Rafael Rojas Sobre Fernando Ortiz PDF
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RESUMEN
La obra del antroplogo y etngrafo Fernando Ortiz es uno de los mayores esfuerzos
intelectuales por comprender abarcadoramente la sociedad y la cultura cubanas. En las
pginas que siguen, se propone un acercamiento a dicha obra, centrado en la tensin
entre dos conceptos primordiales de la biografa intelectual y poltica de Ortiz: el na-
cionalismo y la transculturacin. Ortiz, un intelectual pblico de la poca republicana,
defendi siempre un nacionalismo cvico, refractario a deniciones duras de la identidad
cultural cubana. La idea de transculturacin, desarrollada en su libro Contrapunteo
cubano del tabaco y el azcar, lejos de contraponerse al nacionalismo, le ofreci la
plataforma adecuada para articular un discurso de la identidad desde la diferencia.
A B S T R AC T
The work of the anthropologist and ethnographer Fernando Ortiz represents a major
intellectual effort in the comprehensive understanding of Cuban culture and society. The
pages that follow present an approach to his work that is centered on the tension between
two essential concepts of the intellectual and political biography of Ortiz: nationalism
and transculturation. Ortiz, a public intellectual of the Republican era, always defended
a civic nationalism that ran counter to rigid denitions of Cuban national identity. The
concept of transculturation, developed in his book Contrapunteo cubano del tabaco y el
azcar, far from countering nationalism, offered the appropriate platform for articulat-
ing a discourse of identity based on diversity.
A principios del siglo XX, en los crculos acadmicos de las ciencias sociales
cubanas, se difundi la noticia de que en una caverna de Sancti Spritus, al
centro de la isla, haba sido descubierto el fsil de un mono, junto a una
misteriosa quijada. El hallazgo suscit algunas conjeturas arqueolgicas que
ubicaban, en los albores del cuaternario, cuando Cuba estaba unida a la penn-
sula de la Florida, los primeros indicios de vida humana en la isla. El paleon-
tlogo cubano Luis Montan fue el jefe de aquella expedicin a la Sierra de
Banao en la que los investigadores encontraron, dentro de la cueva conocida
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2 : Rafael Rojas
como Boca del Purial, los restos del que fuera bautizado como el homo
cubensis, montaneia anthropomorpha, hombre de Sancti Spiritus o, sim-
plemente, hombre fsil cubano.1 El hallazgo produjo, adems, una suerte de
euforia genealgica, en la que el discurso de las ciencias sociales, ansioso por
armar la identidad de la cultura cubana, aport sus primeros enunciados na-
cionalistas. Juan Antonio Cosculluela, destacado ingeniero, gegrafo y ar-
quelogo, lleg a describir la vida del virtual homo cubensis, cuya existencia
fuera cuestionada por la Sociedad de Americanistas de Pars, como una epo-
peya prehistrica de la cubanidad:
Pero an nos queda una quinta fase que alcanzar en el futuro, la integrativa. En esa est
slo una minora reducida. En ella estamos nosotros los que aqu nos reunimos. Es la
fase de maana, del maana que ya alborea. Es la ltima, donde las culturas se han
fundido, y el conicto ha cesado, dando paso a un tertium quid, a una tercera entidad y
cultura, a una comunidad nueva y culturalmente integrada, donde los factores mera-
mente raciales han perdido su malicia disociadora. Por esto, el acto presente de un grupo
de cubanos de razas diversas que se juntan para un rito de comunin social, donde se
consagra la necesidad de la comprensin recproca sobre la base objetiva de la verdad
para ir logrando la integridad denitiva de la nacin, resulta por su profundo y trascen-
dente sentido un momento nuevo en la historia patria y como tal debemos interpretarlo.19
Lecturas en contrapunto
La primera reaccin de un lector ideal de Fernando Ortiz es el asombro ante la
diversa inmensidad de su obra. Ortiz, por s solo, encarna toda una formacin
discursiva en la cultura cubana que ejemplica esa metamorfosis textual, de
que habla Michel Foucault, por la cual un documento puede convertirse en un
monumento.23 Derecho y criminologa, etnologa y sociologa, lingstica y
arqueologa, literatura y poltica, antropologa e historia crean una inslita
multiplicidad de formas del saber que acta como un rizoma dentro de esa
formacin discursiva.24 Mara Zambrano us la metfora del rbol para sig-
nicar la unitiva plenitud de la obra de Jos Lezama Lima: rbol que se yergue
entero sobre sus races mltiples y contradictorias.25 En un sentido similar,
Manuel Ulacia se ha referido a la condicin arbrea que asume la potica de
Octavio Paz, al desplazarse hacia otras zonas de la historia y la cultura. Pero en
ambos casos el eje simblico de la metfora del autor-rbol reside en el tronco.
En Ortiz, por el contrario, la ecacia hermenutica se halla en las ramica-
ciones o, si se quiere, en la raz.
Imaginemos, por un momento, la historia intelectual de Cuba sin Enrique
Jos Varona y Jorge Maach, sin Elas Entralgo y Roberto Agramonte, sin
Alejo Carpentier y Jos Lezama Lima, sin Lydia Cabrera y Manuel Moreno
Fraginals. Aun en ese desierto, la sola obra de Fernando Ortiz bastara para
conectar la cultura cubana con la modernidad. El legado de Ortiz encierra el
misterio de una aventura intelectual plenamente moderna en el Caribe e, in-
cluso, en Hispanoamrica. Esa modernidad se pone a prueba en lo que, sigui-
endo a Habermas, podramos entender como una dilectica entre el autocer-
cioramiento de un lugar en el mundo y la capacidad de desplazamiento hacia
diversos horizontes epistemolgicos.26 El nomadismo discursivo de Ortiz se
cumple en la autora de ptimos estudios de antropologa cultural sobre el
folklore cubano, como La africana de la msica folklrica de Cuba (1950) o
Los bailes y el teatro de los negros en el folklore de Cuba (1951), de un libro
precursor de historia de las mentalidades, como Historia de una pelea cubana
contra los demonios (1959), que vislumbra, con una dcada de antelacin, el
camino historiogrco que abrieron Jacques Le Goff y Georges Duby, Carlo
Contra el homo cubensis : 7
Ginzburg y Robert Darnton, de ensayos cvicos tan logrados como los que
integran La crisis poltica cubana: Sus causas y remedios (1919) o En la
tribuna: Discursos cubanos (1923), y de textos hbridos, a medio camino entre
la antropologa, la historia y la economa, como sus emblemticos Contra-
punteo cubano del tabaco y el azcar (1940) y El huracn, su mitologa y sus
smbolos (1947).27
Pero ms que en el carcter expansivo de sus textos, la modernidad de la
autora de Ortiz radica en la sombra que proyecta, en la estela de lecturas que
deja a su paso o en ese vasto territorio de interpretaciones que se abre a su
alrededor: muestra inusual, en la cultura cubana, de la correspondencia de dos
amplios registros, el de lo ledo y el de lo escrito.28 Tomemos, por ejemplo, el
caso del Contrapunteo cubano del tabaco y el azcar, el texto ms ledo y
comentado de Fernando Ortiz. La primera edicin de esta obra (La Habana,
Jess Montero, 1940) apareci precedida por un prlogo del historiador cubano
Herminio Portell Vil y una introduccin del antroplogo polaco-britnico
Bronislaw Malinowski, quien era entonces, y hasta su muerte en 1942, profesor
de Yale. Las dos lecturas del mismo texto nacieron de campos referenciales dis-
tintos y se orientaron hacia pblicos ajenos, sin provocar una tensin irrecon-
ciliable. Portell Vil trat de resaltar las implicaciones nacionalistas del Con-
trapunteo, en el contexto de un importante reajuste comercial y arancelario de
la exportacin de azcar cubana a los Estados Unidos; mientras que Mali-
nowski se propuso subrayar el aporte terico del concepto transculturacin a la
antropologa occidental y la pertenencia metodolgica de Ortiz a la escuela
funcionalista, fundada por l mismo y Alfred Reginald Radcliffe-Brown en
Inglaterra y asumida por los socilogos Robert Merton y Talcott Parsons en
Estados Unidos.29
Portell Vil lee en el Contrapunteo una doctrina cierta, de verdad incon-
trovertible, de que la caa de azcar, la industria que la benecia, el sistema
organizado en torno a ella, forman un todo adventicio en Cuba, algo extrao al
pas, que sirve al extranjero antes que al inters nacional y que no puede des-
prenderse de sus caractersticas de explotacin humana, privilegio indebido y
proteccionismo.30 Esta lectura nacionalista era suscitada, en parte, por el bina-
rismo del texto y, tambin, por la coyuntura econmica cubana, afectada enton-
ces por el proceso revolucionario de los aos treinta, el New Deal de la admi-
nistracin de Franklin Delano Roosevelt y el estallido de la Segunda Guerra
Mundial. La suspensin del sistema de cuotas azucareras, que haba establecido
la Ley Costigan-Jones en 1934, y el incremento decimal de los aranceles del
azcar, que propiciaban la reduccin del ingreso, el aumento del desempleo, la
cada de los salarios y el alza de los precios, provoc una interesante fractura
entre las lites polticas que an respetaban la clebre mxima de Raimundo
Cabrera (sin azcar no hay pas) y las lites intelectuales que, desde mediados
de los aos veinte, reclamaban la abolicin del latifundio y la redenicin de la
8 : Rafael Rojas
El republicanismo transcultural
Adems de la crtica a la arqueologa nacionalista, las intervenciones pblicas
de Fernando Ortiz, desde el doble rol de un intelectual y un poltico, fueron
articulando un discurso cvico que aanz, frente al principio de la hetero-
geneidad cultural de la nacin cubana, el principio de la homogeneidad re-
publicana. Estas intervenciones se hicieron recurrentes entre 1917 y 1933,
cuando Ortiz altern su trabajo acadmico con la diputacin ante la Cmara de
Representantes por el Partido Liberal (19171927), la colaboracin en el C-
digo Crowder (1919), la fundacin de la Junta Cubana de Renovacin Cvica
y del Grupo Minorista (1923), la presidencia de la Sociedad Econmica de
Amigos del Pas (1923), la delegacin ante la Tercera (1926) y la Sexta (1928)
Conferencia Panamericana celebradas en Washington y la Habana, el naci-
miento de Institucin Hispanocubana de Cultura (1926), la redaccin del Pro-
yecto de Cdigo Penal (1927), la edicin del valioso Boletn de Legislacin
(1929) y, nalmente, el exilio en Washington (19311933), donde se sum a la
campaa pblica contra la dictadura de Gerardo Machado.59
En esta etapa de intervencionismo pblico, Ortiz escribi algunos ensayos
polticos, en los que se maniesta un claro nacionalismo republicano, reacio a
la dependencia de los Estados Unidos y favorable al despliegue de una ciudada-
na moderna, en condiciones de igualdad jurdica. En La crisis poltica cubana
(1919), por ejemplo, Ortiz propona una tipologa de seis causas de la crisis:
histricas, sociolgicas, demopsicolgicas, proletarias, polticas e interna-
cionales. Y para cada uno de estos males recomendaba, a su vez, un remedio
del mismo tipo. Es interesante observar cmo Ortiz conservaba en su inter-
pretacin histrica, sociolgica y demopsicolgica de la crisis el enfoque civi-
lizatorio o culturalista de la episteme eugensica (incultura general de las
clases dirigidas, desintegracin y antagonismos raciales, debilidad del
carcter cubano, pesimismo criollo), mientras asuma un discurso institu-
cional y republicano en sus recomendaciones polticas: reformas constitu-
cionales, honestidad administrativa, generacin de empleos, incentivos para
la cultura, nacionalismo abierto, cordial intimidad recproca con Estados
Unidos y favorecimiento de la inmigracin hispana.60
El republicanismo civilizatorio de Ortiz ya se haba plasmado en algunos
ensayos de Entre cubanos: Psicologa tropical (1913). All el joven antroplogo
reaccionaba contra la pasividad del sujeto postcolonial en Cuba, el sooliento
hijo de los trpicos, caracterizado por un rosario de vicios morales (indiferen-
cia, choteo, vagancia, supersticin, irresponsabilidad, violencia, ilegalidad), los
cuales se ocultaban bajo una suerte de soberbia criolla, contenida en una frase
popular: entre cubanos no andamos con boberas.61 Es signicativo que ya
desde entonces, cuando la obra antropolgica de Ortiz an responda al para-
digma positivista, sus propuestas polticas no fueran eugensicas o moral-
Contra el homo cubensis : 13
En Cuba, por ejemplo, est vigente una ley que impide la formacin de partidos con
propagandas racistas, porque se estima que el racismo nos llevara a una desintegracin
suicida. Y si la ley impide un racismo negro, podemos a la vez permitirnos otro racismo
cualquiera, por superior que lo creamos?72
trapunteo, esto es, ni ms ni menos que como un dilogo entre los sujetos, las
prcticas y los discursos que conforman una cultura.75 Esta comprensin,
menos ideolgica que la que abunda en los estudios culturales, adelantada ya
por Antonio Bentez Rojo, apunta hacia un parentesco entre el republicanismo
transcultural de Fernando Ortiz y la teora del dilogo de voces y la na-
rrativa polifnica desarrollada por Mijal Bajtn en sus estudios sobre Dos-
toievski.
A partir de algunos apuntes de Viacheslav Ivanov y Leonid Grossman,
Bajtn deni las novelas de Dostoievski como textos en los que se escenica
una pluralidad de acentos, donde la identidad de los hroes alterna entre
lo propio y lo ajeno, entre lo familiar y lo extrao, o mejor, entre dos misterios:
el de uno mismo y el de los otros.76 En efecto, esta dialctica de la identidad y la
diferencia es muy similar a la que Ortiz trat de involucrar en la doble semn-
tica de la transculturacin y el contrapunteo. De acuerdo con la misma, ningn
agente de la cultura cubana ni la poblacin negra ni la blanca, ni la china ni la
rusa, ni la religiosidad catlica ni la yorub, ni la inmigracin espaola ni la
africana, en n, ni el tabaco ni el azcar preservaba intacta su homogeneidad
en el proceso de convivencia cultural, pero tampoco asimilaba totalmente la
condicin del otro. Esa era, ni ms ni menos, la dialctica del ajiaco, una
coccin perpetua de la cultura nacional con todos sus ingredientes, sin que
jams ninguno de ellos llegara a disolverse del todo en la entidad abstracta el
Espritu, el Alma o la Identidad de la nacin.77
Llama la atencin que Fernando Ortiz alcanzara esta comprensin trans-
cultural de la nacionalidad cubana justo cuando la turbulenta vida poltica del
pas se encaminaba, tras la revolucin antimachadista, hacia un nuevo pacto de
reconciliacin nacional que cristaliz en la Constitucin de 1940. El artculo
102 de aquel texto constitucional refrendaba la Ley Mora, que haba sido
defendida por Ortiz, al establecer que, aunque es libre la organizacin de
partidos y asociaciones polticas, no podrn, sin embargo, formarse agrupa-
ciones polticas de raza, sexo o clase.78 En este sentido, es posible armar que
el hallazgo del principio transcultural, en la obra de Fernando Ortiz, no implic
una retirada o un debilitamiento, sino una compensacin dialgica de su repub-
licanismo, el cual, a partir de 1940, demandara la igualdad de derechos y
deberes civiles, polticos y sociales de una ciudadana nacional moderna y, a la
vez, exigira el respeto a la identidad de los sujetos culturales y fomentara la
accin comunicativa entre los mismos, desde una perspectiva postfuncion-
alista.79
Esta yuxtaposicin entre homogeneidad jurdica y heterogeneidad cultural
conecta a Fernando Ortiz, dentro del pensamiento occidental, ms con la tradi-
cin republicana que con la tradicin liberal.80 Su insistencia en la igualdad de
derechos, como antdoto contra la estraticacin social, y su apuesta por pol-
ticas educativas y morales que fomentaran el cumplimiento de los deberes
Contra el homo cubensis : 17
N O TA S
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5. Ibdem, pg. 27.
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8. Louis Althusser y Etienne Balibar, Para leer El Capital (Mxico, Siglo XXI, 1974).
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1999), pg. 11767; Rafael Rojas, Isla sin n: Contribucin a la crtica del nacionalismo cubano
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10. George W. Stocking Jr., Victorian Anthropology (New York, Free Press, 1987), pg. 274
83.
11. Ibdem, pg. 30214.
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20. Ver George W. Stocking, American Social Scientists and Race Theory, 18901915
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