Los Gigantes de Sumpa

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LOS GIGANTES DE SUMPA

La historia de nuestra querida tierra Santa Elena, llamada Parcela de Dios


por poetas , historiadores y escritores, se remonta a tiempos muy lejanos,
mucho antes de la llegada de los espaoles y de la civilizacin a la cual nos
debemos en la actualidad, donde Otoya, hijo de Tumbe cacique que rein
en la Pennsula de Sumpa, controlaba con mano dura torturando y
explotando a todos sus habitantes, donde los hombres eran sometidos a
trabajos forzados y las mujeres se rendan a los antojos sexuales de aquel
tirano cacique sumpeo.

Pero la cruda realidad de aquellos tiempos cambiara con la llegada de


repente de falsos dioses gigantescos, que aparecieron entre las cristalinas y
mansas aguas en balsas desde el sur, trayendo consigo una falsa pero
ansiada esperanza de libertad, que poco a poco se fue tiendo de sangre por
lo que deba de acontecer. La tierra temblaba con cada paso de los gigantes,
sus ronquidos estremecan los frondosos rboles, llegaron hambrientos y de
un golpe devoraron en cuestin de minutos a cien llamas y todo lo que
encontraban a su paso. El pueblo sumpeo vio el despertar de estos
demonios ms despiadados que el prncipe Otoya, que no pudo resistir el
ataque de los descomunales forasteros, muriendo tras ser amarrado a un
tronco.
La voracidad de los gigantes era tremenda, indescrinada e insaciable en la
tierra y en el mar, por lo que hacan sentir su autoridad malvola ante los
ojos de todos los sumpeos. La historia nos narra que intentaron saciar sus
ms bajos instintos sexuales violando inclementemente a las mujeres
sumpeas, pero debido a la diferencia de sus grandes tamaos, los enormes
seres no lograron sus libidinosos objetivos. Segn la leyenda, al ver los
dioses de los Sumpas lo que suceda con su pueblo y enojados por las
atrocidades de los gigantes y sus actos sodomitas, decidieron librar a los
desdichados habitantes de la maldad, provocados por los extranjeros
sobrenaturales.

Los dioses de los Sumpas bajaron desde el cielo, armados de rayos y espadas
de fuego en sus manos, desapareciendo uno por uno a los inmensos tiranos
que cayeron doblegados sobre las frtiles tierras peninsulares. Con este
esperado acontecer en la historia la prosperidad regres a Sumpa y la
felicidad colmo al pueblo por muchos aos, hasta la llegada de los
espaoles. Pero el tiempo se detuvo, cuando los huesos de los exploradores
e investigadores se helaron al observar el macabro hallazgo de la real
existencia de nuestros ancestros, de aquellos hombres y mujeres que han
formado y formaran para siempre parte de nuestra historia, porque los
huesos y los restos de estos enormes seres fueron encontrados desde
entonces, luego de la conquista de los espaoles.
Desde ese entonces los historiadores como grandes artfices y modeladores
de la historia han dado forma a la mitologa existente en nuestras tierras,
basndose en los descubrimientos de muelas, maxilares, costillas y otras
piezas que pertenecieron a estos seres gigantes. Si, los Gigantes de Sumpa,
los Gigantes de Santa Elena cuya historia inmortal no acabara con la
llegada de los espaoles, mucho menos con la colonizacin de las tierras
peninsulares, porque sus huellas quedaran marcadas en estos territorios
desde el ayer hasta el maana como una prueba eterna de nuestros orgenes.
Dejndonos a aquellos que en sus tierras habitamos la fiel certeza de su
existencia; para dejar de ser una simple y lejana leyenda, y convertirse en
una verdadera e indudable realidad.
Debemos reconocer que somos ecuatorianos porque hemos nacido en esta
hermosa nacin, que somos la fiel existencia de la colonizacin espaola
porque nos legaron su lengua y sus costumbres, pero sobre todo somos los
artfices de nuestra propia originalidad al reconocer que hemos tenido la
ferviente conviccin de ser descendientes de los Sumpas, por su legado, su
trabajo, fortaleza y unin provocando que nuestros pueblos peninsulares
convertidos hoy en da en provincia alcance el progreso que todos
anhelamos, queremos y merecemos para nuestras futuras generaciones.
Tumbe, el primer jefe de la tierra de Sumpa (Cabo de Santa Elena), fue querido y respetado por su bondad y
sabidura. Tena Tumbe dos hijos: Quitumbe y Otoya; el primero se pareca a su padre, no as Otoya que era cobarde,
ocioso y malo.
Tumbe, adems de gobernar su pueblo, continuamente iba con sus guerreros para conquistar nuevas tierras: pero
cierta vez un grupo de sus hombres ms valientes se fue muy lejos y no regres jams. Tanta pena caus a Tumbe que
cada da fue debilitndose y sintindose cercano a la muerte. Llam a sus dos hijos y despus de darles sabios
consejos, acerca del gobierno de su pueblo, les encarg que buscaran a los guerreros desaparecidos y que no se
olvidaran de buscar nuevas tierras.
Al morir su padre, Quitumbe se dio cuenta que era imposible gobernar y tener tratos con Otoya, por lo que una
madrugada l con sus fieles vasallos partieron hacia el Sur, siguiendo la Costa.
En todo el camino nada supieron de los guerreros desaparecidos, pero pronto descubrieron un hermoso valle donde se
fund una ciudad a la cual llam Tmbez en honor de su padre. Era tan hermoso el lugar que decidieron vivir en l.
Otoya, contento por haberse quedado solo a gobernar la tierra de Sumpa y sin tener quien le impida, empez a
cometer toda clase de maldades.
Un da, se vio que por el ocano se acercaban unas extraas sombras. Todo el mundo corri a la playa para averiguar
de qu se trataba y vieron que eran unas embarcaciones muy grandes parecidas a las balsas; en ellas venan unos seres
enormes que medan casi seis metros de altura. Al ver esto, los indios corrieron espantados gritando: Los gigantes!
Vienen los gigantes!
En efecto, estos gigantes se apoderaron de Sumpa y se hicieron dueos de todas sus tierras, apresaron a Otoya y
comenzaron a reinar ellos.
Los pobres habitantes cada da ms desesperados no saban qu hacer, pues los gigantes eran peores que Otoya y
recorran el pas cometiendo toda clase de crmenes. Cierto da, mientras estos se divertan quemando las cosechas,
vieron caminar sobre las aguas a Un apuesto joven que, rpido como el viento, templ el arco y empez a disparar
flechas de fuego sobre los terribles gigantes; pronto estos ardan en llamas y quedaban reducidos a cenizas. Luego, el
misterioso joven habl a los habitantes de Sumpa, dicindoles que era un enviado del padre Sol, que pronto la
prosperidad reinara, sobre Sumpa y que tendran paz y buenos gobernantes.
LOS GIGANTES DE SUMPA

Versin de Rafael Daz Icaza

En tiempos muy lejanos, tan distantes que ni el ms viejo de los narradores de cuentos y leyendas
podra precisar, haba en la poblacin de Sumpa (lo que hoy es el cantn de Santa Elena) una
especie de rey o cacique, muy admirado y respetado por su valenta y talento, a quien llamaban
TUMBE.

Dicen las leyendas, que inmediatamente acabado el Diluvio Universal, llegaron a Sumpa algunos de
los primeros hombres que repoblaron la Tierra. Y como la encontraron buena para la vida humana
y prdiga para la agricultura y pesca, se establecieron desde la orilla del mar, hasta bien avanzado
el interior.

Tumbe tena dos hijos, Quitumbe y Otoya. Como era un gobernante emprendedor y ambicioso,
envi en expedicin a Quitumbe, con el encargo de descubrir nuevas tierras y aadirlas a su reino.
Y Quitumbe las descubri, tanto al norte, como al sur. Fund el pueblo de Tumbes y puso los
cimientos de algunas ciudades importantes como la que despus sera la bella Quito.

Catari, un antiguo narrador de historias, de esos que antes de la llegada de los espaoles eran
llamados quipucamayos, afirmaba que Quitumbe dej un descendiente llamado Guayanay, padre
de Atau, quien a su vez engendr a Manco Capac, primer monarca del Per.

A la muerte de Tumbe, le sucedi en el mando su hijo segundo: Otoya, valiente y esforzado, pero
cruel, adems de aficionado a las bebidas alcohlicas y otros vicios. Fueron tantos sus abusos y
maldades, que un grupo de sumpeos descontentos se unieron secretamente para darle muerte y
as librar a Sumpa del tirano. Mas, Otoya fue alertado a tiempo y tom venganza de sus enemigos,
quitndoles la vida.

Un da sorprendi a Otoya un grupo de aborgenes con noticias inquietantes, haban divisado en el


mar, cerca de las costas, una inmensa balsa. La tripulaban sujetos de tamao descomunal; tan
grande como dioses o demonios. El ms corpulento de los sumpeos apenas alcanzara a llegar a
sus rodillas. Sus cabezas eran de tamao de hombres pequeos. Sus bocas parecan aberturas de
toneles. Tupidas selvas de cabello colgaban a sus espaldas. Cada brazo pareca un largo arbusto o
una boa. Los ojos eran saltones y rojizos. En sus orejas podan caber pequeos gatos.

Vinieron de muy lejos. Y al llegar a la playa, se tendieron cuan largos eran a descansar. Sus
poderosos ronquidos, ladrantes, pitantes, raspantes y rugientes, parecan una tempestad marina.

Tras descansar algunas horas, acarrearon lea arrancando de raz arbustos y matorrales. De dos
zancadas cazaron decenas de llamas, las asaron al fuego y las engulleron hasta quedar satisfechos.
A prudente distancia y ocultos, temblando de terror, seguan sus movimientos los sumpeos.

En un pequeo cerro de amplia plataforma, ubicado cerca de lo que hoy es el balneario de Salinas,
establecieron los gigantes su residencia, en una especie de fortaleza hecha con piedra de la zona.
Desde all partan en peridicas excursiones que arrasaban cuanto hallaban al paso: hombres,
rebaos, sembros, viviendas, todo desapareca bajo sus plantas. Un da invadieron la residencia
del cruel Otoya y le quitaron la vida.

Vista de playa Los frailes, Machalilla Ecuador


Varias veces hicieron frente los valerosos sumpeos a los gigantes. Pero fue vano sacrificio;
equivala a pelear armado con una aguja frente a alguien que llevaba una espada o una lanza.

Esos actos valientes terminaron siempre en desbandada despavorida de los naturales. En respuesta
aquella resistencia, los gigantes aumentaron su crueldad. Disgregaron a los sumpeos, obligndolos
a esconderse en la montaa o en cuevas conocidas nicamente por ellos.

Y fueron tantos los crmenes de los gigantes llegados a Sumpa de quien sabe que remotas tierras. Y
fueron tantos los clamores de los sumpeos, que Pachacmac, el dios a quien veneraban, amaban
y teman, envi a un emisario con el encargo de salvarlos.

Vino ste armado de una flecha incandescente, con la que liquid a los invasores. De los gigantes
grandes como casas y crueles como fieras, quedaron nicamente huesos calcinados, que fueron
cubiertos por la tierra. Osamentas que en diversas oportunidades han sido descubiertas por
arquelogos y atribuidas a animales que habitaron el planeta antes del Diluvio.

Con aquel acto de justicia de Pachacmac, los sumpeos recobraron su tierra y la felicidad.
Visin de historia de la vida en la Tierra
En la sala principal del Museo de Historia Natural Gustavo Orcs de la Escuela
Politcnica Nacional en Quito se puede admirar la magnfica exhibicin de la historia
evolutiva de la vida en las diferentes eras geolgicas de la Tierra: Proterozoica,
Paleozoica, Mesozoica y Cenozoica y cada uno de sus perodos. Una magnfica pintura
mural resume la historia de la vida en sus ms diversas formas, las cuales han sido
reconstruidas a partir de los fsiles; a la vez que se exhiben piezas autnticas como la
del mastodonteHaplomastodon chimborazeae, megaterio Glossoterium wegneri, tigre de
dientes de sable Smilodon que datan del Pleistoceno. Adems las reconstrucciones del
bosque petrificado de Puyango ubicado entre las provincias de El Oro y Loja; los hallazgos
y recuperacin de piezas paleontolgicas del cantn Bolvar en la provincia del Carchi; o
como se habra hecho en Alangas y la quebrada de Chaln en la provincia de
Chimborazo, que, con Santa Elena, son los principales yacimientos fosilferos del
Ecuador. (El nombre de Gustavo Orcs que lleva el museo se debe al primer zologo
ecuatoriano quien trabaj en la Escuela Politcnica y en la Universidad Central del
Ecuador y es el referente cientfico de los zologos del pas).
Tras las huella del pasado
El Museo Ecuatoriano de Ciencias Naturales ubicado en el parque La Carolina de Quito
exhibe una interesante muestra de la megafauna del Pleistoceno, cuyo mayor
representante es una rplica completa y en tamao real del mastodonte Haplomastodon
chimborazeae, de 6 m de largo y 3 de alto. El ejemplar que se exhibe en el museo ha
sido reconstruido a base de las piezas encontradas en Bolvar, provincia del Carchi, por el
equipo de paleontlogos de las universidades de Florencia y Pisa, y el equipo de tcnicos
de MECN entre 1989 y 1997. En este perodo encontraron fsiles de mastodontes,
milodontes, y microfsiles de roedores y otros mamferos, de una antigedad estimada
entre 20 y 10 mil aos, con lo cual se enriqueci el patrimonio paleontolgico de pas. El
museo expone fsiles de aminitas, troncos fosilizados.
Encuentro con el perezoso gigante
En la reciente visita a la provincia de Santa Elena fue grato visitar el pequeo museo
Arqueolgico y Paleontolgico, de la Universidad Peninsular UPSE que est conformado
por una coleccin de fsiles de grandes mamferos as como testimonios de la presencia
de seres humanos en la regin sur litoral. A partir de los primeros hallazgos en el ao
2003 la UPSE estableci un programa de investigacin, rescate y difusin de rico
patrimonio arqueolgico y paleontolgico.
Lo ms relevante de la muestra es la megafauna del Pleistoceno conformada por varios
especmenes que testimonian la existencia de los grandes mamferos que vivieron en
Sudamrica entre 50.000 y 8.000 aos. La leyenda de los gigantes de Sumpa que fue
relatada por Cieza de Len en sus Crnicas del Per (1553) se vuelve realidad en el
museo denominado MEGATERIO (Bestia Gigante). La verdadera historia est aqu... Al
recorrer la sala del museo el visitante se puede maravillar con el megaterio gigante casi
completo, de la especie Eremotherium laurillardi, enorme xenartro o edentado de la
familia Megatheridae de 4-6m de alto y 4 5 toneladas de peso. Este fue nuestro
sorprendente encuentro con el milodn o perezoso gigante que habamos conocido por la
literatura cientfica; es mucho ms grande que el milodn que habit en la regin andina.
En el museo se exhiben varias piezas del mastodonte de la Costa Stegomastodon, fue un
gran proboscideo de la familia Gomphoteriidae que habra tenido 4 toneladas. El museo
exhibe tambin piezas del carapacho del armadillo gigante Glyptodon de la familia
Glyptodontidae; de los quidos nativos de Amrica Hippidium, un caballo de
aproximadamente 400 kilogramos, Equus santa-elenaei un caballo ms reciente
emparentado con el caballo actual; Macrauchenia una gran bestia parecida a la llama o
al camello pero con una trompa ms grande que la del tapir de 1 tonelada de peso; el
camlido antecesor de la llama actual Paleolama, entre otros.
Todas las piezas paleontolgicas proceden de depsitos fosilferos de la regin peninsular
de Santa Elena que fue el hbitat de una abundante megafauna. Los fsiles tienen color
obscuro por estar impregnados de brea; pues fueron extrados de campos
hidrocarburferos de la pennsula de Santa Elena. (Los yacimientos de la pennsula fueron
los primeros en ser explotados en el pas y continan produciendo desde aquella poca,
por lo que tambin contina operando la refinera de La Libertad).
Aproximacin paleoecolgica regional
Las caractersticas de la fauna antigua y la demanda de alimentos para los grandes
herbvoros llevan a imaginar las condiciones ecolgicas de la pennsula de Santa Elena en
el Pleistoceno; pues habra sido una enorme llanura cubierta de vegetacin herbcea y
una gran sabana cubierta de gramneas, arbustos y rboles que en conjunto habran
conformado un ecosistema bastante productivo. Cambios climticos fuertes debieron ser
determinantes para la sustitucin de esa exuberante vegetacin por la vegetacin actual
de la pennsula de Santa Elena que es de tipo matorral desrtico y subdesrtico tropical y
monte espinoso tropical. Ese debi ser el escenario ecolgico que sustent a los grandes
mamferos antiguos cuyos testimonios fsiles exhibe el museo Megaterio de la UPSE.
2013

GIGANTES DE SUMPA

En la actual pennsula de Santa Elena llamada Sumpa en tiempos


prehistricos, gobernaba el Cacique "Tumbe" y a su muerte lo sucedi su hijo
segundo "Otoya", que dejse llevar por los ms bajos, sentimientos y tiraniz a la
regin convirtiendo a los pobladores en vctimas de sus excesos. Los hombres
realizaban trabajos forzados y las mujeres engrosaban su harn, pero una maana
divisaron enormes balsas que se acercaban a la playa y fondearon en medio mar;
de ellas bajaron enormes hombres que al tocar el agua aun sobresalan de la
cintura para arriba y caminando a la playa se acostaron a reposar y roncaban tan
alto y fuerte que por poco desgajaban las ramas de los ms cercanos rboles, (1)

ANDANZAS DE LOS GIGANTES

Horas despus y ya despiertos, no encontrando cosa alguna de comer en


los alrededores, fueron a un prado cercano y dieron buena cuenta de ms de cien
llamas, tomaron de las patas y las mataron en un santiamn. Con troncos de
mangles hicieron una fogata, medio cocinaron sus carnes y las devoraron. Bien se
conoca que llegaban con hambres atrasadas porque no contentos con eso
arrasaron con frutas, verduras y legumbres en un radio de dos kilmetros a la
redonda, sin encontrar seres humanos, porque los sumpeos haban tenido la
buena idea de subirse a los ms lejanos rboles, a contemplar la escena.

(1) La leyenda de los gigantes de Santa Elena se funda en el mito de una invasin muy
antigua, posiblemente de origen Chim, procedente del norte del Per, donde existan indios
de gran talla y corpulencia.
El mejor plantado sbdito de Otoya no llegaba ni a la barbilla de un
gigante, cuyos dedos eran del grosor de un tronco de guasango y desde ese da
pasaron a ser esclavos de estos nuevos seores, iguales o peores que Otoya,
quienes construyeron fortalezas de grandes dimensiones desde donde salan en
sucesivos viajes a devastar los contornos, acabando con sembros, rebaos y
poblaciones para satisfacer su voraz apetito. Nada les llenaba, una sementera era
poca cosa, necesitaban ms y como eran jvenes y juguetones, cierto da
apresaron a Otoya y en son de broma le dieron muerte cruel y as termin este
desgraciado prncipe.

VORACIDAD DE COMER
Y BEBER

Tambin fabricaron redes para pescar cientos de peces en cada ocasin,


alejando los cardmenes de Santa Elena. De un sorbo beban el agua de los pozos
construidos por los naturales y se vieron forzados a construir otros nuevos,
mucho ms grandes y profundos, que an existen a la entrada de la poblacin. Y
as, en estas andanzas, los gigantes vivieron algunos meses sin problemas hasta
que notaron con cierta desazn que se haban olvidado de traer a sus mujeres, a
las que posiblemente dejaron abandonadas en alguna otra zona del planeta e
iniciaron una sistemtica persecucin entre las hijas de los habitantes de la
pennsula, que no saban qu hacer con estos incmodos huspedes. (2).

Ignoro y ni siquiera llego a imaginar como habr sido el amor entre tan
descomunales seres con las mujeres de la regin. Los antiguos aseguraban que el
ms simple abrazo las trituraba como obleas y que una mnima caricia les rompa
los huesos. Lo nico cierto es que la cosa no progres por imposibilidad fsica, y
entonces los gigantes, lejos de conservarse castos y puros, se dedicaron a hacer el
amor entre ellos, a vista
(2) Hasta aqu se ha seguido los relatos originales conservados a travs del cronista
Jos Gabriel Pino Roa entre otros.
de la poblacin, con lo que incitaron a la divinidad en su clera y cierta maana,
memorable en los anales de la regin de Santa Elena, Dios se dign componer el
error cometido al enviar a los gigantes para libertar a los sumpeos de Otoya,
mandando esta vez al Arcngel San Miguel con su espada de fuego, que
extermin a los intrusos rpidamente, volviendo las cosas a la normalidad.

ORIGEN DE LA LEYENDA
Desde los albores de la conquista espaola numerosos habitantes de la
zona de Santa Elena al arar las tierras de sembro descubran enormes muelas,
quijadas, costillas y osamentas que atribuyeron a restos humanos prehistricos.
Nada ms fcil que achacar estos huesos a seres enormes fallecidos en remotas
pocas y as surgi la leyenda de los gigantes, recogida por Cronistas de tanta
importancia como Agustn de Zarate, Cieza de Len y los padres Acosta y Oliva,
para mencionar solamente a unos cuantos.

En 1736 el Sargento Mayor Juan del Castillo llev a Quito una singular
muela de cinco libras de peso, igual a la de un hombre, pero mucho mayor. Esta
muela form parte de una valiosa coleccin de fsiles hallados en Santa Elena y
no hubo ttere con cabeza en la ciudad capital que se quedara sin contemplar y
palpar tan descomunal pieza dentaria, nunca vista ni soada y nadie dud que
hubiera pertenecido a un gigante.

El propio del Castillo exhiba en su poder una certificacin notarial


obtenida en Guayaquil, donde se informaba que la quijada de donde sac tal
muela media tres cuartas partes del tamao del cuerpo de un hombre normal.

Otro descubridor de muelas prehistricas en Santa Elena fue el Capitn


Juan de Olmos, que concluy sus observaciones asegurando la existencia de seres
gigantescos cuyo porte sobrepasaba a cuatro hombres. Igualmente, en 1550, se
descubri cerca de la actual poblacin un lote de muelas de una libra cada una y
tuvo varias en su poder el cronista Oliva.

Mas la moderna investigacin ha llamado a desengao a los estudiosos


de nuestro folclor, porque habindose enviado a Europa y Norte Amrica estos
restos, nos han venido como nica respuesta que son de una especie extinta de
mastodonte andinun, cuyo peso y tamao concuerda con la talla atribuida a los
gigantes y debieron existir en gran nmero, en la poca terciaria hasta principios
de la cuaternaria, por aquella zona.
LOS GIGANTES EN ECUADOR!***QUITUMBE!*** TUMBEZ!*** PALENQUE Y
MACUL!*** NOMBRE DEL MORUECO!*** CONSTELACION DE ARIES EN EL SODIACO
DE BABILONIA!*** LUCAM!***, ALOAG!***NAPATA!***CONSTELACION DE ORION
NUBIA-CARAK!****************Los Gigantes de Sumpa En tiempos muy lejanos, tan distantes
que ni el ms viejo de los narradores de cuentos y leyendas podra precisar, haba en la poblacin de
Sumpa (lo que hoy es el cantn de Santa Elena) una especie de rey o cacique, muy admirado y
respetado por su valenta y talento, a quien llamaban TUMBE.

Dicen las leyendas, que inmediatamente acabado el Diluvio Universal, llegaron a Sumpa algunos de
los primeros hombres que repoblaron la Tierra. Y como la encontraron buena para la vida humana y
prdiga para la agricultura y pesca, se establecieron desde la orilla del mar, hasta bien avanzado el
interior.

Tumbe tena dos hijos, Quitumbe y Otoya. Como era un gobernante emprendedor y ambicioso,
envi en expedicin a Quitumbe, con el encargo de descubrir nuevas tierras y aadirlas a su reino. Y
Quitumbe las descubri, tanto al norte, como al sur. Fund el pueblo de Tumbes y puso los
cimientos de algunas ciudades importantes como la que despus sera la bella

***Quito!***

Catari, un antiguo narrador de historias, de esos que antes de la llegada de los espaoles eran
llamados quipucamayos, afirmaba que Quitumbe dej un descendiente llamado Guayanay, padre de
Atau, quien a su vez engendr a Manco Capac, primer monarca del Per.

En un pequeo cerro de amplia plataforma, ubicado cerca de lo que hoy es el balneario de

Salinas., establecieron los gigantes su residencia, en una especie de fortaleza hecha con piedra de la
zona. Desde all partan en peridicas excursiones que arrasaban cuanto hallaban al paso: hombres,
rebaos, sembros, viviendas, todo desapareca bajo sus plantas. Un da invadieron la residencia del
cruel Otoya y le quitaron la vida.

Varias veces hicieron frente los valerosos sumpeos a los gigantes. Pero fue vano sacrificio;
equivala a pelear armado con una aguja frente a alguien que llevaba una espada o una lanza.

Esos actos valientes terminaron siempre en desbandada despavorida de los naturales. En respuesta
aquella resistencia, los gigantes aumentaron su crueldad. Disgregaron a los sumpeos, obligndolos
a esconderse en la montaa o en cuevas conocidas nicamente por ellos.

Vino ste armado de una flecha incandescente, con la que liquid a los invasores. De los gigantes
grandes como casas y crueles como fieras, quedaron nicamente huesos calcinados, que fueron
cubiertos por la tierra. Osamentas que en diversas oportunidades han sido descubiertas por
arquelogos y atribuidas a animales que habitaron el planeta antes del Diluvio.

Con aquel acto de justicia de Pachacmac., los sumpeos recobraron su tierra y la felicidad!***
Delia Gomezcoello
con Delia Gomezcoello.

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