De Giorgi - Castigo y Economia Politica
De Giorgi - Castigo y Economia Politica
De Giorgi - Castigo y Economia Politica
Alessandro de Giorgi
Universidad San Jose, Estados Unidos
[email protected]
Resumen Abstract
Este artculo propone una actualizacin de This article proposes a revision of the per-
la perspectiva de la economa poltica del cas- spective of the political economy of punish-
tigo. A partir de un amplio recorrido por dis- ment. From a detailed look at various authors,
tintos autores, tanto clsicos como contempo- both classic and contemporary, it promotes
rneos, promueve algunos de los lmites de some of the limits of this analytical perspec-
esta perspectiva analtica, y, a la vez, diferen- tive, and, at the same time, different contri-
tes aportes para superarlos. En este sentido, butions to overcome them. In this sense, the
el artculo proporciona algunos lineamientos article provides some guidelines for the con-
para la construccin de una economa poltica struction of a post-reductionist political econ-
post-reduccionista del castigo, la cual pueda omy of punishment, which can establish rela-
establecer relaciones entre la dimensin eco- tionships between economic and symbolic
nmica y simblica del castigo, los efectos dimension of punishment, the broader govern-
gubernamentales ms amplios generados por mental effects generated by penal strategies
las estrategias penales y los acuerdos polti- and the specific politico-institutional arrange-
co-institucionales especficos mediante los ments through which the relations between
cuales las relaciones entre castigo y estructura punishment and social structure are medi-
social son mediados. Finalmente, enfatiza la ated. Finally, emphasizes the possibility that
posibilidad de que la criminologa neo-mar- the neo-Marxist criminology can approach the
xista pueda abordar las polticas penales como penal politics as a set of material and symbolic
un conjunto de prcticas materiales y simb- practices that contribute to the overall repro-
licas que contribuyen a la reproduccin glo- duction of capitalist social formations and of
bal de las formaciones sociales capitalistas y their specifical regimes of accumulation.
de sus especficos regmenes de acumulacin.
Key words
Palabras clave Post-reductionist political economy of pun-
Economa poltica post-reduccionista del ishment, less eligibility, regime of accumu-
castigo, menor elegibilidad, rgimen de acu- lation, symbolic dimension of punishment.
mulacin, dimensin simblica del castigo.
* Publicado originalmente en Sparks, Richard y Simon, Jonathan (eds): The Sage Handboook on Puni-
shment and Society, Sage, London, 2012. Traduccin del ingls de Federico Abiuso (Universidad de
Buenos Aires, Argentina).
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Desde sus orgenes en las primeras dcadas del siglo XIX, y en la mayor parte del
siglo XX, la criminologa ha consistido en el estudio del delito antes que el estu-
dio del castigo: castigos, polticas criminales y estrategias de control social no fueron
los objetos del anlisis criminolgico, sino ms bien herramientas para gobernar la
cuestin criminal. El objetivo principal de la criminologa, particularmente en sus co-
rrientes positivistas, fue la produccin cientfica de estrategias efectivas para el go-
bierno de la desviacin y la criminalidad (Pasquino, 1980).
Sin embargo, entre fines de 1960 y principios de 1970, estos lmites epistemolgi-
cos fueron desafiados por la emergencia de perspectivas radicales acerca del castigo
y el control social. El principal blanco de este nuevo enfoque crtico fue exactamente
el paradigma positivista que haba dominado el campo de investigacin criminolgica
desde su muy temprano nacimiento. El rechazo de aquello que David Matza defini
clebremente como la perspectiva correccional (Matza, 1969: 15-40), concierne en
primer lugar a los principios tericos y metodolgicos de la criminologa positivista
su presumida neutralidad cientfica, el supuesto segn el cual los problemas socia-
les tenan causas objetivas que los cientistas sociales podan descubrir a travs de me-
todologas adecuadas y la ambicin de revelar verdades objetivas sobre el comporta-
miento criminal. Ms importante, la emergente nueva criminologa (Taylor et al.,
1973) cuestionar las implicancias polticas del enfoque positivista en particular, su
nfasis en la elaboracin de estrategias que puedan dirigirse efectivamente a las cau-
sas de desviacin, corregir criminales e idealmente erradicar al crimen en s mismo.
El contexto poltico de la dcada de 1960, con su crtica radical de todas las insti-
tuciones represivas (familia, universidad, asilo, crcel), y la irrupcin del marxismo
al interior del campo acadmico, prepararon un terreno frtil para la emergencia de
perspectivas crticas acerca del control social y penal1. Las formas de castigo, antes
que las causas del delito, se convirtieron en el foco de la nueva agenda criminolgica.
En particular la prisin, la peculiar tecnologa de castigo de la modernidad, se con-
virti en objeto de indagacin crtica. Numerosos estudios comenzaron a investigar la
trayectoria histrica a travs de la cual el encarcelamiento reemplaz las formas an-
teriores de castigo y las razones de su persistencia en las sociedades contemporneas.
Mirando ms all de la legitimacin retrica de la prisin la defensa de la socie-
dad del crimen en el nombre de la seguridad pblica, investigadores crticos em-
pezaron a revelar sus funciones latentes.
Las teoras del derecho penal que deducen los principios de la poltica penal de los inte-
reses de la sociedad en su conjunto son deformaciones conscientes o inconscientes de la
realidad. La sociedad en su conjunto no existe sino en la imaginacin de los juristas: no
existen de hecho ms que clases que tienen intereses contradictorios. Todo sistema hist-
rico determinado de poltica penal lleva la marca de los intereses de la clase que lo ha rea-
lizado. (Pashukanis, 1976: 149)
un anlisis cultural del rol de los pnicos morales en politizar la crisis de sociedades
tardo-capitalistas (Hall et al., 1978), o en la deconstruccin de los discursos penales
en tanto aparatos ideolgicos del Estado (Althusser, 1971), el terreno est plantea-
do para una crtica materialista del castigo como una herramienta del control de clase.
2 Cabe destacar aqu que algunos aos antes de la publicacin de Pena y estructura social, Georg Rus-
che ya haba expuesto algunas de sus ideas en dos artculos. El primero de ellos, publicado original-
mente en 1930 en el peridico alemn Frankfurter Zeitung, analizaba las condiciones carcelarias en
los Estados Unidos en la poca de la Depresin (Rusche, 1980). El segundo, concebido como un pro-
yecto de investigacin para el Instituto de Investigacin Social en Frankfurt y publicado en 1933 en la
revista Zeitschrift fr Sozialforschung, delineaba los principales conceptos de la crtica materialista del
castigo (Rusche, 1978).
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De hecho, los dos procesos, acumulacin de los hombres y acumulacin del capital, no
pueden separarse; no habra sido posible resolver el problema de la acumulacin de los
hombres sin el crecimiento de un aparato de produccin capaz a la vez de mantenerlos y
de utilizarlos; inversamente, las tcnicas que hacen til a la multiplicidad acumulativa de
los hombres aceleran el movimiento de acumulacin de capital. (Foucault, 2008: 254)
De acuerdo con esta lgica, la asistencia pblica nunca debe elevar las condicio-
nes de vida de los indigentes por encima de los estndares de vida disponibles para los
ms pobres entre los pobres que trabajan; de lo contrario, la ayuda pblica se volvera
ms elegible (ms deseable) que el trabajo asalariado. La intuicin de Georg Rus-
che fue aplicar este principio de menor elegibilidad al anlisis del cambio penal: desde
que la meta de cualquier sistema penal es disuadir a las clases ms marginalizadas de
la sociedad de cometer delitos de desesperacin (Rusche, 1978: 4) violando as la
advertencia capitalista de confiar nicamente en su trabajo para sobrevivir se sigue
que las condiciones generales de vida disponibles en las zonas ms bajas de la estruc-
14 Alessandro de Giorgi | Castigo y Economa Poltica
tura de clase determinarn los estndares de vida para aquellos que se encuentren atra-
pados en la red del sistema penal. En las palabras de Rusche:
Aunque la experiencia ensea que tambin los estratos superiores violan la ley en algunas
oportunidades, resulta indiscutible que la abrumadora mayora de la poblacin carcelaria
proviene de las capas ms bajas del proletariado. Por ello, si la ejecucin penal no desea
contradecir su funcin deber ser de una naturaleza tal, que incluso las capas ms predis-
puestas a la comisin de hechos criminales prefieran una existencia miserable en libertad,
a la vida bajo las presiones del sistema penal (Rusche, 1984: 266)
Estas reflexiones podran ser expuestas en forma general afirmando que todos los esfuer-
zos dedicados a la reforma del sistema punitivo encuentran su lmite en la situacin de las
capas ms bajas, pero socialmente significativas, del proletariado, a las que la sociedad
pretende mantener alejadas del crimen. Por ello, toda reforma del sistema penal, por ms
humanitaria que pretenda ser, est condenada a permanecer en el nivel de mera fantasa.
(Rusche, 1984: 267)
cas del mercado estableceran el precio justo del trabajo, as como de cualquier otra
mercanca: un aumento en la poblacin obrera excesiva para las necesidades medias
de valorizacin del capital y por tanto superflua (Marx, 2011: 784) disminuir el va-
lor del trabajo humano, empeorndose as las condiciones de la clase obrera. La con-
secuencia, siguiendo el principio de menor elegibilidad, es que cualquier incremento
en el tamao de la poblacin excedentaria impulsar polticas penales ms severas:
Las masas desempleadas, que tienden a cometer delitos de desesperacin por padecer
hambre y privacin, nicamente pararn de hacerlo a travs de sanciones crueles. La po-
ltica penal ms efectiva parecera ser el castigo corporal severo, si no la exterminacin
despiadada [] En una sociedad en la cual los trabajadores son escasos, las sanciones pe-
nales tienen una funcin completamente distinta. Ellas no tienen que parar a las personas
hambrientas de satisfacer sus necesidades bsicas. Si todos los que quieren trabajar pue-
den encontrar trabajo, si la clase social ms baja consiste en trabajadores no cualificados y
no en miserables trabajadores desempleados, entonces el castigo es requerido para hacer a
los reacios trabajar, y para ensear a otros delincuentes que se tienen que contentar con el
ingreso de un trabajador honesto (Rusche, 1978: 4).
3 Para un anlisis del retorno de los castigos corporales en los Estados Unidos durante el ltimo cuarto
del siglo XX, ver Cusac (2009).
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Despus de su publicacin en 1939, Pena y estructura social fue casi olvidado du-
rante mucho tiempo, tanto por historiadores de la pena como por criminlogos. Su cr-
tica econmico-poltica del castigo desapareci prcticamente del mbito de la teora
criminolgica hasta la publicacin de la segunda edicin del libro, en 1969, la cual
impuls una renovacin de la perspectiva estructural de Rusche y Kirchheimer al in-
terior del emergente campo de la criminologa crtica. Tanto el olvido inicial como el
sucesivo inters en la economa poltica del castigo tiene una explicacin histrica: la
4 Para una reconstruccin amplia de la compleja historia de Pena y estructura social, detallando tanto
las vicisitudes biogrficas de Rusche y la problemtica reelaboracin del manuscrito original por parte
de Otto Kirchheimer, ver Melossi (1978, 1980).
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primera edicin del libro fue publicada en un periodo caracterizado por una fuerte ad-
versidad al Marxismo en los Estados Unidos y para las ciencias sociales en Europa. El
advenimiento de los regmenes totalitarios, la Segunda Guerra Mundial, y ms tarde,
el enfoque tecnocrtico de los problemas sociales (entre los cuales se incluye el delito)
propio de la reconstruccin posblica, conjuraron todos ellos contra el xito de Pena y
estructura social y su perspectiva materialista. Fue nicamente en la transformada at-
mosfera cultural de las dcadas de 1960 y 1970, el contexto al interior del cual la cr-
tica estructural elaborada por Rusche y Kirchheimer poda ser redescubierta. Aunque
no siempre inspirados por el marco neo-marxista, las historias revisionistas del casti-
go que aparecieron entre fines de los 60s y principios de los 80s expresaron la amplia
influencia (fuere reconocida o no) de Pena y estructura social (Platt, 1969; Foucault,
1977; Ignatieff, 1978; Melossi y Pavarini, 1981).5
En otro lugar analic la relacin entre la teora Marxista y la emergencia de las his-
torias radicales del castigo (De Giorgi, 2006: 9-19). Aqu me voy a concentrar espec-
ficamente en Crcel y fbrica de Dario Melossi y Massimo Pavarini, ya que lo consi-
dero como el esfuerzo ms sistemtico de desarrollar una crtica poltico-econmica
de la historia de la crcel. Este libro sita el nacimiento de la crcel en aquella fase
especfica del desarrollo capitalista que Marx describi como la acumulacin origi-
naria (Marx, 2001: 891). En sus estadios iniciales, el capitalismo tena que crear las
condiciones para su propio desarrollo, lo que requera en primer lugar la creacin de
la fuerza de trabajo capitalista. Con miras a establecer un nuevo sistema de produccin
basado en el trabajo asalariado, el capital tuvo primero que separar a los productores
de sus medios de produccin, desentraando la estructura econmica de la sociedad
feudal; a continuacin, tuvo que transformar a las poblaciones desposedas, generadas
por esa disolucin, en una disciplinada y unificada clase obrera.
De este modo, el capitalismo liber a la mano de obra de la explotacin feudal,
pero nicamente para sujetarla a una forma puramente econmica de subordinacin.
Por lo tanto, la liberacin del trabajo adopt la forma de una expropiacin de los
productores, reemplazando un tipo de esclavitud por otro:
Con ello, el movimiento histrico que transforma a los productores en asalariados aparece
por una parte como la liberacin de los mismos respecto de la servidumbre y de la coercin
gremial, y es este el nico aspecto que existe para nuestros historiadores burgueses. Pero
por otra parte, esos recin liberados slo se convierten en vendedores de s mismos despus
de haber sido despojados de todos sus medios de produccin, as como de todas las garan-
tas que para su existencia les ofrecan las viejas instituciones feudales (Marx, 2011: 894).
5 En las primeras pginas de Vigilar y castigar, Michel Foucault reconoce que del gran libro de Rusche
y Kirchheimer se puede sacar cierto nmero de puntos de referencia esenciales, agregando que po-
demos, indudablemente, plantear la tesis general de que, en nuestras sociedades, hay que situar los
sistemas punitivos en cierta economa poltica del cuerpo (Foucault, 2008: 33-34).
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La consolidacin del sistema de la fbrica le dio nacimiento al proceso que Marx defi-
ni como subsuncin real del trabajo en el capital (Marx, 2009: 59-60). En el esfuerzo
del capitalismo por establecerse como el nuevo modo de produccin, las varias tipologas
de trabajo pre-capitalistas quedan subsumidas bajo la forma general del trabajo asalaria-
do abstracto. De esta manera, los productores independientes son convertidos en fuerza
de trabajo de carcter social, y el trabajador colectivo reemplaza al obrero individual:
Con el desarrollo de la subsuncin real del trabajo en el capital o del modo de produccin
especficamente capitalista, no es el obrero individual sino cada vez ms una capacidad de
trabajo socialmente combinada lo que se convierte en el agente real del proceso laboral en
su conjunto [] las diversas capacidades de trabajo que cooperan y forman la mquina
productiva total participan de manera muy diferente en el proceso inmediato de la forma-
cin de las mercancas o mejor aqu de productos (Marx, 2009: 78-79).
Punishment and social structure sobrestima el papel de las fuerzas econmicas en la con-
formacin del sistema penal. Subestima de manera drstica la importancia de las fuerzas
ideolgicas y polticas, y apenas habla de la dinmica interna de la administracin penal y
de su papel en la determinacin de las polticas. Tampoco menciona los smbolos y men-
sajes sociales que transmiten las medidas penales al pblico que se apega a la ley y, por
ende, no contempla las maneras en que estas preocupaciones simblicas ayudan a moldear
la trama de las instituciones penales (Garland, 2010: 134).
6 Siguiendo el trabajo reciente de David Harvey, aqu empleo el trmino neoliberalismo para identificar un
proyecto poltico desarrollado por las elites de poder occidentales, particularmente en los Estados Unidos
y el Reino Unido, entre fines de los 70s y comienzos del 2000, con miras a reestablecer las condicio-
nes para la acumulacin del capital y restaurar el poder de las elites econmicas (Harvey, 2011: 24-6)
despus de la agitacin social de los 60s y comienzos de los 70s. Como sistema poltico-econmico, el
neoliberalismo enfatiza la libertad individual sobre la responsabilidad social, la competicin antes que la
cooperacin, fuerzas de mercado ms que intervenciones estatales, la circulacin del capital sobre la re-
gulacin financiera, e intereses corporativos ms que los derechos de las agrupaciones de trabajadores.
7 Esta afirmacin parecera pasar por alto las contribuciones de aquellos autores particularmente Da-
vid Garland (1985, 1990; pero tambin ver Howe, 1994) quienes durante las dcadas de 1980
y 1990 entablaron una conversacin crtica con la economa poltica del castigo. Sin embargo, el se-
alamiento que querra hacer es que la mayora de estos trabajos se centraron en estigmatizar la in-
capacidad de la perspectiva neo-marxista de comprender las dimensiones simblicas y culturales del
castigo, antes que fomentar un avance significativo en este enfoque.
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Sin embargo, lo que ms importa aqu es la insistencia de Foucault en que las es-
trategias penales (y las tecnologas gubernamentales en general), no deben ser vistas
simplemente como herramientas represivas para el control de los pobres, sino ms
bien como elementos de racionalidades ms amplias para el gobierno de formacio-
nes sociales enteras.
Siguiendo esta perspectiva, en un trabajo reciente Jonathan Simon (2007) sita su
crtica del experimento penal norteamericano dentro de un marco terico que es muy
distante de aquel avanzado por Rusche y Kirchheimer. El nivel privilegiado por Si-
mon es el de un anlisis socio-legal y poltico de las racionalidades gubernamentales
que emergieron como consecuencia de la creciente centralidad de la cuestin penal
en Estados Unidos. En los ltimos treinta aos la continua proliferacin de discursos,
prcticas y conocimientos en torno al delito y al castigo habra resultado en una distin-
tiva racionalidad gubernamental a la cual Simon llama gobernar a travs del delito:
Cuando gobernamos a travs del delito, hacemos que el delito y los saberes que se han ido
asociando al delito [] pasen a estar disponibles fuera de los lmites de sus dominios te-
mticos originales y se conviertan en herramientas poderosas con las que cualquier forma
de accin social se puede interpretar y presentar como un problema de gobernanza (Si-
mon, 2011: 32).
partir de la interaccin diaria entre ciudadanos (no nicamente los pobres) y un poder
de castigar que es parte de una estrategia ms amplia para regular lo social.
Sin embargo, querra sugerir que esta reconfiguracin de las tecnologas guberna-
mentales no est desconectada de las profundas desigualdades estructurales que afectan
el escenario social y urbano de la sociedad norteamericana. La difusin molecular de
los efectos de poder asociados a este nuevo modelo de gobernar a travs del delito no
implica que esos efectos se expandan uniformemente. Si bien podemos coincidir con
Simon de que deberamos concentrarnos en que tanto la justicia penal, concentrada en
lo que sucede en las comunidades pobres, como el sector privado, que se ocupa de los
espacios protegidos de la clase media, son modos de gobernar a travs del delito espe-
cficos de una clase social pero interactan entre s (Simon, 2011: 18), asimismo nece-
sitamos enfatizar que estas racionalidades de gobierno no generan efectos similares (o
incluso comparables) en diferentes latitudes de la jerarqua socioeconmica norteame-
ricana. El argumento neo-foucaultiano segn el cual el delito no gobierna slo a lo que
se encuentran en un extremo de las estructuras de inequidad (Simon, 2011: 34), ne-
cesita estar adecuado a la perspectiva marxista de que las estrategias penales contribu-
yen a la reproduccin global de esas varias estructuras de desigualdad socioeconmica,
en direcciones que resuenan con las dinmicas actuales de la acumulacin capitalista.
Ms an, la configuracin actual de esta simbitica relacin entre las tecnologas
penales y los procesos socioeconmicos no puede darse por sentada, ni puede presu-
mirse que se desenvuelva a lo largo de las mismas coordenadas a travs de todas las
sociedades tardo-capitalistas. Esta cuestin arroja luz sobre la tercera temtica que me
gustara discutir aqu: los acuerdos poltico-institucionales especficos mediante los
cuales las relaciones entre castigo y estructura social son mediados. Semejante tem-
tica tambin apunta a lo que John Sutton recientemente identific como una seria fa-
lencia terica en la economa poltica del castigo: su tendencia a asumir que todas las
economas capitalistas son lo mismo y que los ciclos de negocios son totalmente ex-
genos a otros tipos de procesos sociales (Sutton, 2004: 171).
La cuestin de la falta de anlisis institucionales comparativos en los postulados
neo-marxistas acerca del cambio penal fue recientemente planteada por perspectivas
tericas directamente vinculadas (si no internas) al marco poltico-econmico (Sutton,
2004; Cavadino y Dignan, 2006; Lacey, 2008). En The Prisoners Dilemma, a modo
de ejemplo, Nicola Lacey ubica expresamente su anlisis en el campo materialista,
aceptando ampliamente el argumento segn el cual las tendencias penales actuales tie-
nen que estar enlazadas a las transformaciones socioeconmicas que afectan las socie-
dades de capitalismo tardo. Sin embargo, antes que asumir una extensin global de la
ideologa neoliberal sustentada por un giro uniforme hacia la severidad penal, Lacey
proporciona un detallado anlisis comparativo de las distintas variedades de capita-
lismo que existen en el mundo occidental (Hall y Soskice, 2001), y sugiere que hay
que darles el peso apropiado a sus caractersticas especificas en el anlisis del castigo
y de la estructura social:
Delito y Sociedad 41 | ao 25 | 1 semestre 2016 27
Mi anlisis se construye en las teoras estructurales inspiradas por el marxismo, pero argu-
menta que las fuerzas poltico-econmicas estn mediadas, en el nivel macro, no slo por
filtros culturales, sino tambin por instituciones econmicas, polticas y sociales [] Es
esta estabilizacin institucional y la mediacin de las fuerzas estructurales y culturales, y
el impacto que esto tiene en los intereses percibidos por grupos relevantes de actores so-
ciales, lo que produce la significante y persistente variacin en todos los sistemas que es-
tn atravesando estadios similares de desarrollo capitalista (Lacey, 2008: 57).
La dependencia del delito y del control del delito de las condiciones histricas y econmi-
cas no provee, sin embargo, una explicacin total. Estas fuerzas no determinan por si solas
el objeto de nuestra investigacin y por s mismas son limitadas e incompletas de varias
maneras (Rusche, 1978: 3).
8 Bob Jessop y Ngai-Ling Sum sintetizaron del siguiente modo el enfoque distintivo de la escuela de re-
gulacin: El enfoque de la regulacin es una variante de una economa evolutiva e institucional que
analiza la economa en su sentido ms amplio, en tanto que incluye tanto factores econmicos como
extra-econmicos. Interpreta la economa como un conjunto socialmente integrado, socialmente regu-
larizado y estratgicamente selectivo de instituciones, organizaciones, fuerzas sociales y acciones orga-
nizadas alrededor de, o al menos envueltas en, la reproduccin capitalista (Jessop y Sum, 2009:91).
30 Alessandro de Giorgi | Castigo y Economa Poltica
del siguiente modo la consistencia interna entre las dimensiones econmicas, institu-
cionales y culturales de este rgimen especfico de acumulacin:
Como lo afirma Melossi, en algn momento, a mediados de los aos setenta el siste-
ma social comenz a exprimir a la clase obrera para el jugo de la produccin, no slo
con una mano, sino con ambas al mismo tiempo (Melossi, 2012b: 279-280).
En el contexto de este realineamiento general del poder social por toda la estructura
de las sociedades tardo-capitalistas, es donde debe situar su crtica un anlisis materia-
lista del cambio penal contemporneo. Y como tal, debe ser capaz de tomar en cuen-
ta no nicamente las dinmicas cuantificables del mercado laboral, sino tambin las
transformaciones polticas, institucionales y culturales que contribuyeron a redefinir
las estructuras existentes de desigualdad socioeconmica en el despertar de un nuevo
y emergente rgimen de acumulacin capitalista.
Con miras a ilustrar algunas de las implicancias tericas de este giro cualitativo,
vuelvo una vez ms a la formulacin original de Rusche acerca del concepto de menor
elegibilidad como la lgica que gobierna la relacin entre castigo y estructura social:
Todos los esfuerzos dedicados a la reforma del sistema punitivo encuentran su lmite en
la situacin de las capas ms bajas, pero socialmente significativas, del proletariado, a las
que la sociedad pretende mantener alejadas del crimen. Por ello, toda reforma del sistema
penal, por ms humanitaria que pretenda ser, est condenada a permanecer en el nivel de
mera fantasa (Rusche, 1984: 267, nfasis agregado).
9 Lo que a su vez depende de la presin ejercida por la poblacin desempleada en el mercado de traba-
jo, la cual llena las filas del ejrcito industrial de reserva marxista: Durante los periodos de estanca-
miento y prosperidad media, el ejercito industrial de reserva o sobrepoblacin relativa ejerce presin
sobre el ejercito obrero activo, y pone coto a sus exigencias (Marx, 2011: 795).
32 Alessandro de Giorgi | Castigo y Economa Poltica
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