El Odio en La Contratransferencia PDF

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El odio en la contratransferencia (1947)

Basado en un escrito ledo ante la Sociedad Psicoanaltica Britnica, el 5 de febrero de


1947.

En el presente escrito deseo examinar un aspecto del tema de la ambivalencia, a saber,


el odio en la contratransferencia. Creo que la tarea del analista (llammosle investigador)
que emprende el anlisis de un psictico se ve seriamente influida por este fenmeno y
que el anlisis de los psicticos se hace imposible a menos que el odio del propio
analista sea consciente y bien delimitado. Esto equivale a decir que un analista debe
someterse a anlisis l mismo, pero al mismo tiempo afirma que el anlisis de un
psictico es molesto en comparacin con el de un neurtico, y que lo es por su propia
naturaleza. Aparte del tratamiento psicoanaltico, la direccin del caso de un psictico
resulta pesada por fuerza. De vez en cuando he hecho algn comentario crtico acerca
de las tendencias de la moderna psiquiatra, con sus tratamientos demasiado fciles a
base de shock elctrico y con sus leucotomas demasiado drsticas (Winnicott, 1947,
1949). Debido a estas crticas que he expresado me gustara ser el primero en reconocer
la extrema dificultad inherente a la tarea del psiquiatra, y en especial de la enfermera
mental. Los pacientes locos son siempre, por fuerza, una pesada carga emocional para
quienes cuidan de ellos. Hay que perdonarles, pues, si a veces hacen cosas terribles. Sin
embargo, esto no significa que debamos aceptar lo que hagan los psiquiatras y
neurocirujanos, considerndolo bueno con arreglo a los principios de la ciencia. Por
consiguiente, si bien lo que sigue se refiere al psicoanlisis, en realidad es valioso para el
psiquiatra, incluso para aquel cuyo trabajo no lo lleve en modo alguno a establecer con
los pacientes una relacin de ndole analtica. Para ayudar a quien practica la psiquiatra
general, el psicoanalista no debe limitarse a estudiar para l las fases primitivas del
desarrollo emocional del individuo enfermo, sino que tambin debe estudiar la naturaleza
de la carga emocional que el psiquiatra sobrelleva cuando realiza su labor. Tambin el
psiquiatra necesita comprender lo que nosotros, los analistas, llamamos
contratransferencia. Por mucho que quiera a sus pacientes, el psiquiatra no puede evitar
odiarlos y temerlos, cuanto mejor sepa esto, menor ser la incidencia del odio y el temor
en su conducta respecto de los pacientes.

Los fenmenos de la contratransferencia podran clasificarse de la siguiente manera:


1. Anormalidad en los sentimientos de contratransferencia, y relaciones e identificaciones
fijas que se hallan bajo represin en el analista.
2. Las identificaciones y tendencias correspondientes a las experiencias personales del
analista y a su desarrollo personal y que aportan el marco positivo para su labor analtica
y que hace que la ndole de su trabajo difiera del de cualquier otro analista.
3. De estas dos distingo la contratransferencia -verdaderamente objetiva o, si esto resulta
difcil, el amor y odio que siente el analista como reaccin ante la personalidad y el
comportamiento del paciente, contratransferencia basada en la observacin objetiva.

Sugiero que si un analista debe analizar a psicticos o antisociales, debe ser capaz de
ser tan plenamente consciente de la contratransferencia como para separar y estudiar
sus reacciones objetivas ante el paciente. El odio se halla incluido entre ellas. Los
fenmenos de la contratransferencia a veces revestirn importancia en el anlisis. Pienso
que el paciente solamente puede apreciar en el analista aquello que l mismo es capaz
de sentir. En lo que hace a las motivaciones: los obsesos tendern a pensar que el
analista hace su labor de una manera ftil y obsesiva. Un paciente hipomaniaco que sea
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incapaz de estar deprimido, excepto en un fuerte cambio de estado anmico, y en cuyo


desarrollo emocional la posicin depresiva no haya sido totalmente conquistada, de
manera profunda, ni una que no pueda sentir culpabilidad, inquietud o responsabilidad,
este hipomanaco es incapaz de ver en el trabajo del analista un intento por parte de ste
de hacer una reparacin con respecto a sus propios sentimientos de culpabilidad (los del
analista). Un paciente neurtico tender a ver al analista como ambivalente respecto del
paciente, as como a esperar que el analista d muestras de una escisin entre el odio y
el amor; cuando tiene suerte, este paciente obtiene amor, ya que alguna otra persona es
quien estar recibiendo el odio del analista. No habra que deducir, pues, que si un
psictico se halla en un estado donde coinciden el odio y el amor en los sentimientos,
entonces experimenta una profunda conviccin de que el analista tambin es solamente
capaz del mismo estado, brutal y peligroso, de coincidencia del amor y del odio?
Suponiendo que el analista mostrase su amor, con seguridad matara al paciente en el
mismo momento.

Esta coincidencia del odio y del amor es algo que, caractersticamente, se repite en el
anlisis de los psicticos, dando pie a una serie de problemas de direccin que
fcilmente pueden agotar los recursos del analista.
Esta coincidencia del odio y del amor a la que me estoy refiriendo es algo distinto del
componente agresivo que complica el impulso amoroso primitivo, e implica que en la
historia del paciente se produjo un fallo ambiental en el momento en que aparecieron los
primeros impulsos instintivos en busca de objeto. Si al analista se le van a imputar una
serie de sentimientos en bruto, entonces lo mejor es prevenirle para que se disponga a
ello, ya que debe tolerar que se le coloque en aquella posicin. Ante todo, no debe negar
un odio que realmente existe en l mismo. El odio que est justificado en el marco
existente debe ser separado y mantenido en reserva, disponible para una eventual
interpretacin. Para poder analizar pacientes psicticos debemos haber llegado a lo ms
primitivo de nosotros mismos, y esto no es sino otro ejemplo del hecho de que la
respuesta a muchos problemas oscuros del ejercicio del psicoanlisis yace en un mejor
anlisis del analista. (La investigacin psicoanaltica tal vez sea siempre, en cierta
medida, un intento por parte del analista de llevar la tarea de su propio anlisis ms all
de lo que podra llevarla su propio analista.) Una de las principales tareas de cualquier
analista consiste en mantener la objetividad ante todo lo que le presente el paciente, y un
caso especial de esto es la necesidad del analista de poder odiar objetivamente al
paciente. Acaso en nuestra labor analtica no se presentan numerosas situaciones en
las cuales el odio del analista se justifica? Uno de mis pacientes, preso de una fuerte
obsesin, me result casi odioso durante algunos aos. Ello me haca sentir culpable
hasta que el anlisis dobl determinada esquina y el paciente se me hizo agradable;
entonces me di cuenta de que el desagrado anterior haba sido un sntoma activo e
inconscientemente determinado. Realmente fue para m un da maravilloso cuando
mucho mas adelante pude decirle al paciente que yo y sus amigos nos habamos visto
repelidos por l, pero que l estaba demasiado enfermo para que as se lo dijramos.
Aqul fue tambin un da importante para l, un tremendo avance en su ajuste a la
realidad. Durante el anlisis ordinario el analista no tiene ninguna dificultad en controlar
su propio odio, que permanece latente. Lo principal, por supuesto, es que a travs de su
propio anlisis se haya librado de las vastas reservas de odio inconsciente perteneciente
al pasado y a conflictos internos.
Hay otras razones por las cuales el odio no es expresado ni incluso sentido.

El anlisis es la profesin que he elegido, la forma en que a mi modo de ver afrontar mi


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propia culpabilidad, la forma en que puedo expresarme constructivamente. Me pagan, o


estoy adiestrndome para ganarme un lugar en la sociedad por medio del psicoanlisis.
Estoy descubriendo cosas. Cosecho frutos inmediatos a travs de la identificacin con el
paciente, que est haciendo progresos, y puedo ver que me esperan frutos an mayores,
al finalizar el tratamiento. Mas an, en tanto que analista tengo formas de expresar el
odio. El odio es expresado por la existencia del final de la sesin. Creo que esto es cierto
incluso en los casos en que no existe ninguna dificultad y en que el paciente est
contento de irse. En muchos anlisis estas cosas pueden darse por hechas, de manera
que apenas se mencionan, y la labor analtica se lleva a cabo a travs de la
interpretacin verbal de la emergente transferencia inconsciente del paciente. El analista
adopta el papel de alguna de las figuras tiles pertenecientes a la niez del paciente y
saca partido del xito de aquellos que hicieron el trabajo sucio cuando el paciente era
pequeo. Estas cosas forman parte de la descripcin del trabajo psicoanaltico corriente,
que principalmente se ocupa de pacientes cuyos sntomas son de carcter neurtico. En
el anlisis de psicticos, sin embargo, son muy distintos los grados y tipos de tensin que
debe soportar el analista y es precisamente esta diferencia lo que estoy intentando
describir. Recientemente, durante varios das me encontr con que no estaba haciendo
bien mi trabajo. Cometa equivocaciones con cada uno de mis pacientes. La dificultad
estaba en m y en parte era personal, pero principalmente asociada con el clmax que
haba alcanzado en mi relacin con determinado paciente psictico. La dificultad se
aclar cuando tuve lo que a veces se llama "un sueo curativo" (Por cierto, aadir que
durante mi anlisis y los aos que siguieron al mismo he tenido una larga serie de estos
sueos curativos, que a veces, sin embargo, eran desagradables, aunque todos ellos
han sealado mi llegada a alguna nueva fase del desarrollo emocional.) En aquella
ocasin concreta era consciente del significado del sueo al despertar, incluso antes de
despertar. En el sueo haba dos fases. En la primera me hallaba en el paraso de un
teatro y miraba la gente que haba en la platea, muy por debajo de donde yo me hallaba.
Senta una fuerte angustia, como si estuviera a punto de perder un miembro. Esto iba
asociado con la sensacin que he experimentado en la cima de la torre Eiffel: que si
pasaba la mano por encima de la barandilla se me iba a caer hasta estrellarse contra el
suelo. Esto podra ser una angustia de castracin normal y corriente. En la siguiente fase
del sueo era consciente de que la gente de la platea estaba contemplando una obra y
que yo, a travs de esa gente, estaba relacionado con lo que aconteca en el escenario.
Entonces apareci una nueva clase de angustia. Lo que supe era que me faltaba el lado
derecho del cuerpo. Aquello no era un sueo de castracin, sino la sensacin de carecer
de aquella parte del cuerpo. Al despertar era consciente de haber comprendido a un nivel
muy profundo cul era mi dificultad en aquellos das. La primera parte del sueo
representaba las angustias corrientes susceptibles de desarrollarse con respecto a las
fantasas inconscientes de mis pacientes neurticos. Yo iba a correr el peligro de perder
la mano o los dedos si estos pacientes se interesaban por ellos. Con aquella clase de
angustia ya estaba familiarizado y me resultaba relativamente tolerable. La segunda
parte del sueo, no obstante, se refera a mi relacin con el paciente psictico, una
mujer. Aquella paciente me estaba exigiendo que yo no tuviera ninguna relacin con su
cuerpo, ni siquiera de tipo imaginativo; ella no reconoca a ningn cuerpo como suyo y si
de algn modo exista se consideraba a s misma exclusivamente como una mente.
Cualquier referencia a su cuerpo produca angustias paranoides, ya que decir que posea
un cuerpo era igual que perseguirla. Lo que ella necesitaba de m era que yo poseyera
solamente una mente con la que hablar con la suya. Al culminar mis dificultades, la tarde
anterior al sueo, yo me haba sentido irritado y le haba dicho que lo que peda de m
era poco menos que imposible. Mis palabras haban tenido un efecto desastroso y
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pasaron muchas semanas antes de que el anlisis se librase de ello. Lo esencial, sin
embargo, fue el que yo comprendiese mi propia angustia y que sta apareciese en el
sueo representada por la ausencia del lado derecho de mi cuerpo cuando trataba de
relacionarme con la obra que estaban contemplando los espectadores de platea. Esta
parte derecha de mi cuerpo era el lado relacionado con la paciente en cuestin y por
consiguiente se vea afectada por su necesidad de negar absolutamente siquiera una
relacin imaginativa entre nuestros cuerpos.
Esta negacin estaba produciendo en m este tipo psictico de angustia, mucho menos
tolerable que la angustia de castracin corriente. Cualquiera que fuera la interpretacin
que pudiera hacerse de este sueo, lo cierto es que el haberlo soado y recordado tuvo
como consecuencia la reanudacin del anlisis, e incluso curar la reparacin del dao
que ste haba sufrido a causa de mi irritabilidad, cuyo origen estaba en una angustia
reactiva cuyo tipo era apropiado a mi contacto con una paciente desprovista de cuerpo.
El analista debe estar preparado para soportar la tensin sin esperar que el paciente
sepa lo que est haciendo, tal vez durante un tiempo bastante largo. Para esto, al
analista debe serle fcil asumir sus propios temores y odios. Se halla en la situacin de la
madre de un nonato o de un recin nacido. A la larga, debe ser capaz de decirle al
paciente lo que l, el analista, ha experimentado en s mismo, aunque puede que el
anlisis no llegue tan lejos. Puede que en el pasado del paciente haya una escasez de
buenas experiencias que permitan trabajar. Qu sucede si no hay ninguna relacin
satisfactoria perteneciente a la primera infancia que el analista pueda utilizar en la
transferencia? Existe una inmensa diferencia entre los pacientes que han vivido
experiencias satisfactorias en la primera infancia, experiencias que puedan descubrirse
en la transferencia, y aquellos otros pacientes cuyas experiencias han sido tan
deficientes o deformadas que el analista tiene que ser la primera persona en la vida del
paciente que aporte ciertos puntos esenciales de tipo ambiental. En el tratamiento de un
paciente de este segundo tipo, todo se vuelve importante y vital en la tcnica analtica,
incluso aquello que puede darse por sentado cuando el tratamiento va destinado a un
paciente del tipo citado en primer lugar. A uno de mis colegas le pregunt si haca el
anlisis a oscuras. Me respondi: "Caramba, pues no! Sin duda nuestro trabajo consiste
en aportar un medio ambiente normal, y la oscuridad sera algo extraordinario . Mi
pregunta le sorprendi. Mi colega estaba orientado hacia el anlisis de neurticos. Pero
la aportacin y mantenimiento de un medio ambiente normal puede ser por s misma algo
de importancia vital en el anlisis de un psictico; a decir verdad, a veces puede ser an
ms importante que las interpretaciones verbales, que tambin deben hacerse. Para el
neurtico, el sof, la habitacin caldeada, la comodidad pueden simbolizar el amor
materno; para el psictico, sera mejor decir que estas cosas constituye la expresin
fsica del amor del analista.
El sof es el regazo o el vientre del analista, la temperatura de la habitacin es el calor
vivo del cuerpo del analista, y as sucesivamente.

Existe, o as lo espero, una progresin en mi planteamiento del tema. por lo general, el


odio del analista es latente y sigue sindolo fcilmente. En el anlisis de psicticos el
analista pasa mayores apuros para hacer que su odio siga siendo latente, cosa que
nicamente lograr siendo plenamente consciente de ello. Quiero aadir que en ciertas
etapas de ciertos anlisis el paciente llega efectivamente a buscar el odio del analista, y
lo que entonces se necesita es un odio objetivo. Si el paciente busca odio objetivo o
justificado, debe ser capaz de encontrarlo, de lo contrario es imposible que se crea capaz
de encontrar amor objetivo. Tal vez venga ahora al caso citar el ejemplo del nio
procedente de un hogar deshecho o del nio sin padres. Este nio se pasa el tiempo
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buscando inconscientemente a sus padres. Resulta notoriamente inadecuado llevarse


este nio a casa y amarle. Lo que sucede es que, al cabo de un tiempo, el nio es
adoptado de esta forma consigue esperanza y entonces comienza a poner a prueba el
medio ambiente que ha encontrado, as como a buscar pruebas de que sus padres
adoptivos son capaces de odiar objetivamente. Parece ser que es capaz de creer que es
amado slo despus de haber sentido que es odiado. Durante la segunda guerra
mundial, un nio de nueve aos fue internado en un albergue para nios evacuados. Fue
enviado desde Londres, pero no a causa de las bombas, sino porque faltaba a clase sin
permiso. Yo esperaba darle algn tratamiento mientras permaneciese en el albergue,
pero su sntoma result triunfante y se escap como haba escapado de todas partes
desde que tena seis aos, cuando por primera vez haba huido de su hogar. Sin
embargo, durante una entrevista haba logrado establecer contacto con l; durante
aquella entrevista haba podido ver e interpretar, por medio de un dibujo suyo, que al
huir, lo que inconscientemente haca era salvar el interior de su hogar y proteger a su
madre contra ataques, as como tratar de alejarse de su propio mundo interior, que
estaba lleno de perseguidores. No me sorprend mucho cuando fue a parar a la
comisara cercana a mi casa. Era una de las pocas comisaras donde no lo conocan
bien.
Mi esposa, generosa en extremo, se hizo cargo de l y le cuid durante tres meses, tres
meses que resultaron un infierno. Era el ms agradable y exasperante de los nios, loco
de remate a menudo. Pero afortunadamente sabamos lo que caba esperar. La primera
fase la afrontamos dndole libertad completa y un cheln siempre que quera salir.
Bastaba con que nos telefonease para que fusemos a recogerle a la comisara adonde
hubiese ido a parar. Pronto tuvo lugar el cambio que esperbamos, el sntoma de las
ausencias escolares dio un giro y el chico empez a dramatizar el asalto al interior. Para
nosotros dos result un trabajo verdaderamente absorbente; los peores episodios tenan
lugar cuando yo no estaba. La interpretacin deba realizarse en cualquier momento del
da o de la noche, y con frecuencia la nica solucin en una crisis consista en hacer la
interpretacin correcta, como si el chico estuviera siendo analizado. Era esto, la
interpretacin correcta, lo que se valoraba por sobre todas las cosas. Llegu a pegarle?
La respuesta es que no, que nunca pego. Pero hubiese tenido que pegarle de no habero
sabido todo acerca de mi odio y de no haber dejado que l tambin lo supiera. En las
crisis sola dominarle fsicamente, sin ira ni recriminacin, y ponerle de patitas en la calle,
hiciese el tiempo que hiciese, ya fuese de da o de noche. Haba una campanilla especial
que l poda hacer sonar y l saba que si as lo haca, le sera permitido volver a entrar y
no se dira ni una palabra acerca de lo sucedido. El chico utilizaba esa campanilla tan
pronto como se recuperaba de su crisis manaca. Lo importante es que cada vez, justo
en el momento de ponerle en la calle, le deca algo: que lo que acababa de suceder me
haba hecho odiarle. Esto resultaba fcil porque era muy cierto. Creo que estas palabras
eran importantes desde el punto de vista de sus progresos, pero lo eran principalmente
por cuanto me permitan tolerar la situacin sin desahogarme, sin perder los estribos y
sin asesinarle de vez en cuando. No puedo relatar aqu la historia completa de este
muchacho. Ingres en una escuela-reformatorio. Su relacin profundamente arraigada
con nosotros ha seguido siendo una de las escasas cosas estables de su vida. Este
episodio de la vida corriente puede ser empleado para ilustrar el tema general del odio
justificado en el presente; es conveniente establecer la distincin entre este odio y el odio
que es solamente justificado en otro marco pero que es incitado por algn acto del
paciente.
De entre la enorme complejidad del problema del odio y sus races, quisiera sacar una
cosa, ya que la creo importante para el analista de pacientes psicticos. Sugiero que la
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madre odia al beb antes de que ste la odie a ella, y antes de que el beb pueda saber
que su madre le odia. Antes de desarrollar este tema quiero hacer una referencia a
Freud. En "Los instintos y sus destinos (1915), donde tantas cosas originales y
esclarecedoras dice acerca del odio, Freud afirma: Si es menester podramos decir,
acerca de un instinto, que "ama" a los objetos en pos de los cuales se esfuerza para
fines de satisfaccin, pero decir que "odia" un objeto nos parecera raro, as que somos
conscientes de que las actitudes de amor y odio no caracterizan la relacin entre los
instintos y sus objetos, sino que estn reservadas para la relacin entre el yo como un
todo y los objetos ... . Creo que esto es cierto e importante. Acaso no significa que la
personalidad debe estar integrada antes de que pueda decirse que un pequeo odia?
Por muy pronto que pueda conseguirse la integracin -tal vez la integracin aparece por
vez primera en el momento culminante de la excitacin o de la rabia-, existe una fase
tericamente anterior en la cual lo que el pequeo haga de dao no lo hace por odio. Al
describir esta fase he empleado el trmino amor cruel. Les parece aceptable? A
medida que el pequeo va siendo capaz de percibiese en tanto que persona completa,
se va desarrollando el significado de la palabra "odio" a modo de descripcin de cierto
grupo de sus sentimientos. La madre, sin embargo, odia a su pequeo desde el
comienzo. Creo que a Freud le pareca posible que, en ciertas circunstancias, una madre
sienta amor tan slo por su beb masculino; pero podemos poner esto en duda.
Sabemos del amor de una madre y apreciamos su realidad y su poder. Permtanme que
les d algunas de las razones por las cuales una madre odia a su beb, aunque sea del
sexo masculino: El beb no es la propia concepcin (mental) de la madre. El beb no es
slo el de los juegos infantiles, el nene de pap del hermano, etc. El beb no es
producido mgicamente. El beb constituye un peligro para el cuerpo de la madre
durante el embarazo y el parto.
El beb interfiere en la vida privada de la madre, es un reto que provoca preocupacin.
En mayor o menor grado, una madre siente que su propia madre exige un beb de ella,
de manera que su beb es producido a fin de aplacar a su madre. El beb le hace dao
en los pezones incluso al chupar, actividad que al principio es de tipo masticatorio. El
beb es cruel, la trata como a una escoria, como a una sirvienta gratuita, una esclava.
Ella tiene que amarle, incluyendo sus excreciones, al menos al principio, hasta que el
beb tenga dudas con respecto a s mismo. El beb trata de hacerle dao, la muerde
peridicamente, como seal de amor. Da muestras de desilusin con respecto a ella. Su
amor excitado es un amor interesado, de tal manera que una vez conseguido lo que se
propona, la arroja de s como si se tratase de una mondadura de naranja. Al principio el
beb debe dominar, hay que protegerle de las coincidencias, la vida debe desarrollarse
con arreglo a la marcha del beb y todo esto hace necesario un continuo y detallado
estudio por parte de la madre. Por ejemplo, la madre no debe estar angustiada cuando lo
sostiene, etc. Al principio el beb no tiene ni idea de lo que ella hace o sacrifica por l. En
especial no puede tener en cuenta el odio de la madre. El beb es suspicaz, rehsa
comida que es buena, y hace que la madre dude de s misma, pero come bien cuando le
alimenta su ta. Despus de una maana horrible con el pequeo, la madre se marcha y
el beb sonre a un extrao, el cual dice: Qu nio ms carioso. Si la madre le
defrauda al principio, ella sabe que se lo har pagar siempre. El beb la excita pero la
frustra: la madre no debe comer ni comerciar sexualmente con l. Creo que en el anlisis
de los psicticos, as como en las ltimas fases del anlisis, incluso de una persona
normal, el analista debe hallarse en condiciones comparables a las de la madre de un
nio recin nacido. Cuando su regresin es profunda, el paciente no puede identificarse
con el analista ni apreciar su punto de vista ms de lo que el feto o el recin nacido
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pueden simpatizar con la madre. Una madre debe ser capaz de tolerar el odio que su
beb le inspira sin hacer nada al respecto.
No puede expresrselo. Si, por temor a lo que pueda hacer, la madre no puede odiar
apropiadamente cuando el beb le hace dao, debe apoyarse en su masoquismo; y creo
que es esto lo que da pbulo a la falsa teora de que existe un masoquismo natural en
las mujeres. Lo ms notable acerca de una madre estriba en su capacidad para recibir
tanto dao del pequeo y para odiar tanto sin pagarle a l con la misma moneda, as
como en su capacidad para esperar una recompensa que puede o no llegar ms
adelante. Le ayudan tal vez en esto las cancioncillas infantiles que canta y que el beb
disfruta aunque, por suerte, no entiende?

Durmete nio en la copa del rbol, Cuando el viento sople la cuna se mecer, Cuando
la rama se rompa la cuna caer, Caer el nio, con cuna y todo.

Pienso en una madre (o padre) que se halle jugando con un nio pequeo; el pequeo
disfruta jugando y no se da cuenta de que con sus palabras el padre o la madre estn
expresando su odio, tal vez en trminos de simbolismo natal. sta no es una cancioncilla
sentimental. El sentimentalismo no sirve de nada a los padres, ya que contiene una
negacin del odio; y el sentimentalismo en una madre no tiene ninguna utilidad desde el
punto de vista del pequeo. A m me parece dudoso que una criatura humana, a medida
que se va desarrollando, sea capaz de tolerar el alcance pleno de su propio odio en un
ambiente sentimental. Necesita del odio para odiar. Si esto es cierto, de un paciente
psictico sometido a anlisis no cabe esperar que tolere su odio hacia el analista a
menos que ste sea capaz de odiarle a l. Si aceptamos todo esto, seguimos con la
necesidad de discutir la cuestin de la interpretacin del odio del analista para con el
paciente. Se trata, evidentemente, de una cuestin preada de peligros y a la que debe
dedicarse una sincronizacin de lo ms cuidadosa. Pero creo que un anlisis es
incompleto si, incluso cerca de su final, al analista no le ha sido posible decirle al
paciente lo que l, el analista, haca a escondidas del paciente mientras ste estaba
enfermo, durante las primeras etapas. En tanto no se haga esta interpretacin el paciente
es mantenido en cierta forma en la posicin de un pequeo, de un pequeo incapaz de
comprender lo que debe a su madre.

El analista debe desplegar toda la paciencia, tolerancia y confianza de una madre


dedicada a su pequeo; debe reconocer como necesidades los deseos del paciente;
debe apartar de s otros intereses a fin de estar disponible puntualmente y de ser
objetivo; y debe dar muestras de querer dar lo que en realidad solamente se da debido a
las necesidades del paciente. Cabe que exista un largo perodo inicial en el cual sea
imposible que el paciente (incluso inconscientemente) aprecie el punto de vista del
analista. No se puede esperar reconocimiento debido a que, en la raz primitiva del
paciente, no hay capacidad para la identificacin con el analista; y ciertamente el
paciente no puede ver que el odio del analista frecuentemente es engendrado
precisamente por las cosas que el paciente hace en su cruda manera de amar. En el
anlisis (de investigacin) o en la direccin normal del tipo ms psictico de paciente, se
ejerce una gran tensin sobre el analista (psiquiatra, enfermera mental) y resulta
importante estudiar las formas en que la angustia de ndole psictica y el odio se
producen en aquellos cuya labor se realiza con pacientes psiquitricos gravemente
enfermos. Slo de esta manera puede, haber alguna esperanza de evitar el tipo de
terapia que est ms adaptado a las necesidades del terapeuta que a las del paciente.

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