Coord. Teresa Castro Escudero y Lucio Oliver Costilla El Debate Latinoamericano Vol. 3 Poder y Politica en America Latina
Coord. Teresa Castro Escudero y Lucio Oliver Costilla El Debate Latinoamericano Vol. 3 Poder y Politica en America Latina
Coord. Teresa Castro Escudero y Lucio Oliver Costilla El Debate Latinoamericano Vol. 3 Poder y Politica en America Latina
y
poltica
EL DEBATE LATINOAMERICANO
VOLUMEN 3
PODER Y POLTICA EN AMRICA LATINA
por
coordinadores
cin fue posible desarrollarlo a lo largo de dos aos de trabajo y logr su cris-
talizacin en los cinco tomos que componen la coleccin, gracias al respaldo
otorgado por el Programa de Apoyo a Proyectos de Investigacin e Innovacin
Tecnolgica (PAPIIT) a travs del Proyecto IN305199, lo cual nos permiti contar
con las bases infraestructurales para iniciar, desarrollar y llevar a buen trmino
esta investigacin. Agradecemos al PAPIIT su importante ayuda.
Asimismo, el doctor Fernando Prez Correa, director de la Facultad de Cien-
cias Polticas y Sociales impuls y apoy de manera importante la concrecin de
esta tarea colectiva. Valoramos ampliamente el inters que desde un principio
mostr ante este esfuerzo acadmico.
No podemos dejar de reconocer la contribucin de Massimo Modonessi, Ma-
ra Jos Rodrguez y Felipe Varela, quienes participaron como becarios desde el
inicio del proyecto. En las diversas tareas desde las cotidianas de organizacin
de los equipos, las reuniones generales, la elaboracin de informes, hasta las que
requeran de sus conocimientos tericos y de su capacidad de anlisis sobre la
realidad latinoamericana la participacin de ellos signific un aporte valioso.
TERESA CASTRO
LUCIO OLIVER
[11]
12 TERESA CASTRO, LUCIO OLIVER
Hay en el libro una segunda parte que incluye captulos destinados al estudio
de diversos aspectos del poder y la poltica en curso en Amrica Latina. Esta parte
est conformada por las aportaciones de Carlos Figueroa sobre la violencia polti-
ca; de Severo de Salles, sobre la determinacin de clase del poder y de las luchas
polticas, tomando como ejemplo el caso de Brasil; de Massimo Modonesi, referi-
das a la crisis de la poltica y de los partidos polticos en Amrica Latina; de Alfon-
so Lpez, sobre las estrategias de dominio estadunidenses frente a las reas latinoa-
mericanas de disputa ecolgica y de recursos biotcnicos y de Eduardo Saxe sobre
la diferencia entre las actuales polticas neooligrquicas de gobernabilidad y la
pertinencia de buscar una gobernanza en la cual la conduccin del Estado se su-
jete a patrones del derecho y de la fiscalizacin de la sociedad.
Por ltimo, quisiramos decir que el libro que presentamos a continuacin
logr que los acadmicos participantes pasramos de la soledad de la reflexin
individual al establecimiento de un intercambio y una reflexin colectiva y ac-
tualizada para pensar en opciones y en alternativas que urgentemente est re-
quiriendo la realidad de nuestra Amrica Latina, como punto de partida para
una discusin que esperamos sea fructfera, con los lectores interesados en el
tema.
NOTA BIBLIOGRFICA
Para caracterizar cmo se abre paso en nuestra regin el dominio de las nuevas
relaciones sociales capitalistas urbano industriales dependientes conviene men-
cionar algunos aspectos de la transicin del capitalismo agroexportador al capi-
talismo de sustitucin de importaciones.
La constitucin de una oligarqua dominante en buena parte de Amrica La-
tina a mediados del siglo XX, llev a la formacin de numerosos estados nacio-
nales oligrquicos latinoamericanos. Con dichos estados se avanz en unificar
econmica y polticamente a las diversas regiones internas de las nuevas nacio-
nes. Los diversos logros en agricultura, ganadera y minera de exportacin, se
convirtieron en el eje del desarrollo capitalista dependiente de la regin (frutas,
caf, tabaco, plata, estao, carne). Para afirmar un poder propio y a su vez apo-
yar ese capitalismo neocolonial (Donghi, 1989), el nuevo Estado latinoamerica-
no procur establecer instituciones nacionales bsicas: el ejrcito, la administra-
cin, las instituciones constitucionales formales, los sistemas bancarios, fiscales,
de educacin, salud y obras pblicas, que se consolidaron en esa poca.
A partir de los aos ochenta del siglo XIX se acenta el ingreso de capitales
imperialistas en diversas actividades estratgicas: extractivas, energa elctrica,
comunicaciones. Se fortalece el papel de Amrica Latina en la produccin de
materias primas y de agricultura para la exportacin. La oligarqua latinoameri-
cana entreteje sus intereses con dichos capitales externos y se fortalece el nuevo
bloque de poder oligrquico imperialista (Dongui, 1989; Kaplan, 1969; Cueva,
1977). Esa inclusin no modifica de manera alguna el carcter excluyente y re-
presor del poder pblico con respecto a los sectores modernos nacientes: indus-
triales nativos, pequeos y medianos productores, diversos grupos de trabajado-
res urbanos y rurales: obreros, campesinos, trabajadores rurales.
A inicios del siglo XX, ya se observa en varios pases grandes de la regin de
Amrica Latina una modernizacin significativa: los talleres textiles se transfor-
man en industria de la confeccin (Argentina, Brasil, Mxico); aumenta la pre-
sin poltica de los sectores urbanos en pos de una administracin racional en
la ciudad y una representatividad poltico social (Kaplan, 1969). Ese impulso ca-
pitalista industrializante reta a los estados oligrquicos excluyentes, que se man-
tienen cerrados y opuestos a la expansin y reestructuracin capitalista en las
ciudades y en el campo (Kaplan, 1981).
22 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER
ideologa y un programa anti statu quo, nos encontramos frente al populismo la-
tinoamericano, diferente de movimientos que tuvieron en otras partes del mun-
do un carcter ms agrario.
De esta manera, la caracterizacin del Estado populista se ubicara en los
contornos de un anlisis histrico estructural que establecera que los regme-
nes populistas emergen en la coyuntura de los aos treinta confluyendo con la
crisis de los sistemas agroexportadores y la irrupcin de sociedades urbanas de
masas basadas en economas insuficientemente industrializadas, lo que genera
una gran poblacin marginal desempleada y miserable.
El Estado capitalista en Amrica Latina ha asumido distintas formas y ha mani-
festado su singularidad bajo determinadas condiciones nacionales e internaciona-
les, no obstante, su trayectoria histrica lo ha caracterizado por su condicin peri-
frica y dependiente, razn por la cual debe ser entendido en un cdigo distinto a
lo que fue la conformacin del Estado en las sociedades desarrolladas.
El punto de arranque es el hecho colonial, una situacin muy distinta a la eu-
ropea que es el espejo en el que hasta de manera enfermiza nos queremos re-
flejar. Un anlisis histrico estructural tambin nos permite resaltar, como lo
propone Pablo Gonzlez Casanova, las principales modalidades especficas asu-
midas por el Estado capitalista en Amrica Latina desde la emergencia del Esta-
do de las raquticas burguesas comerciales y urbanas en 1800, el Estado de las
oligarquas asociadas al naciente imperialismo entre 1850 y 1880, momento tam-
bin de emergencia de los primeros ejrcitos profesionales cuya principal mi-
sin era garantizar la posesin de los territorios nacionales frente a caciques re-
gionales y la proteccin de los enclaves extranjeros.
Despus estara el Estado de los caudillos populares o populistas que en 1930
establecieron una variedad de pactos con capas medias e incluso con los obre-
ros, siendo el momento del auge de las burguesas nativas o nacionales y de su
vinculacin creciente con el capital monoplico, hasta llegar a las transforma-
ciones del Estado bajo el modelo neoliberal a partir de 1980 (Gonzlez Casano-
va, 1990). Como lo mencionamos anteriormente, el populismo aparece como
uno de los efectos de la crisis de la dominacin oligrquica, orden que se haba
alcanzado luego de algunos decenios de luchas internas en los pases latinoame-
ricanos, que el propio Halperin Donghi denomin la larga espera. El surgi-
miento del orden neocolonial estuvo acompaado de un liberalismo progresis-
ta a menudo permeado de soluciones polticas autoritarias.
En ese periodo se transit de una situacin de dispersin de poder, en donde
las lites polticas mostraban su incapacidad por hallar un orden poltico estable,
a un Estado liberal oligrquico de la fase siguiente que tuvo como objetivo implan-
tar el capitalismo como modo de produccin dominante en las entidades latinoa-
mericanas, con el fin de transformar a nuestros pases en productores de materias
primas para los centros de la nueva economa industrial, a la vez proveedoras de
artculos de consumo alimenticio y consumidoras de produccin industrial
(Halperin Donghi, 1989).
REVISITANDO AL ESTADO 27
no hubo ningn pas de la regin que durante la crisis pudiera conservar en el poder a
sus jefes de Estado. Las formas variaron, desde la renuncia, el golpe de Estado, el cuarte-
lazo, hasta la imposicin de dictaduras en los pases invadidos en la poca por Estados
Unidos, como Nicaragua y la Repblica Dominicana (Durand, 1977).
La crisis puso en evidencia la tremenda desigualdad que existe en el orden mundial de los
pases: naciones desarrolladas y muy poderosas en cuyo seno se gener la crisis y dbiles na-
ciones dependientes que reciben dicha crisis como una desgracia que les viene de fuera;
naciones cuyo desarrollo institucional les permite recursos y reservas para enfrentarse a la
emergencia crtica y pequeas naciones que lejos de tener recursos defensivos son incor-
poradas al engranaje de la economa internacional y se ven obligadas a actuar como instru-
mentos amortiguadores a favor de las grandes naciones (Marroqun, 1977).
cos y no es sino hasta el periodo que va de 1950 a 1975, caracterizado por Car-
los Franco como de un ciclo expansivo del patrn urbano-industrial de desarro-
llo dependiente, cuando por medio de acelerados procesos de migracin, indus-
trializacin, urbanizacin, extensin de las relaciones mercantiles y los servicios
del Estado, se producen alteraciones en el paisaje poltico cultural dominan-
te, con la aparicin de nuevos personajes urbano populares, una ciudadana
plebeya (Franco, 1994:103). Misma que se alimenta de la inmensa ola migrato-
ria del campo a la ciudad ocurrida entre 1950-1980, producto de un modelo que
excluy a la poblacin rural de sus magros beneficios, pero cuyo proceso de
construccin se ve afectado por un nuevo ciclo depresivo marcado por la dra-
mtica ampliacin de la desigualdad distributiva. Cuando ello sucede, la margi-
nacin econmico-social no slo engloba a la poblacin rural, sino a la vasta ma-
yora de la poblacin urbana, generalizndose la anomia implosiva, la violencia
armada, el progresivo retiro de las precarias lealtades al Estado y una marcada
tendencia al derrumbe del rgimen poltico.
Por ltimo, se trata de llamar la atencin a los aciertos de polticas de inte-
gracin de esta naturaleza, pero tambin de sus paradojas y contradicciones. Si
los populismos son, a falta de un juego democrtico y de canales de participa-
cin adecuados, la va para incorporar y organizar a la emergente sociedad de
masas, su mayor costo es retardar la consolidacin de dichos mecanismos de in-
tegracin, por lo que roto el pacto populista tampoco entonces se da una tran-
sicin democrtica, dada la precariedad organizativa e institucional, desembo-
cndose, muchas veces, en regmenes autoritarios.
Como bien sintetiza esta posicin Zermeo, con el cardenismo, una forma
histrica de populismo (es cierto que este ejemplo tiene poco que ver con una
gnesis cultural democrtico burguesa) en tanto fortalecimiento de la sociedad
civil frente al Estado, por un lado, fue la va de industrializacin y moderniza-
cin, en un meterico pasaje, en slo treinta aos, desde una sociedad de ma-
sas, piramidal, hacia una sociedad donde aparentemente predomina la ciudad,
la industria y la modernizacin en general pero, por otra parte, lo fue sobre la
base de una sociedad desarticulada, dislocada. As pues, la pirmide popular
nacional (estatal) que coron a la historia mexicana bajo el cardenismo sub-
siste y se ampla, asentando su extensa base en la sociedad tradicional, en el cam-
pesinado populista, pero asegurando tambin su futuro en las crecientes bolsas
del pauperismo urbano (Zermeo, 1996:258-259).
POPULISMO Y CORPORATIVISMO
La carga antiinstitucional fue muy grande, pues en el populismo las masas se re-
conocieron en el caudillo y en el Estado, no en el partido, por lo que se consoli-
daron relaciones clientelares entre sectores e instituciones del sector pblico y las
diferentes organizaciones de la sociedad civil. El Estado satisfaca necesidades co-
lectivas de la poblacin a cambio de lealtades que legitimaban el orden poltico.
A falta de sistemas polticos partidarios con fuerza representativa, el clientelismo
burocrtico no tard en convertirse en la fuente de legitimidad del poder pbli-
co y en la cara complementaria del sistema corporativo patrimonialista.
La originalidad de la situacin latinoamericana con relacin a los pases del
centro es que la expansin capitalista se dio dentro de este marco poltico cor-
porativo donde el movimiento obrero no es un representante autnomo de los
trabajadores sino un rgano que depende de las instancias estatales para cum-
plir sus objetivos reivindicativos, todo bajo una pauta autoritaria que el neolibe-
ralismo tiende a profundizar (Delgado, 1995; Caldern y Dos Santos, 1995; Za-
pata, 1977).
En el debate en torno a la democracia a la que hoy se aspira, habra que en-
fatizar las consecuencias que tiene para la misma el hecho de que haya sido el
Estado el que asumi la organizacin del incipiente movimiento obrero y popu-
lar, corporativizndolo e inhibiendo as el proceso de ciudadanizacin que sigue
siendo una asignatura pendiente.
En aquellos pases de Amrica Latina en los que pudo cristalizar lo que pu-
diramos llamar Estado social, ste se implant parcialmente, dejando importan-
tes reas sociales y grupos de poblacin sin cubrir, por un lado, y verdaderos en-
claves corporativos, por el otro, lo que le da sus caractersticas a la poltica de ma-
sas propia del populismo con sus consecuentes liderazgos carismticos, en un
contexto de falta de distincin entre lo pblico y lo privado.
La poblacin mayormente educada y ms informada comenzaba a demandar
mayores canales de participacin en el seno de un orden cerrado y excluyente.
El descontento de los sectores medios es considerado como uno de los elemen-
tos catalizadores que permitieron la emergencia del populismo, el cual ofrece-
ra a los sectores marginados, la histrica posibilidad de ser incorporados al pro-
greso econmico y social.
La estrechez de los mercados para las materias primas de exportacin y la di-
ficultad de seguir consumiendo productos importados de pases avanzados, do-
t de un gran impulso al sector industrial o secundario y favoreci la irrupcin
de actores que antes no eran tomados en cuenta: la burguesa nacional, el pro-
letariado, las clases medias, los militares, los intelectuales, los universitarios,
etctera.
Desde el punto de vista de la correlacin de fuerzas y las alianzas de clases,
hay que concentrar stas en las disputas entre los intereses de la oligarqua te-
rrateniente-agrominera y la naciente burguesa. Sin concordar plenamente con
REVISITANDO AL ESTADO 35
tados; el carcter policlasista (transaccin entre fuerzas integradas por el pacto po-
pulista: la llegada de la burguesa industrial-urbana, las clases medias, los sectores
intelectuales, el proletariado y los militares); el carcter demaggico y carismtico
basado en la relacin lder-masa y en la relacin poltica del Estado-partido-sindica-
to; la connotacin represiva y manipuladora del Estado para controlar a las masas.
En trminos generales, podemos afirmar que el populismo signific para
Amrica Latina un momento peculiar de cambio social, en el cual se lograron
establecer las bases que apuntalaron el desarrollo econmico, poltico y social.
Expres la ruptura de la fuerza oligrquica tradicional y el arribo de una corre-
lacin sociopoltica de fuerzas del todo distinta. Este juego permeado de una
nueva conformacin y combinacin de fuerzas sociales, polticas y econmicas
permiti organizar y hacer funcionar la nueva forma del Estado.
cas y sociales que haban sido tradicionalmente las aliadas de la experiencia na-
cional-popular. Por ejemplo, Jorge Alessandri representaba a las fuerzas del gran
capital industrial y financiero aliado a los consorcios imperialistas y encarn los
intereses de la gran burguesa industrial, comercial y bancaria. La poltica de s-
te fue atraer el capital privado en su modalidad nacional o extranjera y su apoyo
en los empresarios, partidos tradicionales y la Iglesia. Alessandri fue una figura
que teji una poltica regresiva en trminos del populismo que Chile conoci,
pues la congelacin de salarios, los conflictos del mundo laboral, las masacres de
trabajadores (1962), la represin popular y la poltica reaccionaria, dieron cuen-
ta del nuevo proyecto poltico al que se encaminaba el capitalismo tardo y depen-
diente en Amrica Latina.
El caso de Juscelino Kubistchek, no es del todo distinto, pues su gobierno no
signific un momento de movilizacin de las masas obreras, campesinas y peque-
o-burguesas. No existi un programa comprometido con las clases populares y
a Kubitschek se le conoce como aquel personaje de la historia brasilea que re-
vivi el pacto oligrquico-burgus imperialista. Durante su administracin, lleg
a desarrollarse significativamente el capital extranjero con la consecuente insta-
lacin de empresas multinacionales y se favoreci una inversin directa de los ca-
pitales monoplicos extranjeros en ciertas reas de la economa y produccin
brasilea. Adems de no otorgarle un peso relevante a la cuestin agraria, su pro-
yecto desarrollista-industrial buscaba, ante todo, ampliar el mercado interno en
funcin de la mano de obra barata. En su periodo surgieron varios conflictos sa-
lariales en contra de la cada en el nivel de vida de la clase trabajadora y media
del pas. Recurdese las huelgas que ocurrieron en Sao Paulo y Minas Gerais en
los aos 1957 y 1958 por demandas para incrementar los sueldos.
El abandono de la vieja ideologa nacional-popular tambin lleg a Mxico.
El proyecto industrial de Miguel Alemn no se tradujo en concesiones a las de-
mandas obreras y campesinas. Por el contrario, se registraron tensiones sociales
y contrarreformas en cuanto a la conquista de derechos laborales, que fueron
resueltas con la intervencin del ejrcito y de la polica (charrismo sindical).
Con base en la represin, autoritarismo y en un manejo vertical, se depuraron
los sindicatos y las organizaciones de trabajadores, a fin de apoyar su recompo-
sicin (intervencin del ejrcito en la seccin 34 del Sindicato de Trabajadores
Petroleros).
La falta de negociacin poltica fue una caracterstica innata de estos regme-
nes, as como la disciplina al movimiento obrero y la anulacin de avances pro-
gresistas en cuanto al rgimen de la tierra. Las bases polticas del cardenismo
son reconvertidas, refuncionalizadas e instrumentalizadas en funcin de un pro-
yecto poltico diferente a partir de 1940.
Aun cuando estas experiencias se condujeron avantes, permanecieron y se
reprodujeron con remanentes nacional-populares y se apoyaron en sus media-
ciones, cambi el proyecto poltico y econmico de la nueva lite poltica y de
los grupos de poder econmicos, que pronto impactaron en la relacin espec-
REVISITANDO AL ESTADO 39
fica entre los diversos actores. Para concluir esta caracterizacin del Estado de-
sarrollista podemos coincidir con Jos Luis Fiori en que:
Lo fundamental que hay que recordar es que fue la derecha econmica y poltica la
que construy y usufructu del Estado desarrollista; y que, en este sentido, las actuales re-
formas liberales son bsicamente conservadoras porque alteran la forma pero preservan
la esencia de lo que siempre fue criticado por la izquierda con respecto al Estado/estra-
tegia desarrollista latinoamericano: su patrn de financiamiento externo; su base socio-
poltica de sustentacin derechista y autoritaria; su uso oligrquico en la proteccin in-
debida de intereses privados; y, finalmente, su estrategia de crecimiento invariablemente
excluyente desde el punto de vista social. Conocida la historia de este subcontinente, s-
lo el cinismo de nuestras lites conservadoras puede sostener que la defensa de algunas
conquistas sociales, apenas logradas en tiempos relativamente recientes por los excluidos
de estos pases, pueda ser acusada de conservadora o incluso de reaccionaria. Lo mismo
se puede decir de la confusin intencional que muchos hacen entre la defensa de un n-
cleo estratgico estatal capaz de proteger la homogeneidad nacional frente al efecto de-
sintegrador de la mercantilizacin desenfrenada o lo que es apenas una forma ms de
proteger los mismos intereses que siempre se escudaron en el Estado desarrollista y aho-
ra se benefician con su jaraquiri (Fiori, 1999:xviii).
Esperamos que haya sido demostrado que en este momento, clave para Amri-
ca Latina se hace indispensable reabordar el anlisis del Estado nacional-popu-
lar en la regin, para rescatar los elementos que bien pudieran enriquecer el de-
bate actual en torno a los principios de una estrategia alternativa de desarrollo.
Aludimos a que se trata de un debate importante en un momento histrico
trascendental para Amrica Latina por dos razones principales; primero, por la
existencia de un nuevo contexto internacional que obliga a repensar el papel
del Estado, contexto caracterizado por el fin de la posguerra fra y marcado por
vertiginosos cambios, dado el despliegue internacional del capital y las transfor-
maciones cientfico-tecnolgicas promovidas y avaladas por la globalizacin; y
segundo, por la urgente necesidad que enfrenta hoy Amrica Latina de descu-
42 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER
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REVISITANDO AL ESTADO.
LAS ESPECIFICIDADES ACTUALES DEL ESTADO EN AMRICA LATINA
INTRODUCCIN
En Amrica Latina los actuales estados tienen una legitimacin que proviene de
que son el resultado del retorno a las repblicas civiles con democracia, pero sus
instituciones son precarias y sus poderes estn disminuidos; en lo externo, estn
limitados en su capacidad de mantener la autonoma y soberana, a pesar de que
en lo interno apliquen una dosis grande de dominio, manipulacin y autorita-
rismo.
Lo anterior no es tan slo un fenmeno poltico de contraposicin de po-
deres, entre un Estado mundialmente hegemnico y estados subordinados y
precarios en lo interno y dbiles en lo externo. La influencia decisiva del Esta-
do hegemnico proviene del predominio de una nueva relacin social global de
capital, de los nuevos procesos de dominio mundial del capital, instaurados a
partir de la reestructuracin capitalista global de fines del siglo anterior, del
avance de la internacionalizacin del capital, de la desregulacin de los flujos
comerciales, monetarios y de valores y de la (neo) financierizacin de las econo-
mas. Ello ha provocado un nuevo carcter, as como tambin nuevas estructu-
ras, funciones y polticas de los estados latinoamericanos.
En este captulo exponemos los resultados de nuestra investigacin de las
tendencias prevalecientes y las transformaciones fundamentales ocurridas en el
poder pblico de Amrica Latina. Trataremos de dilucidar no slo el nuevo ca-
rcter y las nuevas funciones, sino adems de prestar atencin a las tensiones y
contradicciones institucionales y polticas que ponen a la orden del da una dis-
cusin urgente sobre la actualidad, las alternativas y las opciones para recuperar
y redefinir el valor de lo estatal, lo pblico y lo general en la sociedad.
del trnsito a la democracia acompa esos esfuerzos y gener una copiosa pro-
duccin de literatura que prcticamente domin los anlisis y los debates
(ODonnell, 1997; Lander, 1996; Osorio, 1995).
La realidad actual, a cerca de veinte aos de haber iniciado dichas transfor-
maciones, se nos presenta pletrica de instituciones precarias, democracias de-
legativas y crisis polticas recurrentes en buena parte de los pases de la regin
(Mxico: 1994, Venezuela: 1999, Per: 2000, Ecuador: 2000, Bolivia: 2001, Ar-
gentina: 2002, etc.). Ello muestra que en los proyectos de cambio y en la lucha
poltica de nuestras sociedades se ventilan otros asuntos igualmente graves que
los de reimplantar elecciones libres, derechos civiles democrticos y establecer
procesos de concertacin entre actores. Son asuntos que fueron dejados de la-
do por la literatura y que tienen que ver con la dinmica contradictoria y con-
flictiva de la insercin latinoamericana en la globalizacin, con la (des)organi-
zacin econmica y social interna, con la acumulacin (neo)oligrquica de ca-
pital, con la distribucin del dinero y del poder en beneficio de una concerta-
cin en las alturas, con el dominio de clases elitistas, con la precariedad de las
instituciones y con la ambigedad de la cultura poltica.
Los anlisis de la democracia en las ciencias sociales latinoamericanas con-
temporneas, con sus notables excepciones (Gonzlez Casanova, 1990; ODon-
nell, 1993; Emir Sader, 1996; Atilio Born, 1997; Lander, 1996), redujeron las
formaciones sociales de la regin a su mbito poltico; separaron y aislaron los
asuntos de la democracia de los del patrn de acumulacin y del Estado.1 El re-
sultado fue desconectar el trnsito a los derechos polticos y civiles de la realiza-
cin de cambios en el poder prevaleciente e ignorar la relacin entre el carc-
ter de este poder, la nueva relacin de capital y la constitucin de determinado
tipo de reinsercin internacional y de reproduccin econmica concentradora,
excluyente y dependiente. Tampoco se consider la cuestin del grupo social de
clase (la fraccin poltica capitalista) que mantiene la dominacin en el Estado
neoliberal latinoamericano y, por lo tanto, se dej de cuestionar y analizar a la
fraccin financiera rapaz, que durante los dos ltimos decenios indudablemen-
te ha estado a la cabeza del Estado, dictando las polticas econmicas prevale-
cientes, articulando la relacin con el exterior y llevando a la poblacin a la mi-
seria y la exclusin.
Las ciencias sociales no contemplaron tampoco, salvo notables excepciones
(ODonnell, 1993; Pipitoni, 1994) la precariedad institucional de nuestros esta-
dos y la dbil hegemona existente. Tambin se dej de lado la relacin profun-
1 Tal como lo expone Manuel Antonio Garretn, en su texto, Del autoritarismo a la democra-
cia (1991), para las corrientes tericas dominantes en esa poca, la democracia es un tipo de rgi-
men y no un tipo de sociedad []. Los rasgos que diferencian y caracterizan al rgimen democrti-
co son tanto los que pueden definirse como republicanos, Estado de Derecho, divisin de poderes,
como los que se refieren al problema de la representacin y participacin: soberana popular, expre-
sada en el sufragio universal, alternancia en el poder, pluralismo poltico, vigencia de libertades p-
blicas y derechos humanos en general(Garretn, 1991: 285-286).
REVISITANDO AL ESTADO 53
da del Estado y la nacin; se ignor el deterioro del bloque del poder al no asu-
mir la pluralidad de esta ltima (poltica, social, regional, tnica, cultural, etc.) e
incorporarla al terreno del poder (Pars Pombo, 2002). No se consider la relacin
entre el Estado y la reinstauracin de un patrn de desarrollo financiero-primario
y secundario (en los pases de mayor desarrollo capitalista relativo) exportador re-
novado, subsumido dentro de un nuevo modo de acumulacin transnacionalizado
(Pin, 2002). Se hizo caso omiso de las implicaciones del pobre desarrollo de la
sociedad civil popular y de las repercusiones negativas del sometimiento del mbi-
to pblico frente a su privatizacin creciente. En fin, se olvid el complejo vncu-
lo que existe entre democracia, Estado y sociedad y se perdi de vista el estudio
de los intereses en juego y en conflicto en la regin. Todo ello, hasta que la reali-
dad ha ido poniendo las cosas poco a poco en su lugar.
Por otra parte, el debate que hubo al final del siglo pasado en la poltica y en
las ciencias sociales de la regin sobre las cambiantes funciones y papel del Es-
tado (vase la recopilacin crtica de ese debate en Lander, 1996) se dedic a
hacer apologas y a respaldar las tesis sobre la reforma del Estado del Banco
Mundial o, en el caso opuesto, a cuestionar el proyecto neoliberal de Estado m-
nimo y mercado mximo, sin atender en ambas situaciones a una cuestin vital
del Estado: la necesidad de impulsar el fortalecimiento de las instituciones y de
definir su relacin con la dinmica de conjunto de la formacin social y con las
contradicciones sociopolticas de la democracia poltica (Vilas, 1995).
Por lo anterior, en este captulo pretendemos revisitar el Estado actual en la
regin e intentar estudiar su carcter, su papel, sus funciones, para tambin co-
nectar ese estudio con el panorama de precariedad de las instituciones, de la do-
minacin poltica rapaz y antipopular ejercida por determinadas fracciones de
la clase dominante sobre los aparatos del Estado, para entonces vincularlos con
los asuntos de la democracia. Confiamos que ello nos llevar a entender las ex-
presiones actuales de crisis poltica y de resistencia de la sociedad civil popular
que recorre de sur a norte a nuestros pases.
Los recientes han sido aos de redefinicin del patrn capitalista de desarrollo
histrico interno de las formaciones nacionales latinoamericanas y de cambios
drsticos en los estados: se abri paso una acelerada modernizacin y una rein-
sercin de dichas formaciones en la nueva divisin internacional del trabajo
(Saxe, 1993), en conjuncin con procesos de contrarreforma neoliberal de los
estados.
Con notables diferencias entre los pases que para finales del siglo anterior lo-
graron un mayor desarrollo relativo del capitalismo dependiente Argentina, Bra-
sil, Mxico, Chile y Venezuela, los que permanecieron como pases de desarrollo
54 LUCIO OLIVERA COSTILLA
medio los pases andinos, de Centroamrica y del Caribe y los pases atrasados
y abigarrados en extremo entre los cuales se encuentran Paraguay, Hait, Hondu-
ras, desde hace dos decenios se viene imponiendo en la regin un nuevo patrn
de desarrollo primario y secundario exportador, especializado y dependiente. En
funcin de dicho patrn, la estructura productiva se asienta en la produccin es-
pecializada y heterognea de bienes primarios y secundarios bsicos orientados a
la exportacin, en general, con base en enclaves locales de maquiladoras que se
encuentran desligadas de la economa nacional. Adems, los pases se han vuelto
parasos fiscales para los negocios financieros, se equilibran en su macroeconoma
gracias a ingresos continuos de remesas de migrantes y a inversiones extranjeras
de capital. Los estados que promueven esta transformacin incluso los estados
grandes como Brasil, Mxico y Argentina son econmica y polticamente dbiles,
poseen instituciones precarias y una incapacidad estructural para competir con
autonoma en el sistema internacional de estados.*
El modo de acumulacin interno que hoy prevalece est basado en dichas
economas de exportacin y est regido por polticas econmicas monetaristas,
adems de ser ms concentrador y excluyente que el anterior. En nuestras eco-
nomas nacionales se ha producido un achicamiento del mercado interno, una
relativa desindustrializacin, un rompimiento de las cadenas productivas inter-
nas, un desempleo galopante; junto a la propagacin de procesos de transnacio-
nalizacin, financierizacin, concentracin y centralizacin de capital, reduc-
cin del gasto pblico, privatizacin de activos y empresas pblicas y focaliza-
cin de los servicios sociales (Vuskovic, 1990; Pin, 2002).
Con respecto del carcter del Estado neoliberal latinoamericano actual, una
cuestin poco analizada pero con grandes implicaciones es la que dice relacin
con el acceso de una fraccin financiera rapaz a la dominacin del Estado. Es-
pecialmente en los pases con mayor desarrollo relativo del capitalismo, un sec-
tor burocrtico financiero transnacionalizado domina el mercado accionario y
las bolsas de valores, impone sus intereses, sus concepciones y sus polticas, com-
parte la dominacin con inversionistas extranjeros y viejas oligarquas y tiene
grupos de tecncratas leales y antinacionales administrando los gabinetes eco-
nmicos de prcticamente todos los pases de Amrica Latina (hoy quiz con la
excepcin relativa de Cuba y Venezuela).
Igual en Mxico que en Chile, Argentina y Brasil, con el triunfo de sus arti-
culaciones internacionales, el desplazamiento y subordinacin de las fracciones
industriales internas, se produjeron la desregulacin estatal, la dependencia fi-
* Las nociones de estados dbiles y fuertes tienen significados cambiantes. Con relacin al sis-
tema internacional de estados, todos los latinoamericanos son estados dbiles (Hirsh, 1996), mien-
tras que dentro de la perspectiva latinoamericana un Estado dbil expresa un capitalismo nacional
subordinado, carece del mnimo de autonoma y depende de los intereses privados, mientras que un
Estado fuerte es aquel que independientemente del tamao de su burocracia [] establece con efi-
cacia esa legalidad y no es percibido por la mayora de la poblacin slo como un mbito para la per-
secucin de intereses particularistas (ODonnell, 1993).
REVISITANDO AL ESTADO 55
Otro aspecto relativo al carcter del Estado tiene que ver con un creciente autori-
tarismo neooligrquico que revela las especificidades y limitaciones de la demo-
cracia liberal recin instalada. La oposicin entre la determinacin globalizadora
e integracionista del grupo de poder y las necesidades crecientes, apremiantes e
insatisfechas de una poblacin excluida y empobrecida, con alto desempleo y em-
pleo informal han llevado a que, no obstante la reciente conquista de derechos,
REVISITANDO AL ESTADO 57
La reestructuracin capitalista mundial de los aos ochenta y noventa del siglo pa-
sado impuls una nueva dinmica econmica y social en todo el orbe, generando
una nueva mundializacin del capital como realidad econmica dominante que
se ha impuesto progresivamente, obligando a las distintas formaciones nacionales
a redefinirse (y a someterse) ante ella; tambin propici la formacin de tres gran-
des bloques econmicos regionales de comercio e integracin (mercados comu-
nes, reas y uniones regionales en Asia, Amrica y Europa occidental). En el blo-
que americano, bajo el dominio de Estados Unidos, se encuentran las formacio-
nes nacionales de Amrica Latina. En su interior destacan el Mercado del Sur
(Mercosur) que tiene, no obstante la presencia que las transnacionales estaduni-
denses tienen en l, un cierto grado de autonoma y el Tratado de Libre Comer-
cio de Amrica del Norte (TLCAN).
Ya anteriormente, a finales de los aos setenta y principios de los ochenta del
siglo pasado, al calor de grandes problemas de productividad de las industrias
fordistas de segunda generacin, de la cada de la tasa de ganancias y de la cri-
sis fiscal de los estados, se inici una reestructuracin organizativa, econmica y
financiera de las grandes firmas transnacionales. Para Amrica Latina eso signi-
fic presin para desregular los flujos monetarios y de capital, la adopcin de
un nuevo modo de acumulacin basado en la maquila y en las exportaciones
agroalimentarias, la exigencia de pago puntual de los intereses de la deuda ex-
terna, la elevacin del precio del petrleo y altas tasas de inters mundiales.
Bajo la globalizacin se inici tambin una gran (contra)revolucin financie-
ra que llev a la supremaca poltica a distintos grupos de (neo)oligarcas (especu-
ladores privados, empresarios de las bolsas de valores, artfices de los negocios
bancarios, de las fusiones y compraventa de acciones) es decir, a todo un podero-
so circuito de negocios financieros que acapararon la acumulacin internacional
y nacional (Chesnais, 1996). Se transnacionalizaron las bolsas de valores naciona-
les y surgieron las de valores integradas; se formaliz la injerencia de los bancos
mundiales sobre el circuito de ahorro e inversin nacional; las organizaciones fi-
nancieras transnacionales se apropiaron del ahorro interno, legal e ilegal, domi-
naron las relaciones econmicas, canalizaron las quiebras industriales y los nuevos
procesos de privatizacin y la compra de bancos nacionales por los bancos priva-
dos transnacionales, intervinieron en la emisin de nuevos bonos de deuda inter-
na y externa y en los procesos de renegociacin de las mismas (Chesnais, 1996).
En el mbito productivo, la reorganizacin capitalista dio lugar a la produccin
mundializada, basada en la generalizacin de grandes empresas redes. Este fen-
meno ha sido conceptualizado como una nueva universalizacin de la ley del va-
lor, mundializacin del capital o cuarta fase de la internacionalizacin del capital
(Marini, 1995; Hirsch, 1996; Chesnais, 1996; Sotelo, 1997).
60 LUCIO OLIVERA COSTILLA
La mundializacin del capital no es, sin embargo, la continuidad lineal del an-
terior proceso de internacionalizacin del capital pues hubo que introducir cam-
bios, quiebres e innovaciones en la regulacin del Estado, en la acumulacin, en
las actividades empresariales y financieras, en las relaciones laborales, en las insti-
tuciones polticas y culturales. La nueva fase de mundializacin del capital se apo-
ya en una desregulacin de la economa y en una explcita intervencin de los es-
tados y de los organismos financieros internacionales hegemnicos para apoyar la
nueva dinmica mundializada de acumulacin, para deshacer pactos y relaciones
polticas que sostuvieron y legitimaron al capitalismo fordista o al capitalismo de-
sarrollista en su periodo dorado de despliegue nacional de acumulacin y profun-
dizacin del mercado interno (1945-1975) (Hirsch, 1996; Sader, 1996). Tambin
se apoya en polticas estatales neoliberales orientadas a debilitar instituciones y or-
ganizaciones culturales, sociales y polticas que implicaban un gasto social y con
los cuales se identificaba la relativa grandeza de los estados nacionales y su varia-
ble compromiso nacional y popular. El nuevo intervencionismo del Estado sirve
asimismo para redefinir funciones del poder poltico nacional estableciendo otras
prioridades y otras polticas, acordes con el nuevo papel que se le otorga al mer-
cado mundial. El culto al dinero, al maquinismo, a la productividad y a la compe-
titividad que introdujo en la cultura occidental el modo de produccin capitalis-
ta se ampli, moderniz y adquiri una nueva fisonoma de enriquecimiento
mundial y de volatilidad con la propagacin de la globalizacin.
Por todo lo anterior, se puede afirmar con Joachim Hirsch (Hirsch, 1996) que
la denominada globalizacin es en sus mltiples dimensiones, y sobre la base del
predominio de una tendencia de reestructuracin capitalista, ante todo un pro-
yecto poltico de los poderes hegemnicos mundiales (especialmente de Estados
Unidos) para reorientar en su beneficio el capitalismo mundial, desregular, reor-
ganizar la economa y el sistema de poder internacionales, quebrar viejos pactos
institucionales de colaboracin clasista y someter a su dinmica la reestructura-
cin de los pases dependientes. Para ello se requiere un nuevo dominio hegem-
nico de los estados centrales y una presin poltica hacia los pases dependientes.
En el caso de Amrica Latina, para forzar la ruptura de los pactos nacionales y po-
pulares que obligaban a una distribucin interna nacional del excedente.
se transforma peridicamente entre las clases sociales del rgimen de produccin capitalista a par-
tir de los procesos de reestructuracin de los diversos modos de acumulacin y, en consecuencia, del
dominio y de la lucha entre ellas dentro y fuera de las instituciones (Holloway y Picciotto, 1984).
REVISITANDO AL ESTADO 61
pases del Cono Sur y en Colombia. Dicha oligarqua ha sido desplazada de la di-
reccin del Estado, pero cuenta con un gran peso econmico dentro de la clase
dominante. Hay casos en los que incluso un sector de esa oligarqua se ha moder-
nizado y compite sin mucho xito an por encabezar al Estado (es el caso de la
fraccin que dirige el poltico Antonio Carlos Magalhaes, en Brasil).
La transformacin de los estados y la asuncin acrtica del modelo neolibe-
ral no habra sido posible si en la lucha por la direccin del Estado no hubiesen
accedido al poder lites financieras y polticas representativas de los intereses
transnacionales y de la ideologa neoliberal, junto a tecncratas formados en Es-
tados Unidos los llamados en Chile coloquialmente Chicago boys y en Mxi-
co, los egresados de Harvard y del Banco Mundial (Derbez, en el actual gobierno
del presidente Vicente Fox), quienes cubrieron los puestos de primer nivel de los
ministerios de economa dispuestos a asumir rpidamente las polticas de la in-
ternacionalizacin del capital. Por ello, la reforma del Estado es, en primer lugar,
un proceso de cambio de lites en el poder y as ha acontecido en Chile, Argenti-
na, Mxico, Bolivia, Ecuador, Brasil e incluso en varios pases centroamericanos y
del Caribe.
Desde inicios de siglo y durante el periodo de 1930 a 1975, los estados nacio-
nales oligrquico modernizadores, desarrollistas, tanto populistas como propia-
mente burgueses, crearon instituciones sumamente importantes de organiza-
cin y participacin poltica, de educacin pblica, de sistemas de salud, de
atencin global al empleo, de transparencia administrativa, etc. Los regmenes
de Yrigoyen en Argentina, Batlle en Uruguay y de parlamentarismo activo en
Chile son iniciadores del proceso de creacin de instituciones democrticas ciu-
dadanas. Posteriormente, tanto sos, como los nuevos regmenes populistas y
nacional desarrollistas subordinaron y absorbieron a las instituciones y organi-
zaciones sociales, creando tambin en Amrica Latina el fenmeno de una inte-
gracin de masas al Estado (Hirsch, 1996), que en el caso de Amrica Latina tu-
vo carcter diverso segn la particularidad nacional: democrtica combinada
con instituciones autoritarias en Chile, Uruguay y Costa Rica; populista y antide-
mocrtica con base en el clientelismo, corporativismo, caciquismo, corrupcin,
en Argentina, Brasil, Mxico, Per, Panam. Otros pases no lograron dicha in-
tegracin, lo que provoc la continuidad del predominio del terrorismo de Es-
tado, la violencia, los grupos paramilitares, la exclusin social y las relaciones oli-
grquicas: el Salvador, Guatemala, Nicaragua, Honduras, Hait, Paraguay.
De 1958 a 1985 se entronizaron los estados de Contrainsurgencia, de tipo civil
(Venezuela, Mxico) o militar (Brasil, Chile, Bolivia, Argentina, Uruguay) que debi-
litaron o, en el caso de los regmenes militares, deshicieron los estados republicanos:
cayeron por tierra diversas instituciones democrtico populares constituciones, sis-
temas polticos, sistemas electorales, sistemas judiciales, derechos ciudadanos, insti-
tuciones sociales, organizaciones populares, sindicatos, partidos, etc., revitalizaron
e introdujeron instituciones y prcticas de carcter sumamente autoritarias en las
cuales prevalecan viejas y nuevas formas de corrupcin.
Despus de 1980, con el inicio del retorno a la democracia se recuperaron
lentamente algunas de las instituciones histricas, empero acosadas por las ma-
niobras reaccionarias de las viejas clases dominantes y el miedo ideolgico al mi-
litarismo y autoritarismo de la poca anterior. Despus de 1982 se generaliza la
reforma neoliberal del Estado, que elimina el capitalismo de Estado y exige el
adelgazamiento vertiginoso del Estado, con lo cual se echan por la borda mu-
chas de las expectativas de recuperar instituciones sociales y fortalecer institucio-
nes nacionales y polticas. Se crean mltiples instituciones para viabilizar una r-
pida acumulacin de capital: bolsas de valores, instituciones de crdito, regla-
mentaciones de comercio e inversiones, flexibilidad laboral, etctera.
La realidad del nuevo Estado neoliberal dependiente y subordinado plenamen-
te instituido para el decenio de los noventa, es que se trata de un Estado sumamen-
te precario, con instituciones sin continuidad ni estabilidad, con poca densidad so-
ciocultural y poltica. De ah que muchos gobiernos han preferido acompaar sus
proyectos de reforma neoliberal de viejas o nuevas instituciones autoritaritarias de
Estado para aplicar los proyectos de modernizacin y el Estado abandone su com-
promiso con la renovacin y la defensa de viejas instituciones democrticas nacio-
REVISITANDO AL ESTADO 69
nales y sociales. Adems, est la carencia estructural de recursos con los cuales sos-
tener las instituciones, debido a la fuga de excedente por la va del pago a la deu-
da externa y los subsidios al gran capital nativo y extranjero.
No obstante los logros de la historia independiente de dos siglos y los extraor-
dinarios esfuerzos de algunas lites polticas, partidos responsables, funcionarios
honestos, grupos de militares y organizaciones de la sociedad civil por fortalecer las
instituciones democrticas, hoy Amrica Latina presenta una grave precariedad
institucional. El hecho de que el retorno a las instituciones civiles y polticas demo-
crticas se haya producido en estados bajo la creciente hegemona de la fraccin
financiera rapaz del capital, aliada con otras fracciones sin compromiso nacional y
popular, ha contribuido sustancialmente a la reaparicin y extensin de institu-
ciones y prcticas patrimonialistas, autoritarias, corruptas, corporativas, cliente-
listas, caudillistas, caciquiles; la falta de tica de la poltica neoliberal ha incre-
mentado la idea de que todo es negocio, ya sea de carcter legal o ilegal. Nue-
vos grupos y mafias se han entronizado en los estados, creando una dinmica de
incapacidad institucional y favoritismo hacia grupos legales e ilegales privados
que cuentan con inmenso capital: grandes empresarios fraudulentos, financie-
ros corruptos, propietarios monopolizadores de medios de comunicacin, parti-
dos y polticos mafiosos, sindicatos prebendalistas, narcotraficantes, contrabandis-
tas de armas y mercancas, lavadores de dinero, traficantes de personas migrantes,
etc. En conjunto estas mafias ilegales enferman la tica de lo pblico, ensucian a la
sociedad, corrompen a la poltica y a los polticos y dominan una parte importante
de la acumulacin, as como del producto interno bruto. As, el poder ejecutivo, le-
gislativo y judicial, los ministerios econmicos y sociales, el ejrcito y la polica, las
instituciones nacionales, estatales y municipales de salud, seguridad, vivienda, edu-
cacin, los partidos polticos, los sindicatos, los bancos y oficinas pblicas y privadas,
el sistema legal comercial, las crceles, etc., estn afectados por la precariedad ins-
titucional y estn sujetos al abuso continuo de poder, al patrimonialismo y a la even-
tualidad de la corrupcin. Si hubiese que argumentar con ejemplos, bastara con
constatar la cantidad innumerable de presidentes y hombres fuertes que han esta-
do en la cspide del poder y han sido llevados recientemente a juicio poltico o acu-
sados pblicamente: Carlos Andrs Prez en Venezuela, Noriega en Panam, Sali-
nas en Mxico, Fujimori en el Per, Menem en Argentina, Banzer en Bolivia, Ros
Mont en Guatemala, Antonio Carlos Magalhaes en Brasil, etc. Si se es el caso de
los responsables nacionales de las polticas del Estado, est claro que sus subordina-
dos o responsables de menor nivel han podido actuar con mayor impunidad.
En los estados centrales europeos o estadunidense se da una situacin distinta.
Existen mltiples instituciones nacionales, locales, sociales, econmicas y polticas
cuyo funcionamiento crea una funcionalidad reiterada y ese funcionamiento con-
sigue la legitimidad, la credibilidad y la participacin continua de la poblacin in-
cluso en los casos nacionales en que las polticas neoliberales han reducido los ser-
vicios y el gasto social: sistemas polticos, sistemas de servicio social, proteccin al
desempleado, sistemas de educacin y salud, actividad del poder judicial, etc., son
70 LUCIO OLIVERA COSTILLA
una constante en los pases desarrollados. Los graves y algunas veces recurrentes
casos de corrupcin institucional, de negociaciones ilegales o de abuso de poder
no producen una desestabilizacin nacional y son apreciados por las mayoras si-
lenciosas como excepciones que confirman la regla. Citemos por caso dos graves
situaciones ocurridas en Estados Unidos: las cuestionadas ltimas elecciones pre-
sidenciales irregulares que llevaron a Bush hijo al poder y la quiebra premedita-
da, fraudulenta y coludida con el poder del Estado de la mayor empresa de gene-
racin de electricidad, la Enron.
En Amrica Latina, la precariedad institucional impide una verdadera con-
solidacin de la democracia. Es otro hoyo por el que se fugan el Estado de de-
recho, el sistema presidencialista equilibrado, el sistema de partidos, la legitimi-
dad de la representacin y la participacin y por el que se desgastan las energas
sociales. El resultado es normalmente el peridico estallido de crisis polticas
profundas y recurrentes que merman la credibilidad y la confianza de la socie-
dad en el rgimen democrtico y en las propias instituciones.
Con las naturales diferencias entre los pases, el propsito central del Estado neo-
liberal latinoamericano no es ya la obtencin hegemnica de una adhesin de
mediano o largo plazo a su proyecto ni una mediacin poltica real de intereses,
precisamente por el carcter excesivamente concentrador, excluyente, patrimo-
nialista y rapaz que ha adquirido el capitalismo en Amrica Latina. Su objetivo no
es obtener el consenso mayoritario a sus polticas, sino canalizar el descontento so-
cial hacia llamados artificiales de nacionalismo o a legitimar un asistencialismo
abstracto hacia asuntos de manipulacin de masas, en fin, al control ideolgico,
poltico, electoral y policial de corto plazo de la poblacin frente a los efectos de
la nueva orientacin y las nuevas polticas econmicas y sociales del Estado.
En tanto receptor inevitable de las demandas, luchas y fuerza de los dominados,
el Estado se ha desfigurado, se ha distanciado de stos, en pos de cumplir con sus
objetivos de dominio neooligrquico y con los compromisos internacionales con la
acumulacin privada. Esto ha dado lugar a polticas y a pactos conservadores entre
las lites, que adoptan una cerrazn prolongada ante las demandas de sectores me-
dios, de pequeos empresarios agobiados por las deudas y la falta de apoyos y an-
te los reclamos de trabajadores sobrexplotados, precarizados, de desempleados y
jubilados o de los campesinos pauperizados y relegados.
El poder neoliberal, en general, se ha opuesto a la consulta pblica verdade-
ra, a la reforma poltica democrtica, a la inclusin y la participacin poltica. Se
ha olvidado y opuesto a la atencin efectiva, estructural, a la pobreza por medio
de proyectos de desarrollo y empleo. En el horizonte poltico de la lite domi-
nante en lugar del consenso y de la atencin a demandas sociales, se ha privile-
REVISITANDO AL ESTADO 71
utilizan, en gran parte, para apoyar a los verdugos de la democracia. Buena par-
te de las tendencias electorales triunfantes en Amrica Latina estn con los par-
tidos conservadores neoliberales: los socialdemcratas en Brasil, Banzer en Bo-
livia, Fujimori y Toledo en Per, Fox en Mxico, Ros Mont en Guatemala. Ca-
be entonces la pregunta: por qu los pueblos apoyan los proyectos conservado-
res? Ha llegado a tanto el dirigismo meditico y la introyeccin del miedo a lo
nuevo y a lo radical que les resulta mejor apoyar su propia desgracia?
James Petras sostiene que la explicacin est en la manipulacin que el po-
der hace de diferentes mecanismos, en especial de los medios y la ingeniera
electoral (Petras, 2000). Se trata de una enajenacin de masas, en la medida en
que una vez electos por esa va los candidatos conservadores, las masas proce-
den a rebelarse ante las polticas reales aplicadas por los gobiernos. Esa rebelin
no va muy lejos por su carcter espontneo y no programtico. Parece entonces
que el problema para completar la transicin hacia la democracia popular es
desmontar los candados a la plena actividad independiente de las clases y gru-
pos sociales populares. El problema, por consiguiente, no es otra democracia
ideal, sino ms democracia.
Existe una red de factores que hacen de la democracia un juego formal, le va-
can su contenido popular y le impiden ser reflejo de la generalizada crtica social
a un neoliberalismo concentrador y excluyente: condicionamientos financieros
externos, estructuras y mecanismos elitistas internos de poder, concentracin bu-
rocrtica y autoritaria de decisiones, separacin entre economa y poltica, inge-
niera electoral, enajenacin neoliberal de partidos, privatizacin de lo pblico,
despolitizacin de la ciudadana: todo eso hace de la democracia un juego difcil
para los intereses populares. La salida est en que los movimientos polticos des-
monten esa compleja red que atrapa a la democracia. Los casos brasileo y mexi-
cano son sumamente interesantes en ese sentido: la crtica de los candados y de la
red que bloquea a la democracia vino desde fuera. Los Movimientos del Ejrcito
Zapatista de Liberacin Nacional en Mxico y de los Sin Tierra en Brasil, estn
fuera de las instituciones y tuvieron la distancia para criticar la red y levantar la es-
peranza. Pero no han tenido la fuerza para desmontar la red, impulsar una nue-
va concepcin de lo pblico, recuperar la participacin ciudadana y obligar a los
partidos polticos a legitimarse ante el movimiento ciudadano y social.
Es necesaria una reforma poltica democrtica del Estado que ponga en cues-
tin y reduzca la autonomizacin y concentracin actual del poder, que perma-
nece en las manos de las tecnocracias financieras neoliberales del Estado. Una
reforma que reivindique la soberana nacional en funcin de polticas popula-
res de integracin regional y que libere a los partidos del dominio meditico y
de la ingeniera electoral, que destruya instituciones autoritarias y caducas y
construya nuevas instituciones cuidadas por los ciudadanos. Esta reforma polti-
ca pasa por varios aspectos de transformacin de la sociedad poltica, de la rela-
cin entre Estado y sociedad civil, de las propias instituciones y de la misma so-
ciedad civil.
En primer lugar, implica una autntica separacin de poderes y que preva-
lezca un real Estado de derecho; que los rganos parlamentarios y judiciales
tengan la capacidad de conocer y controlar la elaboracin y aplicacin de las
leyes, los presupuestos y las determinaciones econmicas con plena indepen-
dencia de los presidentes y sus ministros. Es necesario establecer polticas na-
cionales de Estado para los medios de comunicacin, que se definan derechos
sociales ante la informacin y las decisiones polticas. Para eso el parlamento
ha de asumirse como el rgano representativo principal, incluso ms all del
ejecutivo, lo cual implica un alto desarrollo de la sociedad civil. Esto es algo
muy distinto a la pretensin de los gobiernos neoliberales de promover la ree-
leccin de los legisladores para asegurar la continuidad de sus polticas. Impli-
ca tambin que la eleccin de los legisladores se produzca sobre la base de la
conquista de lo pblico por parte de la sociedad, de forma tal que los parlamen-
tarios no sean resultado de los acuerdos cupulares de partidos, sino una real rei-
vindicacin del papel pblico de los legisladores de cara a la sociedad.
En segundo lugar, una reforma democrtica radical conlleva una transforma-
cin de las actuales bases del sistema de partidos. Es necesario que los partidos
sean entidades de la sociedad civil y no del Estado o de grupos privados de po-
der, es decir, se requiere una reforma para que el propio Estado obligue a los
partidos a efectuar su actividad poltica dentro de la sociedad y para la sociedad
(plebiscitos, consultas, financiamiento bajo control social, etc.). Eso permitir el
surgimiento de un programa fuera de la globalizacin estatal conservadora y pa-
ra una mundializacin alternativa, as como la alianza entre movimientos socia-
les radicales y partidos polticos institucionales.
En tercer lugar, es imprescindible que los ciudadanos, las colectividades y los
movimientos adquieran el derecho a hacer poltica, en colaboracin con, y(o) en
sustitucin de los partidos. Los movimientos y los ciudadanos tienen potenciali-
dad de influir en el Estado y son correctores de los partidos. No se trata de la po-
ltica de ciudadanos cautivos de parlamentares, serviles a la poltica espectculo,
alejados de un programa global y preocupados slo de sus intereses particulares.
Se trata de un movimiento de accin ciudadana reivindicadora de lo pblico.
En cuarto lugar, es importante el desarrollo del mbito pblico no estatal, si-
no societal, para que la sociedad pueda tener acceso directo a las instituciones y
REVISITANDO AL ESTADO 77
res organizados, la corrupcin sindical, las persecuciones que los estados de con-
trainsurgencia, tanto civiles como militares, hicieron a la izquierda, las clases
medias y las clases trabajadoras y, por ltimo, el derrumbe de las ideas y los pro-
yectos socialistas.
Fue en Venezuela donde la resistencia de la poblacin a las polticas globali-
zadoras de Carlos Andrs Prez llev a la cada de la partidocracia y a la procu-
racin de nuevos patrones de desarrollo en la mundializacin, con resultados
hoy an imprevisibles. Otro caso particular ha sido la resistencia de Cuba para
asumir la globalizacin, tal como la propone Estados Unidos. En el pas insular
la definicin poltica socialista preexistente permiti un margen de accin del
Estado ante tales polticas. Sin embargo, tanto Venezuela como Cuba tuvieron
que adoptar parcialmente medidas del programa neoliberal.
La gran contradiccin interna actual de los nuevos estados latinoamericanos
es que las contrarreformas neoliberales que han impulsado bajo la globalizacin
no han consolidado las formas autoritarias en que se apoyan. Por el contrario,
en muchos pases han llevado a un incremento de la lucha popular por la de-
mocracia poltica, lo que oblig a abrir formas de inclusin poltica y polticas
de atencin, aunque sea mnima, a los problemas que genera el aumento geo-
mtrico de la pobreza.
LAS ALTERNATIVAS
Pensar en las alternativas a la situacin actual del poder y la poltica implica, pri-
mero, plantear con claridad las contradicciones del patrn actual de desarrollo
con pobreza, comprender las nuevas formas de explotacin y opresin de las po-
blaciones trabajadoras y de las naciones por el capitalismo mundializado, discer-
nir el carcter, los lmites y las consecuencias de los cambios estructurales profun-
dos que la nueva poca proyecta. En particular, conlleva desmitificar el Estado y
esclarecer su nuevo papel y funciones bajo la mundializacin del capital.
En segundo trmino, la cuestin de las alternativas involucra un convenci-
miento: que la solucin no est slo en un buen programa de propuestas de
cambio que incluya un nuevo Estado con responsabilidades estratgicas y nacio-
nales, una poltica que atienda al empleo y que combata realmente a la pobre-
za, una eliminacin de los subsidios al capital transnacional. La verdadera alter-
nativa est en sacar del poder a la fraccin financiera hoy hegemnica y crear
las condiciones sociales y polticas para generar de nuevo lo pblico y, en cierto
sentido, incluso lo partidario, como un poder popular distinto, bajo la hegemo-
na de la sociedad civil popular reorganizada, independiente y con plenos dere-
chos a decidir los asuntos del Estado y las condiciones nacionales y sociales de
participacin en la actual mundializacin.
En tanto se definen objetivos polticos propios para coparticipar o para crear
alternativas en la reestructuracin capitalista y en la mundializacin, los trabaja-
dores tienen ante s la obligacin de reivindicar el valor de lo pblico y luchar
por los viejos y nuevos derechos y deberes en la reestructuracin mundial. En-
tre los que estn, en primera instancia, la decisin radical de que la sociedad ci-
vil organizada localmente se articule a nivel nacional para reivindicar lo pblico
y definirlo. Si el Estado es siempre una correlacin de fuerzas sociales, es funda-
mental el trabajo para desplazar del poder a la fuerza oligrquico financiera e
imponer la fuerza de la sociedad popular en una recuperacin de lo pblico: las
REVISITANDO AL ESTADO 83
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GLOBALIZACIN Y POLTICAS PBLICAS TRANSNACIONALES:
UNA (DES)CONSTRUCCIN PARA AMRICA LATINA
INTRODUCCIN
turas polticas que se desplegaron durante la fase fordista del capitalismo, que bsicamente se estable-
ci despus de la segunda guerra mundial. Esta fase implic una nueva forma histrica estatal que ga-
rantiz la supervivencia material de sus miembros y que se caracteriz entre otros factores, por un ex-
tenso control estatal de los procesos sociales, un alto grado de intervencin del Estado en la economa
y por un proyecto poltico de integracin de masas y de amplia participacin social.
GLOBALIZACIN Y POLTICAS PBLICAS TRANSNACIONALES 89
centrador. Entre 1980 y 1994 el grupo de pases que el Banco Mundial considera ms desarrollados
increment su porcin del producto mundial de 70 a 79%, los pases de nivel medio de desarrollo
la redujeron de 23 a 16%, y los pases ms pobres retrocedieron de 7 a 5% (Vilas, 1997:13).
GLOBALIZACIN Y POLTICAS PBLICAS TRANSNACIONALES 93
zacin es echar a andar una serie de polticas transnacionales que tiendan a uni-
versalizar y homogeneizar determinados modelos econmicos, polticos y socia-
les en donde tenga lugar un reacomodo general de principios liberales, de tal
manera que se tienda a recomponer tanto el conjunto de relaciones producti-
vas, organizacionales y laborales, como polticas y sociales. En ese sentido, las po-
lticas transnacionales han sido sumamente exitosas, en la medida en que la
nueva correlacin sociopoltica de fuerzas que sustenta el Estado de tipo neoli-
beral en Amrica Latina, ha tenido la capacidad para destruir principios y mo-
delos econmico-polticos anteriores y ha podido convertir en polticas naciona-
les el ajuste estructural, la reforma de los estados y las democracias gobernables.
Los profundos cambios que se buscan inducir en la estructura general de la
periferia mundial, estn diseados para no poner en riesgo los sistemas de do-
minacin vigente de los pases ms desarrollados, tienen como meta central ge-
nerar las condiciones para fijar un marco jurdico-poltico adecuado, a efecto de
acelerar el proceso de acumulacin del capital.3
Es la nueva lite poltica en el poder y los grupos econmicos que predominan,
quienes le dan sentido y rumbo al nuevo Estado poltico de la globalizacin en
Amrica Latina. De forma ms especfica, la internacionalizacin de las polticas
pblicas busca transnacionalizar la economa nacional, desmantelar las polticas del
Estado histrico nacional y popular, desestructurar su acervo histrico-social, modi-
ficar los marcos jurdicos prevalecientes para implantar, sin salvedad, el progreso y
la expansin de las libres fuerzas del mercado y del capital e inducir aquellas con-
diciones necesarias para construir el nuevo Estado.
nuevas prioridades que impone el capitalismo global. Los principales ejes de la reforma agrcola en
Amrica Latina se han traducido en la reestructuracin del crdito rural, privatizacin de empresas
productoras de insumos, eliminacin de subsidios por la va de crdito, supresin de los precios fi-
jos de garanta, reformas constitucionales a fin de transformar en propiedad privada la propiedad
ejidal, la entrada de granos bsicos a precios muy reducidos, todo lo cual ha generado miseria, des-
proteccin y descapitalizacin en la mayora de la poblacin rural.
94 RINA MUSSALI GALANTE
El nuevo rumbo y los tiempos de cada uno de los pases latinoamericanos ha es-
tado ntimamente influido por la globalizacin y por un proceso sociopoltico
interno ms amplio, en donde se ha experimentado la trasformacin de lites
polticas gobernantes y de los grupos de poder econmico, como de su propio
proyecto histrico de afirmacin nacional. Ambos procesos han trado como
consecuencia el establecimiento de un Estado de tipo neoliberal que ha obliga-
do a stos a asumir como suyas las polticas que han diseado y dispuesto los ac-
tores de la globalizacin.
El Estado neoliberal, como una forma particular del Estado capitalista, apare-
ci cuando la forma estatal anterior, el Estado fordista de seguridad, entr en una
fase de crisis generalizada en los aos setenta, que se propag ms tarde en
Amrica Latina, con la explosin de la deuda externa en 1982.
Tras la gran depresin de los aos treinta, se adopt en el continente una es-
trategia basada en la sustitucin de importaciones que se caracteriz por el mode-
lo de industrializacin hacia dentro, en contraposicin con el anterior modelo de
desarrollo econmico que prioriz un modelo de crecimiento hacia fuera. Este
modelo alcanz una estabilidad y result suficiente para mantener un crecimien-
to medio y se le conoci exitoso dadas las altas tasas positivas que engendr para
el caso mexicano y brasileo.
Sin embargo, desde los aos sesenta, se advirtieron diversas seales de ago-
96 RINA MUSSALI GALANTE
salida negociada a las demandas sociales, dentro de los lmites que impone el mismo proceso de go-
bernabilidad. En Mxico se puede hacer alusin al Pacto para la Estabilidad, la Competitividad y el Em-
pleo. En Argentina, se conoci como el Acuerdo Marco para el Empleo, la Productividad y la Equidad
Social. En Nicaragua, se ha suscrito otro, bajo el nombre de Acuerdo de Gobernabilidad, etctera.
100 RINA MUSSALI GALANTE
CONSIDERACIONES FINALES
papel preponderante para la toma de decisiones a nivel interno, por lo que hay
que redoblar esfuerzos para conducir la globalizacin bajo un estricto sentido
de responsabilidad colectiva entre pases, priorizando para aquello el desarrollo
de un ordenamiento jurdico internacional eficaz acompaado de instituciones
apropiadas para regularla y supervisarla.
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LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO, SU IMPACTO
EN LA SOCIEDAD CIVIL Y EL PROBLEMA DE LAS MEDIACIONES
junto con los desempleados, los ex obreros, todos vctimas de la poltica mene-
mista, que ya venan encaminando procesos de organizacin y formas de accin
directa como por ejemplo, bloqueos carreteros (los piqueteros).
En el caso venezolano, ms acorde con la tendencia que en general se ha da-
do en la regin, en cuanto a un comportamiento ms conservador de los secto-
res medios, la coalicin antichavista record la que dio forma al llamado paro
patronal de octubre, ocurrido durante los peores momentos que vivi el gobier-
no de la Unidad Popular en Chile, poco antes del sangriento golpe militar que
encabez Augusto Pinochet, coaliciones en las que tambin particip la cpula
sindical en apoyo a las clases dominantes y en donde los cacerolazos fueron or-
ganizados por las damas de clase alta comprometidas con la estrategia golpista.
Tanto en Chile como en Venezuela se orquest, con la participacin de Esta-
dos Unidos, todo un proceso de desestabilizacin donde los medios de comuni-
cacin se convirtieron en una trinchera para presionar a los militares a salir de
sus cuarteles. Si en la actual coyuntura venezolana y argentina se puede hablar
de la ruptura de las formas de mediacin, la crisis de los partidos polticos, la fra-
gilidad de las instituciones, en Venezuela, como entonces sucedi en Chile, se
perfil una base social muy importante dispuesta a apoyar la ruptura institucio-
nal, el golpe de Estado.
Sera muy grave que en la Amrica Latina de la transicin a la democracia no
se pueda sostener la lgica del juego poltico frente a los conflictos y se termine
por tocar la puerta a los militares. O acaso el impacto social y poltico de los pro-
gramas de ajuste estructural han minado de tal manera los fundamentos institu-
cionales que estamos, en efecto, por volver a un nuevo ciclo de militarismo?
La tendencia a resolver los conflictos por medios y canales parainstitucionales,
la ruptura de las formas de mediacin, es decir, de la relacin entre gobernan-
tes y gobernados y la posibilidad de conciliar las contradicciones, la inoperancia
de los partidos polticos y el riesgo de que movilizaciones populares sin un pro-
yecto alternativo terminen por favorecer a los sectores menos comprometidos
con la democracia, nos colocan frente a la necesidad de recomponer dichas for-
mas de mediacin, tarea indispensable si se busca redimensionar y revalorar la
poltica como instrumento de transformacin y de bsqueda de opciones en el
actual entorno neoliberal, sin volver a las soluciones de fuerza.
Para tal fin, hay que entender las vas de transformacin de la relacin Esta-
do-sociedad y de reestructuracin de las relaciones de poder e ir detectando las
alternativas que se van planteando, frente a la incapacidad del Estado neolibe-
ral para enfrentar la crisis.
Argentina es un claro ejemplo del agotamiento (derrumbe, colapso) de una
forma de Estado (desarrollista, populista, social) y su manera de relacionarse
con la sociedad, y la emergencia de otro, el Estado del neoliberalismo que en-
tra en un proceso de desestabilizacin cuando an no termina de estructurarse
ni de legitimarse, as como de la emergencia de formas de organizacin que sus
actores conciben como el embrin de nuevas formas de organizacin.
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 107
Hay que sealar tambin que si los cambios de lo que pudiramos llamar Es-
tado Social involucra a la declinacin, fractura y reconstitucin de sujetos so-
ciales, as como la decadencia de utopas, imaginarios colectivos e identidades,
tambin tiene implicaciones en las fuentes de legitimidad y en el cambio del blo-
que dominante (De la Garza Toledo, 2001:40).
Hay un cambio estructural que ha barrido, en efecto, con las condiciones
que posibilitaron determinadas formas de organizacin. Ya no se puede volver
a la situacin anterior a la crisis ni pensar en reconstituir espacios que las pol-
ticas neoliberales han barrido, sino en construir otros, aunque los caminos son
inciertos. El punto de partida es un Estado que ha dado la espalda a la fragmen-
tada sociedad.
Si se ha llegado a debatir la viabilidad de Argentina como nacin, en Colom-
bia, tanto el avance de la guerrilla como la virtual ocupacin que padece por
parte de Estados Unidos, junto con la incapacidad poltica y la falta de instru-
mentos institucionales para enfrentar los graves problemas que postran a dicha
nacin, han venido cuestionando la capacidad del Estado para tener el control
sobre su territorio nacional, al tiempo que se habla en trminos de crisis hege-
mnica y de fractura del bloque histrico que funcion desde 1957. Y si en Pe-
r el gobierno de Alejandro Toledo promete profundizar la poltica ortodoxa
que su antecesor, Alberto Fujimori empez a estructurar, en Venezuela el ascen-
so del actual presidente teniente coronel Hugo Chvez signific, entre otras co-
sas, el derrumbe del sistema de partidos tradicional instaurado a partir de 1958,
lo que ha hecho que los conflictos se busquen dirimir en marchas callejeras y a
cacerolazos.
Los problemas de gobernabilidad que enfrenta la regin tiene su caldo de
cultivo en la situacin econmica. Segn informes de la CEPAL (XI Cumbre Ibe-
roamericana, Lima, noviembre de 2001), nuestra regin es considerada por su
distribucin del ingreso como una de las zonas ms injustas del planeta, adems
de que 44% de los latinoamericanos son pobres, llegando esa situacin al doble
en muchos pases del rea. La deuda externa aument de 42 mil millones de d-
lares en 1972, a 500 mil millones en 1996 y a 706 mil millones en 1999, habien-
do pagado tan slo de intereses entre 1982 y 1996, 749 mil millones de dlares
que representan ms del monto total de la deuda acumulada (Luzzani, 2002).
Hay que recordar que Argentina (junto con Mxico) fue el ejemplo de lo
exitoso del modelo en un pas cumplidor, pero ahora, frente al colapso de di-
cho modelo, se dice que la razn fue la mala aplicacin que hicieron los argen-
tinos del recetario neoliberal. Despus de haberse sentido parte del primer
mundo como hoy pretende el foxismo hacerles creer a los mexicanos gracias
al TLCAN, hoy se habla en Argentina de latinoamericanizacin, para referirse a los
rasgos que asemejan al pas a las fragmentadas sociedades del continente.
El llamado corralito, que es la confiscacin que los bancos hicieron del dine-
ro que muchos argentinos tenan ah depositados, fue slo el ltimo de toda
una cadena de acontecimientos signados por los programas de ajuste estructu-
108 TERESA CASTRO ESCUDERO
Las principales tendencias analticas que han resultado de los estudios sobre la
transicin de regmenes autoritarios a regmenes democrticos, han privilegia-
do el campo propiamente poltico que le compete. Desde esta perspectiva, la de-
mocracia es poltica y, en ese sentido tiene que ver con las reglas del juego ins-
titucional que nos permiten elecciones limpias adems de que exista libertad de
participacin, entre otros elementos, lo cual tiene su lgica y principios, frente
a los cuales simplemente carecera de sentido hablar de democracia social, pues
lo social correspondera a otro nivel de anlisis.
Es cierto que una sociedad igualitaria en lo social no es automticamente de-
mocrtica como sealaba Carlos Pereyra desde la ptica de la filosofa poltica,
al sostener que la democracia es siempre, democracia poltica.
En efecto, deca Pereyra, la democracia tiene que ver con la forma en que los
dirigidos eligen a sus dirigentes, la forma que adopta la relacin gobernantes-go-
bernados. La democracia es, as, siempre formal, representativa y pluralista, pe-
ro no es igualdad o justicia social por lo que hablar en trminos de democra-
cia social es una confusin (Carlos Pereyra, 1987).
Mucho se ha discutido sobre las obvias diferencias de sociedades que care-
cen del grado de homogeneidad econmica y de articulacin social de los pa-
ses ms desarrollados en donde hubo bases incluso estructurales para establecer
una esfera poltica distinta a la social. Sin embargo, se insiste en excluir el aspec-
to social de la discusin sobre la democracia y sus posibilidades a pesar de que
los niveles de pobreza atroz, marginalidad y de exclusin tan graves influyen ne-
cesariamente en la calidad del voto, cuando ste se ejerce.
Pero a pesar de la tendencia terica (muy terica) de separar rgimen demo-
crtico desigualdad social, argumentando como prueba el hecho de que la tran-
sicin democrtica empieza a pesar de los estragos de la llamada dcada perdi-
da en Amrica Latina, es fcil llegar, como dice Franco, a la cnica definicin de
que la democracia representativa es la reproduccin pacfica de las desigualdades
sociales. La democracia implica consensos y expectativas que el neoliberalismo no
ha logrado colmar. Tiene razn Franco cuando seala cmo la experiencia insi-
diosa y constante de una creciente ampliacin del tamao de la desigualdad acep-
tada erosiona tendencialmente la representatividad de los actores y la legitimi-
dad del rgimen (Franco, 1994:106).
En las sociedades democrticas, los consensos son el resultado de la interac-
cin de actores polticos y sociales que confrontan y debaten de manera pblica y
privada distintas opciones de poltica que expresan la pluralidad y complejidad de
110 TERESA CASTRO ESCUDERO
Para muchos chilenos que creen en el milagro neoliberal legado por Pinochet,
Chile es como una buena casa en un mal barrio. La sociedad argentina del tiem-
po de Carlos Menem, crey que su pas haba dejado el tercer mundo y entraba
de lleno a las ligas mayores, con el peso codendose con el dlar 1 x 1. El Mxi-
co de Salinas de Gortari pretenda que con la firma del TLC entrbamos de lle-
no al primer mundo, ilusin que no ha dejado de alimentar el gobierno de Vi-
cente Fox, para quien estamos a unos cuantos dlares de lograrlo pues en su tan
globalizada administracin hay quienes sostienen que Mxico dej de ser un
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 115
nas de Cananea dio al Grupo Industria Minera Mxico, el control sobre el 95%
de las reservas de cobre mexicano (ibid.:23).
Va emergiendo as un establishment que ve crecer su fortuna al calor de las pri-
vatizaciones para luego monopolizar los servicios pblicos privatizados, primero
como contratistas de empresas pblicas subsidiadas y luego como compradores
de stas a travs de mecanismos de privatizacin de la deuda, constituyndose
como dice Delgado en herederos del Estado (Delgado, 1995:147) con inver-
siones en lo financiero y vinculados a los sectores ms concentrados de servicios
e industria y ramas industriales de punta mientras que el empresario medio sus-
titutivo (ISI) de mayor gravitacin poltica y econmica en el periodo anterior
sufre una disminucin considerable de su importancia y poder (muchos prefie-
ren la quiebra mientras que otros se convierten en comerciantes e importado-
res de los artculos que antes producan, se vuelven firmas subsidiarias o venden
sus empresas), desdibujndose tambin la capacidad de los sectores dominantes
ms tradicionales tanto rural como urbano industrial de manifestar sus tensio-
nes y contradicciones buscando alianzas con los sectores populares por una
suerte de autoritarismo y disciplinamiento empresarial (ibid.:149).
El modelo neoliberal ha contado con el apoyo de un cada vez ms reducido
bloque de lites econmicas el nmero de latinoamericanos en la lista de millo-
narios de la revista Forbes se increment de 8 en 1991 a 39 en 1997, crecientemen-
te dependientes del capital extranjero que hoy desempea un importante papel
en la regin especialmente desde las privatizaciones de principios de los noventa
dice el informe de NACLA sobre las nuevas fortunas emergentes (NACLA, 1997). En
el caso chileno la reestructuracin de los pasados 20 aos ha transferido riqueza
y poder a un pequeo nmero de grupos conglomerados y sus socios transnacio-
nales. Los seis mayores grupos controlan mas del 20% del capital.
En Chile adems se dio la vinculacin de la dictadura pinochetista con el
grupo de economistas que estudiaron en la Universidad de Chicago con los im-
pulsores del libre mercado y que desde la Universidad Catlica se convirtieron
en pieza fundamental para la instauracin del recetario neoliberal, uno de cu-
yos ejes fue la poltica de privatizacin que gener la riqueza de estos pequeos
grupos que se convirtieron en la fuerza dirigente de la economa chilena com-
binando el control de bancos, finanzas y compaas de servicios con industrias
agroexportadoras de fruta y productos pesqueros, modificando a los grupos de
poder tradicional los que eran como grandes familias poseedoras de latifundios
e intereses comerciales y de industrias tradicionales como ropa y zapatos. Otro
eje central para la concentracin de la riqueza fue la privatizacin de las pensio-
nes obreras, con base en la privatizacin del sistema de seguridad social que co-
locaron los ahorros de los trabajadores bajo estos grupos que usaran los fondos
para reconstruir sus imperios en bancarrota (Rosenfeld y Marr, 1997:22 y 24).
En Mxico, en estos ltimos 15 aos, la nueva concentracin de la riqueza
sin precedentes se da en una nueva lite financiera, los neobanqueros, lo que
ha generado una serie de reacomodos en la clase dominante econmicamente,
122 TERESA CASTRO ESCUDERO
FFAA, etc., para asumir la confrontacin entre movilizacin social y cambio pol-
tico, para establecer formas de mediacin entre valores y aspiraciones y meca-
nismos de institucionalizacin. La actual crisis en Argentina ha puesto de mani-
fiesto una ruptura profunda de la sociedad con los partidos polticos que es una
situacin que se vive en muchos pases de la regin. El taln de Aquiles de la de-
mocratizacin es precisamente, junto con su incapacidad para restaurar los fun-
damentos ticos mnimos para la reconciliacin,3 su falta de contenido social y
la debilidad o franca ausencia de una cultura poltica donde los partidos polti-
cos hubieran sido formas de mediacin generalizada. Liliana de Riz sostiene
que hasta 1983 que marca el fin de la dictadura militar y el trnsito a la demo-
cracia, no se puede hablar de la existencia de un sistema de partidos en el mar-
co de un sistema poltico que se caracteriza por la enorme debilidad que tienen
stos frente al Estado y otros actores de estructuras alternativas como el sindica-
lismo o las fuerzas armadas (Castiglioni y Medina, 1998:56).
Es as como frente al colapso presidencial y la fragilidad institucional en
aquella nacin, el escritor y periodista Toms Eloy Martnez seala que en su
pas los partidos polticos siguen actuando como poderes feudales, aves de ra-
pia que dividen al pas y no estn dispuestos a ceder el poder, las estructuras
judiciales estn pervertidas y en la Legislatura, estn representados los partidos
y no el electorado.
El rechazo a los polticos (en estos momentos hasta visceral), por parte de sec-
tores importantes de la sociedad que se sienten defraudados, expresa la crisis de
representacin, la ruptura de los lazos entre representantes y representados, el va-
co de poder, la ruptura de los consensos donde los hubo y de prdida de legiti-
midad por medio de la evidente fragmentacin y ruptura del tejido social.
En este contexto adquiere relevancia la insistencia sobre la importancia del
papel de los partidos polticos. No se trata de trasladar instituciones y formas de
ser y de participar que se dieron en los pases ms desarrollados a los nuestros,
pero como lo enfatiza Augusto de Franco en un ensayo, por cierto, muy crtico
de dichas asociaciones polticas, sin partidos no hay democracia. Por lo menos
en el actual escaln de las relaciones polticas no se puede prescindir de los par-
tidos, menos en sociedades como la brasilea (y otras de la regin) donde se
verifica una ausencia de tradicin partidaria slida, quiz debido a que nuestras
lites resolvieron histricamente sus problemas a travs de acuerdos de grupo y
corporativos, en general, celebrados en el interior del propio Estado.
Precisamente al reflexionar sobre el impacto de la crisis argentina en una so-
3 Puesto que a la impunidad de la que disfrutan quienes violaron masivamente los derechos hu-
manos en ese pas y que son responsables de crmenes de lesa humanidad, se suma la capacidad que
tienen de financiar negocios privados lcitos como el Renave en Mxico que pretenda llevar a ca-
bo el registro vehicular de una de las ciudades ms grandes del mundo bajo la direccin de Cavallo,
cruel y fro torturador ahora retirado, slo bajo los principios de la ley de punto final, con el bo-
tn de guerra que obtuvieron durante la guerra sucia al apropiarse de los bienes de sus vctimas, y
acumular un capital considerable.
128 TERESA CASTRO ESCUDERO
ciedad como la uruguaya, el politlogo Jorge Lanzaro seala que lo que la pro-
tege, por lo menos en principio, de un estallido social como el de Argentina es
la existencia de un sistema de partidos mucho ms consistente, al funcionar en
forma ms integrada, en un contexto donde las reformas estructurales han sido
de una manera mucho ms gradualista y moderada y no de desarticulacin co-
mo en la nacin vecina, lo que deja como saldo una mayor preservacin del Es-
tado e incluso, en algunos casos, una mejora importante y hasta un ensanche
del sector pblico, todo lo cual no significa la ausencia de problemas como son
el debilitamiento de las redes colectivas, de las lgicas de identidad, de integra-
cin y accin colectiva.
Sin embargo, lo interesante a destacar es que la respuesta uruguaya an es
ms poltica, ms de alternativas partidarias, de bsqueda de confianza en los
partidos aunque con mrgenes importantes de desilusin, de desapego y de dis-
tancia con respecto a la poltica en muchos sectores, especialmente los jvenes
(Israel, 2001).
A pesar de la fuerza de los movimientos sociales, como vimos anteriormente,
los partidos polticos no dejan de ser parte de los mecanismos de mediacin pa-
ra lograr la consolidacin democrtica: la dinmica no consolida la representa-
cin, participacin y decisiones polticas por igual entre sectores sociales movi-
lizados cotidiana o excepcionalmente, por lo que la necesidad del desarrollo de
instituciones polticas ms fuertes, es impostergable, as como la institucionaliza-
cin en el proceso de transicin y consolidacin democrtica.
Como seala Jorge Lazarte, los partidos cumplen una funcin bsica y cen-
tral en el sistema poltico: son mecanismos y estructuras especializadas de me-
diacin entre las demandas de la sociedad y el sistema poltico, existiendo ade-
ms una relacin positiva e inherente entre partidos, democracia y mediacin
(Lazarte, 1998).
La importancia de estas mediaciones en el desarrollo y consolidacin de la
democracia europea, con la cual constantemente nos medimos y buscamos repro-
ducir en nuestro medio, es innegable. No obstante, no ha sido el papel que han
jugado en Amrica Latina en donde ms bien hablaramos, como dice Roger Bar-
tra de estructuras polticas de mediacin poltica no democrticas surgidas en el
proceso de transicin al capitalismo moderno y alimentadas posteriormente por
una situacin de abigarramiento econmico [que] no evolucionan obligatoria-
mente hacia la democracia (Bartra, 1978).
Bartra apunta a la esencia de lo que Delgado llama el modelo movimientista
(democrtico popular o populista) donde la democracia es, en todo caso, con-
cebida como participacin, no representacin, por medio de apoyo de tipo ple-
biscitario, con gran importancia del liderazgo carismtico, una fuerte identidad
entre representantes y representados y la indistincin entre los mbitos pblico
y privado (Delgado, 1998:110).
Lo que se consolida son relaciones clientelares entre sectores e instituciones
del sector pblico y las diferentes organizaciones de la sociedad civil donde el
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 129
Hay una redefinicin del mapa hemisfrico sobre la base del repliegue estra-
tgico de Estados Unidos hacia su zona natural de influencia en tanto que sur-
gen poderes regionales y subregionales en el mundo que disputan espacios de
poder poltico, econmico que despus puede ser tambin militar. Parece ser
que el rostro estratgico militar de este proceso est articulado alrededor del
Plan Colombia en el que Amrica Latina queda inserta bajo la gida de Estados
Unidos y su lucha contra el narcotrfico (y ahora el terrorismo), y el rostro civil
sera la integracin del ALCA, lo que recuerda la Alianza para el Progreso lanza-
da por el gobierno de Kennedy para responder con amplios programas refor-
mistas al reto planteado por la revolucin cubana que qued subsumido por su
rostro militar contrainsurgente, que lanz tambin el gobierno norteamericano
bajo la idea de que el enemigo se haba incrustado internamente, dando todo
el fundamento para que muchos ejrcitos latinoamericanos actuaran como ejr-
citos de ocupacin contra su propia poblacin.
Bajo los efectos de la ideologa de la globalizacin tiende incluso a desapare-
cer la idea de Amrica Latina, viejo sueo panamericano, para hablar ahora en
trminos de Amrica del Norte, que incluyendo a Mxico intenta lanzar la fron-
tera de Norteamrica hasta los pases centroamericanos, y de Amrica del Sur
que a pesar de los intentos de que el Mercosur sea el ncleo de unidad que re-
defina las relaciones con Estados Unidos desde la perspectiva de los pases invo-
lucrados en ese proceso en el mediano plazo quedara tambin inmersa en este
proyecto neocolonial.
Varias razones explican esta situacin entre las que estn el que Brasil ni ha
podido imponer su liderazgo ni pases como Chile o Argentina lo aceptan de esa
manera, aunado a la catica situacin econmica de Argentina por lo que que-
dara pendiente la solucin de obstculos y piedritas en el zapato como la re-
volucin bolivariana de Chvez en Venezuela, el problema de la ahora definida
como narcoguerrilla terrorista colombiana, el evitar la radicalizacin de la crisis
argentina, el que la izquierda brasilea siga sin ser una opcin de poder, el seguir
apretando las tuercas a la revolucin cubana, para lo cual cuentan con embaja-
dores honorarios que promueven las iniciativas norteamericanas contra Cuba,
como el gobierno de Carlos Menem y su definicin del nuevo realismo estratgi-
co y su recientemente fallecido canciller Guido Di Tella, quien caracterizaba co-
mo relaciones carnales la nueva vinculacin argentina con Estados Unidos.
El modelo para el ALCA es el tratado comercial de Mxico con Estados Unidos,
el Tratado de Libre Comercio de Amrica del Norte, el TLCAN, espejo en donde
muchos pases de la regin se quisieran ver, algunos hasta pensando que si Argen-
tina hubiera tenido un tratado de esta naturaleza, no hubiera sucumbido ante la
crisis que ahora vive, pero es slo un espejismo pues la globalizacin de Mxico
por medio del TLCAN en realidad conlleva una insercin de corte colonial de M-
xico, su economa, su mercado y sus recursos naturales estratgicos en la gran es-
trategia estadunidense por lograr un posicionamiento global ventajoso, especial-
mente en su relacin cooperativa-conflictiva con Europa y Asia (Saxe, 1999).
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 137
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140 TERESA CASTRO ESCUDERO
MASSIMO MODONESI*
LA CRISIS DE LA POLTICA
de transformacin que trascienden los marcos institucionales. Por otro lado, se trata de excepciones
DNDE QUED LA POLTICA EN AMRICA LATINA? 145
del sistema poltico y del Estado que como representantes de la sociedad y su pa-
pel responde a la lgica de la institucionalizacin de las relaciones polticas. En
esta perspectiva, desaparecen o se desdibujan otros tantos aspectos clsicos de
los partidos, vistos como organizaciones sociales y polticas o como comunida-
des, como espacios de articulacin y proyeccin de la movilizacin y la lucha so-
cial, como instrumentos de elaboracin y difusin de ideas, de valores, de pro-
yectos de sociedad.3
El crecimiento del individualismo y la fragmentacin social en las sociedades
contemporneas condujo, paralelamente, a una tendencia homogeneizadora, a
una intensa y no pocas veces contradictoria relacin entre bsqueda de identi-
dades y defensa de la diferencia, lo que se manifest claramente desde el surgi-
miento de los llamados nuevos movimientos sociales. As que a los clivajes
clsicos, de donde surgieron los partidos polticos histricos (centralismo-fede-
ralismo, Estado-Iglesia, capital-trabajo), se sumaron otros que los partidos pol-
ticos parecen no alcanzar a agregar y representar.
Por otro lado, la disminucin y la focalizacin de las polticas pblicas difi-
culta la reproduccin de los esquemas corporativos o semicorporativos tradicio-
nales, provocando una dispersin de la negociacin y la bsqueda por parte de
una multiplicidad de actores, de canales directos de interlocucin con el Estado
para impulsar sus demandas. Si los nuevos actores escapan a una representacin
poltica estable, el papel de los partidos en cuanto la agregacin de demandas
es puesto en discusin, mientras que la funcin de canalizacin puede llevarse
a cabo en trminos de lobby y grupos de intereses, con lo que se reproducen el
patrimonialismo y el clientelismo caractersticos de las clases dirigentes latinoa-
mericanas que, en el interior de los partidos, se expresa en la lucha de faccio-
nes, el aumento de candidaturas independientes o la autonoma creciente de
los representantes populares con relacin a su partido.
En ausencia de identidades sociales generales y estables, los partidos estn so-
metidos a las oscilaciones de una indeterminada opinin pblica que se expre-
sa en la disminucin de la militancia, la fluidez del voto, las encuestas y la in-
fluencia determinante de los medios de comunicacin. Al mismo tiempo, por la
competencia meditica y publicitaria que implican hoy da las elecciones (junto
a las reformas de los sistemas electorales en sentido uninominal), se fortalecen
el personalismo y el caudillismo. Es importante sealar que el papel preponde-
rante en la influencia cultural y la circulacin de las ideas estn ms a cargo de
los medios de comunicacin masiva que de los partidos polticos llegando inclu-
so a determinar la agenda poltica.
La teora de la institucionalizacin de corte politolgico, que subyace a las
que, si bien son sintomticas de la resistencia de ciertos sectores a la normalizacin neoliberal, con-
firman la tendencia general en la medida en que ven disminuir sus mrgenes de influencia y suelen
reducirse a un presencia testimonial.
3 Sobre este problema vase (Offe, 1988) y, para una problematizacin desde Amrica Latina
(Garretn, 1998).
146 MASSIMO MODONESI
Vase tambin la opinin de un intelectual comprometido como Marcos Roitman Rosenmann, Roit-
man, 2002:10.
148 MASSIMO MODONESI
el papel del Estado est limitado a tres funciones; proporcionar un marco jurdico que
garantice la propiedad privada y el ejercicio de la libre empresa, asegurar el funciona-
miento de la reproduccin social (educacin, salud) y proteger a los individuos. Vol-
vemos a encontrar la expresin de Michel Camdessus cuando hablaba de las tres manos:
la mano invisible del mercado, la del Estado, destinada a organizar las reglas del juego y la
de la caridad, que se ocupa de aquellos que quedan excluidos (Houtart, 2001).
Este tipo de concepcin de la sociedad civil permite, sin duda, encabezar los combates
sociales. En efecto, los abusos del sistema son denunciados, pero esto no desemboca en
una crtica de su lgica. Por esta misma razn, se convierte fcilmente en receptculo de
ideologas antiestado, interclasistas, culturalistas, utpicas en el sentido negativo del tr-
mino y, al tiempo que manifiesta el deseo de cambiar los paradigmas de la sociedad, re-
sulta ineficaz a largo plazo (Houtart, 2001).
8 A esta concepcin se oponen intelectuales marxistas que insisten en que toda revolucin tiene
que arrancar de una voluntad de poder que se exprese tanto a nivel social como a nivel estatal.Vase,
por ejemplo, la crtica al pensamiento zapatista de Atilio Born (Born, 2001).
152 MASSIMO MODONESI
9 Para una visin panormica de los movimientos de protesta latinoamericanos de los ltimos
cita, del ideario poltico del anarquismo, como teora y como prctica. Vase, por ejemplo, Epstein,
2001.
12 Este ltimo aspecto ha sido sealado por los tericos ms conocidos de los movimientos socia-
a lo largo y ancho del mundo. Para una revisin de los planteamientos del movimiento en contra de
la globalizacin neoliberal vase, entre otros, Seoane y Taddei, 2001.
156 MASSIMO MODONESI
tado de ilustrar, desmiente esta lectura que resulta ms apegada al deber ser
neoliberal que a la realidad.
Izquierda y derecha subsisten en la medida en que subsiste el conflicto social
de fondo y que de all se desprenden una serie de proyectos polticos.14 Lo que
es indudable es que esta contraposicin fundamental se modific y se compleji-
z paralelamente a las transformaciones de la poltica. La competencia entre
proyectos conservadores y revolucionarios perdi la linealidad que la caracteri-
z en el siglo XX y vuelve a presentarse como una nebulosa aparentemente con-
tradictoria.
Sin el afn de dar cuenta en profundidad de todas las fuerzas y los actores
presentes y en proceso de construccin, podemos ubicar, en un primer acerca-
miento, cuatro perfiles fundamentales: una derecha institucional, una derecha
social, una izquierda institucional y una izquierda social.
La construccin de estos perfiles supone que ms all de la permanencia de
la divisin entre izquierda y derecha, es necesario reconocer un corte transver-
sal entre proyectos polticos de matriz social y de matriz institucional, el cual es
el producto del proceso de separacin y alejamiento entre las dos formas de ha-
cer poltica que caracterizamos anteriormente y cuya articulacin marc la his-
toria del siglo XX.
La contraposicin entre derecha e izquierda institucionales se manifiesta en el
terreno electoral, bajo la forma de partidos, en torno a una visin de la poltica
como ordenamiento desde arriba, desde las instituciones estatales. La izquierda
institucional propone contener el conflicto social mediante dosis de redistribu-
cin, asumiendo que la transformacin no puede rebasar los marcos establecidos
por las leyes del mercado, sino que se tiene que limitar a un reformismo tendien-
te a un vago concepto de equidad. La derecha institucional asume la defensa de
lo existente y propone contener el conflicto social por medio de una combinacin
de medidas represivas y polticas sociales focalizadas tendientes a neutralizar la po-
sibilidad de una protesta explosiva de los sectores ms desamparados y a dividir el
campo de la exclusin. La relacin entre izquierda y derecha institucionales es de
competencia electoral, pero, en buena medida, de contaminacin y convergencia
ideolgica y programtica.15
Por otra parte, existen una derecha y una izquierda sociales que se manifiestan
en el terreno de la representacin y la organizacin de los sectores populares, a
partir de una visin de la poltica como movimiento de abajo que pretende inci-
dir en la construccin y reproduccin societal. La izquierda social corresponde a
los movimientos sociales antagonistas y negociadores ya mencionados, ubicados
14 En esto estamos parcialmente en desacuerdo con la lectura de Norberto Bobbio (Bobbio,
Revelli, 1996.
DNDE QUED LA POLTICA EN AMRICA LATINA? 157
plantea en toda su complejidad, como lo demuestra, por ejemplo, la forma en que Atilio Born lo
reduce a un asunto de claridad ideolgica: Sin embargo, es preciso reconocer que, lamentablemen-
te, estas heroicas muestras de combatividad popular no logran an articularse en una fuerza polti-
ca nacional, dando vida a una expresin unitaria y coherente. Son luchas puntuales, sectoriales, lo-
cales, que agotan sus energas en proyectos que todava no alcanzan a trascender el marco valioso
pero insuficiente de lo inmediato. La izquierda poltica no ha acudido todava a la cita con una iz-
quierda social cada vez ms movilizada. El atraso ideolgico y terico de la izquierda poltica y su
exasperante fragmentacin en un archipilago de rivalidades irreconciliables la priva de toda efica-
cia, comprometiendo asimismo la efectividad de la creciente protesta popular que no encuentra un
continente adecuado en el que canalizar sus esperanzas y sus luchas. Vase Born, 2000:209).
17 Mayor profundidad en el acercamiento al problema de la contraposicin entre izquierda so-
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LA GOBERNABILIDAD-GOBERNANZA.
COMO IDEOLOGEMA NEOLIBERAL GLOBALISTA
EDUARDO E. SAXE-FERNNDEZ*
INTRODUCCIN
El discurso dominante impuso, desde hace veinte aos, el uso del trmino mundializacin
(a veces escrito en frangls, globalisation) para designar, de manera general, los fenme-
nos de interdependencia a escala mundial de las sociedades contemporneas. El trmino
nunca es relacionado con las lgicas de expansin del capitalismo y, menos an, con las di-
mensiones imperialistas de su despliegue. Esta falta de precisin deja entender que se trata
de una fatalidad, que es independiente de la naturaleza de los sistemas sociales la mundia-
lizacin se impondra a todos los pases de la misma forma, sea cual sea su opcin de prin-
cipio, capitalista o socialista y que acta entonces como una ley de la naturaleza (2001:15).
LA NOCIN DE GOBERNABILIDAD
da y propagandizada, impulsada e impuesta, por los OFI (en este caso, particu-
larmente sobre Amrica Latina).
En un artculo fundacional del anlisis crtico de esta nocin de gobernabi-
lidad, Manuel Rojas Bolaos seala, en primer lugar, que:
la popularidad del trmino en los aos noventa se debe fundamentalmente a dos institu-
ciones financieras multilaterales: el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarro-
llo. En 1993 el bm public, dentro de la tradicin inaugurada por la Comisin Trilateral en
los aos setenta, un trabajo titulado Governance and Development, basado en la produccin
realizada en 1991 por una task force de la institucin [], que las preocupaciones del bid,
al igual que las del Banco Mundial, no son de carcter explicativo sino operativo: cmo lograr las
condiciones apropiadas, en todos los niveles, para alcanzar un desempleo gubernamental, acorde con
los objetivos de desarrollo econmico propuestos (Saxe-Fernndez, 1995:34-35, cursivas mas, ESF).
Este autor tambin seala ese carcter nebuloso que he empleado para califi-
car y analizar el constructo conceptual gobernabilidad:
a los criterios, polticas e instrumentos que emplean los OFI para que sus progra-
mas en Amrica Latina, precisamente, produzcan esa anhelada e ideal gober-
nabilidad democrtica.
Ahora, los OFI son quienes, con la lgica econmica del mercado, controlan
(o mandan) sobre la poltica en Amrica Latina. Es la colonizacin de la poltica
por la racionalidad del mercado (Lechner, 1995). En concreto, se exigir a las
instituciones y a las polticas nacionales adaptarse para poder hacer uso adecua-
do, no solamente de las nuevas tecnologas, sino de las nuevas formas organizati-
vas y de gestin. Es el institucionalismo dominante como doctrina de desarrollo,
el cual no es sino una nueva versin de las viejas teoras de la modernizacin, en
las que la parte tradicional o premoderna haba de adoptar las instituciones y
el ethos de la parte moderna. Ambas doctrinas sealan, por ejemplo, que los pro-
blemas de Amrica Latina pertenecen o son responsabilidad de Amrica Latina y
su solucin requiere cambiar las instituciones latinoamericanas. Conforme se ha-
ga esto, supuestamente ir aumentando de forma correlativa la gobernabilidad.
Los OFI saben cmo lograr la gobernabilidad, entonces, la promueven y la po-
nen en marcha a travs de sus programas y polticas para los pases latinoamerica-
nos, programas y polticas que son obligatorios para los gobiernos nacionales de
cada caso. El supuesto principal de esta orientacin es tecnoeconmico e indica
que la adopcin de nuevas tecnologas y la absoluta liberalizacin del mercado
promovern la democracia. La estrategia consiste, entonces, en utilizar la libera-
lizacin absoluta como criterio de eficiencia institucional, para desde all, y des-
de ese modelo, impulsar las reformas institucionales del sistema poltico y social,
buscando que desarrollen una eficiencia similar o derivada del mercado. En
otras palabras, la poltica se articula y ejecuta mediante la conduccin de las va-
riables macroeconmicas a cargo de los OFI.
A la eficiencia econmica, mercantil, que ahora han de tener las institucio-
nes polticas, se agrega su principal elemento poltico tradicional, la legitimidad
(Tomassini, 1994). La legitimidad se obtiene por procesos electorales y la propues-
ta de eficiencia (Cardoso, Fox, Rodrguez Echeverra), permite al populismo neo-
liberal combatir el paternalismo y localismo del populismo nacionalista.
LA GOBERNANZA (GOVERNANCE)
Para enfrentar una primera ola de crticas, los tericos de la gobernabilidad del
Banco Mundial y el BID transformaron la gobernabilidad en governance, gober-
nanza en el neologismo creado para el caso. La gobernabilidad, as, pasa a re-
ferirse slo a las cuestiones relativas al sistema poltico, mientras que la gober-
nanza se refiere a la administracin del gobierno (Salazar, 1998). En 1994, el
Banco Mundial define el ideal o los parmetros de la gobernanza que esa ins-
titucin exigir a los pases que tengan programas con ella:
LA GOBERNABILIDAD-GOBERNANZA. COMO IDEOLOGEMA NEOLIBERAL GLOBALISTA 165
que las polticas pblicas sean resultado de procesos transparentes, es decir, abiertos, pre-
decibles y racionales;
que la burocracia estatal tenga ethos profesional;
que el ejecutivo del gobierno sea imputable por sus acciones (accountability);
que la sociedad civil participe activamente en los asuntos pblicos y,
que reine/rija el imperio de la ley (World Bank, 1994).
trasladan la racionalidad econmica neoclsica a todas las esferas de lo social para poder
determinar el coste econmico que supone reconocer derechos y garantas constitucio-
nales a los ciudadanos [] Bajo los presupuestos tericos e ideolgicos de las teoras de
los property rights y de la public choice toda reivindicacin de derechos contraria, o que se
resista, a los clculos del mercado debe ser suprimida al debate [] Los derechos huma-
nos son los derechos del mercado. Cualquier otra reivindicacin es una distorsin de los
mercados que hay que evitar (2000:26).
1] liberalismo econmico;
2] liberalismo poltico;
3] desregulacin y,
4] buena gobernanza.
La buena gobernanza implicara entonces, articularse en/desde el marco
estatal (reducido y sobre todo reformado) para que la interaccin entre 1-2, y
3, genere/propicie justicia y equidad sociales y democracia participativa o in-
tensa. Esta ecuacin supone, por lo tanto, una relacin de correspondencia
(deseada, real o posible), entre mercado y justicia y equidad social, como base
de una democracia intensa. Es decir, en este momento la teora de la democra-
cia neoliberal, que es fundamentalmente formalista y procedimentalista, reconoce
la necesidad de dimensionar los derechos humanos de segunda y tercera genera-
cin, en particular, cuando se trate de una situacin buena o, al menos, mnima-
mente adecuada a una persona o, en trminos econmicos, sociolgicos, psicol-
gicos y ticos, de la totalidad de la poblacin. Es un reconocimiento, por supuesto,
imposible de cumplir, como imposible es que el mercado desregulado y oligo-
polizado, en condiciones de informatizacin econmica, pueda eliminar el de-
sempleo y la pobreza crecientes.
Esa relacin de correspondencia entre mercado y equidad debera, o mejor,
tiene que existir (supuesto considerado explcito por los tericos de la gober-
nanza), puesto que el mercado es el mejor/nico sistema econmico viable y real.
El problema reside en la medida de incompatibilidad entre mercado y
acceso universal a la participacin poltica significativa (democracia) (vase
Saxe y Brugger, 1997). O, como lo ponen Haggard y Kaufman (1994:70), el mer-
cado no es el mejor asignador en materia de distribucin del ingreso y mucho
menos del empleo pleno. Y, por lo dems, las tendencias que observamos en el
mercado se inclinan ms bien hacia crecientes y continuados procesos de concentra-
cion de la riqueza y de centralizacin del capital.
Como seala Gabriel Salazar, la gobernabilidad pasa a consistir en mantener
disciplinada a una sociedad bajo un Estado de derecho (1998:38). La disciplina
estara, en importante medida contenida en las condiciones de gobernanza. Con-
viene recordar que la disciplina es una cualidad practicada y fomentada intensa-
mente por las corporaciones autoritarias como las corporaciones transnacionales,
las iglesias o los ejrcitos. Un estado de derecho con disciplina ha sido el anhe-
lo buscado por regmenes como el franquista, el somocista o el pinochetista. Y la
forma gobernanza de la gobernabilidad tiene una base/origen de autoritarismo ms
que de democracia, es decir, puede darse con mnima democracia o incluso sin ella.
As, Samuel Huntington afirma: poca democracia permite consolidar la gobernabilidad;
mucha, la desestabiliza (citado por Salazar, 1998:63).
Esto nos remite directamente a aquellas tesis sostenidas por los liberales lati-
noamericanos clsicos de la segunda mitad del siglo XIX, cuando explicaban, por
ejemplo, la necesidad del rgimen autoritario oligrquico de Porfirio Daz, por la
falta de educacin de la poblacin. De manera que, slo cuando la poblacin
LA GOBERNABILIDAD-GOBERNANZA. COMO IDEOLOGEMA NEOLIBERAL GLOBALISTA 167
Una democracia radical aade a eso (modelo I, ESF) un subsistema de participacin ciu-
dadana, que limita el subsistema de representantes, sobrepasa el subsistema de negocia-
cin y torna hegemnico el de asociacin horizontal de la sociedad civil. Claramente, la
participacin, si se rige por su lgica natural, conduce a crear una red de poder y un ti-
po de regulacin que no slo inestabiliza la gobernabilidad del sistema poltico estable-
cido, sino que tiende a crear otro paralelo o alternativo que, ms temprano que tarde,
tender a exigir un cambio estructural. Una vez que se instala y crece, el subsistema de
participacin torna obsoleta la gobernabilidad y promueve una disciplina ciudadana dis-
168 EDUARDO SAXE FERNNDEZ
tinta a la del Estado de derecho: aquella que, basada en la dinmica social, promueve la
construccin de poder (empowerment) ciudadano y la reconstruccin del Derecho y del
Estado (loc. cit.).
tentan poder y riqueza, que implica una postura conservadora y que, acaso lo
ms importante, privilegia el orden sobre el derecho. Es decir, que la gober-
nanza podra ser desarrollada por regmenes tan despticos como el fujimorista o
el menemista, los que seran apoyados por los OFI, siempre y cuando mantuvieran
estable la economa y la poltica peruanas y argentinas, respectivamente.
Al respecto, Francisco Hidalgo (1999) determina con exactitud que la gober-
nabilidad/gobernanza redunda en que:
El mejor rgimen poltico es aquel que conserva el orden y es capaz de controlar, dentro
de los parmetros que no ponen en duda la continuidad del proyecto, los niveles de con-
flictos generados por la desigualdad, la exclusin y la explotacin.
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172 EDUARDO SAXE FERNNDEZ
SEVERO SALLES*
Parto, en este trabajo, del entendimiento de que las clases sociales son los sujetos
por excelencia del poder social (Poulantzas, 1968). En consecuencia, me parece
que, para estar en consonancia con el propsito del presente volumen, habr que
concentrar el anlisis ah. En el presente trabajo me detengo en el estudio de la
estructura de clases en Brasil mediante un recorrido por los grandes rasgos de
su constitucin a lo largo de la historia. Focalic el aspecto bsico de las relacio-
nes sociales de produccin y la estructura de clases. Tengo claro, sin embargo,
que la estructura de clases no es un producto unvoco de tales relaciones socia-
les, pues, las clases son entes econmicos, polticos, culturales y, en particular, se
realizan plenamente en las luchas sociales; ms an, en aquellas de alcance his-
trico (Salles, 2002). Por esto, presento tambin un bosquejo de luchas sociales
recientes en Brasil al final del texto.
El azcar fue la principal produccin durante la poca de la Colonia.1 Este cul-
tivo dio lugar a cierta diversificacin de las actividades. Desde el principio del si-
glo XIX, se impusieron las grandes propiedades donde se cultivaba el caf, por las
condiciones de acceso a la tenencia de la tierra y de disponibilidad de la fuerza de
trabajo imperantes en Brasil.2 Generalmente, se usaba el trabajo de esclavos, en
vista del escaso nivel tcnico en las fincas, especialmente hasta 1870 (se generali-
z el arado a partir de ese ao) y, [en parte,] de la falta de trabajadores libres.3
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la actitud de los que se oponan a la es-
clavitud, que eran parte de un sector social urbano, fluido y ambiguo, pero a me-
nudo portador de una mentalidad burguesa y constituido sobre todo por el alto
comercio que representaba la burguesa en formacin, expresaba ms bien el m-
del siglo XIX (idem, 1992). Casi toda la poblacin libre crea que el fin repentino del trfico llevara
la sociedad brasilea al colapso (ibidem).
3 Por qu la esclavitud? No haba mucha oferta de trabajadores dispuestos a emigrar, en cali-
dad de dependientes parciales o asalariados, y el trabajo asalariado tampoco era adecuado para los
fines de la colonizacin (Fausto, 1996:48). Desde principios del siglo XIX, y aun antes, Brasil tena
intereses fuertemente instalados en algunas regiones costeras de frica, ligados al trfico de esclavos
(idem:144).
[173]
174 SEVERO SALLES
petu para extender el orden social competitivo el impulso que transformara lue-
go la actitud contra la esclavitud y el abolicionismo en una revolucin social de los
blancos y para los blancos naci en el seno de estos ncleos: de esta manera,
no se daba la pelea en contra de la esclavitud en s, sino en contra de todo lo an-
malo que representaba, dentro de una sociedad que haba enterrado el estatus co-
lonial, que pretenda organizarse como nacin y que buscaba, por todos los medios
posibles, aumentar internamente la economa de mercado (Fernndez, 1974:19).
sta fue la fase final del Imperio y de la institucin de la Repblica en 1888.
La ley sobre la tierra4 (1850), aprobada al abolirse la esclavitud, hace un si-
glo, y que estipulaba las condiciones para acceder a la tenencia, limit el acceso
a las concesiones y adquisiciones del Estado (al opuesto de lo que pas en Esta-
dos Unidos). El fin ltimo de la ley era bloquear el acceso a la propiedad para
los antiguos esclavos y colonos.5 Este punto representa un importante punto de
referencia en la historia agraria de Brasil.
Dicha Ley ya prevea prohibir el acceso a las tierras para los futuros colonos
extranjeros: era una manera de obligarlos a emplearse en las granjas. Se trataba
de implantar, de algn modo, restricciones sobre la fuerza de trabajo para que
no pudiera encontrar otros medios de supervivencia.
As, la transformacin de las relaciones de produccin, a partir de la reduc-
cin del trabajo esclavo desemboc en una modificacin del rgimen de tenen-
cia de la tierra: un tipo de reforma agraria al revs. Aun cuando, un siglo ms
tarde, al generalizarse el trabajo asalariado en el campo y cuando la industria ya
no necesitaba a los antiguos campesinos para satisfacer sus necesidades de mano
de obra,6 no se modific el estatus de la propiedad lo que hubiera sido una ver-
dadera reforma agraria. Ello nos habla de la alianza histrica entre los latifun-
distas y la burguesa y sobre las limitaciones de sta. Tal bloque histrico se pro-
yecta, como sera de esperar, en el carcter social del Estado.
Brasil se integra al ciclo del gran capital que se extiende en el mundo desde
una fase precoz de su colonizacin. Se integra en calidad de retaguardia de la
vanguardia (Francisco de Oliveira, 1997) de la econmica mundial, en su ca-
rcter de proveedor de algunos productos alimenticios y tambin, un poco ms
tarde, en su calidad de fuente de metales preciosos. Al contrario, otras colonias,
como Amrica del Norte (incluido Canad), Australia y Nueva Zelanda, juegan
el papel de vanguardia de la retaguardia (Oliveira, 1997), en parte abandona-
das a su suerte: la del desarrollo intenso de pequeas propiedades.7
Sabemos muy bien cmo acab la historia: la participacin dependiente en la
algunas materias primas (el algodn norteamericano, entre otras) y productos alimenticios al pro-
ceso de valorizacin mundial del capital. Sin embargo, no fue lo que ms caracteriz estas forma-
ciones sociales en gestacin.
PODER Y CLASES SOCIALES EN AMRICA LATINA 175
vanguardia mundial produjo pases atrasados, explotados y que siguen siendo de-
pendientes; y los pases que {fueron dejados} a un lado se transformaron en pases
centrales.
Regresando a Brasil, se debe tener en mente que, desde el principio, la lgi-
ca de su economa responda, mal que bien, a las necesidades y mandatos de la
economa mundial que gobernaba cada vez ms el capital.
Sin embargo, los protagonistas del proceso de produccin en Brasil no entabla-
ban relaciones propiamente capitalistas entre ellos, es decir, relaciones de extrac-
cin del excedente bajo la modalidad de plusvala, por medio del asalariado. Se tra-
taba entonces de un dominio indirecto del capital sobre los procesos de trabajo y
produccin. El excedente sacado de los trabajadores (sobre todo de los esclavos)
no tomaba originalmente la modalidad de plusvala; esto se daba despus, virtual-
mente, cuando se transformaba en provecho para el capital internacional, orienta-
do a la comercializacin de los productos principalmente en Europa.
Las relaciones entre hacendados y campesinos conservaron rasgos patriarca-
les hasta la mitad del siglo XIX. Los ltimos gozaban de cierta estabilidad en sus
condiciones de vida y de trabajo y, por lo general, no pasaban hambre; produ-
can ellos mismos su alimento en tierras que les haban cedido los hacendados.
Esta etapa se acab cuando se introdujeron progresivamente nuevas tecnolo-
gas. La contrapartida fue la expulsin de los campesinos de las haciendas.
El auge del caf en las tierras frtiles de Sao Paulo8 marc justamente el perio-
do del primer impulso del capitalismo en Brasil. Algunos elementos explican la
prominencia econmica y poltica del estado de Sao Paulo (desde 1920, SP ocupa
el primer lugar como productor industrial; durante la primera Repblica, esta ciu-
dad se dedicaba sobre todo a las exportaciones agrcolas, sin embargo, su gobierno no
estaba en contra de la industrializacin ya que no tena una poltica muy clara de
desarrollo): 1] la migracin interna de esclavos hacia Sao Paulo9 y luego la emigra-
cin internacional que contribuy a la formacin de un mercado interno Sao
Paulo cont con la mano de obra esclava10 cuando los plantadores de caf la nece-
sitaron y con asalariados, por cierto combativos (70% de los obreros en las manu-
facturas en 1893), y colonos extranjeros a la vuelta del siglo, quienes contribuyeron
al florecimiento del capitalismo naciente; 2) la disponibilidad de capitales para las
primeras inversiones industriales significativas; 3] la importante urbanizacin de la
8 El caf fue por mucho el primer producto de exportacin, de la segunda mitad del siglo XIX a
la primera del siglo XX (72.5% del total de las ventas en el extranjero al final de los aos veinte).
9 Los diputados del sur se opusieron a la abolicin de la esclavitud cuando se vot la ley acerca
de la libertad de los hijos de esclavos, ley del vientre libre, en 1871 (39 estuvieron en contra, 6 a
favor). Los del nordeste votaron en un sentido diferente (30 a favor, 12 en contra). Esto se explica
por el hecho de que en ese momento, en razn de la migracin de los esclavos hacia el sur, el noreste
ya no dependa de ellos (Fausto, 1996:219).
10 La esperanza de vida al nacer de un esclavo del sexo masculino en 1872 era de 18.3 aos,
mientras que para el conjunto dela poblacin era de 27.4 aos. Al contrario, un esclavo del mismo
sexo, nacido en Estados Unidos, alrededor de 1850 poda esperar vivir 35.5 aos (Fausto, 1996:54).
Se estima que la vida til de un esclavo no rebasaba de siete a doce aos, en las minas (idem:102).
176 SEVERO SALLES
ciudad, que pas de estar en el quinto lugar en 1890, al segundo a principios de si-
glo, con 240 000 habitantes; 4] y, por ltimo, pero no menos importante, la orien-
tacin liberal de la oligarqua paulista aunada a su control sobre el ejecutivo fede-
ral, que siempre ha sido intervencionista, con el objeto de proteger sus intereses.
Minas Gerais, Ro de Janeiro y la regin sur siguieron, a cierta distancia, el
estado lder. La regin nordeste entr en decadencia, provocada por la prdida
de importancia del azcar y la consolidacin de grandes propiedades poco pro-
ductivas que instauraron relaciones pre-capitalistas de produccin. El norte co-
noci el apogeo del caucho durante aproximadamente los cuarenta aos que
abarcan el cambio de siglo; posteriormente, luego cay en el estancamiento.
La unin de las oligarquas de Sao Paulo y de Minas Gerais marc de mane-
ra decisiva la primera Repblica (1889-1930), la que se dio en llamar la Repbli-
ca del caf con leche, puesto que Minas Gerais constitua un importante produc-
tor de lcteos.11
La desvalorizacin de la moneda nacional, impuesta para mantener interna-
mente las rentas del caf, frente al precio constante del producto o a su baja en
dlares, significaba una socializacin de las prdidas, en detrimento de otras
regiones, en razn del encarecimiento de los productos importados.
En 1930 ocurre una revolucin que, a primera vista, no es ms que una sus-
titucin del poder de la oligarqua central por las oligarquas regionales. Sin em-
bargo, el desplazamiento de la oligarqua paulista cafetalera del centro del po-
der (a pesar de que conserv un poder considerable) signific subir un escaln
nada despreciable hacia la instalacin de la primaca de la burguesa industrial
en el aparato del Estado (Diniz, 1986c).
Durante los aos anteriores a la revolucin de 1930 y, sobre todo durante los
diez aos siguientes, el capital industrial creci notablemente y la fraccin bur-
guesa correspondiente ocup el centro del poder del Estado. Sin embargo, nun-
ca se produjo una ruptura real con el bloque histrico anterior, dirigido por la
burguesa del caf en alianza con latifundistas socialmente atrasados, en el que
la burguesa industrial ocupaba un lugar muy secundario y la nueva pequea
burguesa urbana, una posicin completamente subordinada. Con la revolucin
del 30, no se contrarrestaron mucho los intereses del caf y no se implant una
reforma agraria en las tierras ociosas de los latifundistas. A partir de este hecho
pude observar la incapacidad crnica de la burguesa brasilea para llevar a ca-
bo su revolucin, tema que Florestan Fernndez analiz muy bien.12
Durante los diez o quince aos siguientes (1930-1945), la burguesa se apo-
der ms claramente de la primera posicin en la sociedad y en el Estado.13
11 El poder de tal alianza que no agota aqu su historia se reflej claramente en que la presi-
dencia de Brasil fue asumida alternadamente por representantes de uno y otro estado.
12 El que la burguesa no logre tal objetivo tiene su contraparte en cierta incompletud de las
campesina baj de 69 a 55% durante estos mismos aos (Vinhas, 1970:94 [fuente: IBGE]).
16 Vase, Stdile, 1997.
178 SEVERO SALLES
17 A pesar de que sus postulados eran verdaderos, puede uno cuestionarse en cuanto al signifi-
y la agricultura en el desarrollo econmico de Brasil, desde la mitad de los aos sesenta hasta el fin
de los setenta. El autor identifica el ncleo de las transformaciones tcnicas en la produccin agr-
cola, en la integracin tcnica agricultura-industria, donde examina la articulacin financiera, en la
mediacin del Estado. Se concibe esta integracin como un momento de la integracin de los capi-
PODER Y CLASES SOCIALES EN AMRICA LATINA 179
En efecto, entre 1970 y 1980, las unidades agrcolas que tienen ms de mil
hectreas rebasan por 48 millones de hectreas la superficie que ocupaban al
principio del periodo; pasan a ocupar 164 millones de hectreas. Mientras, 2.5
millones de familias de pequeos propietarios ocupan apenas 9 millones de hec-
treas. Existan tambin 12 millones de agricultores sin tierra. En estas ltimas
dos clases sociales as como en las superficies urbanas ociosas se concentra el
hambre que padece la poblacin brasilea, sobre la que ya hemos hecho men-
cin. Esta situacin provoc el xodo rural de 27 millones de personas entre
1960 y 1980 (IBGE).20
La composicin de la clase obrera por rangos de edad sealaba que, en 1976,
49% eran jvenes de 18 a 30 aos; 70.58% de esta clase se concentraba en la re-
gin sureste en 1970; 32.79% se ocupaba en la metalurgia, los materiales elctricos
y de transporte y en la ingeniera mecnica, en 1973, mientras que 33.25% traba-
jaba en la industria del vestido y el calzado, las bebidas, los productos alimenticios
y los hilados; 60.18% de los obreros se quedaba menos de dos aos en el mismo
empleo, en 1976; para ese mismo ao, 7% de ellos haba concluido el segundo ao
de primaria y 52% haba cursado los cuatro primeros aos de la primaria; el creci-
miento de 15% de la poblacin brasilea, entre 1970 y 1976, fue muy inferior al de
la clase obrera industrial que aument 90%. La proporcin era an ms marcada
en relacin con los obreros agrcolas: 190% (Pereira, 1981).
El empleo en el sector secundario subi de 2 940 242 a 10 674 977, de 1960
a 1980, multiplicndose por 3.6 en veinte aos (Keck, 1988 : 391). De 1950 a
1980, estas cifras se multiplicaron por 5. En este fenmeno influy la entrada
masiva de los jvenes en el ejrcito de la industria: en 1976, 34% de los trabaja-
dores de la industria de la extraccin y de la transformacin tena entre 18 y 21
aos (IBGE-RAIS, 1976).
Examinemos brevemente algunos datos de conjunto, relativos al sindicalismo.
La evolucin de la distribucin de los trabajadores afiliados a asociaciones rurales
o a asociaciones urbanas, y por unidad de la Federacin, tambin sorprende. A fi-
nales de 1979, los primeros son ms numerosos en 19 estados y los segundos, slo
los rebasan en 7 unidades; de stas, 4 corresponden a los estados ms chicos, la 5a.
es poco representativa y las dos ltimas tienen la tasa de sindicalizacin ms alta:
So Paulo (3.6 habitante de ciudad por miembro de sindicato rural) y Ro de Ja-
neiro (23 por 1).
tales. Esto interesa tanto los mercados de productos, como los mercados financieros. Concluye que
el desarrollo desequilibrado, desde el punto de vista de las necesidades sociales, bajo la influencia
del sistema de los precios y de los mercados internacionales, plantea problemas relativos a la regu-
lacin de las relaciones sociales que requieren, para atacar simultneamente la injusticia social y la
inestabilidad econmica, una reestructuracin de la poltica agraria y de la modalidad de regulacin
por el Estado de los mrgenes de beneficio y de ganancias patrimoniales de los grandes capitales.
Segn el autor, no se pueden alcanzar estos objetivos sino mediante el control de estas nuevas estruc-
turas por parte de la sociedad civil.
20 Instituto Brasileiro de Geografia e Estatstica.
180 SEVERO SALLES
21 Segn Silva Telles: a pesar de las condiciones opresivas que reinaban en aquellos aos (los
setenta), los movimientos sociales, que eran tan precisos en sus reivindicaciones, tenan, por otro
lado, un alcance simblico que rebasaba el significado inmediato de los conflictos locales; servan de
intermedio entre las diversas experiencias que se vivan en diferentes lugares y resaltaban lo que
tenan en comn (1984:103-104).
22 La relacin entre el movimiento sindical y el de los desempleados enfrenta hoy en da proble-
mas considerables: en Brasil, la prdida del empleo implica la prohibicin de participar en cualquier
actividad sindical; de ah un fuerte rechazo hacia el sindicato por parte de los desempleados (Eder
Sader, 1985:40).
23 Las luchas por la tierra cobran decenas de vida de campesinos cada ao.
24 El proceso para conocerse fue largo: The process of connecting these militant peasant groups has been
a long one: a process of been acquainted, analysing one each other situation and acting, and discussing the main
issues (SAS [Stdile,1997], mayo de 1999, conferencia en la Universidad de Francfurt s/M).
25 Se consideran sin tierra a los campesinos que, bajo diferentes modalidades de relaciones
PODER Y CLASES SOCIALES EN AMRICA LATINA 181
sentaban 15.4%, mientras que durante estos mismos aos, las propiedades de ms de 1 000 hectreas
pasaron de 45.1 a 55.2% (IBGE).
182 SEVERO SALLES
movimiento extraparlamentario. Favorece las iniciativas locales y las de las bases del movimiento; sus
niveles superiores tienen el estatuto de coordinaciones y no de direcciones; considera que cada uno
de sus militantes es un organizador poltico. De tal suerte, se apoya en principios de organizacin
tales como: a] desarrollar de manera continua luchas de masas y mantenerse ligado a stas; b]
guiarse gracias a un sistema de direccin colectiva; c] observar la disciplina interna, concebida como
la existencia de reglas establecidas colectivamente y respetadas por todos los militantes; d] promover
la formacin de cuadros.
33 Pero, estas movilizaciones campesinas no cuestionan, forzosamente, la estructura del poder
una reforma agraria; alrededor de 40% apoyan las ocupaciones de tierra que lleva a cabo el MST. Sin
embargo, Sera ilusorio pensar que la reforma agraria se ha vuelto una preocupacin ineludible
[una fuerza social que abarca al pueblo-SAS] del pueblo brasileo (Souza Martins, 1997:47).
35 La existencia de formas indirectas de dominacin por parte del capital y el proceso de transfor-
macin de stas en formas directas de dominacin por parte del capital, provocan un cambio constante
en los lmites de la clase obrera. Estas transformaciones son a menudo progresivas y a veces regresi-
vas, lo que provoca un proceso histrico de fijacin de la categora de proletariado. La socializacin
de la produccin capitalista agrega elementos para que sea todava ms compleja la delimitacin de la
PODER Y CLASES SOCIALES EN AMRICA LATINA 183
clase obrera. Se debe recordar que esta categora no est concebida para un uso estadstico. La pobreza
urbana es tal vez la consecuencia ms grave de la cuestin agraria (vase Souza Martins, 1997).
36 Lo que separa al campesino del proletariado no es su inters real, sino sus prejuicios iluso-
rios. Ya que la propiedad campesina no es ms algo real (Marx, 1978:195). [Traduccin directa del
espaol.] Adems, Los campesinos que se movilizan hoy no son ajenos a la realidad urbana: En
algunos casos, los nuevos campesinos son antiguos obreros despedidos o desplazados por el cierre
de minas o de fbricas, que tenan a veces una familia de origen campesino [] A menudo, las hijas de
los pequeos campesinos deciden participar en los movimientos, despus de haber concluido sus
estudios de primaria o secundaria, en lugar de emigrar a la ciudad para trabajar como empleadas
domsticas. Dedicarse a las luchas rurales, vivir en el campo y trabajar la tierra no impiden que estos
hombres y mujeres tengan una visin cosmopolita (Petras, 2000b:30).
37 Esto no es una reivindicacin revolucionaria ya que: un gobierno revolucionario es aquel que
hace una reforma agraria, que cambia el rgimen de propiedad de la tierra, dando al campesino no
slo las tierras que quedan sino, y sobre todo, las que estn siendo valorizadas, las que poseen los lati-
fundistas, que son las mejores y que tienen los rendimientos ms altos, adems de que estas tierras
se las robaron a los campesinos en el pasado(Che Guevara, agosto de 1960, Discurso en el Primer
Congreso Latinoamericano de la Juventud).
38 La vida en los campamentos (que puede prolongarse hasta por 18 meses), la vida comunitaria con
gestin autnoma desde el punto de vista poltico, prctico y moral, las enormes dificultades y preocu-
paciones que comparten, as como la esperanza de una vida ms digna, la solidaridad experimentada da
a da y la que reciben de parte de los compaeros ya instalados en sus tierras las formas de luchas las
ocupaciones sucesivas y desalojos bajo amenazas (hasta que se les reconozca la posesin de la tierra) los
enfrentamientos con la represin, los duelos, los recuerdos de las vctimas, la confianza en sus propias
fuerzas, la educacin formal y la formacin poltica recibidas, todo esto transforma la mentalidad de
los militantes sin tierra y, con bastante frecuencia, los hace ms generosos, solidarios y concientes, ms
fuertes y combativos, ms aptos para luchas ms largas y prolongadas.
184 SEVERO SALLES
cional.
40 La financiarizacin en las economas semi-industrializadas tomar diferentes formas A
menudo, la forma principal, y es una gran diferencia con los pases capitalistas desarrollados, ser la
compra de ttulos a corto plazo de la deuda pblica, ttulos que son atractivos porque son casi dinero
en efectivo, varan con los precios o el dlar, y generan intereses a menudo elevados (Salama y
Vallier, 1990:75).
41 Esta inestabilidad en aumento, as como el desplazamiento del lugar donde estallan las crisis
son consecuencia de la financiarizacin combinada con la transformacin de las relaciones entre los
capitales mundializados y los estados. Finalmente, es una consecuencia del conjunto de las determi-
naciones de la fase actual del imperialismo.
42 Existe incluso una semejanza trgica entre la suerte reservada a la mayora de nuestros conciu-
REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS
INTRODUCCIN
roa, loc. cit.). A Mxico, en su funcin de pas bisagra, le toca cumplir un pa-
pel de primer orden en el proceso de conformacin del Acuerdo de Libre Co-
mercio de Amrica (ALCA y en coadyuvar a mantener la estabilidad poltica en
Guatemala, una zona que es neurlgica hoy en el contexto centroamericano
que sigue siendo inestable (Villafuerte, op. cit. 8, 13-14). Tambin es necesario
recordar que toda el rea es una de las fuentes principales de uno de los proble-
mas geopolticos ms importantes para Estados Unidos de Amrica: la migra-
cin (Falero, loc. cit.).
Acaso sean estos motivos ms importantes en la inspiracin del Plan Puebla-
Panam, que las potencialidades de mercado que el rea centroamericana tiene
para Mxico: la importancia de sta como rea de comercio exterior para Mxi-
co apenas llega al 1% (Villafuerte, loc. cit.). Sin embargo, los motivos esenciales
del mencionado plan van ms all de aquellas consideraciones. La gran concen-
tracin industrial comercial, financiera, portuaria y de comunicaciones que se
encuentra en la costa este de Estados Unidos, la ms grande del planeta, podra
ser una de las explicaciones esenciales de lo que en Mxico se llama el Plan Pue-
bla-Panam. Al igual que en el siglo XX, Estados Unidos de Amrica sigue nece-
sitando una va expedita hacia el Pacfico, ahora con mayor razn, puesto que
Asia se ha convertido en uno de los polos del dinamismo econmico mundial.1
Estados Unidos de Amrica necesita para enfrentarse al desafo de la globali-
zacin y la competencia entre potencias en el siglo XXI, al menos los siguientes fac-
tores: 1] corredores viales a lo largo del territorio mexicano que los comuniquen
hacia el sur y hacia el ocano Pacfico; 2] debido a la insuficiencia y obsolescencia
del canal de Panam, canales y vas secas de comunicacin interocenica en cada
uno de los pases centroamericanos y en el istmo de Tehuantepec; 3] infraestruc-
tura portuaria en todas las costas que dan hacia el mar Caribe; 4] corredores de
maquilas en Mxico, Centroamrica y el Caribe, y 5] garantas del dominio de la
biodiversidad, por lo tanto, de las reservas ecolgicas en Mesoamrica, el Caribe y
la zona amaznica. La adecuacin de Mxico hacia todo este plan global, implica-
ra, entre otras cosas, el reordenamiento demogrfico y la transformacin de la
agricultura de subsistencia en una de plantacin, en toda la zona sur del pas.
Si las anteriores afirmaciones fueran ciertas, en el siglo XXI, Mxico, el Cari-
be y Centroamrica sern zonas estratgicas para la agenda de la seguridad na-
cional de nuestro vecino del norte. Cuba agregar, por todas estas razones geo-
polticas, un motivo ms para ser un estorbo en los planes imperiales. Fcil es
imaginar los conflictos que se estn creando y otros ms que se avecinan con su
respectiva cauda de violencia: reordenamientos demogrficos, expropiaciones
de tierras campesinas, instalacin de economas de plantacin, atentados contra
identidades tnicas, intensificacin de formas expoliativas del trabajo.
1 En este tema el autor simplemente suscribe lo expresado por el economista Andrs Barreda en
las extensas conferencias que sobre el Plan Puebla Panam ha impartido durante el primer y segun-
do semestres de 2001, en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemrita Univer-
sidad de Puebla.
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 191
do por la Venezuela gobernada por Hugo Chvez, la Colombia con una poderosa fuerza insurgente
y el Ecuador con un palpitante movimiento indgena. El cuadro se completara con la inestabilidad
poltica en Per, la creciente movilizacin social en Bolivia y la emergente protesta social en la Ar-
gentina que tendra a final de 2001 su expresin climtica.
3 sta parece ser una coincidencia bsica en los ensayos de Estrada, Sarmiento, Libreros, Petras,
Caycedo y Vargas Velsquez incluidos en el volumen compilado por Jairo Estrada lvarez (Estrada,
2001). Otro ensayo del analista colombiano Alejo Vargas Velsquez (2001a) reitera la misma aseve-
racin.
192 CARLOS FIGUEROA IBARRA
tras 1 kilo de cocana tiene un precio de 150 mil, lo que implica que si las guerrillas se embolsan el
1%, el campesino productor de coca obtiene sin contar costos de produccin, el 0.67 por ciento.
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 193
colombiano convencido de las bondades del Plan Colombia, concluye que en ca-
so de que se lograra la meta de reducir en 50% el rea colombiana de cultivos
ilcitos, esto ocasionara que Per y Bolivia recuperaran su notable papel expor-
tador (Rocha, 2001:32).
Estados Unidos de Amrica ha instalado una red de bases areas en Manta
(Ecuador), Aruba y Curazao (Caribe), Liberia (Costa Rica), Comalapa (El Sal-
vador) y Soto Cano (Honduras) a partir de las cuales se impulsarn las denomi-
nadas Forward Operation Locations (FOL). Repitiendo, mutatis mutandis, la ex-
periencia de la guerra de baja intensidad practicada en la Centroamrica de los
ochenta y noventa, el Plan Colombia evidencia la participacin militar estaduniden-
se en la asesora contrainsurgente, sea a travs de asesores militares o a travs de
los mercenarios contratistas (hoy estimados en 300); alienta las expectativas de las
fuerzas armadas colombianas en una improbable victoria militar sobre la insur-
gencia; estimula la carrera armamentista entre Colombia y los pases aledaos;
internacionaliza el conflicto al provocar inestabilidad en las regiones cercanas a
Colombia en los pases fronterizos; acrecienta las acciones de terror contrainsur-
gente que impulsa el Estado; incrementa el nmero de efectivos de los otros im-
plicados en la guerra sucia (los 12 mil integrantes de los grupos de autodefen-
sa); propicia las posibilidades de una guerra biolgica (a travs de la difusin
del hongo fusarium oxysporum); incrementa los gastos blicos del Estado colom-
biano en detrimento de los ya marginales gastos sociales; profundiza el fenme-
no de la poblacin civil desplazada (estimada en 2.5 millones de personas en
los ltimos 15 aos) y la que se refugia en Ecuador, Panam y Brasil; transfor-
ma las fronteras en zonas de guerra, propicia una alianza explcita o implcita
de Estados Unidos de Amrica con los grupos paramilitares y la parte de altos
oficiales, terratenientes, banqueros y capitalistas que se encuentran involucra-
dos en el narcotrfico o lavado de dinero. En suma, impone una enorme cuota
de sufrimiento humano en aras de los intereses del imperio y de las lites de to-
da la regin.5
NARCOTRFICO Y PODER
En el ltimo tercio del siglo XX, el planeta entero asisti a un descomunal creci-
miento de la importancia de los cultivos ilcitos (coca, marihuana y amapola) y,
sobre todo, del crimen organizado en torno a su transformacin en enervantes
y a su comercializacin. A principios de la actual centuria el volumen mundial
del narcotrfico era calculado entre 400 y 700 mil millones de dlares, clculo
que inclua no solamente el intercambio de la droga, sino el lavado de divisas a
ste asociado (Caycedo, 2001:189; Chossudovsky, 2001:4).
5 Petras, 2001:161, 169, 176-177; Garca y Meja, 2001:137; Caycedo, 2001:193; Libreros, 2001:96;
Dos reas del planeta parecen tener una importancia estratgica en el cultivo y
produccin de enervantes. La primera de ellas tiene en el momento de escribir es-
tas lneas un destino incierto por los acontecimientos observados en los ltimos dos
o tres aos. Se trata de la regin comprendida en las tierras fronterizas entre Afga-
nistn y Pakistn (conocidas como la Golden Crecent), que han sido el productor
de opio nmero uno del mundo (75%), y proveedor del 60 y 70% del opio que,
transformado en herona, se consume en Estados Unidos de Amrica y en Europa,
respectivamente. Hasta antes de la prohibicin decretada por el rgimen talibn en
Afganistn y de la guerra estadunidense contra dicho pas, el negocio renda ganan-
cias entre 100 y 200 mil millones de dlares al ao (Chossudovsky, loc. cit.).
La segunda de las reas del planeta con importancia esencial en el narcotrfico
es la constituida por Colombia, Per y Bolivia. Entre los aos sesenta y setenta del
siglo XX, la coca era cultivada en Per y Bolivia y procesada en el norte de Chile. A
mediados del decenio de los setenta, un grupo de narcotraficantes colombianos
emprendi la tarea de exportar la cocana en cantidades nunca vistas y haciendo
uso de yates y aviones.6 Los narcotraficantes se haban beneficiado con la poltica
de erradicacin de cultivo de marihuana en Mxico, lo que convirti a Colombia,
entre 1976-1979, en el principal productor de dicho estupefaciente. El boom de la
marihuana fue decreciendo, hasta que en 1989 Mxico volvi a tener la importan-
cia que antes tena (Vargas Meza, 2001:317). Sin embargo, la innovacin en el tra-
siego de cocana haba rendido notables frutos a los barones de la droga en Colom-
bia. Clculos de la agencia antidrogas estadunidense (DEA) de 1988, estimaban que
el monto de toneladas de cocana exportada hacia Estados Unidos de Amrica pa-
s de entre 14 y 19 toneladas en 1976, a 45 en 1982 y que los ingresos hacia Colom-
bia por el trfico aumentaron de 1 500 en 1980, a 2 500-3 000 millones de dlares
en 1985 (Dinges, 1990:123-124).
Para entonces nuevas rutas de acceso al mercado estadunidense se haban
encontrado: desde los setenta el narcotraficante colombiano Lehder haba inau-
gurado la ruta a travs de las Bahamas (ibid.:127), desde principios de los ochen-
ta los traficantes andinos buscaron evitar pagar a los intermediarios colombia-
nos, desviando la droga a travs de Brasil (Desmond y Davis, 2001:2), y desde
1982 el general Manuel Antonio Noriega hizo de Panam una importante esca-
la hacia el resto de Centroamrica, Mxico y el Caribe (Dinger, op. cit.: 131). El
procesamiento de la pasta cruda de cocana se empez a realizar en Colombia
merced a la instalacin de refineras por Escobar Gaviria, quien tambin impul-
s el cultivo de coca en el pas para ganar independencia (ibid.:127).
A fines del siglo XX, nuevos barones de la droga haban sustituido a los precur-
sores que haban muerto o estaban en la crcel. Los crteles de Medelln y Colom-
bia haban sido desarticulados, dando origen a una descentralizacin o fragmenta-
cin con resultados exitosos de las otrora grandes corporaciones de la droga
(Caycedo, 2001:190; Vargas Meza, 2001:318; Rocha, 2001:5). Entre 1994 y 1998, la
6 Los innovadores en el trasiego de la droga fueron Pablo Escobar Gaviria, Jorge Ochoa, Carlos
7 He aqu los motivos por los cuales el analista colombiano Jaime Caycedo Turriago aventura la
mientras que, segn la Secretara de Desarrollo Social del gobierno federal, se convierte en fuente
de ingreso en el 80% de los municipios ms depauperados (Pieyro, 2001:3, 11). En Colombia, es
fuente de 40 mil empleos directos (Rocha, 2001:11). En Bolivia, la presencia relevante del movimien-
to de campesinos cocaleros habla por s sola.
12 El caso colombiano es el ms explcito: Pablo Escobar Gaviria form su propio partido, lleg a ser
diputado e incluso fue evidente la influencia del narcotrfico sobre una parte del poder legislativo.
13 En Colombia, dos investigadores, Fabio Snchez y Jairo Nez, encontraron que, en las siete
mayores ciudades y sus reas metropolitanas, un incremento del 1% de los ingresos por narcotrfi-
co elevaba la tasa de homicidios en 0.2% (Rocha, 2001:17). El caso de Medelln es paradigmtico: la
causa primera de la mortalidad masculina es la violencia (Fernndez Moreno, 2001).
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 197
Vivimos hoy una enorme polarizacin social. Datos del Programa de las Nacio-
nes Unidas para el Desarrollo (PNUD) mostraban el desolador panorama de la
desigualdad humana a fines del siglo XX: las 225 personas ms ricas del mundo
posean en 1998 la misma riqueza que 2 500 millones de seres humanos. La ri-
queza de aquellos 225 magnates equivala a la del PIB acumulado de los 48 pa-
ses menos desarrollados del planeta (Ameglio y Fracchia, 2001:1). En Amrica
Latina, segn datos de la CEPAL, en trminos absolutos el nmero de pobres pa-
s de 130 millones en 1970 a 203 en 1990 (un aumento del 64%), mientras que
la proporcin de personas en estado de pobreza alimentaria relativa pas de
41% en 1980 a 47% en 1990. Segn datos del Banco Mundial, entre 1980 y 1989,
la proporcin de personas en pobreza alimentaria absoluta pas de 26.5 a 31.5%
del total de la poblacin en la regin. Los pobres alimentarios relativos aumen-
taron en 59 millones mientras los pobres alimentarios absolutos lo hicieron en
42. Relacionando estos datos con el incremento poblacional ocurrido en el mis-
mo lapso, para obtener la incidencia marginal de la pobreza proporcin de la
pobreza en la poblacin que se aadi al total demogrfico se supo que sta as-
cenda a 70.2 y 54%, respectivamente. Las estimaciones que se hacan indicaban
que entre 1990 y 2000, el nmero de pobres en la regin crecera de 203 a 232
millones. Ello implicara que entre 1970 y 2000 los pobres aumentaran en apro-
ximadamente 200 millones (Boltvinik, 1996:32-33).
Datos aportados en los documentos de las delegaciones nacionales del Foro de
Sao Paulo indican que en 1997 en Mxico, el dficit total de empleos alcanzaba
los 20 millones de puestos de trabajo. La Confederacin Patronal Mexicana
(Coparmex) indicaba que un ao antes el salario mnimo haba alcanzado su ni-
vel ms bajo desde 1935. Solamente 35% de los trabajadores ganaba ms de dos
salarios mnimos (unos 200 dlares), otro 30% ganaba entre 1 y 2, 20% reciba
menos de uno y el 15% no reciba ninguno. En Brasil, las cifras oficiales acepta-
ban a fin de siglo 80 millones de pobres, 30 de los cuales lo eran absolutamente.
Los trabajadores informales representaban el 50% de los 55 millones que consti-
tuan a la poblacin econmicamente activa. En Uruguay 11% de la poblacin vi-
va en el desempleo abierto e igualmente un 11% viva bajo la lnea de la pobreza
mientras que en el campo tal porcentaje alcanzaba el 43%. En Venezuela el n-
mero de pobres absolutos haba aumentado en 40% desde el inicio de la implan-
tacin de las polticas neoliberales. En 1998, el 26% de los 5 millones de hogares
de dicho pas vivan pobreza extrema y los salarios reales promedio tenan el 57%
198 CARLOS FIGUEROA IBARRA
14 Pereira, 1999:6; Ramrez, 2001a:4; Sarmiento, 2001:66-67; Libreros, 2001:98; Rajland, 2001:12;
Ciriza, 2001:5.
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 199
pas el 14% (Palma, s/f:4). En este momento no podemos sino sealar la coin-
cidencia en el tiempo entre el comienzo del proceso neoliberal en la regin,
con un aumento significativo de la violencia delincuencial.
Ciertamente la pobreza no necesariamente genera delincuencia y el riesgo
de una afirmacin en sentido contrario es la criminalizacin de la pobreza. En
Venezuela los ndices ms bajos de violencia delictiva se encuentran en los esta-
dos ms pobres como Apure, Sucre, Delta Amacuro y Trujillo y lo mismo suce-
de en Brasil, en donde los pobres estados del nordeste son los que muestran las
tasas ms bajas de homicidios (Briceo, 1997:55). Esto significa que la pobreza
no necesariamente genera delincuencia y que este fenmeno tiene una explica-
cin que va ms all de la miseria. Para empezar la delincuencia ms importan-
te, el crimen organizado, tiene a sus protagonistas en las altas esferas de la socie-
dad y, a su explicacin, en el traslado de la lgica del capital la bsqueda de la
mxima ganancia a los mbitos de la ilegalidad.
Sin embargo, es importante decir que la pobreza unida a otros factores siem-
pre es un excelente caldo de cultivo para la criminalidad. Sea en el mbito de la
delincuencia comn o en el crimen organizado, la pobreza es uno de los facto-
res sin los cuales ambos hechos no se explican. El crimen organizado recluta a
sus infanteras entre los jvenes que viven en la pobreza. En el contexto de una
sociedad con poco espacio de movilidad social, por las escasas e inestables opor-
tunidades de trabajo, las bandas de narcotraficantes, secuestradores o sicarios,
tienen en ex policas a sus cuadros medios y en los jvenes provenientes de las
poblaciones, favelas, limonadas, barrios y pueblos jvenes a sus agentes operativos.
El crimen se convierte en un recurso que da poder, satisfactores materiales y
si el joven logra sobrevivir, acaso una situacin holgada en la vida adulta. Las ci-
fras que asocian el crimen con la juventud son elocuentes en la regin. En Ar-
gentina la proporcin de inculpados menores de 21 aos creci a una tasa de
2% entre 1991 y 1997, pero entre 1995 y 1997 lo hizo en el 7.8% anual. En esas
mismas fechas en Venezuela, si se comparaba a la poblacin de menos de 29
aos con la mayor de esa edad, los menores de 27 aos tenan un 2.7 ms de
probabilidad de ser vctimas de un asesinato (Briceo, 1997:51). En Ro de Janei-
ro, los jvenes pobres de entre 18 y 24 aos, de baja escolaridad, preferentemen-
te negros o mestizos eran las principales vctimas de los homicidios dolosos.15 La
definicin de los sicarios dada por Fernando Vallejo, el novelista colombiano que
los retrat, es elocuente: el sicario es un muchachito, a veces un nio, que ma-
ta por encargo (Martnez, 2001:4).
Por lo dems la violencia delincuencial tiene en los espacios de pobreza uno
de sus escenarios privilegiados. En la Venezuela del fin del siglo XX, casi la tota-
lidad de los heridos con armas blancas y de fuego eran personas que tenan en-
tre uno y tres salarios mnimos. En los barrios la precaria presencia del Estado, el
trazo irregular de las calles, la densidad poblacional favorecan la accin delin-
15 Los jvenes de entre 18 y 24 aos eran el 12% de la poblacin de Ro de Janeiro, sin embar-
poblacin de la ciudad creci en apenas 1.29%, los cuatro conjuntos de favelas crecieron entre casi
6 y casi 70%. Si la tasa de desempleo en la ciudad era de 5.4%, en las favelas llegaba al 18.5%. Si el
trabajo informal era de 26% de la PEA en la regin metropolitana, en las favelas tal porcentaje ascen-
da a 35.5% (Pereira, 1999:5).
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 201
60% de las muertes masculinas fueron por causas violentas y representaba una
prdida de la esperanza de vida de hasta 12 aos de los hombres con respecto a
las mujeres (Fernndez Moreno, 2001). Fuentes periodsticas informaban que
en Mxico a principios de 2002, 1 de cada 8 delitos se cometan en el Distrito
Federal.
En este contexto la ineficiencia judicial y policiaca resulta notable como no-
table es su efecto deslegitimador en las instituciones del Estado. Entre 1990 y
1997 la probabilidad de condena de los delincuentes18 cay en Argentina de 2.9
a 2.3% y en Buenos Aires tal cada fue de 5.9 a 3.9%. El 52% de la poblacin de
las principales ciudades dijo que la polica haca mal su trabajo (Dammert:13,
16). En lo que se refiere a Mxico, si en 1990 se consignaba el 14.3% de las ave-
riguaciones, en 1996 solamente se haca en un 6%, la ineficiencia en la persecu-
cin del homicidio era del 50% y en otros delitos de 80 y 90% (Alvarado,
1999:3). En Caracas otra encuesta revelaba que el 81% de la gente consideraba
la actuacin de las policas entre regular y muy mala (Briceo et al., 1999:340).
Una encuesta ms realizada en Caracas en 1997, revel que el 86% de la pobla-
cin consideraba la eficacia de los juzgados entre regular, mala o muy mala. La
desconfianza era tal que de manera sorprendente solamente el 33% de los he-
ridos con arma blanca y el 14% de aquellos que lo haban sido con arma de fue-
go, presentaron su denuncia ante las autoridades respectivas (Briceo,
1997:60). El resultado de todo esto fue que el 42% de los encuestados estaba de
acuerdo en que la gente tena derecho a hacerse justicia por mano propia. Lo
interesante es que este porcentaje creca en los barrios a 53% (Briceo et al.,
1997:209-210).
Pero no solamente es la ineficiencia lo que afecta a los cuerpos policiacos en
Amrica Latina. Su corrupcin, la impunidad con la que ejercen la violencia ex-
tralegal y el hecho de que no tengan fronteras definidas con la delincuencia or-
ganizada, a menudo los convierten en uno de los factores de la inseguridad p-
blica y en enemigos de la poblacin.19 La polica militar en Ro de Janeiro se ha
visto involucrada en masacres de favelados y nios de la calle (Pereira, 1999:3),
as como otros cuerpos policiacos han organizado los famosos escuadroes da mor-
te los cuales se han asociado al narcotrfico (Soares, 1999:4). Segn datos de di-
versas organizaciones de derechos humanos en Mxico las policas municipales
y las judiciales estatales acumulan el 55 de las denuncias nacionales por viola-
cin a los derechos humanos. Entre las quejas presentadas ante la Comisin de
Derechos Humanos del Distrito Federal entre 1993 y 1997, el 95% tena que ver
con anomalas y delitos cometidos por las autoridades judiciales y policiacas (Al-
varado, loc. cit.). Habra que agregar que la corrupcin beneficia esencialmente
a los altos mandos policiacos, puesto que oficiales medios y la tropa frecuente-
mente se quejan de bajos salarios y pobre equipamiento.20
El socilogo venezolano Roberto Briceo-Len ha dicho que la violencia
tiene una mayor relacin con el proceso de empobrecimiento que con la pobre-
za (Briceo, 1997:56). Sus afirmaciones (s/f:125) en relacin con el caso vene-
zolano pueden ser extendidas a otros pases: la disminucin de la accin del Es-
tado para paliar la miseria, la profundizacin de la pobreza en el decenio de los
ochenta y noventa, han dejado sin esperanzas a los pobres de la regin. El con-
trol social se ha relajado no slo porque el Estado se ha ausentado (porque no
est presente o porque carece de legitimidad), sino tambin porque familia y es-
cuela se han visto desmantelados en las reas de pobreza. La mayora de los esta-
dos latinoamericanos parecen combinar sus ausencias en la gestin de la seguri-
dad y la justicia social, con sus presencias punitivas a travs de policas corruptas y
asociadas al crimen organizado. En el lado de la sociedad civil, la creciente mar-
ginalidad adopta una forma perversa de rebelin, de tal manera que no resulta
extrao que la violencia urbana sea calificada ya como el devenir siniestro y po-
liciaco de la lucha de clases (Ciriza, 2001:1).
Todo lo dicho hasta aqu parece ser una explicacin ms consistente que la que
en un momento dio William Bratton, ex jefe de la polica de Nueva York y arqui-
tecto de la nocin de tolerancia cero frente a la delincuencia: la causa del delito es
el mal comportamiento de los individuos y no la consecuencia de las condiciones
sociales. Desde una perspectiva conservadora o neoliberal, la delincuencia es un
fenmeno que tiene su explicacin en el individuo que viola el contrato social (Cid
Lopes, 2001:9). La explicacin reaccionaria tiene su consecuencia inevitable en el
apelar a la represin como nica forma de contener al crimen.
Lo anterior se expresa, como sucede en muchas ciudades latinoamericanas,
en la aoranza autoritaria de las clases medias y altas que hoy observamos en La-
tinoamrica. Se culpa del incremento del crimen a la instauracin de la limita-
da institucionalidad democrtica que hoy observamos en la regin. El descon-
tento aumenta cuando se observa la corrupcin del sistema judicial y policiaco
(Malone, 2001). Los medios de comunicacin, principalmente la televisin,
magnifican el fenmeno de la delincuencia, y contribuyen a crear en amplios
sectores de la poblacin, especialmente las clases medias,21 la apelacin autori-
taria y el reduccionismo punitivo como solucin al crimen organizado y a la de-
lincuencia comn. Fomentan el descontento ante los derechos de los reclusos y
la idea de que un delincuente no debe tener derechos ciudadanos (Pereira,
20 Tavares (2001:8) habla de movilizaciones de policas civiles y militares en 10 estados brasile-
os en los meses de junio y agosto de 1997, as como de huelgas de policas entre 1997 y 2001 en los
estados de Ro Grande del Sur, Sao Paulo, Minas Gerais, Pernambuco, Ro de Janeiro, Alagoas, Ba-
ha y Tocantins. Tales movilizaciones y huelgas las hemos visto tambin en aos recientes en la ciu-
dad de Mxico.
21 Una encuesta Gallup realizada en Buenos Aires revel que los sectores ms golpeados por el
delito fueron la clase media y la clase media alta (61%) (Aguilar, 1999:11).
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 203
Hemos apuntado desde el inicio de este trabajo, que la gran paradoja de buena
parte de los estados latinoamericanos, es la de combinar una fuerte vocacin re-
presiva con una desigual presencia en los distintos mbitos de la sociedad. A pe-
sar de esta capacidad represiva son notorios los vacos estatales. stos comienzan co-
mo lo hemos visto ya, con el notorio dficit de legitimidad que muchos estados
algunos ms, otros menos tienen ante vastos sectores de la sociedad civil. En
efecto, la corrupcin, la impunidad de la que gozan los funcionarios estatales y la
ineficiencia en la administracin de justicia, desprestigian a la poltica y a los po-
lticos y restan espacio a una gobernabilidad democrtica. Pero tal vacuum conti-
na con su incapacidad para mantener el monopolio de la violencia legtima en
extensos trozos de los territorios que supuestamente gobierna, as como en sus de-
ficiencias en el momento de administrar la desigualdad social. Siguiendo a Alain
Touraine, Carlos Vilas corrobora que solamente en contados casos tal monopolio
fue alcanzado en Amrica Latina (Vilas, 1999:4).
Al parecer el Estado en Latinoamrica se vuelve una eficiente maquinaria re-
presiva especialmente cuando se enfrenta a oposiciones y subversiones. Los mis-
mos estados que fueron implacablemente eficientes en la represin en Guatema-
la, El Salvador, Argentina, Uruguay y Brasil, se comportan hoy de manera inversa
con el crimen organizado y la delincuencia comn.23 En Colombia en el ao
2000, se asesin a un dirigente sindical cada tres das, se registraron 10 asesina-
tos polticos y una desaparicin forzada diariamente, as como una masacre
(ms de cinco vctimas en un hecho) cada dos das. Ese mismo Estado permita
3 mil secuestros al ao, 30 mil homicidios de los cuales solamente 12% eran por
motivos polticos, y la impunidad con respecto a la delincuencia se calculaba en
90% (Sarmiento, 2001:75). En Mxico el 90% de un total de 520 acciones mili-
tares y de control observadas entre 1998 y 1999 se concentraron en el sur del
pas, y solamente en Chiapas se calculaba que el ejrcito concentraba contra el
22 En su campaa electoral en 1999, el candidato del PRI a la gubernatura del Estado de Mxico lle-
g a difundir un anuncio televisivo en el que deca que las ratas (rateros) no tienen derechos huma-
nos. Una investigadora argentina resalta cmo la sociedad argentina se indigna ante el hecho de que
se cometa un robo cada 45 minutos y 4 asesinatos por da, pero no parece mostrar similar conmocin
con el hecho de que la miseria mate a 47 nios menores de cinco aos cada 24 horas (Aguilar, 1999:8).
23 Es necesario resaltar el caso de Guatemala en donde en medio del crecimiento rampante del
zapatismo entre 50 y 60 mil efectivos (30% del total). En ese mismo periodo de
un total de 319 acciones armadas registradas, el 42% la realizaron los grupos pa-
ramilitares y/o civiles armados mientras que 313 activistas sociales fueron asesina-
dos (Ameglio y Fracchia, 2001). En Brasil, un pas en el que las ausencias estata-
les son notables, datos de la Comisin Pastoral de la Tierra indican que entre 1989
y 2000, fueron encarcelados 1 898 trabajadores rurales, mientras que entre 1988 y
2001 fueron asesinados otros 1 517 (Souza, 1999).
El neoliberalismo ha profundizado las deficiencias seculares de los estados
latinoamericanos, por tanto ha hecho ms notorias las ausencias estatales, al de-
bilitar al Estado en mbitos en los que el mayor gasto social del modelo desarro-
llista, lo haca tener presencia. Son estos espacios en los cuales brotan las distin-
tas manifestaciones de la rebelin, o al menos una suerte de aestatalidad, en
la Latinoamrica del siglo XXI.
Se ha dicho ya que la ineficacia de la justicia genera en diversos sectores de
la poblacin, al menos plantearse la posibilidad de hacerse justicia por mano
propia. Encuestas diversas nos indican que la poblacin manifestaba su derecho
a matar para defender su familia a favor con el 70% en Caracas y con 60% en
Santiago de Chile, Baha y San Salvador. El matar para defender la propiedad
era aceptado con el 60% en Caracas, con 49% en Santiago de Chile, y el 40% en
Baha y San Salvador. La limpieza social (exterminio de delincuentes, lo que
implica el uso de los escuadrones de la muerte) era aceptado con el 20% en Ca-
racas, y con 16% en Baha y San Salvador (Briceo, et al., 1999:341). Entre el 22
y 32% de la poblacin manifest su disposicin a portar armas en Caracas, Me-
delln, San Salvador, Ro de Janeiro y en Santiago de Chile (Briceo, 1997:60 y
65). En la mitad de los linchamientos observados entre 1987 y 1998 en Mxico,
las vctimas fueron vapuleadas salvajemente por sus agresores, lo que corrobora-
ba el sentido de justicia por mano propia que tienen tales actos (Vilas, 1999:12).
Un anlisis comparado de la aestatalidad en los barrios miserables de Santiago
de Chile y Ro de Janeiro nos lo ofrecen Sperberger y Happe (1999). De acuerdo
con ellos, la presencia del Estado en las poblaciones de Santiago no se limita a pro-
veerlos de infraestructura sino el combate a la violencia y delincuencia. Por ello
mismo, resulta inimaginable que los traficantes de drogas dominen barrios ente-
ros como sucede en Ro de Janeiro. Aun as los pobladores chilenos administran jus-
ticia por cuenta propia en materia de delitos sexuales, robo y trfico de drogas,
con sanciones que van desde la amonestacin hasta la expulsin. A diferencia de
Santiago, las favelas de Ro de Janeiro parecen ser aldeas cerradas y autosuficien-
tes, las pandillas asumen el papel de polica, los favelados sienten ms confianza
con los miembros de las quadrilhas (bandas) que con la polica.
Una fascinante descripcin de este poder local se encuentra en Arias y Davis
(2001), quienes describen a las bandas de narcotraficantes como administrado-
res brutales de justicia informal entre los favelados de Ro de Janeiro. Las penas
de muerte, las mutilaciones, empalamientos y los linchamientos son castigos
usuales para los que violan los cdigos internos de las favelas en delitos como la
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 205
los cordones de miseria en Lima, en la poca en que la hegemona la ejerca Sendero Luminoso.
Una de las razones del xito de Fujimori fue que pudo sustituir el clientelismo sustentado en el te-
rror de Sendero Luminoso por el despotismo presidencial del propio Fujimori. Vase el artculo de
Carmen Rosa Balbi (1996).
25 La palabra viene de guachman, versin castellanizada de la palabra inglesa watchman (vigilante).
26 La Jornada, 15 de septiembre de 1999:80.
206 CARLOS FIGUEROA IBARRA
la causa primordial de los linchamientos: Yo crea que se deban (los linchamientos) a la guerra, por
las masacres y el genocidio, pero ahora estoy seguro que se deben a la justicia, que es inoperante y
lenta. Al menos en el caso guatemalteco, la explicacin resulta incompleta si solamente se queda
ah. Como dice Carmen Ada Ibarra, una analista guatemalteca, la cultura del terror y de la violen-
cia tambin cumplen un papel: Los cdigos ticos de los guatemaltecos son de autoritarismo y vio-
lencia... adems la guerra de 36 aos toc la mente y el corazn de los guatemaltecos. La violencia
se convirti en algo normal, la vida perdi valor, vase Figueroa Ibarra (2000).
28 El autor del trabajo que consigna estos datos define a las campaas como luchas extensas con-
tra una poltica especfica de austeridad y a la protesta como los sucesos individuales que se obser-
van en una campaa (marchas, cortes de ruta, huelgas, etctera).
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 207
CONCLUSIONES
Los caminos de la rebelin en Amrica Latina nos pueden llevar a los escena-
rios ms conocidos de confrontacin armada en la regin. La implantacin de
208 CARLOS FIGUEROA IBARRA
dos que piden dignidad para la ltima parte de su vida, de los jvenes que no quie-
ren estar condenados a la marginalidad, de los ciudadanos que exigen que la se-
guridad reine en campos y ciudades, de todos los hombres y mujeres que por to-
das las causas anteriores, siguen nutriendo a las guerrillas en Mxico, Colombia
y otros pases.
Acaso en todos ellos se encuentra anidada la esperanza en el preludio de es-
te siglo.
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LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS
EN EL PLAN PUEBLA PANAM
Y EL CORREDOR BIOLGICO MESOAMERICANO1
de las comunidades indgenas y pacificacin contrainsurgente que se llev a cabo en los Talleres de
Investigacin Social I-III de la Licenciatura de Sociologa de la Facultad de Ciencias Polticas y Socia-
les de la UNAM. En l participaron las alumnas Vanessa Garca y Zaira Ayala, quienes a lo largo del
proyecto realizaron entrevistas en la zona fronteriza de Chiapas, en el municipio de las Margaritas,
colaboraron en la sistematizacin de la informacin generada por las entrevistas y en la elaboracin
de algunas monografas relativas a la problemtica de las fuerzas armadas, la guerra de baja intensi-
dad, los recursos de la biodiversidad y el petrleo en Chiapas. Una parte de estos avances de investi-
gacin ha sido incorporada al presente trabajo.
* Socilogo y ambientalista. Investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos y profesor de
tiempo completo del Posgrado en Estudios Latinoamericanos y de la Licenciatura en Sociologa de la
Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la UNAM.
2 Estos proyectos se gestan en diferentes momentos y desde diferentes mbitos. El Corredor Bio-
lgico Mesoamericano surge como un proyecto del Fondo Mundial para el Medio Ambiente enca-
bezado por el Banco Mundial en noviembre de 2000. Mientras que el PPP se va conformando desde
diferentes iniciativas, como se sealar ms adelante. Sin embargo, el CBM se incorpora de manera
explcita en el rubro de las Fortalezas del PPP, sealndose all los servicios ambientales que puede
proporcionar la biodiversidad del corredor. Se trata de una mencin muy cuidadosa por parte del
gobierno de Mxico con el propsito de no inmiscuirse en los asuntos del BM; sin embargo, la refe-
rencia, aunque breve, trata de atraer sobre el PPP el prestigio que representa la existencia de un pro-
yecto del banco en la regin sur sureste. Mxico, Presidencia de la Repblica, Plan Puebla Panam,
captulo Mxico, Documento Base, marzo 2001, versin Internet, p. 43.
[214]
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 215
El PPP surge de una propuesta que recoge diversas iniciativas, nacionales e inter-
nacionales, entre ellas, las de Santiago Levy, ex subsecretario de Hacienda, conte-
nidas en el documento El sur tambin existe: un ensayo sobre el desarrollo regio-
nal mexicano,3 quien hace el planteamiento bsico para el sur-sureste mexicano;
las del empresario regiomontano Alfonso Romo (grupo Pulsar), miembro del
equipo de campaa foxista, quien desde 1995 particip en la creacin del Fondo
Chiapas, constituido por las empresas: Nestl, Protexa, Grupo Modelo, Minsa, Ma-
seca, Serfin, entre otras (Fazio, 2001a); y las provenientes de los rganos tcnicos
del BID y del Banco Mundial.4
El PPP se propone hacer de la macrorregin comprendida entre el estado de
Puebla y Panam, un polo de desarrollo de clase mundial en Amrica Latina.
Se plantea como un plan integral, de largo plazo, que pretende lograr un cam-
bio estructural que a su vez, permita el desarrollo acelerado y duradero de la re-
gin y reduzca la distancia que lo separa de los estados norteos.
En la regin sur-sureste de Mxico se ubican el 84% de los municipios de alta y
3 Santiago Levy, Georgina Kessel y Enrique Dvila, De la confeccin del Plan Puebla Panam.
El sur tambin existe: un ensayo sobre el desarrollo regional mexicano, julio de 2001, Ediciones Pi-
rata, Coleccin Documentos, San Cristbal de Las Casas, Chiapas, Mxico, mayo de 2001.
4 Florencio Salazar Adame, coordinador del PPP en declaraciones a la revista Proceso, 10 de junio
de 2001.
216 ALFONSO LPEZ RAMREZ
muy alta marginacin. En ella habita el 74% de la poblacin indgena del pas, que
representa el 16% de su poblacin total. El grado de marginacin de los indgenas
supera el promedio de la regin (Mxico, Presidencia de la Repblica, 2001). En
este sentido, siendo un plan para Mesoamrica, el PPP se propone mejorar la cali-
dad de vida de la regin territorial comprendida en la regin sur-sureste de Mxi-
co y los pases de Centroamrica (Mxico, Presidencia de la Repblica, 2001).
El plan tiene como objetivo elevar los niveles de educacin, vivienda y salud,
en particular las condiciones de vida de los pueblos indios, sin embargo, carece
de acciones concretas encaminadas a ese fin.5 Lo mismo puede decirse de la sus-
tentabilidad ambiental.6 Ambas son slo un adorno discursivo sin contenido
real. Su enunciado en los objetivos no se corresponde con las estrategias. Las es-
trategias en el mbito social hacen mencin de generalidades que contrastan
con la concrecin de las estrategias econmicas. En esa direccin, el propsito
real del PPP se acerca a la concepcin que se plantea en el documento que le dio
origen: El sur tambin existe: Un ensayo sobre el desarrollo regional mexica-
no, el cual separa explcitamente los objetivos de desarrollo econmico de los
programas sociales, optando por los primeros.7
La distancia entre objetivos y estrategias, lleva a coincidencias fundamenta-
les con el documento de Levy, que destaca el carcter real del proyecto guber-
namental. De esta forma, mientras el Documento Base del PPP, elaborado por la
Presidencia de la Repblica, plantea la realizacin de inversiones estratgicas
en infraestructura que permitan a la regin comunicarse mejor y aprovechar las
potencialidades inscritas en los Tratados de Libre Comercio de Mxico (Mxi-
co, Presidencia de la Repblica, 2001:3), el de Levy sugiere que las obras de in-
fraestructura reduzcan los costos de transporte y vinculen a la regin con los
mercados de Estados Unidos en el marco del TLCAN y con los mercados interna-
cionales. En concreto, propone enlazar, por carretera, al sur-sureste con Estados
Unidos, aumentando as las ventajas comparativas de la regin mediante la dis-
minucin de los costos de transporte.
5 Vase la parte relativa a objetivos sociales y lneas estratgicas del PPP, Mxico, Presidencia de
rio del PPP, quien revel que no existe presupuesto para las estrategias educativas del plan. Liz I. Sn-
chez Reyna, maestrante del Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos. Asimismo, las decla-
raciones del secretario de Salud de Mxico reconocen que, no obstante el atraso sanitario de la regin
Puebla-Panam, el PPP no contempla recursos para la atencin a la salud, La Jornada, 19 de abril de 2002.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 217
PROYECTOS DE INFRAESTRUCTURA
canos productores de petrleo, fue subrayada por el secretario de Energa de Estados Unidos en la
V Conferencia Ministerial de la Iniciativa Energtica, en la que demandaba una mayor cooperacin
regional en este tema, Klare, La Jornada, 12 de abril de 2002.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 219
nitaria. El PPP retoma esta idea. El ordenamiento territorial mediante estos cen-
tros poblacionales, a los cuales se dotara de servicios de salud y educacin, tiene
connotaciones contrainsurgentes en el contexto de zonas de conflicto armado,
particularmente en Chiapas, Guerrero y Oaxaca donde operan respectivamente
el EZLN, el ERP y el ERPI.
Dicha concentracin rompera los lazos comunitarios, tnicos y culturales,
adems, fracturara la cohesin poltica. En estas zonas de conflicto armado, los
centros de integracin rural asumen los mismos objetivos que las aldeas mode-
lo de Vietnam o los polos de desarrollo en las zonas de conflicto armado de
los aos ochenta en Guatemala (Lpez Ramrez, 1992).
Sin duda, la presencia del conflicto armado en Chiapas constituye un obstcu-
lo para el PPP. Esto resulta an ms claro en las declaraciones del presidente de
Mxico, quien de visita en Centroamrica, con el fin de conseguir el aval de los
gobiernos de la regin para su proyecto de desarrollo, niega la importancia de la
lucha zapatista, asegurando que en Chiapas ya no hay conflicto por lo que el PPP
es mil veces ms que el zapatismo o una comunidad indgena en Chiapas (Refor-
ma, 15 de junio de 2001). Mientras que, otros actores polticos, como el ex canci-
ller costarricense Rodrigo Madrigal, considera que es imposible impulsar el PPP
mientras persista el conflicto chiapaneco (La Jornada, 10 de marzo de 2001).
Un elemento de contencin a los propsitos econmicos y contrainsurgen-
tes del PPP es el reconocimiento de los derechos indgenas incluidos en los
Acuerdos de San Andrs, los cuales establecen los derechos de usufructo del h-
bitat y territorio, conforme al artculo 13.2 del Convenio 169 de la Organizacin
Internacional del Trabajo, firmado por Mxico.
Sin embargo, la concentracin poblacional tiene tambin como objetivo la
apertura de reas de inversin en las tierras actualmente en posesin de comuni-
dades indgenas. La creacin de centros poblacionales mediante el desplazamien-
to de las comunidades rurales permitira generar procesos de concentracin de la
tierra, dando lugar a grandes latifundios (La Jornada, 17 de marzo de 2001), por
medio de la venta o renta de la tierra. De ah la necesidad enfatizada en el docu-
mento de Levy de impulsar el Programa de Certificacin de Derechos Ejidales. Es-
te programa avanza en el sentido de las reformas del gobierno de Salinas de Gor-
tari al artculo 127 Constitucional, que permiten la privatizacin de la tierra.
PLANTACIONES FORESTALES
Del documento titulado El sur tambin existe, el PPP retoma la propuesta del
aprovechamiento de las ventajas comparativas de la regin en la produccin
agrcola mediante el desarrollo de la agricultura de plantacin, una agricultura
caracterizada por amplias extensiones (permisibles en el marco de las reformas
constitucionales al artculo. 27), donde se cultiva en forma tecnificada un solo
222 ALFONSO LPEZ RAMREZ
Uno de los objetivos geopolticos del PPP es el control de las corrientes migrato-
rias desde el sur-sureste de Mxico y Centroamrica hacia Estados Unidos.12 En
este sentido, el PPP recoge la trama de intereses que se han creado entre Mxi-
co y Estados Unidos con la firma del TLCAN.
Para el Instituto Nacional de Migracin el control del flujo migratorio y la se-
10 Luisa Par, Las plantaciones forestales de eucalipto en el sureste de Mxico una prioridad
nacional?, Cuadernos Agrarios, nm. 14, septiembre de 1997.
11 Boletn Chiapas al da, nm. 175, CIEPAC, Chiapas, Mxico, 18 de septiembre de 1999.
12 Declaraciones del coordinador general de PPP, Florencio Salazar, Milenio, 22 de febrero de 2001.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 223
guridad de la frontera sur son un requisito para el avance del PPP (La Jornada,
marzo de 2001). El problema migratorio ha sido asumido por el gobierno me-
xicano en un proceso de subordinacin de la poltica exterior a los intereses de
Estados Unidos, mediante la creacin del Plan Frontera Sur en el que se preten-
de militarizar aqulla para detener el flujo de indocumentados a Estados Uni-
dos. En tal militarizacin participarn la Procuradura General de la Repblica,
la Polica Federal Preventiva, el ejrcito, la armada, la Secretara de Relaciones
Exteriores y la Secretara de Gobernacin a travs del Instituto de Inmigracin
(La Jornada, 21 de junio de 2001). El gobierno norteamericano hizo sentir sus
presiones sobre el gobierno de Mxico en las declaraciones de su embajador,
Davidow, quien seal el deber de Mxico de hacer respetar sus leyes e impedir
el paso de inmigrantes a Estados Unidos (La Jornada, 21 de junio de 2001). En
el mismo sentido, los gobiernos de Mxico y Estados Unidos anunciaron un
plan bilateral migratorio denominado Plan de Accin para la Cooperacin so-
bre Seguridad Fronteriza (La Jornada, 23 de junio de 2001).
Desde la ptica de los intereses geopolticos de Estados Unidos, el TLCAN ha
generado una creciente interdependencia con Mxico. Desde esa misma pers-
pectiva norteamericana, la seguridad de Estados Unidos se fortalecera enor-
memente si Mxico participara en el manejo de las amenazas transnacionales
que tenemos en nuestra frontera comn (Dziedzic, en Aguayo, 1997:98). Entre
stas, estn los flujos masivos de refugiados. Resulta obvio que Estados Unidos
debe garantizar que Mxico no sea conducto, sino barrera eficaz contra dichas
amenazas transnacionales (Dziedzic, en Aguayo, 1997:113).
Como complemento a la militarizacin de la frontera sur, el PPP incorpor un
programa elaborado por la Secretara de Economa para el desarrollo de la ma-
quila denominado Marcha hacia el sur, que busca contener los flujos migratorios
y prev la generacin de 300 mil empleos en seis aos (Mxico, Secretara de Eco-
noma, 2002). Como parte de este Plan, en la carretera fronteriza con Guatema-
la, cerca de Palenque, se instal la primera maquiladora de un eventual corredor
industrial (La Jornada, 28 de marzo de 2002). La creacin de empleos en la zona
de conflicto armado de Chiapas, Oaxaca y Guerrero obedece a la lgica de la pa-
cificacin contrainsurgente. Recuerda las acciones emprendidas por el ejrcito
guatemalteco para generar el desarrollo agrcola bajo el esquema de la agricultu-
ra de exportacin no tradicional (AENT) que impuls en algunas zonas de guerra
interna, en los aos ochenta para desactivar el conflicto (Lpez Ramrez, 1992).
EL TLCAN Y EL ALCA
Las perspectivas para la inversin extranjera directa en reas de inters para las
CMN norteamericanas, as como para el acceso a recursos estratgicos que sirven
a la seguridad nacional de Estados Unidos, como el petrleo, la electricidad y el
224 ALFONSO LPEZ RAMREZ
todos los tiempos, Proceso, nm. 1024, Mxico, 17 de junio de 1996, 42. Apud: Saxe-Fernndez,
2001:16.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 225
construido sobre las instituciones gubernamentales del medio ambiente, como se ver ms adelante.
15 En Costa Rica, la AID forz a la creacin de un gobierno paralelo que llev a la transformacin
del sistema bancario de manera de permitir la entrada de fondos de esta agencia e implantar un es-
quema de agricultura de exportacin no tradicional (AENT). Las presiones al gobierno de Luis Alber-
to Monge para que estos cambios se realizaran, inicialmente, estuvieron contenidas en una carta de
intencin firmada con el FMI; sin embargo, dada la rebelda del gobierno costarricense, quien se
negaba a someterse a los intereses norteamericanos, el fondo presion a travs de la derecha, con la
amenaza de un golpe de Estado, logrando finalmente su objetivo: la reforma del sistema bancario.
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226 ALFONSO LPEZ RAMREZ
rrocarriles.
18 Coincidiendo con estas apreciaciones, el subcomandante Marcos seal en una entrevista que
el proyecto transstmico es trasladar las funciones del Canal de Panam a la Repblica Mexicana,
pero cortando efectivamente el pas en dos o en tres partes, La Jornada, 2 de febrero de 2001.
19 Del inters del BM por el sector energtico, en el sureste, es un ejemplo el apoyo reciente del
BM para la construccin de dos presas sobre los mrgenes del Ro Usumacinta, en Chiapas, en la que
el banco aportar el 50% del capital, La Jornada, 19 de abril de 2002.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 227
dio del TLCAN. En el rubro de inversiones directas del PPP, ste abre oportunidades
de inversin en terminales portuarias, aeroportuarias, ferrocarriles, telecomunica-
ciones y telefona. La Ley de Inversin Extranjera de 1994, sealada antes, permi-
te la participacin del capital extranjero en la perforacin de pozos petroleros, la
construccin de ductos para hidrocarburos, la construccin de terminales areas,
servicios portuarios y telefona. Los cambios a dicha ley realizados por el gobier-
no de Zedillo, permite la inversin extranjera en telecomunicaciones. La apertu-
ra en los ferrocarriles lleg al 100 por ciento.
Bartra seala que, en la medida en que las inversiones que establece el PPP se
ofrecen al capital extranjero,20 el resultado ser una economa de enclave, que
permitir la extraccin, no tanto de ganancias sino de rentas, derivadas del mo-
nopolio de las ventajas comparativas: los recursos naturales, el saber comunita-
rio, la biodiversidad y el paisaje (lvarez et al., 2002). El diagnstico del Plan es-
tablece la necesidad de superar las desigualdades econmicas y sociales entre el
norte y el sur, sin embargo, en la medida en que se llegara a configurar una eco-
noma de enclave, la perspectiva de avanzar en una integracin mayor del pas
se vera frustrada y la tendencia sera la de profundizar la fragmentacin, am-
pliando las diferencias entre el sur atrasado y los estados del norte, cada vez ms
integrados a Estados Unidos, de modo que han llegado a constituir la regin de-
nominada mexamrica (Saxe-Fernndez et al., 2001).
Dadas las restricciones constitucionales a la participacin del capital privado
en la explotacin petrolera, el gobierno de Fox ha venido esgrimiendo ciertas
estrategias embozadas de participacin del capital privado. Entre stas, se hallan
los Contratos de Servicios Mltiples (CSM) con los cuales la Secretara de Ener-
ga y Petrleos Mexicanos (Pemex) pretenden abrir al capital nacional y extran-
jero la exploracin y extraccin de hidrocarburos en la Cuenca de Burgos (prin-
cipal regin productora de gas natural en el pas), con derechos de exclusividad
por 20 aos. Para el acadmico Vctor Rodrguez-Padilla, asesor del Senado en
Asuntos Energticos, los CSM, constituyen una apertura de todos los hidrocar-
buros, pero disfrazada. Ms que un contrato representa una concesin por 20
aos (La Jornada, 6 de diciembre de 2001).
En las lneas estratgicas del PPP firmado por los gobiernos centroamerica-
nos y el de Mxico, se establece el apoyo al proceso de apertura comercial he-
misfrica que debe culminar en el rea de Libre Comercio de las Amricas
(ALCA) (La Jornada, 16 de junio de 2001). Para los intereses geoeconmicos de
Estados Unidos, Mxico debe servir de puente entre la Amrica angloparlante y
la hispanohablante (Dziedzic, en Aguayo, 1997).21 En una entrevista celebrada
entre los directivos de las empresas que integran el Global Business Policy Coun-
20 Florencio Salazar Adame coordinador general del PPP dijo en una entrevista realizada en Ma-
drid que si no somos capaces de atraer inversin privada el plan no tiene futuro, El Universal, 13
de julio de 2001.
21 Para la corredura neoyorquina Merrill Lynch la americanizacin regional se iniciar en M-
xico. Carlos Fazio, A propsito del Plan Puebla Panam, La Jornada, 25 de junio de 2001, p. 18.
228 ALFONSO LPEZ RAMREZ
No obstante los apoyos iniciales brindados al PPP por la banca regional, parece
que el shock del 11 de septiembre, ha reducido el inters por el proyecto.22 Con
el fin de reanimar el inters por las enormes oportunidades de inversin que se
abren con el PPP, se reunieron, en el marco de la Conferencia Internacional so-
bre la Financiacin para el Desarrollo promovida por la ONU en Monterrey, los
presidentes de los pases firmantes del plan, donde acordaron la realizacin de
un tianguis de inversin en la ciudad de Mrida, Yucatn, en el mes de junio
de 2002, en el que se invitara a organismos financieros internacionales, empre-
sarios estadunidenses, europeos, asiticos para conocer las posibilidades de in-
versin que se proponen en el PPP (La Jornada, 21 de marzo de 2002). Tambin,
en ese mismo sentido, parece haberse orientado la reunin entre Fox y Bush en
Monterrey, en la que se dara el banderazo a lo que se ha denominado la socie-
dad para la prosperidad la cual estara dirigida, segn el coordinador de Polti-
cas Pblicas de la Presidencia, al desarrollo de las regiones mexicanas que han es-
tado excluidas del beneficio del Tratado de Libre Comercio (La Jornada, 21 de
marzo de 2002). La referencia al sur-sureste mexicano y al PPP es evidente.
Aunque Global Business Policy Council ubica a Mxico en el cuarto lugar ms
atractivo para inversiones extranjeras directas, la CEPAL seala que la aversin a in-
vertir en naciones emergentes despus de la crisis de Rusia, Brasil y Argentina lle-
var a que Amrica Latina deje de recibir inversiones por algn tiempo (La Jorna-
da, 20 de marzo de 2002). Es posible que en la reduccin de perspectivas de atraer
inversin para el plan se combinen, tanto la situacin derivada del 11 de septiem-
bre, como el miedo al riesgo de contagio de la crisis de Argentina.
22 Con esta posicin coincide la profesora del ITAM Rossana Fuentes Berain, quien seal que la opor-
tunidad en que aparece el PPP parece haber quedado atrs despus del 11 de septiembre, hoy es poco
atractivo. Programa televisivo del canal 22, domingo 16 de diciembre de 2001, 8:00 p.m., Mxico, D.F.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 229
En una reunin entre los gobernadores del sureste (Tabasco, Veracruz, Pue-
bla, Campeche y Quintana Roo), en la que externalizaron su inconformidad an-
te el presidente Fox por el retraso en la ejecucin del PPP, ste ofreci agilizar la
aplicacin del plan mediante un trato directo con las secretaras de Estado vin-
culadas al proyecto (La Jornada, 9 de abril de 2002). Con ello se evidenci que
el proyecto del PPP carece de un presupuesto propio. Esta caracterstica del PPP
es sealada por Bartra, quien considera al plan una entelequia armada con los
presupuestos de las diferentes secretaras de Estado, carente de presupuesto
propio, no [es] un verdadero plan de desarrollo regional (lvarez et al.,
2002:85).
El PPP ha sido cuestionado desde mltiples foros, por una enorme cantidad
de organizaciones sociales nacionales e internacionales y por muchsimos aca-
dmicos. Entre otros cuestionamientos se sealan: su carcter excluyente, en
tanto que no considera el punto de vista de la poblacin mayoritaria que habi-
ta en las comunidades rurales del sur sureste; el determinismo de la relacin po-
breza-deterioro ambiental; su carcter fragmentador del pas: Marcos (La Jorna-
da, 2 de febrero de 2001); su desconocimiento de los derechos autonmicos de
los pueblos indios; la sumisin a las necesidades energticas de Estados Unidos;
su carcter contrainsurgente, en la medida que pretende poner en prctica me-
canismos de concentracin de la poblacin dispersa; la reduccin de la indus-
trializacin a la maquila; su carcter de contrarreforma agraria, en cuanto apun-
ta hacia la creacin de nuevos latifundios. A pesar de la fuerte repulsa manifes-
tada por parte de organizaciones sociales, econmicas, de derechos humanos,
poltico-militares como el EZLN, acadmicos y polticos de izquierda, entre otros,
se trata de un rechazo desarticulado.
Del anlisis del PPP puede desprenderse que se trata de un plan econmico tra-
dicional, el cual, apoyado en la teora del goteo, supone que slo la derrama eco-
nmica lleva paulatinamente los beneficios sociales a las comunidades pobres que
habitan el sur sureste mexicano, ya que no proponen acciones concretas para su-
perar las condiciones de atraso educativo, de servicios de salud adecuados o me-
jorar las condiciones de vivienda de las comunidades rurales, mayoritariamente
indgenas, de la regin.
Por otra parte, el PPP se ubica en el enfoque de los cambios jurdico-institucio-
nales que ha realizado el gobierno de Mxico desde el marco del TLCAN. Las reas
en donde abre oportunidades de inversin resultan campos coincidentes con los
cambios estructurales realizados en el marco del TLCAN, con lo que se fortalece la
tendencia a la anexin comercial del pas que ya se viene operando desde la pues-
ta en marcha del Tratado de Libre Comercio. Por ltimo, el plan supone el some-
timiento del gobierno mexicano a la estrategia energtica del gobierno de Estados
Unidos, en tanto se le garantiza a este ltimo el suministro adecuado de recursos
petroleros, mediante la construccin de instalaciones petroleras que permitan au-
mentar la oferta de aceite y gas y las condiciones de infraestructura portuaria las
que, a su vez, generen una eficiente exportacin de tales recursos.
230 ALFONSO LPEZ RAMREZ
pas. El ao pasado una delegacin del gobierno de Israel encabezada por el ministro consejero de la
embajada en Mxico, sostuvo una reunin con el Consejo de Mdicos y Parteras Indgenas de Chiapas
(Compitch) en donde reiter su inters por el intercambio de ayuda y conocimiento sobre la biodiver-
sidad con las comunidades indgenas. Compitch rehus colaborar argumentando el propsito de bio-
prospeccin de los israeles.
232 ALFONSO LPEZ RAMREZ
realizada en San Jos, Costa Rica. All, los presidentes de los pases centroame-
ricanos y de Mxico se comprometieron a establecer una cooperacin regional
para desarrollar El Sistema Regional Mesoamericano sobre reas Naturales
Protegidas, Zonas de Amortiguamiento y Corredores Biolgicos (CBM) (The
World Bank, 2000).
bijado, nada menos que bajo el Fondo Mexicano para la Conservacin de la Na-
turaleza (FMCN). ste, una organizacin privada no lucrativa, creada por ASAID,
el gobierno mexicano y contribuyentes privados tiene como fin la promocin de
la conservacin de la biodiversidad y el manejo de un fondo, destinado a peque-
os y medianos programas de donaciones. Luego de una enmienda acordada
entre el GEF, el gobierno mexicano, Banobras y el Fondo Nacional de reas Pro-
tegidas (FANP), se reasign al Fondo Mexicano para la Conservacin de la Natu-
raleza (FMCN) el manejo de los recursos de la donacin hecha por GEF, con el
propsito de capitalizar el fondo. Posteriormente, se dio pie a la posibilidad de
la privatizacin del fondo (The World Bank, 1997).
Este monto dinerario permitir asegurar en el largo plazo el financiamiento
de los programas de conservacin de las reservas de las diez reas en el que par-
ticipa el GEF. El proyecto de actividades apoyadas por el FANP se espera continen
por un periodo de 35 a 40 aos, con un capital de 16.3 millones de dlares (The
World Bank, 1997:11-12).
El financiamiento del Programa de reas Protegidas se configura con una
contribucin del GEF de 57% del costo del proyecto; el gobierno mexicano apor-
ta alrededor del 31% (incluyendo los ingresos de FANP que resultan del progra-
ma de deuda swap del gobierno mexicano, equivalente a 1.3 millones de dla-
res); los ingresos del FANP, alrededor del 11% (excluyendo el ingreso de deuda
swap) y, la cooperacin de un 1% por parte de otros cofinanciadores (The
World Bank, 1997:12).
Entre abril y mayo de 1996 tuvo lugar una reestructuracin del programa, acorda-
da entre BM y el gobierno de Mxico, por la cual el programa se extendera hasta el
ao 2001. Los responsables de impulsar el programa seran: el Instituto Nacional de
Ecologa (INE), y el Fondo Mexicano para la Conservacin de la Naturaleza (FMCN),
los cuales estaran apoyados por Semarnat,27 CONANP y los Consejos Tcnicos Ase-
sores (CTA). Sin embargo, ms adelante, mediante un acuerdo conjunto entre el
Banco, FMCN y el gobierno mexicano se releva de responsabilidades en el proyecto
a Semarnat y al INE. Con ello, la implementacin del Programa de reas Protegi-
das queda en manos del BM, mientras que el manejo de los fondos de la dotacin
GEF residen en el USAID, a travs del (FMCN), terminando de configurase las institu-
ciones del estado paralelo, bajo el binomio BM-USAID, en los programas de mane-
jo de reas naturales protegidas del pas (The World Bank, 1997).
La creacin del esquema institucional creado por el BM-USAID se explica en el
marco del vaco institucional de formas jurdico-institucionales relativas al acce-
so a los recursos de la biodiversidad. La creacin de instituciones para la regu-
lacin de la naturaleza no es un producto de prerrequisitos funcionales de la
acumulacin de capital, sino un resultado de estrategias especficas, coaliciones,
negociaciones y su estabilizacin institucional.28
27 En el proyecto original aparece como Semarnap pero la reestructuracin llevada a cabo en
travs de la International Board for Plant Genetic Resources, bajo la tutela del gobierno de Estados
Unidos. Incluye 26 centros de investigacin, programas universitarios de investigacin, unidades gu-
bernamentales de almacenamiento y el Grupo Consultivo sobre Investigacin Agrcola Internacio-
nal. Gian Carlo Delgado Ramos, La biopiratera y la propiedad intelectual como piedra angular del dominio
tecnolgico por y para el capital, 2002, versin Internet [email protected]
30 El proceso de bsqueda y evaluacin que permite identificar, seleccionar y aislar componen-
tes tiles de los recursos de la biodiversidad (ecosistemas, especies o genes) se conoce como biopros-
peccin. sta es la exploracin de la diversidad biolgica y del conocimiento indgena ligado a ella,
para facilitar la seleccin y extraccin de recursos genticos y bioqumicos que puedan resultar en
productos comerciales.
31 Es la apropiacin por parte de instituciones pblicas o privadas de investigacin, ONG, CMN de
los recursos genticos y de los conocimientos asociados a ellos, para su apropiacin privada y con fi-
nes de lucro.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 235
32 Vase, Rosenau, James, Ernst-Otto Czempiel, Thomas J. Biersteker, Janice E. Thomson, Mark
W. Zacher et al., Governance without government: order and change in world politics, Cambridge, Cambrid-
ge University Press, 1992.
33 La Conferencia de Naciones Unidas estableci que la descentralizacin radica en la necesidad
de dotar de autonoma jurdica, poltica, administrativa y econmica a las regiones-ciudades para es-
tablecer vnculos globales que no requieran de la aprobacin de los gobiernos de dichos pases. De
ah que los nexos globales sern menos entre pases y ms entre regiones o ciudades que compitan
entre s por una insercin competitiva en el mercado mundial. Para los pases subdesarrollados repre-
sentara una profundizacin de la fragmentacin de las economas, la cual se expresa al nivel regional
y entre sectores. Por otro lado, las regiones transformadas en micro estados seran fcil presa de las
CMN. PNUD, Governance for Sustainable Growth and Equity, Conferencia de Naciones Unidas, Nueva York,
28-30 de julio de 1997.
236 ALFONSO LPEZ RAMREZ
CONSTRUCCIN INSTITUCIONAL
BIOPROSPECCIN
PETRLEO Y CONTRAINSURGENCIA
MXICO
PROGRAMA GEF
DE REAS PROTEGIDAS
RESERVAS PROYECTADAS
CAPITAL NACIONAL
CAPITALES ESTATALES
CIUDADES O PUEBLOS PRINCIPALES
LMITES ESTATALES
LMITES INTERNACIONALES
GOLFO DE MXICO
OCANO PACFICO
Baha de Campeche
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM
239
240 ALFONSO LPEZ RAMREZ
34 El consorcio Paseo Pantera es una institucin que se integra con la colaboracin de la Ofici-
sera feliz de cambiar la dependencia de Venezuela o Arabia Saudita, ambos miembros de la OPEP,
por una mayor dependencia con su vecino y aliado Mxico (El Universal, 7 de abril de 2002).
MAPA 2
PROYECTO DEL CORREDOR
BIOLGICO MESOAMERICANO
DEL BM, 2000
Baha de Campeche
Mar
Caribe
Golfo de
Honduras
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM
241
242 ALFONSO LPEZ RAMREZ
rredor, un nuevo concepto ecolgico que no slo integra reas naturales sino
tambin establece una conectividad ecolgica sobre asentamientos poblacionales,
justifica la extensin del espacio de inters del banco, sobre territorios zapatistas
y yacimientos petrolferos. La creacin del corredor en este nuevo escenario, tie-
ne el sentido de forzar la pacificacin en Chiapas, de manera que los grupos ar-
mados no obstaculicen la perspectiva de ampliar la explotacin petrolera en esa
regin. Desde luego, ste no es el propsito explcito. Desde la lgica del BM la
ampliacin del corredor sobre las zonas de yacimientos petroleros, en el contex-
to de un conflicto de guerra interna, transforma al proyecto de corredor biol-
gico en un proyecto de inters geoestratgico para Estados Unidos, porque la presen-
cia del EZLN atenta contra la seguridad nacional de ese pas, en cuanto pone en
riesgo el abasto de energa para la economa norteamericana, haciendo obliga-
da la pacificacin desde el enfoque de la guerra de baja intensidad.
La extensin del corredor sobre zonas petroleras en Chiapas avanza en el
sentido de una ocupacin preventiva de un espacio estratgico para las necesida-
des energticas de Estados Unidos. En la estrategia de la cooperacin energti-
ca de Mxico, como proveedor seguro de petrleo a Estados Unidos, el plan
energtico de Bush considera que Mxico es una fuente destacada y confiable
de petrleo importado [], sus grandes reservas bsicas, aproximadamente
25% mayores que nuestras reservas probadas, hacen de Mxico una fuente pro-
bable de produccin petrolera incrementada en el prximo decenio (Klare,
2002:IV). Esto explica el enorme despliegue de las fuerzas armadas en la zona de
conflicto, particularmente desde febrero de 1995 y no el riesgo de un desbor-
de militar de los zapatistas.
Las presiones del BM sobre el gobierno mexicano para expulsar a las pobla-
ciones asentadas en Montes Azules, podran ser un indicador del tipo de salida
que pueda darse a las comunidades alzadas existentes en el territorio del Co-
rredor.
Por otro lado, frente a los posibles reclamos de impacto ambiental derivados
de la explotacin petrolera en la Selva Lacandona, qu mejor garanta para que
tal cosa no ocurra, a pesar de la extraccin de petrleo, que el BM, la autoridad
mundial del medio ambiente.
Los yacimientos petroleros en la zona del corredor se ubican en Los Altos de
Chiapas y en la regin de la selva, ambas regiones tienen una alta potencialidad
de presencia de petrleo. Un informe del General Accounting Office cita los da-
tos proporcionados por un funcionario de Pemex, quien seala el descubri-
miento de un gran campo petrolero en el estado de Chiapas, cerca de Ocosin-
go (Barreda, 1999).
De acuerdo con la regionalizacin de Pemex, se establecen las siguientes
reas de prospectos: Nazareth, al oeste del municipio de Ocosingo y al norte de
Altamirano. Ah se evala una reserva potencial estimada de 2 178 millones de
barriles de crudo. En los municipios de Ocosingo, cerca de la frontera con Chi-
ln y al sur de Palenque se encuentra el prospecto Ocotal Noroeste, el que posee
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 243
lo y fue presidida por la primera ministro de Noruega Gro Harlem Brundtland. Comisin Mundial
del Medio Ambiente y del Desarrollo, Nuestro futuro comn, Madrid, Alianza editorial, 1987.
244 ALFONSO LPEZ RAMREZ
MAPA 3
PRINCIPALES PERFORACIONES Y HALLAZGOS PETROLEROS EN EL SEXENIO DE CARLOS SALINAS
COINCIDEN CON LAS REAS MS DEFORESTADAS
Pozos exploratorios
Campamentos de Pemex
Yacimientos de petrleo
rea de mayor
riqueza biolgica
reas exploratorias
reportadas por el EZLN
Yacimientos petroleros
reportados por el EZLN
Los riesgos de una escalada sangrienta son claros: las comunidades indgenas
han declarado su intencin de defender sus tierras, por otra parte, las autorida-
des federales han manifestado su inters de imponer el desalojo, el entonces
Consejero de Seguridad Nacional hizo alusin, en diciembre de 2001, a una
operacin de guerra (La Jornada, 25 de marzo de 2002). Una salida al proble-
ma podra estar en adoptar la propuesta que plantean las comunidades de asu-
mir la tarea del manejo sustentable de la selva, conforme al Acuerdo 169 de la
OIT firmado por el gobierno mexicano.
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NDICE TEMTICO
DESCRIPTORES
desarrollo capitalista nacional, 22, 91
desarrollo urbano-industrial, 32
acumulacin interna, 54 descontento social, 57
acumulacin transnacional del capital, l67 desigualdad mundial, 92
alternativas polticas, 75, 76, 79, 81, 82 deuda pblica, 63
automatizacin, 91 doctrina de seguridad nacional, 40
[253]
254 NDICE TEMTICO
Estado, reforma del, 12, 71, 76, 98, 112 partidos polticos, 57, 58, 65, 74, 75, 76, 78,
Estado, soberana del, 56, 63, 99, 100 126, 127, 128, 129, 131, 132, 133
Estados de competencia, 58, 66 patrn de desarrollo exportador, 53, 54
exclusin social, 120 peronismo, 35
pobreza, 122
flexibilizacin laboral, 119 poder judicial, 122, 123
formas de representacin, 131 poder legislativo, 76
fuerzas armadas, 29 poltica, 11, 13
poltica econmica, 54, 58, 94, 97, 117
gasto pblico, 64, 65 polticas pblicas, internacionalizacin de
globalizacin, 18, 19, 52, 60, 61, 63, 71, 79, las, 87, 93, 100, 102
88, 89, 90, 91, 92, 102, 108, 120 populismo, 24, 25, 26, 27, 32, 33, 34, 37, 43
gobernabilidad, 117 precarizacin del trabajo, 117
privatizacin, 120, 121
industrializacin, 21, 30, 33 pblico-privado, 64, 77
instituciones, 53, 67, 68, 69, 70
integracin regional, 56 recursos pblicos, 77
intervencionismo estatal, 60 reestructuracin econmica, 59, 62, 64
reestructuracin estatal, 12
justicia social, 109 reformas constitucionales, 118, 119
remesas, 57
liberalizacin econmica, 55, 71
sector financiero, 52, 54, 72, 121
maquiladoras, 57 sindicalismo, 132
mediacin poltica, 106 situacin econmica, 107
mercado mundial, 115 sociedad civil, 53, 57, 76, 77, 78, 81, 82, 83
migracin laboral, 62 solidaridad internacional, 77
modernizacin, 27, 28
movimientos polticos, 75, 133 tecncratas, 66, 97, 120
movimientos sociales, 57, 77, 81, 82 territorio, 125
movimientos sociales radicales, 76, 78 terrorismo, 135
mundializacin, del capital, 59, 60, 61, 82, 83 tratados comerciales, 62
NDICE TEMTICO, por MARA ELENA GALEANA y PATRICIA SALCIDO CAEDO 253
[255]
formacin: cecilia pereyra
impreso en programas educativos, s.a.
calz. chabacano 65, local a
col. asturias
06850 mxico d.f.
20 de mayo de 2005