Tabula Rasa 23
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REVISTA DE HUMANIDADES
N o. 2 3 j u l i o -d i ciemb r e 2015 I S S N 1794-2 4 8 9
Contra el Olvido
Bogot
Tabula Rasa No.23 Pp.1-351 julio-diciembre 2015 ISSN 1794-2489
Colombia
105 Literatura y poltica en la reconstruccin de Jegua en Resistencia en el San Jorge: una
lectura de los archivos personales de Orlando Fals Borda.
Literature and politics in Jeguas rebuilding inResistencia en el San Jorge.Reading Orlando
Fals Bordas personal archives
Literatura e poltica na reconstruo de Jegua em Resistencia en el San Jorge: uma leitura dos
arquivos pessoais de Orlando Fals Borda
Nohora Alejandra Arrieta Fernndez
Georgetown University
Desde el tico
Claroscuros
Palestra
Resea
347 Hinchas en trnsito. Violencia, memoria e identidad en una hinchada de un club del
interior
Fans in transit. Violence, memory and identity in a group of supporters of an inland soccer club
Torcedores em trnsito. Violncia, memria e identidade na torcida de uma equipe do interior
John Alexander Castro Lozano
Universidad Nacional de Colombia
Todos los artculos de esta publicacin son producto de investigaciones originales (tericas o
empricas). / All articles in this publication are the result of original (theoretical or empirical) research.
/ Todos os artigos de esta publicao so produto de pesquisas originais(tericas o empricas).
Introduccin a la edicin especial de
Tabula Rasa: Orlando Fals Borda e
Historia doble de la Costa
Introduction to Special Issue of Tabula Rasa: Orlando Fals Borda and
Historia doble de la Costa
Joanne Rappaport1
Georgetown University, USA
rappapoj@georgetown.edu
1
Ph.D. en antropologa, 1982, University of Illinois at Urbana-Champaign; profesora Titular de
Antropologa y Estudios Culturales Latinoamericanos en Georgetown University, vinculada a los
Departamentos de Espaol y Portugus, y al Departamento de Antropologa.
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Bogot - 2016
Johanna Orduz
TABULA RASA
No.23, julio-diciembre 2015
En 1985, Fals don esas partes de su archivo personal, que contenan materiales
relevantes a su trabajo en la costa Caribe al Centro de Documentacin Regional
del Banco de la Repblica en Montera (en adelante, CDRBRM). Sus papeles
incluyen documentos de la ANUC, actas de las reuniones de la Fundacin del
Caribe, notas de archivo de las notaras locales, as como documentos de depsitos
nacionales e internacionales, borradores de artculos y captulos de libros, notas
de campo, algunas de ellas contenidas en cuadernos escolares y otras en pedazos
de papel, ms una rica coleccin fotogrfica. Este corpus de informacin fue la
base de datos en la que Fals se sustent para escribir su monumental Historia
doble de la Costa (Fals Borda, 1979, 1981, 1984, 1986), una narracin histrica
en cuatro volmenes compuesta en un estilo innovador que sigue provocando e
inspirando dcadas despus de su publicacin.
Por temticas, los cuatro tomos de Historia doble se desarrollan en orden
cronolgico desde el periodo colonial hasta el activismo campesino del siglo XX,
aun cuando todos los tomos incorporan la historia oral recopilada en la dcada de
1970 y el relato con frecuencia se refiere a los periodos precolombino o colonial.
Las pginas del lado izquierdo de cada tomo (canal A) narran la historia desde
el punto de vista local, abstenindose de la cronologa para generar un relato
que simula la oralidad en su prosa accesible y la incorporacin de testimonios
recogidos de los campesinos. Las pginas del lado derecho (canal B) contienen
reflexiones tericas y explicaciones metodolgicas, anlisis sociolgicos de los
procesos histricos relatados en el canal narrativo y la contextualizacin de la
historia local en las trayectorias regional y nacional, as como el grueso de las
imgenes fotogrficas y los mapas. La misma forma de los tomos parece replicar el
proceso de dilogo e intercambio que caracteriz a La Rosca, transmitiendo una
visin compleja de la relacin entre la teora y la prctica:
Combin dos estilos de mensajes, cada uno en un canal. Un mensaje va hacia
los campesinos con la descripcin y la narracin; y un mensaje conceptual
y terico de lo mismo pero dirigido a los intelectuales y acadmicos.
Entonces no fue una inspiracin, sino una decisin metodolgica para que
las bases tuvieran acceso a la informacin obtenida y la entendieran (Low
y Herrera, 1988: 46).
La imputacin
Cada tomo de Historia doble est enmarcado por un personaje mtico tomado de
las conversaciones con los narradores
2
La referencia se hace por nmero de documento
y por folio.
locales (CDRBRM, 0750, fol. 4228;
0757, fol. 4246; 1108, fol. 6375).2
Por ejemplo, el primer volumen, Mompox y Loba, presenta al hombre anfibio,
cuyo continuo movimiento entre la tierra y el agua ofrece una caracterizacin
del estilo de vida tradicional del campesinado de Crdoba y Sucre (1979: cap.
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Introduccin a la edicin especial de Tabula Rasa: Orlando Fals Borda e Historia doble de la Costa
1A), mientras que el tercer tomo, Resistencia en el San Jorge, emplea el motif del
hombre hicotea, cuyos tremendos poderes de aguante se derivan de su capacidad
de enterrarse bajo el lecho del ro para hibernar en los periodos de sequa, y salir a
comer y reproducirse en la estacin hmeda (1984: introduccin).
Fals tambin presenta en el canal A pasajes en los que usa su imaginacin
histrica para pintar retratos verbales de los paisajes y reproducir conversaciones
en estilo literario entre los protagonistas de su historia, as como interpretar
relatos campesinos en una prosa accesible y agradable, que en ocasiones combina
varios narradores en una sola voz. A este trabajo de la imaginacin lo llama
imputacin y lo contrasta con lo que llama datos columna, un concepto
que creo que Fals emplea para referirse a la columna vertebral del conocimiento
histrico compartido por sus interlocutores campesinos (1981: 56B-59B; 1984:
47B-49B). l sostiene que la imputacin le permite llenar con carnes y msculos
la osamenta que me describieron [...] ancianos de buena memoria sobre el pasado
de los pueblos [...] y sumar, combinar y componer la informacin para darle
coherencia y eficacia comunicativa (1981: 58B). En consecuencia, su recurso
a las formas experimentales de revelacin de los resultados de sus figuraciones
histricas debe pensarse como mucho ms que vehculos literarios, en cuanto
permiten que quienes suministraron los datos de las clases trabajadores la
reconozcan como propia (1981: 55B). Esto es, la imputacin es, para Fals, una
estrategia polticamente efectiva que emple en su trabajo con la ANUC (Fals,
1985: 59), y no slo un recurso para escribir Historia doble3.
Podramos pensar en algunas de las tcnicas empleadas en Crdoba por La Rosca
para revivir la memoria popular como
3
Este proceso de utilizar la imaginacin estuvo, sin
duda, en la base del proyecto cooperativo con la ejemplos de cmo puede la imputacin
ANUC. Sin embargo, en aquella poca no se le convertirse en estrategia poltica: las
llamaba imputacin, concepto acuado por Fals
Borda en escritos posteriores. asambleas comunitarias, donde los
ancianos relataban sus experiencias,
la fundacin de grupos de estudio entre los activistas locales, la introduccin
de sociodramas en talleres campesinos, y el estudio colectivo de los archivos de
bal; los documentos, fotografas y objetos que la gente guardaba en sus casas
y que podan resignificarse como objetos testimoniales para la recuperacin de
memorias. Todas estas tcnicas involucraban el anlisis colectivo del pasado con
el propsito de incorporar sus lecciones a las acciones polticas del presente,
por medio de las mismas organizaciones en las que los participantes estaban
activos. De particular importancia son las historias grficas que fueron publicadas
a comienzos de la dcada de 1970, que recurren a las memorias no verbales e
inspiran a sus lectores a usar sus facultades imaginativas para encontrar sentido a
la unin de las formas de expresin verbales y visuales (Sousanis, 2015: cap. 3).
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El seminario
Nuestro seminario se reuni una vez por semana desde comienzos de septiembre
hasta comienzos de diciembre de 2014 con doce participantes, la mayora estudiantes
de Georgetown: seis estudiantes de doctorado en Literaturas Hispnicas y Estudios
Culturales, dos estudiantes de doctorado en Historia de Amrica Latina, una
estudiante de maestra en Estudios Latinoamericanos, cuya rea de concentracin
era la antropologa, y una estudiante de pregrado con especializacin en cultura y
poltica; una abogada indgena de Colombia con una beca de la Organizacin de
Estados Americanos tambin participaba con regularidad, al igual que una candidata
a doctor en antropologa de la UNAM, de Mxico. De ellos, nueve se matricularon
en el seminario y por ende deban escribir monografas de investigacin; cinco de
los trabajos de esos estudiantes constituyen esta edicin especial de Tabula Rasa.
Llevo trabajando con los documentos personales de Fals Borda desde 2008, en un
esfuerzo por entender el proceso que en aquella poca se llam investigacin-accin,
y que luego evolucionara para convertirse en la investigacin-accin participativa
(IAP). Inspirada por la metodologa pedaggica y la investigacin sobre la historia
de la antropologa de la antroploga argentina Rosana Guber, que us las notas de
campo de su mentora, Esther Hermitte, como material primario etnogrfico para
la formacin metodolgica de sus estudiantes de posgrado (Guber, 2011), decid
usar las notas de Fals como pieza central de mi curso. Sin embargo, la gran mayora
de mis estudiantes no eran antroplogos, sino estudiosos de literatura, lo que nos
llev a plantear preguntas diferentes a las expresadas por Guber y sus estudiantes,
cuyo objetivo era comprender el proceso de descubrimiento en investigacin
etnogrfica y as afinar sus propios mtodos de investigacin. Nuestro seminario,
en contraste, se orient ms por un lado, a los textos que Fals Borda produjo y
a la relacin entre su trabajo de la imaginacin y sus observaciones etnogrficas
en Crdoba, mientras que por el otro lado, les recordaba constantemente a mis
estudiantes la centralidad de la participacin y el activismo en la construccin del
texto final de Fals, algo que los estudiantes de literatura eran muy propensos a pasar
por alto. En contraste con las conclusiones de Guber, que traz una progresin de
las notas de campo al producto escrito final, en el caso de Fals Borda hallamos que
haba una etapa intermedia crucial, que era participativa y profundamente poltica,
lo que alteraba de manera inexorable la naturaleza del libro publicado.
Procedimos de la manera siguiente: en primer lugar, reflexionamos sobre el
argumento terico de Fals, considerando lo que quera decir con praxis y cmo
propona reconstruir la investigacin social como un esfuerzo participativo (Fals,
1978). Luego, lemos y reflexionamos sobre los cuatro tomos de Historia doble,
seguido de una consideracin atenta y comparativa de las historias grficas y las
cartillas de historia preparadas para uso de los activistas de ANUC. Finalmente,
los estudiantes eligieron temas de investigacin, y se les invit a explorar los
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Introduccin a la edicin especial de Tabula Rasa: Orlando Fals Borda e Historia doble de la Costa
archivos de Fals, tanto los que se conservan en Montera como otros en Bogot,
que compart con ellos en formato digital.4 As, al contrario de la mayora de los
lectores, cuya exposicin a Historia doble es slo fragmentaria y con frecuencia no
va ms all del primer tomo, nuestro anlisis detallado de los cuatro tomos nos dio
un mbito donde pudiramos desarrollar preguntas de investigacin complejas,
cuyas respuestas las buscaron los estudiantes en los archivos.
Este volumen
Los resultados de ese proceso estn contenidos en el presente volumen, con
sus cinco contribuciones de estudiantes de una variedad de disciplinas. Las
preguntas que plantean en sus artculos giran en torno a algunos de los principales
aspectos que discutimos durante el transcurso del seminario. Central en nuestras
conversaciones fue la nocin de la imputacin: qu es?, cmo surge de una
combinacin de activismo e investigacin histrica oral o archivstica?, cmo
lleva la investigacin del activista a un producto final nico e innovador?, cul es
la relacin de la IAP como trabajo de la imaginacin y otros gneros de expresin
que se estaban desarrollando en Amrica Latina en el mismo periodo, como
la literatura testimonial?, funciona diferente la imputacin en los modos de
expresin visuales y verbales? Como se evidenciar en mis resmenes brevsimos
de los artculos, nuestras cavilaciones colectivas y nuestros constantes ires y venires
entre el texto publicado y las notas de campo, entre la investigacin acadmica y
el activismo, y entre lo visual y lo verbal, llevaron a los autores estudiantes a seguir
vas innovadoras e interdisciplinarias en su investigacin.
Aunque el canal A de Historia doble narra la historia desde abajo y est basada en la
investigacin archivstica, bibliogrfica y oral histrica, es la voz del Maestro la que
omos en este relato: la interpretacin que Fals hace de las fuentes, expresada en un
lenguaje semiliterario de creacin propia. Sin embargo, entre sus documentos hay
una historia autobiogrfica de la ANUC en Crdoba, escrita a mano y redactada
por uno de sus lderes, Moiss Banquett (CDRBRM 1034-1041), acompaada
de una copia transcrita del texto (CDRBRM 1049-1051) que sigue sin publicar.5
La narracin de Banquett pone de relieve muchos de los episodios importantes
del protagonismo de la ANUC en la Costa Caribe a comienzos de la dcada
de 1970, contada desde el punto de vista de un participante. Su voz no es tan
potica como la de Fals Borda, escribe como debe haber hablado: es una voz oral
4
La coleccin Fals Borda en el Archivo Central e Histrico de la Universidad Nacional de Colombia
en Bogot (ACHUNC) contiene las primeras notas de campo de Boyac hechas por Fals, as como la
correspondencia relacionada con la IAP y La Rosca, su participacin despus de la Asamblea Constituyente
de 1991 en la recopilacin de informacin con miras a dar forma al proceso de ordenamiento territorial,
y su correspondencia acadmica y sus escritos a lo largo de los aos.
5
Memoria Histrica public hace poco la historia de la ANUC por Jess Mara Prez (2010); Prez fue
lder de la ANUC en Sucre. Se espera que la historia de Banquett tambin aparezca impresa.
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la que leemos en este texto, una voz de campesino, que se entremezcla con el
lenguaje marxista que Banquett adquiri en los grupos de estudio que reforzaron
el discurso y la prctica de los lderes de la ANUC.
En el primer artculo de esta edicin especial, Valentina Pernett Plazas, estudiante
colombiana de posgrado en Estudios Latinoamericanos con concentracin en
antropologa, entreteje la memoria autobiogrfica de Banquett con el diario
de campo de Fals Borda Fals eligi el ltimo como texto de su captulo en
Retorno a la tierra, sobre la ocupacin de haciendas por parte de la ANUC en
Crdoba (1986: cap. 8A). La comparacin textual brinda a los lectores una lnea
de tiempo polifnica por medio de la cual podemos entender las actividades
de La Rosca-ANUC-Fundacin del Caribe durante el periodo crtico de la
dcada de 1970 en el que se gest Historia doble, as como la poltica de la
ANUC y de la izquierda colombiana. Como Pernett nos muestra, el activismo
de Banquett surge de la precariedad de su vida de campesino, nutrido por su
protagonismo durante las sucesivas tomas de tierras y los errores que reconoce
cometi el movimiento campesino. El diario de Fals Borda es, en contraste,
el de un observador comprometido, testigo de algunas de las tomas, pero
tambin al tanto de los eventos que se arremolinaban en el mbito nacional
y en las enconadas facciones de la izquierda. Tomados en conjunto, los dos
textos ofrecen un testimonio multifactico de la experiencia de la ANUC en la
Costa Caribe en la dcada de 1970. Tambin sirven como poderoso correctivo
de la nocin de que la escritura experimental que busca transmitir voces desde
abajo en realidad reproduce dichas voces.
Una y otra vez, los participantes en el seminario volvan a la nocin de la
imputacin, que Fals Borda discute desde diversas posiciones estratgicas en
los cuatro tomos de Historia doble, dependiendo del tema: la imputacin como
proceso de personificacin de procesos sociales o culturales en figuras icnicas,
como el hombre anfibio; imputacin como creacin, en El Presidente Nieto (tomo
II), del relato campesino hecho por el tatarabuelo Mier como contrapunto al
de Nieto, aunque lo que el tatarabuelo narra sea un compuesto de muchas
entrevistas y conversaciones con numerosas personas; imputacin como la
descripcin potica de un paisaje lacustre, desbordante de vida, que desde
entonces ha sido drenado y poblado por el ganado. Las cuatro historias grficas
que leemos llevan la imputacin a otro nivel, en el que la descripcin etnogrfica
es visual en lugar de verbal, saliendo de una fusin de memoria campesina con
las observaciones del artista, Ulianov Chalarka, integrante de la Fundacin del
Caribe y pintor local de santos populares y personajes de Montera. No es de
sorprender, entonces, que la mayora de los estudiantes optara, en una u otra
forma, por analizar la imputacin en sus artculos.
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un lector externo, Robles sostiene que la imputacin que Fals hace de la voz del
tatarabuelo difiere del testimonio en la medida en que surge de un contexto
activista, en contraste con el medio acadmico del testimonio, cuyo resultado es
una voz notablemente ms colectiva que la que ocurre en el testimonio: la voz
narrativa del tatarabuelo se ancla en la praxis que La Rosca aspiraba a promover
en su trabajo con organizaciones de base.
Slo un estudiante eligi explorar el componente visual del trabajo de La Rosca,
para lo cual emple material archivstico en lugar del texto de Historia doble. Alfredo
Poggi, estudiante de literatura con formacin en teologa, qued fascinado con
un panfleto, Escucha Cristiano!, que fue compilado para enganchar campesinos
cristianos evanglicos en la causa de ANUC (CDRBRM, 1528). Fals Borda y algunos
miembros ms de La Rosca (Gonzalo Castillo Crdenas y Augusto Libreros) eran
presbiterianos, y por ende l tena un inters especial en las comunidades costeas
protestantes. Trabajando en la base de un estudio etnogrfico que Mara Cristina
Salazar, su esposa, realiz en una comunidad pentecostal de la regin (CDRBRM
0723), Fals y sus compaeros actualizaron sus recomendaciones, centrndose en
las barreras que pona el protestantismo de base para evitar que los campesinos
se sumaran a la ANUC o a otras organizaciones polticas radicales. El resultado
es un folleto que combina imgenes con citas bblicas que validan el activismo
campesino para una audiencia evanglica. Al contrario de las dems historias grficas
producidas por la ANUC, que reimaginan la historia del activismo campesino, el
punto de partida de este folleto es la Biblia (en vez de los lderes campesinos de
antao) cuya funcin aqu es estimular la imaginacin campesina. Poggi desglosa
cuidadosamente las citas y los escenarios visuales, analizando cmo los autores del
folleto resuelven los problemas destacados por Salazar en su estudio etnogrfico.
Muestra cmo el folleto se sita claramente en el frtil paisaje de la dcada de 1970,
cuando no slo la IAP y la literatura testimonial, sino tambin la teologa de la
liberacin, alcanzaron la realizacin.
Es por medio de la imputacin que Fals Borda da vida al entorno natural,
humanizndolo mediante personificaciones: el hombre anfibio y el hombre-
hicotea, enlazando de esta manera el mundo natural con la lucha contra la
penetracin capitalista en las cuencas de los ros San Jorge y Sin. Este es el
ncleo del argumento del historiador Douglas McRae, el cual se basa en Historia
doble, los textos geogrficos del siglo XIX que Fals resignifica en su escritura, y
las notas de campo de Fals. McRae explora cmo Fals recrea la geografa con un
nfasis en los paisajes acuticos que ofrecen los medios de transporte, fuentes
de agua y la subsistencia del hombre anfibio. Como Fals Borda, McRae viaja
hasta el periodo colonial en busca de sus fuentes bibliogrficas, documentando
cmo, a lo largo del tiempo, otros autores han descrito el paisaje, bien como valles
ribereos ricamente labrados en las palabras de los cronistas coloniales, como
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fuentes de madera y otros productos extractivos a los ojos de los gegrafos y los
inversionistas del siglo XIX, como los espacios naturales en los que las personas
pueden proyectar una imagen de s mismas (la manera como Fals reelabora las
voces de los campesinos cazadores de tortugas del San Jorge), y como los sistemas
agrcolas ancestrales a los ojos de los ambientalistas locales de la dcada de 1980.
Una vez ms, como en el artculo de Robles, vemos a McRae deconstruyendo
la prosa de Fals Borda, con una mirada a la explicacin de cmo se construye,
capa a capa, a partir de sus fuentes. Ha habido un debate considerable en la
literatura sobre la fidelidad de Fals con sus fuentes, la medida en la que acata
las metodologas histricas tradicionales (Bergquist 1990); lo que McRae logra
es mostrarnos cmo y porqu Fals Borda opta por construir su narracin en un
gnero hbrido e innovador, en oposicin a la historiografa de su poca.
Nohora Arrieta tambin se ocupa de cmo Fals Borda construye una descripcin
del entorno natural a partir de sus fuentes histricas y etnogrficas, centrndose
en la comunidad indgeno-campesina de Jegua. Ella ve la estrategia de dos
canales aplicada por Fals en Historia doble como construida sobre la presencia
ubicua de canales en el paisaje de Jegua. En otras palabras, la obra maestra de
Fals se modela directamente segn la metodologa de investigacin participativa
iniciada en la Costa Caribe, y se basa en la ntima relacin entre las personas y
el agua que la ANUC trataba con tanto ahnco de preservar frente a la invasin
de los latifundios. Arrieta respalda este argumento enfrascndose en una estrecha
comparacin entre las descripciones geogrficas del siglo XIX, que parecen
escritas a una distancia objetiva por el escritor francs Luis Striffler (1920 [1880])
(cuya objetividad se contradice con sus esfuerzos por hacer ver la regin como
beneficiosa para inversionistas extranjeros), y las maneras como Fals y el artista
Ulianov Chalarka, reelaboran los mismos paisajes acuticos convirtindolos en
entornos profundamente humanos. Esto lo logra balanceando las notas de campo
de Fals en contraste con el texto de Historia doble, que demuestra cmo se inserta
el texto el aprecio de Fals por la prctica anfibia de los campesinos cuando pescan
y cazan en busca de icoteas en los manglares y las formas culturales que surgen en
una poblacin humana cuyo territorio se inunda peridicamente. Un frtil paisaje
que, desde la poca de Fals Borda, se ha drenado para abrir paso a las haciendas
ganaderas. El artculo demuestra efectivamente que la estrategia literaria de la
imputacin empleada por Fals Borda naci de las prcticas cotidianas y de las
narraciones de los campesinos del San Jorge y el Sin.
Los archivos de Fals nos brindan acceso sin precedentes a la elaboracin tras
bambalinas de un clsico colombiano. Estos cinco artculos son tan slo breves
ejemplos de cmo los materiales archivsticos pueden enriquecer el estudio de la
historia de la ciencia social colombiana. Los invito a hojearlos y, ms adelante, a
visitar los archivos!
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No.23, julio-diciembre 2015
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De cmo Moiss Banquett y Orlando
Fals Borda hablan de la ANUC
Valentina Pernett
Georgetown University, USA
dvp7@georgetown.edu
Recibido: 15 de septiembre de 2015 Aceptado: 08 de diciembre de 2015
Resumen:
Entre 1967 y 1981, se desarroll en Colombia el movimiento campesino ms grande de la
historia nacional liderado por la Asociacin Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC). En el
movimiento no slo participaron campesinos, oficiales del gobierno y dirigentes de partidos
polticos, sino tambin intelectuales de la academia como fue el caso del Maestro Orlando
Fals Borda. A travs de las memorias de Moiss Banquett y las notas de campo de Fals
Borda, este artculo busca analizar las formas de narracin elegidas por ambos para relatar su
participacin en el movimiento campesino, e identificar hasta qu punto, hay similitudes y
diferencias entre uno y otro. Al leer este documento, el lector se encontrar con una riqueza
de experiencias y modos de construir el pasado, que tomados en conjunto, pueden dar luz a
una nueva forma de entender el papel del campesinado colombiano en la lucha por la tierra,
y el de los intelectuales de las ciencias sociales en este proceso.
Palabras clave: ANUC, campesino, Moiss Banquett, Orlando Fals Borda, memorias,
notas de campo.
On how Moises Banquett and Orlando Fals Borda talk about ANUC
Abstract:
Between 1967 and 1981, Colombia experienced the development of the largest peasant
movement in its own history, was led by the National Asociation of Peasant Users (ANUC).
Not only peasants, government officials and party leaders joined the movement, but also
intellectuals from the academia as was the case of Professor Orlando Fals Borda. Through
Moiss Banquetts memories and Fals Bordas field notes, this article seeks to analyze the
different narrative forms chosen by both authors to tell their participation in the peasant
movement, and to identify to what extent there are similarities and differences between them.
By reading this paper, the reader will find a wealth of experiences and ways of constructing the
past, which taken together can give birth to a new understanding of the role of Colombian
peasantry in the struggle for land, and that of intellectuals in the social sciences in this process.
Keywords: ANUC, peasantry, Moiss Banquett, Orlando Fals Borda, memories, field notes.
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Valentina Pernett
De cmo Moiss Banquett y Orlando Fals Borda hablan de la ANUC
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De cmo Moiss Banquett y Orlando Fals Borda hablan de la ANUC
de dos ($2,00) y uno ochenta diario ($1,80), con una jornada de trabajo
de 6 de la maana hasta las cuatro de la tarde. Y el capataz tena facultades
para gritar a los trabajadores en el monte, decirle malas palabras, y si el
trabajador les contestaba algo, le hacan perder el da (CDRBR/M, 1049,
caja 19, carpeta 03: 6128).
La vida de Banquett se desarrolla de hacienda en hacienda, huyendo no slo de su
madrastra, que le quitaba el poco sueldo que ganaba, sino tambin del maltrato
laboral de los terratenientes.
Seguida esta descripcin de su paso entre haciendas y padeciendo las injusticias
que sufre el campesino costeo, se inicia el relato de su incursin en el movimiento
de reforma agraria impulsado por el Instituto Agropecuario, en el ao 1968.
Llegado el ao 1970, Banquett se une a la organizacin campesina.
como ramos varios, resolvimos organizar una junta, [Comit Usuarios
Campesinos: Veredal de Santa Isabel]: en este mismo ao [1970], el 22
de agosto instalamos la Junta y sali elegido como presidente Fernando
Arteaga, y yo como Vice-presidente. Para la Formacin de este comit nos
reunimos 23 campesinos el 15 de septiembre y programamos un baile con
el fin de recolectar fondos: en esta fiesta quedaron de utilidad $450.00
(CDRBR/M, 1049, caja 19, carpeta 03: 6130).
El ao de 1970 marca una etapa decisiva en la vida de Banquett como lder
del movimiento campesino. No slo es el ao en que organiza junto con otros
campesinos el Comit de Usuarios Campesinos de Santa Isabel, sino que tambin
conoce a Lucas Ramrez, quien se encontraba impulsando la formacin de un mismo
comit en Santa Fe de Montera, y con quien constituye la Asociacin Municipal de
Usuarios Campesinos (AMUC). Igualmente, en enero de este mismo ao se decide
hacer la primera toma de la hacienda Santa Elena, liderada por Banquett. Este
hecho, aunque sin resultados positivos para los campesinos, dej entrever el carcter
de la movilizacin campesina a los terratenientes y clase dirigente de Crdoba:
Nos trasladamos a la casa de Santa Elena y el terrateniente Ospina nos
mand a entrar a las oficinas de su despacho y nos mand a dar el tinto con
la sirvienta; de inmediato entramos a un dilogo, preguntando por qu
le habamos invadido las montaas de su finca. De inmediato Banquett,
le correspondi: que se diera cuenta como el pueblo de Santa Isabel
estaba demacrado, que ningn campesino tena un pedazo de tierra donde
cultivar, una mata de yuca, maz, arroz, etc. Y por lo tanto los campesinos
le haban solicitado tierras en arriendo o en la forma que l quisiera; y
que se diera cuenta que la explotacin de ellos estaban beneficiando sus
riquezas haba sido cultivada por los campesinos, de Santa Isabel y dems
regiones inmediatas (CDRBR/M, 1049, caja 19, carpeta 03: 6135).
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conquistar 4500 hectreas, en 1974, donde el Incora tuvo al fin que hacer dos
trmites, uno en negociacin y otro en expropiacin de las tierras del Gallino
Vargas (CDRBR/M, 1051, caja 19, carpeta 03: 6232).
El 14 de abril se inicia una segunda toma de la hacienda Bocas del Betanc.
En el da 5 de julio del diario de Fals Borda, se anuncia la poltica divisionista del
presidente Misael Pastrana contra la ANUC. En reaccin a esto, los campesinos
de la ANUC en Crdoba acuerdan no aliarse con ningn grupo poltico. De
todos modos, en desafo abierto al presidente Pastrana, se realiza el 20 de junio el
Segundo Congreso en Sincelejo, de donde sale la rama autnoma, antioligrquica
y antiimperialista que toma el nombre de esta ciudad (Fals Borda, 1986: 180A).
El 12 de septiembre de 1972 aparece Lomagrande: el baluarte del Sin, el primer
folleto ilustrado sobre la historia de la Costa, preparado especialmente para los
campesinos analfabetos, como muestra de recuperacin histrica. Ms adelante,
el 20 de octubre, aparece el primer cursillo de cuadros campesinos en Arroyn.
Aqu se cambia el sentido de usuario al de [quien] trabaja con las bases y da
uso a los elementos vitales (su casa, su dinero, su burro, su rula, su profesin)
(Fals Borda, 1986: 181A). Se resalta el papel de las mujeres para hacer parte de
la lucha, junto con sus maridos. En diciembre se empieza a elaborar el folleto
de Tinajones: Un pueblo en lucha por la tierra para contar las luchas contra los
latifundistas de Lorica y San Bernardo del Viento. En febrero 12 de 1973 se
establece otro baluarte en Martinica y se reparte entre los campesinos el folleto
sobre El Boche, auspiciado por la Fundacin del Caribe.
Siguiendo con la lectura de Orlando Fals Borda nos encontramos con la influencia
de la Iglesia Presbiteriana, quien en la lucha de la ANUC en Crdoba asume la
tarea de producir un folleto ilustrado basado en versculos bblicos que demuestran
la necesidad del cristiano de favorecer los procesos revolucionarios (Fals Borda,
1986: 184A). As en junio de 1973 se publica el folleto Escucha cristiano!.
El ao 1973 se muestra favorable para la integracin de nuevos actores a la lucha
campesina, como es el caso de Mximo Jimnez, campesino acordeonista, David
Snchez Juliao, escritor loriquero, y Miguel Durn, otro vallenatero. En agosto del
mismo ao los campesinos piden a Orlando Fals Borda que asuma la responsabilidad
poltica del movimiento, pero l responde que los ms apropiado es que el papel lo
asuma uno de ellos, el ms distinguido y resuelto, puesto que [su] papel ha sido y
seguir siendo el de un cientfico social comprometido con las bases, que es la tarea
que [l crea poda] hacer mejor para el proceso popular (Fals Borda, 1986: 189A)
Otro evento compartido en los relatos de Moiss Banquett y Orlando Fals Borda
es el de la toma de la hacienda La Floresta (Galilea), la cual inicia el 15 de julio
de 1972. En la hacienda los campesinos inician actividades de labranza, al tiempo
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que se ven alertados por las estrategias del terrateniente Abraham Pupo Villa para
sacarlos de sus tierras, las cuales resultan fallidas la mayora de las veces. Igualmente,
se impulsa el trabajo de las mujeres, a travs de la educacin ideolgica y de su
participacin en la lucha prctica con los dems campesinos. Varios campesinos
son apresados por rdenes del terrateniente, pero gracias a la gestin de los oficiales
de la ANUC en el departamento de Crdoba y la colaboracin de Fals Borda, se
logra su pronta liberacin. Al igual que en La Antioquea se redacta una agencia
oficiosa, pero al contrario de la experiencia previa, sta no da ningn resultado.
Entonces, la lucha contina segn las condiciones iniciales. El comit veredal que
se haba organizado en La Floresta es vctima del caciquismo liderado por la familia
de Francisco Pastrana, su presidente, y logra imponer sus criterios familiares por
encima de la organizacin. Por esta razn, las contradicciones se agudizan a tal
punto que el comit se divide, cuando aparece en el mismo casero el nuevo comit
de San Isidro integrado por 19 campesinos. La lucha por la tierra se extiende hasta
el ao 1976, cuando el yerno de Pupo Villa, tras su muerte, plantea dejar 300
hectreas a los campesinos. Sin embargo, y como finaliza este captulo Banquett en
sus memorias, pareciera que las cosas en esta hacienda no son tan positivas, y que
por el contrario terminan en enfrentamientos internos y en una completa pasividad.
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De cmo Moiss Banquett y Orlando Fals Borda hablan de la ANUC
hace uso de la voz en primera persona, y en otros cambia a tercera persona incluso
cuando habla de s mismo. Se podra pensar que la variacin de voces se debe, por
un lado, a las mismas debilidades idiomticas y gramaticales del lder campesino,
y por otro lado, al emplear la tercera persona es probable que Banquett quiera
mostrar su imagen de lder campesino, describindose a s mismo como otra
persona. De alguna forma, la autobiografa no es solamente una narracin personal
del campesino, sino que al mismo tiempo se constituye en un elemento importante
dentro de la historia de la lucha campesina en Colombia. De hecho, cuando en el
canal B del octavo captulo Destello de la ANUC se hace referencia a este texto,
en una nota de pie de pgina, la autobiografa se transforma en un dato columna,
y como tal, hace parte de la narracin de la historia del movimiento campesino.
Luego de intentar una reconstruccin de la historia del movimiento campesino de
la ANUC, por medio de las historias de Moiss Banquett y Orlando Fals Borda,
prestando atencin a las similitudes y diferencias en sus recuentos de los hechos,
es posible evidenciar que ambas narraciones contienen elementos importantes
para conocer desde otra perspectiva la constitucin, el desarrollo y finalmente
la disolucin de la ANUC. Tanto el escrito de Banquett como el de Fals Borda
son piezas claves para entender la situacin de los campesinos colombianos en la
dcada de 1970, y por ello valdra la pena considerar la posibilidad de publicar las
memorias de Moiss Banquett, tal y como se haba previsto, pero que al parecer
nunca se hizo. Igualmente, cabe mencionar que la obra de Fals Borda es relevante,
en la medida que ste se vale de su propia experiencia y de la memoria colectiva
del pueblo para reconstruir la historia y as apuntar a una historia polifnica y
estructurada en los principios de la IAP.
Bibliografa
Banquett, M. 1977. Historia de un Campesino Emigrante. Montera: Fundacin del
Caribe.
Centro de Documentacin Regional, Banco de la Repblica, Montera, Crdoba,
Coleccin Orlando Fals Borda [CDRBR/M], 1049, caja 19, carpeta 03, pp. 6125-6162.
Centro de Documentacin Regional, Banco de la Repblica, Montera, Crdoba,
Coleccin Orlando Fals Borda [CDRBR/M], 1051, caja 19, carpeta 03, pp. 6168-6266.
Fals Borda, O. 1986. Destello de la ANUC, en Orlando Fals Borda, Historia doble de la
costa. Tomo IV. Retorno a la Tierra. (pp. 169A-193A). Bogot: Carlos Valencia Editores.
Zamosc, L. 1987. La cuestin agraria y el movimiento campesino en Colombia: Luchas de la
Asociacin Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), 1967-1981. Ginebra: Instituto de
Investigaciones de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social.
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El tatarabuelo a la sombra del caudillo.
Efectos y defectos testimoniales de la voz
Mier en El presidente Nieto de Orlando
Fals Borda
Jafte Dilean Robles Lomel1
Georgetown University, USA
jr1424@georgetown.edu
Recibido: 05 de septiembre de 2015 Aceptado: 23 de noviembre de 2015
Resumen:
El artculo explora los recursos de la literatura testimonial que acua la metodologa
investigacin accin participativa y cmo stos se reflejan en el segundo tomo de Historia
doble de la costa, del socilogo colombiano Orlando Fals Borda. Por medio de una
comparacin analtica entre la imputacin de Fals Borda y el montaje esttico del testimonio
se delinean las caractersticas esenciales del personaje Adolfo Mier, el tatarabuelo de la
historia, mismo que se compone de mltiples voces campesinas. La figura de Adolfo
Mier es central en este segundo tomo y puede ser interpretada como un smbolo de lucha
campesina o un vehculo hacia la reconstruccin de la identidad costea.
Palabras clave: Testimonio, imputacin, voces colectivas, concientizacin, saber popular.
1
Doctorado (c) en Literatura Hispnica y Estudios Culturales. Universidad de Georgetown. Washington,
DC. Maestra en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Sonora.
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Paris - 2015
Johanna Orduz
O tatarav na sombra do caudilho. Efeitos e defeitos testemunhais da
voz Mier em El presidente Nieto de Orlando Fals Borda
Resumo:
O artigo explora os recursos da literatura testemunhal que usa a metodologia Investigao
Ao Participativa e analisa como esses recursos se refletem no segundo tomo da obra
Historia doble de la Costa do socilogo colombiano Orlando Fals Borda. Mediante
uma comparao analtica entre a imputao de Fals Borda e a montagem esttica do
testemunho configuram-se as caractersticas essenciais do personagem Adolfo Mier,
o tatarav da histria, composto por mltiplas vozes camponesas. A figura de Adolfo
Mier central no segundo volume e pode ser interpretada como um smbolo da luta
camponesa ou como um veculo para a reconstruo da identidade costea (do litoral
caribe colombiano).
Palavras-chave: testemunho, imputao, vozes coletivas, conscientizao, saber popular.
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Desde su primer tomo redactado de forma magistral, Fals Borda alerta a sus lectores
acerca de una tcnica novedosa y muy particular de la que echa mano para la
elucubracin de sus espacios narrativos. Por medio de la imputacin, el escritor-
colaborador esboza no slo a sus personajes empricos, sino tambin el paisaje que
los rodea y las situaciones histricas que les ataen y configuran, que como veremos
ms adelante, se distingue del testimonio pues ste se concentra en la expresin
individual y singular de la voz de un testigo. Con cada nueva entrega de Historia
doble de la costa, la imputacin o porcin imaginativa cobra trascendencia, pues
abre otras rutas de exploracin antes ignoradas por los cientficos sociales. Tal
como sucede ante la emergencia del testimonio en Latinoamrica, la imputacin se
convierte en un recurso narrativo que pretende recuperar la agencia de la esfera ms
olvidada de la sociedad. Resulta extrao que no se haya estrechado antes, la relacin
entre la tcnica de imputacin de Fals Borda y la metodologa testimonial, ya que
ambas se generan a partir del encuentro colaborativo entre intelectuales y sujetos
silenciados por los sectores hegemnicos y oficialistas.
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veces incomprensibles para los pueblos campesinos, sino tambin las directrices
sociopolticas desde el interior de las comunidades, todo ello con el fin de que la
transformacin social no resulte en una nueva imposicin.
Dentro del mismo marco vivencial, surge lo que hoy en da conocemos como
literatura testimonial; no es de nuestro inters o necesidad ahondar en cada una
de las diversas y problemticas etiquetas, subdivisiones, subgneros y taxonomas
que han tenido lugar desde la popularizacin de este gnero discursivo tras su
adicin a los premios otorgados por Casa de las Amricas en 1960. Basta con
sealar que, de forma paralela a la IAP, la metodologa testimonial se configura
bajo los mismos acontecimientos. Tanto una metodologa como la otra, irrumpen
en la misma dcada para dar cuenta de un sistema poltico corrupto y la urgencia
por enfocar los esfuerzos investigativos, cientficos y acadmicos en los sectores
menos favorecidos de la sociedad.
El testimonio se basa en la aproximacin a la realidad por parte de la boca
de sus testigos actantes. Por medio de entrevistas, el intelectual o transcriptor
recoge informacin acerca de las vivencias directas de la vctima de algn hecho
traumtico. A travs de un diseo editorial, el intelectual traslada esta informacin
para darla a conocer en las esferas acadmicas. De acuerdo con Margaret Randall
(1992), quien logr sintetizar los rasgos bsicos del proceder testimonial en 1979,
pocos aos despus de la consolidacin de la IAP, el testimonio debe basarse en
los siguientes elementos: a) uso de fuentes directas, b) entrega de una historia a
travs de las particularidades de la voz o voces del pueblo protagonizador de un
hecho, c) la inmediatez, d) el uso de material secundario (introduccin, otras
entrevistas de apoyo, documentos, material grfico, cronologas y materiales
adicionales que ayudan a conformar un cuadro vivo) y e) una alta calidad esttica,
tambin conocida como montaje.
Al igual que la metodologa testimonial, la IAP pretende recuperar las voces
silenciadas por el sistema hegemnico al recurrir a la seleccin de grupos
claves entendidos stos como clases explotadas urbanas o rurales [] As, se
est estudiando y trabajando entre grupos de campesinos organizados, entre
obreros, entre indgenas y negros, con elementos marginados de tugurios. Y
en otros del proletariado y hasta del lumpen proletariado (Parra, 1983: 58).
En ambos casos, la seleccin de fuentes directas conlleva a la recuperacin de
historias nicas que se ponen al servicio de la concientizacin de masas y una
posterior transformacin del status quo.
Lo que difiere del testimonio es que la IAP no se detiene en la representacin de
la voz y la identidad, sino que obedece a una causa transformativa que implica la
reestructuracin social desde y hacia la base misma. A grandes rasgos, el testimonio
extirpa y modula una voz que habla por el pueblo en condiciones deplorables, ya
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los testimonios estn hechos para gente como nosotros, en tanto que
nos permiten participar como acadmicos y yuppies, y sin tener que
abandonar nuestros estudios ni nuestros salones de clase en la concrecin
y la relatividad de las luchas sociales reales (Beverley, 1991: 42).
Bajo la nueva lente del crtico, el testimonio da voz a los subalternos, quienes a su
vez devuelven la voz al intelectual. Es decir, el intelectual recupera una historia,
antes desconocida, que utiliza en el medio acadmico para la promulgacin de sus
propios intereses, mientras que la voz del subalterno, aparentemente escuchada,
vuelve a olvidarse.
Historia doble de la costa no ha sido analizada antes como una obra testimonial,
esto porque de acuerdo con las disposiciones ortodoxas de la academia, Orlando
Fals Borda no entrevista al portavoz de un hecho traumtico ni redacta la vida
del testigo y mucho menos se sujeta a la transcripcin objetiva que el testimonio
exige. Lo que s hace el socilogo colombiano es usar fuentes directas, entregar
la historia a travs de las voces del pueblo, incluir material secundario y montar
escenarios. El proyecto de Fals Borda ofrece un nuevo aliento a este gnero
discursivo, poco importa si se tilda o no como tal, lo cierto es que el escritor-
colaborador resuelve algunas de las fallas ms citadas del sistema testimonial.
En principio, la investigacin accin participativa no sugiere una transmisin de la
voz, no trabaja con una reubicacin del poder, es decir, no brinda voz a los sin voz,
simplemente se enfoca en la recuperacin de la memoria popular y en la construccin
solidaria de un proyecto poltico. Mientras que el testimonio se visualiza como una
narrativa para yuppies e intelectuales, la IAP revoluciona la concepcin testimonial
acadmica y la pone en las manos del pueblo, de manera que el intelectual pasa a
ser un lector secundario. En Historia doble de la costa, Orlando Fals Borda toma el
proceder testimonial y lo convierte en una herramienta de verdadera lucha para
las clases oprimidas. Si la trayectoria crtica de John Beverley en 1989 inicia con la
pregunta bsica: Dan lugar las luchas sociales a nuevas formas literarias? (1989:
21), tal parece que Fals Borda inicia su historia dual con la inversin de la misma
pregunta: Dan lugar nuevas formas literarias a luchas sociales?
El testimonio descrito por Beverley saca al sujeto histrico de su propia historia
y lo coloca al servicio de una poltica ajena, convirtindolo en un medio de
representacin reaccionaria, pero truncando esa comunalidad transformativa a la
que supuestamente aspira. Por fortuna, el socilogo colombiano logra en Historia
doble de la costa moldear la prctica testimonial e instrumentarla en un proyecto
mucho ms amplio que la simple pugna meditica de la academia. Al esclarecer
los trazos testimoniales en la obra y las tcnicas de Fals Borda, se podrn instituir
y promover nuevos espacios de accin para un discurso tan problemtico. El
testimonio, cobijado aqu por la imputacin y la IAP, genera vas innovadoras hacia
la accin poltica y resuelve el fortalecimiento de movimientos sociales y campesinos.
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meta de dar voz a la clase subordinada, sino para impulsar una transformacin
del status quo. Fals Borda con el dinamismo histrico que imprime en su obra
promete la culminacin natural de la clase dominante que cede el paso al brote
social y poltico de la cultura popular engendrada en el campesino costeo.
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del grupo de estudio y compaero de Fals Borda), Adolfo Mier Arias le cuenta a
Pablo Emilio (el bisabuelo de lvaro), Pablo Emilio le cuenta a Adolfo Mier Serpa
(el abuelo de lvaro), Adolfo Mier Serpa (quien inicia la historia en el tomo II,
junto con los relatos de Benita Vidales) le cuenta al grupo de estudio compuesto
por: Orlando Fals Borda, Juan David Cifuentes, lvaro Mier (el nieto), Luis
Murallas y Ramn Pupo.
Para conferirle autoridad narrativa a cada una de estas voces, el escritor-colaborador
echa mano del montaje testimonial clsico. En el caso del abuelo de Adolfo, se
enfatiza su presencia en las guerras civiles de Colombia del siglo xix, y adems se
coloca en la narracin del Canal A como sujeto vivo que relata directamente lo que
recuerda en tiempo presente. A pesar de que su discurso est contaminado por los
recuerdos de su propia madre (muchas de las ancdotas que cuenta se las cont su
madre), l cuenta la historia como si fuera suya o la hubiera vivido en carne propia:
Si pudieran ver el aspecto desastroso de ese ejrcito! (Fals Borda, 1981: 44A).
El abuelo de lvaro Mier se describe como un peluquero que por su oficio conoce
los detalles del pueblo ms a fondo. Asimismo, en su persona se inscriben dos
acciones que cobran suma relevancia en el proyecto de Fals Borda como un todo;
es l quien sugiere la tcnica de archivos de bal y quien menciona a uno de
los ttems creados por Fals Borda. La tcnica de archivos de bal ya haba sido
utilizada antes por Fals Borda y su grupo de investigacin. No obstante, en el
primer tomo coloca a Adolfo Mier como el autor intelectual de la idea: Pues hay
que saber buscar: en los bales y armarios de estos pueblos se encuentran ms cosas
valiosas de las que uno cree (Fals Borda, 1979: 31A). Este rasgo otorga autoridad
narrativa a Adolfo Mier, pues sabe dnde encontrar informacin relevante para
el caso, pero tambin a Fals Borda como escritor-colaborador, pues se ve cmo
atiende a las sugerencias investigativas del pueblo.
Asimismo, en el segundo tomo, Adolfo Mier se acerca al grupo de estudio para
mostrarle una mariapalito. De acuerdo con la narracin, es l quien compara
la violencia de Colombia con las caractersticas particulares del insecto: Miren lo
que traigo: ste es el ser que ms se asemeja a nuestra situacin como pas abatido
por tanta violencia irracional (Fals Borda, 1981: 25A). En la misma entrevista con
Rappaport, Fals Borda seala que la personificacin de los ttems es obra suya,
pero que la informacin proviene de los campesinos. Los archivos del Banco de la
Repblica no son suficientes para concretar si el relato de la mantis o mariapalito
viene de Adolfo Mier, pero el hecho de que el escritor-colaborador lo ponga en su
boca le dota autoridad mtica como miembro activo de la cultura popular, es decir,
sus ancdotas se proyectan como los ecos concientizadores de este proyecto.
Ahora, la memoria de Adolfo Mier tambin se evidencia textualmente: antes de
abrir paso al relato infinito del tatarabuelo de lvaro, Adolfo explica que lo que est
por contar es lo que refera mi abuelo Adolfo a mi padre Pablo Emilio, que ste
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viven y los que otros comentan. El marco ms pequeo, pero indispensable para
la existencia de los dems, es el de Fals Borda y los colaboradores que escuchan
el relato infinito (Fals Borda, 1981: 186). La metanarracin testimonial
contribuye a la motilidad de la obra, permite que Fals Borda difumine su presencia
intelectual y crea conciencia acerca del funcionamiento de la memoria colectiva.
El testimonio tradicional reitera la importancia de mostrar la otra verdad, pero
siempre desde un gestor intelectual que la edita. Aqu, se muestra la verdad del
campesino, es decir, de qu manera el campesino va construyendo su propia
verdad por medio de la memoria colectiva. En la senda ideolgica del campesino
no importan las fuentes o la veracidad de las mismas, importa lo que dicen sus
vecinos, quienes tienen un eco de autoridad en su voz: msicos, curanderos,
peluqueros, sacerdotes, etc.
En otra entrevista indita realizada por Joanne Rappaport, esta vez a Matilde
Eljach, estudiante y asistente que acompaa a Fals en varias de sus investigaciones
en los aos 1970, se seala la importancia que le daba el escritor-colaborador
a ganarse la confianza de los campesinos para que stos abrieran sus bales y
recuerdos sin dilacin ni renuencia.3 En el prlogo de la obra testimonial
cumbre Me llamo Rigoberta Mench
3
Entrevista con Matilde Eljach. 15 de julio, 2009.
Popayn.
y as me naci la conciencia (Burgos,
1983: 13-14), Elizabeth Burgos
expresa implcitamente las estrategias que desempea para ganarse la confianza
de Mench. Mientras vivieron juntas en Pars, Rigoberta le mencion un da:
Nosotros no confiamos ms que en los que comen lo mismo que nosotros;
poco antes Burgos haba recibido de una amiga, un saco de harina de maz para
hacer pan y unas judas negras, dos elementos bsicos de la cultura venezolana
y guatemalteca. Este detalle retrata a Elizabeth Burgos como un sujeto confiable
para Mench y para el lector de la obra, quien ahora sabe que la testimonialista
est comprometida a decir la verdad por esa confianza que le ha nacido. En el
caso de Fals Borda, la confiabilidad la gana no en un prlogo, sino convirtindose
en un personaje ms de la obra, y por supuesto, fungiendo como un activista
miembro de la misma comunidad.
En la transcripcin de la entrevista de Benita Vidales, indicbamos otro cambio
sustancial, el me recibi por nos haba recibido. Si nos atenemos a lo literal,
la transcripcin archivstica revela que Orlando Fals Borda estaba solo en ese
momento con Benita Vidales; sin embargo, en el texto se modifica el pronombre
y aparece en plural. Todo este segundo tomo contiene interjecciones del mismo
tipo que muestran la presencia de varios escuchas: Miren ustedes! Nos habamos
quedado!, esta caracterstica, tpica del montaje testimonial, puede interpretarse
aqu de tres maneras, a saber: a) la traslacin del yo a nosotros imprime mayor
veracidad al discurso del testigo, si una sola persona lo escucha y lo repite es
creble, pero si varias personas escuchan lo mismo y lo repiten, entonces es an
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Jafte Dilean Robles Lomel
El tatarabuelo a la sombra del caudillo. Efectos y defectos testimoniales de la voz Mier en El presidente Nieto de Orlando Fals Borda
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Conclusin
Otro de los motivos para ficcionalizarse como personaje puede responder
a la necesidad de evidenciar la doble va histrica del segundo tomo. En la
Despedida, Fals Borda reconoce que en sus trabajos probablemente siguieron la
senda equivocada, la de la destruccin y la violencia, en lugar de fijarse en la praxis
original. Al enfocarse en los escritos de Juan Jos Nieto, el escritor-colaborador
sugiere que ha elegido al personaje equivocado para proyectar en l los objetivos
polticos e histricos de la lucha campesina. Por lo que antepone una vuelta atrs
para atender al camino de la formacin no destruccin del haber colectivo
como base de la prosperidad individual y la felicidad nacional (Fals Borda, 1981:
191). La inclusin de la despedida empuja al lector a una regresin exegtica, al
estilo de Julio Cortzar o Gabriel Garca Mrquez. El mismo texto ofrece dos
historias paralelas: desde el principio se conduce al lector a considerar a Juan Jos
Nieto como protagonista, pero al final el autor insina que la historia nunca se
trat de l, entonces el lector tiene que operar una regresin si desea descifrar el
mensaje oculto de la obra, el mensaje que siempre estuvo a la sombra del caudillo.
Como en una narracin de suspenso cclico, el lector slo se entera hacia el final
de que lo que siempre estuvo a la sombra era lo verdaderamente relevante para
la comprensin general del texto, por lo que tiene que realizar esta regresin
para concluir su entendimiento total de la obra. Esta regresin exegtica ofrece
al lector la oportunidad de contrastar nuevamente la vida de Juan Jos Nieto y
la de Mier, slo que esta vez Mier est por encima de Nieto fungiendo como el
protagonista de un ethos. Gracias a esta regresin, la vida de Juan Jos Nieto se
desmonta, cediendo su lugar a la voz Mier. Tal como sugiere Fals Borda en el
transcurso de los cuatro volmenes, una estructura social en decadencia va dando
pie a una nueva que incluye a los sectores antes ignorados. La lucha campesina
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Jafte Dilean Robles Lomel
El tatarabuelo a la sombra del caudillo. Efectos y defectos testimoniales de la voz Mier en El presidente Nieto de Orlando Fals Borda
Bibliografa
Achugar, Hugo. 1992. Historias paralelas/Historias ejemplares: La historia y la voz del
otro. Revista de Crtica Literaria Latinoamericana, 36: 49-71.
Archila, Mauricio. (1984). Resea de Historia doble de la Costa. Boletn Cultural y
Biogrfico, 21: 111-114.
Archila, Mauricio. Voces subalternas e historia oral. Anuario Colombiano de Historia
Social y de la Cultura, 32: 293-308.
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De lo etnogrfico a lo teolgico-poltico:
investigacin-accin ecumnica de La
Rosca en comunidades protestantes de
Crdoba, Colombia
Alfredo Ignacio Poggi1
Georgetown University, USA
aip28@georgetown.edu
Recibido: 04 de septiembre de 2015 Aceptado: 08 de diciembre de 2015
Resumen:
A travs del anlisis de documentos de archivo, este trabajo muestra cmo apuntes etnogrficos
y conceptualizaciones sociolgicas realizadas por Mara Cristina Salazar entre 1972 y 1973
sobre una comunidad pentecostal en Crdoba, Colombia, fueron traducidas y adaptadas
por el grupo La Rosca a un folleto grfico con contenido teolgico-poltico, materializando
lo que Orlando Fals Borda llam investigacin-accin. Si bien esta investigacin-accin
intentaba fomentar una praxis liberadora ecumnica, para involucrar a los evanglicos a la
lucha campesina y superar la instrumentalizacin positivista que cosificaba las colectividades
estudiadas, sigui reproduciendo la asimetra sujeto-objeto y promovi indirectamente lo
que rechazaba, una nueva mentalidad dualista, esta vez de ricos versus pobres, una nueva
doctrina fatalista, en el que los individuos no podan cambiar hasta que no se transformara
la sociedad, y una nueva alienacin, esta vez no religiosa, sino poltico-partidista, que
simplificaba la realidad y la vaciaba de su contenido crtico.
Palabras claves: Investigacin-accin, La Rosca, lucha campesina, cristianos, etnografa.
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Johanna Orduz
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fatalistic doctrine, in which individuals could not change until society is not transformed,
and a new alienation, not religious, but partisan, which simplified reality and emptied it
of its critical content.
Keywords: Action-research, La Rosca, peasant struggles, Christians, ethnography.
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En este ensayo se mostrar cmo este ecumenismo se dio dentro del discurso de la
teologa de la liberacin, que se consolidaba en Latinoamrica a finales de la dcada
de 1960 y 1970, que fusionaba conceptos marxistas y de las ciencias sociales con
el cristianismo y la hermenutica bblica, no solo dentro del catolicismo, sino
tambin, como prueba este trabajo, del protestantismo.
Colombia, en esa poca, era un foco de atencin en el debate sobre el rol
poltico del cristianismo, ya que en 1968, se dio la Segunda Conferencia de
Obispos latinoamericanos en Medelln, la cual marcara la oficializacin y la
internacionalizacin de la teologa de la liberacin. De hecho, fue la primera
vez que un Papa viajaba a Latinoamrica y lo hizo con motivo de la conferencia.
En una de sus alocuciones, el Papa Pablo VI les habl en una audiencia a los
campesinos colombianos y denunci el maltrato y la explotacin que sufran stos
en un sistema social y econmico que era injusto y desigual (Segunda Conferencia
General de Obispos de Latinoamrica, 1968: 106). Estos eventos, sumados al
impacto de la figura de Camilo Torres, el sacerdote que para muchos colombianos
se convirti en mrtir desde 1966, impuls a los distintos grupos cristianos a
involucrarse cada vez ms activamente en las luchas sociales y repensar su fe.2 Los
documentos analizados son un ejemplo de ello.
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De lo etnogrfico a lo teolgico-poltico: investigacin-accin ecumnica de La Rosca en las comunidades protestantes de Crdoba
Esta visin tambin era aplicable a los temas religiosos. De hecho, los telogos de la
liberacin coincidan en que la reflexin cristiana deba hacerse en conexin directa
con la praxis, y esta ltima deba nutrirse de las ciencias sociales, ya que son ellas las
que describen la materialidad histrica desde donde se trabaja para la liberacin de
los oprimidos y la construccin del reino de Dios (Gutirrez, 1988: cap. 2).
En la bsqueda de ese balance, el trabajo etnogrfico de Mara Cristiana
Salazar representara la parte investigativa, que aporta los apuntes descriptivos
de campo, as como las herramientas tericas, mientras que el folleto Escucha
Cristiano! materializara la accin del mismo. En medio de ambos, se encuentra
un denominado Memorndum, en el que Fals Borda explicita los objetivos
del folleto y comienza el proceso de traduccin de los datos etnogrficos y
conceptuales a los elementos grficos y bblicos.
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De lo etnogrfico a lo teolgico-poltico: investigacin-accin ecumnica de La Rosca en las comunidades protestantes de Crdoba
Salazar, en una de sus notas, llega a reconocer que si bien los feligreses tenan poco
conocimiento y preparacin intelectual, no obstante memorizaban y conocan
muy bien la Biblia (CDRBR/M, fol. 0723: 4103). De ah, que La Rosca, junto con
la Fundacin del Caribe, proyectando esa misma impresin de los pentecostales a
los evanglicos, perciban la necesidad de una pedagoga de los oprimidos a travs
de un lenguaje bblico con el que estaban familiarizados. Pero al mismo tiempo,
con el folleto, estaban construyendo una postura clara en un debate teolgico,
sobre la manera de entender a Dios y el rol del cristiano en el mundo.
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afrentado al pobre. Nos oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os
arrastran a los tribunales?... Si hacis acepcin de personas, cometis pecados.
El folleto tiene varias citas bblicas de la carta de Santiago, ya que sta resalta la
necesidad de una justicia redistributiva, critica fuertemente la avaricia de los ricos,
condena la diferencia entre la prdica y el comportamiento de algunas iglesias, y
reconoce que la fe sin obras est muerta.
Figura 1. Los cristianos y creyentes nos estamos reduciendo a las cuatro paredes del templo,
Escucha cristiano! p. 7, reproducida con el permiso de la Fundacin del Sin.
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De lo etnogrfico a lo teolgico-poltico: investigacin-accin ecumnica de La Rosca en las comunidades protestantes de Crdoba
Segundo, con respecto a la idea de una doctrina fatalista entre los pentecostales del
Retiro de los Indios, en otra de sus anotaciones, Salazar reconoce una resignacin
por parte de los creyentes, animada por su pastor, como si no fuera posible un
cambio en sus vidas y en la sociedad. Por ejemplo, Salazar escribe la opinin
del pastor sobre la lucha social: los campesinos no van a cambiar, no sirve de
nada buscar solucin al problema de la tierra, mientras no lo hagan personas con
Dios en el corazn. Los campesinos no trabajan porque no quieren. Ah! Pero
si se entregan [sic] a Cristo, seran diferentes y las cosas para ellos cambiaran
(CDRBR/M, fol. 0723: 4110). En la misma lnea, transcribe las palabras de
varios creyentes: los campesinos son pobres porque no quieren trabajar, no
buscan trabajo, son perezosos (CDRBR/M, fol. 0723: 4110).
Simultneamente, Salazar reconoce el desdn de los feligreses, quienes repiten lo
mismo que ellos condenan de los campesinos, como si sintieran que el destino
de la vida no est en sus manos: se observ durante los tres meses () que
muchos creyentes no trabajaron, ni buscaron trabajo, ni mostraron preocuparse
en este sentido () fueron observados permanentemente sin trabajar, con la
biblia abierta, a veces conversando con otros `hermanos sobre temas `santos
(CDRBR/M, fol. 0723: 4109).
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Figura 4. La lucha por la justicia, Escucha cristiano! p. 14, reproducida con el permiso de
la Fundacin del Sin.
En otra imagen, en la pgina 5 del folleto, la dicotoma es ms evidente, ya que
los dibujos estn enmarcados en un cuadrado divido en dos por una diagonal
(figura 5). En el tringulo superior, se puede observar a los campesinos trabajando
fuertemente y llevando cargas pesadas, mientras que en el tringulo inferior, se
ve a una persona descansando, con gran cantidad de comodidades y bolsas de
dinero. Esta oposicin da a entender que el hombre rico acumula sus capitales a
costa de los campesinos explotados. Esta imagen est acompaada por un texto
que dice Por fortuna, DIOS EST JUZGANDO A ESTOS OPRESORES,
A LOS RICOS Y A LOS PODEROSOS, y luego se lee una cita bblica de la
carta de Santiago 5:1-3, relacionada: Veamos ahora ricos! Llorad y aullad por las
miserias que os vendrn. Vuestras riquezas estn podridas y vuestras ropas estn
comidas de polilla.
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Figura 5. Dios juzga a los opresores, Escucha cristiano! p. 5, reproducida con el permiso de
la Fundacin del Sin.
La dicotoma sigue en otras pginas como en la grfica de la hoja 6, donde se expone
la escena bblica en la que Jess le dice a un joven rico que quera ser perfecto,
VE Y VENDE TODO LO QUE TIENES Y DALO A LOS POBRES, pero
al no poder hacerlo, se larga tristemente (SJC, 1973). En el folleto, se coloca esta
escena bblica en un ambiente moderno de ciudad, y se pone al joven diciendo:
Ummm, ese negocio para m es malo (SJC, 1973).
Es interesante puntualizar que en esta adaptacin bblica se elimina la primera
parte del texto original del Evangelio de Marcos que afirma que el joven rico
cumpla todos los mandamientos y que Jess lo am:
Se pona ya en camino cuando uno corri a su encuentro y arrodillndose
ante l, le pregunt: Maestro bueno, qu he de hacer para tener en
herencia vida eterna? () Ya sabes los mandamientos: No mates, no
cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto,
honra a tu padre y a tu madre. El, entonces, le dijo: Maestro, todo eso lo
he guardado desde mi juventud. Jess, fijando en l su mirada, le am y le
dijo: Una cosa te falta: anda, cuanto tienes vndelo y dselo a los pobres
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teologa neoescolstica de las dcadas pasadas, que reflexionaban slo sobre temas
metafsicos y atemporales. Seis aos despus, la Segunda Conferencia de Obispos
latinoamericanos de Medelln tradujo esta idea de los signos de los tiempos a la
situacin agobiante y de opresin que vivan la mayora de los pueblos del continente
(Segunda Conferencia General de Obispos de Latinoamrica, 1968: 91).
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De lo etnogrfico a lo teolgico-poltico: investigacin-accin ecumnica de La Rosca en las comunidades protestantes de Crdoba
una instrumentalizacin de los grupos sociales estudiados, pero esta vez, con
fines polticos, no solo acadmicos. La intencin de reinterpretar teolgicamente
sus religiosidades conlleva una agenda poltica creada desde una esfera externa
de intelectuales frente a los creyentes involucrados. Por ejemplo, esta agenda se
aprecia claramente en la seleccin, edicin y descarte de los pasajes bblicos que
mejor se adapten al proyecto poltico especfico defendido por La Rosca.
Por otro lado, es importante mencionar, como lo puntualizara Rivera, la
problemtica en el uso de categoras marxistas como la lucha de clases por
parte de la investigacin-accin (2004: 22). A lo largo del folleto se moldean
los contenidos religiosos para que se ensamblen a unas categoras marxistas
simplificadas y desprovistas de la complejidad filosfica que se observa en la
misma obra de Karl Marx. De esta forma, la intencin inicial de estos trabajos de
educar a los cristianos para ser conscientes de las complejas estructuras sociales de
opresin y su obligacin de actuar en respuesta al llamado bblico corre el riesgo
de caer en lo mismo que se critica y promover una nueva mentalidad dualista, esta
vez de ricos frente a pobres, una nueva doctrina fatalista, en la que los individuos
no pueden cambiar hasta que no se transforme la comunidad y la sociedad, y una
nueva alienacin, esta vez no religiosa, pero s poltica partidista, que simplifique
ingenuamente la realidad y se vace de su contenido crtico.
Bibliografa
Fals Borda, Orlando. 1990. El problema de cmo investigar la realidad para transformarla
por la praxis. (8. ed). Bogot: Tercer Mundo Editores.
Freire, Paulo. 1998. Cultural Action and Conscientization. Harvard Educational
Review, 68(4): 499-521.
Gutirrez, Gustavo. 1988. A theology of liberation. (Revised edition. Sister Caridad Inda y
John Eagleson trad.). N.Y.: Orbis Books.
Hennelly, Alfred T. 1990. Liberation theology: A documentary history. Mary Knoll, N.Y.:
Orbis Books.
La Rosca. 1973. Memorndum sobre el Sentido del Folleto Escucha Cristiano!. Folio
0723. 4162-4163. Coleccin Orlando Fals Borda. Centro de Documentacin Regional,
Banco de la Repblica, Montera, Colombia.
Parra Escobar, Ernesto. 1983. La investigacin-accin en la Costa Atlntica. Evaluacin de
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Pew Research Center. 2014. Religion in Latin America. Widespread Change in
a Historically Catholic Region. Obtenido el 31 de agosto de 2015, de: http://www.
pewforum.org/2014/11/13/religion-in-latin-america/#history-of-religious-change .
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El hombre hicotea y la ecologa de los
paisajes acuticos en Resistencia en el San
Jorge
Douglas McRae1
Georgetown University, USA
dvm23@georgetown.edu
Recibido: 15 de junio de 2015 Aceptado: 10 de noviembre de 2015
Resumen:
El presente artculo explora las representaciones de los paisajes acuticos (ros, caos,
cinagas) en Resistencia en el San Jorge, el tercer volumen en Historia doble de la costa por
Orlando Fals Borda. Utilizando tanto el texto como las notas de campo de Fals Borda, este
articulo argumenta que Historia doble de la costa incorpora conscientemente la ecologa del
entorno natural de la Depresin Momposina dentro de la historia de resistencia popular
de la regin. La crisis ecolgica perpetrada por la expansin histrica del capitalismo es
presentada en Resistencia en el San Jorge como parte de una historia ms larga de las luchas
para la tierra y la justicia social en la Costa Atlntica de Colombia.
Palabras clave: Ecologa, paisaje acutico, rio San Jorge, personificacin, historia ambiental.
1
Estudiante del doctorado en Historia, Georgetown University. MA en Estudios Latinoamericanos,
Georgetown University.
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Johanna Orduz
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Orlando Fals Borda. Usando tanto o texto como as anotaes de campo de Fals Borda,
este artigo argumenta que a obra Historia doble de la Costa incorpora conscientemente a
ecologia do ambiente natural da Depresin Momposina dentro da histria da resistncia
popular da regio. A crise ecolgica gerada pela expanso histrica do capitalismo
apresentada em Resistencia en el San Jorge como parte de uma histria mais longa das lutas
pela terra e pela justia social na Costa Atlntica da Colmbia.
Palavras-chave: Ecologia, paisagem aqutica, rio San Jorge, personificao, histria
ambiental.
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Douglas McRae
El hombre hicotea y la ecologa de los paisajes acuticos en Resistencia en el San Jorge
regin del San Jorge. En el texto de la Historia doble, Fals se remite una y otra vez a
estas imgenes totmicas y a sus rasgos caractersticos. El tomo III: Resistencia en el
San Jorge emplea el hombre hicotea y usa esta representacin antropomrfica para
ilustrar no slo formas culturales de resistencia, sino tambin relaciones ecolgicas.
La evocacin recurrente de la cultura anfibia vincula a la poblacin campesina con
el paisaje acutico en el que viven, trabajan y luchan contra la invasin de haciendas
ganaderas y otros intereses capitalistas.
En Resistencia en el San Jorge, Fals enlaza el anlisis de las transformaciones
econmicas y la resistencia campesina con el fondo telrico de la lucha por la
adaptacin a la naturaleza y sus fuerzas, especialmente por los ros, las lluvias,
la flora y la fauna (HDC III: 24B). El acercamiento de Fals Borda al entorno
natural est estrechamente ligado al activismo y el trabajo de justicia social que
defini sus colaboraciones anteriores con la Asociacin Nacional de Usuarios
Campesinos (ANUC) y La Rosca de Investigacin y Accin Social. El texto
resultante evoca una conciencia ecolgica que complementa el texto e incluso
configura las actuales luchas socioambientales. Me interesa principalmente este
punto al explorar la manera como Fals se reapropia de las descripciones del
entorno del San Jorge, de visiones puramente extractivas y explotadoras, y las
repiensa en el contexto del movimiento campesino. Estas visiones anteriores se
originan en los siglos XIX y XX, si bien los intereses por el potencial de riqueza
que ofreca el entorno local se remontan al periodo colonial. El barrido histrico
de Historia doble le permite a Fals conectar periodos en apariencia dismiles con
una narrativa ms prolongada de resistencia ecolgica.
Al concebir la cultura riberea como poseedora de atributos anfibios o acuticos,
Fals sita la historia y la vida cotidiana de la Depresin Momposina entre los
diferentes paisajes acuticos de la regin. Los ros, canales y cinagas dispersos por
las sabanas revelan los contornos de la geografa, la cultura y los medios de vida.
La cultura de resistencia y resiliencia que Fals defiende en el tomo III se inspira
en estos paisajes acuticos, y la narrativa y el anlisis resultantes se concentran
en estas reas. La pesca y el transporte ocupan un lugar prominente, as como
las variaciones estacionales en los niveles de agua y de lluvias. Los lugareos
viajan por canoa y lanchas de motor [Johnsons] o a pie por los diversos paisajes
acuticos, adyacentes a los asentamientos con historias que se remontan al tiempo
del Zen. En palabras de Fals, los asentamientos sobre el ro San Jorge y cerca de
l, as como Mompox son viviendas dispersas en forma lineal en barrancos a lo
largo de corrientes de agua, en caseros y en pueblos de mayor tamao igualmente
aferrados al agua, donde se desarrolla la vida afectiva, cultural, productiva y
reproductiva del hombre riberano (HDC III: 21B). Aunque las sociedades
humanas deben vivir en cierta proximidad con el agua, la cultura anfibia que Fals
describe tiene una relacin con el entorno hidrolgico que la diferencia de otras.
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Para ver cmo asumi Fals esta reapropiacin de la ecologa, debemos volver a las
notas de campo y a los archivos dejados por el autor, as como a las fuentes publicadas
que se utilizaron en la construccin de Historia doble. Dicha tarea complementa
los anlisis de la descripcin del paisaje en el texto, presentes en el canal A, ms
literario. El canal B de Historia doble contiene tanto las citaciones y fundamentos
tericos que se consideran ms apropiados para una audiencia acadmica. Me
parece que en Historia doble, Fals reconsidera concepciones anteriores del medio
ambiente, de manera muy similar a como reconfigura la teora social hacia medios
ms participativos y organizacionales en el canal B. Remitindose a las fuentes
documentales y la investigacin de campo que se consideraron en la construccin
de Resistencia en el San Jorge, podemos comenzar a ver cmo Fals construye sobre
antecedentes histricos y colaboradores contemporneos, y toma de ellos, creando
una visin etnogrfica de la Costa basada casi tanto en las fuentes archivsticas
como en la tcnica de la imputacin, es decir, el modo imaginativo, casi jurdico
requerido para situar la relevancia de la investigacin y complementar los silencios
y las omisiones de la memoria histrica.
Aunque su ttulo indica una intervencin historiogrfica, Historia doble de la
costa ha cuestionado a los historiadores y a otros cientficos sociales desde su
publicacin inicial (Bergquist, 1990). Fals Borda no era historiador, y muchas
veces subverta a conciencia el rigor metodolgico aplicado en el estudio
del pasado. Tampoco era un cientfico natural ni su objetivo supremo era
necesariamente ambientalista. El objetivo de Fals Borda para Historia doble era
en ltimas poltico, y las descripciones del entorno natural en Historia doble se
articulan en parte a esta visin poltica. En la actualidad, el valle del ro San Jorge
sigue luchando con problemas ambientales derivados de la pesca indiscriminada,
la minera, la agricultura comercial y proyectos hidroelctricos, como los de Urra
I y II (Negrete Barrera, 2007). El centro en el entorno natural en Resistencia
en el San Jorge permite al lector relacionar la lucha por la justicia social con la
tenue relacin entre los humanos y el medio ambiente, tambin amenazado por la
penetracin capitalista gradual en las cinagas del San Jorge y el Sin. El retorno
a la tierra propuesto en el volumen final de Historia doble de la costa es en efecto
ms que el reclamo de la tierra; a decir verdad, puede leerse dicha accin como
el reclamo de un espacio agrcola productivo incrustado en un entorno regional,
una ecologa con profundas races develadas por medio de las investigaciones
histricas de Fals Borda.
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El hombre hicotea y la ecologa de los paisajes acuticos en Resistencia en el San Jorge
distantes, segn Fals, han dado un mal manejo a las tierras rurales distantes y han
malinterpretado sus caractersticas culturales y geogrficas ms sobresalientes. Una
de las metas iniciales del colectivo de investigacin que contribuy a Mompox y Loba
era presentar argumentos a favor de un departamento independiente de El Ro, que
concediera mayor autonoma a las comunidades ribereas desprotegidas. En esta
visin, los habitantes de esta unidad administrativa imaginada se convertiran en
rianos, su sentido del lugar vinculado a las principales vas fluviales de la Depresin
Momposina. Dicho nfasis en la identidad regional se manifiesta particularmente
en el primer volumen de Historia doble. Los mapas usados en Mompox y Loba y en
Resistencia en el San Jorge hacen nfasis en los ros caudalosos que se entrecruzan
en las cinagas costeras. As mismo, diferentes formaciones del paisaje acutico
(bocas de ros, caos individuales) se usan para marcar los linderos del resguardo
Jegua (HDC III: 52A). Esos linderos son reconocidos como marcadores antiguos
y permanentes de divisiones entre caseros diferentes, que persisten a pesar de
fluctuaciones estacionales en inundaciones y sequa. Como se relata en la entrevista
con Gabriel y Humberto Crcamo: Recuerdo, entonces, que encontr un venado
que iba junto a los caseros [San Matas y Guaybal]. Estos quedan divididos por un
cao, y entonces encontr a los Indios o a los Seores de la reservacin esa [Jegua]
(Centro de Documentacin Regional, Banco de la Repblica, Montera, Crdoba,
Coleccin Orlando Fals Borda [CDRBR/M]: 0773, fol. 4289). Estos paisajes
acuticos, adems de servir como fuentes de agua dulce, canales de transporte y reas
pesqueras productivas, constituyen as parte central de la identidad de la regin y
de cada casero, y proveen la base material en la que el hombre anfibio reproduce su
realidad. El ro tambin alimenta los paisajes acuticos circundantes del rea, y es la
vena central para organizar el viaje y el movimiento entre centros poblacionales. La
cultura del hombre anfibio se ha adaptado en formas creativas de manera acorde a
las fluctuaciones estacionales de los paisajes acuticos de la regin.
En el siglo XVI, las zonas remotas de la recin fundada Cartagena de Indias atraan
con la promesa del oro a los europeos recin llegados de expediciones de conquista
en Mxico y el Caribe. El pueblo Zen de los valles de los ros Sin y San Jorge
produca elaborados ornamentos ceremoniales en oro, muchos de los cuales haban
sido enterrados en tumbas a lo largo de los diques de los ros. Los ros Magdalena,
Sin y San Jorge tambin tenan importantes depsitos de oro aluvial; sin duda,
el oro en la superficie en lugares como la regin del Atlntico de Colombia, era la
principal fuente de oro del continente americano, en contraste con la plata excavada
por pozos de extraccin. Como en otras reas de Amrica, una combinacin de
saqueo seguido de la explotacin de los depsitos aluviales representaba una
mayora de la produccin global de oro a mediados del siglo XVII. Esta ansia de
oro se equiparaba al surgimiento de la leyenda de El Dorado, que atiz la avaricia
de los conquistadores que operaban en el Caribe del siglo XVI (Whitehead, 1999:
880-881). Esta ciudad construida de oro, de la que se deca estaba ubicada en el
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El hombre hicotea y la ecologa de los paisajes acuticos en Resistencia en el San Jorge
Los asentamientos riberanos del San Jorge persistieron como un rincn remoto
del Imperio Espaol, en su mayor parte al margen de las incursiones marciales
extranjeras a Cartagena y el Caribe espaol. El malestar y las revueltas en Ayapel
y Jegua precedieron a los movimientos independentistas hispanoamericanos de
comienzos del siglo XIX, y el estado postindependentista de la Gran Colombia que
abarc la parte norte del continente suramericano eventualmente se fragment en
subdivisiones autnomas, incluyendo la provincia de Cartagena. En este contexto,
la Geografa histrica de Juan Jos Nieto (tema del tomo II de Historia doble) ofrece
un primer intento de situar los cantones de la provincia de Cartagena en el nuevo
territorio nacional granandino (Nieto, 1839: 3-4). Un primer esfuerzo como lo
admite el mismo autor, curiosamente, la Geografa de Nieto no es citada por Fals
en Resistencia en el San Jorge, debido tal vez al rol relativamente menor de aqul
en las historias ecolgicas de las regiones del San Jorge y el Sin. Pero la empresa
pblica y cientfica simultnea que la obra de Nieto representa arroja luz sobre las
conceptualizaciones geogrficas de la provincia de Cartagena en los primeros aos
de la independencia. Las descripciones del potencial de explotacin de los cantones
sexto y sptimo de la provincia de Cartagena mantienen el nfasis anterior en el
extractivismo. En la Geografa histrica de Nieto, el autor agrupa estos cantones
llamndolos cantones de Sotavento y los describe en los siguientes trminos:
aquel terreno fue creado para ser rico en metales, en maderas esquisitas
de cuantas se dan en la zona trrida, y en rboles preciosos como el
Tolvfera de que se destila el blsamo, los del aceite y otros resinosos en los
cuales haran grandes e interesantes descubrimientos los inteligentes; y su
importancia ha sido tan reconocida por todos los naturalistas y sabios que
lo han visitado [Nieto 1839:127].
Los cantones de Sotavento, delimitados por los ros Sin y San Jorge tienen, por
ende, potencial de riqueza. Nieto relata incluso una historia de un lugareo que a
lo largo del ro San Jorge hall motas de oro en el excremento de sus gallinas, lo
cual recalca la riqueza sin explotar del San Jorge, cuya explotacin si no se hubiera
abandonadose habra logrado el progreso de este ramo de industria y riqueza del
pas (Nieto, 1839: 125-126 y n. 35). Los destinos paralelos de estos dos ros en los
primeros aos de la independencia de Espaa estuvieron an ligados a la capacidad
de produccin de materias primas de la zona, tales como oro y madera.
Aunque Fals no usa la primera descripcin geogrfica del San Jorge que hace
Nieto, trae a colacin el relato posterior del qumico alsaciano Luis Striffler sobre
sus viajes por la regin. Al igual que en Nieto, El ro Sin y El ro San Jorge de
Striffler tambin subrayaba lo extractivo y comercial no explotado de la regin
a finales del siglo XIX. Al contrario de la sistemtica Geografa de Nieto, sin
embargo, la contribucin de Striffler se asemeja a un relato de viaje, que traza
un rumbo desde la boca del ro San Jorge hacia el sur por sus diferentes caseros.
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Striffler presta mucha atencin a la gente del ro, si bien en su relato: el ro San
Jorge en sus mrgenes y mbitos carece del elemento artificial humano (Striffler,
1920[1880]: 35). Nohora Arrieta seala en su artculo para esta revista que para
Striffler la presencia de los jeguanos en el texto de Striffler es la de intromisin
o accidente. Efectivamente, la evidente falta de accin humana y por ello de
civilizacin en Jegua hace que cualquiera referencia a los hombres de Jegua sea una
intrusin. La imaginacin narrativa de Striffler hace invisible cualquier sentido de
relacin ecolgica o productiva entre los caseros riberanos dispersos del San Jorge.
Estas observaciones sobre la pobreza material y moral percibida de los jeguanos
aparecen a lo largo del relato de Striffler, aun cuando est centrado principalmente
en catalogar la geografa de un rea poco explorada por forneos. Striffler sita
fsicamente el ro San Jorge en relacin con sus atributos geogrficos, as como
con sus caseros. Los trminos geogrficos empleados para describir la ubicacin
de la boca del ro y sus varios brazuelos y caos difieren en virtud de su naturaleza
cientfica (Striffler, 1920[1880]:6), aunque la mayora de los diferentes puntos en
la orilla se distinguen por sus prospectos comerciales. La presencia de propaganda
comercial en la edicin de 1920 de las obras de Striffler da una clave a la audiencia
principal al menos para las reimpresiones de comienzos del siglo XX. En la
introduccin a la edicin de 1920, Eugenio Quintero A. tambin elogia el valor
cientfico intrnseco de El ro San Jorge. Adems de su contribucin, la obra misma
de Striffler sirve como publicidad comercial para la regin, a la vez que brinda
cierta identidad regional. La descripcin de los paisajes acuticos del San Jorge en
el siglo XIX es reconocida por Fals; l reconoce implcitamente la contribucin de
Nieto como gegrafo regional y usa directamente a Striffler como smbolo de la
explotacin extranjera. Historia doble es parte de una genealoga ms extensa del
conocimiento geogrfico, que Fals busca transformar con su propia investigacin.
Las descripciones de Striffler, as como la de Nieto y la de otros caballeros
gegrafos del siglo XIX describen zonas geogrficas de la costa, como el San Jorge
en un esfuerzo por ordenar y fijar el conocimiento del paisaje natural. La Comisin
Corogrfica de la Nueva Granada trabaj con este objetivo por todo el territorio
nacional enfrascndose muchas veces en debates ideolgicos por medio de sus
hallazgos supuestamente objetivos (Appelbaum, 2013: 369). Las pretensiones
cientficas de los proyectos geogrficos en otras partes de la Colombia del siglo XIX
estn presentes en sus escritos al lado de las aspiraciones polticas y comerciales.
En el caso de la obra de Striffler, el autor en cuestin difundi opiniones del
San Jorge como un paisaje naturalmente rico, pero opresivo y subexplotado. La
detallada descripcin de Striffler, y por cierto su presencia misma en el San Jorge
son criticadas por Fals Borda en Resistencia en el San Jorge. Fals considera a Striffler
uno de los caballeros malpensantes que ha proyectado el San Jorge como un
rea sin historia propia (HDC III: 30-31A) con el nimo de alimentar el mito
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para el caldo. Nunca coge na sino pa el caldo. Porque uno se imagina que se
va a coger un pescado. El pescador es muy mala ley. No me explico por qu
(subrayado en el original) [CDRBR/M:0775, fols. 4316-4317].
Este pasaje contiene muchos de los elementos de su concisa traduccin posterior
en el canal A, incluyendo la referencia a las fuerzas sobrenaturales (est maldito
de la Virgen) que a Fals le parece notable. El pasaje original, sin embargo, indica
una visin mucho ms pesimista de la vida de quienes toman su sustento del ro.
(El final de esta transcripcin mecanografiada tiene la palabra Egosmo con
parntesis aadidos. Dijo esto Martnez o lo aadi Fals para marcar la invasin
gradual percibida de egotismo en la cultura anfibia?) Los detalles biogrficos
y etnogrficos que suministra Martnez en esta entrevista son notables para
proyectar a Martnez como eje central de la composicin social del San Jorge.
Segn la transcripcin, Martnez slo haba comenzado a cazar hicoteas en los
ltimos siete aos, diciendo tambin: Si yo fuera joven, no pescara nunca. Pero
los jvenes siguen pescando pero no tienen nada, tomando trago (CDRBR/M:0775,
fol. 4317) . Esta valoracin pesimista de la nueva generacin hace eco del
temor de que la descomposicin social est debilitando la cultura anfibia. La
transformacin de Martnez en figura representativa del hombre hicotea ofrece
un ejemplo textual de la coexistencia humana en la ecologa regional. Es la nueva
versin creativa del dilogo en el canal A que conecta los males sociales comunes
(pobreza, jvenes perezosos) con la explotacin. El rol orientador de Martnez en
el mundo material del hombre hicotea tambin aparece ms adelante en el texto,
cuando el texto se vuelve hacia la historia y las circunstancias de Ayapel.
Aunque los herederos actuales de la cultura anfibia hayan sido empujados a la orilla
de los ros para araar una magra aunque recursiva existencia, hay una conexin
histrica ms profunda por hacer con el paisaje. Lejos de ser modeladas por los
ros que delimitan el territorio, las personas interactuaban con el paisaje mucho
antes de la llegada de los europeos. La siguiente seccin analiza la incorporacin
de esta nueva teora de paisajes prehispnicos cultivados en la visin ms amplia
de Resistencia en el San Jorge.
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caseros ms cerca del ro. Las rutas de salida de las haciendas de comienzos del
siglo XX, como Marta Magdalena, cerca de Montera, atravesaban la cuenca del
San Jorge, haciendo paradas en Ayapel antes de descender hacia el ro Cauca y
los asentamientos del norte de Antioquia (Ocampo, 2007: 76-83). El viaje y la
trashumancia a travs de los paisajes acuticos devinieron una caracterstica esencial
de la vida para los habitantes de las regiones. El retorno a la tierra propuesto por
el ttulo del tomo IV sugiere as el propsito de volver a modos de vida ecolgicos
antiguos incrustados en los paisajes acuticos del San Jorge y el conocimiento local
que hizo posible el florecimiento de la cultura anfibia.
Esta visin de la vida rural, sin embargo, surge de la interpretacin que
hace el mismo Fals Borda de su investigacin participativa. La ecologa del
campesino rural y de la cultura anfibia presentada a lo largo de Historia doble
hace nfasis en el ideal de la autonoma comunitaria de las sociedades agrcolas.
La gente del campo que busca la subsistencia mediante el cultivo y mantiene
cierta autonoma en relacin con el mercado muchas veces enfrenta una
grave dislocacin social al convertirse la tierra, la mano de obra y la riqueza
en mercancas (Wolf, 1999[1969]). El peligro de idealizar o hacerse una idea
romntica de las experiencias campesinas con el mercado ha modelado los
debates sobre las transiciones histricas de las sociedades rurales, incluyendo las
de la costa atlntica colombiana. Las divisiones ideolgicas sobre la naturaleza
del campesinado costeo definieron los debates entre la ANUC, Fals Borda
y facciones maostas a mediados de la dcada de 1970. En revistas polticas
como Revista Alternativa y Alternativa del Pueblo (formada esta ltima luego
de un cisma con la primera) Fals y otros publicaron editoriales con posturas
diferentes sobre el campesinado y la direccin del activismo local. La opinin
de los campesinos, cuando apareca en estas publicaciones, muchas veces difera
de las idealizaciones intelectuales, y prefera la modernizacin a mantener el
modelo tradicional de latifundismo local (Figueroa, 2007).
La diferencia entre las ideas de los intelectuales y las de los campesinos tuvo
consecuencias a largo plazo en la costa caribea. Segn Jos Antonio Figueroa, el
apoyo a un modelo de latifundismo local basado en la exportacin de productos
legales e ilegales y el apoyo a un proyecto cultural tradicionalista por parte de un
amplio sector del partido liberal fueron pautas definitivas en la consolidacin de
un proyecto paramilitar en la regin caribe colombiana (2007:13). La exaltacin
que hace Fals de la cultura anfibia segn la descubre con sus investigaciones brind
una comprensin potencial de las relaciones ecolgicas histricas en la Depresin
Momposina, si bien corra el riesgo de oscurecer los objetivos de modernizacin
planteados por los grupos campesinos. El conocimiento ecolgico local expresado
a travs de informantes apuntala as la visin de la cultura anfibia planteada por
Fals, en relacin con otras corrientes de pensamiento en los movimientos locales,
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pero distinto a ellas. Fals no confin este conocimiento ecolgico a las categoras
del folclor o a formas de vida tradicionales en decadencia; lo vio desempear un
rol en las luchas actuales del campesinado.
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economa en el valle del San Jorge cambi al pastoreo de ganado en el siglo XIX,
las prcticas locales de la gente riberea les permitieron conservar su relacin con
los paisajes acuticos mediante su conocimiento ecolgico de las cinagas y las
inundaciones estacionales. De igual modo, en las haciendas ganaderas del valle
del Sin (el ro gemelo del San Jorge) exista entre los dueos de las haciendas y
sus peones una diferencia evidente en los esquemas culturales de valores hacia el
entorno natural (Ocampo 2007:89-90).
Los valores atribuidos a los rianos del San Jorge se evidencian en sus actividades
dentro de los paisajes acuticos, muchas de las cuales estn grabadas en entrevistas
sobre la vida y viajes entre las cinagas y los caos del San Jorge. En transcripciones
de entrevistas con Gabriel y Humberto Crcamo, son evidentes las abundantes
oportunidades de cacera que ofrecen las cinagas, aunque desde la llegada de
empresas francesas que compraron puestos de observacin es difcil encontrar
muchos tipos de fauna, incluidas las babillas (CDRBR/M:0774, fol. 4300). La
descripcin del paso de Carate, de Cartagena a Ayapel, evoca la forma en que
los paseros negros encontraron uso para la cinaga, ganando un magro sustento
con la gua de viajeros a travs de la cinaga de Tacasamboa, mientras que otros
pescaban en los caitos cercanos. La incursin de los chinchorreros blancos en
las cinagas del San Jorge haba irritado a los pescadores locales que ejercan esta
actividad por lo menos desde el siglo XVIII, pues el estilo de pesca con atarraya
agota muy pronto la poblacin de peces (HDC III: 60A). Aunque los problemas
de competencia por los recursos de la regin abundantes, pero definitivamente
finitos, son histricos, se exacerban an ms en el presente, como se condensa
en una carta de inters redactada por Coraya, con copia conservada por Fals. La
posicin de los pescadores, paseros y otros que viven y se mueven en las cinagas
est condicionada as por su insercin en la estructura econmica regional.
Adicionalmente, el galapagueo se encuentra entre los actos de conocimiento de
la cinaga de mayor importancia y clave para la metfora central del hombre
hicotea presentada en el galapaguero Rafael Martnez. El conocimiento que
Martnez posee del galapagueo tambin se canaliza a otros informantes, como
Antonio Agmez, lo que convierte a Martnez en personificacin del hombre
hicotea como se expresaba originalmente en las notas de Fals (CDRBR/M: 0774,
fols. 4301-4306). El conocimiento detallado de la hicotea y su entorno, que se
extiende a travs de las cinagas y por las fincas de los terratenientes, permite al
hombre hicotea imitar a su presa en pocas de represin. El hacendado, sin el
grado de conocimiento local requerido para navegar por los paisajes acuticos,
por esta razn slo con gran dificultad logra desplazar al hombre hicotea. La
contradiccin del costeo del San Jorge personificado en el animal que caza se
resuelve de algn modo viendo al hombre hicotea aprendiendo sus tcticas y
estrategias de resistencia del mismo entorno de la cinaga.
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los describe Fals, oponen resistencia al uso irracional de los recursos naturales.
Los aspectos esencializantes de esta descripcin insertan no obstante la ecologa
en el discurso poltico, al parecer paralelo a los movimientos ambientalistas que
permearon el discurso global que se inici en la dcada de 1970, sin mencionar el
discurso cosmolgico ambientalista (y en ocasiones idealizado) de las modernas
organizaciones indgenas.
El ambientalismo (que se define como la opinin de que el gnero humano
debe buscar coexistir pacficamente con la naturaleza en lugar de dominarla)
creci como movimiento ecolgico en los pases industrializados en respuesta a
los efectos del crecimiento econmico a gran escala despus de 1945 (McNeill,
2000: 337). Estas preocupaciones se volvieron globales en las dcadas de 1960
y 1970, con una propagacin ubicua de los intereses ambientales en los mbitos
cultural e intelectual hacia finales del siglo XX. El ambientalismo floreciente
poco tena que ver con el inters de la naturaleza por la naturaleza en los pases
ajenos al mundo industrializado, y ciertamente, como lo seala un historiador,
estaba muchas veces entrelazada en otra lucha social por el agua, la pesca o la
madera (McNeill, 2000: 340). La diferencia entre la conservacin (a menudo
adoptada por los sectores medios) y los discursos ambientales populares tambin
se agota en el mbito nacional, pues esta ltima tenda a ser ms especfica del
contexto local y dependiente de los descontentos sociales.
Algunos acadmicos han observado una falta histrica de discursos ecolgicos
caseros en Amrica Latina, en parte a causa del legado colonial de la regin.
En efecto, la persistencia de la supuesta naturaleza expansionista orientada al
crecimiento de los imperios espaol y portugus, en particular en las actividades
minera y ganadera, inhibi el desarrollo de cualquier discurso dominante
orientado a una ecologa sostenible (Mires, 1990:91-97). El contacto europeo y
americano tena repercusiones ecolgicas notables, si bien a lo largo del periodo
colonial muchas comunidades rurales, indgenas o de otra naturaleza (palenques
o mocamos) se las arreglaron para mantener cierto grado de autonoma basada
en parte en una relacin ecolgica estable con la tierra. En regiones como la
costa atlntica, slo a finales del siglo XIX las tendencias expansionistas como
la acumulacin de tierras en manos de los hacendados comenzaron a socavar
dicha relacin, aun cuando los hacendados dependan del conocimiento local
de su mano de obra campesina para el cuidado de sus hatillos. Cuando brotaron
los movimientos sociales en la segunda mitad del siglo XX con gran inters en
las cuestiones de la tierra, no era inusual entonces que los asuntos ambientales
no fueran dominantes. En efecto, aunque los movimientos ambientales tardaron
en consolidarse en Colombia, el historiador Mauricio Archila observa que el
ambientalismo, ms que construir un movimiento como tal en el pas [en el
periodo 1958-1990] es una dimensin que atraviesa todas las identidades, sean
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stas de clase, de gnero, o tnicas (2003: 415). En consecuencia, es lgico que las
lneas ambientales siempre hayan existido en los movimientos sociales modernos,
aunque estrechamente ligadas a problemas ms amplios como el acceso a la tierra.
Es poco claro hasta qu punto los primeros activistas-acadmicos en La Rosca
emplearon o se enfrascaron en discursos ambientales. Mucha parte de su
pensamiento terico estaba muy atado a conceptualizaciones marxistas de
la lucha de clases, y los debates entre los grupos de izquierda se centraban en
interpretaciones de esta lucha, as como en el control de los sindicatos campesinos
autnomos. Los investigadores de los movimientos sociales declararon el
movimiento ambiental colombiano en gestin en la dcada de 1990, aunque
las primeras movilizaciones pueden seguirse hasta la oposicin a la construccin
de un parque industrial en Isla de Salamanca en Magdalena en 1979. Esta
movilizacin relativamente aislada hizo nfasis en que en trminos de las metas de
un movimiento social ambiental, no siempre coincide la lgica de supervivencia
que tiene un colono con el ideal conservacionista de los sectores medios (Archila,
2003: 414-416). Las preocupaciones ecolgicas y las reproducciones sociales de la
cultura anfibia son parte central de la visin poltica que Fals present en Historia
doble, revelando un hilo de ambientalismo naciente ligado a las cuestiones
perennes de la tierra.3
La influencia de Fals Borda en La Rosca condujo al uso experimental de la
IAP en un intento por incorporar
3
Segn estadsticas del Centro de Investigacin
y Educacin Popular (CINEP), 24% de todas las
el tema de estudio al proceso de
protestas sociales entre 1958 y 1990 ocurrieron investigacin acadmica. Esta agenda
en la regin de la costa atlntica. Aunque menos de investigacin con una metodologa
del 2% de los motivos de protesta surgieron de
aspectos explcitamente ambientales, casi una radical, aunque influyente, demostr
cuarta parte tenan que ver con temas de tierra y ser difcil de sostener en el clima social
vivienda (Archila, 2003: 222, 249).
y poltico de la costa atlntica. Sin
embargo, el enfoque colaborativo e imaginativo empleado por Fals en Historia
doble de la costa hizo posible una teorizacin ecolgica de las poblaciones rural
de la costa atlntica. Mientras que los tomos II y IV de Historia doble se ocupan
de desenterrar figuras histricas olvidadas y de crear hroes (y antihroes) que
sirvan de inspiracin para las luchas campesinas, los tomos I y III se basan con
ms fuerza en las personificaciones totmicas y profundamente ecolgicas de la
cultura anfibia: el hombre caimn y el hombre hicotea.
La bandera de la subsistencia rural (tierra y trabajo) desde los primeros aos
de movilizacin campesina encaja con la realidad de la precariedad ambiental. El
aspecto ecolgico de la vida rural siempre ha sido un factor en las relaciones sociales
y productivas en el campo. Eric Wolf sealo en su estudio comparativo clsico de
las luchas campesinas del siglo XX que por lo general en las sociedades rurales cada
vez ms penetradas por el capitalismo la danza de las materias primas acarreaban
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Anunciador.
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Literatura y poltica en la reconstruccin
de Jegua en Resistencia en el San Jorge:
una lectura de los archivos personales de
Orlando Fals Borda
Nohora Arrieta Fernndez
Georgetown University, USA
naa79@georgetown.edu
Recibido: 23 de septiembre de 2015 Aceptado: 22 de noviembre de 2015
Resumen:
En Resistencia en el San Jorge, el tercer tomo de la Historia doble de la Costa, Orlando
Fals Borda reconstruye las luchas campesinas de Jegua. Mediante la personificacin del
hombre-hicotea, Fals describe las formas del aguante campesino, que requiere, como en la
hicotea, un alto grado de adaptacin y formas muy sutiles de respuesta. El presente ensayo
pretende reconstruir algunas caractersticas del dilogo entre Fals y dos de sus fuentes
primordiales (las entrevistas a campesinos y El ro San Jorge de Luis Striffler), con el fin
de visualizar el envs del proceso argumentativo con el que autor intent reescribir una
historia de resistencias para los campesinos de Jegua.
Palabras clave: Orlando Fals Borda, Resistencia en el San Jorge, Historia doble de la Costa,
Luis Striffler, luchas campesinas, aguante.
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Bogot - 2016
Johanna Orduz
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A Jegua solo se llega en yonson o en canoa, en bestia o a pie (Fals Borda, 1984:
18A). No hay una carretera que lo conecte con el resto del mundo y ni siquiera
sus habitantes suean con que algn da pueda aterrizar all la algaraba de un
avin. Jegua solo aparece en los mapas a pequea escala del departamento de
Sucre, al borde norteo de la depresin momposina (Fals Borda, 1984: 18A).
Jegua es una mancha, pero quien mire con cuidado, encontrar all tmulos
zenes o el recuerdo de antiguos resguardos. Pisar los restos de un pectoral
indgena en el playn de Periquital. Oler la boiga de las vacas de los grandes
hatos que sofocan al pueblo. Se pintar los pies para combatir la mazamorra de la
ltima inundacin. Olvidar el camino de regreso a causa del rastro rido de una
cinaga que antes recordaba al mar. Escuchar, en el silencio que sigue al ruido del
mundo, la amenaza susurrante del mohn del cerro de Corcovado.
***
Al primer volumen de Historia doble de la Costa, publicado en 1979, le siguieron
otros tres en el curso de ocho aos.1 Uno de los rasgos ms desconcertantes
de esa obra voluminosa con la que
1
Orlando Fals Borda, Mompox y Loba (1979); El Orlando Fals Borda se propona
Presidente Nieto (1981); Resistencia en el San Jorge
(1984); Retorno a la tierra (1986). contar la historia de las resistencias
del campesinado costeo es la
presentacin del texto en canales. Cada uno de los tomos de Historia doble lleva
una advertencia del autor informndonos que est construido sobre un canal A
en el que corren el relato, la descripcin, el ambiente, la ancdota, y un canal
B por el que corren simultneamente la interpretacin terica respectiva, los
conceptos, las fuentes y la metodologa de aquello que contiene el canal A y,
tambin, resmenes del relato (Fals Borda, 1978). El uso de los dos canales
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ni por la costilla vierte sangre, como ocurre con las estatuas de los Cristos
de las villas cercanas de San Benito Abad, Mompox y Zaragoza. Estos son
los Cristos vivos que hacen milagros, los que consuelan al necesitado, los
que ayudan a aguantar la situacin (Fals Borda, 1984: 20A).
Hombre agachado sostiene con sus dos manos una hicotea. Caimito, Sucre. 1973.
Coleccin Fotogrfica Orlando Fals Borda, foto 387, Centro de Documentacin Regional
Orlando Fals Borda, Montera, Crdoba. Reproducida con el permiso del Banco de la Repblica.
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Miguel Martnez acompaado de un nio y dos perros, ambos sostienen un chuzo para atrapar
hicoteas. Jegua, Sucre. 1982. Coleccin Fotogrfica Orlando Fals Borda, foto 784, Centro de
Documentacin Regional Orlando Fals Borda, Montera, Crdoba.
Reproducida con el permiso del Banco de la Repblica.
Por esta creencia en un ms all que a pesar de las splicas no responde mejorando
las condiciones del ms ac material, Fals afirma que en Jegua permanecen vivas
las caractersticas sobrenaturales y ordinarias a la vez que explican la formacin
de comunidades humanas en el medio hmedo, aislado y vibrante de la depresin
momposina (20A). Jegua es, de acuerdo con Fals, un Macondo pequeo (20A).
La explicacin terica del canal B inscribe el estado actual de la depresin
momposina ejemplificado en el casero de Jegua reducido a dos calles rodeadas
de cinaga en el marco de una larga lucha entre campesinos y hacendados por
el control de la tierra. El proceso de conflicto y descomposicin social en el que
los campesinos pierden la propiedad de la tierra y se convierten en proletarios,
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La llegada de los extranjeros dibujada por Ulianov Chalarka, Lomagrande, p. 11, reproducida
con el permiso de la Fundacin del Sin.
El ro San Jorge (1920) es una huella de la mirada colonizadora con la que Striffler
desembarc en la regin. En este relato de sus viajes por el ro San Jorge, Striffler
se muestra asombrado por la escasez de pobladores en el tramo que de la Mojana
conduce a Jegua:
Una vez pasada la Boca de San Antonio la fisonoma del ro San Jorge
cambia completamente. El viajero, al separarse de ese punto, se interna en
una verdadera soledad. [] Los transentes son tan escasos que uno cree
haberse perdido en una comarca inhabitada (1920: 8).
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son ellos los que roban, son sus perros, que lo han aprendido de los amos. Es por
causa de estos robos regulares que las piraguas de los viajeros prefieren quedarse
arriba o debajo de Jegua (17), nunca en el pueblo.
Qu hay de productivo en ese pobre pas todava reducido al estado primitivo
en todo? (15), se pregunta Striffler, qu se puede esperar si todo el elemento
vital que recibe proviene de afuera? (21). Ellos, los extranjeros importados, el
elemento vital que viene de afuera, son la fuerza humana real del San Jorge. El
hombre nativo es, en cambio, un hombre ablico, muerto, incapaz de modificar
su entorno o de producir algo en l. En las palabras de Striffler uno lee una
justificacin no muy velada de la explotacin extranjera que dibuj Chalarka y
del robo sistemtico de tierras por parte de los sabaneros, que redujo a Jegua a ser
un pueblo de una calle, ahogado por las cinagas y las haciendas, como lo describe
Fals en el tercer tomo. El mismo Striffler da cuenta de esa apropiacin descarada, y
parece respaldarla, cuando se mofa de que los indios de Jegua defiendan sus tierras
con escrituras otorgadas por el rey de Espaa: Pobres indios que quieren valerse
del rey de Espaa en Colombia! (17), exclama Striffler con cierto cinismo.
El texto de Striffler se enmarca fcilmente dentro de lo que se supone el relato
de un viajero europeo decimonnico. Al respecto, no puedo agregar nada nuevo,
pero lo que realmente me interesa destacar, en virtud de lo que me propongo
aqu, es el papel de este relato en la reconstruccin de Fals. Como mencion
antes, el texto de Striffler contribuy, como muchos otros, al imaginario del
campesino costeo como flojo y dejao. Su nfasis en el paisaje natural, y su
visin negativa de los hombres y las mujeres que lo habitan no es azarosa, sino
que seala la incapacidad de estos para relacionarse con y transformar su entorno.
Fals va a responder a ese discurso con la conceptualizacin que hace del rebusque
y el aguante en Resistencia en el San Jorge. Lo que para Striffler es abulia, para
Fals es aguante, semejante al de la hicotea, comprensin y adaptacin a los ciclos
naturales. Las notas que toma de sus entrevistas con los campesinos y su relacin
con ellos, le permiten llegar a esta conceptualizacin, y es de esto de lo que me
ocupar en los siguientes apartados.
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Pesca-galapagueo
La mayora de los habitantes de Jegua son pescadores, que combinan la pesca
con el transporte de canoas y yonsons para otras partes (como el del arroz de
Majagual, para llevar a San Marcos, Ayapel o Magangu) (CDRBR/M, 0742,
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fol. 4232). Durante determinadas pocas del ao, estos pescadores tambin
son galapagueros. Que la pesca y el galapagueo se mantengan como actividades
primordiales de los jeguanos es una prueba de la persistencia de las formas de
supervivencia indgena que en Resistencia en el San Jorge se conciben como
respuesta al proceso de descomposicin. Muchos campesinos todava usan la
tcnica indgena para flechar el pescado, de la que Fals toma nota:
La mejor poca [para la pesca] es ahora en el verano cuando los peces
se arremolinan al calentarse las aguas que se van resecando (CDRBR/M,
0742, fol. 4232).
[]
En canoa, el patrn con el canalete y el flechero. El flechero se adelanta
viendo el agua a ver si hay pescado que flote con la cabeza afuera, como el
bagre. El pescado va guajeando con el hociquito al pegue del agua. Estas
tcnicas se aprenden de chico, mirando a los grandes y preguntndoles.
El pescado grande va meneando la garba y as se pesca fcil (CDRBR/M,
0741, fol. 4214).
[]
El ventn se pesca con carne podrida de iguana o babilla, cazados el da
anterior a la pesca. En los manglares, colocan esta carne en un palo, en el
agua, y as se atrae el pescado (CDRBR/M, 0741, fol. 4220).
Estas tcnicas revelan el conocimiento que tienen los campesinos de su medio
(la mejor poca para la pesca es el verano), de los animales que lo habitan, las
costumbres de esos animales (el pescado va guajeando con el hociquito al pegue
del agua). La tcnica, adems, se aprende desde la infancia, viendo a los adultos
(CDRBR/M, 0741, fol. 4214). Si no hay un proceso de industrializacin, como
se quejaba Striffler, s hay procesos de aprovechamiento del entorno, y se han
desarrollado tcnicas para ello. Alrededor de la pesca se ejecutan una ampla serie
de actividades cotidianas para subsistir: Los pescados se cortan y se salan al llegar
de la pesca. Al da siguiente, temprano, se cuelgan al sol y aire, se fritan por
la tarde. Al da siguiente, se llevan a corozal a vender (CDRBR/M, 0741, fol.
4220). En las observaciones sobre el tipo de corte o la manera en que se salan los
pescados habita la idea de una memoria, un acervo de prcticas, a primera vista
anodinas, pero que definen la personalidad campesina, y que en el tercer tomo se
redimen y agrupan bajo el concepto del rebusque.
La pesca, como la existencia en el San Jorge, implica dificultades. El pescador
Rafael Martnez, el mismo que le seala a Fals la semejanza del campesino con las
hicoteas, cuenta que a las cuatro de la tarde se puya el burro para ir a la cinaga
y esperar el aguacero por all (CDRBR/M, 0782, fol. 4313). Los pescadores
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Inundaciones
Jegua inundada es el ttulo de uno de los folios sobre Jegua (CDRBR/M, 0753,
fol. 4251). Despus de un ttulo como este uno esperara la amplia descripcin de
una inundacin, pero no, el ttulo apenas introduce esta frase entrecomillada (por
lo que se entiende que no es de la cosecha de Fals, aunque este no se haya molestado
en anotar la fuente): en el cementerio, los pobres muertos estn bogando ah
dentro en las bvedas, sin poder salir (CDRBR/M, 0753, fol. 4251). La frase
bien podra haber salido del cuento de Garca Mrquez Monlogo de Isabel
viendo llover en Macondo o del relato oral de algn jeguano. En todo caso, no
lo sabremos, y tampoco hay rastro de ella en el tercer tomo, pero esta frase me
permite indicar otro de los leitmotiv de los apuntes de Fals: la imagen de Jegua
anegada, que se repite tanto como la pesca y el galapagueo.
Las inundaciones son tan propias del San Jorge como la hicotea o galpago. Los
zen haban encontrado la manera de hacerles frente y hasta de sacarles provecho
mediante los canales que se olvidaron a la llegada de los conquistadores. Striffler, en
El ro San Jorge, se refiere a ellas para ejemplificar la mutabilidad del paisaje: En
todo este espacio, los ros pueden derramar, en todas direcciones, las aguas que por
exceso no caben en sus cauces respectivos; y con esta disposicin hay aos en que
todo el territorio se convierte naturalmente en toda una inmensa cinaga, de variada
profundidad (1920: 6). En las observaciones que predominan en los apuntes de Fals,
los campesinos han aprendido que a pesar de su carcter destructivo las inundaciones
son una caracterstica insustituible del entorno que habitan; leyendo las seales que
les enva la naturaleza antes de cada una, se preparan para lo que se avecina:
ndices naturales. Los caracoles suben por los [] y arriba, donde no les
llega el agua, ponen los huevos, que son bastantes, pegajosos, se pegan
unos con otros formando una bola rosada. Despus de ponerlos (esto es
lento), el caracol se tira chuplundn al agua. Los caracolitos duran all ms
de un mes y bajan tambin por el palo, al agua. Si ya est seco, se entierran,
para que el carrao no se los coma (esta es su comida predilecta). Por esta
altura de los huevos del caracol, se juzga hasta donde puede llegar el agua
de la inundacin, o se cree que de all no pasar.
El carrao [un pjaro] siente o anuncia la inundacin, cantando de da y de
noche. (cuando est seco, el carrao no canta) (CDRBR/M, 0756, fol. 4258).
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El lugar de los huevos del caracol indica hasta donde se mudan, por ejemplo,
los trastos de las cocinas que colindan con los caos. A falta de alarmas
medioambientales o de informes del tiempo, se escucha a los pjaros: el carrao,
como la paloma de No, es un pjaro diluviano. La lectura de estos signos
naturales, aunque dispone el nimo de los campesinos para la nueva inundacin,
tambin les anticipa la angustia: antes de que llegue, las familias empiezan a
mirar el celaje blanco brillante [subrayado en el original] del agua de las cinagas
que se aproxima por detrs de las casas del pueblo. Empiezan a hacer planes si se
guardan o se van, si se [no se entiende] los muebles, etc. La angustia de la nueva
creciente [subrayada en el original] (CDRBR/M, 0741, fol. 4211). Recoger los
muebles, mudar la casa, buscar una canoa prestada para navegar las calles del
pueblo, preguntarle a alguien si hay tierra en el Sejebe o ir al Sejebe, son algunas
de las actividades que se hacen antes y durante la inundacin, y que constituyen
una suerte de cotidianidad mvil y constante, como los ciclos naturales. A pesar
de la angustia que produce la llegada de cada inundacin, el nivel de adaptacin
a esta cotidianidad es tal que los jeguanos se acostumbran a ella desde chiquitos;
Fals, que lo vio, anota que al aviso de inundacin los nios se alegran porque van
a poder jugar en el agua como sapos (CDRBR/M, 0756, fol. 4259).
A la vez que destacan este proceso de adaptabilidad, los apuntes sobre las
inundaciones enfatizan las dificultades del medio. Si durante las sequas no hay
donde sembrar, mucho menos en tiempo de inundacin. El rebusque se hace
ms difcil en estos meses: para aquellos que no tienen una canoa la situacin
es realmente complicada, pues el pueblo se convierte en un gran ro y la nica
manera de transitarlo es en canoa (CDRBR/M, 0756, fol. 4259). La abundancia
de agua no significa, irnicamente, abundancia de pescado; durante las grandes
lluvias no baja tanta agua, disminuye el pescado, y con l la pesca (CDRBR/M,
0775). Esta es una de las razones por las que en tiempo de inundacin las labores
del rebusque cambian: los que no pueden pescar se dedican a cortar y vender lea
(CDRBR/M, 0741, fol. 4212) o a vender los limones que han sembrado en los
patios de su casa: se va a sembrar al Sejebe (Ayapel), donde si se inunda, el agua
baja en cuatro das, y no en meses, como en Jegua. O se compra un pedacito de
tierra a una orilla, y se siembra. Tambin se cerca, para protegerla del ganado de
los ricos. Se siembra yuca, pltano, y con eso se alimenta a la familia (CDRBR/M,
0741, fol. 4212). Los campesinos le han dicho a Fals que es preciso salir a buscar
tierra, porque culebra enhoyada no come sapo (CDRBR/M, 0741, fol. 4212);
el campesino que no se rebusca, no se alimenta.
Ahora, por qu si Fals ha recopilado tantas anotaciones relacionadas con las
inundaciones, estas no son un leitmotiv explcito en la imagen de Jegua en el tomo
tres? La pregunta no es banal porque las respuestas probables sealan algunos
de los procesos de conceptualizacin que propone Fals en la Historia doble. Las
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produzcan asombro, los jeguanos los han naturalizado, por eso no se inmutan si
los muertos bogan inundados en el cementerio o Jegua se convierte en un pueblo
que hay que cruzar en canoa, tal como los habitantes de Macondo, que miraron
impvidos cuando Remedios la bella se elev al cielo envuelta en una sbana
blanca. Recordando un viaje con su abuela, Gabriel cuenta:
Esa noche no haba luz de luna, no haba, eso estaba oscuro. Y entonces,
en la parte de atrs, un solar sin cercas, haba una cantidad como de brazas
prendidas, y mi abuela pregunt que si esas brazas, ah, constituiran
peligro para las casas de palmas que haban ah; pero el seor, llam a la
seora, y dijo que no, que no haban juntado hogueras; entonces marcaron
la parte esa, donde se vean las brazas, digamos, y al da siguiente le dieron
con un barretn; y a media pulgada comenzaron a sacar una arena negra
con carbones y prendas de los indios.
Una cosa muy curiosa, las joyas aquellas eran hechas con una tcnica. Yo
nunca he visto unas prendas yo soy joyero y nunca he visto prendas,
joyas tan bien vaciadas [] (CDRBR/M, 0773, fols. 4289-4290).
Despus de un viaje largo por los alrededores de Jegua, Gabriel y su abuela
se hospedan en casa de unos conocidos. En medio de la noche, y cuando ya se
disponen a dormir, los dos invitados ven unas brasas encendidas en el patio de la
casa. La abuela, un poco preocupada porque las casas son de palma y la palma prende
rpido, le avisa sin ningn sobresalto a los anfitriones, que responden, tambin sin
sobresaltarse, que all no puede haber brasas porque no se ha quemado nada, pero
marcan el lugar para revisarlo al da siguiente. Despus de ese dilogo en el que
nadie se agita ni comenta la singularidad de las brasas encendidas, se van a dormir.
En la maana, cuando cavan donde est la marca, encuentran un enterramiento de
indios, joyas finsimas, dice Gabriel, que tambin es joyero y jura que nunca en su
vida volvi a ver joyas como esas. Gabriel destaca en su relato las caractersticas de
las joyas, que aluden a un pasado (este s zen, no como el tiempo de nosotros
de la historia del tigre) ms glorioso, y a unos antepasados capaces de hacer joyas
de una calidad sin par. El enterramiento le da la oportunidad de referirse a quienes
les antecedieron y les heredaron la tierra, y unir ese tiempo con el de ahora, el de
nosotros. El encuentro de las joyas, adems, se convierte en una de las formas del
rebusque porque la familia de conocidos las vende a unos gitanos por cincuenta
centavos y con eso sobreviven por algunos das.
Sin embargo, uno de los aspectos ms curiosos del relato es que ninguno de los
implicados parece sorprendido de la aparicin espontnea de las brasas, con lo que se
asume que los enterramientos de indios, sealados por algn fenmeno sobrenatural,
son una cosa comn en el San Jorge: ni siquiera el narrador se sobresalta al narrar su
historia, ni cuestiona el carcter real de lo sucedido. Las historias de Gabriel, al igual
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que el relato de la Virgen de Rafael Martnez o algunas de las notas sobre espantos
desperdigadas en los archivos de Fals mitifican el paisaje de Jegua, lo convierten en
un espacio propicio para lo increble. Para Gabriel y Humberto, Jegua y el San Jorge
es un paisaje que uno se queda maravillado y pasan cosas que maravillan, pero el
grado de adaptacin es tal que ese carcter sobrenatural de lo que le rodea le permite
al campesino la subsistencia, por ello afirma Fals:
Se siente una atmsfera de firmeza dentro de la inseguridad e incomodidad
existentes, como si la pobreza, los peligros o las avenidas de los ros no fueran
causa posible de petrificacin de la conducta, sino motivos de trabajo, defensa
y accin creadora individual y colectiva. En realidad, esas cosas son corazn
y corteza de la vida misma del riano; son su lucha diaria que no cesa, aunque
aquel se recline a veces en la cuenca de una canoa para fumarse un cigarrillo.
As se va esculpiendo su personalidad contradictoria y macondiana (22a).
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Anunciador.
Zapata Olivella, M. 1964. En Chim nace un santo. Barcelona: Seix Barral.
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Para un dilogo interepistmico y
decolonial entre feministas occidentales
y no occidentales
Tijana Limic1
Universidad de Granada, Espaa
tlimic@gmail.com
Recibido: 15 de junio de 2015 Aceptado: 23 de septiembre de 2015
Resumen:
El artculo explica la necesidad de establecer dilogos interepistmicos entre feministas
occidentales y no occidentales. Ofrece una reflexin sobre el devenir de los feminismos
occidentales para mostrar sus lmites emancipadores, que son congruentes con los lmites
emancipadores del proyecto moderno. Argumenta que los feminismos occidentales han
reproducido algunas de las caractersticas del patriarcado que la modernidad consolid a
escala mundial, como son su carcter colonial, clasista, racista y epistemicida.
Palabras claves: Feminismo, colonialidad, modernidad, epistemicidio,
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Bogot - 2016
Johanna Orduz
TABULA RASA
No.23, julio-diciembre 2015
Introduccin
En una entrevista concedida a El Pas a propsito de la Primavera rabe, la
feminista egipcia Nawal el Saadawi afirm que la mujer no puede liberarse
bajo ninguna religin (cf. Higueras, 2011). Su postura, negar a priori cualquier
capacidad emancipadora de los feminismos no ateos (cristiano, islmico u otros),
es an la generalizada entre las feministas occidentales/occidentalizadas. Al
respecto cabe preguntar: Por qu unas mujeres reclaman para s la autoridad
de hablar por todas las mujeres? En qu basan la universalidad de sus ideas,
proyectos polticos y de vida, conocimientos y creaciones? Qu razones histricas
han permitido que sean estas mujeres y no otras? Cules son las razones para
que los feminismos occidentales sigan comportndose as? En qu medida se ha
ganado conciencia sobre esto?
Responder a estas preguntas es el propsito en este ensayo. Para ello se proceder
a analizar, por una parte, las reivindicaciones femeninas desde la Ilustracin (que
suele aceptarse como el inicio del feminismo) hasta la actualidad, y por otra, los
fundamentos del sujeto moderno, dgase varn moderno, pues respecto a este
no slo se ha definido a la mujer como lo otro o lo opuesto (cf. Beauvoir,
1949, en Valcrcel, 2001), sino que se ha marcado una lnea feminista, basada
en un controvertido concepto de igualdad. Esta lnea que une el feminismo
ilustrado del siglo XVIII con el feminismo de la igualdad de los siglos XX
y XXI todava es hegemnica a nivel global. Analizar la relacin entre sujeto
moderno, modernidad y feminismo permitir explicar la idea central del
presente artculo, a saber: Las mujeres occidentales han reclamado como suya
la autoridad de hablar en nombre de todas las mujeres porque estn permeadas
de las lgicas discursivas universalistas del hombre moderno, cuestin que
no ser superada en tanto el mainstreaming del gnero no sea superado por la
generalizacin de enfoques interseccionales decoloniales.
Para desarrollar este argumento se proceder a: resumir brevemente la crtica a la
modernidad planteada por la perspectiva decolonial; describir la genealoga de los
feminismos occidentales y su expansin por el sistema-mundo y, a partir de ambas
acciones, explicar cmo los feminismos occidentales han reproducido algunas
caractersticas del patriarcado que la modernidad consolid a escala mundial; por
ejemplo, su carcter colonial, clasista, racista y epistemicida. Con tal propsito
conviene definir previamente dos conceptos claves: modernidad y colonialidad.
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expuesta por Ren Descartes en su Discurso del mtodo (1637), cuando afirm la
posibilidad de generar conocimientos por medio de un monlogo interior que
considera incierto todo conocimiento precedente (solipsismo) y plantea que la
garanta de la certeza del conocimiento reside en desconfiar de los sentidos y poner
distancias entre el sujeto cognoscente y el objeto de conocimiento (dualismo).
Descartes crea filosficamente
un sujeto sui generis que tiene acceso a la verdad universal ms all del
espacio y el tiempo por medio de un monlogo, es decir, a travs de
una sordera ante el mundo y por medio de borrar el rostro del sujeto
de enunciacin, () una ceguera ante su propia localizacin espacial y
corporal en la cartografa de poder mundial (Grosfoguel, 2008: 202).
En oposicin al argumento de la modernidad como fenmeno local europeo,
el filsofo argentino-mexicano Enrique Dussel expone el argumento de
la modernidad como un fenmeno global vinculado a la conquista de las
Amricas y determinado por procesos imperiales asociados a la centralidad de
la Europa latina en la historia mundial a partir de 1492. Para Dussel, la idea de
la modernidad como fenmeno europeo es una construccin germano-cristiana
presentada por Hegel en sus Lecciones universitarias, en medio del enfrentamiento
entre el norte y el sur europeos, que tuvo lugar desde el siglo XVI. La divisin
de la historia universal que hizo Hegel niega al Sur de Europa, y con ello a
Latinoamrica, ocultando sus aportes fundamentales a la subjetividad moderna
(Dussel, 2008). Hegel expuso que el mundo germano era insuperable y justific
su argumento haciendo una conveniente historia occidental, que presenta a la
cultura germana como depositaria de toda la historia; oficializ una historia de
la razn que presenta a la modernidad como un fenmeno regional y autctono
(Dussel, 2000).
Este nuevo argumento sobre la formacin de la subjetividad moderna,
desarrollado por Dussel (1994, 2008) y retomado por Grosfoguel (2008,
2013), entronca con los trabajos de Quijano y Wallerstein (1992), Mignolo
(1995, 2000) y otros. La propuesta replante completamente la historia
filosfica de la Modernidad mostrando la transcendencia filosfica del
debate epistmico que abri la conquista de Amrica, mostrando que el yo
pienso, luego existo (ego cogito cartesiano) estuvo precedido y directamente
influido por 150 aos de yo conquisto, luego existo (el ego conquiro que
representa Gins de Seplveda en su encuentro con lo otro, los nativos
americanos). Esa relacin entre el ego cogito y el ego conquiro estuvo
mediada histricamente por el genocidio/epistemicidio del yo extermino,
luego existo (ego extermino) que tuvo lugar durante el largo siglo XVI
(1450-1650) (Grosfoguel, 2013).
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tipo, seala que una distincin clave es entre aquellos que no pueden gobernarse
a s mismos y aquellos que s pueden. Ejemplos seran el imperio otomano, el
inca, el azteca, el islmico del norte y noreste de frica. En este caso vale la
misma lgica que en el anterior, en el que una persona sabia puede ser tambin
brbara. Una nacin que es capaz de gobernarse a s misma, pero no tiene
locucin literal (tipo 2) o es pagana o infiel (tipo 4), es tambin una nacin
brbara (Mignolo, 2003: 37). Sobre el cuarto, considera que representa el
criterio definitivo de Las Casas que estaba rondando desde el principio: no hay
nacin (con excepcin de la cristiandad, esto es, una nacin de fe ms que una
nacin de nacimiento) que no tenga alguna carencia (sobre todo locucin
literal y verdadera religin). Es en el ltimo tipo en el que Las Casas menciona
por primera vez a los turcos (el imperio otomano al Este de la cristiandad) y a los
moros (el imperio islmico al Sur de la cristiandad) (39).
Los diferentes tipos de barbarie que Las Casas define permitirn sostener lo que
Grosfoguel (2013) denomina los cuatro genocidios/epistemicidios del largo siglo
XVI, que sern la condicin de posibilidad sociohistrica para la transformacin del
yo conquisto, luego existo en el racismo/sexismo epistmico del yo pienso, luego
existo. Esos cuatro genocidios/epistemicidios fueron: 1) contra los musulmanes y los
judos en la conquista de Al-Andalus en nombre de la pureza de sangre; 2) contra
los pueblos indgenas, primero en el continente americano y luego los aborgenes
en Asia; 3) contra los africanos, con el comercio de cautivos y su esclavizacin
en el continente americano; 4) contra las mujeres que practicaban y transmitan
el conocimiento indoeuropeo en Europa, quienes fueron quemadas vivas bajo
acusacin de brujera. Grosfoguel (2013) explica que los genocidios/epistemicidios
contra musulmanes, judos y mujeres acusadas de brujas haban iniciado antes que
el debate entre Seplveda y Las Casas, pero los discursos que se aplicaban hasta el
momento no cuestionaban la condicin humana, no ponan en duda que fueran
personas con alma, pues precisamente las quemaban para salvar sus almas. Fue en
el siglo XVI cuando a estos grupos comenz a considerrseles por debajo de la lnea
de lo humano aplicando los mismos criterios que sobre la poblacin originaria de
Amrica. No exista discurso similar en los orgenes del cristianismo.
El caso de los juicios contra las mujeres es significativo. Segn Anderson y Zinsser
(1991: 186), entre 1300 y 1500, existen pruebas parciales de unos quinientos juicios
contra mujeres acusadas de brujas, pero declaraciones originales de slo veintiuno
en Alemania, Francia y Suiza. En cambio, se observa un salto exponencial en las
cifras entre finales del siglo XVI y principios del XVII en Europa occidental, que
persiste en Europa del Este hasta principios del siglo XVIII:
Los principales e historiadores modernos de la brujera Gustave
Henningsen para el norte de Espaa, Christina Larner para Escocia, Alan
M. Macfarlane para Inglaterra, Erik Midelfort para el suroeste de Alemania,
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(Nueva York, 1848) para exigir el derecho a votar (Biswas, 2004). En el contexto
eurolatino encontramos otros matices. Por ejemplo, la espaola Sonia Reverter
(2003) propone hablar de cuatro olas feministas y no de tres, matizando as
la taxonoma en relacin con las reivindicaciones ms actuales, vistas sus
particularidades religiosas, raciales, culturales, etctera. Al discutir los feminismos
actuales, coincide con Biswas, quien desde su perspectiva anglosajona propone
hablar de la existencia de tres olas, y no de dos.
La clasificacin de Reverter (2003) es destacable, porque expone una apertura
a la que no parece estar dispuesta la mayora de las feministas europeas, incluso
otras no europeas, como la citada Nawal el Saadawi. La intencin pluralista de
Reverter hace que considere la existencia de cuatro olas: la primera, iniciara
en la poca Ilustrada; la segunda, con el movimiento sufragista de mujeres del
XIX; la tercera, con el feminismo de los 70 en adelante; y la cuarta tendra un
origen ms reciente marcado por el reconocimiento de que es difcil hablar de
experiencia genrica de las mujeres. La autora justifica la necesidad de reconocer
una cuarta etapa en el hecho de que no todas lo son de la misma manera ni bajo
las mismas circunstancias:
Razones de clase, raza, sexualidad, etnicidad, religin, ideologa,
profesin, etc., complican el panorama de las relaciones de poder y
dominacin. Y por ello cada vez se hace ms difcil hablar de experiencia
genrica de las mujeres. Estos son precisamente los aspectos que han
abierto una nueva etapa en el feminismo, la que de momento llamamos
cuarta ola (y que en terminologa internacional estndar es tercera
ola) (Reverter, 2003: 42).
Dado que en su clasificacin define los inicios de cada ola pero no delimita sus
finales, puede deducirse que para esta investigadora todas las olas coexisten de un
modo u otro en la actualidad. Considera as otro aspecto destacable: la complejidad
que supone clasificar y periodizar las reivindicaciones feministas est marcada
tambin por que no existe correspondencia unvoca entre olas y tendencias.
Si durante el siglo XIX se solaparon vertientes liberales y socialistas que han ido
renovndose hasta hoy, incluso encontrando puntos de contacto, la diversidad
actual es mucho mayor; tanto, que justifica hablar de feminismos (en
plural). La pluralidad es en parte consecuencia del tratamiento que la filosofa
posmoderna ha dado a la diversidad pero se ha visto fuertemente robustecida por
el desarrollo del concepto gnero, que ha desbordado tanto las concepciones
universalistas y ahistricas de las categoras hombre y mujer como la
heteronormatividad, revelando una realidad sexuada ms compleja de la que
mostr Beauvoir (1949) al hablar del segundo sexo.
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Conclusiones
Como se ha mostrado, si los feminismos occidentales no aceptan que han
reproducido diferentes formas de racismo/sexismo epistmico, no habr
descolonizacin de los feminismos (entindase, eliminacin de cualquier tipo de
jerarqua donde unas mujeres decidan qu es lo mejor para el resto de las mujeres),
no ser posible emitir valoraciones desprejuiciadas sobre los aportes en trminos
emancipatorios hechos por las mujeres desde posiciones distintas a la lnea
ilustrada. En ese sentido, la primera accin descolonizadora es revisar el discurso
historiogrfico modernocntrico sobre los orgenes del feminismo. Argumentos
como los de Enrique Dussel sobre la Ilustracin conducen a preguntar: acaso no
incurren las feministas occidentales en una actitud semejante a la de Descartes
cuando marcan los orgenes del feminismo en la Ilustracin? El dilogo entre
las feministas occidentales y las feministas no occidentales es una necesidad para
traspasar los lmites emancipatorios de la modernidad eurocentrada.
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El campo de estudios de la historia de la
antropologa en la Argentina: panorama
y debates actuales
Mara Julia Name1
Universidad de Buenos Aires2, Argentina
julianame79@yahoo.com.ar
Recibido: 30 de julio de 2015 Aceptado: 25 de octubre de 2015
Resumen:
En este artculo se presenta un panorama general de los desarrollos en los estudios de la historia
de la antropologa en la Argentina y se plantean algunas reflexiones terico-epistemolgicas
sobre el quehacer de los antroplogos que investigan en ese campo. En primer lugar se
despliegan datos que evidencian su crecimiento en los ltimos aos y se describen los
modos predominantes de construccin del pasado disciplinar. Luego se sugieren algunos
ejes de reflexin y anlisis, y finalmente se realiza un repaso de los procesos y discusiones
que dinamizan hoy en da estos estudios. El trabajo es resultado de una investigacin en
curso en la que se realiz un relevamiento bibliogrfico y documental, as como una serie de
registros de campo efectuados en diversos eventos acadmicos (congresos, jornadas y otras
actividades) de discusin sobre la historia de la antropologa argentina.
Palabras clave: Historia de la antropologa; antropologa argentina; antropologa de la
antropologa.
1
Docente de la ctedra Historia de la Teora Antropolgica del Departamento de Ciencias Antropolgicas
de la Facultad de Filosofa y Letras, UBA. Integrante del Programa de Antropologa y Salud del Instituto
de Ciencias Antropolgicas de la misma facultad.
2
Doctoranda de la Facultad de Filosofa y Letras de la UBA, rea Antropologa.
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Paris - 2015
Johanna Orduz
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Introduccin
La historia de la antropologa como campo especfico de estudios forma parte de la
agenda de debates y discusiones de nuestra disciplina desde hace ya varias dcadas.
En lo referido a las llamadas antropologas centrales o metropolitanas3 existe
cierto consenso acerca de los inicios de
3
Utilizamos estas expresiones acuadas por R. la profesionalizacin de este campo de
Cardoso de Oliveira (2000) para referirnos a las
tradiciones antropolgicas de pases que fueron estudios. Uno de los puntos de mayor
pioneros en el desarrollo formal de la disciplina: acuerdo es que a comienzos de la dcada
Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Alemania.
Para un panorama ms completo y crtico sobre de 1960 se produjo el distanciamiento
la utilizacin de stas y otras expresiones, se de historias que slo era[n] escrita[s]
recomienda la lectura de: Restrepo (2012), Krotz
(2011) y Guber (2008). por los propios etnlogos y nicamente
al final de sus carreras (Peirano, 2006:
90, mi traduccin); y que esa nueva especializacin dentro de la antropologa
(Darnell, 2001) signific una novedad frente a las historias que proliferaban y que
tenan como objetivo presentar una genealoga aceptable de la disciplina vista
desde la perspectiva de un experto o de una escuela en particular (Llobera, 1976:
20, mi traduccin).
No obstante, el proceso de la profesionalizacin de este campo de estudios no
ha sido idntico en todas partes. Sin dudas, ello se debe a las particularidades
sociohistricas y culturales de cada pas o regin, as como a las tradiciones
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Mara Julia Name
El campo de estudios de la historia de la antropologa en la Argentina: panorama y debates actuales
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5
Algunos autores asocian este primer impulso con el nuevo escenario poltico-acadmico que propici el
retorno de la democracia luego de finalizada la ltima dictadura militar. Segn R. Guber:
A comienzos de los aos 1980 algunos antroplogos argentinos comenzaron a revisar su pasado
disciplinar y a escribir periodizaciones. Las razones parecan obvias. La apertura democrtica del 1982-
1983 tras ms de un lustro de intenciones de pensamiento acadmico nico, pareca una ocasin
propicia para elaborar informes temticos y de rea para los organismos nacionales e internacionales
de investigacin cientfica (Guber, 2009: 4).
Por su parte, P. Perazzi habla de los primeros aos de la dcada de 1980 como un punto de inflexin: En
tiempos de recambio, hay que debatir tradiciones. Una autntica refundacin de la disciplina ronda por la
cabeza de quienes por motivos etarios o polticos haban permanecido excluidos del territorio acadmico
(Perazzi, 2003: 23).
6
Cabe aclarar que estas cifras son tentativas y se presentan slo a los fines de ilustrar la magnitud
del crecimiento de este campo de estudios. No se contabilizan las presentaciones a congresos dada la
imposibilidad de identificar, a partir de la revisin de actas, las que efectivamente se llevaron a cabo.
7
Sobre esta ltima afirmacin hay que aclarar que hubo algunas excepciones, como los trabajos de
P. Arenas de finales de la dcada de 1980 y comienzos de la siguiente, que fueron resultado de una
investigacin financiada por el Conicet; asimismo, los trabajos de R. Guber, S. Visacovsky y E. Gurevich
de mediados de la dcada de 1990, que fueron elaborados en el marco de un proyecto de investigacin
financiado por la Universidad de Buenos Aires, que se menciona ms adelante.
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El campo de estudios de la historia de la antropologa en la Argentina: panorama y debates actuales
1. Las periodizaciones
Por periodizaciones entendemos aquellas formas de historizacin (Guber, 2009)
en las que los desarrollos de la disciplina aparecen organizados a partir de una
sucesin de etapas o perodos que son determinados segn uno o varios criterios.
Generalmente el comienzo y la finalizacin de cada perodo coinciden con
fechas especficas, aunque en algunos casos slo se proponen fechas aproximadas.
Esta forma de construir la historia fue predominante en los trabajos publicados
durante la primera dcada y media que sigui a la apertura democrtica (cuadro 1,
segunda barra), aunque contina presente en algunas publicaciones recientes. Es
preciso aclarar, sin embargo, que en los casos recientes suelen ser, generalmente,
republicaciones (a veces ampliadas) de trabajos previos.10
En la bibliografa ms antigua (cuadro 1, primera barra), hemos identificado
al menos dos antecedentes de
10
Por ejemplo, Fgoli (2004) es una reelaboracin de
un trabajo publicado en 1995; Garbulsky 2000 es periodizaciones. El primero es un
una republicacin (ampliada) de un trabajo escrito trabajo del naturalista y antroplogo
una dcada antes (Garbulsky, 1991-1992); Ratier
(2010) es la publicacin de un trabajo que el autor Jos Imbelloni publicado en 1950, en
escribi en 1986; Ringuelet (2007) contiene parte el que se determinan sucesivas etapas
del material publicado en Ratier y Ringuelet (1997).
que, en opinin del autor, haba
atravesado la antropologa argentina entre fines del siglo XIX y mediados del XX:
los pioneros, los sistemticos, los iniciados y la poca nuestra (Imbelloni,
1950). El otro es un trabajo del arquelogo Ciro Lafn publicado en 1976 en el
que tambin se definen etapas, esta vez sealando los aos de inicio y finalizacin:
perodo de consolidacin, 1880-1910, perodo de expansin, 1910-1936,
perodo de interregno, 1936-1948, perodo de renovacin, 1948-1959 y
nueva antropologa, 1959-1966 (Lafn, 1976).
Varios de los trabajos publicados desde 1983 en adelante han utilizado criterios
semejantes para la construccin de la historia. El cuadro 4 presenta una sntesis de
algunas de las periodizaciones que suelen citarse con ms frecuencia. Como puede
apreciarse, los perodos histricos que abordan son variables: algunas comienzan
a fines del siglo XIX, mientras que otras toman como punto de partida mediados
del siglo XX. Algunas llegan hasta el presente del enunciador, mientras que
otras finalizan su anlisis varias dcadas antes. Por otra parte, algunas se refieren
a desarrollos de un rea geogrfica especfica (por ejemplo, antropologa en la
ciudad de Buenos Aires), mientras que otras apuntan a periodizar los desarrollos
de la antropologa en todo el pas.
En cuanto a los criterios aplicados para la construccin de los perodos, en
estos trabajos predominan los denominados factores externos, es decir, los
acontecimientos histrico-polticos que atraves la sociedad argentina. En esos
casos las periodizaciones suelen estar organizadas en funcin de las polticas
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Entre otros, se pueden mencionar los trabajos sobre personalidades como Robert
Lehmann-Nitsche (Arenas, 1991, y ms recientemente Bilbao, 2004; Perazzi,
2009, y Dvila da Rosa, 2011), Florentino Ameghino (Perazzi, 2010), Francisco
P. Moreno (Farro, 2009), Juan Bautista Ambrosetti (Arias, 2012), Jos Imbelloni
(Garbulsky, 1987; Arenas y Baffi, 1991/92), Alfred Mtraux (Bilbao, 2002;
Arenas, 1998, 1999 y 2002/03), Santiago Bilbao (Visacovsky, 2000/02).
Recientemente comenzaron a publicarse, adems, trabajos sobre las trayectorias y
la labor de figuras consideradas malditas, olvidadas o controvertidas en las
historizaciones de la antropologa argentina. Por ejemplo, los trabajos de Guber
(2005, 2008, 2013) sobre la trayectoria de Esther Hermitte en el escenario de la
antropologa portea; de Gil (2010a) sobre la trayectoria de Jos A. Gemes en la
carrera de Antropologa de la Universidad de Mar del Plata; de Silla (2012) sobre
la obra de Marcelo Brmida; de Carrizo (2010) sobre la labor de R. Altieri en
la Universidad Nacional de Tucumn; de Bartolom y Radovich (2014) sobre la
trayectoria de Miguel Hngel Gonzlez. Asimismo, se han organizado actividades
especficas de discusin sobre estos temas, como ya se indic en los cuadros 2 y 3.
Finalmente, siguiendo con las trayectorias de figuras o personalidades, es
preciso mencionar el material elaborado por un equipo de trabajo del Colegio
de Graduados en Antropologa de la Repblica Argentina en el marco del
denominado ciclo trayectorias. En este ciclo, que comenz a funcionar en
2008, se produce material audiovisual a partir de la realizacin de entrevistas de
corte biogrfico a varios antroplogos/as considerados maestros. Algunas de
esas entrevistas han sido transcriptas y publicadas en la revista del CGA.13
Un segundo tipo de estudios de trayectorias son las que se focalizan en las trayectorias
de grupos acadmicos al interior de
13
Las entrevistas pueden verse en: http://www.cga. un espacio institucional, que puede ser
org.ar/trayectorias_ciclo
una facultad, un departamento o un
rea de estudios dentro de una carrera. Generalmente se investigan los procesos
de conformacin de grupos de trabajo y las continuidades y transformaciones que
atraviesan a lo largo del tiempo. Para ello se consideran cuestiones tales como:
(a) la conformacin de liderazgos a partir de la identificacin de maestros
y discpulos; (b) las estrategias de reproduccin institucional y acadmica; (c)
las relaciones (polticas y acadmicas) y las afinidades tericas con otros grupos,
tanto al interior como hacia fuera de esos espacios; y (d) los conflictos y tensiones
al interior de los grupos. Ejemplos de este tipo de estudios son los trabajos de
Soprano (2010) sobre el liderazgo acadmico de Alberto Rex Gonzlez y Eduardo
Cigliano en la enseanza de la arqueologa en la Universidad Nacional de La
Plata; (2009) sobre la trayectoria del equipo de investigacin sobre antropologa
fsica en esa misma universidad, y (2006), sobre las continuidades y cambios en
los estudios etnolgicos sobre poblaciones indgenas. Otro ejemplo lo constituye
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con esto que planteamos el tercer y ltimo eje de reflexin, que se resume en la
siguiente pregunta: cmo ubicarnos a nosotros mismos dentro de los procesos
que estamos estudiando? O, dicho de otro modo, cmo posicionarnos en
las historias que construimos considerando que ninguno de nosotros es un
outsider de la tribu antropolgica, en el sentido planteado por G. Stocking
(1982)?15 Por el contrario, compartimos un universo de conocimientos e
intereses (a veces en comn, a veces opuestos) con las personas cuyos trabajos
o trayectorias estudiamos. Compartimos tambin instituciones, mbitos de
discusin, espacios de publicacin y en algunos casos, incluso, equipos de
trabajo. Asimismo, participamos activamente de discusiones sobre el pasado no
slo en calidad de investigadores, sino tambin en calidad de practicantes de
la disciplina y de sujetos polticos activos. En esta participacin nos adherimos
a algunas posturas tericas, nos distanciamos de otras, nos adscribimos a
determinadas instituciones, nos identificamos con ciertas figuras del pasado y
no con otras, etc.
Si bien es indudable que investigar procesos tan cercanos posibilita un contacto
permanente con la informacin y simplifica el acceso a algunas cuestiones (por
ejemplo, a ciertos materiales, a la obtencin de una entrevista), esos mismos
aspectos pueden funcionar tambin como obstculos y colocarnos anteojeras
en nuestros anlisis. Pueden, por ejemplo, conducirnos a una lectura demasiado
condicionada por las versiones de la historia que escuchamos con mayor
frecuencia (en un pasillo, en una clase, en una conversacin informal) y con
las que por qu negarlo? tal vez
15
En su clsico ensayo sobre el debate
historicismo/presentismo, Stocking se defina a s nos sintamos identificados. Pueden
mismo como un poco outsider en relacin con tambin generar reacciones diversas
la tribu antropolgica (Stocking, 1982: 1, mi
traduccin) haciendo referencia a su formacin
entre los individuos de quienes
como historiador y al modo en que esto poda hablamos o cuyas obras analizamos.
16
condicionar sus interpretaciones sobre el pasado Finalmente, por la misma razn por la
de la antropologa.
16
Al respecto, vase Kuper (2000), donde el autor que pueden facilitarnos el acceso a una
narra su experiencia en relacin con sus trabajos entrevista o a determinada informacin
sobre la historia de la antropologa britnica.
tambin pueden obstaculizrnoslo.
No parece haber una nica receta para responder a estos interrogantes. En tal
caso, como sealamos en otra oportunidad (Name, 2012), la clave pareciera
estar, en primer lugar, en mantener un ejercicio constante de reflexividad
respecto de nuestro propio lugar en los procesos que estudiamos, de los datos
con los que trabajamos y del modo en que los interpretamos. Y, en segundo
lugar, en un esfuerzo por distanciarnos analticamente de las versiones literales
de nuestros informantes y ser capaces de construir categoras que den cuenta de
la complejidad de los procesos.
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Bibliografa
Arenas, P. 2002/03. Alfred Mtraux y su visin del mundo indgena en los trabajos
etnogrficos en el Chaco argentino. Bulletin de la Socit suisse des Amricanistes, 66/67:
127-132.
Arenas, P. 1991. Antropologa en Argentina. El aporte de los cientficos de habla alemana.
Buenos Aires: Institucin Cultural Argentino-Alemana/Museo Etnogrfico.
Arenas, P. 1999. Alfred Mtraux y Jos Mara Arguedas: dos vidas, dos etnlogos, dos
pasiones. Revista de Publicaciones Folklricas, 14: 103-107.
Arenas, P. 1998. Alfred Mtraux: momentos de su paso por la Argentina. Mundo de
Antes, 1: 121-147.
Arenas, P. y Baffi, E. 1991/92. Jos Imbelloni: una lectura crtica. RUNA, 20: 167-176.
Arias, A. 2012. El viaje de Ambrosetti. La historia antropolgica y su relacin con el
otro, en: Kuperszmit, N.; Lagos Mrmol, T.; Mucciolo, L. y Sacchi, M. (comps.) Entre
pasados y presentes III. Estudios contemporneos en Ciencias Antropolgicas. Buenos Aires,
INAPL y Mnemosyne.
Bartolom, L. (coord.) 2007. Argentina: la enseanza de la antropologa social en el contexto
de las ciencias antropolgicas. InformeparalaInvestigacin:A Distributed and Collective
Ethnography of Academic Training in Latin American Anthropologies, elaborado para
el LatinAmericanWorkingGroupoftheWANCollective. Recuperado de: http://www.
ram-wan.net/documents/06_documents/informe-argentina.pdf
18
Se mencionaron las siguientes materias: Antropologa social argentina en las licenciaturas que
funcionan en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN) y en la
Universidad Nacional de Misiones (UNAM); Estudios socioantropolgicos sobre Argentina y Amrica
Latina en la licenciatura de la Universidad Nacional de General San Martn (UNSAM); Arqueologa
argentina en la de la Universidad Nacional de Crdoba (UNC). Asimismo, tambin se seal que en
la licenciatura de la Universidad de Buenos Aires (UBA) se dict en 2009 y 2010 un seminario electivo
denominado Historia de la antropologa en Argentina: herramientas para su estudio y otro en 2013
sobre Antropologa argentina y latinoamericana: tradiciones, instituciones y trayectorias.
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Grficos y Cuadros
Ms de 75
publicaciones
35 publicaciones
Publicaciones
aisladas
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Cuadro N2. Actividades llevadas a cabo en los Congresos Argentinos de Antropologa Social (CAAS)
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Nro. Ao Ciudad Actividades
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XI CAAS 2014 Rosario 1 grupo de trabajo: Antropologas argentinas: Para qu? Para quines? Cmo?
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Cuadro N3. Actividades recientes organizadas en la ciudad de Buenos Aires
Institucin ao Actividades
Grupo de Trabajo Historia de la antropologa: trayectorias, fronteras y abordajes en los procesos de produccin
2008
de conocimiento en las VI Jornadas de Investigacin en Antropologa Social (3 al 5 de agosto).
Actividades a propsito del 50 aniversario de la creacin de la Licenciatura en Ciencias Antropolgicas:
-- Conferencia Las Furias y las penas. O de cmo fue y podra ser la antropologa (3 de abril)
Facultad de Filosofa -- Panel Antropologa, Salud y trabajadores. Homenaje a Nilda Zubieta y Santiago Wallace (25 de abril)
y Letras, UBA 2008 -- Coloquio: 50 aos en la formacin de antroplogos/as. Articulaciones entre docencia e investigacin. (21 de
(ICA SEANSO mayo)
y Departamento -- Panel Para qu sirve la arqueologa? (25 de septiembre)
de Ciencias -- Jornadas 50 aos de antropologa en Buenos Aires. 1958-2008. (8, 9 y 10 de octubre)
Antropolgicas)
Grupo de Trabajo Historia de la antropologa: formacin universitaria y prctica profesional en las V Jornadas
2010
de Investigacin en Antropologa Social (19 al 21 de noviembre).
Espacio de trabajo Antropologa argentina y latinoamericana: lecciones del pasado, desafos del presente en el
2013
simposio Red de Estudios sobre globalizacin y Desarrollo (15 de julio).
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Fuente: elaboracin propia a partir de trabajo de campo
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El campo de estudios de la historia de la antropologa en la Argentina: panorama y debates actuales
Autor/Ao Perodos
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Ao Paneles
Fuentes: CGA (1989) para el primer caso. Registros de campo propios para el segundo.
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Desmontando el desarrollo territorial
rural (DTR) en Amrica Latina
Gabriel Rodrigues Lopes1
University of Nairobi, Kenia e International Development Research Centre,
Canad
abyayala@riseup.net
Recibido: 24 de marzo de 2015 Aceptado: 15 de septiembre de 2015
Resumen:
El Desarrollo Territorial Rural (DTR) comienza a ser discutido, elaborado e implementado
en los aos iniciales del siglo XXI con el fin de minimizar el mal desarrollo de la dcada
anterior. Sin embargo, refrenda y resurge de la estructura misma del sistema que genera
los problemas que supuestamente combate. La mayora de los trabajos acadmicos, por
acotarse a la administracin del DTR, pasan por alto las implicaciones epistmicas,
polticas y socioeconmicas que advienen del enfoque. En el presente trabajo, analizamos
y problematizamos las condiciones de posibilidad que dieron origen y legitimidad al
DTR y lo habilitaron como marco orientador de las polticas pblicas de desarrollo
rural en la mayora de los pases de Amrica Latina. El artculo est orientado desde una
metodologa cualitativa terico-explicativa, amparado en una amplia revisin bibliogrfica
que transversaliza los enfoques del post-desarrollo, de la geografa agraria crtica, de la
decolonialidad y del colonialismo interno. Esperamos que el ejercicio de deconstruir el
DTR devele su rol como promotor y camuflador del sistema-mundo capitalista / patriarcal
occidentalocntrico / cristianocntrico moderno/colonial.
Palabras clave: Desarrollo territorial rural, combate a la pobreza, cuestin agraria,
neodesarrollismo, sistema-mundo moderno/colonial.
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Bogot - 2016
Johanna Orduz
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enabled it as a guiding framework for rural development public policies in most Latin
American countries. This paper follows a qualitative theoretical-explanatory approach,
relying on a broad bibliographic review on critical agrarian geography, decoloniality and
internal colonialism, which brings a cross-cutting view on post-development approaches.
By deconstructing DTR we expect its role as a promoter and camouflager of the capitalist/
patriarchal, Western-centric/Christian-centric, modern/colonial world system.
Keywords: Rural territorial development, fight on poverty, agrarian issue, neo-
developmentalism, modern/colonial world system.
Introduccin
El Desarrollo Territorial Rural (en adelante DTR) comienza a ser discutido,
elaborado e implementado en los aos iniciales del siglo XXI, idealizado para
presentarse como alternativa al desarrollo rural con base local que, muy relacionado
a los ajustes estructurales de la dcada neoliberal, llegaba a su lmite en la capacidad
de generar consenso social (Gmez y Favaro, 2012). Se hizo necesario entonces
un nuevo discurso, en lo retrico, que criticase al neoliberalismo y a los anteriores
enfoques de desarrollo rural (revolucin verde, desarrollo rural integral y con base
local). Sin embargo, su lmite continu siendo el mismo de los otros: interpretar
los problemas del mundo rural desde la ptica del mercado. En consecuencia,
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Gabriel Rodrgues Lpes
Desmontando el Desarrollo Territorial Rural (DTR) en Amrica Latina
viene diseando polticas de desarrollo rural para reducir la pobreza rural (no
eliminarla) dentro del campo de posibilidad de accin que define el patrn de
poder del sistema-mundo moderno/colonial.
El nuevo (viejo) paradigma de desarrollo rural surge as con un nuevo ropaje,
como resultado de un contexto poltico y econmico que terminar orientando
su desempeo, como poltica pblica asentada en el combate a la pobreza, en
minimizar el mal desarrollo de la dcada anterior. Al mismo tiempo, refrenda
y resurge de la estructura del mismo sistema que genera los problemas que
supuestamente combate y que viene (re)formulando, desde hace ms de seis
dcadas, los variados por lo menos en sus adjetivos enfoques de desarrollo.
El objetivo de este artculo es analizar y problematizar las condiciones de
posibilidad que dieron origen y legitimidad al nuevo enfoque de desarrollo
rural y lo habilitaron como paradigma hegemnico para interpretar y proponer
soluciones para el conjunto de problemas de la cuestin agraria en la mayora de
los pases de Amrica Latina. Discutimos as, en los prximos cuatro apartados,
sus multiescalas de saber-poder en Latinoamrica; cmo legitima su necesidad
luego de la desregulacin neoliberal; cmo fortalece el combate a la pobreza
y mantiene una relacin simbitica con el agronegocio y proclama un territorio
ameno y sin conflictos. Al final, situamos el DTR en el marco del nuevo modelo
de acumulacin en Brasil y Argentina, el neodesarrollismo.
Para lograr dichos objetivos, nuestro trabajo est orientado desde una metodologa
cualitativa terico-explicativa, donde hemos hecho una amplia revisin
bibliogrfica de los trabajos de algunos autores latinoamericanos, situados en el
enfoque del posdesarrollo, de la geografa agraria crtica, de la decolonialidad y
del colonialismo interno, para ir tejiendo nuestras reflexiones.
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2. La desregulacin neoliberal
El neoliberalismo puede ser interpretado como un proyecto poltico de las clases
dominantes orientado para frenar la creciente oposicin social y poltica de los
aos 1970, que cuestionaba el capitalismo como modo de organizacin social.
Su instrumento fue la eliminacin fsica e ideolgica de gran parte del activismo
poltico y social. Al mismo tiempo, es un proceso de cambios, de reestructuracin
global del capital inducido por su propia crisis, por los lmites en el proceso de
acumulacin hasta entonces en marcha, conocido como el Estado providencia,
de bienestar social. Ya en los aos 1990, las contradicciones del neoliberalismo
se convirtieron en barreras insuperables dentro del campo de accin de la misma
estrategia de reestructuracin neoliberal (Fliz y Lpez, 2012).
Es justamente en el contexto del agotamiento de las terapias de shock de la
regulacin neoliberal que surge el desarrollo territorial rural, apoyndose en el
diagnstico de pobreza y desigualdad, buscando enfrentarlas con la finalidad de
reducir sus efectos. La cuestin es que la supuesta nueva frmula para enfrentar
la agudizacin de la pobreza y las desigualdades sociales alarmantes se dio bajo la
tutela de las mismas instituciones que las promovieron o las apoyaron aos atrs
(Gmez, 2006; Gmez y Favaro, 2012).
Resulta que la intencin es blindar el nuevo enfoque (DTR) como una supuesta
nueva forma de regulacin que, como veremos, no se disocia del neoliberalismo,
sino que ejerce el mismo papel funcional y, en una nueva escala, local. Cumple
entonces el rol de instrumento de control social, de reproduccin de capital
(Gmez y Favaro, 2012) y de variadas jerarquas de poder globales (Grosfoguel,
2006: 2013).
Para justificar la necesidad de una poltica de intervencin en el medio rural (el
DTR), los estudios solicitados por las instituciones multilaterales de control son
contundentes en afirmar la persistencia de la pobreza rural (medida por indicadores
estrictamente econmicos). La situacin sera ms dramtica en los pases de
Amrica Latina, la pobreza afecta directamente a 4 de cada 10 latinoamericanos
[segn la CEPAL, 2002] () en la actualidad hay ms indigentes rurales que
hace 20 aos (Schejtman y Berdegu, 2004: 07, citando a Berdegu, 1998).
Los elementos que sostienen el paradigma del DTR, sus estrategias de intervencin
conviven en el interior de las instituciones multilaterales de control que impulsan
desde hace dcadas el desarrollo rural en Amrica Latina. Es decir, el DTR
pretende ser una alternativa a la secuencia histrica de enfoques (revolucin
verde, desarrollo rural integrado y desarrollo rural con base local), orientado por
una necesidad institucional de presentar salidas a la coyuntura de aumento de los
niveles de desigualdad y pobreza generados por el paquete neoliberal (Gmez y
Favaro, 2012).
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valores a los nios y las nias, como respecto a la disciplina y la autoridad. Estas
redes de mutuas dependencias, donde el sujeto tutelado se reconoce a s mismo,
podran tanto evitar la pauperizacin de las masas como la revolucin socialista
(Castro-Gmez, 2010).
En este sentido, las tecnologas de gobierno no slo fabrican riesgos y los
objetivan, sino que hacen que las personas se comporten de cierto modo
frente a ellos. Son tecnologas de subjetivacin, pues producen un tipo de
sujeto que previene su futuro, que ahorra, que se gobierna a s mismo en
la medida en que se protege frente a posibles eventualidades. Es el sujeto
que calcula, que evala los acontecimientos, que cuida de s mismo y de los
otros (sus hijos, su familia), que no deja su futuro en manos del destino,
sino que lo toma bajo su propio control. De este modo, la vida misma
de los obreros y no slo de los dueos de las fbricas se capitaliza,
adquiere un precio (Castro-Gmez, 2010:235).
La transformacin del sentido de la pobreza para el Estado posibilita la
naturalizacin de la necesidad del diagnstico de la pobreza y luego del diseo y
la implementacin de polticas interventoras de desarrollo a fin de combatirlas. En
ese sentido, la actuacin poltico-intelectual del Banco Mundial, desde mitad de
los aos 1940, pasa a relacionar el desarrollo con el combate a la pobreza (Pereira,
2010), una agenda fuertemente orientada por el fracaso militar de los EUA en
la Guerra de Vietnam y la lucha contra la influencia del socialismo (Zibechi,
2011). En esos aos, la pobreza se institucionaliza en torno a la agenda poltico-
intelectual internacional del desarrollo, donde el Banco se va consolidando como
un referente intelectual ms que financiero, como seala Zibechi (2011).
De acuerdo a la investigacin doctoral de Pereira (2010), el Banco Mundial acta
como actor poltico, intelectual y financiero capaz de determinar, en lo que se refiere al
desarrollo, el qu hacer, cmo hacer, quin debe hacer y para quin hacer. Orientaciones
que, lgicamente, van siendo adaptadas a los objetivos implcitos del Banco, sea
para desestabilizar las guerras de guerrillas, evitar nuevas rebeliones sociopolticas
y frenar el avance de los reclamos nacionales progresistas en las dcadas de 1960 y
1970, o para permitir la gobernabilidad en los aos neoliberales y su transicin al
neodesarrollismo actual. La pobreza y la desigualdad seran as motivos suficientes
para desatar una rebelin con fuertes posibilidades de convertirse en una revolucin
social de orientacin comunista, y poner en riesgo la supremaca de los EUA,
Permanece el hecho incontestable de nuestra seguridad estar directamente
relacionada a la seguridad de ese nuevo mundo en desarrollo (). En una
sociedad que se est modernizando, seguridad significa desarrollo (). Sin
desarrollo interno, por lo menos en un grado mnimo, orden y estabilidad
son imposibles (MacNamara apud Pereira, 2010: 261).
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capitalistas completos (Ramos Filho, 2011: 4). Para los defensores del paradigma
del capitalismo agrario, la cuestin agraria ha sido reemplazada por el desarrollo
rural, territorial rural, sostenible. Luego, la reforma agraria pasa a ser entendida
como poltica compensatoria, paliativa para reducir las condiciones de miseria
y pobreza, como herramienta de control social y oportunidad de fomentar la
economa de mercado5 (Ramos Filho, 2011; Gmez, 2006).
En lo que se refiere a la construccin de sujetos, los/as campesinos/as, sujetos
centrales en el paradigma de la
5
Como el proceso de oxigenacin de los
mercados de tierras por medio de la difusin de
cuestin agraria pasan a ser negados,
instrumentos de financiamiento de compra y venta desvalorizados por el paradigma del
de tierras, que supuestamente contemplara a los capitalismo agrario (y luego por el
ms pobres (Ramos Filho, 2011: 5), conocido en
Brasil como Reforma Agraria de Mercado (RAM). DTR), pues se los considera parte de
Para profundizar en el tema, ver la tesis doctoral de un sistema tradicional, viejo y, por
Ramos Filho (2008).
ende, incompleto, que debe integrarse
completamente al sistema supuestamente perfecto: el capitalista. En ese escenario,
se busca vaciar de sentido poltico el concepto de campesinado y construir el de
agricultor familiar como representativo de un estadio evolutivo superior (Ramos
Filho, 2011), en un orden histrico lineal, cartesiano, moderno/colonial, como
ya hemos discutido anteriormente.
La nocin de agricultor, al mismo tiempo que afirma y reconoce, excluye e
invisibiliza a la gran mayora de la poblacin rural: los/las campesinos, quilombolas
e indgenas. Dicha nocin se configura entonces como un trmino apropiado a
la estrategia de desconsiderar a dichas poblaciones en su condicin de mayora
y de negar su potencial vocacin hegemnica y capacidad de efecto estatal
(Cusicanqui, 2010: 60).
Siguiendo con la misma autora, se reproduce una especie de inclusin
condicionada (2010: 60), donde se trasvisten y se articulan nuevos mecanismos
de neutralizacin y cooptacin, convirtiendo ese multiculturalismo ornamental
y simblico () despolitizado y cmodo (2010: 58-68) en una cortina de humo,
en un mecanismo encubridor y renovador de prcticas efectivas de colonizacin y
subalternizacin. Esto porque hay en el colonialismo una funcin muy peculiar
para las palabras: las palabras no designan, sino encubren. De ese modo, las
palabras se convirtieron en un registro ficcional, plagado de eufemismos que
velan la realidad en lugar de designarla (Cusicanqui, 2010: 19).
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Desmontando el Desarrollo Territorial Rural (DTR) en Amrica Latina
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Consideraciones finales
Como pudimos observar, el nuevo enfoque del desarrollo rural ha exigido otra
escala del Estado, otra regulacin. En el perodo de la Revolucin Verde se toma
la escala nacional como lugar de accin; mientras, en el enfoque del Desarrollo
Rural Integral se prioriza la escala regional; ya la escala local es la caracterstica
del ajuste estructural neoliberal y el foco del DTR (Gmez y Favaro, 2012). La
focalizacin localizada de los programas de desarrollo sera la nueva solucin
para aliviar la pobreza y promover el desarrollo, al paso que habilita el ajuste
neoliberal ahora en el medio rural. El binomio ajuste/compensacin focalizada
de la pobreza (Zibechi, 2011: 27) es el verso y reverso de un mismo proceso de
implantacin del neoliberalismo, que el neodesarrollismo establece, promueve,
blinda y oculta. Tomemos brevemente los casos de Brasil y Argentina para
entender el rol del DTR en esta nueva etapa del desarrollo.
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Gabriel Rodrgues Lpes
Desmontando el Desarrollo Territorial Rural (DTR) en Amrica Latina
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La otra cara del desarrollo regional
sostenible1
Tadeo H. Sanabria A.
Fundacin Universidad de Amrica, Colombia
tadeosan@yahoo.com.mx
Recibido: 08 de julio de 2014 Aceptado: 25 de mayo de 2015
Resumen:
Este escrito pone de presente algunas contradicciones y retos que plantean las nociones
de competitividad y sostenibilidad al desarrollo regional. Muestra los principios de la
regionalizacin neoliberal y analiza la dificultad de incorporar en el modelo de libre
mercado los principios de la sostenibilidad. A la vez analiza las disparidades de aplicacin
del modelo entre el primer y el tercer mundo, y propone un modelo alternativo de
reorganizacin territorial y gestin de los recursos ambientales.
Palabras clave: Sostenibilidad y competitividad regional, territorialidad neoliberal,
sostenibilidad, regin.
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Paris - 2015
Johanna Orduz
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2
Desde hace algunos aos los gobiernos de Bogot, Cundinamarca y la Corporacin Autnoma Regional
de Cundinamarca decidieron conformar una mesa de trabajo regional para identificar proyectos e
iniciativas de inters comn y una visin regional de desarrollo. Estas iniciativas han sido denominadas
de construccin regional por el hecho de que surgieron de actores locales o territoriales y no como
resultado de una promocin desde la nacin, porque los mbitos territoriales que cubren trascienden
las jurisdicciones administrativas y porque est presente un conflicto o carencia derivada del tipo de las
relaciones entre lo local y lo nacional. Estas caractersticas contrastan con otras formas de regionalizacin,
con una verticalidad muy particular (Cuervo, 2003).
3
La regin no es el fin del cambio, sino un medio para hacerlo posible. Por tanto, no basta con pensarla
en trminos de relaciones o de categoras comparativas.
4
Al garantizar un mejor clima de negocios, pues estas tienden a estar ms especializadas, a comerciar ms
que los pases y a reforzarse a s mismas El modelo de acumulacin flexible busca mercados especializados
y opera en ellos una descentralizacin unida a la dispersin espacial de la produccin (Harvey, 2007);
una vez que la regin tiene alta concentracin productiva, ese patrn tiende a ser acumulativo: la regin
dominante adquiere una ventaja de localizacin, esto es, deviene atractiva para las firmas debido al gran
nmero de firmas que producen all y no por una mejor dotacin de factores (Merchand, 2014).
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Bajo este marco, podemos hablar de regiones como propsito, de tal forma que
una regin bajo el modelo neoliberal se caracterizar as:
La bsqueda del inters propio: Se tendrn ciudades o poblados que se disputan
los inversionistas y los mercados, y que intentan relaciones ventajosas con el otro.
Competitividad: Aumenta su atractividad, realizando inversiones a travs de
proyectos para mostrarse como oportunidad de negocio interesante, rentable y
segura. Para ello, especializa sus suelos, mejora las infraestructuras que relacionan el
mercado con esos suelos y oculta las zonas que no son incorporadas a ese mercado.
Esas zonas segregadas son controladas para ofrecer seguridad al inversionista.
Productividad: Incorpora los valores empresariales y su esquema de organizacin,
el Estado privatiza la prestacin de todos los servicios y ejerce el papel de
mediador de intereses al servicio del gran capital, esforzndose por mostrarlos
como de inters colectivo.
Globalizacin: Interacta y ejerce alianzas con iguales u otros niveles territoriales
a nombre de la ciudad en su conjunto, pero en representacin de los intereses
dominantes. La regionalizacin es la formalizacin de una poltica integradora
que facilita esas alianzas.
Este modelo de desarrollo neoliberal es efectivamente integrador de mercados,
pero excluyente de personas. En l, la construccin regional no es otra cosa que
el enlace entre diferentes mercados para facilitar la rentabilidad del inversionista.
Pero esta regin es una alianza eventual y coyuntural sujeta a los vaivenes de las
dinmicas del mercado, por lo cual no puede ser estable en el tiempo y requiere
una institucionalidad flexible que le permita ajustar en forma dinmica sus
fronteras (Castells, 2000).
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como una sola cuestin. De resultas del Informe Brundtland, la Asamblea General de las Naciones Unidas
convoc la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD). La
Conferencia, conocida como Cumbre para la Tierra, se celebr en Rio de Janeiro, del 3 al 14 de junio de
1992. Fue un momento decisivo en las negociaciones internacionales sobre estas cuestiones: Los objetivos
fundamentales de la Cumbre eran lograr un equilibrio justo entre las necesidades econmicas, sociales y
ambientales de las generaciones presentes y de las generaciones futuras y sentar las bases para una asociacin
mundial entre los pases desarrollados y los pases en desarrollo, as como entre los gobiernos y los sectores
de la sociedad civil, sobre la base de la comprensin de las necesidades y los intereses comunes (ONU, 2002).
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5. Los recursos no renovables deberan ser explotados pero a una tasa igual a
la creacin de sustitutos renovables
Muchas economas nacionales dependen de los hidrocarburos y otros productos
no renovables; los pases desarrollados son quienes ms los consumen y cuentan
con capacidades ciertas de desarrollos tecnolgicos que obligarn a los pases
pobres a depender de estos sustitutos.
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A modo de conclusin
Con el modelo de libre mercado lo que parece haber cambiado es la agudizacin
de una voluntad mediada por el inters propio y de una acumulacin asimtrica,
que utiliza como sus estrategias de pervivencia la democracia participativa y el
ideal de un consumo igualitario, exacerbando la competitividad, la productividad,
la globalizacin y, quin lo dira, la sostenibilidad. La primera, para garantizar la
motivacin y la movilizacin de acuerdo a la visin de los agentes que a su juicio
generan desarrollo, la segunda, para realizar el excedente social, y la tercera y
cuarta, para reservar en ultramar los recursos naturales.
Sostenibilidad y competitividad estn presentes en los discursos sobre el desarrollo
y, aparentemente, en las preocupaciones nacionales y globales; sin embargo slo una
de ellas puede instrumentalizar el concepto de regin. No obstante, las presiones
para reducir las brechas entre ricos y pobres y la evidencia del desastre ambiental
pueden ofrecer una posibilidad para vincular a travs de otras alternativas de regin
las competencias ciudadanas y territoriales con la sostenibilidad.
Algunas de ellas se abren espacio, como la construccin social de regin, concebida
como un proceso que se desarrolla dentro de un espacio geogrfico y no como
el espacio geogrfico en s mismo, que subordina la dimensin econmica a las
sociales y ambientales y que sustituye crecimiento por desarrollo. El planteamiento
de Fals Borda (1996) entre otros promotores de esta propuesta deviene de avizorar
el poder de los ciudadanos unidos alrededor de una causa, como lo formula
Alinsky,8 e implica unir compromiso poltico, teora e investigacin sociolgica
para conformar la ciencia comprometida a favor de los sectores populares.
La propuesta de regiones definidas por sentimientos de identificacin territorial
a partir de una historia comn, de tradiciones culturales y de relaciones sociales
compartidas como factor de unidad nacional, coincidiendo con Boisier (1995),
sern entidades por construir, donde todos los actores sociales acten al unsono,
para conducir al conjunto de la sociedad hacia la equidad, participacin,
democracia y solidaridad (Espinoza, 1997).9
8
En los grupos marginados, la inaccin es debida a sentimientos de impotencia, por tanto, es necesario
movilizar y exacerbar los resentimientos en base a intereses propios, reales y concretos y a la determinacin
de necesidades sentidas, organizarse en funcin de metas de cambio y actuar en direccin a conseguirlo
alentando la controversia. Esta es la propuesta de organizacin de la comunidad planteada en Rules for
Radicals (Alinsky, 1971).
9
Por construccin social de la regin se entiende el proceso mediante el cual una sociedad que comparte una
comunidad cultural y territorial acuerda un proyecto cultural y poltico que le permite ingresar en el proceso
mayor de construccin del Estado Nacional (Espinosa, 1999).
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La otra cara del desarrollo regional sostenible
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Inflexiones foucaulteanas sobre la
sociedad de control
Ivn Torres Apablaza1
Universidad Andres Bello, Chile
ivantorresapablaza@gmail.com
Recibido: 22 de abril de 2015 Aceptado: 04 de agosto de 2015
Resumen:
En este artculo, se examina la nocin de sociedad de control en su potencial hermenutico de
las transformaciones en el diagrama de poder contemporneo. La ruta de problematizacin
escogida propone una lectura foucaulteana que transita por el gesto crtico de una ontologa
crtica del presentecentrndose en el diagnstico que configura aquella nocin y su contraste
con las formas contemporneas de gubernamentalidad. Se concluye, que la propuesta de
Deleuze y sus receptores se encuentra inacabada, de modo que es necesario vincularla con
una escala estratgica de anlisis que considere las prcticas neoliberales de gobierno ms all
de sus disposiciones tcnicas, observando criterios diferenciales de control que determinan
las formas contemporneas de gestin de la vida en nuestras sociedades.
Palabras clave: Sociedad de control, gubernamentalidad, dispositivo de seguridad,
neoliberalismo, disciplina.
1
Magster en Ciencias Sociales y Sociologa. Docente e investigador en Universidad Andrs Bello, Facultad
de Ciencias de la Rehabilitacin, Escuela de Terapia Ocupacional.
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escolhida prope uma leitura foucaultiana que transita pelo gesto crtico de uma ontologia
crtica do presente, tendo como foco a discusso ou diagnstico que configura aquela noo
e seu contraste com as formas contemporneas da governamentalidade. Conclui-se que
a proposta de Deleuze e seus receptores no est terminada, sendo necessrio vincul-la
com uma escala estratgica de anlise que, por sua parte, leve em considerao as prticas
neoliberais de governo, alm das disposies tcnicas, observando os critrios diferenciais de
controle que determinam as formas contemporneas da gesto da vida em nossas sociedades.
Palavras-chave: Sociedade do controle, governamentalidade, dispositivo de segurana,
neoliberalismo, disciplina.
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que asumen las tcnicas o disposiciones tcticas del poder en nuestras sociedades,
a partir de una hermenutica que proyecta los componentes dinmicos de la
analtica de Foucault, llevndolos ms all de s.
Teniendo en cuenta esta inflexin, es posible sealar que una de las recepciones
ms importantes de la hiptesis de la sociedad de control se encuentra en los
trabajos del filsofo italiano Antonio Negri, quien, junto a Michael Hardt (2002),
intentar fundamentar la configuracin contempornea de una nueva forma
global de soberana con residencia en el mercado, que gobernara transformaciones
desterritorializadas del poder, describiendo una transicin histrica en las formas
sociales. Siguiendo esta ruta de problematizacin, ambos filsofos describen la
sociedad disciplinaria como aquella en la que se establece la dominacin social a
travs de una red difusa de dispositivos que producen y regulan las costumbres,
los hbitos y las prcticas productivas, con objeto de hacer trabajar una sociedad
y asegurar su obediencia. Al igual que Deleuze, estos filsofos caracterizarn la
sociedad disciplinaria como aquella en donde la inclusin/exclusin se desarrolla
por la accin de instituciones disciplinarias en regmenes cerrados. Al mismo
tiempo, intentarn complementar la interpretacin deleuzeana de Foucault a
travs de la nocin de subsuncin real del trabajo al capital propuesta por Marx
(2005), reconociendo en ella una clave hermenutica en el anlisis de la sociedad
contempornea, argumentando que en la sociedad de control se ha alcanzado
la interrelacin de mutua implicancia entre todas las fuerzas sociales que el
capitalismo ha perseguido a lo largo de su desarrollo.
A partir de este anlisis, lo que se observa es un diagnstico del presente que describe
la configuracin de un poder que unifica y subsume toda la vida social, de modo
que es posible constatar la proyeccin de los componentes dinmicos de la analtica
de Michel Foucault para afirmar la naturaleza biopoltica del nuevo paradigma de
poder. En efecto, Negri y Hardt (2002) observarn que en la sociedad disciplinaria
la extensin de la biopoltica era an parcial, pues estaba orientada por una lgica
cerrada, geomtrica y cuantitativa, y que no consegua subsumir completamente a
los individuos en las prcticas y las formas de socializacin productivas. En contraste,
en la sociedad de control el poder sobre la vida emerge como un terreno exclusivo
de referencia, hasta llegar a ser completamente biopoltico, dado que mantiene una
relacin abierta, cualitativa y afectiva capaz de subsumir completamente el cuerpo
social en su estructura y sus procesos de desarrollo. No se trata, sin embargo, de
describir esta transformacin como un reemplazo de las formas disciplinarias del
poder, sino ms bien como un desplazamiento que intensifica y generaliza sus
aparatos de normalizacin, extendindolos ms all de las instituciones a travs de
redes flexibles y fluctuantes, que capturan la vida en la lgica de valorizacin
del capital y hacen del orden social contemporneo un terreno de produccin
biopoltica. Como afirma Hardt (1996):
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Una de las consecuencias de este tipo de anlisis para el diagnstico de las formas
que adopta el ejercicio del poder en la sociedad contempornea, consistir en
describir la configuracin de un diagrama en que la racionalidad de un poder
inclusivo y positivo, desplazara histricamente a un segundo plano la funcin de
un poder excluyente y negativo. En este sentido, investigadores como Roy Boyne
(2000) han sugerido la nocin de postpanptico para connotar la emergencia
de una tecnologa desterritorializada de ejercicio del poder, de manera que los
dispositivos securitarios prescindiran de la reduccin de las formas de excedencia
social al control del tiempo o la construccin de lugares de encierro como
modalidades privilegiadas en la normalizacin y la neutralizacin poltica de las
poblaciones. Fundamentalmente, porque en la gubernamentalidad neoliberal
las exigencias polticas de una soberana cuya residencia se localiza enteramente
el mercado (Foucault, 2007), dispondra las condiciones ambientales para la
superacin de toda resistencia del lugar, favoreciendo as la circulacin global
del capital. Se entiende, en este sentido, que lo productivo no es lo sedentario,
sino lo nmade, el modo en que el capital crea constantemente nuevos espacios
para la acumulacin, de manera que el imperativo de acumular, implica a su
vez el imperativo de superar los obstculos espaciales. El primado de una nueva
tecnologa postpanptica en la sociedad contempornea sera por ello correlativa
a la expansin del mercado y el consumo, razn por la cual el panptico perdera
consistencia estratgica en un escenario donde el mercado global exige la
desterritorializacin y la destruccin de lo local.
En consecuencia, aun cuando se observan desarrollos singulares en cuanto a
caracterizar los modos de actuacin de las tecnologas de poder en la sociedad
contempornea, no son nuevos si se contrastan con los anlisis de Foucault (1978b)
quien, como lo hemos expuesto, se encontraba plenamente consciente del carcter
limitado del panptico y las formas de expresin del poder disciplinario como
nica grilla de anlisis de la racionalidad neoliberal de gobierno. Precisamente, en la
historicidad del poder sobre la vida, se entrevera la existencia de una multiplicidad de
tecnologas, que trascienden al panptico. Por ello, no se tratara de su desaparicin
como dispositivo, sino de su transformacin tecnolgica e incorporacin al
repertorio de estrategias de control contemporneas ms amplio y complejo.
Crtica foucaulteana
En este contexto, es posible identificar tres puntos de convergencia entre
las formulaciones sobre la sociedad de control y las reflexiones de Foucault
sobre el diagrama de poder contemporneo. En primer lugar, y tal como lo
hemos expuesto, las sociedades de control no operaran por la proliferacin de
instituciones disciplinarias, sino a travs de la modulacin de los comportamientos.
Se prescindira, en mayor medida, de las intervenciones directas sobre el cuerpo,
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las tcnicas del biopoder en un dispositivo securitario que determina los usos
especficos de dichas tcnicas, as como tambin sus umbrales estratgicos de
intensidad. A ello obedece la distincin que Foucault (1978a) formul en
relacin con los modos de actuacin de las intervenciones del poder bajo las
coordenadas de un nuevo orden interior: se trata de una racionalidad de gestin,
administracin y control de fenmenos considerados como riesgos o peligros
inmanentes para la estabilidad del orden social. Es el marco del biopoder, que no
excluye los modos tcticos de intervencin precedentes sobre las excedencias a la
norma, sino que los rearticula segn una racionalidad poltica distinta. Por ello,
los instrumentos de excepcin propios del modelo de la soberana y las tcnicas
disciplinarias no se encuentran excluidos de las formas de gubernamentalidad
neoliberal, pues lo que cambia es la expresin del vrtice dominante de una
correlacin de tecnologas de poder:
De hecho, hay una serie de edificios complejos en los cuales el cambio
afectar, desde luego, las tcnicas mismas que van a perfeccionarse o en todo
caso a complicarse, pero lo que va a cambiar es sobre todo la dominante, o
ms exactamente, el sistema de correlacin entre los mecanismos jurdico
legales, los mecanismos disciplinarios y los mecanismos de seguridad
(Foucault, 2006: 23).
Desde este punto de vista, aun cuando la crisis de las instituciones disciplinarias
es innegable,9 no sera precisamente este elemento el que fundamenta el paso de
un diagrama a otro o, por lo menos,
9
Foucault, en la serie de conferencias publicadas
como La verdad y las formas jurdicas dir, tomando la causa ms probable del pasaje.
a la prisin como objeto de problematizacin, que Foucault se refiere en los mismos
las instituciones disciplinarias siempre han estado
en crisis, no consiguiendo dar cumplimiento trminos a las transformaciones
a sus propsitos de correccin y reforma de las experimentadas por las disciplinas en el
subjetividades recluidas, por cuanto se trata ms
bien de tcticas funcionales a la obtencin de efectos marco de la crisis de las instituciones
polticos y econmicos en la sociedad donde tienen clsicas como la prisin, la escuela o
lugar. Desde este punto de vista, las instituciones
disciplinarias son codificaciones histricamente
el asilo; sin embargo, se trata de una
contingentes de un poder de gobierno sobre la observacin que intenta dar cuenta
vida antes que la definicin de las coordenadas
estratgicas de un diagrama de poder.
de transformaciones ms generales
en las formas de ejercicio del poder
gubernamental, antes que de un elemento definitorio de estos cambios. Por ello,
la pregunta que cabe formular es por el marco de racionalidad poltica en que se
inscribe la crisis de las instituciones o como lo hemos sealado, la pregunta
ms directamente foucaulteana respecto al vrtice dominante en el sistema de
correlacin entre dispositivos de poder. Se trata, en este sentido, de volver a
introducir la pregunta por las condiciones de posibilidad del presente ms all de
una descripcin tctica de las transformaciones en el diagrama de poder.
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Umbral
Teniendo presentes los problemas descritos en relacin con el potencial
hermenutico de la hiptesis de la sociedad de control para caracterizar las
transformaciones en el diagrama de poder contemporneo, e intentando
proponer una lectura foucaulteana que permita transitar por el gesto crtico de
una ontologa crtica del presente, es posible sealar que la pertinencia de dicha
hiptesis se encuentra en identificar nuevas tcnicas y formas de relacin con
la vida, nuevos objetos de saber (management social y saberes expertos sobre la
poblacin), as como nuevas formas de subjetivacin que contrastan con las
primeras formas histricas de expresin del biopoder y el gobierno de la vida.
Sin embargo, la hiptesis de la sociedad de control permanece inacabada si no
se la vincula con la racionalidad estratgica de las transformaciones que intenta
caracterizar, es decir, con la configuracin especfica que adoptan las formas
neoliberales de gubernamentalidad. Por ello, resulta relevante examinar algunos
aspectos ligados a las funciones de las tecnologas del biopoder en la sociedad
contempornea, ms all de las codificaciones institucionales que asumen.
El primero de ellos consistira en analizar las nuevas formas de legitimidad del
diagrama de poder contemporneo, en que las tecnologas propias de la soberana
y el biopoder se encontraran enlazadas, como un envs, por una racionalidad
neoliberal de gobierno. La nocin de biopoder en tanto gobierno de la
vida podra permitirnos interpretar, en este contexto, la complejidad de las
transformaciones descritas, de manera que, tanto la intensificacin y la extensin
de los procedimientos disciplinarios, el abandono del primado del lugar y los
cuerpos-individuos como superficies de inscripcin del poder, as como la prioridad
contempornea asignada a los mecanismos securitarios de gestin de poblaciones,
expresan modalidades diferenciadas y tcnicamente especializadas de control:
actuaciones preventivas frente a situaciones posibles, en la medida en que expresan
contingencias inminentes o el anuncio de un peligro por-venir, y actuaciones
punitivas o de excepcin, frente a un peligro vuelto actualidad, particularmente
relevantes a la hora de intervenir sobre categoras de sujetos que no consiguen
convertirse en empresarios de s mismos y permanecen fuera de los sistemas
de gobierno que articula el mercado, exhibiendo as, un modo de actuacin
socialmente estratificado que acta segn criterios de evaluacin y gestin del
riesgo. De tal manera, es posible comprender que ciertas poblaciones encuentren
en la proteccin (social) de la vida el modo de relacin caracterstica con las
tecnologas de control contemporneas, mientras otras se vuelven objeto de gestin
punitiva. La decisin por la excepcin, se enmarcara as dentro de procedimientos
securitarios que persiguen la restitucin de un orden social amenazado, haciendo
del complemento de la violencia un modo de enfrentar fenmenos que amenazan
la potencia biopoltica de un conjunto de individuos y poblaciones.
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Ivn Torres Apablaza
Inflexiones foucaulteanas sobre la sociedad de control
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Menores basculando entre continentes.
Cartografas de las opresiones de gnero
en las migraciones de nias africanas
hacia Espaa1
Esther Torrado Martn-Palomino2
Universidad de la Laguna, Espaa
estorra@ull.edu.es
Recibido: 17 de marzo de 2015 Aceptado: 06 de agosto de 2015
Resumen:
Las diferencias de gnero que se dan en las migraciones de personas que entran de forma
irregular en Espaa procedentes de frica se producen tanto en origen, como en trayecto o
destino. En el caso de las migraciones de menores que viajan sin el acompaamiento de un
tutor legal, tienen una estrecha vinculacin con las redes de trfico y trata de seres humanos.
Son migraciones donde los fuertes controles a su movilidad y los castigos de gnero
constituyen una eficaz y lucrativa escuela de desigualdad migratoria. A travs de esos castigos
(que buscan la ejemplaridad, el desempoderamiento y la sumisin) mayoritariamente de
centralidad sexual, traficantes y proxenetas obtienen importantes beneficios. Son una til
herramienta que funcionar a la perfeccin, mediante una ajustada seleccin de la vctima
(mujer, joven, pobre e irregular) y un uso continuo de las violencias.
Palabras claves: Gnero, menores no acompaados, irregularidad, migraciones,
invisibilidad, trfico y trata de seres humanos.
1
Este artculo forma parte del Proyecto I-D Justicia, ciudadana y gnero: Feminizacin de las migraciones
y derechos humanos del Ministerio de Economa y Competitividad del Gobierno de Espaa.
2
Doctora en Sociologa. Profesora-Investigadora del Departamento de Sociologa y Antropologa,
Miembro del IUEM (Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres).
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Cajic - 2016
Johanna Orduz
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victims (young, poor and irregular women) and the ongoing use of violence.
Keywords: Gender, unaccompanied minors, irregularity, migration, invisibility, trafficking
and human smuggling.
Introduccin
Las migraciones de menores extranjeros no acompaados (MENA, en adelante)
constituy un fenmeno novedoso en Espaa en las ltimas dcadas del siglo XX
y principios del XXI. Especficamente en Canarias, frontera sur intercontinental
entre frica y Europa, se comenz a observar a partir del ao 1996, fecha exacta
en la fue interceptada una patera con un menor de origen marroqu a bordo.3
Aunque en sus inicios los protagonistas de estos flujos eran mayoritariamente
varones jvenes del norte del Magreb,4 en la actualidad los perfiles de procedencia
3
En Espaa el trmino patera se refiere a las
y gnero han ido variando, y comienza
pequeas embarcaciones de material precario, a detectarse menores de origen
cuyo uso es el traslado y acceso clandestino de subsahariano, con una mnima presencia
migrantes africanos a las costas del Estrecho de
Gibraltar, el Mar Mediterrneo por Andaluca o el de mujeres jvenes y nias. A pesar de
Ocano atlntico a las Islas Canarias. compartir caractersticas comunes con
4
Se denomina Magreb a la regin del Norte de
frica que comprende los pases de Marruecos, las migraciones de MENA en otros
Tnez, Argelia, Mauritania, Shara Occidental y territorios de Espaa, en Canarias se
Libia.
observan marcadas diferencias; estas
migraciones son mayoritariamente de origen africano (en otros territorios hay
presencia de flujos procedentes del Este) paterizadas y con una estrecha vinculacin
con las redes de trfico y trata de seres humanos, sin las cuales no podran superar la
peligrosa travesa del Atlntico (Torrado y Gonzlez, 2009).
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utilizada por las redes de trfico y trata de seres humanos (Coordinadora de Barrios
et al., 2005) para vulnerar el sistema de proteccin y deteccin de menores solos.
Constituye un resquicio permeable de trfico de migrantes africanos/as que se hacen
pasar por familiares cuando en realidad son pasantes o tratantes. Otra tipologa
de MENA son los originarios del Magreb, que si bien inicialmente son captados
por redes de trfico para su traslado, no se constata que sean objeto de trata antes
o durante la travesa, lo que no les exime de que en destino y por las precarias
condiciones de vida acaben corriendo el riesgo de ser objeto de explotacin laboral
e incluso sexual. Estos menores buscan mayoritariamente incorporarse al mercado
laboral (aunque sea de forma irregular) y reagruparse con familiares residentes en
Espaa o Europa. Cuando son interceptados declaran ir sin compaa de tutor
legal (aunque con frecuencia viajan con primos, paisanos o grupos de iguales) y
habitualmente se declaran menores de edad (lo sean o no) para evitar la repatriacin,
tenindose que enfrentar a las dudosas pruebas de determinacin de la edad,
mediante el test oseomtrico,10 el cual determinar su posibilidad de permanecer
en el territorio bajo la tutela del Estado, si se confirma esa minora de edad, que en
Espaa est determinada hasta el cumplimiento de los 18 aos.
Sobre las condiciones de los trayectos y el viaje suele haber escasa informacin,
pero la disponible nos revela que son originarios del Magreb y que suelen partir
rumbo a Canarias desde el Aain en
10
La minora de edad se determina con el test
oseomtrico, consistente en una radiografa del pequeas embarcaciones de no ms de
brazo izquierdo. Si se confirma, el MENA pasa a veinte personas. Con cierta frecuencia
ser tutelado por el sistema de proteccin espaol
y en un plazo no mayor de 9 meses tal y como
recurren a la estrategia de declararse
establece la ley, obtiene un permiso de residencia. saharauis, con el objeto de recibir un
Tanto el test como los plazos de regularizacin trato especial como asilados y refugiados
han sido denunciados por ONG de derechos
humanos, al considerar las pruebas poco fiables polticos (aunque en la mayora de los
y que no deben realizarse si se acredita la edad casos son hijos de colonos marroques).
mediante documentos. Con respecto a los
plazos de obtencin de la residencia legal, se ha Generalmente suelen desconocer
denunciado que se incumplen con frecuencia el lugar desembarco y el tiempo de
aduciendo colapso del sistema, lo que produce que
muchos menores ante la falta de residencia legal,
travesa, aunque la media (si no existen
el cumplimiento de la mayora de edad y el miedo complicaciones) es de veinticuatro a
a la expulsin, opten por fugarse de los centros y treintaisis horas. A este tiempo debe
permanecer de forma clandestina en el territorio.
aadirse, para el caso de los migrantes
del Sahel, el que se emplea en atravesar las fronteras interiores del continente
africano y el de estancia precaria en los campamentos fronterizos de Marruecos.
Para la mayora, Canarias es sinnimo de Madrid, Barcelona, Sevilla o cualquier
gran ciudad, y Europa representa la vida de la gran ciudad. Pero al desembarcar
en las costas canarias perciben que las islas estn a ms de 3000 kilmetros de ese
objetivo y que aqul est separado adems por una segunda frontera administrativa
y geogrfica, la del peligroso Ocano Atlntico y la necesidad de identificacin para
acceder al territorio peninsular espaol, lo que les genera una situacin de shock.
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De aquellos escasos menores que reconocen haber pagado a las redes para su
traslado a Espaa y se atreven a dar informacin, afirman que entregaron a los
traficantes unos 2.176 drham marroques (unos 200 euros) aunque persiste el
tab de aportar este tipo de datos sobre formas de contacto e informacin de
las redes de trfico. En el caso de los migrantes subsaharianos, nos consta que al
ser ms largas las rutas se incrementan los costos, por lo que se puede establecer
un precio en metlico, en especie (como en el caso de las mujeres obligadas a
prostituirse) o bajo aval de propiedades de las familias, que supera en muchos
casos los 20.000 euros y que puede incluso ir incrementndose en funcin de
los intereses marcados por los prestamistas. En cualquier caso, existen reticencias
en aportar informacin sobre cuestiones referentes a los pagos y las redes, ya
sea por miedo a las represalias o por precaucin para no aportar informacin
en muchos casos sobre vecinos y familiares que pueden estar implicados dentro
de ellas. Al contrario, no se observa reticencia a aportar informacin sobre sus
expectativas y proyectos migratorios, mayoritariamente de centralidad econmica
y que se gestan con el consentimiento familiar (lo que les hace depositarios de
las esperanzas de mejorar su calidad de vida). En cuanto a la naturaleza de los
proyectos de acogida e inclusin que ofrecen las instituciones, los MENA suelen
presentar un importante desconocimiento a pesar de que su futura integracin
est en juego (Gonzlez y Torrado, 2008). Las instituciones de proteccin suelen
orientar sus intervenciones al cuidado personal y la formacin reglada, lo que no
se ajusta a las expectativas de los MENA y de sus familias, que desean obtener
ingresos para mejorar su calidad de vida, mxime cuando han arriesgado sus
propias vida para ello o el escaso patrimonio familiar (Barranco et al., 2007).
Nos obligan a estudiar porque no tenemos edad espaola para trabajar.
Cuando tenemos la edad no nos dan papeles para poder trabajar, esto es
un mal sueo. EM4-2 (Entrevista realizada a MENA hombre del Magreb).
Las expectativas de futuro son las de conseguir un empleo a corto plazo, ahorrar
dinero y mandar remesas a la familia, y no se plantea un retorno definitivo a su pas
de origen. El discurso generalizado de estos menores est articulado en el fracaso y el
miedo al futuro, por no haber podido cumplir sus expectativas migratorias, adems
de la carga psicolgica que supone ser testigo de experiencias muy traumticas antes y
durante su trayecto migratorio, as como de los futuros escenarios de vulnerabilidad
a los que estn expuestos tras abandonar los centros de acogida con el objeto de
evitar la expulsin al cumplir la mayora de edad (Gonzlez y Torrado, 2008).
Despus de cuatro aos aqu, saldr sin nada, slo a esperar que la polica
me eche de aqu. EM4-2 (Entrevista realizada a MENA hombre del
Magreb).
Junto al peso de las duras condiciones y experiencias migratorias, est el de ser
portadores de las esperanzas de mejora de la calidad de vida de sus familias y
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La zona del Sahel africano est delimitada al norte por el Sahara y al sur por la sabana. Conforma los
11
pases de Senegal, Chad, Mauritania, Mali, Nger, Nigeria, Camern, Gambia y Burkina Faso.
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con 15 aos. All otro hombre ocup su lugar y me dijo que le llamara
pap, despus de obligarme a prostituirme y pegarme violentamente si
me negaba. Al llegar a Canarias mi padre y yo fuimos detenidos y tras
pasar por un centro, nos expulsaron sin papeles. Ahora es mi jefe en esto
de la prostitucin, aunque mi familia no sabe nada. EMA5-1 (Entrevista
realizada a MENA mujer del Sahel).
En las migraciones de estas mujeres hacia Canarias, se observa nuevas estrategias
de las redes de trfico y trata y que, en el caso de las nias MENA, constituyen
elementos adicionales de invisibilidad y vulnerabilidad (por ser menor, mujer y
clandestina). sta consiste en la suplementacin de roles, donde los adultos que
las acompaan se hacen pasar como padres, hermanos o incluso parejas de la
futura mujer embarazada o de sus nios/as de temprana edad (en muchos casos
como resultado de violaciones en los trayectos). Con esta estrategia evaden los
controles de las instituciones de proteccin al menor o aminoran el mismo, de
manera que se las reconoce como MENA, pero no como vctimas de trata o mujeres
acompaadas. Esto podra dejar de ser la tubera que gotea con la realizacin
de pruebas genticas y medios profesionales necesarios en frontera, que eviten la
exposicin de estas menores a esa doble desproteccin muy relacionada con la trata,
13
La versatilidad de los tratantes y el conocimiento pues al no ser declaradas como MENA
que tienen de los procedimientos policiales ofrece (por estar acompaadas de adultos o
seguridad en los traslados de las mercancas,
mxime cuando no se contempla en frontera la
supuestas parejas) se las deja en manos
realizacin de pruebas de paternidad/maternidad de tratantes o explotadores que nunca
que acrediten el vnculo y prevengan una habitual van a cumplir con el objetivo de la
y nueva estrategia de trfico y trata de nias.
proteccin de esa menor.13 Ello debe
llevar a las instituciones y profesionales a plantearse la propia (re)construccin de la
desproteccin y sus protocolos de actuacin, actualmente centrados en la minora de
edad y en el no acompaamiento de tutor legal en el momento de su interceptacin,
y que no contemplan el hecho de que ese supuesto acompaamiento no es
garanta de derechos y dista mucho del ideal de proteccin de la infancia. Lo cierto
es que, sean MENA o nias acompaadas de forma inadecuada, son objetivo
primordial para ejercer la violencia (mayoritariamente sexual), por sus condiciones
de vulnerabilidad que a su vez generarn mltiples espacios de desproteccin en el
destino.
Otro aspecto novedoso en el anlisis es el referido a la diversificacin de espacios
donde son conferidas, que tienen relacin con la procedencia y la etnorracialidad.
Habitualmente el destino de las mujeres jvenes y MENA del Magreb suele ser la
reagrupacin familiar, el trabajo domstico o los matrimonios concertados. Presentan
diferencias con respecto a las procedentes del Sahel, ya que suelen ser objeto de
menor violencia, puesto que son conferidas a espacios de menor vulnerabilidad, sus
trayectos son ms cortos y gozan de cierta proteccin de las redes de trfico y los
patrones de las embarcaciones, que en muchos casos son paisanos (Torrado, 2012).
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Las mujeres marroques son pocas en las barcas, pero a ellas se las respeta
ms porque los dueos son paisanos, son blancas y vienen a Espaa a casarse
o a limpiar. EMA5-2 (Entrevista realizada a MENA mujer del Sahel).
Esta diversificacin de espacios que tienen relacin con la procedencia y la
etnorracialidad se refleja el IV Informe del Ministerio de Sanidad, Servicios
Sociales e Igualdad (2011), donde la polica alertaba de la situacin de las nias
subsaharianas, que con frecuencia se destinaban a la explotacin sexual, debido
a las condiciones de vulnerabilidad, edad, caractersticas fsicas y tnicas y a la
demanda de los prostituidores:
en relacin con las mujeres en las que se han detectado signos de trata, el
44% contaban entre 26 y 35 aos, siendo Nigeria uno de los principales
pases de origen de dichas mujeres. En el 57% de las 199 denuncias
realizadas, las posibles vctimas tenan entre 18 y 25 aos, y 13 se
corresponden a posibles vctimas menores de edad (Ministerio de Sanidad,
Servicios Sociales e Igualdad, 2011).
En cualquier caso, sean conferidas a espacios domsticos o de explotacin laboral o
sexual, estas jvenes permanecen en ellos con escasas posibilidades de interaccin
con el medio, de informacin sobre sus derechos y bajo la tutela y control de un
varn (sea pareja, proxeneta o ambos a la vez). Por ello sus condiciones en las
migraciones clandestinas son de mayor riesgo y precariedad, al estar en contacto
con las redes internacionales de trfico y trata de seres humanos, que ejercen
un fuerte control en origen, garantizando una mercanca docilizada mediante la
seleccin de nias en extrema necesidad y el ejercicio de la violencia. Esto, junto
a los factores que propician la doble vulnerabilidad (ser menores y traficados),
garantiza la proliferacin y los beneficios de esta prctica criminal.
Circunscribindonos a las Islas Canarias, la existencia de una indisoluble
relacin entre migraciones africanas irregulares y el negocio del trfico y la trata
de seres humanos no slo tiene que ver con las polticas de control fronterizo
o de cercana de costas, sino adems con la seleccin de migrantes vulnerables
como mercanca altamente rentable y los menores lo son y mucho . El
aumento en las sociedades occidentales de la demanda de mercanca joven y
vulnerable con destino a la explotacin sexual ofrece un buen caldo de cultivo
para la proliferacin de este complejo entramado internacional. Sin embargo,
el abordaje sociolgico, criminolgico, normativo y de intervencin social
resulta proporcionalmente ms complejo, precisamente por esas circunstancias
de mayor vulnerabilidad que le rodean: son menores de edad y objeto de un
estatus especial de proteccin y su irregularidad lo circunscribe a medidas
legales y sociales que hacen ms complejas sus realidades.
Cuando sal de mi aldea era una nia. Todo el viaje lo tienes que hacer
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acompaada de un hombre y tienes que elegir entre ser agredida por los
pasantes o por los propios compaeros. Ninguna mujer puede viajar sin
compaa. EMA5-5 (Entrevista realizada a MENA mujer del Sahel).
Por ello es necesario identificar y conocer el impacto de esta prctica criminal del
trfico y la trata a las nias. El actual marco legal de proteccin y sus protocolos
de intervencin no las contemplan prioritariamente como vctimas de trata, sino
como MENA, por lo que es necesario ampliar y trascender esa conceptualizacin
de la proteccin de los menores solos o inadecuadamente acompaados, ya que
los actuales procedimientos estn ms centrados en la identificacin del menor
y su tutela que en el tratamiento de las consecuencias de ser vctima de trata
siendo menor y su proteccin (exista o no denuncia), ya que en el caso de las
nias, sus vulnerabilidades y las violencias de las que son objeto se diluyen en
sus situaciones de clandestinidad, incluso como se ha mencionado, en el caso de
las subsaharianas, que a pesar de esos visibles rasgos etnorraciales, la minora de
edad y la situacin de irregularidad, resultan ms impermeables a los controles
fronterizos y a su interceptacin como vctimas de trata.
Entr por Canarias, tras un viaje de tres aos. Ahora me encuentro en
Andaluca y cuando pague mi deuda quiero ir a Francia, donde tengo
familia. Estuve en un centro donde cuidaron de m y mi hijo. En poco
tiempo volv con mis paisanos a hacer lo que tena que hacer (EMA5-5,
entrevista a mujer MENA del Sahel).
La actividad delictiva de la trata no solo se genera en las fronteras europeas, sino en
las africanas, donde las razones para el trfico de menores son mucho ms variadas
y donde los procesos de clandestinidad y el hecho de que se produzcan en el
seno de las propias familias hacen ms imperceptible el problema. Las estadsticas
suelen nutrirse de la informacin de los sistemas policiales o de proteccin
de cada pas, por lo que el acceso a la informacin depender del grado de
corrupcin de los propios sistemas y de la efectividad de los controles fronterizos,
que pueden estar centrados en la proteccin a la vctima y la persecucin de
las mafias o en la lucha y la disuasin de la migracin clandestina. Tambin,
como se apunt con anterioridad, la invisibilidad estadstica y el desconocimiento
del fenmeno dificultan el diseo de estrategias de denuncia y abordaje de la
problemtica especfica de las nias MENA. De hecho, en el caso de Espaa
y particularmente en Canarias, el protocolo de actuacin para los/as MENA
produce otros efectos negativos que deberan ser tomados en consideracin,
ya que a pesar de ser interceptados en la frontera entrando de forma irregular
mediante su traslado (muchas veces forzado), no prima el procedimiento de la
consideracin prioritaria de ser vctima de trata por encima de la de MENA, que
les garantizar su permanencia en Espaa hasta la mayora de edad, pero que
les har seguir siendo objetivo del control de las mafias, por no tener un estatus
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Conclusiones
En este artculo y partiendo del conocimiento general de las migraciones de
MENA, se ha analizado desde la perspectiva de gnero las opresiones de las
nias africanas que migran hacia Canarias. Estas menores ofrecen importantes
diferencias tanto en los proyectos migratorios, como en sus resultados, lo que
constituye un nuevo perfil de migraciones de menores (principalmente del Sahel
africano) con la aparicin de casos cuyos proyectos migratorios son de centralidad
emancipadora o de huida de las estrictas normas patriarcales, adems de los
habitualmente econmicos.
Aunque este tipo de migraciones son minoritarias y la visin androcntrica de
la ciencia las ha obviado, presentan novedades muy relevantes que conviene
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analizar. Estas menores son sometidas desde el inicio de sus trayectos migratorios
a condiciones de mayor dureza y violencia, fundamentalmente por el hecho de ser
mujeres y trasgredir la norma patriarcal de la movilidad transmigrante. Por ello se
aplicarn marcados castigos de gnero, cuyo fin ser adoctrinarlas y desempoderarlas.
Estos castigos fsicos y sexuales buscarn la ejemplaridad colectiva. Las nias con
proyectos migratorios variados obtienen los mismos resultados violencia y
captacin de las redes de trfico y trata, mediante engao y coaccin. Sin embargo,
aunque nias y nios estn en condiciones de vulnerabilidad, las posibilidades de
xito de las primeras son menores debido a una mayor intensidad y frecuencia de
la violencia y del control sobre su movilidad. Aunque uno de los objetivos de estos
menores es el de la supervivencia mediante la obtencin de medios econmicos y
autonoma, en las nias opera la resignacin ante un destino lleno de violencias
y sumisin, como consecuencia del adoctrinamiento iniciado en origen y de los
trayectos con resultados de desempoderamiento. Por ello es importante desarrollar
mecanismos de deteccin y atencin a las vctimas, ms all de su consideracin de
menor no acompaado, que incorporen los elementos de vulnerabilidad y violencia
aadida por el hecho de ser mujeres, e intervenciones coordinadas de los diversos
agentes, estrechando los niveles de cooperacin con el fin de ofrecer la visualizacin
de realidades que actualmente se tienden a naturalizar y neutralizar como si de algo
ajeno y excepcional se tratara, lo que constituye uno de los errores ms frecuentes
de los Estados, que con sus intervenciones parciales y asistencialistas no abordan
el nudo gordiano y contribuyen a incrementar los espacios de vulnerabilidad y
desproteccin social de sus vctimas.
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Intervencin social en contexto mapuche
y descolonizacin del conocimiento
Gianinna Muoz Arce1
Universidad Alberto Hurtado, Chile
gimunoz@uc.cl
Recibido: 29 de enero de 2015 Aceptado: 15 de septiembre de 2015
Resumen:
Este artculo examina las posibilidades de propiciar una praxis descolonizadora a travs
de los procesos de intervencin social. Para ello, se discuten los resultados de una
investigacin cualitativa realizada entre los aos 2013 y 2014 sobre la experiencia de
un equipo de profesionales que, trabajando con nios/as y jvenes mapuche en una
fundacin financiada por el Estado de Chile, ha creado metodologas de intervencin
que recuperan y ponen en prctica un conocimiento otro, el saber mapuche. Los
hallazgos del estudio sugieren que existe un espacio de discrecin profesional que puede
ser utilizado por los profesionales para quebrar la matriz colonial. Por otra parte, el estudio
deja en evidencia la necesidad de analizar crticamente el rol de las universidades en la
formacin de profesionales dedicados a la intervencin social, y el desafo de fortalecer las
organizaciones y movimientos mapuche para que vigilen la manera en que su cultura es
subsumida en la poltica social hegemnica.
Palabras claves: Intervencin social, descolonizacin, epistemologa, pueblo mapuche.
1
Acadmica y Coordinadora del rea de Investigacin del Departamento de Trabajo Social de la Universidad
Alberto Hurtado, Chile. Docente e investigadora en temticas de intervencin social, epistemologa,
interculturalidad y ciudadana. Doctora en Trabajo Social, Universidad de Bristol, Inglaterra.
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Paris - 2015
Johanna Orduz
TABULA RASA
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Introduccin
El pensamiento descolonial latinoamericano surge en la dcada de 1990 como
una propuesta crtica frente a las teoras crticas europeas (en particular aunque no
nicamente frente a la teora crtica de la Escuela de Frankfurt), que cuestionan
la vigencia y la pertinencia de dichas teoras en el proyecto latinoamericano de
modernidad/colonialidad. El reconocimiento de la herida colonial y la denuncia
del eurocentrismo, el patriarcado, la economa extractiva y el canon neoliberal
que rigen las vidas humanas constituyen el punto de partida de la propuesta
descolonial, que invita a cuestionar la epistemologa hegemnica para hacer
emerger un pensamiento otro.
Este trabajo tiene como propsito examinar las posibilidades de propiciar una praxis
descolonizadora a travs de los procesos de intervencin social. La intervencin social
puede ser considerada una de las mximas expresiones de la dominacin de la matriz
colonial, en cuanto se formaliza a inicios del siglo XX como el ejercicio de control
por parte del Estado sobre los nios, las mujeres, los pobres, los marginados y los
desviados. Sin embargo, la intervencin social puede tambin servir a un proyecto
emancipador, siempre que sea entendida como un espacio privilegiado para descentrar
y desnaturalizar racionalidades y prcticas cotidianas que refuerzan la opresin.
El artculo discute los resultados de una investigacin cualitativa realizada
entre los aos 2013 y 2014 sobre la experiencia de un equipo de profesionales
que, trabajando con nios/as y jvenes mapuche a travs de una fundacin
financiada por el Estado de Chile, ha creado metodologas de intervencin
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Hallazgos de investigacin
El cuestionamiento que da origen a la formacin del EI es: Cmo podemos
seguir implementando programas sociales financiados por instituciones que
operan con modelos de intervencin occidentales (conductuales, basados en
la evidencia o en enfoques del riesgo social y de derechos) dirigidos a nios/
as, familias y comunidades mapuche? Hasta el ao 2009, la FTDE vena
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Gianinna Muoz Arce
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es un puro show, sin ningn sentido, que los vulnera ms, los pasa a llevar
como seres humanos. Nosotros empezamos a tomar este tema en serio, era
un asunto de justicia (Hombre, EE).
Se pueden observar dos lneas de argumentacin respecto a las razones que
motivan la praxis descolonizadora: por una parte, se plantea un argumento
pragmtico, que indica que el reconocimiento y la inclusin del conocimiento de
los nios/as y adultos blanco de la intervencin ayuda a que sta sea ms efectiva.
Por otra parte, otros miembros del EI lo entienden como un imperativo tico que
debe fundar todo proceso de intervencin.
Considerar la cultura, respetar la tradicin, es imperativo tico frente
al carcter homogeneizador de las polticas [] Yo considero que cada
grupo humano es una cultura distinta, para m cada familia con que la
que yo intervengo tiene formas de relacionarse que son diferentes: ritos
distintos, valores diferentes. Entonces yo creo que el tema va ms all de
que uno intervenga con mapuche o con gitanos o con rapa-nui, sino que
pasa por un tema de considerar al otro y de ampliar la mirada para poder
comprenderlo. Establecer una relacin de aceptacin inicialmente, que va
ms all de la tolerancia, y ponerse en un lugar, en una posicin simtrica
con la persona con la cual uno est trabajando (Mujer, GF).
Una profesional mapuche aade:
Es que al trabajar con poblacin mapuche tenemos que saber no slo cmo
es su cultura, en qu creen o qu celebran. No puede reducirse a eso. La
comprensin del sujeto histrico, el pueblo mapuche, no requiere slo
de conocimiento, requiere de reconocimiento. Reconocimiento en el ms
amplio sentido de la palabra (Mujer, EE).
La comprensin histrica que el EI elabora en torno a los nios/as mapuche con los
que trabaja marca una diferencia con las intervenciones sociales tradicionales. Las
ltimas, apegadas a modelos conductistas o de corte positivista observan al sujeto
de intervencin como un objeto actual, individual y circunscrito a un problema que
constituye su motivo de ingreso a los programas sociales (haber cometido un hecho
delictivo, consumido drogas o abandonado la escuela, por ejemplo). La comprensin
histrica de los participantes de la intervencin tiene dos aristas fundamentales en
la visin de los profesionales del EI: primero, la identificacin de la violencia que
viven las comunidades mapuche como un hecho estructural, y ligado a ello, en
segundo lugar, la consideracin del estigma y la discriminacin hacia los mapuche
como un elemento transversal en la sociedad, incluyendo a los propios profesionales
dedicados a la intervencin social. Se reconoce all la discriminacin desde la
institucionalidad estatal, y la diferencia entre la lgica que intentan impulsar los
profesionales del EI versus la mirada hegemnica de la poltica social.
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Que para un mapuche por ejemplo cuando t llegas a una casa est el
saludo y por ejemplo, no es mal visto que t puedas llevar hierba o pan,
hay un intercambio. No es mal visto te fijas? Que por ejemplo los tipos de
intervencin son distintos porque t puedes estar dos, tres horas conversando
con una familia en donde el tiempo para ellos no corre. Porque ellos se
explayan y hablan, primero te cuentan, despus ellos te invitan a pasar. Y
para eso necesitas tiempo de intervencin. Es una intervencin distinta, no
vas a tener un diagnstico en la primera entrevista (Mujer, GF).
En trminos financieros, tambin los entrevistados sealan que los proyectos
no contemplan recursos para comprar ciertos materiales que son bsicos para
entablar un vnculo significativo con las familias de los nios/as y jvenes
participantes de la intervencin.
Llevar yerba mate, pan o alguna otra cosa para compartir en cada visita
domiciliaria es algo muy importante, bsico para entrar en confianza
porque la visin mapuche se basa en el compartir y eso toma su tiempo.
Los profesionales no ganan mucho [salario] y esto es un costo que tienen
que asumir (Mujer, EE).
Conclusiones
La experiencia del EI constituye un valioso aporte que desafa el concepto de
descolonizacin del conocimiento mediante la prctica. Muestra la complejidad,
en trminos tanto ideolgicos y cognitivos como prcticos, de buscar la
descolonizacin en los procesos de intervencin social. Este estudio ha mostrado
que la propia idea de intervencin refuerza la opresin cuando sta no reconoce
ni hace suya la cultura de los participantes de la intervencin.
Pueden los profesionales usar su espacio discrecional para hacer la
diferencia, dndole cuerpo a una idea tan liberadora como la descolonizacin
del conocimiento? La respuesta es s, s pueden. A pesar de la rigidez y la
impertinencia de las orientaciones tcnicas impuestas por las entidades que
financian la intervencin, el espacio discrecional existe, y puede usarse para hacer
innovaciones metodolgicas que incorporen un conocimiento otro. Prueba
de ello es la inclusin de kimche como expertos asesores de la intervencin,
el diseo del instrumento de diagnstico, la creacin de talleres de cultura
mapuche para jvenes que han infringido la ley, la participacin de una Machi
en el proceso teraputico, y el funcionamiento del propio EI, entre otras. Este
hallazgo contiene un mensaje de esperanza para aquellos profesionales que,
aunque comprometidos con un proyecto emancipador, se sienten limitados por
los marcos tericos y estratgicos impuestos por las instituciones que financian
la intervencin que realizan.
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Gianinna Muoz Arce
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Soy un instrumento de Dios. Un
anlisis etnogrfico del carisma en el
catolicismo contemporneo argentino1
Ana Luca Olmos lvarez2
Universidad Nacional de Avellaneda y Consejo Nacional de Investigaciones
Cientficas y Tcnicas IDAES/UNSAM, Argentina
analuciaolmos@gmail.com
Recibido: 03 de marzo de 2015 Aceptado: 02 de diciembre de 2015
Resumen:
El carisma, su definicin y su alcance constituyeron una problemtica transversal a
las ciencias sociales durante el siglo XX, preocupadas por explicar procesos en los que
se solapaban rasgos individuales y fuentes sobrenaturales de conocimiento y poder;
estos procesos oficiaban de base para las relaciones sociales. El presente artculo busca
aportar nuevas miradas a estas discusiones, analizndolas en el contexto del catolicismo
contemporneo argentino. Especficamente el anlisis se centra en un movimiento de
sanacin formado en torno a un sacerdote catlico de origen asitico. Exploraremos estas
cuestiones a partir del anlisis de los elementos que configuran como excepcional la figura
del lder y atribuyen sentidos a la experiencia del encuentro con sus seguidores: lugar de
procedencia, rasgos fsicos y caractersticas mgicas.
Palabras clave: Carisma, catolicismo, liderazgo, sanacin.
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Reims - 2015
Johanna Orduz
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the figure of the leader as exceptional, and conferring meanings to the experience of
joining his followers: place of origin, physical traits and magical features.
Keywords: Charisma, catholicism, leadership, healing.
Introduccin
El carisma, su definicin y su alcance constituyeron una problemtica transversal
a las ciencias sociales durante el siglo XX, preocupadas por explicar procesos en
los que se solapaban rasgos individuales y fuentes sobrenaturales de conocimiento
y poder procesos que oficiaban de base para las relaciones sociales. En el presente
trabajo abordar estas problemticas a partir del anlisis de un movimiento de
sanacin formado en torno a un sacerdote catlico de origen asitico en Argentina.
Veremos que la figura del lder, el padre Ignacio Peries, y la experiencia del
encuentro con sus seguidores adquieren sentido por medio de la recombinacin
de un conjunto de elementos simblicos.
stos refieren a su lugar de procedencia, rasgos fsicos y caractersticas mgicas,
que lo transforman en un ser excepcional que a diario prueba la eficacia de su
carisma sanador. Buscar dar cuenta de las representaciones sobre el sacerdote
producidas, difundidas y puestas en circulacin activamente por los seguidores,
los medios de comunicacin, las redes sociales y el propio movimiento religioso.
Por ello, entiendo que el caso que se presenta reviste caractersticas particulares
respecto a los procesos de construccin de carisma y autoridad, y puede, en
consecuencia, aportar nuevas miradas sobre el liderazgo como catalizador de los
deseos, las expectativas y las necesidades de sus seguidores.
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Soy un instrumento de Dios. Un anlisis etnogrfico del carisma en el catolicismo contemporneo argentino
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Soy un instrumento de Dios. Un anlisis etnogrfico del carisma en el catolicismo contemporneo argentino
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Soy un instrumento de Dios. Un anlisis etnogrfico del carisma en el catolicismo contemporneo argentino
a las cosas, eso de desprendernos. Entre ellos ubica al padre Ignacio quien,
por medio de sus escritos, seala que las verdaderas riquezas son las morales y
espirituales que radican en el interior de cada uno y que guiarn el camino hacia
una felicidad real (Peries, 2006: 43).
La matriz de pensamiento orientalista cobra vigor en una de las biografas de
Peries de mayor circulacin entre los seguidores. Escrita por Jorge Zicolillo, Padre
Ignacio. Pasin por curar, publicada en el ao 2011, realiza un racconto de la vida
del sacerdote mixturando su escrito con testimonios de los fieles. El primer captulo
aborda la infancia y juventud de Ignacio en Sri Lanka, sealando la convivencia de
los cuatro cultos registrados oficialmente; la bella isla () es un amplio mosaico
de religiones: budistas, hinduistas, islmicos y cristianos, cuyas ms ancestrales
tradiciones marcaran la vida del pequeo (Zicolillo, 2011: 17-18).
Luego, destaca tres hitos de la historia mtico-religiosa de la isla a los que interpreta
asociados con la fuerza y la sanacin. El primero, sucedido diez mil aos antes de
nuestra era, refiere a Ravana, uno de los reyes de Sri Lanka que fue famoso por
sus extraordinarias dotes de sanacin, a quien se representa con diez cabezas y
veinte pares de manos en alusin a su sabidura y a la maravillosa capacidad de sus
palmas para curar a muchas personas al mismo tiempo. Seala que este rey haba
cultivado la paciencia al igual que el pequeo que haba nacido en Balangoda y
le haba pedido a Shiva fuerza y sabidura (Zicolillo, 2011:19). El segundo hecho,
500 aos antes de Cristo, protagonizado por el rey Pandukabhaya quien, segn
Zicolillo, construy el primer hospital pblico del mundo. Tercero, en el 300 de
la era cristiana, Buddhadasa le dijo a uno de sus servidores: si no te ha tocado
en suerte ser rey, pues entonces s sanador (Zicolillo, 2011:19). En base a estos
hechos, el autor concluye que cristianismo y sanacin convivan en la isla y por
ello marcaron la vida de Ignacio (Zicolillo, 2011: 19).
Zicolillo (2011) asocia sanacin y fuerza a las prcticas budistas e hinduistas
que desde varios siglos ritman la vida insular influyendo a sus pobladores,
independientemente de la religin con la que stos se identifiquen. A travs del
relato se efectan dos procesos complementarios. Primero, el carisma de sanacin
de Peries es inscripto en una tradicin ancestral y orientalista de sanadores. Segundo,
dicha inscripcin fundamenta su excepcionalidad y a la vez la matiza al ser moneda
corriente en aquellas geografas. Por tanto, al provenir de Oriente, el carisma de
Ignacio encuentra no solo origen, sino tambin una explicacin posible. La figura
de Peries es embargada con las mismas caractersticas que el discurso orientalista
asoci a estas regiones del globo: sanacin, espiritualidad y poder.
La clave orientalista se activa en la comprensin de las prcticas de sanacin
hogareas que el sacerdote encarga a los asistentes. Junto a los rezos de la oracin
de la Natividad, el padre nuestro y el avemara, figuran la toma o uncin con leche
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Rasgos fsicos
Habrn pasado alrededor de tres horas desde que subimos al micro hacia
Rosario. En pocos minutos ser domingo y la noche se extiende sobre la ruta.
La ansiedad por llegar y ver de qu se trata, las dudas y miedos sobre la espera
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Soy un instrumento de Dios. Un anlisis etnogrfico del carisma en el catolicismo contemporneo argentino
a la intemperie colman el ambiente del micro: las pasajeras repiten una y otra
vez las mismas preguntas: y ahora cuando llegamos: cmo es?, esperamos
sentadas?; el padre nos bendice siempre?; l est?; seguro?: porque
una amiga vino una vez y no estaba. Para evitar este escenario y buscando
calmar la incertidumbre, Juan Carlos (dueo y coordinador de una empresa
de turismo religioso) comenz a ofrecer una breve charla momentos antes de
arribar. Dado que muchas de las personas que viajan lo hacen por primera vez,
un fragmento del relato brinda un retrato del sacerdote. Juan Carlos menciona
que el Padre Ignacio es una persona nica; tiene una piel muy rara, piel
aceitunada, una mirada penetrante, es una persona muy fuerte, impresionante,
de carcter fuerte.
A travs de estas palabras, pronunciadas en cada viaje que realiza, se afianza
la asociacin entre la apariencia fsica del sacerdote y su excepcionalidad. As,
determinados rasgos contribuyen a su distincin entre el comn de las personas. El
mismo proceso, sumado a los elementos orientalistas, opera en la caracterizacin
que Zicolillo (2011) realiza en el libro ya mencionado. Dice all:
En tiempos de escepticismo y desencanto, de individualismo extremo y
desconfianza en el afuera, que alguien con su castellano imperfecto, su
sonrisa difana, su mirada negra y penetrante, y su sotana blanca, sea capaz
de convocar a trescientas mil almas detrs de un rezo est lejos de ser poca
cosa (2011: 10).
Incluir por ltimo la voz de Stella, una de las servidoras que atiende la santera
de la parroquia, quien explica la misin del Padre Ignacio. Esta mujer de
sesenta aos, rubia y de mirada pcara escondida detrs de anteojos plateados,
comenz a colaborar luego de que el sacerdote curara de un tumor cerebral a
Laura, su hija, quien tambin hoy sirve en la parroquia. Si bien en la actualidad
venera al padre y el trabajo junto a l, cuando Laura lo vio por primera vez a sus
nueve aos le pregunt enojada a su madre: ac me trajiste, con este negro?.
En medio de una risa nerviosa, Stella rememora, con algo de vergenza, las
palabras de su hija y aade: pero bueno, l es as y por eso puede hacer lo que
hace (las cursivas son propias).
Estos tres discursos en boca de actores en diversas posiciones respecto al movimiento
religioso dejan entrever cmo operan ciertas narrativas que impregnan el sentido
comn y las formas de imaginar la sociedad argentina. De acuerdo con Frigerio
(2009), esta narrativa dominante presenta la argentinidad como blanca, europea,
moderna, racional y catlica. Frente a este escenario, predominan el asombro y la
confusin al encontrar un cura catlico negro nacido en tierra asitica. Sumando
el componente orientalista analizado en la seccin anterior, hallamos que a
un fenotipo particular se asocian poderes suscitados por un origen geogrfico
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ese lugar en particular. Las manos recrean una geografa corporal de la enfermedad
que localiza el mal en un rgano que no funciona o lo hace deficientemente. A
esta sensibilidad se asocian tambin la potencia mgica del sacerdote y la fe del
asistente, que trabajar en la prxima seccin.
Mencionaba que los seguidores sealan que el calor de las manos origina una
mezcla de emociones. Estefana viaj a Rosario con una amiga que tambin tiene
problemas para quedar embarazada. Ignacio se detuvo cerca de ella, coloc sus
manos sobre los ovarios y le entreg una medalla de la Natividad para que ore a
diario. Segn su relato, el contacto con las manos del sacerdote le transmiti como
un fuego que la limpi por dentro, dndole paz y reconfortando su angustia.
Esta percepcin sensorio-emotiva de la experiencia numinosa10 no es exclusiva de
los seguidores. El propio cura escribi
10
Sigo la definicin de Otto (1925) sobre lo sobre ella. Al cumplirse treinta y un
numinoso como la dimensin de lo santo
que escapa a la razn, que se presenta como aos desde su ordenacin sacerdotal,
absolutamente heterogneo y con poder, es el Padre Ignacio public Detrs de tus
fascinante (atrayente en su exceso) y provoca
emociones profundas en el creyente.
pasos: 30 aos de sacerdocio (Peries,
2010). Dos secciones del libro,
Cronologa y Fotogalera, permitirn advertir cmo, desde el presente, el
sacerdote interpreta su pasado y destaca ciertos elementos de su historia. En
particular, a la hora de dar sentido a su infancia y juventud en Sri Lanka, la
fama de sanador (si bien es negada discursivamente, como veremos en el prximo
apartado) constituye un eje fundamental para la lectura del pasado.
Cuenta all que a sus doce o catorce aos, el sacerdote de su pueblo lo invit a
integrar el grupo de oracin que, junto a unas monjas, visitaba enfermos para rezar
por ellos. Recuerda que durante esas salidas pasaron cosas increbles. Una de ellas
es que al preguntarle a una viejita ciega cmo estaba, sta lo nombro padre,
porque tena en sus manos un calor sacerdotal. Mismo episodio se repiti al
ao siguiente con un seor que tambin estaba medio ciego. Asustado, el joven
Ignacio le cont al sacerdote que no era la primera vez que esto ocurra (Peries,
2010: 162). Con este panorama el cura le explic lo siguiente: posiblemente, por
tus ganas de dar a los dems, Dios te est llamando para que, como sacerdote, seas
instrumento suyo (Peries, 2010: 162). Es sta la forma predilecta en que Ignacio
caracteriza el poder sanador que los dems le atribuyen: ser un instrumento de
Dios, cuya gracia es invocada para que obre a travs suyo.
En suma, el calor opera en dos sentidos. Para quienes viajan a Rosario en busca de
la imposicin de manos, expone la excepcionalidad y el poder de Ignacio, mientras
que para este ltimo es la seal con la que lentamente descubre su vocacin
sacerdotal. Es interesante notar cmo el sacerdote refuerza la inscripcin de su
poder y su capacidad de accin a favor de los enfermos en el marco catlico. As,
las experiencias increbles de su juventud en Sri Lanka eran mensajes de Dios
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Soy un instrumento de Dios. Un anlisis etnogrfico del carisma en el catolicismo contemporneo argentino
Conclusiones
A lo largo de este trabajo me propuse analizar las formas que reviste el carisma en
una expresin religiosa actual, protagonizada por un sacerdote catlico nacido en Sri
Lanka a quien se le atribuyen dones de sanacin. Creo que esta exploracin aporta
al conocimiento de los procesos de construccin de carisma y autoridad dentro del
catolicismo y puede, tambin, contribuir a ampliar la mirada sobre el liderazgo como
catalizador de los deseos, las expectativas y las necesidades de sus seguidores.
Para llevar a cabo este objetivo, en primer lugar retom las discusiones en torno a
la definicin (ambigua) del carisma que nutrieron polmicas acerca de su carcter
psicolgico, sociocultural, individual, social, etc. Con miras a franquear estas
dificultades, en el presente trabajo opt por un enfoque interaccional que sostiene
que la relacin entre el lder y sus seguidores es la dialctica constitutiva de la
persona carismtica. Para este modelo es vital tambin el rol de los seguidores
en la creacin del liderazgo al situar en l la realizacin de sus propios valores y
aspiraciones (Worsley, 1957).
Seguido a ello, analic a partir del propio material etnogrfico, las mltiples voces
(seguidores, medios de comunicacin, redes sociales y al propio sacerdote devenido
carismtico) que configuran socialmente a Ignacio Peries como lder sanador. Este
proceso se efecta por medio de la combinacin de ciertos elementos simblicos.
Uno de ellos versa sobre su origen asitico, cuya especificidad se funda en la categora
homogeneizante de Oriente, confiriendo al sacerdote particularidades similares a las
que el orientalismo (Said, 1990) afili a las regiones desconocidas y ms all de
Occidente: sanacin, espiritualidad y poder. El segundo elemento se centra en la
singularidad de sus rasgos fsicos que tensionan las formas hegemnicas de imaginar
la sociedad argentina como blanca, racional y catlica (Frigerio, 2009). El tercer
componente es el poder mgico en el cual se conjugan la sanacin y la profeca.
Seal entonces que frente a aquello que no puede ser explicado, tanto el lder
como los seguidores recurran al marco religioso compartido para significarlo. En
este sentido, y tal como afirma Worsley, el mensaje en el cual el lder articula los
deseos y las aspiraciones de los seguidores debe ser afn a su auditorio (1957: 19).
Si como veamos la mayora de los asistentes poseen relaciones de larga data con el
credo catlico, el mensaje debe poder transmitirse en ese lenguaje que comparten,
aunque no se restrinja a l. Entonces, la imposicin de manos es invocar la gracia de
Dios y el poder de sanacin, fruto de un don divino.
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Fuentes
Agostinelli, A. 2013. El Padre Ignacio ve gente muerta. Recuperado en 6 de febrero,
2015 de http://factorelblog.com/2013/08/13/el-padre-ignacio-ve-gente-muerta/
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Reliquias, sacramentos y muertes
santas: apuntes para la comprensin de
un cuerpo umbral. Estudio de casos en
Amrica Colonial, siglos XVII-XVIII
Lily Jimnez Osorio1
Kings College London, UK
ljimenezosorio@gmail.com
Recibido: 04 de agosto de 2015 Aceptado: 02 de noviembre de 2015
Resumen:
A partir de diversos milagros y relatos milagrosos, este artculo rene el problema de la
muerte, el alma, las reliquias de los santos y los saberes tensionados en diversos casos
coloniales de Amrica en el siglo XVIII y XVIII. Mediante el estudio del cuerpo y los
principales milagros asociados a ste, se busca proponer la imagen de un cuerpo umbral
que permite la simultaneidad de los mundos sagrado y profano. Se utiliza una metodologa
propia de los estudios culturales y de carcter fragmentario, rastreando imgenes a travs
de registros tanto documentales como visuales.
Palabras claves: Cuerpo, religiosidad, reliquias, boca, Amrica Colonial.
1
Licenciada en Historia por la Universidad de Chile y Master of Arts en Cristianismo y las Artes por el
Kings College London. Investigadora asociada del Museo Histrico Nacional en el proyecto financiado
por el Fondo de Apoyo a la Investigacin Patrimonial Puesta en valor y contextualizacin histrica del
conjunto de estampitas conmemorativas de la coleccin de Libros y Documentos del Museo Histrico
Nacional: una propuesta desde los estudios de cultura material y visual.
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Bogot - 2016
Johanna Orduz
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Introduccin
El presente artculo propone una categora de anlisis abierta sobre el cuerpo
para entrever las relaciones culturales que ste comporta. El objetivo principal
de esta investigacin se centra en aquellos actos religiosos que implican un corte
de lo sagrado en el mundo temporal: las manifestaciones milagrosas realizadas a
travs del cuerpo y su principal porosidad, la boca. Para ello se analizarn el culto
a las reliquias, la devocin al sacramento de la hostia, especialmente en escrituras
oficiales e iconografas de la muerte de Santa Rosa de Lima.
Los milagros encarnan la expresin de una voluntad divina que intercede y
rompe la temporalidad terrenal. Implican un circuito consecuente de acciones
que comienza en la oracin, en la que se evoca una manda. Ante el cumplimiento
de sta, se concreta un agradecimiento que puede resultar en forma de exvoto,
relato, imagen difusora o conversin (Graziano, 2007: 11-15).
En este artculo me centrar en milagros relativos al cuerpo que pasan
necesariamente por un acto de ingesta sagrada o de expulsin por la boca. Estos
milagros se presentan tanto en escritos hagiogrficos como en imgenes y motivos
iconogrficos que son rastreables a travs de una serie de fuentes heterogneas
que he reunido para esta investigacin. En primer lugar, he recurrido al uso
de los evangelios cannicos sinpticos para pesquisar un posible origen de las
iconografas analizadas y as comprender el uso del cuerpo en dichos relatos y
cmo estos usos son reapropiados. En consecuencia, he establecido el cuerpo
como eje central de la investigacin para unir y enlazar dichos relatos de milagros
y actos de santidad. En segundo lugar, este artculo busca dar cuenta de una
creencia difundida en el imaginario sobre la boca como umbral entre la vida y la
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Reliquias, sacramentos y muertes santas: apuntes para la comprensin de un cuerpo umbral
muerte, as como entre el mundo terreno y el celestial, y por ello se recogen casos
de milagros que hacen simultneas estas dos realidades supuestamente separadas
por la diferencia entre lo sagrado y lo profano. Por ello, referir a hagiografas
de Santa Rosa de Lima, novenas y representaciones de su muerte en las que se
ilustra esta simultaneidad. Finalmente, no es posible estudiar la santidad sin
remitir al culto a las reliquias, el que est enraizado en el cristianismo catlico
desde el siglo IV d.C. (Bagnoli, Klein, & Robinson, 2011). Este culto se basa
en la creencia de que la santidad se refleja en el cuerpo de un santo muerto, ya
que ste no presentara signos de putrefaccin. Es por ello que los cuerpos santos
configuran espacios de peregrinacin; no obstante, sufren de robos que acaban
en la fragmentacin de los cuerpos y la difusin exponencial de la santidad. Para
analizar la recepcin de este culto, referir a Homilas de Adeodato Turchi sobre
las reliquias, un tratado en torno a la devocin de las reliquias del Obispo de Jan,
Don Sancho Dvila y un relato del doctor Jacinto de la Serna. Esta conjuncin de
fuentes se realiza en funcin de la difusin que ejercen: desde la celebracin de la
misa, pinturas, a las oraciones privadas, todas son materialidades que encarnan la
voluntad de evangelizar y plasman una interpretacin de ideas cannicas sobre el
cuerpo (Morgan, 2005: 147-220).
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Asumo el cuerpo como una red compleja de situaciones que abarcan un lugar,
un locus enunciativo y un espacio de privacidad para la oracin. Caroline Walker-
Bynum observa, en el contexto de la Baja Edad Media, la estrecha relacin entre
los cuerpos feminizados, las mujeres y la imagen de Jess como madre dadas las
relaciones fisiolgicas entre su cuerpo y el de la mujer, a saber, sus condiciones
nutricia, sangrante y dadora de la vida (Walker-Bynum, 1990: 163-225). Todas
estas funciones estn asociadas a la mujer en un sentido fisiolgico: lactar,
menstruar, parir, las que a su vez se corresponden con las asociaciones de gnero
del contexto histrico social.
No obstante, Walker-Bynum subraya que el cuerpo no es necesariamente negado
por las prcticas ascticas o de penitencia, sino que stas buscan reafirmar el
cuerpo y lo material como un modo de acceso a lo divino; por lo tanto es un modo
de elevacin y no de negacin. Esta hiptesis se ha visto reafirmada por David
Morgan, quien sostiene que los objetos devocionales reflejan una creencia y una
prctica de devocin, afirmando la materialidad como un vehculo necesario para
la transaccin religiosa con la divinidad (Morgan, 2010: 12).
Asimismo, sostiene Hans Belting que en las prcticas medievales, las reliquias y la
hostia consagrada tenan un estatus similar, lo que paulatinamente dio espacio a
la reproduccin de imgenes, primero en formato de escultura, y posteriormente
por medio de representaciones visuales en pinturas (Belting, 2009: 393-412).
Mientras las reliquias y las estatuas-relicarios eran los santos en presencia absoluta,
luego de la aprobacin del dogma de la transubstanciacin, la hostia era tambin
una forma de presencia extremada (Ginzburg, 2000: 101-102).
El dogma de la transubstanciacin introduce la ingesta sagrada como prctica
extendida entre msticos y santos: introducir dentro de s a Dios mismo fue
entendido como una forma de sanacin. La hostia fue venerada como una reliquia
de Cristo, es decir, como un resto mortal presenciado. De ah surge el problema
de la teofagia: la recepcin eucarstica se fue convirtiendo en un canibalismo
simblico: los devotos coman y, de ese modo, se arrogaban (...) el poder del dios
torturado (Walker-Bynum, 1990: 166). De esta manera, la hostia consagrada
como cuerpo de Cristo y las reliquias comportan un mismo quehacer milagroso,
y por ello se encuentran estrechamente entrelazadas.
El cuerpo es entendido en el imaginario cristiano como el centro del orden eclesial.
As, por ejemplo, al fundar ciudades en suelo americano, se traen reliquias para
consagrar el lugar (Borja: 2008). Siguiendo al historiador colombiano Jaime Borja,
Se trataba de crear un modelo comn de cuerpo social, un cuerpo-texto
representado desde el discurso verbal y figurativo, que permitiera la
unificacin del proyecto histrico que se matizaba en la realizacin de los
ritos sociales y en los hbitos de la participacin emocional que articulaban
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No es lo que entra por la boca lo que hace impuro al hombre; mas lo que
sale de la boca, eso es lo que le hace impuro. (...) No comprendis que lo
que entra por la boca va al vientre y se expele en la letrina? Pero lo que sale
de la boca procede del corazn, y eso hace impuro al hombre. Porque del
corazn provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios,
las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias. Esto es
lo que contamina al hombre; pero comer sin lavarse las manos, eso no
contamina al hombre (Ncar & Colunga, 1973, Mt 15:11 y 15:17-20).
Lo que sale de la boca es el habla sobre todas las cosas. Luego, al pensar en el
cuadro de Santa Rosa de Lima, el hecho de que sea su alma la que sale por la
boca es una muestra ms de la pureza de la santa. Iconogrficamente se est
sobresignificando su condicin. Adems, los demonios que son expulsados de los
posesos se manifiestan por la voz y salen en un grito, como cit previamente. Esto
me hace pensar en las series de Postrimeras donde los demonios hablan y de sus
bocas salen etiquetas escritas con palabras de tentacin5.
Por otra parte, podramos pensar en el alimento sagrado como una forma de unin
de pureza. Lo que entra por la boca no
5
Las series de las postrimeras retratan a sujetos
al borde de la muerte. Son piezas didcticas que vuelve impuro, al contrario, ayuda en el
buscan ilustrar los beneficios de una buena proceso. Se expele cuando es alimento
muerte frente a la condena de una mala muerte.
Mientras en las buenas formas de morir se ilustran profano, pero cuando es sagrado, no
sacerdotes y presencias celestiales esperando al se requiere de otro alimento. Si han de
muerto, en las malas, el diablo y el infierno se
abren ante el agnico retratado, murmurando salir palabras, stas pueden, asimismo,
palabras que salen escritas de las bocas de los ser purificadas mediante el sacramento
diablos (Corts, 2009: 158-161).
de la confesin.
y ass lo principal en esta Novena ha de ser limpiar el alma de cualquiera mancha
de culpa, con las puras aguas de vna buena entera, y dolorosa confessin para
que limpia pueda ser digna morada de Jesu Christo Sacramentado, el cual
se recibir vno de los dias de la Novena para que fortalezca el Alma contra
las crueles invasiones del comun enemigo, hecha esta tan piadosa, como
necessaria diligencia, todo el cuidado se ha de poner en no permitir que se
insicione el alma con nueva culpa porque con ella se desagrada a Dios, que ha
de despachar nuestras peticiones, y la Virgen santa Rosa, que ha de presentar
nuestros ruegos en el soberano tribunal de su amante Esposo (De Rivera
Caldern, 1716: 2-3).
En esta novena se puede observar cmo la palabra limpia para convertir nuestra
alma en morada de Cristo Sacramentado, es decir, en forma de hostia consagrada.
Por lo tanto, no es el cuerpo, sino el alma la que se releva, difuminndose el
umbral entre cuerpo terrenal y alma etrea. Por otro lado, en esta novena son los
actos del cuerpo los que punzan el alma. Herida, el alma sangra, por lo tanto,
est feminizada. Este es un punto ambiguo, ya que el cuerpo femenino es peligro
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Conclusiones
Propuse a lo largo de todo este artculo una nocin de cuerpo umbral, un espacio
donde no se est perpetuamente, sino que es lmite. ste es vivido como agente
de milagros, como cuerpo santo y religioso, pero nunca como cuerpo profano.
All, en el cuerpo profano, el alma est prisionera por las costillas de la muerte. He
propuesto que las relaciones hechas por la boca son las que actualizan esta idea de
umbral: sale el alma al morir, salen los demonios, salen las palabras que limpian
el alma presa de pecados que no puede an salir. Tambin lo he referido en su
relacin con las reliquias; se tocan, se tragan, dan como resultado una imagen
de lo mestizo que se trata de defender aplicando tcticas mezclando imgenes
ortodoxas con prcticas apcrifas.
ste ha sido un recorrido por el cuerpo social, religioso, mstico en
sus mltiples aristas. La boca, su espacio de permeabilidad, me parece la ms
problemtica de todas, dado que no es suficiente el pensar en las prcticas de
ingesta sagrada, he extendido la trama semntica a la compleja red que define
la accin de la santidad en la sociedad colonial. El beso antes de morir, ingerir
la hostia consagrada, ingerir una reliquia son acciones que directamente apelan
al espacio de la boca como un espacio privilegiado para transacciones con
materialidades sagradas. Asimismo, la voz, las palabras, los gritos manifiestan una
expresin del alma y el vehculo para la extirpacin de demonios.
Finalmente, pienso en estos lmites que estn continuamente presionando las
aparentes relaciones duales: pensar el cuerpo y el alma separadamente se hace
estrecho para el imaginario colonial. Pensar las prcticas asociadas al cuerpo de
Cristo distinto de las reliquias, es decir, el cuerpo de los santos, cae en el mismo
error. La individualidad del cuerpo que a nosotros nos parece causa de un yo, una
individualidad moderna, no es aplicable en el cuerpo colonial. Entonces somos
umbrales. Permeables, unidos, cuerpo social.
Bibliografa
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Supermercado e investigacin en Amrica
Latina
Pablo Garca Arias1
Pontificia Universidad Javeriana2, Colombia
pablogarciaarias@gmail.com
Recibido: 16 de junio de 2015 Aceptado: 23 de septiembre de 2015
Resumen:
La acumulacin de puntos por compras en los supermercados funciona a imagen y
semejanza de los grandes sistemas de puntuacin acadmica, a partir de los cuales se
tasa el valor figurativo, salarial y de capacidad de accin autoral, as como de los centros
de publicaciones e investigacin. El fenmeno de mercados educativos, de aprendizaje
y de produccin intelectual al servicio del consumo en apremio, es un sntoma de la
condicin investigativa contempornea. A partir de las dos ltimas dcadas del siglo XX,
y lo que llevamos del XXI, multiplicidad de universidades latinoamericanas, a modo de
axiomas de la sintaxis capitalista mundial integrada, han sido objeto de transmutaciones
debidas a crecientes movilizaciones financieras. Los ncleos de indagacin acadmica han
padecido intervenciones sin precedente en su devenir contemporneo y as tambin los
centros de documentacin y creacin documental terico-prctica. Un estudio de tales
intervenciones y sus consecuencias compone el eje temtico del presente ensayo.
Palabras clave: Mercantilizacin de la investigacin, ndice de impacto, pago por mritos,
masificacin articular.
1
Doctor en Letras, Departamento de Filosofa y Letras de la Pontificia Universidad Catlica Argentina.
2
Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales, rea de Socio-construccionismo y Anlisis de Discurso.
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Johanna Orduz
TABULA RASA
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Claroscuros publicitarios
En el estudio La universidad latinoamericana y los procesos de internacionalizacin:
las estrategias de financiamiento (Segrera, 2009), el autor, con un poco de
presteza, afirma que son siete los factores que afectan las nuevas tendencias en
el ingreso monetario de las universidades: 1) el incremento generalizado de los
precios de matrcula; 2) la imposibilidad de mltiples estados para costear tal
alza; 3) el crecimiento cada vez ms acelerado de la educacin superior privada;
4) la necesidad, en muchos casos, de dividir los costos de enseanza entre los
estudiantes y sus padres; 5) la preponderancia de la contabilidad y su control
interno y externo a la institucin, ms que los docentes, directivos y estudiantes,
6) la emergencia de nuevos proveedores de tcnicas llamadas pedaggicas y de
difusin investigativa, va el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios,3
7) la necesidad de inyecciones monetarias por parte de los estados para evitar las
crecientes desigualdades en trminos de acceso a la educacin, tanto virtual como
presencial (Segrera, 2009: 241, 242).
No podramos aseverar con tal seguridad que slo sean siete los factores afectantes;
pueden ser ms, dependiendo del pas y
3
Tratado de la Organizacin Mundial del
Comercio que busca, entre otras cosas, la del contexto implicado en las tensiones:
mercantilizacin de los servicios, entendiendo sta entidades privatizadas/pblicas. Lo que
como el sector econmico terciario que controla
mbitos tan dispares como la mercadotecnia, las para nosotros es cierto es que en la era
finanzas y la cultura. del capitalismo mundial integrado no
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Supermercado e investigacin en Amrica Latina
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Pablo Garca Arias
Supermercado e investigacin en Amrica Latina
Aranceles investigativos
En el caso de Mxico, las polticas de mercado lograron que el gobierno adoptara
el rgimen de evaluacin como eje axial de las consignas pedaggicas y de difusin
cultural. Evaluar: poner un precio. El signo ms diciente del ejemplo mexicano,
de acuerdo con los autores, es el impacto que tienen los programas de incentivos
en los ingresos del personal acadmico. Los casos de la Universidad Autnoma
Metropolitana y de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico son estudiados
como signos ejemplares. Se trata, a fin de cuentas, de una sintomatologa.
Es posible afirmar con bastante certeza que los sistemas mexicanos de
merit pay son una de las experiencias ms extendidas y consolidadas en
la educacin superior de todo el mundo. Ciertamente la complejidad de
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Pablo Garca Arias
Supermercado e investigacin en Amrica Latina
negociacin de los pases miembros, los cuales implican dos terceras partes de las
prcticas de educacin ejercidas por las naciones postindustrializadas, de lmites
virtuales, lo que justifica que el Acuerdo de Comercio y Aranceles, y la OMC,
le otorguen especial atencin. La disminucin de las barreras comerciales y de
transferencia de servicios, dinamiza este mercado, convirtindolo en una opcin
para la inversin extranjera y para la colocacin de capitales, puesto que representa
un presupuesto anual mundial de mil millones de dlares, con cincuenta millones
de trabajadores y cerca de un billn de clientes potenciales, que son los estudiantes
(Benavides, 2011: 21, 22).
La mediacin contractual, en la mayora de instituciones,4 es mutiladora y beneficia
al miembro contratante. La marca registrada que se genera al interior de los
mercados de investigacin es, para el
4
Por etimologa, lo pensante es el polo opuesto a
un centro instituyente, pues la vitalidad del pensar
llamado investigador, factor de pobreza
radica, como tan bien lo seal Henri Bergson, y mendicidad. La perversa lgica
en su serpenteo movilizador, no en su captura del factor o ndice de impacto como
fundacional.
criterio de relevancia articular recrea la
viscosidad de un crculo o de un pozo en estancamiento creciente: directores de
tesis que sugieren (eufemismo aqu de obligan) a sus tesistas a citarlos, para ampliar
los tentculos nominales; citacin de citacin, citar la revista a la cual el artculo se
enva para su publicacin para que sta a su vez adquiera mayor ranking entre las
estadsticas de ascenso y difusin. La investigacin como una casa de citas, un buen
lupanar conomicus y de visitacin diaria: journal citation reports.
Es lo que Vallaeys (2014) ha denunciado oportunamente como procesos histricos
de mercantilizacin e instrumentalizacin: las universidades y los planteles de
creacin e intercambio articular ya no son espacios inmunes a la lgica farmacutica
y a la velocidad sedativa de un mundo econmico darwiniano. Doblegadas
entre la competencia nacional e internacional, entre la comercializacin lectora
y de redaccin, entre la reificacin por parte de los docentes, estudiantes e
investigadores que las utilizan como caja de ingresos econmicos, consumo e
indigestin de capital cultural, pasillo de ascenso social, las universidades y las
editoriales han devenido sustantivamente carros de supermercado.
Si es cierto que la universidad se vuelve cada da un hondo y vitrinal muestrario,
cmo podr escapar a dos dramticas mutilaciones, a saber:
1) la reduccin de sus estudiantes a meros clientes usuarios de servicios y 2) la
reduccin de su libertad investigadora por el hecho de que sus investigaciones
se vuelvan meros productos determinados por la demanda de compradores
externos con alto nivel adquisitivo (Vallaeys, 2014: 113-114).
Es conocido que desde mediados del siglo XX hasta nuestros das, el ejercicio
investigador se fortaleci en general bajo un modelo de negocios basado en
porcentajes de venta primero y complejidad interna/externa despus, generando
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las estrategias requeridas como patrones de medicin, lo cual conspir desde sus
inicios con su consistencia endgena. Una poltica de primero edificios (que ser
reemplazada posteriormente por primero softwares) y luego alumnos, docentes,
escritores y lectores, reduce a estos ltimos a piezas indiferenciadas de flexibilidad
laboral extraordinaria. Como ha sealado Rama (2010), la expansin de la
investigacin privada no ha sido un proceso diferenciado en lo argumentativo,
sino en lo institucional. Se expres diferenciadamente, en las primeras etapas,
en el incremento de universidades religiosas y laicas, instituciones de absorcin
y creacin de demanda y oferta, tanto urbanas como rurales, a distancia o
presenciales, en general modulando las bandas cambiarias de la economa
articular. Tales bandas reflejan especularmente los movimientos paralelos de los
centros investigativos y los rganos de enseanza, donde el concepto de calidad
ya no se diferencia, peyorativamente, del de cantidad:
Hacia fines del siglo XX con la masificacin de la demanda, la cada de
los precios de las matrculas por la competencia y la consolidacin de sus
propias inversiones fsicas, la mayor tasa de graduacin por la flexibilidad de
la oferta a travs de polticas de mercadeo (becas, matrculas diferenciadas,
publicidad, crditos, etc.) y el incremento de sus niveles de calidad,
asociado a sus infraestructuras y polticas de aseguramiento de la calidad,
se comienza a transformar la educacin superior privada en instituciones
de masas de altas escalas (Rama, 2010: 5).
La masificacin informtica va casi a la par con el embrutecimiento colectivo.
Pues bien, ya la fase anterior de la dcada de 1990 en la formacin y produccin
intelectual superior haba conquistado una sobreoferta de instituciones locales
derivada de una expansin monumental de corporaciones, como se atestigu en
Mxico, Costa Rica, Nicaragua, Panam, Brasil, Bolivia y Per. Ello estableci
una lgica ricardiana en la cual la oferta tendi a moldear la demanda, tabul a las
instituciones en trminos del vnculo precio-costo-beneficio, y solvent el alza del
afn escritural. Una vez ms, calidad y cantidad son caras de la misma moneda:
La discusin de la regulacin est atravesada por la tensin entre calidad
y rentabilidad. Una frase que sintetiza el problema proviene de un ex-
viceministro de Educacin Superior de Colombia, quien afirm que la
mala calidad es un negocio muy lucrativo, en tanto el aumento de la
calidad aumenta los costos (Rama, 2010: 6).
Hermosa paradoja, que de contradiccin no tiene nada. A diferencia de la
clsica lgica dialctica, un fenmeno cualquiera que encuentre su contrariedad
profunda, la halla no por contradiccin, sino por paradoja irnica. Si a una
sociedad la contamina la violencia, no es por contradiccin, es por produccin
directa: si a un pensamiento lo asalta la mediocridad, no es por calamidad, sino
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por creacin de lo que teme. Por estrabismo. Que baja calidad implique alta
valorizacin y cotizacin en las buenas y viejas leyes de la oferta y la demanda, he
ah un silogismo impecable para la poca contempornea.
Lo anterior explica el extrao fenmeno de la ausencia de nutricin y sustentos
frtiles y pujantes en los centros de investigacin superior, pues la mayor parte de
los proyectos de redaccin acadmica se encuentra desnutrida y tullida a causa
de anorexias patolgicas producto de vanidades pseudo-intelectuales. Un caso de
desnutricin pedaggica se refleja, sealan Rama (2010) y Torres (2006), en el
bloqueo y la imposicin de obstculos que padecen las revistas y rganos de edicin
y publicacin en su independencia sintctica y lingstica. La ausencia de gramticas
innovadoras se revela como expresin de deseos fuertemente monopolizados entre
un conflicto irresoluble de egos y pedanteras mercadotcnicas.
Se trata de la dictadura del entendimiento, pandemia transnacional y atrozmente
neoliberal, que una vez ms borra brutalmente la diferencia entre lo pblico y lo
privado (v. gr. la privatizacin ubicua de lo pblico, la publicidad omnisciente
de la privatizacin). Las Universidades, a ttulo de macro y microempresas, se
convierten en eslabones (links) de una dictadura ms fuerte, la del capital. Lo
anterior se observa con malestar en los pronunciamientos de un representante
annimo de la universidad pblica de Uruguay, quien expres: la universidad
privada es la rmora (el lastre) de la dictadura (citado por Rama, 2010: 7).
Se trata de la privatizacin desenfrenada como corte y cierre de la creacin de
los discursos, promulgando su individualizacin, lo que revela la oclocracia
como palimpsesto del llamado sistema democrtico de las letras y su selectiva y
nuevamente estratgica publicacin.
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Pablo Garca Arias
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Comentarios finales
No se requiere ser observador agudo o perteneciente al mbito universitario para
notar que la asignacin de puntos por publicacin de artculos de investigacin
se asemeja bastante a la estrategia de los grandes almacenes de cadena, que
otorgan puntos por las compras de artculos. La terminologa es especular: a
mayor nmero de puntos, mayor capacidad adquisitiva; a mayor puntaje, mayor
escalafn en el mercado profesoral y de indagacin. Tristeza de las letras reducidas
a una sumatoria econmica. Plusvala recusable, incremento de desperdicios y
sobrantes. La escritura no perece por ausencia, sino por exceso. Las inmensas filas
del supermercado se asemejan a los diciembres de la compraventa del pensamiento.
El basurero dominical y su colosal desazn es la imagen contempornea del
domingo institucional e investigativo presente. Desde luego, cada da tiene sus
grandezas y sus hondas miserias. Siempre existirn bsquedas profundas nacidas
de una necesidad y no de una compulsin de vender. Los matices son oxgeno
contra la mediocridad y la soberbia. Empero, de la educacin hecha empresa slo
resultarn cajeros del conocimiento. Cajas registradoras como centros de estudio.
El tropel y la inmediatez estolidez mercadotcnica, desde luego, es satelital,
global: acadmico, econmico y deuda son hoy tres palabras sinnimas: no se trata de
una economa del discurso que lograse la sntesis del aforismo, sino la economa de
calculadora a la hora de hacer las compras del papel higinico al por mayor, la pasta
dental, el detergente para la lavadora, etc. Se tantean productos, servicios y acciones
como los endeudados evaluadores pesan artculos y los endeudados profesores
palabras, frases y prrafos. Palabras en deuda, investigaciones en deuda. De tanto
ruido y polvareda, de tanta espuma, salpicaduras y altavoces restar aun cuando
sea una gota espesa de aceite de cachalote en el temperamental ocano de las letras,
una vez que aquellos se disipen? Hasta que se deje de escribir, ya sea por miedo, por
presin externa, por oportunismo temtico, por competitividad empresarial o por
figuracin nominal, el naufragio de las letras en la mediocridad de lo indiferenciado
ser absoluto. Mac Ensayos por doquier, Burger-Artculos al infinito. Comida
rpida, nada que requiera varios estmagos y una digestin lenta y pausada.
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Gastn Julin Gil
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Paris - 2015
Johanna Orduz
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Los viajes constituyen una communitas para los hinchas, al demostrar su fidelidad
y la renovacin de su compromiso. Si bien el recorrido es incierto o es inseguro,
lo fundamental es estar con el equipo en distintos estadios. La comunin grupal
se puede alcanzar con el consumo de bebidas alcohlicas, que llevan al extremo
la pasin futbolstica y la festividad. Los hinchas pueden consumir estimulantes
y sustancias psicoactivas en los desplazamientos pues, en el presente, su uso es
aprobado. Sin embargo, las bebidas alcohlicas, los estimulantes y las sustancias
psicoactivas han transformado al aguante, ya que el hincha debe ser capaz de no
resultar, prontamente, afectado por su consumo.
Los hinchas construyen su identidad a partir de los colores de su equipo y eso
implica una fuente de sentido y de pertenencia para ellos. Asimismo, constituyen su
identidad en referencia al Otro, el rival, pues le atribuyen caractersticas tnicas,
de clase o sexuales que buscan minimizar su pasin y su masculinidad agresiva.
Pero el rival reinvierte esas particularidades ratificando su pasin y su masculinidad
agresiva. En consecuencia, los antagonismos en el ftbol generan una serie de
enfrentamientos entre las hinchadas. No obstante, las peleas han dejado el estadio
y se han trasladado a otros lugares: calles, escuelas y discotecas. Al mismo tiempo,
en los combates se introdujo la utilizacin de armas de fuego, armas que buscan
conservar el honor, individual y grupal; reafirmando la masculinidad y mostrando
nuevas formas del aguante.
Las hinchadas, segn la circunstancia, construyen lazos de amistad. El
compaerismo consiste en el apoyo que le brinda una hinchada a otra y a su
respectivo equipo. Ese tipo de amistades no son bien vistas por los rivales, ya que
son la demostracin de la debilidad. De otra parte, los trapos (banderas) son la
representacin del honor grupal y su robo le otorga a su protagonista, un prestigio
excepcional, pues consigui que el rival no fuera capaz de aguantar; lo humill y
lo despoj de su masculinidad agresiva.
La masculinidad agresiva es expresada, tambin, por la polica, ya que si ocurre
un enfrentamiento, puede utilizar su dotacin (palos, gases lacrimgenos y balas
de goma) con el propsito de reprimirlo. En otras palabras, la polica es uno de
los generadores de violencia del ftbol, aunque no es posible compararla con
las hinchadas, pues es una institucin del Estado. Algunos agentes ejercen doble
militancia, es decir, son hinchas y policas al mismo tiempo y a ellos los han
responsabilizado del asesinato de determinados hinchas.
Por otro lado, en el imaginario comn, el sealamiento de barras bravas sirve
para distinguir a los violentos (comportamiento condenado) del buen
hincha (comportamiento aceptado). Los violentos representan una pasin
desequilibrada e irracional y el buen hincha expresa su pasin autnticamente.
La categora de barras bravas no procede de las hinchadas. Esta fue una expresin
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John Alexander Castro Lozano
Hinchas en trnsito. Violencia, memoria e identidad en una hinchada de un club del interior de Gastn Julin Gil
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