Coord. Teresa Castro Escudero y Lucio Oliver Costilla El Debate Latinoamericano Vol. 3 Poder y Politica en America Latina

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sociologa

y
poltica
EL DEBATE LATINOAMERICANO
VOLUMEN 3
PODER Y POLTICA EN AMRICA LATINA

por

TERESA CASTRO ESCUDERO * RINA MUSSALI GALANTE


LUCIO OLIVER COSTILLA * MASSIMO MODONESI
EDUARDO E. SAXE FERNNDEZ * SEVERO SALLES
CARLOS FIGUEROA IBARRA * ALFONSO LPEZ RAMREZ

coordinadores

TERESA CASTRO ESCUDERO


y
LUCIO OLIVER COSTILLA
siglo xxi editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIN COYOACN, 04310, MXICO, D.F.

siglo xxi editores argentina, s.a.


TUCUMN 1621, 7 N, C1050AAG, BUENOS AIRES, ARGENTINA

portada de mara luisa martnez passarge

primera edicin, 2005


siglo xxi editores, s.a. de c.v.
en coedicin con
facultad de ciencias polticas y sociales-unam
centro de estudios latinoamericanos (cela)
programa de apoyo a proyectos de investigacin
e innovacin tecnolgica (papiit)

isbn 968-23-2507-2 (obra completa)


isbn 968-23-2567-6 (vol. 3)

derechos reservados conforme a la ley


impreso y hecho en mxico
PRESENTACIN GENERAL

En el ao 2001 el Centro de Estudios Latinoamericanos inici el proyecto de in-


vestigacin colectiva El debate latinoamericano actual. Tendencias, problemas y alter-
nativas. En l participaron investigadores del CELA as como de otros centros de
la UNAM y de otras universidades mexicanas, dedicados todos a los estudios lati-
noamericanos.
La coleccin de cinco tomos que hoy el lector tiene en sus manos es produc-
to de dicho esfuerzo colectivo. En ella hemos integrado estudios orientados a
definir las principales tendencias del desarrollo social, econmico, poltico y
cultural de los pases de la regin latinoamericana. En su conjunto, esta colec-
cin tiene por objetivo la ubicacin de lo que, consideramos, son los principa-
les problemas latinoamericanos en los diversos mbitos ya sealados; asimismo,
nos propusimos trabajar en torno al planteamiento de las grandes tendencias
que se estn desarrollando en nuestra regin en el marco de los procesos mun-
diales.
Los tomos que conforman la coleccin tocan los siguientes campos de conoci-
miento, a saber: 1] el debate en torno a los planteamientos tericos y las posturas
epistemolgicas desde las cuales se abordan los procesos y problemas de la regin
latinoamericana; 2] la concepcin del desarrollo regional asociada a la reestruc-
turacin econmica y poltica mundial; 3] la caracterizacin de las reformas de
los estados y de las nuevas estructuras y funciones del poder y la poltica en re-
lacin con la sociedad y los cambios en las formas de dominacin; 4] el nuevo
significado e influencia de la nacin y lo nacional bajo la globalizacin, as co-
mo el debate sobre el significado de diversos movimientos y actores sociales y na-
cionales; 5] la reafirmacin del papel de la cultura, la identidad y la diversidad
local, nacional y regional latinoamericana.
En los cinco tomos de esta coleccin y cada uno en su propia especificidad
temtica se encuentra presente la bsqueda de alternativas, mismas que requi-
rieron no slo de indagaciones tanto en el mbito terico y analtico, como tam-
bin desde el espacio en el que nuestras propias sociedades estn planteando y
construyendo sus propias propuestas. As, los anlisis y las propuestas tericas
que cruzan tanto a la coleccin en su conjunto, como a cada uno de los tomos,
tienen como marco la presencia, algunas veces implcita y en otras explcita, de
los sujetos sociales que conforman la realidad concreta de nuestros pases; y tie-
nen, adems, una preocupacin que anim el debate en cada uno de los cinco
equipos de investigadores: la del presente y el futuro de nuestra Amrica Lati-
na. Esperamos que en estos libros esto se vea reflejado.
Es importante, por ltimo, destacar que este esfuerzo colectivo de investiga-
[9]
10 PRESENTACIN GENERAL

cin fue posible desarrollarlo a lo largo de dos aos de trabajo y logr su cris-
talizacin en los cinco tomos que componen la coleccin, gracias al respaldo
otorgado por el Programa de Apoyo a Proyectos de Investigacin e Innovacin
Tecnolgica (PAPIIT) a travs del Proyecto IN305199, lo cual nos permiti contar
con las bases infraestructurales para iniciar, desarrollar y llevar a buen trmino
esta investigacin. Agradecemos al PAPIIT su importante ayuda.
Asimismo, el doctor Fernando Prez Correa, director de la Facultad de Cien-
cias Polticas y Sociales impuls y apoy de manera importante la concrecin de
esta tarea colectiva. Valoramos ampliamente el inters que desde un principio
mostr ante este esfuerzo acadmico.
No podemos dejar de reconocer la contribucin de Massimo Modonessi, Ma-
ra Jos Rodrguez y Felipe Varela, quienes participaron como becarios desde el
inicio del proyecto. En las diversas tareas desde las cotidianas de organizacin
de los equipos, las reuniones generales, la elaboracin de informes, hasta las que
requeran de sus conocimientos tericos y de su capacidad de anlisis sobre la
realidad latinoamericana la participacin de ellos signific un aporte valioso.

LUCIO OLIVER COSTILLA


IRENE SNCHEZ RAMOS
PRLOGO

TERESA CASTRO
LUCIO OLIVER

En este libro se debate el poder y la poltica en la Amrica Latina de hoy. El pun-


to de partida es que el menor peso aparente del poder y la disminucin de la po-
ltica bajo las reformas tecnocrticas del Estado de los ltimos decenios son slo
una apariencia. Que en realidad ambos siguen siendo sostn de las instituciones
y fundamentos de la reproduccin actual de la economa y la sociedad. Sin em-
bargo, es del inters de los crculos dominantes internos y externos de la actual
mundializacin que poder y poltica aparezcan diluidos y escondidos. De ah que
este tomo busque sacarlos a la luz pblica y debatir su carcter y sus funciones.
Los autores polemizan con las tesis del pensamiento neoliberal que defienden
el papel redentor del libre mercado, que desaprueban cualquier intervencin re-
guladora del Estado y difunden las bondades de una nueva y posmoderna sociedad
civil atomizada y enajenada al mercado y al Estado. La realidad se ha encargado de
cuestionar tales supuestos optimistas. A dos decenios de entronizacin del neolibe-
ralismo en Amrica Latina, los gobiernos de la regin e instituciones como el Fon-
do Monetario Internacional y el Banco Mundial se niegan a establecer cualquier
relacin causal entre sus polticas de reforma del Estado, ajuste estructural, mayor
internacionalizacin del capital y el creciente deterioro de la democracia, incre-
mento de los conflictos sociales irresolubles, la persistencia del estancamiento eco-
nmico y el alarmante aumento de la pobreza en la regin.
Los autores del libro critican desde diversos ngulos el Estado latinoamerica-
no neoliberal actual y sus polticas modernizadoras. Llevan a cabo un anlisis ri-
guroso y fundamentado de su carcter, funciones, instituciones y mediaciones,
con el fin de develar su papel histrico y estudiar el bloque de poder que los con-
forman. Igual esfuerzo se realiza en el estudio de los estados desarrollistas latinoa-
mericanos anteriores. Se analiza su significado histrico y su carcter nacionalista,
interventor y proteccionista, para entender y valorar las herencias que nos deja-
ron y para cuestionar los frecuentes descrditos que sobre los mismos hacen los
idelogos neoliberales. La polmica habida sobre los contradictorios avances del
periodo populista y desarrollista nos obligaron a una nueva reflexin sobre el po-
der y la poltica en dicho periodo. Asimismo se recogen las controversias sobre la
fase de su crisis y la complejidad de las alternativas a tales estados.
Con respecto al Estado actual cabe decir que las polticas neoliberales de refor-
ma del Estado, aplicadas por los gobiernos latinoamericanos en los dos ltimos
decenios, no resisten el mnimo anlisis. Orientadas a la privatizacin de los acti-

[11]
12 TERESA CASTRO, LUCIO OLIVER

vos pblicos, a la desregulacin econmica y financiera, a la transnacionalizacin


de las polticas pblicas y a la disolucin de la soberana nacional y popular,
constituyen polticas de logros econmicos mnimos y fracasos sociales mxi-
mos. Supuestamente estuvieron comprometidas con desterrar las mltiples ins-
tituciones burocratizadas, antidemocrticas y autoritarias del Estado y enfrentar
la cultura poltica de la corrupcin. Sin embargo, junto con esa lucha cuya sin-
ceridad es discutible dado el geomtrico incremento de la alta corrupcin en
nuestra regin, echaron por la borda tambin a instituciones fundamentales
del Estado, que a todas luces deban persistir, desarrollarse y asumirse como sus-
tento de una nueva democracia poltica. Se trata de instituciones forjadas en
decenios de sacrificio social, como las empresas estatales de carcter estratgico
para el desarrollo nacional y para la soberana, los proyectos populares y naciona-
les que incluyen polticas de planificacin de la acumulacin y de la distribucin,
las instituciones crediticias de apoyo a la expansin de la pequea y mediana in-
dustria, las instituciones de salud, educacin y seguridad social para beneficio de
la poblacin mayoritaria de la sociedad, el pacto poltico de compromiso naciona-
lista y popular que, con nuevos componentes democrticos, permitira una esta-
bilidad en el desarrollo de los pases de la regin. El abandono de aqullas ha
llevado a que nuestros pases pierdan una herencia fundamental y buena parte
de ellos ingresen por el camino de profundas crisis econmicas y polticas, sin
que puedan apelar a recursos nacionales y estatales que pudieran evitarlas o, por
lo menos, aminorar sus efectos.
Ciertamente era inevitable y deseable la reforma del Estado nacional populis-
ta y desarrollista bajo las nuevas condiciones de la mundializacin y de desarrollo
de la sociedad civil latinoamericana. La reforma del Estado, empero, deba haber
transcurrido por otros rumbos distintos al neoliberal, que mantuvieran y/o recu-
peraran los logros institucionales, polticos, econmicos e histricos del Estado la-
tinoamericano del siglo XX y los proyectaran al XXI.
Los autores del libro consideramos que la reestructuracin de los estados de-
be encaminarse hacia hacerlos portadores de una concepcin renovada de lo
pblico que incluya la participacin social directa y la priorizacin de los intere-
ses colectivos. Se trata de abrir los estados a la participacin eficiente y compe-
titiva de nuestras economas en la actual fase de desarrollo capitalista, a partir
de usar el poder pblico para alentar un alto nivel cientfico tcnico nacional,
para invertir en la calificacin de la mano de obra y en el desarrollo de ramas
productivas complejas asociadas con la transformacin y elaboracin de nues-
tros recursos naturales. La sociedad debe convertir a los estados en la expresin
poltica de verdaderos proyectos populares y nacionales, definidos desde polti-
cas sociales universales y desde el desarrollo de sociedades civiles populares fuer-
tes, organizadas y dominantes, capaces de someter a los grupos empresariales a
sus dictados. Una alternativa de reforma democrtica y popular del Estado de
esa naturaleza necesariamente implica una concepcin global de lo local popu-
lar, y una aplicacin local de lo global popular. Es esencial procurar el fortaleci-
PRLOGO 13

miento de las instituciones del Estado, la legitimidad de la democracia, su esta-


bilidad relativa, y una disminucin del nivel de desigualdad y pobreza de la ma-
yora de la sociedad.
Est claro, sin embargo, que en las condiciones actuales del mundo tener a
la mano una opcin antineoliberal y una alternativa de reforma progresista del
Estado no es una posibilidad fcil de pases aislados en lucha contra la tenden-
cia dominante. Requiere de avances sustanciales en la integracin econmica,
poltica, cultural y social de Latinoamrica. Exige tambin la defensa conjunta
del derecho de los pases de nuestro subcontinente a incidir con independen-
cia, soberana y desarrollo en la mundializacin en curso.
Los estudios sobre el poder y la poltica, y la re-visita al Estado latinoamerica-
no actual a travs de nuestras investigaciones nos mostr tambin un aspecto que
ningn latinoamericanista debera olvidar: el Estado puede reducirse al mnimo,
sus funciones clsicas ser abandonadas, sus recursos econmicos reducidos, sus
polticas econmicas y sociales definidas en funcin exclusiva de la rentabilidad
del capital nacional y transnacional y sus gobernantes en turno privilegiar el ali-
neamiento incondicional con Estados Unidos. Pero siempre existir una voluntad
poltica potencial de soberana y proyecto nacional que la misma figura del Es-
tado encarna no obstante las polticas actuales contrarias a ello y la sociedad
permanentemente reclama. Eso significa darnos cuenta de la existencia de un
recurso popular sumamente valioso para resistir a las polticas de subordinacin
internacional, para la elaboracin potencial de otras polticas y otras orientacio-
nes. La encarnacin social y poltica de dicha voluntad poltica pasa por la trans-
formacin de la actual sociedad civil y por una nueva nocin de lo pblico, de lo
cual est urgida Latinoamrica.
A lo largo de los distintos captulos de este tomo se otorga especial atencin
a discutir el supuesto fin de la poltica de races histricas, otrora basada en el
reconocimiento de la existencia dinamizadora y constructiva de los conflictos so-
ciales profundos, y se polemiza con la actual poltica nica de administracin
macroeconmica eficiente, gobernabilidad conservadora y mediaciones elitiza-
das, polticas que en lugar de procurar una renovacin de lo pblico, persiguen
y persisten en el fortalecimiento de lo privado-estatal.
Los captulos sobre la poltica en Amrica Latina muestran que en estos das
uno de los temas ms importantes de la poltica pasa por su revalorizacin y re-
composicin, revirtiendo el desprestigio de una actividad fundamental para
transformar las condiciones actuales. El fundamentalismo neoliberal, con su
crtica al Estado populista al que los globalistas antipopulares declaran extinto,
sumado al desprestigio de la poltica entre la sociedad y la tendencia de sta a or-
ganizarse de manera autnoma por medio de movimientos sociales, organizacio-
nes vecinales, ollas comunes, clubes de trueque y otras formas de organizacin en
abierto rechazo al Estado y sus instituciones, haban marginado la problemti-
ca del Estado y decretado el fin de la poltica.
La manipulacin de los procesos electorales y de las luchas polticas por los
14 TERESA CASTRO, LUCIO OLIVER

medios de comunicacin, el diseo intencionado de la ingeniera electoral, el


vaciamiento de los proyectos de cambio, los procesos de desestructuracin so-
cial, la pobreza creciente, la corrupcin de algunos sectores de la lite poltica,
con la consecuente desvalorizacin de la actividad pblica y la ineficacia del Es-
tado que abandona al ciudadano a su suerte, son algunos elementos que han
precipitado esta grave crisis de representacin, junto con la preocupante ten-
dencia a caminar por vas parainstitucionales, creando vacos que en general
abren las puertas a liderazgos autoritarios (el neopopulismo conservador). No
es casual, en ese sentido, la crisis de los partidos tradicionales en Colombia, la
opcin militarista para resolver la situacin de enfrentamiento con la guerri-
lla, la crisis econmica, los desplazados de la guerra interna y que, en ese con-
texto, ms de la mitad de la poblacin viviendo en la pobreza hayan colocado al
nuevo presidente electo, lvaro Uribe, como vanguardia de las fuerzas parami-
litares de extrema derecha, lo que garantiza la continuidad de la va militar y la
exclusin del camino de la poltica. Algo similar ocurre con el virtual derroca-
miento del presidente venezolano, Hugo Chvez, y su posterior reposicin al
cargo, acontecimientos que vivimos al cerrar este volumen y los cuales nos de-
jan la impresin de que el juego poltico electoral no parece ser la va privilegia-
da para la resolucin de los conflictos en las sociedades latinoamericanas. Los
mismos mecanismos y concepciones que actuaron en la intentona de golpe de
Estado, auspiciados por los grupos de ultraderecha que estn en el poder en Es-
tados Unidos, y por la mayora de los gobiernos conservadores de Amrica Lati-
na, seguirn tratando, sin duda alguna, de evitar el desarrollo de la poltica de-
mocrtica e imponer por la va violenta la salida de Chvez.
Hace dos aos scar Cardoso, periodista del diario El Clarn comentaba el
derrocamiento del presidente ecuatoriano Jamil Mahuad, hecho que, no obs-
tante la activa participacin popular que involucr y el carcter igualmente po-
pular de la lucha indgena que acompa a la deposicin, marc un antece-
dente incmodo que no conviene ignorar. Fue por unas pocas horas, pero por
primera vez en casi un cuarto de siglo los militares consumaron un golpe de Es-
tado exitoso contra un civil en Amrica Latina (Cardoso, 2000).
Lo que pas despus en Venezuela, confirma la valoracin positiva del perio-
dista con respecto a la norma constitucional: si hasta ahora no ha sido suficien-
te como para resolver los graves conflictos sociales y polticos que enfrenta la re-
gin; sin embargo, proporciona elementos como para desmontar intentonas
golpistas y crear el entorno adecuado para el desarrollo de la sociedad civil en
condiciones que ninguna dictadura garantiza.
El tema del libro forma parte de los intereses acadmicos de los participan-
tes: todos estamos vinculados a la investigacin y a la docencia en sociologa po-
ltica, particularmente de Amrica Latina. El anlisis social y poltico de los pa-
ses de la regin y del conjunto de ellos, es parte de nuestra labor intelectual y
de nuestra sensibilidad poltica desde hace muchos aos. As que no result di-
fcil el encuentro, en un seminario permanente interinstitucional patrocinado
PRLOGO 15

por el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Ciencias Polticas


y Sociales y por la Direccin General de Asuntos del Personal Acadmico
(DGAPA) de la UNAM, a travs del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigacin
e Innovacin Tecnolgica (PAPIIT) IN305199, para, durante dos aos, discutir en-
tre nosotros las obras de actualidad, analizar y debatir las tendencias, los proble-
mas y las alternativas sobre el poder y la poltica en el mundo contemporneo y
en Latinoamrica. Participaron en el proyecto, en las discusiones o en la redac-
cin de los cuadernos o de los propios captulos del libro profesores de otras ins-
tituciones, adems de la UNAM: la Universidad Iberoamericana, la Universidad
Autnoma Metropolitana, el Instituto Mora, la Benemrita Universidad Autno-
ma de Puebla, la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Frankfurt.
Fue sumamente gratificante y enriquecedor el reunirnos para planear la
obra y para avanzar en las distintas etapas del proyecto. Primero debatimos so-
bre los estudios de autores contemporneos claves de la sociologa poltica de
Amrica Latina: Pablo Gonzlez Casanova, Carlos Vilas, Guillermo ODonnell,
Bresser Pereira, Atilio Born, Sergio Zermeo y Octavio Ianni, entre otros. En
la discusin intercalamos el anlisis de autores estadunidenses y europeos: Ja-
mes Petras, Joachim Hirsch, Anthony Giddens, Ronald Chilcote, John Holloway,
adems de algunos otros.
Posteriormente, el grupo de trabajo se avoc a la delimitacin y estudio de
los debates actuales en torno a problemas del Estado, la democracia, las polti-
cas pblicas, las instituciones, la lucha poltica, las organizaciones polticas, las
organizaciones civiles. Con ello se avanz en la construccin de hiptesis gene-
rales sobre el poder y la poltica en Amrica Latina que alimentaron las investi-
gaciones individuales. El resultado de estas primeras fases ha sido incluido en
unos cuadernos de trabajo de bibliografa comentada que estn en proceso de
edicin por el Centro de Estudios Latinoamericanos.
Las siguientes etapas del trabajo colectivo fueron encaminadas a la discusin
particular de los temas del tomo con profesores invitados de las universidades
Central de Venezuela y Santa Catarina de Brasil, con el objetivo de evaluar con-
juntamente los proyectos de captulo de cada participante, los avances de inves-
tigacin, los borradores iniciales; hasta llegar al momento de los seminarios en
los que se debatieron los captulos finales incluidos en este tomo.
Las discusiones de los seminarios de trabajo nos convencieron de organizar
la presentacin de los captulos de la obra en dos partes: una primera, formada
por las contribuciones individuales y conjuntas de Teresa Castro, Rina Mussali y
Lucio Oliver, encaminadas a revisitar el Estado en Amrica Latina, tanto en su
momento nacional desarrollista, en un captulo de elaboracin colectiva, como
en el momento actual neoliberal, con captulos sobre las especificidades del Es-
tado neo y social liberal latinoamericano (Lucio Oliver), la transnacionalizacin
de las polticas pblicas (Rina Mussali) y la valoracin del carcter, el papel y las
funciones de los partidos y las mediaciones estatales que conducen la globaliza-
cin (Teresa Castro).
16 TERESA CASTRO, LUCIO OLIVER

Hay en el libro una segunda parte que incluye captulos destinados al estudio
de diversos aspectos del poder y la poltica en curso en Amrica Latina. Esta parte
est conformada por las aportaciones de Carlos Figueroa sobre la violencia polti-
ca; de Severo de Salles, sobre la determinacin de clase del poder y de las luchas
polticas, tomando como ejemplo el caso de Brasil; de Massimo Modonesi, referi-
das a la crisis de la poltica y de los partidos polticos en Amrica Latina; de Alfon-
so Lpez, sobre las estrategias de dominio estadunidenses frente a las reas latinoa-
mericanas de disputa ecolgica y de recursos biotcnicos y de Eduardo Saxe sobre
la diferencia entre las actuales polticas neooligrquicas de gobernabilidad y la
pertinencia de buscar una gobernanza en la cual la conduccin del Estado se su-
jete a patrones del derecho y de la fiscalizacin de la sociedad.
Por ltimo, quisiramos decir que el libro que presentamos a continuacin
logr que los acadmicos participantes pasramos de la soledad de la reflexin
individual al establecimiento de un intercambio y una reflexin colectiva y ac-
tualizada para pensar en opciones y en alternativas que urgentemente est re-
quiriendo la realidad de nuestra Amrica Latina, como punto de partida para
una discusin que esperamos sea fructfera, con los lectores interesados en el
tema.

NOTA BIBLIOGRFICA

Cardoso, Oscar (2000), A modo de introduccin, en Claudio Lozano (2000) (comp.),


Democracia, estado y desigualdad. Segundo encuentro nacional por un nuevo pensamiento,
Buenos Aires, Eudeba/Instituto de Estudios y Formacin CTA.
REVISITANDO AL ESTADO.
LOS ESTADOS POPULISTAS Y DESARROLLISTAS:
PONER LAS COSAS EN SU LUGAR

TERESA CASTRO ESCUDERO, RINA MUSSALI GALANTE


y LUCIO OLIVER COSTILLA*

EL HORIZONTE NEOLIBERAL Y LA CRTICA DEL ESTADO NACIONAL DESARROLLISTA

En este primer trabajo nos proponemos revisitar al Estado capitalista latinoame-


ricano del periodo nacional desarrollista para dar cuenta de lo que realmente
fue su papel histrico y evaluar la herencia que nos dej; para analizar sus carac-
tersticas, funciones y aportes al desarrollo social y para dilucidar en qu consis-
ti su crisis. El periodo analizado abarca los decenios de 1920 a 1970.
En tanto investigadores de estudios latinoamericanos de la Universidad Nacio-
nal Autnoma de Mxico, as como de otras instituciones acadmicas indepen-
dientes y comprometidas con el desarrollo latinoamericano, nos interesa hacer
nuestra propia lectura e interpretacin del Estado nacional desarrollista para, en
ese sentido, diferenciarnos seriamente de los lugares comunes propalados sobre
este asunto por las distintas agencias financieras, polticas y culturales neolibera-
les durante los dos ltimos decenios del siglo anterior. Dichas agencias, en lugar
de partir de un anlisis crtico a fondo del papel esencial jugado por el Estado,
presupusieron la existencia perenne de una gran crisis histrica estructural del Es-
tado nacional desarrollista y la justificaron a partir de las dificultades habidas en
el crecimiento econmico de los aos setenta y ochenta del siglo anterior y de la
imposibilidad de sostener en las nuevas condiciones lo que consideraban un ex-
cesivo gasto pblico. En lugar del anlisis y la reconstruccin del Estado para rein-
sertarnos en la nueva mundializacin a partir de las necesidades e intereses de los
propios pases latinoamericanos, la propaganda se orient a denostar al Estado y
a sostener que el eje del desarrollo es el libre juego de las fuerzas del mercado, no
obstante los desequilibrios y desigualdades evidentes que ste crea en el espacio
internacional y en el interior de las sociedades. Todo lo relacionado con las fun-
ciones nacionales, sociales, populares, y estratgicas, del Estado fue tildado de
pernicioso estatismo y se exigi simplemente menos Estado y ms mercado. Es-
ta concepcin neoliberal tuvo algunas variantes en la propuesta del llamado Esta-
* Socilogos y latinoamericanistas. La maestra Teresa Castro y el doctor Lucio Oliver son inves-
tigadores del Centro de Estudios Latinoamericanos, docentes del Posgrado en Estudios Latinoame-
ricanos y de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales, de la UNAM. La maestra Rina Mussali es do-
cente de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la UNAM y de la Universidad Iberoamericana.
[17]
18 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

do social liberal. Con esta propuesta se pretende ocultar la sumisin a la globaliza-


cin neoliberal y a los dictados del mercado. Con una supuesta reorganizacin ge-
rencial del Estado, un intervencionismo estratgico nacional y una preocupacin
por la situacin social se mantiene en primer trmino la libre accin del mercado
y de las grandes firmas transnacionales, se abre paso a la plena internacionalizacin
del capital y el sometimiento de la acumulacin nacional y el trabajo asalariado a
los intereses de la rentabilidad del capital transnacional. Aparte del inters de via-
bilizar la reorganizacin capitalista mundial que ambas propuestas de reforma del
Estado pretendan, la neoliberal y la social liberal, y ante la falta de respuesta a fon-
do de parte de los polticos, intelectuales y acadmicos crticos, esa propaganda
puso en el centro del debate de la sociologa la necesidad que recogemos en es-
ta investigacin de una revaloracin a fondo de lo que fue el papel y la funcin
histrica y poltica del Estado nacional desarrollista en Amrica Latina. Es por ello
que con el presente escrito (y con el siguiente que trata de las especificidades del
Estado actual), revisitamos el Estado en Amrica Latina a partir de una discusin
de lo que fue el Estado intervencionista y proteccionista en sus variantes populis-
ta y burgus desarrollista.
En el ambiente poltico oficial de los gobiernos latinoamericanos de los dos
ltimos decenios, la crtica superficial al Estado nacional desarrollista en Am-
rica Latina se expande vertiginosamente a fines de los aos ochenta del siglo an-
terior, a partir del supuesto de las organizaciones financieras internacionales,
principalmente del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial
(BM) y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), de que el Estado se haba
convertido en un obstculo al crecimiento econmico de la regin, lo que exiga
polticas radicales de ajuste estructural, liberalizacin y privatizacin de activos p-
blicos para lograr la eficiencia econmica y liberar las trabas a una economa
abierta y competitiva a nivel mundial. En esa concepcin, los estados nacionales
latinoamericanos tuvieron un carcter de inhibidores de la libre empresa com-
petitiva, funciones regulatorias, intervencionistas y proteccionistas, y un papel
paternalista-clientelista, que impidieron que los pases de la regin estuviesen
aptos para participar eficiente y competitivamente en la globalizacin. En la mis-
ma ptica, se presupuso que Amrica Latina hered, junto con la transicin a la
democracia, Estados hipertrofiados, con un gasto pblico excesivo e incontrola-
do; con enormes, pesadas e intiles burocracias intervencionistas y reguladoras,
sustentadores de economas ineficientes excesivamente protegidas, prohijado-
res de sistemas polticos corruptos, prebendarios, corporativistas y clientelares,
y alentadores de sociedades sin iniciativa, dominadas por un pernicioso paterna-
lismo (Bresser Pereira, 1991). Se cuestiona la prevalencia fuera de tiempo y de
contexto de una matriz estadocntrica y se sostiene su crisis y transformacin
creciente hacia otra matriz, cuyo eje deba ser el mercado. El Banco Mundial
promovi la tesis neoliberal de que el Estado debe transformarse para reinser-
tar a Amrica Latina en la nueva corriente de globalizacin: ajustes monetaris-
tas y ajustes estructurales son la receta para sanear la economa y modificar la re-
REVISITANDO AL ESTADO 19

lacin entre el Estado y la economa en beneficio de un crecimiento econmi-


co realista y eficiente (Banco Mundial, 1997). Dentro de la sociologa acadmi-
ca se propusieron otros enfoques de la transformacin del Estado, enfoques ais-
lados y minoritarios, que proponan que el eje de las relaciones Estado-sociedad
fuese una matriz societal y una reorganizacin democrtico nacional del Esta-
do en la que prevaleciera la direccin social y no de mercado (Caldern y Dos
Santos, 1994; Oliver, 1998).
Sobre el nuevo carcter y papel del Estado, en general, hoy tiende a domi-
nar una doble crtica conservadora que pretende mantener la prioridad del
mercado y proviene de 1] los proyectos estadunidenses de impulso a la globali-
zacin neoliberal para recuperar su hegemona en Amrica Latina (Documen-
tos de Santa Fe, I y II; Consenso de Washington, proyecto ALCA); 2] las polticas
neoliberales de las grandes organizaciones financieras internacionales y, 3] el
programa de las grandes burguesas transnacionalizadas latinoamericanas y de
una nueva oligarqua financiera enclavada nacionalmente para restringir la ac-
tividad del Estado en la economa y avanzar hacia el predominio de una regula-
cin oligoplica. Hay, por otra parte, polticos, intelectuales y acadmicos lati-
noamericanistas que con su crtica se oponen al programa de contrarreforma
neoliberal del Estado y proponen un nuevo papel regulador del Estado (Igna-
cio Lula da Silva y Cuauhtmoc Crdenas entre los polticos. Para los acadmi-
cos vase: Pablo Gonzlez Casanova, 1990; Fernando Caldern y Dos Santos,
1995; Atilio Born, 1997; Carlos Vilas, 1995).
A lo largo del decenio de los aos noventa, las palabras de orden pasaron a ser
el ajuste estructural y la reforma del Estado, as como el Estado mnimo social li-
beral o neoliberal, con lo cual se supona que se desarrollaran mgicamente en
la regin grandes grupos econmicos de origen nacional capaces de crear una
economa competitiva a nivel mundial. En lugar de generarse la creacin de di-
chos grupos, en la poltica latinoamericana triunfa y se hace hegemnica una frac-
cin financiera neoliberal estrechamente asociada a los grupos financieros trans-
nacionales, interesada en la especulacin, en la liberalizacin de las inversiones
de capital financiero y en la restriccin del gasto pblico para cubrir los intereses de
la deuda externa e interna y en la prolongacin de la dependencia, la subordina-
cin, el atraso econmico y la prdida de autonoma y soberana del Estado.
Las principales tesis del neoliberalismo sobre el Estado han girado en torno
a las siguientes ideas bsicas:
1] El Estado nacional desarrollista entr en una crisis terminal porque su di-
namismo econmico estuvo basado en el gasto pblico discrecional y populista,
en un proteccionismo e intervencionismo de Estado que solaparon una indus-
tria ineficiente y en una onerosa deuda pblica externa: en su transcurso impi-
di el desarrollo del mercado y la eficiencia econmica.
2] Los estados deben dejar su lugar a las fuerzas del mercado y acabar con la
regulacin poltica de la acumulacin, con el intervencionismo en la economa
y con el proteccionismo industrial y comercial.
20 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

3] La mayora de los estados han construido inmensas y costosas redes de


clientelismo poltico, perniciosas y contrarias a la democracia liberal moderna.
4] Los estados latinoamericanos son corruptos, grandes burocrticamente y
dbiles en trminos de la efectividad de su regulacin.
5] La funcin del Estado es garantizar el marco jurdico de la economa y dar
seguridades al capital privado.
6] Se deben desarrollar programas focalizados y compensatorios de poltica
social hacia los ncleos marginados de la poblacin.
La crtica neoliberal del Estado simplifica enormemente el problema y deja de
lado lo que fue realmente el papel histrico y las funciones de los estados nacio-
nal desarrollistas en Amrica Latina, no obstante sus deficiencias y contradiccio-
nes: es por ello urgente una valoracin independiente y crtica de cul fue su pa-
pel de promotor de la economa capitalista industrial dependiente, de estmulo a
mecanismos generadores de altas ganancias en grupos elitistas y de una acumu-
lacin nacional concentrada; valorar con rigor cules fueron sus posibilidades,
compromisos y objetivos de autonoma, soberana y desarrollo nacional y popu-
lar; criticar su limitado impulso a la industrializacin de sustitucin de importa-
ciones que no tuvo como horizonte crear un nuevo mercado interno, sino abas-
tecer al anterior (Vuskovic, 1990); sopesar su regulacin de la economa a travs
del proteccionismo y del intervencionismo para impulsar la modernizacin ca-
pitalista dependiente; ventilar el sentido y validez que tuvo la creacin de una
burocracia extensa ideada para el control poltico, adems de enfrentar los re-
tos de la planeacin y ejecucin de miles de programas de inversin, programas
universales de seguridad social, de empleo y de atencin mdica y educativa; ana-
lizar los resultados reales de la consecucin de pactos nacionales o sociales entre
las clases mayoritarias y las clases monoplicas para un proyecto desarrollista na-
cional que termin creando grandes monopolios nacionales que, a su vez, promo-
vieron los golpes de Estado contrainsurgentes que garantizaron una acumulacin
de capital en beneficio exclusivo de dichos monopolios y sus nuevos socios trans-
nacionales.
Independientemente de la evaluacin por hacer, cabe decir que el Estado
nacional desarrollista latinoamericano entr realmente en crisis desde inicios
de los aos sesenta del siglo anterior. Manifestaciones evidentes fueron su inca-
pacidad de canalizar la lucha de clases y la multiplicidad de conflictos de intere-
ses que se evidenciaron en ese decenio y en el subsecuente; la crisis fiscal que
llev a fenmenos de hiperinflacin ante la obligacin de cubrir el servicio de
una deuda externa e interna creciente; el desbordamiento de una excesiva bu-
rocracia estatal cuyas ramificaciones abarcaban todos los poros de la sociedad y
la dificultad de acumulacin basada en el capitalismo de Estado al servicio ex-
clusivo de un proyecto que aportaba altas ganancias a los monopolios capitalis-
tas protegidos y mantena polticas sociales universales cuya calidad entr en de-
clive. En cierta forma era inevitable una reforma del Estado latinoamericano a
finales del siglo XX. Lo que se discute es el carcter y las funciones de la refor-
REVISITANDO AL ESTADO 21

ma (contrarreforma) neoliberal que ha prevalecido, que no parte de la valora-


cin compleja de la herencia histrica de la principal institucin que tuvo Am-
rica Latina en el siglo XX: el Estado nacional desarrollista.

EL CAPITALISMO DEPENDIENTE EN AMRICA LATINA:


LA TRANSICIN DEL ESTADO NACIONAL OLIGRQUICO
AL NUEVO ESTADO NACIONAL POPULAR DESARROLLISTA

Para caracterizar cmo se abre paso en nuestra regin el dominio de las nuevas
relaciones sociales capitalistas urbano industriales dependientes conviene men-
cionar algunos aspectos de la transicin del capitalismo agroexportador al capi-
talismo de sustitucin de importaciones.
La constitucin de una oligarqua dominante en buena parte de Amrica La-
tina a mediados del siglo XX, llev a la formacin de numerosos estados nacio-
nales oligrquicos latinoamericanos. Con dichos estados se avanz en unificar
econmica y polticamente a las diversas regiones internas de las nuevas nacio-
nes. Los diversos logros en agricultura, ganadera y minera de exportacin, se
convirtieron en el eje del desarrollo capitalista dependiente de la regin (frutas,
caf, tabaco, plata, estao, carne). Para afirmar un poder propio y a su vez apo-
yar ese capitalismo neocolonial (Donghi, 1989), el nuevo Estado latinoamerica-
no procur establecer instituciones nacionales bsicas: el ejrcito, la administra-
cin, las instituciones constitucionales formales, los sistemas bancarios, fiscales,
de educacin, salud y obras pblicas, que se consolidaron en esa poca.
A partir de los aos ochenta del siglo XIX se acenta el ingreso de capitales
imperialistas en diversas actividades estratgicas: extractivas, energa elctrica,
comunicaciones. Se fortalece el papel de Amrica Latina en la produccin de
materias primas y de agricultura para la exportacin. La oligarqua latinoameri-
cana entreteje sus intereses con dichos capitales externos y se fortalece el nuevo
bloque de poder oligrquico imperialista (Dongui, 1989; Kaplan, 1969; Cueva,
1977). Esa inclusin no modifica de manera alguna el carcter excluyente y re-
presor del poder pblico con respecto a los sectores modernos nacientes: indus-
triales nativos, pequeos y medianos productores, diversos grupos de trabajado-
res urbanos y rurales: obreros, campesinos, trabajadores rurales.
A inicios del siglo XX, ya se observa en varios pases grandes de la regin de
Amrica Latina una modernizacin significativa: los talleres textiles se transfor-
man en industria de la confeccin (Argentina, Brasil, Mxico); aumenta la pre-
sin poltica de los sectores urbanos en pos de una administracin racional en
la ciudad y una representatividad poltico social (Kaplan, 1969). Ese impulso ca-
pitalista industrializante reta a los estados oligrquicos excluyentes, que se man-
tienen cerrados y opuestos a la expansin y reestructuracin capitalista en las
ciudades y en el campo (Kaplan, 1981).
22 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

Hacia principios del siglo XX la insercin de Amrica Latina al mercado


mundial capitalista as como el aceleramiento violento de las relaciones de
produccin capitalistas tuvieron impactos diversos y en todo nivel en las emergen-
tes sociedades nacionales. Entre stos podemos sealar un proceso de relativa di-
versificacin productiva que produjo una desorganizacin de las corrientes co-
merciales tradicionales, el debilitamiento del sistema exportador, la emergencia
de un incipiente sector industrial que, aunque tributario del sector agropexporta-
dor, transforma los equilibrios sociales y las relaciones de poder existentes, lo que
se define como el inicio de la crisis de la dominacin oligrquica, la aparicin
de un nuevo tipo de trabajador asalariado no calificado, de origen campesino,
sin experiencia de lucha y organizacin, como producto de migraciones del
campo a la ciudad o de la llegada de inmigrantes europeos atrados por los pro-
cesos de urbanizacin e industrializacin en algunas regiones, poblacin que
tiene que convivir con sectores de la tambin emergente clase media vinculada
a la burocracia estatal, los servicios y las profesiones independientes, junto con
los artesanos, mineros, ferrocarrileros, zapateros, sastres, que habitan en esos
desequilibrados complejos urbanos. Con esta vorgine de cambios sociales se
abre una oportunidad histrica para el desarrollo capitalista nacional, el cual,
sin embargo, no encuentra una clase capitalista madura y con un proyecto propio,
sino que los grupos polticos que encabezan las distintas tentativas de proyectos
nacionales modernizantes que se ventilan, lo hacen a partir de la bsqueda de la
conquista del Estado y de procurar su utilizacin como palanca dominate de di-
chos proyectos.
Es un periodo de irrupcin de masas que estn en su proceso de transicin
de relaciones estamentales a las relaciones de clase, que escapan a los controles
tradicionales, que exigen su incorporacin a la poltica pero que no cuentan
con canales de integracin ni con la capacidad de elaborarlos. Pero como dice
Ianni, estas masas que aparecen como elemento dinmico para replantear el pa-
pel del Estado, debido a su irrupcin masiva, como consecuencia de su retraso
poltico e ideolgico, su falta de autonoma, su papel es como masa de manio-
bra, subordinado a ese Estado que asume la direccin del desarrollo capitalista
nacional.
La nueva relacin global de capital en el mundo, el capital financiero imperia-
lista, estimula y coincide con los procesos de expansin capitalista urbano indus-
trial que se producen en las reas desarrolladas de Amrica Latina. La cual no es
la excepcin. En los pases ms articulados con el capitalismo mundial, o con ma-
yor desarrollo capitalista interno, se producen transformaciones en el modo de
produccin y en la acumulacin que encuentran un obstculo en el poder oligr-
quico. Es un momento histrico en que avanzan reformas poltico administrativas
que se ponen a la orden del da en Argentina, Chile, Uruguay, Guatemala y Cuba.
Se trata de una anticipacin de procesos ms profundos y radicales que se abrirn
paso con la Revolucin de 1910 en Mxico, con la crisis del capitalismo mundial
de 1929-1930 y especialmente a partir de la segunda guerra mundial. Esa nueva si-
REVISITANDO AL ESTADO 23

tuacin pone contra la pared al capitalismo de agroexportacin y al Estado oligr-


quico latinoamericano. A partir de 1935-1938 se toca la campana que llama a que
en algunos pases se instauren proyectos de un capitalismo nacional industrial sig-
nado por un proceso de sustitucin de importaciones (Argentina, Mxico, Brasil)
para abastecer con productos locales el mercado interno existente y, en su caso,
ampliar la produccin a nuevos sectores y expandir el limitado mercado interno,
a partir de la organizacin urbano industrial, sindical o la reforma agraria. As su-
cedi en los pases de industria ms avanzada.
En otras reas de Amrica Latina los movimientos campesinos o urbanos fue-
ron derrotados y sigui prevaleciendo el Estado oligrquico (Per, Guatemala,
El Salvador, etc.). En El Salvador, hasta se lleg al extremo de prohibir la indus-
trializacin en la Constitucin Poltica de 1940 (Gonzlez Casanova, 1985). Las
nuevas relaciones urbano capitalistas y los movimientos sociales y polticos mo-
dernizadores tambin se expanden en sociedades tradicionales, de enclaves,
donde siguen prevaleciendo las castas y la servidumbre, articuladas por la expor-
tacin primaria y los estados oligrquicos (Per, Bolivia, Ecuador, Colombia, en
parte tambin Mxico).
El panorama de Amrica Latina cambia a partir de finales de los aos trein-
ta del siglo XX; en algunos pases de la regin surgen triunfantes procesos de ca-
pitalismo nacional y nuevos estados nacionales populares, comprometidos con
el desarrollo capitalista interno. La complejidad del nuevo desarrollo capitalis-
ta, a partir de los procesos de industrializacin, urbanizacin, cambio y moder-
nizacin en sociedades con instituciones, actores, cultura tradicionales y conser-
vadores, crea fenmenos particulares que llevan a que los cambios ya maduros
se procesen con formas polticas singulares: surge as el Estado capitalista nacio-
nal con forma populista, el Estado desptico burgus, el Estado democrtico li-
beral, que caracterizan, a nivel de una voluntad poltica constructora, el capita-
lismo histrico de Amrica Latina.
A continuacin estudiaremos las caractersticas, funciones, instituciones y re-
laciones polticas que signaron a los nuevos estados nacional populares desarro-
llistas e impulsaron a su manera el progreso social, bajo condiciones de una so-
ciedad civil poco evolucionada en trminos de organizacin, independencia y
conciencia propia de los cambios que se estaban abriendo paso. Entendemos
que la voluntad poltica transformadora que encarnan estos estados es resulta-
do del avance de una nueva relacin global de capital que se abre paso tambin
en Amrica Latina.

EL ESTADO NACIONAL DESARROLLISTA: LA FORMA POPULISTA

El Estado populista y el populismo en general, per se, son problemticos en cuan-


to a su definicin, pues con ella tambin se intent englobar experiencias muy
24 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

dispares de pases de Europa, Asia y Amrica Latina, dando lugar a definiciones


muy ambiguas de un fenmeno, por otro lado, decisivo para nuestra regin: las
formas peculiares no democrticas que asume la construccin del Estado y la na-
cin modernas en el subcontinente en aquellos casos en que prosper este cami-
no, mediante la incorporacin vertical, autoritaria de las masas a la poltica.
As una primera caracterizacin del populismo es como un movimiento de
masas que aparece en momentos de rupturas estructurales que acompaan a la
crisis del sistema capitalista a nivel mundial y que corresponden en Amrica La-
tina a la crisis oligrquica y a la conformacin de una sociedad de clases (Ianni,
1975), por lo que los regmenes populistas aparecen como sistemas de transicin
que se esfuerzan por integrar las clases populares al orden poltico y social exis-
tente a travs de una accin voluntaria del Estado, combinando la movilizacin
policlasista y un modelo de corporativismo estatal que conserva el modelo de
dominacin existente.
Anbal Viguera otorga al populismo un lugar central en la evolucin histrica
de las ideologas y proyectos polticos de Latinoamrica pero no deja de recono-
cer la falta de precisin del concepto y sus repercusiones actuales (Viguera,
1993:49).
Citado por Ives Surel, del Instituto de Estudios Polticos de Pars, Sir Isaiah
Berlin, resuma los problemas clsicos que plantean a la ciencia poltica los fe-
nmenos populistas y el propio concepto de populismo, hablando de un com-
plejo de cenicienta por el cual entenda lo siguiente: hay un zapato la pala-
bra populismo para el cual, en alguna parte hay un pie (Surel, 2001:137).
Por su parte, Rafael Quintero Lpez, en un reciente ensayo sobre el debate ac-
tual del populismo, tambin cuestiona la capacidad cientfica del concepto, llaman-
do la atencin al hecho de que al hablar de populismo, distintos autores como Nel-
son Minello, Paul Drake, David Raby, Lisa North, Juan Maiguasah, Carlos de la To-
rre, entre otros, construyen frmulas y caracterizaciones de comportamientos socia-
les o econmicos bastante diferentes, pues mientras unos lo consideran un tipo de
proyecto nacional popular, otros, un fenmeno principalmente discursivo. Para
Quintero, a pesar de que otros autores han hecho importantes esfuerzos por crear
una tipologa entre los viejos populismos y los neopopulismos, no se habra logrado
salir de la ambigedad del concepto. Lo fundamental de su crtica se basa en los in-
tentos de caracterizar tanto los varios gobiernos de Velasco Ibarra, como el ascenso
de Abdal Bucaram en 1996, en el caso del Ecuador.
Ioannis Papadopoulos seala cmo el populismo, con todas sus races hist-
ricas profundas en Europa y en la semiperiferia de Amrica del Sur, es un con-
cepto que se utiliza con una carga negativa para estigmatizar a los oponentes y,
si bien cualquier definicin de populismo carece de consenso cientfico, es ne-
cesario dotarlo de significados y explicaciones que no se alcanzarn aceptando
la nocin de Peter Wiles que lo presenta como un sndrome, al ser un fen-
meno que no concuerda ni con las caractersticas de una ideologa populista ni
con sus condiciones de emergencia o sus bases sociales, porque refleja una re-
REVISITANDO AL ESTADO 25

signacin intelectual ante la complejidad del tema bajo escrutinio (Papadopou-


lus, 2001:68-69).
En el mismo sentido, el historiador Alan Knight del St. Anthonys College de
la Universidad de Oxford se aboca a la discusin del fenmeno/concepto del
populismo, debido a lo ubicuo de ste y lo controvertido de un trmino carac-
terizado por diversos analistas como elusivo y recurrente y uno de los enig-
mas no resueltos de la historia y la sociologa latinoamericanas (Knight, 1994).
Podramos seguir enumerando posturas muy diversas frente al fenmeno en
cuestin y sin negar que el populismo se puede aplicar a un estilo personal, a un
movimiento poltico, a un partido y que se puede hablar de periodos o interreg-
nos populistas, pensamos que el mismo Knight nos brinda un asidero para inten-
tar circunscribir un tema de esta naturaleza a lo que es el populismo en Amrica
Latina, que poco tiene que ver con el que se dio en Rusia o Estados Unidos. Es lo
que el autor define como enfoque histrico y estructural, el cual considera al po-
pulismo como un gran proyecto sociopoltico que, aunque demaggico y manipu-
lador desde el punto de vista de su discurso y retrica, tambin incluye polticas
concretas asociadas a la poltica de industrializacin y a una coalicin especfi-
ca de intereses, productos ellos mismos de circunstancias histricas determinadas
que empezaron a darse entre las dos guerras. Este enfoque nos parece ms pre-
ciso, porque delimita el problema del populismo clsico o realmente existen-
te histricamente, refirindose a los casos donde el populismo se concret, cris-
talizando en un tipo de Estado determinado, todo lo cual nos permite ir ms all
del campo del mero estilo poltico que es demasiado impreciso y amplio, aunque
sin excluirlo, pues es una nocin muy extendida y comprendida, tanto por el es-
pecialista como por el ciudadano comn, para establecer no slo las diferencias,
sino lo que hay en comn en experiencias tan diversas como el yrigoyenismo, bat-
llismo, getulismo, varguismo, cardenismo, peronismo, velasquismo, los gobiernos
de Paz Estensoro y Siles Suazo en Bolivia y otros ms; todas ellas experiencias na-
cionalistas-populares dismiles que, a pesar de que comparten rasgos similares,
han sido encajonadas bajo el mismo concepto del populismo.
Procediendo de esta manera podramos tener muchos ms elementos para,
por la va del anlisis comparado, entender los casos en que el populismo se des-
pleg en polticas pblicas del tipo Estado de compromiso nacionalista, sin que,
sin embargo, podamos calificarlo como Estado de bienestar al estilo europeo,
as como considerar otros casos como el del APRA en el Per que si bien podra-
mos considerar un clsico partido populista, no lleg al poder en esa coyuntura
y el de aquellos donde estrictamente no se puede hablar de populismo, como
Chile y Uruguay.
Si nos atenemos a la definicin que presentan Ruth y David Collier sobre el
populismo, como un movimiento poltico que cont con un amplio apoyo de
masas provenientes de la clase obrera urbana y/o campesina, adems de un
fuerte elemento de movilizacin desde arriba, un papel central de liderato del
sector medio o lite, la existencia de un lder personalista o carismtico, una
26 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

ideologa y un programa anti statu quo, nos encontramos frente al populismo la-
tinoamericano, diferente de movimientos que tuvieron en otras partes del mun-
do un carcter ms agrario.
De esta manera, la caracterizacin del Estado populista se ubicara en los
contornos de un anlisis histrico estructural que establecera que los regme-
nes populistas emergen en la coyuntura de los aos treinta confluyendo con la
crisis de los sistemas agroexportadores y la irrupcin de sociedades urbanas de
masas basadas en economas insuficientemente industrializadas, lo que genera
una gran poblacin marginal desempleada y miserable.
El Estado capitalista en Amrica Latina ha asumido distintas formas y ha mani-
festado su singularidad bajo determinadas condiciones nacionales e internaciona-
les, no obstante, su trayectoria histrica lo ha caracterizado por su condicin peri-
frica y dependiente, razn por la cual debe ser entendido en un cdigo distinto a
lo que fue la conformacin del Estado en las sociedades desarrolladas.
El punto de arranque es el hecho colonial, una situacin muy distinta a la eu-
ropea que es el espejo en el que hasta de manera enfermiza nos queremos re-
flejar. Un anlisis histrico estructural tambin nos permite resaltar, como lo
propone Pablo Gonzlez Casanova, las principales modalidades especficas asu-
midas por el Estado capitalista en Amrica Latina desde la emergencia del Esta-
do de las raquticas burguesas comerciales y urbanas en 1800, el Estado de las
oligarquas asociadas al naciente imperialismo entre 1850 y 1880, momento tam-
bin de emergencia de los primeros ejrcitos profesionales cuya principal mi-
sin era garantizar la posesin de los territorios nacionales frente a caciques re-
gionales y la proteccin de los enclaves extranjeros.
Despus estara el Estado de los caudillos populares o populistas que en 1930
establecieron una variedad de pactos con capas medias e incluso con los obre-
ros, siendo el momento del auge de las burguesas nativas o nacionales y de su
vinculacin creciente con el capital monoplico, hasta llegar a las transforma-
ciones del Estado bajo el modelo neoliberal a partir de 1980 (Gonzlez Casano-
va, 1990). Como lo mencionamos anteriormente, el populismo aparece como
uno de los efectos de la crisis de la dominacin oligrquica, orden que se haba
alcanzado luego de algunos decenios de luchas internas en los pases latinoame-
ricanos, que el propio Halperin Donghi denomin la larga espera. El surgi-
miento del orden neocolonial estuvo acompaado de un liberalismo progresis-
ta a menudo permeado de soluciones polticas autoritarias.
En ese periodo se transit de una situacin de dispersin de poder, en donde
las lites polticas mostraban su incapacidad por hallar un orden poltico estable,
a un Estado liberal oligrquico de la fase siguiente que tuvo como objetivo implan-
tar el capitalismo como modo de produccin dominante en las entidades latinoa-
mericanas, con el fin de transformar a nuestros pases en productores de materias
primas para los centros de la nueva economa industrial, a la vez proveedoras de
artculos de consumo alimenticio y consumidoras de produccin industrial
(Halperin Donghi, 1989).
REVISITANDO AL ESTADO 27

El Estado oligrquico estuvo sustentado por los grandes comerciantes expor-


tadores e importadores, quienes junto con el capital extranjero monoplico se
entretejieron para ubicarse fundamentalmente en los sectores de la actividad
primario-exportadora (Cueva, 1977). As, el poder poltico del rgimen oligr-
quico se encontr ntimamente ligado a los intereses de la agricultura, ganade-
ra y minera, y a los intereses detentados por las economas dominantes de su
momento: Inglaterra y Estados Unidos.
La oligarqua establece un Estado elitista y patrimonialista, derivando en un
aparato cerrado y excluyente que vela por la acumulacin privada en su versin
nacional o extranjera. La participacin poltica es suprimida o limitada por la
violencia, coaccin, represin y manipulacin poltica. Su carcter autoritario y
represivo se expres en el alargamiento de la jornada laboral del trabajo, en los
salarios deprimidos y en la aniquilacin de soluciones alternativas, tampoco se
favoreci el desarrollo de instituciones polticas autnomas de gobierno, sino,
por el contrario, se reforzaron las ya existentes.
Cardoso y Faletto hablan del momento de la crisis de ese Estado como un pe-
riodo de transicin en el cual la diferenciacin misma de la economa exporta-
dora cre las bases para que empezaran a surgir, junto con los sectores agrario,
minero y ganadero, otros, como son los financieros y mercantiles, una burgue-
sa industrial y comercial, clases medias urbanas, un proletariado incipiente y un
incrementado sector popular urbano no obrero que crece ms rpido que la ca-
pacidad de absorberlos por las industrias en crecimiento (Cardoso y Faletto,
1981:19).
Al respecto, resulta muy sugerente la caracterizacin que hace Julio Godio
del populismo como articulador de la cuestin nacional, es decir, como un fe-
nmeno policlasista con un contenido de clase nacional burgus que, a pesar de
sus limitaciones, logra recuperar las tradiciones bolivarianas y el liberalismo pro-
gresista del siglo XIX, entre otros elementos, lo que tambin hace de estos popu-
lismos movimientos nacional-populares, cemento poltico cultural que evocara
las reflexiones de Gramsci sobre lo que l denomina voluntad nacional popu-
lar (lo que precisamente se manifiesta posteriormente en las experiencias revo-
lucionarias de Cuba y la Nicaragua sandinista) (Godio, 1983).
Desde la ptica de la teora de la modernizacin, que contempla este perio-
do bajo la perspectiva de la transicin de sociedades tradicionales a modernas,
planteamiento que se basa en el hacer de la experiencia histrica concreta de la
variada construccin nacional europea un modelo de validez universal, que se
convirti en el horizonte civilizatorio de nuestras lites frente a la brbara rea-
lidad autctona, habra faltado en nuestro medio una correspondencia entre
movilizacin, que se refiere a todo el proceso de cambios, desde el nivel ma-
terial, al simblico cultural y poltico, e integracin, constituida por los cana-
les que posibilitan la incorporacin de los intereses emergentes en el sistema po-
ltico como son sindicatos y partidos polticos fundamentalmente y que en otras
latitudes habra conducido a la ampliacin progresiva de las bases polticas de
28 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

las democracias occidentales por medio de la integracin de las clases popula-


res, la extensin sucesiva de los derechos civiles polticos y sociales mediante el
sufragio, el Welfare State y el consumo de masa (Germani, 1977).
Este trnsito de una sociedad tradicional a una moderna o proceso de mo-
dernizacin en sociedades desarticuladas como las latinoamericanas, junto al
retraso en la formacin de mecanismos de integracin dada la estructura social,
lleva a dos consecuencias polticas fundamentales:
a] La parcelacin y ausencia de hegemona de clase de la burguesa indus-
trial y de las fuerzas sociales modernizadoras impulsan de manera prioritaria la
exigencia de un Estado fuerte capaz de imprimir una cierta coherencia social y
poltica al desarrollo (Zermeo, 1996:255). En este sentido, el vaco poltico de-
jado por el colapso de la dominacin oligrquica, la inexistencia de una clase so-
cial hegemnica alternativa, pero tambin la incapacidad de la clase media pa-
ra derrumbar la dominacin oligrquica, a pesar de los movimientos masivos de
finales del siglo XIX y principios del XX y de su ideario liberal, son el caldo de cul-
tivo para la emergencia de lderes que pudieron llenar ese vaco apelando a las
masas en el contexto de amplios movimientos policlasistas.
b] La falta de canales democrticos tanto en lo que se refiere a los partidos
polticos (los existentes eran muy elitistas, pues expresaban ms bien los temas
que dividan a la propia oligarqua, adems de estar volcados hacia fuera, miran-
do hacia Europa primordialmente), como a los sindicatos (los que existan re-
presentaban a sectores muy reducidos y jerarquizados de la clase trabajadora,
generalmente de orientacin anarquista, la cual no contaba con una poltica
nacional que incorporara a los sectores recin llegados o al campesinado, que
eran mayora entre la poblacin Latinoamrica).
De este modo, debido al peso de patrones tradicionales tanto en lo produc-
tivo economas de subsistencia como en lo cultural por su origen indgena y
rural, estos sectores movilizados son integrados de manera autoritaria a la vida
econmica y poltica, por medio de formas de representacin corporativa y a
costa de su autonoma organizativa, ideolgica y poltica. Ello se trat de paliar
a travs de las prebendas recibidas de una poltica redistributiva y un gasto p-
blico ampliado que puso nfasis en lo social.
Hay que sealar las consecuencias sociales de estos procesos de industrializa-
cin tarda y superficial en sociedades no democrticas como son una incipiente
clase obrera muy jerarquizada internamente en el contexto de una gran masa de
poblacin desempleada y miserable, sectores populares sin experiencia organiza-
tiva previa ni conciencia social ni poltica que presionan para su incorporacin,
pero tambin frenan el desarrollo de la clase obrera como tal. A decir de Zerme-
o, el impacto de las masas populares de reciente origen urbano sobre una
cultura obrera de mayor tradicin, dispuestas a apoyar a lderes populistas y au-
toritarios por ascender en la escala social, terminan por confundir la identidad
obrera. Una cierta mejora de la situacin econmica laboral bien amalgamada
con la ideologa nacionalista, la condujo inevitablemente al colaboracionismo
REVISITANDO AL ESTADO 29

clasista y estatal (Zermeo, 1996:254). La contraparte social, una oligarqua tra-


dicional retardataria, una burguesa que nace como apndice de esa oligarqua,
tampoco conforman una clase social hegemnica.

EL POPULISMO Y SUS POLTICAS DE DESARROLLO

El evento que precipita la latente crisis de la dominacin oligrquica en Amri-


ca Latina es la crisis econmica mundial de 1929, en una coyuntura que marca
tambin el eclipse de la hegemona inglesa y la consolidacin de los intereses
norteamericanos en la regin. Se inicia as un proceso de modernizacin en lo
poltico, y un tanto despus en lo econmico, bajo la conduccin de gobiernos
nacional populares o populistas sustentados en amplias alianzas policlasistas,
promoviendo polticas de integracin de la emergente sociedad de masas a la vi-
da poltica.
La crisis del 29 impact a todo el sistema capitalista mundial, aunque segn
seala Vctor Durand, el mayor peso de la crisis recay en los pases perifricos,
(provocando) una descapitalizacin de stos, para concentrar an ms la rique-
za en los pases metropolitanos. Adems de que esta crisis, contina Durand,
tambin signific una gran inestabilidad poltica, pues

no hubo ningn pas de la regin que durante la crisis pudiera conservar en el poder a
sus jefes de Estado. Las formas variaron, desde la renuncia, el golpe de Estado, el cuarte-
lazo, hasta la imposicin de dictaduras en los pases invadidos en la poca por Estados
Unidos, como Nicaragua y la Repblica Dominicana (Durand, 1977).

En palabras de Alejandro D. Marroqun:

La crisis puso en evidencia la tremenda desigualdad que existe en el orden mundial de los
pases: naciones desarrolladas y muy poderosas en cuyo seno se gener la crisis y dbiles na-
ciones dependientes que reciben dicha crisis como una desgracia que les viene de fuera;
naciones cuyo desarrollo institucional les permite recursos y reservas para enfrentarse a la
emergencia crtica y pequeas naciones que lejos de tener recursos defensivos son incor-
poradas al engranaje de la economa internacional y se ven obligadas a actuar como instru-
mentos amortiguadores a favor de las grandes naciones (Marroqun, 1977).

La fase de acumulacin industrializante, Industrializacin Sustitutiva de Impor-


taciones (ISI) o periodo de desarrollo hacia adentro, correspondera a lo que en
los pases desarrollados se define como modelo de regulacin fordista, lo cual
sealamos, dicho sea de paso, slo para establecer las equivalencias, pues no po-
dramos hablar de fordismo en Amrica Latina, sea como rgimen de acumu-
lacin (articulacin entre produccin en masa y consumo en masa) o como ti-
30 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

po de proceso productivo en nuestra regin (De la Garza Toledo, 2001:50). En


todo caso, la ISI, tambin en la periferia capitalista, implic, en los pases ms de-
sarrollados de la regin, un tipo de relacin del Estado con la economa y la so-
ciedad sumamente estrecho, donde el Estado asumi tambin una dimensin
de motor de la acumulacin (capitalismo de Estado) y una accin benefactora,
aunque en otro contexto y con otras bases del caso europeo.
Sin embargo, no podemos generalizar estos efectos a todos los casos, ya que
hay algunos pases que no iniciaron cierto proceso de modernizacin sino has-
ta despus de la segunda guerra mundial, cuando Estados Unidos se instala co-
mo la potencia hegemnica del mundo capitalista y cuando el capital transna-
cional domina el corazn de la produccin latinoamericana.
Tambin hay otros movimientos que se organizaron sobre una base ms aut-
noma, no encuadrable en polticas de corporativizacin que aunque fracasaran en
cuanto a sus objetivos ms definidos, incluso ms radicales, con un perfil ms cla-
sista, protagonizaron movimientos nacional-revolucionarios, distincin fundamen-
tal para diferenciarlos de los movimientos nacional populares.
Los pases que se pusieron a la cabeza de la industrializacin latinoamerica-
na fueron aqullos con un cierto nivel de desarrollo previo. Tanto Argentina, co-
mo Brasil y Mxico haban edificado un sector industrial importante antes de la
crisis del 29, siendo los productores nacionales y no los extranjeros los que do-
minaban la produccin de exportaciones, favoreciendo el desarrollo de las ma-
nufacturas para el mercado interno (Sheahan, 1990:242). Concentrado ese cre-
cimiento industrial en las ciudades ms desarrolladas de la regin implic un
cambio en el bloque de poder dominado por la oligarqua agrominero exporta-
dora desde la consolidacin del orden conservador despus de las guerras de In-
dependencia.
Como seala Edelberto Torres Rivas (1977) en los pases menos desarrolla-
dos de la regin como los pases centroamericanos, Bolivia, Per, adems del
Caribe (con excepcin de Cuba), no hubo ninguna capacidad modernizadora
que se tradujera en la forma asumida por el Estado en el impulso al desarrollo
capitalista, pues apenas exista una burguesa agrario mercantil exportadora, de-
bilitada por las luchas intestinas entre liberales y conservadores. Torres Rivas es-
tablece lo siguiente: Si el populismo arremete contra la vieja oligarqua, la cual
si no es barrida por lo menos se tiene que replegar o aburguesar, segn los ca-
sos, en muchos de los pases menores, por el contrario, hay un repliegue pro oligr-
quico, es decir, la oligarqua se afianza aunque la solucin es militarista (Torres
Rivas, 1977). Esto se tradujo en largas dictaduras, como las de Guatemala, El Sal-
vador y Honduras en donde no haba bases estructurales para sustentar ningn
proceso de crecimiento industrial.
En pases como Bolivia, por ejemplo, caracterizado por Luis Antezana como
uno semicolonial, monoexportador (estao), con una agricultura semifeudal en
la cual la tierra era propiedad de pocas manos y los campesinos, sometidos a un
rgimen de servidumbre 80% de indgenas en una poblacin de 3 millones de
REVISITANDO AL ESTADO 31

habitantes y con un esbozo de industria ligera, exista un proletariado minero


y urbano que no pasaba del 10%. En conclusin, el Estado era evidentemente
pauprrimo (Antezana, 1977).
Cuando la crisis de 1929, Bolivia haba vivido importantes luchas obreras y
campesinas, as como sangrientas represiones que, junto con la falta de direc-
cin poltica y la amenaza de guerra contra Paraguay, desviaron el curso de la
agitacin social, todo lo cual deriv en un golpe militar que representaba a las
fuerzas ms oligrquicas. En ese pas no sera sino hasta la revolucin de 1952
cuando se inicia un camino nacionalista y reformista.
Qu decir de un caso como el peruano, en donde las divisiones y heteroge-
neidades se dan a nivel econmico, social, poltico, tnico y hasta geogrfico y
en donde ha sido muy difcil articular al pas como nacin viable? A pesar de
que bajo el gobierno de Legua, que lleg al poder en 1919 por medio de un
golpe de Estado y se mantuvo ah hasta 1930, se termin con el poder de los gru-
pos polticos ms tradicionales con el propsito de promover los intereses co-
mercial urbanos vinculados con Estados Unidos, pero de espaldas a las primeras
movilizaciones populares antioligrquicas.
Esto fue as, a decir de Anbal Quijano, porque a diferencia de los coetneos
movimientos yrigoyenistas y alessandristas en Argentina y Chile, respectivamente,
en donde el desarrollo relativamente importante de los grupos burgueses urbanos
permita una diferenciacin suficientemente clara entre stos y los grupos ms oli-
grquicos y, en consecuencia, otorgaba a los grupos modernizantes de la burgue-
sa la capacidad de arrastrar detrs suyo a los sectores populares antioligrquicos,
en el Per de ese periodo los grupos modernistas eran an de desarrollo relativa-
mente dbil y su diferenciacin con los otros era poco visible razn por la cual
Legua no tuvo capacidad de liderazgo como Yrigoyen o Alessandri y su patria
nueva no pas de ser una patria volteada y remendada. Sin embargo, tampoco
quienes dentro de la lite se oponan, tenan la capacidad de enfrentrsele. El re-
sultado final fue el reforzamiento de los terratenientes seoriales del interior del
pas, la completa sumisin a la hegemona norteamericana (Quijano, 1977:265).
En el caso peruano los

arrestos populistas del rgimen se redujeron a la promulgacin de un texto constitucio-


nal en que se incorporaron de manera difusa e incongruente, algunos de los postulados
y mecanismos de la Constitucin de Weimar, estableciendo garantas sociales e individua-
les que, obviamente, nunca pasaron del papel a la vida [] Las consecuencias de este
proceso de ruptura de la cohesin poltica oligrquica, sin que sus grupos modernistas
fueran capaces de captar el apoyo popular como en otros pases, determinaran que en
adelante la hegemona burguesa en el Per slo pudiera ejercerse por mediacin militar
en el control del Estado (Quijano, 1977).

En el periodo anterior el Estado oligrquico se haba extendido, aunque en cri-


sis hasta 1968, comprendiendo transitorios regmenes democrtico oligrqui-
32 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

cos y no es sino hasta el periodo que va de 1950 a 1975, caracterizado por Car-
los Franco como de un ciclo expansivo del patrn urbano-industrial de desarro-
llo dependiente, cuando por medio de acelerados procesos de migracin, indus-
trializacin, urbanizacin, extensin de las relaciones mercantiles y los servicios
del Estado, se producen alteraciones en el paisaje poltico cultural dominan-
te, con la aparicin de nuevos personajes urbano populares, una ciudadana
plebeya (Franco, 1994:103). Misma que se alimenta de la inmensa ola migrato-
ria del campo a la ciudad ocurrida entre 1950-1980, producto de un modelo que
excluy a la poblacin rural de sus magros beneficios, pero cuyo proceso de
construccin se ve afectado por un nuevo ciclo depresivo marcado por la dra-
mtica ampliacin de la desigualdad distributiva. Cuando ello sucede, la margi-
nacin econmico-social no slo engloba a la poblacin rural, sino a la vasta ma-
yora de la poblacin urbana, generalizndose la anomia implosiva, la violencia
armada, el progresivo retiro de las precarias lealtades al Estado y una marcada
tendencia al derrumbe del rgimen poltico.
Por ltimo, se trata de llamar la atencin a los aciertos de polticas de inte-
gracin de esta naturaleza, pero tambin de sus paradojas y contradicciones. Si
los populismos son, a falta de un juego democrtico y de canales de participa-
cin adecuados, la va para incorporar y organizar a la emergente sociedad de
masas, su mayor costo es retardar la consolidacin de dichos mecanismos de in-
tegracin, por lo que roto el pacto populista tampoco entonces se da una tran-
sicin democrtica, dada la precariedad organizativa e institucional, desembo-
cndose, muchas veces, en regmenes autoritarios.
Como bien sintetiza esta posicin Zermeo, con el cardenismo, una forma
histrica de populismo (es cierto que este ejemplo tiene poco que ver con una
gnesis cultural democrtico burguesa) en tanto fortalecimiento de la sociedad
civil frente al Estado, por un lado, fue la va de industrializacin y moderniza-
cin, en un meterico pasaje, en slo treinta aos, desde una sociedad de ma-
sas, piramidal, hacia una sociedad donde aparentemente predomina la ciudad,
la industria y la modernizacin en general pero, por otra parte, lo fue sobre la
base de una sociedad desarticulada, dislocada. As pues, la pirmide popular
nacional (estatal) que coron a la historia mexicana bajo el cardenismo sub-
siste y se ampla, asentando su extensa base en la sociedad tradicional, en el cam-
pesinado populista, pero asegurando tambin su futuro en las crecientes bolsas
del pauperismo urbano (Zermeo, 1996:258-259).

EL POPULISMO Y EL PAPEL REGULADOR DEL ESTADO

En el modelo nacional popular, el referente central de la accin colectiva no fue-


ron las clases capitalistas industriales, sino que, por la debilidad de stas, su lu-
gar fue ocupado por el Estado. y la poltica tuvo un papel bsico en la estructu-
REVISITANDO AL ESTADO 33

racin de la accin social configurando, en los pases en donde el populismo


cristaliz en una forma de Estado y de polticas pblicas, una relacin particu-
lar (corporativa) con el movimiento obrero y popular en el marco de polticas
nacionalistas, desarrollistas e industrializantes, con base en la sustitucin de im-
portaciones, en la ampliacin reltiva de un mercado interno, en el impulso al
gasto social y a una cierta poltica redistributiva.
As, en nuestro medio, es el Estado el que mediante formas corporativas orga-
niza al incipiente movimiento obrero y popular, elemento a destacar tambin, ya
que en Europa, como en cualquier economa capitalista, el Estado juega un papel
central pero en un contexto totalmente diferente. La modernizacin de los esta-
dos latinoamericanos fue tarda, adems de que la fuerte vinculacin pueblo-na-
cin-Estado dio origen, como seala Ren Garca Delgado a una tradicin movi-
mientista que se aparta de las formas de la democracia representativa.
Delgado apunta otras diferencias con respecto a los casos de las sociedades
centrales. Las polticas de bienestar y regulacin de la economa dadas por el Es-
tado se dieron all sin que fueran tan determinantes en la conformacin de la
sociedad como en Amrica Latina, donde la alta influencia de lo estatal se pro-
dujo, tanto en la conformacin del modelo de desarrollo, como en la constitu-
cin de actores e identidades, en la vida cotidiana. Por lo tanto, se trat aqu de
un Estado gravitante, un Estado que organiza, y que aglutina a la sociedad civil;
el Estado construye a la nacin, citando a Barrington Moore y sus revoluciones
desde arriba en los casos de modernizaciones tardas.
Precisamente ese fuerte papel estatal impulsor del desarrollo, articulador re-
gional e integrador social que fuera profundizado a partir de la posguerra, en el
cual el modelo de acumulacin marcado por la intervencin del Estado fue la
ISI o periodo de desarrollo hacia adentro, que implic un tipo de relacin Esta-
do economa sumamente estrecho, una subordinacin del mercado al control
poltico para ser receptivo a demandas sociales de grandes colectivos.
En Amrica Latina, este Estado interventor capitalista no fue dirigido por la
clase industrial a la que serva, sino que dirigi desde arriba los procesos de mo-
dernizacin e industrializacin, monopoliz las relaciones polticas y organiz la
vida social por medio de pactos corporativos y relaciones clientelistas con las
grandes organizaciones: los sindicatos y las ligas campesinas, las fuerzas armadas
y la Iglesia. El Estado subordin las decisiones econmicas para responder a las
demandas sociales de grandes colectivos, sin que esto afectara la lgica de acu-
mulacin capitalista. El Estado fue el gran modernizador, el factor de transforma-
cin y garante de un determinado statu quo a diferencia de pases desarrollados
donde la clase dominante industrial y la sociedad civil mantuvieron una mayor au-
tonoma y una dinmica menos dependiente en cuanto a sus formas de organi-
zacin y participacin.
Ese Estado planificador e interventor, promotor directo y activo del desarrollo
capitalista, corrector de los fallos del mercado, y en algunos casos integrador del
territorio nacional es el que entr en crisis al final del decenio de los setenta.
34 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

POPULISMO Y CORPORATIVISMO

La carga antiinstitucional fue muy grande, pues en el populismo las masas se re-
conocieron en el caudillo y en el Estado, no en el partido, por lo que se consoli-
daron relaciones clientelares entre sectores e instituciones del sector pblico y las
diferentes organizaciones de la sociedad civil. El Estado satisfaca necesidades co-
lectivas de la poblacin a cambio de lealtades que legitimaban el orden poltico.
A falta de sistemas polticos partidarios con fuerza representativa, el clientelismo
burocrtico no tard en convertirse en la fuente de legitimidad del poder pbli-
co y en la cara complementaria del sistema corporativo patrimonialista.
La originalidad de la situacin latinoamericana con relacin a los pases del
centro es que la expansin capitalista se dio dentro de este marco poltico cor-
porativo donde el movimiento obrero no es un representante autnomo de los
trabajadores sino un rgano que depende de las instancias estatales para cum-
plir sus objetivos reivindicativos, todo bajo una pauta autoritaria que el neolibe-
ralismo tiende a profundizar (Delgado, 1995; Caldern y Dos Santos, 1995; Za-
pata, 1977).
En el debate en torno a la democracia a la que hoy se aspira, habra que en-
fatizar las consecuencias que tiene para la misma el hecho de que haya sido el
Estado el que asumi la organizacin del incipiente movimiento obrero y popu-
lar, corporativizndolo e inhibiendo as el proceso de ciudadanizacin que sigue
siendo una asignatura pendiente.
En aquellos pases de Amrica Latina en los que pudo cristalizar lo que pu-
diramos llamar Estado social, ste se implant parcialmente, dejando importan-
tes reas sociales y grupos de poblacin sin cubrir, por un lado, y verdaderos en-
claves corporativos, por el otro, lo que le da sus caractersticas a la poltica de ma-
sas propia del populismo con sus consecuentes liderazgos carismticos, en un
contexto de falta de distincin entre lo pblico y lo privado.
La poblacin mayormente educada y ms informada comenzaba a demandar
mayores canales de participacin en el seno de un orden cerrado y excluyente.
El descontento de los sectores medios es considerado como uno de los elemen-
tos catalizadores que permitieron la emergencia del populismo, el cual ofrece-
ra a los sectores marginados, la histrica posibilidad de ser incorporados al pro-
greso econmico y social.
La estrechez de los mercados para las materias primas de exportacin y la di-
ficultad de seguir consumiendo productos importados de pases avanzados, do-
t de un gran impulso al sector industrial o secundario y favoreci la irrupcin
de actores que antes no eran tomados en cuenta: la burguesa nacional, el pro-
letariado, las clases medias, los militares, los intelectuales, los universitarios,
etctera.
Desde el punto de vista de la correlacin de fuerzas y las alianzas de clases,
hay que concentrar stas en las disputas entre los intereses de la oligarqua te-
rrateniente-agrominera y la naciente burguesa. Sin concordar plenamente con
REVISITANDO AL ESTADO 35

De la Garza Toledo cuando dice que no se trataba de la lucha entre capitalis-


mo y precapitalismo, sino entre dos grandes fracciones burguesas, la terrate-
niente y la industrial, porque eso no nos ayudara a entender las especificida-
des del capitalismo subdesarrollado latinoamericano en donde existen muchas
bases para hablar ms bien en trminos de la persistencia del poder capitalista
ms tradicional, ya que no existe una burguesa plenamente constituida, nos in-
teresa destacar la disputa entre las fracciones de la clase dominante, en este periodo, por
el control del Estado, lo que aunado en algunos casos con la fortaleza del movi-
miento campesino e indgena y en otros, por el ascenso del proletariado, es
fuente de alianzas de clase muy particulares.
En Mxico se dio una revolucin, pero en la mayora de los casos se produ-
jo un modus vivendi entre aquellas fracciones con los sectores ms vinculados a
la industria sobre bases muy frgiles debido a que stos se mantenan depen-
dientes del modelo agroexportador. En este caso el trnsito entre el viejo Esta-
do oligrquico y el nuevo Estado capitalista de la Revolucin mexicana qued
sellado con el ascenso del cardenismo que rompi con los restos de las fuerzas
conservadoras, apoyndose en obreros y campesinos para emprender una refor-
ma agraria a fondo, la nacionalizacin del petrleo y los ferrocarriles y la forma-
lizacin de la relacin corporativa entre Estado, sindicatos y organizaciones
campesinas.
En Argentina, a diferencia de Mxico, no hubo revolucin y s, desde los
aos treinta, una cadena de golpes militares, que fue debilitando pero no sacan-
do de la escena a la oligarqua terrateniente. Con la aparicin del peronismo en
1946, irrumpe el proletariado como fuerza poltica en alianza con los sectores
medios mediante la cual Pern pudo iniciar una poltica de intervencin del Es-
tado en la economa, de industrializacin y nacionalizaciones. Sin embargo, la
alianza de la oligarqua terrateniente con los otros factores de poder, como son
la Iglesia y las fuerzas armadas, permite que este sector recomponga sus fuerzas
y derroque a Pern en 1955.
En Brasil, el punto de arranque del desarrollo industrial y de la corporativi-
zacin del movimiento obrero fue el golpe militar de 1930 que llev al poder a
Getlio Vargas. Se estableci una forma de organizacin sindical, muy peculiar,
pues los sindicatos tienen una estructura territorial; no hay la categora de con-
trato colectivo de trabajo, pues se consider que en el Cdigo del Trabajo esta-
ban contenidos todos los derechos de los trabajadores, qued prohibido formar
confederaciones nacionales de trabajadores. El varguismo plante una serie de
tareas que dej inconclusas, pero lo particular del arreglo brasileo es que, con
el golpe de 1964, la dictadura no fue neoliberal, sino desarrollista, profundizan-
do la sustitucin de importaciones y la industrializacin, as como la interven-
cin del Estado.
Venezuela es otro caso de corporativismo de larga duracin. Con la dictadu-
ra de Prez Jimnez la industrializacin fue limitada, aunque la propia dictadu-
ra se identificaba con la sustitucin de importaciones, pero la dependencia de
36 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

la economa respecto de la exportacin petrolera siempre haba y ha sido apa-


bullante. Hasta la cada del dictador en 1958, se inicia una etapa de importante
crecimiento econmico pero apuntalado en el petrleo.
Cuando Accin Democrtica gana las elecciones, estableci un pacto con otras
fuerzas polticas y con los sindicatos. Fue el inicio del corporativismo venezolano,
ya que la Central de Trabajadores de Venezuela, haba estado controlada por los
principales partidos polticos (De la Garza, 2001:94). Como dice Miriam Korn-
blith (Kornblith, 1998), despus de 1958 el pas funcion bajo las claves de un sis-
tema populista de conciliacin de lites, que representaba a los sectores minori-
tarios pero ms poderosos como son los partidos polticos, las fuerzas armadas, la
Iglesia, los grupos empresariales, grupos laborales organizados, asociaciones gre-
miales. Al mismo tiempo se institucionaliz un sistema semicorporativo de parti-
cipacin y representacin de intereses dominado por los partidos polticos que
hoy entr en crisis. Que la estructura semicorporativa es muy difcil de desmon-
tar y que persisten los grupos ms tradicionales de dominacin, queda al pare-
cer demostrado con la crisis institucional que enfrent aquel pas el pasado 10
de abril de 2002 y que protagoniz el golpe de Estado frustrado, por medio del
cual precisamente esas lites intentaron derrocar al presidente constitucional-
mente electo, Hugo Chvez, alindose con algunos sectores de las fuerzas arma-
das y contando con el total apoyo de los medios de comunicacin ms impor-
tantes y con el de Estados Unidos.
Colombia es un pas con una situacin intermedia en el sindicalismo, pues-
to que existe una mezcla de corporativismo y clasismo, como tambin sucede en
Per, donde incluso se da un clasismo ms extendido que ha impedido la cor-
porativizacin del movimiento obrero. En situaciones como Uruguay y Chile, se
combina una tradicin clasista con un sistema de partidos y un proceso muy im-
portante de institucionalizacin.
Es en estos conflictos de clases donde surgieron los llamados regmenes po-
lticos populistas en Amrica Latina en los aos veinte, treinta y cuarenta, con
componentes caudillezcos y nacionalistas, que identificaron, frente al capital ex-
tranjero, la industrializacin con los intereses de la nacin, que establecieron
polticas de desarrollo nacional dirigidas por el Estado, proteccionismo, planes
nacionales y Estado empresario se apoyaron como base de masas en el campe-
sinado, el proletariado y sectores medios urbanos ( De la Garza, 2001:90). Pe-
se a que la experiencia populista no fue un proceso estrictamente idntico para
las distintas realidades, s podemos hacer referencia a los elementos tpicos que
hicieron posible la experiencia populista; entre stos destacan:
La presencia fuerte del Estado en el mbito poltico, econmico, social y cul-
tural; la aspiracin desarrollista-redistributiva, a fin de reorientar el flujo del ex-
cedente econmico hacia adentro y para el beneficio de la clase media, urba-
na e industrial; la retrica antioligrquica y antiimperialista, principalmente en
contra de Estados Unidos, con miras a conseguir una mayor autonoma en el
manejo de sus relaciones internacionales y para defender la soberana de los es-
REVISITANDO AL ESTADO 37

tados; el carcter policlasista (transaccin entre fuerzas integradas por el pacto po-
pulista: la llegada de la burguesa industrial-urbana, las clases medias, los sectores
intelectuales, el proletariado y los militares); el carcter demaggico y carismtico
basado en la relacin lder-masa y en la relacin poltica del Estado-partido-sindica-
to; la connotacin represiva y manipuladora del Estado para controlar a las masas.
En trminos generales, podemos afirmar que el populismo signific para
Amrica Latina un momento peculiar de cambio social, en el cual se lograron
establecer las bases que apuntalaron el desarrollo econmico, poltico y social.
Expres la ruptura de la fuerza oligrquica tradicional y el arribo de una corre-
lacin sociopoltica de fuerzas del todo distinta. Este juego permeado de una
nueva conformacin y combinacin de fuerzas sociales, polticas y econmicas
permiti organizar y hacer funcionar la nueva forma del Estado.

LA MODALIDAD DESARROLLISTA BURGUESA DEL ESTADO CAPITALISTA DEPENDIENTE

El Estado nacional desarrollista se refiere a una concepcin ms conservadora,


dirigista del Estado en el proceso econmico, el llamado desarrollismo, momen-
to en que la posicin poltica de los grupos gobernantes hacia los trabajadores
sufri modificaciones importantes. La clase obrera fue reprimida o exaltada abs-
tractamente como aliada, segn las coyunturas especficas. Otros regmenes po-
pulistas como el varguismo y el peronismo se agotaron como modelo debido a
la reorientacin de las tendencias internacionales y al desgaste interno y desem-
bocaron en golpes militares, por lo que despus de la segunda guerra mundial
no necesariamente los procesos de modernizacin pueden ser vistos a travs del
desarrollismo, como en Centroamrica, sino bajo modelos de Estado contrain-
surgente.
En los aos posteriores al varguismo en Brasil, al cardenismo en Mxico y al
peronismo en Argentina y dems experiencias exitosas de corte nacional-popu-
lar en Amrica Latina, en donde qued demostrada la gran capacidad del Esta-
do para integrar a las masas populares, las clases medias y los sectores urbanos
e intelectuales, a los beneficios del modelo de desarrollo econmico y poltico,
surge un nuevo carcter del Estado-capitalista dependiente en Amrica Latina,
ante el ocaso del nacionalismo populista: su modalidad desarrollista-burgus.*
El gobierno de Juscelino Kubitschek (Brasil), de Miguel Alemn (Mxico) y
de Jorge Alessandri (Chile) y parcialmente el de Alfonso Lpez Pumarejo en
Colombia destacan por haber promovido desde el Estado y desde su sustento
(coalicin de polticos tecncratas, empresarios nacionales y oligarqua) una
concepcin desarrollista-industrializadora que no contemplaba las bases polti-
* Se alude a una nueva modalidad desarrollista burgus del Estado en Amrica Latina, en gran
parte, porque las experiencias antes aludidas comparten caractersticas que impiden categorizarlas
bajo el proyecto nacional-popular.
38 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

cas y sociales que haban sido tradicionalmente las aliadas de la experiencia na-
cional-popular. Por ejemplo, Jorge Alessandri representaba a las fuerzas del gran
capital industrial y financiero aliado a los consorcios imperialistas y encarn los
intereses de la gran burguesa industrial, comercial y bancaria. La poltica de s-
te fue atraer el capital privado en su modalidad nacional o extranjera y su apoyo
en los empresarios, partidos tradicionales y la Iglesia. Alessandri fue una figura
que teji una poltica regresiva en trminos del populismo que Chile conoci,
pues la congelacin de salarios, los conflictos del mundo laboral, las masacres de
trabajadores (1962), la represin popular y la poltica reaccionaria, dieron cuen-
ta del nuevo proyecto poltico al que se encaminaba el capitalismo tardo y depen-
diente en Amrica Latina.
El caso de Juscelino Kubistchek, no es del todo distinto, pues su gobierno no
signific un momento de movilizacin de las masas obreras, campesinas y peque-
o-burguesas. No existi un programa comprometido con las clases populares y
a Kubitschek se le conoce como aquel personaje de la historia brasilea que re-
vivi el pacto oligrquico-burgus imperialista. Durante su administracin, lleg
a desarrollarse significativamente el capital extranjero con la consecuente insta-
lacin de empresas multinacionales y se favoreci una inversin directa de los ca-
pitales monoplicos extranjeros en ciertas reas de la economa y produccin
brasilea. Adems de no otorgarle un peso relevante a la cuestin agraria, su pro-
yecto desarrollista-industrial buscaba, ante todo, ampliar el mercado interno en
funcin de la mano de obra barata. En su periodo surgieron varios conflictos sa-
lariales en contra de la cada en el nivel de vida de la clase trabajadora y media
del pas. Recurdese las huelgas que ocurrieron en Sao Paulo y Minas Gerais en
los aos 1957 y 1958 por demandas para incrementar los sueldos.
El abandono de la vieja ideologa nacional-popular tambin lleg a Mxico.
El proyecto industrial de Miguel Alemn no se tradujo en concesiones a las de-
mandas obreras y campesinas. Por el contrario, se registraron tensiones sociales
y contrarreformas en cuanto a la conquista de derechos laborales, que fueron
resueltas con la intervencin del ejrcito y de la polica (charrismo sindical).
Con base en la represin, autoritarismo y en un manejo vertical, se depuraron
los sindicatos y las organizaciones de trabajadores, a fin de apoyar su recompo-
sicin (intervencin del ejrcito en la seccin 34 del Sindicato de Trabajadores
Petroleros).
La falta de negociacin poltica fue una caracterstica innata de estos regme-
nes, as como la disciplina al movimiento obrero y la anulacin de avances pro-
gresistas en cuanto al rgimen de la tierra. Las bases polticas del cardenismo
son reconvertidas, refuncionalizadas e instrumentalizadas en funcin de un pro-
yecto poltico diferente a partir de 1940.
Aun cuando estas experiencias se condujeron avantes, permanecieron y se
reprodujeron con remanentes nacional-populares y se apoyaron en sus media-
ciones, cambi el proyecto poltico y econmico de la nueva lite poltica y de
los grupos de poder econmicos, que pronto impactaron en la relacin espec-
REVISITANDO AL ESTADO 39

fica entre los diversos actores. Para concluir esta caracterizacin del Estado de-
sarrollista podemos coincidir con Jos Luis Fiori en que:

Lo fundamental que hay que recordar es que fue la derecha econmica y poltica la
que construy y usufructu del Estado desarrollista; y que, en este sentido, las actuales re-
formas liberales son bsicamente conservadoras porque alteran la forma pero preservan
la esencia de lo que siempre fue criticado por la izquierda con respecto al Estado/estra-
tegia desarrollista latinoamericano: su patrn de financiamiento externo; su base socio-
poltica de sustentacin derechista y autoritaria; su uso oligrquico en la proteccin in-
debida de intereses privados; y, finalmente, su estrategia de crecimiento invariablemente
excluyente desde el punto de vista social. Conocida la historia de este subcontinente, s-
lo el cinismo de nuestras lites conservadoras puede sostener que la defensa de algunas
conquistas sociales, apenas logradas en tiempos relativamente recientes por los excluidos
de estos pases, pueda ser acusada de conservadora o incluso de reaccionaria. Lo mismo
se puede decir de la confusin intencional que muchos hacen entre la defensa de un n-
cleo estratgico estatal capaz de proteger la homogeneidad nacional frente al efecto de-
sintegrador de la mercantilizacin desenfrenada o lo que es apenas una forma ms de
proteger los mismos intereses que siempre se escudaron en el Estado desarrollista y aho-
ra se benefician con su jaraquiri (Fiori, 1999:xviii).

LA MILITARIZACIN DEL ESTADO EN AMRICA LATINA

Las dictaduras militares en Amrica Latina constituyeron una prolongada inte-


rrupcin de los regmenes civiles y la cancelacin de la va poltica tradicional,
para canalizar los conflictos y regular el orden social establecido. Asimismo, ex-
presaron la culminacin de un proceso que haba ofrecido pocas oportunidades
para la consolidacin democrtica estable en la mayora de los pases.
Cuando en 1964, las fuerzas armadas brasileas llevaron a cabo un golpe de
Estado que derroc al presidente Joao Goulart, inauguraron una nueva forma
de golpismo en Amrica Latina. Ya no era el caudillo militar ni eran tiempos de
organizacin nacional, sino que se trataba de las fuerzas armadas, como institu-
cin, como un cuerpo profesional inserto en el aparato de Estado que rompan
la norma constitucional. Se trataba adems de los pases ms desarrollados en lo
econmico y lo poltico de la regin, lo que contrariaba la mxima de a mayor
desarrollo, mayor democracia, pues aos ms tarde ocurra lo mismo en Argen-
tina, al arribar al poder el general Ongana (1966) como prembulo a una de
las peores dictaduras que hubo conocido ese pas y que fue la protagonizada en
primera instancia por el general Videla (1976-1983); aos de la llamada Guerra
sucia en la cual desaparecieron o fueron asesinadas 30 mil personas.
En 1971 Hugo Bnzer pona fin al gobierno reformista de Juan Jos Torres
en Bolivia y un sangriento golpe militar derrocaba al presidente constitucional
40 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

de Chile Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, seguido por un golpe si-


milar en Uruguay. De igual forma, se produjeron una serie de pronunciamien-
tos militares en Centroamrica y el Caribe que derrocaron a los gobiernos de
Guatemala, Ecuador, Honduras y Repblica Dominicana.*
Bajo este contexto, Luis Maira trata de acercarse al tema respondiendo a una
pregunta central: estos estados de excepcin en Amrica Latina forman parte de
un diseo internacional definido en el marco hegemnico de Estados Unidos o res-
ponden a un designio autnomo de cpulas militares en el pas? El autor comenta
que aunque el Estado de Seguridad Nacional mostr sus diferencias en cada pas y
que, sin duda, se desplegaron experiencias dismiles en la regin, compartieron la
misma matriz ideolgica inspirada en la Doctrina de Seguridad Nacional que Esta-
dos Unidos haba desarrollado en los aos cuarenta.
Esta Doctrina que conllevaba en su seno un cambio radical en el planteamien-
to poltico-estratgico estadunidense, tena como propsito fundamental transmi-
tir a los pases del rea esta nueva percepcin de la poltica exterior estaduniden-
se y de adherir especficamente a las fuerzas armadas latinoamericanas a travs de
la va diplomtica y del ofrecimiento de entrenamientos y capacitacin. Ms ade-
lante, estos planes cundieron en el esfuerzo contrainsurgente que apoy la Alian-
za para el Progreso, a fin de que otros pases del continente no repitieran el ejem-
plo cubano y de contener en forma global y regional el comunismo internacional.
Con la introduccin de la guerra fra en Amrica Latina se inicia, en Washing-
ton y en los crculos de la derecha latinoamericana, una revisin profunda de la
organizacin poltica del continente. Para Estados Unidos, la verdadera respues-
ta ante la irreconciliable visin del mundo libre y comunista, se centraba en la
necesidad de transformar la base del aparato del Estado en el de seguridad na-
cional. Este Estado que deba erigirse, tena como proyecto histrico evitar el
contagio comunista, a travs de la eliminacin de las garantas constitucionales
que caracterizaban a las democracias liberales, de la cancelacin de los derechos
humanos en funcin de proteger el control de la subversin y de los tratados mi-
litares signados con los dems pases del continente. Todo ello se realizaba bajo
la inspiracin de preservar la civilizacin, la ideologa y la cultura occidentales.
Al igual que Maira, Ruy Mauro Marini, se pregunta por qu el Estado popu-
lista que favoreca la acumulacin del conjunto de las fracciones capitalistas ter-
mina por desestructurarse en Amrica Latina? Para responder a ello, recurre al
anlisis de la crisis de acumulacin interna y al estudio del fascismo como pun-
to de referencia, aunque reconoce las grandes distancias que existieron de nues-
tras propias experiencias frente a las del continente europeo, por lo que extrae
de ste su carcter eminentemente contrarrevolucionario como uno de los ele-
mentos ms significativos que nos pudiera transportar y adentrar de mejor for-
ma al estudio de caso latinoamericano.
* Habra que recordar que la intervencin de Estados Unidos en la Repblica Dominicana con-
firmaba una vez ms el apoyo que este pas le otorgaba a las dictaduras militares en Amrica Latina,
garantes del orden de sus intereses.
REVISITANDO AL ESTADO 41

Para Marini, el Estado de contrainsurgencia es el resultado de un proceso en


el que las fuerzas militares vinculadas al capital monoplico se alan junto con los
intereses extranjeros para beneficiar una nueva modalidad de acumulacin de
capital que favorece a dicha fraccin y desfavorece al pequeo y mediano capi-
tal. Para viabilizar el nuevo patrn concentrador y evitar las rebeliones o incluso
una revolucin, se echa a andar un Estado basado en la contrainsurgencia, tal co-
mo lo muestra el Estado venezolano que surge en 1959, cuando Betancourt era
presidente. Marini comparte con Maira el relevar el contexto geopoltico inter-
nacional que impone una nueva agenda de prioridades en la estrategia global y
muestra cmo Estados Unidos, cabeza del mundo capitalista, se ve enfrentado a
una cadena de procesos revolucionarios en distintas partes del mundo (Argenti-
na, Congo, Vietnam, Cuba). Ante ello, surge este Estado de contrainsurgencia a
fin de otorgarle a la poltica un enfoque militar con el pleno objeto de detener
el movimiento revolucionario y extirparlo.
Este Estado que signific un caso de excepcin y que exigi suspender la de-
mocracia burguesa, tambin prioriz las condiciones para favorecer la supervi-
vencia y los intereses de las fracciones monoplicas, tanto nacionales como ex-
tranjeras. Esta correlacin sociopoltica de fuerzas emple la fuerza del Estado
para enfrentar al movimiento popular, ante su mera incapacidad de luchar en
la arena poltica.
Siguiendo la tradicin presidencialista que ha marcado la esencia y la forma
de los sistemas polticos en Amrica Latina, una de las caractersticas de este ti-
po de Estado que ms sobresali fue la hipertrofia del poder ejecutivo, confor-
mado por una rama militar y una econmica (tecnoburocracia), lo que equiva-
li a favorecer la concentracin de poderes en el ejecutivo en detrimento del
poder legislativo y el judicial.

UNA VISIN FINAL DE CONJUNTO SOBRE EL ESTADO NACIONAL POPULAR


DESARROLLISTA LATINOAMERICANO

Esperamos que haya sido demostrado que en este momento, clave para Amri-
ca Latina se hace indispensable reabordar el anlisis del Estado nacional-popu-
lar en la regin, para rescatar los elementos que bien pudieran enriquecer el de-
bate actual en torno a los principios de una estrategia alternativa de desarrollo.
Aludimos a que se trata de un debate importante en un momento histrico
trascendental para Amrica Latina por dos razones principales; primero, por la
existencia de un nuevo contexto internacional que obliga a repensar el papel
del Estado, contexto caracterizado por el fin de la posguerra fra y marcado por
vertiginosos cambios, dado el despliegue internacional del capital y las transfor-
maciones cientfico-tecnolgicas promovidas y avaladas por la globalizacin; y
segundo, por la urgente necesidad que enfrenta hoy Amrica Latina de descu-
42 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

brir cauces alternativos de solucin a la mayora de los problemas que aquejan


a la regin y que incluyen una referencia al papel del Estado, debido al dram-
tico retroceso social que a casi 20 aos, hemos experimentado con motivo de la
acumulacin neoliberal.
Revisitar al Estado populista y el Estado nacional desarrollista con el objeto
de revalorar su especificidad sobre aportes y lmites, resulta ser un ejercicio obli-
gado para cualquier cientista social latinoamericano preocupado por la situa-
cin actual y el futuro cercano que nos aguarda.
A pesar de que se estableci una democracia con bases precarias, habra que
insistir en el carcter autoritario, semidictatorial o dictatorial del Estado popu-
lista. No se logr incluir a las fuerzas no populistas, se emplearon tcnicas de
cooptacin, manipulacin, clientelismo y control para debilitar a la oposicin,
que conllevaron a la hipertrofia del poder ejecutivo. Pese a ello, debemos ubi-
car nuestra apreciacin peculiar sobre el populismo en el terreno de los gran-
des proyectos integradores de Amrica Latina. El Estado populista, a diferencia
del Estado oligrquico, en donde el poder se ejerca sin el consentimiento del
pueblo y ste no era desconcentrado ni distribuido, emiti su propia forma in-
tegradora de masas, pues en lo poltico represent los intereses de determina-
dos grupos sociales vinculados entre s por medio de un pacto nacionalista y po-
pular, en lo econmico logr reorientar los flujos del excedente, que satisficie-
ron hasta un tiempo determinado las necesidades y satisfactores bsicos de sec-
tores mayoritarios de la sociedad y, por ltimo, en lo social, pudo regular las
conductas de sus miembros.
Podemos afirmar que la poca del Estado populista en Amrica Latina re-
marca toda una era de cambios sustanciales desde el modo de regulacin del Es-
tado social desarrollista, que inclua el intento por sentar las bases para forjar un
desarrollo econmico autosostenido, hasta la forma de percibir la poltica y las
formas de participacin social.
En el aspecto poltico, la institucionalidad de la representacin y participa-
cin poltica del Estado desarrollista fue precaria, excluyente de amplios grupos
sociales marginados y sobre todo no democrtica.
En el mbito econmico el Estado impuso una serie de medidas que tendieron
a contrarrestar la estructura agraria y latifundista. Su gran cometido fue generar
excedente econmico por la va industrial y por el mantenimiento y la ampliacin
relativa del mercado interno e interrumpir la transferencia hacia el sector agroex-
portador. Para Agustn Cueva, la tarea principal del Estado capitalista-dependien-
te en Amrica Latina fue transformar la modalidad reaccionaria del desarrollo de
ese capitalismo en una modalidad progresista (Cueva, 1977:148).
En su papel de motor del desarrollo y de facilitador del progreso material, el
Estado nacional-popular latinoamericano, interventor en la economa, deba de-
volver a la nacin los recursos naturales que por geografa le pertenecan y que en
aras de ejercer su pleno derecho a la soberana, se encontraban en manos de inte-
reses extranjeros. Pese a ello, estuvo muy alejado de conformar un mecanismo au-
REVISITANDO AL ESTADO 43

tnomo de desarrollo, sirvi plenamente a la acumulacin monoplica de capital


a partir de una industrializacin extensiva (y no con base en una innovacin tec-
nolgica propia) (Cueva, 1977). A esos fines el Estado crecientemente subordin
el salario y el empleo; sigui dependiendo de la entrada de divisas del exterior y de
los vaivenes a que quedaban sujetos los precios de nuestras exportaciones en el
mercado mundial. Frente a Estados Unidos, polo hegemnico insustituible del sis-
tema capitalista, despus de la segunda guerra mundial, se reaviv nuestro carc-
ter dependiente y se redefini nuestra subordinacin bajo nuevas formas de vin-
culacin y dominio.
La funcin del Estado nacional popular no se limit a ser el garante del or-
den ni tampoco a ser el concentrador de la economa, sino que actu como en-
te viabilizador de la acumulacin, canalizador tambin de los procesos polti-
cos y sociales, y como productor y difusor de la cultura e ideologa. Este Estado
se convirti en un agente de cambio econmico y poltico. Slo el Estado po-
da hacer desaparecer los antiguos privilegios para echar mano de la reforma
social que se requera concretizar. No obstante, pronto reflej el carcter con-
servador de su peculiar compromiso social. El Estado pas a ser el actor central
de la sociedad y se haca partcipe de los conflictos que surgan de las relacio-
nes obrero-patronales y pugnas entre distintos grupos y gremios. A partir del
reconocimiento de los intereses particulares y concilindolos en un todo unifi-
cado, este tipo de Estado se erigi como una instancia mediadora sobre los con-
flictos que se produjeron entre clases y grupos. Todo ello se logr organizando
y unificando a las masas, otorgando a los sectores ms representativos de la eco-
noma y de la poltica nacional de una representacin oficial frente al queha-
cer del Estado.
El Estado nacional desarrollista y populista fue el intento ms acabado de
conciliar las contradicciones sociales y polticas en sociedades profundamente
desiguales, heterogneas y fragmentadas como las de Amrica Latina, en el mar-
co de economas dependientes que buscaron articular a la nacin, responder a
los derechos bsicos de sus sociedades en trminos de salud y educacin, que
permitieron alianzas sociales para construir una dimensin poltica, instrumen-
tando formas de organizacin policlasista Graciarena y otros autores lo llama-
ron por eso Estado de compromiso y una identidad; aunque, a falta de sujetos
sociales y polticos autnomos, estas tareas trascendentales se realizaron de ma-
nera no democrtica, corporativa, clientelista, por medio de un presidencialis-
mo autoritario.
En opinin de Alberto Paris de la Universidad Nacional de Crdoba, el po-
pulismo revolucin desde arriba a la sociedad de su tiempo, generando enor-
mes beneficios, especialmente para los desposedos y fundando lo que llama
Estado de Bienestar Criollo, aunque el precio del pacto social que gener el
populismo estrib en suplantar fuertemente las iniciativas de la sociedad civil,
generando una cultura paternalista y subsidiaria entre Estado y sociedad civil
(Paris, 2000:248).
44 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

Coincidimos con Emir Sader en que hoy da no se trata de volver al Estado


anterior: si nosotros nos casramos con ese Estado tal cual, iramos al fondo del
mar junto con l, es un Titanic que en verdad est perdiendo equilibrio. Pero
luego se pregunta qu es lo rescatable de lo que hemos tenido hasta ahora en
Amrica Latina?, acaso las opciones son como dicen los neoliberales entre es-
tatal o privado, Estado o mercado, colectivismo estatal o espacio del individuo?
La utopa del liberalismo en ltima instancia es que no existan sino individuos
en la sociedad y un Estado distanciado de ellos [] que seamos reducidos a con-
sumidores [] como individuos para el mercado, no como sujetos polticos con
derechos (Sader, 2000:241).*
Tiene razn Sader al afirmar que la alternativa no est en el abandono del Es-
tado y en echar por la borda la herencia histrica de los logros del Estado nacio-
nal popular. Consideramos fundamental rescatar la dimensin pblica del Estado,
la dimensin ciudadana, recuperar lo que es comunitario. Es totalmente acepta-
ble recoger la herencia del Estado desarrollista en cuanto a mantener el papel es-
tratgico del Estado en el ejercicio de la regulacin poltica de la acumulacin de
capital, junto a la necesidad de reafirmar objetivos de un real desarrollo social y
nacional. Para ello tambin habra que combinar la democracia formal con la de-
mocracia directa, instrumentar acciones que tienen que ser estatales pero que tie-
nen una contrapartida de la ciudadana organizada, combatiendo el carcter bu-
rocrtico, tecnocrtico del estado (Sader, 2000:245-246).
Lo antes dicho es necesario para superar, por lo tanto, la concepcin neoli-
beral subdesarrollada de que el mercado es el regulador ms adecuado de la vi-
da social y poltica en lugar del Estado, esa imagen equvoca del paso de la ma-
triz Estado-cntrica a la mercado-cntrica, que en los hechos significa ahondar
los rasgos de subordinacin y dependencia por el total abandono de los objeti-
vos sociales nacionales y polticos, as como estratgicos, de un Estado que se ha
privatizado para responder a los intereses de los grupos ms vinculados con el
capital transnacional (principalmente norteamericano). Grupos que exigen fin
a todo subsidio estatal, mientras Estados Unidos aumenta el subsidio al campo,
coloca aranceles al acero y extiende su proteccionismo a otros rubros, exige to-
tal apertura de las fronteras al tiempo que cierra las suyas, imponiendo contro-
les policiacos militares cada vez ms frreos.
* El presupuesto participativo que se practica en alcaldas como Porto Alegre, donde el PT bus-
ca instrumentar alternativas incorporando a la ciudadana en el manejo del presupuesto y que me-
recera un trabajo aparte, se trata de experiencias que buscan contrarrestar la desigualdad produci-
da por el modelo econmico, como dice Sader, un proceso de socializacin de la poltica que tiene
lmite, porque una alcalda no puede hacer mucho ms. Otro ejemplo es el Movimiento de los Sin
Tierra, MST, cuyos asentamientos llegan a organizar a un milln de personas, donde todos los nios
van a la escuela tienen 850 escuelas y miles de profesores, porque para los Sin Tierra, la escuela es
tan importante como la tierra, la supervivencia tan determinante como la necesidad de definir iden-
tidad, cultura, ciudadana. Lo interesante es que los Sin Tierra han logrado el reconocimiento y
cuentan con recursos estatales, pero respetando la dinmica colectiva de grupos que se definen
como movimientos sociales.
REVISITANDO AL ESTADO 45

Hay que recordar que el Estado latinoamericano no ha dejado de intervenir


en la vida econmica. El problema es que lo hace en beneficio de los grandes
intereses locales y extranjeros, con mtodos mafiosos, como se dio durante el
rgimen del presidente Menem en Argentina, lo que nos coloca en la va de la
reestructuracin del Estado bajo las administraciones neoliberales, donde hay
que ver la corrupcin no como un legado del populismo, sino como producto
de formas de ejercer el poder sin necesitar legitimarse, de la mercantilizacin de
la poltica, del neopatrimonialismo neoliberal, de los herederos del Estado, esa
casta de nuevos ricos que se form como fruto de las privatizaciones a ultranza
que se practicaron en los ltimos decenios en la regin.
El discurso neoliberal adjudica al viejo y gordo Estado populista la corrup-
cin, pero, como dice Paris sobre el caso argentino, aunque aplicable a otros
casos: el tamao de la corrupcin en ese pas con epicentro en el Estado se de-
be no tanto a la sumatoria de actos corruptos cuanto a que el propio Estado se
convirti en una maquinaria al servicio de la corrupcin. Su antecedente es la
dictadura neoliberal de 1976 que convirti al Estado en un aparato o maquina-
ria de asesinar, usando el poder y los smbolos del Estado mismo, junto con la
impotencia para frenar y castigar esa situacin.
Experiencias como las de los pases asiticos, que lograron ndices de creci-
miento sostenido e importante e incluso lograron sortear la crisis econmica,
precisamente, gracias al papel del Estado, junto con el desastre social generali-
zado que es Amrica Latina, ha hecho que algunos funcionarios de entidades fi-
nancieras como el Banco Mundial hayan llegado a la conclusin de que el Esta-
do fuerte fortalece al mercado, incluyendo las ganancias; y existe cada vez ms
la conviccin de que bienes pblicos como educacin y que la creacin de tec-
nologa contribuyen a aumentar la productividad, mientras que los sistemas des-
tinados a garantizar cierta base de ingreso mnima aumentan la masa de con-
sumo y reducen la incertidumbre del mercado (Banco Mundial, 1997).
Joseph Stiglitz, quien ha sido vicepresidente del BM, sostiene que cuestionar
las intervenciones estatales en bloque hace olvidar el xito de los tres decenios
precedentes, al cual el gobierno, pese a yerros ocasionales ha contribuido cier-
tamente. Sin duda, estos logros que no slo incluyen grandes aumentos del PIB
per cpita, sino tambin incrementos en la esperanza de vida, en el nivel de edu-
cacin y en una gran reduccin de la pobreza, son mejoras reales y ms durade-
ras que la presente crisis financiera (Julio Sevares, 2000:299).
Hacer una evaluacin, por lo tanto, del papel que jug el modelo estatal que
hizo crisis en la regin, evaluando sus alcances y limitaciones de una manera equi-
librada, es un antecedente necesario para entender tanto la forma que asume el
Estado bajo el neoliberalismo, como para emprender la bsqueda de alternativas
entre las cuales ser imprescindible contar con un Estado refundado sobre la base
de un nuevo pacto social, un Estado dinmico que recupere poder e iniciativa.
El Estado mnimo no slo renuncia a toda posibilidad de revertir los eleva-
dos niveles de inequidad social y econmica, sino que debilita en la prctica el
46 TERESA CASTRO, RINA MUSSALI, LUCIO OLIVER

principio de ciudadana universal: slo las instituciones de un Estado fuerte pue-


den asegurar el imperio de la ley (Cavarozzi y Berensztein, 1998).
La crtica neoliberal al Estado que en el caso de los pases europeos ha lleva-
do a replantear su papel como actor en el proceso de mundializacin (trmi-
no no slo semntico, sino que asigna una funcin al Estado en la etapa actual
de la internacionalizacin capitalista), parece llevarse hasta sus ltimas conse-
cuencias en el caso de los pases de Amrica Latina y otros del Tercer Mundo, al
desmantelar todos los fundamentos de la importante presencia econmica, po-
ltica, social que tuvo en pases, en los cuales su debilidad estructural, su hetero-
gnea y frgil composicin social, el peso de la oligarqua conservadora, de ins-
tituciones autoritarias, la ausencia de una clase hegemnica, los llev a reinser-
tarse en el mercado mundial, en tanto pases capitalistas dependientes, como
pases tributarios y subordinados a los dictados externos, colocando la soberana
del Estado en entredicho.
La crtica neoliberal del Estado se ejerce sin ningn horizonte histrico, sin co-
nocimiento social y poltico y sin herramientas tericas todo lo cual no forma
parte de la formacin del tecncrata criollo, como para comprender las formas
que asume el Estado en la periferia capitalista, los lmites en que se movi en nues-
tra regin y las alternativas nacional populares que siguen presentes y vigentes.
Hoy Amrica Latina enfrenta el problema de la mayor prdida de soberana
habida en la historia de los estados latinoamericanos financiera, poltica, cultu-
ral, geoestratgica frente a Estados Unidos. Si el papel del Estado en el orden
neoconservador actual est cambiando en todo el mundo, este proceso est ms
acotado en Amrica Latina por los menores recursos y colchones institucionales
(a diferencia del Estado de los pases desarrollados que mantiene, en mayor o
menor medida, el corazn del Estado de Bienestar), la mayor gravitacin del ca-
pital transnacional y las exigencias del FMI y del BM.
A lo anterior hay que agregar la recomposicin hegemnica que busca Esta-
dos Unidos, a partir de lo que considera su zona natural de influencia, median-
te la redefinicin de sus problemas de seguridad nacional a los que ha de sumar
el combate al narcotrfico, el terrorismo, despus de los atentados del 11 de sep-
tiembre, dndole una dimensin an ms militarista a la relacin con los sbdi-
tos latinoamericanos, y el Plan Colombia, que sera el rostro contrainsurgente
del proyecto de integracin hemisfrica que es el rea de Libre Comercio de
Amrica (ALCA) (como en su momento fue la Alianza para el Progreso de John
F. Kennedy y el programa contrainsurgente y militarista que en la lucha contra
la irradiacin de la Revolucin cubana prevaleci sobre las reformas).
En las condiciones de asimetra que han caracterizado las relaciones Estados
Unidos-Amrica Latina, no podemos esperar ms que mayor subordinacin a la
administracin del presidente Bush Jr. y todas las guilas militaristas y los halco-
nes republicanos que le acompaan.
No se puede teorizar sobre el Estado en Amrica Latina y sus transformacio-
nes sin mencionar esta otra cara del Estado latinoamericano que es su tipo de
REVISITANDO AL ESTADO 47

vinculacin subordinada con Estados Unidos. En este sentido, cabe considerar


el impacto del declive hegemnico de dicho pas a nivel mundial, lo que signi-
fica su repliegue hemisfrico. Marcos Roitman, comentando un texto de Joan
Garcs intitulado De soberanos e intervenidos. Estrategias globales, americanos y espa-
oles (Roitman, 2002), seala acertadamente cmo con la llegada de los gobier-
nos neoliberales en Amrica Latina, la mayora electos por voto directo, secreto
y universal, existe una complementariedad de objetivos entre las fuerzas polti-
cas internas, las lites econmicas y la estrategia de desintegracin nacional di-
seado por la potencia hegemnica, en este caso, Estados Unidos, pas que no
se ha visto en la necesidad de imponerse por la fuerza, pues ha encontrado
anuencia, aceptacin y total identificacin de los actuales gobiernos latinoame-
ricanos a excepcin de Cuba y de Venezuela a su poltica exterior, al punto
irrisorio de que hasta se adelantan a lo que puede desear dicho pas. Y conclu-
ye afirmando que lo verdaderamente trgico para Amrica Latina es que sus
gobiernos cipayos practican una poltica de sumisin consciente, cuyo resultado
es la desintegracin de proyectos democrticos internos. Y en esto coinciden
ambos actores, los protagonistas y los bufones del imperio.

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LAS ESPECIFICIDADES ACTUALES DEL ESTADO EN AMRICA LATINA

LUCIO OLIVER COSTILLA*

INTRODUCCIN

A pesar de su manifiesta importancia, en Amrica Latina resulta una tarea dif-


cil y a contracorriente estudiar al Estado y lo pblico en estos tiempos de nueva
mundializacin y de agrupamiento obligatorio e inevitable de las formaciones
nacionales en bloques regionales.
Para nuestra investigacin sobre lo especfico de los estados en Amrica La-
tina hemos dividido a los estados contemporneos en tres grandes grupos:
1] Unos cuantos estados capitalistas transnacionales hegemnicos que domi-
nan conjuntamente al mundo o, cada uno por separado, regiones enteras
Amrica, Europa, Asia y someten mltiples formaciones nacionales a sus dic-
tados. En este caso, estn el estadunidense, el alemn y el japons.
2] Algunos pocos estados del capitalismo avanzado que logran a duras penas
mantener un grado de equilibrio, autonoma y soberana relativas en el nuevo
contexto de hegemona tridica y de procesos de integracin en bloques regio-
nales, Aqu se encuentran ciertos estados europeos (Inglaterra, Francia, Italia y,
en menor medida, tambin Espaa), China, Canad y, en menor grado Rusia y
la India, y
3] Una multitud de estados capitalistas de desarrollo medio y de desarrollo
precario, cuya caracterstica bsica es que su soberana e instituciones son dbi-
les, precarias, dependientes (en algunos casos incluso aparentes) y estn some-
tidos de diversas formas a los estados fuertes. En este tercer caso, se ubican los
estados de Amrica Latina en general, una gran parte de los de Asia, algunos de
Europa occidental y oriental y la mayora de los estados de frica.
No obstante las evidentes diferencias en cuanto a tamao, recursos natura-
les, poblacin, grado de constitucin del capitalismo nacional, insercin inter-
nacional, capacidad industrial, legitimidad, desarrollo institucional, cohesin
social y poltica, poder internacional, etc., los estados latinoamericanos, en ma-
yor o menor medida, estn bajo la hegemona de Estados Unidos, dominados
por sus polticas transnacionales, dependiendo de los distintos organismos fi-
nancieros, econmicos y polticos internacionales que ese Estado maneja, situa-
cin que, en general, ha sido aceptada con beneplcito por las lites internas.
* Socilogo, profesor investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos, de la Facultad de
Ciencias Polticas y Sociales, y del Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM, Mxico.
[50]
REVISITANDO AL ESTADO 51

En Amrica Latina los actuales estados tienen una legitimacin que proviene de
que son el resultado del retorno a las repblicas civiles con democracia, pero sus
instituciones son precarias y sus poderes estn disminuidos; en lo externo, estn
limitados en su capacidad de mantener la autonoma y soberana, a pesar de que
en lo interno apliquen una dosis grande de dominio, manipulacin y autorita-
rismo.
Lo anterior no es tan slo un fenmeno poltico de contraposicin de po-
deres, entre un Estado mundialmente hegemnico y estados subordinados y
precarios en lo interno y dbiles en lo externo. La influencia decisiva del Esta-
do hegemnico proviene del predominio de una nueva relacin social global de
capital, de los nuevos procesos de dominio mundial del capital, instaurados a
partir de la reestructuracin capitalista global de fines del siglo anterior, del
avance de la internacionalizacin del capital, de la desregulacin de los flujos
comerciales, monetarios y de valores y de la (neo) financierizacin de las econo-
mas. Ello ha provocado un nuevo carcter, as como tambin nuevas estructu-
ras, funciones y polticas de los estados latinoamericanos.
En este captulo exponemos los resultados de nuestra investigacin de las
tendencias prevalecientes y las transformaciones fundamentales ocurridas en el
poder pblico de Amrica Latina. Trataremos de dilucidar no slo el nuevo ca-
rcter y las nuevas funciones, sino adems de prestar atencin a las tensiones y
contradicciones institucionales y polticas que ponen a la orden del da una dis-
cusin urgente sobre la actualidad, las alternativas y las opciones para recuperar
y redefinir el valor de lo estatal, lo pblico y lo general en la sociedad.

UNA HISTORIA RECIENTE. DEL RETORNO A LA DEMOCRACIA AL ENCUENTRO


CON EL ESTADO PRIVATIZADOR NEOLIBERAL

En las distintas rea de nuestra regin subcontinental (Sudamrica, Brasil, Pa-


ses Andinos, Centroamrica, Caribe, Mxico), hemos asistido durante los dos l-
timos decenios a un esfuerzo poltico de trascendencia, realizado por diversos
actores polticos y sectores mayoritarios de las sociedades para instituir o recrear
regmenes y sistemas polticos de democracia representativa con plena vigencia
de los derechos civiles y polticos de la modernidad. Derechos que fueron can-
celados o disminuidos anteriormente por los estados civiles y militares de con-
trainsurgencia que asolaron a la regin, en los decenios de los sesenta y setenta
del siglo XX. Los esfuerzos sociales y polticos democratizantes del decenio de los
ochenta buscaron recuperar y ampliar las formas civiles y republicanas de repre-
sentacin y participacin y abrieron camino a procesos de negociacin de los
asuntos polticos. La generalidad de los actores polticos supona que con el re-
torno de la democracia poltica a travs de pactos y acuerdos, la regin vera flo-
recer sus potencialidades y resolvera sus principales problemas. La sociologa
52 LUCIO OLIVERA COSTILLA

del trnsito a la democracia acompa esos esfuerzos y gener una copiosa pro-
duccin de literatura que prcticamente domin los anlisis y los debates
(ODonnell, 1997; Lander, 1996; Osorio, 1995).
La realidad actual, a cerca de veinte aos de haber iniciado dichas transfor-
maciones, se nos presenta pletrica de instituciones precarias, democracias de-
legativas y crisis polticas recurrentes en buena parte de los pases de la regin
(Mxico: 1994, Venezuela: 1999, Per: 2000, Ecuador: 2000, Bolivia: 2001, Ar-
gentina: 2002, etc.). Ello muestra que en los proyectos de cambio y en la lucha
poltica de nuestras sociedades se ventilan otros asuntos igualmente graves que
los de reimplantar elecciones libres, derechos civiles democrticos y establecer
procesos de concertacin entre actores. Son asuntos que fueron dejados de la-
do por la literatura y que tienen que ver con la dinmica contradictoria y con-
flictiva de la insercin latinoamericana en la globalizacin, con la (des)organi-
zacin econmica y social interna, con la acumulacin (neo)oligrquica de ca-
pital, con la distribucin del dinero y del poder en beneficio de una concerta-
cin en las alturas, con el dominio de clases elitistas, con la precariedad de las
instituciones y con la ambigedad de la cultura poltica.
Los anlisis de la democracia en las ciencias sociales latinoamericanas con-
temporneas, con sus notables excepciones (Gonzlez Casanova, 1990; ODon-
nell, 1993; Emir Sader, 1996; Atilio Born, 1997; Lander, 1996), redujeron las
formaciones sociales de la regin a su mbito poltico; separaron y aislaron los
asuntos de la democracia de los del patrn de acumulacin y del Estado.1 El re-
sultado fue desconectar el trnsito a los derechos polticos y civiles de la realiza-
cin de cambios en el poder prevaleciente e ignorar la relacin entre el carc-
ter de este poder, la nueva relacin de capital y la constitucin de determinado
tipo de reinsercin internacional y de reproduccin econmica concentradora,
excluyente y dependiente. Tampoco se consider la cuestin del grupo social de
clase (la fraccin poltica capitalista) que mantiene la dominacin en el Estado
neoliberal latinoamericano y, por lo tanto, se dej de cuestionar y analizar a la
fraccin financiera rapaz, que durante los dos ltimos decenios indudablemen-
te ha estado a la cabeza del Estado, dictando las polticas econmicas prevale-
cientes, articulando la relacin con el exterior y llevando a la poblacin a la mi-
seria y la exclusin.
Las ciencias sociales no contemplaron tampoco, salvo notables excepciones
(ODonnell, 1993; Pipitoni, 1994) la precariedad institucional de nuestros esta-
dos y la dbil hegemona existente. Tambin se dej de lado la relacin profun-

1 Tal como lo expone Manuel Antonio Garretn, en su texto, Del autoritarismo a la democra-

cia (1991), para las corrientes tericas dominantes en esa poca, la democracia es un tipo de rgi-
men y no un tipo de sociedad []. Los rasgos que diferencian y caracterizan al rgimen democrti-
co son tanto los que pueden definirse como republicanos, Estado de Derecho, divisin de poderes,
como los que se refieren al problema de la representacin y participacin: soberana popular, expre-
sada en el sufragio universal, alternancia en el poder, pluralismo poltico, vigencia de libertades p-
blicas y derechos humanos en general(Garretn, 1991: 285-286).
REVISITANDO AL ESTADO 53

da del Estado y la nacin; se ignor el deterioro del bloque del poder al no asu-
mir la pluralidad de esta ltima (poltica, social, regional, tnica, cultural, etc.) e
incorporarla al terreno del poder (Pars Pombo, 2002). No se consider la relacin
entre el Estado y la reinstauracin de un patrn de desarrollo financiero-primario
y secundario (en los pases de mayor desarrollo capitalista relativo) exportador re-
novado, subsumido dentro de un nuevo modo de acumulacin transnacionalizado
(Pin, 2002). Se hizo caso omiso de las implicaciones del pobre desarrollo de la
sociedad civil popular y de las repercusiones negativas del sometimiento del mbi-
to pblico frente a su privatizacin creciente. En fin, se olvid el complejo vncu-
lo que existe entre democracia, Estado y sociedad y se perdi de vista el estudio
de los intereses en juego y en conflicto en la regin. Todo ello, hasta que la reali-
dad ha ido poniendo las cosas poco a poco en su lugar.
Por otra parte, el debate que hubo al final del siglo pasado en la poltica y en
las ciencias sociales de la regin sobre las cambiantes funciones y papel del Es-
tado (vase la recopilacin crtica de ese debate en Lander, 1996) se dedic a
hacer apologas y a respaldar las tesis sobre la reforma del Estado del Banco
Mundial o, en el caso opuesto, a cuestionar el proyecto neoliberal de Estado m-
nimo y mercado mximo, sin atender en ambas situaciones a una cuestin vital
del Estado: la necesidad de impulsar el fortalecimiento de las instituciones y de
definir su relacin con la dinmica de conjunto de la formacin social y con las
contradicciones sociopolticas de la democracia poltica (Vilas, 1995).
Por lo anterior, en este captulo pretendemos revisitar el Estado actual en la
regin e intentar estudiar su carcter, su papel, sus funciones, para tambin co-
nectar ese estudio con el panorama de precariedad de las instituciones, de la do-
minacin poltica rapaz y antipopular ejercida por determinadas fracciones de
la clase dominante sobre los aparatos del Estado, para entonces vincularlos con
los asuntos de la democracia. Confiamos que ello nos llevar a entender las ex-
presiones actuales de crisis poltica y de resistencia de la sociedad civil popular
que recorre de sur a norte a nuestros pases.

EL NUEVO CARCTER DEL ESTADO EN AMRICA LATINA

Los recientes han sido aos de redefinicin del patrn capitalista de desarrollo
histrico interno de las formaciones nacionales latinoamericanas y de cambios
drsticos en los estados: se abri paso una acelerada modernizacin y una rein-
sercin de dichas formaciones en la nueva divisin internacional del trabajo
(Saxe, 1993), en conjuncin con procesos de contrarreforma neoliberal de los
estados.
Con notables diferencias entre los pases que para finales del siglo anterior lo-
graron un mayor desarrollo relativo del capitalismo dependiente Argentina, Bra-
sil, Mxico, Chile y Venezuela, los que permanecieron como pases de desarrollo
54 LUCIO OLIVERA COSTILLA

medio los pases andinos, de Centroamrica y del Caribe y los pases atrasados
y abigarrados en extremo entre los cuales se encuentran Paraguay, Hait, Hondu-
ras, desde hace dos decenios se viene imponiendo en la regin un nuevo patrn
de desarrollo primario y secundario exportador, especializado y dependiente. En
funcin de dicho patrn, la estructura productiva se asienta en la produccin es-
pecializada y heterognea de bienes primarios y secundarios bsicos orientados a
la exportacin, en general, con base en enclaves locales de maquiladoras que se
encuentran desligadas de la economa nacional. Adems, los pases se han vuelto
parasos fiscales para los negocios financieros, se equilibran en su macroeconoma
gracias a ingresos continuos de remesas de migrantes y a inversiones extranjeras
de capital. Los estados que promueven esta transformacin incluso los estados
grandes como Brasil, Mxico y Argentina son econmica y polticamente dbiles,
poseen instituciones precarias y una incapacidad estructural para competir con
autonoma en el sistema internacional de estados.*
El modo de acumulacin interno que hoy prevalece est basado en dichas
economas de exportacin y est regido por polticas econmicas monetaristas,
adems de ser ms concentrador y excluyente que el anterior. En nuestras eco-
nomas nacionales se ha producido un achicamiento del mercado interno, una
relativa desindustrializacin, un rompimiento de las cadenas productivas inter-
nas, un desempleo galopante; junto a la propagacin de procesos de transnacio-
nalizacin, financierizacin, concentracin y centralizacin de capital, reduc-
cin del gasto pblico, privatizacin de activos y empresas pblicas y focaliza-
cin de los servicios sociales (Vuskovic, 1990; Pin, 2002).
Con respecto del carcter del Estado neoliberal latinoamericano actual, una
cuestin poco analizada pero con grandes implicaciones es la que dice relacin
con el acceso de una fraccin financiera rapaz a la dominacin del Estado. Es-
pecialmente en los pases con mayor desarrollo relativo del capitalismo, un sec-
tor burocrtico financiero transnacionalizado domina el mercado accionario y
las bolsas de valores, impone sus intereses, sus concepciones y sus polticas, com-
parte la dominacin con inversionistas extranjeros y viejas oligarquas y tiene
grupos de tecncratas leales y antinacionales administrando los gabinetes eco-
nmicos de prcticamente todos los pases de Amrica Latina (hoy quiz con la
excepcin relativa de Cuba y Venezuela).
Igual en Mxico que en Chile, Argentina y Brasil, con el triunfo de sus arti-
culaciones internacionales, el desplazamiento y subordinacin de las fracciones
industriales internas, se produjeron la desregulacin estatal, la dependencia fi-

* Las nociones de estados dbiles y fuertes tienen significados cambiantes. Con relacin al sis-
tema internacional de estados, todos los latinoamericanos son estados dbiles (Hirsh, 1996), mien-
tras que dentro de la perspectiva latinoamericana un Estado dbil expresa un capitalismo nacional
subordinado, carece del mnimo de autonoma y depende de los intereses privados, mientras que un
Estado fuerte es aquel que independientemente del tamao de su burocracia [] establece con efi-
cacia esa legalidad y no es percibido por la mayora de la poblacin slo como un mbito para la per-
secucin de intereses particularistas (ODonnell, 1993).
REVISITANDO AL ESTADO 55

nanciera extrema, la privatizacin de empresas estatales en buena parte con los


propios recursos del erario, el compromiso absoluto de cubrir los servicios a la
deuda externa, el uso de la deuda pblica interna para apoyar una nueva
(des)regulacin oligoplica y el abaratamiento y flexibilizacin de la mano de
obra. Todo ello bajo el avance de las polticas del libre mercado, la libre compe-
tencia, la libre y desregulada circulacin internacional de bienes, servicios y ca-
pitales. Slo Cuba mantiene una cierta regulacin estatal y, tal vez, Venezuela,
que dio un viraje relativo e incierto a esta situacin con la eleccin del militar
nacionalista de tintes neopopulistas, Hugo Chvez, quien propone una opcin
nacional popular, sin plantear hasta ahora para su pas un proyecto alternativo
al neoliberal.
Este nuevo Estado neoliberal dependiente latinoamericano, hegemonizado por
banqueros, financistas y tecncratas desnacionalizados, carece de cualquier proyec-
to de acumulacin y desarrollo nacional; est definido por su inters de privilegiar
el beneficio exclusivo de los monopolios transnacionalizados.
El proyecto de los actuales dirigentes de este Estado se basa en la obsesin del
equilibrio macroeconmico, el control de la inflacin y el crecimiento econmico
de corto plazo, a partir de la promocin del ingreso de capital financiero interna-
cional, del ajuste a las reglas de la hegemona imperial, de la reinsercin fragmen-
tada, especializada, subordinada y dependiente del aparato productivo interno en
la economa mundial y de la entrada de empresas maquiladoras transnacionales.
Sin embargo, eso ha llevado a una situacin especialmente problemtica. En Am-
rica Latina, ni siquiera en las formaciones nacionales ms avanzadas e integradas,
la combinacin del Estado mnimo y el mercado mximo ha generado el desarro-
llo de la acumulacin nacional en gran escala y de la competencia capitalista.
Lo que ha generado ese nuevo Estado neoliberal latinoamericano, que se ha
abierto a la transnacionalizacin del capital, prohijando el predominio en la di-
reccin del Estado de negociantes privados de todo tipo, principalmente de los
que dominan los espacios especulativos financieros, es la profundizacin del ca-
rcter precario, heterogneo, fragmentado, dependiente y subordinado de la
economa; la derrota histrica de las burguesas nacionales, la desorganizacin
y el debilitamiento de los trabajadores y de las izquierdas y el acceso al poder de
grupos de polticos y tecncratas neoliberales. Banqueros, polticos y tecncra-
tas neoliberales transnacionalizados han formado cliques financieros rapaces
que hegemonizan el Estado y dominan los gabinetes econmicos, deciden las
polticas econmicas, han logrado subordinar el banco central al sistema banca-
rio y las bolsas de valores. As, se han concentrado en esos cliques el uso y mal
uso de buena parte de los dineros otorgados como prstamo o ayuda por los or-
ganismos financieros internacionales (FMI, BIRD, BID), los ingresados por la inver-
sin extranjera, los relacionados con el uso indebido y patrimonialista de los ac-
tivos del erario, los que provienen de las licitaciones y ventas de bienes pblicos
y los que surgen de la proliferacin de diversos negocios compartidos con ma-
fias privadas de todo tipo: narcotraficantes, contrabandistas de bienes de consu-
56 LUCIO OLIVERA COSTILLA

mo y de armas y lavadores de dinero. El resultado despus de varios aos ha si-


do el patrimonialismo de los polticos y la estafa continua de los ahorradores, los
trabajadores y los capitalistas nacionales. Hoy est fresco el caso de Argentina en
el 2002, pero maana podra manifestarse en cualquier pas.
Por lo anterior, el Estado actual no tiene carcter nacional ni carcter pbli-
co, en el triple sentido de que carece de un proyecto de acumulacin y de desa-
rrollo nacional que impulsar y defender, no tiene soberana ni autonoma para
decidir y sostener polticas econmicas e instituciones nacionales y est cada vez
ms regulado, privatizado, penetrado y dominado por oligopolios, firmas y gru-
pos de capitalistas transnacionales.
El carcter del Estado neoliberal dependiente de Amrica Latina tambin se
puede observar por las funciones que prioriza y ejecuta para reinsertar a nuestros
pases en la actual mundializacin. La funcin principal del Estado es estimular
un tipo de crecimiento y un tipo de reinsercin subordinados a los intereses y a
la valorizacin del capital transnacional: es un Estado que se asume a s mismo
como vehculo de la globalizacin en curso: (des)organiza la economa para
orientarla a la exportacin la produccin, el consumo, la acumulacin; frag-
menta interiormente a los pases abandona las reas rurales de pequeos pro-
ductores, crea enclaves maquiladores en determinadas localidades urbanas,
dispone arbitrariamente de la sociedad ofreciendo subsidios y mano de obra
barata, tanto la semicalificada como la mayora no calificada; construye los
apoyos a la poltica de integracin hemisfrica participacin acrtica en los pro-
yectos del bloque regional americano (TLC, ALCA), todo en funcin de dar se-
guridad y garantas a la valorizacin y la rentabilidad del capital. Incluso los pro-
yectos de integracin regional estn cada vez ms pensados para beneficiar la
rentabilidad de las transnacionales, tanto a las empresas productivo exportado-
ras, como a las redes financieras. El Estado nacional se subordina al capital
transnacional y promueve la nueva relacin global de capital, en lugar de utili-
zar la voluntad poltica nacional para regular el ingreso y permanencia del capi-
tal externo, para desarrollar un proyecto autnomo de participacin en la mun-
dializacin, para reformar la nacin incorporando la diversidad social y tnico
cultural.

LAS CONTRADICCIONES DEL ESTADO ACTUAL

Otro aspecto relativo al carcter del Estado tiene que ver con un creciente autori-
tarismo neooligrquico que revela las especificidades y limitaciones de la demo-
cracia liberal recin instalada. La oposicin entre la determinacin globalizadora
e integracionista del grupo de poder y las necesidades crecientes, apremiantes e
insatisfechas de una poblacin excluida y empobrecida, con alto desempleo y em-
pleo informal han llevado a que, no obstante la reciente conquista de derechos,
REVISITANDO AL ESTADO 57

instituciones y prcticas democrtico representativas, prevalezcan los intereses y


las polticas de los grupos sociales privilegiados vinculados con la creciente inter-
nacionalizacin del capital. Ese fenmeno de insuficiencia, descrdito, empobre-
cimiento y vaciamiento de la democracia est llevando a un creciente distancia-
miento entre las lites polticas neoliberales, incluyendo la absoluta mayora de los
gobernantes y dirigentes de los partidos polticos integrados al establishment del Es-
tado, de la mayora de la poblacin opositora polticamente activa que tiende a ex-
presarse a travs de mltiples movimientos sociales de distinta naturaleza.
Esa oposicin ha llegado a alcanzar un nivel agudo y se expresa en recurren-
te descontento con las instituciones y hasta en crisis polticas como la que ha ca-
racterizado a la Argentina de 2002, pero ha tenido su presencia en los conflic-
tos que acontecen en los pases andinos (Ecuador, Bolivia, Per, Colombia) y los
pases del Cono Sur. En las formaciones nacionales del norte de Amrica Lati-
na: Centroamrica, el Caribe y Mxico, esos mismos conflictos entre las polti-
cas de los estados que se han convertido en vehculos de la globalizacin y los
intereses de las grandes masas de trabajadores y excluidos, estn, por lo pronto,
aminorados (a pesar del incremento continuo de la pobreza, el descenso del ni-
vel de vida y el deterioro de las instituciones), entre otras cosas, por los ingresos
provenientes de las maquiladoras, el turismo y las migraciones internacionales
(con las remesas que los migrantes envan a sus pases) (CEPAL, 2001).
El nuevo Estado latinoamericano tiene contradicciones sustantivas: por un
lado, es el sorprendente resultado triunfante, reciente e innovador de luchas
populares y de fracciones capitalistas que lograron una recuperacin y profun-
dizacin de la organizacin republicana civil y de la democracia poltica frente
a los estados militares de contrainsurgencia y, por el otro, es producto del avan-
ce de instituciones y prcticas autoritarias y de la mencionada contrarreforma
neoliberal financiera del Estado, restrictiva del acceso poltico real de las mayo-
ras a las polticas econmicas, funcional a los intereses transnacionales de las
grandes oligarquas financieras y a las firmas y grupos del capital mundializado.
Un elemento importante que caracteriz el avance de la contrarreforma
neoliberal financiera es que el funcionamiento de la vida republicana, la mayor
democracia poltica y los pactos de concertacin entre lites polticas que con-
llev el retorno a la democracia, no condujeron a un fortalecimiento institucio-
nal democrtico capaz de canalizar los conflictos de intereses en un orden bu-
rocrtico racional legal (Weber), reglamentario procedimental legtimo y real
(ODonnell, 1993; 1993b); por el contrario, los nuevos regmenes democrticos
han ido perdiendo legitimidad e institucionalidad ante el predominio casi ex-
clusivo de los intereses de los capitalistas transnacionalizados y se estn vacian-
do de sustancia ante el patrimonialismo y la corrupcin de las lites polticas y
financieras, el poder omnmodo de las oligarquas y las lites conservadoras.
Los nuevos derechos ciudadanos y la representacin popular recobrada, que
llevaron a que partidos con reconocimiento social tuviesen acceso a los gobier-
nos y a los parlamentos, sin embargo, no abrieron paso a una mayor influencia
58 LUCIO OLIVERA COSTILLA

de los ciudadanos, sino a un proceso de despolitizacin de la ciudadana (Oso-


rio, 1997). Con pocas excepciones, los partidos que participan del Estado neoli-
beral y de los acuerdos de concertacin poltica para la gobernabilidad se dis-
tanciaron de los intereses populares y se volvieron, en general, verdaderas par-
tidocracias legitimadoras de las polticas globalizadoras de los estados. Hoy da
no se trata ya de la integracin de masas al Estado como en la poca del nacio-
nal desarrollismo, sino de integracin de los partidos al Estado como parte de
la institucionalidad despolitizadora dominante y autoritaria sobre la sociedad.
Los estados, a su vez, han modificado sus funciones y sus polticas en un cre-
ciente sometimiento a intereses particulares, un asistencialismo a los grandes
grupos privados de inters econmico, a partir de prohijar el dominio poltico
de los nuevos gabinetes econmico financieros al servicio del capital transnacio-
nalizado interno, de los organismos financieros internacionales, de las firmas
globales y de los estados centrales fuertes.
Debido a lo anterior la funcin prioritaria actual de los estados se restringe
a garantizar la alta rentabilidad del capital financiero, estimular con subsidios de
todo tipo y con reducciones y topes salariales a la valoracin del capital transna-
cional, mantener en ritmo y forma el pago de los intereses de la deuda externa
y alinearse a las polticas econmicas dictadas por el Departamento del Tesoro
de Estados Unidos. Los dirigentes de los estados latinoamericanos justifican esa
nueva funcin de asistencialismo al capital y de entrega de las decisiones a los
grupos financieros en aras de transformar sus estados en estados gerenciales de
competencia, esto es, estados eficientes que compiten con otros para atraer ca-
pital transnacional, crear las mejores condiciones de valoracin, con el fin de
impulsar altas tasas de crecimiento (Bresser Pereira, 1998). No obstante, los es-
tados de competencia latinoamericanos no son tales (verdaderos estados de
competencia), contrariamente, favorecen una seudocompetencia, sumamente
precaria y de corto plazo, que no tiene relacin con el desarrollo de cadenas
productivas internas y de una estructura productiva diversificada y homognea
que es la base de los nuevos estados de competencia europeos, de Estados Uni-
dos y Japn. Por lo tanto, lo que existe en Amrica Latina es una parodia triste
y amarga de los fuertes estados nacionales de competencia de otras regiones
(Hirsch, 1996).
Como si el cambio de carcter y funciones del Estado no fuese suficiente, se
ha establecido un nuevo patrimonialismo poltico administrativo: a cambio de
garantizar la viabilidad del proyecto econmico del capital transnacional, los ad-
ministradores del Estado latinoamericano los Salinas, los Zedillo, los Prez, los
Menem, los Cardoso, pero tambin los Fujimori, los Pastrana, etc. y sus man-
dos altos en los gabinetes econmicos (los Cavallo, los Ortiz, los Serra, etc.), se
han llenado patrimonialmente los bolsillos de un porcentaje de las transaccio-
nes y negocios de las privatizaciones, las licitaciones, las adjudicaciones, las re-
negociaciones, etc., que muestran su concepcin rapaz de lo pblico y su patri-
monialismo acendrado.
REVISITANDO AL ESTADO 59

PRIMERA DIGRESIN. EL CONTEXTO MUNDIAL ACTIVO: LA GLOBALIZACIN


COMO POLTICA DE UNA NUEVA RELACIN DE CAPITAL
Y LA POLTICA DE LA GLOBALIZACIN

La reestructuracin capitalista mundial de los aos ochenta y noventa del siglo pa-
sado impuls una nueva dinmica econmica y social en todo el orbe, generando
una nueva mundializacin del capital como realidad econmica dominante que
se ha impuesto progresivamente, obligando a las distintas formaciones nacionales
a redefinirse (y a someterse) ante ella; tambin propici la formacin de tres gran-
des bloques econmicos regionales de comercio e integracin (mercados comu-
nes, reas y uniones regionales en Asia, Amrica y Europa occidental). En el blo-
que americano, bajo el dominio de Estados Unidos, se encuentran las formacio-
nes nacionales de Amrica Latina. En su interior destacan el Mercado del Sur
(Mercosur) que tiene, no obstante la presencia que las transnacionales estaduni-
denses tienen en l, un cierto grado de autonoma y el Tratado de Libre Comer-
cio de Amrica del Norte (TLCAN).
Ya anteriormente, a finales de los aos setenta y principios de los ochenta del
siglo pasado, al calor de grandes problemas de productividad de las industrias
fordistas de segunda generacin, de la cada de la tasa de ganancias y de la cri-
sis fiscal de los estados, se inici una reestructuracin organizativa, econmica y
financiera de las grandes firmas transnacionales. Para Amrica Latina eso signi-
fic presin para desregular los flujos monetarios y de capital, la adopcin de
un nuevo modo de acumulacin basado en la maquila y en las exportaciones
agroalimentarias, la exigencia de pago puntual de los intereses de la deuda ex-
terna, la elevacin del precio del petrleo y altas tasas de inters mundiales.
Bajo la globalizacin se inici tambin una gran (contra)revolucin financie-
ra que llev a la supremaca poltica a distintos grupos de (neo)oligarcas (especu-
ladores privados, empresarios de las bolsas de valores, artfices de los negocios
bancarios, de las fusiones y compraventa de acciones) es decir, a todo un podero-
so circuito de negocios financieros que acapararon la acumulacin internacional
y nacional (Chesnais, 1996). Se transnacionalizaron las bolsas de valores naciona-
les y surgieron las de valores integradas; se formaliz la injerencia de los bancos
mundiales sobre el circuito de ahorro e inversin nacional; las organizaciones fi-
nancieras transnacionales se apropiaron del ahorro interno, legal e ilegal, domi-
naron las relaciones econmicas, canalizaron las quiebras industriales y los nuevos
procesos de privatizacin y la compra de bancos nacionales por los bancos priva-
dos transnacionales, intervinieron en la emisin de nuevos bonos de deuda inter-
na y externa y en los procesos de renegociacin de las mismas (Chesnais, 1996).
En el mbito productivo, la reorganizacin capitalista dio lugar a la produccin
mundializada, basada en la generalizacin de grandes empresas redes. Este fen-
meno ha sido conceptualizado como una nueva universalizacin de la ley del va-
lor, mundializacin del capital o cuarta fase de la internacionalizacin del capital
(Marini, 1995; Hirsch, 1996; Chesnais, 1996; Sotelo, 1997).
60 LUCIO OLIVERA COSTILLA

La mundializacin del capital no es, sin embargo, la continuidad lineal del an-
terior proceso de internacionalizacin del capital pues hubo que introducir cam-
bios, quiebres e innovaciones en la regulacin del Estado, en la acumulacin, en
las actividades empresariales y financieras, en las relaciones laborales, en las insti-
tuciones polticas y culturales. La nueva fase de mundializacin del capital se apo-
ya en una desregulacin de la economa y en una explcita intervencin de los es-
tados y de los organismos financieros internacionales hegemnicos para apoyar la
nueva dinmica mundializada de acumulacin, para deshacer pactos y relaciones
polticas que sostuvieron y legitimaron al capitalismo fordista o al capitalismo de-
sarrollista en su periodo dorado de despliegue nacional de acumulacin y profun-
dizacin del mercado interno (1945-1975) (Hirsch, 1996; Sader, 1996). Tambin
se apoya en polticas estatales neoliberales orientadas a debilitar instituciones y or-
ganizaciones culturales, sociales y polticas que implicaban un gasto social y con
los cuales se identificaba la relativa grandeza de los estados nacionales y su varia-
ble compromiso nacional y popular. El nuevo intervencionismo del Estado sirve
asimismo para redefinir funciones del poder poltico nacional estableciendo otras
prioridades y otras polticas, acordes con el nuevo papel que se le otorga al mer-
cado mundial. El culto al dinero, al maquinismo, a la productividad y a la compe-
titividad que introdujo en la cultura occidental el modo de produccin capitalis-
ta se ampli, moderniz y adquiri una nueva fisonoma de enriquecimiento
mundial y de volatilidad con la propagacin de la globalizacin.
Por todo lo anterior, se puede afirmar con Joachim Hirsch (Hirsch, 1996) que
la denominada globalizacin es en sus mltiples dimensiones, y sobre la base del
predominio de una tendencia de reestructuracin capitalista, ante todo un pro-
yecto poltico de los poderes hegemnicos mundiales (especialmente de Estados
Unidos) para reorientar en su beneficio el capitalismo mundial, desregular, reor-
ganizar la economa y el sistema de poder internacionales, quebrar viejos pactos
institucionales de colaboracin clasista y someter a su dinmica la reestructura-
cin de los pases dependientes. Para ello se requiere un nuevo dominio hegem-
nico de los estados centrales y una presin poltica hacia los pases dependientes.
En el caso de Amrica Latina, para forzar la ruptura de los pactos nacionales y po-
pulares que obligaban a una distribucin interna nacional del excedente.

SEGUNDA DIGRESIN. LA MUNDIALIZACIN Y SUS REPERCUSIONES EN AMRICA LATINA

En el mbito de las formaciones nacionales latinoamericanas, la reestructura-


cin del capitalismo mundial, la nueva relacin global de capital2 y las polticas
2 Por relacin global de capital entiendo la relacin de poder social que se genera, reproduce y

se transforma peridicamente entre las clases sociales del rgimen de produccin capitalista a par-
tir de los procesos de reestructuracin de los diversos modos de acumulacin y, en consecuencia, del
dominio y de la lucha entre ellas dentro y fuera de las instituciones (Holloway y Picciotto, 1984).
REVISITANDO AL ESTADO 61

de la globalizacin, asumidas acrticamente por nuestros gobiernos, tienen efec-


tos de avalancha que cambian el carcter, las funciones, la situacin y la dinmi-
ca del poder poltico, tanto como de las economas, las empresas, las comunida-
des y los ciudadanos:
Las corporaciones transnacionales dominan crecientemente la acumulacin
mundial y someten a su directriz todos los procesos nacionales y locales. Se pro-
duce el sometimiento creciente de los procesos productivos, comerciales y fi-
nancieros nacionales y locales a esas corporaciones, sea por la integracin, la ter-
cerizacin, la competencia y, en algunos casos, tambin por la violencia contra
los estados, las empresas, los ncleos sociales y polticos que se resisten.
Se reestructuran los estados por medio de las polticas y los mecanismos de
ajuste estructural y reforma del Estado (recetados por el Consenso de Washing-
ton a mediados de los aos ochenta y ratificados anualmente, incluso hasta la 43
reunin de gobernadores del BID en el 2002), lo que facilita la expansin de los
capitales financieros e industriales transnacionales y la implantacin de su do-
minio poltico y econmico mundial.
Esta reorganizacin productiva es dirigida por el capital financiero especula-
tivo, lo que permite los procesos de adquisicin, fusin, venta y compra de los
capitales. Capital que con las bolsas de valores consigue un grado de autonoma
relativa sorprendente, hasta llegar a ser un fenmeno dominante en el desarro-
llo econmico mundial, generando nuevas posibilidades de acumulacin y ex-
pansin junto a una mayor dependencia y crisis notorias de pases de desarrollo
medio (Mxico, 1995; Corea, 1998; Brasil, 1999; Argentina 2002), (Blanca Ru-
bio, 2000).
Es el fin de la edad de oro de la acumulacin basada en un capital privado
nativo que floreci bajo el desarrollismo y el proteccionismo nacionales del ca-
pital estatal. El nuevo crecimiento econmico se da en un marco de internacio-
nalizacin del capital privado y de la competencia mundial; se abre paso una
transnacionalizacin generalizada de los monopolios privados en la industria, el
comercio y los servicios.
Se debilita la regulacin del Estado sobre los procesos econmicos y polti-
cos internos. Se produce una quiebra y prcticamente la desaparicin del capi-
talismo de Estado y el fin de los compromisos nacionalistas y populares de los es-
tados. Hay un ocaso de los proyectos de capitalismo nacional dependiente con
tasas de crecimiento econmico alto y ciudadana universal; surge la hegemona
de una nueva (des)regulacin de los procesos econmicos globales y naciona-
les: la (des)regulacin de los oligopolios mundiales bajo la direccin de la oli-
garqua financiera. Los proyectos nacionales autnomos llegan a su fin y se abre
una era de proyectos regionales y mundiales.
La adhesin acrtica al modelo neoliberal y la falta de una estrategia de in-
sercin independiente de nuestras economas en la globalizacin, que transfor-
me las estructuras productivas para la exportacin en un sentido de fortaleza na-
cional, lleva a la creciente desintegracin de la industria nacional orientada al
62 LUCIO OLIVERA COSTILLA

mercado interno. Se rompen las cadenas productivas internas y se reorientan las


mismas estructuras productivas anteriores hacia una exportacin especializada
de bienes primarios y de productos manufacturados diversos (predominante-
mente maquilas), bajo la gida de las empresas transnacionales (Pin, 2002).
El resultado de lo anterior es la tendencia a la quiebra de las empresas medias
y pequeas medianamente productivas no integradas; la incorporacin subordi-
nada en la calidad de enclaves de algunas regiones, localidades y grupos socia-
les y la marginalizacin de otros; el debilitamiento del poder sindical y contractual
de los trabajadores; bajo la influencia de los proyectos transnacionales de maqui-
ladoras, de utilizacin intensiva de mano de obra poco calificada, se desintegra y
fragmenta la economa interna y la produccin industrial articulada de los pases.
Se produce, como nunca antes, un deterioro del valor y una precarizacin del tra-
bajo, as como un desempleo estructural de la mano de obra.
La reestructuracin productiva se hace acompaar de nuevas tecnologas
que permiten una produccin flexible capaz de satisfacer las nuevas exigencias
del mercado. Dicha reestructuracin del proceso de produccin de mercancas
y de sus elementos tcnicos, pasa a exigir una nueva forma de contratacin y ge-
renciamento de la fuerza de trabajo, va la flexibilidad, la precarizacin y la ter-
cerizacin.
El fenmeno de la mundializacin del capital y la reorganizacin productiva
no impide que en los niveles locales y nacionales algunos procesos econmicos
de produccin, comercio y acumulacin, continen teniendo una gran presen-
cia e importancia, con participacin de elementos capitalistas o laboristas loca-
les, en calidad subordinada a la acumulacin transnacionalizada y a la dinmica
mundial.
Junto a una corriente de emigracin masiva de trabajadores rurales para los
centros urbanos y para los pases ms industrializados, avanzan algunos proyec-
tos de carcter subregional que permiten canalizar en corto plazo el capital na-
cional y la mano de obra entre pases de regiones comerciales integradas: en los
pases de mayor desarrollo, en general, esa mano de obra tiende a estar en con-
dicin de ilegal y carente de derechos.
Se desarrollan nuevos tratados comerciales y de libre circulacin de capital
entre pases de capitalismo medio (Mercosur) y entre stos y las grandes poten-
cias industriales (TLCAN), sobrepuestos por las presiones de Estados Unidos pa-
ra avanzar hacia una regionalizacin panamericana (ALCA) que d seguridad al
capital transnacional, con acceso a mercados y a productos naturales estratgi-
cos de su rea de influencia.
En el mbito sociocultural y de las comunicaciones la globalizacin tambin
tiene efectos. En las construcciones que hace la media, en los imaginarios antro-
polgicos, culturales, espirituales y artsticos, se producen tendencias homoge-
nizadoras que entran en conflicto con anteriores construcciones y que provocan
el reavivamiento de lo local como espacio de resistencia, de reformulacin, con-
tinuidad y afirmacin de lo propio.
REVISITANDO AL ESTADO 63

TERCERA DIGRESIN. LA GLOBALIZACIN Y LA TRANSFERENCIA


DE LA SOBERANA DEL ESTADO

Conviene hacer algunas consideraciones sobre el fenmeno del debilitamiento


del Estado nacin bajo la nueva fase de la internacionalizacin del capital. Di-
cho proceso ha propiciado un debilitamiento y hasta una transferencia de la so-
berana del Estado, en la medida en que la internacionalizacin de la economa,
la desregulacin de los flujos de comercio y finanzas y las nuevas relaciones la-
borales, entran en contradiccin con la afirmacin de proyectos nacionales de
reinsercin en la globalizacin relativamente autnomos. Las lites dominantes
y sus polticas econmicas y sociales estn hoy subordinadas a los condiciona-
mientos y las directrices econmicas internacionales, a los prstamos internacio-
nales, a las inversiones, a los reconocimientos de las consultoras y las organiza-
ciones financieras mundiales (Teixeira et al., 1996). Adems de tener ausencia
de soberana, el Estado ha perdido legitimidad interna por haberse entregado a
los proyectos transnacionales y haber terminado con las polticas sociales univer-
sales que fueron un elemento de legitimidad y cohesin del periodo anterior. La
debilidad del Estado en trminos de soberana y de legitimidad interna ha pro-
ducido la tendencia a utilizar la fuerza policiaca y militar y la razn de Estado,
ante la poblacin trabajadora en resistencia, en trminos de definir internamen-
te el ajuste estructural, los bajos salarios, las polticas pblicas restrictivas, priva-
tizaciones, tasas de inters altas y una poltica de subsidios y de apoyo a los gran-
des banqueros y empresarios transnacionalizados. Paradjicamente, junto a esa
prdida de soberana, se ha producido un nuevo intervencionismo del Estado
en beneficio de la acumulacin transnacional de capital.
Los casos de Argentina, Brasil y Mxico son ejemplificativos del manejo re-
ciente de las disposiciones y los recursos pblicos y de la deuda interna y exter-
na para beneficiar a la nueva acumulacin del capital: la sustentacin artificial
del peso en Argentina bajo Carlos Menem y De la Rua (1989-2002) y del real en
Brasil, durante el primer periodo de Fernando Enrique Cardoso (1994-1998),
fueron obtenidas a partir de un crecimiento inusitado del endeudamiento inter-
no y externo. Una deuda pblica y una creciente prdida de reservas, que esta-
ban ocultas ante los ojos de la poblacin y que, sin embargo, se mostr abierta-
mente en los momentos de las crisis financieras que llevaron a la devaluacin de
la moneda y a la quiebra de los proyectos de estabilizacin monetaria a toda cos-
ta. El capital financiero transnacional y el Estado procedieron a apropiarse y a
controlar los recursos financieros de la poblacin, a la par que se produca uno
de los mayores saqueos y fuga de divisas de la historia de esos pases, Brasil en
1999 y Argentina en el 2002. Como ejemplo, podemos poner tambin el caso de
la utilizacin abusiva de recursos pblicos para sustentar una acumulacin pri-
vada de capital por parte del antiguo Fobaproa mexicano, ahora Instituto Para
el Ahorro Bancario (IPAB), que signific hacer pblica una extraordinaria deu-
da interna del Estado con los grandes bancos y empresarios nativos y transnacio-
64 LUCIO OLIVERA COSTILLA

nalizados. Aqullos constituyen una muestra evidente del nuevo intervencionis-


mo de Estado cargado a beneficiar a los grandes capitalistas.
Despus de 1982-1985, el avance de la reforma del Estado, la adopcin del
programa neoliberal y la reinsercin subordinada de los pases latinoamerica-
nos en la nueva divisin internacional del trabajo, fueron llevados a cabo adop-
tando las polticas del consenso de Washington. Ello se hizo de manera firme,
pero dudosa, bajo anteriores dictaduras militares (Argentina, por ejemplo, de
1976 a 1983); posteriormente, en los inicios de los aos ochenta y de forma in-
tegral, abierta y acelerada, en los noventa, Argentina, Bolivia, Mxico, la adop-
taron de 1988 a 1994. Brasil, Per y los pases Centroamericanos hicieron lo pro-
pio de 1994 a 1998.
Los estados de Amrica Latina han sufrido las consecuencias de una reforma
neoliberal del Estado que ha girado alrededor del famoso tripi: 1] control ma-
croeconmico con austeridad fiscal y reduccin del gasto pblico; 2] privatiza-
ciones de empresas y activos pblicos y, 3] desregulacin y liberalizacin finan-
ciera, comercial y de servicios (Oliver, 1996). En su sentido esencial, el objetivo
de la poltica actual de los estados latinoamericanos ha pasado a ser el mismo
que el de los estados neoliberales hegemnicos: privilegiar ante todo la rentabi-
lidad del capital. Empero, en Amrica Latina los estados no se sustentan en es-
tructuras productivas integradas y fuertes ni en instituciones legitimadas, para,
con esa poltica, conseguir dinamizar y reproducir internamente la acumulacin
y extender los beneficios sociales y nacionales con esa poltica. En cierta forma
la relativa competencia con otros estados subdesarrollados por atraer capita-
les, mercancas y servicios a Amrica Latina, no tiene como contrapartida la ca-
nalizacin de una parte del excedente al fortalecimiento de la estructura pro-
ductiva interna y a la cohesin social de la nacin (ODonnell, 1993). Esto se mi-
ra en los propios datos del Banco Mundial que muestran estadsticamente cmo
el gasto pblico en los pases de la OCDE est diferenciado entre pases avanza-
dos y pases atrasados, siendo notoriamente menor en estos ltimos. Como es sa-
bido, en los pases de Amrica Latina el gasto pblico ha descendido, en gene-
ral, a menos del 15% del PIB (Banco Mundial, 1997).

DE NUEVO LAS ESPECIFICIDADES DE AMRICA LATINA.


LA CRECIENTE PRIVATIZACIN DE LOS ESPACIOS PBLICOS DEL ESTADO

El Estado en Amrica Latina se ha privatizado crecientemente, en el sentido de


que est dependiendo mucho ms que antes del financiamiento y el consentimien-
to de los grupos e intereses privados. Se ha visto disminuido en tanto regulador de
la economa, director de las energas sociales y mediador entre diversos intereses,
entre ellos los que sostienen las aspiraciones del grupo dirigente y las diversas ins-
tituciones y organizaciones de la sociedad civil popular.
REVISITANDO AL ESTADO 65

En contradiccin con la supuesta herencia ibrica de Amrica Latina, lo p-


blico, e incluso mucho de lo social, se han tendido a privatizar y a subsumir en
el mbito privado, lo cual se ha hecho propagandizando una concepcin nega-
tiva de lo pblico como mbito ineficiente, corrupto, de derroche y burocrati-
zacin y una interesada y equivocada concepcin de lo privado como eficiente
y honesto. Por desgracia, la historia de los pases de nuestra regin es ms equi-
tativa: registra casos notables de corrupcin, de desviacin de recursos y de pa-
trimonialismo en los mbitos estatal, privado y sindical.
Asimismo, se ha desarrollado una presin desde el Estado y la clase empresa-
rial para que partidos, sindicatos, organizaciones sociales, universidades, asuman
como funcin prioritaria el atender fines privados y corporativos. La tendencia a
la estatizacin de los partidos, es decir, a que los partidos polticos sostengan su
existencia y actividades a partir de los recursos del Estado y que su reconocimien-
to bsico provenga de ste y no de la sociedad, ha ido paralelo con tendencias a
su privatizacin, es decir, a su sumisin a grupos de poder privados.
Por otra parte, las polticas de ajuste han reducido y focalizado el gasto social
del Estado: educacin, salud, empleo, servicios sociales, polica, servicios de vi-
vienda, drenaje, electricidad, etc., o sea, han pasado a estar regidos por una re-
glamentacin y una visin derivadas del mbito comercial y privado (Vilas,
1995).

EL BLOQUE NEOOLIGRQUICO DE PODER

El Estado nacional desarrollista de Amrica Latina, basado en el capitalismo nacio-


nal de los pases de la regin, tuvo por sustento la integracin de un amplio blo-
que de poder dominante encabezado por la fraccin industrial nativa del capital.
Ese bloque se defina por la existencia de un compromiso nacional de clases que
obligaba a una relativa distribucin interna del excedente a los sectores populares
(vase el captulo primero de este tomo). De hecho el Estado nacional desarrollis-
ta fue, en su vertiente populista y burguesa, el Estado del capitalismo histrico la-
tinoamericano (Revueltas, 1962). Bajo el Estado poltico neoliberal dependiente se
abre paso un nuevo bloque de poder, mismo que arremente contra los compromi-
sos anteriores, excluye a la mayora de los trabajadores y a una fraccin social nu-
merosa de medianos y pequeos capitalistas (Vilas, 1996; Gonzlez Casanova, 1991;
Gonzlez Casanova y Roitman, 1995).
El actual bloque de poder de los estados neoliberales latinoamericanos est
conformado por los grandes capitalistas nativos transnacionalizados, encabezados
por los sectores importadores y financieros del gran capital; cuenta con la adhe-
sin de los capitalistas externos con inversiones en maquilas e industria de expor-
tacin. Ese bloque de poder tiene el apoyo y la simpata de la vieja oligarqua de
propietarios de la tierra de abolengo, sobre todo en Argentina, en Brasil, en los
66 LUCIO OLIVERA COSTILLA

pases del Cono Sur y en Colombia. Dicha oligarqua ha sido desplazada de la di-
reccin del Estado, pero cuenta con un gran peso econmico dentro de la clase
dominante. Hay casos en los que incluso un sector de esa oligarqua se ha moder-
nizado y compite sin mucho xito an por encabezar al Estado (es el caso de la
fraccin que dirige el poltico Antonio Carlos Magalhaes, en Brasil).
La transformacin de los estados y la asuncin acrtica del modelo neolibe-
ral no habra sido posible si en la lucha por la direccin del Estado no hubiesen
accedido al poder lites financieras y polticas representativas de los intereses
transnacionales y de la ideologa neoliberal, junto a tecncratas formados en Es-
tados Unidos los llamados en Chile coloquialmente Chicago boys y en Mxi-
co, los egresados de Harvard y del Banco Mundial (Derbez, en el actual gobierno
del presidente Vicente Fox), quienes cubrieron los puestos de primer nivel de los
ministerios de economa dispuestos a asumir rpidamente las polticas de la in-
ternacionalizacin del capital. Por ello, la reforma del Estado es, en primer lugar,
un proceso de cambio de lites en el poder y as ha acontecido en Chile, Argenti-
na, Mxico, Bolivia, Ecuador, Brasil e incluso en varios pases centroamericanos y
del Caribe.

LA RAPACIDAD DE LOS DIRIGENTES FINANCIEROS DE LOS ESTADOS DE AMRICA LATINA

La funcin de los nuevos estados reformados, expresada magistralmente por el


terico neoliberal brasileo Bresser Pereira, ministro de la Administracin Fede-
ral y la Reforma del Estado bajo el primer periodo del presidente Cardoso, debe
ser estimular a las empresas y a los ciudadanos a modernizarse y a participar en la
competencia internacional, buscar y obtener capital productivo y financiero para
sus pases, vender materias primas estratgicas y ofrecer mano de obra barata y fle-
xible al capital internacional (Bresser, 1998). De ah que esa visin conservadora
resulte adecuada a la conceptualizacin crtica que el investigador universitario
alemn, Joachim Hirsch, hace de los nuevos estados neoliberales como estados de
competencia (Hirsch, 1996). Es decir, se trata de estados que entran en compe-
tencia con otros estados para ofrecer las mejores condiciones de rentabilidad, se-
guridad, inversiones, comercio y negocios al capital internacional.
Sin embargo, como se coment un poco ms arriba, en el caso de Amrica
Latina los precarios estados distan mucho de tener dicha capacidad de compe-
tencia con otros estados ya que no cuentan con un capitalismo desarrollado ni
con la estructura productiva interna para una afirmacin nacional en la econo-
ma global y en el sistema internacional de estados. Son estados sumamente d-
biles, carentes de una base de acumulacin nacional fuerte, su economa ha su-
frido procesos crecientes de erosin de su industria, de prdida del patrimonio
pblico; en lo institucional han visto perder sus pactos constitutivos nacionalis-
tas y debilitarse sus mecanismos de cohesin de masas. Por ello los nuevos esta-
REVISITANDO AL ESTADO 67

dos polticos latinoamericanos transformados no compiten realmente. Su paro-


dia de competencia es con minsculas, luchan entre s por ver quin hace ma-
yor entrega de sus intereses al capital internacional y a la hegemona del Estado
de Estados Unidos, por ver quin entrega ms subsidios a los inversionistas ex-
ternos, por ver quin abarata ms sus materias primas y su mano de obra y por
ver quin se pliega ms a los condicionamientos del Fondo Monetario Interna-
cional. Como fue acuado en una famosa frase de un ministro de economa de
Argentina bajo uno de los gobiernos de Carlos Menem, pelean por ver qu pas
hace una entrega carnal mayor a Estados Unidos. En lugar de estados de com-
petencia, en el caso de Amrica Latina se trata de estados neoliberales rapaces.
Adems de lo anterior existe otra particularidad latinoamericana: en nuestros
pases se retiene poco excedente, se desperdician recursos, el gasto estatal es de-
masiado bajo y las instituciones son precarias en cuanto a su capacidad de aplicar
y administrar la ley, estructurar la representacin y la participacin, mantener la le-
gitimidad, todo lo cual atenta contra la estabilizacin del nuevo modelo neoliberal
y genera continuas crisis polticas. Guillermo ODonnell insisti ya en esto desde
1993, con respecto de Argentina, Brasil y Per, al sealar que dichos pases no han
transitado hacia verdaderas democracias representativas, sino hacia democracias
delegativas y estados autoritarios y clientelares, hoy da reestructurados con facha-
das democrtico liberales (ODonnell, 1993). Los estados latinoamericanos, al
adoptar las polticas concentradoras, restrictivas y eficientistas de los verdaderos es-
tados de competencia, siendo en realidad estados rapaces, estn creando proble-
mas polticos graves y recurrentes. El propio Banco Mundial, en su informe de
1997 sobre el Estado (Banco Mundial, 1997) muestra su preocupacin y desarro-
lla una argumentacin encaminada a convencer de cuidar la eficacia y la capaci-
dad del Estado, as como aboga cnicamente en contra de una interpretacin
dogmtica del Estado mnimo que se desentiende de los problemas sociales, de
la corrupcin, de la arbitrariedad y del clientelismo.

LA PRECARIEDAD DE LAS INSTITUCIONES

Una caracterstica central de los estados latinoamericanos ha sido la precarie-


dad y volatilidad de sus instituciones. Se trata de estados con cerca de dos siglos
de existencia continuamente interrumpida que han construido lentamente
sus instituciones bsicas: leyes, constituciones y reglamentaciones; una burocra-
cia ejecutiva, ministerial, poltica, administrativa y recaudadora; parlamentos y
cmaras; cortes de justicia y poder judicial; sistemas electorales y de representa-
cin; un ejrcito, policas, universidades, partidos, sindicatos, organizaciones so-
ciales, una economa interna y otras. Se trata de instituciones que significan un
logro importante en la legitimidad del poder poltico nacional y en cuanto a la
estabilidad poltica va la canalizacin sociopoltica de la lucha de intereses.
68 LUCIO OLIVERA COSTILLA

Desde inicios de siglo y durante el periodo de 1930 a 1975, los estados nacio-
nales oligrquico modernizadores, desarrollistas, tanto populistas como propia-
mente burgueses, crearon instituciones sumamente importantes de organiza-
cin y participacin poltica, de educacin pblica, de sistemas de salud, de
atencin global al empleo, de transparencia administrativa, etc. Los regmenes
de Yrigoyen en Argentina, Batlle en Uruguay y de parlamentarismo activo en
Chile son iniciadores del proceso de creacin de instituciones democrticas ciu-
dadanas. Posteriormente, tanto sos, como los nuevos regmenes populistas y
nacional desarrollistas subordinaron y absorbieron a las instituciones y organi-
zaciones sociales, creando tambin en Amrica Latina el fenmeno de una inte-
gracin de masas al Estado (Hirsch, 1996), que en el caso de Amrica Latina tu-
vo carcter diverso segn la particularidad nacional: democrtica combinada
con instituciones autoritarias en Chile, Uruguay y Costa Rica; populista y antide-
mocrtica con base en el clientelismo, corporativismo, caciquismo, corrupcin,
en Argentina, Brasil, Mxico, Per, Panam. Otros pases no lograron dicha in-
tegracin, lo que provoc la continuidad del predominio del terrorismo de Es-
tado, la violencia, los grupos paramilitares, la exclusin social y las relaciones oli-
grquicas: el Salvador, Guatemala, Nicaragua, Honduras, Hait, Paraguay.
De 1958 a 1985 se entronizaron los estados de Contrainsurgencia, de tipo civil
(Venezuela, Mxico) o militar (Brasil, Chile, Bolivia, Argentina, Uruguay) que debi-
litaron o, en el caso de los regmenes militares, deshicieron los estados republicanos:
cayeron por tierra diversas instituciones democrtico populares constituciones, sis-
temas polticos, sistemas electorales, sistemas judiciales, derechos ciudadanos, insti-
tuciones sociales, organizaciones populares, sindicatos, partidos, etc., revitalizaron
e introdujeron instituciones y prcticas de carcter sumamente autoritarias en las
cuales prevalecan viejas y nuevas formas de corrupcin.
Despus de 1980, con el inicio del retorno a la democracia se recuperaron
lentamente algunas de las instituciones histricas, empero acosadas por las ma-
niobras reaccionarias de las viejas clases dominantes y el miedo ideolgico al mi-
litarismo y autoritarismo de la poca anterior. Despus de 1982 se generaliza la
reforma neoliberal del Estado, que elimina el capitalismo de Estado y exige el
adelgazamiento vertiginoso del Estado, con lo cual se echan por la borda mu-
chas de las expectativas de recuperar instituciones sociales y fortalecer institucio-
nes nacionales y polticas. Se crean mltiples instituciones para viabilizar una r-
pida acumulacin de capital: bolsas de valores, instituciones de crdito, regla-
mentaciones de comercio e inversiones, flexibilidad laboral, etctera.
La realidad del nuevo Estado neoliberal dependiente y subordinado plenamen-
te instituido para el decenio de los noventa, es que se trata de un Estado sumamen-
te precario, con instituciones sin continuidad ni estabilidad, con poca densidad so-
ciocultural y poltica. De ah que muchos gobiernos han preferido acompaar sus
proyectos de reforma neoliberal de viejas o nuevas instituciones autoritaritarias de
Estado para aplicar los proyectos de modernizacin y el Estado abandone su com-
promiso con la renovacin y la defensa de viejas instituciones democrticas nacio-
REVISITANDO AL ESTADO 69

nales y sociales. Adems, est la carencia estructural de recursos con los cuales sos-
tener las instituciones, debido a la fuga de excedente por la va del pago a la deu-
da externa y los subsidios al gran capital nativo y extranjero.
No obstante los logros de la historia independiente de dos siglos y los extraor-
dinarios esfuerzos de algunas lites polticas, partidos responsables, funcionarios
honestos, grupos de militares y organizaciones de la sociedad civil por fortalecer las
instituciones democrticas, hoy Amrica Latina presenta una grave precariedad
institucional. El hecho de que el retorno a las instituciones civiles y polticas demo-
crticas se haya producido en estados bajo la creciente hegemona de la fraccin
financiera rapaz del capital, aliada con otras fracciones sin compromiso nacional y
popular, ha contribuido sustancialmente a la reaparicin y extensin de institu-
ciones y prcticas patrimonialistas, autoritarias, corruptas, corporativas, cliente-
listas, caudillistas, caciquiles; la falta de tica de la poltica neoliberal ha incre-
mentado la idea de que todo es negocio, ya sea de carcter legal o ilegal. Nue-
vos grupos y mafias se han entronizado en los estados, creando una dinmica de
incapacidad institucional y favoritismo hacia grupos legales e ilegales privados
que cuentan con inmenso capital: grandes empresarios fraudulentos, financie-
ros corruptos, propietarios monopolizadores de medios de comunicacin, parti-
dos y polticos mafiosos, sindicatos prebendalistas, narcotraficantes, contrabandis-
tas de armas y mercancas, lavadores de dinero, traficantes de personas migrantes,
etc. En conjunto estas mafias ilegales enferman la tica de lo pblico, ensucian a la
sociedad, corrompen a la poltica y a los polticos y dominan una parte importante
de la acumulacin, as como del producto interno bruto. As, el poder ejecutivo, le-
gislativo y judicial, los ministerios econmicos y sociales, el ejrcito y la polica, las
instituciones nacionales, estatales y municipales de salud, seguridad, vivienda, edu-
cacin, los partidos polticos, los sindicatos, los bancos y oficinas pblicas y privadas,
el sistema legal comercial, las crceles, etc., estn afectados por la precariedad ins-
titucional y estn sujetos al abuso continuo de poder, al patrimonialismo y a la even-
tualidad de la corrupcin. Si hubiese que argumentar con ejemplos, bastara con
constatar la cantidad innumerable de presidentes y hombres fuertes que han esta-
do en la cspide del poder y han sido llevados recientemente a juicio poltico o acu-
sados pblicamente: Carlos Andrs Prez en Venezuela, Noriega en Panam, Sali-
nas en Mxico, Fujimori en el Per, Menem en Argentina, Banzer en Bolivia, Ros
Mont en Guatemala, Antonio Carlos Magalhaes en Brasil, etc. Si se es el caso de
los responsables nacionales de las polticas del Estado, est claro que sus subordina-
dos o responsables de menor nivel han podido actuar con mayor impunidad.
En los estados centrales europeos o estadunidense se da una situacin distinta.
Existen mltiples instituciones nacionales, locales, sociales, econmicas y polticas
cuyo funcionamiento crea una funcionalidad reiterada y ese funcionamiento con-
sigue la legitimidad, la credibilidad y la participacin continua de la poblacin in-
cluso en los casos nacionales en que las polticas neoliberales han reducido los ser-
vicios y el gasto social: sistemas polticos, sistemas de servicio social, proteccin al
desempleado, sistemas de educacin y salud, actividad del poder judicial, etc., son
70 LUCIO OLIVERA COSTILLA

una constante en los pases desarrollados. Los graves y algunas veces recurrentes
casos de corrupcin institucional, de negociaciones ilegales o de abuso de poder
no producen una desestabilizacin nacional y son apreciados por las mayoras si-
lenciosas como excepciones que confirman la regla. Citemos por caso dos graves
situaciones ocurridas en Estados Unidos: las cuestionadas ltimas elecciones pre-
sidenciales irregulares que llevaron a Bush hijo al poder y la quiebra premedita-
da, fraudulenta y coludida con el poder del Estado de la mayor empresa de gene-
racin de electricidad, la Enron.
En Amrica Latina, la precariedad institucional impide una verdadera con-
solidacin de la democracia. Es otro hoyo por el que se fugan el Estado de de-
recho, el sistema presidencialista equilibrado, el sistema de partidos, la legitimi-
dad de la representacin y la participacin y por el que se desgastan las energas
sociales. El resultado es normalmente el peridico estallido de crisis polticas
profundas y recurrentes que merman la credibilidad y la confianza de la socie-
dad en el rgimen democrtico y en las propias instituciones.

LAS POLTICAS DE GOBERNABILIDAD

Con las naturales diferencias entre los pases, el propsito central del Estado neo-
liberal latinoamericano no es ya la obtencin hegemnica de una adhesin de
mediano o largo plazo a su proyecto ni una mediacin poltica real de intereses,
precisamente por el carcter excesivamente concentrador, excluyente, patrimo-
nialista y rapaz que ha adquirido el capitalismo en Amrica Latina. Su objetivo no
es obtener el consenso mayoritario a sus polticas, sino canalizar el descontento so-
cial hacia llamados artificiales de nacionalismo o a legitimar un asistencialismo
abstracto hacia asuntos de manipulacin de masas, en fin, al control ideolgico,
poltico, electoral y policial de corto plazo de la poblacin frente a los efectos de
la nueva orientacin y las nuevas polticas econmicas y sociales del Estado.
En tanto receptor inevitable de las demandas, luchas y fuerza de los dominados,
el Estado se ha desfigurado, se ha distanciado de stos, en pos de cumplir con sus
objetivos de dominio neooligrquico y con los compromisos internacionales con la
acumulacin privada. Esto ha dado lugar a polticas y a pactos conservadores entre
las lites, que adoptan una cerrazn prolongada ante las demandas de sectores me-
dios, de pequeos empresarios agobiados por las deudas y la falta de apoyos y an-
te los reclamos de trabajadores sobrexplotados, precarizados, de desempleados y
jubilados o de los campesinos pauperizados y relegados.
El poder neoliberal, en general, se ha opuesto a la consulta pblica verdade-
ra, a la reforma poltica democrtica, a la inclusin y la participacin poltica. Se
ha olvidado y opuesto a la atencin efectiva, estructural, a la pobreza por medio
de proyectos de desarrollo y empleo. En el horizonte poltico de la lite domi-
nante en lugar del consenso y de la atencin a demandas sociales, se ha privile-
REVISITANDO AL ESTADO 71

giado la ingeniera electoral y la manipulacin de los medios de comunicacin


para mantener la imagen de un Estado democrtico y liberal y se ha concentra-
do su gobernabilidad en la llamada poltica espectculo, en la que los ciuda-
danos no deciden, aun cuando participen, lo que lleva al desprecio estatal de las
demandas y a luchas de sectores nacionales y populares.
La poltica de la globalizacin tiende por ello a generar crisis polticas recu-
rrentes en los dbiles estados de formaciones nacionales como las latinoamerica-
nas, en crisis estructural interna debido a la propia evolucin del capitalismo de-
pendiente (Marini, 1993; Vuskovic, 1990). Los actuales primeros aos del siglo XXI
son intensos escenarios de resistencia social a la globalizacin y de conflictos so-
ciopolticos de gran magnitud en los pases como Argentina, Bolivia, Ecuador,
etc., adems de que han concitado manifestaciones multitudinarias en Brasil.
Por su parte, las polticas hacia Amrica Latina de los estados hegemnicos,
fuertes y dominantes, presionan para, en primer lugar, promover y apoyar el rom-
pimiento en los pases de la regin latinoamericana de los viejos pactos populistas
o nacional desarrollistas que hubieron establecido compromisos internos de na-
cin y de clases. De acuerdo con esta nueva poltica no hay ya lugar para un pro-
yecto propio de nacin de nuestros pases, que incluya soluciones propias para los
grandes problemas nacionales y sociales, por el contrario se desarrollan las polti-
cas de descrdito interesado a las instituciones pblicas nacionales de educacin,
salud, vivienda y seguridad social, como tambin el rechazo al reformismo obrero
nacional y el deterioro de las instituciones nacionalistas o desarrollistas. Todo eso
se acompaa por una presin para reducir an ms la sustentacin social y polti-
ca interna de la soberana nacional y la funcin de regulacin de la economa por
el Estado. Ya no se considera importante la existencia de pactos polticos naciona-
listas o de clases que sostengan el Estado sobre la base de polticas distributivas que
sean algo ms que el crecimiento de corto plazo. Las polticas que buscan viabili-
zar los grupos dominantes son pactos de coincidencia neoliberal. La poltica es de
subordinacin a la acumulacin transnacional, al pago del servicio de la deuda ex-
terna, al equilibrio de las balanzas comerciales y de pagos. Prevalecen, por lo mis-
mo, los intereses de los grandes financieros, de las oligarquas internas, de las
grandes burguesas nativas y de las burguesas transnacionales.
En segundo lugar, se ha llevado a cabo una reforma interna del Estado para
sustituir las polticas de desarrollo nacional y social por otras que priorizan el cre-
cimiento y la acumulacin transnacional. De acuerdo con esta poltica, el Estado
reformado debe garantizar todo un programa de liberalizacin y privatizacin de
la economa y de subsidios al gran capital, junto a la privatizacin de los espacios
pblicos, el empequeecimiento de la esfera de lo pblico y la abertura a nuevas
formas de negociacin con sectores privados de la sociedad civil. Esta reforma del
Estado busca sustituir lo que resta del proteccionismo, del intervencionismo y de
la regulacin del Estado, por la nueva (des)regulacin de la economa y de la so-
ciedad, efectuada por los oligopolios nacionales y transnacionales. Con ello, son
los sectores financieros y sus aliados burocrticos internos los que adquieren la su-
72 LUCIO OLIVERA COSTILLA

premaca en las decisiones, asumen la direccin de la reforma del Estado, cuen-


tan con lneas de crdito internacional abiertas para sus polticas de aliento y sub-
sidio al gran capital transnacional y restrictivas ante el capital productivo interno
y las necesidades y demandas sociales de la poblacin.
Son los sectores financieros hegemnicos los que han impuesto una poltica
de ajuste monetarista y de ajuste estructural sobre la base de la libre actividad del
capital financiero voltil, de los enclaves exportadores, del tope salarial, del despi-
do masivo de burcratas y del recorte abrupto del gasto pblico.
La subordinacin obligada y la aceptacin interna de las lites polticas y finan-
cieras dominantes llev a que la globalizacin dejase de ser solamente una polti-
ca de los estados centrales para ser una orientacin asumida internamente por los
dirigentes de nuestros estados. De hecho, se ventil internamente como un resul-
tado de decisiones y responsabilidades internas. Chile, bajo Pinochet y con la ad-
ministracin de los Chicago Boys, fue el primer pas latinoamericano en llevar a
cabo esta poltica. Despus la dictadura de Videla en Argentina sigui por el mis-
mo camino a partir de 1976. Con la democratizacin poltica, los nuevos equipos
gobernantes de Chile, Argentina, Brasil y Bolivia pasaron a estar dominados por
las nuevas oligarquas financieras y se volcaron a consolidar las reformas dichas.
Sus nuevas funciones han entrado en contradiccin con los elementos histricos
anteriores en los cuales el Estado latinoamericano desarroll parcialmente polti-
cas de inclusin y cohesin social, propios del Estado nacional desarrollista, deri-
vados del compromiso con la acumulacin nacional, la ampliacin creciente del
mercado interno, la integracin nacional, el proteccionismo industrial y el desa-
rrollo de polticas asistenciales amplias.
Las nuevas polticas del Estado neoliberal dependiente van ms all del ob-
jetivo aparente de crear las condiciones internas para que nuestras economas
superen las crisis fiscales, participen con nuevas bases en la competencia del
mercado mundial, muestren sus ventajas comparativas y se modernicen para te-
ner acceso permanente y verdadero en dicho mercado mundial. La modifica-
cin va ms all: fortalece el carcter de dominio unilateral del capital financie-
ro (Hirsh, 1996). En trminos abstractos, se trata de una modificacin general
en la relacin del capital a favor de los capitalistas transnacionales (Holloway,
1984); en trminos sociales concretos, se desvanece el carcter inclusivo y regu-
lador del Estado nacional y se somete el capital productivo al capital especulati-
vo transnacional (Sader, 1996; Born, 1997; Oliver, 1998).

EL DETERIORO DE LA DEMOCRACIA EN NUESTRA REGIN.


CRISIS DE REPRESENTACIN Y DE PARTICIPACIN POPULAR

En el mbito de los sistemas polticos, de la actividad de los partidos polticos,


del funcionamiento de las instituciones parlamentarias y de la dinmica de la re-
REVISITANDO AL ESTADO 73

presentacin y participacin poltica partidaria, el retorno a la institucionalidad


democrtica que se produjo desde la mitad de los aos ochenta del siglo XX, ha
enriquecido de una manera totalmente nueva la vida democrtica de Amrica La-
tina: se ha producido una reafirmacin de los principios republicanos de separa-
cin de poderes y del Estado de derecho; se han consolidado las libertades de or-
ganizacin, expresin y participacin; existen avances en la ciudadana poltica;
hay una consolidacin de sistemas electorales legtimos y se est abriendo paso
una nueva conciencia de los derechos humanos, ambientales y de minoras.
Sin embargo, en Amrica Latina, ese enriquecimiento democrtico se ve di-
ficultado por la ausencia de instituciones y recurrentemente se ve amenazado
por la falta de incidencia social real de las mayoras en las orientaciones de la re-
presentacin poltica institucional y en las polticas econmicas y sociales de los
nuevos estados neoliberales. El propio debate parlamentario, en general, no in-
cluye proyectos populares, lo cual genera un decaimiento del inters de las ma-
yoras por las luchas y la dinmica de los partidos e instituciones parlamentarias
y un peligroso distanciamiento de la poltica. En Europa, acontece algo incluso
ms grave dentro de los estados neoliberales de competencia. Hirsch ha llama-
do a esto ahuecamiento de la democracia bajo instituciones fuertes (Hirsch,
1996). En Amrica Latina, el fenmeno se presenta como falta de instituciones,
divorcio entre ciudadana social, representacin institucional y decisiones bsi-
cas de los estados, lo cual genera una tensin continua que debilita la legitimi-
dad del Estado, condiciona y deforma las polticas de la gobernabilidad para
acentuar su funcin de control social en menoscabo del necesario fortaleci-
miento institucional.
El fenmeno de fragilizacin y vaciamiento de la democracia, lleva a la recu-
rrencia de crisis polticas de representacin y legitimacin. En ese contexto, han
surgido casos de anarquismo social o fenmenos de neopopulismo de derecha
que procuran aprovechar ese deterioro de la democracia. El ms relevante es,
evidentemente, el del ex presidente Fujimori de Per. Dominado por militares
y paramilitares ultraconservadores y obsesionados por aniquilar el movimiento
de Sendero Luminoso, reelecto dos veces y bajo cuestionamiento constante de
la poblacin, ste protagoniz al ao de su mandato un golpe de Estado restric-
tivo de los derechos y de la representacin y llev a cabo polticas neopopulistas
y de neocorporativismo para movilizar a las masas marginales y oprimidas en
funcin de sus intereses restringidos contra los enemigos nacionales (los parti-
dos y movimientos sociales o polticos de izquierda y de ultraizquierda).
En contraposicin a lo anterior, la crisis de representacin y participacin en
Amrica Latina est creando experiencias relevantes de autoorganizacin y de
recuperacin de lo social y lo pblico por las organizaciones sociales y polticas
progresistas. Son nuevas formas de lo pblico no estatal, con participacin po-
pular, es decir, una forma especial, popular y no subordinada de recuperar una
idea conservadora y mediatizadora, propuesta demaggicamente por las lites
de los estados reformados (Bresser, 1998).
74 LUCIO OLIVERA COSTILLA

La democracia poltica latinoamericana se est transformando y debilitando


bajo la presin del poder financiero nacional y del dominio de los estados he-
gemnicos, para pasar a ser vehculo predilecto de la globalizacin en curso.
Gran parte de las figuras pblicas, los partidos, sindicatos y diversas organiza-
ciones de la sociedad civil tienden a transformarse tambin en organizaciones
que defienden los programas y proyectos neoliberales dominantes, sobre la ba-
se de un realismo poltico de lograr lo posible, pero en abierta oposicin con
las reivindicaciones sociales mayoritarias y con una profundizacin de la demo-
cracia. Este deterioro de la democracia hace que las mediaciones polticas se
empobrezcan y se abra paso el retorno de viejas prcticas autoritarias y de vio-
lencia del Estado. Adquieren nuevo papel poltico viejas instituciones de un dis-
curso represivo y autoritario, de llamado a mantener el orden, tales como los
militares y las iglesias conservadores.
De esta manera, el rpido deterioro de la democracia est vinculado a la nueva
estructura y funciones del Estado neoliberal, as como al predominio de nuevos
principios del poder: empequeecimiento del Estado nacional y debilitamiento
de su soberana, predominio de los grupos financieros sobre las determinacio-
nes de la poltica econmica, poder excluyente de los grupos econmicos domi-
nantes, separacin entre poltica y economa y desvanecimento de la identidad
de los trabajadores.

CANDADOS Y PUERTAS DE LA DEMOCRACIA

En esta democracia de nuevas oligarquas financieras, los partidos polticos tie-


nen un sinnmero de condicionamientos institucionales que les impiden reali-
zar la crtica de la poltica neoliberal y diferenciarse de las polticas bsicas del
Estado rapaz y negociante. En Europa, un fenmeno parecido provoca que en
la perspectiva de cada vez ms intelectuales de la izquierda, debera hacerse po-
ltica solamente por fuera de las instituciones, dado que dentro de stas ya no
hay mrgenes para realizar una poltica distinta (Hirsch, 2000).
Tendramos que preguntarnos por qu en Amrica Latina los partidos polti-
cos parlamentarios populares de oposicin se someten a los dictados de la frac-
cin financiera y cada vez ms enmarcan sus polticas en la continuidad del pa-
trn neoliberal de acumulacin y bajo el predominio de una poltica burocrtica
y autonomizada del poder? En general, existe una respuesta a ello en los diversos
mecanismos de cooptacin poltica que en una poca de empobrecimiento y ex-
clusin hacen de la sociedad poltica un mbito de especialistas beneficiados por
el sistema. Adems est la cuestin de la crisis de las utopas, la aparente ausencia
de alternativas y la intensa difusin del pragmatismo y el pesimismo.
No obstante aquello, la democracia est ah, ante nuestros ojos, con toda su
gama de libertades y posibilidades; y los partidos, la ciudadana y las mayoras la
REVISITANDO AL ESTADO 75

utilizan, en gran parte, para apoyar a los verdugos de la democracia. Buena par-
te de las tendencias electorales triunfantes en Amrica Latina estn con los par-
tidos conservadores neoliberales: los socialdemcratas en Brasil, Banzer en Bo-
livia, Fujimori y Toledo en Per, Fox en Mxico, Ros Mont en Guatemala. Ca-
be entonces la pregunta: por qu los pueblos apoyan los proyectos conservado-
res? Ha llegado a tanto el dirigismo meditico y la introyeccin del miedo a lo
nuevo y a lo radical que les resulta mejor apoyar su propia desgracia?
James Petras sostiene que la explicacin est en la manipulacin que el po-
der hace de diferentes mecanismos, en especial de los medios y la ingeniera
electoral (Petras, 2000). Se trata de una enajenacin de masas, en la medida en
que una vez electos por esa va los candidatos conservadores, las masas proce-
den a rebelarse ante las polticas reales aplicadas por los gobiernos. Esa rebelin
no va muy lejos por su carcter espontneo y no programtico. Parece entonces
que el problema para completar la transicin hacia la democracia popular es
desmontar los candados a la plena actividad independiente de las clases y gru-
pos sociales populares. El problema, por consiguiente, no es otra democracia
ideal, sino ms democracia.
Existe una red de factores que hacen de la democracia un juego formal, le va-
can su contenido popular y le impiden ser reflejo de la generalizada crtica social
a un neoliberalismo concentrador y excluyente: condicionamientos financieros
externos, estructuras y mecanismos elitistas internos de poder, concentracin bu-
rocrtica y autoritaria de decisiones, separacin entre economa y poltica, inge-
niera electoral, enajenacin neoliberal de partidos, privatizacin de lo pblico,
despolitizacin de la ciudadana: todo eso hace de la democracia un juego difcil
para los intereses populares. La salida est en que los movimientos polticos des-
monten esa compleja red que atrapa a la democracia. Los casos brasileo y mexi-
cano son sumamente interesantes en ese sentido: la crtica de los candados y de la
red que bloquea a la democracia vino desde fuera. Los Movimientos del Ejrcito
Zapatista de Liberacin Nacional en Mxico y de los Sin Tierra en Brasil, estn
fuera de las instituciones y tuvieron la distancia para criticar la red y levantar la es-
peranza. Pero no han tenido la fuerza para desmontar la red, impulsar una nue-
va concepcin de lo pblico, recuperar la participacin ciudadana y obligar a los
partidos polticos a legitimarse ante el movimiento ciudadano y social.

LA REFORMA DEMOCRTICA LA DEMOCRACIA

Las alternativas actuales de profundizacin democrtica tienen ante s la necesi-


dad de revertir las tendencias mencionadas. La experiencia muestra que la cr-
tica radical proviene de fuera de las instituciones formales existentes, aun cuan-
do la profundizacin del camino democrtico tenga que realizarse la mayora de
las veces dentro de las mismas.
76 LUCIO OLIVERA COSTILLA

Es necesaria una reforma poltica democrtica del Estado que ponga en cues-
tin y reduzca la autonomizacin y concentracin actual del poder, que perma-
nece en las manos de las tecnocracias financieras neoliberales del Estado. Una
reforma que reivindique la soberana nacional en funcin de polticas popula-
res de integracin regional y que libere a los partidos del dominio meditico y
de la ingeniera electoral, que destruya instituciones autoritarias y caducas y
construya nuevas instituciones cuidadas por los ciudadanos. Esta reforma polti-
ca pasa por varios aspectos de transformacin de la sociedad poltica, de la rela-
cin entre Estado y sociedad civil, de las propias instituciones y de la misma so-
ciedad civil.
En primer lugar, implica una autntica separacin de poderes y que preva-
lezca un real Estado de derecho; que los rganos parlamentarios y judiciales
tengan la capacidad de conocer y controlar la elaboracin y aplicacin de las
leyes, los presupuestos y las determinaciones econmicas con plena indepen-
dencia de los presidentes y sus ministros. Es necesario establecer polticas na-
cionales de Estado para los medios de comunicacin, que se definan derechos
sociales ante la informacin y las decisiones polticas. Para eso el parlamento
ha de asumirse como el rgano representativo principal, incluso ms all del
ejecutivo, lo cual implica un alto desarrollo de la sociedad civil. Esto es algo
muy distinto a la pretensin de los gobiernos neoliberales de promover la ree-
leccin de los legisladores para asegurar la continuidad de sus polticas. Impli-
ca tambin que la eleccin de los legisladores se produzca sobre la base de la
conquista de lo pblico por parte de la sociedad, de forma tal que los parlamen-
tarios no sean resultado de los acuerdos cupulares de partidos, sino una real rei-
vindicacin del papel pblico de los legisladores de cara a la sociedad.
En segundo lugar, una reforma democrtica radical conlleva una transforma-
cin de las actuales bases del sistema de partidos. Es necesario que los partidos
sean entidades de la sociedad civil y no del Estado o de grupos privados de po-
der, es decir, se requiere una reforma para que el propio Estado obligue a los
partidos a efectuar su actividad poltica dentro de la sociedad y para la sociedad
(plebiscitos, consultas, financiamiento bajo control social, etc.). Eso permitir el
surgimiento de un programa fuera de la globalizacin estatal conservadora y pa-
ra una mundializacin alternativa, as como la alianza entre movimientos socia-
les radicales y partidos polticos institucionales.
En tercer lugar, es imprescindible que los ciudadanos, las colectividades y los
movimientos adquieran el derecho a hacer poltica, en colaboracin con, y(o) en
sustitucin de los partidos. Los movimientos y los ciudadanos tienen potenciali-
dad de influir en el Estado y son correctores de los partidos. No se trata de la po-
ltica de ciudadanos cautivos de parlamentares, serviles a la poltica espectculo,
alejados de un programa global y preocupados slo de sus intereses particulares.
Se trata de un movimiento de accin ciudadana reivindicadora de lo pblico.
En cuarto lugar, es importante el desarrollo del mbito pblico no estatal, si-
no societal, para que la sociedad pueda tener acceso directo a las instituciones y
REVISITANDO AL ESTADO 77

mecanismos de decisin de asuntos pblicos: consejos participativos de decisin


presupuestal, consejos directivos de empresas e instituciones pblicas y municipa-
les que, a la vez, no sean estatales, sino societales (con participacin de entidades
de localidad, de barrio, de agrupaciones sociales). Tambin es urgente crear con-
diciones para que la sociedad civil incida en la valoracin y revocacin de funcio-
narios pblicos de alto nivel, y cree la capacidad para emitir opiniones sobre po-
lticas sustanciales, a travs de consultas, referndum y plebiscitos legtimos.
En quinto lugar, es indispensable que los recursos pblicos y la capacidad de
decidir sobre ellos estn distribuidos en la sociedad misma, por medio de por-
centajes del gasto estatal, asignados a instancias descentralizadas o federalistas
de administracin y poder local.
En la realidad, la profundizacin de la democracia en Amrica Latina impli-
ca tanto una reforma poltica democrtica como la sealada, como que el Esta-
do acepte que la sociedad se autoorganice libremente y administre recursos p-
blicos de forma autnoma, por ejemplo, en las universidades pblicas, las casas
de cultura de los barrios, las organizaciones de profesionales, en los proyectos
cientficos y artsticos, en las organizaciones de trabajadores.
Uno de los mayores obstculos a la democracia que interpone el propio po-
der poltico actual en Amrica Latina est en que el aparato del Estado se con-
sidera con derecho a determinar y a juzgar a la sociedad civil en sus decisiones,
funcionamiento y en su propia organizacin poltica y social. Es el Estado el que
determina las condiciones para reconocer y ejercer su funcin a los candidatos,
partidos, sindicatos, organizaciones gremiales y de barrios. La respuesta de la so-
ciedad (Argentina, 2002) ha sido, por lo tanto, el rechazo global a todo lo pol-
tico y a los polticos, cuando, en realidad, se trata de que esa energa crtica se
canalice hacia una reivindicacin de lo pblico y comunitario frente a la priva-
tizacin que de la poltica han hecho las oligarquas.
En sexto lugar, se hace esencial introducir constitucionalmente el derecho al
trabajo y obligar a establecer una poltica econmica que se comprometa a la eli-
minacin del desempleo e impulse una poltica de elevacin de la productividad
nacional a partir de la superacin real de los patrones de educacin y desarro-
llo cientfico tcnico de los trabajadores y de las empresas.
En sptimo lugar, la profundizacin de la democracia en el subcontinente
exige establecer lazos de solidaridad entre los movimientos sociales de la regin
y entre stos y los del mundo entero, con el objetivo de crear un frente nico de
defensa democrtica y lucha compartida. El Estado no debera ser quien estable-
ciese los contenidos y los lmites de la solidaridad internacional.
Resolver las contradicciones de la democracia conlleva romper los actuales
candados para que la sociedad incida en las decisiones pblicas fundamentales
y se abra espacio para su desarrollo pleno sin la tutela del Estado. El desarrollo
de la sociedad civil es un desarrollo poltico, o sea, implica entender que aun
cuando est sujeto a la lucha entre distintas hegemonas y distintos grupos socia-
les, puede organizarse para influir en distintos mbitos de la vida social. Para el
78 LUCIO OLIVERA COSTILLA

sector popular la nocin tiene una veta de autonomizacin y afirmacin crecien-


te de un proyecto popular.
La resistencia al neoliberalismo hoy en da se hace principalmente sobre la
base de la defensa de lo local: de la economa del lugar, de las instituciones, va-
lores y costumbres locales, lo cual permite una afirmacin y una identidad, pero
no crea alternativas para una globalizacin incluyente ni para una unin regio-
nal, nacional o internacional de fuerzas. Por otro lado, hay una veta reiterada de
resistencia en la defensa de las viejas instituciones histricas del Estado nacional
popular, en las cuales los nuevos excluidos y dominados desenvuelven sus viejas
polticas de oposicin, algunas veces explosivas y de corto plazo. Aqu, el pro-
blema es que las instituciones del Estado nacional desarrollistas, vinculadas a
complejos procesos de acumulacin y de reproduccin social y poltica de vie-
jos pactos sociales, buena parte de las veces, son instituciones corrompidas o
inadecuadas para enfrentar los nuevos procesos (un ejemplo claro son los sin-
dicatos oficialistas que usufructuan prebendas y corrupcin frente al conjunto
de los trabajadores). An no se hace la crtica popular de las viejas instituciones
nacional populares.
Por otra parte, no es un hecho comn la articulacin entre los nuevos movi-
mientos sociales y las polticas institucionales de los partidos polticos de oposi-
cin al capitalismo neoliberal y la sociedad civil an est controlada, cooptada o
dirigida por los rganos estatales o por las fuerzas empresariales. No obstante,
todo indica que es ah, en ese cruce entre movimientos sociales radicales y par-
tidos institucionales de oposicin, donde se gestan los elementos que llevarn a
construir un programa de reforma democrtica del Estado, alternativas de refor-
ma radical de la sociedad civil, de desestructuracin del poder poltico y de pro-
puestas de estructuras distintas de Estado republicano y popular, que impliquen
la recuperacin de lo pblico, la profundizacin de la democracia y el desarro-
llo social.

LAS RESISTENCIAS DE LOS ACTORES INTERNOS

En otras latitudes particularmente en los pases de extremo Oriente considera-


dos los tigres asiticos hubo resistencia de los estados, de los empresarios y de
las clases trabajadoras ante la ofensiva globalizadora (Gonzlez Casanova, 1995
el orden mundial actual). En el extremo Occidente, en Amrica Latina, por el
contrario, la capacidad de los estados para sostener una poltica autnoma y re-
sistir a dicha ofensiva ya estaba deshecha por diversos factores acumulados: la
dependencia econmica y financiera, la corrupcin y la quiebra de los proyec-
tos nacionales y populares, la penetracin capitalista de las compaas estaduni-
denses de los aos sesenta y setenta, la derrota poltica del nacionalismo, la pr-
dida de fuerza poltica del mediano y pequeo empresariado y de los trabajado-
REVISITANDO AL ESTADO 79

res organizados, la corrupcin sindical, las persecuciones que los estados de con-
trainsurgencia, tanto civiles como militares, hicieron a la izquierda, las clases
medias y las clases trabajadoras y, por ltimo, el derrumbe de las ideas y los pro-
yectos socialistas.
Fue en Venezuela donde la resistencia de la poblacin a las polticas globali-
zadoras de Carlos Andrs Prez llev a la cada de la partidocracia y a la procu-
racin de nuevos patrones de desarrollo en la mundializacin, con resultados
hoy an imprevisibles. Otro caso particular ha sido la resistencia de Cuba para
asumir la globalizacin, tal como la propone Estados Unidos. En el pas insular
la definicin poltica socialista preexistente permiti un margen de accin del
Estado ante tales polticas. Sin embargo, tanto Venezuela como Cuba tuvieron
que adoptar parcialmente medidas del programa neoliberal.
La gran contradiccin interna actual de los nuevos estados latinoamericanos
es que las contrarreformas neoliberales que han impulsado bajo la globalizacin
no han consolidado las formas autoritarias en que se apoyan. Por el contrario,
en muchos pases han llevado a un incremento de la lucha popular por la de-
mocracia poltica, lo que oblig a abrir formas de inclusin poltica y polticas
de atencin, aunque sea mnima, a los problemas que genera el aumento geo-
mtrico de la pobreza.

LA REFORMA DE LA SOCIEDAD CIVIL

La nueva dominacin ideolgica del Estado neoliberal latinoamericano ha teni-


do caractersticas notablemente abarcadoras. Durante los dos ltimos decenios
gener el convencimiento en el ambiente intelectual, en la sociedad poltica, en
los partidos, los sindicatos, las academias y las organizaciones sociales de Amri-
ca Latina, de que las polticas neoliberales tenan un carcter inevitable, que no
existan opciones ni alternativas para otras polticas (Hasam, 2000). Este fen-
meno se ha caracterizado en Europa como la nueva dominacin del pensamien-
to nico. Por lo dems, dicho pensamiento ha sido desde siempre casi una reli-
gin en Estados Unidos, donde prevalecen desde su fundacin los principios de
competencia liberal en condiciones de acumulacin, crditos, dinamismo en el
comercio, de los que Amrica Latina carece. En Latinoamrica, la ideologa
neoliberal se ha impuesto ms pragmticamente por la va de la decisin de las
lites polticas dominantes y de la burocracia del Estado, apoyadas por la propa-
ganda inducida de los medios de comunicacin.
El pensamiento neoliberal fue llevado a la cspide del pensamiento poltico
por medio del postulado de Francis Fukuyama sobre el triunfo definitivo de la
economa de mercado y de la democracia liberal representativa (Fukuyama,
1993). De manera similar, nuestros liberales locales han argumentado sobre la
inevitable insercin subordinada de nuestras economas en la mundializacin
80 LUCIO OLIVERA COSTILLA

del capital, la consecuente y necesaria disminucin de la soberana del Estado


nacin y sobre las virtudes de la competencia desigual. Nunca antes en la histo-
ria reciente de Latinoamrica se haba presentado un convencimiento tan gene-
ralizado de que no existe nada alternativo a los dictados de los estados centrales
dominantes (o Grupo de los Siete ms uno), a las estrategias de las lites trans-
nacionales y a las recomendaciones de los organismos financieros mundiales
(Fiori, 1993). Slo en los dos ltimos aos se ha visto una luz en las reuniones
de miles de asistentes a los foros sociales mundiales de la ciudad brasilea de
Porto Alegre, en los cuales se ha abierto espacio para imaginar una mundializa-
cin distinta, donde puedan prevalecer polticas universales de desarrollo social
y nacional y nuevas soluciones a los problemas acuciantes de dependencia, su-
bordinacin, pobreza, desempleo y exclusin.
Apenas los intelectuales de Amrica Latina acabaron de alabar la disminucin
del papel del Estado como un hecho histrico positivo en la regin (por lo menos
en cuanto a la disminucin del deformado crecimiento burocrtico, al combate a
la corrupcin en las empresas estatales y en cuanto aparato inhibidor de la inicia-
tiva econmica, poltica y social, individual y colectiva) cuando se hizo evidente
que en su lugar no se abri paso una matriz cuyo eje fuese la sociedad (Caldern
y De los Santos, 1994). Con la experiencia de la contrarreforma del Estado la ver-
dadera matriz que se ha impuesto tiene marcado carcter mercadocntrico (Ian-
ni, 1998). Esto es: ha prevalecido un dominio del poder econmico junto a una
regulacin oligoplica, en sustitucin de la regulacin estatal. Con ello se abre pa-
so franco a la direccin de quienes tienen el poder en el mercado, es decir, al po-
der de los grupos y las grandes firmas capitalistas y financieras.
Este pragmatismo neoliberal dominante no es consecuencia de experiencias
positivas de la sociedad, es resultado de una poltica del Estado y se asienta en la
falta de resistencias ideolgicas y polticas de los sectores progresistas y populares,
bajo la influencia de la derrota de las utopas que acompa a la crisis de los esta-
dos desarrollistas, a la quiebra del socialismo de Estado y al asombro de masas an-
te el dinamismo de la economa digital. Por parte de los estados este pragmatismo
se afirma en el supuesto inicio de un nuevo ciclo econmico capitalista mundial
basado en las nuevas tecnologia y en las redes informticas globalizadas, pero tam-
bin del complejo militar industrial estadunidense.
En el fondo de esta dominacin neoliberal tan abarcadora, existe un de-
rrumbe ideolgico del nacionalismo y el pensamiento progresista popular lati-
noamericano (Gonzlez Casanova, 1996): los estados nacionalistas y las clases
trabajadoras perdieron sus herramientas polticas tradicionales, su cohesin in-
terna y su proyecto poltico de cambios. El xito de los nuevos movimientos so-
ciales particularistas avanz en menoscabo de los viejos proyectos nacionales de
reforma y de los sujetos de la transformacin social alternativa. Las clases traba-
jadoras productivas siguen generando las riquezas bsicas de la sociedad, sin em-
bargo, han perdido su anterior capacidad de enarbolar y dirigir proyectos de re-
forma nacional y mundial. El socialismo fue derrotado por su identidad con el
REVISITANDO AL ESTADO 81

estatismo burocrtico autocrtico del extinto bloque comunista y la clase obre-


ra fue derrotada por la sumisin a las organizaciones polticas y sindicales bu-
rocrticas, clientelares y a las nomenclaturas socialistas. Lo alentador es que en
estos dos decenios se ha abierto paso un pluralismo de la sociedad civil que rei-
vindica otra concepcin de lo nacional, lo popular y lo local, que atiende a in-
cluir la diversidad. Solamente reconociendo la derrota, hurgando en sus causas
aparentes y profundas, recuperando las experiencias y analizando las nuevas
condiciones, se podr reconstruir un movimiento crtico del capitalismo actual
tan poderoso y de tan amplias miras como fue el socialismo. Un aspecto que ten-
dr que cambiar es la idea de que la clase trabajadora es tan slo mano de obra
productiva sectaria o vanguardia iluminada de por s, para poner en su lugar la
entidad productiva que es tambin y ante todo una entidad sociocultural en
construccin permanente, capaz de dirigir el proceso productivo moderno e in-
cluir a todos los actores populares en la poltica moderna. Hay una alternativa
al neoliberalismo en el desarrollo de los nuevos movimientos sociales y en las so-
ciedades de redes, que han surgido por doquier en los pases de la regin, as
como en los avances concretos de experiencias de democracia popular o parti-
cipativa dirigidas por algunos partidos de centro y de izquierda.
En lo concerniente a las relaciones entre el nuevo Estado capitalista neolibe-
ral y la sociedad civil, cabe sealar que junto al empequeecimiento del Estado
se ha estado produciendo un complejo proceso de desestatizacin de la socie-
dad civil, manifiesto en la prdida de vigencia de la integracin de masas al Es-
tado y de los pactos corporativos y de seguridad social que ataban a sindicatos,
organizaciones sociales y comunitarias a la mediacin del Estado. Esta desestati-
zacin ha liberado a la sociedad de las ataduras de estados omnipresentes, pero
tambin ha estado acompaada de nuevos fenmenos de exclusin y marginaliza-
cin social (eso en el caso de los estados que en el pasado tuvieron logros signifi-
cativos y reales con las polticas de capitalismo de Estado y de bienestar relativo,
como Argentina, Uruguay, Mxico, Venezuela, Panam, Costa Rica y parcialmen-
te Brasil). De esta manera, producto de las polticas de reduccin del Estado y de
la debilidad creciente de todo su aparato corporativo, clientelar e integrador an-
terior, resalta un hecho positivo: la recuperacin potencial de la autonoma de la
sociedad civil. Aun cuando esa nueva posibilidad de autonoma se da en un con-
texto de creciente prdida de derechos sociales y econmicos universales. En la
sociedad civil continuamente se generan nuevos y diversos movimientos socia-
les, algunos, que para el poder, resultan ultrarradicales, amenazan la gobernabi-
lidad autoritaria del Estado y plantean reivindicaciones sociales, regionales y na-
cionales, incluso basadas en las propias constituciones de los estados vigentes,
demandas que los nuevos estados neoliberales y subordinados difcilmente pue-
den resolver (el movimiento indgena en Ecuador, el de los jubilados y desem-
pleados en Argentina, el Movimiento de los trabajadores Sin Tierra en Brasil, el
Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional en Mxico, el Movimiento de los Co-
caleros en Bolivia, por ejemplo). Esto hace que el Estado busque otras formas,
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neopopulistas, de controlar y de incidir en las nuevas expresiones de la socie-


dad civil: asistencialismo, violencia, corrupcin, control, prebendas, subordina-
cin, formas de carcter neopopulista. La recin surgida libertad de la sociedad
civil podra derivar, empero, en una sociedad civil no integrada en s misma, si-
no controlada desde fuera por el Estado. Como sealamos arriba, para evitar es-
to, las sociedades tendran que avanzar hacia una nueva reforma del Estado y
de la propia sociedad civil, bajo nuevas reglas y prcticas sociales que permitan
la transformacin de la actual sociedad civil en una nueva, capaz de liberar las
energas sociales, de desenvolver la organizacin social desde abajo, de crear
sus propias instituciones democrticas y solidarias y de producir nuevas prcti-
cas polticas de democracia popular.

LAS ALTERNATIVAS

Pensar en las alternativas a la situacin actual del poder y la poltica implica, pri-
mero, plantear con claridad las contradicciones del patrn actual de desarrollo
con pobreza, comprender las nuevas formas de explotacin y opresin de las po-
blaciones trabajadoras y de las naciones por el capitalismo mundializado, discer-
nir el carcter, los lmites y las consecuencias de los cambios estructurales profun-
dos que la nueva poca proyecta. En particular, conlleva desmitificar el Estado y
esclarecer su nuevo papel y funciones bajo la mundializacin del capital.
En segundo trmino, la cuestin de las alternativas involucra un convenci-
miento: que la solucin no est slo en un buen programa de propuestas de
cambio que incluya un nuevo Estado con responsabilidades estratgicas y nacio-
nales, una poltica que atienda al empleo y que combata realmente a la pobre-
za, una eliminacin de los subsidios al capital transnacional. La verdadera alter-
nativa est en sacar del poder a la fraccin financiera hoy hegemnica y crear
las condiciones sociales y polticas para generar de nuevo lo pblico y, en cierto
sentido, incluso lo partidario, como un poder popular distinto, bajo la hegemo-
na de la sociedad civil popular reorganizada, independiente y con plenos dere-
chos a decidir los asuntos del Estado y las condiciones nacionales y sociales de
participacin en la actual mundializacin.
En tanto se definen objetivos polticos propios para coparticipar o para crear
alternativas en la reestructuracin capitalista y en la mundializacin, los trabaja-
dores tienen ante s la obligacin de reivindicar el valor de lo pblico y luchar
por los viejos y nuevos derechos y deberes en la reestructuracin mundial. En-
tre los que estn, en primera instancia, la decisin radical de que la sociedad ci-
vil organizada localmente se articule a nivel nacional para reivindicar lo pblico
y definirlo. Si el Estado es siempre una correlacin de fuerzas sociales, es funda-
mental el trabajo para desplazar del poder a la fuerza oligrquico financiera e
imponer la fuerza de la sociedad popular en una recuperacin de lo pblico: las
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decisiones de todos bajo una hegemona popular, la ciudadanizacin creciente


de las decisiones por medio de la reorganizacin de una sociedad civil popular
actuante y limitante de la autonoma burocrtica.
La actualizacin y la ratificacin del derecho al trabajo, el derecho a la iden-
tidad, el derecho a la educacin y la calificacin, el derecho a la existencia de
minoras y a la autonoma de las etnias. Para eso, los trabajadores tendrn que
entender y coparticipar manteniendo su independencia de las transformacio-
nes del capitalismo y de los medios de renovacin cientfica, tcnica, informti-
ca y social, sustituir las perspectivas e intereses de los estados centrales y de las
firmas capitalistas transnacionalizadas, por los propios que se derivan de las ne-
cesidades de nuestra regin, sin dejar de reconocer los aportes posibles en as-
pectos especficos. Eso, en Amrica Latina, implica poner atencin en una in-
dita reforma poltica del Estado, generar un proyecto nacional avanzado para
incidir en la mundializacin, para crear la democracia popular y hacer avanzar
una nueva sociedad civil. Significa, asimismo, el desarrollo de una nueva fuerza
social especfica dirigente, basada en una gran alianza nacional y popular y diri-
gida por los trabajadores calificados en conjuncin con los diversos movimien-
tos sociales emergentes.

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GLOBALIZACIN Y POLTICAS PBLICAS TRANSNACIONALES:
UNA (DES)CONSTRUCCIN PARA AMRICA LATINA

RINA MUSSALI GALANTE*

INTRODUCCIN

El contexto internacional de fin de siglo, avizor la presencia de un mundo


completamente distinto, que rebas el pasado escenario imperante desde la se-
gunda posguerra mundial. Hoy somos testigos de la aparicin de un nuevo en-
torno, caracterizado por una serie de cambios impulsados por el fenmeno mul-
tidimensional y simultneo de la globalizacin, proceso que toca a cada pas y
regin del mundo. Tras el fin de la guerra fra y el deshielo bipolar, este proce-
so intenso de transformaciones econmicas y polticas ha ocasionado un fuerte
impacto en el equilibrio del poder entre naciones, en los intereses y posiciones
de las regiones, as como en la forma de interrelacionarse entre stas.
Bajo estas condiciones del poder mundial, aparecen nuevos actores hegem-
nicos de la globalizacin que se conjugan en una alianza dominante conforma-
da por las entidades transnacionales y locales de poder. Con un proyecto con-
junto y mediante una forma asociada, las primeras tienen como tarea funda-
mental, exportar una estrategia a todos los pases por igual, que no reconozca
distingos ni especificidades para crear nuevas polticas y dar paso a una serie de
reformas estructurales e institucionales, a fin de favorecer la acumulacin trans-
nacional del capital. Por su parte, las entidades locales de poder, deben trabajar
internamente para transmitir y adentrar dichas polticas, en sus respectivas es-
tructuras econmicas, polticas, sociales y jurdicas con el objeto de readecuar-
las a las nuevas condiciones que impone la reestructuracin actual.
Desde este punto de vista, el presente artculo surge con la idea de examinar el
problema de la internacionalizacin de las polticas pblicas a partir de los dictados
que imponen las entidades transnacionales de poder a los pases ubicados al sur de
Amrica, principalmente a las economas emergentes del continente. El inters ra-
dica en llamar la atencin de los mecanismos, actores y mediaciones que permitie-
ron que las economas ms grandes de Amrica Latina hayan emprendido transfor-
maciones estructurales despus de la crisis de 1982 y que hayan creado las bases de
un crecimiento basado en el sector privado y exportador y que desde el decenio pa-
sado, comenzaron a atraer satisfactoriamente capitales de los mercados financieros
internacionales por medio de tasas de inters elevadas.
* Sociloga y latinoamericanista. Profesora de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la
UNAM, y de la Universidad Iberoamericana.
[87]
88 RINA MUSSALI GALANTE

En ese sentido, resulta imprescindible rescatar la interrelacin entre la din-


mica interna y la que proviene de nuestra insercin en el sistema internacional.
Trazar la articulacin y la relacin conexa que existen entre las entidades trans-
nacionales y locales de poder, de forma que podamos externar la naturaleza y el
contenido de su poder poltico, sus principales manifestaciones y los resultados
de su ejercicio, contribuira en gran medida a analizar un tema que hoy es pun-
to de observacin, discusin y preocupacin en la zona.
Para lograr lo anterior, se abordar la problemtica de la globalizacin en sus
distintas dimensiones, recogiendo el entramado de relaciones econmicas, polti-
cas y sociales que proyecta e impone en la esfera de lo interno y la necesidad de
sta, de crear polticas transnacionales con el propsito de que los estados latinoa-
mericanos conduzcan una realidad del todo compatible con la nueva y mltiple
condicionalidad que impone el rompecabezas global.
Nuestra investigacin parte de la premisa de que el gran cometido de la nueva
alianza hegemnica de la globalizacin es implantar una serie de polticas regiona-
les encaminadas a desarmar, por un lado, las estructuras econmicas, polticas y so-
ciales tradicionales que contravienen e incomodan los patrones hegemnicos que
requiere la mxima internacionalizacin del capital, tal como el modelo de desa-
rrollo hacia adentro defendido y patrocinado por el Estado fordista de seguridad
y, por el otro, a armar un nuevo entramado de estructuras basadas en la reestruc-
turacin econmica, el ajuste estructural y el tipo de reforma del Estado que ac-
tualmente se impulsa.

LA MULTIDIMENSIONALIDAD DEL CAPITALISMO GLOBAL

A fines del siglo XX y en espera de un incierto tercer milenio, la humanidad ha


sido convulsionada por un proceso de mltiples y vertiginosos cambios. La glo-
balizacin, pese a ser un concepto no del todo definido y producto de la impo-
sicin de una sociedad hegemnica a otras subordinadas, est en la actualidad
marcando a los pases latinoamericanos en sus patrones de desarrollo y en sus
relaciones con el exterior. Este movimiento mayor que presupone un choque in-
mediato con todo el engranaje de estructuras econmicas, polticas, sociales y
culturales pasadas que se haban construido a la luz del Estado fordista de segu-
ridad (Hirsch, 1996)1 que bsicamente se estableci despus de la segunda gue-
rra mundial, ha definido una nueva constelacin de poder y un nuevo proceso
de acumulacin al interior de los pases de Amrica Latina.
1 En su libro Globalizacin, capital y Estado, Joachim Hirsch hace un intento por determinar las estruc-

turas polticas que se desplegaron durante la fase fordista del capitalismo, que bsicamente se estable-
ci despus de la segunda guerra mundial. Esta fase implic una nueva forma histrica estatal que ga-
rantiz la supervivencia material de sus miembros y que se caracteriz entre otros factores, por un ex-
tenso control estatal de los procesos sociales, un alto grado de intervencin del Estado en la economa
y por un proyecto poltico de integracin de masas y de amplia participacin social.
GLOBALIZACIN Y POLTICAS PBLICAS TRANSNACIONALES 89

Debemos considerar a la globalizacin como un fenmeno que no es histrica-


mente nuevo. Hay quienes remontan sus orgenes desde los siglos XIV y XV, sea-
lando que en el pasado hubo acontecimientos que impactaron tanto o ms al con-
cierto de naciones. Como por ejemplo, la conquista del nuevo mundo, la produc-
cin de azcar, la esclavitud entre los siglos XVI y XVIII, ms tarde el ferrocarril, la
navegacin a vapor y la revolucin en las comunicaciones. Para otros, la globaliza-
cin es una expresin fundamental de los tiempos modernos, cuyo inicio tambin
ha generado un gran debate: ya sea con Guttenberg y la invencin de la imprenta,
con el descubrimiento de Amrica y la rebelin de Lutero en contra de la autori-
dad de la Iglesia catlica (Flores Olea, Maria Flores, 1999:51) o bien con la unifi-
cacin de los estados nacionales en el siglo XVI.
En el decir de otros autores, se ha afirmado que con la cada de la Unin So-
vitica y del sistema social dominado por sta, comienza un nuevo orden mundial
correspondiente al capitalismo global. As, se ha hecho alusin a la finalizacin de
la guerra fra tras la cada de la Unin Sovitica como la victoria histrica del mo-
delo econmico y poltico liberal.
Pese a ello, y desde una perspectiva histrica, podemos subrayar que la ace-
leracin de la globalizacin en los aos noventa es identificable con la era de la
posguerra fra. La gran mayora de los autores coincide en que la globalizacin
debe interpretarse como un rasgo caracterstico de la sociedad contempornea
mundial. Para cualquier observador resulta evidente que la globalizacin ha in-
fluido en los acontecimientos, interpretaciones y reflexiones ms importantes y
cotidianas de la actividad humana y social. sta ha adquirido significacin y re-
levancia en la discusin mundial. Muchos la resaltan en trminos econmicos o
polticos, otros la ubican en el terreno de la cultura y otros ms, en el mbito de
las comunicaciones.
En ese sentido, nuestro objetivo sera ms bien ubicarla e interpretarla en su
carcter multidimensional y simultneo, como parte de un vasto proceso econ-
mico e ideolgico que conlleva a la aplicacin de una poltica creada por fuer-
zas especficas que la guan estratgicamente hacia el cumplimiento de varios
propsitos, entre stos: hacer rentable al sistema capitalista mundial en nombre
de los intereses de los grandes centros del poder mundial y de la constelacin de
actores hegemnicos que conducen la globalizacin en marcha.
En trminos generales, podramos decir que la globalizacin alude por el
momento a un concepto meramente indicativo, que an no est acabado ni
completamente definido, y cuyas consecuencias no son todava completamente
desplegadas.
No obstante la compleja forma que asume el sistema capitalista a fin de siglo,
podemos afirmar que cuenta con una caracterizacin propia y singular. Cual-
quier intento por conceptuar la globalizacin, debera hacer referencia por lo
menos a una serie de procesos vinculatorios que cotidianamente se estn desen-
volviendo, a saber:
el desarrollo vasto y estrepitoso de las tecnologas de las comunicaciones
90 RINA MUSSALI GALANTE

que han trado consigo la simultaneidad mundial en los flujos de informacin


en tiempo y en espacio lo que ha producido una proximidad planetaria sin pa-
rangn, sobrepasando para ello formas territoriales de poder tradicional.
La confluencia de la dinmica territorial con formas de poder y dominio
no territorial. Ello lo ejemplifica la relacin entre el Estado como una entidad
poltica con un territorio circunscrito y estructurado bajo un gobierno que emi-
te sus propias leyes con un capital omnipresente que no reconoce a ste y tras-
ciende sus fronteras.
La desregulacin financiera y el despliegue internacional a nuevos montos
y niveles de capital.
Internacionalizacin de la produccin gracias a la transicin global de un
modelo tecnolgico organizacional a otro, lo que ha llevado a un crecimiento
inusitado de las llamadas corporaciones transnacionales.
Redimensionamiento de los mercados en espacios macrorregionales.
Surgimiento de una nueva agenda global, en donde temas como narcotr-
fico, medio ambiente, terrorismo, migracin, derechos humanos y democracia
ocupan un espacio preponderante en la escena internacional.
Alineamiento de los patrones culturales e identidades colectivas que impac-
tan lo propio y homologan formas de vida.
Junto con estos elementos, se puede afirmar que la globalizacin surge para
enfrentar una crisis de acumulacin, para retomar el rumbo de la rentabilidad
del sistema capitalista actual bajo la nueva hegemona del capital financiero tras
la desaceleracin de la economa mundial. Hablamos de crisis, como resultado
de la interrupcin de un largo periodo de crecimiento relativamente estable y
acompaado de un consenso keynesiano cimentado en el sistema ford-tayloris-
ta de produccin, caracterizado por las prcticas del Estado benefactor y por la
produccin industrial de masas que se inici en la posguerra. La crisis trata de
ser recuperada a travs de nuevas estrategias econmicas que obligaron a situar
al mercado como el asignador ms eficiente de recursos, y con la consiguiente
implantacin de polticas rigurosas en trminos de disciplina monetaria, equili-
brio presupuestal, privatizacin y achicamiento del Estado de bienestar, as co-
mo la incorporacin de nuevas tecnologas y de nuevas formas de organizacin
y autocontrol de los sistemas productivos.
El proceso de acumulacin del capital que vena siendo obstruido, trata de
ser resuelto por medio de la implantacin de una desregulacin financiera ava-
lada primordialmente por la dinmica extraterritorial, cuyo propsito es gene-
rar una nueva proyeccin y confluencia global del capital. En otras palabras, in-
duciendo una serie de profundos cambios estructurales e institucionales, tanto
en las relaciones econmicas como en las polticas y sociales, se lograra recupe-
rar la rentabilidad del sistema capitalista actual.
Volver a hacer rentable el sistema econmico mundial en nombre de los in-
tereses de los grandes centros del poder mundial es el principal objetivo que
persigue la actual globalizacin. Para que ello se logre, las lites del gran capital
GLOBALIZACIN Y POLTICAS PBLICAS TRANSNACIONALES 91

financiero internacional necesitan inducir y promover una serie de profundos


cambios y de reformas institucionales, tanto en el interior de los pases del cen-
tro como dentro de los pases de la periferia mundial.
Los pases del centro deben asumir una doble tarea: primero, generar un
nuevo paradigma tecnoeconmico que propicie progreso acumulativo, lo que
necesariamente implica establecer una nueva racionalidad para producir y orga-
nizar el trabajo que debe plasmarse dentro de estos pases, en la red mundial de
empresas y en el exterior de stos, en la conformacin de bloques regionales. La
segunda tarea que tienen que enfrentar los pases que conforman el rea ms
desarrollada del mundo es hacer copartcipes de la globalizacin a los pases de
la periferia mundial. Por su parte, los pases de la periferia se deben preocupar
por ejecutar una sola y vasta tarea: sintonizar y armonizar sus estructuras polti-
cas y socioeconmicas con los mandatos que dictan los frreos representantes
de la actual configuracin mundial.
La internacionalizacin del capital, como el principal eje de globalizacin,
impone un nuevo paradigma tecnoeconmico que combina la revolucin mi-
croelectrnica originada en Estados Unidos y el modelo flexible de organiza-
cin desarrollado con mayor plenitud en el Japn (Prez, 1989:26-27). Se cree
que el nuevo principio basado en la automatizacin flexible permitira incre-
mentar ndices de productividad y de competencia para as lograr la esperada
reactivacin de la actividad econmica mundial.
El desvanecimiento de las industrias basadas en principios electromecnicos
esencialmente sencillos que utilizaban elevadas aportaciones de energa (car-
bn, acero, ferrocarriles, automviles, hilaturas, etc.), que despedan una can-
tidad muy grande de partculas y desperdicios y que, a su vez, se caracterizaban
por largas series de produccin, bajo nivel de especializacin de mano de obra,
trabajo repetitivo y productos uniformizados, se va sustituyendo por una base
tecnolgica y cientfica radicalmente nueva (industrias de ordenadores, proce-
samiento de datos, semiconductores, aeroespaciales, biologa molecular, gen-
tica, avanzadas comunicaciones) consumidora de muy escasa energa (Toffler,
1993).
As, la automatizacin flexible busca, ante todo, reestructurar y recomponer
el conjunto de relaciones productivas, organizacionales y laborales para incre-
mentar las tasas de beneficio del capitalismo actual. La estructura de organiza-
cin, ms plana y transparente podra acarrear beneficios para incrementar la
productividad y la competitividad y de ese modo mejorar la calidad y el servicio.
Este tipo de sociedad que se nos plantea no acta por s misma, es una cons-
truccin hecha por la misma humanidad y est recreada por fuerzas que la
guan estratgicamente. No se trata de una fuerza natural, sino de una dirigida
por actores que alientan la reestructuracin a travs de diversas formas de po-
der, a fin de asegurar la acumulacin continua e incesante del capital.
En s, la globalizacin es una estrategia que avalan los grupos econmicos in-
ternacionales y que para el logro de sus objetivos necesitan operar junto con sus
92 RINA MUSSALI GALANTE

socios locales. Dicho de otra forma, el proceso de reestructuracin ha sido condu-


cido por la lite financiera del gran capital, por la red mundial de empresas, por
los bancos centrales y por aquellos actores nacionales que han sido favorecidos
por las fuerzas que le dan vida al Estado de tipo neoliberal en Amrica Latina.
Cabe adems agregar que la globalizacin ha sido adentrada en los pases de
Amrica Latina gracias a que forma parte de la ideologa neoliberal. Dicha ideo-
loga promovi el cambio en las estructuras econmicas y poltico-instituciona-
les que comenzaron a instaurarse desde 1982 en los pases latinoamericanos y
que se consolidaron a fines del decenio pasado. La globalizacin requiere que
estos pases establezcan importantes reformas que permitan impulsar un nuevo
proyecto econmico y poltico, a la vez, exige de un cambio en la correlacin so-
ciopoltica de fuerzas a nivel interior.
La ideologa neoliberal ha permitido, en ltima instancia, que los pases de
Amrica Latina se inserten en la lgica globalizadora que hoy permea a travs
del Consenso de Washington (Guilln Romo, 1997). Asimismo parte de esta
ideologa nos ha hecho creer que la globalizacin en marcha es la nica posible
y la ms benfica. Se omite que el entrelazamiento cada vez ms real de la hu-
manidad no necesariamente implica una mayor equidad y bienestar. La globali-
zacin ha dado como resultado el agravamiento de la desigualdad mundial. Se-
gn estimaciones del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, 1 200
millones de personas viven con menos de 1 dlar diario y 2 800 millones de per-
sonas viven con menos de 2 dlares diarios. Para Amrica Latina, ello ha signi-
ficado situarse entre los pases con mayor desigualdad de ingreso (Naciones
Unidas, 2001). La exclusin de pases y hasta de continentes enteros nos habla
de un proceso lleno de contratendencias, en donde a la par de la integracin
econmica, se viven procesos de desarticulacin y desintegracin en el mbito
de la cultura, la poltica y la economa mundial.2

LA INTERNACIONALIZACIN DE LAS POLTICAS PBLICAS

La globalizacin como la aceleracin del proceso de internacionalizacin del ca-


pital financiero mundial y como un fenmeno que impacta severamente en la
esfera poltica, econmica, financiera, comercial, tcnica, ambiental, militar, le-
gal, social y cultural necesita del diseo de polticas transnacionales instituibles
y colocables a todos los pases de la regin, aun cuando stos se imponen en di-
versos grados y se aplican con distintos matices.
Ciertamente, el propsito de los actores protagnicos de la llamada globali-
2 Las manifestaciones actuales de la globalizacin ponen de relieve su carcter desigual y con-

centrador. Entre 1980 y 1994 el grupo de pases que el Banco Mundial considera ms desarrollados
increment su porcin del producto mundial de 70 a 79%, los pases de nivel medio de desarrollo
la redujeron de 23 a 16%, y los pases ms pobres retrocedieron de 7 a 5% (Vilas, 1997:13).
GLOBALIZACIN Y POLTICAS PBLICAS TRANSNACIONALES 93

zacin es echar a andar una serie de polticas transnacionales que tiendan a uni-
versalizar y homogeneizar determinados modelos econmicos, polticos y socia-
les en donde tenga lugar un reacomodo general de principios liberales, de tal
manera que se tienda a recomponer tanto el conjunto de relaciones producti-
vas, organizacionales y laborales, como polticas y sociales. En ese sentido, las po-
lticas transnacionales han sido sumamente exitosas, en la medida en que la
nueva correlacin sociopoltica de fuerzas que sustenta el Estado de tipo neoli-
beral en Amrica Latina, ha tenido la capacidad para destruir principios y mo-
delos econmico-polticos anteriores y ha podido convertir en polticas naciona-
les el ajuste estructural, la reforma de los estados y las democracias gobernables.
Los profundos cambios que se buscan inducir en la estructura general de la
periferia mundial, estn diseados para no poner en riesgo los sistemas de do-
minacin vigente de los pases ms desarrollados, tienen como meta central ge-
nerar las condiciones para fijar un marco jurdico-poltico adecuado, a efecto de
acelerar el proceso de acumulacin del capital.3
Es la nueva lite poltica en el poder y los grupos econmicos que predominan,
quienes le dan sentido y rumbo al nuevo Estado poltico de la globalizacin en
Amrica Latina. De forma ms especfica, la internacionalizacin de las polticas
pblicas busca transnacionalizar la economa nacional, desmantelar las polticas del
Estado histrico nacional y popular, desestructurar su acervo histrico-social, modi-
ficar los marcos jurdicos prevalecientes para implantar, sin salvedad, el progreso y
la expansin de las libres fuerzas del mercado y del capital e inducir aquellas con-
diciones necesarias para construir el nuevo Estado.

LAS ENTIDADES TRANSNACIONALES DE PODER

Podemos identificar que una parte de la alianza hegemnica de la globalizacin


est compuesta por las entidades transnacionales de poder. Este entramado de
fuerzas e intereses est representado por los estados desarrollados, bancos cen-
trales, lites financieras del gran capital, red mundial de empresas y organismos
financieros internacionales. Todos ellos actan como los nuevos ejes de poder
externo que presionan a los pases de la regin para que adopten nuevos patro-
nes econmicos, polticos y sociales.
La obstaculizacin al proceso de acumulacin del capital que se vena dan-
3 Por ejemplo, en el sector campesino se ha logrado fijar un marco jurdico-poltico acorde a las

nuevas prioridades que impone el capitalismo global. Los principales ejes de la reforma agrcola en
Amrica Latina se han traducido en la reestructuracin del crdito rural, privatizacin de empresas
productoras de insumos, eliminacin de subsidios por la va de crdito, supresin de los precios fi-
jos de garanta, reformas constitucionales a fin de transformar en propiedad privada la propiedad
ejidal, la entrada de granos bsicos a precios muy reducidos, todo lo cual ha generado miseria, des-
proteccin y descapitalizacin en la mayora de la poblacin rural.
94 RINA MUSSALI GALANTE

do por una serie de prcticas econmicas y polticas preestablecidas que dificul-


taban sobremanera la circulacin y movilidad de ste, se convirti en una de las
principales denuncias que hacan las entidades transnacionales de poder a los
pases de la regin. Ante tal situacin, stas utilizaron la condicionalidad eco-
nmica y el acorralamiento poltico como los dos instrumentos de presin y
control que permitieron influir en el poder decisorio de las entidades locales
de poder, para que adoptaran el ajuste orotodoxo como la nica alternativa via-
ble para retomar el crecimiento.
En ese sentido, Amrica Latina se vio ampliamente condicionada por las car-
tas de intencin del FMI que obligaban a aplicar sin flexibilidad los nuevos ajustes
y a cumplir en forma y en tiempo los pagos de la deuda externa. Este instrumen-
to pas a ser la precondicin para que organismos financieros internacionales y
estados desarrollados les concedieran crditos y recursos frescos a los gobiernos
que demandaban ayuda. Para hacer un desembolso, los gobiernos se vean obli-
gados a expresar con anticipacin sus principales lneas econmicas y a cumplir
con el nmero determinado de acciones que prevea el conjunto de recetas dicta-
das por el Consenso de Washington. Fue la redaccin de documentos de compro-
miso lo que hizo que las entidades locales de poder pronto se vieran obligadas a
promover las exportaciones, a sanear las finanzas pblicas, a abrir los mercados y
a desincorporar las empresas pblicas.
Frente a esto debe ponerse de manifiesto el mtodo del acorralamiento po-
ltico derivado de la relacin de subordinacin y franca dependencia de los es-
tados latinoamericanos frente a los organismos financieros multilaterales. Aun-
que la vinculacin a ellos ha sido de forma voluntaria, una opcin distinta a ella
suele causar el quiebre econmico, el desprestigio financiero y hasta la cada del
Estado. Las recetas de estos organismos imponen limitaciones muy fuertes a las
polticas pblicas en materia econmica y poltica, as como consecuencias in-
mediatas en el quehacer social.
Lo anterior tiene su origen en la interpretacin que hizo en su momento el
FMI sobre la crisis de 1982 que deton en una dcada perdida en trminos de
crecimiento econmico para la regin. Este organismo internacional asever
que Amrica Latina haba precisamente incurrido en una cadena de excesos,
primordialmente en lo que concierne a la conduccin interna de la poltica eco-
nmica. Por ejemplo, perciba como una amenaza la expansin de las conquis-
tas sociales de los trabajadores, aumentos desmedidos del gasto pblico, mante-
nimiento de subsidios, expansin del endeudamiento externo y la sobredilata-
cin del Estado (Vuskovic, 1990:26). Fue a este ltimo al que se le atribuy el
gran descalabro, al cuestionar las intervenciones masivas del Estado planificador
e interventor. Para las entidades transnacionales de poder era necesario delimi-
tar la accin del Estado: que dejara de controlar el comercio exterior, los pre-
cios de produccin, las finanzas y el control exclusivo de empresas.
Al mismo tiempo, las supuestas polticas xitosas impuestas por Ronald Rea-
gan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Gran Bretaa influyeron de for-
GLOBALIZACIN Y POLTICAS PBLICAS TRANSNACIONALES 95

ma determinante para que Amrica Latina se viera acorralada y sus grupos de


poder decidieran optar por este nuevo modelo econmico.
El proyecto impuesto por estos sujetos y fuerzas pronto presion para que li-
tes polticas locales y grupos econmicos internos hicieran factible la introduccin
de la revolucin conservadora en los pases de la regin. El haber responsabiliza-
do al mercado como el asignador ms eficiente de recursos, hizo necesario privi-
legiar el sector exportador y los equilibrios macroeconmicos a travs del con-
trol de las cuentas pblicas y niveles bajos de inflacin.
Las nuevas polticas pblicas basadas en el ajuste del gasto pblico, en la des-
regulacin de las finanzas, en la entrada de capitales forneos y en el adelgaza-
miento del tamao del Estado, han aparecido puntualmente en todos los pases
de Amrica Latina, tanto, que han presionado hacia la desnacionalizacin de las
estructuras productivas, hacia la transnacionalizacin de las polticas pblicas
del Estado y hacia la cada vez mayor prdida de soberana nacional. Esta alian-
za ha decidido propiciar nuevas condiciones y establecer nuevas reglas para
reestructurar la economa, la poltica y la sociedad en la regin. Todo ello ha
afectado las estructuras internas de Amrica Latina que han causado entre mu-
chas otras cosas, procesos de exclusin, desarticulacin y heterogeneidad.

LAS ENTIDADES LOCALES DE PODER

El nuevo rumbo y los tiempos de cada uno de los pases latinoamericanos ha es-
tado ntimamente influido por la globalizacin y por un proceso sociopoltico
interno ms amplio, en donde se ha experimentado la trasformacin de lites
polticas gobernantes y de los grupos de poder econmico, como de su propio
proyecto histrico de afirmacin nacional. Ambos procesos han trado como
consecuencia el establecimiento de un Estado de tipo neoliberal que ha obliga-
do a stos a asumir como suyas las polticas que han diseado y dispuesto los ac-
tores de la globalizacin.
El Estado neoliberal, como una forma particular del Estado capitalista, apare-
ci cuando la forma estatal anterior, el Estado fordista de seguridad, entr en una
fase de crisis generalizada en los aos setenta, que se propag ms tarde en
Amrica Latina, con la explosin de la deuda externa en 1982.
Tras la gran depresin de los aos treinta, se adopt en el continente una es-
trategia basada en la sustitucin de importaciones que se caracteriz por el mode-
lo de industrializacin hacia dentro, en contraposicin con el anterior modelo de
desarrollo econmico que prioriz un modelo de crecimiento hacia fuera. Este
modelo alcanz una estabilidad y result suficiente para mantener un crecimien-
to medio y se le conoci exitoso dadas las altas tasas positivas que engendr para
el caso mexicano y brasileo.
Sin embargo, desde los aos sesenta, se advirtieron diversas seales de ago-
96 RINA MUSSALI GALANTE

tamiento de la experiencia estatista en Amrica Latina. Segn las entidades


transnacionales de poder, esta crtica situacin oblig a la necesidad de revisar
el modelo econmico caracterizado por una excesiva proteccin, por mantener
fuertes desequilibrios macroeconmicos, por generar espirales inflacionarias ga-
lopantes, por mantener una excesiva regulacin y por promover un fuerte sesgo
antiexportador, lo que conllev a procesos de ineficiencia, corrupcin, descon-
fianza y falta de competitividad. Este agotamiento en gran parte de las entidades
transnacionales de poder, con el claro objeto de imponer nuevas reglas sobre el
funcionamiento y organizacin del capitalismo global, estuvo tambin acompa-
ado de la incapacidad que mostraron las fuerzas que sustentaron el Estado de-
sarrollista de volver a ofrecer expectativas de crecimiento y desarrollo a la pobla-
cin. Tambin mostraron sus lmites en el mbito poltico al no poder brindar
mayores espacios democrticos y transparentes.
Todo ello llev a que Amrica Latina adoptara polticas de ajuste inspiradas
en el denominado Consenso de Washington. En el marco de las reformas estruc-
turales e institucionales, el citado Consenso plante 10 instrumentos de poltica
para llevar a cabo el objetivo de un sistema mundial basado en la libertad del
mercado, entre ellos destac la necesidad de establecer una serie de polticas y
reformas que aseguraran una disciplina fiscal, un gasto pblico etiquetado prio-
ritariamente en educacin y salud, una reforma tributaria avanzada, tasas de in-
ters positivas determinadas por el mercado, tipos de cambio competitivos, po-
lticas comerciales libres, inversin extranjera abierta al capital forneo, empre-
sas pblicas privatizadas, economas desreguladas y proteccin de la propiedad
privada (Shahid Javed Burki y Guillermo Perry, 1998:8).
Las medidas del Consenso de Washington que buscaron uniformizar pases
como modelos de eficiencia y de transformacin de la administracin pblica,
fueron aplicadas extensa e indiscriminadamente a todos los pases de Amrica
Latina, aunque con diferentes grados de intensidad. Pese a haberse incremen-
tado los volmenes de inversin y de exportacin en la mayora de los pases,
controlado la inflacin y preservado el equilibrio macroeconmico, los resulta-
dos obtenidos despus de dos decenios no fueron los esperados y terminaron
siendo no slo desalentadores, sino regresivos en materia de reduccin de la po-
breza, condiciones sociales y redistribucin del ingreso. No en vano, la regin
sigue padeciendo de las mayores desigualdades del mundo en cuanto a distribu-
cin de los ingresos y bienestar social.
Como ya lo hemos apuntado, la transformacin en la escena global, obede-
ci a las pretensiones hegemnicas de los centros para asegurar, en funcin de
sus intereses, una incesante acumulacin de capital que permita el manteni-
miento de su posicin, privilegio y poder. Es decir, la nueva configuracin de ac-
tores en el poder mundial y la reformulacin de relaciones de poder entre dis-
tintas fuerzas, han propiciado nuevas condiciones no slo para generar cambios
trascendentales en las relaciones de produccin, trabajo y organizacin, sino
tambin a efecto de impactar la base sociopoltica de sta: el Estado.
GLOBALIZACIN Y POLTICAS PBLICAS TRANSNACIONALES 97

El Estado latinoamericano, como la unidad organizativa ms importante pa-


ra los asuntos econmicos, polticos y sociales ha visto cuestionado su papel y su
funcin tradicional bajo los imperativos del capitalismo en marcha. Esta trans-
formacin se plantea en funcin de las nuevas necesidades y crecientes deman-
das de los grupos especficos que representan los intereses de la ya caracteriza-
da economa mundial.
Esta mundializacin impuesta ha producido una dinmica socioeconmica y
poltica interna que ha apuntado al debilitamiento del Estado como regulador,
planificador y rbitro de la sociedad. El capital financiero transnacional restrin-
ge la capacidad interventora del Estado en el mbito econmico para que se fa-
cilite un mayor flujo libre de capitales. Habra que sealar que la crisis peculiar
del Estado fordista de seguridad ha sido un proceso inducido desde la lgica in-
ternacional por los cambios acontecidos en el sistema capitalista de produccin,
pero, a su vez, ha sido el fruto de un proceso sociopoltico ms amplio en don-
de se experiment la transformacin de las lites polticas gobernantes y de los
grupos de poder econmico-industriales.
No obstante, la crisis de 1982 tambin puso de manifiesto el desgaste del pro-
yecto poltico y de sustentacin social que avalaron las entidades locales de po-
der en la mayora de los pases de la regin. Las lites polticas y los grupos de
poder econmico vieron fracasar su proyecto histrico de envergadura nacional
y popular y pronto se vieron ante la necesidad de transformarse para responder
a la nueva realidad interna e internacional.
La acumulacin privada-transnacional ha hecho que el Estado no tienda a
desaparecer como tal, sino lo induce a entrar en una crisis de la forma histrica
y singular que asumi en un determinado momento, de sus tradicionales activi-
dades, y lo obliga a constituirse en el nuevo Estado poltico de la globalizacin,
proceso ampliamente posibilitado gracias a la llegada de una nueva clase polti-
ca en Amrica Latina denominada tecnoburocracia. Se trata de una nueva ge-
neracin de funcionarios tcnicos que ha adquirido estudios de posgrado en su
mayora de economa en universidades extranjeras, que desplaza a la lite pol-
tica tradicional y a los grupos de poder econmico-industriales para aliarse de
lleno a los nuevos criterios que dictan las ganancias del capital transnacional.
Este nuevo grupo en el poder abraza un nuevo proyecto histrico basado en
el Estado neoliberal y en la reforma del Estado que se impulsa. Ya no es nacio-
nal por su contenido esencial, y en algunos casos tampoco por su forma. Est en
manos de grupos financieros que han pasado a dominar las grandes definicio-
nes del poder poltico actual (Oliver, 1994:9-10).
El ascendente nuevo proyecto busca asegurar la acumulacin de una mino-
ra en detrimento de los grandes sectores de la sociedad que alguna vez fueron
aliados poderosos del sistema. Bajo la nueva reforma neoliberal del Estado, al-
gunos grupos econmicos abandonaron su carcter nacionalista e industrializa-
dor y pasaron a formar parte de la tecnoburocracia que, junto con los intereses
transnacionales, dieron como resultado una clase sin intereses nacionales.
98 RINA MUSSALI GALANTE

La transformacin de lites gobernantes y la emergencia de nuevas fuerzas


econmicas hicieron que el Estado dejara de privilegiar la acumulacin pblica
a travs de la asignacin estatal de recursos y de la proteccin de los derechos
de los grupos sociales tradicionales para concentrar su inters en la acumula-
cin privada transnacional basada en los criterios de eficiencia, racionalidad,
apertura y competitividad internacional. Todo ello hizo que el Estado abando-
nara o debilitara a algunos actores como las clases medias, los sectores popula-
res, las pequeas y medianas empresas para hacer fuerte a otros: las lites del
gran capital internacional y la red mundial de empresas.
Entonces, podemos afirmar que la transformacin de la lite poltica gober-
nante y de los grupos de poder econmico-industriales de corte nacional y po-
pular, fue aquel proceso que aval la interiorizacin de los dictados del capita-
lismo avanzado en nuestros pases gracias al carcter asociativo de stos, con res-
pecto del capital transnacional.
Este nuevo Estado poltico de la globalizacin reforma su papel y funcin,
mas no pierde su vigencia o paraliza su intervencin. Como lo seala Carlos M.
Vilas (Vilas, 1998 y 1999), cambia de sesgo: ahora interviene para privatizar, des-
regular, desproteger y proteger a otra constelacin de fuerzas. El Estado partici-
pa en nuevas tareas, retrocede en unas y acrecienta su presencia en otras. La
transformacin en las relaciones de poder a nivel global se expresan en el m-
bito nacional y local en la relacin con el Estado y sus polticas. Somos testigos
de un cambio en las relaciones de poder internas y externas y una nueva articu-
lacin entre stas. El Estado no pierde su vigencia, porque resulta una pieza in-
dispensable para impulsar el nuevo tipo de acumulacin del capital lo que, sin
duda, requiere de la creacin de una nueva normatividad econmica y poltica
basada en el Consenso de Washington.
El Estado nacional, que en su acepcin general ha transmutado su papel y
rol tradicional, ahora aunado a la accin de los mercados nacionales, seguir
siendo un actor toral en el contexto de la globalizacin. Para Carlos M. Vilas las
transformaciones indicadas no han eliminado todava la importancia econmi-
ca de los espacios nacionales para la acumulacin. Pinsese que la globalizacin
requiere del fortalecimiento del Estado para promover y facilitar las transforma-
ciones econmicas y polticas orientadas hacia el mercado (Vilas, 1997:15).
La reforma del Estado en Amrica Latina, se plantea entonces como un pro-
ceso avalado por los poderes externos y por el nuevo juego de fuerzas sociopo-
lticas que imperan dentro de cada uno de los pases. De esta forma, habra que
entender la reforma del Estado como una poltica inducida por los actores
transnacionales de la globalizacin, de tal manera que sea una poltica autopro-
clamada por las fuerzas y los actores que le otorgan vida y movimiento al Estado
de tipo neoliberal en Amrica Latina.
En otras palabras, la llamada reforma del Estado forma parte de las polticas
transnacionales que son dictadas por la globalizacin y adquiere el carcter de
pblica cuando el Estado de tipo neoliberal la asume como propia y la auto-
GLOBALIZACIN Y POLTICAS PBLICAS TRANSNACIONALES 99

proclama como Poltica de Estado. As, la reforma del Estado es mucho ms


que una reforma del sector pblico o administrativo, sta se origina por la nue-
va constelacin de actores que arriba al poder, tanto nacional como mundial.
Por ltimo hay que mencionar que la nueva institucionalidad de los actores
hegemnicos de la globalizacin tiene como propsito instituir una democracia
ad hoc a los parmetros globales y acorde con la esencia y nueva forma del Esta-
do neoliberal en la regin. La democracia es una prioridad para el sistema, en
el sentido de incrementar la gobernabilidad y evitar una democracia que vaya
ms all de formalismos poltico-electorales.
La democracia para la nueva confluencia de fuerzas que detentan el Estado
neoliberal de la globalizacin adquiere importancia desde el punto de vista go-
bernable y controlable a costas del inters colectivo y de su inters por partici-
par en la redefinicin de los proyectos y grandes lneas polticas nacionales. Se
trata de mantener el mando poltico de las formas democrticas, dejando intac-
tos los privilegios de la lite poltica y econmica dirigente de los pases, privati-
va del inters general.
Amrica Latina sigue teniendo asignaturas pendientes de un verdadero trnsito
a la modernizacin de las relaciones del Estado con la sociedad. Todava no pode-
mos hacer alarde de la llegada de una democracia. Difcilmente se puede hablar de
ella como producto de la reforma del Estado en curso. La gobernabilidad de la
democracia cuenta con un elemento de formalidad, celebrar elecciones peridicas
y generar pactos polticos (Salinas Figueredo, 1999:95),4 que tengan por objetivo
garantizar la reproduccin y el mantenimiento del modelo de acumulacin actual.
Por el contrario, creemos, la democracia debe llevar consigo el compromiso de
mejorar la vida de las mayoras y llamar al inters pblico y colectivo para que en
nombre de ste, se gobierne. En ese sentido, la democracia incluyente alude a un
concepto contrario al de la democracia gobernable. La primera refleja una expre-
sin ms amplia de la autodeterminacin, equidad social, soberana y justicia.

EL IMPACTO DE LAS POLTICAS TRANSNACIONALES EN LA SOBERANA ESTATAL

En un primer orden de ideas y sin el inters de hacer un trabajo exhaustivo o


agotar la discusin sobre la soberana del Estado en un contexto de globaliza-
cin, valdra la pena insistir en algunas consideraciones y abordar ciertos crite-
rios que han sido alterados por las polticas transnacionales en la regin.
El debilitamiento de la soberana estatal de tipo tradicional en Amrica Lati-
4 En la mayora de los pases de Amrica Latina se han suscrito pactos polticos, a fin de darle una

salida negociada a las demandas sociales, dentro de los lmites que impone el mismo proceso de go-
bernabilidad. En Mxico se puede hacer alusin al Pacto para la Estabilidad, la Competitividad y el Em-
pleo. En Argentina, se conoci como el Acuerdo Marco para el Empleo, la Productividad y la Equidad
Social. En Nicaragua, se ha suscrito otro, bajo el nombre de Acuerdo de Gobernabilidad, etctera.
100 RINA MUSSALI GALANTE

na bajo el orden global contemporneo, se puede, en gran medida, explicar,


porque ste ha creado un nuevo y ms limitado contexto para la accin estatal.
La merma de soberana tradicional del Estado se ha dado ms bien, ya que la
economa mundial, como nunca antes, determina la economa nacional y dificul-
ta a los estados a ejercer con mayor libertad y autonoma su independencia eco-
nmica. Ello se ha puesto de manifiesto por varios fenmenos: la prdida de la po-
testad del Estado frente a las empresas transnacionales (Chomsky y Dieterich,
1995: 64), la transferencia de las decisiones al exterior, el abandono de plantea-
mientos de afirmacin nacional como resultado de la transformacin de la lite
poltica gobernante y de los grupos de poder econmico-industrial y la desincor-
poracin de las empresas del sector pblico como uno de los pilares de la mis-
ma reforma del Estado que interesaba aplicar.
Dicho de otra forma, las polticas transnacionales, como un instrumento que
facilita la internalizacin del proceso y de la poltica de la globalizacin, han pues-
to en entredicho la supremaca del Estado para tomar decisiones de incumbencia
nacional. Ahora, stas son impuestas y fiscalizadas por los organismos financieros
internacionales y por el Estado estadunidense e influidos ampliamente por la red
mundial de empresas. A su vez, el Estado ha perdido capacidad para defender ma-
yores espacios soberanos, pues la correlacin sociopoltica de fuerzas y actores que
sustenta el nuevo Estado en Amrica Latina, ha renunciado prcticamente a sus
aspiraciones de crear proyectos de desarrollo independiente.
Pese a que la globalizacin ha mermado la soberana tradicional que asumi
la forma del Estado anterior, el Estado sigue siendo una institucin bsica en la
construccin del orden interno y del orden internacional. Tal y como lo apun-
ta David Held,
Est surgiendo un nuevo rgimen de gobierno y de accin gubernativa que
est desplazando la concepcin tradicional del poder del Estado como forma de
poder pblico indivisible y territorialmente excluyente. La globalizacin, lejos
de generar el fin del Estado, est estimulando toda una variedad de estrategias de
mandato y gobierno y, en ciertos aspectos fundamentales, un Estado ms activis-
ta (Held, 1997:37).
As, la soberana del nuevo Estado neoliberal en Amrica Latina no tiende a
desaparecer, sino a refuncionalizarse en nombre de las grandes necesidades de
los grupos hegemnicos que sustenta el Estado neoliberal. Entonces, lo que ha
claudicado son muchas de las caractersticas soberanas del Estado-nacin y la
versin tradicional de la soberana geogrfica o aislada que el Estado fordista de
seguridad abrig y promovi. Pero habra que destacar que no por ello se ha de-
bilitado su esencia y vigencia, todava no somos espectadores de la claudicacin
de la soberana nacional en cuanto a nuestra capacidad para determinarnos y
gobernarnos a nosotros mismos.
Una vez reflexionado todo lo anterior, quisiramos apuntar slo algunas con-
sideraciones sobre la dimensin externa de la soberana estatal. Recordar que el
mismo ordenamiento jurdico internacional ha sido aquella fuerza que tambin
GLOBALIZACIN Y POLTICAS PBLICAS TRANSNACIONALES 101

ha cuestionado la autoridad decisoria del Estado. Desde esta perspectiva, ahora,


el elemento ms novedoso reside en el surgimiento de una agenda de naturaleza
global, en donde temas como derechos humanos y democracia adquieren una re-
levancia inusitada en el debate contemporneo mundial y son producto de una
suerte de escrutinio y monitoreo internacional, en donde se anota el inters su-
premo de la comunidad internacional para dar seguimiento al cumplimiento de
estos objetivos, en detrimento de la capacidad soberana de los estados.
La nueva ofensiva global apunta a que los derechos humanos universales no
puedan sacrificarse en aras del carcter soberano del Estado, porque en nom-
bre de la soberana se han permitido o se han cometido atropellos, abusos y dis-
criminaciones. As, la crtica a cabalidad que le hacen los defensores de los de-
rechos humanos a la soberana que cobij el Estado fordista de seguridad es que
no contempl la defensa y vigilancia de los derechos humanos.
Es por ello por lo que hoy se advierte una tendencia muy interesante, la imper-
tinencia de invocar el principio de soberana y autodeterminacin de los pueblos
para cometer injusticias en el terreno de los derechos universales de la humani-
dad. De tal forma, se pugna por transitar de una soberana total del Estado a una
soberana de los individuos, regulada, vigilada y fiscalizada por un constituciona-
lismo mundial que garantice la sana supervivencia entre la humanidad.

CONSIDERACIONES FINALES

El presente trabajo pretende contribuir en el mbito limitado de estas pginas,


a esclarecer la problemtica compleja que desplega la alianza hegemnica de la
globalizacin como un actor fundamental para impulsar la reestructuracin del
capitalismo global y perifrico y su papel clave y potencial en la realidad latinoa-
mericana.
La investigacin que pudo, a grandes rasgos, acercarse a responder algunas
preguntas clave como quin ejerce el poder, para beneficio de quin y de qu
manera?, fue posible gracias al estudio que se realiz sobre la interrelacin en-
tre los factores externos e internos. Dicha imbricacin tambin permiti reco-
nocer con mayor nfasis la importancia de utilizar la perspectiva histrica de la
dimensin internacional, como un referente fundamental que habilita el cono-
cimiento y comprensin de los asuntos internos, no slo como un factor nico
de anlisis, sino tambin como un componente que determina e influye el inte-
rior de las sociedades.
Diagnosticar el entrelazamiento entre las entidades transnacionales y locales
de poder nos dio la oportunidad de comprender la configuracin histrica y sin-
gular que se ha producido en Amrica Latina y de concebir, bajo otra mirada,
el ciclo de reformas econmicas, polticas y sociales inauguradas por el modelo
neoliberal y la reforma del Estado despus de casi 20 aos de aplicacin.
102 RINA MUSSALI GALANTE

Asimismo, pudimos observar que la internacionalizacin de las polticas p-


blicas hegemnicas, a travs de la condicionalidad econmica y el acorralamien-
to poltico, fungieron como los instrumentos que facilitaron el mismo cumpli-
miento de los objetivos de la globalizacin. Ello se hizo enteramente posible gra-
cias a la llegada de una nueva constelacin de sujetos y actores que arribaron al
poder mundial y a nuevas clases dirigentes que ascendieron al poder nacional-
regional. Dichas fuerzas se convirtieron en los nuevos ejes de accin poltica y
de promocin econmica, comercial y cultural de la globalizacin.
El nuevo proyecto histrico que plante la recomposicin sustancial de la co-
rrelacin de fuerzas en el mundo incit a que el Estado latinoamericano en su
acepcin general y en su carcter representativo se reestructurara en funcin de
las nuevas condiciones que impusieron las entidades transnacionales de poder y
que bien transmitieron las entidades locales de poder. La accin intencionada es-
tuvo encaminada a inducir el desmoronamiento del Estado populista latinoame-
ricano y a darle vida y factibilidad al nuevo Estado poltico de la globalizacin.
El caso latinoamericano es un ejemplo claro de cmo las entidades transna-
cionales de poder derrotaron a la fraccin nacional-popular (ejrcito, empresas
estatales, burocracia, sindicatos, campesinos asociados al Estado, universidades
pblicas y partidos polticos de corte estatista) y apoyaron el arribo de una nue-
va clase de corte transnacional, financiera y moderna que favorece un tipo espe-
cfico de acumulacin y supervivencia.
Hasta ahora, la globalizacin que ha operado en medio de conflictos, tensio-
nes, entregas y resistencia, se niega a romper con el esquema de subordinacin
y dependencia que ha caracterizado el subdesarrollo latinoamericano y que se
ha perfilado en virtud del tipo y forma de vinculacin de nuestros pases con el
contexto internacional. La globalizacin en marcha sigue sin dar visos de lucha,
ni siquiera para abordar las demandas histricas que Amrica Latina ha conlle-
vado a los foros ms importantes de la toma de decisiones a nivel mundial: el fi-
nanciamiento para el desarrollo, la desconcentracin en la distribucin de la ri-
queza y mejores condiciones para el pago de la deuda externa.
La globalizacin no connota un proceso homogneo, tal como lo han sea-
lado diversos autores, por el contrario, tiende a agravar las diferencias entre pa-
ses desarrollados y subdesarrollados. Ello se ha hecho patente porque las lites
globales y locales entrelazadas y asociadas a este proceso prosperan, mientras
que la mayora de la poblacin mundial no se beneficia de sta. Los conflictos
internos motivados por expectativas frustradas, efectos polarizantes e inequida-
des marcan el desnimo y la desesperanza de las mayoras.
El actual contexto obliga a los pases latinoamericanos a trabajar por un de-
venir ms promisorio en la regin, principalmente en dos sentidos: primero, es-
tablecer las condiciones para actuar desde lo local, promoviendo un nuevo pro-
yecto poltico sustentado en el arribo de distintas fuerzas y actores capaces de
otorgarle un nuevo rumbo y sentido al Estado. Y segundo, comprender que ba-
jo las condiciones actuales del poder, los factores externos seguirn jugando un
GLOBALIZACIN Y POLTICAS PBLICAS TRANSNACIONALES 103

papel preponderante para la toma de decisiones a nivel interno, por lo que hay
que redoblar esfuerzos para conducir la globalizacin bajo un estricto sentido
de responsabilidad colectiva entre pases, priorizando para aquello el desarrollo
de un ordenamiento jurdico internacional eficaz acompaado de instituciones
apropiadas para regularla y supervisarla.

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LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO, SU IMPACTO
EN LA SOCIEDAD CIVIL Y EL PROBLEMA DE LAS MEDIACIONES

TERESA CASTRO ESCUDERO*

INTRODUCCIN: DEMOCRACIAS AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS

Al momento de cerrar estas notas se anunciaba el virtual derrocamiento del pre-


sidente venezolano Hugo Chvez y 48 horas despus, el regreso de ste como
presidente constitucional gracias al apoyo que encontr en una parte de las
fuerzas armadas y en sectores muy importantes de la dividida sociedad venezo-
lana. Este frustrado golpe militar hizo inevitable el pensar en el ciclo militarista
del pasado reciente, dejndonos muchas reflexiones, como son la fragilidad ins-
titucional sobre la cual se mueve el juego poltico, la tendencia a elegir autori-
dades mediante las urnas para despus no encontrar otra va que su remocin
por medio de marchas callejeras, como sucedi en Ecuador a Jamil Mahuad, o
en Argentina al ex mandatario Fernando de la Ra quien tuvo que abandonar
la Casa Rosada en helicptero dicen que tuvo que volver a levantar el estado de
sitio para que no fueran los peronistas los que se beneficiaran con el hecho. Hoy
le toc el turno a Hugo Chvez que pas tres das ilegalmente detenido, como
antes al presidente constitucional de Per Alberto Fujimori quien se dio un au-
togolpe el 5 de abril de 1992.
Es cierto que los 19 presidentes latinoamericanos reunidos en Ro de Janei-
ro no apoyaron el golpe de las lites empresariales, los medios de comunica-
cin, sectores de la Iglesia y de las fuerzas armadas, clases medias que creen que
alindose con los empresarios van a detener su pauperizacin, obreros que es
difcil saber qu esperan con aliarse a los grupos de poder que representan un
proyecto antipopular. Por lo que tambin es cierto que qued manifiesta una ac-
titud ambigua y poco contundente en defensa de nuestra precaria democracia,
especialmente por parte de la administracin del presidente norteamericano
George Bush al que el regreso de Hugo Chvez tom en plena celebracin.
Pero si en Venezuela se trat de la reaccin de las cpulas de poder frente a
un moderado programa social que intent ser una alternativa al neoliberalismo,
en Argentina han sido las consecuencias sociales y polticas de los programas de
ajuste estructural los que movilizaron a la sociedad mediante el inslito encuen-
tro entre la clase media empobrecida (los caceroleros) y los pobres de siempre,

* Sociloga, latinoamericanista y especialista en comunicacin, profesora de la Facultad de Cien-


cias Polticas y Sociales de la UNAM.
[105]
106 TERESA CASTRO ESCUDERO

junto con los desempleados, los ex obreros, todos vctimas de la poltica mene-
mista, que ya venan encaminando procesos de organizacin y formas de accin
directa como por ejemplo, bloqueos carreteros (los piqueteros).
En el caso venezolano, ms acorde con la tendencia que en general se ha da-
do en la regin, en cuanto a un comportamiento ms conservador de los secto-
res medios, la coalicin antichavista record la que dio forma al llamado paro
patronal de octubre, ocurrido durante los peores momentos que vivi el gobier-
no de la Unidad Popular en Chile, poco antes del sangriento golpe militar que
encabez Augusto Pinochet, coaliciones en las que tambin particip la cpula
sindical en apoyo a las clases dominantes y en donde los cacerolazos fueron or-
ganizados por las damas de clase alta comprometidas con la estrategia golpista.
Tanto en Chile como en Venezuela se orquest, con la participacin de Esta-
dos Unidos, todo un proceso de desestabilizacin donde los medios de comuni-
cacin se convirtieron en una trinchera para presionar a los militares a salir de
sus cuarteles. Si en la actual coyuntura venezolana y argentina se puede hablar
de la ruptura de las formas de mediacin, la crisis de los partidos polticos, la fra-
gilidad de las instituciones, en Venezuela, como entonces sucedi en Chile, se
perfil una base social muy importante dispuesta a apoyar la ruptura institucio-
nal, el golpe de Estado.
Sera muy grave que en la Amrica Latina de la transicin a la democracia no
se pueda sostener la lgica del juego poltico frente a los conflictos y se termine
por tocar la puerta a los militares. O acaso el impacto social y poltico de los pro-
gramas de ajuste estructural han minado de tal manera los fundamentos institu-
cionales que estamos, en efecto, por volver a un nuevo ciclo de militarismo?
La tendencia a resolver los conflictos por medios y canales parainstitucionales,
la ruptura de las formas de mediacin, es decir, de la relacin entre gobernan-
tes y gobernados y la posibilidad de conciliar las contradicciones, la inoperancia
de los partidos polticos y el riesgo de que movilizaciones populares sin un pro-
yecto alternativo terminen por favorecer a los sectores menos comprometidos
con la democracia, nos colocan frente a la necesidad de recomponer dichas for-
mas de mediacin, tarea indispensable si se busca redimensionar y revalorar la
poltica como instrumento de transformacin y de bsqueda de opciones en el
actual entorno neoliberal, sin volver a las soluciones de fuerza.
Para tal fin, hay que entender las vas de transformacin de la relacin Esta-
do-sociedad y de reestructuracin de las relaciones de poder e ir detectando las
alternativas que se van planteando, frente a la incapacidad del Estado neolibe-
ral para enfrentar la crisis.
Argentina es un claro ejemplo del agotamiento (derrumbe, colapso) de una
forma de Estado (desarrollista, populista, social) y su manera de relacionarse
con la sociedad, y la emergencia de otro, el Estado del neoliberalismo que en-
tra en un proceso de desestabilizacin cuando an no termina de estructurarse
ni de legitimarse, as como de la emergencia de formas de organizacin que sus
actores conciben como el embrin de nuevas formas de organizacin.
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 107

Hay que sealar tambin que si los cambios de lo que pudiramos llamar Es-
tado Social involucra a la declinacin, fractura y reconstitucin de sujetos so-
ciales, as como la decadencia de utopas, imaginarios colectivos e identidades,
tambin tiene implicaciones en las fuentes de legitimidad y en el cambio del blo-
que dominante (De la Garza Toledo, 2001:40).
Hay un cambio estructural que ha barrido, en efecto, con las condiciones
que posibilitaron determinadas formas de organizacin. Ya no se puede volver
a la situacin anterior a la crisis ni pensar en reconstituir espacios que las pol-
ticas neoliberales han barrido, sino en construir otros, aunque los caminos son
inciertos. El punto de partida es un Estado que ha dado la espalda a la fragmen-
tada sociedad.
Si se ha llegado a debatir la viabilidad de Argentina como nacin, en Colom-
bia, tanto el avance de la guerrilla como la virtual ocupacin que padece por
parte de Estados Unidos, junto con la incapacidad poltica y la falta de instru-
mentos institucionales para enfrentar los graves problemas que postran a dicha
nacin, han venido cuestionando la capacidad del Estado para tener el control
sobre su territorio nacional, al tiempo que se habla en trminos de crisis hege-
mnica y de fractura del bloque histrico que funcion desde 1957. Y si en Pe-
r el gobierno de Alejandro Toledo promete profundizar la poltica ortodoxa
que su antecesor, Alberto Fujimori empez a estructurar, en Venezuela el ascen-
so del actual presidente teniente coronel Hugo Chvez signific, entre otras co-
sas, el derrumbe del sistema de partidos tradicional instaurado a partir de 1958,
lo que ha hecho que los conflictos se busquen dirimir en marchas callejeras y a
cacerolazos.
Los problemas de gobernabilidad que enfrenta la regin tiene su caldo de
cultivo en la situacin econmica. Segn informes de la CEPAL (XI Cumbre Ibe-
roamericana, Lima, noviembre de 2001), nuestra regin es considerada por su
distribucin del ingreso como una de las zonas ms injustas del planeta, adems
de que 44% de los latinoamericanos son pobres, llegando esa situacin al doble
en muchos pases del rea. La deuda externa aument de 42 mil millones de d-
lares en 1972, a 500 mil millones en 1996 y a 706 mil millones en 1999, habien-
do pagado tan slo de intereses entre 1982 y 1996, 749 mil millones de dlares
que representan ms del monto total de la deuda acumulada (Luzzani, 2002).
Hay que recordar que Argentina (junto con Mxico) fue el ejemplo de lo
exitoso del modelo en un pas cumplidor, pero ahora, frente al colapso de di-
cho modelo, se dice que la razn fue la mala aplicacin que hicieron los argen-
tinos del recetario neoliberal. Despus de haberse sentido parte del primer
mundo como hoy pretende el foxismo hacerles creer a los mexicanos gracias
al TLCAN, hoy se habla en Argentina de latinoamericanizacin, para referirse a los
rasgos que asemejan al pas a las fragmentadas sociedades del continente.
El llamado corralito, que es la confiscacin que los bancos hicieron del dine-
ro que muchos argentinos tenan ah depositados, fue slo el ltimo de toda
una cadena de acontecimientos signados por los programas de ajuste estructu-
108 TERESA CASTRO ESCUDERO

ral, de empequeecimiento del Estado desertor, del abandono de la cobertu-


ra social, de 10 aos de menemismo, tres aos de recesin, de un progresivo
agravamiento de las condiciones sociales y laborales, del derrumbe de una im-
portante clase media que se ha visto sin empleo, sin recursos ni ahorros, dejan-
do a sus hijos sin horizontes ni perspectivas.
La imagen de desbordamiento de la sociedad argentina y de la venezolana,
marca una profunda escisin entre la sociedad y el Estado, frente a lo cual todo
parece caer en un estado anmico. Como seala Ernesto Herrera, es claro
que el paisaje sociopoltico tallado por los aos de ofensiva neoliberal est,
cuando menos, en un plano de inestabilidad. En ms de un pas, el desorden es-
t a la orden del da (Herrera, 1999:16).
Afortunadamente, se ha superado la idea de que hablar de crisis del Estado
nacin en el actual periodo histrico de la globalizacin y de la posguerra fra im-
plica suponer su fin y se ha impuesto ms bien la necesidad de analizar el pro-
ceso de cambios que enfrenta dicho Estado en el entorno neoliberal que lo
transforma, lo debilita como instrumento de negociacin pero, a la vez, lo hace
jugar un papel importantsimo en la implantacin misma del proyecto poltico
que podramos calificar como neoconservador. Se trata, como dice Manuel An-
tonio Garretn de reconocer la falsedad emprica envuelta en las afirmaciones
antiestatales que se reivindican desde ngulos contradictorios entre s, uno,
desde la panacea universal del mercado y el otro desde un protagonismo popu-
lar que se enfrenta al Estado (Garretn, 1994:82).
Es necesario explicar las nuevas relaciones de poder que se instrumentan en
la etapa neoliberal, as como la aparicin de nuevos movimientos sociales, pero
sin prescindir del anlisis de clase, que tiene mucho que decir. Enrique de la
Garza Toledo seala cmo existe un desprecio de la lucha de clases en las teori-
zaciones posfordistas que privilegian factores estructurales, mientras que para
Jos Nun, junto con la ola de crticas al marxismo leninismo, en muchos aspec-
tos justa, se est produciendo una espiral del silencio sobre el anlisis de las
clases y sus luchas, en tanto principio de anlisis cuando los intereses de clase si-
guen teniendo un peso fundamental, como lo demuestra tambin el caso vene-
zolano.
Lo mismo sucede con otras categoras como la de imperialismo, que muchos
buscan poner en el desvn de los cachivaches junto con la del Estado nacin, la
soberana y la autodeterminacin de los pueblos, que para nuestros funciona-
rios neoliberales suenan tan pasadas de moda, que prefieren utilizar una ms in
y posmoderna como globalizacin como lo han venido sealando John Saxe Fer-
nndez y James Petras (Saxe y Petras, 2001) cuando todas las evidencias apun-
tan a la persistencia y redefinicin de los fenmenos que esos conceptos buscan
explicar: Muchos autores hablan de globalidad y, fascinados con juegos de pala-
bras, antropomorfizan el lenguaje con frases como las exigencias del mercado, o
bien adoptan una suerte de determinismo en el que el avance tecnolgico es tra-
tado como si fuese una fuerza social, ocultando que el poder y las contradicciones
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 109

del capital constituyen la problemtica central del proceso globalizador contem-


porneo (Saxe, 1999:103).

EL CONTEXTO: TRANSICIN DEMOCRTICA Y MODELO NEOLIBERAL

Las principales tendencias analticas que han resultado de los estudios sobre la
transicin de regmenes autoritarios a regmenes democrticos, han privilegia-
do el campo propiamente poltico que le compete. Desde esta perspectiva, la de-
mocracia es poltica y, en ese sentido tiene que ver con las reglas del juego ins-
titucional que nos permiten elecciones limpias adems de que exista libertad de
participacin, entre otros elementos, lo cual tiene su lgica y principios, frente
a los cuales simplemente carecera de sentido hablar de democracia social, pues
lo social correspondera a otro nivel de anlisis.
Es cierto que una sociedad igualitaria en lo social no es automticamente de-
mocrtica como sealaba Carlos Pereyra desde la ptica de la filosofa poltica,
al sostener que la democracia es siempre, democracia poltica.
En efecto, deca Pereyra, la democracia tiene que ver con la forma en que los
dirigidos eligen a sus dirigentes, la forma que adopta la relacin gobernantes-go-
bernados. La democracia es, as, siempre formal, representativa y pluralista, pe-
ro no es igualdad o justicia social por lo que hablar en trminos de democra-
cia social es una confusin (Carlos Pereyra, 1987).
Mucho se ha discutido sobre las obvias diferencias de sociedades que care-
cen del grado de homogeneidad econmica y de articulacin social de los pa-
ses ms desarrollados en donde hubo bases incluso estructurales para establecer
una esfera poltica distinta a la social. Sin embargo, se insiste en excluir el aspec-
to social de la discusin sobre la democracia y sus posibilidades a pesar de que
los niveles de pobreza atroz, marginalidad y de exclusin tan graves influyen ne-
cesariamente en la calidad del voto, cuando ste se ejerce.
Pero a pesar de la tendencia terica (muy terica) de separar rgimen demo-
crtico desigualdad social, argumentando como prueba el hecho de que la tran-
sicin democrtica empieza a pesar de los estragos de la llamada dcada perdi-
da en Amrica Latina, es fcil llegar, como dice Franco, a la cnica definicin de
que la democracia representativa es la reproduccin pacfica de las desigualdades
sociales. La democracia implica consensos y expectativas que el neoliberalismo no
ha logrado colmar. Tiene razn Franco cuando seala cmo la experiencia insi-
diosa y constante de una creciente ampliacin del tamao de la desigualdad acep-
tada erosiona tendencialmente la representatividad de los actores y la legitimi-
dad del rgimen (Franco, 1994:106).
En las sociedades democrticas, los consensos son el resultado de la interac-
cin de actores polticos y sociales que confrontan y debaten de manera pblica y
privada distintas opciones de poltica que expresan la pluralidad y complejidad de
110 TERESA CASTRO ESCUDERO

dichas sociedades (Cavarozzi y S. Berensztein, 1998). Se dan las condiciones


para esa discusin en sociedades que en su mayora estn sumidas en situacio-
nes de extrema pobreza?
Es cierto que en los pases ms desarrollados se atraviesa tambin por cam-
bios estructurales que marcan la crisis del Estado de Bienestar y de sus formas
de representacin pero se trata de la crisis de un modelo que tuvo vigencia y que
gener recursos institucionales y toda una cultura poltica que modera los im-
pactos de los cambios, manteniendo al Estado como factor de equilibrio mien-
tras que, en la periferia del mundo capitalista la transicin a la democracia ocu-
rre donde las polticas de desestatizacin dominan el escenario organizacional,
por lo cual la armonizacin desde un Estado intervencionista y convocador di-
recto de las masas queda eliminado y donde adems el sistema de partidos no
constituye el mecanismo general con el cual limar asperezas y contradicciones
entre la lgica institucional de masas y la de mercado (Caldern y Dos Santos,
1995).
Si el punto de partida es la falta de formas de mediacin democrtica, el pro-
ceso de transicin se asume, a decir de Otto Fernndez, como una politizacin
controlada (es decir poltica entre cpulas) despolitizacin participante que al
no lograr encaminar vas de participacin, no termina por consolidarse como
rgimen democrtico. La transicin es as percibida, ms como tecnologa de re-
cambio en el seno de las lites, que como relacin que institucionaliza una ma-
yor incorporacin efectiva de sujetos y masas a los mecanismos de toma de de-
cisiones, operando, dentro de haces de fuerzas dominantes que bloquean el sen-
tido democrtico en sus objetivos sociales esenciales.
Al no existir un triunfo social de las formas democrticas sobre las condicio-
nes de exclusin social tradicionales, no se logra ni la institucionalizacin ni la
consolidacin de la democracia, instalndose la problemtica de una transicin
que no culmina y es en cierta medida, una prolongacin de soluciones postau-
toritarias y neocorporativas (Reyes Fernndez, 1992).
En tanto se trata de transiciones pactadas entre las lites civiles y militares,
acotadas muy acotadas precisamente por los intereses de estos ltimos, se
acepta la lgica de la tutela militar como factor de gobernabilidad al continuar,
incluso profundizando, el programa neoliberal y desde luego al respetar las
normas de la impunidad que las mismas dictaduras militares impusieron, to-
do lo cual debilita las bases institucionales y sobre todo la legitimidad de los pro-
cesos democratizadores.
De ah tambin que las fuerzas armadas y otros poderes fcticos no dejen de
ser un factor de poder y fuerza tutelar sobre las nuevas democracias. Al respec-
to Cavarozzi y Berensztein sealan, alrededor de un caso como el chileno, don-
de se han alcanzado grados importantes de desarrollo democrtico, cmo, sin
embargo, es muy distinto reconocer relaciones de fuerza que el ejercicio demo-
crtico de construir consensos:
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 111

Los integrantes de la Concertacin gobernante en Chile, para facilitar la transicin de-


mocrtica, aceptaron el poder de facto que retuvieron Pinochet y la derecha chilena. Es-
to implic respetar un diseo institucional que restringa la posibilidad de investigar las
violaciones a los derechos humanos y bloqueaba el control civil de las fuerzas armadas
[] como admiti el ex presidente Patricio Aylwin, no hubo consenso, sino resignacin
ante la debilidad de la Concertacin frente al poder militar (Cavarozzi y Berensztein,
1998).

En palabras de Hugo Zemelman La democracia postmilitar permanece pri-


sionera de la herencia autoritaria y carece de los actores con la voluntad y la
fuerza para retomar la democracia como espacio de proyectos; de ah que la lu-
cha por la democratizacin se tenga que traducir en el esfuerzo por abrir los es-
pacios cerrados a la maduracin de proyectos alternativos (Zemelman,
1995:95).
Hay que aceptar, a pesar de las crticas que se puedan hacer a la democracia
formal que, con todas sus limitaciones, brinda recursos institucionales para la
mejor expresin y defensa de los distintos intereses que conforman a una socie-
dad y para la resolucin de los conflictos y antagonismos sin salidas militares o
autoritarias en general.
No cabe duda que ciertas reglas del juego que tienen que ver especialmente
con el recambio electoral y la continuidad democrtica formal han logrado re-
vertir intentonas golpistas como la de Lino Oviedo en Paraguay, crisis institucio-
nales serias como lo fueron el desafuero del presidente brasileo Collor de Me-
llo o la detencin del general Augusto Pinochet, cuando se encontraba de viaje
en Londres, suceso que dividi riesgosamente a la sociedad chilena y que, por
lo menos hasta ahora, los militares argentinos se hayan mantenido en sus cuar-
teles a pesar de la tremenda crisis por las que atraviesa su pas y a pesar de los
rumores golpistas y de todos los esfuerzos realizados para buscar el reacomodo
poltico de las fuerzas armadas de aquel pas. Sin embargo, sucesos como la in-
tentona golpista contra Chvez en Venezuela vuelve a prender los focos rojos en
torno a la necesidad de consolidar los procesos democrticos.
Como lo seala Alcntara, la mayora de los pases que iniciaron sus proce-
sos de transicin poltica a partir del decenio de los ochenta, lo hicieron a par-
tir de un serio dficit democrtico desde su origen como entidades soberanas;
incluso, en algunos casos tan dispares como la ex URSS, el Salvador, Nicaragua
y Paraguay, se puede sealar la completa inexistencia de prcticas democrticas
(Alcntara, 1995:187). Con estos procesos de transicin democrtica no estare-
mos viviendo, como dice este autor, una situacin ms bien inslita?, es decir
una etapa ms en la inestabilidad crnica antes enunciada y en la incapacidad
de asentarse el citado conjunto de reglas procedimentales para conseguir termi-
nar con la incertidumbre? (Alcntara, 1995:197).
Precisamente para intentar dar respuesta a algunas de estas preguntas, es ne-
cesario ubicar las transformaciones del poder y la poltica desde la ptica del
112 TERESA CASTRO ESCUDERO

agotamiento de un modo histrico de Estado, la economa y la sociedad, con sus


formas de relacin y mediacin y el paso a otras que son las que intentamos ca-
racterizar incluyendo los alcances sociopolticos, econmicos y culturales y has-
ta institucionales de estos cambios, como proceso que se estara dando no slo
en Argentina, sino en toda Amrica Latina (Garca Delgado, 1995).

EL ESTADO SE ACUERDAN? (WAINFELD, 2002)

Si colocramos el problema del Estado como central, podramos hablar, a cier-


to nivel de generalizacin, que la etapa actual de la posguerra fra est caracte-
rizada por procesos que van desde la transformacin de dicho Estado nacional
tradicional en los pases ms desarrollados, con todas sus consecuencias en lo
social, econmico y poltico, hasta su balcanizacin, debido a las tendencias a la
heterogeneizacin econmica y social que los minan pero a distinto nivel, lo
que nos lleva a ponderar los casos nacionales y regionales por medio de un an-
lisis ms particular que no se cierra tampoco a dicha generalizacin sobre la eta-
pa actual del capitalismo y los dilemas que conlleva.
La parte ms visible de la crisis del actual modelo estatal es la privatizacin
de diversas actividades pblicas, razn por la cual se plantea que el Estado aban-
dona sus responsabilidades sociales (el Estado desertor) por lo que hay, en efecto, la
sensacin de que el Estado es deglutido por el mercado y la globalizacin,1 de que
la economa coloniza la poltica (ODonnell, 1997). Existe efectivamente un pro-
ceso de desarticulacin y desmantelamiento de los mecanismos de la interven-
cin del Estado y, en ese sentido, la reduccin obvia de su papel en la economa,
la poltica y la sociedad da la imagen de su jibarizacin, su achicamiento, pero
sta, en todo caso, es slo una de las dimensiones de la transformacin ms pro-
funda y compleja del Estado.
Manuel Antonio Garretn ve este proceso como parte de la desintegracin de
una determinada matriz sociopoltica es decir, una forma especfica de relacin del
Estado con la sociedad mediada por una estructura poltico partidaria y sindical,
que algunos como Hirsch y Alvater, definen como fordista, en el caso del Estado
de Bienestar europeo. En Amrica Latina dicha matriz sociopoltica clsica es ca-
racterizada como un modelo de agregacin en crisis, un modelo nacionalista, popu-
1 Segn una encuesta realizada en Argentina por el Centro de Estudios de la Opinin Pblica,
CEOP, 8 de cada 10 porteos bonaerenses creen que el Estado fue deglutido por el mercado, aunque
este ltimo para los encuestados, lejos de ser algo abstracto e invisible, es identificado con los grupos
econmicos y las empresas que hoy gestionan los ex servicios pblicos privatizados en su totalidad por
el gobierno de Carlos Menem. Los ciudadanos argentinos, segn el sondeo, se sienten desprotegidos,
a la intemperie, en las manos de Dios, vagando como simples usuarios, a merced de apagones, tarifas
in crescendo y oficinas de reclamos casi fantasmales... ni full ciudadanos ni integrados a un Estado con
responsabilidades sociales. La intemperie se extiende a la salud, la seguridad y la educacin.
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 113

lista, desarrollista, industrialista, donde las relaciones de dependencia se dieron


dentro del marco de una poltica que incluy la sustitucin de importaciones, la
creacin y ampliacin del mercado interno, gastos sociales, etctera.
Esta poca del Estado de compromiso logra un consenso sobre el papel interven-
tor del Estado no slo en la economa, sino en su papel de organizador social y
poltico que hace que el referente de la accin colectiva fuera el Estado, dndo-
le a la poltica un papel central en la estructuracin de la accin social. Ese mo-
delo descrito por Garretn, es el que est en crisis (Garretn, 1992:140).
Esta visin de cambios estructurales nos impone tambin el anlisis de largo
plazo, como en el caso de Marcelo Cavarozzi, quien ha sealado cmo la desarti-
culacin y desmantelamiento de los mecanismos de la intervencion del Estado
fueron parte de un proceso ms amplio de desintegracin de la matriz Estadocn-
trica, la cual involucra tanto los aspectos econmicos como polticos. Hay que co-
locarse entonces desde una perspectiva histrica pues quedarse slo en el ajuste
estructural ha llevado a ignorar la dimension poltica del proceso de cambio aun-
que por otro lado el enfoque poltico institucional de la transicin tampoco ha
arrojado suficientes respuestas porque se ha concentrado, por definicin, en el
anlisis de corto plazo, coyuntural de la transicin de una forma de rgimen pol-
tico a otro es decir, del autoritarismo a la democracia (Cavarozzi,1994:128).
Hay que superar las limitaciones de los primeros estudios sobre la transicin
pero tambin, como lo ha dicho Guillermo ODonnell, hay que colocarse en el
contexto del terror de Estado impuesto bajo la dictadura argentina (1976-1983)
para entender el aprecio por la democracia formal. Salir de la dictadura y plan-
tear una lucha por la democracia, la democracia poltica, sin adjetivos, se con-
virti en una prioridad. ODonnell, Cavarozzi, Elizabeth Jelin, Oscar Oszlak,
fundaron un Centro de Estudios del Estado y Sociedad (CEDES), dice ODonnell,
una especie de catacumba donde fueron publicando como podan trabajos
que constituyeron esa primera ola de escritos sobre la transicin, admito que
con un enfoque procesualista y politicista que dimos a nuestros estudios, pues
en ese momento lo importante era llegar a a la democracia, elecciones limpias,
libertades polticas bsicas, en suma a una poliarqua (ODonnell, 1997). Ya lle-
gados a ese punto, esas libertades resultaron insuficientes, pero hay que ubicar-
se en el decenio de los sesenta para entender las limitaciones del enfoque.
La otra cara de la crisis del Estado es la de la sociedad para la cual ste deja de
ser el referente fundamental, tanto por el abandono del Estado que deja de lado
su pretensin de representar el inters de toda la sociedad y se unilateraliza, se pri-
vatiza, representando abiertamente el inters del gran capital. Como seala tam-
bin Guillermo ODonnell, Cuando el Estado se privatiza se convierte en un
agente de bajsima autonoma respecto de ciertos intereses y [] es arrasado,
continuamente invadido, capturado por el inters privado y no el general, y a di-
ferencia de un Estado de derecho que crea mecanismos de representacin hori-
zontal, de control efectivo de las instituciones, un Estado privatizado no puede
ms que instrumentar polticas paternalistas y verticalistas (ODonnell, 1998).
114 TERESA CASTRO ESCUDERO

La contraparte de esta situacin es la prdida de legitimidad ante una socie-


dad que desconfa de ese Estado y de sus instituciones, entre las cuales se en-
cuentran los partidos polticos, debido a que en Amrica Latina, ms que jugar
un papel mediador entre Estado y sociedad civil, han funcionado en muchos ca-
sos como organismos paraestatales. Pero la contraparte es una sociedad que se
atomiza y estalla en particularismos y prdidas de identidad.
Existe, en opinin de Sergio Zermeo, un proceso de fragmentacin, desar-
ticulacin y heterogeneidad de los actores histricos, de las clases modernas y
de las manifestaciones polticas en un escenario golpeado al mismo tiempo por
las dictaduras y la severidad de la crisis econmica. Esta situacin dio origen a
estudios que hablaban, ms que de comunidad y solidaridad, de anomia, deca-
dencia, destructividad, desintegracin, caos, antisocialidad, deterioro.
Eugenio Tironi propuso una sociologa de la decadencia en lugar de la so-
ciologa de la modernizacin que haba ocupado el espacio de la reflexin,
pues, frente a la disolucin de la cohesin social, la desintegracin de identida-
des intermedias y la particularizacin o repliegue en la esfera individual y ato-
mizada de los miembros de la sociedad, exista una situacin de anomia aguda,
desafeccin generalizada con respecto al orden social (Zermeo, 1996:40-41).
Se plantea as la necesidad de reintentar encontrar principios integradores,
analticos, en trminos de actores, de movimientos sociales pero en condiciones
distintas al pasado inmediato. Pues estamos frente al estallido de una sociedad
donde coincidan, se correspondan un modo de produccin, un modo de or-
ganizacin social, un sistema de valores y de normas que llamamos modelo cul-
tural y un sistema poltico. En la actualidad, los sistemas polticos no coinciden
con el conjunto de lo que se llama la sociedad, sino con una parte de ella (Ga-
rretn, 1998).
Se ha pulverizado el contrato social, dice, por su parte, Mario Wainfeld: Ca-
da argentino, antes que un ciudadano, es una suerte de Robinson que sale cada
da a pelear solo, a abordar una realidad imprevisible, enigmtica y en general
hostil (Wainfeld, 2002).

LAS BASES DE LA RUPTURA DE LAS MEDIACIONES POLTICAS: ESPEJISMOS NEOLIBERALES

Para muchos chilenos que creen en el milagro neoliberal legado por Pinochet,
Chile es como una buena casa en un mal barrio. La sociedad argentina del tiem-
po de Carlos Menem, crey que su pas haba dejado el tercer mundo y entraba
de lleno a las ligas mayores, con el peso codendose con el dlar 1 x 1. El Mxi-
co de Salinas de Gortari pretenda que con la firma del TLC entrbamos de lle-
no al primer mundo, ilusin que no ha dejado de alimentar el gobierno de Vi-
cente Fox, para quien estamos a unos cuantos dlares de lograrlo pues en su tan
globalizada administracin hay quienes sostienen que Mxico dej de ser un
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 115

pas subdesarrollado a pesar de los apabullantes datos que hablan de todo lo


contrario, es decir de la profundizacin de la inequidad social y de las diferen-
cias abismales a nivel de las naciones, y desde luego entre Mxico y sus socios,
Estados Unidos y Canad, siendo Amrica Latina una de las zonas ms margina-
das a nivel mundial.
A pesar de los que quieren aislar el caso argentino del resto de los pases que
practican el credo neoliberal, tan claramente expresado en la portada de la re-
vista Newsweek que con una imagen desoladora de los disturbios en aquella na-
cin, rezaba: its not as bad as it looks. Why Argentinas contagion Wont
Spread (sic Newsweek, 2002), para quien quiera verlo, los supuestos del neolibe-
ralismo se derrumban como naipes.
Los uruguayos, por ejemplo, apostaron a la sustentabilidad del modelo ar-
gentino y a ese barco se at nuestro pequeo bote? Los resultados?: En vez
de crecimiento sostenido existe recesin prolongada y la inestabilidad ha llega-
do a extremos impensables: la espeluznante cifra de 14 millones de pobres en
Argentina revela su carcter excluyente, pero lo ms dramtico de todo es, co-
mo dice Viera, que esta realidad no mueve un pelo a los partidarios del mode-
lo, ni los aparta de su fundamentalismo neoliberal que consisti, Consenso de
Washington mediante, en abrir escandalosamente sus mercados, desregulari-
zarlos, dolarizarlos, estabilizarlos en trminos de precios y de valor del dlar, y,
ante todo, a limitar los gastos del sector pblico (Viera, 2002).
Y si el dlar es barato, contina Viera, el sentido comn indica que la ten-
dencia ser a importar bienes en vez de fabricarlos en el pas, al tiempo que los
compradores en el exterior encontrarn caros los productos que se quieren ex-
portar. Resultado: desproteccin lacerante, falta de competitividad, relegacin
de intereses del sector agropecuario e industrial, desempleo creciente. Y los be-
neficiarios han sido los sectores vinculados al comercio y a los servicios, que no
fueron expuestos a la competencia desde el exterior y pudieron operar en pre-
cios altos en dlares, el comercio importador de bienes de consumo final.
Reconociendo las diferencias de su pas con Argentina, en trminos de su
menor grado de deterioro econmico, poltico y social, el economista uruguayo
llega, sin embargo, a una conclusin que se aplica tanto a Uruguay como a otros
pases de la regin: no existen diferencias en cuanto adnde conduce el sende-
ro por el que se est transitando (Viera, ibid.). Un ejemplo muy cercano nos lo
brinda el caso ecuatoriano que tambin sufri el problema de la dolarizacin y
tambin tuvo su corralito. La dolarizacin en aquel pas, no respondi a nin-
guna evaluacin econmica [] fue una medida estrictamente poltica para sal-
var a los banqueros, sustento del poder gubernamental, explic al Suplemento
Zona del diario argentino El Clarn, Francisco Hidalgo Flor, director de la revis-
ta ecuatoriana Espacios.
La dolarizacin viene adems con condiciones como la apertura tanto de
mercados como de bases militares. Los resultados de la dolarizacin fueron ca-
tastrficos para un pas con menos recursos que el argentino: el promedio anual
116 TERESA CASTRO ESCUDERO

de inflacin pas del 52% en 1999, al 90% en el ao 2000 y, al 40% en el 2001,


pero en dlares, batiendo rcord en Latinoamrica; se dio un acelerado dete-
rioro de la vida cotidiana, enormes masas de desocupados que vagan por las ca-
lles sin proteccin ni futuro, registrndose tambin uno de los mayores xodos
en la historia regional: slo en el periodo 2000/2001 salieron del Ecuador 500
mil personas, que representan ms del 10% de la poblacin econmicamente
activa que es de 3 millones; el desempleo super el 50%; quebraron 3 mil em-
presas; los pobres pasaron de ser 34% de la poblacin en 1995 al 71% en el
2000, mientras que la extrema pobreza se duplic al pasar, del 12 al 31%. La do-
larizacin tambin produjo una mayor concentracin de la riqueza donde los
ms ricos pasaron del 52 al 61% del ingreso nacional y los ms pobres bajaron
en ese periodo del 4.6 a menos del 2.6% del mismo (Luzzani, 2002).
Las sociedades latinoamericanas han sido sometidas a un proceso de trans-
formaciones estructurales, en el sentido neoliberal, que se ha traducido en la
imposicin de un modelo concentrador y excluyente que fragmenta, que rom-
pe el tejido social, que le quita contenido y base social a los partidos polticos y
sindicatos que sobrevivieron a las dictaduras. Dicho proceso parece haber logra-
do una victoria ideolgica cultural debido, entre otras razones, al haber conven-
cido a amplsimos sectores de la sociedad capitalista de que no existe otra alter-
nativa, logrando satanizar al Estado convirtiendo toda poltica social del pasado
en burdo populismo, proponiendo en cambio las virtudes del mercado, pero,
sobre todo, al haber logrado en la prctica, mercantilizar derechos y prerrogati-
vas conquistados por las clases populares a lo largo de ms de un siglo de lucha,
convertidos ahora en bienes o servicios adquiribles en el mercado. La salud, la
educacin y la seguridad social, por ejemplo, dejaron de ser componentes inalie-
nables de los derechos ciudadanos y se convirtieron en simples mercancas inter-
cambiadas entre proveedores y compradores, al margen de toda estipulacin po-
ltica (Born, 2002:41).
La ideologa neoliberal se ha convertido en el sentido comn de nuestro tiem-
po y los gobernantes parecen competir en quin declara con ms ahnco su ad-
hesin a los principios de libre mercado (y a Estados Unidos) pero tales expre-
siones tienen que ver poco con la realidad, pues los capitalismos desarrollados
continan teniendo estados grandes y ricos; muchsimas regulaciones que orga-
nizan el funcionamiento de los mercados, recaudacin de impuestos, promo-
cin de formas encubiertas y sutiles de proteccionismo (Born, 2002) que lue-
go resultan no tan sutiles como dice Joaqun Estefana en su artculo George
Bush, el hombre de acero, esto ltimo no por fuerte, sino por el acusado pro-
teccionismo econmico del ultraliberal presidente, el que acaba de imponer
un arancel del 30% a las importaciones estadunidenses de acero, amenazando
con extenderlo a otras materias, como las agrcolas o la industria de semicon-
ductores. As, seala cmo los dirigentes neoliberales como Bush y Reagan han
aplicado una poltica keynesiana de derechas y practican la libertad absoluta pa-
ra ellos (Estefana, 2002).
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 117

Pierre Bourdieu, el socilogo francs recientemente fallecido, objeta, por su


parte, el discurso del neoliberalismo en dos niveles: como teora, a la que defi-
ne como desocializada y deshistorizada y como prctica, ya que le imputa la
destruccin sistemtica de los vnculos humanos. En un artculo publicado por
el diario argentino El Clarn, Bourdieu escribi que esta teora tutelar (la de la
lgica del mercado) es pura ficcin matemtica basada en una abstraccin for-
midable que consiste en poner entre parntesis las condiciones y las estructuras
econmicas y sociales que son la condicin bsica de su ejercicio [] La utopa
de un mercado puro y perfecto se logra a travs de la accin transformadora y
destructiva de todas las estructuras colectivas capaces de obstaculizar la lgica
del mercado puro: la nacin, grupos de trabajo, colectivos de defensa de los de-
rechos de los trabajadores (Bourdieu, 1998).
Precisamente uno de los referentes para entender la crisis de la poltica es el
deterioro de la llamada sociedad del trabajo. La ola de privatizaciones, la po-
ltica de desindustrializacin, la transformacin de la estructura econmica han
afectado profundamente al movimiento obrero, pauperizando a los que vivan
de su trabajo, liquidando a la clase media y creando una inmensa economa in-
formal.
La precarizacin del trabajo es un proceso mediante el cual el trabajador se
convierte en un vendedor de su fuerza de trabajo sin derechos, como seal el
brasileo Ricardo Antunes, profesor de sociologa del trabajo, en entrevista a
Adrin Sotelo (Sotelo, 2001). El especialista aadi cmo, de acuerdo con la
OIT, por lo menos mil millones de personas en el mundo estn en el desempleo
y la precarizacin. Y dentro del proceso de reduccin cuantitativa de la clase tra-
bajadora, aumenta la explotacin del trabajo femenino e infantil adems de que
tambin hay una exclusin creciente tanto de los jvenes trabajadores, como de
los viejos, es decir los que llegan a los 40 aos (sic). Antunes sostiene que, ms
que afirmar que ya no hay clase trabajadora, nos encontramos frente a una for-
ma de trabajo social ms complejo, ms internacionalmente dividido y ms frag-
mentado, aunque es cierto cmo tanto las polticas neoliberales como el elitis-
mo prevaleciente en el mundo de la tecnocracia que est en el poder buscan re-
ducir su capacidad de articularse como actor social y poltico.
Y es que en este proceso de cambio estructural de la relacin de los actores
sociales con el Estado, se va imponiendo la perspectiva conservadora de la go-
bernabilidad en las nuevas democracias, la cual tiende a ver la expansin demo-
crtica de la participacin popular, en general como una sobrecarga en el gobier-
no, por lo que toda ilusin del Estado interventor en favor de distintos grupos
sociales debe reducirse, segn la ptica neoliberal. Empieza a prevalecer la idea
de que el peor riesgo para la democracia misma es su ampliacin un exceso de
democracia significara un dficit en la gobernabilidad, por lo que la conduc-
cin debe estar en manos de los grupos entrenados en el poder y su administra-
cin, en suma en manos de las lites gobernantes.
De esta manera, se empez a plantear que uno de los principales obstculos
118 TERESA CASTRO ESCUDERO

para la consolidacin democrtica eran los gremios fuertes, corporativos, con


posibilidades de desestabilizar el sistema a travs de un exceso de demanda, por
cuanto se apuntaron las energas precisamente para desestructurar su capacidad
de respuesta, fragmentndolo y atomizndolo, acusndolo de pertenecer a gru-
pos privilegiados y corruptos por lo que se encamina todo un proceso de des-
mantelamiento de las viejas estructuras corporativas, clientelares, pero no a fa-
vor de las intermediaciones democrticas o colectivas.
En Mxico, el salinismo procedi al desmantelamiento del viejo orden, pero, en
realidad, no con el afn de sustituir y modificar instituciones corporativas corrup-
tas, sino para sustituirlo por su personal mecanismo de articulacin Estado (Sali-
nas) pueblo, como fue el Pronasol que Zermeo propone como uno de los ejem-
plos ms ntidos del vaciamiento de las intermediaciones, al intentar ligar en forma
directa, la figura personalizada del presidente de la Repblica con la diminuta y
transitoria asociacin de ciudadanos pauprrimos: all en el comit de Solidari-
dad, en lo ms recndito de la sociedad atomizada [] (Aunque) lo que Solidari-
dad s ha logrado con eficiencia es desmantelar las ms autnticas organizaciones
intermedias de la sociedad (como) parte de una misma concepcin desmantelado-
ra de las defensas sociales, de la consistencia del tejido social [] no a favor de las
intermediaciones democrticas o colectivas sino a favor del verticalismo personali-
zado del tlatoani en turno el cambio no condujo a una nueva poca de reconstruc-
cin de intermediaciones (Zermeo, 1996:51-52).
El presidente Ral Alfonsn inicia esta poltica en Argentina, pero quien le
da la puntilla al movimiento obrero tradicional argentino es, paradjicamente,
Carlos Menem, heredero del populismo peronista vuelto al revs. El objetivo
que supuestamente persegua Alfonsn, era fortalecer a los partidos polticos y
dejar fuera lo corporativo, vinculado a la tradicin poltica previa (peronista) y
al modelo nacional popular, lo que signific una estrategia de desarticulacin
de las bases sociales peronistas, en tanto se les acus de corporativistas: el go-
bierno, al considerarse la nica fuerza poltica capaz de llevar a cabo la transi-
cin a buen trmino, desconfiando de la democraticidad del resto de los acto-
res, no poda evitar caer en un sesgo elitista (Garca Delgado, 1995:114).
Sin hasta ahora haber podido realizar la hazaa neoliberal menemista de
darle vuelta a la Constitucin cada vez que pudo y gobernar por decreto, un mo-
vimiento parecido intenta realizar el gobierno de Vicente Fox en Mxico al pro-
clamar en el extranjero, concretamente en Espaa, donde estuvo con motivo de
la Cumbre Iberoamericana, que hay que modificar la Constitucin de 1917 por-
que obedece a intereses priistas (sic).
Independientemente de la distorsin y el desgaste al que estos principios fueron
llevados por el priismo, se intenta desconocer que en el origen de dicho documen-
to, que otros panistas consideran un bodrio y una monserga, est un pacto social y
poltico al que dio origen la revolucin mexicana, un proyecto nacionalista que es
el que est en crisis. Aunque tiene razn Roberto Madrazo, del partido aludido, el
PRI, al sealar que reformas a la Constitucin slo podran darse desde una visin
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 119

de Estado y no mediante polticas revisionistas que buscan convertir a la Carta Mag-


na en un instrumento al servicio de las necesidades del gobierno en turno, el diri-
gente nacional del PRI no debera olvidar que quienes empezaron estos cambios
fueron los gobiernos pristas, desde De la Madrid, hasta Zedillo (Urrutia, 2002).
Y es que el fondo de esta modificacin constitucional nada tiene que ver con
establecer un nuevo pacto social y poltico, sino que el objetivo es abrir las puer-
tas a la privatizacin de la energa, el petrleo, el gas y otros recursos naturales, as
como parques, servicios, turismo y todo lo que resta, pues es parte de los compro-
misos con el Banco Mundial y el FMI, razn por la cual tambin el foxismo est lu-
chando por establecer una nueva relacin con el mundo del trabajo por medio de
estos programas de flexibilizacin laboral que permiten al patrn contratar sin te-
ner que respetar derecho alguno para el trabajador. Ya no se trata de cooptar a
parte de los obreros organizados, sino de eliminar sus bases organizativas y mate-
riales. Al atentar contra los sindicatos, Menem sigue la tendencia descrita de ter-
minar de raz con el populismo, como pretendieron las fuerzas armadas, llevando
a cabo una estrategia de desarticulacin del poder sindical, proponiendo adems
un plan de flexibilizacin laboral (Garca Delgado, 1995:152-153) que es orgullo
del liderato neoliberal.
El desmantelamiento de la universidad pblica ha sido un rengln destaca-
do de esta ingeniera de desconstruccin social (Zermeo, 1997:50). Y es que
los cambios del escenario educativo son a todo nivel. Guillermina Tiramonti se-
ala cmo la escuela primaria ya no es aquel espacio de confluencia de sectores
sociales y cmo la suplantan dos circuitos bien diferenciados: la educacin pbli-
ca para los chicos de los sectores medios bajos y bajos, con escuelas para pobres
ordenadas alrededor del principio de la asistencia, y la educacin y la escuela pri-
vada con todos los adelantos y oportunidades para el pequesimo ncleo privile-
giado de la sociedad.
En el caso de sociedades como la argentina, en donde la educacin ha sido,
como en los otros casos, una va fundamental para la movilidad social, el da de
hoy los jvenes enfrentan un futuro sombro y sin certezas, debido, entre otras
causas, a que la evolucin de la oferta de trabajo en los ltimos decenios tiende a
concentrarse en quienes manejan un alto nivel de especializacin que la educa-
cin tradicional no es capaz de ofrecer, condenando a una gran mayora a flotar
entre el desempleo, la paga irrisoria o el desplazamiento siempre habr un m-
dico desempleado que desplace a un visitador mdico, o un arquitecto a un dibu-
jante, todo lo que ampla la franja de vulnerabilidad, es decir de marginacin.
Como dicen Justo Laguna y Marcos Aguinis al reflexionar sobre la vida y los
problemas de la Argentina, acosada por la pobreza y la corrupcin, la margina-
cin presupone un lmite dentro de un Estado: el marginado se ubica adentro, en
una zona determinada. La exclusin en cambio, implica el destierro del sistema.
El excluido es un hombre sin trabajo, sin hogar, sin futuro. Ni siquiera disfruta del
blsamo que eran los hospitales pblicos ni existe el seguro de desempleo (Lagu-
na y Aguinis, 1998).
120 TERESA CASTRO ESCUDERO

Y si la pobreza se va transformando en exclusin, el excluido no es un pro-


testador, sino alguien que se asla y en un pas en que la exclusin se expande,
las reglas de juego de una democracia estn en peligro. Puede mantenerse la
apariencia de una repblica con la divisin de poderes y el voto peridico, pe-
ro es muy difcil mantener la democracia sustantiva que implica cuotas de parti-
cipacin y compromiso de la gente (Neri, 1996).
Estos fenmenos estn dibujando un nuevo mapa social cruzado por lneas
divisorias entre los educados y los asistidos, los empleados y los desempleados,
entre los ganadores del modelo que a decir de las socilogas argentinas Ins
Gonzlez Bombal y Maristella Svampa, son los profesionales, gerentes, empresa-
rios y personal altamente calificado, asociados al mbito privado y entre los per-
dedores estarn los empleados y profesionales del sector pblico, trabajadores
autnomos y comerciantes (Moreno, 2000), a los que bien se pueden aadir,
despus de la crisis actual, a una parte muy significativa de la sociedad argenti-
na. Como seala Alberto Gonzlez Toro, si histricamente esta sociedad, la
argentina, estaba dividida en tres clases, la alta, la media y la baja, el decenio de
los noventa marca una nueva divisin dentro de la clase media: una media alta,
formada por los ganadores de la convertibilidad, una clase media baja, integra-
da por perdedores del decenio anterior, empobrecidos e incluso desempleados
y un tercer segmento, la clase media media que haba logrado mantener la his-
trica posicin de este sector social (Gonzlez, 2002).
Los principales beneficiarios de los actuales intercambios internacionales es-
tn ubicados en el nivel de la agroindustria, grandes grupos financieros, expor-
tadores y grandes intereses manufactureros para mercados de exportacin, to-
dos ellos, defensores de la globalizacin, la globalizacin es un fenmeno tan-
to imperialista como de clase, por lo que corrientes de ingresos asimtricos afec-
tan el crecimiento del mercado interno como un todo pero favorecen el rpido
crecimiento de enclaves exportadores y el enriquecimiento de las clases locales
en el circuito global (Petras y Veltmeyer, 2001).
Otro grupo que apoya la globalizacin subordinado a los primeros incluye a
funcionarios estatales de alto nivel, tecncratas, acadmicos y publicistas ligados
a circuitos internacionales que son los que se encargan de elaborar las teoras y
los conceptos justificatorios de la globalizacin. (ibid.:31-32). Al respecto la re-
vista Newsweek festejaba, en tiempos de la administracin de Bush padre, la exis-
tencia de una nueva generacin de tecncratas entrenada en Estados Unidos
que estaba rediseando las economas latinoamericanas [] viva market econo-
mics, remataba el semanario (Newsweek, 1990:20), y no dudan en referirse a es-
tos tecncratas bien vestidos, seguros de s mismos y que ven hacia Estados Uni-
dos como un segundo hogar, como la nueva lite dirigente que estara barrien-
do con todos los errores del estatismo. Con todo, la revista adverta tambin que
la privatizacin emprendida poda terminar en poner muchos de los recursos
del Estado en las manos de un pequeo crculo de industriales y financieros,
miembros de la oligarqua que ha dominado por decenios, La venta de las mi-
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 121

nas de Cananea dio al Grupo Industria Minera Mxico, el control sobre el 95%
de las reservas de cobre mexicano (ibid.:23).
Va emergiendo as un establishment que ve crecer su fortuna al calor de las pri-
vatizaciones para luego monopolizar los servicios pblicos privatizados, primero
como contratistas de empresas pblicas subsidiadas y luego como compradores
de stas a travs de mecanismos de privatizacin de la deuda, constituyndose
como dice Delgado en herederos del Estado (Delgado, 1995:147) con inver-
siones en lo financiero y vinculados a los sectores ms concentrados de servicios
e industria y ramas industriales de punta mientras que el empresario medio sus-
titutivo (ISI) de mayor gravitacin poltica y econmica en el periodo anterior
sufre una disminucin considerable de su importancia y poder (muchos prefie-
ren la quiebra mientras que otros se convierten en comerciantes e importado-
res de los artculos que antes producan, se vuelven firmas subsidiarias o venden
sus empresas), desdibujndose tambin la capacidad de los sectores dominantes
ms tradicionales tanto rural como urbano industrial de manifestar sus tensio-
nes y contradicciones buscando alianzas con los sectores populares por una
suerte de autoritarismo y disciplinamiento empresarial (ibid.:149).
El modelo neoliberal ha contado con el apoyo de un cada vez ms reducido
bloque de lites econmicas el nmero de latinoamericanos en la lista de millo-
narios de la revista Forbes se increment de 8 en 1991 a 39 en 1997, crecientemen-
te dependientes del capital extranjero que hoy desempea un importante papel
en la regin especialmente desde las privatizaciones de principios de los noventa
dice el informe de NACLA sobre las nuevas fortunas emergentes (NACLA, 1997). En
el caso chileno la reestructuracin de los pasados 20 aos ha transferido riqueza
y poder a un pequeo nmero de grupos conglomerados y sus socios transnacio-
nales. Los seis mayores grupos controlan mas del 20% del capital.
En Chile adems se dio la vinculacin de la dictadura pinochetista con el
grupo de economistas que estudiaron en la Universidad de Chicago con los im-
pulsores del libre mercado y que desde la Universidad Catlica se convirtieron
en pieza fundamental para la instauracin del recetario neoliberal, uno de cu-
yos ejes fue la poltica de privatizacin que gener la riqueza de estos pequeos
grupos que se convirtieron en la fuerza dirigente de la economa chilena com-
binando el control de bancos, finanzas y compaas de servicios con industrias
agroexportadoras de fruta y productos pesqueros, modificando a los grupos de
poder tradicional los que eran como grandes familias poseedoras de latifundios
e intereses comerciales y de industrias tradicionales como ropa y zapatos. Otro
eje central para la concentracin de la riqueza fue la privatizacin de las pensio-
nes obreras, con base en la privatizacin del sistema de seguridad social que co-
locaron los ahorros de los trabajadores bajo estos grupos que usaran los fondos
para reconstruir sus imperios en bancarrota (Rosenfeld y Marr, 1997:22 y 24).
En Mxico, en estos ltimos 15 aos, la nueva concentracin de la riqueza
sin precedentes se da en una nueva lite financiera, los neobanqueros, lo que
ha generado una serie de reacomodos en la clase dominante econmicamente,
122 TERESA CASTRO ESCUDERO

especialmente del sector industrial. Las polticas privatizadoras se iniciaron en


1987 haciendo ms ricos a los ricos y ms pobres a los pobres. Segn Carlos Ma-
richal hoy en Mxico el 10% de los ms ricos reciben el 50% del total del ingre-
so nacional, mientras que el 20% ms pobre recibe un escaso 3% (Marichal,
1987:28).
En Per, si bien el gobierno de Fujimori puso fin al poder de la vieja oligar-
qua terrateniente debido a sus contrarreformas neoliberales, estas mismas pro-
porcionaron al poder econmico y poltico bases para un mayor proceso de con-
centracin, consolidando a una nueva oligarqua en el Per. Desde luego que
no todos los grupos econmicos se vieron igualmente beneficiados. Las polti-
cas de libre mercado minaron seriamente al sector industrial favoreciendo al
sector primario exportador (cobre, productos del mar, algunos bienes agrco-
las) y al sector financiero, entrecruzndose sus intereses (Reyna, 1997).
Las nuevas divisiones sociales tienen una impactante expresin en los fen-
menos de segregacin residencial que tanto conocemos en Mxico, donde van
desde verdaderos bunkers hasta la calle cerrada con un polica y una reja o pes-
taa para controlar el paso. En el caso argentino, se le vive como un proceso
de suburbanizacin en los barrios de clases altas, con lmites infranqueables,
con circuitos familiares, colegios protegidos, en suma, como si fuesen dueos de
un tejido urbano propio. Pero tambin el impacto de estos cambios es cultural,
es social, en el sentido de que los instrumentos fundamentales de la socializa-
cin y la integracin, como eran el barrio, la familia, el trabajo, la escuela, ya no
funcionan como tales.
Al respecto, enciende los focos rojos el hecho de que en una sociedad como
la uruguaya donde la familia, la escuela, el barrio funcionaban de tal manera
que potenciaban el desarrollo de los nios en las ciudades y donde la igualdad
de oportunidades era un ideal posible. Hoy en da, el Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo, PNUD, muestra una altsima concentracin de la po-
breza en la infancia, alcanzando al 48% de los nios entre 0 y 6 aos y al 42%
entre 6 y 13 aos, en contraste con los importantes logros y avances sociales en
otros grupos, especialmente de la tercera edad. Segn estudio de los socilogos
Kaztman y Filgueira, el problema no es principalmente que haya ms o menos
nios pobres, sino el problema se centra ms bien en la salud de los mecanis-
mos que se haban desarrollado en la sociedad uruguaya para garantizar un m-
nimo de oportunidades de movilidad en todos los estratos (Israel, 2002).
La situacin por la que atraviesan muchas naciones latinoamericanas, aun-
que con distintos niveles y significados puede verse, como lo hace Ricardo Si-
dicaro, en trminos de sucesivas desintegraciones. A lo que ha sucedido con la
estructura ocupacional y la del sistema educativo, hay que aadir la desintegra-
cin de la seguridad pblica, de los cuerpos encargados de impartir justicia
(Sidicaro, 2002).
Al respecto, una de las consecuencias del repliegue del Estado en este rubro
es que se generan vacos que, a su vez, son ocupados por poderes fcticos, como
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 123

el proveniente del narcotrfico que, adems de tomar la justicia en sus manos,


tambin despliega una veta asistencialista y de construccin de infraestructura,
tanto en Mxico como en Colombia, al hacerse cargo de la pavimentacin de ca-
lles, el socorro a los pobres o la construccin de carreteras, pero tambin abrien-
do paso a la impunidad del crimen organizado.
Un ejemplo de esta situacin nos lo brinda el asesinato de un alcalde brasile-
o del PT, en enero del 2002 en San Andre, como parte de una ola de crmenes
contra ese partido de izquierda, que hasta el momento de escribir este ensayo, se
encontraba con grandes posibilidades electorales (las elecciones presidenciales
de octubre de 2002). Uno de los principales dirigentes de ese partido, Marco
Aurelio Garca seala, como hiptesis del asesinato de Celso, la disputa por el
espacio pblico que se da entre una izquierda ascendente e intereses del bajo
mundo que se han apropiado de esos espacios, aprovechando tambin la inca-
pacidad de la polica y de la Justicia.
Frente al repliegue del Estado que ha tenido lugar durante los ltimos 15 aos,
tanto en Brasil, como en los otros pases latinoamericanos, frente a un Estado,
que se fue del espacio pblico, el vaco fue ocupado, en gran medida, por la Igle-
sia y las ONG pero, en otros casos, por el crimen organizado, el cual, por ejemplo,
empez a ser proveedor de servicios pblicos, financiando un puesto de salud
por aqu, un club de cultura por all, equipos de futbol o escolas do samba. Por
eso logr una capilaridad social muy grande. Pero cuando el PT lleg a las mu-
nicipalidades, reocup el espacio pblico al desplegar polticas sociales, como
en salud y educacin. Todo esto ampla el espacio ciudadano y crea mecanis-
mos de control del Estado, lo que genera estos conflictos.
Precisamente la pelcula La virgen de los sicarios dirigida por Barbet Schroeder ba-
sado en la novela autobiogrfica del escritor colombiano Fernando Vallejo, intenta
ser un reflejo apocalptico de lo que sucede no slo en Colombia cuando el Estado
desaparece: El Estado sostiene Vallejo, est desapareciendo en todas partes. En
Mxico tambin va a desaparecer, porque no puede controlar a una poblacin tan
grande [] El Estado est desapareciendo en todos los niveles de la sociedad. La so-
ciedad se le est yendo de las manos al gobierno, y eso lo vemos en Colombia, don-
de es ms grave que en otros (casos), y tambin en Argentina (Montao, 2002:5a).
Estos cambios sociales y polticos, esta sensacin de abandono del Estado
que se percibe desde lo social, apunta hacia lo que es su papel en el orden neo-
conservador: un Estado que pierde la capacidad de representar al conjunto de
la sociedad, frente a la cual slo puede impulsar nuevas formas de neocorpora-
tivismo, reeditando al clientelismo, renovando un presidencialismo autoritario,
desmovilizando a la ciudadana, desorganizando y encapsulando a partidos po-
lticos y sindicatos. Un Estado erosionado por lo que Natalio Botana identifica,
en el caso argentino, como la coexistencia de poderes formales con poderes sub-
terrneos y mafiosos (cuando Duhalde asumi la presidencia hubo carteles lla-
mndole Don Corleone), lo que se percibe como falta de control de las autori-
dades civiles sobre la fuerza pblica (Botana, 1998).
124 TERESA CASTRO ESCUDERO

Cabe aqu la definicin de Guillermo ODonnell sobre democracias delega-


tivas, trmino que busca establecer los contrastes con las institucionalizadas. As
las primeras seran inherentemente hostiles a los patrones de representacin
que se dan de manera normal en las democracias establecidas, oponindose a la
creacin y fortalecimiento de instituciones polticas y a lo que llama el autor
responsabilidad horizontal, es decir, el control cotidiano de la validez y legali-
dad de las acciones del ejecutivo por parte de otros organismos pblicos que son
razonablemente autnomos del mismo.
El trmino delegativa significa una concepcin y prctica del poder ejecuti-
vo que presupone que ste tiene el derecho, delegado por el electorado, de ha-
cer lo que le parezca adecuado para el pas, sealando de paso la debilidad del
componente liberal democrtico en esos casos (ODonnell, 1997).
Un Estado que pierde la capacidad de representar los intereses de toda la so-
ciedad genera, a decir de Carlos Vilas, un deterioro en el ejercicio de la ciuda-
dana, una tendencia a buscar liderazgos personalizados, a que los excluidos
busquen vincularse de manera directa, sin mediaciones por la va de elecciones
plebiscitarias, lo que reanimara tanto el caudillismo como el clientelismo, estable-
cindose as una clara distincin entre poltica formal e informal. Es la problem-
tica del neopopulismo, de la antipoltica, de lo antiinstitucional que estn presen-
tes en este contexto (Vilas, 1998).2
La erosin de la dimensin pblica del Estado, mediante la cual, a decir de
ODonnell ciertos organismos estatales pasan a ser parte de circuitos de poder
que estn perversamente privatizados, como ya sucede en el nordeste y toda la
regin amaznica de Brasil, la zona de la sierra en Per y varias provincias del
centro y noroeste de Argentina, como ejemplos de la evaporacin de la dimen-
sin pblica del Estado (ODonnell, 1994:71).
Como seala Joachim Hirsch, el repliegue de los estados que en el siglo XX
se haban configurado como estados nacionales, integradores, tanto econmica
como socialmente, por su habilidad de regulacin intervencionista de tipo key-
nesiano benefactor (fordismo) hacia un menor intervencionismo y una admi-
nistracin magra de la sociedad, fue un requisito para la reorganizacin de las
condiciones de valorizacin del capital y de las relaciones de fuerza de clase des-
pus de la crisis del fordismo (Hirsch, 1996).
Con ello, empero, fueron al mismo tiempo reducidas considerablemente las
posibilidades para poder configurar y mantener cohesionadas a las sociedades por
medio de la poltica estatal (Hirsch, 2000). Esta situacin es mucho ms acentua-
da y grave en sociedades perifricas como las nuestras, pues estamos hablando de
estados que pierden su legitimidad hacia adentro, como lo hemos visto tanto en
el caso argentino, como en los de Venezuela y Ecuador, donde hubo una verdade-
ra insurreccin indgena, popular y militar, pero tambin hacia afuera.
2 Un acercamiento preliminar al tema del neopopulismo y las nuevas formas de dominacin au-

toritaria en Castro, 1997.


LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 125

LA VINCULACIN INTERNA/EXTERNA DE LA CRISIS

Con la erosin de la dimensin pblica del Estado tambin estamos hablando de


esa prdida de legitimidad hacia afuera, de estados de por s avasallados en su so-
berana nacional por los intereses econmicos, polticos y estratgicos de pases
como Estados Unidos e instituciones como el Fondo Monetario Internacional y el
Banco Mundial, de estados tan debilitados desde el punto de vista de sus tareas en
materia de integracin nacional que no pueden hacerse cargo de sus propias fron-
teras frente a olas de inmigracin, redes de narcotrfico y trnsito de guerrilleros
y fuerzas de seguridad policiaca y militar en las zonas fronterizas como la de Co-
lombia, la desordenada Ciudad del Este, ese reducto paraguayo que hace fronte-
ra con Brasil y Argentina, tierra de nadie, se dice, en donde habita gente de varias
nacionalidades, destacando rabes y coreanos y de donde se habran instrumen-
tado los dos atentados contra la comunidad juda argentina, en 1992 contra la Em-
bajada de Israel en Buenos Aires y en 1994 contra la AMIA frente a una mezcla de
complicidad e incapacidad del Estado argentino para evitarlo.
La regin amaznica, frontera compartida por Brasil y Colombia, es otro fo-
co de tensin pues ninguno de los dos pases ha podido establecer del todo su
soberana y ahora se ven enfrentados regionalmente con un nuevo proceso de
militarizacin impulsado tanto por el Plan Colombia, como por la lucha contra
el narcotrfico y el terrorismo.
Y es que las mismas privatizaciones y no demandas de autonoma planteada
por los indgenas chiapanecos, como bien lo seal el Subcomandante Marcos
son los fenmenos que van fragmentando y desterritorializando a las sociedades
latinoamericanas. Sidicaro se pregunta, junto con las otras desintegraciones,
cundo comenz la desintegracin territorial? No cabe duda que viene de lejos,
que durante los 12 aos de neoliberalismo se increment el aislamiento de regio-
nes, el abandono de cultura de zonas y se despoblaron ciudades con las privatiza-
ciones [] la fragmentacin ha llegado a puntos inditos (Sidicaro, 2002).
A eso hay que sumar otros fenmenos como los desplazamientos y migracio-
nes tanto al interior de pases como Colombia, Venezuela, Mxico, Guatemala,
por motivos de guerra, represin, o por causas econmicas como entre pases la-
tinoamericanos. As, por ejemplo, en Jujuy y Salta la inmigracin boliviana es
tan descomunal que en Jujuy llega al 60% de la poblacin, transformando la
misma cultura de la ciudad (La Nacin, 1998).
Este conjunto de fenmenos en que se combina la desterritorializacin y
fragmentacin, la emergencia de un nuevo mapa social, los vacos dejados por
el Estado, la emergencia de poderes fcticos, la crisis de los partidos polticos,
generan mayor vulnerabilidad de esos estados frente a las polticas intervencio-
nistas de Estados Unidos.
Intentos de integracin regional como el Mercosur tambin resienten el debi-
litamiento de los estados en trminos de sus tareas tradicionales. Como dice Di Te-
lla, El Mercosur fue un intento de crear una gran rea de comercio libre que a la
126 TERESA CASTRO ESCUDERO

Argentina le permitira quintuplicar el tamao de su mercado, pero hacer eso exi-


tosamente exiga, aunque parezca contradictorio un decidido intervencionismo
estatal (Di Tella, 2000).
No hay duda de que frente a todas estas problemticas encontradas se rompan
los lazos entre representantes y representados, y que desde el campo de los exclui-
dos se busquen alternativas, como en el caso argentino, los clubes de trueque fun-
dados en 1995 cuando llegaban a convocar a 320 mil personas en el 2000, pero
hoy superando el milln de personas en 800 clubes de 20 provincias junto con
otros fenmenos asociativos como el crecimiento de la accin voluntaria (hay ms
de 2 millones 200 mil argentinos voluntarios en todo el pas, muchos de ellos vin-
culados a instituciones religiosas (Pavn, 2001), y otras formas de organizacin
que superen la anomia, la pasividad de la misma situacin de la exclusin.
Se podra decir que muchos caminos fueron abriendo las puertas al encuen-
tro de la orgullosa clase media argentina, que luch por mantener su estilo de vi-
da y no asimilarse a la imagen estereotipada de las sociedades latinoamericanas,
con los pobres de la clase baja desempleados y pauperizados, unin que no fue
producto de la casualidad, sino que ya se vena gestando con mucha anticipacin,
pues esa clase media empobrecida pas, de vivir su pobreza de puertas adentro,
vergonzante y aislada, a abrirse e interactuar con los pobres tradicionales, inter-
cambiando bienes y servicios en los mencionados clubes de trueque (ibid.).
Es la imagen de los nuevos pobres y los ya existentes los que forman desde hace
un decenio un importante movimiento de desempleados, los llamados piqueteros,
con los que de manera indita confluye la clasista ex clase media argentina, parti-
cipando en acciones conjuntas, mientras las cpulas polticas se enfrentan entre s e
internamente, de espaldas a ese desesperado pueblo que asalta supermercados y se
refugia en movimientos vecinales, tratando de reconstruir, las ms de las veces inven-
tar, por primera vez, formas de solidaridad y de apoyo mutuo. La explosin social es
inmensa, pero no estamos frente a una revolucin. Quiz s ante la incierta bsque-
da de nuevas formas de organizacin social que hasta ahora no estn muy claras.
Pero tambin cabe la advertencia de contemplar los lmites de la accin ca-
cerolera: se debe pasar a una reflexin ms selectiva porque eso de que, refirin-
dose a los polticos, se proclame que todos se vayan no cabe para sociedades
complejas donde no se pueden remplazar instituciones por deliberaciones calle-
jeras. El cacerolazo defiende y reivindica, pero no construye gobiernos ni de-
mocracias mejores sin la intermediacin de partidos organizados, definiciones
programticas y adopciones ideolgicas (Pasquini, 2002).

EL PROBLEMA DE LAS MEDIACIONES. LOS PARTIDOS POLTICOS EN AMRICA LATINA

Ha sido una constante en Amrica Latina la inadecuacin de las fuerzas polti-


cas tradicionales y modernas, sea Estado, partidos polticos, sindicatos, gremios,
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 127

FFAA, etc., para asumir la confrontacin entre movilizacin social y cambio pol-
tico, para establecer formas de mediacin entre valores y aspiraciones y meca-
nismos de institucionalizacin. La actual crisis en Argentina ha puesto de mani-
fiesto una ruptura profunda de la sociedad con los partidos polticos que es una
situacin que se vive en muchos pases de la regin. El taln de Aquiles de la de-
mocratizacin es precisamente, junto con su incapacidad para restaurar los fun-
damentos ticos mnimos para la reconciliacin,3 su falta de contenido social y
la debilidad o franca ausencia de una cultura poltica donde los partidos polti-
cos hubieran sido formas de mediacin generalizada. Liliana de Riz sostiene
que hasta 1983 que marca el fin de la dictadura militar y el trnsito a la demo-
cracia, no se puede hablar de la existencia de un sistema de partidos en el mar-
co de un sistema poltico que se caracteriza por la enorme debilidad que tienen
stos frente al Estado y otros actores de estructuras alternativas como el sindica-
lismo o las fuerzas armadas (Castiglioni y Medina, 1998:56).
Es as como frente al colapso presidencial y la fragilidad institucional en
aquella nacin, el escritor y periodista Toms Eloy Martnez seala que en su
pas los partidos polticos siguen actuando como poderes feudales, aves de ra-
pia que dividen al pas y no estn dispuestos a ceder el poder, las estructuras
judiciales estn pervertidas y en la Legislatura, estn representados los partidos
y no el electorado.
El rechazo a los polticos (en estos momentos hasta visceral), por parte de sec-
tores importantes de la sociedad que se sienten defraudados, expresa la crisis de
representacin, la ruptura de los lazos entre representantes y representados, el va-
co de poder, la ruptura de los consensos donde los hubo y de prdida de legiti-
midad por medio de la evidente fragmentacin y ruptura del tejido social.
En este contexto adquiere relevancia la insistencia sobre la importancia del
papel de los partidos polticos. No se trata de trasladar instituciones y formas de
ser y de participar que se dieron en los pases ms desarrollados a los nuestros,
pero como lo enfatiza Augusto de Franco en un ensayo, por cierto, muy crtico
de dichas asociaciones polticas, sin partidos no hay democracia. Por lo menos
en el actual escaln de las relaciones polticas no se puede prescindir de los par-
tidos, menos en sociedades como la brasilea (y otras de la regin) donde se
verifica una ausencia de tradicin partidaria slida, quiz debido a que nuestras
lites resolvieron histricamente sus problemas a travs de acuerdos de grupo y
corporativos, en general, celebrados en el interior del propio Estado.
Precisamente al reflexionar sobre el impacto de la crisis argentina en una so-

3 Puesto que a la impunidad de la que disfrutan quienes violaron masivamente los derechos hu-

manos en ese pas y que son responsables de crmenes de lesa humanidad, se suma la capacidad que
tienen de financiar negocios privados lcitos como el Renave en Mxico que pretenda llevar a ca-
bo el registro vehicular de una de las ciudades ms grandes del mundo bajo la direccin de Cavallo,
cruel y fro torturador ahora retirado, slo bajo los principios de la ley de punto final, con el bo-
tn de guerra que obtuvieron durante la guerra sucia al apropiarse de los bienes de sus vctimas, y
acumular un capital considerable.
128 TERESA CASTRO ESCUDERO

ciedad como la uruguaya, el politlogo Jorge Lanzaro seala que lo que la pro-
tege, por lo menos en principio, de un estallido social como el de Argentina es
la existencia de un sistema de partidos mucho ms consistente, al funcionar en
forma ms integrada, en un contexto donde las reformas estructurales han sido
de una manera mucho ms gradualista y moderada y no de desarticulacin co-
mo en la nacin vecina, lo que deja como saldo una mayor preservacin del Es-
tado e incluso, en algunos casos, una mejora importante y hasta un ensanche
del sector pblico, todo lo cual no significa la ausencia de problemas como son
el debilitamiento de las redes colectivas, de las lgicas de identidad, de integra-
cin y accin colectiva.
Sin embargo, lo interesante a destacar es que la respuesta uruguaya an es
ms poltica, ms de alternativas partidarias, de bsqueda de confianza en los
partidos aunque con mrgenes importantes de desilusin, de desapego y de dis-
tancia con respecto a la poltica en muchos sectores, especialmente los jvenes
(Israel, 2001).
A pesar de la fuerza de los movimientos sociales, como vimos anteriormente,
los partidos polticos no dejan de ser parte de los mecanismos de mediacin pa-
ra lograr la consolidacin democrtica: la dinmica no consolida la representa-
cin, participacin y decisiones polticas por igual entre sectores sociales movi-
lizados cotidiana o excepcionalmente, por lo que la necesidad del desarrollo de
instituciones polticas ms fuertes, es impostergable, as como la institucionaliza-
cin en el proceso de transicin y consolidacin democrtica.
Como seala Jorge Lazarte, los partidos cumplen una funcin bsica y cen-
tral en el sistema poltico: son mecanismos y estructuras especializadas de me-
diacin entre las demandas de la sociedad y el sistema poltico, existiendo ade-
ms una relacin positiva e inherente entre partidos, democracia y mediacin
(Lazarte, 1998).
La importancia de estas mediaciones en el desarrollo y consolidacin de la
democracia europea, con la cual constantemente nos medimos y buscamos repro-
ducir en nuestro medio, es innegable. No obstante, no ha sido el papel que han
jugado en Amrica Latina en donde ms bien hablaramos, como dice Roger Bar-
tra de estructuras polticas de mediacin poltica no democrticas surgidas en el
proceso de transicin al capitalismo moderno y alimentadas posteriormente por
una situacin de abigarramiento econmico [que] no evolucionan obligatoria-
mente hacia la democracia (Bartra, 1978).
Bartra apunta a la esencia de lo que Delgado llama el modelo movimientista
(democrtico popular o populista) donde la democracia es, en todo caso, con-
cebida como participacin, no representacin, por medio de apoyo de tipo ple-
biscitario, con gran importancia del liderazgo carismtico, una fuerte identidad
entre representantes y representados y la indistincin entre los mbitos pblico
y privado (Delgado, 1998:110).
Lo que se consolida son relaciones clientelares entre sectores e instituciones
del sector pblico y las diferentes organizaciones de la sociedad civil donde el
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 129

Estado satisfaca necesidades colectivas de la poblacin a cambio de lealtades


que legitimaban el orden poltico.
A falta de sistemas polticos partidarios con gran fuerza representativa, el clien-
telismo burocrtico no tard en convertirse en la fuente de legitimidad del poder
pblico y en la cara complementaria del sistema corporativo patrimonialista: de
esta manera los conflictos sociales se expresan a travs del Estado, se superponen
acciones sociales, polticas y culturales, en un constante desplazamiento hacia el
Estado de las ms diversas rbitas de la vida social (Caldern y Dos Santos, 1998).
Si la precariedad estatal es uno de los elementos que explican las relaciones
clientelares qu tanto y cmo prevalecen estas formas de dominacin hoy en
da?, qu tanto se ha comprobado cmo en la medida en que emergen nuevas
prcticas, hacia la participacin ciudadana, se va minando el modelo corporati-
vo?, qu tanto se est transitando de una poltica de clientelas a una poltica de
mayoras ciudadanas? Ser, como se dice, que las modalidades tradicionales del
autoritarismo as como las formas ms modernas y sutiles de no competitividad
poltica echan sus races en un mismo tejido social?4
Algo parecido vamos a plantear acerca del corporativismo. El corporativismo
es una forma de relacin Estado/sociedad civil, un pluralismo limitado de aso-
ciaciones operantes bajo tutela del Estado generador de una red institucional y
de un sistema de poderes y contrapoderes (Nora Rabotnikof, 1992), sistema de
representacin de intereses que tambin ha servido como forma de control, que
se impone desde arriba. El campo pblico queda socializado y monopolizado
por los organismos corporativos afiliados como en el caso de Mxico, al partido
oficial (Jaime Snchez Susarrey, 1988).5
Es cierto que, como dice Iln Bizberg, hay que diferenciar entre corporativis-
mo autoritario (en el cual an existen distintos intereses organizados jerrquica-
mente y que juegan un papel de representacin) dentro del cual el corporativis-
mo estatal donde la iniciativa viene de arriba y la institucionalizacin e integracin
de las organizaciones sociales se da por la va autoritaria y el totalitarismo donde
no existen intereses que mediar, y las organizaciones ya no son ms que meca-
nismos de control. en los regmenes totalitarios se sustituyen los mecanismos
de mediacin por indoctrinamiento, por lo que no puede hablarse de corpora-
tivismo, cuando el propsito central del rgimen es abolir intereses particulares
o de grupo, eliminar conflicto entre sectores y clases y en ltima instancia, la vi-
da misma en sociedad (Rabotnikof, 1992:62-63).
4 Ibid., p. 260.
5 Aunque como seala Susarrey para el modelo mexicano, pero bien puede aplicarse a otros casos
latinoamericanos, no fue sobre la base de una racionalidad corporativa es decir que todo empleado
o trabajador est organizado, inserto por lo que este autor habla en trminos de enclaves corporati-
vos, porque la tasa de sindicalizacin fue bajsima los optimistas hablan de un 24% y los pesimistas de
un 14% donde resulta que la clase obrera organizada fue minoritaria con respecto al conjunto de la
clase trabajadora pero pesaron ms esos 2 millones de obreros sindicalizados que los 8 millones de tra-
bajadores desorganizados. Es decir, se da un esquema corporativo dbil, que hace del derecho a orga-
nizacin un privilegio, en un mar de poblacin desorganizada, atomizada y despolitizada.
130 TERESA CASTRO ESCUDERO

Guillermo ODonnell ha dicho que el corporativismo populista fue un siste-


ma de incorporacin social y activacin de la poltica de masas bajo control del
Estado, a diferencia del Estado Burocrtico Autoritario, por ejemplo, donde se
trata de exclusin y no de incorporacin.
El corporativismo no es posible cuando el Estado es fuerte, autnomo y dife-
renciado, cuando la sociedad civil cuenta con formas de organizacin autno-
ma, existe un rgimen democrtico representativo o cuando se trata de socieda-
des en donde ni el Estado es fuerte ni la sociedad est organizada y es tal su gra-
do de fragmentacin que no hay bases donde sustentar formas de organizacin
desde la cpula (Rabotnikof, 1992:67).
Si bien es cierto que para muchos analistas ha llegado el fin del corporati-
vismo, sta es una idea que habra que discutir con mayor amplitud, pues tal
parece que ante la ausencia de organizaciones democrticas plenamente cons-
tituidas, el nuevo bloque en el poder tiende a reutilizar estos mecanismos cor-
porativos y clientelares. Esto nos coloca nuevamente frente al problema de la
persistencia de formas tradicionales de dominacin, que no han sucumbido
frente a los distintos esfuerzos modernizadores. Lo que nos lleva tambin al te-
ma de las mediaciones. Ms que favorecer la democracia, el actual modelo neo-
liberal basado en ajustes macroeconmicos favorece el crecimiento de la pobre-
za, la marginacin o la polarizacin social, lo que no favorece el afianzamiento
de la democracia. Existe una tendencia a los liderazgos personalizados, sin me-
diaciones, a favorecer a caudillos electorales, a la confirmacin del clientelismo,
a los votos a cambio de favores, lo que se traduce en un deterioro en el ejerci-
cio de la ciudadana.
De esta manera se podra decir que la mediacin no democrtica tiende a
surgir en condiciones de gran heterogeneidad econmica, poltica y cultural,
en donde el abigarramiento de diferentes y contradictorios factores tnicos,
grupos polticos, clases [forman la] base de un aparato poltico que se ha cons-
truido mediante un complejo proceso de alianzas, equilibrios y pactos [como]
solucin poltica a una sociedad que, por diferentes razones histricas [colonia-
lismo, etc.] no ha logrado completar en su base social los requisitos de unifica-
cin nacional y la sociedad civil no ha sido atomizada en una multitud o masa
de invididuos. Al prevalecer todo tipo de fronteras tnicas, nacionales, sociales
por lo que el Estado no se separa de la sociedad civil sino que se eleva por en-
cima de la sociedad con la ayuda de un aparato mediador no democrtico
(Bartra, 1987:98-99).
De esta manera, lo caracterstico de Amrica Latina en cuanto a las formas de
representacin tiene que ver con esos fundamentos para ejercer esa tarea. En pa-
ses como Brasil por ejemplo, los representados no conforman, como en Euro-
pa, un todo homogneo ni desde el punto social, poltico o cultural, sino que se
trata de una poblacin mosaico, distribuida en diversas escalas de estratificacin,
con movilizaciones, votos y representaciones de lo poltico nutridos por la visin
que ellos tienen del mundo en que se mueven (Monclaire, 1993:109).
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 131

Una consecuencia de esta situacin es la despolitizacin. Como lo constat


tambin Stphane Monclaire, en Brasil existe un pronunciado desinters por la
poltica. Semanas antes de la primera eleccin presidencial con sufragio univer-
sal desde la instauracin de la dictadura, es decir, en un periodo de fuertes mo-
vilizaciones (aqullas donde la consigna era por elecciones diretas ja), el 33% de
los electores deca no interesarse en la poltica, lo que no significa que al res-
to le interese: el 78% de los electores reconocen que la poltica es tan complica-
da que la gente no llega a comprender lo que pasa (el 52% de los electores de
la presidencial de 1990 no tenan una escolarizacin de ms de siete aos, el
17% nunca fue a la escuela o slo estuvo un ao).
Junto con la despolitizacin, viene la desconfianza en las formas de represen-
tacin, razn por la cual los profesionales de la poltica compiten por el merca-
do de la representacin poltica con sindicatos, comunidades eclesisticas de ba-
se, cmaras patronales, movimientos culturales (hoy da podramos aadir al
Movimiento de los Sin Tierra cuyo crecimiento e importancia ha sido especta-
cular y requiere anlisis aparte), situacin que, adems del descrdito, se rela-
ciona con el peso de los intereses regionales, la representacin desigual de los
llamados partidos nacionales, la inmensa superficie del pas y la desigual con-
centracin del desarrollo, el aumento de las desigualdades interregionales, las
constantes migraciones internas y las rivalidades entre oligarquas locales con in-
tereses opuestos.
Desde luego que factores como el encadenamiento de fases democrticas
y fases autoritarias, combinado con la creacin de un marco partidario indito
en cada cambio de rgimen impulsado por el poder central perjudic indis-
cutiblemente las posibilidades de desarrollo de un sistema de partidos naciona-
les, creados, por iniciativa de dirigentes locales, a lo que hay que sumar los mo-
dos de movilizacin poltica, legado cultural de regmenes militares y del clien-
telismo, que facilitaron el desarrollo de aparatos electorales locales, renovando
formas de corrupcin y parlisis en la unificacin de los mercados polticos.
Al respecto Robert Gay sostiene, en un reciente trabajo sobre el fenmeno del
clientelismo, que tanto la forma como el funcionamiento contemporneo de di-
cho fenmeno no ha sido examinado, por lo que su funcin en el proceso polti-
co actual ha sido incomprendido o an peor, ignorado. Este autor constata cmo
en Brasil, las lites tradicionales siguen dominando la escena poltica, los partidos
polticos permanecen dbiles, una administracin pblica fragmentada e inesta-
ble contina siendo insuficiente para responder a los derechos ciudadanos, razn
por la cual en este ensayo sostiene que el clientelismo sigue siendo un rasgo esen-
cial y duradero en el panorama poltico brasileo, razonamiento que pienso vli-
do para analizar otros casos latinoamericanos. Argumentar que el clientelismo
dice Gay, no debe ser visto como una fuerza inmutable [] sino como una re-
lacin sujeta a constante reto, renegociacin y cambio (Gay, 1998).
Toda esta situacin conlleva la falta de permanencia y coherencia de las
alianzas electorales (a excepcin del Partido de los Trabajadores, PT, que por su
132 TERESA CASTRO ESCUDERO

organizacin interna por lo menos hasta ahora se ha opuesto a alianzas ideol-


gicamente heterogneas), lo que lleva a una dbil fidelidad partidaria, tanto de
parte de los votantes como de los representantes (entre 1986 y 1990, de los 559
parlamentarios, slo un tercio haba llegado a la banca representando al mismo
partido, mientras que el 28.7% haba pertenecido antes a dos partidos diferen-
tes (Monclaire, 1993:116-117).
La situacin no es muy distinta en trminos de la ilegitimidad de los partidos
polticos en un pas como Bolivia. Segn Jorge Lazarte, encuestas realizadas en
1996, sealan que el porcentaje de desconfianza hacia los partidos es de 82%
mientras que el latinoamericano llega a 77%, estando por encima de este pas
andino, Ecuador, Guatemala y Venezuela (Lazarte, 1997:31).
Lazarte nos brinda, a partir del anlisis del dficit de los partidos polticos en
Bolivia, en relacin con el cumplimiento inadecuado de su funcin primordial
de mediacin, consideraciones que podemos generalizar a prcticamente toda
la regin.
As, por ejemplo, la manera en que surgen los partidos en Amrica Latina,
ms como divisiones entre la misma oligarqua, como facciones sin ideas, estruc-
turas de organizacin, programas ni reclutamiento, muy personalizados, siendo
ms que propiamente partidos, claques, facciones que no alcanzan siquiera la
categora de protopartido, compartiendo un cdigo patrimonialista sobre el
poder y la poltica y funcionando sobre la base de la confusin entre esfera p-
blica y privada, la debilidad institucional, el desprecio por la norma, el caudillis-
mo, la arbitrariedad, el abuso del poder, la corrupcin y el encapsulamiento
respecto a los intereses orgnicos de la sociedad (ibid.:28).
Ese modelo patrimonialista, originario, caudillista y faccionalista va a pesar
en el desarrollo poltico de naciones como la boliviana pues los partidos de ma-
sas que se forman despus van a conservar en su matriz estos aspectos. a la vez,
que no logran hacerse reconocer como estructuras de mediacin.
Como seala Lazarte, esto ayuda a entender, como en el caso brasileo, la pro-
pensin de importantes sectores de la poblacin a formas directas y no mediadas
de representacin. Pero si en Brasil estos espacios son llenados fundamentalmen-
te por una variedad de nuevos movimientos sociales, en casos como el boliviano o
el argentino, fueron los sindicatos, desde luego que antes de la instauracin del
modelo neoliberal, los mecanismos ms adecuados de representacin.
En Argentina, el peronismo intent desplazar a la oligarqua terrateniente,
construyendo una alianza con la nueva clase obrera despus de su largo cami-
no de construccin de su identidad dado el peso de los factores culturales y na-
cionales entre los inmigrantes europeos y organizndola para abrir las puertas
a la burguesa industrial, convirtiendo al sindicalismo en fuerza social y poltica.
En el caso boliviano, el movimiento sindical fue al mismo tiempo movimiento
poltico hasta el punto de remplazar funcionalmente al partido el cual sigue sin
poder actuar de mediador reconocido por la sociedad civil, pues ni la misma de-
recha que confiaba ms en el aparato militar los tomaba como tal. Por consi-
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 133

guiente, si en el periodo populista se acentan el prebendalismo y la privati-


zacin de los recursos pblicos, los posteriores aos de autoritarismo margi-
naron an ms a los partidos, agravando sus dificultades para constituirse en ac-
tores polticos centrales (ibid.:28).
En el caso argentino hubo ms movimientos polticos caudillistas que parti-
dos. As, el radicalismo que naci como un partido antisistema frente al rgimen
oligrquico, rehus durante aos definirse como un partido poltico apelando
al pueblo como categora colectiva, [mientras que] el peronismo, radicaliza los
rasgos populistas de la poltica argentina y polariza a la sociedad con su discur-
so y sus prcticas, momento en que la Unin Cvica Radical se plantea como
partido. Especialmente el carcter movimientista del sistema poltico tipifica a
los sistemas de representacin de algunas sociedades que no vivieron el proceso
de la separacin de las esferas societales propio de la modernidad, dicen Castiglio-
ni y Abal Medina. Es decir, no hubo una diferenciacin de lo estatal, lo poltico y
lo social, razn por la cual el Estado va a fungir como elemento ordenador, espa-
cio concreto diferenciado de la confusin significativa que prima en lo social
(Castiglioni y Abal, 1998:59).
No podemos dejar de mencionar un caso donde ha funcionado y lo contina
haciendo, un sistema de partidos y nos referimos al caso chileno. Segn Augusto
Bolvar Espinoza y Ricardo Yocelevsky, la existencia y participacin de los parti-
dos polticos en Chile, y la importancia que tiene su presencia o ausencia hacen
la diferencia entre democracia y dictadura y sirven como una primera justifica-
cin emprica para relevar la problemtica del sistema de partidos en el anlisis
de la transicin no slo para Chile sino para toda la regin, a pesar de su especi-
ficidad (Espinoza y Yocelevksy, 1996:59), porque cuando se habla de democracia
o trnsito a la democracia, este proceso es impensable sin la presencia de partidos.
Y es que el sistema de partidos y el sistema electoral han constituido en Chile la
base desde donde se legitima la representacin de los intereses sociales en el siste-
ma poltico, dada la larga vigencia del sistema de partidos, la tendencia a la forma-
cin de alianzas y coaliciones, la costumbre a la participacin poltica instituciona-
lizada que fue incorporando a la representacin poltica a sectores cada vez ms
amplios de la sociedad, sin recurrir, por cierto a tcticas populistas y corporativis-
tas, todo lo cual se expresa en un crecimiento constante del electorado, la amplia-
cin de mecanismos de negociacin para la resolucin de conflicto, la existencia
de un modelo ideolgico compartido por los actores del sistema de partidos, la
existencia de una lite profesional de polticos que conformaba un verdadero
gremio en el que participaban personeros de los partidos principales, pero legi-
timados por su capacidad para gestionar o patrocinar intereses individuales o de
grupo. En todo caso estuvieron profundamente enraizados en la sociedad: real-
mente expresan intereses, se adscriben a expresiones ideolgicas universales las
que les permiten competir como profesionales en la estructura poltica del esta-
do, en el aparato administrativo (ibid.).
El problema en este caso fue cmo un sistema de partidos en un Estado de
134 TERESA CASTRO ESCUDERO

bienestar subdesarrollado produjo un largo proceso de desarrollo frustrado con


tensiones cada vez ms agudas ante la imposibilidad de satisfacer demandas des-
medidas de clases en pugna, sin quebrantar el esquema de representacin de-
mocrtica.
La ampliacin democrtica fue gradual, como en crculos, primero al prole-
tariado, luego a las mujeres, siendo los ltimos en incorporarse los sectores po-
pulares rurales, que hasta mediados de los aos sesenta permanecan excluidos
del derecho a la organizacin y existan como clientela electoral cautiva de la
clase terrateniente tradicional.
De alguna forma esta situacin contribuy a estabilizar el llamado esquema
triangular de fuerzas pues como dicen los autores, el sector rural haba contri-
buido a mantener una sobrerrepresentacin de la derecha, dada la distribucin
geodemogrfica de los asientos parlamentarios. La historia de esta exclusin es
bastante conocida pero su significacin para la estabilidad del sistema no es muy
ampliamente considerada.
Tambin hay que destacar que ese consenso en torno al sistema de partidos,
en torno al modelo de desarrollo, subordinaba las diferencias ideolgicas de los
distintos partidos. Cuando se rompe el consenso, los nacionalistas pasan a pri-
mer plano, tanto el nacionalismo de derecha como el populismo de izquierda
que adquieren relevancia con el debilitamiento o crisis del sistema de partidos
(Espinoza y Yocelevsky:62-63).

A MANERA DE CONCLUSIONES: ENTRE LA REFORMA DEL ESTADO Y EL 11 DE SEPTIEMBRE

La problemtica de fondo de las diferencias respecto a la forma que asume la


transformacin del Estado en los pases desarrollados y en Amrica Latina es bien
explicada por Joachim Hirsch, al sealar cmo en el proceso de construccin del
Estado moderno que es el marco de la democracia representativa parlamentaria,
la relacin de los estados entre s permaneci marcada por la dependencia colo-
nial, la utilizacin directa de la violencia y la guerra (Hirsch, 1996:52).
Los valores occidentales sobre la democracia, la igualdad y la constitucionalidad
siempre se encontraron limitados a un reducido nmero de estados desarrollados
y dominantes tanto econmica como polticamente [] Las sociedades democr-
ticas occidentales que disponen de garantas a los derechos humanos mediana-
mente desarrolladas precisamente debido a que se han constituido en la forma es-
tatal nacional (que es lo que permite que los derechos generales del hombre se
conviertan en derechos ciudadanos, del Estado), descansan sobre estas relaciones
internacionales de desigualdad, dependencia y violencia (ibid.), relaciones que,
pensamos, subsisten bajo el neoliberalismo.
En este contexto, seala Hirsch, si la erosin del Estado nacional y el fraca-
so del modo de regulacin del Estado social keynesiano que se expresan en la
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 135

reduccin drstica del campo de accin para la intervencin econmica y socio-


poltica se resiente incluso en los estados grandes y poderosos, se presenta
agudizado en la periferia capitalista, pues al fracasar los intentos por crear vas
de desarrollo independientes bajo control del Estado el tercer mundo sucumbe
frente a la presin de las condiciones cambiantes del mercado mundial.
Los gobiernos, de por s dbiles desde el punto de vista de las relaciones in-
ternas y legitimados democrticamente de manera deficiente, se mostraron am-
pliamente impotentes. Una consecuencia de ello es el fracaso de las esperanzas
de desarrollo para una parte del mundo y un deterioro cada vez ms brutal de
los estndares econmicos, sociales y polticos, con los correspondientes conflic-
tos, incluso violentos (ibid.:55-56).
Es necesario entonces redimensionar el campo de lo poltico, pero recuperando
el papel del Estado (no el anterior Estado populista), entendiendo sus transforma-
ciones, sin hacerlo desaparecer bajo las supuestas tendencias de la globalizacin,
pues como ODonnell advierte correctamente, sin un Estado que pueda ser escucha-
do, sin la recuperacin de cierta autonoma, sin capacidad de marcar una clara divi-
sin entre lo pblico y lo privado, sin tener los instrumentos para corregir los defec-
tos del mercado, no slo estamos frente a un Estado ineficaz sino frente a un Estado
que es arrasado y continuamente invadido por intereses privados (Landi, 1998).
Un Estado que encontramos gravitando cada vez ms en la rbita de Estados
Unidos, en un esquema abiertamente neocolonial y no como parte integrante
del puado de pases que dirigen el mundo como lo quiso ver en su momento
el ex presidente argentino Carlos Menem, sin lograrlo, ni aun como aliado es-
tratgico extra OTAN ni como lo afirma el presidente mexicano Vicente Fox,
quien se asume adems como socio, amigo y consejero en asuntos latinoameri-
canos del mandatario Bush.
Los atentados suicidas contra las Torres Gemelas aquel 11 de septiembre en
Nueva York provocaron que toda la ultraderecha militarista vuelva al poder de-
satando una ofensiva que volvi a poner en sus cuatro patas a todo el aparato b-
lico industrial norteamericano contra el indefinido terrorismo y contra las an
ms nebulosas fuerzas del mal, como seal Bush, espejo de Bin Laden, al ame-
nazar con que despus de las faenas en Afganistn, continan Irak, Corea del
Norte y Filipinas, nidos del terrorismo, trmino que por cierto no discrimina
entre Al Quaeda y la guerrilla latinoamericana, entre la organizacin terrorista
ETA y el gobierno de Fidel Castro.
Este nuevo entorno internacional viene a profundizar el sometimiento lati-
noamericano hacia la Repblica Imperial por medio de la imposicin de alian-
zas sobre la base de ests conmigo o ests contra m, disyuntiva frente a la cual
Amrica Latina no puede elegir, ni interesa discutir su postura al actual lidera-
to neoliberal pues para Estados Unidos la regin es parte de su entorno natu-
ral, su espacio vital y para sus asociados, es parte de los nuevos tiempos pos-
modernos, posguerra fra y posnacionalistas de un mundo supuestamente sin
fronteras, abierto y globalizado.
136 TERESA CASTRO ESCUDERO

Hay una redefinicin del mapa hemisfrico sobre la base del repliegue estra-
tgico de Estados Unidos hacia su zona natural de influencia en tanto que sur-
gen poderes regionales y subregionales en el mundo que disputan espacios de
poder poltico, econmico que despus puede ser tambin militar. Parece ser
que el rostro estratgico militar de este proceso est articulado alrededor del
Plan Colombia en el que Amrica Latina queda inserta bajo la gida de Estados
Unidos y su lucha contra el narcotrfico (y ahora el terrorismo), y el rostro civil
sera la integracin del ALCA, lo que recuerda la Alianza para el Progreso lanza-
da por el gobierno de Kennedy para responder con amplios programas refor-
mistas al reto planteado por la revolucin cubana que qued subsumido por su
rostro militar contrainsurgente, que lanz tambin el gobierno norteamericano
bajo la idea de que el enemigo se haba incrustado internamente, dando todo
el fundamento para que muchos ejrcitos latinoamericanos actuaran como ejr-
citos de ocupacin contra su propia poblacin.
Bajo los efectos de la ideologa de la globalizacin tiende incluso a desapare-
cer la idea de Amrica Latina, viejo sueo panamericano, para hablar ahora en
trminos de Amrica del Norte, que incluyendo a Mxico intenta lanzar la fron-
tera de Norteamrica hasta los pases centroamericanos, y de Amrica del Sur
que a pesar de los intentos de que el Mercosur sea el ncleo de unidad que re-
defina las relaciones con Estados Unidos desde la perspectiva de los pases invo-
lucrados en ese proceso en el mediano plazo quedara tambin inmersa en este
proyecto neocolonial.
Varias razones explican esta situacin entre las que estn el que Brasil ni ha
podido imponer su liderazgo ni pases como Chile o Argentina lo aceptan de esa
manera, aunado a la catica situacin econmica de Argentina por lo que que-
dara pendiente la solucin de obstculos y piedritas en el zapato como la re-
volucin bolivariana de Chvez en Venezuela, el problema de la ahora definida
como narcoguerrilla terrorista colombiana, el evitar la radicalizacin de la crisis
argentina, el que la izquierda brasilea siga sin ser una opcin de poder, el seguir
apretando las tuercas a la revolucin cubana, para lo cual cuentan con embaja-
dores honorarios que promueven las iniciativas norteamericanas contra Cuba,
como el gobierno de Carlos Menem y su definicin del nuevo realismo estratgi-
co y su recientemente fallecido canciller Guido Di Tella, quien caracterizaba co-
mo relaciones carnales la nueva vinculacin argentina con Estados Unidos.
El modelo para el ALCA es el tratado comercial de Mxico con Estados Unidos,
el Tratado de Libre Comercio de Amrica del Norte, el TLCAN, espejo en donde
muchos pases de la regin se quisieran ver, algunos hasta pensando que si Argen-
tina hubiera tenido un tratado de esta naturaleza, no hubiera sucumbido ante la
crisis que ahora vive, pero es slo un espejismo pues la globalizacin de Mxico
por medio del TLCAN en realidad conlleva una insercin de corte colonial de M-
xico, su economa, su mercado y sus recursos naturales estratgicos en la gran es-
trategia estadunidense por lograr un posicionamiento global ventajoso, especial-
mente en su relacin cooperativa-conflictiva con Europa y Asia (Saxe, 1999).
LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO 137

Por ahora el presidente Hugo Chvez est demasiado concentrado en su en-


torno inmediato para evitar un nuevo golpe contra su gobierno como para ocu-
parse de la agenda externa, el nuevo presidente de Per Alejandro Toledo, no
se va a oponer al nuevo diseo norteamericano, Argentina est en crisis y Brasil
enfrenta un proceso electoral, mientras que en Colombia se ha impuesto el can-
didato de la ultraderecha en Colombia, lvaro Uribe. Chile ya se decidi por el
ALCA y no por el Mercosur, con lo que Estados Unidos tiene ya en sus manos
prcticamente todas las cartas hemisfricas.
Con el cambio del modelo de acumulacin se empieza a dar una recomposi-
cin regresiva desde el punto de vista social, del capitalismo, proceso de desman-
telamiento del Estado, el repliegue a sus funciones mismas bajo el predominio del
capital financiero especulativo sobre el productivo, sobre una deliberada deses-
tructuracin de la industria nacional y la configuracin de un proyecto poltico
neoconservador. Como dice Atilio Born, el Estado al igual que en su fase oli-
grquica rescinde unilateralmente su contrato democrtico con la ciudadana al
desertar de sus ms elementales responsabilidades. Tenemos frente a nosotros a
Argentina, como dicen, un inmenso laboratorio del neoliberalismo, sus omino-
sas consecuencias y sus muchas lecciones. No dejemos pasar este momento pa-
ra articular una visin de conjunto sobre los retos que enfrentamos como re-
gin.

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y Marcos Roitman (coords.), La democracia en Amrica Latina. Actualidad y perspecti-
vas, Mxico, CIIH/UNAM/Universidad Complutense de Madrid.
Zermeo, Sergio (1996), La sociedad derrotada. El desorden mexicano del fin de siglo, Mxico,
Siglo XXI/UNAM.
DNDE QUED LA POLTICA EN AMRICA LATINA?

MASSIMO MODONESI*

El objetivo de este ensayo es problematizar y poner en tela de juicio las coorde-


nadas bsicas del debate contemporneo sobre la relacin entre poltica y so-
ciedad. En esta direccin se abordarn cinco aspectos fundamentales de este
debate: la crisis de la poltica, la institucionalizacin de los partidos polticos, la
centralidad de la sociedad civil, la reconfiguracin de los movimientos sociales
y la supuesta desaparicin de la izquierda y la derecha como proyectos polticos
significativos.

LA CRISIS DE LA POLTICA

Hablar de crisis significa apuntar a un parteaguas, un momento o una situacin


en donde se agot una forma histrica determinada, sin que se haya todava
asentado la nueva, entre lo viejo que no acaba de morir y lo nuevo que no
acaba de nacer, como escriba Antonio Gramsci en las crceles fascistas
(Gramsci, 1999). En la actualidad, lo nuevo se asocia principalmente con el
modelo neoliberal, an cuando en los tiempos ms recientes- est en curso
una recomposicin de fuerzas antagonistas que marca la coyuntura actual y de
donde podra surgir en un futuro una alternativa de sociedad.1 As, la crisis apa-
rece como un momento de transicin y de disputa, lo que desmiente la visin
de los que asocian la crisis de la poltica con el fin de la poltica. Siendo la pol-
tica una manifestacin del conflicto social y de la lucha por el poder, sta no se
ha acabado ni se va a acabar. La tesis del fin de la poltica o el adis a la polti-
ca tiene su origen en una observacin superficial de las tendencias en curso y,
al mismo tiempo, en un proyecto ideolgico determinado: el procesamiento
neoliberal y conservador de la poltica.
Mientras algunos observadores confunden el indiscutible agotamiento del
modelo anterior de relaciones sociopolticas y la transicin en curso con una cri-
* Profesor del Posgrado en Pensamiento y Cultura en Amrica Latina de la Universidad de la
Ciudad de Mxico, profesor de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la Universidad Nacio-
nal Autnoma de Mxico y coordinador editorial de la revista Memoria. Comentarios a: <modonesi-
@prodigy.net.mx>
1 Me refiero en particular a la articulacin de movimientos y organizaciones sociales en el Foro

Social Mundial inaugurado en Porto Alegre en 2001.


[141]
142 MASSIMO MODONESI

sis terminal, otros reconocen que la poltica se est simplemente transforman-


do. Pero de qu poltica estamos hablando?, a qu transformaciones nos refe-
rimos? Un concepto tan abarcador como poltica produce lecturas diversas, apa-
rentemente contrapuestas y hasta conduce a formulaciones retorcidas como la
de Norbert Lechner, para quien la poltica realmente existente desborda los l-
mites entre lo poltico y lo no poltico (Lechner, 1999:64). En este terreno res-
baloso tropieza tambin un intelectual crtico como Joachim Hirsch cuando
plantea el abandono de la poltica y, al mismo tiempo, distingue la pequea po-
ltica de matriz estrictamente institucional de la gran poltica de origen social,
ubicando en la segunda los elementos del renacimiento de nuevas formas pol-
ticas potencialmente transformadoras y liberadoras (Hirsch, 2000).
En la misma lgica, Marco Revelli, un destacado intelectual de la izquierda
radical italiana, acusa a la poltica, al hombre poltico, de los grandes males
del siglo y acaba festejando la entrada al nuevo siglo del hombre solidario, po-
tencial edificador de una nueva sociedad, con lo cual la poltica regresa por la
ventana despus de haber sido echada por la puerta (Revelli, 2001).
A pesar de todo, el anlisis de Revelli tiene el mrito de introducir en la discusin
una dimensin fundamental: la de la derrota poltica e ideolgica del movimiento
socialista internacional, en sus distintas vertientes, como la clave para entender la cri-
sis de un sistema basado en la competencia ideolgica y la disputa entre proyectos
de sociedad. Sin embargo, es discutible el rechazo absoluto al modelo socialista y al
proyecto antagnico que lo protagoniz (el capitalismo). Aunque al igual que Lech-
ner, su lectura va ms all del mero reconocimiento de los elementos del nuevo con-
texto sociohistrico, ya que considera el elemento de la correlacin de fuerzas y de
enfrentamiento entre proyectos histricos. De hecho, es justamente la clara hegemo-
na del pensamiento neoliberal el sustento del triunfalismo de los que proclaman en-
tierros precoces y, al mismo tiempo, el motor de la transformacin de los trminos,
las modalidades y la percepcin de la poltica. Si asumimos que la historia es la his-
toria del conflicto social por no escandalizar a los biempensantes hablando de lu-
cha de clases, no podemos leer los cambios de la realidad sociopoltica sin remitir-
nos a un enfrentamiento ms o menos visible entre proyectos contrapuestos y su
resolucin histrica. All residen los orgenes de la crisis actual de la poltica. Desde
all se tiene que empezar el anlisis de sus manifestaciones.
La distincin de Hirsch entre pequea y gran poltica, ms all de la valora-
cin implcita en esta adjetivacin, tambin evoca indirectamente la historicidad de
una forma determinada de la poltica. El siglo XX ha sido la centuria de la poltica
de masas, de la politizacin de los conflictos sociales, en donde la poltica fue el cen-
tro articulador de la vida social, desde el Estado o desde los movimientos de masas.
De alguna manera, la poltica acab de desdoblarse. Y es de este desdoblamiento de
donde surgen las confusiones conceptuales actuales. Qu es la poltica?, es el or-
denamiento institucional desde arriba o el empoderamiento desde abajo? En el cor-
to siglo XX, sta se manifest de las dos maneras y ambas entraron en crisis.
La crisis de la poltica se manifiesta, por un lado, en el acotamiento y la re-
DNDE QUED LA POLTICA EN AMRICA LATINA? 143

definicin de la intervencin estatal. La forma neoliberal de Estado ya no ofre-


ce los amplios mrgenes en trminos de redistribucin de la riqueza del siglo
pasado, sino que se define ms bien por establecer en forma subalterna a las
instituciones econmicas internacionales las condiciones de su concentracin,
mediante los incentivos y la proteccin del capital y el control social. En este des-
dibujamiento poltico de los mrgenes de accin de las instituciones estatales,
los partidos ven reducido su papel de realizadores de proyectos polticos, aspec-
to sobre el cual nos detendremos ms adelante.
El triunfo del neoliberalismo y la derrota de los movimientos anticapitalistas
del siglo XX tambin impactaron a la poltica desde abajo, modificando el pano-
rama, las formas y los objetivos de la movilizacin social tal como lo apuntamos
en otro apartado y produjeron, a nivel de las representaciones sociales, un cre-
cimiento del conservadurismo, el conformismo y la apata frente a un statu quo
que aparece o es presentado como inmutable.
Ahora bien, podemos decir que la crisis de la poltica implica simplemente
despolitizacin? En qu medida se cruzan fenmenos o movimientos de despo-
litizacin y repolitizacin? Dnde queda la poltica?
Frente al componente de despolitizacin impulsado por el neoliberalismo y
funcional a los intereses dominantes (cf. Osorio, 1997), existe como apunta
Lechner una tendencia a la informalizacin de la poltica [] que acorta la dis-
tancia entre poltica y sociedad, pero simultneamente provoca cierto vaciamien-
to de las instituciones polticas (Lechner, 1999:64). Lo cual nos remite a mirar a
los distintos lugares y distintas formas de la poltica para discernir entre tenden-
cias al alejamiento y al acercamiento entre poltica y sociedad (Almeyra, 2000).
Para empezar, hay que reconocer el evidente rechazo popular hacia la poltica
institucional, a la pequea poltica de la que habla Hirsch. Existe entonces una
aversin a la poltica como lucha abierta y directa entre fuerzas sociales y proyec-
tos distintos, producido por el mencionado fracaso del movimiento socialista y por
un capitalismo triunfante que se asume como eterno e indestructible. Las causas
de esto pueden ser variadas. Pesan, en este sentido, la derrota de las utopas del
siglo XX y la frustracin que sigue al fracaso del esfuerzo por transformar a la so-
ciedad capitalista y los costos que ste comport. Pesa tambin la otra cara de la
derrota, un capitalismo ganador que puede permitirse el lujo de recuperar una
forma ms pura, ms depredadora y explotadora. Como ha venido ocurriendo la
historia (como relato) siempre ha sido escrita por los triunfadores y esta historia
cuenta cmo la politizacin de las reivindicaciones sociales fue la que provoc las
grandes catstrofes humanas que marcaron el siglo pasado. Este aprendizaje for-
zoso fomenta el rechazo a la poltica y al conflicto social, de cuya simbiosis surgi
la disputa entre proyectos alternativos de sociedad que recorri el siglo XX.
Por otra parte, tal rechazo se manifiesta a la poltica entendida como admi-
nistracin, como tcnica de gobierno. Esta asociacin ha sido un caballo de Tro-
ya del neoliberalismo para depurar ideolgicamente la lucha por el poder del
Estado, para otorgar a sus postulados un reconocimiento cientfico, para de-
144 MASSIMO MODONESI

sarmar los proyectos de transformacin y para construir un monopolio de po-


der. El xito de esta operacin es un componente de la actual crisis de la polti-
ca. Las formas tradicionales no han sido sustituidas eficazmente, puesto que el
modelo neoliberal ha creado un abismo entre las instancias de gobierno y de re-
presentacin y las posibilidades de influencia, de defensa de intereses de los sec-
tores sociales mayoritarios. Este abismo es la condicin para la implementacin
de las polticas neoliberales y, al mismo tiempo, su lmite estructural, porque no
logra canalizar polticamente la reaccin que stas producen, lo que origina la
alerta de los neoliberales y su reciente corriente reguladora. Si bien desarm,
aparentemente, a posibles proyectos alternativos de sociedad, el triunfo neolibe-
ral parece haber sembrado, en este aspecto, un factor de su propia crisis.
El neoliberalismo logr obtener el control prcticamente exclusivo del gobier-
no, propici y aprovech la derrota de los movimientos antisistmicos, desactiv
parcialmente el conflicto poltico y entron la dimensin de gestin y administra-
cin en los marcos definidos por sus postulados. Simultneamente, suscit un re-
chazo generalizado a la poltica que, aun cuando le garantiza el monopolio en el
aparato estatal, no logra canalizar la insatisfaccin y la reaccin popular. All se
abren espacios y oportunidades para una salida a la crisis, una alternativa al pro-
cesamiento neoliberal de la poltica, que signifique la reconstruccin de sta co-
mo terreno de conflicto, como refundacin o reconquista de la soberana popu-
lar, es decir, como el poder de las mayoras de decidir su destino.

LA INSTITUCIONALIZACIN DE LOS PARTIDOS POLTICOS

La crisis de la poltica se manifiesta en una crisis de las mediaciones polticas t-


picas del siglo XX. Las transformaciones del papel de los partidos polticos repre-
sentan un caso paradigmtico por la centralidad que stos asumieron dentro de
las relaciones entre poltica y sociedad y por la refuncionalizacin por la que se
vuelven a posicionar en la actualidad.
A la par de la construccin de la democracia como conjunto de procedi-
mientos, en el neoliberalismo los partidos polticos tienden a reducir sus funcio-
nes a la de puntales institucionales de los nuevos sistemas polticos. Asistimos a
una redefinicin de las funciones clsicas de los partidos, los que pasan a segun-
do plano. La elaboracin de proyectos y la movilizacin, se reduce la represen-
tacin y la agregacin de demandas al momento electoral, la canalizacin de los
conflictos se asocia al control y la gobernabilidad, mientras que sobresalen fun-
ciones como la administracin y el gobierno, el reclutamiento de la clase polti-
ca y el papel de la oposicin acotado al mbito parlamentario. Los partidos po-
lticos de derecha, centro e izquierda2 actan siempre ms como instituciones
2 Evidentemente existen excepciones, casos de partidos de izquierda que mantienen horizontes

de transformacin que trascienden los marcos institucionales. Por otro lado, se trata de excepciones
DNDE QUED LA POLTICA EN AMRICA LATINA? 145

del sistema poltico y del Estado que como representantes de la sociedad y su pa-
pel responde a la lgica de la institucionalizacin de las relaciones polticas. En
esta perspectiva, desaparecen o se desdibujan otros tantos aspectos clsicos de
los partidos, vistos como organizaciones sociales y polticas o como comunida-
des, como espacios de articulacin y proyeccin de la movilizacin y la lucha so-
cial, como instrumentos de elaboracin y difusin de ideas, de valores, de pro-
yectos de sociedad.3
El crecimiento del individualismo y la fragmentacin social en las sociedades
contemporneas condujo, paralelamente, a una tendencia homogeneizadora, a
una intensa y no pocas veces contradictoria relacin entre bsqueda de identi-
dades y defensa de la diferencia, lo que se manifest claramente desde el surgi-
miento de los llamados nuevos movimientos sociales. As que a los clivajes
clsicos, de donde surgieron los partidos polticos histricos (centralismo-fede-
ralismo, Estado-Iglesia, capital-trabajo), se sumaron otros que los partidos pol-
ticos parecen no alcanzar a agregar y representar.
Por otro lado, la disminucin y la focalizacin de las polticas pblicas difi-
culta la reproduccin de los esquemas corporativos o semicorporativos tradicio-
nales, provocando una dispersin de la negociacin y la bsqueda por parte de
una multiplicidad de actores, de canales directos de interlocucin con el Estado
para impulsar sus demandas. Si los nuevos actores escapan a una representacin
poltica estable, el papel de los partidos en cuanto la agregacin de demandas
es puesto en discusin, mientras que la funcin de canalizacin puede llevarse
a cabo en trminos de lobby y grupos de intereses, con lo que se reproducen el
patrimonialismo y el clientelismo caractersticos de las clases dirigentes latinoa-
mericanas que, en el interior de los partidos, se expresa en la lucha de faccio-
nes, el aumento de candidaturas independientes o la autonoma creciente de
los representantes populares con relacin a su partido.
En ausencia de identidades sociales generales y estables, los partidos estn so-
metidos a las oscilaciones de una indeterminada opinin pblica que se expre-
sa en la disminucin de la militancia, la fluidez del voto, las encuestas y la in-
fluencia determinante de los medios de comunicacin. Al mismo tiempo, por la
competencia meditica y publicitaria que implican hoy da las elecciones (junto
a las reformas de los sistemas electorales en sentido uninominal), se fortalecen
el personalismo y el caudillismo. Es importante sealar que el papel preponde-
rante en la influencia cultural y la circulacin de las ideas estn ms a cargo de
los medios de comunicacin masiva que de los partidos polticos llegando inclu-
so a determinar la agenda poltica.
La teora de la institucionalizacin de corte politolgico, que subyace a las
que, si bien son sintomticas de la resistencia de ciertos sectores a la normalizacin neoliberal, con-
firman la tendencia general en la medida en que ven disminuir sus mrgenes de influencia y suelen
reducirse a un presencia testimonial.
3 Sobre este problema vase (Offe, 1988) y, para una problematizacin desde Amrica Latina

(Garretn, 1998).
146 MASSIMO MODONESI

transformaciones en curso, asume que el grado de partidismo corresponde al


grado de democraticidad, medido por la duracin del rgimen democrtico, la
institucionalidad de los partidos, la competitividad del sistema de partidos y el
establecimiento de rutinas en el funcionamiento del Estado (Cansino, 1997).
Ms all del papel legitimador que han cumplido los estudios de la transitologa
latinoamericana, hay que reconocer las dificultades del pensamiento crtico en
la cuestin de los partidos.
Desde el rechazo tardo a la tradicin partidocntrica y vanguardista hoy asu-
mida con otro sentido por una corriente poltica y politolgica conservadora has-
ta el auge del enfoque movimientista, en sus distintas facetas, las investigaciones
sobre los partidos polticos en Amrica Latina han focalizado su atencin en los
aspectos novedosos y funcionales, descuidando los elementos permanentes y con-
flictivos.
As que desaparecieron artificialmente los problemas que surgen de la rela-
cin entre representacin y participacin poltica que los partidos clsicos ex-
tendan ms all del momento de la votacin mediante un vnculo ms a menos
profundo de pertenencia a un colectivo, lo que responda a una concepcin
amplia de participacin social y ciudadana que hoy tiende a ser superada por
medio de un proceso de despolitizacin tangible en el creciente abstencionis-
mo, el rechazo hacia los partidos, el enaltecimiento de la llamada sociedad civil,
la separacin entre poltica y sociedad y entre Estado y sociedad.
La institucionalizacin de los partidos polticos corresponde, por lo tanto, a
una refuncionalizacin en sentido conservador, centrada en la idea de la gober-
nabilidad y de la neutralizacin de los conflictos sociales, mismos que los parti-
dos tiempo atrs contribuan a elevar a una dimensin poltica. Este desplaza-
miento es componente y factor fundamental de la crisis de la poltica en general
y de las mediaciones polticas en particular, lo que ahonda el vaco entre poltica
y sociedad, tendiendo a expulsar la nocin y el alcance del conflicto social de la
contienda poltico-institucional.
Ante estas tendencias actuales, existe un debate estrictamente poltico alre-
dedor de los partidos. Por un lado, encontramos los que rechazan la poltica ins-
titucionalizada y sus actores fundamentales los partidos polticos desde una
perspectiva movimientista. En el otro extremo, se sitan los defensores de los
partidos-aparatos electorales en trminos de un pluralismo funcional a un mo-
delo de democracia procedimental y socialmente neutral, aceptando el esquema
delineado anteriormente. En una posicin intermedia, se ubican los que asumen
la crisis de la forma partido clsica y se preocupan por la consiguiente separacin
entre poltica y sociedad, invocando la recuperacin de las races sociales de los
partidos. Esta ltima posicin merece ser analizada ms detenidamente en la me-
dida en que reagrupa interpretaciones relativamente distintas. En una versin mo-
dernizante, se plantea una forma de partido flexible capaz de interpretar las de-
mandas sociales, como una caja de resonancia de la opinin pblica, de manera
que los partidos adquieran legitimidad social en su quehacer pblico y las aspira-
DNDE QUED LA POLTICA EN AMRICA LATINA? 147

ciones sociales adquieran concrecin poltica, reactivando los canales de comuni-


cacin y de influencia recproca entre poltica y sociedad.4 Por otro lado, se en-
cuentra una visin un tanto nostlgica que, asumiendo la crtica a la deriva institu-
cional de los partidos, propone recuperar su esencia, remitiendo al nacimiento
de los partidos populares en el siglo XX, en la poca de crisis del liberalismo oligr-
quico.5 Aqu se plantea la renovacin de la idea de partido de masa no como sim-
ple portador de demandas populares, sino como instrumento de integracin y
de proyeccin poltica de las clases subalternas.
Esta ltima postura es particularmente interesante, porque nos permite abrir
una interrogante terica a partir de la revisin histrica del siglo. Cul es la
esencia de los partidos polticos?, es acaso la de la alternancia entre partidos li-
berales y conservadores relativamente homogneos basado en la exclusin de
las mayoras desposedas, por lo tanto la de un modelo neoligrquico?, o la del
antagonismo aggiornato entre partidos del orden y partidos revolucionarios? Po-
siblemente la respuesta se encuentre en una lectura de poca y nos remita una
vez ms a los ciclos de maduracin del conflicto social que acompaa a la histo-
ria del capitalismo. Ser entonces la naturaleza y el nivel del conflicto los que
determinarn las formas que asumir el enfrentamiento poltico y el papel de
los partidos. Podemos entonces vislumbrar un escenario en donde la transicin
de la resistencia a la construccin de alternativas al capitalismo neoliberal, im-
plique la emergencia de partidos polticos que asuman un proyecto distinto de
sociedad. De la misma manera, podemos avizorar otro contexto indito en
donde la transformacin social sea impulsada por nuevas formas de organiza-
cin, movilizacin y protagonismo popular al margen y en contra de un sistema
de partidos anquilosado y atrincherado en la defensa de la conservacin de es-
tructuras polticas y sociales excluyentes.

LAS AMBIGEDADES DE LA SOCIEDAD CIVIL

El proyecto neoliberal y neoconservador de separacin entre la poltica y el con-


flicto social y de expulsin de ste de la esfera poltico-institucional, se relacio-
na con las vicisitudes de un supuesto nuevo sujeto histrico: la sociedad civil.
Desde los aos ochenta, a partir de las transiciones a la democracia en Euro-
pa oriental y Amrica Latina, el concepto de sociedad civil se ha convertido en
un tema de moda en el debate politolgico y sociolgico y en un referente obli-
gado del discurso poltico, tanto de derecha como de izquierda, lo cual encierra
4 sta es la formulacin de la socialdemocracia europea reagrupada en el Partido Socialista Eu-

ropeo de gran influencia en la izquierda partidaria latinoamericana.


5 sta es la formulacin de la izquierda partidista radical en Europa como en Amrica Latina.

Vase tambin la opinin de un intelectual comprometido como Marcos Roitman Rosenmann, Roit-
man, 2002:10.
148 MASSIMO MODONESI

detrs de la supuesta convergencia una spera disputa conceptual (Olvera,


1999).
Antes de abordar las principales caracterizaciones de la sociedad civil, hay que
volver a situar en el centro del anlisis la dimensin histrica. Una vez ms, la ex-
plicacin del surgimiento real o imaginario de la sociedad civil encuentra sus
orgenes en el desenlace del gran conflicto sociopoltico que marc el siglo XX.
Aunque existen diferencias notables entre los procesos europeos y latinoa-
mericanos, ambos fueron expresiones de la derrota de los movimientos popula-
res antisistmicos del siglo XX, como lo demuestra entre otras cosas el hecho
de que los protagonistas y las demandas presentes en las movilizaciones del
decenio de los ochenta no respondan a un referente de clase o popular. La de-
rrota ideolgica no se manifest, como algunos pretenden, en la sustitucin de
ideales de emancipacin social con ideales democrticos y libertarios, sino en la
falta de articulacin entre ambos, como haba sido planteado por toda la iz-
quierda socialista occidental post 68.
Si bien es cierto que en Amrica Latina esta perspectiva articuladora estuvo
presente en las movilizaciones que impulsaron las transiciones desde los regme-
nes autoritarios, tambin lo es que aquella qued supeditada a las demandas es-
trictamente democrticas y a los actores que las impulsaban. En esto se asentaba
la derrota de un proyecto emancipador integral que se haba venido gestando
decenios atrs y establecindose ahora una nueva correlacin de fuerzas.
La retirada relativa de las fuerzas armadas del aparato estatal abra paso a la re-
composicin de sistemas de partidos depurados de las opciones extremas y al pro-
tagonismo de nuevos y viejos actores sociales. En la articulacin entre viejos y nue-
vos actores se marcaba entonces el cambio de fondo de las dinmicas sociopolticas
y naca el mito de la sociedad civil. Por encima de los movimientos populares de
corte tradicional, ganaban visibilidad las posteriormente famosas organizaciones
no gubernamentales, a partir de la lucha contra la impunidad en la violacin de de-
rechos humanos y a favor de la liberalizacin de la vida poltica.
En este clima, la emergencia de la llamada sociedad civil organizada fue re-
conocida y aprovechada por un sistema poltico institucional en el que los par-
tidos polticos asuman la conduccin del proceso de reformas, pero reconocan
el papel de las organizaciones civiles y su capital de legitimacin poltica. De he-
cho, la relacin de cooperacin y competencia entre partidos y organizaciones
civiles ha sido uno de los ejes fundamentales de los procesos de democratizacin
latinoamericanos.
En este proceso histrico se dibujaron distintas visiones de la sociedad civil.
Por un lado, se asent la visin neoliberal dominante que usa el concepto en re-
ferencia a todo lo que no es poder poltico e instituciones pblicas, incluyendo
organizaciones con rasgos paraestatales, como los sindicatos en regmenes cor-
porativos o semicorporativos y todos y cada uno de los ciudadanos. Esta visin,
que se apoya formalmente en la distincin clsica entre sociedad poltica y so-
ciedad civil, fue recuperada en el discurso transitolgico y tuvo un papel legiti-
DNDE QUED LA POLTICA EN AMRICA LATINA? 149

mador en el desmantelamiento del Estado populista-desarrollista latinoamerica-


no tal como lo fue del Estado fordista en los pases desarrollados y del Estado
socialista burocrtico en el Este europeo. Planteando una contraposicin mani-
quea entre Estado y sociedad civil, la visin neoliberal tiende, junto con la de-
fensa de las libertades civiles y polticas, a justificar la libertad de iniciativa indi-
vidual y la centralidad del libre mercado en la construccin social.
A partir de esta lgica, como escribe Franois Houtart:

el papel del Estado est limitado a tres funciones; proporcionar un marco jurdico que
garantice la propiedad privada y el ejercicio de la libre empresa, asegurar el funciona-
miento de la reproduccin social (educacin, salud) y proteger a los individuos. Vol-
vemos a encontrar la expresin de Michel Camdessus cuando hablaba de las tres manos:
la mano invisible del mercado, la del Estado, destinada a organizar las reglas del juego y la
de la caridad, que se ocupa de aquellos que quedan excluidos (Houtart, 2001).

Detrs de esta operacin ideolgica exitosa se percibe una deformacin homo-


geneizante e idealizada de la sociedad civil. Homogeneizante, porque la asume
como una unidad un nuevo sujeto histrico, sin distinguir ni reconocer los
conflictos, las grietas y los intereses contrapuestos que la atraviesan y la fragmen-
tan; como si la sociedad en su conjunto pudiera asumir e impulsar un slo pro-
yecto que implicara el bienestar de todos. Idealizada porque el concepto de so-
ciedad civil se basa en el presupuesto de la existencia de ciudadanos, es decir,
asume como dadas ciertas condiciones de igualdad en el plano econmico, po-
ltico y social (Vilas, 1998). Como reflejo de este ciudadano ideal, la sociedad
civil es asociada a un conjunto de valores positivos (la armona, la paz, la demo-
cracia, etc.) el bien opuesto al demonio estatal y a las molestias ocasionadas
por el conflicto social y poltico. La sociedad civil aparece as como un ente emi-
nentemente apoltico. Ms all de la aparente ingenuidad, se percibe claramen-
te el sesgo ideolgico que, detrs de la retrica civilista, caracteriz y caracteri-
za a un proyecto poltico conservador y conformista.
Si esta visin de la sociedad civil es propia de la derecha, al punto que es pro-
movida por las instituciones financieras internacionales responsables de los
grandes modelos de ingeniera social en nuestros das,6 la confirmacin de la
hegemona neoliberal puede encontrarse en la contaminacin que, a partir de
esta concepcin, sufrieron vastos sectores de izquierda. En particular, la renova-
cin ms reciente de la socialdemocracia europea, cuya influencia ideolgica se
percibe claramente en Amrica Latina, se apoya fundamentalmente en esta ca-
racterizacin de la sociedad civil, aun cuando, a diferencia de la derecha, que la
asume como plenamente realizada, la concibe como un proceso cuya realiza-
cin queda supeditada al cumplimiento de ciertos requisitos, en particular la
6 Vase, por ejemplo, el interesante anlisis del discurso de algunas instituciones de crdito en

Nora Rabotnikof, La caracterizacin de la sociedad civil. Perspectiva de los bancos multilaterales de


desarrollo, en Perfiles latinoamericanos, nm. 15, 12/1999, Flacso-Mxico, pp. 27-46.
150 MASSIMO MODONESI

conquista de una igualdad de oportunidades, con lo cual se sustituye la refe-


rencia a la igualdad de derechos, es decir, cambia el objetivo de la igualdad real
con la meta de la igualdad posible.7
Desde la misma concepcin, conciben su labor social gran parte de las ONG
que proliferan a lo largo y ancho del globo. Sin asumir los factores estructurales
de los fenmenos de explotacin, dominacin y opresin que sancionan las rela-
ciones polticas, econmicas y sociales, muchas ONG se consideran los actores fun-
damentales de una sociedad civil angelical como la llama Houtart y caritativa
que opera como vlvula de escape, limitando los daos sociales de los ajustes es-
tructurales y conteniendo las pulsiones autoritarias del modelo neoliberal, garan-
tizando su estabilizacin, su viabilidad y la gobernabilidad. Escribe Houtart:

Este tipo de concepcin de la sociedad civil permite, sin duda, encabezar los combates
sociales. En efecto, los abusos del sistema son denunciados, pero esto no desemboca en
una crtica de su lgica. Por esta misma razn, se convierte fcilmente en receptculo de
ideologas antiestado, interclasistas, culturalistas, utpicas en el sentido negativo del tr-
mino y, al tiempo que manifiesta el deseo de cambiar los paradigmas de la sociedad, re-
sulta ineficaz a largo plazo (Houtart, 2001).

As que, detrs de las buenas intenciones de muchas organizaciones civiles en


gran medida inspiradas en una visin catlica del mundo, se esconde su papel
funcional al neoliberalismo (Petras, 2000).
Por otro lado, hay que reconocer la presencia de una concepcin radical-
mente distinta. La idea de sociedad civil es en esta versin relacionada con la
lucha por la hegemona y con la resistencia frente a las polticas neoliberales,
percibidas por separado o como parte de un proyecto global o de una forma-
cin econmico-social histricamente determinada. En esta lectura, la sociedad
civil aparece como una red de contencin de mltiples actores sociales y popu-
lares en defensa de valores y derechos fundamentales y representa un frente en
el conflicto y la confrontacin sociales. Conflicto y confrontacin polifacticos,
impulsados por minoras activas que conquistan visibilidad e influencia crecien-
te en la contienda poltica y que en determinadas coyunturas pueden llegar a
animar movimientos masivos. Esta visin, reconociendo el elemento del conflic-
to, tiende a asumir a la sociedad civil como un sujeto histrico antagonista.
Sin embargo, no se trata de la simple sustitucin de un sujeto cado en desgra-
cia en tiempos de neoliberalismo (la clase obrera, el pueblo, los oprimidos, los ex-
plotados, segn el matiz y el caso), por otro ms actual con las mismas caractersti-
cas. Si bien en esta versin la sociedad civil es el sujeto de la transformacin desde
abajo, lo es tambin a partir de otra concepcin de poder y a partir de cierta inter-
pretacin de la construccin de una hegemona. Poder y hegemona aparecen
7 Sobre la tercera va de Anthony Giddens y sus influencias en Amrica Latina, vase Modonesi,
2000.
DNDE QUED LA POLTICA EN AMRICA LATINA? 151

aqu en sus facetas antiburocrticas y antiestatalistas tpicas de los tiempos neoli-


berales como procesos de transformacin de las relaciones sociales desde abajo,
al margen del poder poltico y de la ocupacin del aparato del Estado que en la
teora revolucionaria clsica, incluso en la refinada versin gramsciana, constituan
un momento o un espacio central y resolutivo. La sociedad civil antagonista re-
cupera solamente una parte de la compleja articulacin que subrayaba Gramsci, la
parte ms olvidada por las vanguardias revolucionarias del siglo XX, la que sita a
la transformacin en el entramado social ms finos, desde los espacios colectivos
hasta los individuales que conforman a las sociedades contemporneas.8
Ambas posturas estn marcadas por un intento de caracterizar un concepto
que, a partir de la crisis del Estado interventor, asumi una connotacin positi-
va y se volvi central en el discurso poltico. Ambas responden a una voluntad
de apropiarse del concepto en funcin de un objetivo conservador o transfor-
mador. Ambas tienden a homogeneizar una realidad compleja y contradictoria,
forzando el alcance del concepto, para construir artificialmente un sujeto social
portador de un proyecto histrico.
Aunque estas posturas son comprensibles, desde una lgica estratgica (la
contienda en torno al concepto y los intentos de apropiacin de la bandera de
la sociedad civil), desde nuestra perspectiva, es pertinente recuperar los trmi-
nos de esta disputa y emprender el anlisis de la sociedad civil a partir de los
conflictos, las fracturas y las profundas desigualdades que all se gestan y se re-
producen. La sociedad civil aparecera as, no como un sujeto histrico conser-
vador o transformador, sino como un espacio de conflicto y el terreno privilegia-
do de la lucha hegemnica tal como planteaba Antonio Gramsci en una po-
ca de franca contraposicin ideolgica. Vista de esta manera, la sociedad civil
resulta ser el terreno privilegiado de la poltica, de la praxis, el lugar donde se
manifiestan los aspectos ms sutiles de la dominacin, se gestan los proyectos
hegemnicos, se articulan las fuerzas sociales, se construyen y destruyen las pa-
cficas trincheras del poder y del contrapoder.
Por lo cual, ms all de la mencionada contraposicin conceptual, somos lle-
vados a reconocer que la supuesta recuperacin de autonoma de la sociedad ci-
vil, que festejan la mayor parte de los observadores contemporneos, tiene una
doble cara detrs de la cual se esconde un conflicto poltico y social cuyas di-
mensiones descubriremos pronto. Por una parte, la autonoma es el resultado
de un complejo proceso de desestatizacin o privatizacin de la sociedad lleva-
do a cabo a partir del desmantelamiento de los pactos corporativos y de seguri-
dad social que, a su vez, produce un crecimiento exponencial de fenmenos de
exclusin y marginacin social, al mismo tiempo que favorece bajo la ley del
mercado una concentracin de la riqueza.

8 A esta concepcin se oponen intelectuales marxistas que insisten en que toda revolucin tiene

que arrancar de una voluntad de poder que se exprese tanto a nivel social como a nivel estatal.Vase,
por ejemplo, la crtica al pensamiento zapatista de Atilio Born (Born, 2001).
152 MASSIMO MODONESI

Las relaciones de dominacin depuradas de las mediaciones institucionales


anteriores, segn el esquema neoliberal polarizan a las sociedades latinoameri-
canas perfilando lo que Eduardo Ruiz Contardo llama un proceso de neoligar-
quizacin (Ruiz, 1995). Como contraparte de estos procesos, en y desde la so-
ciedad civil, la autonoma libera energas y mrgenes de accin que el modelo
de dominacin previo acotaba, abriendo la puerta al florecer de nuevas formas de
resistencia y a la germinacin de posibles alternativas.
En la sociedad civil, bajo las nuevas condiciones, no slo no desaparece el
conflicto social sino que inevitablemente tiende a asumir formas polticas. La po-
ltica, entendida como empoderamiento de los sujetos sociales colectivos, regre-
sa a sus orgenes y empieza a recorrer el camino que la llev a ser la protagonis-
ta del siglo XX, vuelve a gestarse desde abajo, en las tensiones, las contradicciones
y los conflictos para resurgir como proyecto de transformacin de lo existente,
como alternativa, como utopa posible, como movimiento y tensin permanente
hacia el cambio.

RECONFIGURACIN DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

A partir de las tendencias mencionadas, es posible sealar algunos rasgos signi-


ficativos de la reconfiguracin de los movimientos sociales latinoamericanos.
En primer lugar, es necesario establecer una distincin entre movilizaciones
y movimientos sociales, en tanto que en que las primeras suelen ser coyuntura-
les mientras que los segundos, si bien surgen y se alimentan de experiencias de
movilizacin, tienden a asumir formas ms estables y duraderas de organizacin
y de elaboracin programtica. En este aspecto, podemos asumir que vivimos
una poca de repunte de las movilizaciones y, en consecuencia, de redefinicin
de los movimientos.
La reconfiguracin de los movimientos sociales se da, en el contexto del neo-
liberalismo, en direcciones contradictorias. Por un lado, juegan los factores ya
mencionados, ahondndose la distancia entre poltica y sociedad, provocando
desencanto, rechazo, apata e indiferencia. Las nuevas formas de concentracin
del poder poltico producen una disminucin de la capacidad de los ciudada-
nos para incidir en las polticas pblicas y provocan una desvalorizacin de lo
pblico, una creciente despolitizacin de la vida social y un debilitamiento de la
participacin institucional y social. Estos fenmenos acompaaron el descenso
de la movilizacin a partir de los aos ochenta y fueron el correlato del arraigo
del neoliberalismo.
Al mismo tiempo, la desestatizacin de la sociedad y la multiplicacin de las
fracturas sociales ms all de la que produce la oposicin capital/trabajo libe-
raron una serie de sujetos sociales, complejizando la lucha social y generando
nuevos movimientos reivindicativos. Por otra parte, en la medida en que el neo-
DNDE QUED LA POLTICA EN AMRICA LATINA? 153

liberalismo tea de colores sombros a las sociedades latinoamericanas, se le-


vantaron las protestas y la resistencia asumi formas ms visibles y ruidosas.9
Entre los flujos, los reflujos y las tendencias contrapuestas, podemos tratar de
caracterizar sumariamente a los movimientos sociales latinoamericanos de la ac-
tualidad, a partir de dos perfiles generales, dos tipos ideales entre los cuales se
sitan las distintas realidades concretas.
Un primer perfil responde a un modelo tradicional refuncionalizado en el
marco del neoliberalismo. En ste se reproduce, afuera de los marcos corpora-
tivos de la etapa anterior, la dinmica de protesta-presin-negociacin alrededor
de reivindicaciones puntuales y limitadas de algunos sectores sociales determi-
nados. A pesar del debilitamiento del papel de los sindicatos obreros, las orga-
nizaciones campesinas y el movimiento urbano-popular, se puede observar una
renovacin de la lgica corporativa en el marco de la gobernabilidad, una lgi-
ca neocorporativa focalizada que propicia nuevas formas de organizacin social
y responde a la multiplicacin de demandas, como una maniobra para integrar
estratgicamente a ciertos ncleos y excluir a otros. Por lo tanto las movilizacio-
nes de determinados sectores sociales organizados se caracterizan por una postu-
ra defensiva, de estricta resistencia, que parte de la protesta como presin para
la obtencin de ciertos resultados especficos y limitados. En tanto no se genere
una representacin poltica democrtica y una forma de gobernar que prescin-
da de la mediacin clientelar, el mecanismo corporativo como forma de legiti-
macin y de hacer poltica puede reducir su alcance pero subsiste en un entor-
no marcado por el debilitamiento, la reduccin y la fragmentacin del mundo
del trabajo.
As se mantienen y surgen organizaciones centradas en la defensa de derechos
sociales puntuales. Si bien en muchos de estos movimientos existe la percepcin
por lo menos en el nivel discursivo de que el neoliberalismo es un modelo tota-
lizante y que las demandas puntuales se resuelven en un marco general, se privi-
legia la posibilidad de obtener respuestas inmediatas a la accin social dirigida al
cuestionamiento del sistema en su conjunto. En esta lgica, pesa, evidentemente,
la derrota histrica vivida por los movimientos sociales tradicionales de los aos
setenta, as como su crisis de representacin, fenmenos que empujan hacia la
conservacin del papel y la influencia de algunas organizaciones histricas a par-
tir de su capacidad de obtener resultados concretos en lo inmediato.
De esta forma, gran parte de las organizaciones y los movimientos sociales re-
sienten, por una parte, las modificaciones en su entorno y, por otra, la reducida
capacidad de incidir sobre las decisiones pblicas. En consecuencia, se limitan
a presionar para obtener concesiones limitadas, alimentando una cerrada com-
petencia por la atribucin de recursos, aceptando la subalternidad al neolibera-
lismo, guindose por el posibilismo y el pragmatismo y sostenindose sobre un

9 Para una visin panormica de los movimientos de protesta latinoamericanos de los ltimos

decenios vanse Eckstein, 2001; Lpez, 1999.


154 MASSIMO MODONESI

clientelismo siempre ms miserable.10 Por lo tanto, a partir de la fragmentacin


social, gran parte de las manifestaciones de resistencia social a las polticas neo-
liberales asumen objetivos y formas aisladas y cortoplacistas.
En este esquema, se pueden ubicar los llamados nuevos movimientos socia-
les surgidos en los aos ochenta, a favor de la diferencia en la igualdad de gne-
ros, de las preferencias sexuales y en defensa del medio ambiente. A pesar de
que existen diferencias en las variadas expresiones que asumieron estos movi-
mientos en cuanto a radicalismo y posturas antineoliberales, la tendencia domi-
nante se ubica en el terreno de la presin para la obtencin de avances concre-
tos en trminos legislativo y de financiamiento y, raras veces, asume la forma de
una accin poltica dirigida hacia un modelo alternativo integral. Por otro lado,
a diferencia de las organizaciones sociales tradicionales, en estos espacios se pro-
ducen formas de asociacin mucho menos centralizadas, rgidas, verticales y au-
toritarias que favorecen formas de militancia ms elsticas y desembocan, en
muchos casos, en la participacin en diversas experiencias de movilizacin y de
posicionamiento poltico general (Coll, 2000).
Asimismo, desde el decenio de los noventa, empez a dibujarse otro perfil
dentro del conjunto de los movimientos sociales contemporneos. De la descon-
figuracin de los esquemas tradicionales surgieron nuevos actores polticos,
nuevas formas de organizacin y de lucha. Una parte minoritaria pero crecien-
te de los sectores populares rompi con o fue expulsada de los acuerdos neocor-
porativos y del clientelismo focalizado neoliberal. A partir de la exclusin, se
construyeron una serie de organizaciones independientes que asumieron la de-
fensa de los derechos sociales y de los intereses populares en una contraposicin
permanente e irreductible frente al Estado neoliberal.11
El protagonismo de estos nuevos movimientos sociales, aun cuando apare-
cen todava fragmentados, plantea niveles y formas de conflictividad social que
no pueden simplemente entenderse desde el anlisis clasista aunque ste sigue
siendo fundamental (Vilas, 1995). Aqu la crtica frontal al neoliberalismo se
entiende, por un lado, en la defensa de los derechos conquistados por el Esta-
do nacional popular, ligada a la idea de igualdad y de justicia sociales y, por el
otro, en la conquista de derechos no estrictamente ligados a la distribucin de
la riqueza, sino vinculados a los principios del pluralismo, de la diversidad y la
diferencia cultural.12 En su conjunto y como horizonte de visibilidad, estos mo-
vimientos plantean la superacin del statu quo en direccin de una sociedad ra-
dicalmente distinta.
10 Miserable, en el sentido de que, a diferencia de la etapa anterior, los clientes en tiempos neo-

liberales no salen de la miseria.


11 Y, en general, a toda forma estatal, lo cual ha conducido a la recuperacin, explcita o impl-

cita, del ideario poltico del anarquismo, como teora y como prctica. Vase, por ejemplo, Epstein,
2001.
12 Este ltimo aspecto ha sido sealado por los tericos ms conocidos de los movimientos socia-

les contemporneos, vanse, por ejemplo, Touraine, 1997; Melucci, 1999.


DNDE QUED LA POLTICA EN AMRICA LATINA? 155

En este sentido, lo que en el fondo distingue estos movimientos es su proyec-


cin utpica. En esa tensin utpica convergen experiencias diversas que arran-
can de contextos locales y de demandas puntuales (como por ejemplo los pique-
teros argentinos, los sin tierra brasileos, los cocaleros bolivianos, los zapatistas
mexicanos, los indgenas ecuatorianos y muchos otros movimientos sociales la-
tinoamericanos) y de reivindicaciones de carcter global (como la red de ATTAC,
de grupos ecologistas radicales o de defensa de los derechos humanos).13 Para
estos nuevos actores de la vida poltica de la regin las concesiones arrancadas
a los estados neoliberales son pequeos pasos hacia delante en la construccin
de una alternativa de sociedad. De esta manera, no solamente estn contribu-
yendo a la resistencia al neoliberalismo en el presente, sino que estn sembran-
do las semillas de un futuro distinto.
Ambos perfiles de los movimientos sociales latinoamericanos apuntan a la re-
definicin de lo que es la poltica. Por un lado, se refuncionaliza la subalterni-
dad hacia el Estado, la poltica institucional o estadocntrica, ahora ms en
trminos de influencia en una lgica defensiva que en trminos de conquista y
ocupacin. Por el otro, vuelve a plantearse la contraposicin irreductible con el
Estado y sus instituciones desde una perspectiva de transformacin centrada en
lo social, en el horizonte de construccin de una alternativa de hecho, a partir de
algunas coordenadas ideales ms que de orientaciones programticas y planifica-
doras. La definicin de poltica vuelve a ponerse en el centro de la disputa po-
ltica, en la cual se entrecruzan procesos de integracin, resistencia y franca re-
belda a partir de los cuales se conforman los actores sociales que protagonizan
la historia que estamos viviendo.

DERECHAS E IZQUIERDAS. LA HISTORIA SIN FIN

Alrededor de estas coordenadas bsicas, es decir, en funcin de determinadas


concepciones de la poltica a principio de este siglo, del papel de los partidos
polticos, la sociedad civil y los movimientos sociales, se conforman, se articulan,
se diferencian y, por ende, se pueden identificar los distintos proyectos polticos
que habitan las sociedades latinoamericanas contemporneas.
La hegemona cultural neoliberal logr filtrar en el sentido comn la idea de
que ya no existen diferencias entre derecha e izquierda, apoyndose en la tesis
posmoderna del fin de las ideologas y en el real acentramiento de los parti-
dos polticos en el interior de sistemas polticos homogneos y homogenizado-
res, en los cuales ya no son representadas las posiciones extremas (Giddens,
1995). Sin embargo, la vida social y poltica latinoamericana, como lo hemos tra-
13 Este segundo aspecto es la gran novedad que ha despertado muchas expectativas y esperanzas

a lo largo y ancho del mundo. Para una revisin de los planteamientos del movimiento en contra de
la globalizacin neoliberal vase, entre otros, Seoane y Taddei, 2001.
156 MASSIMO MODONESI

tado de ilustrar, desmiente esta lectura que resulta ms apegada al deber ser
neoliberal que a la realidad.
Izquierda y derecha subsisten en la medida en que subsiste el conflicto social
de fondo y que de all se desprenden una serie de proyectos polticos.14 Lo que
es indudable es que esta contraposicin fundamental se modific y se compleji-
z paralelamente a las transformaciones de la poltica. La competencia entre
proyectos conservadores y revolucionarios perdi la linealidad que la caracteri-
z en el siglo XX y vuelve a presentarse como una nebulosa aparentemente con-
tradictoria.
Sin el afn de dar cuenta en profundidad de todas las fuerzas y los actores
presentes y en proceso de construccin, podemos ubicar, en un primer acerca-
miento, cuatro perfiles fundamentales: una derecha institucional, una derecha
social, una izquierda institucional y una izquierda social.
La construccin de estos perfiles supone que ms all de la permanencia de
la divisin entre izquierda y derecha, es necesario reconocer un corte transver-
sal entre proyectos polticos de matriz social y de matriz institucional, el cual es
el producto del proceso de separacin y alejamiento entre las dos formas de ha-
cer poltica que caracterizamos anteriormente y cuya articulacin marc la his-
toria del siglo XX.
La contraposicin entre derecha e izquierda institucionales se manifiesta en el
terreno electoral, bajo la forma de partidos, en torno a una visin de la poltica
como ordenamiento desde arriba, desde las instituciones estatales. La izquierda
institucional propone contener el conflicto social mediante dosis de redistribu-
cin, asumiendo que la transformacin no puede rebasar los marcos establecidos
por las leyes del mercado, sino que se tiene que limitar a un reformismo tendien-
te a un vago concepto de equidad. La derecha institucional asume la defensa de
lo existente y propone contener el conflicto social por medio de una combinacin
de medidas represivas y polticas sociales focalizadas tendientes a neutralizar la po-
sibilidad de una protesta explosiva de los sectores ms desamparados y a dividir el
campo de la exclusin. La relacin entre izquierda y derecha institucionales es de
competencia electoral, pero, en buena medida, de contaminacin y convergencia
ideolgica y programtica.15
Por otra parte, existen una derecha y una izquierda sociales que se manifiestan
en el terreno de la representacin y la organizacin de los sectores populares, a
partir de una visin de la poltica como movimiento de abajo que pretende inci-
dir en la construccin y reproduccin societal. La izquierda social corresponde a
los movimientos sociales antagonistas y negociadores ya mencionados, ubicados
14 En esto estamos parcialmente en desacuerdo con la lectura de Norberto Bobbio (Bobbio,

1994), quien ubica la persistencia en el terreno de la ideas, en el nfasis de la izquierda en la igual-


dad y la derecha en la libertad. Esta manifestacin de la persistencia no considera la raz, la cual tie-
ne que buscarse en el plano de las relaciones materiales.
15 Como plantean muchos intelectuales radicales ya mencionados como Petras y Hirsch, vase

Revelli, 1996.
DNDE QUED LA POLTICA EN AMRICA LATINA? 157

en el horizonte de una transformacin ms o menos radical y ms o menos di-


ferenciada en el tiempo. La derecha social, por su parte, se encuentra en las di-
versas expresiones de organizacin popular, alrededor de ideales comunitarios
conservadores, de inspiracin religiosa o secular. Si bien ambos movimientos
polticos se sitan en el terreno social y comparten un discurso y una prctica
antineoliberal, su relacin es de cerrada competencia en cuanto a la capacidad
de convocar y organizar a las masas excluidas y marginadas por el neoliberalis-
mo y de abierta divergencia con relacin a los objetivos de fondo.
La creciente fractura entre la poltica como expresin social y como expresin
institucional produjo una polarizacin de los proyectos polticos inspirados en
ideales tanto de derecha como de izquierda, al punto que resulta ms pertinente,
en trminos descriptivos, comparar derecha e izquierda social, por una parte, y
derecha e izquierda institucional, por la otra. Esto no quiere decir que se hayan
roto definitivamente los puentes y las posibilidades de articulacin entre expresio-
nes sociales e institucionales de izquierda y de derecha. Este aspecto merecera un
anlisis aparte. De hecho, a pesar de la tendencia a la separacin entre lo social y
lo institucional, es justamente la capacidad de rearticulacin la clave que poten-
ciara enormemente cualquier proyecto poltico de derecha o de izquierda que
ofrezca la oportunidad de un reencuentro integral entre poltica y sociedad. En-
tonces, nos encontramos frente a una paradoja: cuando la lgica del nuevo mode-
lo de relaciones polticas apunta a mantener separadas las esferas de la poltica, la
lgica de poder, que anima todo proyecto poltico, empuja hacia alianzas en
funcin de objetivos comunes. Alianzas posibles, pero difciles de realizar, en la
medida en que la gnesis y la razn de ser de los proyectos polticos de corte
eminentemente social e institucional responde a necesidades distintas propias
de los tiempos que vivimos, lo cual envuelve las posibilidades de articulacin en
un crculo vicioso complicado para romper.16
Si bien estamos ciertos de que esta sumaria revisin del problema requerira
profundizarse por medio de ejemplos concretos y del anlisis sistemtico de los
contenidos de cada proyecto poltico,17 en la lgica de este ensayo, ella es til
para apuntalar la tesis de la permanencia del conflicto social y su trascendencia

16 Este problema es asumido por parte de pensadores y activistas de izquierda, aunque no se

plantea en toda su complejidad, como lo demuestra, por ejemplo, la forma en que Atilio Born lo
reduce a un asunto de claridad ideolgica: Sin embargo, es preciso reconocer que, lamentablemen-
te, estas heroicas muestras de combatividad popular no logran an articularse en una fuerza polti-
ca nacional, dando vida a una expresin unitaria y coherente. Son luchas puntuales, sectoriales, lo-
cales, que agotan sus energas en proyectos que todava no alcanzan a trascender el marco valioso
pero insuficiente de lo inmediato. La izquierda poltica no ha acudido todava a la cita con una iz-
quierda social cada vez ms movilizada. El atraso ideolgico y terico de la izquierda poltica y su
exasperante fragmentacin en un archipilago de rivalidades irreconciliables la priva de toda efica-
cia, comprometiendo asimismo la efectividad de la creciente protesta popular que no encuentra un
continente adecuado en el que canalizar sus esperanzas y sus luchas. Vase Born, 2000:209).
17 Mayor profundidad en el acercamiento al problema de la contraposicin entre izquierda so-

cial e institucional se encontrar en Modonesi, 2001.


158 MASSIMO MODONESI

en el terreno poltico. La poltica, a pesar de todas sus mutaciones, sigue siendo


el terreno privilegiado de la disputa que atraviesa a las sociedades latinoameri-
canas, sigue siendo la continuacin y la proyeccin del conflicto social en el pla-
no de la eterna tensin entre conservacin y transformacin, sigue siendo el es-
pacio de la conciencia y de la accin mediante la cual los sujetos sociales tratan
de incidir sobre su destino. As como la historia no se ha acabado, tampoco ha
terminado la contienda que la acompaa y le imprime su sello.

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LA GOBERNABILIDAD-GOBERNANZA.
COMO IDEOLOGEMA NEOLIBERAL GLOBALISTA

EDUARDO E. SAXE-FERNNDEZ*

INTRODUCCIN

Una caracterstica saliente de la ideologa del globalismo neoliberal (cf. Saxe


Fernndez y Brugger, 1997) consiste en la prohibicin del empleo de ciertos
conceptos y categoras que explican determinados mbitos histrico-sociales o
poltico-econmicos de forma tal, que contradicen los postulados, descripciones
o prescripciones globalistas neoliberales. Tal es el caso de las nociones de clase
social o imperialismo que son de la mayor relevancia para entender crtica o
alternativamente las realidades actuales y que, por lo tanto, son prohibidas por
esa ideologa dominante que supone ser duea de toda y cualquier verdad. Pa-
ralelamente, y a la inversa, la ideologa dominante contiene una serie de seu-
doconceptos engaosos que disfrazan la realidad y las polticas, que, consecuen-
temente, conllevan grandes cargas connotativas positivas y que se difunden am-
pliamente entre los medios polticos, acadmicos y populares. Es lo que ocurre,
por ejemplo, con la idea de flexibilizacin laboral, que esconde polticas de ata-
que y destruccin del empleo y de derechos laborales. Algo similar sucede con
la nocin de modernizacin, que hoy significa un regreso a las formas libera-
les y oligrquicas de organizacin del capital, incluyendo procesos caractersti-
cos de una des-modernizacin, como lo constituye la actual desindustrializa-
cin de Amrica Latina. Se trata de una larga lista de seudoconceptos, entre los
que tambin, por supuesto, encontramos el de globalizacin (cf. Saxe-Fernn-
dez, 1999a). En ese sentido, Samir Amin seala:

El discurso dominante impuso, desde hace veinte aos, el uso del trmino mundializacin
(a veces escrito en frangls, globalisation) para designar, de manera general, los fenme-
nos de interdependencia a escala mundial de las sociedades contemporneas. El trmino
nunca es relacionado con las lgicas de expansin del capitalismo y, menos an, con las di-
mensiones imperialistas de su despliegue. Esta falta de precisin deja entender que se trata
de una fatalidad, que es independiente de la naturaleza de los sistemas sociales la mundia-
lizacin se impondra a todos los pases de la misma forma, sea cual sea su opcin de prin-
cipio, capitalista o socialista y que acta entonces como una ley de la naturaleza (2001:15).

* Latinoamericanista. Catedrtico de la Escuela de Relaciones Internacionales, Universidad Na-


cional de Costa Rica (UNA). Globalacademy/racsa.co.cr.
[160]
LA GOBERNABILIDAD-GOBERNANZA. COMO IDEOLOGEMA NEOLIBERAL GLOBALISTA 161

En este artculo discuto uno de estos seudoconceptos de la ideologa neoliberal glo-


balista, compuesto por el siguiente binomio terminolgico: gobernabilidad y go-
bernanza. Dichos trminos se presentan con una pesadsima carga denotativa y
connotativa positivas; por consiguiente, es necesario mostrar sus alcances concep-
tuales en relacin con las polticas que ellos explican y/o justifican.
Las nociones de gobernabilidad y gobernanza como nebulosa concep-
tual en la definicin oficial de situacin.
Por nebulosa conceptual voy a entender ciertos imagologemas conceptuales
que conforman una nebulosa o un cluster de significados y significantes. Se pue-
den encontrar nebulosas conceptuales en torno a una doctrina poltico ideolgica
durante la ltima fase de la llamada guerra fra y el decenio final del siglo XX. Estos
imagologemas son de dos tipos, unos generales y otros particulares. Entre 1970 y
1990, el neoliberalismo fue una nebulosa conceptual general dominante en la de-
finicin oficial de situacin, pero a partir de ese ltimo ao, ste empieza a abando-
narse y la nueva nebulosa conceptual empleada oficialmente pasa a ser globaliza-
cin-globalismo. Ambas categoras pronto se caracterizaron por una hiperdenota-
bilidad, pues, por un lado, constituyeron teoras propuestas como ideas y polticas
para terminar de acabar con el sistema internacional de la URSS y, por lo tanto, es-
taban cargadas de muy intensos y abundantes contenidos ideolgicos incluyendo la
postulacin de supuestas bondades ideales del neoliberalismo y del globalismo,
concebidas en trminos de determinacin absoluta, de manera que los mtodos y
los resultados obligadamente seran considerados exitosos, al estar guiados por una
Entidad externa (o inmanente) superior (la Naturaleza o Dios, segn el pontfice ro-
mano de turno) que acta infaliblemente. Por la otra parte, tales denotaciones bon-
dadosas ideales por ejemplo, que neoliberalismo y globalismo produzcan/propi-
cien equidad introducan nuevas posibilidades connotativas, cuando siguiendo
el ejemplo esa equidad se consider en diferentes sentidos por los crecientes ad-
versarios del neoliberalismo y del globalismo. Los mismos vulgarizadores de las ideo-
logas del neoliberalismo y el globalismo, como el hijo de Vargas Llosa, al final slo
pudieron responder a sus crticos, con el peregrino argumento de que no se poda
discutir sobre estas teorizaciones (neoliberalismo y globalismo), porque se haban
cargado con demasiadas connotaciones y, por lo tanto, no significaban ya nada!
Estas nebulosas conceptuales son popularmente conocidas en Estados
Unidos como buzzwords, palabras que convocan-con-ruido-de-llamada
(BUZZZZZZZ, como un mosquito o abejorro insistente, pero que no irrita sino que
ms bien incita gratificantemente).

LA NOCIN DE GOBERNABILIDAD

A diferencia de las doctrinas del neoliberalismo y del globalismo, que son


constructos relativamente articulados de conceptos e imgenes, el concepto
162 EDUARDO SAXE FERNNDEZ

de gobernabilidad en cuanto tal debera poseer un mbito de significaciones


y representaciones mucho ms especfico. Sin embargo, se ha universalizado sin
que la poblacin se haya percatado, incluso, para un importante sector de crti-
cos del sistema y posiciones alternativas, la gobernabilidad contina cargada
de positividades. La positividad denotativa y connotativa de la nocin hace ms
difcil entenderla en sus dimensiones negativas, tal como aparecen en la formu-
lacin y ejecucin de polticas planteadas por sus impulsores (entre ellas, el Ban-
co Mundial). En efecto, se dice y se cree que posibilita: participacin generali-
zada intensa, lo cual propiciara una democracia de alta intensidad, y supera-
cin de tendencias y procesos de crisis, lo cual propiciara una vida social eco-
nmica y poltica basada en la equidad.
Ciertamente que la idea de una democracia con equidad, en tanto idea
concierta consenso y entusiasmo, tanto en los pocos ricos y poderosos, como
en los muchos pobres y avasallados, as como en los sectores medios, en particu-
lar en la voltil opinin de la academia de hoy, que anda buscando justificacio-
nes para servir al poder sin mala conciencia.

ANLISIS CRTICO DE LAS NOCIONES DE GOBERNABILIDAD Y GOBERNANZA

En lo que sigue estudiar las nociones de gobernabilidad y gobernanza desde al-


gunas perspectivas crticas. Supondr que las primeras son parte del discurso ofi-
cial y que ste no solamente pretende ser el discurso nico o el discurso domi-
nante/hegemnico, sino que representa los intereses de quienes hoy hipercon-
centran el poder y la riqueza. En este sentido, dichas nociones forman parte de
renovadas posturas de intervencin e ingeniera sociales oficiales formuladas pa-
ra mantener el statu quo y las dinmicas dominantes (concentracin de riqueza y
poder en condiciones de crisis terminales mundiales). Son nociones que desem-
pean un papel importante en la justificacin y la explicacin de las estrategias y
las polticas oficiales adoptadas respecto a las relaciones entre lo poltico y lo eco-
nmico, postulando la cuadratura del crculo como algo natural, normal y nor-
mativo y deseable, es decir, la mutua interaccin recprocamente beneficiosa
entre una dinmica poltica democrtica (incluso participativa y dems) y una di-
nmica de mercado (ideal), regulado a favor de los dueos del capital y oligopo-
lizado. Gobernabilidad y Gobernanza son nociones que tienen impactos rea-
les en la constitucin de polticas que justifican y explican en la aplicacin de las
mismas, tanto mediante los instrumentos nacionales a disposicin de quienes de-
tentan poder y concentran riqueza, como tambin mediante el conjunto de orga-
nizaciones, instituciones y regmenes internacionales que han construido y mane-
jan (instituciones financieras internacionales, por ejemplo).
La gobernabilidad y la gobernanza se refieren a una dimensin conceptual
muy importante, entonces, de la reforma institucional promulgada, santifica-
LA GOBERNABILIDAD-GOBERNANZA. COMO IDEOLOGEMA NEOLIBERAL GLOBALISTA 163

da y propagandizada, impulsada e impuesta, por los OFI (en este caso, particu-
larmente sobre Amrica Latina).
En un artculo fundacional del anlisis crtico de esta nocin de gobernabi-
lidad, Manuel Rojas Bolaos seala, en primer lugar, que:

la popularidad del trmino en los aos noventa se debe fundamentalmente a dos institu-
ciones financieras multilaterales: el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarro-
llo. En 1993 el bm public, dentro de la tradicin inaugurada por la Comisin Trilateral en
los aos setenta, un trabajo titulado Governance and Development, basado en la produccin
realizada en 1991 por una task force de la institucin [], que las preocupaciones del bid,
al igual que las del Banco Mundial, no son de carcter explicativo sino operativo: cmo lograr las
condiciones apropiadas, en todos los niveles, para alcanzar un desempleo gubernamental, acorde con
los objetivos de desarrollo econmico propuestos (Saxe-Fernndez, 1995:34-35, cursivas mas, ESF).

Este autor tambin seala ese carcter nebuloso que he empleado para califi-
car y analizar el constructo conceptual gobernabilidad:

se trata de un concepto con una pluralidad de significados. En el plano acadmico se ha


tratado de teorizar alrededor de la gobernabilidad, pero con resultados hasta cierto pun-
to decepcionantes [] [porque] la controversia sobre la gobernabilidad se desliza hacia
el antiguo pero nunca superado problema de las condiciones para la emergencia y soste-
nimiento de la democracia (1995:36, cursivas mas, ESF).

La ambigedad denotativa de gobernabilidad, caracterstica destacada de su


nebulosidad conceptual, ha sido notada por otros investigadores, tales como
Nogueira quien indica que:

No de hoje que o debate latino-americano vive s voltas com a questo da governabi-


lidade. Alastrou-se entre ns uma cinzenta rea de imprecises: tao intensivo tem sido o
usa da expresao e tao rpida est sendo sua incorporaco ao lxico corriente que, muitas
vezes, como se o objeto fugisse do controle, diludo em vrios significados terminolgi-
cos e em dimenses analticas as mais diversas (1995:105).

La tarea de quienes reciben el encargo de impulsar, propiciar y articular esa go-


bernabilidad, anota Rojas Bolaos, consiste en considerar, el buen gobierno,
pero tambin las circunstancias en que ste se realiza; es decir, un conjunto de
condiciones objetivas y subjetivas entre las cuales se pueden mencionar la posi-
bilidad de acuerdos honorables entre actores estratgicos, la situacin econmica y social
y la cultura poltica (cursivas mas, ESF) (loc. cit.).
Ms an, esa gobernabilidad en su nivel de mayor generalidad denotativa y de
pretensin deontolgica, tiene como ideales la justicia y la equidad sociales y co-
mo ideal poltico una democracia efectiva y solidaria. Pero, en su nivel de mayor
incidencia real y, por lo tanto, en su nivel ms especfico y particular, se refiere
164 EDUARDO SAXE FERNNDEZ

a los criterios, polticas e instrumentos que emplean los OFI para que sus progra-
mas en Amrica Latina, precisamente, produzcan esa anhelada e ideal gober-
nabilidad democrtica.
Ahora, los OFI son quienes, con la lgica econmica del mercado, controlan
(o mandan) sobre la poltica en Amrica Latina. Es la colonizacin de la poltica
por la racionalidad del mercado (Lechner, 1995). En concreto, se exigir a las
instituciones y a las polticas nacionales adaptarse para poder hacer uso adecua-
do, no solamente de las nuevas tecnologas, sino de las nuevas formas organizati-
vas y de gestin. Es el institucionalismo dominante como doctrina de desarrollo,
el cual no es sino una nueva versin de las viejas teoras de la modernizacin, en
las que la parte tradicional o premoderna haba de adoptar las instituciones y
el ethos de la parte moderna. Ambas doctrinas sealan, por ejemplo, que los pro-
blemas de Amrica Latina pertenecen o son responsabilidad de Amrica Latina y
su solucin requiere cambiar las instituciones latinoamericanas. Conforme se ha-
ga esto, supuestamente ir aumentando de forma correlativa la gobernabilidad.
Los OFI saben cmo lograr la gobernabilidad, entonces, la promueven y la po-
nen en marcha a travs de sus programas y polticas para los pases latinoamerica-
nos, programas y polticas que son obligatorios para los gobiernos nacionales de
cada caso. El supuesto principal de esta orientacin es tecnoeconmico e indica
que la adopcin de nuevas tecnologas y la absoluta liberalizacin del mercado
promovern la democracia. La estrategia consiste, entonces, en utilizar la libera-
lizacin absoluta como criterio de eficiencia institucional, para desde all, y des-
de ese modelo, impulsar las reformas institucionales del sistema poltico y social,
buscando que desarrollen una eficiencia similar o derivada del mercado. En
otras palabras, la poltica se articula y ejecuta mediante la conduccin de las va-
riables macroeconmicas a cargo de los OFI.
A la eficiencia econmica, mercantil, que ahora han de tener las institucio-
nes polticas, se agrega su principal elemento poltico tradicional, la legitimidad
(Tomassini, 1994). La legitimidad se obtiene por procesos electorales y la propues-
ta de eficiencia (Cardoso, Fox, Rodrguez Echeverra), permite al populismo neo-
liberal combatir el paternalismo y localismo del populismo nacionalista.

LA GOBERNANZA (GOVERNANCE)

Para enfrentar una primera ola de crticas, los tericos de la gobernabilidad del
Banco Mundial y el BID transformaron la gobernabilidad en governance, gober-
nanza en el neologismo creado para el caso. La gobernabilidad, as, pasa a re-
ferirse slo a las cuestiones relativas al sistema poltico, mientras que la gober-
nanza se refiere a la administracin del gobierno (Salazar, 1998). En 1994, el
Banco Mundial define el ideal o los parmetros de la gobernanza que esa ins-
titucin exigir a los pases que tengan programas con ella:
LA GOBERNABILIDAD-GOBERNANZA. COMO IDEOLOGEMA NEOLIBERAL GLOBALISTA 165

que las polticas pblicas sean resultado de procesos transparentes, es decir, abiertos, pre-
decibles y racionales;
que la burocracia estatal tenga ethos profesional;
que el ejecutivo del gobierno sea imputable por sus acciones (accountability);
que la sociedad civil participe activamente en los asuntos pblicos y,
que reine/rija el imperio de la ley (World Bank, 1994).

Ninguno de estos elementos, en s y en combinacin, afecta necesariamente la


distribucin de poder y de riqueza (propiedad). Por una parte, la nocin de
equidad no aparece explcitamente postulada como desidertum y, por otra
parte, el tipo de equidad que surge de los cinco componentes es formal y pro-
cedimental. Despus de todo, se puede decir que se trata simplemente de una
nueva forma de modernismo. Es decir, estos parmetros calzan perfectamen-
te dentro de los postulados neoliberales, como para el caso de los derechos hu-
manos como indica Herrera Flores,

trasladan la racionalidad econmica neoclsica a todas las esferas de lo social para poder
determinar el coste econmico que supone reconocer derechos y garantas constitucio-
nales a los ciudadanos [] Bajo los presupuestos tericos e ideolgicos de las teoras de
los property rights y de la public choice toda reivindicacin de derechos contraria, o que se
resista, a los clculos del mercado debe ser suprimida al debate [] Los derechos huma-
nos son los derechos del mercado. Cualquier otra reivindicacin es una distorsin de los
mercados que hay que evitar (2000:26).

La nocin de gobernanza es lanzada como teorizacin y como metodologa


(ingeniera), a principios del decenio de 1990, como un esfuerzo ya sea para re-
construir o consolidar las nuevas posiciones adquiridas en el sistema internacio-
nal por Estados Unidos, la OCDE y las principales CTN amenazadas por conse-
cuencias indeseables de los mismos procesos de neoliberalizacin y globaliza-
cin. Se trata de una estrategia que busca la normalizacin en dos sentidos, el
de racionalizar y el de homogenizar.
Los organismos financieros internacionales (BM, FMI, BID), tuvieron una in-
cidencia crucial en la sustitucin de polticas econmicas intervencionistas y
orientadas hacia los mercados nacionales, por polticas de apertura econmi-
ca y mercado abierto, por lo tanto, en la promocin de una atmsfera ideo-
lgica e intelectual favorable al neoliberalismo. Estos organismos desarrollaron
su influencia mediante tres formas:
como proveedores y reguladores financieros;
como diseadores y controladores de la agenda socio econmica y,
como difusores de un nuevo marco cognoscitivo.
A su vez, ese marco cognoscitivo tiene por meta eliminar/reducir la inflacin
y promover el favoritismo y las ventajas para la rentabilidad (rent-seeking). Para
alcanzar la meta propone combinar cuatro elementos:
166 EDUARDO SAXE FERNNDEZ

1] liberalismo econmico;
2] liberalismo poltico;
3] desregulacin y,
4] buena gobernanza.
La buena gobernanza implicara entonces, articularse en/desde el marco
estatal (reducido y sobre todo reformado) para que la interaccin entre 1-2, y
3, genere/propicie justicia y equidad sociales y democracia participativa o in-
tensa. Esta ecuacin supone, por lo tanto, una relacin de correspondencia
(deseada, real o posible), entre mercado y justicia y equidad social, como base
de una democracia intensa. Es decir, en este momento la teora de la democra-
cia neoliberal, que es fundamentalmente formalista y procedimentalista, reconoce
la necesidad de dimensionar los derechos humanos de segunda y tercera genera-
cin, en particular, cuando se trate de una situacin buena o, al menos, mnima-
mente adecuada a una persona o, en trminos econmicos, sociolgicos, psicol-
gicos y ticos, de la totalidad de la poblacin. Es un reconocimiento, por supuesto,
imposible de cumplir, como imposible es que el mercado desregulado y oligo-
polizado, en condiciones de informatizacin econmica, pueda eliminar el de-
sempleo y la pobreza crecientes.
Esa relacin de correspondencia entre mercado y equidad debera, o mejor,
tiene que existir (supuesto considerado explcito por los tericos de la gober-
nanza), puesto que el mercado es el mejor/nico sistema econmico viable y real.
El problema reside en la medida de incompatibilidad entre mercado y
acceso universal a la participacin poltica significativa (democracia) (vase
Saxe y Brugger, 1997). O, como lo ponen Haggard y Kaufman (1994:70), el mer-
cado no es el mejor asignador en materia de distribucin del ingreso y mucho
menos del empleo pleno. Y, por lo dems, las tendencias que observamos en el
mercado se inclinan ms bien hacia crecientes y continuados procesos de concentra-
cion de la riqueza y de centralizacin del capital.
Como seala Gabriel Salazar, la gobernabilidad pasa a consistir en mantener
disciplinada a una sociedad bajo un Estado de derecho (1998:38). La disciplina
estara, en importante medida contenida en las condiciones de gobernanza. Con-
viene recordar que la disciplina es una cualidad practicada y fomentada intensa-
mente por las corporaciones autoritarias como las corporaciones transnacionales,
las iglesias o los ejrcitos. Un estado de derecho con disciplina ha sido el anhe-
lo buscado por regmenes como el franquista, el somocista o el pinochetista. Y la
forma gobernanza de la gobernabilidad tiene una base/origen de autoritarismo ms
que de democracia, es decir, puede darse con mnima democracia o incluso sin ella.
As, Samuel Huntington afirma: poca democracia permite consolidar la gobernabilidad;
mucha, la desestabiliza (citado por Salazar, 1998:63).
Esto nos remite directamente a aquellas tesis sostenidas por los liberales lati-
noamericanos clsicos de la segunda mitad del siglo XIX, cuando explicaban, por
ejemplo, la necesidad del rgimen autoritario oligrquico de Porfirio Daz, por la
falta de educacin de la poblacin. De manera que, slo cuando la poblacin
LA GOBERNABILIDAD-GOBERNANZA. COMO IDEOLOGEMA NEOLIBERAL GLOBALISTA 167

se educara, podra aspirar a un rgimen democrtico. Mientras tanto, y sobre


todo, para llevar a cabo (lo que hoy llaman) la transicin democrtica, era necesario
un rgimen como el porfiriano. Argumentos similares presentaron despus de
la segunda guerra mundial los tericos metropolitanos del desarrollo, al esta-
blecer, como requisitos de la democracia, el desarrollo econmico y social.
Mientras lo ltimo llegaba, aprobaban y financiaban regmenes militares como
el guatemalteco, el nicaragense o el brasileo.
Con el neoliberalismo, este argumento de minoridad para la mayora de la
poblacin se elimina en trminos polticos, pero se afirma y consolida en trminos
socieconmicos. De ah entonces, la necesidad de aquellos gobiernos de transi-
cin de y sigo a Huntington no dar/permitir mucha democracia. La mucha
tolerancia es riesgosa para los periodos de transicin y tambin para la opera-
cin del mercado, el cual contradice y limita las posibilidades reales de esa go-
bernanza.
Esta formulacin de la participacin poltica, sin embargo, no es la nica po-
sible ni tampoco la ms deseable o viable. Las nociones de governanza I, II, y III,
de Salazar (1998), nos sirven para plantear tres niveles/tipos de participacin
presentes en el imaginario del Banco Mundial: el modelo I de gobernanza im-
plica un paso ms all de la gobernabilidad, entonces, la democracia ptima,
en trminos de gobernabilidad, es aquella que, entre el Estado y los ciudadanos,
establece un subsistema electoral para elegir los representantes y un subsistema
de negociacin para resolver los conflictos pblicos y privados. Tambin permi-
te y regula un subsistema de asociacin privada entre los ciudadanos (Salazar,
1998:62-63).
Se trata del modelo o tipo de democracia que encontraramos operando en
Estados Unidos o en la Unin Europea. Sera demasiado entonces, si se lograra
que los pases latinoamericanos llegaran a este nivel o tipo de sistema polti-
co. Con la misma lgica de Sarmiento, el institucionalismo nos indica que ser
como los anglosajones o los otros europeos nos permitir la democracia.
El modelo II de governanza representa un ideal superior que posteriormente
se mostrar inalcanzable, por lo que el modelo III, que parece ser el recomendado
en ltima instancia, lo modera o atempera. Conviene, sin embargo, considerar el
modelo II, por ser el ms adelantado, el ms participativo y cualitativamente dife-
rente.

Una democracia radical aade a eso (modelo I, ESF) un subsistema de participacin ciu-
dadana, que limita el subsistema de representantes, sobrepasa el subsistema de negocia-
cin y torna hegemnico el de asociacin horizontal de la sociedad civil. Claramente, la
participacin, si se rige por su lgica natural, conduce a crear una red de poder y un ti-
po de regulacin que no slo inestabiliza la gobernabilidad del sistema poltico estable-
cido, sino que tiende a crear otro paralelo o alternativo que, ms temprano que tarde,
tender a exigir un cambio estructural. Una vez que se instala y crece, el subsistema de
participacin torna obsoleta la gobernabilidad y promueve una disciplina ciudadana dis-
168 EDUARDO SAXE FERNNDEZ

tinta a la del Estado de derecho: aquella que, basada en la dinmica social, promueve la
construccin de poder (empowerment) ciudadano y la reconstruccin del Derecho y del
Estado (loc. cit.).

Por lo tanto, la consideracin de la participacin servir para evaluar el nivel de


democratizacin de diferentes regmenes. La formulacin/constitucin de la
participacin es un criterio fundamental para evaluar o caracterizar diferentes
esquemas/modelos polticos y asimismo, permite examinar tambin los niveles
y las formas de violencia y represin que subsisten y caracterizan a las oligarquas
latinoamericanas de hoy y del pasado.
La gobernanza se parece a constructos liberales previos, que actuaron como
ncleos conceptuales en torno a los cuales se les pretendi crear formas tales
de administrar las naciones latinoamericanas, que preservaran o acentuaran
unas formas institucionales con fortsimos contenidos social simblicos, particu-
larmente, jurdicos e ideolgicos (la gobernanza II como desideratum inalcanza-
ble/fundante). Los promotores de la gobernabilidad y la gobernanza.
Los OFI presiden/dirigen los procesos poltico econmicos de los diferentes pa-
ses latinoamericanos, pero con salvaguardas para la integridad y perpetuacin de
esos mismos OFI. Efectivamente, ellos son los intermediarios/proveedores de direc-
cin poltica, los que, en concreto formulan la poltica macroeconmica de los pa-
ses al detalle (empleando para esto, en primer trmino, el presupuesto nacional
y supervisando al banco central y a los ministerios del rea econmica y finan-
ciera), sin embargo, no estn expuestos a tener que dar cuentas a los ciudada-
nos de cada pas latinoamericano. Los gobiernos nacionales son responsables de
los resultados de las polticas econmicas que se ponen en prctica. Esas polti-
cas favorecen los intereses econmicos de quienes tienen localmente el poder
poltico y tambin el de las grandes potencias a travs de sus corporaciones
transnacionales, en primera instancia, las de financieras privadas. Desfavorecen
los intereses de la mayora de la poblacin y de la ciudadana, son fracasos abso-
lutos para el bienestar de la mayora de la ciudadana que sufre procesos de em-
pobrecimiento sostenido (des-desarrollo).
El Banco Mundial, por una parte, controla la definicin de la situacin desde
la que se piensa la pobreza, la participacin, la democracia, en Amrica Latina:
Es obvio que el empowerment ciudadano requiere de algo ms que Fondos Sociales
e intervenciones tcnicas del Banco Mundial pero al momento, el discurso del
Banco Mundial ha copado el tema de la participacin, a tal punto que ha dejado sin discur-
so propio al Estado y con poca autonoma a las ONG (Salazar, 1998:61, cursivas mas, ESF).
Por la otra parte, dicho organismo internacional controla y define la situa-
cin porque, es el Banco Mundial quien cuenta con los resortes precisos para imponer
la aplicacin de sus ideas: los crditos pactados con los gobiernos, en la condicionalidad
cruzada con el FMI (Bascones, 1998:110, nota 1). Destaco a este autor en tanto ca-
lifica el proceso por el que las ideas del Banco Mundial se ponen en prctica,
como imposicin llevada a cabo mediante el ejercicio de resortes precisos,
LA GOBERNABILIDAD-GOBERNANZA. COMO IDEOLOGEMA NEOLIBERAL GLOBALISTA 169

donde el trmino resorte evoca lo relativo a la disposicin de recursos finan-


cieros por parte del Banco y el trmino preciso se refiere a las formas sofisti-
cadas y rigurosas de control financiero que este ltimo ejerce sobre/en cada
pas latinoamericano. La apuesta del Banco parece ser no discutir sobre qu ha-
cer; sino simplemente hacer, y en ese hacer, poner en prctica sus ideas, sus po-
lticas:

para el Banco Mundial, la participacin no es ni puede convertirse en una prctica po-


ltica (y menos en un poder poltico), sino permanecer todo el tiempo como una prc-
tica de empresarialidad. Por tanto, se trata de una forma econmica de incorporar los
pobres al Mercado, no al Estado (Salazar, 1998:59).

El problema de fondo, que el Banco no puede resolver, se encuentra en las li-


mitaciones que el mercado oligoplico internacional impone a las formas de
participacin de la poblacin y la ciudadana (cf. mi trabajo La nueva oligarqua
latinoamericana, cap. II). Sealo aqu un intento de prolongar los plazos para
adoptar formas ms participativas, que hacen entonces necesaria la presencia de
las fuerzas militares para mantener funcionando una economa que ataca masi-
vamente los intereses de las inmensas mayoras sin capital. Y, como se trata de
una especie de permanente postracin, de crecientes (ni siquiera contenidos)
pobreza, desempoderamiento y corrupcin estructurales, entonces, la demo-
cracia participativa pasa a ser tambin reivindicativa. A este punto, el Banco
Mundial ya no puede llegar, sealan Salazar, 1998 y Bascones, 1998). Puesto que
su misin es esencialmente contradictoria pretende eliminar las distorsiones y la
pobreza mundiales sin tener que destruir/reformar el mercado oligoplico in-
ternacional y terminar as, privilegiando slo uno de los objetivos.

CONCLUSIN: LA LGICA OCULTA DE LA GOBERNABILIDAD Y LA GOBERNANZA

La comprensin de esa contradiccin entre los bondadosos postulados ideales de


la gobernanza y la liberalizacin (privatizacin) econmica, nos permite hacer la
crtica a esas nebulosas conceptuales, la cual pasa indudablemente por discutir el
concepto de eficiencia. sta ha sido desarrollada por Hinkelammert (1996),
quien indica que, la eficiencia y el clculo de la utilidad borran de la conciencia el
sentido de lo real (1996). Mientras, Beatriz Stolowicz (Gobernabilidad y democra-
cia, en Estudios Latinoamericanos, nm. 8, CELA, FCPyS, 1997) plantea que la lgica de
la gobernanza es, la bsqueda de la estabilidad del sistema, sin modificar la realidad eco-
nmica y social, considerada como algo dado que hay que preservar, enfatizando el mecanis-
mo de control de toda participacin que pudiera alterar las condiciones de explotacin y de do-
minacin, que pueden ser estables, incluso si no son legtimas (cursivas mas, ESF).
Es relevante notar que la estabilidad es un valor primordial de quienes de-
170 EDUARDO SAXE FERNNDEZ

tentan poder y riqueza, que implica una postura conservadora y que, acaso lo
ms importante, privilegia el orden sobre el derecho. Es decir, que la gober-
nanza podra ser desarrollada por regmenes tan despticos como el fujimorista o
el menemista, los que seran apoyados por los OFI, siempre y cuando mantuvieran
estable la economa y la poltica peruanas y argentinas, respectivamente.
Al respecto, Francisco Hidalgo (1999) determina con exactitud que la gober-
nabilidad/gobernanza redunda en que:

El mejor rgimen poltico es aquel que conserva el orden y es capaz de controlar, dentro
de los parmetros que no ponen en duda la continuidad del proyecto, los niveles de con-
flictos generados por la desigualdad, la exclusin y la explotacin.

Y Marco Aurelio Nogueira (1995:105-106), por su parte, destaca el carcter con-


servador que entonces adquiere la bsqueda/promocin de gobernanza:

Diferentemente do conceito de representao que privilegia a capacidade que tem os


governados de controlar a ao dos governantes e deste modo participar do governo, o
conceito de governabilidade costuma focalizar, naquela relao, o movimento inverso, in-
sistindo na capacidade que tem os governantes de tomarem decises que atendam de-
mandas efetivas dos governados e de viabilizarem a reproduo das condies de preser-
vao do poder. Visto desse ngulo, o conceito de governabilidade colide frontalmente
com a ida de participao, pois acaba por interpretla como foco gerador de propostas
e reivindicaes incmodas, potencialmente opostas a racionalidade governamental.
No por acaso, o conceito emergiu na cincia poltica pela tica da ingovernabilidade,
com um claro vis conservador, j que dirigido basicamente para a justificao de proce-
dimentos destinados reduo dos fatores e exigencias interpostas pela sociedada ao
bom funcionamento do sistema poltico, ou, para falar com termos mais rigorosos, des-
tinados a diminuir os custos de legitimao do sistema poltico (cursivas mas, ESF).

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PODER Y CLASES SOCIALES EN AMRICA LATINA:
LA FORMACIN DE LA ESTRUCTURA DE CLASES EN BRASIL

SEVERO SALLES*

Parto, en este trabajo, del entendimiento de que las clases sociales son los sujetos
por excelencia del poder social (Poulantzas, 1968). En consecuencia, me parece
que, para estar en consonancia con el propsito del presente volumen, habr que
concentrar el anlisis ah. En el presente trabajo me detengo en el estudio de la
estructura de clases en Brasil mediante un recorrido por los grandes rasgos de
su constitucin a lo largo de la historia. Focalic el aspecto bsico de las relacio-
nes sociales de produccin y la estructura de clases. Tengo claro, sin embargo,
que la estructura de clases no es un producto unvoco de tales relaciones socia-
les, pues, las clases son entes econmicos, polticos, culturales y, en particular, se
realizan plenamente en las luchas sociales; ms an, en aquellas de alcance his-
trico (Salles, 2002). Por esto, presento tambin un bosquejo de luchas sociales
recientes en Brasil al final del texto.
El azcar fue la principal produccin durante la poca de la Colonia.1 Este cul-
tivo dio lugar a cierta diversificacin de las actividades. Desde el principio del si-
glo XIX, se impusieron las grandes propiedades donde se cultivaba el caf, por las
condiciones de acceso a la tenencia de la tierra y de disponibilidad de la fuerza de
trabajo imperantes en Brasil.2 Generalmente, se usaba el trabajo de esclavos, en
vista del escaso nivel tcnico en las fincas, especialmente hasta 1870 (se generali-
z el arado a partir de ese ao) y, [en parte,] de la falta de trabajadores libres.3
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la actitud de los que se oponan a la es-
clavitud, que eran parte de un sector social urbano, fluido y ambiguo, pero a me-
nudo portador de una mentalidad burguesa y constituido sobre todo por el alto
comercio que representaba la burguesa en formacin, expresaba ms bien el m-

* Cientfico poltico. Profesor de los posgrados en Ciencias Polticas y Sociales, y en Estudios


Latinoamericanos de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la UNAM.
1 Incluso cuando las exportaciones de oro estaban en su apogeo, el azcar siempre fue el pro-

ducto ms importante, cuando menos para el comercio legal (Fausto, 1996:82-83).


2 Brasil es el caf y el caf es el negro, decan en los medios poderosos en la primera mitad

del siglo XIX (idem, 1992). Casi toda la poblacin libre crea que el fin repentino del trfico llevara
la sociedad brasilea al colapso (ibidem).
3 Por qu la esclavitud? No haba mucha oferta de trabajadores dispuestos a emigrar, en cali-

dad de dependientes parciales o asalariados, y el trabajo asalariado tampoco era adecuado para los
fines de la colonizacin (Fausto, 1996:48). Desde principios del siglo XIX, y aun antes, Brasil tena
intereses fuertemente instalados en algunas regiones costeras de frica, ligados al trfico de esclavos
(idem:144).
[173]
174 SEVERO SALLES

petu para extender el orden social competitivo el impulso que transformara lue-
go la actitud contra la esclavitud y el abolicionismo en una revolucin social de los
blancos y para los blancos naci en el seno de estos ncleos: de esta manera,
no se daba la pelea en contra de la esclavitud en s, sino en contra de todo lo an-
malo que representaba, dentro de una sociedad que haba enterrado el estatus co-
lonial, que pretenda organizarse como nacin y que buscaba, por todos los medios
posibles, aumentar internamente la economa de mercado (Fernndez, 1974:19).
sta fue la fase final del Imperio y de la institucin de la Repblica en 1888.
La ley sobre la tierra4 (1850), aprobada al abolirse la esclavitud, hace un si-
glo, y que estipulaba las condiciones para acceder a la tenencia, limit el acceso
a las concesiones y adquisiciones del Estado (al opuesto de lo que pas en Esta-
dos Unidos). El fin ltimo de la ley era bloquear el acceso a la propiedad para
los antiguos esclavos y colonos.5 Este punto representa un importante punto de
referencia en la historia agraria de Brasil.
Dicha Ley ya prevea prohibir el acceso a las tierras para los futuros colonos
extranjeros: era una manera de obligarlos a emplearse en las granjas. Se trataba
de implantar, de algn modo, restricciones sobre la fuerza de trabajo para que
no pudiera encontrar otros medios de supervivencia.
As, la transformacin de las relaciones de produccin, a partir de la reduc-
cin del trabajo esclavo desemboc en una modificacin del rgimen de tenen-
cia de la tierra: un tipo de reforma agraria al revs. Aun cuando, un siglo ms
tarde, al generalizarse el trabajo asalariado en el campo y cuando la industria ya
no necesitaba a los antiguos campesinos para satisfacer sus necesidades de mano
de obra,6 no se modific el estatus de la propiedad lo que hubiera sido una ver-
dadera reforma agraria. Ello nos habla de la alianza histrica entre los latifun-
distas y la burguesa y sobre las limitaciones de sta. Tal bloque histrico se pro-
yecta, como sera de esperar, en el carcter social del Estado.
Brasil se integra al ciclo del gran capital que se extiende en el mundo desde
una fase precoz de su colonizacin. Se integra en calidad de retaguardia de la
vanguardia (Francisco de Oliveira, 1997) de la econmica mundial, en su ca-
rcter de proveedor de algunos productos alimenticios y tambin, un poco ms
tarde, en su calidad de fuente de metales preciosos. Al contrario, otras colonias,
como Amrica del Norte (incluido Canad), Australia y Nueva Zelanda, juegan
el papel de vanguardia de la retaguardia (Oliveira, 1997), en parte abandona-
das a su suerte: la del desarrollo intenso de pequeas propiedades.7
Sabemos muy bien cmo acab la historia: la participacin dependiente en la

4 La ley nm. 601 de 1850.


5 Se dijo: Se liber a los esclavos y se aprision las tierras.
6 Desde el principio, los campesinos expulsados fueron supernumerarios en las ciudades.
7 Por supuesto, no podemos tomar esto al pie de la letra ya que estas colonias aportaron tambin

algunas materias primas (el algodn norteamericano, entre otras) y productos alimenticios al pro-
ceso de valorizacin mundial del capital. Sin embargo, no fue lo que ms caracteriz estas forma-
ciones sociales en gestacin.
PODER Y CLASES SOCIALES EN AMRICA LATINA 175

vanguardia mundial produjo pases atrasados, explotados y que siguen siendo de-
pendientes; y los pases que {fueron dejados} a un lado se transformaron en pases
centrales.
Regresando a Brasil, se debe tener en mente que, desde el principio, la lgi-
ca de su economa responda, mal que bien, a las necesidades y mandatos de la
economa mundial que gobernaba cada vez ms el capital.
Sin embargo, los protagonistas del proceso de produccin en Brasil no entabla-
ban relaciones propiamente capitalistas entre ellos, es decir, relaciones de extrac-
cin del excedente bajo la modalidad de plusvala, por medio del asalariado. Se tra-
taba entonces de un dominio indirecto del capital sobre los procesos de trabajo y
produccin. El excedente sacado de los trabajadores (sobre todo de los esclavos)
no tomaba originalmente la modalidad de plusvala; esto se daba despus, virtual-
mente, cuando se transformaba en provecho para el capital internacional, orienta-
do a la comercializacin de los productos principalmente en Europa.
Las relaciones entre hacendados y campesinos conservaron rasgos patriarca-
les hasta la mitad del siglo XIX. Los ltimos gozaban de cierta estabilidad en sus
condiciones de vida y de trabajo y, por lo general, no pasaban hambre; produ-
can ellos mismos su alimento en tierras que les haban cedido los hacendados.
Esta etapa se acab cuando se introdujeron progresivamente nuevas tecnolo-
gas. La contrapartida fue la expulsin de los campesinos de las haciendas.
El auge del caf en las tierras frtiles de Sao Paulo8 marc justamente el perio-
do del primer impulso del capitalismo en Brasil. Algunos elementos explican la
prominencia econmica y poltica del estado de Sao Paulo (desde 1920, SP ocupa
el primer lugar como productor industrial; durante la primera Repblica, esta ciu-
dad se dedicaba sobre todo a las exportaciones agrcolas, sin embargo, su gobierno no
estaba en contra de la industrializacin ya que no tena una poltica muy clara de
desarrollo): 1] la migracin interna de esclavos hacia Sao Paulo9 y luego la emigra-
cin internacional que contribuy a la formacin de un mercado interno Sao
Paulo cont con la mano de obra esclava10 cuando los plantadores de caf la nece-
sitaron y con asalariados, por cierto combativos (70% de los obreros en las manu-
facturas en 1893), y colonos extranjeros a la vuelta del siglo, quienes contribuyeron
al florecimiento del capitalismo naciente; 2) la disponibilidad de capitales para las
primeras inversiones industriales significativas; 3] la importante urbanizacin de la
8 El caf fue por mucho el primer producto de exportacin, de la segunda mitad del siglo XIX a

la primera del siglo XX (72.5% del total de las ventas en el extranjero al final de los aos veinte).
9 Los diputados del sur se opusieron a la abolicin de la esclavitud cuando se vot la ley acerca

de la libertad de los hijos de esclavos, ley del vientre libre, en 1871 (39 estuvieron en contra, 6 a
favor). Los del nordeste votaron en un sentido diferente (30 a favor, 12 en contra). Esto se explica
por el hecho de que en ese momento, en razn de la migracin de los esclavos hacia el sur, el noreste
ya no dependa de ellos (Fausto, 1996:219).
10 La esperanza de vida al nacer de un esclavo del sexo masculino en 1872 era de 18.3 aos,

mientras que para el conjunto dela poblacin era de 27.4 aos. Al contrario, un esclavo del mismo
sexo, nacido en Estados Unidos, alrededor de 1850 poda esperar vivir 35.5 aos (Fausto, 1996:54).
Se estima que la vida til de un esclavo no rebasaba de siete a doce aos, en las minas (idem:102).
176 SEVERO SALLES

ciudad, que pas de estar en el quinto lugar en 1890, al segundo a principios de si-
glo, con 240 000 habitantes; 4] y, por ltimo, pero no menos importante, la orien-
tacin liberal de la oligarqua paulista aunada a su control sobre el ejecutivo fede-
ral, que siempre ha sido intervencionista, con el objeto de proteger sus intereses.
Minas Gerais, Ro de Janeiro y la regin sur siguieron, a cierta distancia, el
estado lder. La regin nordeste entr en decadencia, provocada por la prdida
de importancia del azcar y la consolidacin de grandes propiedades poco pro-
ductivas que instauraron relaciones pre-capitalistas de produccin. El norte co-
noci el apogeo del caucho durante aproximadamente los cuarenta aos que
abarcan el cambio de siglo; posteriormente, luego cay en el estancamiento.
La unin de las oligarquas de Sao Paulo y de Minas Gerais marc de mane-
ra decisiva la primera Repblica (1889-1930), la que se dio en llamar la Repbli-
ca del caf con leche, puesto que Minas Gerais constitua un importante produc-
tor de lcteos.11
La desvalorizacin de la moneda nacional, impuesta para mantener interna-
mente las rentas del caf, frente al precio constante del producto o a su baja en
dlares, significaba una socializacin de las prdidas, en detrimento de otras
regiones, en razn del encarecimiento de los productos importados.
En 1930 ocurre una revolucin que, a primera vista, no es ms que una sus-
titucin del poder de la oligarqua central por las oligarquas regionales. Sin em-
bargo, el desplazamiento de la oligarqua paulista cafetalera del centro del po-
der (a pesar de que conserv un poder considerable) signific subir un escaln
nada despreciable hacia la instalacin de la primaca de la burguesa industrial
en el aparato del Estado (Diniz, 1986c).
Durante los aos anteriores a la revolucin de 1930 y, sobre todo durante los
diez aos siguientes, el capital industrial creci notablemente y la fraccin bur-
guesa correspondiente ocup el centro del poder del Estado. Sin embargo, nun-
ca se produjo una ruptura real con el bloque histrico anterior, dirigido por la
burguesa del caf en alianza con latifundistas socialmente atrasados, en el que
la burguesa industrial ocupaba un lugar muy secundario y la nueva pequea
burguesa urbana, una posicin completamente subordinada. Con la revolucin
del 30, no se contrarrestaron mucho los intereses del caf y no se implant una
reforma agraria en las tierras ociosas de los latifundistas. A partir de este hecho
pude observar la incapacidad crnica de la burguesa brasilea para llevar a ca-
bo su revolucin, tema que Florestan Fernndez analiz muy bien.12
Durante los diez o quince aos siguientes (1930-1945), la burguesa se apo-
der ms claramente de la primera posicin en la sociedad y en el Estado.13
11 El poder de tal alianza que no agota aqu su historia se reflej claramente en que la presi-

dencia de Brasil fue asumida alternadamente por representantes de uno y otro estado.
12 El que la burguesa no logre tal objetivo tiene su contraparte en cierta incompletud de las

clases subordinadas como clases sociales.


13 Entre 1930 y 1955 este dominio del capital industrial asentado en Sao Paulo se ejercita en el

mercado nacional de mercancas (Cano, 1999:167).


PODER Y CLASES SOCIALES EN AMRICA LATINA 177

En lo que se refiere a la constitucin de la clase obrera, se distinguen dos fases:


una dada antes de la primera guerra mundial, al principio de la industrializacin,
cuando una gran mayora de los obreros eran de origen extranjero, y otra, que se
desarrolla a partir de 1930, cuando los obreros eran mayoritariamente brasileos.
Se produjeron movimientos muy amplios relativamente temprano; en 1917,
especialmente, se registra una huelga general que cont con la participacin de
40 000 trabajadores. A partir de 1937, la represin redujo al movimiento obre-
ro (Rodrguez, 1969:65 ss.).
La Constitucin de la Repblica de 1946 admitir la existencia de un proble-
ma agrario e instituir la posibilidad del cambio de uso de las tierras por razo-
nes de inters social.
Sin embargo, en la prctica, casi no se aplic el precepto constitucional, lo
cual abri la puerta, por un lado, a nuevas formas de organizacin campesina
las ligas campesinas y, por otro, a numerosos conflictos sociales.
Ocurrieron tambin importantes migraciones campesinas, a partir de la re-
democratizacin de 1945: se desplazaron poblaciones del nordeste hacia el nor-
te y el centro-oeste, y del sur hacia la regin oeste. En este sentido, la concentra-
cin de la estructura agraria y la esperanza a menudo frustrada de lograr satis-
facer sus necesidades mnimas en las ciudades, gracias al auge de la industria y del
sector terciario, empujaron a los campesinos hacia las ciudades durante los cua-
renta aos siguientes,14 con el consecuente cambio de las relaciones entre pobla-
cin rural y poblacin urbana y la multiplicacin del fenmeno de la exclusin ur-
bana en ciudades perdidas miserables: las favelas.15
Durante los primeros aos de los sesenta, las luchas por la tierra subieron de
intensidad bajo el lema de reforma agraria por ley o por fuerza, reforma agrria
na lei ou na marra.
El debate abierto en este momento en los medios polticos y acadmicos acer-
ca de la cuestin agraria podra sintetizar en los trminos siguientes.16 A] por una
reforma agraria antifeudal. Era una postura que gustaba mucho al Partido Comu-
nista brasileo, que derivaba de su anlisis de la formacin social brasilea y de su
estructura de clases y que llevaba a buscar una alianza con la burguesa y en contra
de las clases agrarias dominantes atrasadas; B] por una reforma agraria orientada
hacia la expansin del mercado interno, que favorecera, entonces, el desarrollo
capitalista nacional. Celso Furtado y algunos economistas de la Comisin Econ-
mica para Amrica Latina de la ONU, representaban esta corriente y pretendan,
con ella, convencer a la burguesa nacional; C] por una reforma agraria orienta-
da hacia la doctrina social de la Iglesia; D] La postura que consideraba que la re-
forma agraria podra tener un impacto anti-capitalista, en vista de la particularidad
14 La construccin de Brasilia, la nueva capital [inaugurada en 1961], atrajo a unos 500 000 tra-

bajadores; la mitad se instal de manera definitiva.


15 La poblacin urbana pas de 31 a 45% entre 1940 y 1960, mientras que la poblacin

campesina baj de 69 a 55% durante estos mismos aos (Vinhas, 1970:94 [fuente: IBGE]).
16 Vase, Stdile, 1997.
178 SEVERO SALLES

del dominio de la burguesa en Brasil y su oposicin a la reforma. Representaban


esta corriente Caio Prado Junior y otros intelectuales ms a la izquierda.17
En 1963, se cre la Confederacin Nacional de los Trabajadores de la Agri-
cultura.
Este periodo se cierra con el golpe de estado de 1964, precedido y, en un
sentido no despreciable, motivado o precipitado por el anuncio hecho por el
presidente Joao Goulart, de un proyecto de reforma agraria que tena un alcan-
ce considerable.
La poltica de la dictadura (1964-1985), especficamente en lo relativo a la eco-
noma, abon el terreno para la globalizacin financiera que se vena madurando
desde los ltimos quince o veinte aos. Instal la paz social mediante la implanta-
cin de relaciones econmicas, polticas e ideolgicas que eran muy desfavorables
para las masas populares. Estas relaciones se implantaron de acuerdo con la moder-
nidad financiera, de modo que permitieron una prctica neoliberal y monetarista de
larga duracin o sea, desde hace 25 aos aproximadamente. De esta manera, se le
dio prioridad a la estabilidad monetaria. Se provocaron tasas de inters elevadas. Se
crearon o multiplicaron, en potencia, las instituciones financieras necesarias: el mer-
cado de capitales, la bolsa y el banco central; todos orientados a favorecer al capital
financiero internacional: el lema era: libertad para los capitales, hasta en el mercado
del trabajo. Incluso cuando la dictadura estimul el capital productivo (pensemos en
el periodo del milagro y en los primeros aos de Geisel), lo hizo en provecho del
gran capital internacional: del capital financiero, en el sentido clsico de la palabra,
el mismo que actuar ms tarde como palanca de la financiarizacin. Por otra par-
te, la primaca dada a las exportaciones y al excedente comercial contribuy a la ex-
portacin de las ganancias financieras. Asimismo, favoreci la concentracin de ca-
pitales a partir de 1964, as como la racionalizacin de la administracin de las em-
presas, las ganancias de productividad y la abertura de su capital.
La poltica del Estado durante la dictadura de 1964-1985 reprima cualquier cues-
tionamiento a la estructura agraria y se orientaba hacia el desarrollo del capitalismo
en la agricultura en relacin con la industria y las empresas internacionales. De he-
cho, la transformacin de las relaciones sociales fue notoria durante este periodo, y
fue marcada por una relacin mayor entre el salario, la capitalizacin, la mecaniza-
cin, la concentracin de la agricultura18 y su orientacin hacia la exportacin.19

17 A pesar de que sus postulados eran verdaderos, puede uno cuestionarse en cuanto al signifi-

cado anticapitalista de la reforma agraria en s. Confiamos ms sin estar tampoco seguros en el


impacto de las luchas sociales que lleven a esta reforma y a su consolidacin posterior, como tam-
bin, a su integracin necesaria con otras luchas de trabajadores en Brasil.
18 Vase Mller (1987) sobre este tema.
19 Delgado escribe en 1984 una excelente tesis acerca de las relaciones entre el capital financiero

y la agricultura en el desarrollo econmico de Brasil, desde la mitad de los aos sesenta hasta el fin
de los setenta. El autor identifica el ncleo de las transformaciones tcnicas en la produccin agr-
cola, en la integracin tcnica agricultura-industria, donde examina la articulacin financiera, en la
mediacin del Estado. Se concibe esta integracin como un momento de la integracin de los capi-
PODER Y CLASES SOCIALES EN AMRICA LATINA 179

En efecto, entre 1970 y 1980, las unidades agrcolas que tienen ms de mil
hectreas rebasan por 48 millones de hectreas la superficie que ocupaban al
principio del periodo; pasan a ocupar 164 millones de hectreas. Mientras, 2.5
millones de familias de pequeos propietarios ocupan apenas 9 millones de hec-
treas. Existan tambin 12 millones de agricultores sin tierra. En estas ltimas
dos clases sociales as como en las superficies urbanas ociosas se concentra el
hambre que padece la poblacin brasilea, sobre la que ya hemos hecho men-
cin. Esta situacin provoc el xodo rural de 27 millones de personas entre
1960 y 1980 (IBGE).20
La composicin de la clase obrera por rangos de edad sealaba que, en 1976,
49% eran jvenes de 18 a 30 aos; 70.58% de esta clase se concentraba en la re-
gin sureste en 1970; 32.79% se ocupaba en la metalurgia, los materiales elctricos
y de transporte y en la ingeniera mecnica, en 1973, mientras que 33.25% traba-
jaba en la industria del vestido y el calzado, las bebidas, los productos alimenticios
y los hilados; 60.18% de los obreros se quedaba menos de dos aos en el mismo
empleo, en 1976; para ese mismo ao, 7% de ellos haba concluido el segundo ao
de primaria y 52% haba cursado los cuatro primeros aos de la primaria; el creci-
miento de 15% de la poblacin brasilea, entre 1970 y 1976, fue muy inferior al de
la clase obrera industrial que aument 90%. La proporcin era an ms marcada
en relacin con los obreros agrcolas: 190% (Pereira, 1981).
El empleo en el sector secundario subi de 2 940 242 a 10 674 977, de 1960
a 1980, multiplicndose por 3.6 en veinte aos (Keck, 1988 : 391). De 1950 a
1980, estas cifras se multiplicaron por 5. En este fenmeno influy la entrada
masiva de los jvenes en el ejrcito de la industria: en 1976, 34% de los trabaja-
dores de la industria de la extraccin y de la transformacin tena entre 18 y 21
aos (IBGE-RAIS, 1976).
Examinemos brevemente algunos datos de conjunto, relativos al sindicalismo.
La evolucin de la distribucin de los trabajadores afiliados a asociaciones rurales
o a asociaciones urbanas, y por unidad de la Federacin, tambin sorprende. A fi-
nales de 1979, los primeros son ms numerosos en 19 estados y los segundos, slo
los rebasan en 7 unidades; de stas, 4 corresponden a los estados ms chicos, la 5a.
es poco representativa y las dos ltimas tienen la tasa de sindicalizacin ms alta:
So Paulo (3.6 habitante de ciudad por miembro de sindicato rural) y Ro de Ja-
neiro (23 por 1).

tales. Esto interesa tanto los mercados de productos, como los mercados financieros. Concluye que
el desarrollo desequilibrado, desde el punto de vista de las necesidades sociales, bajo la influencia
del sistema de los precios y de los mercados internacionales, plantea problemas relativos a la regu-
lacin de las relaciones sociales que requieren, para atacar simultneamente la injusticia social y la
inestabilidad econmica, una reestructuracin de la poltica agraria y de la modalidad de regulacin
por el Estado de los mrgenes de beneficio y de ganancias patrimoniales de los grandes capitales.
Segn el autor, no se pueden alcanzar estos objetivos sino mediante el control de estas nuevas estruc-
turas por parte de la sociedad civil.
20 Instituto Brasileiro de Geografia e Estatstica.
180 SEVERO SALLES

Al principio de los setenta, particularmente en 1973, surgen los llamados nue-


vos movimientos sociales, que, en un primer tiempo, se constituyen alrededor de
conjuntos de reivindicaciones comunes, formando determinadas identidades.21
La relacin de estos movimientos, nacidos en los barrios, con los sindicatos
es muy importante: el nuevo sindicalismo surge marcado por la participacin y
por las relaciones orgnicas con la base obrera; stas provienen del movimiento
popular de los barrios, que mostraba esta misma dinmica, al principio de los
aos setenta; adems, el apoyo que dieron estos movimientos entre 1978 y 1980
(sobre todo en 1980) a las huelgas de los obreros de la metalurgia es decisivo.
Por otro lado, se establece una estrecha relacin entre los obreros que trabajan
y los desempleados en los barrios22 y, por ltimo, precisamente la combinacin
de todas estas manifestaciones fue la nica capaz de derrumbar la dictadura.
Estos nuevos movimientos sociales sitan sus luchas dentro del contexto de
un proyecto de autoafirmacin de las clases populares, que no es muy preciso ni
siempre muy explcito. Esta reivindicacin hace referencia a una especie de de-
recho natural, inherente a la dignidad humana (Eder Sader, 1985:2 a 5).
Gunder Frank dir que estos movimientos han sido, desde siempre, los prin-
cipales agentes de la motivacin y la movilizacin de cientos de millones de per-
sonas en todo el mundo, a partir de intereses comunes (1989:23); son agentes
de transformacin social importantes en el futuro, quiz los principales; po-
drn transformarse en los intrpretes de la ruptura desconecte con el ca-
pitalismo y la transicin hacia el socialismo.
Sin embargo, pensamos que al empezar cualquier anlisis de los movimientos
sociales, es necesario considerar el contexto histrico y las relaciones sociales im-
plicados. Aqu, lo nuevo presenta indicios de un futuro posible. Pero nadie podra
entender el significado de estos indicios si no los relaciona con las estructuras so-
ciales y la lucha de clases.
A partir de 1979, las luchas campesinas vivieron el principio de un nuevo au-
ge.23 Las formas de organizacin y coordinacin24 que se introdujeron constituyen
un antecedente de la creacin del Movimiento de los Sin Tierra,25 MST, en 1984.

21 Segn Silva Telles: a pesar de las condiciones opresivas que reinaban en aquellos aos (los

setenta), los movimientos sociales, que eran tan precisos en sus reivindicaciones, tenan, por otro
lado, un alcance simblico que rebasaba el significado inmediato de los conflictos locales; servan de
intermedio entre las diversas experiencias que se vivan en diferentes lugares y resaltaban lo que
tenan en comn (1984:103-104).
22 La relacin entre el movimiento sindical y el de los desempleados enfrenta hoy en da proble-

mas considerables: en Brasil, la prdida del empleo implica la prohibicin de participar en cualquier
actividad sindical; de ah un fuerte rechazo hacia el sindicato por parte de los desempleados (Eder
Sader, 1985:40).
23 Las luchas por la tierra cobran decenas de vida de campesinos cada ao.
24 El proceso para conocerse fue largo: The process of connecting these militant peasant groups has been

a long one: a process of been acquainted, analysing one each other situation and acting, and discussing the main
issues (SAS [Stdile,1997], mayo de 1999, conferencia en la Universidad de Francfurt s/M).
25 Se consideran sin tierra a los campesinos que, bajo diferentes modalidades de relaciones
PODER Y CLASES SOCIALES EN AMRICA LATINA 181

La Comisin Pastoral de la Tierra de la Iglesia catlica se cre en 1975, estimu-


lando y dando ms coherencia a sus acciones en provecho de los campesinos pobres.
En 1984, el movimiento26 se extendi a los trabajadores de los cultivos de ca-
a de azcar, destinada a la produccin de alcohol que se utiliza desde el princi-
pio de los aos ochenta como carburante para coches, en respuesta a los proble-
mas del petrleo, que Brasil importaba en gran cantidad (75% de su consumo al
finalizar los aos setenta). La produccin de alcohol pas de 900 millones de li-
tros en 1979 a 9 billones en 1984.
En estas regiones, los conflictos fueron muy fuertes: los trabajadores de estos
cultivos representaban el 70% de la fuerza de trabajo y el 30% de la masa sala-
rial y los salarios superiores a diez salarios mnimos o ms, slo representaban
1.6% de los asalariados.
En mayo de 1985, el nuevo gobierno presenta un proyecto de reforma agra-
ria que recibe una buena acogida de parte de los movimientos y las institucio-
nes que apoyan este proceso.27 En octubre, los parlamentarios aprobaron el
plan del Congreso, con modificaciones que limitan su alcance. Ya se ha dicho,
acerca de este plan, como lo haba dicho Marx hablando de la Constitucin
Francesa de 1848, que cada prrafo lleva su anttesis. En realidad, la gravedad
de la situacin del trabajador agrcola y de la estructura agraria rebasa por mu-
cho esta ley modesta, aparte de que se pusieron trabas para su aplicacin.
En 1985, las propiedades que medan menos de 10 hectreas representaban
53% del total de las fincas pero slo ocupaban 3% de la superficie dedicada a la
agricultura. Sin embargo, las propiedades de ms de 1 000 hectreas, que slo
representaban 0.8% del total, aprovechaban 43% de las tierras reservadas para
la agricultura.28 Esta concentracin ha aumentado desde entonces.29
Sin embargo, las grandes fincas, cuya superficie promedio es de 2 600 hect-
reas, muestran una tasa de aprovechamiento efectivo de las superficies muy ba-
jo; en 1988, segn el INCRA, era del orden de 11%, en comparacin con un va-
lor promedio de 57.4% para el conjunto de las fincas.
Se dieron bastantes movimientos de huelga durante los aos ochenta; el sindi-
calismo rural se extendi; se crearon las centrales sindicales; se intent organizar
a los obreros en las fbricas. Tambin se deben mencionar las huelgas generales
de 1983, de 1986 y de 1989 que fueron exitosas lo que no suceda desde 1964.
Tambin se debe apuntar las tomas de fbricas, en particular de la Compaa Si-
derrgica Nacional en 1989. Los obreros se rebelaron especialmente en contra
de la sobreexplotacin del trabajo (Antunes, 1985:13-53).
sociales, cuentan con menos de 5 hectreas, a sus hijos y a los asalariados agrcolas que desean tra-
bajar su propia parcela.
26 Acerca de estas luchas, vase Minc (1985).
27 Idem.
28 IBGE.
29 En 1966, las fincas de menos de 100 hectreas ocupaban 20.4% de las tierras, en 1992 repre-

sentaban 15.4%, mientras que durante estos mismos aos, las propiedades de ms de 1 000 hectreas
pasaron de 45.1 a 55.2% (IBGE).
182 SEVERO SALLES

Las privatizaciones, la flexibilizacin del trabajo y la desindustrializacin


organizada por la poltica neoliberal practicada por los gobiernos de Collor y
Cardoso obligaron a retroceder al movimiento sindical (Antunes, 1995:52-53).
Los sindicatos se enfocaron hacia la preservacin de la regulacin de los contra-
tos de trabajo y de los derechos sociales adquiridos.
Al principio de los aos noventa, el movimiento sindical entr a menudo en
negociaciones que buscaban la participacin en la toma de decisiones econmi-
cas por sector. Esto supone acuerdos y un proyecto comn con el capital30 (An-
tunes, 1995:51).
La creacin31 del MST32 contribuy de manera significativa al auge de las lu-
chas campesinas.33 Durante los diez primeros aos de su existencia, organiz
unas 140 000 familias en cooperativas de produccin; los militantes del movi-
miento han ocupado ms de 7 millones de hectreas de tierra; el movimiento
coordina casi 900 escuelas que atienden 38 000 alumnos (Stdile, 1997).34
La reforma agraria propuesta por el MST considera el acceso al trabajo para to-
da la poblacin rural (ya que la tierra es la base), una mejor distribucin del in-
greso, la seguridad alimenticia, la igualdad de derechos para todos, la promocin
de la mujer y de los jvenes, la ecologa, la industria rural y la agroindustria.
Habr entonces que democratizar la tenencia de la tierra, modificando su es-
tructura y subordinndola a la justicia social, promover la produccin familiar y
las cooperativas, desarrollar tecnologas que sean adecuadas, fomentar el desa-
rrollo cultural.
El MST se considera un movimiento rural-urbano35 y busca acercarse a todos
30 La CUT se ha encaminado hacia la social-democratizacin despus de sus congresos de 1989 y
1991 (Antunes, 1995:66).
31 El MST considera que es el heredero de las ligas campesinas brasileas y dice inspirarse en las

luchas latinoamericanas, especficamente en la Revolucin mexicana de 1910-1920.


32 El MST no est integrado a ningn partido poltico y no quiere constituir ninguno, es un

movimiento extraparlamentario. Favorece las iniciativas locales y las de las bases del movimiento; sus
niveles superiores tienen el estatuto de coordinaciones y no de direcciones; considera que cada uno
de sus militantes es un organizador poltico. De tal suerte, se apoya en principios de organizacin
tales como: a] desarrollar de manera continua luchas de masas y mantenerse ligado a stas; b]
guiarse gracias a un sistema de direccin colectiva; c] observar la disciplina interna, concebida como
la existencia de reglas establecidas colectivamente y respetadas por todos los militantes; d] promover
la formacin de cuadros.
33 Pero, estas movilizaciones campesinas no cuestionan, forzosamente, la estructura del poder

(Souza Martins, 1997:49).


34 Segn encuestas recientes, 70% y ms, de los brasileos, admiten que se debe instrumentar

una reforma agraria; alrededor de 40% apoyan las ocupaciones de tierra que lleva a cabo el MST. Sin
embargo, Sera ilusorio pensar que la reforma agraria se ha vuelto una preocupacin ineludible
[una fuerza social que abarca al pueblo-SAS] del pueblo brasileo (Souza Martins, 1997:47).
35 La existencia de formas indirectas de dominacin por parte del capital y el proceso de transfor-

macin de stas en formas directas de dominacin por parte del capital, provocan un cambio constante
en los lmites de la clase obrera. Estas transformaciones son a menudo progresivas y a veces regresi-
vas, lo que provoca un proceso histrico de fijacin de la categora de proletariado. La socializacin
de la produccin capitalista agrega elementos para que sea todava ms compleja la delimitacin de la
PODER Y CLASES SOCIALES EN AMRICA LATINA 183

los movimientos populares y a los sectores explotados de la sociedad.36 Fomen-


ta la elaboracin de un proyecto nacional alternativo. Se empea en aplicar una
reforma agraria donde sea que echa races, ocupando tierras ociosas.37
Creo que la particularidad de la relacin entre capital y trabajo es la condi-
cin que impulsa al campesinado al primer plano de la escena, es decir, repre-
senta las condiciones histricas y sociales de este papel de liderazgo. Ms preci-
samente, la especificidad de esta relacin promovi la posibilidad de este papel
de liderazgo. Me gustara sugerir tambin que la posicin de liderazgo que tie-
ne el MST se debe a su actitud poltica radical. Sus posiciones polticas en la prc-
tica no son siempre radicales, como s lo son sus conceptos generales.38
Francisco de Oliveira analiz con exactitud la posicin de las clases dominan-
tes quienes se resistieron a integrar a la poblacin dominada del pas; al contra-
rio, su pretensin era excluirla, reforzando as el apartheid entre las clases. La
burguesa no busca ms la hegemona con la combinacin clsica de coercin y
consenso sobre las clases dominadas. Esta negacin de la universalizacin de la
dominacin, definida entonces como dominacin llana y sencilla, niega la de-
mocracia y se transforma en totalitarismo (Oliveira, 1997:16). Este concepto
permite captar la tendencia que lleg a ser proyecto durante el gobierno de Car-
doso y que significa la imposibilidad de disentir o de presentar una alternativa.

clase obrera. Se debe recordar que esta categora no est concebida para un uso estadstico. La pobreza
urbana es tal vez la consecuencia ms grave de la cuestin agraria (vase Souza Martins, 1997).
36 Lo que separa al campesino del proletariado no es su inters real, sino sus prejuicios iluso-

rios. Ya que la propiedad campesina no es ms algo real (Marx, 1978:195). [Traduccin directa del
espaol.] Adems, Los campesinos que se movilizan hoy no son ajenos a la realidad urbana: En
algunos casos, los nuevos campesinos son antiguos obreros despedidos o desplazados por el cierre
de minas o de fbricas, que tenan a veces una familia de origen campesino [] A menudo, las hijas de
los pequeos campesinos deciden participar en los movimientos, despus de haber concluido sus
estudios de primaria o secundaria, en lugar de emigrar a la ciudad para trabajar como empleadas
domsticas. Dedicarse a las luchas rurales, vivir en el campo y trabajar la tierra no impiden que estos
hombres y mujeres tengan una visin cosmopolita (Petras, 2000b:30).
37 Esto no es una reivindicacin revolucionaria ya que: un gobierno revolucionario es aquel que

hace una reforma agraria, que cambia el rgimen de propiedad de la tierra, dando al campesino no
slo las tierras que quedan sino, y sobre todo, las que estn siendo valorizadas, las que poseen los lati-
fundistas, que son las mejores y que tienen los rendimientos ms altos, adems de que estas tierras
se las robaron a los campesinos en el pasado(Che Guevara, agosto de 1960, Discurso en el Primer
Congreso Latinoamericano de la Juventud).
38 La vida en los campamentos (que puede prolongarse hasta por 18 meses), la vida comunitaria con

gestin autnoma desde el punto de vista poltico, prctico y moral, las enormes dificultades y preocu-
paciones que comparten, as como la esperanza de una vida ms digna, la solidaridad experimentada da
a da y la que reciben de parte de los compaeros ya instalados en sus tierras las formas de luchas las
ocupaciones sucesivas y desalojos bajo amenazas (hasta que se les reconozca la posesin de la tierra) los
enfrentamientos con la represin, los duelos, los recuerdos de las vctimas, la confianza en sus propias
fuerzas, la educacin formal y la formacin poltica recibidas, todo esto transforma la mentalidad de
los militantes sin tierra y, con bastante frecuencia, los hace ms generosos, solidarios y concientes, ms
fuertes y combativos, ms aptos para luchas ms largas y prolongadas.
184 SEVERO SALLES

De este modo, la particularidad de la crisis actual reside en la coexistencia


del capitalismo y de la barbarie, en la segmentacin poltica y regional de sta,
en la tasa de ganancia sostenida en combinacin con un desempleo elevado y,
ms a menudo, en el empobrecimiento de los trabajadores (empobrecimiento
relativo casi en todos lados, y absoluto en la mayor parte del tercer mundo y pa-
ra ciertas categoras profesionales en los pases occidentales); y reside tambin
en el carcter sumamente antisocial de las polticas de recuperacin, en el man-
tenimiento y la aceleracin de la acumulacin del gran capital (ligada sobre to-
do a su centralizacin), en la inestabilidad monetaria39 y financiera acentuada
en el tercer mundo40 por el peso del capital internacional voltil.41 En todos es-
tos procesos, se observa un tipo de re-colonizacin42 de los pases dependientes
que, ms all de la reduccin de los estados involucrados, produce una crisis na-
cional en estos pases (Petras, 2000).
As, Brasil se trasform a fondo en el ltimo tercio del siglo: la clase obrera
se multiplic y concentr, y la vida urbana se generaliz. La tasa de explotacin
de la fuerza de trabajo se elev, al igual que la intensidad, la productividad y la
disciplina del trabajo aumentaron y ste se ha flexibilizado. La concentracin
del ingreso creci, como tambin la centralizacin del capital. Las relaciones
econmicas, polticas e ideolgicas entre las clases fundamentales evoluciona-
ron en desfavor de los trabajadores; las relaciones capitalistas en el campo se ex-
tendieron ampliamente y el trabajador rural se sindicaliz; el populismo dej de
ser un puente importante entre la burguesa y la clase trabajadora. La estructu-
ra industrial se diversific y su integracin horizontal y vertical aumentaron; el
dominio de la industria sobre la agricultura se afianz y el capital financiero se
convirti en el dominante, la economa se abri a las mercancas y capitales in-
ternacionales, la integracin dependiente al sistema financiero mundial se pro-
fundiz. El desequilibrio regional se acentu. En sntesis, un nuevo rgimen de
acumulacin se articul y la estructura de clases sociales y las relaciones entre s-
tas se trasformaron. Instalndose, as, una forma de Estado dependiente, neoli-
beral y de competencia.43

39 Vase el texto de Suzanne de Brunhoff (1996) acerca de la inestabilidad monetaria interna-

cional.
40 La financiarizacin en las economas semi-industrializadas tomar diferentes formas A

menudo, la forma principal, y es una gran diferencia con los pases capitalistas desarrollados, ser la
compra de ttulos a corto plazo de la deuda pblica, ttulos que son atractivos porque son casi dinero
en efectivo, varan con los precios o el dlar, y generan intereses a menudo elevados (Salama y
Vallier, 1990:75).
41 Esta inestabilidad en aumento, as como el desplazamiento del lugar donde estallan las crisis

son consecuencia de la financiarizacin combinada con la transformacin de las relaciones entre los
capitales mundializados y los estados. Finalmente, es una consecuencia del conjunto de las determi-
naciones de la fase actual del imperialismo.
42 Existe incluso una semejanza trgica entre la suerte reservada a la mayora de nuestros conciu-

dadanos actuales y la que tuvieron los primeros habitantes de nuestros pases.


43 Vase, Lucio Oliver en este mismo libro.
PODER Y CLASES SOCIALES EN AMRICA LATINA 185

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NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS: LA VIOLENCIA
EN AMRICA LATINA EN LOS ALBORES DEL SIGLO XXI

CARLOS FIGUEROA IBARRA*

INTRODUCCIN

El fin de la guerra fra, la expansin de la globalizacin y la instauracin del neo-


liberalismo que ha intensificado los males del capitalismo, pudieran ser los tres
grandes factores que dan un nuevo contexto a los problemas seculares del mun-
do y de Amrica Latina. Acaso lo que sucede es que viejos conflictos se nutren y
reproducen ampliadamente o asumen nuevas formas, como consecuencia de las
implicaciones de un escenario novedoso: el mundo de la posguerra fra.
El fin de la amenaza sovitica y el desprestigio de las dictaduras como forma
de gestin estatal desde la segunda posguerra, ha hecho inviables a las formas au-
toritarias del pasado, las cuales fueron fuente esencial de la violencia poltica du-
rante el siglo XX.
A mediados del siglo XX, las dictaduras oligrquicas latinoamericanas, aquellas
que nutrieron a la novelstica de la dictadura en la regin, eran ya un anacronis-
mo. En los dos ltimos decenios del siglo XX comenz el eclipse de las dictaduras
militares. En buena parte de la regin surgieron sistemas de democracia represen-
tativa, en los cuales pueden verse algunas novedades: la disminucin sustancial de
la cuota de poder de las fuerzas armadas, las elecciones no fraudulentas, la desa-
paricin parcial del terrorismo de Estado, las posibilidades de la rotacin electo-
ral, la gradual sustitucin de la cultura del terror por la cultura democrtica.
Pueden hacerse lecturas complacientes de todos estos hechos. Una de ellas
sera concluir que la agenda de la transicin democrtica est esencialmente fi-
niquitada, e ignorar que el subcontinente latinoamericano sigue siendo escena-
rio de grandes violencias. Intentaremos sustentar en este trabajo que esta visin
es infundada.
Otra, sera la de considerar superados los viejos conflictos y empezar a esti-
mar como prioritarias en la atencin lo que hoy se llaman las nuevas amena-
zas. En s la nocin de nuevas amenazas constituye una interpretacin de los
conflictos de la regin desde una perspectiva de la dominacin. Independiente-
mente de que el concepto puede tener la intencin de legitimar la accin mili-
tar en problemas de seguridad que no necesariamente tienen una solucin mi-
litar (Lpez, 2001:18-19), el uso de la palabra amenaza implica una visin que
* Socilogo. Profesor investigador en el Posgrado de Sociologa del Instituto de Ciencias Socia-
les y Humanidades de la Benemrita Universidad Autnoma de Puebla.
[186]
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 187

privilegia el manejo de la gobernabilidad en vez de la deteccin de las causas


profundas del conflicto.
Adems, las llamadas nuevas amenazas, no necesariamente lo son. Despus
de postular lo que se considera las tres nuevas amenazas (inmigraciones ilega-
les, trfico de drogas y depredacin de recursos naturales), un especialista ar-
gentino concluye que en realidad se trata de actividades delictivas, algunas tan
antiguas como los mismos pases en donde se desarrollan (Montenegro, 2001:9).
Otro autor las enumera ms exhaustivamente: terrorismo internacional, nar-
coactividades, trfico ilegal de armas, degradacin del medio ambiente, funda-
mentalismo religioso, migraciones internacionales, pobreza extrema, crimen or-
ganizado internacional. Concluye que, salvo sta ltima, las restantes ocho son
problemas que existan desde antes del fin de la guerra fra, ms an, tres de ellos
(trfico ilegal de armas, degradacin ambiental y pobreza extrema) son defini-
tivamente arcaicos (Lpez, loc. cit.:15).
Sostendremos que, como consecuencia de los tres factores mencionados en
las primeras lneas de este trabajo posguerra fra, globalizacin y neoliberalis-
mo, algunos de los hechos de violencia que hoy observamos en la regin, slo
son manifestaciones relativamente novedosas ante viejos problemas derivados
de fenmenos estructurales bastante antiguos. Algunos ejemplos de estos lti-
mos son: la dominacin estadunidense en toda la regin, la subalternidad de la
economa de esta ltima, el autoritarismo impreso en los diferentes estados lati-
noamericanos, la gran paradoja que presentan stos ltimos al combinar una
fuerte vocacin represiva con una desigual presencia en los distintos mbitos de
la sociedad, la incompleta cristalizacin de lo pblico en dichos estados, la co-
rrupcin que se deriva de lo anterior, la aguda polarizacin social y, por lo tan-
to, la pobreza extrema.
Todos estos datos estructurales estn indudablemente vinculados a viejos he-
chos y nuevas formas de la violencia en Amrica Latina: persistencia de aparatos
de guerra sucia, narcotrfico y mafias en general, guerrillas, guardias blancas,
delincuencia comn, linchamientos y protestas populares o sociales.
Lo viejo y lo nuevo parece estar simbiticamente entrelazado en Amrica La-
tina en lo que se refiere a causas y hechos de la violencia en la regin. Examine-
mos entonces, algunos de ellos.

GLOBALIZACIN, NEOLIBERALISMO, IMPERIO Y VIOLENCIA

La gran paradoja del desmantelamiento de las dictaduras militares en la regin,


en tanto ste se vio acompaado de la continuidad y profundizacin del neoli-
beralismo, es que no resolvi la crisis que provocaba en ellas la ausencia de las
tres grandes mediaciones postuladas por ODonnell: la nacin, la ciudadana y
lo popular.
188 CARLOS FIGUEROA IBARRA

Esto sucede, porque el inicio del desmantelamiento de las dictaduras milita-


res se vio precedido, en el decenio de los setenta, por la cada de las exportacio-
nes latinoamericanas a consecuencia de la crisis internacional, lo cual evidenci
el fin del modelo de sustitucin de importaciones y desarrollo capitalista asen-
tado en el mercado interno. La crisis de la deuda externa en los ochenta (la d-
cada perdida) se origina en la aparicin de crditos vencidos en el contexto de
una disminucin de la capacidad exportadora (Libreros, 2001:99-100). En Am-
rica Latina, esta crisis profunda se combina con el auge mundial de las recetas
neoliberales contextualizadas por la globalizacin que, supuestamente, resol-
vern dicha crisis: desmantelamiento del Estado benefactor, disminucin del
proteccionismo y apertura de los mercados nacionales, reorganizacin espacial
de la produccin, movilidad extraordinaria de capitales, innovacin tecnolgica
que provoca desempleo y abatimiento de los salarios, flexibilizacin laboral, repre-
sin al descontento social y laboral, flujos migratorios extraordinarios, apertura y
explotacin de los recursos naturales, lucha feroz por recursos naturales estratgi-
cos y, por ello mismo, necesidad de presencia imperial en territorios tambin con-
siderados estratgicos (Lpez, 2001:3; Sarmiento, 2001:85).
He aqu el contexto estructural que explica por qu las grandes ausencias en
los regmenes autoritarios la nacin, la ciudadana y lo popular lo siguen sien-
do en los regmenes posdictatoriales.
Es desde esta perspectiva como examinaremos las diferentes formas de vio-
lencia que hoy se expresan en los distintos pases de Amrica Latina. Cabe acla-
rar que no todas ellas existen en cada uno de los pases de la regin o, al menos,
no existen en igual intensidad. Pero aun cuando esto sea as, su mera existencia
es sntoma del gran saldo del siglo XX: la consecucin de una nada despreciable
formalidad democrtica que se ve desvirtuada por la profundizacin de un ca-
pitalismo excluyente.

LOS ANACRONISMOS QUE NO LO SON: EL IMPERIALISMO EN AMRICA LATINA

El ataque contra las torres gemelas y el Pentgono el 11 de septiembre de 2001,


fue el ataque de un sector extremista de una identidad cultural y religiosa que
se siente agraviada en contra de un poder imperial. Los terribles incidentes de
ese da, nos recordaron que existe una dominacin imperial, que sta recibe res-
puestas violentas y que, en algunos casos, esa violencia adquiere su forma ms
perversa: el terrorismo.
Independientemente de que se puede estar de acuerdo con la afirmacin de
que los conflictos de clase no son los nicos ni siempre los ms importantes en
la esfera de lo social, el argumento de Huntington de que en esta poca los con-
flictos ms peligrosos, generalizados e importantes sern los del choque de dis-
tintas culturas (Huntington, 2001:22), pretende tapar el sol con un dedo. Con-
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 189

trariamente a lo que a veces se afirma en medios acadmicos y polticos, infor-


tunadamente no vivimos todava en la poca del postimperialismo. Mientras
una buena parte de la intelectualidad en Occidente diluye el tema del imperia-
lismo y la pertinencia de su anlisis (Petras, 2001:IV), el mundo observa su pre-
sencia rampante en el mundo de la posguerra fra. Durante la guerra fra pudie-
ron observarse intervenciones imperiales en Turqua, Guatemala (1954), Viet-
nam, Repblica Dominicana, Angola, Mozambique, Nicaragua y Centroamrica
(en los ochenta), Granada, Panam y Afganistn. En la posguerra fra stas se si-
guen observando en Irak, Somalia, Hait, los Balcanes y nuevamente Afganistn.
Si por imperialismo entendemos la expansin poltica, militar, ideolgica y cul-
tural de un Estado o de un grupo de estados con el propsito de hegemonizar te-
rritorios, controlar recursos naturales, expoliar a enormes masas humanas, y con
todo ello reproducirse ampliadamente, no existe ninguna razn para no denomi-
nar imperialismo lo que hoy hace Estados Unidos de Amrica en el planeta.
De acuerdo con la anterior definicin, el imperialismo estadunidense tiene
amplias razones para empecinarse en su presencia poltica y militar en la regin
del Medio Oriente: Arabia Saudita posee el 25% de las reservas mundiales de Pe-
trleo (un bien cuya escasez ser parte del conflicto mundial en los prximos
decenios) y si a este pas le unimos Kuwait, Irn, Irak, Qatar, Omn, Israel y par-
te de lo que fue la Unin Sovitica (Siberia, por ejemplo) el anterior porcenta-
je sube a 65%; las repblicas islmicas centroasiticas que en un tiempo fueron
parte de la Unin Sovitica, en particular las limtrofes con Afganistn (Turkme-
nistn y Uzbekistn), son en potencia la tercera regin ms importante del mun-
do (despus del Golfo Prsico y Siberia) en materia de petrleo y sobre todo de
gas natural; a esto se puede agregar el oro en el mismo Uzbekistn, la plata y el
uranio en Tadzikistn, el petrleo y el gas en Kazajstn (Chossudovsky, 2000:4).
Si el imperio tiene intereses vitales en la regin entera del Medio Oriente,
tambin los tiene en Amrica Latina. El Acuerdo de Libre Comercio de las Am-
ricas (ALCA) que tendra que entrar en vigor en 2005 est pensado como uno de
los instrumentos esenciales de la dominacin estadunidense en la regin. Para los
Estados Unidos de Amrica se ha convertido en una prioridad estratgica el con-
tar con un mercado estable, dado su papel de principal comprador en el mer-
cado internacional, lo que, a su vez, es una de las explicaciones de su enorme
dficit en su balanza cambiaria (Libreros, 2001:97) Diversos estudiosos han ca-
lificado al ALCA como la versin moderna de la Doctrina Monroe (Figueroa,
2001:28; Villafuerte, 2002:13-14), y la definicin de James Petras en ese sentido
es elocuente: El ALCA es un sistema mercantilista, centrado en la supremaca po-
ltica de Estados Unidos, cuyas polticas econmicas son dictadas por el Estado
imperial a travs de un conjunto de estructuras asimtricas, monopolistas, que
facilitan el flujo de los beneficios en una sola direccin (Petras, en Falero,
2001:16). En este contexto, Mxico se convierte en una pieza estratgica en aras
de una integracin de todo el subcontinente que afiance una hegemona esta-
dunidense y que, en el cono sur, tiene en la inversin europea un rival (Figue-
190 CARLOS FIGUEROA IBARRA

roa, loc. cit.). A Mxico, en su funcin de pas bisagra, le toca cumplir un pa-
pel de primer orden en el proceso de conformacin del Acuerdo de Libre Co-
mercio de Amrica (ALCA y en coadyuvar a mantener la estabilidad poltica en
Guatemala, una zona que es neurlgica hoy en el contexto centroamericano
que sigue siendo inestable (Villafuerte, op. cit. 8, 13-14). Tambin es necesario
recordar que toda el rea es una de las fuentes principales de uno de los proble-
mas geopolticos ms importantes para Estados Unidos de Amrica: la migra-
cin (Falero, loc. cit.).
Acaso sean estos motivos ms importantes en la inspiracin del Plan Puebla-
Panam, que las potencialidades de mercado que el rea centroamericana tiene
para Mxico: la importancia de sta como rea de comercio exterior para Mxi-
co apenas llega al 1% (Villafuerte, loc. cit.). Sin embargo, los motivos esenciales
del mencionado plan van ms all de aquellas consideraciones. La gran concen-
tracin industrial comercial, financiera, portuaria y de comunicaciones que se
encuentra en la costa este de Estados Unidos, la ms grande del planeta, podra
ser una de las explicaciones esenciales de lo que en Mxico se llama el Plan Pue-
bla-Panam. Al igual que en el siglo XX, Estados Unidos de Amrica sigue nece-
sitando una va expedita hacia el Pacfico, ahora con mayor razn, puesto que
Asia se ha convertido en uno de los polos del dinamismo econmico mundial.1
Estados Unidos de Amrica necesita para enfrentarse al desafo de la globali-
zacin y la competencia entre potencias en el siglo XXI, al menos los siguientes fac-
tores: 1] corredores viales a lo largo del territorio mexicano que los comuniquen
hacia el sur y hacia el ocano Pacfico; 2] debido a la insuficiencia y obsolescencia
del canal de Panam, canales y vas secas de comunicacin interocenica en cada
uno de los pases centroamericanos y en el istmo de Tehuantepec; 3] infraestruc-
tura portuaria en todas las costas que dan hacia el mar Caribe; 4] corredores de
maquilas en Mxico, Centroamrica y el Caribe, y 5] garantas del dominio de la
biodiversidad, por lo tanto, de las reservas ecolgicas en Mesoamrica, el Caribe y
la zona amaznica. La adecuacin de Mxico hacia todo este plan global, implica-
ra, entre otras cosas, el reordenamiento demogrfico y la transformacin de la
agricultura de subsistencia en una de plantacin, en toda la zona sur del pas.
Si las anteriores afirmaciones fueran ciertas, en el siglo XXI, Mxico, el Cari-
be y Centroamrica sern zonas estratgicas para la agenda de la seguridad na-
cional de nuestro vecino del norte. Cuba agregar, por todas estas razones geo-
polticas, un motivo ms para ser un estorbo en los planes imperiales. Fcil es
imaginar los conflictos que se estn creando y otros ms que se avecinan con su
respectiva cauda de violencia: reordenamientos demogrficos, expropiaciones
de tierras campesinas, instalacin de economas de plantacin, atentados contra
identidades tnicas, intensificacin de formas expoliativas del trabajo.
1 En este tema el autor simplemente suscribe lo expresado por el economista Andrs Barreda en

las extensas conferencias que sobre el Plan Puebla Panam ha impartido durante el primer y segun-
do semestres de 2001, en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemrita Univer-
sidad de Puebla.
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 191

Si el Plan Puebla-Panam se encuentra indisolublemente asociado al proyec-


to de integracin continental que persigue el ALCA, igualmente sucede con la lla-
mada Iniciativa Regional Andina y el Plan Colombia. Particularmente este ltimo
sera un proyecto integral de limpieza de obstculos y vencimiento de resisten-
cias, no solamente en Colombia, sino en la regin que la circunda a efecto de
poder implantar el ALCA en 2005 (Estrada, 2001:37; Caycedo, 2001:202). De
acuerdo con diversos especialistas el Plan Colombia es una iniciativa imperial que
va mucho ms all del pas que le da su nombre puesto que pretende controlar
la parte norte de Sudamrica2 y, en general, a buena parte de la regin amazni-
ca, la cual, como se sabe, es una de las ms ricas del mundo en petrleo y biodi-
versidad. Por ello mismo, si en el pasado la amenaza sovitica o la subversin
comunista internacional fueron los factores pretextados por la intervencin im-
perialista, hoy el narcotrfico y el terrorismo (particularmente despus del 11 de
septiembre de 2001) seran los enemigos a vencer que justificaran o legitima-
ran la intervencin estadunidense en cualquier parte del mundo.3
En lo que se refiere al petrleo, entre 1990 y 1999 el consumo estadunidense
de petrleo creci el 15% (Sarmiento, 2001:88) y se elevar en los prximos 20
aos a cinco millones de barriles diarios. Esto convierte a Mxico, Ecuador, Vene-
zuela y Colombia en zonas estratgicas para el imperio en relacin con Latinoa-
mrica. Venezuela es hoy el principal abastecedor de Estados Unidos de Amrica
en el hemisferio occidental, mientras Colombia, que ha aumentado su produc-
cin en 78% entre 1990 y 1999, se ha convertido en el sptimo abastecedor del
mismo Estados Unidos de Amrica. Objetivo esencial del plan es controlar la ama-
zonia colombiana y, por esa va, tener acceso al dominio de la cuenca del ro Ama-
zonas, la cual incluye a parte de Brasil, Per, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Guyana
y Surinam (Estrada, op. cit.:51-52). Informaciones recabadas a fines del siglo XX in-
dicaban que Colombia ocupaba en Latinoamrica el segundo lugar, despus de
Brasil, en materia de diversidad de especies por unidad de rea y el cuarto lugar
en disponibilidad de agua por unidad de superficie (59 lt/s/km2).
El costo estimado del Plan Colombia es de 7 588.1 millones de dlares, de los
cuales poco ms de 3 525 debern ser aportados por lo que se ha llamado la ayu-
da internacional (Estrada, 2001:29). El supuesto del que se parte es la existen-
cia de la narcoguerrilla, una organizacin armada (particularmente las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejrcito del Pueblo, FARC-EP) que, de
acuerdo con los postuladores del plan, ya habra abandonado en lo esencial sus
2 Se trata del tringulo radical, como es llamado por Petras (2001:159) y que estara constitui-

do por la Venezuela gobernada por Hugo Chvez, la Colombia con una poderosa fuerza insurgente
y el Ecuador con un palpitante movimiento indgena. El cuadro se completara con la inestabilidad
poltica en Per, la creciente movilizacin social en Bolivia y la emergente protesta social en la Ar-
gentina que tendra a final de 2001 su expresin climtica.
3 sta parece ser una coincidencia bsica en los ensayos de Estrada, Sarmiento, Libreros, Petras,

Caycedo y Vargas Velsquez incluidos en el volumen compilado por Jairo Estrada lvarez (Estrada,
2001). Otro ensayo del analista colombiano Alejo Vargas Velsquez (2001a) reitera la misma aseve-
racin.
192 CARLOS FIGUEROA IBARRA

objetivos polticos para entrar en el cuantioso mercado de la droga (Estrada,


2001:46; Caycedo, 2001:185). Un investigador colombiano, Ricardo Vargas Me-
za, ha hecho los clculos de la importancia de la guerrilla colombiana en el nar-
cotrfico: si fuesen ciertas las cifras proporcionadas por el ex zar antidrogas,
general McCaffrey, con relacin a los ingresos de la guerrilla por concepto de
impuestos a la produccin de coca en las regiones que controla (500 millones
de dlares anuales), resultara que se estara embolsando el 1% de los 50 mil mi-
llones de dlares que se apropian los narcotraficantes por las 400 toneladas de
cocana que exportan anualmente (Estrada, 2001:47).4 Estos datos nos llevan a
tres conclusiones: 1] que la participacin de la guerrilla en el narcotrfico es
marginal; 2] que el problema del narcotrfico no radica en la produccin, sino
en la poderosa cadena que ha construido el crimen organizado, y 3] que el prin-
cipal inters del Plan Colombia no es el narcotrfico, sino la insurgencia y la im-
portancia geopoltica de Colombia y la regin que la circunda. Cabe agregar
que la cadena del narcotrfico tiene su resorte fundamental en la demanda de
cocana en el propio Estados Unidos de Amrica.
De esta manera si como parece ser el caso, el problema fundamental no es el
narcotrfico sino el control de toda el rea andina y la amaznica, el nfasis del
Plan Colombia est puesto en la represin y la contrainsurgencia. El plan consta
de un programa en tres fases a ser aplicadas a lo largo de 6 aos durante los cua-
les se buscara reducir en el 50% la produccin de coca: a] la fase 1 de carcter
judicial, policiaco y militar se concentrar en el Putumayo y, en general, el sur
de Colombia (no por casualidad una de las reas de mayor influencia de la insur-
gencia); b] la fase 2, que tendr una duracin de 2 a 3 aos, se irradiar hacia el
sureste y las zonas centrales del pas y, c] la fase 3, otros tres aos, se extender
hacia todo el pas. Ese aspecto represivo y contrainsurgente del plan se evidencia
en la estructura de gastos de su presupuesto total, puesto que de los 7 558.1 mi-
llones de dlares que costar el plan, 4 810 millones (63.6%) se destinarn a lo
que se llama seguridad y justicia que, en rigor. seran los gastos policiacos y mi-
litares. Otro tanto sucede con la ayuda internacional: de los 3 525 millones a los
que sta asciende, 1 780 (poco ms del 50%) tendrn el mismo destino. Similar
tendencia se observa en la cooperacin estadunidense al plan: de los 860 millo-
nes de dlares que sern otorgados por Estados Unidos de Amrica, el 74% se
destinar a las fuerzas armadas y la polica colombiana en el marco del programa
push into Southern Colombia. Esto sera congruente con el hecho de que entre 1997
y 2000, la ayuda militar estadunidense creci de poco ms de 86 562 millones a
709 millones de dlares (Estrada, 2001:32-39; Caycedo, 2001:187-189).
Lo que el Plan Colombia significa para la propia Colombia y para al menos las
regiones fronterizas con dicho pas, es un incremento sustancial de la violencia
que tendr consecuencias indeseables y magros resultados. Incluso un analista
4 En este clculo se parte del supuesto de que 1 kilo de base de coca cuesta 1 000 dlares mien-

tras 1 kilo de cocana tiene un precio de 150 mil, lo que implica que si las guerrillas se embolsan el
1%, el campesino productor de coca obtiene sin contar costos de produccin, el 0.67 por ciento.
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 193

colombiano convencido de las bondades del Plan Colombia, concluye que en ca-
so de que se lograra la meta de reducir en 50% el rea colombiana de cultivos
ilcitos, esto ocasionara que Per y Bolivia recuperaran su notable papel expor-
tador (Rocha, 2001:32).
Estados Unidos de Amrica ha instalado una red de bases areas en Manta
(Ecuador), Aruba y Curazao (Caribe), Liberia (Costa Rica), Comalapa (El Sal-
vador) y Soto Cano (Honduras) a partir de las cuales se impulsarn las denomi-
nadas Forward Operation Locations (FOL). Repitiendo, mutatis mutandis, la ex-
periencia de la guerra de baja intensidad practicada en la Centroamrica de los
ochenta y noventa, el Plan Colombia evidencia la participacin militar estaduniden-
se en la asesora contrainsurgente, sea a travs de asesores militares o a travs de
los mercenarios contratistas (hoy estimados en 300); alienta las expectativas de las
fuerzas armadas colombianas en una improbable victoria militar sobre la insur-
gencia; estimula la carrera armamentista entre Colombia y los pases aledaos;
internacionaliza el conflicto al provocar inestabilidad en las regiones cercanas a
Colombia en los pases fronterizos; acrecienta las acciones de terror contrainsur-
gente que impulsa el Estado; incrementa el nmero de efectivos de los otros im-
plicados en la guerra sucia (los 12 mil integrantes de los grupos de autodefen-
sa); propicia las posibilidades de una guerra biolgica (a travs de la difusin
del hongo fusarium oxysporum); incrementa los gastos blicos del Estado colom-
biano en detrimento de los ya marginales gastos sociales; profundiza el fenme-
no de la poblacin civil desplazada (estimada en 2.5 millones de personas en
los ltimos 15 aos) y la que se refugia en Ecuador, Panam y Brasil; transfor-
ma las fronteras en zonas de guerra, propicia una alianza explcita o implcita
de Estados Unidos de Amrica con los grupos paramilitares y la parte de altos
oficiales, terratenientes, banqueros y capitalistas que se encuentran involucra-
dos en el narcotrfico o lavado de dinero. En suma, impone una enorme cuota
de sufrimiento humano en aras de los intereses del imperio y de las lites de to-
da la regin.5

NARCOTRFICO Y PODER

En el ltimo tercio del siglo XX, el planeta entero asisti a un descomunal creci-
miento de la importancia de los cultivos ilcitos (coca, marihuana y amapola) y,
sobre todo, del crimen organizado en torno a su transformacin en enervantes
y a su comercializacin. A principios de la actual centuria el volumen mundial
del narcotrfico era calculado entre 400 y 700 mil millones de dlares, clculo
que inclua no solamente el intercambio de la droga, sino el lavado de divisas a
ste asociado (Caycedo, 2001:189; Chossudovsky, 2001:4).
5 Petras, 2001:161, 169, 176-177; Garca y Meja, 2001:137; Caycedo, 2001:193; Libreros, 2001:96;

Vargas Velsquez, 2001a; Sarmiento, 2001:75, 77, 80.


194 CARLOS FIGUEROA IBARRA

Dos reas del planeta parecen tener una importancia estratgica en el cultivo y
produccin de enervantes. La primera de ellas tiene en el momento de escribir es-
tas lneas un destino incierto por los acontecimientos observados en los ltimos dos
o tres aos. Se trata de la regin comprendida en las tierras fronterizas entre Afga-
nistn y Pakistn (conocidas como la Golden Crecent), que han sido el productor
de opio nmero uno del mundo (75%), y proveedor del 60 y 70% del opio que,
transformado en herona, se consume en Estados Unidos de Amrica y en Europa,
respectivamente. Hasta antes de la prohibicin decretada por el rgimen talibn en
Afganistn y de la guerra estadunidense contra dicho pas, el negocio renda ganan-
cias entre 100 y 200 mil millones de dlares al ao (Chossudovsky, loc. cit.).
La segunda de las reas del planeta con importancia esencial en el narcotrfico
es la constituida por Colombia, Per y Bolivia. Entre los aos sesenta y setenta del
siglo XX, la coca era cultivada en Per y Bolivia y procesada en el norte de Chile. A
mediados del decenio de los setenta, un grupo de narcotraficantes colombianos
emprendi la tarea de exportar la cocana en cantidades nunca vistas y haciendo
uso de yates y aviones.6 Los narcotraficantes se haban beneficiado con la poltica
de erradicacin de cultivo de marihuana en Mxico, lo que convirti a Colombia,
entre 1976-1979, en el principal productor de dicho estupefaciente. El boom de la
marihuana fue decreciendo, hasta que en 1989 Mxico volvi a tener la importan-
cia que antes tena (Vargas Meza, 2001:317). Sin embargo, la innovacin en el tra-
siego de cocana haba rendido notables frutos a los barones de la droga en Colom-
bia. Clculos de la agencia antidrogas estadunidense (DEA) de 1988, estimaban que
el monto de toneladas de cocana exportada hacia Estados Unidos de Amrica pa-
s de entre 14 y 19 toneladas en 1976, a 45 en 1982 y que los ingresos hacia Colom-
bia por el trfico aumentaron de 1 500 en 1980, a 2 500-3 000 millones de dlares
en 1985 (Dinges, 1990:123-124).
Para entonces nuevas rutas de acceso al mercado estadunidense se haban
encontrado: desde los setenta el narcotraficante colombiano Lehder haba inau-
gurado la ruta a travs de las Bahamas (ibid.:127), desde principios de los ochen-
ta los traficantes andinos buscaron evitar pagar a los intermediarios colombia-
nos, desviando la droga a travs de Brasil (Desmond y Davis, 2001:2), y desde
1982 el general Manuel Antonio Noriega hizo de Panam una importante esca-
la hacia el resto de Centroamrica, Mxico y el Caribe (Dinger, op. cit.: 131). El
procesamiento de la pasta cruda de cocana se empez a realizar en Colombia
merced a la instalacin de refineras por Escobar Gaviria, quien tambin impul-
s el cultivo de coca en el pas para ganar independencia (ibid.:127).
A fines del siglo XX, nuevos barones de la droga haban sustituido a los precur-
sores que haban muerto o estaban en la crcel. Los crteles de Medelln y Colom-
bia haban sido desarticulados, dando origen a una descentralizacin o fragmenta-
cin con resultados exitosos de las otrora grandes corporaciones de la droga
(Caycedo, 2001:190; Vargas Meza, 2001:318; Rocha, 2001:5). Entre 1994 y 1998, la
6 Los innovadores en el trasiego de la droga fueron Pablo Escobar Gaviria, Jorge Ochoa, Carlos

Lehder, Jos Gonzlez Rodrguez.


NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 195

poltica antidrogas estadunidense haba reducido drsticamente el cultivo de coca


en Per y Bolivia, lo que ocasion que el mismo se desplazara hacia Colombia. Di-
cho pas exportaba 400 toneladas de cocana anualmente, lo cual significaba un
monto de 50 mil millones de dlares. El 98% de este monto se lavaba en el siste-
ma financiero estadunidense y europeo y entre 2 500 y 3 000 millones de dlares
retornaban al pas, lo que significaba el triple de las exportaciones de caf y un
monto superior a las de petrleo. Colombia, al pasar del 20% de la superficie mun-
dial de cultivo de coca en 1990, al 67% en 2000, se haba convertido en el mayor
productor y exportador de cocana. El negocio de la droga irradiaba sus efectos
por casi toda Amrica Latina, y en Estados Unidos y Europa las ganancias lavadas
se convirtieron en un elemento importante de su economa (Estrada, 2001:48; Cay-
cedo, 2001:189-192; Rocha, 2001:4-6).7
El anlisis de los resultados de la guerra estadunidense contra las drogas en
los noventa resulta desolador cuando se analizan las cifras presentadas por la po-
lica antinarcticos y el Departamento de Estado (Vargas Velsquez, 2001). Cier-
tamente, se pudo abatir de manera drstica la produccin potencial neta de ho-
ja de coca en Bolivia y Per de 80 000 y 155 500 toneladas mtricas que tenan,
respectivamente, en 1992, a 13 400 y casi 61 000 en el ao 2000. Pero en el mis-
mo periodo las cifras de Colombia pasaron de 29 600 a 183 200, es decir, que tal
potencial en toneladas mtricas en dicho pas se sextuplic.
Si bien el rea de cultivo de coca en Bolivia y Per ascenda en 1992 a 45 500
y 129 200 hectreas, respectivamente, y en 2000 tales cifras haban descendido
a 14 600 y 34 100, es ineludible constatar que en el mismo periodo el nmero
de hectreas en Colombia pas de 41 206 a 136 200. En suma, en 1992 haba en
los tres pases 215 906 hectreas de cultivos de coca, mientras que en el 2000 tal
nmero de hectreas ascenda a 184 900 hectreas. Apenas una diferencia de 31
mil hectreas, una cifra magra si se considera que, en el mismo periodo, en Co-
lombia se fumigaron con glifosato un herbicida de funestos resultados para
fauna, flora, agua y salud de los habitantes de las reas fumigadas 244 144 hc-
tareas y el nmero de hectreas en Bolivia disminuy en 30 900, mientras en Pe-
r lo hizo en 95 100, lo que signific una disminucin total de 126 mil hectreas
(ibid.). No es sorpresa entonces que la Comisin Interamericana para el Control
del Abuso de Drogas (CICAD, organismo de la OEA) concluya que la disponibili-
dad de la cocana para los consumidores se mantenga igual.8
La fumigacin ha resultado infructfera, porque los narcotraficantes necesitan
un periodo de apenas cuatro meses a un ao para poder regenerar los cultivos fu-
migados o instalarse en nuevas regiones (Vargas Meza, 2001:320), pero sobre to-
do, porque en un contexto de conflicto agrario irresuelto, miles de campesinos es-
tn dispuestos a enfrentar los riesgos de un sistema judicial que se ensaa con

7 He aqu los motivos por los cuales el analista colombiano Jaime Caycedo Turriago aventura la

categora de narcocapitalismo (Caycedo, 2001:189).


8 La Jornada, 15 de enero de 2002:28, Mxico.
196 CARLOS FIGUEROA IBARRA

ellos, puesto que su sobrevivencia est muchsimo ms asegurada con el cultivo de


la hoja de coca, marihuana o amapola que con el cultivo de maz y frijol.9
Independientemente de que se puedan discutir los efectos benficos en las
economas de los pases productores y exportadores de enervantes,10 lo cierto es
que el surgimiento de grupos poderosos de capital generado ilcitamente, crea
una situacin poltica y estatal enteramente nueva. La ilegalidad del producto
eleva su precio y el poder corruptor de los barones de la droga llega a los ms
altos niveles del Estado. El caso de Noriega en Panam, las investigaciones en
torno al periodo de gobierno de Carlos Salinas de Gortari en Mxico, el encar-
celamiento del jefe de la lucha contra las drogas en dicho pas general Guti-
rrez Rebollo, as como de siete generales ms (Pieyro, 2001:6), las evidencias
de la participacin del narcotrfico en el financiamiento de la campaa electo-
ral del despus presidente colombiano, Ernesto Samper (1994-1998) (Tickner,
2001:215), son algunos de los ejemplos sobresalientes que empequeecen a los
poderes invisibles en otros pases.
El narcotrfico se ha convertido en una alternativa de sobrevivencia para enor-
mes conjuntos poblacionales en las reas rurales y urbanas,11 ha corrompido nota-
ble y acaso irremediablemente a los cuerpos policiacos y militares, as como a par-
tes significativas de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial; ha influido de ma-
nera subrepticia, pero notable, a no pocos partidos polticos y a sus dirigentes;12 sus
intermediarios han construido poderes alternos al Estado en campos y ciudades;
ha estimulado el surgimiento de otras ramas del crimen organizado (contrabando
de armas, de indocumentados, grupos paramilitares, bandas de sicarios y secuestra-
dores); ha elevado notablemente los ndices de violencia y criminalidad en las ciu-
dades especialmente en sus reas pobres y marginales.13
En sntesis, en Amrica Latina, la existencia de grupos poderosos de capita-
listas criminales que operan detrs de bambalinas, en mayor o menor medida
segn el caso, ha puesto en crisis a la soberana del Estado, ha profundizado la
existencia formal del Estado de derecho, ha deteriorado el supuesto ejercicio le-
gtimo y monoplico de la violencia (acorde a la famosa frmula de Max We-
9 Una dramtica ilustracin sobre el ensaamiento judicial contra mujeres indgenas presas por

delitos contra la salud en Oaxaca, Mxico puede encontrarse en Nez (2001).


10 Rocha (2001:11-13, 18-19, 32) pone en duda los efectos benficos del narcotrfico para Co-

lombia y afirma que, en cambio, implica un enorme costo social y poltico.


11 En Mxico; genera 355 mil empleos, segn el periodista mexicano Carlos Loret de Mola,

mientras que, segn la Secretara de Desarrollo Social del gobierno federal, se convierte en fuente
de ingreso en el 80% de los municipios ms depauperados (Pieyro, 2001:3, 11). En Colombia, es
fuente de 40 mil empleos directos (Rocha, 2001:11). En Bolivia, la presencia relevante del movimien-
to de campesinos cocaleros habla por s sola.
12 El caso colombiano es el ms explcito: Pablo Escobar Gaviria form su propio partido, lleg a ser

diputado e incluso fue evidente la influencia del narcotrfico sobre una parte del poder legislativo.
13 En Colombia, dos investigadores, Fabio Snchez y Jairo Nez, encontraron que, en las siete

mayores ciudades y sus reas metropolitanas, un incremento del 1% de los ingresos por narcotrfi-
co elevaba la tasa de homicidios en 0.2% (Rocha, 2001:17). El caso de Medelln es paradigmtico: la
causa primera de la mortalidad masculina es la violencia (Fernndez Moreno, 2001).
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 197

ber), ha ocasionado la prdida de la independencia de los poderes del Estado,


ha desprestigiado an ms a la poltica y al poder poltico y ha incrementado las
regiones en las cuales el vaco estatal es una realidad.

LAS CIUDADES VIOLENTAS

Vivimos hoy una enorme polarizacin social. Datos del Programa de las Nacio-
nes Unidas para el Desarrollo (PNUD) mostraban el desolador panorama de la
desigualdad humana a fines del siglo XX: las 225 personas ms ricas del mundo
posean en 1998 la misma riqueza que 2 500 millones de seres humanos. La ri-
queza de aquellos 225 magnates equivala a la del PIB acumulado de los 48 pa-
ses menos desarrollados del planeta (Ameglio y Fracchia, 2001:1). En Amrica
Latina, segn datos de la CEPAL, en trminos absolutos el nmero de pobres pa-
s de 130 millones en 1970 a 203 en 1990 (un aumento del 64%), mientras que
la proporcin de personas en estado de pobreza alimentaria relativa pas de
41% en 1980 a 47% en 1990. Segn datos del Banco Mundial, entre 1980 y 1989,
la proporcin de personas en pobreza alimentaria absoluta pas de 26.5 a 31.5%
del total de la poblacin en la regin. Los pobres alimentarios relativos aumen-
taron en 59 millones mientras los pobres alimentarios absolutos lo hicieron en
42. Relacionando estos datos con el incremento poblacional ocurrido en el mis-
mo lapso, para obtener la incidencia marginal de la pobreza proporcin de la
pobreza en la poblacin que se aadi al total demogrfico se supo que sta as-
cenda a 70.2 y 54%, respectivamente. Las estimaciones que se hacan indicaban
que entre 1990 y 2000, el nmero de pobres en la regin crecera de 203 a 232
millones. Ello implicara que entre 1970 y 2000 los pobres aumentaran en apro-
ximadamente 200 millones (Boltvinik, 1996:32-33).
Datos aportados en los documentos de las delegaciones nacionales del Foro de
Sao Paulo indican que en 1997 en Mxico, el dficit total de empleos alcanzaba
los 20 millones de puestos de trabajo. La Confederacin Patronal Mexicana
(Coparmex) indicaba que un ao antes el salario mnimo haba alcanzado su ni-
vel ms bajo desde 1935. Solamente 35% de los trabajadores ganaba ms de dos
salarios mnimos (unos 200 dlares), otro 30% ganaba entre 1 y 2, 20% reciba
menos de uno y el 15% no reciba ninguno. En Brasil, las cifras oficiales acepta-
ban a fin de siglo 80 millones de pobres, 30 de los cuales lo eran absolutamente.
Los trabajadores informales representaban el 50% de los 55 millones que consti-
tuan a la poblacin econmicamente activa. En Uruguay 11% de la poblacin vi-
va en el desempleo abierto e igualmente un 11% viva bajo la lnea de la pobreza
mientras que en el campo tal porcentaje alcanzaba el 43%. En Venezuela el n-
mero de pobres absolutos haba aumentado en 40% desde el inicio de la implan-
tacin de las polticas neoliberales. En 1998, el 26% de los 5 millones de hogares
de dicho pas vivan pobreza extrema y los salarios reales promedio tenan el 57%
198 CARLOS FIGUEROA IBARRA

de su valor en 1990. Entre 1998 y 2000, en Colombia se perdieron un milln de


empleos y el desempleo abierto llegaba a 20.5% mientras otro 60% estaba consti-
tuido por los trabajadores informales. Entre 1993 y 1999 el porcentaje de pobres
entre la poblacin total del pas (42.3 millones) pas de 51.7 a 56.3%, mientras en
el campo pas de poco ms de 70 a casi 80%. En Guatemala, segn fuentes perio-
dsticas, tres municipios y una etnia en el oriente del pas estaban al borde de la
extincin por la hambruna, mientras que aproximadamente 103 municipios (una
tercera parte del total) estaban en las vsperas de llegar a la misma situacin. A
principios del siglo XXI, la otrora prspera Argentina tena una deuda externa de
147 mil millones de dlares (50% del PIB), la cual consuma el 22% del gasto p-
blico en pagos de intereses. El 10% ms pobre obtena el 1.5% del PIB mientras el
10% ms rico obtena el 35%. La suma de desempleados y subempleados ascen-
da al 31%, tena a 11 (33%) de sus 36 millones de habitantes viviendo debajo de
la lnea de pobreza, 2.5 millones (7%) en calidad de indigentes.14 Aun en Chile,
donde la polarizacin y la pobreza no ha sido tan cruda como en otras partes de
la regin, en el ltimo decenio del siglo XX la pobreza extrema aument y la dife-
rencia de ingreso entre el quintil ms rico y el ms pobre de la poblacin pas de
14 veces a 15.3 (Salinas, 2001).
En sntesis, en cada uno de los pases de la regin la pobreza arroja datos
alarmantes. Ms an al decir de una analista argentina, a los pobres estruc-
turales habra que agregar ahora, dos nuevas categoras de pobres que refleja-
ran la debacle de las clases medias: los nuevos pobres y los pobres de nuevo
(Aguilar, 2001:5).
El recuento anterior de la pobreza en Amrica Latina nos obliga a dilucidar
si la pobreza es la que genera la inseguridad en Amrica Latina. Siendo un sub-
continente agobiado por la miseria, tal como se ha fundamentado lneas atrs,
tambin se convirti en los aos ochenta y noventa, en la segunda regin con
ms violencia delincuencial en el mundo: en 1994 su tasa de homicidios alcan-
z 28.4 por cada 100 mil habitantes, despus de la frica subsahariana que en
1990 tena una tasa arriba de 40 por cada 100 mil habitantes. Las tasas de homi-
cidios por cada 100 mil habitantes subieron en los aos ochenta de manera es-
pectacular en Per y Colombia en 379 y 337%, respectivamente, lo que puede
explicarse por las guerras internas que observaron. En trminos absolutos, a fi-
nes de los ochenta y principios de los noventa, Colombia tena una tasa de 89.5
(ms del doble que la regin ms violenta del mundo), seguida de lejos por Bra-
sil (19.7), Per (11.5) y Ecuador (10.3). Lo importante de resaltar es que a prin-
cipios de los noventa del siglo XX, en Brasil y Uruguay la tasa de homicidios ha-
ba subido en alrededor de 70%, en Ecuador el 60%, en Argentina y Venezuela
entre el 23 y 30% (Dammert, 2001:3-4). En Guatemala, segn datos del PNUD, en
solamente un lapso bianual, la violencia delincuencial aument en la capital del

14 Pereira, 1999:6; Ramrez, 2001a:4; Sarmiento, 2001:66-67; Libreros, 2001:98; Rajland, 2001:12;

Ciriza, 2001:5.
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 199

pas el 14% (Palma, s/f:4). En este momento no podemos sino sealar la coin-
cidencia en el tiempo entre el comienzo del proceso neoliberal en la regin,
con un aumento significativo de la violencia delincuencial.
Ciertamente la pobreza no necesariamente genera delincuencia y el riesgo
de una afirmacin en sentido contrario es la criminalizacin de la pobreza. En
Venezuela los ndices ms bajos de violencia delictiva se encuentran en los esta-
dos ms pobres como Apure, Sucre, Delta Amacuro y Trujillo y lo mismo suce-
de en Brasil, en donde los pobres estados del nordeste son los que muestran las
tasas ms bajas de homicidios (Briceo, 1997:55). Esto significa que la pobreza
no necesariamente genera delincuencia y que este fenmeno tiene una explica-
cin que va ms all de la miseria. Para empezar la delincuencia ms importan-
te, el crimen organizado, tiene a sus protagonistas en las altas esferas de la socie-
dad y, a su explicacin, en el traslado de la lgica del capital la bsqueda de la
mxima ganancia a los mbitos de la ilegalidad.
Sin embargo, es importante decir que la pobreza unida a otros factores siem-
pre es un excelente caldo de cultivo para la criminalidad. Sea en el mbito de la
delincuencia comn o en el crimen organizado, la pobreza es uno de los facto-
res sin los cuales ambos hechos no se explican. El crimen organizado recluta a
sus infanteras entre los jvenes que viven en la pobreza. En el contexto de una
sociedad con poco espacio de movilidad social, por las escasas e inestables opor-
tunidades de trabajo, las bandas de narcotraficantes, secuestradores o sicarios,
tienen en ex policas a sus cuadros medios y en los jvenes provenientes de las
poblaciones, favelas, limonadas, barrios y pueblos jvenes a sus agentes operativos.
El crimen se convierte en un recurso que da poder, satisfactores materiales y
si el joven logra sobrevivir, acaso una situacin holgada en la vida adulta. Las ci-
fras que asocian el crimen con la juventud son elocuentes en la regin. En Ar-
gentina la proporcin de inculpados menores de 21 aos creci a una tasa de
2% entre 1991 y 1997, pero entre 1995 y 1997 lo hizo en el 7.8% anual. En esas
mismas fechas en Venezuela, si se comparaba a la poblacin de menos de 29
aos con la mayor de esa edad, los menores de 27 aos tenan un 2.7 ms de
probabilidad de ser vctimas de un asesinato (Briceo, 1997:51). En Ro de Janei-
ro, los jvenes pobres de entre 18 y 24 aos, de baja escolaridad, preferentemen-
te negros o mestizos eran las principales vctimas de los homicidios dolosos.15 La
definicin de los sicarios dada por Fernando Vallejo, el novelista colombiano que
los retrat, es elocuente: el sicario es un muchachito, a veces un nio, que ma-
ta por encargo (Martnez, 2001:4).
Por lo dems la violencia delincuencial tiene en los espacios de pobreza uno
de sus escenarios privilegiados. En la Venezuela del fin del siglo XX, casi la tota-
lidad de los heridos con armas blancas y de fuego eran personas que tenan en-
tre uno y tres salarios mnimos. En los barrios la precaria presencia del Estado, el
trazo irregular de las calles, la densidad poblacional favorecan la accin delin-
15 Los jvenes de entre 18 y 24 aos eran el 12% de la poblacin de Ro de Janeiro, sin embar-

go constituan el 35% de los homicidios dolosos (Pereira, 1999:6).


200 CARLOS FIGUEROA IBARRA

cuencial y dificultaban la de la polica (Briceo, loc. cit.:55 y 59).16 No es de ex-


traarse entonces que el 80% de las vctimas de los homicidios vivan all. En Ro
de Janeiro las tasas de homicidios de las zonas pobres eran tres o cuatro veces
superiores a las de clase media o media alta. A mediados de los noventa del si-
glo XX, el 41% de las vctimas de homicidios en la ciudad de Mxico eran obre-
ros y trabajadores (Briceo, 1999: 400).
Se desprende de todo lo que se ha dicho anteriormente, que el otro mbito pri-
vilegiado de la violencia delincuencial son las ciudades. El aumento de la pobla-
cin que habita en las reas marginales y el que la pobreza en ellas sea rampante,17
el deterioro de los servicios a las mismas, el que un boyante crimen organizado y
las policas corruptas hagan de las urbes un espacio privilegiado para generar y rea-
lizar sus ganancias, la ms fcil disolucin de las relaciones de solidaridad en un es-
pacio que no es propicio para la comunidad, la polarizacin social que se ha acen-
tuado en los ltimos dos decenios y la generacin de una cultura de la violencia
merced a todo lo anterior. Acaso sean stas las razones para que la ciudad, sobre
todo la gran ciudad, se convierta en un sitio de significativo peligro. En las ciuda-
des latinoamericanas se ha instaurado una suerte de apartheid, en el que las reas
burguesas o de clase media acomodada se aslan con verjas, retenes y policas pri-
vadas del resto del casco urbano. En Ro de Janeiro a mediados de los aos noven-
ta del siglo XX, una de las versiones dominantes sobre la violencia en la ciudad, la
divida en pobres y ricos, en favelados e cidadados, morro e asfalto (cerro y asfalto), y
urga una accin enrgica para controlar a las classes perigosas (Pereira, 1999:2). La
lucha de clases en las urbes latinoamericanas se objetiva en el uso discriminatorio
y excluyente del espacio.
A excepcin de Brasil, donde el porcentaje de victimas de actos delincuen-
ciales es prcticamente el mismo en las ciudades pequeas que en las grandes
(aproximadamente 40%), en Argentina, Chile, Ecuador, Mxico, Per, Uruguay
y Venezuela las diferencias entre ciudades pequeas y grandes oscila entre 10 y
20 puntos (Dammert, 2001:5-6). En el ltimo lustro del siglo XX, en Guatemala
el 35% de los delitos violentos se cometan en la capital del pas que tena el
10% de la poblacin total (Palma, s/f:6). A fines del siglo XX, la mitad de los ho-
micidios ocurran en Caracas mientras que en Brasil, lo homicidios se concen-
traban en las grandes ciudades del sur (Sao Paulo, Ro de Janeiro) (Briceo,
1999: 399-400). En 1995, 79 de cada 10 mil habitantes de Ro de Janeiro murie-
ron de forma violenta (Sperberg y Happe, 1999:9). En Medelln, Colombia, en-
tre 1987 y 1996, la violencia mat a 14 hombres por una mujer, alrededor del
16 Esta afirmacin de Briceo puede ser extendida a las favelas de Ro de Janeiro, las limonadas

en Guatemala, las poblaciones en Santiago de Chile.


17 Entre 1991 y 1996, el nmero de favelas aument en Ro de Janeiro de 573 a 603. Si bien la

poblacin de la ciudad creci en apenas 1.29%, los cuatro conjuntos de favelas crecieron entre casi
6 y casi 70%. Si la tasa de desempleo en la ciudad era de 5.4%, en las favelas llegaba al 18.5%. Si el
trabajo informal era de 26% de la PEA en la regin metropolitana, en las favelas tal porcentaje ascen-
da a 35.5% (Pereira, 1999:5).
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 201

60% de las muertes masculinas fueron por causas violentas y representaba una
prdida de la esperanza de vida de hasta 12 aos de los hombres con respecto a
las mujeres (Fernndez Moreno, 2001). Fuentes periodsticas informaban que
en Mxico a principios de 2002, 1 de cada 8 delitos se cometan en el Distrito
Federal.
En este contexto la ineficiencia judicial y policiaca resulta notable como no-
table es su efecto deslegitimador en las instituciones del Estado. Entre 1990 y
1997 la probabilidad de condena de los delincuentes18 cay en Argentina de 2.9
a 2.3% y en Buenos Aires tal cada fue de 5.9 a 3.9%. El 52% de la poblacin de
las principales ciudades dijo que la polica haca mal su trabajo (Dammert:13,
16). En lo que se refiere a Mxico, si en 1990 se consignaba el 14.3% de las ave-
riguaciones, en 1996 solamente se haca en un 6%, la ineficiencia en la persecu-
cin del homicidio era del 50% y en otros delitos de 80 y 90% (Alvarado,
1999:3). En Caracas otra encuesta revelaba que el 81% de la gente consideraba
la actuacin de las policas entre regular y muy mala (Briceo et al., 1999:340).
Una encuesta ms realizada en Caracas en 1997, revel que el 86% de la pobla-
cin consideraba la eficacia de los juzgados entre regular, mala o muy mala. La
desconfianza era tal que de manera sorprendente solamente el 33% de los he-
ridos con arma blanca y el 14% de aquellos que lo haban sido con arma de fue-
go, presentaron su denuncia ante las autoridades respectivas (Briceo,
1997:60). El resultado de todo esto fue que el 42% de los encuestados estaba de
acuerdo en que la gente tena derecho a hacerse justicia por mano propia. Lo
interesante es que este porcentaje creca en los barrios a 53% (Briceo et al.,
1997:209-210).
Pero no solamente es la ineficiencia lo que afecta a los cuerpos policiacos en
Amrica Latina. Su corrupcin, la impunidad con la que ejercen la violencia ex-
tralegal y el hecho de que no tengan fronteras definidas con la delincuencia or-
ganizada, a menudo los convierten en uno de los factores de la inseguridad p-
blica y en enemigos de la poblacin.19 La polica militar en Ro de Janeiro se ha
visto involucrada en masacres de favelados y nios de la calle (Pereira, 1999:3),
as como otros cuerpos policiacos han organizado los famosos escuadroes da mor-
te los cuales se han asociado al narcotrfico (Soares, 1999:4). Segn datos de di-
versas organizaciones de derechos humanos en Mxico las policas municipales
y las judiciales estatales acumulan el 55 de las denuncias nacionales por viola-
cin a los derechos humanos. Entre las quejas presentadas ante la Comisin de
Derechos Humanos del Distrito Federal entre 1993 y 1997, el 95% tena que ver
con anomalas y delitos cometidos por las autoridades judiciales y policiacas (Al-
varado, loc. cit.). Habra que agregar que la corrupcin beneficia esencialmente

18 Probabilidad de arresto multiplicado por la probabilidad de sentencia.


19 Citando al investigador brasileo Bento Rubiao, Sperberger y Happe (1999:14) afirman: la
polica en Ro no cumple funciones de auxilio hacia las vctimas, sino que representa para los fave-
lados el inimigo nm. 1.
202 CARLOS FIGUEROA IBARRA

a los altos mandos policiacos, puesto que oficiales medios y la tropa frecuente-
mente se quejan de bajos salarios y pobre equipamiento.20
El socilogo venezolano Roberto Briceo-Len ha dicho que la violencia
tiene una mayor relacin con el proceso de empobrecimiento que con la pobre-
za (Briceo, 1997:56). Sus afirmaciones (s/f:125) en relacin con el caso vene-
zolano pueden ser extendidas a otros pases: la disminucin de la accin del Es-
tado para paliar la miseria, la profundizacin de la pobreza en el decenio de los
ochenta y noventa, han dejado sin esperanzas a los pobres de la regin. El con-
trol social se ha relajado no slo porque el Estado se ha ausentado (porque no
est presente o porque carece de legitimidad), sino tambin porque familia y es-
cuela se han visto desmantelados en las reas de pobreza. La mayora de los esta-
dos latinoamericanos parecen combinar sus ausencias en la gestin de la seguri-
dad y la justicia social, con sus presencias punitivas a travs de policas corruptas y
asociadas al crimen organizado. En el lado de la sociedad civil, la creciente mar-
ginalidad adopta una forma perversa de rebelin, de tal manera que no resulta
extrao que la violencia urbana sea calificada ya como el devenir siniestro y po-
liciaco de la lucha de clases (Ciriza, 2001:1).
Todo lo dicho hasta aqu parece ser una explicacin ms consistente que la que
en un momento dio William Bratton, ex jefe de la polica de Nueva York y arqui-
tecto de la nocin de tolerancia cero frente a la delincuencia: la causa del delito es
el mal comportamiento de los individuos y no la consecuencia de las condiciones
sociales. Desde una perspectiva conservadora o neoliberal, la delincuencia es un
fenmeno que tiene su explicacin en el individuo que viola el contrato social (Cid
Lopes, 2001:9). La explicacin reaccionaria tiene su consecuencia inevitable en el
apelar a la represin como nica forma de contener al crimen.
Lo anterior se expresa, como sucede en muchas ciudades latinoamericanas,
en la aoranza autoritaria de las clases medias y altas que hoy observamos en La-
tinoamrica. Se culpa del incremento del crimen a la instauracin de la limita-
da institucionalidad democrtica que hoy observamos en la regin. El descon-
tento aumenta cuando se observa la corrupcin del sistema judicial y policiaco
(Malone, 2001). Los medios de comunicacin, principalmente la televisin,
magnifican el fenmeno de la delincuencia, y contribuyen a crear en amplios
sectores de la poblacin, especialmente las clases medias,21 la apelacin autori-
taria y el reduccionismo punitivo como solucin al crimen organizado y a la de-
lincuencia comn. Fomentan el descontento ante los derechos de los reclusos y
la idea de que un delincuente no debe tener derechos ciudadanos (Pereira,
20 Tavares (2001:8) habla de movilizaciones de policas civiles y militares en 10 estados brasile-
os en los meses de junio y agosto de 1997, as como de huelgas de policas entre 1997 y 2001 en los
estados de Ro Grande del Sur, Sao Paulo, Minas Gerais, Pernambuco, Ro de Janeiro, Alagoas, Ba-
ha y Tocantins. Tales movilizaciones y huelgas las hemos visto tambin en aos recientes en la ciu-
dad de Mxico.
21 Una encuesta Gallup realizada en Buenos Aires revel que los sectores ms golpeados por el

delito fueron la clase media y la clase media alta (61%) (Aguilar, 1999:11).
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 203

1999). Tal es el proceso de construccin ideolgica que legitima la poltica neo-


liberal que reduce gastos sociales e incrementa costos en el aparato represivo.22

LA PROTESTA SOCIAL Y LAS AUSENCIAS ESTATALES

Hemos apuntado desde el inicio de este trabajo, que la gran paradoja de buena
parte de los estados latinoamericanos, es la de combinar una fuerte vocacin re-
presiva con una desigual presencia en los distintos mbitos de la sociedad. A pe-
sar de esta capacidad represiva son notorios los vacos estatales. stos comienzan co-
mo lo hemos visto ya, con el notorio dficit de legitimidad que muchos estados
algunos ms, otros menos tienen ante vastos sectores de la sociedad civil. En
efecto, la corrupcin, la impunidad de la que gozan los funcionarios estatales y la
ineficiencia en la administracin de justicia, desprestigian a la poltica y a los po-
lticos y restan espacio a una gobernabilidad democrtica. Pero tal vacuum conti-
na con su incapacidad para mantener el monopolio de la violencia legtima en
extensos trozos de los territorios que supuestamente gobierna, as como en sus de-
ficiencias en el momento de administrar la desigualdad social. Siguiendo a Alain
Touraine, Carlos Vilas corrobora que solamente en contados casos tal monopolio
fue alcanzado en Amrica Latina (Vilas, 1999:4).
Al parecer el Estado en Latinoamrica se vuelve una eficiente maquinaria re-
presiva especialmente cuando se enfrenta a oposiciones y subversiones. Los mis-
mos estados que fueron implacablemente eficientes en la represin en Guatema-
la, El Salvador, Argentina, Uruguay y Brasil, se comportan hoy de manera inversa
con el crimen organizado y la delincuencia comn.23 En Colombia en el ao
2000, se asesin a un dirigente sindical cada tres das, se registraron 10 asesina-
tos polticos y una desaparicin forzada diariamente, as como una masacre
(ms de cinco vctimas en un hecho) cada dos das. Ese mismo Estado permita
3 mil secuestros al ao, 30 mil homicidios de los cuales solamente 12% eran por
motivos polticos, y la impunidad con respecto a la delincuencia se calculaba en
90% (Sarmiento, 2001:75). En Mxico el 90% de un total de 520 acciones mili-
tares y de control observadas entre 1998 y 1999 se concentraron en el sur del
pas, y solamente en Chiapas se calculaba que el ejrcito concentraba contra el
22 En su campaa electoral en 1999, el candidato del PRI a la gubernatura del Estado de Mxico lle-

g a difundir un anuncio televisivo en el que deca que las ratas (rateros) no tienen derechos huma-
nos. Una investigadora argentina resalta cmo la sociedad argentina se indigna ante el hecho de que
se cometa un robo cada 45 minutos y 4 asesinatos por da, pero no parece mostrar similar conmocin
con el hecho de que la miseria mate a 47 nios menores de cinco aos cada 24 horas (Aguilar, 1999:8).
23 Es necesario resaltar el caso de Guatemala en donde en medio del crecimiento rampante del

crimen organizado y la delincuencia comn, el aparato de la guerra sucia no ha sido desmantelado.


Ms an los oficiales ms connotados de la inteligencia contrainsurgente tienen una red de lealta-
des recprocas que es conocido como La Cofrada. La Cofrada era a principios del siglo XXI uno de
los grupos de poder invisible ms influyentes en el pas. Vase Vela, 2001.
204 CARLOS FIGUEROA IBARRA

zapatismo entre 50 y 60 mil efectivos (30% del total). En ese mismo periodo de
un total de 319 acciones armadas registradas, el 42% la realizaron los grupos pa-
ramilitares y/o civiles armados mientras que 313 activistas sociales fueron asesina-
dos (Ameglio y Fracchia, 2001). En Brasil, un pas en el que las ausencias estata-
les son notables, datos de la Comisin Pastoral de la Tierra indican que entre 1989
y 2000, fueron encarcelados 1 898 trabajadores rurales, mientras que entre 1988 y
2001 fueron asesinados otros 1 517 (Souza, 1999).
El neoliberalismo ha profundizado las deficiencias seculares de los estados
latinoamericanos, por tanto ha hecho ms notorias las ausencias estatales, al de-
bilitar al Estado en mbitos en los que el mayor gasto social del modelo desarro-
llista, lo haca tener presencia. Son estos espacios en los cuales brotan las distin-
tas manifestaciones de la rebelin, o al menos una suerte de aestatalidad, en
la Latinoamrica del siglo XXI.
Se ha dicho ya que la ineficacia de la justicia genera en diversos sectores de
la poblacin, al menos plantearse la posibilidad de hacerse justicia por mano
propia. Encuestas diversas nos indican que la poblacin manifestaba su derecho
a matar para defender su familia a favor con el 70% en Caracas y con 60% en
Santiago de Chile, Baha y San Salvador. El matar para defender la propiedad
era aceptado con el 60% en Caracas, con 49% en Santiago de Chile, y el 40% en
Baha y San Salvador. La limpieza social (exterminio de delincuentes, lo que
implica el uso de los escuadrones de la muerte) era aceptado con el 20% en Ca-
racas, y con 16% en Baha y San Salvador (Briceo, et al., 1999:341). Entre el 22
y 32% de la poblacin manifest su disposicin a portar armas en Caracas, Me-
delln, San Salvador, Ro de Janeiro y en Santiago de Chile (Briceo, 1997:60 y
65). En la mitad de los linchamientos observados entre 1987 y 1998 en Mxico,
las vctimas fueron vapuleadas salvajemente por sus agresores, lo que corrobora-
ba el sentido de justicia por mano propia que tienen tales actos (Vilas, 1999:12).
Un anlisis comparado de la aestatalidad en los barrios miserables de Santiago
de Chile y Ro de Janeiro nos lo ofrecen Sperberger y Happe (1999). De acuerdo
con ellos, la presencia del Estado en las poblaciones de Santiago no se limita a pro-
veerlos de infraestructura sino el combate a la violencia y delincuencia. Por ello
mismo, resulta inimaginable que los traficantes de drogas dominen barrios ente-
ros como sucede en Ro de Janeiro. Aun as los pobladores chilenos administran jus-
ticia por cuenta propia en materia de delitos sexuales, robo y trfico de drogas,
con sanciones que van desde la amonestacin hasta la expulsin. A diferencia de
Santiago, las favelas de Ro de Janeiro parecen ser aldeas cerradas y autosuficien-
tes, las pandillas asumen el papel de polica, los favelados sienten ms confianza
con los miembros de las quadrilhas (bandas) que con la polica.
Una fascinante descripcin de este poder local se encuentra en Arias y Davis
(2001), quienes describen a las bandas de narcotraficantes como administrado-
res brutales de justicia informal entre los favelados de Ro de Janeiro. Las penas
de muerte, las mutilaciones, empalamientos y los linchamientos son castigos
usuales para los que violan los cdigos internos de las favelas en delitos como la
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 205

traicin, el robo, violacin, desrdenes pblicos, alcoholismo, violencia doms-


tica. La administracin de poder sin embargo no se hace solamente a travs de
la violencia intimidante, sino tambin a travs de medidas que generan consen-
so. Los traficantes de drogas financian fiestas locales, ayudan a la resolucin de
conflictos entre los favelados y aun proveen ciertas formas bsicas de asistencia
social (farmacias con medicamentos baratos). En no pocas ocasiones los favela-
dos prefieren acudir al jefe de la banda o sus lugartenientes que al sistema judi-
cial del Estado puesto que lo consideran lento e ineficiente.24
Es de hacer notar que la influencia de los traficantes de drogas y la violencia
que ejerce la justicia informal en el castigo a los infractores, es notablemente
menor en las poblaciones que en las favelas. La razn de ello parece estar en la de-
sigual presencia estatal en ambos lugares.
Las ausencias estatales parecen ser resueltas de distinta manera segn la clase
o sector social que la vive. En Buenos Aires, las clases medias y altas han acudido
a las empresas de seguridad privada para garantizar la seguridad de barrios y coun-
tris (Aguilar, 1999:8). En Venezuela, la ineficacia penal y la impunidad causan que
clases medias sin gran capacidad adquisitiva, contraten una vigilancia privada in-
formal. No se trata de servicios empresariales de seguridad con tecnologa sofis-
ticada, sino del guachimanismo,25 que no es ms que la contratacin de vigilantes
que sin estar preparados para ello, usan armas de fuego y ejercen funciones de se-
guridad (Romero, 2001). En diversas ciudades de Amrica Latina, las noticias tam-
bin dan cuenta de la organizacin autnoma de los vecinos de barrios populares
para efectuar rondas nocturnas que los resguarden de la delincuencia.
En el campo, una de las manifestaciones ms importantes de la justicia por
mano propia ha sido el linchamiento. En Mxico, Guatemala, El Salvador, Hai-
t, Brasil, Venezuela y en otros pases el linchamiento es un acontecimiento ms
o menos frecuente. Al menos en los primeros dos pases, el linchamiento tiene
en lo rural y lo comunitario su espacio privilegiado. Entre 1984 y 2000, la pren-
sa escrita en Mxico dio cuenta de 186 casos de linchamientos, de los cuales el
64% fueron en zonas rurales y el 9% ms en zonas conurbadas, de tal manera
que solamente poco ms de una cuarta parte de los mismos fueron actos estric-
tamente urbanos (Fuentes, 2001:6). Otro recuento, que va de 1987 a 1998, re-
velaba la misma tendencia: de los 97 linchamientos registrados 73% (71 casos)
fueron realizados en reas rurales (Vilas, 1999:9). En el caso guatemalteco, las
informaciones periodsticas informaron que entre 1994 y 1999, 240 presuntos
delincuentes haban sido linchados.26 Se ha estimado que los linchamientos han
ocurrido en el 60% del territorio guatemalteco y que ha sido el campo su esce-
24 Relato y anlisis de lo que sucede en las favelas nos hace recordar a lo que suceda en todos

los cordones de miseria en Lima, en la poca en que la hegemona la ejerca Sendero Luminoso.
Una de las razones del xito de Fujimori fue que pudo sustituir el clientelismo sustentado en el te-
rror de Sendero Luminoso por el despotismo presidencial del propio Fujimori. Vase el artculo de
Carmen Rosa Balbi (1996).
25 La palabra viene de guachman, versin castellanizada de la palabra inglesa watchman (vigilante).
26 La Jornada, 15 de septiembre de 1999:80.
206 CARLOS FIGUEROA IBARRA

nario privilegiado: el 90% de los linchamientos en Guatemala se han cometido


en las reas rurales (IIJ/URL, 2000:6).
En espacios abigarrados por la articulacin de la diversidad tnica y la pobre-
za, el vacuum estatal parece acentuarse. La ilegitimidad estatal se combina con
formas alternativas de legalidad (Vilas, op. cit.:5) o legalidad informal, cdigos y
valores comunitarios que son ajenos al Estado. Acaso sea sta una de las explica-
ciones al porqu en Mxico casi el 47% de los linchamientos observados entre
1987 y 1998 fueron en los estados de alta densidad indgena como Oaxaca, Chia-
pas y Guerrero y que en Guatemala el 75% de los linchamientos han sido come-
tidos en el seno de las comunidades indgenas del pas (IIJ/URL, 2000:6).27
El examen de los linchamientos sugiere que ms que como acciones delicti-
vas, deben verse como formas de protesta social. Los relatos de las emociones,
rituales y procedimientos que usan los victimarios son muy parecidos a los de los
motines de indios en la Mesoamrica colonial (Martnez Pelez, 1985). Como
en el motn, en el linchamiento la ira que provoca el ordenamiento social se de-
sencadena ms o menos espontneamente sobre el enemigo ms prximo y
muy a menudo ste resulta ser las autoridades ms a la mano. En el estudio de
Vilas, puede constatarse que ms del 20% de las vctimas fueron personas que
desempeaban alguna posicin local de autoridad (Vilas, op. cit.:16).
Por supuesto la rebelin en Amrica Latina no termina all. Desde los albores
del neoliberalismo, los rigores de ste provocaron todo tipo de actos de resisten-
cia. Dos autores, Walton y Shefner constataron que entre 1976 y 1989 se observa-
ron 80 campaas de protesta contra la austeridad (Almeida, 2001:1). En el perio-
do comprendido entre 1996 y 2001, los diarios latinoamericanos y estadunidenses
dieron cuenta de 281 campaas y 969 protestas en toda la regin.28 Las propor-
ciones de tales campaas tuvieron un comportamiento oscilatorio con cspides
que significativamente cada vez son ms grandes que la anterior: en 1997, 1999 y
en 2000. De igual manera el epicentro de las protestas pas de Per, Argentina,
Repblica Dominicana, Brasil, Bolivia y Venezuela en los ochenta y principios de
los noventa, hacia Ecuador, Colombia, Honduras, Nicaragua y El Salvador entre
1996 y 2001 (Almeida, op. cit.:5-6). Tres momentos culminantes de la rebelin po-
pular pueden ser visualizados en todo este largo proceso de implantacin del neo-
liberalismo en Amrica Latina: el caracazo de febrero de 1989, el levantamiento za-
patista en enero de 1994, y el argentinazo en diciembre de 2001.
27 El vaco estatal fue aludido por el procurador de los Derechos Humanos en Guatemala como

la causa primordial de los linchamientos: Yo crea que se deban (los linchamientos) a la guerra, por
las masacres y el genocidio, pero ahora estoy seguro que se deben a la justicia, que es inoperante y
lenta. Al menos en el caso guatemalteco, la explicacin resulta incompleta si solamente se queda
ah. Como dice Carmen Ada Ibarra, una analista guatemalteca, la cultura del terror y de la violen-
cia tambin cumplen un papel: Los cdigos ticos de los guatemaltecos son de autoritarismo y vio-
lencia... adems la guerra de 36 aos toc la mente y el corazn de los guatemaltecos. La violencia
se convirti en algo normal, la vida perdi valor, vase Figueroa Ibarra (2000).
28 El autor del trabajo que consigna estos datos define a las campaas como luchas extensas con-

tra una poltica especfica de austeridad y a la protesta como los sucesos individuales que se obser-
van en una campaa (marchas, cortes de ruta, huelgas, etctera).
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 207

Ciertamente nuevos actores y nuevas expresiones de lucha han surgido en to-


do este proceso. El desmantelamiento de industrias y decaimiento de productos de
primoexportacin ha desaparecido antiguos sujetos. El mercado del narcotrfico
ha hecho surgir a otros. En Bolivia, los legendarios mineros del estao casi han de-
saparecido y en su lugar han surgido 35 mil familias y 200 mil personas muchos
de ellos antiguos mineros que viven de la produccin y comercializacin de la co-
ca (Gironda, 2001:394). Los cocaleros han sido en los noventa uno de los ejes del
movimiento popular boliviano. Los cocaleros del Putumayo, Guaviare y Baja Bota en
Cauca, Colombia han encabezado un fuerte movimiento para que los reconozcan
como movimiento social y no como simples delincuentes (Ramrez, 2001b). Surgi-
do de tradiciones de lucha campesina desde los aos setenta del siglo XX nutrido
con ex obreros industriales que perdieron su trabajo, el Movimiento de los Sin Tie-
rra (MST), se convirti en los noventa en la parcela ms conocida e influyente del
movimiento social brasileo (Souza, 1999). En Ecuador, las distintas etnias agrupa-
das en el Consejo Nacional Indgena (CONAI), se convirtieron en los ltimos aos
del siglo XX en el epicentro en una poderosa fuerza social que tuvo que ser toma-
da en cuenta para restablecer la gobernabilidad. A partir del segundo lustro de los
ochenta, el movimiento tnico result ser la gran novedad en Guatemala como
tambin sucedi con los mapuches en Chile. En Argentina, los motines de Santia-
go del Estero y La Banda parecen ser el inicio de una creciente protesta popular
manifiesta en revueltas, motines, manifestaciones callejeras, cortes de ruta y huel-
gas que tuvieron un momento climtico a final de 2001. Burcratas, estudiantes y
jubilados aparecieron como nuevos sujetos colectivos a la par de los ya conocidos
sindicatos de distinta filiacin (igo y Costarelo, 1999).
Ex obreros y ex mineros convertidos en luchadores agrarios, trabajadores ru-
rales con demandas campesinas, burcratas, estudiantes, pueblos indgenas, de-
sempleados, ambientalistas, mujeres, tales son algunos sujetos del abigarrado
movimiento de protesta social en Amrica Latina. Las formas de expresin de la
protesta incluyen tambin novedades adems de los ya antiguos cacerolazos: mar-
chas a caballo y con machetes que evocan al imaginario zapatista y villista, tam-
bores y cornetas propias de las porras deportivas, crucifixiones, desnudamientos
en pblico, perforaciones de piel y extracciones de sangre. En medio de todo esta
diferenciacin, drama y manifestaciones ldicas, los obreros parecen seguir jugan-
do un papel significativo. Entre las 281 campaas de protesta contra la austeridad
observadas entre 1996 y 2001, el sujeto ms activo fue la clase obrera con su parti-
cipacin en el 56% de dichas campaas (Almeida, 2001).

CONCLUSIONES

Los caminos de la rebelin en Amrica Latina nos pueden llevar a los escena-
rios ms conocidos de confrontacin armada en la regin. La implantacin de
208 CARLOS FIGUEROA IBARRA

la guerrilla del Ejercito Zapatista de Liberacin Nacional (EZLN) en las caadas


de Chiapas, y el control, merced a las negociaciones, de 42 mil kilmetros cua-
drados por parte de los 15-20 mil hombres en armas de las FARC-EP en Colombia
tema complejo como para analizarlo en este espacio, corroboran que con sus
ausencias los estados latinoamericanos dejan un gran espacio para la rebelin.
Ausencias que expresan la ilegitimidad que han alcanzado, no solamente el Es-
tado, sino tambin la poltica y los polticos. Abandonos que expresan que a pe-
sar de su capacidad para la represin, tales estados son incapaces de detentar el
monopolio de la violencia legtima. Vacos que indican que lo estatal en la re-
gin nunca pudo ser homogeneidad, y que por ello mismo son llenados por cul-
turas subalternas, poderes locales y formas legales informales.
En un mundo que vive los efectos del derrumbe de lo que era visto equivo-
cada o acertadamente como un referente poscapitalista, que tambin vive los
efectos de una reformulacin del trabajo, la aparicin de nuevos sujetos colecti-
vos y la presencia ampliada y profundizada de la injusticia social, los caminos de
la rebelin no se han cancelado como se pens desde la ptica del fin de la his-
toria, de las utopas e ideologas. Solamente sucede que las certezas ideolgicas
terminaron, que las vanguardias preestablecidas sucumbieron, y que la lnea en-
tre las formas perversas y morales de la rebelin se hicieron difusas. Sin ser la
nica manifestacin del conflicto social que vive la regin puesto que nuevos
sujetos han surgido, la lucha de clases sigue siendo un eje explicativo funda-
mental en la dominacin y la resistencia en la regin.
Si hay novedad en la violenta realidad que en estas pginas hemos intentado
sintetizar, acaso sea porque los viejos vinos de la dependencia, el autoritarismo,
la expoliacin y la impunidad, han sido intensificados por los nuevos odres de
un mundo globalizado y neoliberal.
Es la implantacin de un nuevo modelo de acumulacin capitalista, ms ex-
poliador y depredador que el anterior, el que explica que la ciudad se haya con-
vertido en un espacio de segregaciones, en una combinacin de amurallamien-
tos y territorios parecidos a un hobbesiano estado natural. Es este modelo y la
bsqueda de la mxima ganancia, lo que explica el auge rampante del narcotr-
fico y la impunidad con la que acta el crimen organizado. Hay perversidad, pe-
ro tambin una suerte de rebelin, en los jvenes delincuentes, en los chavos
banda, maras o quadrilhas juveniles, en las poblaciones que legitiman el poder lo-
cal de narcotraficantes en las reas marginales urbanas, en las comunidades que
linchan a presuntos delincuentes.
Pero tambin es dicho modelo de acumulacin capitalista lo que est detrs
de la resistencia a los planes imperiales para el control de territorios, recursos
humanos y naturales, de los campesinos cultivadores de la coca que exigen una
alternativa de vida, de los pobres del campo que ocupan tierras, de los indge-
nas que piden autonoma para sus territorios y cultura, de los campesinos que
se resisten a ser expropiados, de los trabajadores que repudian salarios misera-
bles y despidos sumarios, de los desempleados que exigen trabajo, de los jubila-
NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS 209

dos que piden dignidad para la ltima parte de su vida, de los jvenes que no quie-
ren estar condenados a la marginalidad, de los ciudadanos que exigen que la se-
guridad reine en campos y ciudades, de todos los hombres y mujeres que por to-
das las causas anteriores, siguen nutriendo a las guerrillas en Mxico, Colombia
y otros pases.
Acaso en todos ellos se encuentra anidada la esperanza en el preludio de es-
te siglo.

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viembre.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS
EN EL PLAN PUEBLA PANAM
Y EL CORREDOR BIOLGICO MESOAMERICANO1

ALFONSO LPEZ RAMREZ*

En este trabajo me propongo demostrar, por una parte, el carcter geoestratgi-


co del Plan Puebla Panam (PPP) en la perspectiva de los recursos estratgicos
para la seguridad nacional de Estados Unidos y de los intereses del capital nor-
teamericano, a travs del cual se favorece la integracin econmica del sur-su-
reste mexicano a la economa norteamericana en el marco del TLCAN, y por otra,
la importancia geoeconmica y geopoltica que reviste el proyecto del Corredor
Biolgico Mesoamericano (CBM) bajo el control del Banco Mundial (BM). El pro-
psito de integrar en un mismo estudio ambos proyectos, el PPP y el CBM, reside
no slo en que stos responden a los intereses geoeconmicos y geopolticos de
Estados Unidos, sino tambin en que la concepcin del PPP hace del CBM una
parte complementaria de aqul.2
En la primera parte del trabajo, se analizan los diversos proyectos de construc-
cin de infraestructura y los programas de inversin del PPP, as como sus nexos
con el TLCAN, los que representan reas de expansin para el capital norteameri-
1 Este trabajo se origin en el proyecto de investigacin: Chiapas, desestructuracin econmica

de las comunidades indgenas y pacificacin contrainsurgente que se llev a cabo en los Talleres de
Investigacin Social I-III de la Licenciatura de Sociologa de la Facultad de Ciencias Polticas y Socia-
les de la UNAM. En l participaron las alumnas Vanessa Garca y Zaira Ayala, quienes a lo largo del
proyecto realizaron entrevistas en la zona fronteriza de Chiapas, en el municipio de las Margaritas,
colaboraron en la sistematizacin de la informacin generada por las entrevistas y en la elaboracin
de algunas monografas relativas a la problemtica de las fuerzas armadas, la guerra de baja intensi-
dad, los recursos de la biodiversidad y el petrleo en Chiapas. Una parte de estos avances de investi-
gacin ha sido incorporada al presente trabajo.
* Socilogo y ambientalista. Investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos y profesor de
tiempo completo del Posgrado en Estudios Latinoamericanos y de la Licenciatura en Sociologa de la
Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la UNAM.
2 Estos proyectos se gestan en diferentes momentos y desde diferentes mbitos. El Corredor Bio-

lgico Mesoamericano surge como un proyecto del Fondo Mundial para el Medio Ambiente enca-
bezado por el Banco Mundial en noviembre de 2000. Mientras que el PPP se va conformando desde
diferentes iniciativas, como se sealar ms adelante. Sin embargo, el CBM se incorpora de manera
explcita en el rubro de las Fortalezas del PPP, sealndose all los servicios ambientales que puede
proporcionar la biodiversidad del corredor. Se trata de una mencin muy cuidadosa por parte del
gobierno de Mxico con el propsito de no inmiscuirse en los asuntos del BM; sin embargo, la refe-
rencia, aunque breve, trata de atraer sobre el PPP el prestigio que representa la existencia de un pro-
yecto del banco en la regin sur sureste. Mxico, Presidencia de la Repblica, Plan Puebla Panam,
captulo Mxico, Documento Base, marzo 2001, versin Internet, p. 43.
[214]
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 215

cano. Las obras de infraestructura se examinan en tanto que generan condiciones


para el acceso a recursos estratgicos: petrleo, electricidad y agua. Adems, se
analiza el papel del PPP como cabeza de playa para expandir desde Mxico hacia
Centroamrica, el Caribe y el resto de Amrica Latina el proyecto hemisfrico co-
mercial del Acuerdo de Libre Comercio de las Amricas (ALCA). Y, por ltimo, su
carcter de instrumento de la seguridad nacional de Estados Unidos en el mane-
jo del flujo migratorio de la frontera sur hacia el norte.
La segunda parte, dedicada al anlisis del CBM, se ocupa del avance del BM en
el manejo de las reas Naturales Protegidas (ANP) de Mxico en el marco de la
disputa internacional por los recursos de la biodiversidad. Aunque el corredor
abarca porciones significativas de los estados de Yucatn, Campeche, Quintana
Roo y Chiapas, los aspectos de mayor inters geoestratgico se hallan en este l-
timo. En este territorio se encuentran, adems de los recursos de la biodiversi-
dad (ecosistemas, especies y genes), yacimientos petroleros y agua. Pero, dado
que el corredor en el estado de Chiapas se sobrepone a la zona de conflicto ar-
mado, la estrategia contrainsurgente, tal como se explica aqu, forma parte fun-
damental del proyecto del corredor diseado por el BM. Finalmente, se exami-
nan la creacin de un Estado paralelo en las instituciones ambientales del pas
y la construccin jurdico-institucional de la biodiversidad.

PLAN PUEBLA PANAM

El PPP surge de una propuesta que recoge diversas iniciativas, nacionales e inter-
nacionales, entre ellas, las de Santiago Levy, ex subsecretario de Hacienda, conte-
nidas en el documento El sur tambin existe: un ensayo sobre el desarrollo regio-
nal mexicano,3 quien hace el planteamiento bsico para el sur-sureste mexicano;
las del empresario regiomontano Alfonso Romo (grupo Pulsar), miembro del
equipo de campaa foxista, quien desde 1995 particip en la creacin del Fondo
Chiapas, constituido por las empresas: Nestl, Protexa, Grupo Modelo, Minsa, Ma-
seca, Serfin, entre otras (Fazio, 2001a); y las provenientes de los rganos tcnicos
del BID y del Banco Mundial.4
El PPP se propone hacer de la macrorregin comprendida entre el estado de
Puebla y Panam, un polo de desarrollo de clase mundial en Amrica Latina.
Se plantea como un plan integral, de largo plazo, que pretende lograr un cam-
bio estructural que a su vez, permita el desarrollo acelerado y duradero de la re-
gin y reduzca la distancia que lo separa de los estados norteos.
En la regin sur-sureste de Mxico se ubican el 84% de los municipios de alta y
3 Santiago Levy, Georgina Kessel y Enrique Dvila, De la confeccin del Plan Puebla Panam.

El sur tambin existe: un ensayo sobre el desarrollo regional mexicano, julio de 2001, Ediciones Pi-
rata, Coleccin Documentos, San Cristbal de Las Casas, Chiapas, Mxico, mayo de 2001.
4 Florencio Salazar Adame, coordinador del PPP en declaraciones a la revista Proceso, 10 de junio

de 2001.
216 ALFONSO LPEZ RAMREZ

muy alta marginacin. En ella habita el 74% de la poblacin indgena del pas, que
representa el 16% de su poblacin total. El grado de marginacin de los indgenas
supera el promedio de la regin (Mxico, Presidencia de la Repblica, 2001). En
este sentido, siendo un plan para Mesoamrica, el PPP se propone mejorar la cali-
dad de vida de la regin territorial comprendida en la regin sur-sureste de Mxi-
co y los pases de Centroamrica (Mxico, Presidencia de la Repblica, 2001).
El plan tiene como objetivo elevar los niveles de educacin, vivienda y salud,
en particular las condiciones de vida de los pueblos indios, sin embargo, carece
de acciones concretas encaminadas a ese fin.5 Lo mismo puede decirse de la sus-
tentabilidad ambiental.6 Ambas son slo un adorno discursivo sin contenido
real. Su enunciado en los objetivos no se corresponde con las estrategias. Las es-
trategias en el mbito social hacen mencin de generalidades que contrastan
con la concrecin de las estrategias econmicas. En esa direccin, el propsito
real del PPP se acerca a la concepcin que se plantea en el documento que le dio
origen: El sur tambin existe: Un ensayo sobre el desarrollo regional mexica-
no, el cual separa explcitamente los objetivos de desarrollo econmico de los
programas sociales, optando por los primeros.7
La distancia entre objetivos y estrategias, lleva a coincidencias fundamenta-
les con el documento de Levy, que destaca el carcter real del proyecto guber-
namental. De esta forma, mientras el Documento Base del PPP, elaborado por la
Presidencia de la Repblica, plantea la realizacin de inversiones estratgicas
en infraestructura que permitan a la regin comunicarse mejor y aprovechar las
potencialidades inscritas en los Tratados de Libre Comercio de Mxico (Mxi-
co, Presidencia de la Repblica, 2001:3), el de Levy sugiere que las obras de in-
fraestructura reduzcan los costos de transporte y vinculen a la regin con los
mercados de Estados Unidos en el marco del TLCAN y con los mercados interna-
cionales. En concreto, propone enlazar, por carretera, al sur-sureste con Estados
Unidos, aumentando as las ventajas comparativas de la regin mediante la dis-
minucin de los costos de transporte.
5 Vase la parte relativa a objetivos sociales y lneas estratgicas del PPP, Mxico, Presidencia de

la Repblica, op. cit., pp. 54 a 67. Versin Internet.


6 Vase el objetivo (6) Conseguir un manejo sustentable de los recursos naturales y el ambien-

te. La estrategia correspondiente a este objetivo establece promover el desarrollo de programas de


ordenamiento territorial en todas las entidades de la regin, integrando en ellas una visin de largo
plazo. Aqu se hace recaer la responsabilidad de la degradacin ambiental en la regin sur-sureste
de Mxico en la dispersin poblacional de las comunidades rurales en condiciones de pobreza, es-
tableciendo como estrategia la creacin de centros de integracin rural. Destaca en esta estrategia
la ausencia de referencia alguna en el deterioro ambiental a los procesos econmicos dominantes,
entre otros: la ganadera extensiva, la tala clandestina por compaas madereras y la explotacin pe-
trolera, ibid., pp. 107 a 109. Versin Internet.
7 Un indicador a este respecto es el que se desprende de una declaracin hecha por un funciona-

rio del PPP, quien revel que no existe presupuesto para las estrategias educativas del plan. Liz I. Sn-
chez Reyna, maestrante del Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos. Asimismo, las decla-
raciones del secretario de Salud de Mxico reconocen que, no obstante el atraso sanitario de la regin
Puebla-Panam, el PPP no contempla recursos para la atencin a la salud, La Jornada, 19 de abril de 2002.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 217

PROYECTOS DE INFRAESTRUCTURA

El plan establece la posibilidad de enlazar los puertos de Coatzacoalcos y Salina


Cruz con los mercados de Estados Unidos, Europa y Asia, creando un corredor
de transporte multimodal, para lo cual se rehabilitara el ferrocarril del Istmo
de Tehuantepec y se llevara a cabo el mejoramiento de la carretera Salina Cruz-
Coatzacoalcos, as como el acondicionamiento de los aeropuertos de Salina
Cruz e Ixtepec. Adems, el corredor carretero del Golfo de Mxico unira a
Chiapas y Matamoros con el sur de Estados Unidos. En tales labores segn se-
ala el PPP se dara una creciente participacin del sector privado en ferrocarri-
les y aeropuertos. Considera que la mejora de los sistemas de transporte (puer-
tos y corredores carreteros) aumentara las posibilidades de atraer inversiones
del sector maquilador hacia la regin.
Entre los objetivos estratgicos se considera el enlace ferroviario con un co-
rredor hacia Norteamrica y Centroamrica y hacia los puertos martimos y
fronterizos. Entre tales proyectos ferroviarios estaran: el ferrocarril del sureste
(inversin privada), el ferrocarril Chiapas-Mayab (inversin privada) y el ferro-
carril del Istmo de Tehuantepec (inversin pblica).
La ampliacin de puertos como el de Dos Bocas, en Veracruz, permitir una
exportacin petrolera ms eficiente. El Puerto Madero en Chiapas facilitar el
comercio regional e internacional, como las actividades comerciales fronterizas
con Guatemala. El Puerto Progreso, en Yucatn permitir la exportacin hacia
el este de Estados Unidos y Europa.
Una de las grandes fortalezas en el mbito energtico, es segn el plan
la existencia de una red de ductos de gas conectada con el sur de Estados
Unidos que permita las operaciones de importacin y exportacin. Seala que
existen yacimientos de gas an no explotados en la regin. Se estima que el pas
ser deficitario de gas, debido al incremento de la demanda derivada de la ex-
pansin de las termoelctricas a gas, pudiendo abastecerse entonces del prove-
niente de Venezuela-Colombia. Por otra parte, las obras del proyecto Cantarell
Integral, clasificado como sper gigante, el ms importante de Mxico y sexto
en el mundo, permitir asegurar el abasto de aceite y gas. La explotacin petro-
lera en el Delta del Grijalva (al suroeste de la ciudad de Frontera, Tabasco) au-
mentar la oferta de gas y aceite en un promedio de 168.6 mmpcd y 55mdb en
el periodo 2001-2006.
En petroqumica, el plan destaca la cadena petrleo-gas e industria qumi-
ca y un programa para convertir a la regin en el centro petroqumico del pas
(Mxico, Presidencia de la Repblica, 2001:96), como parte de lo que se consi-
dera el cluster de la petroqumica secundaria (conglomerado empresarial). El
PPP contempla el desarrollo del Centro Energtico Minatitln-Coatzacoalcos, so-
bre la base de la petroqumica y la generacin de electricidad, que ampliara la
capacidad de refinacin de energticos para consumo industrial de las plantas
de Minatitln y Salina Cruz, adems de la instalacin de una planta termoelc-
218 ALFONSO LPEZ RAMREZ

trica en Minatitln y la instalacin de una red industrial de gas para el abasto de


la regin sureste (Fazio, 2001b).
Seala que el Acuerdo de Caracas de venta de petrleo a Centroamrica y el
Caribe, que desplaza a Mxico de este mercado y que se establece por encima
del Pacto de San Jos, representa el peligro de desplazar el liderazgo regional
de Mxico. A este respecto plantea una relacin competitiva con Venezuela y
Colombia.
De acuerdo con el PPP, es posible ampliar la capacidad de generacin de
energa elctrica aprovechando la infraestructura hidrulica actual. Entre los
proyectos hidroelctricos se contempla ampliar la capacidad de generacin
elctrica de Chicoasn, Boca del Ro en Tabasco y la de San Juan Tetelcingo, so-
bre el ro Balsas, en Guerrero, entre otros. Este conjunto de obras hidroelctri-
cas configuran lo que puede considerarse un cluster energtico, resultante de
nuevas obras y de ampliaciones de proyectos existentes (Fazio, 2001b).
Se propone, adems, la interconexin energtica con Centroamrica, tarea en
la que participara el capital privado. Al parecer ste es un viejo proyecto del BID:
segn Enrique Iglesias, el banco trabaja desde hace varios aos en un proyecto de
integracin energtica en Centroamrica (El Financiero, 18 de junio de 2001).
Efectivamente, en el convenio que establece las lneas estratgicas del PPP, fir-
mado el 15 de junio del 2001 entre los gobiernos de los pases centroamericanos
y el de Mxico destaca la interconexin energtica, no slo elctrica sino tambin
de gas, adems, la integracin de los servicios de telecomunicacin y un corredor
vial y el apoyo a la creacin del ALCA (La Jornada, 16 de junio de 2001).
De manera muy reciente los gobernadores de Texas y Nuevo Len anunciaron
su intencin de impulsar un proyecto que conectara ambos estados mediante un
corredor llamado Trans Texas que incluye caminos de cuota, ferrocarril de alta ve-
locidad para pasajeros y carga, ferrocarril regional para carga y pasajeros y trans-
porte subterrneo para agua, petrleo, gas y telecomunicaciones (La Jornada, 13
de marzo de 2002). Este proyecto sugiere un conjunto de perspectivas sobre lo
que podra conformarse bajo el marco del PPP: los recursos estratgicos de petr-
leo, agua dulce, electricidad, existentes en el sureste, as como los productos pe-
troqumicos y el tendido de telecomunicaciones, podran igualmente fluir desde
el sureste mexicano hasta el este de Estados Unidos, por el corredor del Golfo.
A partir de los datos anteriores, podemos afirmar que las distintas obras de in-
fraestructura carretera, ferroviaria, portuaria y aeroportuaria del PPP estn disea-
das para enlazar el sur-sureste de Mxico con la economa de la regin este de Es-
tados Unidos y no para promover el desarrollo de la zona mexicana (lvarez, et
al., 2002). En tal sentido, es evidente que el desarrollo de las obras de infraestruc-
tura permiten las condiciones para el abasto energtico a Estados Unidos.8
8 La necesidad de incrementar la cooperacin en materia energtica de los pases latinoameri-

canos productores de petrleo, fue subrayada por el secretario de Energa de Estados Unidos en la
V Conferencia Ministerial de la Iniciativa Energtica, en la que demandaba una mayor cooperacin
regional en este tema, Klare, La Jornada, 12 de abril de 2002.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 219

Sin embargo, la creacin de infraestructura no agota la propuesta del plan,


puesto que se trata de un proyecto de apertura a las inversiones extranjeras di-
rectas, una ventana de oportunidades, en las reas de turismo, agroindustria,
ganadera extensiva, industria maquiladora, agricultura de plantacin, teleco-
municaciones y energa. Tema que veremos a continuacin.

PROYECTOS DE INVERSIN DIRECTA

El PPP abre perspectivas a la inversin extranjera directa en reas de inters priori-


tario para el capital norteamericano: ferrocarriles, puertos, aeropuertos y teleco-
municaciones, as como en la construccin de corredores carreteros y de un corre-
dor multimodal transstmico que conectar el Pacfico y el Golfo de Mxico. Estas
obras crearan ventajas comparativas, en un contexto de mano de obra muy bara-
ta (tercera generacin), que impulsaran las inversiones en agricultura, agroindus-
tria, turismo y maquiladoras. En esta ltima, destacan los sectores de vestido, mue-
bles, electrnica y pequeas operaciones en distribucin automotriz.
El inters hemisfrico de Estados Unidos por los aspectos estratgicos del
plan se refleja en el apoyo del BID para el financiamiento del proyecto, siendo la
primera institucin financiera que dio su respaldo al PPP. Hecho que no debie-
ra sorprender, puesto que se trata de una institucin creada por Estados Unidos,
que, junto con el FMI y el BM, conforman los instrumentos de la presidencia im-
perial, encaminada a proteger el inters privado nacional de Estados Unidos
(Saxe-Fernndez, 2001a).
La coordinacin financiera del plan fue asignada al BID, conforme a un acuer-
do entre los presidentes centroamericanos y el de Mxico. Para el primer trimes-
tre de 2002 el plan contaba con un fondo de 4 mil millones, de los cuales el BID
aport el 75% y el resto fue la contribucin del gobierno de Mxico. En una reu-
nin entre los presidentes de Mxico y de los pases centroamericanos celebrada
en Monterrey, se acord que del total de esos fondos el 85% se destinar a la ini-
ciativa carretera, 11%, a la conexin elctrica y el resto a programas de desarrollo
social. Asimismo, se acord concretar para este ao el plan de interconexin ener-
gtica, particularmente, la produccin y distribucin de electricidad (La Jornada,
21 de marzo de 2002).
Entre otras propuestas del plan se encuentran un turismo ecolgico y ar-
queolgico: el desarrollo del Centro Integralmente Planeado Palenque-Casca-
das de Agua Azul (en los municipios de Palenque y Chiln), el desarrollo turs-
tico y urbano del corredor Cancn Riviera-Maya, el de las zonas arqueolgicas
de Bonampak, Yaxchiln y Tonin y de las reas naturales de Palenque, Agua
Clara, Agua Azul, Lagunas de Catazaj y la Reserva de la Biosfera Montes Azu-
les. El plan considera que el desarrollo turstico contribuir al mejoramiento de
las condiciones socioeconmicas de sus habitantes.
220 ALFONSO LPEZ RAMREZ

Se contempla, por otro lado, un programa de tecnificacin de la agricultura


del trpico hmedo, programas de desarrollo rural integral y la promocin de
esquemas regionales de reconversin productiva con nfasis en cultivos de ex-
portacin.
La propuesta para la ampliacin en el mediano plazo de la infraestructura
ganadera-pradera en 144 000 has significa una amenaza a los bosques de selva
tropical, tal como sucedi en Tabasco entre los aos sesenta-setenta. Esta su-
puesta solucin ya ha probado su carcter insustentable no slo en lo ambien-
tal, sino tambin social, pues en Tabasco los menos beneficiados por esta activi-
dad fueron los campesinos.9 Aqu sugiere la vuelta a la ganadera extensiva, la
forma de cra de ganado ms degradante del medio ambiente.
El Plan no contempla apoyos para la produccin maicera, de manera de no
entrar en conflicto con el TLCAN y, de esa forma, para continuar beneficiando a
los productores maiceros de Estados Unidos. En efecto, del Documento Base
del PPP se desprende el inters por desalentar la produccin de maz: no obs-
tante que las caractersticas climatolgicas favorecen el cultivo de otros produc-
tos agrcolas, una tercera parte de las tierras sembradas est dedicada al cultivo
del maz, en particular, Chiapas, Guerrero y Oaxaca (Mxico, Presidencia de la
Repblica, 2001:37).

CENTROS DE INTEGRACIN RURAL Y CONTRAINSURGENCIA

El Plan establece que la dispersin poblacional permite el sostenimiento de pa-


trones intensivos de consumo de recursos naturales degradantes del entorno na-
tural, de ah que propone que para generar una explotacin eficiente y susten-
table de los recursos naturales y revertir el proceso de dispersin de la poblacin
promover un ordenamiento territorial. Para ello, propone crear una red de
centros de integracin rural, cuyo objetivo ser impulsar regiones o zonas con
infraestructura y servicios bsicos para ir concentrando en ellos a las comunida-
des dispersas, seran espacios de atraccin de la poblacin rural para contener
los procesos de emigracin y de dispersin poblacional (Mxico, Presidencia
de la Repblica, 2001:108).
Frente a la constatacin de que Mxico tiene una de las tasas de deforestacin
ms altas de Amrica Latina, el Plan, de manera implcita, responsabiliza a las co-
munidades rurales e indgenas en las zonas de selva tropical por la deforestacin,
reforzando as la necesidad de concentrarlos en centros poblacionales.
La concentracin poblacional inducida para reducir la dispersin geogrfi-
ca de las comunidades rurales es un proyecto creado por Carlos Rojas, ex secre-
tario de Sedesol, quien propona la creacin de centros de integracin comu-
9 Vase, Fernando Tudela (coord.), La modernizacin forzada del trpico: el caso de Tabasco, Mxico,

El Colegio de Mxico, CINVESTAV, IFIAS UNRISD, 1992.


LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 221

nitaria. El PPP retoma esta idea. El ordenamiento territorial mediante estos cen-
tros poblacionales, a los cuales se dotara de servicios de salud y educacin, tiene
connotaciones contrainsurgentes en el contexto de zonas de conflicto armado,
particularmente en Chiapas, Guerrero y Oaxaca donde operan respectivamente
el EZLN, el ERP y el ERPI.
Dicha concentracin rompera los lazos comunitarios, tnicos y culturales,
adems, fracturara la cohesin poltica. En estas zonas de conflicto armado, los
centros de integracin rural asumen los mismos objetivos que las aldeas mode-
lo de Vietnam o los polos de desarrollo en las zonas de conflicto armado de
los aos ochenta en Guatemala (Lpez Ramrez, 1992).
Sin duda, la presencia del conflicto armado en Chiapas constituye un obstcu-
lo para el PPP. Esto resulta an ms claro en las declaraciones del presidente de
Mxico, quien de visita en Centroamrica, con el fin de conseguir el aval de los
gobiernos de la regin para su proyecto de desarrollo, niega la importancia de la
lucha zapatista, asegurando que en Chiapas ya no hay conflicto por lo que el PPP
es mil veces ms que el zapatismo o una comunidad indgena en Chiapas (Refor-
ma, 15 de junio de 2001). Mientras que, otros actores polticos, como el ex canci-
ller costarricense Rodrigo Madrigal, considera que es imposible impulsar el PPP
mientras persista el conflicto chiapaneco (La Jornada, 10 de marzo de 2001).
Un elemento de contencin a los propsitos econmicos y contrainsurgen-
tes del PPP es el reconocimiento de los derechos indgenas incluidos en los
Acuerdos de San Andrs, los cuales establecen los derechos de usufructo del h-
bitat y territorio, conforme al artculo 13.2 del Convenio 169 de la Organizacin
Internacional del Trabajo, firmado por Mxico.
Sin embargo, la concentracin poblacional tiene tambin como objetivo la
apertura de reas de inversin en las tierras actualmente en posesin de comuni-
dades indgenas. La creacin de centros poblacionales mediante el desplazamien-
to de las comunidades rurales permitira generar procesos de concentracin de la
tierra, dando lugar a grandes latifundios (La Jornada, 17 de marzo de 2001), por
medio de la venta o renta de la tierra. De ah la necesidad enfatizada en el docu-
mento de Levy de impulsar el Programa de Certificacin de Derechos Ejidales. Es-
te programa avanza en el sentido de las reformas del gobierno de Salinas de Gor-
tari al artculo 127 Constitucional, que permiten la privatizacin de la tierra.

PLANTACIONES FORESTALES

Del documento titulado El sur tambin existe, el PPP retoma la propuesta del
aprovechamiento de las ventajas comparativas de la regin en la produccin
agrcola mediante el desarrollo de la agricultura de plantacin, una agricultura
caracterizada por amplias extensiones (permisibles en el marco de las reformas
constitucionales al artculo. 27), donde se cultiva en forma tecnificada un solo
222 ALFONSO LPEZ RAMREZ

producto de tipo perenne (palma africana, productos maderables, cacao, caf,


entre otros) y que es impulsada por agentes econmicos dotados de amplios re-
cursos financieros debido al tamao de las plantaciones. Para ellos, la seguri-
dad en la tenencia de la tierra es esencial (Levy, et al., 2001:34). En el mismo do-
cumento se seala que es necesario remover obstculos jurdicos a la operacin
eficiente del Programa de Certificacin de Derechos Ejidales (Procede), con
particular nfasis en el sureste. Lo anterior tiene mayor relevancia en el Estado
de Chiapas y Oaxaca (Levy et al., 2001:49).
Como ya hemos indicado, un antecedente que guarda algunas similitudes
con el proyecto del PPP es el que tuvo lugar en el sur de Veracruz y en Huiman-
guillo en Tabasco, donde, tras la crisis de la ganadera, la ausencia de programas
para el fomento de las actividades agrcolas, agropecuarias, agroforestales y fo-
restales y el cierre de pozos petroleros, crearon las condiciones para que mu-
chos ganaderos, gran parte de ellos con carteras vencidas, rentaran sus tierras a
un consorcio transnacional dedicado a la produccin de papel. La empresa tie-
ne cultivadas actualmente 9 000 ha de eucalipto, distribuidos entre las Choapas,
Moloacn y Agua Dulce, en Veracruz y Huimanguillo, en Tabasco, con la pers-
pectiva de ampliarlas a 21 000. El producto se enva a la fbrica de papel de Tem-
ple en Houston, Texas.10
Un inters explcito para desarrollar grandes plantaciones forestales en Chia-
pas es el de Alfonso Romo (grupo Pulsar), quien se propone el desarrollo de
monocultivos para exportacin, como el eucalipto, en una superficie de 300 mil
hectreas y tambin de plantas ornamentales, por medio de la capacitacin de
campesinos indgenas para su cultivo. Alfonso Romo considera que sta es su
mejor contribucin para lograr la paz en Chiapas.11
La agricultura de plantaciones forestales, como el eucalipto para la produc-
cin de papel y cartn, han sido un rea de expansin de las CMN. La Shell, por
ejemplo, una empresa petrolera, tiene enormes plantaciones en Uruguay, Chile,
Argentina, Paraguay, Congo y Nueva Zelanda (La Jornada, 24 de junio de 2001).

CONTROL DEL FLUJO MIGRATORIO EN EL PPP

Uno de los objetivos geopolticos del PPP es el control de las corrientes migrato-
rias desde el sur-sureste de Mxico y Centroamrica hacia Estados Unidos.12 En
este sentido, el PPP recoge la trama de intereses que se han creado entre Mxi-
co y Estados Unidos con la firma del TLCAN.
Para el Instituto Nacional de Migracin el control del flujo migratorio y la se-
10 Luisa Par, Las plantaciones forestales de eucalipto en el sureste de Mxico una prioridad
nacional?, Cuadernos Agrarios, nm. 14, septiembre de 1997.
11 Boletn Chiapas al da, nm. 175, CIEPAC, Chiapas, Mxico, 18 de septiembre de 1999.
12 Declaraciones del coordinador general de PPP, Florencio Salazar, Milenio, 22 de febrero de 2001.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 223

guridad de la frontera sur son un requisito para el avance del PPP (La Jornada,
marzo de 2001). El problema migratorio ha sido asumido por el gobierno me-
xicano en un proceso de subordinacin de la poltica exterior a los intereses de
Estados Unidos, mediante la creacin del Plan Frontera Sur en el que se preten-
de militarizar aqulla para detener el flujo de indocumentados a Estados Uni-
dos. En tal militarizacin participarn la Procuradura General de la Repblica,
la Polica Federal Preventiva, el ejrcito, la armada, la Secretara de Relaciones
Exteriores y la Secretara de Gobernacin a travs del Instituto de Inmigracin
(La Jornada, 21 de junio de 2001). El gobierno norteamericano hizo sentir sus
presiones sobre el gobierno de Mxico en las declaraciones de su embajador,
Davidow, quien seal el deber de Mxico de hacer respetar sus leyes e impedir
el paso de inmigrantes a Estados Unidos (La Jornada, 21 de junio de 2001). En
el mismo sentido, los gobiernos de Mxico y Estados Unidos anunciaron un
plan bilateral migratorio denominado Plan de Accin para la Cooperacin so-
bre Seguridad Fronteriza (La Jornada, 23 de junio de 2001).
Desde la ptica de los intereses geopolticos de Estados Unidos, el TLCAN ha
generado una creciente interdependencia con Mxico. Desde esa misma pers-
pectiva norteamericana, la seguridad de Estados Unidos se fortalecera enor-
memente si Mxico participara en el manejo de las amenazas transnacionales
que tenemos en nuestra frontera comn (Dziedzic, en Aguayo, 1997:98). Entre
stas, estn los flujos masivos de refugiados. Resulta obvio que Estados Unidos
debe garantizar que Mxico no sea conducto, sino barrera eficaz contra dichas
amenazas transnacionales (Dziedzic, en Aguayo, 1997:113).
Como complemento a la militarizacin de la frontera sur, el PPP incorpor un
programa elaborado por la Secretara de Economa para el desarrollo de la ma-
quila denominado Marcha hacia el sur, que busca contener los flujos migratorios
y prev la generacin de 300 mil empleos en seis aos (Mxico, Secretara de Eco-
noma, 2002). Como parte de este Plan, en la carretera fronteriza con Guatema-
la, cerca de Palenque, se instal la primera maquiladora de un eventual corredor
industrial (La Jornada, 28 de marzo de 2002). La creacin de empleos en la zona
de conflicto armado de Chiapas, Oaxaca y Guerrero obedece a la lgica de la pa-
cificacin contrainsurgente. Recuerda las acciones emprendidas por el ejrcito
guatemalteco para generar el desarrollo agrcola bajo el esquema de la agricultu-
ra de exportacin no tradicional (AENT) que impuls en algunas zonas de guerra
interna, en los aos ochenta para desactivar el conflicto (Lpez Ramrez, 1992).

EL TLCAN Y EL ALCA

Las perspectivas para la inversin extranjera directa en reas de inters para las
CMN norteamericanas, as como para el acceso a recursos estratgicos que sirven
a la seguridad nacional de Estados Unidos, como el petrleo, la electricidad y el
224 ALFONSO LPEZ RAMREZ

agua dulce, son congruentes con el proceso de anexionismo comercial (Saxe-


Fernndez, et al., 2001) que se ha ido tejiendo desde la firma del TLCAN.
El PPP le permite a Estados Unidos avanzar en el proceso gradual de anexin
comercial en su rea de influencia natural, que, en una primera fase, correspon-
de a Mxico y Canad. Este proceso se desarrolla gracias a las adecuaciones cons-
titucionales y al aparato jurdico mexicano, que hace posible abrir nuevas reas a
la inversin extranjera directa en el marco del TLCAN, pero tambin a travs de las
presiones del gobierno y el capital norteamericanos tendientes a la privatizacin
de recursos naturales estratgicos: petrleo y energa. La anexin comercial se de-
sarrolla en el contexto de la rivalidad intercapitalista de Estados Unidos con Ale-
mania y Japn, que tiene lugar en el macro proceso de desaceleracin del creci-
miento global (Saxe-Fernndez et al., 2001) y que no es sino la expresin de una
larga crisis del sistema capitalista mundial, una crisis de 23 aos.13
En este contexto de crisis del sistema capitalista mundial y de la creciente ri-
validad intercapitalista, asociada a la cada de la competitividad frente a Alema-
nia y Japn, el control de reas econmicas exclusivas (bloques regionales) se
vuelve absolutamente necesario para la hegemona capitalista mundial de Esta-
dos Unidos. Con esa estrategia, se intensifica la explotacin de zonas tradicio-
nales de hegemona mediante tratados de libre comercio (Amrica Latina y Ca-
nad) (Petras, 1998:143).
La tendencia adoptada por el gobierno de Mxico para adecuar el sistema
jurdico a las exigencias del TLCAN, ha llevado a introducir cambios en la Ley de
Inversin Extranjera aprobada por el gobierno mexicano a principios de 1994.
A partir de estas transformaciones, el capital extranjero podr participar en la
construccin de ductos para hidrocarburos, en la minera, transporte terrestre,
la perforacin de pozos petroleros, la construccin de terminales areas, servi-
cios portuarios y telefona y adquirir inmuebles en zonas restringidas del pas,
entre otras actividades. En algunos de los sectores de mayor inters para el capi-
tal norteamericano, como lo son la petroqumica, los bancos, la minera, los
puertos, el sector agrcola, las carreteras y los ferrocarriles, los programas rama
por rama del BM han venido preparando el terreno desde que se firmaron las
cartas de intencin con el FMI y las cartas de poltica con el BM. Este proceso
ahora se completa con la puesta en marcha del TLC (Gonzlez Casanova/Saxe-
Fernndez, 1996:89).
Desde 1982, el binomio BM (Saxe-Fernndez et al., 2001) ha ido incrementan-
do su influencia por medio de prstamos atados del BM en programas de moder-
nizacin de carreteras, puertos, ferrocarriles, aeropuertos y plantas generadoras
de electricidad, entre otros rubros, las cuales constituyen ramas econmicas de
particular importancia para sus acreedores. Esta influencia ha ido en aumento,
desde mediados de los aos ochenta, en la medida en que el gobierno de Mxico
13 Gerard De Seylis, Investigacin mundial: El proceso de privatizacin, el ms grande robo de

todos los tiempos, Proceso, nm. 1024, Mxico, 17 de junio de 1996, 42. Apud: Saxe-Fernndez,
2001:16.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 225

ha destinado cada vez porciones ms amplias del gasto pblico al servicio de la


deuda (Saxe-Fernndez et al., 2001). El estrechamiento de intereses entre el go-
bierno de Mxico y el FMI-BM ha estado acompaado de un proceso de construc-
cin de un gobierno paralelo, por el cual en la mayora de las secretaras de Esta-
do, as como en los niveles de direcciones y subdirecciones, empresas pblicas y
algunas empresas privadas, existe alguna relacin directa o indirecta con el BM14
(Saxe-Fernndez et al., 2001). Este proceso es comn en la administracin pbli-
ca latinoamericana.15
En un documento del Banco Mundial denominado Estrategia de Asistencia
de Pas (CAS en ingls) se delinea la estrategia para el empleo de un crdito por
un total de 5 200 millones de dlares en los prximos tres aos, destinados a
crear un blindaje econmico para evitar las crisis recurrentes de fin de sexenio
en Mxico. El crdito se concede bajo la premisa (condicionamiento) de que el
pas continuar con el proceso de privatizaciones y que se mantendrn la disci-
plina fiscal, porque si sta se debilitara, el crdito sera reducido. Una prioridad
del programa de asistencia es el incremento de la participacin privada en el
sector energtico. El documento, en ese momento, alentaba a la participacin pri-
vada en el sector petrolero, as como a ampliar los esfuerzos de privatizacin en
ferrocarriles, aeropuertos y telecomunicaciones. Seala tambin la importancia
de abrir la participacin del sector privado a los servicios de infraestructura,
donde hasta ahora slo se han producido avances limitados en los servicios ur-
banos como agua y vivienda (La Jornada, 25 de junio de 1999).
En el Memorando de Polticas Econmicas, elaborado conjuntamente entre
la Secretara de Hacienda y el Banco Mundial en enero de 1995, el gobierno de
Zedillo decide acelerar las reformas estructurales en ferrocarriles, telecomuni-
caciones (incluyendo comunicaciones va satlite), la aceleracin de la privatiza-
cin de puertos, aeropuertos y plantas petroqumicas y, tambin, la participa-
cin privada en plantas de generacin de energa elctrica.16 Todas estas ramas
forman parte de las obras a impulsar por el PPP. Para Saxe-Fernndez el memo-
rando es una capitulacin econmica del gobierno mexicano y fue elaborado
apenas un mes despus de los errores de diciembre de 1994.
14 El proyecto del Corredor Biolgico Mesoamericano se fundamenta en un gobierno paralelo

construido sobre las instituciones gubernamentales del medio ambiente, como se ver ms adelante.
15 En Costa Rica, la AID forz a la creacin de un gobierno paralelo que llev a la transformacin

del sistema bancario de manera de permitir la entrada de fondos de esta agencia e implantar un es-
quema de agricultura de exportacin no tradicional (AENT). Las presiones al gobierno de Luis Alber-
to Monge para que estos cambios se realizaran, inicialmente, estuvieron contenidas en una carta de
intencin firmada con el FMI; sin embargo, dada la rebelda del gobierno costarricense, quien se
negaba a someterse a los intereses norteamericanos, el fondo presion a travs de la derecha, con la
amenaza de un golpe de Estado, logrando finalmente su objetivo: la reforma del sistema bancario.
Michael E. Douglas, L. Murray y Peter M. Rosset, A cautionary tale. Failed U.S. Development Policy in Cen-
tral America, Londres, Lynne Rienner Publishers, 1996.
16 Memorando de Polticas Econmicas, Secretara de Hacienda y Crdito Pblico, Banco Mundial,

DOF, 26 de enero de 1995, p. 1. Apud: Saxe-Fernndez, John, James Petras, Henry Vietmeyer, Omar Nez,
Globalizacin, imperialismo y clase social, Buenos Aires, Grupo Editorial Lumen, Humanitas, 2001, p. 301.
226 ALFONSO LPEZ RAMREZ

La piedra angular para la estrategia econmica hemisfrica de Estados Unidos


es la posibilidad de que este pas pueda tener un trato preferencial, discriminan-
do a terceros y esto es justamente lo que se formaliza en el TLCAN. A este respecto,
seala Saxe-Fernndez, que la naturaleza geopoltica y geoeconmica del TLCAN
consiste en que ste es, tanto un esquema de anexionismo comercial, como una
estrategia dirigida al establecimiento de una zona de exclusividad para la inver-
sin estadunidense, con su respectiva sombrilla de seguridad (Saxe-Fernndez
et al., 2001).
El gobierno de Zedillo introdujo cambios para permitir la inversin extran-
jera en ferrocarriles17 y telecomunicaciones y, actualmente, se tiene la intencin
de avanzar en la extranjerizacin de terminales portuarias, aeroportuarias y de
todo el sistema de comunicaciones, lo cual generar enormes riesgos para la ju-
risdiccionalidad territorial de los Estados Unidos Mexicanos (Saxe-Fernndez
et al., 2001). Esta desincorporacin del Istmo de Tehuantepec, est contempla-
da en el PPP, con lo que se llegara al cierre del cerco estadunidense sobre to-
do el sureste mexicano y sus inmensos recursos petroleros, minerales, acuferos
y forestales18 (Saxe-Fernndez et al., 2001:324). El sistema multimodal del Ist-
mo de Tehuantepec considerado en el PPP, significara una integracin vertical
de ferrocarriles, autotransportes, puertos y aeropuertos.
La reforma jurdica que ha venido operando el gobierno mexicano en los l-
timos aos desde el ajuste estructural y posteriormente bajo el TLCAN, generan
condiciones que le permiten al capital norteamericano expandirse en las diver-
sas reas de inversin propuestas en el PPP, as como acceder a los recursos es-
tratgicos existentes en el sureste mexicano, particularmente a los recursos
energticos, respecto de los cuales el BM ha mantenido un inters prioritario en
la privatizacin del sector,19 como lo confirman los crditos atados para el blin-
daje econmico de la economa al final del sexenio de Zedillo (documento CAS,
mencionado en lneas anteriores).
Puede considerarse que el PPP es un proyecto creado a la medida de las ne-
cesidades geoeconmicas y geopolticas de Estados Unidos. Las obras de infraes-
tructura como las del puerto de Dos Bocas, en Veracruz, permitirn una exporta-
cin petrolera ms eficiente, generando condiciones que agilizarn el suministro
petrolero a Estados Unidos, pas respecto del cual Mxico representa el segundo
proveedor ms importante despus de Venezuela. El corredor carretero del Gol-
fo y los enlaces ferroviarios orientados a la costa este de Norteamrica y hacia los
puertos martimos, fortalecen la anexin comercial con Estados Unidos por me-
17 El gobierno de Zedillo estructur la ley para permitir el 100% de la inversin extranjera en fe-

rrocarriles.
18 Coincidiendo con estas apreciaciones, el subcomandante Marcos seal en una entrevista que

el proyecto transstmico es trasladar las funciones del Canal de Panam a la Repblica Mexicana,
pero cortando efectivamente el pas en dos o en tres partes, La Jornada, 2 de febrero de 2001.
19 Del inters del BM por el sector energtico, en el sureste, es un ejemplo el apoyo reciente del

BM para la construccin de dos presas sobre los mrgenes del Ro Usumacinta, en Chiapas, en la que
el banco aportar el 50% del capital, La Jornada, 19 de abril de 2002.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 227

dio del TLCAN. En el rubro de inversiones directas del PPP, ste abre oportunidades
de inversin en terminales portuarias, aeroportuarias, ferrocarriles, telecomunica-
ciones y telefona. La Ley de Inversin Extranjera de 1994, sealada antes, permi-
te la participacin del capital extranjero en la perforacin de pozos petroleros, la
construccin de ductos para hidrocarburos, la construccin de terminales areas,
servicios portuarios y telefona. Los cambios a dicha ley realizados por el gobier-
no de Zedillo, permite la inversin extranjera en telecomunicaciones. La apertu-
ra en los ferrocarriles lleg al 100 por ciento.
Bartra seala que, en la medida en que las inversiones que establece el PPP se
ofrecen al capital extranjero,20 el resultado ser una economa de enclave, que
permitir la extraccin, no tanto de ganancias sino de rentas, derivadas del mo-
nopolio de las ventajas comparativas: los recursos naturales, el saber comunita-
rio, la biodiversidad y el paisaje (lvarez et al., 2002). El diagnstico del Plan es-
tablece la necesidad de superar las desigualdades econmicas y sociales entre el
norte y el sur, sin embargo, en la medida en que se llegara a configurar una eco-
noma de enclave, la perspectiva de avanzar en una integracin mayor del pas
se vera frustrada y la tendencia sera la de profundizar la fragmentacin, am-
pliando las diferencias entre el sur atrasado y los estados del norte, cada vez ms
integrados a Estados Unidos, de modo que han llegado a constituir la regin de-
nominada mexamrica (Saxe-Fernndez et al., 2001).
Dadas las restricciones constitucionales a la participacin del capital privado
en la explotacin petrolera, el gobierno de Fox ha venido esgrimiendo ciertas
estrategias embozadas de participacin del capital privado. Entre stas, se hallan
los Contratos de Servicios Mltiples (CSM) con los cuales la Secretara de Ener-
ga y Petrleos Mexicanos (Pemex) pretenden abrir al capital nacional y extran-
jero la exploracin y extraccin de hidrocarburos en la Cuenca de Burgos (prin-
cipal regin productora de gas natural en el pas), con derechos de exclusividad
por 20 aos. Para el acadmico Vctor Rodrguez-Padilla, asesor del Senado en
Asuntos Energticos, los CSM, constituyen una apertura de todos los hidrocar-
buros, pero disfrazada. Ms que un contrato representa una concesin por 20
aos (La Jornada, 6 de diciembre de 2001).
En las lneas estratgicas del PPP firmado por los gobiernos centroamerica-
nos y el de Mxico, se establece el apoyo al proceso de apertura comercial he-
misfrica que debe culminar en el rea de Libre Comercio de las Amricas
(ALCA) (La Jornada, 16 de junio de 2001). Para los intereses geoeconmicos de
Estados Unidos, Mxico debe servir de puente entre la Amrica angloparlante y
la hispanohablante (Dziedzic, en Aguayo, 1997).21 En una entrevista celebrada
entre los directivos de las empresas que integran el Global Business Policy Coun-
20 Florencio Salazar Adame coordinador general del PPP dijo en una entrevista realizada en Ma-

drid que si no somos capaces de atraer inversin privada el plan no tiene futuro, El Universal, 13
de julio de 2001.
21 Para la corredura neoyorquina Merrill Lynch la americanizacin regional se iniciar en M-

xico. Carlos Fazio, A propsito del Plan Puebla Panam, La Jornada, 25 de junio de 2001, p. 18.
228 ALFONSO LPEZ RAMREZ

cil y el presidente de Mxico, los primeros alentaron al segundo a asumir el li-


derazgo que impulse al ALCA (La Jornada, 20 de marzo de 2002).
Para los intereses geopolticos y geoeconmicos norteamericanos la conforma-
cin de un rea econmica exclusiva resulta vital frente a la competencia por la
hegemona econmica con Alemania y Japn, de ah el objetivo de construir el
ALCA para el ao 2005. Si nuestra propia regin geogrfica no logra intercalarse
en lo econmico y Europa y Asia s tienen xito en este sentido, Estados Unidos
se encontrar en una clara desventaja geoeconmica. Para protegerse del peor de
los casos, o sea, la divisin del mundo en bloques comerciales regionales, Estados
Unidos no puede darse el lujo de descuidar a sus vecinos (Dziedzic, en Aguayo,
1997:104). Para Estados Unidos el ALCA representa la posibilidad de completar la
integracin del bloque econmico en el hemisferio americano.

PERSPECTIVAS DEL PPP

No obstante los apoyos iniciales brindados al PPP por la banca regional, parece
que el shock del 11 de septiembre, ha reducido el inters por el proyecto.22 Con
el fin de reanimar el inters por las enormes oportunidades de inversin que se
abren con el PPP, se reunieron, en el marco de la Conferencia Internacional so-
bre la Financiacin para el Desarrollo promovida por la ONU en Monterrey, los
presidentes de los pases firmantes del plan, donde acordaron la realizacin de
un tianguis de inversin en la ciudad de Mrida, Yucatn, en el mes de junio
de 2002, en el que se invitara a organismos financieros internacionales, empre-
sarios estadunidenses, europeos, asiticos para conocer las posibilidades de in-
versin que se proponen en el PPP (La Jornada, 21 de marzo de 2002). Tambin,
en ese mismo sentido, parece haberse orientado la reunin entre Fox y Bush en
Monterrey, en la que se dara el banderazo a lo que se ha denominado la socie-
dad para la prosperidad la cual estara dirigida, segn el coordinador de Polti-
cas Pblicas de la Presidencia, al desarrollo de las regiones mexicanas que han es-
tado excluidas del beneficio del Tratado de Libre Comercio (La Jornada, 21 de
marzo de 2002). La referencia al sur-sureste mexicano y al PPP es evidente.
Aunque Global Business Policy Council ubica a Mxico en el cuarto lugar ms
atractivo para inversiones extranjeras directas, la CEPAL seala que la aversin a in-
vertir en naciones emergentes despus de la crisis de Rusia, Brasil y Argentina lle-
var a que Amrica Latina deje de recibir inversiones por algn tiempo (La Jorna-
da, 20 de marzo de 2002). Es posible que en la reduccin de perspectivas de atraer
inversin para el plan se combinen, tanto la situacin derivada del 11 de septiem-
bre, como el miedo al riesgo de contagio de la crisis de Argentina.
22 Con esta posicin coincide la profesora del ITAM Rossana Fuentes Berain, quien seal que la opor-

tunidad en que aparece el PPP parece haber quedado atrs despus del 11 de septiembre, hoy es poco
atractivo. Programa televisivo del canal 22, domingo 16 de diciembre de 2001, 8:00 p.m., Mxico, D.F.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 229

En una reunin entre los gobernadores del sureste (Tabasco, Veracruz, Pue-
bla, Campeche y Quintana Roo), en la que externalizaron su inconformidad an-
te el presidente Fox por el retraso en la ejecucin del PPP, ste ofreci agilizar la
aplicacin del plan mediante un trato directo con las secretaras de Estado vin-
culadas al proyecto (La Jornada, 9 de abril de 2002). Con ello se evidenci que
el proyecto del PPP carece de un presupuesto propio. Esta caracterstica del PPP
es sealada por Bartra, quien considera al plan una entelequia armada con los
presupuestos de las diferentes secretaras de Estado, carente de presupuesto
propio, no [es] un verdadero plan de desarrollo regional (lvarez et al.,
2002:85).
El PPP ha sido cuestionado desde mltiples foros, por una enorme cantidad
de organizaciones sociales nacionales e internacionales y por muchsimos aca-
dmicos. Entre otros cuestionamientos se sealan: su carcter excluyente, en
tanto que no considera el punto de vista de la poblacin mayoritaria que habi-
ta en las comunidades rurales del sur sureste; el determinismo de la relacin po-
breza-deterioro ambiental; su carcter fragmentador del pas: Marcos (La Jorna-
da, 2 de febrero de 2001); su desconocimiento de los derechos autonmicos de
los pueblos indios; la sumisin a las necesidades energticas de Estados Unidos;
su carcter contrainsurgente, en la medida que pretende poner en prctica me-
canismos de concentracin de la poblacin dispersa; la reduccin de la indus-
trializacin a la maquila; su carcter de contrarreforma agraria, en cuanto apun-
ta hacia la creacin de nuevos latifundios. A pesar de la fuerte repulsa manifes-
tada por parte de organizaciones sociales, econmicas, de derechos humanos,
poltico-militares como el EZLN, acadmicos y polticos de izquierda, entre otros,
se trata de un rechazo desarticulado.
Del anlisis del PPP puede desprenderse que se trata de un plan econmico tra-
dicional, el cual, apoyado en la teora del goteo, supone que slo la derrama eco-
nmica lleva paulatinamente los beneficios sociales a las comunidades pobres que
habitan el sur sureste mexicano, ya que no proponen acciones concretas para su-
perar las condiciones de atraso educativo, de servicios de salud adecuados o me-
jorar las condiciones de vivienda de las comunidades rurales, mayoritariamente
indgenas, de la regin.
Por otra parte, el PPP se ubica en el enfoque de los cambios jurdico-institucio-
nales que ha realizado el gobierno de Mxico desde el marco del TLCAN. Las reas
en donde abre oportunidades de inversin resultan campos coincidentes con los
cambios estructurales realizados en el marco del TLCAN, con lo que se fortalece la
tendencia a la anexin comercial del pas que ya se viene operando desde la pues-
ta en marcha del Tratado de Libre Comercio. Por ltimo, el plan supone el some-
timiento del gobierno mexicano a la estrategia energtica del gobierno de Estados
Unidos, en tanto se le garantiza a este ltimo el suministro adecuado de recursos
petroleros, mediante la construccin de instalaciones petroleras que permitan au-
mentar la oferta de aceite y gas y las condiciones de infraestructura portuaria las
que, a su vez, generen una eficiente exportacin de tales recursos.
230 ALFONSO LPEZ RAMREZ

Tal como se seal con anterioridad, el PPP es muy cauteloso de no interferir


con los intereses del BM, de ah que slo haga una breve mencin a la biodiversi-
dad del CBM, en trminos de los servicios ambientales a que da lugar, aunque la
considere como una de las Fortalezas del Plan. Abre el campo de inversiones en
otras reas como los recursos tursticos del paisaje, pero no las referentes a la bio-
diversidad.

EL PROYECTO DEL CORREDOR BIOLGICO MESOAMERICANO

En este apartado se analizarn los aspectos duros detrs de la fachada verde


del Proyecto del Corredor Biolgico Mesoamericano del BM y del Plan de Desa-
rrollo de los Pueblos Indios en el rea del corredor: el petrleo y la pacificacin
contrainsurgente. Asimismo, se estudiar la creacin de un Estado paralelo en
las instituciones ambientales del pas.
Los objetivos no explcitos del Banco Mundial son, en primer trmino, dar
una imagen de s mismo ambientalmente amigable. En segundo lugar, el pro-
grama del corredor le permite desarrollar un banco de datos de los recursos de
la biodiversidad existentes en ecosistemas, especies y genes. El primer objetivo
se halla dentro del campo de la construccin institucional (institutional buil-
ding), mediante la cual el banco busca generarse una legitimidad de Banco
Mundial Verde, luego de los desastres ambientales que promovi en varios pa-
ses del mundo (Ghana y Mxico) con la implementacin del ajuste estructural
(Bryant/Bailey, 1997). Dado que despus de la reestructuracin econmica
mundial, el desarrollo ha dejado de ser un objetivo econmico, el nfasis en es-
ta etapa est puesto en el crecimiento econmico y ya que en la fase fordista de
desarrollo el Banco fue la autoridad mundial en cuestiones del desarrollo, par-
ticularmente entre los pases de la periferia, en la actual fase posfordista, el BM
se erige como la autoridad mundial en asuntos ambientales, con lo cual recons-
truye su legitimidad institucional (Bryant/Bailey, 1997). Mientras tanto el se-
gundo objetivo se deriva de su naturaleza de agencia imperial que, como par-
te de las acciones de monitoreo y evaluacin de recursos en las zonas de los
corredores, produce un banco de datos, que no es otra cosa que biopiratera.
El proyecto del Corredor Biolgico Mesoamericano, acordado entre el BM y
el gobierno de Mxico, se instala a partir de las conectividades que se generan
en 6 de las 10 reas naturales protegidas establecidas en el Programa de reas
Protegidas 1992-2001. El proyecto del BM integra reas naturales protegidas de
Yucatn, Campeche, Quintana Roo y Chiapas, englobadas en amplios territorios
que incluyen reas de amortiguamiento y asentamientos poblacionales, configu-
rando una conectividad ecolgica y social. En estas zonas del corredor existen
un acelerado proceso de deforestacin y sobreexplotacin de los recursos natu-
rales. En este sentido, el proyecto del BM busca cooperar con el gobierno mexi-
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 231

cano para preservar la biodiversidad a travs de programas de desarrollo susten-


table del sur-sureste (The World Bank, 2000).
El concepto bsico del CBM es el mantenimiento de la conectividad entre re-
servas naturales.
El proyecto del corredor, que se ech andar el 31 de enero de 2001 (The
World Bank, 2000), combina acciones encaminadas al desarrollo de proyectos
econmicos que conserven la biodiversidad, bajo el concepto del uso sustenta-
ble de los recursos biolgicos. En otras palabras, se orienta a promover el desa-
rrollo y aliviar la pobreza bajo un esquema amigable con la naturaleza (enfo-
que Brundtland),23 en el que las actividades productivas se mantienen dentro de
rangos adecuados a la capacidad natural de los ecosistemas para soportar estas
actividades en el largo plazo. El proyecto incluye un Plan de Desarrollo de los
Pueblos Indios (PDPI) orientado a involucrarlos en el diseo e implementacin
del proyecto por medio de asistencia tcnica y capacitacin. El uso sustentable
de los recursos naturales supone: la conservacin de los ecosistemas nativos, la
restauracin de los ecosistemas degradados y el manejo sustentable de los recur-
sos biolgicos en procesos productivos. Este ltimo incluye, a su vez, la capacita-
cin para el uso alternativo de productos forestales, que excluyen especies ma-
derables, el establecimiento de reglas para la extraccin de plantas ornamenta-
les, el uso sustentable de la biodiversidad de la flora en traspatios o solares y es-
tudios de acceso al mercado de productos orgnicos y/o de manejo sustentable
de recursos biolgicos, entre otros (The World Bank, 2000).
El CBM forma parte de un proyecto todava ms ambicioso encaminado al ma-
nejo sustentable de un conjunto de diez reas naturales protegidas existentes en
la Repblica Mexicana que se caracterizan por la alta biodiversidad existente en
ellas. De stas, seis se agrupan en el CBM (The World Bank, 1997).
El proyecto del CBM que tendr una vigencia de 2001 a 2008, surge en una
coyuntura de competencia internacional de la biodiversidad24 existente en eco-
sistemas, especies y genes. En ese contexto hay que ubicar el inters por la con-
servacin, recuperacin, uso sustentable de la biodiversidad in situ y el conoci-
miento tradicional de las comunidades rurales. Mxico est considerado en el
cuarto lugar entre los 13 pases megadiversos, conteniendo el 10% de la biodi-
versidad mundial.
En esa lgica, la iniciativa, que busca conectar hbitat desde Mxico a travs
de Centroamrica y hasta Colombia recibi desde un principio el apoyo polti-
co al ms alto nivel en la Segunda Reunin Cumbre de Tuxtla en 1996, que fue
23 Este enfoque es propuesto por el Informe Brundtland, elaborado por la Comisin Mundial

del Medio Ambiente y del Desarrollo.


24 El gobierno de Israel llev a cabo entre 1993 y 1994 un amplio estudio sobre el estado de Chia-

pas. El ao pasado una delegacin del gobierno de Israel encabezada por el ministro consejero de la
embajada en Mxico, sostuvo una reunin con el Consejo de Mdicos y Parteras Indgenas de Chiapas
(Compitch) en donde reiter su inters por el intercambio de ayuda y conocimiento sobre la biodiver-
sidad con las comunidades indgenas. Compitch rehus colaborar argumentando el propsito de bio-
prospeccin de los israeles.
232 ALFONSO LPEZ RAMREZ

realizada en San Jos, Costa Rica. All, los presidentes de los pases centroame-
ricanos y de Mxico se comprometieron a establecer una cooperacin regional
para desarrollar El Sistema Regional Mesoamericano sobre reas Naturales
Protegidas, Zonas de Amortiguamiento y Corredores Biolgicos (CBM) (The
World Bank, 2000).

EL ESTADO PARALELO EN LAS INSTITUCIONES AMBIENTALES DE MXICO

En 1992 el gobierno mexicano y el BM establecieron un acuerdo a travs del cual


el Banco otorg un prstamo y una donacin proveniente del Fondo del Medio
Ambiente Global (GEF, en ingls),25 destinados al Sistema Nacional de reas
Protegidas (SINAP).
El programa inicial del BM contemplaba el apoyo a 17 reas protegidas, des-
pus se redujo a 12 y, finalmente, con la reestructuracin de 1996, slo fueron
10. Entre ellas se encuentran: Calakmul, en Campeche; Isla Contoy en Quinta-
na Roo; Islas del Golfo, en Baja California; Manantln, en Colima; Mariposa Mo-
narca, en los estados de Mxico y Michoacn; Ra Lagartos, en Yucatn; Vizca-
no, en Baja California sur; Sian Kaan, y Montes Azules y el Triunfo, en Chiapas
(The World Bank, 1997).
La estrategia empleada por el BM para intervenir en la poltica ambiental del
gobierno mexicano reside en la creacin del Fondo de reas Naturales Protegi-
das (FANP), que constituy un montaje de gobierno paralelo entre las institucio-
nes gubernamentales del medio ambiente (The World Bank, 1997). Esto le per-
miti, adems, acceder a los recursos de la biodiversidad, puesto que en Mxico
no existen formas jurdico-institucionales que regulen tal acceso.
La forma como se cre el FANP estuvo precedida de toda una simulacin de-
mocrtica. El Consejo Nacional para reas Protegidas (CONANP),26 una entidad
integrada por los sectores social y privado, llev a cabo una amplia consulta que
incluy a 80 organizaciones conservacionistas, representantes de comunidades
locales, hombres de negocios, funcionarios gubernamentales e instituciones do-
nantes, en la que el tema de la consulta fue una cuestin muy acotada referen-
te al establecimiento de mecanismos de dotacin para el programa de reas
protegidas de GEF. El CONANP decidi, de acuerdo con la consulta, el estableci-
miento de un fondo de dotacin privado, fuera del control gubernamental y
que preferiblemente usara una institucin ya existente. As, bajo la legitimidad
de una consulta amplia y como si no resultara de una estrategia preconcebida,
se establece que el Fondo para reas Naturales Protegidas (FNAP) estuviera co-
25En el GEF participan el PNUD, el PNUMA y el BM, siendo este ltimo el coordinador del Fondo.
26El CONANP est compuesto por representantes de ONG conservacionistas, la comunidad acad-
mica, los sectores social y empresarial y pueblos indgenas. Fue creado para proveer asesora al go-
bierno mexicano en relacin con el Sistema Nacional de reas Protegidas (SINAP).
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 233

bijado, nada menos que bajo el Fondo Mexicano para la Conservacin de la Na-
turaleza (FMCN). ste, una organizacin privada no lucrativa, creada por ASAID,
el gobierno mexicano y contribuyentes privados tiene como fin la promocin de
la conservacin de la biodiversidad y el manejo de un fondo, destinado a peque-
os y medianos programas de donaciones. Luego de una enmienda acordada
entre el GEF, el gobierno mexicano, Banobras y el Fondo Nacional de reas Pro-
tegidas (FANP), se reasign al Fondo Mexicano para la Conservacin de la Natu-
raleza (FMCN) el manejo de los recursos de la donacin hecha por GEF, con el
propsito de capitalizar el fondo. Posteriormente, se dio pie a la posibilidad de
la privatizacin del fondo (The World Bank, 1997).
Este monto dinerario permitir asegurar en el largo plazo el financiamiento
de los programas de conservacin de las reservas de las diez reas en el que par-
ticipa el GEF. El proyecto de actividades apoyadas por el FANP se espera continen
por un periodo de 35 a 40 aos, con un capital de 16.3 millones de dlares (The
World Bank, 1997:11-12).
El financiamiento del Programa de reas Protegidas se configura con una
contribucin del GEF de 57% del costo del proyecto; el gobierno mexicano apor-
ta alrededor del 31% (incluyendo los ingresos de FANP que resultan del progra-
ma de deuda swap del gobierno mexicano, equivalente a 1.3 millones de dla-
res); los ingresos del FANP, alrededor del 11% (excluyendo el ingreso de deuda
swap) y, la cooperacin de un 1% por parte de otros cofinanciadores (The
World Bank, 1997:12).
Entre abril y mayo de 1996 tuvo lugar una reestructuracin del programa, acorda-
da entre BM y el gobierno de Mxico, por la cual el programa se extendera hasta el
ao 2001. Los responsables de impulsar el programa seran: el Instituto Nacional de
Ecologa (INE), y el Fondo Mexicano para la Conservacin de la Naturaleza (FMCN),
los cuales estaran apoyados por Semarnat,27 CONANP y los Consejos Tcnicos Ase-
sores (CTA). Sin embargo, ms adelante, mediante un acuerdo conjunto entre el
Banco, FMCN y el gobierno mexicano se releva de responsabilidades en el proyecto
a Semarnat y al INE. Con ello, la implementacin del Programa de reas Protegi-
das queda en manos del BM, mientras que el manejo de los fondos de la dotacin
GEF residen en el USAID, a travs del (FMCN), terminando de configurase las institu-
ciones del estado paralelo, bajo el binomio BM-USAID, en los programas de mane-
jo de reas naturales protegidas del pas (The World Bank, 1997).
La creacin del esquema institucional creado por el BM-USAID se explica en el
marco del vaco institucional de formas jurdico-institucionales relativas al acce-
so a los recursos de la biodiversidad. La creacin de instituciones para la regu-
lacin de la naturaleza no es un producto de prerrequisitos funcionales de la
acumulacin de capital, sino un resultado de estrategias especficas, coaliciones,
negociaciones y su estabilizacin institucional.28
27 En el proyecto original aparece como Semarnap pero la reestructuracin llevada a cabo en

2001 la transforma en Semarnat.


28 Bridge/MacManus, 2000. Apud: Brand/Gorg, 2001:4.
234 ALFONSO LPEZ RAMREZ

Desde este nuevo esquema de control del Programa de reas Protegidas se


evidencian los objetivos reales del BM-USAID. En 1996 el FMCN (USAID) aprob un
presupuesto de 1.7 millones de dlares, de los cuales alrededor del 10% (casi
280 mil dlares) se hallan destinados a programas focales de conservacin de es-
pecies particulares, monitoreo biolgico y actividades de uso sustentable con co-
munidades locales (BM, 1997). El monitoreo biolgico significa la elaboracin
de bancos de datos sobre ecosistemas, especies y genes.29 Dado que las reas pro-
tegidas son propiedad del Estado, las actividades de bioprospeccin,30 los aspec-
tos relativos al consentimiento previo y los acuerdos de distribucin de benefi-
cios que establece la Ley General del Equilibrio Ecolgico y la Proteccin Am-
biental (LGEEPA), tienen que negociarse con el gobierno de Mxico, sin embar-
go, esto es algo no referido en el documento del Programa de reas Protegidas
del BM (The World Bank, 1997). En consecuencia, el monitoreo biolgico no es
otra cosa que biopiratera.31
La importancia de las reas naturales protegidas radica en que permiten el
desarrollo de la biodiversidad in situ, mientras que los bancos de germoplasma
ex situ, slo la conservan (Delgado, 2002). De ah, el inters del Programa de
reas Protegidas del BM por la conservacin de especies.

DESCENTRALIZACIN DE LAS REAS NATURALES PROTEGIDAS

Una de la prioridades del Programa para reas Naturales Protegidas en Mxico


1995-2000 diseado por el gobierno mexicano y que fue dado a conocer en ma-
yo de 1996 bajo el gobierno de Zedillo, fue la descentralizacin de los parques
nacionales. Este programa constitua el primer esfuerzo coherente para desarro-
llar una estrategia para proteger los recursos biolgicos del pas y fue resultado
de una consulta a la comunidad cientfica nacional, conservacionistas y pueblos
indgenas. Algunas de las prioridades de este programa fueron:

29 El BM particip en la creacin de una red mundial de bancos de germoplasma desde 1974, a

travs de la International Board for Plant Genetic Resources, bajo la tutela del gobierno de Estados
Unidos. Incluye 26 centros de investigacin, programas universitarios de investigacin, unidades gu-
bernamentales de almacenamiento y el Grupo Consultivo sobre Investigacin Agrcola Internacio-
nal. Gian Carlo Delgado Ramos, La biopiratera y la propiedad intelectual como piedra angular del dominio
tecnolgico por y para el capital, 2002, versin Internet [email protected]
30 El proceso de bsqueda y evaluacin que permite identificar, seleccionar y aislar componen-

tes tiles de los recursos de la biodiversidad (ecosistemas, especies o genes) se conoce como biopros-
peccin. sta es la exploracin de la diversidad biolgica y del conocimiento indgena ligado a ella,
para facilitar la seleccin y extraccin de recursos genticos y bioqumicos que puedan resultar en
productos comerciales.
31 Es la apropiacin por parte de instituciones pblicas o privadas de investigacin, ONG, CMN de

los recursos genticos y de los conocimientos asociados a ellos, para su apropiacin privada y con fi-
nes de lucro.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 235

1. recategorizar los parques nacionales, y


2. desarrollar sistemas adecuados de informacin de la biodiversidad (BM,
1997:5).
Precisamente, la propuesta de descentralizacin de los parques nacionales
transformados en reas naturales protegidas, es una de las reas prioritarias del
BM para el proyecto del corredor (The World Bank, 2000:2-3). En ese sentido,
el gobierno de Zedillo recoge la formulacin planteada por el banco. La Estra-
tegia de Asistencia de Pas (CAS, por sus siglas en ingls), establece para Mxico
tres temas centrales para el Grupo del Banco Mundial: sustentabilidad social,
remocin de obstculos al crecimiento sustentable y gobernancia pblica efec-
tiva. Dentro de este amplio marco, el CAS identifica cinco reas prioritarias para
la participacin del banco en el sector ambiental: desarrollo institucional, des-
centralizacin del manejo ambiental, mejora en el manejo de recursos natura-
les (por ejemplo, bosques, agua y biodiversidad) y asistencia en el diseo de po-
lticas sectoriales (The World Bank, 2000:2-3).
La idea de descentralizacin de los parques nacionales est asociada a un
concepto global denominado gobernancia32 que se viene elaborando desde
principios de los aos noventa en el mbito de las relaciones internacionales, ba-
jo el cual se integra el proceso de conformacin de un nuevo orden mundial y
de regulacin internacional que se empieza a configurar desde la disolucin del
conflicto Este-Oeste y la reestructuracin econmica mundial. Bajo este concep-
to se plantea una descentralizacin a ultranza que supone la creacin de au-
tonomas regionales en los estados nacionales, con autosuficiencia econmica y,
desde luego, jurdica y poltica.33 Desde la ptica de la buena gobernancia el
proceso de descentralizacin genera las condiciones para la fragmentacin de
los estados nacionales en pequeas repblicas y, en ese sentido, los gobiernos lo-
cales se vuelven un elemento crucial de la gobernancia (PNUD, 1997).
En la perspectiva de la gobernancia, la descentralizacin se convierte en un
instrumento de la economa poltica global que permite la reasignacin de re-
cursos de la biodiversidad, haciendo posible la privatizacin de los mismos. Con
la descentralizacin de las reas naturales protegidas, la privatizacin de los re-
cursos de la biodiversidad se vuelve un objetivo fcilmente alcanzable, dado que

32 Vase, Rosenau, James, Ernst-Otto Czempiel, Thomas J. Biersteker, Janice E. Thomson, Mark

W. Zacher et al., Governance without government: order and change in world politics, Cambridge, Cambrid-
ge University Press, 1992.
33 La Conferencia de Naciones Unidas estableci que la descentralizacin radica en la necesidad

de dotar de autonoma jurdica, poltica, administrativa y econmica a las regiones-ciudades para es-
tablecer vnculos globales que no requieran de la aprobacin de los gobiernos de dichos pases. De
ah que los nexos globales sern menos entre pases y ms entre regiones o ciudades que compitan
entre s por una insercin competitiva en el mercado mundial. Para los pases subdesarrollados repre-
sentara una profundizacin de la fragmentacin de las economas, la cual se expresa al nivel regional
y entre sectores. Por otro lado, las regiones transformadas en micro estados seran fcil presa de las
CMN. PNUD, Governance for Sustainable Growth and Equity, Conferencia de Naciones Unidas, Nueva York,
28-30 de julio de 1997.
236 ALFONSO LPEZ RAMREZ

las negociaciones entre eventuales organismos multinacionales o corporaciones


multinacionales con los poderes pblicos regionales o locales, tendran lugar en
el marco de las grandes asimetras entre poderes internacionales y regionales o
locales.

CONSTRUCCIN INSTITUCIONAL

Como ya se mencion ms arriba, otra de las reas prioritarias del BM en el sec-


tor ambiental, para el proyecto del corredor, es el desarrollo institucional. El in-
ters por el desarrollo institucional recoge la experiencia del Proyecto de reas
Protegidas del cual el Banco extrajo la leccin de que el desarrollo institucio-
nal y la poltica ambiental en su conjunto deben ser dirigidas (The World Bank,
2000:22). Con estas prioridades, el banco busca elevar a rango institucional
(mainstreaming) a la biodiversidad en la planeacin del desarrollo. Desde este
punto de vista, el banco condujo al gobierno mexicano a establecer una coordi-
nacin interinstitucional, llamada Bases de Colaboracin Interinstitucional
entre las Secretaras del Ambiente (Semarnap), Agricultura (SAGAR), Desarrollo
Social (Sedesol), Transporte (SCT) , Reforma Agraria (SRA), Educacin (SEP), Sa-
lud (SSA) y Comercio (SECOFI) (The World Bank, 2000).
La estrategia de construccin de instituciones ambientales impulsada por el
BM busca establecer una regulacin jurdico-poltica de la biodiversidad, crean-
do las condiciones para la valorizacin de la naturaleza y, de ah, a la privatiza-
cin de la biodiversidad. Esto significa que la globalizacin no es conducida por
la mano invisible del mercado, no es un proceso autnomo de mercados de-
sincorporados (disembedded markets) (Brand/Grg, 2001:3).
La lgica de instrumentacin poltico-administrativa del proyecto del CBM se
desprende del carcter del BM como agencia de la presidencia imperial de Estados
Unidos (Saxe-Fernndez et al., 2001), donde, si bien su contribucin al costo del
proyecto slo es del 16% (The World Bank, 2000:8), ste logra imponer la conduc-
cin del proyecto ms all de su aportacin financiera real. Como puede verse en
uno de los aspectos del programa, en donde se seala que la agencia ejecutiva
(CONABIO) ser responsable y seguir los estndares de procedimiento del banco
para todas las adquisiciones del proyecto, esto incluye la obtencin de servicios de
consultora, bienes y equipo, entrenamiento, trabajos civiles menores y donaciones
(The World Bank, 2000:16). Por otra parte, el BM proveer comentarios tcnicos a
los Planes Operacionales del Corredor antes de someterlos al Consejo Nacional del
Corredor; y proveer su visto bueno al programa de trabajo como un todo (The
World Bank, 2000:15-16). Slo una razn poltica explica el grado de sometimiento
de las autoridades mexicanas al BM. En la estrategia de construccin institucional
el banco se comporta como la cabeza de las instituciones estatales que el mismo
promueve: ni ms ni menos que como un procnsul del imperio.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 237

BIOPROSPECCIN

El proyecto seala que la base de datos sobre especies, poblaciones y ecosiste-


mas ser la base del sistema de evaluacin y monitoreo integrado del proyecto y
que, adems, las necesidades de operacin de los proyectos requieren de com-
partir la informacin a todos los niveles. Cada categora de manejo sustentable
de recursos naturales en el proyecto del CBM incluye actividades de definicin e
inventario, tanto en bosques, como en plantas medicinales, fibras, plantas orna-
mentales y resinas. El proyecto indica que la participacin de la Comisin Na-
cional de Biodiversidad (CONABIO) como entidad ejecutiva, garantiza que los re-
sultados del monitoreo y evaluacin sern integrados en el Sistema Nacional de
Informacin de Biodiversidad creado por CONABIO (The World Bank, 2000:14).
CONABIO ser responsable de todas las actividades biolgicas y ecolgicas del sub-
componente de Monitoreo y Evaluacin del proyecto, incluyendo su diseo,
subproyectos y contratacin de consultores (The World Bank, 2000). Con ello
el BM queda liberado de cualquier sospecha de realizar bioprospeccin.
El monitoreo y evaluacin del corredor biolgico se impulsar en diferentes
escalas con la ayuda de los Sistemas de Informacin Geogrfica (CIG), construi-
do sobre trabajo cientfico reciente desarrollado por el Centro para la Investiga-
cin Forestal Internacional (CIFOR, en ingls) y adaptado a las condiciones de
Mxico. CIFOR adems, se propone evaluar los efectos del manejo de la biodiver-
sidad, mediante el examen de los procesos que la mantienen, y stos, por medio
de indicadores adaptados a las condiciones locales (The World Bank, 2000).

RECURSOS DE LA BIODIVERSIDAD EN CHIAPAS

El anlisis de los recursos de la biodiversidad se limita al estado de Chiapas, dado


que ah se hallan los mayores recursos de biodiversidad (hot spots) del conjunto de
las reas del corredor. La alta diversidad biolgica existente es resultado de la con-
fluencia de la biota y las variaciones climticas espaciales de las zonas biogeogrfi-
cas Neortica, en el hemisferio norte y Neotropical, en el hemisferio sur, acentua-
da por condiciones geomorfolgicas que alcanzan su mxima expresin en
Chiapas, Guerrero y Oaxaca (The World Bank, 2000). Chiapas, dice Andrs
Aubry, es la bisagra que une las dos Amricas, su posicin stmica le permite be-
neficiarse de los vientos de dos ocanos, Pacfico y Atlntico, creando la hume-
dad necesaria para sus selvas. As se explica la diversidad prodigiosa de los re-
cursos del corredor biolgico ahora conformado (Aubry, 2002).
En Chiapas se encuentran abundantes bosques del tipo tropical perennifolio
o selva tropical hmeda, que contiene la mayor riqueza biolgica, reconocin-
dose 500 mil especies de fanergamas (5% son endmicas del pas) y 452 espe-
cies de rboles tropicales (9.6% son endmicos) (Barreda, 1999). Las zonas de
238 ALFONSO LPEZ RAMREZ

bosques hmedos tropicales se encuentran en la Selva Lacandona, el Ocote y el


Triunfo, estos dos ltimos ubicados en la vertiente costera de la Sierra Madre del
Sur, pertenecientes al corredor biolgico.
La riqueza biolgica de la Selva Lacandona se ilustra en el siguiente cuadro,
en el que se contrastan las cifras de flora y fauna en el mbito nacional con las
de la selva, y el porcentaje que representan las especies de la selva con relacin
al total nacional.

DIVERSIDAD BIOLGICA Y REPRESENTATIVIDAD DE LA SELVA LACANDONA CON RESPECTO AL TOTAL


NACIONAL (NMERO DE ESPECIES)

Especies Mxico Selva Lacandona %

Flora 30 000 3 400 10.0


Mamferos 439 163 15.9
Aves 1 041 340 31.8
Reptiles 717 84 9.0
Anfibios 284 25 8.8
Mariposas 1 069 450 42.0
FUENTE: Vctor Hugo Hernndez y Edouard Ad Blanchard (coords.), Selva Lacandona, Un pa-
raso en extincin, Mxico, Seguros Comercial Amrica, Grupo Pulsar, 1997, p. 44.

Del conjunto de la Selva Lacandona, el rea biolgica y ecolgicamente ms rica


es la subregin de las Caadas. Su diversidad de relieves, donde se hallan elevacio-
nes de cerca de 2 000 m hasta pequeos valles ubicados a una altura de 300 m so-
bre el nivel del mar, le permiten desarrollar una gran variedad climtica y una
gran diversidad de paisajes, convirtindola en una de las porciones ecolgica-
mente ms complejas del pas, con zonas tropicales y templadas, hmedas y sub-
hmedas (Toledo, 2000:97), que se combinan en un territorio relativamente pe-
queo. Se trata de un territorio que metafricamente se puede entender como un
papel arrugado.

PETRLEO Y CONTRAINSURGENCIA

El proyecto original del BM reduca a la conservacin de la biodiversidad en 12


reas protegidas del pas (1993), esto despus de una reestructuracin que las
reduce de 17. Ms tarde, en el Proyecto Reestructurado de abril/mayo de 1996
el proyecto del banco incluye a 10 reservas para la conservacin de la biodiver-
sidad (The World Bank, 1997). El territorio ocupado por el Proyecto Reestruc-
turado de 1996 del BM en los estados de Yucatn, Campeche y Quintana Roo se
reduce a las reas protegidas, tal como puede verse en el mapa 1.
MAPA 1
PROYECTO DE REAS PROTEGIDAS DEL BM, 1996

MXICO
PROGRAMA GEF
DE REAS PROTEGIDAS

RESERVAS PROYECTADAS
CAPITAL NACIONAL
CAPITALES ESTATALES
CIUDADES O PUEBLOS PRINCIPALES
LMITES ESTATALES
LMITES INTERNACIONALES

GOLFO DE MXICO

OCANO PACFICO

Baha de Campeche
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM
239
240 ALFONSO LPEZ RAMREZ

Sin embargo, como resultado de una evaluacin realizada en agosto de 1995


en San Cristbal de Las Casas en donde participan el Consorcio Paseo Pantera34
y Conservation International (Barreda, 1997), quienes proponen la creacin de
una zona de conexin biolgica entre la Frailesca y la reserva de la Biosfera el
Triunfo y la reserva de la Sepultura, desde la frontera suroeste a lo largo de la
Sierra Madre del Sur, el BM transforma el proyecto original de reas protegidas
en la creacin de varios corredores que integran las reas protegidas de los es-
tados de Chiapas, Yucatn, Quintana Roo y Campeche, incorporando la pro-
puesta de corredor biolgico en el proyecto que aparece en noviembre de 2000.
De esta forma, bajo el concepto de corredor biolgico se integran asentamien-
tos poblacionales, reas de amortiguamiento y reas protegidas, generando una
conectividad biolgico social (The World Bank, 2000) (vase el mapa 2).
En el caso de Chiapas, la extensin sobre los territorios zapatistas y sobre un
espacio en el que no slo se hallan recursos genticos, sino tambin yacimientos
petroleros y agua dulce, as como la posibilidad de desarrollar energa hidroelc-
trica, provoca un giro estratgico a la concepcin del corredor y a la presencia del
BM. En esa nueva perspectiva estratgica, el petrleo y la contrainsurgencia entran
en una ecuacin geopoltica.
Mxico y Venezuela son los dos pases que en la regin continental constitu-
yen los mayores proveedores de petrleo a Estados Unidos, otro de los provee-
dores ms importantes es Colombia. En la V Conferencia Ministerial de Inicia-
tiva Energtica realizada en Mxico, en marzo de 2001, el secretario de Energa
de Estados Unidos seal la importancia de una mayor cooperacin regional
energtica, esto significa el envo de mayores cantidades de petrleo a Estados
Unidos35 En Colombia, los intentos de incrementar la produccin de crudo se
han visto entorpecidos por los ataques de la guerrilla a las instalaciones y ductos
petroleros, en tal sentido, la participacin de Estados Unidos en el Plan Colom-
bia est asociado a la necesidad de aumentar la produccin de petrleo. En
ningn momento Washington ha ligado explcitamente estos esfuerzos con sus
polticas energticas, pero sus funcionarios, sin duda, creen que una reduccin
sustancial de la actividad guerrillera permitir un eventual incremento en la
produccin de crudo (Klare, 2002). La relacin entre el combate a la guerrilla
y las necesidades energticas de Estados Unidos, tiene, en Mxico connotacio-
nes que presentan ciertas semejanzas.
El levantamiento zapatista da lugar a un nuevo actor poltico-militar: el EZLN,
que estorba a los intereses del BM en la regin. En ese marco, la creacin del co-

34 El consorcio Paseo Pantera es una institucin que se integra con la colaboracin de la Ofici-

na de Programas Centroamericanos de la USAID Guatemala y la dos organizaciones conservacionistas


no gubernamentales: Wildlife Conservation Society (WCS) y la Caribbean Conservation Corporation
(CCC) (Barreda, 1997).
35 En un anlisis estratgico elaborado por la empresa Stratfor, se afirma que Estados Unidos,

sera feliz de cambiar la dependencia de Venezuela o Arabia Saudita, ambos miembros de la OPEP,
por una mayor dependencia con su vecino y aliado Mxico (El Universal, 7 de abril de 2002).
MAPA 2
PROYECTO DEL CORREDOR
BIOLGICO MESOAMERICANO
DEL BM, 2000

Baha de Campeche

Mar
Caribe

Golfo de
Honduras
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM
241
242 ALFONSO LPEZ RAMREZ

rredor, un nuevo concepto ecolgico que no slo integra reas naturales sino
tambin establece una conectividad ecolgica sobre asentamientos poblacionales,
justifica la extensin del espacio de inters del banco, sobre territorios zapatistas
y yacimientos petrolferos. La creacin del corredor en este nuevo escenario, tie-
ne el sentido de forzar la pacificacin en Chiapas, de manera que los grupos ar-
mados no obstaculicen la perspectiva de ampliar la explotacin petrolera en esa
regin. Desde luego, ste no es el propsito explcito. Desde la lgica del BM la
ampliacin del corredor sobre las zonas de yacimientos petroleros, en el contex-
to de un conflicto de guerra interna, transforma al proyecto de corredor biol-
gico en un proyecto de inters geoestratgico para Estados Unidos, porque la presen-
cia del EZLN atenta contra la seguridad nacional de ese pas, en cuanto pone en
riesgo el abasto de energa para la economa norteamericana, haciendo obliga-
da la pacificacin desde el enfoque de la guerra de baja intensidad.
La extensin del corredor sobre zonas petroleras en Chiapas avanza en el
sentido de una ocupacin preventiva de un espacio estratgico para las necesida-
des energticas de Estados Unidos. En la estrategia de la cooperacin energti-
ca de Mxico, como proveedor seguro de petrleo a Estados Unidos, el plan
energtico de Bush considera que Mxico es una fuente destacada y confiable
de petrleo importado [], sus grandes reservas bsicas, aproximadamente
25% mayores que nuestras reservas probadas, hacen de Mxico una fuente pro-
bable de produccin petrolera incrementada en el prximo decenio (Klare,
2002:IV). Esto explica el enorme despliegue de las fuerzas armadas en la zona de
conflicto, particularmente desde febrero de 1995 y no el riesgo de un desbor-
de militar de los zapatistas.
Las presiones del BM sobre el gobierno mexicano para expulsar a las pobla-
ciones asentadas en Montes Azules, podran ser un indicador del tipo de salida
que pueda darse a las comunidades alzadas existentes en el territorio del Co-
rredor.
Por otro lado, frente a los posibles reclamos de impacto ambiental derivados
de la explotacin petrolera en la Selva Lacandona, qu mejor garanta para que
tal cosa no ocurra, a pesar de la extraccin de petrleo, que el BM, la autoridad
mundial del medio ambiente.
Los yacimientos petroleros en la zona del corredor se ubican en Los Altos de
Chiapas y en la regin de la selva, ambas regiones tienen una alta potencialidad
de presencia de petrleo. Un informe del General Accounting Office cita los da-
tos proporcionados por un funcionario de Pemex, quien seala el descubri-
miento de un gran campo petrolero en el estado de Chiapas, cerca de Ocosin-
go (Barreda, 1999).
De acuerdo con la regionalizacin de Pemex, se establecen las siguientes
reas de prospectos: Nazareth, al oeste del municipio de Ocosingo y al norte de
Altamirano. Ah se evala una reserva potencial estimada de 2 178 millones de
barriles de crudo. En los municipios de Ocosingo, cerca de la frontera con Chi-
ln y al sur de Palenque se encuentra el prospecto Ocotal Noroeste, el que posee
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 243

grandes potencialidades de existencia de hidrocarburos. El prospecto San Fer-


nando en el rea de Bonampak-Yaxchiln tiene tambin muchas posibilidades
de contener hidrocarburos. Un documento de Pemex seala la existencia de va-
rios yacimientos gigantes en el rea de Marqus de Comillas y Yaxchiln, estable-
cindose una reserva potencial estimada en 1 498 millones de barriles de crudo.
Y, por ltimo, las reservas petroleras en el valle de Amador en Montes Azules (Ba-
rreda, 1997) (mapa 3). Por otra parte el EZLN seala la existencia de yacimientos
petroleros en el Zapotal y Pichucalco (en la reserva de Montes Azules) y en el
Zapote, en la parte noroeste de Montes Azules, cerca de Taniperla (Barreda,
2000:7) (mapa 4).

PLAN DE DESARROLLO DE LOS PUEBLOS INDIOS

A diferencia del PPP, el cual sostiene que la dispersin geogrfica es la fuente de


la marginacin social indgena y del uso degradante de los recursos naturales,
el proyecto de CBM mantiene la posicin de apoyarse en las comunidades ind-
genas y rurales con sus prcticas productivas para conservar y generar formas de
uso sustentable de la biodiversidad. La diferencia entre ambos enfoques, radica
en que mientras el PPP pone el nfasis en un proyecto productivista tradicional,
donde los objetivos de alcanzar la sustentabilidad ambiental en el sur-sureste son
slo un referente del discurso verde, el proyecto del CBM, con base en la pers-
pectiva del informe Brundtland,36 recoge la preocupacin por el alivio a la po-
breza y por el desarrollo de las poblaciones indgenas. El CBM, que tiene como
rea focal a la biodiversidad se ubica en el enfoque de las llamadas industrias
de la vida, en donde los trminos de la ecuacin de la biodiversidad establecen,
por una parte, a la valorizacin de la naturaleza y, por la otra, al conocimiento
tradicional. Los recursos genticos son parte constitutiva de la biotecnologa, co-
mo lo es igualmente el conocimiento de los pueblos indios.
Una de las lneas estratgicas del Plan de Desarrollo de los Pueblos Indios
(PDPI) es el fortalecimiento de las prcticas productivas de las poblaciones ind-
genas compatibles con la conservacin. Otras de las lneas estratgicas estn en-
caminadas al desarrollo de las comunidades indgenas en los mbitos organiza-
tivos, de salud y educacin.
El proyecto de CBM seala que para alcanzar su meta se promovern proyectos
productivos para uso sustentable de la biodiversidad, incluyendo entrenamiento y
mercadeo. Estos esfuerzos estratgicos sern enriquecidos por un sistema de mo-
nitoreo y evaluacin basado en la participacin local y de acadmicos. Como re-
sultado del proyecto, se espera que pueda mantenerse un modelo de manejo
36 Es el nombre de la Comisin Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo que trabaj en Os-

lo y fue presidida por la primera ministro de Noruega Gro Harlem Brundtland. Comisin Mundial
del Medio Ambiente y del Desarrollo, Nuestro futuro comn, Madrid, Alianza editorial, 1987.
244 ALFONSO LPEZ RAMREZ

MAPA 3
PRINCIPALES PERFORACIONES Y HALLAZGOS PETROLEROS EN EL SEXENIO DE CARLOS SALINAS
COINCIDEN CON LAS REAS MS DEFORESTADAS

rea de selva conservada


Parques nacionales, reservas
de la bisfera o equivalentes

Reserva privada o comunal

Pozos exploratorios

Campamentos de Pemex

Yacimientos de petrleo

rea de mayor
riqueza biolgica

de recursos naturales econmicamente atractivo. Que sea compatible con y fa-


vorable a la conservacin (The World Bank, 2000, Annex 12:1).
Los indgenas, las comunidades campesinas y las organizaciones son aliados
esenciales en la bsqueda del desarrollo sustentable, entendido en un sentido
social, cultural y ecolgico (The World Bank, 2000, Annex 12:1), en tanto de-
positarios de conocimientos de la naturaleza, como parte de su cultura y visin
del mundo. El proyecto busca construir alternativas basadas en este conocimien-
to, para lo cual se definen importantes funciones para la participacin local en
el desarrollo de este proyecto (planeacin comunitaria, talleres, formacin de
consejos en el mbito estatal, entrenamiento, compartir experiencias), que re-
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 245
MAPA 4. INCONGRUENCIA DE LMITES ENTRE LA VERSIN DE LA RIBMA OFRECIDA POR EL INEGI Y LA
DE LA SCT Y EL GOBIERNO DE CHIAPAS

Reserva de Montes Azules


de acuerdo con el INEGI
Reserva de Montes Azules de acuerdo
con la SCT

reas exploratorias
reportadas por el EZLN

Yacimientos petroleros
reportados por el EZLN

sulten en una aplicacin del plan apoyada principalmente en esa participacin.


Por otra parte, el 39% del total de la poblacin del corredor es indgena y exis-
ten reas donde la mayora es indgena, como en el caso de Chiapas, Campeche
y Quintana Roo (The World Bank, 2000, Annex 12).
En la parte del CBM del estado de Chiapas destaca el hecho de que a pesar de
incluir poblaciones zapatistas, en la porcin de la Selva Lacandona del corredor,
las reas focales son: Ixcn en la zona fronteriza del sur, Yaxchiln y Neha-Metza-
bok al norte de la reserva de Montes Azules. Las reas focales son la denomina-
cin del proyecto del CBM a las poblaciones con las cuales se pretende desarrollar
proyectos productivos de desarrollo sustentable. Las poblaciones lacandonas se
han caracterizado a lo largo de la historia reciente por su asimilacin a las prcti-
cas gubernamentales, adems de haberse mantenido al margen del conflicto za-
patista. Asimismo, en el conjunto de las poblaciones de la selva, los lacandones
constituyen el grupo indgena ms antiguo de la selva, no obstante que se consi-
dera que su llegada a esta regin se ubica en el siglo XVIII. El resto de los asenta-
246 ALFONSO LPEZ RAMREZ

mientos poblacionales de la selva son grupos indgenas mayas emigrantes de los


Altos o del norte de Chiapas. En ese sentido, carecen del conocimiento tradicio-
nal que poseen las comunidades lacandonas sobre los recursos naturales de la sel-
va. De este modo, tambin se muestra el inters del BM por incorporar poblacio-
nes dciles que acepten los programas productivos del corredor.
El Plan de Desarrollo de los Pueblos Indios es una buena fachada de susten-
tabilidad ambiental, social y econmica del banco verde (Bryant/Bailey,
1997), dada la incongruencia mostrada frente a la existencia de asentamientos
poblacionales rebeldes en su territorio de Montes Azules, donde la estrategia
de expulsin de las poblaciones asentadas en la Reserva de la Biosfera de Mon-
tes Azules refleja los intereses reales del banco.
En la estrategia de expulsin se entrecruzan diferentes actores:
1. La demanda de desalojo de la comunidad lacandona armada con datos y fo-
tografas proporcionadas por Conservation International (La Jornada, 25 de marzo
de 2002), una ONG que realiza biopiratera en Chiapas desde hace varios aos.
2. El predominio de la lnea del desalojo sin concertacin en la Mesa Ambien-
tal de Chiapas para tratar la problemtica de la Selva Lacandona, en la que parti-
cipan representantes de autoridades federales y que encabeza el titular de
Semarnat.
3. La previa calificacin de los pobladores del rea de Montes Azules como
terroristas ambientales por el anterior titular de Seguridad Nacional, Adolfo
Aguilar Zinzer.
4. El acoso a las comunidades del rea de Montes Azules mediante sobrevue-
los de helicpteros militares (La Jornada, 19 de marzo de 2002).
Detrs del desalojo hay una estrategia que busca integrar diversos objetivos:
A] Cumplir con los compromisos polticos firmados por el gobierno mexica-
no con el Banco Mundial, en particular, el proyecto del Corredor Biolgico Me-
soamericano. Uno de los requerimientos del banco es la observancia de la regu-
lacin ambiental (LGEEPA) o como la llama el banco: la gobernancia pblica
efectiva. Desde la ptica del BM, las comunidades asentadas en la Reserva Inte-
gral de la Biosfera de Montes Azules, la cual forma parte del corredor, estorban
a su proyecto, sobre todo si no se trata de comunidades dciles.
B] La mitad de las comunidades asentadas en Montes Azules son bases de
apoyo zapatistas, ah el objetivo contrainsurgente es evidente: desarticular y ais-
lar a dichas bases de apoyo.
C] Facilitar las tareas de los organismos nacionales (Grupo Pulsar) e interna-
cionales (Conservation International) dedicados a la biopiratera en Chiapas. Se
protege la selva de las comunidades indgenas asentadas en la reserva de la bios-
fera para entregarla a los piratas de los recursos genticos. Para las autoridades
medioambientales: Semarnat, PROFEP, INE y CONABIO, los terroristas ambientales
no son las compaas madereras que trafican clandestinamente con la selva de
Chiapas, sino las comunidades indgenas pobres para quienes el estado de dere-
cho es slo una ficcin.
LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS EN EL PLAN PUEBLA PANAM 247

Los riesgos de una escalada sangrienta son claros: las comunidades indgenas
han declarado su intencin de defender sus tierras, por otra parte, las autorida-
des federales han manifestado su inters de imponer el desalojo, el entonces
Consejero de Seguridad Nacional hizo alusin, en diciembre de 2001, a una
operacin de guerra (La Jornada, 25 de marzo de 2002). Una salida al proble-
ma podra estar en adoptar la propuesta que plantean las comunidades de asu-
mir la tarea del manejo sustentable de la selva, conforme al Acuerdo 169 de la
OIT firmado por el gobierno mexicano.

PPP Y CBM: COINCIDENCIAS Y DIVERGENCIAS

El PPP es un proyecto concebido desde la perspectiva de sometimiento a la ex-


clusividad de la inversin estadunidense en Mxico, ya que se abre en aquellas
reas de inversin en las que han avanzado los cambios jurdico-institucionales
en el marco del TLCAN. Los objetivos de superacin del atraso del sur-sureste
contenidos en el PPP se alcanzarn desde la lgica de la teora del goteo, median-
te la cual la derrama econmica producir beneficios sociales per se. El PPP le da
al capital norteamericano un campo de expansin muy significativo y adems
posibilita el acceso a recursos estratgicos para la economa de Estados Unidos.
El PPP le brinda tambin a Estados Unidos la posibilidad de tender un puente
hacia el sur para el establecimiento del ALCA. Por ltimo, es un instrumento de
proteccin de su frontera sur frente a las amenazas que representa el flujo mi-
gratorio meridional.
Por su parte, el CBM est planteado como un proyecto encaminado a ejercer
presin sobre el gobierno mexicano para la proteccin de los recursos estrat-
gicos de petrleo y energa existentes en la parte del corredor correspondiente
a Chiapas, frente a la amenaza de la guerrilla zapatista. Se trata de la ocupacin
preventiva de un territorio estratgico para las necesidades energticas de
Estados Unidos. Sin embargo, no son despreciables los intereses del BM por el
acceso a los recursos de la megabiodiversidad, sobre todo en Chiapas.
Las coincidencias residen en que ambos responden a los intereses geoecon-
micos y geopolticos de Estados Unidos. Sin embargo, difieren en su concepcin:
el PPP se elabora desde la perspectiva del gobierno mexicano de que el mejor fu-
turo del pas reside en el sometimiento a la anexin econmica con el vecino del
norte. Mientras que el CBM se disea desde una lgica de imposicin imperial BM-
AID, la cual tiene como contraparte a la sumisin del gobierno de Mxico.
En el mbito del medio ambiente, las acciones del BM le permiten la creacin
de instituciones del tipo estado-paralelo, elevar a rango institucional a la biodiver-
sidad y desarrollar las condiciones que conduzcan a la privatizacin de los recursos
de aqulla, por medio de la descentralizacin del manejo de las reas protegidas.
Un rasgo comn a ambos proyectos es, finalmente, su estrategia frente al mo-
248 ALFONSO LPEZ RAMREZ

vimiento armado zapatista, planteando una pacificacin contrainsurgente des-


de la lgica de la guerra de baja intensidad.

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MAPAS

Estados Unidos Mexicanos, INEGI, Las Margaritas, Chiapas. Carta topogrfica


1: 250 000.
250 ALFONSO LPEZ RAMREZ

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Siempre!, 28 de junio de 2001, p. 80.
NDICE TEMTICO

ELABORACIN: MA. ELENA GALEANA* y PATRICIA SALCIDO CAEDO

DESCRIPTORES
desarrollo capitalista nacional, 22, 91
desarrollo urbano-industrial, 32
acumulacin interna, 54 descontento social, 57
acumulacin transnacional del capital, l67 desigualdad mundial, 92
alternativas polticas, 75, 76, 79, 81, 82 deuda pblica, 63
automatizacin, 91 doctrina de seguridad nacional, 40

bolsa de valores, 59, 61 educacin, 119


burguesas transnacionalizadas, 19, 65 entidades locales de poder, 87, 95, 101
entidades transnacionales de poder, 87, 93,
capital, 21, 90, 91 101, 102
capital financiero, 22, 61, 63, 72, 90-91, 92 equilibrio macroeconmico, 55
capitalismo, 90 Estado:
capitalismo de agroexportacin, 23 capitalista, 26, 50
capitalismo dependiente, 71 Estado de compromiso, 113
capitalismo global, 89 Estado de contrainsurgencia, 41, 68
cardenismo, 32, 35 Estado de derecho, 76
ciudadana, 58 Estado desarrollista burgus, 37, 38
clase dominante, 35, 52,121 Estado desertor, 112, 123
clase media, 120, 126 Estado hegemnico, 51
clientelismo, 129, 131 Estado interventor capitalista, 33
corporaciones transnacionales, 61 Estado nacional desarrollista, 11, 17,
corporativismo, 28, 33, 34, 36, 118, 129, 130 19, 21, 23, 37, 41, 42, 43, 51, 65
corrupcin, 69, 70 Estado nacional oligrquico, 21, 23, 26,
crimen organizado, 123 27
crisis econmica, 29, 107-108, 116 Estado nacional popular, 24, 27, 42, 43,
crisis poltica, 57, 105, 106 44, 78
crisis social, 116 Estado neoliberal, 67, 70, 95, 97
Estado neoliberal dependiente, 55, 56,
democracia, 52, 53, 57, 75, 99, 109, 110, 72
111, 113, 117, 134 Estado social, 17, 34, 107
democracia, deterioro de la, 67, 72, 73, 74, Estado, crisis del, 113, 123, 124, 125, 134
124 Estado, legitimidad del, 54, 63, 69, 125
democracia, transicin a la, 51, 110, 111 Estado, militarizacin del, 39
derecho al trabajo, 77
* Profesora de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales en las licenciaturas de Ciencias de la
Comunicacin y Sociologa. Sociloga y pedagoga por la FCPyS y la Facultad de Filosofa y Letras de
la UNAM, respectivamente.

[253]
254 NDICE TEMTICO

Estado, reforma del, 12, 71, 76, 98, 112 partidos polticos, 57, 58, 65, 74, 75, 76, 78,
Estado, soberana del, 56, 63, 99, 100 126, 127, 128, 129, 131, 132, 133
Estados de competencia, 58, 66 patrn de desarrollo exportador, 53, 54
exclusin social, 120 peronismo, 35
pobreza, 122
flexibilizacin laboral, 119 poder judicial, 122, 123
formas de representacin, 131 poder legislativo, 76
fuerzas armadas, 29 poltica, 11, 13
poltica econmica, 54, 58, 94, 97, 117
gasto pblico, 64, 65 polticas pblicas, internacionalizacin de
globalizacin, 18, 19, 52, 60, 61, 63, 71, 79, las, 87, 93, 100, 102
88, 89, 90, 91, 92, 102, 108, 120 populismo, 24, 25, 26, 27, 32, 33, 34, 37, 43
gobernabilidad, 117 precarizacin del trabajo, 117
privatizacin, 120, 121
industrializacin, 21, 30, 33 pblico-privado, 64, 77
instituciones, 53, 67, 68, 69, 70
integracin regional, 56 recursos pblicos, 77
intervencionismo estatal, 60 reestructuracin econmica, 59, 62, 64
reestructuracin estatal, 12
justicia social, 109 reformas constitucionales, 118, 119
remesas, 57
liberalizacin econmica, 55, 71
sector financiero, 52, 54, 72, 121
maquiladoras, 57 sindicalismo, 132
mediacin poltica, 106 situacin econmica, 107
mercado mundial, 115 sociedad civil, 53, 57, 76, 77, 78, 81, 82, 83
migracin laboral, 62 solidaridad internacional, 77
modernizacin, 27, 28
movimientos polticos, 75, 133 tecncratas, 66, 97, 120
movimientos sociales, 57, 77, 81, 82 territorio, 125
movimientos sociales radicales, 76, 78 terrorismo, 135
mundializacin, del capital, 59, 60, 61, 82, 83 tratados comerciales, 62

neoliberalismo, 11, 12, 19, 20, 46, 60, 66, varguismo, 35


70, 71, 79, 80, 108, 114, 115, 116, 121
ORGANISMOS Y CONFERENCIAS
oligarqua, 30, 31, 59, 65
11 de septiembre, 135 ALCA, 136
organismos financieros internacionales, 19, Alianza para el Progreso, 40
31 Banco Interamericano de Desarrollo, 18
organizacin social, 126, 127 Banco Mundial, 18
organizaciones sociales, polticas, 73 Consenso de Washington, 94, 96
Fondo Monetario Internacional, 18, 94
participacin poltica, 74 Foros Mundiales de Porto Alegre, 80
participacin social, societal, ciudadana, 76 Mercosur, 59, 136
partidos conservadores, 75 TLCAN, 59, 136
NDICE

PRLOGO, por TERESA CASTRO y LUCIO OLIVER 11

REVISITANDO AL ESTADO. LOS ESTADOS POPULISTAS Y DESARROLLISTAS:


PONER LAS COSAS EN SU LUGAR, por TERESA CASTRO ESCUDERO,
RINA MUSSALI GALANTE y LUCIO OLIVER COSTILLA 17

REVISITANDO AL ESTADO. LAS ESPECIFICIDADES DEL ESTADO


EN AMRICA LATINA, por LUCIO OLIVER COSTILLA 50

GLOBALIZACIN Y POLTICAS PBLICAS TRANSNACIONALES:


UNA (DES)CONSTRUCCIN PARA AMRICA LATINA, por RINA MUSSALI GALANTE 87

LAS TRANSFORMACIONES DEL ESTADO, SU IMPACTO EN LA SOCIEDAD CIVIL


Y EL PROBLEMA DE LAS MEDIACIONES, por TERESA CASTRO ESCUDERO 105

DNDE QUED LA POLTICA EN AMRICA LATINA?, por MASSIMO MODONESI 141

LA GOBERNABILIDAD-GOBERNANZA. COMO IDEOLOGEMA NEOLIBERAL


GLOBALISTA, por EDUARDO E. SAXE-FERNNDEZ 160

PODER Y CLASES SOCIALES EN AMRICA LATINA: LA FORMACIN


DE LA ESTRUCTURA DE CLASES EN BRASIL, por SEVERO SALLES 173

NUEVOS ODRES Y VIEJOS VINOS: LA VIOLENCIA EN AMRICA LATINA


EN LOS ALBORES DEL SIGLO XXI, por CARLOS FIGUEROA IBARRA 186

LOS INTERESES GEOESTRATGICOS DE ESTADOS UNIDOS


EN EL PLAN PUEBLA PANAM Y EL CORREDOR BIOLGICO
MESOAMERICANO, por ALFONSO LPEZ RAMREZ 214

NDICE TEMTICO, por MARA ELENA GALEANA y PATRICIA SALCIDO CAEDO 253

[255]
formacin: cecilia pereyra
impreso en programas educativos, s.a.
calz. chabacano 65, local a
col. asturias
06850 mxico d.f.
20 de mayo de 2005

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