Cap AbyaYala Libro
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en Amrica Latina
La Lucha por los Derechos Indgenas
en Amrica Latina
ISBN: 9978-22-
Presentacin y reconocimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Introduccin
La Cuestin Indgena
tivos. El trabajo de Hale (2002) sobre los temores de los ladinos ante la
reafirmacin de la identidad Maya en Guatemala es un buen ejemplo
de la complejidad de los conflictos socioculturales que vienen inscritos
en la cuestin indgena (ver tambin Warren 1998b).
El reconocimiento de derechos especiales para los pueblos indge-
nas implica un desafo a dos nociones fundamentales asociadas con la
tradicin liberal occidental del estado moderno: la homogeneidad cul-
tural y las universalidad de los derechos ciudadanos. En el modelo uni-
versalista de ciudadana que se describi mas arriba, la aceptacin de la
diversidad cultural no se contradice con la idea de derechos universa-
les. Frente a eso, la propuesta de otorgar derechos especiales a los ind-
genas puede generar resistencia porque se plantea como una violacin
del principio de que todos los ciudadanos deben tener las mismas pre-
rrogativas. En los pases de la Cuenca Amaznica, por ejemplo, hay
quienes consideran que es injusto asignar grandes extensiones territo-
riales a los grupos indgenas y, al mismo tiempo, ignorar las necesida-
des de los muchos campesinos no-indgenas que carecen de tierras. Los
proponentes del multiculturalismo sostienen que, dentro de ciertos l-
mites, la existencia de un fuero especial no infringe los principios libe-
rales porque puede resultar necesaria para que quienes pertenecen a
grupos marginados puedan ejercer sus derechos individuales (Kymlic-
ka 1995, Kymlicka y Norman 1996, I. M. Young 1996). Otros analistas,
especialmente en los Estados Unidos, critican las polticas multicultu-
rales estatales como una forma insulsa de administrar la diversidad, su-
giriendo que cumplen la funcin de despolitizar y ocultar el racismo
(Bennett 1998, Goldberg 1994, Okin 1999). Finalmente, tambin hay
quienes atacan de frente a las polticas multiculturales como una ex-
presin de las limitaciones intrnsecas de la ideologa y las institucio-
nes del liberalismo (Parehk 1999), Povinelli 1998 y 2002). En estos de-
bates se ventilan formas radicalmente distintas, a veces audaces, de
pensar la nacin y la ciudadana. Son los dilemas que, en ltima instan-
cia, debern resolverse en aquellos pases donde la cuestin indgena se
plantea como importante.
Desde las formulaciones de Marshall (1949), los estudiosos de la
ciudadana han enfatizado que la promesa de la democracia solo pue-
de cumplirse cuando los sectores populares ganan acceso a una serie de
derechos en diferentes terrenos. Las aspiraciones de los indgenas de los
pases de Amrica Latina se dirigen en varias direcciones. Luchan por
20 Nancy Postero y Leon Zamosc
Contextos de Politizacin
todos los bolivianos. Por otro lado, el hecho de que la mayora de los
bolivianos sean indgenas habla de una situacin en la cual las aspira-
ciones indgenas pareceran mezclarse con una nocin populista de la
nacin. Queda por verse si las organizaciones indgenas lograran arti-
cular esta nueva versin propia del nacionalismo boliviano como par-
te de un embate exitoso para acceder al poder poltico.
Recapitulando, podramos decir que en Amrica Latina la cues-
tin indgena tiende a bifurcarse. En el caso de los pueblos nativos mi-
noritarios aparece como una problemtica de supervivencia, cuya ex-
presin principal es la demanda de autonoma y otros derechos espe-
ciales que permitan la proteccin de sus estilos de vida y culturas. En ta-
les casos, la resolucin de la cuestin indgena no requiere una trans-
formacin radical de aparato estatal, sino mas bien una serie de refor-
mas que definan el fuero especial de los indgenas como ciudadanos di-
ferentes y los trminos de su incorporacin en el estado nacional. En los
pases en los cuales los grupos indgenas tienen un gran peso demogr-
fico, la cuestin indgena se presenta como una problemtica de igual-
dad que se define por referencia a lo que anteriormente hemos descri-
to como una disyuntiva entre el estado tnico y el estado universalista.
La alternativa del estado tnico requerira grandes cambios en las insti-
tuciones polticas, que tendran que reorganizarse sobre la base de lo
que en los debates sobre la resolucin de conflictos tnicos se conoce
como consocionalismo (Lijphart 1977, Horowitz 2001). En Amrica
Latina, sin embargo, no existen precedentes de sistemas consocionales,
y son pocas las voces indgenas que se pronuncian en esa direccin. El
lder aymar Felipe Quispe se ha referido al restablecimiento del Kolla-
suyo en Bolivia, y el intelectual maya Jess Gmez tambin ha propues-
to la idea de repartir y compartir el poder en Guatemala (Gmez 2001,
Gmez y Giordano 2002). Pero la experiencia de las luchas recientes de-
muestran que, incluso en el caso de esos dos pases, los objetivos de los
indgenas gravitan hacia un modelo/universalista-igualitario funda-
mentado en la igualdad de derechos entre todos los ciudadanos.
Lo que esto pone en relieve es el desfase entre la existencia formal
de derechos ciudadanos y la posibilidad efectiva de ejercerlos (Holston
y Caldeira 1999). En teora, las instituciones polticas de todos los pa-
ses latinoamericanos se basan en el modelo universalista-igualitario del
estado. En la practica, sin embargo, los derechos sociales, polticos y
culturales de los grupos nativos han sido rutinariamente negados a tra-
La Batalla de la Cuestin Indgena en Amrica Latina 35
tual que entre los sectores rurales, que es donde se concentra la gran
mayora de la poblacin maya de Guatemala.
Muy diferente es la estrategia que persiguen los lideres indgenas
bolivianos, que se destacan por haber asumido un papel importante en
las luchas populares. En el proceso, esos dirigentes han logrado formar
alianzas con otros sectores que han venido sufriendo los impactos ne-
gativos de las polticas neoliberales. En la Bolivia de los aos noventa
surgieron varias organizaciones que reivindicaban la identidad indge-
na. ltimamente, sin embargo, los lideres de esas mismas organizacio-
nes parecen estar empeados en integrar las demandas tnicas y de cla-
se como parte de un nuevo proyecto poltico de carcter nacional y po-
pular. El caso emblemtico es el de Evo Morales, que inicio su carrera
poltica proclamando que el sometimiento racial de los indgenas era la
causa de principal de los problemas de Bolivia y que ahora, sin aban-
donar completamente su denuncia del racismo, est llamando a la
creacin de un poder popular que deje de lado los intereses particula-
ristas de los diferentes grupos. Para Morales, la prioridad principal en
Bolivia ha pasado a ser la movilizacin del poder del pueblo, de toda
la nacin en la lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo (Mo-
rales 2003).
En Guatemala y en Bolivia las luchas de los indgenas son, al mis-
mo tiempo, profundamente polticas y culturales. En ambos casos, se
trata de intentos de redefinir el significado de la etnicidad y establecer
la legitimidad de lo indgena como el soporte moral de la nacin. Si
mantener la hegemona es un trabajo difcil (Comaroff 1991), luchar
contra ella es igualmente complicado, incluso en los pases en los cua-
les los indgenas son mayora.
los grupos indgenas a las reformas polticas sirvi para paliar el des-
contento por las reformas econmicas. Tanto Rathgeber como Postero,
sin embargo, muestran que el apoyo de las organizaciones indgenas se
fue desvaneciendo a medida que se hacia evidente que las reformas po-
lticas por si mismas no serian suficientes para lograr los avances que
se esperaban.
Otro aspecto importante tiene que ver con el inters de los go-
biernos por atraer inversiones hacia la explotacin de los recursos na-
turales. En la cuenca del Amazonas las concesiones a compaas ex-
tranjeras se extienden sobre los parques naturales y los territorios tra-
dicionalmente ocupados por grupos indgenas. En Chile, las reformas
jurdicas permiten la explotacin minera en las tierras de los Mapuche,
justificando las concesiones del estado como parte del ejercicio de la
soberana nacional (Herrera 2003). En el capitulo de Rathgeber sobre
Colombia, y tambin en el de Garca y Lucero sobre Per, puede verse
con claridad que las actividades de las compaas mineras y petroleras
siguen amenazando las tierras y los modos de vida de los nativos. Fren-
te a todo esto, las organizaciones indgenas han hecho lo posible por
montar campaas de resistencia. En Chile, los Mapuche se han movili-
zado para salvar sus tierras de la explotacin de cobre y de las represas
hidroelctricas, organizando demostraciones que a menudo han sido
reprimidas de manera violenta por el gobierno (Herrera 2003). En Co-
lombia, los Uwa sacudieron la opinin publica nacional e internacio-
nal con el anuncio de que se suicidaran colectivamente antes de per-
mitir la destruccin ambiental de sus territorios.
Hay que destacar que las respuestas indgenas no se limitan a la
reaccin defensiva. Rathgeber describe la manera creativa en que el
CRIC, el Consejo Regional Indgena del Cauca, ha tratado de encontrar
alternativas productivas para las comunidades nativas del sur de Co-
lombia. La experiencia del CRIC pone en relieve que muchos grupos
indgenas ven al desarrollo como un proceso que, lejos de limitarse a
aspectos estrictamente econmicos, debe ser compatible con la inte-
gracin social y cultural de las comunidades. En el caso chileno, los
Mapuches tambin buscan alternativas que, adems de mejorar su sub-
sistencia material, les permitan mantener sus sistemas de relaciones so-
ciales y su identidad cultural (Herrera 2003).
La resistencia indgena ha sido especialmente exitosa en el terre-
no de las respuestas a las crisis econmicas y sociales derivadas de la
42 Nancy Postero y Leon Zamosc
nera muy breve, algunos temas adicionales que se plantean en los estu-
dios de caso y que creemos que deben ser tomados en cuenta en los
anlisis comparativos futuros.
En primer lugar, vale la pena llamar la atencin sobre las ambi-
gedades que rodean a la relacin entre la identificacin de clase y el
sentido de pertenencia tnica. Como resultado de los cambios socioe-
conmicos que estn teniendo lugar en Amrica Latina, los limites en-
tre esas categoras parecen desdibujarse cada vez mas (Garca Canclini
2001). Algunos de nuestros autores llaman la atencin sobre los efectos
de hibridizacin de las reestructuraciones globales, que se reflejan en el
surgimiento de estrategias para combinar la lgica de mercado con los
valores tradicionales de los indgenas. Esto plantea la pregunta de si
la nocin de lo hbrido debe tomarse en un sentido literal o conside-
rarse como una clave para comprender la interaccin entre identidades
mltiples. Pero tal vez sea mas importante considerar la perspectiva de
los indgenas mismos, tratando de establecer de que manera se perci-
ben estas tensiones en la experiencia de su vida cotidiana. En La Paz,
por ejemplo, la mayora de los vendedores callejeros son aymaras. C-
mo hacen esas personas para negociar y conciliar sus diversas identida-
des? Se necesita mucho ms trabajo de investigacin para comenzar a
desenredar estas complicaciones.
Otro tema importante es el hecho de que las ambigedades se
multiplican cuando el mestizaje y las categorizaciones raciales se inclu-
yen en la problemtica. Como sabemos, el mestizaje no es simplemen-
te un asunto de mezcla biogentica. Entre los indgenas que migran a las
ciudades abundan los que se esfuerzan por asumir identidades mesti-
zas. Para algunos, hacerse mestizos es un modo de evitar la discrimina-
cin. Para otros, se trata de un paso necesario para ser parte de la na-
cin moderna (Bonfil Batalla 1996). De la Cadena (2000) ha demostra-
do, sin embargo, que las identidades mestizas no son necesariamente
incompatibles con la adhesin a las costumbres o valores indgenas. La
auto-identificacin de la gente refleja la interaccin de una gran varie-
dad de factores psicolgicos, sociales, culturales y polticos. En este libro
privilegiamos las variables polticas, observando la complejidad de sus
conexiones con otros elementos de orden cultural. No hemos prestado
suficiente atencin a los discursos tnicos y raciales y a las maneras en
que esos discursos dan sentido a las luchas indgenas. Peter Wade (1997)
nos recuerda que aunque las luchas de los nativos se presentan como lu-
La Batalla de la Cuestin Indgena en Amrica Latina 45
chas tnicas, la discriminacin sufrida por los indgenas tiene sus races
en los discursos raciales de la poca colonial. Jonathan Warren marca
un punto similar cuando afirma que hay situaciones en las cuales los
movimientos indgenas pueden hacer contribuciones importantes
planteando la temtica del racismo. Es importante que la investigacin
preste atencin a la nocin de raza y su relacin con la dinmica pol-
tica de la etnicidad. Utilizan los movimientos indgenas nociones ra-
ciales? Cual es el papel de los medios de comunicacin en estos deba-
tes? A medida que el multiculturalismo neoliberal se desprestigia, cual
ser la funcin de las ideas de raza y etnicidad en los proyectos multi-
culturales provenientes de los indgenas y de otros sectores populares?
Y a medida que la cuestin indgena se politiza, aumentara el numero
de quienes prefieren volver a identificarse como indgenas?
El tercer punto que queremos destacar tiene que ver con el factor
demogrfico. En este capitulo hemos afirmado que la condicin mayo-
ritaria o minoritaria de la poblacin nativa es una variable clave desde
el punto de vista del tipo de demandas que plantean los movimientos
indgenas. Pero sabemos muy bien que nuestra formulacin no es mas
que una primera aproximacin a una problemtica compleja que re-
quiere una elaboracin mucho mas amplia y cuidadosa. En este senti-
do, nos parece especialmente importante caracterizar las configuracio-
nes demogrficas que se presentan en los diferentes pases e investigar
de manera sistemtica sus interacciones con otros factores relevantes.
Por ejemplo, nuestras observaciones sobre las situaciones en las cuales
los indgenas tienen un peso importante dentro de la poblacin se ajus-
tan bastante bien a los casos de Bolivia y Guatemala, pero que es lo
que explica que algunas de esas observaciones tambin parezcan apro-
piadas para explicar los procesos del Ecuador, donde la poblacin ind-
gena es claramente minoritaria? Y por qu esas mismas observaciones
no parecen aplicables al caso de Per, donde los indgenas representan
un sector significativo de la poblacin total del pas?
Por ultimo, no hay que perder de vista que nuestros estudios pri-
vilegiaron la escena nacional, prestando poca atencin a las variaciones
regionales y locales. Nos parece muy importante profundizar el anli-
sis sobre la manera en que los movimientos indgenas se relacionan
con esta diversidad. Por ejemplo, que es lo que explica el mayor o me-
nor xito de un movimiento nacional en sus esfuerzos por articular las
demandas de los diferentes sectores indgenas y mantener su unidad?
46 Nancy Postero y Leon Zamosc
Otro problema de los estudios a nivel macro es que a veces dan por sen-
tado que lo que se presenta como un xito nacional, como por ejemplo
una reforma constitucional, es necesariamente positivo para todos los
grupos y comunidades indgenas a nivel regional y local. En el otro ex-
tremo, a veces es necesario trascender el nivel de la nacin y analizar el
papel de actores internacionales que apoyan a las organizaciones ind-
genas y pueden influir sobre la legislacin nacional (Brysk 2000). En al-
gunos captulos de este libro, nuestros autores combinan estos diferen-
tes niveles de anlisis cuando dan ejemplos de procesos locales o regio-
nales que reflejan tendencias nacionales o internacionales. Pero no ca-
be duda de que este ser uno de los desafos mas importantes para las
prximas investigaciones.
Quedan por discutir muchos otros temas que salieron a relucir en
el seminario de Cochabamba, incluyendo el papel de los intelectuales
indgenas, el tratamiento de las diferencias de genero en las organiza-
ciones, las propuestas de modelos alternativos para gestin econmica
y manejo del medio ambiente, y las posibilidades y dificultades de la
participacin indgena en gobiernos nacionales. Aunque los movi-
mientos indgenas aun tienen un largo camino por recorrer para lograr
alcanzar todos sus objetivos, no cabe duda de que el activismo de las
dos ultimas dcadas ha tenido efectos positivos desde el punto de vista
de la participacin de los mismos indgenas y como inspiracin para
otros movimientos sociales. Su protagonismo debe verse como una in-
dicacin de lo que parece ser un fenmeno mas general en Amrica La-
tina: la creciente importancia de de la participacin poltica desde la
sociedad civil.
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Introduccin
Mapa 1
Los pueblos indios de Mxico (Etnias 1988)
Grfica 1
La Reforma Agraria Mexicana (Dietz 1999:156)
Grfica 2
El Estado corporativo en busca de la sociedad mexicana
(Dietz 1999:172)
PRI
PARTIDO REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL
SOCIEDAD MEXICANA
Grfica 3
La integracin vertical del ejido (Dietz 1999:177)
PRI PRESIDENTE DE
LA REPBLICA
SARH SARH
(Ministerio de
CNC (Ministerio de
Reforma
Agricultura) Agraria)
COMISARIO
EJIDAL
ASAMBLEA DE E J I D ATA R I O S
POBLACIN TOTAL
DE UNA COMUNIDAD
= nombra y controla
= solicita recursos
= conflictos intralocales
64 Gunther Dietz
Hasta entrados los aos ochenta, en casi todas las regiones ind-
genas de Mxico prevalecan dos formas de organizacin: Por un lado,
los maestros bilinges, formados en el marco de la poltica indigenista
70 Gunther Dietz
Comunidad y comunalismo
Mapa 2
El EZLN en Chiapas 1994 (Dietz 1994:28)
El fenmeno EZLN
Grfica 4
La estructura interna del EZLN (Dietz 1999:403)
EZLN
CCRI
(=comandantes)
Subcomandante
Asanblea Regional
Marccos
Mayor
Asambleas de los
grupos tnicos
Teniente
Asambleas comunales
... y ejidades
(rangos militares)
= jerarqua militar
Pueblos Nahuas del Alto Balsas en Guerrero y las dos asociaciones oa-
xaqueas Asamblea de Autoridades Mixes y Movimiento de Unificacin
de la Lucha Triqui.
Por otro lado, organizaciones del mismo tipo, pero de membresa
pluritnica se crean en aquellas regiones habitadas por varios grupos in-
dgenas, como en el caso de la Coalicin de Pueblos Serranos Zapotecos y
Chinantecos en el norte de Oaxaca. Y, por ltimo, tambin se forman
alianzas multitnicas a nivel supra-regional que pueden abarcar todo un
estado, como por ejemplo el Consejo Guerrerense 500 Aos de Resisten-
cia Indgena. El elemento organizativo comn se define no en base tni-
ca, sino bajo el criterio comunalista, el recurso a la comunidad - sea de
la circunscripcin tnica que sea - como punto de partida de las corres-
pondientes actividades polticas de la organizacin en cuestin.
Para evitar la represin o cooptacin por parte del estado, estas
coaliciones de pueblos renuncian a establecer una organizacin dife-
renciada que cuente con una jerarqua interna propia. El proceso de to-
ma de decisiones regional es lento, puesto que las distintas asambleas
comunales presentan sus respectivas decisiones locales a nivel regional,
las discuten y las turnan nuevamente a las comunidades. Slo entonces
la asamblea regional de delegados comunales estar autorizada a tomar
una decisin conjunta; una vez aceptada la decisin, sta se considera
tan vinculante que su puesta en prctica frente al gobierno lograr mo-
vilizar de forma puntual a pueblos enteros.
Las formas de accin de las nuevas alianzas regionales combinan
elementos procedentes de los movimientos urbanos de protesta con las
habituales estrategias de las comunidades indgenas: Recurriendo a la
prctica desarrollada en ms de 500 aos de relaciones entre pueblos in-
dios y administracin estatal, primero se siguen estrictamente todos los
canales legalmente previstos para presentar solicitudes y peticiones an-
te las instancias gubernamentales. Agotadas las vas legales, se aplican
medidas de presin como manifestaciones y bloqueos de carreteras, pa-
ra slo en casos extremos optar por la toma de instalaciones guberna-
mentales y el encierro de sus funcionarios. Precisamente estas visitas
a las agencias gubernamentales responsables de la falta de atencin a las
regiones indgenas ilustra la conversin del pobre indio peticionario
de ayudas asistencialistas en un ciudadano perfectamente consciente de
sus derechos: Mientras que antes las autoridades comunales se vean
obligadas a acudir a la capital estatal o federal presentndose en todo ti-
100 Gunther Dietz
po de institucin para solicitar cualquier ayuda por muy nimia que sea,
ahora comunidades enteras invaden las dependencias gubernamenta-
les y con su mera presencia - que puede durar varios das y noches - im-
ponen las medidas de fomento hasta entonces denegadas o demoradas.
Las organizaciones regionales de comunidades se van consolidan-
do a lo largo de este tipo de acciones supra-locales y a menudo espec-
taculares, siempre y cuando contribuyan a resolver los problemas espe-
cficos planteados por las comunidades participantes en las acciones.
Este mecanismo de obtener legitimidad a travs de xitos de negocia-
cin y presin, por una parte, limita la programtica de los movimien-
tos regionales a la solucin de urgentes problemas locales y, por otra
parte, convierte al estado en el destinatario principal de sus respectivos
planteamientos. Sin embargo, la acelerada retirada del estado del desa-
rrollo rural y del fomento agropecuario obliga cada vez ms a las coa-
liciones de comunidades a abandonar el habitual enfoque estatista y
asistencialista de su programtica.
Como consecuencia, surgen nuevos proyectos de titularidad re-
gional, protagonizados por las organizaciones nacidas a raz de las coa-
liciones de comunidades establecidas a lo largo de los aos noventa y del
auge zapatista vivido en el pas. Estos primeros proyectos regionales, au-
togestionados de forma conjunta por diferentes comunidades indge-
nas, - aparte de los evidentes beneficios prcticos que generan para las
comunidades participantes - poseen una gran importancia en el mbi-
to de la poltica regional. En el momento en que organizaciones como
el Consejo Guerrerense 500 Aos de Resistencia Indgena, Nacin Purh-
pecha, la Unin de Comunidades Indgenas de la Zona Norte del Istmo de
Oaxaca o la Coordinadora Regional de Organizaciones Indgenas de la
Sierra de Zongolica ya no se limitan nicamente a articular demandas re-
gionales y/o locales especficas frente al Estado mexicano, sino que toma
la iniciativa en materia de desarrollo e implementa proyectos propios y
ajenos a los canales oficiales, la respectiva coalicin de comunidades se
convierte en un novedoso factor poltico. As, los canales de comerciali-
zacin alternativa que se vienen abriendo desde hace algunos aos en
Oaxaca y Chiapas a partir del cultivo de caf orgnico y otros produc-
tos regionales, distribuidos fuera del pas a travs de ONGs internacio-
nales de cooperacin para el desarrollo, no slo implica una importan-
te diversificacin de ingresos para los productores indgenas, sino, a la
vez, significa un empoderamiento poltico de la organizacin regional y
Del indigenismo al zapatismo 101
Grfica 5
Comunidad y autonoma dentro del Estado mexicano
(Dietz 1999:406)
LA COMUNIDAD INDGENA
EN LA JERARQUA ADMINISTRATIVA MEXICANA
Nivel regional:
Regin Autnoma
= subordinacin = federalismo
administrativa cooperativo
centralismo competitivo
sobre todo las autoridades comunales temen que una creacin prema-
tura de rganos de autonoma y autogestin a nivel supra-comunal se-
ra ocupada y aprovechada rpidamente por actores caciquiles exge-
nos, sean stos de tipo tradicional PRI o CNC o reciente partidos
de oposicin en busca de nuevos espacios de poder ms all del mbi-
to municipal.
Por otra parte, la mayora de los jvenes lderes indgenas re-co-
munalizados, que actualmente representan las alianzas de comunidades
a nivel nacional, rechazan esta tendencia a la auto-limitacin de la au-
tonoma y de los derechos indios a lo localista como parte del legado co-
lonial. El reconocimiento constitucional de los nuevos espacios supra-
locales, ocupados hoy en da slo informalmente por las nuevas coali-
ciones de comunidades, sera un primer y decisivo paso hacia la desco-
lonizacin de los territorios indios, tal y como est prevista en la Con-
vencin 169 de la Organizacin Internacional del Trabajo sobre Pue-
blos Indgenas y tribales en Estados Independientes (OIT 1992), for-
mulada en 1989 y ratificada en 1990 por el gobierno mexicano. Y como
dicha descolonizacin deber realizarse de forma incluyente, el resulta-
do lo constituiran las mencionadas regiones autnomas pluritnicas
(ANIPA 1995). En este caso no sera tanto la comunidad indgena local
como el pueblo indio como etnia regional quin se convertira en pro-
tagonista del proceso de autonoma. Su descolonizacin obliga al Esta-
do a una profunda devolucin y descentralizacin administrativa.35
Estas divergencias en la definicin de los derechos de autonoma,
sus niveles y extensiones territoriales local vs. regional as como de su
respectivo sujeto de soberana la comunidad como corporacin lo-
cal consuetudinaria vs. el pueblo indio en trminos tnicos -36 son
aprovechadas frecuente y hbilmente por parte de los representantes
gubernamentales para bloquear el proceso de negociacin, que se pro-
longa desde 1994 hasta 1996. A pesar de estos intentos de bloqueo y di-
visionismo, las negociaciones (supuestamente solo de la primera fase
de dilogos entre el gobierno y el EZLN) culminan en la firma oficial
de los Acuerdos de Paz de San Andrs en febrero de 1996 (Ce-Acatl
1995, 1996, CDHMAPJ 2000).
Paradjicamente, sin embargo, el principal obstculo para imple-
mentar los acuerdos de San Andrs no se originan en el seno del am-
plio y heterogneo movimiento indgena y zapatista, sino en la contra-
parte gubernamental. La Comision Parlamentaria de Concordia y Paci-
108 Gunther Dietz
Conclusiones
grando a la poblacin rural a nivel regional. Por otra parte, las activi-
dades polticas de estas coaliciones de comunidades, y particularmen-
te su nfasis en la responsabilidad y pertinencia del Estado-nacin
frente a sus ciudadanos indgenas y sus reivindicaciones de autogobier-
no y autogestin, logran fortalecer los cauces y mecanismos de partici-
pacin de dichos ciudadanos en los asuntos nacionales de Mxico. Con
ello, es precisa y paradjicamente un movimiento indio independiente
y abiertamente disidente quin est logrando aquello que el viejo indi-
genismo gubernamental supuestamente siempre pretenda a lo largo
de un siglo de polticas impuestas desde arriba: una participacin e in-
tegracin equitativa y respetuosa de las comunidades indgenas y de
sus miembros no slo en el Estado-nacin, sino en la sociedad mexica-
na, ahora definida como pluri-tnica y multicultural.
Notas
27 Estos barrios, que poseen una marcada identidad propia intra-local, constituyen gru-
pos de residencia en los que se subdividen la mayora de las comunidades indgenas
y que, aparte del santo patrn local, veneran un santo propio. Esta importante es-
tructura local jams ha sido tomada en cuenta por los proyectos externos de desarro-
llo; como consecuencia, las organizaciones destinatarias de las medidas de fomento,
creadas desde fuera, nunca benefician a todos los barrios por igual, lo que genera ten-
siones en el interior de la comunidad; para estudios de casos, cfr. Dietz (1995).
28 Para ejemplos provenientes de la regin purhpecha de Michoacn, cfr. Dietz
(1999).
29 El proceso de negociacin abierto en Sacam Chen a travs de una mesa plural que
de parte de los zapatistas incluye como asesores a la prctica totalidad de movi-
mientos indios, campesinos y urbanos agrupados bajo el denominador comn de
zapatismo civil, queda truncado ya en su primera fase (cfr. abajo). A partir de la
negativa gubernamental a implementar los acuerdos obtenidos sobre derechos y
cultura indgena el eje temtico de esta primera fase -, se abandonan las dems
negociaciones previstas sobre las reformas polticas.
30 La supeditacin de la estructura militar a la estructura civil se refleja simblica-
mente en la terminologa de los supremos rangos jerrquicos - el subcomandante
para el brazo militar y el comandante para el brazo civil del EZLN.
31 Cfr. Rovira (1994). El discurso zapatista presenta esta estructura dual poltico-mi-
litar como una combinacin de las histricas estrategias Revolucin arias de Emi-
liano Zapata y de Pancho Villa: la transicin peridica entre campesino maicero y
combatiente Revolucin ario y viceversa es un legado del famoso Ejrcito Revolu-
cin ario del Sur liderado por Zapata, mientras que el ataque masivo por un am-
plio ejrcito popular constituye una leccin aprendida de las tropas norteas al
mando de Villa (EZLN 1994).
32 El prototipo lo constituye un fondo creado ya en los noventa en el Estado de Gue-
rrero, el Fondo Estatal para el Desarrollo Autnomo de los Pueblos Indgenas de Gue-
rrero, que ya ha sido reconocido por el gobierno, pero que hasta la fecha slo dis-
pone de recursos aportados por unas cuantas ONGs (Bentez 1994).
33 La nueva ley reguladora del artculo 27 modificado permite la privatizacin inclu-
so de las reservas de agua y de su explotacin (Piar Alvarez 1999); gracias a dicha
reforma, se comienzan a implementar los primeros macro-proyectos de explota-
cin a menudo mixta privada y pblica de los recursos naturales y culturales
de las regiones indgenas, como en los casos de Mundo Maya y el Plan Puebla-Pa-
nam (cfr. Harvey 2003).
34 Cfr. ANIPA (1995), Daz-Polanco (1995), Lpez y Rivas (1995), Burguete Cal y Ma-
yor (1999), Dietz (1999), Ruiz Hernndez (1999), Aubry (2002), Daz-Polanco &
Snchez (2002) y Hernndez / Mattiace / Rus (2002).
35 La estrecha relacin existente entre los procesos de descentralizacin y los nuevos
movimientos indgenas por la autonoma son analizados e ilustrados por Burgue-
te Cal y Mayor (1999, ed.) y por Cornelius / Eisenstadt / Hindley (1999, ed.), qui-
nes aportan estudios de caso de Oaxaca, Guerrero y Chiapas.
36 Stavenhagen (1999) proporciona detalles sobre las diferentes definiciones y con-
ceptualizaciones de la autonoma.
114 Gunther Dietz
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128 Gunther Dietz
que han sido vctimas, pero son mucho ms que slo vctimas: hombres
y mujeres, adolescentes y ancianos, habitantes de la ciudad y campesino-
sindividuos definidos por conjunciones nicas de vectores sociales,
culturales y econmicos casi infinitosgente que vive su vida de la for-
ma que les parece ms adecuada, equilibrando intereses personales y so-
ciales. Para intentar capturar tal complejidad y a la vez evitar ms violen-
cia simblica hacia los pueblos maya, debemos superar el lenguaje de la
victimizacin. No debemos olvidar los horrores de la violencia y no de-
bemos hacer odos sordos a la explotacin y la injusticia (las definamos
como las definamos), pero el activismo pan-maya nos indica tambin el
poder de la agencia subalterna y de la intencionalidad, as como las con-
vergencias particulares en la historia de intereses diversos que pueden
producir un cambio social radical sin pretender ser revolucionarias.
Mensajes pan-mayanistas
sobre todo los maya (artculo 66), y comenta que, aunque el espaol es
el idioma oficial del pas, las lenguas indgenas son parte del patrimo-
nio cultural de la nacin (artculo 143) y deben ser enseadas en las es-
cuelas en zonas de poblacin predominantemente maya (artculo 76).
Adems, la convencin 169 de la Organizacin Internacional del Tra-
bajo, que Guatemala ha ratificado, exige que se proporcione a los gru-
pos indgenas el mayor nivel de auto control posible sobre los progra-
mas de desarrollo. Por ltimo, los Acuerdos de Paz de 1996 (sobre to-
do el Acuerdo sobre la Identidad y los Derechos del Pueblo Maya) es-
tablece un marco legal para tratar un amplio espectro de las demandas
pan-mayanistas. Aunque las reformas constitucionales requeridas por
los Acuerdos de Paz fueron rechazadas en la Consulta Popular de 1999,
los Acuerdos proporcionan un poder moral y legal para los activistas
mayas luchandos para reformas politicas. Y, implementando los Acuer-
dos ha seguido siendo un compromiso central del gobierno (con pre-
sin de la comunidad internacional).
Audaz en sus fines, alcance y su lenguaje, el Acuerdo sobre la Iden-
tidad y los Derechos del Pueblo Maya se basa principalmente en la
agenda establecida por la organizacin pan-maya (para ms detalles
sobre los acuerdos de 1996 y su impacto en el activismo maya, ver Wa-
rren 1998 y Brown, Fischer y Raxche 1998). Por primera vez, el acuer-
do clarifica y refuerza los derechos proporcionados por la constitucin
de 1985 en cuanto a la educacin, el idioma y la religin. De hecho, el
mayor logro de los acuerdos ha sido promover la educacin bilinge y
bicultural por medio del Ministerio de Educacin. Los asuntos de edu-
cacin y lengua juegan un papel central en el movimiento pan-maya, y
una serie de lderes maya estn trabajando en estos momentos dentro
del ministerio desarrollando materiales curriculares y preparando pro-
fesores. Irnicamente, la resistencia ms importante a la educacin bi-
linge ha venido de comunidades rurales, en las que muchos padres
mayas quieren que sus hijos se centren en aprender espaol (el idioma
tradicional de ascenso social) ms que en Kiche o Kaqchikel o Mam.
Pero las actitudes van cambiando poco a poco y cada vez ms mayas es-
tn asumiendo un nuevo orgullo de su tradicin nativa: por ejemplo,
se est abriendo un gran nmero de escuelas mayas privadas o concer-
tadas con el estado en pueblos ms grandes por todo el pas.
De forma ms radical, el Acuerdo exige que el estado cree refor-
mas legales y programas de accin afirmativa para que los mayas alcan-
148 Edward F. Fischer
Ms all de la victimizacin
tivistas deban dejar de usar el lenguaje del victimismo para luchar por
la justicia social, sino que reducir a los mayas a nada ms que vctimas
niega la compleja intencionalidad de su humanidad.
Como siempre, los antroplogos deben tomar ejemplo de las gen-
tes que estudian, y creo que tenemos mucho que aprender de los ma-
yas. En occidente, tendemos a esencializar el Yo, reduciendo los indivi-
duos (y los grupos) a una o ms caractersticas definitorias (supuesta-
mente innatas). Tal visin subyace sutilmente en los discursos de victi-
mizacin presentes en el movimiento por los derechos humanos. Por el
contrario, los mayas tienden a ver el Yo de forma mucho ms maleable
y polifactica, anclado no slo en los propios intereses sino en las rela-
ciones comunales. Tal perspectiva acalla el debate de si los lderes ma-
yas son interesados o altruistasson, por supuesto, ambas cosas y su
poder se sita en el equilibrio entre ellas. Tal perspectiva tambin nos
permite una comprensin ms clara de las complejas prcticas de la ac-
cin poltica maya: constructos hbridos que incorporan tanto smbo-
los culturales tradicionales y discursos internacionales, financiados por
la pequea agricultura y por ONGs extranjeras, organizados por medio
del boca a boca y de listas de correo de internet.
La perspectiva maya del Yo y sus implicaciones para el activismo
y el anlisis social ha sido expresada de forma ms potica en las pala-
bras del Subcomandate Marcos, el lder de los mayas zapatistas de
Chiapas. Como los pan-mayanistas, los zapatistas emplean la poltica
de la identidad para hacer valer sus reclamaciones frente al estado me-
xicano, aunque su llamada a la reforma poltica, econmica y social es
ms militante. Pero Marcos no es maya, lo que ha hecho que algunos
cuestionen la legitimidad y autenticidad del movimiento. Menospre-
ciado por no ser maya y acusado de ser gay, Marcos resiste con habili-
dad stas categoras tan ntidas afirmando que es: gay en San Francis-
co, negro en Sudfrica, asitico en Europa, chicano en San Isidro, anar-
quista en Espaa, palestino en Israel, indio maya en las calles de San
Cristbal En otras palabras, Marcos es un ser humano en este mun-
do. Marcos es cada minora no tolerada, oprimida, explotada, que re-
siste y dice ya basta! Aqu, Marcos, con su lenguaje potico, capta un
sentimiento muy extendido entre los activistas mayas que se niegan a
ser clasificados por esencialismos deshumanizantes y categoras de con-
tencin social.
Ms all de la victimacin 157
Notas
Agradezco los siguientes por su ayuda en mejorar esta contribucin (an todos los
errores y omisiones son mos): Nancy Postero y Len Zamosc por impulsar este pro-
yecto y por sus sugerencias tiles y especficos de una versin preeliminara de este en-
sayo; Demetrio Cojt y Xavier Alb por sus comentarios y criticas; y los otros partici-
pantes en la conferencia en Cochabamba. Tambin agradezco a Ivan Fernandez por su
ayuda fundamental con la traduccin de este artculo.
Bibliografa
co cambio tiene que ver con los actores de la guerra sucia. En el rgi-
men de Turbay Ayala, el estado fue directamente responsable por bue-
na parte de la represin. En la actualidad, son los grupos paramilitares
o de autodefensa que acaban con lo que entienden como subversin.
Obviamente no actan slos, pues reciben el apoyo de las fuerzas del
orden pblico y aprovechan un ambiente social que es apto para la re-
presin. Adems, el gobierno de Uribe Vlez pretende crear una mili-
cia rural de campesinos apoyados por una red subterrnea de infor-
mantes y vigilantes.
Los grupos guerrilleros, por su parte, actan con la misma racio-
nalidad y son parte integral del problema. Como obtienen ingresos de
los impuestos al narcotrfico, el secuestro y el chantaje a empresas pe-
troleras, tienen poco interes en buscar el entendimiento con otros sec-
tores de la sociedad. Presionan a las comunidades para que les entre-
guen comida y combustible y reclutan jvenes de manera forzada, in-
cluyendo menores de edad. Parecera que la lgica militar se ha apode-
rado de todos los actores armados. La guerra se dirige contra la socie-
dad como un todo, y el simple hecho de objetar es un riesgo. El estado
de emergencia se ha convertido en algo normal y la participacin so-
cial se reduce cada vez ms a las actividades dentro de cada red cliente-
lista. Esta trayectoria autoritaria ha dado lugar a una manera caracte-
ristica de manejar a la sociedad y del estado a la cual siempre se recu-
rre cuando se trata de regular una crisis (Guzmn y otros 1962/1977;
Pizarro 1985; Snchez y Pearanda 1986; Snchez Gmez 1991, Hu-
man Rights Watch/Americas 1996, 1998; Pecault 2002).
lugar en 1988, cien aos despus del primer intento en 1863. El go-
bierno de Gaviria extendi el voto directo a la eleccin de los gober-
nadores de los departamentos. Con las elecciones directas, se multi-
plic la cifra de candidatos a alcaldes y concejales que se presentaban
como independientes, aunque no se cumpli con la expectativa de
romper con el predominio de los dos partidos tradicionales y del sis-
tema clientelista. La reforma electoral permiti a los indgenas elegir
a sus representantes al municipio y posteriormente a las asambleas
departamentales y al Congreso de la Repblica. En las elecciones de-
partamentales y municipales del ao 2000 gan por primera vez un
candidato indgena, Floro Tunubal, la gobernacin del departamen-
to del Cauca. Con otros cinco gobernadores independientes se opuso
abiertamente a la poltica del gobierno nacional tratando de frenar la
fumigacin de los cultivos ilcitos (Fals Borda 1989; Restrepo 1991;
Rathgeber 2001c; Fajardo 2001).
Con base en la nueva constitucin de 1991 (art. 103) el gobierno
de Gaviria agreg ms elementos participativos particularmente a nivel
local. Un ejemplo es el de las transferencias del gobierno central a los
municipios, que actualmente juegan un papel importante en el presu-
puesto de las comunidades indgenas. El municipio (o cualquier otra
entidad pblica local como los cabildos indgenas) presenta un proyec-
to para mejorar la atencin pblica en salud o educacin o en otros ser-
vicios locales. Una vez aprobado, el municipio tiene derecho a transfe-
rencias del estado que generalmente cubren la mayor parte de los gas-
tos del proyecto.
Otro factor que ampli la participacin fue el establecimiento de
procedimientos jurdicos que permiten a la ciudadana reclamar sus
derechos frente a la actuacin del estado. En el caso de los pueblos in-
dgenas, el recurso de tutela se ha convertido en un instrumento de
gran importancia para reivindicar su derecho a ser consultados y par-
ticipar en los proyectos de desarrollo que afecten su habitat. Sin embar-
go, la obtencin de un recurso de tutela de las cortes no significa que el
ejecutivo lo cumpla automticamente. Sobre todo cuando se trata de
proyectos energticos y de extraccin de recursos primarios, el gobier-
no tiende a obstaculizar esos derechos constitucionales. El recurso de
tutela, como derecho de reclamar un procedimiento participativo, de-
mocrtico y transparente en los trmites estatales, se ha convertido en
un tema de pugnas permanentes a nivel del aparato de estado.
Luchas indgenas en Colombia 165
El pueblo Uwa est conformado por unas 5.000 personas que vi-
ven en el piedemonte de la cordillera oriental en el Norte de Santander,
Santander, Boyac, Arauca, Casanare y las estribaciones de la Sierra Ne-
vada del Cocuy. Comparten el territorio con familias campesinas en el
rea del departamento de Boyac. Los Uwa mantienen un sistema te-
rritorial que distribuye la apropiacin de las tierras en ciertas zonas se-
gn el calendario agrcola como estrategia de manejo y seguridad ali-
mentaria. Esta estrategia ya fue afectada por la reduccin y disgrega-
cin del territorio. La comunidad Cobara carece de territorio en las
zonas bajas, situacin que genera hambre en ciertas pocas del ao. La
actividad petrolera planificada en su territorio amenaza an ms su se-
guridad alimentaria y su integridad cultural. La compaa Occidental
de Colombia (Oxy) haba previsto explorar el petrleo en el llamado
Bloque Samor, ubicado en el territorio ancestral de los Uwa. El go-
bierno de Gaviria haba contratado con Oxy y ECOPETROL (la com-
paa estatal de petrleo) la exploracin de toda el rea del Bloque Sa-
mor por un lapso de 28 aos. El gobierno de Samper (1994-1998) to-
m la decisin en 1995 de licenciar el proyecto de Oxy sin consultar de-
bidamente a la comunidad afectada.
Al comienzo de los aos noventa, se adjudicaron areas dentro del
resguardo de Cobara, la Reserva Indgena de Aguablanca, el resguardo
de Curipao y una zona que no se haba titulado como resguardo. Los
resguardos son terrenos de propiedad colectiva, existen desde el tiem-
po colonial, y tienen un estatuto similar al de las reservas indias nor-
teamericanas. Los Uwa reivindicaron desde 1994 al Instituto Nacional
de Reforma Agraria (INCORA) la necesidad de ampliar y unificar el
resguardo. Ya se haban realizado los estudios necesarios para verificar
el terreno y los estudios cartogrficos, pero el INCORA no tom nin-
guna decisin, debido a los intereses econmicos existentes con rela-
174 Theodor Rathgeber
Conclusiones
Abreviaciones
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Leon Zamosc1
Universidad de California, San Diego
Introduccin
de los usuarios del servicio hasta que, despus de dos das de demostra-
ciones y bloqueo de carreteras, Duran se vio forzado a restaurar el pre-
supuesto y reafirmar el compromiso del estado a continuar con el ser-
vicio (Kipu 1993; CPSSC 1993). El conflicto siguiente tuvo que ver con
la Ley de Modernizacin Agraria, un proyecto del gobierno que apun-
taba a eliminar las bases legales para la expropiacin, dirigir todo el
apoyo estatal hacia la produccin empresarial, abolir la propiedad co-
munal y privatizar el agua de riego. La CONAIE hizo un llamado para
formar la Coordinadora Agraria, que inclua a organizaciones campe-
sinas e indgenas mas pequeas como la FEINE (la Federacin de ind-
genas Evanglicos) y FENOCIN (La Federacin de Organizaciones
Campesinas e indgenas, influida por el Partido Socialista). En 1994, la
Coordinadora Agraria presento un proyecto de ley alternativo (CAN
1993a, 1993b, 1993c). , y cuando el congreso aprob la propuesta del
gobierno, inicio un levantamiento nacional que volvi a paralizar el
pas por varios das. A pesar de los pedidos de Duran, los militares se
negaron a reprimir, y el gobierno tuvo que sentarse a negociar con los
indgenas todos los captulos de la ley, que se reformo para incluir a la
agricultura campesina como beneficiaria del apoyo estatal, reafirmar
que el agua era un recurso publico, y reconocer la legalidad de formas
de propiedad comunitaria y cooperativa de la tierra (Kipu 1994).
La resistencia al neoliberalismo paso a ser el ncleo de un proce-
so de unidad popular cuando la CONAIE y su frente agrario comenza-
ron a coordinar posiciones con los sindicatos de las empresas estatales
que estaban en la lista de las privatizaciones y con las organizaciones
urbanas agrupadas en la Coordinadora de Movimientos Sociales. Even-
tualmente, el polo organizativo liderado por el movimiento indgena
confluyo con el FUT en el establecimiento de la Coordinadora Popular,
una amplia coalicin que inclua al campesinado indgena y mestizo,
las centrales sindicales, los sindicatos independientes del sector publico
y un gran numero de organizaciones barriales de base, grupos feminis-
tas, y activistas de derechos humanos y ONGs de desarrollo (Tamayo
1996). La batalla final se libro en Noviembre de 1995. Cuando se hizo
obvio que los principales puntos de su agenda no pasaran en el con-
greso, Duran decidi jugrselo todo a la carta de una consulta popular
que buscaba fortalecer al poder ejecutivo, dar base legal a la privatiza-
cin, y debilitar a los sindicatos. Los gremios de los grandes empresa-
rios apoyaron la campaa por el si con una fuerte inversin en pro-
El Movimiento Indgena Ecuatoriano 199
Un conocido analista del siglo XIX escribi una vez que, en pol-
tica, la historia tiende a repetirse; primero como tragedia, despus co-
mo farsa. En el Ecuador la historia tambin se repiti, pero a la inver-
sa: primero vino la farsa, protagonizada por Bucaram y los parlamen-
tarios que lo sacaron del poder; despus la tragedia, representada por
el colapso econmico del pas y el golpe de estado militar-indgena que
derribara a Jamil Mahuad.
Mahuad gano las elecciones del 1998 como candidato del parti-
do Demcrata Cristiano; un partido que dentro del espectro poltico
ecuatoriano se haba venido moviendo hacia la derecha desde su po-
sicin original de centro-izquierda a principios de los aos ochenta.
El capital poltico de Mahuad provena de la imagen de eficiencia que
se haba ganado como alcalde de la ciudad de Quito. Pero eso no le
seria suficiente para lidiar con la situacin que tuvo que enfrentar.
Por un lado, las presiones cada vez mayores de los funcionarios del
FMI, que estaban escandalizados por el estancamiento del programa
neoliberal en el Ecuador. Por otro lado, una coalicin popular en pie
de guerra, frreamente determinada a obstaculizar las reformas, y que
haba dado repetidas pruebas de su poder contestatario. Para rema-
tar, una situacin econmica que se fue empeorando hasta convertir-
se en la peor crisis desde la depresin de los aos treinta (Notisur
1998a; Economist 1998).
202 Leon Zamosc
Tabla 1
Principales movilizaciones populares contra el presidente
Jamil Mahuad, 1998 y 1999
1999 (16-20 Marzo) CONAIE, otras organizaciones Revisar el aumento del precio
Protesta nacional contra nuevas campesinas e indgenas, centrales de los combustibles.
medidas de austeridad sindicales, otros movimientos Liberar las cuentas bancarias
propuestas por el gobierno sociales, cooperativas de de ahorristas pequeos
transporte (buses y taxis) Cerrar los bancos quebrados en
lugar de salvarlos
Retirar los diez proyectos de
ley presentados al congreso por
el gobierno
Levantar el estado de emergencia
Pero las condiciones del FMI hicieron algo ms: dejaron al presi-
dente sin aliados. Mahuad contaba con la derecha para aprobar las refor-
mas en el congreso, pero la presin del FMI por implementar la reforma
tributaria y abandonar a los bancos a su suerte alien a los banqueros y
los grandes empresarios. El partido Social Cristiano se retiro de las nego-
ciaciones, dejando solo al presidente (Notisur 1999d, 1999f; Economist
1999d). Hacia finales de 1999 era evidente que Mahuad no tardara en
caer y se especulaba sobre la manera del desenlace. En los ltimos das de
1999, cuando Mahuad anuncio la dolarizacin y las dems medidas del
FMI, los indgenas comenzaron a afluir hacia Quito exigiendo su desti-
tucin (Notisur 2000a). El 21 de Enero del 2000, en uno de los momen-
tos mas extraordinarios en la historia del Ecuador, jvenes oficiales y li-
deres indgenas se abrazaron en el congreso, proclamando un gobierno
de salvacin nacional presidido por el Comandante del Ejercito. Despus
de consultas frenticas entre generales titubeantes, polticos desconcerta-
dos y diplomticos norteamericanos que dejaron saber que su pas se
opona al golpe de estado, el general Carlos Mendoza asumi el mando
para inmediatamente anunciar que restauraba el orden constitucional
instalando al vicepresidente Gustavo Noboa en el poder. Mendoza y No-
boa arrestaron al coronel Lucio Gutirrez y otros oficiales involucrados
en el golpe, logrando tambin que la dirigencia indgena ordene la reti-
rada pacifica de los manifestantes.3 En los meses subsiguientes, todos los
detenidos fueron amnistiados. La dolarizacin se mantuvo, pero las otras
medidas de Mahuad fueron anuladas. El presidente Noboa continuo las
negociaciones con el FMI, que finalmente fueron abandonadas sin llegar
a ningn resultado concreto (Notisur 2002a).
Para facilitar las discusiones que siguen, la Figura 1 sintetiza una vi-
sin analtica del contexto de la inestabilidad poltica reciente en el Ecua-
dor. El punto de partida estuvo dado por la crisis econmica y los condi-
cionamientos del FMI para extender los prestamos que, en teora, ayuda-
ran a superar esa crisis. En Ecuador, como en otros pases de la regin,
el neoliberalismo tomo la fuerza de un mandato dictatorial, aceptado por
los gobiernos de diferentes partidos como la nica alternativa viable
(Hey y Klak1999). Pero no tardo en hacerse evidente que los intentos de
El Movimiento Indgena Ecuatoriano 205
implementar el modelo descargaban los costos del ajuste sobre los secto-
res populares, que las reformas carecan de efectos positivos, y que algu-
nas de las medidas contribuyan a agravar la calamidad econmica. Las
consecuencias tomaron la forma de una doble crisis poltica: una crisis
de representacin, arraigada en el hecho de que ninguno de los partidos
tradicionales tomaba en cuenta los intereses de los sectores populares; y
una crisis de legitimacin estatal, definida por la perdida de respeto ha-
cia la autoridad de un estado cuyas iniciativas eran vistas como injustas
e ineficaces. El rechazo popular se manifest de dos modos: el voto por
el populismo y las movilizaciones contestatarias. En ambos casos, sin
embargo, los procesos generaron un circulo vicioso, ya que Bucaram se
destapo como un populista neoliberal y las movilizaciones de la CO-
NAIE y sus aliados, por exitosas que fueran en desbaratar las iniciativas
gubernamentales, no podan impedir que los polticos de turno y el FMI
volvieran al punto de partida para montar una nueva ofensiva.
Figura 1
El Contexto de la Inestabilidad Poltica en el el Ecuador
(1992-2002)
Reformas neoliberales
la nica opcin
Tabla 2
Indicadores del Costo Social del Ajuste en el Ecuador, 1980-1999
Salarios a
Salario promedio anual, en dlares 198 111 60 138 88
Participacin salarios en el PIB 35% 24% 16% 17% 10%
Desempleo b
Desempleo abierto 4.5 10.5 6.1 6.9 15.1
Subempleo 30.7 42.0 49.8 45.9 46.0
Pobreza c
Pobreza de consumo 34% 56%
Extrema pobreza o indigencia 12% 21%
Deuda pblica e
En miles de millones de dlares 4.6 8.1 12.2 13.9 15.0
Como porcentaje del PIB 39% 68% 116% 77% 95%
Fuentes: a: Prez (1994) y BCE (@001, b: ILDIS (2003), c: SIISE (2002), d: BCE
(2001), e: Serrano (1998 anexo 1).
popular. Pero ese poder de veto no era suficiente para zanjar el conflic-
to porque el estado, como espacio de definicin de las polticas publi-
cas, segua bajo el control de las elites econmicas comprometidas con
la agenda neoliberal, que no tardaban en retomar la iniciativa. As, el
empate en el conflicto de clases paso a regular la dinmica de la inesta-
bilidad poltica en el Ecuador, a travs de de un ciclo perverso en el que
cada intento de reforma provocaba una respuesta popular que lo fre-
naba en el fragor de una crisis poltica, y cada revs del neoliberalismo
daba lugar a una nuevo esfuerzo por implementarlo.
una estrategia que sirva como gua para la accin contestataria. Impl-
citamente, la plataforma de la CONAIE contena una orientacin estra-
tgica general, puesto que las abundantes referencias al reconocimien-
to oficial, la oficializacin de los programas, y la presencia indgena en
el aparato estatal indicaban que el movimiento vea el establecimiento
de espacios propios dentro del estado como la manera de realizar los
objetivos de sus luchas. Pero la plataforma no era explicita sobre la for-
ma de actuar para conquistar esos espacios. Los conceptos estrategicos
provinieron del comit de organizacin y poltica del mismo segundo
congreso, cuyas resoluciones incluan las siguientes prescripciones: ne-
gociar las reivindicaciones del movimiento con los gobiernos de turno,
tomar la iniciativa en movilizaciones nacionales para ejercer presin
sobre el estado, afirmar una presencia permanente en la vida publica
asumiendo posiciones sobre todos los asuntos relevantes, emplear to-
das las formas de lucha, y convertir a la CONAIE en el eje de unidad y
combate de todos los explotados y marginados (CONAIE 1988).
Se puede afirmar, entonces, que el ascenso de la CONAIE al lide-
razgo de las luchas populares estuvo doblemente determinado. Por un
lado, hubo una lgica de presin estructural, plasmada en el desconten-
to generalizado que pugnaba por expresarse a travs de la protesta y el
hecho de que la CONAIE, por su poder de movilizacin, apareca co-
mo el agente mas indicado para convocar y conducir esa protesta. Por
otro lado, hubo un impulso interno, en tanto que las orientaciones es-
tratgicas de la CONAIE ya implicaban una vocacin de liderazgo po-
pular. En su momento formativo, esa vocacin reflejaba el matiz van-
guardista de una ideologa que postulaba que las luchas de los indge-
nas deban ser parte integral de las luchas de todos los ecuatorianos. Pe-
ro en el desarrollo posterior del movimiento, seria equivocado seguir
viendo a la vocacin de liderazgo de la CONAIE como un simple efec-
to ideolgico. A mi juicio, la clave de la cuestin reside en el hecho de
que el liderazgo en las luchas de clase adquiri un enorme valor instru-
mental para el movimiento indgena.
El punto puede demostrarse de manera concreta prestando aten-
cin al manejo tctico de las movilizaciones. Si volvemos a la Tabla 1,
un aspecto llamativo de las protestas es que, a pesar del papel clave que
jugaba la CONAIE (como organizacin que llamaba a la movilizacin,
provea el grueso de los manifestantes, coordinaba las acciones, decida
cuando suspenderlas, y finalmente conduca las negociaciones con el
El Movimiento Indgena Ecuatoriano 213
Conclusin
Por otra parte, en la coyuntura de finales del 2003 las condiciones po-
lticas y econmicas no eran propicias para intentar movilizaciones de
protesta. El fracaso de la movilizacin de Febrero del 2004 demostr
que el movimiento indgena tendra que priorizar las tareas de recom-
posicin, y que necesitara tiempo para restaurar su unidad y rearticu-
lar el frente popular.
Con todo, seria equivoco suponer que las dificultades actuales de
la CONAIE prefiguran el fin de la influencia poltica del movimiento
indgena. A corto plazo, Gutirrez intensificara su ofensiva clientelista
y tratara de asegurarse el apoyo de las fuerzas polticas tradicionales.
Pero sus maniobras tienen muy poca probabilidad de servir como ba-
se para un proceso de estabilizacin poltica. Como el compromiso de
los partidos conservadores es incierto, el presidente se las vera en figu-
rillas para mantener su gobierno a flote. Por otra parte, la CONAIE ha
sobrevivido intentos divisionistas anteriores y es dudoso que Gutirrez,
careciendo de un aparato partidista solvente, logre consolidar una base
social de apoyo a travs del clientelismo. De hecho, lo que puede decir-
se con certeza es que el fin de la alianza PSP-Pachakutik y la derechiza-
cin del gobierno marcan el retorno a las condiciones anteriores; es de-
cir, a la crisis de representacin. Como los determinantes de la crisis de
legitimacin estatal tampoco se han resuelto, lo que esta tomando for-
ma en Ecuador es un nuevo escenario de inestabilidad poltica. Tarde o
temprano la conflictividad volver a manifestarse a travs de la protes-
ta popular, brindando oportunidades para que el movimiento indge-
na salga de su receso.
Notas
1. Fueron varios los colegas que ofrecieron comentarios sobre versiones preliminares
de este trabajo. Quisiera agradecer en especial las crticas y sugerencias de mi ami-
go Jorge Len.
2. Segn datos del Ministerio de Trabajo, el nmero de conflictos laborales evolucio-
no de la siguiente manera: 362 en 1989, 186 en 1992, y 93 en 1995. En el caso del
nmero de huelgas, la secuencia fue como sigue: 167 en 1989, 47 en 1992 y 7 en
1995 (BCE 1999).
3. Notisur (2000b). Para recuentos detallados del golpe militar-indgena del 21 de
Enero verse Hernndez et al. (2000), Lucas (2000), y Ponce (2000).
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Explorando un pas sin indgenas:
Reflexiones sobre los movimientos
indgenas en el Per1
Mara Elena Garca Jos Antonio Lucero
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Primero, como hemos visto, los pueblos indgenas en Per has ex-
perimentado e ido ms all del rango completo de modelos organiza-
cionales que Richard Chase Smith describi hace casi dos dcadas. Las
organizaciones campesinas, los movimientos intelectuales indianistas,
y las federaciones tnicas han sido elementos importantes de la movi-
lizcin indgena de manera muy similar a las repblicas vecinas. Mien-
tras que los movimientos izquierdistas en la sierra, especialmente el
maosmo de Sendero Luminoso, tuvieron un impacto adverso sobre los
pueblos indgenas y su organizacin comunal, la indianidad nunca
desapareci de la sierra peruana. En una larga historia de resistencia in-
dgena (Stern 1982, 1987), la adaptacin estratgica a menudo ha sido
confundida por silencio o ausencia.
En la amazona, la resistencia indgena ha sido ms visible y qui-
zs ms influyente, especialmente en cuanto a la organizacin de mo-
vimientos indgenas en toda la regin. El Congreso Amuesha del Per
puede aseverar estar entre los pioneros de los modelos de la federacin
tnica que han formado las organizacines indgenas en Ecuador y Bo-
livia. A medida que la organizacin indgena se vuelve global, el Per
no ha estado al margen. Los pueblos amaznicos (y ms recientemen-
te los de la sierra) han contribuido significativamente a la internacio-
nalizacin de la poltica indgena a travs de la creacin de alianzas
trasnacionales (como COICA) y participacin en redes trasnacionales
(como PROEIB).
Segundo, al convertirse el desarrollo con identidad en una sea
para polticas estatales a internacionales recientes, los pueblos indge-
nas siguen negociando los conceptos de indianidad y ciudadana en
formas que estados y activistas no haban anticipado. El caso del acti-
vismo alrededor de la EBI, por ejemplo, ha sido particularmente ilus-
trativo de la habilidad de las comunidades indgenas para formar el ti-
po de polticas que como a menudo ha sido el caso fueron disea-
das para ellos, pero no con ellos. Adicionalmente, con el cierre del rgi-
men Fujimori con la farsa de los Vlavideos, nuevas posibilidades co-
menzaron a emerger en el horizonte. CONACAMI ha mostrado su ha-
bilidad para crear un poderoso movimiento en los Andes alrededor de
las urgentes cuestiones culturales y ambientales en torno a los proble-
mas de la minera, un tema indgena desde el siglo diecisis. CONA-
CAMI y otras organizaciones como ambas COPPIPs han desafiado los
esfuerzos quizs bien-intencionados pero problemticos de la Primera
Explorando un pas sin indgenas 257
Notas
1. Este trabajo es una versin actualizada y corregida de nuestro ensayo (Garca y Lu-
cero 2004). Los autores agradecen los comentarios de Javier Lajo, Luis Maldonado,
Brgida Peraza, Marin Scurrah, y Richard Chase Smith y a los organizadores del Se-
minario Internacional, Movimientos Indgenas y Estado en Amrica Latina en Co-
chabamba, Bolivia en Mayo del 2003. Tambin agradecemos el apoyo de Temple
University y de Sarah Lawrence College. Este trabajo fue traducido del ingles por
Ximena Varela y los autores.
2. En su libro, Making Indigenous Citizens: Identities, Education, and Multicultural
Development in Peru, Garca (En Prensa) ampla esta discusin sobre la particula-
ridad del Per, enfocandose en discursos sobre la educacin intercultural bilinge
en el Cuzco.
3. Para otras discusiones sobre la movilizacin indgena poltica y tnica, vase Na-
gengast y Kearney (1990), Stephen 1997a, 1997b y Fox, Rivera y Stephen (1999) pa-
ra ejemplos mexicanos; Warren (1998) sobre el movimiento pan-Maya en Guate-
mala, Turner (1995, 1998) y Warren (1999) sobre Brasil; Rappaport (1994, 1996)
sobre Colombia; Alb (1994) sobre Bolivia; Lucero (2001, 2003) sobre Ecuador;
Van Cott (2003) sobre Venezuela, y Stavenhagen (1992) sobre Amrica Latina en
general.
4. La designacin como nacional es algo problemtica debido a que muchas orga-
nizaciones que los analistas tienden a identificar como regionales, como es la con-
258 Mara Elena Garca y Jos Antoni Lucero
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260 Mara Elena Garca y Jos Antoni Lucero
Introduccin:
El eterno otro
Las reformas
principal actor entre los sectores de oposicion (Gill 2000). Por otra par-
te, muchos de los intelectuales que habian actuado contra la dictadura
desde sus posiciones en ONGs, se encontraron trabajando para el go-
bierno en el Fondo Social de Emergencia, un programa que habia sido
diseado para paliar los excesos de ajuste estructural (Arellano-Lpez
y Petras 1994, Kruse 1994). Mientras tanto, nuevos actores sociales co-
menzaban a expresarse. El movimiento indgena al que antes nos refe-
rimos dio elevaba sus demandas de reconocimiento y participacion.
Paralelamente, grupos empresariales y comits cvicos de las lites re-
gionales y locales tambien hacias sus planteamientos. Esto result en lo
que algunos intelectuales bolivianos describieron como la ausencia de
un pacto efectivo entre la sociedad y el estado (Van Cott 2000:134).25
Diferentes sectores sociales, incluyendo organizaciones indgenas, sin-
dicatos obreros, y varias asociaciones profesionales y empresariales
planteaban propuestas para reformas constitucionales y nuevos mode-
los de organizacin del estado.
Fue en este contexto que Snchez de Lozada lleg al poder. Por va-
rios aos haba trabajado con un equipo internacional formulando un
plan de reformas para resolver los problemas de inestabilidad poltica,
caos econmico y divisiones regionales.26 En la campaa de 1993, Sn-
chez de Lozada form una alianza entre el MNR y el partido MRTKL
(Katarista), y present su plan para reformar la constitucin. El as lla-
mado Plan de Todos estaba diseado para lograr el apoyo de los secto-
res mas importantes. La propuesta de una revolucin democrtica a ni-
vel de la gestion municipal elicit oposicion entre las lites regionales,
pero garantiz el apoyo del partido UCS (Unin Cvica). La moderni-
zacin del estado y la continuacin de las polticas econmicas neoli-
berales aseguraron la adhesion del sector empresarial. Finalmente, la
propuesta de abrir espacios polticos para las organizaciones de la so-
ciedad civil fue decisiva para ganar el apoyo de los grupos indgenas,
campesinos, y algunos sindicatos (Van Cott 2000).
Abrazando el multiculturalismo
Respuestas Indgenas
La poca de las reformas fue muy excitante para los indgenas. En
la CIDOB, la federacin nacional en Santa Cruz, zumbaban los tcni-
cos y consultores, dineros de ONGs llegaban a las organizaciones loca-
les y nacionales y los lderes indgenas participaban en reuniones fre-
cuentes con funcionarios del gobierno. La nueva ley de reforma agra-
ria, la Ley INRA, revolucion el movimiento indgena, porque grupos
de todo el pas, apoyados por la CIDOB y varias ONGs, registraron sus
demandas territoriales. Para apoyar estos procesos se canalizaron fon-
dos de cooperacin internacional y se estableci una infraestructura de
282 Nancy Grey Postero
nidad, algunos dijeron que haban estado en contacto con Vctor Hu-
go sobre el problema. Aunque eso era poco probable, lo que se demos-
traba era que el nombre de Vctor Hugo se asociaba con la justicia. Fi-
nalmente, en una asamblea donde el mismo conflicto de tierras se dis-
cuti otra vez, uno de los participantes ms combativos dijo que solo
asisti porque oy que Vctor Hugo iba a asistir a la asamblea. No ha-
ba ninguna base para tal rumor, pero la sola invocacin del nombre
funcion para hacer pensar a los dems que haban otros poderes ms
fuertes observando y que los Guaran no estaban actuando solos, sino
como parte de un sistema nacional de leyes y justicia.
En las respuestas indgenas podemos ver dos cosas. Lo primero es
la fuerza simblica del hecho de haber sido reconocidos por el estado.
Estos Guarans se sintieron miembros de la nueva categora de ciuda-
dano indgena como resultado de los discursos y las prcticas de cate-
gorizacin del gobierno, y no como resultado de cambios materiales.
Como se ver mas adelante, este grupo particular no recibi muchos
recursos de parte del gobierno (aunque otros grupos si recibieron).34
Lo segundo es el hecho de que el haber sido categorizados como ciu-
dadanos indigenas por el estado genera un deseo de gobernarse a s
mismos como tales. Aqui puede verse la lgica de neoliberalismo en ac-
cin, construyendo una clase de pobladores pacficos y racionales.35
Volvere sobre esto en la seccin sobre la Ley de Participacin Popular.
explic que los kollas odian a los guarans, son cmodos y siempre
quieren controlarnos. Adems, los kollas tienen otras ideas sobre di-
nero, son mezquinos y los guaran no pueden convencerlos de qie hay
que gastar dinero en cosas que ellos consideran importantes. La exis-
tencia de estos estereotpos sobre los andinos (conservadores, fuertes,
etc.) demuestra las dificultades que enfrenta la organizacin intertni-
ca. Como la Ley de Participacin Popular solamente permite una orga-
nizacion territorial de base por comunidad, los miembros del grupo
indgena minoritario se perjudican. Esto puede acabar con una organi-
zacin indgena local, ya que los miembros sienten que los lderes no
los representan. En una comunidad guaran que observ, la capitana
habia estado empujando al alcalde para establecer un sistema de agua
potable. Cuando lleg la Ley de Participacin Popular, un militante de
un partido poltico organiz su propia junta vecinal, con vnculos es-
trechos con el alcalde. Poco a poco, los guarans dejaron de ir a las reu-
niones de la capitana porque vean que esa junta vecinal monopoliza-
ba el acceso al poder.
Estos ejemplos ilustran el argumento de la politloga Iris Marion
Young (1996), que afirma que en sociedades con desigualdades marca-
das, las prcticas ciudadanas universalistas tienden a reforzar el po-
der del grupo dominante. Esto sucede porque dichas prcticas presu-
men que todos los ciudadanos tienen la misma capacidad para articu-
lar sus intereses, lo cual casi nunca es cierto. Young propone una ciu-
dadana diferenciada basada sobre derechos especiales de representa-
cin para los grupos marginados. Sin esas protecciones para los grupos
mas debiles, la democracia tiende a reproducir las relaciones de poder
existentes. Si los Comits de Vigilancia hubieran funcionado podra
haber habido alguna proteccin. Como esto no ha sucedido, los parti-
dos polticos ganan ms poder y los grupos indgenas pierden lo poco
que tenan.
Ricardo Calla subraya otro factor negativo para las organizaciones
indgenas, particularmente en las tierras altas. All, la organizacin so-
cial-poltica predominante, el ayllu, frecuentemente cubre reas dis-
continuas, incluyendo el manejo territorial vertical de nichos ecolgi-
cos. Los mapas de los ayllus no coinciden con los mapas de los muni-
cipios. Esto ha causado grandes problemas porque una parte de los
miembros del ayllu pueden ser residentes de un municipio mientras
que otra parte de los miembros pertenecen a un municipio distinto. En
290 Nancy Grey Postero
estaban ahora luchando, con poco xito, con polticos locales sobre te-
mas de interes muy particular (Kohl 2002, Martinez Montao 1996).
Este proceso de atomizacin del poder contestario ha sido criticado
por investigadores que enfatizan que la poltica de identidad puede
aislar a cada grupo en su propia lucha, promoviendo la fragmentasion
en lugar de la lucha colectiva.
En terminos generales, estas limitaciones generaron mucha frus-
tracin y desilusin entre los sectores indgenas y campesinos, que eran
los supuestos beneficiarios de la Ley de Participacin Popular. Entre los
guarani el optimismo se convirti en resignacin. Por qu es me
preguntaron, que estos ricos nos quieren dar algo? No, este no es el ca-
mino hacia el poder en este pas.
las selvas del Chapare, Evo Morales y los cocaleros haban estado en-
vueltos en una guerra de baja intensidad con las fuerzas anti-narc-
ticas, dirigidas por la USDEA y la embajada norteamericana. La lucha
haba estado marcada por frecuentes estallidos de violencia como re-
sultado de las respuestas represivas contra las manifestaciones de los
cocaleros. Morales haba ganado popularidad denunciando al imperia-
lismo norteamericano y sus programas de erradicacin de la coca, que
es un producto tradicional de consumo andino. En las elecciones de
1997 Morales haba sido elegido como representante al parlamento na-
cional, pero en 2001, en represalia por una nueva ronda de bloqueos de
los cocaleros, los polticos tradicionales lo haban expulsado del con-
greso como traidor. Fue entonces que Evo Morales, ampliando su pla-
taforma ms all del tema cocalero, inici su campaa como candida-
to a presidente criticando las estrategias neoliberales y sus efectos sobre
los ms pobres del pais. Durante la campaa del 2002, Morales y su
movimiento Movimiento al Socialismo (MAS) atrajeron el apoyo de la
izquierda tradicional, sindicatos campesinos y obreros, el Movimiento
Sin Tierra, y algunas organizaciones indgenas de tierras bajas, presen-
tando un frente variado popular. Aunque sus principales bases estan en
las tierras altas, el partido MAS se declar representante de todos los
pueblos indgenas y de todos los sectores populares de Bolivia.
El MAS no era el nico movimiento de oposicin de las tierras al-
tas. Aproximadamente al mismo tiempo, el lder aymara Felipe Quispe,
un veterano activista que haba sido guerrillero Katarista, comenz a
abogar por un movimiento de poder aymara. Quispe combina un dis-
curso incisivo de nacionalismo cultural con un estilo agresivo de nego-
ciar. Algunos ven su xito como algo positivo; otros critican su estilo de
liderazgo acusandolo de machista, propenso a la violencia y dispuesto
a asumir actitudes retrogradas como por ejemplo su posicin anti-gay.
Entre otras cosas, se ha asegurado la hostilidad de los indigenas de las
tierras bajas por su apoyo declarado a las propuestas de titulacin indi-
vidual. Aunque niega la legitimidad del estado boliviano, Quispe tam-
bin fue electo al Congreso con candidato del Movimiento Indgena
Pachakuti (MIB.
Dentro del movimiento indgena de las tierras bajas, los ltimos
aos tambin han sido importantes desde el punto de vista poltico. Las
divisiones entre la federacin nacional CIDOB y la federacin regional
de Santa Cruz CPESC se han hecho mas marcadas. Muchos lderes de
Movimientos indgenas bolivianos 293
Octubre negro
Conclusin
Notas:
1. En este captulo, uso el trmino multiculturalismo para describir las reformas cons-
titucionales y legislativas dirigidas por el estado con la intencin de dotar de dere-
chos culturales y polticos a los pueblos indgenas en Bolivia. Este trmino no se usa
mucho en Bolivia. Aunque la constitucin declara al pas multicultural y plurit-
nico, el trmino preferido para describir las nuevas polticas es interculturali-
dad.Mientras multiculturalismo implica numerosas culturas, todas mereciendo
tratamiento igual, interculturalidad seala un proceso mas interactivo de recono-
cimiento mutuo de diversidad, diferencia cultural, y especialmente diferencia lin-
gstica (comunicacin personal, Pablo Regalsky, Cochabamba, May 2003).Este
trmino se usa para describir los programas de educacin bilinge bicultural que
acompaaron las otras reformas discutidos en este captulo. Se usa ahora mas am-
pliamente para describir cualquier tipo de reconocimiento de diferencia cultural.
Aunque tal vez hubiera sido mejor usar en esta discusin el trmino utilizado co-
mnmente por bolivianos, ONGs, y pueblos indgenas, yo hallo el trmino inter-
culturalidad demasiado vago y utpico. Prefiero usar el trmino ms preciso mul-
ticulturalismo dirigido por el estado, que llama atencin al hecho de que esto es un
proyecto legislativo promulgado por el gobierno. Hale 2002 usa trminos semejan-
tes, state-endorsed multiculturalism y dominant bloc-endorsed multiculturalism. Sin
embargo, es importante enfatizar que cuando uso el trmino multiculturalismo, no
estoy refiriendo al tipo de multiculturalismo que existe en los Estados Unidos.
2. El trmino estado es difcil. Intelectuales de Marx a Foucault han debatido su sig-
nificado y su utilidad. Yo estoy convencida por el socilogo britnico Philip Abrams
quien argument que es mejor ver el estado neutral poltico como una idea en vez
de una entidad verdadera. Acta como una mscara legitimadora que esconde las
verdaderas relaciones econmicas de poder el campo de lucha en que el sistema
de estado opera para dominar y someter (Abrams 1977).
Esto llama atencin al hecho de que el estado tiene dos dimensiones: es a la misma
vez 1) el aparato concreto del gobierno, estas instituciones de gobernacin (como
burocracia, militares, polica, jueces, y asambleas legislativas) que influyen y estruc-
turan la sociedad, y 2) el sistema de orden o dominacin que refuerzan, sea por
fuerza o por consentimiento. Entonces, cuando uso el trmino estado aqu, lo uso
en el sentido ms limitado del aparato del estado, porque quiero enfocar mi anli-
sis en las prcticas del poder en que se encuentra el estado. Pero, ya que el punto es
ver los efectos de las prcticas, la definicin ms amplia no se olvida.
3. En eso, discrepo con ellos que dicen que el globalizacin ha resultado en la cada en
la importancia del estado-nacin (Ver Zizek 1997). El estado sigue en su rol de r-
bitro de ciudadana y diferencia, por medio de leyes y prcticas que tiene efectos
substantivos en la vida cotidiana. El estudio de Enrique Herrera et al 2003, demues-
tra esto claramente.Como seala la antroploga Sarela Paz, la negociacin con el
estado es el campo privilegiado de inscripcin de derechos. La movilizacin tni-
ca sirvi para ganar derechos pero tambin este es un proceso donde est en juego
sentidos de clasificacin social, es una lucha simblica por la clasificacin, y la de-
Movimientos indgenas bolivianos 299
11. Al fin de los 70s una ONG, APCOB, dirigida por un antroplogo Alemn, Jrgen
Riester, patrocin reuniones entre algunos grupos indgenas, los Chiquitanos y
Ayoreos. Lentamente, estas reuniones crecieron para incluir otros grupos, los Gua-
ran, Guarayos, y Matacos.
12. Agradezco a Jrgen Riester y ABCOB por su cortesa dndome la libertad de estu-
diar en su archivo de documentos histricos de estas pocas.
13. Esta no fue la primera reunin de lderes indgenas en La Paz. Rivera Cusicanqui
describe el primer congreso indgena patronizado por el MNR en Mayo de 1945,
en el que centenares de lderes indgenas de tierras altas llegaron a La Paz, y por pri-
mera vez anduvieron libremente por la Plaza Murillo, sede del gobierno. Antes, in-
dios no se permitieron en la ciudad. Segn Rivera, los ciudadanos de La Paz se mo-
lestaron y asustaron. Dice que el impacto ideolgico de este cnclave de indos en
la sede del gobierno, y en la presencia de sus autoridades ms altas fue tal vez ms
importante que cualquiera de las medidas adoptadas (Rivera Cusicanqui 1987:50)
(mi traduccin de la versin en ingls).
14. La SAE public una declaracin de sus polticas tnicas con cuatro puntos centra-
les: 1) reconocimiento formal de pueblos indgenas, 2) participacin de sus repre-
sentantes, 3) respeto por y fortalecimiento de sus organizaciones, y 4) apoyo acti-
vo estatal para mejorar las condiciones de vida de pueblos indgenas (Lema
2001:7). Agradezco a Luz Maria Calvo y Ana Mara Lema por sus cuentos persona-
les de este perodo en la historia de la SAE.
15. Tenencia de tierra colectiva se volvi ilegal por medio de la Ley de Desamortizacin
de 1874. La idea de este programa liberal fue convertir a los indios en pequeos
productores y la tierra en una mercanca libremente negociable. El resultado, sin
embargo, fue lo que Rivera Cusicanqui describe como una rapaz y fraudulenta
campaa de expropiacin de tierras respaldada por el uso de violencia virtualmen-
te sin interrupcin (1987:50) (mi traduccin de la versin en ingles).
16. Son petrleo y gas, telecomunicaciones, lneas areas, generacin de poder, y ferro-
carriles. Ley de Capitalizacin, Ley No. 1544, 21 de marzo, 1994. En vez de vender
las empresas directamente, el gobiernos vendi 50% de la empresas a socios estra-
tgicos quienes acordaron invertir lo suficiente para volverlos eficientes y benefi-
ciosos. La otra mitad se dividi en 49% para el sistema nacional de jubilacin, y 1%
para los ex-empleados de la empresa. Ver Kohl (2002, 2003b) para un anlisis cr-
tico de estos proyectos.
16. Ley No. 1551, 20 de abril, 1994.
18. Descentralizacin es el trmino usado para programas que buscan que los gobier-
nos nacionales ejerzan menos control sobre las provincias, buscando formas de dar
ms poder a los gobiernos municipales o regionales. Ver Kohl (2002,), Morris y
Lowder (1992), McCullough y Jonson (1989), y Molina Monasterios en SNPP
(1996).
19. Martnez Montao (1996) seala que esto es participacin popular institucionali-
zada y no una movilizacin orgnica de sectores populares en un proceso demo-
crtico. En su libro comparando los proyectos de participacin popular de muchos
pases latinoamericanos, l pone atencin en la polisemia del trmino. Se us por
las Naciones Unidas para promover desarrollo para mujeres, inicialmente, y des-
Movimientos indgenas bolivianos 301
pus para los pobres des-enpoderados. Toma un significado particular bajo dife-
rentes sistemas estatales.
20. Para una discusin general sobre las polticas y prcticas neo-liberales, ver Biers-
tecker (1992) y Mosley, Harrington, and Toye (1991).
21. Ley No. 1585, 12 de agosto, 1994.
22. Ley No. 1565, 7 de julio, 1994.
23. La Ley INRA, Ley No. 1715, 18 de Octubre, 1994. Tambin hubo una nueva ley fo-
restal, que da algunos derechos de aprovechamiento en tierra colectivas indgenas,
(Ley RPI, Reglamento de la Pausa Ecolgica Histrica del Sector Forestal), leyes
que protegen los derechos consuetudinarios y acceso a recursos de agua (Ley de
Aguas), y un nuevo sistema de distritos municipales indgenas en la Ley de Partici-
pacin Popular. (Ver generalmente Marinissen 1998, Van Cott 2000).
24. Regulacin DS No. 23858, 9 de septiembre 1994, y DS No. 24447, 20 de diciembre
1996.
25. Unos de los arquitectos centrales de la Ley de Participacin Popular, abogado Car-
los Hugo Molina Saucedo amplific esta tesis: Democracia solamente sera posible
si la ruptura entre la sociedad poltica (definida como el aparato estatal coercitivo
y los partido polticos que la apoyan) y la sociedad civil se cerrara (SNPP 1996:33).
Esto se volvi ms importante durante la alianza inestable entre el MIR (Movi-
miento de la Izquierda Revolucionario) y la ADN entre 1989 y 1993, cuando Paz
Zamora del MIR, quien fue tercero en las elecciones populares, gan la presidencia
bajo las leyes electorales arcanas.
26. Snchez de Lozada fue influido tambin por la importancia de los temas tnicos
que surgieron durante la marcha indgenas de 1992. El partido progresista MBL
(Movimiento Bolivia Libre) propuso una ley indgena. El peligro de fragmentacin
tnica tambin fue preocupante por el surgimiento de algunos grupos guerrilleros
del partido Katarista la cual fue ms preocupante en contraste con la violencia
del pas vecino, Per.
27. Bhabha nos recuerda que identidades nacionales siempre sern ambivalentes por-
que se construyen en naciones con caras Janusianas de modernidad y luchas cul-
turales (1990a). Ver tambin Friedlander (1975), Garcia Canclini (1989), y Chater-
jee (1990) para descripciones de las ambigedades de representaciones nacionales.
28. Ver Comaroff (1996) y Hall (1991) para discusiones sobre la inter-relacin entre
flujos trasnacionales y particularidades locales.
29. Pedro Avejera, oficial de VAIPO, Santa Cruz, Bolivia, 3 de marzo, 1998.
30. Esta apropiacin de valores indgenas nos hace recordar el dilema que seal
Friedlander hace aos en Hueyapan, Mxico (1975). Ella mostr como los indge-
nas se vean como obstculos a la modernidad, por un lado, y al mismo tiempo, va-
lorados por los beneficios que sus danzas y artesanas anacronsiticas dieron a la in-
dustria del turismo Mexicano.
31. Trato favorable para minoras indgenas no es solamente importante para una bue-
na imagen internacional, ahora es un requisito para muchos programas de ayuda
internacional. Ver Hale (1999).
32. Estos nombres son seudnimos.
302 Nancy Grey Postero
33. Los Guarans tambin apreciaron los conos de su nuevo estado. Por ejemplo, du-
rante un taller del VAIPO para mujeres guaran, la facilitadora pidi a las partici-
pantes que formaran grupos y disearan o describieran que sera una comunidad
ideal. Cada grupo diseo su visin en papelgrafo escuelas, postas sanitarias,
reas de cultivos, parques y juegos juveniles. En cada diseo, las rayas rojas, verdes,
y amarillas de la bandera boliviana vol sobre la escuela. De la misma manera,
cuando asist a la asamblea nacional de CIDOB en Camiri, para las elecciones de
nuevos lderes nacionales, los organizadores indgenas fijaron la bandera boliviana
sobre la mesa, y las ceremonias empezaron con el himno nacional. Radcliffe y West-
wood (1996) notan la importancia por toda Latinoamrica de los tres smbolos co-
munes de la patria: la bandera, el escudo nacional, y el himno nacional. Ver Schwit-
tay (1999).
34. Agradezco a Sarela Paz por sus comentarios aclarando este punto.
35. En otro artculo, Postero, saliendo pronto, he explorado como la lgica de neolibe-
ralismo se difunde en grupos indgenas en Bolivia. Analizo como las ONGs estn
mostrando los valores o racionalidades de neoliberalismo: auto gobernarse, efi-
ciencia, y el modelo empresa indgena.
36. Gracias a antroploga Cristina Bubba, comunicacin personal, La Paz 1998.
37. Algunos lderes, especialmente aquellos asociados con CPESC, la federacin regio-
nal de Santa Cruz, empujaron por una estrategia de confrontacin, y en 2001, or-
ganizaron una marcha protestando la manera en que la ley INRA se implement.
Otros, inclusive el presidente de CIDOB, un Guaran de Camiri, abogaron por una
estrategia ms cautelosa de colaboracin con el gobierno. Por eso, CIDOB no apo-
y a la marcha, que sigui sin su apoyo, y logr algunas modificaciones importan-
tes de la ley INRA (CEJIS 2000). Muchos observadores sugieren que estas tensiones
se exacerbaron por la corrupcin y co-optacin de los lderes de CIDOB, quienes
se aliaron con el MIR, el partido que control el VAIPO.
38. El trabajo de Benera Surkin (1998) nota las estrategias de CABI, que, con el apoyo
de USAID y Wildlife Conservation Society (WCS) han podido: 1) controlar un te-
rritorio grande como Capitana; 2) controlar un DMI como organizaciones terri-
torial indgena de base; y 3) co-administran con WCS el parque nacional ms gran-
de de Amrica Latina.
39. En toda Bolivia, durante los primeros aos de la Ley de Participacin Popular, los
municipios usaron fondos de la Ley de Participacin Popular ms que todo para
proyectos urbanos como plazas, postas sanitarias, etc., y no para proyectos para
grupos minoritarios sin mucho poder (Kohl 2002, MDH-SNPP 1997).
40. Este miedo no es infundado. En agosto de 2002, los peridicos de Santa Cruz se lle-
naron con informes de un grupo de campesinos de Potos quienes estaban amena-
zando con viajar en masa a Santa Cruz para tomarse tierras. Esto caus una cons-
ternacin entendible dentro de la poblacin Crucea, indgena y otra. Tambin dio
oxgeno al fuego tradicional del sesgo regional entre kollas y cambas (Sterman
1985). En este tiempo, la plaza central Crucea se llen con campesinos y terrate-
nientes cambas prometiendo armar una defensa heroica de su patria.
41. Agradezco a Ricardo Calla por sus comentarios sobre la importancia de las refor-
mas. Opin que sin las reformas, esta segunda fase no hubiera llevado a cabo. Co-
Movimientos indgenas bolivianos 303
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cidades cometidas contra los indios por los antecesores del rgimen
militar. Un problema de esta estrategia, como observa Seth Garfield,
fue que pocos creyeron que los derechos indgenas, que por mucho
tiempo haban sido descuidados repentinamente, seran cuidados por
los hroes ms inslitos un rgimen establecido para el rpido desa-
rrollo de la Amazona. (1999:270)
El reporte no slo hizo poco para levantar la imagen del rgimen,
sino tambin le ofreci una oportunidad poltica a aquellos que esta-
ban en contra de la dictadura. Los activistas pro-democracia rpida-
mente se dieron cuenta que al atacar los mismos maltratos a los ind-
genas por parte del rgimen militar, podan causarle dao poltico y as
poner al gobierno a la defensiva en cuanto a sus iniciativas de desarro-
llo. Como resultado, el mvil indgena fue adoptada como un smbolo
y una causa clebre del movimiento democrtico de finales de los se-
tentas y ochentas. Segmentos grandes de la poblacin brasilea, que de
otra forma no hubieran estado interesados o hubieran ignorado la
cuestin indgena, se dieron cuenta de esta lucha y simpatizaron con
muchas de sus metas.
El movimiento indgena fue y contina siendo una alianza de mu-
chas comunidades y organizaciones indgenas, un puo de carismti-
cos lderes indgenas, antroplogos, organizaciones no gubernamenta-
les y la Iglesia Catlica brasilea. A pesar de la cacofona de opiniones
e intereses, el movimiento ha tenido momentos de armona alrededor
de temas particulares, como la oposicin a las celebraciones oficiales
del quinto centenario de Brasil en el ao 2000. Tambin fue posible pa-
ra el movimiento unirse durante la redaccin de la constitucin de
1988 y as tomar ventaja de la apertura poltica creada por las circuns-
tancias del movimiento pro-democracia para el que la cuestin indge-
na haba tenido un gran significado simblico y tctico. La constitucin
resultante reconoci los derechos de los indgenas a sus organizacio-
nes sociales, costumbres, lenguas, creencias, tradiciones y derechos ori-
ginales a las tierras que tradicionalmente han ocupado, siendo respon-
sabilidad del Estado demarcarlas, protegerlas y asegurar el respeto para
sus bienes. (Schwartzman et al. 1996:39) La constitucin represent
para el estado brasileo una separacin radical de las polticas que ha-
ba seguido por casi quinientos aos. La idea de una nacin-estado
multicultural fue oficialmente sancionada, y por primera vez en la his-
toria de Brasil, la poltica gubernamental no estaba dirigida a civilizar,
Nostalgias socialistas 313
Reencarnaciones antirraciales
Posibilidades liberadoras
Este cambio en el campo cultural ha sido tan serio que los pases
donde el resurgimiento de lo indgena es menos evidente, son conside-
rados o vistos como atrasados, si no como racistas. Para dar un ejemplo,
Marisol de la Cadena, observa que algunos analistas han interpretado
la falta de movimientos sociales tnicos en el Per como un reflejo de la
asimilacin y perdida cultural de los indgenas. Segn esta perspectiva,
los indgenas peruanos estn atrasados en cuanto a la conciencia tnica
o se han rendido ante proyectos dominantes de mestizaje. (2000:20)
Irnicamente, las identidades de raza que hasta hace poco eran conside-
radas arcaicas y antimodernas han llegado a representar en algunos lu-
gares cosmopolitaneidad. Este cambio en la subjetividad y los discursos
de la movilizacin poltica es revolucionario no slo porque representa
un viraje total en el flujo de las formaciones de razas, sino aun ms im-
portante, porque estas identidades emergentes ofrecen posibilidades li-
beradoras. Esto se debe a que slo tomando seriamente las cuestiones de
raza se pueden atacar las desigualdades sociales.
Latinoamrica es, vergonzosamente, una de las regiones con ms
desigualdad social del mundo entero. Una de las razones principales
por la que existe tal desigualdad tiene que ver con la raza. El racismo ci-
mienta la marginalizacin social y econmica. De manera general, los
latinoamericanos de todas las tendencias polticas no reconocen la ve-
racidad de este principio porque ellos entienden el poder en trminos
reduccionistas. Lo que significa que frecuentemente enmarcan la desi-
gualdad exclusivamente en trminos de clase. Veamos este caso, Hele-
na, una tutora negra de veintids aos de Belo Horizonte, no tiene idea
de cmo su posicin social pueda estar conectada con el racismo:
Si yo tomara mis problemas y los numerara del uno al veinte, con
el primero siendo el peor de mis problemas, el racismo sera como n-
mero dieciocho o diecinueve. El racismo no es algo que me preocupe
mucho. Tengo problemas ms importantes, como conseguir la comida
diaria, entrar a la universidad o conseguir un trabajo decente. (Warren,
2001:207)
Muchos de los subalternos raciales en Brasil y otros lugares de
Amrica Latina, quienes estn dramticamente concentrados en los
sectores ms pobres de la economa, no se dan cuenta que su habilidad
o capacidad de conseguir trabajo, y as tener comida sobre la mesa, es-
t relacionada con el racismo. Hay una escasa comprensin de cmo la
supremaca blanca, tanto en su formas contempornea como histrica,
Nostalgias socialistas 321
Oportunidades perdidas
canos estn viendo menos hacia Mxico y ms hacia Brasil para pro-
veerse de liderazgo regional. Brasilia est ms interesada en consolidar
un bloque suramericano bien unido que en comprarse la entrada a un
arreglo hemisfrico dominado por Washington. El ao pasado Brasil
condujo a todo el mundo en vas de desarrollo en oposicin contra ul-
teriores liberalizaciones del comercio global sin la eliminacin de sub-
sidios agrcolas para los Estados Unidos y Europa. (2004:6)
La contribucin principal de Lula, en la opinin de los redactores,
no es el fraguar un proyecto poltico nuevo que aprecia lo central del
racismo en las modernidades americanas sino, ms bien, uno que reta
la hegemona de Washington y las globalizaciones neoliberales por me-
dio de la solidaridad latinoamericana y surea (y dirigidos por nadie
menos que un activista laboral). Probablemente Lula tenga un prop-
sito similar para la izquierda latinoamericana dado lo bien que la inter-
pretacin de su proyecto poltico conecta con las narrativas reconfor-
tantes de la nueva y antigua izquierda. La victoria de Lula, entonces, po-
dra muy fcilmente prolongar en vez de perturbar la tradicin izquier-
dista de evitar y descartar las cuestiones indgenas, incluyendo los mo-
vimientos indgenas. En el contexto de nostalgias (saudades) socialistas
y los entendimientos posmodernos de los movimientos tnicos como
consistentes de la lgica cultural del capitalismo multinacional, (Gar-
ca Canclini, 2001: xxxiii) el xito del PT con facilidad podra reanimar
fantasas de redencin de las clases, negaciones de la importancia de la
supremaca blanca, y el concomitante fracaso de entablar adecuada-
mente los movimientos indgenas que actualmente transforman el he-
misferio.
Conclusin
Notas
1. FUNAI fue establecida en 1967 para reemplazar la anterior agencia federal indge-
na denominada el Servicio de Proteccin Indgena (SPI).
2. El Partido del Trabajo tiene 14 de 81 lugares en el senado y 80 de 513 lugares en la
cmara de diputados.
3. El cambio en la direccin de las formaciones de identidad realza el por qu es ine-
xacto referirse al momento actual, como lo hacen muchos, como uno de etnicita-
cin incrementada. La etnicitacin ha ocurrido por siglos en las Amricas. Lo que
ha cambiado es el rumbo de la etnicitacin.
4. Esto, por supuesto, vara mucho. En algunos pases la Izquierda apoya las polticas
electorales y la organizacin indgena. Ver los captulos en este volumen sobre Bo-
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