Catalogo Memoria de Sefarad PDF
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Memoria de Sefarad
Presidente
FELIPE V. GARN LLOMBART
Consejeros
JUAN MANUEL BONET PLANES
CARLOS CARDERERA SOLER
ALICIA DAZ ZURRO
JUAN CARLOS ELORZA GUINEA
JOS JAVIER ESPARZA TORRES
AMPARO FERNNDEZ GONZLEZ
JAIME GARCA-LEGAZ PONCE
JON JUARISTI LINACERO
SANTIAGO MIRALLES HUETE
ARTURO MORENO GARCERN
JAIME PREZ RENOVALES
JOAQUN PUIG DE LA BELLACASA ALBEROLA
RAFAEL RODRGUEZ-PONGA SALAMANCA
JESS SILVA FERNNDEZ
ANTONIO TORNEL GARCA
MIGUEL ZUGAZA MIRANDA
ANA PALACIO
Ministra de Asuntos Exteriores
Sefarad, el nombre de legendarias evocaciones con el que los judos espaoles identifica-
ron la pennsula ibrica durante cientos de aos, constituye una fascinante aventura his-
trica desde sus orgenes en la Antigedad romana hasta los albores de la Edad Moderna.
Como vivencia colectiva transmitida durante generaciones en un sueo sublimado por la
memoria posterior al trauma de la expulsin y la dispora, ese nombre encierra una reali-
dad casi inabarcable de dimensiones sociales, econmicas, polticas, culturales y artsticas
a la que esta exposicin pretende brindar una aproximacin global y sugestiva, a modo de
estmulo para el conocimiento de los especialistas y del conjunto de la sociedad empea-
da en desentraar tanto las claves de su pasado como las potencialidades que stas encie-
rran para construir un futuro de rigor, libertad y tolerancia.
Como parte indisociable de la historia de nuestra nacin, Sefarad y la memoria del
pueblo sefard plantean un reto a la investigacin y a la necesaria divulgacin de una
historia que, en gran medida, sigue viva en las numerosas comunidades que a lo largo de
todo el mundo conservan an el recuerdo de esa herencia. El anlisis desapasionado de
los hechos histricos es el mejor tributo que cabe rendir a la experiencia acumulada de
esas comunidades, hermanas en el ms profundo sentido del complejo devenir a travs
del tiempo y el espacio abarcado por el concepto de hispanidad. Por ello, cualquier es-
fuerzo para restituir la memoria histrica del pueblo sefard y, por tanto, de la trayecto-
ria del propio pueblo espaol en su conjunto, constituye una necesidad en el marco de
una programacin como la trazada por la Sociedad Estatal para la Accin Cultural Exte-
rior, entre cuyos objetivos prioritarios figura la difusin de la memoria de Espaa en
Europa y en el mundo.
De acuerdo con esos planteamientos, la presente muestra pretende facilitar una visin
de los principales aspectos del universo histrico de Sefarad, de los testimonios fragmen-
tarios de su vida cotidiana, pautada por la cadencia litrgica y el solemne esplendor festi-
vo, de las actitudes colectivas ante la muerte, de los espacios sagrados y profanos, pbli-
cos y privados, que poblaban los ms diversos ncleos urbanos de los reinos de Espaa y,
por supuesto, de la reinterpretacin del gusto y las tcnicas artsticas, expresin de una sen-
sibilidad hondamente compartida con los fieles de las otras creencias pero capaz de desarro-
llar una creatividad propia, especficamente sefard, al igual que sucede en el cultivo de las
letras y los notables avances de unos saberes que contribuiran a cambiar de manera subs-
tancial la cosmovisin de Occidente.
Junto a los logros incuestionables de una civilizacin estrechamente entrelazada con
las otras realidades culturales espaolas -islmicas y cristianas-, la muestra traza tambin
la silueta del conflicto que ira ensombreciendo la convivencia hasta estallar en el drama
de la expulsin y el exilio. El recorrido por las sendas cada vez ms estrechas del prejuicio
y la intolerancia culmina en el establecimiento de la Inquisicin que, ms all de los tpi-
cos acumulados, form parte de una compleja coyuntura ideolgica, espaola y del con-
junto de Europa.
Las piezas arqueolgicas, muebles, cdices, esculturas, cuadros..., se acompaan con
maquetas, mapas y un abundante material audiovisual, para hacer comprensibles las dis-
tintas secciones de esta ambiciosa indagacin en la memoria y el legado de esa otra Espa-
a, fecunda y an viva tanto en los descendientes de la dispora como en nuestra propia
herencia, que configur el sueo de Sefarad, cuyas tramas podemos vislumbrar gracias al
trabajo del equipo cientfico dirigido por el profesor Isidro Bango, con la diligente cola-
boracin de cuantas instituciones y prestadores han hecho posible esta muestra muy
especialmente del Ayuntamiento de Toledo y a los que deseo expresar mi ms sincero
agradecimiento.
COLABORAN MONTAJE
Ministerio de Asuntos Exteriores Exmoarte, S.A.L.
Ministerio de Educacin, Cultura y Deporte
Ayuntamiento de Toledo
AUDIOVISUALES Y MULTIMEDIA
COMISARIO Lunatus. Comunicacin audiovisual, S.L.
Isidro G. Bango Torviso
MAQUETAS
SUBCOMISARIA HCH Model, S.L.
Mara del Carmen Muoz Prraga
ENTORNOS DE REALIDAD VIRTUAL CAMINOS DE SEFARAD
ASESORES CIENTFICOS noe, Realidad Virtual. Universitat de Barcelona
Carlos Carrete Parrondo Cedido por: Red de Juderas de Espaa Caminos
Fernando Galvn Freile de Sefarad
Luis Garca Iglesias
Santiago Palomero Plaza TRANSPORTES
Juan Carlos Ruiz Souza T.T.I. Tcnicas de Transportes Internacionales, S.A.
Julio Valden Baruque
SEGUROS
COORDINACIN Axa Art Versicherung AG. Sucursal en Espaa
Illana Bango Garca Aon Gil y Carvajal, S.A. Corredura de Seguros
RESTAURACIN
Carlos M Costa Palacios CON LA COLABORACIN DE: IBERIA y VOLVO
Inmaculada Latorre Vzquez
IKONOS. Taller de Restauracin
CDICE. Conservacin y Restauracin
del documento grfico:
Alejandra Arvalo Clemente
Isabel Martn Marcos
Departamento de Restauracin de Patrimonio Nacional:
Angel Balao Gonzlez, Jefe del Departamento
Camino Criado Olmos
M. del Carmen del Cura de la Torre
Rosario Martn Arribas
Sagrario Moreno Herranz
Alba Prez Martn
Josefa Snchez Huete
M. del Mar Sanz Garca
Una historia demasiado preocupada por complacer los intereses y los sentimientos geo-
polticos de nuestra sociedad actual pretende, durante los ltimos tiempos, reinterpretar
el concepto de Sefarad. Ha surgido as la idea de que Sefarad no se corresponde con Es-
paa, sino con al-Andalus o Castilla en su sentido ms amplio. El problema se ha creado
porque algunos historiadores en vez de trabajar en el anlisis objetivo del hecho histrico,
lo que hacen es escribir una historia sesgada por nacionalismos, ya sean espaolistas co-
mo antiespaolistas. Para unos cuantos, Espaa parece que ha sido siempre una sola na-
cin, llegando incluso a negar la pluralidad de reinos formados durante la Alta Edad Me-
dia. Otros, ensimismados en esta pluralidad surgida a finales del primer milenio, se olvidan
de que la vieja Hispania romana se convirti en la primera nacin de Europa tras la cada
del Imperio Romano, circunstancia que marc definitivamente el devenir de las gentes
peninsulares. Sin duda, despus de la invasin islmica, surgieron estados perfectamente
definidos por las leyes y la geopoltica peninsular, pero en todos ellos pervivi la idea de
que les hermanaba la herencia de un pasado comn y un sentimiento de lo hispano.
Sefarad debe interpretarse como Espaa en hebreo. Segn la poca, el concepto Espa-
a/Hispania tendr diferentes matices. As, para las crnicas asturianas del siglo IX, His-
pania es todo el territorio peninsular gobernado por los musulmanes. Con el transcurso
de la Reconquista el concepto sufrir importantes modificaciones, pero siempre enten-
diendo que la pluralidad de reinos peninsulares constituan la vieja Hispania romana y,
especialmente, la de la monarqua goda. Las fuentes hebreas utilizarn el trmino Sefa-
rad/Hispania en este mismo sentido.
Memoria de Sefarad pretende ser una aproximacin a la Espaa que vivieron los ju-
dos, desde la ptica de sus vivencias, aunque en muchos momentos nos hayamos visto
obligados a integrar en la muestra referentes hispanocristianos o hispanomusulmanes. El
hecho dramtico de la expulsin y el no menos tenebroso de la actuacin inquisitorial ha
borrado muchos aspectos del patrimonio judo hispano. Es evidente que esto ha debilita-
do la memoria de lo judo en territorio hispano, pero conviene no engaarse, la integra-
cin de lo judo en lo hispano ha sido tan grande que resulta prcticamente imposible
desentraarlo. Desde este ltimo punto de vista, justo es reconocerlo, muchos de los su-
puestos lapsus de memoria no son tales, sino que resulta imposible diferenciarlos del resto
del patrimonio hispano.
Los mil quinientos aos que dur la presencia juda en Espaa hicieron que su cultu-
ra no slo se identificase con las vicisitudes de la hispana, sino que se lleg a integrar ple-
namente en ella. Slo un aspecto de la tradicin juda permanecer refractario en apariencia
al fenmeno hispano, el religioso; pero, incluso ste, adquirir entre los sefardes unas ca-
ractersticas propias que les harn muy diferentes al resto de los judos de la Dispora.
Mos Arragel, el rabino alcarreo que tradujo la Biblia de Alba, lleg a afirmar en la pri-
mera mitad del siglo XV:
Lo ms que oy los judos auemos de glosa sobre la ley e en las sus leyes e derechos e otras sien-
ias fue fallado compuesto por los sabios judos de Castilla, e por su doctrina oy son regidos los
judos en todos los reynos de la su trasmigrain.
A lo largo de los ocho apartados de este catlogo, tanto los estudios como los anlisis de
las piezas nos permitirn conocer las luces y las sombras de una Sefarad que, en palabras
de Arragel, fue corona e diadema de toda la ebrea trasmigracin.
Para acabar estas palabras introductorias quisiera dejar constancia de mi gratitud a
cuantas personas e instituciones han hecho posible la realizacin de la muestra, cuyos
nombres ya figuran en el apartado correspondiente de este catlogo. Aunque la aportacin
de todos ellos ha sido inestimable, me gustara resaltar aqu algunos por la continuidad de
su colaboracin. Juan Carlos Elorza me propuso el tema de la exposicin y su ayuda en la
consecucin de los primeros prstamos fue muy importante. Carlos Carrete Parrondo y
Yolanda Moreno Koch me ayudaron a conocer mejor el fenmeno hebreo en Espaa. El ase-
soramiento de Ana Mara Lpez, Santiago Palomero, Amparo Alba y Jordi Casanovas ha
sido de una gran utilidad. Las gentes de SEACEX, con su profesionalidad y experiencia, han
facilitado en todo momento mi labor. Manuel Barranco, con su buen hacer, me ayud a
superar momentos muy difciles del proceso. M. Carmen Muoz y Luca Varela han he-
cho realidad este hermoso catlogo, pleno de dificultades previas. Por ltimo, que no en
ltimo lugar, Illana Bango, cuya labor de coordinacin ha sido modlica.
La judera. Un espacio para la vida y la muerte Las necrpolis judas hispanas. Nuevas aportaciones
JORDI CASANOVAS MIR .......................... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
Un barrio de la ciudad: la judera
Fichas catalogrficas [163-167] ............. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 216
CLARA BANGO GARCA ................................... .......................... 63
Fichas catalogrficas [8-9] .......................... .......................... 71
La arquitectura
La vida cotidiana de los judos espaoles en la Edad Media
Arquitectura
YOLANDA MORENO KOCH ............................. .......................... 73
ISIDRO G. BANGO TORVISO ...................... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223
Fichas catalogrficas [10-28] ...................... .......................... 86 Sinagogas sefardes monumentales en el contexto
La Ketub (ISIDRO G. BANGO TORVISO) ...... .......................... 95 de la arquitectura medieval hispana
Fichas catalogrficas [29-33] ...................... .......................... 96 JUAN CARLOS RUIZ SOUZA ....................... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225
Las fichas catalogrficas que aqu se presentan han sido redactadas por:
A.A.C. Amparo Alba Cecilia C.E.O. Cristina Emperador Ortega J.S.L.P. Jorge Snchez-Lafuente Prez
A.G.A. Alejandro Garca Avils D.V.C. David Viv Codina J.V.R. Jaime Vicente Redn
A.I.O.M. Ana Isabel Ortega Martnez E. F. G. Etelvina Fernndez Gonzlez M.L.G.S. Maite Lpez de Guereo Sanz
A.N.P. ngeles Navarro Peiro E.T.N. Elas Ters Navarro M.V.C.P. M. Victoria Chico Picaza
A.T. Alberto Torra I.G.P. Ismael Gutirrez Pastor N.F.M. Natalio Fernndez Marcos
A.Z.C. Alonso Zamora Canellada J.C.M. Jordi Casanovas Mir P.S.D. Pa Senent Dez
B.C.I. Beln Castillo Iglesias J.G.P. Jess Gaite Pastor R.G.R. Ramn Gonzlvez Ruiz
C.B.G. Clara Bango Garca J.L.A.A. Jos Luis Avello lvarez S.P.P. Santiago Palomero Plaza
C.E.J. Carmen Escriche Jaime J.M.F. Joan Molina Figueras T.L.P. Teresa Laguna Pal
EL DISCURSO
HISTRICO
CARLOS CARRETE PARRONDO Sefarad en las fuentes hebreas medievales
Universidad de Salamanca
Varios siglos de contacto diario entre tres comunidades religiosas pertenecientes a otros tres
credos cristiano, mosaico y musulmn en un determinado marco geogrfico (al-An-
dalus, es decir, antigua Espaa musulmana) entre judos y musulmanes, y Sefarad (es de-
cir, antigua Espaa cristiana) entre cristianos y judos sugiere en principio la existencia de
mutuas relaciones, que sin duda las hubo; otra cosa es que quedaran reflejadas en las no
muy precisas fuentes documentales conservadas procedentes de ambas culturas. Y esta es,
en parte, la sntesis que en breves pginas pretendo ofrecer, delimitando mis sugerencias a
la convivencia algunos prefieren calificarlo como connivencia y otros, con algn matiz,
como pervivencia entre judos asentados en Sefarad y la mayoritaria poblacin cristia-
na. He de aclarar que para m la citada terminologa que algunos estudiosos emplean no
ofrece en esta ocasin especial problema, porque en verdad sobran las sutilezas. La infor-
macin suministrada por las fuentes redactadas en rabe es tratada, en este volumen, por
el arabista del Estudio salmantino, profesor F. Mallo Salgado.
Vayamos por partes, que acaso convenga matizar: si bien es sabido que entre los poe-
tas hispanorabes no es difcil encontrar sentidas composiciones destacando la belleza de
determinadas localidades de al-Andalus, no se puede afirmar que hubo un compor-
tamiento paralelo en la amplia y rica produccin literaria compuesta en hebreo tanto
en al-Andalus como en Sefarad. Sobre este concreto aspecto conviene remitir a la apor-
tacin, tambin incluida en el presente volumen, redactada por la prestigiosa hebraista
profesora M. A. Navarro Peiro, de la Universidad Complutense de Madrid. Uno de los
ms antiguos testimonios conservados acerca de la impresin que caus a los judos un
primer contacto con la poblacin cristiana asentada en la mitad norte de la Pennsula y
su lengua romance se debe al granadino y sensible Mos ibn Ezra (ca. 1055-post 1135)
cuando, como consecuencia de la invasin almorvide y fin del reino taifa de Granada
en el ao 1090, se ve obligado a abandonar su ciudad natal y refugiarse en Sefarad. Es
entonces cuando escribe1:
23
una gente de labios balbucientes y habla impenetrable;
al ver sus caras decae mi rostro,
hasta que el Seor me anuncie la liberacin
de ellos, salvndome con la piel de mis dientes,
en donde no cabe olvidar, aunque el poeta deliberadamente lo omite, que en Sefarad ha-
ba una religin mayoritaria distinta de la suya: la cristiana. El directo testimonio no deja
de ser al menos desalentador. No olvidemos que Mos ibn Ezra provena de una corte
musulmana especialmente refinada y que la lengua romance, el incipiente castellano,
atravesaba por su primitivo desarrollo.
Los ltimos seis versos son sin duda una desgarrada visin de la Espaa cristiana, ma-
tizada en un panegrico2, que no precisa, por su propio contenido, explicacin alguna:
En versos anteriores aoraba con sinceridad su pasado granadino al lanzar, sin paliativo
alguno, tan lamentable queja:
Tan bella composicin pudiera completarse con otros versos, no menos sentidos, inclui-
dos en un poema de amistad3:
Un ltimo ejemplo de este poeta, lleno de indignacin, mientras recuerda con deleite a
su querida y aorada Granada5. Y no es para menos:
Si pudiera hallar en mi destierro un hombre
inteligente, olvidara incluso sus delitos.
Corro de ciudad en ciudad, y encuentro las tiendas
de la estupidez tensadas por manos de los hombres;
buscan con fatiga las puertas de mi inteligencia
aun no estando cerradas para quien quiera abrirlas;
no ven mis cualidades, estrellas que
brillan en lo alto del cielo de mis palabras;
a sus odos cuesta escuchar mi discurso,
que hasta los de los sordos abrira.
[...]
Tras estar junto a los nobles de Occidente, cmo
gozar del sueo?, cmo hallar reposo mi corazn?
[...]
Olvdese mi diestra si los olvido, y si
privado de sus rostros quiero alegrarme!
Si me condujera de nuevo mi Dios a Granada,
seran dichosos mis caminos,
y me saciara de las aguas del Genil, puras
hasta cuando bajan turbios los torrentes deliciosos;
una tierra en la que mi vida fue agradable, y en la que
las mejillas del Destino ante m se extendieron.
El tudelano Yehud ha-Lev (ca. 1070-1141), ms tarde establecido durante largas tem-
poradas en Toledo ejerciendo la medicina, mantuvo directo y cotidiano trato con cristia-
nos de Sefarad, a quienes dedica los siguientes versos no exentos de demoledora crtica y
pertinaz autoestima6:
A nobles doncellas sacaron de las ciudades al destierro,
de camas frescas y reposos tranquilos,
4
Senz Badillos y Targarona 1988 (1), las dispersaron entre gentes sin entendimiento,
p. 166. entre pueblos de labios balbucientes y lenguas extraas,
5
Ibidem, pp. 168-169. mas conservaron la fe en la que se haban educado,
6
Ibidem, p. 192. y se negaron a inclinarse ante imgenes de dolos.
A partir del siglo XIII y hasta la expulsin general de 1492 es muy frecuente la aparicin
del judo cortesano en el reino de Castilla-Len (en Aragn-Catalua se llamar funcio-
nario) en general con apreciables condiciones de lealtad a la corona y eficacia profesional.
Y en algunas ocasiones con destacada vocacin potica que a veces dedica, acaso con des-
mesurada medida, a la figura del rey cristiano. Me refiero a Todros ben Yehud ha-Lev
Abulafia (1220-ca. 1298), destacado toledano de quien se conserva una preciosa alabanza
dirigida al rey Alfonso X, no exenta de evidente adulacin. Pero conviene recordar que
este monarca fue el impulsor de las Siete Partidas, primera legislacin con carcter nor-
mativo en la Espaa cristiana, aunque no lleg a imponerse como cdigo jurdico hasta
medio siglo despus; y la sptima est dedicada precisamente a legislar con generosidad
sobre mltiples aspectos concernientes a la populosa comunidad juda establecida en los
territorios de su reino. Abulafia escribe en honor de su rey (difcilmente podr encontrar-
se en toda la dispora similar composicin potica dedicada a un monarca cristiano) la si-
guiente poesa, plena de belleza y sentido respeto8:
Es, en toda la produccin literaria hispanohebrea, sin duda una excepcin. Por otra par-
te, es precisamente este poeta hispanohebreo quien se atrevi a presentar, tambin a tra-
vs de la poesa, un panorama, posiblemente real, de la decadencia por la que atravesa-
ban sus correligionarios toledanos, cada vez ms cercanos al lujo que desplegaban
determinados estamentos sociales cristianos y al peligro del frecuente averrosmo y, por
consiguiente, ms alejados de los preceptos contenidos en la Tor o ley mosaica. Conviene
recordar que buena parte de los judos habitantes en la Espaa medieval, tanto en al-
Andalus como en Sefarad, en ocasiones lindaron con la autntica hereja al emplear fi-
guras retricas e incluso cuando utilizaban el nombre de Adonay, su criador. Estamos,
pues, ante un ejemplo inslito de verdadera convivencia cultural cristianojuda. Ya vere-
mos ms adelante otras facetas bien distintas.
Los testimonios documentales hebreos redactados en prosa por judos establecidos en
los reinos peninsulares tampoco facilitan informacin sustancial sobre Sefarad, aunque
en la sinagoga toledana de Semuel ha-Lev, en la actualidad incomprensiblemente llama-
da del Trnsito, se reflejaron con orgullo las armas de los reinos de Castilla y Len, ho-
menaje del tesorero judo de Pedro I de Castilla, como verdadera imagen sin palabras, a
los reinos que cobijaron y protegieron a la poblacin juda como no lo hizo ninguna mo-
narqua cristiana en toda la dispora europea: los judos de Sefarad, adems de sbditos,
eran propiedad del rey y, por consiguiente, estaban amparados por la personal autoridad
del monarca. Y en esta ocasin la singular sinagoga toledana muestra grficamente lo que
varias plumas judas pudieron mas acaso lamentablemente no lo hicieron dejar es-
crito. Y en el puntual desarrollo de la presencia social y religiosa, da a da, del pueblo ju-
do establecido en Sefarad, me permito remitir al trabajo, tambin incluido en estas pgi-
nas, redactado por la hebraista e historiadora de los judos espaoles profesora Y. Moreno
Koch, de la Universidad Complutense de Madrid.
Yehud ben Selom al-Jarizi (ca. 1170-1230) en uno de los dilogos de Jber el quenita,
hroe de las maqamas de su Las asambleas de los sabios, escribe sobre la antigua Espaa p-
rrafos de indudable belleza9:
Me ha sido referido en mi juventud que Espaa era una delicia para los ojos. Su luz era como
un sol en medio de los cielos [Jos 10, 13]. El perfume de su tierra era para el paladar como
miel. Su aire era vida de las almas, su tierra la mejor de las tierras. Era el esplendor de las almas,
la alegra de Dios y de los hombres [Jue 9,13]. Los frutos de sus jardines eran como estrellas
9
Al-Harizi 1988, p. 287. del cielo, su tierra como un lirio de Sarn, una rosa de los valles [Cant 2, 1].
Vine a la extensa ciudad de Toledo, capital del reino, que est revestida del encanto de la domi-
nacin y ornada con las ciencias, mostrando a los pueblos y prncipes su belleza. Porque all emi-
graron las tribus, las tribus del Seor [Sal 122, 4]. Cuntos palacios hay en su interior que ha-
cen correrse a las luminarias para la magnificencia de su belleza y esplendor! Cuntas sinagogas
hay en ella de belleza incomparable! All toda alma alaba al Seor. En su medio habita una con-
gregacin, de semilla santa, que tiene como ornamento la justicia, numerosa como las plantas
del campo.
Acaso convenga recordar que precisamente Toledo (segunda mitad del siglo XIII), centro
esencial del judasmo de Sefarad, fue la meta de Aser ben Yejiel, famoso pietista de la leja-
na alemana, quien decidi trasladarse a la ciudad del Tajo, como centro septentrional de
las comunidades judas establecidas en Sefarad, para tratar, sin conseguirlo plenamente,
de imponer un elemental orden en las librepensadoras aljamas judas, cuya decadencia des-
de una perspectiva religiosa inquietaba al resto de la dispora, inserta, por otra parte, en
condiciones jurdicas y sociales muy diferentes a las que gozaban los judos de Sefarad,
ms liberales y en cuntas ocasiones impensables para las comunidades establecidas en el
centro y este de Europa. Fue algo totalmente diferente.
La aparicin del judo cortesano y es slo un destacado ejemplo, cuyo origen hay
que buscarlo en al-Andalus, era tambin frecuente en Sefarad. Y sus resultados ofrecen doble
visin: por un lado la presencia de judos con influyente poder en la corte puede representar
un verdadero baluarte para la comunidad juda y, por otra, el distanciamiento que esos judos
cortesanos pudieran ofrecer como negativa realidad ante su propia comunidad. La consecuencia
fue un panorama de doble filo: proteccin de unos derechos en una sociedad cristiana mayo-
ritaria y, por el contrario, paulatino abandono de una creencia mosaica secular. El resultado
puede advertirse con alguna facilidad. Y las consecuencias, esencialmente humanas, pueden
ofrecerse en el documental panorama del judasmo castellanoleons de nuestra decimoquin-
ta centuria y reminiscencias judeoconversas en el siguiente siglo: numeroso contingente de cris-
tianos nuevos procedentes del judasmo sin haber recibido elemental catequesis y, por consi-
guiente, necesariamente malos cristianos. Aqu se reanudar ya comenz en las sistemticas
persecuciones del ao 1391 el llamado problema converso. Pero ste es otro tema que en
otras pginas analiza una destacada hebraista y destacada historiadora del pasado judeoespaol,
de la Universidad de Salamanca, la profesora M.a F. Garca Casar.
Los escasos cronistas hispanohebreos y algunos descendientes de los expulsados en el
ao 1492 (Abraham ibn Daud, Yosef ben Sadiq de Arvalo, Selom ben Verga, Yosef ha-
Kohn e incluso el nada sefard Eliyahu Kapsali), cuyas obras traducidas al castellano
ofrecieron, entre otros, F. Cantera Burgos, P. Len Tello y Y. Moreno Koch, se limitan,
cada uno en su variopinto estilo, a narrar las secuencias por las que atravesaron los judos
habitantes en los reinos hispnicos, citando nombres de ciudades sin mayor precisin e
inters documental. Lo mismo ocurre con las numerosas quinot o lamentaciones que, por
lo general annimas, se redactaron para recordar las persecuciones que padecieron los ju-
dos de Sefarad durante los sistemticos asaltos a las aljamas durante el ao 1391. No son
noticias, para el caso que nos ocupa, de destacado inters. S, por supuesto, para la apolo-
ga juda de la poca. Lo mismo ocurre con las numerosas lpidas sepulcrales conserva-
das, algunas de muy destacada belleza.
Esta preheminencia ovieron los reyes e seores de Castilla, que los sus judos sbditos, memo-
rando la magnificiencia de los sus seores, fueron los ms sabios, los ms honrados judos que
quantos fueron en todos los regnos de su transmigracin, en quatro preheminencias: en linaje,
en riqueza, en bondades, en sciencia,
Dos mil aos de cristianismo limitan, es obvio, a esos veinte siglos como mximo la his-
toria de la fe en Jess el Nazareno sobre nuestra piel de toro. Slo la expulsin de los ju-
dos de los reinos hispnicos en 1492 y la extincin posterior de la criptojudera, deter-
minantes de un vaco de siglos en el hebrasmo espaol hasta la resurreccin contempornea
de las comunidades israelitas entre nosotros, puede hacer inadmisible la afirmacin de que
en la Pennsula Ibrica sea ms larga la andadura de la sinagoga que la de la iglesia. Es
evidente que antes de que hubiera aqu cristianos hubo judos; como lo es tambin que,
en los muchos siglos de aposicin de ambas religiones, la convivencia no fue por lo ge-
neral fcil y que al judasmo le cupo el papel de parte dbil. Cuando la Roma pagana
acosaba despiadadamente a los seguidores del Cristo, tambin acuciaba ms all de lo
soportable a los de la antigua Ley; cuando Roma se hace cristiana, sobreviene a los judos
una ms de las inacabables pesadillas de su dilatada y, por lo dems y pese a todo, fruct-
fera existencia. La islamizacin de Espaa les abre ms tarde, como tnica general, un mar-
cadamente distinto panorama. En una lnea histrica que, cual todas, admite luego plu-
ralidad y variedad de cortes y stos siempre han de ser convencionales a la postre, queda
sugerido ya aqu, entre los oscuros orgenes y el 711, un tracto de suficiente sentido y
coherencia. Yo lo asum tiempo atrs en una monografa1 que, aunque se acerca al cuar-
to de centuria, todava no parece tan superada que resulte o se la tenga por intil, bien
1
Garca Iglesias 1978 (1). De los al contrario, me da la impresin2; los organizadores de este magnfico evento han coin-
autores posteriores a m, se ha ate-
nido a idntica periorizacin Garca
cidido ahora en asignarme las mismas fronteras temporales para la breve aportacin que
Moreno 1993. el lector tiene entre sus manos y a cuya lectura da comienzo. Sintetizo en estas pginas una
2
Esto no supone que no haya ha- historia multisecular, nebulosa por los comienzos, pero intensa y fascinante en su de-
bido aportaciones varias que hayan sarrollo, anticipatoria adems, cosa curiosa, de no escasos fenmenos que adquirieron
complementado y superado aspec-
tos de mi libro. He citado en la no-
carta de naturaleza y expresin extrema en momentos posteriores hasta el dolor, las
ta anterior a Garca Moreno. Pgi- lgrimas, la sangre, que a otros cumple abordar y algn reflejo han de tener en cola-
nas adelante aparecern, entre otras boraciones subsiguientes de este volumen, debidas a la sabia pluma de los excelentes co-
cosas, estudios esplndidos de Gil, legas que en l contribuyen.
Saitta y Gonzlez Salinero. Hago
ahora referencia a La controversia
1998, en cuyas contribuciones ha-
llarn los interesados muchas obser- LOS ORGENES DE LAS COMUNIDADES JUDAS EN HISPANIA
vaciones de sustancia.
Aunque es verdad que nadie se acuerda ya, afortunadamente, de los Jafet y de los Tbal,
como hacan los viejos autores, no han faltado en los ltimos decenios los estudiosos a
quienes no repugnaba pensar en la remontada antigedad de la presencia de grupos he-
Isidoro de Sevilla, Contra Judaeos
(Francia?), Pars, Bibliothque breos en la Pennsula Ibrica. Se ha pretendido incluso que el pueblo de Israel hiciera
Nationale de France acto de presencia en tierras hispnicas en el antiqusimo perodo de la monarqua uni-
31
da, a la sombra de la ms remontada expansin fenicia por Occidente3. Si se aceptan
sugerencias de este calibre, fcil ser luego de asumir, a partir de ah, que llegaran ju-
dos a nuestro solar en los momentos de destierros y cautividades de los tiempos bbli-
cos4, o cuando eclosiona la dispora en el perodo helenstico, o con el acrecimiento de
la dispersin en poca romana, o como consecuencia de la cada de Jerusaln ante las
legiones de Tito, o quiz tras la segunda guerra judaica, ya en el siglo II de nuestra era,
o en efecto de algunas de las expulsiones localizadas que tuvieron lugar. Podemos dar por
buenas, tambin, estas palabras de un buen conocedor del judasmo helenstico: La gran
extensin de la judera en el norte de frica desde poca helenstica (siglo III a.C. en
adelante) hace verosmil el salto de algunos hebreos hacia la prspera Btica5. Tanta ma-
yor ser la verosimilitud de una propuesta cuanto menos se aproxime a las dataciones
tempranas6 y ms se cia a las tardas.
La cuestin del momento en el que comenzaron a surgir comunidades israelitas en
la Pennsula Ibrica la tenemos resuelta, pues, si es que cabe as decirlo, ms a travs de
hiptesis que sobre seguridades, y el valor de tales propuestas hipotticas ha de ser ine-
vitablemente proporcional a la prudencia que las sustente. S es cosa indiscutible que
existan ya aqu grupos de judos, hasta cierto punto florecientes, avanzado el Imperio
3
Sera de mencionar en este pun- romano7. La primera siembra de la fe cristiana exige la existencia previa de comunida-
to la idea, por alguno que otro sus-
des israelitas. Si San Pablo u otros misioneros de los tiempos apostlicos predicaron en
tentada, de que cabe relacionar las
naves de Tarsis bblicas con la Tar- Espaa, lo hicieron sin duda en ncleos sinagogales; el proselitismo entre gentiles fue
tessos del medioda hispnico y de posterior al de mbitos judos. La sola intencin del de Tarso de venir a tierras hispni-
que en consecuencia 1 Reyes 20, 22 cas8 muestra que la dispora occidental haba llegado hasta aqu. Aunque contamos
(El monarca [Salomn] tena en el
con documentacin menor para anteriores momentos, las actas del Concilio de Elvira
mar la flota de Tarsis con la flota de
Jiram [rey de Tiro]; una vez cada tres del ao 300, o poco despus, nos proporcionan prueba suficiente de la vitalidad de es-
aos llegaba la flota de Tarsis car- tos grupos judos y de hasta qu punto suscitaban la preocupacin de la jerarqua cris-
gada de oro, plata, marfil, monos y tiana, incluso antes de los edictos imperiales de tolerancia. Entre los numerosos cno-
pavos reales) abona la posibilidad
nes de este concilio, hay varios referidos expresamente a las relaciones y sus lmites
de que, ya en el siglo X a.C., hubie-
ra israelitas que navegaran hacia el que los seguidores de Cristo deban mantener con los judos9. El canon 16 prohiba los
occidente mediterrneo a la som- matrimonios mixtos contrados entre hombres israelitas y doncellas cristianas; el 49 con-
bra de los fenicios. denaba la costumbre de que los judos bendijeran los frutos de los campos; el 50 no
4
Encajara en este contexto la in-
permita que los fieles se sentaran a la mesa con los hebreos; el 78 vedaba que los casa-
terpretacin literal de Abdas, 20:
Los desterrados de Jerusaln que es- dos cristianos adulteraran con mujeres israelitas, y todava puede que hubiera alguna otra
tn en Sefarad ocuparn las ciuda- disposicin conciliar concerniente a la cuestin juda. No cabe discutir, atendiendo al
des del sur, basada en que Sefarad contenido de estos cnones, que la religin mosaica y los creyentes en ella estn presen-
es desde antiguo para los hebreos el
tes en la mente del alto clero sinodal como efectivos o, al menos, potenciales peligros
nombre de la Pennsula Ibrica.
5
Piero Senz 1992, p. 14. para no pocas iglesias hispnicas.
6
Trabajos como Beinart 1962, re-
sultan en exceso voluntaristas.
7
Garca Iglesias 1978 (1), captu-
LA LEGISLACIN DE LOS REYES GODOS ARRIANOS
lo II; Garca Moreno 1993, pp. 38
y ss., y Sayas Abengochea 1993,
pp. 479 y ss., con algunas nuevas Es importante este particular de la reserva con respecto al pueblo de Israel por parte del
propuestas. elemento cristiano en las primeras centurias de nuestra era. Sabido es que durante el
8
San Pablo, Romanos, 15, 24.
9
Imperio pagano los judos eran ciudadanos en plenitud de derechos y que disfrutaban
Vase Garca Iglesias 1978 (1), ca-
ptulo III, y entre lo reciente Valle de una tradicional tolerancia que los emperadores casi nunca dejaron de respetar. Pero,
1998 (1), pp. 15-19. cuando la fe en el Cristo pasa en la Roma de Oriente y Occidente al primer plano reli-
El inicio del rigor y la presin del reino visigodo contra los seguidores del mosasmo
coincide con la conversin de los monarcas y del sector gtico al catolicismo. Un gran his-
toriador del judasmo altomedieval, Blumenkranz, ha podido decir que la fecha del 589
supone el punto de partida de la ms trgica aventura de los judos con anterioridad a
la plena Edad Media12. Es evidente, pues, que la efemride de la conversin vino a ser
fecha clave para la suerte de los israelitas13. No hay ms que ver que el propio III Con-
cilio de Toledo, en el que se materializa el abandono del arrianismo por los godos, es el
primero en plantearse la cuestin juda y que Recaredo, el primer monarca godo cat-
lico, dicta ya una ley antijuda, aunque no fuera especialmente rigurosa. No podran
los judos adquirir siervos cristianos ni recibirlos en donacin, ni mucho menos cir-
cuncidarlos, y los esclavos israelitas de dueos de la misma fe que abjuraran hacindo-
se cristianos quedaran automticamente libres14. No son muy duras, da esa impresin,
estas disposiciones; si es que la ley est completa, pues podra habernos llegado a falta del
final y en ese caso cabra que contuviera una dureza que no nos ha sido dada conocer.
El concilio de la conversin prohibi a los judos tener esposas o concubinas cristianas,
obligaba al bautismo de los nios nacidos de las ilegales uniones mixtas, acoga el viejo
impedimento de acceso de los hebreos a los cargos pblicos y manumita sin ms a los
esclavos cristianos circuncidados a la fuerza15. Y, a partir de aqu, lo que el reino godo
depara a los hebreos es una larga serie de medidas restrictivas y punitivas en proceso de
creciente endurecimiento.
En el corto repaso que la ocasin me permite, voy a hacer hincapi en los ms rigurosos
y externos de los castigos previstos, incluyendo por descontado los fsicos, que varios mo-
narcas establecieron16. Ni Recaredo si es que su ley nos ha llegado ntegra ni el III Con-
cilio de Toledo previeron castigos corporales contra los infractores de sus disposiciones, pe-
ro algunos de sus seguidores no rehuyeron extremados rigores. Es el caso de Sisebuto
(612-621), quien en una de sus dos leyes sobre la posesin por judos de esclavos cristia-
nos y el consecuente proselitismo que facilitaba una posicin de dominio de tal naturale-
12
Blumenkranz 1960, p. 105. za, penaba a los infractores con decalvacin, azotes y pena capital17. Otra novedad rigu-
13
Sobre la poltica antijuda de la
rosa que aporta este monarca es la conversin forzada de los judos como alternativa al
monarqua goda catlica habr que
aadir a Garca Iglesias 1978 (1), ca- destierro. La desaparicin del monarca y la menor lenidad de sus dos inmediatos suceso-
ptulos V y siguientes, por citar lo res, Recaredo II y Suintila, dejaron luego estas drsticas medidas en desuso.
ms importante: Orlandis Rovira El IV Concilio de Toledo, de 633, que tuvo por personalidad ms influyente a San Isi-
1980, pp. 149 y ss.; Garca More-
doro y por el que se canaliza la legislacin del rey Sisenando (631-636) o que queda
no 1993, passim; el esplndido Gil
1977, pp. 9 y ss.; Saitta 1995, y Gon- convertido en ley de validez civil por dicho monarca, contradijo expresamente las
zlez Salinero 2000. disposiciones sisebutianas encaminadas a la conversin por fuerza18, aunque la existen-
14
Leges Visigothorum, XII, 2, 12. cia entonces de judos no bautizados es prueba de su incumplimiento. Uno de sus c-
15
III Concilio de Toledo, c. 14.
16
nones resucita una vieja norma con races en el entonces ya lejano Concilio de Elvira: la
Cfr. Garca Iglesias 1979 (1),
pp. 85 y ss., pequeo estudio pos- de que no deba haber trato entre judos y conversos procedentes del judasmo, a fin de
terior a Garca Iglesias 1978 (1), re- evitar la contaminacin de estos segundos por los primeros, y ello bajo pena de azotes pa-
petidamente citado. ra el infractor. Tampoco estaba permitida la circuncisin, considerada como una afren-
17
Leges Visigothorum, XII, 2, 13
ta para el cuerpo. Otra disposicin de este mismo IV Concilio, asimismo de larga tradi-
y 14.
18
IV Concilio de Toledo, canon 57. cin, prohiba a los judos ocupar cargos pblicos bajo pena de azotes, porque desde estas
19
Ibidem, cnones 59 a 66. situaciones de preeminencia podan cometer injusticias sobre los cristianos, ampliando
Es una larga y triste historia; tanto ms, si atendemos a cuanto de persecucin y des-
dicha alcanzaba a los ms indefensos de la comunidad de los israelitas hispnicos.
Brindo en este apartado unos apuntes sobre lo que la poltica sanguinaria de los mo-
narcas, y tambin la eclesistica, reservaba a los nios y adolescentes judos, particular
29
XII Concilio de Toledo, canon 9. al que hoy somos muy sensibles y al que alguna vez he prestado atencin33. En la po-
30
Leges Visigothorum, XII, 2, 18.
31
ca visigtica los moralistas, los tratadistas y reguladores monsticos y los concilios no
Cnones respectivos 1 y 8 y to-
mus de las actas de uno y otro. So- dejan de manifestar su inquietud por los aos dbiles de la corta edad, aspecto curio-
bre las medidas de gica, Garca Igle- so al que dediqu algunas pginas hace ya unos cuantos lustros; por su lado, las leyes
sias 1978 (1), pp. 129 y ss., y Gon- civiles se preocuparon por la dimensin jurdica de la realidad infantil y adolescente
zlez Salinero 2000, pp. 70 y ss. No
mediante disposiciones proteccionistas, especialmente aquellas referentes a la tutela
consigo ver la contradiccin que es-
te autor (p. 75, nota 216) atribuye de los menores hurfanos o hijos de padres moralmente sospechosos. Los legisladores
a mis pginas 130 y 157, habida antijudaicos de poca visigtica reflejaron alguna que otra vez, como no poda ser me-
cuenta de la progresividad de la ac- nos, que les condicionaba en cierta medida el cuidado por los ms jvenes. En dos
tuacin egicana. Le agradezco pro-
ocasiones, ambas cuando ya se ha iniciado la poltica de cristianizacin forzosa en el rei-
fundamente, sin embargo, la cui-
dadosa atencin que ha puesto en la no de Toledo, aunque una y otra a distintos niveles, miran por los hijos en minoridad
lectura de mi libro. de los judos con la intencin de sustraerles de los peligros que para ellos supona el con-
32
Lo hice en Garca Iglesias 1978 tacto con sus progenitores. La primera vez en la que esto ocurre es en el IV Concilio
(1), pp. 129 y ss., y me han segui-
de Toledo del 63334. La segunda ocasin en la que a un rey visigodo le inquieta este par-
do Garca Moreno 1993, p. 174, y
Gonzlez Salinero 2000, pp. 70, 77 ticular es cuando el XVII Concilio de Toledo de 694 recoge las rigurosas medidas an-
y 79. tijudas de gica y prev arrancar a los menores hebreos de sus propias familias para
33
Mayor pormenor que el aqu encomendrselos a cristianos una vez que hayan cumplido los siete aos35. Es de ad-
ofrecido en Garca Iglesias 1978 (2),
vertir que las circunstancias son muy distintas en este segundo caso a las del anterior,
pp. 28 y ss.
34
Canon 60 de sus actas. puesto que la disposicin egicana se enmarca dentro de las medidas tendentes a desdi-
35
XVII Concilio de Toledo, canon 8. bujar al pueblo de Israel, decretando esclavizacin general y dispersin de todos sus
Hay una pregunta de formulacin inevitable: la de cules fueron las motivaciones ltimas
36
Leges Visigothorum, XII, 1, 8. de esta poltica represiva de los godos contra los judos. Unos cuantos lustros atrs asisti-
37
Ibidem, XII, 3, 8. mos a una moda, muy ideologizada y ms distorsionadora de los hechos que fundamenta-
Algo he de recordar, en esta breve sntesis, de la actitud de la jerarqua con respecto a los
judos sobre la base de la produccin literaria y teolgica de algunos prelados40. Tras an-
tecedentes anteriores, como el de Gregorio de Elvira o Liciniano de Cartagena, que en los
aos del Imperio cristiano y de la monarqua arriana respectivamente se polemizan con-
tra los judos y se preocupan del fenmeno de la judaizacin en homilas o cartas41, el si-
glo VII constituye el momento en el que se concentran los escritos antijudaicos ms so-
bresalientes. Sabido es que San Isidoro de Sevilla se opuso a los rgidos procedimientos de
Sisebuto, aunque esta crtica no entraaba despreocupacin por la cuestin, como lo prue-
ba su participacin fundamental en el IV Concilio de Toledo y el casi desconocido III de
Sevilla ms arriba mencionado, as como su Contra Iudaeos, opsculo que intentaba pro-
porcionar argumentos contra las posibles objecciones procedentes del campo hebreo o pre-
tenda prevenir el riesgo de judaizacin, y su De fide catholica, escrito dirigido al parecer a
los convertidos a la fuerza por Sisebuto a fin de afirmarlos en su nueva fe42. San Braulio
de Zaragoza es el autor de una carta al papa Honorio I, en la que explica su postura per-
sonal y la de la Iglesia espaola al respecto del problema israelita. El Liber de Virginitate
de San Ildefonso de Toledo43 contiene elementos suficientes como para merecer cataloga-
cin en el captulo de la literatura antijuda, y San Julin de Toledo44, converso a lo que
parece45, no slo arremete contra los hebreos violentamente y en tono despreciativo en su
Historia Wambae y en su Insultatio ttulo bien significativo, sino que escribe tam-
bin el Antikeimenon, un tratado contra el judasmo, y el De comprobatione sextae aetatis,
que en palabras del gran latinista Daz y Daz es un formidable y aparatoso alegato me-
40
Vase Garca Iglesias 1978 (1), sinico antijudo46. A todos estos obispos escritores les inquietaba tanto la incredulidad
pp. 141 y ss. como el proselitismo de los hebreos; ms quiz lo segundo que lo primero. E insistira en
41
Sobre uno y otro, Garca Iglesias que esto es algo inseparable de la poltica llevada en el reino hispanogodo contra el pue-
1978 (1), pp. 49-50 (Gregorio) y 99-
blo judo, aunque slo sea por el papel que alguno de estos preclaros varones todos,
101 y 141 (Liciniano). Para el pri-
mero de ellos, Barcala Muoz 1998, salvo quiz Ildefonso desempearon en los concilios y por el ascendente que ms de uno
pp. 45-62. tuvo sobre algn que otro monarca persecutor. En cuanto respecta a la conversin forza-
42
Garca Iglesias 1978 (1), pp. 142- da, no faltaron los eclesisticos contrarios, pero abundaron los favorables, convencidos de
143; Dez Merino 1998, pp. 79-110,
la imposibilidad de salvacin fuera de la fe catlica y la legitimidad de lo que resultara
y Gonzlez Salinero 2000, pp. 121
y ss. una coaccin para el bien.
43
Adems de Garca Iglesias 1978
(1), p. 144, Valle 1998 (2), pp. 117-
118.
44
VESTIGIOS MATERIALES DE LAS COMUNIDADES JUDAS ANTIGUAS
Como complemento de lo que es-
crib en Garca Iglesias 1978 (1),
pp. 144-146 y passim, se deber acu- Toda historia pasada de cierta entidad deja huellas para el estudio y disfrute de arquelo-
dir al magnfico tratamiento de Gil gos u otros especialistas ms o menos cercanos, y esta nuestra no poda constituir excep-
1977 [1979], pp. 87 y ss., as como
cin. No abundan, empero, los restos fsicos que nos han legado los judos hispnicos de
a Valle 1998 (4), pp. 121-130, y Gon-
zlez Salinero 2000, pp. 115 y ss. la antigedad, se conserven o los conozcamos tan slo a travs de la memoria literaria de-
45
Una rosa nacida entre espinas, se- jada por quienes tuvieron la ocasin de verlos y estudiarlos. Relaciono en las lneas que
gn la Crnica Mozrabe, 31. siguen algunos de los testimonios materiales ms importantes. Ninguno de ellos es ante-
46
Daz y Daz 1976, p. 106.
47
rior a los tiempos de la vieja Roma. Por lo general se trata de epgrafes, aunque no faltan
Corpus Inscriptionum Latinarum,
II, 515. los de muy otro carcter. De poca romana son de recordar la inscripcin emeritense del
48
Ibidem, II, 1982. samaritano Iustinus47 y la almeriense de la nia Annia Salomonula48, as como la existencia
El estado persecutor se hundi junto al Guadalete en julio de 711, cuando las huestes del
rey Rodrigo fueron vencidas por las tropas musulmanas, mayoritariamente berberes, de
Tarik, el lugarteniente de Muza. La Iglesia hispanocatlica, que haba respaldado no slo
la coaccin sino tambin la violencia fsica ms extrema, qued desarbolada. Los judos,
que no fueron inocentes todo parece indicarlo as de conjura propicia a la invasin,
rieron los ltimos. Las viejas fuentes dicen que abrieron las puertas de algunas ciudades a
los musulmanes o se les sumaron y que stos los establecieron en ocasiones como guarni-
49
Relaciono el material numism-
cin54. Si es verdad lo que dio por bueno el XVII Concilio de Toledo, celebrado bajo gi-
tico que pude conocer en Garca
Iglesias 1978 (1), pp. 58-59. ca, a saber, que las comunidades judaicas se entendan ya de antes con los enemigos exte-
50
Entre su amplia bibliografa, re- riores de la monarqua, el descubrimiento del complot y el intento de atajarlo dist
mito a Schlunk 1952, pp. 182 y ss., mucho de la eficacia. Al menos los invasores encontraron decididos aliados en la agnica,
y Cantera y Mills 1956, pp. 284-
pero todava superviviente, sinagoga hispnica. Podra decirse que la poltica antijuda de
286.
51
Vanse las respectivas referencias los godos se volvi al cabo contra quienes la idearon, disearon y practicaron, por ms
en Garca Iglesias 1978 (1), pp. 56- que como contrapartida de largos efectos en el tiempo quedara establecido en Espaa el
57. concepto estigmatizador de perfidia iudaica55. Se comprende que unas gentes presiona-
52
Sin convencimiento la recog en
das, atenazadas, desmembradas y hasta amenazadas de extincin, hicieran todo lo posible
Garca Iglesias 1978 (1), p. 180: Su
probable carcter judo queda por por cambiar de situacin e incluso de dominadores. La conquista musulmana fue para
confirmar. Ahora no puedo dejar los israelitas ocasin de esperanza primero y, por lo general, de mejora efectiva despus.
de someter mis dudas al buen cri- Continuaran severamente discriminados, pero al menos en seguridad relativa y sin ries-
terio crtico de Gisela Ripoll.
53
gos que atentaran gravemente contra su preciada identidad. Y habran de volver los ma-
Sus referencias en Garca Igle-
sias 1978 (1), pp. 173-174 y 179. los tiempos, igualmente saudos, con los reinos cristianos, sobre todo avanzada la Edad
54
Con bibliografa anterior y men- Media, cual en otras pginas de este mismo libro se le explica cumplidamente al interesa-
cin de fuentes rabes y cristianas, do lector. En cualquier caso y por lo dems, no ser posible encontrar en la Espaa de tiem-
Garca Iglesias 1978 (1), pp. 199-202.
pos medievales fundamento bastante para ese mito, polticamente correcto y tan en boga,
Vanse tambin, desde el lado del ara-
bismo, Ashtor 1973, pp. 15 y ss. verdadero fantasma histrico a falta de matices y sobra de excepciones, que es el de la
55
Vase Ginio 1995, pp. 299 y ss. convivencia pacfica de las tres culturas y religiones.
La trgica situacin en la que se haban encontrado los judos de Hispania en la etapa fi-
nal de la monarqua visigoda cambi radicalmente a raz de la invasin de la Pennsula
Ibrica por los musulmanes. Tradicionalmente se ha puesto de manifiesto que los judos
animaron a los islamitas establecidos en el Magreb a cruzar el estrecho de Gibraltar para
asentarse en el territorio de la antigua Hispania romana. El hecho cierto es que, despus
de la victoria de Tariq sobre el rey visigodo Rodrigo en la decisiva batalla de Guadalete,
los hebreos encontraron en al-Andalus un clima de suma tolerancia.
Los musulmanes fueron para los judos, como lo ha sealado el historiador israel
Benzion Netanyahu, los salvadores de su intolerable opresin1. As las cosas, las juderas
establecidas en los ncleos urbanos de al-Andalus no slo gozaron de amplia autonoma,
tanto en trminos de gobierno como en las cuestiones judiciales y religiosas, sino que al-
canzaron un gran florecimiento. Ello no fue bice, sin embargo, para que los hebreos de
al-Andalus se arabizaran profundamente desde el punto de vista cultural, lo cual obede-
ca, en buena medida, al parentesco lingstico que exista entre los idiomas de ambas co-
munidades. Las juderas ms destacadas, sin duda todas ellas de carcter urbano, eran las
de Crdoba, Lucena, Valencia, Zaragoza, Toledo, Palma de Mallorca y Tudela. Los hebreos
se dedicaban, ante todo, a la artesana y el comercio, siendo muy frecuente la prctica de
oficios como los de sastre, orfebre o joyero, pero tambin los hubo dedicados a la medici-
na. Ms an, algunos hebreos terminaron por ocupar puestos de gran relevancia en la
corte musulmana. Tal fue el caso, por acudir a un ejemplo sumamente representativo, de
Jasdy ibn Saprut, mdico personal a la vez que colaborador en diversas tareas diplomti-
cas del primer califa cordobs, el omeya Abd al-Rahmn III. Jasdy ibn Saprut, por otra
parte, protegi hasta la saciedad a la comunidad hebraica de Crdoba, al tiempo que fi-
nanci una academia rabnica en dicha ciudad. Otro judo de alto relieve fue Ibn Negre-
lla, brillante poeta a la vez que hombre clave en el reino taifa de Granada, en donde actu
como visir y jefe del ejrcito. Asimismo hubo otros muchos nombres preclaros del hebras-
mo en el terreno de la actividad intelectual, entre los que merece ser recordado Selom
ibn Gabirol, cuya vida transcurri en la ciudad de Zaragoza, que fue coetneo de la po-
1
Netanyahu 1999, p. 50. ca de los primeros taifas.
Sin duda alguna la poca ms brillante de las juderas de al-Andalus fue la de los siglos X
y XI, es decir la poca del califato omeya y, tras la estruendosa cada de ste, la de los pri-
meros taifas. Esa fase se caracteriz por la convivencia, en la Espaa musulmana, de mez-
La ofrenda, Biblia de Alba
(Maqueda, 1422), fol. 25v, quitas, sinagogas e iglesias cristianas, o lo que es lo mismo de musulmanes, judos y mo-
Madrid, Fundacin Casa de Alba zrabes. Pero a raz de la invasin de los almorvides, a finales del siglo XI, ese panorama
43
experiment un cambio sustantivo. Los almorvides, que procedan del norte de frica,
eran partidarios de una interpretacin rgida de los principios del islamismo, lo que se
tradujo en que se mostraran muy poco comprensivos con los practicantes de las otras re-
ligiones abrahmicas, es decir los cristianos y los hebreos. Un siglo despus, en el XII, esa
situacin se agrav, si cabe, con la llegada al suelo hispano de los almohades, asimismo de
origen norteafricano, los cuales tambin se caracterizaban por sus principios integristas. De
ah que muchos judos se vieran obligados a abandonar el territorio de al-Andalus, unas ve-
ces para refugiarse en los reinos cristianos del norte peninsular, en los cuales eran muy
bien acogidos, otras para establecerse en otros pases del mbito musulmn. Este ltimo
fue el caso, entre otros muchos, del gran pensador hebreo del siglo XII Maimnides, autor
de la famosa Gua de perplejos, obra de carcter filosfico en la que intentaba armonizar,
por difcil que resultara el propsito, la fe y la razn [cat. 197-199]. Maimnides, que ha-
ba nacido en la ciudad de Crdoba, muri en el ao 1204, por supuesto muy lejos del
territorio de al-Andalus. El poeta Mos ibn Ezra, por el contrario, constituye un ejemplo
de judo que abandon las tierras de al-Andalus, en concreto Granada, a finales del siglo XI,
para refugiarse en Castilla.
En los ncleos cristianos que fueron surgiendo en las zonas septentrionales de Hispa-
nia, desde el reino astur, al oeste, hasta el condado de Barcelona, al este, haba en los si-
glos altomedievales, al parecer, algunos judos, por ms que en nmero reducido. Al
menos as se pone de manifiesto en diversas fuentes de la poca. Un documento del
ao 905 alude a los bienes que leg a un monasterio en su testamento un tal Habaz o
Nabaz, del que se dice que fue antes judo y despus cristiano y monje. Muy signifi-
cativo es, asimismo, el fuero de Castrojeriz, que data del ao 974, y en el cual se esta-
blece que si homines de Castro matarent judeo, tantum pectent pro illo quomodo pro
christiano. Tendra algn sentido esa referencia a los judos si no los haba en la cita-
da localidad? Por otra parte sabemos que a finales del siglo X haba una modesta judera
en la localidad leonesa de Puente Castro. No obstante, fue a raz de finales del siglo XI,
perodo coetneo de los inicios de la expansin militar cristiana hacia el territorio de
al-Andalus, cuando la presencia juda en los ncleos polticos de la Espaa cristiana
creci de forma notoria. En parte ello fue debido a la huida de hebreos de al-Andalus,
molestos con la intransigencia tanto de los almorvides como de los almohades. Pero
tambin fue decisivo el progreso de las armas cristianas, que iban incorporando a su
dominio ciudades en las que haba importantes juderas. Tal fue el caso, por ejemplo,
de Toledo, ncleo urbano en donde se hallaba la judera ms numerosa y ms dinmi-
ca de toda Hispania. Toledo, como es sabido, pas a poder cristiano en el ao 1085, en
tiempos del monarca castellano-leons Alfonso VI. Unos aos despus, en 1118, ocu-
rra lo mismo con la ciudad de Zaragoza, conquistada por el rey de Aragn Alfonso I el
Batallador.
Por lo que se refiere a los ncleos occidentales de las tierras hispanas, haba muy pocos
judos en las comarcas de la costa cantbrica. En cambio eran muy florecientes las juderas
del camino de Santiago, caso por ejemplo de Burgos o de Haro, as como de las ciudades
Un importante paso adelante, en orden a fortalecer las buenas relaciones entre las comu-
nidades cristiana y juda, lo dio Alfonso VI, al aprobar, en el ao 1090, la denominada Car-
ta inter Christianos et Judaeos, en la cual se estableca que en adelante se dara el mismo
trato legal a los miembros de ambas comunidades. Dicho documento ha sido considera-
do como una especie de fuero para la comunidad judaica. Es ms, ningn otro pas de
la Europa cristiana de la poca posea una norma legal que garantizara, como lo haca la
Carta de que hablamos, el establecimiento de los judos en su suelo. Conviene recordar
que, por esas mismas fechas, la Europa cristiana fue testigo de un primer ramalazo de
violencia antijudaica, como consecuencia de la puesta en marcha de las Cruzadas. La ac-
titud de los reyes cristianos de Hispania, por el contrario, fue, en general, favorable a la
2
Blasco 1999, p. 114. comunidad hebraica, a la que ofrecieron amparo y proteccin, aunque a cambio utilizaron
eran casi la mitad de todos los colaboradores de la brillante obra cientfica impulsada por
el monarca Alfonso X, intervinieron en aproximadamente tres cuartas partes del total de
las obras realizadas en aquel contexto. Recordemos, entre otros, a Yehud ben Mos y a
Ishaq ben Sayyid, autores de las famosas Tablas astronmicas alfonses. Es ms, Alfonso X
el Sabio, como ha sealado el historiador hebreo Y. Baer, dispens a los sabios judos
una hospitalidad tal que no es posible hallar nada igual entre los gobernantes de su tiem-
po. Ni siquiera el emperador Federico II se le puede comparar4. Muy brillante fue, asi-
mismo, Abraham ibn Ezra, hebreo originario de Tudela, que vivi en el siglo XII. Abra-
ham ibn Ezra, persona de formacin enciclopdica, cultiv la exgesis bblica e intent
sistematizar la gramtica hebrea, pero su principal dedicacin se orient al estudio de las
4
Baer 1961, I, p. 120. matemticas y de la astrologa.
Ese panorama de relativa armona entre las dos comunidades citadas, no obstante, expe-
riment un giro radical en el transcurso del siglo XIV. Por de pronto, la expulsin de los
judos de Inglaterra, decretada por Eduardo I en el ao 1290, iniciaba una nueva fase en
las relaciones con los hebreos. Por si fuera poco, el citado monarca ingls haba ordenado
la confiscacin de los bienes comunales de los hebreos, as como la anulacin de las deu-
das judiegas. A comienzos del siglo XIV los obispos de la provincia compostelana, reunidos
en la ciudad de Zamora, siguiendo las resoluciones del concilio celebrado un ao antes
en la localidad francesa de Vienne, se mostraron muy duros con la comunidad juda. En-
tre otras cosas pedan que se estableciera una radical separacin entre las juderas y los ba-
rrios de los cristianos, pero a la vez que los hebreos llevaran seales distintivas, que no prac-
ticaran la usura y, finalmente, que no ejercieran la medicina sobre gentes cristianas. Por si
fuera poco, siguiendo la estela de la hostilidad antihebraica que se haba desatado unos aos
atrs en el sur de Francia por unos grupos de fanticos conocidos como los pastoureaux,
las predicaciones, en el reino de Navarra, del franciscano fray Pedro Olligoyen desembo-
caron, en el ao 1328, en un clima de violencia contra los hebreos. Muchos judos asen-
tados en Navarra fueron asesinados por las bandas de fanticos seguidores de Olligoyen, en
particular en la localidad de Estella.
As las cosas, se fue creando un clima de antijudasmo popular, claramente expresado por
Pedro Lpez de Ayala, en su Rimado de Palacio, cuando afirma lo siguiente:
Ese clima, no poda ser de otra manera, termin desembocando en los sangrientos y tr-
gicos sucesos del ao 1391, de los cuales el principal instigador fue un clrigo andaluz,
Ferrn Martnez, arcediano de cija. Amrico Castro, entendemos que acertadamente, afir-
m en su da lo siguiente: Es probable que las matanzas de judos de 1391 fueran lejanas
e indirectas consecuencias de la guerra entre ambos hermanos [Pedro I y Enrique II]6. El
arzobispo de Sevilla, Pedro Gmez Barroso, lleg a prohibir al mencionado Ferrn Mar-
tnez que predicara. Los propios reyes de Castilla, en cartas personales enviadas al arcediano
de cija, le pedan que cortara sus incendiarias predicaciones. Pero el citado clrigo no
cej en ningn momento en su furia antijuda. La muerte, casi simultnea, del rey de
Castilla, Juan I, con el consiguiente vaco de poder que se cre, y del mencionado prela-
do hispalense, facilitaron la irrupcin del antijudasmo. As las cosas, Sevilla fue, en la fe-
cha citada de 1391, en concreto en el mes de junio, escenario de la actuacin de los se-
guidores de ese clrigo, a los que se denominaba en la poca, muy expresivamente, matadores
5
Lpez de Ayala 1952, pp. 432-433. de judos. A los habitantes de la judera hispalense se les ofreca el dilema de convertirse
6
Castro 1965, p. 62. al cristianismo o, en caso contrario, ser asesinados.
54 CATLOGO
[CAT. 2] [CAT. 2]
ANVERSO (N.os INV. 6343, 6344, 6345, 6346, 6347) REVERSO
[CAT. 2] [CAT. 2]
ANVERSO (N.os INV. 6349, 6348, 6350, 6351, 6352) REVERSO
EL DISCURSO HISTRICO 55
3
Lucerna decorada con menor
Siglos IV-V d.C.
Fragmento de cermica
3 x 7,5 x 5 cm
Procede de las excavaciones de urgencia realizadas en el Mercado de
Abastos (Pol. Industrial), Toledo
Toledo, Museo Sefard Ministerio de Educacin, Cultura y Deporte
(Depsito del Museo de Santa Cruz de Toledo, n. inv. 936)
B I B L I O G R A F A : Barroso y Morn de Pablos 1944, pp. 279-291; Sussman
1972, p. 10; Lyon-Caen 1986, pp. 90-120; Arce 1987; Momigliano
1987; Bailey 1988, pp. 554 del General Index; Carrobles Santos 1988;
Israeli y Avida 1988, pp. 144 y ss.; Prez-Rioja 1988; Lpez, Izquierdo [CAT. 3]
y Palomero 1990; Klagsbald 1997, p. 67; Goodenough 1998, vol. III,
n.os 931 y 927; Gonzlez Salinero 2000; Gonzlez 2002. mento lgido desde poca helenstica y romana hasta el fin de la era tal-
mdica. Tras unos siglos de prdida de identidad del smbolo, volver a
Fragmento de lucerna decorada con una menor, que aparece en el am- reaparecer en la Edad Media y, en la actualidad, es un logotipo co-
biente de una villa tardorromana en el territorium de Toletum. mnmente aceptado del judasmo.
Tcnicamente se trata de un sobremolde, es decir, utiliza un molde En el estado de la cuestin actual (Gonzlez Salinero 2000) esta pieza
que su propietario original ya consideraba amortizado, por eso ajusta mal se enmarca en el medio cultural, econmico y religioso de la pujante
con la otra parte del molde y presenta una deformacin no habitual en ciudad de Toletum (siglos IV-V d.C.) en plena transicin del paganismo
una lucerna. al cristianismo, en un ambiente de proselitismo mutuo entre judos y cris-
Este tipo de lmparas est bien atestiguado desde Israel, Grecia e Ita- tianos, no exento de roces y problemas como los atestiguados en los pri-
lia, hasta la propia Hispania. Israel, Egipto y norte de frica son los lu- meros concilios tanto en el de Elvira como en los de Toledo.
gares en los que se sitan los principales centros de produccin de estas La valoracin y adscripcin cultural y religiosa de la lucerna es com-
lucernas decoradas indistintamente con motivos de simbologa juda (me- plicada, pues, aunque se trata de una pieza nica en la Pennsula Ibri-
nor) o cristiana (cruz) o ambas a la vez. Al parecer, se popularizan en ca, no se puede inferir automticamente por la presencia de la menor que
cermica aunque las ms lujosas estn fabricadas en bronce, colocndo- pertenezca con total seguridad a la poblacin juda de Toletum. sta sin
se estas ltimas en edificios religiosos judos y cristianos. duda debi de ser importante ya en poca tardorromana, por cuanto las
Aunque la adscripcin cronolgica es clara (siglos IV-V d.C.) hay una fuentes posteriores de poca visigoda y los mismos concilios dejan poca
cierta confusin en la taxonoma ya que la mayora de los arquelogos duda al respecto.
en Israel la atribuye al perodo Bizantino; otros autores prefieren de- Un ladrillo de Acinipo (Ronda, Mlaga) conservado en el Museo Se-
nominarlas de tipo cartagins por el lugar de produccin o africanas fard y con una adscripcin cronolgica entre los siglos IV y VII d.C.
ms genricamente. En Espaa se adscriben a la poca tardorromana. tambin tiene como motivo central una menor y la leyenda aadida de
Desde el punto de vista del significado simblico, el candelabro est MICAL, que hace referencia al culto a San Miguel. El hecho es que este
estrechamente ligado a la luz inmaterial, la luz de la creacin, de la divi- tipo de ladrillos, claramente adscritos a bendiciones o aclamaciones cris-
nidad con una polivalencia semntica mltiple que depender del obje- tianas, y con motivos como crismones, palomas, cruces, coronas de lau-
to al que sirva de soporte o al lugar que se le asigne. Decora objetos li- rel, tienen un simbolismo religioso claramente cristiano, ya que se pon-
trgicos y sinagogas o monumentos funerarios, en donde sirve como an en las techumbres de iglesias y tumbas, y hacan referencia a la vida
luz de trnsito a la muerte y para alejar los poderes inquietantes de las celestial. Segn Julin Gonzlez (2002), las leyendas que aparecen en la
tinieblas y tambin, por supuesto, objetos de la vida cotidiana, mone- mayor parte de ellos se referiran a los obispos de las dicesis en que fue-
das, sellos, amuletos (talismn, segn el valor que se le atribuye en el ron hallados y el significado es que en las iglesias o en las tumbas de sus
salmo LXVII), joyas o una humilde lucerna como en este caso. dicesis respectivas son utilizados para invocar la compaa de Cristo o
La menor para el judasmo tiene profundos significados semnticos en el caso del ladrillo con menor la proteccin de San Miguel.
como recuerdo del gran candelabro que ilumin el templo de Jerusaln. El problema tcnico de que se trate de un sobremolde y por tanto
Candelabro que forma parte del ideario de la dispora en el recuerdo de una reutilizacin, tambin dificulta su adscripcin directa con se-
colectivo judo al ser llevado a Roma por el vencedor y, todava hoy figura guridad a un judo.
en el Arco de Tito. Es uno de los smbolos de identidad ms antiguos Con todo es hoy por hoy, la pista ms cercana de la presencia juda
del judasmo, apareciendo ya en el xodo (XXV, 31) y sobre todo en la en Toletum en poca tardorromana y en este sentido cabe valorarla.
visin proftica de Zacaras (4, 2-11) (siglo V a.C.) y teniendo su mo- S. P. P.
56 CATLOGO
4 bol de la vida a la derecha. Para Noy podra tratarse de un lulav elabora-
Pileta trilinge do, y por el sofar a la izquierda. Cierran la composicin dos pavos en-
frentados, smbolo de la Resurreccin, uno a cada lado, uno de los cuales
Siglos V-VI (?) parece picotear los frutos del rbol de la Vida. Sobre el pavo de la izquier-
Mrmol blanco da se lee en hebreo: Paz sobre Israel, sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
14 x 57 x 44 cm Encima del de la derecha, en latn: PAX. FIDES; y debajo de sta se leen con
Procede de Tarragona dificultad tres letras griegas MAH cuyo sentido se nos escapa.
Para unos se trata de una pileta ritual. Noy sugiere la posibilidad de que
Toledo, Museo Sefard Ministerio de Educacin, Cultura y Deporte
se trate de un osario y Beinart propuso en un principio que podra ser
(Depsito del Museo de Santa Cruz de Toledo, n. inv. 80).
un sarcfago infantil de los siglos I-III d.C. Noy rebate su propuesta ale-
BIBLIOGRAFA: Cantera 1955 (2), pp. 151-156; Snchez Real 1955, gando que no existe ningn paralelo entre los sarcfagos actualmente
pp. 139-140; Cantera y Mills 1956, pp. 350-354; Obras de los museos conocidos y que no hay evidencia del uso del hebreo en una poca tan
1956, p. 23, n. 118; Alfldy 1975, pp. 466-467; Garca Iglesias 1978 temprana. Rabello, que la tiene por pila de abluciones, siguiendo a Can-
(1), p. 173; Lpez lvarez 1986, p. 54; La vida juda en Sefarad 1991, tera, que en un primer momento la consider sepulcral por su decora-
p. 251; Noy 1993, pp. 254-256; Rabello 1996, pp. 172-174. cin, propone ubicarla como pila de abluciones en la entrada de una de
las sinagogas de Tarragona.
Esta notable pieza las lpidas trilinges constituyen una rareza apa- Para Noy el hecho de ser trilinge abona la posibilidad de que sea
reci al derribar unas casas en la calle del Enladrillado en Tarragona contempornea a la de Tortosa, y con similares argumentos Rabello se rea-
muy cerca del barrio judo, donde haba sido reutilizada como fregade- firma en el siglo VI, como mximo del VII. Para Alfldy la forma del
ro. De forma rectangular, muestra dos orificios de desage difciles de ads- trazo horizontal de la A de PAX sugiere que dicha pieza, si es que los mo-
cribir a una poca determinada. tivos decorativos y las inscripciones son coetneos, no puede ser ante-
Presenta una inscripcin junto a diversos smbolos en la cara frontal: rior al siglo V.
en el centro una menor, el candelabro de siete brazos, flanqueada por el r- J.C.M.
[CAT. 4]
EL DISCURSO HISTRICO 57
5 cuenca del Mediterrneo, pudindose fechar la pieza en algn momento
Lpida de Orihuela del siglo VI (Barroso y Morn de Pablos 2000, p. 285). Sin embargo, la
posicin de los pavos denota una mayor originalidad. Pavos picoteando
Siglo VI un racimo se encuentran, por ejemplo, en el techo de un arcosolio de la
Piedra caliza blanca catacumba juda de la Villa Torlonia en Roma, como smbolo de inmor-
18,7 x 18,3 x 2,4 cm talidad (Goodenough 1988, p. 123), aunque en ningn caso combinado
con la imagen de un pavo comiendo una serpiente. Sobre las probables
Orihuela, Museo Arqueolgico Comarcal (n. inv. HEB-0000001)
influencias bizantinas, no tan evidentes, sealadas por Vilar, creemos que
BIBLIOGRAFA: Vilar 1957, pp. 337-339; Garca Iglesias 1978 (1), este es un aspecto al que convendra dedicar una mayor atencin.
p. 175; Garca Moreno 1993, pp. 61-62 y 91. Para Vilar podra tratarse de una lpida funeraria, cuya inscripcin se
encontrara en la parte superior, actualmente desaparecida, o del cancel
Fragmento inferior de una losa con diversas representaciones en bajorre- de una sinagoga. Por sus reducidas dimensiones y por los motivos repre-
lieve. En el centro la base de una menor, smbolo de la esperanza del pue- sentados en ella, nos inclinamos por considerarla funeraria, siguiendo
blo judo, de la que se conserva el soporte, constituido por una columna algunos paralelos remotos de la ciudad de Roma (Frey, n.os 144, 306, 348
con un fuste entorchado y capitel corintio de factura visigoda, y el arran- y 653), todos ellos de los siglos III-IV d.C.
que de dos de los brazos. A ambos lados de sta aparecen dos pavos, sm- Se desconoce su procedencia y dada la inexistencia de paralelos loca-
bolo de la Resurreccin, el de la izquierda devorando una serpiente y el de les resulta comprometido aventurar una hiptesis. Vilar planteaba la
la derecha picoteando unos frutos redondos (uvas?). Una moldura enmarca posibilidad de que procediera de Elche (Ilici) o de la propia Orihuela,
la escena por la parte inferior y por ambos lados, lo que elimina la posibi- lo que retrotraera la fecha del primer asentamiento de judos, pero por
lidad de que se trate de un friso corrido de mayor extensin. Si bien los mo- el momento no es posible asegurar nada.
tivos representados, de tradicin tardorromana, son comunes en toda la J.C.M.
[CAT. 5]
58 CATLOGO
6 7
Tablero ptreo con la estrella de David Epitafio de Havaab
Siglos X-XI (?) 1156
Piedra caliza Mrmol
59 x 53 x 22 cm 32 x 26 x 5 cm
Procede de un templo de la regin de la Ojeda Procede de la Iglesia San Miguel el Alto de Toledo
Palencia, Museo Diocesano Toledo, Museo de Santa Cruz (n. inv. 235)
BIBLIOGRAFA: Sancho Campos 1999, p. 75; Huerta Huerta 2002, BIBLIOGRAFA: Arellano 1980, pp. 35-39; Casamar 1985, p. 305.
p. 107.
Este epitafio est en perfecto estado de conservacin, excepto su esqui-
Pieza compleja de difcil clasificacin, tanto estilstica como iconogrfi- na derecha, pero el texto se puede leer entero.
camente, dada su ambigedad formal y el desconocimiento que tene- La letra y la disposicin de los caracteres siguen la tradicin de los
mos sobre su exacta ubicacin en origen. manuscritos mozrabes. El texto est dividido en dos columnas, marcando
los hemistiquios de un dstico elegaco, muy frecuente en los epitafios
de esa poca. Otra caracterstica propia es la separacin de los hemisti-
quios mediante tres puntos. La traduccin del texto latino, segn Casa-
mar, sera la siguiente: Seguidor de Cristo, que esta tumba contemplas
/ y recordar quieres al que esta losa cubre: / se te ofrece noticia de este
bello sepulcro. / Pues muestra el epitafio a quien cubre el tmulo: / Por
su vida y costumbres fue israelita sincero / y presbtero insigne. Varn
bueno y piadoso / y de noble linaje, su bondad bien se sabe. / Havaab se
llamaba, por la espalda fue muerto. / Su polvo y huesos yacen bajo la tum-
ba que ves, / Al cielo, suerte feliz, emigr el alma. / Si de mil y doscien-
tos slo seis aos restas, / mira los que quedan: a la era revelan.
Comprobamos por este epgrafe la conversin de un judo, converti-
do despus a miembro del clero secular. Se muestra una de las caracte-
rsticas de los conversos, el sentimiento de orgullo por pertenecer a una
familia hebrea, circunstancia que se hace patente entre los eclesisticos
de origen judo durante la Edad Media, lo que ya no ocurrir a partir del
Decreto de Expulsin.
C.B.G.
[CAT. 6]
EL DISCURSO HISTRICO 59
LA JUDERA
Un espacio para la vida y la muerte
CLARA BANGO GARCA Un barrio de la ciudad: la judera
Universidad Autnoma de Madrid
La judera es la denominacin genrica del mbito urbano donde residen los judos en la
Espaa medieval. Cuando la judera contaba con las instituciones reglamentarias y con sus
edificios comunitarios correspondientes (sinagoga, escuela, bao ritual, cementerio, etc.), se
denomina aljama de los judos1. Se utilizan tambin otras denominaciones de poca. As,
en Catalua es habitual denominarlo call de los judos, trmino que tiene su origen en la
expresin hebrea qahal, reunin o congregacin. Tampoco faltan nombres ms urbanos co-
mo barrio. En un documento de Gerona, del ao 1284, figura el barri dIsrael2.
Dado nuestro conocimiento actual, nos resulta prcticamente imposible trazar un pa-
norama perfectamente articulado sobre el mbito urbano de la judera, durante los casi mil
quinientos aos de estancia de los judos en Espaa. Se han hecho grandes esfuerzos por
delimitar y sistematizar la organizacin de la red viaria o de su estructuracin en el entor-
no de la edificacin monumental, sin embargo los resultados no son muy satisfactorios y
posiblemente nunca lo sern, pues no debi de existir nunca una sistematizacin.
Cuando leemos la pragmtica de la reina doa Catalina del ao 1412, nos damos cuenta
1
Existe tambin la aljama de los mo- de lo que hemos de relativizar todas esas referencias a la judera como un espacio cerrado
ros. Como referencia a la judera co-
y aislado que figura en muchos documentos de poca. Para qu era necesario que los ju-
mo espacio urbano y organizacin
adems de las obras clsicas de Can- dos vivan en un lugar aparte de la idad, villa o logar, si es que las juderas ya lo eran?
tera o Lacave, tantas veces repeti- A esto vamos a intentar dar respuesta en las breves pginas que siguen.
das en este catlogo, es muy intere- Los judos ocuparon barrios propios cuya delimitacin resulta problemtico precisar.
sante por su interpretacin a partir
Lo que en un principio no era otra cosa que vivir juntos por afinidad tnico-religiosa, a
de la informacin arqueolgica el
breve estudio de Izquierdo Benito partir de la tardorromanidad se convirti en muchas ocasiones en obligacin impuesta
1998, pp. 265-290. por las leyes. La conocida carta del obispo Severo de Menorca (418) alude ya a una ocu-
2
Planas 2002, p. 58. Es muy habi- pacin de poblaciones distintas para cristianos y judos.
tual en la documentacin medieval
Durante el Medievo hispano la obligacin de vivir separados afect a judos, moros y
encontrar la referencia a una comu-
nidad juda con el nombre del pue- cristianos segn quin gobernase. Generalmente se trata de un barrio nico, aunque en
blo o nacin Israel. grandes poblaciones pudieron ocupar zonas diversas de la ciudad. A lo largo de la Recon-
quista las juderas de las ciudades musulmanas mantuvieron la misma ubicacin despus
de la conquista cristiana, tal como podemos comprobar en Crdoba, Tudela, etc.
Por diversas circunstancias de las relaciones cristianojudas, ciertas juderas cambiaron
Coccin de panes cimos,
de ubicacin en el plano de la ciudad. Tensiones sociales, intereses econmicos o las reite-
Agad Morisca (Castilla, 1300),
Londres, The British Library radas presiones de la Iglesia por aislar a los judos son los factores determinantes de estos
(Ms. Or. 2737, fol. 88r) cambios.
63
El miqv; fieles purificando
copas, Agad Morisca (Castilla,
1300), Londres, The British
Library (Ms. Or. 2737, fol. 90r)
Que sean ercados de una cerca en derredor e tenga sta una puerta sola, por donde se manden
8
Ibidem, p. 218. en tal rculo, e que en el dho rculo e los que asy fueren asignados, moren los tales judos e ju-
9
Para la ubicacin de muchas ju- das e moros e moras e non en otro logar nin casa fuera de l10.
deras slo se han contado con re-
ferencias como la pervivencia del
nombre donde se encontraba la si- Estas normas tambin se extendieron por tierras de la Corona de Aragn. Ahora s que po-
nagoga (calle de la sinagoga). En demos hablar con toda propiedad de que se quiere reducir a la poblacin juda a un verda-
Yepes (Toledo), la calle de la sina- dero gueto. Incluso ciertas normas que empezaron a limitar el acceso de los cristianos a las
goga era una de las dos calles rea-
les del pueblo: las calles reales, una
juderas se hicieron ms radicales. No obstante, bajo la proteccin de los reyes y de algunos
que va de la plaza al alczar, y la otra nobles, las ordenanzas de aislamiento no se llegaron aplicar. Son numerosas las referencias a
que dicen calle de la sinagoga (Ri- su falta de cumplimiento, o al abandono de los lugares que se les haba sealado. Un reflejo
co Sez-Bravo 1998, p. 214) de esta circunstancia lo podemos ver en el snodo de vila, del ao 1481: por sus intereses
10
Amador de los Ros 1875-1876,
p. 965.
y provechos han dexado los sitios y circuitos y lugares a ellos dados y deputados antigua-
11
Synodicon Hispanum 1994, p. 180. mente, y anse venido a morar y moran entre los fieles11.
LA VIVIENDA
Durante los ltimos aos varias excavaciones arqueolgicas han sacado a la luz diversos
tipos de vivienda ubicadas en barrios judos. Estos hallazgos posibilitan avanzar en el
conocimiento del tema, superando una imagen idlica, tremendamente falsa, que desde
la historiografa decimonnica se ofreca del tema.
Cuando hablamos de vivienda juda parece como si hubiera necesidad de encon-
trarnos con un tipo de mansin condicionado funcionalmente por la etnia de sus ha-
bitantes. Nada hay a este respecto. Salvo la mezuz que se coloca en las jambas de las
puertas, ningn otro distintivo encontramos en este tipo de casa. Tanto las noticias
documentales como los hallazgos arqueolgicos confirman una plena identidad de la
arquitectura domstica de los judos con la del resto de la poblacin. Y esta identidad
con este tipo de edificacin se debe entender tanto en el mbito islmico como en el
cristiano.
Acudiendo a los repertorios de fuentes documentales judas hispanas podemos com-
probar en las mltiples referencias a las casas, que stas constan de los mismos elemen-
tos que las cristianas: patio-corte, bodega, cmara, cocina... Lgicamente al hablar de
la vivienda debemos tener en cuenta la condicin social del propietario: los ms aco-
modados podran llegar a tener verdaderos palacios seoriales.
Como la arquitectura domstica ms popular apenas deja huellas importantes, la ar-
queologa nos ha suministrado informacin sobre viviendas de clase media y clase alta.
La Casa Maara, en la judera de Sevilla, nos demuestra cmo un viejo conjunto musul-
mn fue reaprovechado por una familia juda para construir despus de la conquista
cristiana un importante conjunto residencial. Los restos de yeseras con azulejera, arte-
sonados y herldica familiar demuestran el acomodado nivel social de los moradores12.
Una casa de la judera de Alcal de Henares recientemente estudiada nos habla de una
vivienda habitual en las ciudades castellanas: fachada con prtico y galera volada, zona
de tienda o amplio zagun exterior, rea de vivienda interior en torno a un patio y un
paso trasero a zona de huerta y cobertizos13.
EDIFICIOS COMUNITARIOS
Las juderas contaban con una serie de edificios de uso pblico por parte de la comuni-
12
dad, cuya propiedad estaba permitida por las leyes: la sinagoga y sus anejos, escuelas, ba-
Ojeda Calvo y Tabales 1994, vol. II,
pp. 137-146. os, carniceras, horno y taberna. De los cementerios se hablar monogrficamente en otro
13
Reyes 1998, pp. 181-216. captulo de este catlogo.
Alcaicera
La alcaicera es un mercado cerrado de origen musulmn. Este mercado con tiendas tena
su normativa. Slo las juderas con una cierta entidad podran contar con l. Al principio
los tenderos judos tenan sus establecimientos arrendados en la alcaicera de la poblacin
mezclados con la comunidad cristiana. Pero, con el paso del tiempo, habr una alcaicera
juda. En la documentacin se habla en numerosas ocasiones de cmo muchos judos in-
tentaban sacar a las puertas de la judera sus tiendas a fin de que fuesen ms accesibles a
los clientes cristianos. La miniatura y la pintura gtica nos han ofrecido imgenes muy
sugerentes de estas tiendas: la botica de un alfaqun, una zapatera, el almacn de sedas, el
19
Passini 1998, pp. 300-326. obrador de un orfebre, o la casa de empeos...
Carniceras
La carnicera entre los judos requera, adems de las funciones tpicas de lugar de matanza y de
venta, una preparacin de la carne con criterios religiosos. La Golden Hagad nos permite ver
en una de sus miniaturas una aproximacin iconogrfica a una de estas carniceras medievales.
El fuero de Madrid nos suministra cierta informacin sobre las condiciones de venta
de carne para los judos: El carnicero que vendiera carne propia de los judos, trif u otra
carne alguna exclusiva de ellos, pague doce maravedes, y si no los tuviere, sea ahorcado...20.
Taberna
En las taqanot de Valladolid figuran ciertos datos sobre las tabernas en la judera, en las
que deba existir vino apto para ser consumido por los judos: que en el lugar do moran
o moraren diez cabezas de familia o ms, que fagan en manera que [sea] exista entre ellos
taberna de vino kaser, as pora ellos como pora los transentes21.
Escuelas
[CAT. 8]
73
y general del ejrcito del rey Badis. En 1056, a su muerte, le sucedi su hijo Yosef, cuya am-
bicin y poder desmedidos le ocasionaron una muerte violenta por los musulmanes. La in-
vasin almohade en el 1148 ocasion un grave deterioro en la minora juda debido a la
gran intransigencia en materia religiosa que impusieron a los habitantes de al-Andalus. En-
tre los afectados por ello se encontraba la familia de Mos ben Maimn (Maimnides), una
de las ms importantes figuras del judasmo de todos los tiempos, que hubo de abando-
nar Crdoba y finalmente establecerse en Egipto donde fue nombrado rais al-yahud, jefe
de la comunidad juda. Adems de ser elegido mdico de la familia del sultn Saladino,
fue autor de obras de medicina, filosofa y cdigos legales. Defini los trece principios de
la fe judaica.
Los dos grandes centros en Europa donde el judasmo se consolid durante la Edad
Media tal como lo conocemos hoy fueron Alemania y Espaa (Askenaz, por extensin la en-
tidad cultural y social formada por las comunidades judas de Europa, desde el norte de Fran-
cia hasta Slavonia, y Sefarad, los reinos cristianos hispnicos y posteriormente tambin
Portugal), de donde salieron dos formas de vivir y pensar especficas. Durante la larga
Edad Media hispnica los judos formaban parte de un sector de la poblacin a la que ha-
ba que proteger. Segn el derecho feudal tomado del modelo romano, los judos eran ser-
vi camerae regis, convirtindose en propiedad del rey, lo que significaba que le pertenecan
en cuerpo y bienes. Su existencia, entre una sociedad mayoritariamente cristiana, se desa-
rroll en dos planos bien diferentes: por una parte una integracin en la sociedad cristiana
sobre todo en el plano econmico y social y por otra un rechazo hacia ellos, en gran
parte por motivos de ndole religiosa, sucedindose en ocasiones persecuciones violentas por
esta causa. La situacin real era variable segn la predisposicin de los reyes, aunque la
Iglesia tambin colabor con su deseo de conversin al introducir en los concilios clusu-
las discriminatorias, y en ocasiones vejatorias, con las que pretenda imponer una separacin
entre ambos y no la integracin. En el IV Concilio Lateranense (1215), en el canon 68,
entre otras disposiciones, se determina el uso de seales distintivas en el caso de los rei-
nos hispnicos una rodela, la mayora de las veces bermeja, para distinguirlos de la po-
blacin cristiana de la que en nada se diferenciaba externamente. Esta pretensin es la mis-
ma que los procuradores de las ciudades solicitan en las Cortes de Palencia de 1313, una
seal redonda de pao amarilla en el pecho y en 1405 de pao bermejo, peticiones que no
se estaban cumpliendo como se reconoce en las Cortes de Madrigal de 1438 y 1476. Sin
embargo, ya desde la poca de Alfonso X se establece una separacin entre los distintos es-
tratos sociales relacionados con el vestir y las joyas.
En los reinos hispnicos medievales la institucin que indicaba la existencia de una co-
munidad juda en una ciudad determinada, provista de todas las condiciones legales m-
nimas para considerarla como tal, se la denominaba aljama (del rabe, que significa la reu-
nin, y se aplica tanto a los judos aljama iudaeorum como a los moros aljama sarracenorum),
y en hebreo cahal reunin, congregacin. En tal caso, posea sinagoga, cementerio,
escuela, miqv o bao ritual, carnicera, etc. Cuando no cuenta con todas las condiciones
legales mnimas para ser considerada aljama hablamos de juderas. La documentacin
medieval tambin designa con este trmino la zona geogrfica de la villa o ciudad donde
sola vivir el mayor contingente de familias judas, aunque no es extrao encontrar tam-
bin familias cristianas entre ellos. En ocasiones es sinnimo de barrio judo. En Aragn
y Navarra el trmino utilizado ms frecuentemente es el de judera, en tanto que en Ca-
talua, Mallorca y Roselln se llama a la zona urbana donde viven los judos call, y en un
slo caso en Lrida se la denomina cyuraa.
La comunidad juda, reconocida como tal por los poderes municipales y seoriales,
tiene jurdicamente un estatus de asociacin, representada por un responsable, que sirve de
intermediario entre los judos y las autoridades; est capacitada para recaudar impuestos
y tasas especficas para ellos. Pero tambin gozaba de privilegios, como la posibilidad de
practicar su religin y arreglar por s mismos sus asuntos internos, entre otros los relativos
a impuestos y la solucin de los litigios en materia religiosa, que eran juzgados por un tri-
bunal rabnico.
En diferentes ocasiones se elaboraron en las comunidades judas un conjunto de acuer-
dos con carcter de ley que regulaban la vida juda en su mbito privado y pblico, las ta-
qanot estatutos, que permitieron actualizar las normas legales de conducta segn la tra-
dicin y aplicarlas a situaciones sociales nuevas. Estas prescripciones legales se adoptaron
rpidamente fuera de su lugar de origen y llegaron a convertirse en la norma de diversas
comunidades judas sefardes despus de la expulsin de los reinos hispnicos en 1492. Ejem-
plo de regulacin interna son las taqanot estatutos de Valladolid, promulgadas en 1432,
que presentan un panorama de su evolucin y una decisin de reformar sus instituciones
en un intento de salir al paso de abusos y atropellos que inevitablemente influan de forma
negativa en la sociedad juda. Conocemos otras taqanot y ordenanzas que se promulgaron
en pocas anteriores y en diferentes ciudades y reinos como las de Tudela (1287-1305) o
las de Zaragoza (1264), en el reino de Aragn por mencionar slo algunas.
Las comunidades de los reinos hispnicos a finales de la Edad Media se encontraban ba-
jo el control general del llamado rab de la corte, o rab mayor de la corte, en ocasiones tam-
bin denominado juez mayor, cargo que recaa en aquel que el rey eligiera directamente.
Sus funciones eran muy amplias, interviniendo como juez en frecuentes ocasiones, co-
mo en el caso de las sentencias dictadas por otros jueces y que eran apeladas por alguno
de los implicados en el juicio, decidiendo si era o no una sentencia apropiada, disponiendo
la cantidad de las multas establecidas en las sentencias de los jueces, y sobre el destino de
las multas de Talmud Tor escuela rabnica, e institucin sociobenfica que atenda
las necesidades de los estudiantes rabnicos. Conceda privilegio a los jueces para pren-
der a los sentenciados y confirmaba la sentencia de pena de muerte por malsindad, sen-
tencia que deba ser refrendada en ltima instancia por el rey y ejecutada por los guar-
dias de la corona. Su actuacin en la eleccin de los jueces era solicitada cuando el maamad
asamblea del qahal, comunidad no llegaba a un acuerdo para su eleccin, aunque
su intervencin ms importante estaba relacionada con los asuntos econmicos ya que
fijaba las normas para la percepcin de rentas y alcabalas cuando la aljama no se pona
de acuerdo siendo a su vez ayudado por otro rab para decidir si eran justas o no, a la vez
que juzgaba y verificaba las reclamaciones de los pecheros; decida la validez de las cartas
de privilegio que a menudo miembros de la aljama presentaban con el objeto de evadir
impuestos.
Los asuntos pblicos de la aljama eran regidos por la asamblea que se reuna siempre
que el qahal tuviera necesidad de solucionar cualquier asunto que reclamara la atencin
de sus integrantes. No tenan fecha fija para reunirse y el resultado de sus decisiones se
comunicaba habitualmente en la sinagoga, lugar donde podan encontrarse la mayor par-
te de los miembros de la aljama durante la oracin del sbado. Esta asamblea estaba inte-
grada en su mayor parte por los verdaderos gobernantes de las comunidades judas, los gue-
dol ha-qahal los mayores del qahal, que llegaban a formar una autntica oligarqua.
Se les podra considerar como regidores y en algunas comunidades, como en Navarra, se
les llamaba mayorales o mayores cuyo nmero no era fijo pues dependa del nmero de ha-
bitantes de la aljama. En ocasiones se les denomina zeqen ha-ir ancianos o viejos de la
ciudad. En la corona de Aragn, y en concreto en Barcelona, se promulg una ordena-
cin en 1327, que fue sancionada por Jaime II en la sinagoga de la ciudad. En estas orde-
nanzas se prohbe que ningn judo pudiera tener un cargo en la aljama por decisin del
rey, prerrogativa que a partir de ese momento le perteneca al llamado Consejo de los Trein-
ta, y cuyas decisiones se tomaban por la mayora de votos. Estos acuerdos fueron despus
adoptados por las aljamas de Huesca y Valencia.
representar a los judos en la famosa Disputa de Barcelona en 1263 frente al converso Pa-
blo Cristiano. De entre los ms importantes funcionarios judos durante el reinado de
Pedro III de Aragn fueron los hermanos Yosef y Mos Ravaya. Yosef fue tesorero priva-
do del rey y muri en la campaa de Sicilia. Con frecuencia los arrendadores de impues-
tos de la corona y de la Iglesia formaban compaas en las que tambin participaban cris-
tianos y que, una vez recaudado el impuesto, se disolvan. A pesar de las continuas quejas
de los representantes de las ciudades sobre el poder que los judos cortesanos ejercan so-
bre la poblacin cristiana, quejas que se ven reflejadas en las Cortes, veremos que al me-
nos en Castilla no se les priv de su poder, al contrario que en Aragn donde a finales del
siglo XIII no se encuentran judos de corte en la administracin del reino. El enfrentamiento
de los monarcas con los procuradores y representantes de las ciudades era frecuente en lo
relacionado con la eleccin de arrendadores y recaudadores judos, y exceptuando algu-
nos momentos en los que se les prohibi ejercer estas profesiones, recordemos por ejem-
plo a doa Mara de Molina, regente durante la minora de Fernando IV, que accedi a
estas peticiones, hasta el reinado de los Reyes Catlicos siguieron los judos prestando
servicios a la corona, en la administracin de las finanzas del reino entre otros. No pode-
mos dejar de mencionar a algunos personajes judos de gran relevancia en el mundo fi-
nanciero en relacin con la corona de Castilla, como don Semuel ha-Lev, tesorero y ad-
ministrador de las finanzas del reino durante el reinado de Pedro I, poseedor de una gran
fortuna que le permiti construir una gran sinagoga en Toledo, conocida hoy como la si-
nagoga del Trnsito, y que por motivos no muy claros fue ajusticiado por orden del rey.
La administracin de justicia
Aunque no exista un lugar especfico y permanente para llevar a cabo los juicios, el Bet-Din
tribunal rabnico, se reuna en muchas ocasiones en la misma sinagoga o en alguna de
sus dependencias. Los dayanim jueces eran elegidos por la asamblea, en nmero de
tres, por un ao. Para la eleccin de nuevos jueces y diez das antes de que su cargo fuera acep-
tado deba reunirse la asamblea que deba llegar a un acuerdo unnime. Si no lo conseguan
se recurra al rab mayor de la corte para que efectuara l el nombramiento. Tenan capaci-
dad, siguiendo las normas y veredictos del Talmud recopilacin de la ley oral, para
multar y castigar a quienes a juicio suyo, de un rab y tres Tob ha-ir, hombres buenos de la
ciudad, eran culpables de los delitos que se les imputaban. Tenan que elegir el lugar y los
das para juzgar fijndolos en tres das por semana. No estaba permitido que un juez que
tuviera relacin con el caso o fuera un pariente prximo del acusado o simplemente un
amigo pudiera juzgar, a no ser que la parte demandante lo aceptara. Cuando alguno de los
jueces no era digno de confianza se traa uno de fuera y en ocasiones el rab de la corte o
bien actuaba como tal o bien mandaba traer a alguno de fuera del reino, por un tiempo li-
mitado y fijo, aunque para ello debera de tener a su favor la mayora de votos y la mayora
de contribuyentes del qahal. En Aragn y Catalua se les denominaba albedines o bedines.
Las funciones de los jueces eran juzgar las demandas, contiendas, quejas, procesos cri-
minales y las transgresiones religiosas, siguiendo para ello el derecho talmdico, lo cual re-
portaba ventajas al demandante ya que se seguan sus mismas leyes, pagaban menos en los
juicios y podan esperar ms imparcialidad en la sentencia, aunque en ocasiones, por ejem-
plo cuando el demandado no acataba la sentencia del tribunal judo, o creyera que no po-
dra obtener justicia o no le aceptaban la demanda, los jueces y el rab le permitan acudir a
un tribunal cristiano. En el marco jurdico de los judos en la dispora se aplica el concep-
to din de-maljut din la ley del reino es ley para todo aquello que no fuera la ley re-
ligiosa. Por lo tanto poda haber juicios con tribunales cristianos por motivos de alcabalas
de rentas, o de otros impuestos del reino siempre en asuntos que afectaran al rey o la reina
o en asuntos eclesisticos. Si se acuda a un tribunal cristiano por motivos de ndole perso-
nal se le amonestaba y si reincida poda ser excomulgado adems de pagar una multa.
Durante mucho tiempo los judos figuraron como testigos en los juicios mixtos, en espe-
cial para los casos de deudas y causas civiles, aunque en las causas criminales la corona es-
tableci que no se aceptara su testimonio. Dispusieron de un alcalde apartado elegido
por ellos para los pleitos mixtos, sin el cual no poda tomarse ninguna decisin judicial y
con el beneplcito de los monarcas que los consideraban esenciales para evitar abusos y atro-
pellos. Los demandantes y el demandado tenan la posibilidad de no aceptar la sentencia
del tribunal pudiendo apelar al rab de la corte, que juzgaba en segunda y tercera instancia.
El juez aceptaba esta dilacin en aplicar la sentencia si el demandado juraba pagar la mul-
ta. No existan abogados que presentaran las demandas y si alguien intentaba aconsejar a
detalle)
Otros cargos
VIDA COTIDIANA
De gran importancia en la comunidad juda es la figura del rab que era contratado por un
nmero determinado de aos y tambin era pagado con los fondos de la comunidad, y
dado que el salario en muchas ocasiones no era muy elevado ejerca paralelamente algn
Nacimiento. Circuncisin
La educacin
En general la enseanza estaba dirigida slo a los nios, ya que las nias aprendan sus
obligaciones rituales y deberes en las casas y eran las madres las que se encargaban de ello.
Hasta los diez aos los nios aprendan a leer y escribir con el fin de poder leer la Tor
y comenzar despus el estudio del Talmud. A la edad de trece aos los nios realizaban
la ceremonia llamada bar misv en la sinagoga por la cual adquiere el compromiso de
cumplir los 613 preceptos de la ley juda, participar en el rezo sinagogal y formar parte
del mundo adulto. A partir de ese momento poda ingresar en la yesib escuela rab-
nica y dedicarse de lleno al estudio de la Tor y profundizar en el estudio de la ex-
gesis bblica. Sin embargo, lo ms frecuente era que continuara el aprendizaje de la
profesin o el oficio del padre. En las comunidades donde haba ms de cuarenta cabe-
zas de familia se procuraba tener un melamed maestro que era pagado por los pa-
dres segn su haber, pero cuando el salario era poco la comunidad le pagaba de los im-
puestos que provenan de las rentas de la carne y el vino kaser legalmente apto para
su consumo y tambin le proporcionaba la comida y vestido; si an no era suficien-
te, se le aumentaba con parte del dinero recaudado de las multas. Era muy importante
que los maestros no tuvieran ms de veinticinco nios a su cargo para poder ensearles
bien, y en el caso de que hubiera ms se nombraba un res dujan ayudante, monitor,
que reciba un salario similar al del maestro y realizaba las mismas tareas. Si haba ms
de cincuenta nios se contrataban dos maestros.
La escuela rabnica estaba a cargo del Talmid Jajam sabio o discpulo de sabio,
que perciba un salario fijo de la aljama que provena del impuesto Talmud Tor o de la
sedaq limosna, o bien de los beneficios de los alquileres de casas o bienes patrimo-
niales de la comunidad. En Espaa existieron renombrados Talmid jajamim sabios
que durante la Edad Media nos dejaron una magna obra.
Muerte y duelo
En el momento en que alguna persona est agonizando, debe recitar el viduy confesin,
y si no le es posible o est inconsciente otra persona lo har por l. Cuando fallece, los
presentes rezan el sem profesin de fe, se le cierran los ojos y se le cubre con una
mortaja blanca de lino o algodn, que no lleve bolsillos, se le deposita en el suelo y se re-
citan salmos. Todo lo relacionado con el muerto, desde el lavado del cuerpo con agua y
jabn hasta que se le envuelve en la mortaja, lo realiza la jebr qadis cofrada piado-
sa. Desde tiempos bblicos es costumbre arrojar el agua que se encuentre en recipien-
tes y en la Edad Media se verta alrededor del muerto, pues se crea que los espritus no
podan cruzar una extensin de agua. En Espaa se prefera enterrarlo directamente en
la tierra segn el Gnesis (3, 19) polvo eres y al polvo has de volver. Una vez enterra-
do se recita el qads oracin para el momento del duelo en presencia de diez varones
adultos. En recuerdo de Jacob, que al ver la tnica de su hijo Jos ensangrentada se
rasg las vestiduras, es obligatorio que el oficiante de la ceremonia fnebre corte con
un pequeo cuchillo o navaja un pequeo trozo de tela en la parte superior izquierda del
vestido o chaqueta y el que ha perdido a su pariente rasga la tela de arriba hacia abajo.
Al regresar del cementerio se ofrece una comida de duelo que consiste en huevos du-
ros, aceitunas, adems de vino y otros alimentos. El tiempo de duelo dura siete das en
los que es costumbre sentarse en el suelo o en una banqueta baja y los espejos de la casa
La alimentacin
La alimentacin kaser, es decir legalmente apta para su consumo, es uno de los fundamentos
del pueblo judo y es objeto de numerosas recomendaciones de la Tor que permite o
prohibe tomar y mezclar determinados alimentos. Segn el Levtico (11, 3), se permite el
consumo de la carne de animales cuadrpedos si son rumian-
tes y si tienen la pezua hendida, como son el buey, vaca, be-
cerro, el carnero, la oveja, la cabra, el macho cabro, el cabri-
to y siete animales no domsticos entre los cuales estn el ciervo
y el corzo.
Entre las aves, la Tor enumera veinte especies no aptas o im-
puras, pero la costumbre es comer slo aves tradicionalmente
permitidas: gallina/pollo, pavo, ganso, algunas clases de patos
domsticos y palomas tambin domsticas. Algunas caracters-
ticas de estas aves que las hacen puras son: que tienen penacho
en la cabeza, o tener el dedo del medio ms largo que los otros.
En cuanto a los pescados, slo estn permitidos aquellos que tienen aletas y escamas que
han de desprenderse fcilmente de la piel. Por tanto todo lo que se llama fruto de mar o
marisco est totalmente prohibido, as como los llamados reptiles de mar: calamares, ostras,
caracoles, mejillones, etc. Las prohibiciones alimenticias son ms importantes que otras
pues el alimento prohibido que penetra en el cuerpo del hombre se convierte en parte
de su carne. La prohibicin de cocinar o mezclar carne con leche se menciona en el libro
del xodo (23, 19) y en el Deuteronomio (14, 21), en el captulo que explica las leyes so-
bre usos paganos y las carnes comestibles. El cocinar carne con leche se consideraba una
costumbre cananea y por tanto idlatra.
El encargado de sacrificar a los animales segn lo exige la ley juda es el tabaj ma-
tarife, que no reciba un salario fijo y se le pagaba segn el nmero de reses o anima-
les que mataba, y generalmente ejerca su trabajo en varias comunidades. La prepara-
cin de la carne conlleva un rgido proceso de control desde el momento en que se elige
el animal. Primero el matarife hace el degello de la bestia o del ave que consiste en un
corte en la yugular seco y limpio con un cuchillo que no tenga mella, procediendo des-
pus al examen de las vsceras, en particular los pulmones, para verificar que no tienen en-
fermedades, lesiones o defectos. Esta costumbre era especfica de los judos espaoles, aun-
que no todos los rabinos estaban de acuerdo en su prctica. En el caso de los cuadrpedos
se les extrae ciertas partes del cuerpo que no han de ser consumidas: el sebo de los rio-
Inicial A: dos artesanos judos nes, de las entraas y de las patas traseras, y el nervio citico. Antes de ser cocinada la
trabajando, Vidal Mayor,
carne ya examinada, es necesario extraer la sangre ya que su consumo est prohibido por
Los ngeles, The S. Paul Getty
Museum (Ms. Ludwig XIV 6, 83. la Tor, Cuida mucho de no consumir la sangre segn el Deuteronomio (12, 23), y
Mq. 165, fol. 243v, detalle) para ello se ha de proceder de la siguiente manera: se enjuaga la carne, se sumerge en
Impuestos
Los judos pagaban impuestos por partida doble. Por un lado, los impuestos particulares
de la aljama y, por otro, los exigidos por la corona, como eran el servicio y medio servicio
que se pagaba de forma regular, adems de otros impuestos extraordinarios, que se emi-
tan en castellanos de oro para la guerra de Granada, bodas reales o de infantes, viajes rea-
les, etc. Se exima de pagar impuestos a las viudas y jvenes solteros, hurfanos y hurfa-
nas antes de casarse que adems recibieran una parte de la sedaq, y los hurfanos menores
de edad. Tampoco pagaban los que no controlaban sus miembros. Haba personas que
obtenan privilegios especiales de la corte o de otras personas poderosas y hacan todo lo
posible para conseguir la exencin de pagar estos impuestos, lo cual supona un gran per-
juicio para las comunidades que a cambio de esas exenciones no se les rebajaba el total de
la cantidad fijada obligando a los pecheros a pagar ms. Por ello las aljamas intentaban con-
trolar estas exenciones reducindolas a casos muy especiales. Segn se desprende de la do-
cumentacin de carcter econmico que se conserva, numerosas comunidades judas
eran muy pequeas y pagaban junto con otras, formando as una sola unidad fiscal. A
todo el que pretenda evadir impuestos se le amonestaba con las diez maldiciones (Dt
28, 16-19) en pblico, en la sinagoga.
Mucho ms se podra decir acerca de la vida cotidiana de los judos espaoles, pero las
exigencias editoriales lamentablemente no permiten extenderse ms all de los lmites es-
tablecidos.
BIBLIOGRAFA: Gonzlez 1960, II, doc. 237 y 441; III, doc. 589; Le- BIBLIOGRAFA: Carrete Parrondo 1976, pp. 121-140; La vida juda
n Tello 1967; Huerta Huerta 2002, p. 96. en Sefarad 1991, p. 265.
Este es uno de los tres documentos reales de Alfonso VIII relacionados Esta copia del Padrn de Huete del siglo XVIII, realizada por P. Burriel,
con los judos de la ciudad de Palencia que se conservan en la catedral. presenta algunas diferencias con su original, que se halla en el Archivo
En el ms antiguo (2 de octubre de 1175), el rey concede los judos Histrico Nacional de Madrid. Dicha copia se recoge en un volumen
de la ciudad al obispo palentino, a cambio de la mitad de Amusco, que titulado Aljamas, padrones, arrendamientos y otros papeles pertenecientes a
el obispo haba dado a la Orden de Calatrava. Diez aos despus (16 de los moros y judos de Castilla, libro donde podemos encontrar todos los do-
octubre de 1185), Alfonso VIII por este privilegio rodado exime de tri- cumentos relacionados con la expulsin del pueblo hebreo bajo el rei-
butacin a la aljama juda de Palencia, para que no pechen a ninguno nado de los Reyes Catlicos.
sino al obispo y a ste segn fuero. Finalmente, por un documento fe- Gracias a este texto podemos conocer las juderas que existan en la
chado el 12 de abril de 1192, el monarca precisa la tributacin de los Pennsula Ibrica durante el reinado de Sancho IV, ya que se especifica
judos y moros palentinos, disponiendo que pechen en todo con el con- el repartimiento de los impuestos reales de las aljamas de Castilla; asi-
cejo de la ciudad y que sean exentos de otras tributaciones al rey. mismo, nos permite saber el tamao fsico de cada una de ellas. Sin em-
La judera de Palencia tuvo su origen en la repoblacin llevada a cabo bargo, slo se ha conservado, de forma global, la descripcin de las ju-
por Fernando I en el siglo XI pero, aunque en el siglo XIII lleg a tener deras andaluzas, del Reino de Len, Galicia y Asturias.
una gran importancia, nunca alcanz un elevado nmero de habitantes. C.B.G.
C.B.G.
86 CATLOGO
12 13
Ordenanzas de la aljama de Tudela Privilegio de Sancho el Sabio a los judos de Tudela
Tudela, 1287; 25 de septiembre de 1305, 1170, copia con vdimus del ao 1359, autorizada por
mayo-junio y 16 de julio el notario Garca Prez del Peso
Manuscrito sobre pergamino Manuscrito sobre pergamino
30 x 25 cm en pliego; 30 x 50 cm desplegado 28 x 49 cm
Pamplona, Archivo General de Navarra (Cmara de Comptos, caja Pamplona, Archivo General de Navarra (Cmara de Comptos, caja 1,
192, n.o 15) n. 35)
BIBLIOGRAFA: Lacave 1983, pp. 169-179; Moreno Koch 1987; La BIBLIOGRAFA: Lacave 1983, pp. 169-179; La vida juda en Sefarad
vida juda en Sefarad 1991, p. 270; Lacave 1992, pp. 149-152; Laca- 1991, p. 262; Carrasco et al. 1994, pp. 40-42.
ve 1998 (2), pp. 23-43.
Tudela posey la judera ms grande de toda Navarra. En el ao 1170 el
Las ordenanzas de la aljama de Tudela de 1287 y 1305 son unas de las rey Sancho VI de Navarra, con el fin de proteger a los judos, orden su
ms importantes que han llegado hasta nosotros. A diferencia de las ta- traslado al castillo para que construyeran otro barrio. Esta medida se
qanot de Valladolid de 1432 (editadas por Moreno Koch), que son de corresponde con otras similares en todos los reinos cristianos de la
carcter general para todas las juderas castellano-leonesas, stas slo afec- Pennsula. Por tanto, encontramos dos juderas en el siglo XII en Tudela,
tan a la aljama de Tudela. una durante la poca musulmana y los primeros cincuenta aos de la do-
Para la elaboracin de dichas normas se sigui la interpretacin de Mai- minacin cristiana y, la nueva, desde la fecha de este documento (1170)
mnides, salvo dos excepciones que se advierten en la introduccin: hasta la expulsin de la comunidad hebrea. Tambin les cedi un terreno
[...] no se emitir veredicto en ningn juicio, trate de lo que se trate, si para cementerio, aunque no se ha podido precisar su localizacin exacta.
no es siguiendo la opinin de nuestro maestro Moiss [Maimnides], Sola ser habitual que los monarcas concedieran estos privilegios al pue-
de bendita memoria, en todos aquellos asuntos en que pueda aducirse blo hebreo para que defendieran y protegieran el castillo de los enemigos,
su opinin, excepto en estos dos, en los que la aljama acord que no se por lo que encontramos muchas aljamas situadas en las laderas de las
han de resolver jurisdiccionalmente segn su opinin, y que son: la re- fortalezas. El rey Sancho VI pagaba esa proteccin, permitiendo que los
misin de las deudas en el ao sabtico y la reduccin en la deuda por judos se refugiasen en caso de peligro en sus fortificaciones.
empeo de las casas a cuenta del usufructo de tales casas cedido por el C.B.G.
deudor al acreedor.
Tudela posey una gran judera, importante desde poca musulma-
na. Durante el siglo XII, la aljama destacaba no slo por ser la ms poblada
de Navarra, sino por su propio prestigio y organizacin.
C.B.G.
Este texto en hebreo recoge las actas de una sesin del bet-din de Tudela
celebrado el 2 de sebat de 5228 (27 de diciembre de 1467).
En este documento Fatbuena, hija de Yehud ben Daud, reclama al tri-
bunal el pago de su Ketub. Viuda de Selom Abenabez, tambin llamado
Selom Malaj, y madre de nueve hijos, todos menores de edad. La deman-
dante reclamaba el pago de su contrato matrimonial, su dote y la donacin
[CAT. 14]
que le hizo su marido. Como pruebas se incluyen en estas actas, el contra-
to matrimonial, el testamento de este ltimo, el inventario de los bienes
inmuebles y el de los muebles que dej el difunto con la valoracin por
dos expertos. La sentencia dictada por el tribunal fue favorable a la viuda.
C.B.G.
15
Seguro Real a la aljama de Sevilla
Crdoba, 6 de diciembre de 1478
Manuscrito sobre papel horadado; 2 folios
31,5 x 22,5 cm
Simancas (Valladolid), Archivo General de Simancas Ministerio
de Educacin, Cultura y Deporte (RGS, 1478, diciembre, fol. 75).
16
Libreta de cuentas particulares de los recaudadores
del impuesto de bovaje en el obispado de Gerona
1281
Manuscrito sobre papel; cuadernillo de 16 folios
23,5 x 16,5 cm
Procede del Archivo Real
Barcelona, Archivo de la Corona de Aragn Ministerio
de Educacin, Cultura y Deporte (Cancillera, Cartas Reales
Diplomticas de Pedro II, extra-serie, n. 101).
[CAT. 16] BIBLIOGRAFA: Romano 1983; La vida juda en Sefarad 1991.
88 CATLOGO
El bovaje era un impuesto tpico de la Corona de Aragn, cobrado en se sistematizan: el cabezaje (capitacin o talla personal), el brazaje (ren-
dinero, que gravaba inicialmente las parejas de bueyes (de ah su nom- tas de trabajo y actividades profesionales), rendimientos del capital mo-
bre), aunque posteriormente se hizo ms extensivo. Era usual cobrarlo biliario e inmobiliario, la mercaduria (compraventas) y el forniment
al principio de cada reinado. As lo hizo tambin Pedro el Grande a su ad- (adquisicin de bienes de consumo).
venimiento al trono el ao 1276. Para ello se apoy en un grupo de ju- La judera de Huesca fue, junto a la de Catalayud, la ms importante de
dos que en ese momento tenan gran protagonismo en los asuntos fi- Aragn. Sabemos de la existencia de la comunidad hebrea en Huesca des-
nancieros y administrativos de la Corona. Jucef y Mos Ravaya, de poca musulmana, y desde la Reconquista cristiana, en 1096, poseemos
especialmente este ltimo, fueron los encargados de la recaudacin. Pa- importantes documentos que nos manifiestan la existencia de una notable
ra ello nombraron delegados en los diversos obispados, que en el caso y prspera judera, situada extramuros y al oeste de la ciudad.
de Gerona fue Astrug Ravaya. De la labor de dos subordinados de este l- C.B.G.
timo en la regin de Amer, un cristiano de nombre desconocido y un
judo llamado Astrug Abram, ha quedado como testimonio el cuaderno
de contabilidad que aqu se expone. Los asientos estn escritos en cata-
18
ln, la mayora, y tambin en hebreo, y recogen diversos pagos y anota-
Impuestos de Navarra
ciones relacionados con la recaudacin del impuesto.
A . T. Navarra, 1391-1392
Manuscrito sobre pergamino, fols. 13-120, y papel; 233 folios;
17 cubierta de pergamino
Libro de la Alcabala de los judos de Huesca 36,5 x 27 x 6,5 cm
90 CATLOGO
21
Repartimiento del Servicio y medio servicio
en las aljamas
Castilla, 1450
Manuscrito sobre papel horadado; folios 319-320
31,5 x 23,5 cm
Simancas (Valladolid), Archivo General de Simancas Ministerio
de Educacin, Cultura y Deporte (EMR, leg.1-1, fols. 319-320)
El reparto efectuado en 1450 se hizo por el rabino Jos (Yu) ibn So-
riano, fsico o contador mayor del prncipe don Enrique IV, Jos (Yu-
af ) Bienveniste, junto con el gan Isaac Canpantn (ag apatn),
Fraym aben Xuxn y Maestre Timn, todos ellos figuras ilustres de
la comunidad juda castellana de su poca [vase cat. 20].
C.B.G.
[CAT. 21]
22
Repartimiento del Servicio y medio servicio
en las aljamas
Madrid, 17 de abril de 1464
Manuscrito sobre papel horadado; 6 folios
28 x 21,7 cm
Simancas (Valladolid), Archivo General de Simancas Ministerio
de Educacin, Cultura y Deporte (EMR, leg. 18-1, fol. 5)
23
Venta de un huerto
Calahorra, 9 de diciembre de 1283
Manuscrito sobre pergamino; una hoja de 27 lneas
23 x 19 cm
Calahorra (La Rioja), Archivo Catedralicio de Calahorra (Cat. de F.
Bujanda, sign. 5)
BIBLIOGRAFA: Cantera 1946, pp. 37-61; Cantera 1955 (3), pp. 353-
372; Cantera Burgos 1956 (3), pp. 73-112; La vida juda en Sefarad
[CAT. 23] 1991, p. 267; Lacave 1992, pp. 169-171.
92 CATLOGO
26 27
Alquiler de casas Acta notarial de las razones tenidas entre Alfonso
Zaragoza, 26 de agosto de 1398 Guillem, colector real de las rentas de los moros
de Elche, y la aljama de moros de dicho lugar,
Manuscrito sobre pergamino; 1 folio
58 x 30,5 cm
en presencia del baile real Guillem de Montserrat
y con la intervencin del judo Abraham
Zaragoza, Cabildo Metropolitano-Archivo Capitular de Zaragoza
al-Behbeh como traductor, a propsito
(n. inv. Archivo Capitular del Pilar 2.11.3.13. Hc)
de las reclamaciones de dicha aljama contra
BIBLIOGRAFA: Mills Vallicrosa 1930, pp. 669-684; Canellas 1974, dicho Alfonso Guillem
pp. 85-97; Falcn Prez 1981; Motis Dolader 1985; Blasco Martnez
1988; La vida juda en Sefarad 1991, p. 267; Lacave 1992, pp. 99-111. Elche, 12 de abril de 1314
Manuscrito en pergamino
Contrato escrito en hebreo y fechado el 13 del mes de elul del ao 5158 34,5 x 39 cm
(26 de agosto de 1398). Don Ishaq, hijo de don Selom Almachuqu, Procede del Archivo Real
alquila una casa y una tienda, en la judera de Zaragoza, a Semuel, hijo
Barcelona, Archivo de la Corona de Aragn Ministerio de Educacin,
de Ishaq Quimh, y a su mujer Oro. El arrendatario expone diferentes
Cultura y Deporte (Cancillera, Pergaminos de Jaime II, n. 3224)
condiciones, tales como que el alquiler ser perpetuo y al ao los arren-
dadores pagarn 45 sueldos y seis dineros jaqueses anuales, la mitad en BIBLIOGRAFA: Romano 1969, pp. 313-318; La vida juda en Sefarad
Purim (hacia febrero-marzo), y la otra mitad la vspera del sbado deno- 1991.
minado Najam (julio-agosto). Los arrendadores, por su parte, se com-
prometen a mantener la casa en perfecto estado, y no podrn vender, al- La aljama de los moros de Elche se present el 12 de abril de 1314 ante
quilar o hipotecar sin permiso del arrendador aunque, sin permiso, s el baile real para protestar contra la recaudacin de los impuestos que
podrn darlo en herencia o donarlo, con la obligacin de que quien los les gravaban y que por orden del rey iba a ejecutar a Alfonso Guillem,
ocupe debe aceptar dichas condiciones. Si los arrendatarios incumpliesen vecino del mismo lugar. Para evitar malentendidos y futuras reclama-
este contrato o no pagaran el alquiler en tres meses se veran obligados a ciones, este ltimo hizo llamar a un notario para que levantara acta de
perder todos sus derechos [vase cat. 25]. lo que all sucediera. Junto al notario acudi tambin el judo Abraham
C.B.G. al-Behbeh para actuar como torcimany (trujumn o traductor). Las que-
[CAT. 27]
94 CATLOGO
ISIDRO B. BANGO TORVISO La ketub
Universidad Autnoma de Madrid
La ketub es el contrato de esponsales, aunque tam- diola de lo suyo del un henadimento sobre la mijora de su
carta de dote cinquenta mill maraveds de la moneda que
bin se denomina con este nombre la suma que se
se usa, y ms quixo y dila en donacin perpetua quatro
puede pagar a la mujer en caso de divorcio. Se tra- codos de suelo de su fazienda. Y este es el dote que ella tra-
ta de un documento que a veces, cuando corresponde xo de la casa de su padre a la casa de Rab Mos que es el
novio, entre vestidos e atavos y serviios de casa e de la ca-
a personas muy importantes y con muchos recursos,
ma de lo que l vio e rescibi por sy cinquenta mil marave-
tiene una gran complejidad en sus clusulas. ds de la dicha moneda. Y ms la dio en donacin cinquen-
En esencia, el documento refiere cmo un novio ta mil maraveds de la dicha moneda allende de su dote e me-
jora, por su voluntad hsese, sumando entre lo que l le
solicita a una joven que sea su esposa y como com-
dio y henadi por su voluntad y entre las arras ciento e cin-
pensacin se compromete a servirla, honrarla, quienta mill maraveds de la moneda dicha. E fizo obliga-
mantenerla y sustentarla. Adems como mohar cin e juramento el dicho Rab Mos que es el novio que
(pago en metlico) de su virginidad se compromete no casara con otra muger en su vida della, y no la sacara des-
te lugar a otro lugar salvo por su voluntad y por su manda-
a la entrega de una cantidad. El compromiso tam- do, y sy pasare este juramento e tomare otra muger o la sa-
bin alcanza a la manutencin, el vestido, y de- care deste lugar a otro lugar que yncurra en graves penas. Y
ms necesidades incluida la vida marital. de todo esto fizo una obligacin fuerte e firme en la mejor
manera que se pudo obligar e ms fuerte, e oblig todos sus
Este tipo de contratos responden claramente a bienes muebles e razes, los que tiene e los que ganare l y
una sociedad patriarcal, donde la mujer, como dice todos sus herederos, como la horden de los sabios y no co-
Tova Rosen, no puede tener sentimientos, opi- mo la opinin de algunos ni como el traslado de las cartas,
e todo como el uso que usan aqu en el dicho lugar y en la
niones, apetitos, deseos, gustos y aversiones pro-
dicha aljama gurdelo su criador e sea en su ayuda el que guar-
pias1. La madre era la encargada de educar a las hi- da verdad para syempre. Abran Zequt es el escribano, Abra-
jas en este ambiente de sumisin a los hombres, han Narboni testigo, Jaco Azeraca? [fol. 32r] atestiguamos
sobre su persona por una obligacin perfetua desde agora el
mientras que entre stos corran consejas como las
entendido Rab Mos Amigo, fijo del honrado don Symuel
que nos ha transmitido Semuel ha-Naguid: Dis- Amigo, morador en Torre de Lobatn, e otorg ante noso-
pn para tus mujeres una cmara y un cerrojo / y tros una manifestacin cumplida que quyxo por su propia
voluntad y con perfeccin de su sentido syn ninguna me-
nunca compartas tu secreto con una mujer.
moria de fuera del mundo salbo por voluntad complida e
A continuacin reproducimos el texto com- entero sentido, y dila quatro codos de suelo de sus bienes
pleto de la ketub de Torrelobatn [cat. 31 ] para y fazienda, e doa Bienvenyda su esposa la que est para ca-
sar, fija del honrrado don Yuda Galfon que mora en la villa
que se pueda tener un ms exacto conocimiento
de Arvalo, e a bueltas desto la dio por ley de arras y de do-
del contenido de este tipo de documento: te por una donacin complida ciento e cinquenta mill ma-
raveds, los quales rescibi con ella que traxo de casa de su
[Al margen:] La escritura padre entre paos e atavos e en moneda amonedada, y por
tanto oblig su persona como debda perfeuta el dicho Rab
En el sesto da de la semana syete das del mes de venian que Mos de dar e pagar los dichos ciento e cinquenta mill ma-
es maro, ao de cinco mill e dozientos e quarenta del cria- raveds en moneda amonedada y no en otra cosa a la dicha
miento del mundo a la cuenta que contamos aqu, en el lu- doa Vienvenida o a quien su poder oviere desde el da que
gar de Torre de Lobatn este entendido Rab Mos Amigo fuere requerido fasta treynta das tasados e complidos en la
que es el novio, fijo del honrrado Rab Symuel Amigo, mo- moneda que ella quixere, en vida o en muerte, en paz o en
rador en el dicho lugar, dixo a doa Bienvenida que es la guerra, quier que ella tenga fijos que bivan quier que no
novia, virgen, hija del honrrado Rab Yuda Galfon el Rico, tenga fijos que bivan. Y estas palabras dixo el dicho Rab Mo-
morador en la villa de Arvalo: Sey mi muger como la ley s a la dicha doa Bienvenida ante nosotros los testigos: Yo
de Moysen e Yrrael, e yo con la ayuda de Dios te honrrar y te doy esta donacin desde oy e desde agora e para siempre,
te mantern y te dar todo lo que viyerdes menester con la una donacin perfentua donacin pblica, donacin que no
regla de los varones judos que honrran e mantienen e go- me pueda desdezir della ni volver atrz ni arrepentirme en
viernan [fol. 31v] a sus mugeres en verdad, y darte he en pres- ninguna manera, que puedas heredar deuda y hagas heredero
cio de su virginidad dozientos pesos de plata que te convie- della y puedas fazer della toda tu voluntad de la manera que
ne de ley, y tu mantenimiento y tus vestimentas e tu gobierno, faze qual quier ombre de la cosa que le es fecha donacin, y
y usar contigo el uso de toda la [tierra?], Y quyxo doa Bien- que no sea como donacin escondida ni pueda alegar en
1
Rosen 1998, p. 138. venida que es la nobia y fue su muger, y quyxo l y hena- ella ninguna cosa en juizio ni fuera de juizio. Todo esto al
[CAT. 29]
29 gura de una pequea ave, siendo la nica ketub que conserva su orna-
Ketub mentacin zoomrfica. La forma de decorar este manuscrito se puede po-
ner en relacin con lo que defenda Rab Simen ben Zerah Durn de
Tudela, 1300 Mallorca (1361-1444), el cual recomendaba decorar todos los espacios
Manuscrito sobre pergamino con orla decorativa libres que hubiera en un escrito, para evitar con ello que se manipulasen
29 x 55 cm las clusulas y as alterar el contrato.
Dicho contrato matrimonial, redactado en hebreo, establece el matri-
Pamplona, Archivo General de Navarra (Cmara de Comptos,
monio de Selom, hijo de Yom-Tob Alparga (o Alfarga), y Soli, hija de
Caja 192, n. 2)
Hayim ben Kelaf, firmado el jueves, a 2 das del mes de elul del ao 5060
BIBLIOGRAFA: Cantera Burgos 1973 (2), pp. 378-379; Sabar 1987 (1), de la Creacin del mundo (18 de agosto de 1300). En el documento se
p. 40; Sabar 1987(2), p. 102; Sabar 1990, p. 9; La vida juda en Sefarad plasma la frmula habitual por la que el novio le dice a su prometida:
1991, p. 281; Convivencia 1992, p. 205; Lacave (2) 1998, pp. 43-45. S mi esposa segn la ley de Moiss e Israel, y yo te servir, honrar,
mantendr y sustentar a la manera de los varones judos que sirven,
Es la ketub navarra ms antigua que conservamos. El texto est enmar- honran, mantienen y sostienen a sus mujeres fielmente....
cado con una banda coloreada en tinta roja y, a cada lado, presenta la fi- C.B.G.
96 CATLOGO
[CAT. 30]
31
Escritura de dote y esponsales (ketub) entre Rab Mos
Amigo y Bienvenida, judos de Arvalo (vila)
Torrelobatn (Valladolid), 7 de marzo de 1479
Manuscrito sobre pergamino con escritura hebrea; tinta sepia y roja y
orla decorada con motivos geomtricos
43 x 35 cm
Valladolid, Archivo de la Real Chancillera Ministerio de Educacin,
Cultura y Deporte (Pergaminos, carpeta 13, n. 11) [CAT. 31]
Este documento hebreo es de suma importancia por ser una de las po- Nuo de la Torre, boticario vecino de Arvalo, cristiano nuevo, an-
cas anulaciones matrimoniales que poseemos. tes conocido como Rab Mos Amigo, es acusado por haber cometi-
Se redact en Barcelona en el mes de adar, primero del ao 5106, do delito de sodoma, por lo que le son incautados sus bienes. En el
que corresponde a los meses de enero-febrero de 1346. En l se estable- pleito litigado, su esposa, Menca Velzquez, cristiana nueva y vecina
ce la anulacin del matrimonio entre el judo barcelons Jucef, hijo de Se- de Arvalo (antes conocida como Bienvenida), aport esta relacin
muel Bonafs, y una hija de Astruc Saporta, judo de Trrega. de los bienes confiscados, para que el fiscal del rey le restituyera sus
C.B.G bienes dotales.
C.E.O.
[CAT. 33]
[CAT. 32]
98 CATLOGO
BELN CASTILLO IGLESIAS Tesorillos judos de Briviesca
Museo de Burgos
La localidad burgalesa de Briviesca es conocida de la pasada centuria, siempre de forma casual, y
en la arqueologa provincial por la abundancia de en razn de sus materiales vajilla de plata, ador-
hallazgos arqueolgicos que aparecen en su sub- nos y numerario constituyen hasta la fecha un
suelo y en su trmino municipal. Briviesca est unicum en el norte peninsular. Su singularidad es
situada en la comarca de la Bureba, espacio geo- todava mayor por estar asociados a un grupo so-
grfico que desde la antigedad ha sido zona de pa- cial muy concreto, el de la comunidad juda. La
so y comunicacin natural entre el norte y oeste de presencia de estas comunidades en los reinos cris-
la Pennsula hacia el Mediterrneo y los Pirineos. tianos de la Edad Media fue muy importante por-
Su buena situacin geogrfica favoreci la ocupa- que contribuy al desarrollo de la sociedad, no
cin del territorio en pocas prerromanas y ro- solo en aquellos campos relacionados con la eco-
manas, siendo en esta ltima un importante nudo noma y el comercio sino tambin en los de la cul-
de comunicaciones donde se bifurcaban las vas que tura y el conocimiento cientfico, favoreciendo
se dirigan desde Astorga hacia Tarragona y Pam- as el enriquecimiento cultural de la entonces emer-
1
plona . La ciudad de Virovesca estuvo asentada gente y dinmica sociedad cristiana. Todos los ha-
en el cercano cerro de San Juan, en el que perma- llazgos proceden de una zona situada al sur de la
neci a lo largo de la etapa romana y visigoda, tras- localidad, entre la calle de los Baos y el camino
ladndose en poca medieval hacia la zona llana del cementerio, donde estuvo ubicada la judera.
que ocupa actualmente. Los hallazgos aparecieron en 1938 (Tesorillo I),
La Edad Media fue tambin una etapa flore- 1985 (Tesorillo II) y 1988 (Tesorillo III).
ciente para la villa, en la que alcanz un notable Los primeros testimonios documentales so-
desarrollo. Buen ejemplo del mismo fue el orde- bre la comunidad juda datan de 1123, cuando Al-
namiento ortogonal de su planta, realizado a par- fonso VII en su fuero favorece la repoblacin de
2
tir de 1208 , con ocasin de una puebla nueva la ciudad y ofrece proteccin a los judos que all
ordenada por doa Blanca de Navarra. Este orde- quieran instalarse4. La localidad deba de contar ya
namiento ortogonal es el que configura actualmente desde el siglo XI con poblacin hebrea, pues, de-
la planta histrica de la ciudad con el trazado en bido a su situacin en la ruta del Camino de San-
cuadrcula de sus calles. Otro hecho importante de tiago, era un lugar inmejorable para controlar las
su historia medieval fue la celebracin de las Cor- vas comerciales entre Burgos y el Cantbrico. Se-
tes en 1387, durante el reinado de Juan I. Estas gn Huidobro5, este fue uno de los motivos fun-
Cortes han sido siempre un punto de referencia damentales que tuvieron en cuenta las comuni-
para los historiadores, pues en ellas fue la ltima dades hebreas al trasladarse, a partir del siglo XII,
reunin en la que el tercer estado defendi su po- a los reinos cristianos huyendo del fanatismo reli-
sicin e intent tener participacin ms activa en gioso almohade.
los asuntos concernientes a la vida poltica tan- Referencia documental de esta comunidad no
to en asuntos legislativos como en el control del la volvemos a encontrar hasta el reinado de Alfon-
gasto pblico, si bien su repercusin fue mni- so X, quien el 19 de mayo de 1270 concede los pe-
ma pues el rey no perdi su potestad de gobierno3. chos que gravaban a su poblacin al monasterio de
1
Absolo lvarez 1975, pp. 89 y ss. Briviesca fue, pues, una villa pujante y din- las Huelgas. A finales de ese siglo, en 1290, esta ju-
2
Ibidem, p. 95. mica en la que se desarrollaron las actividades pro- dera aparece relacionada en el repartimiento de
3
Valden Baruque 1990, pp. 142- ductivas y comerciales al amparo de su potencial Huete, all se la registra como tributaria con la can-
148.
4
humano, aspecto que se confirma por los frecuentes tidad de 24.200 maravedes6, la tercera ms im-
Garca de Cortzar 1983, p. 258.
5
Huidobro y Serna 1948, p. 140. hallazgos de tesorillos medievales como los que aqu portante de la provincia despus de la de Burgos
6
Carrete Parrondo 1976, p. 130. se presentan. Los tesorillos aparecieron a lo largo ciudad y de la de Pancorbo.
100 CATLOGO
casi simultnea, pues las piezas que los integran juntos ms interesantes para conocer el grado de
estaban en pleno uso cuando fueron enterradas. desarrollo que sta alcanz en Castilla, en gene-
Un aspecto importante que debemos destacar ral, y en Burgos en particular. La presencia de ate-
es que nos encontramos frente a dos conceptos soramientos importantes en la provincia burgale-
diferentes de riqueza, por una parte la acumula- sa est justificada en razn del notable desarrollo
cin de dinero lo que podemos considerar como econmico, social y poltico que Burgos y sus te-
riqueza bsica y fundamento de la actividad co- rritorios tuvieron durante las primeras etapas de
mercial y por otra las joyas y vajilla que son com- este perodo cultural. Desde el siglo XII, la ciudad
ponentes especficos de la denominada riqueza fa- de Burgos se convirti en un centro de poder al
miliar. Esta riqueza, integrada siempre por bienes amparo de la monarqua, que fij durante largas
17
muebles , tuvo gran importancia en la poca, pues temporadas la corte en su solar. El dinamismo pro-
sobre su valor pecuniario descansaba en gran me- cedente de la actividad cortesana, as como el de-
dida la seguridad de la vida cotidiana familiar. No rivado posteriormente de la construccin de un
en vano vajillas y joyas han sido desde siempre va- templo tan emblemtico como la catedral, favo-
lores fcilmente intercambiables y transferibles, que reci la expansin de las actividades urbanas y de
han ayudado a afrontar frente a cualquiera de las sus gentes que, al menos para la primera mitad
necesidades del momento. Esta riqueza permita del medioevo, se traduce en la convivencia urbana
a la familia hacer frente a deudas, adquisicin de de las tres comunidades dominantes en la Penn-
simientes, bienes de consumo, mejora de los me- sula: la cristiana, la islmica y la juda. Esta con-
dios de produccin, pago de dotes, etc. En nues- vivencia tuvo sus reflejos en diversas manifesta-
tro caso nos llama la atencin el elevado nmero ciones artsticas que ponen de relieve las relaciones
de objetos aparecidos que responden a este con- existentes entre la cultura andalus y la cristiana.
cepto de riqueza familiar, lo cual nos hace pen- Los primeros testimonios los encontramos en las
sar que quizs, al menos para el Tesorillo III, no capillas mudjares, de finales del siglo XII, de la
se trate con exclusividad de las posesiones de una Asuncin y de San Salvador en el monasterio de
sola familia, sino que por el contrario pudiera ser las Huelgas18 y se continan posteriormente en
posible que todo el conjunto proceda de la reu- ejemplos tan singulares como las decoraciones de
nin de objetos de diferentes propietarios que fue- yeseras que adornaron las estancias del castillo
ron ocultados al mismo tiempo y en el mismo de Burgos o de las torres de Medina de Pomar, fe-
lugar. chadas ya a partir del siglo XIV, a los que debemos
Debido a la similitud en la composicin de los aadir estas piezas de arte mueble procedentes
tesoros y a su coincidencia en el tiempo de oculta- de Briviesca. El auge econmico y social amparado
cin hemos considerado ms oportuno realizar una por la corte favoreci tambin el inters y la de-
valoracin de conjunto. En ella diferenciaremos sus manda para el consumo de productos de calidad.
componentes atendiendo a las caractersticas for- Por ello, dentro de esta perspectiva, es fcil pen-
males y a su funcionalidad. Pensamos que de esta sar que por entonces debieron existir talleres es-
manera se ofrece una visin ms completa de los pecializados que fueran capaces de satisfacer las
tesoros y de su significado que si mantenemos la necesidades de consumo de una sociedad civil emer-
secuencia cronolgica de la fecha en que fueron gente, poderosa y cultivada. En este sentido, los re-
hallados. Para ello hemos establecido tres grandes cientes estudios de A. Barrn19 sobre la platera
grupos: las piezas de vajilla, platos y cucharas; los burgalesa ponen de manifiesto la presencia de ta-
adornos, personales y destinados al jaez del caballo, lleres de platera, a pesar de la escasez de noticias
17
y finalmente el numerario. documentales, en los siglos XIII y XIV. Quizs a
Antoranz Onrubia 2001, p. 105.
18
Borrs 1995, p. 91. Dentro del panorama de la orfebrera medie- estos talleres burgaleses, si no en su totalidad s
19
Barrn Garca 1998, p. 117. val los tesoros de Briviesca son uno de los con- en parte, podamos adscribir la procedencia de las
102 CATLOGO
34 Al igual que comprobamos en el caso de las otras piezas de los tesori-
Lote de 298 monedas de velln, del Tesorillo I llos, el numerario vuelve a plantear la gran homogeneidad que los ca-
racteriza. En este caso la riqueza financiera aparece claramente repre-
y cuatro reales de Pedro I (El Numerario)
sentada por valores corrientes, cuyo uso estuvo generalizado entre la
Procede del Tesorillo I, hallado en Briviesca en 1938, poblacin. Su acuacin dentro de un espacio temporal relativamente re-
cerca del cementerio actual ducido nos indica que todava, cuando fueron ocultados, era dinero de
Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 8850/1) curso legal, por ello es muy posible suponer que su ocultacin se realiz
ante un peligro externo e inminente. Peligro ante el cual esconder la ri-
Sin duda alguna, las monedas que han aparecido en estos tesorillos cons- queza de la casa fue, posiblemente, la nica alternativa.
tituyen uno de los aspectos ms interesantes para su estudio. Todos los La fecha de ocultacin de los tesorillos nos viene dada por las acuacio-
hallazgos han aportado un nmero considerable de monedas y en los nes ms recientes, en este caso las de Pedro I, y por la ausencia de numera-
tres casos coinciden en la abundancia de la moneda de velln, valor de rio emitido por los reyes de la dinasta Trastmara que le precedieron en el
circulacin ms habitual, y en que la secuencia cronolgica que se do- gobierno de Castilla. Lo cual nos indica que sta debi producirse hacia el
cumenta en cada atesoramiento es prcticamente la misma. As, las acu- ao 1366, ao en el que Pedro I perda definitivamente la guerra y el trono
aciones ms antiguas son las de Alfonso VIII y las ms modernas las de de Castilla que pasara a manos de Enrique II. La aljama de Briviesca, co-
Pedro I. La distribucin de acuaciones por tesoros es la siguiente: en el mo otras comunidades judas, sufrira las consecuencias por haber apoyado
Tesorillo I aparecieron dineros de Fernando III, Sancho IV, Alfonso XI al bando perdedor y, como ya hemos sealado con anterioridad, al referir-
y Pedro I, siendo los ms abundantes los acuados por Alfonso XI; en el nos a su historia, fue duramente castigada por las tropas de Enrique II. Co-
Tesorillo II aparecieron cornados, novenes y dineros de Alfonso X, San- mo consecuencia de este fatdico momento, acaecido en la primavera de
cho IV, Fernando IV, Alfonso XI y Pedro I y, finalmente, en el Tesorillo III 1366, se ocultaran estos tesorillos con el objeto de salvaguardar las rique-
aparecieron ms de dos mil monedas con valores de velln de Alfonso VIII, zas familiares de la rapia de las tropas. Esta fecha est asimismo corrobo-
Alfonso X, Sancho IV, Fernando IV, Alfonso XI y Pedro I y, adems, se- rada por la presencia de un cornado de Pedro I formando parte del Tesori-
tenta y tres reales de Pedro I. llo II, pues este valor monetario slo se acu en torno a ese ao.
B.C.I.
[CAT. 34]
Cuando contemplamos ciertos repertorios iconogrficos del arte cristiano medieval se di-
ra que los judos adoptaron una determinada imagen personal que fcilmente los identi-
ficaba. Surge as la tpica figura del judo, representacin que corresponde a lo que lla-
maramos la imagen del otro, en este caso la visin interesada de la poblacin cristiana1.
De esta manera se cre una iconografa que responde a un estereotipo caricaturesco, que
permite en todo momento identificar sin ninguna clase de explicitacin complementaria
al individuo judo: unos determinados rasgos fisonmicos (narices prominentes, negras
barbas), un sombrero puntiagudo, etc. Este aspecto es el que figura en las imgenes de re-
pertorio como las Cantigas o el Libro de Ajedrez [cat. 185], sin olvidar otras obras tpicas
de carcter jurdico, como el Vidal Mayor, o estrictamente religiosas del tipo de las biblias
historiadas. Aqu nos ocuparemos de la imagen real, aquella que voluntaria o involunta-
riamente adoptaron los judos hispanos.
Aunque hubo momentos en que fueron un pueblo sealado, o su atuendo o aspecto
fsico tuvieron restricciones impuestas por las leyes, en lneas generales, por su indumen-
taria y sus adornos nada distingua a un judo del resto de la sociedad en la que viva; su
mimetismo con el medio islmico o cristiano fue absoluto.
1
De este tema se ocupa el trabajo de
Joan Molina en su texto Las im- UN PUEBLO MARCADO
genes del judo en la Espaa medie-
val, de este catlogo.
2
En este apartado trataremos de las En un momento determinado cristianos y musulmanes decidieron que los judos deban
seales que imponan las leyes reli- circular por las calles de manera que todo el mundo los identificase2.
giosas y civiles de los hispanocris- A partir del IV Concilio de Letrn (1215), entre las mltiples medidas restrictivas que
tianos, pero tambin en el mundo
se imponen a los judos europeos figura la de llevar seales en sus indumentarias que per-
andalus hubo prohibiciones de es-
te tipo: Lvi-Provenal las recoge en mita al resto de la sociedad identificarlos con facilidad. Los reinos hispanos, a diferencia
su historia. de lo que ocurra en el resto de Europa, se mostraron muy reacios a aceptar esta disposi-
3
Eos [judos] a christianis habitus cin tan querida por el papa Inocencio III.
sic distinguit (Bula de Honorio III
Jaime I haba solicitado del pontfice que en sus reinos los judos no tuvieran ne-
del ao 1220, Carrasco et al. 1994,
t. 1, doc. n. 61). cesidad de cumplir con la norma lateranense, pues por sus ropas eran perfectamente
4
Ibidem, doc. n. 62. reconocibles. La contestacin de Honorio III fue ordenar al arzobispo de Tarragona
y sus sufragneos que, dado que cristianos y judos se distinguan en las ropas, no
estaban obligados de llevar seal alguna3. En 1233 Gregorio IX exhorta al rey San-
cho VII el Fuerte para que los judos de Navarra usen distinto vestido que los cris-
Escena de la Pascua, Hagad
tianos4.
Rylands, Manchester, John Rylands
University Library (Ms. Ryl. Hebr., En Castilla y Len las normas papales eran conocidas y as se acusan en el texto de
fol. 19v, detalle) las Partidas, cuya ley XI est ntegramente dedicada al tema:
105
Cmo los judos deben andar sealados porque sean conocidos.
Muchos yerros et cosas desaguisadas acaecen entre los cristianos et los judos et las cristianas et
las judas, porque viven et moran de so uno en las villas, et andan vestidos los unos as como los
5
Partida, VII, ttulo XXV, ley XI. otros. Et por desviar los yerros et los males que podren acaecer por esta razn, tenemos por bien
6
Aunque, como ya hemos visto, Jai- et mandamos que todos quantos judos et judas vivieren en nuestro seoro, que trayan alguna
me I se opuso al uso de esta seal, a seal cierta sobre las cabezas, que sean atal porque conozcan las gentes manifiestamente qul es
finales del siglo XIII se empez a usar
judo o juda. Et si algunt judo non levase aquella seal, mandamos que peche por cada vegada
en su reino.
7
que fuese fallado sin ella diez maraveds de oro; et si non hobiere de que los pechar, reciba diez
Teneantur in veste superiori ro-
azotes pblicamente por ello5.
tulam panni coloris dissimilis dicte
vesti consuram portari, Carrasco et
Los legisladores saben que los judos deben llevar una seal sobre la cabeza, pero no sa-
al. 1994, doc. n.os 214 y 215.
8
Llibre dels privilegis 1988, privile- ben de qu tipo. La idea es que los cristianos no tengan relaciones no consentidas con los
gio del rey Pedro, n. 144, p. 182. judos por no poder identificarlos. Esta normativa no se llev a la prctica en tierras cas-
9
Por problemas de seguridad, en tellanoleonesas, pues a comienzos del siglo XIV, las Cortes reunidas en Palencia (1313) re-
Aragn, los judos eran dispensados
claman del rey que los judos vayan sealados como iban en Francia: que los judos e las
de llevar la seal por autorizacin de
Alfonso el Magnnimo: quels jueus judas que troguiessen ssinal de pano amariello enlos pechos e enlas espaldas ssegunt lo
e juyhias no porten roda per cami trayan en Francia, porque andassen conocidos entre los cristianos e las cristianas.
per esquivar perill. La seal que reclaman los representantes en Cortes es una roella. Es la rueda o crcu-
10
Amador de los Ros 1875-1876,
lo que desde el siglo XIII llevaban los judos europeos y tambin en Navarra y Aragn6.
pp. 983-984.
11
Preocupadas de evitar el trato car- Jaime II dispensaba a su mdico Ezmel de Ablitas, judo navarro, y a su familia de la obli-
nal entre cristianos y judos, las au- gacin de llevar la rotula panni que identificaba su condicin religiosa7. Sobre la rueda
toridades eclesisticas insisten en sus se nos dice en diferentes lugares cmo ha de ser. Era del tamao de un palmo, siendo la
concilios en que se cumpla la norma
mitad de color amarillo, mientras que el resto era rojo8. Incluso se hablaba de llevar una
de la sealizacin. A este respecto
es muy ilustrativo este canon del capa redonda y un capuchn, estas indicaciones de la ciudad de Valencia seguan, como in-
Concilio de vila de 1481: Porque dican las normas, de la misma manera que las llevan los judos de Barcelona.
en algunos lugares, los judos y mo- Eran tantas las excepciones9 que permitan a los judos no llevar sus seales, que con-
ros deben ser conocidos entre los
tinuamente se deben repetir las prohibiciones. Benedicto XIII insiste en ello en su clebre
christianos en la diferencia del h-
bito por error cristianos conocen bula antijuda del ao 1415:
judas y moras, y los moros y judos,
cristianas y para que no haya ex-
Que en aquellas partes donde los judos no llevaren a la presente tan claro y manifiesto el signo
cusa el snodo establece que de hoy referido, como disponemos en esta constitucin, lo muestren eminente, fijo y partido de color
en adelante todos los judos y moros rojo y amarillo, los varones en el traje o prenda exterior sobre el pecho10.
traygan seales, los judos coloradas,
segn que es de costumbre, y los mo- En todo caso, en las tierras de la corona castellana, la reiteracin a las prohibiciones es tan
ros capuces amarillos con lunas azu- continuada y tan habitual la manifestacin expresa de que no se cumplan las leyes de
les, y las moras lunas de pao azul
identificacin de los judos que lo ms seguro es que su prctica fuera muy restringida. Los
(Sinodicon Hispanarum 1993, p.
204).
snodos provinciales repiten las prohibiciones11 e incluso el mismo papa debe intervenir una
12
Una bula de Sixto IV, del ao y otra vez para que estas normas se cumplan12. Aunque la prctica real estaba muy lejos de
1484, trata del disgusto del pont- su exacto cumplimiento, las leyes haban ido repitiendo la normativa de una manera casi
fice por no cumplirse en Espaa las
esclertica, tal como se puede ver, al final de la Edad Media, en el Ordenamiento de Mon-
normas sobre los judos: en los rei-
nos de Espaa , y sobre todo en la
talvo del ao 1484: E mandamos otrosy que traygan continuamente la dicha seal de pa-
provincia de Andaluca , judos y sa- o bermejo en el ombro derecho segn que enlas leyes antes desta se contiene13.
rracenos viven mezclados y juntos
con los cristianos y que visten la mis-
ma clase de trajes que estos (Mar-
BAJO EL HBITO DE JUDO
tnez Dez 1998).
13
El ttulo III (Libro Octavo) est
dedicado ntegramente a judos y Tomando como referencia la iconografa estereotipada que se haba ido forjando a partir
moros. de las Sagradas Escrituras y de la vieja controversia Iglesia/Sinagoga, algunas autoridades
Si tenemos en cuenta lo que llevamos dicho de las normas que marcan a los judos, la
imagen de dignidad que interesa a determinados grupos ideologizados y los hbitos que
obligan durante los oficios de la sinagoga y otras manifestaciones religiosas, sacamos la con-
clusin de que estamos ante un pueblo al que la moda, el lujo, la buena presencia enfati-
zada por las joyas y los adornos, no le interesan. Sin embargo, esto no fue verdad. Hom-
bres y mujeres siguieron las modas de la sociedad en la que vivieron. Posiblemente el paso
decisivo se dio bajo el gobierno andalus. Al igual que los gustos literarios, la cultura en
general se islamiz profundamente, haciendo perder en muchas ocasiones las seas de iden-
tidad de la tradicin hebrea, el gusto por lo material y lo sensual se hizo patente en los
usos y costumbres de las viviendas y vestidos de los judos. El tudelano Abraham ibn Ez-
ra (1089-1164), en uno de sus poemas, nos ha transmitido una visin de los tpicos de
los sentimientos de los pueblos:
No es consciente el poeta hasta qu punto esto no fue una realidad plena de la poesa he-
brea bajo los musulmanes. La mujer que nos describe el poeta Todros Abulafia (1247-1306),
aunque en un lenguaje figurado, responde a un deseo de cuidar la imagen personal en to-
dos los detalles incluido el maquillaje de su rostro:
Ella pint sus ojos con las [cenizas] negras de mi corazn [abrasado];
el lustre de sus dientes lo tom de las perlas de mis lgrimas;
ella pint su rostro de blanco y de carmn
con mi cabello encanecido y la sangre de mis vsceras20.
Su contacto con lo islmico hizo que las judas llevasen sus cabezas cubiertas con mantos,
cosa que las identificaba de una manera tan clara, que las leyes religiosas cristianas, obli-
garon, como ya hemos indicado antes, a que siempre estuviesen as en pblico. La mujer
velada de los musulmanes era una referencia tambin para las hebreas, tal como podemos
apreciar en estos versos del poeta: Su rostro es como los genitales expuestos en la va p-
blica, / que deben cubrirse con chales y velos21.
El aspecto de la pareja que ilustra la Hagad Rylands habla por s solo de cul era la re-
ferencia de unos judos con pretensiones elegantes. Se vestan sus mejores ropas para cele-
19
Tomo la cita de Senz-Badillos brar la fiesta. El atuendo del hombre y la mujer responde al mismo espritu sensual que
1991, p. 149.
20
muestra el maquillaje de la mujer del poema de Todros. Pero esto no slo era coquetera
Tomo la cita de Rosen 1998,
p. 128. o presuncin personal, que evidentemente podra ser as, sino tambin es una recomen-
21
Ibidem. dacin de carcter pietista: La gloria de Dios est en el hombre y la gloria del hombre
Las mujeres no deban vestirse de pao de oro nin de azeituni nin de endal nin de seda nin de
camelote nin traya en su ropa forradura de pania rica, nin de pao de oro, nin de azeituni; ni
traya brochadura de oro, nin nin de aljfar, ni sartal de aljfar puesto al comienzo de la frente,
ni cola en ropa alguna que arrastre mas de treea de vara de medir, etc.
Se contina con la relacin de telas y ropas, para concluir que se admiten determinadas
aplicaciones ricas, aunque de limitado peso: brochadura de plata e esmaltes de plata e
intas de plata o cualquier cosa de ello, de manera que aya en cada cosa dellas fasta peso
de cuatro onas e non ms26. Pero todas estas medidas tenan excepciones: los jvenes o
durante las grandes solemnidades como en tiempo de alegras o recibimiento de seor
o seora, nin en danas.
Las mismas leyes mostraban igual restriccin a los adornos de los arreos de las caba-
lleras y de los caballeros; siella de barba dorada nin argentada27: adems de las refe-
22
rencias a la silla: freno dorado nin argentado, nin espuelas doradas nin argentadas 28.
Metzger 1982, p. 149.
23
Sempere y Guarios 1788.
Con el fin de tener una mera aproximacin a las piezas que pudiramos considerar las
24
Cortes de Valladolid de 1258 y las propias de un ajuar judo de finales del siglo XV, reproduzco a continuacin una relacin
de Jerez de 1268. de bienes subastados en Granada segn figuran en un documento fechado el 8 de sep-
25
Vase la excelente edicin de es- tiembre de 1495. La variedad de materias en l relacionadas se corresponde perfectamen-
tas normas realizada por Moreno
Koch 1987.
te con los objetos que pudiramos encontrar entre los cristianos:
26
Captulo quinto acerca del vestir
(Ibidem, pp. 93-95). Una ropa de carmes de grana de lavores con alcarchofas de oro fino. Otra axedra de zarzahn.
27
Cortes de Valladolid de 1258. Unos cordones azules que eran los botones de aljfar menudo. Una hamya de seda orillada. Una
28
Cortes de Jerez de 1268. aljuba con orillas toda de seda amarilla. Una farba amarilla. Otra farba colorada. Una namat de
A este apartado pertenece una serie de objetos de tiempo, siendo modelos que provienen desde la tra-
diferentes caractersticas, pero que al igual que los dicin romana y que se perpetan hasta casi nues-
platos, podemos considerar como integrantes de la tros das. Las bases circulares de paredes muy de-
riqueza familiar. Son un total de veinticuatro pie- sarrolladas para acoger piedras u otras materias son
zas destinadas unas al ornato y aseo personal, ca- caractersticas de la orfebrera medieval, lo mismo
so de las cuatro sortijas y el dentilcaspium [cat. 35], que las decoraciones geomtricas o vegetales de fi-
y el resto escudetes, cascabeles, esfera y pinjan- ligrana que tambin se utilizan como elemento de
te al ornato del jaez del caballo. De estas lti- relleno de las escenas figuradas de arquetas, pastas
mas, la pieza que plantea alguna duda es el pinjante de libros, etc. Estas joyas son piezas de morfologa
o colgante [cat. 36] decorado con una dama. Qui- sencilla cuyo uso estuvo bien difundido, por ello pie-
zs en este caso, ms que un pinjante para el jaez, zas similares las encontramos en otros atesoramien-
pueda tratarse de un dije o colgante para adorno tos como el burgals de Villavieja de Mu. Este
personal o de otros objetos. Todas las piezas pro- tesorillo est formado por joyas y numerario y se
ceden del Tesorillo I. fecha igualmente en el siglo XIV, para l Osaba presu-
Los adornos personales estn representados por pone igualmente motivos blicos como causa de
cuatro sortijas. Tres de ellas se decoran con un cha- su ocultacin2.
tn soldado sobre el aro, siendo este ltimo de sec- Una pieza singular, por su rareza, es el instru-
cin ancha y laminar en todas ellas menos en una mento de aseo personal, denominado dentilcas-
donde tiende ms hacia la seccin circular. La sor- pium. Est elaborado en plata y consta de una ba-
tija [cat. 41] que muestra un diseo ms diferen- rrita muy delgada, adornada con tres esferas de-
ciado es la que tiene el aro circular y se decora con coradas con doble banda de crculos concntri-
una piedra de forma oval y superficie convexa de co- cos. La esfera central tiene un arito que serva pa-
lor granate claro. Otra de las sortijas [cat. 42] pre- ra llevar el instrumento colgado de una cadena. Los
senta un cabujn de plata decorado con tres ban- extremos se rematan de manera diferente. Uno con
das de crculos tangentes de filigrana aplicada y la un doble garfio: agudo y plano respectivamente y
tercera [cat. 43] tiene un cabujn circular de caja al- el otro, en el extremo opuesto, con una cuchari-
ta con una piedra de color verde oscuro de sus mis- ta. Al parecer este instrumento deriva de algunos
mas dimensiones. El cuarto anillo es ms sencillo, utensilios de poca romana destinados a la limpieza
consta de un aro igualmente en forma de lmina que personal de odos, dientes y uas. Hasta la fecha
presenta un ligero engrosamiento romboidal en la no conocemos ejemplares de caractersticas simi-
parte superior decorado con un motivo reticular lares, sin embargo en documentos de al-Andalus
de rombos con puntos en el centro. De todas estas se mencionan, ya con anterioridad, instrumentos
joyas quizs sea el ltimo anillo mencionado, el de- destinados a la higiene personal de la boca3.
corado con un sencillo engrosamiento, el que por El otro gran grupo de adornos tena por finali-
su tipologa se acerque ms a otros anillos apareci- dad embellecer el jaez del caballo. De todos ellos qui-
dos en los enterramientos de necrpolis judas de zs el que ms dudas aporta es el pinjante decora-
la zona de Aragn. En este sentido muestra una cier- do con un motivo figurado de dama sedente [cat.
ta afinidad con los anillos judos conservados en el 36]. Esta pieza conserva todava algunos restos de
1
Museo de Valladolid , para los que se supone un ori- esmalte de color rojo y verde. El colgante tiene for-
gen aragons. El uso de anillos con chatones circu- ma triangular, con los ngulos redondeados y los
1
Gua 1997, p. 221.
2
lares, metlicos o con piedras, fue extensivo al con- bordes moldurados en su zona central. El campo de-
Osaba y Ruiz de Erenchun 1954,
p. 95. junto de la sociedad en la Edad Media. Sus tipos son corativo de la superficie est delimitado por un re-
3
Domnguez Perela 1986, p. 67. sencillos y han tenido una larga pervivencia en el borde lobulado. La pieza se decora con una figura
112 CATLOGO
do hasta nosotros como los conservados en el Mu- dad se destinara al embellecimiento de una nica
seo de la Seo de Urgel6, o de los conservados en el montura. Se conoce la finalidad de estas piezas a tra-
Museo Arqueolgico Nacional y en la Fundacin vs de su prolija representacin en miniaturas y es-
7
Lzaro Galdiano . Lo primero que nos llama la aten- culturas, por lo que sabemos que se disponan tan-
cin es el uso de un material noble, la plata, para to en los arreos y cintas, como en las sillas de mon-
su elaboracin, cuando en los otros ejemplares es pre- tar. A tenor de estas representaciones vemos que su
dominante el uso del cobre o del bronce. Otra di- mayor apogeo se alcanz en la Baja Edad Media, de-
ferencia es que los adornos de Briviesca presentan cayendo su uso en la Edad Moderna, momento en
el aro de sujecin soldado en su cara posterior, en vez el que el atalaje del caballo se transforma hacia mo-
de tenerlo sobre el borde superior, lo que nos indi- delos ms evolucionados. Generalmente estas piezas
cara que en su caso iran sobrepuestos sobre el jaez, presentan una decoracin muy variada8, grabada a
en vez de ir colgando del mismo, y por ltimo la cincel o buril, con figuras de animales, humanas y
carencia de orlas o festones decorativos en los bor- emblemas nobiliarios o escudos. Muchas de ellas tu-
des, muy utilizados en los adornos de los pinjantes. vieron la superficie esmaltada. Cronolgicamente se
6
Casanovas y Rovira 1995.
7
Este conjunto de Briviesca presenta unos caracteres distribuyen entre los siglos XIII al XV y se han dife-
Martn Ansn 1985; Martn An-
sn 1986. muy uniformes, tanto en su tipologa como en su renciado hasta el momento talleres de fabricacin en
8
Martn Ansn 1986, p. 59. decoracin, por lo que pensamos que en su totali- Castilla, Catalua y Levante.
35 36
Dentilcaspium Pinjante
Plata Plata y restos de esmalte
6,8 x 1,6 x 0,8 cm 4,3 x 3,3 x 0,6 cm
Procede del Tesorillo I, hallado en Briviesca en 1938, cerca del Procede del Tesorillo I, hallado en Briviesca en 1938,
cementerio actual cerca del cementerio actual
Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 733) Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 734)
Instrumento de aseo personal, barrita decorada con tres esferas y aro pa- Tiene forma triangular con ngulos redondeados. En el interior, motivo
ra colgar. Extremos rematados con una cucharita pequea y dos garfios. figurado grabado a buril de dama sedente vestida a la moda de la poca
B.C.I.
con rbol por detrs. Representacin inscrita en arcos lobulados y hojas
grabadas en la base.
B.C.I.
37 38
Escudos Escudos
Plata dorada Plata dorada
4,2 x 3 x 0,2 cm cada uno 0,2 x 3 cm de dimetro
Proceden del Tesorillo I, hallado en Briviesca en 1938, Proceden del Tesorillo I, hallado en Briviesca en 1938,
cerca del cementerio actual cerca del cementerio actual
Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 735) Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 736)
Diez piezas de escudo de forma rectangular con base redondeada y cabe- Ocho escudos circulares decorados con orla lobulada en cuatro arcos
cera recta. Decoracin troquelada dividida en cuatro cuarteles: 1 y 4 tres con castillo en el centro y roscea en cada arco. Vrtices de los arcos con
bandas reticuladas oblicuas, 2 y 3 lobo pasante ante rbol. ramo de cuatro flores, crculo perlado en el exterior.
B.C.I. B.C.I.
[CAT. 38]
114 CATLOGO
39
Cascabeles
Plata
2 x 2,2 cm de dimetro
Proceden del Tesorillo I, hallado en Briviesca en 1938,
cerca del cementerio actual
Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 737)
40 42
Sortija Sortija
Plata Plata
1 x 2,2 cm de dimetro 1 x 2,4 cm de dimetro
Procede del Tesorillo I, hallado en Briviesca en 1938, Procede del Tesorillo I, hallado en Briviesca en 1938,
cerca del cementerio actual cerca del cementerio actual
Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 738) Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 739)
Sortija circular elaborada a partir de una lmina que se ensancha en el Sortija de aro circular de doble chapa, se decora con un chatn semiesfrico
centro a modo de sello romboidal. Se decora con motivo inciso de retcula adornado con tres bandas de crculos tangentes dispuestas en horizontal.
romboidal con punto central. B.C.I.
B.C.I.
43
41
Sortija
Sortija
Plata
Plata y gata granate 0,7 x 2 cm de dimetro
2 x 2,4 cm de dimetro
Procede del Tesorillo I, hallado en Briviesca en 1938,
Procede del Tesorillo I, hallado en Briviesca en 1938, cerca del cementerio actual
cerca del cementerio actual
Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 741)
Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 740)
Aro circular de cinta. Chatn cilndrico con piedra verde oscura de igua-
Aro circular de lmina plana con engrosamiento central para soportar una les dimensiones.
piedra dura, gata, de color granate. B.C.I.
B.C.I.
[CAT. 40-43]
[CAT. 44]
116 CATLOGO
ELAS TERS NAVARRO Yacimiento de Soria
Museo Numantino, Soria
La necrpolis situada en el denominado Cerro de los de los dos primeros tipos, con unas medidas en-
los Judos, al oeste de Deza (Soria), fue excavada tre los 3 y los 7 cm, debieron estar hincados en las
en los aos treinta del pasado siglo por Blas Tara- articulaciones y en las partes blandas del cuerpo, en
cena. La investigacin se centr slo en la zona un total de treinta y ocho de las tumbas estudiadas,
oriental del cementerio, descubriendo un total como parte de un ritual que aseguraba la inmovi-
de cincuenta y siete tumbas excavadas en la roca lidad del cadver. Los que aparecieron diseminados
caliza en fosas individuales, en algunos casos a dos sin un orden aparente, se interpretaron como ta-
metros de profundidad, de forma trapezoidal, con lismanes para proteger al difunto de influencias ma-
la cabecera orientada por lo general al norte, y lficas. El tercer tipo, las saetas, de doble punta y
sin lajas coberteras. Los cadveres treinta y seis hasta de 10 cm de largo, serviran para el ensam-
adultos, ocho jvenes y trece nios, estaban de- blaje de algn tipo de parihuelas para el transpor-
positados en posicin decbito supino, con los bra- te y la colocacin del cadver en la fosa, ya que al-
zos estirados a lo largo del cuerpo, y, excepcio- gunas posean adherencias de madera.
nalmente, doblados. A juicio de Taracena, debie- Los ajuares, considerados como pobres, estn
ron estar colocados sobre tablas, parihuelas o en conformados por anillos de plata, con fina labor de
sencillos atades, ya que entre los elementos ha- palmetas e inscripciones con caracteres hebreos gra-
llados no se encontraron grapas angulares ni he- badas, o de bronce, en un caso con inscripcin y
rrajes complementarios, y, aunque se encontraron en otro con aplique de pasta vtrea; algunas cuen-
gran cantidad de clavos, su presencia se atribuye, tas de plata, azabache o hueso; adornos de plata de
mayoritariamente, a la pervivencia de una mani- forma amigdaloide con un delicado calado de fi-
festacin ritual. ligrana, y alfileres de bronce. Estas piezas supo-
Al realizar la catalogacin de los materiales apa- nen una amplia muestra de lo hallado, y, crono-
recidos en la necrpolis, Casanovas y Ripoll, in- lgicamente, pueden adscribirse a los siglos XII-XIII,
ventariaron alrededor de seiscientos clavos, todos aunque la presencia, entre el material recuperado
ellos de hierro, y los clasificaron en tres grandes gru- en sendas tumbas, de dos dineros de velln de En-
pos: a) con cabeza de tachuela, b) escarpias y c) rique II, prolonga la utilizacin de la necrpolis
saetas. De ellos, segn se deduce de su distribucin, hasta un momento tardo del siglo XIV.
BIBLIOGRAFA: Taracena 1933, pp. 65-71; Casanovas y Ripoll 1983, BIBLIOGRAFA: Taracena 1933, pp. 65-71; Casanovas y Ripoll 1983,
pp. 135-148. pp. 135-148.
E . T. N . E . T. N .
46 48
Anillo con inscripcin Anillo de placa decorada
Siglos XII-XIII Siglos XII-XIII
Plata Plata
Aro: 1,5 cm ; placa: 1 cm Aro: 2 cm ; placa: 1,5 x 1,5 cm
Procede de la necrpolis del Cerro de los Judos, Deza (Soria) Procede de la necrpolis del Cerro de los Judos, Deza (Soria)
Soria, Monasterio de San Juan de Duero, seccin medieval del Museo Soria, Monasterio de San Juan de Duero, seccin medieval del Museo
Numantino (n. inv. 81/1/569) Numantino (n. inv. 81/1/574)
BIBLIOGRAFA: Taracena 1933, pp. 65-71; Casanovas y Ripoll 1983, BIBLIOGRAFA: Taracena 1933, pp. 65-71; Casanovas y Ripoll 1983,
pp. 135-148. pp. 135-148.
E . T. N . E . T. N .
118 CATLOGO
49 52
Anillo de placa decorada con inscripcin Cuenta de collar cilndrica con decoracin acanalada
Siglos XII-XIII Siglos XII-XIII
Bronce Azabache
Aro: 2,2 cm ; placa: 1,4 cm 1,1 x 1 cm
Procede de la necrpolis del Cerro de los Judos, Deza (Soria), Procede de la necrpolis del Cerro de los Judos, Deza (Soria)
Soria, Monasterio de San Juan de Duero, seccin medieval del Museo Soria, Monasterio de San Juan de Duero, seccin medieval del Museo
Numantino (n. inv. 81/1/571) Numantino (n. inv. 81/1/58)
BIBLIOGRAFA: Taracena 1933, pp. 65-71; Casanovas y Ripoll 1983, BIBLIOGRAFA: Taracena 1933, pp. 65-71; Casanovas y Ripoll 1983,
pp. 135-148. pp. 135-148.
E . T. N . E . T. N .
50 53
Anillo de placa con aplique y pasta vtrea Conjunto de cuentas de collar
Siglos XII-XIII Siglos XII-XIII
Bronce Hueso
Aro: 2 cm ; placa: 1 x 0,95 cm 0,5-0,6-0,8 cm; 0,6-0,7-0,7 cm
Procede de la necrpolis del Cerro de los Judos, Deza (Soria) Proceden de la necrpolis del Cerro de los Judos, Deza (Soria)
Soria, Monasterio de San Juan de Duero, seccin medieval del Museo Soria, Monasterio de San Juan de Duero, seccin medieval del Museo
Numantino (n. inv. 81/1/572) Numantino (n. inv. 81/1/649)
BIBLIOGRAFA: Taracena 1933, pp. 65-71; Casanovas y Ripoll 1983, BIBLIOGRAFA: Taracena 1933, pp. 65-71; Casanovas y Ripoll 1983,
pp. 135-148. pp. 135-148.
E . T. N . E . T. N .
51
Dos cuentas de collar tubulares con decoracin calada
Siglos XII-XIII
Plata
0,7 y 0,6 cm; 0,4 cm
Proceden de la necrpolis del Cerro de los Judos, Deza (Soria)
Soria, Monasterio de San Juan de Duero, seccin medieval del Museo
Numantino (n.os inv. 81/1/636 y 81/1/637).
BIBLIOGRAFA: Taracena 1933, pp. 65-71; Casanovas y Ripoll 1983,
pp. 135-148.
E . T. N .
[CAT. 54]
55
Conjunto de siete alfileres
Siglos XII-XIII
Bronce
5 cm c/u
Proceden de la necrpolis del Cerro de los Judos, Deza (Soria)
Soria, Monasterio de San Juan de Duero, seccin medieval del Museo
Numantino (n.os inv. 81/1/614-615-616-617-618-619-620)
[CAT. 55]
120 CATLOGO
JAIME VICENTE REDN Y Ajuares de la necrpolis juda de Teruel
CARMEN ESCRICHE JAIME
Museo de Teruel La necrpolis juda de Teruel (fosal u honsal de los llos colocados en los dedos de otros difuntos). In-
judos, en la documentacin medieval) estaba teresa especialmente la tumba F, masculina, don-
situada en las lomas que rodean la ciudad de Te- de se hallaron cinco anillos en la mano izquierda,
ruel por el norte (Los Llanos de Santa Luca), ocu- con distintos elementos iconogrficos (un castillo
pando una extensa superficie de siete hectreas apro- de una torre, flanqueado con lneas en zigzag; un
ximadamente, a una notable distancia del ncleo escudo con ramas enlazadas, y dos con engarces de
habitado. Fue localizada en torno a 1924, al efec- piedras azules), y un anillo de plata, tambin con
tuar diversas obras pblicas. En 1925, P. Floriano engarce de piedra azul, en la mano derecha. En
llev a cabo una campaa de excavacin, adems otras tumbas se hallaron restos de tejidos, y sorti-
de documentar los restos encontrados anterior- jas con inscripciones hebraicas, posiblemente los
mente, que puso al descubierto un total de trece nombres de los enterrados all2.
1
tumbas intactas , correspondientes a un perodo En 1953, A. Novella efectu nuevas excava-
indeterminado entre el siglo XIII y el siglo XV. En ciones3, descubriendo ocho tumbas, algunas de
su artculo, describe con cierto detalle los ajuares ellas infantiles, que conservaban parte del atad de
encontrados en las tumbas (desaparecidos posi- madera, aunque con escaso ajuar (algunas agujas
blemente durante la Guerra Civil de 1936-1939), y restos cermicos). F. Cantera, que visit la exca-
formados bsicamente por agujas de bronce, ani- vacin, resalta la ausencia de nuevas inscripciones4.
llos de oro, plata y bronce, y algn recipiente de En 1962, P. Atrin excav tres nuevas tum-
cermica de Teruel (verde y manganeso, y azul), bas, localizadas al efectuar unas obras, de las que
1
Floriano 1925. junto a otros de cermica sin vidriar o con vidria- proceden los ajuares que se incluyen en esta ex-
2
Cantera y Mills 1956, pp. 373- do de plomo. posicin. La informacin detallada de esta exca-
375.
3
Alguno de los cadveres conservaba los ele- vacin permanece indita, por lo que desconoce-
Novella Mateo 1953, pp. 257-
261. mentos de adorno personal in situ (agujas de pelo mos las caractersticas precisas de los enterramientos
4
Cantera 1953 (1), pp. 364-370. alrededor del crneo en tumbas femeninas, o ani- y el contexto de los ajuares.
56
Anillo
Siglos XIV-XV
Plata
0,5 x 2 cm
Procede de la necrpolis juda de Llanos de Santa Luca (Teruel)
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 593)
[CAT. 58]
58
Anillo 59
Siglos XIV-XV Cadena
Oro Siglos XIV-XV
0,8 x 2,1 cm Plata
Procede de la necrpolis juda de Llanos de Santa Luca (Teruel) Varios tamaos
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 595) Procede de la necrpolis juda de Llanos de Santa Luca (Teruel)
BIBLIOGRAFA: La vida juda en Sefarad 1991, p. 278; Vicente Re- Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 596)
dn, 1994, pp. 13-26; Aragn 2000, p. 413. BIBLIOGRAFA: La vida juda en Sefarad 1991, p. 280; Vicente Redn
1994, pp. 13-26; Aragn 2000, p. 414.
De seccin rectangular, con engarce de granate.
J.V.R./C.E.J. Cadena cilndrica de hilos trenzados con remates decorados con dibujos
geomtricos.
J.V.R./ C.E.J.
[CAT. 59]
122 CATLOGO
[CAT. 60]
60
Collar
Siglos XIV-XV
Plata
Varios tamaos
Procede de la necrpolis juda de Llanos de Santa Luca (Teruel)
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 597)
61
Brazalete
Siglos XIV-XV
Vidrio
0,5 x 6,9 cm
Procede de la necrpolis juda de Llanos de Santa Luca (Teruel)
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 628)
124 CATLOGO
64 con lo femenino (frente al rbol masculino, al que aparece asociada),
Anillo con inscripcin hebraica con el poder curativo y con la inmortalidad.
En el judasmo la serpiente es utilizada con la misma funcin poliva-
Siglos XIII-XIV lente de las culturas del Prximo Oriente Antiguo, pero adaptada a sus
Oro creencias: as la primera afirmacin bblica sobre la serpiente es la astucia
1,5 cm (Gn 3, 1) y la seduccin (Gn 3, 5), atrae sobre s la maldicin de Dios
(Gn 3, 14) y Dios anuncia que su cabeza ser pisoteda (Gn 3, 15).
Procede de la necrpolis de Montjuc (Barcelona), tumba n. 51
La creencia en otra vida est profundamente arraigada en el pueblo
Toledo, Museo Sefard Ministerio de Educacin, Cultura y Deporte judo y todo lo relacionado con la muerte est sujeto a una serie de cere-
(n. inv. 83) monias y a un detallado ritual. El judasmo prohbe en trminos gene-
B I B L I O G R A F A : Durn y Mills 1947; Cantera 1953 (1); Cantera y Mi- rales el uso de joyas y ricas vestiduras aparte del sudario, por eso las ne-
lls 1956, p. 376; Prez Herrero 1978; Cirlot 1984; Romero 1989, crpolis judas suelen ser tan parcas en hallazgos, como de hecho sucede
pp. 142; La vida juda en Sefarad 1991, pp. 276-279; Lpez lvarez, en la de Montjuc.
Palomero Plaza y Menndez 1995; Rosemberg 1996; Klagsbald 1997, El anillo de oro aqu mostrado es, pues, una excepcin de la regla en
pp. 22 y 23; Goodenough 1998; Izquierdo Benito 1998; Casanovas el conjunto del cementerio. Otros anillos similares han aparecido en las
2002 (en prensa). necrpolis judas de Deza (Soria), Mrida, Toledo y Teruel.
S. P. P
go, procedimiento habitual desde la Antigedad hasta mediados del siglo tera y Mills 1956, n. 251; Baer 1961, p.144; Friedenberg 1987, p. 127;
XIX, pero que ya no se utiliza. Por otra parte, el 25% restante hasta com- Menndez Pidal y Gmez Prez 1987, p.115; La vida juda en Sefarad
pletar el 100% en peso sigue la norma de cuatro partes de cobre y una de 1991, p. 276; Convivencia 1992, p. 240, Metrpolis 1998, pp. 316-317.
plata, muy usada por los plateros desde tiempos bajomedievales.
S.P.P. Matriz cuatrilobulada con anilla dorsal. En el centro se dibuja una flor de
lis, probablemente el emblema del propietario del sello. Hay tres letras
hebreas inscritas en los cuatro lbulos que, al unirlas, nos dan el nom-
66 bre de Abraham ben R. Saadia.
126 CATLOGO
[CAT. 68] [CAT. 69]
El sello presenta una forma lobulada en sus cuatro lados con el escudo fue dado el turbante, Al le guarde. Este curioso letrero ha sido inter-
de Castilla con tres torres en su parte central. En los lbulos superior e pretado como un reflejo de la poltica celota e intransigente llevada a
inferior se representan cuartos menguantes, mientras que en los laterales cabo en al-Andalus bajo la hegemona almohade. En este perodo mu-
hay flores de lis. Formando un cuadrado alrededor del castillo, se lee la chos judos emigraron a los reinos cristianos del norte, mientras que los
siguiente inscripcin en hebreo: Abraham bar Moiss Crudo. que permanecieron en territorio andalus, se convirtieron en musulma-
C.B.G. nes. Se cree que el dueo del sello fue obligado a convertirse al Islam
hacia mediados del siglo XII.
C.B.G.
69
Sello
Al- Andalus, 1145 70
Bronce Bocado de caballo
2,7 cm. de dimetro Siglos XIII-XV
Edimburgo (Escocia), National Museums of Scotland (n. inv. H.NM 51) Bronce
BIBLIOGRAFA: Cantera 1953 (2), pp. 110-111; La vida juda en Se- 11,5 x 2,7 cm
farad 1991, p. 275. Toledo, Museo Sefard Ministerio de Educacin, Cultura y Deporte
(depsito del Museo Arqueolgico Nacional, n. inv. 28)
Este sello, de forma circular, presenta una figura en el centro, probable-
mente del propietario y, alrededor, una leyenda que alude a su nombre. Denominado as por tratarse de la parte del freno que entra en la boca
Est compuesta por seis palabras: en las tres primeras, en hebreo, lee- de la caballera. Est compuesto por dos argollas circulares que enlazan
mos: Salomn hijo de Isaac; en las otras tres, en rabe, se lee: Al que con la pieza central, que ostenta una rica decoracin, en la cara vista,
que formara parte del en-
jaezado del caballo. En el
centro destaca una estrella
de seis puntas con una flor
de ocho ptalos en su parte
central y motivos vegetales
y geomtricos.
Despus de su restaura-
cin en el Museo Sefard se
aprecian restos de policro-
ma verde y roja en la parte
visible de la pieza.
S. P .P.
[CAT. 70]
128 CATLOGO
En las fuentes rabes el hexagrama o sello de Salomn aparece en amu- las doce combinaciones que permiten las letras del nombre de Dios y en
letos y en diseos mgicos, que seran utilizados indistintamente por ju- leyenda circular los cuatro arcngeles.
dos, musulmanes y cristianos en la Espaa medieval. Tambin aparece en Conocemos bien ese tipo de amuletos porque en el sur de Francia se
numerosos manuscritos hebreos bblicos utilizado el hexagrama como mo- han conservado en bronce bastantes, pero el de Cuenca, en concreto,
tivo decorativo microgrfico por los masoretas, pero es sobre todo en la tena en medio del pentagrama en un crculo inscrito rodeado de ins-
cbala donde alcanza su mayor pujanza, de ah su xito como amuleto. cripciones hebreas, la propia figura de Cristo, con su aureola. Con toda
La nocin de escudo de David con poderes mgicos no estaba en probabilidad fue el encargo de un alto cargo de la jerarqua eclesistica
principio relacionada con el hexagrama, pero acabar unida a ste, bajo conquense, cristiano (desconocemos si de origen converso) y fue utiliza-
la denominacin de Magun David. Durante buena parte de los siglos do como talismn para el viaje a Tierra Santa como peregrino, que
XIII al XVII se usarn indistintamente los trminos sello de Salomn y es para lo que serva este tipo de amuletos (Schire 1966). El viaje le de-
escudo de David. bi dejar un buen recuerdo y se enterr con l para su ltimo periplo.
El uso oficial del Magun David est atestiguado por primera vez Por tanto las dos piezas citadas y descritas arriba cabe adscribirlas al h-
en Praga, con motivo del privilegio de usar bandera propia, otorgado brido universo cultural mudjar propio de la Espaa medieval, en la
por Carlos IV a la comunidad juda de la ciudad; la bandera ostentaba que musulmanes, judos y cristianos convivieron o mejor se toleraron
como escudo en el centro una estrella de David y hasta el siglo XVIII en ciertas ocasiones.
tuvo un significado preferentemente ritual y su uso se fue extendiendo Define muy bien esta circunstancia, el profesor Mrquez Villanueva: La
entre los judos de Alemania, Austria y los Pases Bajos, pero slo desde Pennsula Ibrica en la Edad Media se constituye en una tierra aparte del
el siglo XIX comenz a difundirse su uso como smbolo del judasmo. Occidente cristiano, siendo la nica poblacin cristiana en haber acepta-
As pues, el hecho de que dicho smbolo haya acabado por ser acepta- do vivir entre mezquitas y sinagogas [...]. La tolerancia de la Baja Edad
do en poca contempornea como logotipo del judasmo no debe Media derivaba de la doctrina islmica de la dhimma o proteccin de
confundirnos respecto a su uso y significado en otras pocas. A nuestro las religiones del libro, reforzada por imposiciones de orden social y eco-
juicio, la aparicin en la Espaa medieval en edificios, artesonados, ce- nmico que no permitan alternativa [...]. Aparte del volumen intrnseco
rmicas, tumbas, telas u otros objetos no debe identificarse con los ju- que suponen instituciones, sociologa cultural y mundo de las cosas de
dos, antes ms, incluso cabe considerarlo como un motivo claramente sello semtico, lo que verdaderamente se halla aqu en juego es su carcter
mudjar y por tanto abierto a la hibridacin y a su uso indiferente por plenamente diferencial, o en otras palabras, la radical anomala que haca
musulmanes, cristianos y judos. de todo aquello algo no ya conocido, sino inconcebible fuera del mbito
Una clara muestra del mudejarismo que caracteriza a la Pennsula hispnico, lo cual nos proporcion una reputacin dudosa desde el ngu-
Ibrica se puede atisbar claramente en una pieza aparecida recientemen- lo de los cnones tico-polticos de la Europa cristiana. Es lo que as mis-
te en la iglesia de San Pedro de Cuenca en un contexto funerario del si- mo motiv que, como producto final de nuestro anmalo medievo, Eu-
glo XVI, se trata de un amuleto de bronce con bao de oro con inscrip- ropa se encogiera de hombros y se acostumbrase a olvidarse de aquella
ciones hebreas y smbolos mgicos como el pentagrama y el cuadrado con periferia tan dispuesta a regirse por su propio extrao reloj.
S. P. P.
Uno de los aspectos que mejor conocemos de la intimidad de los judos espaoles de la
Edad Media es el que se relaciona con el menaje del hogar en su sentido ms amplio. Pa-
ra ello contamos con una rica coleccin diplomtica que nos informa a travs de las testa-
mentaras sobre los diferentes objetos que constituyen el patrimonio domstico. Por otro
lado, las agadot hispanas nos suministran una riqusima informacin icnica sobre los co-
medores y las cocinas de las casas judas. Adems de estos testimonios, las excavaciones
arqueolgicas nos han proporcionado multitud de piezas del menaje de mesa y de cocina,
en algunos casos de calidad excelente.
El catlogo de la exposicin recoge una serie importantsima de objetos del menaje:
los correspondientes a la cermica de Teruel y el conjunto de Burgos. Ni por la calidad,
ni por los motivos reproducidos, salvo excepciones a las que luego aludir, sera posible
identificarlos con el pueblo judo.
El repertorio icnico de las agadot nos permite aproximarnos a mesas extraordinarias
para el sder de Pascua y a las cocinas de las casas en plena actividad para realizar los ali-
mentos de la comida festiva. Sobre la mesa se han colocado la mejor vajilla de la casa con
copas, recipientes para el vino, cuchillos, etc. El perfil de estos objetos nos recuerda mu-
chas de las piezas que forman el conjunto turolense. Pero a pesar del lujo que nos quieren
transmitir los miniaturistas en sus imgenes, todo palidece ante la realidad de utensilios
131
de plata u oro, propios de los palacios de algunos acomodados judos.
La exposicin cuenta con los platos de plata de la vajilla de Briviesca
[cat. 130] que son dignos de un ambiente palatino como el que aprecia-
mos en la joven pareja o el seor representados en la Hagad Rylands1.
Podemos ver cmo la cena de Pascua se celebra en un comedor con ri-
cos tapices y paramentos, con los elegantes comensales servidos por pin-
cernas. A otro nivel ms popular, aunque no exento de calidad, est la
bandeja de cermica metalizada del sder que se conserva en el Museo
de Israel de Jerusaln. Sobre esta bandeja se colocaban los alimentos re-
queridos para el ritual: apio, huevo (hervido y con su cscara), hierbas
amargas (preferentemente lechuga), jarset, carne y tres masot. Esta ban-
deja se coloca frente al cabeza de familia.
La llamada Agad Morisca, de mediados del siglo XIV, nos permite co-
nocer con detalle distintos aspectos de los cacharros del menaje de coci-
na. Los grandes morteros hispanos donde se prepara el jarset, machacando
Escenas de la Pascua, Hagad frutos, especias y vino, o las grandes ollas donde cuecen los caldos.
Rylands, Manchester John Rylands Otro tipo de miniaturas, de origen cristiano, nos permiten acercarnos
University Library (Ms. Ryl. Hebr.
6, fol. 19r, detalle
a diferentes aspectos de la casa hebrea: en un jardn de una vivienda dos
jugadores ante un tablero de ajedrez; la sala de una casa; en el dormito-
1
La Agad de Sarajevo nos muestra rio, un cadver es velado por la familia y un grupo de plaideras; un ga-
una mesa en la que la vajilla era de oro. binete de trabajo, etc.
En todos estos ambientes, en su mobiliario, en el menaje y en el res-
to de equipamiento no detectamos nada que pudiramos identificar co-
mo una caracterstica juda, salvo en algn caso muy raro una espordi-
ca representacin de la estrella de David. As aparece en uno de los platos
de plata [cat. 130-136] o en el salero de pellizcos [cat. n. 124]. En el dor-
mitorio de las Cantigas, identificamos que se trata de una dependencia
de una casa juda por tener en las cortinas una estrella de David borda-
da. En las Cantigas encontramos representados numerosos dormitorios;
todos son idnticos, slo en ste, en el que es necesario explicar que se
trata de un personaje judo, lleva como decoracin la estrella. En otras
ocasiones la estrella no es tan claro que identifique a un objeto judo, a
este respecto hay serias dudas en el caso del salero de pellizcos, tal como
se explica en la ficha correspondiente.
Fragmento y reconstruccin de
una hanukiya o lmpara ritual
procedente de Puigcerd (siglo XV),
Puigcerd, Museo Cerd
El asentamiento de la comunidad juda en Burgos partimiento de Huete de 1290, pudo alcanzar una
se documenta avanzado el siglo XI, aunque algunos poblacin de entre 540 y 675 habitantes, que co-
autores apuntan una presencia ms antigua. Las fuen- rresponderan a unas ciento veinte o ciento cin-
tes documentales de este siglo muestran por primera cuenta familias, lo que representara el 7-9% de
1
vez a los judos como propietarios de vias y co- la poblacin de Burgos7.
mo grupo establecido segn indica el diploma fun- Esta aljama situ en la ladera suroriental del
dacional fechado el 22 de febrero de 1085 por Al- cerro de San Miguel su necrpolis, que la docu-
2
fonso VI , por el que estaban obligados a pagar mentacin de 1386 dice que estaba camino de
portazgo al Hospital del Emperador creado para el San Andrs so el fosario de los judos8. Diferen-
cuidado y acogida de los peregrinos. tes hallazgos arqueolgicos9 han sacado a la luz un
Este primer asentamiento judo tuvo su en- conjunto hipgeo, compuesto por pequeas ca-
clave al amparo del castillo, en el sector conocido vidades excavadas en la roca y distribuidas en va-
por el fuero de 1103 como Villavieja, en torno a la rias cmaras cegadas con una losa, que contenan
3
iglesia de Santa Mara la Blanca . Referencia que inhumaciones en el interior de atades de made-
encontramos en la Historia compostelana, donde se ra. De este mismo lugar procede el descubrimiento,
dice que este sector estaba poblado por judos: en 1918, del esqueleto de una mujer juda data-
Nempe Burgis civitas in latere montis posita re- do en el siglo XIV.
ginae favebar. In eodem quoque monte natura duo Esta aljama debi de poseer varias sinagogas
capita composuerat; inferius plebi judaeorum in- aunque las fuentes no proporcionen datos al res-
4
colebat... . pecto. De 1440 datan las referencias de una en la
Durante el siglo XII el barrio de la Villavieja Villanueva, cerca de la Puerta de San Martn, en
va a presentar los primeros signos de abandono y donde ayuntados en su oracin en la aljama de los
despoblacin, en relacin con el desarrollo urba- judos desta cibdad de Burgos en la Xinagoga que
no que experimenta la ciudad en contacto con el es erca de la puerta de Sant Martn10.
Camino del Santiago y su expansin hacia el lla- Para algunos autores la iglesia de Santa Mara
no. La comunidad juda no va a ser ajena a este mo- la Blanca se correspondera con una primigenia
vimiento y la mayor parte de su poblacin va a des- sinagoga situada en la judera alta de la Villavieja,
plazarse o expandirse hacia el sureste, formando lo transformada en templo cristiano en 136911. Esta
1
que la documentacin denomina Villa Nueva o ju- interpretacin no parece confirmarse con las par-
Ortega Valcrcel 1991, pp. 190
5
y 195. dera nueva . Esta nueva judera se localiza en el ciales intervenciones arqueolgicas, ni con las fuen-
2
Martnez 1994, p. 102. barrio o colacin de San Andrs en la ladera me- tes documentales que presentan a Pedro Alonso de
3
Ortega Valcrcel 1994, p. 43. ridional de la iglesia de Santa Mara la Blanca, en- Bonifaz enterrado en su claustro viejo en 127112.
4
Martnez Dez 1991, p. 244.
5
tre sta y el Camino de Santiago, la Cal de las Armas La excavacin emprendida en el verano de
Lpez Mata 1951, pp. 340 y ss.
6
Prez 1993, p. 28. y la Puerta de San Martn. Este nuevo asentamiento 1993 en la explanada occidental del castillo, con
7
Carrete Parrondo 1976, p. 130. no anular por completo al anterior, como lo re- el fin de controlar la delimitacin espacial de es-
8
Cantera 1952, p. 46. fleja la documentacin bajomedieval, debido al ca- ta iglesia13, ha confirmado la existencia de un gran
9
Luis y Monteverde 1941, pp. 628-
rcter poltico-religioso de las aljamas castellanas templo, destruido en 1813, con claustro al po-
629; Ortega Martnez 1997, p. 505.
6
10
Cantera 1952, p. 46. durante la Plena Edad Media . niente. Su interior presenta dos clases de estruc-
11
Ballesteros 1942, pp. 73-74; Can- El siglo XIII va a representar el momento de turas funerarias, la compuesta por tumbas exca-
tera Burgos 1984, p. 181; Martnez esplendor para las comunidades judas de los rei- vadas del tipo oval o baera, relacionadas con
Dez 1994, p. 104.
12
nos cristianos, llegando a ser la aljama burgalesa momentos que alcanzan la Plena Edad Media, y
Hergueta Martn 1921, p. 41.
13
Ortega Martnez 1997, pp. 489- la segunda ms importante del Reino de Castilla, la de sepulturas encajonadas de momentos bajo-
502. despus de la de Toledo. Segn se desprende del re- medievales.
134 CATLOGO
mentacin tarda sita en este espacio la judera nos Abner (1320) y Selom ha-Lev (1390)24, que
alta y los restos de hanukiyot confirman esta pre- tom el nombre de Pablo de Santa Mara, arras-
sencia, aunque con un significado de abandono trando consigo a gran parte de la comunidad juda
relacionado con la crisis del siglo XIV, que agu- de Burgos.
diz las tensiones sociales y polticas contra la co- La situacin de inestabilidad existente favore-
munidad juda. ce el cumplimiento de las normativas segregacio-
En Castilla, el conflicto social se materializa nistas de ubicar a los judos en barrios separados,
con la guerra civil entre Pedro I, apoyado por los y con las Leyes de Aylln (1412) empiezan a for-
judos, y Enrique de Trastmara, aliado con la no- marse en distintas ciudades castellanas juderas o
bleza descontenta y con Francia, el Papado y Ara- barrios de judos25. De la Baja Edad Media datan
gn. Enrique utiliz el tema judo como arma po- las referencias documentales sobre el recinto amu-
ltica, iniciando en 1355 una serie de asaltos a las rallado de la judera inferior de Burgos, situado al
juderas. En 1366, con el recrudecimiento de los sur de la Villanueva, desde la puerta de San Mar-
motines antijudos en plena contienda, exige a la tn hasta el torren de doa Lambra en la mura-
aljama de Burgos la cantidad de un milln de ma- lla26. Se trata del barrio de Orbaneja que las mis-
raveds, bajo la amenaza de convertir en esclavos mas fuentes muestran abandonado.
21
a aquellos que no pagasen . La victoria del Tras- El asedio al castillo por parte de Fernando el
tmara tuvo consecuencias catastrficas para el Catlico, en 1475, represent un golpe definiti-
judasmo castellano, que trajo la ruina y desmo- vo para la aljama burgalesa, ya que tras la contienda
ralizacin a las aljamas y el triunfo de la intransi- el sector de la Villavieja y de la iglesia de Santa Ma-
gencia religiosa y social de la comunidad cristia- ra la Blanca qued asolado irreversiblemente. Es-
na, que desemboc en la proliferacin del asalto te sector tradicionalmente habitado por judos pa-
21 a las juderas en 1391. s a ser habitado, a lo largo de los siglos XIV y XV,
Prez 1993, pp. 42-54.
22
Surez Gonzlez 1995, p. 273. Tras estos acontecimientos, la aljama burgale- por una poblacin conversa y cristiana, convir-
23
Carrete Parrondo 1976, p. 130. sa va a experimentar un importante retroceso, co- tindose en rea marginal casi despoblada a lo lar-
24
Prez 1993, pp. 39 y 59. mo se deduce de los 700 maravads que paga a la
25
go del siglo XVI. Con el paso del tiempo, el sector
Ibidem, pp. 28 y 60.
26 contribucin de 147422, muy lejos de los 109.921 occidental de Burgos, en donde se ubicaron las
Lpez Mata 1951, pp. 336 y ss.
maraveds que pagaba a la corona en 129123. Esta diferentes juderas, va a transformarse en un en-
aljama va a perder gran parte de su poblacin, por clave suburbial de carcter agrcola del que se ha
muerte, emigracin o conversin a la fe cristiana. borrado toda memoria arquitectnica de la exis-
Entre estos ltimos destacan los casos de los rabi- tencia de esta comunidad.
72 74
Plato Plato
Siglo XIV Siglo XIV
Cermica de mesa, con engobe metlico Cermica barnizada de mesa
6,9 x 20,9 cm 4,5 x 20 cm
Procede de Santa Mara la Blanca (Burgos) Procede de Santa Mara la Blanca (Burgos)
Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 8.796/8) Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 8.796/10)
A.I.O.M. A.I.O.M.
73 75
Plato Plato
Siglo XIV Siglo XIV
Cermica de mesa Cermica barnizada de mesa
5,4 x 18 cm 4,5 x 16,5 cm
Procede de Santa Mara la Blanca (Burgos) Procede de Santa Mara la Blanca (Burgos)
Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 8.796/3) Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 8.796/15.1)
A.I.O.M.
Plato con decoracin incisa formando dos crculos paralelos. Su cara in-
terna presenta esmalte melado
A.I.O.M.
136 CATLOGO
[CAT. 76 Y 77]
76 77
Olla Olla
Siglo XIII-principios del XIV Siglo XIII-principios del XIV
Cermica comn de cocina Cermica comn de cocina
17 x 8,9 cm 22 x 9,5 cm
Procede de Santa Mara la Blanca (Burgos) Procede de Santa Mara la Blanca (Burgos)
Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 8.796/11.2) Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 8.796/11.1)
A.I.O.M. A.I.O.M.
79
Hucha
Siglo XIV
Cermica con engobe metlico
22 x 9,5 cm
Procede de Santa Mara la Blanca (Burgos)
Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 8.796/14)
Sencillo, pero efectivo modelo de hucha que se generaliz en el siglo XIV. [CAT. 79]
A.I.O.M.
81
80 Escudilla lobulada
Salero Siglo XIV
Procede de Santa Mara la Blanca (Burgos) Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 8.796/16.1)
[CAT. 80 Y 81]
138 CATLOGO
82
Juguete
Siglo XIV
Cermica con engobe metlico
6,4 x 4,5 cm
Procede de Santa Mara la Blanca (Burgos)
Burgos, Museo de Burgos
(n. inv. 8.796/17.1)
83
Ungentario (?)
Siglo XIV [CAT. 82 Y 83]
Cermica barnizada
6 x 6 cm mx.
Procede de Santa Mara la Blanca (Burgos)
Burgos, Museo de Burgos
(n. inv. 8.796/17.2)
84
Jarro/Jarra
Siglo XIV
Cermica barnizada de mesa con
decoracin plstica en perlas
27,5 x 20 cm
Procede de Santa Mara la Blanca (Burgos)
Burgos, Museo de Burgos
(n. inv. 8.796/18)
[CAT. 84]
86
Candil de piquera
Cermica comn de iluminacin
2,5 x 44 (aprox.) x 6,8 cm
Procede de Santa Mara la Blanca (Burgos)
Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 8.796/19.20)
140 CATLOGO
JAIME VICENTE REDN Y Los judos en Teruel
CARMEN ESCRICHE JAIME
Museo de Teruel La comunidad juda de Teruel, presente posible- Como grupo social netamente urbano, de-
mente desde los primeros momentos tras la fun- sempean actividades relacionadas con el comer-
dacin de la ciudad, constituy una de las aljamas cio, la artesana, la sanidad y el crdito, llegando
ms importantes del reino de Aragn (la cuarta, se- a poseer un notable poder e influencia en la vida
gn las contribuciones, tras Zaragoza, Calatayud ciudadana.
y Huesca), con una poblacin, en los momentos A finales del siglo XIV, no obstante, una sucesin
de mayor desarrollo, estimada en unos cuatro- de malas cosechas, guerras con Castilla y epidemias,
cientos habitantes, el 10% de la poblacin total de provoca una seria crisis socioeconmica que tiene
la ciudad1. entre sus consecuencias negativas la ruptura de la
Las relaciones de los habitantes de la aljama con convivencia, y el incremento de la conflictividad y
los del resto de la ciudad se recogen con precisin la intolerancia religiosa. En Aragn, la activa pro-
en el Fuero de Teruel (redactado posiblemente en teccin real consigue evitar situaciones como las vi-
1177, aunque los cdices que conocemos corres- vidas en Andaluca, Valencia o los condados cata-
ponden a un momento posterior, entre 1229 y lanes, aunque no logra eliminar algunos saqueos y
1260). La comunidad juda de Teruel estuvo pro- violencias. Es significativa, en este sentido, la acti-
tegida desde el principio por la monarqua arago- tud del rey Juan I, en 1391, al advertir a los regi-
nesa, e integrada en el concejo de Teruel, aunque dores de la comunidad de Teruel que los judos no
en un plano de cierta inferioridad jurdica. Esta pueden ser amenazados ni injuriados, o en 1395,
inferioridad, no obstante, no se traslada inicialmente proclamando que los barrios de judos y moros
a las relaciones entre vecinos, como ilustra perfec- deban ser respetados como palacio real.
tamente el Fuero de Teruel (fol. 422): Mando tam- Esta situacin de inseguridad, a pesar de la pro-
bin que si un cristiano y un judo pleitean por al- teccin real, acrecentada por las intensas campaas
go, designen dos alcaldes vecinos, de los que uno del fraile Vicente Ferrer, en 14122, provoca el au-
sea cristiano y otro judo. mento de conversiones, especialmente entre las fa-
milias judas aristocrticas y mercantiles ms pode-
rosas. Por otra parte, cediendo a las presiones de Vi-
cente Ferrer, el concejo de Teruel, aunque renuente
a la persecucin de esta comunidad, decreta el apar-
tamiento de los judos y la creacin de una judera
concentrada y aislada mediante un muro de rjola,
en el que se abren tan slo tres puertas.
La aljama de Teruel comenz un profundo de-
clive producto de su marginacin y empobreci-
miento, parcialmente superado en la segunda mi-
tad del siglo XV, como refleja la convivencia que
se observa entre las distintas comunidades con oca-
sin de los funerales de Alfonso V, en 1458.
1
Motis y Falcn 1992. Tras la conflictiva (y contestada por el Con-
2
Vendrell Gallostra 1953, pp. 87-89. cejo) instalacin del Santo Oficio en Teruel3, que
3
Sesma Muoz 1987. persigue con especial insistencia a las familias aris-
tocrticas conversas, comienza el proceso de des-
Excavacin en la plaza poblamiento que culminar tras el decreto de ex-
de la Judera de Teruel pulsin de 1492. Un centenar de judos optaron
142 CATLOGO
mn de carnes, aves y pescados), y los morteros
de cubilete, ambos con esmaltado y decoracin
en verde y morado, que en el caso de los tajado-
res alcanza los mayores niveles de complejidad y
variedad icnica.
Para el servicio de lquidos, desde los inicios del
siglo XIV es caracterstico el picher, jarra de pico y
pie alto que recibe numerosos tipos de decora-
cin a lo largo de las dos centurias [cat. 109 y 111].
Son tambin caractersticas, para el servicio de l-
quidos, las jarritas globulares con profusa decora-
cin esmaltada en verde y morado.
A lo largo del siglo XV el repertorio formal
tiende a la estandarizacin y a la reduccin de va-
riantes tipolgicas. Es masiva la presencia de es-
Ajuar cermico (Teruel, finales lado, adems de las tinajas para el almacenamiento cudillas (de borde liso o polilobuladas), jarras (al-
siglo XIII-principios siglo XIV) de aceite y vino). En cermica de cocina destacan cuzas), terrazos y terrazicos (jarras bicnicas, con
las ollas globulares de pasta roja (y en las prime- cuatro asas), y morteros que imitan los ejempla-
ras fases, tambin las ollas de pasta gris) y las ca- res metlicos. En el perodo final de este siglo,
zuelas y grasoneras con barniz plumbfero. La va- al que corresponde el grueso del material halla-
jilla de mesa se caracteriza por el predominio de do en el stano del edificio de la plaza de la Ju-
las escudillas y los salseros o saleros, cuencos dera, se observa la aparicin de grandes orzas,
con un pequeo receptculo central y notables con decoracin en azul o en verde y morado, des-
alas horizontales, habitualmente decoradas con tinadas al almacenamiento de alimentos, y la con-
motivos vegetales. A mediados del siglo XIV apa- tinuidad, con variantes morfolgicas derivadas
recen dos de los elementos ms caractersticos del influjo de la cermica valenciana, de jarras, al-
de la cermica bajomedieval turolense: los taja- cuzas, escudillas y platos, en gran parte decora-
dores (grandes fuentes destinadas al servicio co- dos con cobalto.
87
Escudilla
Finales del siglo XIV
Cermica de Teruel, serie verde/morada
6 x 14 cm
Procede de la Casa del Judo, Plaza de la Judera de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 2225)
89
Fuente o tajador
Segunda mitad del siglo XIV
Cermica de Teruel, serie verde/morada
10 x 27 cm
Procede del solar del Archivo Provincial de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 5053)
BIBLIOGRAFA: Le vert 1995, pp. 182-183; Operis terre turolii 2002, p. 264.
90 [CAT. 89]
Mortero
Finales del siglo XV
Cermica de Teruel, serie verde/morada
17 x 20 cm
Procede de la Plaza de la Judera de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 5251)
144 CATLOGO
91 92
Mortero Escudilla
Finales del siglo XV Finales del siglo XV
Cermica de Teruel, serie verde/morada Cermica de Teruel, serie verde/morada
14 x 17 cm 5,5 x 13,5 cm
Procede de la Plaza de la Judera de Teruel Procede de la Plaza de la Judera de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 5252) Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 5265)
BIBLIOGRAFA: Atrin Jordn 1979, pp. 44-46; Exposicin de arte 1988, BIBLIOGRAFA: Operis terre turolii 2002, p. 344.
p. 139; La vida juda en Sefarad 1991, p. 273; Convivencia 1992, p. 230;
Le vert 1995, pp. 182-183; Operis terre turolii 2002, p. 341. Forma hemisfrica, borde recto y fondo plano. Interior decorado en el
centro con motivo vegetal estilizado, en verde y rodeado con zarcillos
Mortero de perfil troncocnico, con pie macizo diferenciado, tres asas en morado. Exterior sin vidriar.
de cinta, borde biselado al interior y pico vertedor horizontal. Superfi- J.V.R./C.E.J
cie decorativa dividida en cartelas rectangulares ocupadas por hojas de he-
lecho, alternando con esquematizaciones vegetales. Rematando la parte
superior, orla con hojas de perfil triangular unidas por zarcillos. 93
J.V.R./C.E.J.
Jarrita
Finales del siglo XV
Cermica de Teruel, serie verde/morada
14,5 x 9,4 cm
Procede de la Plaza de la Judera de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 5270)
[CAT. 91]
95
Cazuela
Finales del siglo XV
Cermica comn vidriada
5,8 x 14 cm
Procede de la Plaza de la Judera de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 5277)
[CAT. 95]
Forma troncocnica, borde con retalle interior, asa de apndice horizontal
y fondo plano.
J.V.R./C.E.J.
96
Olla
Finales del siglo XV
Cermica comn vidriada
20 x 11 cm
Procede de la Plaza de la Judera de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 5278)
BIBLIOGRAFA: Atrin Jordn 1979, pp. 44-46; Operis terre turolii 2002,
p. 338.
146 CATLOGO
97
Cobertera o tapadera
Finales del siglo XV
Cermica comn
2 x 13,5 cm
Procede de la Plaza de la Judera de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 5281)
Forma circular, con parte superior rehundida con cogedor de botn y par-
te inferior con retalle para encajar en la vasija.
J.V.R./C.E.J.
[CAT. 97]
98
Fuente o tajador (fragmento)
Finales del siglo XIV
Cermica
32,5 x 11,5 cm
Procede de la Plaza de la Judera de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 5290)
Escudilla con dos orejetas y fondo plano, decorada con motivo central
vegetal de hojas filiformes, a modo de plumas de ave y alrededor alter-
nando motivos vegetales del mismo tipo y grupos de lneas. La decora-
cin de esta pieza es muy comn en las producciones de fines del siglo
[CAT. 99]
XV en la cermica azul de Teruel.
J.V.R./C.E.J.
100
Escudilla de orejetas
Finales del siglo XV
Cermica de Teruel, serie azul
4 x 9 cm
Procede de la Plaza de la Judera de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 5295)
101
Escudilla de orejetas (juguete)
Finales del siglo XV
Cermica de Teruel, serie azul
3 x 7 cm
Procede de la Plaza de la Judera de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 5296)
148 CATLOGO
102
Bacinete
Finales del siglo XV
Cermica de Teruel, serie azul
6 x 15 cm
Procede de la Plaza de la Judera de
Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 5297)
103
Escudilla
Finales del siglo XV
Cermica de Teruel, serie azul
3,5 x 8,5 cm
Procede de la Plaza de la Judera de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 5298)
104
Taza
Finales del siglo XV
Cermica de Teruel, serie azul
5,5 x 6,4 cm
Procede de la Plaza de la Judera de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 5300)
Paredes rectas con pequea asita de cinta y fondo plano. Superficie ex-
terior decorada con motivos en zig-zag.
J.V.R./C.E.J. [CAT. 104]
[CAT. 105]
106
Fuente o tajador
Segunda mitad del siglo XIV
Cermica de Teruel, serie
verde/morada
12 x 34 cm
Procede del casco urbano de Teruel
Teruel, Museo de Teruel
(n. inv. 7156)
[CAT. 106]
150 CATLOGO
107 De cuerpo globular, cuello troncocnico, asa de cinta, pitorro saliente y
Jarrita con pitorro fondo ochavado. Superficie decorada con motivos de hojas de helecho.
La forma muestra clara influencia de la vajilla metlica.
Mediados del siglo XV J.V.R./C.E.J.
Cermica de Teruel, serie verde/morada
17 x 14 cm
Procede del casco urbano de Teruel 109
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 7315)
Jarra o picher
Finales del siglo XIV
BIBLIOGRAFA: Operis terre turolii 2002, p. 330.
Cermica de Teruel, serie verde/morada
Cuerpo y cuello de forma cilndrica, con tres asas, pitorro saliente y fon- 27,5 x 16 cm
do plano. Decoracin con hojas de helecho. Procede del casco urbano de Teruel
J.V.R./C.E.J.
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 7328)
110 112
Escudilla Escudilla
ltimo tercio del siglo XIV Mediados del siglo XV
Cermica Cermica de Teruel
4 x 9 cm 7,5 x 16,5 cm
Procede del casco urbano de Teruel Procede del casco urbano de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 7345) Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 7541)
BIBLIOGRAFA: Operis terre turolii 2002, p. 284. BIBLIOGRAFA: Operis terre turolii 2002, p. 321.
Decoracin vegetal, en manganeso, muy sencilla, propia de una pro- Superficie interior esmaltada en blanco, con flor de lis en morado.
duccin amplia y estandarizada. J.V.R./C.E.J.
J.V.R./C.E.J.
111
Jarra o picher
ltimo tercio del siglo XIV
Cermica de Teruel, serie verde/morada
23 x 14 cm
Procede del casco urbano de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 7502)
152 CATLOGO
113
Escudilla
Mediados del siglo XIV-mediados del siglo XV
Cermica
7 x 15,5 cm
Procede del claustro de la iglesia de San Pedro de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 7577)
[CAT. 113]
114
Jarrito
Finales del siglo XV
Cermica de Teruel, serie verde/morada
16,5 x 8,4 cm
Procede del casco urbano de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 7698)
Jarrito decorado con inicial gtica, que acta como motivo herldico.
J.V.R./C.E.J.
[CAT. 114]
115 117
Plato Plato
Segunda mitad del siglo XV Segunda mitad del siglo XV
Cermica de Teruel, serie azul Cermica de Teruel, serie azul
4 x 22,7 cm 3 x 22,5 cm
Procede del casco urbano de Teruel Procede del casco urbano de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 7707) Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 7710)
BIBLIOGRAFA: La vida juda en Sefarad 1991, p. 272; El Marqus de BIBLIOGRAFA: Operis terre turolii 2002, p. 352.
Santillana 2001, p. 144; Operis terre turolii 2002, p. 351. J.V.R./C.E.J.
116
Plato
Segunda mitad del siglo XV
Cermica de Teruel, serie azul
3,4 x 23 cm
Procede del casco urbano de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 7709)
154 CATLOGO
118
Escudilla lobulada
Siglo XIV
Cermica
6 x 12 cm
Procede del casco urbano de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 7920)
[CAT. 118]
119
Escudilla
Finales del siglo XIV
Cermica de Teruel, serie verde/morada
6 x 12,8 cm
Procede del casco urbano de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 7946)
120
Jarrita o terrazo
ltimo tercio del siglo XIV [CAT. 119]
[CAT. 120]
122
Mortero
Finales del siglo XIV-principios del siglo XV [CAT. 121]
123
Candil
Finales del siglo XIV-principios del siglo XV
Cermica esmaltada en blanco
4 x 9,5 cm [CAT. 122]
Procede de la calle Amantes, n.os 15-17-19, de Teruel
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 18472)
[CAT. 123]
156 CATLOGO
124 Esta pieza fue hallada en las excavaciones de Testar del Mol de Paterna,
Salero de pellizcos siendo restaurada en el siglo pasado con pintura al estuco.
Formaba parte de la vajilla de mesa, posiblemente como salero o es-
Paterna, primera mitad del siglo XIV peciero. En la base de este recipiente, vemos un dibujo con el signo de
Cermica vidriada, pintada en cobre y manganeso Salomn o la estrella de David, inscrito dentro de la Mano de Fti-
5 x 12,5 cm ma o hamsa. Normalmente, estos dos smbolos eran muy utilizados en
los objetos de cermica o en otras formas del arte islmico, aunque es
Valencia, Coleccin del Ayuntamiento de Valencia, depositado en el
muy raro encontrarlos juntos en un mismo objeto. Se trata de un tpi-
Museo Nacional de Cermica Gonzlez Mart (n. inv. 598)
co producto cermico de la Valencia del siglo XIV, caracterstica pro-
BIBLIOGRAFA: Gonzlez Mart 1944, p.168; Martnez Ortiz y Scala duccin morisca.
Aracil 1968; Soler Ferrer 1980, p. 15; Pascual y Mart 1986, p. 133; C.B.G.
Convivencia 1992, p. 227.
[CAT. 124]
INTRODUCCIN
159
El planteamiento de la religin como pacto o alianza entre Israel y Dios, es una
caracterstica fundamental del judasmo desde sus inicios. Por tanto, se convierten en un
pueblo distinto de todos los dems, escogido por un Dios que a travs de ellos va a te-
ner el cauce para mostrarse a las restantes naciones como el nico.
Por eso, una semana despus de nacer, todos los hijos varones son circuncidados, en
hebreo berit mil o alianza de la circuncisin, en recuerdo de Abraham quien circunci-
d a su hijo Isaac cuando tena una semana. Esta ser la seal de posesin por parte de Dios
y de pertenencia al pueblo de Israel.
En este sentido, podr decirse que el monotesmo de este pueblo es fruto de una
lectura juda de las tradiciones de Israel, realizada en Babilonia en la poca del destierro
y durante el retorno y posterior estancia en Palestina en poca persa y helenstica (siglos
VI-II a.C.).
Israel es el nombre con el que se conoce al Pueblo de Dios en la Biblia y ha quedado
como nombre del pueblo en hebreo. Los otros nombres que suelen usarse, hebreos o
judos, proceden tambin del texto bblico. El trmino hebreo sigue siendo importante
como nombre de la lengua, que los judos denominan lengua santa, la lengua en que
est escrita la Biblia y la liturgia, a la par que la lengua del nuevo Estado de Israel. La pa-
labra judo viene de Judea, el antiguo territorio que tuvo a Jerusaln como capital y que
los judos de la antigedad vean como su pas.
El judasmo se basa en la Tor (Ley, Pentateuco, los cinco primeros libros de la Bi-
blia), en la Misn 1 (siglo II d.C.) y en el Talmud 2 (siglo VI d.C.). Los rabinos hasta nues-
tros das interpretan esa normativa a sus respectivas comunidades.
La reverencia al rollo de la Tor se expresa por el lugar que ocupa en la sinagoga y
por los ornamentos con que es revestida. Es una reina y como tal se la honra y se la ata-
va. As se la cubre con ricos mantos de terciopelo bordado o brocado y se la corona.
En algunas comunidades orientales se la guarda en cajas, ricamente pintadas u orna-
mentadas, cuya funcin en principio era proteger los rollos, en especial cuando se em-
prenda un viaje. A fin de facilitar su lectura, el rollo manuscrito de la misma gira sobre
1
Significa instruccin y por ex- dos guas o bordones, es ha-jayim (rbol de la vida), cuya parte inferior tiene una forma
tensin compila las enseanzas ora- que permite su apoyo para la lectura y la superior, terminada en punta, se adorna con
les hasta comienzos del siglo III d.C.
los pinculos o rimonim, hechos generalmente de plata y otros metales preciosos e in-
Es una compilacin en hebreo de le-
yes realizada por Yehudahel Prnci- cluso con piedras preciosas incrustadas, adornos que imitaban los que eran utilizados
pe y los maestros de la ley, llama- en el antiguo ritual del templo de Salomn y por el sumo sacerdote. Se adorna tambin
dos tanatas. Se divide en seis rde- la Tor con collares o pectorales en los que se leen en hebreo nombres de las principales
nes o sedarim, que a su vez se divi-
fiestas e incluso las secciones que comprenden estos rollos. A fin de no impurificar el tex-
den en tratados.
2
Exposicin interpretativa de tipo to sagrado, al tocarlo con la mano, y de no deteriorarlo, se emplea un puntero o yad
legal de la Tor a travs del com- con una cadena que pende de los pinculos que sirve para sealar las lneas de la lectu-
pendio de la Misn. Est contenido ra correspondiente. Tiene en su extremo una mano, con el dedo ndice extendido. Est
en dos obras enciclopdicas que se
realizado en metales preciosos y a veces lleva un receptculo para hierbas olorosas. Des-
acabaron de compilar en Babilonia,
siglo VI d.C. (Talmud Babilnico) pus de leer la Tor, en Europa los rollos se anudaban con una cinta. En algunas comu-
y en Jerusaln, en el siglo V d.C. (Tal- nidades europeas, las fajas estaban hechas con las mantillas de los nios varones. Esa pren-
mud de Jerusaln). Contiene adems da se cortaba en tiras, que eran empalmadas para formar una larga banda que era bordada
de la parte legislativa ancdotas, le-
o pintada con inscripciones que hacen referencia a los nombres del nio y otros para-
yendas, mximas y disgresiones. Si-
gue la clasificacin de los rdenes y bienes relacionados con la tradicional bendicin para que aprenda la Tor y la comprenda,
tratados de la Misn. con su colocacin bajo la up (matrimonio) y los maasim (buenas acciones) y sus perti-
EL SBADO (SABAT)
Nacimiento y circuncisin
Este es mi pacto, que guardaris [...] ser circuncidado el prepucio de todo varn de entre vosotros
y esa ser la seal del pacto entre m y vosotros. De edad de ocho das ser circuncidado todo va-
rn por vuestras generaciones [...]. Y el varn incircunciso ser borrado de su pueblo, ha violado
mi pacto (Gn 17, 10-14).
El nacimiento de un hijo, sobre todo si ste es varn, es un hecho celebrado en toda familia
juda.
A los ocho das del nacimiento todo varn debe ser circuncidado (slo en casos muy
graves la circuncisin puede ser pospuesta). El ritual de la circuncisin se conoce como
berit o pacto. Los orgenes de la circuncisin se remontan a Abraham y tiene un valor re-
ligioso como smbolo de la alianza o pacto de Dios con el pueblo judo.
A partir de ese momento queda oficialmente convertido en miembro de la comunidad.
Toda su vida se va a desarrollar dentro de un marco cltico. Desde nio estudia la Tor, y
aprender a venerar todo lo que le sirve de soporte, as como la Misn y el Talmud.
La circuncisin, en la que se usa un instrumental quirrgico especfico, la realiza hoy
un especialista (mohel ), (el que circuncida), que en muchos casos es el rabino de la co-
munidad. La ceremonia se lleva a cabo en la casa o en la sinagoga. Deben asistir a la mis-
ma, adems del padre y el mohel, el padrino (sandaq) y un grupo de diez adultos varones
(minin).
El da anterior a la ceremonia se coloca en el lugar un silln, llamado el silln de Elas,
porque segn la tradicin el profeta est presente en toda circuncisin, ya que se renueva
en ella la esperanza de la venida del Mesas. Sobre l se extiende un pao adornado.
El padrino sostiene al nio en su regazo sentado sobre una silla alta con un reposapis
para facilitar la operacin. Una vez realizada sta, el padre pronuncia una bendicin agra-
deciendo a Dios la llegada del nuevo miembro a la comunidad. Bendice luego el vino y
las hierbas aromticas y se procede a la imposicin del nombre, recitndose unas oracio-
nes en las que se pide proteccin para el nio y para su madre.
Si el recin nacido es una nia, el sbado siguiente al nacimiento se le impone el nom-
bre cuando el padre participa en la oracin sinagogal y se recitan tambin oraciones por
la madre y por la hija.
A los treinta das del nacimiento del primer hijo varn tiene lugar el rescate (pi-
din). El padre ofrece al kohn (descendiente de la lnea sacerdotal de Aarn) unas mone-
das de plata que despus recoge, entregando una cantidad para limosna. La ceremonia
termina con una bendicin al nio y otra sobre una copa de vino.
Esta ceremonia consta de dos partes: el compromiso (erusn) y la santificacin del ma-
trimonio (quidusn). Antiguamente la eleccin de la pareja corra a cargo de las familias
de los contrayentes y la celebracin duraba toda una semana. El domingo era el da en
que se firmaba el contrato matrimonial (ketub) en el que se estipula la dote de la novia.
Ese mismo da se expona el ajuar para que pudiera ser contemplado y los expertos tasa-
dores comprobaran si se ajustaba a las condiciones estipuladas en el contrato matrimo-
nial. El lunes la novia acuda al bao ritual (miqv) para purificarse. Despus del bao
acuda a visitar al novio y a su familia que le presentaba una bandeja con frutos secos y
peladillas, en la que se depositaban las joyas que se le entregaban como regalo, bien per-
tenecientes a la familia o bien adquiridas por el novio para esta ocasin. La ceremonia de
la boda propiamente dicha se celebraba siempre en mircoles.
sta debe realizarse en presencia de al menos diez varones adultos, y tiene lugar ba-
jo un dosel o palio (jup). El oficiante, generalmente un rabino, pronuncia sobre una co-
pa de vino las siete bendiciones. El momento ms significativo es cuando el novio
coloca un anillo en el dedo de la novia y pronuncia la frmula: He aqu que t me es-
ts consagrada por este anillo, segn la ley de Moiss e Israel. Con la aceptacin del
anillo la esposa expresa su consentimiento. A continuacin se lee en pblico el contra-
to (ketub), donde constan las obligaciones que contrae el esposo con la esposa, y las
indemnizaciones que deber pagarle en caso de divorcio. Firman el documento el no-
vio y dos testigos.
El contrato lo guarda la familia de la novia como garanta y seguridad para sta. La ce-
remonia finaliza cuando el novio rompe de un pisotn un vaso puesto a sus pies en recuerdo
de la destruccin del templo de Jerusaln.
Antiguamente los festejos de tornaboda duraban hasta siete das en los que se desarro-
llaba un complejo ritual.
La muerte
La creencia en la otra vida est profundamente arraigada en el pueblo judo. Todo lo rela-
cionado con la muerte est sujeto como el resto de las ceremonias del ciclo vital a un de-
tallado ritual.
El deber de enterrar a los muertos se sigue considerando hoy como uno de los ms
importantes de la religin juda. Es a los herederos a los que les incumbe la obligacin de
enterrar a los difuntos. Sin embargo y desde hace varios siglos, existen sociedades comu-
nitarias especiales, como la denominada Jebr Kadis (Santa Cofrada) que se encarga de
estos menesteres. Se considera una seal de buena muerte cuando el moribundo recita en
sus ltimos momentos la confesin de fe juda (sem).
Al recibirse la noticia de la muerte o cuando se est presente al producirse se pronuncia
una bendicin especial: Bendito sea el Juez verdadero. Los familiares ms cercanos practi-
can un desgarro en su ropa (queri), que se considera como una expresin de resignacin y
luto. Los ojos son cerrados por el hijo mayor, y si ste no est presente es un amigo o allega-
do el encargado de hacerlo. Posteriormente se procede a la higiene del cuerpo del fallecido, al
que dicen los que asisten a la ceremonia, mientras se procede a llevar el cadver a la fosa.
Debe ser sepultado en tierra virgen. No se usan flores. Todos los que rodean la fosa van
echando paletadas de tierra. Una vez llena la fosa, el hijo del difunto recita una plegaria
similar al padrenuestro cristiano (qads). Despus los presentes exclaman: Ve en paz!.
Arrancan un poco de hierba que echan detrs de s diciendo: Recuerda que somos pol-
vo. Acto seguido van a lavarse las manos en una ceremonia de purificacin.
La oracin fnebre es parte tradicional del entierro. Actualmente las palabras que se pro-
nuncian en esta ceremonia tienen por objeto dar consuelo a los familiares y amigos.
EL CALENDARIO JUDO
El calendario judo es lunisolar; los meses empiezan con la luna nueva y duran veintinueve
o treinta das, mientras que el calendario solar tiene doce meses. El desfase entre el ao so-
lar y el lunar se corrige aadiendo un mes a determinados aos embolismales. Este ajuste
permite que las fiestas se celebren en la estacin correspondiente. Los aos comunes y los
embolismales forman un ciclo de diecinueve aos. Siete de cada ciclo (el 3, 6, 8, 11, 14,
17, 19) son embolismales. De esta manera y mediante clculos complejos se puede evitar
que la fiesta de Yom Kipur caiga en viernes o domingo con el fin de que no haya dos s-
bados (doble celebracin) seguidos y Psaj no lo haga en lunes, mircoles o viernes.
Es la festividad ms solemne del calendario judo, al final de los diez Das Austeros o Te-
mibles (Yamim Noraim). Se celebra entre septiembre y octubre.
Entre Ao Nuevo (Ros-ha-san) y Yom Kipur pasan diez das (Asret Yem Tesub) de
arrepentimiento y penitencia en los que era costumbre visitar las tumbas de los antepasa-
dos. El Yom Kipur comienza la vspera por la tarde, en la que hay obligacin de reconci-
liarse y solicitar el perdn de aquellos a los que se haya ofendido. Es un da de riguroso ayu-
no en el que no est permitido comer, beber, baarse, perfumarse, llevar calzado de cuero,
tener relaciones sexuales, ni por supuesto hacer ninguno de los trabajos prohibidos en s-
bado. A los nios se les va acostumbrando poco a poco al ayuno, hasta que a la edad de
trece aos deben seguirlo como sus padres.
Es una fecha solemne pero no triste y toda la liturgia est orientada a lograr el perdn
de los pecados cometidos durante el ao. Hay curiosas costumbres anejas a esta fiesta, co-
mo es la de Expiacin (kapar), consistente en sacrificar en las vsperas un gallo por cada
varn y una gallina por cada hembra como rescate simblico de los pecados; antes de de-
gollar el ave, el sacrificador (sojet) la sostiene describiendo un crculo sobre la cabeza de la
persona de cuyos pecados se hace el rescate.
La fiesta de las Cabauelas (Sukot) se celebra durante ocho das, del 15 al 22 de Tisr (en-
tre septiembre y octubre). En ella se conmemora el tiempo en que el pueblo de Israel, tras
su salida de Egipto, anduvo errante por el desierto habitando en sencillas tiendas; esta ce-
lebracin se fundi con otra de carcter agrcola, la fiesta de la vendimia y de la cosecha.
En recuerdo de ambos hechos, cada familia debe construir una cabauela (suk) en un lu-
gar a cielo abierto, en la que es costumbre que se hagan las comidas durante la fiesta en es-
pecial la cena de la primera noche. La suk debe ser una pequea construccin temporal que
tenga al menos tres paredes y cuyo techo debe estar cubierto con ramas y hojas que prote-
jan de la luz del sol pero que permitan ver las estrellas y para recordar al hombre su confianza
en el Seor del que viene toda ayuda. Hay que amueblarla como la propia casa y adornar-
la con productos relacionados con el campo: flores, frutos (uvas, granadas, higos, etc.),
guirnaldas, etc. Adems de tapices, cuadros, cadenetas, farolillos y cuantos elementos se con-
sideren necesarios. Algunas sukot son verdaderas obras de arte.
En la sinagoga se utilizan una serie de productos agrcolas de carcter simblico. En la
mano izquierda se coge un ctrico (etrog) y en la derecha un ramo formado por una rama
de palmera o palma (lulab), tres ramitas de mirto (hads) y dos ramas de sauce (arab). El
ramo se agita tres veces en direccin a oriente, sur, occidente y norte y luego hacia arriba
y hacia abajo. Los ctricos (etroguim) se conservan en artsticos estuches de plata u otro
material noble y se caracterizan por su hermosa ornamentacin.
Segn la tradicin siete huspedes notables (uspizim) visitan la suk durante la fiesta:
Abraham, Isaac, Jacob, Jos, Moiss, Aarn y David, cuyos nombres se recogen en un
grabado o placa que adorna las paredes de la suk; el husped de cada da es invitado en
una oracin antes de la comida. Es costumbre leer en la fiesta el Eclesiasts (Kohlet) que
contrasta con el ambiente festivo que se respira.
Una ceremonia importante de esta fiesta es la de la peticin de las lluvias para el invierno
que entra.
Al final de Sukot se celebra la fiesta de la Alegra de la Ley (Simjat Tor) en la que se
exalta la Ley revelada por Dios a su pueblo. Se celebra con grandes manifestaciones de ale-
Esta fiesta tiene lugar a finales del mes de Kislev (diciembre) y dura ocho das. Se conme-
mora la purificacin del templo de Jerusaln en el ao 165 a.C., despus de la derrota,
por los hermanos Macabeos, del griego Antoco Epifanes, quien haba prohibido el culto
a Dios en el Templo, implantando en l el culto a Zeus, e intentado que los judos asimi-
lasen las costumbres y la cultura helensticas.
El uso de la luz en esta fiesta es en recuerdo de una piadosa leyenda recogida en las tradi-
ciones judas, que tuvo lugar cuando al proceder a la purificacin del Templo, al volver a en-
cender la lmpara del Sancta Sanctorum, se advirti que no quedaba aceite consagrado ms
que para un da y a pesar de ello la luz permaneci encendida durante ocho das hasta que la
rebelin triunf. En conmemoracin del suceso, la fiesta dura ocho das, encendindose ca-
da noche una luz adicional en una lmpara (hanukiy) que contiene ocho receptculos para
mecha y aceite ms uno auxiliar, hasta que en la octava noche aparecen todas iluminadas.
Los nios son protagonistas principales: se les obsequia con monedas u otros regalos y
juegan con una perinola (sevivn) de cuatro costados, en las que figuraban las letras hebreas
iniciales de la frase que significa: un gran milagro ocurri all.
Es una fiesta alegre en la que se acostumbra a hacer visitas y a intercambiar regalos, es-
pecialmente dulces, los llamados buuelos de Hanuk, y otros pasteles de queso en recuerdo
de Judit, cuya historia se cuenta a los nios. Tambin en esta fiesta se ayuda a los ms ne-
cesitados de la comunidad.
La lmpara ha de colocarse en un lugar visible, cerca de una ventana si se vive en un
piso o en la puerta de entrada, para indicar con su luz a los viandantes que se encuentran
ante un hogar judo.
174 CATLOGO
Grupo de fieles sale Un problema no muy bien conocido es el de los
de una sinagoga, Agad
bancos en la sinagoga. Se ha hablado que en algu-
de Sarajevo (Aragn, 1350),
fol. 34r, Sarajevo, Museo
nos casos se sentaban en el suelo, ya sea directamente
Nacional de Bosnia sobre l o en alfombras a la manera de los musul-
manes en sus mezquitas. En las imgenes miniadas
los personajes sentados no lo hacen en el suelo, por
su actitud se adivina una especie de banquito inde-
pendiente para cada uno. Lo que s es cierto, es que
no hay una referencia a grandes bancos, tal como
los vemos en algunas sinagogas europeas6.
El tema de la presencia de alfombras en las si-
nagogas nos es perfectamente conocido a travs de
los clebres responsa7: se usaban tanto para deco-
rar los muros como para el suelo. La conocida al-
fombra del Museo de Berln, obra del tipo Alca-
6
Tenemos noticias escritas sobre la raz antiguo, podra servir tanto para colgar en
venta de determinados puestos en el los altos muros de la sinagoga en uno de los lados
interior de la sinagoga.
7
del armario de la Tor, como para cubrir el pasi-
Un planteamiento general del te-
ma puede verse en la ficha que co- llo que condujese desde este lugar hasta la bim. El
menta la alfombra del Museo de Ber- texto puede aludir claramente a esta funcin: No
ln en Convivencia 1992, p. 247. Las estructuras de estos estrados eran exacta- hay Dios, sino Dios (La ilah ila Allah )8.
8
Creo que su cronologa sera ms
mente iguales que el de los plpitos y ambones cris- Existiran tambin otro tipo de artefactos o
acorde con la factura de la alfombra,
si la situamos en el siglo XV, no an- tianos de igual poca. Muy interesante es el me- utensilios secundarios, como lamparillas, aroma-
tes como habitualmente se hace. tlico de la Agad de Barcelona. tizadores, etc.
[CAT. 125]
176 CATLOGO
El pasaje conservado corresponde al libro del xodo, y abarca desde
el versculo 18 del captulo IV hasta el versculo 10 del captulo XI. En
ellos se narra que Yahv encarg a Moiss liberar al pueblo judo de la
esclavitud de Egipto, as como la historia de la plagas enviadas a Egip-
to. Viendo la longitud que ocupa este texto, Julin Cantera calcula
que el Sfer Tor de la sinagoga de Calahorra ocupara unos cuarenta
metros.
Por ltimo, en el reverso aparecen algunas anotaciones manuscritas
correspondientes a su funcin como encuadernacin cristiana. En una
de ellas se registra el nombre de la persona que mand llevar a acabo
la cubierta: Martn Fernndez de Fuenmayor, canto[rator] et canoni-
cus eccl[es]ie Calagurritan[e] et Calciatan[nensis]. En otras se hace
constar el contenido del volumen: Quartus liber. Es. 5-n3. Regis-
tro del ao 1451, fajo...; y en otra: Registro del ao 1470 aos fasta
el ao 1476 aos.
El Sfer Tor de Calahorra es uno de los pocos testimonios materiales
de una obra de sus caractersticas conservada en Sefarad.
C.B.G.
126
Fragmento de rollo de cuero con escritura hebrea
correspondiente a la Biblia de la sinagoga de greda
(Soria)
Siglos XIII o XIV
Original sobre cuero; tinta ferroglica
55 x 29,5 cm
Procede de la sinagoga de greda (Soria)
[CAT. 126]
greda (Soria), Archivo Municipal (Seccin Histrica, Reg. 15/98;
Exp. So-165)
BIBLIOGRAFA: Snchez Belda 1952; Cantera 1955 (1); Cantera Bur- tos del texto, donde se aprecian principios y finales de las palabras que
gos 1976. lo componan. Resulta difcil determinar el principio y fin de las colum-
nas, por el estado de conservacin de los bordes superior e inferior de la
El fragmento de la Biblia hebrea conservado en el Archivo del Ayunta- pieza.
miento de greda (Soria) corresponde a un resto del Pentateuco de la Cantera seal que se trataba de letra espaola sin vocales y aadi-
sinagoga, edificio que aparece documentado en dos textos de finales del mos que es un texto librario muy cuidado en maysculas no cursivas.
siglo XV, donado por los Reyes Catlicos al Concejo para casa del Ayun- La piel que sustenta el escrito pone de relieve el formato del libro: un
tamiento. rollo de la Ley. El fragmento presenta las seales de haber sido conser-
El texto bblico fue citado por Francisco Cantera en dos artculos pu- vado como rollo.
blicados en 1955 y 1976, donde estudiaba la conservacin del edificio Desconocemos la procedencia, pero podra tratarse de la Tor de la si-
de la sinagoga y el trazado de la aljama hebrea. Luis Snchez Belda tam- nagoga de greda que pasara al Ayuntamiento entre los bienes dejados
bin lo cita en un artculo de 1952 al referirse a los fondos de la Seccin por los judos tras la expulsin, conservndose all desde entonces. La tra-
Histrica del Archivo Municipal. Pero en ninguno de los dos estudios dicin popular ayuda poco, ya que la nica referencia oral que hemos re-
de Cantera se determina el pasaje al que perteneca en concreto salvo cogido considera que el texto hace referencia al libro de los Salmos, al n-
una cita al Levtico. Corresponde al libro del Levtico, desde el captulo mero catorce, posibilidad descartada con una lectura del contenido. Sabemos
26, versculo 43, ms o menos, hasta el final, captulo 27, versculo 34, que a mediados del siglo XX, el documento era conocido y divulgado por
y principio del libro de los Nmeros, captulo 1, versculos 1 a 27. El Cantera Burgos y en la actualidad se conserva en el Archivo Municipal
documento aparece mutilado y slo est completa la columna central que del Ayuntamiento de greda despus de su restauracin en el Centro de
corresponde a Levtico (27, 10-34). El resto se intuye a travs de los res- Restauracin de la Junta de Castilla y Len en Simancas (Valladolid).
La mutilacin del cuero en ambos lados, realizada por un objeto cortante, El texto, escrito en letras cuadradas sin vocalizacin, debi formar par-
y en funcin de la costumbre que en la Edad Moderna se tena de emplear te de un rollo de Tor. Su cronologa es muy problemtica, se data antes
libros con escritura hebrea para encuadernar cdices cristianos, determina de 1492, pero no existen argumentos precisos.
que el rollo de la sinagoga de greda se us como cubierta de otro libro: C.B.G.
un libro de actas del Concejo. El material de cuero es perfecto para este
uso. La costumbre se documenta en el entorno geogrfico, a juzgar por los
restos hallados en el Archivo de la Catedral de Calahorra. Y situacin simi-
lar la encontramos en el archivo de la Archidicesis de Burgos.
P.S.D.
128
Especiero para la ceremonia de la habdal
al finalizar el sbado
127 Siglo XIII
Sfer Tor (Rollo de la Ley) Bronce
Espaa, 1492 (?) 15 x 5,6 cm
Manuscrito sobre pergamino; 1 folio a dos columnas Procede de al-Andalus
43 x 35 cm Londres, Victoria and Albert Museum
Huesca, Archivo Histrico Provincial (n. inv. AHPH 12.031/6)
B I B L I O G R A F A : Fink y Bialer 1980, pp. 132-135; Posner 1975, pp. 218
BIBLIOGRAFA: La vida juda en Sefarad 1991, p. 253. y ss; Weinstein 1985, pp. 55-70.
Fragmento que contiene el pasaje del libro de los Nmeros, en el que se Especiero en forma de torre rematada en prisma con tres pisos sobre
narra el acto de las ofrendas que los jefes de las Tribus de Israel presenta- una base circular, tres ventanas en cada uno de los lados de cada piso, en
ron en el Tabernculo, erigido por Moiss en el desierto de Sina, cuan- forma de arcos de herradura que permiten aspirar las especias (besamim)
do se concluy su construccin. en la ceremonia de cierre del sbado.
178 CATLOGO
[CAT. 128]
tual es la caja para las especias olorosas que ha dado lugar, en el tiempo y
el espacio, a una gran variedad de estilos, materiales y formas para este
pequeo objeto tan apreciado en todos los hogares judos del mundo.
Las ms conocidas en las colecciones de objetos de Judaica son las cen-
troeuropeas entre los siglos XVI al XX, de ah que destaque por su antige-
dad y singularidad la pieza del Victoria and Albert Museum, la cual hay
que atribuir a algn taller de al-Andalus en plena Edad Media espaola.
S.P.P.
[CAT. 129]
180 CATLOGO
BELN CASTILLO IGLESIAS Las piezas de una vajilla1 para la celebracin de la Pascua
Museo de Burgos
A este apartado corresponden un total de nueve pla- riqueza ornamental. Los motivos utilizados son las
tos y dos cucharas de plata, todos ellos pertenecen rosceas, ms o menos esquemticas, de dibujo geo-
al Tesorillo III, salvo el plato [cat. 131] el ms mtrico o naturalista; las estrellas de seis puntas,
completo que pertenece al Tesorillo I. Como ya tambin llamadas estrellas de David; las bandas
hemos sealado, este conjunto se caracteriza por su de cinta de diseo punteado o sogueado; rombos
uniformidad tipolgica, por lo que realizaremos una y elementos vegetales como la flor de lis o el tr-
descripcin general de los objetos reunindolos por bol. Generalmente, los medallones presentan un
grupos para evitar continuas repeticiones. Una po- esquema decorativo muy parecido, en l estn pre-
sible explicacin a esta uniformidad es que quizs sentes la estrella de seis puntas en combinacin con
dichos objetos se elaboraron de acuerdo con unos rosceas esquemticas de seis lbulos, combina-
modelos ya preestablecidos, lo cual nos indicara, si ciones de rosceas geomtricas y naturalistas, re-
esta suposicin es correcta, que estuvieron desti- tculas, etc. Los motivos se disponen entrelazados
nados a ser usados en ocasiones muy especiales. El y pueden estar acompaados por otros elementos
tamao de las piezas es muy similar, oscilando su que completan los espacios interiores caso de la-
dimetro entre los 17 y 21 cm y su altura mxima zos, flor de lis, rosceas, etc. o los contornos,
es de 3 cm. Se caracterizan por tener los fondos pla- creando as medallones de gran complejidad y be-
nos con base bien marcada por el rehundido de su lleza como el del plato del Tesorillo I. En los mo-
contorno, paredes rectas que se abren en alas an- tivos decorativos externos, bandas o elementos
chas y bordes levantados, de contorno liso, dobla- independientes, predominan por igual los dise-
dos en canutillo plano hacia el exterior. os geomtricos o vegetales. As, en las bandas el
Sin duda alguna, un aspecto interesante es el de elemento ms usado es el sogueado de cinta, mien-
la decoracin, cuyos motivos geomtricos y vege- tras que los trboles, la flor de lis o los rombos
tales se han realizado mediante su impresin a rue- enlazados aparecen en los motivos sueltos deco-
da, cuya huella se aprecia en la superficie puntea- rando las alas de los platos.
da de las acanaladuras y en sus contornos picudos. Sin duda alguna, uno de los aspectos de mayor
El esquema compositivo dominante es el del meda- inters en estas piezas es que aparecen marcadas
lln, dispuesto en el fondo del plato que se comple- por punzones, contrastes y buriladas, lo que nos per-
menta en ocasiones con bandas circulares externas mite conocer su procedencia o lugar de fabricacin,
dispuestas sobre el borde del fondo y, ms espor- sobre todo en aquellos ejemplares con el punzn
dicamente, con motivos independientes sobre el ala de la ciudad, y la garanta de su calidad. En este sen-
de los platos. Los motivos decorativos van sobre- tido debemos hacer referencia a la presencia en el
dorados, dejando visto el color natural de la plata plato del Tesorillo I [cat. 131], del punzn de pla-
1
El trmino vajilla, con el que nos
en el resto de la superficie. Como una excepcin tero ms antiguo de la ciudad de Burgos. Este pun-
referimos a estas piezas, se utiliza en
un sentido amplio. Con l se define podramos considerar el plato [cat. 130.3] que est zn tiene forma trilobular con cabeza coronada
al conjunto de objetos de metal, pla- adornado con un medalln sobrepuesto decorado representacin de Burgos como Caput Castellae
ta, bronce o cobre, destinados al or- con la figura de un len rampante en vez de los en la parte superior y castillo y las letras BS, en la ba-
nato de la mesa para la celebracin
habituales motivos geomtricos. se. Al parecer, este punzn se inspir en el sello de
de banquetes. En poca medieval,
y sobre todo en poca moderna, las En general, la decoracin de los platos, salvo el la ciudad y se comenz a utilizar en torno a 13503,
vajillas las componan piezas de di- anteriormente mencionado, sigue el tipo deno- con antelacin a las marcas de la plata en Sevilla y
ferentes formas y estilos. No es coin- 2
minado labores moriscas . Las composiciones a las ordenanzas generales para todo el reino dadas
cidente, por lo tanto, con el senti-
muestran un cuidadoso diseo en el que alternan por Juan II en 1435. En esta misma pieza sobre su
do actual del trmino.
2
Arbeteta Mira 2000, p. 25. y se entremezclan los motivos geomtricos y ve- reverso aparece la inscripcin: Esta taa es della Ala-
3
Barrn Garca 1998, p. 32. getales, dando lugar a una imagen de equilibrada ja de Villena. El plato con el nmero de inventa-
182 CATLOGO
tre cuyas piezas se encuentran los llamados platos se celebra en familia segn se establece en el libro
del Psaj8. Este ritual parece ser que estuvo ya en del xodo (12, 43) y para la cena se preparan una
uso en la Edad Media y a l posiblemente hagan re- serie de alimentos que simbolizan los aconteci-
ferencia las miniaturas con las que los hispano-ju- mientos vividos en Egipto, estos alimentos se pre-
dos ilustran las escenas de banquete, en las que se sentan en los platos del Psaj y deben ingerirse
representan dispuestos sobre la mesa platos y vasi- siguiendo un orden preestablecido. Durante el trans-
jas de lujo. En este sentido, un buen ejemplo lo curso de la cena se lee el pasaje del xodo 13: Di-
encontramos en las ilustraciones de la Agad de jo pues, Moiss al pueblo: Acordaos de este da
Sarajevo, obra aragonesa impresa hacia 1350, que en que salisteis de Egipto, de la casa de servidum-
como el resto de obras homnimas estaban desti- bre, pues Yahv os ha sacado con mano fuerte: [...].
nadas a ser ledas durante la celebracin de esta fies- En aquel da hars saber a tu hijo: Esto es con mo-
ta. La costumbre de utilizar platos o fuentes met- tivo de lo que hizo conmigo Yahv cuando sal de
licas para la comida de la Pascua se ha mantenido Egipto [...] Guardars este precepto ao por ao en
hasta nuestros das e igualmente la tradicin de el tiempo debido.
8 decorar su superficie con motivos geomtricos o fi- Los platos de Briviesca bien pudieron tener es-
Lpez lvarez 1986, pp. 100-106;
Lpez lvarez, Palomero Plaza y Me- gurados que, ya desde el siglo XIX, se acompaan de ta finalidad ritual, lo cual en cierta manera justi-
nndez 1995, pp. 88, 104 y 105. inscripciones en hebreo. La Pascua es una fiesta que ficara sus similitudes tipolgicas y decorativas.
130
Tesorillo de Briviesca
[CAT. 130]
184 CATLOGO
[CAT. 131]
132
Meguil de Ester
Siglos XIV o XV
Manuscrito sobre rollo de pergamino
Largo total: 265 cm; alto: 11 cm; con el eje de madera, 27 cm
Procede de Toledo
Madrid, Archivo Histrico Nacional Ministerio de Educacin,
Cultura y Deporte (Cdice 1423B)
Este Libro del Antiguo Testamento, escrito en hebreo consonntico, que se promulg la famosa Sentencia Estatuto que prohibi incluso a
con escritura cuadrada, lleg al Archivo Histrico Nacional procedente los judos conversos tener cargos pblicos y poder declarar contra los
de Toledo, y probablemente de la propia catedral, donde estuvo deposi- cristianos viejos ante los tribunales.
tado bien por el propio Tribunal de la Inquisicin, creado en dicha ciu- Ms que un conflicto religioso, Toledo vivi un verdadero conflicto so-
dad en 1485, o bien procedente de los mltiples ataques a los bienes de cial entre cristianos viejos y conversos que lleg a crear en la ciudad gre-
los judos durante el siglo XV. mios raciales enfrentados, segn admitieran slo conversos o slo cris-
Sabido es que el Libro de Ester es uno de los ms ledos por la comuni- tianos viejos.
dad juda y que ms alentaba la esperanza en el Dios de Israel entre los ju- La llegada de la Inquisicin camufl este enfrentamiento social y eco-
dos dispersos por toda Europa. Su tema bsico es el dominio de Dios so- nmico, hacindole aparecer como un problema religioso que dio ori-
bre los acontecimientos, dirigidos hacia el castigo de los paganos impos y gen a mltiples abusos, en los que la burocracia de la Inquisicin incita-
hacia la salvacin de los israelitas justos tema tradicional de la literatura he- ba a los propios rabinos judos a denunciar a sus hermanos conversos,
brea y de permanente actualidad en la Toledo del siglo XV, tan distante de que haban vuelto a las prcticas judaizantes.
la pacfica convivencia que judos y cristianos tuvieron durante el siglo XIII. La expulsin de los judos en 1492 no resolvi el problema de los con-
Desde las matanzas generalizadas de judos en 1391, la comunidad he- versos, que se mantendr a lo largo del siglo XVI.
braica de Toledo sufri nuevos ataques mortales en 1449, momento en J.G.P.
186 CATLOGO
[CAT. 133]
[CAT. 134]
133 134
Meguil de Ester Meguil de Ester
Siglos XIV o XV Siglo XV (?)
Manuscrito sobre vitela enrollado en un cilindro de madera con Vitela enrollada sobre cilindro de madera antiguo con molduras en los
molduras extremos
Alto: 29 cm; con soporte: 51 cm; largo total: 364,4 cm 193 x 10,5 cm; con soporte, 20 cm
Procede de la Biblioteca del Cardenal Zelada Procede de la Biblioteca del cardenal Zelada
Madrid, Biblioteca Nacional (N Inv. Res/235 bis) Madrid, Biblioteca Nacional (n. inv. Res/237 bis)
B I B L I O G R A F A : Guilln Robles 1889, XI, p. 334; Catlogo de manuscritos BIBLIOGRAFA: Valle Rodrguez 1986, p.101.
1953; Valle Rodrguez 1986, p. 99; La vida juda en Sefarad 1991, p. 259.
El rollo se compone de cuatro hojas de 34 columnas de 15 lneas, escri-
Se denomina meguil a cada uno de los cinco rollos o libros bblicos: Can- to en letra cuadrada [vase cat. 133].
tares, Lamentaciones, Rut, Eclesiasts y Ester. El de Ester se lee habi- Se guarda en un estuche cilndrico de cartn con dorados, con la si-
tualmente en Purim (festividad menor que tiene lugar el 14 de adar), guiente inscripcin: Il libro di Ester Ms in piccol volume hebraico.
dicha fiesta conmemora la salvacin de los judos en la antigua Persia. C.B.G.
El rollo se compone de cinco tiras cosidas con un total de diecinue-
ve columnas, de 22 lneas, y el texto est escrito con una letra cuadra-
da muy bella, con tildes ornamentales. Curiosamente carece de la ben-
dicin final.
C.B.G
188 CATLOGO
136
Agad de Barcelona
Barcelona, ca. 1350-1360
Manuscrito sobre vitela iluminado;
161 folios; 7 lneas en folios 17v-99
y 26 lneas en folios 1-16; letra
cuadrada sefard; encuadernacin en
cuero sobre tabla
29,4 x 24,7 x 10,8 cm
Londres, The British Library
(Ms. Add. 14761)
Estas dos hojas, junto con una tercera, son las ms antiguas ilustracio-
nes de Agadot impresos. Se han encontrado seis hojas ms en la colec-
cin de Genizah de la Universidad de Cambridge, en total seran nueve
hojas, de las cuales ocho son diferentes y una es un duplicado. Muchos
expertos aseguran que, por la tipografa y los textos que acompaan las
ilustraciones, este cdice se habra realizado en Espaa o Portugal antes
de la expulsin de 1492. Esta Agad representara as un maravilloso ejem-
plo de la importancia cultural que posean los judos de la Pennsula
Ibrica a finales del siglo XV.
C.B.G.
138
Libro de Selijot [CAT. 137]
Espaa, siglo XV
Manuscrito sobre papel; 191 folios escritos
22,5 x 16,5 x 5,5 cm
Madrid, Biblioteca de la Universidad
Complutense (Ms. 15)
190 CATLOGO
139 La hanukiya se utilizaba durante la denominada fiesta de las luces,
Lmpara de Hanuk (hanukiya) que conmemora el milagro que se produjo tras la expulsin de Jerusa-
ln de los selecidas (en 165 a.C.) y la purificacin y reinauguracin del
Siglo XV templo: los judos tan slo encontraron una ampolla sellada del aceite
Cermica de Teruel, serie verde/morada de oliva que deba servir para encender la Menor. Sin embargo, este acei-
Original: 6 x 8 x 18,5 cm; reproduccin: 6,5 x 8,5 x 50 cm te que deba durar slo un da pudo alimentar el candelabro durante ocho
Procede de un solar tras el Torren de Ambeles, en la Plaza de la das, el tiempo necesario para fabricar y purificar el nuevo aceite. La
Judera de Teruel fiesta de Hanuk recuerda ese episodio, encendiendo durante ocho das
las distintas lmparas, segn un procedimiento claramente establecido.
Teruel, Museo de Teruel (n. inv. 7167)
La hanukiya debe de colocarse junto a la puerta de la vivienda, en la par-
BIBLIOGRAFA: Atrin Jordn 1981, pp. 175-180; La vida juda en Se- te izquierda y si es posible en un lugar elevado, que sea observable desde
farad 1991, p. 261; Convivencia 1992, p. 229; Vicente Redn 1994, el exterior. Antes de encender las velas, se rene a toda la familia y se re-
pp. 13-26; Metropolis 1998, pp. 312-313; Aragn 2000, p. 407. citan tres bendiciones. El encendido est claramente establecido: prime-
ro debe encenderse el sams, lmpara de mayor tamao que no es de Ha-
Lmpara ritual juda de tipo domstico. Consta de soporte rectangu- nuk pero s est en la hanukiya, y posteriormente la vela o candileta ms
lar, paredes rectas en tres de sus lados y, sobre ste, una serie de ocho prxima. En los das sucesivos, debe prenderse primero la vela nueva, y
receptculos en forma de candil, alineadas unas junto a otras. En el luego las encendidas en das anteriores, hasta completar los ocho das de
extremo se encuentra una de mayor tamao, denominada sams, que fiesta, en que arden las ocho mechas de la hanukiya.
acta como servidor del fuego. La superficie esmaltada en blanco, de- Debe tenerse especial cuidado en que las lmparas ardan al menos du-
corada en los laterales con motivos geomtricos lineales, en mangane- rante media hora despus de la puesta del sol, y por tanto calcular con pre-
so. Sobre el pico de las candiletas se representan motivos oculados. La cisin la cantidad de aceite y la calidad y tamao de las mechas.
pieza slo conserva una pequea parte original, correspondiente a dos J.V.R./C.E.J.
candiletas sobre soporte, el resto es una reconstruccin realizada por al-
fareros de Teruel.
La hanukiya fue hallada en el antiguo barrio de la Judera de Teruel,
en 1977, junto a la parte posterior del castillo de Ambeles, donde tam-
bin se encontraron restos de otras dos lmparas.
[CAT. 139]
Lmpara de aceite compuesta por una serie de ocho cazoletas o candiles Fragmento central de hanukiya con una cazoleta y dos mitades.
con piquera, ms un noveno de mayor tamao en el que se mantiene la A.I.O.M.
llama encendida para el ritual del culto judo de la fiesta de Hanuk. Es-
ta pieza est reconstruida a partir de las primeras dos cazoletas y media.
141
Hanukiya
Siglo XIV
Vidriado melado
2,5 x 10 x 6,5 cm
Procede de Santa Mara la Blanca (Burgos)
Burgos, Museo de Burgos (n. inv. 8.796/19.2)
192 CATLOGO
NATALIO FERNNDEZ MARCOS La Biblia y los judos en la Castilla medieval
C.S.I.C., Madrid
La Biblia en la Edad Media fue la principal bibliote- tre judos y cristianos en los scriptoria medievales hi-
ca de Occidente. De ordinario se lea en la versin cieron posible empresas culturales de enorme alcan-
latina de Jernimo, la Vulgata, puesto que el latn ce para el futuro de nuestra lengua e historia. La Es-
era la lengua franca de entonces. En el texto de la Vul- cuela de Traductores de Toledo bajo la supervisin del
gata, canonizada por varios siglos de uso eclesistico, Rey Sabio no fue ajena a este fenmeno cultural. La
se fundamentaban la teologa, la filosofa, el dere- impronta de los judos espaoles se deja sentir en
cho y otras disciplinas. Era la fuente de donde se ci- dos reas importantes de nuestro legado cultural:
taba, de donde se hacan las parfrasis y resmenes a) la copia y transmisin de la Biblia hebrea, y b) las
bblicos y las biblias moralizadas e historiadas para tempranas traducciones de la Biblia a las lenguas ver-
instruccin del pueblo. Por eso cuando los primeros nculas de la Pennsula, sobre todo al castellano,
humanistas con su programa de vuelta a las lenguas pero tambin al portugus, cataln y valenciano.
originales (hebreo, arameo y griego) comenzaron a El cuidado de los escribas judos por transmitir
proponer traducciones alternativas que mejoraban con el mximo rigor el texto de la Biblia hebrea es pro-
o simplemente diferan de la de la Vulgata, el debate verbial. La Biblia es el libro por excelencia en la tra-
sobre los textos bblicos se convirti no slo en un dicin juda tanto para la liturgia como para la ins-
problema religioso sino tambin poltico y social. truccin del pueblo. Los judos espaoles produjeron
En este aspecto, la Castilla medieval no difera manuscritos bblicos, litrgicos y comentarios, de ex-
del resto de Europa. Sin embargo, concurren una se- trema calidad textual como reconocen los principa-
rie de circunstancias que hacen de la transmisin les eruditos expertos en la historia del texto. Los nu-
de la Biblia en Espaa un hecho singular y fascinante. merosos manuscritos bblicos espaoles en hebreo de
Por un lado, los largos siglos de dominacin rabe los siglos XIII-XV son el mejor testimonio de esta tra-
aislaron a la Pennsula Ibrica de Roma y del resto dicin. Unos se conservan en bibliotecas espaolas
del continente. En consecuencia, la implantacin de (Madrid, Toledo, El Escorial) y otros en bibliotecas
la Vulgata no se produjo hasta bien entrado el si- extranjeras (Pars, Londres, Leiden, Nueva York). Uno
glo VII, y un grupo de cdices espaoles conserva de los ms importantes es el Codex Hilel, fechado
numerosas glosas marginales con lecturas de la Vetus en Toledo 1241 (se conserva una copia en Nueva
Latina, serie de traducciones a partir del griego an- York), uno de los cdices modelo que utilizaban los
teriores a la Vulgata. Por otro, hay que destacar las escribas en los scriptoria [cat. 145]. Otros manuscri-
florecientes comunidades judas o aljamas en los tos, como el G-II 8 de El Escorial o el M1 de la Uni-
reinos de Castilla, Aragn y Navarra. La presencia de versidad Complutense, fueron usados para la edicin
judos y conversos haca que los cristianos estuviesen de la columna hebrea de la Biblia Polglota Complu-
ms atentos a la letra del texto cuando citaban la tense (Alcal, 1517) [cat. 162]. No slo se reconoce la
Biblia y fueran conscientes de las diferencias entre las calidad textual de los cdices espaoles sino tam-
distintas tradiciones textuales. Puede decirse que la bin la belleza de algunos de ellos que dan entrada
Biblia una a judos y cristianos a la vez que los se- primero a algunos motivos ornamentales y ms tar-
paraba. Compartan el mismo inters por un lega- de a iluminaciones de gran colorido con motivos geo-
do comn, mientras que se distanciaban en la in- mtricos, zoomrficos y antropomrficos. Entre es-
terpretacin de esos mismos textos. tos ltimos cabe destacar la Biblia de Cervera (1300)
Cabe sealar adems el inters que parte de la y la Biblia Kennicott (La Corua, 1476).
alta nobleza y algunos reyes como Alfonso X el Sa- En el siglo XV todos los incunables hebreos se pro-
bio (1252-1284) y Juan II de Castilla (1406-1453) dujeron en Italia y en la Pennsula Ibrica. El primer
manifestaron por los textos bblicos. Su aliento y me- impreso hebreo fue el de los Salmos en 1477 en un
cenazgo, y el clima de tolerancia y colaboracin en- lugar de Italia. Pero Castilla cont con impresores
194 CATLOGO
De una de estas traducciones al romance esta- tos. El orden de los libros es el de la Biblia hebrea,
mos ms informados gracias a la correspondencia no el de la Vulgata. En las glosas se combinan de
entre el cliente cristiano, el traductor, un rabino ju- forma diplomtica los autores clsicos, los Padres de
do, y otros miembros de rdenes monsticas que la Iglesia y los comentaristas judos (Ras, Maimni-
supervisan la traduccin. Se trata de la llamada Bi- des, Najmnides e Ibn Ezra, entre otros). Su traduc-
blia de Alba (1422-1430) considerada por los his- cin depende de las Biblias romanceadas anteriores
toriadores como un monumento a la tolerancia (E3 y E4). Las miniaturas contienen la coleccin ms
en el reinado de Juan II [cat. 152]. En toda la Edad extensa de dibujos inspirados por las tradiciones ra-
Media no encontramos una Biblia comparable con bnicas. Arragel sigui una poltica conciliadora y se
la de Alba. esforz por armonizar la tradicin hebrea con la tra-
Esta traduccin castellana fue encargada por Luis dicin de los cristianos. As, en uno de los textos ms
de Guzmn, gran maestre de la orden de Calatrava, debatidos en la polmica judeo-cristiana, Isaas, 7, 14,
a Mos Arragel de Guadalajara, rabino de la judera translitera la palabra hebrea alm para no compro-
de Maqueda, villa prxima a Toledo, y bajo la su- meterse, y en las notas advierte que los cristianos tra-
pervisin de fray Arias de Enzinas, superior del con- ducen por virgen y los judos por moza. Tambin
vento franciscano de Toledo. Fue terminada la tra- mantiene reminiscencias de la Vulgata para hacer su
duccin en 1430 y en el colofn viene indicada la traduccin aceptable a los cristianos. As, en xodo,
fecha en la era juda, cristiana y musulmana. Some- 34, 29 al describir a Moiss bajando del Monte Sina,
tida a un escrutinio preliminar del dominico Juan Arragel consciente de la distinta interpretacin del
de Zamora de la Universidad de Salamanca, pas des- Hebreo (rostro radiante) y de la Vulgata (cornuta
pus el del monasterio de franciscanos de Toledo, facies) debido al doble sentido del hebreo qren y qa-
en una especie de disputa pblica en la que estuvie- rn (cuerno, irradiar), armoniza las dos tradi-
ron presentes telogos y caballeros, judos y musul- ciones y traduce en descendiendo del monte Moy-
manes. Contiene adems una novedad frente al res- sen, non saba que rresplandeca asy como rrayos
to de las Biblias castellanas romanceadas: las nume- rretrogrados como a manera de cuernos el cuero de
rosas glosas y comentarios que circundan el texto su cara en fablando con l.
bblico. Como consta por la correspondencia que pre- Pasados los tiempos azarosos de persecucin en
cede al texto, el gran maestre quera conocer las glosas torno al 1391, los judos vuelven a estar protegidos
de los maestros judos modernos que no figuraban en por los reyes de Castilla y Aragn. Los decretos anti-
la Postilla literalis super totam Bibliam (1322-1331) judos quedan abolidos entre 1419 y 1422. Es el mo-
del franciscano normando Nicols de Lyra, que tan- mento en que se llevan a cabo, en estrecha colabora-
ta difusin alcanz a lo largo de la Edad Media. La cin entre judos y cristianos, la Biblia de Alba y tal
Postilla fue pues la fuente de inspiracin de la Biblia vez otras traducciones castellanas preservadas en la bi-
de Alba tanto por lo que se refiere a la distribucin blioteca de El Escorial.
del texto y las glosas como por las 343 miniaturas que La tolerancia religiosa llegara a su fin en 1492
la ilustran. En la Biblia de Alba confluyen por primera con la conquista de Granada. Las traducciones judas
vez porciones enteras de exgesis juda con escaso al castellano fueron quemadas por decreto de la In-
influjo del pensamiento cristiano, traducidas por un quisicin. Slo se salvaran algunos ejemplares en
rabino y encargadas por un cliente cristiano. Las ilus- las capas ms altas de la sociedad o en manos de los
traciones, obras de artistas cristianos de Toledo pero reyes mismos, como Isabel la Catlica, donde no al-
dirigidos e inspirados por Mos Arragel, siguen unas canzaban en la prctica las prohibiciones inquisito-
veces modelos cristianos y otras modelos judos, por- riales. Esta brillante tradicin de la Castilla medie-
que en la Castilla medieval es muy difcil trazar una val sobrevive de alguna forma en dos producciones
lnea divisoria entre Iglesia y Sinagoga. La misma culturales genuinas del siglo XVI espaol: las biblias
Biblia que les separaba les atraa para trabajar jun- polglotas y las biblias castellanas del exilio.
144
Pgina de Biblia Hebrea
Siglo XII
Manuscrito sobre papel
12 x 15 cm
Toledo, Museo Sefard Ministerio de Educacin, Cultura y Deporte
(n. inv. 100)
Se trata de una hoja procedente de una Biblia Hebrea con 14 lneas es-
critas en letra capital hebrea. Se trata de uno de los restos ms antiguos
de biblias hispano-hebreas que conservamos, y segn Elena Romero el
fragmento consta de una hoja manuscrita con un pasaje del libro bbli-
co de Proverbios, desde el versculo 26,8 hasta el 27,5.
S.P.P. [CAT. 144]
145
Copia del Codex Hilel
Toledo, 1241
Manuscrito sobre pergamino; 57 folios, sin numerar, de letra cuadrada
sefard vocalizada; encuadernacin en piel
29 x 26,5 x 3,5 cm
Nueva York, The Library of The Jewish Theological Seminary of
America (Ms. L 44a, vol. 2).
196 CATLOGO
Hilel. Este cdice, hoy desaparecido, se cree que fue copiado por Mos blemente debido a la transmisin a travs de los rabes cuando conozca-
ben Hilel en el Len del siglo X. mos las primeras escuelas de iluminadores de manuscritos hebreos, sien-
El manuscrito que aqu se presenta se realiz en Toledo y fue cotejado do en Espaa y Europa del XIII al XV la poca dorada, hasta la invencin
con el Codex Hilel en sivn 5001 (1241) por Israel ben Ishaq para de la imprenta, que trajo el declinar de este tipo de arte tan particular.
Abraham ben Selom Aburdarham. Contiene masora magna y parva. La letra hebrea cuadrada es en s misma ornamental, lo mismo que
Es uno de los ms antiguos manuscritos bblicos hispanohebreos que con- las letras rabes, y ambos vocabularios semticos encuentran en la cali-
servamos, aunque slo nos ha llegado el Pentateuco completo. grafa y en las formas y ritmos de los bellos rasgos de la escritura semti-
C.B.G. ca uno de sus principales motivos decorativos, junto con los temas geo-
mtricos y vegetales, ya que por razones religiosas tanto judasmo como
islamismo huyen de la representacin fsica de Dios o de motivos figu-
146 rados directamente relacionados con la divinidad (aniconismo).
Pgina del Kter de Damasco Para romper la monotona se recurre a letras de gran tamao o delibera-
damente alargadas que darn lugar a expresiones artsticas tan bellas como
1260
las conservadas en rabe y en hebreo no slo en manuscritos sino en edifi-
Manuscrito sobre pergamino cios tan impresionantes como la sinagoga de Semuel ha-Lev, donde las le-
32 x 28 cm tras capitales hebreas alternan con las letras cficas rabes, protagonizando
Procede de Burgos una inslita partitura musical y decorativa llena de ritmo y meloda.
La iluminacin hebrea presenta una caracterstica singular, la utiliza-
Toledo, Museo Sefard Ministerio de Educacin, Cultura y Deporte
cin de la micrografa (dibujos realizados con letra diminuta) para for-
(n. inv. 230)
mar figuras geomtricas, vegetales o animales que acompaan pginas con
BIBLIOGRAFA: Metzger 1973; Narkiss y Roth 1974, p. 50; Sed-Raj- letra normal o sirven cada cierto nmero de pginas sin iluminar para
na 1975 (2), pp. 6-21; Gutman 1978, p. 49; Narkiss 1981; Narkis aadir un motivo resaltado en una pgina nica.
1991, pp. 169-197; Sed-Rajna 1992 (1), pp. 133-157; Sed Rajna 1994, En las biblias de Oriente Medio y en las hispano-hebreas la masora micro-
pp. 8 y 9. grafiada bordea el diseo en pginas de decoracin alfombrada como suce-
de en la pgina citada del Kter de Damasco, uno de los ejemplos ms anti-
Se trata de una pgina de la Biblia copiada en Burgos, en 1260 por Me- guos de la escuela hispanohebrea de iluminacin de biblias identificada en
najem bar Abraham ibn Malik y se adscribe a la escuela castellana his- Castilla, con centros en Toledo y Burgos en el siglo XIII, que producan biblias
pano-juda. La pgina se distribuye en torno a tres rectngulos inscri- renombradas por la exactitud de su texto y la excelente calidad de su grafa.
tos, siendo el primero un marco formado por roleos en ocre y oro; el Desde el punto de vista tcnico, el profesor Narkiss destaca cmo en
segundo se desarrolla en torno a una inscripcin hebrea en tinta negra; Espaa adems de pergamino y papel tambin se emplearon pieles, as
y el tercero, plenamente decorativo, se rellena con seis crculos micro- como la utilizacin por parte de los copistas sefardes de la caa, mientras
grficos con elementos vegetales. que los askenazes preferan la pluma; por ello la letra sefard suele tener
Destaca por su decoracin alfombrada realizada mediante micro- trazos verticales y horizontales de la misma anchura, mientras que la
grafas. Los colores oro, marrn, magenta, prpura y verde forman una
curiosa composicin vegetal enlazada por motivos geomtricos en la
que las pequeas letras hebreas desempean un papel fundamental, sir-
viendo como elemento decorativo y como significante semntico y sim-
blico. El resto de la Biblia se conserva en el Museo de Israel, en Jerusa-
ln, y es conocida como Kter de Damasco porque fue hallada en la sinagoga
de Hushbasha Al-Anabi en Damasco. El Kter de Damasco posee cator-
ce pginas alfombradas que preceden a cada una de las divisiones prin-
cipales de la Biblia. El gusto de Oriente Medio por las volutas, a base de
hojas perfiladas por micrografa, se suaviza en cierto modo gracias al to-
que occidental de relleno de oro bruido y fondo de marrn magenta.
Segn uno de sus mejores estudiosos, Bezalel Narkiss, el embellecimiento
de libros y manuscritos hebreos bblicos, oracionales y de otros conteni-
dos lleg a convertirse en una de las ms relevantes formas de las que se
valieron los judos para expresar su devocin a la palabra escrita. Los ms
antiguos manuscritos bblicos hebreos conservados son los famosos Ro-
llos del mar Muerto, datados hacia el comienzo de la era cristiana (si-
glos II-I a.C. hasta el ao 70 d.C.), pero no hay evidencias de iluminacin
en ninguno de ellos. Ser en poca medieval en Oriente Medio y proba- [CAT. 146]
147
Biblia Hebrea
Toledo (?), 1280
Manuscrito sobre pergamino avitelado;
encuadernado en piel con el escudo del
cardenal Cisneros; 339 folios
33 x 29 x 9 cm
Madrid, Biblioteca de la Universidad
Complutense (Ms. 1)
198 CATLOGO
[CAT. 148A, fol. 2v] [CAT. 148B, fol. 4v]
masotricas se elige la habitual letra microscpica y minsculos trazos en De este escriba se conoce la planta del templo de la Biblia de Ox-
los adornos vegetales, realzados en oro y diversos colores. ford (Kennikott, 2), firmada en 1306. Residira en Soria, donde tam-
M.L.G.S. bin viva su hermano Sem Tov ibn Gan quien, en 1312, escribi
una Biblia.
La decoracin es muy sencilla: pginas tapiz, calendarios y otros tex-
148 tos bajo arcadas o en crculos. Los dibujos del primer cuadernillo, obra
Josu Ibn Gan de Josu, son de entrelazo vigoroso y muy correcto. De gran inters es la
pgina tapiz (fol. 1v) con una lacera de recorrido geomtrico, que nos re-
Biblia con masora cuerda las de poca califal.
Soria (?), 1300-1312 La Biblia entr a formar parte de la Biblioteca Nacional de Pars en
Manuscrito sobre pergamino; II + 372 + II folios; letra cuadrada sefard 1794, procedente del Captulo de Lyon.
C.B.G.
28,2-28,4 x 22,5-22,6 cm
Pars, Bibliothque nationale de France (Ms. Heb. 21)
150 151
Biblia Hebrea (Pentateuco, Meguilot, Haftarot) Biblia
1315 Zaragoza, 1404
Manuscrito sobre pergamino; 201 folios + 3 guardas en papel II+ 400+ III folios
(al modo hebreo) 24 x 18 x 18 cm
26,5 x 20 x 5 cm Pars, Bibliothque nationale de France (Ms. Heb. 31)
Procede de la Biblioteca del cardenal Zelada B I B L I O G R A F A : Kennicott 1780, p. 321; Freimann 1910, p.107; Nordstrm
1968, pp. 85-105; Metzger 1971, pp. 167-209; Trsors dOrient 1973,
Toledo, Catedral de Toledo Archivo Capitular (Ms. 1-14)
n. 60; Sirat y Beit-Ari 1979, vol. II; De la Bible 1985, n. 176; Blasco
BIBLIOGRAFA: Toledo 1903, p. 145; Mills Vallicrosa 1942; Reinhardt y Romano 1991, pp. 3-11; Dune main forte 1991, n. 41; Sed-Rajna 1994,
y Gonzlvez 1990, pp. 57-58. pp. 80-85.
200 CATLOGO
En el colofn (fol. 395v) leemos que Ha-
yim b. Saul, apodado Vidal Satorre ter-
min la copia de esta Biblia a la edad de 60
aos, con la ayuda de unas gafas, por en-
cargo de R. Iz[haq] b. R. Jud Abendin,
en Zaragoza en el mes de Sevat, del ao
5164 de la Creacin (enero-febrero, 1404).
El escriba, Hayim b. Saul Satorre, es co-
nocido por haber copiado otro manuscri-
to en 1383, en Cervera. La decoracin que
presentan ambas Biblias es muy diferen-
te, lo que parece demostrar que el escriba
no contribuy a la decoracin de ninguna.
La importancia de esta Biblia radica en
las cuatro hojas que tienen decoracin a to-
da pgina. El folio 1v presenta el candela-
bro; en el folio 2v, la mesa de los panes de
oblacin; en el folio 3, en el registro su-
perior, se ven las doce tablas de la Ley; por
ltimo, y el ms interesante, es el folio 4,
donde se dibujan, sobre una pequea co-
lina con rocas de diversos colores rojo,
azul claro y marrn dos rboles con sus
troncos entrelazados de tonalidad verde-
marrn, flanqueados por dos aves. De es-
pecial inters es el fondo donde vemos dos
planos de color rojo y azul, respectiva-
mente. Se trata del viejo recurso cromti-
co tardorromano que perpetu la minia-
tura hispana hasta el siglo XI. Influencias
de un antiguo modelo icnico? Quin sa-
be!, aunque en todo caso la analoga es evi-
dente. Este tema del Monte de los Oli-
vos, segn la tradicin juda, alude al lugar
donde se aparecer el Mesas para anunciar
la Redencin. En este sentido, el que apa-
rezca la imagen en relacin con los uten-
silios del Templo puede aludir a la espe-
ranza de que ste vuelva a reconstruirse.
C.B.G.
[CAT. 151, fol. 4]
202 CATLOGO
153
Pentateuco con Haftarot y cinco rollos
Lisboa, 1480-1490
Manuscrito sobre vitela; 464 folios en letra cuadrada sefard
17,7 x 13,3 x 8 cm
Londres, The British Library (Ms. Add. 27167)
154
Samuel Ben Musa
Comentario al Pentateuco [CAT. 153, fol. 419]
Zamora, 1487
Impreso sobre papel
27 x 21,5 x 3 cm
Nueva York, The Library of The Jewish Theological Seminary of
America (Heb. 94b)
[CAT. 154]
204 CATLOGO
157
Biblia Hebrea
Siglo XV (1482?)
Manuscrito sobre vitela, 375 folios
28 x 20 x 8,5 cm
Madrid, Biblioteca de la Universidad Complutense (Ms. 2)
[CAT. 157]
158
Yehud Ben R. Semuel Albreq
Biblia hebrea (Pentateuco,
Haftarot, Meguilot)
Sevilla, 1471
Manuscrito sobre pergamino; 269 folios
con 5 guardas (3 de pergamino y una de
papel, al modo hebreo)
18 x 15 x 4 cm
Toledo, Catedral de Toledo Archivo
Capitular (Ms. 1-19)
206 CATLOGO
momento en las distintas lenguas. Para los textos hebreos y arameos
cont con tres conversos: Alfonso de Zamora, Pablo Coronel y Alfonso
de Alcal; para los griegos con el cretense Demetrio Ducas, primer cate-
drtico de griego de la universidad, con el que colaboraron Diego L-
pez de Ziga y Fernando Nez el Pinciano; y para la correccin de
la versin latina de la Vulgata, con el gramtico Antonio de Nebrija, quien,
por diferencias de criterio con el cardenal, abandon el proyecto. En su
elaboracin se utilizaron versiones bblicas griegas, latinas, hebreas, ara-
meas y siracas, reunindose materiales de extraordinario valor, entre los
que estaban los mejores cdices bblicos del momento, solicitando el prs-
tamo para su consulta, incluso, a la Biblioteca Vaticana.
Los seis volmenes de los que constaba la obra se distribuyeron de la si-
[CAT. 161]
guiente manera: en los cuatro primeros se recogen los libros del Antiguo
Testamento, en hebreo, arameo y griego; en el quinto, el Nuevo Testamen-
to, en griego y latn, en su versin de la Vulgata y otra literal; por ltimo, el
161 sexto volumen contiene los estudios del aparato filolgico, entre stos un vo-
Rollo del Pentateuco (Incompleto) cabulario hebraico-latino. En todos ellos, la portada se ilustra con el escudo
Siglo XV (?) de armas de Cisneros, enmarcado por una orla, con cuatro versos referidos al
cardenal, en la parte de arriba, y una inscripcin en latn que referencia el
Vitela gruesa
contenido de cada volumen, en la parte inferior. Adems, en el tomo IV,
628 x 504 cm; con soporte 73 cm
aparece el escudo del impresor, Arnau Guilln de Brocar, que representa el Cal-
Madrid, Biblioteca Nacional (Res/239 bis) vario enmarcado por cuatro festones de ramaje, y en el tomo V, despus del
BIBLIOGRAFA: Valle Rodrguez 1986, p.103. colofn, vuelve a aparecer otro escudo del editor, pero esta vez ms pequeo.
A la altsima calidad textual, la belleza ornamental y las iluminacio-
El texto que aqu se recoge pertenece al Levtico (8, 31) y a Nmeros nes hay que aadir el valor editorial en el que Guilln de Brocar puso de
(7, 39). Se compone de once tiras cosidas con 42 columnas, de 45 lneas, manifiesto su magistral oficio, llevado a cabo con un sencillo diseo, y
con buen estado de conservacin. Los palos del soporte son modernos y una perfecta maquetacin, en la que combin, con extraordinaria ar-
el rollo se guarda en una caja sin carcter. mona, las columnas de los textos segn las distintas lenguas. Asimis-
C.B.G.
mo, aplic una extraordinaria correccin tipogrfica y una estampacin
de alta calidad en las distintas tintas negras y rojas.
La redaccin se comenz en 1502 en la Academia Bblica del Colegio
162 Trilinge de la recin fundada Universidad de Alcal, quedando finalizada
Biblia Polglota Complutense. Libro Veteris et Novi en 1517, el mismo
ao de la muerte
Testamenti multiplici lingua nunc primum impressi
del cardenal. No
1514-1517 obstante, su divul-
6 volmenes infolio; papel encuadernado en pergamino en carton gacin no se pro-
38,5 x 28,5 x 7,5 cm dujo hasta 1520,
tras la expedicin
Madrid, Biblioteca de la Universidad Complutense (FOA 101)
de un breve del pa-
BIBLIOGRAFA: Garca Lpez 1889, n. 19; Berger 1899, p. 2; Revilla pa Len X que la
Rico 1917; Bataillon 1937, pp. 19-23 y 33-43; Norton 1966; Sainz de autorizaba, y la dis-
Robles 1973, pp. 201-224; Norton 1978; Mosquera 1989, pp. 17- tribucin y venta
20; Martn Abad 1991, vol. I, pp. 65-67 y 222-223; VII Centenario no tuvo lugar hasta
1993, pp. 18-19; Una hora de Espaa 1994, pp. 230-233. 1522. En Alcal de
Henares se impri-
Fue el cardenal Cisneros quien orden y dirigi la primera edicin pro- mieron seiscientos
piamente impresa de una Biblia polglota. Dicha empresa constituy el ejemplares en papel
primer intento de aplicar con rigor la crtica cientfica moderna a los y seis en pergamino.
textos bblicos, lo que supuso la culminacin de la cultura hispana de fi- M.L.G.S.
nales del siglo XV; sin embargo, esto no evit la aparicin de detracto-
res. Para su redaccin Cisneros se rode de los mejores especialistas del [CAT. 162]
La tradicin a partir de la cual cada comunidad juda debe disponer de un lugar propio para
enterrar a sus muertos se remonta a la poca de Abraham cuando, tras la muerte de Sara, so-
licit, en su condicin de forastero, a los hijos de Het un lugar para sepultarla (Gnesis 23,
4). El lugar elegido, la cueva de la Macpel, se convirti con el tiempo en Panten de los Pa-
triarcas y referente comn en la memoria del pueblo judo. Por esta razn la mayor parte de
aljamas que se formaron en la Pennsula Ibrica contaron con una necrpolis en la que slo
los judos tenan cabida, aunque algunas no lo tuvieron hasta bien entrado el siglo XIV. Du-
rante mucho tiempo Cervera (Lleida) no dispuso ni de cementerio ni de sociedad fnebre y
los cadveres deban ser enterrados en otro lugar. As lo indica una de las responsa del rab
Ben Adret1, en la que se expresa claramente que no haba cementerio en aquella ciudad en
una fecha que Baer sita hacia 13002. Hasta 1343 no contamos con una referencia segura
del fossar dels juheus de Cervera. En 1326, Jaime II autoriz a los judos de la villa de Burria-
na (Castelln de la Plana) para que dispusieran de un terreno en el trmino de la villa para
instalar en l su cementerio y evitarles de este modo el penoso traslado de los cadveres hasta
Morvedre (Sagunto) o a otras localidades3.
Por razones de salubridad, los cementerios judos se situaban extramuros y en ocasio-
nes a considerable distancia, en lugares ligeramente elevados y orientados, siempre que
esto fuera posible, hacia el sector donde se encontraba el barrio judo (Barcelona, Giro-
na). En Barcelona, el recorrido desde la ciudad hasta el cementerio era largo y penoso, ya
que adems haba que subir una empinada cuesta. No menos largo era el trayecto desde
la ciudad de Zaragoza hasta la necrpolis situada en Miralbueno. En otros lugares sta se
levantaba en un lugar cercano a las murallas (Murcia, Valencia, Crdoba) y junto a una
de las puertas de la ciudad o al otro lado del ro cerca de un puente que serva de enlace
entre la necrpolis y el barrio judo (Segovia, Plasencia, Besal).
Dentro del espacio destinado a necrpolis, se considera que la mayora estaban deli-
mitadas por un muro con una o ms puertas, las tumbas estaban colocadas formando hi-
leras, manteniendo entre ellas en una primera fase una distancia regular para adosarse, o
incluso superponerse otras posteriormente. Los cadveres aparecen orientados con la ca-
1
Sfer 1989, p. 190 [III, 291]. beza al oeste y los pies al este para que en el momento de la Resurreccin sus rostros estn
2
Baer 1985, p. 154. vueltos hacia Jerusaln. Para poder orientar las sepulturas el sol es el elemento determinante
3
Magdalena 1978, pp. 29 y 65. y las ligeras diferencias que se advierten en algunos lugares obedecen a la diferente posicin
del sol en el momento de su salida. Otras orientaciones se aprecian en algunas necrpolis
genuinamente judaicas (Valencia, Deza).
Cementerio, Sister Hagad,
La posibilidad de realizar nuevas intervenciones en las antiguas necrpolis judas con
Londres, The British Library nuevas metodologas gracias a las grandes obras de infraestructura que se han llevado a cabo
(Ms. Or. 2884, fol. 11v) o simplemente gracias al derribo de viejos inmuebles, ha modificado sustancialmente nues-
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tra visin sustituyendo las antiguas dudas por nuevas certezas y, lgicamente, por nuevos
problemas. Atrs han quedado aquellas primeras excavaciones realizadas en Barcelona, Deza,
Teruel o Segovia. En este artculo nos proponemos hacer balance de estos diez aos de inves-
tigacin, fruto de los cuales es un mejor conocimiento de la evolucin de los enterramientos
y muy especialmente de la cronologa, autntico taln de Aquiles de la arqueologa juda.
BARCELONA
Desde los aos 1945-1946 en los que se llev a cabo la excavacin de una parte de la necr-
polis de Montjuc, cuyos resultados ya fueron en su da publicados y ampliamente divulga-
dos4, no se haba vuelto a tratar el tema hasta que en el ao 2001, con motivo de las obras de
remodelacin de la montaa, se ha replanteado de nuevo el futuro de la necrpolis. El derri-
bo de las antiguas instalaciones del Tiro de Pichn ha permitido una exploracin en superfi-
cie de un amplio sector, parte de cuyas sepulturas aflora en superficie en un nmero muy su-
perior al de las ciento setenta y una tumbas excavadas anteriormente. Razones de tipo
administrativo han paralizado el proyecto impidiendo, por el momento, resolver la ya anti-
gua cuestin de la cronologa de las sepulturas antropomorfas, las de fosa y cmara lateral y
las trapezoidales con atad, nicos tipos documentados en esta necrpolis.
GERONA
SEGOVIA
BIEL (ZARAGOZA)
UNCASTILLO (ZARAGOZA)
LEN
Entre 1993 y 1996 se han realizado tres intervenciones en una zona reducida de la necr-
polis, pudindose documentar ms de un centenar de tumbas, adems de un sector espe-
cficamente dedicado a nios. Difiere de las restantes necrpolis judas por estar las tum-
bas orientadas con la cabeza hacia el sur y los pies hacia el norte. Una orientacin anmala
que ya encontramos en la necrpolis de Deza (Soria), cuyo carcter judo queda atestiguado
por la presencia de diversos anillos con inscripcin hebrea19 y que los autores de la exca-
vacin intentan explicar con una posible orientacin en direccin a la sinagoga mayor del
barrio judo de Valencia20. De hecho, es la documentacin el nico elemento que parece
confirmar que se trata de una necrpolis juda.
Entre los enterramientos predominan los de fosa con una cubierta de listones de ma-
dera y los trapezoidales con atad de madera, algunos de los cuales disponen de una cu-
bierta formada por diversas losas colocadas transversalmente apoyadas en muretes de la-
drillo, mientras que en la mayora la cubierta es de madera. Se han recuperado algunos de
los atades de forma trapezoidal hechos de madera de pino y restos de herrajes que los
ensamblaban, lo que ha permitido conocer mejor sus caractersticas. Entre los objetos ha-
llados figuran algunos anillos-sello y restos de cierto casquete o tocado formado por fi-
bras e hilo de oro cuya presencia est atestiguada en la necrpolis de Barcelona y ms re-
cientemente en la de Gerona. El inters de esta necrpolis se complementa por la presencia
en un nivel inferior de una fosa comn21 con los restos de por lo menos cuarenta indivi-
duos, que los autores creen identificar como las vctimas de un asalto a la judera de Va-
lencia provocado por la Peste Negra (1348).
Pese a que se ha realizado un esfuerzo considerable en pro de un mejor conocimiento
de las necrpolis judas y de los ritos que acompaaban el sepelio, es evidente que es mu-
cho el trabajo que todava queda por hacer. Si comparamos la lista de los cementerios co-
nocidos a travs de la documentacin y los excavados observaremos que de los noventa y
nueve primeros slo once han merecido una intervencin arqueolgica y sta de diferen-
te envergadura segn los casos. Si sumamos los datos de conjunto aportados por la docu-
mentacin, la arqueologa y la epigrafa obtenemos un total de ciento dieciocho localida-
19
des en Espaa con cementerio hebreo. Evidentemente, esta cifra, notablemente inferior a
Casanovas y Ripoll 1983.
20
Calvo y Lerma 1996, p. 263. la real, es provisional. Sin embargo, dentro de su provisionalidad refleja una realidad so-
21
Calvo y Lerma 1998. bre las dificultades presentes en la investigacin de los restos funerarios judos.
Procede de Toledo
216 CATLOGO
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contaba con una sinagoga, cuya biblioteca deba contener los 24 libros da en la Cuesta de la Candamia, a la izquierda del camino que conduce
que menciona el cronista Abraham de Torrutiel, escritos por R. Mos ben a Golpejar de la Sobarriba. Fue llevada al Museo Arqueolgico de Len
Hillel, que servan de modelo para corregir todos los libros por su exacti- (MAPL n. 1953), donde se la dio por desaparecida en 1943, siendo lo-
tud. Su precipitada destruccin y abandono, en 1196, la ausencia de cons- calizada de nuevo en 1953. Es una de las lpidas ms antiguas del con-
trucciones posteriores sobre su emplazamiento y el hecho de hallarse hoy junto leons, un conjunto que abarca un perodo de tiempo compren-
en plena naturaleza, posibilitaba descubrir un modelo urbanstico intacto dido entre el ao 1026 y el 1135, con un total de once inscripciones
de una pequea ciudad juda altomedieval. Por ello, desde 1999, la Junta conocidas hasta el momento. Como las restantes lpidas leonesas, salvo
de Castilla y Len, junto con el Consistorio de la ciudad de Len, finan- una, sta apareci fuera de contexto arqueolgico.
cia los trabajos de excavacin en dicho castro. Actualmente las labores es- Losa cuadrada de piedra caliza ligeramente irregular, algo ms ancha
tn centradas en la parte superior de la Mota rematada por un castillo. hacia la base. Muestra diversos golpes y erosiones tanto en la superficie
J.L.A.A./J.S.L.P. epigrfica como en los lados, algunos de los cuales afectan a ciertos ca-
racteres (lneas 1, 9 y 10). Las dimensiones de las letras son variables,
incluso dentro de una misma lnea (lneas 3 y 6). Aparecen incisas ms
165 profundamente a partir de la segunda mitad de la quinta lnea, siendo
Lpida sepulcral de Mar Yehud las de la primera lnea apenas visibles.
El texto se distribuye a lo largo de once lneas con una ligera tenden-
Abril de 1094
cia, en todas ellas, a desplazarse hacia arriba. En general apenas existe
Piedra caliza separacin entre palabras, dndose en especial este fenmeno entre las
53 x 33 x 9 cm lneas 7 a 9. La longitud de las lneas es variable: las tres primeras pa-
Procede de Puente de Castro (Len) recen respetar ciertos lmites mediante el recurso de utilizar letras dilata-
das, pero a partir de la cuarta se rompe la norma y ya no parece existir una
Toledo, Museo Sefard Ministerio de Educacin, Cultura y Deporte
preocupacin por igualar las lneas. Slo en la 8 intenta ensanchar la
(MS 20)
letra final prolongando el trazo horizontal superior.
BIBLIOGRAFA: Fita 1907 (3), pp. 33-36; Schwab 1907, pp. 250-252; Traduccin: Esta es la tumba de Mar Yehud / hijo de Mar Abraham
Gmez Moreno 1925, p. 172; Nieto 1925, p. 43; Baer 1929-1936, ha-Nas / hijo de Rab Qetana. Parti a su morada / eterna, a los cuarenta
p. 2; Cantera 1943, pp. 337-338; Cantera y Mills 1956, pp. 9-12; y cinco / aos, a fines del mes de Nisn / del ao cuatro mil / ochocientos
Rodrguez Fernndez 1969, p. 51; Cantera Burgos 1971, p. 36; Lpez cincuenta / y cuatro de la Creacin del mundo / segn el cmputo de la ciu-
lvarez 1986, p. 62; Lpez y Reguera 2000, pp. 15-16. dad de Len. El Santo, Bendito sea, / le d una parte con / los justos, Amn.
Pese a las diferentes lecturas del nombre que se han propuesto, cree-
Procede del cementerio judo de Puente del Castro (Len). Fue hallada mos con Cantera, que se trata de una variante del nombre Chiquito.
por un labrador durante la primavera de 1906 en una propiedad situa- J.C.M.
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218 CATLOGO
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Epitafio de un joven
Segunda mitad del siglo XIV
Piedra caliza
54 x 35 x 11 cm
Procede del cementerio judo de Montjuc, Gerona
Girona, Museo de Historia de los Judos Patronat Municipal Call de
Girona (n. inv. 14.661, inv. antiguo)