Tema 1 La Historia El Argumento
Tema 1 La Historia El Argumento
Tema 1 La Historia El Argumento
Uno escribe porque le gustan las historias. Nos gusta leerlas. Nos gusta escucharlas. Nos
gusta imaginar esos trozos que quedan en el aire. Quiz tuvimos un abuelo que contaba
historias. Quiz un padre o una madre. Quiz escuchbamos el radioteatro los domingos a la
hora de la siesta. Quiz simplemente somos de los que nos quedamos escuchando historias
en el autobs. El mundo, al fin de cuentas, est construido por historias.
Ahora bien, hay historias e historias. Por ejemplo, vivimos dentro de una historia,
porque la realidad no deja de ser un relato oficial que se construye a travs de las
noticias de las agencias periodsticas y de aquello que nosotros mismos seleccionamos y
vamos aadiendo a nuestras redes sociales. De nuestra propia vida, inclusive, nosotros
mismos seleccionamos lo que queremos contar y lo que no queremos contar. All estara el
relato de nuestra vida oficial y el vaco que deja nuestra vida secreta.
Y el escritor justamente est en ese sitio: buscando vidas secretas para ser
contadas, historias que se salen del relato oficial; en el fondo, correlatos a los que nadie
ms le da importancia, pero en los que nosotros vemos un ejemplo de aquello que nos
interesa, de aquello que, sin salir a la luz, late con fuerza y de alguna forma hay que
visibilizar. All estn las historias literarias. All lo digno de ser contado.
La vida secreta
Si por un momento nos ponemos a pensar en qu es la vida, est la que nosotros hemos
decidido contar y la que, a pesar de nosotros mismos, sale a la luz. Es en ella que se nos
reconoce, la que nos crea un perfil, por el que podemos ser queridos u odiados, admirados o
denostados, aunque la verdad es que esa vida oficial nos suele tornar grises, uno ms de
una estadstica, sin salir a la luz. Las cosas que nos pasan, le pasan a todo el mundo.
Nosotros vivimos en la mediana de la escala social-econmica-cultural, as que no somos
ni mucho ms ni mucho menos que los dems. Nuestra existencia no sirve para contar una
historia, porque no tiene nada reseable.
Pero el creador, que ms que creador, es un voyeur, sabe que no es as, sabe que el
chico del quinto, el ejemplar, los sbados por la noche en vez de salir de fiesta, se va al
descampado a crucificar gatos callejeros, que la chica de la panadera, la que lleva piercing
por todas las partes del cuerpo y va con menos ropa de la que debera, todos los das a las
cuatro, despus de comer, va de voluntaria a visitar prostitutas en riesgo social, y que el
La ancdota
Muchas historias no son ms que ancdota. Y me refiero con ancdota a esa cosa
curiosa que le ocurre a alguien en determinado momento y que, como se sale de lo comn,
es interesante de contar. Para ancdotas, un milln. Son tantas y tan comunes, que no hay
abuelo que no tenga un puado. Y todas son divertidas, por lo menos, la primera vez que nos
las cuentan. Pero las historias basadas en ancdotas tienen un problema: no aguantan ms
que una primera lectura. Luego nos aburren. Incluso, nos fastidian.
Esta es la razn por la que hay que entender las ancdotas como una rajadura por la
cual se deja entrever la historia secreta de nuestros personajes/personas. Una fisura que
muestra esa cara que no vemos, porque no es parte de la historia que quieren que sepamos.
Es anecdtico, por ejemplo, que un presentador de televisin que no sabe hacer la o
con un canuto gane el Premio Planeta. Pero no es anecdtico que no sea el primero ni vaya
a ser el ltimo: detrs de este hecho puede haber una gran historia. Es anecdtico que nos
encontremos con nuestro vecino, el de misa dominical junto a su mujer, en un club nocturno.
Pero no es anecdtico que sea el dueo. Ah hay una historia que contar.
Con esto quiero decir que una ancdota puede ser un buen comienzo, porque es a
travs de ella que vemos algo que sucede al otro lado del espejo y nos desconcierta. Y es
ese algo lo que nos moviliza a escribir, no la ancdota en s. Por eso toda historia requiere
desarrollo. Por eso es tan importante el cmo la contamos.
Lenguaje e historia
Por qu cuando un cmico cuenta un chiste nos remos y cuando lo cuento yo, no? La
respuesta est en el uso del lenguaje. El cmico ordena la historia de la manera ms
adecuada y selecciona las palabras que usar con una intencionalidad: la de hacer rer. El
escritor tambin tiene que seleccionar las palabras que va a usar. O mejor dicho, tiene que
enamorar con sus palabras al lector.
De esta forma, no es solo la ancdota inicial la que nos llamar la atencin, sino lo
que vamos a ir descubriendo luego. Y eso a descubrir lo descubriremos por medio de las
palabras.
Imaginemos por ejemplo, a modo de metfora de lo que es una ancdota y
prosiguiendo con la idea de la rajadura, que nos encontramos con una rajadura debajo de la
escalera. Rpidamente nos inclinamos, porque queremos saber dnde lleva esa grieta. La
grieta no es muy grande, pero es profunda. Y al escribir decimos eso, tal cual: Debajo de la
escalera haba una grieta, no muy grande, pero profunda. Pens que deba traer cemento
para taparla, no fuera a provocar un fallo estructural en toda la casa. Ya est. Por no ser,
no es ni una ancdota. La rajadura, que podra ser interesante, queda tapada por el uso
burdo del lenguaje.
Veamos ahora los mismo, contado por Borges en su cuento El Aleph:
Historia de personaje
Estaba una noche en mi estudio cuando o algo en el pasillo. Levant los ojos del
trabajo y vi que un sobre se deslizaba por debajo de mi puerta. Era un sobre grueso,
aunque no hasta el punto de no poder pasar por debajo de la puerta. Llevaba mi nombre
escrito en el anverso, y contena una carta que se supona me haba escrito mi mujer.
Digo se supona porque, aunque las quejas slo podan provenir de alguien que se
hubiera pasado veintitrs aos observndome en un terreno cotidiano e ntimo, las
acusaciones eran terribles y absolutamente discordantes con el carcter de mi mujer.
Haba adems un dato de importancia decisiva: no era la letra de mi mujer. Pero, si la
letra no era la de mi mujer, de quin era aquella letra?
Ojal hubiera conservado la carta; ahora podra reproducirla hasta la ltima coma,
hasta el ltimo e inclemente signo de admiracin. Y ahora me estoy refiriendo al tono, y
no slo al contenido. Pero no la he conservado, y lo lamento. La he perdido, o se me ha
traspapelado. Poco despus del triste asunto que me dispongo a relatar, hice una
limpieza de mi escritorio y cabe la posibilidad de que la tirase sin darme cuenta. Aunque
no es propio de m, porque normalmente no suelo tirar nada.
En cualquier caso, tengo una memoria excelente. Puedo recordar palabra por palabra
lo que leo. Mi memoria es tal que en el colegio solan premiarme por mi facilidad para
recordar nombres y fechas, inventos y descubrimientos, batallas, tratados, alianzas y
dems. Siempre obtena las notas ms altas en los exmenes sobre hechos, y ms
tarde, en el llamado mundo real, mi memoria me ha sido de gran utilidad. Por ejemplo,
si ahora me pidieran que hablara del Concilio de Trento o del Tratado de Utrecht o de
Cartago, la ciudad arrasada por los romanos tras la derrota de Anbal (las legiones
romanas sembraron de sal su suelo para que de ella no quedara ni el nombre), podra
hacerlo. Si me preguntaran acerca de la Guerra de los Siete Aos, de la Guerra de los
Treinta Aos, de la Guerra de los Cien Aos, o simplemente de la Primera Guerra
Silesia, podra ponerme a disertar con la mayor seguridad y el mayor entusiasmo.
Pueden preguntarme cualquier cosa sobre los trtaros, los papas del Renacimiento, el
esplendor y la cada del Imperio otomano. Sobre la batalla de las Termopilas, la de
Shiloh, o sobre los explosivos Maxim. La batalla de Tannenberg? Nada ms fcil. Los
caballeros teutones mordieron el polvo ante el rey de Polonia. En Azincourt los arqueros
ingleses decidieron la victoria (...).
Raymond Carver.