C. Vallejo (1919-1938) Sus Mejores Obras

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.

OS Heraldos Negros
-
/VICIOS SOBRE LA OBRA
ESTRUCTURA DE LOS HERALDOS NEGROS

N mil novecientos dieciocho, con la publicadón


de su libro Los Heraldos Nesros, entró César Va-
llejo formalmente en la historia literaria de su país,
y en la de la poesía en lengua española. Esa es la
primera obra, orgánicamente organizada, de la que
puede ser considerado literaria Y artísticamente res-
ponsable.
El libro, tras un poema introductorio y temático
"Los Heraldos Negros" que da nombre al volumen,
se estructura en seis partes. Una, bajo el título de
"Plafones ágiles", me parece contener lo que pudie-
ran llamarse ejercicios literarios: creo percibir en los
poemas que la constituyan una agrupación de poe-
sías de-las que el propio Vallejo debía tener con-
ciencia de que eran ágilmente imitativas, o más
bien dicho, derivativas; cosa y caso nada vergon-
zoso para un poeta joven. la segunda parte. titula-
la "Buzos". entiendo que la componen poemas ex-
perimentales en diversas direcciones, que en efecto
bucean en los mares interiores de Vallejo. El tercer
grupo, "De la tierra", lo forman especialmente poe--
mas de amor y desilusión, de la tierra en oposición
al ideal. El cuarto grupo, "Nostalgias imperíales",
reúne una serie de poesías relativas a Santiago de
Chuco, a Trujillo, al campo norperuano, a sus cho-
los e indios; contiene algunos de los poemas más
popularizados de Vallejo, más repefidos en ante-
losías, más recitados en homenajes y festivales. La
quinta sec jo el nombre de "Truenos", agru
pa los poemas a mi entender de más vibración del
libro, poesías en que la filosofía de la existencia que
Vallejo había ido descubriendo hasta ese momento
se expresa con mayor intensidad y ~rofundidad.
Por fin, las últimas páginas, "Canciones de hogar",
muestran el empleo que el poeta sabe hacer de su
familia como palanca emocional de pura poesía. Es-
tadísticamente, tras el poema inicial "Los heraldos
negros", el primer grupo mencionado consta d e on-
ce poemas, de cuatro el segundo. diez el tercero,
trece el cuarto. veinticinco los "Truenos" y cinco la
última sección.
EL POEMA LIMINAR

POR su posición liminar el poema "Los Heraldos


Negros" merece especial atención. Es a modo de
pabellón que cubre la mercancía del resto del libro.
r Como toda bandera debería permitirnos reconocer
a primera vista la nación poética a la que represen-
ta; debe ser el estandarte vallejiano del Valleio de
mil novecientos dieciocho.
Arquitectónicamente se trata de un poema de
diecisiete versos distribuídos en cuatro estrofas de
a cuatro versos, más un verso final. La primera es-
trofa consta de dos alejandrinos y dos endecasíla-
bos, rimando el primero y el cuarto versos, sueltos
el segundo y el tercero. Las otras tres estrofas son
todas de versos de catorce sílabas; en cada uno de
ellas e1 segundo y cuarto versos riman, el primero y
el tercero son sueltos. Es pues esta pieza en su es-
tructura una poesía de compromiso entre la tradí-
ción Y la liberta, de rima parcial, atadd a la disci-
plina silábica frente al versolíbrismo.
E1 tema del poema es la fatalidad, la fatalidad
de los golpes que caen sobre el hombre gratuita-
mente, sin que él realmente los merezca. Son gol-
pes que proceden "como del odio de Dios", venidos
a encharcar en la pobre alma humana todo lo que
ha vivido, todo lo que ha sufrido. Hacen que el
hombre se sienta culpable de ello, como si todo fue-
ra pecado suyo por el que viene a castigarle un
alguien insensible. Estos golpes existen objetiva-
mente, indudablemente, "Son pocos, pero son. . " .
y en contraste dejan al poeta, subjetivamente, en la
inquietud, en la duda, "Yo no sé!". Frente a ellos,
frente a estas crueldades externas, que existen, el
hombre, desdichado, lastimoso, "Pobre. . ." pobre!",
es objeto de la piedad fraterna del poeta. Este sien-
te lástima y ternura por el pobre ser humano some-
[ido a esos azares que caen sobre él para castigar-
lo como "potros de bárbaros afilas". / o los heral-
dos negros que nos manda la Muerte". Y la muerte
es la única solución a la duda, a la inquietud del
"Yo no sé". Es decir, que la vida, tal como la ve
Vallejo en mil novecientos dieciocho, es irracional
e irrazonable, que en ella alguien que ni conocemos
ni nos conoce nos castiga, sin embargo, por culpas
de las que realmonte somos inocentes. ". . .el de-
lito mayor / del hombre es haber nacida", había
dicho ya el Segismundo calderoniano. (145) Esas
culpas que inocentemente cometemos no podemos
menos de cometerlas porque son el vivir mismo, el
vivir esta vida con "los ojos locos" y sin saber por
qué, fatídicamente.
El tono de angustia vital del poema es sí bási-
camente romántico; pero el afán de expresar no só-
lo lo que de este mundo real y objetivo conocemos
4-goIpes- sino incluso las razones incwnoscfbles

(145) Versos 10-11, primer soliloquio de Segis-


mundo, Jornada primera, La vida es sueño, por don
Pedro Calderón de la Barca, en Biblioteca de Autores
Españoles, vol. VII, (Madrid: Sucesores de Hernando,
1918). p. 1.
si las hay por l a s que un mundo metafísico nos cas-
liga sin embargo en lo físico y real, eso me parece
hallarse plenamente dentro de la definición del sim-
bolismo, con su doble plano de conocimiento, que
Ror tantos modos se había incorporado al moder-
nismo hispanoamericano. ¿Cómo no iba a estarlo
Valleio en sus primeros versos? cómo no iba a es-
tar dentro de lo que era la manera dominante de
las letras hispanoamericanas en sus años formati-
vos? Pero por otra parte, si miramos al lenguaje y
a las imágenes del poema, algo notamos en él y en
ellas que un simbolista del día no hubiera aceptado
en su retórica; por ejemplo, la combinación del tono
elevado, dariano, de "los pofros de bárbaros afilas",
"los cristos del alpa", !'fe adorable que e1 destino
blasfema, con un leimotiv de tono coloquial, diario, -
vernacular, "Yo no sé", y con imágenes caseras y
naturalistas como "Esos golpes sangrientos son las
crepitaciones / de algún pan que en la puerta del
horno se nos quema" o ". . .Vuelve los ojos, como
/ cuando por sobre el hombro nos llama una pal-
mada". Y buena parte del léxico, básicamente pro-
saico: resaca, empozar, lomo, pan, horno, hombro,
palmada, charco, pobre, Y o no sé.
Es decir, hay aquí un poema de base moder-
nista, simbolista aún, pero que ya no lo es del todo;
poema transicional enfre modernismo y aigo que ya
no lo-es. Si el poema "Los heraldos negros" es el
pabellón de popa de1 volumen de su nombre, el lf-
hro nos mostrará a Vallejo como un poeta transi-
cional enfre el modernismo y lo que viene, lo que
vendrá más tarde con Vallejo mismo. Esto nos lle-
va a preguntarnos ahora cuál era el ambiente poéti-
co en que Vallejo surgió a la poesía y a entrar por
el femeroso problema de las influencias que haya
sufrido su poesía primera, con el objeto de =auelue-
odamos desbrozar d e todo ello
poesía suya, d e él solo.
- LUIS MONGUlO
César Vallejo: Vida y obra
Universidad de Columbia de los
EE. UU. de América.
LOS HERALDOS NEGROS

H AY golpes en la vida. tan fuertes.. . Yo no se!


Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todó lo sufrido
.se empozara en el alma.. . Yo no sé!

Son pocos, pero son.. . Abren zanjas oscuras


en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Castos del alma,


de alguna fe adorable que el Destino b1as;ema.
Esos gol~pessangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

.
Y el hombre. . Pobre. . . pobre! Vuelve los ojos. como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
.se empoza, como charco de culpa, en la mirada
Hay golpes en la vida, tan fuertes.. . Yo no sé!
DESHOTACION SAGRADA

. .
UNA! Corona de una testa inmensa.
que te vas deshojando en sombras gualdas!
Roja corona de un Jesús que piensa
trágicamente dulce de esmeraldas!

Luna! Alocado corazón celeste


¿por qué bogas .así, dentro la copa
llena de vino azul, hacia el oeste,
cual derrotada y dolorida popa?

Luna! Y a fuerza de volar en vano,


te holocaustas en ópalos dispersos:
tu-eres tal vez mi corazón gitano ,

que vaga en el azul llorando versos!. .


C O M U N I O N

m Regia! Tus venas son fermentos .


de mi noser antiguo y del champaña
negro de mi vivir!

Tu cabello es la ignota raicilla


del árbol de mi vid.
Tu cabello es la hilacha de una mitra
de ensueño que perdí!

- Tucuerpo es la espumante escaramuza


de un rosado Jordán;
y ondea, como un látigo beatífico
que humillara a la víbora del mal'

Tus brazos dan la sed de lo infinito,


con sus castas hespérides de luz,
cual dos blancos caminos redentores,
dos arranques murientcs de una cruz.
Y están plasmados en la sangre invicta
de m4 imposible azul!

- Tus pies son dos heráldicas alondras


que eternamente llegan de mi ayer!
Linda Regia! Tus pies son las dos lágrimas
gue al bajar del Espíritu ahogué;
un Domingo de Ramos que entré al Mundo,
ya lejos para siempre de Belkn!
NERVAZON DE ANGUSTIA

D ULCE hebrea, desclava mi trhnsita de arcilla;


desclava mi tensión nerviosa g mi dolor. .
Desclava, amada eterna, mi largo afán y los
.
dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!

Regreso del desierto donde he caído mucho;


retira la cicuta y obséquiame tus vinos:
espanta con un llanto de amor a mis sicarios,
cuyos gestos son férreas cegueras de Longinos!

Desclávaine mis clavos joh nueva madre mía!


iSinfonía de olivos, escancia tu llorar!
Y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,
cual cede la amenaza, y la alondra se va!

Pasas.. . vuelves. . . Tus lutos trenzan mi gran cilicio ,

con gotas de curare, filos de humanidad,


la dignidad roquera que hay en tu castidad,
y el judithesco azogue de tu miel interior.

Son las ocho de la maiiana e n crema brujo.. .


Hay frio.. . Un perro pasa royendo el hueso de otro
-perro que fue.. . Y empieza a llorar en mis nervios
un fósforo que en cápsulas de silencio apagué!

Y en mi alma hereje canta su,dulce fiesta asihtica


wi dionisíaco hastío de café. . .!
BORDAS DE HIELO

Vvaporcito
E ~ G aOencantado
verte pasar toda. los dias,
siempre lejos.. .
Tus ojos son dos rubios capitanes;
tu labio es un brevísimo pañuelo
rojo que ondea en un adiós de sangre!

Vengo a verte pasar; hasta que un día,


embriagada de tiempo y de crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
la estrella de la tarde partirá1

Las jarcias; vientos que traicionan; vientos


de mujer que pasó!
. Tus fríos capitanes darán orden;
y quien habrá partido seré yo.. .!
NOCHEBUENA
. .

AIL callar la orquesta, pasean veladas


sombras femeninas bajo los ramajes,
por cuya hojarasca se filtran heladas
quimeras de luna, pálidos celajes.
r

Hay labios que iioran arias olvidadas,


grandes lirios fingen los ebúrneos trajes.
Charlas y sonrisas en locas bandadas
Perfuman de sedas los rudos boscajes.

Espero que ría la luz de tu vuelta;


y en la epifanía de t u forma esbelta,
cantará la fiesta en oro mayor.

Balarán mis versos en t u predio entonces,


canturreando en todos sus místicos bronces
que h a nacido el niño-jesús de tu amor.
ASCUAS

Para Domingo PARRA DEL RIEOO

LmisUCIE para Tilia. en la tragedia


estrofas en 6pimos racimos;
sangrará cada fruta melodiosa,
como un sol funeral, lúgubres vinos.
Tilia tendra la cruz .
que en Ia hora final será de luz!

Prenderé para Tilia, en la tragedia,


la gota de fragor que hay en mis labios;
y el labio, al encresparse para el beso,
se partir& en cien pétalos sagrados.
Tilia tendrá el puñal,
el puñal floricida y auroral!

Ya en la sombra, heroína, intacta y mártir,


tendrás bajo tus plantas a la Vida;
mientras veles, rezando mis estrofas,
mi testa, como una hostia en sangre tinta!
Y en un lirio, voraz,
m i sangre, como un virus, beberás!
M E D I A L U Z

63 soñado una fuga. Y he soñado


tus encajes dispersos en la alcoba.
A lo largo de un muelle, alguna madre;
y sus quince años dando el seno a una hora.

He soñado una fuga. Un "para siempre"


suspirando en la escala de una proa:
he soñado una madre;
unas frescas matitas de verdura,
y el ajuar constelado de una aurora.

A lo largo de un muelle. .. .
Y a 'lo largo de u n cuello que se ahoga!
S A U C E

L IRLSMO de invierno, rumor de crespones.


cuando ya se acerca la pronta partida;
agoreras voces de tristes canciones
que' en ia tarde rezan una despedida.

Visión del entierro de mis ilusiones


en la propia tumba de morial herida.
Caridad verónica de ignotas regiones,
donde a precio de éter se pierde la vida.

[Cerca de la aurora partiré llorando;


y mientras mis años se vayan curvando,
curvará guadañas mi ruta veloz.

y ante fríos óleos de luna muriente,


-con timbres de aceros en tierra indolente,
.cavarán los perros, aullando, un adiós!
A UsENTE! La mañana en que me vaya
más lejos de lo lejos, al Misterio,
como siguiendo inevitable raya,
tus pies resbalarán al cementerio.

Ausente! La mañana en que a la playa


del mar de sombra y del callado imperio,
como un pájaro lúgubre me vaya,
será el blanco panteón tu cautiverio.

Se habrá hecho de noche en tus miradas;


y sufrirás, y tomarás entonces
penitentes blancuras laceradas.

Ausente! Y en tus propios sufrimientos


h a de cruzar entre un llorar de bronces
una jauría de remordimientos!
'AVESTRUZ

MEWTCOLIA, saca tu dulce pico ya;


no cebes tus ayunos en mis trigos de luz. .
Melancolía, basta! Cuál beben tus puñales
la sangre que extrajera mi sanguijuela azul!

No acabes el maná de mujer que ha bajado;


yo quiero que de él nazca mañana alguna cruz,
mañana que no tenga yo a quien volver los ojos,
c u a ~ d oabra su gran O de burla el ataúd.

Mi corazón es tiesto regado de amargura;


hay otros viejos pájaros que pastan dentro de él.. ,.
Melancolía, deja de secarme la vida,
y desnuda tu labio de mujer.. .!
BATO LOS ALAMOS
1
Para, Jos6 EULOCIIO GARRIDO

'CUAL hieraticos bardos prisioneros,


los álamos de sangre se han dormido.
Rumian arias de yerba al sol caído,
las greyes de Belén en los oteros.

El anciano pastor, a los postreros


martirios de la luz, estremecido,.
e n sus pascuales ojos h a cogido I
una casta manada de luceros.

Labrado en orfandad baja el inst,ante


:con rumores de entierro, al campo orante
y se otoñan de sombra las esquilas.

Supervive el azul urdido en hierro,


g en él, amortajadas las pupilas.
,traza su auMdo pastoral un peno
B u z o s

L A A R A Ñ A

S una araña enorme que ya no anda;


una araña incolora, cuyo cuerpo,
una cabeza y un abdomen, sangra.

Hoy la he visto de cerca. Y con qué esfuerzo


hacia todos los flancos
sus pies innumerables alargaba.
Y he pensado en sus ojos invisibles
los pilotos fatales de la araña.

Es una araña que temblaba fila


.- '
e n un filo de piedra;
el abdomen a un lado.
y al otro la cabeza.

Con tantos pies la pobre, y aun no puede


resolverse. Y, al verla
atónita en tal trance,
hoy me h a dado ,que pena esa viajera.

Es una araña enorme, a quien impide


el abdomen seguir a la cabeza.
Y he pensado en sus ojos
y en sus pies numerosos.. .
iY me ha dado qué pena esa viajera!
B A B E L

nLce hogar sin kstiio. fabricado


de un solo golpe y de una sola pieza
de cera tornasol. Y en el hogar
ella daña y arregla; a veces dice:
"'El hospicio es bonito; aquí no más!:'
aY otras veces se pone a llorar!
ROMERIA

PASAMOS Juntos. El sueíío


lame nuestros pies qué dulce;
y todo se desplaza en pálidas
renunciaciones sin dulce

Pasamos juntos. Las muertas


almas, las que, cual nosotros,
cruzaron por el amor,
con enfermos pasos 6palos,
salen en sus lutos rígidos
y se ondulan en nosotros.

Amada, vamos al borde


frágil de un montón' de tierra.
Va en aceite ungida el ala,
y en pureza. Pero un golpe,
al caer yo no sé dónde, -
afila de cada lágrima
un diente hostil.

Y un soldado, un gran soldado,


heridas por charreteras,
se anima en la tarde heroica,
y a sus pies muestra entre risas,
como una gualdrapa horrenda,
el cerebro de la' Vida.

Pasamos juntos, muy juntos,


invicta Luz, paso enfermo;
pasamos juntos las lilas
mostazas de 1111 cementerio.
EL PALCO ESTRECHO

5
-

MAS acá, más acá. Yo estoy muy bien.


Llueve; y hace una cruel imitación.
Avanza, avanza el pie.

Hasta qué hora no suben la$ cortinas


esas manos que fingen un zarzal?
Ves? Los otros, qué cómodos, pué efigies.
M&s acá, más acá!

Llueve, Y hoy tarde pasará otra nave


cargada de crespón;
será como un pezón negro y deforme
arrancado a la esfingica Ilusión.

Más acá, más acá. Tú estás al borde


y la nave arrastrarte puede al mar.
.
Ah, cortinas inmóviles, simbólicas. .
Mi aplauso es un festín de rosas negras: I
cederte mi lugar!
Y en el fragor de mi renuncia triste,
un hilo de infinito sangrará.

Yo no debo estar tan bien;


Avanza, avanza el pie!
L......................

31 te amara.. . qué sería?


-Una orgía!
-Y si él te amara?
Seria
todo de rito. pero menos dulce.

Y si tú me quisieras?
La sombra sufriría
justos fracasos en tus niñas monjas-

¿Culebrean latigazos,
cuando el can ama a su dueño?
-No; pero la luz es nuestra.
Estás enfermo.. . Véte.. . Tengo sueño.

(Bajo la alameda vesperal


se quiebra un fragor de rosa).
-Idos, pupilas, proilto. . .
Ya retoña la selva en mi cristal!
EL POETA A SU AMADA

A M ~ Aen, esta noche tu te has crucificado


sobre-los dos maderos curvados de mi beso;
y t u pena me h a dicho que Jesús h a llorado,
y que hay un viernesanto mas dulce que ese beso.

En esta noche rara que tanto me has mirado,


la Muerte ha estado alegre y h a cantado en su hueso.
En esta noche de setiembre se h a oficiado
mi segunda caída y el mas humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;


se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrRn tocado a sombra nuestros labios difuntos.

Y ya no habrán reproches en tus ojos benditos;


ni volveré a ofenderte. Y e n una sepultura
los dos nos dormiremos, como dos hermanitos.
-
V E R A N O

VERANO. ya me voy. Y me dan pena


las manitas sumisas de tus tardes.
Llegas devotamente; llegas viejo;
y ya no encontrarás en mi alma a nadie.

Verano! Y pasarás por mis balcones


con gran rosario de amatistas y oros,
como un obispo triste que llegara
de lejos a buscar y bendecir
los rotos aros de unos muertos novios.

Verano, ya me voy. Allá, en setiembre


tengo una rosa que te encargo mucho;
la regaras de agua bendita todos
los días de pecado y de sepulcro

Si a fuerza de llorar el mausoleo.


con luz de fe su mármol aletea,
levanta en alto tu responso, y pide
a Dios que siga para siempre muerta.
*Todo ha de ser ya tarde:
y t G no encontrarás e n mi alma a nadie.

Ya no llores, Verano! En aquel surco


muere una rosa que renace mucho.. .
S E T I E M B R E

AtanQTJELLA noche de setiembre, fuiste


buena para mí.. . hasta dolerme!
Yo no sé lb demás; y para eso,
no debiste ser buena, no debiste.

Aquella noche sollozaste al verme


hermético y tirano, enfermo y triste. 1
Yo no sé lo demás.. y para eso
.'

yo no sé por que fui triste. . . tan triste. . .

Sólo 'esa noche de setiembre dulce,


tuvé a tus ojos de Magdala, toda
la distancia de Dios.. . y t e fui dulce!

Y también fue una tarde de setiembre


cuando sembré en tus brasas, desde un auto.
los charcos de esta noche de diciembre.
-.
' H E C E S

E ST* tarde llueve, como nunca; y no


tengo ganas de vivir, corazón.

Esta tarde es dulce. Por qué no ha de ser?


Viste gracia y pena; viste de mujer.

Esta tarde en Lima llueve. Y YO recuerdo


las cavernas crueles de mi ingratitud;
mi bloaue de hielo sobre su amapola,
más fuerte que su "No seas así"!

Mis violentas flores negras; y la bárbara


y enorme pedrada; y el trecho glacial.
Y pondrá el silencio de su dignidad
con Oleos quemantes el punto final.

Por eso esta farde, como nunca, voy


con este buho, con este corazón.

Y otras pasan; y viéndome tan triste,


toman un poquito de ti
en la abrupta arruga de mi hondo dolor.

Está tarde llueve. llueve mucho. iY no


tengo ganas de vivir, corazón!
IMPIA

S ENOR! Estabas t a i los cristales


humano y triste de atardecer;
y cual lloraba tus funerales
esa mujer!
Sus ojos eran el jueves santo,
dos negros granos de amarga luz!
Con duras gotas de sangre y llanto
clavó tu cruz1
Impía! Desde que tú partiste,
Sefíor, no h a ido nunca al Jordán,
en rojas aguas su piel desviste,
y al vil judío le vende pan!
LA O P A NEGRA

b noche es una copa de mal. Un silbo agudo


del guardia la atraviesa, cual vibrante alfiler.
Oye,, tú mujerzuela, jcamo, si ya te fuiste,
la onda aún es negra y me hace aún arder?

La Tierra tiene bordes de féretro en la sombra.


Oye tú, mujerzuela, no vayas a vaver.

Mi carne naaa, nada


en la copa de sombra que me hace aún doler;
mi carne nada en ella,
como en un pantanoso corazón de mujer.

ASCUa astral. .. He sentido


secos roces de arcilla
sobre mi loto diáfano caer.
Ah, mujer! Por ti existe
la carne hecha de instinto. Ah, mujer!
Por eso joh, negro cáliz!, aun cuando ya te fuiste,
me ahogo con el polvo,
y piafan en mis carnes más ganas de beber!
D E S H O R A

PUREZA amada, que mis ojos nunca


llegaron a gozar. Puqeza absurda!
Yo sé que estabas en la carne un día,
cuando yo hilaba aún mi embrión de vida.
Pureza en falda neutra de colegio;
y leche azul dentro del trigo tierno

a la tarde de lluvia, cuando el alma


ha roto su puñal en retirada,

cuando h a cuajado en no sé qué probeta


sin contenido una insolente piedra.
Cuando hay gente contenta; y cuando lloran
párpados ciegos en purpúreas bordas.
Oh, pureza que nunca ni un recado
me dejaste, al partir del triste barro
ni una migaja de t u voz; ni un nervia-
- de tu convite heroico de luceros.

Alejáos de mi, buenas maldades,


dulces bocas picantes. . . . .
Yo la recuerdo al veros ioh, mujeres!
Pues de la vida en la perenne tarde,
nació muy poco ipero mucho muere!
FRESCO

L LEGUE a confundirme con ella,.


tanto. . . ! Por sus recodos
espirituales, yo me iba
jugando ent,re tiernos fresales,
entre sus griegas manos matinales.

Ella me acomodaba después los lazos negros


y bohemios de la corbata. Y yo
volvía a ver la piedra ,
absorta, desairados los bancos, y el reloj
que nos iba envolviendo en su carrete,
al dar su inacabable molinete.

Buenas noches aquéllas,


que hoy la dan por reir
de mi extraño morir,
de mi modo de andar meditabundo.
Alfeñiques de oro,
joyas de azúcar
que al fin se quiebran en
el mortero de losa de este mundo. .

Pero para las lágrimas de amor,


los luceros son lindos pañuelitos
lilas,
naranjos,
verdes,
que empapa el corazón.
Y si hay ya mucha hiel en e- sedas,
hay un carifio que no nace nunca,
' que nunca muere,
vuela otro gran pañuelo apocalíptico,.
la mano azul, inCdita de Dios!
S ILENDIO. Aquí se h a hecho ya de noche,
ya tras del cementerio se fue el sol;
aquí se está llorando a mil pupilas:
no vuelvas; ya murió mi corazón.
Silencio. Aquí ya todo está vestido
de doiur rigtü~su;y mde apenas,
como un mal kerosene, esta pasión.

Primavera vendrá. Cantaras "Eva"


desde un minuto horizontal, desde un
hornillo en que arderán los nardos de Eros.
¡Forja allí tu perdón para el poeta,
que h a de dolerme aún,
como clavo que cierra un ataúd!

Mas. . . una -noche de lirismo, tu


buen seno, t u mar rojo
se azotará con olas de quince años,
al ver lejos, aviado con recuerdos,
mi corsario bajel, mi ingratitud.

Después, tu manzanar, t u labio dándose.


y que se aja por mí por la vez última,
- y que muere sangriento de amar mucho,
como un croquis pagano de Jesús.

Amada! Y cantarás;
y ha de vibrar el femeninoen mi alma,
como en una enlutada catedral.
Weetalgihs I m p e r i a l e s

NOSTALGIAS IMPERIALES

E N los paisajes de Mansiche labra


imperfales nostalgias el crepúsculo;
y lábrase la raza en mi palabra,
como estrella de sangre a flor de músculo.

El campanario dobla. . . No hay quien abra


la capilla. . . Diriase un opúsculo
bíblico que muriera en la palabra
de asiática emoción de este crepúsculo.

Un poyo con tres patas, es retablo


e n que acaban de alzar labios en coro
la eucaristía de una chicha de oro.

Mas allá, de los ranchos surge al viento


el humo'oliendo a sueño y a establo,
como si se exhumara un firmamento.

LA anciana pensativa, cual relieve


de un bloque pre-incaico, hila que hila;
e n sus dedos de Mama el huso leve,
la lana grrs de su vejez trasquila.
Sus ojos de esclerótica de -nieve
un ciego sol sin luz gualda y mutila.. . !
Su boca está en desdén, y en calma aleve
su cansancio imperial tal vez vigila.

Hay ficus que meditan, melenudos


trovadores incaicos en derrota,
la rancia pena de esta cruz idiota,

en la hora en rubor que ya se escapa,


y que es lago que suelda espejos rudos
donde náufrago llora Manco-Cápac.

COMO viejos curacas van los bueyes


camino de Trujillo, meditando.. .
Y al hierrp de la tarde, fingen reyes
que por muertos dominios van llorando.

En el muro de pie, pienso en las leyes


que la dicha y la angustia van trocando:
ya en las viudas pupilas de los bueyes
se pudren sueños que no tienen cuándo.

La aldea, ante su paso, se reviste


de un rudo gris, en que un mugir de vaca
se aceita en sueño y emoción de huaca.

Y en el festín del cielo azul yodado -


gime en el cáliz de la esquila triste
un viejo coraquenque desterrado.
LA Grama mustia, recogida, escueta
ahoga no se qué protesta ignota;
parece el alma exhausta de un poeta,
arredrada en un gesto de derrota.

La Ramada ha tallado su silueta,


cadavérica jaula, sola y rota,
donde mi enfermo corazón- se aquieta
en un tedio estatual de terracota.

Llega el canto sin sal del mar labrado


en su máscara bufa de canalla
que babea y da tumbos ahorcado!

La niebla hila una venda a.1 cerro lila


que en ensueños miliarios se enmuralla,
como un huaco gigante que vigila.
HOJAS DE EBANO

F ULOE mi cigarrillo:
su luz se limpia en pólvoras de alerta
Y a SU guiño amarillo
entona un pastorcillo
el tamarindo de su sombra muerta.

Ahoga en una enérgica negrura


el caserón entero,
la mustia distincion de su blancura.
pena un frágil aroma de aguacero.
Están todas las puertas muy ancianas,
y se hastía en su habano carcomido
una insomne piedad de mil ojeras.
Yo las dejé lozanas;
y hoy ya las telareñas han zurcido
hasta en el corazón de sus maderas,
coágulos de sombra oliendo a olvido.
La del camino, e! dia
que me miró llegar, trémula y triste,
mientras que- sus dos brazos entreabría,
chilló como en un llanto de alegría.
Que en toda fibra existe.
para el ojo que ama, ur?a dormida
novia perla, una lágrima escondida.

Con no se qué memoria secretea -


mi corazón ansioso.
-Señora?. . . -Sí, señor; rnurij en la aldea;
aún la veo envueltita en su rebozo.. .

Y la abuela amargura
de un cantar neurasténico de paria
ioh, derrotada musa legendaria!
afila sus melódicos raudales .
bajo la noche oscura;
como si abajo, abajo,
en la turbia pupila de cascajo
de abierta sepultura,
celebrando perpetuos funerales,
se quebrasen fantásticos puñales.

Llueve. . . llueve. . . Sustancia el aguacero,


reduciéndolo a fúnebres olores,
el humor de los viejos alcanfores
que velan tahuashando en el sendero
con sus ponchos de hielo y sin sombrero.
TERCETO AUTOCTONO

L puño labrador se aterciopela,


y en cruz en cada labio se aperfila.
Es fie'sta! El ritmo del arado vuela;
y es un chantre de bronce cada esquila.

Afílase lo rudo. Habla escarcela.. .


En las venas indígenas rutila
uri yaravi de sangre que se cuela
en nostalgias de sol por la pupila.

Las pallas, aquenando hondos suspiros,


como en raras estampas seculares,
enrosarian un símbolo en sus giros.

Luce el Apostol en su trono, luego;


y es, entre inciensos, cirios y cantares,
el moderno dios-sol para el labriego.

E CHA una cana al aire el indio triste.


Hacia el altar fulgente va el gentío.
El ojo del crepúsculo desiste
de ver quemado vivo el caserío.

La pastora de lana y llanque viste,


con pliegues de candor en su atavío;
y en su humildad de lana heroica y triste,
copo es su blanco corazón bravío.
Entre músicas, fuegos de bengala,
solfea un acordeón! Algún tendero
da su reclame al viento: "Nadie iguala"!

Las chispas al flotar lindas, graciosas,


son trigos. de oro audaz que el chacarero
siembra en los cielos y en las nebulosas.

MADRUGADA. La chicha al fin revienta


en sollozos, lujurias, pugilatos;
entre olores de Úrea y de pimienta
traza un ebrio al andar mil garabatos.

"Mañana que me vaya.. ." se lamenta


un Romeo rural cantando a ratos.
Caldo madrugador hay ya de venta;
y brinca un ruido aperital de platos.

Van tres mujeres. . . silba un golfo. . . Lejos


el río anda borracho y canta y llora
prehistorias de agua, t.iempos viejos.

Y al soñar una caja de'Tayanga.


como iniciando un-huaino azul, remanga
sus pantorrillas de azafrán la Aurora.
NOh,ISol,
sé para quién es esta amargura!
llévala tú que estás muriendo,
~ ,

y cuelga, como un Cristo ensangrent.ado,


mi bohemio dolor sobre su pecho.
El valle es de oro amargo;
y el viaje es triste, es largo.

- Oyes? Regaña una guitarra. Calla!


Es tu raza, la pobre yiejecita
que al saber que eres huésped y que te odian,
se hinca la faz con una roncha lila.
El valle es de oro amargo,
y el trago es largo. . . largo. . .

Azulea el camino, ladra el río.. .


Baja esa frente sudorosa y fría,
fiera y deforme. Cae el pomo roto
.de una e s ~ a d ahurnanicida!

Y en el mómico valle de oro santo,


la brasa de siidor se apaga en llanto!

Queda un olor de tiempo abónado de versos,


para brotes de marmoles consagrados que hereden
la surifera canción
.de la alondra que se pudre en mi corazón!
H U A-C O

Y O SOY el coraquenque ciego


- que mira por la lente de una llaga,
y que atado está al Globo,
como a un huaco estupendo que girara.

Yo soy el llama, a quien tan sólo alcanza


In necedad hostil a trasquilar
volutas de clarín,
volutas de clarín brillantes de asco
y bronceadas de un viejo yaravi.

Soy el pichón de cóndor desplumado


por latino arcabuz;
y a flor de humanidad floto e n los Andes,
como un perenne Lázaro de luz.

Yo soy la gracia incaica que se roe


en hureos coricanchss bautizados
de fosfatos de error y de cicuta.
A veces en mis piedras se encabritan
los nervios rotos de un extinto puma.

Un fermento de Sol;
ilevadura de sombra y corazón!
MAYO

VIERTE el humo dom6stico e n la auroia


s u sabor a rastpojo;
y canta, haciendo leña, la pastora
un salvaje aleluya!
Sepia y rojo.

Humo de la cocina, aperitivo


de gesta en este bravo amanecer.
El último lucero fugitivo
lo bebe, y, ebrio ya de su dulzor,
j oh celeste zagal trasnochador!
se duerme entre un jirón de rosicler.

Hay ciertas ganas lindas de almorzar,


y beber del arroyo, y chivatear!
Aletear con el humo allá, en la altura;
o entregarse a los vientos otoñales
en pos de alguna Ruth sagrada, pura,
que nos brinde una espiga de ternura
bajo la hebraica unción de los trigales!

Hoz al hombro calmoso,


'acre el gesto brioso,
v a un joven labrador a Irichugo.
Y en cada brazo que parece yugo
se encrespa el féireo jugo palpitante
que en creador &fuerzo cuotidiano
chispea, como trágico diamante,
a través de los poros de la mano
que no h a bizantinado aun el guante.
Bajo un arco que forma verde aliso,
i oh cruzada fecunda del andrajo!,
pasa el perfil macizo
d e este Aquiles incaico del trabajo.
a =gala que llora
~u yaraví a la aurora,
- recoge ioh Venus pobre!
frescos leños fragantes
en sus desnudos brazos arrogantes
esculpidos en cobre.
En tanto que un becerro,
perseguido del perro,
por la cuesta bravía
corre, ofrendando al floreciente día
un himno de Virgilio en su cencerro!

Delante de la choza
el indio abuelo fuma;
y el serrano crepúsculo de rosa,
el ara primitiva se sahuma
en el gas del tabaco.

Tal surge de la entraña fabulosa


de epopéyico huaco,
mítico aroma de broncineos lotos.
el hilo azul de los alientos rotos!
1

ALDEANA

1 EJANA vibracibn de esquilas mustias


en el aire derrama
la fragancia rural de-sus angustias.
En el patio silente
sangra su despedida el sol poniente.
El ámbar otoñal del panorama
toma un frío matiz de gris doliente!

Al portón de la casa
que el tiempo con sus garras torna ojosa .
asoma silenciosa
y al establo cercano luego pasa,
ia silueta calnlosa
de un buey color de oro,
que añora con sus bíblicas pupilas,
oyendo la oración de las esquilas,
s u edad viril de toro!

Al muro de la huerta,
aleteando la pena de su canto,
salta un gallo gentil, y, en triste alerta,
cual dos gotas de llanto,
tiemblan sus oics en la tafdc muerta!

Lánguido se desgarra
en la vetusta aldea
el dulce yaravi de una guitarra,
.en cuya eternidad de hondo quebranto
la triste voz de un indio dondonea,
como un viejo esquilón de camposanto.
DILIO MUERTO

estar, haciendo esta hora mi andina y duice


(Rita
de junco y capuií;
ahora que me asfkxia Bizancio, y que dormita
h sangre, como flojo cognac, dentro de mi.

Dónde estarán sus manos que en actitud contrita


planchaban en las tardes blancuras por venir:
ahora, en esta lluvia que me quita
las ganas de vivir.

Qué será d e su falda de franela: de sus


afanes; de su andar;
de su sabor a cafias de mayo del lugar.

Ha de estarse a la puert.a. mirando algún celaje,


y al fin dirá temblando: "Qué frio hay. . . Jesús!".
Y llorará en las tejas un pájaro salvaje.

De codos yo en el muro,
cuando triunfa en el alma el tinte oscuro
y el viento reza en los 1-anlajes yertos
llantos de quenas, tímidos, inciertos.
suspiro una congoja,
al ver que en la penumbra gualda y roja
llora un trágico azul de idilios muertos!
Truenos

EN LAS TIENDAS GRIEGAS

Y el Alma se asustó
a las cinco de aquella tarde azul desteñida.
El .labio entre los linos la imploró
con pucheros de novio para su prometida.

~l Pensamiento, el gran General se cifiá


de una lanza deicida.
El Corazón danzaba, más, luego sollozó:
¿la bayadera esclava estaba herida?

Nada! Fueron los tigres que la dan por correr


a apostarse en aquel rincón, y tristes ver
los ocasos que llegan desde Atenas.

No habrá remedio para este hospital de nervios,


para el gran campamento irritado de este atardeceri
Y el General escruta volar siniestras penas
alih . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . .. . . . . . . . . . . . . . .
en el desfiladero de mis nervios!
AGAPE

Hni OY no ha venido nadie a preguntar;


me han pedido en esta tarde nada.

No he visto ni una flor de cementerio


en tan alegre procesión de luces.
Perdóname, Señor: qué poco he muerto!

En esta tarde todos, todos pasan


.sin preguntarme ni pedirme nada.

Y no sé qué se olvidan y se queda


mal en mis manos, como cosa ejena.

He salido a la puerta,
y me da ganas de gritar a todos:
Si echan de menos algo, aquí se 'queda!

Porque en todas las tardes de esta vida,


yo no sé con qué puertas dan a un rostro,
y algo ajeno se toma el alma mía.

Fio no ha venido nadie;


y $oY he muerto qué poco en esta tarde
LA VOZ DEL ESPEJO

A si pasa la vida. como raro espejismo.


¡La rasa azul que alumbra y da el ser al cardo!
Junto al dogma del fardo
matador, el sofisma del Bien y la Razón!

Se h a cogido, al acaso, lo que rozó la mano;


los perfumes volaron, y entre ellos se h a sentido -
el moho que a mitad de la ruta ha crecido
en el manzano seco de la muerta Ilusión.

Así pasa la vida,


con cánticos aleves de agostada bacante.
Yo voy todo azorado, adelante. . . adelante,
rezongando mi marcha funeral.

Van al pie de brahacmánicos elefantes reales,


y al sórdido abejeo de un hervor mercurial,
parejas que alzan brindis esculpidos en roca,
y olvidados crepúsculos una cruz en la boca.
.
Así pasa la vida, vasta orquesta de Esfinges
.que arrojan al Vacío su marcha funeral.
ROSA BLANCA
/

M E siento bien. Ahora


brilla un estoico hielo
en mí.
Me da risa esta soga
rubí
que rechina en mi cuerpo.

Soga sin fin,


como una
voluta
descendente
, de
mal. . .
soga sanguínea y zurda
formada de
mil dagas en puntal.

, .
Que vaya así, trenzando
sus rollos de crespón;
y que ate el gato trémulo
del Miedo al nido helado,
al último fogon.

Yo ahora estoy sereno,


con luz.
Y maya en mi Pacífico
un nkufrago ataúd.
LA DE A MIL

E i, suertero que grita <¡La de a mil''.


contiene no sé qué fondo de Dios.

Pasan todos los labios. El hastío


despunta en una arruga su yanó.
Pasa el suertero que atesora, acaso
nominal, como Dios,
entre panes tantálicos, humana
impotencia de amor.
1

Yo le miro al andrajo. Y él pudiera


darnos el corazón;
pero la suerte aquella que en sus manos
aporta, pregonando en alta voz,
como un pájaro cruel, irá a parar
adonde no lo sabe ni lo quiere
este bohemio dios.

Y digo en este viernes tibio que anda


a cuestas bajo el sol:
¡por qué se habrá vestido de suertero
la voluntad de Dios!
EL PAN NUESTRO
Para Alejandro GAMBOA

S E bebe el desayuno. . . Hdmeda tierra


de cementerio huele a sangre amada.
Ciudad de invierno. . . La mordaz cruzada
de una carreta que arrastrar parece
una emoción de ayuno encadenada!

Se quisiera tocar todas las puertas.


y preguntar por no sé quién; g luego
ver a los pobres, y, llorando quedos,
dar pedacitos de pan fresco a todos.
Y saquear a los ricos sus viñedos
con las dos manos santas
que a un golpe de luz
volaron desclavadas de la Cruz!
Pestaña matinal, no os levantéis!
¡El pan nuestro de cada día dánoslo.
Señor. . . !

Todos mis huesos son ajenos;


Yo tal vez los robé!
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
Y pienso que, si no hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón. . . A dónde iré!

Y en esta hora fría, en qüe la tierra


trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién? perdón,
y hace-rle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón. . . !
ABSOLUTA

COLOR de ropa antigua. Un julio a sombra.


y un agosto recién segado, Y una
mano de agua que injertó en el pino
resinoso de un tedio malas frutas.

Ahora que has anclado, oscura ropa,


tornas rociada de un suntuoso olor
a tiempo, a abreviación. . . Y he cantado
el proclive festín que se volcó.

Mas ¿no puedes, Señor, contra la muerte,


contra el límite, contra lo que acaba?
Ay! l a l l a g a en color de ropa antigua,
cómo se entreabre y huele a miel quemada!

Oh unidad excelsa! Oh lo que es uno


por todos!
Amor contra el espacio y contra el tiempo!
Un latido único de corazón;
uii. solo ritmo: Dios!
Y al encogerse de hombros los linderos
en un bronco desdén irreductible,
hay un riego de sierpes
en la doncella plenitud del 1.
iUn arruga, una sombra!
CAPITULACION

A NOCHE, unos. abriles granas capitularon


ante mis mayos desarmados de iuventud:
los marfiles histéricos de su beso me hallaron
muerto; y en un suspiro de amor los enjaulé.
,
Espiga extraña, dócil. Su ojos me asediaron
una tarde amaranto que dije un canto a sus
cantos.; y anoche, en medio de los brindis, me
habiaron
las dos lenguas de sus senos abrasadas de sed.

Pobre trigueña aquella; pobre sus armas; pobres


sus velas cremas que iban al tope en las salobres
espumas de un mar muerto. Vencedora y vencida.

- se quedó pensativa y ojerosa p granate.


Yo me partí de aurora. Y desde aquel combate,
de noche entran dos sierpes esclavas a mi vida.
DESNUDO EN BARRO

COMO horribles batracios a la atmósfera,


suben visajes lúgubres al labio.
Por el Sahara azul de la Substancia
camina un verso gris, un dromedario.

Fosforece un mohín de sueños crueles.


Y el ciego que murió lleno de voces
de nieve. Y madrugar, poeta, nómada,
al crudísimo día de ser hombre.

Las Horas van febriles, y en los ángulos


abortan rubios siglos de ventura.
¡Quién tira tanto el hilo; quién descuelga
sin piedad nuestros nervios,
cordeles ya gastados, a la tumba!

Amor! Y tú también. Pedradas negras


se engendran en tu máscara y la rompen.
¡La tumba es todavía
un sexo de mujer que atrae al hombre!
C ADA cinta de fuego
que, en busca del Amor,
arrojo y vibra en rosas lamentables,
me da a luz el sepelio de una víspera.
Yo no sé si el redoble en que lo busco,
será jadear de roca,
o perenne nacer de coraz6n.
Hay tendida hacia el fondo de los seres.
un eje ultranervioso, honda plomada.

¡La hebra del destino!


Amor desviará tal ley de vida,
hacia la voz del Hombre;
y nos dará la libertad suprema
en transubstanciación azul, virtuosa,
contra lo ciego y lo fatal.

¡Que en cada cifra lata,


recluso en albas frágiles,
el Jesús aiin mejor de otra gran Yema!

Y después. . . La otra línea. . .


Un ,Bautista que aguaita, aguaita, aguaita
Y, cabalgando en intangible curva,
un pie bañado en púrpura.
AMOR PROHIBIDO

SUBE23 centeileante de labios y ojeras!


Por tus venas subo, como un can herido
que busca el refugio de blandas aceras.

Amor, en el mundo tú eres un pecado!


Mi beso es la punta chispeante del cuerncr
del diablo; mi beso que es credo sagrado!

Espiritu es el horópter que pasa


¡puro en su blasfemia!
le1 corszón que engendra al cerebro!
que pasa hacia el tuyo, por mi barro triste.
¡Platónico estambre
- que existe en el cáliz donde tu alma existe!

¿Algún penitente silencio siniestro?


Tú acaso lo escuchas? Inocente flor!
.,..Y saber que donde no hay un padre nuestro^ -
el Amor es un Cristo pecador! -
LA CENA MISERABLE

H ASTA cuándo estaremos esperando lo que


no se-nos debe.. . Y en qué recodo estiraremos
nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo
la cruz que nos .alienta no detendrá sus remos.

Hasta cuándo la Duda, nos brindará blasones


por haber padecido. . .
Ya nos hemos sentado
mucho a la mesa, con la amargura de un niño
que a media noche! llora de hambre, desvelado.. .

Y cuándo nos veremos con los demás, al borde


de una mañana eterna, desayunados todos.
Hasta cuándo este valle la lágrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran.
De codos
todo bañado en llanto repito cabizbajo
y vencido: hasta cuándo la cena durará.

Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,


y acerca y aleja de nosotros, como negfa cuchara
de amarga esencia humana,' la tumba. . .
Y menos sabe
ese oscuro hasta cuándo la cena durará!
PARA EL ALMA IMPOSIBLE DE
MI AMADA

A MADA: no has querido plasmarte lamas


como lo ha pensado mi divino amor,
Quédate en la hostia,
ciega e impalpable,
como existe Dios.

Si he cantado mucho, he llorado más


por ti joh mi parábola excelsa de amor!
Quédate en el seso,
y en el mito inmenso.
de mi corazón!

Es la fe, la fragua donde yo quemé


el terroso hierro de tanta mujer;
y en un yunque impío te quise pulir..
Quédate en la eterna
nebulosa, ahí,
en la multicencia de un dulce noser.

Y si no has querido plasmarte jamás-


en mi metafísica emoción de amor,
deja que me azote,
como un pecador.
EL TALAMO ETERNO

S Or*>al dejar da ser, Amor es fuerte!


Y la tumba ser& una gran pupila,
en cuyo fondo supervive y llora
la angustia del amor, como en un cáliz
de dulce eternidad y negra aurora.

Y los iabios se encrespan para el beso,


como algo lleno que desborda y muere;
y, en conjunción crispante,
- cada boca renuncla para la otra
una vida de vida agonizante.

Y cuando pienso así, dulce es la tumba


donde todos al fin se compenetran
en un mismo fragor;
dulce es la sombra, donde todos se unen
en una cita tiniversal de amor.
3
LAS PIEDRAS

Ea STA mañana baj6


las piedras joh las piedras!
Y motivé y troquelé
iin pugilato de piedras.

Madre nuestra, si mis pasos


e n el mundo hacen doler,
es que son los fogonazos
de un absurdo amanecer.

Las piedras no ofenden; nada


codician. Tan sólo piden
amor a todos, y piden
amor aun a la Nada.

Y si algunas de ellas se
van cabizbajas, o van
avergonzadas, es que
algo de hiimano harán.

Mas, no falta quien a alguna


por puro gusto golpee.
Tal, blanca piedra es la luna
que voló de un puntapié.. .

Madre nuestra, esta mañana


me he corrido con las hiedras,
al ver la azul caravana
de las piedras,
de las piedras,
de las piedras. . .
RETABLO

YO digo para mi: por fin escapo al ruido;


nadie me ve que voy a la nave sagrada.
Altas sombras acuden,
y Dario que pasa con su lira enlutada.

Con paso innumerable sale la dulce Musa,


y a ella van mis ojos, cual polluelos al grano.
Ea acosan tules de éter y azabaches dormidos,
en tanto sueña el mirlo de la vida en su mano.

Dios mío. eres piadoso, porque diste esta nave,


donde hacen estos brujos azules sus oficios.
Dario de las Américas celestes! Tal ellos se parecen '
a ti! Y de tus trenzas fabrican sus cilicios.

Como ánimas que buscnn entierros de oro absurdo,


aquellos arciprestes vzros del corazón,
se internan, y aparecen. . . y, hablándonos de lejos,
nos lloran el suicidio inonótono de Dios!
P A G A N A

R muriendo y cantando. Y bautizar la sombra


con sangre babilónica de noble gladiador.
Y rubricar los cuneiformeu de la áurea alfombra
con la pluma del ruiseñor y la tinta azul del dolor.

La Vida? Hembra proteica. Contemplarla asustada


escarparse en su.. velos, infiel, falsa Judith;
verla desde la herida, y asirla en la mirada,
incrustando u11 capricho de cera en un rubí.

Mosto de Babilonia, Holofernes si.n tropas,


en el árbol cristiano yo colgué mi nidal;
la viña redentora negó amor a mis copas;
Judith, la vida aleve, sesgó su cuerpo hostial.

Tal un festiii pagano. Y amarla hasta en la muerte,


mientras las venas siembran rojas perlas de mal;
g así volverse al polvo, conquistador sin suerte,
dejando miles de ojos de sangre en el puñal.
LOS DADOS ETERNOS
Para Manuel GONZALEZ PRADA,.
esta emoción bravía y selecta,
una de las que, con m4s entu-
siasmo, me ha aplaudido el gran
maestro.

D I O S mio, estoy llorando el ser que vivo;


me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
t ú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tu hubieras sido hombre,


hoy supieras ser Dios;
pero tfi, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,


como en u n condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado. . .
Tal vez ioh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases ffinebres de lodo.

Dios mío, y esta noche. sorda; oscura,


ya no podrás jugar, porque la tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.
LOS ANILLOS FATIGADOS

Hy hay
AY ganas d e voker, de amar, de no ausentarse.
ganas de morir, combatido por dos
aguas encontradas que jamás han de istmarse.

Hay ganas de un gran beso que amortaje a la Vida,


que acaba en el áirica de una agonía ardiente,
suicida!
Hay ganas d e . . . no tener ganas, Señor;
a ti yo te señalo con el dedo deicida:
hay ganas de no haber tenido corazón.

La primavera vuelve, vuelve y se irá. Y Dios,


curvado en tiempo, se repite, y pasa, Pasa
a cuestas con la espina dorsal del Universo.

Cuando las sienes tocan su lúgubre tambor,


cuando me duele el sueño grabado en un p u m ,
;hay g n a s de quedarse plantado en este verso! .,
SANTORAL
(Pnragrafos)

IEJO Osiris! Llegué hasta la pared


de enfrente de la vida.

Y me parece que he teniáo siempre


a la mano esta pared.

Soy la sombra, el reverso:, todo va


bajo mis pasos de columna eterna.

Xada he Jraido por las trenzas; todo


facil se vino a mí. como una herencia.

Sardanapalo. Tal, botón eléctrico


de n~aquinasde sueiio fue mi boca.

Así he llegado a la pared de enfrente;


J:siempre esta pared tuve a la mano.

Viejo Osiris! Perdónote! Que nada


alcanzó a requerirme, nada, nada
LLUVIA

N Lima. . . En Lima está lloviendo


el agua sucia de un dolor
qué mortífero! Está lloviendo
tje la gotera de tu amor.

No te- hagas la que estas durmiendo,


recuerda. de tu trovador;
que yo ya comprendo. . . comprendo
la humana ecuación de tu amor.

Truena en la mística dulzaina


la gema tempestuosa y zaina,
la brujería de t u "si".

Mas, cae, cae el aguacero


a! ataúd de mi sendero,
donde me xhueso para t,i
A M O R

A MOR ya no vuelves a mis ojos muertos;


S cual mi idealista corazon te llora.
Mis cálices todos aguardan abiertos
tus hostias de otoño y vinos de aurora.

Amor, cruz divina, riega mis desiertos


con tu sangre de astros que sueña y que llora.
íAmor, ya no vuelves a mis ojos muertos
que temen y ansían tu llanto de aurora!

Amor, 110 te quiero cuando estás distante


rifado en afeites de alegre bacante,
o en frágil y chata facción de mujer.

Anior, ven sin carne, de un icor que asombre;


y que yo, a manera de Dios, sea el hombre
que ama y engendra sin sensual placer!
DIOS

SIENTO a Dios que camina


tan en mí, con la tarde y con el mar.
Con 61 nos vamos juntos. Anochece.
Con 61 anochecernos, Orfandad. . .
Pero yo siento a Dios. P hasta parece
que A1 me dicta no sé que buen color.
Como un hospitalario, es bueno y triste;
mustia un dulce desdén de enamorado:
debe dolerle mucho el coramn.

Oh, Dios mío, recién a ti me llego,


hoy que 8mo tanto en esta tarde; hoy
que en la falsa balanza de unos senos.
mido y lloro una frágil Creación.

Y tú. cual llorarás.. . tú, enamorado


de tanto enorme seno girador.. .
Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
porque lamas sonríes; porque siempre,
.debe dolerte rpucho el corazón.
U N I D A D

E N esta noche mi reloj jadea


junto a la sien oscurecida, como
manzana de revólver que voltea
bajo el gatillo sin hallar el plomo.

La luna blanca, inmóvil, lagrimea,


y es un ojo que apunta.. . Y siento cómo
se acuña el gran Misterio en una idea
hostil y ovóidea, en un bermejo plomo.

iAh, mano que limita, que amenaza


tras de todas las puertas, y que alienta
en todos los relojes, cede y pasa!

Sobre la araña gris de tu armazón,


otra gran Mano hecha de luz sustenta
un plomo en forma azul de corazón.
LOS A R R I E R O S

ARRIERO, vas fabulosamente vidriado


La hacienda Menocucho
de sudor
cobra mil sinsabores diarios por la vida.
Las doce. Vamos a la cintura del día. .
El sol que duele mucho.

Arriero, con tu poncho colorado te alejas,


saboreando el romance peruano de tu coca.
Y yo desde una hamaca,
desde un siglo de duda,
cavilo tu horizonte y atisbo, lamentado,
por zancudos, y por el estribillo gentil
y enfermo de una "paca-paca".
Al fin tú llegarás donde debes llegar,
arriero, que, detrás de tu burro santurrón,
te vas.. .
te vas. . .

Feliz de ti, en este calor en que se encabritan


todas las ansias y todos los motivos;
cuando el espiritu que anima al cuerpo apenas,
va sin coca, y no atina a cabestrar
su bruto hacia los Andes.
occidentales de la Eternidad.
ENCASE DE FIEBRE

P O R 10s cuadros de santos en el muro colgados


rmis pupilas arrastran un ¡ay! de anochec.er;
y en un temblor de fiebre, con los brazos cruzados,
mi ser recibe vaga visita del Noser.

una mosca llorona en los muebles cansados


yo no sé qué leyenda fatal quiere verter:
iina ilusión de Orientes que fugan asaltados;
un nido azul de alondras que mueren al nacer.

En un sillón antiguo sentado esta mi padre.


Como una Dolorosa. entra y sale mi madre.
Y al verlos siento un algo que no quiere partir.

Porque antes de la oblea que es hostia hecha de


Ciencia,
estó, la nostia, oblea hecha de Providencia.
k' la visita nace, me ayuda a bien vivir. . .
LOS PASOS LEJANOS

MI padre duerme. Su semblante augusto


figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce. . .
si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza;


y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi pádre se despierta, ausculta
la huída a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.

Y mi madre pasea allá en los huertos,


saboreando un sabor ya sin sabor.
Esta ahora t a n suave,
tan ala, tan salida, tan amor.

Hay soledad e n el hogar sin buiia,


sin not.icias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.
A MI HERMANO MIGUEL
In. memoriam

H E R M A N O . hoy estoy en el poyo de la casa,


donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
-nos acariciaba: "Pero, hijos. . .".

Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas. y espero que tú no des conmigo.
Por la sala. el zaguán, los corredores,
después, te ocultas tú, y yo no doy contigo
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.

- Miguel, tí1 te escondiste


una noche de agosto. al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se h a aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el aima.

-Oye, hermano, no tardes


<en salir.. Bueno? Puede inquietarse mamá.
E N E R E I D A

MI padre, apei?¿rs,
en la mañana psjarina, pone -
sus setentiocho afios, sus setentiocho
ramos de invierno a solear.
El cementerio de Santiago, untado
eii alegre ano nuevo, está a la vista.
Cuántas veces sus pasos cortaron hacia él,
y tornaioil de algún entierro humilde.

Iloy hace .~lurilotiempo que mi padre no sale!


Uiia broma de nifios ?e desbanda.

Otras veces le hablaba a mi madre


de impresioces urbanas, de política;
y hoy, apoyado en su bastón ilustre
que sonara me.jor en los años de la Gobernación,
mi padre está desconocido, frágil,
mi padre es uila vispera.
Lleva, trae, abstraído, reliquias, cosas,
recuerdos, sugerencias.
La mañana apacible le acompaña
con sus alas blancas de hermana de caridad.

Día eterno es éste. día ingenuo, infante,


coral, oracional;
se coiopa el tiempo de pa/lomas,
y el futuro se puebla
de caravanas de inmortales rosas.
Padre, aún sigue todo despertando:
es enero que cant.a, es tu amor
que resonando va en la Eternidad.
Aún reirás de tus pequeñuelos,
y habrá bulla triunfal en los Vacíos.

Aún será año nuevo. Habra empanadas:


y yo tendré hambre, cuando toque a misa
en el beato campanario
el buen ciego melico con quien
departieron mis sílabas escolares y frescas,
mi inocencia rotunda.
Y cuando la mañana llena de gracia,
desde sus senos de tiempo
que son dos renuncias, dos avances de amor
que se tiendes y ruegan infinito, eterna vida.
cante, y eche a volar Verbos plurales,
jirones de tu ser,
a la borda de sus alas blancas
de hermana de caridad ioh, padre mío!
ESPERGESIA

Y O ilací un kiia
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,


que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafisico
que nadie h a de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha. .. '

Bueno. Y que no me vaya


sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,


que mastico. . . Y no saben
por-qué en mi verso chirrian,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenrocados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben. . . Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda. . .
Y no saben que el Misterio sintetiza. . .
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.
Yo nací un dia
Qiie Dios estuvo enfermo,
grave.

La Presente Obra se editó en los


Talleres Gráficos de: Emp. Edit.
TRILCE S. A.
Lima, 1Mi2
CESAR VALLEJO

TRILCE

L I M A - PERU
1982
Prólogos de Anteno? Orrego y José
Bergamín. Saiutación de
Gerirds Diego.
* PALAZRAS PROLOGALES

B 1EN quisiera yo, con harto y ubérrimo corazón


que estas palabras mías al frente del gran libro de
César Vallejo, que marca una superación estética
en la gesta mental de América, fueran nada más
que lírico grito de amor, tenue vibración del torbelli-
no musical que ha suscitado siempre en ,mi la vida Y
la obra d e este hermano genial. Así debería ser,
pero mi amor no puede eludir el conocimiento.
Pienso que sólo quien comprende es el que con
más veracidad ama, y que sólo quien ama es el
que más entraEablemente comprende. Hay, pues,
una mayor o menor veracidad en el amor, tanto o
más qiie en el conocimiento que extrae para sí el
máximun de comprensión que necesita para su
amor.
Una ácirea mañana el niño se llena de estupor
ante el sutil jueqo dinámico, ante los gritos inarficu-
lados de su muileco. Su asombrada puerilidad to-
ca por primera vez las puertas del misterio. Espe-
ra que el milagro que se produce en sí mismo, el
milagro de la vida le pueda ser revelado por esta
criatura mecánica que tiene en sus manos. El fu-
turo hombre esgrime sus nervios, su corazón, su
cerebro y su valor para lanzarse en su rpimera aven-
tura de conocimiento. ¿Por qué? -gritan sus en-
trañas desde lo más ascendrado de su sér-. Y es-
te primer "por qué" rompe, con dolorida angustia,
e1 desfile innumerable de "por qués',' que signan los
escalones vitales del hombre, hasta el último, el de
la muerte. El niño decide destripar su muñeco. Lo
destripa.
Tras de haber vaciado las entrañas de trapo Y
de aserrín, tras de haber examinado atentamente la
arquitectura del juguete, tras de haber apartado pie-
za por pieza todo el montaje interior, tras de haber
eliminado todo lo puramente formal en busca de las
esencias, el investigador se encuentra ante el pri-
mer cadáver de ilusión, ante el primer conocimien-
to. Un tenue alambrillo arrollado en espiral; he aquí
dónde residía, íntegramente, el secreto de la mara-
villa dinámica del muñeco. Esto no es la vida; esto
es cina mixlificación de la vida.
El niño acaba de descubrir las técnicas, que,
a su vez, no son sino los instrumentos para expre-
sar los estilos. El muñeco no es vida, pero puede
ser un estilo de la vida.
He aquí, a mi juicio, la posición fundamental
de César Vallejo con respecto a la poesía. Niño
de prodigiosa virginidad busca el secreto de la
vida en sí misma. Ha tenido sus muñecos en los
cuales creía encontrar el principio primordial del
gran arcano. Ha descubierto que las artes no son
sino versiones parciales, versiones escuetas, estili-
zadas del Universo. Ha descubierto los estilos y
los instrumentos para expresarlos: las técnicas.
César Vallejo está destripando los muñecos de
la retórica. Los ha destripado ya.
El poeta quiere dar una versión más directa,
más caliente y cercana de la vida. El poeta ha he-
cho pedazos todos los alambritos convencionales
mecánicos. Quiere encontrar otra técnica que le
permita expresar con más veracidad y lealtad su
estilo de la vida.
La América Latina -creo y o - no asistió ja-
más a un caso de tal virginidad poética. Es pre-
.&so ascender hasta Walt Whitman para sugerir,
por comparación de actitudes vitales, la puerilidad
genial del poeta peruano. De esta labor ya se en-
.cargará la crítica inteligente, si no hoy, mañana.

El poeta quisiera vencer la trágica limitación


del hombre para verter a Dios. El poeta quisiera
librarse del yugo de las técnicas para expresar el
crudo temblor de la Naturaleza. Más aún, el poeta
quisiera matar el estilo para traducir la desnuda y
fluída presencia del sér. El poeta quisiera cono-
cer sin estilo. Pero antes que poeta es hombre, y
como hombre ama también su límite. Sabe que
es éste condición inexorable de su expresión. Que
el conocimiento al ser expresado mata un tanto el
conocimiento. Pero quiere un límite lo menos lími-
fe posible. Pues si hay necesidad de un estilo y
d e una técnica, que sean lo menos estilo y lo me-
nos técnica.
Es así como César Vallejo, por una genial y,
131 vez, hasta ahora, inconsciente intuición, de lo
qiie son en esencia las técnicas y los estilos, des-
poja su expresión poéticcr de todo asomo de retó-
rica, por lo menos, de 10 que hasta aquí se ha en-
fendido por retórica, para llegar a la sencillez pris-
fina, a la pueril y edénica simplicidad del verbo.
Las palabras en su boca no están agobiadas de
!radición literaria, están preñadas de emoción vi-
tal, estón preñadas de desnudo temblor. Sus pala-
bras no han sido dichas, acaban de nacer. El poe-
ta rompe a hablar, porque acaba de descubrir el -
verbo. Está ante la primera mañana de la Creación
y apenas ha tenido tiempo de relacionar su len-
guaje con el lenguaje de los hombres. Por eso es
sil decir tan personal, y como prescinde de los
hombres para exp-esar al Hombre, su arte es ecu-
ménico, es universal.
Los demás hombres vemos anatómicamente
las cosas. Asistimos a la vida como estudiantes de
medicina ante un anfiteatro. Nuestra labor es una
labor de disección. Tenemos conocimiento de la
pieza -anatómica, pero no del todo vivo. Nuestro
plano de perspectiva es tan inmediato que el Úrbol
nos oculta al bosque. Vem'os los órganos de la
vida, separados, claslficedos, abstraídos, pero no
vemos ei temblor vital que palpita en el conjunto.
En una palabra, hacemos análisis del hombre, De-
ro no síntesis del hombre.
La pupila de este poeta percibe el panoramp:
humano. Reconstruye lo que en nosotros se encon-
traba disperso. Toma la pieza anatómica Y la en-
caja en su lugar i~ncional.Retrae hacia su origen
la esencia del sér, bastante oscurecida, chafada,
desvitalizada por su carga intelectual de tradición-
De este modo llega su arte a expresar al hombre
eterno Y a la eternidad del hombre, pese a la u-
bicación local o nacional de'su emoción. Su plano
de perspectiva está colocado en tal punto que l e
permite tener la percepción, a la vez, del árbol y
de1 bosque.
El poeta asume entonces su máximo rol d e
humanidad, lo que equivale a su más alto rol de
expresión, lo que equivale, a su vez, a su máximo
rol estético. El hombre sólo expresándose se rela-
ciona con el mundo, se conecta con- los demás
hombres -y es por esta condición que alcanza SLF
humanidad; y la estética es, a la postre, expresión-
El ser absolufamente inexpresivo no existe, es unr
ente de pura abstracción. Si existiera sería la ne-
gación de toda facultad estética, de toda condición
humana.
El pozta habla individualmente, particulariza el
lenguaje, pero piensa, siente y ama universalmen-
te. Así es como han procedido siempre los gran-
des creadores. Han renovado los lenguajes y las
técnicas, pero han expresado el fondo común hu-
mano que es eterno. Nosotros procedemos a ra in-
versa. ParticuIarizamos, estrechamos, desvitalizamos
nuestro corazón y nuestro pensamiento, en cambio
hablamos, ncs expresamos, nos servimos de técni-
cas que son universales y comunes. El creador vi-
taliza los lenguajes y las técnicas particularízándo-
las, nosotros particularizamos y estrechamos el co-
razón humano desvitalizándolo. El hace síntesis
constructiva, nosotros anatomía disgregadora. Noso-
tros desarticulamos para conocer, él conoce articu-
lando. El acerca y conecta eslabones, nosotros ale-
jamos y dislocamos piezas. El descubre y acopla
identidades, nosotros acentuamos y separamos di-
ferencias. Para nosotros entre ser y ser, entre forma
y forma hay abismos; para 61 entre ser y ser, entre
forma y forma no hay sino continuidad. Nosotros
percibimos los tabiques, él percibe las trayectorias,
El mira la Naturaleza en su integridad, que es vida;
nosotros miramos la Naturaleza en sus partes, que
es muerte. El percibe la vida trémula y agitada, en
toda su vehemencia funcional, nosotros la perci-
bimos como clasificación, es decir, como cadáver,
El mira el hombre en su destino, nosotros lo mi-
ramos en su anatcmía Y , a lo sumo, en su fisia-
logía. El se siente continente del hombre, noso-
tros nos sentimos contenidos del hombre. El es
cauce de humanidad, nosotros células o elemen-
f o de humanidad. El dice: tú eres semejante a
todos, nosotros decimos: tú eres destino de todos.
Nomtros aislamos al hombre del Universo, él le
liga totalmente, le hace solidario. Nosotros parti-
eularizamos al mundo él universaliza al hombre.

EI, VEHICULO MUSlCAL


En toda expresión estética hay un quid divi-
num, un ritmo secreto de entrañada interioridad,
un hálito latente que no está en la lfteralidad de
la expresión, una ánima ingrávida y eterizada que
no está en las partes sino e n el conjunto, una au-
reola que no reside en la obra sino sobre o den-
fro de la obra, la cual no es sino la virtualidad mu-
sical de sugerencia. Las artes todas; pintura, escul-
tura, poesía, aspiran, en sus máximas altitudes, a
l a expresión musical.- Los grandes creadores só-
lo lo fueron a condición de haber llegado a la mú-
sica de su arte Y de su estilo.
Y es que la música es el elemento primario
del Universo. Es la expresión en que la forma se
desmaterialiSa cdsi totalmente. Se ha despojado de
toda su cdrga fisiológica para intentar una traduc-
ción más cercana y directa del corazón del hom-
bre Y del mundo. Es la máxima potencia de estili-
zación del Universo, tanto, que a veces una sola
nota que vibra nos abre inmensas perspectivas de
conocimiento Y de emoción vitales. Las mayores
intuiciones, aquéllas que colonizan para la concien-
cia extensas zonas de pensamiento, nos asaltan co-
mo meros motivos melódicos, que el cerebro se
encarga, después, de ordenarlas, de explicarlas y
d e hacerlas carne de verbo. Cuando las artes y los
tas han vencido los planos inferiores de ex-
presión llegan a un punto de intersección o de
convergencia, a un punto de abrazo, que es el rit-
mo. Allí se sienten semejantes; mas, se sienten
unos. Es el lazo de relación para todas las concien-
cias, posiblemente aún hasta para la materia yerta
que nos parece sumida en un sueño de eternidad.
Una misma sugerencia vital al ser expresada
por un escultor, por un pintor, por un pensador,
por un poeta, a pesar de los diversos caminos, de
los diversos instrumentos que emplean y de las di-
versas formas en que se concreta, akanza un rit-
mo único que traduce, a la postre, la misma esen-
' cia. Esto nos explica por qué un pensamiento, una

acción, un cuadro, una escultura, se nos presentan


a veces con el mismo aire familiar, como si proce-
dieran del mismo punto generativo. Esto no es si-
no la latencia o presencia rítmica que mora en la
entraña de cada ser y de cada cosa y que consti-
tuye el ánima mater de la ecuménica Y secreta tra-
bazón del Mundo.
Pues bien, este ritmo no lo crea el artista, 6s
una cosa dada ya, que sólo reclama ser descubier-
te. He aquí la más grande función del artista: des-
cubrir el ritmo, y por medio de su arte, expresarlo.
El artista no es sino. un simple vehículo o conduc-
tor. Este es el único sentido de la palabra creación.
Los ritmos de las cosas están esperando, desde'
toda eternidad, un revelador. Darío dijo, si mal no
recuerdo, que cada cosa está aguardando su ins-
tante de infinito. Este instante no es sino aquel en
que el artista descubre el ritmo de cada cosa o de
uada ser, que, al mismo tiempo que lo relacion*
con el Universo, también lo determina.
Y es tiempo de que volvamos los ojos al poe-
ta de "Trilce". jCuántos "instantes de infinito" des-
cubiertos Y colonizados ya para el espíritu hurna-
no,'han establecido su morada en el libro maravi-
lloso llamando ojos, nervios, cerebros y corazones
para que descubran a su vez, lo que el poeta d e s
cubrió! iCuántas trémulas palpitaciones de las co-
sas recogidas allí para que el corazón del hombre
se conozca más, se descubra más y ame más!
iCuánta música que dormía su sueño de eternidad,
que viene a henchir de ritmo nuestra alegría y
nuestro dolor de conocimiento. . .!
El poeta ha descubierto de nuevo la eternidad
del hombre; ha descubierto los va!ores primige-
nios del alma humana que son por esto mismo, los
valores primigenios de la vida, elevándolos a una
.extraordinaria altura metafísica. En el habla espa-
ñofa, solamente Darío alcanzó, en algunos jnstan-
tes, en los mejores, este vuelo en que el ala a fuer-
za de ascender se desdibuja y se esfuma para la
pupila humana. Son los próceres Himalayas del
espíritu en que el pensamiento es metafísica, y la
metafísica es trance emotivo, y el trance emotivo
es ritmo.
El poeta llega a estas regiones enteramente
.desnudo. Desnudo de convención y de artificio. La
veste retórica, el paramento literario, como humil-
de trapillo de indigente, yace abandonado y des-
.garrado, y el varón edénico. presenta su carne a
los besos de la luz, a los hálitos de la noche, al
,t~?mblor de las estrellas.
Y tú también, lector, vas a presentarte desnu-
do, abandonando tu trapillo literario, para llegar al
poeta. Si sabes algo, haz como si no supieras na-
da; la virginidad emotiva y rítmica de "Trilce" nié-
gase a ser poseída por el presuntuoso ensoberbe-
cimiento del que "todo lo sabe", quiere carne pu-
ra para que no esté maculada de malicia. No vayas
a juzgar; anda a amar, anda a temblar.. .
LA VlDA CIRCUNSTANCIAL DEL HOMBRE

Por el tiempo en que el poeta rompe a decir


sus primeros ritmos, en oscura ciudad de Améri-
ca, en Trujillo, aldea agraria y de universitarias
presunciones, de vida sosegada y mansa , como SUS
verdes y estáticos cañaverales, nace la ascendra-
da fraternidaa, que nunca hubo de declinar, entre
e! que estas palabras escribe y el mógico creador
de "Trilcs". Era él un humilde estudiante serrano,
col1 modestias ansias de doctorarse, como tantos
pobres indios que engulle, despiadadamente, la
Universidad. Recuerdo aquel día, vivido y floreci-
do aUn en mi corazón, en que el azar me trajo a las
manos "Aldeana", psqueño poemita rural, de de-
leitoso ambiente cerril y campesino. Fue el "sésa-
mo 5hrete" que me franqueó la abismática riqueza
del artista. Mi admiración y mi amor rindiéronse
genuílexos ante el indio maravillaso. Comenzaba a
forjarse, a yunque cordial y a puro martillo de vi-
da, "Los Hera!dos Negros".
En torno a una mesa de café o de restorán, pre-
vio un ansioso inquirimiento, casi siempre infruc-
tuoso por nuestros magros bolsillos de estudian-
tes, para allegar los dineros con que habíamos de
pagar el vibtico y el vino, reuníamonos José Eulo-
gio Garrido, aristofánico y buenamente incisivo;
Macedonio de la Torre, de múltiples y superiores
facultades artísticas, perpetuamente distraído y pue-
ril; Alcides Spelucín, uncioso y serio como un sa-
cerdote; César A. Vallejo, de enjuto, bronceado y e-
nér-co pergeño con sus dichos y hechos de invero-
sín~ilpuerilidad; luan Espejo, niño balbuceante y
.dimido aún; Oscar Imaña, colmado de bondad cor-
dial Y susceptible,exageradamente a las burlas y
pulIas de los otros; Federico Esquerre, bonachón,
manso, irónico, con la risa a flor de labio; Elov Es-
pinosa, a quien llamábamos "el Benjamín", con su
desorbitada y ruidosa alegría de vivir; Leoncio Mu-
ñoz, de generoso y férvido sentido admirativo;
Víctor Raúl Haya de la Torre, en quien se apunta-
ban ya sus excepcionales facultades oratorias; y
dos o tres años después, luan Sotero, de criolla y
aguda pmspicacia irónica; Francisco Sandoval due-
150 de pávidos y embrujados poderes mediumíni-
cos; Alfonso Sánchez Urteaga, pintor de gran
fuerza, demasiado mozo ,que tenía aún pegado a
los labios el dulzor de los senos maternos, y algu-
nos otros muchachos de fresco corazón y encendi-
da fantasía. Este ha sido y este es el hogar espiri-
tual del poeta.
Otro día, el ágape fraterno solíase consumar, a
base de cabrito y chicha, ante el sedante paisaje
de Mansiche y en la humilde vivienda de algún in-
dio. Frescas mozas de ojos ingenuos y de formas
elásticas presentábanos las criollas viandas. Se
llamaban Huanmanchumo, Piminchumo, Anhua-
man, Rique. Servidos éramos por auténticas prin-
cesas de la más clara y legítima estirpe chimú,
descendientes directos de los poderosos y maqni-
ficos curacas de Chanchán.
La playa de Huamán solitaria y solemne, de
olas voraces y traidoras, solía ser también el esce-
nario de estas líricas y férvidas juntas moceriles.
Recitábanse allí a Darío, Nenro, WaIt Whitman,
Verlaine, Paúl Fort, Samain, Maeterlinck y tantos
otros que poblaban de aladas y melódicas palabras
la sonoridad inarticulada del mar, que abría a nues- *
ira fantasía viajera sus "caminos innumerables".
Rondas nocturnas, pensativas y de encendida
cordialidad, unas; gárrulas y alborotadas, otras.
Más de una vez la algarada juvenil turbó el sueño
tranquilo de la vieja ciudad provinciana. Con fre-
cuencia los amaneceres sorprendíanos en estos
trajines que tenían un adulzorado sabor romántico,
apagando como de un soplo, la feérica fogata de
nuestros ensueños.
La despreocupada irreverencia moceril que no
se curaba de eminencias universitarias, ni de las
consagradas y - oficiales sabidurías de pupitre, tuvo
que provocar, como provocó, una tensa hostilidad
ambiente. La doda suficiencia de catedráticos al-
deanos cuya cultura literaria, bastante humilde, a-
penas podía digerir algunas estrofas sueltas de Nú-
aez de Arce y de Espronceda, y cuya curiosidad
mental se alimentaba, o mejor, se había alimenta-
do hacía treinta años, con las novelas de Pérez Es-
crich, J~llioVerne, Y Alejandro Dumas, se irritó con
las audacias y las zumbas de los mozos. El poeta de
"Los Heraldos Negros" y de "Trilce" fue la vícti-
ma propiciatoria de OS más ineptos e ineficaces a-
taques que no estaban desprovistos de cierta se-
nil malignidad. Un buen señor que no sé si ha
muerto ya y que, si mal norecuerdo, se apellidaba
Pacheco, digno émulo del de Oueiroz, se hizo el
instrumento pasivo de los otros, que no se atrevían
a presentar batalla a cara descubierta. Así comen-
zó una heroica lucha que aJgunos años más tarde
debía rendir tan prodigiosos frutos para la cultura
y elevación mental de Trujillo. L
Por este tiempo, conocimos un grupo de mu-
chachas que nos brindaron gentil acogida. Las lla-
mabamos con cierta intención, entre benévola y hu-
morística, con nombres alegóricos o de la antigüe-
dad clásica: "Mirtho" era la del poeta. Una noche,
mientras tomábamos un restaurador chocolate, los
celos pusieron en manos del enamorado cantor un
Smith 6 Watson * con el cual se proponía vengar
el sentimental agravio. No pocos esfuerzos nos cos-
ió disuadirle de la medioeval y caballeresca em-
presa. Al día siguiente partió a Lima.
Llegaran horas negras. El poeta pensaba, por en-
tonces, salir al extranjero. Tenía ya su viaje prepa-
rado, pero antes quiso, por última vez, visitar el pe-
querio pueblo donde había nacido, sentir el tibio y
sedante ahrazo d e su hogar, en el cual no estaba
ya la buena madre viejecita que, tantas mañanas y
tantas tardes, esperó que los altos cerros cuyas
faldas subrayó, al alejarse, la inquieta sombra del
hijo, se lo devolvie-an de nuevo. El hijo vino cuan-
do los senos mater~oseran ya ausencia definitiva.
Aquí 1s esperaba la terrible y trágica prueba de su
vicia. Qiiien conozca el sórdido ambiente espiritual
de los poblachos serranos en el Perú, se dará cuen-
ta cabal de la maraña tinterillesca y lugareña en
que cayó la ingenuidad de! poeta. El claro varón
que había nacido con los mayores dones de son-
sihilidd y de pureza ética, que era simple y Eon-
dadoso, como un niño, fue acusado de los más
turbios crímenes. Abogado hubo que sostuvo ante
el Tribunal la acusación de ladrón, de incendiario
y hasta de homicida. Hubo otro, éste, camarada de
estudios universitarios, que se prestó a fraguar la
más inicua instrucción curialesca. Así se vengaba
del genio la mediocre ineptitud abogadil. No quie-
ro nombrar aqtií a estos dos desdichados por no
cubrirlos de ignomina. La generosidad del poeta
también les ha perdonado ya.
lvlieniras la justicia ventilaba la causa, el acu-
sado, con mandamiento de prisión, vivió los días
más angustiosos y ásperos. Días de alarido interior
Y de bruno agravio. Tenía yo una minúscula casi-
ta de campo donde fue a refugiarse el perseguido.
Laraas noches de insomne pesadilla ante el paisa-
je estático y fúnebre, ante los encelados rumores
del campo y ante los pávidos ojos de la noche
muerta que eternizaba nuestra desesperanza. Hu-
bieron, sin embargo, horas dulcificadas, las más
de las veces, por la presencia fraternal de algunos
de los muchachos que he nombrado antes y que
iban a visitarnos.
Después de dos meses, el poeta comenzó a sen-
tir temores de ser sorprendido y resolvióse a salir
a otro lugar que ofrecía, al parecer, mayor seguri-
dad. No fue como esperaba, por que al día siguien-
te cayó en manos de sus jueces que lo condujeron
a la cárcel.
La juventud intelectual de Trujillo y la prensa
estallaron entonces en airado grito de protesta, ini-
ciando una enérgica campaña de rehabilitación. Si-
guieron, luego, los artistas e intelectuales de Are-
qilipa y Lima y la prensa de Chiclayo. El suceso
tuvo dolorosa repercusión en todo el país. Aquí de-
bo mencionar a un inteligente abogado, admirador
del poeta, qxe se prestó, generosamente, a hacer
la defensa, hombre valeroso y de gran corazón, el
doctor Carlos A. Godoy.
Seis meses fueron de brava lucha, contra la mo-
rosidad y el rutinarismo de los organismos judicia- .
les. Aquella hermandad de muchachos que pare-
cía cosa frivola y epidérmica a los ojos fenicios, se
irguió prepotonte y bizarra contra la insidia, contra
la calumnia y la difamación, contra el engranaje
gastado y acuchillante de la justicia. Esta vez el a-
cometimiento juvenil venció la modorra del Códi-
go, ante el pasmo y a pesar de los oficiantes mis-
mos de la ley. Este hecho blasonó a Trujillo por so-
bre todos los pseudos blasones que suele osten-
tar.
El poeta, durante el tiempo que. duró su prisión,
mantúvose en tal dignidad y varonía que impuso
- respeto a todos. No imploró justicia reptando por
los estrados judiciales, sí que la pidió y la exigió,
\ verticalmente, como un hombre. Y al fin, la reha-
bilitación se produjo, plenaria, íntegra, absoluta.
En este oscuro período de dicterio el espíritu
del poeta crecióse superando su potencialidad crea-
dora. Allí se astillaron, con sangre de su sangre,
los mejores versos de "Trilce". Donaba ritmos y
marcaba agravios. Que América y la posteridad
tengan en cuenta las ciliciadas lonjas cordiales que
vale este libro.
Y ahora, el público que me permita retraerme
para hablar en voz baja la palabra final, para secre-
tear ternuras al hermano:
"Canta tus ritmos divinos, querido; cántalos siem-
pre para que se abracen Y se glisen como lianas a
mis pensamientos; para que mis lágrimas, y mis
alegrías y los más escondidos secretos de mi co-
razón, cuando busquen palabras para incorporar-
- se, encuentren las tuyas, frescas, edénicas y vivas;
canta tus ritmos para que en la hora en que me su-
ma en el mar de sombra y de callado imperio, me
alargues tu mano musical, hermano". . .
ANTENOR ORREGO
Trujillo-Setiembre de 1922.
NOTlCIA DE TRlLCE ( * )
ESTE Ubro "Trilce", de César Vallejo, se publicó
por primera vez en Lima, en 1922. Fue acogido con
indiferencia o con hostilidad. Después, las jóvenes
generaciones literarias del Perú, empezaron a dar-
( * ) Prólogo de la 11 edición de Trilce Editorial
Plutarco - Madrid 1930.
E cuenta exacta, según parece, del extraordinario
valor poético que contenía. Hubo, o hay, hacia Cé-
sar Vallejo, una tensión distinta: de curiosidad, de
sorpresa, de admiración. En España, la poesía de
César Vallejo, era hasta ahora, casi totalmente des-
conocida. Su nombre apareeía sumado al movi-
miento llamado por sus propugnadores creacionis-
mo: con Huidobro, Larrea, Gerardo Diego. Este mo-
vimiento o tendencia formuló en principio, un
enunciado pohtico claramente significativo: "La
poesía -decía- es esencialmente traducible. Prin-
cipio en aparente oposición, si no contradicción,
con la tendencia de la nuevamente radical poesía
española que definían, individualmente, Pedro Sa-
linas, Jorge Guilldn, Federico García Lorca, Dámaso
Alonso, Rafael Alberti. . . Los poetas creacionistas,
en principio Huidobro y Larrea, escriben indistinta-
mente en español y en fiancés: por entender que
el fenómeno estético del lenguaje puede someter-
se más fácilmente al pensamiento, poéticamente
piiro, en el francés que en el castellano: porque
suponen más trabajada Y preparada la lengua fran-
cesa que la españo!a, más apta para la expresión
verbal poética: pard la trasmisión espiritual de la
creación imaginativa. Gerardo Diego y Jorge Gui-
llén polemizaron sobre este punto. Yo quiero re-
cordarlo, ahora, únicamente para acentuar una de
las cualidades esenciales de la poesía de César
Vallejo: su arraigo idiomático castellano. Y más,
por llegarnos su poesía de América. 'En este sen-
tido, el libro "Trilce", de César Vallejo, tuvo un
logro profético, adelantándose con ingenua espon-
taneidad de poesía recién nacida: y adelantándose
tanto, que hoy mismo nos sería difícil encontrarle
superación entre nosotros; en su autenticidad y en
S U S consecuencias.
Llega con este libro de César Vallejo una a-
portación lírica de valor y significado decisivos-
Hacia la fecha de aparición de "Trilce", apenas si
se había iniciado en España la renovación o reac-
ción lírica que pronto adquiriría, marginando in-
fluencias francesas ~cunstanciales,el sentido tra-
dicional y radical de nuestra poesía más pura. Sa-
linas ,GuiIlén, García Lorca, Dámaso Alonso, Alber-
ti.. . laboran esta nueva poesía racional y radical-
mente española: hacen que vuelva en sí o a sí
misma, a una poesía sincopada casi totalmente du-
rante dos siglos. Y a una poesía que había perdi-
do su sentido --alegre o "dqlorido sentir" perdura-
ble-- volvieron a dárselo verdadero: porque ahon-
daban radicalmente la esoontaneidad de su lenh
guaje originario.. Esta renovación era una reacción
contra las desviaciones romántica naturalística, por
último, modernista, de nuestra lírica. Contra el mo-
dernismo de Rubén Darío, ese gran vehículo ar-
monioso de la peor pacotilla literaria seudo-france-
sa, se mantenía para la línea becqueriana, ya per-
sistente, algo en Unamu~o,en el dejo poético d e -
Unamuno en el verso, como en la prosa vibrante
de su pensar profundo; pero, sobre todo, en Anto-
nio Mochado y en luan Ramón limgnez. Bebe la
nueva sed poética de estos dos líricos en las fuen-
tes vivas del habla andaluza popular ,depurándo-
se, en el segundo, de modo que su propio fluir
elude, huidero, la filación en formas dadas, y esa
admirable fluidez viva de un lirismo hace de su
misma corriente natural, de su propio curso fugiti-
vo, la pura transparencia imaginativa de su pensa-
miento. A esta poesía esencialmente lírica, fluente,
renovadora, formada en un arte poético tan verbal-
mente transitivo, siguió un empeño más racional,
más, en cierto modo, arquitectónico: más construc-
tivo. En la poesía de Pedro Salinas, la más próxi-
ma todavía a la transición viva del perfecto lirfs-
mo juanramoniano, ya empieza a formarse, como
de finas cristalizaciones, la estruduración primera
de este cauce. Y en la poesía de Jorge Guillén ya
se concreta en una concepción, si más limitada,
más ezacta, esta poderosa reacción poética: reac-
ción o revolución como la de un incorruptible me-
canismo celeste, que traspasa, como es natural, o
sobrenatural, sus determinaciones históricas. En el
verso y la prosa de Dámaso Alonso se afirma ese
propósito decidido de construir, de estructurar en
formas claras y distintas el pensar imaginativo poé-
tico: como en la poesía de Rafael Alberti, iniciada
en cantar y canción, y profundizada en puro'canto,
en hondo pensar puramente poé;ico.
El libro de Alberfi "Sobre los Angeles", con
las poesías de Juan Larrea o las de Neruda y aque-
llas de Gerardo Diego que él incluye en su forma
creadora, pueden servirnos para sistematizar por
referencia el sentido y valor poético de este libro
"Trilce".
No tiene la poesía de "Trilce" esa poderosa
plenitud dominada Y dominadora de la expresión
poética de Rafael Alberti: esa virtualidad artística
por la que puede Alberti avanzar con dantesca se-
suridad en sus laberintos infernales o celestes:
plasticidad imaginativa ,precisión ajustada y ceñi-
da de contornos, lo mismo visual que sonora, que
S ofrece su poesía con la misma definida perfección
siempre, con la objetividad de una construcción
metafísica del pensamiento. En el pensar poético
de Rafael Alberti, la razór, es una pasión, como en
la filosofía aristotélica y escolástica; y recíproca-
mente: la pasirjn es una razón: razón de ser y ra-
zón de estar, exclusivamente poetizado o creado
todo en el universo. También se diferencia la poe-
sía de "Trilce", en su ingenuidad, en su íntima
generación espiritual profunda, aunque estando
más próxi'ma por la sencillez humana de sus mo
da, delicadamente agudizada de luan Larrea; poe-
sía tan directa y tan pura que puede aplicársele
tivaciones, de la poesía extremadamente conmovi-
aquella opinión de Debussy sobre un trozo de
Bach: "que no sabe uno cómo ponerse ni lo que
hacer para sentirse digno de escuchada". La poe-
sía de Gerardo Diego se aproxima a "TriIce" por
la aparente incoherencia de los enlaces imaginati-
vos ,acxsaa'ores de una honda coherencia poética
más exacta; se aparta totalmente del poeta de "Ma-
nual de Espumas" por el estrenlecimiento humano
que la determina, por la rapidez, por !a vibración,
oor el acento. La poesía de "Trilce" es seca, ardo-
;osa, como retorcida duramente por un sufrimiento
animal que se deshace en un grito alegre o dolo-
rido, casi salvaje. Esto la aproxima y la aparta, a
su vez, del poeta americano Neruda, también os-
curamente dolorido y hosco, pero con distintas sen-
sualidad: !a poesía de Jleruda es más jugosa, más
blanda, más densa y, acaso, más rica de tonalida-
des, pero más monótona en conjunto, menos in-
ventiva, menos flexible, menos ágil.
''Versos que no son verses, poesía que no es
poesía", decía Iules Laforgue del libro admirable
de Corbigre: "Les Amours Iaunes". Es decir, poe-
sía que n:, es literatura; que no está escrita en le-
tras muertas, que no es letrada o no está literaturi-
zada todavía. Cosa excepcional y sorprendente en
Ieng~iafrancesa, donde la tradición que pudiér*
mos llamar iógico-jurídica del Ienguaie, es mucho
más inflexible que en la castellana.
La poesía de "Trilce", proyecta o propaga el
pensamiento espiritualmente, Y no literariamente,
por 13 palabra, en puras relaciones imaginativas,
desnudas del ropaie habitual metafórico, descarna-
das así, secamente, como una sacudida eléctrica.
Por este descoyuntado lenguaje, por esta armazón
esquelética se trasmite, como por una apretada red
de cables acerados, una corriente imaginativa, una
vibración ,un est~errecimiento d e máxima tensión
poética: por ella se descarga a chispazos lumino-
POS y ardientes el profundo sentido y sentimiento
de una razbn puramente humana. De esto debe es-
tar advertido el lector de "Trilce", de que la poe-
sia vuelve a la infancia espiritual del pensam'iento,
traspasando fronteras conceptuales: que no han de
buscarse en la poesía relaciones análogas ni se-
mejantes al del inferir racional lógico: la poesía
iiene su lógica propia como los astros, su pensar
espiritual incorruptible. Y no pDrque la poesía no
tenga razón, sino porque la tiene sula propia, ra-
zón que le sobra: que por eso, con la razón es con
lo que ha de salirse siempre, con la suya; salirse
o situarse, relacionarse, especialmente, en el uni-
verso imaginativo del hombre.
En la poesía de "Trilce" chocará al lector esta
desnudez descarnada, este punzante afianzamiento,
brutal, de un lenguaje tan exclusivamente poético,
tan poco, o nada, literario. Mucho más, cuando en
la poesía de "Trilce" no se desvía ingeniosamente
nunca la ingenuidad poética del pensamiento. EI
poeta desarticula Ia estructura gramatical del len-
giiaje descoyuntándolo en sorprendentes cabriolas
neologiktas, que sirven a su entrañable conmoción
imaginativa, a su compasión racional poética, de
potentes resortes o ligamentos; mejor, de trampli- .
nes para el salto-peligroso de las palabras. Ni aún
siendo tan extenso bastará a la poesía de "Trilce"
el registro tradicional de nuestra rítmica: se lo sal-
tará con ligeros pies como se salta todas las expli-
caciones literarias.
"La poesía moderna -ha escrito Max Jacob-
se salta todas las explicaciones". Yo no he de tra-
far de explicar, ni de explicarme, esta poesía, que
es, como toda poesía, por definición, inexplicable;
apenas si podría explicar por qué supera la poe-
sía toda explicación prácticamente razonada o razo-
nadora; y es que la supera a duras penas, precisa-
mente, porque consiste su razón espiritual de ser
en eso: en sobrepasar, en saltar o en hacer saltar,
por el pensamiento, los obstáculos tradicionales
del lenguaje. Por eso la poesía de "Trilce" se a-
honda, se arraiga en e1 lenguaje, porque no puede
trasmitirse ni cambiarse el lenguaje de nacimiento:
el lenguaje pohtico; aquella cualidad especial, sin-
gular y única, que las palabras adquirieron e n
nuestra racionalización primera, durante la infan-
cia, para sostener después un sistema de relacio-
nes imaginativas con todas las cosas, que es, como
nuestra propia sangre espiritual, más aún, como
nuestro cuerpo: personal e intransferible. Esta in-
corporación personal poética es, por eso mismo, la
seguridad de su universalidad, esencialmente tra-
ducible, pero no dentro de nosbtros mismos, sino
fuera.
La pureza poética de "Trilce", pureza íntegra-
mente espiritual, pureza de mar, no pureza de a-
gua destilada, tiene tanto empuje, tanfo ímpetu, que
nos parece áspera Y dura al primer contacto; pero,
por eso mismo, como todo lo que se expresa más
estrictamente, afianza el sentido humano de lo ver-
dadero: la poesía que es lo más humanamente ver-
dadero, o, verdaderamente, lo más humano.

JOSE BERGAMIN.
VALLE VALLElO

-
ALBERTO Samain diría vallejo dice
Gerardo Diego enmudecidó dirá mañana
y por una sola vez Piedra de estupor
y madera dulce de establo querido amigo
hermano en la persecución gemela de los
sombreros desprendidos por la velocidad de los astros
Piedra de estupor y madera noble de establo
constituven t u temeraria materia arima
anteriorva los decretos del pénduloy a la
creación secular de las golondrinas
Naciste en un cementerio de palabras
una noche en que los esqueletos de todos los verbos
(intransitivos
Proclamaban la huelga del te quiero para siempre
(siempre siempre
una noche en que la luna lloraba y reía y lloraba y
volvía a reir y a llorar
jug5-iidose a si misma a cara o cruz
Y salió cara y tú viviste entre nosotras
Dcsde aquella noche muchas palabras apenas
nacidas fallecieron repentinamente
tales como Caricia Qiiizás Categoría Cuñado
(Cataclismo
Y otras nunca jamás oídas se alumbraron sobre la
(tierra
así como Madre Miga Moribundo Melquisedec
(Milagro
y todas las terminadas en un rabo inocente
Vaiiejo tú vives rodeado de pájaros a gatas
e n un mundo que está muerto requetemuerto y
(podrido
Vives con tus palabras muertas y vivas
Y gracias a que tú vives nosotros deshauciados
(acertamos;
- 107 -
.a levantar los párpados
para ver el mundo tu mundo con la mula y
el hombre guillermosecundario y la tiernisima niña y
'los cuchillos que duelen en el paladar

Porque el mundo existe y tú existes y nosotros


(probablemente
terminaremos por existir
si tú te empeñas y cantas y voceas
.en tu valiente valle Vallejo
GERARM) DIEGO

Madrid, Abril 1930.


Se ha respetado la caprichosa y
peculiar ortografía del autor. La pre- .
sente versión de TRILCE es la co-
rrespondiente a la primera edición,
Talleres Tipográficos de la Peniten-
ciaría, Lima, 1922. "Noticia de Trilce",
de José Bergamín, y "Valle Vallejo",
de Gerardo Diego, han sido tomados
de la segunda edición, Compañia Ibe-
ro-Americana de Publicaciones, Ma-
drid, 1930.

NOTA DE LOS EDITORES


Q UIEN hace tanta bulla, y ni deja
testar las islas que van quedando

U n poco más de consideración


e n cuanto será tarde, temprano,
y sc aquilatará mejor
el guano, la simple calabrina tesórea
que brinda sin querer,
en el insular corazón,
salobre alcatraz, á cada hialóidea
grupada.

Un poco más de consideración,


y 'el mantillo líquido, seis de la tarde
DE LOS MAS SOBERBIOS BEMOLES. 7

Y la península párase
p o r la espalda, abozaleada, impertérrita
a n la Iínen mortal de equilibrio.
TIEMPO Tiempo

11

Mediodía estancado entre relentes.


Bomba aburrida del cuartel achica
tiempo tiempo tiempo tiempo.

Era Era.

Gallos cancionan escarbando en vano.


Boca del claro día que conjuga
era era era era.

Mañana Mañana.

El, reposo caliente aun de ser.


Piensa el presente guárdame para
mañana mañana mañana mañana.

Nombre Nombre.

¿Qué se llama cuanto heriza nos?


. Se llama Lomiqno que padece
-- nombre nombre nombrE.
L¿aAqué
s personas mayores
hora volverán?
Da la seis el ciego Santiago,
y ya está muy oscuro.

Madre dijo que no demoraría.

Aguedita, Nativa, Miguel,


cuidado con ir por ahí, por donde
acaban de pasar gangueando sus memorias
dobladoras penas,
hacia el silencioso corral, y por donde
las gallinas que se están acostando todavía,
se han espantado tanto.
Mejor estemos aquí no más.
Madre dijo que no demoraría.

Ya no tengamos pena. Vamos viendo


los barcos iel mío es más bonito de todos!
con los cuales jugamos todo el santo día,
sin pelearnos, como debe de ser:
han quedado en el pozo de agua, listos,
fletados de dulces para mañana.

Aguardemos así, obedientes y sin más


remedio, la vuelta, el desagravio
de los mayores siempre delanteros
dejándonos en casa a los pequeños,
como si también nosotros
. no pudiésemos partir.

Aguedita, Nativa, Miguel?


Llamo, busco al tanteo en la oscuridad.
No me vayan a haber dejado solo,
y el ÚnZo recluso sea yo.
ECAINAN dos carretas contra los martillos
hasta los lagrimales trifiircas,
cuando nunca las hicimos nada.
A aquella otra sí, desamada,
amargurada bajo túnel campero
por lo uno, y sobre duras áljidas
pruebas espiritivas
Tendime en són de tercera parte,
más tarde -qué la banlos a hhazer-
se anilla en mi cabeza, furiosamente
a no querer dosificarse en madre. Son-
.los anillos.
Son los nupciales trópicos ya tascados.
El alejarse, mejor que todo,
rompe a Crisol.

Aquel no haber descolorado


por nada. Lado al lado al destino y llora
y llora. Toda la canción
cuadrada en tres silencios.

Calor. Ovario. Casi transparencia.


HBse llorado todo. Hase entero velado
en pleiia izquierda.
CRUW dicotiledón. Oberturan
desde él petreles, propensiones de trinidad
finales que comienzan, ohs de ayes
creyérase avaloriados de heterogeneidad.
¡Grupo de los dos cotiledones!

A ver. Aquello sea sin ser más.


A ver. No trascienda hacia afuera,
y piense en són de no ser escuchado.
y crome y no sea visto.
Y no glise en el gran colapso.

La creada voz rebélase y no quiere


ser malla, ni amor.
Los novios sean novios en eternidad.
Pues no deis 1, que resonará al infinito.
Y no deis 0, que callará tanto,
hasta despertar y poner de pie al 1.

~h grupo bicardiaco.
E ,.Jtraje que vestí mañana
no lo h a lavado mi lavandera:
lo lavaba en sus venas otilinas,
en el chorro de su corazón, y hoy no he
de preguntarme si yo dejaba
el traje turbio de injusticia.

Ahora que no hay quien vaya a las aguas,


en mis falsillas encañona
el lienzo para emplumar, y todas las cosas
del velador de tanto qué será de mi,
todas no están mías
a mi lado.

Quedaron de su sropiedad,
fratesadas, selladas con su trigueña bondad.

Y si supiera si h a de volver;
y si supiera qué mañana entrará
a entregarme las ropas lavadas, mi aquella
lavandera del alma. Qué mañana entrará
satisfecha, capulí de obrería, dichcsa
de probar que sí sabe, que si puede
i COMO NO VA A PODER!
azular y planchar todos los caos.
RUMBE sin novedad por la veteada calle
que yo me s6. Todo sin novedad,
de veras. Y fondeé hacia cosas así,
y fui pasado.

Doblé la calle por la que raras


veces se pasa con bien, salida .
heroica por la herida d e aquella
esquina viva, nada a medias.

Son 108 grandores,


el grito aquel, la claridad de careo,
la barreta sumersa en su función de
¡ya!

Cuando la calle está ojerosa de puestas,


y pregona desde descalzos atriles
Urasmañanar las salvas en los dobles.

Ahora hormigas minuteras


se adentran dulzoradas, dormitadas, apenas
dispuestas, y se baldan,
quemadas pólvoras, altos de a 1921.
M ~ A NesAotro dla, alguna
vez hallaría para el hifalto poder,
entrada eternal.

Mañana algún día,


sería la .tienda chapada
con un par de Dericardios, pareja
de carnívoros en celo.

Bien puede afincar todo eso.


Pero un mañana sin mañana.
entre los aros de que enviudemos,
margen de espejo habrá
dolide traspasaré mi propio frente
hasta perder el eco
y quedar con el frente hacia la espalda.
V USCO voivvver de golpe el golpe.
Sus dos hojas anchas, su válvula,
que se abre en suculenta recepcion
de multiplicando a multiplicador,
su conación excelente para el placer,
todo avía verdad.

Busco volvver de golpe el golpe.


A su halago, enveto bolivarianas fragosidades
a trefntidós cables y sus múltiples,
se arrequintan pelo por pelo
soberanos belfos, los dos tomos de la Obra,
y no vivo entonces ausencia,
ni al tacto.

Fallo bolver de golpe el golpe.


No ensillaremos jamás el toroso. Vaveo
de egoismo y de aquel ludir mortal
de sábana,
desque que la mujer está
¡cuánto pesa de general!

Y hembra es el alma de la ausente.


Y hembra es el alma mía.
PRISTINA y última piedra de infundada
ventura, acaba de morir
con alma y todo, octubre habitación y encinta.
De tres meses de ausente y diez de dulce.
Cómo el destino,
mitrado monodactilo, ríe.

Cómo detrás deshaucian juntas _-


de contrarios. Cómo siempre asoma el guarismo
bajo la línea de todo avatar.

Cómo escotan las ballenas a palomas.


Cómo a su vez éstas dejan el pico
cubicado en terceTa ala.
Cómo arzonamos, cara a monótonas ancas.

Se remolca diez meses hacia la decena,


hacia otro más allá.
Dos quedan por lo menos todavía en pañales.
Y los tres meses de ausencia.
Y los nueve de gestación.

No hay ni una violencia.


El paciente incorpórase,
y sentado empavona tranquilas misturas.
HE encontrado a una niiia
en la calle, y me h a abrazado.
Equis, disertada, quien la ha116 y la halle,
no la va a recordar.

Esta niña es mi prima. Hoy, al tocarle


el talle, mis manos han entrado en su edad
como en par de mal rebocados sepúicros.
Y por la misma desolación marchóse,
delta al sol tenebloso,
trina entre los dos.

"Me he casado",
me dice. Cuando lo que hicimos de niños
.en casa de la tia difunta.
Se ha casado.
Se ha casado.

'Tardes G o s latitudinales,
qué verdaderas ganas nos h a dado
de jugar a los toros,a las yuntas,
pero todo de engaños, de candor, como fue.
E 6G"APO de una finta, peluza a pelma.
Un proyectil que no sé donde irá a caer.
Incertidumbre. Tramonto. Cervical coyuntura,

Chasquido de moscón que muere


a mitad de su vuelo y cae a tierra.
¿Qué dice ahora Newton3
Pero, naturalmente, vosctros sois hijos.

Incertidumbre. Talones que no giran.


Carilla- en nudo, fabrida
cinco espinas por un lado
y cinco por el otro: Chit! Ya sale.
PIENSO en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo:
ante el hijar maduro del día.
'
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.

Pienso en tu sexo, surco más prolífico


y armonioso que el vientre de la Sombra,,

aunque la Muecte concibe y pare


de Dios mismo.
&

Oh conciencia,
pienso, sí, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.

Oh, escándalo de miel de los crep~sculos~


Oh estruendo mudo.

i Odumodneurtse!
Esto me lacera la temprania.
Esa manera de caminar por los trapecios.
Esos corajosos brutos como postizos.
Esa goma que pega el azogue al adentro.
Esas posaderas sentadas para arriba.
Ese no puede ser, sido. .
Absurdo.
Demencia.
Pero he venido de Trujillo a Lima.
Pero gano un sueldo de cinco soles.
E N el rincón aquel, donde dormimos juntos
tantas noches, ahora me he sentado
a caminar. La cuja de los novios difuntos
fue sacada, o ialvez que habrá pasado.

Has venido temprano a otros asuntos


y ya no estás. Es el rincón
donde a tu lado, leí una noche,
entre tus tiernos puntos,
un cuento de Daudet. Es el rincón
amado. No lo equivoques.
.- . .
<- , -
Me he puesto a recordar los días
de verano idos, tu entrar y salir, ,
poca y harta y pálida por los cuartos.

En esta noche pluviosa,


ya lejos de ambos dos, salto de pronto.. .
Son dos puertas abriéndose cerrándose,
dos puertas que al viento van y vienen
sombra a sombra.
XVI

TENGO fe en ser fuerte.


Dame, aire manco, dame ir
galoneándome de ceros a la izquierda.
Y tú, sueño, dame tu diamante implacable,
t u tiempo de deshora.

Tengo fe en ser fuerte.


Por allí avanza cóncava mujer,
cantidad incolora, cuya
gracia se cierra donde me abro.

Al aire, fray pasado. Cangrejos, zote!


Avístase la verde bandera presidencial,
arriando las seis banderas restantes,
todas las colgaduras de la vuelta.

Tengo fe en que soy,


y en que he sido menos.

-Ea! Buen primero!


ID ESTILASE este 2 en una sola tanda,
y entrambos lo apuramos.
Nadie me hubo oído. Estría urente
abracadabra civil.

L a mañana no palpa cual la primera


cual la última piedra ovulandas
.a fuerza de secreto. La mañana. descalza.
El barro a medias
entre sustancias gris, más y menos.

Caras no saben de la cara, ni de la


marcha a los encuentros.
y sin hacia cabecee el-exergo.
Yerra la punta del afán.

Junio, eres nuestro. Junio, y en tus hombros


m e paro a carcajear, secando
mi metro mis bolsillos.
e n tus 21 uñas de estacion.

Buena! Buena !
OH las cuatro paredes de la celda.
Ah las cuatro paredes albicantes
que sin remedio dan al mismo número.

Criadero de nervios, mala brecha,


por sus cuatro rincones cómo arranca
las diari- aherrojadas extremidades.

Amorosa llavera de innumerables llaves,


si estuvieras aquí, si vieras hasta
qué hora son cuatro estas paredes. .
Contra ellas seríamos contigo, los dos,
más dos que nunca. Y ni lloraras,
di, libertadora!

Ah las paredes de la celaa.


De ellas me duele entretanto, más
las dos largas que tienen esta noche
algo de madres que ya muertas
llevan por bromurados declives,
a un niño de la mano cada una.

Y sólo yo me voy quedando,


con la diestra, que hace por ambas manos,
en alto, en busca de terciario brazo
que h a de pupilar, entre mi donde y mi cuando,
esta mayoría inválida de hombre.
XIX

A trastear, Heipide dulce, escarnpas,


cómo quedamos de tan quedarnos.

Hoy vienes apenas me he levantado.


El establo está divinamente meado
y excrementido por la vaca inocente
y el inocente asno y el gallo inocente.

Penetra en la maría ecuménica.


Oh sangabriel, haz que conciba el alma,
el sin luz amor, el sin cielo,
lo más piedra, lo más nada,
hasta la ilusión monarca.

Quemaremos todas las naves! -


-

Quemaremos la Última esencia!

Mas si se h a de sufrir de mito a mito,


y a hablarme llegas masticando hielo,
mastiquemos brasas,
ya no hay donde bajar,
y a no hay donde subir.

Se ha puesto el gallo incierto, hombre.


A L ras de batiente nata blindada
de piedra ideal. Pues apenas
acerco el 1 al 1 para no caer.

Ese hombre mostachoso. Sol,


herrada su única rueda, quinta y perfecta,
y desde ella para arriba.
Bulla de botones de bragueta,
libres.
bulla que reprende A vertical subordinada.
El desagüe jurídico. La chirota grata.

Mas sufro. Allende sufro. Aquende sufro.

Y he aquí se me cae la baba, soy


una bella persona, cuando
el hombre guillermosecundario
puja y suda felicidad
a chorros, al dar lustre al calzado
de su pequeña de tres años.

. Engallase el barbado y frota un lado.


La nifia en tanto pónese el índice
en la lengua que empieza a deletrear
los enredos de enredos de los enredos,
y unta el otro zapato, a escondidas,
con un poquito de saliba y tierra,
pero con un poquito
no má.
S 9
Etorna
N un auto arteriado de circulos viciosos,
diciembre qué cambiado,
con su oro en desgracia. Quién le viera:
diciembre con sus 31 pieles rotas,
el pobre diablo.
i

Yo le recuerdo. Hubimos de esplendor,


bocas ensortijadas de mal engreimiento,
todas arrastrando recelos infinitos.
Cómo no voy a recordarie
al magro seííor Doce.

Yo le recuerdo. Y hoy diciembre torna


qué cambiado, el aliento a infortunio,
helado, moqueando humillación.

Y a la ternurosa avestruz
como que la ha querido, como que la ha adorado.
Pero ella se ha calzado todas sus diferencias.
t
E8 posible me persigan hasta cuatro
magistrados vuelto. Es posible me juzguen
t pedro.
¡Cuatro humanidades justas juntas!
Don Juan Jacobo está en hacerlo,
y las burlas le tiran de su soledad,
conlo a un tonto. Bien hecho.

Farol rotoso, el día induce a darle algo,


y pende
a modo de asterisco que se mendiga
a sí propio quizás qué- enmendaturas.

Ahora que chirapa tan bonito


en esta paz de una sola línea,
aquí me tienes,
aquí me tienes, de quien yo penda,
para que sacies mis esquinas.

Y si, éstas colmadas,


te derramases de mayor bondad,
sacaré de donde no haya,
forjaré de locura otros pasillos,
insaciables ganas
de nivel y amor.

Si pues siempre salimos al encuentro


de cuanto entra por otro lado,
ahora, chirapado eterno y todo,
heme, de quien yo penda,
estoy de filo todavía. Heme!
TAHONA estuosa de aquellos mis bizcochos
pura yema infantil innumerable, madre.

Oh tus cuatro gorgas, asombrosamente


mal plañidas, madre: tus mendigos.
Las dos hermanas últimas, Miguel que h a muerto
y yo arrastrando todavía -
una trenza por cada letra del abecedario.

En la sala de arriba nos repartías


de mañana, de tarde de dual estiba,
aquellas ricas hostias de tiempo, para
que ahora nos sobrasen
cáscaras de relojes en flexión de las 24
en punto parados.

Madre, y ahora! Ahora, en cuál alvéolo


quedaría, en qué retoño capilar,
cierta migaja que hoy se me ata al cuello
y no quierc pasar. Hoy que hasta
tus puros huesos estarán harina
que no habrá en qué amasar
itierna dulcera de amor!,
hasta en la cruda sombra, hasta en el gran molar
cuya encía late en aquel lácteo hoyuelo
que inadvertido labrase y pulula itú lo viste tanto!
e n las cerradas manos recién nacidas.

Tal la tierra oirá en tu silenciar,


cómo nos van cobrando todos -
el alquiler del mundo donde nos dejas
y el valor de aquel pan inacabable.
Y nos lo cobran, cuando, siendo nosotros
pequeños entonces, como tú verías,
no se lo podíamos haber arrebatado
a nadie; cuando tú nos. lo diste,
¿di, rnamh?
A L borde de un sepulcro florecido
trascurren dos marías llorando,
llorando a mares.

El ñandú desplumado del recuerdo


alarga su postrera pluma,
y con ella ia mano negativa de Pedro
graba en un domingo de ramos
resonancias de exequias y de piedras.

Del borde de un sepulcro removido


se alejan dos marias cantando.
Lunes.
A LFAN alfiles a adherirse
a las junturas, al fondo, a los testuces,
al sobrelecho de los numeradores a pie.
Alfiles y cadillos de lupinas parvas.

A1 rebufar el socaire de cada caravela


deshilada sin americanizar,
ceden las estevas en espasmo de inforlunio.
con pulso párvulo mal habituado
a sonarse en el dorso de la muñeca.
Y la más aguda tiplisonancia
se tonsura y apeálase, y largamente
se ennazala hacia carámbanos
de lástima infinita.

Soberbios lomos resoplan


al portar, pendientes de mustios petrales
las escarapelas con sus siete colores
bajo cero, desde las islas guaneras
hasta las islas guaneras.
Tal los escarzos a la intemperie de pobre
fe.
Tal el tiempo de las rondas. Tal el del rodeo
para los planos futuros,
cuando innánima grifalda relata sólo
faliidas callandas cruzadas.

Vienen entonces alfiles a adherirse


hasta en las puertas falsas y en los borradores.
XXVI

L vera110 echa nudo a tres años


.que, encintados de cárdenas cintas, a todo
sollozo,
aurigan orinientos índices
de moribundas alejandrías
de cuzcos moribundos.

Nudo alvino deshecho, una pierna por allí,


más allá todavía la otra,
desgajadas,
pendulas.

Deshecho nudo de lácteas glándulas


de la sinamayera,
bueno pa.ra alpacas brillantes,
para abrigo cie pluma inservible
jmás piernas los brazos que brazos!

Asi eiivérase el fin, como todo,


como polliielo adormido saltón
de la hendida cáscara,
a l~izeternamente polla.
Y así. desde el óvalo, con cuatros al hombro,
ya para qué trist.ura.

Las uñas aquellas dolían


retesando 10s propios dedos hospicios.
de entonces crecen ellas para adentro,
mueren para afuera,
y al medio ni van ni vienen
ni van ni vienen.
Las uñas. Apeona ardiente avestruz coja,
desde perdidos sures,
flecha hasta el estrecho ciego
de senos aunados.

Al calor de una punta


de pobre sesgo ESFORZADO,
la griega sota de oros tjrnase
morena sota de islas.
cobrizá sota de lagos
en frente a moribunda alejandria,
a cuzco moribundo.
- XXVII

ME da miedo ese chorro,


buen recuerdo, señor fuerte.. implacable
-
cruel dulzor. Me da miedo.
Esta casa me da entero bien, entero
liigar para este no saber dónde estar.

No entremos. Me da miedo este favor


de tornar por minutos, por puentes volados.
Yo no avanzo, señor dulce,
recuerdo valeroso, triste
esqueleto cafltor.

Qué contenido, el de esta casa encantada,


me da muertes de azogue, y obtura
con plomo mis tomas
a la seca actualidad.

El chorro que no sabe a cómo vamos,


dame miedo; pavor.
Recuerdo valeroso, yo no avanzo.
Rubio y triste esqueleto, silba, silba.
XXVIII

H E almorzado solo ahora, y no he tenido


madre, ni suplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que, en el facundo ofertorio
de los choclos. pregunte para su tardanza
de imagen, por los broches mayores del sonido.

Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir


de tales platos distantes esas cosas,
cuando habráse quebrado el propio hogar,
cuando no asoma ni madre a los labios.
Cómo iba yo a almorzar nonada.

A la mesa de un buen amigo he almorzado


con su padre recién llegado del mundo,
con sus canas tías que hablan
en tordillo retinte de porcelana,
bisbiseando por todos sus viudos alv6olos;
y con cubiertos francos de alegres tirorlros
porque estánse en su casa. Así qué gracia!
Y me han dolido los cuchillos
c?e esta mesa en todo el paladar.

El yantar de esas mesas así, en que se prueba


amor ajeno en vez del propio amor,
+ ~ r n atierra el -bocado que no brinda la

MADRE,

hace golpe la dura deglusión; el dulce,


hiel: aceite funéreo, el café.

Cuando ya se ha quebrado el propio hogar,


y el sírvete materno no sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la miseria de amor.
ZbajoUMBA el tedio enfrascado
el momento .improducido y caña.

Pasa una paralela a


ingrata línea quebrada de fecilidad.
Me extraña cada firmeza, junto a esa agua
que se aleja, que ríe acero, caña
Hilo retemplado, hilo, hilo bin6mic0,
¿por dónde romperás, nudo de guerra?
Acoraza este ecuador. Luna.
Q u E m u R A del segundo
e n toda la tierna carnecilla del deseo,
picadura de ají vagoroso
a las dos de la tarde inmoral.

Guante de los bordes borde a borde.


,Olorosa verdad tocada en vivo, al conectar
l a antena del sexo
con lo que estamos siendo sin saberlo.

Lavaza de máxima ablución.


Calderas viajeras
que se chocan y salpican de fresca sombra
unánime, el co!or, la fracción, la dura vida,
la dura vida eterna.
No temamos. La muerte es así.

El sexo sangre de la amada que se queja


dulzorada, de portar tanto
por tan punto ridiculo.
Y el circuito
entre nuestro pobre día y la noche grande,
-a Ins dos de 17 tarde inmoral.
XXXI

E SPERANZA plaiíe éntre algodones.


Aristas roncas uniformadas
de amenazas tejidas de esporas magníficas
y con porteros botones innatos.
¿Se luderi seis de Sol?
Natividad. Cállate, miedo.

Cristiano espero, espero siempre


de hinojos en la piedra circular que está
*en las cien esquinas de esta suerte
tan vaga a donde asomo.

Y Dios sobresaltado, nos oprime


el puiso, grava, inudo,
y como padre a su pequeña,
apenas.
pero apenas, entreabre los sangrientos algodones
y entre sus dedos toma a la esperanza.

Señor, lo quiero yo.


Y basta!
999 calorías.
Rumbbb.. . . Trrraprrr r r a c h . . . . chaz
Serpentínica u del bizcochero
engirafada al tímpano.

Quién como los hielos. Pero no.


Qui6n como lo que va ni más ni menos.
Quien como el justo medio.

1.000 calorías.
Azulea y ríe su gran cachaza
el firmamento gringo. Baja
el sol empavado y le alborota los cascos
al más frío.

Remeda al cuco: Rooooooeeeis. . . . . .


tierno autocarril, móvil de sed,
que corre hasta la playa.

Aire, aire! Hielo!


Si al menos el calor (-Mejor
no digo nada.

Y hasta la misma pluma


con que escribo por último se troncha.

Treinta y tres trillones trescientos treinta


y tres calorías.
XXXIII

Sde1aquí
lloviera esta noche. ritirariame
a mil años.
Mejor a cien no más.
Como si nada hubiese ocurriclo, haría
la cuenta de que vengo todavía.

O sin madre, sin amada, sin porfía


de agacharme a aguaitar al fondo, a puro
pulso;
esta noche, así, estalría escarmenando
la fibra vCdica,
la Iüna védica de mi fin final, hilo
del diantre, traza de haber tenido
por las narices
a dos badajos inacordes de tiempo
en una misma campana.

Haga la cuenta de mi vida


o haga la cuenta de no haber aun nacido,
no %:canear6 a librarme.

No será lo que aún no haya venido, sino


lo que ha llegado y ya se ha ido,
sino lo que ha llegado y y a se h a ido.
XXMV

S E acab6 el extraño con quien, tarde


la noche, regresabas parla y parla.
Ya ,110 habrá quien nle aguarde,
dispuesto mi l ~ g a r buenc
, lo malo.

Se acabó la calurcsa tarde;


tu gian bahía y tu clambr; la charla
con ti1 macire acabada
que 110s brindaba un t15 lieno de tarde.

Se acabó tcdo al fin: las vacaciones,


tu obediencia de pechos, tu manera
de pedirme que no me vaya fuera.

Y se acabj el áiminutiro, para


:ni mayoría en el dolor sin fin
y ruestro haber nacido así sin causa.
L encuentro con la amada ,
t,anto alguna vez, es un simple detalle,
casi un programa hípico en violado,
que de tan largo no se puede doblar bien.

El almuerzo con ella que estaría


poniendo el plato que nos gustara ayer
y se repite ahora,
pero con algo más de mostaza;
el tenedor absorto, su doneo radiante
de pistilo en mayo, y su verecundia
de a centavito, por quítame allá esa paja.
y la cerveza lírica y nerviosa
a la que celan sus dos pezones sin lúpulo,
y que no se debe tomar mucho!

Y los demás encantos de la mesa


que aquella núbil campafia borda
con sus propias baterías germinales
que han operado toda la mañana,
segiin me consta, a mi,
amoroso notario de sus intimidades,
y con las diez varillas mágicas
de sus dedos pancreáticos.

Mujer que, sin pensar en nada más allá,


suelta el mirlo y se pone a conversarnos
sus palabras tiernas
como lancinantes lechugas recién cortadas.

Otro vaso y me voy. Y nos marchamos,


ahora sí, a trabajar.
Entre tanto, ella se interna
entre los cortinajes y joh aguja de mis días
desgarrados! se sienta a la orilla
de una costura;a coserme el costado
a su cost.ado,
a pegar el botóri de esa camisa,
que se ha vuelto a caer. Pero hase visto!
UGNAP~OSensartarnos por un ojo de aguja,
enfrentados, a las ganadas.
Amoniácase casi el cuarto ángulo del círculo.
¡Hembra se continúa el macho, a raiz
de probables senos, y precisamente
a raíz de cuanto no florece!

¿Por ahí estás, Venus de Milo?


TU manqueas apenas pululando
entrañada en los brazos plenarios
de la existencia,
de esta existencia que todaviiza
perenne imperfección.
Veilus de Milo, cuyo cercenado, increado
brazo revuélvese y trata de encodarse
a través de verdeantes guijarros gagos,
ortivos nautilos, aunes que gatean
recién, vísperas inmortales.
Laceadora de inminencias, laceadora
del parkntesis.

Rehusad, g vosotros, a posar las plantas


e n la seguridad dupla de l a Armonía.
Rehusad la simetría a buen seguro.
Intervenid en el conflicto
de puntas que se disputan
en la más torionda de las justas
el s a i h por el ojo de la aguja!

Tal siento ahora al mefiique


demás en la siniestra. Lo veo y creo
no debe serme, o por lo menos que está
en siEo donde no debe.
Y me inspira rabia y me azarea
y no hay cómo salir de él, sino haciendo
la cuenta de que hoy es jueves.

iCeded al nuevo inlpar


potent,e de orfandad!
XXXVII

H E conocido a una pobre muchacha , '

a quien conduje hasta la escena.


La madre, sus hermanas qué amables y también
aquel su infortunado "tú no vas a volver".

Como en cierto negocio me iba admirablemente,


me rodeaban de un aire de dinasta florido.
La . novia se volvía agua,
y cuan bien me solía llorar
su amor mal aprendido.

Me gustaba su tímida marinera


de humildes aderezos al dar las vueltas,
y cómo su pañuelo trazaba puntos, .
tildes, a la melografía de su bailar de juncia.

Y cuando ambos burlamos al párroco,


quebróse mi negocio y el suyo
y la esfera barrida.
XXXVIII

E STX cristal aguarda ser sorbido


en bruto por boca venidera
sin dientes. No desdentada.
Este cristal es pan no venido todavía.

Hiere cuando lo fuerzan


y ya no tiene cariiios animales.
Mas si se le apasiona, se melaría
y tomaría la horma de los sustantivos
que 'se adjetivan de brindarse.

Quienes lo ven allí triste individuo


incoloro, lo enviarían por amor,
por pasado y a l'o 1-116s por futuro:
si él no dase por ninguno de sus costados;
si él espera ser sorbido de golpe
y ea cuanto transparencia, por boca
venidera que ya no tendrft dientes.

Este cristal ha pasado de animal,


y márchase ahora a formar las izquierdas.
los nuevos Menos.
Déjenlo sólo E n más.
XXXIX

& UIEN h a encendido fósforo!


Mésome. Sonrio
a columpio por motivo.
Sonrio aún más, si llegan todos
a ver las guías sin color
y a mí siemprq en punto. Qué me importa.

Ni ese bueno del Sol que, al morirse de gusto,


lo desposia todo para distribuirlo
entrr, las sombras, el prodigo,
ni él me esperaría a la otra banda.
Ni los denlas que paran solo
entrando y saliendo.

Llama coi] toque de retina


el gran paiisdero. Y pagamos en señas
curiosísinias el tibio valor innegable
horneado, trascendiente.
Y tomamos el café ya tarce.
con deficiente azúcar que na faltado,
y pan sin mantequilla. Qué se va hacer.

Pero, e x s. :;SI ares receñidos, barreados.


La salud va en un pie. De frente: marchen!
Q U I E N nos hubiera dicho que en domingo
así, sobre arácnidas cuestas
se encabritaría la sombra de puro frontal.
(Un molusco ataca yermos ojos encallados,
a razón de dos b más posibilidades tantálicas
contra medio estertor de sangre remordida).

Entonces, ni el propio revés de la pantalla


deshabitada enjugaría. lag arterias
trasdoseadas de dobles todavías.
Como si n o s hubiesen dejado salir! Como
si no estuviésemos embrazados siempre
a los dos flancos diarios de la fatalidad!

Y cuánto nos habríamos ofendido.


Y aun lo que nos hábríamds enojado y pelead^
y amistad0 otra vez
y otra vez.

Quién hubiera pensado en tal domingo,


cuando, a rastras, seis codos lamen
de esta manera, hueras yemas lunesentes.

Habríamos sacado contra él, de bajo


de las dos alas del Amor,
lustrales plumas terceras, pufíales,
nuevos pasajes de papel de oriente.
Para hoy que probamos si aún vivimos,
casi un frente no m&.
'
A Muerte de sodillzs mana
su sangre blanca qiie no es sangre.
Se huele a garantía.
Pero ya me auiero reir.

Murmurase -algo por allí. Callan.


Alguien silba valor de lado,
y hasta se contaría en par
veintitrés costillas que se echan de menos
entre sí, a ambos costados; se contaría
en par también, toda la fila
de trapecios escoltas.

E ~ Itanto el redoblante 'policial


(Otra vez me quiere reir)
se desquita y nos tunde a palos,
dale y dale,
de membrana a membrana,
tas
con
tas.
XLII

Etodo.SPZRAOS. Ya os voy a narrar


Esperaos sosiegue
este dolor de csbeza. Esperaos.
¿Dónde os habéis dejado vosotros
que no hacéis falta jamás?

Naciie hace fsilta! Muy bien.

Rosa entra del último piso.


niño. Y otra vez rosa:
Est,oy~
ni sabes a dónde voy.

¿Aspa la estrella de la muerte?


O son extraiias máquinas cosedoras
dentro del costado izquierdo.
Esperaos otro momento.

No nos ha visto nadie. Pura


búscate e! talle.
jh dónde se han saltado tus ojos!

Penstra reencarnada en los salones


de ponentino cristal. Suena
música exacta casi 18stima.

Me - ~ i e n t omejor. Sin fiebre, y ferviente.


Primaverz. Perú. Abro los ojos.
Ave! No salgas. Dios, como si sospechase
algún flujo sin reflujo ay.

Palethda facial, resbala el telón


cabe las conchas.

Acrisis. Tilia, acuéstate.


XLIII

QUIEN sabe se va s ti. No le ocultes.


Quiér, sabe madrugada.
Acaríciale. No le digas nada. Está
duro de lo que se ahuyenta.
Acariciale. Anda! Cómo le tendrías pena. -

Narra que no es posible


todos digan que bueno
cuando ves que se vuelve y revuelve,
animal que h a aprendido a irse. . . No?
Sí! Acaríciale. No le arguyas.

Qizién sabe se va a ti madrugada.


¿Has contado qué poros dan salida solamente,
y cuáles dan entrada?
Acaríciale. Anda! Pero no vaya a saber
que lo haces porque yo te lo ruego.
Ande !
E 8TE piano viaja para adentro,
viaja a saltos alegres.
Luego medita en feriado reposo,
clavado con diez horizontes.

Adelanta. -9rrástrase bajo túneles,


más allá, bajo túneles de dolor,
bajo vértebras que fugan naturalmente.

Otras veces van sus trompas,


lentas ansjas xmarilias de vivir,
van de eclipse,
y. se espulgan pesadillas insectiles
ya muerta^ para el trueno, heraldo de los génesls.

-. Piano oscuro ¿a quién atisbas


con tu sordera que me oye,
con tu mudez que me asorda?
O h pulso misterioso.
XLV

M E desvinculo del nlar


cuando vienen las aguas a mí.

Salgamos siempre. Saboreemos


la nación estupenda, Ia canción dicha
por los iabios inferiores del deseo.
O h prodigiosa doncellez.
Pasa la brisa sin sal.

A lo Eejos husmeo los ~uétanos


oyendo el. tanteo profundo, a la caza
de teclas de resaca.

Y SI as1 dieramos las narices


en el absurdo,
nos ciibriremos con el oro de no tener nada,
y empoilaremos el ala aún no nacida
de la ncche, hermana
de esta ala huérfana del día,
que a fuerza de ser una-ya no es ala. ,
A carde cicinera se detiene
ante la mesa donde tíi comiste;
y muerta de hambre t u memoria viene
. sin probar ni agua, de lo puro triste.

Mas como siempre, tu humildad se aviene


a que le brinden la bondad más triste.
Y no quieres gustar, que ves quien viene
filialmente a la mesa en que comiste.

La tarde cocinera te suplica


y te llora en su delantal que aun sórdido
nos empieza a querer de oírnos tanto.

Yo hago esfuefzos también; porque no hay


valor para servirse de est-as aves.
Ah! qué nos vamos a servir ya nada.
XLVII

CILIAW arrecife donde nací,


según refieren cronicones y pliegos
de labios familiares histo~iados
en segunda gracia.

Ciliado archipi6lag0, te desislas a fondo,


a fondo archipiélago mío!
Duras. todavía las articulaciones
al camino, como cuando nos instan
y ilosotros no cedemos por nada.

Al ver los párpados cerrados,


implnmes mayorcitos, devorando azules bombones,
se carcajean pericotes ~iejos.
Los párpados cerrados, como si, cuando, nacemos
siempre no fiiese tiempo todavía.

Se va el altar, el cirio para


que no le pasase nada a mi madre,
y por mi que sería con los años, si Dios
quería, Obispo, Papa, Santo, o talvez
sólo un columnario dolor de cabeza.

Y las manitas que se abarquillan


asiéndose de algo flotante,
a no querer quedarse.
Y siendo ya la 1.
XLVIII

TENGO ahora ?O soles peruanos.


Cojo la penúltima moneda, la que suena
69 veces púnicas.
Y he aquí, a l finalizar sil rol,
qu6mase toda y arde llameante,
llameante,
redonda entre mis tímpanos alucinados.

Ella, siendo 69, dase contra 70;


luego escala 71 rebota en 72.
Y así se multiplica y espejea impertérrita
en todos los demás piñones.

Ella, vibrando y forcejeando,


pegando grittttos,
soltando arduos, chisporroteantes silencios,
orinándose de natural grandor,
en unánimes postes surgentes,
acaba por ser todos los guarismos,
la vida entera.
XLIX

*MUR.MXlRADO en inquietud, cruzo,


e l traje largo de sentir, los lunes
de la verdad.
Nadie me busca ni me reconoce,
y hasta .yo he olvidado
de quién seré.
ciertü guardarropía, sólo ella, nos sabrá
a todos en las blancas hojas
de las partidas.
Esa guardarropía, ella sola,
al volver c?e cada facción,
de cada candelabro
ciego de nacimiento.
Tampoeo yo descubro a nadie, bajo
este mantil!~que iridice los lunes
de la razón;
y no hago más que sonreir a cada púa
de las verjas, eil la loca búsqueda
del conocido.
Buena giiardarropía, ábreme
tus blancas hojas;
quiero reconocer siquiera al 1,
quiero el punto de apoyo, quiero
saber de estar siquiera.
En los bastidores donde nos vestimos,
no hay, no Hay nadie: hojas tan sólo
de par en par.
Y siempre los trajes descolgándose
por sí propios, de perchas
como ductores índices grotescos, .
y par tiendo sin cuerpos, vacantes,
hasta el matíz prudente
de un gran caldo de alas con causas
y lindes fritas.
-Y hasta el hueso!
E L cincerbero cuatro veces
al día maneja su candado, abriéndonos
cerrándonos los esternones, .en guiños
que entendemos perfectamente.
-
Con los fundillos lelos melancólicos,
amuchachado de trascendental desaliño,
parado, es adorable el pobre viejo.
Chancea con los presos, hasta el tope
los puños en las ingles. Y hasta mojarrilla
les roe algún mendrugo; pero siempre
ciimpliendo su deber.

Por entre los barrctes pone e1 punto


fiscal, inadvertido, iz5,ndose en la falangita
del meñique,
a la nista de lo que hablo,
l o que como
lo que snefio.
Quiere el corvino ya no hayan adentros,
v como nos duele esto que quiere el cancerbero.

Por un sistema de relojería, juega


el viejo inininente, pitagóriso!
a lo ancho de las aortas. Y sólo
de tarde en noche, con noche
soslaya algunn su excepción de, metal.
Pero, naturalmente,
siempre .cumpliendo su deber.
M ENTIRA. Si lo hacía de engaños,
y nada más. Ya está, De otro modo,
también tb vas a ver
cu8nto va a dolérme el haber sido así.

Mentira. Calla.
Ya %stá bien.
como otras veces tú me haces esto mismo,
por eso yo también he sido así.

A mí9 Que había tanto atisbado si de veras


lloraba.,
y a aue otras veces sólo te quedaste
e n tus dulces pucheros,

-a mi, que ni soñé que los creyeses,


me ganaron tus lágrimas.
Ya está.

'Mas y a lo sabes: todo fue mentira.


Y si sjgues llorando, bueno pues!
.Otra vez ni he de verte cuando juegues,
LII

Y nos levantaremos cuando se nos d6


la gana, aunque mamá toda claror
110s despierte con cantora
y linda cólera materna.
Nosotros reiremos a hurtadillas de esto,
mordiente el canto de las tibias colchas
de vicuña i y no me vayas a,hacer cosas!
,Los humos de los bohídos jah golfillos
en rama! madrugarían a jugar
a las cometas azulinas, azulantes,
y, apañuscando alfarjes y piedras, nos darían:
s u estímulo fragante de boñiga,
para sacarnos
al aire nene que no conoce aún las letras,
a pelearles los hilos.

Otro día querrás pastorear


entre tus huecos onfaloideos
$vidas cavernas,
meses nonos,
mis telones.!
O querrás acompaña? a la anciania
a destapar la toma de un crepúsculo,
para que de día surja
toda el agua que pasa de noche.
Y llegas muriéndote de risa,
y en el almuerzo musical,
cancha reventada, harina con manteca,
con manteca,
le tomas el pelo al peón decúbito
que hoy otra vez olvida dar los buenos días,.
esos sus días, buenos con b de baldío,
que insisten en salirle al pobre
por la culata de la v
dent,il@bialque vela en él.
QUIEN clama las once no son doce!
Como si las hubiesen pujado, se afrontan
de dos en dos las once veces.

Cabezazo brutal. Asoman


las coronas a oír,
pero sin traspasar los eternos.
trescientos sesenta grados, asoman
y exploran en balde, dónde ambas manos
ocultan el otro puente que les nace
entre veras y liturgicas bromas.

Vuelve la frontera a probar


las dos piedras que no alcanzan a ocupar - ..
una misma posada a un mismo tiempo.
La frontera, la ambulante batuta, que sigue
inmutable, igual, sólo ,
más ella a cada esguince en alto.

Veis lo que es sin poder ser negado,


veis lo que tenemos que aguantar,
mal que nos pese.
icuánto se aceita en codos
que llegan hasta la boca!
OR.AGIDO tormento, entra, sal
por un mismo forado cuadrangular.
Duda. El balance punza y punza
hasta las cachas.

A veces doyme contra todas las contras,


y por ratos soy el alto má.s negro de las ápices
en la fatalidad de la Armonía.
Entonces las ojeras se irritan divinamente,
y solloza la sierra del alma,
se violentan oxígenos de buena voluntad,
arde cuanto no arde y hasta
el dolor doble el pico en risa.

pero un día no podrás entrar


ni salir, con el puña. de tierra
que te echaré a los ojos foragido!
S A L I A I N diría el aire es quieto y de una contenida
tristeza.

Vallejo dice hoy la Muerte está soldando cada


lindero a cada hebra de cabello perdido, desde la
cubeta de un frontal, donde hay algas, toronjiles que
ccmtan divinos almácigos en guardia, y versos anti-
sépticos sin dueño.

El miércoles, con uñas destronadas se abTe las


propias uñas de: alcanfor, e instila por polvorientos
harneros, ecos, páginas vueltas, zarros,
zumbidos de moscas
cuando nay muerto, y pena clara esponjosa y cierta
esperanza.

Un enfermo lee 1,a Prensa, como en fasistol.


Otro está tendido palpitante, longirrostro, 4

cerca a estarlo sepulto.


Y yo advierto un hombro esiá en su sitio
todavía y casi queda listo tras de éste, el otro lado.

Ya la tarde pasó diez y seis veces por el sub-


suelo empatrullado,
y se está casi ausen-
en el número de madera amarilla
d e la cama que está desocupada tanto tiempo
.
allá . . . . . . . . . . . . . . . . .
enfrente.
TODOS los días amanezco a ciegas
a trabajar para vivil: y tomo el desayuno,
sin probar ni gota de él, todas las mañanas.
Sin saber si he logrado, o más nunca,
algo que brinca del sabor
o es sólo corazón y que ya vuelto, lamentará
hasta dónde esto es lo menos.

El niño crecería ahitc? de felicidad


oh albas,
ante el pesar de los padres de no poder dejarnos
de-arrancar de sus sueños de amor a este mundo;
ante ellos que, como Dios, de tanto amor
se comprendieron hasta creadores
y nos quisieron hasta hacernos daño.

Flecús de invisible trama,


dientes que huronean desde la neutra emoción..
pilares
libres de base y coronación,
en la gran boca qiie h a perdido e1 habla.

Fósforo y fósforo en la oscuridad.


lágrima g lágrima en la polvareda.
LVII

~RATERIZADOSlos puntos más altos, los puntos


del amor de ser mayúsculo, bebo, ayuno, absorbo he-
roína para la pella, para el latido
Iació y contra toda corrección.

¿Puedo decir que nos han traicionado? No.


¿Que todos fueron buenos? Tampoco. Pero
alli está una buena voluntad, sin duda,
y sobre todo, el ser así.

Y qué quien se ame mucho! Yo me busco


en mi propio designio que debió ser obra
mía, en vano: nada alcanzó a ser libre.

Y sín embargo, quién me empuja.


A que no me atrevo a cerrar la quinta ventana-
Y el pagel de amarse y persistir, junto a las
horas y a lo indebido. -
E n ia celda, en lo sólido, también
s e acA?irrucnnlos rincones.

Arreglo !os desnudos que se ajan,


-
se dr~bian,se harapan.

Apéonie del caballo jadeante, bufando


líneas de bofetadas y de horizontes;
espumoso pie contra tres cascos.
Y le ayudo: Anda, animal!

Se tomaría menos, siempre menos, de lo


que me tocase erogar,
en la celda, en lo líquido.

El c~mpañerode prisión comía el trigo


de las lomas, ccn.mipropia cuchara,
cuando. a la mesa de mis padres, niño,
me cüedaba dormido masticando.

Le soplo al otro:
Truelve. sal por la otra esquina:
a p u r a . . . aprisa.. . apronta!

E inadvertido aduzco, planeo,


.cabe camastro desvencijado, piadoso:
Nc creas. Aquel médico era un hombre sano.

Ya no reiré cuando mi madre rece


en Ic:_ancia y en domingo, a las cuatro
de la madrugada. por los caminantes,
-encarcelados,
.enfermos
.y pobres.
En el redil de niños, ya no le asestaré
puñetazos a ninguno de ellos, quien, después,
todavía sangrando lloraría: El otro sábado
te daré mi fiambre, pero
no me pegues!
Ya no le diré que bueno.

En la celda, en el gas iluminado


hasta redondearse en la condensación,
- ¿quién tropieza por afuera?
LlX

3queil esfera terrestre del amor


rezagóse abajo, da vuelta
y vuelta sin parar segundo,
y nosotros estamos condenados a sufrir
tzomo un centro su girar.

Pacífico inmóvil, vidrio, preñado


d e todos los posibles.
Andes frío, inhumaiiable, puro.
Acaso. Acaso.

Gira la esfera en el pedernal del tiempo, ,


y se afila,
y se afila hasta querer perderse;
gira forjando, ante los desertados flancos,
aquel punto tan espantablemente conocido,
porque él ha gestado, vuelta
y vuelta,
-el corralito consabido.

,Centrífuga que sí, qiíe sí,


que Si,
que si, que sí, que sí, que si: NO!

Y me retiro hasta azular, y retrayéndome


endurezco, hasta apretarme el alma!
Esorda
S de madera mi paciencia,
vejetal.

Día que has sido puro, niño, inútil,


que naciste desnudo, las leguas
!de tu marcha, van corriendo sobre
tus doce extremidades, ese doblez ceñudo
que después deshiláchase
en no se sabe qué Últimos pañales.

Constelado de hemisferios de grumo,


bajo eternas américas inéditas, tu gran plumaje
te partes y me dejas, sin tu emoción ambigua
sin tu nudo de sueños, domingo.

Y se aprjlilla mi paciencia,
y me vuelvo a exclamar: ¡Cuándo vendrá
el domingo bocón y mudo del sepulcro;
cuándo vendiá a cargar este sábado
d e liarapos, esta horrible sutura
del placer que nos engendra sin querer,
y el placer que nos DestieRRa.
ESTA noche desciendo del caballo,
ante la puerta de la casa, donde
me despedí con el cantar del gallo.
Esta cerrada y nadie responde.
El poyo en que mamá alumbró
al hermano mayor, para que ensille
lomos que había yo montado en pelo,
por rúas y por cercas, niño aldeano;
el poyo en que dejé que se amarille al sol
mi adolorida infancia.. . . ¿Y este duelo
que enmarca la portada?
Dios en la paz foránea.
estornuda, cual llamando también, el bruto;
husmea, golpeando
-
- ei empedrado. Luego duda
reliiicha,
orejea a viva oreja.
-
Ha de velar papá rezando, y 'quizás
pelisará se me hizo tarde.
Las hermanas, canturreando sus ilusiones
sencillas, bullosas,
en la labor para la fiesta que se acerca,
y ya no falta casi nada.
, Espero, espero, el corazón
un huevo en su momento, que se obstruye. .

Numerosa familia que dejamos


no ha mucho, hoy nadie en vela, y ni una cera
puso en el ara pata que volviéramos.
Llamo de nuevo, y nada.
Callarnos y nos ponemos a sollozar, y el animal
relincha, relincha má,s todavia.
Todos están durmiendo para siempre,
y tan de lo más bien, que por fin
mi caballo acaba fatigado por cabecear
a su vez, y entre sueño, a cada venia, dice
que está bien, que todo está muy bien.
LXII

Am M m A
Cuando vayas al cuarto que tu sabes,
entra en él, pero entorna con tiento la mampara
que tanto se entreabre,
casa bien los cerrojos, para que ya no puedan
volverse otras espaldas.
Corteza
Y cuando salgas, di que no tardarás
a llamar al canal que nos separa:
fuertemente cogido de un canio de tu suerte,
te soy inseparable,
y me arrastras al borde de tu alma.
Almohada
Y sólo cuando hayamos muerto ¡quién sabe!
Oh no. Quién sabe!
entonces nos habremos separado.
Mas, si, al cambiar el paso, me tocase a mí
la desconocida bandera, te he esperar allá,
en la confluencia del s o p l ~y el liueso,
como antaño,
como antaño en la esquina de los novios
ponientes de la tierra.
Y desde allí te seguiré a lo largo
de otros mundos, y siquiera podrán
servirte mis n6s musgosos y arrecidos,
para que en ellos poses las rodillas
en las siete caídas de esa cuesta infinita,
y así te duelan menos.
LXIII

A W E C E Iluviendo. Bien peinada


la mañana chorrea el pelo fino.
Melancolía está amarrada;
- y en mal asfaltado oxidante de muebles hindúes, e

vira, re asienta apenas el destino.


Cielos de puna descorazonada
por gran amor, los cielos de platino. torvos
de imposible.
Rumia la majada v se subraya
de un relincho andVino.
Me acuerdo de mí mismo. Pero bastan
las astas del viento. los timones quietos hasta
hacerse uno.
y el grillo del tedio y el jiboso codo inquebrantable. .
Basta la mañana de libres crinejas
'
de brea preciosa, serrana,
cuando salgo y busco las once
y no son más que las doce deshora.
LXIV

ITOS vagarosos enamoran, desde el minuto mon-


(tuoso
que obstetriza y fecha los amotinados nichos de la
atmósfera.
Verde esta el coradn de tanto esperar; y en el canal
de Panamá ihablo con vosotras, mitades, bases, cúspi-
des! retoñan los peldaños, pasos que suben, pasos que
bajan.
Y yo que pervivo,
y yo que sé plantarme.
ah valle sin altura madre, donde todo duerme
horrible rnediatinta, sin ríos frescos, sin entradas de
amor.
Oh voces y ciudades que pasan cabalgando en un dedo
tendido que sefiala a calva Unidad. Mientras pasan de
mucho en mucho, gañanes de gran costado sabio,
detrás
de las tres tardas dimensiones.
HOY Mañana Ayer
zr No, hombre ! f
MADRE, m e viy rnaiiana a Santiago,
a mojarme en tu bendición y en tu llanto.
Acomodando estoy mis desengaños y el rosado
de llaga de mis falsos trajines.
Me esperará tu arco de asombro,
las tonsuradas columnas de tus ansias
que se acaban la vida. Me esperará el patio,
el corredor de abajo con sus tondos y repulgos
de fiesia. Me esperará mi sillón ayo,
aquel buen quijarudo trasto de dinástico
cuero, que pára no más rezongando a las nalgas
tataranietas, de correa a correhuela.
Estoy cribando mis cariños más puros.
Estoy ejeando. ¿no oyes jadear la sonda?
¿no oyes tascar dianas?
estoy plasmando tu fórmaia de amor
para todos los huecos de este suelo.
Oh si se dispusieran los tácitos vslantes
para todas las cintas más distantes,
para todas las citas más c?ist,intas.
Así, muerta inmortal. Así.
Bajo los dobles arcos de tu sangre, por donde
hay que pasar tan de puntillas, que hasta mi padre
para ir por allí,
humildóse hasta menos de la mitad del hombre.
hasta ser cl primer pequeño que tuviste.
Así, muerta inmortal.
Entre la columnata de tus huesos
que no puede caer ni a lloros,
y a cuyo lado ni el Destino pudo entrometer
ni un solo dedo suyo.
hi muerta inmortal.
Así.
OBLA el dos de Noviembre.
Estas sillas son buenas acogidas.
La rama del presentimiento
va, viene, sube, ondea sudorosa.
fatigada en esta sala.
Dobla triste el dos de Noviembre.
Difuntos, qué bajo cortan-vuestros dientes
abolidos, repasando ciegos nervios,
sin recordar la dura fibra
que cantores obreros redondos remiendan
con cáñamo inacabable, de innumerables nudos
iatientes de encrucijada.
Vosotros, difuntos, de las nítidas rodillas
puras a fuerza de entregaros,
c6mo aserráis el otro corazón
con vuestras blancas coronas, ralas
de cordialidad. Si. Vosotros, difuntos.
Dobla triste el dos de Noviembre.
Y la rama del presentimiento
s e la muerde un carro que simplemente
rueda por la calle.
Cdiversos
ANTA cerca el verano, y ambos
erramos, al llombro
recodos, cedros, compases unípedos,
espatarrados en la sola recta inevitable.
Canta el verano y en aquellas paredes
endulzadas de marzo,
lloriquea, gusanea la arácnida acuarela
de la melancolia.
Cuadro enmarcado de trisado anélido, cuadro
que fa1t.Ó en ese sitio para donde
pensamos que vendría el gran espejo ausente.
Amor, éste es el cuadro que faltó.
Mas, para qué me esforzaría
por dorar pajilla para tal encantada aurícuia.
si, a espaldas de astros queridos,
se consiente el vacío, a pesar de todo.
Cuánta madre quedábase adentrada
siempre en tenaz atavío c?e carbón, cuando
el. cuadro faltaba, y para lo que crecería
al pie de ardua quebrada de mujer.
Así yo me decía: Si vendrá aquel espejo
que de tan esperado, ya pasa de cristal.
Me acababa la vida ¿para qué?
Me acababa la vida, para alzarnos
sólo de espejo a espejo.
LXVIII

ESTAMOS a catorce de Julio.


Son las cinco de la tarde. Llueve en toda
una tercera esquina de papel secante.
Y llueve más de abajo ay para arriba.
Dos lagunas las manos avanzan
de diez en fondo,
desde un martes cenagoso qae ha seis dias
esta en los lagrimales helado.
Se h a degollado una semana
con las más agudas caídas; hase hecho
todo lo que puede hacer miserable genial
en gran taberna sin rieles. Ahora estamos
bien, con esta lluvia que nos lava
y nos alegra y nos hace gracia suave.
Hemos a peso bruto caminado, y, de un solo
desafio,
blanqueó nuestra pureza de animales.
Y preguntamos por el eterno amor,
por el encuentro absoluto,
por cuanto pasa de aquí para allá.
Y resgonciimcis desde dónde los míos no son 40s
(tuyos
desde qué hora el bordón, al ser portado,
sustenta y no es sustentado. (Neto).
Y era negro, colgado en un rinc6n.
sin proferir ni jota, mi paletó,
,
Qdocentes.
UE nos buscas, oli mai con tus -volúmenes
Qué inconsolable, qué atroz
estás en la febril solana.
I

Con tus azadones saltas,


con tus hojas saltas,
hachando. hachando en loco sésama
mientras tornan llorando las olas, después
de descalcar los cuatro vientos
y todos los recuerdos, en labiados plateles
de tunsgteno, contraetos de colmillos
y estáticas eles quelonias.

Filosofía de alas negras que vibran


al medroso temblor de los hombros del día.

El mar, y una edición en pie, I


en su @ica hoja el anverso
de cara al reverso.
,
T O D O S sonríen al desgaire con que voyine a fondo.
celular de comer bien y bien beber.

Los soles andan sin yantar? O hay quien


les da granos como a pajarillos? Francamente,
yo no sé de esto casi nada.

Oh piedra, almohada bienfaciente al fin. Amemomos


los vivos a los vivos. aue a las buenas cosas muertas
será después. Cuánto 'tenemcs que quererlas
v estrecharlas, cuánto. Amemos las actualidades, aue
siempre no estaremos como estamos. Que interink
Barrancos no hay en los esenciales cenienterios.

El porteo va en el alfar, a pico. La jornada nos da


en el cogollo, con su docena de escaleras, escaladas,
en horizontizante frustración de pies, por pávidas
.sandalias vacantes.

Y temblamos avanzar el paso, que no sabemos si da-


mos con el péndulo, o ya lo hemos cruzado.
Y
SEEtPEd el sol en tu mano fresca:
p se derrama cauteloso en tu curiosidad.

Cállate. Nadie sabe que estas en mí,


toda-entera. Cállate. No respires. Nadie
sabe mi merienda suculenta de unidad:
legión de oscuridades, amazonas de lloro.

Vanse los carros flagelados por la tarde,


y ent.re ellos los míos, cara atrás, a las riendas
fatales de tus dedos.

Tus manos y mis manos recíprocas se tienden


polos en guardia, practicando depresiones,
y sienes y costados.

Calla también, crepúsculo futuro,


y recójete a, reir en lo íntimo, de este celo
de galios ajisecos soberbiamente,
soberbiamente ennavajados
de cúpulas, de viudas mitades ceruleas.
Regocijate, huérfsno; bebe tu copa de agua
desde la pulpería de una esquina cualquiera.
LXXII

ENTU sal6n en cono, te cerraron, te cerrG


aunque te quise, tú lo sabes,
y hoy de qiié manos penderán tus llaves.

Desde estos muros derribamos los últimos


escasos pabellones que cantaban.
Los verdes han crecido. Veo labriegos trabajando,.
los cerros llenos de triunfo.
Y el mes y medio transcurrido alcanza
para una mortaja, hasta' demás.

Salón de cuatro entradas, y sin una salida.


hoy que haz honda murria, te hablo
por tus seis dialectos enteros.
Ya ni he de violentarte a que me seas,
de para nunca; ya no saltaremos

-
ningún otro portillo querido.
!%.
Julio estaba entonces de nueve. Amor
contó ep sonido impar. Y la dulzura
dio para toda la mortaja, hasta demás.
H A triunfado
. otro ay. La verdad está allí.
Y quien tal actúa ¿no va a saber
amaestrar excelentes dijitigrados
para el ratón. ¿Si.. . No.. . ?

Ha triunfado otro ay y contra nadie.


Oh exósmosis de agua químicamente pura.
Ah míos australes. Oh nuestros divinos.
Tengo pues derecho
a estar verde y contento y peligroso, y a ser
.el cincel, miedo del bloque basto y vasto;
a meter la pata y a la risa.

.Absurdo, sólo tú eres puro.


Absurdo, este exceso sólo ante ti se\
s u d a dorado placer.
IJRO un día tan rico e! año pasado. . . !
que ya ni sé qué hacer con él.
1
Severas madres guían al colegio,
asedia,n las reflexiones, y nosotros enflechamop.
la cara apenas. Para ya tarde saber
que en aquello gozna la travesura
y se rompe la sien.
Qué día el del año pasado,
que ya ni sé qué hacer con él,
rota la sien y t ~ d o .

Por esto nos separarán,


por eso y para ya no hagamos mal.
y las reflexiones técnicas aún dicen
¿no las vas a oír?
que dentro de dos gráfilas oscuras y aparte,
por haber sido niños y también
por habernos juntado mucho en la vida,
reclusos para siempre nos irán a encerrar.
para que te compbngas.
E ~ T A L muertos.
S
.
Quk extraña manera de estarse muertos. Quienquiera
diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos.

Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana


-que, pCndula del zenit al nadir, viene y va de cre-
púsculo a crepúsculo, vibrando ante la sonora caja
de una herida que a vosotros no os duele. Os digo,
pues, que la. vida está en el espejo, y que vosotros
sois el original, la muerte.

Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán


impunemente se está uno muerto. Sólo cuando las
aguas se quebrantan en los bordes enfrentados y se
doblan 77 doblan, entonces os transfiguráis y creyen-
do morir, percibís sexta cuerda que ya no es
vuestra.

Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás.


Quienquiera diría que, no siendo ahora, en otro tiem- .
po fuisteis. Pero en verdad, vosotros sois los cadá-
veres de una vida que iinnca fue. Triste destino el
no haber sido sino muertos siempre. El ser hoja seca
sin haber sido verde jam8s. Orfandad de orfandades.

P sin embargo, los muertos no son, no pueden ser


cadáveres de una vida que todavía no han vivido.
Ellos murieron siempre de vida.

Estáis muertos.
Dsacando
E la noche a la mañana voy
lengua a las más mudas equis.

En nombre de esa pura


que sabia mirar hasta ser 2.

En nombre de que la fui extraño,


llave y chapa muy diferentes.

En nombre della que no tuvo voz


ni voto, cuando se dispuso
esta su suerte de hacer.
1

Ebullición de cuerpos, sin embargo


aptos; ebullición que siempre
tan solo estuvo a 99 burbujas.

;Remates, esposados en naturaleza,


de dos días que no se juntan,
.que no se alcanzan jamás!
6 RANIzn tanto, como para que yo recuerde
y acreciente las perlas
que he recojido del hocico mismo
de cada tempestad.

No se vaya a secar esta lluvia.


A menos que me fuese dado
caer ahora para ella, o que me enterrasen
mojado en el agua
que surtiera de todos los fuegos.

¿Hasta dónde me alcanzará esta lluvia?


Temo me quede con algkn flanco seco;
temo que ella se vaya, sin haberme probado
e n las sequías de increíbles cuerdas vocales,
por las que
para dar armonía,
hay siempre que subir jnunca bajar!
¿No subimos acaso para abajo?

Canta, lluvia, en la costa aún sin mar.


INDICES
Los Haraldos Negros

Juicios sobre la obra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5


Los Heraldos Negros :....., . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

PW"0NES AGILES
Deshojación Sagrada . . . . . . . . . . . .
Comunión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Nervazón de Angustia . . . . . . . . . . . .
Bordas de Hielo . . . . . . . . . . . . . . .
Nochebuena . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ascuas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Media Luz . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Sauce . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ausente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Avestruz .....................
Bajo los Alarnos ...............

BUZOS
XaAlWk . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . yJ
Babel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
Romería . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
El Palco Estrecho . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
i .........................
El Poeta a su Amada .........
Verano . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Setiembre . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Heces . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Impia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La Copa Negra . . . . . . . . . . . . . .
Deshora . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Fresco . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Yeso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Hojas de E7bano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Terceto Autdctono . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Oraci6n del Camino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Huaco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
Mayo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Aldeana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
Idilio Muerto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50

TRUENOS

En las Tiendas Griegas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51


Agape . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
La Voz del Espejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
Rosa Blanca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54
La De A Mil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
E3 Pan Nuestro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
Absoluta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Carpitulaci6n . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
Desnudo en Barro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
Uneas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60!
Amor Prohibido, . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
La Cena Miseralble . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
Para El Alma Imposible de mi Amada . . . . . . . . . . . . 63
El T4lamo Eterno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64
Las Piedras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
Retablo . . . . . : . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
Pagana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
Los Dados Eternos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
. &. L . Fatigados ........................
69
Santoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
'

luvia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
imor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
lios 73
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . u . . . . . . .

Unidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74
Los Arrieros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75

CANCIONES DE HOGAZC

EUncaje de Fiebre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
Los Pasos Lejanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
A Mi Hermano Miguel- ........................ 78
Engreída . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
mpergesia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81

FE DE ERRATAS

Pag. 62 (La Cena Miserable) tercer sexteta. 3er.


lingote; dice: Hasta cuándo este va.lle da lágrimas; de-
be decir: valle de lhgrimas .
TRILCE

INDICE

Palabras Prologales de Antenor Orrego . . . . . .


Noticia de TFtILCE. por Jose Bergamfn . . .
Valle Vallejo. de Gerardo Diego . . . . . . . . .
-

XI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
XII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
XIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
XIV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
XV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
X'VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
XViI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... 127
XVIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128
X I X . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
XXII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . e . . . . . . . . . . 131
XXIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
XXTV .................................... 135
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136
XXVI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
X c V n . . . . . . . . .' . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
-11 ................................. 140
XXIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
XXX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142
XXXi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
XXXII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144
XXXZII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
m V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146
XXXV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147
X X W ................................. 149
X X X V I I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
XXX'VIII ................................. 152 .
XXXIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
XIL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154
X!LI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
XLII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 156
: XLIiI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157
. XILIV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
XLV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159
XLVI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . -c . . . . 160
X'LVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161
XLViII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162
XLIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
L . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . P64
LI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165
LII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166
LIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
LIV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168
LV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
LVI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
.LVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
LVIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
LIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 174
LX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175
LXI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176
.L m I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
LXIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178
L X i V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
LXV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
LXVI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
LXVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182
L X V I i I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183
LXX . . . . . . . . L . , .... ...................
,A 1tM
. LXXI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 188
LXXII ................................. 187
LXXIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 188
LXXIV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
LXXV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 190
LXXW ................................. 191
LXXVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . isa

Tercera Parte

Rusia 1931 .................................. 194


LOS HERALDOS NEGRW Y TRiiCE,
de Céw Valleju, se termin6 de imprimir
el 16 de 8bril de 1963, en los taileree de
la Editora 'TTRILCE.

I , LIMA - =U I
CESAR VALLEJO

RUSIA EN 1931
Reflexiones al pie
del Rremlin

EDICIONES PERU
LIMA, 1962
NOTA DEL EDITOR A LA PRIMERA
EDICION
(MADRID, 1931)

h personalzdad literaria de César Vallejo, el atltor d e


esta obra, es conocidisima e n los medios intelectuales espa-
ñoles e hispanomericanos desde el año 1919 (sic), e n que
comienza su obra poética con los libros: LOS HERALDOS
N E G R O S y TRILCE. La critica de vanguardia ha consi-
derado estos libros de V a l k i o como la iniciación de zma
w e v a época e n la poesia castellano.
César Vallejo, d e nacionalidad peruana, toma parte ac-
tiva e n IRS luchas $oliticas de sa pais, siendo persegzcido y
enclrrcelado varias veces. Em 1923 viene a Europa y fija
sa residencia e n Puris. E n 1928, su alma inquieta, sz~spre-
ocupaciones diversas: poesia, sociologia, vitalzdad: le i m -
pulsan hacia otras rutas, y realiza a n viaje de estudio por
Alemalzia, Rusia, Inglaterra,-~talia,Austria y E u ~ o p aOrien-
tal. Vuelve a Paris con una ansia tremante de actividades
ideológicas. Marcha de nuevo a Rusia, de donde retorna a
P ~ i es n 1930. Y es entonces cuando el Gobierno francés
de Tardieu le persigue por sus c m p a ñ a s literarias contra
el- capitalismo mundial. César Vallejo tieme que abandonar
Francia y se presenta e n los circulos intelectuales madrile-
%os con el espkitu amastiado ter- las nieblas de todos los
caminos, con su gesto d e hombre que ha sentido e n si mis-
m a el dolor de todos los hombres, con su bagaje literario
v vital de la m i s alta alcuvzia.
,
Y d entre nosotros, y con nosotros, pablica ana novela,
EL T U N G S T E N O , sobre lu ex$lotación d e los indios e n
las minas de su pais: preocupación social de hombre actual
qzle se llena de luz e n las nuevas auroras de la Justzcia. Y
ahora, este lzbro, RUSIA EN 1931, donde se recogen las
impresiones de sus estancias e n la Rusia soviética.
César Vallejo ha estado e n el pais de Stalin, por sa
cuenta. N o ha d o en misión oficial, con ninguna subven-
ción, con ningzkna representación de grupo n i de entidad
politica. A cuerpo y cara limpios. N o se podrá decir por
nadie que escribe este libro obedeciendo mandatos propa-
gandista~:Vallejo no tien8 ninguna relación más o menos
escabrosa con las institzkcio~zes so~iéticas.Por eso los jui-
cios que da e n esta obra son los libres e imparciales de to-
do hombre honrado que no cuenta sino lo que ha visto
con sus propios ojos.
EDICIONES ULISES consideran este libro como la
versión más completa, m i s rica e n facetas, más profunda,
impa~cialy actualisima de cuantas se han dado sobre el
Soviet en Francia, Alemania, Inglaterra y EsFaña. Por ello
la hemos acogido con honda satisfacción e n nuestra "Co-
lección Nueva Politica"; y porque ello representa, a d e d s ,
la exaltación al gran público de nuestros lectores de %ti-
wténtico valor de nzcestra raza y de nuestro idioma.

EDICIONES ULISES.
NOTA DEL AUTOR A LA EDICION

Que yo sepa, la mayoriu: de los reportajes escritor sobre


.Rusia pueden clasificarse e n cuatro categorias: el reportaje
que, tztulándose de esttsdio del mundo soviéhco, se limita,
e n redtdad, a hablar linicamente de la Rusia prerrevolucio-
.%aria y antigua (casi todo el libro !de Stefan Zweig); el
estudio técnico, el simple reportaje fotográfico y sin co-
mentario y, por liltimo, el reportaje interpretativo y critico.
Los reportajes de la primera categoria no valen la pe-
na de ocuparse aqui de ellos, *es carecen de significación
dentro de la bibliografia soviética. Hablemos u n poco de
das otras tres categorias.
El estudio técnico no concierne sino a los iniciados:
politicos, economistas, hombres de ciencia, artistas. Es u n
informe profesional o 'académico para u n circulo estrecho
.de profesionales. Su alcance termina donde empieza el cri- '

.terso medio del gran pzíblico. Tales son, verbigracia, el in-


form? de las Trades-Unions británicas, o el más reciente de
la delegación industrial yanqui, O el libro de politica de
Herrzot, o el de Moussimc sobre cinema, o el de Crowther
sobre la ciencia soviética.
El reportaje meramente informativo y rzoticioso, tra-
.tándose de u n fenómeno tan proteico y fluyente como es
la reuolución rusa, apenas deja e n el no iniciado impresio-
nes stlperficiales, dispersas y, a la larga, falsas, sim encade-
~ a m i e n t oni contenido orgánicos, Ld simple exposición de
.un hecho aislado define, a lo sumo, la existencia de éste y
.alza existencia de facha& aparente. Sólo su iterpretación
de.rcabre el basamento social del hecho, s z ~relación con los
demás anteriores, .rimultáneo.i y posteriores: en fin: J Z ~ .
movimiento dialécticot su trascendencia vital. szc perspec-
tiua histórica. U n ejemplo de estos reportales exclusiva-
mente fotográficos e.r el libro de Hükbeklen.
Los reportajes de la cztarta cateporia son ya criticas;
pero de una critica sentinzental y subjetit'a (los libros de
Istrati; de Dtcrtain, de Violis, de Duhumel). La base racio-
nal y objetiva del esflkitu critico rige con igual rigor en
las ciencias sociales como en las ciencias naturales. T a n ne-
cio seria negar, por u n motivo sentimental, que el sol-
alumbra, co?no negar, por ejemplo, qz/e el trabajo es el zíni-
co productor de la riqueza. D e otro lado, tampoco se logra
explicar certeramente u n hecho si el juicio no se desen-
vuelve en u n terreno cientifico, o siguiera sea de cierta
iniciación cientifical accesible y necesaria al criterio h e d i o
del lector. N o basta haber estado e n Rusia: menester es +o-
seer u n minimun de cultura sociológica para entender,
coordinar y ex~licarlo que se ha giste.
N o hace falta añadir aqui que los demás libros de.
"impresiones" de viaje a Rusia no son más que pura li-
teratura.

El presente libro se dirige, de preferencia, al gran pzí-


blico. M i propósito es de drtr e n él una imagen del proceso
soviético, interpretado objetiva y racionalmente y desde
cierto plano técnico. Trato de exponer los hechos tal como
los he visto y comprobado durante mis permanencias en
Rusia! y trato también de descubrirles, e n lo posible: szc
perpectiva histórica, iniciando a los lectores e n el conoci-
miento más o menos cientifico de aquéllos, conocimiento
cientZfico sin el cual nadie se explica ndda claramente. M i
esfzberzo es, a la vez, de ensayo y de vulgarización.
Los juicios de este libro parten del princqio s e g h el-
cual los acontecimientos no son buenos n i malos por si
mismos ni en si nzismo.r, sino qtce tienen el alcance 31 la.
sigrYificación que les da su trabazón dentro del devenir so-
cial. Quiero decir con esto que yo avaloro la situación ac-
tual de Rusia. más por la velocidad, el ritmo y el sentido
del fenómeno revolucionario -que constituyen el dato vi-
viente y esencial de toda historia- que por el índice de
los resultados ya obtenidos, que es el dato anecdótico y
muerto de la historia. La vida de zcn individuo o de u n
país exige, para ser comfirendida, puntos de vista dialécti-
c o ~ criterios
, e n movimiento. La trascendencia de un. hecho
reside menos en lo que él representa e n u n momento da-
do, que em lo que él representa comobpotencial de otros
hechos por venir. De ltquí que en este libro insisto a me-
nudo e n acotar y hacer es altar los valores determinantes
de fgtaras reddades, mediatas o inmediatas, pero ciertas
e incontrastables.

Los datos estadisticos relativos a. 1931 estárt tomados


de 1as'"Cifras de contro8' correspondientes a la coyuattzcra
del segundo y tercer año del Plan Quinquenal.
NOTA DE LA EDICION PERUANA
(LIMA, 1959)

C é s Vallejo
~ e s t w o e n la Unión Soviética e n dos opor-
tunidades: en los años de 1928 y 1929. Fecando fruto de su
permanencia en la patria de Lenin fue su obra R U S I A EN
1931, REFLEXIONES A L PIE DEL KREMLIN, que la
Editora "Peni Nuevo" se honra e n reprodacir, veintiocho -
años después de la edición original. E n ésta, se deslizaron
una serie de erratas, qae hemos enmendado e n la medida
de nuestras posibilidades. N o obstante como dejamos ano-
tado, e n los sitios corrsspondientes de este libro, er, la edi-
ción madrileña - p o r error de composición t@ográfica-
se perdieron dos lineas, qae hemos evitado reconstruir
porque ello seria ana saerte de infidelidad con el texts
original, qae, por desgracia, ya no existe. Sin embargo, co-
Zgese que el concepto de entrambas ltneas no es funda-
mental, y qae ni siqzdSera entorpece el meollo de la narra-
ción.

En la primera edición, e n la "Nota del Edztor", se fija la


aparición de LOS HERALDOS NEGROS y TRILCE en
el año 1919. Aclaramos que el primer libro vio la luz en
1918 y el segando -en .ra edición pránci.pe- en 1922,
ambos en Lima.

Asimismo, dejamos constancia de que, hemos respetado la


escritara del autor, e n lo concerniente a diversos vocablos
o nombres rusos, pues n o existen reglas nornzativas d
respecto, aunque hoy predomina e n la URSS la tendencia
a hacer Mn trarlado mcis fonético Y st.mple de t24s zloces a
las lenguas extranjeras. Tal, por elemplo, an:ali.o, Vallelo
escrzbia kolskos y sovkos por lo que hoy dia con0ce.rno.c
con los nombres de koljós y sovjós (grcc?zlar colectzt~asy
graizjas del Estado, respectzvaniente). D e zg&al manera.
mzentras, ahora, e n Occzdente el apelldo del Przmer 1Mz-
nzstro S O ~ J L ~ ~se~ Cescribe
O Khrushchev, e n cnmbzo. e n los
impresos e n castellano, q z ~ ese editan e n la URSS. nparece
como el reñor Jruschov.

Lo anterior, pese a todo, tiene u n carácter adjetiz~o.

Donde si deseamos hacer hincapié es e n el fondo, e n la


materia misma de esta obra. Resulta a todas luces claro.
que, e n el proceso didéctico d e la construcción d e la so-
ciedad socialista, ha habido cambios o transformaciones
sustanciales, a la par que la vida misma ha creado nue-
vas formas y realidades sociales, a partir d e la fecha e n
q u e nuestro gran Vallejo estuvo e n la URSS. Verbigracia,
ya n o es Mosck la ciudad enclaustradd, que el autor vindi-
ca e n su visión del porvenir; hoy la proeza ingenieril del
Canal Volga-Don la une permanentemente, y e n gran es-
cala. con mares v océanos? convirtiendo a la a r b e moscozlita
( d e más d e seis millones d e habitantes) e n uno d e los pri-
meros puerto.r fluviales del mundo. El irre.rtricto amor libre
31 su secuela, de que nos habla el autor, ?asaron n la histo-
ria d~ "ln sexta parte socialista del mundo" como u n ensa-
yo intrascendente: ahora, la unión d e los cónyuge.r. dentro
d e la ley soviética y acorde con una nueva moral. consti-
tzqe la célula de la sociedad socialirtn.

Lor napman 31 los kulaps han desaparecido para riempre.


La educación ha superado. infinitamente. los moldes. la
técnicd y los programar d e entonces. C o n sus realizacio-
nes. e n la tierra 31 e n el cielo. la ciencia soviética ha causa-
d o la admirución del mundo: y esto lo ha?z reconocido -en
.pziblica congratulación. qlre los enaltece- el Presidente d e
los Ertados Unidos y el Primer Ministro británico. Final-
e, el atraso monze??tirieo, la me7zdzctdad si/pérstzte. la
rzgurosa az/sterzdad de aqzrellos tzenzpos, tolo dzez aiioc
dtrta?ztes de La Rez oluczorz de Octubre ftzeílzpos en que
azin pesaba la hefencza zarrstLt. ldi ConseczLenciaJ de la gtte-
rra ciuzl, de las znvaszones extranjerns y el rigido bloqueo
a qae estuzo sometida la U n i t ~Sovi¿tica); todo esto, 3
macho ?nks qae 1120 Vallejo. se ha zdo pura no t~oluer.Es
mas, e n estos dias se ha anunczado que, dentro de una
década, la URSS robrepasarú a los Estados Unidos. el már
avanzado pais capitalista, e n los principdes rubror de sil
producción global y per cúpita; e, igualmente, que el ciu-
dadano soviético t e n d ~ áel más alto nivel de vida del mm-
do y el más bajo periodo de tiempo de trabajo que se hay@
conocido e n el planeta, desde que existe el hombre como
productor.

Se infiere, m u y claramente, que César Vallejo previó todo


esto. Es más, pecisó, e n su "Notd' de presentación a la
primera edición, lo siguiente: "en este libro insisto a menu-
do e n acotar y hacer resaltar los valores dderminantes
de futuras realidades, mediatas o inmediatas, pero ciertas
e incontrastables". Y más adelante, el autor de POEMAS
H U M A N O S nos asegura que "El Soviet conduce al por-
venir".
'
A l lado de panoramas superados, y de estadisticas que ya
no vienen al caso --pasados treinta años de su pernza-
nencia e n la URSS-, el profundo Vrzllejo nos ha dejado
el testimonio invdlorable -en contrapunto ejemplar, e n
claroscuro alucinante- del mundo feudal-burgués que ago-
nizaba, frente al alba del nuevo mundo proletario. En este
sentido, R U S I A EN 1931 es u n ensayo precarsor de mtly
dificil parangón e n la bibliografia especializada de nues-
tra América y España.

Otro de los merecimientos de la obra, que presentamos


por primera zrez en nuestro Continente, radica en la ca-
.tagoria espiritzlal del amaneciente pais soviético, catego~ia
q u e con tanto vigor trasuntan las páginas de estos dos uolSíi
menes. Los diálogos del autor con el pueblo ruso poseen
la virtud magnética de la brdjula, que e n este caso señala
u n norte sin pecedentes e n la Historia. Por consiguiente,
es éste u n libro en el que n o hay que reparar ya en las ci-
fras circunstanciales o en la anécdota fugaz, sino e n el es-
piritu inmortal que lo informa, por el obrero y por la obra,
como solZa decir Vallejo. Es éste u n libro soslayado, silen-
ciado y negado entre mosotros -y hay que decirlo ruda-
mente-, porque no se ha querido que nlcesho pueblo
.conociese este vedado hemisferio redentor de su más alto.
poeta, Es éste, finakvente, a n libro que nos abre, de par
e n par, las puertas d e la nzleva humanidad. Y . todo ello,
f o r boca de uno de los más grandes creadores del uerso
castellano de todos los tiempos: César Vallejo, que cbda
dia amanece más alto en la esperanza del pueblo.

EDITORA PERU NUEVO


La Urbe Socialista y lar
Ciudad del Porvenir
51 el arribo a Moscú es por la mañana y viniendo
del Norte, la ciudad queda de lado y a dos pier-
nas, con el Moscova de tres cuartos. Si la lle-
gada es por la tarde y viniendo del Oeste, Moscú se
pone colorado y los pasos de los hombres ahogan el
ruido de las ruedas en las calles. No sé cómo será la
llegada a Moscú por el Este y al mediodía, ni cómo
será el arribo a medianoche y por el Sur. ¡Una lás-
tima! Una falta geográfica e histórica muy grave.
Porque para "poseer" una ciudad certeramente, hay
que llegar a ella por todas partes. Si Paul Morand
hubiera así procedido en Nueva York, El Cairo, Bar-
celona, Roma, Bombay, sus reportajes no sufrirían
de tamaña banalidad.
Esta vez llego a Moscú al amanecer. El tren vie-
ne de Leningrado, y es en los comienzos del otoño.
Un kulak y dos mujiks viajan en mi compartimien-
to, que aun siendo de tercera clase, lleva cuatro ca-
mas, como un camarote. En Rusia, tanto los pasaje-
ros de "pullman" como los de tercera, disfrutan de
una cama ferroviaria. Porque el "pullman" existe
actualmente en Rusia. "¿Cómo? -se preguntan las
gentes en el extranjero-. ¿Subsiste la división de
clases y las categorías económicas en los ferrocarri-
les soviéticos?... ¿Cual es entonces la igualdad intro-
ducida por la revolución?., En un país donde impera
la justicia y donde no hay ricos ni pobres, tampoco
debería haber primera, segunda ni tercera...". Pero
en estas exclamaciones se padece de dos errores. En
primer lugar, ya se yerra al suponer que la igual-
dad económica puede producirse y reinar, de la no-
che a la mañana, por un simple decreto administra-
tivo o por acto sumario y casi físico de las multitu-
des, como si se tratase de la nivelación topográfica
de un camino o de un jardín. La igualdad económi-
ca es u.n proceso de inmensa complejidad social e
histórica, y su realización se sujeta a leyes que .no
es posible violentar según los buenos deseos de los
individuos y de la sociedad. La democracia econó-
mica depende de fuerzas y directivas sociales inde-
pendientes, por así decirlo, de la voluntad o capricho
de los hombres. Lo que, a lo sumo, puede hacerse es
transformar el ritmo y la velocidad del proceso, pe-
ro no forzarlo con medidas eléctricas y más o me-
nos mágicas. No es, pues, serio atribuir al Soviet el
poder de realizar de golpe y e n los trece años que
lleva en el Gobierno, la democracia económica com-
pleta, y tan completa que pueda ya reflejarse en mí-
nimas relaciones de la vida colectiva, como es la
cuestión de las clases de los trenes. El error reside
en que, aun suponiendo que la igualdad económica
fuese un hecho absolutamente logrado por el Soviet,
se olvida que en Rusia hay extranjeros de paso y que
estos extranjeros son, en su mayoría, ricos. El Soviet
no puede obligar a un millonario yanqui, inglés o
alemán, a que sea pobre o viaje como pobre. Si así
lo hiciese, nadie iría a Rusia y se llegaría al aisla-
miento de este país del resto del mundo. Precisa-
mente, la primera de todos los trenes rusos va ocu-
pada excIusivamente por extranjeros.
Al e.ntrar el tren en Moscú, son las siete de la
mañana. Un sol caliente sube por un cielo sin nubes.
No se produce en el tren ese aprieto y tumulto que
se ve en otros países a la llegada a una estación. ;Por
qué? Entre otras causas, porque el numero de pasa-
jeros que van a bajar en Moscú es relativamente re-
ducido, y su descenso del tren puede, en consecuen-
cia, realizarse holgadamente. Con idéntica holgura
h a subido y bajado mucha gente en las distintas es-
taciones del tránsito. Y esta ausencia de prisas y con-
gestiones en el movimiento de pasajeros es fruto del
nuevo calendario que el Soviet acaba de poner en
vigencia, en reemplazo del antiguo calendario reli-
gioso. Se ha instaurado el año de trabajo continuo,
con la semana de cuatro días laborables y uno de re-
poso. Este último no es el mismo para todos los tra-
bajadores. Una rotación especial de las semanas es-
ablece que cada quinta parte de la población disfru-
e de reposo hebdomadario el día en que las cuatro
quintas partes restantes trabajan. De este modo, y
siguiendo el turno, para unos el día de reposo es hoy:
para otros, mañana; para otros, pasado mañana, y
así sucesivamente. Se ha instituído, de otro lado, el
día de trabajo continuo, y los equipos de obreros se
suceden siguiendo una rotación destinada, asimismo,
a repartir el tráfico por igual entre todas las otras
horas del día. El tiempo así estructurado ha produ-
cido, entre otros resultados prácticos y económicos
realmente sorprendentes -tales como el añadir se-
senta días más de trabajo a la producción económi-
ca anual-, la descongestión automática del tráfico.
Los trenes llevan todos los días un número más a
menos uniforme de pasajeros; no hay en las estacio-
nes días y horas de angustiosa aglomeración al lado
de otros de vacío absoluto. Esto, que los países capi-
talistas más importantes no pueden realizar, pese a
los innumerables ensayos emprendidos por la Gran
Bretaña, Alemania, Estados Unidos y Francia, ha
sido resuelto de golpe por el Soviet.
Cuando el extranjero baja del tren y entra en
las calles de Moscú, a sus restaurantes, a sus teatros,
clubs obreros, bazares, cinemas y demás focos de
aglomeración ciudadana -cualquiera que sea la ho-
ra, el día o el mes del año-, palpa de modo más di-
recto aún los beneficios del nuevo calendario sovié- '
tico sobre el movimiento de la ciudad. Ningún em-
botellaje. Ningún espectáculo de desorden, de dis-
puta e imprecaciones del público, motivado por la
eorgestión de la multitvd. Ningún servicio .ad hoc
de policía. No circula ciertamente en Moscú la enor-
midad de vehículos que circula en Nueva York, en
Londres, en París, en Berlín, en viena. Pero la po-
blación de Moscú (dos millones y medio de habitan-
tes) es, con relación a su área y capacidad de aloja-
miento, superior a la de cualquiera de las urbes ca-
pitalistas, y ella va creciendo día a día y con1rapidez
pasmosa. De otro lado, la intensidad y orden del
tráfico de una ciudad no se reflejan tanto en las ca-
llea, sino en otros centros y núcleos colectivos, des-
*inados al trabajo, al comercio y a los espectáculos
públicos. Es aquí donde el Soviet deja ver la forma
armánica y radical con que s r ha resuelto en Rusia
el problema del tráfico urbano.
Una vez más hay que convencerse de que los
problemas sociales deben ser afrontados en sus ba-
ses económicas profundas, y no en sus apariencias.
La cuestión del tráfico no es del resorte policial ni
municipal; ella es más bien esencialmente económi-
ca, y su solución no es tan fácil como se imagina
cualquier prefecto de policía capitalista, sino que
está entrañada y depende de la estructura intrínseca
del Estado y de las relaciones sociales de la produc-
ción. La dación de un mevo calendario destinado a
organizar científicamente las exigencias mod-~ r n a s
del movimiento urbano, no puede venir sino de un
Gobierno socialista, cuya gestión se apoya en la sín-
tesis organizada y realmente soberana de los intere-
ses colectivos. En el Estado burgués, la anarquía y
contradicciones que emanan de la división de la pro-
piedad, impiden las transformaciones de conjunto, y
cualquier medida que, en una u Ótra forma, contra-
diga o hiera una parte de los intereses particulares
en juego, resulta literalmente imposible.

Burgo, entre mongol y tártaro, entre búdico y


sismático-griego, Moscú es una gran aldea medieval,
en cuyas entrañas maceradas y bárbaras se aspira
todavía el óxido de hierro de las horcas, el orín de
las cúpulas bizantinas, el vodka destilado de ceba-
da, la sangre de los siervos, los granos de los diezmos
y primicias, el vino de los festines del Kremlín, e l
sudor de mesnadas primitivas y bestiales. Cada rin-
cón de la ciudad lo testifica plásticamente; su plano
irregular y abrupto, sus muros amarillos y blancos,
las calzadas empedradas, los tejados rojos y salpica-
dos de musgo; en fin, el decorado elemental y asiá-
tieo.
Sólo que junto a las ruinas del pasado anterior a
1917, se advierten las ruinas y devastaciones produ-
cidas por la revolucibn de octubre y las guerras ci-
viles que la siguieron. El bombardeo, los saqueos y
destrucciones se hallan aún impresos en las puertas
desquiciadas, en las ventanas rotas, en los techos vo-
lados, en los muros partidos, en los monumentos y
edificios mutilados. Especialmente, las iglesias, los
palacios y las estatuas sufrkron una revisión histó-
rica implacable. Se ve que, aparte d e la rui.nosa ciu-
dadela de Iván el Terrible, sobrevive allí la ruinosa
ciudadela de la revolución, es decir, los vestigios de
u n tremendo huracán político.
Pero, además de ser Moscú un conjunto de rui-
nas prerrevolucionarias y un conjunto de escombros
de la revolución, es la capital del Estado proletario.
La urba.nización obrera se acelera con ritmo sor-
prendente. Esta urbanización abraza dos activida-
des: construcción de casas totalmente nuevas y trans-
formación de las antiguas en alojamientos colectivos
para obreros. Una tercera parte de la ciudad es ya
nueva. A la margen izquierda del Moscova, la casi
totalidad de las casas son dz reciente co:~strucciÓn.
¿Su estilc.? Un estilo rigurosamente soviétjco. So-
bricdad de concepcióz, líneas simples, ángulos rec-
tos, material sólido, ingeniería despriocupada del
absorbente mito ~ o n u i n e n t a ly decorativo de la ar-
quitectura E?e Occidente. Nada riás leios, por otro
lado, de la m i s ~ r i aarquitectónica ds las "casas para
obreros" que el capitalismo construye -cuatro mu-
ros y un techo-, como s i se tratase de encerrar
en ellas. no ya a seres humanos, sino a Soyadas de
tralcajo o ganado de .camal. Las casas nroletarias del
Soviet son amplias, confortables, higiénicas. Sob-e
todo, higiénicas. Cada casa es una pequeña ciudad,
con jardines, biblioteca. salas de baño, club g hasta
teatro. Nada de colorines murales. Nada de banal ni
de superfluo. Nada de barroco ni de churrigu-nresco.
Se ha pretendido asimilar estas construrciones al
rascacielo de Nueva York y a la nueva arquitectura
alemana. Mas .ni ésta ni aquél reúnen, como la ar-
quitectura soviética, el confort y la sencillez, la ele-
gancia y la simplicidad, la solidez y la belleza.
A cada uno de estos tres aspectos urbanos de
Moscú corresponde ífn spc3or social particuler. La
población reaccionaria se d ~ r y diferencia rotun-
: , l a

damente del elemento bolchevique y de las masas


obreras soviéticas. Son tres capas sociales, cuya men-
talidad, costumbres e intereses diversos y. a veces,
opuestos, coexisten, sin embargo, en la ciudsd actual.
Luc Durtain lo ha constatado en parte, aunque d a -
sificando la población por generaciones, es decir. con
criterio individualista, en lugar de clasificarla según
los ciclos del progreso social, es decir, con criterio
colectivo. Luc Diirtalr sigue un proced-irniento geo-
lógico y, para estudiar el fenómeno ciu.ladano, le da
cortes verticales, en lugar de s e s i r un procrdimien- .
to biológico, seccionándolo horizontalmente. Luc
Durtain, siendo médico, olvida el método de Darwin.
Nos gustaría ver cómo Durtain estudia un tallo, cor-
tándolo fibra a fibra, en vez de darle cortes hori-
zontales.
..
-3-
,. ,.
4- -9-

Contemplando el panorama de Moscú, desde una


de las torres del Kremlín, pienso en la ciudad del
porvenir. ¿Cuál será el tipo de la urbe futura? La
ciudad del porvenir, la urbe futura, será la ciudad
socialista. Lo será en el sentido en que Walt Whit-
man concibe el tipo de gran ciudad: como el hogar
social por excelencia, donde el género humano rea-
liza sus grandes ideales de cooperacián de justicia y
de dicha universales. Lo será en el sentido en que
Marx y Engels la conciben: como !a forma más
avanzada de las relaciones colectivas, mando la so-
ciedad cesa de ser una jauría de groseros individua-
lismo~,un luvanar de instintos bestiales -y menos
que bestiales, viciosos-, para empezar a ser una
estructura política y económica esencialmente hu-
mana, es decir, justa y libre y de una libertad y una
justicia dialécticas, cada vez más amplias y porfec-
tas.
¡La ciudad del porvenir! ¿Dónde, en efecto, y
mejor que en la ciudad socialista, podrá producirse
ese maravilloso fenómeno futuro? Porque la ciudad
del porve.nir ha de ser construida sólo por el socia-
lismo, y ella misma ha de ser !a.más prodigiosa cris-
talización socialista de la convivencia humana. Con-
cebir la urbe del porvenir dentro del sistema capi-
talista -como lo hacen los fil6sofos, profetas, políti-
cos y escritores burgnesis- es un obcurd3 y un con-
trasentido. Equivale a pretender edificar un rasca-
cielo de mil pisos con barro o cualquiera otro de los
materiales deleznables y rudimentarios empleados.
en las construcciones primitivas.
No es la ciudad del porvenir Nueva York. El
simple espectáculo de sus meravillas mecánicas no
la inviste del título ni de las cualidades suficientes
para ser la urbe del futuro. Estas maravillas mecá-
nicas constituyen apenas uno de los materiales -el
más anodino- del tipo de ciudad a que aspira la hu-
ma~idctd. Indudajlemente, el confort material, las
facilidades de rapidez y precisiin con qixr el progre-
so industrial encauza y motoriza la vida urbana, son
necesarios a la ciudad del porvenir. Mas no basta
que la sociedad produzca y consuma estos elemen-
tos de vida, al azar. Menester es que su producción
y consumo se democraticen, se socialicen. Menester
es socializar el trabajo, la técnica, los medios e ins-
trumentos de la producción, de una parte; y de la
otra, la riqueza. El mundo de los justos no es posi-
ble sin esta doble socialización. ¿Los Estodos Unidos
la han realizado? El capitalismo, en general, lleva
consigo, según Marx, los gérmenes de ambos proce-
sos. Pero en los Estados Unidos, el progreso de la
técnica h a determinado únicamente una cierta socia-
l i z a d j a dsl trabajo. Los nedios e instrumentos de la
producción -fábricas y tierras- y los productos,
ce.ntinúan de propiedad de unos cuantos. La fabri-
cación de un alfiler es obra de cincuenta obreros:
está socializada, está hecha en sociedad. Pero el due-
ño del alfiler, el que se aprovecha de su venta -una
vez deducida una mínima parte para el pago de los
jornales-, es un solo patrón, dos o cuatro. A Nueva
York le falta, pues, la socialización integral del tra-
%ajo, de las fábricas y de los productos. Mientras en
los Estados Unidos la propiedad, el trabajo y la ri-
queza no se hayan socializado integralmente, no es
ni será Nueva York la ciudad del porvenir. Para que
las maravillas mecánicas y eléctricas de Nueva York
hagan de esta urbe la ciudad del porvenir, deben s e r
socializadas en su creación y en su aprovechamiento.
Si esto no sucede y si, por el contrario, la propiedad,
los progresos de la técnica, el trabajo y los productos
se basan como hasta ahora, en la injusticia, en la ex-
plotación de la mayoría por una minoría y en la di-
visión de clases, Nueva York seguirá siendo una sel-
v a de acero en que sg desarrolla el drama regresivo
y casi zoológico de millones de indefensos trabaja-
dores, devorados por unos cuantos patronos, y sus
maravillas industriales -tan decantadas ya y exa-
geradas- seguirán siendo el producto sangriento e
inhumano de ese drama.

Por lo demás, y siempre que no se trate de es-


-tudiar científicamente ia realidad, sino simplemen-
te de opinar según los gustos, intereses personales,
sentimientos de clase o prejuicios afectivos, hay mil
maneras de plantew un problema y otras mil tie re-
solverlo, de deducir hipótesis o de formular profe-
cías. No me refiero aquí a las opiniones de escritores
exc!usivamente literarios y tragaleguas, a lo Paul
Mmand, ni a las de pensadores de slima especulación
metafísica, a lo Massis. Ya pueden estos publicistas
divagar al infinito sobre ésta y otras cuestiones, con
alegatos y dialécticas más o menos fascistas o socia-
listas por snob. El daño y desviación que ellos pro-
ducen en el criterio internacional no son muv gra-
ves para detenerse a refutar seriamente sus ideas p
teorías. Aquí me refiero más bien a las ideas y teo-
rías de uno de los publicistas liberales de mayor bo-
ga científica en Europa: a Lucien Romier, que pasa
por ser un sociólogo de jaboratorio y por plantear y
tratar los fenómenos sociales con riguroso y hasta.
revolucionario método objetivo.
¿Cómo estudia Lucien F,omier la ,aénesis, forma-
ción y &venir de las ciudades en gtncral, Nueva
York y Moscú inclusives? Romier aplica a esta cues-
tión el criterio unilateral, incompleto y ,-;altado de
las aguas. Segíin Romier, no hay más que dos impe-
rios: el imperio de los mares y el irnp-rio <e los
grandes ríos. Cuando ambos se juntan, producen el
supremo poderío, como en el caso de Londres. Toda
grnn ciudad, situada está sobre un río o sobre un
piieito inx-ítimo. Las ciudades de irradiación uni-
vc'r:n'; cxplotaii lo más a mencdo un estuario o co-
munican can él. Nueva York, sobre el estuario del
Hudson, er, el Atlántico, es otroDejemplo de gran ur-
be destinada a un gran porvenir.
V ~ r d a des que Romier reconoce que, contra la
grandeza creciente de Nueva York a base hidrográ-
fica, hay ahora una arma nueva y terrible: la nave-
gación aérea. "La circulación - d i c e Romier-, an-
tes esclava de los peajes y sometido luego a los Es-
tados, opera hoy con absoluta soberanía. Ella se ha
liberado de los ríos, de los valles, de las montañas,
y se liberará también del océano. Con el avión, el
hombre ha abolido una distinción fundamental en la
geografía de los viajes y del coinercio: la distinción
entre la tierra y el mar. El avión triunfar5 de los
mares, no sólo porque gasta menos energía humana
que el navío, sino porque su utilidad y sus posibili-
dades de progreso tenderán más a abreviar las d-is-
tancias y los plazos marinos". Sin embargo, Romier,
de razonamiento en razonamiento. elude la tesis ex-
, clusivamente aérea en cuestión. v. mediante un enor-
me bostezo deductivo, utiliza ih"servicio de su tesis
hidrográfica el propio valor aviónico a que alude.
Y Romier discurre ea estos términos: ¿Cuáles
serán en el porvenir los países mejor equipados de
transportes aéreos? Estos países serán precisamente
los paises de mayor litoral marítimo y fluvial.
Porque, para Romier, el avión, en suma, no ten-
drá casi utilidad terrestre en el porvenir, pues cada
país llegará a tal punto a poblarse de aldeas y ciu-
dades, que éstas estarán casi pegadas -entre sí y no
tendrán necesidad de una locomoción parecida. En
cambio, la aviación marítima será la que decida de
la suerte de los paísrs y de las capitales. Por otro la-
do, psicológicamente, los pueblos de mayor vocación
aérea son los pueblos marítimos. "Mas pronto -dice -
Romier- un mal marino se hace un gran aviador,
que un hombre continental un aviador meciiocre".
.
La teoría de Romier asigna, en fin de cuentas y
según sus dos tesis, hidrográfica y aviónica, una gran
fortuna a Londres y, sobre todo, a Nueva E'ork, ya
que, como el dice, esta última urbe disfruta del ex-
cepcional privilegio de hallarse situada, corno nin-
guna otra, en la encrucijada de una gran corriente
de circulación marítima y de una fuerte atracción de
origen continental. ¡Qué triste suerte, por el contra-
rio, para Berlín, París y, más aún, para Moscú, si-
tuada más que todas ellas lejos del Océano, y sin -
comu.nicación con un estuario!
Por fortuna, la doctrina de Romier es falsa y
apasionada, pese a sus apariencias científicas e im-
parciales. Su falsedad arranca de la ideologia anti-
cuada de Romier. Su apasionamiento reside en el
espíritu clasista del autor.
Romier, en efecto, no hace sino reconsiderar la
fallida teoría hidrográfica de la vieja sociología na-
tqralista, para la cual los Eenómeilos sociales y eco-
nomicos se explican únicamente por las leyes del
medio natural (tierras, aguas, clima). Romier hace
suyo el célebre principio de los fisiócratas: "Las le-
yes constitutivas de la sociedad son las leyes del or-
den natural". Romier se queda aquí y rechaza o no
concibe la influencia del medio social sobre la natu-
raleza y sobre la propia sociedad, influencia que, se-
gún Marx, toma día a día un peso decisivo en los
destinos y transformaciones sociales. La rezagada
visión de Romier apenas le permite entrever ligera-
mente la posibilidad abstracta de que el avión -que
es una fuerza creada por la sociedad- pueda des-
Aruir la influencia y preponderancia hidrográficas en
la suerte de las ciudades. Hasta aquí y no más allá
llega la estancada mentalidad de Romier, y aquí em-
pieza su ceguera orgánica, producto genuino de sus
prejuicios clasistas. Aquí empieza, para salvar sus
tesis en peligro, a echar mano a la sutikza, al inge-
nio y al sofisma, contra Moscú y los destinos del So-
viet. Es cierto que, cuando Romier estudia esta cues-
tión, no alude ni se propone impugnar la revolución
social, de cuya suerte depende el futuro de urbes y
naciones. Sin embargo, quien haya leído sus libros
América o Europa y El Nombre Nuevo, reconoce fá-
cilmente su temperamento político y su aversión tá-
cita y acaso subconsciente por el comunismo y el mé-
todo marxista. Nada tiene, pues, de extraño que
ignore o no comprenda la doctrina socialista que
atribuye a la sociedad y a la naturaleza una influen-
cia recíproca, tendiendo la primera, constante y pro-
gresivamente, a dominar a la segunda, valiéndose de
los progresos infinitos de la técnica. Romier no acep-
t a que los progresos de la circulación decidan un día
-por sobre los ríos, los estuarios y los mares- del
desarrollo de una urbe. De aceptar esta verdad, Ro-
mier s e vería obligado a dejar abierta la puerta del
porvenir a las ciudades que, como Moscú, no caen
dentro de las conclusiones favorables de sus tesis y
en las que, en cambio, la técnica empieza a cobrar
un vuelo nunca visto mediante la socialización, más
o menos evolutiva o revolucionaria, de la produc-
ción. Y esto es justamente lo que Romier no conci-
be ni toleraría.
* * *
Al instalarnos en el automóvil, le preguntó a Bo-
ris Pessis, secretario de Voks (Oficina de relaciones
intelectuales internacionales) por el movimiento au-
tomovilístico en las ciudades soviéticas.
-Como usted ve -me dice en tanto atravesa-
mos las primeras calles de Moscú-, no hay muchos
automóviles en Rusia. Unos doscientos en Moscú,
otros tantos en Leningrado y todavía menos en pro-
vincias. .
-¿Las causas?
-En primer lugar, toda la producción de maqui-
naria la enfoca actualmente el Soviet hacia la indus-
tria y la agricultura. En segundo lugar, la circula-
ción ciudadana en automóvil no exige aún, desde el
punto de vista comercial y económico de las ciuda-
des, mayor número de carros que el que ahora exis-
te. Dentro de la concepción soviética de la conviven-
cia urbana, la velocidad es una cuestión estricta-
mente económica... ,
-Lo comprendo. Nueva York, por ejemplo...
-El esquema es éste: a mayor riqueza, mayor
velocidad. En el terreno mismo de la técnica de pro-
ducció.n, una máquina, un aparato, un útil se mueve
más rápidamente cuanto más dinero ha costado su
fabricación...
-Hasta cierto punto -le observo a Boris Pes-
sis-. Porque si ha habido robo o despilfarro en la
fabricación del útil o de la máquina ...
-Hablo, naturalmente, del coste verdadero de
la fabricación. Pues bien; la velocidad, como expre-
sión que es del desarrollo económico de un país o de
una ciudad, sigue, m cierto modo, las modalidades
sociales de la economía. En Nueva York, juzgadas
las cosas en este plano, la población se divide en dos
sectores: el proletariado de base y la gente pobre, de
un lado, y del otro, la burguesía y el proletariado
técnico. Para el primer sector, la velocidad ciudada-
na es mínima. Para e l segundo es mayor, excelente,
vertiginosa. Para la masa pobre sólo existe el metro-
politano y el tranvía, con todas sus limitaciones y
embarazos de tiempo, precio y aglomeración. Para
'los patronos y los obreros técnicos están los automó-
viles públicos o particulares, hasta para ir a comprar
un botón, y a la hora que se quiere. Pero en Rusia,
la realidad es distinta. Dentro de la vida soviética
de las ciudades, no hay esos dos sectores de pobla-
ción, rápido el uno y au relenti el otro. Nadie, abso-
lutamente nadie, anda en automóvil en Moscú. Mire
usted ese carro que pasa por alE... -añade Boris
Pessis, señalando con el índice la Plaza de la Revo-
lución.
- 27 -
Yo observo largamente en tomo nuestro. La to-
talidad de los transeúntes van a pie. De cuando en
cuando pasa un tranvia repleto. :Un automóvil! Es
el que indica Pessis. Trato entonces de ver la clase
de personas que le ocupan y le digo a mi accmpa-
ñante:
-¿Pero quiénes son, entonces, los qu2 van en
ese automóvil?
-Son funcionarios y empleados del Soviet. E1
integro de los pocos automóviles existentes, está de-
dicado a los servicios del Estado y de la cosa públi-
ca: sindicatos de producción, cooperativas, etc.
-Pero yo he viajado en taxi en Leningrado -le
observo a Boris Pessis.
-En Rusia hay sólo unos cuantos taxis destina-
dos a los turistas o extranjeros de paso en las ciuda-
des, que, en general, son ricos o acomodados, y a
quienes el Soviet debe dar facilidades, satisfaciendo
sus hábitos de velocidad y confort, propios de su
clase social. Fuera de esta excepción, esporádica y
extraña a la existencia soviética, y que sólo sirve al
interés turístico del país, no hay -como está usted
viendo- ni taxis ni automóviles particulares.
-¿Pero los habrá algún día? ¿Cuándo y cómo
irrumpirá la velocidad en la vida ciudadana sovié-
tica?
-Eso ya es otra cuenta. Todo el mundo anda e n
Moscú en tranvía o a pie, porque la vida económica
ciudadana marcha bien s i se nos permite la frase-
en tranvía y a pie. La potencia económica del So-
viet está, por ahora, operando en el campo y en la
fábrica, en las minas, en los puertos, en los ferroca-
rriles, en las instalaciones mecánicas, en la electri-
ficación industrial del país. La ciudad -y cuanto se
relaciona con ella: velocidad, confort, etc.- es ya
una forma avanzada del proceso económico de un
país. Dentro del capitalismo norteamericano han
surgido Últimamente grandes urbes, como a la mi-
nuta, apenas el país cobró su máximo Ciesarrollo
económico. Sólo que en la estructura social de Chi-
cago, San Francisco y Msnhattan, la vdocidad. el
- 28 -
confort, etc., pertenecen, como repito, solamente a
ciertas clases sociales, mientras otras carecen en
gran parte de tales facilidades del progreso.
-Y en Moscú, e n Kief, en Leningrado, jcómo
será resuelta la cuestión de la velocidad desde el
punto de vista social?
-Cuando la economía soviética haya llegado a
producir las ciudades socialistas a que aspiramos, los
medios y resortes de velocidad urbana estarán repar-
tidos por igual en la masa ciudadana. No hay ahora
en Moscú automóvil para nadie: mañarla habrA a aU-
tomóvil para todos.
-Entretanto...
-Entretanto, hay que avanzar a pie o, a lo su-
mo. en tranvía. Los ccjmienzos de una nileva hist,o-
ria van siempre a pie. El hecho de que nadie aun
pueda ir en automóvil en Moscú no debe alarmar a
nadie. Lo alarmante sería que algunos faesen un día
e n automóvil a través de las masas a pie, como ocu-
rre en las urbes capitalistas. Ese sería signo de que
l a revolución rusa ha fracasado o va a fracasar. Pe-
r o mientras eso no suceda, lo otro es cosa de pocos
años.
Bajamos ante la puerta del hotel Bristol. en
'Tuerskaya Ulitza y pago el taxi. Un rublo cuarenta,
o sea veinte francos. iUna fortuna! En París, un re-
corrido igual costaría siete francos. Pero en París
gozo de la ventaja de ser un burgués entrañado a la
mecánica igualmente burguesa dp la ciudad, mien-
tras aue en Moscú soy un-burgués extraño y total-
mente al margen.de la mecánica económica de RU-
sia. Debo, pues. pzgar duro, en el mundo obrero, mi
diferencia de clase social, corno paga también duro
el obrero su difere.ncia de clase en el mundo capi-
talista. Es la lucha de clases de la historia.
La ciudad mas cara y la mas barata
del mundo - El trabajo, base universal
de todo el sistema jusidico soviético
MARIA Schlossberg, obrera de la fábrica Kars-
chanaia, de caramelos y chocolates, de los al-
rededores de Moscú, me guía a través del la-
berinto de máquinas e n pleno trabajo.
-¿Qué diferencia existe en Rusia -le pregun-
to- entre el obrero ruso y el obrero extranjero?
¿Hay aquí obreros extranjeros?
María Schlossberg sonríe con indulgencia a mis
preguntas:
-En Rusia -me dice- ningún obrero es ex-
tranjero. No hay aquí la división que se hace de las
gentes en los países capitalistas, en nacionales y ex-
tranjeros. Todos los obreros están aquí en su propia
casa. El único extranjero es el burgués, ruso o de
cualquiera otra procedencia.
-Ya lo sé -le respondo-. La legislación sovié-
tica así lo establece. Pero una cosa es la ley y otra
la realidad.
María Schlossberg se detiene junto a una gran
turbina, ante la cual está inclinado un obrero, ob-
servando el movimiento centrífugo del tambor cen-
tral.
-Compañero -dice eis francés María Schloss-
berg al obrero-, ¿de dónde eres?
El trabajador me mira g contesta también en
francés:
-De Bremen.
-¿.Es usted alemán? -le pregunto yo al obrero.
-Sí.
-;.Desde cuándo está usted en Rusia?
-Desde 1919, a raíz de la revolución alemana.
-Pero entonces, ¿usted es extranjero?
-No señor. En Rusia ningún obrero es extran-
jero.
-Es decir, ¿todos los obreros, aunque procedan
de los cuatro puntos cardinales del globo, ejercen
en Rusia 10s mismos aerechos y las mismas obliga-
ciones que los naciaos aquí?
--Los misníos derechos y las mismas obligacio-
nzs.
-Se lo pregunto desde el punfo de vista ae la
vida estrictamente obrera del trabajador. ?,Tás cla-
ro: usted, alemán, ¿esta situado ante el esiatuto so-
viético del trabajo e n idéntica posición que el ruso?
-Sí. En idéntica posición. Usted lo está viendo.
-¿Y para obtener trabajo?
-Para obtener trabajo, el Soviet no tiene nin-
guna preferencia por los obreros rusos. Los de otras
procedencias estamos e n absoluto pie de igualdad
que los de aquí.
María Schlossberg y yo continuanios avanzan-
do entre las máquinas y los trabajadores.
-Como usted ve -me dice-, todos somos igua-
les e n Rusia ante el trabajo. E l único extranjero es
el burgués, que se sustrae a l sistema proletario del
trabajo. Pero si se proletariza, cesa d e ser extran-
jero y ejerce los mismos derechos y obligaciones de -
todo e l proletariado. E l derecho obrero está aquí
realmente, internacionalizado.
-¿Hay muchos obreros de procedencia extran-
jera e n esta fábrica?
-Unos ciento cuarenta, entre los 3,500 obreros
que integran l a fábrica?
-¿Y e n Moscú?
-Unos 15,000, sobre millón y medio de obreros
que trabajan en Moscú.
-¿Y en cuanto al eiercicio del derecho civil en
general cle 20s obreros de procedencia extranjera?
-El derecho civil soviético está también total-
mente internacionalizado. Para los efectos del ma-
trimonio del obrero de origen extranjero, de su con-
dición e n la familia, etc., el derecho civil soviético
110 admite en este caso excepciones de ninguna es-
pecie. No sólo el derecho civil está internacionaliza-
do para todos los obreros, cualesquiera que fuesen
10s países de origen, sino también el derecho pfibli-
,-o El sufragio es en Rusia realmente universal, con
- 33 -
sólo las restricciones para los burgueses. los sacer-
dotes y los que, pudiendo trabajar, no trabajan. El
ocioso no puede elegir ni ser elegido. No tiene eiu-
dadanía. En cambio, para los obreros, la ciudadanía
es internacional.
-¿No existen en Rusia las restricciones del de-
recho electoral de los países capitalistas?
-Las mismas, más dos: la ociosidad y la filia-
ción clasista reaccionaria del individuo. Están pri-
vados del derecho electoral, según esta última res-
tricción, el nepman, el kulak, los sacerdotes, los an-
tiguos nobles, los industriales de las concesiones ex-
tranjeras y los técnicos no proletarizados. Ninguno
de estos elementos ejerce funciones públicas en Ru-
sia. -
-¿Y el burgués extranjero? ¿Cuál es su situa-
ción en Rusia desde el punto de vista jurídico?
-La situación del burgués que viene de fuera
es idéntica a la del burgués ruso. Como usted-habrá
visto ya, empezando por el coste de la vida, hay dos
cifras: el coste de vida para el burgués -ruso o de
fuera- y el coste de vida para el proletario, ruso
también o de fuera. Jurídica y económicamente, los
derechos del burgués son del todo diferentes a los
del obrero.
En efecto. El coste de la vida para el burgués
en Rusia es enorme. Una estadística reciente de-
muestra que la ciudad más cara del mundo es Mos-
cú. Un hotel que, en Berlín o en Londres, costaría
un rublo al día, en Moscú cuesta cinco rublos. Pero
para el proletariado, el coste de la vida es verdade-
ramente ínfimo. El Economist, de Londres, acaba de
publicar un estudio comparativo del standard of life
obrero en los principales países industriales dei mun-
do, y de ese estudio resulta que hacia 1930, el sala-
rio real más equilibrado corres~ondeal trabajador
soviético. Le siguen luego el del obrero norteameri-
cano, y luego el inglés, e l francés, el alemán y, en
último término, e! italiano.
-En resumen -le digo a María Schlossberg-,
i l a clase obrera es la que reina y goza de mejores
condiciones en Rusia que la burguesia?
-Sí. El Soviet está para eso. Para servir al cam-
pesinado y al proletariado por sobre todas las de-
más clases sociales.
-Lo que, en mi opinión, equivale a un régimen
de excepciones y privilegios en favor de una clase
y en mengua de las otras.
-Exactamente. El régimen soviético es un ré-
gimen de excepciones y privilegios de las clases tra-
bajadoras sobre las demás clases. Es lo contrario de
lo que pasa en los países capitalistas, donde impera
un régimen de excepcimes y privilegios en favor de
la burguesía y en mengua del proletariado. Ahora, a
usted le toca discernir cuál de los dos sistemas se
acerca más a la justicia social: el que sirve y prote-
ge a los trabajadores que crean la riqueza colectiva,
o el que sirve y protege a los que no la crean y sólo
se dedican a gozarla y despilfarrarla en el lujo, 1-
refinamientos y los vicios.
B II
La industria de estado y la explota-
ciUn privada - Goncesiones extranjeras
L director del Sindicato Comercial Textil d e
A mecanismo
Moscú le pregunto cuáles son la estructura,
y fines de su organización y me
dice:
-Nuestro Sindicato es una organización de Es-
tado. Su capital, que es ahora de 36 millones de ru-
blos, es del Estado. Su personal director, administra-
tivo y profesional, está compuesto de funcionarios
públicos. Su mecanismo está encauzado y dirigido
por razones, intereses y conveniencias de Estado. No
hav en él absolutamente ningún - interés particu-
lar (1).
-¿Esta misma composición y naturaleza estatal
tienen los demás sindicatos soviéticos?
-La misma. Tal es la primera diferencia entre
la idea de Sindicato industrial en régimen soviético
y en régimen capitalista.
-Pero yo sé que hay en Rusia explotacioi~es
extranjeras.
-Sí las hay. Estos Sindicatos extranjeros son
libres de darse la estructura y composición internas
que mejor les parezca. Son Sindicatos típicamente
capitalistas.
-;Entonces?
-Voy a explicárselo. Los Sindicatos o Empre-

(1) El sector sucializaclo (estatal o colectivo) (le la pro-


dureióii agi.i:ola e indirstrial es, en 1930, de 56 por 100. E1
85 por 100 clel trab'ljo asalariar10 se halla en los servicios
colectivos. E l 60 por 190 de la renta nnciona! efitá, asimis-
mo. socializadn. E l 50 p(,r 1C0 (lei trigo arroiacb a1 meirarlo
r.i crsletrivo. Pw úlrinio, todo el eoiiiarrio al por m y r w y
al 83 por 100 dci por menor, están en laa manos de irr cuiee-
ti\iclarI. Conio se re, rin pro irreal!^ de irl2s rle la mitacl (le In
ecnnoriiía ir;icioiial rrisa f e Itilia snCializadn.
sas extranjeras que hay hoy en Rusia son de capitaL
y composición burguesas, como los de cualquier otro
país del mundo, pero sus actividades y manejos con
relación al proletariado y a la sociedad soviética di-
fieren de las En~presasque operan en los Estados
Unidos, Inglaterra o Alemania. Las concesiones in-
dustriales extranjeras se sujetan aquí a una ley es-
pecial del Soviet, según la cual los obreros de dichas
Empresas gozan de los mismos derechos que los obre-
ros de los Sindicatos del Estado. Esta misma ley
protege igualmente y defiende los intereses estata-
les, imponiendo a las Empresas un contrato de con-
cesión que, si bien es paritario y está exento de todo
asomo expoliativo por parte del Gobierno, exige, sin
embargo, una serie de obligaciones hacia el Estado-
que no existen en los países capitalistas. Mientras
en Rusia las Empresas extranjeras están sometidas,
en el fondo, a las leyes e intereses del Soviet, en la
Gran Bretaña o en los Estados Unidos, por ejemplo,
es más bien el Estado el que se somete a la voluntad
omnímoda y a los intereses particulares de los Sin-
dicatos industriales. Además, las concesiones en Ru-
sia tienen un carácter momentáneo, provisorio. Ellas
irán desapareciendo o restringiéndose a medida que
la industria de Estado crece. Dentro del Plan Quin-
quenal vigente está prevista la limitación y supre-
sión de muchas concesiones. A este efecto, los pla-
zos de duración-de los contratos son lo más cortos
posibles, siendo del exclusivo derecho del Soviet el
rescindirlos o modificarlos según los intereses del
país. En una palabra, frente a estas concesiones, el
Estado es el que manda e impone condiciones con
absoluta soberanía.
-¿Cómo funciona su Sindicato?
-Nuestro Sindicato compra los productos tex-
tiles a los Sindicatos de producción y luego los ven-
de al por mayor a las cooperativas para su venta al
;lar mmor al n92lico. De ctr3 parte. coz n r a y air-
quiere en el extranjero, o a los truss de sroducción
nacional, maquinaria textil que luego vende a los
Sindicatos fabricantes de tejidos. La dirección de
- 35 -
\
nuestro Sindicato se sujeta en sus trabajos al Gos-
plan (Plan Quinquenal) de un lado, y de otro, a una
serie de directivas y acuerdos que emanan, directa
O indirectamente de todos los dem5s focos de activi-
dad económica del Soviet, principiando por el Con-
sejo Superior de Economía y el Comisariato del Co-
mercio y terminando por los organismos obreros de
nuestro progio Sindicato.
-En este giro comercial de su organización,
¿hay entonces ganancias y utilidades?
-Sí. Las hay, puesto que el Sindicato compra
y vende, es decir, hace su comercio.
-;,A dónde van esas utilidades?
-Su inversión es múltiple. Una parte va al Es-
tado en impuestos ...
-Pero, 'siendo el Sindicato del Estado. paga
también impuestos?
-Naturalmente. El Sindicato es estatal, pero
a l mismo tiempo es un organismo independiente, en
cierto modo, del Estado. Sus intereses, siendo del
Estado, se objetivan r5specto de éste para los efectos
del orden y claridad en el engranaje integral de la
Economía.
-Es una forma de monopolio del Estado?
-Como usted quiera
-Pero entonces, permítame usted decirle que
no puedo aún comprender el socialismo..
-Ya lo sé -me dice el director del Sindicato-.
Desde todo punto de vista, la vida soviética es muy
compleja e n medio de su gran simplicidad. En las
actividades comerciales y de producción, en las for-
mas políticas, jurídicas, artísticas, hay una fisonomía
procesal que no debemos olvidar. y es ésta: todas
las disciplinas soq de transición, de los capitalistas
y feildales a las disciplinas socialistas, pasando por
una inmensa diversidad de formas y de ensayos in-
termedios. Puedo decir a usted, con la franqueza pro-
pia del obrero revolucionario, que no tiene por qué
ocultar los defectos, lacras, lagunas y vacilaciones
de la .obra colectiva, que dentro de la vida soviética
coexisten actualmente las más atrasadas técnicas, con
las más avanzadas y, si se quiere, inéditas aun en.
los mismos Estados Unidos. Parte de nuestras utili-
dades va, como he dicho, al Estado. Otra parte va al
aumento dc salarios. Otra parte, a mejorar los mé-
todos de producción. En fin, el Sindicato dedica una
suma considerable a l Seguro obrero, al fomento de
escuelas preparatorias y técnicas, a campañas contra
el alcoholismo, contra el analfabetismo, etc. (1). To-
do, como ya he dicho, de acuerdo con el plan de con-
junto de la economía y la política soviéticas.
El director del Sindicato Textil discurre con una
dialéctica precisa y rápida. Cuando se dispone a en-
t r a r en el terreno de la racionalización y otros temas
relacianados con la producción en general, se lo agra-
dezco, reservándome para tratarlos por separado, e n
sectores especialistas de estos ramos y, sobre todo,
confrontando la teoría con la realidad.

(1) Al estalilir I R rcvolurai6ii cle a-tiiljre I~ñhia eii Riisia


rin 65 por 100 dr aiialfahetos. En 1939 iio q c r ~ l ~ rsino
! 37
por 100.
IV
Un sabio trata de suprimir la fatiga
del trabajo - Racionalización socialis-
ta y racionalización capitalista
\
UNAmente,
-
de las mejores impresiones que me ha sido
dado experimentar en Rusia la tuve, segura-
en el Instituto Central del Trabajo de
Moscú. Probablemente existen en los Estados Unidos
centros técnicos parecidos; pero, ateniéndome a los
informes comparativos y documentos científicos pro-
cedentes del examen panorámico de la técnica mun-
dial del trabajo, que se me mostró en aquel instituto
ruso, dudo que ningún otro país capitalista haya lle-
gado hasta ahora al grado de adelanto del Soviet en
este terreno.
El secretario cientifico del Instituto, Muravief,
viste la blusa proletaria. Me hace recorrer todo el
edificio, exaltando, respaldado de testimonios de ex-
pertos extranjeros, autorizados e imparciales, tales
como el yanqui Henry Ford, la envergadura y el al-
cance técnico y revolucionario del Instituto.
-Los fines de la escuela -me dice- pueden re-
ducirse a dos: el desarrollo científico de la técnica
electromecánica y la preparación de los obreros para
la aplicación y ejercicio de la técnica en el trabajo
práctico. Ambos fines se compenetran y son insepa-
rables. El progreso científico de la técnica no es po-
sible sin los datos de la experiencia que procura la
práctica de los métodos en vigencia, y, viceversa, és-
tos se estancarían de no ser constantemente renova-
dos por los trabajos de estricto laboratorio. El Insti-
tuto prepara directamente obreros y, al propio tiem-
po,. tdcnicos, especialistas e ingenieros destinados a
dirigir los trabajos en las fábricas e instalaciones
similares (1).

(1) El prohletna de los cuadros tCeiiiros es tino (le los más


áleidos eii Ri~sia.A medida que avanza la edificación soria-
lista crece !a clesproporeión entre el número de obreros y el
(de los técnirns. En e s t ~terreiio, el Soviet se halla en tina
-¿La dirección y el personal de profesores?
-El compañero Gastef, director del Instituto. v
todos los profesores, son rusos. Muchos de ellos han
hecho estudios técnicos en los Estados Unidos, e n
Alemania, Francia e Inglaterra. Además, muchos de
los instructores han estudiado y trabajado, como
obreros técnicos, e n fábricas y talleres de Ford y de
la "General Motors".
El local del Instituto es amplio y de tres pisos.
Un compacto ruido de talleres y de máquinas en mo-
vimiento repercute por todas partos. Noto en todo
una sencillez esquemática y geométrica: en el deco-
rado, e n la arquitectura del local, e n los gestos y mo-
vimientos de los hombres. Aquí, más que e n ninguna
otra parte de Rusia, se advierte e impera la rapidez,
la exactitud, la organización.
-¿Es éste el único establecimiento de su géne-
ro en Rusia?
-Sí. Pero hay secciones y dependencias en pro-

claniorosa inferioridad respecto de los países capitalistas.


Así, por ejcmplo, niieiitras en Aiemania la proporción de
los tecnicos v los ot~reroses de 2.2 ijar 100 en 1926. en Ru-
sia cs de 0.01 por 100. Aííádase l a 1;ostiliclad clasista, fran-
r a o eiicubierta. de los tecliiros e Ni~ei~ieros liacia el iirole-
tariado ruso, y se tendrá un euadrñ aiin in5s s o n i l ~ r hdel
problema. P a r a resolverlo ciianto antes, el Soviet despkiega
esfnerzos gigantescos. E l B b n Quinqueiial establere q x i a
fines de 1932 Rusia disponclrá de ingeniero3 p t6cnieos en
ana proporción de 1.65 por 100, re~peetode los obreros, y
rste aumento será realizado ron personal rigtzrosiirnente
proletario y cainl~esino.Al efecto, furicionaii hoy en Rusia
250 establecimientos de ensefianza, can un total (le 75,000
estudiantes para ingenieros, y 827 escuelas para tCcnirus,
ecn nn aluinnado de 81,000 estuclfantes.
Aparte (le esta forniaeión, el Soviet sigue atrayendo un
nfimero creciente tle ingenieros y técnicos extranjeros, a l
propio tiempo que e n d a niimerosos estudiantes rusos a los
países capitalistas más avanzados, para perfeccionar y con-
frontar sus estudios con los que se hacen afuera.
E l Instituto Central del Traba,io (lehe preparar de aquí
Iiasta fin (le 1932. 100,000 ol~reroscalificados, ron iin Iire-
siipiiesto de .50 niillorirs <le riil)lofi.
vincias del mismo modelo y con los mismos ramos
técnicos.
-¿Existía ese Instituto antes de la revolución?
-No. Es absolutamente nuevo. S e fundó en
1923.
-¿Sus secciones? ¿Su organización?
-En primer lugar, hay aquí un laboratorio bio-
químico -me dice Ivluravief, haciéndome pasar a un
compartimiento del local situado en el primer piso-.
Va usted a conocer, precisamente, a sus directores,
el sabio Golberg y la doctora Lepskaia.
Atravesamos dos piezas, en las que veo a varios
profesores e ingenieros en pleno trabajo. Un hombre,
d e unos cincuenta años, también en blusa proletaria,
-viene a recibirnos. Habla perfectamente el francés.
-El doctor Golberg -me dice Muravief.
Una rápida conversación inicio con el sabio.
-¿Cuál es -le digo- el esfuerzo más impor-
tante de su laboratorio en estos momentos?
-La supresión de la fatiga.
La respuesta es impresionante. ¡Suprimir la fa-
tiga en los hombres!
-¿Hay antecedentes de este empeño en algún
país capitalista?
-Que nosotros lo sepamos, no. En los Estados
Unidos, según nuestros informes, se ha intentado,
después de la guerra, algo parecido; pero por respec-
to fraccionarios y con ocasión de otros problemas me-
nudos de psicotécnica. El problema de la supresión
de la fatiga, en globo y como fórmula, no ya simple-
mente d e orden económico, sino de orden biológico,
l o hemos enunciado por la primera vez aquí, hace
tres o cuatro años. Naturalmente, su solución depen-
de Cirectamente de los progresos que, en materia de
met.abolismo, se han conseguido en Alemania y, e n
cierta medida, en los Estados Unidos.
-¿Tiene usted fe en un resultado más o menos
próximo y favorable?
-En cuestiones de laboratorio, estamos siem-
pre en la víspera de todas las sorpresas. La ciencia,
e n mi concepto, se produce por sorpresas. Nada pode-
mos aún prever. Por el instante, tenemos un primer
resultado. Cabemos ya que el trabajo deforma los
Ieiicocitos, y que de esta deformación proviene, has-
ta nueva orden, la fatiga del obrero. En cuanto al
método destinado a evitar o, más exactamente, a co-
rregir de manera instantánea aquella deformación,
no sabemos a.ún nada concreto. Lo tenemos actual-
m m t e en ensayo ron algunos animales.
El doctor Golberg goza de un renombre mundial
como biólogo y químico. Sus obras están traducidas
a casi todos las idiomas. Su laboratorio, así como to- $
das las demás secciones del Instituto, mantiene dia-
ria y nutrida correspondencia técnica con los gran-
des laboratorios y talleres del extranjero. El doctor
Golberg me dice:
-La ciencia es universal. Esta hecha de solida-
ridad, más que ninguna otra actividad humana. Cui-
damos, por eso, de seguir de cerca y cotidianamente
lo que se hace y se descubre en los otros paises. El
capitalismo, por lo demás, nos ha dado y nos está
dando aún las bases históricas, en general, del socia-
lismo. Particularmente, mi laboratorio toma y toma-
rá aún mucho de los sabios y técnicos norteameri-
canos.
-Pero ellos empiezan también a aprender mu-
cho de ustedes.
-Ya lo creo -dice con firmeza la doctora
Lepskaia-. No solamente hoy. Rusia ha tenido, aun
durante el zarismo, grandes sabios y profesores.
Frecuentemente se oye en boca de las grandes
figuras del Soviet la misma voz leal para reconocer
las buenas obras efectuadas por las clases sociales
eremigas, de dentro o fuera de Rusia.
Muravief me invita luego a seguirle a los otros
compartimientos y me dice, entrando a uno de éstos:
-Aquí tiene usted el laboratorio de metabolis-
mo propiamente dicho, donde se llevan a cabo los
análisis de las sustancias que se forman en el orga-
nismo del obrero durante el trabajo. Como usted ve,
el laboratorio comunica con los talleres y las insta-
laciones electromecánicas por medio de tubos e hilos
conductores, que sirven para recoger y traer la res-
piración, el aliento, la presión arterial, los menores
movimientos y hasta el reposo y los gestos del tra-
bajador. Es de este modo como se registran aquí to-
das las reacciones físicas, químicas g biológicas pro-
ducidas por las diversas manipulaciones del obrero
en su organismo. Así es como la ciencia ~ o r m asu cri-
terio relativo,a las ventajas o desventajzs que, des-
de el punto de vista de la econ~rníade la energía hu-
mana, ofrecen los distintos métodos de trabajo. Con
estos datos, de rigurosa exactitud científica, organi-
za después el sabio sus conclusiones en ord,-.n a una
serie de problemas sobre la capacidad productiva
media del trabajador, sobre su salud, el límite de sus
fuerzas según su edad, las condiciones higiénicas fa-
vorables o nocivas a tales o cuales de sus ocupacio-
nes, la necesidad de otro género de trabajo o de cli-
ma, etc., etc. Todas las incógnitas psicofisiológicas
que concurren a determinar, e n gran parte, la tota-
lidad de los sistemas de racionalización, sólo pueden
resolverse en este laboratorio. Más todavía. De sus
experimentos dependen considerablemente los tér-
minos en que debe resolverse el problema de los sin
trabajo.
-¿Todo esto se sabe y se trata también de ahon-
dar y resolver en los centros industriales capitalis-
tas?
-En muy pequeña medida y sólo en los Estados
Unidos. Ford ha empezado recientemente a prestar
atención a todos estos estudios. Usted sabe aue la
racionalización fordista es la menos inhumana de los
Estados Unidos. Sin embargo, su interés por prote-
ger y conservar la salud de los obreros, v con la de
ellos, la de la humanidad entera, está sofrenado por
sus intereses patronales y, lo que es pcor, por la
esencia misma de la explotación capitalista, que des-
cansa y está condicionada en la ruina del proleta-
riado.
Las graves explicaciones de Muravief invitan,
realmente, a terribles y complejas reflexiones.
-Su laboratorio es: sin duda, de una gran be-
lleza. Con todo, sus conclusiones han de exigir, para
ser llevadas a la práctica en los vastos y crecientes
dominios del trabajo en el país o m el mundo ente-
ro, el concurso de infinitos factores y, en particular,
mucho dinero.
Muravief tiene una sonrisa cordial, respondién-
dome:
-Todas esas dificultades desaparecen en un
país donde todo el mundo está obligado a trabajar y
donde la riqueza común, en vez de ir al bolsillo de
unos cuantos, es aplicada a las obras y progresos de
utilidad colectiva. Pero sigamos. Aquí tiene usted
-continúa, pasando a otro compartimiento- el la-
boratorio fisiológico donde se registra, antes y des-
pués del trabajo del obrero, sus pulsaciones, su res-
piración y el análisis de la sangre. Este otro es el la-
boratorio colectivo, donde se registran las manipu-
1aciones.de todos los obreros de un taller. Después
esta el laboratorio de control de los objetos diversos
que se fabrican en los talleres, según el tiempo y las
energías del hombre y de la máquina, empleados en
su fabricación, teniendo en cuenta su composición
química, su forma, su número, su peso, calidad, etc.
Después vienen las bibliotecas de estudios técnicos
en libros y revistas, particularmente yanquis y ale-
manas.
Más tarde abandona_mos la sección de investiga-
ción científica y pasamos al compartimiento de los
obreros e instructores ya capacitados y formados,
que se halla en la planta baja del local.
-Aquí tiene usted -me dice Muravief entran-
do a un amplio taller de mecánica- la aplicación
práctica de la técnica.
Los obreros están eil pleno trabajo. Este es un
taller modelo. El orden, la regularidad, la limpieza,
la precisión, la velocidad, la alegría se reflejan e n
los obreros tanto como en las máquinas.
-Se han consultado aquí -me dice Muravief-
todos los factores necesarios al éxito previsto por la
*eoría: la cantidad de luz, según el género de cada
trabajo; el color del campo visual que abarca duran-
te su labor cada obrero; la forma de la máquina y
de los Útiles que él maneja, así como del terreno
donde se mueve; la hora en que trabaja; el reposo y
el movimiento circular o angular, ascendente y des-
cendente, del cuerpo y de cada extremidad del obre-
ro, según su labor, etc. Como usted puede ver, hay
varios obreros que ejecutan un mismo género de
trabajo, a fin de obtener por comparaci~ndetermi-
nadas conclusiones o leyes psicotécnicas.
Un momento permanecemos en siiencio, obser-
vando los múltiples trabajos del taller. Entonces em-
piezo a percibir auditivamente el elemento rítmico
de las labores, en conjunto y aisladas, como si se tra-
tase de los sones de una extraña orquesta de batería.
Me acuerdo instantáneamente del Paso de acero, d e
Prokofiev; de las sonatas de Himdenith y de Kras-
nancak, de Glier. Es la misma música. La música del
trabajo, regular, plástica, tubulada, a gajos, de una
cadencia elíptica y de una monotonía bárbara y
grandiosa. A veces, el ritmo hace u n grand-écart
entre dos corrientes de alta frecuencia. Otras veces
se oyen algunas campanas en espacios caprichosos,
asimétricos o chafándose entre sí, como un jazz-band.
Luego se produce un arrebato de motores, martillos
y pilones, que dura algunos minutos. Es entonces el
alegsetto de un oratorio hebreo de Milhaud.
-La campana que suena -me dice Muravief-
da y sostiene la medida y duración de ciertos trances
del trabajo. Una especie de aparato de relojería, mo-
vido por electricidad, determina el tiempo y el nú-
mero de las campanadas. Pero esto no constituye
todo el elemento musical del trabajo. Avancemos.
Al cabo de varios compartimientos empezamos
a percibir en el fondo del local los sones de una or-
questa. Es éste otro taller. Un espléndido cuarteto
ejecuta, vertebrado por el ritmo metálico y epilépti-
co de las máquinas, un trozo del tártaro Igouvnof.
Aquí ya hallamos desenvolvimiento melódico. La
sinfonía es ahora completa.
-Se diría - o b s e r v o a Muravief- que esto es
u n conservatorio y no un taller electromecánico.
-Acaso. NO obstante, si sigue usted con aten-
ción meramente auditiva el conjunto sonoro, quizá
su impresión sea contraria.
Durante unos minutos así lo hago. No. Esto no
es en realidad un conservatorio. Ese ritmo de repe-
tición y sincopado denuncia el torno, el émbolo, la
fuga de poleas, el silbido de las transmisiones, el pul-
so de las máquinas.
-El elemento deportivo del trabajo se patenti-
za por separado en las salas de gimnasia. Pero le se-
rá, sin duda, mucho más interesante el proceso del
aprendizaje del trabajo. Vamos subiendo de nuevo.
Al llegar a un vasto taller del tercer piso, Mu-
ravief me dice:
-Acabamos dc ver a los obreros capacitados y a ,
trabajando. Ahora voy a tratar de hacerle ver aquí
las diferentes etapas de trabajo de un aprendiz, se-
gún la industria a que se destina. En primer lugar,
nuestros alumnos no deben pasar de cuarenta años
de edad. En segundo, debe cada uno poseer las cuali-
dades psicofisiológicas que requiere el oficio a! que
va a dedicarse. Por Último, ccn un programa especial
para cada trabajo. se le inicia en el aprendizaje. El
principal propósito de nuestra enseñanza consiste e n
hacer lo más automático posible el trabajo, el cual
debe ser ejecutado con el mínimum de raciocinio.
-Es decir, ¿ustedes tratan de convertir al hom-
bre e n un autómata, como en los Estados Unidos y
demás países capitalistas?
-Sí. La técnica socialista del trabajo persigue
eso que usted dice, y ya le diré por qué. Pero no es
cierto que sea idéntico el caso de la técnica capita-
lista. Me explico. El taylorismo, perfeccionado por
el fordismo -sistemas ambos los más avanzados del
capitalismo- se basan e n el régimen de la compe-
tencia. El fabricante vive con la constante preocu-
pación de vencer a sus concurrentes, vendiendo más
barato, con mejor materiai, etc. Para obtener estos
resultados, no pierde tiempo e n intensificar la pro-
ductividad de su fábrica. Dos métodos, entre otros,
le siiven para el caso: perfeccionar a l infinito su
maquharia para producir más rápido y para redu-
cir-el número de sus obreros, y forzar a éstos a adap-
tarse continuamente a unos aparatos y a una téc-
- nica que cambian y se perfeccionan todos los días.
El obrero, de esta manera, vive en un aprendizaje
permanente. Su raciocinio no deja de intervenir en
sus labores manuales. Lejos de hacer de él la técni-
ca capitalista un autómata, como se cree vulgarmen-
te, exacerba su vigilia cerebral, sus facultades de
atención y conocimiento y su sensibilidad. Su pen-
samiento está obligado a trabajar más aún que sus
manos. A la larga, viene la fatiga psíquica, el sur-
menage nervioso. El trabajo se le convierte en un
suplicio. No hay organismo proletario que resista
mucho tiempo a este régimen, y el destino del obre-
ro tiene que acabar en el hospital o en un retiro obli-
gado, como inepto y decrépito para los nuevos y
rambiantes sistemas de trabajo. Los daños de seme-
jantes procedimientos son incalculables y de una
gravedad que espanta. Explicarlos aquí seria salir-
nos de nuestro tema (1).
-¿Y la técnica socialista? ¿Según ustedes, el
obrero debe mantener. durante su trabajo la máxi-
ma inde~endenciade su pensamiento y de su sen-
sibilidad?
-Sí. El trabajador ha de ejecutar su labor del
modo más automático posible. Sus actos deben rea-
lizarse por sí solos y no deben costarle ningún es-

(1) La- i~iortíferascondicioiies de trabajo iniyuestas por


l a racionalizarión ranitalista a l proletariado, junto con l a
incesante reclucció~ide los salarios, ha determinado en mu-
chos países una gran curra (leseencletite (le sil naia!idacl.
Así, por e,jeinplo, iiiieiitras en Alemania la ~snhlaciónniinien-
t a el 7.9 por 1,000, en hiclaterra el 6.4, en Italia el 10.3 y
en Francia el 1.3, ella aiinieiita en Rusia en un 23 por 1.000.
E l crecimiento anual de l a pohlacióii urbana era en 1927 de
5 por 100, cifra que siippra a Ias tnás altas de los niejor~q
ticmilos rl~n~oerfifirnsde los Estados mirlos. A finas de
1932 la nohlrrcióii nroletaria hahrri arimentado en Rusia r n
iin 30 por Jnfl de la pcrhlarihn tota1. En los naísrs rnpita-
l i ~ t a s ,ella disminuye en una progresión acelerada.
fuerzo de rarioci~io.La técnica socialista deja in-
Bacta e intocada la vidakespiritual del trabajador,
Mientras laboran sus manos, puede dedicar sus fa-
cultades intelectuales a lo que quiera: a soñar, a con-
templar, a recordar, a afroritar, en fin, los grandes
e íntimos problemas de su vida personal. Por lo de-
más -termina diciéndome Muravief-, la técnica
capitalista conserva aún, en este punto, algo del traa
bajo manufacturero y hasta del artesanal, en los
cuales el trabajador pone todas sus facultades fisi-
cas e intelectuales e g s u labor cotidiana. La diferen-
cia está en que los poderes intelectuales en el arte-
sano se ejercen libremente y siempre creando algo
nuevo que depende casi por entero de él, mientras
que el proletario capitalista los ejerce sometiéndo-
los a las fórmulas y procedimientos impuestos por
las máquinas y no pone, en consecuencia, ninguna
iniciativa creadora de su parte. El placer de inven-
tar del artesano desaparece en el obrero capitalista.
-¿Qué otra distinción existe?
-En el cronometraje. A medida que el trabajo
es más automático, se ejecuta con mayor rapidez. La
economía de tiempo es más considerable cuanto me-
nos interviene el raciocinio en el trabajo. Esta es ya
una verdad primaria.
-¿Y la- racionalización? ¿Cómo la contempla
el Soviet?
-La racionalización, como usted lo sabe, es un
fenómeno determinado por la naturaleza misma de
Ia mecánica de producción. La máquina lleva en sí
los gérmenes de su progreso y transformación ince-
santes. El devenir de la historia no exceptúa nada.
Existe la dialéctica en las máquinas, como en los se-
res individuales o colectivos. Un aparato nace, evolu-
dona y pide ser transformado por otro, y éste por
otro, y así sucesivamente. Uno de los fines de esta
constante metamorfosis mecánica reside en aumen-
tar la productividad de una maquinaria dada con el
menor número de obreros.
-Es lo que ocurre en los paises capitalistas.
-Exactamedte. Y hasta aquí, la racionalización
-aumento de productividad de la máquina con el
menor número de obreros- se ajusta en régimen
capitalista a leyes intrinsecas y justas de la dialéc-
tica mecánica. En régimen socialista sucede lo pro-
pio. La racionalización en el trabajo soviético se de-
senvuelve, hasta este punto, paralelamente a lo que
se hace en el trabajo norteamericano. Mas a partir
de aquí se produce una discrepancia rotunda y fun-
damental. La transformación de la maquinaria, en
la técnica capitalista es, como acabo de decir, desen-
frenada. El apetito patronal de producir más y-me-
jor en menos tiempo y gastando menos, para vencer
así a sus concurrentes en el mercado mundial, lleva
a l fabricante a una carrera desatentada en materia
de raciona1izaciC.a. Sus ingenieros y profesores no
cesan de inventar nuevos aparatos. Una dramática
competencia de racionalización se produce entre los
fabricantes. El sistema es el siguiente: El aparato
transformado o perfeccionado requiere, pongamos
por caso, el 75 por 100 únicamente de la energía hu-
mana empleada en el manejo del aparato anterior,
es decir, aue si éste necesitaba antes de dos obreros,
después no necesita más aue de uno y tres cuartos
.- de obrero. El fabricante, en vez de suprimir de los
dos obreros en trabajo un cuarto de obrero, supri-
me, de hecho, un obrero y deja a cargo del nuevo
aparato, tan sólo un trabajador. Los resultados son:
entre otros, los siguientes: Primero: Se ha doblado
el esfuerzo del único trabajador que queda al servi-
cio de la nueva máquina, pagándole el mismo sala-
rio que ganaba antes. Segundo: Este trabajador, al
hacer ahora por dos o, más exactamente, por uno v
tres cuartos de obrero, llega pronto a aniquilarse.
Tercero: Este ariauilamiento si se trata de un apa-
rato de seguridad, le im-ide a la larga de vigilarlo
debidamente, v una catástrofe o accidente es inevi-
table. La mayoría de las catástrofes mineras, de
transportes, etc., tienen aquí su'causa. Cuarto: El
obrero así racionalizado agota al poco tiempo todas
sus energías y, joven aún, se ve incapacitado para
trabajar, enferma y muere en la miseria. Quinto: El
obrero eliminado del trabajo por el perfeccionamien-
to de la máquina v3 a engrosar el ejército de &so-
eupados y, como todos éstos, sucumbe en la miseria.
Sexto: Como el patrói~no sólo quiere que la nueva
máquina fabrique mil autoinóviles, por ejemplo, al
mes con cien obreros, en vez de fabricarlos con dos-
cientos, sino que quiere que ella fabrique mil dos-
cientos automoviles al mes, la producción auinaita
entonces con tal velocidad, que llega a agotar la ca-
pacidad adquisitiva del mercado. Al poco tiempo, las
fábricas inundan el mercado con sus productos y los
stocks quedan sin compradores. La superproducción
se detiene sólo entonces. A partír de ese momento,
la maniobra se encauza a parar la marca del merca-
do, desatada par él y sus contrincantes. Con frecuen-
cia, como ocurre ahora, los reyes de la industria lle-
gan tarde a esta tarea, cuando el stockage ha empe-
zado ya a aplastarlos bajo su peso. Así empiezan las
grandes crisis económicas mundiales. El ejército de
desocupados y la superproducción son actualmente
los dos males de fondo de la crisis. Pero los fabri-
cantes siguen ganando...
-¿Y en la racionalización socialista?
-En la racionalización socialista no ocurre na-
da de esto. Se trata aquí de un proceso de transfor-
mación mecánica racio.na1, sin apuro y con una ce-
sura impuesta, no ya por la gana o el apetito de na-
die en particular, sino por las necesidades reales y
armoniosas de la colectividad. En régimen socialis-
ta, nadie quiere vencer a nadie en competencias del
mercado. Si la economía de obreros de uria máquina
es en realidad como 25 por 100, a nadie le interesa
reducir estos obreros en un numero mayor. Por el
contrario, el interés colectivo impone proteger y au-
mentar, de un lado, las energías de los obreros que
quedan al servicio de la máquina (l),y de otro la-

(1) ],ti precliictivitlad (Ir1 ol~rcropor la racíoiialiracií,ii so-


c~ialista.alcaiizará, iil terniiiiiir el Plan Qiiiti~iieiiat, a 110
por 100 respecto (le la actual.
- 55 -
j .

do, disminuir el número de los sin trabajo. De aqui


que la vida y la salud del proletariado soviético no-
sufren en nada con la racionalización, y que los de-
socupados han desaparecido totalmente en Rusia,
donde, por el contrario, han empezado a faltar obre-
ros. Por último, la racionalización socialista obedece
a un plan sintético y coordinado de producción de
todas las ramas industriales. El interés colectivo con-
templa todas las necesidades sociales y no una sola.
Cuando un producto ha llegado ya a satisfacer más
o menos las necesidades colectivas, la racionalización
de su fabricación prosigue au relenti, pasando las
energías e iniciativa's a la racionalización en otra
rama industrial cuyos productos hay que aumentar.
No hay lugar entonces a stockage ni a ninguna otra
crisis de superproducción. Toda la producción se
ajusta, en cantidad y cuilidad, a las necesidades so-
ciales del momento. En otros términos: el consumo
está en perfecto equilibrio con la producción.
Otros tantos aspectos correlativos de la técnica
del trabajo én el Soviet los veo y los registro al día
siguiente en el Museo de Protección del Trabajo.
v
Régimen de salarios - "Plus - valía"
capitalista y "Plus - valía" soviética.
"Standard" de vida y salario real
INGUNO de los sistemas de salario usuales en
régimen capitalista corresponde al que se ob-
serva en Rusia. Ni el salario por horas de tra-
bajo, ni el régimen de primas, ni el mixto. tan reco-
mendado por Ford. El motivo reside en la diferencia
de los métodos seguidos en el ~ z u n d oburgués y en
el soviético para establecer el valor del trabajo. La
diferencia de estos métodos, por otra parte, consti-
tuye una de las expresiones más esenciales y carac-
terísticas de cada una de estas economías. Los siste-
mas de salario varían de la una a la otra porque la
voluntad y el interés que los establecen no son idén-
ticos. Y no lo son ni por su origen ni por su direc-
ción histórica. En el capitalismo, esta voluntad y
este interés son de origen individual y tienden aI
aumento de la plus-valía o sea al aumento de la pro-
piedad privada. En la economía soviética, la volun-
tad y el interés que presiden el establecimiento de
los diversos métodos determinantes, a su vez, del va-
lor del trabajo, son de origen colectivo y tienden al
aumento del bienestar y la riqueza comunes. Tal es
el profundo abismo que separa la tabla de salarios
soviéticos de la de los salarios yanquis, verbigracia.
Esto es muy importante no olvidarlo, para evitar las
confusiones, trampas y sofismas que los profesores
y patronos capitalistas suscitan en su favor cada vez
que se equiparan los salarios de uno y otro proleta-
riado.
- El profesor ruso Tiarof, de la Academia de Cien-
cias Sociales de Moscú. me ha hecho, a este propósi-
to, explicaciones muy ir.teresantes, que y ó trato de
transcribir aqu-í del modo más claro y menos técnico
posible.
-A primera vista -empieza diciéndome el pro-
fesor Tiarof- se diría que el sistema de nuestros sa-
larios no difiere del sistema clásico y corriente que
se observa, desde los comienzos del capitalismo, en
casi todos los países industriales, como la Gran Sre-
taña, Alemania, Francia, etc. Hasta podría creerse
que, e.n este terreno, no hemos llegado aún al famo-
so régimen de primas, tan extendido en los Estados
Unidos, y cuyo apogeo declina con la "revolución"
fordista de los salarios. Me refiero al sistema del sa-
lario por horas de trabajo simple, que es el que pre-
domina en nuestra ecónomía. Pero quienes así dis-
curren, operan desde u.na posición empírica y no tie-
nen para nada en cuenta las relaciones sociales entre
el capital y el trabajo, que está en la base de todo
salario. Ignoran o fingen ignorar un cúmulo de fac-
tores descubiertos por Marx en el modo de produc-
ción capitalista, y cuyo examen es indispensable pa-
ra todo estudio comparativo de los salarios. "El tra-
bajo es la única fuente de toda riqueza y de todo va-
lor -dice Engels-. Por consiguiente, cabe pregun-
tarse: ¿por qué el asalariado no recibe todo el valor
producido por su trabajo, abandonando una parte de
41 al capitalista?". Pues bien, en los distintos siste-
mas de salarios capitalistas, esa parte del valor pro-
ducido por el trabajo del asalariado, queda siempre
para el patrón, en proporciones variables; pero en
aumento continuo. Al sistema de salarios mixto
-trabajo a la cadena y régimen de primas- de los
talleres Ford, corresponde el "honor" de haber acre-
centado esa parte del valor producido por el trabajo
del asalariado y abandonado al patrón, o sea la plus-
valía, a su máxima proporción.
-¿Y en la economía soviética?
-Aquí el asalariado tampoco recibe todo el va-
lor producido por su trabajo. En la economía sovié-
tica, el obrero abandona también una parte del va-
lor producido por su trabajo. Pero lo abandona a la
colectividad, de la que forma parte él mismo, y no
a uno o varios individuos. La p l ~ s ~ v a l entre
ía noso-
tros existe, pero ella no está destinada a la acumu-
lación del capital privado, sino a la acumulación del
capital social. La sociedad soviética no es aún socia-
lista, y mientras haya un Estado, existirá un sujeto
del derecho de propiedad colectiva, encargado de*
administrar, y r vías más o menos legales y coerci-
bles, los negocios colectivos. Y es a las manos del'
Estado, encarnación genuina de los intereses comu-
nes, que va a parar la plus-valla procedente del tra-
bajo del asalariado. De ellas sale luego con destino
s1 incremento del bienestar común.
El profesor Tiarof hace una pausa y, como nota
que aún no acabo de ver claro en' sus explicaciones
respecto a los salarios, añade, tratando de ser lo más
preciso posible.
-Sentadas estas primeras consideraciones de
orden general, vamos a lo de los salarios. Dado q u e
la plus-valía soviética sirve a la acumulación socia-
lista, nadie en particular está interesado ni quiere
reducir arbitrariamente los salarios, a fin de que-
darse con un provecho mayor derivado de esa re-
ducción. La colectividad, de empeñarse en aumentar
a la fuerza la plus-valía común, cometería un acto de
suicidio colectivo. La acumulación socialista del ca-
pital se hace por los obreros, a costa de los obreros
y en favor de los obreros. Es un simple acto de aho-
rro colectivo, mientras que la acumulación capita-
lista constituye la expropiación del interés de una
clase social en favor de otra clase, la explotación de
la mayoría trabajadora en favor de unos cuantos pa-
rásitos. En el régimen soviético impera, por eso, un
sistema de salarios establecido por los propios asala-
riados, y sus variaciones, aumentativas o disminuti-
vas, se inspiran en los intereses también de los asa-
lariados. El valor del trabajo depende, de esta ma-
nera, únicamente de las oscilaciones del interés so-
cial y no del apetito y la codicia de un particular.
No es racional suponer que el proletariado va a im-
ponerse a sí mismo, caprichosamente y por puro de-
porte ayunativo, salarios irrisorios, cuando el estado
de la economía social permite, por el contrario, sala-
rios superiores (1). ¿Quién en particular saldría ga-

(1) De 1922 a 1927, los salarios e11 los Estados Vnidnq Iiaiv
2
nando de semejante yugo de miseria? Nadie. En el
orden capitalista sí. Ahí hay dos clases sociales: los
patronos y los proletarios, cada cual con intereses di-
versos y encontrados. La escala de salarios constitu-
ye uno de los campos de batalla entre ambos intere-
ses. Si los salarios son bajos, hay alguien que sale
de ello ganando: los patronos.
"De otro lado -me dice el profesor Tiarof-, no
se puede hablar de salarios sin usar términos más
específicos, que corresponden a ideas igualmente es-
pecíficas, como san las de salario real y standard de
vida o precio medio de la vida. Nuestra situación
,económica actual nos ha permitido cerrar casi total-
mente la tijera formada por el salafio real y el pre-
'eio de la vida, estableciendo entre ambos términos
un equilibrio sólido y perpetuo. En Rusia, la solu-
ción entre las necesidades de la acumulación socia-
lista y las necesidades de vida del trabajador sólo
es posible partiendo, en primer lugar, de la satisfac-
ción de estas últimas. Sólo cuando ya se ha equili-
brado el precio de la vida con el salario real, sólo
entonces se empieza a pensar en la plus-valía socia-
lista. Primero se subsiste, después se ahorra. Duran-
te largos aiios no se ocupó el Soviet sino de que el
proletariado subsista, y sólo tras de penosos esfuer-
zos ha empezado a capitalizar y a desarrollar su
-economía. Mas lo propio no sucede en los países ca-
pitalistas. Ahí la tijera formada por el salario real y
el precio de la vida se abre cada vez más, ahondan-
do el abismo que hay entre el uno y el otro. Ahí se
invierten los términos: primero el patrón ahorra y
después subsiste el trabajador. O lo que es lo mismo:
para que los patronos pcedan incrementar sus cau-
dales, matan de hambre al proletariado. Ahí la ~ 0 1 ~ -
ción entre las necesidades de la acumulación capita-
lista y las necesidades de existencia del trabajador

aumentado en nn 3 por 100; en los deniás países eapitalis-


tas no han herho inás que bajar. En cambio, en Rusia, y eu
e1 mismo período de ticmpo. cI salario real ha aunicntada
e1 126 por 108.
u"," =, posible partiendo preferencialmente de l a
satisfacción de las primerus. Los patronos buscan, al
parecer, el equilibrio efectivo entre el precio de la
vida y el salario real; pero, en realidad, lo evitan.
Esta diferencia entre el salario real y el precio de la
existencia del obrero, es la que Marx designa con el
nombre de plus-valía simple, para distinguirla de la
plus-valía compuesta, que representa el total de l a s
utilidades del patrón, comprendidos los provechos
derivados de la racionalizacióri; del aumento de las
horas de trabajo sobre las estrictas que el obrero ne-
cesita laborar para ganarse lo justo para vivir; del
trabajo de los niños y las mujeres, etc.
-¿Cuánto gana, por término medio, la mano
de obra en Rusia?
-Alrededor de dos rublos al día.
-¿Y los obreros técnicos?
-Cinco rublos.
-¿Y un ingeniero?
-Ocho rublos, en promedio.
Me falta -pienso para mí- enterarme de cómo
se realiza ese equilibrio entre los salarios g el coste
de la vida en el Soviet. Doy gracias al profesor Tia-
rof por sus valiosas declaraciones, g me encamino a
u.na instalación metalúrgica de los alrededores d e
Moscú. Son los obreros ahora los que tienen la pa-
labra.
Jerarquía económica. El "Standard of
Life" soviético - Supresión del ahorro
individual - iCólo ahorra el Estado
lo justo para no morir.? LO josto-
para ser dichoso!
L noroeste de Moscú, la campiña aparece cena-
gosa. Entre una vegetación raquítica se yer-
guen sobre el terreno llano numerosas cons-
trucciones nuevas, de un estilo mixto, entre oriental
y germano. Varias fábricas lanzan al cielo otoñal sus
altas humaredas amarillas. La instalación metalúr-
gica a la que nos dirigimos es un inmenso conglome-
rado de techos y compartimientos.
El director d e la instalación, un ingeniero sui-
zo. Neicheller, se digna
- ponerme inmediatamente en
contacto co? la masa de obreros que aquí trabajan.
Advierto, de paso por las diversas secciones del lo-
cal, que la maquinaria es en gran parte vieja y gas-
tada, aparte de ser de tiPo muy atrasado. Ella co-
rresponde a la época zarista, y es fabricación ale-
mana, y ea muy breve proporción, francesa. Prueba
es c5sta.de que, por mucha que fuese la influencia
política y financiera de Francia en Rusia antes de
la revolución, le fue dificil, sin duda, a la alta bur-
guesía rusa sustraerse al imperialismo industrial
alemán, superior a la sazón al de París. Las leyes de
producción económica, esta vez como siempre, podían
más que las políticas y financieras. Por debajo de la
diplomacia francófila de Nicolás 11 y su panciilla cor-
tesana, las profundas necesidades económicas del país
sufrían subterráneamente la infiltración sorda, pero
ineluctable, de la exabzrante savia industrial teuto-
na. Rusia era un país de industria pesada. Francia.
país sobre todo de industria ligera, no podía sumi-
nistrar una técnica apropiada al género de la pro-
ducción rusa. ¿Qué podía hacer en este caso la poli-
tica zarista? Los Bancos de París podían ciertamen-
te prestarle todo el capital que pedía, pero no la ma-
quinaria reclamada por la clase do producción de ba-
se del país. La vida industrial tieni sus necesidades
que le son propias e independientes de la vida poli-
tica, y no es, por consiguiente, a aquélla que sigue el
curso de ésta, sino al contrario, es la vida industrial
la que imprime dirección a la política. De aquí que
nada habría tenido de extr'año-que, de no producirse
la guerra europea, la politica rusa hu5iese, a la larga
o de golpe, cambiado de frente, rofñpiendo la Triple
Entente para ponerse al lado o a las órdenes de Ber-
lín. A ello le habrían forzado y le estaban ya enca-
minando las necesidades de producciGn industrial
propias y peculiares de Rusia. No hay que olvidar,
de otro lado, que entre el mundo financiero y el
mundo industrial o, en otros términos, entre el ca-
pital financiero y el capital industrial, 'rigen rela-
cimes rr?uy variables. A veces la influencia finan-
ciera sobre un pais va unida a la influencia indus-
trial, y esto ocurre. lo más a menudo. Tal sucede hoy
con el imperialismo yanqui en el mundo entero. Pe-
ro otras veces, ambas influencias van separadas, CO-
mo en el caso de Francia y Alemania en Rusia antes
de la guerra. Esto, a primera vista, parece inadmisi-
ble en teoría, dado que la actividad financiera, con
todas sus altas y bajas, depende casi siempre de la
actividad industrial. No obstante, es una realidad
más frecilente de lo qce parece. Y es que la zona de
influencia tiene sus necesidades propias y no presta
ni recibe de fuera sino lo que en tal o cual momento
conviene a su estado económico. Puede acontecer
que el pais prestamista de capital financiero cúltive
un género de producción distinto al del país presta-
tario, que está condicionado por la naturaleza o por
remotos factores históricos de su economía aue no
es dable contrariar. La zona o país de influencia re-
cibe entonces de otro imperialismo la dirección y
técnica industriales que necesita como adecuadas a
su economía. Se da en este caso el hecho d- una zo-
0

na de influencia acaparada simultáneamente poi dos


imperialismos: el imperialismo financiero y el impe-
rialismo industrial. La economía internacional ofre-
ce a menudo el espectáculo del reparto entre dos o
más imperialismos, de diversa naturaleza, de un mis-
mo pais colonizado. Tal ocurre con América Latina
y China, zonas e n que la Gran 1 doinina en
u n aspecto económico, los Estad 3s en otro
y Francia en otro.
Entramos e n u n vasto taller de fundición. Me
hallo entonces en medio de una muchedumbre de
obreros en pleno trabajo. Neicheller se despide y me
deja solo e n t r ~ q o strabajadores, acompañado de una
señora, que es mi intérprete, y a la que pago por mi
exclusiva cuenta sus honorarios. Esta mujer sirve a
maravilla el carácter imparcial que me propongo
dar a mi reportaje, por la sencilla razón de ser una
sobreviviente de la 'burguesía zarista. recalcitrante
al régimen soviético. De otra parte, no sabe ocultar
su hostilidad al régimen, y me es, en consecuencia,
fácil darme cuenta de cuando tergiversa las cosas y
de cuando me transcribe literalmente la verdad. To-
mo de su intervención solamente lo que, en mi con-
cepto, debo tomar, separando sin dificultad el ele-
mento de opinión personal que ella pone en sus ver-
sianes, del fondo objetivo de las mismas.
A u n grupo de obreros que trabajan al pie de
una grúa e n el transporte de metal candente, les
pregunto:
-¿No tienen ustedes otro medio de transpor-
t a r el metal candente?
Porque el medio con que ellos lo hacen es com-
pletamente primitivo. Reciben entre cuatro hombres
e l enorme bloque candente, al rojo oscuro, y lo lle-
van en brazos a depositar e n una plataforma, situa-
da a unos ocho o diez metros de distancia. Para ello
se sirven los obreros de unos trapos empapados en
agua.
-No. No tenemos otro medio de hacerlo.
-¿Pero no saben ustedes que e.n el extranjero
hay instalaciones especiales que con sólo tocar u n
botón realizan por sí solas e l mismo trabajo?
-Sí. Lo sabemos. Pero nosotros no disponemos
de ellas en todas las fundiciones.
-¿Y por qué no en todas?
-Porque hay que comprarlas e n el extranjero
o fabricarlas en Rusia, y el Soviet no tiene aún ca-
-.
pitales suficientes para perfeccionar toc estros
métodos de trabajo. Ya se hará poco a poco (1).
Los obreros rusos ponen en su trabajo una ab-
negación que conmueve y una esperanza exultante.
La mayoría de ellos están enterados de que no todas
las formas de trabajo de los Soviets son las más
avanzadas del mundo, y que, lejos de eso, el obrero
ruso penará por algún tiempo, hasta igualar, en ma-
teria de confort en el trabajo, al obrero capitalista.
De ello tienen perfecta conciencia. Pero tampoco ig-
noran la causa de estos defectos y lagunas de la téc-
nica soviética, cual es la deficiencia actual y pasa-
jera de capitales. De aqui que ellos soporten esas di-
ficultades alegremente, con la confianza y la fe en
que ellas no son sino momentáneas.
-Ya sabemos -me dicen- que nuestros her-
manos del extranjero, particularmente de los países
imperialistas, están en muchas cosas mejor que los
trabajadores del Soviet. Tanto mejor. Esto nos da un
gran contento. Pero ya los igualaremos. Nuestros es-
fuerzos son aún más penosos. Esto es inevitable.
Antcs que vivir confortablemente, pero en una si-
tuación económica precaria e incierta para el porve-
nir -paradoja en la que viven, por desgracia, mu-
chas sociedades, como muchos individuos-, noso-
tros hacemos lo contrario: primero queremos crear-
nos y afianzar u.na situación económica seria y sóli-
da para el porvenir y el resto -confort, abundan-
cia- vendrá después.
-Pero -les a r g u y e una técnica más moder-
na no es cuestión de confort ni de abundancia, sino
un medio precisarnente de crearse y consolidar esa
situación económica a la que ustedes aluden.
-Lo comprendemos. El Soviet no hace otra CO-
sa. Ha renovado hasta ahora en un 70 por 100 10s
métodos de producción en Rusia. Lo que tenía que

(1) "La pujanza actual (le la economía rusa 4 e e Gsin-


Izo- no se basa tanto en la técnica, que es en realidad muy
debil todavía, siiio en las iiiaevas hases sociales de la pro-
iliicei6n".
hacer erl esta esfera era inmenso. Nada, pues, de ex-
traño que.aún quede de ello mucho por hacer.
Uno de los obreros es designado por los otros
para responder a mis preguntas. Como él ha tocado
el punto concerniente al bienestar y confort de la
vida en Rusia, entramos justamente a la materia que
me traía aquí, y le digo:
-¿Cuántas horas diarias trabaja usted?
-Siete horas al día (1).
-¿Cuánto gana usted?
-Dos rublos cincuenta diarios.
-¿.Qué clase de trabajo ejecuta?
-El que usted está viendo: el transporte de
metal candente.
-¿Es un trabajo, según parece, difícil o al me-
nos peligroso?
-Difícil, no. Peligroso, tampoco. Lo único que
puede pasar, en el peor de los casos, es resbalar de
nuestros brazos la masa de metal y precipitarse al
suelo. Pero eso no acarrea ningún riesgo. Estamos
ya habituados a cuidar los pies. Prueba de ello es que
nunca, en un año que trabajo aquí, ha sufrido nadie
el menor accidente.
-2,- salario le basta para vivir?
-Lo suficiente. Mi vida es sobria, como la d e
todos mis compañeros, como la del mundo entero e n
Rusia. El Soviet establece los salarios según las ne-
cesidades reales v racionales del proletario. Es el
Estado el que crea v dosifica esas necesidades, con-
forme a las posibilidades económicas de que dispo-
ne para fijar los salarios. Correlativamente, es él

(1) La duraciói~ii:cdia en l a actual semana (le cnatro (lías


de 2 a h ~y uno (le renoso, del trahajo obrero, a l ília. es de
siete horas y dos minutos. E n 1932, ella será (le seis horas
y ocho minutos aproximadamente. La .jnnaacla (le traha.io,
Por el inomento, es C ~ Pdos horas y diwio~lzor~1Uiutosm i s
corta que la jornada anterior a l a reroliirión. E1 40 por 180
del prnlet~rin4.i ni90 ti6.n~ la jornada de, siete horas, y el
resto l a de orho horas. A firit-S de este a s o de 1931 se h-
plantará l a ,jornada d i seis horas en ciertos trabajos y la
cle siete para los que l a hacen Iioy en ocho. L
también quien fija estos salarios, según aquellas ne-
midades. Como el Sovirt tiene sus manos la llave
de este circuito, la ajusta y la abre según un golpe
de vista global de la economía del país.
-¿Y ustedes creen que el Soviet no yerra o
tropieza con insalvables dificultades en este meca-
nismo regulador, de soberanía y libertad aparentes,
pero sujeto, en realidad, a innumerables influencias
y reacciones extrañas?
-El Soviet, naturalmente, puede equivocarse y
tropezar con dificultades extrañas a su buena vo-
luntad. Mas, puestas las cosas en este terreno, la
cuestión pierde su carácter científico y caemos en
el mundo de lo probable. A lo más, lo que cabe ha-
cer en ambos casos es reparar el error ya cometido
o tratar de vencer lo aue es vencible. Las cosas, co- .
mo usted ve, pasan entonces al dominio silogístico
o puramente verbal.
Por lo visto, el obrero que tengo ante mi es un
bolchevique, o al menos uno del cogollo de los tra-
bajadores rusos. Dejo, pues, de lado el terreno de lo
probable -como él lo llama- y le pregunto cate-
góricamente:
-¿Qué entienden ustedes por vida sobria?
-La satisfacción de las necesidades primarias
de la existencia, sin excesos ni privaciones. Nada de
superfluo. Nada de lujo. Nada de fantasías ni refi-
namientos inútiles y propios de regoldantes estraga-
dos y de ociosos decadentes. Lo justo solamente, lo
imprescindible; en una palabra, lo natural, lo sano.
-¿Quiere usted decir "lo justo para no morir-
\se"?
-No. Lo justo para ser dichoso. Con el salario
que yo gano me basta para alimentarme, para pagar
mi casa, vestirme, ir a los espectáculos y costearme
algunos libros, periódicos, pequeños viajes y paseos.
-¿Tiene usted familia?
-Sí. Mi compañera y un hijo.
-¿Y quién los mantiene?
-Mi compañera trabaja en una papelería del
Gossizdat (editorial del Estado), y gana lo suficien-
tt: pdid ~ i v i r .En cuanto a nuestrn hijo, que tiene
apenas tres años, e l Estado se ocupa de él.
-¿Qué relación económica existe entre usted
y su compañera?
-Ninguna. Como ni ella ni yo somos propieta-
rios, la cuestión es muy sencilla. Eso no quita que,
dentro de nuestra economía diaria, no haya una li-
bre y espontánea comunidad de bienes. Pero l a ley
no 110s obliga a nada.
-¿Y en caso de enfermedad de uno de ustedes?
-
¿En caso de falta de trabajo?
-Es el Estado quien lo paga todo.
-;Dónde come usted?
-En la Cooperativa, como todo e l mundo.
--¿En el mismo restarán que los que ganan más
que usteci?
-En el mismo.
-¿Y come usted lo mismo y por el mismo pre-
cio?
-No. El menU y los precios varían. Los que ga-
nan rnás comen mejor, pero pagan más caro.
--¿Un obrero técnico o un ingeniero, que ganan
cinco o siete rublos al día, vive.n, por consiguiente,
en mejores condiciones que ~ s t e d ?
-Sí. Porque saben y trabajan más que yo.
Cuando yo llegue a prestar servicios idénticos o
equivalentes, vivir4 tarnbiPn corno ellos. El bienes-
t a r individual en Rusia está en proporción con el
trabajo y la productividad de cada uno.
-Pero si usted a o dispone ahora de mejores
aptit\~des,no creo qae esto sea culpa suya para me-
recer un grado de vida inferior al de otro obrero.
-Si no es mía la culpa de ser menos apto que
otros obreros, tampoco lo es de éstos para rebajar-
les sus salarios hasta igualarlos con el mío. Las ne-
cesidades de los obreros mejor capacitados son, por
otra parte, más elevadas, y cuesta el satisfacerl?~
mucho rnás que las mías. Un ingeniero lleva un re-
gi-men de vida diverso al de un simple mano de obra,
porque lo que hace en el trabajo es también diferen-
te. Trabaja por la noche, estudia fuera de las horas
de la fabrica, etc. Su slimentación. su alojamiento
deben ser, por eso. más esmerados, y, lógicamente,
más caros.
-En resumidas cuentas, ¿todos gastan todo lo
que ganan?
-Awroximadamente.
-¿kadie puede ahorrar ni formar, poco a poco,
una pequeña reserva económica para el porvenir?
-¿Ahorrar? Esta palabra no existe en el So-
viet. Ningún individuo puede ni quiere ahorrar. Só-
lo el Estade es el que ahorra.
-¿Y cuando se llega a viejo o se cae enfermo?
-Es el Estado el que, en todos estos casos, se
ocupa del trabajador -proletario o ingeniero- en-
fermo o viejo.
-Pero volviendo a lo de los salarios: ¿qué di-
ferencia subsiste entre el de u.n técnico y el de un
mano de obra, si al fin y al cabo la vida les cuesta
a ambos todo lo que ganan?
-La diferencia está en que, mientras el sim- '
ple mano de obra disfruta de una existencia infe-
rior, el técnico vive mejor.
-No veo, francamente, en qué sentido viva el
técnico mejor, puesto que no hace sino satisfacer
necesidades intrínsecamente entrañadas e insepara-
bles del rol de su trabajo y de sus obligaciones.
-Eso es, precisamente, lo que en Rusia S, en-
tiende por vivir mejor: la correlación, correspon-
dencia y equilibrio entre las necesidades propias y
naturaler del trabajo de un individuo y los medios
de que dispone para satisfacerlas. A nadie se le pa-
ga sino lo justo para satisfacer las necesidades pe-
culiares al género de sus ocupaciones, y de nadie
se exige mayor trabajo que el que le permiten efec-
tuar los medios económicos de que dispone para vi-
vir.
-¿Y de qué manera puede comprobarse ese
equilibrio de aue habla usted?
-Examinando la salud del trabajador fisioló-
gicS. y psicológicamente. Si su salud es normal, el
equilibrio es perfecto. Hablo suponiendo que la exis-
- 71 -
el trabajo del obrero se uri>arruilen dentro
-
ae un orden normal, sin desmanes ni accidentes.
El obrero que así me habla tendrá unos veinti-
cuatro años. Es robusto sin adiposidad. Su mirada
es clara, alegre. Su gesto y sus maneras, firmes y
confiadas. Un tanto sanguíneo más bien. El talle
deportivo, pero armonioso. Respira y habla a sus
,anchas. Muestra una seriedad casi rural por lo man-
sa, y casi mecánica por lo lineal y vertebrada.
Los trabajos y los placeres
IN duda, la vida dc solaz y distraccioJes de
Moscú, como gran parte de la vida rusa de hoy,
difiere notablemente de la de París. de Lon-
dres,' de Xoma, de Berlín. NO hay en Rusia c a b a r e t s ,
ni cafés, ni recepciones sociales. en fin, nada de lo
que entre nosotros se llama vida mundana: visitas,
bailes, tertulias, partidas de g o k e r , de ajedrez (1).
No hace mucho tiempo dije que, en el fondo, la
vida ciudadana de Moscil no se diferenciaba de la
de París. Desde iIIi punto de vista universal y hu-
mano, no anda acaso e-rrada esta afirmación, bajo
un examen profundo de los profundos estratos his-
tóricos de la vida ciudadana. Hay niveles y alturas
en las construcciones de la historia que, una vez que
han alcanzado una mayor edad universal, su justa
madurez de duración, devienen permanentes y co-
munes a todos los pisos y transformaciones de pisos
que vengan después. De cierto nivel para arriba
-suponiendo que el movimiento de la vida se opere
verticalmente y subiendo-, ya pueden sobrevenir
los ensayos y revoluciones que se quiera, sin que
nada de esto transforme o eche abajo aquel nivel
fundamental. Las leyes de resistencia en arquitec-
tura se aplican tal vez enteramente a las edificacio-
nes sociales. Del suelo para arriba, pueden cambiar
y ensayarse todos los estilos de construcción -des-

(1) Se tiene un gran desprecio por el jazz-bancl y, en ge-


neral, por to(10s los bailes llanlados de salón. Sin embargo.
en el Hotel Eiiropa. (le Leningraclo, y en el Gran Hotel, (le
3Ioscú, las orqiiest-as tocan música (le "claiiciiig" para rega-
lo (le los tiiriztaz. El Soriet no sólo no quebranta ron esto
l a regla revolucionaria. sino qne la sirve, atrayen(1o el tu-
risnio a Riisi:?, fuente de iiigre~osy l í a (le coiiociinitnto
(le la reroliiclóii por los extranjeros.
de la caverna primitiva hasta el rascacielo moder-
no-, pero ningún ensayo ni revolución arquitectó-
nica pueden echar abajo o hacer desaparecer el sue-
lo. El movimiento dialéctico de Marx no resulta
aquí burlado. El devenir de la historia consist, e n
la tra.~~sformación de un orden social respecto del or-
den social que le precede, y no respecto del que le
sigue o va a venir. El suelo, en arquitectura, no está
evidentemente inmóvil, sino que se mueve y cam-
bia: pero cambia y se mueve respecto del subsuelo
y no respecto de la atmósfera ni de lo que se hace
en la atmósfera. Desde este punto de vista. puede
asegurarse que la vida ciudadana de Moscú no di-
fiere de la de París ni de las otras capitales bur-
guesas.
Cu-ando se ven ambos géneros de vida desde una
posición más externa y contingente -tal la vida de
solaz v distracción de aue hablamos-. entonces si
descu6rimos radicales oposiciones.
Nada de lo que e n París es solaz o distracción
ciudadana existe en Moscú. En un orden social nue-
vo, como el soviético, donde los trabajos y los place-
res no se alternan, sino que transcurren simultánea-
mente (se trabaja siempre con .pla- y se distrae
siempre con utilidad), es difícil saber, de u.na mane-
ra precisa, cuándo la ciudad trabaja y no se divier-
t e y cuándo se divierte y no trabaja. Los lugares des-
tinados exclusivamente a la diversión y los destina-
dos exclusivamente al trabajo, no son fáciles de dis-
tinguir en Moscú. En la fábrica y en el taller, en la
oficina y en la escuela se desenvuelve el trabajo de
modo tan confortable, a r ~ ~ o n i o syoespontáneo, y tan
penetrado del trance propiamente deportivo del es-
fuerzo, que no sabe uno si los obreros están traba-
jando o si están divirtiéndose. En el teatro, e n el
club y en el estadio, bullen e n e l fondo de cada acto
y de cada movimiento un esfuerzo tan serio y u n
empeño tan vigilante de creación colectiva, que tam-
poco sabe uno si la reunión está divirtiéndose o si
está trabajando. Aun e n los grandes días feriados,
, cuando el esfuerzo proletario toma formas cívicas y
militantes de calle, el regocijo continúa siendo crea-
dor. El día del aniversario de la revolución de Octu-
bre, por ejemplo, las masas desfilan cantando temas
revolucionarios de batalla militar y de talier, de
campo y de cultura, y aclamando los grandes empe-
ños e imágenes socialistas. En suma, ningún placer
sin esfuerzo creador; ningún esfuerzo sin placer
creador.
En París y en las demás urbes capitalistas, la
sociedad ha trazado y mantiene una línea profunda
d e separación entre los placeres y los trabajos, entre
los lugares de diversión y los de labor. En ciertos
focos ciudadanos y a ciertas horas o días, sólo es po-
sible el solaz exclusivo y sin mezcla de trabajo crea-
dor. En otros núcleos y en otros momentos, sólo es
posible el trabajo, con exclusión absoluta del placer.
Un hombre que fuese a Montmartre y se sentase a
l a mesa de un cabaret a resolver una fórmula indus-
trial o a martillar un lingote de acero, pasaría por
loco. En idéntico estado se le creería si fuera a un
gabinete de la Academia de Ciencias y se pusiera a
bailar un tango ante los severos sabios de la cofradía.
En la sociedad capitalista, el trabajo y el placer se
excluyen recíprocamente, negándose el uno al otro
e n todos los ritmos de la vida, en vez de ser el uno
.complemento inseparable y sincrónico del otro. Va-
nos son los ideales y doctrinas que en contra de es-
te absurdo vienen inventando y propalando pedago-
gos y legisladores. Aquí, como en los otros problemas
sociales, una cosa son las intenciones y los sueños y
otra cosa son los intereses prácticos y comestibles
que se oponen a esos sueños y a esas intenciones.
La literatura - Una reunión de
Escritores Bolcheviques
MELondres,
costó trabajo y n,ucho tiempo dar con la ca-
sa de Kolvasief. Leningrado es, después de.
la cíudad más extensa de Europa.
Añádase la actual deficiencia de los medios de trails-
porte urbano, el desconocimiento que de la ciudad
tiene el recién llegado y, lo que es más grave, su ig-
norancia del ruso, y ya podrá imaginarse el lector
lo difícil que resulta para el extraizjero dar por sí
mismo con un punto cualquiera de la urbe. Más to-
davía. La .numeración de las casas de Leningrado
obedece a un orden y progresión tan esotéricos e
inextricables, que sólo los iniciados pueden seguirla
y servirse de ella. Por fortuna, encontré a tiempo al
crítico literario Vigodsky, que asistía también a la
reunión de escritores bolcheviques. Y Vigodsky vino,
asimismo, a guiarme por otro laberinto: una vez en
casa de Kolvasief, había que orientarse en 1-a nur~le-
ración de los departamentos y habitaciones, que es
mucho más compleja y minuciosa que la de la calle.
Leningrado no sufre de la crisis de alojamientos de
que padece Moscú, pero tampoco hay allí abundan-
cia de casas (1).La población cabe a las justas den-
tro del actual perímetro urbano, y para prevenir
inesperados conflictos y desórdenes derivados del
creciente acercamiento entre la ciudad y el campo
-acercamiento provocado por la política de socia-

(1) Ea siiperfirie inedia lrabitable por cabeza (le pcbla-


ción eii las ciu<laclessoviéticas es actiialmeiite [le 6.1 iinetfps
cúbicos. Si a esto se allade el hecho de que la peblacion
urbana aiameiita en Rusia en un 5.5 por 100 -porceiitaje
doble al del país capitalista cae mayor clesarrollo-, se com-
prenderá la urgmte política de ur5anización a que se halla
lioy corisagrado e1 Soviet. T?e aquí a fiiies de 1932 dehen
quedar urbanizados 43 millones de metros coadraclos (le
superficie en el país.
lización integral del Soviet-, se ha organizado ri-
gurosamente y en sus más mínimos detalles el régi-
men domiciliario. De aquí que cada casa resulte una
colmena, a causa de la minuciosidad, orden_ y regu-
laridad de su parcelamiento.
El departamento al que entramos es amplio,
confortable. Leningrado, en general, es una ciudad
holgada, limpia, clara y hasta alegre. El zarismo hi-
zo de ella una urbe occidental y casi parisiense, en
su plano de conjunto, e n su estilo arquitectónico, e 3
su aspecfa municipal, e n su ornamentación. Residen-
cia de la nobleza-y de la alta burguesía rusa, fue do-
tada de un confort mareadamente occidental, a l me-
nos en sus zonas centrales. Abundan los departamen-
tos construidos y orientados a semejanza de los de
la rive gauche de París. El de Kolvasief es así. Sólo
que, dentro de la actual vida soviética, habitan en
cada departamento numerosas familias, ocupando,
según el número dcccsda una de ellas y su género de
trabajo, cuatro, Ees, dos y hasta una sola pieza.
Kolvasief es un joven de linos treinta y cinco
años y de cierta distinción personal. Ha sido diplo-
mático. Un tanto banal y cortesano, sus maneras y
s u desenvoltura denuncian a l viajero del protocolo,
a l hombre de mundo. Cuando llegan los otros escri-
tores bolcheviaues, reSalta más aún su ceremohial
d e salón. Kolvasief, sin embargo, es u n gran cuen-
tista revolucionario. Contra la mediocre impresión
que me groduiera al comienzo, se precisó luego co-
mo u n hombre ortodoxo y profun2amente bolchrvi-
que. Del salón burgués ha tomado ú.nicamente el de-
seo de agradar, la fluidez del gesto, encontrando en
el resto de la sociedad capitalista un motivo de sin-
cera repugnancia. Son muchos los revolucionarios
que, como Kolvasief, egresaron de la "buena" socie-
dad o pasaron por ella. Tal Chicherin, Lunacharsky,
Maiakovsky, Pil.niak, Volin y otros.
Llega Sayanov. Luego, Lipatof y Erlich. Des-
pués, Verzint, Chitzanov, Sadovief. Jóvenes todos,
d e menos de cuarenta años -poetas, novelistas, crí-
ticos, ensayistas-, hacen una algazara riente y pin-
toresca. Alegría sana, exuberancia fecunda, fuerza
generosa, instinto colectivo de !a vida, praxis crea-
dora. Visten sin pretensión proletaria, sin mise en
scene bolchevique. Ni uniforme revolucionario, ni
blusas amarillas, ni chalecos rojos, ni camisas negras
y ni siquiera los largos pantalones de los sans eu-
lottes de la Convención. Más bien involuntaria negli-
gencia en la raída americana, en la ausencia de cor-
bata, en el calzado burdo y atollado. h1ás bien pobre-
za de hombres justos y de ninguna manera desarra-
pado y profesional abandono de bohemios. En su
mayoría son rusos blancos del Norte; ojos azules de
polar desolación, amoratados rostros, respiración de
maelstrom, ceño de cerrazón a la redonda. Unos vie-
nen a la literatura, directa y conscientemente, de la
clase obrera. Otros vienen de la itzb.a, por la marea
de la guerra civil. Otros de la pequeña burguesía, por
foetazo leninista. Y no pocos del lumpen-proletaria-
do, redimidos y ganados a la vida de orden y traba-
jo. No demuestran por mí esa melosa curiosidad
protectora que los eminentes plumíferos burgueses
demuestran ante un escritor desconocido y extran-
jera. Me hablan y me tratan con sencillez fraternal.
'
El más reposado es Sadovief y el más respetado
por ellos. Le consultan contimamente, oyéndole con
cariño y devoción.
-Sadovief -me dice Kolvasief- es nuestro
más grande poeta proletario.
-¿Más grande que Pasternak y que Maiakovs-
ky? -le arguyó sorprendido.
-El más grande de t o d o s me repite Kolvasief
con firmeza, y su opinión se generaliza luego, con-
firmada por todos los presentes.
Kolvasief añade:
-Por lo demás, Maiakovsky no pasa de un his-
trión de la hipérbole. En cuanto a Pasternak..
Pero más que este modo individualista de plan-
tear y juzgar los cosas literarias, me interesan los
modos colectivos, que me permito provocar en alta
voz entre mis amigos rusos. Anoto entonces las si-
guientes aeclaraciones que los escritores bolchevi-
ques me formulan como signos de su estética:
No hay literatura apoiitica; no la ha habido ni
la habrá nunca en el mundo. La literatura rusa de-
fiende y exalta la política soviética.
Guerra a la metafísica y a la psicología. Sólo
las disciplinas sociológicas determinan el alcance y
las formas esenciales del arte. Los asuntos y proble-
mas de que trata la literatura rusa corresponden es-
trictamente al pensamiento dialéctico de Marx.
La inteligencia trabaja y debe trabajar siem-
pre bajo el control de la razón. Nada de superrealis-
mo, sistema decadente y abiertamente opuesto a la
vanguardia intelectual soviética. Nada de freudismo
ni de bergsonismo. Nada de complejo, libido, ni in-
tuición, ni sueño. El método de creación artística es
y debe ser consciente, realista, experimental, cien-
tífico.
Los temas literarios son la producción, el traba-
jo, la nueva organización de la familia y de la socie-
dad, las peripecias y luchas ineluctables para crear
e l espíritu del hombre nuevo, con sus sentimientos
colectivos de emulación creadora y de justicia uni-
versal.
En la literatura rusa hay dos maneras de enfo-
car la realidad social: la vía destructiva de belige-
rancia y propaganda mundial contra el espíritu y los
intereses burgueses y reaccionarios, de una parte, y
de la otra, la vía constructiva del nuevo orden y de
l a nueva sensibilidad. En esta última se distinguen,
a su vez, dos movimientos concéntricos: proletariza-
ción de la sociedad entera y socialización del Estado
proletario.
Ha pasado el tiempo de las escuelas y cenáculos
literarios en Rusia. No queda ni akeísmo, ni presen-
tismo, ni futurismo, ni constructivismo. No hay más
aue la F. U. D. E. R.(Frente Unico de Escritores Re-
<olucionarios), cuyo espiritu y experimentos técni-
cos ~ u e d e nsintetizarse e.n la doctrina general del
real<smo heroico.
Los maestros y precursores rusos de los actuales
)oetas son Puchkin y Khlebniko~.DNCK no deja
lada profundo ni duradero. Las únicas influencias
extranjeras se reducen a la inglesa de las baladas
(Kipling, Coleridge) y a la alemana (Heine, Rilke).
Los escritores rusos forman un sindicato profe-
sional, como las demás ramas de la actividad sovié-
tica. La edición y cotizacion de las oh-as corren a
cargo de este sindicato y de una s e c c i h especial del
Comirariato de InsirucciBn Publica, y elles siguen,
para ser establecidas, un criterio de Estado.
El ejercicio de la literatura es libre v no está
organizado en ninguna escuela o academia oficial
preparatoria, ni ce sujeta a programas o cuestiona-
rios coactivos del Soviet.
El escritor revolucionario lleva una vida de ac-
ción y dinamismo constantes. Viaja y está en con-
tacto directo con la existencia campesina y obrera.
Vive al aire libre, palpando cn forma inmediata y
viviente la realidad social y económica, las costum-
bres, las batallas políticas, los dolores y alegrías co-
lectivos, los trabajos y el alma de las masas. Su vida
es un laboratorio austero donde estudia científica-
mente su rolsocial y los medios de cumplirlo. El es-
critor revolucionario tiene conciencia de que él. más
que ningún otro individuo, pertenece a la colectivi-
dad y no puede confinarse a ninguna torre de mar-
fil ni al egoísmo. Ha muerto en Rusia el escritor de
bufete v de levita, libresco y de monóculo, que se
sienta día y noche ante un montón de volúmenes y
cuartillas, ignorando la vida en carne hueso de la
calle. Ha muerto, asimismo, el escritor bohemio, so-
ñador, ignorante y perezoso.
La literatura soviética participa. en cierta me-
dida, del antiguo realismo y del antiguo naturalismo,
pero los excede e.n sus bases históricas y en sus se-
cuencias creadoras. Ella no es una escuela, sino un
trance viviente y entrañable de la vida cotidiana.
De aquí su diferencia sustancial de todas las demás
literaturas de la historia.
El díaíde un albañil-El amor, el depor-
te, el alcohol. el t y la democracia
seguido, pie con pie, durante un día entero, la
HEvida de un albañil. La he tomado a las siete de
la mañana, e n su vivienda del bulevar Puch-
kin. Esta se reduce a una sola y pequeña habitación,
encajada en la casa número 8 de la calle. La casa
es grande, de dos pisos, tres patios, muy vieja y asaz
desvencijada, del Moscú milenario. En ella he pene-
trado con el pretexto de buscar a una persona ima-
ginaria. Mientras hacía tal averiguación, he obser-
vado a mis anchas al obrero, que acaba de saltar de
su cama. Está con su compañera, una joven correc-
tora de pruebas de la Pravda. No tienen hijos ni son
casados. Su unión data de un año. ¿Se aman? ¡El
amor!... ¡Qué contenido tan distinto posee esta pala-
bra en Rusia! Entre nosotros, el amor, e n realidad,
no existe, sino muy raramente. Llamamos amor a
una simple simpatía, hija directa de un interés eco-
nómico o de cualquiera otra especie, pero que nada
tiene que ver con el mundo afectivo. Una mujer con-
cibe esa simpatía partiendo siempre de una cualidad
del hombre, extraña a los valores determinantes del
sentimiento. Lo propio acontece con el hombre res-
-- pecto de la mujer. Esa cualidad puede ser la rique-
za, la posición m u n d a ~ ao la simple posibilidad de
obtener, tarde o temprano una u otra cosa. Dentro
- de las relaciones burguesas, sólo excepcionalmente
nace esa simpatía fuera de estas perspectivas. Una
persona que ama a otra, huérfana ksta de posición
económica o social, pasa por una extravagante o in-
sensata. Amar a un descamisado, a una persona que
apenas gana para no perecer de hambre o que care-
ce de nombre 17 brillo social, o que no llegará nunca
a conseguirlos, ni a mejores entradas económicas,
constituye una locura o un desplante. El acomodado
o aristócrata va siempre a una acomodada o aristó-
crata, y el que no es ni una ni otra cosa. se esfuerza
o es sensible a la tentación de amar a la que lo es.
Las más de las veces, los sujetos de este "amor" no
se dan cuenta exacta de estos verdaderos basamentos
de sus relaciones. El hombre o la mujer, en estos ca-
sos, creen descubrir en la persona amada un conjun-
to de encantos y atractivos personales, y, al parecer,
propios y entrañables de su contextura espiritual e
íntima. "Yo no le amo -se dicen sinceramente a sí
mismos- por su situación social o económica, sino
por sus prendas morales. Si un día se quedase sin
dinero o sin nombre mundano, yo le seguiría aman-
do". De ello están estos "amantes" convencidos. Pe-
ro estos "amantes" no saben que esas prendas de la
persona amada proceden directamente de la posición
económica o social. Y no lo saben, porque la relación
de causa a efecto entre esta posición y aquellas pren-
das es más o menos mediata y oculta, aunque siem-
pre directa e indiscutible.
Otras veces los sujetos de este xamor" se dan
perfectamente cuenta del carácter social o económi-
co y extra-afectivo de sus relaciones. Esto ocurre en
- las más altas esferas mundanas de la burguesía o de
la nobleza, mientras que el caso del párrafo ante-
rior ocurre en la pequeña y mediana burguesía.
¿Por qué se desfigura y se desnaturaliza así el
amor en el mundo capitalista? Ello obedece posible-
mente al individualismo desenfrenado de las gentes.
Este individualismo ha engendrado un sinnúmero de
apetitos y preocupaciones egoístas: el afán de distin-
guirse de los otros, aventajándo!os a todo precio; la
vanidad, la concuspicencia, el sibaritismo, la p-ereza
con todos sus vicios y cobardías. Obedeciendo a es-
tas preocupaciones, el amor -si así puede llamarse
entre nosotros este apetito- es clasista, es decir, que
el hombre y la mujer de una clase social se unen
únicamente a la mujer y al hombre de su misma cla-
se; nadie quiere descender de posición. Sólo de cuan-
do en cuando, repito, se salta de clase. Mas en este
caso no es la persona de clase elevada la que des-
ciende, sino que es la de clase inferior la que ascien-
de. Lo que no quita que a la primera se la juzgue,
como hemos dicho ya, como una insensata o amiga
de lo raro. Por regla general, estos saltos de clase
aparecem tan irregulares y locos a los ojos de todos,
que los interesados prefieren sostener ocultas tales
relaciones, como un crimen o algo vergonzoso e in-
confesable. Tal es el caso de las pasiones entre el se-
ñor y su sierva, entre el patrón y su siryienta, entre
la señora y su cochero o entre el gerente de un Ban-
co y su dactilógrafa.
En Rusia, el amor ha dejado de ser clasista, des- -
de el momento en que han desaparecido las clases
sociales. Social y económicamente, todos son iguales.
El individualismo y sus apetitos derivados tienen
un freno dentro de un nuevo equilibrio colectivo y-
dentro de un nuevo orden jurídico y moral. El tra-
bajo es obligatorio. No hay tiempo para el ocio ni
gusto por los refinamientos. A la vanidad ha sucedi-
do el orgullo, en la acepción colectiva de la palabra.
El hombre y la mujer, por consiguiente, están libe-
rados de toda preocupación o perspectiva económica
y social para elegir a la compañera o al compañero.
El punto de partida y_de inspiración del amor radi-
ca por entero en otra parte: en el mundo afectivo.
Dentro de este mundo, la libertad de elección senti-
mental es absoluta e inalienable. Cuando un hom-
bre está unido a una mujer, s2 supone que lo está
por el amor, puesto que no hay otra cosa o interés
que pueda unirlos. Prueba de la base exclusivamen-
te sentimental de esta unión son las innumerables
parejas de un gran escritor y una cobradora de tran-
vía, de un director de sindicato y una portera de ho-
tel o de una periodista y w picapedrero. Y estas
uniones no son ocultas ni vergonzosas, sino francas,
y muchas de ellas legales. De esta manera, es el amor
el que también contribuye a borrar definitivamente
las diferencias o barreras mo'rales creadas arbitra-
riamente en régimen burgués por las clases dominan-
tes entre los diversos géneros de trabajo. En Rusia,
ante el amor, todos los trabajos, oficios y profesio-
nes son iguales y dignos.
El albañil que habita en esta estrecha pieza con
l a periodista de la Pravda, debe, pues, amarla y ser
por ella amado. De otro modo, no puedo concebir que
vivan juntos y compartan un mismo lecho diaria-
mente. ¿Qué otro vínculo puede haber entre ellos?
i U n a simple simpatía fisiológica? Acaso. Pero para
durar un año, esta simpatía fisiológica debe ser, sin
duda, fuerte, sana, profünda. De otro lado, se siente
e n sus palabras y maneras que hay una gran frater-
nidad entre ellos. Ella l e habla y obra espontánea-
mente. El se muestra un tanto paternal. Ambos son
alegres, ágiles, infantiles. Ríen y juegan mientras
s e lavan y visten para ir al trabajo.
Mi intérprete y yo nos hemos sentado a verles.
E l ruso soviético es más cordial que el ruso de antes.
S e da al desconocido inmediatamente y sin reservas.
Algunos periodistas extranjeros aluden a la atmós-
fera secreta, cohibida y de cuartel en que se vive
bajo la dictadura proletaria. Por mi parte, yo no he
hallado dicha atmósfera en ninguno de mis viajes a
Rusia. Al contrario, por todas partes las gentes, par-
ticulares y oficiales, se brindan al recién llegado
con una franca y alegre espontaneidad.
La habitación del albañil tiene pocos muebles.
E s modesta, aunque alegre. Está situada en el segun-
d o patio de la casa y en el piso bajo. Comunica, a iz-
quierda y a derecha, con el resto de la casa, donde
habitan otras familias o parejas. La cama es un di-
ván muy bajo y rústico. Hay, además, una mesita
pegada a la pared, con libros y revistas en ruso y en
alemán. Al frente, una burda silla de madera y una
caja, que parece un baúl o un banco para sentarse.
Sobre los muros blanqueados, fotografías de Lenin,
Stalin, Vorochilov, Rikof, en tarjetas postales y en
recortes de revistas. El albañil y su compañera han
salido a lavarse al patio y vuelven secándose y can-
turreando.
-¿No tienen baño? '-les pregunto.
-En la casa, no. Es una casa vieja y completa-
mente incómoda, herencia del zarismo. Pero el baño
. lo tomamos donde trabajamos, a las cuatro de la tar-
de, antes del almuerzo.
Y el desayuno?
-En la cooperativa de la esquina.
Ella toma un libro de la mesa: El leninismo te&-
rico y práctico, de Stalin, y se dispone a salir. Sus
ropas de vestir son ligeras. Se las ha puesto casi to-
das-ante nosotros. La falda es tan corta como la d e
cualquier midinette de la rué Saint-Honoré. Colores,
vivos y contrapuestos. Medias blancas de algodón.
Calzado negro con tacón de deporte inglés. Cabelle-
ra corta, bajo una boína azul y de bordes estrechos.
Un escote cuadrado, hasta el nacimiento de los-se-
nos. Después, un abrigo gris y delgado, sin piel. Y
ningún maquillaje. De talle mediano, fornida, vivaz,
el cutis rosado, los ademanes rotundos y hondamen-
te femeninos, la cabeza echada atrás con gracia casi
campesina, la mujer del albañil está ya lista para
salir. No cesa de hablar y de reir. Hojea el libro y
dice a la intérprete con firmeza y entusiasmo:
-¿Has leído ayer el articulo del compañero
Stalin en la Isveztia?
-No -le coqtesta la rusa no bolchevique.
-¡MUY notable! Ahí habla de los teorizantes
marxistas y sus defectos escolásticos..
Un ardiente diálogo se entabla entre las dos mu-
jeres. El albañil está también ya listo. Su traje es
aun más esquemático que el de su compañera. Un
pantalón, una pelliza con cuello de astracán y una
burda camisa amarilla. Va sin sombrero. Este no es
ciertamente el uniforme proletario de las edificacio-
nes de Chicago, con su blusa standard, sus bolsillos
standard y su gorra standard. Tampoco son éstas las
prendas de vestir que las fábricas de zapatos, d e
blusas, de camisas y de gorrar yanquis obsequian a
las compañías constructoras para sus obreros, con la
sola condición de que luzcan estos artículos las ini-
ciales o letreros de publicidad en colores de dichos
almacenes. El traje del albañil es apenas un objeto
de confección de los sindicatos soviéticos, pero no es
un uniforme. Y no lo es, porque carece del elemen-
to decorativo y de repetición, que caracteriza al uni-
forme.
- 88 - 4
Salimos. Observo aquí una diferencia con nues-
mundo de salón. En Rusia, la cortesia no existe.
La gente toma y da, niega y consiente sin formulis-
mo. Hasta en el terreno de la amistad impera única-
mente la justicia. Se da asiento al que está fatigado
y lo toma el dueño de casa, si lo necesita más que
el visitante. Y así en todo lo demás. El albañil y su
compañera salen sin pedirnos perdón, porque nece-
sitan salir, porque no hacen a nadie mal saIiendo.
"Vamos", dicen únicamente. En una casa de Unter
Den Linden o de los Campos Elíseos se dirían las
gentes: "iQué mala educación!". Sólo en la Quinta
Avenida, las cosas, al menos entre las personas de
negocios, suceden de modo algo parecido al de la
Rusia del Soviet. No en vano la técnica de produc-
ción yanqui es también la que más se aproxima al
socialismo.
Ya en la calle, noto asimismo que ni él ni ella
cambian en lo menor de manera de ser. Entre noso-
$ros7 las gentes son en la calle diferentes de lo que
son en sus casas. El bombre toma aires más viriles,
más solemnes, correctos, distinguidos o importantes.
La mujer se hace más graciosa, más coqueta, ele-
gante, respetable y hasta más imperiosa. El espíritu
de la calle nos penetra, transformándonos en favor
de una mayor necesidad e hipocresía. Nos falseamos
en más grande escala. Y todo por la eterna preocu-
pación de distinguirnos y sobrepujar a los demás.
Nuestra falsedad y nuestro individualismo crecen a
medida que son más numerosas las personas que nos ,
rodean o nos ven y nos oyen. El más sincero es el
más solitario. El hombre de mayor tontextura co-
lectiva es el hombre más solo. Son éstas, como se ve,
dos posiciones paradójicas y hasta absurdas, sin nin-
gún contenido racional ni creador. Se trata de -una
sinceridad sin testigos -que socialmente no interesa
ni cancierne a nadie-, y de un colectivismo igual-
mente subjetivo y abstracto que tampoco concierne
a nadie.
Este espíritu de calle predomina particularmen-
teen la burguesía y es más demostrativo cuanto más
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vieja y ortodoxa es esta burguesía. El mismo prole-
tariado capitalista, en sus capas burocráticas y téc-
nicas, está también penetrado de este espíritu de
calle.
El albañil y su compañera toman indistinta-
mente el fondo o el borde de la acera, porque ni un@
ni otra necesita con preferencia del mejor sitio para
caminar. Grande es la curiosidad que hay en el ex-
tranjero por conocer a ciencia cierta las nuevas re-
laciones introducidas por la revolución entre el hom-
- bre y la muj-. Las ideas más fantásticas y escabro-
sas se tienen el respecto. Sin embargo, la realidad
. es menos insólita de lo que se cree. Las nuevas rela-
ciones soviéticas arrancan de un principio sencillo
y universal, que es el siguiente: el hombre no es
más fuerte ni menos fuerte que la mujer. Aquello
de sexo débil y sexo fuerte no pasa de una fórmula
falsa, que la experiencia de todos los días desmien-
te. La verdadera fórmula es ésta: el hombre es, en
cierto terreno, más fuerte que la mujer, mientras
que ésto lo es en otro. El secreto de la armonía entre
ambos radica en el equilibrio de estos signos -ne-
gativos y positivo- según el rol y las posibilidades
de cada uno de los sexos. La mujer, en régimen so-
viético, no está, pues, más alto ni más bajo que el
hombre de modo permanente. A veces su plano de
acción supera al del hombre, y a veces cede al de és-
te. En los demás casos están en idéntico pie de igual-
dad. Así se ha establecido s o b r e estas nuevas ba-
ses- el estatuto jurídico, económico, político y mo-
ral de ambos sexos en la sociedad soviética. Los de-
rechos y obligaciones de la mujer en la familia y ci-
vilmente ante los demás son iguales a los del hom-
bre. Respecto de los hijos, ocurre lo propio. Tan obli-
gado está el hombre al trabajo como la mujer. Polí-
ticamente, ésta puede elegir y ser elegida para los
mismos cargos que el hombre. Por último, el pudor,
el recato y la dignidad no son en el hombre senti-
mientos más severos ni menos exigibles que en la
mujer.
-¿Cuales son entonces -se preguntan las ges-
l e s en el extranjero- las diferencias entre el hom-
bre y la mujer?
Estas diferencias residen en la naturaleza mis-
ma de cada uno de los sexos. Ellas varían ségún las
fuerzas y debilidades de cada uno. Si estas condicio-
nes inherentes al hombre y a la mujer pudiesen sim-
plificarse y clasificarse- en dos grandes campos, di-
ríamos que físicamente el hombre tiene, por ahora
y hasta nueva orden, menos derechos y más obliga-
ciones que la mujer, mientras que espiritualmente la
igualdad es rigurosa. Tal criterio, con excepciones
provisorias e inevitables, parece determinar la posi-
ción de ambos sexos en la sociedad soviética.
-Pero, en mi opinión -me dice mi intérpre-
te-, todo esto es erróneo. Espiritualmente el hom-
bre es superior a la mujer.
La compañera del albañil nos pregunta lo que
estamos hablando, y al enterarse replica:
-No. Porque si el hombre es más permanente
e n sus pasiones, la mujer es más ardiente y más
aguda. Si el hombre es más apto para la síntesis, la
mujer es más apta para el análisis. El hombre es
más racional; la mujer, más intuitiva. El hombre es
más paciente y tenaz en la ofensiva creadora; la mu-
jer lo es más en los fracasos y dificultades.
Las ocho menos cuarto. Salimos de tomar el de-
sayuno en la cooperativa del barrio, y ambos se des-
piden para ir a sus trabajos respectivos. Un apre-
tón de manos como dos amigos.
-Hasta luego.
-Hasta luego.
A las cuatro de la tarde voy a buscar al albañil
a la salida del trabajo. Es a la otra margen del Mos-
cova, en los vastos edificios que las Cooperativas de
Construcciones levantan para habitaciones obreras.
Cuando ava.nzo por el puente, veo un doble juego
de obreros en las escaleras y andamios de los edifi-
-tios. Son los que cesan en su tarea, que bajan, y los
quz la inician, que suben. Al llegar ante los muros
en construcción, una ola de obreros desborda e inun-
da la calle. Ningún uniforme, repito. Los más llevan
gorra Y no pocos van descubiertos. Barbados los h a y '
muy pocos, y éstos son L?s viejos de más de cincuen-
ta años. Pero casi la tctalidad está rasurada a la,
americana. Una gran algazara forman, desparramán-
dose en la esquina, unos a pie y otros tomando loa
tranvías.
Aquí aparece el albañil de esta mañana. Viene.
-
con tres más, discutiendo acaloradamente. Presen-
taciones. Se preguntan por mi oficio y mi filiación
política.
-Es escritor sin partido -se dicen, y seguimos
avanzando juntos hacia el otro lado del río. Nos di-
rigimos al restaurante de la Cooperativa que queda
cerca de la casa del albañil.
;¿Qué le parece Rusia? -me preguntan a l a
vez los cuatro.
-Muy bien. Admirable.
-¿Qué le ha gustado mas?
-Las masas obreras.
-¿Después?
-La esperanza y la fe que las anima.
-¿Y qué dicen en el extranjero de la revolu-
ción rusa?
-No la conocen bien. Se tienen de ella ideas
confusas y falsas.
-¿Qué diferencia encuentra usted entre los
obreros del Soviet y los obreros de los países capi-
talistas?
-Ustedes son libres, mientras que los otros son
esclavos.
-¿Por qué cree usted que somos libres? ¿Y la
. dictadura del Soviet?
-La libertad de ustedes es una libertad de cla-
se. La otra, la libertad individual, la tienen ustedes
relativa y muy limitada: pero así lo exigen las ne-
cesidades de la primera libertad, o sea de la libertad
de clase. Marx ha dicho que la libertad no es más
que la comprensión racional de la necesidad. D e
otra parte, la libertad individual no ha sido nunca
completa en la Historia. Su ejercicio puede ser más
o menos limitado y condicionado por los interese%
colectivos. A medida que éstos vayan permitiéndo-
do, la libertad individual irá en Rusia ensanchándo-
se y consolidándose.
Veo que mis palabras despiertan en todos ellos
interés y aceptación. Me dicen:
-Así es. Esa es la verdad. Estamos contentos
d e que usted comprenda, como debe ser, el sentido
d e la dictadura proletaria. Muy bien.
Uno de ellos les habla largamente, y por una que
a t r a partícula o terminación latina, me doy cuenta .
q u e se trata de política obrera y de política imperia-
lista. Este que les habla así ha sido en otra ocasión
secretario del Comité Obrero de las Construcciones
donde los cuatro trabajan. Tendrá unos veintiocho
años. Su voz es golpeada y un poco monótona, pero
llena de calor y de inteligencia.
Les pregunto:
-¿Son ustedes comunistas?
-No. Somos sin partido.
-¿Pero confían en el régimen?
-Tenemos en él una confianza absoluta.
-¿Por qué no entran entonces en el partido que
les gobierna y que ustedes aceptan con tanta con-
fianza?
-¿Porque para ser co-munista hay que dispo-
n e r de tiempo y de fuerzas para cumplir los tremen-
dos deberes que impone la calidad de miembro del
partido. Tenemos bastante y de sobra con nuestras
*obligacionesde simples obreros.
-¿Qué obligaciones son esas?
-Aparte de nuestro trabajo en las construccio-
,
nes...
-¿Ustedes son obreros técnicos o simples ma-
nos de obra?
-Uno de nosotros es carpintero. Los demás so-
mos obreros corrientes. Le decimos que, aparte de
nuestras tareas de construcción, por las que perci-
bimos un salario, tenemos otros deberes por los que
nada se nos paga, pero que son inseparables de nues-
tra calidad de jornaleros. Tales son, por ejemplo,
formar las células obreras de la industria a que per-
tenecemos, 10s comités y asambleas obreras; ejercer
el control obrero de esta industria; practicar la emu-
lación socialista cada vez que así lo exijan las ne-
cesidades de la producción; formar en las avanzadag.
de culturización política y técnica del campo, &c.
-¿Cuál es el rol de las células, comités y asam-
bleas obreras?
-Discutir y decidir sobre cuestiones adminis-
trativas y técnicas, económicas y culturales del ofi-
cio y de la industria a que pertenecemos.
-¿Y la emulación socialista?
-Eso es lo que los capitalistas llamarían u n
sistema de records.. Un ejemplo: cuando el Esbdm
reclama con urgencia casas de habitación a causa
de la afluencia y exuberancia de población de la ciu-
dad, los obreros de un edificio deciden espontánea-
mente aumentar la labor y hasta doblarla y triplicar-
la, a fin de terminar mucho antes del plazo calcula-
do la obra en construcción. Se produce entonces en-
tre los trabajadores un sentimiento de emulación cí-
vica al servicio del interés colectivo. Así es come
gran parte del Gozplan (Plan Quinquenal) está rea-
lizándose en cuatro años y hasta en tres y dos años
y medio.
-¿Qué galardón persigue y obtiene el obrero
con este esfuerzo a favor del bien común?
-Ningún galardón personal. Ello obedece úni-
camente a un alto sentimiento de comunismo real
y práctico.
-¿Y en cuanto a las brigadas de avance?
-Ellas no son sino una forma de la emulación
socialista: Son grupos de obreros que se forman es-
pontáneamente con el fin de difundir y hacer pene-
trar, con el ejemplo vivo y visible, las ideas y entu-
siasmo constructivo del Soviet en las capas aún rea-
cias o ignorantes de las masas del campo y de la fá- .
brica.
Bajamos del tranvía. Todos viven en el mismo
barrio y comen en la misma cooperativa. Cuando
entramos al restaurante, el albañil y el carpintero
-que es el que les hablaba a los demás en ruso so-
bre el proletariado y el imperialismo- buscan con
la mirada a alguien entre la muchedumbre de co-
mensales sentados, en torno de largas y numerosas
mesas. Buscan a sus compañeras. Ahí están. Nos
acercamos a ellas. Pero no hay sitio. Al fin tomamos
asiento lejos, al otro extremo de la inmensa sala.
Más tarde, las dos se unen a nosotros. La com-
pañera del carpintero es mayor. Una mujer hermo-
sa. S e sientan y fuman. La conversación se hace en-
tonces bulliciosa y aiente. Al salir de la Cooperati-
va anoto que cada una de ellas paga su consumo por
separado de su compañero.
Me entero asimismo que el carpintero y su com-
pañera están casados desde hace cinco años. Pero
esta parejta tampoco tiene prole. ¿Por qué? Porque
él es tuberculoso y la ley le prohibe, por esta causa
y hasta que no sane, ser padre. El médico le ha dado
un régimen especial con este objeto y él lo cumple,
bajo pena de una sanción severa de la ley en caso
de infligirlo.
De otra parte, me llama la atención el pie de
igualdad completa en que las dos parejas se hallan
desde el punto de vista de la moral social. Aunque la
unián del albañil y su compañera es libre, -los res-
petos, consideraciones y estimación social de que
ella disfruta son idénticos a los que rodean al car-
pintero y su mujer, que están casados. El amor libre,
en régimen soviético, goza de la misma dignidad
moral y social p e el matrimonio.
Dos de los obreros se despiden.
-¿A dónde .van ahora? -pregunto.
-A casa de los Sindicatos. A las cinco y media
hay allí una sesión de la Sección Sindical de Cons-
trucciones.
Uno de los que parten es el carpintero. Su mu-
jer sigue con nosotros. La pareja se ha despedido co-
mo se despidió esta mañana la pareja del albañil:
-Hasta luego.
-Hasta luego.
Como dos simples amigos. Ni besos, como los
obreros de Saint-Denis, ni melosidades sensibleras
como los horteras de Buenos Aires. El marido y la
mujer soviéticos son, ante todo, buenos amigos. El
amor conyugal en Rusia es más amistad que pasión,
más fraternidad que zi'tracción sexual.
Plaza. Aquí se quedan ellas. Van a tomar el tranvía.
Son las cinco menos diez. Atravesamos la Gran
Se aprestan apresuradamente. Les falta el tiempo.
Tienen una lección de puericultura a las cinco en
una sección especial del Comité Central de las Go-
tas de Leche, destinada a las esposas que aún no han
sido madres.
El albañil y su compañero me dicen entonces:
-Nosotros vamos al Club Obrero a preparar un
informe sobre las maderas de construcción proceden-
tes-de la región de pinos de Laponia. Debemos te-
nerlo listo para el jueves. Vamos a leer algo en Ir
biblioteca del Club.
-¿A qué hora volveré a verlos?
-A las ocho. A la salida del Club.
-¡Qué vida tan distinta a la de los obreros del
capitalismo! Ni café, ni alcohol, ni juego de cartas,
ni bostezos de aburrimiento. Nadie toma café ni si-
quiera e n los desayunos. El ruso prefiere el té, que
antes de la revolución se tomaba mucho, haciendo
de él una especie de droga. El Soviet lo ha dosifica-
do, pero no con medidas traumáticas, sino poco a
poco, por espontánea eliminación y a base de pro-
paganda y educación. Con esto se ha hecho y se está
haciendo lo mismo aue con el alcol?olismo. Al prin-
cipio, el Soviet prohibió de golpe y radicalmente las
bebidas alcohólicas. La ley seca tropezó, como en los
Estados Unidos, con inmensas resistencias, suscitan-
do un venero de disturbios, descoi~tentosy violen-
cias, sobre todo en provincias y en los campos. De
estar impregnado el Soviet de la rigidez anglosajo-
na -tan cara y digna de imitar en conceptq de cier-
tos pueblos latinos-, hasta ahora se mantedría la
ley seca en Rusia, y este país sería aun, como lo son
los Estados Unidos, tpatro de los más absurdos es-
cándalos entre húniidos y s~cos.Mas el leninismo
es de una ductilidad desconcertante. En vista de las
dificultades de la ley seca, el Soviet cambió inmedia-
tamente de táctica, resolviendo combatir el alcoho-
lismo poco a poco y atacando el mal por abajo. A la
vigilancia policial sucedió entonces la propaganda
entre las masas y la educación en las escuelas. Se
formaron innumerables ligas de combate. La profi-
laxis antialcohólica ganó rápidamente particiarios en
'
los campos y en las fábricas. El Estado asignó a esta
política un sitio preferente en sus planes anuales.
En la actualidad, la situación en este terreno es muy
halagüeña. Diariamente se suspende la venta de al-
cohol en numerosas aldeas, a solicitud de los mismos
habitantes. En general, son siempre éstos los que
piden y exigen, en comicios públicos, la supresión
de las bebidas alcohólicas. Más todavía. El tomarlas
,
es, en muchos sitios, cuestión de honor político. Al
amigo del alcohol se le considera como tácito ene-
migo del socialismo. En singular, la fobia contra el
alcohol es mayor en las nuevas generaciones. Cada
año se reduce el consumo de bebidas alcohólicas en
un diez o doce por ciento.
. El Soviet no olvida, por otra parte, que ni la
propaganda ni la educación serian armas suficientes
contra el alcoholismo si faltase un segundo factor, el -
más importante y decisivo: la mejora de las condi-
ciones de vida d,el trabajador. La propaganda y la
educación son medios empleados corrientemente por
los Gobiernos capitalistas. Este es el lado sacerdotal
y hasta retórico de la empresa. El aspecto práctico
y determinante, en suma, del éxito de la campaña,
lo constituyen los medios realizados para encauzar
el gusto y las inclinaciones diarias del trabajador ha-
cia otro plano do inquietudes y satisfaccioncs. ¿Ha-
cen esto último los Estados capitalistas? No. Existen
dentro de ellos infinitos intereses concertados para
impedir semejante política en favor de la clase tra-
bajadora. ¿Y los fabricantes de bebidas? ¿Y los vi-
Ceros? ¿Y 10s intermediarios? ¿Y los terratenien-
tes de campos de cultivo? ¿Y los propios patronos
de las demás industrias, cuyo interés reside en repa-
rar y aumentar las agotadas energías del obrero por
medio de estimulantes alcohólicos, ya que los ínfi-
mos salarios no permiten hacerlo por medio de una
mejor alimentación y un mejor género de vida? ¿Y
los impuestos de consumo del Estado? Pero en régi-
men soviético ninguno de estos intereses existe. De
aquí que le ha sido y le es fácil al Soviet remover
los diversos factores de existencia cotidiana de las
masas, a fin de canalizarlos por derroteros nuevos y
de espaldas al morbo del alcohol. Entre estos nue-
vos derroteros figura la intervención real, práctica y
diaria del trabajador en la dirección y aaministra-
ción de la cosa colectiva. El obrero vive embriagado
del placer y del esfuerzo que despliega a toda hora
en las tareas sociales. Su entusiasmo y su embria-
guez cívica, provienen de la convicción que tiene de
. que él, como individuo, es algo viviente e impor-
tante en la colectividad, pues sus ojos ven por sí
mismos todos los días que lo poco que él hace o dice ,
pesa directamente en los negocios colectivos. Esta
es también la base de su sentimiento de responsabi-
lidad, sentimiento que le absorbe y le llena a la vez
de orgullo y de fervor político. Es un hecho de ex-
periencia histórica que los pueblos y las épocas de
más ancha y efectiva democracia corresponden a una
mayor pureza de costumbres d e las masas. Por el
contrario, a los Estados dospóticos, a los Gobiernos
minoritarios corresponden una mayor relajación de
las costumbres populares. No hay deporte que dis-
traiga más de los vicios al pueblo, como el ejercicio
de la soberanía, con todos sus derechos y funciones
democráticos. A una partida de cartas y hasta de
football, prefiere el trabajador, sin duda alguna, la
redacción de un dictamen que, según él, va a deter-
minar en tal o cual medida la clase de casas en las
que van a vivir muchas gentes. En cambio, el obre-
ro de los países capitalistas prefiere irse a la taberna
a ir a las urnas a votar, porque sabe que su voto no
va a pesar nada en los destinos sociales. El a ~ a r a t o
de Estado burgués coacta y escamotea el sufragio
como le viene en gana. Es un juego de prestidigita-
ción v de abuso capaz de todos los trucos, violencias
y falsificaciones.
- 98 -
A las ocho de la noche sale el albañil del Club
Obrero., Ahora viene solo.
-¿Está usted cansado? -le pregunto.
El albañil sonríe.
-Al contrario. El estudio y la reflexión acerca
de cosas más o menos desusadas para mi espíritu de
obrero manual me hacen bien y me reconfortan. Al
salir de mi trabajo, a las cuatro, empezaba a sentir
cierta fatiga física. Pero ahora, después de leer y
pensar, tengo ganas de acción material, de correr o
mover algo pesado con los brazos.
-¿No hace usted deporte?
-Sí. Pertenezco a un equipo de carrera. El doc-
tor opina que los obreros de construcción necesitan
este género de deporte para resarcirse & nuestra
clase de trabajo.
-¿Cómo escogen ustedes su deporte? ¿Según
sus gustos individuales, o es el Estado el que les im-
pone el que él cree conveniente?
-Los doctores del Estado nos examinan cada
cierto tiempo y luego consultan la vocación de cada
uno y deciden.
-Entonces ¿no son ustedes libres de escoger el
deporte que a cada cual le guste?
-Nuestra libertad individual acaba donde em-
pieza el interés social. Si aquélla fuese ilimitada y
absoluta, muchas veces tomaríamos un deporte con-
trario al que nuestra salud y condiciones de trabajo
requieren. Porque un& cosa es el gusto, la vocación
deportiva, y otra cosa es la conveniencia racional de
tal o cual deporte. Por lo demás, la razón está por SO-
bre el gusto.
-¡.Y a qué hora y cuándo practican ustedes su
deporte?
-Las horas y los días varían mucho dentro de
su regularidad científica. En general, lo hacemos
tres veces a la semana, o sea casi todos los días. (Re-
cuérdese que la nueva semana rusa es de cuatro
días). Pero eso depende siempre de una serie de con-
diciones y necesidades relativas al trabajo, a nues-
tras faenas proletarias fuera del trabajo, de las que
ya le hemos hablado; a las directivas deportivas del
plan técnico correspondiente, etc.
Llegamos a una cooperativa donde se toma té,
Hay mucha gente, corespondiente a los equipos obre-
ros cuyas horas de trabajo son, más o menos, las
mismas que las del albañil. Estos equipos se alimen-
tan igaalaente, a las mismas horas y las misillas ve-
ees que el albañil: desayuno -un varo de té con iin
pequeiio bizcocho-, a las siete y media de la maña-
na; almuerzo -una especie de sopa de legumbres
con un trozo de carne de vaca (bo~tch)y una torta
de carne picada y molida con unas patatas y pan ne-
gro-, a las cuatro de la tarde; y, en fin, otro vaso
de té con un alfajor o bizcocho, a las ocho o nueve
de la noche. A las once de la mañana toman en su
mismo trabajo una especie de lunch, consistente en
té con un bocadillo de queso o de guisos vegetales,
muy candimentados. Como bebida, agua y muy raras
veces cerveza blanca, de fabricación rusa y un tanto
cargada de alcohol. Pero mucho tabaco. Rusia es
probablemente el país donde más se fuma en Euro-
pa-
Hay, en Moscú sobre todo, muchos vegetarianos.
Se me informa que había más antes de la revolución.
Las ideas morales de Tolstoi, junto con sus prácticas
ascéticas, decaen rápidamente en Rusia. Actualmen-
te los vegetarianos son mirados con burla, como una
secta retrógada, por los elementos revolucionarios.
-¿Quiere usted venir esta noche -me pregun-
ta el albañil- al Teatro de la Unión Profesional?
Este es un teatro nuevo, nacido después de ins-
taurado la Nep. Su espíritu escénico, su estética, sus
medios económicos. Su personal, son de origen pro-
letario. Esta noche se representa El brillo de los rie-
les, pieza de Kirchon, obrero metalúrgico, autor
también del drama La herrumbre, que acaba de re-
presentarse en los teatros de Berlín, París Y Londres
con éxito resanante.
~1 llpgar a la taquilla, el albañil me muestra su
billete, y cuando le pregunto dónde y en qué precie
lo ha adquirido, me dice:
- 100 -
-Estos billetes se nos dan en nuestro Sindicato
por un precio ínfimo.
-¿Cuánto le cuxta?
-Cuarenta y cinco copeks.
Yo compro el mío, que es de butaca, como el su-
yo, y se me cobra un rublo veinte. ¡La dictadura del
proletariado!
El teatro soviético es un espejo fiel de la vida
social de Rusia. Aplicando la teoría unanimista de
Jules Romains al presente caso, no es difícil palpar,
de manera plástica y viviente, toda la estructura so-
cial y económica del Soviet, encarnada en el público
teatral.
Al primer golpe de vista se nota la división de
l a multitud en dos clases de espectadores: de una
parte, el proletariado, de otra, los nepmans, la diplo-
macia y los concesionarios de empresas extranjeras.
No sólo es cuestión de trajes, sino de cabezas y ade-
manes. La línea divisoria es tan ostensible como no
he visto nunca otra semejante en ningún teatro eu-
ropeo. Los nepmans se diferencian de los pequeños
burgueses de los paises capitalistas en que visten y
se comportan en su totalidad como nuevos ricos, que
lo son. No les falta el anteojo de teatro y la cadena
de oro. Tanto ellos como los diplomáticos y los con-
cesionarios de empresas industriales extranjeras
muestran un gesto despectivo y asqueado. Los unos,
por lo que están sufriendo ya de la revolución; los
demás, por el peligro que corren sus países respecti-
vos de sufrirla algún día próximo o lejano.
-Aquella dama -se me dice designando a una
señora elegante e imperiosa- es la esposa del em-
bajador alemán.
-¿Por qué tiene ese aire enfadado?
-Siempre que está en público se muestra así.
Odia furiosamente al Soviet. Todo el munZlo lo sabe.
-¿Y ustedes?
-¡Qué le vamos a hacer! No hace más que de-
fender su clase.
El bolchevique y el obrero soviético no sienten
por el burgués extranjero el menor resquemor per-
sonal. Fuera de Rusia se cree que l a multitud sovié-
tica odia y hostiliza en todo lo que puede al burgués
extranjero. No. Esto sólo se concibe en las chusmas
empíricas y románticas de las rebeliones antiguas.
El proletario ruso opera en un plano colectivo y de
clase contra clase. La revolución no se hace a base
de pcllizcos o pedradas al transeúnte. La revolución
se hace de masa a masa. Tratándose del nepman., la
táctica cambia, porque éste no pertenece a una clase
social en Rusia, sino que trata, por esfuerzos indivi-
duales dispersos, de rehacerla. De aquí que hay que
combatirle asimismo individualmente.
Excepción, hecha de este sector reducidisimo de
espectadores, la totalidad del público es obrera so-
viética. Su dominio, en anchura y profudidad, e s
com~letoen el teatro. La masa reina soberanamen-
te f s i n trabas. Sus movimientos, sus gritos y pala-
bras, a~robandoo rechazando. deciden el tono v tem-
peratu;a colectiva del espectáculo. Los obreros son
aquí, como en todas las demás actividades del país,
dueños y amos del ambiente social. Los negmans, los
diplomáticos y los industriales estranjeros se mues-
tran encogidos y supeditados por la masa, y no hacen
sino adaptarse y seguir las directivas sociales de1
proletariado, aun a regañadientes. ¡También en esto
la dictadura proletaria! A diferencia de lo que ocu-
rre en los países capitalistas, donde son los trabaja-
dores los Que sufren, hasta en los teatros, la dicta-
dura patronal.
La multitud obrera aparece distribuida en las
secciones del local, no ya siguiendo el precio que ca-
da cual paga por su billete, como sucede en la socie-
dad burguesa, sino siguiendo un turno especial y ex-
traño a toda consideración económica, ya que todos
abonan un precio igual por entrada. Este turno o ro-
tación lo establecen y vigilan que se cumpla los sin-
dicatos o cooperativas a aue pertenecen los especta-
d o ~ e s . De este modo, hov, verbigracia, veo en los
palcos, butacas y demás sitios de preferencia, a es-
pectadores aue mañana o la vez próxima ocuparán
lugares y asientos menos cómodos y elegantes. Por-
que los locales de teatro de la época zarista conser-
van, naturalmente, su configuración jerárquica de
asientos. Ya se edificarán locales estrictamente so-
viéticos, cuya disposición arquitectónica refleje la
nueva estructura social de Rusia.
El aspecto social de los teatros de Moscú denun-
cia el espíritu entrañablemente democrático o, para
ser más exacto, proletario de la clientela. En este
cuadro comprimido de la sociedad soviética tienen
palpable realización los viejos y resobados ideales de
igualdad y de fraternidad. Pero anótese que esta fra-
ternidad y esta igualdad se realizan aquí en escala
proletaria. En el orden burgués, la igualdad y la fra-
ternidad han sido y serán imposibles, puesto que el'
desenfrenado individualismo que supone la sociedad
capitalista es la puerta de entrada de todas las com-
petencias y guerras, que no de la solidaridad y con-
cordia sociales. A la base del muncio proletario está,
por el contrario, el instinto colectivo, motor y puntm
de arranque del equilibrio social. Una gran homo-
geneidad domina en la plástica y en los movimien-
tos del conjunto. Nadie ni nada desentona ni sobre-
, sale en la multitud. Ningún desnivel. Ninguna per-
sona está más arriba ni más abajo que las demás. '
Pas de vedettes. Todos se nivelan a la misma altura
social.
En estas salas del teatro ruso estamos lejos del
lujo, de la presunción, de la concuspicencia, de la
envidia y del chisme cortesano de la soirée burgue-
sa. Todo es aaui sobrio, esencial, veraz, pudoroso,
franco, fraterno. No es la pompa de unos cuantos y
la miseria de la mayoría, sino la limpieza y decencia
sumaria de todos por igual. El traje y el ademán, l a
mirada y la palabra trascienden la confianza, propia
del alma proletaria. Ni el oblicuo vistazo del despe-
cho ni el insultante ceño de la vanidad. Ni galante-
ria ni perfidia. Ni sordas murmuraciones ni adula-
cicmes vergonza~ites.Y ninguna etiqupta almidona-
da. Aquí no hay lugar % exclamar: "¡Qué bien sabe
volver la cabeza esa scnora!", o "¡Qué mal ríe ese
señor!", o "¡Qué dignidad en la manera de saludar
d e esa seña-ita!"... La gente se produce aquí a sus
anchas, aunque ciñéndose siempre a un nuevo y pro-
fundo sentido de armonía y de pudor social.
Henri de IVknn, regatea al proletariado, desde
su posición revisionista, el haberse apropiado d r grm
parte o de casi la totalidad de las normas, usos, cos-
tumbres, reglas, gustos e inclinaciones sociales de la
burguesla. Henry de Mann formula este alegato con
el fin de probar que la división de clases no ofrece
la profundidad que le atribuye la doctrina marxista
original, y que, antes bien, e l capitalista y el obrero
están ligados por una serie de hábitos y prácticas so-
ciales que les son comunes. Así es como el autor de
Más allá del marxismo trata de escamotear la idea
revoluciqnaria -que implica la lucha de clases-,
sustituyéndola por la idea de evolución, o sea de en-
tendimiento entre obreros y patronos, ya que ambas
capas sociales se apoyan en idéntica mentalidad y en
idéntico género de vida. Pero el ilustre ex marxista
belga va en sus conclusiones con demasiada prisa ge-
neralizadora y confusionista. No se equivoca al cons-
tatar que muchos de los gustos suntuarios y de los
usos de stíciabilidad corriente de los patronos han
pasado y siguen pasando a los obreros. Pero distin-
gamos. Este pasaje se efectúa en tres momentos. Pri-
mero: el trabajador adquiere del patrón lo que éste
practica de biieno y de común a todos los individuos,
cualquiera que sea la clase social. Tal ocurre con el
gusto del confort, del automóvil, teléfono, etc. Se-
gundo: e1 trabajador toma del patrón lo que éste
practica de malo, del mismo modo que una persona
sana se co.ntagia de la enfermedad de otra a la que
aquélla está obligada a frecuentar diariamente. Esto
sucede con la inclinación a las joyas, a la publicidad
personal, al donjuanismo, etc. Tercero: el trabajador
toma del patrón lo que éste practica pasajeramente
y aue no pertenece a ninguna clase social en parti-
cular. Tal pixede decirse de todos 10s snobismos y mo-
das. corno ciertos iuegos deportivos y muchos espec-
thmlor, públicos. En el primer caso, lo propio y ca-
~acterísticodel hombre burgués se queda en éste ir
no pasa al obrero. Se queda en él la parte excesiva;
refinada y viciosa de estas prácticas: el regüeldo, eL
callo, el escózor bizantino. En el segundo caso, el con-
tagio es más o menos evitable y, a lo sumo, curable.
El tercer caso carece de importancia. Total: el prole-
tariado ruso ha tomado y conservará los hábitos e in-
clinaciones sociales que la burguesía practica, pero
que, por su justeza y utilidad, constituyen patrimo-
nio de todas las clases sociales. Entre esos hábitos
se halla el decoro en el vestir y en los modales.
La masa, con todas sus fuerzas y defectos ele-
4 mentales, llena hasta los bordes el casco espirituaI
del teatro. Una nueva y más natural civilidad con-
trola, de adentro afuera, el calibre de sus actos. Es
ésta la misma masa obrera de todos los países, pera
con estos distingos: la de aquí es menos libre y me-
nos libertina; de más templanza y d r menos priva-
ciones; más igual y pareja en su espíritu y menos
monótona; carece de superiores; no necesita de vigi-
lancias policialrs o morales extrañas a su propio or- .
ganismo, y lleva en sí misma la justeza y control de
todos sus movimientos. De aquí que produce la im-
presión de que siempre está bien lo que ella'hace, aT
revés de lo que ocurre con las masas obreras capita-
listas, cuyos actos parecen siempre propensos al ye-
rro y a la falta, y necesitan frecuentemente de con-
trol y coerción externos.
Muchos teatros rusos han eliminado completa-
mente el telón. El primero en dar el ejemplo fue el
teatro Mayerhold. Ello obedece a un imperativo de
mayor verisrno escénico. Asi la representación pierde
en ilusiCn, pero gana en realismo. El telón es infan-
til y propicia el ensueño, la fantasía. El telón es l a
tapa del cofre mágico. Contiene un elemento de pue-
ril y suma convención. Sugiere las ideas de escamo-
teo, de truco, de añagaza. Recuerda esos juegos de
niños en que uno de éstos tiene que darse vuelta a
fin de ..io ver lo.: medios y la forma de que se sirve
el otro para concertar el misterio o sorpresa que l e
prepara. El espectador, que ya no es un niño -por
mucbo que Se esfuercen los estetas burgueses en ha-
- 105 -
cer del arte un simple juego infantil-, ha renuncia-
do al regalo de hadas que supone el telón y pide ver-
lo todo con sus propios ojos materiales. Esta prefe-
rencia se manifiesta particularmente en los países
donde el drama socia) de la Historia ha sido o es más
descarnado y entranable. Contra lo que quisieran
sostener los artistas y críticos idealistas, la tragedia
económica de hoy no tiene seguramente nada de ilu-
sorio, de sueño ni de juego infantil. Este debate y
conflictos dramático de nuestra época son de un rea-
lismo crudo y exento de ficciones. Más aún: la tra-
.gedia social de hoy está determinada por factores y
hechos consumados e irrefragables de la Historia,
que ninguna convención o voluntad pueden ahora
desestimar ni destruir. Del mismo modo, el arte que
se haga cargo de esa tragedia, también ha de tratar-
la y recrearla sujetándose en lo posible al mismo rea-
lismo y al mismo determinismo del conflicto. Por
consiguiente, el elemento convencional del teatro
-ya que este arte reposa más que ningún otro en
la ficción- debe ser el mínimo posible y lo menos
convencional. La concepción soviética del. arte no
admite la teoría de ciertas capillas literarias burgue-
sas, según la cual las leyes artísticas son totalmente
distintas de las leyes de la vida. Esta fórmula, aparte
de ser arbitraria, es delicuescente y casuística, y ex-
presa la manía cerebralista morbosa de las estéticas
capitalistas.
Sin embargo, el teatro de la Unión Profesional
conserva aún el telón. Al levantarlo, irrumpe en la
escena un estridente ruido de calderería. La acción
de la pieza pasa en un taller de mecánica para trans-
portes. El decorado es de una fuerza y de una origi-
nalidad extraordinarias. Mientras los demás teatros
del mundo no salen de los consabidos decorados a
base de residencias burguesas, castillos condales o,
a lo sumo, de alquerías pastoriles, he aquí que los
regisseurs rusos movilizan en la escena, por primera
vez en la Historia, las fábricas e instalaciones elec-
tromecánicas, es decir, la atmósfera más pesada y a
la. vez más fecu-nda del trabajo moderno. Hela aquí,
en su auténtica y maravillosa realidad, con todos sus
resortes estéticos y su dinámica creadora. Es la mise
en scene del trabajo. El aparato de la producción. La
emoción que despierta el decorado es de una gran-
deza exultante. De las poleas y transmisiones, de los
yunques, de los hilos canductores, de los motores,
brota la chispa, el relámpago violáceo, el zig-zag des-
lumbrante, el tranquilo isócrono, los tics-tacs impla-
cables, el silbido neumático y ardiente, como de un
animal airado e invisible. No estamos ante una cal-
derería simulada, fabricada de cartón y sincroniza-
da c m sones de añagaza. Es éste un taller de ver-
dad, una maquinaria de carne y hueso, un trozo pal-
pitante de la vida real. Los obreros se agitan aquí y
allá, a grandes y arigulosos movimientos, como en un
gran aguafuerte. El diálogo es errátil y geométrico,
como un haz de corrientes eléctricas. Los círcuitos
del verbo proletario y los de la energía mecánica del
taller se forman y se rompen, superponiéndose y cru-
zándose a manera de aros de un jongleur invisible.
Yo, que ignoro completamente el ruso, me atengo y
me contento con sólo la fonética de las palabras. Es-
ta sínfonía de las voces ininteligibles mezcladas a los
estallidos de las máquinas, me fascina y me entu-
siasma extrañamente. Podría seguir oyéndola, al par
que, viendo el movimiento del taller, indefinida-
mente.
Este solo decorado vale toda una revelación tea- -
tral. Me basta para darme cuenta del alcance revo-
lucionario de la escena soviética. Un teatro que es ca-
paz de semejante mise en scene, tan audaz y tan ra-
dicalmente nueva, aporta, sin duda, un espíritu
igualmente nuevo y revolucionario a la escena mun-
dial. Sí. Se siente aquí la pulsación de un nuevo
mundo: el proletario, el del trabajo, el de la pro-
ducción. Hasta hoy los teatros se redujeron a tratar
asuntos relativos al despilfarro de la producción, a
su cosecha por los parásitos sociales, los patronos.
Hasta hoy tan sólo se nos daba en candilejas los dra-
mas del reparto entre la burguesía de la riqueza
creada por los obreros. Los personajes eran profeso-
- 107 -
res, sacerdotes, artistas, diputados, nobles, terrate-
nientes, comerciantes, hombres de finanzas y, a lo
sumo, artesanos. Nunca vimos en escena la otra cara
.de la medalla social: la infraestructura, la economía
-de base, la raíz y nacimiento del orden colectivo, las
fuerzas elementales y los ageates humanos de la
producción económica. Nunca vimos como persona-
-jes de teatro a la masa y al trabajador, a la máquina
y a la materia prima (1).
El tema de El brillo de los rieles se desarrolla
en torno a la conciencia revolucionaria del obrero
bolchevique, a sus deberes políticos y económicos
dentro del Soviet, a sus esfuerzos, dolores, luchas y
satisfacciones clasistas, y a los peligros y enemigos
de dentro y fuera del proletariado. Las escenas y
actos transcurren en las asambleas obreras, ante una
locomotora en construcción; en la dirección de la fá-
brica, en las habitaciones de los trabajadores, en los
clubs proletarios. El centro dramático de la acción,
e l mito social de la pieza, causa y fin de todos los
intereses, ideas y sentimientos en juego, está en el

(1) Todo el teatro ruso es político y, iiiás aún, teatro de


la procluccióa, teatro del trabajo. E l teatro sovietico no sólo
e s político, conio el de Piscator en Aleiuania, sino que es
revolucionario dentro cle l a fáhrica, niilitaiite dentro de l a
dinhmica econóinira constructira. Hasta trarSii(l?se (le
obras clhsicas o (le otros países, que carecen ori,'winarlameil-
t e (le intención política, lo- "re:is4eiirc" soriC.ticos se la
prestan, niodificanclo a su arl~itriola contextura social de
l a picza. Dentro (le este plan, he risfo en e1 Tratro Stxiiis-
lavskp, "Hamlet"; "El zar Iranoricli", de Tolstoy; "El Pá-
jaro Azul", (le 3íaeterlhrk; "Los ;<aramazov", (le i;@slo-
iewski. En el Teatro Experimental, "i\Tada~iie Biit?rflp";
en e1 Teatro K a m ~ r n g ,'!Los hiios cle Dios", de O'Keill: en
41 Teatro d~iv~ntiirl. "LOS Bandidos". de Srliiller; en el Tea-
tro irl[?y~rhold, "El Revisor", (le Gogol, etr., obras toclas
sovietizadas.
Nn entra (bntso dcl carGc.ter clp este libro iin ensayo
detpnid? s n l > r r1
~ teatro ~ ~ i e f i n Pqrii,
o. ~ n m nen los í1~mRs
temas y caqit-lrlns, me vi50 tan s6ln a la4 oraii(1es lineas
generales p representativas del fenómeno riiss.
trance revolucionario de la Historia. A los dioses d e
la tragedia griega, a la hagiografía del drama me-
dieval, a la mítica nibelunga del teatro wagneriano
y a la simbología de la escena burguesa, sucede aquí
la fábula materialista y viviente de la dictadura
proletaria.
El obrero bolchevique, personificación escénica
de los destinos sociales de la Historia, embraza cons-
cientemente todo el peso y la responsabilidad de la
misión dialéctica de su clase (1).Como en el drama
sagrado, su alma está triste hasta la muerte. Tam-
bién tiene sus buitres, como el viejo Prometeo. Es el
capitalismo extranjero, los h l a k s y los n e p m a n s , la
ignorancia del mujilr, el clero recalcitrante, Ginebra,
los ingenieros y los técnicos, la burocracia soviética,
las desviaciones de izquierda y de derecha del par-
tido, la reacción blanca. Hay en esta pieza una es-
cena culminante que por su grandeza trágica y uni-
versal recuerda los mejores pasajes de la Pasión y
del drama esquiliano. El obrero director de turno
del Consejo de fábrica vuelve a su cuarto por la no-
che. Vuelve fatigado. Su lucha con mil dificultades
derivadas de la conducta de los otros y singularmen-
te de su propia naturaleza humana ha sido hoy
cruenta. El hombre, ¡ay!, es malo. La conciencia que
el obrero tiene de sus deberes, de una parte,- y de

(1) E n el teatro sovi6tic0, como en todos los sectores d e


la vida y del arte rusos, han sido abolidos los protagoiihtas,
loe personajes centrales, los "roles" aeuniuladores <le l a ac-
ción el intercs esvénico. Esta acción y este iqterés se ha-
Um repartidos entre todos los personajes de l a pieza. Les
grwdes aitores no son grandes por l a importancia y va-
lumeii del rol que ellos encarnan, sino por l a perfección con
que desempeñan el papel a u n más banal o insignificante
en si mismo. S i nos enipeñásemos en descubrir i i r i protago-
nista en l a escena sovi@tica,ese protagonista sería l a masa,
eq re&, la reunión de todos, 1s colectividad. .--.... ......... -..... ..
E n el cinema tambiCn Iian sido desterradas las "estre-
llas'. Anenas, en "Tempestad en el Asia". anarece una. Pe-
r o en "El acorazado Botemlrin", "El fin de San Petcrsbur-
go", "Dos tanques I)linclados", "El águila blanca", "Le lí-
otra la convicción que tiene de las tremendas resis-
tencias pasionales e interesadas, en que tropiezan y
s e estrellan sin cesar los esfuerzos revolucionarios,
batallan en su espíritu como dos fieras. Sus deberes
son tan imperiosos e inquebrantables como son enor-
mes e invencibles los obstáculos. Su drama moral es
patético, desgarrador. Al entrar a su cuarto, halla a
su hijo, de unos doce años, dormido en una banca.
S u compañera está fuera, en su trabajo. Son las nue-
ve de la noche. Una gran desolación siente hoy en el
nido familiar. Así es la vida del trabajador revolu-
cionario. Por ahora, el hogar ha cedido toda su im-
portancia espiritual a la fábrica. No hay ya hogar
sino por sólo unos instantes cada día. La fábrica es
hoy el verdadero hogar del obrero soviético. Cues-

mea general", "El operador", "El demonio (le la estepa",


etc., no hay "stars" ni "vedettes".
Hasta en la música, la orquesta ha suprimido a l direr-
-br. Lasn "persin fatises", orquesta sin clirector, pueden eje-
cutar así todas las formas y gPneros musicales, clesde Wag-
mer hasta Strarinsliy, pasando por Barh Beethoven.
Políticaniente, los grandes hombres (Lenin, StaIin,
Trotslry, etr.) no son objeto <le esa idolatría in(lIridua1ista
y enclinsaclora d e que gozan los buenazos gobernantes I~ur-
gueses de los países capitalistas. Interesado en sondar la
opinión públiea arerea (le Stalin g Trotsli~,he preqintaclo
con freriieiiria lo que ias cciitrs piensan sobre ambos jrfcs
bol~heviques.La rnncliisión que siemnre he snraalo es que
n a d i ~se ocupa del caso i~erioiiale individiiwl de lino 4- otro.
Stñlin y Trotshy no exiqte?i iii intereqari a narti?. Lo que
e ~ i s t ee interrsn a todos es la trnría y In acri6n (le rada
rinq en Panrih dek interes revolucionario. Nadie se ornna
en <aiqncniIr ''oni6q .L'~PILI-&S qi*p 14 otro", ni "NII;F~ tfrne
m8s talento o inP9 rnpr'ria". De Lenin wismo, nadie se noti-
pa de su caso inrlivialiial. Cenin es una idea. una acri6n rr-
~olii~iairiñria, nn vina persona. Se 1~ r r r u ~ r d av se 1" pita
pm int~i-6sr o l ~ ~ t i yr oen lo aiie 61 hizo de ro1.ctiun. Y ni
"mv~qon" loniniqta, ni rnqa "donile nsr~ic5". ni an~rcintana,
ni I~vpn~las. Awnsrs iin Tnstitiato J,enin. l ~ h o r a t ~ r central
in
y riv!nn+n rle Iq rovfilii*iA*?e o n i ~ 1i i v ~ ~ ~ ~ r ~ a l .
Pn~iJ;clsm~nte. en r1 Snriot nni h%!lanios f n ~ r a(la tn-
do i~*lividualismoabciorhente y en ~ l e i i orolerti~isnioim~a-
litarin.
tión de cantidades y de calidades. La familia clasis-
t a no es más que la familia romana, agrandada y
liberada.
El obrero no quiere acostarse. No podría dor-
mir. Cavila y sufre. Piensa en sus esfuerzos ímpro-
bos, acaso vanos e inútiles. Aquí está su hijo. Vién-
dole dormido, como una simple cosa pequena y frá-
gil, se le oprime el corazón. Su sacrificio personal,
e n favor del bien colectivo, no le concierne sino a
él; pero el sacrificio de los suyos... Porque, al fin y
a l cabo, el hombre, cualquiera que sea su clase so-
cial, es un ser con instintos de padre y de marido. El
socialismo no tiende a suprimir ni a aherrojar estos
instintos, sino a hacerlos racionales, libres y justos.
El orden social soviético es un orden revolucionario,
y la revolución tiene sus exigencias provisorias, pero
terribles. Entre estas exigencias está la quiebra mo-
mentánea de la familia, en sus viejas bases anquilo-
sadas, y la concentración de todas las facultades e
intereses sentimentales del obrero en el taller re-
volucionario.
La vigilia dramática del trabajador culmina en '
u n arranque desesperado. Toma un frasco y va a
apurar su contenido. (¿.Os acordáis de Sobol, de
Essenin, de Maiakovsky? El suicidio en la sociedad
soviética es uno de tantos residuos intermitentes y
reacios de la psicología reaccionaria. Reaparece sú-
bitamente Y a mansalva). Pero el obrero vacila. Lu-
cha todavía. Es la hora del sudor de sangre y del
"Aparta de mi este cáliz". Al levantar el frasco, una
mano se lo impide re~entinamente.Es la mano del
hijo, que no dormía. El movimiento de éste es de un
,sentido social trascendental. ,-
Por la masa de espectadores cruza un escalofrío.
-¡Viva la revolución social! -exclama la mul-
titud ...
Al salir del teatro busco al albañil. Son las doce
de la noche. El albañil me estrecha la mano, apu-
rado:
-Hasta luego.
-j,Cómo? -le digo-. ¿Se va usted?
-Es hora de dormir. Hasta mañana.
Desaparece entre la multitud.
-¿Y su compaííera? -le pregunto a mi intér-
prete.
-Debe volver también a su cuarto a esta hora.
Nadie está en su casa antes de las doce. Todo eI
mundo tiene algo que hacer socialmente hasta esa
hora. Si no es en el trabajo, según la rotación de los
equipos de obreros, es en conferencias, teatros, lec-
ciones, sesiones de comités o de consejos.
- estudios
en las bibliotecas, etc.
-Pero entonces, la vida familiar del albañil y
su compañera se reduce...
-A dormir juntos y a algún encuentro fortuito
durante el día.
-¿Y las demás parejas?
-Es todavía peor -exclama en tono de censu-
ra la señora-. El hombre y la mujer se ven una
hora e n veinticuatro, o dos o tres veces una hora a
la semana.
-¿Por qué semejante abandono del hogar?
-Porque así lo reclaman, según se asegura, los
quehaceres del taller y de la revolución social.
-¿Pero se quieren a pesar de todo?
-Así dicen. -
-¿Y 10s celos?
-Estos ya no tiene celos.
He podido advertir un hecho muy significativo
J que acaso puede explicar en parte la ausencia de
celos, tanto en los hombres como en las .mujeres ru-
sas. Son románticos, en la acepción vital de la pala-
bra. .Es decir, no son ligeros ni variabks de senti-
miento. La garantía de firmeza y lealtad en e l amor
reside en la propia contextura psicológica del ruso.
De otro lado, las gentes viven absorbidas, como he
dicho ya, en el entusiasmo y las tareas colectivas de
revolución, y el-delirio sentimental ocupa en la
ia pocos instantes. "No somos sino militantes - d i -
c e Gladkov-. Apenas nos tocamos simplemente, hu-
manamente, nos sentimos como ciegos y cada cual
se repliega en si mismo".
Tales son la vida diaria y la filiación social del
.obrero ruso, ni bolchevique ni reaccionario, sino
simplemente soviético.
X
Los Reaccionarios - La dictadura pro-
letaria y la Burocracia subalterna.-
Apropósito de un articulo de Poincaré
ELtasma
ruso reaccionario pasa por Moscú como u n fan-
herido y rencoroso. Asiste a la nueva
realidad desconcertado y a la fuerza. Va a pa-
so lento e inseguro, mirando con recelo y descon-
fianza e n torno suyo. Ni centro de gravedad e n sus
piernas, ni e n su cabeza, ni en sus intereses. Los
métodos y disciplinas sc;viéticos se le antojan tan
extraños e inaceptables que le han neutralizado, re-
duciéndole a una impotencia absoluta. S u rol social
resulta así nulo. No es un,actor, sino u n espectador
de la realidad. No vive, sino se sobrevive. Es u n nos-
tálgico y no u n gramágtico. Así lo revela su modo
de preguntar y de responder, su modo de guardar
silencio y de moverse. Es u n acorralado y u n perai-
do sin remedio. Los trece afíos de gobierno soviético
le han convencido de su derrota definitiva. No le
queda más que consentir, y a que no puede oponerse
ni protestar.
Si es u n neprnan, le veremos casi siempre de-
trás de su pequeño mostrador, abstraído y presa de
constantes alarmas e inquietudes. S u restarán, o ca-
fé, o tienda de zapatos -una ratonera oscura y rui-
nosa- aparece de ordinario sola y sin clientes. El
nepman, e n su jniítil e ino-zrante afán de defender
y acreceltar sus intereses, no los descuida ni sale
nunca de su agujero. Acaso, por otro lado, es de rnie-
do o sor irii.j?rtrcyii q713 no f r ~ c u e n t ala cal!? ni la
ciudad. Grandes son el desprecio y la aversijn en
que 12 tiene el mundo entero. S u presencia es. e n
todas partes, una lacra, atrayéndose las miradas hos-
tiles y acusadoras. Algunos de ellos parecen desafiar
a l medio. vistiendo con una insultante elegancia de
nuevo rico. La mayoría al contrario, trata de bajar
la c e ~ v i zpara amen-uar el odio envolvente. Pero, e n
general, el neiriman lleva una vida fugitiva y azora-
da. No hay cosa que inspire mayor lástima que s u
figura asustadiza y atormentada de prestamista clan-
destino.
Si el ruso reaccionario es un obrero, le veremos
igualmente presa del desconcierto ante la nueva vi-
da, en la que toma parte sólo materialmente, forda-
do por la necesidad económica. E.n el fondo, su de-
solación y su inquietud son mayores que en el nep-
man. En éste se trata, sobre todo, de un conflicto o
drama económico. En aquél, de una tragedia subje-
tiva, espiritual. En el primero, la mentalidad reac-
cionaria o neutral - q u e es lo mismo- no cambia
con la revolución. En el segundo, ella sufre diaria-
mente el contacto envolvente de la fábrica bolche-
vique, que la influye y agita hwta hacerla vacilar,
aunque no logre convertirla. La independencía eco-
nómica, en el nepman, protege y defiende su viejo
acrvo espiritual. La pobreza, en el obrero, le expo-
ne al comercio social circundante, cuyas ideos y sen-
timientos nuevos le penetran sutil y esciirridiza-
mente, tratando de derribar los menguantes, pero
aún bastante fuertes y dominantes, de su espíritu
conservador. Este obrero no es, ciertamente, un bol-
chevique, ni lo será acaso; mas tampoco es ya del
todo u n conservador, pues su vieja fe social se ha-
ila ya bastante quebrantada. Tal es su tragedia per-
sonal, su encrucijada insoluble, que se refleja en to-
dos sus actos cotidianos. Su trabajo carece de impul-
so social y de intención política. En la fábrica le ve-
remos realizar fríamente su faena, sin poner en ella
ninguna fe colectiva y sin concederle más trascen-
dencia que el provecho personal del salario. Si cum-
ple sus deberes y obligaciones proletarias, lo hace
por conservaj su puesto y no por cooperación cons-
ciente y voluntaria a la obra común del Estado. Esta
negligencia social va hasta derivarse en sus mane-
ras, en su traje, en la expresión de su fisonomía. Es
reacio a todo sentimiento de comunidad celular, sin-
dical o simplemente clasista del obrero soviético. En
las asambleas d? fábrica, a las que está obligado a
asistir por prescripcibn legal, permanece en silencio,
indiferente. Al lado de la alegría y del entusizs:no
colectivos de los otros, su mirada expresa una neu-
tralidad e incertidumbre de sonámbulo. Nunca va a
los clubs obreros. Prefiere permanecer en su casa o
pasear por las calles con su mujer, ofreciendo el es-
pcctáculo de la típica pareja obrera capitalista o
pre-soviética.
Un día he encmtrado en el Rlusco del Ejército
Rojo a dos ferroviarios, Fiedotov y Flavinsky, de
unos cuarenta a cuarenta y cinco años ambos. Los
he abordado con el pretexto'de pedirles que me es-
clarezcan ciertos signos eléctricos del mapa biográ-
fico de Lenin. Mi intérprete se negó a hablarles, di-
ciéndome:
-No vale la pena, porque creo que son campe-
sinos que no han de saber nada.
Pero en mi afán de explorar en lo posible la
opinión, estado de espíritu y género de intereses de
los diversos sectores sociales rusos, he insistido y, al
fin, he hablado con Firdotov y Flavinsky. Al cabo
de largos prolegómenos en la conversación, destina-
dos a vencer su desconfianza, me han dicho, salien-
do del Museo:
-Nosotros no sab-nmos nada. Somos simples
obreros. Nada tenemos que ver con la política.
Me doy cuenta en el acto de que me hallo ante
gente reaccionaria. Mi curiosidad se aviva y no quie-
ro nerder 12 ocasión de oir onininri~scontrarias al
régimen. ¿Lo lograré a b r a ? Porque no olvido que
Rusia vive bajo una dictadura franca e implacable,
y ~ U POCOS
P se atrt-von, dnntro de ella. a atacarla al
a i r ~libre. Pero mi tenacidad y mi paciencia. al fin,
lo logran. A ello me ayuda mi intérprete, cuya fobia
,
por el rcglrnen abre a los fxroviarfos cl catpiiio de
las conf~sionesy elimina en ellos todo temor y toda
desconfianza.
-¿A qué hora trabajan ustedes? -les pregunto.
-A 12s dos de la mañana.
-7 Dónde trabqian?
-E.i el terraplén de1 ferrocarril 11 Cáucaso.
-; C'usntas horas dura su trabajo?
-Siete horas.
- 118 -
-¿Menos que otros obreros?
-Menos horas, porque trabajamos, a veces, por
l a noche y a la intemperie.
-¿Están contentos de su trabajo y de su género
d e existencia?
-Y así no lo estuviésemos.
-¿Y del Gobierno?
-Eso no nos va ni nos viene.,
Ambos observan en torno nuestro. ¿Tienen mie-
do de ser oídos? Apuramoc-entonces el paso en di-
rección de las orillas del Moscova. La noche viene.
Un poniente de octubre, luminoso, tiñe de oro de-
sesperado las cúpulas bizantinas del Kremlín.
-¿Ray mucha vigilancia policial?
-No es de la policía de la que hay que cuidar-
se, sino del pueblo mismo. En Rusia todos son poli-
cías. Cada obrero es un agente.
-¿Cada obrero partidario del Soviet?
-Pero como casi todos son sus partidarios, los
que no lo son viven controlados y espiados por todo
e l mundo.
-¿LO que prueba que el régimen es popular?
-Popular a la fuerza. Popular después de mu-
chos años de obligar al pueblo a querer a sus ver-
dugos. Porque Stalin y sus secuaces son tan déspo-
t a s y tiranos como fuer0.i los zares o peor.
-Es la dictadura proletaria.
-No lo sabemos. Lo que sabemos es que la re-
volución no nos ha traído la libertad. corno muchos
l o imaginaban, sino la esclavitud más descarada y
cínicn.
Bordeamos el río en la penumbra. Por este lado
el muz!b 2s un desierto. Apenas se oye abajo, so5re
las muertas aguas de1 río, las voces de los adoles-
cent-s batnleros qup hacen el servicio de transporte
de g w t e de una orilla a otra.
jLa libertad! Comprendo inmediatamente la
mentalidad de los dos ferroviarios. A ellos no ha Ile-
gado -porque voluntariamente no lo han permiti-
d<r- la noci6.n leninista del Estado. Ignoran que
mientras el Estado exista, la libertad será imposible.
- 119 - \
El Estado es, por definición, el instrumento de domí-
nación social de una clase sobre las demás clases. En
tanto la sociedad esté estructurada en dos o más
clases sociales, el Estado y, con él, la negación de la
libertad, serán inevitables. Decir Estado, proletarie
o capitalista, es decir dictadura, ausencia de liber-
tad. La diferencia está en esto: que el Estado pro-
letario es una dictadura de la mayoría trabajadora
sobre la minoría de parásitos, mientras que el Esta-
do capitalista es la dictadura de unos cuantos explo-
tadores sobre la masa de productores. Por otra par-
te, la dictadura soviétic es franca, descubierta, legal,
mientras que el régimen "democrático" burgués, li-
beral y parlamentario, es una dictadura encubierta,
hipócrita, disimulada, faconnée, odiosa. En fin, l a
dictadura soviética tiende a suprimir la armazón
clasista de la sociedad -causa y origen del Estado y
de la propia dictadura-, iniciando y construyendo,
poco a poco, la forma socialista de la convivencia,
dentro de la cual el derecho y la obligación indivi-
duales se cumplan espontáneamente y sin necesidad
de coerción estatal, mientras que la dictadura capi-
talista consolida y ahonda más y más, y quiera o no
quiera, la división de clases. Digo que quiera o n o
quiera, porque así no lo quisiera, siempre existiría
la división de clases, ya que esta división condicio-
na la razón de ser y la existencia misma de los inte-
reses clasistas que gobiernan. Para la clase capita-
lista, destruir la división de clases equivaldría a sui-
cidarse. La prueba está en que no la destruye. Por
lo demás, la abolición de Ia sociedad estructurada en
clases no es sino una parte de la empresa de supre-
sión del Estado. La otra parte, la más importante y
la decisiva, consiste en crear el nuevo tipo de socie-
dad que ha de reemplazar al tipo clasista y que, se-
gún parece, no será otro sino el socialista. Supongci
que nadie ha de sostener ya seriamente que la so-
ciedad futura será corporativa. Recuérdese axe de
lo que se trata es justamente de suprimir el Estado.
El sindicalismo corporizado bajo un Órgano suplemc
de control, lejos de suprimirlo, lo fortifica. Cau-.a ei-
verdad estupor de ver cómo hay aún gentes para
,,quienes el fascismo y el comunismo no acaban toda-
via de deslindar sus fronteras en la historia. No lo-
.gran convencerse de que el fascio conduce a la bar-
barie, mientras que e l Soviet conduce al porvenir.
Les digo a los ferroviarios:
-¿Es que son ustedes esclavos? ¿Cuáles son sus
yugos y sus cadenas?
-Hace pocas semanas -me responden- se
"condenó a dos años de prisión a un conductor del
tren de la línea en que nosotros trabajamos porque,
según se cree, conducía su locomotora con negligen-
cia intencional.
-¿ES posible?
-Se le acusó así de querer socavar al régimen,
causando daños en la buena marcha del transporte.
-¿Y era eso cierto?
-Una mera calumnia.
-¿Pero a quién le interesaba perder así al con-
+ductor?¿El Estado, supongo, no tenía ningún inte-
rés en ello?
-Eso no lo sabe nadie. En todo caso, es la mal-
dad humana o la gana de exigir del trabajador más
celo y más esfuerzo de lo que humanamente le son
posibles. El Soviet es muy exigente. Esquilma a los
obreros. SI nos somete y vivimos casi en un régimen
d e trabajos forzados.
Los ferroviarios tocan un tema de gran actuali-
dad: "el trabajo forzado en la Rusia del Soviet7'. Con
ocasión del llamado dumping soviético, de que se
quejaron últimamente los gobiernos capitalistas, Mr.
Raymond Poincaré escribía un artículo en L9Excel-
sior, dz Pxiz, a ~ . i i s a z dal~ Soviet de someter al pro-
let3riado ruso a un verdadero sistema de trabajos
formdos, con 21 único fin de obtener un exceso de
produccijn destinada a ser vendida en el extranje-
ro más barata que la de los productores capitslistas.
¿Es verdad que en Rusia existe ese sistema de t r s
bajo? ¿Es vnrdad lo que dice Poincaré y lo que me
decían Fiedotov y Fiavinsky?
El trabajo es en la sociedad burguesa "libre".
"Libre" e n cuanto a que' el individuo puede o nD
trabajar, y "libre" en cuanto a que puede escoger,
según su sola inclinación personal, tal o cual oficio,
profesión o actividad industrial. Jurídica y legal-
mente, la "libertad" de trabajo es inalienable. Hay
el derecho a trabajar y hay también el derecho a no
trabajar. Hay el derecho de ser zapatero y hay el de-
recho de no serlo y de ser, en cambio, farmacéutico
o ministro. Estamos en un régimen facultativo y dis-
crecional. El que no trabaja no inflige el orden ju-
rídico y legal, así como no lo inflige aquél, que pu-
diendo, por capacidad heredada o adquirida, ser in-
geniero, no lo es y prefiere, verbigracia, ser drama-
turgo o banquero. La ociosidad es, a lo sumo, inmo-
ral, pero no es un crimen, y ni siquiera es el incum-
plimiento de una obligación de simple derecho civil.
El haberse equivocado de oficio o de profesión es co-
sa que ni siquiera llega a la categoría de inmoral.
Todas estas normas son, en la sociedad burguesa, de
práctica y uso corrientes.
En la sociedad soviética, el estatuto social del
trabajo es otro. El ejercicio del trabajo cesa de ser
una libertad para constituirse en una obligación, y
no ya simplemente moral, sino jurídica y coercible
ante la ley. El trabajo es una obligación en cuanto
a que el individuo debe siempre trabajar, y en cuan-
to a que no es de su sola incumbencia personal op-
tar por tal o cual oficio, profesión o actividad. Aquí
residen dos de las más esenciales diferencias entre
la concepción burguesa del trabajo y la concepción
soviética.
Dentro de la primera hay el error de entender
por libertad de trabajo lo que en verdad, no es más
que un libertinaje. El trabajo, material o intelectuaL
es, en efecto, una ley esencialmente humana Se ar-
gumentará que ésta no es una ley universal, citando
el caso de ciertas especies zoológicas que no traba-
'jan, tales como los m a m a s y los zánganos. Los filó-
sofos antiguos han podido, asimismo, predicar el des-
precio al trabajo, considerándolo como degradante
para el hombre. Pero conviene rechazar el primer
argumento, recordando e l lindero que, desde este
punto de vista, existe entre la sociedad humana y la
sociedad animal. Ya el socialismo utópico cayó, ha-
ce cien años, en el error de identificar ambas socie-
dades, en su mecánica y destinos esenciales, toman-
do la convivencia de las bestias como modelo de la
convivencia humana. Marx destruyó este absurdo,
que, como casi todos los principios del socialismo
utópico, es en el fondo burgués y hasta reaccionario
e n medio de su fachada revolucionaria. Por lo que
respecta a los filósofos antiguos, se trata de una opi-
nión de élite, de una postura aristocrática, de la mo-
ral clasista de los parásitos que viven a expensas del
obrero o del esclavo y para los que Lafargue recla-
ma, burlándose de ellos, un derecho a la pereza.
En la sociedad humana, el trabajo -material o
intelectual- es, pues, ley y destino propios e ineluc-
t a b l e ~del individuo. El que inflige este destino y
esta ley social de nuestra naturaleza no ejerce, co-
mo creen los profesores burgueses, una libertad ni
u n derecho, sino que más bien atenta contra sí mís-
m o y contra la colectividad, y comete un delito. El
feliz heredero de una fortuna, que no trabaja porque
no necesita trabajar, y que pasa su vida entre ocios
J placeres, es y debe ser considerado como delin-
cuente. En idéntico caso se hallan el vagabundo, el
bohemio, el sacerdote, el político profesional y de-
más manos cruzadas de la sociedad burguesa.
El escoger por sí solo y sin. ninguna responsabi-
lidad ante los otros una profesión u oficio no es tam-
poco una libertad. Una tal elección debe ser resulta-
do de un acuerdo paritario, tácito o expreso, entre
e l individuo y el Estado. Los errores en q' puede caer
una persona al optar por deliberación y actos suyos
exclusivos, un género cualquiera de trabajo, no sólo
los sufre el individuo, sino también la sociedad. De
otro lado, una sociedad organizada racionalmente
-coqio debe ser la sociedad humana- nec~sitade
fuerzas y aptitudes individuales que varían siguien-
d o el ritmo y las modalidades de la vida y desarro-
llo colectivos. A veces el interés social necesita más
de profesores que de sastres o más de electricistas.
que de músicos. Las vocaciones individuales deben,
por cansiguiente, ser francamente dirigidas y contro-
ladas por el Estado, inspirándose en las disposicio-
nes del individuo y secundado por éste. De otra ma-
nera, no es posible ningún orden socia?, ninguna
creación colectiva.
Pero los perezosos, m resumidas cuentas, no sos-
tienen su teoría con el carácter colectivo general que
pudiera creerse. Es, de una sola pieza, una teoría cla-
sista. El derecho .a la pereza de Poincaré, como el d e
los filósofos antiguos, expresa y defiende una postu-
r a aristocrática. Esta fórmula fue inventada y sirve
únicamente para legitimar y justificar el parasitis-
mo de los patronos y de los dirigentes sociales, mas
no a autorizar la ociosidad de los obreros, verdade:
ros productores de la riqueza. En el terreno prácti-
co, ¿quiénes trabajan y quiénes no trabajan? ¿Quié-
nes son libres de escoger su oficio o profesión y quié-
nes no lo son? El obrero está constreñido siempre a
trabajar, no ciertamente por mandato expreso de
una ley penal, sino porque a ello le fuerzan las ne-
cesidades en que le ha colocado el sistema capitalis-
ta. Si el obrero pretendiese hacer suyo el famoso
derecho a la pereza y ejercitarlo, perecerían él y su
familia de miseria, aparte de que cesaría la produc-
ción y vendría la bancarrota social. En cambio, los
propietarios y capitalistas sí que son libres de tra-
bajar o no, sin que en este Último caso cesen de vi-
vir siempre en la abundancia. También pueden sus
hijos elegir libremente ser médicos, abogados o co-
merciantes, mientras que las hijos de los obreros,
desde los siete años de edad, son forzados por la ne-
cesidad a trabajar y ganar, de modo inmediato y en
lo primero que pueden, un salario, aun contra sus
vocaciones, y, lo que es peor, violentando y atrofian-
do sus energías y posibilidades nacientes.
-Lo mismo sucede -añaden los ferroviarios-
con muchos técnicos y profesores a quienes el So-
viet persigue y castiga severamente por el solo he-
cho de que no trabajan más o no son de mejor cali-
d a d sus obras. No pasa mes en que la Guepeu no juz-
.@e y condene a diversas personas a la prisión, al
destierro y otras penas por parecidos delitos. Eso es
inicuo. Los trabajadores están por eso cada día más
descontentos. ¡Maldita revolución!
Es esta la misma queja que se oye en boca de
los capitalistas extranjeros. Se vuelve aquí a olvi-
d a r que el régimen soviético es y será por mucho
tiempo un régimen social revolucionario. La revo-
lución proletaria no fue unicamente la toma del Po-
der, ni la guerra civil que la siguió, ni el comunis-
mo de guerra. Estos hechos y etapas no fueron más
que los episodios militares y políticos de la revolu-
ción obrera. Lo que ésta tiene de más profundo y
que la inviste de un significado histórico superior al
d e las demás revoluciones sociales de veinte siglos
a esta parte, es el salto económico, la transformación
d e base de las relaciones de la producción. Y esta
transformación no se hace en un año ni en veinte,
para que en Rusia pueda imperar ahora la tranqui-
lidad completa. No. La revolución económica conti-
núa realizándose, y su realización entraña, como to-
d a revolución, un régimen excepcional de fuerza,
una dictadura de hierro. "Una revolución sin terro-
rismo -ha dicho Trotsky- no es una revolución".
La historia de las revoluciones proletarias es, a este
respecto, muy ilustrativa. Marx y Lenin están acor-
des en atribuir el fracaso de la Comuna de París a
la falta de energía de sus jefes para retener el Po-
der, destruyendo al enemigo con puño implacable.
El Consejo Central de la Comuna, integrado en su
mayor p&te por pequeños burgueses d a temple Li-
beral de Blanqui, pecó de debilidad y de sentimien-
tos humanitarios con el enemigo de clase, dando así
tiempo a Thiers para rehacer sus huestes, aun pac-
tando con las legiones prusianas, y para tomar lue-
go la ofensiva contra el Gobierno comunal. La sol-
dadesca de Versalles, al atacar París, sí que fue fe-
roz e implacable con las masas obreras. Ese huma-
nitarismo de la Comuna, más liberal que el libera-
lismo puro de la hipócrita burguesía, la perdió.
La revolución rusa no parece dispuesta a correr
igual suerte. A la base de todo el sistema del dere-
cho soviético está plantada, como una roca inamovi-
ble, la razón revolucionaria. En particular, el dere-
cho penal reposa casi por entero en la defensa del
interés revolucionario. En la escala de los delitos, co-
rresponde el primer puesto al delito contra la revo-
iución. Esta suma gravedad del crimen político en
Rusia corresponde, por lo demás, a la que tiene este
mismo delito en la sociedad burguesa. La diferencia
radica, de un lado, en que aquél es un delito contra
la revolución, mientras que éste es contra la conser-
vación del Estado, y, de otro lado, en que el primero
consiste en la comisión de actos delincuentes por fal-
tas positivas y por omisiones, mientras que el segun-
do consiste sólo raramente en omisiones. En esta ú1-
tima diferencia reside, sobre todo, la mayor severi-
dad del sistema penal soviético. Una serie de omi-
siones o neglignncias más o menos conscientes y evi-
tables entrafian ya una conducta delincuente. Y e s
que una situación social revolucionaria contiene in-
tereses colectivos infinitamente más sensibles al da-
ño de una conducta individual que los intereses so-
ciales d2 un Estado conservador. En el primer caso,
dichos intereses son violentos, y el régimen en que
se apoyan es también violento. La situación social
revolucionaria, en suma, es la batalla permanente.
Ella j u g a , por consiguiente, a los que faltan contra
ella, en simples y fulminantes sumarios de guerra.
De .otro lado, la razón revolucionaria se halla, en
Rusia, en todas partes, al punto de que pocos son los
actos del individuo que no la rocen. ¿Por qué esta
extensión del interés político? Porque los intereses
del Estado soviético se hallan asimismo en todas Dar-
t e ~ en
: los ferrocarriles, en el comercio, en los Ban-
cos, en las fábricas, en el campo, en las habitaciones,
en los cuarteles, en los centros de enseñanza, etc. De
aquí que un incumplimiento del deber de un traba-
jador e n su trabajo, que, dentro do la sociedad bur-
guesa, no Rasa de una infracción civil contra la pro-
piedad particular en que ha sido cometido, resulta
ser, en régimen soviético, una falta contra el Estado,
un ataque a la razón revolucionaria, un delito po-
lítico.
No hay, pues, que escamotear el sentido históri-
co y jurídico de las represiones del Gobierno ruso,
represiones que los enemigos del Soviet exageran y
desnaturalizan crirninal y tendencios?mente. El ir-te-
rés revolucionario que el Soviet encarna y en cuyo
nombre y defensa opera, está justificado, no sola-
mente por los motivos específicos de táctica históri-
ca a que aclbarilos de aludir, sino también, y sobre
todo, por las dos consideraciones siguientes: prime-
ramente, porque este interés es el de la mayoría que
trabaja y prodace la r i q ~ e z acolectiva, y en segundo
lugar, porque él trata de realizar y realiza, poco a
poco, el ideal de una mejor sociedad humana, sacri-
ficando al servicio de esta empresa gigantesca la vi-
da, la paz y el bienestar momentáneos de esa mis-
ma mayoría.
Todo esto les digo a Flavinsky y a Fiedotov. Pe-
ro no les convenzo.
-Se nos arroja de todas partes. El obrero en-
cuentra cerradas para él todas las puertas del Go-
bierno. ¿Ha estado usted en los ministerios?
-Sí, en algunos. ¡El funcionarismo subalterno
rori6t!co!, Una plaga dc parásitos y de traidores, de
déswfas e ineptos, procedentes en su mayoría de los
antiguos cuadros zaristas y de otros sectores extra-
ños y hasta enemigos dcl mismo Soviet.
Los dos obreros vociferan a la vez:
-Ellos, los funcionarios subalternos son los
verdadpros gobernantes de Rusia. Son los nuevos
zares. Grandes pícaros y grandes ociosos. Se pasan
la vida fumando y tomando té. Y somos nosotros, los
trabajadores, los que pagamos todo. ¿Y la papelería?
-Lo sé. Otra sarna del régimen.
Realmente, Stalin y sus compañeros deberían
extirpar cuanto anks, y cueste lo que cueste, una
tamaña epidemia social como es el funcionarismo su-
, balterno. No basta la voz de alarma que constante-
mente lanza el partido contra este mal del régimen.
El problema de renovar y depurar los cuadros fun-
cionariles es de mayor urgencia y gravedad que las
que se le atribuye ahora. Así lo estimaba ya el pro-
pio Lenin. No es exagerado sostener que este mal
constituye el peor enemigo interno del Soviet. Todos
los defectos, aberraciones e injusticias que los ad-
versarios de la revolución o ignorantes de ella atri-
buyen al régimen, son ccmetidos únicamente por los
funcionarios subalternos y son de su exclusiva res-
ponsabilidad. Los jueces y tribunales, los técnicos e
ingenieros, los ministerios, el profesorado y hasta
parte de los centros culturales superiores, están con-
taminados por el mal. La arbitrariedad, la rutina, la
indolemcia y el despotismo se han entronizado de-
trás de cada escritorio y de cada ventanilla. Yo he
podido observar el caso en muchas oficinas y, seña-
ladamente, en los Comisariatos de Gobernación y de
Relaciones Exteriores. Parece que la lepra burocrá-
tica corroe con mayor virulencia las esferas admi-
nistrativas que más vinculadas están con el extran-
jero. La razón es clara. Primeramente, ellas están
servidas por elementos de larga ejecutoria funcio-
naril, por no decir ya casi aburguesados. En segun-
do lugar, la situación especial de estas oficinas tan
cerca del mundo e intereses capitalistas extranjeros,
parece favorecer la pendiente burocrática de los in-
tereses individuales del funcionario. Esta vecindad
influye, sin duda, profundamente en la psicología de
muchas oficinas, como son los ministerios ya citados,
la Komintern, la Profintern, la Mopr, la Voks, y al-
gunos centros técnicos y científicos. Si el partido no
barre el mal cuanto antes, la revolución corre con
él un gran peligro.
Mucha literatura se ha hecho en el extranjero
sobre los .abusos del régimen soviético. Panait Istrati
ha publicado, a este respecto, el panfleto más apa-
sionado y exagerado, pera a la vez el más docurnen-
tado y minucioso. Sus acusaciones san, en parte, fun-
dadas. En lo que no estoy acorde con Istrati es en la
determinación de los responsables de esos abusos
ni en la interpretación de éstos dentro del proceso
revolucionario ruso. No es el régimen el responsable,
ni tales abusos significan el fracaso de la revolución.
Los responsables son únicamente los subalternos de
la administración, y las exacciones, expoliaciones y
demás injusticias que éstos cometen con las masas
obreras y campesinas constituyen los gajes inevita-
bles y momentáneos de la revolución. Prueba de lo
primero son los constantes procesos y castigos que
por tales abusos impone el régimen a los funciona-
rios culpables. Prueba de lo segundo son el éxito del
Plan Quinquepal y la confianza creciente del prole-
tariado de dentro y fuera de Rusia en la justeza de
la línea revolucionaria del partido. Realidades son
éstas que desmienten con hechos las injurias y car-
gos que Istrati y compañía lanzan, en un rasgo de
empirismo y sensiblería, sobre la revolución y sus
jefes del Soviet.
Una demostración de que los abusos que se co-
meten en Rusia son de la exclusiva responsabilidad
de los funcionarios subalternos, y de que tales abu-
sos, lejos de significar la bancarrota de la revolución,
no pasan de hechos limitados y dispersos, con alcan-
ce meramente individual y pasajero, la podemos ha-
llar en el incidente que decidió a Istrati a atacar al
Soviet y a condenarlo como el régimen más retró-
.grado y sanguinario de la Historia. Ese incidente
que, según parece, vino a llenar ya la medida de los
abusos presenciados por Istrati en Rusia, se reduce
a lo siguiente: la familia de un buen amigo suyo,
Russakov, tuvo una riña más o menos boxeril y do-
méstica con una bolchevitpe de Leningrado, encar-
gada por el Soviet de Locatarios de informar acer-
ca de las transformaciones que era necesario intro-
ducir en la casa donde los Russakov ocupaban u n
confortable departamento. Russakov debería, según
el informe, ser cambiado de alojamiento, con el fin
de que éste fuese parcelado y distribuido equitati-
vamente, según las necesidades colectivas del caso.
He aquí todo el incidente. He ahí todo el abuso y
toda la atrocidad del régimen proletario. Los ledo-
res se asombrarán seguramente de que un motivo
tan fútil y de carácter tan particular influya en el
espíritu de Istrati hasta el punto de trastornarle la
cabeza y decidirle a condenar para siempre a la mis-
ma revolución que él ha alabado hasta hoy con el
mismo fanatismo con que ahora la injuria.
Y si esto acontece con un gran novelista, ¿qué
de particular tiene que los otms transeúntes no ha-
gan otro tanto? Parecida manera de juzgar los acon-
tecimientos de la Historia he visto producirse y re-
producirse al infinito entre los honrados e imparcia-
les viajeros que visitan Rusia. Un escritor portugués
desembarcó en Leningrado y, habiéndosenos obliga-
do a esperar en la sala de la Aduana dos horas lar-
gas, antes de otorgarnos el pase libre en el país, mi
colega empezó a indignarse:
-Ya ve usted -me dijo en tono muy serio, co-
n o si por su boca estuviese hablando la posteri-
dad-. Esto es peor que en los países burgueses.
¡DOShoras de espera en la Aduana! No puede ser. Se
me antoja que lo de socialismo y otras zarandajas
revolucionarias no pasa de mera añagazas y men-
tiras.
Mi colega condenaba de hecho al régimen so-
viético sólo porque la espera en la Aduana fue de
dos horas ,y no menos.
Un alemán, en Moscú, tuvo ganas una mañana
de confitura de albaricoques. Salimos del hotel a
buscar el dulce, y tras de recorrer varias calles, no
alcanzamos a distinguir una tienda de confituras. E3
alemán imprecó entonces enérgicamente:
-¿Y esto se llama socialismo? ¿Socialismo es
un país donde no se puede comprar un dulce tan co-
rriente y abundante en las capitales burguesas?
Créame usted que por este camino me voy forman-
do un triste idea del Soviet.
¿Y qué decir de los corresponsales viajeros que
envían a Rusia los grandes rotativos del capitalismo
extranjero?
Con todo, fuerza es reconocer que la repetición
de los abusos funcionaril~sexige de parte del Co-
mité Central mayor atención. El desprestigio que
estos abusos acarrean al -régimen puede aumentar
y adquirir peligrosas proporciones. De otro lado, los
propios intereses de la edificación socialista im-
ponen una inmediata y radical depuración de los
cuadros burocráticos soviéticos. No basta, repito, que
el Comité Central se dé cuenta del mal y que des-
pliegue la propaganda que hoy despliega contra él:
por el teatro, el cinema, la radio. De lo que se tra-
ta es de aplicar a los hechos mano más fuerte, san-
ciones más severas y remover en lo posible, el per-
sonal
Juzgado el caso con cierta detención, no es di-
fícil reconocer en .él un signo de crisis democrática
del régimen. Este burocratismo y sus abusos expre-
san la existencia de gérmenes de estancamiento e n
el sistema circulatorio del espíritu de masa en el
Soviet. Estos gérmenes, de no ser sanados y reno-
vados los cuadros, pueden ir fortificándose y pola-
rizándose en núcleos capaces de adquirir luego ten-
dencias clasistas, con intereses y mentalidad parti-
- culares, diversos y hasta contrarios a los de la coles
tividad de base. Los recientes procesos y condenas
de profesores e íngenieros del partido industrial de-
ben ser una alarma para\la revolución, sobre los
múltiples peligros que, desde el punto de vista de
la existencia del régimen y de la edificación socia-
Esta, representa la actual estructura y funciona-
miento de los cuadros soviéticos. La creciente bu-
rocratización, en extensión y hondura, de estos cua-
dros, puede provocar una crisis semejante a la que
sufrió el mecanismo del régimen en 1921, en la vis-
pera de la Nep.
No desconecemos la serias dificultades que para
zanjar este problema encuentra el Soviet. Las filas
del proletariado carecen aún de preparación para
estos servicios. El zarismo mantuvo a los trabajado-
res en la abyección, y el Soviet no puede hacer mi-
lagros. Aquí, como en lo tocante a los cuadros téc-
nicos y de ingpnieros, la proletarización del perso-
nal es irremediableme-nte lenta y dura. Conviene,
sin embargo, redoblar la atención y los esfuerzos al
- 131 -
respecto. La tarea es tanto más hacedera cuanto
que e l aspecto profesional es aquí ínfimo, para de-
jar libre acceso a las fuerzas e iniciativas elementa-
les de base. Más todavía. No sólo estamos aquí an-
te un dilema administrativo, sino ante un viraje eco-
nómico, pues todos están de acuerdo en que la po-
larización de estos servicios dará también por re-
sultado un cambio profundo de los métodos actuales,
acentuando su contenido canstructivo socialista. Ur-
ge, pues, traducir en tangibles y más vastas realida-
des el imperativo de que "la revolución socialista,
a cada nueva etapa de su desarrollo, lanza al ruedo
de la lucha social y política, llama a la gestión del
Estado a nuevas capas de trabajadores que, en la so-
ciedad capitalista, están en el ultimo peldaño de la
evolución cultural y social".
-¿Por qué -les pregunto a Fiedotov y a Fla-
vinsky-, por qué no pone fin a estos males el Co-
mité Central?
-Parece que es por miedo, y también porque si
echa a la calle a estos zánganos no dispone de perso-
nal capacitado para reemplazarlos. Aunque eso no
no más que una rutina, siempre se necesitan ciertas
aptitudes.
-¿Y por qué no se forman estas nuevas aptitu-
des con gente de base, con elementos netamente
obreros?
-Dicen que así lo están haciendo, pero aún no
se ven los resultados prácticos.
-¿De qué origen son los funcionarios actuales;
burgueses o proletarios?
-Son en su mayoría de régimen zarista conver-
tidos al Soviet. Otros son burgueses extranjeros
-alemanes e ingleses-, y muy pocos salidos de la
masa.
-¿Y esos convertidos?
-No hay tal conversión. San unos hipócritas
que esperan la primera ocasión para sabotear el ré-
gimen (1). Son los peores enemigos encubiertos del
Soviet.
De donde resulta que contra quienes se quejan,
e n realidad, Fiedotov y Flavinsky, es precisamente
contra los propios elementos reaccionarios del ofici-
nismo soviético, es decir, contra sus correligionarios
pliticos, que forman tácitamente con ellos en el fren-
te común subterráneo contrarrevolucionario. Los dos
ferroviarios no se dan cuenta de que lo que aún hay
de reprochable en el Soviet son justamente las su-
pervivencias zaristas, lo no revolucionado todavía.
En vez de exclamar: ¡Maldita revolución!, deberían,
pues, ser más lógicos y exclamar: iMaldita reacción!
-¿Y ustedes? -les pregunto.
-Yo soy --dice Flavinsky- y he sido siempre
obrero. Mi compañero, no.
-Yo - d i c e Fiedotov- he sido hasta hace poco
comerciante, dueño de un restorán: un nepman, co-
mo dicen los bolcheviques. El Estado me arruinó con
impuestos. Tuve después que proletarizarme. Yo
me habría ido de Rusia, pem me quedé sin un kopek
y con familia.
Este es el destino de los nepmans y de los ku-
laks: la ruina, más o menos próxima o lejana, pero
cierta e inevitable. El Soviet restableció en 1921 el
pequeño comercio, la pequeña propiedad particular,
con el obieto de remover y avivar, con el estímulo
d e las utilidades individuales, la economía del país,
a la sazón erri crisis aguda. Fue la creación de la Nep.
Pero la creó para ir matándola a poco, a medida que
se desarrollara la economía colectiva del Estado. ¿De
qué medios se sil-ve el Soviet para matar al nepman
creado por él? De la creciente competencia que le
hace el comercio de Estado, en rápida progresión, por

(1) Gran parte de los temas de la producción cinemática


J teatral gira en tomo a las precauciones de clase que hay
que tomar con estos funcionarios burgueses adheridos for-
malmente al Soviet. "Komandaron" es un drama de este
earleter, y Mayerhold nos lo ha revelado como una obra
maestra en e1 genera.
u n lado, y por otro, de los impuestos. El pequeño
propietario -nepman o kulak- resiste al comien-
zo, pero al fin sucumbe. Si entances le queda algún
dinero, se marcha al extranjero. Si no le queda na-
da, como a Fiedotov, se proletariza. En cualquiera
de estos casos, el nepman y el kulak siguen siendo,
CGiilO es de x p o n e r enemigos jurados y mortales del
Soviet.
-¿Están ustedes shdicados?
-¿Para qué sindicarse? En los Sindicatos son
los bolcheviques los Únicos que mandan, y los otros
no hacen sino seguirlos como ovejas y hacer de car-
naza de la burocracia sindical. Además, el pertene-
cer a un Sindicato es sólo para llenarse de obligacio-
nes y de responsabilidades.
¡Cómo se ve que los dos ferroviarios están pe-
netrados y dominados por el espíritu burgués, Fiedo-
tov por haberlo sido formalmente, y Flavinsky por
haberse criado y educado en régimen zarista! En to-
do no ven más que el provecho personal, y quién
manda a quién, y quién sigue u obedece a quién.
¡Siempre el punto de vista individualista y jerár-
quico!
-No conviene -me dicen en voz baja- seguir
por aquí a esta hora. Pueden vernos. Podemos des-
pertar sospechas. Vamos dando vuelta y salgamos
a la Plaza Roja.
Comprendo perfectamente las constantes alar-
mas de estos pobres hombres. Aun cuando ellas no
correspondan a motivos reales y objetivos, su con-
ciencia los inventa. Contrariamente a lo que ellos
me dicen, nunca he podido yo por mí mismo commo-
bar 1s terrible vigilancia policial de que se quejan.
Jamás se me ha molestado en Rusia en esta terreno.
Ni una sola vez he tenido que ver con la Policía ni
con nadie por razones políticas. Estoy dispuesto a
testificarlo cuantas veces sea necesario, en honor a
la verdad. Cierto es q w no he intervenido para na-
da e.n la vida política de Rusia. Pero aun de haber-
lo hecho y d~ h~bérs2rnovigilsdo por esta csusa, yo
no me habría puesto en la posición liberaloíde bara-
ta y melodramática de quejarme contra e1 Soviet,.
como es de uso entre los idealistas y amantes idóla-
tras de la libertad. Mis ideas respecto a la libertad
social son de muy distinta esencia para tan simplis-
ta actitud. Sé que el fenómeno de la libertad es cosa
relativa y variable. y que nada tiene de absoluto. Sé
*
que en ninglin régimen político de la historia ha si-
do completa Esa libertad, y que, en consecuencia, el
individuo está siempre vigilado, de una u otra ma-
nera, por el régimen político e n que vive. Yo he su-
frido esta vigilancia policial, pública y secreta nada
menos que de parte del régimen más liberal del mun-
do capitalista: el Gobierno francés, "cuna de la li-
bertad, de la i,~a!dad y de la fraternidad de los hom-
bres". Esto también estoy dispuesto a probarlo, con
papeles en mano, cuantas veccs s?a necesario. ¿Por
qué, entonces, se quejan Henri Beraud, Panait Is-
trati, Lafevre y demás servidores, analfabltos y fa-
náticos, de la prensa reaccionaria, de que los enemi-
mos del Soviet sean vigilados en Moscú? La dife-
rencia entre una y otra política reside -¡no me can-
saré de repetirlo para que se sepa bicn!- en que eI
Soviet defiende así la vida, los intereses y el desti-
no de la mayoría trabajadora contra unos cuantos-
explotadores y verdugos, mientras qiie los gobiernos
burgueses defienden la vida, los intereses y el des-
tino de unos cuantos patronos y ricos contra la ma-
yoría de pobres y trabajadores explotados por la mi-
noría.
Cuando desembocamos en la Plaza Roja, el re-
loj del Kremlín da las siete de la noche a los sones
de la Internacional. Las arcadas de las cooperativas
comerciales al por menor están ya iluminadas: Ba-
jo ellas desfila mucha gente a paso rápido, alegre y
confiado. El orden social soviético sigue su curso, a.
pesar de todo y contra todo.
Xi
Filiación del Bolchevique - Marx y
Lenin - Mítica y dogmática
revolucionarias
El fervor del bolchevique por la nueva vida con-
trapesa la prevención o incomprensión del ruso re-
accianario, aniquilándolas o al menos ncutralizán-
dolas. Al subjetivismo contemplativo y baldado del
reaccionario, opone el bolchevique un objetivismo
pragmático, constructivo. Al espiritualismo estático,
un materialismo dialéctico. Al absorbente indivi-
dualismo, un colectivismo racional. A la abstención
amarga, una saludable ofensiva creatriz. Su praxis
desborda e n excesos patéticos. Ignora la media tin-
ta. No es un sage, sino un desmesurado. Hiperbóli-
-m,sin aparato ni fanfarronería, es pintoresco y dra-
mático, apasionado e implacable. Combativo y he-
roico, su ejecutoria revolucionaria de antes y des-
pués de 1917 ha fraguado en él hábitos permanentes
,de sacrificio un instinto cotidiano y permanente de
grandes acciones. Al bolchevique se le ha compara-
do como tipo representativo de una secta social, con
el fascista y sus derivados cosmopolitas: "camisas ne-
gras", "cascos de acero", ku-klux-klans, reimwerh-
rens, knomingrans, etcétera. ¿En qué son compara-
bles? ¿En la estrategia? ¿En la táctica? ¿En el jaco-
binismo? ¿Es la moral de los medios? ¿En la gran-
deza doctrinal? Fácil es, a los ojos del hombre libre,
descubrir la diferencia histórica y esencial del bol-
chevique con todos los bandoleros del fascismo cos-
mopolita. Mas no es fácil descubrirla a los ojos del
transeúnte más o menos imbuido de una tabla de va-
lores contrarios a la vida comunista.
En general, toda la psiquis, toda la conducta bol-
cheviqur san nuevas y diversas de la norma de todos
los demás ti-os humanos de dentro y fuera de Rusia:
ante 13 política, la economía, el trabajo, el amor, la
religión, etc. No sólo me refiero al rol do1 bolche-
v i ~ j ecvmo m i d a d militante de la 111 Internacional.
No ~610me refiero al ejercicio de su estatuto comu-
- 138 -
aista, a sus funciones políticas dentro del partido.
Me refiero también a su simple y diaria conducta de
hombre y de particular. Dentro de la concepción so-
viética del hombre revolucionario o simplemente po-
lítico, todo es una misma cosa; la vida privada y la
vida pública. Pero esto no quiere decir que el bol-
chevique invada la esfera del hombre particular has-
ta denegerar en un simple misionero de Lenín y de
Marx, obsesionado y absorbido totalmente por la fór-
mula revolucionaria. Ni aun dentro del partido, la
conducta del bolchevique participa de la de miembro
de una secta religiosa, fanática y esteotipada, coma
afirma Luc Durtain. Aquello de los votos comunis-
tas de obediencia y pobreza no pasa de una miopía
del observador. Es pobre hasta que las condiciones
económicas soviéticas mejoren y le permitan vivir
mejor y holgadamente. Obedece, no por ciega escla-
vitud, a un dogma más o menos deportivo y místico,
sino porque comprende que, en régimen proletario,
la mejor manera de ser libre es obedeciendo. Precisa-
mente esta ausencia de carácter monástico y secta-
rio en su rol social constituye una de las cualidades
profundamente humanas del bolchevique. Ella qui-
ta a su condición particular todo asomo evangelista
o taumaturgo, a la clásica manera religiosa, por mu-
cho que sus menores actos sean de inspiración esen-
cialmente apostólica y de propaganda revoluciona-
ria. El bolchevique sabe que para ser revoluciona-
rio hay que ser primeramente hombre, en el sentido
integral de la palabra.
El bolchevique se distingue de los demás secto-
res rusos, ante todo y sobre todo, por su ejempla-
ridad revolucimaria. El bolchevique es el padre de
la vida soviética. Es el abanderado de la causa pro-
letaria. Es el pionnier del socialismo. Como tal,
su conducta p a r t i c i ~ adel heroísmo sacerdotal y ar-
tístico. La abnegación y el sacrificio, la audacia y el
tesón están a la base de su técnica vital. En el tra-
bajo cotidiano de la fábrica, en su acción militante,
en las circunstancias banales de su vida personal, el
bolchevique no piensa ni practica nada sin0 al ser-
vicio de la causa revolucionaria. En el taller, es él
un obrero que trabaja más que el obrero no bolche-
vique; que busca y desempeña los más peligrosos
oficios y consignas; que no reclama ni se queja nun-
ca; que ayuda a sus compañeros, suple las faltas aje-
nas, gana menos, cuida de la fábrica como de cosa
propia, disfruta de menos derechos y, no obstante,
está siempre contento y entusiasta. Si se trata de
cuotas o erogaciones, el bolchevique es quien apor-
ta más y el primero. Si hay que doblar o triplicar
la jornada, él da el ejemplo. Si se proyecta una avan-
zada para adoctrinar y convertir otros núcleos de
trabajadores, indiferentes o contrarios en política, el
obrero bolchevique formará igualmente el primero.
En la emulación socialista es él quien da la mues-
tra y el estímulo. ¿Y en los comités y asambleas de
fábrica? Las más complicadas funciones, las más re-
cargadas labores, el mismo las reclama espontánea-
mente para sí y las desempeña con grandes sacrifi-
cios de sí mismo y de los suyos. El bolchevique ha-
ce de esta manera figura de martirio. Los mismos
compañeros de trabajo -los otros, los obreros sim-
plemente soviéticos- le tienen lástima. Su activi-
dad dolorosa, espontánea y apasionada, desconcierta
e impone un respeto casi religioso.
Sus obligaciones dentro del partido se sujetan
a disciplinas y rigores mucho más fuertes y severos.
El bolchevique es un soldado. El partido es un cuar-
tel. Pero se trata aquí de un soldado que obedece a
deberes e im~erativossalidos de su propio tempe-
ramento social, y de un cuartel cuyas normas no son
más que una proyección al exterior de la intima con-
textusa moral del individuo.
Circunstancialmente, cuando veo en Rusia a un
hombre rcalizar un acto heroico o asumir una-acti-
tud ancha y noble ante menudos obstáculos o mini-
mos tron~zonesde la vida, me digo: ése es, de segu-
ro, un bolchevique.
Lenin vive en el alma del bolchevique como el
prototipo acabado de lo que debe ser el revoluciona-
rio p u r a La vida de Lenirr encarna, a los ojos, del
bolchevique ruso, todas las virtudes del hombre en-
tregado por entero al bien de la humanidad. Para
encontrarle en este terreno pareja en la historia, el
bolchevique tiene que saltar muchos siglos atrás,
hasta Jesucristo o Buda. Más acá sólo Marx se le
parece. ¿Quién escribirá algún día el paralelo de és-
tos dos grandes hombres?
Estos dos creadores de la nueva humanidad ocu-
pan en el corazón del proletario ruso el lugar que
ocuparían dos dioses, de tener el socialismo carácter
religioso. Una aureola sobrehumana rodea sus figu-
ras, y no digo divina porque la revolución de la que
ambos son los forjadores, tampoco es un movimiento
celestial ni místico, sino de riguroso materialismo
histórico. Cuidémonos de no mixtificar el sentido de
los hechos ni los vocablos que los contienen. La re-
volución socialista y sus creadores no han pretendi-
do ni pretenden traer al mundo una nueva versión
teológica de la vida, sino simplemente una explica-
ción y una fórmula nuevas de justicia social. Marx y
Lenin han podido exclamar con mucha exactitud:
"Mi reino es de este mundo". Las palabras "divino",
"dios", "religioso", "santo" carecen de sentido y de
carta de naturaleza en el léxico marxistaleninista.
No andan, pues, cuerdos los buenazos escritores bur-
gueses que, en este terreno, nos hablan del apocalip-
sis de San Lenin, de la nueva iglesia marxista, del
evangelio proletario según San Stalin o según San
Trotsky, y otras necesidades. Muchos de los propios
panegiristas extranjeros del Soviet nos han llegado
a hablar hasta de una iconografía de la Pasión y
Muerte de Lenin, refiriéndose a las estampas, meda-
llas y escarapelas en que figura la fotografía del gran
e circulan profusamente en Rusia. Esta es
la mej manera de tergiversar por su base la di-
jefe,
rección histórica de la revolución y de traicionar a-
sus creadores.
Sin embargo, tampoco hay que desconocer la
existencia en la revoluci6.n socialista de una nueva
mítica y de una nueva dogmática. Pero esta mítica
y esta dogmática son igualmente de esencia y esiruc-
- 141 -
t u r a materialistas; es decir, económicas. No hay que
tconfundirlas con la mítica y la dogmática metafísi-
e a de las religiones. Los mitos "revolución", "pro-
.letariado7', "Internacional", "capital", "masas", -.J"
ticia social", etc., son creaciones directas del senti-
miento o instirito económico d.1 hombre, a diferen-
cia de los mitos "dios", "justicia divina", "alma",
"bien", "mal", "eternidad", etc., que son creaciones
del sentimiento religioso. Los dogmas, en la doctri-
na socialista, proceden asimismo de una necesidad o
.conjunto de necesidades históricas de la producción,
O lo que es igual, de la dialéctica determinista de la
técnica del trabajo. Ejemplo: el dogma de las con-
tradicciones crecientes del capital;s~iio. Los dogmas,
e n religión, proceden de una necesidad o conjunto
d e necesidades subjetiv~sde maravilloso (1). Ejem-
plo: el dogma de la divinidad de Jesús. De aquí que
mientras la mitica y la dogmática socialista se ano-
yan e n verdades de rigurcia experiencia histórica,
es decir, en verdades científicas y controlables prác-
ticamente por la realidad cotidiana, la rxitica y la
dogmática religiosas se apoyan en simples verdades
de fe, reveladas e incontrolables por la experiencia
diaria.
\ Conviene, pues, zanjar de una vez para todas las
fronteras históricas y sociales entre la revolución
proletaria y el proceso religio.9 de nuestra época.
La primera no es un nuevo cvangelio de fe. d-sti-
nado a suitituir a las actuales creencias religiosas.
S i la revolución socialista, al realizarse. debe ro.íar
y luchar contra talcs o cuales obstác~~los sociales,
derivados del sentimiento o interés religioso impe-
rante en determinada colectividad, lo har3. y lo hace
solamonte desde un plano político y económico. La
revoliicíón no torna niioún partido ni finca ~ l i n g l -
na n~rsnertivasistemática v iriilitant? en cm+-i ni
en fqvor da1 s~ntimie.?+orpIi~:o.;o.ni POt' SI1 ?ilb.:rs-
tencia ni por su fin. La palabra de orden "La reli-

(1) Así eii la edición espaiiola


gión es un opio para el pueblo" no tiene sino un al-
cance táctico de ofensiva contra uno de los más SO-
. lidos medios auxiliares de la explotación del traba-
jador, cual es el culto religioso. A la revolución pro-
letaria no le concierne saber la suerte que tenárán
las creencias religiosos en el porvenir. Esto sale de
su esencia laica y de su praxis social de base. La re-
sonancia y consecuencias religiosas de la revolución
propetaria han de producirse por la dialéctica poste-
\or y futura de las nuevas relaciones de la pro-
ducción.
XI I
Capitalismo de Estado y estructura
Socialista - Régimen Bancario -- Reli-
, gión - Agonía de las clases destronadas
A las ocho de la mañana me paseo delante de
la puerta de mi hotel, esperando a Yeva. No quiso
prometerme entrar en el salón del hotel a buscar-
me. Ello me obliga a esta espera en la calle, bajo
una fuerte lluvia otoñal.
-Mi condicih de komsomolka (de la juventud
femenina comunista) me prohibe entrar a un hotel
a buscar a un caballero -me había dicho Yeva la
víspera, al despedirnos y tomar cita para el siguien-
te día.
Pero no sólo por esto no quería. Yeva entrar al
hotel. Había además otra dificultad, y es ésta: den-
tro de la actual moral rusa, ninguna mujer honesta
puede penetrar en un hotel en busca de un hombre,
ni en su compañía. Esta costumbre rige con un ri-
gor implacable y, según mis informes, ella no exis-
tía en la época zarista. Es de origen soviético. ¿Lo
creerán los catnnes y moralistas de la burguesía
mundial, para auienes la revolución rusa no trajo ,
más licencia y corrupciones? ¿No recuerda esta cos-
tumbre a Nueva York, ciudad de sumo puritanisrno
moral? Sin embargo, la norma no tiene igual signi-
ficación en Mo.scú que en la capital yanqui. En la
capital soviética existen numerosas prácticas y usos
de parecido rigor moral, debidos todos ellos a nece-
sidades momentáneas de táctica revolucionaria, más
no a disciplinas permanentes y entrañadas a la tra-
dición formalista de una ética de sacristía. La revo-
lución necesita a veces de un exceso de transparen-
cia en las relaciones sociales, como medio de esti-
mular con sanciones objetivas y ejemplarizantes el ,

espiriiu naciente del nuevo hombre moral. Estos


usos y prácticas de la conducta diaria reflejan, en
el mundo de las relaciones corrientes, el Jacobinis- '

mo revolucionario integral de los métodos bolchevi-


ques. Lo-de no entrar las mujeres a los hoteles co-
rresponde, en el plano de la agitación política, a lo
de no ser sentimental o romático o, en el mismo pla-
no de moral social, a lo de no emborracharse, etc.
San todos estos imperativos tácticos y momentáneos
de extrema austeridad revolucionaria. No son esta-
bles exigencias ético-religiosas.
Yeva va a acompañarme en mi encuesta de hoy,
pues habla el francés perfectamente. La komsomol-
ka dispone para ello del día entero, pues hoy des-
cansa en la cooperativa en que trabaja. Hoy es su
día domingo. Hela aquí. Partimos al Banco.
-¿Un Eanco en régimen soviético? -se pre-
guntan extrañados los transeúntes en e1 extranjero.
Sí. Un Banco. Pero uno solo. El Banco del Es-
tado. Y este Banco sovi6tico no tiene la misma ES-
tructura ni j u ~ g ael mismo rol que los Bancos en
régimen capitalista. Su capital y su administración
son del Estado. Sus fines son igualmente de Estado,
y ellos se reducen a facilitar el movimiento del di-
nero según las necesidades y el ritmo de la produc-
ción total entre las diversas ramas industriales del
país. Nada más. El Banco soviético no es sino un
organismo intermedio ectre los múltiples organis-
mos de la producción y el comercio rusos. Retened,
señores gob~rnantesy banqueros capitalistas, este
rol simple y Único del Eanco soviético. Si pensáis
que algún particular de levita, monóculo y guante
blanco figura e n este Banco como principal capita-
lista, como presidente del Consejo de Administra-
ción, siendo a la vzz socio de un Sindicato de Cobre,
da una Sociedad inmobiliaria y de uqa fibrica de
calzado -participantes a su vez estas asociaciones
del mismo B a n c ~a que aludo-, os equ~vocáislasti-
mosamente. No. Dcntra d-1 Bmco del Estado sovié-
tico no hay ni un solo kopeck de ningún particular
mi nadie saca de él un koneck por concepto de uti-
lidades. Todo es ahí propiedad de todos y para todos.
Todo es ahí de la colectividad y para la colectividod.
Los funcionarios que administran y sirven este Ban-
co gaqan sólo urios salarios, como cualquier proleta-
rio. En una palabra: la profesión de banquero, y en
general de hombre de finanzas, ha sido abolida en
Rusia. No hay más que una sola organización fi-
nanciera: la del Estado, la colectiva.
¿Por qué hay un Banco en régimen soviético?
Comprendo vuestra pregunta. Ella traduce el con-
cepto que tenemos arraigado, y' con mucha razón, de
que un Banco es un negocio particular muy lucra-
,tivo y muy irresponsable. La idea que tenemos co-
rrientemente de Banco va inseparablemente unida a
la de un prestamista diabólico que, por medio de
unas cuantas maniobras y escamoteos de billetes de
sus cajas de hierro, convierte en veinticuatro horas
un capital de cincuenta mil en un millón de pesetas.
El Banco soviético no es negocio de ningún particu-
lar. Nadie saca de él de mil pesetas veinte mil, ni de
cincuenta mil un millón. Este Banco no es, como
repito, más q' una oficina del Estado destinada a ha-
~ ~ ..
cer circular, conforme lo solicitan los organismos in-
dustriales, agrícolas y comerciales del Estado v los
grupos sociales que éste autorice, el dinero o capital
bancario, del cual es igualmente propietario el Es-
ta. Mientras el sistema de producción y consumo no
se haya socializado en sus relaciones más profundas
y esenciales, o lo uue es Io mismo, mientras el siste-
ma de producción y consumo conserve en Rusia ta-
les o cuales rasgos y formas capitalistas, ese sistema
exigirá siempre un organismo bancario encargado de
la circulación del dinero dentro del organismo eco-
nómico general. Pero si aun después de explicado
este rol honesto, transparente y necesario del Banco
soviético, os sigue incomodando la simple idea de
Banco, a causa de no poderla separar de la idea de
especulación particular ilícita a que nos ha acostum-
b ~ a d oel régimen capitalista. cambiad el nombre de
Eaneo por el d Oficina de? dinero, verbipr-cia. o nor
cualquiera otro, y la diferencia entre banco capitalis-
t a y banco soviético será completa a vuestros ojos.
Encontrándose aún rotas o sin regularizarse las
relaciones financieras entre Rusia y las plazas capi-
talistas, el rublo es hoy la sola moneda sin curso ni
cambio en el extranjero. Esta anormalidad de rela-
ciones y esta falta de curso del rublo en las Bolsas
capitalistas no son, naturalmente, claras ni francas.
Las relaciones existen y no existen, y el rublo se co-
tiza y no se cotiza en los Bancos burgueses. Las re-
laciones financieras existen desde el instante en que
en Rusia hay capitales extranjeros y que Moscú
compra y vende productos en los mercados ingleses,
alemanes, italianos, franceses y yanquis. Pero no
existen desde el momento en que el capitalismo boi-
cotea por sistema y de manera permanente la divi-
sa rusa, aun contradiciendo el comercio que él rea-
liza diariamente con Rusia. En otros términos: las
relaciones financieras existen en la realidad de los
hechos, pero el capitalismo trata, por otra parte, de
minarlas con actos violentos y externos, hijos de su
voluntad reaccionaria y de su fobia contra el Estado
proletario. Es la necesidad práctica la que le obliga
a comprar y vender a Moscú y a colocar sus capita-
les en Rusia; pero el imperialismo mundial se da
perfecta cuenta del peligro que encarna el Soviet pa-
ra él, como futuro competidor de productos en el
mercado internacional. De aquí, de este t e p o r pro-
viene su constante y furioso boicoteo de Rusia como
potencia económica. Es una verdadera guerra contra
el Soviet. Entre las armas de que se vale para per-
derle, figura el cambio. El capitalismo ha tratado y
sigue tratando de derribar al ruhlo. Como no d i s ~ o -
ne de la Única manera aue hay de perder una divisa,
cual es la dz hacer disminuir el mínimum las ex-
portaciones del país de que se trata, el capitalismo
internacional suele echar mano de procedimientos
mucho más expeditivos y mecánicos, cuales son, ver-
bigracia, entre otros, el de introducir clanclestina-
mente m Rusia ru'blos falsos con el fin de provocar
inflaciones y desequilibrios dentro de la economía
soviética.
En estas condiciones, la aduana soviética prohi-
be la introducción de rublos en Rusia, obteniendo
así dos resultados: primeramente, el de precaverse
contra 12s maniobras cambistas del capitalismo, y
luego el de atraer al mercado ruso la mayor suma de
divisas extranjeras. Como puede suponerse, esta lu-
cha cambista se traduce por el hecho de que e l rublo
carece completamente de aceptación en los Bancos
capitalistas. La primera vez que fui a Rusia, un Ban-
co de Berlín, al que pedí rublos, me dijo:
-No vendemos rublos.
Al volver da Moscú fui al mismo Banco a ven-
derle unos cuantos rublos que me sobraron de mi
viaje, y me dijo:
-No compramos rublos. Nadie los solicita ni los
quiere. Aquí no se puede comprar nada con ellos.
Tampoco se los puede introducir en Rusia. Es una
moneda muerta, sin valor y sin cambio.
Todas estas maniobras, represalias y juegos es-
trictamente técnicos de la cuestión los ignora la ma-
yoría de las gentes, y cuando se alude en el extran-
jero al hecho de que el Soviet controla minuciosa-
mente al viajero que vislta Rusia, desde el punto de
vista económico, llueven las censuras y las quejas
contra la dictadura proletaria. No se acuerdan las
- gentes d2 que se trata de una guerra monetaria en-
tre el capitalismo y el Soviet, y que éste no hace
más que defenderse de aquél. -
Pero, aparte de ser ese control del Soviet una
mera defensa de la economía proletaria contra el ca-
pitalismo internacional, constituye también una
prueba del orden, organización y claridad con que
el Soviet administra y custodia los intereses colecti-
vos contra la especulación particular desde dentro
del régimen.
El viajero, al presentarse en la aduana rusa, es-
tá obligado a declarar y presentar ante las autori-
dades soviéticas todo el dinero, ruso o extranjero,
que lleva. Si tiene rublos, éstos son retenidos en la
aduena, previo recibo. El dinero extranjero es de-
vuelto a su portador, con una papeleta eñ que consta
la suma de que se trata, suma que tambiéh queda
registrada en los libros de la aduana. El viajero de-
bz llevar consigo aquella papeleta durante toda su
permanencia en Rusia, y ella debe ser presentada al
Banco cada vez que su tenedor vaya a cambiar SU
moneda extranjera por rublos. De este modo, el So-
viet sabe, en un momento dado, cuánto tiene un
.extranjero en rublos y en divisas extranjeras, de una
parte, y de otra, cuánto dinero existe en Rusia en
monedas igualmente extranjeras. El viajero que in-
troduzca en forma oculta divisas extranjeras, es des-
cubierto inmediatamente al presentarse a cambiar-
las en un Banco. No puede cambiar en rublos sino
la suma anotada en su papeleta en la Aduana. Si lo-
gra introducir rublos ocultamente, sólo podría ha-
cerlo con unos cuantos, pues, de ser más, seria asi-
mismo descubierto, dado el control que de sus gastos
ejerce el hotel donde se aloja, el restaurante o res-
taurantes donde come, los teatros, etc. En este últi-
mo caso, el Soviet le somete a juicio, con severas
sanciones penales.
Como se ve, el Soviet administra la economía
d e l pais con un celo y una minuciosidad superiores
a los de cualquier propietario particular en régimen
capitalista. Con semejante método aduanero y ban-
cario, no queda modo de que el capitalismo envol-
vente, ni los particulares de dentro del pais puedan
especular o minar la estabilidad e integridad de las
finanzas proletarias.

Algunos periodistas extranjeros, aficionados a


escarceos críticos de la economía soviética, han pro-
nunciado, a propósito de la existencia del Banco en
Rusia, la frase canitalismo de Estado, a diferencia
-o en oposición, dicen- al Estado capitalista. Quie-
ren así dar la impresión al público extranjero de que
l a revolución económica rusa se ha reducido a un
simple cambio de propietario de la. riqueza colecti-
va, es decir, que a los capitalistas particulares pre-
soviéticos ha sucedido un solo capitalista: el Estado,
y que todo el resto del aparato económico social si-
gue siendo el mismo que antes de la revolución. Mas
esto no es verdsd.
En primer lugar, "hay que tener mucho cuidado
- d e c í a n ya Lenin yTrotsky durante el comunismc
de guerra- con aquello de capitalismo de Estado..
frase que algunos -economistas soviéticos maneja&
con cierta imprudencia, designando con ella uno de
los aspectos de la economía rusa, y que los enemigos
extranjeros de la revolución (Kautsky y Bauer, por
ejemplo), emplean para designar la esencia misma
de dicha economía". Esta alarma de los jefes del So-
viet quería decir -y hoy sigue teniendo la misma
significación e idéntico alcance aclaratorio- que 1%
economía soviética es sólo e n parte capitalismo do
Estado y en una parte secundaria y episódica dentro
de las actuales necesidades dialécticas de la produc--
ción rusa. Es un capitalismo de Estado, puesto que
el capital social está en manos del Estado, que lo
administra en nombre del proletariado. Este rol ca-
pitalista del Estado es por ahora necesario e inevi-
table, y seguirá siéndolo mientras exista el Estadm
y mientras el proceso de socialización de las relacio-
nes de la producción, en el campo y en el taller, n e
sea completo y no haya acabado con el último dejo
- del sistema capitalista. Sólo en este sentido puede
hablarse de capitalismo de Estado en Rusia. No l o
es en lo demás, en lo cpe se refiere, por ejemplo, a
las relaciones sociales de la producción. En este te-
rreno, el capitalismo de Estado es un sistema abso- :
lutamente patronal, burgués, capitalista, en cuantcr
a que el Estado -nuevo propietario, nuevo capita-
lista- es un patrón como cualquier patrón particu-
lar. El capitalismo de Estado no hace más que echar
a los patronos particulares de todas las actividades
económicas del país, para tomar él sólo la gerencia
y la propiedad de ellas, pero dejando intacto el vi-
gente régimen de producción capitalista. Las relacio-
nes entre el capital y el trabajo siguen siendo las
mismas. El proletariado ya no tiene varios explota-
dores, sino uno solo; pero la explotación, la plus-va-
lía patronal, el lujo de unos cuantos, el dominio d e
una clase parasitaria sobre las clases productoras. l a
miseria de las masas trabajadoras, etc., continúan
siendo la base y la esencia del régimen de produc-
~ i Ó nen el sistema del capitalismo de Estado. Que
este sistema no altera en lo mas mínimo las relacio-
nes de la producción, lo prueba el hecho de que den-
tro de los actuales monopolios fiscales de distintos
países, la posición del capital y del proletariado es
completamente idéntica a la que estos factores tie-
nen en las explotaciones privadas. La situación eco-
nómica, política y cultural del trabajador, en los fe-
rrocarriles de propiedad y administración estatales,
no difiere en lo más mínimo dz la que él tiene cuan-
do tales ferrocarriles pertenecen a particulares. Es-
to, que pasa en una- o varias ramas del monopolio
+del Estado, no haría más que repetirse, en escala
mayor, en el sistema entero del capitalismo de Es-
Sado. Y esto es lo que no sucede dentro de la econo-
mía soviética, en la que las relaciones de la produc-
ación se basan en el interés práctico e inmediato del
trabajador, de un lado, y de otro, tienden a sociali-
zarse por la supresión lerta, pero progresiva, del Es-
tado, como único capitalista, y por la transformación
d e la economía dirigida por el Estado en una econa-
mía dirigida directamente por las masas. El primer
abjtivo se patentiza con el standard of life actual del
tobrero ruso, que es mejor y más saneado que el del
obrero capitalista. El segundo objetivo encuentra
una de las formas prácticas de su realización en la
-agricultura, por ejemplo, donde la colectivización o
socialización del cultivo está alcanzando con los
kolskos una ofensiva arrolladora sobre los pequeños
cultivos individuales y cooperativos y sobre el pro-
yio sovkos o cultivo de Estado. En los kolskos la in-
tervención del Estado es ya mínima, y todo está en
manos directas de la masa.
De otra parte, el capitalismo de Estado, en to-
d a su amplitud de sistema monopolista llaqado a
reemplazar al capitalismo particular, no ha sido has-
t a hoy logrado en ninguna parte como un hecho real
y completo. Y no lo ha sido ni lo será, entre otras
causas, porque su implantación está sujeta a nume-
rosos factores económicos, que no dependen precisa-
mente de los partidarios teóricos de este sistema, co-
mo son la imposibilidad absoluta de expropiar por
el Estado y sin indemnización la propiedad indus-
trial particular total d,? un país y las dificultades de-
rivadas de la actual estructura económica interna-
cional contraria a dicho sistema. Estos dos inconve-
nientes -que son los primeros entre otros- sólm
podrían desaparecer por medio ds medidas traumá-
tjcas revolucionarias, pero no por un proceso perió-
dico y evolutivo, como el que predican los apóstoles
del capitalismo de Estado, partidarios apenas de ti-
midas "nacionalizacianes" y "estadizaciones" dema-
gógicas. Sólo una revolución proletaria es capaz de
la estadización total y traumática de la economía (1)-
Y es que de lo que se trata es de transformar las
relaciones entre el trabajo y el capital y no simple-

(1) E l anarcosindiralismo tacha a l a revolurión Risa de-


n o haberse cristalizado más que en lo que él llama "romu-
nisino {le Estado" y no en tina estructura real y pro!>ianicii-
t r so-ialista. Esto no es t a ~ i q o r ori"rLo sin? en n a r t ~ YR . Iie
dicho hablando de "capitalismo (le Estado", que mientras
h s relaciones de l a prnd'llv3i6n ll,~vrnaPn trñr:~$ra:;~E'ñlis-
t a s (y ~ S I Tno S pucd<n ssrr elit~inadaspor homhas o huel-
gas, corno lo imaginan los disrípiilos de Sorel, sino por ac-
cija c e n + r E u ~ ny (1-t~rn:inacla. (le1 nroceso eeonónliro), 1s
~ x i s t r i i ~ iya ro'l <la1 Estado como ins+nimen+o orrrani7~rlor
y r e d a d o r dc l a e c o n ~ ~ nson í a norrs-rios e impr~scindibles,
Pero 1% ~ x i s t p n ? i y ~ . el r.11 del Estarlo, r e ~ i t n .no s ~ i ii . 4 ~
q!i~ nrorisnrias. Ti1 o r y a n i s ~ osinrli-a1 soviLti-n r a E P ~ ~ I o -
r6ndosn ri.aidnmrrit.. y s0rrí.n ln n ~ n i r i trl~ ritmo cn*írli-
zants (10 !- nrc>rl*i--i¿m. (1- 1 ~ esferas s económicas directri-
ces y estatales de l a indnstria.
J,n q n p o m r r e 0s que e1 an?r*n~inrlinalismo est5 inna-
p a ~ i t a d opara dosl*iibrir 4 mevirwi.n+o (lial~ctinr,da 19s Iie-
rltns v dc Ins ~ O P - R P , s4*in!n9. Cra- q l e la r-rn1.7-'5n m*%,
~ ~ o - g r l qa, 10 niv 61 al-mq " ~ n r l l l ~ ~ n i(s1 ~F~
n c f ~ h " fil--;6n
h%-i:?% v rnntrsrli-tnriq). ha t p p i n a d q s~ tra~~npf"v:q17;s-
thri"s, ~ f dqrqa n oii-n+~do n.- ~ s "*prn~~nismn
a do E q t 2 ~ h ' ~
no P'; más nqn el "ei-w-r n ~ l r l ~ % fae 1% ~ ~ " P 2I RTnLnWCr.
PRVRInq pngr"naiilflinaljsta';, corno n-ra torls j?anIr\-(n r-IP-
ciona-ia. 1% hjs+nril pila cn*n-:in rlo rnotnq t-mínql-q,
@~1q,11 nn 0% mhq n.19 ~ i n as ~ y n - r i i q 8- P+R--S ; ~ r + - ~ n n , ' : . r ~ ~
Rs-qas Q n r r n q n s v2/ darlos día a ilia la dictarfiira prole-
taria. Que esperen.
- 154 -
mente de trasladar a éste, de las manos de un trust
5 consorcio privado, a las manos fiscales. Aquí está
.el nudo del problema social universal. El capitalis-
mo de Estado lo deja sin resolver, pues este sistema
no pasa, en fin de cuentas, de una de las tantas fór-
mulas ilusorias y engañosas que los prafesores y teo-
rizantes burgueses inventan para halagar a las ma-
s a s y dcsviarlas de los términos prácticos y reales
de la cuestión, cuales son el actual antagonismo cla-
sista de la producción y la necesidad de resolverlo
e n favor de las masas productoras.

Al salir del Banco doblamos la esquina, donde


%ay un restaurante particular. Por la ve.ntana vemos
.aun grupo de alemanes desayunando. Quiero cono-
c e r los precios y el menú de este restaurante, y en-
tramos.
Los alemanes están en número de cuatro. Son
-turistas. Ocupan una sola mesa. No hay más clien-
'tes. Yeva y yo tomamos, junto a la puerta de entra-
da, una mesa y preguntamos qué se toma allí como
desayuno. Té, chocolate, café, mantequilla y una
gran variedad de pan y bizcochos. Tomamos té con
u n pastel. E n todos los restaurantes de cooperativas
rige el siguiente mecanismo para el consumo: se
compra en la caja una ficha, en la que está marcado
-el alimento que se va a temar y su precio. Esta ficha
se entregs al comnañero o compañera que nos sime.
En los restaurantes particulares o de nepmars se
nos dice el menú, pedinlos sin saber los precios y
l u ~ q opagamos. Se nos cobra. n a t u r ~ l m ~ n t lo
e , que
quiere el restaurante. Es el mismo sistema de mu-
chos de nuestro., restaurantes. Los dos tés con dos
p a t d ~ snos cuestan aqní un niblo y diez kopeks, o
s e a dieciséis francos. En una cooperativa he vaqa-
do miic'las vacrs par ~1 mismo consumo cuarenta
Iropekc?, o sea seis f-ances.
-¿Por qu6 cn+g i - c + ~ d-le he p r e m ~ t 2 Jal~
npninn de este restaurante- tan caros los consu-
mos?
- 155 -
-Son 10s impuestos que a ello me obligan -me
dice-. El Estado se lo lleva todo. Mi negocio se ha-
ce cada día más difícil. Acabaré por cerrar la casa.
El nepman pone en la cara una expresión de an-
gustia. Viste de americana, pero pobremente.
-¿Muchos clientes tiene usted?
-Muy pocos. Hay días que no pasan de dos a
cuatro. Mis clientes son, en general, extranjeros o
kulaks de provincias que vienen a Moscú de paso.
Delante de la puerta de entrada hay un harapo-
so que pasa y repasa mirando ávidamente al inte-
rior. Lleva una mano metida dentro de la america-
na, a la altura del pecho, y su palidez es la de un
hambriento o de un enfermo. Los alemanes se levan-
tan y se van. Entonces el haraposo penetra de u n
salto y recoge, como un animal famélico, las migajas
y desperdicios de la mesa. Algunos huesos se echa
al bolsillo y vuelve a salir, lanzando miradas de loco
y devorando a grandes bocados lo que encontró en
la mesa.
-iEspantoso! -le Zgo a la komsomolka.
-Son los sobrevivientes del régimen zarista
-me dice Yeva-. Antes, esta misma escena se veía
con frecuencia. Poco a poco estos mendigos van de-
sapareciendo.
-Sin embargo, se me han acercado muchos a
pedirme en los pocos días que llevo en Rusia. ¿Cómo
me explica usted semejante plaga en una sociedad
como el Sovi-? Esto es realmente incomprensible.
El hambriento está junto a la puerta, trituran-
do ruidosamente un hueso, como un perro. Advier-
to que no despega los ojos de la mesa donde estamos
nosotros. Yeva no ha terminado su pastel. Este está.
casi entero. Las miradas del hambriento sobre el pas-
tel son febriles y casi rabiosas. Nunca he visto ojos
tan extraños en mi vida. Hay en la cara de este po-
bre una avidez agresiva, furiosa, demoníaca. A veces
tengo la impresión de que va a saltar sobre nosotros
y nos va a arrancar de un zarpazo un trozo de nues-
tras propias carnes. Se ve que tiene cólera. Se ve
que nos odia con todas sus entrañas de hambriento.
Inspira miedo, respeto y una misericordia infinita.
jEl apetito es, sin duda, una cosa horrorosa!
Pienso en los desocupados. Pienso en los cua-
renta millones de hambrientos que el capitalismo ha
arrojado dz sus fábricas y de sus campos. iQuince
millones de obreros parados y sus familias! ¿Qué va
a ser de este ejército de pobres, sin precedentes en
la historia? Ciertamente. ha habido en otras épocas
paros forzosos, pero nunca el mal ofreció proporcio-
nes, causas y caracteres semejantes. Hoy es un fe-
nómeno simultáneo y universal, creciente y sin sa-
lida. Los remedios y paliativos que se ensayan son
superficiales, vanos, inútiles. El mal reside en la
estructura misma del sistema capitalista, en la dia-
léctica de la producción. El mal reside en los pro-
-gresos inevitables de la técnica del trabajo, e n la
concurrencia y, en suma, en la sed insaciable de pro-
vecho de los patronos. iLa plus-valía! He aquí el ori-
gen de los desocupados. Suprimase la plus-valía y
todo el mundo tendrá trabajo. Pero ¿quién suprime
la plus-valía? Suprimir el provecho del patrón equi-
valdría a destruir el sistema capitalista, es decir, a
hacer la revolución proletaria.
Mas ya que esta supresión no vendrá jamás por
acto espontáneo, por un suicidio del capitalismo, ella
vendrá, tarde o temprano, por acción violenta de esos
cuarenta millones de hambrientos y víctimas de los
patronos. Porque el hambre puede mucho. El actual
conflicto entre el capital y el trabajo setá rcsuelto
por el hambre social. La teoría de la revolución no
ha hecho sino constatar la existencia y la tensión
histórica d? este hambre. La rovnlución r,o la hará,
por eso, la doctrina, por muy brillante y maravillosa
que ésta sea, sino el hsrrbre. Y .no podría ocurrir de
otra manera. Una doctrina pucde equivocarse. Lo
que no se equivoca nunca es el apetito elemental, el
hambre y la sed. De aquí que la revolución no es
curstión de opiniones ni de gustos ideológicos y mo-
rales. Es ella un hecho, planteado y determinado ob-
jetivam~nte por otros hechos igvalmente obie-
tivos y contra los que nada pueden las teorías
en pro ni en contra. Según Marx, la historia la ha-
cen los hombres, pero ella se realiza fuera de los
hombres, independientemente de ellos.
El día en que la miseria de los desocupados se
haya agravado y extendido más, descubriendo la
impotencia definitiva de los gobiernos y de los pa-
tronos para remediarla y hacerla desaparecer, ese
día brillará en los ojos de muchos millones de ham-
brientos una cólera y un odio mayores que los que
brillan en los ojos de este hambriento de Moscú. EL
zarpazo de las masas sobre los pasteles de los ricos
será entonces tremendo, apocalíptico.
Entretando, despejemos ciertas incógnitas. ¿La
revolución rusa no ha resuelto el problema de la
mendicidad? ¿Cuál es el paso dado en este terreno
por el Soviet? ¿La revoluciÓ.n mundial tendrá tam-
bién sus mendigos, como tiene los suyos la burgue-
sía? ¿Y la justicia social? Todas estas preguntas le
hago a Yeva. La militante de la juventud comunista
me dice:
-Las causas de la actual mendicidad en Rusia
son las siguientes: el clero, la nobleza, la burguesía
y el lumpen-proletariado. La mendicidad es, repito,
una supervivencia de la sociedad zarista. El clero,
desposeído por el Soviet de los bienes de la Iglesia,
se ha quedado en la miseria. En estas condiciones,
los popes deberían trabajar para subsistir y prole-
tarizarse, como todo el mundo. Pero, lejos de eso,
han resuelto seguir el camino de la mendicidad.
Mendigan los propios popes en persona y obligan a
los fieles a pedir para ellos. Dos cosas se proponen
realizar c m las limosnas: subvenir a sus necesida-
des diarias y personales y acumular de nuevo capi-
tales para la Iglesia. Este último procedimiento tie-
ne un carácter político, pues se opone a los precep-
tos económicos del Soviet y tiende a promover y pro-
vocar, a base religiosa, una reacción contra el régi-
men proletario. La mayoría de los mendigos son en-
viados a pedir por el clero y para el clero. Muchas
veces son obreros o campesinos que ganan lo sufi-
ciente para subsistir y que sólo piden para los po-
pes.. De otro lado, hay muchos nobles y burgueses
de la época zarista, caídos igualmente en la miseria,
a causa de la expropiación de sus bienes por el So-
viet. Estos tampoco quieren someterse a la nueva
estructura económica, trabajando y ganándose el
pan con el sudor de sus frentes, como todos los de-
más. Un orgullo testarudo y mal entendido los man-
tiene aislados y "asqueados" del mundo de los tra-
bajadores. Prefieren pedir, cosa que me parece mu-
cho más humillante que trabajar codo a codo con
sus enemigos de clase.
-¿A quíén piden? ¿A los obreros?
-iAh, no! a los nepmans, a los kulaks, a los tu-
ristas, a los industriales extranjeros. Justamente aho-
ra vamos a Smolensky. Ahí va usted a ver a algunos
nobles en desgracia.
Smolensky es el Marché aux puees de París O
el Rastro de Madrid. Después de la revolución,. Smo-
lensky se ha convertido en el mercado de los Últi-
mos cachivaches de los nobles.
Abandonamos . el restaurante del nepman. El
haraposo arrebata el pastel. Yeva se da cuenta de
que voy a darle unos kopeks. Le pregunto:
-¿Debo darle una limosna? ¿Usted le daría una
limosna?
-Yo no doy nunca limosna a nadie. La piedad
está reñida con la revolución. La piedad está tam-
bién reñida con el espíritu soviético. La piedad es
invención de las clases explotadoras de todos los
tiempos. En la sociedad socialista, a la piedad reem-
. plaza ia justicia. La piedad va siempre unida a la
injusticia social. El filántropo y el caritativo lo son
porque saben y tienen conciencia de que deben algo
a los pobres y necesitados. Por doctrina y por tácti-
ca nos repugna la caridad. Este hambriento es un
vagabundo, un bohemio, un ocioso temperamental.
Es joven y fuerte, Puede y debe trabajar. Si no lo
hace. es un enfermo económico, y, por desgracia,
hay enfermedades incurables y mortales.
Yeva es comunista, pero yo soy burgués. Le doy
a l vagabundo unos kopeks y tomamos e l tranvía a
Smolensky. La komsomollka me dice:
-Precisamente este mendigo es del lumpen-
proletariado, palabra cor. la que Marx denominó a
los jugadores, ebrios, vagabundos, ociosos, bohemios
y otros elementos viciosos que odian por tempera-
mento el orden y el trabajo. De estos mendigos exis-
ten también muchos en Rusia. Son, en general, jó-
venes y adolescentes, hijos directos de las guerras
civiles y de la primera época de la revolución. Pro-
ceden de la desorganizacik social, de1 caos de la fa-
milia, de la miseria y de la anarquía de aquellos
momentos. Los niños vivían y crecían en la debacle
moral más completa. El resultado es el que está us-
ted viendo.
-¿Qué hace el Soviet con los diversos mendi-
gos de que usted habla?
-Todos ellos son, ccmo ve usted, orgánicos o lo
son por motivos orghicos, que para el caso es igual.
El Soviet, sin embargo, trata de recogerlos, si son
inválidos para el trabajo, y de darles trabajo, si es-
tán en condiciones de trabajar. Pero nada se puede
ni con los unos .ni con los otros. El pope, su agente,
el noble, el burgués y i1 vagabundo aborrecen y hu-
yen el trabajo y el hospicio. El Soviet ha tenido que
apelar y sigue apelando a la fuerza, sin resultado.
-¿Entonces? ¿,Quiere usted decir que el pro-
blema no tiene remedio?
-El problema lleva su remedio en sus propias
entrañas.'Como estos mendigos no lo son por falta
de trabajo, sino por gana o actitud individual, sub-
jetiva, íntima, orgánica, el fin de esta mendicidad
no depende de c o ~ d i c i o ~ sociales
es y económicas ob-
jetivas, sino de la moral personal y morbosa del
mendigo. En este caso, la acción del Estado tiene
que ser lenta, coino la acción clínica para las enfer-
medades microbia*ias. A un tub~rculosono se le cu-
ra, ciertam~nt?,operándole. El Soviet observa ante
la mendicidad dos nroc~.li~iontos: atraer al mezdi-
go e incorporarlo al tynSajo, y, en caso imposible.
exacerbar su miseria para suprimir el mal por eli-
minación de la vida del mendigo. De año en año, los
mendigos disminuyen rápidamente. Desaparecida es-
ta generación derivada de la revolución y de las gue-
rras civiles, no habrá más mendigos en Rusia, por-
que nuestra economía está de tal modo estructurada
que no es posible el haragán, el pope, el noble ni el
burgués. En el mundo proletario, el trabajo es y ha
sido siempre disciplina orgánica. No tiene usted sino
que notar que, aun en la sociedad capitalista, la to-
talidad de los mendigos son salidos de la aristocra-
cia y de la burguesía. Raro es el pordiosero de ori-
gen proletario.
-Y con los agentes o enviados de los popes,
;qué hace el Soviet?
-Comprobado el caso, el pope y el pordiosero
son castigados severamente.

Bajamos del tranvía ante dos grandes puertas,


en las que hay agolpada una multitud. Son las puer-
tas de entrada a Smolensky.
La lluvia sigue cayendo. El mercado es un vas-
to rectángulo sin ningún mostrador, ni mesa, ni si-
llas.
Todo el mundo está de pie. Los objetos e n v e n -
ta están colocados en el suelo o en los brazos de sus
propietarios. La muchedumbre ofrece un aspecto
uniforme de suma miseria. En pocos países he visto
gente más pobre y más desarrapada que esta clien-
tela de Smolensky. Sólo en Yugoeslavia, en Italia,
en España y en Polonia. La diferencia está en que
Smolensky no es más que una lacra minúscula, ais-
lada y momentánea dentro de la holgura económica
modesta, pero general, de toda la población, mien-
tras que la desnudez y el hambre en Polonia, Yugo-
eslavia, E s ~ a ñ ae Italia constituyen un fenómeno
general, orgánico y entrañado a la contextura' mis-
ma de la economía de esos países. Smolensky es una
lacra aislada, pasajera y extraña a la vida económi-
ca rusa, porque su clientela y el comercio que en él
se hace e.ricarnan solamente la convulsión de agonía
u n tanto mecanizada ya y monótona, en medio de
s u pathos tremebucdo. Pihiak y Nevierov no han
hecho, desde luego, sino reproducir en sus obras la
realidad literalmente. Hay aquí aquienes se quitan
e l traje que llevan y lo venden. Otros se sacan los
pantalones ante los clientes, y también para ven-
derlos, quedándose con una especie de calzoncillos
largos y anchos. La compra de sombreros, de una
cabcza a otra, particularmente entre mujeres, es fre-
cuente. Un hombre barbado a la clásica manera ru-
s a -un antiguo fabricante de tejidos- acaba de ven-
der unas botas que llevaba puestas. Luego se ha en-
vuelto los pies en unos trapos sucios y ha abando-
nado el mercado.
-Pero -le digo a Yeva- este hombre y mu-
chas otras de las personas aue aquí veo son jóvenes
y podrían trabajar. ¿Por qué no lo hacen?
La komsomolka, me dice:
- -Los antiguos ricos y potentados que quedan
e n Rusia prefieren sucumbir de hambre antes que
someterse al nuevo régimen y ganarse el pan en un
mismo pie de igualdad que los obreros. Su odio de
clase no tiene límites. Es como usted ve, una locu-
ra increíble, un lento suicidio. El orgullo versánico
del antiguo sefiorito o señorita, de la antigua mar-
quesa o marqués, acostumbrados a mandar, a tener-
lo todo y no hacer nada, puede más que el hambre
y la desnudez.
Resulta verdaderamente inaudito, por lo insen-
sato, este grado de rencor, de orgullo y de pereza, al
q u e puede llegar una clase social derribada por una
revolución. El espectáculo de Smolensky constituye,
en el fondo, el síntoma más fehaciente y revelador
d e la descomposición moral a que habían llegado las
clases dominantes del zarismo. No de otra manera
se explica este fin, absurdo y repugnante, de la bur-
guesía y la noblcza destronadas. Ec una ayonía nalr-
snarite y retorcida de slcohólico, de epiléntico O de
le-roco. iPod-r trabajar y no querer tvabaiar! iY
preferir mendigar y descamisarse en medio de la vía
pública y a los ojos precisamente de la clase ene-
miga!
J; 3; *
Cuando volvemos de Smolensky nos detenemos
ante la iglesia del Salvador. Esta abierta de par en
par. Al acercarnos oigo un canto coral religioso, que
resuena en el interior de la iglesia. Le digo a Yeva:
-¿Cómo? ¿Un oficic religioso? ¿Las iglesias si-
guen entonces abiertas en Rusia?
-Sí. Nunca se han cerrado las iglesias en Rusia,
aparte de los años tormentosos y anárquicos de las
guerras civiles.
-¿Y las llamadas persecuciones religiosas?
-No hay en Rusia tales persecuciones. El Es-
tado sólo ha declarado la separación de la Iglesia, la
nacionalización de los bienes religiosos y la libertad
de cultos, cosas las tres, como usted ve, que figuran
dentro del programa mínimo del liberalismo bur-
gués. Eso es todo lo que el Sovie ha hecho en mate-
ria religiosa en Rusia. Lo demás ha sido y es obra
directa y libre del pueblo trabajador. Lo demás es
el resultado de la campaña ateísta que lleva a cabo
gran parte del proletariado ruso, de modo espontá-
neo e independiente del Soviet. Este tolera y respe-
ta la práctica de todos los cultos y, entre las garan-
tías que otorga a la vida religiosa en general, figura,
desde luego, la que se refiere a las actividades ateís-
tas. El ateo exige del Estado se respete su ateísmo
con el mismo derecho con que el pope exige se res-
pete su culto. La libertad de cultos acarrea a veces
más conflictos que los que pudiera imaginarse, sin-
gularmente en sociedades revolucionarias como la
Rusia de hoy. Las luchas religiosas no siempre han
gravitado en torno a la voluntad ~olíticade un ré-
gimen. Muchas veccs ellas se producen como mani-
festación de crisis profundas del sentimiento religio-
so de las masas. Esto último es lo que pasa hoy en
Rusia. El Soviet, en este caso, no interviene en el
conflicto sino para garantizar prácticamente la liber-
tad de cada trabajador -deísta o ateo- y para sal-
vaguardar el orden social. Entremos -añade Yeva,
franqueando la puerta de la iglesia.
Principiando por el atrio, hasta los recónditos
altares y sacristias del templo, se advierten signos
de abandono y más aún, trazas de haber sido la igle-
sia despojada de todos sus tesoros artísticos y litúr-
gico~.El aspecto material del templo es el de un lu-
gar arrasado por un saqueo o por una mucianza no
acabada. Ni tapices ni alfombras. Ni escaños ni re-
clinatorio~.Ni colgaduras ni encajes en los altares.
Ni cirios ni flores. Ni efigies ni cuadros. Las horna-
cinas aparecen vacías. Apenas unos cuantos iconos
quedan en el ángulo derecho, a la entrada del tem-
plo. Todo ofrece un tinte gris o azul desteñido. Pesa
e n la plástica de los muros desiertos y de las talla-
duras de oro falso una desolación infinita.
Pero la escena que luego se desarrolla ante mis
ojos es aún más impresionante. A unos cuantos pa-
sos de la puerta de entrada hay un pequeño grupo
d e gente rodeando un altar improvisado, el Único vi-
viente del-templo. El altar se reduce a una estrecha
plataforma cubierta de un lienzo blanco. Sobre la
plataforma hay un sillón vetusto en el que está sen-
tado un pope, revestido de una burda casulla desga-
rrada. El pope sostiene en sus dos manos una esfe-
r a dorada, de la que emerge una cniz diminuta tam-
bién dorada. Al pie de la plataforma se ve a otro
pope, con aria estola roja por toda vestidura ritual.
Los dos popes y los pocos fieles que les rodean can-
tan a coro una música sograda, dolorosa, casi geme-
bunda.
Los fieles eran en su totalidad viejos, hombres
y muieres. Y eran pobres, terriblemente pobres.
Barbixdos ellos y ellas muy encorvadas; sus vesti-
mentas estaban rotas, sucins, polvorientas, como tras
de una larga y azarosa caminafa.
-i,De dónde vienen estos pobres? -le pregun-
t o Yeva.
La Iromssrnnl~~a se ha quedrdo pensativa, oyen-
d o el canto saqrado. Al fin me dice:
-No lo sé .Quizás son campesinos de los alre-
dedores de Moscú. Pero más bien me parecen mujiks
salvajes, traídos por los popes para figurar como fie-
les en el oficio de hoy. Los popes se valen de todos
los medios para sostener y fortalecer la vida de la
Iglesia.
-¿Usted, Yeva, es atea?
-No. Soy indiferente en materia religiosa. Qui-
zá me haga más tarde atea. Me interesa la propa-
ganda ateísta, pero no me convencen todavía sus
apóstoles.
-¿Y si el Soviet se lo obligase?
-Ya le he dicho que el Soviet no interviene en
las luchas religiosas. El Soviet no obliga a nadie a
ser ateo ni a ser religioso. La libertad de cultos es
en Rusia una realidad palpable, como lo prueba es-
te servicio religioso que estamos viendo.
De todas maneras, sean campesinos civilizados
o mujiks salvajes estos fieles, lo que hay de cierto es
que sus caras de hambrientos, su desnudez, sus mi-
radas llenas de angustiosa incertidumbre, su canto,
todo en ellos está hendido de tragedia. Sas voces y
sus ojos expresan un terror misterioso, vago, aunque
real y viviente. ¡De qué tendrán miedo ahora estos
pobres seres, para agruparse y clamar con tanta an-
siedad, en torno a los dos popes, en la iglesia del Sal-
vador, de Moscú? Ellos mismos no lo saben. ¿Temen
ia Dios? ¿Temen al zar todopoderoso? ¿Temen a los
bolcheviques? ¿A la hambruna? ¿A la guerra? ¿Te-
men a la luz inmarcesible de la revolución mundial?
¿De qué nuevos fantasmas espeluznantes les habrán
llenado la cabeza los pcpes para catequizarlos? Es
difícil saberlo. Toda la vida, todo el dolor y todos
los dramas y conflictos de su ser profundo se agitan
ahora en sus miradas y en sus voces. Y no hay cosa
más insondable que el canto y la mirada de los
hombres.
XIII
La madre - Matrimonio y uniEn libre.-
Los hijos - Fin de Ia familia burguesa.
Aborto legal - D i ~ c r c i o- La femilia
4

soviética - La familia socialista


En'la Casa del Campesino, una de las compa-
ñeras del servicio, Ana Virof, tendrá unos treinta
años. Es madre de tres criaturas y, además, ha tra-
bajado hace poco en la maternidad de una fábrica
de Moscú. Conoce, en consecuencia, a fondo cuanto
se relaciona con la situación de la madre y de la es-
posa en Rusia. Sus informes, como vamos a ver, son
preciosos a este respecto.
. -¿ES usted casada -le pregunto.
-Si.
-¿Qué diferencia existe entre u;na pareja casa-
da y una pareja unida por el amor libre? ¿Qué ven-
tajas tiene usted sobre las mujeres o madres no ca-
sadas? ,
-Ventajas, ninguna. La pareja casada y la
unión libre están en el mismo pie de igualdad en
Rusia. Ante la ley, ante el Estado, ante la sociedad,
ambas uniones son completamente iguales. Econó-
micamente, también. En fin, desde todo punto de
vista.
-¿Y en cuanto a los hijos?
-También. Los hijos de matrimonio gozan de
los mismos derechos y de la misma dignidad moral
que los hijos de la unión libre. No los distingue nin-
guna diferencia, ni respccto de los padres, ni del Es-
tado, ni de la sociedad.
-¿Entonces? ¿,A qué el matrimonio? ¿Por qué
no existo solamente la unión libre?
,Sólo hay una- pequeña diferencia: para la in-
vestigación de la paternidad. Aunque actualmente
l a moralidad social, dmfro del Soviet, ha llegado a
un alto grado de pureza, quedan aún en Rusia mu-
chas taras dn la $oca zarista y de las guerras civi-
les. L ~ relarion-s
s coy ci-rt.3 f-e-
s r i u ~ ~ n l nrn-iti~neri,
s
cuencia, rnixtificncion.?~derivadas de lig-rezas t b i -
cas y representativas de la psicología burguesa. Es-
to acontece, señaladamente, en IaS poblaciones urba-
nas. En el campo, no. El campesino es funci'arnental-
mente monógamo.
-¿Quiere usted decir que en la sociedad sovié-
tica la unión libre favorece la poligamia, el liberti-
naje sexual?
-Si. En cierta medida y momentáneamente. La
poligamia es fenómeno genuino de toda sociedad es-
tructurada en clases. "La poligamia -dice Engels-
es un producto de la sociedad burguesa, y ella se rea-
liza hoy en forma de prostitución". A este propósi-
to, el compañero Riazanov, director del Instituto
Marx y Engels, ha escrito páginas convincentes. La
familia soviética trata, por el contrario, de eliminar
las postreras y recalcitrantes formas poligámicas del
amor prerrevolucionario, para basarse únicamente
en una monogamia rigurosa y austera, al propio
tiempo que espontánea y temperamental del hombre
nuevo. Las leyes e instituciones del Soviet, a esta
respecto, son claras y categóricas. Marx ha dicho
que no hay familia posible ni amor posible sino a ba-
se de la unión monogámica. Más todavía. El grado
de pequeñez de un individuo- hombre o mujer- se
mide por su mayor o menor inclinación poligámica.
Un polígamo no puede ser nunca un gran hombre.
-Esto no es lo que se cree en el extranjero -le
digo a Ana Virof-. Hasta los más iniciados en cues-
tiones sociológicas modernas suponen que comunis-
mo ruso quiere d e d r destrucción de la familia, poli-
gamia, libertinaje . . .
-¿Qué original! Estas suposiciones proceden,
seguramente, de vulgares derivaciones del difunto
sainsimonismo de los inconstantes. Usted no tiene
sino que observar en torno suyo. Una austeridad os-
tensible domina en la vida diaria de hombres y mu-
jeres. Estoy casi segura -porque yo he vivido e n
Alemania y en Francia- que en ningún país capita-
lista la familia y las relaciones sexuales son de ma-
yor moralidad que en Rusia. No tiene usted más
que ver las maneras, las costumbres, los gestos, las
miradas y la vida entera de cuantos le rodean.
En efecto. En la medida en que un viajero pue-
d e sondear y est1sdiar este aspecto de la vida rusa de
hoy, no es dificil cerciorarse de la profunda diferea-
cia que hay en este punto entre la sociedad soviéti-
c a y las sociedades burguesas. No se advierte en nin-
gún momento en Rusia esa atmósfera de concupis-
cencia, de obsesión sexual y de vicio que flota como
una onda de fuego sobre todo los sectores y todas las
formas sociales del capitalismo. Dentro de la socie-
¡dad burguesa vigila constantemente, con una obsti-
nación enfermiza y propia de sociedades decadentes,
l a pesadilla del deseo; disfrazado éste en galantería,
en modos de vestir, en gustos artísticos o literarios,
etc., o chicamente franco y sin caretas. En el teatro,
en la calle, en el baile, en el trabajo, en la iglesia,
la pesadilla sexual b-illa pn ojos de hombres y mu-
jeres, de jóvenes y viejos de ricos y pobres.
El cambio es brusco al llogar a Rusia. El aire se
purifica. Un conjunto de factores de la nueva vida
cotidiana limitan racionalmente la función social
areadora del deseo. No es, como creen algunos, e l cli-
ma geográfico lo que determina y caracteriza l a vida
sexual de un pueblo, sino el clima social. La prueba
está en que, durante el zarismo, la corrupción era
en las ciudades rusas tan g r a ~ d ccomo en las demás
ciudades europeas. La Perspectiva Nevskv. de Pe-
tropado, escondía tantos "encantos" como Montmar-
t r e , Piccadilly o Friedrichstrasse. Vino la revoli~ción
y, no sin atravesar previamente por crisis agudas y
graves en este terreno, una nueva moralidad social
nació.
-La debacle social producida por las guerras
de la reacción -me dice Ana Virof- se reflejó au-
tornáticamente en la familia y en las bases sexuales
.del amor. El Soviet. abrum~doen esos anos por psas
guerras. no podía atajar debidamonte tales estraqos
en 17 vida familiar y sexrinl. Y hssta hoy quedan,
repito, rastros tenaces y clandestinos de esa criqis,
los mismo.: gue . ; i i ~ l ~?vid-nciarse
n a menudo en las
unic.?-s l i b r s . El matri-03io mite te, Pn r s t ~i . 1 ~ -
to, evitar, por ejemplo, los problemas de investiga-
ción de la paternidad, emanados, como ya he dicho,
de las tendencias poligámicas o de ligerezas tempe-
ramentales del burgués.
-¿Quiere usted decir que la prosmiscuidad exis-
te aún en Rusia?
-Sí, aunque en muy reducida esfera. Mas fre-
cuente es el caso del hombre que vive sucesivamen-
te con varias mujeres, que el caso del que vive si-
multáneamente con dos mujeres.
-¿Por qué, entonces, no prohibe o condena el
Soviet la unión libre, estableciendo, como Única ba-
se de la familia, el matrimonio?
-En principio, el matrimonio es antisocialista,
antirrevolucionario. El matrimonio, como la poliga-
mia- aunque esto parezca una contradicción-, es
una forma genuina de la sociedad organizada en cla-
ses. El matrimonio es una de las instituciones más
reaccionarias y más salvajes de la historia. El Soviet
lo conserva solamente por el momento, con el fin de
controlar en parte ciertas confusiones familiares, co-
mo aquella de la paternidad, contaxturalss a la mo-
ribunda psicología burguesa. Entretanto, 1s unión li-
bre está haciendo ya camino hacia su consolidación
d2finitiva y orgánica, como base única de la futura
familia socialista. DI este modo, mientras el matri-
monio pierde día a día su prestancia en Rusia. la
unión libre gana rápidamente terreno, sobre todo
en las nuevas g?neracior,es. El puente entre ambas
instituciones lo constituye el divorcio, que descan-
sa, entre nosotros, sobre principios y leyes entera-
mente nuevos en la historia.
-¿Usted ha sido divorciada alguna vez?
-Sí. Hace de ello dos años y medio. Precisa-
mente por eso estoy enterada d2 estos men~steres.
Dos son las principaies diferencias entre el divorcio
en las sociedades capitalistas y el divorcio en el So-
viet. Fuera de Rusia, la demanda de divorcio da ori-
gen a un proceso judicial, en el que el marido y la
mujlr deben, al fin y al cabo y de grado o por fuer-
za, convenir en el pronunciamiento del divorcio. ES-
te no es posible sin un debate judicial y sin la venia.
espontánea o forzada por la ley, de los cónyuges. En
Rusia no es necesario ningún proceso ni ningún
acuerdo paritario. Basta que solicite el divorcio uno
de los cónyuges -junü solo de ellos!- para que sea
decretado al instante. Cuando yo me divorcié, todo
lo que hice para obtener la separación de mi mari-
do se redujo a lo siguiente: me presenté sola ante
una venta.nilla del registro de estado civil, presenté
mi cédula matrimonial y dije al funcionario que yo
- me quería divorciar. El funcionario me hizo firmar
en el acto la declaración correspondiente en un libro
y se me extendió una papeleta, en la que ~ o n s t a b a
mi divorcio. Agradecí y salí. Eso fue todo . . .
-¿Y su marido?
-Fue notificado del divorcio por un aviso es-
crito del registro.
-¿Y qué dijo?
-Nada. Dolerse sentimentalmente.
-¿Por qué se divorció usted?
-Toca usted justamente la segunda diferencia
con el divorcio burgués. Advierto a usted que, al
pedir el divorcio, ningún cónyuge está obligado a
.explicar la causa por la cual se divorcia. El solo he-
cho de solicitarlo basta para otorgarlo ipso facto.
¿Por qué no exige la ley soviética ninguna exposi-
Sción de motivos para el divorcio? La ley reconoce
así, tácitamente, que el fundamento central del ma-
trimonio es y debe ser la libre voluntad de cada
cónyuge, voluntad que encarna, dentro de la mecá-
nica sentimental del matrimonio soviético, el amor
de los casados. Consecuentemente, el marido o la
mujer que solicita el divorcio está probando con su
demanda que ya no quiere seguir unido a su cón-
yuge, es decir, que ya no le ama. Esto le basta al Es-
tado, ya que éste no tiene ningún interés en defen-
der y proteqer un matrimonio cuyo fundamento
esencial -el libre consentimiento de ambos cónyu-
ges- se ha derrumbsdo. En l o s países capitalistas,
jsucede lo propio? Leios de eso. Allá figuran en el
Código, como causas de divorcio, toda susrte de ar-
gumentos y pretextos: malos tratos, delitos, enfer-
medades, etc., pero no figura lo que, racionalmente,
debería figurar en primer término: la libre voluntad
del cónyuge, que a veces puede responder, dentro de
la psicología matrimonial burguesa, al hecho de ha-
ber cesado el hombre o la mujer de amar a su com-
pañero. Así se explica c6mo la casi totalidad de los
matrimonios burgueses continúan funcionando a la
fuerza. Así se explica cómo la familia se convierte
en un infierno, salpicado de tragedias, de vicios, de
falsedadés, de suicidios y todos los infortunios . . .
-En suma, jcuáles son las causas de divorcio en
el Soviet?
-Todas están contenidas en una sola: la libre
voluntad de los cónyuges o de uno. solo de ellos. Es-
ta es la segunda distinción entre el divorcio burgués
y el soviético. Me parece que ells constituye un pa-
so extraordinario y una liberación incalculable del
matrimonio.
-¿Y usted? . . .
-Yo me divorcié precisamente porque ya no
quería a mi marido. Simplemente por eso . . .
-Pero semejante divorcio ofrece, en mi opi-
nión, graves peligros . . .
-El Soviet no lo irnora -me dice Ana Virof-.
Al comienzo, los abusos fueron muchos. Poco a po-
co, y debido al control de la ley, al influjo del nue-
vo género de vida soviética y al control moral del
partido comunista, los abusos son menos. El número
de divorcios se reduce día a día. Una reciente esta-
dística demuestra una disirinur;ciq oroqresiva r l e a50
en año. Actualmente, sogún diagramas publicados
hace poco por La Isveztia, hay más divorcios en
Francia que en Rusia. Esto prueba, como usted ve, el
creciente afianzamiento moral de la familia soviéti-
ca. Esto prueba, asimismo, que las nuevas discipli-
nas sentimentales rusas van consolidándose a paso
firme, y que ellas devienen más o más espontáneas
o temperamentale8.
-;.Y en cuanto al régimen familiar?
-Contrariamente a lo que se p r o ~ a I aen el ex-
tranjero, la familia existe e n Rusia. Usted debe ha-
berlo ya comprobado.
- 178 -
-No muy bien, compañera. Esto de la familia
dentro del Soviet, como muchos otros aspectos socia-
les rusos, se me presenta un tanto vago y confuso.
-Pues bien -afirma Ana Virof-. La familia
del tipo burgués clásico domina en una mínima par-
te la población rusa. Este tipo de familia tiende a
desaparecer, por ser contrario a la nueva estructura
social. Junto a él está nzciendo el tipo de la familia
soc$lista, cuyas bases y primeros esbozos apenas se
anuncian vagamente. La familia socialista es una
institución que vendrá, pero que anda muy lejos aún
del régimen ruso actual. Sus gérmenes -indecisos
y fugitivos- que más se presienten que se ven,
duermen o, más exactamente, están incubándose en
la familia soviética, forrna ésta intermediaria y de
transición entre la vieja y derogada familia burgue-
sa y la futura familia socialista. Este tipo de fami-
lia soviética se ,caracteriza por tres tendencias. La
primera consiste en la disolución y debacle de los
valores tradicionales de la familia burguesa. Esto
quiere decir que en la familia soviética obran cada
vez menos las normas de conducta de1 padre, de la
madre y del hijo burgués. Las relaciones sentimen-
tales y jurídicas de la familia capitalista se relajan
y desaparecen rápidamente. Es la bancarrota y la
muerte inminente del hogar antiguo. Signos de es-
ta quiebra son la igualdad absoluta - e n todos los
terrenos- del marido y la mujer, el fin de la patria
potestad y la intervención del Estado en los más in-
timos y minuciosos repliegues de la vida familiar.
Esta ha cesado de ser un pequeño Estado dentro del
Estado, para convertirse en una célula abierta y en-
trañada, por todos sus respectos, al gran organismo
colectivo. La familia ha sido vaciada. Sus entrañas
se han volteado, asumiendo una nueva posición res-
pecto del resto de la socjedad. Muchas de ellas han
ardido. sin dejar ni cenizas, en el crisol de la revolu-
ción. Otras quedan aún. ¿Qué devendrán después? ....
"La segunda característica de la familia soviéti-
ca consiste en haber trasladado el eje de ésta de la
casa a la fábrica. Las relaciones han saltado los mu-
ros, alcanzando a los individuos de toda una clase
social: la proletaria. El hogar, en Rusia, ya no lo in-
tegran los padres y los hijos, sino todos los trabaja-
dores. Es un solo hogar, formado de millones de pa-
dres y millones de hijos. Es el hogar do los hoga-
res.. Su mecánica sentimental se ha multiplicado, li-
berado y amplificado. Pero la nueva familia rusa
no solamente ha dilatado y purificado sus valores
sentimentales. Ellas les ha dado a éstos una base
nueva en la historia: el trabajo. iEl amor inspirado
y fundado en el trabajo' iEl parentesco del trabajo!
De aquí que la fábrica se ha convertido en la fuente
matriz de todas las relaciones, sentim~ntales,intere-
ses e ideas de cada individuo. De ella parte toda ins-
piración vital, toda fe y toda esperanza humana, y
a ella convergen todos los esfuerzos, sentimientos y
pasiones. En ella está el principio y el fin de la exis-
tencia. En ella está la vida. Hombres y mujeres no
piensan sino en la fábrica. El resto de la existencia
ha sido relegado a segundo plano. El instinto del
trabajo ha dominado a los instintos de marido, de pa-
dre, de esposa y de hijo. Gladkov ha dicho: "La
nostalgia de las máquinas es más fuerte que la no-
ticia del amor". Sólo queda de la familia antigua el
instinto de hermano, pero de hermanos en la pro-
ducción. Es ésta la gran fraternidad del trabajo".
"La tercera característica de la familia soviéti-
c a reside en los gérmenes socialistas que en ella se
están incubando lenta y trabajosamente. ¿Cuáles son
esos gérmenes? Es difícil precisarlo, pues ellos son
aún tan difusos que no se está seguro de cómo se-
rán sus formas posteriores y definitivas. Sin embar-
go, dos señales se pueden ya constatar al respeto: la
desindividualización de los instintos y sentimientos
de familia y la afirmación racional y progresiva de
los mismos. El sentimiecto paternal o filial es me-
nos egoísta y exclusivo. Se ha socializado. Un pa-
.dre es más padre de todos los hijos que dcl suyo pro-
pio Únicamente. Un hijo es más hijo de todos los
padres que del suyo propio Únicamente. De otra par-
te, el sentimiento paternal y filial se han modifica-
do no sólo en extensión sino también en su e=n,&aia;
El padre ha bajado al nivel del hijo, hacien50 de él
más un hermano que un hijo. Este, a su vez, ha su-
bido al nivel del padre, haciendo de él más un her-
mano que un padre. El árbol genealógico ya no es
una pirámide jerárquicq Es más bien un gran
círculo absolutamente horizontal, integrado por to-
dos los miembros de la sociedad. Tratándose del sen-
timiento conyugal, la abolición de la propiedad pri-
vada ha nivelado de golpe al marido y la mujer, li-
berándolos a uno de otro y convirtiendo el antiguo
vinculo de posesión y consumo recíprocos, en libre
y fraternal compañerismo. Por último dentro de la
familia soviética, no sólo no se han destruído los ins-
tintos y sentimientos de familia, sino que están afir-
mándose y purificándose en lo que ellos tienen de
fundamental y consustancial con la naturaleza hu-
mana. Este proceso de afirmación se lleva a cabo en-
cauzando esos instintos por derroteros más raciona-
les y colectivos que antes. No es que en Rusia el pa-.
dre no ame a su hijo -como se supone tendencio-
samente en el extranjero-, sino que sigue amándo-
le, pero con un amor más racional, más justo, más
generoso, más libre, más humano y más universal.
No es tampoco que la mujer ya no q u i ~ r aa su ma-
rido. Este cariño existe. Sólo ha carnbiado de for-
ma, y más aún, de esencia. Los miemb-os de la fa-
milia se aman al aire libre, engranando sus senti-
mientos familiares de un modo nuevo -menos indi-
vidual y más sodal- con el complejo colectivo en
que viven y del cual dep~nden.Padres e hijos com-
prenden que ellos aertcreren más a la coloctivid~d
que a la familia. De ahí la conexión o punnte entre
esto último signo socialista naciente y el paso de la
familia soviética For el eje fraternal de la fábrica,
fundiéndose con ésta, centro indiscutible del nuevo
orden colectivo ruso.
Ana Virof conoce, según se ve, ampliamente
cuanto se reiaciona con la familia rusa. No es raro
encontrar en Moscú obreros y obraras de abii~dan-
t e cultura sociológica, en razón de la gran propagan-
- 176 -
d a y difusión que en este terreno realizan los cen-
tros académicos revolucionarios rusos. Estas últimas
preguntas le hago a Ana Virof.
-Usted es madre y podrí5 informarme algo so-
bre la maternidad en Rusia.
-Dos cosas hay, según creo, de absolutamente
nuevo en este punto entre nosotros: el aborto y el
régimen del embarazo normal. Hay dos clases de
aborto en Rusia: el aborto clandestino y el aborto
legal. El primero es el que practican las madres ar-
bitrariamente, movidas por motivos e intereses ca-
prichosos y egoístas, por evitarse dolores y cuidados,
por no deformarse (!) el talle o por cualquier otra
causa inconfesable y oculta. En este caso, el aborto
es un crimen como en todos los demás países y la ley
lo persigue y castiga severamente.' El aborto legal
e s el que se hace por el ministerio de la ley y a cau-
sa de enfermedad orgánica y grave de uno de los
padres o por accidente sobrevenido durante el em-
barazo a la madre. Este aborto lo ordena el médico
y es obligatorio para los padres. De no llevarlo a
cabo, la infracción acarrea delito y sanciones igual-
mente severas. Este aborto legal y obligatorio es to-
talmente nuevo en el mundo. Después de Rusia, es
Alemania la que va a establecerlo.
-¿Y en lo que toca al régimen del embarazo
normal?
-Quiero referirme con esto al control riguroso
del Estado respecto de la madre. Durante las seis
semanas de reposo que preceden al nacimiento Y en
las seis semanas que le siguen, la madre es vigila-
da minuciosa y diariamente por el Estado. Un per-
.sonal especial visita sin aviso previo a la madre en
su domicilio o la vigila afuera. El médico va a ver-
l a cuantas veces él lo cree necesario. Un régimen
especial para cada caso es impuesto a cada madre,
y el incumplimiento de este régimen es castigado
por la ley. Además, como la madre recibe, durante
esos dos lapsos, su salario completo, el Estado, la vi-
gila a fin de -2 ese dinero sea invertido en el es-
tricto cumplimiento del régimen impuesto, el cual
!stá destinado a proteger y estimular la salud y l a
vida de la madre y del niño ...
-Pero un tal coritrol supone un personal de Es-
tado innumerable y gastos imposibles . . .
-En efecto. En este servicio hay un personal
inmenso y los gastos del Estado son, asimismo, incal-
culables. Pero ni una ni otra cosa son imposibles.
Desengáñese usted. La riqueza social es infinita,
inagotable. De ella se puede sacar dinero para todo.
Prueba de ello es que el Soviet sostiene y paga per-
sonales innumerables para los diferentes y múltiples
servicios públicos. La diferencia es la siguiente: en
los países capitalistas, toda la riqueza social va a
manos de unos cuantos patronos, y el Estsdo es casi
s i e m ~ r eun mendiyo que no t i m e con qué pagar ni
siquiera a los maestros de escuela, mientras que en
Rusia toda la riqueza social está en manos del Esta-
do, el cual dispone así d~ ingentes recursos para ser-
vir a lo? interesas saqraclos v ~ f l t s l da
~ s Iri col-ctivi-
dad, como es el de la maternidad, por ejemplo. Así
es como, minntras las madres y los niBos ~roletarios
están abandanados en los países bu-rg;ueses a su pro-
pia suerte, en IEusia zerecen, por e1 contmrio, todos
los cuidados Y la protrcrlón del F s t d o . ;.-a estado
usted ya en las maternidades de las fábricas?
-Sí. Pero en este campo, como en otros muchos,
el observador no puede enfocar sino un momento
-el presente- de un fwómeno social. Ver una co-
sa no basta para abarcarla en toda su función social.
Lo quo a mí me interesa r o es tl.i+o 11-3 rlalidad,
sino el proceso de esta realidad. Y el proceso no es
accesible más que asisti~ndoal devenir de las cosas,
a 1s vida de las cosas. El presente, desd? este punto
de vista, es una cosa muerta. Por eso los informes
de usted -que vive y ha vivido lo que ahora me
expone- vienen a completar mis datos y observa-
ciones del momento en este punto. En efccto, no he
visto nunca en Rusia espectáculos lastimosos de ma-
dres y criaturas víviendo una vida de abandono y
atentatoria a la salud de las futuras generaciones.
Estos espectáculos, tan frecuentes entre los obreros
y campesinos de otros países, son aquí reemplazados
por una infancia robusta, alegre y llena de salud es-
piritual. Esta es la impresián que se tiene en la ca-
lle, en las maternidades, en las escuelas, en los asi-
los y en los parques infantiles.

EL CINEMA. - RUSIA INAUGURA UNA NUE-


VA ERA'EN LA PANTALLA

VLADIMIRO Malakovsky me ha llevado a la


générde de La línea general, de Eisenstein (1). Des-
pués de una explicación contradictoria, es decir, de-
batida, de Sneiderov, operador de la película, la ini-
ciación de ésta sobre la pantalla es recibida por el
público - d e críticos, artistas y escritores- con una
interminable ovación. ;OvaciC\n clasista al carácter
propagandista de la película? ¿Ovación admirativa
a Einsenstein? En muy pequeña medida, ovación al
gran artista, y casi por entero ovación a la propa-
ganda (2). Es entendido que el plano dominante en
Rusia lo constituye hoy el políticoeconómico revolu-
cionario. No significa eSto -como lo imaginan los
celosos profesores y estetas burguesas- que el So-
viet crea. superioi.es la economia :J la política e infe-
rior el arte. La ordenación marxista de los fenóme-
nos sociales eii i.nfraestructuras y superestructuras
(1) TraCán(1ose (le! . riiieiiia, tomo, (!esde Irityn, c'trmo >ti
iiiás puro esponeiite Ia obra de Eisei?stain. Esta basta para
dar riiia irlea f~iti(Fanieiita1(le la pantalla rusa.
Sir1 eiiibargo, existrii junto a Ei5enstein (109 o tres ('o-
rrienles iiiás (liversas de 1~ suya y file iniirha envergadura.
Me refiero :I la (le Tzign Yerto\., a la de Pudovkm, ra fa
tle Protazanov.
Eii riiaiito al ciiieiiia Iiahlaclo, iio <e Ic atri!~riyeiiingli-
ducen toman el 95 por 100. La lucha entre unos y
otros es la lucha de clases en todas las zonas diarias
de la convivencia: en el hogar, en la calle, en el tem-
plo, en el campo, en el taller, en el navío, en el cuar-
tel, en la oficina, en el banco. Es la eqlotació;? det
hombre por el hombre. Las formas más violentas de
~ s t drama
e social del trabajo son la hambruna de los
trabajadores, el lujo de los parásitos, la protesta d e
las masas, la mlsaere dr éstas por sus expl~tadores,
la insurrección y 1i toina del podcr por los produc-
tores y la reacción consiguien€e de aquéllos.
En fin, la socialización integral y justa del tra-
bajo - e n la producción de la riqueza y en su distri-
bución- constituye el segundo aspecto cinemático
en Eisenstein. Esta es la edificación socialista por e l
proletariado, la colectivización infinita de la vida por
los trabajadores. El socialismo. Aquí llega Eisens-
tein a la glorificación del trabajo, no ya del trabajo
como mito asentado en el origen de la sociedad hu-
mana -punto de partida del desarrollo total del arte
eisensteiniano-, sino como mito asentado en el fu-
turo. Es ésta la fiesta de esperanza, de fe, de esfuer-
zo, de buena voluntad, de justicia práctica y de amor
universal.
Como se ve, los dos momentos cinemáticos en
Elsenstein no son más que formas y modos de deter-
minarse dialécticamente del leit-motiv que es el tra-
bajo, base de toda obra de arte, como lo es del apa-
rato social de la historia. Este leit-motiv abraza y
llena tácitamente -por omnipresencia- el desarro-
Ilo entero de la obra de Eisenstein.
¡Las imágenes del trabajo! El artista ha estado
casi siempre certero en la selección, composición y
decoupage de las imágenes. Aquí, más aún que e,n
la contexturación del leit-motiv, la creación cin,oma-
tica es más nueva e inédita en la historia de la pan-
taIla. Por primera vez en el cinema se sorprende, se
comDone Y se decou~econ un asombroso efecto cine-
dialéctico- -para émplear un epíteto del propis
Eisensteia-, las fuerzas e instrumentos elementalos
de la producción económica, el aparato del Estado,
los imponderables de la técnica industrial, las for-
- 184 -
mas de la riqueza social, los avatares de la materia
primera, el materialismo dialéctico de la historia, el
movimiento y el reposo de la vida. Hay en El ato-
r a q d o Potemkin y en L a línea general prodigios en
este punto. Por ejemplo: un friso de-tractores, vis-
tos desde un a v i h , enroscándose como una serpien-
t e sobre el predio del kolskos; una sierra de carpin-
tería cortando como un arco de violín un tronco de
pino nórdico o pasando por la entraña de una viga
con el vaivén isócrono de una lanzadera; la telara-
ña de acero en una sección de kombinat, en la que
los grupos de obreros están situados y distribuídos
como los ganglios de un gran simpático de pesadilla:
un desfile de turbinas de ocho en fondo, enfocado de
-frente y con altura, en las gigantescas instalaciones
eléctricas de Nieper; un juego de bielas simultáneas, .
tomado a quemaropa en la baja maquinaria de un
navío; la mano que ordeña y la máquina de ordeñar,
saliendo; ésta de aquélla con el salto marxista de la
historia; el toro en celo, en el momento de arrancar
como una flecha sobre la hembra distante, que le es-
pera: un escuadrón apuntando sobre la masa; los bi-
lletes de banco cayendo sucesivamente de las manos
de los pobres en la mesa del kulak; el proceso de
transformación de la leche en queso, mantequilla y
demás productos derivados; la marea de un trigal,
levantada por la brisa (placa negativa), y dorada
-todo el cromo del oro- por el sol y las nubes (pla-
c a positiva).
Las fuerzas humanas del trabajo hallan aquí ex-
presiones e imágenes insólitas. Es ésta una ganga
psicológica desconocida para el subjetivismo capita-
lista del cinema. Estamos aquí ante una psicología
nueva. La psiquis que nos revela Eisenstein no es
una psiquis individualista e introspectiva, sino socia-
lista, cordial y objetiva. Ella está en función de los
trances co1~-ctivosdp la vida. Verbimacia: la nlásti-
ea de un grito de rebeldía en boca de un marino; la
mueca de dolor de un obrero herido por la ametra-
lladora del capitalismo: diez mil pares de manos mi-
litantes del proletariado aplaudiendo a un agitador;
d hormigueo de la masa retrocediendo horrorizada
luz pública, al aire libre. Dependen de la gestión di-
recta y efectiva de todos. Se han democratizado. Son
los problemas de todos y que son resueltos por todos,
puesto que sus soluciones y transformaciones redun-
dan en daño o en provecho de todos. La gestión so-
viética de la cosa pública -por su ancha base elec-
tiva, su derecho de revocación y la unión en las ma-
nos de las masas de los poderes legislativo y ejecu-
tivo- contiene la entraña democrática más directa
y genuina que forma alguna de gobierno haya dis-
frutado y practicado en la historia. Apenas las repú-
blicas griegas se le asemejan, aunque tan sólo por
respectos formales y externos, mas no por su conte-
nido de masas, realmente democrático y creador. De
aquí a u r la economía y la politica tengan e11 Rusia
una prestancia visible y fulminante ante el pueblo.
* * c';
Como en El .acorazado Potemkin, Eisenstein rea-
liza en La linea general una revolución de los me-
dios, de la técnica y de los fines del cinema. La que
trae Eisenstein es una estética del trabajo (no una
estética económica, que es una noción disparatada y
absurda). El trabajo se erige así en sustancia prime-
ra, génesis y destino sentimental del arte. Los
elementos temáticos, la escala de imágenes, el decou-
page, la cesura de la composición, todo en la obra
de Eisenstein parte de la emoción del trabajo y con-
curre a ella. Todo en aquélla gira en torno al noví-
simo mito de la producción: la masa, la clase social,
la conciencia proletaria, la lucha de clases, la revo-
lución, la injusticia, el hambre, la naturaleza con
sus materias primas, la historia con su dialéctica ma-
terialista e implacable. ¿.Qué vemos y sentimos en el
fondo de estas formas del proceso social? El traba-
jo. el gran recreador del mundo, el esfuerzo de los
esfuerzos, el acto de los actos. No es la masa lo más
importa.nte, sino el movimiento de la masa, el acto
de la masa, como no es la materia la matriz de la
vida, sino el movimiento de la materia (desde Herá-
clito a Marx). El Eisenstein, que va a llevar en es-
tos días a. la pantalla la teoría del materialismo his-
tórico, se ha ceñido en La linea genexal y en El aco-
- 182 -
-razado Potemkin al leit-motiv del trabajo, movilkan-
,do, para realizarlo, el aparato social entero: el Esta-
do -reaccionario y revolucionario-, el ejército, el
clero, la burocracia, la marina, la burguesía, la no-
bleza, el proletariado, la fábrica, el agro, la ciudad,
el tractoy, el aeroplano, la riqueza, la miseria. Por-
que estos diversos factores sociales no son más que
creación del trabajo. Sin él, la sociedad humana es
imposible. El trabajo es el padre de la vida, el cen-
tro del arte. Las demás formas de la actividad so-
cial no son más que expresiones específicas y diver-
sificadas del acto primero de la producción económi-
ca: el trabajo.
Este leit-motiv central lo trata Eisenstein en va-
rios tramos cinemáticos.
El primer tramo cinemático en Eisenstein es el
mecanismo social del trabajo, su modo de realización
humana: cómo se hace y cómo debería hacerse el tra-
bajo por los miembros de una colectividad. ¿El tra-
bajo es cosa de un solo hombre, o de muchos, o de
todos los hombres? Aspero y, a la vez, llano enun-
ciado éste que Einsenstein plantea y resuelve dia-
lécticamente en su cinema. El trabajo fue individual
en- la era presocial de los hombres, pero él empezó
luego a ser social el día en que nació la colectivi-
dad humana. Es más: es el día en que por primera
vez se unieron dos hombres para trabajar, que nació
el primer germen de la sociedad. El trabajo es el pa-
dre de la sociedad humana. El trabajo es en el hom-
bre un fenómeno esencialmente colectivo, un acto de
multitud. Todos -deben trabajar. Pero ¿cuáles son,
de hecho, las modalidades sociales de la actual pro-
ducción económica? Eisenstein llega ent0nces.d dra-
ma social del trabajo, originado por la maldad de
unos cuantos hombres para quienes el esfuerzo de
la producción debe ser desplegado Únicamente por
ciertas capas sociales, mientras que otras tienen una
especie de derecho a no hacer nada, y para quienes,
de otro lado, la riqueza creada por el trabajo debe
seguir en su distribución un método inverso al de
s u producción: los que la producción toman apenas
un 5 por 100 de ella, miehtras que los que no la pro-
--economía, política, derecho, moral, religión, filaso-
fía, arte-, no supone ninguna jerarquía entre ellos.
Cuando Marx afirma que la base de la sociedad hu-
mana es la economía, no pretende que ésta sea su-
perior a la política, al derecho o al arte. Lo que ha-
ce únicamente es constatar un hecho, una realidad.
Es como cuando se constata que a la base del cuer-
po se hallan los pies; con esto no se pretende afir-
mar que los pies son superiores o inferiores a la ca-
beza, al tronco o a los b..~azos.
¿ES que no goza el plano económicopolítico en
otros países de la misma prestancia social que en
Rusia? Sí. La economía y la política, en todos los
paises, tienen prestancia idéntica que en Rusia y la
han tenido en toda la historia. La diferencia consiste
en que en Rusia las actividades económicas y políti-
cas son dominio de todos y al servicio de todos, mien-
tras que en los países capitalistas o feudales la eco-
nomía y la política son manejadas y dirigidas por
unos cuantos y al servicio de unos cuantos. Aquí es
la masa la que produce la riqueza en que se apoyan

n a importaiieia en Rusia. "La transforniaeión (le1 cinema


-dice a este propósito Eisensteiii- no vendrá del sonido.
L a transfnrmaeióii del cinenia vendrá de l a intelectualiza-
ción cinemática clel n~uudo". De otro lado, el uiisnlo E i s e n s
tein h a expresado que l a palabra sólo puede ser utilizada
para reemplazar a la escritura actual en l a pantalla p p a n
resolver metro~iómicameiitetlificiiltades en el "clecoiipage".
P o r íiltimo, politira p tácticamente, el cinema hablado no
hace sino crear clificulta(les idiori18ticas para la difusión,
pronaeaiida y ~~~~~~~~~~~~~~~ióii socialista entrr las diversas
naciones de l a Unión Sori6tica. E l cinenia hablado crea
nuevas fronteras, senara a los pueblos. Es, desde este pun-
to de vista, aiitisocialista, contrarcrnlucíonario.

2 El arte realniente reroluciouario persigue, ante todo,


el objetivo de l a propaganda -pensaba En\* Piscator al
fundar el Teatro del Proletariaclo de Berlín. Jorge Grosz
decia asimismo hace poco: "El artista cle nuestros dEas no
puede esroqer sino entre 01 arte cle mera tocnipa y el arte
de propaganda por l a lucha cle clases. Si no quiere ser un
fracasado. habrá de optar por lo 6ltimo".
y se desenvuelven todos los fenómenos sociales, pero
sólo unos pocos -los patronos o señores- se ocu-
pan de orimtar esos fenómenos en provecho y bie-
nestar de PSOS POCOS. Así, pues, aparentemente, para
la mayoría y a los ojos de ésta, se diría que la eco-
nomía y la política carecen de prestancia social, des-
de el momento en que ellas no dependen más cpe del
brujuleo y maniobras de una pequeña capilla de ve-
dettes. ¿Quién se ocupa en Francia de estudiar, en-
cauzar y perfeccionar con su concurso individiial 1:s
métodos de transporte? ¿Un transeúnte cualquiera,
hombre o mujer? Eviuentemente, no. Se ocupa de
ello sólo el fabricante de motores, de ruedas o neu-
maticos, o el empresario de tranvías, o el fabricante
de acero, o el concesionario de ferrocarriles. El sim-
ple transeúnte cree que eso no le concierne. (En efzc-
to, no le concierne sino a la hora de pagar su billztz
de tren o el flete de sus bagajes, o a la hora de es-
perar inútilmente un tranvía problemático). ¿Y
quién se ocupa en Inglaterra de mejorar y humani-
zar el régimen penal? ¿Un transeúnte cualquiera?
No. Se ocupa de ello sólo el diputado, el ministro, el
lord, el magistrado o el profesor de Gambridge o de
Oxford. Esto no concierne al simple transeúnte sino
a la hora de entrar en prisión por haber dicho más
verdades al equívoco Príncipe de Gales, o por haber
condenado públicamente la guerra de las patrias bur-
guesas. Y por este camino, todos los transeúntes del
mundo capitalista -que son masa- han llegado a la
conclusión de que la economía y la política no pasan
de ocupaciones de iniciados, remotas, borrosas, de
las que la multitud puede prescindir, sin dificultad.
En suma, los fenómenos políticos y económicos bur-
gueses consienten y exigen la intervención popular
sólo para hacerla sufrir sus consecuencias y para
echar sobre los hombros de las masas el aparato de
la producción, base de esos fenómenos, pero de nin-
gún modo para encauzar y dirigir a éstos. Los pro-
fesores y estetas burgueses defienden, consciente O
inconscientemente, esta misma realidad.
En Rusia, la política y la economía se hacen a la
ante los obuses de los patronos; la curva de un pe-
cho revolucionario cobrando su mayor convexidad
ante el pelotón que va a tirar sobre él; los hincha-
dos y grasosos párpados del patrono que duerme a
pierna suelta; una multitud en un mitin de protesta;
una masca negra y gorda pastando en el sudor de las
adiposas mejillas de un nepmali embrutecido e in-
movilizado por una exuberante digestión; una proce-
sión de iconos con decorado ad hoc; el gesto seco y.
óseo de un capitán de buque al dar la orden de fu-
silar a la hambrienta marinería; la risa luminosa y
eufórica del mujik civilizado y liberado por los bol-
chevique~. . . (1).
Una breve distinción a hacer entre El acoraza-
do Potemkin y La línea general: la primera película
contiene el momento criticista del proceso de la pro-
ducción; la segunda contiene, sobre todo, el momen-
to constructivo de este proceso. La primera es más
psicológica; la segunda es más sociológica. Aquélla
es más dolorosa y episódica; ésta es más indolora y
permanente. Aquella expone las hechos de la histo-
ria como son; ésta los expone como deberían ser.
Ambas, por eso, se completan en la explicación ci-
nemática del proceso social, como anverso y reverso
de una misma medalla.
-iQué lejos andamos aquí de Hollywood y to--
(1) Viia característica, eiitre cirrclias otras reroliicioncr-
rías cle la t6ciiica del cinetila soíi6tic0, resicle en el verismo
l~eroícade los grandes iiioiiientos mi~ltitudiiiarios<le las pe-
lículas. El eineasta Iraba.ja en este punto, no coi1 actitudes
y movimientos artificiales o voluntarios (le actores, sins
coi1 actos y peripecias vitales de masas e individuos que no
son attores, J qire, a l ser filmi!cios, no haciaii ni& Que ririr
la reali(lat1 aiit€iitica y eixtraciiiemiitirn (le la vida cotidia-
na. De wtc nioclo, a los actores profesienales o "dilettantes"
reemplazan ~ ~ r s o i i ya smasas sir1 fon?iacícíxi artfstipa, y qiie
ignoran que en cilas se estli filmando el &Tan drama cae su*
vidas individiialer y csolcc'tir:is. E¡ cinema tieii(1e así a s e r
un siniple instruiiiento de rrportajes o viiieiiin dorirnienta-
rio. "El operador", de Vertof, e.; uiin de las niás típicas pe-
liciilac de este genero, y alginios nioxucnios de "Teiii!)estad
en e1 Asia", de Piidatktii. Por lo deniga, el l)rol>io.Eiseiis-
tein dic-e: "El arte ha cesa:lo tí? serlo 5 se eiicalniiin a la
nieta ( 1 ~(le\eiiir la \ida iiii*i~ia".
- 186 -
d o su dressing room de decadencia y pacotilla! (1).
X V
LAS GRANDES DIFICULTADES. - DE LA RE-
VOLUCION POLTTICA A LA REVOLUCION
ECONOMICA. - LA VOZ DEL MUJIK
He asistido a una conferencia contradictoria
-un debate- sobre capitalismo y socialismo, e n el
múltiple: (1) obreros de fábrica y de carr.po, campe-
sinos pobres, kulaks, ingenieros, funcionarios, nep-
nians, soldados, artistas, miembros del partido comu-
nista, obreros sin partido, mujeres, hombres de cien-
cia, industialos extraniz--0s: todos los rnatic~sdo la
sociedad soviética. El conferenciante es un delegado
del partido comunista yanqui ante la Komintern.
Una versión francesa del debate, obtenida a medida
qu,e ésta se desenvuelve; me permite sorprender los
mas auté.nticos y salientes trances de la discusión.
El conferenciante empieza afirmando la conti-
nuidad histórica del fenómeno económico a través
de la revoiución rusa. "La máquina -dice- tiene,
evidentemente, sus saltos marxistas, es decir, sus re-
voluciones; pero éstas no se realizan forzosamente
al r-iismo tiempo que las revoluciones políticas o sal-
tos del aparato del Estado. A veces o casi siempre
las revoluciones del fenómeno económico -máqui-
na, técnica, etcétera- tienen lugar bajo un ritmo
meramente evolutivo del fenómeno político de un
(1) ?,os iiiaterin!cs tériiiros riiicnigtiroi no son (le1 t o ~ l o
s@~i6ti'c's,PIP :nrlcl~i~ritc11~s. E1 11Úi1cro (le "ctii4ljs~" es
ígriaIiiientt. rrdtiri(1o. Sólo el 68 por 100 de las ~ielirnlass r
laso:?rrr~en t a l l ~ r c srrrsos, y iiieiios abii coi1 material ruso.
Fstr. niaterial PS, cii sn iiiayorín, alemBii. y niiiy poro yan-
. qiif.

(1) Pareciera qrie aqiií f n l f ? ~ ?iiii roiiipleiiiriito cirriiiis-


ta9i<.int. aliisirn 211 3Insro Polit6cnico (r(iie se nieririonn eii
1:is íi!tiriias l i i ~ e a sile este raitít~zlo). Así aianrew IRfrase
en 2r c:!Jriiíri rnqdrilofia, que Ii?inac. res:~afan!r, por ~vic-
tir ya 10s iai.nt>ins origiiiales drl aiitor. (Sota (Ir h Editora
RI>ICIOSIES PERU .
- 187 -
-Pues bien -dice el yanqui-. Seré m& pre-
ciso y diré categóricamente que la revolución polí-
tica no lleva siempre consigo la revolución económi-
ca auto-nática. Suprimo as1 lo de n casi n u n c a y lo
de simultánea ...
-C;tmvs, compañero -replica el profesor-,
caso histórico en que la revolucion política lleve con-
sigo la revolución económica automática.
-La revolución francesa de 1789, que a los vein-
te días de la toma de la Bastilla suprimió, el 4 de
agosto, los privilegios feudales.
-La revolución rusa de 1917 también, el mis-
mo día de la toma del Palacio de Invierno, suprimió
los latifundios, entregando toda la tierra a los que
la trabnian . . .
-Sí, perfectamente. En uno y otro casos, ambas
medidas fueron tratimáticas, revolucionzrias. Son,
en efecto, revoluciones económicas. Pero la primera
es una transformación completa. La abolición del
régimen feudal consagraba de hecho y plenanieiite
el advenimiento del 0rde.n burgués. En cambio, la
repartición de las tierras entre los trabajadores m-
sos no era más que el comienzo y la tentativa de una
nueva economía agraria. En 1789, la burguecia no
hacía sino legitimar una situación de hecho, cual era
su preponderancia económica ya instaurada en Fran-

A las difirnltacles antes dichas hay que aiíadir dos <le


primera irnt>nrtanria: el atrasa de la técnica de prodiicrión
rusa en 1913 y la Grsmesiiracla t a w a de transformar las
bases más liondns de1 n~eranismoernnón?ií.o zarista en otras
radicalmente distintas:-las hases proletarias. "Cnantn rnZs
atrasado Pste 4 ~ r í Lcnin- a el nafs (Rusia) Ilamaclo nor
los zi-4-sa~s dn la historia a inairaiirar Ia rerol:irión sorial,
niás difirultarles hay en Dasar del antiouo reaimen enpita-
lista . ~ sn0iítlisnin".
1 L c ~ i nalude a la ú l t i ~ ailifir:i1t~rl di-'
cienfin: "!,R oraanimririn del rocistrn y i1~Zrrintrol do Iss
mPs erariii~sr:vnrrsis, IR trsnsforvn~iaínr 1 +nilo ~ el 1nP.a-
niq~laodel P s t a i r , y de tndn e1 n i e r a i i i s ~ o~*onii*-iropn irna
gran m$q:~Y1?, rli Ixn or~an?slnogne t r a h a i ~ t?l ,s11~r+e
q-2;. cicntw d? ri!-s r?- h?xl*r:s khcr:n non nrrerls a iIn
p??n, es 1% P~!os~Imisión or~anixadora que pesa en niles-
troq Iionihros".
- 192 -
Cia. En 1917, el Soviet daba apenas el primer paso
práctico hacia el advenimiento del socialismo agrí-
cola. La técnica capitalista, en 1789, era un fenóme-
no casi enteramente consumado en Francia. En 1917,
la técnica socialista apenas se esbozaba únicamente
en la industria pesada rusa. Prueba de ello es que
solamente ahora, a partir de 1928, se ha empezado
en Rusia a colectivizar el campo. El decreto del So-
viet de 27 de octubre de 1917 instauraba un régimen
rural - e l parcelamiento- que ni siquiera llegó a
- estructurar, para reemplazarlo luego por otro, el ac-
tual, el colectivo. En consecuencia, la verdadera re-
volución agraria rusa no ce efectuó en 1917 por re-
sonancia automática de la revolución política, sino
en 1929.
"Pero si mi ejemplo de la revolución francesa
no es claro ni bastante, me referiré a nuestra época.
El día en que el proletariado tome el poder en los
Estados Unidos, la revolución económica seguirá au-
tomáticamente a la revolución política, por no de-
cir simultáneamente. ¿Por qué? ¿Cómo? Porque ya
de hecho, en la práctica, el orden económico prole-
tario es el que domina en gran parte en ese país, no
sólo en la industria pesada ni ligera, sino en la agri-
cultura. No tiene la dictadura proletaria, apenas to-
me el poder, sino que cansagrar por un decreto lo
que ya es una situación de hecho en la economía yan-
que. El orden socialista está ahí maduro para d sal-
to económico de la historia".
"Y es que el caso de la burguesía de 1789 en
Francia y el del proletariado de hoy en los Estados
' Unidos, demuestran que toda revolución -economi-
ca o política- exige una cierta madurez de los Tac-
tores del proceso económico o político que 14 son fa-
vorables. ¿Estos factores estaban maduros, en 1917,
en Rusia? Evidentemente, no. La técnica de produc-
ción estaba, en general, atrasada. Económicamente,
Rusia era un país rezagado. Salvo en algunos aspec-
tos de la industria pesada, como he dicho, donde la
técnica estaba parcialmente socializada y donde el a

proletariado era numeroso y con cierta conciencia de


clase, el resto de la actividad económica llevaba el
la de la transformación del aparato económico ru-
o, la transformación que se está efectuando a diver-
sas distancias, según las ramas industriales, de la re-
volución política de 1917. Compañeros: la colectivi-
zación de la agricultura rusa, la implantación del
nuevo calendario, la electrificación del país, la pro-
ducción de maquinaria e instrumentos de trabajo y
otras obras realmente revolucionarias de la econo-
mía rusa, no habrían podido llevarse a cabo nunca
sin la destrucción del Estado zarista y su reempla-
zo por el Estado soviétjco. ¿Es esto cierto o no e s
cierto, compañeros?
La sala asiente casi unánimemente y el orador
continua:
-¿Qué deducciones pueden sacarse de estos he-
chos? Muchas y muy importantes. Primeramente,
que durante varios afios después de la toma del po-
der en 1917, la economía rusa, en su esencia, ha se-
guido un curso normal y sin mayores diferencias d e
lo que ella era la víspera de la caída del zar. Según
he dicho al comienzo, la toma del poder por el So-
viet no podía llevar consigo la transformación auto-
mática y simultánea de la economía. Pero es más
todavía: digo mal al decir que la vida económica si-
guió su curso normal. Este fue normal en el sentido
de que no se produjo en él ninguna revolución. Pero.
en lo demás no fue normal. Sufrió un retroceso, mo-
tivado por las guerras civiles y por la propia des-
trucción del Estado zarista. Así es como, al cesar
esas guerras y al quedar definitivamente contextu-
rado el aparato soviético de Estado, el fenómeno eco-
nómico había sufrido un gran retraso. En vez de ha-
ber dado un salto hacia adelante, había dado un sal-
to hacia atrás. ¿Esto era todo? No. Un segundo re-
traso sobrevenía luego a causa de las dificultades de
adaptación de la nueva organización política a las
viejas formas sociales del país. Este segundo retra-
so pudo subsanarse poco a poco con la Nep, que per-
mitía un puente entre la revolución y el pasado.
"He aquí, compañeros, la primera razón por la
cual el Soviet no ha avanzado más en su acción eco-
nómica, revolucionaria y constructiva. En el extran-
jero se preguntan: "¿Cómo es posible que en Rusia
la vida económica conserve todavía formas tan vie-
jas y estancadas como las de cualquier país capita-
lista? ¿Como es posible que Rusia sufra aún de de-
ficiencia de productos industriales? ¿Cómo es posi-
ble que haya aún en Rusia concesiones industriales
extranjeras? ¿Qué ha hecho entonces la revolución?
¿Qué diferencia hay entonces entre Estado proleta-
rio y socialista y Estado capitalista?" . . .
"A estas preguntas hay que responder así: Pri-
mero. La revolución política, la transformación de
un Estado no siempre lleva consigo la revolución
económica automática. Segundo. Las guerras civi-
- les de una revolución retrasan el proceso económico.
Tercero. Las dificultades de adaptación de un nue-
vo Estado y las antiguas formas sociales, ejercen so-
bre la vida económica un segundo retraso. Total: el
Soviet ha tropezado y aún tropieza con estos tres fe-
nómenos inevitables y consustanciales de la revolu-
ción, para revolucionar precisamente y luego conso-
lidar, en forma constructiva, los módulos económi-
cos del país" (1).
Un profesor interroga:
-Noto, a través de toda la exposición del con-
ferenciante,. una fisura de grave trascendencia. El
compañero no es preciso. Dice: "La revolución polí-
tica no siempre o casi nunca lleva consigo la revo-
lución económica automática simultánea". Franca-
mente, yo querría que el compañero sea más con-
creto o que nos explique esta frase, un poco ambi-
gua e inconsistente.

(1) R a e u fines clel "cniii:iliisiiio iie guerra", e11 1921, la


producción industrial apenas rendía el 20 por 100 de las ci-
fras de 1913, y ia proclucción agrícola, alre~ledor(le1 50 por
100. Sólo en 1927 la prodiiccióni en general se restaura to-
talmente, lleganilo la in(lustria1 a 103.9 por 100 respecto de
1913. y 1s agrícola, a 106.5 por 100. .A partir (le 1927. la ero-
nomía nacional sovi6tica entra (le Ileiio eri iin período de
reeonstruecióii al infinito. La pro(luccióii en riiblos, en 1927.
alcanza a 21.23 iiiiles de iiiillones de i-~ihlos;e11 1931, llega
s 31.'?3. por 20.04 rii 1913.
país. El mecánico Fulton inventó la navegación a
vapor en pleno remanso político de los Estados Urii-
doc. Taylor introdujo su famoso sistema de trabajo,
en horas tranquilas e imperturbables del Estado ca-
pitalista yanqui. Del mismo modo, la proclamación
de la Comuna de París no vino acompañada de
ninguna trasnformacián radical ni violenta del pro-
ceso de la producción. Así también, la revolución
bolchevique de 1917 no trastornó, no hizo saltar e l
ritmo económico ruso.
-¿ESO quiere decir- pregunta un comunista
r u s e que la revolución rusa no ha sido sino una
revolución política, pero no una revolución econó-
mica? La tesis del compañero que nos habla es pe-
ligrosa, pues se presta a muy contradictorias conse-
cuencias. De esa tesis podrían servirse los profeso-
res burgueses para sostener - c o m o ya lo han sos-
tenido los enemigos rusos y extranjeros del proleta-
riado- que, en efecto, la revolución de 1917 no sig-
nifica más que un simple cambio de gobernantes, y
que ella ha dejado en el estado de antes la estruc-
tura económica de Rusia. Es decir, que aquí hay
siempre pobres y ricos, explotados y, explotadores,
siervos y señores, patronos y obreros, y que al zar
blanco Nicolás 11 ha sucedido el zar rojo, Stalin. Otto
Bauer, el socialista alemán, es de los primeros en
afirmar el carácter exclusivamente político de nues-
tra revolución y en negarle todo carácter económico.
Así, pues, yo quiero que el compañero que nos ha-
bla explique bien su tesis, que la aclare, a fin de evi-
tar confusiones y errores . . .
-No, compañero- dice el yanqui-. Lo que yo
sostengo no se relaciona en nada con lo que dicen
nuestros enemigos los capitalistas. Lo que yo afir-
mo es la independencia de tiempos con que se reali-
zan las revoluciones política y económica. Yo anoto
antre ellas una independencia Únicamente de tiem-
pos. Quiero decir con esto que la revolución econó-
mica no siempre -y más aún- que casi nunca se
efectúa en el mismo momento que la revolución po-
lítica, y viceversa. Creo que los ejemplos que he
mencionado de Fulton, de Taylor, de la Comuna de.
- 188 -
París y de la revolución rusa de 1917 son bastante
aclaratorios. Pero con esto estoy lejos de negar la
dependencia de causa a efecto que hay siempre en-
tre los saltos político y económico. Una revolución
económica trae siempre en sus entrañas los gérme-
mes de una revolución pclítica y al revés. El primer
buque a vapor construído por Fulton determinó en
mucho, seguramente, a través de muchos años, el es-
tablecimiento de la forma republicana de gobierno
-en Alemania o la dictadura fascista en Italia,, o la
instauración monárquica en Egipto. Así tarnbien, la
Comuna de Paris ha determinado en gran parte el
movimiento del capitalismo organizado o superimpe-
rialista, o el fenómeno de la racionalización capita-
lista. La revolución política rusa nos aporta, asirnis-
mo, inmensas y maravillosas revoluciones económi-
-@as,las mismas que se han realizado después del
salto del aparato de Estado; muchas sólo ahora em-
piezan a rsalizarse y otras ni siquiera han empezado.
"Estas dilucidaciones, compañeros, tienen gran
importancia desde muchos puntos de vista, y parti-
cularmente para los ojos del extranjero, que sin
ellas no se explica ni comprende nuestra revolu-
aión" .. .
Un ingeniero le interrumpe:
-De lo que acaba de manifestar el compañero
conferenciante se deduce que, en principio y en la
práctica, la vida económica se desarrolla y tiene si-?S
revoluciones aun bajo los Estados conservadores. ES
decir, que para revolucionar la estructura económi-
ca de un país no es siempre menester derribar el apa-
rato de Estado vigente. De donde resulta que para
llevar a cabo la transformación radical de la econo-
mía rusa no era forzoso derribar el zarismo y reem-
plazarlo por el Soviet ...
El conferenciante responde:
-Tampoco son así las cosas, compañero. Vuel-
vo a decir que las revoluciones económicas engen-
d r a n las revoluciones políticas, y a la inversa. Por
.consiguiente, la toma del poder por los bolcheviques
y la transformación del aparato de Estado zarista en
-el Estado proletariado, contienen el punto de parti-
sello de u n enorme atraso: técnica, maquinarias,
obreros, métodos, etc. Este atraso h a sido otro de los
obstáculos del Soviet para la edificación socialista
de la economía, para el salto o revolución económi-
ca de Rusia" (1).
"Existe aun otro obstáculo: la ignorancia de las
masas, particularmente campesinas" . . .
Un nepman se permite observar:
-Si Ia economía zarista estaba e n 1917, tan re-
zagada, pienso que no era entonces el momento- de
hacer la revolución'bolchevique. Sabía que haber
esperado más bien que maduraran las factores favo-
rables a la revo!ución económica de Rusia".
El yangui dice:
-Eso es lo que alegan los enemigos de la revo-
lución, los evolucionistas fanáticos. Justamente, Le-
ni.n ha demostrado con la revolución rusa que la ma-
d u r a c i b n E!--. es.v.; factows puede realizarse c o mayor
~
rapidez brt.jo el Estado revolucionario que bajo el Es-
tado conservador (1).Lenín ha probado que el pro-
ceso de mzduraciós de un fenómeno social puede ser
acelerado, 8comopuede ser acelerado el crecimiento
di3 Una planta. Un ejcm?lo: el fenómeno agrario.
Ccn.!paremos. Tomemos la agricultura más avanzada
e n 1917: l a alemana, y la rn6s atrasada: la rusa. ;Qué
vermos en l923? Que bajo el Estado revolucionario
ru3o se han preparzdo y están ya listos una serie de
factores y condiciones económicas general..*S, necesa-
rias :r bastantes para socializar el campo, mientras
que, bajo el Zstar3o conservador alemán. esos facto-
res v es3s condiciones siguen preparándose paulatina
y morosrimente y se encuentran aún verdes para una
socislizaciíiri inmediata del campo alemán. Cierta-
mente, esta sccializacióil anda muy lejos de las in-
t e ~ c i o n e sdel Gobierno alemán. Pero así lo quisiese,
jseria ella posible actualmente? Evidentemente, ella
no sería posible. i P o r qué? Porque el Estado no ha
prepavado. repito, las condiciones económicas gene-
rales de semejante salto o revolución agraria. En
cambio, el Soviet sí que ha estado maduro para ini-
ciar e n 1928 la colectización agrícola, y así lo ha he-
cho. Los signos y frutos de esta revolucián rural ya
los conoce y los ha palpado el mundo entero (2).
"Porque esta revolucióa, como todas las revolu-
ciones, no depende de la voluntad exclusiva de los
,Gobiernos, sino principalmente de las condiciones so-
ciales objetivas, favorables o contrarias a la revo-
lución" . . .
Más adelante, el conferenciante dice:
-Si se tienen en cuenta, además, las dificulta-
des derivadas de la intervención de los aliados en Ru-
sia, del bloqueo económico en que ha vivido y vive
todavía el Soviet por parte de las finanzas imperia-
listas, y derivadas, e n fin, de las constantes reaccio-
nes del zarismo caído, se comprenderá sin trabajo el
esfuerzo titánico e increíble que el Estado proletario
ha tei1id.o que desplegar para obtener los resultados
y progresos prácticos que empiezan a asombrar al
mundo entero. No sólo ha logrado el Soviet soste-
nerse en el Poder, sino que ha realizado adelantos
revolucionarios y cmstructivos tan grandes en todos
los terrenos, que le colocan de golpe a la cabeza a e
la civilización universal. Todo esto lo ignoren los
pueblos extranjeros. ¿Por qué? Porque los patronos,
los profesores, los periodistas y demás enemigos de
clase del prdetariado -interesados todos en enju-
riar y desprestigiar al obrerismo ruso- cuentan en
el extra.rijero, sobre Rusia, las mentiras más ineptas
(1) "Si r l socbialisriio e ~ i g e-decía, 1)nr e.jeniplo, Leiiiii,
~,artiei:larizaiida la c.i~er>tiáiia l terna cialtriral-; si el socia-
lisiiio exice (Irkrni~ia~aclo 13i\pl (le ciiltitrn (ai?iique iiadie
p i í r d ~<leeir rilBT hr;i c-oi1ric:anieiiie ese iiivel) , ¿por qiie iin
r eoiiqiiistar revoliirieiiari:ii11riite las
l)oclríai~insc o ~ i i ~ i i z apor
rctiidirioiies iieccsari:is para ese iiirel (le c~alttlrn,a fin <le
ir Iiirgo, ya rai 1~osesi0iidel Focler y del régiraieri sovifitico,
3i:iri;i adelaiite y (kjar a t r á s a los paíwy capitalistas?".

(2) Al iniciarse el año 1931. la agrirnltiirrc iiarioiral se en-


í:iiriitra raiectivizatla en riri 42 por 100, o sean 20 iiaillaries
xle Iiertareas. Para finm de aÍ10, l i ~c~lectivizariót:abarcará
PI .?O por 100.
*en. Por último, hay unos que trabajan Y no es Para
%
7 10 que hacen con su trabajo, mientras que hay
btros que nunca trabajan y que, sin embargo toman
iodo lo que los otros producen con su trabajo . . .
El niujik parece como agobiado por las palabras
del yanqui, y exclama:
-Basta, compañero, Basta.
Ciertamente, en el debate del Museo Politécnico
ha brillado más de una verdad, tanto más p ~ r s u ~ , i v a
implacable cuanto más sencilla ha sido la fo-ma en
q u e ella ha sido dicha. No en vano estoy entre prole-
%arios y campesinos.
XVI
LA EDUCACION. - LA ESCUELA UNICA. -
UNIVERSIDAD SOVIETlCA Y FACULTADES
OBRERAS
iEl niño de octubre! Así, con una forma alusiva
a la revolución bolchevique, se denomina en Rusia
a la infancia venida des-:es de 1517. El nifio d. oc-
tubre encarna el porvenir socialista, el mundo de la
justicia definitiva. Encarna o, con más exactitud,
deberá encarnar. El niño de octubre es, más que la
esperanza y la fe en e1 y r v e n i r sonlalisia del mundo,
el imperativo de realizar y consolidar este porvenir.
Esto último explica el contenido de la educación so-
viética, cuyos dos polos cardinales están constituidos,
de una parte, por la ética revolucionaria, y de otra,
por la preparación práctica y científica para crear la
nueva humanidad. El Soviet quiere hacer del niño
un esforzado, un luchador, un héroe, y, al propio
tiempo, m constructor, un técnico. El ideal pedagó-
gico ruso coritiene, por eso, muchos elementos toma-
dos a los divorsos sistemas educacionales capitalis-
tas, antiguos y modernos. El Soviet ha tomad9 de
.éstos lo que le es necesario para ela3orar el tipo de
educación nuwa y revolucionaria, cuya es~nciav fi-
sonomía humana no se parecen, por lo demás, en na-
.da a ninguna de las pedagogías existentes. Porque
todas éstas -hasta las mejores- son incompletas y
están viciadas, en sus íntimas raíces, por su carácter
clasista. La pedagogía soviética es también clasista,
pero clasista dialéctica. Ella defiende los intereses de
la clase proletaria, pero tan sólo momentáneamente
y como medio de facilitar la implantación del socia-
lismo. Es clasista a medias o demasiado, pero en to-
do caso lo justo para llegar a no serlo. El fondo his-
tórico de esta pedagogía - c o m o el del derecho, d e
la economía, de la moral, del arte soviético- es real
y violentamente socialista, a través de su contenido
proletario. No hay que olvidar que, dialécticamen-
te, se es más socialista cuanto más proletario se es.
En el primer plano está el obrero, y en el fondo de
la perspectiva el mundo socialista. En la educación
capitalista, el primer plano está ocupado por el pa-
trono, y la perspectiva, por el patrono agrandado
hasta la cuarta dimensión.
En un plantel escolar primario de Moscú he vis-
to realizarse, en vivo y en su iniciación infantil, e l
tipo de escuela Única soviética, de esta escuela única
que no solamente está a la base de la educación ele-
mental, sino de todos los grados y ciclos de la ense-
ñanza rusa. El plantel que he visitado es mixto - d e
niños y niñas-, de siete a diez y ocho años. Lo di-
rige una señora, de unos cuarenta y cinco años.
Cuando llego a la escuela, salen de ella dos gnipos
de extrnajeros.
-¿Son turistas? -me permito preguntarle a la
directora.
-No -me dice-. Son todos ellos profesores y
pedagogos. Uno de los dos grupos es de alemanes. El
otro, de norteamericanos. Han venido a Rusia a es-
tudiar nuestros sistemas de educación.
El local está edificado especialmente para escue-
la. Varios pisos. Calefacción. Mucho aire. Asistencia
médica y farmacéutica. El amueblamiento es medio-
cre. Las salas de clase pueden alojar hasta cincuen-
ta alumnos. Los patios de recreo y de deporte, un po-
co estrechos, pero dotados de aparatos modernos pa-
ra diversos juegos y, especialmente, para gimnasia
y baseball. Hay externado, medio y cuarto inter-
nado.
- 201 -
Después el yanqui le pregunta:
-Antes, durante el zarismo, ¿gozabas tu de to-
dos los placeres de que los demás gozaban?
-No. ¡Cómo iba yo a gozar! Los pobres no en-
trábamos a los salones de los ricos, ni a sus come-
dores. Sus fiestas y sus comidas no eran para no- .
sotros. Ellos tenían sus placeres y los pobres no ha-
cíamos más que servirles y sufrir.
-¿Y ahora?
-Ahora es otra cosa, compañero. Ya no hay
salones, ni comidas, ni fiestas para ricos. Ahora to-
dos disfrutamos de pocos placeres, muy pocos. Los
verdaderos placeres se fueron con los ricos y los se-
ñores. I
-Sí, es verdad que nuestros placeres de hoy son
muy pocos. Pero ¿hay algunos placeres que gozan
otros y que tú no gozas?
-No. Me parece que yo voy a donde van todos:
al cinema, al teatro, al club obrero, al restaurante,
al t8; a la pasteieria, a los estadios deportivos. No
hay más sitios de placer a donde ir.
-Y dónde te sientas cuando vas a alguno de
esos sitios?
-En diferentes sitios. A veces, en un rincón, co-
mo ahora. Otras veces, cerca de las luces. Otras ve-
ces. . . Una noche, para ver Krasmmak en la Opera,
me sentaron en el palco del zar.
-¿Y antes?
-Antes no conocía lo que era teatro, ni restau-
rante, ni club obrero, ni nada. De eso tenia noticias
por lo que me contaban los otros campesinos.
-¿En qué trabajabas antes, en la época de Ni-
colás?
-En cultivar trigo.
-¿Para quién era ese trigo?
-Para los Ratof.
-¿Y a ti no te daban algo de ese trigo?
-Nada. Sólo me daban de comer un poco de ce-
bada.
-¿Y ahora? ¿En qué trabajas?
-Ahora también trabajo en el cultivo de trigo.
Pero este trigo nos lo repartimos =tre los que 10
- 198 -
cultivamos. Una buena parte & también para el'
Soviet.
-¿Cuántas horas al día trabajabas antes?
-Trabajaba siempre, sin descanso, día y noche
F
y cada vez que me lo ordenaban.
-¿Y ahora?
-Ahora trabajo ocho horas al día. Yo querría
trabajar más; pero los comisarios me lo impiden,
porque dicen que no es bueno trabajar mucho.
-En suma, compañero, ¿tú te sientes hoy me-
jor y más contento que antes con el zar?
-Mil veces más, compañero. Eso no debes ni
preguntármelo.
-Bueno. Pues esa es la diferencia que hay en-
tre vivir en un país capitalista y vivir en el país del
Soviet.
-iCómo! -exclama el campesino sorprendi-
do-. ¿No hay otra diferencia?
-Hay otras diferencias, muchas otras. Pero to-
das están comprendidas en la que acabamos de ha-
cer. Y todas esas diferencias son siempre en favor
del Soviet y en favor de la vida que llevamos en
Rusia.
-Pero a mí me dicen que en los otros países
capitalistas extranjeros hay otras cosas que no había
en Rusia durante el zar. Me dicen que en esos paí-
ses la vida es mejor que en el Soviet.
-No -responde con energía el yanqui-. No es
cierto. Yo he vivido en los Estados Unidos, en Ale-
mania, en Francia. En todos esos países hay lo que
había en Rusia antes de la revolución. Hay allí ri-
cos y pobres, señores y siervos, patronos y obreros.'
Hav también versonas de levita. con bastón, piedras
y carruajes lujosos, i hay otras -vestidas
de andrajos. Hay unos que se agachan y tiemblan
de miedo ante otros, que son los generales, popes,
propietarios, altos empleados y muchas otras gentes
de cuello duro. Hay también muchos goces y place-
res para unos, y para los demás sólo miseria y dolor.
En esos países hay grandes placeres, pero son úni-
camente para unos cuantos. Hay también allí unos
que van a la Opera y otros que ni siquiera la cono-
y pueriles, aunque no menos malvadas y nocivas. Un
político burgués conocido por sus hipócritas halagos
al proletariado internacional -Albert Thomas, di-
rector de la Oficina Internacional del Trabajo en la
Sociedad de las Naciones- ha dicho: "Hemos Ilega-
do a un momento en que los espíritus equilibrados
ya no leen nada sobre cosas rusas, temerosos o casi
seguros como están de ser siempre engañados".
Un campesino de unos cincuenta años baja de
un asiento situado en una de las galerías más altas
de la sala y se aproxima paso a paso a la mesa don-
de está hablando el conferenciante. Todos se quedan
en silencio y miran respetuosamente al viejo. ¿Qué
va a hacer? Tiene sed. Toma la garrafa de agua que
hay en la mesa presidencial, llena el vaso y bebe
tranquilamente. Después, dirigiéndose a quemarro-
pa, al conferenciante, le pregunta con una ingenui-
dad realmente rural:
-Dime, compañero, ¿que diferencia hay entre
vivir en un país capitalista y vivir en el país del
Soviet?
El conferenciante le responde:
-Hay una gran diferencia, compañero. Tú vives
ahora en el Soviet y antes, hace quince años, viviste
en la Rusia feudal y capitalista. Tú mismo puedes
descubrir esa diferencia. Pero siéntatey hablemos.
El campesino vuelve a su asiento y el yanqui le
dice:
-Antes, en la época del zar, ¿tú eras igual a los
demás hombres?
-No - d i c e el mujik-. Habían los pobres y los
'ricos, los señores y los siervos, los patronos y los
obreros.
-¿Y ahora?
-Ahora no. Ahora no hay ricos, ni señores, ni
patronos. Todos somos trabajadores. Todos somos
.
pobres . .
-¿Pobres dices? ¿Crees que somos pobres?
El mujik vacila.
-Si -dice-. Al menos, yo no veo por ninguna
parte ricos. No veo ya ricos ni señores. Todos so-
mos pobres, puesto que nadie lleva levita, ni cade-
na de oro, ni bastón, ni cuello duro, ni veo mujeres
vestidas de seda, ni carrozas, ni salones elegantes.
Todo el mundo se viste hoy de camisa de obrero, po-
lainas, gorra y traje kaki. Yo llamo a eso ser todos
pobres.
Es verdad, compañero. Todos nos vestimos así.
Pero no creas que el que viste así es pobre. El que
-viste así no es pobre. Pobre es el que no tiene de qué
vestirse. Pobres había antes con el zar. Esos sí que
no tenían de qué vestirse. Tu debes acordarte.
-Sí. Así es. Tú tienes razón, compafiero. Hoy no
quedan en Rusia ni ricos ni pobres. Tomos somos . . .
El campesino ñ o halla ia palabra para designar
el pie económico de los actuales habitantes de Ru-
sia. El yanqui le ayuda diciendo:
-Todos no somos ni ricos ni pobres. Porque no
llevamos levita, pero tampoco vamos con harapos.
Vamos decentes y limpios. Tenemos lo justo para
vivir. Sonos un pueblo nuevo y nunca visto en la
historia. Pero sigamos. Antes, cuando el zar, ¿tú aga-
chabas la frente ante alguien?
-Desde luego. Ante el señor, dueño de la tie-
rra en que yo vivía, que era el duque de Ratof, y que
nadie sabe ahora qué ha sido de él. Y también sus
administradores y sus altos empleados. Y l u ~ g o an-
.
t e los coroneles y los guardias. Y también ante los
zares y toda su familia. Y ante los otros señores y
propietarios y ante todo hombre de bastón y cuello
q u e encontrábamos en las calles. Y ante los popes . . .
-¿Y ahora?
-Ahora no. Ahora yo no bajo la frente sino
ante los comisarios de la symtchka (explotación agra-
ria en común).
-34uy hlen, compañero. Pero tampoco debes
inclinarte ante esos comisarios. Es un abuso de ellos
e l consnntir aue tú te inclines. ;.Telo han exigido?
-No. P&O como son comisarios, me parece que
hay que inclinarse. Porque tenemos que inclinarnos
siempre ante alguien ...
-No, compañero. Con el Soviet, nadie; jme ,
ayes bien?, nadie está obligado a inclinarse ante na-
die. No lo hagas más, compañero.
- -¿Lleva usted muchos años como profesora?
pregunto a la directora.
-Más de veinte años.
-¿Cuál fue la actitud de los maestros ante la
. revolución?
-La mayoría éramos, mucho antes de la revolu-
.ción, revolucionarios.
-Pedagógicamente, ¿qué distinción existe entre
la Rusia zarista y la Rusia soviética?
-La pregunta es compleja. Sin embargo, trata-
ré de simplificar la respuesta. La educación soviéti-
ca ha establecido la escuela única en toda la escala
de la enseñanza, desde la elemental hasta la univer-
sitaria. Ella es gratuita para los que ganan lo justo
' para vivir, y para los demás, los derechos que perci-
be son proporcionados a lo que gana cada uno.
-Permítame usted, ¿quiénes son los demás?
-Los ingenieros y los técnicos, por ejemplo. La
revoluci6n estableció la laicidad de la enseñanza.
SuprimiC los centros particulares de educación. Des-
terró el espíritu capitalista de la escuela, reempla-
zándolo por el proletario para todo el mundo. Es de-
cir, el Soviet quiere hacer de cada niño un hombre
de ideas, sentimientos e intereses proletarios. Luego
buscamos hacer de él un temperamento pragmatico,
como dirían los yanquis, eliminando de él al a n t i g ~ o
hombre contemplativo. Pero esto de pragmático no
es la palabra que expresa con justeza lo que quiero
decir. Es más bien dialéctico materialista lo que
quiero significar. Me explico. El niño deberá con-
cebir y afrontar la vida humana como u n encadena-
miento de hechos cuyo móvil radica siempre en una
necesidaal biológica -algo asi como el "instinto de
conservación" de la psicología burguesa-, en un in-
terés concreto y tangible del devenir vital. Debe
comprender que todo cuanto no gira -no quiero de-
cir converge- en torno al juego económico de la vi-
da, no es más que negación de ésta y estagnación del
movimiento universal. El horizonte espiritual del
niño debe, por consiguiente, terminar donde las
ideas, sentimientos e intereses humanos cesan de co-
municar, de modo afirmativo -por endósmosis (Y
exósmosis- con el fenómeno de la producción eco-
nómica. Excuso a usted añadir que en esta concep-
ción de la vida van contenidas las disciplinas colec-
tivistas contra las individualistas, las revoluciona-
rias contra las conservadoras, las socialistas contra
las clasistas.
-¿Esto quiere decir que la educación es exclu-
sivamente técnica o politécnica?
-No. Eso sería coincidir o caer en el dominio.
pedagógico de los Estados Unidos, donde un practi-
cismo estúpido y absorbente ha hecho de cada indi-
viduo un simple hacedor de dinero, con adornos o pe-
cados filantrópicos. El Soviet quiere crear al hom-
bre completo y sólo es completo aquél en quien ias
fuerzas y necesidades naturales de la vida humana
se concentran y equilibran en una ecuación de jus-
ticia creadora. Sin duda, hay que trabajar y produ-
cir. Pero hay que trabajar y producir todos y para
todos por igual. La revolución rusa no trata de ha-
cer hombres filantrópicos. Quiere solamente hacer
hombres justos. Esto quiere decir que, junto a la en-
señanza politécnica, damos la educación jurídica, mo-
ral, filosófica y artística, disciplinas sin las cuales no
hay hombre completo ni justo posible.
-¿Su local abastece para el actual alumnado?
-No, por desgracia. Rusia no dispone por aho-
ra de locales suficientes para escuelas. El zarismo n o
hizo nada en este terreno, y es el Soviet quien ha
empezado a hacerlo todo (1). Nuestro local, como
usted ve, es estrecho para tanta criatura, a la que,
sin embargo, hay que instruir y educar de todos mo-
dos. De aquí que gran número de escuelas se las
arreglan como la mía: estableciendo dos turnos de
alumnos al día. En la mañana. de rmeve a una, da-
mos en . . . (1)
(1) Ca(1a año e1 Soviet invierte prxiií~essllnl¿3S m Ia COIlS-
triiecióii de locales liara estiiein~.En 1940 s? ha ~astailo
220 i~iilloi~es(le nihlas.
(1) Eii la 1)rinierii J- úiiira eílirión anterior de esta obra,

- 203 -
vemos obligados a limitar el número de alumnos. co-
mo las demandas son siempre crecidas, la selección,
la hacemos en favor de los obreros propiamente
dichos.
-¿Las condiciones y forma de admisián?
-Haber terminado sus estudios preparatorios y
pasar por un examen previo.
-¿Y económicamente?
-Las Universidades están sostenidas en todas
sus necesidades económicas por el Estado. Sin em-
bargo, lo alumnos pagan ciertos derechos, cuyo mon-
to varia en proporción a los recursos de cada cual.
-¿Quiere usted decir que el no tener dinero
para Bagar los derechos no cierra las puertas de la
Universidad a nadie?
-Exactamente. ~ l ' c r i t e r i ode admisión no es
el económico, sino el del origen proletario del estu-
diante, y, entre dos proletarios, el de mayor capaci-
dad. El 60 por 100 de los alumnos reciben su ins-
trucción universitaria gratuita. Un 30 por 100 la re-
ciben pagada por bolsas universitarias, y el 10 por
100 conforme a sus alcances (1). Esta jerarquía d e
derechos impera en todos los grados de la educación
soviética.
-¿LOS estudiantes ejercen alguna intervención
en la dirección de la Universidad?
-Desde luego. La ejercen por una delegación
del Soviet de Estudiantes Universitarios, el cual es-
tá encargado de los intereses del alumnado en lo que
toca a los rumbos intelectuales y administrativos d e
la Universidad. Los estudiantes, además, están or-
ganizados en Sindicatos, según las Facultades, para
defender y propulsar el estatuto universitario dentro
del Soviet.
-;.,En que consisten las Facultades Obreras?
-Estas son acadercias o escuelas en que 10s
(1) Una institución muy importante a este reSW't0 es
que conqiqtp e11 el sostenimiento que prorliran los Sindiva-
tos industrialep a parte de1 alumnadn universiiario. es-
tudiante ,qe rnmnrnmete a pasar, terminados SllS e ~ t * ~ d i o s ,
8 servir en el Sindicato que le sostii~aen 1s Unirnisidad.
alumnos -obreros o campesinos de veinticinco a
treinta años- realizan estudios preparatorios para
ingresar en las Universidades. Las Facultades Obre-
ras dan así la enseñanza que los trabajadores no pu-
dieron recibir en su adolescencia, a causa de la re-
volución y de las guerras civiles, o porque no se las
daba el Estado zarista. Estos trabajadores pasan a la
Universidad sin examen de admisión (2).
-¿Cuál es el rol social de los profesionales egre-
sados de la Universidad soviética?
-Las profesiones llamadas liberales en los paí-
ses capitalistas han sido abolidas en Rusia. Todos los
profesionales son aquí servidores del Estado, es de-
cir, proletarios. El Soviet les paga un sueldo o sala-
rio, y tanto el médico como el abogado sirven gra-
tuitamente al pueblo. Sin embargo, quedan aun abo-
gados y médicos de la época zarista que se resisten
a proletarizarse, Prefieren ejercer la profesión libre-
mente, haciéndose pagar por los clientes. Esto ocu-
rre sobre todo, en las regiones apartadas, a donde no
han llegado aún los nuevos procedimientos soviéti-
cos. A medida que estos Últimos aumenten, los re- '

accionarios irán desapareciendo. Por lo demás, ellos


mismos se están suicidando, ya que la gente prefie-
re, naturalmente, no pagar, y los nuevos profesio-
nales son mejores que los viejos.
El secretario de la Universidad, que en un país
burgués vestiría de. correcto chaquet, lleva una blu-
s a proletaria. Ninguna pedantería. Su llaneza y cor-
dialidad identifican su aspecto con el de cualquier
estudiante. Aquí la ciencia socializa e iguala a los
hombres, mientras que en los otros paises los dife-
rencia y los separa.
Un recorrido por los claustros, salas de clase, la-
boratorios, museos y bibliotecas. Me llama la aten-
ción, entre todos, el Museo Darwiniano y el de Psi-
cología Comparada entre el hombre Y las especies
(2) En los iiltimos cinco años han nasado por las Farnl-
tades Obreras, a los r~nfros de culti~ra sunerior, 33.600
ohroroq y rarn~tsin~s. El Rstarlo pasta en estas Facultaden
alrededor dp 30 milloiies de niblos s l año.
- 209 -
intelectuales del niño. Se atrofia así el- espíritu in-
fantil. De otro lado, es un método de aventura. La
intuición no constituye por sí sola un método de co-
nocimiento. Ella no es más que un elemento de éste.
-¿Cuántos alumnos tiene usted en total?
-Alrededor de mil doscientos (1).
Cuando me despido de la directora del plantel,
oigo que en la planta baja, los niños empiezan a can-
tar en coro la Internacional. "¡Arriba los pobres del
mundo!" . . .
El himno socialista en boca de.los niños prole-
tarios nos despierta una emoción desconocida y nos
hace pensar forzosamente en la humanidad del por-
venir.
Me traslado en seguida a la Universidad, es de-
cir, a una de las dos Universidades de Moscú: la Pin-
kevitch y la Vichinski (1).
En la una existen las Facultades de Farmacia y
Química, Medicina y Pedagogía. En ia otra, las Fa-
cultades de Derecho, Matemáticas y Etnología. Cada
, una de las Universidades tiene un director y un lo-
cal especial. Además de estos centros. de cultura su-
perior, hay en Moscú varias escuelas técnicas. Estas
escuelas y las Facultades de Pedagogía y Química son
las más concurridas por el alumnado, circunstancia
que domina en la cultura universitaria soviética. En
que denuncia el carácter politécnico o pragmático
la primera de las Universidades indicadas hay ac-
tualmente unos seis mil alumnos, y en la segunda
ocho mil. Los locales son los antiguos de las Uni-
(1) La poblacióii escolar elemental riisa ha sido en 1930
<le 13'500,000 aliiiiiiios, o sea el 87 por 100 (le los niños (le
etlacl escolar. E l Flan Quiiiqiioial prev? para fines (le 1933
iiri aliiiniiado de 15'000,000, es decir, la tntalicla(1 de niños
r1p edad rscolar. Fsta costará iiii gasto (10 3,000 iiiilloiies
ilc riiblos.
(1) A! larld> r 3 ~~ ~ t Piii~ersiclarles.
x s cupo esitíri+ri es es-
yecifieamente soviPtico, existen miichas Lni~ersid~wles ri-
girosanieiite roriiiinistas. tales zonio la rniversi(lai1 Zino-
vi-f. de ~mniiirrarlo;las I~nirersi(1adesOriental p Srerdiof.
ílr 3IosrÚ; Ia I-iiiversi(la~1.lrtein, (le Rarkof. y otras.
versidades zaristas. En cuanto a los laboratorios,
gabinetes y museos, el secretario de la Universidad
me dice:
-La revolucih los destruyó casi enteramente.
El Soviet se ha provisto después de todos los que us-
ted ve ahora.
-¿En qué porcentaje entran las mujeres como
las?
-La mitad del alumnado, más o menos, lo for-
man las mujeres.
-¿Qué clases sociales integran los claustros?
-Todos los estudiantes son proletarios. No hay
-lase social en las Universidades.
-¿Y los hijos de los nepmans y de los kulaks?
No vienen a nuestros claustros. Porque no que-
rrían, naturalmente, proletarizarse. Sus padres los
mandan a las Universidades extranjeras.
-¿Y los hijos de los técnicos e ingenieros?
-Si los técnicos son rusos, sus hijos hacen sus
estudios aquí, junto con lo proletarios propiamente
dichos. El 30 por 100 de los estudiantes son hijos de
técnicos, ingenieros y funcionarios. El 70 por 100
son obreros y campesinos. Pero unos y otros tienen
una misma mentali6ad: la proletaria, la soviética.
-¿Qué tiempo duran los estudios en cada Fa-
cultad?
-Las de Farmacia y Química y la de Medicina,
cinco años; la de Pedagogía, Matemáticas, Derecho
y Etnología, cinco años.
-¿Cuál es el límite para el número de alum-
nos?
-Por ahora el Soviet necesita del mayor núme-
ro de profesionales para abastecer a'los múltiples
servicios y necesidades industriales y de todo orden
del inmenso país. Por desgracia, se tropieza con de-
ficiencia de local, de laboratorios y de recursos eco-
nómicos. Mientras estos obstáculos subsistan, nos

(1) A la raída del zar. el núiiiero de estudiantes universi-


tarios era de 47,200, todos iiohles y burgiieses. Hoy hay
160,000. de los cuales 120,000 a~~roxima~lamente san hijos
de obreros y campesinos.
- 20? -
años y por la tarde, de dos a siete, a doce grupos d,
niños de trece a diecisiete años.
-¿Las materias de enseñanza.
-Historia, Matemáticas, Contabilidad, Historia
Natural, Ciencias Físicas y Químicas, ruso, alemán o
inglés; diversos oficios y, en los cursos superiores, el
esperanto.
-¿Cómo está reglamentada en las distintas re- .
giones y repúblicas federadas la cuestión lingüística?
-Con el bilineüismo. Usted debe sin duda sa-
ber que el Soviet <o sólo respeta el sentimiento na-
cional -no quiero decir patriótico- de cada repú-
blica federada, sino que lo estimula y lo exalta. Por
sobre estos nacionalismos está la nacionalidad fede-
ral, que los unifica en una sola comunidad cultural.
Porque, en realidad, la idea de nación no es más
que la idea de cultura. La comunidad nacional no es
más que la comunidad de cultura.
-¿Y cómo entra el sentimiento nacional dentro
de la concepción socialista del universo?
-En principio, el sentimiento nacional no se
opone al socialismo. Este realizará una cultura uni-
versal, idéntica en todos los meridianos y paralelos
del globo. Pero semejante cultura mundial o nacio-
nalidad universal sólo será posible a base de una
conciencia cósmica más unitaria y liberada de fron-
teras, conciencia cósmica que, a su vez supone, entre
otros hechos, un contacto íntimo y multifacético de
los pueblos y de sus intereses entre sí. Para llegar a
este contacto es necesario un gran progreso de las
comunicaciones de todo orden. El hombre llegará así
a una especie de ubicuidad espacial. Vivirá simul-
táneamente en todas partes. Todos o casi todos los
valores fundamentales del sentimiento nacional
-medio telúrico, clima social, etc.- serán comunes
a todos los habitantes del globo. A la larga, todos los
publicada en vida del autor, no aparece la línea de linotipo
que, evidenteniente, continuaba este período. Como no exis-
ten orioiiiales meranografiaclos de RUSIA EN 1931. hemoe
preferido clpjsr las cosas rnnie estahnn, antes de añadir p s
labras cle niiestra propia roserha. (Sota de la Etlibrs
EDICIONES PERU) .
- 204 -
'ionalismos verticales -patria, raza, cultura,
etc.- se verán refundidos y consustanciados en una
sola nacionalidad ecuménica. Hasta que este juego
de comunicaciones rápidas o casi instantáneas no se
produzca, y hasta que otros factores sociales no ha-
yan Imadurado para la elaboración de esa futura con-
-----
cienc*iamundial, no está en las manos de nadie ni de
ningma revolución d~striiirlas actuales narinnqlirta-
des, Ique son los soportes históricos y entrañables de
1 - --:
la vida colectiva. Atacarlas y minarlas equivaldría
a precipitar en el caos y en el vacío a la humanidad,
ya que aún no está creada la gran nacionalidad uni-
versal que ha de suStituirlas y que ha de salir de
ellas. Asi, por ejemplo, cuando el esperanto o cual-
quier otra lengua internacional se haya difundido,
en hondura o extensión, por todas partes, entonces
se empezará a pensar en ahogar los dialectos y len-
guas nacionales. Pero éste será un proceso de susti-
tución de adentro para afuera, una real travectoria
de evolución y unificación orgánica de las lenguas,
y no el resultado de una medida administrativa, vio-
lenta, artifical, do afcera para adentro.
Recorremos después de algunos salones de cla-
se. En uno de éstos se da a la sazón una lección de
historia. Es una profesora quien la dicta a los alum-
nos de ocho y diez-años. El tema es el Comité soMé-
tic0 del barrio. En otra sala, un miembro de la ju-
ventud Comunista - d e unos dieciséis años de edad-
dicta una clase sobre el socialismo. En otra se están
haciendo trabaios prácticos de Física. En otra se da
una clase de alemán. Luego asistimos a una lección
de literatura. Por Último, ésta es una clase de tren-
zado de sillas de esterilla. En general, observo que
cada profesor explica con cierta monotonía a sus
alumnos. La lección es un manólogo. El método
socrático no se usa. Le pregunto la causa a la di-
rectora.
-E1 método socrático m e dice- se basa en la
intuición del niño. Es él quien descubre los hechos
y las nociones de los hechos. Es, por esto, un métode
que exige una excesiva concentracióin de las energías
animales superiores. Balística experimental suficien-
te para que la teoría evolutiva del origen de las es-
pecies derrote a la cristiana y a la griega.
Al cruzar el patio principal, para abandonar la
Universidad, aparecen a uno y otro lado los bustos
en bronce de Marx y de Lenin. Son los dos grandes
vigías del nuevo pensamiento humano.

FIN

R17SlA E:S 1!):31. RRFI,F,SIOSES


.tT, t>!I:: !)I:I, I í I ~ í ~ ~ : ~ f I <le
, l S ('GzUr
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V:illejo. S* tri'iiiiiii~ < 1 ~iiri!iril:iir r.1
lo (le J)ii.i?iiil~ietic. 7!)R'. eii 1 : ) i t n -
1lei.c.s tic 1:i Il(1itori:tl 't'R!%c'l; S. A .
: m L O R ONIVERSAL
*&o+, sea cual fuere su* c e n d - c . i f i ~ ' ~ I .
o su nivel cultural y politico, lar &e&itsom 'dk
obras fundamentales de C W r .,Vallejo -"Los
Negros", "Trilee" y l'&flexioms al Bk: &el
, o Rusia en 1 9 3 1 " . qcíe+se'.tiallaban cmplq.
amtad= bri'nda la odertunidad de- adentrarr- - . ..
se en aI co;.az-h de la poesía 14 ideas del m L &a*.
ooreta v eaedtordel Perú. - .
CoG ~arcil-ilso,-&sar Vallejo es el aiinico smifor pa-
Nano con valor universal. Y no .pbr casul&ad. 'ambei
mn mehtizos esenciales, Perm aoh Feto pfedplrink in
ai mestizaje sangliim y euit-< c m ~ ~ ~ ~
- o l
LñP .da ?os meltias lirigiiísticos p$ra exF
ulmeqte (el idiornii castdlarm>. M (Iism%& suio que
SE .u&&@ .
acentfia. y subraya el ctjntenido ?la rak- ira&gqk4de
su measaje. .. . - 2.

. Y mi madre p i i ~ aaiiá -&los fr&t


NbasMndo un damr ya sin sabor.
ahora tan suave, r
faa ala. $an
*tan amo&
No es esta la .trk $esgarra& Y idesgas Llac
zlpwma~ Humanos"; *
táF'klandad a nuera
En "trilce" ya escuc
irr icendrAndose hasta S m t al'
de gdos los hombreb..;tQW Fno.Ce-y
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a $ae * ~ w ; Q - -
).Be y
Lelo
escribir:
flt&@d? vendrá v-
,
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'*
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-.
eL domingo bodn y mudoa%. +pulcro;
_
cuh.t$ü vendqá a cargar este sá?b
de hairapos...?. '
Pasando del verso-a la prosa. "Riisia en 1931" es ka ,
mejor prueba en que no hav nada más verdaderweete
duradero aue una crónica sincera de 'un aconteciMiento
histórico. Tal como las crónicas de lbs conquistadores .'
-testimonios asombrados y veraces ffe otra epopeya de-
cisiva para la humanidad- esta crónica de1 viaje de
Vallejo a la URSS, fuera de sincera y admirada, con-
serva hoy la frescura y el valor que tuvo hace treinta
años. .. . . . ? -

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