplsimas consecuencias. Es
cierto que los mximos representantes, los rtores ms famosos
del siglo rv, Himerio, Temistio y Libanio, son paganos; pero no

31. Vase Ia exposicin que sobre Arnobio hace EtLSPERMANN, o. c., pp. 54^6
32. Cf. CHAMPONiER, Naissance de l'humanisme chrtien, en Bulletin
de l'Association Guillaume Bud, Paris, 1947, p, 62. Cf. MARROU, St. Augustin,
pp. 352-354; BARDY, G., L'Eglise et l'enseignement pendant Ze,s trois premiers
sicles, en Revue des Sciences Religieuses, 12 (1932) p. 19. (No ofrece gran-
des novedades; es mas bien una visin de conjunto, con hechos y datos ya
conocidos). Obra de especial Importancia es Ia del P. Daniolou: Message
evanglique et culture hellnistique aux II et HI sicles, Tournai, 1961.
33. CHAMPONffiR, art. cit., p. 86.
34. PMlocalta, 13, 1.

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faltan entre sus alumnos ms avanzados y eritre sus ms per-


fectos imitadores quienes profesan las nuevas doctrinas del
Evangelio. Licluso, an desde el punto de vista literario, los
cristianos superan a veces a los mismos maestros. Podemos decir
con Dawson, de una manera general H , que los Padres del siglo iv,
Io mismo de Oriente que de Occidente, son esencialmente rto-
res, formados en las escuelas paganas, con un espritu nuevo,
alimentado de aquel humanismo cristiano de que acabamos de
hablar. Participan en Ia cultura y en las tradiciones de sus
rivales paganos, pero a diferencia de stos, han dejado ya de
emplear su arte y su elocuencia y su culura para un lucimiento
sin finalidad, sobre temas ya usados. Han logrado convertir los
medios de Ia cultura clsica como instrumentos de Ia nueva fuer-
za espiritual del evangelio. Tres siglos antes haba ya sealado
Tcito que Ia retrica se haba vaciado y anulado porque no
ejerca una influencia vital sobre Ia escena poltica x.
Con San Ambrosio y San Jernimo desaparecen casi por
completo los obstculos para Ia fusin entre Ia cultura clsica
y el cristianismo, para esa osmosis cultural de que hablbamos
al principio, y que se va a realizar plenamente en San Agustn.
San Ambrosio ofrece un caso curioso. Una semana despus
de ser bautizado es elegido Obispo de Miln y tiene que desarro-
llar una obra amplsima en Ia predicacin del Evangelio. Su
cultura clsica no puede por menos de aparecer continuamente
en sus sermones, que se ven esmaltados de vez en cuanto con
versos de Virgilio. El mismo nos dice que ha tenido que co-
menzar a ensear antes de aprender 37. Cuando va a escribir
su obra Dp officiis ministrorum, acude a Cicern que Ie da in-
cluso el ttulo de una de sus obras. Para San Ambrosio todo Io
que existe de verdadero, de bella y acertado en los autores cl-
sicos, Io deben a Ia palabra revelada. De Platn dir que march
a Egipto para instruirse en los orculos de MoLss y en las pre-

35. Of. o. c., pp. 74-76.


36. Dial, de orat,, 30.
37. De offic. ministr., I, 1, 4.

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SAN AGSTIN Y LA CULTURA CLASICA 91

dicciones de los profetas 3. Y no slo Platn, sino Pitgoras,


Scrates, Aristteles, Zenn, Panecio y Cicern han acudido a Ia
Biblia en busca de inspiracin. Por Io mismo, no hay inconve-
niente en que los cristianos vayan a estos autores paganos a
tomar Io que les pertenece 39.
En Io que se refiere a San Jernimo, se suele citar con fre-
cuencia el famoso pasaje del sueo del santo como una prueba
de Ia hostilidad del cristianismo hacia Ia cultura clsica 40. In-
cluso se ha afirmado que a partir de ese sueo tiene lugar
el ao 374-475 durante quince aos se ha abstenido de acudir
a los autores clsicos ". Lo cierto es que al travs de sus obras,
desde las primeras hasta las ltimas, encontramos abundantes
citas y reminiscencias de Virgilio, Horacio, Persio, Cicern y

38. Lo que dice San Ambrosio no es original. Es un argumento que


podemos considerar como un tpico entre los escritores cristianos. Incluso,
an antes de Cristo, los judos de Alejandra pensaron que Ia sabidura de
los gnegos no era ms que un derivado de Ia ciencia de los hebreos, ya que,
segn ellos, los filsofos paganos haban tomado sus ideas de Moiss y de
otros escritores bblicos. CJf. L*BRioLLE, Hist, de Ia Ut. tt. ch.rt., pp. 24-25.
39. Es Io que habian afirmado antes Minucio PeUx : cf. Octau., 34, 5 ;
Tertuliano : cf. Aa, nationei, 2, 2 ; 2, 8 ; De testim. animae, 5. Esto mismo dir
mas tarde San Agustn. AsI, en De doctrina Christiana, afirma el Santo que
Platn, en tiempos de Jeremas Mzo un viaje a Egipto para instruirse en las
Escrituras de los judos (De doctr. Christ., II, 28, 43). En sus RetractaUones
reconocer ms tarde el error de esta opinin : Retract. JI, 30, 4.
40. Of. Epist. 22, 29-30; Of. RuFiN, Apologia, II, 6 y Ia respuesta de
San Jernimo, Apolog. ad,uers. libr. Rw/., 1, 30-31 ; 3, 32. Una amplia expo-
slcdn de este famoso sueo de San Jernimo puede verse en MoNcEAux,
Saint Jrome, sa jeunesse, l'tudiant, l'ermitte, Paris, 1932, pp. 119-128; LA-
BRioLLE, P. de, Le songe de saint Jerome, en Miscellanea Geronimiana,
Roma, 1920, pp. 227-235; CAVALLERA, P., Saint Jerome, sa vie et son oeuvre,
Louvaln-Paris, 1922, vol. I, pp. 29-31
41. Of. PEASE, A. S., The attitude of Jerome towards pagan literature, en
Trans, and Proceed, of the Amer, Philol. Assoc., 30 (1919) 150-167. Oomo
observa Laistner, en los aos 375-382, durante el ttempo que permanece en
Oriente San Jernimo es un estudiante de teologa, con una vida asctica
muy intensa, y adems escribe muy poco; por supuesto que sus escritos de
esos aos no son suficientes para poder establecer una estadstica segura,
cf. Christianity and Pagan culture, p. 132, n. 34.

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92 JOSE OROZ RETA

Quintiliano; y no faltan ecos de Plauto, de Terencio, de Lucre-


cio y de Juvenal 4I Como ha escrito Dawson, San Jernimo, lejos
de ser en ningn momento enemigo ds Ia cultura clsica, es de
entre todos los Padres de Occidente, el ms abundantemente
alimentado en Ia literatura pagana, y el ms profundamente
influenciado por Ia tradicin de los rtores c.
Sin duda alguna que en sus escritos encontramos frases que
descubren a primera vista una intolerancia y espritu combativo
extraordinario. Pero, si atendemos a su carcter irascibilidad
de un hombre de estudio, y, con frecuencia, venganzas litera-
rias^ comprendemos que no se trata de un fanatismo, sino de
las circunstancias externas en que se desarrolla su vida. El
mismo se quejar continuamente de los ataques que se alzan
contra l, ya como traductor ya como comentarista ". Sobre su
afn por Ia literatura clsica, es curioso Io que nos dice Rufino.
Este enemigo personal de San Jernimo, iio sin malicia nos
refiere que en sus ltimos aos pagaba a los copistas por Ia
transcripcin de los dilogos de Cicern ms caro que por las
copias de los autores cristianos *5. Es un dato bien significativo.

Como hemos visto hasta ahora, poco a poco han ido desapa-
reciendo las barreras que se podan oponer a una fusin entre
el cristianismo y Ia cultura clsica. Se ha realizado un poderoso
avance dentro de Ia cultura que podramos llamar cristiana,
aunque en realidad no exista una escuela confesional. Hemos
visto que los profesores y los rtores sigueri siendo paganos. Y
este mismo carcter tiene Ia escuela que frecuenta San Agustn,
el ms claro exponente de Ia cultura clsica y de Ia nueva cul-
tura o ciencia cristiana, a Ia que va a dedicar una de sus obras:
De aoctrna Christana.
Portali ha notado el carcter providencialista de San Agus-
tn, que aparece precisamente cuando las emigraciones de los

42t Of. LAISTNER, O. C., p. 65.


43. Of. DAWSOK, o. c., p. 78.
44. Of. LAISTNDl, O. C., PP. 6W7.
45. RuF., Apologia, n, 8.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 93

pueblos iban a sepultar toda una civilizacin bajo las ruinas


del mundo romano ". El P. Vega ha considerado a San Agustn
como el anillo o lazo de unin entre Ia ciencia pagana y el
pensamiento cristiano 47. Y si este carcter de San Agustn se
manifiesta ms claramente en el campo de Ia filosofa y de Ia
historia, que es donde Io estudia el citado P. Vega 4S, podemos
afirmar que tambin en el campo literario ocupa un lugar espe-
cial, ya en Io que se refiere al uso de los autores clsicos, como
veremos en Ia segunda parte, como en Io que se refiere a Ia
actitud frente a Ia cultura pagana.
Para explicar Ia oposicin aparente que existe a veces entre
Ia prctica y Ia teora de los autores cristianos ejemplo bien
elocuente el que nos ofrece el sueo de San Jernimo> tal vez
habra que pensar con Comeau en un lugar comn y tradicional,
una especie de clich que todo orador cristiano debe utilizar
ante sus oyentes. Al mismo tiempo habra que reconocer que
todos estos escritores han debido de atravesar, en un momento
determinado de su vida, una crisis de escrpulos, real y dolorosa.
Y se han tenido que preguntar a s mismos si un cristiano poda
legtimamente mantenerse dentro de las exigencias de Ia cultura
del mundo profano, y si se poda leer a Ia vez Cicern y Ia
Biblia t.
La obra De doctrina, Christiana nos ofrece Ia concepcin
agustiniana de una cultura y enssanza cristiana, opuesta en
su objeto y en su espritu a Ia cultura antigua, pero formada
en sus mismos mtodos y con los mismos medios de expresin M.
Hemos visto que algunos de los Padres griegos y latinos han
comprendido Ia necesidad de recurrir a Ia tradicin clsica, Pero

46. Of. PoRTAi, E., Augustin (Saint), en Dwt. de Thol. Cath., I,


c. 2319.
47. Cf. Introduccin a Ia Filosofa de San Agusttn, El Escorial, 1928, p. 45.
48. Introduccin a Ia filosofa de San Aguatn, pp. 43-74.
49. Cf. La rhtorique de St. Augustin d'aprs les Tractatus in Johannem,
Paris, 1930, p. VIII.
50. Cf. Le Magistre Chrtien (Oeuvres de salnt Augustin, t. XI, p. 155).
Cf. MARROu, Saint Augustin, pp. 357^85.

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94 JOSE OROZ RETA

no es raro el caso de otros que se oponan, en nombre del cris-


tianismo, a toda comunicacin intelectual con Ia cultura antigua.
He aqu Io que nos dice San Agustn a este respecto : Sensi <tiitem
aliu genus hominum etiam ueritafiem habere suspectam et ei
non acqwvescere, si comtpto atque uberi sermone promerptur ".
San Agustn, consciente de esta doble realidad, va a darnos
Ia solucin a este problema Aunque se admita Ia oposicin
radical entre cristianismo y cultura greco-latina, habr que
condenar en bloque todos los elementos culturales de Ia anti-
gedad? Ser preciso renunciar a sus tcnicas escolares, lite-
rarias, cientficas, filosficas? Su obra De doctrina Christmna
nos ha expuesto todo Io esencial desde el punto de vista a que
ha llegado al fin de su vida sobre Ia cultura intelectual, y al
mismo tiempo ha determinado su postura en Ia vida, su finali-
dad, sus tcnicas, sus mtodos. San Agustn toma una postura
original en Io que se refiere a Ia concepcin de Ia cultura cris-
tiana 52, y esa postura agustiiana se proyectar durante varios
siglos en Ia cultura europea occidental.
De sus primeras letras nos dice, en un tono un tanto decep-
cionado San Agustn : Non accuso uerba quasi ua$a electa atqwe
pretiosa,, sea uinum erroris yiiod in eis nobis propinabatur ab
ebriis octoribus, et nisi biberemus caedebamur *3. Se ve en estas
palabras una distincin muy clara que ha de marcar su con-
cepcin cristiana de Ia cultura. Haba que aprovechar Io positivo
y valioso de Ia literatura clasi:a para incorporarlo, dentro de un
espritu cristiano, en Ia nueva ciencia.
En el libro H de su obra estampa Agustn un pensamiento
que puede considerarse Ia clave del problema. No hemos de huir
de Ia msica por Ia supersticin de los paganos, si de ella pode-
mos sacar alguna utilidad 54. En esta afirmacin se fundamenta
Ia que va a ser Ia ciencia o Ia cultura cristiana. Algunos han

ol. Confess., v, 6, 1.
52. Cf. MARROU, Saint Augustin, p. 332.
53. Confess. I, 16, 26.
54. Cf. De doctr. Chrtst., II, 18, 28.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 95

pensado que Ia obra agustiniana era un manual de hermenutica


o de homiltica, compuesto tan slo para los clrigos K. El mismo
San Agustn indica explcitamente, al final del libro H, a qui-
nes se dirigen sus palabras: Swdzosis et ingeniosls adolescen-
tibus, et timentibU3 Deurn beatamque uitam quaprenttt>us x.
A todos esos, jvenes amigos del estudio y dotados de in-
genio, propone el santo un programa de cultura en relacin
estrecha con Ia fe cristiana, Su intento no poda ser ms noble :
haba que depurar Ia cultura pagana y comunicarle nuevos
valores ticos. Haba que unir, en provecho de Ia verdad y del
arts, Ia solidez del pensamiento a Ia elegancia de Ia forma.
Todo esto equivala, si podemos expresarnos as, a crear en plena
decadencia una fase nueva de Ia literatura clsica: Ia fase
cristiana ST. Para eso, lejos de rechazar en bloque todo el valor
de Ia cultura y de Ia literatura pagana, Agustn escoge las partes
que se pueden utilizar para constituir una tcnica cristiana y
para formar con xito letrados cristianos.
Ante el temor de parecer demasiado amigo de los autores
clsicos, San Agustn tendr que afectar cierto desprecio o igno-
rancia. Marrou nos habla del temor de favorecer el culto exce-
sivo de los valores terrestres, el desprecio de los valores cul-
turales puramente humanos, y la obsesin de lasexigencias
de Io eterno 'f. Sin duda que para San Agustn no poda haber
otros valores verdaderos que los del Cristianismo. Pero al mismo
tiempo, an sin olvidar ciertas expresiones agustinianas, tendre-
mos que reconocer que el Obispo de Hipona no ha podido librarse
de una formacin eminentemente clsica, que se ha de descubrir,

55. OT. ARTHOR, J., L'art dans Saint Augmtin, Montral, 1945, I, p. 167 ;
EGGERSDORFER, P. X., Der heilige Augustinus als Pdagoge und seine Be-
deutung fr die Geschichte der Bildung, Preiburg im Br., 1907, p. 140;
BoissiER, G., La fin du Paganisme, tudes sur les dernires luttes en Occident
au IV stcie, Paris, I, 189S>, p. 243; PoRiAL, E., Augustin, en DTC, c. 2396.
56. De doctr. Christ., n, 39, 58.
57. Of. ARTHUR, L'art dans Saint Augustin, I, p. 149.
58. Of. MARROu, Saint Augustin, pp. S52-3S3. Sobre este mlsmo punto,
cf. o. c., pp. 335; 339; 342-344.

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96 JOSE OROZ RETA

junto con otras manifestaciones de origen diferente: popular y


bbUeo, sobre todo, en su predicacin.
Si bien es cierto que San Agustn, propone un programa que
exige Ia subordinacin completa de Ia cultura clsica a Ia vida
cristiana, como afirma Marrou 5>, nunca ha rechazado Ia lite-
ratura latina o griega como tal, ni jams ha prohibido Ia cultura
de las letras profanas a los jvenes. Su obra De doctrina, Chris-
tiana, al igual que otros escritos suyos m, prueba que Ia cultura
y literaturas clsicas han sido adaptadas sabiamente a las exi-
gencias del cristianismo ". Agustn deja entrever en las ciencias
o artes liberales un medio para admirar las bellezas del camino
y un vehculo para llegar hasta Dios 6I
El tibi sermat quidquid utile puer aidici, tibi seruiat quod
loquor et scribo, et lego et numero ti3, que haba sido el ideal de
su inteligencia, quiere que sea Ia norma para los que han de
seguir el programa de estudios que propone en De doctrina Chris-
tiana, Por supuesto que el programa es muy limitado, y va en-
caminando siempre al ms profundo conocimiento de Ia Biblia
que es Ia base y el fundamento de Ia nueva cultura '*.
San Agustn que no haba logrado Ia verdad en las filosofas

59. Of. 0. C., p. 345.


60. Por supuesto que en los dilogos de Casiciaco, donde, como dice
Arthur, le souffle de l'cole caresse toujours les jeunes inteUigences penches
sur Ie Virgile qu'affectione encor Augustin (L'art dans saint Augustin,
I, 152), Ia presencia y Ia devocin a Virgilio no se puede comparar con Ia de los
escritos de Ia madurez. Hay que tener en cuenta Ia evolucin crono:ogica,
si no se quiere caer en las interpretaciones ms equivocadas.
62. A nuestro modo de ver, Marrou da una interpretacin a las patobras
del santo, que no es del todo exacta : cf., por ejemplo, Saint Augustin, pp.
340-342, en Jo que se refiere a Ia Epi:;t. 26 ad Licentium. Creemos ms con-
forme a Ia mente agustiniana Ia que da al mismo pasaje ARiHR, L'art dans
saint Augustin, I, pp. 163-166.
63. Con/ess., I, 15, 24. Cf. De Trinitate, 3, prooem. 1.
64. Para una exposici6n detallada de Ia doctrina de San Agustn, cf.
EiLSPERMANN, o. c., pp. 174-247. En Io referente al aspecto puramente de &
incorporacin de Ia retrica antgua, vase nuestro libro La retrica en los
sermones e San Agustn, Madrid, 1963.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 97

paganas, y que haba descubierto Ia vanidad y las mentiras de


Ia cultura clsica, ha visto en el cristianismo el camino para
llegar a Ia verdad. Es Ia sabpura sobrenatural y no Ia ciencia
humana B Ia que no solamente muestra al hombre Ia verdad,
sino que Ie proporciona los medios para llegar * a ella. La con-
versin de San Agustn comunica un carcter def,initivo a toda
su filosofa. En Ia escena del huerto de Miln tuvo Ia experien-
cia directa de un poder espiritual cuya intervencin fue capaz
de cambiar su personalidad, al mismo tiempo que transformaba,
para su vida interior, el orden especulativo de Ia inteligencia
en el orden afectivo de Ia caridad, principio de toda vida espi-
ritual. La evolucin espiritual que se inicia con el Hortensius
de Cicern, terminar en las Confesiones. La sabidura del rtor
encontrar su coronamiento en Ia contemplacin del mstico m.
Junto con esa experiencia sobrenatural que imprime un ca-
rcter especial en Ia obra agustiniana, hay que reconocer Ia
presencia de Ia literatura clsica, en todas sus manifestaciones :
poetas, filsofos y rtores. Por supuesto que no se puede aceptar
Io que dicen los autores paganos, que formara una cultura pa-
gana, entendida en el sentido que hemos explicado al principio :
como un ideal de vida del espritu, como un conjunto de formas
de vida intelectual, religiosa y moral, como un aspecto espiritual
de Ia civilizacin greco-romana.
Ha sabido incorporar los estudios de los clsicos al programa
de Ia vida cultural cristiana, hasta en los pequeos detalles.
Pero al mismo tiempo ha conseguido con su programa cultural
un acercamiento entre el cristianismo y el clasicismo. Se ha
formado un cristianismo filosfico ; o si se prefiere, Ia filosofa
se ha subordinado al cristianismo. Pero gracias a esa subordi-
nacin e incorporacin se ha salvado casi todo Io que haba
de ms valioso en Ia cultura profana... Esta combinacin se ha
convertido en el principio de vida ms duradero y fecundo. Nues-

65. Cf. MARRou, Saint Augustin, pp. 561-569, donde anaUza las diferencias
entre sapientia y scientia.
66. CJf. DAWSON, o. c., p. 83.
7

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98 JOSE OROZ RETA

tra civilizacin debe a San Agustn Io que ha s:do y, si qu:ere


continuar, tendr que seguir siendo su deudora CT ,
Ha sido el Obispo de Hipona el qus, con acierto definitivo,
ha sabido intentar y conseguir esta soberana armona entre
el espritu de las letras clsicas y el nuevo espritu del Evange-
lio. Un examen detenido de las obras agustiriianas nos descubre
los armnicos acordes de una cultura en decadencia y de otra
que se inicia, y que se haba de perpetuar hasta nuestros das.

Il.^VIRGlLIO Y SAN AGUSTIN

Despus de haber expuesto, a grandes lneas, Ia actitud de


San Agustn frente a Ia cultura clsica, vamos a ver en con-
creto hasta qu punto podemos hablar de San Agustn como de
un representante genuino de dicha cultura, o, segn han preten-
dido justamente Marrou Ci, del trmino final de Ia cultura
antigua.
Con el exhaustivo estudio sobre Ia educacin en Ia antige-
dad que nos ha ofrecido Marrou 6<J, se llega a Ia conclusin que
todo el problema de Ia cultura antigua latina, en sus lneas
generales, se puede reducir a Io que Casiodoro llamar ms
tarde Quadriga Messii 70. El aAo 395 el rtor Arusiano Mesio de-
dica a los cnsules una antologa, titulada Exempla elocutionum
ex Vergilio, Sallustio, Terentio>, Cicerone digesta per litteras T1.
Lidudablemente que Virgilio, entre los poetas, y Cicern entre
los prosistas, constituyen Ia oase de toda Ia cultura literaria de
los antiguos. No slo en cuanto que stos autores sirven para
los ejercicios escolares a qu se somete a los alumnos, sino en

67. PuECH, A.,Hist. de Ia litt. crecque chrt., Paris, 1928, II, p. 121
68. Saint Augustin et Ia fin ie Ia culture antique, Paris, 1988. Poste-
riormente public un apndice que lleva el ttulo, francamente agusnlano,
de Retractatio.
69. Histoire de l'ucation dai<^ l'antiquit, Paris, 1960.
70. Inst., I, 13, 7.
71. KEiL, Grammatici Latini, t, VII, pp. 449.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 99

cuanto que los gramticos acuden continuamente a las obras de


Virgilio o de Cicern como a los modelos ms perfectos de Ia
lengua latina. Baste pensar en los Comentarios de Servio, en las
discusiones de Macrobio o en las dudas que se ofrecen a AuIo
Galio en relacin con Ia pureza lingistica del Mantuano T.
El autor esencial, el clsico por excelencia ;:1, el $ummus poeta,
en que se resume Ia cultura latina, el que San Agustn cita con
ms frecuencia, con ms placer, el que se deja sentir siempre
presente en su memoria y en su corazn, es, sin duda alguna,
Virgilio. Para los romanos el Mantuano, era, sin discusin, el
poeta nacional, o como Io llamar Petronio H, Romanus Vergilius.
Desde Higinio hasta Servio y Filargirio, es objeto de continuos
y variados comentarios, como los de Cornuto Asper y Claudio
Donato ~s, al travs de los cuales era estudiado en las escuelas 76.

72. HAARHOPF, T. J , SeAooi, o/ Gaul ; A Study of pagan and christian


ediwation in t!ie last century of the Western Empire, Johannesburg, 1958,
pp. 61-62. En los manuales y en los comentarios de los gramticos se acude
preferentemente a Virgilio y a los eemplos de Ia Eneida. He aqu cmo se
expresa Diomedes (Gram. Lat,, i, 341) : <cProximis enim utar exemplis, y
aduoe un ejemplo de Ia Aen. III, 439. Lo mismo en las escuelas de declama-
cin que entre los rtores, se acude a Virgilio : cf. TAC. IHaZ. 20.
73. Sobre el concepto de clsico, vase mi artculo El clasicismo y su
expresin actual, publicado en Tcnica y Cultura actuales, Madrid, 1962,
pp. 343-376.
74. Satir., 118.
75. Marrou ha notado que en casi todos los comentarios sobre Virgilio
ss sigue un mismo orden, que impide conseguir una visin de conjunto. Se
limitan, en general, los comentaristas a un examen minucioso de cada una
de las palabras, e incluso de las slabas. Solamente se aparta de este modelo
nico Claudio Donato en sus comentarios sobre Ia Eneida. Cf. MARROU, Saint
Augustin, p. 25. Vase sobre Ia explicacin de los autores, y en el caso
concreto de Prisciano, MARRou, Histoire de l'ducation, pp. 375-376.
TB. Sobre los comentarlos de Virgil;io, cf. E, TnoMAS, ScoHaytes de Virgile,
e,^sai Kur Servius et son Commentaire, Paris, 1879 ; ms reciente, G. FuNAioLi,
Esegesi virgiliana antica, Prolegomeni all'edizione del commento di G. Filar-
girio e di T. Gatto, MUan, 1930. ENDER, J., Aelii Donati commenti Vergiliani
reliquiae, Greifswald, 1910; GEORon, H., Die antike Aeneiskritik aus den
Scholien und anderen Quellen, Stuttgart, 1891 ; u>., Die antike Aeneiskritik
im Kommentar des Tiberius Claudius Donatm, Stuttgart, 1893; Io., Die antike

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100 JUSE ORUZ RETA

Se ha notado, frente a los mtodos y autores clsicos griegos,


una tendencia modernista en las escuelas romanas. Pese a los
progresos indudables de Ia que podriamos llamar gramtica me-
tdica ~\ Ia explicacin de los autores sigue siendo Ia base de
Ia enseanza gramatical. Pasado el apogeo ds los autores an-
tiguos como Livio Andrnieo y Ennio, se inicia el ao 26 a. C.
una profunda reforma escolar, a Ia que est unido el nombre
de Q. Cecilio Epirota, liberte de Atico, que en los ltimos a.os
de Augusto sustituy al viejc Ennio, que haba venido siendo el
nico poeta de relieve nacional, por el gran poeta, cantor del
toiperio y de Ia Edad de Oro, Virgilio, junto con algunos de los
llamados poetae noui. Esta noticia Ia debemos a Suetonio : QuIn-
tus Cuecilius Epirota. prmus dctur tittine ex tempore disputasse,
pnmusgue Vergilium et alios p<yetas nouos praelegere coepisse TS,
A partir de ahora hasta los tiempos tenebrosos de Ia decaden-
cia romana y las invasiones brbaras, ser Virgilio el poeta pre-
ferido. Como ha dicho Marrou '9, un romano culto ser el hombre
que posee su Virgilio eomo un griego, su Homero que cons-
tituye un verdadero tesoro de sabidura y de belleza depositada
en Io ms profundo de su memoria, cuyos versos se hacen pre-
sentes a Ia conciencia cada vez que se siente Ia necesidad de
expresar, de recalcar o de imponer un sentimiento o una idea.
Ser Virgilio, junto con Horacio y otros grandes escritores la-
tinos, el que presida las clases, cuyas paredes estaban adornadas
con bustos del mantuano m.

Tambin en tiempos de San Agustn, Virgilio sigue siendo


el autor preferido, el que constituye Ia base de toda Ia cultura

VergUkritik in den Bukolika unil Georgika, en Philologus Supl., S, 2,


Leipaig, 1904; Tnooz, Ch. de, La critique de Virgilg Aans les Commentaires
de Servius, en Le Muse Belge, 33, 1929, pp. 229-261 ; SANxoRO, A., Eseffeti
Virgiliani antichi : Donato, Macrooio, Servio, Bari, 1945.
77. Of. Histoire de l'ducation, p. 373.
78. NEP. ap. 8uET., Oram., 16, 2.
79. Cf. Histoire de l'ducation, p. 341.
80. IvvEN., VII, 22fr227.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 101

literaria de su tiempo. Al igual que en tiempos de Quintiliano 81,


Virgilio andaba entre las manos de los nios coetneos de San
Agustn, segn una frase del autor de las Confesicmes : V$rgilium
paruuli tegunt 82. Se ha podido estudiar detalladamente Ia in-
fluencia que Virgilio ha ejercido en Ia obra de Prudencio m,
Sneca M, Venancio Fortunato ^, San Jernimo ^, San Ambro-
sio ST, Orosio 8!i, y, en general, el influjo virgiliano en los Santos
Padres 69.

81. lnst. Orat., I, 8, 5.


82. De Ciult. Dei, I, 3.
83. Cf. DgXEL, PR., Des Prudentius Verhltnis zu, Vergil, Erlangen, 1907;
MAHONEY, A., Vergil in the works of Prudentius, Washington, 1934; SCHWEN,
Ch., Vergil bei Prudentius, be'.pzig, 1937.
84. WiRTH, H., De Vergili apud Senecam philosophum usu, Freiburg, 1900 ;
DopPiONi, L., Virgilio nell'arte e nel pensiero di Seneca, Firenze, 1939.
85. ZWRLEIN, S., Venantius Fortunatus in seiner Abhngigkeit von
Vergil, Wrzburg, 1926.
86. CoFFiN, H. C., The influence of Vergil on St. Jerome and on St.
Augustine, en The Classical Weekly, 17, 19K-1924, pp. 170-175; DziECH, J.,
De Vergilii cultu apud Hteronymum, en Eos, 33, 1930-1931, pp. 101-115;
KtFRFEss, A., Vergils vierte Ekloge bei Hieronymus una Auguxtinus; <fIam
noua progenies caelo demitUtur olio in christlicher Deutung, en Sacris
Brudirl, VI, 1954, pp. 5-13.
87. DffiDERicH, M. D., Vergil in the works of St. Ambrose, Washington,
1931.
88. CoFFiN, H. C., Vergil and Orosius, en The Classical Journal, 31, 1935-
1936, pp. 5-248.
89. BuERNER, G., Vergils Einfluss bei den Kirchenschriftstellung der vor-
nikanischen Periode, Erlangen, 1902 ; KAMMiTZER, E., Vergil und Aie Rmipche
Kirche, en Der Katholische Gedanke, 4, 1931, pp. 179-193; PiPra, F.. Vir-
ffilius als Theolog und Prophet des Heidentums in der Kirche, en Evange-
lischer Kalender, 13, 1882, pp. 17-87; PRUEMM, K., J9o.s Prophetenamt der
Sibyllen in kirchlicher Literatur mit besonderer Rcksicht auf die Deutung
der vierten Ekloge VergiU,gp Scholastik, 4, 1929, pp. 54-77; 221-264; 498-533.
He aqu Io que, de una manera general, afirma Schelkle sobre Ia influencia
de VtogUto en los autores cristianos : Aus der Geistigkeit dteser Zeit kommen
auch die ersten literarischen rmischen Vertreter des Christentums. Sie alle
waren Schler dieser Bildung gewesen, nicht wenige sogar ihre Lehrer. Von
frhester Zeit und lsst sich denn auch bei allen die Kenntnis Virgs nach-
weissen. Bald entnehmen sie sein Werken als Schmuck ihrer eigenen Bede
diese und jene Wendung, bald htihren sie Ihn wrtlich an oder nennen ihn

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102 JOSE OROZ RETA

Sobre las relaciones entre San Agustn .y Virgilio existe toda


una literatura m, aunque no toda ella podra resistir un examen
concienzudo a base de las exigencias de Ia crtica moderna 91-

ausdrckUeh, bald lobend, bald tadelnd, bald bernehmen sle seine Gedariken
und deuten sie noch christlich aus, bald lehnen sie ihn in ironischer oder
ernster Auseinandersetzung ab, So sind Virgils Gedichte verwendet bei
Minucius Pelix, Tertullian, Oyprian, Novatian, Arnobius, Laktanz, Ambrosius,
Hieronymus, Augustinus, o. c., p. 3.
90. He aqu algunos de los estudios ms importantes sobre el tema :
ANGFs, S., The i,ources o| the Jirst ten books of Augustine's De Civitate Dei,
Princeton, 1906; BAssi, D., Sant'Agostino e Virgilio, en Annali dell'truzione
Media, 6, 1920, pp. 420-431 ; RoDRicuEz, C., El alma virgiliana de San Agustn,
El Escorial, 1931 ; VAsoLD, J., Augustinus quae hauaert ex Verguo, 2 vote,,
Mnchen, 1907-1908; WuNPERSSE, M. A. van de, Virgius Mj Augustinus, en
Studia Cathoca, 7, 1981, pp. 132-143; ScHEUCLE, K. H., Virgil in der Deutung
Augustinx, Stuttgart, 1939; KesELiNO, P., Virgil bei AuguMn, en Philolo-
gische Wochenschrift, 62, 1942, pp. 383-384; lD., Nochmals Virgil bei Au-
gustin, ibid., 64, 1944, pp. 95-96; MRTurcz MoRAN, P., El e*piritu virgiliano
en Ia Ciudad de Dios, en Estudios sobre Ia Ciudad de Dios, El Escorial,
vol. I, 1954, pp. 433-457. Adems d estos estudios en que se analiza directa-
mente el problema, pueden verse tambin otros trabajos ms amplios, p. ejem-
plo : CALABi, !.. Le /onti delta Storia romana nel De Civitate Dei di Saint'Agon-
tino, en La Parola del Pa.'sato, 10, 1955, pp. 274-294; CoRCELLE, P., Les
Pres de l'Eglise devant les enfers tirgiliens, en Archives d'hist. doctr. et litt.
du Moyen Age, 22, 1966, pp. 5-74. Vanse tambin otras obras que tratan
de Ia formacin de San Agustin,Entre stas, el ya citado Saint Augustin et
Ia fin de Ia culture antique, de MBROu; MADDEN, M. D., The pagan divinities
and their worship as depicted in tt<,e works of St. Augustine exclusive of the
City of God, Washington, 1930 ; JiNKiNs, C., Augustine's ci&ssical quotations
in Ms letters, en The Journal o/ theological Studies, 39, 1938, pp. 59-66;
PRICK, K., Die Quellen Augustine im 18. Buch seinen Schrift De civitate Dei,
Hoxter, 1886; BECKER, H., Au,gustin: StuAien zu seiner geistigen Entwicklung,
Leipzig, 1908.
91. Uno de los mtodos ms ciel gusto de Ug crticos modernos es, sin
duda, el cronolgico, medante el cual se va vtendo Ia evolucin progresiva
del autor. Solamente si se emplea rigurosamente este mtodo podremos llegar
a soluciones exactas. Se ha descuidado con demasiada frecuencia, y por eso
no se ha podido alcanzar Ia verdad en muchos casos. Otro de los mtodos
es el de las estadsticas; estamos siempre dentro del campo de Ia filologa,
en su amplio sentido. Ese ha sido el mtodo que han seguido casi todas tas
tesis doctorales sobre estudios patrsticos, de Ia Universidad de Washington.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 103

Efectivamente, en muchos casos no podemos hablar de una in-


fluencia directa de Virgilio; habra que hablar ms exactamente
de reminiscencias escolares que habran transmitido los manua-
les de gramtica, sin que el alumno pudiera descubrir Ia pre-
sencia inmediata del mantuano. En otras ocasiones (nos refe-
rimos a Ia obra de Vasold K ) los ejemplos que se recogen como
citas virgilianas se explican perfectamente desde otro origen
muy diferente: Ia Sagrada Escritura, que constituye, en su edad
madura, una fuente de inspiracin muy podsrosa M. No faltan,
tampoco, obras en las que podemos ver ms un ensayo literario
en que el autor se ha dejado sorprender por el encanto virgi-
liano, que un verdadero trabajo de investigacin cientfica -4.
Por Io que toca a nuestro trabajo, evitaremos con empeo
los defectos indicados, aunque no podemos ofrecer ahora un
estudio definitivo sobre el problema, que encierra no pequeas
dificultades. Creemos que las frases elogiosas que hemos de en-
contrar en San Agustn, son bastante expresivas para descubrir,
Io mismo en su juventud que en los aos maduros de su forma-
cin intelectual y cristiana, Ia profunda fuella de Virgilio en
los escritos agustinianos. Por supuesto, como escribe Schelkle !S,
San Agustn conoce y cita todas las obras de Virgilio. Pero aparte
de este hecho no hemos de olvidar el anlisis de los giros, de
los vocablos y expresiones que, sin esfuerzo, nos remiten al autor
de Ia Eneida ; aunque no hemos de olvidar tampoco que muchas
palabras y expresiones, aparentemente virgilianas, pertenecen

Pero les ha faltado llegar a las consecuencias prcticas. Por eso, si bien
resultan tesis muy flojas, contienen datos valiosos para posteriores trabajos
de investigacin.
92. Cf. algunos ejemplos que ha recogido ScHELKLE, Virgil in der Deutung
Augmtins, pp. 4-6.
93. Of. VoGELS, H. J., Die Heilige SchrJt bei Augustinus, en Awrelius
Augustnus, Festschrift d>er Gorresgeselkchaft, KoIn, 1930, pp. 411421.
94. As hemos de considerar a obra El alma virgiliana de San AguMn,
del P. C. BoDRiGEz, citada en Ia nota 90. Se lee con gusto y ofrece abun-
dante material, pero no est escrita con un criterio cientfico.
95. Of. SCHELKLE, 0. C., p. 176.

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104 JOSE OROZ RETA

al lenguaje potico: en consecuencia, el empleo de las mismas


no prueba una influencia directa de Virgilio.
Es muy fcil dejarse llevar del entusiasmo potico, que hace
escribir al P. Rodrguez una frase tan atrevida como inexacta,
que no renunciamos a recoger ahora, antes de comenzar a espi-
gar las principales citas virgilianas en los escritos de San Agus-
tn. Dice as el ilustre agustino: Toda Ia trama de Ia Eneida,
si el libro inmortal hubiese perecido, pudiera reconstruirse con
las alegaciones de San Agustn- 96 . No es difcil descubrir en esta
afirmacin una clara y entusiasta hiprbole y un bello recurso
literario. Pero hemos de reconocer que, en el campo de Ia rea-
lidad, es verdaderamente asombroso el conocimiento y el amor
que se respira hacia el mantuano al travs de todas las pginas
agustinianas.
Por supuesto que una lectura despaciosa de las obras agus-
tinianas nos revela un hecho que nunca debemos perder de
vista si queremos enjuiciar rectamente el influjo virgiliano. No
en todos los escritos se advierte Ia misma presencia del poeta;
ni en todos, de Ia misma manera. Por supuesto que las citas
de Virgilio son ms frecuen';es en los escritos de su juventud,
y en concreto, en los Dilogos de Casiciaco m.

Hasta cierto punto hemo de admitir cierto virgilianismo en


el ambiente de Casiciaco, aunque nos inclinamos ms bien a ver
en todo ello una semejanza ms acentuada con los dilogos filo-
sficos de Platn y de Cicern, que son los que realmente se
prolongan hasta estos otros dilogos filosficos de San Agustn.
En Ia quinta de Casiciaco, a Ia vez que Agustn se repone de sus
achaques ts, asistimos a una exposicin filosfica, en que los

96. El alma virgiliana, p. 228.


97. Cf. SCHELKLE, O. C., p. 177.
98. Sobre las enfermedades de San Agustin, cf. B. LECEwiE, De krper-
liche Konstitution und die Krantheiten Augustins, en Mtocellanea Agos-
tinina, Boma, 1930, vol. n, pp. 5-21.

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SAN AG0STIN Y LA CULTURA CLASICA 105

diferentes interlocutores !"J toman parte bajo Ia direccin del


mae3tro de retrica.
He aqu Io que podramos llamar Ia orden del da, segn pa-
labras del mismo Agustn : Nihil a me aliud actum est illo die ut
ualetudini parcerem, nsi qiu>d ante caenam cum ipsis dimidium
uolumen Vergil audire cotidie Solitus eram 10. Nam disputare
caeperamus sole mm in occasum declinante, diesque pene totus
cum in rebus rusticis ordinandis, tum in recensione primi libri
Vergilii peractus fuit 101. Pos pristinum sermonem, quera in pri-
mum librum contulimus, septem fere diebus a disputando fuimus
otiosi, cum tres tantum Vergilii libros post primum recensere-
mus, atgue ut in tempore congruere uidebatur, tractaremus m.
Virgilio, para el pequeo grupo de Ia quinta de Verecundo,
era uno de los contertulios, y a l se dedicaba gran parte del
tiempo. Era, en boca de Agustn que responde a Alipio, poeta
noster m. En Contra Acadmicos astetimos a uno de aquellos

99. Sobre Ia historicidad de los dilogos de Casiciaco puede verse, con


provecho, OHLMANN, D., De Augustini dialogis in Casiciaco scriptis, Strasbourg,
1897. Of. O'MEARA, J. J., The historicity of the Early Dialogues of Saint Augus-
UiIe1 en Vigiliae Ohristianae, V, 1951, pp. 150-178. HAERnro, J. H. van, De
Augustini ante baptisrnum rusticantis operibus, Groninga, 1917; HrazHX, R.,
Der Dialog, Leipzig, 1895; GroEMANN, A., Sina die Dialoge Augustns Ms-
torisch?, en Silvae Monacenses, 1936, pp. 16-27. Libro de especial inters
sobre el dilogo en Ia antigedad es el de ANoiEu, J., Le dialogue antige:
Structure et prsentation, Paris, 1954.
100. De ordine, I, 8, 26.
101. Contra Acadmicos, I, 5, 15.
102. Contra AcaAemicos, TI, 4, 10.
103. Contra Acadmicos, ni, 4, 8. Es de notar que esta calificacin que,
a primera vista, pudiera parecer eomo una muestra de afecto especial, no
aparece sino una sola vez. Y eso en los primeros escritos. En el mismo escrito
se aplica a CScer6n ese mismo calificativo: Placuit enim Ciceroni nostro
(Contra Acadmicos, I, 3, T). Posteriormente parece que el mismo Agustn
se ha avergonzado de esas dos expresiones dirigidas a dos autores paganos ;
as encontramos expresiones un tanto despectivas, si atendemos a nuestro
modo de hablar : Aeneae nescio cuius errores (Confes., 1, 13, 20) ; librum
cuiusdam Ciceronis (Confes., TiI, 4, 7). Sobre este punto vase : TEscARi, Nota
augustiniana, en Convivium, 1933, pp. 414^21. (Este autor no ve en estas

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106 JOSE OROZ RETA

acertijos y juegos de ingenio, mediante los cuales se quera


probar Ia agudeza de los interlocutores. En este caso Agustn
resuelve Ia dificultad con Ia cita de Virgilio: Haec est... Tuscum
llu iurgium quod dici solet, cum quae>stioni intemptatae non
eius solutio, sea alterm$ obiectio uidetur maeri, quod etiam
poeta noster... decenter in Bmolico carmine hoc rusticarum et
planp pastoricimn esse ludioauit, cu,m alter alterum interroc/at,
ubi caeli spatium non aimplius qum tres ulnas pateat, ille autem
<tquibus in terrs inscrpti nomina regum nascantur flores m.
En una ocasin se trata de detsrminar Ia nocin de Ia verdad.
Trigecio Ia haba definido de esta manera : uia recta, quae ad
upritatem ducat. A Io que Licencio respondi: Cum apud Ver-
gilium Aena&e dictum est a niatre:
Perge modo et, qim te ducit uia, dirige gressum,
sequ&ns hanc uiam ad id, quod dictum erat, id est, ad uerum
peruenit. Contende, si pUtcet, ubi p&dem ille incedens posuit,
sapientiam posse dici m.
Cuando, al comienzo de Contra Acadmicos, Agustn tiene
sumo cuidado en que un escriba, notario o taqugrafo vaya to-
mando nota exacta de sus conversaciones y discusiones, se ex-
presa de esta manera: Adhibito notario, ne aur,ae laborem nos-
trum, discerperent, niMl perire permisi m. Estas palabras, sin
esfuerzo alguno, nos recuerdan aquellas otras de Virgilio:

expresiones agustinianas ninguna seal de desprecio hacia Cicern o hacia


Eneas o Virgilio); HoLL, K., Augu^iins innere Entwicklung, en Gesammelt
Aufstze zur Krchengeschichte, 3, Dp. '54-116, Tbingen, 1928, p. 55; MARROU,
Saint Augustin, p, 26.
104. Contra Acadmicos, III, 4, 8-9. Of4 EcI. 3, 104-105 :
Dic quilms in terris, et eris mihi magnus Apollo,
tris pateat caeli spatium non ampUus ulrMs.
Ciertamente Ia frase de Virgilio se habia convertido en una expresin
familiar, como Io indica Servio: Quvtiens aliqua non possumus soluere, parla
opponimM^, ytwd nunc Iuno facit. Sic in Bvcolicis : Dic quibus in terris
(Comment, in Aen. X, 74).
105. Contra Academico, I, 5, 14.
106. Contra Acaaemicos, I, 1, 4.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 107

Sed aurae
omnia iscerpunt et nubibu$ inrita donant 1V~,
que, en cierto sentido, llegan a hacerse proverbiales entre los
escritores latinos W8.
En otra ocasin, Agustin se dirige a Licencio que siente to-
dava el peso del sueo y se expresa de esta manera: Age potius,
inquam, et in uires twas redi; qwas ut conffereres unde unde
possea, patronus Academiae /utun^, longe ante monuernm, non
opinor, ut modo ante tubam tremor occupet artus m. La frase
final es una cita literal de Ia Eneida que recoge las palabras
de Turno u :
Cur ante tubam tremor occupat artus?
Adems de estas citas expresas, encontramos en los Dilogos
de Casiciaeo, sobre todo en Contra Acadmicos, otras muchas
alusiones a Virgilio. AsI, por ejemplo, cuando Agustn pide a sus
interlocutores que alejen de all los argumentos de los primeros
filsofos, Io hace de esta manera : Au/erantur de manibus nostris
fabellae puerites... TolUtmus iam cuneta ista de medio; arma
acri facienda uiro m. En esta frase podemos ver una clara re-
miniscencia de Virgilio: es Vulcano el que se dirige a los Oclopes
de esta forma, para que preparen cuanto antes las armas de
Eneas:

107. Of. Aen., TK, 312.


108. Tambin encontramos reminiscencias de este pasaje virgiliano en
Prudencio (Lib. Apoth., 1018-1019).
Omne, quod, est ge$tum, notus auferat inritus, aurae
dispergant tenues.
E igualmente en San Paulinode NoIa (Carm. 10, 116-18):
Inrita uentosae rapiunt haec uota procellae
quae non missae deo vacus in nubibus haerent
nec penetrant superi stella,ntem regis in aulam.
109. Contra Acadmicos, Tl, 7, 18.
110. Aen., Xl, 424.
111. Contra Acadmicos, II, 9, 22.

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108 JOSE OROZ RETA

Tollite cuncta,, inquit, coeptosque auferte labores


arma acri facienda ulro m.
Cuandose quiere poner de relieve Ia poca fe que tenan los
Acadmicos, acude a Ia boca de los interlocutores una reminis-
cencia de Virgilio: Videbatur enim mihi fama improbe inruisse
in quaestionem uestram, cum academici ne oculis quidem cre-
dtant hwrwinis, neaum famae mille quidem, ut p&etae fingunt,
sed monstrosis tamen luminibus . Se reconoce aqu fcilmente
Ia descripcin que Virgilio ofrece de Ia fama m. Igualment al
describir su habilidad en las discusiones y Ia dificultad para
conseguir una victoria intelectual sobre ellos, hay una remi-
niscencia de Virgilio m. J-
En dos ocasiones habla San Agustn de Ia leyenda de Caco "*.
Es cierto que nos encontramos ante una de las leyendas ms
conocidas de Ia antigedad 17, pero en los dos lugares de San
Agustn no puede dudarse de Ia presencia de Virgilio al des-
cribir ese personaje mitologi30. Vamos a analizar ambos casos,
y vamos a exponer las semejanzas entre Virgilio y San Agustn,

Hic spelunca fuit uasto summota recessu,


semihominis Caei fades quam dira tenebat,
solis iaocessam radiis; semperque recenti
caede tepefbat \umus, forbusque adfixa superbis

112. Aen., VTO, 439-440. He aqu Io que, en relacin con este lugar escribe
Sohelkte : Der Virgilvers ist in solch bertragener Bedeutung vielleicht
fters verwendet worden. Denn es wird nicht Zufall sein, dass ihn Plinius
d. J. ganz ebenso bentzt. Er schicst an Bomanus eine seiner Gerichtsreden,
und beginnt sein Begleitschreiben dazu :
Tollite cuncta, inquit, coeptosque auferte labores! Seu scribis aliquid, seu
legi$, tolle au]errl et accipe orationem meam, ut illa arma, diuinam <Epist.
6, 33, 1).
113. Contra Acadmicos, Tl, 8, 20.
114. Aen., rV, 181-182.
115. Fama, en RE, 6, 1, cc. 1977.
116. Contra Acad,emlcos, III, 10, 22; De Ciuit. Dei, XEX, 12.
117. Of. CocMs., en BE 3, 1, cc. 1165.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 109

ora uirum tristi pendebant pallida tabo.


Huic monstro Volcanus erat pater; illius atros
ore uomens ignis magna se mole ferebat lla.

Fawrtbus ingentem fumum, mirabile dictu,


euomit iuoluitque domum caligine caeca,

Fumus agit nebulaque ingens specus aestuat atra.


Hic Cacum in tenebris inoendia uana uomentem
corripit in nodum complexus, et angit inhaerens
elisos oculos et siccum sanguine guttur.
Panditur extemplo foribus domus atra reuuUis
abstractaeque boues abiurataeque rapinae
cae>lo ostenduntur, pedibusque informe cadauer
protrahitur. Nequeunt expleri corda tuendo
terribilis oculos, uultum uillosaque saetis
Pftctora s>emiferi atque exstinctos faucibus ignis m.

En Contra Acadmicos, Agustn habla de los artificios de Ia


dialctica y de los ataques inopinados del adversario, y se ex-
presa de esta guisa: Est enim latibulum tuu,m unde in incautos
transir cupientes uehemens erumpis atqwe exsilis; aliquis te
Hercutes in tua, spelunca tanqua,m semihominem Cacum suffo-
cabit et eiusdem molibus opprniet 12.
Vuelve otra vez a este mito o leyenda en Ia Ciudad de Dios.
Claro reflejo de las noticias de Ia Eneida son sus mismas expre-
siones: canit potica et fabulosu narratio...; ut descrbitur...
He aqu el texto agustiniano: Sed faciamus aliquem, qualpm
canit potica et fabulosa, narratio; quem fortasse, propter ipsam
insacibitem. feritatem, semihominem quam hominem dicere
maluerunt. Quamuis ergo huius regnum dirae speluncae fuert
solitudo, tanque malitia singuUiris... Volcani patris, quo uel hinc

118. Aen., vm, 193-199.


119. Aen., VIH, 252^253; 2267.
IW. Contra Acadmicos, IH, 10, 22.

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110 JOSE OROZ RETA

tantum non pariim felicior fuit, quia, tale monstrum ipse non
genuit... tamen in ipsa sua trpelunca solitaria, cuius, ut descri-
bitur, semper recenti caede t&pebat humus... Et quamuis imma-
nis ac ferus... Nec monstrum, nec semihomo uocaretur. Aut si
eius corporis forma, et atrorum ignium uomitus ab eo deterrebat
hominum societatem... Talis ergo homo, siue semiho>mo... (nam
et semiferus dictus est) m.
Veamos el estrecho parentesco que existe entre Ia descripcin
virgiliana y Ia que nos hace San Agustn en el texto que acabamos
de resumir.
SAN AGUSTIN VlRGILIO

lnsociabilem feritatem pectora semiferi (Aen. VIII,


267)
semihomnem semdhominis Caci (Aen, \TCEL,
194).
huius regnum speluncae Mc spelunca fuit (Ib. 193)
regnum dira# speluncae splunca.. quam dira tenebat
(Ib. 193-194)
Volcani patris... monstrum huic monstro Volcanus erat
pater (Ib. 198)
semper recenti caede tepbai semperque recenti caede te-
humus pbat humus (Ib. 195-196)
immanis ac ferus pectora semiferi (Ib. 267)
informe cadauer (Ib. 264)
atrorum ignium uomitus atros ore uamens ignis (Ib.
198-199)
ingentem fumum euomit (Ib.
252-253)
inqendia uomentem (Ib. 259)
semihomo semihominis Caci (Ib. 194)
semiferus dictus est. pectora semifera (Ib. 267).

Aparte de este paralelismo que acabamos de sealar, hemos


de admitir como observa Sclielkle 1L" el influjo ms directo de
los comentaristas de Virgilio que San Agustn debi de conocer

121. De Ciuit. Dei, XUX, 12.


122. Cf. o. c., pp. 146-147.

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SAN AGOSTIN Y LA CULTUEA CLASICA 11 1

ciertamente en virtud de su profesorado en Roma y en Miln.


Si bien, como hemos indicado ms arriba, las citas virgi-
lianas en San Agustn son ms frecuentas en los escritos de su
juventud, sin embargo, no faltan en las obras de su madurez.
En todos sus escritos brotan de Ia pluma del Santo los elogios
ms sinceros y frecuentes hacia Virgilio. No es de extraar que,
para justificar en cierto modo las citas clsicas que acuden
en sus escritos, Agustn escribiera as en Ia Ciudad de Dios m:
Apud Vergilium, quem propterea paruuli legunt, ut uid$licet
poeta ma,gnus omniumque praeclarissimus atque optimus ebibi-
tus animis non facile obliuione possit aboler, secundum illud
Horat :
Quo semel est imbuta recens seruabit odorem
tfsta diu m.

He aqu algunos de los elogios que San Agustn dedica a


Virgilio: luculentis uersibus dicta sunt 1S; nobilissimus Vergilii
uersus iZie 12<i; locutor egregius 12T ; auctor eloquentiae 128; latini
eloqu magnus auctor :29; Latinae linguae doctissimus auctor ;
poeta insignis illorum m ; nobilissimus eorum poeta Virgilius -32;
poeta cUirissi>mus ; su,mmus poeta m; poeta, magnus omniumque
praecUirissimus atque optimus H5.

123. De Ciuit. Dei, I, 3.


124. Epkt., I, 2, 69-70.
125. De ordine, H, 19, '54. Cf. De Ciuit. DeI, XIV, 13.
126. De Ciuit. Dei, VH, 9.
127. Enarrat. in psalm. 118, 29, 3, Cf. De Trin. XV, 16, 25 : Bene quippe
nouerat uerba, et uim cogitatianis imfpexerat locutor egregius.
128. Euang. /oft., 43, 6.
129. De Ciu,it. Dei, X, 1.
ISO. Contra Faustum Manich., 22, 25.
131. De Ciuit. Dei, V, 12.
132. De Ciuit. Dei, XV, 9.
13S. De Ciuit. Dei, VIH, 19.
134. Enchirid., 17.
135. De Ciuit. Dei, I, 3.

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11 2 JOSE OROZ RETA

Dado el carcter de Ia Ciudad de Dios se comprende el uso


tan frecuente que Agustn hace de Virgilio. Precisamente, por
el aspecto polmico de Ia obra, y por las personas a que iba di-
rigida, podemos considerar Ia Ciiidad de Dios como un lugar
donde se han dado cita las letras y los autores clsicos, y donde
San Agustn ha conservado gran parte de Ia herencia literaria
de Ia antigedad. La obra agustiniana es una de las fuentes
principales donde los modernos han podido recoger abundantes
datos relativos a Ia religin romana y a las ideas que estaban
en vigor entre los medios instruidos de entonces m. Al travs
de sus pginas las citas de Virgilio y las reminiscencias dei
mantuano aparecen con facilidad: los versos de Ia Eneida y de
las glogas y las Gergicas esmaltan con frecuencia Ia doctrina
agustiniana de Ia Ciudad tte Dios. Como ha notado Angus M7,
de entre todos los poetas que menciona Agustn, es de Virgilio
de quien con ms frecuencia y ms extensamente se sirve, En
Ia Ciudad de Dios Io cita unas sesenta veces ms que a los otros
poetas juntos.
Es natural que en Ia Ciudad de Dios se nos ofrezca un verda-
dero resumsn de Ia mitologa y de Ia historia romana, que iba
a ser analizada al travs de Ia nueva concepcin de Ia religin
y de Ia historia, basada en Ia revelacin 1M. As, por ejemplo, se
nos conserva una amplia descripcin de Caco 1W; encontramos
una alusin a Codro 14, aunque no ha sido bien entendida por
San Agustin; nos habla Agustn de Ia existencia de los gigan-

137. Of. The sources, p. 12.


138. No es de este lugar examinar si Ia Ciudad ae Dios es una filosofa
o una teologa de Ia histaria. Ta', vez todo depende de Ia terminologa que
se emplee. Padovani ha propugnado una teologia de Ia historia: Cf. La citt
di Dio di sant'agostino: teologia e non filosofia della storia, en Sant'Agos-
tino : Pubblicasione commemorativa del XV centenario della sua morte,
Miln, 1931, pp. 220-263.
139. Cf. De CiZMi. Dei, XTX, 12 y Aen. VIH, 193-267.
140. Of. De Ciuit. Dei, XVHI, 19 y Eccl. V, 11.

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SAN AGSTIN Y LA CULTURA CLASICA 113

tes UI. Es curioso el paralelismo que ha descubierto Schelkle 142


a propsito del capitulo 30 del libro VII de Ia Ciudad e Dios,
sobre Ia naturaleza de Dios.. Puede decirse que e verso vir-
giliano :
felix qui potuit rerum cognoscere causas "'
ha pasado a ser una frase hecha que se repite continuamente '-".

En Ia obra Opus imperfectum contra lulianum que es Ia l-


tima obra de San Agustn, a quien sorprende Ia muerte con Ia
piuma en Ia mano, se advierte una cita niuy extensa de Virgilio
en relacin con el instinto natural que sienten los animales para
Ia procreacin. Juliano haba recogido tambin algunas frases
de Virgilio con las cuales entabla Ia discusin us. Recogemos
aqui el curiosc paralelismo entre !as dos obras:

Irrationabites igitur animan- Et Venerem certis repetunt


tes a quo conditas putas, armenta aiebus (Georg.
quae certis temporibus n, 329)
ardentssima libidine commo- in furias ignemque ruunt (Dl,
uentur 244).
ita ut etiam feritate$ acuat ferarumque, et genus aequo-
singularum reum, pecudes, f>ictaegue
uolucres (HL, 242-243)
Tunc saeuus aper, turw pes- tum saeuus, aper, tum pessi-
sima tigris ma tigris (UL, 248).
Ante omnes furo? est ir^ignis ante omnes furor est insiffnis
equarum equarum (UL, 266).
Vere tument terrae uere tument terrae (H, 324).
uere abundantin teneri humo- sup-erat tener omnibus humor
ris exuberat (II, 331).
et coitum certis repetunt ar- et Venerem certis repetunt
menta aiebus armenta aiebus (H, 329).

141. CT. De Ciuit. Dei, XV, 9 y Aen., XH, 896-902.


142. Of. o. c., pp. 39-42.
143. Georg., H, 490.
144. Of. ScHELKLE, o. c., pp. 4<M2.
145. Of. OpMs imp., 5, 15; 5, 23.

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114 JOSE OROZ RETA

Longum est ire per signula : Omne adeo genus in terris ho-
omnia genera, quae sus- minumque ferarumque /
pendit uohitus, quae de- et genus a$quoreum, pecu-
mersit natatus, qwae spa,r- des, pictaeque uolucres
sit iuagatus, per aera (ni, 242-243).
Nota commiscendorum corpo- in furias ignemque ruunt (III,
rum uoluptate flammantur 244).

Gomo nota Schelkle "*, nos encontramos ante un pasaje que


se ha hecho clsico en toda Ia literatura latina, y que es reco-
gido, ms o menos fielmente, lo mismo por los autores cris-
tianos que por los paganos: Columela, Pentadio, Nemesiano,
Avieno, Claudiano, San Ambrosio, Venancio Fortunato, etc.
Un caso curioso que enco:itramos entre los conocimientos de
los antiguos, se refiere a las abejas. Se remonta hasta Arist-
teles "7 Ia idea de que nada cierto se puede saber sobre Ia na-
turaleza de las abejas, y esta idea se perpeta al travs de toda
Ia ciencia de Ia antigedad. Virgilio se har eco de esa misma
falta de conocimiento, al igual que Plinio I4S y Columela "". Los
Padres de Ia Iglesia siguen Ia misma lnea :5. Puede establecerse
que es Virgilio el que inspira esta generacin espontnea de las
abejas, que ha de pasar luego el autor del himno pascual Exsultet
iam anglica turba caelorum 51. He aqu el texto de Virgilio:

lllum adeo placuiss<e apibus mirabere morem,


quod neque concubitu indulgent nec corpora segnes
in Venerem soluunt aut fetus nixibus edunt;
ueruni ipsae foliis ru,itos, e suauibus herbis

146. Cf. SCHELKLE, 0. C., pp. 32-37.


147. Cf. s. u. Bione, en RE, 3, 1, cc. 431.
148. JVa. Hlst., XI, a>, 70.
149. De re rust. Ei, 2, 4.
150. Cf. MARROU, St. Augustin, p. 141 ; DiEDERicH, M., Vergil in the works
of St. Ambro,e, pp. 28-30; ScHWEN, Ch., Vergil bei Pruaentius, pp. 57-58.
151. Sobre el autor de este himno, vase HucLo, M., L'oueur de l'Exultet
pascal, en Vigiliae Ohristianae, vn, 1953, pp. 79-88.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 1 5

ore legunt, ipsae regem paruosque Quirites


sufficiunt... 1K.

En el mismo libro de las Gergicas se nos recoge Ia creencia de


que las abejas nacen de las entraas corrompidas de los bueyes.
El relato de Aristeo, que ha perdido sus colmenas, se termina
con Ia revelacin que Ie hace su madre Clrene, a Io que sigue
el heoho maravilloso:

Adspiciunt liquefacta boum per uiscera toto


stridere apes utero et ruptis efferuere costis "-53.

San Agustn ha recogido tambin en sus escritos esta creen-


cia de Ia antigedad, precisamente al travs de Virgilio. En-
contramos varios lugares en que hay una clara alusin a estos
versos de Virgilio, aunque pudiera explicarse por una fuente
nica de informacin. Nos dice as en De Trinitate: Et certp
apes semina filiorum non coeundo concipiunt, sed t<inquam
sparsa per terras ore colligunt :M. En De bono coniugali: Ex
mwwre omnipotentissime creatoris, qui totuit etiam ipsos sine
parentibus candere, qui potuit carnem Christi in utero uirginali
formare, et ut etiam ipsis infidelibus loquar, qui potuit apibus
praLem sine concubitu dare -55. En otro lugar leemos: De apibus
certe fama ftst celebrior, quod de boum cadaueribus oriantur 56.
Una alusin ms vaga hallamos en Ia Ciudad de Dios : In quibus
nihil sit maris et feminae 157. ^_
An admitiendo una fuente comn que transmite esa idea
sobre el sexo de las abejas y sobre los modos de reproducirse,
tenemos que admitir que San Agustn, al igual que San Am-

152. Georg., TV, 197-202.


15S. Georg., IV, 554-555.
154. De Trin. IH, 8, 13.
155. De bono coniug., 2, 2.
156. De mor. Manlch., II, 17, 63.
157. De Ciuit. Dei, XV, 27.

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11 JOSE OROZ RETA

brosio ;r>>> se han inspirado directamente en Virgilio 159 al escribir


las frases que hemos recogido.

Otro ejemplo del virgilianismo agustiniano Io encontramos en


varios pasajes del Santo en que se enfrenta con el problema de
Ia gracia y Ia libertad. Ser un eco virgiliano el que cierre uno
de los sermones ms bellos agustinianos sobre este problema.
He aqui los versos de Virgilio *60:

Florentem cytisum sequitur lasciua capilla;


te Corydon, o Atexi: trahit sua quemque uoluptas.

Mximo de Madaura, uno de los destinatarios de las cartas


ds San Agustn, recoge tambin una alusin a esa frase final
de Virgilio 161. He aqu un texto agustiniano, de los Comentarios
al Evangelio de San Juan, que compendia toda Ia doctrina de
Ia gracia y Ia libertad: Ramum uiridem ostendis oui, et trahis
illam. Nuces puero demonstrantur, et trahitur; t quo currit tra-
hitur, amando trahitur, sine taesione corporis trahitur, cordis
uinculo trahitur. Si ergo ista, quae inter delicias et uolwptates
terrenas reutimtur amantibus, tfahunt, quoniam uerum est
trahit swa quemque uoluptas, non trahit reueia,tus Christus a
Patre? Quid enim fortius aesiderat anima quam ueritatiem 162.
Est quaedam uoluptas cordis, cui panis dulcis pst UU. cwelestis.
Porro si poetae dicere lcuit trahit sua quemque ualuptasv, non
ncessitas, sed uoluptas; non obligatio, sed detectatio; qvanto
fortius nos dicere debemus hominem trahi ad Christum? 10.

Ya hemos indicado antes que en Ia Ciudad de Dios acude


Virgilio con mucha frecuencia a Ia pluma de Agustn. Virgilio

158. Of. De uirginibus, I1 8, 40. Cf. Dm>ERiCH, o. c., p. 28.


159. Cf. Exameron, V, 21, 67; Expoxitio psalmi 118, 14, 24.
160. Eccl., H, 64^3.
161. Cf. Epist. 16, entre las de San Agustn.
162. Troc, in Io. 26, 5.
163. Troc, in Io. 26, 4.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 1 17

puede considerarse como el cantor del Imperio Romano que, en


tiempos de San Agustn, acaba de sufrir una grave ofensa en Ia
persona de los brbaros de Alarico que se apodera de Roma.
Virgilio haba cantado :
His ego nec metas renim, nec tmpora pono;
imperium sine fine dedi 16

Estas palabras habran de ssrvir para alimentar entre los ro-


manos Ia idea de un imperio sin final; y a Ia luz de esa idea
imperialista habr que entender Ia oposicin o yuxtaposicin
que observamos en aquel verso de las Gergicas:
Non res romana perituraque regna 16i.

Agustn vea que en un momento haba venido al suelo toda


Ia terrena gloria excellpntissimi imperii:H, Poco antes haba po-
dido exclamar: Manet ciuitas, quae nos carnaliter genuit '-". En
otro sermn exclamar, aceptando los hechos : Finis erit terrenis
omnibus regnis. Nunc si finis est, D>eus uidet. Forte $snim non-
dum est, et infirmitate quadam, wel misericordia, uel miseria
hoc optamus, ut n*mdum sit 16I
El sermn 105 ofrece un agudo comentario, al mismo tiempo
que una confesin abierta de Ia caducidad de todos los reinos
de Ia tierra. He aqu el texto: Qui aeternitatem terrenis regnis
promiserunt, non ueritate ducti sunt, sed adulatione mentiti sunt.
Pta iltarum quida,m induj;it Iouem toquentem, et ait de Ro-
manis:
His ego nec metas rerum nec tmpora pono;
imjterium sine fine dedi,

164, Aen., I, 278-279.


185. Georg. II, 498.
166. De Ciutt, Dei, V1 15.
167. Sermo 105, 7, 9.
168. Sermo 105, 8, 11.

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1 18 JOSE OROZ RETA

Non pkine ita, respondet ueritas. Regnum hoc, quo sine fine
dedisti, o qui nihil dedisti, in terra est, an in caelo? Utique in
terra. Et si esset in caeto, ca.lwm et terra transient. Transient
quae fecit ipse Deus ; quanto citius quod conaidit Romulus. Forte
si uellemus hinc agitare V^rgilium et insultare, quare hoc aixerit,
in parte tolleret nos et diceret: Et ego scio; sed quid focarem,
qui Romanis uerba uendebam, nisi hac adula,tione aliquid pro-
mitterem, quod faUum emt? Et tam&n et in hoc oautus fui, quan-
do dixi : Im>p>erium sine fine tledi, Iouem ipsorum induxi, qui hoc
diceret. Non ex persona mea dixi rem falsam, sed Ioui im,posui
fateitatis personam : sicut aeus falsus erat, ita mendax uates
erat. Nam uultis nosse, quia ista noueram? Alio loco, quando non
Iouem Lapidem induxi loquentem, sed ex persona m<ea locutus
sum, dixi: tNon res Ranvamte, perituraque regna. Videt quia
dixi peritura regna, non tacui. Peritura, uertate non tacuit:
semp@r mansura adulatione promisitira.
Como San Agustn no poda participar de Ia mentalidad de
Virgilio tal como se exprssa en Ia Eneida, ha encontrado un
modo de llegar a una solucin satisfactoria, en Ia que demuestra
el amor que senta hacia Virgilio. En todo este problema de Ia
caducidad del Imperio Roms.no entra de lleno Ia concepcin de
las dos ciudades, y en los autores anteriores a San Agustn po-
demos hablar claramente de una interpretacin particularista
del Apocalipsis de San Juan, cuando habla de Babilonia que,
para muchos de los escritores cristianos, e,3taria personificada
en Ia ciudad de Roma 17.

De entre todos los versos de Virgilio , observa Schelkle "',


ninguno es tan comentado como los de Ia /F gloga, que para
nuestro Santo puede considerarse como una profeca de Ia veni-

169. Sermo 105, 7, 10.


170. Sobre todo esto, cf. BoLwiN, M., Die ctirUtliche Vorstellung vom
W0Ltt>eruf Aer Roma aeterna b tiu] Leo d. Gr., Mnster, 1922, pp. 22-25;
56-60; PucHs, H., Der geistige W"Merstand gegen Rom in Aer antiken Welt,
Berlin, 1938, pp. 21-30; 74-80; 86-87.
171. Of. o. c., pp. 16-17.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 1j 9

da de Cristo. TaI vez, debido a esta interpretacin agustiniana,


el poeta de Mantua ha gozado de Ia amplia y calurosa estima
con que Ie honr el mundo Cristiano de Ia Edad Media m. No es
que sea Agustn el primero que acepta Ia mesianidad o mesia-
nismo de Ia IV gloga r\ pero en los escritos agustinianos en-
cuentra Virgilio algo ms que un intrprete. El obispo de H:pona
es un amigo que sabe pasar por alto los defectos del mantuano,
y Ie introduce entre los profetas de Cristo. No podemos exten-
dernos sobre este punto co.ncreto, que nos llevara demasiado
lejos. Nos limitamos a indicar en Ia nota Ia abundante biblio-
grafa sobre el particular 174, y los diferentes textos agustinianos
en que se hace alusin a est-a famosa gloga 1T5.
Las citas agustinianas en que aparecen versos de Virgilio
pudieran multiplicarse casi indefinidamente. Remitimos al lector

172. Cf. CoMPARETTI1 D., Virgilio nel Medio Evo, Firenze (Nuova edizione
a cura di Giorgio Pasquali), 2 vols. 1943 ; BoDRicuEz, C., El magisterio literario
de San Agustn y Ia poesia de Virgilio en Ia Edad Media, en Religin y
Cultura, 15, 1931, pp. 110-138.
173. Vase sobre este punto el interesante estudio de OARCOPINO, J., Vir-
gile et Ie mystre de Ia IV Eglogue, Paris, 1930.
174. Cf. PFAETTiscH, J. M., Der prophetische Charakter der vierten Ekloge
Vergils bis Dante, en HistorischpoliSsche Bltter, 139, 1907, pp. 637^>46;
734-731; Io., Die Rede Konstantin: d. Gr. an die Verdammlung der Heiligen,
Preiburg, 1908 ; PRUEMM, K., Das Prophetenamt der Sibyllen in kirchlicher
Literatur mit besonderer Kcksicht auf die Deutung der vierter Ekloge Vergils,
en Scholastik, 4, 1929, pp. 54-77; 221-246; 498-553; RoYDs, Th., Virgil and
Issaiah. A study of the PoZHo with translations, notes and appendices, Oxford,
1918 ; WEBER, W., Der Prophet und sein Gott. Eine Studie zur vierten Ekloge
Vergils, Leipzig, 1925; DiEDERicH, M. D., Vergil in the ioorks of st. Ambrose,
Washington, 1931 ; LAGRANGE, M. J., Le prtendu messianisme de Virgile, en
Revue Biblique, 1922, pp. 552-572 ; ERDMANNj G., Die Vorgeschichten des
Lukas-und Matthus-Evangeliums und Vergils IV Ekloge, Gttingen, 1932;
NoRDEN, E., Die Geburt dey Kindes. Geschichte einer religisen Idee, Leiptg,
1924. CouRCELLE, P., Les exgses chrtiennes de Ia quatrime Egloge, en
Rsvue des Etudes Anciennes, 59, 1957, pp. 294-319. KuRPESS, A., Augustinus
und die Tiburtinische Sibylle, en Theol. Quartalschrift, 131, 1951, pp. 458^464.
175. Cf. Expos, epist. Rom., Z ; Epist. 258, 5 ; De Ciuit. Dei, X, 27 ; Epist.
104, 3, 11 ; Epist. 137, 3, 12.

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120 JOSE OROZ HETA

a las obras de Vasold, de Sehelkle y del P. Rodrguez, ya men-


cionadas. En ellas, aunque podamos no estar conformes con los
mtodos empleados y las conclusiones a que llegan, se pueden
encontrar casi todos los lugares que recogen reminiscencias
virgilianas.

Y, para terminar esta parte, hemos de sealar que no siempre


las citas virgilianas sealan una lectura directa de las obras.
Por supuesto, que Agustn haba estudiado en sus aos de Ta-
gaste, y en Cartago, y sobre todo haba tenido que explicar en
Roma y en Miln las obras de Virgilio. Pero no hemos de olvidar
nunca que muchos de las versos de nuestro poeta pasaban de
boca en boca como frases estereotipadas, que podemos hallar
en autores que no poseen Ia cultura clasica de San Agustn.
Adems hemos de tener en cuenta Ia obra de los gramticos,
de los escoliastas y comentadores de Virgilio, sin olvidar tam-
poco Ia influencia que Virgilio ejerci6 en los Padres anteriores
a San Agustn. Pero sobre todo esto que constituye el Quellens-
tudium o Quellenforschung virgiliano, hemos de admitir Ia
lectura directa, animada de un cario especial hacia Virgilio.
Sin sta todas las otras fuentes no nos ofrecern sino una visin
muy reducida e incompleta m.
A Ia vista de las citas virg;ilianas, tendremos que confesar que
Virgilio es para San Agustn el poeta preferido; Ia obra y Ia
vida del mantuano han sido para nuestro Santo tema de largas
lecturas y meditaciones. Su libro preferido, de entre los autores
clasicos, ha sido sin duda Ia Eneida, por Io que encierra de
bellezas literarias y por Ia parte que tiene en Ia pica romana.
Marrou llega a decir que se sienten siempre presentes en el
corazn y en Ia mente de Agustn los ritmos de los versos vlr-
gilianos. Esa misma conclusin se desprende cuando se ha ledo
despacio Ia Ciudad de Dios. Sin que esto quiera decir que haya

176. Lo mtodos de Ia Quellenfon;chung han sido ya duramente critica-


dos por BoYANCE, P., Etudes sur Ie Songe de Scipion : Essais d'Mstoire et de
psychologie religieuses, Bordeaux, 1936, pp. 149-180.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 121

una inspiracin directa en las obras de Virgilio. El poeta romano


no slo es un posta, sino que es Ia poesa misma. Ks el pan
delicioso de que se alimenta Ia infancia. Podemos aadir tam-
bin que es el alimento adecuado para los ancianos m.

m.CICERON Y SAN AGUSTIN

Al igual que Virgilio entre los poetas, Cicern entre los pro-
sistas resume toda Ia cultura clsica de su tiempo. Cicern lleg
a ser el maestro incontestable de todos los rtores latinos y el
modelo que todos los romanos se proponan imitar: Cicero, ut
mihi quidem uidetur, et iiu:undus incipienttt>us quoque, et <apfrtus
est satis, nec prodesse tantum sed etiam amarl potest: tum,
quemadmodum Liuius praecipit, ut quisque ert Ciceroni simil-
limus m. Sus magnficos discursos haban sustituido los modelos
griegos, donde antes tenan que estudiar los jvenes romanos.
Dejando a un lado el posible influjo de otros maestros, incluso
el predominio pasajero durante los siglos i al rv 179, es cierto que
en tiempos de San Agustn, Cicern segua siendo el maestro
por excelencia, segn propia confesin de Agustn m, Y es que
Cicern, como observa Marrou Ml, en cierto modo ha dominado

lT7. Cf. MARRou, St. AuguMn, p. 18; CoMBEs, G., Si. Augustin et Ut
culture cla*$ique, pp. 19 y 71.
178. QuiNT., Inst. Orat., n, 5, 20.
179. Sobre Ia lucha en el predominio por el magisterio, cf. nuestro libro,
La Retrica en los sermones de San Agustn, pp. 23-25. Agustn parece
desconocer por completo a Quintiliano. Al menos no encontramos ni una vez
citado su nombre. Marrou no admite las pruebas que en favor de Ia presencia
del rtor hispano en las obras del joven de Tagaste aduce Prancey. Cf.
MARROU, St. Augustin, p. 48, n. 6; PRANCEY, Les ides littraires de Saint
Augustin, dans Ie De doctrina Christiana, Saarbrcken, 1920, pp. 35Mfcl.
KESELDJG, P., Augustin und Quintilian, en Augustinus Magister, Paris, 1&54,
vol. I, pp. 201-204.
180. Confess., m, 4, 7.
181. St. Augustin, p. 6.

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122 JOSE OROZ RETA

toda Ia cultura latina; todos l<os letrados de Ia antigedad han


sido sus imitadores m.

Ya bajo Ia direccin del gramtico de Madaura m, Agustin


adquiri un conocimiento muy extenso y preciso de los clsicos
latinos. A Ia cabeza de ese programa venan los cuatro grandes
maestros de Ia quadriga, de que hemos hablado al tratar de
Virgilio. Cicern sobresala entre los prosistas, con los mismos
derechos y preferencias que Virgilio. Entre los prosistas hay
tambin un maestro cuyo papel e importancia responde a Ia de
Virgilio, con el cual se reparte Ia preeminencia: Cicern. En l
se resumen toda Ia elocuencia y toda Ia prosa latinas. Es el
maestro y el modelo que veneran de lejos todos los letrados del
siglo rv... La importancia excepcional de su estudio relega a Ia
sombra a los dems prosistas m,
Esa influencia se acenta ms cuando el joven Agustn es
encomendado 135 al rtor que haba de formar de aquel joven
un maestro de retrica, a bae sobre to<Jo del arte oratorio, de
Ia elocuencia en Ia que Agustn deseaba sobresalir entre sus
compaeros m. El modelo propuesto era, ciertamente, Cicern,
que se presentaba ante los rtores del siglo iv como Ia personi-
ficacin perfecta de Ia elocuencia. En virtud de su doble cate-
gora, Cicern se ofreca tambin como maestro de Filosofa M7,
al mismo tiempo que como orador y como rtor 18I
Agustn nos habla de unos mtodos ya establecidos en Ia
* fftt

182. No podemos sealar aqu toda Ia bibUografa sobre Cicern, que


constituye un \-erdadero volumen. Remitimos al artculo de BEcra,ER, C., Ci-
cero, en Reallexikon fr Antike und Christentum, cc. 86-127.
183. Cf. sobre MAttRou, Saint Augustin, pp. 3-26; lD., Histoire de l'du-
cation, pp. 359-380; TESTARD, Sant Augustin et Cicron, pp. 3-7.
184. MARROu, St. Augustin, pp. 18-19.
185. Es Agustin el que emplea ese trmino ; numguam nos parentes nostri
magi'(tris talibus commendandos putarent, De util, cred., 7, 16.
186. ConJess., IJI, 4, 7.
187. Cf. TESTARD, 0. C., pp. 81-129,
188. Marrou explica las diferencias entre esos dos trminos, cf. Histoire
de l'ducation, pp. 380-382.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 123

enseanza. Los maestros no hacan ms que explicar, segn cierto


orden consagrado ya por el uso, como se desprende de estas
palabras del Santo: Et usitato iam discendi ordine perueneram
in librum cuiusan Ciceronis U'J. ...Sed liber tte ipsius exhort-
tionem continpt ad philosophiam et uocatur Hortensius .
El calificativo de ciceroniano era Io mejor que de uno se poda
afirmar. Y eso no slo entre los letrados paganos, sino entre los
mismos cristianos y creyentes ms sinceros. Hemos indicado
antes que San Ambrosio escribe un libro De officiis ministro-
rum, inspirndose en gran parte mutatis, mutandis en el
libro homnimo de Cicern ir. Hemos aludido, siquiera de pasada,
al sueo de San Jernimo en que el mayor reproche que escucha
es Ciceronianus es non christianus "2. Por ciertas palabras del

189. Hemos aludido al significado de cuiusdam Clceronis, y semejantes,


al hablar de Cicern. Testard analiza ms detalladamente Ia significacin
agustiniana de estas expresiones, cf. Saint Augustin et Cicron, pp. 11-19.
Recientemente Onorato Tescari se ha ocupado del particular : cf. TEscARi, O.,
Se effettivamente S. Agostino abbia disistimato Cicerone, en Atti del l Con-
gresso Internazionale d Studi Ciceroniani, Roma, aprile, 1959, Roma, 1961,
vol. n, pp. 197-205. He aqu Ia conclusin a que Uega Tescari : <sO allora?
Oome si dovr interpretare quel in librum cuiusdam Ciceronis? Semplice-
mente cosi : a un libro di un tal Cicerone. S'intende che l'insigne oratore
romano era, come filosofo, un tal Cicerone per Agostino di quell'et, 18 anni :
(Con). Vin, 17), che fino allora non aveva studiato che su i libri di eloquenza,
(Cf. COn/. III, 8, d. 7), Art. cit., p. 205.
190. Con/es., HI, 4, 7.
191. Es muy abundante Ia bibliografa sobre las relaciones entre San
Ambrosio y Cicern. Sealamos las ms recientes, que recogen, como es
natural, las ya existentes : DEMAN, Th., Le De officiis de saint Ambroise dans
l'ftistoire de Ia, thologie morale, en Revue des sciences philosophiques et
thologiques, 37, 1953, pp. 409^t24; MucKLE, J. T., The De of]iciis minis-
trorumn of St. Ambrose, en Medteval Studies, 1936, pp. K-80; HMENEAu,
M. B., Ambrose and Ccero, en Classical Weekly, 24, 1930, pp. 49^53;
STELZENBERGER, J., DIe Beziehungen der Frhchristlichen Sittenlehre zur Ethik
der Stoa: Eine moralgeschichtlic!ie Studie, Munich, 1933 (en relacin con
San Ambrosio, pp. 129-131 ; 491-502) ; ,NELSON, N. E., Cicero's De officiis
in christian thougth, 30M300, en Univ. Michigan Publ. lang. et lit., 10, 1933
(se refiere a San Ambrosio en las pp. 63-T3).
192. Epist. 22, 30.

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124 JOSE OROZ RETA

mismo Agustn 1W, podemos deducir que cuando lleg a ser pro-
fesor de retrica en Miln, tom como base as toda su enseanza
las obras de Cicern.
DeI primer contacto de San Agusti con el Hortensius de
Cicern, se produce un cambio profundo en el nimo del afri-
cano, como nos dice l mismo m. Por desgracia el dilogo cice-
roniano se nos ha perdido y slo ha podido ser reconstruido a
base de las citas de los antiguos iS5. En consecuencia, Ia com-
paracin o paralelo es muy difcil. De todos modos, como afirma
Testard, en su exhaustivo estudio X, *no es preciso partir del
Hortensius para concluir sobre Ia influencia ejercida sobre el
estudiante de Cartago. En efecto, se podria, gracias a los frag-
mentos conservados, a los trabajos que se han consagrado al
tema, y gracias tambin a Io que sabemos sobre Ia literatura
protrptica y sobre Ia conversin a Ia filosofa en Ia antigedad,
formar una idea bastante jiLSta de Ia obra de Cicern y del
tipo de conversin que ha podido inspirar en el alma de San
Agustn '97.

193. Nobis apud Mediolanum constitutis, Carthagmis rhetor Eulogius,


qui meus in eadem arte discipulus fult, slcut mihi ipse, posteaquam in Africam
remeauimus, retulit, cum rhetoricos Qeeronis Ubros discipulis traderet, re-
censens lectionem, quam postride fuerat traditurus, quemdam locum offendit
obscurum, quo non intellecto uix potuit dormir sollicitus. Qua nocte som-
nlanti ego li quod non intellegebat exposui, De cura pro mort. ger., 11, 13.
194. Ille uero liber mutauit affectum meum et ad te ipsum, Domine,
mutauit preces meas, et uota ac dssideria mea fecit alia. Viluit enim nhl
uana spes et imniortalitatem sapkntiae concupiscebam aestu cordis incre-
dibili, et surgere coeperam ut ad te redirem... Quomodo ardebam, Deus meus,
quomodo ardebam reucare a terrcnis ad te, Confes. m, 4, 7-8.
195. En Ia bibliografia que recoge Testard -^cf. o. c., pp. 353-366 pueden
verse los estudios ms importantes sobre el Hortensius. Sealamos, entre
otros: BwH, M., L'Hartent,ius de Cicron, histoire et recorwiwon, Parts,
1958, que es el ms reciente y m&s completo trabajo, con abundante bi-
bliografa.
198. Salnt Augustin et Cicron, 2 vos. ; vol. I : Cicron dans Ia formation
et dans l'oeuvre de saint Augustin ; vol. II : Rpertoire des textes, Paris, 1958.
197. O. c., p. 20. Of. NocK, A. D., Conversion, the oM, and the new in
religion from Alexander the Great to Augustine of Hippo, Oxford, 1933, pp.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 125

El Hortensius, sea cual fuera su contenido y Ia influencia


precisa ejercida sobre Agustn m, ha constituido ciertamente
una fuents de primer orden en donde ha debido de sacar un
gran caudal informativo sobre Ia filosofa en general, informa-
cin que ha asimilado cuidadosamente. Como dice Angus m, este
libro debe ser contado entre las principales fuentes de infor-
macin agustiniana, por no decir en primer lugar. Con esto no
queremos decir que Agustn haya sido directamente influen-
ciado por Cicern o por las doctrinas filosficas de los acad-
micos en concreto. En este sentido tienen razn Ia afirmacin
de Kavanagh, cuando escribe: there is no reason for believing
that he was in any other way influenced by Cicero 20. Pero, al
mismo tiempo tenemos que admitir el papel extraordinario que
representa Cicern en Ia evolucin intelectual.
El citado Testard ha descubierto algo ms en Ia influencia
del Hortensius sobre San Agustn. La profundidad de las refle-
xiones del autor romano suscit en el estudiante Ia realidad de
Ia indiferencia de Ia vida 01. No vamos a detenernos sobre este
aspecto que nos llevara demasiado lejos. Remitimos al lector
a los minuciosos anlisis que ofrece Maurice Testard en su es-
tudio 202. De todos modos, es incuestionable que Ia lectura del
Hortensius despert a Agustn hacia Ia filosofa; aunque una
lectura ms despaciosa y Ia ausencia del nombre de Cristo en
sus pginas pudiera decepcionarle un tanto.
E>e todos modos ese primer contacto de San Agustn con las
obras de Cicern fue tan fuerts que, con todo derecho, se ha
podido estudiar Ia influencia positiva de Cicern en Ia vida in-

164^86; MARROU, Saint Augustin, pp. 169-173; Histoire de l'ducation, pp.


283-284; BARDY, Q., La conversion au christianisme durant les premiers
sicles, Paris, 1949, pp. 46-89.
198. Vase el anlisis que ofreee Testard, o. c., pp. 19-39.
199. The sources of the first ten boofcs, p. 24.
200. Of. KAVANAGH, Answer to Skeptics, p. 244,
201. TESTARD, 0. c., pp. 28-29.
202. Cf. 0. C., pp. 27^9.

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126 JOSE OROZ RETA

telectual e incluso en Ia vida moral de Agustn m. Efectivamente


el Hortensius ha debido de mostrar al joven Agustn todo un
programa mOral, junto con esa exhortacin a Ia filosofa, que
inclua como corolario una mvitacin al abandono y desapego
del corazn: desapego relativo a las riquezas, a Ia ambicin, a
Ia retrica, a los placeres del cuerpo. El anlisis de cada una de
estas etapas nos llevaria lejos de los lmites impuestos a un dis-
curso inaugural, De todos modos creemos que el texto de las
Confesiones que hemos citado antes, cuando habla de Ia expe-
riencia personal de Agustn ante Ia lectura del Hortensius, auto-
riza a hablar de un abandono de las riquezas, de Ia ambicin, de
Ia retrica; incluso de una resolucin a abrazar Ia continencia.
Por supuesto que en modo alguno hemos de admitir en toda su
amplitud los pretendidos efectos de Ia lectura del Hortensius.

En las Con/essiones se expresa de un modo claro, y atribuye


todo el hecho de su conversin a Ia sola gracia divina: esa
misma especie de dilogo interior que se libra entre Ia conti-
nencia y su conciencia revela un carcter propiamente cristiano
en su concepcin de Ia continencia SM. No vamos a detenernos
en Ia exposicin del episodio del jardn de Miln que ha sido
objeto de abundantes estudios, sobre todo en Io que se refiere
al carcter histrico del Tolle iege. Nos contentamos con indicar
en Ia nota Ia bibliografa ms importante 'x.

203. Of. TESTARD, o. c., cap. II y ni, pp. 81-129, 1, 131-154, respectivamente.
204. Gf. Confes., VTa, 1, 2; VTCI, 6, 13'; 6, 14; 12, 29; 11, 27.
205. La polmica se remonta hasta el libro del racionalista Alfaric, que
quiso explicar de un modo naturalista Ia conversin de San Agustn. Of.
L'volution intellectuelle Ae saint Augustin, vol. I : Du Manichisme au
Noplatonisme, Paris, 1918. A esta oura contest el P. Boyer : Christianisme
et Noplatonisme dans Ia formation de saint Augustin, Paris, i920. Posterior-
mente se ha renovado, aunque ya dentro de Ia ortodoxia agustmiana, sobre
todo a partir de Ia obra de Courcelle, Recherches sur les Confessions de
saint Augustin, Paris, 1950. En Ia critica que hace el P. Cayr de Ia obra
de Courcelle, se muestra en desacuerdo : La conversion de Saint Augustin :
Le KToIIe1 Zege des Confessions, en Anne Thologique, 1951, pp. 144-151 ;
244-252. A esta nota responde el mismo Courcelle en to misma revista : Note

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SAN AGSTIN Y LA CULTURA CLASICA 1 27

Cuando en Contra Acadmicos analiza las doctrinas de los


Acadmicos, no es difcil descubrir que es Cicern el que Ie ha
proporcionado las noticias que expone. Encontramos en Ia citada
obra agustiniana ms de 25 citas de Cicern, de las cuales nueve
se refieren a las Acadgrnica 'm. En otra parte 207, nos hemos ocu-
pado de las relaciones de Cicern y San Agustn en Io que se
refiere a las doctrinas sobre Ia retrica. Por eso no vamos a in-
sistir ahora. Remitimos al lector a nuestro trabajo citado.

Sin gran esfuerzo y a Ia simple lectura de las obras se des-


cubre un profundo paralelismo entre el De beata uita y el De
finibus bonorum et maloruni, al travs de otro tratado, hom-
nimo al de San Agustn, de Sneca. Igualmente se puede ver en
esa obra de Ia juventud agustiniana Ia presencia del Hortensius
ciceroniano, como ha puesto de relieve Testard en las referen-
cias que ha recogido en su obra. En ese ambiente de Casiciaco
es tan claro el parecido de San Agustn con Cicern, es tan
evidente el paralelismo entre las obras que escribe en Ia quinta
de Veremundo y los tratados filosficos ciceronianos, que se
ha llegado a establecer una perfecta comparacin entre los

sur Ie .Tolle, legey>, 1931, pp. 253-260, a Ia que sigue una nueva respuesta
del P. Cayr : Pour Ie ralisme de Tolle, lege : Essai Ae conciliation, 1961,
pp. 281-271. Oourcelle ha insistido sobre su idea : Les vox dans les Confessions
e saint Augustin, en Hermes, 80 1952, pp. 31-46; Source chrtienne et
allusions paens ae l'pisode du Totle, lege (Con/ess., VHI1 12, 29), en Revue
d'histoire et de philosophie religieuse, 32, 1952, 171-200. En su segunda edi-
cin, el P. Boyer Boma, 19o3 se muestra crtico demasiado fuerte de
Oourcelle, que mantiene su postura, como se vio en el Congreso Liternacional
Agustiniano de Paris, sept. 1954.
206. CS. TESTARD, o. c., vol. II, p. 117. Contra Acad., n, 5, 11 : Acad., TI,
18; Contra Acad., n, 11, 46: Acad. post. fr. 33; Contra Acad. m, 7, 15-16:
Acad. post., fr. 34 ; Contra Acad. HI, 14, 31 : Acad. II, 66 ; Contra Acad., m,
18, 41 : Acad. po,>t. I ; Contra Acad., III, 20, 43 : Acad. post. fr. 35. En otros
tres pasajes de Ia misma obra se refiere a Ia doctrina de los Acadmicos,
y seguramente a Ia obra ciceroniana, aunque no podemos precisar con exac-
titud el lugar citado.
207. Cf. La Retrica en los sermones de San Agustn, Madrid, 1963;
sobre todo pp. 77-104.

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128 JOSE OROZ RETA

contertulios de Agustn, y los amigos filsofos de Cicern en las


sombras de Tusculum> m.
Cicern, hombre de gora, de impteos activos y populares,
asoci a Ia filosofa Ia bsqueda de Ia felicidad, como fuerza
secreta de los movimientos humanos. Y Agustn se apropi para
siempre esa iniciativa -m. San Agustin, en efecto, admirador y
entusiasta de Cicern, atrado por Ia extraordinaria figura del
orador romano, ha asimilado plenamente sus doctrinas y en
ellas se apoya en casi todos los temas que desarrolla y que
antes fueron expuestos por Cicern. Es de admirar Ia facilidad
con que el nombre de Cicern se presenta en Ia pluma y en
los labios de Agustn. Sobre todo, las obras de su juventud estn
esmaltadas y jalonadas con citas ciceronianas. Resultara fuera
de lugar reproducir todos los lugares en que San Agustn ha
tomado informacin directa de Cicern. Remitimos a Ia obra
de Testard para una visin ms completa m.
Como es natural, las primeras obras estn ms influenciadas
de esa presencia ciceroniana, al igual que ocurre con Virgilio.
Los escritos de juventud reflejan bien a las claras un voca-
bulario y unos giros plenamente ciceronianos m. El comienzo
de los Soliloquios recuerda en seguida el principio del De oratore
ciceroniano. Dice all Agustn: Voluenti mihi multa ac uaria
mecum diu ac per multos dies seduloque quaerenti... '--2, palabras
que son un eco perfecto de las de Cicern : Cogitanti mihi saepe-
numero et memoria uetera repetenti... m.

Pero no es tan slo en el vocabulario y en los giros especiales,


como ste, que acabamos de citar, y en Ia forma externa de Ia

208. Cf. GiBBs-MoNTGOMERY, Confessiones of Augustine, Cambridge,


1908, p. TK.
209. Cf. CAPANAGA, San Agustn, Barcelona, 1951, p. 16.
210. Cf. o. c., vol. n, pp. 1-114.
211. Cf. BoGAN, M. I., The vocabulary and Style of the Soliloquies and
Dialogues of St. Augustine, Washington, 1935.
212. Soliloq., I, 1, 1.
213. De orat., I, 1.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 129

obra nos referimos a Ia forma dialogada que ha impuesto a


sus primeros escritos, sin duda por semejanza con los dilogo^
de Cicern, que se remontan a toda una tradicin 2;*- donde
sz deja ver Ia huella de Cicern en las primeras obras agus-
tinianas. En los Dilogos de Casiciaco, comparables y an supe-
riores en viveza y colorido, espontaneidad y realismo, a los mis-
mos de Platn y Cicern r's, nos ha dejado claramente impresa
Ia enorme influencia de Cicern, donde ha tomado las noticias
precisas sobre el sistema de los acadmicos, Ia Stoa, y sobre
Platn y Aristteles, transmitidas en las pginas de Cicern.
Es en el Hortensius, primero, y luego en el De amicitia, Acad-
mica, De /inibus bonorum et malorum, De officiis, Tuscuanae
disputationes, De repblica, donde Agustin ha sacado el acervo
de conocimientos que luego vaciar en sus obras.
Igualmente, nos dice Angus 2;<i, Agustn ha obtenido un co-
nocimiento general de Ia filosofa, acudiendo a Io que se ense-
aba en las escuelas de entonces. Pero una de sus fuentes lite-
rarias para explicar su conocimiento filosfico en general hay
que excluir, ciertamente, Ia influencia de los Neoplatnicos es
sin duda alguna Cicern, no solamente en Io que se refiere a
las obras que ahora poseemos sino a las que se nos han perdido,
en concreto al Hortensius. A esta ltima podemos atribuir gran
parte de sus conocimientos filosficos, a causa del gran aprecio
que siempre demostr hacia ella, y por Io que nosotros podemos
conocer hoy sobre su contenido en general. Es San Agustn
mismo quien ha tenido gran cuidado en dejar sentada Ia cir-
cunstancia decisiva para el curso de su vida al encontrarse con
las obras de Cicern 21T, y vuelve a repetirlo en sus Dilogos de
Casiciaco: Postquam in scfiola rhetoris librum illum Ciceronis

214. Cf. ANDRHHJ, J., Le dialogue antique : Structure et prsentation,


Pars, 1934 (libro interesante en todo Io que se relaciona con el dilogo
antiguo).
215. CTf. FLOTTES, Etude sur saint Augustin, Paris, 1861, pp. 85-86.
216. ANGDS, O. C., P. 23.
217. Of. Canfess., IH, 4, 7.

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130 JOSE OROZ RETA

qui <iHortpnsiusi> uocatur accepi, tanto amore philoso>phiae suc-


census sum ut statim ad eam me transferre meditarer m.

Cuando en los Soliloquios '", define San Agustui el dolor, Io


haee con las mismas palabras de Cicern : Summum malum, do-
lorem corporis ~. Si quiere definir Ia sabidura, no recuerda
otra definicin que aqulla: quae nec meu n$c noua est, sed et
priscorum hominurn, et quam uos miror non recoraari, Non
enim nunc primo auditis: sapientiam esse rerum humama,rum
diuinarumque scientiam =31, que no es otra que Ia que nos ha
conservado el mismo Cicern 22I Tambin es ciceroniana Ia di-
visin ue Ia sapientia en actiua y contemplatiua, si bien se en-
seaba en las escuelas de entonces, como se desprende de sus
palabras ^3.
Tambin ha tomado de Cicern Ia definicin de Ia ley como
summa ratio -1, y a Cicern se refiere cuando nos da una eti-
mologa de Ia misma palabra -5. E igualmente ciceroniana es
Ia doctrina que expone Agustn en relacin con diseere et re-
coraari: Nec aliud quidqwam esse id quod dicitur diseere, quam
rpminisci et recordari '"x. Digamos Io mismo cuando define Ia
palabra nequitia : Mors autem uitae non est, nisi nequitia, quae
ab &o quod ne quidqwam sit dicta est, et ideo nequissimi homi-
nes, nihili homines appeantur L'27. Tambin es ciceroniana Ia
etimologa de Ia palabra uirtus : Si continentia uirtus est, sicuti
est, cur ad eam, sit promptior sexus infirmior, cum uirtus a uiro

218 De beata uita, 1, 4.


219. Sollloq,, I, 12, 21.
220. Tuscul. d,isput,, 2, 5.
221. Contra Academ., I, 6, 16.
222. Of. Di:,yut. Tuscul., IV, 57; De O//ic., II, 5.
223. Cf. De Trin,, XTV, 19, 26.
224. De libero arbitr., I, 6, 15; cf. De legtt>us, i, 18.
225. Quae&t. in Hept. ni, 20 ; cf. De legtt>us, I, 19.
226. De guant. animae, 20, 34; cf. Tuscul., I, 58.
227. De uera relig., 11, 21 ; cf. Tuscul., m, 18.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 131

potius cognominata uideatur, sicut similitudo vocabuli resonat? -*.


Y se apoya igualmente en Cicern cuando expone los deberes
del jefe : Et ubi $st quad et uestrae litterae illum laudant patriae
rectorem, qui populi utilitati magis consulat quam voluntati? --9.
El mismo origen tiene Ia definicin de Ia belleza del cuerpo:
Quid est corporis pulchritudo? congruentia parum cum quadam
colors suauitate >2W.
As mismo tiene una fuente ciceroniana Ia divisin de Ia
prudencia, como Io hace San Agustn: Memoria enim praete-
ritorum est, non pmesentium, nam quidam, cum de uirtutibus
agerent, in quibus est etiam Tullius, in tra ista prudentiam
diuiserunt: memoriam, int$llegentiam, prouidentiam; memo-
riam scilicet praeteritis, intett&ge,ntiam praesentibus, prouiden-
tiam rebus tribuentes futuris, quam non habent certam nisi
praescii futurorum, quod non est munus hominum, nisi detur
desuper, ut praphptis -". Igualmente acude a Cicern cuando
tiene que definir las virtudes morales, en De beata uita: Ne-
yuAtiam dixeramus psse ab eo dictam quod necquidquam sit,
cui contrariam frugalitatem a fruye fuisse nominatam =32. Mrito
fttiam uirtutum omnium matrem multi frugalitatem esse dixe-
runt. Quibus consentiens Tullius etiam in popukiri oratione ait:
ut uolet quisque aecipiat, ego tamen Jrugalitatem, id est modes-
tiam et temperantiam, uirtutem maximam iudico... m.
En el mismo libro De beata uita encontramos una clara re-
miniscencia ciceroniana, en Ia definicin de nequitia y fru-
galitas, Dice San Agustn: Etenim ipsam nequitiam matrem
omnium uitiorum, ex eo quod nequidquam sit, id est ex eo quod
nihil sit, ueteres dictam esse uoluerunt. Cui uitio quae contrara

228. Epi:;t. 127, 9; cf. Tuseul., H, 43.


229. Epist,, 104, 2, 7; cf. Pro SuIUl, 25.
230. Epi,it., 3, 4; cf. Tuscul., TV, 30-31.
231. De Tnn., XIV, 11, 14; cf. De inuent., II, 160.
232. De beata uita, 4, 30; cf. Tuscul., IU, 17-18.
233. De beata uita, 4, 31 ; cf. Tuscul., 17-18 y Pro Rege Deiotaro, 26.

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132 JfOSE OROZ RETA

uirtus est frugalit,as nominatur. Vt igitur ha.ec a fruge, id est


a fructu... ita itta... a nihilo nequitia nominata est K>.

En Ia carta 258 que dirige a Martiano (un joven que acaba


de convertirse al cristianismo) cita Ia definicin de Ia amistad
tal como Ia haba concebido Cicern y hace un largo comentario
sobre Ia misma. He aqu algunas frases de San Agustn: Nosti
quip<pe ut definierint amicitiam romani, ut ait quidam, maxi-
mus awctor Tullius eloquii. Dixit enim, et uerissime dixit: amici-
tia est rerum humanarum et diuinarum cum benteuol&ntia et
caritate consensio ^. Es Ia definicin exacta de Cicern en
Laelius '236. El comentario de Agustn tiende a hacsrle ver a su
amigo que, despus de Ia conversin, puede hablar de una arnis-
tad, verdadera, ya que existe esa consensio rerum humanarum
et diuinarum, cum ijeneucAentia et caritate.
Un caso curioso de cita ciceroniana en los escritos de San
Agustn es Ia cuestin 31, del libro De diuersis quaestionibus 83.
Como ha escrito Testard, de toda Ia obra de San Agustn,
Ia cita de Cicern que se ofrece sin duda alguna en las mejores
condiciones para permitir un estudio de Ia tradicin cicero-
niana, representada por San Agustn, se encuentra en ese libro.
La dependencia de Cicern es manifiesta, y se Ie cita palabra
por palabra, sin una frase de presentacin 237. El texto, tal como
se nos conserva en las ediciones de San Agustn, Migne concre-
tamente, se puede ver en Ia obra de Testard m. Las Retracta-
tiones nos advierten que este texto no es de Agustn, sino del
mismo Cicern, y ha sido transcrito tal como Io conoca el
santo, ya de memoria, ya en al,guna antologa de textos que haba
recogido anteriormente .
No es de extraar que broten de labios de Agustn palabras

234. De beata uita, 2, 8; cf. Tuscul., m, 17-18. Cf. De uera relig., 11, 21.
2S5. Epist. 268, 1^.
236. Cf, Laelius, 20.
237. Of. TESTARD, o. c., p. 320.
238. Of. o. c., vol. II, pp. 18-22.
239. Cf. Retract., I, 25.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 133

de Ia mayor admiracin y del ms cumplido elogio hacia su


maestro "1*. Testard ha dedicado el captulo IX de su obra a
este tema: Les jugements de saint Agustin sur Cicron 241. Co-
mo dice Testard, los elogios explcitos sobre Cicern son muy
numerosos, y necesariamente se repiten, al travs de los escritos
agustinianos.
Unas veces es un calificativo que aplica a Cicern: Quid in
latina lingua excellentius Cicerone inueniri potest? - ti; ; Orator
amplissimus -43; Qudam Romani maximus auctor eloquii !";
Ille homo eloqupntissimus 2l5 ; ulr eloquentissirnus et uerborum
uigikintissimus appensor et mensor 2t"; quidam illorum uir elo-
quentissimus 24; ; Romani maximus auctor Tulliuseloquii 2t. Otras
veces, por medio de un adverbio aprueba Ia doctrina de Cicern:
Ha definido Ia amistad rectissime atque sanctissime -m. A pro-
psito de una sentencia del Hortensius, Agustn dice que Cicern
ha hablado praeclarissime ornnino atque uerissirme !5. Los ad-
verbios optime y uerissime son aplicados, sin ms, a una frase
de Cicern *1.
La crtica que hace del Hortensius no puede ser ms elogiosa.
Se est refiriendo a Ia felicidad, segn un pasaje que se nos
ha perdido de Ia obra de Cicern, y termina con estas palabras :

240. Hace tiempo public Zielinski, Cicero im Wandel der Jahrhunderte,


Leipzig, 1912-'1, donde recoge algunos de los juicios sobre Cicern, cf, pp.
S14-316.
241. Ot'. o. c., pp. 231-254.
242. De magistro, 5, 16.
243. De ciuit. Dei, XTV, 8.
244. De ciuit. Dei, 14, 18. R*eoge el elogio que habia escrito Lucano de
Cicern VII, 62-63. En Ia obra De doctrina Chrif,tlana, IV, 3, 4 encon-
tramos esas mismas palabras, pero el autor ha omitido el superlativo ma-
ximus, que reproduce en Ia CiiLad de Dios.
245. Tract, in loan. Euang., 58, 3.
246. Contra adii. leg. et proptiet., I, 24, 52.
247. Eplst., 130, 5, 10.
248. EpiSt. 143, 3.
34. Contra acaA., in, 6, 13.
250. De Trin., XHI, 5, 8.
251. Cf. Contra IiU., V, 10, 42; Epist. 258, 1.

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134 JOSE OROZ RETA

Nam quidam eorum ur eloquentissimus ait: Ecce autem alii,


non philosophi quidem sed prompti tamen ad disputandum om-
nes munt esse beatos, qui uiuunt ut ipsi uelint. Falsum id qui-
dem ; upUe enim quod non deceat, id est ipsum miserrimum, nec
tam miserum est non adipisci quod uelis, quam adipisci uelle
quod non oporteat. Quia ttt>i uidentur haec uerba? Nonne ab
ipsa ueritate per quemlibet hominem dicta sunt? Possumus ergo
hic dicere, quod apostoIus ait de quodam propheta Cretensi cum
eius illi sententia placuisset: Testimonium hoc uerum est 'i5!.
Por supuesto que al igual que Virgilio, aparece con ms fre-
cuencia en los escritos de juventud. Aunque no hemos de excluir
tampoco Ia presencia de Cicern en las obras de su sacerdocio,
de su episcopado, En Ia Epist, ad Maced., glosa ampliamente unos
lugares de las TuscuUtnas cuando trata de Ia doctrina epicrea,
y cuando expone Ia verdadera concepcin de Ia felicidad 3 , En
De utilitate credendi, que es de Ia pocea de su sacerdocio, cita
en tres lugares a Cicern M1 ; y en uno de ellos se refiere a los
partidarios de Catilina en los trminos que Io hara un cice-
roniano : Credo enim sceleratissimos coniuratos uirtute Ciceronis
quondam interfectos 2M. En otro lugar de Ia misma obra, evoca
su antigua profesin de rtor y pone de relieve Ia excelencia de
Cicern: Nonne uidemus quam pauci summam eloquentiam con-
sequuntur, cum per totum orbem rhetorum scholae odoescen-
tium ffregibus perstrepant? Nunquidnam imppritarum perterriti
multitudine, quicumque boni oratores euadere uolunt, Caecilii
sbi potius, ut Eruci orationibus, quam Tullianis nauanam ope-
ram existimant? ^6.

El ao 408 el pagano Nectario escribe una carta a San Agustn

252. Epist., 130, 5, 10. Se refiere a un texto del Hortensius, fr. 39.
253. Epist. 155, 3-4; cf. Tusci., V, 110-117; I, 75.
254. Of. De util. cred., 1, 3; 7, 16; 11, 25.
253. Cf. De util. cred., 11, 25.
256. Of. De util. cred., 7, 16. Como indica Testard, se refiere a las obras
oratorias de Cicern; en especial a Ia Diuinatio in Caetlium y Pro Roscio
Amerino.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 135

y Ie ruega que intervenga en favor de los paganos de Calama.


Le recuerda su amor hacia Ia patria y Ie copia un pasaje del
De repblica. Es Ia carta 90, entre las de San Agustn. La 91 con-
tiene Ia respuesta del Obispo de Hipona. Le recuerda Ia cita
ciceroniana en dos pasajes y Ie invita a meditar en Ia obra de
Cicern, donde habla de que las virtudes constituyen Ia verda-
dera prosperidad de las ciudades. Y en otro pasaje perdido del
De repblica, encuentra un argumento contra Ia inmoralidad
de los dioses.
El tono de Ia Carta 91 es tan vehemente que las palabras
del Obispo evocan en Ia mente del destinatario las frases vibran-
tes de las Catilinarias, como Io confiesa el mismo Nectario, que,
despus de leda Ia respuesta de Agustn, se expresa de esta
manera: Sumptis litteris eximietatis tuae, quibus iaolorum cul-
tum et templorum caerimonias destruxisti, audire mihi uisus
sum philisophi uocem non illius quem in Academiae Lycio me-
morant tenebrosis humo anaulis residentem, ex profunda quadam
cogitatione demersum, reductis ad frontem caput im<plicuisse
genibus, ut aliorum praectiira inuenta doctrnae egenus quidam
calumniator oppuffnet, asserta,que praeckire, cum suum nihil
defendat, acusset: sed plane excitatus oratione tua, ante oculos
stetit. M. Tullius consularis, qui innumeris ciuium capitibus con-
seruatis forensis campi signa uictricia stupentibus Graeciae
scholis kiureatus inferret tubamque ilUtm canorae uocis et Un-
ffuae, qwam in criminum reos et reipwblioae parricidas spiritu
iustae indignatonis flauerat anh<elus, inuerteret togamque ipsa,m
ruffarum paginis resolutis p<alliorum imita,tus speciem retor-
queret w.

Las alusiones y las citas verbales de Cicern son frecuentsi-


mas, sin contar otras reminiscencias que pueden delatar un
origen ciceroniano, aunque, como en el caso de Virgilio, podamos
hablar de una tradicin transmitida por los gramticos o los
comentadores. La Epist. 249, dirigida a un tal Cornelio, ante

257. Efist., 103, 1.

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136 JOSE OROZ RETA

Ia posible objecin de ste a las reprimendas que Ie pudiera


dirigir San Agustn, se abre con una cita de Ia Primera Cati-
linaria: ...Inimico quidem animo Tullius inuehebatur, et longe
aliter erat t&rr*enam rempublicam gubernantis intentio, et ta-
men ait: Cupio, Patres conscripti, me esse clementem; cupio in
tantis reipublicae periculis non dissolutum uideri. Quanto iustius
ego dico, cum ipse noueris quam tbi amicum animum gemm,
in aeternae ciuitatis seruitio constitutus minister uerM sitcra-
mentique diuini : Cupio, frater Corneli, me esse cfysmentem, cupio
in tantis tuis meisque periculis non dissolutum uideri m.
En el Tratado 58 al Evang. de San Jiutn, cita dos lugarss de
Cicern relativos a Ia verdad, que en modo alguno es orgullo o
vanidad :5'. En otro sermn se refiere al Timeo de Platn, segn
Ia traduccin de Cicern, hablando de Ia huida del cuerpo que
haba propugnado Porfirio 25. En otra ocasin cita iuias frases
del Pro Marcello, a propsito del tiempo y de Ia eternidad ai,
frases que repite en otro sermn 262.
Una prueba del profundo conocimiento y de Ia devocin que
por Cicern senta San Agustn nos Ia ofrece Ia Carta 118 a
Dioscuro. Un joven, de este nombre, que senta gran aficin por
las letras clsicas y que deseaba adquirir renombre y reputacin
clasicista en Ia escuela, no encuentra otro a quien dirigirse sino
al Obispo de Hipona, al que suplica Ie enve un amplio comen-
tario sobre los diloffos de Cicern. A este fin Ie escribe Ia Epist.
117, de entre las agustinianas. El Obispo Ie contesta con una
larga epstola, pero de contenido muy distinto del que deseaba
nuestro joven. Por supuesto, que el obispo tena otras ocupa-
ciones ms importantes que escribir amplios comentarios sobre

258. Epst. 240, 2; cf. In Catilinam I, 4.


259. In loan. Euang., 58, 3; cf, In Caecilium, 36; Orator, 132.
260. Sermo, 241, 8; cf. Timeo, 11, 40.
261. Of. TESis, 23, 2 (Misc. Agost., I, 137, 10-20) : Cf. Pro Marcello, 9.
Bsta .sentencia del Pro Marcella es repetida muchas veces por el Santo. Puede
verse en el ndice general, de Ia Edicin de las Obras de San Agusti por
los Maurlnos, Ia palabra diu, en Ia que se indican los lugares prncipales.
262. Of. OuELF. Sl, 2 (Mise, Agost., I, 559, 31-32): Cf. Pro Marcello, Q,

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 137

obras de Cicern. Y a pesar de todo, pese al fin de Ia carta que


es poner de manifiesto Ia vaciedad del orgullo humano y Ia futi-
lidad de Ia ambicin, Ia lectura de Ia misma nos pone de relieve
los profundos conocimientos agustinianos sobre las doctrinas
de Cicern 2ra.
Deberamos transcribir toda Ia carta, cosa que caera fuera
de los lmites de nuestro discurso. Por eso invitamos a una lec-
tura sosegada de Ia Epstola. Como ha notado Testard m, esta
carta es importante no slo por los textos que reproduce del
Arpinate, sino porque todo su contenido trata ms o menos de
Cicern. Vemos, al mismo tiempo, qu es Io que piensa Agustn,
a Ia sazn, de esa clase de estudios y de las intenciones con
que l los ha hecho. Se nos ssalan observaciones sobre Ia en-
seanza en Cartago, Roma, y Grecia, a Ia poca en que redacta
esta carta.

Mencin especial merece el libro De ciuitate Dei, donde


Agustn para revista a toda Ia literatura pagana. Sm duda al-
giuia es Cicern Ia fuente ms importante donde San Agustn
ha recogido las noticias que nos conserva y transmite de Ia
antigedad greco-romana. Pero con ser casi mcontables las ve-
ces que Io cita por su nombre x, es mucho ms interesante el
uso que Agustn hace de Cicern, como de una verdadera auto-
ridad, sin mencionarlo explicitamente> 2^. Ante Ia imposibilidad
de recoger aqu ni siquiera una sintesis de los lugares en que
aparece el nombre de Cicern o en que se deja entrever Ia fuente
de informacin ciceroniana de que se sirvi San Agustn en su
obra Ia Ciudad de Dios, renunciamos gustosos a ello. Nos remi-
timos al libro de Angus, donde expone ampliamente Ia impor-

263. Cf. Epist. 117, entre las agustmianas.


261. Cl o. c., vol. n, p. 94.
265 De las 114 pginas que Testard dedica al repertorio de los textos
ciceroniano3 en las obras de San Agustn, 36 estn consagradas a Ia Ciudad
de Dios, cf. o. c., vol. n, pp. 36-71 ; 114. Es declr, un tercio del total Io ocupa
Ia Ciudad de Dios.
266. Cf. ANOUs, o. c., p. 17.

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138 JOSE OROZ RETA

tancia que tuvo Cicern y su pensamiento en Ia elaboracin


de Ia obra agustiniana *", De especial inters es tambin Ia citada
obra de Testard, en Ia que ha recogido todos los casos de citas
ciceronianas, empleadas por San Agustn 26I
A veces encontramos en labios de San Agustn los reproches
mas duros contra el orador romano. Es natural que asi sea, ya
que no toda Ia doctrina de Cicern poda ser puesta a Ia misma
altura en Ia estimacin de un critico cristiano. As leemos, entre
otras, estas frases: Simul cum ipso tempore et cum ipsius
Carneadis Ciceronisque corporibus sepulta foret 26I ...omnis
profecto Acaaemicorum uel calumnia upl pertinacia uel perui-
cacia uel, ut ego interdum arbitror, congrua ttU tempori ratio.
En el mismo libro Contra Acadmicos 27, se refiere Agustn a Ia
polmica que brot dentro de Ia doctrina de los Acadmicos y
que se perpetu hasta Cicern y se expresa as: Deinde in
nostrum Tullium conflictio sta urauit, iam plane saucia, et
ultimo spiritu ULtinas littefas vnfkitum. Nam nihil mihi uidet<ur
infttius, qitam tam multa, copiosissime atque ornatissime dicere
non ita sentientem. En las Confesiones m, a continuacin del
texto que citamos ms arriba, aade: Ciceronis cuius linguam
/ere omnes mirantur, pectus non ita 27I

Otras veces nos sorprende el modo de citar de San Agustn.


As, por ejemplo: Ut ait quidam m; librum cuiusdam Ciceronis 274 ;
dixit ergo quidam K5 ; unde ait quidam 2;6; etc. En Ia Ciudad de

267. Cf. ANGs, o. C., pp. 16-25.


268. CSf. o. c., vol. n, pp. 36-71. Cf. tamWn WALTER, F., Zu Cicero und
Auffustinus: De Civitate Dei II, 16, en Philol. Wochenschrift, 61, 1941),
pp. 4Sl-432.
269. Contra Acad., H, 1, 1.
270. Contra Acad., III, 18, 41.
271. Confess., III, 4, 7.
272. Para Ia interpretacin de estas pata,bras, cf. TESTARD, o. c., pp. 11-19.
273. Epist. 137, 2, 5.
274. Confess., IU, 4, 7.
275. De doctrina Christiana, TV, 12, 27.
276. De doctrina Chnstiana, rV, 10, 24.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 139

Dios dice de Cicern: uir grauis et philosophaster 277. En Io que


se refiere a los primeros casos, Testard ha dejado bien probado
que, contra Io que se pudiera creer a primera vista, el empleo de
quid,am, como pronombre o como adjetivo, no implica nece-
sariamente un juicio desfavorable hacia el autor a que se aplica,
En Io que toca directamente a San Agustn, lejos de encerrar
un sentido peyorativo, muchas veces el trmino indeterminado
est unido a otras palabras que contienen un tono de alabanza
hacia Cicern m.

La palabra philosophasten ha sido tambin estudiada por


Testard m. De todos modos, si hemos de conceder a esa palabra
un sentido un tanto despectivo o peyorativo en algunos de los
casos en que Ia emplea San Agustn, el contexto de otros impide
que tenga siempre el mismo significado. En todo caso, habra
que admitir una manera puramente externa de mostrar un des-
conocimiento o un aprecio normal hacia los autores paganos,
cosa que podra escandalizar a los cristianos si lean los ms
sinceros elogias hacia un autor cuya doctrina no era conforme
con los ideales del Evangelio m.
Ya hemos indicado, al hablar de Virgilio, Ia interpretacin
ms exacta a stas y parecidas frmulas. Parece que Testard
tiene excesivo inters en condenar a Virgilio, mientras que
se siente partidario acrrimo de Cicern en Io que respecta a Ia
influencia sobre San Agustn. Por nuestra parte, creemos que

277. De Ciuit. DeI H, 27.


278. CSf. TEsTARD, o. o,, pp. 237-239. ES curioso que, en algunos estudios
sobre el suijo latino ^uster / -astrum se incluye, con sentido peyorativo
o descriptivo, este ejemplo de San Agustn, sin ninguna otra explicacin.
Prueba de una transmisin ininterrumpida en que no se ha tomado Ia
molestia de profundizar en el problema.
279. Cf. o. c., pp. 237. Sobre el significado de Ia palabra pMlosophasten
y el valor que Ie da San Agustn, vase WEST, A. P., <tPhilosaphasten> (De
Civitate Dei II, 27), en Classical Philology XI, 1916, pp. 101-102.
280. TaI es Ia interpretacin de Marrou. Augustin rougisalt de trop
bien connatre Clcron, comme Ccron jadis affectait de ne pas connatre
Ie nom des sculpteurs grecs dans son De slgnis (Saint Augustin, p. 26).

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140 JOSE OROZ RETA

San Agustn se muestra en Ia misma linea de conducta respecto


a Virgilio que en relacin con Cicern. En los dos autores hemos
de reconocer una influencia extraordinaria no slo en el joven
Agustn, sino en todos los jvenes que han frecuentado las
escuelas de los siglos i al iv. Esta influencia se perpeta en
los aos y en los escritos de su madurez, si bien no en Ia misma
proporcin. En los Dilogos de Casiciaco, podemos decir que
Agustn no tiene otra fuente de informacin que Ia literatura
clsica, mientras las Escrituras Ie son casi por completo des-
conocidas. Los temas mismos que expone estn ms prximos de
Ia cultura clsica que de Io que ser luego Ia cultura cristiana.
Y Io mismo en Virgilio que en Cicern, podemos Y debemos
distinguir sus cualidades literarias y sus doctrinas filosficas
o religiosas. Si como escritores son reconocidos las mximas
autoridades de Ia literatura latina, como pensadores son juz-
gados de muy distinta manera. Y en esta distincin hay que
interpretar los juicios, aparentemente, contradictorios que en-
contramos en los escritos agustinianos. En todo caso ser siempre
verdad, como afirma Marrou, que Agustn haba amado dema-
siado estos grandes clsicos; su espritu haba quedado como
prendado y petrificado en ellos. Difcilmente puede impedir que,
en cualquier ocasin, brote en sus labios o aparezca en su pluma,
como un tpico irresistible, Ia expresin ciceroniana i.

Para terminar hemos de decir algo sobre Ia manera en que


aparecen las citas de Cicern en los escritos agustinianos. Una
lectura rpida de las obras de San Agustn nos descubre Ia
presencia de Cicern; pero si nos detenemos un poco, adver-
timos al punto que no siempre Io cita de Ia misma forma. Efec-
tivamente, descubrimos ya una fidelidad absoluta a las palabras
de Cicern ya una libertad extraordinaria. En este ltimo caso,
podemos asistir incluso a un cambio casi completo de sentido.
Es decir: ha sido el escritor cristiano que ha interpretado Ia

281. Saint Augustin, p. 26.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASlCA 14l

doctrina de Cicern, y para eso no ha tenido inconveniente en


modificar las palabras y, a veces, el sentido.
En los casos en que es un mismo texto ciceroniano el que
aparece en diferentes lugares, se ve que no siempre se cita de
un aforma idntica. Esto podra probar que Agustn cita de
memoria, con mucha frecuencia. As podemos ver cmo, cuando
en Contra Adimantum 2e reproduce una frase de Cicern, del
final de Pro Ligarlo: Nulla de uirtuttbus tuis nec admirabilior
nec gratior misericordia est, ha omitido, despus de tuis, Ia
palabras plurimis. Para Testard esto significara, tal vez, que
Agustn senta repugnancia en aplicar el superlativo 2^.
En gsneral, podemos hablar de una tendencia abreviar los
textos citados, Io cual, por otra parte, se da en los Santos Padres
al citar las Sagradas Escrituras 2s4. Este afn por abreviar Ie
lleva a veces a interrumpir el texto, sin haberlo terminado. Esto,
que puede considerarse intencionado, hace que algunas veces
el texto y el sentido aparezca deformado, pero ms conforme a
las ideas de San Agustn, que si se citara ntegro. En otros mu-
chos casos hay simples sustituciones de palabras: masculino
por femenino, singular por plural; etc. Otras veces, como ha
notado Testard 285, Agustn ha hecho esas sustituciones buscando
un sentido ms claro y ms sencillo: caso de cambios de prefijos,
de sinnimos, etc. En otras ocasiones, Ia sustitucin ha dado
origen a un cambio de sentido: de Io material a Io espiritual;
del sentido humano al divino; etc.
El tema de las citas en Ia antigedad ha sido estudiado re-

282. Contra Adimantum, 11. Of. De ciuit. Dei, IX, 5; Epist. 104, 4, 16.
283. Cf. TESTAR, o. c., p. 268.
284. CSf. BoisMARD, M. E., Critique textuelle et citations patri$tiques, en
Revue Biblique, IMO, pp. 388408; In., Lectior breuior, potior, en Bevue
Biblique, 1951, pp. 161-168. Oomo indica el ttulo del ltimo trabajo, con
frecuencia hay que preferir Ia lectio t>reuior que ofrece ms garantas de
Cidelidad al texto origmal.
28o. Of. TESTAR, o. c., pp. 255-201, donde analiza detenidamente el pro-
Mema de las citas agustinianas.

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142 JOSE OROZ RETA

petidas veces 'm. Aplicado el estudio al caso concreto de San


Agustn y Cicern, reviste muchas formas diversas cuya expli-
cacin abre muy variados y diversos horizontes. En todo caso
hemos de tener siempre presente que cuando San Agustn acude
a Cicern, en las obras de polmica, Io hace con Ia intencin
de emplear los argumentos de un pagano para Ia defensa de
Ia verdad. Y es natural que las citas no sean todo Io literales que
exigira un critico exigente. San Agustn, ha querido revestir
el lenguaje y Ia doctrina de Cicern de unas ideas y un vocabu-
lario cristiano. A veceg podemos encontrar una especie de con-
cordancia entre el pensamiento de Cicern y el de Ia Biblia.
En todo esto, se puede hablar de una falta de fidelidad agus-
tiniana a Ia doctrina de Cicern. Pero, indudablemente, el Obispo
de Hipona ha pensado que el mejor homenaje que poda tributar
al filsofo romano era emplear sus frases, sus ideas y su doc-
trina labradas o vaciadas en moldes cristianos para formar
esa ciencia nueva, clasica siempre, pero igualmente cristiana.

W.^OTRAS INFLUENCIAS

Hemos visto Ia influencia extraordinaria que han ejercido


sobre los escritos agustinianos Virgilio y Cicern. No hemos de
creer, sin embargo, que Ia cultura clsica se limita a estos dos
mximos representantes de las letras latinas. Las obras de San
Agustn, aunque en una proporcin menor como es natural,
recogen el eco y conservan el recuerdo imborrable de otros auto-
res con los cuales se ha puesto en contacto durante sus aos
de estudiante y, sobre todo, en Ia poca de su docencia en
Cartago, en Roma y en Miln. Por las citas y huellas de los
autores latinos que encontramos en los escritos de San Agusti

286. El problema de Ia imitacin o del plagio, como diramos hoy, en Ia


antigedad ha sido objeto de abundantes trabajos, desde diferentes puntos
de vista. Remitimos a Ia lista que recoge Testard, con algunos juicios crticos,
en su obra citada, p. 256, n. 1. Vase tambin p. 219, donde recoge algunas
referencias a obras ms generales.

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SAN AGUSTIN Y LA CLTRA CLASICA 143

podemos afirmar que ha conocido, como los mejores letrados


de su tiempo, Io ms representativo de Ia cultura clsica latina '287.
El xito creciente as su carrera literaria nos autoriza a pensar
que estamos en presencia de un profesor no comn. Es cierto
que no se fija de un modo estable en ninguna de las ciudades
donde ejarce el magisterio. Pero, si atendemos a las razones que
l mismo nos ha conservado para explicar los cambios continuos,
y si consideramos que cada nuevo cambio supone un ascenso
en el escalofn, llegamos a Ia conclusin que seala Marrou m-
Hemos aludido al principio a los cuatro autores principales
que constituan Ia base de todo el programa escolar. Si bien
Virgilio y Terencio, entre los poetas, junto con Cicern y Sa-
lustio, entre los prosistas, formaban Ia base y el centro de los
conocimientos clsicos, haba adems pequeas ontologas que
recogan selecciones de otros autores, que tambin eran estu-
diados en las escuelas de entonces, o que al menos constituan
las lecturas predilectas de los jvenes estudiantes y de los aman-
tes de las letras. Una de estas antologa, que se publica pre-
cisamente en Cartago, capital africana Io mismo en el plano
poltico como en el itelectual m, nos informa de cules eran los
autores preferidos, que estudiaba un joven en lossiglos in-v d. C.
Se limita a los poetas, y se incluyen textos de : Terencio, Virgilio,
Horacio, Catulo, Ovidio, Juvenal, Persio y Marcial 29.

287. Dejamos, de intento, en esta exposici6n los autores griegos que,


aparte de ser mucho menos conocidos por San Agustn, presentan problemas
muy profundos y delicados que no podramos examinar en este lugar. Puede
verse sobre el particular el documentado estudio de CouRCEiLE, Les lettres
grecques en Occident : de Macrobe Cassiodore^ Paris, 1948. En las pp. 137
a 194 ofrece una amplia exposicin del problema. Puede verse en esas mismas
pginas los ltimos datos sobre Ia cuestin si San Agustn saba griego, y
hasta qu grado.
288. Cf. MARROU, Saint Augustin, pp. 54-55. El mismo Agustn nos da
cuenta del estado y del ambiente de las escuelas de Cartago; de Ia poca
seriedad de los estudiantes de Boma: Cf. Confess, rv, 1; IV, a4; TV, 7;
V, 7-8; V, 12-13; VI, 7.
289. Cf. MoNCEAux, P., Les Africains: les Paens, Paris, 1894, pp. 481^86.
290. Poeta,e Lani Minores, TV (Ed. Bahrens), Leipzig, 1882.

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144 JOSE OROZ RETA

No podemos analizar, en toda su amplitud, las citas de todos


los autores latines que se encuentran en lag obras de San Agustn.
Eso sera una tarea que est sobre nuestras fuerzas, y, desde
luego, muy al margen de nuestro estudio presente 2m. Ante esta
realidad, vamos a limitarnos, en gracias a Ia brevedad, aun con
perjuicio de parecer partidistas, a exponer, en sus lneas gene-
rales, Ia influencia de slo tres autores. Hemos elegido a los
tres historiadores latinos que han influido ms directamente,
sino en Ia composicin de Ia Ciudad de Dios, s ciertamente en
Io que se refiere a los conocimientos del mundo clsico que
nos ha conservado San Agustn en dicha obra.
Estos tres autores son : Salustio, Tito Livio y Varrn. Para
nuestro anlisis nos ceimos a Ia Ciudad de Dios, que es donde
ms se hace sentir Ia cultura clsica. Adems, es una obra ya
de Ia madurez intelectual de Agustn.

Como dies Combs, de las citas que hace San Agustn de


los autores latinos, podemos deducir que ha ledo Ia mayor parte
de sus obras. No hay por qu extraarse de ello. Alumno estu-
dioso y apasionado por las letras latinas, San Agustn se ha
nutrido plenamente de sus doctrinas, y se ha penetrado de su
arte. Profesor extraordinario, ha pasado diez aos largos de su
vida, dedicados a Ia explicacin y a los comentarios de dichos
autores 2!12. Por Io mismo es fcilmente comprensible que las
obras agustinianas lleven impreso el sello de Ia influencia de
toda Ia tradicin clsica latina.
Por supuesto, que no en todas sus obras ha calado igualmente
Ia cultura clsica. Ya hemos notado, al hablar de Virgilio y de
Cicsrn, que las citas son ms frecuentes en los escritos de su
juventud, cuando todava desconocael lenguaje de las Escrituras.
Pero, an en los escritos de su edad madura, cuando siente

291. Comtos ha estudiado brenslmamente este problema. S61o es t en


cuanto que expone una visin de conjunto: cf. Saint Augustin et Ia culture
classique, pp. l-33.
292. Of. COMBES, Saint Augustin et o culture classique, p. 18.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 145

necesidad de acudir a los autores latinos, Io hace con Ia facilidad


y frecuencia que hemos notado al tratar de las ideas retricas
agustinianas 2^, y como Io vamos a ver en los primeros libros
de Ia Ciudad de Dios, que se ha podido llamar el panten de
los dioses antiguas, o critica de Ia religin pagana.

SALUSTIO.

Nos sorprende un poco el hecho de que, para San Agustn


como para los estudiantes de su tiempo, fuera Salustio el pre-
ferido, entre los historiadores romanos, frente a Tito Livio y
a Tcito. Pero hemos de tener en cuenta que los africanos pre-
feran los autores del perodo republicano; y sto no por una
mera afectacin de arcasmo sino por unas circunstancias na-
turales. Como escribe Monceaux, el latn del Africa se haba
como injertado en el latn s Ia repblica; y los descendientes
de los emigrantes permanecieron fieles a los clsicos del tiempo
de Ia conquista 294.
Por fin se haba impuesto Salustio, y no sin esfuerzo. En el
circulo de Asinio Polin era de buen gusto despreciar las Historias
y Ia Catilinaria, de Salustio. No faltaron quienes emprendieron
una campaa contra l, y Ie echaron en cara su rebuscado ar-
casmo, enraizado en el viejo Catn 2^. Pero se inici, al mismo
tiempo, otro movimiento de simpata, sobre todo en el crculo de
los prosistas y poetas espaoles. Se Ie proclam el primer histo-
riador de Roma, y se Ie declar superior al mismo Tucdides 296.
Si Quintiliano no dud en llamarle historiae maior auctor 2^,

293. Cf. Oaps. Vl-VHI de nuestro libro La Retrica en los sermone* de


San Agustn, pp. 77-104.
294. Les Africains, pp. 85-86.
295. Cf. QuiNT., Inst. Orat., VIII, 3, 29.
296. Of.SEN., Controuers., III, praef., 8; IX, 1, 3: MART., XW, 191: TAC.,
Ann., in, 30.
297. Inst. Orat., Tl, 5, 19 ; X, 1, 101-102.
10

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146 JOSE OROZ RETA

San Agustn Io dsfine exacta y habilmente como l\sctissim,us


pensator uefborum m, uir dissertissimus Sallustius 2a!>.
Extraa Ia actitud de San Agustn frente a los dos grandes
historiadores de que se sirve en Ia Ciudad de Dios, para exponer
los hechos polticos y guerreros del pueblo romano: Tito Livio
y Salustio. El nombre del primero no aparece ms que dos veces ;
y cuando cita a Salustio casi siempre Io hace nominalmente.
Ciertamente, Ia misma extensin de las obras de Livio podra
representar un obstculo para citarlo a cada paso. Por otra parte,
entre los crculos intelectuales era ms conocido tal vez a
causa de su ms fcil manejo Salustio.

Sin excluir losmotivos que presenta Angus m para explicar


el aparente desdn de San Agustn hacia Tito Livio, y el cario
con que siempre cita a Salustio, creemos que el mismo carcter
y Ia vida de Salustio puede ser una explicacin bastante acep-
table. En efecto, haba vivido en Africa Proconsular como lugar-
teniente de Csar; haba administrado Ia Numidiay durante ese
tiempo, merced a su magnanimidad haba conquistado las vo-
luntades de los africanos que no haban visto en l un caso
ms de Ia avaricia y de Ia rapia de que haban dado muestras
tantos cuestores romanos.
Ademas, como observa Monceaux MI , en su Historia de Yu-
gurta haba narrado Ia ltima lucha de los africanos en pro
de Ia independencia nacional. Por el asunto mismo de esta obra,

298. De beata uita, 31.


299. De ciuit. Dei, VII, Z. Los elogios que dedica a Salustlo son muy
semejantes a los empleados cuando haMa de Cicern o de Virgilio. Con todo
podramos hallar una dierencia bastante clara en Io que se refiere al modo
de citar a estos autores, incluido tambin Livio. Como me ha expresado en
una conversacin Ia Profesora Mohrmann, podramos afirmar que Virgilio,
y de una manera semejante Cicern, son empleados como ornamentos lite-
rarios; Salustio, en cambio, y Tlto Lvio constituyen verdaderas fuentes de
informacin. Por supuesto que en muchos casos ocurre Io mismo con Virgilio
y Cicern.
300. Cf. The sources o/ tfie first ten books, p. 38.
301. Les Africains, p. 89.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 147

al igual que por su vida poltica, pareca pertenecer a Ia opo-


sicin. Por los matices populares de su lengua, e incluso por sus
gustos arcaizantes, Salustlo era ms fcilmente entendido por
los colonos. El historiador por excelencia, historiae maior
auctor, es Salustio, a quien Ia tradicin literaria, erudita y es-
colar, otorgan de consuno el primer puesto entre los historiado-
res romanos, nos dice expresamente Marrou 3I)2.
En los programas escolares apenas si se estudiaba Ia historia,
entendida en el sentido moderno de Ia palabra. A excepcin de
Salustio, Io ms probable es que los historiadores no se estu-
diaban en clase. Pero, como escribe Marrou 3CB, Agustn conoca
otros historiadores, si bien por Io que se desprende del uso que
hace de ellos en Ia Ciudad de Dios, no los ha estudiado sino en
el momento de preparar esta obra. La historia, el derecho y Ia
filosofa constituan, en Ia formacin del orador, Ia ltima etapa
de estudios superiores sm.
En el caso de Agustn, profesor de retrica y perfecto cono-
cedor de Ia cultura clsica, hemos de reconocer cierta familia-
ridad con los historiadores, aunque no entraran dentro de los
programas de Ia eyxvx)aoc r.uiot<.a !t)5. Y por supuesto, en un mo-
mento dado de su vida, cuando ha necesitado acudir a las no-
ticias de los historiadores, Io ha hecho con gran habilidad y
maestra, como vamos a ver.

Al intentar San Agustn Ia crtica del paganismo romano,


no poda por menos de apoyarse, como buen apologista y pole-
mista, en los hechos y en las ideas que haba conservado Ia misma

302. Histore de l'educatioii, p. 374.


30S. Cf. Saint Augustn, p. 19, n. 5.
304. Cf. MARRou, Saint Augustin, p. 109. Haarhoff opina que el estudio
de Ia historia no ha gozado de mucha estima en las escudas de Ia Galia
del siglo iv y v. Segn el antiguo sistema de educacin, desde Ia y x x X u c
T i a t e a d e Posidonio hasta las siete artes liberales, Ia historia se ha en-
contrado sln un lugar en los programas, Cf. Schoolx of Gaul, pp. 205^212.
305. Sobre el significado exacto de estos trminos, cf. MARROu, Saint
Auffustin, pp. 227-230; HAARHOFP, Schools of GuUl1 pp. 71-72.

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48 JOSE OROZ RETA

historia romana. Salustio Ie iba a servir admirablemente, y poda


satisfacer por completo a sus deseos y a Ia finalidad de su obra
ya que, como ha notado un escritor, la descripcin pesimista
de su poca y de los tiempos que describe y sus severas censuras
sobre las depravadas costumbres de Ia Eoma anterior a Ia intro-
duccin del Cristianismo Ie ofreca un instrumento muy til en
manos de Agustn que podra volverlo contra sus ciudadanos m,
En efecto, si para todos los hechos de Ia poltica externa y de
las acciones guerreras de Roma se apoya en Ia autoridad de
Tito Livio, como hemos de ver, para Ia exposicin de Ia evolucin
moral del puebio romano acude a Salustio. En l recoge Ia triste
realidad de un desarrollo y una perversin moral en las cos-
tumbres pblicas y privadas, en Ia vida familiar y en los acon-
tecimientos cvicos, que coincide con el crecimiento del futuro
imperio romano. Agustn se apoya en Salustio para explicar toda
Ia degradacin y perversin del pueblo, a partir de Ia destruc-
cin de Cartago, es decir, cuando ha comenzado Ia desaparicin
de todos los enemigos externos de Ia Repblica 307.
Consecuencia de este estado de cosas son las discordias y las
guerras civiles. Es Ia sublevacin de Ia plebe que reclama sus
derechos y sus libertades frente a los tribunos que desean man-
tener siempre su posicin privilegiada en Ia sociedad. Ser Ia
secesin al Monte Sacro y al Aventino 3tl. Han desaparecido ya
los verdaderos valores morales, y se ha faLsificado Io que hasta
entonces se poda considerar como autntico. Los ciudadanos ya
no se consideran boni et mali ob merita in rempublicam, mnibus
pariter corruptis, sed uti quisque locupletissimus et iniuria uali-
dior pro bono aucebatur m.
Salustio haba sealado un hecho de Ia historia romana que
Agustn no deja de recoger para sus fines polmicos y apolo-
gticos. Los romanas que, en un principio, se haban distinguido

306. ANGus, The sources, p. 38.


307. Of. De ciuit. Dei, n, 18, 1 : SALusr., Hist. 1.
E08. Cf. De ciuit. Dei, HI, 17, 1 : SALLsT., Hist. 1.
309. Ibid.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 149

ms por el perdn de las injurias que por Ia venganza de los


ultrajes recibidos 31, llegaron con el tiempo a Ia consumacin
de todos los crmenes. El autor de Ia Ciudad de Dios, apoyado
en Salustio, apostrofa de esta manera al pueblo romano: Qu
mal haba por el contrario, habra sido un gran bien para
todos qu mal haba en que continuara para siempre aquella
poca que haba descrito Salustio en su obra: igitur initio reges
(nam in terris nomen impert ad primum fuit) diuersi: pars in-
genium, alii corpus exercebant. Etiam tum uita hominum sine
cupiditate agitabatur, sua, cuique satis placebant? :ir.
No podemos dentro de los lmites propuestos, acumular todos
los textos de Salustio que ha recogido San Agustn "12. Ya hemos
dicho que, dada Ia finalidad de Ia Ciudad de Dios, nadie mejor
que Salustio poda ofrecer al santo unos datos detallados y pre-
cisos. Siendo pagano, se habia encargado de estudiar el proceso
evolutivo de Ia poltica romana. Esa misma descripcin de Sa-
lustio en Ia pluma de San Agustn constitua un medio poderoso
para condenar las malas accionss del paganismo y para respon-
der a las burdas acusaciones que se lanzaban contra el Cristia-
nismo. La exposicin agustiniana se apoya firmemente en las
obras de Salustio, que gozaba de Ia admiracin general entre
los paganos.
El autor de Ia Ciudad de Dios saca de las descripciones his-
tricas del autor latino Ia consecuencia de que ni Ia prosperidad
pblica, ni Ia paz cvica, ni Ia justicia en las leyes y en las ins-
tituciones pueden substtir sin Ia virtud y el valor de los ciuda-
danos 313. Deduce Ia naturaleza y las funciones de los cnsules

310. De ciuit. Dei, I, 6: SALLUST., De coniur. Cat,, 6.


311. De ciuit. Dei, ni, 10 : SALLUST., De coniur, Cat., 2.
S12. KuHLMANN ha recogido los lugares paralelos de San Agustn, y
Salustio, cf. De veterum htstoricorum in Augustini De Civitate Dei libro
primo, altero, tertio vestigiis, Schleswig, 1900, p. 2. Es interesante para com-
prender el papel que ha representado en Ia Ciudad de Dios Ia obra de
Salustio, el artculo de KtmpEss, A,, Der Historiker Sallust in Augustins
Gottesstaat, en Theol. Quartalschr., 118, 1937, pp. 341-356.
313. De cluit. Dei, V, 12, 1 : SALLUST., De coniut. Cat., 9.

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150 JOSE OROZ RETA

de su mismo nombre, siguiendo en esto Ia doctrina de Salustio :


Qui cnsules appellati sunt a consutendo, non reges aut aominl
a regnando atque dominando 3U. En cierto modo podemos afirmar
que toda Ia teora de Ia guerra defensiva que expone San Agus-
tn en su obra, se basa en un texto de Salustio 31S.
Para nuestro Santo, una de las causas de las guerras radica
en el fanatismo por Ia gloria que obsesiona a algunos de los jefes.
Analiza un texto de Salustio donde afirma que Csar sn>i mag-
num imperium, exercitum, bellum nouum exoptabat, ubi uirtus
enitescere posset 'm. Concluye de esto el doctor africano, que,
as como al principio el ansia de Ia libertad hizo grandes hazaas
en los campos de batalla, as posteriormente fue Ia avidez de
honorss y el afn de gloria Ia que miseras gentes fkigello agitauit
sanguineo ut esset ubi uirtus eorum enitesceret 317.

En general, cuando San Agustn se apoya en Salustio no


es para discutir hechos de Ia historia romana. Se presenta a sus
ojos como una autoridad irrefutable a Ia que sigue siempre
fielmente. Las sentencias del historiador sirven en Ia Ciudad
de Dios como Ia mejor confirmacin de las doctrinas agustmia-
nas. La formacinagustiniana en los autores clsicos,los aas
de su magisterio, y, mas cercana, Ia necesidad de utilizar los
autores profanos para Ia exposicin de Io que se ha llamado pos-
teriormente Ia dialctica de las dos ciudades, Ie han capacitado
admirablemente para enfrentarse con Ia literatura y Ia historia
clsica. Adems su memoria, feliz y retentiva, Ie ha facilitado
Ia tarea ya que no slo ha conservado las ideas sino incluso sus
mismas frmulas y palabras, que luego aparecen con Ia mayor
naturalidad, sin ayuda de los originales, en sus libros 3B. En el
caso concreto de Salustio, creemos que Agustn no ha citado de

314. De ciuit. Dei, v, 12, 1 : SALLOsi., De coniur. Cat,, 6.


315. Of. CbMBES, G., La doctrine politique de saint AUgUsUn1 Paris,
1927, p. W.
316. De coniur. Cat., S3-54.
317. De ciuit. Dei, V, 12, 2.
318. Of. CoMBES, O., Saint Augustin et Ui culture classique, p, 26.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 151

memoria las palabras del historiador, sin Ia ayuda de sus libros


o, al menos, de algunos apuntes previos. Existen demasiadas
coincidencias literales para admitir citas de memoria, como se
pueden reconocer en el caso de Cicern 31I

TlTo Livio.

Al leer Ia Ciudad de Dios, nos llama poderosamente Ia aten-


cin el hecho, ya registrado por Angus 'm, de que San Agustn
solamente menciona dos veces el nombre de Tito Livio. Una es,
a raz de Ia guerra de SiIa y Mario, y Ia otra cuando habla el
Santo de Ia supervivencia del simulacro de Minerva en medio
de las ruinas a que qued reducida Troya 32:. Pese a esta actitud
de San Agustn frente a Tito Livio, podemos afirmar con el
citado Angus, que Livio es una de las fuentes principales de
informacin... San Agustn sehaba familiarizado con las narra-
ciones de Livio, y con frecuencia Io tiene presente cuando se
refiere a hechos histricos; algunas veces sigue casi literal-
mente las palabras de Tito Livio 3~.
Cuando el Santo recuerda Ia toma de Siracusa por Mar-
celo, con el detalle emotivo de las lgrimas derramadas por el
vencedor ante los muros de Ia ciudad sitiada, ciertamente se
apoya en el relato de Tito Livio 323. Y es tambin el historiador
romano Ia fuente donde Agustn recoge Ia noticia de Ia toma de
Tarento por G. Fabio Mximo Verrucoso, del cual haba escrito
Ennio: Unus homo nobis cunctando restituit rem :!2'.
Si bien el tema del adulterio y el subsiguiente suicidio de Ia

319. Sobre las distintas maneras como San Agustn ha utilizado los
autores clsicos, cf. OoMBES, Saint Augustin et Ia culture cla,osique, pp. 26^33.
Remitimos, para un anlisis ms completo y profundo, a Ia obra de TSSTARD,
Saint Augustin et Cicron, p. 256, nj 1.
320. Of. The sources, p. 26.
321. Cl. De ciuit. Dei, U, 24, 1 ; IH, 7.
222. The sources, p. 27.
323. De ciuit. Dei, I, 6: TlT. Liv., XXV, 24, 11.
S24. De ciuit. Dei, I, 6: TiT. Liv., XXVII, 16, 8.

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152 JOSE OROZ RETA

matrona Lucrecia deba de ser uno de tantos que se desarro-


llaban en las escuelas de declamacin, como seala el mismo
Agustn 325, sin embargo, es Tito Livio quien ofrece a nuestro
autor los detalles ms minuciosos y emocionantes de tal
suceso KS.
Como dice Combs 327, Tito Livio ha proporcionado a San
Agustn el formidable dossier de todas las guerras del pueblo
romano. Podemos comprobar, efectivamente, que el autor de
Ia Ciudad de Dios se apoya en el historiador romano al hablar
de las guerras contra los de Veyes 328; al tratar del saqueo de
Boma por los Galos 329; cuando narra el episodio de las Horcas
Cauainas en Ia guerra con los Samnitas m. Y es igualmente de
Tito Livio donde Agustin ha sacado Ia abundante documenta-
cin que nos ofrece en Ia Ciudad de Dios, cuando habla amplia-
mente de las Guerras Pnicas *31, o de Ia secesin de Ia plebe
al Janculo *32. Asim1smo Tito Livio Ie ofrece Ia noticia del cerco
de Sagunto por los Cartagineses, episodio que Agustn, conmo-
vido, recoge en su obra . Al describir las guerras civiles en
tiempos de los Gracos y luego en Ia poca de Mario y de SiIa,
de Pompeyo y de Csar, de Antonio y de Octavio, podemos supo-
ner que eran, sin duda, las obras de Tlto Livio las que el escritor
cristiano tenia ante Ia mesa de trabajo m.

Es tal Ia coincidencia de detaUes entre San Agustn y Tito


Livio sobre todo en los capitulos 17 y 18 del libro ni de Ia Ciudad
de Dios, que no ha podido por menos de afirmar Angus: En

325. De ciuit. Dei, I, 19, 1.


336. De ciuit. Dei, 1, 19, 1 : TlT. Lw., Hist. I, 57-58.
327. Cf, La doctrine politique, p. 50.
328. De ciuit. Dei, m, 17, 2 : TiT. Lw., Hist. V, 37^9.
329. De ciuit. Dei, UI, 17, 2 : TiT. Lw., Hist. V, 3843.
330. De ciuit. Dei, ni, 17, 2 : TIT. Lrv., Hist. DC, 1-12.
331. De ciuit. Dei, m, 18-19: TTr. Lw., Hist., XXI, 40^1.
S32. De ciuit. Dei, III, 17: Trr. Liv., EpIt. XI.
333. De ciuit. Dei, UI, 20 : Trr. Lw., Hist., XXI, 7-15.
334. De ciuit. Dei, II, 24^0: TlT. Lw., Epit. LXXXVHI.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 153

estos dos captulos no se puede descubrir huellas de ningn otro


escritor que no sea Livio. El slo constituye Ia autoridad en que
se apoya Agustn. Licluso, por Ia manera en que ha seguido el
orden de Ia narracin que nos ofrece Livio, podemos concluir
que tena una copia de sus obras al escribirlos> W5.
En el captulo 18 del libro V, de Ia misma obra, San Agustn
hace las ltimas referencias al gran historiador romano. Como
presintiendo Ia despedida de quien Ie ha servido de gua al travs
de toda Ia historia del gran pueblo romano, recoge conmovido
los testimonios del herosmo esplndido de los antiguos romanos.
Nos recuerda el sacrificio que Brutohace de sus propios hijos "36;
Ia muerte que manda dar el cnsul Manlio Torcuato a su propio
hijo por haber luchado, y luchado valerosamente, pero en con-
tra de sus rdenes 337I el emocionante pasaje de Mucio Esc-
vola m; el no menos aleccionador de Curcio que se despea a
vuelo tendido en su corcel, obedeciendo los orculos de los dio-
ses B9; el sacrificio de los Decios en aras de Ia libertad del
ejrcito romano 34; el herosmo ejemplar de M. Rgulo que, des-
pus de haber vencido a los Cartagineses, no dud un momento
en entregarse en sus propias manos, cumpliendo un juramento
que habia hecho a sus enemigos, y toler todas las crueldades
que con l cometieron antes que suicidarse 341.
Los solos ejemplos que hemos recogido son una prueba de
cmo San Agustn ha logrado familiarizarse con las Historias
de Tito Livio que Ie ha ofrecido un valiossimo arsenal de no-
ticias que ha insertado en su Ciudad de Dios.

333. The sources, p. 30.


336. Cf. TlT. Lnf., H, 5.
33T. OT. Trr. LOT., VIH, 7.
3S8. Cf. TtT. Lxv., EC, 12-13.
339. Cf. TlT. Lw., n, 5.
340. Cf. TiT. Lrv., VHI-X.
341. Of. TiT. Liv., Vin-X.

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154 JOSE OROZ RETA

VARRON.

Varrn era, sin duda, el gran telogo del paganismo. San


Agustn conoca muy bien el papel que haba representado en
su tiempo y Ia actualidad que todava, durante los siglos iv-v,
conservaban sus doctrinas teolgicas en Ia lucha contra las nue-
vas doctrinas del Cristianismo. Por ello no poda dudar en acudir
a las pginas de su monumental obra De antiquitatibus rerum
Humanarum pt Diuinarum, para escribir Ia refutacin ms com-
pleta de las divinidades griegas y latinas.
Gracias a esta diligencia de San Agustn, se nos han conser-
vado tantos y tan importantes fragmentos de Ia citada obra
varroniana que se ha llegado a afirmar que ellos solos bastaran
para darnos un conocimiento exacto de Ia ndole y del contenido
del citado libro. Bn efecto, muchsimas veces, conservando el
mismo orden de los libros de Varrn, San Agustn no ha querido
ni adulterar sus palabras, ni mezclarlas con las de otro autor
cualquiera 343. En realidad, las Antiquitates de Varrn son citadas
y analizadas tan extensamente por San Agustn que Ia filologa
moderna ha sido capaz de intentar una reconstruccin de Ia
obra perdida con verdadero xito m.
El Obispo de Hipona, enamorado de Varrn, no emplea ms
que Ia doctrina y las expresiones y palabras textuales del romano
cuando hace Ia exposicin de Ia religin pagana. De sus labios
y de su pluma salen frases laudatorias, como stas: Vir doctis-
szttMs apiul eos et grauissimae auctoritatis *44; Vir tam insignis
excellentisque peritiae, et Quod de HIo etiam Terpntianus ete-
ffantissimo uersiculo ait : Vir doctissimus undecumque Vo,rrcn 3t5.

342. Cf. AoAHD, B., Quaestiones Varronianae, en Jahrbucher fr class.


Philologie, Supp. Band, 24, Leipzig, 1898, p. 5.
343. Cf. AoAHD, R., De Varronis rerum divinarum libris I, XIV-XVI ob
Augmtino in libr. De ciuitate DeI, IV, VI-VIl excriptis, Leipzig, 1888. Es
interesante tambin Ia obra de FRANCKEN, C. H. J., Fragmenta M, T, Varronis
quae inveniuntur in libris Augu;>tini De Civitate Dei, Leiden, 1836.
344. De ciuit. Dei, IV", 1.
345. De ciuit. Dei, VI, 2.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 155

No duda un momento en acudir a Varrn para Ia exposicin


y Ia refutacin ms completa de Ia teologa pagana, pues nadie
como Varrn habia estudiado el problema de Ia divinidad, como
reconoce el mismo Agustn : Quis M. Varrone curiosius ista quae-
siuit? Quis inuenit doctius? Quis considerauit attentius? Quis
aistinxit acutius? Quis diligentius pleniusque conscripsit? 3m.
No vamos a hacer aqu una exposicin detallada del sistema
tsolgico varroniano, al travs de Ia crtica y refutacin que
del mismo nos ofrece San Agustn 347. De Ia lectura de Ia primera
parte de Ia Ciudad de Dios se deduce que Varrn es Ia principal
fuente literaria para los libros rv, VI y VII de dicha obra. Agustn
se ha servido del escritor latino especialmente para las noticias
acerca de Ia religin y de Ia mitologa romana, para Ia clasifi-
cacin y nombres de los dioses y diosas, y para indicar sus rela-
ciones mutuas, sus funciones propias, sus ritos, etc.
En los primeros captulos del libro XDi del De ciuitate Dei,
Agustin ofrece un anlisis riguroso del De philosophia, de Varrn.
Estos anlisis agustinianos nos son tanto ms valiosos cuanto
que constituyen Ia resea de una obra perdida. Al mismo tiem-
po pueden demostrarnos de alguna manera los mtodos de tra-
bajo del autor de Ia Ciudad a Dios.

DeI rapidsimo estudio, o si queremos ser ms exactos de


estos apuntes generales que hemos ofrecido sobre los tres histo-
riados, mximos representantes en Ia Ciudad de Dios, y de las
citas que encontramos esparcidas a Io largo de todas sus obras,
sacamos Ia conclusin de que Agustn haba realizado una lec-
tura atenta de casi toda Ia literatura latina. Adems no se con-
tent con leer las obras de los clsicos, sino que ha analizado y

346. Cf. todo el cap. 2, del Ubro VI, que es una alabanza continua
a Varrn.
347. Sobre el sistema varroniano acerca de Ia teologa pagana y sobre
el anlisis del m:smo a Ia luz de Ia Teologa, vase nuestro artculo Introduc-
cin a una vtheologia agustino-varroniana, vista desde to Ciudad de Dios,
en L,a Ciudad de Dios (Estudios sobre La Ciudad de Dio$\ nm. extr., vol. I,
1955, pp. 459^r73.

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156 JOSE OROZ RETA

ha discutido todos los libros profanos que, de cerca o de lejos,


podian interesar a sus grandes ensayos para Ia exposicin y Ia
defensa del Cristianismo. El estudio profundo de sus obras da,
efectivamente, Ia sensacin y produce Ia conviccin de que ha
asimilado tan extensamente el pensamiento y el arte antiguos
para poder enriquecer, con todas las experiencias y todos los
descubrimientos del pasado, el pensamiento y el arte cris-
tianos m.

CONCLUSIN.

Esta es, a grandes lneas, Ia postura de San Agustn frente


a Ia cultura clasica. No slo en cuanto puede considerarse un
crtico de dicha cultura, sino, sobre todo en Io que podemos
llamarle, por emplear una frase del tantas veces citado Marrou,
lettr de Ia dcadence m. Efectivamente, dejando a un lado
esta nocin no bien deflnida de decadencia que nos tiene ya
familiarizados a hablar de ocaso de Ia civilizacin antigua desde
los tiempos de Gibbon, San Agustn se nos representacomo el
ms genuino representante de Ia cultura literaria, no de Ia
cultura cientfica, de Roma, en los siglos iv y v.
El mismo medio ambiente en que ha vivido San Agustn ha
hecho que frente a Ia erudicin literaria, frente a las preocupa-
ciones lingsticas o retricas, frente al afn por Ia oratoria y
el estila, se haya dejado a un lado el espritu cientfico, que para
nuestra cultura moderna representa el espritu mismo de Ia
cultura. La ciencia para Agustn, como para sus contemporneos,
se reduce, como ha observado certeramente Marrou m, a Ia eru-
dicin literaria y a una coleccin de hechos extraordinarios
ntrabilia. Pero hay que tener en cuenta que esto, lejos de
representar un defecto en Ia cultura de San Agustn, no es ms

348. Saint Augustin et Ia culture cUissique, p. a3.


349. Of. Saint Aiujustin, p. 964 y ss. donde ofrece una crtica exacta del
problema.
350. Cf. Saint Augustin, pp. 67&483.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 157

que una de las caractersticas de su tiempo e incluso de toda Ia


antigedad. Y tal vez, eso que un crtico severo pudiera consi-
derar como un defecto o una falta en Ia plenitud cultural coloca
a San Agustn en Ia primera fila de los humanistas.
Se ha notado que el paganismo no posea Ia idea del pro-
greso, y como caracterstica del pensamiento que exista en Ia
literatura romanase suelen citar aquellos versos de Horacio mi:
Aetas parentum peior auis tulit
nos nequwres, moa: daturos
progeniem uitiosiorem.
Por el contrario, el Cristianismo encierra en s mismo, por
supuesto en el sentido espiritual, una idea de progreso, que
depende de Ia verdad y de Ia vivencia o viveza que poseen los
ideales, en cuanto son fuente de inspiracin. Basta pensar, por
ejemplo, en los poemas de Paulino de Pella "52, en los cuales se
advierte el vigor y Ia inspiracin que brota de una emocin
religiosa.
Si establecemos un paralelo entre Ia cultura que propugna
San Agustn nos referimos ahora, concretamente, al aspecto de
Ia oratoria y Ia retrica de su tiempo, advertimos tambin
una superacin. Aunque en el aspecto tcnico se basa en gran
parte en Ia doctrina de Cicern, y aunque sus sermones abun-
dan en paralelismos, anttesis, homoiotleuta, juegos de pala-
bras, etc. 3K1, se observa una gran diferencia con los modelos
anteriores: Ia elocuencia ya no se basa principalmente en las
reglas y preceptos retricos, sino en un conocimiento genuino
y en Ia verdadera sabidura. En definitiva era un retorno a los
ideales de fccrates y de Cicern, que gradualmente se haban
ido olvidando.

351. Carm., TZT, 7, 45^8.


332. Cf. HAARHOFF, Schools Of Gaul, pp. 256-257.
353. CJf. nuestro libro, La retrica en los sermones de San Agustn, donde
nos ocupamos ampUamente de todos esos artificios retricos, en especial
pp. 267-313.

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158 JOSE OROZ RETA

Igualmente podemos observar esa diferencia en Ia teora de


Ia educacin cristiana. Si Agustn ha podido condenar Ia uana
sed peritura curiositas, en virtud de aquel principio suyo fun-
damental frui - uti, no es menos cierto que el ideal religioso
del cristianismo, como ha afirmado Marrou m, representaba para
Ia cultura antigua un principio de realizacin y poda conver-
tirse en el punto de partida de un renacimiento literario y
cultural. La filosofa, en el esquema agustiniano del conoci-
miento, nos debe hacer conocer el orden de las cosas, es decir,
Ia verdadera jerarqua de los valores. La perspectiva total del
hombre y del universo 3^ va siempre determinada por Io divino,
al cual todo est relacionado.

Aunque podemos considerar a San Agustn influenciado ple-


namente por Ia cultura clsica, hemos de reconocer que sabe
emplear sus artificios retricos y su misma dialctica para probar
cuestiones qus se refieren al inters de sus contemporneos:
los hechos histricos que Ie proporcionan Salustio y Tito Livio,
al igual que todo el caudal de Virgilio y de Cicern, toda Ia cul-
tura clsica de Ia antigedad ser puesta al servicio de Ia causa
del Evangelio.
Agustn, consecuente con las ideas de su tiempo, ha esta-
blecido una perfecta dicotoma entre las ciencias profanas y el
conocimiento sagrado, que ha de tener consecuencias fundamen-
tales en Ia historia de Ia cultura. Podemos decir que a partir
de su muerte, durante dos siglos Ia influencia de San Agustn
fue extraordinaria, y sus ideales culturales marcaron igualmente
Ia cultura de los siglos v y vi. Dawson ha afirmado que Ia doc-
trina agustiniana, bajo una forma simplificada, se convirti en
el patrimonio intelectual de Ia Iglesia de Occidente en el me-
dioevo 8M.

354. Saint Augustin, pp. 683-685.


355. CTf. De ordine, Tl, 18; I, 9; II, 16.
356. Of. Le mayen uge, p. 84.

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SAN AGUSTIN Y LA CULTURA CLASICA 159

Podemos advertir en S, Agustn el final de una poca y el co-


mienzo de una nueva. Se ha podido definir a Agustn, con un poco
de exageracin, als antiker und mittelalterlicher Mensch 3^,
o como der letze antike, der erste moderne Mensch 35I De todos
modos, si estas definiciones nos pueden parecer un tanto exage-
radas e imprecisas, como ha sealado Marrou 359, hemos de re-
conocer que Io mismo Ia cultura agustiniana que Ia cultura del
medioevo latino son de inspiracin religiosa y cristiana. La tra-
dicin que penetra en Ia Edad Media, de carcter marcadamente
agustiniano y teolgico, inicia un abandono progresivo de Ia
cultura clsica. TaI vez Ia misma profundidad del pensamiento
agustiniano ha limitado el dominio de Ia actividad intelectual
y ha hecho concentrar toda Ia atencin sobre los dos polos de
Ia vida espiritual agustiniana: Dios y el alma 3M.
Lidudablemente frente al politesmo y Ia irreligiosidad del
mundo clsico al menos en sentido relativo surge una nueva
concepcin del sentido religioso de Ia existencia y de Ia cultura
que es Ia que se perpeta en toda Ia Edad Media, con sus de-
fectos y sus ventajas. En este cambio ocupa un puesto preemi-
nente San Agustn, al cual si no podemos calificar, con todo
rigor, como el primer hombre del medievo, s que hemos de
considerar como un hombre o como un eslabn intermedio,
gracias al cual, junto con el renacimiento que se inicia en Ia
poca carolingia, Ia cultura clsica ha logrado salvar las fron-
teras que existen entre Ia muerte y Ia vida: entre Ia decadencia
de Ia cultura antigua y el nacimiento de un verdadero huma-
nismo, en el sentido cristiano de Ia palabra.

FR. JOSE OROZ RETA


Agu$tino Recoleto

357. Cf. REiTZENSTEn, R., Augustin als antiker una cUs mittelalterlicher
Men>;ch., Leipzig, 1934 (Citado por Marrou).
358. Cf. NiELSEN, (Citado por Marrou, Saint, Augustin, p. 691, n. 5).
359. Cf. MARROU, Saint Augustin, p. 691.
360. Cf. De ordine, II, 18; Soliloq. 1, 2; 2, 1.

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169 JOSE OROZ RETA

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