A Quc3a9 Debemos Ser Leales William Macdonald PDF
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William MacDonald
Ttulo en ingls: To What Should We Be Loyal?
William MacDonald
Editorial Discpulo
Apartado 202
LA IGLESIA LOCAL 16
CONCLUSIN 17
A QU DEBEMOS SER LEALES?
Qu piensas de la persona que dice: Mis padres fueron miembros de esta denominacin. Yo
nac en ella, y en ella morir?
Supongo que porque asume que su denominacin tiene la razn y que siempre la
tendr.
Pienso que no debera ser leal a ninguna denominacin, pues ninguna denominacin
es perfecta.
Aun suponte que rechazas por completo la idea de las denominaciones. Supongamos
que te renes con cristianos que rechazan todo nombre sectario. Supongamos, por ejemplo,
que estos se califican a s mismos con el nombre inofensivo de las asambleas. Buscan
adherirse a la enseanza de la Palabra. No deberas unir tu suerte a la suya permanentemente
y ser leal nicamente a ellos?
Te comprometes con un grupo que casi inevitablemente cambiar con el paso de los
aos. sta ha sido la historia de casi cada comunidad cristiana. Aparecen las tendencias
liberales. El celo y el estmulo dan paso al formalismo. Se desarrolla una jerarqua
denominacional. Pronto puede escribirse sobre todo esto la palabra Icabod la gloria ha
sido traspasada.
Aqu hay otro problema. Si mi lealtad es para con un grupo particular de iglesias
locales, cul debe ser mi actitud hacia otros grupos cristianos que quizs se asemejen ms en
algunas cosas al patrn del Nuevo Testamento? Cmo puedo evaluarlos? Les rechazo
simplemente diciendo: No estn entre nuestras asambleas? Les acepto o les rechazo en
base a si sus actividades estn en una de nuestras revistas?
Los cristianos deben ser enseados a examinar y probar todo por las Escrituras. Ellas
son nuestra nica autoridad. La cuestin no es: Qu cree don fulano? ni Cmo lo
hacemos en nuestras asambleas? sino: Qu ensea la Biblia acerca de esto?
Nuestra lealtad debe ser en primer y ltimo lugar, siempre al Seor y a los principios
de Su Palabra. Y nunca deberamos asumir ciegamente que un grupo de creyentes tiene el
monopolio de la verdad, o que se adhiere al Nuevo Testamento enteramente, o que est
inmune de deslizarse y desviarse.
Cada generacin debe guardarse del peligro de caer en las formas de pensar
denominacionales y sectarias. A travs de los siglos, ha habido grandes movimientos del
Espritu Santo en los que ciertas verdades han sido extradas de los escombros de la tradicin,
del formalismo y ritualismo. La primera generacin, esto es, aquellos que vivieron en el
tiempo de estos movimientos fueron inteligentes en lo concerniente a los principios de la
Escritura. Pero la segunda y tercera generacin han tendido a seguir el sistema rutinariamente
porque sus padres estaban en ello, y porque ellos mismos crecieron all. Ha habido un
deterioro de verdadera conviccin y ha aumentado la ignorancia de la base bblica del patrn
que se sigue.
En una asamblea neotestamentaria que est espiritualmente sana, los que estn en
comunin saben por qu estn all. No son de los que degustan sermones como si fueran
vinos, ni de los que siguen a los hombres, sino cristianos bien fundados en la verdad del
evangelio, y la de la Iglesia. Estn preparados para examinar y juzgarlo todo por la Palabra.
No se han entregado inalterablemente a ningn grupo o denominacin en particular. Si se
desarrollan tendencias que no son bblicas y que no honran al Seor, ellos buscarn la
direccin del Espritu Santo para unirse a la compaa de aquellos que se renen en
obediencia a la Biblia.
Una de las verdades ms obvias es la unidad del cuerpo de Cristo. Slo hay un cuerpo,
una iglesia, una asamblea (Ef. 4:4).
Porque es verdad, todos los creyentes son responsables de dar testimonio de esto. Al
reunirnos, deberamos darle una expresin prctica. Nada de lo que hacemos o decimos
debera negarlo.
Muchos cristianos ven claramente que las sectas y las denominaciones son una
negacin de la verdad del cuerpo (1 Co. 1:10-13; 3:3). Las sectas crean la impresin de que
Cristo est dividido, y son una mala representacin de la verdad de la Palabra de Dios.
Muchos de nosotros lo vemos claro, y desechamos nombres tales como bautista, luterano,
metodista o episcopal.
Pero no siempre vemos que cualquier nombre que nos separa de otros miembros del
cuerpo es divisivo y no escritural. Aun si tomamos un nombre bblico como hermanos, por
ejemplo, en el momento en que lo calificamos o lo escribimos con mayscula como un ttulo,
trasgredimos. Est tan mal identificarse algunos como Las Asambleas de Hermanos, Los
Hermanos de Plymouth, Los Hermanos Unidos, Los Hermanos Cristianos, Los
Hermanos Evanglicos, Los Hermanos Abiertos o Los Hermanos Exclusivos o
Cerrados, como lo es para otros el llamarse bautistas, presbiterianos o pentecostales.
Hermanos con la H mayscula implica que hay algunos creyentes que no son
hermanos, o que algunos son hermanos de una manera distinta. Omos que algunos preguntan:
Est entre los Hermanos? o que dicen con tristeza: Dej a los Hermanos. La verdad es,
por supuesto, que si es salvo, se cuenta entre los hermanos, y no puede dejar a los hermanos,
ya que el creyente est seguro eternamente.
Ciertamente es correcto que nos reunamos nicamente en el Nombre del Seor
Jesucristo, pero en el momento que nos llamemos los cristianos congregados nicamente en
el Nombre del Seor Jesucristo, queriendo decir que nosotros lo hacemos y otros no, camos
en el sectarismo.
Puede que alguien diga: Bien, cmo puedo distinguir mi asamblea de las otras
iglesias verdaderas y legtimas de mi ciudad o regin? La respuesta es, en lugar de llamarla
la asamblea de y poner el nombre de tu ciudad o regin, refirete a ella como la asamblea
que se rene en y pon el nombre de la calle o el edificio. As no niegas la unidad del
cuerpo.
Nunca debemos olvidar que todos los que en verdad hemos sido salvados, somos
cristianos, creyentes, hermanos, discpulos y santos y de la misma manera todos los que han
sido redimidos por la preciosa sangre de Cristo. Negar esto por cualquier forma de sectarismo,
denominacionalismo o exclusivismo es negar la verdad de la Biblia, y ser culpable de
carnalidad y orgullo.
Una segunda y gran verdad que debemos creer y afirmar es que todos los verdaderos
creyentes son miembros del cuerpo de Cristo, y por lo tanto, son miembros los unos de los
otros (1 Co. 12:12-26). Siendo esto as, es necesario que reconozcamos a todos los cristianos
como nuestros hermanos y hermanas.
Hacer esto no es siempre fcil. Los hombres han levantado muros. Muchas personas
son ms leales a su propia denominacin que al cuerpo de Cristo. No reconocen la unidad del
Espritu. Pero no todo el problema est con los dems. Aun en nuestros propios corazones, a
menudo est el deseo de ser distintos, pensando de nosotros mismos como si tuvisemos la
exclusiva en la verdad de la iglesia o en alguna otra verdad. A menudo encontramos difcil
entablar amistad con aquellos que no ven las cosas como nosotros. En lugar de gozarnos
cuando otros son guiados a cierta medida de verdad divina, somos propensos a magnificar las
maneras en las cuales ellos todava son diferentes a nosotros. Y con demasiada frecuencia
pleiteamos con ms amargura con aquellos cuyo orden de iglesia es notoriamente similar al
nuestro.
Cmo podemos, entonces, dar expresin prctica a la verdad de que todos los
creyentes genuinos son miembros del cuerpo de Cristo?
Ante todo, debemos amarles porque pertenecen a Cristo (1 Jn. 4:11). El hecho de que
difieran con nosotros en algn rea de doctrina o prctica no debe ser un impedimento para
amarles.
Debemos orar por ellos (1 S. 12:23). sta es una deuda que debemos a todos los hombres,
especialmente a aquellos que pertenecen a la familia de la fe.
Tercero, debemos buscar el compartir con ellos las verdades preciosas que Dios nos ha
mostrado en Su Palabra (2 Ti. 2:2).
Esto no significa que debemos adoptar una posicin deliberada de robar ovejas, esto
es, movindonos entre diferentes grupos evanglicos con el propsito especfico de sacar de
all a las personas para traerles a nuestra propia comunin. No hay nada en la Biblia que nos
llame a semejante actividad divisiva. Ms bien, en nuestro contacto individual con otros, y
dirigidos por el Espritu Santo, debemos ministrar a Cristo como el Centro de reunin de Su
pueblo. Debemos ensear: a todo hombre en toda sabidura, a fin de presentar perfecto en
Cristo Jess a todo hombre (Col. 1:28).
No slo debemos amar a los dems creyentes, y orar por ellos, y buscar edificarles,
sino que tambin debemos aprender de ellos (1 Co. 12:21). Es un error pensar que nosotros
tenemos toda la verdad y que no nos podemos beneficiar espiritualmente de los que estn
fuera de nuestra propia comunin. Cada miembro tiene algo que contribuir para el resto del
cuerpo. Cualquier barrera humana que impide que unos creyentes ayuden a otros creyentes es
contraria a la voluntad de Dios.
Debemos gozarnos siempre que Cristo sea predicado, ya sea que estemos o no de
acuerdo con los mtodos y motivos. Pablo escribi a los Filipenses: Algunos, a la verdad,
predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. Los unos anuncian
a Cristo por contencin, no sinceramente, pensando aadir afliccin a mis prisiones; pero los
otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. Qu, pues? Que no
obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me
gozo, y me gozar an (Fil. 1:15-18).
El hecho de que reconozcamos de esta manera a todos los creyentes verdaderos como
miembros del cuerpo NO quiere decir que adoptemos sus mtodos y prcticas. Somos
responsables de obedecer la Palabra de Dios tal como l nos la ha revelado. Podemos amar a
las personas sin amar el sistema en el que estn, ni ser parte de l. En lo que concierne a
nuestro propio camino, debemos ser intransigentemente obedientes a la Biblia. En lo que
concierne a otros creyentes, debemos ser pacientes y tolerantes en el buen sentido.
Una tercera verdad importante que debemos defender es que Cristo es la Cabeza de la
Iglesia (Ef. 5:23; Col. 1:18). Esto quiere decir que debemos mirarle a l para que nos dirija y
gue en los asuntos de la asamblea local.
Todos nos damos cuenta de que la verdad de la autoridad de Cristo como Cabeza es
negada cuando un papa, por ejemplo, afirma ser la cabeza de la iglesia en la tierra. Pero
debemos guardarnos contra el sutil error de pensar que cualquiera de nosotros tiene derecho
de encargarse de los asuntos de la asamblea. Es tan fcil hablar de la autoridad de Cristo como
Cabeza, y aun as maniobrar, presionar y confabular de una manera carnal para salirse con la
suya. En lugar de esperar en l en ayuno y oracin, aplicamos mtodos exitosos de negocios y
la sabidura de este mundo. Todo esto niega prcticamente la autoridad de Cristo como
Cabeza. Si Cristo es la Cabeza, entonces todo debe hacerse bajo Su control y gua.
Entonces llegamos a una cuarta verdad la verdad de que todos los verdaderos
creyentes son sacerdotes. En 1 Pedro 2:5-9, aprendemos que somos sacerdotes santos y reales.
Como sacerdotes reales anunciamos las virtudes de Aquel que nos llam de las
tinieblas a Su luz admirable (1 P. 2:9). Esto significa que cada creyente debe testificar de
Cristo, tanto por medio de su vida, como por sus palabras.
Como sacerdotes santos entramos en el santuario para adorar. Como sacerdotes reales
salimos al mundo a testificar.
Hay algunas iglesias locales que repudian el sistema clerical, negndose a tener lo que
podra llamarse un ministerio unipastoral. Pero si les pidieses a muchos de los cristianos de
estas iglesias una defensa escritural de su posicin, les sera difcil dar una respuesta. Por qu
es errneo tener un ministerio unipastoral en la asamblea local?
En segundo lugar, el sistema clerical generalmente ignora el propsito por el cual han
sido dados a la iglesia los dones de evangelistas, pastores y maestros. La funcin de estos
dones es perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificacin del cuerpo de
Cristo (Ef. 4:12). En otras palabras, el servicio cristiano no es la funcin de una clase especial
de personas, sino la responsabilidad de todos los creyentes. Slo mientras cada miembro lleve
a cabo su funcin, el cuerpo se desarrollar y madurar. La funcin de los dones enumerados
en Efesios 4:11 es perfeccionar a los santos, al punto de que sean miembros del cuerpo
maduros y que funcionen. As, estos dones particulares son ayudas temporales, no elementos
permanentes.
Cristo debe ser el Centro de la congregacin de Su pueblo (Mt. 18:20). Debemos ser
atrados por Su presencia, no por un hombre. Cuando los creyentes ven esto y actan as, la
asamblea local no necesita estremecerse porque un hombre se marche. La asamblea en la que
los cristianos se congregan a Cristo tiene fuerza, estabilidad y solidaridad.
Adems, ningn individuo puede proveer para la diversidad del ministerio que slo es
posible cuando el Espritu Santo tiene libertad para hablar a travs de diferentes hombres.
Debemos preocuparnos no slo de que el ministerio sea doctrinalmente correcto, sino tambin
de que haya una dieta equilibrada para el pueblo de Dios. La instruccin bblica es: Los
profetas hablen dos o tres, y los dems juzguen (1 Co. 14:29).
A menudo el ministerio unipastoral frena el desarrollo de los dones en una iglesia
local. Los dems no tienen la misma oportunidad para participar. Algunos ministros insisten
en confinar la mayora de la obra para s mismos; se resienten si otro se entromete en su
oficio. Pero aun donde no sea este el casoaun donde a los ministros les gustara ver a los
dems participandola misma naturaleza del sistema clerical desanima al llamado laico a
desarrollar los dones que Dios le ha dado.
Reconocemos que hay muchos grandes hombres de Dios en el sistema clerical, que
predican fielmente el evangelio, ensean la Palabra, y buscan pastorear al rebao de Cristo, y
Dios les est usando.
Y tambin nos damos cuenta de que es posible que alguien que no sea un clrigo tenga
el espritu clerical. En 3 Juan 9-11, por ejemplo, leemos de Ditrefes, que actuaba como un
tirano en una asamblea local.
Otra verdad vital que cada iglesia local tiene la obligacin de mantener y practicar es
la de la presidencia del Espritu Santo (Jn. 14:16, 26). Esto quiere decir que el Espritu Santo
es el Representante (Vicario) de Cristo en la iglesia sobre la tierra. l es al que se le debe
dejar guiar el pueblo de Dios en oracin, alabanza y adoracin. l debe tener libertad para
hablar a travs de siervos que l mismo escoge segn las necesidades espirituales del pueblo
de Dios.
Cuando el Espritu Santo tiene esta libertad para guiar, habr espontaneidad en la
enseanza, predicacin, adoracin e intercesin.
Muchos de nosotros reconocemos que el ministerio del Espritu Santo ha sido en gran
manera apagado por la introduccin de los rituales y la liturgia. El uso de oraciones escritas,
mensajes preparados para ciertos das del calendario eclesial, de un orden prescrito de
servicio que se debe seguir sin desviarseestas cosas ponen trabas al Espritu Santo en las
reuniones de la iglesia local.
A menudo hacemos a alguien ofensor por una palabra que haya dicho. Quiz un joven
creyente expresar su gratitud a Dios por haber muerto por l. Debe ser reprendido por esto?
Todos sabemos que Dios, el Padre no muri. Y sin duda el joven creyente tambin lo sabe.
Pero al estar consciente de que est participando pblicamente, tiende a expresarse
pobremente. Se le debera avergonzar por este primer, titubeante acto pblico de adoracin?
No es mejor or su sincera aunque imperfecta adoracin, que no oirla?
Hay otro principio en la Palabra de Dios que debera guiarnos respecto a la asamblea,
sabiendo que cada asamblea es independiente y responsable slo ante Cristo. No encontramos
en el Nuevo Testamento tal cosa como una denominacin, federacin de iglesias, agrupacin
regional o crculo de comunin. No hay sedes en la tierra, dirigiendo y ejerciendo autoridad
de ningn tipo sobre las asambleas locales. A algunos no les gusta este principio, porque no
va de acuerdo con lo que tienen organizado o quieren organizar.
La sede de la iglesia est donde est la Cabeza en el cielo.
Cada iglesia local debe evitar con cuidado todo y cualquier cosa que le lleve a un
control centralizado en la tierra.
La voluntad de Dios es que cada asamblea sea una unidad independiente, responsable
directamente al Seor Jess. Esto entorpece la extensin del error, y hace ms fcil que la
iglesia se oculte en tiempo de persecucin.
Ya hemos tocado brevemente el tema del papel de los dones en la Iglesia. Realmente,
cada creyente tiene algn don, alguna funcin especial en el cuerpo de Cristo. Adems hay los
dones especiales de servicio: evangelistas, pastores y maestros (Ef. 4:11). Los dos ltimos
fueron dados para ayudar a todos los santos a encontrar cual fuese su don y a ejercitarlo.
Fueron dados para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificacin del
cuerpo de Cristo. Por esto est claro que:
La obra del ministerio no es para una clase especial de cristianos, sino para todo el
pueblo de Dios.
Ahora esto hace que surja la pregunta: Cunto tiempo debera un don as
permanecer en la asamblea? Slo hay una respuesta posible a la pregunta tanto como les
cueste a los santos madurar para servir. Pablo slo estuvo en Tesalnica por tres das de
reposo (Hch. 17:2), y dej all una asamblea nativa que se apoyaba, gobernaba y
propagaba por s misma. Hasta donde sabemos, el mayor tiempo que pas en un lugar fueron
los tres aos que estuvo en feso (Hch. 20:31). Exactamente, la cuestin no es tanto el tiempo
que un hombre est en un lugar, sino ms bien cul es su propsito. Qu es lo que est
intentando hacer? est tratando de equipar a los santos para que luego ellos sigan solos?
LA IGLESIA LOCAL
Cundo una iglesia local es una verdadera iglesia neo-testamentaria? Es cuando son
verdaderos creyentes la mayora de los miembros? O aunque slo una minora sean
verdaderos creyentes? Lo es dondequiera que los cristianos se renan en el Nombre del
Seor? Qu cualifica a un grupo para ser considerado como una asamblea local?
Pero tambin tenemos una gran variedad de otras iglesias que s que reconocen a
Jesucristo como el nico Seor y Salvador. Unas son ms evanglicas que otras. Quin
puede decir dnde est la lnea que separa a aquellas que son iglesias neotestamentarias, de
las que no lo son? Dejmoslas al Seor. Nuestra responsabilidad es edificar segn el modelo,
esto es, dar una verdadera semejanza de la iglesia en nuestra propia asamblea local.
CONCLUSIN
A qu debemos ser leales? De nuevo enfatizamos en que debemos ser leales a las
Escrituras, y no a un sistema eclesial o crculo de comunin. En una poca de dejadez y desliz
espiritual, debemos constantemente examinar todo por la Biblia y actuar de acuerdo a Ella.
Habr un precio que pagar. Cuesta seguir los principios del Nuevo Testamento. Habr
reproche por parte del mundo y oposicin de otros cristianos. Pero nuestra responsabilidad
est clara. Debemos obedecer a Dios y dejar con l las consecuencias.