Perazzi. El Museo Público
Perazzi. El Museo Público
Perazzi. El Museo Público
RESUMEN
La intencin de fundar un establecimiento cientfico destinado a atesorar
productos de la naturaleza surgi en los aos posteriores a la Revolucin de Mayo.
Legataria de una tradicin reciente -con la aparicin del British Museum de Londres
en 1753 y del Musum National d'Histoire Naturelle de Pars en 1794-, constituy
una pieza significativa del programa cultural rivadaviano. El objetivo del artculo
consiste en una aproximacin histrica al Museo pblico de Buenos Aires, desde
sus orgenes hasta la poca del Centenario: sus directores, colecciones y publicacio-
nes, sus mudanzas de local, la cuestin edilicia, las intrigas palaciegas, el personal
cientfico y de custodia, los problemas presupuestarios, las asociaciones de amigos,
el pblico especializado y los visitantes de ocasin.
ABSTRACT
The intention of founding a scientific institution oriented to tresure the
products of nature was born some years after the May Revolution. As a legacy of a
recent tradition -the creation of the British Museum in London (1753) and the Muse
National dHistoire Naturelle in Paris (1794)- the Public Museum of Buenos Aires
(PMBA) constituted a significant element of the Rivadavian cultural program. The
purpose of this article consist of an analysis of the social and cultural history of the
PMBA, from its early origins until the time of the centennial. The article takes into
account several components of an "ethnography of Museums" such as authorities,
colections, publications, location of buildings, scientific and security staff, budget
problems, associations of friends and their diverse intrigues, specialized audience,
occasional visitors, among others.
1. INTRODUCCIN
En el segundo decenio del siglo XIX se inicia el proceso de formacin de la
cultura cientfica verncula. El entusiasmo revolucionario y las nuevas doctrinas ve-
nidas de ultramar iban a proveer el clima propicio para la aparicin de un circuito
intelectual a la medida de las posibilidades de la flamante repblica. Aunque el
clero ilustrado sigui conservando protagonismo, la secularizacin de los espacios
de erudicin comenz a tornarse una cuestin impostergable. Es la poca en la que
surgen las primeras asociaciones cientficas, como la Escuela de Matemtica (1810),
el Instituto Mdico (1813) y la Sociedad de Ciencias Fsicas y Matemticas (1822), se
funda la Biblioteca Pblica (1810), se crea la Universidad de Buenos Aires (1821), se
alienta el arribo de profesores extranjeros, como Aim Bonpland, Pedro Carta Moli-
no, Pedro de Angelis y Carlos Ferraris, se diversifica la enseanza de la historia natu-
ral, y se amplia el espectro de publicaciones peridicas, entre ellas La Abeja Argen-
tina, Crnica Poltica y Literaria de Buenos Aires, Correo Poltico y Mercantil. Es la
poca en la cual, en resumidas cuentas, se empieza a inocular el ideario de la nacin
cultivada.
La burguesa y el patriciado urbanos son los factores fundamentales del pro-
ceso en marcha, quienes se revelan proclives a la circulacin del saber y de la cien-
cia; poco a poco, se ponen "a la moda". El interior del hogar se puebla de obras de
arte, monetarios, armaduras, incunables, pergaminos y "curiosidades naturales".
Aunque hay mucho de snobismo, las inquietudes espirituales ganan terreno y el
coleccionismo se transforma en un hbito de clase: la acumulacin de objetos (sig-
nos) obedece al deseo de legitimar una posicin recin adquirida y las colecciones
transfieren un evidente prestigio cultural.
La expresin pblica del coleccionismo privado es la "institucin museo", que
no hace sino exteriorizar y poner en escena las conquistas culturales de la burgue-
sa ascendente: el museo es, propiamente hablando, una institucin cultural bur-
guesa. De ah que algunos coleccionistas opten por ceder sus pertenencias y con-
vertirse en respetados donantes, eleccin que por supuesto, no est exenta de be-
neficios: su nombre dejar una huella en alguna de las salas.
En trminos generales, puede decirse que los museos pblicos surgen a fina-
les del siglo XVIII, tras la nacionalizacin de los reales gabinetes de curiosidades
como corolario del ciclo revolucionario que sacudi a Europa entre 1789 y 1848
(Aurora, 1990; Rivire, 1993). Las principales colecciones de historia natural -que
son las que aqu importan- se formaron durante los viajes de exploracin y expan-
sin colonial, en esa "dialctica ideolgica entre empresas cientficas y comerciales"
(Pratt, 1997: 69). Las piezas conservadas intramuros, organizadas segn criterios
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2. PRIMEROS TIEMPOS
El primer documento instando a erigir un primitivo Museo de Historia Natu-
ral fue labrado el 27 de junio de 18121. La circular, dirigida al comandante general
de Patagones, encargando el "acopio de todas las producciones extraas y nativas",
presentaba interesantes detalles.
En primer lugar, la referencia a la idea de "depsito". Aunque en trminos
formales se hablaba de "museo", su condicin se expresaba invocando el concepto
de depsito: producciones "dignas de colocarse en aquel depsito", se lea. De modo
que, adems de evidenciar que an no haba definida percepcin de su significado,
se lo designaba con un vocablo de la jerga mercantil.
En segundo lugar, la referencia a los destinatarios: "ciudadanos amantes del
buen gusto". Aquello indicaba dos cosas: primero, que evidentemente haba intere-
sados; segundo, que no constitua una prctica especializada sino un hbito de co-
leccionistas y amateurs. El coleccionismo privado, en tanto que moda cultural de la
incipiente burguesa urbana, no era todava conceptuado en clave problemtica.
En tercer lugar, la referencia a la manera en que habra de acrecentar sus
existencias: por intermedio de donaciones voluntarias dadas a conocer a travs de
La Gazeta de Buenos Ayres.
1
Para la reproduccin facsimilar del citado documento ver: Vilardi (1943).
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"El nico documento que existe sobre los primeros ingresos al Museo es un
cuaderno de 1828 con el original ttulo: 'Regalos en que se hallan los nom-
bres de cincuenta y dos personas, que hicieron donaciones al gabinete de
historia natural del Museo' ".
2
Segn Camacho, "el material obsequiado se compona de: libros, entre los que figuraba el Curso
elemental de botnica de Casimiro Gmez de Ortega, planos, lminas de animales y vegetales,
"quinientos Testceos que forman una regular coleccin de conchas de sus 36 gneros de Linneo",
muestras minerales, tres fsiles "preciosos": echinites, planorbites y cardiolites, un microscpico,
un anteojo acromtico para observaciones astronmicas, un termmetro y un prisma" (Camacho,
1971: 10-11).
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"Que las miras del Gobierno no podrn al presente llenarse por s solo en
toda su latitud, desde que no le es dado dotar de mayor nmero de emplea-
dos, a tan importante establecimiento, sino ponindolo desde luego tam-
bin bajo la direccin de una asociacin amiga de las ciencias, que quisiera
dedicarse con ahnco a su fomento" (Lascano Gonzlez, 1980: 63).
3
"Sueldo del portero del museo", Ley N 19, Perodo Legislativo I.- Ao 1854-1855, Leyes del Estado y
Provincia de Buenos Aires, p. 31.
4
A propsito de aquella coleccin, Trelles apunt: "Las medallas de que se compone se hallaban
completamente desordenadas; y no trepidamos en confesar que fuimos los primeros que nos ocu-
pamos de estudiar esa bella coleccin numismtica, que posea el pas desde el ao de 1823, sin
que ningn amigo de la ciencia se hubiese contrado a examinarla [] El catlogo original, cuya
traduccin empezamos a insertar, fue hecho por Mr. Oberlin, uno de los Jefes del Gabinete de Me-
dallas de la gran Biblioteca Pblica de Pars, y la coleccin a que se refiere la form el Padre Casone,
durante sesenta aos que fue Guardin de las Medallas del Vaticano. Fue comprada a dicho Casone,
en Italia, por Mr. Dufresne de Saint Leon, quien la vendi al Gobierno de Buenos Aires en 1823, en la
cantidad de seis mil francos" (Trelles, 1859: 135). El desorden no se circunscribi al monetario, sino
que abarc a todas las existencias atesoradas: "Considerado del punto de vista cientfico, no ha sido
ms feliz nuestro Museo. Parece que en algn tiempo estuvo clasificada toda, o la mayor parte de la
seccin zoolgica, pero en su decadencia ha perdido casi todas las clasificaciones, y no se ha en-
contrado catlogo de ese ramo entre sus papeles" (Trelles [1856] en Lascano Gonzlez, 1980: 71).
5
La estadstica de ingresos, a cargo de Trelles, sola publicarse en el Registro estadstico del Estado
de Buenos Aires, bajo el ttulo de "Museo. Objetos adquiridos en el ao".
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3. GERMN BURMEISTER
Paradjicamente, mientras el Museo se hunda en su letargo, sus colecciones
despertaban el inters de la comunidad cientfica internacional. Fue entonces cuan-
do se decidi confiar sus destinos a un experto, jerarquizando el cargo de director y
estipulando un sueldo razonable. Primero se propuso a Augusto Bravard, quien
deneg el ofrecimiento por sus estrechas relaciones con el Musum National
d'Histoire Naturelle de Pars. Enterado del rechazo, Germn Burmeister solicit al
ministro de la Confederacin Germnica en Buenos Aires, Freiherr von Glich, que
pusiera en conocimiento del gobierno provincial (Mitre-Sarmiento) sus deseos de
asumir las riendas del establecimiento6. Sarmiento conoca a Burmeister -probable-
6
Por cierto, la institucin no le era desconocida. En su Viaje por los estados del Plata (1857-1860),
expres: "De todos los establecimientos de la ciudad visit solo la Universidad, la cual se encuentra
en el antiguo Colegio de los Jesuitas, a 3 cuadras al sur de la Plaza, frente al mercado de frutas. Es un
edificio grande y slido con muchos salones, entre estos, habilitado uno para el Museo Nacional y
otro para Biblioteca. El primero es aun bastante insignificante y requiere un vigoroso empuje para
elevarse al rango que con razn y derecho debera ocupar, dados los grandes tesoros histrico-
naturales que se encuentran enterrados en las proximidades de Buenos Aires, en lo que a animales
extinguidos se refiere. Una direccin hbil podra en pocos aos hacer de esto un establecimiento
de primer orden, siempre que fuera dotado de los medios necesarios para exhumar las riquezas
escondidas, para cuyo objeto desgraciadamente por ahora al parecer nada se hace" (Burmeister,
1943: 94-95). Ms adelante aadi: "Buenos Aires, despus de Ro de Janeiro, es la ciudad ms gran-
de y ms populosa de la Amrica del Sur y que probablemente supera a todas en frescura y lozana
intelectual. Aqu tiene la ciencia y el verdadero arte no solo algn valor, sino que en esta tierra
existen hombres que las comprenden y las saben apreciar" (Burmeister, 1943: 95).
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"Despus de dos aos que desempeo este nuevo empleo, el Museo de Bue-
nos Aires ha cambiado enteramente en su contenido, lo he arreglado al modo
europeo, como existen las colecciones en esa parte del mundo, y he introdu-
cido hasta hoy tantos objetos nuevos de los huesos fsiles, que sin exagera-
cin se puede decir que ningn Museo Europeo es ms rico en estos como el
de Buenos Aires" (Burmeister, 1863: 272).
"Lo nico que sabemos sobre el Sr. Burmeister es que estuvo a sueldo del
emperador del Brasil [] que no ha hecho sino copiar a Azara, Molina,
Bengger, Masimiliano de Weid-Neurried, y otros sabios [] Merced a Dios,
los argentinos, aunque con dolorosas experiencias, nos vamos emancipan-
do al fin, de los Gerviso, Tongeux, Lartet, Charles, Manghi, mdicos, qumi-
cos, aeronautas, gladiadores, dramaturgos, verdadero rosario de farsantes,
que bajo diversos caracteres y en distintas pocas, han invadido y explotado
a esta crdula y impresionable sociedad" (Carranza, 1863: 2).
7
En el curso de los primeros dos aos de gestin (1862-1864) solo se produjeron dos donaciones: un
gliptodon cedido por David Lanata y la cabeza de un toxodon por cortesa de Francisco J. Muiz.
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8
Fue Carranza, una vez ms, el portavoz del mensaje: "Entre las colecciones particulares que conoce-
mos o tenemos noticia, ocupa el primer rango la del seor Lamas, que fue la de De Angelis, quien la
adquiri de don J. J. Araujo. Vienen enseguida las de los seores Scrivener, Trelles (don Rafael),
Mitre, Varela (J. C.), Carranza, Egua, Montes de Oca (don M. A.), etc. Damos esta noticia por lo que
pueda interesar a la Direccin del Museo, pues terminado el arreglo de las suyas, podra buscar un
partido ventajoso para sus ejemplares dobles entre esos amateurs que, como se ve, apenas pasan
de media docena" (Carranza, 1865: 283).
9
En su tirada del 1 de enero de 1864 (vol. 1, n 5, pp. 309-318), se incluy un artculo con su firma
titulado "The Public Museum of Buenos Ayres".
10
En su entrega del 1 de octubre de 1863 (ao 5, tomo III, pp. 271-280), figura un opsculo suyo
titulado "Observaciones sobre las diferentes especies de Glyptodon en el Museo Pblico de Bue-
nos Aires".
11
La Revista de Buenos Aires, ao III, nros. 26, 27 y 28, 1865.
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arrojen una mirada de inters sobre esos armarios que contienen mucho de
lo que vuela, se arrastra y brilla en las aguas, sobre la tierra y bajo el firma-
mento, desde el informe trilobita hasta los mayores mamferos fsiles de los
terrenos de transporte de la hoya del Plata" (Carranza, 1865: 617).
"Para superar todos estos impedimentos, y otros aun que no quiero mencio-
nar, se necesita no solamente un carcter duro y perseverante, sino tambin
una salud completa, que pueda sostener el trabajo perpetuo, molesto e in-
compatible con la verdadera ocupacin cientfica del sabio" (Burmeister, 1870-
1874: III)12.
12
Lo de "otros aun que no quiero mencionar" aluda a un ataque del que haba sido vctima tras una
discusin con el portero (Santiago Prez), al que haba sorprendido en actitud de robo, y que culmi-
n con "un terrible garrotazo en la cabeza" que lo arroj escaleras abajo (Burmeister y Burmeister,
1943: XV).
197
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13
La Repblica, 6 de junio de 1869, p. 2.
14
En aquella poca, Burmeister estaba completamente dedicado a la elaboracin de Los caballos
fsiles de la Pampa argentina y de Description Physique de la Rpublique Argentine. En una carta
dirigida a Moreno (10 de noviembre de 1875), Zeballos manifest: "Burmeister sigue encarnizado
con su clebre obra del caballo fsil. Ha comenzado ya a recibir algunos pliegos de la edicin fran-
cesa sobre la Repblica" (Zeballos en Moreno, 1942: 52).
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"Nunca como entonces, tan pocos hombres pudieron realizar tanto para las
generaciones venideras, cubriendo reas extensas y obteniendo en ellas
materiales que en poco tiempo colmaron la capacidad de instalaciones con-
sideradas casi eternas. Nunca tampoco como entonces hubo una conjun-
cin tal del coraje con la sed de nuevos conocimientos" (Fernndez, 1982:
28).
15
Ley 1520 (30/ 09/ 1884) "Organizacin del Archivo General, Biblioteca y Museo de la Nacin".
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4. CARLOS BERG
El sucesor de Burmeister fue el entomlogo ruso Carlos Berg. Las condicio-
nes en las que se produjo el recambio no fueron ideales. Los coletazos de la crisis de
1890 no haban sido superados y el panorama se presentaba sombro. No obstante,
contaba con una ventaja: a diferencia de su antecesor, de "carcter severo y difcil",
Berg "era la anttesis del tipo convencional del sabio brusco, hurao y misntropo"
(Gallardo, 1902: XII y XXI). Ello le signific una fcil llegada tanto a los medios cient-
ficos y literarios como a los sociales y polticos. En cualquier caso, los problemas
acumulados eran de larga data y las buenas relaciones no lograran contrapesarlos.
El asunto ms acuciante (que apareca siempre encabezando la seccin "Ne-
cesidades" de las Memorias del Museo) era el edificio. Lo primero que propuso fue
la construccin de un inmueble de grandes dimensiones, en el cual albergar los
diferentes museos nacionales: de Historia Natural, de Bellas Artes e Histrico Nacio-
nal. La idea no era descabellada y adems prestaba una solucin integral a la pro-
blemtica general del campo musestico. La respuesta consisti en la formacin de
una "Comisin especial" y en la consabida dilacin del asunto. En 1898 volvera a
insistir. Esta vez no se trat de un edificio colectivo (el Museo de Bellas Artes haba
conseguido sede propia), sino de uno particular "de capacidad tal que no haya obli-
gacin de ensancharlo por lo menos en treinta aos" (Berg, [1898] 1902: 5). El costo
de la obra rondara los 600 mil pesos por metro cuadrado. El proyecto no fue consi-
derado y el reclamante decidi abandonar la contienda:
El cuadro se agravara con las muertes de Juan Valentn (durante una expedi-
cin a la Patagonia) y del preparador Jos Manguillot, "despus de 27 aos de per-
manencia en el Museo" (Berg, [1897] 1899: 49). En 1899 una nueva restriccin pre-
supuestaria provocara una masiva renuncia de personal: Felipe Silvestri (1er. jefe
de seccin), Federico Burmeister (naturalista viajero) y Francisco Rodrguez (ayu-
dante preparador).
Llamativamente, mientras las dificultades asediaban a la direccin, el pbli-
co se incrementaba exponencialmente. La estadstica indicaba la presencia de una
audiencia vida de novedades. Aun abriendo sus puertas los jueves y domingos de
12 a 16, se pas de 11598 visitantes en 1894 a 46405 en 1896. La contemplacin de
los grandes mamferos antediluvianos pareca surtir efecto. El museo se haba trans-
formado en un espacio pedaggico-disciplinante, mbito propicio para una suerte
de higiene moral de la multitud: "Para el pueblo inculto se ha convertido el Museo
en un sitio ameno de reunin; respetuoso, observa lo que contiene [] y olvida la
taberna que quiz lo lleva al crimen" (Moreno, 1890-1891: 33).
Las colecciones tambin registraron un incremento considerable: 2696 ob-
jetos en 1896; 1719 objetos en 1897; 6599 objetos en 1898 y 10933 objetos en 1899.
En 1896 y 1897, los ingresos por "donaciones" superaron ampliamente a los prove-
nientes por compra y excursiones, invirtindose la tendencia a partir de 1898, en
respuesta a la ingobernable sangra de fsiles patagnicos con destino a los mu-
seos metropolitanos.
El canje de los Anales con publicaciones anlogas report ostensibles bene-
ficios: se pas de 316 volmenes, en 1894, a 1088 cuatro aos despus. Hacia 1899
la lista de instituciones cientficas con las que se practicaba intercambio llegaba a
297, abarcando los cinco continentes. Alemania y Estados Unidos lideraban la n-
mina, con 46 suscriptores respectivamente. A la ampliacin del acervo bibliogrfi-
co, se agregaron los esfuerzos por mejorar el rendimiento del sistema de difusin,
abreviando los plazos de aparicin de los Anales y creando una publicacin nueva,
Comunicaciones del Museo Nacional de Buenos Aires, destinada a "divulgar a la
mayor brevedad posible y en forma concisa todo aquello que, refirindose a estos
pases, me parece de suficiente inters para la ciencia" (Berg, 1898: 1). A diferencia
de la administracin de Burmeister, la de Berg se caracteriz por la apertura de los
rganos de prensa a estudiosos vernculos. Los conflictos interpersonales ya no se
interpondran en el camino: Ameghino, que arrastraba una vieja disputa con Berg,
pudo estampar por primera vez su apellido en los Anales.
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5. FLORENTINO AMEGHINO
Tras la muerte de Berg en enero de 1902 se suscit inquietante comps de
espera. Aunque se descontaba la eleccin de Ameghino, el retraso generaba ner-
viosismo. En carta a su hermano Carlos, el candidato seal: "De novedades, poco
puedo decirte. Ha muerto Berg hace ms de dos meses, pero hasta ahora no le han
nombrado reemplazante"16. Ocurra lo siguiente: Moreno se haba enterado, estan-
do en Europa, del deceso del sabio ruso y mand una nota al presidente Julio A.
Roca solicitando el aplazamiento del asunto. Segn parece, tena pensado refundir
los museos de Buenos Aires y de La Plata en un establecimiento nico y dirigir sus
destinos. Enterado de la maniobra, Joaqun V. Gonzlez, entonces ministro de Ins-
truccin Pblica y admirador de la obra ameghiniana, rechaz el proyecto e impul-
s la candidatura del consagrado paleontlogo. Por fin, el 19 de abril de 1902, se
oficializaba el nombramiento de Florentino Ameghino como director del Museo
Nacional. Al da siguiente, exultante, escriba a su colega y amigo Hermann von
Ihering:
16
Carta de Florentino a Carlos, fechada en La Plata el 8 de abril de 1902 (Ameghino, 1936: 11).
17
Carta de Ameghino a von Ihering, fechada en La Plata el 20 de abril de 1902 (Ameghino, 1936: 68).
202
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"Tenemos una larga serie de cajones de colecciones recibidas del Museo Bri-
tnico de Londres, del de Nueva York, de Pars, etc. [] y dentro de poco me
ver en la vergonzosa necesidad de devolverlos, porque el Museo de Bue-
nos Aires no puede retribuir tales atenciones, por no saber lo que tenemos,
ni duplicados con los que contamos, ni podemos intentar buscarlos en el
hacinamiento enorme de material sustrado a la vista, debajo de pilas de ca-
jones que lo contienen" (Ameghino, 1910: 19).
Por si fuera poco, el Gobierno haba girado fondos para la ampliacin del
Colegio Nacional y el contratista inici los trabajos de demolicin. El martilleo se
torn insoportable y el establecimiento debi cerrar sus puertas. Comprendiendo
que la continuidad de las obras desatara un desastre patrimonial, el concesionario
decidi suspender las actividades. El director ya haba abandonado la batalla. Muri
en 1911, a los 56 aos, en la plenitud de su pensamiento, pero institucionalmente
derrotado: "No se llev de la vida, sino una amargura: el fracaso de sus empeos,
durante diez aos estriles, para dar casa decente al museo" (Lugones, 1915: 139).
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