El Lenguaje en La Tregua. Anna Caballe PDF
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FOR
ANNA CABALLE
Universidad de Barcelona
SEn Teortadel lenguaje (1934), versi6n de Julian Marfas, Madrid: Alianza Universidad,
1979, 43-44.
2 Pensamientoylenguaje. Teorta del desarrolloculturalde lasfunciones pstquicas(1934),
Buenos Aires: La Pleyade, 1983.
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Pero ella estaba conmigo, podfa sentirla, palparla, besarla. Podia decir
simplemente: "Avellaneda". "Avellaneda" es, ademas, un mundo de palabras.
Estoy aprendiendo a inyectarle cientos de significativos y ella tambi6n aprende
a conocerlos. Es unjuego. De mafiana digo: "Avellaneda", y significa: "Buenos
das". (Hay un "Avellaneda" que es reproche, otro que es aviso, otro mas que es
disculpa), Pero ella me malentiende a prop6sito para hacerme rabiar. Cuando
pronuncio el "Avellaneda" que significa: "Hagamos el amor", ella muy ufana
contesta: "jTe parece que me vaya ahora? IEs tan temprano!" Oh, los viejos
tiempos en que Avellaneda era s6lo un apellido, el apellido de la nueva auxiliar
(s6lo hace cinco meses que anot6: "La chica no parece tener muchas ganas de
trabajar, pero al menos entiende lo que uno le explica"), la etiqueta para
identificar a aquella personita de frente ancha y boca grande que me miraba con
enorme respeto. Ah estaba ahora, frente a mf, envuelta en su frazada. No me
acuerdo c6mo era cuando me parecia insignificante, inhibida, nada mais que
simpAtica. S61o me acuerdo de c6mo es ahora: una deliciosa mujercita que me
atrae, que me alegra absurdamente el coraz6n, que me conquista. Parpade6
conscientemente, para que nada estorbara despu6s. Entonces mi mirada la
envolvi6, mucho mejor que la frazada; en realidad, no era independiente de mi
voz, que ya habia empezado a decir: "Avellaneda". Y esta vez me entendi6
perfectamente (1985, 98).
4 Lev Vygotsky cita Ana Karenina como novela que ofrece abundantes ejemplos de esa
condensaci6n predicativa: el mas notable es sin duda el pasaje que se refiere a la
declaraci6n de amor entre Kitty y Levin por medio de iniciales (vid. IV, XII).
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e1?". Por otra parte, nada mis concluyente que un diario para percibir la huella
del tiempo en un texto. No obstante, 6ste no parece tan importante como la
actitud del protagonista -una actitud progresista,en palabras de su autor-
cuya complejidad queda manifesta en la ocasi6n que se le ofrece, en el breve
lapso de unos meses (esa tregua del titulo), de conocer la felicidad, aunque un
tdrmino tan indiscreto como 6ste requiera de cierta determinaci6n que matice
su sentido.
La novela posee una estructura parab6lica 8 en la que por debajo de la trama
narrativa protagonizada por Martin Santom6 fluye una significaci6n mas
profunda, de orden socio-moral, a travds de la cual Benedetti se propone,
deciamos, sacudir a los uruguayos de su alienaci6n. La oficina en la que trabaja
Martin Santom6 viene a ser un microcosmos -dominado por la mediocridad, la
rutina y el conformismo- que insinia los peligros de un pais prematuramente
terciarizado -"El Uruguay es un pais de oficinistas"- y contra los cuales poco
hard la politica de Nardone.
De igual modo, los Poemas de la oficina (1959) y los Poemas de hoyporhoy
(1961), su libro de cuentos Montevideanos 1959) o su corrosivo ensayo El pais
de la cola de paja, del mismo aio que La tregua (y del que se ha extraido la frase
citada), constituyen variantes de un mismo combate, el que libra el escritor con
la sociedad de su tiempo. Ambrosio Fornet llam6 ya la atenci6n acerca de la
filiaci6n kafkiana de Benedetti al subrayar los dos temas mas presentes en esta
primera etapa de su obra de madurez y su vinculaci6n con la obra del autor de
El proceso: la pasividad, la impotencia y la frustraci6n derivados en Benedetti
de la estructuraci6n burocrdtica de Uruguay (ambos escritores cumplieron
asimismo con un pasado de oficinista) y el tema del padre, obsesivamente
desarrollado en Graciaspor el fuego aunque muy presente en otras obras, en La
tregua por ejemplo.
Era 16gico -a-escribe Fornet- que un Pais de oficinistas -con la misma ironfa
podrfa ilamarse Burolandia- segregara por todas sus grietas una moral
pequeiioburguesa y una literatura de la frustraci6n y la mediocridad 9 .
8 Josefina Ludmer prefiere hablar de una estructura sinecd6tica tanto del lenguaje como
del relato: "parspro toto, el singular por el plural, el continente por el contenido, la especie
por el g6nero, el afo por la vida, el hombre por la generaci6n y la clase, 6sta por el pafs"
(en "Los nombres femeninos: asiento del trabajo ideol6gico", Recopilacidn de textos sobre
Mario Benedetti, op. cit., 167-168). En mi opini6n, es la propuesta de reflexi6n moral,
implcita en la novela, la que le confiere a La tregua su carActer de parabola.
9 En el pr6logo a Recopilaci6n ..., 9.
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mundo exterior y el mundo interior del protagonista, asi como del miedo de
Martin Santome a quedar expuesto ante los otros: lucidez y cobardia, pensamiento
e inacci6n. La percepci6n de la vacuidad exterior -pues no consigue mas que
formarjuicios negativos de su entorno (grotescamente expresado en la figura de
Vignale)- refuerza la necesidad de ilevar un diario, un espacio textual que le
permite desahogar ese mundo interior que no halla salida en la vida de relaci6n
ilevada a cabo por el protagonista. Asi, su soledad vital -s6lo compensada en
el presente narrativo por la empresa diaristica 1 - tiene mil caras: el insomnio,
laincomunicaci6n con sus hijos, su disgusto por el trabajo, el escaso recuerdo de
su esposa (muerta hace cosa de veinticinco afios), su incomodidad con amigos y
compafieros ... En ese contexto, un tanto frfo y desolador, es fAcil comprender
el interes que despierta la posibilidad de unajubilaci6n anticipada (y con ello se
abre la narraci6n), pues se ve como una especie de liberaci6n del fardo de la
monotonia y la obligatoriedad sostenidas hasta entonces.
Sin embargo, no hay correspondencia entre las expectativas generadas por
la pr6ximajubilaci6n y el interrogante que, de hecho, se abate sobre ella desde
el principio. Si es cierto, deciamos, que en medio de una vida gris, cogitativa y
tenue, la jubilaci6n significa para Santomb, por fin, algo distinto y no
comprometido, es decir, supone un acto de libertad. A falta de mayores
alicientes, Santome cifra en el abanico de ocio, que se abrird para el en un futuro
pr6ximo, sus illtimas esperanzas de conocer la plenitud, o algo que al menos la
recuerde. De modo que en los momentos de optimismo piensa en escribir, viajar
o dedicarse a la jardineria. Si bien el mismo proceso de definici6n psicol6gica
emprendido con el diario le lleva a admitir:
Cuando me jubile, tal vez lo mejor sea abandonarme al ocio, a una especie de
modorra compensatoria, a fin de que los nervios, los milsculos, la energia, se
relajen de a poco y se acostumbren a bien morir (1985, 14).
sentido de sus propios limites, afiade Richard Sennett12 . Y ahi radica el fondo
de la sospecha lectora, pues ese ocio, como dice Sennet a otro prop6sito, en lo que
implica de libertad conduce al individuo a tomar conciencia de sus limitaciones,
circunstancia perfectamente evitable en una vida trufada de imposiciones, de
modo que uno puede refugiarse en el reparador "si yo fuera libre ...", "de no ser
por ...", "si pudiera volver atras ..." o subordinantes similares, paradigmAticas
del individuo que vive en permanente estado de frustraci6n y que, sin embargo,
puede seguir adelante medianamente convencido de que es el exterior el
responsable de su no-realizaci6n como individuo. En este sentido, un hombre
puede llegar a ser un perfecto desconocido para simismo, simplemente haciendo
cosas o participando de sentimientos y valoraciones que no encajan con su
personalidad pero que asume de un modo ambivalente pues, en definitiva,
constituyen la coartada que le impide enfrentarse con la rafz de su frustraci6n,
es decir, consigo mismo. Se suele aceptar entonces como algo inevitable un
estado de "perplejidad permanente" (tomo la expresi6n de Richard Sennett) que
proviene de la falta de identificaci6n con el entorno y, tal vez, alimentar la
secreta llama de una cierta superioridad que, naturalmente, nunca pasar la
prueba.
La escisi6n entre el mundo exterior y el mundo interior de nuestro
protagonista es demasiado absoluta como para que la experiencia de una
libertad sibita (y vacia) resulte positiva y logre salvar, de pronto, a Santom6 de
su frustraci6n, por lo general proveniente del desequilibrio entre lo que se quiere
y cree uno merecer y lo que se tiene. En cambio, la aparici6n de Laura
Avellaneda sipermitiri al protagonista superarmomentineamente esa divisi6n
entre interior y exterior ya descrita (o, si se prefiere, entre querer y tener),
armonizando ambas experiencias hasta el momento estancas y esteriles en
beneficio de una realidad superior. De hecho, los amantes emprenderin una
empresa fascinante: la de concretar su propia vida interior (que con el tiempo
va resultando cada vez mis impenetrable, tambidn para uno mismo) y que
incluye, entre otros aspectos, una mejor comprensi6n del pasado, del propio
tanto como del otro. Asi, si antes de conocer a Laura el pasado constituia un ficil
(aunque inerme) motivo de reflexi6n para Santom6, al contArselo a ella logra
iluminarlo para si mismo, es decir, dotarlo de sentido.
Ahora si que -frente al espejismo escasamente convincente de una
jubilaci6n salvadora- surge un espacio, el amor, verdaderamente libre para
Santomb. Ademis, el contraste que se le ofrece entre el mundo exterior -el de
los amantes- defectuosamente representado y, por tanto, confuso, pero que, de
pronto, cobra todo su valor, no puede ser mas atractivo. A cierta edad,
enamorarse implica un proceso de reflexi6n, de sentimiento y de esperanza que
permite poner en juego todos los recursos disponibles y acaso resulte el inico
desaffo tolerable: se trata de una bisqueda espiritual cuyo objetivo se centra en
12 Richard Sennett, La conciencia del ojo (1990), Barcelona: Versal, 1991, 280.
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Para hacerlo hay que pasar del concepto -de la noci6n abstracta a que
alude todo signolingiistico- ala intuici6n que ayude a comprender al hablante
el alcance simb6lico y personal de los signos convencionales utilizados en cada
ocasi6n y circunstancia.
'1 En El mundo como voluntady representaci6n (1818), M6xico: Porrila, 1987, 45.
LAS FRONTERAS DEL LENGUAJE EN LA TREGUA ... 365
Es mss que seguro que si ahora apareciese Isabel, la misma Isabel de 1935 que
escribi6 su carta desde Tacuaremb6, una Isabel de pelo negro, de ojos buscadores,
de caderas tangibles, de piernas perfectas, es mss que seguro que yo din a: "Qu6
lstima", y me irfa a buscar a Avellaneda (1985:119-120).