Adorno, Superstición de Segunda Mano
Adorno, Superstición de Segunda Mano
Adorno, Superstición de Segunda Mano
Theodor W. Adorno
Desde hace algn tiempo se han puesto en marcha en todas las partes del mundo ciertos
movimientos de masas cuyos seguidores actan manifiestamente en contra de sus intereses
razonables en cuanto a sustento y felicidad. No debe verse en ellos algo simplemente irracional,
falto de toda relacin con los fines objetivo-sociales o subjetivos del yo; pues semejantes
movimientos descansan menos en la renuncia a dichos fines que en exagerarlos y desfigurarlos:
son excrecencias malignas, a las que ha pasado la racionalidad de una praxis vital que amenaza
destruir el organismo social al tratar de perpetuarse a s misma en su mezquina figura. Lo que
durante un perodo aparece acontecer apoyado en las consideraciones ms razonables prepara
mltiplemente la catstrofe: as dispuso su propio ocaso y el de cuanto sobreviva de la antigua
Europa la taimada poltica de expansin de Hitler, durante muchos aos llena de xitos, por
virtud de su propia lgica. Incluso cuando naciones enteras se convierten al usufructo de la poltica
realista, en el resultado pueden descubrirse dudosos los motivos plausibles; y mientras que
accionan con precisin los clculos que sirven a los propios intereses, sigue siendo estrecha de
miras la conciencia del contexto trascendente en que estn envueltos, especialmente la de las
consecuencias para la totalidad social de la propia poltica realista. La irracionalidad no opera solo
ms all de la racionalidad: surge con el desarrollo sin miramientos de la propia razn subjetiva.
La investigacin social se ocupa del estudio de la dialctica accin recproca entre el momento
racional y el irracional. Ciertos mecanismos y esquemas no aprehensibles ni como adecuados a la
realidad ni como neurticos ni siquiera psicticos se han hecho objeto de una sociologa
entendida psicoanalticamente; llaman la atencin sobre estructuras del sujeto, sin que sea
posible, sin embargo, explicarlas mediante la psicologa sola. La predisposicin casi universal para
la irracionalidad hace presumir que aquellos mecanismos no actan nicamente en el crculo de la
poltica que, al menos, se presenta en la superficie como realista, sino tambin en otros cam-
pos, si bien no ms palpablemente; incluso all falta rara vez el momento de cercana a la realidad,
de pseudorracionalidad, por lo menos justamente en los movimientos que se ufanan de su propia
irracionalidad: el quimismo de los movimientos de masas sera analizable en ellos como en un tubo
de ensayo, en pequea escala y hasta determinado instante, ya que no habran asumido toda va su
fuerza amenazadora; todo mientras quede tiempo para aplicar a la praxis lo que se llegue a saber.
La astrologa es apta para servir de modelo caracterstico de tales movimientos. Ciertamente, no
hay que sobreestimar su importancia social directa; pero su contenido ha llegado a fusionarse con
el social. Lo propiamente oculto y la psicologa imaginada por Freud desempean slo un papel
limitado en la esfera de la astrologa organizada. De manera anloga a la distincin de Cooley entre
grupos primarios y secundarios, podra llamarse a la astrologa actual como fenmeno de masas
una supersticin secundaria o supersticin de segunda mano: rara vez se toma molestia alguna por
vivencias ocultas de personas singulares, pase lo que pase, con su sentido psicolgico, sus races o
su admisibilidad; antes bien, en la astrologa que se consume lo oculto ha fluido en una institucin,
est objetivado y socializado en enorme medida; y lo mismo que en las sociedades secundarias
los hombres no se encuentran ya en una relacin directa, no se conocen cara a cara, sino que
comunican entre s a travs de procesos mediadores extraos, como el trueque de bienes, los
hombres que responden a los estmulos astrolgicos parecen extraos a aquella fuente de
conocimientos que, segn dicen, se halla tras sus decisiones: participan en el supuesto secreto
mediante semanarios y revistas, de los que ste se hace pblico la consulta de astrlogos de
profesin sera en la mayora de los casos demasiado onerosa, y prefieren absorber de la prensa
las informaciones que compran sin comprobacin antes que apelar a ninguna clase de revelaciones
propias, por fantsticas que sean; son demasiado austeros para tal cosa. Se atienen a la astrologa,
ya que existe, y malgastan pocos pensamientos en legitimarla ante la razn con tal de que la
necesidad psicolgica concuerde en alguna medida con la oferta.
La lejana de la experiencia propia y lo confuso y abstracto del ocultismo comercializado consuenan
con un escepticismo slido, con una listeza que no tanto penetra con la mirada la irracionalidad
cuanto la completa. Los movimientos ocultistas modernos de la envergadura de la astrologa son
formas de una supersticin de pocas desaparecidas hace tiempo ms o menos artificialmente
resucitada; la receptividad correspondiente se mantiene viva hasta hoy por razones sociales y
psicolgicas, pero los contenidos recalentados son incompatibles con el nivel alcanzado por la
ilustracin universal; pues el aspecto anacrnico de la supersticin de segunda mano le es esencial
a sta: colorea la conducta de astrologa, sin menoscabar, por lo dems, su efecto.
Puede objetarse que la adivinacin organizada ha constituido desde tiempo inmemorial una
supersticin de segunda mano; la divisin del trabajo, que reservaba los misterios para los
arspices, los haba separado a lo largo de milenios de toda experiencia primaria, y siempre se les
ha asociado el momento de lo fraudulento con que juega la frase latina sobre la risa augural. Pero,
como la mayora de los argumentos que quieren desacreditar el inters por lo especficamente
nuevo de un fenmeno, esta objecin es a la vez verdadera y falsa en cuanto que se vuelve una
nueva cualidad por virtud de la produccin y reproduccin en masa. En etapas anteriores la
supersticin era el intento de costumbre, torpe de despachar cuestiones que entonces no
hubiera sido posible resolver de un modo distinto y ms razonable; la qumica se desgaja de la
alquimia, y la astronoma, de la astrologa, relativamente tarde. Pero hoy el estado del progreso en
las ciencias de la naturaleza, por ejemplo en la astrofsica, contradice crasamente las creencias en
la astrologa; y quien tolera ambas, una junto a otra, o intenta incluso reuniras, ha efectuado ya
una regresin intelectual que en otro tiempo no era necesaria. Por consiguiente, es de suponer
que existan fortsimas necesidades instintivas que permitan a los hombres seguir entregndose a la
astrologa o hacerlo de nuevo. Mas es preciso acentuar su carcter secundario, porque en su
pseudorracionalidad, que destaca un ajuste a las necesidades reales simultneamente calculador e
inane, est latente la de los movimientos totalitarios; la austeridad y la extremosa imparcialidad
para con la realidad del material astrolgico caracterstico, la ascesis frente a las ms leves
reminiscencias de lo sobrenatural, marcan su fisiognmica: la tendencia a la autoridad abstracta se
somete a la pseudorracionalidad.
Investigaremos la columna astrolgica de un gran diario americano, Los Angeles Times, un
peridico republicano de derechas. En 1952-53 se recogi en su integridad el material
correspondiente a tres meses y se someti a un conten anlysis o interpretacin de su contenido
como la que ha sido perfeccionada como procedimiento propio en lo que respecta a la
comunicacin de masas, en particular a partir de las iniciativas de H. Laswell'; pero con la
diferencia frente al mtodo lasweliano de que no se ha llevado a cabo una cuantificacin: no se
seala la frecuencia de los diversos motivos y formulaciones en tal columna. Por lo dems, el
anlisis cuantitativo puede rehacerse fcilmente con material alemn: la infeccin astrolgica es
internacional; las columnas astrolgicas de los peridicos alemanes han tenido que imitar a las
americanas, y, en todo caso, las diferencias que apariecesen podran indicar algunas cosas
pertinentes para la sociologa cultural comparada. Ha de bosquejarse un concepto de la excitacin
a que quedan expuestos los presuntos adictos a la astrologa merced a semejantes columnas
periodsticas, y se harn destacar los efectos conforme a los cuales se calculan es de suponer que
hbilmente tales estmulos. Para la eleccin del material ha sido decisivo que, verosmilmente, la
astrologa tenga la mxima adhesin entre los prcticos de la supersticin manipulada; sin duda, la
pseudorracionalidad de la seccin no deja aparecer los aspectos psicticos tan estridentemente
como en otras muchas publicaciones sectarias: no se tocan inmediatamente las capas ms
profundas e inconscientes del neo-ocultismo, sino que los hallazgos conciernen a la psicologa del
yo y los determinantes sociales. El inters principal es, incluso, la pseudorracionalidad: la zona cre -
puscular entre el yo y el ello, entre la razn y el delirio. Pero si el anlisis de las implicaciones
sociales desdease las capas inconscientes o semiconscientes, marrara los estmulos mismos, que
de antemano slo tienden hacia lo inconsciente ya racionalizado: las finalidades que se ha llan en la
superficie se encuentran mezcladas frecuentemente con satisfacciones vicarias inconscientes. En el
campo de las comunicaciones de masas no puede identificarse sin ms lo que se dice de modo no
manifiesto, la intencin oculta la ensoacin latente, en sentido freudiano, con lo
inconsciente: tales comunicaciones se dirigen a una capa intermedia, ni enteramente abierta ni del
todo reprimida, emparentada con la zona de la ilusin, del guio de ojos y del t me entiendes.
El efecto de la columna astrolgica sobre la situacin intelectual y psquica de hecho del lector slo
puede suponerse hipotticamente, aunque es probable que los autores de semejantes textos
sepan con quin se las tienen: ellos tambin han de proceder de acuerdo con la mxima de que es
preciso guiarse por el gusto de los clientes, aun cuando, con todo, el producto contina siendo el
espritu de aquellos que lo empollan y lanzan. Pues no ha de descargarse de responsabilidad a los
manipuladores para cargrsela a los manipulados; es preciso guardarse de considerar los
horscopos slo como un espejo del lector; mas, a la inversa, tampoco pueden sacarse
conclusiones sobre el espritu objetivo la psicologa de quienes los preparan. Los horscopos
son esencialmente resultado de un clculo y expresin, en todo caso, de unos y otros; el lenguaje
de la columna no es del autor, sino que est cortado a la medida necesaria para ser ledo y
entendido. Por otra parte, lo que ha de interpretarse es la textura en su totalidad, no slo los
detalles que en ella estn entretejidos de modo ms o menos mecnico; as, las innumerables
alusiones a las relaciones familiares de una persona que haya nacido bajo un signo determinado
obran, consideradas aisladamente, en forma trivial e inocua; pero su valor de posicin en el
conjunto total indica muchsimo ms.
El horscopo diario del Los Angeles Times se preocupa, como el peridico mismo, en su conjunto,
por la respetabilidad. Se es parco en declaraciones de una supersticin agreste. El irracional
principio dominante se mantiene en segundo trmino: sin ms explicacin, se supone que las
predicciones y consejos se deben a los astros, pero faltan otros detalles especficamente
astrolgicos, exceptuados los doce signos del Zodaco; se evita la jerga profesional astrolgica, as
como discursos siniestros sobre catstrofes inminentes o la cercana del fin del mundo. Cuanto se
aduce suena a slido y sentado; la astrologa se trata deliberadamente como algo establecido de
una vez para siempre y socialmente reconocido en cuanto una parte indiscutible de la cultura. Los
consejos prcticos rara vez van ms all de aquello con que se tropieza uno en otras columnas que
gozan de un favor parecido, las que se consagran a las llamadas human relations o, ms
popularmente, a la psicologa; la nica diferencia para con stas es el gesto de silenciosa
autoridad mgica con que el escritor expone su sabidura, que no guarda reh- cin alguna con el
banal contenido de sta; pero tal discrepancia tiene sus razones: debido a su origen apcrifo, los
consejos que adoptan un ademn razonable son eficaces nicamente si se subrayan con autoridad,
y la columna parece estar convencida de que obligar a sus lectores a entrar por el camino de lo
plenamente razonable. (El momento autoritario se encuentra tambin a cada paso en la psicologa
multitudinaria de los peridicos, slo que all la autoridad es la del experto y no la del mago, en
tanto que ste se siente hablar en el horscopo como el experto se fuerza por hacerlo.) Sin
embargo, no se mete en nada tan tangible como los dogmas teolgicos; el principio rector se pinta
si es que se hace a modo de una cosa, como algo impersonal, y el horizonte es el de un
sobrenaturalismo naturalista; el inexorable anonimato, la acfala sentencia del abstracto
fundamento del destino, se mantiene en la amenaza subterrnea a la que se adhiere el consejo
que inspira; y el razonamiento astrolgico no pregunta por la conexin entre ambas y la fuente
misma: sigue siendo un vaco innominado. En esto se refleja la irracionalidad social, la opacidad y
aza- rosidad del todo para el individuo aislado; no solamente las personas ingenuas tratan en vano
de averiguar hasta el fondo las consecuencias para su propia existencia de la disposicin de la
totalidad, que est organizada a fondo y, sin embargo, no es consciente de s misma, sino que los
antagonismos objetivos aumentan como tales hasta lo inconcebible, amenazando a la
enmancipada tcnica, que vala de ratio de todo esfuerzo; y sta, partiendo del medio de mejorar
la existencia, se dispone a mudarse en el fin en s de su negacin absoluta. A quien quiera sobre -
vivir bajo la presente sinrazn objetiva del todo le conviene el intento de aceptarla simplemente,
sin asombrarse mucho por absurdos como el del veredicto de los astros que no son sujetos; sera
incmodo y no solamente por causa del esfuerzo intelectual penetrar racionalmente, pese a
todo, la situacin. Y la astrologa muestra estar verdaderamente conjurada con esta misma: cuanto
ms aparezca a los hombres el sistema de su vida como un hado que los rige ciegamente y se
impone frente a sus voluntades, de mejor gana se pondrn en relacin con las estrellas, como si la
existencia adquiriese de este modo dignidad y justificacin; al mismo tiempo, la ilusin de que los
astros enven consejos disminuye el miedo ante la inexorabilidad de los procesos sociales, con tal
de que sea posible leer aqullos; miedo guiado y explotado por los portavoces de los astros. El
aliento que las implacables estrellas brindan con sus decretos acaba en que solamente quien se
conduce razonablemente quien somete a un control completo tanto su vida interior como 'a
exterior tiene alguna posibilidad de cumplir las irracionales y contradictorias exigencias de la
existencia; lo cual quiere decir, empero: merced a adaptarse. La discrepancia entre los momentos
racionales e irracionales en la construccin del horscopo es el eco de la tensin existente en la
realidad social misma; y ser razonable no significa en sta poner en cuestin las condiciones
irracionales, sino sacar el mayor partido posible de ellas.
Sin duda alguna, en el horscopo no osa aparecer por las claras un momento propiamente
inconsciente, que tal vez sea decisivo. La condescendencia con las pretensiones de la astrologa
puede muy bien proporcionar a sus exce- sivamente dciles consumidores un sustitutivo del placer
sexual pasivo, y entonces ocuparse con la astrologa sera algo primario, a saber: entregarse al vigor
de un ser de fuerzas infinitamente superiores. Pero la fuerza y el vigor, los atributos de la imago
paterna, aparecen en la astrologa estrictamente aislados de todo recuerdo de la personalidad: el
trato con los astros como smbolo de una unin sexual es el disfraz, casi irreconocible y por ello
tolerado, de la relacin fulminada por tabes con la omnipotente figura del padre; trato que
se permite porque aquella unin ha abandonado todo lo humano. Y cabe explicar las fantasas
sobre el fin de' mundo y el Juicio final a que se abandonan las secciones astrolgicas menos pre -
cavidas a partir de aquel momento sexual; en ellas puede hacerse visible la ltima huella del
sentimiento individual de culpabilidad, tan oscura como su libidinoso origen. Los astros significan
el sexo sin amenaza; se imaginan como todopoderosos y al mismo tiempo se encuentran en una
lejana inalcanzable, ms inalcanzable todava que las figuras narcisistas del caudillo de la
Psicologa de las masas y anlisis del yo, de Freud.
Como numerosas revistas especializadas se dirigen a los adeptos, el astrlogo periodstico, que
escribe para el da, se ve a s mismo enfrentado con un pblico de lectores delimitados menos
tajantemente, y por ello, es de suponer, mucho ms numeroso y con los intereses y cuidados ms
divergentes. El consejo tiene que ofrecer ya de por s al lector algo semejante a una ayuda y
confortacin vicarias, pues en lo ntimo apenas esperan aqullos que el que escribe el horscopo
pueda ayudarles verdaderamente. No de modo muy distinto al demagogo, que promete algo a
cada uno y ha de averiguar qu es lo que en aquel momento agobia ms a sus oyentes, el
astrlogo periodstico no conoce a las personas singulares para las que escribe, ni sus deseos o
quejas particulares; mas la autoridad en cuyo nombre habla le obliga a actuar como si las
conociera a todas y como si la constelacin de las estrellas dispensara una respuesta suficiente e
inequvoca. Por un lado, no puede permitirse desengaar a sus lectores haciendo ver que en
ningn caso afirma nada irrevocable, y por otro, no le es posible comprometer con
manifestaciones excesivamente insensatas la autoridad mgica en que se apoya su valor de venta;
por tanto, se encuentra ante la cuadratura del crculo: tiene que aceptar un riesgo y, a la vez,
limitar a un mnimo el peligro de ser cogido por l; y ello le remite a locuciones y estereotipias
rgidas. As, se emplean frecuentemente expresiones como Siga su inspiracin o Demuestre su
aguda inteligencia, que sugieren que el que escribe sabe exactamente, sin duda merced a una
intuicin astrolgica, qu clase de persona es aquel individuo singular que ha ledo casualmente el
horscopo o qu persona era en un instante determinado; pero aquellas determinaciones,
aparentemente especficas, se han mantenido ingeniosamente, al mismo tiempo, en tal
generalidad que parecen referirse en cierto modo a todos en todo instante; el escritor se
desembaraza de su apora gracias a la pseudoin- dividualizacin. Hemos de admitir, por lo dems,
que solamente con trucos anlogos a ste no se allanan las dificultades del astrlogo periodstico.
Por regla general tiene que estar tan familiarizado con los conflictos tpicos de la sociedad moderna
como con las recetas prcticas caracterolgicas. Construye una serie de situaciones normales por
las que pueda pasar la gran mayora de sus seguidores. Ante todo, tiene que descubrir problemas
que el lector no pueda dominar con sus propias fuerzas, de modo que otee en busca de ayuda del
exterior; y son especialmente apropiadas las cuestiones que no sea posible resolver
razonablemente, situaciones aporticas en las que pueda encontrarse cualquiera; su irracionalidad
corresponde a la de los manantiales astrolgicos, y la oclusin hace madurar la esperanza en una
intervencin salvadora desde arriba. Sin embargo, el escritor que especula sobre ello tiene que
expresarse de un modo tan vago que incluso las afirmaciones errneas consuenen con las
circunstancias de la vida del lector y no queden desmentidas demasiado fcilmente; con lo cual el
astrlogo se aventura en un proceder bastante resbaladizo. Las personas que de algn modo son
proclives al ocultismo estn habitualmente dispuestas a integrar en su propio sistema de referencia
las informaciones que van buscando, ya sean oportunas o no; y al escritor de horscopos le est
permitido explayarse impune en la medida en que se acomoda hbilmente a las necesidades y los
deseos de sus lectores; pero cuenta con expectativas tan intensas que no necesita temer su
confrontacin con la realidad, con tal de que aqulla tenga lugar en el medio del puro
pensamiento, sin exigir al lector que saque ninguna consecuencia prctica firme. El escritor
distribuye satisfacciones imaginarias a manos llenas: tiene que ser lo que en americano se llama un
homespun philosopher 1. La desconcertante semejanza entre el horscopo periodstico y sus
contrapartidas psicolgicopopulares se explica teniendo en cuenta el conocimiento del mercado
que tienen unos y otros y lo emp- rico-caracterolgico. Pero la psicologa del horscopo, no menos
que la popular, se distingue ante todo de la autntica psicologa por la orientacin en que dirige al
lector; aqullas refuerzan incesantemente su actitud defensiva en lugar de trabajar por liquidarla, y
andan jugando a los dados con la inconsciencia y con la presciencia en lugar de elevarse a la
consciencia.
El narcisismo se fomenta muy n especial. Si el astrlogo del diario olfatea las cualidades y los
albures de sus lectores, los presenta como personalidades extraordinarias y arriesga sandeces tales
que apenas puede creerse que los ms necios sean capaces de tomarlas por oro de ley; pero quien
las escribe especula con los potentes recursos libidinosos de la vanidad, y cualquier medio de
producir complacencia es bueno para l. En segundo trmino se encuentra el miedo que ms o
menos encubiertamente sugiere al lector, pues ha de sostenerse la idea de que cada uno est
amenazado por algo; de otro modo se echara a perder la necesidad de ayuda. Por consiguiente, la
amenaza y la proteccin estn entremezcladas tan ntimamente como en muchas enfermedades
mentales. Desde luego, el momento amenazador se da meramente a entender, pues si no fuese as
Literalmente, filsofo hecho en casa (en el sentido en que se dice de un jersey que est hecho en casa). (N. del T.)
1
el lector sufrira un choque que espera del horscopo menos que de nadie; por ejemplo, el peligro
que se aguarda de perder el puesto queda mitigado en el horscopo a un conflicto solucionable
con los jefes o a un pequeo disgusto en el empleo; y en el material analizado no se mencionan ni
una sola vez ni un aviso de despido ni una cesanta. Por el contrario, los ac cidentes de trfico estn
muy favorecidos: no afectan al narcisismo del lector, son algo exterior a l en lo que cae casi sin
hacer nada, una mala suerte inanimada; por lo cual tampoco la opinin pblica suele estigmatizar
como delincuentes a los infractores de las reglas del trfico. Mas tales accidentes incorporan, al
mismo tiempo, una intencin central del horscopo: justamente la de que para traducir en una
advertencia presentimientos supuestamente irracionales sea preciso ser razonable. Se recurre a las
estrellas para investir de fulgores y peso exhortaciones inocuas y benvolas, pero sumamente
triviales, como la de conducir cuidadosamente; con las conminaciones aisladas y emitidas
seriamente, del tipo de que se comporte uno con especial circunspeccin en un da determinado,
si se quiere que no se caiga en un peligro restalla el ltigo, pero slo como intimacin
recordatoria; y el provecho psquico que el lector debe sacar de todo esto reside, aparte de la
posibilidad de una satisfaccin inconsciente del instinto de destruccin mediante la misma
amenaza que se le ha sealado, en la promesa de ayuda y alivio por una instancia sobrehumana.
Frente a ella, el sumiso se evita tener que comportarse como un ser autnomo: puede estar
tranquilo de que el destino le descarga de todo; y se le engaa respecto de su propia
responsabilidad. El horscopo se dirige a lectores que son o se sienten dependientes: supone la
debilidad del yo y la impotencia social real.
Supone adems, implcitamente, que todas las dificultades que provengan de las relaciones
objetivas, ante todo las econmicas, pueden vencerse simplemente por medio de la iniciativa
privada y la intuicin psicolgica: la psicologa popular se convierte en el opio social; se le da a
entender al hombre que el infortunio es cuestin suya y que el mundo mismo no va tan mal. El
horscopo modifica astutamente la idea de dependencia y debilidad universales en la que l
mismo ha afianzado al lector: por un lado, los poderes objetivos tienen que hacerse residir ms all
de la esfera de la conducta y de la psicologa individuales, tienen que sustraerse a toda crtica se
tratar de seres de dignidad metafsica; por el otro, no hay nada que temer de ellos con tal de
que se sigan las constelaciones indicadas objetivamente, con tal de que se ejerciten la sumisin y la
adaptacin. De este modo se disloca el peligro sobre el individuo, mientras que, por otra parte, se
adjudica el poder al impotente, a cuyo su- perego apela sin interrupcin el astrlogo. Y la invitacin
constante a criticarse a s mismo, y no a las condiciones dadas, corresponde a un aspecto del
conformismo social, en cuyo megfono se convierte, en definitiva, el horscopo; pues si las notas
individuales que ste entresaca no dejan de apuntar, por muy dbil y plidamente que sea, a una
totalidad defectuosa, los consejos que uno encuentra procuran sin demora remendar de nuevo lo
existente. La irracionalidad del destino que prescribe todo y de los astros que prometen ayuda es
el velo de la sociedad, que simultneamente amenaza y sustenta a la persona singular. Las
embajadas del horscopo no anuncian sino el statu quo: reiteran las demandas que la sociedad
impone sin ms ni ms sobre el singular para que funcione. Conjura incesantemente a aquellos
sobre los que descarga a ser razonables: en suma, slo se tolera lo irrazonable, las necesidades
inconscientes, por mor de la razonabilidad, con lo cual el singular, satisfecho a medias, se hace con -
formista con ms facilidad an. El horscopo propaga el chato common sense, actitud que, no
empaada por duda alguna, acepta y reconoce los valores presentados; la validez del principio de
la competencia minado desde el punto de vista econmico desde hace largo tiempo estara
fijada y sera inmutable, y la nica medida es el xito. Cuando no tenga responsabilidad est
prohibido, hasta lo caprichoso y lo juguetn. La expresin peyorativa fbrica de sueos, que en
las esferas mismas de la industria del cine se aplica hace tiempo afirmativamente, enuncia slo una
verdad a medias: pues en todo caso conviene al contenido onrico manifiesto, mientras que lo
que el sueo sinttico quiere irrogar al proveedor, lo que la pelcula encierra jeroglficamente, eso
no est hecho en modo alguno de la madera de los sueos. Tampoco la astrologa administrada
sirve a sus adeptos nada a que no estuvieran ya habituados por su experiencia cotidiana y que no
se les propinara, ya consciente, ya inconscientemente, da por da. La sentencia S el que eres se
convierte en una mofa: los estmulos manipulados socialmente perpetan la situacin espiritual ya
producida sin plan alguno. Pero las fatigas tautolgicas no se desperdician. Freud ha acentuado lo
inseguro que es el efecto de los mecanismos psicolgicos de defensa: bien porque se rechace el
impulso hacia la satisfaccin o bien porque se difiera, rara vez se le puede mantener bajo mando
con confianza, sino que tiende a estallar, pues incluso aquella racionalidad que decreta el fracaso
que aqu y ahora como garanta de una consumacin ms duradera y plena en el futuro es
bastante problemtica: la ratio defrauda una y otra vez acerca de la dicha aplazada no es tan
racional como su pretensin. De aqu el inters por martillear sobre los hombres
incansablemente ideologas y modos de comportamiento que, por lo dems, los han conformado
tempranamente y con los cuales, sin embargo, jams pueden llegar a identificarse por completo;
de aqu tambin su prontitud para agarrarse a panaceas irracionales en una situacin global que ha
destruido la confianza en la fuerza de la propia razn y de la posible razn de la totalidad, sin que,
pese a todo, los sujetos, puestos en entredicho, sean capaces de ver claramente hasta el fondo de
la irracionalidad.
La columna del horscopo, que mantiene a sus lectores en la minora de edad, no olvida que las
vivencias de stos le dan un constante ments; ciertamente, sale a su encuentro construyendo a
aquel a quien apostrofa como alguien a la vez importante y dependiente; pero esto solo no basta:
los conflictos impulsivos deben traslucirse, si es que la columna no ha de perder todo inters. Los
contrapuestos deberes y necesidades del lector se mantienen en equilibrio mediante la disposicin
formal de la columna y precisamente en su medio propio, el tiempo. La astrologa pretende leer en
las estrellas lo que ha de acontecer en la tierra, lo cual quieer decir, en el lenguaje del consumo
astrolgico de hoy, informar de lo que un da determinado, a una hora determinada, es oportuno
hacer o habra que evitar; el astrlogo pone en relacin frecuentemente un da entero con una
constelacin fundamental nica, con la cual se notifica in abstracto la primaca del tiempo; pero
tambin se trasponen al medio del tiempo los conflictos potenciales, atribuyendo a ste el papel
de rbitro. Y la tcnica de reducir a un comn denominador postulados contradictorios es tan
sencilla como ingeniosa: lo contradictorio se distribuye sobre momentos distintos en la mayora
de los casos, del mismo da, para lo cual se utiliza el modelo real de trabajo y ocio o el de la
existencia pblica y la privada, que el horscopo hipostasa como si expresase una dicotoma
natural, y se da secretamente a entender que basta no descuidar el instante debido para que se
resuelvan todas las dificultades en caso contrario se ha chocado con el ritmo csmico. Por lo
regular, se trata a la maana, en la que cae el trabajo principal del da, como el intervalo temporal
que astralmente representa el principio de la realidad y del yo; en cambio, la tarde, que en general
contiene de hecho cierto tiempo de ocio, responde a las figuras toleradas del principio del placer
pues deben gozarse lo que el horscopo llama las alegras sencillas de la vida, o sea, por lo
pronto, las satisfacciones que proporcionan los medios de masas. De este modo se logran las
soluciones aparentes de la columna: el o esto o lo otro de placer y privacin se metamorfosea en
primero esto, luego lo otro si bien el placer se ha convertido en algo distinto del placer, a saber:
en mera retribucin del trabajo, y, a la inversa, ste es slo el precio de la diversin.
De acuerdo con el convenu burgus Work while you work, play while you play , el trabajo y la
diversin se mantienen en cajones uno al lado del otro: los impulsos y los sentimientos no deben
distraer de la actividad seria y racional, y ninguna sombra de deber ha de turbar el descanso; de