'Cuidados Paliativos' de José Antonio Llera
'Cuidados Paliativos' de José Antonio Llera
'Cuidados Paliativos' de José Antonio Llera
Cuidados paliativos
(Diarios)
The songs have changed; the unspeakable
has entered them
Louise Glck
liminar
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Escribir significa bautizarse con tentaciones de hierro. La
poesa, como el mejor pensamiento, se hace con imgenes: Mara
Zambrano, Eliot, Cirlot, Juarroz, Lezama Lima, Wallace Stevens,
Bash En El ladrn de bicicletas, de Vittorio de Sica, los persona-
jes abren bien los ojos buscando los vestigios de la bicicleta roba-
da, se pasean por un tumulto de bocinas, de manos, de herrum-
bre. El espectador remueve tambin con la mirada los objetos que
va mostrando una cmara que se desliza parsimoniosa. La mirada
une y desguaza, al mismo tiempo y cada vez.
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Para los indios hopi, una tribu de Arizona estudiada por Sapir
y Worf, el tiempo era esttico: no existan ni el presente, ni el
pasado, ni el futuro. As me gustara que fueran estos cuadernos.
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Las imgenes estn precedidas de unos segundos de publicidad:
el Capital precede a la muerte, seala as su orden de prelacin, la
relega. Lo ms inquietante sera preguntarse si el Capital explica la
muerte. Ese sera al menos su deseo inconsciente.
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Me he criado en una tierra en la que la palabra delicado era
sospechosa y siempre se usaba con carga peyorativa. Este nio
es muy delicado con las comidas, confesaban las madres malhu-
moradas a las amistades de la familia.
Qu hacer con los tiempos muertos en que los hijos estn dor-
midos? A qu dedicarlos?
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Mi padre tena el dorso de la mano derecha quemado. Un acci-
dente infantil una brasa le dej una cicatriz permanente que
l mostraba casi con orgullo. En La Odisea, Ericlea reconoce a Uli-
ses por una cicatriz en el muslo. Ayer me quem la mano en el
horno: una lnea fina y oscura rasg mi piel en el instante en que
toqu la bandeja metlica. La observo largo rato. En ella, a travs de
ella, he recordado y reconocido la cicatriz de mi padre, lo que hay
en m de l y que yo a veces no recuerdo o ignoro.
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su chfer y amante filipino. (Todo su cine es una potica del golpe,
de la sacudida). Barthes muere a consecuencia del atropello sufri-
do al cruzar una calle de Pars, a la altura del nmero 44 de la rue
des coles. La furgoneta de una lavandera lo embiste cuando sale
de comer con Franois Mitterrand. En el hospital le practican una
traqueotoma y ya nunca vuelve a recobrar el habla. (Su labor cr-
tica se resume en una operacin de incisin y corte). Hoy he ledo
en el peridico que Theo Angelopoulos ha fallecido a los 77 aos,
arrollado por una motocicleta en Atenas. Podra imaginarse el
plano secuencia de un hombre empujado por una mquina muda
y que no termina de precipitarse contra el suelo? Tendr razn
Pasolini cuando sostiene que la realidad es un plano secuencia in-
finito? Caminamos en pos de la realidad y sus vsperas (Aquiles a
lomos de la tortuga) por una secuela de aproximaciones.
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Reconozco que tendra difcil escribir una novela de formacin
(Bildungsroman) al estilo clsico. La percepcin de la belleza fue
en m una cualidad ms bien tarda, adolescente y no infantil. Re-
cuerdo que unos seoriales y elegantes pavos reales campaban a
sus anchas por el corral de grava de mi ta, en Balboa. Yo, en lugar
de detenerme a contemplar aquel arcoris de plumas, agarraba un
puado de piedras y se las lanzaba con tanta saa como puntera.
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Las manchas amarillas que le salen de repente a las almoha-
das, como si enfermaran de hepatitis. Mi mujer dice: Mira, esa
mancha amarilla. Por qu? Suea nuestra cabeza en humores
otoales? La respuesta es sencilla: es el color nicotnico de la an-
gustia.
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lgrimas de conmiseracin. Su cuada, deca, le ayud con la co-
secha de patatas y tema que ya no pudiera volver a ponerse en pie.
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Aprender la tabla de multiplicar en el patio de la calle Los Mr-
tires, al lado de la ribera Limonetes. La silla de madera sobre las
baldosas de terrazo salpicadas por pintas negras, la resistencia de
la mente infantil a dejarse dominar por los nmeros y sus rutas
glidas, por el reino del adulto. El padre que cruza y el nio a
solas, repitiendo sin parar el velorio de las multiplicaciones. Ante
esa obligacin inexcusable, para la que toda demora se hubiera
traducido en castigo o reprimenda, la realidad corrosiva de la luz
extremea, el amarillo y negro de las avispas (me picaron en la
frente, en el zancajo, en el dedo meique), las peleas de los gallos
en el corral cercado por la tela metlica. Mi resistencia a comul-
gar con la arbitrariedad de los signos, como si la fertilidad de mi
memoria quisiera distraerse apuntando hacia otro lugar, hacia el
verdor vivsimo del ficus, hacia la omnipotencia de la cactcea, es-
pinosa y recia. Repeta marcialmente la serie numrica, su afluen-
te estancado, pero me negaba a encarnarla. Reclinaba mejor mis
sentidos sobre el blanco mate del armario de la cocina sobre el
que mi madre haba dispuesto mi hucha, sobre la medicina para
la insuficiencia heptica que saba a fresa, sobre el trazo a tinta de
la estilogrfica hermossimo de mi cartilla mdica. Muchos
aos despus, nuestra tarea consiste solamente en poder rescatar
las mnimas hilachas de aquellas epifanas.
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manos Nosferatu, su perfil Nosferatu. Ser posible un expresio-
nismo del goce?
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ndice
liminar ......................... 9
i ..................................... 11
ii .................................... 33
iii ................................. 65
iv ................................... 85
v ................................... 113
vi ................................. 137
agradecimientos ..... 159