Von Herder Johann Gottfried - Ideas para Una Filosofia de La Historia de La Humanidad (Mejor Calidad)

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HERDER

ID E A S
P /ilA UNA FILOSOFA
DE LA HISTORIA
DE LA
HUMANIDAD
Traduccin directa de
J. R-o v r a A r m e n go l

i
EDITORIAL, LOSADA, S., A.
- - ' ' BUENOS AIRES
Ideen zur P hilosopkie der Geschichte
der Menschheit

Queda hecho el depsito que


previene la ley nm. 11.723
Editorial Losada S. A.
Buenos Aires, 1959

P R IN T E D JN ARCENT.1NE

Este litro se. termin de imprimir e da 24 d agosto de 1959, en Artes


Grficas Bartolom U. Cliesino S. A-,...Ajncghno 838, Avellaneda - Bs. Aires.
PRIMERA PARTE

Quem te Deus esse


lussit et humana qua parte locatus es in
re Disce.
P e r sio
PREMBULO

hace diez aos publiqu la- obrita: ,Tambin una filosofa


C uando
de ia historia para la cultura de la humanidad, el tambin
de ese ttulo pretenda significar todo lo que se quiera menos un
Anchio sono pttore. Como indicaba tambin el aditamento
Aportacin a las muchas aportaciones del siglo y asimismo el mo
tivo que le serva de base, quera ser ms bien una nota de modestia
el hecho de que el autor de esa obra distara mucho de considerarla
una filosofa completa de la historia de nuestro gnero, y que, al lado
de tantos caminos trillados que se recorran incesantemente, sealara
un pequeo sendero que se sola dejar a un lado a pesar de que tal
vez mereca que por l pasaran las ideas. Las.obras citadas en el libro
alguna que otra vez, indican suficientemente cules eran los caminos
trillados y recorridos de los cuales quera apartarse el autor; de ah
que su ensayo no fuera ms que una hoja volante,, una aportacin
a aportaciones, provista tambin de figura propia.
La obrita se agot pronto, lo cual me anim :para hacer una
nueva edicin; pero en la actualidad resultaba imposible que esta
nueva edicin se atreviera a presentarse en su antigua figura a los
ojos del pblico. Puede observarse que algunas, de, las ideas de mi
obrita haban pasado a otros libros aun sin mencionarse mi nom
bre, habiendo sido aplicadas con unos alcances que yo no haba queri
do darles. Se haba hecho caso omiso del tambin, y, sin embargo,
jams se me habra ocurrido que las pocas palabras alegricas: in
fancia, juventud, edad viril, avanzada, de nuestro gnero, cuya pro
secucin no se aplicaba ni era aplicable ms que a unos pocos pue
blos de la tierra, hubieran de servir para trazar una gran ruta con
que pisando terreno firme pudiera medirse siquiera la. historia de la
cultura y menos an la filosofa de toda la historia de la humanidad.
Qu pueblo-hay en la tierra que no tenga cultura- propia? No
resultara demasiado angosto el plan de la Providencia si todo el in-
y comunicar los asuntos del propio pecho a una multitud feroz?)
Con esas almas sostiene un coloquio invisible y a ellas participa sus
impresiones al igual que espera de ellas sus mejores ideas y ensean
zas en el caso de que ellas hayan avanzado ms que l. Ese comercio
invis-ible de espritus y corazones es el nico y mximo beneficio de
la impresin de libros, que por lo dems trajo a las naciones tantos
daos como provechos. El autor imagin que se hallaba entre aque-
lios que realmente sentan inters por lo que l escriba y en quie
nes deseaba suscitar ideas coincidentes o mejores. Es ste el valor
ms bello de la tarea de escritor, y toda persona de rectas intencio
nes se alegrar mucho ms de lo que suscite que de lo que haya di
cho. Quien piense cun provechoso le result a veces tal o cual li
bro, o siquiera tal o cual idea de un libro, qu alegra le propor
cion encontrar por su misma senda o por otra mejor a otro esp
ritu alejado de l pero vecino por su actividad, cmo a menudo
una idea semejante nos ocupa aos enteros y nos lleva adelante,
se no considerar como asalariado a un escritor que le hable y le
comunique su ntimo pensamiento, antes bien como amigo que aun
con ideas imperfectas se le acerca confiadamente para que el lector
experto piense con l y lleve ms cerca de la perfeccin lo que l
slo imperfectamente haba concebido.
En un tema como el mo: Historia de la humanidad, filosofa
de su historia, esa humanidad del lector es, creo yo, deber grato y
primordial. Hombre era quien escribi y hombre eres t que lees.
El autor pudo equivocarse y tal vez se equivoc: t tienes conoci
mientos que l no tiene ni puede tener; emplea, pues, lo que t sabes
y considera su buena voluntad; no te limites a reprocharle, an
tes bien corrgele y sigue edificando. Con mano dbil ech l al
gunos cimientos para un edificio que slo los siglos pueden com
pletar, y ser feliz si luego la tierra cubre estas piedras quedando en
el olvido quien las coloc, a condicin de que sobre ellas o en otro
lugar se levante slo el ms bello edificio.
Pero sin darme cuenta me alej demasiado de mi objetivo ini
cial: la historia de cmo me puse a trabajar en esta materia y de c
mo volv a ella con tareas y deberes totalmente distintos. Ya en aos
bastante tempranos, cuando los valles de las ciencias se extendan
ante m con todas sus galas matutinas de que nos priva el sol me
ridiano de nuestra vida, me asalt a menudo la siguiente idea: por
qu, si todo tiene en el mundo su filosofa y ciencia, no la tendr
tambin lo que ms nos importa: la historia de la humanidad, por
qu no tendr sta una filosofa y ciencia a grandes rasgos? Todo me
haca pensar en eso: la metafsica y la moral, la fsica y la historia
natural, y, por ltimo, ms que nada, la religin. Dios, que todo
lo orden en la naturaleza segn medida, nmero y peso, que segn
eso instituy la esencia de las cosas, su figura y enlace, su curso y
conversacin, de suerte que desde las grandes estructuras universales
hasta el grano de polvo, desde la fuerza que sostiene tierras y soles
hasta el hilo de una telaraa, slo reina una sabidura, bondad y
poder, l, que tambin en el cuerpo humano y en las energas del
alma humana lo concibi todo de un modo tan maravilloso y divino
que cuando, aunque slo sea de lejos, pretendemos meditar sobre
la sabidura nica nos perdemos en un abismo de sus ideas; cmo,
me deca a m mismo, este Dios iba a hacer caso omiso de su sabi
dura y bondad, y a prescindir de todo plan en la disposicin y or
ganizacin del conjunto de nuestro gnero? Podamos creer que
nos lo quisiera esconder despus de que tanto nos haba mostrado
de las leyes de su designio en la creacin inferior que menos nos
interesa? Qu es el gnero humano en conjunto sino un rebao
sin pastores? O, como deca el quejumbroso sabio: Los dejaras ir
como peces por mar, o como gusanos sin dueo?. Acaso no nece
sitaran conocer el plan? Yo bien lo creo, pues qu hombre abarca
ni el ms pequeo esbozo de su propia vida? Y, sin embargo, ve
hasta dnde tiene que ver, y sabe lo bastante para guiar sus pasos.
No obstante no se utilizar esta misma ignorancia como pretexto
para los mayores abusos? Cuntos hay que niegan que haya un plan
por la sola razn de que no lo ven, o, por lo menos, lo conciben con
tmida vacilacin y dudando creen y creyendo dudan. Se rebelan
violentamente contra la idea de que el gnero humano sea un mon
tn de hormigas que el pie de una ms fuerte, a su vez hormiga in
forme, pisotea a miles, aniquila a miles en sus pequeas o grandes
empresas, hasta que, por ltimo, los dos grandes tiranos de la tierra,
el azar y el tiempo, se llevan todo el montn sin dejar huella, para
que l lugar vaco sea ocupado por otra grey laboriosa, que a su vez
ser arrastrada sin dejar huella. El orgulloso hombre se niega a consi
derar su gnero como tal cra de la tierra y como presa de la descom
posicin que todo lo destruye; y, sin embargo, no le obligan a acep
tar ese cuadro la historia' y la experiencia? qu es, si no, cuanto
en la tierra se consuma? qu es el todo de la tierra? Acaso los
tiempos no estn ordenados como lo estn los espacios? Y ambos
son gemelos de un solo destino. Aqullos estn llenos de sabidura,
stos de aparente desorden; y, no obstante, el hombre est hecho
notoriamente para buscar orden, para abarcar un punto del tiempo,
p ara:edificar el futuro sobre el pasado, puesto que para ello tiene
el recuerdo y la memoria. Y bien, acaso ese edificar de unos tiem
pos sobre otros no hace del conjunto de nuestro gnero un gigantesco
edificio informe, en el cual saca uno lo que otro trajo, donde queda
parado lo que nunca debiera haberse construido, y en el curso de
los siglos se convierte finalmente todo en escombros bajo los cuales,
y tanto ms cuanto ms frgiles sean, moran confiadamente los per-
piejos seres humanos? No quiero continuar la serie de esas dudas
ni seguir las contradicciones del hombre consigo mismo, con los
dems hombres y con el resto de la creacin. Bastar decir que
busqu una filosofa de la historia de la humanidad donde me fu
posible buscarla.
Que la haya encontrado o no, es cosa que puede decidir esta
obra, aunque no ya su primera, parte. sta contiene slo los funda
mentos, en parte en una visin general de nuestros habitculos, en
parte en el trnsito de los organismos que por debajo de nosotros
y con nosotros gozan de la luz de este sol. A nadie se le antojar,
espero yo, que este paso est demasiado lejos y sea demasiado largo,
puesto que, como para leer en el libro de la creacin el destino
de la humanidad no hay otro que se, nunca ser por dems todo
el cuidado y todo el estudio que se le prodigue. Quien desee slo
especulaciones metafsicas, las tendr en un camino ms corto; mas
yo creo que stas, separadas de las experiencias y analogas de la
naturaleza, son un viaje por los aires que raras veces llevar a puer
to. El paso de Dios en la naturaleza, las ideas que de hecho nos ex
puso el eterno en la serie de sus obras, son el libro sagrado en cuyos
caracteres yo, ms modesto que un aprendiz, deletre y seguir de
letreando con fidelidad y ardor. Si tuviera la suerte de poder co
municar siquiera a un solo lector algo de la dulce impresin que
sent sobre la sabidura y bondad' del Creador inescrutable en sus
obras, y con una confianza que no s cmo calificar, esta impresin
de confianza sera el vnculo ms seguro con que podramos aven
turarnos en el curso de la obra por el laberinto de la historia hu
mana., Por todas partes, la gran analoga de la naturaleza me llev
a las verdades de la religin, que slo mediante grandes esfuerzos
tuve que reprimir, porque no quera arrebatrmelas de antemano, y
paso a paso nicamente quera permanecer fiel a la luz que por
doquiera vena a m de la escondida presencia del Creador en sus
obras. Tanto mayor placer ser para mis lectores y para m que si
guiendo nuestro camino acabemos viendo que esta luz de oscuros
resplandores se convierte en llama y sol.
Nadie se llame a engao si a veces utilizo personificado el nom
bre de la naturaleza. La naturaleza no es un ser independiente, sino
que Dios lo es todo en sus obras; sin embargo, no quise hacer un
uso abusivo de este nombre santsimo (que ningn ser racional de
bera pronunciar sin la ms profunda veneracin) al tener que uti
lizarlo a menudo y sin poder imprimirle siempre la debida santi
dad. Si alguien ha llegado a considerar absurdo y bajo el nombre de
la naturaleza, a causa de algunas obras de nuestra poca, que lo
sustituya en su espritu por aquella omnipotente fuerza, bondad y
sabidura, y lo llame en su alma el ser invisible que ningn lenguaje
terreno podra nombrar.
Lo mismo cabe decir cuando me refiero a las fuerzas orgnicas
de la creacin; no creo que haya .que considerarlas qualitates occul-
tae, pues a nuestra vista estn sus notorios efectos, y no supe darles
un nombre ms determinado y ms puro. Sobre ellas y sobre algunas
materias ms, a las que slo por alusiones hube de referirme, me re
servo un futuro tratamiento.
En cambio, me satisface que mi labor de estudiante produzca
en una poca en que manos maestras trabajan y atesoran en tantas
ciencias y conocimientos especiales, y a las que tuve que ir en busca
de materiales. De ellas tengo la seguridad de que no han de despre
ciar, antes bien corregirn, el ensayo exotrico de un profano en sus
artes, pues siempre he observado que cuanto ms real y slida es una
ciencia tanto menos se producen vanas disputas entre los que la cul
tivan y aman, que dejan para los expertos en palabras las discusio
nes de palabreras. En la mayor parte de sus momentos, mi obra
revela que todava no puede escribirse una filosofa de la historia
humana pero que tal vez pueda escribirse a fines de este siglo o de
este milenio.
Por lo tanto, a tus pies, gran ser, alto genio invisible de nues
tro gnero, pongo la abra imperfecta que un mortal escribi y en
la cual se aventur a seguir tus huellas, tus pasos. Sus hojas se mar
chitarn y sus caracteres se borrarn; tambin se borrarn las formas
y frmulas en que yo vi tus huellas e intent expresarlas para mis
hermanos los hombres; pero tus ideas permanecern, y t irs des
cubrindolas paso a paso a tu linaje y exponindolas en figuras su
blimes. Me considerar feliz si estas hojas se hunden luego en la co
rriente del- pasado para ser sustituidas por ideas ms claras en las
almas de los hombres.

H erder .

W eim ar, 23 de. ab ril de. 1784.

u
Quid, non miraculo est, quum primum
in notitiam venit? Qjiarn multa fieri
non posse, priusquam sint facta, judi-
cantur? Naturae vero rerum vis atque
majestas in mnibus momentis fide ca-
ret, si quis modo partes ejus ac non
totam complectatur animo.
P l in io
LIBRO PRIMERO

NUESTRA TIERRA ES UNA ESTRELLA ENTRE ESTRELLAS

"\T u e s tr afilosofa de la historia del gnero humano tiene que co-


menzar desde el cielo si quiere merecer de algn modo tal deno
minacin. Como nuestra morada, la tierra, nada es por s misma,
sino que por las fuerzas celestiales que se extienden a todo nuestro
universo, recibe su condicin y figura, su capacidad de organizacin
y conservacin de las criaturas, es indipensable, ante todo, no es
tudiarla sola y aislada, sino en el coro de mundos en que est colo
cada. Con vnculos invisibles, eternos, est sujeta a un punto central,
el sol, del cual recibe luz, calor, vida y fomento. Sin l no podramos
concebir nuestro sistema planetario, al igual que no hay crculo sin
centro; con l y con las benficas fuerzas de atraccin, de que el ser
eterno lo dot lo mismo que a toda la materia, vemos formarse en su
reino, segn leyes simples, bellas y sublimes, planetas que alegres e
incansables giran alredor de sus ejes y de un punto central comn
en los espacios, proporcionados a su magnitud y densidad, y hasta
segn esas mismas leyes se forman alrededor de algunos de ellos
lunas que se mantienen en su rbita. Nada produce una impresin
tan sublime como esta imagen del gran edificio del universo; y el
entendimiento humano acaso jams haya arriesgado un vuelo ms
extenso, que en parte termin felizmente, como cuando en Copr-
nico, Kepler, Newton, Huyghens y K ant1 descubri y verific las
leyes simples, eternas y perfectas de la formacin y movimiento de
los planetas.
Me parece que es Hemsterhuis quien se queja de que este sis
tema maravilloso no tenga sobre todo el mbito de nuestros con
i A llgem eine N aturgeschichte und T h eore des H im m els (Koenigsberg y
Leipzig, 1755), es una obra (de Kant) mucho menos conocida de lo que su
contenido merece. En sus K osm ologische B riefe , Lambert, que no la conoca, ex
pres algunas ideas m uy afines a las de esa obra, y Bode, en su K en n tn is des H im
mels , utiliz algunas conjeturas mencionndolas con los debidos honores.
ceptos el efecto que habra tenido sobre todo el entendimiento hu
mano si hubiese sido verificado con exactitud matemtica en tiempo
de los griegos. Las ms veces nos contentamos con considerar la tie
rra como un grano de polvo suspendido en aquel gran precipicio
en que tierras desarrollan sus rbitas alrededor del sol, en que este
sol y otros mil giran a su vez alrededor de su centro y tal vez varios
de esos sistemas solares en los dispersos espacios del cielo, hasta que
tanto la fantasa como el entendimiento acaban por perderse en ese
mar de inconmensurabilidad y eterna grandeza sin encontrar en par
te alguna fin o salida. Pero el mero asombro que nos anonada, di
fcilmente ser el efecto ms noble y ms permanente. Para la na
turaleza que por doquiera se basta a s misma, el grano de polvo
es tan valioso como un todo inmenso. Ella determin puntos del
espacio y de la existencia, en los cuales haban de formarse mundos,
y en cada uno de esos puntos est tan completa, con su inseparable
plenitud de poder, sabidura y bondad, como s no hubiese otros
puntos de formacin, otros tomos del universo. Por lo tanto, si
abrimos el gran libro del firmamento y contemplamos ese inmenso
palacio que slo la divinidad puede ocupar, y ocuparlo ella por
doquiera, llegamos a la conclusin, de esta suerte indivisible, del
todo1 a lo singular y de lo singular al todo. -Fu una sola fuerza la
que cre el sol brillante y mantiene en l mi grano de polvo; una
sola fuerza la que hace mover una va lctea de soles alrededor tal
vez de Sirio y la que en las leyes de la gravedad acta en mi cuerpo
terrenal. Y como veo que el espacio ocupado por esta tierra en nues
tro templo solar, el lugar determinado por ella con su rbita, su
magnitud, su masa, junto con todo lo qne de ella depende, est
determinado por leyes que actan en lo inconmensurable, si no quie
ro enfurecerme contra lo infinito, no slo estar contento en este
lugar y me satisfar figurar en l formando coro armnico con innu
merables seres, sino que, adems, m negocio ms sublime ser pre
guntar qu debo ser en este lugar y dando por supuesto que slo
en l puedo serlo. Y s en lo que me parezca lo ms limitado y con
trario encontrara no slo huellas de aquella gran fuerza formadora
sino tambin concordancia notoria de lo nfimo con el designio del
Creador pasando hacia lo inconmensurable, sera la ms bella cua
lidad de mi razn imitadora de Dios que siguiera este plan y me
acomodara a la razn celestial. En consecuencia, no buscar en la
tierra ngeles del cielo, pues a ninguno de ellos vieron mis ojos,
sino que habr de querer encontrar en ella habitantes de la tierra,
hombres, aceptando con todo cario lo que la gran madre produce,
sostiene, nutre, tolera y, por ltimo, alberga amorosa en su regazo.
Sus hermanas, otras tierras, pueden enorgullecerse y gozar de otras
criaturas, acaso ms sublimes; basta que en ellas viva lo que vivir
puede. Mis ojos estn formados para el rayo solar en sta y no en
otra distancia del sol, mis odos para este aire, mi cuerpo para esta
medida terrestre, todos mis sentidos a base de esta organizacin de la
tierra y para ella; en consecuencia, actan tambin mis fuerzas es
pirituales; todo el espacio y esfera de accin de mi gnero est, pues,
tan firmemente determinada y circunscrita como la masa y rbita
de la tierra en que debe tener lugar toda mi vida; de ah tambin
que en muchos lenguajes el hombre tome el nombre de su madre
la tierra. Pero cuanto ms sta mi madre pertenezca a un mayor
coro de armona, bondad y sabidura, cuanto ms fijas y soberanas
sean las leyes en que descansa su existencia y la de otros mundos,
cuanto ms observe que en ellas el todo se deduce de lo uno y lo
uno sirve al todo, tanto ms firmemente encuentro tambin que mi
destino est unido, no al polvo de la tierra, sino a las leyes invisi
bles que rigen el polvo de la tierra. La fuerza que en m piensa y
acta, es por su naturaleza una fuerza tan eterna como aquella que
conjuga soles y estrellas; su instrumento puede periclitar, la esfera
de su accin modificarse, cual periclitan las tierras y cambian de lu
gar las estrellas; pero las leyes por las cuales existe y aparece en otros
fenmenos, no se modifican nunca. Su naturaleza es eterna, como
el entendimiento de Dios, y los pilares de mi existencia (no de mi
aparicin corporal) son tan firmes como los del universo. Pues
toda existencia es igual a s, es un concepto indivisible, y lo mismo
en lo mayor que en lo menor se funda en unas mismas leyes. En
consecuencia, la estructura del edificio del mundo asegura el ncleo
de mi existencia, mi vida interna, por eternidades. Dondequiera y
quienquiera que yo sea, ser el que soy ahora, una fuerza en el sis
tema de todas las fuerzas, un ser en la inabarcable armona de un
mundo de Dios.

II

NUESTRA TIERRA ES UNO DE LOS PLANETAS MEDIANOS

La tierra tiene dos planetas, Mercurio y Venus, inferiores a ella,,


y Marte (y tal vez haya an otro escondido encima de l), Jpiter,
Saturno y Urano, superiores a ella, y todos los dems que pueda
haber hasta perderse la esfera de influencia regular del sol, y la.
rbita excntrica del ltimo planeta interfiere en la brbara elipse
de las rbitas de los cometas. Es, pues, una creacin intermedia..
tanto por el lugar como tambin por la magnitud, la proporcin y la.
duracin de su rotacin alrededor de s misma y de su traslacin
alrededor del sol; todo extremo, lo mximo y lo nfimo; lo ms.
rpido y lo ms lento, se aleja de ella por ambos lados. Ahora bien,
as como nuestra tierra tiene un lugar cmodo para la visin astro
nmica del conjunto de los dems planetas1, sera magnfico que
pudiramos conocer ms de cerca siquiera algunos de los miembros
de este orden sideral. Un viaje a Jpiter, a Venus o aunque slo
fuera a nuestra Luna, nos dara tantas revelaciones sobre la forma
cin de nuestra tierra, que surgi de acuerdo con las mismas leyes
que aqullos, sobre las relaciones de nuestros gneros terrenos con
las organizaciones de otros cuerpos mundiales de una clase superior
o inferior, y aun tal vez sobre nuestro futuro destino, y entonces, a
base de las condiciones de dos o tres miembros, podramos deducir
ms osadamente el curso ulterior de toda la cadena. La naturaleza
limitativa, determinante, nos prohibi esta perspectiva. Vemos la
Luna, examinamos sus enormes precipicios y montaas; Jpiter, y
observamos sus ingentes revoluciones y franjas; vemos el anillo de
Saturno, la luz rojiza de Marte, la ms suave de Venus, y de todo
ello conjeturamos lo venturoso o desventurado que de ello creemos
comprender. En las distancias de los planetas reina la proporcin;
tambin acerca de la capacidad de sus masas se han obtenido con
secuencias probables, con lo cual se ha ensayado poner en relacin su
impulso, su rbita; pero todo esto slo matemticamente, no fsica
mente, porque, no siendo nuestra tierra, nos falta un segundo miem
bro para la comparacin. La relacin de sus magnitudes, de su im
pulso, de su rbita, por ejemplo con su ngulo con el sol, no ha sido
an objeto de una frmula que permita tambin en este caso ex
plicarlo todo a base de una misma ley cosmognica. Menos cono
cido nos es an hasta dnde lleg cada uno de los planetas en su
formacin, y lo que menos sabemos es la organizacin y el desti
no de sus moradores. Lo que Kircher y Swedenborg soaron sobre
eso, las chanzas que inspir a Fontenelle, las conjeturas que, cada
uno a su manera, arriesgaron Huyghens, Lambert y Kant, demues
tran que de eso nada sabemos, que nada debemos saber. Que nuestra
estimacin sea ms elevada o ms baja, que pongamos la perfeccin
de las criaturas ms cerca o ms lejos del sol, todo eso no es sino
un sueo interrumpido a cada paso a falta de un conocimiento del
grado de avance de la diferenciacin de los planetas, y en definitiva
slo llegamos al resultado de que, como en la tierra, impera en todas
partes la unidad y la diversidad, pero de que tanto la medida de
nuestra razn como el ngulo visual de nuestra perspectiva no nos
proporcionan la menor norma para decidir si hay progreso o retro
ceso. No estamos en el punto central sino en el tumulto; como otras
1 Kastner, L o b d e r S te rn k u n st, en H a m b u r g isc h e s Ma.ga.zin, t. I, pgs.
206-53.
tierras, navegamos en la corriente y carecemos de medida para la
comparacin.
Pero si queremos y podemos sacar conclusiones anticipatorias y re
troactivas a base de nuestra posicin con respecto al sol, fuente de
toda luz y vida en nuestra creacin, diremos que le correspondi a
nuestra tierra la dudosa suerte urea de la mediocridad, que, por lo
menos para consolamos, podemos soar que es un feliz punto me
dio. Si Mercurio hace su rotacin alrededor de su eje, o sea, su revo
lucin de da y noche, quiz en seis horas, su ao en 88 das y recibe
del sol una luz seis veces ms intensa que nosotros; si por el contra
rio, Jpiter consuma su traslacin alrededor del sol en 11 aos y 313
das, a pesar de lo cual recorre su perodo diurno y nocturno en me
nos de 10 horas; si el anciano Saturno, que recibe una luz solar diez
veces menos intensa, da la vuelta al sol en apenas 30 aos y asimis
mo quiz slo necesite 7 horas para girar sobre su eje, nosotros, con
Marte y Venus, somos planetas medianos, de naturaleza mediana.
Nuestros das difieren muy poco entre s, pero mucho de los das de
los dems; en cambio, no ocurre lo mismo con los aos. El da
de Venus es tambin de unas 24 horas, y el de Marte no llega a 25.
El ao del primero es de 224 das; el del ltimo, de 1 ao y 322
das, a pesar de que es un planeta 3 !/<> veces ms pequeo que la
Tierra y se halla alejado del sol ms de una mitad; adems, las
proporciones de magnitud, rotacin y distancia, presentan dife
rencias mucho mayores an. La naturaleza nos coloc en uno de
los tres planetas medios, en los cuales parece dominar tambin una
relacin media y una proporcin ms equilibrada lo mismo tra
tndose de tiempos que de espacios, y es posible que tambin en
cuanto a la formacin de sus criaturas. La relacin de nuestra
materia con nuestro espritu es quiz tan equilibrada como la dura
cin de nuestros das y noches. Cabe que nuestra rapidez mental
est en proporcin a la velocidad de nuestro planeta en su movi
miento de rotacin y de traslacin con respecto a la velocidad o lon
gitud de otros astros, as como nuestros sentidos se hallan proporcio
nados notoriamente a la finura de la organizacin que pueda y deba
prosperar en nuestra tierra. A uno y otro lado hay probablemente
las mayores divergencias. Contemos, pues, mientras vivamos aqu,
nicamente con el entendimiento medio terreno y con las virtudes,
mucho ms dudosas an, de los hombres! Si pudiramos ver el sol
con los ojos de Mercurio o volar alrededor de l con sus alas; si con
la rapidez de Saturno y Jpiter en su rotacin nos fuera dada al mis
mo tiempo su lentitud, su mayor contorno, o si recibiendo los ms
altos calores y fros pudiramos navegar por las vastas regiones del
cielo sobre la cola de los cometas, entonces podramos hablar de otra
va media, ms ancha o angosta que la proporcionada de las ideas

l'
y fuerzas humanas; pero considerando dnde estamos y cmo somos,
queremos permanecer fieles a esta va media proporcionada, que
probablemente es la ms idnea a la duracin de nuestra vida.
Hay una perspectiva que puede suscitarse aun en el alma del hom
bre ms lerdo concibiendo que otrora estuvimos en alguna ocasin
gozando en general de algn modo de estas riquezas de la naturaleza
formativa que en la actualidad nos son negadas, imaginando que,
una vez llegados a la suma de la organizacin de nuestro planeta,
tal vez un paseo a ms de otro astro sea la suerte y el progreso de
nuestro destino, o que, por ltimo, acaso nuestra destinacin fuera
incluso que llegramos a tener comercio con todas las criaturas de
tantos y tan distintos mundos hermanos, llegados a la madurez. Al
igual que en nosotros es notorio que nuestras ideas y fuerzas slo ger
minan a base de nuestra organizacin de la tierra y tienden a mo
dificarse y transformarse hasta tanto lleguen a la pureza y finura
que puede lograr esta nuestra creacin, tenemos que pensar que no
puede ser de otro modo en los dems astros, si hemos de guiarnos
por la analoga. Qu magnfica armona cabra concebir si seres
tan diversamente formados se encaminaran a un solo fin 1 y se co
municaran mutuamente sus impresiones y experiencias! Nuestro en
tendimiento es slo n entendimiento terreno, formado progresiva
mente a base de las sensibilidades que nos rodean en este mundo;
lo propio ocurre tambin con los impulsos e inclinaciones de nuestro
corazn; es probable que otro mundo no conozca sus exteriores me
dios auxiliares y obstculos. Pero; no ha de conocer sus ltimos
resultados? Sin duda! Tambin en este caso tienden todos los radios
hacia el punto central del crculo. El entendimiento puro slo
puede ser entendimiento en todas partes, cualesquiera que sean las
sensibilidades de donde se haya derivado; la energa del corazn se
r en todas partes la misma aptitud, es decir, virtud, cualesquiera
que sean los objetos en que se haya ejercido. Por lo tanto, es pro
bable que tambin en este caso la mxima diversidad pugne por al
canzar la unidad, y la naturaleza omniextensa tendr una meta en
donde rena las ms nobles aspiraciones de tan diversas criaturas
y las flores de todo el mundo como si fuera en un solo jardn. Por
qu lo unido fsicamente no tendra que unirse tambin espiritual
y moralmente, si espritu y moralidad son tambin fsica y sirven a
las mismas leyes, que en definitiva dependen todas del sistema solar,
bien que en un orden ms elevado? As, pues, si me fuera lcito
comparar la condicin general de los diversos planetas, aun en la
organizacin y en la vida de sus moradores, con los distintos colores
de un rayo de sol y con las distintas notas de una escala musical,
i Sobre el sol como cuerpo tal vez habitable, vase Boden, Gedankert
u b er die N a tu r der Sonne, en los trabajos de la Sociedad Berlinesa de Amigos
de la Investigacin de la Naturaleza, vol. II, pg. 225.
dira que la luz del nico sol de lo verdadero y bueno tal vez incida
de modo distinto en cada uno de los planetas, de suerte que ninguno
de ellos podra jactarse de gozar de ella por entero. Slo porque hay
un sol que los ilumina a todos, y todos ellos se mueven en un plano
de formacin, es de esperar que todos ellos, cada uno a su manera,
se acerquen a la perfeccin y tal vez un da lleguen a unirse tras
distintos rodeos en una sola escuela de lo bueno y de lo bello. Ahora,
queremos ser slo hombres, es decir, una nota, un color, en la armo
na de nuestros astros. Si la luz de que gozamos puede compararse
tambin al color verde suave, no cabe que nos tengamos por la pura
luz solar, ni nuestro entendimiento y voluntad por el manejo del
universo, puesto que es notorio que con toda nuestra tierra somos
solamente una pequea fraccin del conjunto.

III

NUESTRA TIERRA PAS POR MLTIPLES REVOLUCIONES


HASTA QUE LLEG A SER LO QUE ES AHORA

La prueba de esta proposicin la da ya la misma tierra por lo que


es por encima y por debajo de su superficie (pues ms all no lle
garon los hombres) . Las aguas se desbordaron y formaron yacimien
tos, montes y valles; el fuego atac impetuoso, hizo saltar la corteza
de la tierra, levant montaas y vaci los fundidos intestinos del
interior; el aire, encerrado en la tierra, form cuevas, favoreciendo
la salida de aquellos poderosos elementos; los vientos se abatieron
sobre su superficie, y una causa ms poderosa an determin la
modificacin de sus propias zonas. Muchas de estas cosas aconte
cieron en pocas en que haba ya criaturas organizadas y vivas; es
ms, parece de vez en cuando acontecieron ms de una vez, aqu
ms rpidamente, all ms despacio, como los animales y plantas
fsiles demuestran casi por todas partes y en tamaa altura y pro
fundidad. Muchas de estas revoluciones afectan a una tierra ya
formada, y por lo tanto pueden calificarse tal vez de contingentes;
otras parecen esenciales a la tierra y fueron las que al principio la
formaron. Carecemos hasta ahora de una teora completa lo mismo
de aqullas que de stas (siendo difcil hacer una separacin entre
unas y otras) ; es difcil que la tengamos sobre aqullas, porque son,
por decirlo as, de naturaleza histrica y pueden depender de causas
demasiado locales. En cambio, sobre las primeras revoluciones esen
ciales de nuestra tierra, deseara llegar a una teora. Espero que
lo lograr, puesto que aunque las observaciones de distintas partes
del mundo distan mucho de ser an todo lo completas y exactas que
se necesitara, me parece que tanto los principios y observaciones de
la fsica general como las experiencias de la qumica y de la minera
se acercan al punto en que tal vez una inteligencia feliz logre unir
varias ciencias, explicndolas, pues, una por medio de otra. Sin duda
Buffon es slo el Descartes de esa modalidad, llamado a ser pronto
refutado y superado por Kepler y Newton a bse de puros hechos
coincidentes. Los nuevos descubrimientos hechos sobre el calor, el
aire, el fuego y sus diversos efectos sobre las partes integrantes, sobre
la composicin y descomposicin de nuestros seres terrestres, los
principios simples a que ha sido llevada la materia elctrica, y en
parte tambin la magntica, me parecen progresos, si no prximos,
por lo menos lejanos para que quiz con el tiempo, y gracias a un
nuevo concepto medio, logre una inteligencia afortunada explicar
nuestra geogcna tan fcilmente como Kepler y Newton expusieron
el sistema solar. Sera hermoso que con ello muchas fuerzas natura
les tenidas hasta ahora por qualitates occultae pudieran reducirse a
esencias fsicas demostradas.
Sea como fuere, lo que no puede negarse es que tambin la na
turaleza di un gran paso en este sentido, habiendo logrado la m
xima diversidad partiendo de una simplicidad que llega al infinito.
Antes de que pudieran producirse nuestro aire, nuestra agua y
nuestra tierra, se necesitaron multitud de stamina que se disolvan
y precipitaban mutuamente, y cuntas disoluciones y revoluciones
de lo uno a lo otro presuponen los mltiples gneros de la tierra, de
las piedras, de las cristalizaciones, y hasta de la organizacin en los
moluscos, plantas, animales y por fin en el hombrel Pues bien, al
igual que la naturaleza lo produce todo a base de lo ms fino y ms
pequeo en todas partes, an ahora, sin contar para nada con nues
tra medida, de tiempo, compartiendo la ms esplndida abundancia
con la ms severa economa, tal parece ser tambin, aun segn la
tradicin mosaica, el procedimiento que puso el primer fundamento
para la formacin o, mejor dicho, elaboracin y desarrollo de las
criaturas. La masa de fuerzas y elementos que actan, y de la cual
sali la tierra, contena probablemente como caos todo cuanto de
ella poda y deba originarse. En lapsos peridicos se desarrollaron
el aire, el fuego, el agua y la tierra a base de stamina espiritua
les yL corporales. Tuvo que haber previamente muchas combinacio
nes de agua, aire y luz para que saliera el germen de la primera
organizacin vegetal, tal vez el liquen. Muchas plantas tuvieron que
producirse y perecer antes de que saliera una organizacin animal,
en la cual tambin insectos, pjaros, animales acuticos y nocturnos
precedieron a los ms formados de tierra y diurnos, hasta que, por
ltimo, despus de todos, apareci la corona de la organizacin de
nuestra tierra: el hombre, el microcosmos. l, hijo de todos los ele
mentos y esencias, su compendio elegido y algo as como la flor y
nata de la creacin terrena, no poda ser ms que el ltimo Benja
mn de la naturaleza, para cuya formacin y recepcin se requera
que hubiese habido previamente muchos desarrollos y revoluciones.
Sin embargo, tan igualmente natural era que l tuviera que
pasar todava por muchos trances, y como la naturaleza no se detiene
nunca en su tarea, y menos an la descuida o retarda en favor de
un favorito, la solidificacin y formacin ulterior de la tierra, su
fuego interior, sus inundaciones y todo cuando con ello se relaciona,
tenan que seguir su marcha durante mucho tiempo y a menudo,
aun cuando vivieran ya hombres en la tierra. Aun la ms antigua
tradicin escrita conserva el recuerdo de semejantes revoluciones, y
ya veremos ms adelante qu intensas influencias tuvieron casi sobre
todo el gnero humano esos formidables fenmenos de los primeros
tiempos. En la actualidad, las convulsiones de esa especie enorme
son menos frecuentes porque la tierra est ya en su fase final o, me
jo r dicho, es muy vieja; sin embargo, nunca podrn ser ni sern
totalmente extraas para nuestro gnero ni para nuestra morada.
Eran impropias de un filsofo las imprecaciones que casi como una
blasfemia diriga Voltaire a la divinidad a causa del terremoto de
Lisboa. No nos debemos nosotros mismos y todo lo nuestro, aun
nuestra morada, la tierra, a los elementos? Si stos despiertan pe
ridicamente y reclaman lo suyo obedeciendo a leyes naturales que
siguen actuando; si el fuego y el agua, el aire y el viento, que hi
cieron habitable y frtil nuestra tierra, continan su marcha y lo
destruyen; si el sol que durante tanto tiempo nos ha venido dando
calor de madre, criando a todo lo vivo y atrayndolo con cuerdas
de oro a su rostro gozoso; si ahora acaba atrayendo a su ardiente
regazo la decrpita fuerza de la tierra, que ya no puede sostenerse ni
seguir su marcha: sucedera otra cosa que lo que tena que suceder
segn las leyes eternas de la sabidura y del orden? A l igual que en
una naturaleza llena de cosas mutables se hace obligado el movi
miento, as resulta tambin obligada la decadencia, naturalmente:
una decadencia aparente, un camb'io de figuras y formas. Pero ese
cambio jams afecta a lo interno de la naturaleza, la cual, superior
a toda ruina, cual ave fnix resurge siempre de sus cenizas y florece
con remozadas fuerzas. Ya la formacin de nuestra morada y de
todos los materiales a que pudo dar lugar, tiene que prepararnos,
pues, para la caducidad y mutacin de toda la historia humana; es
lo que vemos cada vez mejor con cualquier visin ms aproximada.
IV

NUESTRA TIERRA ES UNA ESFERA QUE SE MUEVE EN


DERREDOR DE SI MISMA Y EN DIRECCIN
OBLICUA CON RESPECTO AL SOL

A l igual que el crculo es la figura ms perfecta porque no hay


otra que como ella rena la mxima superficie en la construccin
ms fcil ni que con la ms bella simplicidad implique la ms rica
diversidad, as sali de las manos de la naturaleza nuestra tierra (y
como ella salieron todos los planetas y soles) con figura esfrica, o
sea como proyectos de la ms simple plenitud. Hay que asombrarse
ante la pluralidad de modificaciones que tienen lugar en nuestra
tierra; pero ms hay que asombrarse an de la unidad a que sirve
tan incomprensible diversidad. Es un sntoma de la profunda bar
barie nrdica en que educamos a los nuestros, el hecho de que desde
la juventud no les demos una profunda impresin de esta belleza,
de la unidad y variedad de nuestra tierra. Deseara que mi libro
lograra trazar slo algunos rasgos para la exposicin de esta gran
perspectiva que se adue de m desde los primeros tiempos de mi
autoformacin para conducirme luego al vasto mar de los conceptos
libres. Adems, es sagrada para m en cuanto veo sobre m este cielo
que todo lo cubre y debajo de m esta tierra, que todo lo abarca,
girando sdb're s misma.
Es incomprensible que durante tanto tiempo los hombres pu
dieran ver la sombra de su tierra en la luna sin advertir profunda
mente al mismo tiempo que todo lo que hay en ella es rotacin,
rueda y mutacin. Si alguien hubiese tomado en consideracin esta
figura alguna vez cmo se habra lanzado a convertir todo el mundo
a una ortodoxia en filosofa y religin, o a asesinarlo a tal objeto
con ardor angosto aunque sagrado? Todo es en nuestra tierra mo
dificacin de una esfera, no hay un punto igual a otro, ni semi-
esfera igual a otra; el este y el oeste se oponen entre s como norte
y sur. Es un criterio limitado el querer calcular slo por la latitud
esta variacin, acaso porque la longitud resulte menos patente, y
pretender dividir la historia humana tambin segn un antiguo es
quema ptolemaico de climas. Para los antiguos, la tierra era menos
conocida; en la actualidad, para una ojeada y estimacin general,
puede sernos ms conocida que nicamente a base de grado norte
y sur.
Todo es mutacin en la tierra; en ella no cabe hacer separacio
nes fijas, ni recurrir a las apuradas divisiones de un globo o mapa.
Cual gira la esfera, as giran tambin en ella tanto las cabezas como
los climas; las costumbres y religiones como los corazones y trajes.
Hay en ello una indecible sabidura, no en que todo sea mltiple,
sino en que en la tierra redonda todo est creado y acordado de
un modo aun bastante unsono. En esta ley: hacer mucho con uno
y asociar la mayor diversidad a una uniformidad sin coaccin, es
triba precisamente la manzana de la belleza.
Para darnos esta unidad y fijeza, la naturaleza at a nuestro pie
un peso suave: en el mundo de los cuerpos, se llama gravedad; en
el de los espritus, indolencia. Cual todo se dirige imperativamente
a su punto medio y nada puede salir de la tierra, sin que jams
dependa de nuestra voluntad que vivamos o muramos en ella, as
tambin la naturaleza educa nuestro espritu desde la infancia con
fuertes vnculos, cada cual a su propiedad, es decir, a su tierra (pues,
al fin y al cabo, qu tenemos como propiedad ms que sta?) . Cada
cual ama su pas, sus costumbres, su lengua, su esposa, sus hijos, no
porque sean los mejores del mundo, sino porque son los suyos con
firmados, y en ellos se ama a s mismo y sus esfuerzos. As, cada
cual se acostumbra aun a la comida peor, al modo de vivir ms
duro, a las costumbres ms zafias y al clima ms rudo, y en ellos
encuentra en definitiva agrado y sosiego. Hasta las aves hacen nido
donde nacieron, y la patria peor y ms ruda tiene a menudo los
ms atractivos encantos para el linaje humano que se acostumbr
a ella.
Por lo tanto, si preguntamos: dnde est la patria de los
hombres?, dnde el punto central de la tierra?, la contestacin
ser siempre: Ah. Donde t ests, aunque sea el polo glacial o
bajo el ardiente, sol meridiano. Por todas partes donde pueden vivir
hombres, viven hombres, y casi en todas partes pueden vivir. Como
la gran madre no poda o no deseaba crear en nuestra tierra una
cosa eternamente uniforme, no tena otro recurso que fomentar la
ms enorme diversidad y crear al hombre de tal material que so
portara tamaa diversidad. Ms adelante encontramos una bella
escala graduada, como, a medida que aumenta el arte de la orga
nizacin, en una criatura, aumenta tambin su capacidad para re
sistir estados de varias clases y formarse segn cada uno de ellos.
Entre todas estas criaturas variables, atrables y receptivas, el hombre
es la ms receptiva de todas; toda la tierra est hecha para l y l
para toda la tierra.
As, pues, si queremos filosofar sobre la historia de nuestro g
nero, neguemos cuanto podamos todas las formas estrechas de ideas
tomadas de la cultura de una sola zona de la tierra, a lo mejor de
una sola escuela. No lo que es el hombre entre nosotros, ni tampoco
lo que sea segn los conceptos de cualquier soador, sino lo que
es en todas las partes de la tierra y, sin embargo, al mismo tiempo
especial en una regin dada, es decir, aquello para lo cual poda
formarlo de a-Ign modo solamente la rica diversidad de los azares
en las manos de la naturaleza: eso es lo que hemos de considerar
tambin como intencin de la naturaleza. No queremos buscar y
encontrar para l ninguna figura favorita, ninguna regin favorita;
donde est, es dueo y servidor de la naturaleza, su hijo ms que
jid o y tal vez al mismo tiempo su esclavo tenido con el mximo
rigor. Ventajas y desventajas, enfermedades y males, lo mismo que
nuevas clases de goce, de plenitud, de bendicin, lo aguardan por
todas partes; y segn como caigan los dados de esas circunstancias
y condiciones, as ser l.
Una causa fcil, todava inexplicable para nosotros, hizo que la
naturaleza no slo estimulara esta diversidad de criaturas en la
tierra, sino que la limitara y fijara: es el ngulo del eje de nuestra
tierra con el ecuador del sol. Este ngulo no es propio del movi
miento de la esfera: Jpiter no lo tiene, pues ste se halla en po
sicin vertical con respecto a la rbita del sol; Marte lo tiene un
poco agudo y Venus mucho, y tambin Saturno con su anillo y sus
lunas tiene una fuerte desviacin lateral. Qu infinita variedad de
estaciones y efectos solares resulta de esta suerte en nuestro sistema
sideral! Tambin en este sentido es nuestra tierra un hijo dispen
sado, una asociada mediana; el ngulo de su incidencia es an de
24 grados. No podemos plantearnos an si siempre fu as; bstenos
saber que lo es ahora. Este ngulo antinatural, o por lo menos inex
plicable para nosotros, acab sindole propio y no se modific desde
hace miles de aos; adems, parece necesario para lo que ha de ser
la tierra y el gnero humano en ella. En efecto, con esta direccin
inclinada hacia la elptica, se determinan zonas variables, que hacen
habitable toda la tierra, desde el polo hasta el ecuador, y a su vez
desde ste hasta el otro polo. La tierra tiene que inclinarse regu
larmente para que reciban tambin los rayos solares y se hagan aptas
para la organizacin regiones que de otra suerte conoceran slo
el fro y la oscuridad de los Cimerios. Pues bien, como la larga his
toria de la tierra demuestra que la relacin de las zonas tuvo gran
influencia sobre todas las revoluciones del entendimiento humano
y de sus efectos (pues ni de las zonas ms fras ni de las ms clidas
se produjeron jams sobre el conjunto efectos como los producidos
por la zona templada), vemos nuevamente con qu delicado rasgo
el dedo de la omnipotencia circunscribi y delimit todas las con
vulsiones y gradaciones de la tierra. Habra bastado la ms peque
a modificacin en la direccin de la tierra con respecto al sol
para que todo hubiese sido distinto.
Una diversidad ponderada es tambin en este caso la ley del
arte formativo del Creador del mundo. No le bastaba que la tierra se
distribuyera en luz y sombra y la vida humana en da y noche; tena
que variar tambin el ao de nuestra especie, y slo algunos das nos
concedi en otoo e invierno. De esta suerte se determin tambin
la longitud y brevedad de la vida humana, y, con ellas, la medida
de nuestras fuerzas, las revoluciones de la edad humana, las varia
ciones de nuestros asuntos, fenmenos e ideas, la nulidad o perdu
rabilidad de nuestras resoluciones y hechos, pues todo esto, como
veremos, se halla unido en definitiva a esta ley tan sencilla de las
pocas del da y del ao. Si el hombre viviera ms tiempo, la fuerza,
el fin y el goce de su vida seran menos variables y dispersos, y si
la naturaleza no corriera con l tan peridicamente como corre por
l con todos los fenmenos de las estaciones, aunque es cierto que
no tendra lugar la gran extensin del reino humano sobre la tierra
y menos an el tumulto de escenas que ahora nos ofrece la historia,
en cambio en un sector ms reducido de la tierra habitada es pro
bable que nuestra fuerza vital influyera ms ntima, intensa y fir
memente. Ahora, el contenido del Eclesiasts es el smbolo de nues
tra tierra: todo tiene su tiempo, invierno y verano, otoo y prima
vera, juventud y vejez, accin y reposo. Bajo nuestro sol de marcha
oblicua, toda obra de los hombres es perodo del ao.

NUESTRA TIERRA EST CUBIERTA DE UNA


ENVOLTURA GASEOSA Y SE HALLA EN LA
PUGNA DE VARIOS ASTROS CELESTES

Nosotros no somos capaces de respirar aire puro, pues somos


un organismo compuesto, un compendio casi de todos los organis
mos de la tierra, cuyos primeros elementos fueron precipitados tal
vez todos del aire y gradualmente pasaron de lo invisible a lo vi
sible. Cuando nuestra tierra se form, probablemente el aire fu el
almacn de las fuerzas y materias de que se form, acaso no sigue
sindolo todava? Cuntas cosas antes desconocidas se han descu
bierto en los ltimos aos, cosas todas ellas que actan en el medio
del aire! La materia elctrica y la corriente magntica, lo combus
tible y el cido carbnico, sales refrigerantes y tal vez partculas de
luz que el sol se limita a estimular, verdaderos principios poderosos
de ios efectos naturales sobre la tierra; y cuntos ms se descubri
rn an! El aire impregna y disuelve; absorbe, hace fermentaciones
y precipitaciones. Parece ser, pues, la madre de las criaturas terrenas
tanto como pueda serlo la misma tierra, el vehculo general de las
cosas que sta a su seno atrae y de las que de su seno saca.
No necesita demostracin el hecho de que la atmsfera influye
y acta aun en las ms delicadas y espirituales disposiciones de todas
las criaturas terrenas; con el sol y bajo el sol, viene a ser como co-
regente de la tierra, de la cual fu en tiempos formadora. Qu
diferencia general se producira si nuestro aire hubiese tenido otra
elasticidad y gravedad, otra pureza y compacidad, si hubiese pre
cipitado otra agua, otra tierra, y actuara con otras influencias en
la organizacin de los cuerpos! Sin duda as acontece en otros pla
netas que se formaron en otras regiones del aire; de ah tambin
que resulte tan incierto el querer sacar sobre las cualidades de stas-
conclusiones a base de las sustancias y fenmenos de nuestra tierra.
En sta fu creador Prometeo; form a base de arcilla blanda pre
cipitada y fu a (buscar en la altura tantas chispas luminosas y
fuerzas espirituales como pudo procurarse en esta distancia del
sol y en una masa de gravedad especfica como la nuestra y no de
otro modo.
La diversidad de los hombres as como de todos los productos
del globo terrestre tambin tiene que regirse, pues, por la diversidad
especfica del medio en el cual vivimos como en el rgano de la
divinidad. En este caso, lo que importa no es solamente la clasi
ficacin de las zonas segn el calor y el fro, ni solamente la lige
reza o pesadez de los cuerpos del aire que presionan, sino infinita
mente mucho ms las fuerzas espirituales, que obran de muy dis
tintos modos, fuerzas que en ella actan y aun cuyo compendio-
est formado quiz por todas-, sus cualidades y fenmenos. Cmo la
corriente elctrica y magntica rodean a nuestra tierra; qu gases,
o vapores se levantan en tal o cual parte; a dnde llevan; en qu
se transforman; qu clase de organizaciones producen; cunto tiempo-
las conservan; cmo las disuelven: todo eso proporciona conclusio
nes evidentes sobre la condicin y la historia de las distintas clases
de hombres, puesto que el hombre es, como todo lo dems, una
criatura del aire y en todo el sector de su existencia hermano de
todos los organismos de la tierra.
Tengo la impresin de que se llegar a un nuevo mundo de
conocimientos cuando se hayan reunido en un sistema de la natu
raleza las observaciones que sobre el calor y el fro, la electricidad
y las clases de aire junto con otras esencias qumicas y sus influen
cias en el reino de la tierra y de las plantas, sobre animales y hom
bres han efectuado Boyle, Boeshave, Hales, Gravesand, Franklin,
Priestley, Black, Crawford, Wilson, Achard y otros. Si con el tiempo-
esas observaciones se multiplicaran y generalizaran todo lo que ad
mite el conocimiento progresivo de varias regiones y productos de-
la tierra, hasta que el creciente estudio de la naturaleza fundara
algo as como una academia universal libre cuya atencin se divi
diera por asuntos pero que con un solo espritu de verdad, seguridad,
utilidad y belleza estudiara las influencias de esos entes en tal o-
cual parte, sobre tal o cual cosa, entonces obtendramos finalmente
una aerologa geogrfica y veramos cmo este gran invernadero de
la naturaleza acta segn leyes fundamentales uniformes en sus mi
les de variaciones. Con ello se explicara la formacin de los hombres
en cuerpo y espritu, cuadro que en la actualidad slo nos es dado
con algunos rasgos aislados, aunque en parte muy claros.
Pero la tierra no est sola en el universo; tambin otros entes
celestes actan sobre su atmsfera, sobre este gran espacio de fuer
zas en accin. El sol, la eterna bola de fuego, la anima con sus rayos;
la luna, este cuerpo pesado, que presiona y que tal vez pende de
su atmsfera, la presiona ora con su rostro fro y a oscuras, ora con
su rostro calentado por el sol. Otros cuerpos celestes se le aproxi
man, influyendo en su rbita y modificando sus fuerzas. Todo el
sistema celestial es una tensin de esferas iguales o desiguales, pero
que con gran energa se empujan mutuamente; y slo la gran idea
de la omnipotencia es la que equilibra esos impulsos y les presta
asistencia en su lucha. El entendimiento humano supo encontrar
tambin una gua en ese inmenso laberinto de fuerzas impulsoras,
habiendo logrado resultados casi milagrosos gracias sobre todo a
la luna, tan irregular, llevada de dos juegos de presiones opuestas
y a que ese centro est tan cerca de nosotros. Si un da todas esas
observaciones y sus resultados se aplican a nuestra esfera de aire,
como se han aplicado ya a las mareas; si con un esfuerzo de largos
aos, en distintos lugares de la tierra, con ayuda de delicados ins
trumentos, en parte inventados ya, se siguen ordenando las revolu
ciones de este mar celeste por pocas y lugares hasta formar un con
junto, tengo la impresin de que la astrologa volver a figurar con
la mayor gloria y utilidad en el concierto de nuestras ciencias, y
lo que comenz Toaldo, enriquecido con principios o asistencias
de Luc, Lambert, Tobas Mayer, Bockmann y otros, tal vez pueda
ser completado por un compilador (y sin duda fijndose mucho en
la geografa y en la historia humana).
Baste decir que nos formamos, crecemos, caminamos y empuja
mos bajo un mar de fuerzas celestes (o en l), en parte observadas,
en parte sospechadas. Si tanto pueden sobre nosotros y toda la
tierra el aire y los elementos, cabe la posibilidad de que lo que nos
determin y modific los mximos perodos y revoluciones de la
humanidad, haya sido tambin, en trminos generales, ora una chis
pa elctrica que fu a dar ms pura en tal criatura humana, ora una
porcin de materia inflamable que se acumul ms violentamente
en tal otra, ora una masa de la frialdad y serenidad de varios, ora un
ser suavemente, dulcemente flido. Slo la mirada omnipresente,
bajo la cual se forma tambin esta pasta segn leyes eternas, slo
ella es quien asigna su lugar, su tiempo, su esfera de influencia en
este mundo de fuerzas fsico a cada punto del elemento, a cada
chispa y rayo etreo que saltan, y al hacerlo as persigue el fin de
mezclarlo y atenuarlo con otras fuerzas opuestas.

VI

EL PLANETA QUE HABITAMOS ES UNA MONTAA DE


TIERRA QUE EMERGE DE LA SUPERFICIE DE LAS AGUAS

Lo confirma una simple mirada a un mapamundi. Cordille


ras de montaas son no slo lo que atraviesa la tierra firme, sino
tambin lo que de modo notorio constituye el esqueleto a base del
cual y aadindose al cual se form la parte slida de la superficie
terrestre. En Amrica, la cordillera corre a lo largo del margen occi
dental subiendo por el istmo. Su marcha es transversal cuando la
tierra se encoge; cuando pasa ms por el medio, tambin la tierra
se ensancha, hasta que ms all de Nueva Mxico se pierde en re
giones desconocidas. Probablemente en ese punto no slo sigue
hasta el monte de San Elias, sino que adems en la parte ancha se
relaciona con varios montes, especialmente con los Azules, y as
mismo en Sudamrica, donde la tierra se ensancha, hay montes que
se extienden hacia el norte y el este. Amrica es, pues, aun por su
figura, una franja de tierra, adosada a las montaas, a cuyos pies
se extiende ms llana o ms abrupta.
Las otras tres partes del mundo dan la impresin de ser ms
compuestas porque su mayor extensin es en el fondo una sola parte
del mund'o; sin embargo, tambin puede conocerse en ellas sin gran
esfuerzo que el respaldo terrestre de Asia es el tronco de las cordille
ras que se extienden sobre esta parte del mundo y sobre Europa, y
quiz tambin sobre frica, por lo menos sobre su parte superior. El
Atlas es una continuacin de las cordilleras asiticas, que en la parte
central del Continente llegan slo a mayor altura y por sus estri
baciones junto al Nilo se enlazan probablemente con los Montes de
la Luna. El futuro dir si por su altura y anchura son esos Montes
de la Luna un verdadero respaldo terrestre. As deberan darlo a
entender la extensin de la parte terrestre y algunas noticias frag
mentarias; sin embargo, la proporcionada reduccin y pequeez de
los ros de esa zona terrestre que nos son conocidas, no parece que
hayan de decidir la cuestin de si su altura es un verdadero cinturn
terrestre, como los Urales asiticos o las cordilleras americanas. Baste
decir que tambin en estas partes del mundo la tierra est notoria
mente adosada a las cordilleras. Todos sus trayectos discurren para
lelamente a las estribaciones de las montaas; donde stas se en
sanchan y ramifican, se ensanchan tambin las tierras. Esto vale
tambin para los promontorios, islas y pennsulas. La tierra extiende
sus brazos y miembros como se extiende el esqueleto de las cordi
lleras; es, pues, solamente una masa variada, adosada a ellas en
diversas estratificaciones y yacimientos, que acab por ser habitable.
De .la continuacin de las primeras cordilleras dependi, pues,
que la tierra existiera como continente firme; aqullas parecen ser
el antiguo ncleo y contrafuerte de la tierra, sobre el cual aplicaron
su peso las aguas y el aire acabando por formar as una plataforma
llana en que pudieran tener su habitculo los primeros organismos
del reino vegetal. Estas ms antiguas cadenas de cordilleras no pue
den explicarse a base de la revolucin de una esfera; no se hallan
en la regin del ecuador donde mayor fu la revolucin de la esfera;
ni siquiera discurren paralelamente a l, antes bien la serie orogr-
fca americana atraviesa el ecuador. En consecuencia, no podemos
obtener aclaracin alguna de esas demarcaciones matemticas, pues
propiamente aun -los montes y cordilleras ms elevados son una in
significancia comparados con la masa del globo en su movimiento.
De ah que no me parezca bien que en los nombres de las cadenas
de cordilleras se busquen semejanzas con el ecuador y los meridia
nos, pues entre ambas cosas no hay verdadera relacin y ms bien
se producira una confusin de conceptos. Lo que importa es su
figura originaria, su formacin y continuacin, su altura y anchura,
en una palabra: una ley natural fsica que nos explique su forma
cin y con ella la formacin tambin de la tierra firme. Pues bien,
el problema de encontrar tal ley natural fsica, el de si las cordilleras
constituyen radios desde un solo punto, ramas de un tronco o he
rraduras angulosas, y a qu regla obedeci su formacin, pues sur
gieron como cordilleras desnudas, como esqueleto de la tierra: sta
es la cuestin importante, hasta ahora no resuelta y para la cual
deseara yo una solucin satisfactoria. Entindase bien que no me
refiero ahora a las montaas formadas por aluvin, sino a las ori
ginarias, a las que constituyen los fundamentos de la tierra.
Baste decir que como se tendieron las cordilleras se extendieron
tambin las tierras. Asia fu la que primero pudo habitarse, porque
posea las cordilleras ms altas y ms anchas y a su espalda una
llanura a la que nunca llegaron las aguas. All, pues, segn toda
probabilidad, en cualquier valle feliz al pie de la cordillera y re
clinado en su seno, hu-b'o el primer habitculo elegido de los hom
bres. Desde all se expandieron descendiendo por el sur, siguiendo
los valles hermosos y feraces a lo largo de los ros; hacia el norte,
se formaron tribus ms fuertes, que erraban entre los ros y las
montaas y con el tiempo se corrieron al oeste y llegaron a Europa.
Una expedicin sigui a otra, un pueblo empujaba a otro, hasta
que encontraron otro mar, el Bltico, que en parte atravesaron y
en parte les hizo retroceder para dirigirse a ocupar el sur de Europa.
A ll haban llegado ya de Asia por el sur otras expediciones de pue
blos, y as, la confluencia de distintas, y a veces antagnicas, corrien
tes de pueblos en ese rincn de la tierra determin que se poblara
con la densidad con que lo est. Ms de un pueblo que se vi apu-'
rado, acab por retirarse a las montaas, dejando para sus vence
dores las llanuras y campos abiertos; de ah que en casi toda la tierra
encontremos los ms antiguos restos de naciones y lenguas, bien en
las montaas,, bien en los rincones y recodos de las tierras. Casi no
hay una sola isla ni regin en que un pueblo extranjero posterior
no haya ocupado las llanuras, mientras las naciones anteriores y
rudas se escondan en los montes. De esos montes, en que stas pro
seguan su modo de vida ms duro, provinieron luego a menudo
en tiempos posteriores revoluciones que trastornaron ms o menos
las llanuras. India, Persia, China y hasta los pases del oeste de Asia,
la misma Europa, protegida por obras de artificio y accidentes na
turales, fueron devastadas ms de una vez por los pueblos de las
montaas que se precipitaron sobre ellas formando ejrcitos que
todo lo revolvieron; y lo que ocurri en el gran escenario de las
naciones, no dej de producirse en igual escala en las pequeas de
marcaciones. Los maratos del sur de Asia, montaeses salvajes en
ms de una isla y en Europa restos dispersos de antiguos montaeses
intrpidos, merodeaban de un lugar a otro, y cuando no podan
quedar vencedores, vivan del bandidaje. En una palabra: las gran
des regiones montaosas de la tierra parecen haber sido lo mismo
el primer habitculo que la fragua de las revoluciones y de la con
servacin del gnero humano. A l igual que daban aguas a la tierra,
dironle tambin pueblos; al igual que en ellas surgan manantiales,
surga tambin de ellas el espritu del coraje y de la libertad cuando
la muelle llanura sucumba al yugo de las leyes, de las artes y de
los vicios. Todava en la actualidad son las cimas de Asia guaridas
de pueblos en su mayor parte salvajes; y quin sabe qu inunda
ciones y remozamientos nos reservan los siglos futuros?
Es demasiado poco lo que de frica sabemos para juzgar de los
movimientos y andanzas de sus pueblos. A juzgar ya por la raza
humana que habita en sus regiones altas, stas fueron ocupadas se
guramente desde el Asia, y es probable que Egipto recibiera su cul
tura, no de las partes altas de su tierra firme, sino de Asia. Pero-
no cabe duda de que fu inundado por los etopes, y en ms de
una costa (no conocemos ms de la regin) se dice que hubo que
sufrir las invasiones de pueblos de la parte alta de la tierra. Los
chagas tenan fama de ser los ms genuinos antropfagos; los cafres
y los pueblos del Monomotapa no les iban a la zaga en salvajismo.
En una palabra: en los Montes de la Luna, que ocupan las vastas
extensiones del interior, parece que tambin en esta parte, como
en todas, se conserv la rudeza originaria de ese linaje de la tierra.
La vejez o juventud de la poblacin de Amrica, se vi preci
samente al pie de las ms altas cordilleras de Per, el Estado ms
civilizado de esa parte del mundo, pero slo al pie de las montaas,
en el valle suave, hermoso de Quito. A lo largo de la regin monta
osa de Chile hasta los Patagones, se extienden los pueblos salvajes.
Las dems cordilleras y en general todo el pas del interior, nos es
harto poco conocido, aunque s lo bastante para encontrar confir
mada por todas partes la proposicin de que en las montaas y valles
montaosos se conservan las viejas costumbres, el salvajismo y liber
tad originarios. Los espaoles no lograron subyugar a los ms de
esos pueblos y tuvieron que calificarlos de los bravos. Las regio
nes fras de Amrica del Norte, al igual que las de Asia, deben con
siderarse, por el clima y por el modo de vivir de sus pueblos, como
una vasta y grande altiplanicie.
De esta suerte, la naturaleza, con las series de montaas que
traz y con los ros que hizo descender de ellas, esboz por decirlo
as el armazn rudo pero fijo de toda la historia humana y de sus
revoluciones. El hecho de que alguno que otro pueblo las atravesara
para descubrir ms tierra; de que siguieran avanzando a lo largo de
los ros edificando cabaas, aldeas y ciudades en los lugares frtiles;
de que se atrincheraran, por decirlo as, entre los montes y los de
siertos, como un ro en el medio, denominando suya esta regin
delimitada por la naturaleza y por sus costumbres; de que ah sur
gieran formas de vida adecuadas a la ndole de la regin y por l
timo reinos, hasta que el gnero humano acab encontrando la orilla
y aprendi a ir por mar a la orilla las ms veces estril y a obtener
de ella sustento; todo eso pertenece tanto a la historia natural
mente progresiva del gnero humano como a la historia natural
de la tierra. Otra altura fu la que di lugar a las naciones de ca
zadores, conservando, pues, lo salvaje que Ies era indispensable; otra,
ms extensa y benigna, la que di un campo a los pueblos pastores
y les asoci animales pacficos; otra, la que hizo fcil y necesario el
cultivo de los campos; otra ms, la que di con la natacin y la
pesca, habiendo conducido por ltimo y en definitiva al comercio-
verdaderos perodos y estados de la humanidad, que se hicieron ne
cesarios para estructurar nuestra tierra en su variedad y diversidad.
De ah que en muchas regiones, las costumbres y modos de vida se
conservaran durante miles de aos, mientras que en otras, las ms
de las veces por la accin de causas externas, se alteraron, pero siem
pre en proporcin a la tierra de donde vino la modificacin y tam
bin a aqulla en que sta se produjo y en la cual influy. Mares,
cordilleras y .ros son las separaciones naturales de los pases y asi
mismo de los pueblos, formas de vida, lenguas y reinos; es ms, aun
en las mximas revoluciones de las cosas humanas, fueron las lneas
directivas o los lmites de la historia universal. De haber sido otro
el recorrido de las montaas, el curso de los ros o la zona baada
por el mar cun infinitamente distinta habra sido la dispersin
en este hervidero de naciones!
Quiero decir slo unas palabras sobre la orilla del mar. Su es
cenario es tan vasto como mltiple y grande es la perspectiva de
la tierra firme. A qu se debe que el Asia se muestre tan apegada
a costumbres y prejuicios, y qu fu precisamente lo que hizo de
ella la primera casa de educacin y lugar de formacin de los pue
blos? En primer lugar, y por encima de todo, al hecho de que sea
una tan grande extensin de tierra firme, en la cual los pueblos
no slo se propagaban con facilidad, sino que, quisieran o no, te
nan que estar largo tiempo y siempre en relacin. La gran cordi
llera separa el norte del sur de Asia, pero, por lo dems, ningn
mar separa esas grandes extensiones; slo el Mar Caspio qued como
residuo del antiguo mar universal al pie del Cucaso. En consecuen
cia, all encontr fcilmente su camino la tradicin, que pudo ro
bustecerse a base de nuevas tradiciones procedentes de la misma o
de otras regiones. Por eso arraig all tan hondamente la tradicin,
el prestigio de lo ancestral, el despotismo! Cuanto ms nos aproxi
mamos al Asia, tanto ms en su elemento se hallan esas cosas con
el carcter de costumbres antiguas, eternas, y, a pesar de todas las
diferencias entre los distintos Estados, se encuentran difundidas por
toda el Asia meridional. La septentrional, separada de la anterior
por una elevada muralla de montaas, se form de modo distinto
en sus muchas naciones, pero a pesar de todas las diferencias que
entre s tienen sus pueblos, hay entre ellos una base igualmente uni
forme. Tartaria, la zona ms enorme de la tierra, es un hervidero
de naciones de distinta procedencia, pero casi todas ellas se hallan
en la misma fase cultural, pues ningn mar las separa y todas ellas
se mueven alrededor de una gran altiplanicie en declive hacia el
norte.
Por el contrario a qu diferencias da lugar el pequeo Mar Rojo!
Los abisinios son una tribu rabe, los egipcios un pueblo asitico;
y qu otro mundo de costumbres y formas de vida surgi entre
ellos! En los ms bajos rincones de Asia se observa una cosa seme
jante. Cmo separa Persia de Arabia eL pequeo- Golfo Prsico!
Cmo distingue a los malayos de los camboyanos el pequeo Golfo
Malayo! En el caso de frica es notorio que las costumbres de sus
moradores son menos diferentes porque no estn separados por ma
res y golfos, sino quiz slo por desiertos. De ah que en ellas hayan
podido influir menos las naciones extranjeras, y para nosotros, que
todo lo hemos recorrido, es poco menos que desconocida esa enorme
parte de tierra; nica y exclusivamente porque el mar no ofrece all
profundos entrantes y la tierra se extiende como inaccesible regin
aurfera con un trayecto sin salientes. Tal vez por esta razn, Am
rica, atravesada y recortada al norte y al sur por ros, mares y mon
taas, se halla poblada por numerosas pequeas naciones. Por su
situacin es la regin- ms accesible desde el exterior, pues consta de
dos pennsulas unidas slo por angosto istmo cuya profunda infle
xin forma un archipilago de islas. Es, pues, como si dijramos,
orilla toda ella y de ah que en ella tengan posesiones casi todos
los Estados europeos martimos, y que asimismo en caso de guerra
sea una prenda en juego. Esta situacin es favorable para nosotros,
piratas europeos; su entrecortamiento inferno result desfavorable
para la cultura de sus antiguos moradores, que vivan separados en
tre s por mares y ros, por alturas y precipicios bruscos, hasta el
punto que la cultura de una zona o la vieja palabra de la tradicin
de sus padres no pudo consolidarse y difundirse como pudo hacerlo-
en la vasta Asia.
Por qu descuella Europa por su diversidad de naciones, por
la mltiple versacin de costumbres y artes y ms que nada por
la accin que ha tenido sobre todas las partes del mundo? S per
fectamente que hay una confluencia de causas que no nos es po
sible deslindar en esta obra; pero fsicamente es innegable que lo re
cortado y variado de su suelo constituy una circunstancia propicia
para la accin de esas causas. Cuando los pueblos del Asia llegaron
aqu qu bahas y golfos encontraron, cuntos y cun distintos ros-
en movimiento, cunta variacin de pequeas cadenas de montaas!
Pudieron vivir juntos y separarse, influirse mutuamente y vivir en:
paz; de ah que la pequea parte del mundo tan articulada llegara,
a ser el mercado y hervidero de todos los pueblos de la tierra en
particular. Slo el mar Mediterrneo cmo determin los destinos-
de toda Europa! Tanto que casi puede decirse que ese mar facilit
por s solo la marcha y progreso de toda la cultura antigua y medie
val. El Bltico viene muy atrs, porque se halla ms al norte, entre-
pueblos ms duros y pases estriles, como si estuviera situado en.
una desviacin secundaria del mercado mundial; sin embargo, es-
tambin el ojo de toda la Europa del norte. Sin l, los ms de sus-
pases ribereos habran permanecido brbaros, fros e inhabitables.
Una cosa semejante puede decirse de la entrada del mar entre Fran
cia y Espaa, del canal entre aqulla e Inglaterra, de la figura de-
Inglaterra, Italia y de la Grecia antigua. Que se modifiquen las fron
teras de estos pases, que se suprima aqu un estrecho, que se cierre
all un camino, y la formacin y desolacin del mundo, el destino-
de pueblos enteros y partes del mundo ir por otro rumbo durante-
siglos.
En segundo lugar. Si se pregunta, pues, por qu, adems de
nuestos cuatro partes del mundo, no hay en aquel mar inmenso otra
quinta parte del mundo durante tanto tiempo tenida por cierta; la.
contestacin resultar desde ahora bastante resuelta por hechos: por
que en esa profundidad marina 110 hubo una cordillera primitiva
tan elevada que apoyndose en ella pudiera formarse una tierra
firme de gran extensin. Las cordilleras asiticas terminan en Geyln
con el Monte de An, en Sumatra y Borneo con las estribaciones
montaosas de Malaca y Siam, y asimismo las africanas en el Cabo
de Buena Esperanza y las americanas en la Tierra del Fuego. Ahora
bien, el granito, el pilar de la tierra firme, desaparece en las pro
fundidades y durante largas extensiones ya no vuelve a aparecer so
bre el nivel del mar. La gran Nueva Holanda carece de montaas
de la primera clase; las Filipinas, Molucas y otras en esa direccin,
lo mismo que otras dispersas, son todas ellas de origen volcnico,
y muchas de ellas tienen an volcanes. Aqu, pues, el azufre y la
pirita pueden hacer su tarea ayudando a formar el jardn de especias
del mundo, que con su ardor subterrneo probablemente contribu
yeron a sostener como una especie de invernculo natural. Tambin
los animales de coral hacen lo que pueden 1 y tal vez en miles de
aos forman los islotes que emergen del mar como puntos; pero
no van ms all las fuerzas de esa regin austral del mundo. La na
turaleza destin esas enormes extensiones a guardar grandes canti
dades de agua, indispensable tambin para la tierra habitada. Si
un da se descubriera la ley fsica de la formacin de las montaas
originarias de nuestro globo, y con ella tambin de la figura de
la tierra firme, se mostraran asimismo en ella las causas de que el
hemisferio austral no tenga esas cordilleras y por lo tanto no haya
podido formar una quinta parte del mundo. Si existiera no tendra
que permanecer inhabitada, segn la condicin actual de la atms
fera terrestre, para servir slo de propiedad hereditaria de focas y
pinginos como los tmpanos de hielo y la tierra de Sandwich?
En tercer lugar. Considerando la tierra, como escenario de la
historia humana, de cuanto llevamos dicho resulta, evidentemente,
que fu mejor que el Creador no hiciera depender del movimiento
de la esfera la formacin de las montaas, sino que fijara para ella
otra ley que todava no conocemos. Si el ecuador y el grandsimo
movimiento de la tierra bajo l hubiera sido causa de la formacin
de las montaas, ia tierra firme habra tenido que seguir extendin
dose an en su mxima anchura abarcando el cinturn trrido del
mundo actualmente refrigerado en gran parte por el mar. Entonces
el punto central del gnero humano habra estado en esa zona, pre
cisamente en la regin ms pesada para las energas corporales y
espirituales, si de otro modo haba de tener lugar an la actual con
dicin de toda la naturaleza de la tierra. Bajo los rayos implacables
del sol, bajo las ms violentas explosiones de la materia elctrica,
bajo los vientos todos y los contrastes de la intemperie, habra tenido
1 Forster, Bemerkungen, p. 126 ss.
que encontrar nuestro gnero su lugar de nacimiento y primera for
macin, para extenderse luego hacia la zona austral fra, contigua
a la zona trrida y asimismo en las regiones situadas hacia el norte;
el padre del mundo eligi para nuestro origen un lugar de forma
cin mejor. En la zona templada dispuso el ncleo principal de las
cordilleras del mundo antiguo, a cuyos pies viven las naciones hu
manas ms cultas. Di al hombre una regin ms suave, y, en con
secuencia, una naturaleza ms benigna, una escuela de educacin
mucho ms variada, para que luego, con una formacin slida y
bien robustecido, fuera emigrando cada vez ms hacia regiones ms
clidas y ms fras. A ll pudieron las primeras generaciones vivir
tranquilas al principio, descendiendo luego con las montaas y ros
para habitar regiones ms duras. Todos cultivaban su pequeo te
rreno y lo aprovechaban como si fuera el universo. La suerte y la
desgracia no se difundan de modo tan incontenible como habra
ocurrido si una sola cordillera, probablemente ms alta, hubiese do
minado por debajo del ecuador todo el mundo boreal y austral. As,
pues, el Creador lo orden siempre mejor de lo que nosotros habra
mos podido recomendarle; hasta la figura irregular de nuestra tierra
logra fines que con una mayor regularidad no se habran logrado.

VII

POR LOS TRAZADOS DE LAS CORDILLERAS FUERON


NUESTROS DOS HEMISFERIOS ESCENARIO DE LA
MS ASOMBROSA DIVERSIDAD Y VARIEDAD

Sigo teniendo a la vista el espectculo del mapamundi general.


En Asia, la cordillera se extiende por la parte ms ancha de la tierra,
y poco ms o menos en el centro se halla su nudo; quin iba a
pensar que en el otro hemisferio se extendera de modo diferente
en la mxima longitud? Y, sin embargo, as es. Esto implica ya
una diferencia total entre las dos partes del mundo. Las zonas al
tas de Sibria, que no slo estn expuestas a los vientos fros del
noreste, sino que tambin estn separadas de los vientos clidos
del sur por las cordilleras originarias cubiertas de nieves perpetuas,
tuvieron, pues, que enfriarse rgidamente en algunas regiones me
ridionales (sobre todo cuando a ello contribua su suelo, a menudo
salino), tal. como las conocemos por descripciones, hasta que en
alguna que otra parte otras estribaciones de esas cordilleras las pro
tegieron de los vientos ms rigurosos y pudieron formar zonas llanas
ms benignas. Pero contiguas inmediatamente a esa cordillera, en.
el corazn de Asia, qu hermosas regiones se extiendeni Protegidas
por aquellas murallas de los rgidos vientos del norte, stos les traan
solamente aire fresco. De ah que tambin hacia el sur alterara la
naturaleza el curso de las montaas haciendo que corrieran a lo
largo en las dos pennsulas de Indostn y Malaca, en Ceyln, etc.
Con ello di a los dos lados de esos pases estaciones opuestas, varia
ciones regulares y las convirti en unas de las regiones ms felices
del mundo. En frica, es demasiado poco lo que sabemos de los
sistemas orogrficos interiores; sin embargo, sabemos que tambin
esLa parte del mundo est cortada en longitud y latitud, y que pro
bablemente, pues, est muy enfriada en su centro. Muy diferente es
lo que ocurre en Amrica. Por el norte, los fros vientos del norte
y del noreste barren grandes extensiones, sin que una sola cordi
llera los detenga. Proceden de la gran zona glacial, que hasta ahora
no se ha logrado recorrer y que podra calificarse propiamente de
rincn glacial, an desconocido, del mundo. Luego barren grandes
regiones terrestres de suelo helado, y slo al llegar a los Montes
Azules la tierra se vuelve ms benigna, aunque contina ofreciendo
cambios fan repentinos de fro y calor como ningn otro pas, pro
bablemente porque toda esa pennsula septentrional carece de nna
muralla montaosa firme y seguida que le permita desviar los vien
tos y las inclemencias d'el tiempo y darles un dominio ms determi
nado. Por el contrario, en Amrica del Sur, soplan los vientos del
hielo del polo sur y en vez de una muralla de proteccin que los
detenga encuentran una cordillera que los dirige de sur a norte. De
ah que los moradores de las regiones centrales, de natural regiones
afortunadas, tengan que periclitar a menudo entre esas dos fuerzas
antagnicas en una indolencia hmeda, clida, a no ser que de las
montaas o del mar vengan brisas que les den fresco y fro.
Si a eso aadimos la brusca altura del pas y de su uniforme
respaldo montaoso, se nos har an ms patente w asombrosa la
diferencia entre las dos partes del mundo. Las Cordilleras son las
montaas ms altas del mundo; los Alpes de Suiza les llegan casi
a la mitad. A sus pies descienden las sierras en largas series, pero
siguen siendo elevadas en comparacin con el nivel del mar y las
profundas hondonadas1; viajando por ellas se sienten sntomas de
desazn y repentina prdida de fuerzas, lo mismo en los hombres
que en los anmales, como no se conocen en las montaas ms altas
del mundo antiguo. La tierra propiamente dicha no comienza hasta
sus pies, y la ms veces es una tierra muy llana de la cual han des
aparecido repentinamente las montaas. En la falda oriental de la
Cordillera se extiende el gran valle del Amazonas, nico en su

i U iaoa, N achrichten von Am erika, Leipzig, 1871, con magnficas notas


adicionales de J. G. Schneider, que acrecen considerablemente el valor de la obra.
clase; al igual que las montaas peruanas siguen siendo an nicas
en su clase. A mil pies, aquel ro, que acabar siendo mar, no tiene
an 2/5 de pulgada de declive, y puede recorrerse un trayecto igual
a la parte ms alta de Alemania sin subir un pie mas arriba del ni
vel del m ar1. Los Montes de Maldonado a orillas del Plata son de
pequea importancia comparados con la Cordillera; y as toda la
parte oriental de Amrica del Sur debe considerarse como una gran
extensin de terreno llano que durante siglos tuvo que estar expues
ta, y en parte sigue estndolo an, a inundaciones, pantanos y dems
incomodidades de las tierras bajas. All, pues, estn juntos el gigante
y el enano, la altura ms formidable y los bajos ms hondos que
pueda ofrecer un pas. No es diferente Jo que se ve en la parte meri
dional de Amrica del Norte. La Luisiana es tan baja como las cos
tas marinas que a ella conducen, y esa llanura baja se extiende a
gian distancia hacia el interior. Los grandes lagos, las enormes ca
taratas, el fro cortante del Canad etc., revelan que tambin la zona
septentrional de ia tierra debe ser alta y que en ella se repite, aun
que en menores proporciones, el caso de que los extremos se toquen.
Ya veremos luego qu consecuencias tiene eso sobre los frutos, ani
males y hombres.
La naturaleza procedi de otro modo en nuestro hemisferio bo
real, en el cual quiso ofrecer un primer habitculo a hombres y ani
males. Separ las cordilleras en latitud y longitud, y las prosigui
en varias estribaciones de suerte que todas las tres partes del mundo
pudieron relacionarse y, a pesar de la divergencia de regiones y pa
ses, fu posible en todos ellos un desarrollo ms sosegado. Aqu no
poda haber ninguna regin que durante una inmensidad de tiem
po estuviera inundada, ni en ninguna de ellas poda haber aquellos
ejrcitos de insectos, anfibios y fieras terrestres y alimaas marinas
que poblaron Amrica. La nica excepcin es el desierto de Gobi
(todava no conocemos los Montes de la Luna) ; por lo dems, no
se elevan hacia las nubes vastas extensiones de desiertas alturas te
rrestres capaces de albergar y alimentar monstruos en sus entraas.
El sol elctrico pudo en estas regiones favorecer, a base de una zona
terrestre ms seca, suavemente mezclada, especias ms delicadas, man
jares ms suaves y una organizacin ms madura lo mismo de los
hombres que de todos los animales.
Sera magnfico que tuviramos un mapa orogrfico y mejor
an un atlas orogrfico en que se registraran e hicieran observar
esos pilares de la tierra en los diversos aspectos requeridos por la
historia del gnero humano. De muchas regiones se determina con
bastante exactitud el orden y altura de las montaas; en otras se

i Leiste, Beschreibung des portugiesischen Amerika vom Cudena, Brunsch-


wlg, 1780, pgs. 79, 80.
hace observar la elevacin de las tierras sobre el nivel del mar, la
condicin de los terrenos en su superficie, el declive de los ros, las
direcciones de los vientos, las desviaciones de la aguja magntica y
los grados de caor y fro, y algunos de esos datos constituyen ya
objeto de mapas especiales. Reuniendo exactamente y pasando al
mapa varias de esas observaciones ahora dispersas en estudios y
descripciones de viajes; qu hermosa e instructiva geografa fsica
de la tierra tendra a la vista el naturalista y el historiador de la
humanid^dl Sera la ms esplndida aportacin a las magnficas
obras de Vareriius, Lulof y Bergmann. Pero es una tarea que apenas
est en sus comienzos; los Ferber, Palias, Saussure, Soulavie, etc.,
recopilan para determinadas regiones rica cosecha de descubrimien
tos que probablemente un da permitan dar unidad y seguridad a
nuestros conocimientos de la cordillera peruana (tal vez las regiones
ms interesantes del mundo para la historia natural de altos vuelos).
LIBRO SEGUNDO

- 1

NUESTRA TIERRA ES UNA GRAN FRAGUA PARA LA


ORGANIZACIN DE SERES MUY DISTINTOS

ms que en las entraas de la tierra todo nos parezca an caos


P
or
y ruinas porque no estamos en condiciones de abarcar la pri
mera construccin del conjunto, sin embargo, aun en lo que se nos
antoja lo ms pequeo y rudimentario percibimos una existencia muy
determinada, una configuracin y formacin segn leyes eternas, que
ningn capricho de los hombres modifica. Observamos esas leyes y
formas, pero ignoramos sus leyes internas, y lo que en ellas desig
namos con aigur.as palabras generales, por ejemplo: relacin, exten
sin, afinidad, gravedad, slo ha de familiarizarnos con sus circuns
tancias exteriores sin que nos aproxime en lo ms mnimo a la esen
cia interna.
Sin embargo, lo concedido a toda clase de piedra o tierra es in
dudablemente una ley general de todas las criaturas de nuestra tie
rra; esto es: forma, figura determinada, existencia propia. A nin
gn ente puede serle quitado, puesto que todas sus cualidades se
apoyan en eso. La inmensa cadena desciende desde el Creador hasta
un minsculo grano de arena, pues tambin ste tiene su forma
determinada, en la cual no pocas veces se aproxima a la ms bella
cristalizacin. Aun los seres ms compuestos siguen en sus partes la
nnsma ley; lo nico es que siendo tantas y tan diversas las fuerzas
que en ellos actan para formar en definitiva un todo que, sin em
bargo, sirva con sus distintos elementos a una unidad general, tuvo
que haber trnsitos, mezclas y varias formas divergentes. No bien
existi el granito, ncleo de nuestra tierra, existi tambin la luz,
que tal vez actuaba an como fuego en los espesos vapores de nuestro
caos terreno; era un aire ms denso, ms poderoso del que actual
mente gozamos; para obrar sobre l exista un agua ms mezclada,
ms impregnada Los cidos que sobre l se precipitaban, lo disol
vieron transformndolo en otras clases de piedras; la enorme arena
de nuestro cuerpo terrqueo es tal vez la ceniza solamente de este
cuerpo meteorizado. El combustible del aire transform quiz el s
lex en tierra cal r rea, en la cual se organizaron los primeros seres
vivos del mar, los testceos, puesto que en toda la naturaleza la
materia aparece primero que la forma viva organizada. Una accin
ms potente y ms pura del fuego y del fro se requiri para la
cristalizacin, que no se satisface ya con la forma de vnera en que
se rompe el slex, sino que reclama ya formas angulosas geomtricas.
Tambin stas se transforman segn los elementos integrantes de
cada una de las criaturas, hasta acercarse finalmente a los semime-
tales y metales de los grmenes vegetales. La qumica, cultivada con
tanto ardor en los ltimos tiempos, ofrece en este campo del reino
subterrneo de la naturaleza una mltiple segunda creacin a los
dedicados a su estudio; y tal vez encierre sta no slo la materia
sino tambin las leyes fundamentales y la clave de todo cuanto se
form sobre la tieria. Siempre y en todas partes vemos que la natu
raleza tiene que destruir para volver a construir, tiene que separar
para volver a unir. De leyes simples, lo mismo que de figuras ms
toscas, avanza a lo ms compuesto, artstico, fino; y si tuviramos un
sentido para ver las figuras originarias y los primeros grmenes de
las cosas, tal vez percibiramos en el punto ms pequeo el progreso
de toda la creacin.
Sin embargo, como las consideraciones de esta ndole no cons
tituyen el objeto de la presente obra, estudiemos slo una cosa: la
preconcebida mezcolanza gracias a la cual nuestra tierra lleg a ser
capaz para la organizacin de nuestras plantas y, por lo tanto, tam
bin de los animales y hombres. Si en ella hubiera habido esparcidos
otros metales, como en la actualidad el hierro que se halla en todas
partes, tanto en las aguas con las tierras, las plantas, animales y
hombres; si en ella los betunes, los azufres, se hubiesen encontrado
en las caatidades en que actualmente se encuentran la arena, la
arcilla y por ltimo la buena tierra frtil: [qu distintas habran
sido las criaturas que habran debido vivir en ella! Criaturas en
las cuales dominara tambin una temperatura ms intensa, a di
ferencia de lo que ocurre actualmente, en que el padre del mundo
hizo que los elementos integrantes de nuestras plantas nutritivas
fuesen sales y aceites. Para ello se prepar progresivamente la arena
suelta, la arcilla compacta, la turba musgosa; hasta la ruda tierra
ferruginosa y la dura roca tuvieron que acomodarse a ello. La l
tima cede con el tiempo a la accin de la intemperie y sirve de
habitculo a rboles secos, por lo menos al liquen seco; aqulla fu,
entre los metales, no slo la ms sana sino tambin la ms adapta
ble para la vegetacin y la nutricin. El aire y el roco, la lluvia y
la nieve, las aguas y los vientos, sirvieron de abono natural a la
tierra; las sustancias calcreas potsicas que se le asociaron, fomen
taron artificialmente su fertilidad, favorecida sobre todo por la muer
te de plantas y animales. Oh, madre ventajosa, cun econmico y
proveedor fu tu ciclo! Toda muerte se torna nueva vida; hasta la
corrupcin que marchita, prepara salud y nuevas fuerzas.
Es una antigua queja la de que el hombre, en vez de cultivar
el suelo de la tiena, se meta en las entraas de la tierra y con dao
de la salud y tranquilidad busque en ellas, rodeado de una atms
fera venenosa, los metales que sacian su orgullo y vanidad, su cc
dicia y ambicin.. Mucho de verdad hay en eso, como lo demues
tran las consecuencias que esas cosas trajeron a la superficie de la
tierra, y ms an los rostros plidos que cual encarceladas momias
hurgan en esos reinos de Plutn. Por qu en ellos es tan distinto
el aire que nutriendo los metales mata a los animales y al hombre?
Por qu el Creador no cubri la tierra de oro y diamantes en vez
de lo que ocurre actualmente de que a todos los seres di sus leyes,
para enriquecerlos a todos, vivos y muertos, con tierra frtil? Sin
duda alguna, porque no podemos comer oro y porque la ms pe
quea planta comestible no slo es ms til para nosotros sino que
tambin en su especie es ms orgnica y ms noble que la piedra
ms cara, llmese sta diamante, esmeralda, amatista o zafiro. Sin
embargo, tampoco en eso conviene exagerar. En los distintos pero
dos de la humanidad, previstos por el Creador y que l mismo pa
reci fomentar despus de la formacin de nuestra tierra, hubo el
estado en que el hombre aprendi a excavar debajo suyo y a volar
encima suyo. Hasta puso al alcance de sus ojos filones de metales
diversos; los ros tuvieron que desnudar el suelo de la tierra para
mostrarle sus tesoros. Aun las ms rudas naciones descubrieron la
utilidad del cobre, y el uso del hierro, que con sus fuerzas magnti
cas parece regir todos los cuerpos de la tierra, bast casi para hacer
pasar a nuestra especie de una fase de vida a otra. Tambin el hom
bre tuvo que aprender a utilizar su morada, y nuestra maestra de
termin con bastante restriccin los lmites en que podemos investi
garla, imitarla, formarla y transformarla.
Sin embargo, la verdad es que ante todo estamos destinados a
arrastrarnos por la superficie de nuestra tierra como gusanos, adap
tndonos a ella y recorriendo en ella el curso total de nuestra bre
ve vida. Cun pequeo es el gran hombre en el territorio de la
naturaleza, lo vemos en la dbil capa de tierra frtil a que se cir-
cunsciibe su reino. Unos pies ms abajo, y pondr al descubierto
cosas en que nada crece y que requerirn aos y dcadas para que
en ellas crezca mala hierba. Ms hondo, a menudo encontrar otra
vez, donde no esperaba, su tierra frtil, en tiempos situada en la
superficie del mundo; la mvil naturaleza no la respet en sus in
cesantes perodos. En las montaas se hallan vneras y caracoles;
peces y animales terrestres estn fosilizados en pizarras, y maderas
fosilizadas y huellas de flores se encuentran a menudo a mil qui
nientos pies de profundidad. No caminas por el suelo de tu tierra,
msero hombre, sino sobre el techo de tu casa que slo tras muchas
inundaciones pudo llegar a ser lo que es para ti en la actualidad.
Ahora crece para ti alguna hierba, algunos rboles, cuya madre te
llev por decirlo as el azar, y de los cuales vives t como una ef
mera.

II

EL REINO VEGETAL DE NUESTRA TIERRA EN RELACIN


CON LA HISTORIA HUMANA

El reino vegetal es una clase de organizacin superior a todas


las formaciones de la tierra y tiene una extensin tan vasta que
acaba por perderse en ella al igual que en diversos retoos y simi
litudes se aproxima al reino animal. La planta tiene un tipo de
vida y una duracin, tiene sexos y fecundacin, nacimiento y muerte.
La superficie de la tierra existi para ella antes que para los ani
males y hombres; por todas partes se adelanta a los dos ltimos, y
especk-s herbceas, musgos y liqenes se instalan ya en aquellas ro
cas desnudas qup todava no pueden servir de habitculo a ningn
pie vivo. Basta una miaja de tierra esponjosa que pueda albergar
su semilla para que sta germine y perezca en frtil muerte, pues
su cscara servir de placenta mejor para otros vegetales. As se cu
bren de hierbas y flores las rocas; as los cenagales se convierten
con el tiempo en eriales de hierbas y flores. La descompuesta crea
cin vegetal silvestre es el invernadero incesantemente activo de la
naturaleza para la organizacin de las criaturas y para el ulterior
cultivo de la tiena.

Salta a la vista que la vida humana, en cuanto a vegetacin,


comparte tambin el destino de las plantas. Como stas, hombre y
animal nacen de una semilla que, cual germen de un rbol futuro,
requiere tambin una placenta. Su primera formacin se desarrolla
a modo de planta en el cuerpo de la madre; y an, una vez salido
de l ;no es nuestra estructura de fibras casi anloga a la sensitiva,
eii sus primeros retoos y fuerzas? La duracin de nuestra vida es
la duracin de la vida de las plantas; germinamos, crecemos, flore
cemos, periclitamos y fallecemos. Sin nuestra voluntad somos llama
dos, y a nadie se pregunta de qu sexo quiere ser, de qu padres
quiere proceder, en qu terreno quiere crecer msero y opulento,
por qu azar, filialmente, de dentro o de fuera va a sucumbir. En
todo eso debe el hombre seguir las leves superiores, de las cuales
rio tiene mayores revelaciones que las plantas y a las cuales, casi
aun contra su voluntad, obedece con sus ms poderosos instintos.
Mientras el hombre crece y el jugo prospera en l, ]cun amplio
y alegre le parece el mundo! Extiende sus ramas a su alrededor y
cree que llegar hasta el cielo. As lo llama la naturaleza a la vida,
hasta aue l con lpidas fuerzas, con incansable actividad, adquiere
todas las capacidades que esta vez la naturaleza quiso desarrollar en
l en el campo o tablar en que lo colocara. Una vez que l ha reali
zado los fines que ella se propona, lo abandona poco a poco. En la
poca de florecimiento de la primavera y de nuestra juventud con
cuntas riquezas est cargada la naturaleza! Se creera que con ese
mundo de ores quisiera poner la simiente para una nueva creacin.
A l cabo de unos meses cmo ha cambiado todo! La mayor parte
de las flores se cayeron; prosperan unos pocos frutos secos, que ma
duran con los esfuerzos y el trabajo del rbol, y en seguida se mar
chitan las hojas. El rbol se desprende de su lacia cabellera para que
vaya a unirse a los queridos hijos que lo abandonaron; se queda
sin hojas; la tempestad le arranca sus ramas secas, hasta que por
ltimo se agacha totalmente al suelo y lo poco combustible que hay
en l se disuelve en el alma de la naturaleza. Acaso ocurre otra cosa
con el hombre considerado como vegetal? Qu inmensidad de es
peranzas, perspectivas, afanes de accin ocupan sorda o vivamente
su alma juvenil! A todo se atreve, y precisamente porque se atreve
lo logra, pues la suerte es la prometida de la juventud. Pocos aos
despus, todo cambi en derredor suyo, solamente porque l cam
bi.- Realiz lo menos de cuanto se propona realizar, y feliz si ya no
pretende realizarlo en tiempo inoportuno, sino que se resigna a pe
riclitar. A los ojos de un ser supremo, nuestros actos en la tierra
deben ser tan importantes, sin duda por lo menos tan determina
dos y circunscritos, como los hechos y empresas de un rbol, que
desarrolla lo que pueda desarrollar, y se convierte en dueo de
aquello de que es capaz; saca retoos y yemas, produce frutos y
siembra rboles jvenes; pero nunca sale del sitio en que lo coloc
la naturaleza, y no puede tomarse ni una sola de las fuerzas que no
fueron puestas en l.
Sobre todo, debera desalentar al hombre, a mi parecer, el he
cho de que con los dulces afanes que l llama amor y en los cuales
pone tanto empeo sirva casi tan ciegamente como las plantas a
las leyes de la naturaleza. Tambin el cardo es bello, dicen, cuando
florece, y ya sabemos que la flor es la poca del amor en las plan
tas. El cliz es la cama, la corola su cortina, las otras partes de la
flor son sus inocentes criaturas, decorndolas con todo esplendor.
El cliz floral del amor fu hecho por ella a modo de tlamo nup-
cal salomnico, de cliz de la gracia tambin para otras criaturas.
Por qu hizo todo eso, y tambin en los hombres uni al vnculo
del amor les mas bellos encantos que se encuentran en el cinturn
de belleza de la naturaleza? Haba que lograr el gran fin de ella,
no el pequeo solamente del goce sensible de la criatura por ella
tan bellamente decorada; ese fin es la propagacin, la conservacin
de las generaciones. La naturaleza necesita grmenes, un nmero
enorme de grmenes, porque su gran marcha persigue a un tiempo
miles de fines. Poi Jo tanto, tena que contar tambin con prdidas,
porque toda est hacinado y nada encuentra sitio para desarrollarse
totalmente. Y para que en medio de ese despilfarro aparente, nun
ca faltara, empero, lo esencial y la primera lozana de la fuerza de
la vida con que hacer frente a todos los casos y percances en el cur
so de tan hacinados seres, hizo que el tiempo del amor fuese la
poca de la juventud y encendi sus llamas con los fuegos ms su
tiles, de los cuales nada saba la infancia. La vista del adolescente
se anima, su voz baja, las mejillas de la doncella toman color; dos
criaturas se reclaman sin saber qu reclaman; se derriten por una
unin que la naturaleza separadora les neg, y se mueven en un
mar de confusin. Criaturas dulcemente ilusas, gozad de nuestra
poca! Pero sabed que con ello no realizaris vuestros pequeos
sueos sino, gratamente obligadas, el mximo designio de la na
turaleza. En el primer par de una especie, quiso plantarlas todas,
generaciones sobre generaciones; en consecuencia, eligi grmenes
de los ms vigorosos entre los momentos ms lozanos de la vida,
del agrado mutuo, y si priv a un ser vivo de algo de su existencia,
quiso por io menos que esa privacin se efectuar del modo ms
suave posible. Asegurada la generacin, hace que el individuo peri
clite progresivamente. Apenas pasada la poca del acoplamiento,
pierde el ciervo su esplndida cornamenta, los pjaros su canto y
gran parte de su belleza, los peces su buen gusto y las plantas su
mejor color. La mariposa se queda sin alas y pierde el aliento; sin
debilitarse y solitaria, puede vivir medio ao. Mientras la joven
planta no tiene flores, resiste los fros del invierno, y las que las
tienen demasiado pronto, son las primeras en perecer. La musa al
canz a menudo cien aos; pero una vez que sac flores, no hay ex
periencia ni arte capaces de impedir que al ao siguiente comience
a arrumarse el magnfico tronco. La palmera corifa crece durante
35 aos hasta una altura de 70 pies, luego 30 pies ms en cuatro
meses; entonces florece, da fruto y perece el mismo ao. Tal es la
marcha de la naturaleza al desarrollar seres unos de otros; la co
rriente sigue y una ola desaparece propagada por otra.
En la propagacin y degeneracin de las plantas se conoce una
semejanza susceptible de aplicacin tambin a las criaturas supe
riores a ellas y que prepara para conocer los designios y leyes de
la naturaleza. Cada planta requiere su clima, para lo cual no basta
la calidad de la tierra y del suelo, sino tambin la altura de la
regin, la propiedad del aire, del agua y del calor. Bajo tierra, todo
andaba mezclado an, y aunque tambin aqu toda clase de pie
dra.. cristal v metal derivaba su condicin de la tierra en que creci,
dando lugar, en consecuencia, a las variedades ms peculiares, en
este reino de Plutn falta mucho, sin embargo, para llegar a un com
pendio geogrfico general y a los principios ordenadores que tene
mos en el bello reino de la flora. La filosofa botnica *, que ordena
las plantas segn la altura y cualidad del terreno, aire, agua y calor;
es, pues, una gua evidente para una filosofa anloga en la ordena
cin de animales y hombres.
Todas las plantas crecen en estado natural en alguna que otra
parte del mundo; hasta nuestras plantas cultivadas proceden del
regazo de la naturaleza libre, donde hallndose en su elemento al
canzan su mxima perfeccin. No otra cosa sucede con los anima
les y el hombre, pues toda especie humana se organiza en su regin
del modo que le es ms natural. Toda tierra, todo tipo de montaa,
toda regin de aire semejante, lo mismo que un mismo grado de ca
lor y fro, alimenta sus plantas. En las rocas de Laponia, en los Alpes
y en los Pirineos, a pesar de la distancia que los separa, crecen las
mismas o semejantes hierbas; Amrica del Norte y las zonas altas
de Tartaria producen los mismos hijos. En esas alturas en que el
viento zarandea sin miramientos las. plantas y cuyo verano es de
cc rta duracin, esas plantas son de poco desarrollo, pero en cambio
producen mucha semilla, y si se trasplantan a huertos, adquieren
altura y sacan hojas mayores, pero dan menos fruto. Es notoria la
semejanza con los animales y hombres. Todas las plantas prefieren
el aire libre; puestas en invernaderos, buscan la regin de la luz
aunque tengan que salir por un agujero. En un calor cerrado se alar
gan y trepan, pero al propio tiempo empalidecen, se vuelven est
riles y luego,* expuestas de repente al sol, les caen las hojas. Ocurri
ra otra cosa con los hombres y animales sometidos a un cultivo for
zoso que los hiciera volver ms delicados? La diversidad de las zonas
y del aire origina variedades en las plantas como en los animales

i La P hilosophia botnica de Linneo es para muchas ciencias un modelo


clsico; si dispusiramos de una P hilosoph ia antropolgica de ese tipo, escrita
con la misma concisin y refinada exactitud, tendramos una gua con la cual
podramos llegar todas las dems observaciones. El abad Soulavie expuso en
su H istoire naturelle de la tr a n c e m ridionale (P. II, T. I) un proyecto de
Geografa fsica general del reino vegetal y promete exponerlo tambin para
animales y hombres.
y en les hombres;;._y cuanto mas aqullas ganan en .cosas decorativas,
forma de las hojas y nmero de pednculos, tanto ms pierden en
fuerza de propagacin. Sucedera otra cosa con los animales y hom
bres (aun teniendo en cuenta la mayor fuerza de su naturaleza ms
complicada) ? Plantas que en los pases clidos crecen hasta el ta
mao de un rbol, se quedan raquticas en las regiones fras. Una
planta quiere mar. otra pantanos, otra fuentes o lagos; una crece
bien en la nieve, otra reclama las lluvias torrenciales de los trpicos;
y todo eso caracteriza su figura, su formacin. No nos predispone
todo eso .i esperar las mismas variedades en cuanto a la estructura
orgnica de la humanidad en lo que tenemos de planta?
Es especialmente agradable observar el modo peculiar con que
las plantas se rigen por la estacin del ao y aun por la hora del da,
para slo lentamente aclimatarse a un clima extranjero. Ms cerca
del polo, su crecimiento es ms tardo y tanto ms rpida su ma
durez, porque el verano viene ms tarde y su efecto es ms tardo.
Plantas que crecen en las partes australes del mundo fueron tradas
a Europa, el primer ao maduraron ms tarde porque aguardaban
el sol dfi su clima* y luego, los veranos siguientes, fueron madurando
ron rapidez progiesiva porque se acostumbraron ya a las nuevas re
giones. En el calor artificial del invernadero, toda planta sigue el
tiempo de su pas de origen, aunque haga 50 aos que haya sido tras
ladada a Europa. Las plantas del Cabo florecan en invierno porque
es la poca en que es verano en su tierra. La maravilla florece de
noche; es de suponer (dice Linneo) a causa de que en Amrica,
su patria, es entonces de da. Y as cada una guarda su poca y
hasta su hora del da, en que se abre y se cierra. Estas cosas, dice
el filsofo botnico1, parecen indicar que para su crecimiento se
requiere algo ms que calor y agua; y desde luego, tambin en la
diversidad orgnica del gnero humano y en su adaptacin a climas
extraos, hay que tener en cuenta algo ms que el calor y el fro,
sobre todo cuando se habla de otro hemisferio.
Por ltimo, si la planta se asocia al reino humano [qu campo
de cosas notables sera se si pudiramos seguirlo en detalle! Se
ha hecho la magnfica experiencia2 de que, como nosotros, tam
poco las plantas pueden vivir de aire puro, pero con la particula
ridad de que lo que ellas absorben, lo combustible, mata a los
animales y estimula la descomposicin en todos los cuerpos anima
les. Se ha observado que no es por medio del calor, sino de la luz,
como realizan la til operacin de purificar el aire, y que absorben
aun los fros rayos de la luna. Provechosos hijos de la tierra! Lo
que nos destruye a nosotros, la pestilencia que exhalamos, vosotros
lo atrais; el ms delicado medio tiene que unirse a vosotros, y
vosotros lo devolvis purificado. Vosotros conservis la salud de
1 Vase M em orias de la A cadem ia de Ciencias de Suecia, vol. I, pgs. 6 sigs.
2 Ingenhouss, Versuche m it den Pflanzen (Leipzig, 1780), pg. 49.
las criaturas que os destruyen, y hasta cuando mors segus ha
ciendo bien: hacis la tierra ms sana y la fertilizis para nuevos
seres de vuestra especie.
Si las plantas no sirvieran ms que para eso qu bellamente
se entrelazara su tranquila existencia con el reino de los animales
y de los hombres! Ahora bien, como al mismo tiempo son el ms
abundante alimento de la creacin animal y como especialmente en
la historia de las formas de vida del gnero humano tuvo tanta
importancia qu clase de plantas y animales encontrara cada pue
blo en su regin cun diversa y nueva es la relacin que de ah
resulta para la historia de los reinos de la naturaleza! Los anima
les ms pacficos y, valga la expresin, los ms humanos, viven de
las plantas; en las naciones que con la menor frecuencia gozan de
esta alimentacin, se observ precisamente esta sana tranquilidad
y alegre despreocupacin. Todos los animales carnvoros son por su
naturaleza ms feroces; el hombre, que est entre ellos, no tiene que
ser un animal carnvoro, por lo menos segn la estructura de sus
dientes. Una parte de las naciones de la tierra vive an principal
mente de leche y vegetales, y en tiempos anteriores fu superior el
nmero de los que de eso vvan, y qu riqueza les depar la na
turaleza en el meollo, en el jugo, en los frutos y aun en las cortezas
y ramas de sus plantas terrestres, cuando a menudo un solo rbol
serva de alimento para toda una familia! Es maravilloso cmo a
cada regin le ha sido dado lo sujo, no slo con lo que eso con
cede, sino tambin con lo que eso atrae y se lleva. En efecto, como
las plantas viven de lo combustible del aire, o sea, en parte, de los
vapores nocivos para nosotros, su contraveneno se organiza tam
bin segn la propiedad de cada pas, y preparan paxa los cuerpos
animales, siempre . en descomposicin, las medicinas apropiadas
para las enfermedades de esa zona. En consecuencia, el hombre no
podr quejarse mucho de que en la naturaleza haya tambin plan
tas venenosas, pues sas son slo cloacas que desvan el veneno, y
por ende las ms ventajosas para la salud de toda la regin, y en
sus manos, en parte ya en las de la naturaleza, se convierten en los
contravenenos ms eficaces. Raras veces se extirp totalmente una
Especie animal o vegetal de una regin sin que pronto se hicieran
muy patentes las desventajas que ello implicaba para la habitabi
lidad del conjunto; y acaso la naturaleza no concedi a toda es
pecie animal, y en su parte tambin al hombre, sentidos y rganos
bastantes para elegir las plantas que le sirven y rechazar las nocivas?
Sera forzosamente un paseo agradable por entre rboles y
plantas, el seguir por las distintas zonas de nuestra tierra estas
grandes leyes naturales de la utilidad y accin de los vegetales en
el reino de los hombres y de los animales; pero tenemos que limi
tarnos a tomar en lo sucesivo alguna que otra flor en ese campo
inmenso y a recomendar a un verdadero aficionado y conocedor
que haga una geografa botnica general para la historia de la
humanidad.

III

EL REINO ANIMAL EN RELACIN CON LA


HISTORIA HUMANA

Los hermanos mayores de los hombres son los animales. Antes


de que stos existieran, existan aqullos; y tambin en cada uno
de los pases los advenedizos del gnero humano encontraron ya
ocupada la regin, por lo menos en algunos elementos; pues, pres
cindiendo de algunas plantas de qu iba a vivir el recin llegado?
Por lo tanto, tiene que ser defectuosa y simplista toda la historia
del hombre que lo estudie fuera de esta relacin. Bien es verdad
que la tierra fu dada al hombre, pero no a l exclusiva ni princi
palmente; los animales le discutieron el dominio exclusivo en
cada uno de sus elementos. Tuvo que domesticar a una especie, y
sostener largas luchas con otra. Algunas se sustrajeron a su domi
nacin; otras viven en continua guerra con l. En una palabra:
en la medida en qu cada especie di muestras de habilidad, pru
dencia, valor y poder, logr tomar posesin de la tierra.
No es cosa que debamos ventilar aqu si el hombre est dotado
de razn y no lo estn los animales. Si stos no la tienen, poseen
algo ms en su ventaja, pues no cabe duda de que la naturaleza no
dej desamparado a ninguno de sus hijos. Si dejara abandonada a
nna criatura quin iba a Hacerse cargo de ella, si toda la creacin
est en guerra y las fuerzas en lucha se encuentran entre s a tan
poca distancia? El hombre, hecho a imagen de Dios, es perseguido
aqu por serpientes, all por insectos, devorado aqu por tigres, all
por tiburones. Todos estn en lucha contra todos, porque todos
estn en apuros; cada cual tiene que defender su piel y cuidar
su vida.
Por qu lo hizo as la naturaleza? por qu hacin de tal modo
las criaturas? Porque quiso crear el nmero mximo y ms variado
de seres vivos en el mnimo espacio, y uno tiene que dominar a
otro, de suerte que slo mediante el equilibrio de fuerzas se llega
a la paz en la creacin. Toda especie cuida para s como si fuera la
nica; pero a su lado hay otra que la limita, y slo en esta relacin
de especies opuestas hall la creacin el medio de conservar el todo.
Pes las fuerzas, cont los miembros, determin los impulsos de
las especies entre s y dej por lo dems que la tierra sostuviera lo
que pudiera sostener.
No me preocupa, pues, que grandes especies animales hayan
sucumbido. Si sucumbi el mamut, tambin sucumbieron los gi
gantes; haba otra relacin entre los gneros. Tal como las cosas
estn en la actualidad, vemos un notorio equilibrio, no slo en el
conjunto de la tierra sino aun en cada una de las partes del mundo
y pases. La cultura puede reducir animales, pero difcilmente
aniquilarlos, por lo menos no ha consumado esa obra en ninguna
gran parte de la tierra; y en vez de los animales feroces reducidos
no tiene que nutrir en mayor escala animales ms mansos? En
la condicin actual de nuestra tierra, todava no desapareci nin
guna especie, aunque no me cabe la menor duda de que habiendo
sido otra esa condicin, pudo haber habido tambin otras especies
animales, y si alguna vez llegara a modificarse completamente por
arte o por la naturaleza, habra tambin una relacin distinta de
los gneros vivientes.
En una palabra: el hombre apareci en una tierra habitada.
Todos los elementos, pantanos y ros-, arena y aire, estaban ocu
pados o se fueron ocupando con criaturas, y gracias a su arte
divino de la astucia y del poder tuvo que conquistarse un lugar
para su dominio. La forma en que lo hizo es la historia de su cul
tura, en la que figuran los pueblos ms rudos; la parte ms inte
resante de la historia de la humanidad.- Me limitar a una sola
observacin: que los hombres, al lograr poco a poco el dominio
sobre los animales, aprendieron lo ms de ellos mismos. Eran
destellos vivos del entendimiento divino, de los cuales el hombre,
en vistas a la comida, modo de vivir, indumentaria, habilidad, arte
y actividades, atrajo a s los rayos en una esfera mayor o menor.
Cuanto ms lo hizo, cuanto ms claramente, cuanto ms inteli
gentes fueron los animales que encontr, cuanto ms se acostumbr
a ellos y en paz o en guerra vivi en confianza con ellos, tanto ms
gan su formacin; y la historia de su cultura result, por lo tanto,
en gran parte, zoolgica y geogrfica.

En segundo lugar. Siendo tan grande en nuestra tierra la va


riedad de climas y pases, de piedras y plantas cunto mayor no
ser la variedad de sus verdaderos moradores vivientes! Pero no
debe limitarse a la tierra, pues tambin el aire, el agua y aun las
partes internas de las plantas y animales vibran de vida. Innu
merable ejrcito, para el cual, tanto como para el hombre, fu
hecho el mundo! Animada superficie de la tierra, en la que todo,
hasta donde alcanza el sol, goza, acta y vive!
No quiero adentrarme en las tesis generales de que todo ani
mal tiene su elemento, su clima, su habitculo caracterstico, ni de
que unas especies se hayan difundido ms, otras menos, otras casi
igual que el hombre; para eso tenemos un libro muy meditado y
con cientfica diligencia recopilado: Geogmphische Gescliichte des
Menschen and der allgemenen verbreiteten vierfssigen Tiere1 de
Zimmermann. Pero pondr de relieve algunas observaciones especia
les que vemos confirmadas tambin en la historia del hombre.
1. Las mismas especies que hallamos viviendo en casi toda la
tierra, tienen una forma distinta casi en cada clima. El perro es
feo y pequeo en Laponia; en Siberia, su figura es mejor, pero
tiene an las.orejas rgidas y su estatura no es muy grande. En las
regiones donde viven los hombres ms bellos, dice Buffon, se en
cuentran tambin los perros ms hermosos y ms grandes. En las
regiones intertropicales pierde la voz y en estado selvtico se pa
rece al chacal. El buey de Madagascar tiene una corcova de 50 li
bras de peso, que en regiones ms extensas disminuye poco a poco;
y as, esa especie vara de color, tamao, fuerza y valor en casi todas
las regiones de la tierra. Una oveja europea lleg a tener una cola
de 19 libras en el Cabo de Buena Esperanza; en Islandia saca hasta
5 cuernos; en la regin de Oxford (Inglaterra) crece hasta tener el
tamao de asno, y en Turqua es atigrada. De esta suerte sigue
habiendo variedades en todos los anmales. Y no iba a modificarse
con los climas el hombre, que por su estructura muscular y ner
viosa es tambin en gran parte un animal? Si no ofreciera varieda
des constituira un milagro a juzgar por la ley de analoga de la
naturaleza.
2. Todos los animales mansos fueron en tiempos animales sel- -
vticos y, de la mayora de ellos se han encontrado sus prototipos
selvticos, especialmente en las montaas de Asia, precisamente en
el sitio donde, por lo menos en nuestro hemisferio boreal, estuvo
probablemente la patria de los hombres y de su cultura. A medida
que nos alejamos de esa regin, especialmente en los sitios de paso
difcil, disminuyen las especies de animales mansos, hasta que, por
ltimo, en Nueva Guinea, Nueva Zelandia e islas del Mar del Sur,
el cerdo, el perro y el gato constituyeron casi todo su reino animal.
3. Amrica tena en gran parte sus animales peculiares, total
mente conformes con su zona, como resultado de la formacin de
sta a base de vastas depresiones inundadas y de enormes alturas.
Haba pocos animales terrestres grandes, y menos an amansahles
o mansos; en cambio, eran tanto ms numerosos los murcilagos,
armadillos, ratas, ratones, el bradipo, el perezoso, ejrcitos de insec
tos, anfibios, tortugas, etc. Fcil es comprender qu influencia ha
ba de tener eso en la historia de los hombres.

i Leipzig 1778-1783, 3 vols., con un mapamundi zoolgico muy exacto y


hermoso.
4. En regiones en qu-e las fuerzas de la naturaleza actan con
suma eficacia, en que el calor del sol se asocia a vientos regulares,
grandes inundaciones, formidables explosiones de materia elctrica,
en una palabra, con todo lo que en la naturaleza produce vida y se
califica de vivo; en ellas existen tambin los animales ms desarrolla
dos, ms fuertes, ms grandes, ms valerosos, as como la creacin
vegetal de ms rico aroma. frica tiene manadas de elefantes, ce
bras, ciervos, monos, bfalos; los leones, tigres, el cocodrilo y el
hipoptamo aparecen en ella con su armadura completa; los ms
altos rboles se elevan al cielo y estn cargados de los ms jugosos y
tiles frutos. De todos es conocida la riqueza del Asia en los reinos
animal y vegetal; su mximo esplendor se muestra en las regiones
en que fluye con mayor intensidad la energa elctrica del sol, del
aire y de la tierra. Por el contrario, donde sta acta de modo ms
dbil o ms irregular, como en los pases fros, o donde es rechazada
o retenida en el agua, en sales alcalinas, en resinas hmedas, no
parece que se desarrollen nunca aquellas criaturas para cuya for
macin se requiere todo el juego de la electricidad. El calor pesado,
mezclado con humedad, produce ejrcitos de insectos y anfibios,
pero no aquellas figuras maravillosas del viejo mundo llenas de
ardiente fuego en todo su cuerpo. La fuerza muscular de un len,
el salto y la vista de un tigre, el sagaz entendimiento de un elefante,
la suavidad de la gacela, la traviesa malicia de un mono africano o
asitico, no son peculiares de ningn animal del nuevo mundo.
Con apuro lograron despegarse stos del lodo clido; a uno le fal
tan dientes, a otro patas y garras, a un tercero la cola, y a los ms
tamao, valor y rapidez. En las montaas son de tipo ms animado;
pero jams llegan a parecerse a los animales del antiguo mundo, y
los ms revelan en su naturaleza pegajosa y escamosa la falta de co
rriente elctrica.
5. Por ltimo, fenmeno observado ya en las plantas, se dan
en los animales particularidades acaso ms raras: su modo de ser a
menudo terco y su lenta aclimatacin a un ambiente extrao, sobre
todo antipdico. El oso americano, descrito por Linneo1, mantiene
tambin en Suecia el perodo de da y noche que observaba en Am
rica. Dorma de medianoche a medioda, y paseaba de medioda a
medianoche, igual que si fuera su da americano; con sus dems ins
tintos conservaba tambin la medida del tiempo de su patria. Y
esta observacin no habra de ser vlida de muchas otras zonas
de la tierra, de los hemisferios oriental y austral? Y si es cierta esta
variacin de los animales, iba el gnero humano, sin mengua de
su carcter peculiar, a sustraerse totalmente a ella?

i M em orias de la A cadem ia de Ciencias de Suecia , vol. IX, pg. 300.


IV

EL HOMBRE ES UNA CRIATURA MEDIA ENTRE LOS


ANIMALES DE LA TIERRA

1. Cuando Linneo calcul en 230 el nmero de clases de ma


mferos, incluyendo ya entre ellas los mamferos acuticos, estim
que el de las aves era 946, el de los anfibios 292, el de los peces 404,
el de ios jT-sectns 3 nf>0 v el de los gusanos 1.205; notoriamente, pues,
los animales terrestres eran los menos, siguindoles los anfibios, los
ms prximos a ellos. En el aire, en el agua, en los cenagales y en la
arena, aumentaban los gneros y las especies; y yo creo que en los
nuevos descubrimientos el incremento guardar siempre la misma
proporcin. Cuando despus de la muerte de Linneo, el nmero de
especies de mamferos fu elevado a 450, Buffon lleg a contar 2.000
aves y Forster, solamente en algunas islas del Mar del Sur, descu
bri en una breve estada 109 especies nuevas, sin que descubriera ni
una sola especie terrestre nueva. Si contina esa proporcin, y en
lo sucesivo se descubren nuevos insectos, aves y gusanos en nmero
mayor que especies de animales terrestres totalmente nuevas, por
ms que pueda haber en frica, parte del mundo an no recorrida,
es muy probable que podamos aceptar la proposicin siguiente: Las
clases de las criaturas aumentan a medida que se apartan del hom
bre; cuanto ms prximas a l tanto menor va siendo el nmero de
especies de los llamados anmales perfectos.
2. Ahora bien, es innegable que, a pesar de toda la diversidad
de los seres vivos de la tierra, parece dominar por todas partes cier
ta uniformidad de estructura y como si dijramos una forma prin
cipal, que vara hasta la mxima diversidad. Salta a la vista la es
tructura sea semejante de los animales terrestres: cabeza, tronco,
manos y pies son siempre de acuerdo con un prototipo, slo que con
infinitas variaciones. Ms evidente lo hace an la estructura inter
na de los animales, y muchas figuras toscas son muy semejantes al
hombre en el interior de sus partes principales. Los anfibios ya se
apartan ms de esa regla principal; ms an las aves, peces, insectos
y animales acuticos, perdindose los ltimos en la creacin vegetal
y mineral. Ms all no llega nuestra vista; sin embargo, esos trn
sitos hacen poco improbable la suposicin de que en las criaturas
marinas, en las plantas y aun en los seres llamados inertes, reine
tal vez una misma disposicin de organizacin, bien que infinita
mente ms tosca y confusa. A la vista del ser eterno, que lo ve todo
en una sola relacin, tal vez la figura de la partcula de hielo, tal
como se produce, y el copo de nieve que se forma agregndose a
ella, guarde siempre una proporcin anloga con la formacin del
embrin en el cuerpo materno. Podemos, pues, aceptar la segunda
ley: que cuanto ms cerca estn del hombre, todas las criaturas tie
nen tanta mayor semejanza con l en la forma principal, y que la
naturaleza, en la infinita variedad en que se complace, parece haber
formado todo lo vivo de nuestra tierra de acuerdo con un plasma
de organizacin principal.
3. Se desprende, por lo tanto, que como esta forma principal
tiene que variar siempre segn los gneros, especies, destinaciones y
elementos, un ejemplar explica a otro. Lo que en tal criatura es
boz la naturaleza como obra accesoria, lo ejecut en otra, por de
cirlo as, como obra principal; lo puso a la luz, lo agrand y dis
puso que las dems partes, aun mantenindose siempre dentro de
la armona ms refinada, sirvieran a aqulla. En otros casos, esas
partes sirvientes vuelven a aparecer como dominantes y, en conse
cuencia, todos los seres de la creacin orgnica aparecen como dis-
jecti membra poetae. Quien quisiera estudiar a uno tiene que estu
diarlo en otro; cuando tal parte aparece encubierta y descuidada,
hay que fijarse en tal otra criatura donde la naturaleza la desarro
ll y la puso de manifiesto. Esta proposicin es igualmente aplicable
a todos los fenmenos de los seres divergentes.
4. Por ltimo, el hombre parece ser, entre los animales de la
tierra, la criatura media primorosa en que, hasta donde lo permiti
la singularidad de su destinacin, se renan los ms numerosos y re
finados destellos de las dems figuras a l semejantes. No poda reu-
nirlo en s todo en la misma medida; por lo tanto, deba ser infe
rior a tal otra criatura en agudeza de un sentido, a tal otra en fuerza
muscular, a tal otra en elasticidad de sus fibras; pero todo cuanto
poda reunirse en l, en l se reuni. Con otros animales terrestres
tiene de comn partes, instintos, sentidos, capacidades y artes; si no
las hereda, las aprende; si no le son innatas, las desarrolla. Compa
rndolo con las especies animales prximas, casi podramos arries
gamos a decir que stas son destellos cortados de su imagen y dis
persados por medio de un espejo catrptico. Y as podramos adoptar
la cuarta proposicin: que el hombre es un ser medio entre los ani
males, es decir, la forma elaborada en que se renen los rasgos de
todas las especies que lo rodean, de suerte que l constituye su ms
primoroso compendio.
Espero que no se confunda la semejanza a que hago referencia
entre el hombre y los animales, con aquellos juegos de la fantasa en
que en plantas y aun en piedras se iba a buscar miembros exterio
res del cuerpo humano, edificando sistemas sobre esa base. Toda
persona cuerda se reir de esos juegos, pues precisamente con la fi
gura exterior esconde y disimula la naturaleza formativa afinidades
internas de estructura. (Cuntos animales tan diferentes de nosotros
por el exterior son del modo ms asombroso semejantes a nos
otros por el interior, en la estructura sea, en las ms nobles partes
de la vida y de la sensacin y aun en las funciones vitales! Recrran
se los anlisis de Daubenton, Perault, Pallas y otros acadmicos, y se
ver esto bien patente. Para ayudar a la vista y memoria de los j
venes y nios, tiene que acomodarse la historia natural a algunas dis^
tinciones de la figura exterior; la historia natural y filosfica y para
adultos, procura ver la estructura interna y externa, del animal, pa
ra compararlo con su modo de vivir y para encontrar el carcter y
lugar de procedencia de la criatura. En las plantas, llmase natural
a este mtodo, y tambin en los animales tiene que llevar a l paso a
paso la anatoma comparada. Con l obtiene en el hombre de modo
natural una gua en s mismo, que lo acompaa a travs del gran
laberinto de la creacin viva, y si de algn modo puede decirse
que nuestro espritu se arriesga a seguir al entendimiento de
Dios, que todo lo concibe y abarca, es precisamente de ste. En
cada apartamiento de la regla, que, cual canon de Policleto, nos
mostr Dios en el hombre, se nos conduce a una causa: Por qu
hizo tal modificacin? Con qu objeto di esa otra forma? Y de esta
suerte, la tierra, el aire, el agua, y hasta la ms recndita profun
didad de la creacin animada, se convierte para nosotros en alma
cn de sus ideas, de sus inventos, de acuerdo con una imagen
principal del arte y de la sabidura y con vistas a ella.
,Qu grande y rico panorama nos ofrece esta perspectiva so
bre la historia de los seres semejantes y desemejantes a nosotros!
Separa los reinos de la naturaleza y las clases de las criaturas se
gn sus elementos y las une entre s; aun en los ms remotos, el
radio trazado con amplitud es visible desde las hondonadas, me
hace el efecto de ver como si los animales vinieran al hombre,
cual vinieron all al primer antepasado de nuestra especie, acer
cndose paso a paso a su figura. El pjaro vuela por el aire; toda
la diferencia de su forma con respecto a los anmales terrestres,
puede explicarse por su elemento; basta slo que toque la tierra,
aunque sea en forma de asquerosa especie media, para que, como en
los murcilagos y vampiros, su esqueleto se asemeje al del hombre.
El pez nada en el agua; sus pies y sus manos tomaron la forma
de aletas y cola; tiene an pocas articulaciones; en cuanto toca la
tierra, desarrolla, como el manat, por lo menos sus patas delan
teras, la hembra saca pechos. La morsa tiene, como es sabido, cua
tro patas, aunque todava no sepa utilizar las posteriores y encoja
an como jirones de aleta los cinco dedos de esas patas; sin em
bargo, se arrastra despacio, como puede, para calentarse a los ra
yos del sol, y constituye ya un pequeo paso mas all de la tor
peza de la disforme foca. As, desde el polvo de los gusanos, desde
las casas calcreas de los moluscos, desde las hilazas de los insectos,
todo se acerca paulatinamente a organismos ms articulados, ms
elevados. Por los anfibios se pasa a los animales terrestres, y entre
ellos ya el asqueroso bradipo con sus tres dedos y dos pechos an
teriores constituye el ms prximo anlogo a nuestra figura. Ahora
bien, la naturaleza juguetea y se ejercita en derredor de los hom
bres en la mxima diversidad de disposiciones y organismos. Dis
tribuy los modos de vida y los instintos, encendi la hostilidad
entre las especies, a pesar de que todas esas aparentes contradic
ciones parecen llevar a un fin. Por lo tanto, anatmica y fisio
lgicamente es cierto que a travs de toda la creacin animada
de nuestra tierra domina algo parecido a una organizacin; lo
nico que hay es que, cuanto ms lejos del hombre, cuanto ms
apartado de l, el elemento vital de las criaturas, la naturaleza,
siempre igual a s misma, tuvo que renunciar en sus organizacio
nes al modelo principal. Cuanto ms se acerca a l, tanto ms
junt clases y radios para unirlos en su punto central, sagrado, de
la creacin de la tierra. Algrate de tu condicin, oh hombre, y es
tudate, noble criatura media, en todo cuanto vive en derredor de ti!
LIBRO TERCERO

COMPARACIN DE LA ESTRUTURA DE PLANTAS Y ANI


MALES CON RESPECTO AL ORGANISMO DEL HOMBRE

T A primera nota en que a nuestros ojos se distingue un ani-


mal, es la b'oca. Todava la planta, si vale la expresin, es
boca toda ella; absorbe con las races, con las hojas y con los
tallos; cual nio no desarrollado an, est en el regazo y en el
pecho de la madre. En cuanto la criatura se organiza como ani
mal, aun antes de que se distinga la cabeza, puede observarse la
boca. Los tentculos del pulpo son fauces; en los gusanos, en los
cuales tan pocas partes internas se distinguen, son visiblesya con
ductos para el alimento; es ms, en muchos testceos, la entrada
a esos conductos, a modo de raz, se halla en la parte inferior del
animal. Por lo tanto, ese conducto es lo primero que la naturaleza
form en sus seres vivos, y lo conservan hasta los seres ms orga
nizados. Los insectos en estado de larva casi no son ms que boca,
estmago e intestinos; la figura de los peces y anfibios y, por l
timo, hasta de las aves y animales terrestres, est configurada a
este efecto en su posicin horizontal. Pero a. medida que se sube
en la escala, se va haciendo ms complicada la organizacin de las
partes. La apertura se hace ms angosta, y el estmago e intes
tinos ocupan un lugar ms hondo; por ltimo, en la posicin
erecta del hombre, tambin exteriormente la boca, que enlosani
males fu siempre la parte ms saliente, retrocede bajo la ms
elevada organizacin del rostro; los animales ms nobles ensan
chan el pecho, y los instrumentos de la alimentacin son relegados
a la regin inferior. El gnero ms noble ya no ha de servir exclu
sivamente al vientre, cuyo dominio era tan vasto y grande en todas
las clases de su hermanos inferiores hasta en todas las funciones y
partes del cuerpo y de la vida.
La primera ley, pues, a la que de algn modo sirve el instinto
de un ser vivo, es la nutricin. Los animales la tienen en comn
con las plantas, pues tambin las partes de su estructura que ab
sorben y elaboran alimentos, preparan jugos y por su tejido son
de naturaleza vegetal. Solo la organizacin ms primorosa que les
di la naturaleza, la mltiple mezcla, purificacin y elaboracin de
los jugos vitales, ella y slo ella, transporta por clases y especies la
corriente cada vez ms refinada que irriga las partes ms nobles,
a medida que la naturaleza reduca ms aquellas inferiores. Hom
bre orgulloso, vuelve tu mirada a la primera disposicin de emer
gencia de tu criatura media: la traes an contigo; eres un conducto
digestivo como tus hermanos inferiores.
Lo nico que hay es que la naturaleza nos ennobleci infi
nitamente con respecto a ellos. Los dientes, que en los insectos y
otros animales tienen que ser manos para asir la presa y destro
zarla, las mandbulas que en los peces y animales de presa desplie
gan una fuerza prodigiosa, cun noblemente han retrocedido en
los hombres, rebajando aun la fuerza que les es inherente!1 Los
muchos estmagos de las criaturas inferiores quedaron reducidos
a uno solo en l y en algunos animales terrestres que interiormente
se aproximan a su figura, y su boca, por ltimo, ha sido magnifi
cada por el ms puro don de los dioses: -la elocucin. Gusanos,
insectos, peces, los ms de los anfibios, son mudos por la boca; las
mismas aves slo con el gaznate cantan; todos los animales terres
tres tienen unos pocos sonidos dominantes, los indispensables para la
conservacin de la especie; slo el hombre posee rganos verdaderos
de lenguaje combinados con los instrumentos del gusto y de los man
jares, es decir, lo ms noble asociado a los signos de la ms baja
necesidad. Aquello que le sirve para preparar comida para el cuer
po bajo, le sirve asimismo para preparar en palabras el alimento
de las ideas.
La segunda, misin de las criaturas es la propagacin; la desti
nacin para eso es ya visible en la estructura de las plantas. A qu
sirven la raz y el tallo, las ramas y las hojas? A qu destin la
naturaleza el lugar ms elevado o por lo menos ms elegido? A la
flor, a la corola, y ya vimos que son las partes reproductoras de las
plantas. Por lo tanto, constituyen las partes ms bellas de esta
criatura; para su desarrollo est calculada la vida, la accin, el pla
cer de la planta, y hasta sus nicos movimientos aparentemente vo
luntarios; es el llamado sueo de las plantas. Las plantas cuyo
acopio de semillas est suficientemente asegurado, no duermen; una
planta ya no duerme despus de la fecundacin. Lo nico que hizo
fu cerrarse maternalmente, para proteger contra la ruda intem
perie las partes interiores de la flor. Y todo en ella est dispuesto

i Acerca de la fuerza de estas partes, vase H a lle r, Elementa Physio-


logiae, t. VI, pgs. 14 y 15.
para la nutricin y crecimiento, lo mismo que para la propagacin
y fecundacin; no resulta apropiada para otro fin de actividad.
No es as en los animales. Los instrumentos de la propagacin
no les fueron colocados como corona (slo algunas de las criaturas
ms inferiores tienen estas partes cerca de la cabeza), antes bien,
de acuerdo asimismo con la destinacin de la criatura, estn subor
dinados a miembros ms nobles. El corazn y los pulmones ocupan
el pecho; la cabeza est consagrada a sentidos ms delicados, y en
general, segn toda la estructura, el tejido de fibras con su jugosa
fuerza floral est sometido al excitable resorte de los msculos y a
la sensible estructura de los nervios. La economa de la vida de es
tas criaturas tiene que amoldarse notoriamente al espritu de su es
tructura. El movimiento voluntario, la actividad eficiente, las sen
saciones y los impulsos constituyen la tarea principal del animal,
a medida que va elevndose su organizacin. En la mayor parte
de las especies, el apetito sexual queda limitado a una poca de poca
extensin; por lo dems, viven ms libres de ese impulso que mu
chos hombres inferiores, que gustosamente volveran al estado de
las plantas. stos, como es natural, comparten tambin el destino
de las plantas; en ellos se embotan todos los impulsos ms nobles:
la fuerza muscular, la sensitiva, la intelectual y la volitiva; vegetan
como las plantas y como ellas tienen una muerte prematura.
Los animales que ms cerca estn de las plantas, siguen fieles,
lo mismo que en la economa de la estructura, tambin en el fin
de su disposicin al mencionado principio de formacin; son los
zofitos y los insectos. El plipo no es por su estructura ms que
un conducto orgnico animado compuesto de plipos ms jvenes,
y el coral una casa orgnica de animales propiamente marinos;
por ltimo, el insecto, muy superior a stos, porque vive ya en
un medio ms primoroso, revela tanto en su organizacin como
en su vida estar muy prximo a la linde de aquella destinacin
vegetal. Su cabeza es pequea y sin seso; ni siquiera deja espacio
para algunos sentidos de mayor apremio; de ah que los tenga' en
antenas que proyecta hacia adelante. Su pecho es pequeo; de ah
que le falte los pulmones y a muchos de ellos algo que tenga la me
nor analoga con el corazn. En cambio, el bajo cuerpo en sus anillos
de tipo vegetal cun grande y amplio es! Sigue siendo la parte
dominante en el anim al1, as como la principal destinacin de
ste es la nutricin y una copiosa propagacin.
En los animales de tipo ms noble, la naturaleza, como diji
mos ya, puso ms abajo los rganos de la propagacin, como si
comenzara ya a sentir pudor por ellos; di a una sola parte varias

i Muchas de esas criaturas respiran an con l; por l, en vez del corazn,


baja la arteria; les sirve incluso de taladro, etc.
funciones, aun las ms distintas, y con ello gan espacio en el pe
cho para las partes ms nobles. Hasta los nervios, que haban de
conducir a aquellas partes, hizo que surgieran lejos de la cabeza,
de troncos bajos, y con sus msculos y fibras los sustrajo en gran
parte a la voluntad del alma. A l modo de los vegetales se prepara
en ellos el lquido de la reproduccin, y tambin el joven fruto es
alimentado an como planta. Al modo de los vegetales, la fuerza
de esas partes e impulsos es lo primero que decae, cuando todava
late el corazn,- y quiz ms rpidamente, y la cabeza piensa con
mayor claridad. Segn atinada observacin de Martinet1, el creci
miento del cuerpo humano en sus partes, se opera menos en las par
tes superiores que en las inferiores del cuerpo; como si el hombre
fuese un rbol que crece abajo en su tronco. En una palabra: por
intrincada que sea la estructura de nuestro cuerpo, es evidente que
las partes que slo sirven para la nutricin y reproduccin animales,
aun por su organizacin, en modo alguno deban ni podan resultar
las partes dominantes de la destinacin animal, y menos an del
hombre.
Cules eligi, pues, la naturaleza, por eso? Sigamos su estruc
tura desde dentro y desde fuera.

A travs de las series de todos los seres vivos de la tierra se


extiende el orden de que:
1. los animales con una cavidad y con un corazn de un solo
ventrculo, como los anfibios y los peces, tengan sangre fra; de
que
2. los de un solo ventrculo sin cavidad tengan slo un lquido
blanco en vez de sangre, como los gusanos e insectos; de que
3. los anmales con corazn de cuatro compartimientos son
criaturas de sangre caliente, como las aves y los mamferos.
De modo semejante se observa que:
1?. a aquellos animales les faltan los pulmones para la respi
racin y para provocar la circulacin de la sangre; pero que
2?. los animales con corazn de cuatro compartimientos tienen
pulmones. Es increble cun grandes modificaciones en orden al en
noblecimiento de los seres resultan de tan simples diferencias.
Primero. La formacin del corazn, aun en su forma ms im
perfecta, requiere una estructura orgnica de varias partes internas,
a la cual no se eleva ninguna planta. Aun en .insectos y gusanos se
ven ya venas y otros instrumentos de especializacin, y en parte
hasta msculos y nervios, que en las plantas estn sustituidos an
por conductos y en los fitozoarios por una estructura anloga a sos.

i M artin et, K atechism us der N atu r, t. I, pg. 316, donde se muestra en


un grabado el crecimiento por aos.
Por lo tanto, en la criatura ms perfecta se estimul una elabo
racin ms primorosa del lquido de que vive y, en consecuencia,
tambin del calor gracias al cual vive; y as el rbol de la vida pasa
del jugo vegetal al blanco de los animales, luego a la sangre ms roja
y finalmente al calor ms perfecto de los seres orgnicos. A me
dida que crece ste, tanto ms vemos tambin que la organizacin
interna se diversifica y multiplica, a la vez que se hace ms per
fecta la circulacin cuyo movimiento es probablemente lo nico que
poda producir aquel calor interno. En la naturaleza parece regir
slo un principio de la vida; es la corriente etrea o elctrica, ela
borada en los conductos de las plantas, en las venas y msculos del
animal y, por ltimo, aun en la estructura de los nervios, de modo
cada vez ms refinado, para acabar encendiendo todos los mara
villosos instintos y energas anmicas cuyos efectos en animales y
hombres nos asombran. El crecimiento de las plantas, aunque su
jugo vital sea mucho ms orgnico y refinado que la energa elc
trica que se manifiesta en la naturaleza inerte, es fomentado por
la electricidad. Esa corriente sigue accionando aun en los animales
y en el hombre, y no slo en las partes ms groseras de su mecanis
mo sino en aqullas en que stos se aproximan por vez primera al
alma. Los nervios, animados de un ser cuyas leyes casi se hallan
ms all de la materia, pues acta con una especie de omnipresen-
cia, pueden excitarse por la fuerza elctrica del cuerpo. En una pa
labra: la naturaleza di a sus hijos vivos lo que poda darles,, una
semejanza orgnica con su propia fuerza creadora, calor vivificador.
Mediante tales o cuales rganos, la criatura saca de la inerte vida
vegetal un estmulo vivo, y del conjunto de ste, refinado a tra
vs de vasos ms delicados, el medio de la sensacin. El resultado
de los estmulos se hace impulso, el de las sensaciones idea: pro
greso incesante de la creacin orgnica, el cual estaba en ciernes
en toda criatura viva. Con su calor orgnico (no precisamente como
cabe sentirlo desde fuera mediante nuestros toscos instrumentos
artificiales) aumenta tambin la perfeccin de su especie y proba
blemente tambin, por consiguiente, su aptitud para un sentimiento
ms delicado del bienestar, en cuya corriente que todo lo recorre, se
siente a s misma la madre que todo lo calienta, todo lo anima,
todo lo goza.
Segundo. Cuanto ms complicada es la organizacin interna
de la criatura encaminndose a un calor vital ms primoroso, tanto
ms, evidentemente, se capacita para recibir y alumbrar seres vi
vos. Otra vez; un retoo del mismo gran rbol de la vida a tra
vs de .todas las especies de criaturas
i No cabe objetar que tambin alumbran seres vivos los plipos, algunos
caracoles y hasta los pulgones, pues de esta suerte cabra decir que tambin la
Sabido es que la mayora de las plantas se fecundan a s mis
mas, y que aun cuando los miembros del sexo estn separados, se
encuentran muchas andrginas y polgamas. De un modo seme
jante se ha observado que en las clases inferiores de animales, fi
tozoarios, caracoles e insectos, o bien faltan an las partes anima
les de la generacin, y la criatura, como una planta, parece slo
sacar retoos, o bien hay entre ellos hermafroditas, andrginos y
otras anomalas que no es ste el lugar para enumerarlas. Cuanto
ms complicada es la organizacin del animal, tanto ms decidi
damente se separan los sexos. En este caso, la naturaleza no pudo
contentarse ya con grmenes orgnicos; la formacin de un ser tan
diverso y mltiple en sus partes, habra resultado mal si el azar se
hubiese puesto a la tarea de jugar con formas orgnicas. Por lo
tanto la madre prudente deslind y separ los sexos. Pero tuvo
que encontrar una organizacin en que dos criaturas se unieran en
una para que en medio de ellas naciera otra tercera, impronta de
ambas en el-momento del ms ntimo calor vital.
Recibido en ste, slo por l puede ser formado el nuevo ser.
El calor materno lo envuelve y desarrolla. Sus pulmones todava
no respiran, y su mayor glndula pectoral mama; an en el hombre
parece que falta todava el ventrculo derecho del corazn y en
vez de sangre circula por sus venas un lquido blanco; sin embar
go, a medida que el calor materno aviva tambin su calor interior,
se va formando cada vez ms el corazn; la sangre adquiere color
rojo y, aunque todava no toca a los pulmones, circula ms acti
vamente. La criatura se mueve en claros latidos y por ltimo sale
a la luz completamente formada, dotada con todos los impulsos
del movimiento autnomo y de la sensacin, con que slo una cria
tura viva de este tipo poda organizarse. En seguida, el aire, la le
che, los alimentos y aun el dolor y todas las necesidades, le ofrecen
ocasiones de absorber calor por mltiples medios, elaborndolo por
medio de fibras, msculos y nervios para convertirlo en el ser que
ningn organismo inferior podra lograr. Sigue creciendo hasta lle
gar a los aos en que, rebosando de calor vital, aspira a propagarse
y multiplicarse, comenzando entonces de nuevo el ciclo de la vida.
As procedi la naturaleza con las criaturas que pudo poner
en condiciones de procrear seres vivos, cosa que no fu posible con
todas. No lo fu con los animales de sangre fra, .a los cuales tuvo
que ayudar el sol sirvindoles de comadre. l es quien ayuda a
las cras a nacer: clara demostracin de que en la creacin todo
calor orgnico se reduce a uno solo, bien que por innumerables
conductos cada vez ms purificado. Las mismas aves, de sangre ms

planta alumbra seres vivos ya que saca yemas. Estamos hablando de animales
mamferos que procrean otros vivos.
caliente que los animales terrestres, no pudieron alumbrar seres
vivos, quiz en parte a causa de su elemento, ms fro, en parte
a causa de su modo de vivir y de toda su destinacin. La naturaleza
dispens a esas criaturas ligeras, endebles, de llevar a sus hijos
hasta el momento del nacimiento, como los dispens tambin del
esfuerzo para amamantarlos. Pero as que, aun en una especie in
termedia fea,, el ave pisa la tierra, se convierte en mamfero; en
cuanto el animal marino tiene bastante sangre caliente y organiza
cin para alumbrar seres vivos, se le impuso tambin el esfuerzo
de amamantarlos.
Cunto contribuy con ello la naturaleza a la perfeccin de
las especies! El ave voltil slo puede poner cras, y cun hermo
sos impulsos de ambos sexos nacen ya de ese tipo de vida! El amor
conyugal construye el nido, el amor materno lo calienta, el pater
no lo abastece y ayuda a calentarlo. Cmo defiende sus hijos un
ave madre! Qu casto es en los sexos, destinado al matrimonio, su
amor conyugal! En los animales terrestres, ese vnculo tena que
hacerse ms fuerte an, si caba tal posibilidad; de ah que la madre
recibiera en su pecho al recin nacido para alimentarlo con las
partes ms delicadas de su cuerpo. Slo un cerdo toscamente or
ganizado es capaz de devorar a sus cras; slo los fros anfibios de
jan sus huevos en la arena o en un cenagal. Todos los mamferos
cuidan con ternura sus hijos; el amor del mono se ha hecho pro
verbial, y tal vez no haya especie que lo sienta menos intenso. Los
mismos animales marinos tienen sentimiento, y el manat constituye
hasta un extremo fabuloso un modelo de amor conyugal y materno.
Tierna rectora del mundo, a tan simples vnculos orgnicos enla
zas t los ms bellos instintos de tus hijos! De una cavidad de los
msculos cardacos, de unos pulmones que respiran, dependi que
la criatura viviera con un calor ms intenso y depurado, que pu
diera alumbrar seres vivos y amamantara, y que se acostumbrara
a un amor ms refinado que el instinto de la reproduccin, a
cuidar y rodear de ternura a los hijos, y hasta en algunas espe
cies al amor conyugal. En el mayor calor de la sangre, en ese
ro del alma universal del mundo, encendiste la llama con que
calientas tambin las ms primorosas reacciones del corazn hu
mano!
Para terminar tendra que tratar an de la cabeza, como regin
suprema de la formacin animal; pero para ello es necesario hacer
previamente otras consideraciones que las relativas a sus formas y
miembros exteriores.
II

COMPARACIN DE LAS DIVERSAS FUERZAS ORGNICAS


QUE ACTAN EN EL ANIMAL

El inmortal Haller distingui las distintas fuerzas que se ma


nifiestan fisiolgicamente en el cuerpo animal, a saber: la elasti
cidad de las fibras, la excitabilidad del msculo y por ltimo la
sensacin de la estructura nerviosa, con tal exactitud que en con
junto resultan no slo irrefutables sino que adems constituyen
la ms esplndida aplicacin, aun en otros cuerpos que no sean los
humanos, para la teora fisiolgica del alma.
Ahora bien, dejemos a un lado la cuestin de si acaso esos
tres fenmenos, en todo caso tan diferentes, no son en el fondo
una sola fuerza aue se manifiesta de un modo en las fibras,. de
otro en el msculo y de otro en la estructura nerviosa, aunque
pocas dudas puede ofrecer eso si tenemos en cuenta que en la
naturaleza todo est enlazado y que en el cuerpo animado esos tres
efectos se hallan tan ntima y mltiplemente unidos. La elastici
dad y la excitabilidad son colindantes, como lo son fibra y mscu
lo. A l igual que ste no es ms que un agregado entremezclado
de aqullas, as tambin la excitabilidad no es, probablemente, ms
que una velocidad, de modo ntimo infinitamente aumentada, la
cual en ese entrelazamiento orgnico de muchas partes se elev
del inerte sentimiento de las fibras al primer grado de la auto
excitacin animal. La sensibilidad del sistema nervioso ser lue
go la tercera clase ms elevada de la misma fuerza, resultado de
todas aquellas fuerzas orgnicas, pues parece que toda la circu
lacin de la sangre y de todos los vasos a ella subordinados se ne
cesita para irrigar el cerebro, como raz de los nervios, con el l
quido que, considerado como medio de la sensacin, tanto se ele
va sobre las fuerzas de los msculos y fibras.
Pero, sea como fuere, resulta infinita la sabidura con que el
Creador asoci esas fuerzas en los distintos organismos de los cuer
pos animales, subordinando poco a poco los inferiores a los supe
riores. El tejido fundamental de todo, aun en nuestra estructura,
son las fibras; en ellas florece el hombre. Los vasos linfticos y
lechosos preparan Jugo para toda la mquina. Las fuerzas muscu
lares no se limitan a ponerla en movimiento para que acte hacia
el exterior, sino que un msculo, el sazn, es el primer motor de
la sangre, de un jugo de tantos otros jugos, que no slo calienta
todo el cuerpo sino que adems sube a la cabeza y desde ella, por
medio de nuevas elaboraciones, anima los nervios. Cual planta ce
leste se ramifican stos desde su raz superior, y cmo se extienden,
cun primorosos son, a qu partes de aplican, con qu grado de ex
citacin est enlazado en tal o cual parte un msculo, qu jugo
preparan los vasos de tipo vegetal, qu temperatura impera en la
relacin de estas partes entre s, en qu sentidos cae, en qu modo
de vivir acta, en qu estructura, en au figura est organizado; si
la investigacin exacta de esas cosas en las distintas criaturas, so
bre todo en las ms prximas al hombre, no ha de dar luces sobre
sus instintos y carcter, sobre las relaciones de las especies entre s,
v, por ltimo y ms que nada, sobre las causas de la excelencia del
hombre sobre los animales, no sabra yo de dnde cabra obtener
tales luces en cosas fsicas. Y afortunadamente ya en la actualidad
los Camper, Wrisberg, Wolf, Sommering y tantos otros investiga
dores analistas van por ese camino fisiolgico espiritual de la com
paracin de varios gneros en las fuerzas de los instrumentos de su
vida orgnica.
De acuerdo con mi objetivo, parto de algunos principios fun
damentales a modo de introduccin a las siguientes reflexiones
sobre las fuerzas orgnicas existentes en los distintos seres y final
mente en el hombre, puesto que sin ellos sera imposible ver a
fondo la naturaleza humana en sus defectos y perfecciones.

1. Donde hay una accin en la naturaleza, debe haber una


causa que acte; donde en los esfuerzos o aun en las convulsio
nes se manifiesta un estmulo, tiene que sentirse tambin un es
tmulo por dentro. Si no se aceptan estas proposiciones, cesa toda
relacin de las observaciones, toda analoga de la naturaleza.
2. Nadie puede trazar un lmite all donde una accin evi
dente puede ser prueba de una fuerza existente y donde ya no haya
de serlo. A los animales que viven con nosotros, les atribuimos senti
miento e ideas porque tenemos presentes sus hbitos cotidianos;
pero no podemos excluir de eso a otros por la sola razn de que
no los conozcamos de cerca y con la suficiente intimidad o porque
sus obras nos parezcan demasiado ingeniosas; pues nuestra igno
rancia o nuestra falta de habilidad no constituye una medida abso
luta de todas las ideas y sentimientos de arte de la creacin ani
mada.
3. Por lo tanto: Donde se ejerce arte, hay sentido de arte que
lo ejerce, y cuando con hechos demuestra una criatura que prev ,
acontecimientos de la naturaleza, ya que procura eludirlos, tiene
que haber un sentido interno, un rgano, un medio de esa previ
sin, prescindiendo de que podamos comprenderlo o no. No por
eso se alteran las fuerzas de la naturaleza.
4. Puede haber n la creacin muchos medios de los cuales o
sepamos absolutamente nada por carecer de rganos para ellos;
es ms, tiene que haberlos en gran cantidad, pues en casi todas las
criaturas advertimos efectos que no acertamos a explicarnos a base
de nuestro organismo.
5. En los millones de criaturas, cada cual con sentido e im
pulso especiales que le permiten gozar de su propio mundo, y
realizar sus propias obras, la creacin es infinitamente mayor que
otro desierto que, slo con sus cinco torpes sentidos, pueda palpar
el hombre inadvertido.
6. Quien tenga algn sentimiento de la elevacin y poder de
la naturaleza, llena de sentido, de arte y de vida, aceptar con gra
titud lo que su organizacin encierra, pero no por eso negar el
notorio espritu de todas sus dems obras. Toda la creacin estaba
destinada a ser gozada, sentida y elaborada en su integridad; en
consecuencia, en todo punto nuevo tiene que haber criaturas para
gozarla, rganos para sentirla, fuerzas para animarla segn ese lu
gar. Qu tienen de comn entre s el caimn y el colibr, el cn
dor y la pipa? Y todo est organizado para su elemento, todo vive
y se agita en su elemento. No hay un solo punto de la creacin
sin goce, sin rgano, sin moradores: toda criatura tiene, pues, su
mundo peculiar, un mundo nuevo.
La infinitud me abraza, cuando, rodeado de miles de prue
bas de esa clase y penetrado de sus sentimientos, entro en tu sa
grado templo, oh naturaleza! A ninguna criatura olvidaste; te le
diste por completo, tan enteramente como le era posible abarcar
te en su organizacin. Cada una de tus obras hiciste nica y perfecta
y slo a s misma igual. La elaboraste desde el interior, y cuando
tuviste que dar una negativa, la compensaste cual pudiera com
pensarla la madre de todas las cosas.
Observemos en Tas diversas organizaciones algunas de estas
relaciones de esas distintas fuerzas activas que tenemos en cuen
ta; con ello nos abriremos paso hacia el origen fisiolgico del hom
bre.

19. La planta existe para vegetar y producir fruto: fin subor


dinado, as nos parece a nosotros, pero bsico para cualquier otro
en el conjunto de la creacin. La planta lo realiza totalmente y
trabaja en l tanto ms incesantemente cuanto menos dividida es
t en otros fines. Cuando puede, existe en todo el germen y saca
nuevos retoos y yemas; la rama de un rbol representa todo el
rbol. Invoquemos, pues, en seguida una de las proposiciones an-
.teriores para que nos ayude y, fundndonos en toda la analoga
de la naturaleza, tenemos derecho a decir: Donde hay accin, tie
ne que haber fuerza; donde hay vida nueva tiene que haber un
principio de la vida nueva, y en toda la criatura de tipo vegetal tie
ne que hallarse ste en la mxima eficiencia. La teora de los gr
menes aceptada para la explicacin de la vegetacin, nada explica
propiamente, pues el germen es ya una formacin, y cuando sta
existe, tiene que haber una fuerza orgnica que la forme. En la
primera semilla de la creacin no descubri ningn realizador to
dos los grmenes futuros; stos no se nos hacen visibles hasta que
la planta lleg a su peculiar plena fuerza, y en virtud de todas
las experiencias no tenemos derecho a atribuirlos a otra cosa que
no sea la fuerza orgnica de la planta misma que acta en ellos
con silenciosa intensidad. La naturaleza otorg a esa criatura lo que
pudo otorgarle, y compens lo mltiple de que tuvo que privar
le, con la intimidad de la nica fuerza que en ella acta. De qu
le habran servido a la planta las fuerzas del movimiento animal
si ella no tiene que moverse de su sitio? A qu haba de poder
conocer otras plantas a su alrededor si ese conocimiento habra si
do su tortura? En cambio, s aire, su luz, su jugo nutritivo, los ab
sorbe y goza como vegetal; el impulso a crecer, a florecer y pro
pagarse, los practica de modo tan fiel e incansable como ninguna
otra criatura.
2?. El paso de la planta a los muchos fitozoarios hasta ahora
descubiertos, as lo pone de manifiesto an ms claramente. Las
partes de la nutricin estn ya especificadas en ellos; tienen un an
logo de los sentidos y del movimiento voluntario animales;
sin embargo, su ms excelente fuerza orgnica sigue siendo nutri
cin y propagacin. El plipo no es un almacn de grmenes que
estn preformados en l tal vez para el cruel cuchillo del filsofo,
sino que al igual que la planta misma era vida orgnica, tambin
es l vida orgnica. Como ella, saca tambin retoos, y lo nico
que puede hacer el'cuchillo del filsofo es avivar, estimular esas
fuerzas. As como un msculo excitado o cortado ms fuerza ma
nifiesta, as un plipo torturado pone de manifiesto cuanto pue
de, para resarcirse y completarse. Saca miembros mientras lo per
miten sus fuerzas y mientras el instrumento artificial no haya des
truido totalmente su naturaleza. En algunas partes, en algunas di
recciones, cuando las partes son demasiado pequeas, cuando sus
fuerzas se agotan demasiado, no puede ms; todo lo cual no ocu
rrira si en todo punto estuviera dispuesto el germen preformado.
Son poderosas fuerzas orgnicas lo que vemos actuar en l como
en el motor de las plantas, y aun mucho ms abajo en comienzos
ms endebles y ms oscuros.
3?. Los testceos son criaturas orgnicas llenas de tanta vida
como cabe que se rena y organice en ese elemento, en esa capa
razn. Tenemos que llamarlo sentimiento a falta de otro nombre;
pero es sentimiento de caracol o de mar, un caos de las ms os
curas fuerzas vitales, sin desarrollar como no sea en unos pocos
miembros. Vanse los delicados cuernos, el msculo que representa
el nervio ptico, la boca abierta, el inicio de corazn latiente y
qu maravilla! las curiosas fuerzas de reproduccin. El animal
suple la cabeza, la cornamenta, la mandbula y los ojos; no slo
construye su caparazn artificial y lo pule, sino que adems pro
crea seres vivos con la misma cscara artificial, y muchos gneros
son a la vez macho y hembra. En l hay, pues, un mundo de fuer
zas orgnicas gracias a las cuales la criatura puede hacer en su fase lo
que no podra ninguno de los miembros desarrollados, y en los
cuales la tenaz formacin viscosa acta tanto ms ntima e incan
sablemente.
4?. El insecto, criatura tan primorosa en sus efectos, lo es igual
mente en su estructura; sus fuerzas son uniformes segn ella y
aun segn algunas de sus partes. En l todava es muy poco el
espacio que se encuentra para el cerebro y para unos pocos ner
vios sumamente finos; sus msculos Son an tan delicados que
necesitan protegerse del exterior con fuertes cubiertas, y en su or
ganizacin no hay lugar para la circulacin propia de los anima
les terrestres mayores. Pero fijmonos en su cabeza, en sus ojos, en
sus antenas, en sus patas, en su caparazn, en sus alas; obsrvese los
enormes pesos que lleva un coleptero, una mosca, una hormiga,
el poder que demuestra una avispa furiosa; vanse los cinco mil
msculos que enumer Lvonet en la nemata del sauce, cuando el po
deroso hombre apenas tiene cuatrocientos cincuenta; considren-
e, por ltimo, las obras de artificio que emprenden con sus sentidos
y miembros, y se concluir que tienen una plenitud de fuerzas exis
tentes en cada una de sus partes. Quin puede ver el temblor de la
pata arrancada a una araa o mosca sin advertir cunta fuerza de
estmulo vivo hay en ella aun separada de su cuerpo. La cabeza del
animal era an demasiado pequea para reunir en s todos los
estmulos vitales; la rica naturaleza los reparti, pues, en todos los
miembros, aun los ms delicados. Sus antenas son sentidos, sus de
licadas patas, msculos y brazos, todo ganglio un pequeo cere
bro, y toda fibra excitable casi un corazn latiente; y. as pudieron
realizarse las delicadas obras de artificio para las cuales estn to
talmente formadas muchas de esas especies y para las cuales la na
turaleza crea organismos y necesidades. [Qu primorosa elasticidad
tiene el hilo de una telaraa, de un gusano de seda! Y el artfice
lo sac de s mismo, prueba evidente de que l mismo es todo elas
ticidad y estmulo, o sea, tambin en sus actos y obras de artificio
un verdadero artfice, una pequea alma universal que acta en
esa organizacin.
5?. En los animales de sangre fra es visible an el mismo pre
dominio del estmulo. Mucho tiempo despus de haber perdido la
cabeza se agita an, y con violencia, la tortuga; la cabeza arrancada
de una culebra conserva su mordedura mortal a los tres, ocho y
doce das. La convulsa mandbula de un cocodrilo muerto pudo cer
cenar el dedo de un incauto, y asimismo, entre los insectos,el agui
jn arrancado de una abeja tiende a picar. Vase la rana en su aco
plamiento; pueden arrancrsele pies y miembros antes de que suelte
su objeto. Vase la torturada salamandra; puede perder manos,
dedos y pies y piernas y se los procura de nuevo. Tan grandes son
y tan omnisuficientes, valga la expresin, las energas vitales orgni
cas de esos animales de sangre fra; y, en una palabra, cuanto ms
ruda es una criatura, es decir, cuanto menos el poder orgnico de
sus estmulos y msculos se refina en primorosas energas nerviosas
subordinndose a un cerebro mayor, tanto ms se muestran en una
omnipotencia orgnica difundida que conserva o suple la vida.
6?. Aun de los mismos animales de sangre caliente se ha obser
vado que en unin con los nervios su carne se mueve ms indolen
temente, y sus entraas, por el contrario, muestran efectos ms vio
lentos de la excitacin, cuando el animal est muerto. En la muerte,
las convulsiones aumentan en la proporcin en que disminuye la
sensacin, y un msculo que perdi ya su excitabilidad, vuelve a
adquirirla si se corta en pedazos. Cuanto mayor es la riqueza ner
viosa de una criatura, tanto ms parece perder la tenaz energa vital
que slo con dificultades desaparece. Las energas reproductoras de
algunos miembros, sobre todo de los muy complejos, como la cabeza,
las manos o los pies, se pierden en las llamadas criaturas ms perfec
tas; apenas si en ciertos aos pueden stas rehacer un diente o re
componer una fractura de hueso q una herida. Por el contrario, las
sensaciones y representaciones se elevan en estas clases tan notable
mente hasta que por ltimo en el hombre se renen formando la
razn del modo ms primoroso y perfecto para un organismo
terreno.

Si nos es permitido sacar algunos resultados de estas induccio


nes que todava podran llevarse a mayores detalles, diramos lo
siguiente:
1?. En toda criatura viva parece completo y perfecto el ciclo
de las fuerzas orgnicas, slo que en cada una de ellas est modi
ficado y distribuido de otro modo. En una se halla an cerca de la
vegetacin, siendo por ende tan poderoso para la propagacin y re
composicin de s mismo; en otros, decrecen esas fuerzas a medida
que se distribuyen en miembros ms artsticos, en instrumentos y
sentidos ms refinados.
29. Sobre las poderosas fuerzas de la vegetacin comienzan a ac
tuar los estmulos musculares vivos, muy afines a las fuerzas de la
estructura animal de fibras, creciente, retoante y capaz de recom
ponerse a s misma; slo que aparecen en una forma artificiosamente
enmaraada, para un fin de la accin vital ms circunscrito y de
terminado. Todo msculo se halla ya en juego alternativo con
muchos otros; no solamente pondr de manifiesto las fuerzas de las
fibras sino las suyas de estmulo vivo en el movimiento en accin.
El torpedo ya no recompone sus miembros como la lagartija, la rana
o el plipo; aun en aquellos animales que se reproducen, las par
tes en que se concentra la fuerza muscular no se recomponen como
los miembros que por decirlo as retoan; el cangrejo puede sacar
patas nuevas, pero no la cola. O sea que en las fuerzas del movi
miento, artificiosamente complicadas, cesa poco a poco la esfera
del organismo vegetativo, o bien se fija en una forma ms artificiosa
aplicndose a los fines de conjunto de la organizacin ms com
puesta.
3?. Cuanto ms las fuerzas musculares penetran en la esfera de
los nervios, tanto ms son captados tambin en esa organizacin y
obligados a servir a los fines de la sensacin. Cuantos ms nervios
y ms refinados tiene, cuanto ms stos se encuentran entre s
varias veces, se robustecen artificiosamente y se utilizan partes y sen
tidos pobres, cuanto mayor y ms refinado es, por ltimo, el lugar de
reunin de todas las sensaciones, el cerebro, tanto ms inteligible
y refinada resulta la especie de estos organismos. Cuando, por el
contrario, tenemos animales en que el estmulo domina la sensacin
y las fuerzas musculares) la estructura nerviosa, y en que sta se uti
liza para operaciones y actividades inferiores y especialmente el pri
mero y ms enojoso de los impulsos, el hambre, tiene que ser an
el ms dominante, entonces, segn nuestra medida, la especie resulta
en parte informe de estructura, en parte ms ruda en su modo
de vida.
Quin no se alegrara de que un analizador filosfico empren
diera 1 la tarea de hacer una fisiologa comparada de varios anima
les, especialmente de los ms prximos al hombre, segn esas fuerzas,
por experiencias distintas y fijas en la relacin de toda la organi
zacin de la criatura? La naturaleza nos presenta su obra, que desde
fuera es figura velada, recubierto depsito de fuerzas internas.
Vemos su modo de vivir; por la fisionoma de su rostro y por la pro
porcin de sus partes adivinamos tal vez algo de lo que ocurre
en su interior; pero aqu, en el interior, se nos exponen los mismos
instrumentos y medidas de las fuerzas orgnicas, y cuanto ms nos
aproximamos al hombre, tanto mejor es el medio de comparacin
i Adems de otras obras conocidas, encuentro en las O bras de Alexander
Monro (Edimburgo, 1781) un Essai on comparativa anatomy, que merecera ser
traducido, as como los bellsimos esqueletos animales de la Oseography de Che-
selden (Londres, 1783) deberan reproducirse en grabado, aunque en Alemania
difcilmente podra hacerse con la exacta esplendidez del original.
de que disponemos. Como yo no soy anatomista, me arriesgo a seguir
las percepciones de los grandes anatomistas en algunos ejemplos,
para que nos sirvan de propedutica a la estructura y a la naturaleza
fisiolgica del hombre.

III

EJEMPLOS DE LA ESTRUCTURA FISIOLGICA DE


ALGUNOS ANIMALES

El elefante1, por informe que parezca, nos proporciona funda


mentos fisiolgicos bastantes de su excelencia, tan prxima al hom
bre, frente a todos los animales vivos. Bien es verdad que su cerebro
no resulta muy grande teniendo en cuenta el tamao del animal;
pero sus cavidades y toda su estructura son muy semejantes a las
del hombre. Me qued asombrado", dice Camper, al encontrar
tamaa semejanza entre la glandula pinealis, los nates y testes de
ese animal y los de nuestro cerebro; si en alguna parte puede haber
un sensorium commune, es aqu donde hay que buscarlo. El
crneo es pequeo comparado con la cabeza, porque las fosas nasa
les se extienden bastante ms arriba del cerebro, llenando de aire
no slo la cavidad frontal sino tambin otras cavidades2; y es que
para mover la pesada mandbula se requeran fuertes msculos
y grandes superficies que la madre formadora llen de aire para
dispensar a su criatura de un peso insoportable. El cerebro no est
situado encima del cerebelo y no lo oprime con su peso; la mem
brana que separa a ambos est vertical. Los numerosos nervios del
animal se dirigen en gran parte a los sentidos ms delicados y slo
la trompa recibe tantos como la totalidad de su enorme cuerpo. Los
msculos que la mueven salen de la frente; carece totalmente de
cartlago, y es instrumento de un sentimiento refinado, de un fino
olfato y de facilsimo movimiento; en ella, pues, se renen varios
sentidos y se controlan mutuamente. El ojo inteligente del elefante
(que tambin en el prpado inferior, a semejanza del hombre y de
ningn otro animal, posee pelos y un movimiento muscular deli
cado) tiene, pues, como vecinos los sentidos sensoriales ms deli
cados, y stos estn separados del gusto, que por lo dems entu
siasma al animal. Lo que en otros animales, sobre todo en los car
i Segn la descripcin que de un elefante nonato hacen Buffon, Deubenton,
Camper y en parte Zimmermann.
- Las cajas del tmpano y las cavidades de los processus m am m illares, etc.
nvoros, suele ser la parte dominante del rostro, a saber: la boca,
en ste queda pospuesta muy abajo y casi escondida bajo la frente
prominente y la trompa levantada. Ms pequea an es su lengua;
las armas de la defensa, que lleva en la boca, se distinguen de los
instrumentos destinados a la nutricin; en consecuencia, tampoco
est formado para la atroz glotonera. Su estmago es sencillo y pe
queo, por grandes que sean los intestinos; por consiguiente, es
probable que no lo atormente un hambre feroz como a los animales
de rapia. Con sosiego y pulcritud busca las hierbas, y como el
olfato est separado de la boca, necesita para eso ms tiempo y
cautela. Precisamente para la cautela lo form la naturaleza en el
beber y en toda la pesada estructura de su cuerpo, de suerte que
esa cualidad lo acompaa precisamente desde el origen hasta el
acoplamiento. El instinto sexual no lo exalta, pues la elefanta pasa
nueve meses embarazada como el ser humano, y amamanta en sus
pechos a su cra. Idnticas a las del hombre son las fases de su vida:
crecimiento, florecimiento, muerte. De qu nobleza dot la natura
leza a los incisivos transformados en colmillos y cun fino debe ser
su odo para que pueda distinguir en el lenguaje humano entre las
expresiones de mandato y las de los sentimientos! Sus orejas son
mayores que las de cualquier otro animal, pero delgadas y extendi
das en todas direcciones: se abren hacia lo alto, y toda la parte
trasera de la cabeza del animal, aunque pequea, es una caja
de resonancia llena de aire. As supo aligerar la naturaleza la pe
sadez de la criatura y aparejar la ms vigorosa fuerza muscular con
la ms primorosa economa de los nervios. Rey de los animales por
su sensata calma e inteligente pulcritud de los sentidos.
El len, en cambio1, qu rey de los animales ms diferente!
Lo que la naturaleza busc en l fu la musculatura, no la
bondad ni la inteligencia. Hizo su cerebro pequeo y sus nervios
tan pequeos como ni siquiera lo son en proporcin los nervios
de los gatos; los msculos, en cambio, gruesos y fuertes, colocn
dolos en los huesos en una posicin tal que de ellos no puede origi
narse un movimiento muy variado y primoroso, pero tanto mayor
fuerza. Un verdadero gran msculo que yergue el cuello, un mscu
lo de la pata delantera que sirve para sostenerse, una articulacin
del pie pegada a la garra, sta grande y curva, de suerte que nunca
puede embotarse porque nunca toca el suelo: sos fueron los dones
concedidos al len. Su estomago es largo y muy doblado; su tritura
cin, y por ende su hambre, deben ser espantosos. Su corazn es
pequeo, pero delicadas y amplias sus cavidades, mucho ms largas
i Especialmente segn la excelente descripcin de W olff en los N ovi Com-
m entarii A cadem iae Scientiarum P etropolitanae ts. XV, XVI; yo deseara que la
descripcin fisiolgico-anatmica de muchos animales se hiciera de este modo.
y anchas que las del hombre. Tambin los tabiques de su corazn
son doblemente delgados y las arterias doblemente pequeas, de
suerte que la sangre del len corre a una velocidad cuatro veces
superior a la del hombre tan pronto sale del corazn y cien veces
superior en las ramificaciones de la seccin quince: en cambio, el
corazn del elefante late sosegado, casi como en los animales de
sangre fra. Tambin la hiel del len es grande y negruzca. Su len
gua ancha se extiende redondeada hacia adelante, provista de pin
chos de pulgada y media de largo en medio de la parte delantera
y con sus puntas vueltas hacia atrs. De ah lo peligroso de que
lama la piel, pues en seguida hace salir sangre provocndole sed
de sangre, una sed furiosa aunque sea de la sangre de su amigo y be
nefactor. Un len que haya probado sangre humana una vez, ya no
suelta fcilmente esa presa, porque su surcado paladar ansia esa
satisfaccin. Adems, la leona alumbra varios cachorros, que crecen
lentamente; por consiguiente, tiene que alimentarlos mucho tiempo,
y su instinto materno asociado a su propia hambre excitan su vo
racidad. Como la lengua del len lame speramente y su hambre
ardiente es sed, resulta natural que no lo atraiga la carnaza podrida.
Su regio gusto se complace estrangulando por s mismo a la vctima
y bebindose la sangre fresca, y a menudo toda su arrogancia de
soberano resulta chasqueada. Su sueo es ligero porque su sangre es
ardiente y rpida; se torna cobarde cuando est saciado porque no
puede guardar provisiones que se descompongan; ni siquiera piensa
en eso y en consecuencia slo el hambre del momento lo impulsa
a la valenta. La naturaleza, benvola, amortigu sus sentidos; su
rostro teme el fuego y ni siquiera tolera el brillo del sol; su olfato
no llega lejos, pues tampoco por la posicin de sus msculos es
capaz de dar grandes saltos, no est hecho para la carrera y no le
atrae la carroa. Su frente cubierta, surcada, es pequea en compa
racin con la parte inferior del rostro, los msculos de animal
de rapia y los huesos de carnvoro. Su nariz es torpe y larga,
frreas su cerviz y sus patas delanteras, imponentes su melena y los
msculos de la cola; en cambio, la parte posterior del cuerpo es
ms dbil y delicada. La naturaleza gast sus espantosas fuerzas,
y en el sexo, como en lo dems en que no lo atormenta su sed de
sangre, hizo de l un animal bondadoso y noble. As es tambin
fisiolgicamente el modo de. ser y el alma de esa criatura.
Como tercer ejemplo puede tomarse el perezoso, por su presti
gio el ltimo y menos educado de los cuadrpedos, un trozo del limo
que se elev a organismo animal. Su cabeza es pequea y redonda,
y todos sus miembros tambin gruesos y redondos, poco desarrolla
dos y abultados. Su cuello es pesado, casi forma una sola pieza
con la cabeza. Su pelo se encuentra con el del dorso, como si la
naturaleza hubiese formado a ese animal en dos direcciones, in
cierta sobre cul elegira. Por fin eligi como parte principal el
vientre y parte trasera, a la cual aun en la posicin, figura y todo
el modo de vivir se limita a servir la cabeza. La obra maestra est
en la parte trasera; el estmago y los intestinos llenan su interior; el
corazn, los pulmones y el hgado estn mal formados, y parece
que le falta la hiel. Su sangre es tan fra que raya en la de los
anfibios; de ah que su corazn arrancado y sus entraas sigan la
tiendo mucho despus, y el animal, aun sin corazn, siga agitando
las piernas como si estuviera aletargado. Tambin en este caso obser
vamos la compensacin de la naturaleza en el hecho de que cuando
se vi obligada a negar nervios sensibles y aun enrgicas fuerzas
musculares, tanto ms interiormente extendi y comunic la viva
excitacin. Por consiguiente, ese magnfico animal puede parecer
ms desdichado de lo que es. La gusta el calor, la laxa quietud
y se encuentra a gusto sumido en ambas. Cuando no tiene calor,
duerme; ms an, como s tambin le doliera el estar echado, se
cuelga con una pata en el rbol, y con la otra come y goza su vida
de oruga como un saco colgado a los ardientes rayos solares. La de
formidad de sus patas le aprovecha tambin. El blando animal ni
siquiera puede apoyarse en los tenares, a causa de su rara estruc
tura, sino slo en la convexidad de las garras, como sobre las ruedas
del coche, y en consecuencia se escurre lenta y apaciblemente. Sus
cuarenta y seis costillas no las tiene ningn otro cuadrpedo-
son la larga bveda de su almacn de provisiones, y, valga la expre
sin, los anillos, endurecidos en vrtebras, de un voraz saco de
hoias, de una oruga..
Terminemos con los ejemplos. Por ellos vemos hacia dnde hay
que buscar el concepto da alma e instinto animales cuando segui
mos la fisiologa y la experienca-: la priores* jss la suma y el resul
tado de todas las hterZSs vivas que actan en un organismo; el
segundo, la direccin que la naturaleza di a todas esas fuerzas por
el hecho de que las colocara en tal temperamento y no en otro, de
que las organizara en tal estructura y no en otra.

IV

DE LOS INSTINTOS DE LOS ANIMALES

Sobre los instintos de los a n im a le s tenemos un excelente libro


del bienaventurado(leimarus3) que, al igual que el otro suyo sobre
la religin natural, sera siempre un monumento permanente de su
1 R eimarus, A llgem eine Betrachtungen ber die T riebe der Tiere. Hambur-
espritu indagador v de su profundo amor a la verdad. Tras sabias
y ordenadas disquisiciones sobre las diversas clases de los instintos
animales, trata de explicarlos por las ventajas de su mecanismo, de
su sentido v de su sensacin interna; ms an, cree, especialmente
tratndose de |instintos artsticos, que es preciso suponer determi
nadas fuerzas naturales y aptitudes naturalmente ingnitas que ya
no admiten otra explicacin. Yo no creo lo ltimo, pues la composi-
cin de toda la mquina a base de tales fuerzas y no otras, de tales
sentidos, nociones y sensaciones, en una palabra; la organizacin
de la criatura misma, fu la ms cierta direccin, la ms perfecta
determinacin que la naturaleza poda imprimir a su obra.
Cuando el Creador form la planta y la dot de aquellas partes,
de aquellas fuerzas de atraccin y transformacin de la luz, aire
y dems entes sutiles que desde el aire y el agua llegan a ella,
cuando, por ltimo, la plant en su elemento, en el cual toda parte
manifiesta de modo natural las fuerzas que le son esenciales, me
imagino que no necesitaba proveer ningn nuevo y ciego impulso
para la vegetacin de la criatura. Toda parte con su fuerza viva
hace lo suyo, y as se hace patente en toda manifestacin el resul
tado de fuerzas que poda revelarse en tal composicin y no en
otra. Todas las fuerzas que actan en la naturaleza son vivas, cada
una a su manera; en su interior tiene que haber algo que corresponda
a sus efectos dl exterior, como supona tambiflCTLeibniz^y parece
ensearnos toda la analoga. El hecho de que no tengamos un
nombre para ese estado interior de la planta o de las fuerzas que
actan an en ella, es una deficiencia de nuestro lenguaje, pues
sensacin se emplea nicamente para designar el estado interior
que el sistema nervioso nos concede. Cabe que haya una vaga ana
loga; y si no la hubiera, nada nos enseara un nuevo impulso, una
fuerza de la vegetacin atribuida al todo.
Dos impulsos de la naturaleza se hacen patentes ya en la planta:
el instinto de nutricin y el de reproduccin; y su resultado son
obras de arte a las que difcilmente llega la accin de cualquiera
de los insectos artsticos vivos: la yema y la flor. Tan pronto la na
turaleza traslada la planta o la piedra al reino animal, se nos muestra
ms claramente lo que ocurre con los instintos de las fuerzas org
nicas. El plipo parece que florece como una planta y es un animal;
busca y consume su alimento como el animal; saca retoos, y son
animales vivos; se prepara, cuando puede, la ms grande obra de
arte que haya ejecutado jams criatura viviente. Hay algo que su-
pere lo artstico de la casa de un caracol? La celda de las abejas

go, 1773. En la misma obra se inician estudios sobre las particulares clases de los
instintos formativos de los animales, a las que va unido el bello y extenso tratado
de J. A. H. Reimarus, sobre la naturaleza de los zofitos.
tiene que inclinarse ante ella; el capullo de la oruga y el del gusano
de seda tienen que rendirse ante el arte de la flor. Y con qu elabo
ra aquello la naturaleza? Mediante internas fuerzas orgnicas que,
poco distribuidas todava en partes, yacan amontonadas, y sus
giros, las ms veces adaptados a la marcha del sol, formaron esa es
tructura regular. Partes sacadas de su interior, proporcionaron la
base, como la araa saca el hilo de su parte inferior, y el aire tuvo
que limitarse a agregar partes ms duras o ms groseras. Me ima
gino que esos-trnsitos nos ensean suficientemente en qu se fun
dan todos los instintos animales, aun los de los animales que traba
jan con arte, a saber: en fuerzas orgnicas que actan en esa medida
v no en otra, en tales estructuras y no en otras. Depende de los
nervios de la criatura el que esto se haga con mayor o menor
sensacin: pero, adems de stos, existen an fuerzas musculares
y fibras llenas de vida vegetal que crece y se restablece, dos especies
de fuerzas, independientes de los nervios, que suplen suficiente
mente para la criatura lo que le falta de cerebro, y nervio.----------
Y as la naturaleza misma nos conduce a lo: instintos artsticos
que de preferencia se suelen atribuir a algunos insectos: la causa no
es otra sino que su obra de arte nos salta ms a la vista y la com
paramos ya con nuestras obras. Cuanto ms diferenciados estn los
instrumentos en una criatura y cuanto ms vivos y primorosos re
sulten sus estmulos, tanto menos puede extraamos el percibir
efectos que ya no pueden ser producidos por animales de estruc
tura ms grosera y de una excitabilidad ms embotada, aunque por
otra parte puedan tener otras ventajas. Precisamente la pequeez de
la criatura y su delicadeza llevan al irte, pues ste no puede ser otra
cosa que el resultado de todas sus sensaciones, actividades y est
mulos.
Tambin en este caso son los ejemplos los que pugden decir
nos lo mejor, v la fiel diligencia de autores como<CSwammerdam^>
(^RSm ur, Lyonet, Rosel,~etg> nos han trazado del modo ms bello Tos
ejemplos a nuesLi'os josT Qu es el tejer de la oruga sino lo que
tantas otras criaturas hacen sin arte al mudar de piel? La serpiente
se desprende de su piel, el pjaro de sus plumas, muchos animales
terrestres cambian su pelo: con ello se remozan y restauran sus
fuerzas. La oruga se remoza tambin, slo que de modo ms duro,
ms primoroso, ms artstico; se desprende de su envoltura de es
pinas, en la cual quedan prendidos algunos de sus pies, y en trn
sitos lentos y ms rpidos pasa a un estado totalmente nuevo. Para
ello le di fuerzas la primera fase de su vida en que como oruga se
cuidaba slo de su nutricin; ahora tiene que atender adems a la
conservacin de su especie, y para configurarse para eso trabajan sus
anillos y actan sus miembros. Por consiguiente, en la organizacin
de esa criatura, la naturaleza se limit a seguir descomponiendo las
fases de la vida y los instintos, dejando que stos se preparen org
nicamente en sus peculiares trnsitos, tan involuntarios para
criatura como el cambio de piel para la serpiente.
Qu es el tejer de la araa sino el yo de la araa prolongado
para conservar su presa? Cual el pulp extiende sus tentculos para
agarrarla, al igual que ella obtuvo sus garras para retenerla, recibi
tambin las papilas entre las cuales saca los hilos para cazar la
presa. Recibi jugo de se ms o menos para tantos hilos como ne
cesita para su vida, y si no est satisfecha con ellos tiene que acudir
a medios desesperados o morir. Quien organiz todo su cuerpo y
todas las fuerzas alojadas en l, la form tambin orgnicamente
para ese tejido.
No es distinto lo que dice lia repblica de las abejas. ISus dis
tintas categoras estn formadas cada una para su fin, y estn en
comunidad porque ninguna categora podra vivir sin las dems.
Las obreras estn organizadas para acumular miel y para construir
las celdas. Cosechan aqulla como todo animal busca su alimento
y aun, cuando lo exige su modo de vivir, lo concentran en su depsi
to y lo ordenan. Construyen sus celdas como tantos otros animales se
construyen sus alojamientos, cada cual a su manera. Como son
asexuales, alimentan las cras de la colmena como otros alimentan
sus propias cras, y matan a los znganos como todo animal mata
a otro que le roba sus provisiones y le estorba en su morada. Como
todo eso no puede suceder sin sentido y sentimiento, es, sin embargo,
merol sentido de abeja, sentimiento de abeja; |no el mero mecanismo
que le atribuye (f?ffon)ni la desarrollada razn matemtico-poltica
que otros imaginan para esas criaturas. Su alma est encerrada en
esa organizacin e ntimamente entretejida con ella. Por consi
guiente, acta en consonancia con ella; artstica y primorosamente,
pero de modo angosto y en un mbito muy reducido. La colmena
es su mundo, y el Creador distribuy su actuacin triplemente me
diante una triple organizacin.
Tampoco debemos dejarnos desorientar con la palabra destreza,
cuando vemos que en muchas criaturas ese arte orgnico aparece
inmediatamente despus de su nacimiento. Nuestra destreza pro
viene de ejercicios: la suya, no. Una vez formado totalmente su orga
nismo, tambin sus fuerzas estn totalmente en juego. Quin tiene
la mxima destreza en el mundo? La piedra que cae, la flor que flo
rece, cae o florece segn su naturaleza. El cristal se cristaliza de
modo ms hbil y regular de lo que construye la abeja o teje la
araa. En aqul no hay ms que ciego instinto orgnico que no
puede faltar; en stas el instinto se halla organizado ya para el em
pleo de varios instrumentos y miembros, que pueden faltar. El sano
y poderoso acuerdo de stos para ur fin, es lo que hace la destreza
cuando la criatura est totalmente formada.
Vemos, en consecuencia, que cuanto ms asciende la criatura
disminuye el instinto incontenible y asimismo la destreza exenta de
errores. Y es que el principio orgnico de la naturalezal, nico, que
ora denominamos formativo, ora impulsivo, sensible, ora arts-
ticamente constructivo, aunque en el fondo es* siempre una sola
fuerza orgnica, cuanto ms distribuido est en instrumentos_y
miembros heterogneos, cuanto ms en cada uno de ellos tiene un
mundo peculiar, hallndose expuesto asimismo a obstculos y erro
res propios, tanto ms dbil resulta el instinto y tanto ms cae bajo
eljm perio de la voluntad y en consecuencia tambin del error. Las
distintas sensaciones requieren ser pesadas unas con otras y slo
luego conciliadas entre s; adis, pues, instinto arrebatador, gua
infalible! El vago estmulo que en cierto mbito, aislado de todo lo
dems, encerraba en s una especie de omnisciencia y omnipotencia,
est separado ahora en ramas y ramificaciones. La criatura capaz
de aprender tiene que aprender porque por naturaleza sabe menos;
pero tambin gracias a su apartamiento, al refinamiento y distribu
cin de sus fuerzas, obtuvo nuevos medios de eficiencia, mayor n
mero de instrumentos y ms primorosos para definir entre s las
sensaciones y elegir las mejores. Lo que pierde en intensidad de ins
tinto, lo suple con la ampliacin y la ms primorosa concordancia,
habindose capacitado para un ms refinado goce de s mismo, para
un uso ms libre y diverso de sus fuerzas y miembros, y todo eso,
me atrevera a decir, porque su alma orgnica est descompuesta
de modo ms diverso y primoroso en sus instrumentos. Examinemos
algunas leyes maravillosamente bellas y sabias de ese desarrollo pro
gresivo de las criaturas tal como el Creador las acostumbr paso a
paso cada vez ms a una unin de varios conceptos o sentimientos,
as como a un uso peculiar ms libre de varios sentidos y miembros.

DESARROLLO DE LAS CRIATURAS HACIA UNA UNIN


DE VARIOS CONCEPTOS Y PARA UN USO PECULIAR MAS
LIBRE DE SENTIDOS Y MIEMBROS

1. En la naturaleza inerte, todo se halla an en un solo im


pulso, oscuro pero poderoso. Las partes avanzan conjuntamente
movidas por fuerzas internas; toda criatura trata de obtener figura
y se forma. En ese impulso est incluido todo an; pero atraviesa
indestructiblemente tambin todo el ser. Las ms pequeas partes
de los cristales y sales son cristales y sales; su fuerza formativa acta
en la ms pequea partcula como en el conjunto, indivisible desde
fuera, indestructible desde dentro.
2. La planta se diferenci en caas y dems partes; su impulso
empieza a modificar esas partes segn l, a pesar de que en conjun
to sigue actuando an uniformemente. La raz, el tronco y las ramas
absorben, pero de distinto modo, por distintos conductos, distintos
entes. El impulso del conjunto se modifica, pues, con ellos, mas en
conjunto sigue siendo el mismo, ya que la propagacin es slo un flo
recer del crecimiento; los dos impulsos son inseparables en virtud
de la naturaleza de la criatura.
3. En el reino animal, la naturaleza empieza a separar imper
ceptiblemente algunos instrumentos y en consecuencia tambin las
fuerzas que les son inherentes; los instrumentos de la nutricin se
tornan visibles; el fruto se desprende ya en el cuerpo materno,
aunque siga alimentndose en l a modo de planta. Muchos p
lipos surgen de un tronco; la naturaleza los puso en el mismo lugar
dispensndolos an de tener movilidad propia: tambin el caracol
tiene an un ancho pie con el cual se adhiere a su casa. Ms indi
visos y oscuros entre s permanecen an los sentidos de esas criatu
ras; su instinto acta lenta e interiormente; el acoplamiento del
caracol dura muchos das. De esta suerte, la naturaleza dispens-
hasta donde pudo de diversidad esos comienzos de la organizacin
viviente, pero, en cambio, encubri ms a fondo y uni ms fir
memente lo diverso en un oscuro estmulo sencillo; la vida tenar
de los caracoles es casi indestructible.
4. A medida que fu ascendiendo observ precisamente la sa
bia cautela de acostumbrar slo paulatinamente a la criatura a una.
pluralidad de sentidos e instintos separados. El insecto no poda
ejercer de una vez todo lo que tena que ejercer; tiene que modi
ficar, pues, su figura y su modo de ser para poder satisfacer ora:
como oruga el instinto de la nutricin, ora como mariposa el de-
la reproduccin; no era capaz para ambos en una sola figura. Una
sola clase de abejas no poda llevar a cabo todo lo requerido para,
el goce y propagacin de esa especie; en consecuencia, la natura
leza dividi, e hizo a unas obreras, a otras fecundadoras y a otras-
procreadoras; todo mediante una pequea modificacin del orga
nismo, gracias a la cual las fuerzas de toda la criatura reciban
otra direccin. Lo que no pudo ejecutar en un solo modelo, lo-
descompuso Dor separado en tres modelos que pertenecan a la mis
ma especie. De esta suerte ense a las abejas la tarea que les
incumbe distribuyndola en tres especies, del mismo modo que-
ense a la mariposa y otros insectos su oficio en dos figuras-
distintas.
5. A medida que ascenda ms arriba, que quera acrecentar
el empleo de varios sentidos y por ende de la voluntad, tanto ms-
suprimi miembros innecesarios y simplific la estructura del in
terior y del exterior. Con la piel de la oruga se eliminaron pies
que ya no necesitaba la mariposa; los muchos pies de los insectos,
sus varios y diversos ojos, sus antenas y otras varias clases de ins
trumentos, se pierden al llegar a las criaturas superiores. En aqu
llos haba poco seso en la cabeza; ste estaba dispuesto hacia abajo
a lo largo de la medula, y todo ganglio era un nuevo centro de
la sensacin. Por consiguiente, el alma de la pequea criatura
artfice estaba extendida por todo su ser. A medida que aumen
taban la voluntad y facultades intelectuales de la criatura, tanto
mayor se tomaba la cabeza y tanto ms provista de cerebro; las
tres partes principales del cuerpo se disponen entre s en diversas
proporciones, pues en los insectos, gusanos, etc., no exista todava
tal proporcin. Con qu grandes y poderosas colas se arrastran
an por la tierra los anfibios! Sus pies estn apartados entre s de
modo disforme. En los animales terrestres, la naturaleza eleva a la
criatura; las patas se tornan ms altas y se juntan ms; la cola,
con sus progresivas vrtebras, se hace ms angosta y corta; pierde
las groseras fuerzas musculares del cocodrilo y se hace ms flexible,,
ms fina, hasta que en los animales ms nobles queda reducida a
un rabo cubierto de pelo, y por ltimo la naturaleza, al aproxi
marse a la figura vertical, suprime totalmente la cola. Ha hecho
subir ms arriba su medula para emplearla en partes ms nobles.
6. A l encontrar, pues, la artista plasmadora la proporcin del
animal terrestre, la mejor en que esas criaturas podan ejercer con
juntamente ciertos sentidos y fuerzas aprendiendo a unirlos en una
forma de pensamientos y sensaciones, aunque segn la destinacin
y modo de vida de cada especie modific tambin su formacin y
a bse precisamente de las partes y miembros cre para cada g
nero su propia armona del conjunto y, por consiguiente, tambin
su propia alma distinta orgnicamente de todos los dems gneros,
conserv empero entre todos cierta semejanza y pareci que segua
un solo fin principal. Este fin principal es, notoriamente, aproxi
marse a la forma orgnica, en la cual tiene lugar la mxima re
unin de conceptos claros y el ms heterogneo y libre uso de dis
tintos sentidos y miembros; y es precisamente eso lo que hace que los
animales sean ms o menos parecidos al hombre. o es un juego
de capricho sino un resultado de las variadas formas para el ob
jeto para el cual la naturaleza quiso reuniras, a saber: para el
ejercicio de los pensamientos, sentidos, fuerzas y deseos; en esta
relacin, no podan menos que unirse as para estos fines y, no
para otros. Las partes de todo animal se hallan en su fase en la
ms estrecha proporcin entre s, y yo creo que estn agotadas
todas las formas en que slo un ser1 vivo poda prosperar en nuestra
tierra. Al animal se concedi una marcha de cuadrpedo, pues
todava no poda utilizar sus patas delanteras como manos huma
nas; en cambio, mediante la marcha de cuadrpedo le resultaba la
ms fcil su postura, su andar, su salto y el uso de todos sus sen
tidos animales. Su cabeza se inclina an hacia la tierra, pues de
sta busca el alimento. El olfato predomina en la mayor parte de
ellos, porque tiene que despertar o guiar al instinto. Uno tiene
ms agudo el odo, otro la vista. Y de esta suerte la naturaleza, no
slo en la formacin de los animales cuadrpedos en general, sino
en la de todo gnero en particular, eligi las proporciones de las
fuerzas y sentidos que mejor podan ejercerse conjuntamente en
esa organizacin. Segn ella prolong o acort los miembros, ro
busteci o atenu las fuerzas. Toda criatura es un numerador en
el gran denominador que es la naturaleza misma, pues aun el
hombre no es sino una fraccin del todo, una proporcin de fuer
zas que haba de formarse en un todo en esta organizacin y no en
otra mediante la asistencia solidaria de muchos miembros.
7. Por consiguiente, en una organizacin de la tierra tan pen
sada en todos sus extremos, era necesariamente imposible que una
fuerza estorbara a otra, un instinto a los dems, y es de infinita
belleza el cuidado que la naturaleza invirti en eso. La mayor
parte de los animales tienen su clima determinado, y es precisa
mente en l donde mas fcil les resulta su alimentacin y educa
cin. Si la naturaleza los hubiera formado indeterminadamente en
zonas ms soportables en qu estado de miseria y salvajismo hu
bieran cado ciertas especies hasta que hubiera sobrevenido su
ruina! Todava es posible ver esto en las dctiles especies que si
guieron a la de los seres humanos en todos los pases; en cada pa
raje se han desarrollado de otra manera, y el perro que volvi al
estado salvaje se ha convertido en una fiera terrible, por esta sola
circunstancia. Ms le hubiera perturbado a la criatura el instinto
de procreacin si se le hubiera dejado de manera indeterminada,
pero tambin la madre creadora le puso trabas. Ese instinto des
pierta en una poca determinada en que el calor orgnico del
animal alcanza su punto ms alto, y como ste se logra por medio
de las revoluciones fsicas del crecimiento, estacin del ao y abun
dancia de alimento, y la benvola proveedora determin tambin,
por esos factores el tiempo del embarazo, se pens as en el adulto
y en el joven. El joven viene al mundo cuando puede prosperar
por su cuenta, o bien debe seguir en el huevo hasta que haya venido
la estacin mala, hasta que un sol ms propicio le despierte; el
adulto slo seguir su instinto mientras no le perjudique en nada.
Tambin se rigen por esto en las relaciones de ambos sexos la in
tensidad y duracin de este instinto.
Por encima de toda ponderacin est el benfico amor mater
nal con que de este modo la naturaleza educa, por decirlo as, y
acostumbra activamente a toda criatura viva para actividades, vir
tudes y pensamientos propios de su organizacin. As la concibi
de antemano poniendo esta fuerza en tal organizacin y no en
otra, y as oblig a la criatura a ver, desear y moverse en esta orga
nizacin, como ella haba pensado de antemano, y en los lmites
de esta organizacin le di necesidades, fuerzas y espacio.
En el corazn humano no se halla virtud ni instinto que no
tenga su anlogo en el mundo animal, y al cual la madre creadora
acostumbr orgnicamente al animal. Este debe procurar por s
mismo, debe aprender a amar a los suyos; la necesidad y las estacio
nes del ao lo obligan a la sociedad, aunque slo sea a viajes en
comn. El instinto del amor obliga a tal criatura, y la necesidad
obliga a tal otra al matrimonio, imponiendo as una especie de
repblica, un orden social. Por oscuramente que todo esto suceda
y por breve que sea la duracin de ms de un proceso, la impresin
de esto est en la naturaleza de los animales y vemos que esa im
presin es poderosa, vuelve de nuevo y hasta en esa criatura es
irresistible, inextinguible.
Cuanto ms oscuro se desarrolla todo, tanto mayores son sus
efectos; cuantos menos son los pensamientos que los unen, cuanto
menos frecuentes los apetitos, tanto ms fuertes son los instintos y
tanto ms completos sus efectos. En todas partes hay prototipos de
procedimientos humanos en los que tambin se ejercitan los ani
males, y si vemos que tienen un sistema nervioso como nosotros,
un cuerpo semejante al nuestro, unas necesidades y una manera de
vivir similares a las nuestras, querer tratarlos como mquinas sera
un pecado contra la naturaleza como cualquier otro.
Tampoco hay que asombrarse, pues, de que cuanto ms pa
recida al gnero humano sea una especie tanto ms disminuya su
arte mecnico, pues es no'torio que esa especie se ejercita ya en un
grupo de pensamientos precursores de los humanos. El castor, que
es todava una rata de agua, construye artificialmente. El zorro, la
marmota y otros animales semejantes poseen sus obradores arti
ficiales subterrneos; el perro, el caballo, el camello, el elefante, ya
no necesitan este arte; tienen pensamientos semejantes a los seres
humanos, y obligados por la naturaleza creadora se ejercitan en
instintos semejantes a los humanos.
VI

DIFERENCIA ORGNICA ENTRE LOS ANIMALES


Y LOS SERES HUMANOS

Se hizo un elogi falso de nuestro linaje cuando se afirm que


en l se encuentran en el ms alto grado la fuerza y las habilidades
de todas las dems especies. El elogio es indemostrable y contra
dictorio en s mismo, pues es evidente que una fuerza anulara a la
otra y el ser humano no tendra deleite alguno de su manera de
ser. Cmo podra compadecerse que el ser humano floreciera como
las flores, palpara como las araas, construyera como las abejas,
libara como las mariposas, y al mismo tiempo poseyera la fuerza
muscular del len, la trompa del elefante y el arte del castor? Y
en verdad posee o abarca una de estas fuerzas con la intensidad
que la criatura la goza y ejercita?
Por otra parte, no dir que se haya pretendido rebajarlo a la
condicin de animal, pero s negarle el carcter de su linaje y con
vertirlo en un animal degenerado, que si bien aspira a altas per
fecciones, ha perdido por completo las propiedades de su especie.
Pues bien, tambin eso est notoriamente en contra de la verdad y
de la evidencia de su historia natural. Actualmente posee propie
dades que ningn animal tiene y ha llevado a cabo obras que, para
el bien y para el mal, slo a l le pertenecen. Ningn animal de
vora a su igual por glotonera, ningn animal asesina a sangre fra
a alguien de su especie por orden de un tercero. Ningn animal
tiene habla como la tiene el hombre y menos an escritura, tradi
cin, religin, leyes voluntarias y derecho. Ningn animal, por
ltimo, tiene la cultura, el vestir, la vivienda, el arte, su manera de
vivir indefinida, sus instintos desenfrenados, sus opiniones fluc
tan tes, con que cada individuo del linaje humano se distingue de
otro. No investigamos todava si tales cosas son provechosas o
nocivas para nuestra especie; bastar decir que forman el carcter
de nuestra especie. Como sea que todo animal permanece comple
tamente fiel al modo de ser de su raza y slo nosotros hemos esco
gido por diosa, no a la necesidad sino a la arbitrariedad, es el he
cho de esta diferencia lo que debe investigarse, pues es innegable.
La otra cuestin es saber cmo el ser humano ha llegado a ese ex
tremo, si esta diferencia le viene de origen, o si ha sido aceptada o
afectada; es una cuestin de otra clase, de carcter puramente his
trico, y tambin aqu la perfectibilidad y la corruptibilidad, en
las que hasta ahora no ha sido imitado por animal alguno, deben
haber pertenecido al carcter distintivo de su especie. Dejemos a
un lado toda metafsica y atengmonos a la fisiologa y a la
experiencia.
1. La postura del ser humano es erecta; en eso es nico sobre
la tierra. Pues aunque tambin el oso tiene pies anchos y se pone
derecho cuando lucha, aunque el mono y el pigmeo a veces caminen
o corran con dos pies, slo en la especie humana es natural y cons
tante esta manera de andar. Su pie es ms firme y ms ancho,
tiene un dedo gordo ms largo, pues el mono slo tiene un pulgar,
tambin su taln se ajusta al suelo. Todos sus msculos se acomo
dan a esta posicin. Las pantorrillas estn ensanchadas, la pelvis
retrada, las caderas separadas, la espalda est poco encorvada, el
pecho ensanchado; tiene clavcula y hombros, los dedos son de pri
morosa sensibilidad, la cabeza se levanta sobre los msculos del
cuello como corona del edificio: el ser humano es av0pcon:oc;, la
criatura que puede mirar a lo lejos, por encima de s y a su al
rededor.
Ahora bien, hay que conceder que esta manera de andar de
los hombres no es tan esencial que cualquier otra le sea tan impo
sible como el volar. No slo los nios prueban lo contrario, sino
que los propios seres humanos que se han desarrollado entre anima
les, lo han demostrado por experiencia. Se conocen unas once o doce
personas1 de esta categora, y aunque no todas ellas se hayan obser
vado y descrito con precisin, nos ofrecen algunos ejemplos claros de
que la naturaleza dctil del ser humano no hace completamente im
posible para l ni siquiera la manera de andar que le es menos ade
cuada. Su cabeza as como su abdomen estn ms adelante; el cuerpo
tambin puede caer hacia adelante cmo la cabeza cuando dormita.
Ningn cuerpo muerto puede permanecer de pie y slo mediante
incalculable y continua actividad es posible nuestra manera arti
ficial de andar y estar de pie.
Tambin es comprensible que a consecuencia de andar como
animales muchos miembros del, cuerpo humano modifiquen su
forma y condicin, como lo demuestra el ejemplo de los seres que
se han vuelto salvajes. El muchacho irlands que Tulplus describe
tiene una frente plana, un cogote ms elevado, una amplia gargan
ta enclavada, una lengua gruesa que casi sale del paladar, un epi
gastrio muy entrado, como debe ser precisamente en los que mar
chan a cuatro pies. La muchacha holandesa que todava marchaba
de pie y cuya naturaleza femenina se conservaba al extremo de cu
brirse con un delantal de paja, tena una piel marrn, spera y
gruesa, y un pelo largo y espeso. La muchacha que fu detenida en
i Se encuentran en el sistema de la naturaleza de Linneo, en los apndices
de Martini a Buffon y en otros estudios.
Songi (Champagne) tena aspecto negroide, dedos fuertes y uas
largas, y sus pulgares eran esencialmente tan largos y fuertes que
con ellos se mova de rbol a rbol como si fuera una ardilla. Su
marcha rpida no era un andar, sino unos pasitos voladores y des
lizantes, mientras que en sus pies casi no se poda observar movi
miento alguno. El sonido de su voz era fino y dbil, su grito pe
netrante y terrible. Tena una agilidad y una fuerza extraordinarias
y fu tan difcil desacostumbrarla de su antigua alimentacin, car
ne cruda y sangrienta, pescado, hojas y races, que no slo buscaba
la manera de huir, sino que estuvo muy gravemente, enferma y slo
pudo restablecerse chupando sangre caliente que le serva de blsa
mo. Sus dientes y sus uas cayeron cuando tuvo que acostumbrarse
a nuestra comida; dolores insoportables se apoderaron de su est
mago y de sus intestinos, su garganta estaba especialmente sedienta
y seca. Prueba clara de cmo la dctil naturaleza humana, aun con
seres humanos nacidos y desarrollados durante cierto tiempo entre
nosotros, puede en pocos aos acostumbrarse a la manera ms baja
del vivir animal, cuando un accidente desgraciado la lleva a l.
Ahora podra describirse tambin el sueo feo de lo que hu
biera sido la humanidad de haber sido condenada a. este destino, si
en el vientre de una madre cuadrpeda se hubiera formado como
feto animal; qu potencias se hubieran reforzado y debilitado as;
cul sera la manera de andar de los animales humanos, su educa
cin, su manera de vivir, su figura, etctera? Lejos de m ese
cuadro desdichado y horrendo! Fea antinaturaleza del hombre na
tural! Ni existes en la naturaleza ni te representar as una sola
pincelada de mis colores.
2. El andar de pie del ser humano es su exclusiva manera na
tural; ms an: es la organizacin para la misin de su especie y
su carcter distintivo.
No se ha encontrado en la tierra un solo pueblo cuadrpedo;
los ms salvajes andan de pie, aunque algunos por su cultura y su
manera de vivir se acercan a los animales. Inclusive las autmatas
de Diodoro as como otros miembros fabulosos de escritores anti
guos y de la Edad Media andan con dos piernas, y no puedo com
prender cmo la raza humana, de haber tenido como natural esta
baja manera de vivir, se hubiera levantado jams hacia otra tan
forzada y artificial. Cuntos esfuerzos hubo que realizar para acos
tumbrar de nuevo a nuestra manera de vivir y a nuestra alimenta
cin a los seres humanos que haban vuelto a la vida salvaje! Y
slo haban vuelto al estado salvaje, slo estuvieron unos aos bajo
ese rgimen irracional. La muchacha esquimal tena todava no
ciones de su estado precedente, restos de su idioma e instintos hacia
su patria; y, sin embargo, su razn estaba prisionera en el mundo
animal; no conservaba recuerdo alguno de sus viajes y de toda su
situacin salvaje. Los otros no slo carecan de lenguaje, sino que
en parte estaban condenados a no poder hablar nunca un idioma
humano. Y si el hombre animal hubiera permanecido durante mi
radas en este estado inferior, si en el vientre de la madre hubiera
sido preparado ya como cuadrpedo para otras condiciones muy
distintas habra abandonado libremente esa posicin para ponerse
de pie? De la fuerza del animal, que eternamente le tira hacia
abajo, hubiera podido llegar a convertirse en un ser humano y en
contrar el lenguaje humano, antes de ser hombre? Si el ser humano
hubiera sido animal cuadrpedo, lo hubiera sido durante milla
res de aos; seguramente lo sera todava y slo un milagro de la
nueva creacin lo hubiera convertido en lo que es ahora, que es
como lo conocen toda la historia y experiencia.
Por qu suponer, pues, paradojas indemostrables, completa
mente contradictorias, cuando la complexin del ser humano, la
historia de su especie y finalmente, como me parece, toda la ana
loga de la organizacin de nuestra tierra nos conduce a otra inter
pretacin? Ninguna criatura que conozcamos se sali de los orge
nes de su organizacin para prepararse otra contraria; pues slo
dispone de las fuerzas que se encontraban en su organizacin, y
la naturaleza conoce bastantes caminos para retener a cualquier
viviente sobre el principio que le asignara. En el ser humano todo
es funcin de la figura que ahora tiene; por ella se aclara toda su
historia, sin ella nada, y como en ella, como sublime figura divina y
principal belleza artificial de la tierra, parecen convergir tambin
todas las formas de formacin animal, sin sas, as como sin el rei
no del ser humano, la tierra parecera privada de sus joyas y de
su corona dominadora; por qu pretendemos arrojar al polvo
esta corona de nuestra seleccin y nos obstinamos en no ver pre
cisamente el centro del crculo en el cual parecen juntarse todos los
radios? Cuando la madre creadora termin su obra y agot todas
las formas posibles en esta tierra, se detuvo a meditar sobre sus
obras y al ver que con todas ellas le faltaba a la tierra el adorno
ms delicado, su regente y segundo creador, entonces medit, junt
todas las creaciones y form con ellas su obra principal; la belleza
humana. Matemalmente ofreci su mano a su ltima criatura arti
ficial y dijo; [Levntate de la Tierra! Abandonado a ti mismo se
ras un animal como cualquier otro; pero por especial benevolencia
y amor levntate y s el dios de los animales. Quedemos con mira
da agradecida en esta sagrada obra de arte de la bondad gracias a
la cual nuestra especie se torn linaje humano; con admiracin ve
remos cmo en la figura erecta de la humanidad comenz una
nueva organizacin de fuerzas y cmo nicamente gracias a ella el
hombre se torn ser humano.
LIBRO ' CUARTO

EL SER HUMANO EST ORGANIZADO PARA LA


ACTIVIDAD RACIONAL

TCl orangutn es semejante al hombre en el interior y en el exte-


rior. Sii cerebro tiene la misma forma que el nuestro; tiene un
pecho ancho, espaldas planas, un rostro similar, un crneo seme
jante; el corazn, los pulmones, el hgado, el bazo, el estmago y los
intestinos son como en el hombre. Tyson1 ha indicado 48 partes
que se parecen ms a nuestra especie que a la de los monos, y las
acciones que de l se cuentan, sus tonteras, sus vicios y quizs tam
bin sus enfermedades peridicas, le hacen similar al ser humano.
Naturalmente tambin en su interior, en las reacciones de su
alma, debe existir algo semejante al ser humano, y los filsofos que
quieren reducirlo a la categora de los pequeos animales artfices,
se equivocan, a mi manera de ver, en el medio de comparacin. El
castor construye, pero lo hace instintivamente; su mquina en con
junto est hecha para ello, pero no sirve para otra cosa; no es apto
para el trato propio de los seres humanos ni puede participar en
nuestros pensamientos y pasiones. El mono, por el contrario, ya no
posee un instinto determinado; su capacidad de pensar se encuen
tra muy prxima a la razn, junto al msero margen de la imitacin.
Lo imita todo y en su cerebro deben tambin agitarse millares de
combinaciones de ideas sensatas, como ningn otro animal es capaz;
pues ni el sabio elefante ni el perro domesticado obran como l
acta; l quiere perfeccionarse. Pero no puede; la puerta est ce
rrada, pues la vinculacin de las ideas extraas con las suyas es im
posible para su cerebro, y hasta: podra decirse que tambin el
tomar posesin de lo imitado. La mona que Bontins describe, posea
pudor y se cubra con la mano cuando entraba un extrao; gema,
lloraba y gritaba, revelando maneras de ser humanas. Los monos
1 Tyson, Anatom y of Pygmy com pared wth th at of a M onkey, an ap e
an d a m an. Londres, 1751, pgs. 92-94.
que Battel describe salen en sociedad, se arman con palos y expul
san a los elefantes de su recinto; atacan a los negros y se sientan
alrededor del fuego, pero no tienen el entendimiento de conser
varlo. El mono de De la Brosse se sienta a la mesa, se sirve del
cuchillo y del tenedor, se enoja, se entristece, tiene todos los afectos
humanos. El amor de la madre por sus hijos, su educacin y adap
tacin a sus juegos y las artes de la vida de los monos, el orden en
su repblica y en sus excursiones, las penas que les impone por
faltar a las leyes, lo mismo que su astucia graciosa y su maldad,
junto con una serie de rasgos incontestables, son pruebas suficientes
de que en su interior son criaturas tan semejantes a lo humano
como en el exterior. Buffon malgasta la corriente de su elocuencia
cuando impugna algunas veces la uniformidad del organismo de
la naturaleza interior y exterior; los hechos que l mismo ha reco
gido, le contradicen bastante, y la uniformidad del organismo de
la naturaleza interior y exterior, si se define como es debido, resulta
innegable en todas las formaciones de los seres vivientes.
Ou les faltaba, pues, a estas criaturas semejantes al hombre,
que no se convirtieron en seres humanos? Slo el habla? Con mu
cho esfuerzo se ha procurado educarlos, y si fueran capaces de
hablar, ellos que lo imitan todo, habra sido lo primero que ha
bran imitado sin aguardar instruccin alguna. O reside la difi
cultad en sus rganos? Tampoco; aunque comprendieran el conte
nido del lenguaje humano, todava no se ha dado el caso de que un
mono, a pesar de que siempre gesticula, haya llegado jams a hablar
en pantomima con su amo y discurrir con movimientos humanos.
Forzosamente tiene que residir en otra cosa, que cierra al desdi
chado la puerta de la inteligencia humana, dejndole quiz el os
curo sentimiento de estar tan cerca y no pertenecer a ella.
Qu pudiera ser? Sorprende que despus de un examen dete
nido todas las diferencias parecen estar en parte del modo de andar.
El mono est formado para que pueda andar de pie y en esto es
ms semejante al hombre que sus hermanos; pero no est formado
completamente para ello y parece que esta diferencia se lo quita
todo. Permtasenos seguir este aspecto y la misma naturaleza nos
guiar por el camino en el cual hemos buscado el primer punto de
laj g m d ad ^ h u m a n a^
El orangutn1 tiene brazos largos, manos grandes, muslos cor
tos, pies grandes con dedos largos; pero el pulgar de su mano y el
dedo gordo del pie son pequeos; Buffon y antes de l Tyson, des
1 Vase Camper, K o rt B e rig t wegens de O ntleding van verschiedene Orang-
O utangs, A m sterdam , 1780. Slo conozco ese estudio a base del detallado ex
tracto de G ollingische gelehrte Anzeige (apndice 29 de septiembre de 1780), y es
de esperar que junto con el tratado sobre los instrumentos del lenguaje se incluya
en la coleccin de obras menores de ese anatomista (Leipzig, 1781) .
criban al mono como cuadrumano; y en estos pequeos miembros
le falla notoriamente la base para tener categora humana. La par
te posterior de su cuerpo es flaca, su rodilla ms ancha que la del
hombre y no tan baja; los msculos que mueven la rodilla penetran
ms profundamente en los muslos, por lo cual no puede perma
necer completamente derecho, sino siempre con las rodillas dobladas
como si aprendiera a ponerse de pie. La cabeza del hueso del muslo
cae de su articulacin sin traba, los huesos de la pelvis estn como
en los animales cuadrpedos, las ltimas vrtebras cervicales tienen
apfisis muy puntiagudas, que dificultan que la cabeza se retuerza
para atrs; por lo tanto, no ha sido formado para estar derecho y
son espantosas las consecuencias que de ah resultan. Su cuello es
corto y la clavcula es larga, lo que hace parecer que la cabeza se es
conde entre los hombros1. sta tiene una parte anterior mayor,
mandbulas prominentes, nariz achatada, los ojos muy juntos, el glo
bo ocular se empequeece hasta el punto de no verse blanco en la
crnea. La boca, por el contraro, es grande, el vientre grueso, el
pecho largo, la espalda como quebradiza; las orejas sobresalen como
ocurre en los animales, las rbitas estn cerca una de la otra, la arti
culacin de la cabeza no se encuentra en el centro del rea como su
cede con los hombres, sino hacia atrs como ocurre con los animales;
el maxilar superior, por el contrario, se inclina hacia adelante, y el
hueso intermediario incrustado propio del mono (os intermaxillare)
es la ltima parte de la cara humana2, pues por esta estructura de
la cabeza con la parte inferior prominente y la superior echada ha
cia atrs, por su misma posicin sobre el cuello, por todo el tra
zado de la columna vertebral, el mono se qued en animal, por
ms que pueda parecerse al ser humano.
Para preparamos a esta conclusin, permtasenos pensar en cier
tos rostros humanos que aunque slo muy remotamente parecen
lindar con el animal. Qu hace animales a los seres? Qu les da ese
aspecto de infamante grosera? La mandbula prominente, la cabeza
hacia atrs, en resumen; la ms remota semejanza con la organiza
cin del cuadrpedo. Tan pronto como cambia el centro de gra
vedad en que se apoya el crneo humano en su noble convexidad,
aparece la cabeza pegada a la espalda, se adelanta la dentadura, la
nariz se ensancha chata y animalmente, se van juntando las rbitas, la
frente va hacia atrs y adquiere por ambos lados la depresin fa
tal del crneo del mono. La cabeza termina en punta por arriba
i Vase en Tyson la representacin de esta triste figura de frente y por
detrs.
2 Puede verse una representacin de este hueso en B l u m e n b a c h , D e generis
hu m ani varietate nativa, lm. I, fig. 2; sin embargo, parece que no todos los
monos poseen en el mismo gTado el os in term axillare, pues en su Informe ana
tmico, Tyson hace observar claramente que no lo hall.
y por atrs, la cavidad del crneo tiene menos extensin, y todo
ello porque parece alterada la direccin de la forma, la libre y
hermosa formacin de la cabeza que permite el andar de pie a
los seres humanos. Modificando la posicin de este punto, toda
la formacin se torna bella y noble. La frente se adelanta para dar
paso a los pensamientos, y el crneo se arquea con noble y tran
quila dignidad, la ancha nariz animal se contrae y adquiere una
forma ms elevada y fina, la boca hundida puede cubrirse de una
manera hermosa y de esta manera se forman los labios de los seres
humanos, de* los que carece el mono ms inteligente. La barba se
encoge hacia abajo, permitiendo as que se forme un bello valo
de arriba abajo; siguen suavemente las mejillas y los ojos brillan
bajo la frente prominente como desde un sagrado templo del pen
samiento. Y a qu se debe todo esto? A la formacin de la cabeza
para la figura erecta, a la organizacin interior y exterior de la mis
ma para un centro de gravedad perpendicular1. Quien dude de
ello, slo tiene que contemplar los crneos del hombre y del mono,
y no le quedar la menor sombra de duda.
Toda forma exterior de la naturaleza es reflejo de su interior;
y as nos presentamos, gran madre, ante la ms sagrada de tus
criaturas terrenales, el laboratorio de la inteligencia humana.

Muchos se han preocupado en comparar el tamao del cerebro


humano con la masa cerebral de otras criaturas animales, estudiando
la proporcin entre el peso del animal y el del cerebro. Por tres
motivos no pueden dar resultados claros estos pesos y estas cifras.
1? Porque un miembro de la comparacin, la masa del cuerpo,
es demasiado indefinido y no guarda ninguna proporcin clara con
el otro miembro ms fino, que es el mismo cerebro. Cun hete
rogneas son las cosas que pesan en un cuerpo! Y qu distintas
pueden ser las proporciones que la naturaleza estableci entre ellasT
Supo aligerar con aire el enorme cuerpo del elefante, lo mismo que
su pesada cabeza, y a pesar de su cerebro no demasiado grande, es
el animal ms sabio. Qu es lo que pesa ms en el cuerpo de los
animales? Los huesos, y con ellos no tiene relacin directa el cerebro.
29 Es indiscutible que mucho depende del uso que el cuerpo>
haga del cerebro y hacia dnde y para qu funciones de la vid?
irradien los nervios. Por consiguiente, comparando el cerebro y el'
sistema nervioso se obtendra una proporcin ms ajustada, pero-
i No he podido leer an el tratado de D a u b e n t o n : Su r les diffrences de-
la situ ation du gran d trou occipital dans lhom m e et dans les an in au x en las-
M n. de L A cad. de P ars 1764, que he encontrado citado por Blumenbach;
tampoco s hacia dnde va su pensamiento n i hasta dnde llega. Mi opinin
se basa en los crneos humanos y animales existentes.
no ms pura; porque el peso de ambos no seala ni la finura de
los nervios, ni la mira de sus caminos.
3? En definitiva, todo dependera, pues, de la elaboracin ms
fina, de las proporciones en la situacin de las partes y, al parecer,
sobre todo del punto de reunin amplio y libre para combinar las
impresiones y los sentimientos de todos los nervios con la mxima
fuerza, con la verdad ms afilada, y finalmente tambin con el
juego ms libre de la diversidad, para aunarse enrgicamente con
esa desconocida unidad divina que nosotros denominamos pen
samiento, de la cual nada nos dice el tamao del cerebro.
Sin embargo, estos experimentos de clculo1 son valiosos y
aunque no digan la ltima palabra, resultan muy instructivos y
preparativos; me permitir citar algunos que prueban tambin en
este caso la creciente uniformidad del movimiento de la naturaleza.
1. En los animales menores, en los cuales son imperfectos to-
tava la circulacin de la sangre y el calor orgnico, tambin se en
cuentran un cerebro menor y menos nervios. Como ya hemos ob
servado, la naturaleza les compens con un atractivo intrnseco o
delicadamente distribuido, lo que tuvo que negarles como sensi
bilidad, pues seguramente el organismo elaborador de estas cria
turas no poda producir ni soportar un cerebro mayor.
2. En los animales de sangre caliente, la masa cerebral aumenta
tambin en proporcin al desarrollo de su organizacin artificial;
pero aqu hay que tomar en consideracin otras circunstancias, que
en particular parecen determinar las relaciones entre los nervios y
la fuerza muscular. En las fieras, el cerebro es ms pequeo; en ellas
domina la fuerza muscular y los nervios son en gran parte servidores
del mismo y de sus sentimientos animales. En los calmosos animales
hervboros el cerebro es mayor, aunque en ellos tambin parece
usarse en gran parte en los nervios de la frente. Los pjaros tienen
mucho cerebro, pues en su elemento ms fro deben tener sangre
ms caliente. La circulacin de la sangre tambin est concentrada
en su cuerpo ms pequeo en la mayora de los casos y as ocurre
que en el simptico gorrin el cerebro ocupa toda su cabeza y re
presenta 1 5 del peso de su cuerpo.
3. En las criaturas jvenes el cerebro es mayor que en las desa
rrolladas; seguramente porque es ms lquido y tierno, y en conse
cuencia ocupa un espacio mayor, por lo cual tampoco da un peso
ms elevado. En l se encuentra todava la reserva de esa tierna hu
medad para, todas las funciones de la vida y los efectos interiores me
1 Haller ha reunido gran cantidad en su gran fisiologa; sera de desear
que el profesor Wrisberg comunicara sus copiosas experiencias, a las que se
refiere en las anotaciones de la pequea fisiologa de Haller, pues pronto se
ver que el peso especifico del cerebro que l ha investigado, constituye un
criterio ms ajustado que los clculos anteriores.
diante los cuales formar sus aptitudes la criatura durante su ju
ventud, gastando en ello, pues, muchas energas. Con los aos se
tornar ms seco y ms blando, pues el crecimiento est completo
y el hombre como el animal no se encuentran en situacin de re
cibir impresiones tan ligeras, tan graciosas y tan pasajeras. En re
sumen, el tamao del cerebro en una criatura es una condicin esen
cial, pero no la nica, ni la primera, para su mayor habilidad e in
teligencia. Entre todos los animales, tiene el ser humano, como ya
saban los antiguos, relativamente el mayor cerebro, aunque en eso
no le cede el mono, y hasta el caballo es aventajado por el asno en
este punto.

Tambin debe aadirse otra cosa que favorece fisiolgicamente


la ms primorosa capacidad de pensar de la criatura, y qu otra
cosa podra ser segn la escala graduada que la naturaleza nos ha co
locado ante los ojos, sino la estructura del cerebro mismo, la elabo
racin integral de sus partes y jugos, y finalmente la hermosa si
tuacin y proporcin del mismo para recibir las sensaciones espiri
tuales y las ideas en medio del calor vital ms propicio? Permtase
nos abrir su libro, las hojas ms finas que haya* escrito: las tablillas
mismas del cerebro; como el fin que busca su organizacin es
la sensibilidad, el bienestar y la felicidad de la criatura, su cabeza
debe ser el ms seguro de sus archivos, donde encontraremos sus pen
samientos.
1. En las criaturas en que el cerebro est en sus comienzos apa
rece todava muy sencillo; es como un capullo o un par de capu
llos de medula espinal que brotan, para distribuir nervios a los
sentidos ms necesarios. En los peces y en los pjaros, que segn la
observacin de Willis, tienen en conjunto una estructura cerebral
similar, el nmero de elevaciones llega hasta cinco y algunos ms;
se separan claramente entre s. Por ltimo, en los animales de san
gre caliente se diferencia tambin el cerebro grande del cerebelo;
los lbulos del primero se ensanchan de acuerdo con la organizacin
de la criatura y las distintas partes se adaptan en relacin con el
fin. La naturaleza, como hizo en toda la formacin de las especies,
tambin en lo que es su suma, y finalidad: el cerebro, hizo un solo
tipo principal, que se encuentra en los gusanos e insectos ms vul
gares, que en todos los tipos se modifica en algo de acuerdo con la
distinta organizacin exterior de la criatura, y cambindolo, aumen
tndolo y mejorndolo termina en el ser humano como obra perfec
ta. Con el cerebelo llega a su fin antes que con el cerebro, pues por su
origen aqul est ms cerca de la medula espinal y es ms afn a ella,
de ah que sea ms uniforme en varias especies en que la forma del
cerebro todava vara mucho. Tampoco puede sorprender esto te
niendo en cuenta que del cerebelo salen nervios tan importantes
para la organizacin animal, de suerte que la naturaleza en la for
macin de las ms nobles potencias del pensar necesit pasar desde
la espalda hacia las partes delanteras.
2. En el cerebro se hace patente de varias maneras una mayor
elaboracin de sus lbulos en las partes nobles. No slo son sus
surcos ms artificiales y ms profundos, y el ser humano los tiene
ms numerosos y ms diversos que cualquier otra criatura; no slo
la membrana del cerebro humano es la parte ms delicada y fina
de sus miembros, que se reduce a 1 125 por desecacin: sino que tam
bin el tesoro que esta corteza cubre y entreteje,' la medula del ce
rebro, en los animales ms nobles y principalmente en las distintas
partes del ser humano es precisamente y comparativamente mayor
que en todas las dems criaturas. En el ser humano el cerebro preva
lece en mucho sobre el cerebelo, y el mayor peso del mismo indica
su sustancia interior y su mayor elaboracin.
3. Todos los experimentos realizados hasta ahora, que ha re
unido Haller, el ms sabio de los fisilogos de todas las naciones,
indican que no es posible buscar materialmente y aisladamente en
las distintas partes materiales del cerebro el trabajo indivisible de
la formacin de las ideas; opino yo que si no existieran todos estos
experimentos se habra sacado tambin la misma conclusin a base
de la ndole de la formacin de las ideas. A qu se debe que la
fuerza de nuestro pensamiento se denomine segn sus distintas re
laciones a veces imaginacin y memoria, y a veces ingenio y com
prensin?; que separemos de la pura voluntad los instintos .de los
apetitos y finalmente distingamos entre las fuerzas de la sensacin y
las del movimiento? La mnima reflexin ms exacta indica que no
se puede establecer una separacin local entre estas habilidades, como
i en tal regin del cerebro se encontrara la comprensin, en tal otra
la memoria y la imaginacin, y en la de ms all los afectos y dems
fuerzas sensibles; pues el pensamiento de nuestra alma es indivisible
y cada uno de estos efectos es fruto de nuestro pensamiento. Sera
casi absurdo querer analizar relaciones abstractas como si fueran
cuerpo, al igual que Medea que al arrojar los miembros de su her
mano pensaba hacer lo mismo con su alma. Si en la inteligencia
ms burda se nos escapa el material de la sensacin, tan distinto
del jugo del nervio (aunque ste existiera), cunto menos sensible ha
br de resultarnos la combinacin espiritual de todos los sentidos
y sentimientos, pues nosotros mismos no slo no la vemos ni la
omos, sino que tampoco podemos excitar arbitrariamente las varias
partes del cerebro, como si se tratara de tocar un clavicordio. Ni
se me ocurre pensar que pueda esperarse tal cosa.
4. Ms extraa me es an esa esperanza cuando examino la
estructura del cerebro y de sus nervios. Cun distinto es aqu el
: compartimiento de la naturaleza de como nuestra psicologa abs
tracta se imagina los sentidos y fuerzas del alma! Quin partiendo
de la metafsica adivinar que los nervios del sentido puedan for
marse y separarse y unirse? Y, sin embargo, son stos los nicos lu
gares del cerebro cuyas funciones orgnicas conocemos, porque a la
vista tenemos su efecto. Por lo tanto, no podemos hacer otra cosa
que considerar este sagrado laboratorio de ideas que es el interior
del cerebro, donde los sentidos se acercan unos a otros, como la ma
triz en la que de manera invisible e indivisible se forman los frutos
del pensamiento. Si ella est buena y lozana, no slo concede al
fruto el calor vital y espiritual sino tambin el lugar espacioso, el
paraje conveniente donde las sensaciones de los sentidos y de toda
el cuerpo pueden ser captados por la fuerza orgnica invisible que
aqu lo entreteje todo, y permtaseme hablar en sentido metafrico
puede reunirlos en el punto luminoso que se llama reflexin superior,
entonces cuando vienen a sumarse las circunstancias exteriores de la
enseanza y del despertar de las ideas, la criatura finamente orga
nizada ser capaz de razn. Si no es as, si le faltan al cerebro par
tes esenciales o jugos primorosos, si los sentidos toscos ocupan el
lugar, o, finalmente, si aqul se encuentra en una situacin despla
zada y apretada, cual ser la consecuencia sino que no se efectuar
aquella irradiacin primorosa de las ideas, que la criatura se con
vertir en esclava de los sentidos?
5. La formacin de los distintos cerebros animales parece de
mostrar esto de manera evidente, y hasta por ella, comparndola
con la organizacin exterior y manera de vivir de los animales, pue
de uno darse cuenta de por qu la naturaleza, que en todo busca
un solo tipo, no pudo lograrlo siempre y ora de un modo, ora de
otro, necesita cambiar. El sentido principal de muchas criaturas
es el olfato: para ellos es el ms necesario para conservar y guiar
su instinto. Slo hay que fijarse en que as como en el rostro de
los animales sobresale la nariz, as tambin en su cerebro sobresalen
los nervios del olfato, como si slo para ellos se hubiera hecho la
parte delantera de la cabeza. Anchos, huecos y medulares salen de
l como si fueran una prolongacin de cmaras cerebrales; en varias
especies las cavidades de la frente son muy profundas, tal vez con el
fin de reforzar el sentido del olfato y as permtaseme la expre
sin gran parte del alma animal es olfativa. Siguen los nervios
de la vista, que despus del olfato es el sentido ms necesario para
la criatura; llegan hasta la regin central del cerebro, como si tu
vieran que servir un sentido ms fino. Los dems nervios que no
voy a enumerar, siguen en la medida en que la organizacin inte
rior y exterior exige una conexin de las partes; as, por ejemplo, los
nervios y los msculos de la parte trasera de la cabeza protegen y
animan la boca, el maxilar, etc. Podramos decir, pues, que ter
minan de manera igual la faz y hacen de la estructura exterior todo
un conjunto, as como la interna lo era tambin segn la proporcin
de las fuerzas interiores; y esto no sucede slo con la cara sino tam
bin con todo el cuerpo. Es muy agradable observar y comparar las
varias proporciones de las distintas formas y estudiar los pesos in
teriores que la naturaleza reserva para cada criatura. Compens lo
que no di; donde tuvo que confundir, confundi de manera sabia,
es decir, de acuerdo con la organizacin exterior de la criatura y toda,
su manera de vivir. Pero tiene'presente siempre su tipo y se aparta
con desagrado de l, puesto que el objetivo principal de acuerdo
con el cual quera formar todos los organismos terrenales era lograr
sensibilidad y conocimiento anlogos. En los pjaros, en los peces
y en los distintos animales terrestres esto puede verse en una ana
loga continua.
6. Y as llegamos a la preferencia del ser humano en la for
macin de su cerebro. De qu depende? Notoriamente de su perfecta
organizacin de conjunto, y en ltimo trmino de su posicin erecta.
Todo cerebro animal est formado segn la estructura de su cuerpo,
o mejor dicho: sta est formada segn aqul, pues la naturaleza
obra desde el interior. Las fuerzas orgnicas de la criatura fueron
mezcladas y ordenadas de acuerdo con su andar, las proporciones
entre las partes y el hbito a que destinan a la criatura. Y as fu
el cerebro grande o pequeo, ancho o estrecho, pesado o ligero, com
plicado o simple, segn fueran sus fuerzas y las proporciones en que
actuaran. Por ello fueron tambin fuertes o dbiles, dominantes o
serviles, los sentidos de las criaturas. Las cavidades y msculos de
las partes delantera y trasera de la cabeza se formaron despus de
haber gravitado la linfa, en una palabra: siguiendo el ngulo de la
principal direccin orgnica. De las numerosas muestras que al
respecto cabe citar de especies y gneros, menciono slo dos o tres.
Qu forma la diferencia orgnica de nuestra cabeza con la del
mono? El ngulo de su direccin principal. El mono posee todas
las partes del cerebro que tiene el hombre; pero de acuerdo con la
forma de su crneo las tiene relegadas hacia atrs, y las tiene as por
que su cabeza est formada desde otro ngulo y el mono no fu
hecho para andar erecto. De ah que en seguida todas las fuerzas
orgnicas obraran de otro modo; la cabeza no est tan alta, ni es
tan acha, ni tan larga como la nuestra; los sentidos bajos destacan
en la parte inferior de la cara, y result un rostro animal, como su
cerebro retirado hacia atrs nunca ser sino cerebro animal, aunque
posea todas las partes del cerebro humano; las tiene en otra posi
cin, en otras proporciones. Los anatomistas parisienses encontraron
que sus monos tenan las partes delanteras semejantes a las humanas,
pero todas las interiores, comenzando por el cerebelo, inferiores en
i B l u m e n b a c h , D e varietat, nativ. gen. hum ., pg. 32.
porCin; la glndula pineal era cnica, su vrtice se diriga ha
cia la parte trasera de su cabeza, etc., en notoria proporcin de
este ngulo de la direccin principal con su andar, su figura y su
vida. El mono que Blumenbach1 disec era todava ms animal,
seguramente porque perteneca a una clase inferior; de ah que su
cerebelo fuera mayor y hubiera otras diferencias defectuosas de las
regiones ms importantes. En el orangutn no ocurre as, porque
su cabeza est menos hacia atrs, su cerebro menos comprimido;
sin embargo, est bastante comprimido si se le compara con el ce
rebro humano arqueado hacia lo alto, con una curva redonda y
libre que es la nica cmara bella para la formacin de ideas ra
cionales. Por qu el caballo no tiene la rete mirabile como otros
animales? Porque su cabeza est erguida, y la arteria cartida se
eleva ya, hasta cierto punto de modo semejante a la del hombre, sin
esos agotamientos que se observan en animales de cabeza cada. De
ah que fuera tambin un animal ms noble, rpido y valiente, de
mucho calor, de poco sueo; en cambio, en los animales cuya cabeza
bajaba, la naturaleza tuvo que tomar otras precauciones en l cons
truccin del cerebro, hasta el punto de separar sus partes principales
con tabiques seos. En consecuencia, todo dependa de la direccin
segn la cual y hacia la cual la naturaleza form la cabeza del orga
nismo atendiendo a todo el cuerpo. Prescindir de citar muchos ejem
plos animado del deseo de que los investigadores anatomistas ten
gan en cuenta, especialmente en el caso de anmales semejantes al
hombre, esta relacin intrnseca de las partes con el todo segn su po
sicin recproca y la direccin de la cabeza en su organismo; aqu es
t, creo yo, la diferencia de un organismo con respecto a tal o cual
instinto, de que acte como alma animal o humana, puesto que toda
criatura es en todas sus partes un todo viviente que acta conjun
tamente.
7.- Hasta el ngulo de la bella estampa humana o su deformi
dad parece que puede determinarse a base de esta ley simple y
universal de la estructura de la cabeza con vistas a la marcha erec
ta, puesto que as como esta forma de la cabeza, este ensanchamien
to dl cerebro en sus vastos y bellos hemisferios y por ende la es
tructura interior para la razn y la libertad slo eran posibles en
una figura erecta, como lo revelan las relaciones y gravitacin de
estas partes mismas, la proporcin de su calor y la ndole de su
circulacin de la sangre, as tambin de esta proporcin intrnseca
slo poda salir la bella figura humana. Por qu la forma grie
ga de la parte superior de la cabeza sobresale de modo tan agra
dable? Porque abarca el mximo espacio para un cerebro libre,
y hasta revela hermosas y sanas cavidades cerebrales, o sea un tem
plo de ideas humanas de juvenil belleza y pureza. En cambio, la
parte posterior de la cabeza es pequea, puesto que no se quiere
que prepondere el cerebro animal. As ocurre con las dems partes
del rostro; ostentan como rganos sensibles la ms bella proporcin
de las potencias sensibles del cerebro, y todo lo que se aparte de
ella es animal. Estoy seguro de que un da tendremos una ciencia
tan bella sobre la concordancia de estas partes como difcilmente
podra darnos por s sola la fisonoma que nicamente procede por
conjeturas. En lo interior se halla la razn de lo exterior porque
todo sali de dentro en virtud de fuerzas orgnicas y toda criatura
es una forma tan completa de la naturaleza como si sta no hu
biese creado nada ms.
Mira, pues, hacia el cielo, oh hombrel y algrate estremecido
de tu inmenso privilegio que el Creador del mundo asoci a un prin
cipio tan sencillo: tu figura erecta. Si anduvieras agachado como un
animal, si tu cabeza estuviera formada para la boca y la nariz en la
direccin impuesta precisamente por el tragar, qu sera de tu fuer
za espiritual, imagen de la divinidad, invisiblemente depositada en
ti? Hasta los desgraciados que volvieron a caer en la vida animal,,
la perdieron; as como se deform la cabeza, degeneraron tambin
sus potencias interiores; los sentidos ms toscos inclinaron a la:
criatura hacia la tierra. Ahora bien, gracias a la disposicin de tus-
miembros para la marcha erecta, obtuvo la cabeza su bella po
sicin y direccin; en consecuencia, el cerebro, delicada y etrea
planta celestial, conquist espacio completo para ensancharse y
extender lateralmente sus ramas. Grvida de ideas se arque la fren
te, los rganos animales retrocedieron, result una estructura hu
mana. Cuanto ms se levant el crneo, tanto ms baj el odo-
juntndose ms amistosamente a la vista, y ambos sentidos logra
ron acceso ms ntimo al sagrado recinto de la formacin de ideas-
E1 cerebelo, floracin que brota del dorso y de las fuerzas vitales-
sensibles, y que en los animales era ms dominante, se puso con el
resto del cerebro en ms armnicas relaciones de subordinacin..
Los rayos de los cuerpos estriados, de maravillosa belleza, se toman-
ms acentuados y primorosos en el hombre, indicio de la luz infi
nitamente ms bella que se concentra y difunde en esta regin cen
tral. De esta suerte se form permtaseme la imagen la flor que-
slo brotaba en la medula prolongada, pero luego se desarroll-
llena de fuerza etrea en una planta que slo poda prosperar sobre
ese rbol que aspiraba a elevarse.
Es ms an: Toda la proporcin de las fuerzas orgnicas de-
un animal no es favorable todava para la razn. En su estructura-
predominan las fuerzas musculares y los estmulos vitales sensibles-
que segn la finalidad de la criatura estn distribuidos idneamen
te en todo organismo y forman el instinto dominante de cualquier
especie. Con la figura erecta del hombre se elev un rbol cuyas fuer
zas estn tan proporcionadas que han de dar los jugos ms primo
rosos y abundantes al cerebro, que es su flor y corona. Con cada
latido, ms de la sexta parte de la sangre del cuerpo humano sube
a la cabeza solamente; su corriente principal sube verticalmente, se
tuerce con suavidad y se distribuye paulatinamente, de suerte que
aun las ms lejanas partes de la cabeza reciben de aqulla y de
sus hermanas alimento y calor. La naturaleza puso en juego todo su
arte para robustecer sus vasos, atenuar y refinar su poder, detenerla
mucho tiempo en el cerebro y, una vez terminada su tarea, retirar
la suavemente de^-la cabeza. Provena de ramas que, situadas cerca
del corazn, actuaban an con toda la fuerza del primer movimien
to, y desde el primer comienzo de la vida, todo el poder del joven
corazn trabaja en estas partes, las ms sensibles y nobles. Los miem
bros exteriores no se han formado todava, con el objeto de que
primero se preparen del modo ms primoroso solamente la cabe
za y las partes interiores. Con admiracin se observa, no slo su
desmedido predominio, sino tambin su primorosa estructura en
los distintos sentidos del feto, como si la gran artista hubiese que
rido crearlo solamente para el cerebro y las fuerzas del movimiento
interior, hasta que paulatinamente atiende tambin a los dems
miembros como instrumentos y expresin del interior. Por consi
guiente, ya en la entraa materna se forma el hombre para la po
sicin erecta y para todo lo que depende de ella. No es llevado en
un cuerpo animal colgante; se le depar un lugar de formacin ms
estudiado que se apoya sobre su base. A ll est instalado el pequeo
durmiente y la sangre penetra hasta su cabeza hasta que sta baja
por su propio peso. En una palabra; el hombre es lo que se pre
tende que sea (y a ello cooperan todas las partes): un rbol que
quiere subir, coronado con la ms bella de todas las coronas: una
primorosa formacin de ideas.

II

MIRADA RESTROSPECTIVA DESDE LA ORGANIZACIN


DE LA CABEZA HUMANA HACIA LAS CRIATURAS
INFERIORES QUE SE LE APROXIMAN POR SU FORMACIN

Si nuestro camino ha sido acertado hasta ahora, como la natu


raleza obra siempre de modo uniforme, tambin en las criaturas in
feriores debe reinar la misma analoga en la relacin de su cabeza
con la estructura general de sus miembros, y, en efecto, domina de
la manera ms patente. De la misma manera que la planta tra
baja en la obra de arte de la flor, corona de la criatura, as toda
la estructura de los miembros: de las criaturas vivientes trabaja pa
ra nutrir la cabeza como su corona. Se dira que la naturaleza
aplica sucesivamente todo el organismo de cada una de sus criatu
ras para preparar siempre un cerebro cada, vez ms primoroso, con
el fin de concentrar en la criatura un ms libre centro de sensa
ciones y pensamientos. Cuanto ms sube en esa serie, tanto ms
perfecciona su obra, haciendo todo lo posible para no molestar la
cabeza de la criatura y sin entorpecer el funcionamiento de la vida
sensible. Observemos algunos miembros de esta cadena ascendente
de sensaciones orgnicas tanto en su forma exterior como en la
direccin de su cabeza.
1. En los animales en los cuales la cabeza est todava horizon
tal al cuerpo, en donde menos elaborado se encuentra el cerebro, la
naturaleza extendi profundamente las sensaciones e instintos de
esos animales por todo su cuerpo. Gusanos y zofitos, insectos, pe
ces, anfibios, son de ese tipo. En los miembros inferiores de la ca
dena orgnica todava no se puede ver una cabeza, en otros se pre
senta como un ojo. Es pequea en los insectos; en los peces, la ca
beza y el cuerpo forman una unidad, y en los. anfibios conserva
todava en gran parte su posicin horizontal con todo el cuerpo
que se arrastra. Cuanto ms se suelta y se levanta, tanto ms la cria
tura se despierta de su estupidez animal; tanto ms retrocede tam
bin su boca y ya no se ve toda la fuerza proyectada hacia adelante
del cuerpo horizontal. Comprese con organizaciones ms primo
rosas, el tiburn que es todo fauces y dentadura, o el voraz y rep
til cocodrilo, y a travs de numerosos ejemplos se llega a la con
clusin de que, cuanto ms la cabeza y el cuerpo de un animal
tienen una lnea horizontal seguida, tanto menos lugar hay en ellos
para un cerebro ms elevado, y por consiguiente el objetivo de su
obra ser tina mandbula saliente y rgida.
2. Cuanto ms perfecto sea un animal, tanto ins se levantar
como si dijramos de la tierra; sus patas se tornan ms altas: las
vrtebras de su cuerpo se articulan de acuerdo con la organizacin
de su estructura, y de acuerdo con el conjunto se obtiene la posi
cin y direccin de la cabeza. Comparemos tambin a este respec
to los animales de presa: el erizo, el glotn rtico y otras especies
ms bajas con los animales ms nobles. En aqullos, las patas son
ms cortas, la cabeza se hunde entre las espaldas, la boca se abre
grande y hacia adelante; en stos, la cabeza y el andar son ms
ligeros, el cuello ms articulado, la boca ms corta; naturalmente,
el cerebro obtiene as un espacio superior ms amplio. Se puede tam
bin admitir la segunda conclusin: que cuando ms elevado est el
cuerpo, cuanto ms sobresale y est suelta del esqueleto la cabeza
tanto ms primorosa ser la estructura de la criatura. Esta conclu
sin debe entenderse empero, como la anterior, no con respecto a
los distintos miembros, sino segn la proporcin total de la estruc
tura delanimal.
: . 3; Cuanto ms en la cabeza elevada disminuya o retroceda la
parte inferior del rostro, tanto ms noble ser su direccin y tanto
ms inteligente su semblante.
Comprese el lobo con el perro, el gato con el len, el rinoce
ronte con el elefante, el corcel con el hipoptamo. Por el contrario,
cuanto ms anchas, toscas y salientes son las partes inferiores de
la cara, tanto menos expresin tienen la cabeza, el crneo y la par
te superior de la cara. Aqu no slo hay diferencia entre varias
especies de animales, sino tambin en una sola clase segn el cli
ma. Fijmonos en el oso blanco del norte y en el oso de las tierras
clidas, o en los distintos tipos de perros, ciervos, corzos; en resu
men, cuanto menos sea en cierto modo la quijada del animal, y ma
yor su cabeza, ms razonable ser su formacin. Para hacer ms
clara esta idea, trcese una lnea desde la ltima vrtebra cervical
tfel esqueleto del animal, hasta el punto ms alto del crneo, otra
hasta el hueso ms avanzado de la frente y otra hasta el punto ms
saliente del maxilar superior, y en los distintos ngulos se vern
mltiples diferencias segn las especies y clases, y al mismo tiempo
se advertir que originariamente todo esto procede o sirve ms o
menos al andar horizontal.
Me encuentro aqu con las bellas proporciones que Camper
ha dado sobre la formacin de los monos y de los hombres, y entre
los ltimos sobre las de las distintas creaciones nacionales traza
una lnea recta desde los conductos de los odos hasta la base de
la nariz, y otra desde el hueso ms saliente de la frente hasta la parte
ms saliente del maxilar superior. Cree haber encontrado en ese
ngulo, no slo la diferencia entre los animales y considera que la na
turaleza se sirvi de este ngulo para expresar todas las variedades de
los animales, y, por decirlo as, para subir gradualmente hasta donde
llega- la belleza mxima del ms bello ser humano. Los pjaros tie
nen los ngulos ms pequeos y estos ngulos van aumentando a
medida que el animal se acerca a la figura humana. Las cabezas de
los monos ascienden de 42 grados hasta 50; la ltima es semejante
al hombre. Los negros y los calmucos tienen 70 grados, los europeos
80, y los griegos alcanzan el ideal de la belleza con ngulos de 90
hasta 100 grados. Lo que rebasara estas lneas sera una monstruo
sidad; tambin es lo ms elevado a que los antiguos llevaron la
belleza de sus cabezas. Por asombrosa que sea esta observacin, me
satisface que pueda reducirse, como yo creo, a su base fsica, a sa
ber: a la relacin de la criatura con la posicin y formacin ho-
. * Camper: Obras menors, t. I, pg. 15 y sig. Deseara que se publicara
completo el estudio y tambin los dos grabados.
rizontal y perpendicular de la cabeza, de las cuales depende en de
finitiva la feliz ubicacin del cerebro, as como la belleza y propor
cin de todas las partes del rostro. Si se quieren completar las pro
porciones de Camper y al mismo tiempo ampliar su base, en lugar
de la oreja debe tomarse como punto la ltima vrtebra cervical
y trazar la lnea desde ella hasta el punto extremo del occipucio,
hasta la parte ms elevada del crneo, hasta la parte ms avanzada
de la frente y hasta los huesos ms salientes de la barba; as se har
patente no slo la variedad de estructura de la cabeza misma, si
no tambin su fundamento; todo depende de la forma y direccin
de estas partes para el andar horizontal y perpendicular, y por ende
para todo el hbito de la criatura, v por consiguiente, en virtud
de un sencillo principio de formacin puede reducirse a unidad
la mayor diversidad.
Ojal hubiera en nuestros das un segundo Galeno que re
mozara el libro del antiguo sobre las partes del cuerpo humano,
especialmente con el objeto de hacer patente que la perfeccin de
nuestra figura reside segn todas las proporciones y funciones en
la marcha erecta! Que en comparacin paulatina con los animales
ms cercanos a nosotros siguiera al ser humano desde el primer
momento en que se nos hace visible en sus funciones animales y
espirituales, en la ms bella proporcin de todas las partes entre
s, y, por ltimo, como el rbol que se desarrolla hasta su corona: el
cerebro, mostrando mediante comparaciones que slo aqu poda
desarrollarse ste! La figura erecta es la ms bella y la ms natural
de todas las que crecen en la tierra. As como el rbol crece hacia
arriba, as debera esperarse tambin que toda noble criatura tu
viera este crecimiento y esta posicin, y no que se arrastrara como
un esqueleto alargado apoyado sobre cuatro pies. Pero en aquellos
tiempos primitivos de abatimiento, el animal tuvo que elaborar an
sus fuerzas animales y aprender a ejercitar sus sentidos e instintos
antes de poder llegar como nosotros a la posicin ms libre y ms
perfecta. Poco a poco se aproxima a ella: el gusano que se arrastra
levanta su cabeza del polvo todo cuanto puede y los anfibios salen
agachados a la orilla. Con el cuello muy en alto se levanta el or
gulloso ciervo y as lo hace tambin el noble corcel, mientras los
animales domesticados reprimen ya sus instintos; su alma se alimen
ta de ideas rudimentarias que sin duda no puede comprender toda
va, pero las acepta con fe y a ellas se acostumbra casi ciegamente.
A una seal de la naturaleza que trabaja incesantemente en su rei
no orgnico invisible, se levanta el cuerpo agachado de modo ani
mal, el rbol de su espalda crece ms recto y con ms delicada flo
racin; el pecho se ha arqueado, las caderas cerrado, el cuello le
vantado, los sentidos se han ordenado mejor e irradian conjunta
mente hacia la conciencia ms clara y hasta, por ltimo, hacia una
idea divina. Y todo ello porque, tal vez, cuando se hubieron ejercido
a la saciedad todas las fuerzas orgnicas la creacin orden: Criatu
ra, levntate de la tierral

III

EL SER HUMANO ESTA ORGANIZADO PARA SENTIDOS


MS PRIMOROSOS, PARA EL ARTE Y EL LENGUAJE

Cuando el hombre viva cerca del suelo, todos sus sentidos te


nan pequea extensin, y los bajos dominaban a los ms nobles,
como lo prueba el ejemplo de los hombres que volvieron al estado
de salvajismo. El olfato y el sabor eran para ellos sus guas princi
pales, como en los animales. A l levantarse sobre la tierra y las hier
bas, ya no domina el olfato, sino la vista, que tiene un mundo ms
amplio y desde la niez se ejercita en la ms delicada geometra
de sus lneas y colores. Cuando las orejas se fueron corriendo ha
cia la parte baja del crneo, a medida que ste aumentaba de vo
lumen, estuvieron ms cerca del depsito interior de las ideas, mien
tras que en los animales al acecho estn arriba y en muchos tienen
una forma exterior puntiaguda.
Con la marcha erecta se convirti el ser humano en una obra
de arte, pues ella, que es el arte primero y ms difcil que el hom
bre aprende, le servir de iniciacin para aprenderlos todos convir
tindose como si dijramos en arte viviente. Mirad el animall En
parte tiene dedos como el hombre pero se hallan en un casco, en una
garra o bien encerrados en otra estructura estropeados por un ca
lor sofocante. Con su estructura para la marcha erecta obtuvo el
ser humano unas manos libres y artsticas, instrumentos idneos
para las manipulaciones ms delicadas y para buscar constantemnte
ideas nuevas y claras. Por lo tanto, Helvetius tiene razn cuando
afirma que las manos fueron para el hombre medio auxiliar pode
roso para su razn, pues no lo fu ya la trompa para el elefante?
Ms an, este delicado sentido de las manos se extiende por todo
el cuerpo y hub'o mutilados que a menudo realizaron con los dedos
de los pies cosas que no podan hacerse con las manos. El pequeo
pulgar y el dedo grande del pie, que aun por la estructura de sus
msculos estn formados de manera especial, a pesar de que casi nos
parecen miembros despreciables, son nuestros principales auxilia
res para estar de pie, nadar, asir, y para todas las operaciones del
alma que trabaja con arte.
Con frecuencia se ha dicho que el hombre fu creado indefenso
y que uno de los caracteres distintivos de su especie es su total
impotencia. No es as, pues posee armas para defenderse como todas
las dems criaturas. Ya el mono sabe manejar el garrote y se defien
de con arena y piedras, trepa y se salva de las serpientes, sus peores
enemigos, arranca los techos de las casas y puede asesinar al hombre.
La muchacha salvaje de Songi peg a su hermana con la porra en
la cabeza y trepando y corriendo supla la fuerza de que careca.
En, consecuencia, aun en los seres en estado salvaje no se encuentra
su organizacin sin defensa; y educado y cultivado, qu animal
tiene en el instrumento de muchos brazos de su arte, lo que l po
see en su brazo, en su mano, en la agilidad de su cuerpo y en todas
sus facultades?-El arte es la defensa ms fuerte y l todo es arte, ar
ma perfectamente organizada. Slo para el ataque le faltan ga
rras y dientes, pues fu creado para que fuera pacfico y bon
dadoso, y su estructura no lo hace idneo para devorar otros hom
bres.
Qu profundidades de sentimiento artstico se encuentran es
condidas en cada sentido del hombre, que se descubrieron ocasio
nalmente, las ms veces slo en caso de apuro, miseria, enfermedad,
falta de algn otro sentido, defecto congnito o por azar, lo cual
nos permite sospechar qu cantidad de sentidos ocultos estn en
nosotros y no se ven en este mundo! Si algunos ciegos pueden desarro
llar el tacto, el odo, la facultad de calcular y la memoria hasta un
grado tan elevado que parece fabuloso para el hombre de sentidos
ordinarios, es posible que mundos desconocidos de diversidad y pri
mor descansen en nuestros sentidos sin que nosotros los desarrolle
mos en nuestra mquina tan organizada. La vista, el odo! A qu
primores ha llegado el hombre con ellos y no cabe duda de que
seguir desarrollndolos en una fase ms elevada, pues, como Ber-
keley dice, la luz es un lenguaje de Dios que nuestro sentido ms
fino slo puede deletrear indefinidamente en millares de figuras y
colores. La armona que el odo humano percibe y que el arte slo
desarrolla, es el ms delicado arte de medir que el alma ejerce os
curamente por medio del sentido; as como con el ojo en el que
se refleja el rayo de luz, demuestra ser la geometra ms primorosa.
Infinito sera nuestro asombro si en nuestra existencia pudira
mos ver con claridad un paso ms all todo cuanto en nuestra tan
organizada mquina divina ejercemos oscuramente con sentidos y
fuerzas, y parece que el animal, en la medida de su organizacin,
se preparaba para eso.
Mas todos estos instrumentos de arte, el cerebro, los sentidos
y las manos hubieran resultado ineficaces aun en la figura erecto,
si el Creador no nos hubiera dado un resorte que los pone todos en
.movimiento: fu el 'divino don del habla. Slo mediante el habla
se despert la razn dormida, o mucho mejor dicho: la mera po
tencialidad que de por s habra permanecido eternamente muerta,
se convierte, gracias al lenguaje, en viviente fuerza y accin. Jjlo
mediante el habla se unifican vista y odo y aun la sensacin de
todos los sentidos, y gradas a ella se anan en el pensamiento ama
dor, al cual se limita a obedecer el mecanismo artstico de las ma
nos y otros miembros. El ejemplo del sordomudo de nacimiento
prueba cmo el hombre aun conviviendo con otros hombres dif
cilmente llega a las ideas de la razn sin hablar, y en qu estado
de salvajismo animal permanecen todos sus instintos. Imita lo que
ven sus ojos, sea bueno o malo; v lo imita peor que el mono, porque
le falta el criterio interior del discernimiento, as como la simpata
con su espede. Tenemos ejemplos1 de cmo un sordomudo de na
cimiento asesin a su hermano porque vi matar un cerdo y slo
para imitar tal acto hurgaba con fra alegra en los intestinos de la
vctima; terrible prueba de cun poco puede, por s sola, la loada
razn humana y el sentimiento de nuestra especie. En consecuencia
los instrumentos del lenguaje pueden y deben considerarse como
el timn de nuestra razn, y el habla como chispas celestiales que
encienden la llama de nuestros sentidos y pensamientos.
En los animales vemos conatos de lenguaje, y la naturaleza tra
baja tambin aqu de abajo hacia arriba, para llevar a su fin este
arte en el hombre. Para instrumento de respiracin se emplea todo
el pecho con sus huesos, ligamentos y msculos, el diafragma y aun
partes del abdomen, cuello, garganta y brazo; para este gran traba
jo construy la naturaleza toda la columna vertebral con sus ligamen
tos y costillas, msculos y venas; di a las partes del pecho la fir
meza que Ies corresponde; y elevndose cada vez ms desde la cria
tura inferior, form un pulmn ms perfecto y vas respiratorias.
El animal recin nacido busca ansioso en s mismo el primer aliento,
y se precipita hacia l como si no pudiera aguardarlo. Es asombro
so el nmero de partes que se han hecho para esta tarea, pues casi
todas las partes del cuerpo necesitan aire para su desarrollo eficaz.
Sin embargo, a pesar de que todos ansen este vivo aliento di
vino, no todas las criaturas tienen voz y lenguaje, que en definiti
va se produce mediante pequeos instrumentos: la cabeza de la
trquea, algunos cartlagos y msculos, y, por ltimo, mediante el
sencillo miembro de la lengua. En la forma ms sencilla aparece
esta mltiple artfice de todos los pensamientos y palabras divinas
y con un poco de aire a' travs de una rendija estrecha, no slo pone
en movimiento el gran mundo de las ideas del hombre, sino que
adems transmiti todo lo que los hombres hicieron sobre la tierra.
Infinitamente bello es observar la marcha sucesiva que la natura
i En la D efensa de la fe cristiana de Sack recuerdo haber encontrado u a
caso as: otros semejantes recuerdo en otros escritos.
leza sigui desde los mudos peces, gusanos e insectos hasta llegar
al sonido y a la voz. El pjaro se alegra con su cantar como si fuera
lo ms artstico y a la vez el mximo privilegio que el Creador
le di; el animal que tiene voz, se vale de ella tan pronto siente
deseos y quiere expresar un sentimiento interior de alegra o pena.
Gesticula poco; y slo hablan por signos los animales a quienes re
lativamente se les neg la voz viva. Algunos hay que ya tienen len
gua y pueden repetir palabras humanas, aunque sin comprender
su sentido; la organizacin externa, especialmente bajo la ensean
za de los hombres, se adelanta por decirlo as a la facultad interior.
Sin embargo, aqu se cierra la puerta, y el mono semejante al hom
bre se ve privado casi expresa y brutalmente del habla a causa de
peculiares sacos laterales que la naturaleza coloc junto a su tr
quea1.
Por qu lo hizo as el padre del habla humana? Por qu a la
criatura que todo lo imita no se le ha permitido imitar precisa
mente este carcter distintivo de la humanidad, y se le prohbe ine
xorablemente llegar a ello por obstculos peculiares? Vayamos a
manicomios y oigamos sus habladuras, escuchemos los discursos de
varios anormales y personas muy tontas, y nos explicaremos en se
guida la causa, Cunto dao nos hacen sus palabras y la profana
cin del habla humanal Qu mayor profanacin sera en boca de
monos antojadizos, groseros y animales, que pudieran imitar como
no tengo la menor duda palabras humanas con razn humana a
medias! Espantosa mezcla de sonidos humanos y pensamientos si
miescos! No, el divino hablar no deba rebajarse a tanto, y el mo
no qued mudo, ms mudo que otros animales, pues hasta la rana
y la lagartija tienen sus propios sonidos.
Pero la naturaleza form al hombre para el lenguaje; para
ello est erguido y su levantado pecho instalado junto a una co
lumna erecta. Los seres humanos que se criaron entre animales,
no slo perdieron el habla misma, sino en parte tambin la facultad
de hablar, prueba clara de que su garganta se deform y de que slo
en la marcha erecta es posible la verdadera habla humana. Pues si
bien varios anmales poseen rganos de fonacin semejante al hom
bre, ni siquiera con su imitacin logr ninguno de ellos la corriente
elocutiva continua que sale de nuestro pecho sublime, libre, hu
man, y de nuestra boca' estrecha y artsticamente cerrada. Por el
contrario, el hombre no slo puede imitar todos los sonidos y los
tonos de los animales, siendo como Monboddo dijo, el Mock-bird
(pjaro burln) entre las criaturas de la tierra, sino que adems
un dios le ense tambin el arte de traducir ideas en sonidos; de
i Camper, Tratado sobre los instrumentos de hablar del mono. P hilosoph
transactions 1779, vol. I. '
presentar figuras por medio de sonidos y dominar la tierra mediante
la palabra que sale de la boca. Por lo tanto, en el habla empieza
su razn V_su_ cultura, pues slo por ella se domina a s mismo y
ejerce la meditacin y arbitrio de que es capaz en virtud de su
organizacin. Puede que haya criaturas superiores y debe haber
las cuya razn se despierte por los ojos, porque un carcter visto
les basta para formar sus ideas y fijarlas de manera bien clara; el
hombre en la tierra es todava un alumno del odo, mediante el
cual aprendi a comprender poco a poco el lenguaje de la luz. La
diferencia de las cosas debe penetrar primero en su alma con la
ayuda de otro, para que luego aprenda a comunicar su pensamiento,
primero con aspiraciones y silbidos y luego con sonidos y cantos.
Es expresivo el nombre con que los orientales califican a los ani
males de mudos de la tierra; slo con la organizacin para el habla
recibi el ser humano el aliento de la divinidad, la semilla para la
razn y eterno perfeccionamiento, un eco de aquella voz creadora
para dominar la tierra, en resumen; el divino arte de las ideas, la
madre de todas las artes.

IV

POR SUS INSTINTOS EL HOMBRE EST ORGANIZADO


PARA LA LIBERTAD

Se suele repetir que el hombre no tiene instintos y que esta


falta de instinto constituye el carcter de su especie; en realidad
tiene todos los instintos que posea cualquier animal terrestre de
los que le rodean, slo que los ha suavizado todos de acuerdo con su
organizacin para que estn en ms bellas proporciones.
El nio en el vientre de la madre parece que debe recorrer
todos los estados por los que puede pasar toda criatura terrenal.
Nada en agua; est con la boca abierta; su maxilar es grande, antes
de que sea cubierto por los labios, que slo se formarn ms tarde;
no bien llega al mundo anhela el aire y lo primero que hace es
mamar sin que nadie se lo ensee. Todo lo que es digestin y
alimentacin, hambre y sed sigue el proceso instintivamente o a
travs de impulsos todava ms oscuros. Las fuerzas musculares y
generativas tienden pues a desarrollarse, y basta que un ser humano
enloquezca a causa de pasin o enfermedad, para que se vean en l
todos los instintos animales. La miseria y el miedo desarrollan
tambin en los seres, y aun en naciones enteras que viven bestial
mente, las habilidades, sentidos y fuerzas de los animales.
Por consiguiente, en el hombre los instintos no se suprimen,
antes bien se colocan bajo el dominio de los nervios y de los sen
tidos ms finos. Sin ellos, la criatura, que en gran parte todava
es un animal, no podra vivir.
Y cmo son dominados? Cmo logra la naturaleza colocarlos
bajo el dominio de los nervios? Examinemos su marcha desde la
niez y nos mostrar en un aspecto completamente diferente, lo que
con frecuencia se ha lamentado tan insensatamente como debilidad
humana.
El nio humano viene a este mundo ms dbil que ningn otro
animal, seguramente porque est formado para una proporcin
que no poda acabar de formarse en el vientre de su madre. El
animal cuadrpedo adquiere en el vientre de su madre la forma
cuadrpeda y, aunque al comienzo tambin tenga una cabeza tan
desproporcionada como el ser humano, conquista en definitiva su
proporcin, o, en el caso de animales de muchos nervios, que nacen
dbiles, adquiere su fuerza proporcionada en el transcurso de algu
nas semanas o das. Slo el ser humano permanece dbil durante
mucho tiempo; pues la formacin de sus miembros fu ideada per
mtaseme la expresin para la cabeza que, en. proporciones exce
sivamente grandes, fu lo que se form totalmente en el vientre de
la madre y en consecuencia lo primero que viene al mundo. Los
otros miembros que para su desarrollo precisan aliento, aire y mo
vimiento de este mundo, distan mucho de llegar a crecer como ella,
a pesar de que durante todos los aos de la niez y de la juventud
aumentan en relacin con su cabeza, mas no sta con respecto a
ellos. El dbil nio est tambin impedido, si se quiere, de usar sus
potencias superiores y la naturaleza las forma sin descanso y antes
que nada. Antes de que el nio aprenda a andar, aprende a ver,
a or, a agarrar y a practicar la delicadsima mecnica y medicin de
estos sentidos. Los ejercita tan instintivamente como los animales,
slo que de una manera ms delicada. No con destreza y arte con-
gnitos, puesto que todas las habilidades artificiales de los animales
son consecuencia de estmulos ms toscos; y si stas dominaran en
la niez, el ser humano seguira siendo animal, y entonces, como
ya lo sabe todo antes de aprenderlo, nada humano aprendera. Por
lo tanto, la razn debera serle innata como instinto, lo cual se ve
en seguida que es una contradiccin; o bien debera, como ocurre
ahora, venir dbil al mundo para aprender la razn.
La aprende desde la niez y, como para su andar artificial, se
le educa tambin para la libertad y el hablar humano por medio
del arte. Se coloca al lactante junto al pecho de la madre, sobre
su corazn; el fruto de su vientre se pone bajo la proteccin de sus
brazos. Sus sentidos ms finos, la vista y el odo, se despiertan
primero y son guiados a travs de figuras y sonidos. Ser una suerte
para l si son felizmente guiados. Poco a poco se desarrolla su rostro
y se fija en la mirada de las personas que se mueven a su alrededor,
como su odo se fija en su lenguaje, y con 'su ayuda aprende a dis
tinguir los primeros conceptos. Y as aprende poco a poco a
mover su mano; slo entonces tienden sus miembros a ejercitarse
por su cuenta. Primero fu un aprendiz de los dos sentidos ms
delicados; luego el instinto artificial al cual debe ser iniciado, es
la razn, la humanidad, la manera de vivir humana, que ningn
animal posee ni aprende. Tambin los animales domsticos adop
tan algo de los hombres, pero de modo puramente animal y sin
que por ello se transformen en seres humanos.
De esto se desprende qu es la razn humana: nombre que en
obras modernas se usa con tanta frecuencia como si fuera un auto
matismo innato y como tal no diera sino interpretaciones errneas.
Terica y prcticamente la razn es si no algo que se llega a saber,
una aprendida proporcin y direccin de las ideas y fuerzas, para
la cual el ser- humano ha sido formado de acuerdo con su organi
zacin y manera de vivir. No conocemos la razn de los ngeles,
como tampoco podemos hacernos cargo del estado interior, de una
criatura inferior; la razn del hombre es humana. Desde la niez
compara ideas e impresiones de sus sentidos sobre todo de los ms
finos, de acuerdo con la finura y la verdad con que stos se las
proporcionan, segn la cantidad en que las recibe y segn la in
terior capacidad de rapidez con que aprendi a unirlas. La unidad
que se form con todo ello en su pensamiento, y los varios enlaces
de estos pensamientos e impresiones al juzgar lo que es verdadero
y falso, bueno y malo, feliz y desgraciado, esto es su razn, la obra
progresiva de la formacin de la vida humana. No es innata en l
sino que la ha adquirido, y segn fueran las impresiones que re
cibi, los modelos y la interior fuerza y energa con que uni estas
diversas impresiones en la proporcin de lo ms profundo de su ser,
as tambin su razn ser como su cuerpo, rica o pobre, enferma o
sana, salvaje o bien educada. Si la naturaleza nos engaara con
impresiones de los sentidos, tendramos que acatarla y dejarnos en
gaar; por ms hombres que hubiera, fueran cuales fueran sus sen
tidos, todos ellos se engaaran igualmente. Si nos engaan los
hombres y no tenemos fuerza u rgano para comprender el engao
y reunir las impresiones en mejores proporciones, nuestra razn
quedar lisiada y con frecuencia lisiada para toda la vida. Preci
samente porque el hombre necesita aprender todo, porque es su
instinto y misin aprenderlo todo como su marcha erecta, slo ca
yndose aprende a andar y a menudo slo por los errores llega a
la verdad, en lo que le aventaja el animal con su andar en cuatro
patas, pues lo gua la proporcin de sus sentidos e instintos ms
fuertemente expresada. El ser humano tiene la regia ventaja.de mi
rar lejos a su alrededor con la cabeza erguida, y por ende tambin
de ver muchas cosas oscuras y errneamente y hasta de olvidar con
frecuencia sus propios pasos y de recordar slo gracias a sus tro
piezos sobre qu bases estrechas descansa todo el edificio de toda
su cabeza y corazn, de sus conceptos y juicios; con todo, por habr
sele destinado a la alta misin de razonar, es y sigue siendo lo que
ninguna otra criatura terrenal: un hijo de los dioses, un rey de
la tierra.
Para percatamos de lo elevado de este destino consideramos
qu hay en los grandes dones de la razn y la libertad, y cunto,
por decirlo as, arriesg la naturaleza cuando los confi al hombre,
un ser terrenal tan dbil, tan diversamente complicado. El ani
mal es tan slo un esclavo agachado, aunque algunos levanten la
cabeza con nobleza o por lo menos con su cuello estirado anhelen
la libertad. Su alia que todava no est madura para la razn,
debe servir a instintos apremiantes y prepararse primero de lejos
en este servicio para el uso propio de los sentidos e inclinaciones.
El hombre es el primer liberto de la creacin; est derecho. De
l pende la balanza del bien o del mal, de lo falso y de lo ver-
dero; puede investigar, debe elegir. De la misma manera que la
naturaleza le di dos manos libres como instrumentos y una amplia
vista paxa guiar sus pasos, el hombre tiene asimismo el poder,
no slo de establecer los pesos, sino tambin permtaseme la ex
presin de ser l mismo un peso en la balanza. Puede dar apa
riencia a la mayor de las equivocaciones y convertirse en impostor
voluntario; puede con el tiempo llegar a amar las cadenas que van
contra su naturaleza, y coronarlas con flores de toda clase. Lo
mismo que sucede con la razn falaz, sucede tambin con la libertad
encadenada y mal empleada; en la mayora, es la proporcin de
fuerzas e instintos tal como la fij la comodidad o la costumbre.
Pocas veces mira el hombre por encima de ellas, y con frecuencia
cuando lo dominan instintos bajos o lo atan odiosas costumbres,
puede ser peor que un animal.
Pero sigue siendo un rey en virtud de su libertad, aun en el
caso de que abuse de ella, pues puede escoger aunque escoja lo
peor; puede disponer de s mismo aunque por decisin propia se
decida por lo ms bajo. Naturalmente, ante aquel que todo lo ve,
que deposit en l todas sus fuerzas, tan limitada es su razn como
su libertad; bendita limitacin, porque quien cre las fuentes tena
que conocer todo desbordamiento de las mismas, para preverlo y
encauzarlo con el objeto de que el arroyo ms impetuoso no se le
escapara de las manos; pero eso en nada altera la cosa en s ni
en la naturaleza humana. El hombre es y sigue siendo en s nina
criatura libre, aunque la bondad absoluta lo proteja tambin en
sus locuras y las encauce para el mejor bien de l y de todos. De la
misma manera que un proyectil mecnico no puede escaparse d
la atmsfera, pero tambin cuando cae, obra segn una nica y
misma ley de la naturaleza, as el hombre en el error y en la verdad,
cuando cae y se levanta, sigue siendo hombre, y aunque nio dbil,
es, con todo, libre de nacimiento; si no es racional todava, su
razn puede mejorar;, si an no est formado para la humanidad,
puede llegar a estarlo. El canbal de Nueva Zelandia y Feneln, el
desdichado yamn y Newton son criaturas de la misma especie.
Ahora bien, parece ciertamente que en nuestra tierra toda su
posible diversidad deba realizarse tambin en el empleo de este
don; y se ver una escala de seres humanos que de los lmites del
animal alcanza hasta el genio ms puro de la forma humana. Esto
no debe maravillarnos teniendo en cuenta la gran gradacin de
animales que hay debajo de nosotros y qu largo camino tuvo que
seguir la naturaleza para preparar en nosotros la organizacin de
esta pequea flor de la razn y la libertad, que poco a poco se des
arrolla. Parece qne en nuestra tierra todo debe estar de acuerdo
con sus probabilidades, y slo podemos aclararnos bastante el orden
y la sabidura de esta profusin, cuando, dando otro paso, abar
quemos la finalidad que se persigue con la diversidad que se observa
en este gran jardn de la naturaleza. En l vemos prevalecer las
ms veces slo leyes de necesidad; pues se pretenda que toda la
tierra fuera habitada hasta en sus parajes ms lejanos y salvajes, y
slo aquel que la extendi tan lejos, sabe por qu admiti tambin
en este mundo a yamanes y neozelandeses. Quien ms puede des
preciar el gnero humano no podr negar empero que en medio de
tanta maleza prosperaron tambin entre los hijos de la tierra la
razn y la libertad, estas nobles plantas que bajo la luz del sol
celestial dieron tambin bellos frutos. Sera casi increble, si la
historia no nos lo dijera, a qu alturas se elev el entendimiento
humano y no slo imitando a la divinidad creadora y conservadora,
sino procurando tambin remedar su orden. En el caos del ser,
que le muestran los sentidos, busc y encontr unidad e inteligencia,
leyes de orden y belleza. Las fuerzas ms escondidas, que l no co
noce desde el interior, las estudi en su marcha exterior y siguiendo
el movimiento, el nmero, la medida, la vida y hasta la existencia,
con slo ver su accin en el cielo y sobre la tierra. Todos estos in
tentos en este sentido hasta cuando err o slo pudo soar, son prue
bas de su majestad, de una fuerza y grandeza semejantes a- Dios. El
ser que todo lo cre deposit realmente en nuestra dbil organiza
cin un rayo de su luz, una impronta de sus fuerzas ms genuinas
y por bajo que el hombre est, puede decirse a s mismo: Tengo
algo de comn con Dios: poseo aptitudes que debe poseer tambin
el Ser supremo, a quien conozco en sus obras, puesto que las ha
revelado a mi alrededor. Evidentemente fu esta semejanza con
l mismo la suma de toda la creacin del mundo. En este miradero
el hombre no poda levantar la vista ms arriba; pero no dej de
hacerlo hasta esa semejanza llevando la serie de sus organizaciones
hasta el punto ms alto. De ah que tambin la marcha hacia ste
fuera tan uniforme a pesar de todas las diferencias de forma.
Del mismo modo la libertad di tambin nobles frutos en la
formacin del hombre, luciendo su glora tanto en lo que desprecia
como en lo que emprende. El hecho de que renunciara al impulso
inconstante de los ciegos instintos y se anudara libremente al vnculo
del matrimonio, de una sociable amistad, proteccin y fidelidad en
vida y muerte, de que renunciara a su propia voluntad y permitiera,
que las leyes lo dominaran, es decir el ensayo siempre imperfecto de
gobierno del hombre por el hombre, protegindolo con su propia
sangre y vida, de que nobles hombres se consagraran a la patria
y no slo en un momento agitado de su vida, sino, lo que es mucho-
ms noble, considerando incansablemente que todos los esfuerzos de
su vida durante das y noches, por espacio de aos y en el' curso
de toda la vida, nada eran para regalar el bienestar y la tranqui
lidad, por lo menos en su opinin, a yna multitud ciega y des
agradecida, y de que, por ltimo, sabios inspirados por Dios y lle
vados de noble afn por la verdad, la libertad y por la felicidad de
nuestra especie, aceptaran voluntariamente ultrajes y persecuciones,
pobreza y miseria, fieles a la idea de haber creado o facilitado a
sus hermanos el'bien ms noble de que ellos eran capaces; si todo-
esto no son grandes virtudes humanas y aspiraciones poderossimas
de la autodeterminacin que existe en nosotros, yo no s que haya
otras. Bien es verdad que siempre fueron pocos quienes se adelan
taron al -gran montn y como mdicos le impusieron saludable
mente lo que por s solo aqul no saba an elegir; pero estos pocos-
fueron la flor del gnero humano, inmortales y libres hijos de Ios-
dioses sobre la tierra y cada uno de ellos vale por millones.

EL ORGANISMO DEL HOMBRE ES DE SALUD SUMAMENTE


DELICADA, PERO AL MISMO TIEMPO DE ENORME
RESISTENCIA, Y, POR LO TANTO, CAPACITADO
PARA SU EXPANSIN POR TODA LA TIERRA

Con la marcha erecta obtuvo el hombre una delicadeza, calor y


vigor que no estaban al alcance de ningn animal. En estado de
salvajismo estaba cubierto en gran parte de pelo, especialmente en
la espalda, y Plinio el Antiguo se queja vivamente a la naturaleza de
que privara al hombre de esta proteccin. La naturaleza bien
hechora di al hombre un envoltorio ms hermoso: su piel deli
cada y, sin embargo, tan dura, que le permite resistir a las incle
mencias de cada estacin y a los cambios de todo clima ayudado por
algn arte que es una segunda naturaleza para esta criatura.
Y a este arte haba de conducirlo, no slo la escueta necesidad,
sino algo ms humano y bello: el santo pudor. Digan lo que quie
ran algunos filsofos, ste es natural en el hombre, y hasta se en
cuentra ya una vaga analoga con l en algunas especies animales,
puesto que tambin la mona se cubre y el elefante busca para su
acoplamiento oscuros bosques solitarios. No conocemos en la tierra
casi ninguna nacin tan bestial1 que no le guste cubrirse a partir
de los aos en que se despiertan los instintos, sobre todo las mu
jeres; particularmente porque la delicadeza sensible de esas partes
y otras circunstancias reclaman que estn cubiertas. Por consi
guiente, antes de que el hombre tratara de proteger sus miembros
exteriores contra el furor de los elementos y la picadura de los
insectos mediante vestidog o ungentos, una especie de economa-
sensible del instinto ms rpido y necesario lo condujo a cubrirse.
Entre todos los animales nobles, la hembra es buscada y no se
ofrece, con lo cual cumple sin saberlo propsitos de la naturaleza,
y entre los hombres es la mujer ms delicada la prudente guardana
tambin del sagrado pudor que pronto tena que desarrollarse en
la figura erecta.
0 sea que el hombre obtuvo indumentaria y, no bien tuvo este
arte y algn otro, estuvo en condiciones de soportar todo clima de
la tierra y de tomar posesin de todas sus regiones. Pocos son los
animales casi exclusivamente el perro que hayan podido seguirle
a todas partes, y eso con qu alteracin de su forma, con qu dege
neracin de su innato temperamento! El hombre es el nico que
se ha modificado muy poco, y absolutamente nada en las partes
esenciales. Asombra ver cun total y uniformemente se conserv
su naturaleza fijndonos en las modificaciones que han experimen
tado sus hermanos los animales errantes. Su naturaleza est tan
determinadamente organizada, tan perfectamente organizada, aue
el hombre se encuentra en un nivel elevadsimo, y slo es posible
hallar en l unas pocas variedades que ni siquiera pueden califi
carse de anomalas.
Y a qu se debe esto? Una vez ms: a su figura erecta, y a nada
1 Slo conozco dos naciones totalmente desnudas, pero que tambin viven
en. animal salvajismo: los yamanes del extremo meridional de Sudamrica, de
secho, de otras naciones, y un pueblo salvaje que vive en Aracn y Peg y que
sigue siendo para m un enigma en esas regiones, aunque lo encuentro confir
mado en uno de los viajes ms recientes ( M a c k i n t o s h : Trovis, t . I, pg. 341).
ms. Si anduviramos a cuatro patas como el oso y el mono, no ten
gamos la menor duda de que tambin las especies humanas (si se
nos permite emplear una expresin tan poco noble) tendran un
habitculo limitado y no lo abandonaran nunca. El hombre-oso
amara su patria fra y el hombre-mono su patria clida, del mismo
modo, como veremos, que cuanto ms bestial es una nacin, tanto
ms sujeta est a su regin y clima con los vnculos del cuerpo y
del alma.
Cuando la naturaleza elev al hombre, lo elev para que domi
nara en la tierra. Su figura erecta le di a la vez que una estructura
ms primorosamente organizada una circulacin sangunea ms ar
tificial, una mezcla ms diversa de los jugos vitales, o sea tambin
aquella temperatura ms intrnseca, ms fija, del calor vital, que es
lo que le permiti, nicamente a l, er morador de Siberia y frica.
Slo gracias a su estructura erecta, ms artificial, orgnica, estuvo
en condiciones de soportar calor y fro como no puede hacerlo a la
vez ninguna^ otra criatura de la tierra y, a pesar de todo, sin modi
ficarse en lo ms mnimo.
Ahora bien, con esta complexin delicada, y todo lo que le es
inherente, es natural que se abriera la puerta a una serie de enfer
medades que no conoce el animal, y que Moskato enumera muy
elocuentemente 1. La sangre que efecta su circulacin en una m
quina erecta, el corazn apretado en una posicin inclinada, los
intestinos que llevan a cabo su tarea en posicin vertical: sea como
fuere, estas partes estn expuestas n nosotros a ms peligros de
descomposicin que en un cuerpo animal. Especialmente, parece
que el sexo femenino tuvo que pagar ms cara que nosotros su
mayor delicadeza. Sin embargo, tambin en esto la bondad de la
naturaleza supli y mitig con creces esas deficiencias, puesto que
nuestra salud, nuestro bienestar, todas las sensaciones y estmulos
de nuestro ser son ms espirituales y primorosas. No hay ningn
animal que goce un solo instante de la salud y dicha humanas,
ni que guste una sola gota del torrente de nctar que le debe el
hombre; ms an, considerndolo de modo puramente corporal,
las enfermedades del animal, aun siendo menos numerosas, resul
tan en cambio ms constantes y tenaces. Su tejido celular, la tnica
de sus nervios, sus arterias, huesos y cerebros son an ms fuertes
que los nuestros; de ah tambin que todos los animales terrestres
que rodean al hombre (con la nica excepcin quiz del elefante,
cuyas fases de la vida son ms parecidas a las nuestras) vivan menos
tiempo que nosotros y mueran antes de muerte natural, es decir,
por el endurecimiento de la vejez. En consecuencia, la naturaleza

i Vom korperlichen wesentlichen U nterchiede der T h iere und M enschen,


Gottingen, 1771.
lo destin para la vida ms larga y ms llena de satisfacciones con
cebible para un organismo terrenal. Nada sabe valerse de modo ms
diverso y fcil que la heterognea naturaleza humana, y se necesita
ron todos los excesos de la locura y de los vicios, de que, natural
mente, es incapaz el animal, para debilitar y estropear nuestra m
quina en la medida en que en algunos casos la vemos debilitada y
estropeada. Con su bondad, la naturaleza proporcion a cada clima
las hierbas convenientes para sus enfermedades, y slo la confusin
de todos los climas pudo convertir a Europa en el semillero de males
que no encuentra en s ningn pueblo que viva de acuerdo con la
naturaleza. Sin embargo, aun para esos males que nos hemos bus
cado nosotros mismos, nos di un bien que nos proporcionamos
nosotros mismos: el mdico, que cuando obedece a la naturaleza,
la ayuda, y si no puede o no sabe obedecerla, por lo menos entierra
cientficamente a los enfermos.
Y qu cuidado maternal y sabidura de la economa divina de
termin tambin las fases de la vida y la duracin de nuestra es
pecie! Todas las criaturas terrenales vivientes que tienen que llegar
pronto a su perfeccin, se desarrollan tambin pronto; pronto lle
gan a su madurez y a la meta de su vida. El hombre, plantado
erecto como rbol del cielo, crece lentamente. Como el elefante, es el
que ms tiempo permanece en el seno materno; los aos de su juven
tud duran mucho, incomparablemente ms que los de cualquier ani
mal. La naturaleza, pues, alarg cuanto pudo la poca feliz de
aprender, de crecer, de vivir alegremente y de gozar de la vida del
modo ms inocente. No pocos animales quedan formados en pocos
aos, das, y los hay que ya en el momento de nacer; pero tambin
son ms imperfectos y mueren ms pronto. El hombre es el que
necesita ms tiempo para aprender porque es tambin el que ms
debe aprender, pues todo depende en l de la destreza, razn y
arte que adquiera, por s mismo. Aunque luego su vida se acorte
por el innumerable ejrcito de azares y peligros, por lo menos goz
de su larga juventud exenta de preocupaciones, pues a la par de su
cuerpo y espritu fu creciendo tambin el mundo que le rodea, con
su panorama cada vez ms amplio que se eleva lentamente, se en
sanch tambin el mbito de sus esperanzas, y su noble corazn ju
venil aprendi a latir cada vez con ms fuerza en rpida curiosidad,
en impaciente exaltacin, por todo lo grande, bueno y bello. En
un hombre sano no excitado, el florecimiento del instinto sexual
se desarrolla ms tarde que en cualquier animal, puesto que tiene
que vivir largo tiempo y no puede derrochar demasiado prematura
mente el ms noble jugo de sus fuerzas psquicas y corporales. El
insecto, que pronto sirve al amor, muere tambin pronto; todas las
especies animales mongamas viven ms tiempo que las que viven
sin matrimonio. El lujurioso gallo muere pronto; la fiel paloma
silvestre puede vivir 50 aos. Para el favorito de la naturaleza en
este mundo se dispuso tambin el matrimonio, y se le destina a
vivir en s mismo los primeros aos ms lozanos de su vida como
cubierto capullo de inocencia. Siguen luego largos aos de fuerzas
Viriles y jocundsimas en que madura su razn, que en el hombre,
a la par de las fuerzas generadoras, llega a una avanzada edad des
conocida para los animales, hasta que por fin viene la suave muerte
y con el polvo caduco redime tambin al cautivo espritu de un
enlace igualmente ajeno a ambos. La naturaleza, pues, invirti
en la endeble cabaa del cuerpo humano todo el arte que un ser
de la tierra pueda concebir, y hasta en aquello que acorta y debilita
la vida, compens por lo menos el placer ms breve hacindolo ms
sensible y las fuerzas agotadoras hacindolas sentir ms intensa
mente.

VI

EL HOMBRE EST FORMADO PARA LA HUMANIDAD


Y PARA LA RELIGIN

Mi deseo es reunir en la palabra humanidad todo cuanto hasta


ahora he dicho sobre la noble formacin del hombre para la razn
y la libertad, para ms primorosos sentidos e instintos, para una
salud ms delicada y robusta, para la ocupacin y dominio de la
tierra, puesto que el hombre no tiene para su destinacin otra
palabra ms noble sino que l es la criatura en la cual vive refle
jada la imagen del Creador de la tierra, tal como aqu pueda hacerse
visible. Para desarrollar sus ms nobles deberes, nos basta dibujar
su figura.
1. Todos los instintos de un ser viviente pueden reducirse a la
conservacin de s mismo y a una participacin en otros seres o a una
comunicacin con ellos; la estructura orgnica del hombre, cuando
a ella se suma una superior direccin, ordena esas inclinaciones del
piodo ms selecto. As como la lnea recta es la ms slida, as
tambin el hombre, para protegerse a s mismo, tiene en el exterior
la mnima extensin, en el interior la ms diversa fuerza de rapi
dez. Se yergue sobre la base mnima, y por consiguiente puede cubrir
del modo ms fcil sus miembros; su centro de gravedad cae entre
las caderas ms flexibles y fuertes que posea una criatura terrenal,
y donde ningn animal revela la gil fuerza del hombre. Su pecho de
bronce, ms reducido, y los instrumentos de los brazos precisamente
-en esta posicin, le conceden desde arriba el ms vasto mbito de
defensa para guardar su corazn y proteger sus partes vitales ms
nobles desde la cabeza hasta las rodillas. No es fbula que hubo-
hombres que lucharon con leones y los subyugaron; el africano
hasta puede con ms de uno si combina la cautela, la astucia y la
fuerza. Sin embargo, lo cierto es que la complexin del hombre lo
encamina de preferencia a la defensa, no al ataque; para ste nece
sita- apelar al arte, mas en aqulla es la criatura ms vigorosa de la
tierra. En consecuencia, su jm ism ajigura ensea a ser pacfico,
que es~eTpnmer atrxbutQ^de la. humanidad, o el instinto sangui
nario y destructor.
2. Entre los instintos que lo impulsan hacia otros seres, el ms
poderoso es el sexual; tambin en el hombre est subordinado a su
estructura para la humanidad. Lo que en el cuadrpedo, aun en el
tmido elefante, es acoplamiento, es en l beso y abrazo a causa de
su estructura. Ningn animal tiene labios como ios del hombre, cuya
delicada parte superior es lo ltimo que del rostro se forma en el
fruto del seno materno, como si fuera la ltima seal del dedo del
amor para que estos labios se cierren de modo bello e inteligente.
De ningn animal puede decirse la pdica expresin del lenguaje
antiguo: conoce a su mujer. La fbula antigua dice que ambos
sexos fueron antao andrginos como las flores, pero divididos:
con esta y otras profundas fantasas poticas quiso decir veladamente
en forma de fbula la preeminencia del amor humano ante los ani
males. Asimismo, el hecho de que el instinto humano no est absolu
tamente sometido, como en stos, a una poca del ao (bien que
todava no se hayan hecho observaciones concienzudas sobre las-
revoluciones que a este respecto se operan en el cuerpo humano) ^
revela notoriamente que no se quiso supeditarlo a la necesidad, sino-
que dependiera del atractivo amoroso, de la razn, dejndosele con
fiado a una moderacin voluntaria como todo lo que el hombre
tiene en s mismo y a su alrededor. Tambin el amor tena que
ser humano en el hombre, y en este sentido determin la naturaleza,,
adems d Ta figura- del hombre, l-pstfior'ds"arrlo, la duracin:
y la proporcin del instinto en ambos sexos; y hasta lo coloc bajo
la ley de un vnculo voluntario de comunidad y del comercio amis
toso de dos seres que se sienten unidos en uno para toda la vida.
3. Como a excepcin del amor recproco todos los dems afec
tos tiernos se contentan con la simpata, la naturaleza hizo que el
hombre fuera el ser ms dotado de sentimientos de simpata entre
todos los .vivientesj porque, por decirlo as, lo form a base de todo
y lo organiz en tales relaciones con todo reino d la creacin de
suerte qu pudiera sentir, simpata, por l. La estructura de sus fibras
es tan elsticamente primorosa y delicada y su sistema nervioso est;
tan ramificado en todas las partes de su ser vibrante que, como an
logo de la divinidad cuyo sentimiento se extiende a todo, casi puede
colocarse en el lugar de toda criatura y sentir por ella la cantidad
de simpata que sta necesita, y todo l puede soportarlo sin sufrir
trastorno, y hasta con peligro de sufrirlo. Hasta por un rbol se
interesa nuestra mquina siendo ella misma un rbol que retoa
y crece, y hay hombres que no toleran fsicamente que se derribe
o mutile a un rbol que se encuentre en la verdeante lozana de su
juventud. Tampoco el hombre delicado se siente indiferente a las
contorsiones de un gusano aplastado, y cuanto ms perfecto sea
el animal y ms prximo est a nosotros por su organizacin, tanto
mayor ser la simpata que nos inspre su sufrimiento. Se necesitaron
nervios duros para abrir una criatura viviente y examinar sus con
vulsiones; slo el insaciable afn de gloria y saber pudo acallar
paulatinamente esta simpata orgnica. Hay mujeres ms delicadas
que no pueden soportar siquiera la diseccin de un cadver: les
duele todo miembro que con violencia se destruye a su vista, espe
cialmente cuanto ms delicadas y nobles son las partes. Un intes
tino hurgado provoca Horror y repugnancia; un corazn cortado,
un pulmn seccionado, un cerebro destruido, nos producen la sen
sacin de qne el cuchillo corta y pincha al mismo tiempo nuestros
miembros correlativos. Nos identificamos con el cadver de un ser
querido en su tumba; sentimos el foso fro que l ya no siente,
y nos invade estremecimiento con slo tocar sus huesos. T a grande
es el sentimiento de simpata que la madre universal inculc en
nuestros miembros, ella que todo lo sac de s con todo se iden
tifica con la ms ntima simpata. Su vibrante sistema de fibras, su
estructura nerviosa simpatizante, no necesitan el llamamiento de la
razn; se le adelantan y aun a menudo se le oponen poderosa y
tenazmente. El trato con dementes que nos inspiren simpata, pro
voca la demencia, tanto ms cuanto ms la tema el hombre.
Es curioso que el odcT contribuya mucho ms que la vista a
despertar y vigorizar ste sentimiento de simpata. El quejido de un
animal, el grito proferido por su cuerpo doliente, atrae a todos sus
semejantes que, segn se ha observado a menudo, rodean compun
gidos al que se queja y desearan ayudarlo. Tambin en los hombres
l cuadro del dolor provoca ms bien horror y espanto que com
pasin; mas tan pronto sentimos la voz del que sufre, perdemos la
serenidad y nos precipitamos hacia l, como si una punzada nos atra
vesara el alma. Ser porque el sonido convierte en ser viviente el
cuadro que se ofrece a la vista, reanimando todos los recuerdos de
sentimientos propios y ajenos y concentrndolos en un punto? O
bien hay adems, como creo yo, una causa orgnica ms .honda?
Limitmonos a decir que la experiencia es cierta y revela en el hom
bre el fondo de su mayor simpata a travs de la voz y del lenguaje.
Menos nos conmueve aquello que no puede suspirar porque sea una
criatura sin pulmones, imperfecta, organizado de modo menos
parecido a nosotros. Algunos sordos y mudos de nacimiento ofrecie
ron ejemplos espantosos de falta de simpata hacia hombres y ani
males, y en los pueblos salvajes observremos an muestras sufi
cientes al respecto. Yi sin embargo, aun en ellos no puede negarse
la ley de la naturaleza. Los padres que, obligados por la miseria y el
hambre, sacrificaron sus hijos a la muerte, se los consagraron en las
entraas maternas antes -de haber visto sus ojos, antes de haber
odo su voz, y ms de una infanticida confes que nada la impresion
tanto ni se le qued tanto en la memoria como el primer sonido
quejumbroso, la voz llorosa, del hijo.
4. Hermosa es la cadena en que la madre que todo lo siente
uni los sentimientos de simpata de todos los hijos, elevndolos
progresivamente en sus distintos miembros. Cuando la criatura es
todava torpe y ruda, capaz apenas de proveer para s, tampoco se
le confi el cuidado de sus hijos. Los pjaros incuban y cran con
amor maternal a sus pichones; en cambio, el obtuso avestruz entrega
sus huevos a la arena. Olvida dice aquel viejo libro que trata de
l que una pata puede aplastarlos o un animal salvaje destruirlos,
pues Dios le priv de sabidura y no lo dot de entendimiento.
Mediante la misma causa orgnica en virtud de la cual recibe ms
cerebro la criatura, recibe tambin ms calor, alumbra hijos vivien
tes o los incuba, amamanta y recibe amor maternal. La criatura
que nace viviente es, por decirlo as, un ovillo de nervios del ser
materno; el nio amamantado es un retoo de la planta-madre que
lo alimenta como a una parte de s. Sobre esta hondsima simpata se
edifican en la economa del animal todos los delicados instintos para
los cuales la naturaleza poda ennoblecer a esa especie.
En el gnero humano, el amor maternal de tipo superior es un
vstago de la humanidad en su formacin erecta. A la vista de la
madre, el lactante yace en su regazo y bebe el alimento ms delicado
y primoroso; es un modo bestial, y hasta contrario al cuerpo,
la costumbre de algunos pueblos que, obligados por la necesidad,
amamantan a sus hijos llevndolos en la espalda. El peor monstruo
se ablanda con el amor maternal y domstico, pues hasta una leona
es amable con sus cachorros. En la casa paterna surgi la primera
sociedad, unida por los vnculos de la sangre, la confianza y el
amor. O sea que tambin para vencer el salvajismo del hombre y
acostumbrarlo al trato domstico^ era necesario que la infancia de
nuestra especie durara largos aos; la naturaleza impuso esa unin
de tiernos vnculos para impedir que los hijos se dispersaran y ol-
viclaran como^ los^aimales que se desarrollan pronto. Entonces el~
padre pas a ser el educador de su hijo, como la madre haba sido
su nodriza, anudndose de esta suerte un nuevo miembro de_ la.
humanidad. Aqu exista, en efecto, la razn de una sociedad hu
mana necesaria, sin la cual no poda prosperar ningn hombre ni
haber una pluralidad de hombres. Por consiguiente, el hombre naci
para la sociedad; s lo dice la simpata de sus padres, se lo dicen los
aos de su larga infancia.
5. Mas .como la mera simpata del hombre no poda extenderse
a todo, sino que en l, como ser limitado y de mltiple organizacin,
slo poda ser una gua oscura, a menudo poco vigorosa, en todo
lo que estaba lejos de l, la madre de certera gua orden de acuerdo
con un derrotero inequvoco sus mltiples ramas sutilmente entrete
jidas; la regla de la justicia y de la verdad. Se hizo sincero el hombre,
y as como su figura todo sirve a la cabeza, as como sus dos
ojos no ven sino una sola cosa, as como sus dos odos perciben un
solo sonido, as como la naturaleza enlaz en todas partes en todo
el revestimiento exterior la simetra con la unidad colocando a la
unidad en 'el cehtro de suerte que lo dual apunte slo a sta, as
tambin en e interior pas a ser norma del hombre la gran ley de
la equidad y del equiliDrioXXo que no quieras que otros te Hagan,
no se lo hagas tampoco; lo que quieras que otros te hagan hazlo
tambin tu. Esta regla irrebatible se haila inscripta aun en el pecho
del monstruo, puesto que cuando devora a otros, slo puede esperar
que otros lo devoren a l. Es la regla de lo verdadero.,y-lo falso, del
dem e dem, fundada en la estructura de todos sus sentidos, y hasta
dira que en la misma figura erecta del hombre. Si viramos de lado,
o as cayera la luz, no tendramos concepto de ninguna lnea recta.
Si nuestra organizacin careciera de unidad y nuestros pensamientos
de reflexin, tambin en nuestros actos nos perderamos en lneas
irregulares y la vida humana no tendra razn ni finalidad. La ley
de la equidad y verdad hace compaeros y hermanos leales, y hasta
convierte a los enemigos en amigos- a medida que gana terreno.
A quien aprieto contra mi pecho, tambin a m me aprieta contra el
suyo; aqul para quien sacrifico la vida, la sacrifica tambin por m.
Por lo tanto, todo derecho humano, entre pueblos y aun entre ani
males, se fund a tase de la homogeneidad de sentimientos, de la
unidad de fines en distintos hombres, de uniforme lealtad en una
asociacin, pues tambin los animales que viven en sociedad acatan
la ley de la equidad, y los hombres que con astucia o violencia se
apartan de ella, son las criaturas ms inhumanas, aunque sean
reyes y monarcas del mundo. Sin estricta equidad y verdad no hay
razn ni humanidad concebibles.
6. La figura bella y erecta del hombre lo form para la de
cencia, pues sta es la bella sirviente y amiga de la verdad y equidad.
La decencia del cuerpo consiste en que ste est como debe, como
Dios lo hizo; la verdadera belleza no es ms que la forma agradable
de la interior perfeccin y salud. Pensemos en la imagen divina
del hombre desfigurada por negligencia por un arte falso; la
hermosa cabellera arrancada o transformada en una maraa, la
nariz y las orejas atravesadas y obligadas a colgar, el cuello y las
dems partes del cuerpo estropeados por s mismos o por la indu
mentaria; pinsese todo esto y quin considerar, aunque la moda
ms obstinada fuera la duea, que sigamos encontrando aqu la
decencia del cuerpo humano derecho y bello? No es distinto lo que
ocurre con costumbres y conductas, con usos, artes y con el lenguaje
humano. A travs de todas estas piezas pasa una sola humanidad
que pocos pueblos de la tierra encontraron y centenares de ellos
desfiguraron con su barbarie y falsas artes. Investigar esta humani
dad es la genuina filosofa humana que aquel sabio hizo bajar del
cielo y que se revela en el trato lo mismo que en la poltica, la
ciencia y todas las artes.
Por ltimo, la religin es la ms elevada humanidad del hombre,
y nadie se extrae de que la incluya aqu. Si el don ms excelente
del hombre es el entendimiento, a ste le incumbe escudriar la
conexin entre causa y efecto y adivinarlo all donde no la perciba.
As lo hace el entendimiento humano en todas las cosas, ocupa
ciones y artes, pues aun en aquello en que se limita a seguir una
habilidad adquirida, un entendimiento anterior tuvo que determi
nar la conexin entre causa y efecto introduciendo as ese arte.
Ahora bien, en las obras de la naturaleza no vemos propiamente
causa alguna en lo ms interno, ni a nosotros mismos nos conocemos
ni sabemos cmo influye en nosotros cualquier cosa. O sea que
tambin en todos los efectos exteriores a nosotros todo es mero
sueo, conjetura y nombre; sin embargo, sueo verdadero no bien
de modo frecuente y constante vemos que una clase de efectos se
enlaza con una clase de causas. Esto es la marcha de la filosofa, y la
primera y ltima filosofa fu siempre religin. Hasta los pueblos
ms salvajes se ejercitaron en ella, pues no hay ningn pueblo de
la tierra .que no la tenga, como tampoco se los ha encontrado sin
capacidad racional y figura humana, sin lenguaje y matrimonio, sin
ciertas costumbres y usos humanos. Cuando no vean a autores visi
bles, crean en autores invisibles, y,' en consecuencia, a pesar de todo
seguan investigando, por oscuras que fueran, las causas de las
cosas. Naturalmente, se atenan ms a los datos que a las esencias
de la naturaleza; ms a su lado horrendo y pasajero que al satisfac
torio y duradero; adems, raras veces llegaron a ordenar todas las
causas bajo una sola. Mas tambin ese primer ensayo era religin,
y nada significa decir que las ms veces fu el temor lo que invent
sus dioses. El temor en s nada inventa: lo nico que hace es des
pertar al entendimiento para que conjeture y presienta lo verdadero
o lo falso. Por lo tanto, no bien e hombre aprendi a usar su enten
dimiento al ms leve incentivo, es decir, tan pronto consider el
mundo de otro modo que un animal, tuvo que suponer poderosos
seres invisibles que lo ayudan daan. Trat de ganarse o conservar
su amistad, y de esta suerte la religin, verdadera o falsa, acertada
o errnea, fu la primera muestra de los hombres, que con sus con
sejos los consol de su existencia tan oscura, peligrosa e intrincada.
No; t oh eterna fuente de toda la vida, de todas las esencias
y formas, t no dejaste de revelarte a tus criaturas! El agachado
animal siente oscuramente tu poder y bondad al ejercer fuerzas
e inclinaciones de acuerdo con su organizacin: para l es el hombre
la divinidad visible de la tierra. Mas al hombre lo elevaste a que
l mismo, sin saberlo ni quererlo^ escrutara las causas de las cosas,
adivinara sus conexiones y, por lo tanto, te hallara a ti, oh gran
conexin de todas las cosas, esencia de las esencias! l no descubre
lo interior de tu naturaleza porque no ve desde dentro ninguna
fuerza de una cosa; ms an, cuando quiso configurarte, se equi
voc y tena que equivocarse, pues t eres sin forma a pesar -de que
seas la primera causa nica de todas las formas. Y, sin embargo,
aun todo falso resplandor tuyo es luz, y todo altar engaoso que
te erigi, es no slo un monumento inequvoco de tu existencia,
sino tambin del poder del hombre para conocerte y adorarte. Por
consiguiente, la religin, considerada ya como ejercicio del entendi
miento, es la ms elevada humanidad, la ms sublime floracin del
alma humana.
Pero es ms que eso: es ejercicio del corazn humano y el ms
puro encauzamiento de sus facultades y potencias. Si el hombre fu
creado para la libertad y no tiene en la tierra otra ley que la que l
mismo se impone, tiene que convertirse en la criatura ms salvaje
si no conoce pronto la ley de Dios en la naturaleza y como hijo no
aspira a llegar a la perfeccin del padre. Los animales son siervos
natos en la gran mansin de la economa terrenal; el temor servil
ante las leyes y castigos es tambin la nota ms segura del hombre
animal. El verdadero hombre es libre y obedece por bondad y amor,
pues todas las leyes de la naturaleza son buenas cuando las compren
de, y cuando no las comprende se acostumbra a obedecerlas con
simplicidad infantil. Aunque no sigas a gusto decan los sabios,
tienes que seguir; no por eso se altera a causa de ti la regla de la
naturaleza; pero cuanto ms conozcas su perfeccin, bondad y be
lleza tanto ms esta forma viviente te formar a imagen de la divini
dad en tu vida terrena. Por consiguiente, la verdadera religin es una
adoracin infantil de Dios, un remedo de 1o ~ms elevado y bello
que hay en la imagen humana, y, con ello, la ms ntima satisfac
cin, la ms eficaz bondad y amor al prjimo.
Y as se echa de ver tambin que en todas las religiones de la
tierra se ta y a tenido que afiimarHu semejanza mayor o menor
del hombre con Dios, ya sea elevando el hombre a Dios, ya sea redu
ciendo a figura humana al padre del mundo. No conocemos una
figura ms elevada que la nuestra, y para que algo conmueva y haga
humano al hombre, se requiere que se conciba y sienta como hu
mano. As, una nacin sensual ennobleci a la figura humana hasta
la belleza divina; otras, de pensamiento ms espiritual, pusieron las
perfecciones del invisible en smbolos adecuados para el ojo humano.
Aun en los casos en que la divinidad quiso revelrsenos, habl y
actu entre nosotros humanamente, de acuerdo con la modalidad de
cada poca. Nada ennobleci tanto a nuestra figura y naturaleza
como la religin, y eso fu pura y exclusivamente porque la recon-
dujo a su ms pura destinacin.
El hecho de que con la religin se asociara tambin la espe
ranza y la fe en la inmortalidad y de que fuera ella quien las esta
bleciera entre los hombres, es algo que est asimismo en la natura
leza de las cosas, algo casi inseparable del concepto de Dios y de la
humanidad. Cmo? somos hijos del Eterno, a quien en este mando
debemos aprender a conocer y amar imitndolo, a cuyo conocimiento
todo nos incita, a cuya imitacin nos obligan el amor y el dolor, y,
sin embargo, lo conocemos tan oscuramente, lo imitamos tan dbil
y puerilmente, y hasta vemos las razones por que en este organismo
no podemos conocer e imitar de otro modo? Y no habra de ser
posible otro organismo para nosotros, no habra de haber realmente
una continuacin para nuestra mejor y ms cierta disposicin? En
efecto, precisamente stas nuestras fuerzas ms nobles son tan poco
para este mundo y aspiran a salir de l, porque aqu todo sirve a las
necesidades ms apremiantes. Y, sin embargo, con nuestra parte
ihs noble nos sentimos constantemente en lucha con esas necesi
dades; precisamente lo que parece ser el fin del organismo humano,
encuentra en la tierra su lugar de nacimiento, mas en modo alguno
el lugar en que pueda consumarse. Entonces habra que suponer
que la divinidad rompi el hilo y con todos sus preparativos para
la estructura humana no logr en definitiva ms que una criatura
inmatura a quien se engaa con toda su destinacin? En la tierra
todo es fragmentario, y deber serlo por los siglos de los siglos de
suerte que el gnero humano se quede en mero rebao de sombras
que se pone en movimiento con sueos? La religin enlaz aqu
todos los defectos y esperanzas de nuestra especie en la fe y teji para
la humanidad inmortal corona.
V il

EL HOMBRE EST FORMADO PARA LA ESPERANZA


EN LA INMORTALIDAD

No se espere que demos aqu una demostracin metafsica de la


inmortalidad del alma fundndonos en su naturaleza simple, en su
esplritualismo, etc. La fsica no conoce esa naturaleza simple, an
tes bien podra levantar dudas contra ella considerando que slo
conocemos a nuestra alma en un organismo complicado y gracias
a efectos que parecen surgir de una diversidad de estmulos y sen
saciones. La idea ms general es slo resultado de innumerables
percepciones particulares, y la regente de nuestro cuerpo acta sobre
el innumerable ejrcito de fuerzas subordinadas como si local
mente estuviera tambin presente en todas ellas.
Tampoco puede servimos aqu de gua la llamada filosofa de
los grmenes de Bonnet, puesto que en parte no est demostrada en
la intencin del paso a una nueva existencia, y en parte no le co
rresponde. Nadie descubri en nuestro cerebro un cerebro espiri
tual, germen de una nueva existencia, y tampoco es visible en su
estructura la menor' analoga al respecto. El cerebro del difunto nos
queda, y si el capullo de nuestra inmortalidad no tuviera otras fuer
zas, se quedara seco en el polvo. En efecto, a mi juicio esa filosofa
nada tiene que ver con esto, puesto que lo que ahora nos interesa no
es la procedencia de una criatura de jvenes criaturas de su especie,
.sino de la promocin de la criatura agonizante a una nueva existen
cia; por'ercotrario, si fuera exclusivamente verdadera aunque slo
fuera en la generacin terrena y toda esperanza se fundara en ella,
dudas insubsanables s' opondran a esta esperanza. Si est determi
nado eternamente que la flor sea slo flor, el animal slo animal, y
todo estaba mecnicamente en grmenes preformados desde el co
mienzo de la creacin adis esperanza mgica de una existencia
suprema! Estbamos preformados en eterno germen para la exis
tencia presente, n para otra superior; lo que brote de nosotros, son
los grmenes preformados de nuestros hijos, y si el rbol muere
toda la filosofa de los grmenes muere con l.
Por consiguiente, si en esta cuestin importante no queremos
engaarnos con palabras melosas, es preciso que empecemos de ms
hondo y de ms lejos y nos fijemos en toda la analoga de la natu
raleza. No vemos el reino interior de sus fuerzas; por lo tanto, es
tan vano como innecesario pedirle revelaciones internas esenciales de
cualquier estado que sea. Mas a nuestra vista estn los efectos y
formas de sus fuerzas; por consiguiente, podemos compararlos y aca
so juntar esperanzas a base de la marcha de la naturaleza en este
mundo, de toda la semejanza que en ste reina.
LIBRO QUINTO

I '

EN LA CREACIN DE NUESTRA TIERRA IMPERA UNA


SERIE DE ASCENDENTES FORMAS Y FUERZAS

1 . D e s d e la piedra al cristal, desde el cristal a los metales, desde


stos a la creacin de los vegetales, desde los vegetales al animal,
desde ste al hombre, vimos cmo la forma de organizacin asciende,
y con ella tambin las fuerzas e impulsos de la criatura se diversifi
can, hasta que por ltimo se renen todos en la figura del hombre
hasta donde sta puede abarcarlos. La serie se detuvo en el hombre;
no conocemos a ninguna criatura que est por encima de l, que
est organizada de modo ms diverso y artstico; parece que l es lo
ms elevado para lo cual pudiera formarse un organismo terreno.
2. A travs de estas series de seres observbamos hasta donde
lo permita la destinacin particular de cada criatura, una semejanza
dominante de la forma principal que, variando de modo incalcula
ble, se aproximaba cada vez ms a la figura humana. En la profun
didad informada, en el reino de las plantas y zofitos, no poda reco
nocerse an; con el organismo de seres ms perfectos se tomaba ms
clara, el nmero de especies se reduca, desapareca hasta unirse
finalmente en el hombre.
S. As como las figuras, veamos que a l se aproximaban tam
bin las fuerzas e impulsos. Desde la nutricin y propagacin de
los vegetales, el instinto ascenda a la obra artstica de los insectos,
a la tutela domstica y maternal de los pjaros y animales terres
tres y, por ltimo, un a ideas semejantes a las humanas y a activi
dades originales adquiridas por el mismo ser, hasta que al fin se une
todo en la capacidad racional, libertad y humanidad del hombre.
4. En toda criatura, la duracin de su vida se atemper tambin
a los fines de la naturaleza que tena que realizar. La planta se mar
chita pronto; el rbol llega lentamente a su total desarrollo. El
insecto, que trajo al mundo su destreza artstica y se reproduca
pronto y copiosamente, se va pronto de este mundo; a los animales
que crecan ms lentamente, que alumbran de una vez menor n
mero de crias o que estn destinados a llevar una vida de economa
casi racional, se les concedi tambin una vida ms larga, y la ms
larga, en comparacin, con las dems, al hombre. Sin embargo, al
proceder as, la naturaleza, no slo pens en cada una de las cria
turas, sino tambin en la conservacin de toda la especie y de las
otras especies superiores a sta. En consecuencia, los reinos inferio
res no slo estaban ms poblados, sino que adems su vida duraba
ms cuando lo permita el fin de la criatura. El mar, inagotable
fuente de vida, es el que durante ms tiempo conserva sus morado
res, dotados de tenaz vitalidad, y los anfibios, medio seres acuticos,
son los ms prximos a ellos por lo que respecta a la duracin de su
vida. Los moradores del aire, menos pesados por el alimento terres
tre que endurece poco a poco a los animales de tierra, viven en con
junto ms que stos; as, pues, el aire y el agua parecen ser el gran
depsito de los vivientes que luego la tierra destruye y consume en
ms rpidos trnsitos.
5. Cuanto ms organizada est una criatura, tanto ms su or
ganismo se compone de los reinos inferiores. Esta diversificacin
empieza debajo de la superficie terrestre y va en aumento en plantas,
animales, hasta llegar a la estructura ms diversificada: el hombre.
Su sangre y sus elementos de tantos nombres son un compendio del
mundo: cal y tierra, sal y cidos, aceite y agua, fuerzas de vegetacin,
estmulos, sensaciones, estn en l orgnicamente unidos y entrete
jidos entre s.
Entonces, o bien debemos considerar estas cosas como juegos de
la naturaleza (y la inteligente naturaleza nunca juega sin sentido),
o bien nos veremos llevados a suponer tambin un reino de fuerzas
Invisibles_-que se halla precisamente en la misma exacta conexin y
estricta sucesin como las que percibimos en las formaciones exterio
res. Cuanto ms conocemos la naturaleza, tanto ms observamos
las fuerzas inherentes, aun en las criaturas ms nfimas, musgos, hon
gos, etc. En un animal que se reproduce casi inagotablemente, en el
msculo qu"se mueve diversa y vivamente por estmulo propio, son
innegables, y as est todo lleno de una.omnipotencia que obra org
nicamente. N jjab ja^ ^ d ^ uni dnde, tennina, pues
to que donde hay efecto en la areacin hay fuerza, donde la vida se
manifiesta es que h a y jid a interior. Por lo tanto, en todo caso no
slo existe, una-conexin, sino tambin una serie ascendente de fuer
zas en el reino invisible.de la creacin^puesto que las vemos actuar
en su reino invisible, en las formas organizadas.
Ms an, esta conexin invisible d^e_ser jnfinitamentt_.ms^
ntima, continua y progresiva d lo que la serie de formas exteriores
muestra a nuestro torpe sentido.! En- efecto qu es un organismo
sino una masa de un nmero infinito de fuerzas concentradas cuya
mayor parte, precisamente a causa de la conexin, estn limitadas
por otras fuerzas, reprimidas o por lo menos escondidas a nuestros
ojos de suerte que slo en la oscura forma de la nube vemos las dis
tintas gotas de agua, y no, pues, los distintos seres mismos, sino slo
la estructura que obligada por las necesidades del conjunto tuvo que
organizarse as y no de otro modo? La verdadera escala de las cria
turas qu otro reino debe ofrecer a la vista del omnisciente, cun
distinto de aqul de que hablan los hombres! Ordenamos formas
que no acertamos a ver en su integridad, y las clasificamos, como
nios, fijndonos eri miembros particulares u otros indicios. El su
premo administrador ve y mantiene la cadena de todas las fuerzas
apretadas entre s.
Qu tiene que ver esto con la inmortalidad del alma? T odo, y
no slo para .la inmortalMad^d^nuestra alma, sino para la'perdura
"cin de todas las fuerzas que actan y_ viven en la creacin del mun
do. Ninguna fuerza puede perecer, pues qu significara que una
ferzaTpereciera? La naturaleza no nos ofrece ningn ejemplo en
ese sentidfij-ms an: en nuestra alma ni siquiera tenemos un con-
cepfoT'Si es contradiccin que algo sea nada o en nada se convierta,
ms lo es an que un algo viviente y activo, en que est presente el
propio Creador, en que se revela inmanentemente su fuerza divina,
se convierta en nada.'El instrumento puede destruirse por circuns
tancias exteriores; mas as como en ste no puede aniquilarse o des
truirse un solo tomo, tampoco puede aniquilarse o destruirse la
fuerza invisible que acta en ese tomo. Y como en todos los orga-'
nismos observamos que sus fuerzas activas estn tan sabiamente ele
gidas, tan artsticamente ordenadas, tan exactamente calculadas con
vistas a su duracin comn y al desarrollo total de la fuerza princi
pal, sera absurdo creer de la naturaleza que en el instante en que
cesa una combinacin suya, es decir, un estado exterior, no slo se
aparte repentinamente de la sabidura y cuidado, que son lo nico
que la hacen divina, sino que adems los vuelva contra s misma
para emplear toda su omnipotencia (pues no se necesita menos para
eso) en la destrucccin de una sola parte de su viviente conexin, en
la cual ella vive eterna y activamente. Lo que el que todo lo anima
llam a la vida, vive; lo que acta, acta en su eterna conexin.
Como ste no es el lugar indicado para analizar ms estos prin
cipios, limitmonos a mostrarlos en ejemplos. La flor que termin
su floracin, se deshace; es decir, ese instrumento ya no es idneo
para que en l siga actuando la fuerza vegetativa; el rbol, cansado
de dar fruto, muere; la mquina se tom caduca y lo compuesto se
descompone. Pero de ah no se sigue en modo alguno que con esa
descomposicin haya perecido la fuerza que anim esas partes, las
hizo vegetar y propagarse tan poderosamente, ella que dominaba en
ese organismo sobre miles de fuerzas que haba atrado. En todo to
mo de la mquina deshecha subsiste su fuerza interior; cunto ms
no tiene que subsistir la de otros ms poderosos que en esa formacin
gobernaba a todas aqullas para un fin nico y en sus estrechos l
mites actuaba con propiedades omnipotentes.
Y haba de darse esa contradiccin de ideas en la ms pura y
activa de todas las fuerzas que conocemos en la tierra: en el alma
humana? Ella que tanto ascendi por encima de todas las potencias
de organismos inferiores hasta el extremo de que no slo gobierna
como reina miles de fuerzas orgnicas de nuestros cuerpos con una
especie de omnipresencia y omnipotencia, sino que adems (mara
villa de las maravillas) puede mirar en s misma y dominarse. Nada
aventaja en este mundo a la finura, rapidez y eficacia de un pensa
miento humano; nada a la energa, pureza y ardor de una voluntad
humana. Con todo lo que el hombre piensa, remeda a la divinidad
ordenadora; con todo lo que quiere y hace, a la creadora, por irra
cional que sea su pensar, su querer. La semejanza est en la cosa
misma, se funda en la, esencia de su alma. La fuerza que puede co
nocer a Dios, amarlo c imitarlo, y que hasta, de acuerdo con la esen
cia de su razn, tiene que conocerlo e imitarlo aun contra su volun
tad como si dijramos, pues aun en los errores y defectos slo pec
por engao y debilidad; ella, la poderossima regente de la tierra iba
a perecer porque se modifique un estado exterior de la composicin y
se aparten de ella algunos de sus pequeos vasallos? Habra dejado
de ser artista la artista porque se le cayera de la mano el instrumen
to? Dnde quedara aqu toda la coherencia de los pensamientos?

II

NO HAY FUERZA DE LA NATURALEZA SIN RGANO; PERO


EL RGANO NO ES NUNCA LA FUERZA MISMA QUE
ACTA POR M EDIO DE EL

Priestley y otros objetaron a los espiritualistas que en toda la


naturaleza no se conoce un espritu puro y que estamos muy lejos de
comprender an el estado interior de la materia para negar que sta
.tenga pensamiento u otras fuerzas espirituales; creo que ambas ob
jeciones son acertadas. No conocemos a ningn espritu que acte
sin materia y fuera de toda materia, y vemos en sta tantas fuerzas
afines al espritu que una total oposicin y contradiccin de estos
dos entes, espritu y materia, en todo caso muy distintos, me parece,
si no contradictoria en s, por lo menos no demostrada. Cmo po
dran actuar conjuntamente y con ntima armona dos entes que,
totalmente heterogneos, fueran esencialmente opuestos? Y cmo
podemos afirmar que lo sean si no conocemos interiormente el esp
ritu ni la materia?
Cuando vemos actuar a una fuerza, sta acta en todo caso en
un rgano y en l armnicamente; sin l no resulta visible, por lo
menos para nuestros sentidos; en cambio, con l existe en seguida, y
si hemos de creer a la universal analoga de la naturaleza, ella misma
se lo form. Ningn ojo vi grmenes preformados que estuvieran
dispuestos desde la creacin; lo que observamos desde el primer ins
tante de la gnesis de una criatura, son fuerzas orgnicas en accin.
Cuando un ser particular las tiene en s, se reproduce por s solo;
si los sexos estn separados, cada uno de ellos tiene que cooperar a
la organizacin de la descendencia y eso de diferente modo de acuer
do con la diversidad de la estructura. Las criaturas de la naturaleza
vegetal, cuyas fuerzas actan an uniformemente, pero tanto ms
ntimamente, necesitan slo un leve soplo de contacto para animar lo
que ellas mismas generaron; tambin en animales en que el estmu
lo viviente y una vida tenaz impera por todos sus miembros, siendo
pues todo en ellos fuerza de produccin y reproduccin, a menudo-
el fruto slo necesfta ser animado fuera del seno materno. Cuanto-
ms se diversifican las criaturas tanto ms incognoscible resulta lo
que en ellas se llama el germen; es materia orgnica a la cual vienen
a aadirse fuerzas vivientes que son las que le darn la forma de la
futura criatura. Qu efectos tienen que producirse en el huevo de
un pjaro antes de que el fruto adquiera forma y sta se perfeccioner
La fuerza orgnica tiene que destruir al ordenar; junta partes y las-
separa; es ms: parece como si varias fuerzas rivalizaran y quisieran
formar primero un engendro hasta que llegan a su equilibrio y la
criatura se convierte en lo que debe ser segn su especie. Fijndonos-
en estas transformaciones, en estos efectos vivientes lo mismo en el
huevo del pjaro que en las entraas del animal vivparo, me parece
que es impropio hablar de grmenes que se limitaran a desarrollarse-
o de una epignesis en virtud de la cual los miembros se aadieran
desde fuera. La formacin (gnesis) es una accin de fuerzas inter
nas a las cuales la naturaleza prepar una masa que ellas se forman,,
en la cual se tornan visibles. Es la experiencia de la naturaleza; lo-,
confirman los perodos de la formacin en las distintas especies de
una diversidad y plenitud de fuerzas vitales ms o menos orgnicar
slo a base de esto cabe explicar las deformaciones de las criaturas-
por enfermedad, azar o por la mezcla de especies distintas, y este-
camino es el nico que, por decirlo as, nos impone la vigorosa y
pletrica naturaleza en todas sus obras a travs de una progresiva;
analoga.
Se me interpretara indebidamente si se me atribuyera la opinin
de que como algunos se expresaron nuestra alma racional se haya
formado su cuerpo en la entraa materna y por cierto mediante la.
razn. Ya vimos cun tarde empieza a formarse en nosotros la razn,
y que si bien venimos al mundo con capacidad para ella, somos in
capaces de poseerla o adquirirla con nuestras solas fuerzas. Y cmo
sera posible semejante formacin aun para la razn ms madura del
hombre, si no la comprendemos en ninguna parte del interior o del
exterior, y aun la mayor parte de las funciones vitales se opera en
nosotros independientemente de la conciencia y de la voluntad del
alma? Lo que form nuestro cuerpo no fu la razn, sino los dedos
de la divinidad, fuerzas orgnicas. El eterno las haba hecho avanzar
tanto en la gran marcha de la naturaleza que ahora, reunidas por su
mano, encontraron su campo de creacin en un pequeo mundo de
materia orgnica que l puso aparte y hasta escondi para que en l
se formara el joven ser. Armnicamente se combinaron con su he
chura, en la cual, mientras dura, actan armnicamente, hasta que,
gastada sta, el Creador las releva de su servicio y les prepara otro
campo de accin.
Por consiguiente, si vamos a seguir la marcha de la naturaleza, es
notorio:
19 Que aun unidos del modo ms ntimo, rgano y fuerza no
son una sola cosa. La materia de nuestro cuerpo exista, pero infor
me y sin vida, antes de que las fuerzas orgnicas la formaran y ani
maran.
2? Toda fuerza acta en armona con su rgano, puesto que
slo se lo form para revelar su esencia; asimil las partes que el
todopoderoso le aport y que, por decirlo as, le asign como en
voltura.
3? Cuando la envoltura desaparece, subsiste la fuerza que exis
ta ya antes de esa envoltura, aunque en un estado inferior y
asimismo orgnicamente. Del mismo modo que fu posible que de
su estado anterior pasara a ste, lo es tambin que al desprenderse
de esta envoltura pase a un nuevo estado. Quien la trajo aqu, y
por cierto que mucho ms imperfectamente, ya proveer el medio.
Y la naturaleza, siempre igual a s misma, no iba a darnos ya
n a indicacin sobre el medio en que actan todas las fuerzas de la
creacin? En los ms hondos abismos del devenir, donde vemos la
vida en ciernes, percibiremos el elemento inescrutado y tan activo al
cual denominamos con los imperfectos nombres de luz, ter, calor
vital, y que quiz sea el sensorio del Creador de: todo con que l todo
lo anima, a todo da calor. Vertida en miles y millones de organismos,
este celestial torrente de fuego se purifica cada vez ms; tal vez me
diante su vehculo actan en este mundo todas las fuerzas, y el
milagro de la creacin terrenal: la generacin, es inseparable de l.
Acaso tambin la estructura de nuestro cuerpo fu creada precisa
mente para que nosotros mismos, segn nuestras partes ms groseras,
atrajramos hacia nosotros ms de esa corriente elctrica y ms pu-

m
diramos elaborar en nosotros; y en las fuerzas ms primorosas no
hay la burda materia elctrica, sino algo elaborado por nuestro pro
pio organismo, de primor infinito y, no obstante, anlogo a ella: el
instrumento de nuestra sensacin corporal y espiritual. O bien la
accin de nuestra alma no tiene nada de anlogo en este mundo, y
entonces no puede comprenderse cmo acte en el cuerpo ni cmo
otros objetos puedan influir en ella, o bien es ese celestial espritu
luminoso e gneo invisible que corre por todo lo viviente y une todas
las fuerzas de la naturaleza. En el organismo humano alcanz la finu
ra a que poda llegar en una estructura terrenal; mediante ella el al
ma actu casi omnipotente en sus rganos, irradiando en s misma con
nna conciencia que estimula lo ms ntimo de s misma. Mediante
ella, el espritu se llen de noble ardor y gracias a la libre autode
terminacin supo, por decirlo as, colocarse fuera del cuerpo, y hasta
fuera del mundo, y dirigirlo. Por lo tanto, adquiri poder sobre l,
y cuando suena su hora, cuando se disuelve su mquina exterior,
qu ms natural que, de acuerdo con las leyes internas, de accin
eterna, de la naturaleza, atraiga a s lo que se convirti en su modo
de ser y con l se uni ntimamente? Pasa a su medio y ste lo atrae,
o, mejor dicho: t nos atraes y diriges, fuerza divina formadora, di
fundida por doquiera, t, alma y madre de todos los seres vivientes!
T nos guas y formas conducindonos suavemente a nuestra nueva
destinacin!
Y de esta suerte se ace patente, creo yo, la nulidad de las conclu
siones con que los materialistas creen haber aniquilado nuestra in
mortalidad. Supongamos que no conozcamos nuestra alma como es
pritu puro; tampoco pretendemos llegar a conocera como tal.
Supongamos que slo acte como fuerza orgnica; tampoco puede
actuar de otro-modo, y hasta aadir: slo en este estado aprendi
a pensar con un cerebro humano, a sentir con nervios humanos y
a adquirir as alguna razn y humanidad. Supongamos,- por ltimo,
que originariamente sea idntica a todas las. fuerzas de la materia,
del estmulo, del movimiento, de la vida y slo en una fase superior
acte en un organismo desarrollado de modo ms primoroso: acaso
se ha visto jams que pereciera una sola fuerza del movimiento y del
estmulo? Y se pretende que esas fuerzas inferiores con sus rganos
son una sola cosa? Aquel que condujo a m cuerpo innumerable can
tidad de ellas asignando a cada una su hechura, quien coloc a mi
alma por encima de ellas y le asign sus obradores, dotndola con los
nervios de cuerdas mediante las cuales dirige todas esas fuerzas, no
tendr e el gran engranaje de la naturaleza un medio l cual pueda
conducirla? Y no tiene que hacerlo as; l que precisamente de modo
tan milagroso la condujo notoriamente a una formacin ms elevada
a esta morada orgnica?
III

TODO EL ENGRANAJE DE FUERZAS Y FORMAS NO ES


RETROCESO NI ESTANCAMIENTO, SINO PROGRESO

La cosa parece clara de por s, pues no se comprende cmo una


fuerza viviente de la naturaleza pueda paralizarse o retroceder sin
que un gran poder hostil la reduzca y rechace. Actu como rgano
del poder divino, como idea hecha activa de su plan de creacin
eternamente duradero, y as tenan que aumentar sus fuerzas al ac
tuar. Aun todas las desviaciones tienen que conducirla de nuevo al
camino recto; puesto que la bondad suprema tiene medios suficientes
para encaminar de nuevo a la meta la bola que retrocede, dndole
nuevo impulso antes de que caiga. Mas dejemos a un lado la meta
fsica y fijmonos en las analogas de la naturaleza.
Nada en ella est quieto; todo avanza o tiende a avanzar. Si
pudiramos recorrer con la mirada el primer perodo de la creacin,
cmo un reino de la naturaleza se edific sobre otro qu progresin
de fuerzas ansiosas de ir adelante no se hara patente en todo des
arrollo! Por qu nosotros y todos los animales tenemos cal en nues
tros huesos? Porque la cal era uno de los ltimos trnsitos de las
formaciones terrestres ms burdas que en virtud de su configuracin
interna poda servir ya para la estructura sea de un organismo vi
viente. Y as ocurre con todos los dems elementos integrantes de
nuestro cuerpo.
Cuando se cerraron las puertas de la creacin, los organismos
ya elegidos'existn^ comocaminos y'puertas determinados en que en
4s~sfc'esxvo"ir'fuefas inferiores habran de movfse*y~sguir des
arrollndose en los lmites de la naturaleza. Ya no se generaron nue
vas formas; pero se modificaron y jtransformaron por obra de las
mismas fuerzas inferiores, y lo que se llama organismo .no, es .propia
mente sino una gua que las conduce a.una formacin ms elevada.
La primera criatura que aparece^ a, la luz y bajo los rayos del
sol s mustra como una rm alerireino subterrneo, es la planta.
Cules son sus elementos integrantes? Sal, aceite, hierro, azufnf y
todo lo dems que en materia de fuerzas ms primorosas pudo pu
rificar ascensionalmente en ella lo subterrneo. Cmo lleg a estas
partes? Por la fuerza orgnica interior mediante la cual, y con el
auxilio de los elementos, procura apropirselas. Y qu hace con
ellas? Se las atrae, las elabora en su ser y las purifica ms. Por consi
guiente, plantas venenosas y sanas no son sino guiadoras de las partes
ms groseras a las ms primorosas; toda la obra de arte de la planta
estriba en hacer subir lo bajo a lo mas elevado! " _
" Por encimante la planta, de cuyos jugos se nutre, estjel animal.
SlcTTelefate es una tumba de millones de hierbas pero es una
tumba viviente y activa que las animaliza convirtindolas en partes
de s mismo! Las fuerzas inferiores pasan a formas de vida ms pri
morosas; As ocurre con todos los animales carnvoros: la naturaleza
hizo rpidamente el trnsito como si temiera ms que nada una
muerte lenta. Por eso la abrevi y aceler los caminos de transfor
macin a formas de vida superiores. Entre todos los animales, la
criatura de rganos ms delicados: el hombre, es el mximo asesino.
Puede transformar en naturaleza suya casi todo cuanto se halla de
bajo de l en materia de organismos vivientes, con tal de que no sean
demasiado inferiores.
Por qu el Creador eligi esa organizacin de sus reinos vivien
tes en apariencia tan destructora? Eran potencias hostiles que par
ticipaban en la obra y convertan una especie en botn de otra? O
fu slo impotencia del Creador, que no saba otro modo de conservar
a sus hijos? Alejad la envoltura exterior y desaparece la muerte de la
creacin; toda destruccin es un paso a la vida ms elevada, y el
sabio padre hizo este trnsito todo lo temprana, rpida y diversa
mente como poda permitirlo la conservacin de las especies y el goce
de la criatura, destinada a disfrutar de su envoltura y desarrollarla
todo lo posible. Mediante miles de muertes violentas previno la ex
tincin lenta y foment el germen de la fuerza floreciente para llegar
a rganos superiores. Qu es el crecimiento de una criatura sino el
constante esfuerzo de la misma para asociar a su naturaleza varias
fuerzas orgnicas? Para eso estn organizadas las fases de su vida, y
tan pronto deja de poder atender a esa tarea, tiene que periclitar y
morir. La naturaleza despide a la mquina qUe ya no considera capaz
de realizar su finalidad de sana asimilacin y gozosa elaboracin.
En qu se funda el arte del mdico como servidor de la natu
raleza y para prestar auxilio a las fuerzas de nuestro organismo que
trabajan de mil maneras? Reemplaza las fuerzas perdidas, robustece
las debilitadas, atena las prepotentes y las somete. Cmo lo logra?
Yendo a buscarlas y asimilndolas, ya sean de la misma clase u
opuestas, en los reinos inferiores.
No es diferente To que nos dice la generacin de todos los seres
vivientes, puesto que por profundo que sea su misterio, es notorio que
las fuerzas orgnicas de la criatura florecen para la mxima eficacia y
ahora aspiran a nuevas formaciones. Como todo organismo tiene la
facultad de asimilarse fuerzas Inferiores, la tiene tambin, una vez
fortificado con stas, de proseguir su formacin en la floracin de
la vida y de dar al mundo en su lugar la reproduccin de s mismo
con todas las fuerzas que en l actan.
As procede la marcha gradual de la elaboracin a travs de la
naturaleza inferior, e iba a estancarse o a retroceder en la ms noble
y poderosa? Lo que el animal necesita para su nutricin son slo
fuerzas de ndole vegetal para que vivifiquen partes de ndole vege
tal; el jugo de los msculos y nervios ya no sirve para la nutricin de
cualquier ser de la tierra. Aun la sangre satisface solamente a algu
nas fieras, y en aquellas naciones que por pasin o necesidad se han
visto obligadas a consumirla, se han observado tambin declinacio
nes animales cuando cruelmente se decidieron a nutrirse de seres vi
vientes. Por consiguiente, el reino de los pensamientos y estmulos
como lo requiere tambin su naturaleza no ofrece aqu progreso
ni trnsito visibles, y la cultura de las naciones convirti en una de
las primeras leyes del sentimiento humano el no desear como ali
mento a ningn animal que viva an en su sangre. Evidentemente,
todas estas fuerzas son de tipo espiritual; de ah que quiz se hubiera
podido prescindir de muchas hiptesis sobre el jugo nervioso como
si fuera un vehculo tangible de las sensaciones. El jugo nervioso,
cuando existe, mantiene sanos los nervios y el cerebro, de suerte que
sin l seran slo cuerdas y vasos inaprovechables;, su utilidad es,
pues, corporal, y la accin del alma, segn sus sensaciones y fuerzas,
es siempre espiritual, cualesquiera que sean los rganos que empleen.
Y a dnde se dirigen, pues, esas fuerzas espirituales que se sus
traen a toda la inteligencia de los hombres? La naturaleza con su
sabidura corri aqu un velo, y a nosotros, que no tenemos sentidos
para eso, no nos permiti contemplar el reino espiritual de sus trans
formaciones y trnsitos; probablemente, la contemplacin de eso no
se compadecera con nuestra existencia en la tierra y con todas las
impresiones sensibles a las cuales estamos sometidos todava. As,
pues, slo nos expuso trnsitos de los reinos inferiores y slo formas
ascendentes hacia los superiores, pero reservndose para s sus miles
de caminos invisibles por los cuales se efecta el paso, y as el reino
de los nonatos pas a ser la-gran vA.p o el Hades al cual no llega.nin
gn ojo humano. Bien es'verdad que parece oponerse a esta deca
dencia la forma determinada a la cual permanece fiel toda especie y
en la cual no se altera ni siquiera el menor hueso; pero la razn de
eso es tambin visible, puesto que toda criatura slo puede y debe ser
organizada por criaturas de su especie. La slida madre de tanta
riqueza de rdenes determin,- pues, exactamente los caminos por
los cuales haba de llegar a eficacia visible una fuerza orgnica, ya
fuera dominante, ya servidora, y de esta suerte nada puede sustraerse
a sus formas una vez trazadas. En el reino humano, por ejemplo,
reina la mxima diversidad de inclinaciones y propensiones, que a
menudo nos asombran parecindonos milagrosas o contrarias a la
naturaleza, pero no las comprendemos. Y como stas tampoco po
dan carecer de fundamento orgnico, si nos es permitido arriesgar
una conjetura sobre esa oscuridad de los obradores de la creacin,
podramos decir que el gnero humano es la gran confluencia de
fuerzas orgnicas inferiores que le correspondan para la formacin
de la humanidad.
Pero y luego? El hombre ostent aqu la imagen de la divinidad
y goz de las organizaciones ms primorosas que poda darle la tierra;
tendr que volver atrs y convertirse de nuevo en tronco, planta,
elefante? O bien se detuvo en l la rueda de la creacin y no se
dispone de otra de que ecfiar mano? Lo ltimo resultaTnconcebible,
ya que en el reino de la suprema bondad y sabidura todo est un3o,
y una fuerza acta en otra en eterna conexin. Demos una mirada
retrospectiva y veamos cmo detrs de. nosotros todo parece madurar
para llegar a la hechura humana, y en el hombre, de aquello qu" l
est d^stniaJK~a"ser'y'"^para^"cal f dliB eradamente formado,
tampoco se encuentra ms que el primer cpull y^preparacin; por
IofnJ,"Tda la conexin, toda la intencin de la naturaleza tendra
que ser un sueo, o bien tambin l adelanta (cualesquiera que sean
los camino y marchas) , adelanta cada vez ms. Veamos cmo toda la
disposicin de la naturaleza humana apunta a este resultado.

IV

EL REINO DE LA ORGANIZACIN HUMANA ES UN SISTEMA


DE FUERZAS ESPIRITUALES

La duda ms egregia que se suele hacer contra la inmortalidad


de las fuerzas orgnicas, se ha tomado de los instrumentos mediante
los cuales actan; y yo puedo sostener que precisamente la ilumina
cin de esa duda nos enciende la mxima luz, no slo de esperanza,
sino tambin de confianza en que proseguir eternamente su accin.
Ninguna flor florece gracias al polvo extemo que constituye el tosco
elemento integrante de su estructura; mucho menos se reproduce
gracias a l un animal que siempre crece; y menos an una fuerza
ntima de tantas fuerzas unidas con ella, como es nuestra alma, puede
pensar mediante los elementos en que se disuelve un cerebro. Hasta
la fisiologa nos convence de esto. La imagen externa que se pinta
en el ojo, no llega a nuestro cerebro; el sonido que choca con nuestro
odo, no llega mecnicamente como tal a nuestra alma. No hay nin
gn nervio tan extendido que vibre hasta un punto de unin; en
algunos animales ni siquiera los nervios de los dos ojos, y en ninguna
criatura los de todos los sentidos, se juntan de modo que un punto vi
sible los una. Menos puede decirse esto de los nervios de todo el cuer
po, a pesar de que el alma se sienta presente en el menor de sus miem
bros y acte en l. Por lo tanto, es una idea fisiolgica muy endeble el
imaginar que el cerebro piense por s mismo o que el jugo nervioso
sienta por s mismo, antes bien, en virtud de todas las experiencias,
son leyes psicolgicas propias las que rigen las operaciones del alma
y de acuerdo con las cuales combina sta sus conceptos. El hecho de
que eso ocurra todas las veces de acuerdo con su rgano y en armona
con l, de que cuando el instrumento no sirve, nada pueda hacer
tampoco la artista-, etc., todo esto no ofrece la menor duda, pero tam
poco afecta para nada al concepto de la cosa. Lo que interesa aqu
es el modo como acta el alma, la esencia de sus conceptos. Y en
tonces:
1. Es innegable que el pensamiento, y aun la primera percep
cin con que el alma se representa un objeto exterior, es algo to
talmente diferente de lo que el sentido le proporciona. Lo denomi
namos imagen; pero no es la imagen, es decir, el punto luminoso
que se pinta en el ojo y que ni siquiera llega al cerebro; la imagen
del alma es un ente espiritual, creado por ella misma a instigacin
de los sentidos. Del caos de las cosas que la rodean provoca una
figura en la cual se fija con atencin, y as mediante un poder inter
no crea de lo mucho un uno que le pertenece exclusivamente. Y pue
de restablecerlo de nuevo aun cuando ya na est ah; el sueo y la
poesa pueden combinarlo tambin de acuerdo con leyes totalmente
diferentes de aqullas con que lo expone el sentido, y as lo hacen
realmente. Los delirios df los enfermos, que tan a menudo se citan
como testigos de la materialidad del alma, son precisamente testigos
de su inmaterialidad. Escchese al demente y obsrvese la marcha,
que sigue su alma. Parte de la idea que lo conmovi tan a fondo y
que, por lo tanto, estrope su istrumento y perturb la conexin
con otras sensaciones. A ella lo refiere entonces todo, porque es la
dominante y l no puede desprenderse de ella; para ella se crea l
su propio mundo, una propia conexin de pensamientos, y cada uno
de sus extravos en la combinacin de ideas es espiritual en la m
xima medida. No combina segn la situacin de los compartimientos
del cerebro, i siquiera tal como se le aparecen las sensaciones, sino
en la medida en que otras ideas sean afines a su idea, buscando so
lamente el modo de obligar a aqullas a pasar a sta. El mismo ca
mino siguen todas las asociaciones de nuestras ideas; pertenecen a
un camino que a base de la energa propia y a menudo con pere
grina idiosincrasia provoca recuerdos y une ideas segn interno
amor o aversin, no ajustndose a una mecnica exterior. Deseara
que hombres sinceros observaran el proceso de su corazn y que ob
servadores sagaces, en particular mdicos, dieran a conocer las pecu
liaridades que observaran en sus pacientes, y estoy convencido de que
arrojaran puras pruebas de efectos de un ente, ciertamente orgnico,
pero autnomo, que acta con sujecin a leyes de la combinacin
espiritual.
2. Lo mismo demuestran la formacin artificial de nuestras ideas
desde la infancia y la marcha lenta con que el alma no slo tarda
mente adquiere conciencia de s misma, sino que tambin con es
fuerzo aprende a usar sus sentidos. Ms de un psiclogo observ los
expedientes mediante los cuales un nio adquiere concepto del color,
Ja figura, la magnitud, la distancia, y mediante los cuales aprende
a ver. El sentido corporal nada aprende, pues la imagen se pinta
en el ojo desde el primer da, como se pintar el da ltimo de la
-vida; pero el alma mediante el sentido aprende a medir, comparar,
sentir espiritualmente. A eso le ayuda el odo, y no cabe la menor
duda de que el lenguaje es un medio de formacin de ideas espiri
tual, no corporal. Slo un loco puede confundir el sonido y la pa
labra, y la misma diferencia que hay entre ambos, hay tambin entre
cuerpo y alma, entre rgano y fuerza. La palabra hace pensar en la
idea y nos la pasa de otro espritu al nuestro: pero no es la idea
misma, como tampoco el rgano material es pensamiento. As como
el cuerpo aumenta con los alimentos, as aumenta nuestro espritu
con las ideas y hasta observamos en l las leyes de asimilacin, cre
cimiento y reproduccin, aunque no de modo corporal, sino de un
modo que le es peculiar. Tambin l puede tomar alimento en ex
ceso hasta el punto que no pueda apropirselo y asimilarlo; tambin
l tiene una. simetra de sus fuerzas espirituales y toda desviacin
de ella es enfermedad, ya sea debilidad o fiebre, es decir, locura;
por ltimo, tambin l conduce este negocio de su vida interior con
una fuerza genial en la cual, como en la vida terrena, se manifiestan
el amor y el odio, la aversin contra lo heterogneo a l y la incli
nacin hacia lo que es de su naturaleza. En na palabra: se forma
en nosotros (hablando sin exaltacin) un hombre espiritual interior
que es de su propia naturaleza y utiliza al cuerpo solamente como
instrumentos; ms an: que en virtud de su propia naturaleza acta
aun en los peores trastornos de los rganos. Cuanto ms el alma
se separa de su cuerpo por enfermedad o por estados violentos de las
pasiones, vindose obligada, por decirlo as, a moverse por su propio
mundo de ideas, tanto ms curiosos son los fenmenos que de su pro
pio poder y energa observamos en la creacin o combinacin de
ideas. Por desesperacin vaga ahora en los escenarios de su vida an
terior, y como no puede renunciar a su naturaleza y a su tarea de
formar ideas, se prepara ahora una nueva brbara creacin.
3. La conciencia ms clara, ese gran privilegio del alma humana,
se le fu incorporando a sta paulatinamente de modo espiritual y
gracias a la humanidad. Un nio tiene an poca conciencia, a pesar
de que su alma se ejerza incesantemente para llegar a tenerla y por
cerciorarse de s mismo mediante todos sus sentidos. Todo su afn
de conceptos tiene por finalidad recordar, por decirlo as, el mundo
de Dios y alegrarse de su existencia con energa humana. El animal
vaga an en oscuro sueo; su conciencia se halla difundida en
tantos estmulos del cuerpo y poderosamente recubierta por ellos,
que no era posible para su organismo el claro despertar a un ejercicio
progresivo del pensamiento. Tambin el hombre se percata de su
estado sensible slo mediante sus sentidos, y no bien stos sufren,
no es de extraar que una idea dominante lo arranque aun de su
propio reconocimiento y represente consigo mismo un drama trgico
o jocoso. Pero aun ese arrebato a un pas de ideas vivas, muestra una
energa interior en la cual se pone de manifiesto la fuerza de su
conciencia, de su autodeterminacin, a menudo por los caminos
ms extraviados. Nada concede al hombre un sentimiento tan pecu
liar de su existencia como el conocimiento, el conocimiento de una
verdad conquistada por nosotros mismos, que es de nuestra natura
leza interior, y en el cual a menudo desaparece para nosotros toda
visibilidad. El hombre se olvida a s mismo; pierde la medida del
tiempo y de sus fuerzas sensibles cuando lo llama un pensamiento
superior y se lanza en pos de l. Los ms espantosos tormentos del
cuerpo pudieron ser reprimidos por una sola idea viviente que en
aquellos momentos dominara en el alma. Hombres dominados por
un afecto, sobre todo por el ms vivo y puro de todos: el amor a
Dios, despreciaron la vida y la muerte y en ese abismo de todas
las ideas se sintieron como en el cielo. La tarea ms ordinaria nos
resulta pesada cuando slo la hace el cuerpo; pero el amor nos torna
fcil el asunto ms difcil, nos proporciona alas para el esfuerzo ms
penoso y ms lejano. Para l desaparecen espacios y tiempos; siempre
est en su punto, en el propio pas de las ideas. Esta naturaleza del
espritu se manifiesta an en los pueblos ms salvajes; no importa
por qu luchen: luchan bajo el imperio de las ideas. Aun el canbal
llevado de su sed de venganza y audacia, aspira a gozar de un esp
ritu, bien que de modo atroz.
4. Todos los estados, enfermedades y propiedades del rgano
no pueden, pues, desencaminamos a considerar como primitiva la
fuerza que en ellos acta. La memoria, por ejemplo, es diferente
segn la distinta organizacin de los hombres; en unos se forma y
mantiene por imgenes, en otros por signos de abstraccin, pala
bras y hasta nmeros. En la juventud, cuando el cerebro est blan
do, es viva; en la vejez, cuando el cerebro se ha endurecido, se toma
indolente y se aferra a antiguas ideas. Lo mismo ocurre con las
dems fuerzas del alma; todo lo cual no puede ser de otro mo
do si una fuerza acta orgnicamente. Sin embargo, obsrvense
tambin aqu las leyes de la conservacin y remozamiento de las
ideas; todas ellas son espirituales, no corporales. Hubo hombres
que perdieron la memoria de ciertos aos, y hasta de ciertas partes
de la oracin, nombres, sustantivos y aun algunas letras y signos;
pero conservaron la memoria de los aos anteriores, el recuerdo de
otras partes de la oracin y el libre uso de las misma; el alma qued
encadenada a ese nico miembro porque el rgano sufra. Si el
engranaje de sus ideas espirituales hubiese sido material, el alma,
de acuerdo con esos fenmenos, hubiera debido vagar por el cerebro
y anotarse ciertos aos, sustantivos y nombres; o bien, si las ideas
se endurecen con el cerebro, tendran que endurecerse todas, y sin
embargo, los ancianos conservan an muy vivamente los recuerdos
de la juventud. En una poca en que, en consonancia con su r
gano, el alma no puede combinar rpidamente las ideas o pensarlas
a fondo con ligereza, se atiene con tan mayor firmeza al patri
monio adquirido en ss mejores aos, del cual dispone como de su
propiedad. Inmediatamente antes de la muerte y en todos los es
tados en que se siente menos encadenada al cuerpo, ese recuerdo
se despierta con toda la vivacidad de la alegra juvenil, y la felicidad
de los ancianos y la alegra del moribundo se fundan en gran parte
en eso. Desde que se empieza a vivir, parece que nuestra alma no
tiene sino una tarea: adquirir figura interior, forma de humanidad,
y sentirse sana y alegre en ella como el cuerpo en la suya. En esa
tarea trabaja tan incansablemente y con tal simpata de todas sus
fuerzas como pueda trabajar por su salud el cuerpo que, cuando
sufre una parte, lo siente en seguida totalmente y pone erx juego
jugos como puede para, subsanar la falla y curar la herida. Del
mismo modo trabaja el alma en su salud siempre caduca y a menu
do falsa, ora con buenos medios, ora con medios engaosos, para
tranquilizarse y seguir actuando. Es maravilloso el arte que a este
efecto pone en juego, e inmensa la reserva de medios auxiliares y
curativos que sabe procurarse. El da que se estudie la semitica
del alma como la del cuerpo, se descubrir en todas sus enfermedades
su naturaleza espiritual, tan peculiar que las conclusiones de los ma
terialistas se desharn cual la niebla ante el sol. Ms an, para
quien est convencido de esta vida interior de su yo, todos los es
tados exteriores en que el cuerpo se transforma incesantemente
como toda materia, resultarn con el tiempo meros trnsitos que
no afectan a su esencia; se pasa de este mundo a otro tan imper
ceptiblemente como pasa del da a la noche o de una edad de la
vida a otra.
El Creador nos concede todos los das una experiencia propia
de lo poco que hay en nuestra mquina que sea inseparable de nos
otros e inseparable entre s. Es el hermano de la muerte: el sueo
balsmico. Con el dedo de su suave contacto separa las operaciones
ms importantes de nuestra vida; nervios y msculos descansan, ce
san las impresiones sensoriales: y, no obstante, el alma sigue pen
sando en su propia tierra. No est ms separada del cuerpo de lo
que lo estaba en la vigilia, como lo demuestran las sensaciones
que a menudo se mezclan con el sueo, y, sin embargo, aun en el
sueo ms profundo sigue actuando segn sus propias leyes, sin
que nos acordemos de lo que entonces soamos a menos que nos
convenza de ello un repentino despertar. Ha habido muchas per
sonas que observaron que en sueos tranquilos hasta seguan im
perturbablemente la misma serie de ideas, distinta de la del estado
de virgilia, movindose siempre en un solo mundo las ms veces
de juvenil animacin y ms hermoso. Las sensaciones del sueo son
en nosotros ms vivas, sus afectos ms ardientes, las combinaciones
de ideas y posibilidades resultan en l ms fciles, nuestra mirada es
ms serena, la luz cuyo esplendor nos rodea, ms bella. Cuando
nuestro sueo es sano, nuestra marcha se torna a menudo vuelo,
nuestra figura es ms alta, nuestra resolucin ms vigorosa, nuestra
actividad ms libre. Y aunque todo esto dependa del cuerpo por
que cualquier estado de nuestra alma, aun el ms insignificante,
tiene que estar necesariamente en armona con l mientras sus fuer
zas acten tan ntimamente incorporadas a l, toda experiencia, sin
duda singular, del dormir y soar, que nos causara el mximo
asombro si no estuviramos acostumbrados a ella, nos ensea que
ciertos rganos pueden separarse de nuestra mquina, y la fuerza
suprema acta a base de meros recuerdos de modo ms ideal, ms
vivo, ms libre. Como todas las causas que nos producen el sueo
y todos sus sntomas corporales son una analoga de la muerte, no
slo por una manera de hablar, sino fisiolgica y realmente, por
qu no habran de serlo tambin sus sntomas espirituales? Y as,
cuando por enfermedad o cansancio nos sobrevenga el sueo de la
muerte, nos queda la esperanza de que, al igual que el sueo, slo
enfriar la fiebre de la vida, modificar suavemente el movimiento
demasiado uniforme y continuado por largo tiempo, curar ms
de una herida incurable en esta vida- y preparar el alma pra un
alegre despertar, para el goce de una nueva aurora de juventud. Y
as como en el sueo nuestras ideas vuelven a la juventud, as como
en l, libertados slo a medias de algunos rganos, pero concentrados
en nosotros mismos, nos sentimos ms libres y ms activos, as t
tambin, reparador sueo de la muerte, volvers a darnos halaga
doramente la juventud de nuestra vida, los momentos ms bellos y
poderosos de nuestra existencia hasta que despertemos en su imagen,
o mejor dicho: en la imagen ms hermosa de una juventud celestial.
V

NUESTRA HUMANIDAD ES SLO EJERCICIO PRELIMINAR,


CAPULLO DE UNA FLOR FUTURA

Vimos que la finalidad de nuestra existencia actual se endereza


a la formacin de la humanidad, y todas las bajas necesidades de la
tierra se limitan a servirla y aun a ella han de conducir. Nuestra
capacidad racional debe formarse para la razn, nuestros sentidos
ms primorosos para el arte, nuestros instintos para la autntica li
bertad y belleza, nuestras fuerzas motoras para el amor al prjimo;
o bien nada sabemos de nuestra destinacin, y la diosa nos enga
con todos sus dispositivos de interior y exterior (blasfemia que ni
siquiera tiene sentido), o bien podemos estar tan seguros de esta
finalidad como de Dios y de nuestra existencia.
Y cun raras veces se alcanza en este mundo esta finalidad
eterna, esta finalidad1 sin fin? Hay pueblos enteros que tienen la
razn prisionera de la animalidad, y buscan la verdad por los ca
minos ms equivocados y con el descuido y la perversidad corrompen
la belleza y la sinceridad para las cuales nos cre Dios. Son pocos
los hombres para quienes la humanidad semejante a Dios en el sen
tido puro y amplio de la palabra constituya el verdadero culto de
la vida; los ms slo tarde empiezan a pensar en eso, y aun en los
mejores los bajos instintos rebajan a la condicin de animal al hom
bre sublime. Quin puede decir entre los mortales que alcance o
haya alcanzado la imagen pura de la humanidad que en l se es
conde?
Por consiguiente, o bien el Creador se equivoc con la meta
que nos propuso y con la organizacin que tan artsticamente com
bin para lograrla, o esa meta est ms all de nuestra existencia y
la tierra es slo lugar de ejercicio, morada de preparacin. Eviden
temente, en ella tuvieron que asociarse an muchas cosas bajas con
lo ms sublime, y el hombre en conjunto slo se elev un pequeo
peldao por encima del animal. Ms an, entre los hombres
mismos tena que darse la mxima diversidad, puesto que todo
es tan heterogneo en la tierra y en muchas regiones y situaciones
nuestra especie se halla muy agachada bajo el yugo del clima y de
la miseria. Por lo tanto, el proyecto de la Providencia formadora
debi abarcar con una mirada todas esas fases, esas zonas, esas de
generaciones y saber conducir al hombre ms all en todas ellas,
del mismo modo que paulatinamente conduce a un nivel ms ele
vado las fuerzas inferiores sin que ellas se percaten. Es curioso y, no
obstante, innegable que entre todos los moradores de la tierra sea
el gnero humano el que ms lejos se queda de la meta de su des
tinacin. Todo animal alcanza lo que tiene que alcanzar con su or
ganizacin; el hombre es el nico que no lo alcanza, precisamente
porque su meta est tan alta, tan lejos, tan infinita, y l empez
en nuestra tierra tan bajo, tan tarde, con tantos obstculos exte
riores e interiores. Para el animal, el don maternal de la natura
leza: su instinto, es gua segura; en la mansin del padre supremo
sigue siendo un siervo y tiene que obedecer. El hombre est ya en
ella con la condicin de hijo y, salvo algunos instintos necesarios,
se ve obligado a aprender primero todo cuanto corresponde a la
razn y a la humanidad. Lo aprende, pues, imperfectamente porque
con la simiente del entendimiento y de la virtud hereda tambin
prejuicios y malas costumbres y en su marcha hacia la verdad y
libertad del alma se halla agobiado de cadenas que provienen de
los comienzos de su especie. Las huellas dejadas por hombres divi
nos que lo precedieron o lo rodean, se confundieron y juntaron
con tantas otras por las que pasaron bandidos y animales; por des
gracia stos fueron a menudo ms eficaces que aquellos pocos hom
bres'elegidos, grandes y buenos. En consecuencia, habra que acusar
a la Providencia (y as lo hicieron muchos) porque dej al hombre
tan contiguo al animal y, ~a pesar de que no tena que ser animal,
le negara el grado de luz, firmeza y seguridad que en vez del ins
tinto sirviera a su razn; o bien este comienzo tan mezquino es
precisamente testigo de su infinito progreso: Es que el hombre tie
ne que conquistar por s mismo mediante el ejercicio este grado
de luz y seguridad, para que bajo la gua de su padre se convierta
en noble pretendiente por su propio esfuerzo, como as ser. As
tambin el semejante al hombre ser hombre: tambin el capullo
enrigidecido y agotado por el fro y el ardor del sol adquirir su
verdadera figura, su entera y genuina belleza.
Y as podemos sospechar tambin fcilmente lo nico que de
nuestra humanidad puede pasar a aquel mundo; es precisamente
esta humanidad semejante a Dios, el capullo cerrado de la verda
dera figura de la humanidad. Todo lo msero de esta tierra es
slo para ella; dejamos para las piedras la cal de nuestros huesos
y devolvemos a los elementos lo suyo. Todos los impulsos sensibles,
en los cuales servimos como los animales a la economa terrena,
cumplieron su tarea; en el hombre tenan que ocasionar sentimien
tos y esfuerzos ms nobles, y con ello se cumple su tarea. La ne
cesidad de alimento haba de incitarlo al trabajo, a la sociedad, a
la obediencia a las leyes y organizacin, y colocarlo bajo un yugo
saludable, indispensable en la tierra. El instinto de los sexos haba
de plantar aun en el pecho del monstruo, la sociabilidad, el amor
paternal, conyugal, filial y hacerle agradables los pesados y peno
sos esfuerzos requeridos para su especie porque en efecto los hace
por ios suyos, por su carne y sangre. sa es la intencin que tuvo
la naturaleza en todas las necesidades de la tierra: cada una de
ellas tena que ser el manto materno que envolviera uno de los gr
menes de humanidad. Felizmente si nace! Bajo los rayos de un sol
ms bello se tornar flor. La belleza, la verdad y el amor fueron los
objetivos hacia los cuales aspira el hombre en cada uno de sus es
fuerzos, aunque l mismo no tenga conciencia de ello y a menuda
por caminos tan equivocados; el laberinto se desenredar, desapa
recern las mgicas figuras seductoras, y cada cual ver, de cerca
o de lejos, no slo el punto central al cual conduce su camino,,
sino que t misma, maternal Providencia, bajo la figura del genio
y del amigo que necesita, lo conducirs a l con la indulgencia
de tu suave m ano1.
En consecuencia, el buen Creador nos escondi la figura de ese
mundo para no atarantar a nuestro cerebro ni hacerle concebir una
errnea predileccin por l. Sin embargo, si examinamos la marcha
de la naturaleza en las especies que nos son inferiores y observa
mos cmo la formadora aleja paso a paso lo innoble y atena la
necesidad y cmo, en cambio, cultiva lo espiritual, hace ms pri
moroso lo primoroso y anima ms bellamente lo- bello, podemos
confiar con seguridad que su invisible mano de artista har flore
cer sin duda nuestros capullos de humanidad en esa existencia en
una figura que sea propiamente la verdadera figura divina del hom
bre y que ninguna mente terrena sera capaz de imaginar en su
sublimidad y belleza. Por consiguiente, en vano sera que fanta
seramos, aunque yo estoy convencido de que todos los estados de
la creacin concuerdan del modo ms exacto, y tambin de que la
fuerza orgnica de nuestra alma pone en sus ejercicios ms puros
y espirituales el fundamento de su figura venidera. O bien, por
lo menos, de que, aun sin saberlo ella misma, teje la tela que du
rante tanto tiempo le servir de vestidura, hasta que los rayos de un
sol ms bello despierten sus ms profundas fuerzas que ella misma ig
nora, sera osada que intentramos trazar al Creador las leyes de la
formacin en un mundo cuyo funcionamiento conocemos an tan
poco. Bstenos que todas las transformaciones que observamos en
los reinos inferiores de la naturaleza sean perfeccionamientos, j
que, por lo tanto, nos insinen el aspecto de un mundo que por
causas superiores seramos incapaces de mirar. La flor se ofrece a
nuestra mirada primero como retoo seminal, luego como germen;
el germen se toma capullo y slo entonces se abre la flor que em
i Por qu caminos se har esto; qu filosofa de la tierra podra d ar
certidumbre sobre este punto? Siguiendo nuestra obra hallaremos los sistemas
de los pueblos de la metempsicosis y otras purificaciones y expondremos su
origen y finalidad. Mas todava no ha llegado el momento en nuestra exposicin.
pieza a recorrer las fases de su vida en esta economa de la tierra.
Efectos finales y transformaciones semejantes existen en varias cria
turas, entre las cuales la mariposa ha pasado a la categora de sm
bolo. Mirad cmo se arrastra la oruga cediendo a un tosco instinto
de saciar su hambre; llega su hora y un cansancio de muerte se apo
dera de ella; se torna rgida, se enrosca en s misma, tiene ya en s
la trama de su sudario como tambin en parte los rganos de su
nueva existencia. Entonces trabajan sus anillos y se ponen en ten
sin las fuerzas orgnicas internas. La transformacin se opera len
tamente al principio y parece destruccin; diez patas quedan en la
piel desprendida, y la nueva criatura tiene an miembros informes.
Poco a poco se forman stos y adquieren su aspecto normal; pero
la criatura no despierta hasta que existe totalmente; entonces se
lanza a la luz y se opera rpidamente el ltimo desarrollo. En po
cos minutos, las tiernas alas aumentan cinco veces el tamao que
tenan debajo del sudarlo; estn dotadas de fuerza elstica y de
todo el esplendor de los rayos que pueda haber bajo este sol, nu
merosas y grandes para llevar la criatura como en alas del cfiro.
Toda su estructura se ha modificado; en vez de las toscas hojas
para las cuales estaba formada antes, goza ahora del roco de nctar
de la urea corola de las flores; en vez del grosero instinto de ali
mentarse sirve ahora a otro ms primoroso; el amor. Quin sos
pechara en la figura de oruga a la futura mariposa? quin reco
nocera que ambas son la misma criatura si no nos lo enseara la
experiencia? Y ambas existencias no son sino fases de la vida de
un mismo ser y en la misma tierra donde el ciclo orgnico empieza
de nuevo como antes; qu hermosas metamorfosis deben descansar
en el seno de la naturaleza en las cuales ser ms vasto su ciclo org
nico, y las fases de la vida que ella desarrolla abarquen ms de
un mundol Espera, pues, oh hombre, y no profetices! Se te man
tiene escondido el premio por el cual luchas! Desprndete de lo
que no es humano, aspira a la verdad, bondad y belleza semejante
a Dios; si as lo haces, no puedes dejar de alcanzar la meta!
Y as nos muestra la naturaleza tambin en estas analogas de
criaturas en formacin, es decir, en trnsito, por qu entreteji el
letargo mortal en su reino de figuras. Este letargo es el anonada
miento benfico que envuelve a un ser cuyas fuerzas orgnicas as
piran a nuevo desarrollo. La criatura misma con su conciencia
mayor o menor no es lo bastante fuerte para abarcar o regir su
lucha; por lo tanto, se aletarga para despertar solamente cuando
est totalmente desarrollada. En consecuencia, el sueo de la muer
te' es tambin benvola atencin paternal, un opio saludable bajo
cuyo efecto concentra la naturaleza sus fuerzas y cura al enfermo
aletargado.
VI

EL ESTADO ACTUAL DE LOS HOMBRES ES


PROBABLEMENTE EL MIEMBRO DE ENLACE ENTRE
DOS MUNDOS

Todo est enlazado en la naturaleza; un estado tiende a otro


y lo prepara. Por lo tanto, si el hombre cerr la cadena de la or
ganizacin terrenal siendo su miembro ltimo y ms elevado, pre
cisamente por eso l empieza tambin la cadena de una especie
de criaturas superior, de la cual l es el miembro ms bajo; de
ah que-probablemente sea el anillo intermedio entre dos sistemas
de la creacin enlazados. En la tierra ya no puede pasar a otra
organizacin, de lo contrario tendra que retroceder dando vueltas
en un crculo; no puede detenerse porque ninguna fuerza viva
descansa en el reino*de la bondad ms activa; por lo tanto, tiene
que haber ante l una fase que est tan contigua a l y, no obstan
te, por encima de l, del mismo modo que l, adornado con las
ms nobles excelencias, linda con el animal. Esta perspectiva, b i
sada en todas las leyes de la naturaleza, es la nica que nos da la
clave de la milagrosa aparicin del hombre y por ende la nica
filosofa de la historia humana. En efecto:
'1?: Ahora se aclara la peregrina contradiccin en que se mues
tra el hombre. Como animal, sirve a la tierra y siente apego a ella
por ser su morada; como hombre, tiene en s la simiente de la in
mortalidad que requiere ser plantada en otro huerto. Como animal,
puede satisfacer sus necesidades, y . los hombres que con ellas se
contentan, se encuentran muy bien en este mundo. Mas tan pronto
el hombre sigue a una inclinacin superior, por todas partes ve
lo imperfecto , y fragmentario; lo ms noble nunca termina en la
tierra, lo ms puro raras veces adquiri consistencia y duracin;
para las fuerzas de nuestro espritu y corazn, este escenario nun
ca ser sino una morada de ejercicio y prueba. Lo demuestra.hasta la
saciedad la historia de nuestro linaje con sus ensayos, destinos, em
presas y revoluciones. Aqu y all apareci un sabio, uno bueno,
y sembr ideas, consejos y Hazaas en la marea de los tiempos; al
gunas olas se movieron en derredor de l, mas la corriente las arras
tr y borr sus huellas; la joya de sus nobles propsitos se fu a
fondo.; Los locos pudieron ms que los consejos de los sabios, y
prdigos heredaron los tesoros del espritu que sus padres, haban
reunido. As como la vida del hombre no est calculada en este
mundo para una eternidad, tampoco la tierra redonda, con su in
cesante movimiento, es un taller de obras de arte permanentes, un
jardn de plantas eternas, un palacio destinado a servir de mansin
eterna. Venimos y nos vamos, cada instante trae a la tierra a miles
y se lleva de ella a otros miles; es una mansin de peregrinos, es
trella errante a la cual llegan aves de paso que rpidamente se ale
jan de ella. El animal vive toda su vida, y aunque en virtud de fines
superiores no la viva toda segn los aos, siempre alcanza su in
trnseca finalidad, sus habilidades existen y el animal es lo que
debe ser. Slo el hombre est en contradiccin consigo mismo y con
la tierra, puesto que la criatura ms desarrollada entre todos los
organismos es al mismo tiempo la menos desarrollada por lo que
afecta a su propia' disposicin nueva, aunque se vaya del mundo
hastiado de la vida. La causa es notoriamente que su estado, el l
timo para esta tierra, es al mismo tiempo el primero para otra exis
tencia, con respecto al cual parece un nio en sus primeros ejer
cicios. Representa, pues, dos mundos a la vez, y en eso estriba la
duplicidad aparente de su ser.
2? En seguida se hace patente qu parte ser la preponderan
te en este mundo. La mayor parte del hombre es animal; para la
condicin humana slo trajo al mundo la capacidad, que tiene que
desarrollarse en l con pena y diligencia. Qu pocos son aqullos en
que se desarrolla como es debido! y aun en los mejores cun pri
morosa y delicada es la flor divina que en ellos se levanta! Durante
toda la vida dominar el animal en el hombre, y los ms se acomo
dan a que los domine. Incesantemente el animal tiende a rebajar
lo, mientras el espritu pretende elevarlo y el corazn llevarlo a un
sector ms amplio, y como para una criatura sensual el presente es
siempre ms vivo que lo lejano, y lo visible influye en ella ms
poderosamente que lo invisible, fcil es juzgar de qu lado se in
clinar la balanza. Cun pocas son las alegras puras, cun poco
el conocimiento y virtud puros de que es capaz el hombre! Y aun
que lo fuera, cun poco acostumbrado est a ellas! Los ms no
bles vnculos de este mundo son entorpecidos por bajos instintos,
as como la travesa de la vida lo es por vientos contrarios, y el
Creador, severo en su misericordia, mezcl ambos trastornos para que.
uno aplacara al otro y parai educar los retoos de inmortalidad que
hay en nosotros ms por vientos speros, que por suaves cfiros. El
hombre que ha sufrido muchas pruebas aprendi mucho; el indolen
te y ocioso no sabe qu hay en l, y menos an sabe por gozoso senti
miento propio aquello que puede hacer y de que es capaz. La vida
es, pues, una lucha, y la flor de la condicin humana pura, inmor
tal, una corona difcil de conquistar. Los corredores tienen la meta
al final; los que luchan por la virtud recibirn la corona en la
muerte.
3? Por lo tanto,. si hay criaturas superiores que nos contem-
pen, acaso nos consideren como nosotros a las especies intermedias
con que la naturaleza pasa de un elemento a otro. El avestruz agita
pesadamente sus alas slo para correr, no para el vuelo: su cuerpo
pesado lo atrae al suelo. Sin embargo, tambin para l provey,
como para toda criatura intermedia, la madre organizadora; tam
bin ellos son perfectos en s y slo a nuestros ojos nos parecen
deformes. As ocurre tambin con la naturaleza humana en este
mundo: lo que tiene de informe sorprende gravemente a un es
pritu de la tierra; mas un espritu superior que mire a lo interior
y vea ya varios miembros de la cadena hechos uno para otro, tal
vez pueda compadecernos, pero no despreciamos. Ve por qu los
hombres tienen que pasar por tantos estados del mundo, jvenes y
viejos, insensatos y sabios, como ancianos que vuelven a ser nios
por segunda vez, o aun como nonatos. La omnipotente bondad abar
ca con la mirada la locura y las deformaciones, todas las fases de
la cultura, todos los extravos de la humanidad, y en sus tesoros
tiene un balsamo suficiente para curar heridas que slo la muerte
podra aliviar. Como es probable que el estado futuro surja del
actual del mismo modo que el nuestro del estado de los organismos
inferiores, no cabe la menor duda de que su tarea est enlazada
con nuestra existencia actual mucho ms ntimamente de lo que
pensamos. El jardn superior florece solamente mediante plantas
que germinaron en este mundo y sacaron sus primeros brotes a
travs de una envoltura tosca. Y si, como hemos visto, la sociabili
dad, la amistad y la participacin activa son casi la finalidad prin
cipal a que propende la condicin humana en toda su historia de
la humanidad, es preciso que esta bellsima floracin de la vida hu
mana llegue all a la reconfortante figura, a la umbrosa altura, a
la que nuestro corazn en vano aspira en todas las vinculaciones de
Ja tierra. De ah que nuestros hermanos de la fase superior nos
amen ciertamente ms y con mayor pureza de lo que nosotros po
damos buscarlos y amarlos, pues ellos abarcan ms claramente con
la mirada nuestro estado; el instante del tiempo pas para ellos,
todas las desarmonas se desvanecieron, y acaso ellos eduquen invisi
blemente en nosotros a partcipes, a hermanos de su tarea. Slo un
paso ms y el agobiado espritu puede respirar ms libremente, el
lastimado corazn sanar; ellos ven cmo se acercan los pasos y ayu
dan poderosamente al que resbala.
4? En consecuencia, tampoco puedo imaginarme que, siendo
nosotros una especie intermedia de dos clases y en cierto modo par
tcipes de ambas, el estado futuro sea tan lejano del actual y tan
totalmente incomunicable para l como quisiera creer el animal que
hay en el hombre; por el contrario, en la historia de nuestro linaje
muchos pasos y xitos Tesultan incomprensibles sur uar interven
cin superior. As, por ejemplo, me parece inexplicable que el hom
bre encontrara por s solo la senda de la cultura y sin una gua
superior inventara el lenguaje y la primera ciencia, tanto ms in
explicable si se supone que el hombre pas por un largo perodo de
bestialidad. Ciertamente que una administracin divina rigi al
hombre desde su aparicin y lo condujo dl modo ms fcil por su
carrera. Pero cuanto ms se ejercitaron las fuerzas humanas, tanto
menos necesitaron en parte ese auxilio superior, pero tanto menos
capaces fueron de recibirlo, a pesar de que tambin en posteriores
pocas los mximos efectos que se obtuvieron en la tierra surgieron
mediante circunstancias inexplicables o concomitantes a ellas. Has
ta las enfermedades fueron a menudo instrumentos para eso:
en efecto, cuando el rgano sale de su proporcin con otro, resul
tando pues inaprovechable para el sector ordinario de la vida terre
na, parece natural que la incansable fuerza interior se vuelva ha
cia otros lados del universo y quiz reciba impresiones que no pu
diera recibir un organismo no trastornado y que quiz tampoco las
necesitara. Pero sea como fuere, lo cierto es que hay un velo bene
factor que separa este mundo del otro, y no deja de tener su causa
el hecho de que todo est tan quieto y silencioso alrededor de la
tumba de un muerto. El hombre ordinario permanece alejado en
el curso de su vida de impresiones, una sola de las cuales bastara
para trastornar todo el mbito de sus ideas y hacrselo inaprove
chable para este mundo. El hombre creado para la libertad no ha
ba de ser un simio imitador de seres superiores, sino que aun en
aquello en que se le gua, obre con la feliz ilusin de que es l
mismo quien obra. Para su tranquilidad y para el noble orgullo
en que se apoya su destinacin, se le sustrajo la visin de seres ms
nobles, pues probablemente nos despreciaramos si los conocira
mos. Por lo tanto, el hombre no debe penetrar con la mirada en
su estado futuro, sino entregarse a la creencia de que ese estado
existe.
59 Lo cierto es que en cada una de sus fuerzas hay una infini
tud que en este mundo no puede desarrollarse porque se ve im
pedida por otras fuerzas, sentidos e instintos del animal, y, por de
cirlo as, se halla limitada a la situacin que le crea la vida terrenal.
Algunos ejemplos de la memoria, de la imaginacin y hasta del
vaticinio y presentimiento descubrieron cosas de maravilla del teso
ro escondido que existe en las almas humanas; ms an, ni si
quiera los sentidos quedan excluidos de eso. El hecho de que las
ms veces fueran enfermedades y defectos mutuos los que pusieron
al descubierto estos tesoros, no afecta en nada a la naturaleza de
la cosa, pues precisamente se requera esa desproporcin para dar
su libertad al peso nico y hacer patente su poder. Lo que dice
Leibniz de que el alma es un espejo del universo, encierra tal vez
una verdad ms profunda de lo que suele entenderse de esa afir
macin, puesto que tambin las fuerzas del universo parecen con
tenerse en ella, que slo necesita un organismo o serie de organis
mos para poder ponerlas en actividad y ejercicio. El ser que es
todo bondad, no le negar este organismo, sino que la encamina
como a un nio para prepararla paulatinamente a gozar de la ple
nitud del creciente goce hacindole creer que es ella misma la que
adquiri sus fuerzas y sentidos. Ya en sus actuales cadenas, espacio
y tiempo son para ella palabras vacas; miden y designan situacio
nes del cuerpo, mas no de la crpacidad interna del alma, que
cuando acta con su cabal jocundia interna est ms all del es
pacio y del tiempo. No te preocupes, pues, del lugar y hora de tu
existencia futura; el sol que ilumina tu da, te mide tu morada y
tu tarea terrenal, y mientras tanto te oscurece todas las estrellas del
cielo. No bien se pone, el mundo aparece en su mayor figura; la
noche sagrada en la que antao estuviste envuelto y en la que
volvers a estarlo un da, cubre de sombras tu tierra y en cambio
te abre en el cielo los libros brillantes de la inmortalidad. A ll
hay mansiones, mundos y espacios.
Y brillan en plena juventud a pesar de haber transcurrido mi
lenios; el cambio de los tiempos nunca les roba la luz de sus
mejillas. Mas aqu, bajo nuestra mirada, periclita, parece y des
aparece todo: sobre el esplendor de la tierra, la dicha de la tierra,
se cierne una poca de ruina.
Ella habr dejado de existir y t seguirs existiendo an y en
Otras moradas y organismos gozars de Dios y de su creacin. En
ella gozaste de muchas cosas buenas. En ella llegaste al organismo,
en el cual aprendiste a contemplar a tu alrededor y ms all de ti
como hijo del cielo. Trata pues de abandonarla complacido y ben
dcela como el prado en que jugaste como hijo de la inmortalidad,
y como escuela donde se te educ con penas y alegras para la edad
viril. Ya no tienes derecho a ella, ya no tiene ella derecho a ti;
coronado con el gorro de la libertad y ceido con el cinto del celo,
toma de nuevo tu bastn de caminante.
As, pues, como la flor surgi, y en forma erecta cerr el reino
de la creacin subterrnea, an inanimada, para gozar de la primera
vida en el terreno del sol, as se yergue el hombre de nuevo por
encima de todos los agachados a la tierra. Con la mirada en alto
y las manos levantadas est derecho cual hijo de la casa aguardando
la llamada de s padre.
SEGUNDA PARTE
LIBRO SEXTO

L a sta ahora hemos estudiado la tierra como morada del gnero


humano en general y Semos tratado luego de observar qu sitio
ocupa el hombre en la serie,de los seres vivientes..Examinemos aho-
raj despus d haber fijado las ideas sobre su naturaleza en general,
los distintos fenmenos en que se muestra en este escenariq,redonc|)-
Pero quin va a guiarnos por este laberinto?, qu huellas se
guras podemos seguir? Por lo menos, que no nos engae la indu
mentaria aparatosa de una omnisciencia presuntuosa que encubra
los defectos necesariamente inherentes al historiador de la hma-
nid3Ty mucho ms an al filsofo de esta historia, pues slo el
genio de la humanidad es capaz de abarcar toda su historia. Empe
zamos con las diferencias de organizacin de los pueblos, si no por
otra' rzoSfporqu ya en los tratados d historia natural se observan
esas diferencias.

ORGANIZACIN DE LOS PUEBLOS EN LA PROXIMIDAD


DEL POLO NORTE

Ningn navegante logr an posarse en el eje de nuestra fie


ra quizs desde el polo norte se podra ver ms concretamente
cul es la construccin del conjunto. Sin embargo, hemos llegado
i Son conocidas las esperanzas de nuestro compatriota Samuel Engels a este
respecto, y uno de los ms recientes que se han arriesgado hada el norte: Pags,
parece que ha reducido una vez ms los lmites de lo que hasta ahora se crea
imposible.
ya mucho ms all de la'tierra habitable y hemos descrito regiones
que yo calificara de trono glacial y desnudo de la naturaleza. Aqu
se han visto las maravillas de nuestra creacin terrenal que ningn
morador del ecuador creera, esas enormes masas de tmpanos de hie
lo, esas soberbias luces del norte, prodigiosas ilusiones de la vista
por el aire y, junto con el fro ms intenso de la superficie, a menudo
el calor de las entraas de la tierra1. En resquebrajadas rocas abrup
tas parece emerger el granito avanzando mucho ms all de lo que
puede en el polo sur, as como en general la mayor parte habitada de
la tierra se encuentra en el hemisferio septentrional. Y como el mar
fu la primera morada de los seres vivientes, el mar septentrional
con su gran multitud de moradores puede considerarse todava
en la actualidad como la generadora de la vida y sus costas como
la linde en la cual empieza la organizacin de las criaturas de la
tierra en forma de musgos, insectos y gusanos. Aves marinas sa
ludan la tierra que todava nutre pocos voltiles propios; anima
les marinos se arrastran haca la costa para calentarse a los rayos ra
ros del sol terrestre. En medio del ms animado tumulto de las
aguas se hace patente por decirlo as el lmite de la creacin vi
viente de la tierra.
Y cmo se conserv en este lmite el organismo del hombre?
Todo cuanto pudo hacer en l el fro, fu comprimir algo su cuerpo
y restringir como si dijramos la circulacin de la sangre. El groen
lands tiene las ms veces una estatura inferior a cinco pies, y sus
hermanos los esquimales ostentan una estatura cada vez ms baja
a medida que viven ms hacia el norte2. Pero como la energa vital
acta de dentro a; fuera, supli con una consistencia ms caliente y
resistente lo que no poda darle en punto a altura. Su cabeza re
sult grande en proporcin con el cuerpo, el rostro ancho y acha
tado, porque la naturaleza que slo hace la belleza en la modera
cin y trmino medio entre dos extremos, no poda redondear aqu
an un rostro oval suave y en particular el ornamento de la faz, y,
permtaseme la expresin, no poda hacer prominente el brazo de
la balanza: la nariz. Como las mejillas ocupaban la mayor ampli
tud del rostro, la boca result pequea y redonda; los cabellos que
daron erizados porque para formarlos suaves y sedosos faltaba un
jugo delicado que subiera hacia la cabeza; la mirada qued apaga
da. En semejante estructura se formaron fuertes hombros y miem
bros anchos, y el cuerpo con sangre y carne abundantes; slo las
manos y los pies resultaron pequeos y delicados, como si fueran
los retoos y partes extremas de la formacin. As como la forma
exterior, as se comporta tambin desde el interior la excitabilidad
1 Phipps R eisen, Cranz Geschichte von G rnland, etc.
2 Cranz, E llis, Ecede, Roger C u rtir, N achricht von der K ste L ab rad o r,
u. f.
y economa de los jugos. La sangre circula ms indolentemente y
el corazn late ms lnguido; de ah que aqu sea ms dbil el
instinto sexual, cuyos estmulos crecen en porporciones tan enor
mes a medida que aumenta el calor en otros pases. Se despierta
tarde. Los solteros viven castamente, y las mujeres casi tienen que
ser obligadas a contraer un matrimonio tan pesado. Tienen pocos
hijos y comparan a los perros los europeos lujuriosos que procrean tan
prolficamente; en su matrimonio, como en toda su manera de vi
vir, impera una serena castidad, una tenaz represin de las pasio
nes. Insensibles a esas excitaciones con que un clima ms clido
forma tambin espritus de vida ms frvolos, viven y mueren tran
quilos y pacficos, con indiferente satisfaccin y actuando solamente
por necesidad. El padre educa a su hijo a su lado imbuyndole esa
indiferencia serena en que ellos cifran la virtud y felicidad de la
vida, y la madre amamanta a su hijo durante mucho tiempo y
con todo el hondo y tenaz amor del animal madre. Lo que la na
turaleza les neg en punto a excitabilidad y elasticidad de las fi
bras, les di en punto a vigor resistente y duradero, y los revisti
de esa grasa calorfera, de esa abundancia de sangre, que hace que
aun su aliento resulte asfixian temen te clido en recintos cerrados.
Me parece que a nadie puede ocultrsele que aqu acta la ma
no pareja de la creadora organizadora, que en todas sus obras si
gue procedimientos uniformes. Si la estatura humana se desarrolla
poco, mucho ms puede decirse as de la vegetacin de esas regiones:
crecen pocos rboles y pequeos, musgos y arbustos se arrastran por
el suelo. Si hasta la vara de medir, con alma de hierro, se encoge
con la helada cmo no se encoger la fibra humana a pesar de la
vida orgnica que le es inherente? Mas sta slo puede ser reteni
da y por decirlo as encerrada en un mbito de formacin ms
reducido; una analoga ms del efecto que notamos en todos los
organismos. Los miembros extremos de los animales marinos y de
ms criaturas de la zona fra son pequeos y delicados; la naturaleza
lo mantiene todo en la medida de lo posible en la regin del calor
interior; las aves estn provistas all de espesas plumas y los ani
males de una grasa que los envuelve, exactamente igual que al
hombre con su envoltura sangunea y calorfera. Tambin por
lo que a lo exterior se refiere, y precisamente en virtud del mismo
y nico principio de todos los organismos de la tierra, la naturaleza
tuvo que negarles lo que no serva para esa complexin. Las es
pecias acabaran con su cuerpo tan expuesto de por s a la corrup
cin interna, como a tantos mat ya el aguardiente que se les en
se a consumir; o sea que el clima se los neg, y, en cambio, les
obliga a que en su msera residencia y con su gran amor al reposo
que estimula su estructura interna, se dediquen exteriormente a
actividades y ejercicios corporales en que se fundan todas sus leyes
e instituciones. Las pocas hierbas que aqu crecen son depurativas
y apropiadas, pues, para sus necesidades; el aire exterior est deflo-
gistizado en alto grado 1, de suerte que aun en los cuerpos difuntos
se opone a la descomposicin y fomenta la larga vida. El fro seco no
tolera animales venenosos, y contra los insectos molestos los protege,
su insensibilidad, el humo y el largo invierno. As indemniza la na
turaleza y acta armnicamente en todo cuanto hace.
Despus de haber descrito esa primera nacin, no ser necesario
que nos detengamos con tanto detalle en las que se le asemejan. Los
esquimales de Amrica son hermanos de los groenlandeses tanto por
sus costumbres y lenguaje como por su figura. Como esos desdicha
dos extranjeros, de barba poblada, se ven relegados hacia las latitu
des superiores por los americanos imberbes, se ven obligados en su
mayor parte a llevar una existencia huidiza y penosa; ms an, a
menudo oh duro destino! tienen que alimentarse con su propia
sangre, recluidos como estn en sus cuevas en invierno 2. Aqu y en
algunos otros lugares de la tierra, la dura necesidad se sienta en
su trono ms elevado, de suerte que el hombre se ve obligado a
adoptar casi el modo de vivir del oso. Y, sin embargo, en todas
partes sigui siendo hombre, puesto que su condicin humana es
visible en esos pueblos, examinndolos detenidamente, aunque
ofrezcan rasgos en apariencia sumamente inhumanos. La natura
leza quiso probar qu dursimas condiciones era capaz de resistir
nuestra especie, y sta sali airosa de la prueba.
Los lapones habitan ya una zona relativamente ms benigna,
v son tambin un pueblo menos duro3. La estatura de la figura
humana aumenta; disminuye la redondeada chatez del rostro, las
mejillas se hunden, los ojos se toman de un gris oscuro; los cabellos
negros hirsutos adquieren un color castao amarillento; a la par de
su formacin exterior se abre tambin la organizacin interna del
hombre cual capullo que se desarrolla baado por los rayos de un
sol ms benigno4. El lapn montaraz h?ce pastar ya sus renos, prc
tica que no conocan an los groenlandeses ni los esquimales; le
proporcionan alimento y vestido, casa y techo, comodidad y pla
ceres, cuando el groenlands tena que buscar eso las ms veces en
el mar, al margen de la tierra. En consecuencia, el hombre adquiere

1 W ilson, Beobachtungen ber den E in flu ss des K lim a a u f P flanben und


T h iere, Leipzig 1781; Granz, H istor. von G roenland, parte II, pg. 275.
2 Roger Curts, N achricht von L ab rad o r , en F orster y Sprengel. B eitrage tu r
Vlkerkunde, parte I, pgs. 105 ss.
3 Como sesabe, Sainovi clt encontr que el lapn se parece al lenguaje
hngaro. Vase S a in o v ic , D em onstrado , idiom a U ngaror, et lappon . dem esse,
Havnias 1770.
4 Vase sobre los lapones Hchstrom, Leem, Klingstedt, Georgi, Beschrei-
bung der N alion en des russischen Reichs, etc.
ya un animal terrestre como amigo y servidor, que le da ocasin de
aprender artes y un modo de vivir domstico. Acostumbra sus pies
a la marcha, sus brazos a un modo de viajar artificial, su senti
miento al amor a la posesin y a una propiedad ms estable, como
asimismo lo mantiene en el amor a la libertad y acostumbra a su
odo a esa tmida cautela que observamos en varios pueblos que viven
en ese estado. Asustadizo como su animal, el lapn aguza el odo
y procura moverse con el menor ruido posible; le gusta su manera
de vivir, y cuando vuelve a lucir el sol, mira hacia las montaas,
como hacia ellas mira su reno; con l habla y con l se entiende;
procura por l como por sus riquezas y por la servidumbre doms
tica. Es decir, con ese primer animal terrestre domesticable que la
naturaleza pudo dar a esas regiones, di tambin al hombre una
escalera de mano para subir a un modo de vivir ms humano.
Sobre los pueblos del mar rtico del vasto Imperio Ruso tene
mos, adems de tantos viajes modernos, universalmente conocidos,
que los describen, una coleccin de cuadros cuya contemplacin dice
ms de lo que mi descripcin podra decir1. Por mezclados y rele
gados que vivan varios de esos pueblos, vemos que aun los de ms
distinta procedencia se hallan oprimidos por el yugo de una for
macin nrdica y remachados, por decirlo as, a una cadena del
polo norte. El samoyedo tiene el rostro redondo, ancho, achatado,
el pelo hirsuto, negro, la estatura baja, sangunea, de la formacin
nrdica; slo sus labios son ms salientes, la nariz ms abierta y
ancha, la barba disminuye, y mirando hacia una zona de enorme
extensin hacia el este veremos que disminuye cada vez ms. Po
dramos decir, pues, que el samoyedo es algo as como el negro de
los pases nrdicos, y la gran excitabilidad de sus nervios, la precoz
nubilidad de las samoyedas a la edad de once o doce aos 2, y aun
si es verdadera la noticia el crculo negro alrededor de sus pe
chos, junto con otras circunstancias, lo hace ms semejante an al
negro, aunque viva en regiones fras. Pero, a pesar de su naturaleza
delicada y ardiente, que probablemente se trajo como carcter ra
cial y que ni siquiera el clima logr reprimir, en conjunto sigue
siendo un nrdico por el conjunto de su formacin. Los tunguses 3,
que viven ms hacia el sur, se parecen ya al tronco monglico,
aunque se apartan de l por el lenguaje y la raza, como el samo
yedo y ostiaco se apartan de los lapones y groenlandeses; su cuerpo
1 G e o r g i , Besch reibung d er N ationen des russischen R eichs, San Peters-
burgo 1776.
2 Kxingstedt, M m oires su r les Sam ojedes et su r les L appon s.
s Sobre todas esas naciones, vase G e o r g i , op. cit., los Viajes de Pallas y
de Gmelin Snior, etc. De los viajes de Pallas y de las observaciones de Georgi
se han sacado las M erkw rdigkeiten ver verschidnen Volker, editadas en Franc
fo rt y Leipzig 1773-1777.
es de mayor estatura y ms esbelto, sus ojos pequeos a la manera
monglica, los labios finos, el pelo ms suave, aunque el rostro con
serva su cuo chato nrdico. Lo mismo ocurre con los yakutos y
yukaguiros que parecen derivar hacia la formacin trtara, como
aqullos hacia la monglica, y hasta con los mismos trtaros. A
orillas de los mares Negro y Caspio, en las vertientes del Cucaso
y de los Urales, o sea en parte en las zonas ms templadas del
mundo, la formacin de los trtaros se aproxima a una mayor
belleza. Su figura se torna esbelta y cencea; la cabeza se aparta
de la tosca chatura y se inclina a una forma ovalada ms bella; el
color adquiere lozana: la nariz se adelanta, regular y seca; el ojo
se torna ms vivo, el pelo castao oscuro, el paso ms animado,
el semblante de agradable modestia y tmido. Por consiguiente,
cuanto ms nos aproximamos a las. regiones donde aumenta la
abundancia de seres vivientes de la naturaleza, tambin el orra-
msmo humano resulta ms bello y proporcionado. Cuanto ms se
sube hacia el norte o se penetra ms hacia el interior de las estepas
kalmukas, tanto ms se achatan los rasgos del rostro y se tornan
ms salvajes a la manera de los nrdicos o kalmukos. De todos
modos, mucho depende tambin de la manera de vivir del pueblo
de la condicin de su suelo, de su procedencia y de la mezcla con
otros pueblos. Los trtaros montaraces conservan sus rasgos ms
puros que los que viven en las estepas y llanuras; los pueblos que
estn en las proximidades de las aldeas y ciudades, se suavizan y
tambin mezclan ms costumbres y rasgos. Cuanto menos obligado-
se vea un pueblo a cambiar de habitculo,, cuanto ms fiel tenga:
que permanecer a su modo de vivir sencillo.y rudo, tanto ms con
servar tambin su formacin. Por lo tanto, como en esa gran me
seta de la Tartaria en declive hacia el .mar se han producido tantos,
choques y revoluciones que han mezclado ms a los pueblos en ella
residentes de lo que podan separarlos las montaas, desiertos y
ros, tambin se observarn mayor nmero de excepciones de la re
gla, y luego las excepciones confirman la regla, puesto que todo
se distribuye en la cultura' nrdica, trtara y monglica.
II

ORGANIZACIN DE LOS PUEBLOS DE LAS TIERRAS


ALTAS ASITICAS

Como existen muchas posibilidades de que el gnero humano


tuviera su primera morada en esas tierras altas, se siente la incli
nacin a buscar tambin en ellas la especie humana ms bella;
pero cunto nos engaa esa expectacin! La formacin de los
kalmukos y mongoles es conocida: adems de estatura mediana,
tienen por lo menos restos del rostro achatado, barba rala y tez
morena del clima nrdico; pero se distinguen por las rbitas dis
puestas en ngulo oblicuo con respecto a la nariz y con un relleno
que termina en superficie llana, por cejas estrechas, negras, poco
arqueadas, por una nariz pequea, chata, demasiado ancha com
parada con la frente, por tener orejas grandes y gachas, muslos y
piernas combas y la dentadura blanca y fuerte \ que, junto con
toda la formacin del rostro, parecen caracterizar a una especie hu
mana de rapia. De dnde viene esa formacin? Las rodillas y
piernas dobladas tienen su primera razn de ser en el modo de vi
vir del pueblo. Desde la infancia se arrastran sobre sus piernas o
las tienen colgadas montando a caballo; se pasan la vida sentados
o montando, y la nica posicin que da a la pierna humana su
bella forma recta: la marcha, les es casi desconocida salvo para dar
unos pocos pasos sin importancia. No era de esperar que a su
formacin pasaran otros varios rasgos de su modo de vivir? Las
orejas gachas como de animal, siempre al acecho y escuchando, los
ojos pequeos y penetrantes que perciben a la mxima distancia el
menor humo o polvareda, los dientes blancos que se destacan, como
de roedores de huesos, el cuello fuerte sobre el cual se apoya la ca
beza hacia atrs, no son todos esos rasgos testimonios de la per
sistencia de ademanes y caracteres adquiridos a base de su modo de
vivir? Adase, como dice Pallas, que sus hijos. tienen hasta los
diez aos un rostro deforme, hinchado y de aspecto cacoqumico,
hasta que con el crecimiento adquieren mejor figura; observemos
que en. grandes extensiones de sus regiones no llueve y se carece

i P a l l a s , Sam m lungen ber ie m ongolischen Voolkerschaften, t . I , p g s . 98,


171, etc.; G e o r g i , Besch reibung der N ationen des russischen Reichs, t. IV, San
Petersburgo 1780; S c h n it s c h e r , N achricht von den ajukischen K alm uken en
M l l e r , Sam m lung zur russischen Geschichte, v o l. IV, seccin 4: el extracto de
Schlsser, de M em orabilibus Russico-A siaticis en la Sam m lu n g de Mller, v o
lumen VII, sec. I, etc.
de agua pura, y que desde la infancia casi desconocen el bao;
pensemos en los lagos, suelos y pantanos salitrosos de su habitculo,
cuyo sabor potsico les gusta encontrar en las comidas y hasta en
el torrente de t que injieren a diario en detrimento de su diges
tin; aadamos que en las alturas en que viven, el aire es ms tenue,
los vientos secos, las emanaciones potsicas, el largo invierno con la
nieve a la vista y con el humo de sus cabaas y toda una serie an
de circunstancias menos importantes: no ha de ser probable que
ya hace milenios, cuando quiz algunas de esas causas influyeran
mucho ms intensamente an, originaran una formacin que aca
bara convirtindose en naturaleza hereditaria? Nada restaura tanto
a nuestro cuerpo, dndole por decirlo as mayor desarrollo y vigor,
como el baarse y lavarse con agua, sobre todo en combinacin con
la marcha, la carrera, la lucha y otros ejercicios corporales. Nada
debilita ms al cuerpo que la bebida caliente que ellos absorben
sin medida y que, por aadidura, sazonan ellos con sales potsicas
astringentes. De ah, como hizo observar ya Pallas, la figura en
ciende, afeminada, de los' mongoles y buratos, hasta el extremo
de que cinco y seis de ellos no logran hacer con todas sus fuerzas
lo que puede hacer un ruso; de ah su cuerpo de particular ligereza
con el cual, por decirlo as, no hacen ms que estar suspendidos y
volar sobre sus pequeos caballos; de ah tambin, por ltimo, la
cacoquimosis que pudo transmitirse a sus hijos. Hasta hay algunas
tribus trtaras colindantes que nacen con rasgos de formacin mon
glica, pero los modifican al crecer; de ah probablemente que
deba haber algunas causas climticas que, ms o menos bajo los
efectos del modo de vivir, se incorporan a la estructura corporal
del pueblo y se convierten en hereditarios. Se dice que de la mez
cla de rusos o trtaros con los mongoles nacen hermosos hijos, y
asimismo que entre ellos, slo que a la manera monglica, hay tipos
muy delicados y proporcionados1. Por lo tanto, tambin aqu la
naturaleza permaneci fiel a su organizacin; pueblos nmadas bajo
ese cielo, en esa zona de la tierra y con ese modo de vivir, tenan
que convertirse en esos ligeros buitres de rapia.
Y los rasgos de su formacin se extienden en un radio muy
amplio, pues a dnde no volaran esas aves de rapia? En ms de
una ocasin, su vuelo triunfal se extendi por toda una parte del
mundo. En consecuencia, en varios pases de Asia se establecieron
mongoles cuyos rasgos se ennoblecieron con los de otros pueblos.
En efecto, antes que esas inundaciones blicas hubo aquellas anti
qusimas emigraciones desde esas elevadsimas regiones de la tierra
tempranamente habitadas hacia otros pases contiguos. Quiz se
i P a lla s, "Sammlungen zur Geschichte der mongalischen Volkerschaftten,
Viajes, t. 1, pg. 504, II, etc.
deba pues a eso el hecho de que ostente rasgos de formacin mon
glica la zona oriental del mundo hasta los kamtchadales, por
arriba, as como ms all del Tibet a lo largo de la pennsula hasta
ms all del Ganges. Demos un vistazo a esa zona de la tierra que
nos ofrece varias curiosidades.
La mayor parte de las artificiosidades que se observan en el
cuerpo de los chinos, revelan rasgos monglicos. En esos pueblos
observamos pies y orejas deformes; probablemente, con la coope
racin de u n a . cultura errnea, una desproporcin semejante di
lugar a ese antinatural aherrojamiento de los pies, a esas horrorosas
desfiguraciones de las orejas, corrientes en muchos pueblos de esa
zona de la tierra. Les daba vergenza su conformacin y quisieron
modificarla, pero eligieron partes que, prestndose a ser modifi
cadas, acabaron heredndose como la ms disforme belleza. Los
chinos, hasta donde lo permite la gran diversidad de sus provincias,
y de su modo de vivir, ostentan todava rasgos de la conformacin
oriental, con la sola diferencia de que donde ms intensa se ma
nifiesta sta es en las tierras altas monglicas. El rostro ancho,
los pequeos ojos negros, la nariz chata, la barba rala slo se acli
mataron en otro pas adoptando una forma ms suave, ms redon
deada, y del mismo modo que el gusto chino parece consecuencia,
de rganos mal ordenados, as tambin su forma de gobierno y sabi
dura trae consigo el despotismo y la tosquedad. Los japoneses,,
pueblo de cultura china, aunque probablemente de procedencia:
monglica1, son casi en su totalidad de mala formacin, cabeza,
gruesa, ojos pequeos, nariz chata, mejillas aplastadas, casi sin bar
ba y las ms veces patizambos; su rgimen poltico esta lleno de
violenta coaccin, que slo se adapta perfectamente a su pas. Una
tercera clase de despotismo impera en el Tibet, cuyo culto religioso-
se extiende a gran distancia hacia las estepas brbaras.
La conformacin oriental - se extiende con las cordilleras a la-
pennsula 'ms all del Ganges, a donde con las montaas se co
rrieron tambin probablemente los pueblos. El reino de Assam,.
colindante con la Tartaria, se caracteriza, si hemos de dar crdito
a los relatos de los viajeros 3, especialmente en la parte septentrio
nal, por sus frecuentes bocios y nariz chata. El desproporcionado-
adorno en las orejas alargadas, la alimentacin grosera y la des
1 A llgem eine Sam m lung der R eisen , t. II, pg. 595, C h a x le v o ix . Para Ios-
c h in o s v a s e O l o f T oree, R eise nach Su iate und China, p g . 6 8 , A llgem eine
Reisen t. VI, pg. 130.
2 Las noticias ms antiguas presentan a los tibetanos como deformes. Vase
Allgem eine R eisen v o l. VII, p g . $82. Segn o t r a s m s m o d e r n a s (P a lla s, o r dis
che B eitrage, vol. IV, pg. 28 0), eso se ha atenuado, parece que al amparo de-
la situacin de esa zona. Probablemente son un trnsito brusco a la confor
macin indstnica.
3 Vase T avernier, Allgem eine Reisen, vol. X , pg. 557.
nudez son caracteres de la barbarie de un pueblo rudo en una zona
tan templada de la tierra. Los arracanes, con sus narices de ancha
apertura, frente aplastada, ojos pequeos y orejas que ellos se
hacen bajar hasta los hombros, ostentan precisamente esa deforma
cin de la zona oriental de la tierraa. Los birmanos de Ava y Peg
detestan la barba hasta el pelo ms insignificante, como la detestan
tambin los tibetanos y otras naciones de las zonas altas; no quieren
que una naturaleza ms prdiga los aparte de su tipo tartrico im
berbe. Lo propio ocurre, aunque con las diferencias propias de
climas y pases', hasta las islas2.
Hacia el norte no vara eso hasta los coriacos y kamtchadales
en la linde del mundo oriental. Parece que el lenguaje de los l
timos tiene an alguna semejanza con el chino-monglico, a pesar
de que en tiempos antiguos debieron estar separados de esos pueblos,
puesto que todava ignoraban el uso del hierro; su conformacin no
reniega an de la zona del mundo en que viven3. Su pelo es negro,
su rostro ancho y plano, la nariz y los ojos muy hundidos; y el ca
rcter de su espritu, aparente anomala en ese clima fro e inhos
pitalario, veremos que con todo se adapta perfectamente a l. Los
coriacos, los tchutchis, los curiles y otros pueblos isleos orientales
son por ltimo 4, a mi parecer, trnsitos paulatinos de la forma mon
glica a la americana; y cuando conozcamos los confines del noro
este de esa parte del mundo, en gran parte desconocidos an, la
zona interior de Yeso y el gran trecho que se extiende hasta ms
all de Nueva Mxico, para nosotros todava tan vaco como el in
terior del Africa, me imagino que a consecuencia del ltimo viaje
de Cook5 veremos cmo se confunden matices bastante acentuados.
sa es la gran extensin que tiene la conformacin oriental, en
parte deformada y por todas partes ms o menos imberbe, y no
procede de un solo pueblo, como lo demuestra la variedad de len
guas y costumbres de esas naciones. Cul sera pues su causa? Por
ejemplo qu fu lo que arm a pueblos tan diferentes a luchar
contra la barba o a desfigurarse las orejas o a taladrarse la nariz
y los labios? Conjeturo que el fundamento debi ser una defor
midad originaria, que a su vez se vali de un arte brbaro y acab
convirtindose en antigua costumbre ancestral. La degeneracin
t- Ovxngton, Allg. R iesen , vol. X , pg. 67.
2 Vase M a r sd e n , Beschrcibung von Sum atra , pg. 62, Allg. R eisen, t. IX,
pg. 487, etc.
3 S te lle r , A llg. R eisen , t. X X , pg. 289.
^ Georgi, Beschreibung der N ationen des russischen Reichs , t. III.
5 E llis, N achricht von der Cookschen dritten R eise, pg. 114, Tageburch
der Entdeckungsreise, trad. de Forster, pg. 231; cfs. las noticias ms antiguas
de las islas entre Asia y Amrica. Vase N eu e N ach rich t von den neuentde-
ckten Inseln, Hamburgo y Leipzig 1776, los relatos de Paixas N ordiscke B eitrage ,
las Sam m lungen de MIIer, los B eitrage zur Volker - und Landerkunde, etc.
de los animales, antes de afectar a la figura, se muestra en el pelo
y en las orejas, luego sigue bajando a las piernas, del mismo modo
que lo primero que se modifica en el rostro es su contorno, el
perfil. Cuando se investigue ms la genealoga de los pueblos, el
modo de ser de esas remotas zonas y pases y sobre todo las diver
gencias de la fisiologa interna de los pueblos, haremos tambin
averiguaciones ms concretas sobre este punto. Y no habra de
ser Pallas, tan buen conocedor de las ciencias y naciones, quien nos
diera al respecto un spicilegium anthropologicum?

III

ORGANIZACIN DE LA ZONA TERRESTRE DONDE VIVEN


PUEBLOS DE BELLA CONFIGURACIN

En el centro de la falda de la sierra ms elevada se halla el


reino de Cachemira, escondido cual Paraso del mundo. Hermosas
y frtiles colinas estn encerradas entre montaas cada vez ms
altas, las ltimas de las cuales, cubiertas de nieves perpetuas, se ele
van entre nubes. Corren aqu hermosos arroyos y ros; decoran el
terreno exuberantes plantas y frutos; islotes y jardines emergen del
verde agradable; todo est cubierto de pastos; las fieras y animales
venenosos estn desterrados de ese paraso. Como dice Berner,
esas montaas podran denominarse las montaas inocentes donde
manan la leche y la miel, y la especie humana que all mora, no es
menos valiosa que la naturaleza. Los cachemirenses pasan por ser
los hindes ms inteligentes e ingeniosos, igualmente hbiles para
la poesa como para la ciencia, para los oficios como para las artes,
siendo los hombres de ms bellas proporciones y sus mujeres a
menudo modelos de belleza1.

[Qu feliz podra haber sido el Indostn si no se hubiesen


congregado bandas humanas para devastar el jardn de la natura
leza y torturar con la supersticin y la opresin a la ms inocente
de las figuras humanas! Los hindes son el tronco humano ms
bondadoso del mundo. No les gusta ofender a ningn ser viviente;
cosechan lo que trae vida, y se alimentan con los manjares ms
inocentes, leche, arroz, frutos de los rboles, hierbas sanas que les
ofrece su madre patria. Su figura, dice un viajero moderno 2, es
1 B e r n e r , A llgem eine Rezsen, t . II, p g s . 116 y 117.
2 M a c k in t o s h , T ravels, vol. I, pg. 821.
recta, esbelta y hermosa, sus miembros bellamente proporcionados,
sus dedos largos y de delicado tacto, su rostro franco y agradable;
los rasgos de ste son en el sexo femenino las ms delicadas lneas
de belleza y en el masculino de un alma bondadosamente viril. Sus
andares y todo el porte del cuerpo son sumamente graciosos y atrac
tivos. Las piernas y muslos, que en todos los pases del noreste
eran endebles o encogidos como los de los monos, se prolongan aqu
y ostentan una belleza humana incipiente. Hasta la configuracin
monglica que se ha mezclado con esta especie, se convirti en dig
nidad y amabilidad. Y as como la figura del cuerpo es tambin la
figura originaria de su espritu, aun si se la considera sin la presin
de la supersticin o de la servidumbre, su modo de vivir, modera
cin y serenidad caracterizan su trabajo y su goce, su moral y su
mitologa, sus artes y hasta la tolerancia con que soportan el yugo
ms extremado. Felices ovejas por qu no podrais pastar sin es
torbos ni preocupaciones en vuestra dehesa de la naturaleza?

Los persas antiguos eran un pueblo feo de las montaas, como


puede verse an en lo que de ellos queda: los gauros 1. Mas como
difcilmente habr en el Asia una regin expuesta a tantas inva
siones como Persia, situada precisamente en la falda de pueblos
de bella formacin, se mezcl aqu un tipo humano que en los
persas ms nobles combina la dignidad con la belleza. Aqu est
Circasia, la madre de la belleza; del otro lado del Mar Caspio viven
tribus trtaras que en su lindo clima han adquirido ya una bella
figura y a menudo se expandieron hacia el sur. A mano derecha
est la India, y tanto de ella como de Circasia jvenes compra
das embellecieron la estirpe persa. Su mentalidad se adapt con
el tiempo a ese lugar de ennoblecimiento de la estirpe humana,
puesto que ese entendimiento fcil y penetrante, esa fecunda y ani
mada imaginacin de los persas junto con su modo de ser dctil y
corts, su propensin a la vanidad, al lujo y a la alegra, y hasta al
amor romntico, son quiz las cualidades ms indicadas para el
equilibrio de las inclinaciones y rasgos. En vez de aquellos brbaros
adornos con que naciones informes trataron de esconder la defor
midad de su cuerpo aunque slo lograron aumentarla, aqu apare
cieron costumbres ms bellas que hacan resaltar la hermosa figura
del cuerpo. El mongol, que careca de agua, tena que vivir sucio;
el muelle hind se baa; el voluptuoso persa se unge. El mongol
viva pegado a sus talones o montado a caballo; el suave hind des
cansa; el romntico persa distribye su tiempo en diversiones y
i C h a r d in , Voy ages en Perse, vol. III, cap. lis. En L e B r u n ( B r u y n s )
Voy ages en Perse, t. I, cap. 42, n. 86-88 figuran persas que cabe comparar con los
negros que vienen a continuacin n. 89 y 90, los rudos samoyedos cap. 2, n. 7 y 8,
los feroces negros del sur n. 197 y los pacficos benyanes n. 109.
juegos. Se pinta las cejas, y se viste con una indumentaria que
haga resaltar su altura. Hermosa figura, suave equilibrio de las
inclinaciones y fuerza del alma, por qu no pudiste transmitirte a
todo el globo terrestre?
Ya hicimos observar que algunas tribus trtaras figuran origi
nariamente entre los pueblos ms bellos de la tierra y slo en los
pases septentrionales o en las estepas se tornan salvajes; a ambas
orillas del Mar Caspio se encuentra este tipo humano ms bello.
Las uzbecas son descriptas como mujeres altas, bien formadas y agra
dables 1; van a la batalla al lado de su marido; sus ojos, dice la
descripcin, son grandes, negros y vivaces, el pelo negro y sedoso;
el tipo masculino es gallardo y tiene una especie de delicada dig
nidad. Anlogos elogios se hacen de los bukharos, y la belleza de
las circasianas, los sedosos hilos de sus cejas, sus ardientes ojos
negros, la frente lisa, la boca pequea, la barbilla redonda, son
ampliamente conocidos y ensalzados 2. Se dira que en estas regiones
est centrado el filo de la balanza del tipo humano, habiendo exten
dido sus platillos a oriente y occidente, hacia la India y Grecia.
Afortunadamente para nosotros, Europa no estaba tan lejos de ese
punto central de las bellas formas, y muchos de los pueblos que
habitan esta parte del mundo, ocuparon o atravesaron lentamente
las regiones situadas entre los mares Negro y Caspio. Por lo menos
no somos antpodas de la regin de la belleza.
Todos los pueblos que se congregaron en esta regin de bellos
tipos humanos y permanecieron algn tiempo en ella, suavizaron
sus rasgos. Los turcos, originariamente gente fea, adquirieron una
figura ms gallarda, puesto que como dominadores de vastas re
giones sacaban provecho de toda vecindad de bellas estirpes; pro
bablemente contribuyeron tambin a eso los preceptos del Corn
que les ordenaban lavarse, ser puros y moderados y, en cambio, les
permitan voluptuoso descanso y amor. Los hebreos, cuyos antepa
sados provenan asimismo de las mesetas asiticas y que durante
largo tiempo llevaron una vida nmada, dirigindose tan pronto
haca el rido Egipto como hacia el desierto arbigo, si bien en su
propio angosto suelo, bajo el opresor yugo de la Ley, jams pudieron
elevarse a un ideal que fomentara una actividad ms libre y va
riados deleites de la vida, an ahora, en su vasta dispersin y en
su, largo y profundo abatimiento, siguen ostentando la marca de
su tipo asitico. Algo de eso conservaron tambin los duros rabes,
pues aunque su pennsula fu formada como pas de libertad ms
que de belleza, y ni el desierto ni la vida nmada pueden ser las
mejores cuidadoras de la bella figura, ese pueblo duro e intrpido,;
1 A llgem eine R eisen , t. VII, pgs. 316 y 318.
2 Vase algunas lminas en L e B r u n Voyages u L evan t, 1 . 1; cap. X , n, 34-37.
que, segn veremos en lo sucesivo, extendi su vasta influencia a
tres partes del mundo, es al mismo tiempo un pueblo de cuerpo
bien formado1.

Por ltimo, en las costas del Mar Mediterrneo2, la figura


humana hall un lugar donde pudo maridarse con el espritu y
hacerse visible con todos los encantos de la belleza terrena y ce
lestial, no slo a los ojos, sino tambin al alma: es la triple Grecia
de Asia y de las Islas, la Grecia propiamente dicha y la de las
lejanas costas 'de los pases de Occidente. Tibios vientos del oeste
abanicaban a la planta que de las alturas del Asia se haba ido tras
plantando paulatinamente hacia esa zona, y le insuflaban vida; k>s
tiempos y las circunstancias contribuyeron a hacer subir su savia y a
darle la corona que todava asombra a cualquiera que gozosamente
contempla aquellos ideales del arte y sabidura de Grecia. Aqu
se concibieron y crearon figuras como no podra trazar ningn ena
morado de la belleza circasiana, ningn artista de India o Cache
mira. La figura humana entr en el Olimpo y se revisti de belleza
divina.
No voy a extraviarme penetrando ms al interior de Europa.
Es tan multiforme y entreverada y mediante su arte y su cultura
ha alterado de tantos modos la naturaleza, que no me atrevo a
decir nada universal sobre sus hermosas naciones, mezcladas unas
con otras. Antes bien, daremos una mirada retrospectiva desde la
ltima orilla de la zona terrestre que hemos atravesado y, despus
de una o dos observaciones, pasaremos al frica negra.
Primero: Llama la atencin a todo el mundo que la zona de los
pueblos de cuerpo bien formado sea una zona intermedia de la
tierra que, como la belleza misma, se halla entre dos extremos. No
tiene el fro agobador de los samoyedos ni los ridos vientos sa
linos de los mongoles; y, por otra parte desconoce tanto los calores
abrasadores de los desiertos de arena africanos, como las humedades
y cambios violentos del clima americano. No se halla en la cumbre
de la altura terrestre ni en la vertiente hacia el polo; antes bien la
protegen, por una parte, las altas murallas de las sierras trtaras y
monglicas, mientras por otra el viento del mar la refresca. Sus
estaciones alternan regularmente, y adems sin la violencia que
domina en el ecuador, y, como ya haba observado Hipcrates que
una suave regularidad de las estaciones ejerce tambin gran in
fluencia sobre el equilibrio de las inclinaciones, no la ostenta menos
1 Vanse estampas de ellos en Niebuhr, t. II; Le Brun, Voyages au L evant,
n. 90 y 91.
2 Vanse las ilustraciones de L e B r u n , Voyages au L evan t, cap. 7, n. 17-20,
en C h o i s e u l G o u p f i e r , Voyage pittoresque, etc. Los monumentos de los antiguos
griegos aparecen en todas esas ilustraciones.
en el espejo y moldeado de nuestra alma. Los bandidos turco
manos, que hacen sus correras por las montaas o por el desierto,
siguen siendo un pueblo feo aun en el clima ms hermoso; si se
establecieran sosegadamente y distribuyeran su vida entre un goce
ms suave y una actitud que los sumiera con otras naciones ms
cultas, con el tiempo se les quedara algo tanto de sus costumbres
como de los rasgos de su cultura. La belleza del mundo slo fu
creada para su goce apacible; slo en medio de ste se comunica
al hombre y se encarna en l.
Segundo: Fu ventajoso para el gnero humano que en esas re
giones de bella figura no slo se iniciara la cultura sino que desde
ellas empezara a ejercer el influjo ms benfico sobre otras naciones.
Si la divinidad no pudo hacer de toda nuestra tierra la sede de la
belleza, por lo menos permiti que el gnero humano subiera por
la puerta de la belleza y que los pueblos slo visitaran otras regiones
despus de llevar mucho tiempo con sus rasgos bien consolidados.
Fu tambin el mismo principio de la naturaleza el que precisa
mente al mismo tiempo hizo que las naciones de bella figura ejer
cieran el ms benfico influjo sobre las dems; les concedi la
alegra, la elasticidad de espritu, propia tanto de la forma de su
cuerpo como de ese influjo benfico en otras naciones. Los tunguses
y esquimales estn incesantemente sentados en sus cuevas y no se
preocuparon de pueblos lejanos con amor ni con compasin. El
negro no invent nada para los europeos; no se le ocurri nunca
llevar la felicidad a Europa ni hacerle la guerra. De las regiones de
pueblos de bella figura hemos tomado lo mucho o poco que po
seemos de religin, arte, ciencia y toda la forma de nuestra cultura
y humanidad. En esta zona se ha inventado, ideado y por lo menos
ejecutado en ensayos infantiles todo cuanto poda embellecer y edu
car a la humanidad. La historia de la cultura lo pondr de relieve
irrefutablemente, y se me antoja que toda nuestra experiencia lo
demuestra. Nosotros los europeos del norte seramos todava br
baros si un soplo propicio del destino no nos hubiese trado por lo
menos flores del espritu de esos pueblos para que, injertando la
bella rama en los troncos salvajes, nos ennobleciramos con el
tiempo.

IV

EL ORGANISMO DE LOS PUEBLOS AFRICANOS

A l pasar al pas de los negros, tenemos que desprendernos


equitativamente de nuestros orgullosos prejuicios y contemplar el
organismo de su zona como si fuera el nico del mundo. Exacta
mente con el mismo derecho con que nosotros consideramos al negro
como hijo maldito de Cam y como imagen del diablo, l puede
declarar que sus raptores blancos son albinos y satanases blancos,
que slo por debilidad de la naturaleza han degenerado como cerca
del polo pierden color muchos animales. Yo podra decir l
yo, el negro, soy el hombre natural. Me ha impregnado del modo
ms fuerte la fuente de la vida, el sol, y en m y en todo lo que me
rodea ha influido del modo ms intenso y profundo. Mirad mi
tierra llena de oro y frutos, mis rboles que se elevan hasta el cielo,
mis animales vigorosos! Todos los elementos que me rodean rebosan
de vida, y yo pas a ser el punto central de este efecto vital. As
podra hablar el negro, y nosotros vamos a entrar con modestia en el
reino que le es peculiar.
Ya al atravesar el istmo nos encontramos con una nacin rara:
los egipcios. Altos, robustos, de cuerpo adiposo (la gordura con que
quiere favorecerlos el Nilo), y adems de ruda complexin sea y
tez moreno-amarillenta; sin embargo son sanos y fecundos, viven mu
cho tiempo y son moderados. Ahora indolentes, fueron en otros tiem
pos laboriosos y diligentes; es evidente que un pueblo con esos huesos:
y esa formacin era indicado para que se desarrollaran todas las.
alabadas artes e instituciones de los antiguos egipcios1. Una nacin
ms delicada, difcilmente habra servido para eso.
Los moradores de Nubia y de las zonas interiores del frica, que
viven en zonas ms altas, todava nos son poco conocidos; sin em
bargo, si hemos de creer los relatos provisionales de Bruce3, en toda
esa regin alta no viven familias negras, que l asigna slo a las
costas orientales y occidentales de esa parte del mundo que califica;
de las regiones ms bajas y ms feas. Hasta debajo del ecuador di
ce hay slo hombres blancos o moreno-amarillentos en esa regin-
alta muy moderada y lluviosa. Por curioso que sea este hecho, para
explicar el origen del negro de los negros, nos muestra tambin, lo-
cual casi nos interesa ms, que la forma de las facciones de esas re
giones se aproxima paulatinamente al tipo negro. Sabemos que los.
abisinios son de origen rabe, y que ambos reinos estuvieron unidos,
a menudo y por mucho tiempo; sin embargo, a juzgar por sus retra
tos en Ludolf y otros autores3, qu rasgos faciales ms duros apare
cen aqu comparados con la figura rabe y otras asiticas! Se aproxi

i Vanse su arte antiguo, sus momias y los dibujos de los sarcfagos de


sus momias.
- B u f f o n , Supplm ents a lhistoire naturelle, t. IV, p. 495. Lobo dice p o r '
lo menos que aun los negros que hay all no son feos ni tontos, sino inteligentes,,
delicados y de buen gusto. (R elation h istorique Abyssinie, p. 85). Como todos;
los relatos de esas regiones son antiguos e inciertos, seria de desear que se pu
blicara la edicin de sus viajes, si es que lleg hasta Abisinia.
3 L dolf, H st. A e t h io p p a s s im .
ma a la forma de los negros, aunque todava remotamente; y las
grandes variaciones topogrficas de altas montaas y deliciosos va
lles, los cambios de clima con tempestades de viento, calor, fro y
buen tiempo, junto con toda una serie de otras causas, parecen ex
plicar esos rasgos tan compuestos. En una parte del mundo diferente
tena que criarse tambin otra figura humana, cuya caracterstica
parece ser mucha energa vital sensible, gran duracin, pero tambin
un paso hacia lo ms extremo de la formacin, que en todo caso es
animal. La cultura y forma de gobierno de los abisinios es, en con
sonancia tanto con la ndole de su tierra como de su figura, una ruda
mezcla de cristianismo y paganismo, de libre despreocupacin y br
baro despotismo.
En el otro lado de frica, los bereberes nos son casi tan poco
conocidos como los egipcios para poder juzgarlos. Su residencia en
los montes del Atlas y su modo de vivir duro y alegre, les di la figura
desarrollada, ligera y gil que los distingue tambin de los rabes1.
Por lo tanto, no son an un pueblo de cultura negra, porque no lo
son los moros, pues estos ltimos son estirpes rabes mezcladas con
otros pueblos. Hermoso pueblo dice un observador moderno2
de finos rasgos faciales, rostros largos y redondeados, ojos hermosos,
grandes y ardientes, nariz alargada y no ancha o chata, de bello pelo
negro, que cae un poco ondulado, o sea, tambin, una formacin
asitica en plena frica.
Desde los ros Gambia y Senegal empiezan propiamente los pue
blos negros, aunque tambin con transiciones paulatinas 3. Los ya-
loses o vulufs no tienen todava la nariz chata y los labios gruesos
como el negro comn; ellos, lo mismo que los fulis, ms pequeos y
giles, que segn algunos relatos viven divirtindose, bailando y en
el orden ms feliz, son todava, con la bella disposicin de sus miem
bros, su pelo liso, poco crespo, y sus rostros alargados y abiertos,
imgenes de belleza comparados con aquellos mandigoes y otros pue
blos negros que viven ms abajo. Ms all del Senegal empiezan,
pues, los labios gruesos y las narices chatas de la figura negra, que se
extienden mucho ms abajo con variedades todava no contadas de
pequeos pueblos por Guinea, Loango, Congo y Angola. En Congo
y Angola, por ejemplo, el color negro se torna de aceituna; el pelo
ensortijado adquiere un matiz rojizo, las pupilas son verdes, la cada
de los labios es menos pronunciada y la estatura ms baja. En la
costa opuesta de Zanguebar se encuentra de nuevo ese mismo color
aceituna, slo que con estaturas ms altas y una complexin ms

1 H o st , N chrichten von M arokos, p . 141, c f . p . 132 s .


2 Schott, da noticias sobre el estado del Senegal en B eitr, z. Volker - u n d
L an d erku n d e, t. I, p. 47.
3 Schott, N oticias del Senegal, t. 3-5.
regular. Por ltimo, los hotentotes y los cafres son retrocesos de los
negros hacia otra formacin. La nariz de los primeros empieza a
perder algo de la aplastada chatura, los labios algo de su hinchado
grosor y el pelo es algo intermedio entre la lana de los negros y el
cabello de los dems pueblos; su color es moreno-amarillento, su
complexin como la de la mayora de los europeos, slo que tienen
las manos y los pies ms pequeos1. Si slo conociramos los nume
rosos pueblos que subiendo desde sus ridas regiones de lo ms in
terior del Africa hasta Abisinia, y en los cuales, segn muchos
indicios, a medida que nos acercamos a los lmites aumentan la fe
cundidad del pas, la belleza, la fuerza, la cultura y el arte, podramos
completar los matices del cuadro de pueblos de esa gran parte del
mundo y quizs no encontraramos un solo vaco.
Pero qu escasas son las noticias seguras que tenemos de esa
zona de la tierra! Apenas conocemos las costas del pas, y aun a
menudo stas no ms all del alcance de un can europeo. De los
europeos modernos ninguno recorri el interior del frica, como tan
a menudo hicieron las caravanas rabes2, lo que sabemos de l son
leyendas contadas oralmente por los negros o noticias bastante an
tiguas de algunos aventureros afortunados o desdichados 3. Adems',
aun en las naciones que ya pudimos conocer, parece que el ojo de los
europeos fu demasiado tirnicamente despreocupado para tomarse
la molestia de investigar las diferencias de cultura nacional entre los
mseros esclavos negros. Lo consideran como ganado y en la compra
slo se fijan en los dientes. Un misionero husita , nos ha dado de
otra parte del mundo minuciosas distinciones de pueblos de negros,
mejor que muchos exploradores que recorrieron las costas de frica.
Sera una suerte para la ciencia de la naturaleza y del hombre que
un grupo de hombres con el espritu de Forster, la paciencia de Sparr-
mann y los conocimientos de ambos recorriera esas tierras inexplo
radas. Las noticias que se dan de los yagas y ancicos antropfagos,
son sin duda exageradas si se hacen extensivas a todos los pueblos del
interior de frica. Los yagas parecen ser una nacin de bandidos
aliados, algo as como un pueblo artificial que forma una especie de
amalgama y desecho de varios pueblos de filibusteros que fueron
echados a la tierra firme y acabaron viviendo con costumbres rudas
y crueles 5. Los ancicos son pueblos montaeses, tal vez los mongoles
i Sparmann, R?,isen, p. 172.
- Schott, N oticias d el Senegal, p. 49, 50.
s Zimmermann hace una descripcin de las partes conocidas y desconocidas,
estudio de mucho saber y juicio, en la Geogr. Gesch , des M enschen , p. 104 s.
4 Oldendorp, M issionsgeschichte a u f St. T hom as, p. 270, etc.
s P r o y a r t , Geschichte von Loan go, Kakongo, etc. Leipzig 1770. Esa tra
duccin alemana contiene un apndice muy erudito con una coleccin de noticias
sobre los yagas.
y calmucos de esta regin; pero cuntas naciones felices y tranquilas
vivirn quizs en la falda de los Montes de la Luna! Europa no me
rece ver su felicidad, porque ha cometido y sigue cometiendo pecados
imperdonables en esa parte del mundo. Los rabes, con su comercio
tranquilo, recorren el pas y han formado colonias que se extienden
muy lejos a su alrededor.
Pero me olvidaba de que tena que hablar de la cultura de los
negros como una de las organizaciones de la humanidad. Qu bueno
sera que la ciencia natural hubiera dedicado a todas las variedades
de nuestra estirpe tanta atencin como a sta! Voy a consignar al
gunos resultados de sus observaciones.
1. El color negro de los negros no es ms asombroso en su es
pecie que el blanco, moreno, amarillo o rojizo de otras naciones. No
son negras la sangre, el cerebro ni el semen de los negros. Sino que
lo es la retcula situada debajo de l epidermis, que todos tenemos, y
que tambin en nosotros es de color ms o menos fuerte, por lo menos
en algunas partes y en varias circunstancias. Camper1 lo ha demos
trado y, segn l, todos tenemos los elementos para llegar a ser
negros. Hasta en los fros samoyedos se ha observado una franja al
rededor de los pechos de las mujeres; si en su pas no se desarroll
ms ese germen negro fu a causa del clima.
2. Por lo tanto, lo nico que importa es la causa que aqu per
miti que se desarrollara, y la analoga revela en seguida una vez
ms que el aire y el sol deben haber influido en gran parte. En
efecto qu es lo que nos hace morenos? Qu es lo que distingue en
casi todo el pas a los dos tipos? A qu se debe que los portugueses
que han vivido durante siglos en frica hayan adquirido un color
tan parecido al de los negros? Cul es el factor que diferencia tan
marcadamente entre s a las tribus de la misma frica? Responde
mos que este factor no es otro que el clima en el sentido ms amplio
de la palabra, como tambin el sistema de vida y el rgimen alimen
ticio. Las tribus ms negras habitan precisamente las regiones donde
los vientos orientales inundan de calor el Continente; inversamente,
donde el calor va disminuyendo o es refrescado por vientos marti
mos, el color negro palidece tomando un matiz amarillento. Los
pueblos blancos o blancuzcos viven en las alturas de clima fro, mien
tras que en los valles encerrados el sol estimula el derrame del aceite
que debajo de la epidermis produce un reflejo negro. Ahora bien,
si tenemos en cuenta que esos negros habitan su Continente hace mi
les de aos habindose adaptado al mismo con toda su manera de
vivir; si consideramos adems, que ciertos factores cuya influencia es
menor hoy en da, la tuvieron en gran medida en pocas pasadas,
cuando todos los elementos actuaban todava con su mpetu pri-

i Vase C a m p e r , K lein e Schriften, t. 2, p. 24, etc.


mitivo; y si, finalmente, pensamos que en tantos milenios ha pasado
tambin toda la rueda de contingencias que tarde o temprano des
arrolla todo cuanto puede desarrollarse en la tierra, ya no puede
sorprendernos una menudencia como la de que la piel de algunas
naciones sea de color. Variantes mucho mayores que sta ha produ
cido la naturaleza con su influjo causal continuo y secreto.
3. Y cmo operan estas pequeas mutaciones? Me parece que
la cosa lo muestra por s sola: un aceite ha coloreado esta retcula.
El sudor del negro y, a menudo, del mismo europeo que habita esas
regiones, toma el color amarillo; la piel de los negros es como tercio
pelo grueso y suave, no tan tirante ni tan seca como la piel del blan
co. Por lo tanto, el calor del sol ha refinado en su interior un aceite
que trat de salir al exterior lo ms que pudo, ablandando la piel
y coloreando la retcula situada debajo de la epidermis. La mayor
parte de las enfermedades de esta regin son de tipo biliar. Lanse
al respecto sus descripciones1, y el color amarillo o negro dejar de
parecemos extrao desde el punto de vista fisiolgico y patolgico.
4. El cabello lanudo de los negros se explica de la misma ma
nera. Puesto que los cabellos viven nicamente de los finos humores
de la piel y hasta se producen en ocasiones y en contra de su natu
raleza, en un medio grasoso, se tuercen segn la cantidad disponible
de savia nutritiva, y mueren donde sta falta del todo. A causa de
la organizacin ms tosca de los animales, su pelo se transforma en
erizado y cerdoso en los pases en que el organismo es afectado por
sufrimientos e imposibilitado de elaborar la savia necesaria. La or
ganizacin ms refinada del hombre, destinada a adaptarse a todos
los climas, pudo, inversamente, transformar el cabello en lana, gra
cias al excedente del mencionado aceite que humedece la piel.
5. Pero la evolucin propia y caracterstica de los miembros del
cuerpo humano tiene un significado an ms profundo, el cual, se
gn creo, se explica tambin en el caso del organismo de los africa
nos. Muchas demostraciones de orden fsico nos ensean que los
labios, los senos y los rganos genitales guardan una proporcin exac
ta entre s. Ahora bien: la naturaleza, al tener que privar a esos
pueblos de dones ms nobles, se vi obligada, conforme a su simple
principio evolutivo artstico-creador, a dotarlos en una medida co
rrespondientemente mayor de goces sensuales, lo cual haba de apa
recer en la parte fisiolgica. La ciencia fisionmica interpreta
tambin en el hombre blanco los labios gruesos como signo de sen
sualidad, a la vez que una delgada raya de labios finos como seal de
un gusto framente refinado, por no citar aqu otras experiencias.
Qu tiene, pues, de particular que tales caractersticas se encuentren
i S c h o t t , Observations on tke Synochus atrabiliosa. Extracto e n G otting.
M agaz. 3, 6, pg. 729, etc.
en aquellas naciones entre cuyas principales felicidades figura el im
pulso sensual? El nio negro nace blanco; lo primero que se colorea
son la piel alrededor de las uas, las tetillas y los rganos genitales.
Segn el plan evolutivo de cada caso, se encuentra el mismo consenso
entre los miembros entre otros pueblos.
Para el negro, cien hijos son poca cosa, y cierto negro hubo que
se quejaba con lgrimas de que los suyos no pasaran de setenta.
6. Con semejante organizacin rica en aceites con miras al placer
sensual, tuvieron que modificarse a la fuerza el perfil y la estructura
toda del cuerpo. A l proyectarse la boca hacia adelante, la nariz se
hace chata y menuda, la frente se torna huidiza y la cara adquiere
una remota semejanza con el crneo simiesco. A esto responde, a su
vez, la posicin del cuello, la transicin al occipital, la estructura
elstica del cuerpo; hasta su nariz y su piel estn hechas para el goce
animal y sensual.
As como en esa parte del mundo, patria del calor solar, crecen
los rboles ms altos y ms ricos en savia, pululan los rebaos de los
animales ms grandes, vivaces y fuertes, y juegan las multitudes in
mensas de los monos, de manera que el aire y los ros, el mar y la
arena rebosan de vida y fertilidad, as tambin la naturaleza humana
al organizar su parte animal no pudo menos que seguir el principio
simple y universal de las fuerzas evolutivas. Si bajo este sol abrasador
no caba conceder una espiritualidad ms refinada a una criatura
apasionada y de pecho ardiente, esta privacin le fu recompensada
con una conformacin fsica que ni permita aquellos sentimientos
elevados. Tengamos, pues, compasin del negro si a causa del orga
nismo propio de su clima, no le cupieron en suerte dones ms nobles,
mas no le despreciemos, y rindamos pleitesa a la madre naturaleza
que, aun privando a sus hijos de un bien, sabe compensarlos con
otro. Libre de preocupaciones transcurre su vida en una tierra que
le brinda su alimento con esplndida liberalidad. Su cuerpo esbelto
atraviesa las aguas como si hubiese sido creado para vivir en el mar;
trepa y corre con placer y agilidad; sano y fuerte, ligero y vivaz, so
porta gracias a su constitucin diversa todos los accidentes y enfer
medades propios del clima bajo el cual sucumben tantos europeos.
Qu le aprovechara atormentarse por goces superiores para los
cuales no ha sido hecho? La materia prima exista tambin en l:
mas la naturaleza, con un movimiento de su mano, form de ella lo
que ms necesitaba para la felicidad en su tierra natal. No deba
crear el frica si quera renunciar a crear a los africanos.
V

ORGANIZACIN DE LOS HOMBRES EN LAS


ISLAS DEL TRPICO

Nada es ms difcil que caracterizar en trminos generales los


pases esparcidos en el regazo del ocano. Pues estn alejados el uno
del otro y en la mayora de los casos han sido habitados por advene
dizos de distinta procedencia que llegaron de regiones ms o menos
lejanas y los habitaron ms tarde o temprano, formando cada cual,
en cierto modo, su propio mundo. As, pues, presentan a la etnologa
un cuadro tan variado y multicolor como el que ofrece a la vista su
representacin geogrfica en el mapa. A pesar de todo, ni aqu se
pueden disimular los rasgos fundamentales.
1. En las ms de las islas asiticas existe una especie de negros
que parece corresponder a los habitantes ms antiguos del pas1.
Segn la diversidad de la regin que ocupan, son de color ms o
menos oscuro con pelo crespo y lanudo; aqu y all aparecen tambin
los labios gruesos, la nariz aplastada, los dientes blancos y, lo que
llama la atencin, junto con estas formaciones reaparece el tempe
ramento del negro. Hasta la fuerza sana y primitiva, la falta de re-
flexividad, la locuacidad sensual que hallamos entre los negros del
Continente, tambin se muestran aqu entre los negrillos de las islas,
slo que en proporcin a su clima y modo de vivir. Muchos de esos
pueblos se hallan todava en el grado inferior de su civilizacin
porque fueron desplazados hacia las montaas por inmigrantes pos
teriores, que ahora habitan las costas y llanuras, por lo que poseemos
poca informacin segura y fidedigna de aqullos.
De dnde proviene esta semejanza en la formacin del negro en
islas tan lejanas? Ciertamente no de que los africanos hubiesen man
dado en tiempos primitivos a colonizar estos parajes, sino porque la
naturaleza acta uniformemente en todas partes. Tambin aqu
tenemos el clima ms caluroso, refrescado tan slo por las brisas del
mar por qu, pues, no habra de haber tambin negrillos en las
islas, como hay negros en tierra firme? Tanto ms cuanto que son
los habitantes primitivos de las islas quienes llevan ms profunda
mente impreso el sello de la modalidad creadora de la naturaleza
en estas regiones. A ellos pertenecen tambin los igolotos de las
1 Sprengel: H isto ria de las F ilip in as; Foster, N oticias de Borneo y otras
islas, en: Contribuciones, a la etnologa y geografa, t. 2, p. 57, 237, y ss. V iajes
generales, t. II, p. 393; Viajes de Le Gentil en la Coleccin de Ebeling, t. 4, p. 70.
Filipinas y tribus semejantes en la mayora de las otras islas; tambin
los salvajes en la parte occidental de Nueva Holanda a quienes Dam-
pier describe como una de las tribus ms miserables de la humanidad,
pertenecen a estos grupos, si bien es el ms primitivo de todos, en
uno de los parajes ms ridos de la tierra.
2- En tiempos posteriores llegaron a estas islas otros pueblos,
que, en consecuencia, mostraron una conformacin menos llamativa.
Pertenecen a ellos, segn Forster, los badches en Borneo, los alfu-
renses en algunas de las Molucas, los sub'adenses en Magindano, los
habitantes de las Islas Ladrones (Marianas), las Carolinas y las si
tuadas ms al sur del Ocano Pacfico. Se afirma que se distinguen
por una notable semejanza en los idiomas, color, conformacin y
costumbres; su cabello es largo y liso, y por viajes recientes se ha sa
bido cunta es la belleza seductora del cuerpo humano que ha lle
gado a gran perfeccionamiento en la isla de Tahit y otras cercanas.
Con todo, es una hermosura totalmente sensual, y la nariz un tanto
achatada de las mujeres de Tahit parece indicar un ltimo toque
del clima modelador.
3. Ms tarde an llegaron a muchas de estas islas los malayos,
rabes, chinos, japoneses, etc., todos los cuales conservan los rasgos-
de sus respectivas razas. En una palabra, se puede considerar este
grupo de islas como punto de reunin donde las ms diversas formas-
se dieron cita, evolucionando cada cual de muy diversa manera se
gn el carcter que les era propio, el pas que haban habitado, la.
poca y estilo de vida que all haban practicado, de manera que la.
ms notable diversidad puede encontrarse en una vecindad inme
diata. Los neo-holandeses descritos por Dampier, y los habitantes de-
la isla Mallicollo parecen ser de la formacin ms primitiva, a partir
de la cual se elevan gradualmente los habitantes de las Nuevas H
bridas, de Nueva Caledonia, Nueva Zelandia y otras. El Ulises de
estos parajes, Reinhold Forster1, nos ha descrito tan sabia e inteli*
gentemente los grupos y sub-grupos de la especie humana all mismo,
que desearamos contar con semejantes contribuciones a la geografa-.
filosfico-fsica tambin acerca de otras regiones de la tierra en cali
dad de fundamento para una Historia Antropolgica.
Dirijo mi atencin ahora al ltimo Continente que al mismo-
tiempo es el ms difcil de tratar.

i Forster, Bem erkungen a u f seiner R eise um de Welt. Berl. 1783. Cap. 6..
VI

EL ORGANISMO DE LOS AMERICANOS

Sabido es que Amrica ostenta todos los climas, y no slo el


calor y el fro en los grados ms extremos, sino tambin los cambios
ms repentinos y bruscos de temperatura, pues all se juntan las
alturas ms elevadas y escarpadas con las ms amplias y llanas pra
deras. Tambin se sabe que esta alargada parte del mundo, con su
gran baha, cuenta con una cadena de montaas que va de sur a
norte, por lo que tanto su clima como sus productos vivos tienen
escasa semejanza con los del Viejo Mundo. Todo ello reclama nuestra
atencin sobre el grupo humano all existente, por cuanto repre
senta el nacimiento de un hemisferio opuesto.
Por otra parte, la misma situacin de Amrica implica que esta
inmensa parte de la tierra, tan distanciada del resto del mundo, no
sea accesible desde muchos otros sitios para ser poblada. De frica,
de Europa y del sur de Asa la separan amplios mares y vientos. Slo
hay un paso que queda cercano al mundo antiguo por su parte nor
oeste. La esperanza que anteriormente se abrigaba de encontrar una
gran variedad- de formas, va, pues, disminuyendo, ya que, si los pri
meros habitantes que al mismo tiempo son los ms numerosos, pro
ceden todos de una misma regin y acaso se mezclaron en pequea
escala con otros advenedizos ms recientes, que bajaron poco a poco
por el Continente hasta ocuparlo, finalmente, en toda su extensin,
claro est que a pesar de toda la diversidad de climas la conformacin
y el carcter de los habitantes han de mostrar una uniformidad que
slo permite algunas que otras excepciones. Y esto es cabalmente lo
que dicen tantas noticias del norte y sur de Amrica, las que, sin
perjuicio de la gran diversidad de latitudes y pueblos, que con fre
cuencia trataron de separarse con medios violentos, afirman de la
conformacin de este grupo humano un sello de uniformidad como
no se encuentra en el mismo pas de los negros. El estudio del or
ganismo del americano constituye, pues, en cierto sentido, una tarea
ms homognea que no la conformacin de cualquiera otra regin
del mundo donde se operaron mayores mezclas, y el punto de partida
para la solucin del problema no puede tomarse sino en el mismo
paso probable por donde los hombres pasaron al Continente ame
ricano.
Las naciones en las que toc Cook en Am ricapresentaban un
i W . E llis , N oticias del tercer v iaje de Cook, p. 114 ss.
tipo humano de altura mediana, hasta los seis pes. Su color era rojo
cobrizo, la forma de la cara cuadrada con los pmulos bastante sa
lientes y escasa barba. El cabello es largo y negro, la constitucin de
los miembros fuerte y solamente los pies deformes.
Quien tenga presentes a los habitantes del Asia oriental e islas
cercanas, podr observar rasgo por rasgo la lenta transformacin.
No quiero circunscribir esta ltima a una nacin determinada, por
que es probable que varias, tambin de distintas razas, hayan emi
grado a Amrica. Pero que hayan sido nicamente pueblos orienta
les, lo prueban su conformacin somtica, sus mismas deformidades,
y ms que nada, sus atavos y arbitrariedad de costumbres. Una vez
que conozcamos toda la costa noroeste de Amrica, de la que hoy
por hoy slo nos son conocidos unos cuantos puertos de desem
barco, y tengamos de los mismos moradores un retrato tan fiel co
mo el que Cook nos dej de un cacique en Alaska, muchas cuestiones
quedarn aclaradas. Se sabr, entonces si ms abajo, a lo largo de
la extensa costa penetraron tambin japoneses y chinos, y qu hay
que pensar de la leyenda que afirma la existencia de una nacin ci
vilizada y barbuda en el lado oeste del Continente. Ciertamente se
ran los espaoles quienes, partiendo desde Mxico, estaran ms
prximos para dedicarse a tan importante exploracin si compartie
ran el glorioso espritu cientfico de exploracin y conquista que
distingue a las dos primeras potencias martimas: los ingleses y fran
ceses. As y todo, espero que al menos el viaje de Laxmann por la
costa del norte y los esfuerzos de los ingleses desde el Canad nos
enseen muchas cosas nuevas y buenas.
Es notable que tantas noticias afirmen el hecho de que los pue
blos ms occidentales de Amrica del Norte son al mismo tiempo los
ms civilizados. Los assinib'oines a causa de su estatura, fuerza y
agilidad, as como los cristinows por su vivacidad comunicativa, se
han hecho clebres.1 Con todo, a todos estos pueblos, como en gene
ral, a los habitantes de las sabanas, los conocemos solamente por la
leyenda. Con los indios sioux empiezas noticias ms ciertas. Car-
ver 2 nos los di a conocer y tambin a los chimakuanes y los winne-
bagos. Por Adair conocemos a los cherokees, los chikasaws y los mi-
wokeses; Rogers, Colden y Timberlake nos describen a los llamados
cinco pueblos, a los que conocieron acompaando a los misioneros
franceses hacia el norte. Habida cuenta de todas las diferencias que
hay entre los relatos respectivos quin no se ha quedado con la im
presin de que hay aqu una conformacin predominante y un ca
rcter principal uniforme que consisten en la fuerza, sana y con
tenida, un amor a la libertad y valor en la guerra orgulloso y br-

i A llgem . R eisen, t. 16, p. 646.


- E b e lin g s , Sam m l. v. Reisebeschr, t. I , Hamb. 1780.
ba.ro, un modo de vivir, rgimen familiar, educacin, gobierno, co
mercio y costumbres en tiempos de paz como en la guerra; con sus
vicios y virtudes; un carcter nico y bien determinado en el con
junto de los pueblos de la tierra?
Y cmo lleg a formarse este carcter? Opino que tambin aqu
su lento trnsito desde el Asia as como la estructura de este nuevo
mundo nos pueden dar buena parte de la explicacin. Haban lle
gado como pueblos primitivos y duros, formados entre tormentas y
altas montaas; al encontrarse ahora de golpe frente a la costa de este
pas grande, Tib're y ms bello, no tuvo acaso que adaptarse su ca-
rcted al nuevo ambiente? Entre estos grandes lagos y ros, en los bos
ques y praderas, fuerza es que se desarrollaran pueblos distintos de
los que habitaban las escarpadas y fras laderas que lindaban con
el mar. Tal como se dividan lagos, sierras y ros, as tambin los
pueblos: tribu contra tribu se trabaron en guerras salvajes, lo que
explica que hasta los pueblos de temperamento indiferente posean
el rasgo caracterstico del odio contra el enemigo rival. As, pues,
se iban transformando en tribus de carcter guerrero incorporndose
en un todo a la nueva patria que crean haber recibido de manos
del Gran Espritu. Practican la religin chamana de los asiticos
del norte, pero a la manera americana. El aire sano, el verdor de
sus praderas y bosques, el agua refrescante de sus ros y lagos los
entusiasm con el aliento de la libertad y de la posesin de estas
tierras. Pensemos qu puado de mseros rusos logr dominar a todos
los pueblos siberianos hasta Kamchatka; estos brbaros, en cambio,
de ms recia contextura, cedieron terreno, mas nunca se dejaron re
ducir a la servidumbre.
El mismo origen tiene la curiosa aficin que demuestran por
el embellecimiento artificial de su cuerpo. Todos los pueblos de
Amrica extirpan la barba; deben, pues, ser originarios de regiones
que producan poca barba, no queriendo abandonar las costumbres
de sus antepasados. Es en la parte oriental del Asia donde se encuen
tra la falta de barba. Estando, pues, en un clima que suministrara
savia ms abundante para su crecimiento, seguan aborreciendo la
barba, arrancndola desde la juventud. Los pueblos del norte asitico
tenan la cabeza redonda, mientras que, ms al este, adquira forma
cuadrada. Nada ms natural, pues, que, no queriendo apartarse de
la forma de sus mayores, modelaran tambin su cara. Es probable
que temieran el valo suave como una forma demasiado afeminada,
y, por lo tanto, permanecieron fieles al oprimido rostro blico de sus
antepasados recurriendo a artificios violentos. Los descendientes de
los cabezas de bola nrdicos formaron la cara redonda segn la con
formacin del norte superior; otros le dieron forma cuadrada y opri
mieron la cabeza entre los hombros, no fuera que el nuevo clima mo
dificara su altura o configuracin. Ninguna otra regin del mundo
tiene muestras de tales embellecimientos violentos, si no es el Asia
oriental, y, como vimos, probablemente con la misma intencin de
mantener el renombre de la tribu en tierras lejanas; el mismo espritu
decorativo parece, pues, haber emigrado con ellos.
Por ltimo, lo que menos puede extraarnos es el color rojo
cobrizo de los americanos, ya que el color de sus tribus evolucionaba
aun en la misma Asia oriental hacia el marrn rojizo y es probable
que el aire de otro Continente, los ungentos y otros factores hayan
contribuido a subir este color. Tan poco extrao me parece que los
negros sean negros y los americanos cobrizos, siendo razas tan diferen
tes que durante tantos milenios habitaron distintas zonas, que antes
me admirara que sobre nuestro globo todos fueran de color marrn
o blanco como la nieve. Acaso no observamos en el organismo ms
primitivo de los animales que segn las diversas regiones que habiten
llegan a modificarse hasta partes integrantes del organismo? y qu
reviste mayor importancia: una variante de los miembros del cuerpo
-en toda su proporcin y posicin, o un tejido reticular debajo de la
piel ms o menos intensamente coloreado?
Acompaemos, pues, al cabo de esta introduccin, a los pueblos
de Amrica en su migracin hacia el sur del Continente, y veamos
cmo en medio de las mezclas diversificantes y mltiples, no se pier
de en ningn momento la uniformidad de su carcter original.

A los americanos del extremo norte nos los describen como de


baja estatura y cuerpo fornido; la parte meridional del pas es ha
bitada por las tribus ms altas y hermosas, a los que van en zaga,
por lo que a fortaleza y nimo se refiere, los que viven en la parte
inferior y llana de Florida. Llama la atencin dice George Fors-
ter1, que a pesar de todas las divergencias caractersticas de los
americanos, a los que vemos retratados en la obra de Cook, predo
mine un carcter general, comn a todos, en los rostros, el que me
pareca conocido y al cual, segn recordaba, haba visto en la Pa-
tagonia.
Poco es lo que sabemos de Nueva Mxico. Los espaoles encon
traron a los habitantes de este pas decorosamente vestidos, aplicados,
limpios, sus tierras bien aradas y sus ciudades construidas de pie
dra. Pobres pueblos! en qu vinisteis a parar ahora, si no os pu
sisteis a salvo en las montaas como los bravos gentes?2. Los apalaches
demostraron ser una nacin brava y veloz en el ataque, contra los
cuales los espaoles nada pudieron; y con qu admiracin habla
Pags de los chactas, adaises y tegas!
Mxico ofrece ahora un triste recuerdo de lo que era bajo sus
i Gotting. M agazin, 1783, s. 929.
- "Los bravos gentes est en castellano en el original (N. del T .).
3 Pags, Foyage au tou r du m onde , par. 1783, 18, 26, 40, 52, 54, etc.
reyes- Apenas la dcima parte de sus moradores ha sobrevivido1.
Y cmo se ha modificado su carcter por la ms injusta de las opre
siones! No creo que en toda la tierra pueda haber un odio ms pro
fundamente arraigado que el de los americanos oprimidos contra
sus opresores, los espaoles. Aunque Pags elogia la benignidad un
tanto mayor2 que demuestran ahora los espaoles para con los opri
midos, no puede disimular, en otros lugares de su obra, la tristeza
de estos ltimos y el salvajismo con que son perseguidos los pueblos
todava libres. A los mexicanos se los describe como de subido color
aceituna, de figura bella y agradable; sus ojos son grandes y vivaces,
brillantes; sus sentidos despiertos, sus piernas giles; slo su alma
qued aplastada por la servidumbre.
En el centro de Amrica, donde todo languidece a causa del
calor hmedo y los europeos llevan una vida por dems desgraciada,
no se ha rendido, sin embargo, la naturaleza adaptable del americano.
W affer3, el cual cautivo y fugitivo de los piratas vivi por un tiem
po entre los salvajes de Terra firma, describe la buena acogida que
le brindaron, as como su figura y modo de vivir, de la siguiente
manera:
La altura de los hombres era de cinco a seis pies, sus huesos
robustos, el trax voluminoso y bien proporcionado; ningn lisiado-
ni deformado se hallaba entre ellos; son giles, vivaces y excelentes
corredores. Sus ojos son de un vivo gris, su cara redonda, labios
delgados, boca pequea y la barbilla bien formada. El cabello es
largo y negro; gusta peinarse a menudo. Los dientes son blancos y
bien colocados; se adornan y pintan como la mayor parte de los in
dios. Es sta la gente que nos han querido presentar como un fruto
contrahecho e inmaduro de la humanidad, con un sistema nervioso
destrozado? Y son stos precisamente los que habitan en la parte ms
enervante del istmo.
Fermn, explorador fidedigno, nos describe a los indios de Su-
rinam como hombres bien formados y tan limpios en s mismos que
no hay quien les gane en este punto entre los pueblos de la tierra4.
Apenas se han levantado por la maana, toman su bao, y sus mu
jeres se untan con aceite ya para la conservacin del cutis, ya para
defenderse de las picaduras de los mosquitos. Son de color canela
rojizo, pero nacen tan blancos como nosotros. No hay entre ellos
un solo cojo o contrahecho. Sus largos cabellos de negro azabache
se vuelven canosos tan slo a la edad ms avanzada. Tienen ojos ne
gros, una cara de rasgos muy marcados y poca o ninguna barba, a.
cuyos primeros brotes se adelantan arrancndola. Su hermosa y
1 Storia antica del M essico: Extracto en G otting. gelehrten Anzeigen, 1781.
2 Ps. 88 y ss.
3 Allgem. Reisen, t. 15, p. 263 y ss.
* Fermn, Beschreib. con Surinam , t. I, p. 39, 41.
blanca dentadura permanece sana hasta la edad ms provecta; tam
bin sus mujeres, al parecer tan delicadas, son tambin de salud muy
resistente.
Lase tambin la descripcin de Bancroft1 sobre los valientes
caribes, los lnguidos worrowes, los formales accawewes, los so
ciales arrowankes, etc., y, creo, se tendr que abandonar de una
vez por todas los prejuicios acerca de la figura enclenque y el ca
rcter indigno de estos indios, aun en los parajes ms calurosos del
mundo.
Si seguimos hacia el sur para meternos entre las incontables
tribus del Brasil, qu multitud de idiomas, razas y caracteres nos sa
len al paso!, los cuales, con todo, han sido descritos con bastante ho
mogeneidad por antiguos y recientes viajeros3.
Su cabello nos dice Lery jams encanece, siempre estn
vivaces y de buen humor, como el perenne verdor de sus campias.
Los valientes tapinambos, con tal de sustraerse al yugo de los por
tugueses, buscaron refugio en las junglas inexploradas e impenetra
bles, lo mismo que varias tribus guerreras. Otros, a quienes supieron
atraerse las misiones del Paraguay, llegaron a hacerse como nios, a
causa de su carcter dcil; mas esto se debi al sello impreso a estos
organismos, y ni a ellos, ni a sus vecinos ms inquietos puede tildarse,
con este pretexto, de ser la hez de la humanidad 3.
Mas ya nos vamos acercando al trono de la naturaleza y de la
peor de las tiranas, el Per, tan rico en plata como en crueldades.
Aqu la opresin de los pobres indios llega al colmo, y sus opresores
son los curas, y otros europeos que viviendo entre mujeres se afemi
naron. Todas las energas de esos tiernos hijos de la naturaleza, tan
dichosos cuando vivieron bajo el dominio de los Incas, estn ahora
concentradas en la nica capacidad de sufrir y aguantar con odio
reprimido. A primera vista, dice Pinto, gobernador del Bra
sil 4 el sudamericano parece manso e inofensivo; pero observndolo
bien, se descubre en su rostro algo salvaje, receloso, tristn y mal
humorado. Pero, acaso no se explicara todo esto por el destino
que les toca padecer a estos pueblos? Mansos y sin malicia eran
cuando llegasteis a ellos, teniendo vosotros el deber moral de cultivar
lo que hubiese de salvaje en estas criaturas de buen natural. Ahora
ya, qu otra cosa cabe esperar sino que, desconfiados y con el nimo
ensombrecido, alimenten en sus corazones la hostilidad ms profunda
e imborrable? Es como el gusano que enroscndose nos parece feo,
porque le aplastamos con el pie. El esclavo negro en el Per goza de
1 Bancroft, N aturgesch . von G uiara, t. 3.
2 Acua, Gumilla, Lery, Marggraf, Condamine y otros.
3 D o b r it z h o f e r , H istoria de los Avispones, Viena 1783; vase descripciones
de otros varios pueblos en P. G u m i l l a , Orinoco ilustrado , etc.
i R obertson, Gesch. von A m erika, v. I, p. 537.
seoriales en comparacin con el pobre oprimido al que perte
fu e ro s
nece la tierra por derecho.
Sin embargo, no se les ha podido quitar todo por doquier, pues,
por fortuna, quedan todava las cordilleras y desiertos de Chile, reduc
to de libertad' para tantos pueblos valientes. Estn, por ejemplo, los
no sometidos maloches, los puelches y araucanos y los tehuelches de la
Patagonia como tambin el gran pueblo ms al sur que mide seis
pies de altura y es grande y esforzado. Su figura no es desagradable:
tienen cara redonda, un tanto achatada, ojos vivaces, dientes blancos
y cabellera larga y negra". Vi a algunos" dice Commensor1
con un bigote no muy denso, pero largo; su piel es de color cobre,
como en la mayora de los americanos. Vagan por las amplias pra
deras de la Amrica del Sur, con sus mujeres y nios, siempre a ca
ballo, siguiendo la trayectoria de los animales que les sirven de
caza. Falkner y Vidaure- son quienes mejor nos han informado
sobre ellos. Ms abajo de estos pueblos ya no queda nada, ex
cepto el helado confn de la tierra, la Tierra del Euego con sus ha
bitantes, tal vez el grupo ms primitivo del gnero humano3. De
baja estatura, feos y despidiendo insufrible olor se alimentan de me
jillones, visten pieles de foca, y padecen las inclemencias del fro
durante todo el ao en medio del ms espantoso invierno, pues, si
bien tienen a su disposicin bosques en abundancia, carecen de vivien
das abrigadas y del calor del fuego. Por fortuna, la naturaleza, madre
previsora, hizo que aqu, camino del polo sur, la tierra firme hallase
su lmite, no fuera que en regiones ms australes an, una misera
ble caricatura de la humanidad pasara su vida en el letargo del con
gelamiento que es la muerte de los sentidos.

Con esto hemos obtenido algunos rasgos caractersticos de los pue


blos de Amrica; ahora bien: qu se sigue de todo ello para nuestro
cometido?
En primer lugar, que casi nunca debera hablarse en general
de las naciones que habitan un Continente que se extiende a travs
de todas las zonas. El que diga que Amrica es calurosa, de clima
isano, hmedo, de topografa llana, de suelo frtil, tiene razn; mas
otro que afirme lo contrario* no tiene menos razn, a saber, para
otras estaciones del ao y otros lugares. Lo mismo sucede con los
pueblos: son hombres de todo un hemisferio que abarca todas las
2onas. En el extremo norte y sur hay enanos, cerca de'ellos gigantes;

i Jo u rn a l encyclop. 1772. Testimonios comparativos vanse Zimmermann,


Geschichte der M enschheit, t. I, p. 59; y R obertson, Geschichte v. Am erka,
t. I, p. 540.
- Falkner, Beschreib. von Patagonien, Gotha 1775; V idaure, G esch. des
K onigreiches Chile en Ebeling, Sam m l. von R eisen., t. 4, p. 108.
3 orster, Reisen, t. 2, p. 392: Cavendish, Bougainville y otros.
la parte meridional es habitada por pueblos medianos de conforma
cin fsica ms o menos bella, mansos y aguerridos, perezosos y dili
gentes, de los ms diversos estilos de vida y dotados de todos los
caracteres.
Segundo: Nada impide que esta raza humana tan ramificada
con todas sus derivaciones proceda, sin embargo, de una sola raz
y que d, en consecuencia, frutos uniformes. Y es esto lo que quiere
expresarse al hablar de una conformacin del rostro y figura domi
nante en los americanos.
Ulloa observa, especialmente en la zona central, la frente baja
poblada de pelo, ojos pequeos, orejas grandes, nariz delgada e in
clinada sobre el labio superior, rostro ancho, muslos bien proporcio
nados, pies pequeos, cuerpo rechoncho, rasgos todos stos que se
extienden ms all de Mxico. Pinto agrega que la nariz es un tanto
achatada, la cara redonda, los ojos negros o marrn castao, pequeos
pero agudos, y que las orejas estn a gran distancia de la cara1, lo
que tambin se puede notar en descripciones de pueblos muy remotos.
Esta fisonoma general que vara en finura segn las zonas y pueblos,
me parece ser un rasgo familiar, reconocible aun tambin dentro de la
diversidad y que revela cierto origen homogneo. Si hubieran sido
pueblos de todas las partes del mundo y de pocas distintas los que
llegaron a Amrica, se mezclasen o no entre s, la variedad de grupos
humanos hubiera tenido que ser mucho mayor de lo que es. En todo
el Continente no se encuentran cabellos rubios ni ojos azules. Los
"cesreos ojizarcos de Chile y los acansas de Florida desaparecie
ron en la Edad Moderna.
Tercero: Si de acuerdo con estos trazos se quiere sealar cierto
carcter medio de los americanos, no parece que pueda ser otro que
su bondad de corazn y su inocencia candorosa, que se demuestra
tambin por sus antiguas tradiciones, sus habilidades y las pocas artes
que practica^, pero ms que nada, por su comportamiento inicial
frente a los europeos. Oriundos de un pas brbaro y sin ninguna
ayuda por parte del mundo civilizado, avanzaron con sus propias
fuerzas hasta donde pudieron llegar, ofreciendo tambin con sus co
mienzos rudimentarios de una cultura un cuadro por dems instruc
tivo de la humanidad.

i R o b ertso n . Gesch . von A m erika, t. I, p. 539.


VII

CONCLUSIN

Ojal me fuera dado transformar mediante una varita mgica


todas las descripciones verbales y, como tales, poco precisas, en re
tratos y pinturas, para dotar a los hombres de una galera de dibu
jos y figuras que representen a sus hermanos hombres sobre el haz
de la tierra. Pero cun lejos nos hallamos an de la realizacin de
esta aparicin antropolgica! Por siglos enteros se han surcado mares
y tierras al amparo del pabelln, de la espada, de la cruz, de corales o
barriles de aguardiente; mas nadie parece haber pensado en el pa
cfico lpiz del dibujante, ni se le ocurri a ninguno de los que for
maron en las filas del inmenso ejrcito de viajeros que con palabra
no se dibujan figuras, y mucho menos, los sutiles matices de la figura
ms diversificada y diferenciada que es el hombre1. Por mucho
tiempo se vag en pos de lo maravilloso cultivando la literatura de
viajes; luego, cuando se ofrecan dibujos, se trat de retocarlos con
fines estticos, sin pensar en que ningn zologo autntico se atre
vera a hacer retoques cuando pinta a un animal desconocido. Acaso
slo la naturaleza humana no mereca esta fidelidad de interpreta
cin que se suele aplicar a animales y plantas? Mas, siendo as que
en los ltimos tiempos el noble espritu de observacin se ha des
pertado tambin a favor d nuestra especie humana, y se han rea
lizado retratos de algunas naciones, aunque pocas, con los que no
pueden competir los de tiempos pasados, como de Bry, Bruyn, por no
hablar de los hechos por misioneros3, sera una obra meritoria que
alguien, capaz de hacerlo, coleccionara los dispersos retratos de las
variedades de nuestra especie, colocando con ello la piedra funda

1 Quien desee relatos sobre determinados rasgos aislados, los hallar en la


H isto ria N atu ral de Buffon, tomo 6 , y el docto escrito de B l u m e n b a c h : D e vari -
tate generis hum an.
2 No es que yo no aprecie los esfuerzos de estos hombres; pero los retratos
de Bruyn (le Brun) me parecen harto franceses, y poco autnticos los cuadros
de Bry, que luego pasaron en malas reproducciones a casi todos los libros poste
riores. Segn el testimonio de Forster, tambin Hodges idealiz los cuadros de
Tahit. En cambio, sera de desear que construyendo sobre los comienzos que ya
tenemos, el mismo arte exacto y en cierto modo histxico-natural de representa
cin grfica de los grupos humanos de todo el mundo, se perpete. Estimo que
Niebuhr, Parkinson, Cook, Host, Georgi, Marin y otros pueden contarse entre los
iniciadores; el ltimo viaje de Cook, a juzgar por la fama que precede sus cuadros,
parece ser el comienzo de un perodo superior, al que deseo que contine en
otras partes del mundo y se le d una publicidad de alcance ms general.
mental de una antropologa fisionmica. Difcilmente podra em
plearse el arte con miras ms filosficas, siendo la digna coronacin
de esta obra un mapamundi antropolgico, tal como Zimmermann
lo intent en la zoologa, y en el cual no debera atenderse nada ms
que a las diversificaciones humanas, pero stas en todos sus aspec
tos y modalidades de manifestacin.
LIBRO SPTIMO

cuadro hasta ahora esbozado de las diversas naciones no quie


E
l
re ser otra cosa que el teln de fondo sobre el cual destacamos
algunas partes con las observaciones respectivas, as como los grupos
designados no pretenden ser ms que lo que eran los templa de
los augures en el cielo, a saber, sectores supuestos para facilitar la
orientacin de nuestra mirada, instrumental auxiliar para ayudar
nuestra memoria. Veamos ahora lo que nos brindan con miras a la
antropologa filosfica.

. I

POR DIVERSAS QUE SEAN LAS FORMAS EN QUE LA ESPE


CIE HUMANA APARECE EN LA TIERRA, EN TODAS PAR
TES ES UNA MISMA ESPECIE

Si en la naturaleza no hay dos hojas iguales en un rbol, menos


lo son dos rostros humanos y dos formas de organizacin humana.
De qu variedad es capaz la obra de arte de nuestra estructura!
Sus partes fijas se disuelven en fibras tan finas y enlazadas de ma
nera tan mltiple que ningn ojo es capaz de seguir su curso, pues
deben su cohesin a un aglutinante cuya delicada frmula de mezcla
se sustrae a todos los clculos. Y esto que estas partes son todava
lo menos que tenemos, nada ms que el nfora, la envoltura, el
soporte de multitud de savias y humores bulliciosos y animadores
que laten en nosotros en cantidad muy superior a la de aqullos,
otorgndonos los goces vitales. Ningn hombre dice H allerI
es completamente similar a otro en su estructura interna; se dis
tingue por el curso que siguen sus haces nerviosos y arterias, for
mando tantos millones de casos distintos que apenas es posible ha
llar en medio de tanta diversidad de partes delicadas cuanto ten
gan en comn. Ahora bien: si semejante variedad se presenta ya
al ojo del anatomista y disector, cunto mayor no debe ser la que
informa los dinamismos invisibles de un organismo tan artificioso!
i Vorrede zu B u ffon s allgem . N at. Gesch., t. 3.
De suerte que, al fin de cuentas, todo hombre acaba por constituir
su propio mundo, semejante, s, en su manifestacin externa, pero
estrictamente individual en su interior e irreductible a la medida
de otro individuo.
Ningn hombre, por lo dems, es una substancia indepen
diente, sino que se encuentra en constante intercomunicacin con
todos los elementos de la naturaleza. Vive del soplo del aire lo mis
mo que de las ms diversas criaturas de la tierra, de alimentos y
bebidas; emplea-el fuego lo mismo que absorbe la luz e inficiona
el ambiente; en el sueo como en la vigilia, en reposo como en
movimiento, contribuye a la transformacin del universo; cmo,
pues, no habra de ser modificado por l? Demasiado poco se dice
del hombre al compararlo con la esponja empapada de agua, o con
la yesca penetrada por la brasa; l mismo es una armona infinita,
un mundo viviente, sobre el cual actan las armonas de todas las
fuerzas dinmicas que le rodean.
El crculo completo de la vida humana es toda una transfor
macin cuyos smbolos son las diversas edades del hombre; todo el
gnero humano, pues, se halla en continua metamorfosis. Unas flores
se marchitan y caen al suelo; otras brotan y florecen; el gigantesco
rbol realiza en sus mltiples ramas todas las estaciones del ao
a la vez.
Si suponemos el clculo de prdida de substancia por evapora
cin, segn el cual un hombre al llegar a los ochenta aos ha re
novado todo su cuerpo veinticuatro veces1, quin se anima a seguir
la transformacin de la materia y sus formas a lo largo de todo
el reinado del hombre sobre la tierra y con todas las causas modi
ficantes, siendo as que no hay un punto sobre nuestro globo te
rrqueo tan multiforme, ni una ola en la corriente del tiempo, que
sean todo iguales entre s?
Los habitantes de Alemania fueron, hace pocos siglos, hombres
cuyo desarrollo corresponda al de los habitantes de la Patagonia,
y hoy ya no lo son; de la misma manera, los habitantes de Iclimas
futuros no se asemejarn a nosotros. Si nos remontamos ahora a
aquellas pocas en las que toda la vida sobre la tierra parece haber
sido tan diferente de la que hoy conocemos; la poca, por ejemplo,
en que vivan elefantes en la Siberia y Amrica del Norte, y cuan
do existan los animales gigantes cuyos esqueletos se encuentran
ahora en el ro Ohio, etc-, podemos afirmar que, si en aquel en
tonces habitaban hombres en estas regiones, deben haber sido muy
diferentes de los que ahora viven all. As, pues, la historia de la
humanidad se convierte, al fin y al cabo, en un teatro de transfor

i Segn Bemoulli, en B a lle r , Phystol. t. VIII, 1, 30, donde se encuentran


multitud de observaciones sobre los cambios en la vida humana.
maciones cuya visin completa posee solamente Aquel que inspira
todas estas formas y se complace en su variedad. l edifica y des
truye, retoca las figuras y las modifica cambiando el mundo que
las rodea. El peregrino sobre la tierra, el hombre de vida efmera,
no puede hacer ms que admirar los prodigios de este gran Espritu
en una parte nfima de su extensin, gozar de la propia figura que
le ha sido otorgada en el conjunto de sus congneres, hacer un
acto de adoracin y desaparecer luego con sta su figura. Tam
bin yo he visitado Arcadia! es el epitafio de todos los mortales
en medio de la continua transformacin y renacimiento de la crea
cin.
Mas siendo as que la razn humana insiste siempre en hallar
la unidad en medio de la multiplicidad y que el intelecto divino,
su modelo, supo conciliar en todas partes la infinita variedad con
la uniformidad, nos es lcito volver del inmenso reino de las trans
formaciones a la ms simple de las afirmaciones: Los hombres en
toda la tierra constituyen una sola especie.
Cuntas fbulas de la Antigedad sobre monstruos humanos
y deformados han desaparecido a la luz de la investigacin histri
ca! Y donde todava quedan reliquias de tales leyendas, estoy se
guro de que la luz clara de ulteriores investigaciones acabar por
convertirlas en una verdad ms bella. Ya se conoce ahora al oran
gutn y se sabe que no le corresponde alma humana ni lengua ra
cional; una informacin ms cuidadosa acerca del orang-cub'ub u
orang-guhu en Borneo, Sumatra e Islas Nicobar acabar tambin
con el hombre selvtico dotado de cola1.
Las noticias sobre los hombres con los pies invertidos de Ma
laca; la nocin, probablemente raqutica, de los enanos de Mada-
gascar; los varones con vestidos de mujer de Florida, etc., requie
ren la misma revisin que ya han merecido los albinos, los don-
dos, los patagnicos y los taparrabos de las mujeres ho ten totes2.
Los hombres que consiguen exterminar aparentes defectos de
la creacin, mentira del acervo de nuestros conocimientos y deshon
1 Todava Maisden lo tiene en cuenta en su descripcin de Sumatra; pero
se basa solamente en leyendas. Monbeddo en su obra sobre el origen y evolu
cin del lenguaje, ha juntado toda la tradicin a su alcance, (t. I, p. 219, etc.) .
El profesor Blumenbach en D e varietate generis hum ani, ha demostrado cules
son las fuentes a que se remontan los retratos del hombre selvtico dotado
de rabo.
2 Sonnerat todava hace mencin de los hombres de Malaca (Voyages au x
In d es, t. II, p. 103); pero tambin l se basa slo en leyendas. La informacin
sobre los enanos de Magadascar ha sido reiterada por Flacourt y luego por
Commerson, siendo, empero, desechada por exploradores posteriores. Sobre los
iermafroditas de Florida vase H e h n e , T ratad o critico en Comment. societat.
R e g . Goetting. p e r ann. 1778, p. 99. Sobre hotentotes vase S p a r r m a n n , R e i-
se n , p. 177.
ra de nuestra naturaleza, estn en la verdad y vienen a ser lo que
los hroes en las fbulas mitolgicas del mundo antiguo: matan
los monstruos sobre la tierra.
Tambin la aproximacin gentica del hombre al mono no>
quisiera yo que se lleve tan lejos que tratando de construir una
evolucin escalonada de todas las cosas, se desconozca la verdadera
gradacin y los intervalos de la escala, sin los cuales sta no pue
de existir. Qu explicacin, por ejemplo, nos brindara el stiro-
raqutico para la figura del camachadal, el petiso silvano para la
altura del groenlands, o el pongo acerca del patagnico, siendo as
que todas estas conformaciones se derivan de la misma naturaleza
humana, aun en la hiptesis de que no existieran monos en este
mundo? Y quienes tratan de ir ms all todava, pretendiendo ex
plicar ciertas deformaciones de la raza humana con su origen ge
ntico en los simios, creo que se aventuran a una hiptesis tan
improbable como deshonrosa. La mayor parte de estas aparentes
semejanzas con los monos hacen su aparicin en regiones donde
nunca han existido los monos, como, por ejemplo, el crneo hui
dizo de los calmucos y mancoleses, las orejas gachas de los pevas
y amcuanes, las manos estrechas de algunos salvajes de las Caro
linas, etc. Tan poco simiescos son estos rasgos que, superado el en
gao inicial de una observacin superficial, se descubre que el cal
muco y el negro siguen siendo hombres en el pleno sentido de
la palabra, tambin en lo que toca a la formacin de su crneo,
y que el malicolese hasta demuestra poseer facultades que muchas
otras naciones no tienen. A la verdad, hombre y simio nunca han
constituido una misma especie, y yo quisiera ver extinguidas, por
fin, las ltimas reliquias de la leyenda que los hace convivir en
algn lugar de la tierra en fecunda unin generadora. La natu
raleza ha dotado a cada especie de su propia heredad1.
Al mono lo ha subdividido en tantas clases y familias y propa
gada cada una de ellas cuanto pudo; t, empero, oh hombre, rinde
honores a tu linaje: ni el pongo ni el Iongimano es tu hermano,
pero s lo son el americano y el negro. No los oprimirs, pues, no
los asesinars, ni has de robarles su propiedad, porque hombres
son lo mismo que t. Con el mono, en cambio, no te es lcito con
fraternizar.
Por ltimo, deseara que no se lleven ms all de los justos lmites
las subdivisiones que un celo por la sistematizacin cientfica, de
suyo laudable, ha querido atribuir al gnero humano. As, por
ejemplo, algunos se han atrevido a suponer cuatro o cinco divi

i En los extractos del diario de un reciente explorador que viaj por e l


Asia (Leipz. 1784), p. 256, se afirma todava la comunidad de vida con los mo
nos, pero slo a base de leyendas.
siones que denominan R a z a s , originalmente hechas por regiones
o por el color de la piel. Yo no veo una razn suficiente
para semejante denominacin. La palabra R a z a induce a pensar en
una diversidad de origen que aqu no corresponde, o, por lo menos,
comprende a las razas ms distintas en cada una de esas diferentes
regiones o colores. Todo grupo tnico homogneo es ya un pueblo,
tiene su cultura nacional lo mismo que su idioma, aunque la zona
donde habita le imprime unas veces un carcter propio, otras slo
una ligera modalidad peculiar, sin que ni lo uno ni lo otro basten
para destruir la conformacin original y tpica de una nacin. Esta
evolucin se puede seguir hasta en las familias y sus transiciones
son tan imperceptibles como variables. En una palabra: no hay
en la tierra cuatro o cinco razas, ni variedades exclusivas. Un color
pasa a otro en transicin imperceptible; toda formacin particular
est en la lnea del carcter gentico, y mirando las cosas en con
junto, todo viene a ser una infinita escala de matices de una sola
pintura que abarca todos los lugares y tiempos de la tierra. Como
tal, no forma objeto de la historia natural sistemtica ni de la his
toria fsico-geogrfica de la humanidad.

II

ESTA NICA ESPECIE HUMANA SE HA ACLIMATADO EN


TODOS LOS LUGARES DE LA TIERRA

Contemplemos a esas langostas de la tierra, los calmucos y


mongoles: no cuadran a ninguna otra regin del mundo sino a
sus estepas y montaas. Montando su pequeo caballo, el hombre
de baja estatura y poco peso, recorre inmensos desiertos y territo
rios; sabe reanimar la cabalgadura que est a punto de sucumbir,
y cuando amenaza morir de sed le da fuerzas con una sangra abrien
do una vena en el cuello del animal. Buena parte de estos parajes no
conocen la lluvia y slo los refresca el roco, y una fertilidad inago
table de la tierra que se reviste de siempre renovado verdor. Por am
plias extensiones no se encuentra un rbol ni una fuente de agua
dulce. Estas tribus salvajes y gobernadas por una frrea disciplina
recorren aquellos campos de pastoreo apacentando sus rebaos. El
compaero que comparte su forma de vida, el caballo, conoce la voz
del amo, viviendo, como ste, una existencia pacfica. El ocioso
calmuco est sentado all con embrutecida indiferencia y contem
pla su cielo siempre azul, atento slo a los ruidos que le llegan a
travs de las infinitas extensiones del desierto. En cualquier otra
zona, los mongoles han evolucionado y se han diferenciado; pero
mientras permanecen en sus tierras son y siguen siendo lo que por
milenios han sido, y nada cambiar su existencia mientras su re
gin no sea modificada por obra de la naturaleza o del hombre1.
El rabe con su noble caballo y su camello paciente y resistente,
pertenece al desierto2.
Como el mongol en sus estepas y altas mesetas, as recorre el
ms esbelto beduino su amplio desierto afro-asitico, nmada tam
bin l de su territorio exclusivo, con el cual estn en consonancia
su manera sencilla de vestir, su modo de vida, sus costumbres y su
carcter, y su misma tienda que conserva el aspecto que sus ante
pasados le imprimieron hace miles de aos. Amante de la libertad,
desprecia las riquezas y los placeres. Siempre listos para las rpidas
corridas en sus caballos que cuidan como a s mismos, y no me
nos prontos para la guerra. Su figura es delgada y nervuda, su color
marrn, sus huesos fuertes. Infatigables y sufridos para las moles
tias, unidos por el desierto que es su patria, se dan uno por todos
y todos por uno, fieles a su palabra, hospitalarios y nobles, auda
ces y emprendedores. Su vida llena de peligros los ha habituado
a la prudencia y al recelo; el desierto solitario ha desarrollado su
tendencia vengativa, pero tambin el entusiasmo, el culto de la
amistad y el orgullo indomable. Dondequiera que aparezca un ra
be, sea en el ufrates o en el Nilo, en el Lbano o en el Senegal,
hasta Zanzbar y el Ocano ndico, siempre se muestra con su pe
culiar carcter rabe, a no ser que un clima extrao lo haya modifi
cado paulatinamente.
El califomiano que vive en los confines del mundo, perdura
en sus tierras estriles, con su estilo de vida parco y frugal y las
inclemencias de un clima siempre variable. No se queja del calor
ni del fro, se salva del hambre, aunque a duras penas y es feliz
sobre su terruo. Slo Dios sabe dice cierto misionero 3 cuntas
miles de millas ha recorrido un califomiano que llega a los ochenta
aos durante su vida errante, hasta que encuentra su ltimo re
poso en el sepulcro. Muchos de ellos cambian de morada como
cien veces al ao, de manera que apenas duermen tres veces segui
das en el mismo lugar y paraje. Se dejan caer donde los sorprende
la noche, sin preocuparse de las alimaas ni de la suciedad el sue
1 Para determinadas regiones, vase Pallas y otros antes nombrados. Acer
ca de la vida y costumbres de una tribu de calmucos junto al ro laik, la au
tobiografa de su cautiverio de G. Opitz sera un cuadro muy pintoresco si no
fuera adornada de tantas observaciones del autor que le confieren carcter no
velesco.
2 Adems de numerosos viajes antiguos a la Arabia, vase Voyages, de
Pags, t. II, p. 62-87.
3 N oticias de C alifornia, Mannheim, 177S, varios pasajes.
lo. Su piel marrn negruzca les sirve de abrigo. Arco y flecha hacen
de utensilios domsticos, una piedra sustituye al cuchillo, un hue
so o palo puntiagudo sirve para desenterrar las races; una coraza
de tortuga hace de cuna para los nios, una tripa o vejiga de re
cipiente de agua, y, si la suerte les fu propicia, tienen una bolsa
tejida de hilo de loe a manera de red de Descador donde meter
sus provisiones y andrajos. Comen races y diversas semillas as co
mo heno seco, todo lo cual recogen con dificultad y lo vuelven a
sacar de sus propias deyecciones cuando apremia el hambre. Todo
lo que sea carne o se le parezca, incluso murcilagos, orugas y
gusanos tiene categora de festn, y hasta las hojas de algunos ar
bustos, maderas y brotes, cueros, correas y huesos tiernos no se ex
cluyen de la dieta cuando la necesidad* los obliga. Y a pesar de todo,
estos miserables gozan de buena salud; llegan a una edad avanza
da y son de fuerte constitucin, de suerte que es milagro que al
guno entre ellos llegue a encanecer, y esto muy al filo de la vida.
Siempre estn de buen humor; risas y bromas estn a la orden del
da entre ellos; su figura es esbelta, su cuerpo gil y veloz; con dos
dedos deL pie saben levantar piedras y otros objetos del suelo y
se mantienen erguidos a la perfeccin hasta muy viejos; sus hijos
se ponen de pie y aprenden a caminar antes de cumplir un ao.
Cansados de parlotear se acuestan y duermen hasta que los despier
ta el hambre o el apetito; apenas despiertos, vuelven a charlar y
bromear; y de esta manera continan por todos sus caminos has''
que, por fin, el califomiano agotado espera la muerte tranquilo e
indiferente. Los que viven en Europa prosigue el misionero,
pueden envidiarles su felicidad a los californianos, mas no pueden
hallarla aqu, si no vienen armados de la ms completa indiferencia:
de poseer mucho o poco en este mundo y de someterse a la volun
tad de Dios en todas las contingencias.
Podra yo seguir ofreciendo cuadros climticos de varias na
ciones de distintas regiones del mundo, desde los camchadales has
ta los habitantes de Tierra del Fuego; mas para qu tales ensayos
abreviados, habiendo suministrado datos climticos cada menudo^
rasgo de las descripciones que debemos a todos aquellos viajeros
que supieron ver con veracidad y con ojos humanos. En la India,
gran centro de los pueblos mercantes, se distinguen el rabe y el
chino, el turco y el persa, el cristiano y el judo, el malayo y el
negro, el japons como el gen t, porque cada cual lleva consigo, tam
bin hasta las costas ms lejanas, el carcter de su regin y de
su estilo de vida. La antigua tradicin, hablando en lenguaje fi
gurado, dice que Adn fu formado del polvo de las cuatro partes
del mundo y que le inspiraban los espritus y las fuerzas de toda
la faz de la tierra. Dondequiera que sus descendientes hayan emi
grado en el transcurso de los milenios para radicarse all cual r
boles, echaron sus races y dieron hojas y flores conforme al clima
respectivo. Permtasenos sacar de aqu algunas conclusiones que al
parecer explican algunos hechos notables de la historia antropol
gica, que de lo contrario causaran asombro.

En primer lugar resulta claro por qu todos los pueblos adap


tados al suelo que habitan, le sean tan fieles y no acierten a sepa
rarse de l. La estructura de su cuerpo y estilo de vida, sus alegras
y quehaceres a los' que se habituaron desde su infancia, todo el
mbito de intereses de su psicologa es condicionado por el clima.
Privndolos de su tierra, se les ha quitado todo absolutamente.
Cranz1, narra la triste suerte de los seis groenlandeses a los que
se condujo por vez primera a Dinamarca, notndose que a pesar
de todos los cuidados y una abundante provisin de bacalao y acei
te de ballena que se les prodigaba, dirigan a menudo sus miradas
entristecidas con lamentos y suspiros hacia el norte, la patria le
jana, para finalmente darse a la fuga en sus caiaks. Un fuerte vien
to los arroj a la costa de Schonen, y conducidos de vuelta a Co
penhague, dos de ellos murieron de pesar y nostalgia. De los res
tantes, dos volvieron a huir, pudindose capturar slo a uno de
ellos. ste, cada vez que vea un nio pequeo abrazndose al cue
llo de su madre, prorrumpa en amargo llanto (de donde se coligi
que debera tener mujer e hijos; no hubo forma de entenderse con
ellos ni prepararlos para el bautismo). Los ltimos dos de este
grupo permanecieron durante unos diez o doce aos en Dinamar
ca y fueron aprovechados para la pesca de perlas en Coldingue;
pero durante el invierno se les sobrecarg de trabajo en tal forma
que uno muri, mientras que el otro, haciendo otra tentativa de
huir, fu alcanzado cuando ya se encontraba a treinta o cuarenta
millas de la costa, muriendo luego tambin l de tristeza.
Todos los testigos juntos del sentimiento humano pueden ex
presar la tristeza desesperada con que un esclavo negro, comprado
o raptado, deja la costa de su patria para no volver a verla jams.
Romer dice 2 que hay que emplear una estrecha vigilancia para que
los esclavos no se apoderen de un cuchillo, tanto en el fuerte co
mo en el barco. Durante la travesa a las Indias occidentales hay
bastante que hacer para mantenerlos de buen humor. Por eso hay
provisin de arpas europeas, como tambin de tambores y flautas
a cuyo son se los hace bailar, asegurndoles que son llevados a un her
moso pas donde tendrn mujeres en abundancia y buena comida
y cosas por el estilo. A pesar de esto, no faltan lamentables ejem
plos de navegantes a quienes asaltaron y asesinaron, dejando lue

1 Gesch. von G ronland, p. 355.


2 R om er, N achrichten von d er K ste G uinea, p . 279.
go el barco a la deriva en direccin a la costa. Y cuntos ejemplos
mucho ms tristes an se han visto de suicidios por desesperacin
de estos infelices secuestrados. Cuenta Spamnann1 por boca de un
propietario de tales esclavos, que de noche suelen caer en una es
pecie de delirio que los impulsa a asesinar a alguien, cuando no
a s mismos, porque el recuerdo cargado de nostalgia de la dolo-
rosa prdida de su patria y su libertad se despierta con singular
furor durante la noche, cuando el ruido del da no los distrae".
Y qu derecho os asista, hombres deshumanizados, de acer
caros siquiera al pas de estos infelices, y mucho menos, de arreba
trselo, y a ellos a su tierra, mediante el robo, la astucia y la cruel
dad? Hace milenios les pertenece este Continente lo mismo que
ellos a l; sus mayores haban pagado por l un precio elevado
por dems: su figura y . color de negro. Moldendolos a su imagen
e imprimindoles su propio sello, el sol africano los haba adopta
do como hijos suyos; este hecho os acusa de ladrones de hombres y
salteadores, a dondequiera los conduzcis en vuestros barcos de
negreros.
Segundo. Crueles son, pues, las guerras que sostienen los sal
vajes por su tierra y por los hijos de la misma, arrebatados, inju
riados y atormentados, que son sus hermanos. De ah proviene, por
ejemplo, el odio reprimido de los americanos contra los europeos,
aunque stos los traten de un modo siquiera pasable, pues, imbo
rrable vive en ellos el sentimiento: Vosotros nada tenis que ver
aqu: este pas es nuestro! De ah la mal llamada traicin de los
denominados salvajes, aunque parezcan aplacados por la cortesa
de los europeos. No bien se despert su innato patriotismo, estall
el incendio, disimulado hasta entonces a duras penas debajo de
las cenizas; las llamas devoraron cruelmente cuanto hallaron a su pa
so y muchas veces no descansaron hasta que los dientes de los na
tivos se hincaran en la carne de los extranjeros. A nosotros nos
parece esto horrendo y lo es sin lugar a dudas; mas fueron los euro
peos quienes primero los obligaron a hechos tan monstruosos. Por
qu vinieron a sus playas? Por qu se comportaron en sus pases
como dspotas exigentes, violentos y prepotentes? Por miles de aos
aquellas tierras haban significado el universo para sus habitantes:
las haban heredado de sus antepasados junto con la costumbre
cruel de exterminar de la manera ms despiadada todo cuanto qui
siera arrebatarles su pas o sacarlos a ellos fuera de sus dominios.
As, pues, extranjero era para ellos sinnimo de enemigo; ellos son
como la muscipula que, con sus races hundidas en el suelo, agarra
i Viajes de Sparrman, p- 73; el explorador filntropo tiene diseminadas
en su obra muchas tristes noticias sobre el trato y la caza de los esclavos; pgs.
195, 612 y siguientes.
todo insecto que se aproxima. El derecho de comerse a huspedes
no invitados o molestos, es una prerrogativa de su pas, privilegio
de cclope como cualquiera de los que se estilan en Europa.
Finalmente llamo la atencin sobre aquellas escenas jubilosas,
cuando un hijo de la naturaleza que le haba sido arrebatado, vuel
ve a contemplar las costas de su patria vindose restituido al seno
de su tierra natal.
Cuando el noble sacerdote job-Ben-Salomon1 volvi al fri
ca, lo recibi cada uno de sus connacionales con fervor fraternal
como al segundo hombre del pas que logr regresar de la escla
vitud. Y qu nostalgia no haba sentido, qu poco pudieron lle
nar su corazn todas las amistades y demostraciones honorficas
que, por otra -parte, agradeca como hombre instruido y bien pen
sado! No descans hasta conocer con certeza el barco que haba de
llevarlo de vuelta. Y no hay que pensar que esta nostalgia sea con
dicionada por la clase social ni las comodidades que ofrece el pas
de origen. El hotentote Koree se desprendi de su coraza metlica
y todos sus privilegios europeos con tal de volver a la dura vida
de los suyos2.
Casi de todas las regiones de la tierra existen pruebas de esta
clase, y los pases ms ridos y desabridos son los que revelan una
ligazn ms fuerte con -los nativos. Son precisamente las molestias
y dificultades superadas las que, moldeando cuerpo y alma desde
la infancia, inculcan en los nativos un amor tan acendrado a su
tierra natal, determinado por las condiciones climticas. Los habi
tantes de las llanuras frtiles y superpobladas ya sienten en menor
grado, mientras los de una capital europea han perdido ya tales
sentimientos.
Mas ya es tiempo de que analicemos ms a fondo esta palabra
clima; y siendo as que algunos estudiosos de la filosofa de la his
toria de la humanidad han construido sobre ella la mayor parte
de su edificio, mientras otros han negado su influencia casi total
mente, nosotros nos limitaremos a circunscribir los problemas exis
tentes.

1 AUgemeine R eisen, t. 3, p. 127 y siguientes.


2 AUgem. R eisen., t. 5, p. 145; otros ejemplos en Rousseau en las anota
ciones al D iscours su r Vinglit p arm i les hommes.
III

QU ES CLIMA? Y QU INFLUJO EJERCE SOBRE LA


FORMACIN DEL CUERPO Y DEL ALMA DEL HOMBRE?

Los dos puntos ms fijos de nuestro globo son los polos, sin
los cuales no hubieran sido posibles las revoluciones del globo te
rrestre alrededor de su eje, ni se hubiera podido formar como es
fera. Ahora bien: si conociramos la gnesis de los polos, y las le
yes y causalidad que ejerce el magnetismo de la tierra sobre los
diversos cuerpos no habramos hallado el esquema bsico confor
me al cual, luego, la naturaleza combin con mltiples variantes
otras fuerzas superiores para la formacin de los seres? Mas siendo
as que, no obstante numerosos y meritorios experimentos, sabe
mos bien poco al respecto1, andamos tambin a oscuras respecto
al fundamento de todos los climas segn la zona terrestre y su res
pectiva distancia de los polos. Acaso algn da el imn llegue a ser
para nosotros en el campo de las fuerzas fsicas lo que vino a ser
inesperadamente para la orientacin en mares y tierras.
Las revoluciones de nuestro globo alrededor de su eje y del sol,
brindan elementos para aproximarnos a una definicin del clima;
mas tambin aqu la aplicacin de leyes generalmente reconocidas
como ciertas, resulta difcil y engaosa. Las zonas que establecie
ron los antiguos no se han visto confirmadas por la exploracin re
ciente de nuevos Continentes, habiendo sido deducidas a base del
desconocimiento de stos en su misma concepcin fsica. Sucede
otro tanto con el calor y el fro calculados a base de la cantidad
de rayos solares y el ngulo de su incidencia. Como teorema ma
temtico, sus efectos han sido determinados con precisin, mas el
mismo matemtico lo considerara un abuso de las reglas por l es
tablecidas si el filsofo de la historia dedujera sobre esta base con
clusiones absolutas 2.
Unas veces tenemos la proximidad del mar, otras determina
da clase de vientos, aqu una depresin o elevacin de la tierra,
all la vecindad de macizos montaosos, y ms all lluvias y evapo
raciones de humedad que dan a la ley general una nueva aplicacin
local de manera que a menudo los lugares menos distantes expe
rimenten los contrastes climticos ms acentuados. Adems, nuevos

1 Vase B : Ueber den M agnetsm us: Satz, 24-31.


rugm an n

"Earlauterungen der Halleyschen Metode die Wrme zu be-


2 K a st n e r s,
rechnen, H am b . M agazin, p. 429, etc.
experimentos ensean que cada ser viviente tiene su propia mo
dalidad de absorber e irradiar el calor y que cuanto ms organi
zado sea el organismo de un ser y mayor la vitalidad activa que
manifieste, mayor es tambin su potencialidad relativa de producir
calor y fro.
Las anticuadas tesis de que el hombre no puede vivir en un
clima cuya temperatura supera la de su propia sangre, han sido re
futadas por la experiencia. Los nuevos sistemas, en cambio, acerca
del origen y causalidad del calor animal, estn muy lejos de haber
llegado a la perfeccin para pensar siquiera en una climatologa
de la estructura corprea del hombre, ni mucho menos de sus fuer
zas anmicas y su ejercicio, sujeto, adems, a libre albedro. Cual
quiera sabe que el calor dilata las fibras, afloja su tensin, lica
los humores y fomenta la evaporacin, por lo que con el tiempo
da a las partes tersas una consistencia menos firme y esponjosa,
etc. La ley en general permanece cierta \ y ms de un fenmeno fi
siolgico se ha logrado ya explicar por ella y su contrario, el fro 2,
pero por lo que toca a conclusiones universales que se quisiera
deducir de uno de estos principios o slo de parte del mismo, como
son el aflojamiento o la evaporacin, aplicndolos a pueblos y regio
nes enteras y hasta a las funciones ms delicadas del espritu hu
mano y de las ms contingentes instituciones de la sociedad, hay
que advertir que tales conclusiones sern tanto ms arriesgadas
cuanto ms aguda y sistemtica sea la inteligencia que las elabore.
A cada paso se las ve refutadas por ejemplos histricos y hasta
por razones de orden fisiolgico, porque siempre resulta excesivo
el nmero de factores, en parte opuestos, que ejercen su influjo.
Hasta al gran Montesquieu se le ha reprochado por haber basado
la tendencia climatolgica de sus leyes sobre un engaoso experi
mento con una lengua de carnero. Verdad es que somos arcilla mol-
deable en manos del clima, cuyas manos empero saben moldear de
manera tan variada que tal vez slo un gran genio del gnero hu
mano sera capaz de resolver la proporcin de todas estas fuerzas
en una ecuacin.

No es slo el calor y el fro lo que influye sobre nosotros desde


el aire, el cual, segn recientes investigaciones, es un gran arsenal
de otras energas que entran en combinacin con nuestro organis
mo, para bien y para mal. En l ejerce su influjo el gneo torren
te de la electricidad, este elemento poderoso y en su accin sobre

2 Gaubius, P ath ologie, cap. V, X , etc., una lgica de todas las patologas,
Montesquieu, Castilln, Falconier, sin hablar de m ultitud de obras peores,
E sp rit des nations, P hysique de lhistoire, etc.
la vida animal todava desconocido; pues as como ignoramos las
leyes internas que gobiernan su naturaleza, as desconocemos cmo
el cuerpo humano lo recibe y asimila. Vivimos del aliento del aire,
mas sigue siendo un misterio el blsamo que nos da como alimento
vital. Si aadimos a esto las diversas y casi innumerables circuns
tancias locales que lo afectan en sus componentes segn las exha
laciones de los cuerpos que rodea; si recordamos los ejemplos de
cuntas veces una semilla invisible y maligna, que el mdico explicaba
como miasma, origin los ms raros y espantosos fenmenos durante
milenios; si pensamos en el misterioso veneno que nos ha trado
las viruelas, la peste y las enfermedades venreas, afecciones que
durante ciertas pocas suelen desaparecer, y recordamos cun poco
sabemos de la consistencia y efectos de los vientos en nuestras tie
rras, por no hablar del hermatn, samiel y siroco, y el viento del nor
este d'el desierto trtaro, nos damos cuenta de la multitud de trabajos
previos que deberan realizarse antes de que se pueda llegar a una
climatologa fisiolgico-patolgica, por no mencionar una psicol
gica que abarcara la totalidad de las fuerzas intelectivas y emoti
vas. Mas tambin en este campo cada tentativa hecha con agudeza
de ingenio tendr su premio, y la posteridad deber conceder a
nuestra poca hermosos laureles1.
Finalmente, la situacin alta o baja de un territorio, su natu
raleza y sus productos, los alimentos y bebidas que el hombre con
sume, el rgimen de vida que adopta, el trabajo que ejecuta, los
vestidos que usa, hasta la posicin que prefiere habtualmente para
sentarse, las diversiones y artes que practica junto con multitud
de otras circunstancias que tienen importancia por las diversas com
binaciones que presentan en la vida, todo esto forma parte del clima
y su influjo modificante. Cul es la inteligencia humana capaz de
sistematizar este caos de causas y efectos hasta obtener una imagen
del mundo en la que se haga justicia a cada cosa y cada regin,
sin pecar ni por exceso ni por defecto? Lo mejor es que, a la ma
nera de Hipcrates2 con su simplicidad tan aguda, se estudien de
terminadas regiones bajo el aspecto climtico, para luego deducir
poco a poco conclusiones generales. Naturalistas y mdicos deben
proceder aqu como practicantes del mundo fsico, alumnos de la
naturaleza y maestros del filsofo, a quienes debemos ya ms de
una contribucin sobre ciertas zonas para una climatologa general
y su accin sobre el hombre, que tienen su mrito tambin para
generaciones venideras. Pero como las investigaciones especializadas

1 G melin, ber die neuren Entdeckungen in d er L eh re von d er L u ft,


Berln, 1784.
2 Hipcrates, De aere, locis et aqu is, en especial la segunda parte. Para m
es el autor principal sobre el clima.
no caben dentro del margen de la presente obra, nos ceiremos a
algunas indicaciones de carcter general.
1. Siendo nuestra tierra un globo y los Continentes macizos
montaosos que emergen de las aguas, se fomenta por mltiples
causas un conjunto de factores climticos que forman parte de la
existencia de los seres vivos. No slo la sucesin de da y noche y
el desfile de las estaciones del ao modifican peridicamente el
clima de cada zona, sino que el antagonismo de los elementos, el
influjo contrario de mar y tierra, la situacin de montaas y lla
nuras, los vientos peridicos resultantes de las revoluciones del
globo terrestre, la variacin de las estaciones y de la duracin de
da y noche y otras causas de menor cuanta, mantienen este equi
librio salubre de los elementos sin el cual todo se hundira en el
letargo y la descomposicin. Nos rodea una atmsfera, vivimos en
un mar de electricidad; pero ambos, y probablemente la corriente
magntica con ellos, se hallan en perpetuo movimiento. El mar
se evapora; los montes atraen las lluvias y reparten las aguas caldas
en forma de torrentes que bajan por ambos lados de las alturas.
Los vientos se turnan, y de esta manera los aos y series de aos
cumplen la medida de sus das climticos. As tambin se eqi-
libran y sostienen mutuamente las diversas zonas y estaciones. Todo
en nuestro globo se halla comunicado. Si la tierra fuera aplanada
o tuviera la forma angulosa que imaginan los chinos, podra abrigar
en sus confines aquellos monstruos climticos de los que estn
bien ajenos su estructura regular y su movimiento, cuyo impulso
se propaga a todas las cosas. Las Horas bailan alrededor del trono
de Jpiter y lo que nace debajo de sus pies, si bies es una perfeccin
limitada porque se basa en la unin de elementos heterogneos,
stos se compenetran en tan ntima cohesin, cual amor conyugal,
que siempre nace una criatura de la naturaleza de rasgos regulares
y belleza sensibles.
2. Los territorios habitables de nuestra tierra estn concen
trados en regiones donde los ms de los seres vivos existen en las
condiciones ms favorables para ellos. Esta situacin de los Con
tinentes influye sobre el clima de todos ellos. Por qu comienza
iel clima fro en el hemisferio sur tan cerca de la lnea ecuatorial?
El naturalista responde: Porque all existen pocas masas territo
riales, por lo cual los vientos fros y los tmpanos del polo sur
suben muy arriba. Vemos, pues, cul sera nuestra suerte s toda
la tierra firme de nuestro globo estuviera repartida en islotes.
Ahora, en cambio, tres Continentes intercomunicados conservan
mutuamente el calor; el cuarto, distante de ellos, es ms fro por
la misma razn, y en los mares del sur a poco de traspasarse el
ecuador, se inicia junto con la escasez de tierras la deformacin y
degeneracin. Menos especies de animales terrestres superiores ha
ban de habitar all; el hemisferio sur estaba destinado a ser una
inmensa reserva de agua para el globo terrestre, para que el he
misferio norte gozara de un clima ms favorable. Tambin desde
el punto de vista geogrfico y climatolgico el gnero humano est
destinado a formar un pueblo que conviva en buena vecindad y que
goce del intercambio no slo de pestes, enfermedades y vicios cli
mticos, sino tambin del abrigo del clima y otros beneficios.
3. Por la vecindad de las tierras con las montaas no slo
se originaron innumerables cambios climticos para la multitud
ae ios seres vivos, sino que se evit tambin la degeneracin de la
especie humana en cuanto fuera posible. Los montes eran nece
sarios para la tierra; mas slo hay en ella una alta meseta de mon
goles y tibetanos; las altas cordilleras como muchas de las forma
ciones gemelas no son habitables. La proximidad de las montaas
contribuy tambin a mantener bajo el nmero de ridos desiertos,
porque los montes actan como conductores de las riquezas del
cielo y derraman el agua preciosa en fecundos torrentes. Las costas
desiertas, finalmente, las fras y hmedas laderas junto al mar son
tierras de formacin posterior, donde, en consecuencia, la huma
nidad pudo habitar tambin ms tarde cuando ya goz para ello
de suficiente fuerza vital. Con seguridad, el valle de Quito fu
habitado antes que la Tierra del Fuego; Cachemira antes que Nueva
Holanda o Nueva Zelandia. La ancha franja de tierra de la latitud
meridiana, la regin del mejor clima entre mares y montes, sirvi
de cuarto de nios en la infancia de nuestra especie, y sigue siendo
la parte ms densamente poblada del mundo.
Si el clima es sinnimo de fuerzas e influjos a los que aportan
u parte la planta como el animal estableciendo para todos los seres
vivos una corriente de causalidad recproca, no cabe duda, por
otra parte, de que el hombre ha sido instituido como dueo y seor
de la tierra tambin en este punto, para modificar el clima me
diante su arte e ingenio. Desde que rob el fuego del cielo y
maneja con su puo el hierro, desde que impuso el yugo a los
animales y hasta a sus congneres, educndolos, a una con las
plantas, para su servicio y provecho, contribuy de diversas ma
neras a la modificacin del clima. Europa, antes una selva h
meda, es hoy una regin altamente cultivada, lo mismo que muchas
otras, y con su clima cambiaron los habitantes. Sin polica y arte
Egipto sera hoy una cinaga del Nilo; le fu arrebatado y tanto
aqu como adentrndose ms arriba en el Asia, la creacin se
adapt a las condiciones climticas artificiales. Podemos, pues,
comparar al gnero humano a un puado de hombres, gigantes por
su audacia, aunque pequeos de estatura, que paulatinamente des
cendieron de las montaas para someter la tierra y dirigir el clima
con sus dbiles manos. Hasta dnde hayan llegado en la empresa,
nos lo ensear el porvenir.
4. Digamos, finalmente, algunas palabras de carcter general
sobre un asunto tan sujeto a las contingencias histricas y locales,
para lo cual nos servirn, con pocas modificaciones, algunas ad
vertencias con que Bacon 1 precede su Historia de las Revoluciones.
El influjo del clima abarca los cuerpos ms diversos, pero con
preferencia los ms delicados, los hmedos, el are y el ter. Incide
en mayor medida sobre el conjunto de las cosas que en los indi
viduos, pero tambin en estos ltimos a travs de aqullos. No se
manifiesta en un momento del tiempo sino que se extiende sobre
pocas enteras, durante las cuales, tarde a veces, se manifiesta a
raz de circunstancias de poca monta. Finalmente, el clima no im
pone su influjo a la fuerza, sino que promueve una proclividad
determinada; confiere una disposicin apenas perceptible, que se
puede observar en el cuadro conjunto de las costumbres y el estilo
de vida de ciertos pueblos bien arraigados en su tierra, pero que
se sustrae a una definicin descriptiva poi separado. Tal vez
aparezca algn da un explorador especializado, libre de prejuicios
y exageraciones, cuyo objetivo exclusivo sea la captacin del esp
ritu peculiar del clima. Nuestro deber, por el momento, consiste
ms bien en dejar constancia de las fuerzas vivas a que corresponde
Cada clima y las cuales lo modifican y cambian de diversa manera
por su sola presencia.

IV

LA FUERZA GENTICA ES LA MADRE DE TODAS LAS FOR


MACIONES SOBRE LA TIERRA, CUYA ACCIN ES FOMEN
TADA O RETARDADA POR PARTE DEL CLIMA MEDIANTE
UN MERO CONCURSO CAUSAL

A quien viera por primera vez el milagro de la creacin de un


ser vivo, qu estupor no le sobrecogera!2 De bolitas entre las
cuales brotan humores, nace un punto vivo, y del punto se genera
una criatura de la tierra. Pronto se hace visible ya el corazn v
comienza a pulsar, por dbil e imperfecto que an est; la sangre
que ya estaba antes del corazn, empieza a colorearse; luego apa
rece la cabeza; pronto se manifiestan los ojos, la boca, los sentidos,

1 Bacon, D e augm ent. scientiae, I, 3.


2 H arvei, D e generat. anim al., c. f. W o lf, T h eor. g e n e r a l etc.
los miembros. Todava falta el trax, pero ya hay movimiento en
las partes que habr de contener; an no estn formadas las en
traas, y el animal abre ya el pico. El diminuto cerebro se halla
an fuera de la cabeza, el corazn fuera del pecho, costillas y hue
sos parecen telaraas finas; pero pronto se forman las alas, las patas,
dedos y muslos, y la vida progresa paulatinamente. Lo que estaba
descubierto, se cubre; trax y crneo se cierran; estmago y tripas
siguen an colgando inertes. Tambin stos acaban por formarse
al fin, a medida que se asimila materia nutritiva; los epitelios y
tejidos conjuntivos se contraen y avanzan hacia arriba; el bajo
vientre se cierra; el animal est completo. Ya no sigue flotando,
sino que est acostado; duerme y vigila alternativamente; se mueve,
reposa, empieza a piar, y llega, finalmente, ntegro y completo,
a ver la luz del da. Qu nombre le dara a este prodigio quien
lo contemplara por vez primera? Dira que estamos en presencia de
una fuerza viva y orgnica. No conocemos su esencia ni su origen,
pero que est aqu, que vive, que se asimila partes del caos de
una materia homognea, esto lo vemos y no lo podemos negar.
Prosiguiendo en su tarea, nuestro observador vera que cada
una de estas partes orgnicas se forman, por as decirlo, actu
como por una energa causal propia. El corazn no se forma sino
por una convergencia de canales que ya existan con anterioridad;
apenas se hace visible el estmago, ya contiene materia de digestin.
Todas las arterias y vasos se forman as; el contenido estaba antes
del continente, lo lquido antes de lo slido, el espritu antes del
cuerpo, cualquiera sea el que escoja para su morada. Al notar
esto, nuestro hombre dir que esta fuerza invisible no procede ar
bitrariamente, antes bien no hace otra cosa que manifestarse con
forme a su naturaleza intrnseca. Se hace visible en una materia
informada por ella y debe tener en s misma el tipo que se ma
nifiesta. El nuevo ser no es ms que una idea hecha realidad de
la naturaleza creadora cuyo pensamiento siempre se concreta en
hechos.
Siguiendo adelante, nuestro observador descubre que es el
calor materno o solar el que fomenta el desarrollo de la creacin,
pero que el huevo de la madre, no obstante la presencia de materia
y calor, no evoluciona hasta el fruto vivo sin la fecundacin por
parte del padre. Qu podr suponer sino que debe existir cierto
parentesco entre el principio calorfico y el principio vital que lo
desarrolla, pero que la verdadera causa que pone en funciona
miento esta fuerza orgnica para dar forma viviente al caos inerte
de la materia, debe encontrarse en la unin de dos seres vivos?
Todos los seres vivientes, y tambin nosotros, nos hemos formado
de esta manera; cada cual segn la especie de su organizacin, pero
todos de acuerdo a la ley evidente de una analoga que informa
toda la vida que hay en la fierra.
Por fin, nuestro observador advierte que esta fuerza viva no
abandona a la criatura recin nacida, sino que contina manifes
tndose activa no creando, porque ya el ser est creado, pero con
servando, vivificando y alimentndolo. Apenas ha nacido, cuando
ya ejerce todas las funciones vitales para las cuales, y hasta por me
dio de las cuales, haba sido formado: la boca se abre, tal como
fu su primer gesto primitivo, y el pulmn respira el aire; la voz
llama, el estmago digiere, los labios chupan. La criatura crece,
vive, sus partes internas y externas colaboran con orden y concierto;
empeadas en una accin conjunta de ayuda mutua y solidaridad,
atraen y expelen, se transforman y prestan socorro en enfermedades
y dolores, de mil maneras maravillosas e inexploradas. Qu podr
decir quien tal cosa observe por primera vez, sino que la fuerza
vital gentica innata sigue informando todas las partes, y cada una
conforme a su modalidad especial, de la criatura que por ella ha
6ido formada? Por todos los conceptos est presente en l, de los
ms variados modos, como quiera que slo gracias a ella es un
conjunto vivo que se conserva, crece y acta.
Esta fuerza vital, todos la tenemos dentro de nosotros; nos
asiste en la salud como en la enfermedad, asimila partes homog
neas, segrega las heterogneas, repele las hostiles, agtase, final
mente, con la vejez y prosigue viviendo en algunas partes an des-
pues de la muerte. No es idntica con el intelecto racional de
nuestra alma, el cual, por cierto, no se ha formado por s mismo el
cuerpo que no conoce y solamente utiliza como instrumento ex
trao e imperfecto de sus pensamientos. No obstante, est vincu
lado a aquella fuerza vital ya que todas las fuerzas de la naturaleza
comunican entre s y tambin los procesos espirituales intelectivos
dependen de la organizacin y salud del cuerpo, como todos los
apetitos e impulsos de nuestro corazn no pueden existir indepen
dientemente del calor animal. Todos estos son hechos de la natura
leza que ninguna hiptesis puede desvirtuar, ningn silogismo es
colstico refutar; reconocerlos es la filosofa ms antigua sobre la
tierra, como ser tambin, probablemente, la ltim a1. Tan cierto
como s que pienso sin conocer empero la potencia de mi naturaleza
intelectiva, tan cierto siento y veo que vivo aunque no sepa nunca
qu es la fuerza vital. Es una energa congnita, orgnica, gen
tica; es el origen de mis fuerzas naturales, el genio interno de mi

1 Hipcrates, Aristteles, Galeno, Harvey, Boile, Stahl, Glisson, Gaubius,


Albin y tantos otros de los ms grandes observadores o sabios del mundo, obli
gados por la experiencia, admitieron este principio vital activo, si bien lo de
nominaron de diversa manera y no distinguieron siempre lo bastante la denomi
nacin respectiva de otras fuerzas limtrofes.
existencia. Si el hombre es el ser ms perfecto de la creacin; te
rrena, ello no tiene otra razn sino que las fuerzas orgnicas ms
sutiles que conocemos operan informndolo sobre los instrumentos
de precisin ms delicados de su organismo. As es como el hombre
representa el zofito, la planta animal ms perfecta: un genio uni
gnito en forma humana.

Si nuestros principios son verdaderos, como quiera que se basan


en la experiencia irrefutable, no puede tener lugar ninguna mu
tacin de nuestra especie si no es con intervencin de estas fuerzas
orgnicas. Cualquiera que sea el efecto producido por el clima, to
do hombre, todo animal, toda planta tiene su propio clima, pues
cada cual recibe los influjos externos y los asimila orgnicamente
a su manera individual. Ni en su fibra ms diminuta sufre el
hombre a la manera de una piedra o de una burbuja. Veamos
ahora algunos grados o matices de estas mutaciones.
El primer grado de mutaciones en la especie humana se mues
tra en las partes externas; no como si stas fueran afectadas y
actuaran por s mismas, sino porque la fuerza que nos informa
opera desde dentro para fuera. Mediante un mecanismo prodigioso
se empea en expulsar del cuerpo cuanto pudiese obstaculizarlo o
serle extrao; de ah que las primeras mutaciones de su estructura
orgnica habrn de manifestarse en los lmites externos de su do
minio, y as, efectivamente, las variaciones ms llamativas del g
nero humano no afectan ms que a la piel y al pelo. La naturaleza
protege el ncleo esencial de su creacin y expulsa tan lejos como
le es posible el lastre que estorba.
Donde la' accin del factor externo modificante iba ms all,
los efectos no se manifestaron por otros conductos que los de la
misma fuerza vital, a saber, los de la alimentacin y procreacin.
El negro nace blanco; las partes que primero se colorean son una
seaL manifiesta de que el miasma de su mutacin opera gentica
mente, mientras que el aire tan slo lo desarrolla. Ahora bien: el
estudio de los aos de la pubertad, lo mismo que un crecido n
mero de experimentos con enfermos, nos demuestran que las- fuerzas
de nutricin y procreacin ocupan un amplio sector en l cuerpo
humano. Por medio de ellas se comunican los miembros ms dis
tantes entre s, y precisamente son estos miembros los que. son afec
tados en su conjunto por ias mutaciones de los pueblos. As, pues,
fuera de la piel y los rganos genitales son las orejas, el cuello y la
voz, la*nariz, los labios', la cabeza, etc., justamente la regin donde
en mayor escala se manifiestan las mutaciones. :
Finalmente, puesto que la fuerza vital aglutina todas las partes
en un conjunto orgnico cuya organizacin forma un crculo sin
principio ni fin a causa de, sus mltiples correlaciones, se entiende
que las mutaciones principales y ms ntimas acabarn por mani
festarse tambin en las partes ms impermeables, las cuales entran
en una nueva relacin con el todo, desde la cabeza hasta los pies,
por razn de la fuerza intrnseca afectada. Con dificultad procede
la naturaleza a la mutacin; hasta en los monstruos donde su obra
de arte ha sido alterada violentamente, encuentra maravillosos me
dios de compensacin, as como un estratega vencido muestra su
mayor sabidura en la retirada. Mas la diversa formacin de los
pueblos ensea, que tambin esta mutacin, la ms difcil, ha sido
posible en el ser humano, pues precisamente la composicin de
miles de partes y la delicada adaptabilidad de nuestra mquina
junto con los innumerables y variados factores que ejercen su in
flujo sobre ella, la hacen posible. Pero tambin esta mutacin tan
trabajosa slo pudo producirse de dentro para fuera. Por siglos,
las naciones han formado sus crneos, perforado sus narices, forzado
sus pies, alargado sus orejas: la naturaleza no se dej desviar de su
curso, y si por un tiempo se vi violentada, teniendo que suminis
trar la savia vital a los miembros dislocados, apenas pudo tom el
camino de la libertad para perfeccionar el tipo de su preferencia.
Muy de otra manera sucedan las cosas cuando la deformacin era
de origen gentico y se operaba por los conductos naturales: aqu
las deformaciones eran hereditarias hasta en determinados miem
bros. No se diga que algn artificio, o acaso el sol, hayan achatado
la nariz del negro. Siendo as que la conformacin de este rgano
est en relacin con la de todo el crneo, de la barbilla, del cuello
y las espaldas, y haciendo la medula espinal el papel de un tronco
de rbol a partir del cual el trax y las extremidades se van for
mando como ramas, se demuestra ampliamente por la anatoma
comparada que la mutacin afect a toda la figura y que ninguna
de las partes fijas pudo cambiar sin modificarse el todo. Por esto,
tambin, la figura del negro ostenta transiciones de matices segn
la regin y no podr volver a su formacin original si no es por
va gentica. Llevad al negro a Europa y veris que sigue siendo lo
que es; casadlo con una mujer blanca, y en una generacin'cam
biar lo que el clima de efecto de colorante no hubiera realizado en
siglos. As tambin acontece en la formacin de los pueblos: el
ambiente regional los modifica con extrema lentitud; en cambio,
una mezcla con naciones extraas hace desaparecer en pocas gene
raciones todos los rasgos monglicos, chinos y americanos.

Con la venia del lector daremos unos pasos ms por esta va:
1. Un observador atento no puede dejar de notar que en la infi
nita variedad de figuras humanas, ciertas formas y proporciones no
slo se repiten sino que tambin se combinan unas con otras en
relaciones exclusivas. Para los artistas, esto ya es cosa sabida, y
las estatuas de la Antigedad nos ensean que los artistas de aque
llos tiempos aplicaban la proporcin o simetra, como la llamaban,
no slo al ancho y largo de los miembros, sino tambin a que la
formacin de los mismos estuviese en armona con el espritu de
toda la obra. El carcter de sus dioses y diosas, de sus adolescentes
y hroes quedaba tan definido en toda su postura que a algunos
se los puede conocer con no ver ms que un miembro aislado, y
no es posible en ningn caso intercambiar entre ellas un brazo, un
pecho ni un hombro. En cada una de estas figuras vive el genio
de un ser individual que comunica su alma inspirando su envoltura
material y dando a la ms pequea medida y posicin de los
movimientos un carcter similar al que tiene el conjunto.
Entre los artistas de pocas ms recientes es el Policleto de
nuestra patria, Albrecht Drer, quien ha investigado cuidadosa
mente la medida de las diversas proporciones del cuerpo humano,
y cualquiera advierte aqu que la formacin de todas las partes
cambia con las circunstancias de la vida. Y qu sucedera si com
binramos la precisin de Durero con la intuicin psicolgica de
los antiguos para estudiar as la diversidad de las principales formas
y caracteres humanos en su conjunto armnico? Me parece que la
.ciencia fisonomista volvera con esto a su antiguo cauce natural que
indica su nombre, segn el cul no tiene la finalidad de ser intr
prete de capacidades tcnicas o morales, sino de la naturaleza vi
viente de un hombre, algo as como la traductora de su genio hecho
visible. Ajustndose as a los lmites de la analoga del conjunto
que se expresa siempre con mayor fidelidad en el rostro, tendr
la patologa por hermana y la fisiologa y semiologa por auxiliares
y amigas. La figura del hombre no es ms que una envoltura para
el mecanismo interno, un conjunto armnico donde cada letra
es parte de una palabra; pero solamente la palabra entera da el
sentido verdadero. En la vida comn utilizamos la ciencia fisono
mista de la siguiente manera: el mdico experimentado ve cules
son las enfermedades que ms fcilmente pueden afectar al hombre
segn su estructura y figura, y hasta el ojo fisonomista de los nios
percibe la manera de ser (physis) del hombre en su conformacin,
es decir, su figura en la que se manifiesta el genio hasta la sepultura.
Adems: No ser posible registrar estas formas, esta armona
de partes convergentes y ordenarlas como las letras de un alfabeto?
Verdad es que este abecedario nunca llegara a ser completo, ni lo
sera de algn idioma determinado; mas no cabe duda de que un
.estudio concienzudo de este orden vivo, columna y base de nuestra
especie, abrira un ancho campo para fijar las caractersticas fun
damentales de la naturaleza humana en sus exponentes principales.
Si no se limita esta labor a Europa y se evita erigir nuestro acos
tumbrado ideal de belleza en prototipo de toda sanidad y hermo
sura, siguindose a la naturaleza viva tal como se presenta en las di
versas zonas de la tierra, cualesquiera sean las armonas de las partes
convergentes y sus variantes, se llegara indudablemente a nuevos des
cubrimientos sobre el consensus partium y la meloda de las fuerzas
vivas en la estructura del hombre, que sera el mejor de los premios
para semejante labor. Ms an: tal vez este estudio del consenso
natural de las formas nos llevara ms lejos que la doctrina de las
complexiones y temperamentos tantas veces tratada, y casi siempre
con escaso fruto. -Ni siquiera los observadores ms agudos adelan
taron gran cosa por esta va porque les faltaba la terminologa para
designar la pluralidad de formas que hallaron1.
2. Si la fisiologa debera servir siempre de faro y norte en
semejante historia grfica de las formaciones y mutaciones del g
nero humano, tambin se hara patente en ella la sabidura de la
naturaleza que forma y modifica sus obras conforme a una ley de
prdiga compensacin. Por qu, por ejemplo, la madre naturaleza
crea y separa sub-grupos y familias? La finalidad no es otra que el
mayor perfeccionamiento del tipo respectivo. No sabemos cuntas
de las especies animales actuales tuvieron un mayor grado de pa
rentesco entre s en pocas pasadas, pero s vemos que ahora estn
separadas por lindes genticos. Ningn animal en estado salvaje
se aparea con otra especie; y donde los artificios del hombre o la
opulenta ociosidad del animal cebado hacen degenerar su instinto
de por s tan bien orientado, ni siquiera all las leyes inmutables
de la naturaleza pueden ser superadas por la tcnica artificiosa.
O la unin resulta estril, o el bastardo producido a la fuerza slo
se reproduce con animales de las especies que intervinieron en su
propia gnesis. Lo que es ms: vemos en estos mismos bastardos
que las variantes no aparecen sino en los lmites extremos del orga
nismo, tal como lo hemos descrito de las mutaciones de la especie
humana; si el tipo esencial intrnseco hubiera sido afectado, no se
habra obtenido un ser vivo capaz de subsistir. Ni un Centauro ni
un Stiro, ni Scila ni la Medusa pueden generarse segn las leyes
internas de la naturaleza y del tipo gentico esencial de cada especie.
3. El medio ms sutil, finalmente, por el cual la naturaleza
combina la pluralidad de las formas creadas con su conservacin
en las especies, es la creacin y apareamiento de dos sexos. De
qu manera tan sutil y espiritual se combinan los rasgos de ambos
padres en la faz y estructura corprea de sus hijos! Como si sus
almas se.hubieran derramado en la prole segn diversas propor
ciones distribuyndose sobre ella las mltiples fuerzas naturales de
organizacin. Sabido es por todo el mundo que los rasgos y enfer
i Encuentro esta doctrina muy simplificada en la M iscelnea de Mezger,
t. I. Tambin Platner y otros hicieron sus mritos en este campo.
medades, y hasta inclinaciones y predisposiciones son hereditarios;
ms an: con frecuencia sucede que la figura de algn antepasado;
muerto desde tiempos remotos, vuelve a emerger de manera maravit
llosa de la corriente de las generaciones.
No menos cierto, aunque difcil de explicar, es el influjo pre
natal de los estados anmicos y corpreos de la madre sobre el em
brin, de lo que hay tristes ejemplos que cargan durante una vida
con los efectos. La naturaleza ha juntado, pues, dos corrientes vi
tales para dotar al nuevo ser en formacin con un caudal completo
de fuerzas naturales, que evolucionarn ahora hasta una vida propia
a imagen y semejanza de los padres. Ms de un rbol genealgico
decado ha recibido nueva savia por el advenimiento de una madre
sana y vital; ms de un joven agotado no despert hasta que en
brazos de su mujer lleg a ser un hijo viviente de la naturaleza.
Se ve, pues, que tambin en la formacin del genio de la huma
nidad es Amor el ms poderoso de los dioses: ennoblece las gene
raciones y levanta a las decadas; es una antorcha de la divinidad
cuya chispa aviva la llama de la vida humana. Nada, en cambio,
hay ms antagnico al genio creador que aquel odio fro, o esa
aborrecible bsqueda de la conveniencia propia, que es peor que
el mismo odio. Ella junta a la fuerza a hombres que no han sido
hechos el uno para el otro y perpeta su existencia como seres mi
serables e inarmnicos. Ningn animal ha cado tan bajo como
el hombre que se precipita en esa degeneracin.

OBSERVACIONES FINALES SOBRE EL ANTAGONISMO


ENTRE LA GNESIS Y EL CLIMA '

Si no me equivoco, con lo dicho hasta ahora queda esbozado,


por lo menos, el comienzo de una lnea demarcatoria entre las po
tencias antagnicas. Nadie pedir, por ejemplo, que una rosa se
transforme bajo otro clima en lirio, ni un perro en lobo; pues la
naturaleza ha establecido lmites precisos entre las especies y pre
fiere dejar desaparecer una criatura antes que permitir un desvo
o degeneracin esencial del plan original. Que la rosa pueda pre
sentar ciertas variantes, que el perro pueda adquirir un cierto aire
lupino, est probado por la historia y aqu la transformacin se
opera por presin lenta o repentina sobre las fuerzas orgnicas an
tagnicas. Ambas potencias en guerra causan, pues, grandes efec
tos, slo que cada una ejerce su accin a su manera. El clima es.
un caos de causas, muy desiguales entre s y, por lo tanto, de efecto
lento y dispar, hasta que por fin penetran la medula del ser y lo
modifican en sus hbitos y su misma gnesis. La fuerza vital resiste
por largo tiempo, con denuedo, con su manera peculiar y nica;
pero puesto que, al fin de cuentas, no es inmune a afecciones ex
traas, acaba por adaptarse andando el tiempo.
En vez de seguir tratando sobre generalidades de este antago
nismo, creo preferible una investigacin instructiva sobre casos de
terminados, para lo cual el campo de la geografa y de la historia
nos brindan abundante cosecha. Sabemos, por ejemplo, de grupos
colonizadores portugueses que emigraron al frica; de espaoles,
holandeses, ingleses y alemanes que se trasladaron a la India orien
tal y Amrica. Conocemos los efectos que sobre algunos de ellos
surti el haber adoptado el modo de vida de los nativos; de otros,
los resultados de la continuacin de su estilo de vida europeo. In
vestigando todo esto con precisin, se progresara hasta migraciones
ms antiguas, como la de los malayos a las Islas, de los rabes a
frica e India oriental, de los turcos a las tierras conquistadas por
ellos, de los mongoles y trtaros y finalmente la multitud de nacio
nes que llenaron Europa durante las invasiones de los brbaros. En
ningn caso debera dejarse a un lado el clima de donde vena un
pueblo, cul haba sido su estilo de vida, cul el pas invadido, cu
les los nuevos pueblos circundantes con los que se mezcl y qu
revoluciones afectaron su estructura poltica en la nueva patria. Si
guiendo la investigacin a travs de otros siglos de los que poseemos
noticias ms seguras, tal vez podran sacarse conclusiones acerca de
aquellas invasiones ms antiguas que slo conocemos por las leyen
das de antiguos escritores o por coincidencias de mitologas e idio
mas. En ltima instancia, todas o casi todas las naciones de la tierra
emigraron tarde o temprano, y de esta manera obtendramos algunos
mapas con la representacin grfica de una Historia fsico-geogr
fica del origen y evolucin de nuestra especie segn los climas y las
pocas, la cual, procediendo paso a paso, brindara resultados de
suma importancia.
Sin querer adelantarme al espritu investigador que algn da
emprenda semejante tarea, citar algunos ejemplos de la historia
reciente sacados de mis trabajos anteriores.
1. Transiciones demasiado repentinas de un. hemisferio y clima
a otro, raras veces han tenido efectos saludables para una nacin,
porque no sin sabia intencin puso obstculos la naturaleza entre
regiones apartadas. La historia de las conquistas de las compaas
comerciales, y ms que nada de las misiones, ofreceran un cuadro
lamentable y, en parte, ridculo si un historiador imparcial com
pilara las informaciones sobre este punto con sus secuelas de los
mismos relatos de aqullos. Con verdadero horror lense las noticias
de algunas naciones europeas que, habindose rebajado a vivir en
la ms descarada opulencia y una soberbia privada de todo senti
miento, degeneran con alma y cuerpo y se hallan finalmente faltas
de energas hasta para el goce y la misericordia. Son engredas cari
caturas humanas, incapaces para todo placer noble y activo y por
cuyas venas corre ya la sangre podrida de una muerte justiciera.
Si agregamos a esto los infelices que hallaron la muerte a montones
en las dos Indias, si leemos la historia de las enfermedades en otros
Continentes que describen mdicos ingleses, holandeses y franceses,
y consideramos, finalmente, las piadosas misiones que tantas veces
no quisieron abandonar el hbito de determinada congregacin re
ligiosa y la manera europea de vivir, qu resultados tan cargados
de amargas experiencias se nos imponen, los cuales, por desgracia,
tambin son parte de la historia de la humanidad!
2. Ni siquiera la diligencia del europeo en colonias civilizadas
de otros Continentes logra siempre oponerse victoriosamente a los
efectos clel clima. En Amrica del Norte observa K alm 1, las ge
neraciones europeas llegan a la madurez, pero tambin a la vejez
y la muerte ms pronto que en Europa. No es raro dice ver a
nios de corta edad contestar preguntas con una viveza y prontitud
pasmosas, pero no llegan a alcanzar la edad del europeo. Una edad
de ochenta o noventa aos es un caso raro para un europeo nacido
en Amrica, siendo as que los habitantes primitivos solan llegar a
una edad avanzada. Tambin los inmigrantes nacidos en Europa
suelen llegar a una edad muy superior a la de los nacidos en Am
rica de padres europeos. Las mujeres cesan antes de ser fecundas,
algunas ya a los treinta aos. Tambin se observa en casi todas las
colonias europeas que los all nacidos pierden su dentadura antes
de tiempo, mientras que los nativos conservan hasta el fin sus dien
tes hermosos, blancos y libres de caries. Los pasajes citados se han
interpretado injustamente en el sentido de que la Amrica antigua
era insalubre para sus propios hijos; slo para con los intrusos se
mostr madrastra, ya que stos, como tambin explica Kalm, con
una constitucin diferente quisieron habitar en su seno llevando
una vida diferente.
3. No se crea que el arbitrio desptico de los hombres pueda
cambiar en otra Europa, con medios artificiales, un Continente ex
trao, por ms que desmonten sus bosques y cultiven sus tierras;
pues toda la creacin viviente est correlacionada y los cambios re
quieren gran cautela. El mismo Kalm cita la informacin obtenida
de viejos suecos emigrados a Amrica, segn la cual la causa del
rpido desmonte de las selvas y cultivo de las tierras no slo dis
minuyeron en forma alarmante las aves de caza silvestres que antes

i Gottingische Sam m l. von R eisen, t. 10, 11, etc.


anidaban y vivan en fabulosas cantidades en ros y bosques, lo
mismo que los peces que llenaban torrentes y riachuelos; no slo se
enrarecieron los lagos, arroyos, fuentes y ros, la lluvia, el alto pasto
en los bosques, sino que esta devastacin parece influir tambin
sobre la edad, la salud y las estaciones del ao. Los americanos
dice, que alcanzaban fcilmente una edad de cien y ms aos
cuando llegaron los europeos, hoy apenas alcanzan a la mitad de
la edad de sus mayores. La causa no debe buscarse tan slo en el
aguardiente homicida y su cambiado modo de vivir, sino, probable
mente, tambin en la desaparicin de tantas hierbas y plantas aro
mticas y confortantes, que por la maana y a la noche exhalaban
una fragancia que le haca creer a uno hallarse en un jardn de
flores. En aquel entonces, el invierno vena ms temprano y era
ms fro, saludable y continuo;'ahora, la primavera se atrasa y se
presenta inestable y tornadiza como las estaciones en general. Esto
dice Kalm, y por ms que se atribuya a la informacin un valor me
ramente local, demuestra, sin embargo, que aun tratndose de la
ms meritoria de las obras como es el cultivo de las tierras, la na
turaleza no se presta a las transiciones demasiado bruscas. No cabe
pensar que la constitucin endeble de los as llamados americanos
civilizados en Mxico, Per, Paraguay y Brasil provenga, entre otras
causas, de que se les ha cambiado su pas y su manera de vivir sin
poder ni querer darles para ello una naturaleza europea? Todos los
pueblos que siguen viviendo en la selva y a la usanza de sus ante
pasados, son valientes y esforzados, llegan a una edad avanzada y
florecen como los rboles de sus bosques; entre tierras cultivadas,
en cambio, privados de la sombra hmeda, languidecen y acaban
por extinguirse; su alma y su valor se quedaron en la selva. Lase
a este propsito la conmovedora historia de la floreciente familia
que Dobritzhofer1 arranc a la vida salvaje: madre e hija pronto
murieron, y ambas aparecieron en sueos al hijo y hermano aban
donado llamndolo hasta que l, sin dolencia- ni enfermedad, acab
por fallecer tambin. Slo as resulta comprensible que pueblos que
primero haban sido valientes, llenos de vitalidad y energa, hayan
llegado en poco tiempo a ablandarse hasta el punto de ser lo que
describen los jesutas del Paraguay y los viajeros del Per: hombres
d una blandura que produce melancola al leer los relatos. Puede
que en siglos venideros la naturaleza forzada sepa sacar bien de
mal, al menos en algunos lugares, aunque tengo mis dudas al res
pecto; de todos modos, para las primeras generaciones de civiliza
dores y civilizados, esto no reza, y es que la naturaleza es en todas
partes un conjunto indivisible y viviente que tolera que se le siga
y enmiende con suavidad, pero no que se la pretenda dominar a
i D obritzhofer, Geschichie d er A biponer, t. I, p. 114.
punta de lanza. Ninguno de los salvajes a quienes se traslad de
golpe a las capitales europeas ha evolucionado favorablemente; de
la cumbre a la que haban sido llevados, aoraban sus llanuras y las
ms veces volvieron entorpecidos y degenerados a su vida anterior,
que tambin ahora les resultaba intolerable. Otro tanto acontece
con la transformacin violenta de los climas selvticos por manos
europeas.
Oh hijos del Ddalo, mensajeros del destino sobre la tierra:
cuntos dones tenais en vuestras manos para llevar la fortuna a los
pueblos de manera humana y suave, y cmo es que una concupis
cencia soberbia y rebelde os ha desviado de modo tan lamentable!
Todos los advenedizos de pases extranjeros que supieron naciona
lizarse entre los nativos, no slo gozaron de su benevolencia y amis
tad, sino que pronto descubrieron lo razonable del modo de vida
adoptado por aqullos; pero cun pocos fueron los que as pro
cedieron. Qu raro es el caso de que un europeo mereciese el elogio
de parte de los nativos: Es un hombre razonable, como somos
nosotros. No tomar venganza la naturaleza por cada injuria in
ferida? Dnde estn hoy las conquistas, los mercados y las inva
siones de tiempos pasados? Qu se hicieron, con slo llegar tras
ellos el pueblo inadaptado y diferente al pas lejano y extrao para
recorrerlo robando y devastando? El tranquilo soplo del clima los
ha dispersado o consumido, y fu fcil para el nativo hacer caer el
rbol falto de races. La modesta planta, en cambio, obediente a
las leyes de la naturaleza, no slo perdura sino que sirve como se
millero de la civilizacin beneficiando la nueva tierra. El milenio
venidero decidir el provecho o dao que nuestro genio llev a
otros climas y stos a aqul.
LIBRO OCTAVO

A l pretender ahora pasar de las fuerzas naturales del hombre a su


espritu paraTfiveSTTgar sus propiedades tan_variables a lo largo
de las rtitTETdes del globo terrqueo, basndome en informaciones
forneas/ defectuosas y, en parte, inciertas, me parezco comparable
a uno que tomando el mar por punto de partida, quiere emprender
una navegacin por el aire. Este asunto resulta ms fcil al meta-
fsico que formula una definicin del. alma y va sacando conclu
siones hasta donde sea posible, y las aplica dondequiera y en cuales
quiera circunstancias. El filsofo de la historia no..puqde basarse en
una abstraccin sino nicaarefftg^5TTa^Ssfofia7 y s~no ordjna los
innumerables hechos aislados ~Ba]o'~rTrpunto de vista comn, corre
peligro de obtener resultados errneos. A pesar de todo, intentar
avanzar^ror-este-eamisoy-pero' en lugar de cruzar el ocano por el
aire, prefiero mantenerme cerca de las costas, es decir, me atendr
a algunos hechos ciertos, o que tengo por tales, para sacar de ellos
mis conclusiones dejando a otros ms afortunados el ordenarlos y
utilizarlos mejor.

LA VIDA SENSITIVA DE NUESTRA ESPECIE VA CAMBIANDO


CON LA EVOLUCIN Y LA DIVERSIDAD DE CLIMAS; PERO
EN TODAS PARTES ES EL USO HUMANO DE LOS SENTIDOS
EL QUE CONDUCE AL FLORECIMIENTO DE SENTIMIENTOS
HUMANITARIOS

Todos los pueblos, con excepcin acaso de los albinos patol


gicos, tienen sus cinco o seis sentidos humanos; los llamados insen
sibles de Diodoro o los pueblos sordomudos pertenecen a la fbula
en la antropologa moderna. Mas si se tiene en cuenta qu dife
rentes sensaciones externas percibe de un mismo objeto cada uno
de nosotros, y luego dirige la mirada a los incontables millones de
hombres que habitan todas las latitudes de la tierra, fcilmente se
ve que nos encontramos ante un pilago insondable cuyas olas se
pierden en el infinito. Cada hombre tiene su propia medida, por
as decirlo, su propio concierto de los sentidos, de suerte que en
ocasiones extraordinarias se llega a resultados sorprendentes respecto
de las sensaciones que experimenta un individuo. Mdicos y fil
sofos han publicado elencos enteros de sensaciones peculiares y raras,
es decir, de idiosincrasias determinadas, que muchas veces son tan
peregrinas como inexplicables. Las ms veces atendemos tales sen
saciones slo en caso de enfermedad o acontecimientos desacostum
brados; en la vida diaria escapan a nuestra atencin. El lenguaje
carece de expresin para ellas, porque cada hombre habla y com
prende conforme a su experiencia personal, y no hay una medida
comn de las diversas sensaciones para dos organismos distintos.
Hasta en el sentido ms agudo, la vista, se manifiestan estas dife
rencias no slo respecto de la distancia percibida, sino tambin en
cuanto a la figura y color de los objetos. De ah que algunos pin
tores tengan en sus obras contornos caractersticos para ellos as
como sus propias tonalidades en los colores. No es tarea de la filo
sofa antropolgica agotar este pilago, sino llamar la atencin sobre
las diferencias ms delicadas mediante el estudio de las que ms
saltan a la vista.
El sentido ms comn y necesario es el tacto, fundamento de los
restantes y en el hombre uno de sus ms grandes privilegios org
nicos1. Le debemos muchas de nuestras comodidades, inventos y
artes y acaso concurra en la formacin de nuestras ideas en mayor
medida de lo que nos imaginamos. Pero qu diferente es este r
gano de un hombre a otro, puesto que lo modifican la manera de
vivir, el clima, el uso y el ejercicio, y finalmente, el umbral de exci
tabilidad gentica del cuerpo. A ciertos pueblos americanos se les
atribuye una falta de excitabilidad de la piel, que se manifiesta
hasta en las mujeres en las operaciones ms dolorosas2. Si el hecho
es verdico, no me extraa, pues, veo motivos para ello tanto por
parte del cuerpo como del alma. Hace siglos, muchos de los pueblos
de este Continente expusieron su cuerpo desnudo al aire fuerte y a
las picaduras de los insectos, contra las cuales usaron en parte un
gentos cidos; tambin se arrancaron el pelo por cuanto fomenta la
delicadeza de la piel. Una harina de mayor acidez, races y hierbas
eran su alimento, y sabido es que hay un exacto paralelismo entre
los rganos digestivos y la sensibilidad de la piel, hasta el punto de
perderse el sentido del tacto por completo en ciertas enfermedades
de esta especie* Tambin el consumo inmoderado de alimentos des
pus de haber sufrido el hambre ms espantosa, que se encuentra
entre estos: pueblos, parece probar esta insensibilidad, la cual es
* Mezger: Sobre as ven tajas fsicas del gnero hum ano en com paracin con
los anim ales, parte 3. .
- R obertson, H istoria de A m rica, primera parte.
tambin un sntoma de muchas de sus enfermedades1 y pertenece,
por lo tanto, al pro y contra de su clima natal. La misma naturaleza
les forj esa insensibilidad como armadura contra los males que de
otra manera no hubieran podido soportar, y ellos, por su parte,
ayudaron con su ingenio la obra de la naturaleza. El nativo de
Amrica del Norte sufre penas y dolores con insensibilidad heroica
por principios de honor; desde su niez ha sido educado para ello
y las mujeres no van en zaga a los varones. Una apata estoica, tam
bin en medio de dolores fsicos, les era costumbre natural, y su
menor proclividad los placeres camales a pesar de tener sus fuer
zas naturales en plena actividad, y, hasta esa indolencia adormecida
que sumergi en el letargo a algunos pueblos subyugados, parecen
derivarse de esta propiedad.
Monstruos inhumanos son, por lo tanto, quienes por insensibi
lidad an ms grande de sus sentimientos humanos, abusaron o
pusieron a prueba con crueles tormentos una deficiencia que la na
turaleza otorg a sus hijos para remedio y consuelo.
La experiencia ensea que un exceso de calor y fro embota la
sensibilidad. Los pueblos que caminan descalzos sobre la arena ad
quieren una suela que soporta los golpes del hierro, y existen casos
de quienes aguantaron durante veinte minutos sobre ascuas. Ve
nenos cidos lograron transformar la piel hasta el punto de poder
sumergirla en plomo derretido, y por otra parte y en otro orden, el
fro glacial del alma, lo mismo que la ira y otras conmociones an
micas contribuyen al embotamiento de la sensibilidad2. En cambio,
a ms fina sensibilidad parece encontrarse en latitudes y con una
forma de vida que fomenta una tensin ms suave de la piel y una
distribucin armnica de los nervios sensibles. El nativo de la India
oriental ser tal vez la criatura ms delicada en lo que al goce de los
rganos sensibles se refiere. Su lengua, nunca embotada por el gusto
de bebidas fermentadas o alimentos condimentados, percibe el
menor sabor extrao o adicional del agua pura, y sus dedos imitan
modelando las obras ms preciosas de manera que no es posible
distinguir el original de la imitacin. Templada y tranquila es su
alma, suave reflejo de los sentimientos que le rodean mansamente.
As las olas van meciendo el cisne; as acaricia la brisa primaveral
las tiernas hojas de transparente verdor.
Fuera del clima suave y caluroso, nada contribuye tanto a esta
sensibilidad aumentada como la limpieza, la moderacin y el ejerci
cio corporal, tres virtudes en las que nos superan muchos pueblos a
los que solemos llamar no civilizados, y que parecen propias especial
mente de los que habitan latitudes de clima benigno y bellos pai
i U i x o a , parte I , p. 188.
H a lle r, P hisiol., t. V, p. 16.
sajes. La limpieza de la boca, los baos frecuentes, la aficin a los
ejercicios al aire libre, y hasta la actitud placentera y salubre de
frotar y despere'zar el cuerpo, tan cara a los romanos y tan corriente,
an hoy en da, entre los indios, persas y trtaros, todo esto fomenta
la circulacin de los humores y mantiene elstica la tonicidad de
los miembros. Los pueblos de las latitudes ms ricas viven frugal
mente; no creen que el hombre tenga por destino la excitacin
antinatural de sus nervios y la cotidiana asimilacin de txicos
que deterioran sus humores. Las tribus de los brahmanes, por ejem
plo, no han probado la carne ni el vino desde los tiempos ms remo
tos. Ahora bien: si en los animales se hace visible qu poder ejercen
estos alimentos sobre el sistema de los sentidos, cunta mayor no ha
de ser esta influencia en la flor ms delicada de todas las organiza
ciones: el hombre. Para la filosofa antropolgica, la moderacin en
el goce sensual es sin duda un mtodo ms eficiente que mil abstrac
ciones aprendidas y artificiosas. Todos los pueblos de sensibilidad
grosera que viven en estado salvaje o en un clima inclemente, se
muestran comilones, porque saben que luego vendrn los das del
hambre; y as suelen comer tambin lo que tengan a su alcance.
Los pueblos de sensibilidad ms delicada prefieren tambin goces
ms refinados. Mientras sus comidas son sencillas y el men sin
variantes, saben procurarse, en cambio, ungentos afrodisacos, olo
res refinados, esplendor, comodidad; y la flor de todos sus goces y
placeres es el amor sensual. Si slo se quiere comparar la sensibilidad
orgnica, no cabe duda por cul de los dos hay que inclinarse,
pues ningn europeo civilizado tendr mucho que elegir entre la
dieta de sebo y aceite de bacalao del groenlands y las especies del
habitante de la India. La cuestin sera ms bien a cul de los dos
nos hallamos de hecho ms prximos, a pesar de nuestro palabrero
de cultura. El hind pone su dicha en el reposo desapasionado, un
goce inalterable de humor y alegra; respira placer y nada en un
mar de dulces sueos y olores reconfortantes. Nuestra opulencia, en
cambio, por la que robamos y llevamos el desasosiego a todos los
Continentes, qu busca y pretende? Nuevos condimentos excitantes
para una lengua embotada, frutas y comidas exticas que, luego, ni
llegamos a gustar en medio de la superabundancia de mezclas y com
binaciones, y bebidas embriagadoras que nos privan del reposo y
embotan la razn. Cuanto puede excogitarse para destruir nuestra
naturaleza excitndola, es el noble fin cotidiano de nuestra vida.
Con esto se distinguen las clases sociales, con esto las naciones se
procuran la felicidad. Felicidad? Por qu el pobre ha de pasar la
ms miserable de las vidas con sentidos embrutecidos por trabajos
y sudores? Para que los grandes y ricos, faltos de gusto y tal vez para
alimento perenne de su brutalidad, puedan embotar sus sentidos
cada da de una manera ms refinada. El europeo come cualquier
cosa, dice el indio oriental y a causa de su olfato ms delicado
siente horror ante el solo olor del europeo. No logra clasificarlo den
tro de su mundo conceptual sino dentro de la casta ms abyecta a la
que, para colmo de ignominia, le es lcito comer de todo. No es
slo por razones de fanatismo religioso s el europeo en muchos
pases del Islam es llamado animal impuro.
No parece probable que la naturaleza nos haya dotado de una
lengua para que unas papilas diminutas, las gustativas, representen
la finalidad de nuestra vida llena de sufrimientos, ni menos que por
causa de ellas llegramos a ser la causa de la desdicha ajena. Nos
di el sentido del gusto, en parte para endulzamos la obligacin de
satisfacer el hambre y trabajar por ello, y en parte, para que el
sentido de este rgano fuese el centinela avisor de nuestra salud.
Para esta ltima funcin ya no sirve a ninguna de las naciones opu
lentas. El ganado sabe bien lo que le es salubre y escoge con gran cui
dado las hierbas; no toca lo venenoso y nocivo y pocas veces se en
gaa. Mientras los hombres vivan entre los animales, saban distin
guir los alimentos como stos; perdieron su criterio al habitar slo
entre hombres, como aquellos indios que perdieron la pureza de su
propio olor cuando abandonaron su alimentacin frugal. Los pue
blos que siguen viviendo en sana libertad conservan todava bastante
de esta gua de los sentidos. Pocas veces o nunca se equivocan en
los frutos de su pas; lo que es ms, el indio norteamericano en
cuentra a su enemigo guindose por el olfato, y el de las Antillas
distinguiendo las diferentes pisadas de las diversas naciones. As
pueden perfeccionarse los sentidos ms animales del hombre cuando
se ejercitan convenientemente. Pero la mejor manera de cultivarlos
es guardando la proporcin de todos ellos con una manera de vivir
verdaderamente humana, de suerte que ninguno predomine y nin
guno se atrofie. Esta proporcin cambia con cada regin y cada
clima. El habitante de regiones calurosas engulle con gran apetito
alimentos que para nosotros resultan asquerosos en sumo grado,
pues su naturaleza los demanda como remedio y alivio salvador1.
La vista y el odo, finalmente, son los sentidos ms nobles a cuyo
ejercicio se orienta preferentemente el plan orgnico del hombre,
pues en l alcanzan un desarrollo superior al de todos los animales.
A qu admirable grado de agudeza evolucionaron la vista y el
odo en algunos pueblos! El calmuco advierte el humo donde nin
gn ojo europeo puede verlo; el rabe retrado oye a grandes dis
tancias en su desierto silencioso. Muchos otros pueblos demuestran
hasta dnde puede llegarse a fuerza de ejercicio si con el uso de
estos sentidos agudos y finos se combina un gran poder de concen
tracin de la atencin. Los pueblos cazadores conocen todos los

1 W ilson , Beobacktungen b er den E in flu ss des K lim as, p. 98, etc.


rboles y arbustos de sus tierras; los indios norteamericanos nunca
se desvan en sus selvas y bosques; persiguen a sus enemigos por
centenares de millas, para luego volver a sus cabaas. Los guaranes
civilizados, refiere Dobritzhofer, imitan con admirable precisin
cualquier trabajo fino de arte que se les muestre; pero es muy poco
lo que captan de una descripcin verbal, ni pueden sobre esta base
inventar cosa alguna, consecuencia natural de una educacin que
formaba el alma no mediante palabras, sino con la presencia pal
pable de los objetos. Inversamente, los hombres formados a fuerza
de palabras abstractas, a menudo han odo tantas que son incapaces
de ver lo que tienen delante de las narices. El alma del libre hijo
de la naturaleza se divide entre la vista y el odo; reconoce con
certeza los objetos que una vez ha visto; transmite con exactitud las
leyendas que una vez ha odo. Su lengua no tartamudea as como
su flecha no yerra el blanco, porque su psiquis no puede errar ni
tartamudear sobre lo que ha percibido con la vista y el odo.
Buena disposicin de la naturaleza es sta para un ser cuyo
primer grado de bienestar e inteleccin nace nicamente de sen
saciones. Estando sano nuestro cuerpo, sus sentidos bien ejercitados
y ordenados, se tiene la base para el buen humor y la alegra in
terna, cuya prdida no sabe compensar la razn especulativa. El
fundamento de la felicidad sensible del hombre consiste siempre
en que est con cuerpo y alma en el instante que est viviendo, que
goce de lo que tiene a su alcance y se distraiga lo menos posible con
preocupaciones del pasado o del porvenir. Si se mantiene en este
justo medio,_ser entero y fuerte; mas si sus pensamientos divagan
mientras slo debera concentrarse en el momento actual para go-
fzarlo, cmo se divide y debilita y cunto ms triste es su vida
que la de los animales con su capacidad de felicidad tan limitada!
El ojo del hijo de la naturaleza libre de prejuicios contempla el
paisaje y se recrea en l sin saberlo; o se dedica a sus quehaceres,
y gozando del flujo de las estaciones del ao apenas si envejece a la
edad ms avanzada. No distrado por pensamientos concebidos a
medas ni perturbado por papeles escritos, su, odo percibe ntegra
mente los sonidos; retiene la palabra hablada, que refirindose
a objetos concretos proporciona al alma una satisfaccin ms honda
que una serie de sordas abstracciones. As vive y muere el salvaje,
satisfecho pero no asqueado de los placeres sencillos que le dan
sus sentidos.
Pero hay otro don benfico con que la naturaleza dot a nues
tra especie, al no negar a los eslabones ms primitivos y pobres en
caudal intelectual las delicias recreativas, del arte de la msica,
que es el primer grado de una vida sensitiva ms refinada. Aun antes
de que el nio sepa hablar es capaz de cantar, o al menos de per
cibir los estmulos de orden musical. Tambin para los pueblos no
civilizados es la msica el arte primero que conmueve sus almas.
El cuadro que la naturaleza ofrece a la vista es tan mltiple, variado
y amplio que el. gusto del artista que trate de representarlo tiene
que pasar por innumerables tanteos y ejercitarse primero en la bar
barie de lo monstruoso y llamativo basta que aprende las justas
proporciones. Pero el arte musical, por simple y primitivo que sea,
habla a todos los corazones humanos y es, junto con la danza, la
fiesta de la alegra general de la tierra. Lstima grande que los
ms de los exploradores, cegados por un gusto demasiado amanerado,
nos priven de estas melodas infantiles, de pueblos remotos. Por
intiles que puedan resultar para nuestros compositores, seran ins
tructivas en sumo grado para el antroplogo, porque la msica de
una nacin, tambin en sus formas ms primitivas y sus melodas
predilectas populares, descubre. su ntimo carcter, es decir, la en
tonacin segn la cual est templado su rgano perceptivo, ms
profunda y verdicamente que lo que la descripcin ms extensa de
circunstancias externas lograra hacer jams.
Cuanto ms le sigo los pasos a la sensibilidad del hombre en
las diversas regiones y condiciones de vida, tanto ms me persuado
de que la naturaleza se ha mostrado en todas partes como madre
solcita y bondadosa. Donde un rgano no poda ser dotado en
abundancia, se cuidaba de excitarlo menos dejndolo adormecido
durante miles de aos. Donde afinaba los instrumentos subiendo
el umbral de excitabilidad, all le depar tambin los medios para
satisfacerlo, de manera que toda la tierra con la organizacin ms
o menos desarrollada de la humanidad, refleja su obra con el sonido
armonioso de un arpa en que todos los tonos y matices han sido
ensayados o lo sern en el transcurso de los tiempos.

II

LA IMAGINACIN DE LOS HOMBRES ES EN TODAS


PARTES DE NATURALEZA ORGNICA Y CLIMTICA;
SIEMPRE, EMPERO, SE GUA POR LA TRADICIN

No podemos formarnos conceptos de un objeto que se halla


fuera del mbito de nuestros sentidos; la historia de aquel rey
siams que consideraba la escarcha y la nieve cosas imposibles, es en
miles de casos nuestra propia historia. De ah que todo pueblo na
tivo y sensitivo tenga un mundo conceptual limitado a los objetos
sensibles que le ofrece la regin. Si se da la apariencia como s
captara el significado de palabras referentes a objetos totalmente
extraos, hay motivo para dudar por largo tiempo de que haya
tenido lugar una autntica comprensin.
A los groenlandeses dice Cranz, explorador s i n c e r o l e s gus
ta que se les hable de Europa, mas nada podran comprender si no
les fuera explicado por medio de comparaciones y equivalencias. Por
ejemplo: la ciudad o el pas tiene tantos habitantes que muchas
ballenas por da no dan abasto para alimentarlos; slo' que no se
comen ballenas sino pan, el cual crece en el suelo como el pasto.
Tambin se come la carne de los animales cornudos y se monta
sobre animales altos y fuertes que los llevan sobre sus lomos o tiran
de artefactos de madera. Entonces los groenlandeses llaman pasto
al pan, renos a los bueyes, y perros grandes a los caballos, admiran
todo esto y muestran ganas de habitar en un pas tan hermoso
y frtil hasta que se enteran de que hay all frecuentes truenos, fal
tando, en cambio, las focas. Tambin les gusta que se les hable de
Dios y las cosas divinas con tal de que se respeten sus propias su
persticiones.
Esbocemos, siguiendo a Cranz, un pequeo catecismo de la teo
dicea groenlandesa para ver cmo enfocan las cuestiones europeas
estrictamente de acuerdo a su propio mundo conceptual:
Pregunta: Quin pensis que ha creado el cielo, la tierra y
todo cuanto abarca la vista?
Respuesta: No lo sabemos. No conocemos al hombre que lo
hizo. Debe ser un hombre muy poderoso. O, si no, siempre ha sido
as, y permanecer as.
Preg.: Tenis tambin un alma?
Resp.: Oh, s! Ella puede engordar y enflaquecer; nuestros
angikoks (hechiceros) saben remendarla y componerla; cuando
uno la ha perdido, ellos la traen de vuelta y tambin pueden sus
tituir una enferma por el alma fresca y sana de una liebre, un reno,
un ave o un nio de poca edad. Cuando emprendemos un viaje
largo, a menudo nuestra alma se queda en casa. Durante la noche,
en sueos, emigra del cuerpo para irse a cazar, a bailar o visitar a
alguien, mientras el cuerpo reposa con perfecta salud.
Preg.: Adonde va el alma despus de la muerte?
Resp.: Se va al lugar de la dicha en las profundidades del mar.
A ll habita Torngarsuk y su madre; all siempre es verano, el sol
brilla y no hay noche. Tambin hay agua fresca y superabundancia
de aves, peces, focas y renos a los que se les puede dar caza sin nin
gn esfuerzo, eso cuando no se los encuentra ya cociendo en una
olla grande.
Preg.: Van all todos los hombres?
Resp.: A ll van solamente los buenos que han trabajado bien,

i Geschichte von G roenland, p. 225.


llevado a cabo grandes hazaas, cazado muchas ballenas y focas,
sufrido grandes padecimientos o acaso se ahogaron en el mar o mu
rieron al dar a luz, etc.
Preg.: Cmo hacen para llegar all?
Resp.: No es cosa fcil. Hay que trepar durante cinco das
por una spera roca que est ya cubierta de sangre.
Preg.: Pero no vis aquellos hermosos cuerpos celestes? No
creis que el lugar de nuestra futura dicha estara ms bien all?
Resp.: Est tambin all, en el cielo ms alto, mucho ms arriba
del arco iris, y el viaje hasta all es tan ligero y fcil que las almas
llegan la misma tarde hasta la luna, que en otros tiempos fu
groenlandesa, para descansar en su casa y jugar con las otras almas
a la pelota y bailar. Esta danza y el juego de las almas es la luz
boreal.
Preg.: Qu otras cosas hacen all arriba?
Resp.: Viven en carpas alrededor de un gran lago que contiene
abundancia de peces y aves. Cuando este lago se desborda, llueve
en la tierra; si alguna vez cedieran sus diques, habra un diluvio
universal. Sobre todo van al cielo slo los ineptos, perezosos e inca
paces; los diligentes van al fondo del mar. Aquellas almas de arriba
pasan hambre a menudo, son flacas y dbiles, y no pueden hallar
reposo a causa de las rpidas revoluciones del cielo. A ll va la gente
mala y las brujas; los atormentan cuervos que no logran apartar de
su cabellera, etc.
Preg.: De qu manera creis que se origin el gnero humano?
Resp.: El primer hombre, Kalak, sali de la tierra, y pronto,
despus, la mujer, del pulgar de Kalak. Cierta vez una groenlandesa
di a luz y trajo al mundo a los Kablunt, esto es, los extranjeros
y los perros; de ah que tanto los unos como los otros sean lujuriosos
y fecundos.
Preg.: Durar el mundo eternamente?
Resp.: Ya volc una vez, y todos los hombres se ahogaron en-
tonces.El nico que se salv golpe la tierra con un bastn, y luego
sali una mujer de la tierra, y los dos volvieron a poblar la tierra.
sta descansa todava sobre sus puntales, los cuales, empero, estn
ya muy carcomidos por la edad de manera que con frecuencia se
los oye crujir; y hace mucho que se hubieran desmoronado si nues
tros angikoks no los remendaran de continuo.
Preg.: Y qu pensis de aquellas hermosas estrellas?
Resp.: Todas ellas fueron antes groenlandeses o animales que
llegaron all por circunstancias especiales y brillan plidos o rojizos
segn el alimento con que se sostienen. Aquellas dos que estn
juntas, son dos mujeres que se visitan; esta estrella fugaz es un alma
que est en viaje de visita. Aquella constelacin grande (la Osa)
es un reno; esas siete estrellas son perros que dan caza a un oso;
aqullas (Orion) se han perdido al volver de la caza de la.foca, y al
.no encontrar el camino de regreso a-casa, vinieron a parar entre
las estrellas. La luna y el sol son hermanos de sangre. Malina, la
hermana, era perseguida por -su hermano en la -oscuridad; trat de
salvarse huyendo, subi a las alturas, y se convirti en el sol; Annin-
ga le sigui y se convirti en la luna; todava hoy la luna corre al
rededor del sol virginal con la esperanza de alcanzarlo, pero en
vano. Cansado y demacrado (en el cuarto menguante) sale a cazar
focs, se queda por unos das y vuelve tan gordo como lo vemos
cuando hay luna llena. Goza de la muerte de las mujeres, mientras
que el sol se alegra por la. muerte de los hombres.
No quiero agotar la paciencia del lector siguiendo con la des
cripcin de las fantasas de diversos pueblos. Pero si hubiera quien
se sintiera con nimo de recorrer este imperio de la imaginacin,
verdadero limbo de vanidades, que rodea nuestra tierra, le deseara
un espritu equilibrado de observacin que, libre de toda hiptesis
preconcebida sobre concordancias y orgenes, atienda cada lugar
como si fuera el suyo nativo, sabiendo hacer ver lo que hay de ins
tructivo en las mismas ingenuidades de sus hermanos. Yo me
limito a destacar algunas observaciones sobre este reino de las
sombras de las imaginaciones populares.
.1. En todas partes los climas y pueblos imprimen su sello
caracterstico a sus fantasas. Comprese la mitologa groenlandesa
con la de la India, la de los lapones con la de los japoneses, peruanos
y negros, y se ver una completa geografa del espritu potico.
El brahmn difcilmente llegara a formarse una idea clara- escu
chando la lectura y explicacin de la Voluspa de los islandeses;
stos, por su parte, no andaran menos perdidos en el Veda. Cada
nacin posee un espritu imaginativo propio y tanto ms arraigado
cuanto que es algo suyo peculiar, nacido de su cielo y su tierra
natal, de su estilo de vida, y transmitido de sus mayores y antepa
sados. Las cosas ms peregrinas para el extranjero son las ms natu
rales para ellos; lo que para l resulta risible, es para ellos asunto
muy serio. Los indios orientales dicen que. el destino le est ins
crito al hombre en el cerebro con finsimos trazos cuyas letras ile
gibles representan el libro de la fatalidad; las, ms arbitrarias ideo
logas sobre la propia estirpe y otras opiniones son a menudo tales
productos de la fantasa, rasgos que la fantasa entreteje con la
realidad y que. tienen su fundamento ntimo en la disposicin del
cuerpo y del alma.
2. Cul es el origen de este fenmeno?, ;Es que cada uno de
estos grupos tnicos invento para s una mitologa a fin de cultivarla,
luego, como propiedad suya? De ninguna manera! No la invent;
la hered. Si fuera una construccin ideolgica propia, sera tam-
bS p'sftrte mejorarla a fuerza de trabajo especulativo. Mas no es
ste el caso. Dobritzhofer\ trat en cierta ocasin de hacer ver a un
grupo de- avispones valientes y listos qu papel ridculo hadan al
espantarse por las amenazas de un hechicero de convertirse en un
tigre cuyas garras ya crean sentir hundirse en sus carnes. Vos
otros les dijo cazis a diario verdaderos tigres en campo abierto
sin pestaear; por qu, pues, palidecis como cobardes por un tigre
imaginario que no existe? Vosotros, Padres replic un avispn
valeroso, no tenis todava nociones precisas de nuestras cosas.
A los tigres en el campo no los tememos porque los vemos; los tigres
artificiales, en cambio, nos espantan porque no los vemos y por con
siguiente no los podemos matar.
Me parece que aqu est el nudo de la cuestin. Si todos nues
tros conceptos fueran tan claros como la imagen visual, si nuestra
imaginacin no abrigara otras representaciones que las obtenidas
por el sentido de la vista que siempre pueden compararse con el
objeto representado, la fuente del engao y del error quedara, si
no obstruida, al menos fcil de hallar. Pero es el caso que las
ms de las narraciones fantsticas de los pueblos son producto del
otdcr~que' las oy narrar. Con avidez escuchaba el nio ignorante
las leyendas que cmcTIiT leche materna, cual vino festivo de la es
tirpe paterna, regalaban y alimentaban su alma. Parecan explicar
lo que vea; al adolescente le daban noticias de la manera de vivir de
su tribu y las hazaas de sus mayores; le introducan en los aspectos
nacionales y climticos de su profesin y llegaron a ser insustitui
bles en toda su vida. El groenlands, de aqu en adelante, cree ver
en la realidad lo que slo ha odo relatar desde su niez, y lo cree
como verdad comprobada. De ah los ritos espantosos de tantos
pueblos lejanos en ocasin de eclipses solares y lunares; de ah su
horrenda fe en los espritus del aire, del mar y todos los elementos.
Dondequiera que haya movimiento en la naturaleza, donde una cosa
parecTTVTrxrtiia8aF^stirTqtT^er^- l^irr las causas del cambio,
all oye voces y locucionesjjue le explican con algo no visto~ermis-
teno de lo visito. La imaginacin es excitada y satisfecha a su manera,
'esTcir, con productos imaginativos. Es precisamente el odo el sen
tido ms tmido y receloso; percibe agudamente pero de modo
oscuro; no llega a una percepcin de conjunto duradera que le per
mita analizar reposadamente hasta arribar a la claridad, porque
sus objetos van pasando en confuso torrente. Destinado a poner al
alma en estado de alerta, no puede, sin embargo, instruirla satis
factoriamente sin el concurso de los otros sentidos, en particular,
de la vista.
3. De ah se puede colegir lles son los pueblos que deben ser
\dotados de una imaginacin ms excitable: a saber, los que pre

i D o b r it z h o f e r : Gesch . der Abiponvr.


fieren la soledad, los parajes salvajes de la naturaleza, el desierto,
las regiones rocosas, la costa del mar azotada por los vientos, la ve
cindad de los volcanes en actividad u otras zonas llenas de aconteci
mientos no explicables a primera vista. Desde los tiempos ms
remotos, el desierto rabe fu la madre de una imaginacin tropical,
y los que se entregaron a ella fueron en su mayor parte hombres
solitarios y soadores. En la soledad recibi Mahoma el Corn; su
imaginacin excitada le puso en xtasis trasladndolo al cielo, donde
vi todos los ngeles y beatos y todos los mundos. En ningn lugar,
su alma se enciende tanto como al pintar el rayo en la noche soli
taria, el da del juicio final y otros temas monumentales. Hasta
dnde se difundieron las supersticiones de los chamanes? Desde
Groenlandia y la triple Laponia por toda la costa del mar rtico
hasta las profundidades del desierto trtaro y casi por todo el Con
tinente americano. En todas partes aparecen los hechiceros, y los
fantasmas son el mundo en que viven. Ms de tres cuartas partes
del mundo son dadas a estas creencias, pues tambin en Europa la
mayor parte de las naciones de origen fins y eslavo rinde todava
Culto de supersticin a la naturaleza, as como la supersticin de los
negros no es ms que una adaptacin a su genio y clima. En los
pases de cultura asitica, las religiones positivas y ms artificiosas
as como las instituciones polticas han desplazado aquellas supers
ticiones; pero hasta all aparecen en cuanto pueden, en la soledad
y entre la plebe, hasta volver a dominar por completo en las islas
del Pacfico. El culto de la naturaleza ha dado la vuelta al mundo
y sus fantasmas se apoderan de cualquier objeto climtico que re
presenta una potencia superior al hombre o se refiere a fenmenos
que lo aterran o simplemente afectan a las necesidades vitales hu
manas. En tiempos ms remotos fu ste el culto divino de casi todos
los pueblos de la tierra.
4. El estilo de vida y el genio peculiar de cada pueblo juegan
pn todo esto un papel importantsimo; no hace falta subrayarlo. El
pastor ve la naturaleza con otros ojos que el pescador y el cazador,
y en las diversas latitudes estos mismos oficios se diferencian a su
vez conforme al carcter nacional. As, por ejemplo, me sorprendi
hallar en la mitologa de los tan septentrionales camchadales una vo
luptuosidad lasciva que ms bien se buscara en una nacin del he
misferio sur; pero el clima y el carcter gentico de aqullos, explica
esta anomala1. Aunque fro, su pas posee volcanes en actividad y
fuentes termales; el fro glacial est en constante guerra con un calor
sofocante; sus costumbres lascivas como sus groseras fbulas mitol
gicas son el producto natural de ambos factores. Lo mismo hay que
decir de aquellas fbulas locuaces y bulliciosas de los negros que no

i Vase Steller, Krascheninikow, etc.


tienen fin ni comienzo 1. Lo mismo de la concentrada y maciza mito
loga de los indios americanos del norte; lo mismo de la imaginacin
florida de los hindes2, que respira el reposo voluptuoso del paraso
como ellos mismos. Sus dioses se baan en lagos de leche y azcar;
sus diosas habitan en estanques refrescantes o en el cliz de flores que
exhalan dulce fragancia. En una palabra: la mitologa de cada pue
blo es un calco de su propia manera de ser y de considerar la natu
raleza y revela si hall en ella mayor abundancia de bienes o de
males, o a la inversa, segn su clima y genio peculiar, y cmo tal
vez se explique lo uno por lo otro. De esta manera, la mitologa,
aun en las zonas ms salvajes y mostrando los rasgos ms deformados,
es un ensayo filosfico del alma humana que antes del despertar, se
complace en soar y permanecer en su infancia.
5. Comnmente se considera a los angikoks, hechiceros, ma
gos, chamanes y sacerdotes como los causantes de tales creencias
errneas del pueblo, y llamndolos embusteros se cree haberlo ex
plicado todo. Verdad es que lo son en la mayor parte de los casos;
mas nunca debe olvidarse que ellos mismos tambin son parte del
pueblo y, por lo tanto, engaados por leyendas ms antiguas. Fueron
generados y educados en medio del conjunto de las tradiciones fan
tsticas de su tribu; su consagracin tuvo lugar con ayunos, soledad,
esfuerzos de la imaginacin, agotamiento del cuerpo y del alma; na
die lleg nunca a hechicero antes de que se le apareciese su espritu,
con lo cual se haba concluido en su propia alma la obra que durante
una vida habra de realizar para otros, repitiendo siempre esfuerzos
semejantes de orden psquico y fsico. Los viajeros ms indolentes
no dejaron de admirarse de algunas de tales ceremonias y bufonadas,
porque tuvieron a la vista los efectos de la imaginacin que apenas
haban tenido por posibles y muchas veces no acertaron a explicar.
En general, la fantasa todava es la potencia psquica menos explo
rada y tal vez la menos explorable de cuantas tiene el hombre; puesto
que se enlaza con toda la estructura corprea, y particularmente con
el cerebro y los nervios, como demuestran tantas enfermedades, pa
rece que no slo es el vnculo y enlace de todas las potencias supe
riores, sino tambin el punto de contacto entre espritu y cuerpo,
algo as como la flor y nata de toda la organizacin sensitiva para el
uso ulterior de las potencias intelectivas. Necesariamente ha de ser
entonces lo primero que se hereda de padres a hijos, segn se com
prueba fehacientemente, como en los casos anteriores, por medio de
muchos ejemplos tomados de la patologa y asimismo por la indiscu
tible semejanza del organismo interno y externo en las cosas ms ba-
lades. Por mucho tiempo se ha polemizado acerca de si existen las
1 Vase Rmer, Bossmann, Mller, Oldendorp, etc.
2 Vase Lafiteau, Le Beau, Carver, etc.
ideas innatas, o no. Tal como se entenda la palabra, es verdad que
no pueden admitirse; pero si por ella se entiende la disposicin pr
xima para la concepcin, combinacin y difusin de ciertas ideas y
figuras, no hay un solo argumento que se les oponga y muchos que
las confirman. Si un hijo pudo heredar los seis dedos que tena el
padre si la familia del Porcupine-man en Inglaterra pudo heredar
sus deformaciones monstruosas, si la conformacin externa del crneo
y de la cara se transmite a ojos vista, cmo podra, sin milagro, dejar
de transmitirse la formacin del cerebro, acaso con las ms finas cir
cunvoluciones cerebrales? Entre algunas naciones existen enferme
dades de la fantasa de las que no nos podemos formar siquiera una
idea; todos los individuos de la misma tribu condescienden con el
enfermo porque sienten dentro de s la disposicin gentica por
igual. Entre los valientes y sanos avispones, por ejemplo, reina una
locura peridica de la cual nada recuerda el enfermo durante los
intervalos; es tan sano como siempre lo fu, slo que su alma no
est con l . . . Algunos-pueblos, para dar una vlvula de escape a
este mal, han instituido la celebracin de la Fiesta del Sueo,
puesto que al que suea le es lcito todo cuanto le ordene su espritu.
Es cosa comn que entre los pueblos dotados de rica imaginacin los
sueos tengan poder milagroso; sueos fueron, probablemente, las
primeras musas, madres de la ficcin y arte potico. Inspiraron al
hombre figuras y objetos que ningn ojo haba visto jams, pero
cuyo deseo alentaba en las profundidades del alma humana. Qu
ms natural, por ejemplo, que la aparicin en sueos de un ser
querido difunto y que los que por tanto tiempo convivieron con
nosotros en la vigilia, deseen continuar viviendo al menos en nues
tros sueos? La historia de las naciones demostrar cmo la Pro
videncia utiliz el rgano de la imaginacin, mediante el cual
pudo influir en los hombres de modo tan intenso, puro y natural;
aborrecible, empero, fu que el fraude o el despotismo abusara de
l para servirse de todo el mar indmito de las fantasas y sueos hu
manos, para sus fines inconfesables.
Gran. Espritu de la tierra, con qu ojos estars contemplando
todos los fantasmas y sueos que vagan por nuestra tierra! Sombras
somos nosotros, y sombras son los productos que nuestra fantasa
elabora en sueos. As como no podemos respirar el puro aire sin
mezcla, as nuestra envoltura carnal formada de polvo no es capaz
;de comunicar todava con la pura razn. Pero aun con todos los
errores e imaginaciones el gnero humano se va encaminando hacia
ella; depende de las imgenes sensibles, por cuanto stas le dan una
impresin de las cosas y ve y va buscando aun en medio de la niebla
ms espesa los rayos de la verdad. Dichoso es el hombre elegido, que
dentro de los estrechos lmites de su vida progrese, en cuanto le sea
posible, dsde lo imaginario hacia lo esencial, esto es, llegue de la
infancia a la edad adulta y explore la historia de sus hermanos hom
bres con esta misma intencin y con espritu desinteresado. El alma
que trata de salir del crculo estrecho en que el clima y la educacin
nos han encerrado, para aprender siquiera entre otras naciones lo que
falta a la propia, no dejar de experimentar una noble ampliacin
de miras.
Cuntas cosas se ven por all que otros no tienen sin que les
falte nada, habindolas uno mismo credo indispensables. Ideas que
habamos tenido por los axiomas ms fundamentales de la razn hu
mana, van desapareciendo aqu y all con el clima de un lugar dis
tante, tal como la tierra firme desaparece a los ojos del navegante
cual nube en el horizonte. Lo que un pueblo juzga parte impres
cindible de su acervo conceptual, otro no lo ha pensado jams, y
hasta acaso lo tenga como perjudicial. Asi atravesamos la tierra
errantes en un laberinto de fantasas humanas; la cuestin es ahora
determinar el centro del laberinto al que retornan todos los caminos
como los rayos fraccionados al sol.

III

LA INTELIGENCIA PRCTICA DEL GNERO HUMANO SE


FORM EN TODAS PARTES BAJO EL INFLUJO DE LAS
NECESIDADES DEL MODO DE VIDA; PERO SIEMPRE ES
UNA FLOR DEL GENIO DE LOS PUEBLOS, HIJA DE LA
TRADICIN Y DE LAS COSTUMBRES

Se suele dividir las naciones de la tierra en cazadores, pescado


res, pastores y agricultores y determinar segn esta divisin no
solamente el grado de civilizacin alcanzado, sino tambin esta lti
ma como consecuencia necesaria de tal o cual modo de vida. Nada
habra que objetar en contra si estas maneras de vivir estuvieran bien
definidas en s mismas. Pero en realidad se modifican con cada
latitud combinndose entre s de tal manera que la aplicacin de
un esquema clasificador se hace muy difcil. El groenlands que da
caza a la ballena y al reno y mata la foca, es pescador y cazador; mas
lo es de muy otra manera que el negro que sale a pescar o el arau
cano que caza en los desiertos de los Andes. El beduino y el mongol,
el lapn y el peruano son pastores; pero qu diferencia abismal
media entre ellos si uno pastorea camellos, el otro caballos y el de
ms all renos, y el ltimo alpacas y llamas! El agricultor de Vidah
y el del Japn se parecen tanto como el ingls y el chino en el co
mercio.
Tampoco parece que el solo anhelo de cultura sea suficiente
para producirla, ni aun cuando en el seno del pueblo haya suficien
tes energas que esperen ser utilizadas con este fin. Pues, apenas la
inercia humana se ha resignado a la limitacin de los. medios de
vida y una vez que se ha alcanzado cierta comodidad, el hombre se
mantiene en su estado y apenas es posible impulsarlo a mejorarlo.
Debe haber, pues, otros factores que determinen la forma de vida
de un pueblo de tal o cual manera; mas aqu los suponemos como
definidos y nos dedicamos a investigar las fuerzas psquicas que en
algunos de ellos se manifiestan.
Los hombres que se alimentan de races, hierbas y frutas, de no
experimentar grandes impulsos civilizadores, permanecern ociosos y
de fuerzas exiguas por perodos prolongados. Su forma de vida na
cida de una estirpe pacfica y al amparo de un hermoso clima, es
suave y por qu habran de batallar si la rica naturaleza les brinda
sus tesoros sin trabajo? As, sus artificios e inventos slo atienden a
las necesidades cotidianas. Los isleos a quienes la naturaleza ali
mentaba con sus frutos, en particular el de las artocrpeas, vistin
dolos de cortezas y ramas bajo un cielo siempre azul, llevaban una
existencia sosegada y feliz. Los pjaros, dice la leyenda, se sentaban
sobre los hombros de los habitantes de las Islas Marianas y cantaban
sin sobresalto; no conocan el arco ni la flecha porque ningn animal
salvaje los obligaba a defender su pellejo. Tambin desconocan el
fuego; en su clima templado no lo necesitaban para vivir con co
modidad. Semejante era lo que ocurra con los de las Carolinas y
otras islas venturosas del Pacfico; slo que en algunas la civilizacin
de la sociedad haba alcanzado ya un grado superior habiendo re
unido por diversas causas varias artes y oficios. Donde el clima es
menos clemente, los hombres se ven obligados a adoptar una forma
de vida ms dura y ms variada. El neo-holands persigue el canguro
y la zarigeya, da caza a las aves, pesca y come races: ha combinado
tantas formas de vida cuantas requiere la rstica comodidad de su
esfera, hasta que sta queda en cierto modo completa y l satisfecho
a su manera. Otro tanto es lo que sucede con los neo-caledonios y
meo-zelandeses, sin exceptuar a los mseros habitantes de Tierra del
Fuego. Posean canoas de corteza de rbol, arcos y flechas, cestos y
bolsos, fuego y cabaa, vestidos y azadas, en una palabra: los comien
zos de todas las artes con que los pueblos ms avanzados perfeccio
naron su cultura; slo que entre ellos, con su tierra desierta y rocosa,
bajo el yugo opresor del fro, todo ha quedado en los comienzos ms
primitivos. Los californianos demuestran toda la inteligencia prc
tica que su pas y forma de vida les dan y exigen. Esto acontece con
los habitantes de El Labrador y todos los pueblos eri esta regin ex
trema en los confines del mundo. En todas partes se avinieron a la
escasez y, en su actividad forzada por las circunstancias, viven felices
a fuerza de tradicin y costumbre. Desprecian todo cuanto no les es
estrictamente necesario; el esquimal, que con tanta habilidad rema
en el mar, todava no ha aprendido a nadar.
En los grandes continentes de tierra firme de nuestro globo,
hombres y animales viven en mayor densidad y proximidad; la inte
ligencia. prctica de aqullos era ejercitada por stos de muchas ma
neras. Verdad es que los habitantes de las regiones cenagosas de
Amrica tuvieron que echar mano de serpientes, lagartijas e iguanas,
yacars y aligtores; pero los ms de los pueblos se hicieron cazadores
de una presa ms noble. Qu le falta, pues, a un americano del
fiorte o del sur para hacer frente al oficio de su vida? Conoce los
animales que persigue, sus guaridas y formas de vida como sus arti
maas y se arma contra ellos con fortaleza, astucia y habilidad. El
muchacho es educado para ser un cazador clebre, en Groenlandia,
por ejemplo, de focas; de esto tratan las conversaciones que oye, los
cnticos y relatos de hazaas que le son representados tambin con
gestos y danzas representativas. Desde su infancia aprende a fabri
carse instrumentos y usarlos; juega con las armas y desprecia a las
mujeres, pues, cuanto ms estrecho sea el crculo al que se circuns
cribe la vida, y ms definida la obra por ejecutarse, ms fcilmente
se alcanza la perfeccin. Nada, pues, molesta al adolescente en su
carrera; por lo contrario, todo ayuda a estimular y animarlo viviendo
bajo la mirada de su tribu y en el estado y oficio de sus mayores. Si
alguno hiciera una coleccin de las habilidades de las diversas na
ciones y escribiera sobre ello una obra de orientacin esttico-arts
tica, las hallara distribuidas por todo nuestro globo terrestre y cada
una floreciente en su propio lugar. Aqu el negro se lanza a la
rompiente del mar donde ningn europeo se atrevera a poner el
pie; all escala rboles hasta una altura donde apenas puede seguirle
la vista. Aqul pescador ejerce su arte cual si embrujara la presa;
aquel esquimal se encuentra con el oso polar y le hace frente; para
aquel negro, dos leones no son demasiada tarea si combina la fuerza
con la astucia. El hotentote acomete al rinoceronte y al hipoptamo;
el nativo de las Islas Canarias salva las rocas ms empinadas como si
fuera una gamuza; la mujer tibetana, fuerte y viril, lleva a cuestas al
extranjero a travs de las montaas ms elevadas de la tierra. La
estirpe de Prometeo, compuesta de las partes e impulsos de todos los
animales, los ha superado a todos, unos aqu, otros all, en artes y
habilidades, despus de haberlas aprendido de aqullos.
Est fuera de duda que la mayor parte de las artes las aprendi
el hombre de los animales. Por qu el mariano se viste de cortezas
de rbol? Por qu el papa se adorna con plumas? Porque aqul
vive en los rboles que le suministran su alimento, mientras que
para el papa y el americano las aves multicolores son lo ms pre
ciado y hernioso que le brinda su tierra natal. El cazador viste como
su presa, construye como el castor; otros pueblos trepan en los r
boles como las aves o hacen sus viviendas como nidos a ras del suelo.
El pico del pjaro sirvi de modelo para la lanza y la flecha, como
la figura del pez para la canoa. De la vbora aprendi el arte nocivo
de envenenar sus armas, y la curiosa costumbre de pintar el cuerpo,
tan difundida, no es ms que una imitacin de los animales y pjaros.
Cmo pensara stos son tan pulcramente adornados y yo habra
de pasar con un color montono y apenas perceptible slo porque el
calor no me permite vestidos ms completos? Y de esta manera co
menz a pintar y perforarse simtricamente; hasta pueblos que usan
vestidos envidiaban al buey su cuerno, la cresta al ave y al oso la cola
y procedieron a imitarlos. Agradecidos celebran los americanos del
norte al ave que les habra trado el maz. Los ms de los remedos
climticos han sido aprendidos de los animales. Con todo, no hay
que olvidar que sobre todo esto intervena el espritu sensitivo de
los libres hijos de la naturaleza que, conviviendo con todas estas
criaturas, no se crean tan infinitamente superiores a ellos como
nosotros. A los europeos les result difcil encontrar siquiera alguna
vez cosas que los nativos usaban a diario y despus de largas y estriles
tentativas tuvieron que pedirles por favor su secreto o arrancrselo a
la fuerza.
Mucho ms lejos lleg el hombre cuando aprendi a atraerse los
animales para finalmente someterlos a su servicio. Salta a la vista la
enorme diferencia que hay entre pueblos, a menudo vecinos, de los
cuales uno vive con estos sustitutos de las propias fuerzas, el otro sin
ellos. A qu se debe que la remota Amrica recin descubierta se
hallase frente a los europeos en condiciones de tanta inferioridad
que stos pudiesen tratar a los nativos como a un rebao de ovejas
indefensas? La causa no fu solamente la fuerza fsica, como lo de
muestran los innumerables ejemplos de los pueblos que habitan en
selvas; en estatura, velocidad de carrera y agilidad superan, hombre
a hombre, a la mayor parte de las naciones que se disputan su pas.
Tampoco pudo ser el poder intelectivo en cuanto se refiera a las exi
gencias de la vida diaria de un hombre particular; el americano saba
tedrar por s y viva feliz con mujer e hijos. Fueron, por lo tanto, las
artes y oficios, las armas y la accin de conjunto; pero ms que nada
los animales domesticados. Si el americano hubiera tenido tan slo
el caballo cuya majestad guerrera reconoca temblando, habran sido
suyos los perros furiosos que los espaoles azuzaban contra l en
calidad de mercenarios a sueldo de Su Majestad Catlica. La con
quista hubiera sido ms costosa y como pueblos montados hubieran
Reido abierta la retirada hacia sus montaas, desiertos y llanuras.
Todos los viajeros estn contestes en que todava ahora el uso del
caballo constituye la diferencia ms notable entre los europeos y
americanos. Los habitantes del norte y del sur que cuentan con
caballera distan tan inmensamente de sus hermanos subyugados de
Mxico y Per que no parecen vecinos de un mismo Continente.
Aqullos no slo conservaron su libertad, sino que en cuerpo y alma
se hicieron pueblos ms viriles de lo que seran en tiempos de la
conquista. Tal vez, el caballo que los opresores de sus hermanos les
trajeron como instrumentos ignorantes de la Providencia, llegue al
gn da a ser el libertador de todo su Continente, de la misma ma
nera que los dems animales domesticados, en cuyo uso los iniciaron
los conquistadores, ya han llegado, en parte, a ser instrumentos de
una vida ms cmoda y sern en tiempos venideros probablemente
auxiliares de una propia cultura occidental. Mas as como esto est
en manos del destino, as tambin estaba en sus arcanos, adems de
la naturaleza del Continente, el que por tanto tiempo no se cono
ciera caballo ni burro, ni perro ni vacuno, ni oveja ni cabra, ni cerdo,
gato o camello. Posean menos especies animales porque su pas era
ms reducido, separado del Viejo Mundo y probablemente en buena
'parte emergido del seno de! mar en perodos posteriores a los de
otros Continentes.
Por lo tanto, haba menos animales para uso domstico. Las
alpacas y las llamas y las vicuas de Mxico, Per y Chile, eran los
nicos domesticables, y stos haban sido domesticados. Tampoco
los europeos con toda su inteligencia supieron aadir ninguno y no
lograron transformar en animales domsticos el papagayo ni el ca-
"cad, el tapir ni el oso. '
En el Viejo Mundo, en cambio qu abundancia de animales do-
.mesticadosi Sin camello y caballo los desiertos rabe y africano seran
inaccesibles; la oveja; y' la cabra contribuyeron a mejorar las con
diciones de vida hogareas; vacunos y asnos ayudaron a la agricul
tura lo mismo que al comercio de las naciones. En estado primitivo,
' el hombre viva en relaciones amistosas y sociables con estos anima
les; los trataba con consideracin y era consciente de lo que les deba.
As vive el rabe y mongol en compaa de su caballo, el pastor con
la oveja, el cazador con el perro, el peruano con la llam a1. Todas las
criaturas auxiliares del hombre dan mayor rendimiento, como se
sabe, si son tratadas humanamente; aprenden a comprender y amar
al hombre y desarrollan capacidades e inclinaciones de las que nada
sabe el animaloprimido ni el cebado que agotado y exprimido pier
de hasta los instintos y potencias propias de su especie. Dentro de
cierta esfera, pues, hombres y animales se han formado juntamente;
la inteligencia prctica de aqullos se ha ejercitado en stos .y las

i Lase al respecto en U l l o a , N oticias de A m rica, I, p. 131, con qu


alegra infantil el peruano consagra la llama a su servicio. Las formas de convi-
venca de otros pueblos con sus animales estn suficientemente difundidas por
varias descripciones de viajes.
aptitudes de stos han venido creciendo y amplindose por aqullos.
Cuando se lee de las hazaas de los perros de los camchadales no se
sabe quin es aqu el ms inteligente: el perro o el camchadal.
En esta esfera se detiene la inteligencia prctica del hombre;
todas las naciones habituadas slo a ellas tuvieron dificultad en ele
varse ms all. Todas tambin tuvieron terror al yugo esclavizante
de la agricultura.
Por hermosas que sean las praderas de Norteamrica, por ms
que cada pueblo aprecie y proteja su propiedad, y por ms que al
gunos aprendieron de los europeos a valuar el dinero, el aguardiente
y otras comodidades, slo a las mujeres se encarga la labranza de los
campos, el cultivo del maz y algunas hortalizas, as como el trabajo
domstico. El cazador aguerrido no puede tomar la decisin de con
vertirse en hortelano, pastor o agricultor. La vida libre y activa es
el don ms preciado para el llamado salvaje; rodendolo de peligros,
excita y ejercita sus fuerzas, su valor y poder de decisin y le premia
con salud y vitalidad, con el sosiego de la independencia en su ca
baa-y con honor y respeto frente a su tribu. Ms no pretende y
ms no necesita, y qu nueva felicidad podra proporcionarle otro
estado de cosas cuyas comodidades ignora y cuyas molestias detesta?
Lanse algunos discursos de quienes osamos llamar salvajes no hay
en ellos un sentido comn y una justeza innegables? Aunque escul
pida con mano ruda y con un menor caudal de diferenciacin de
fines, la forma humana ha alcanzado tambin en ese estado la per
feccin que le fu posible,''a saber: lo requerido para un contenta
miento equilibrado acompaado de buena salud y larga vida y
seguido de una tranquila partida de este mundo. El beduino y el
avispn se encuentran satisfechos en su estado; aqul se horroriza
de la vida ciudadana as como ste tiembla todava en vida ante la
idea de que sus restos sean enterrados por la Iglesia; en ambos casos,
el encierro les parece equivalente a ser enterrado con vida.
Aun all donde la gricultura ha sido introducida, cuesta tra
bajo atar al hombre a su terruo y acostumbrarlo a las nociones de
mo y tuyo. Algunos pequeos y civilizados reinos de los negros no
adquirieron este concepto hasta el da de hoy, puesto que, como
alegan, la tierra es un bien comn. Anualmente distribuyen entre
ellos los agros y los cultivan con poco trabajo; recogida la cosecha,
el suelo vuelve a pertenecerse a s mismo. En general, ningn sistema
sde vida ha causado tantas transformaciones en la mentalidad- de los
hombres como la agricultura, que los circunscribe a una determinada
extensin de tierra. A l promover el desarrollo de artes y oficios, al
deas y ciudades, y fomentando, en consecuencia, la legislacin y la
lactividad policial, abri necesariamente las puertas a este terrible
despotismo que, seguro de encontrar a cada cual sobre su campo,
acab por prescribir a cada uno cunto tena que hacer y dejar de
hacer en su terruo. La tierra ya no perteneca al hombre, sino el
hombre a la tierra. Por no ejercitarlas, pronto se perdi la con
ciencia de las propias aptitudes; sumido en la esclavitud y cobarda,
el hombre subyugado pas de la pobreza trabajadora a la opulencia
afeminada. De ah que, en todo el mundo, los nmadas consideren
al aldeano como bestia de carga encadenada y como aborto degene
rado de la especie humana. Para ellos, las ms grandes penurias son
un placer mientras vayan acompaadas del premio de la libertad y
autodeterminacin; el lujo, en cambio, lo tienen por veneno tan
pronto como relaja la fuerza de nimo y priva al mortal del nico
gozo de su existencia efmera: la dignidad y la libertad.
Nadie crea que es mi intencin desacreditar un sistema de vida
usado por la Providencia como uno de sus medios principales para
disponer a la humanidad a la vida- social, pues tambin yo me ali
mento del pan que nos da el suelo. Pero exijo que tambin se haga
justicia a otros sistemas de vida que, segn la conformacin de la
tierra, no son menos destinados que la agricultura a servir de educa
dores de la humanidad. Sobre todo, si se considera que es la menor
parte de los habitantes de la tierra la que cultiva sus campos a nues
tra usanza, habiendo sido la misma naturaleza quien les impuso otra
forma de vida. Los numerosos pueblos que viven de races, del arroz,
de los frutos de los rboles, de la caza, en aire, mar y tierra; los innu
merables nmadas, aunque ahora compren en regiones vecinas un
jpoco de pan o tengan reducidos cultivos de cereales, y todos los pue
blos que ejercen el cultivo sin propiedad privada o slo mediante
sus mujeres y siervos, no son naciones agricultoras en el sentido pro
pio de la palabra. Pues no es reducida por dems la parte de la
tierra que responde a tal denominacin y realiza esta forma de vida
tan artificiosa? Ahora bien: la naturaleza consigui su fin perseguido
en todas partes, o no lo obtuvo en ninguna. Es que la inteligencia
prctica del hombre haba de florecer en todas las variedades posi
bles y dar su fruto; por esto a la especie que produjo ms varieda
des, le fu donada una tierra de tanta variedad de condiciones.
IV

LAS SENSACIONES E INSTINTOS DE LOS HOMBRES ESTN


SIEMPRE DE ACUERDO CON SU SISTEMA DE VIDA Y LA
ORGANIZACIN QUE ADOPTARON, Y EN TODAS PARTES
SE RIGEN POR LAS OPINIONES EN BOGA Y LA TRADICIN

El fin primordial de un ser es la auto-conservacin; desde el


grano de arena hasta el sol, todo objeto trata de seguir siendo lo que
es; para esto los animales llevan impreso su instinto;, para esto tam
bin recibi el hombre el equivalente anlogo del instinto: la razn.
Obediente a esta ley y obligado por el hambre implacable, busca su
alimento por todos los medios; sin saber el porqu y el fin, tiende
desde su infancia a ejercitar sus aptitudes mediante el movimiento.
El hombre fatigado no llama al sueo, pero ste acude para renovar
las fuerzas; la fuerza vital interna viene en ayuda del enfermo en
cuanto puede, o por lo menos, trata de-hacerlo con gemidos. l
hombre defiende su vida contra todo cuanto la amenaza, y, aun sin
saberlo l, la naturaleza le ha rodeado de dispositivos para apoyarlo
en esta tarea salvadora y conservadora.
Filsofos hubo que a causa del instinto de conservacin clasifi
caron a nuestra especie entreds animales de rapia y declararon que
-la guerra es su estado natural. Semejante aseveracin es manifiesta-
nente impropia. Verdad es que cuando arranca un fruto del rbol
el hombre es un ladrn, y cuando mata un animal un asesino, as
como el ms cruel opresor de la tierra cuando con una pisada de su
pie, tal vez con un hlito de su boca, quita la vida a legiones de seres
vivos' invisibles. Es sabido hasta dnde llegaron la delicada filosofa
de la India y la egipcia con sus exageraciones para convertir al
hombre en una criatura del todo inofensiva. Pero su intento ha sido
vano para la especulacin filosfica; no poseemos la clave de las co-
Irrelaciones en el caos de los elementos y cuando no consumimos un
animal grande, es una multitud de pequesimos seres en el agua y
en el aire, en la leche como en las plantas, lo que estamos injiriendo.
Dejando a un lado, pues, estas cavilaciones, consideramos al
Jiombre en medio de sus hermanos y preguntamos: es por naturaleza
un animal feroz para con sus congneres, un ser antisocial? A juzgar
por su figura no es lo primero, y menos lo ltimo si consideramos
su nacimiento. Concebido en el seno del amor y amamantado en
sus pechos, es educado por hombres de quienes va recibiendo miles
de beneficios sin haberlos merecido. En tanto, pues, ha sido formado
realmente en la sociedad y para ella; sin ella no pudo ser concebido
ni llegar a ser hombre. Lo antisocial en el hombre empieza donde
se apremia su naturaleza y se produce una colisin con otros seres
vivos; mas en eso no constituye una excepcin, sino que responde a
la ley universal de la auto-conservacin. Veamos, pues, qu medios
escogi la madre naturaleza para dotarlo, tambin en este aspecto,
de manera satisfactoria y sin embargo lo bastante limitada como para
poner- coto a la guerra de todos contra todos.
1. Siendo el hombre la criatura ms artificiosa y de mltiples
aptitudes, no hay, en correspondencia, ninguna especie de seres vi
vientes que presente una variedad tan grande de diferencias de ca
ractersticas genticas. En su delicada estructura no existe el instinto
ciego arrollador. En ninguna especie, como en la suya, se diversifi
can y oponen las corrientes de ideas y tendencias. Por su naturaleza,
pues, el hombre ofrece menos materia de colisin con sus semejantes
ya que una inconmensurable y muy compleja multiplicidad de pre
disposiciones, sentidos e instintos se reparte sobre muchos individuos
constituyendo en cada uno una constelacin individual. Lo que para
uno es indiferente, atrae a otro, y de esta manera cada cual vive en
un propio mundo de goces y en medio de una creacin hecha espe
cialmente para l.
2. A esta especie tan diversiforme otorg la naturaleza un espa
cio inmenso, la tierra rica y extensa que con variadas latitudes y
ambientes habra de dispersar a los hombres en distintos sistemas de
vida. Puso montes aqu, ros y yermos all como barreras entre los
pueblos; di la selva extensa a los cazadores, el mar infinito a los
pescadores, y a los pastores la llanura ilimitada. As, pues, no es
culpa suya si las aves, engaadas por el arte del cazador, son atra
padas en la red donde se disputan el alimento, sacan los ojos y apes
tan el aire; porque, conforme al plan original, las aves haban de
vivir bajo el cielo y no en la red del cazador. Mirad aquellas tribus
que conviven pacficamente! Ninguno envidia al otro, cada cual ad
quiere y disfruta lo suyo en paz. Significa falsificar la historia el
presentar como caracterstica general del gnero humano el carcter
malvolo y pendenciero de hombres que viven encerrados en un re
ducido espacio con sus artistas rivales, sus polticos polemizantes y
sus sabios envidiosos; la mayor parte de los hombxes sobre la tierra
nada sabe de esas espinas hirientes y las llagas sangrientas que dejan
impresas; vive al are lbre y no en medio del aliento pestfero de
las ciudades. El que declara necesaria la ley porque de otra manera
habra transgresores de la ley, supone lo que tiene que probar. No
encerris a los hombres en estrechas prisiones, y no har falta pro
curarles ventilacin; dejad de llevarlos artificialmente a sufrir acce
sos de rabia, y no ser menester buscar el remedio igualmente ar
tificial.
3. La naturaleza abrevi tambin en lo posible el tiempo en
que la convivencia de los hombres se hace indispensable. El hombre
necesita una prolongada educacin; mas aun entonces se encuentra
todava dbil y se comporta como un nio que se enoja fcilmente
para luego olvidar con igual facilidad, que se sulfura con frecuencia,
mas no es capaz de alentar un odio prolongado. Apenas llega a la
virilidad, su instinto despierta y le impulsa a dejar la casa paterna.
La naturaleza, le imprimi este instinto para que forme su propio
hogar.
Y con quin lo preparar? Con una criatura tan semejante y
desigual, tan diferente en sus caractersticas agresivas como pudo
.serlo con el fin de facilitar la unin de ambos. La naturaleza de la
mujer es otra que la del hombre; su vida sensitiva es diferente y
produce efectos distintos. Infeliz aqul cuya competidora es una
mujer que acaso le supere en virtudes varoniles! Slo con la bondad
condescendiente le ha de dominar, y de esta manera, la manzana de
la discordia se convierte nuevamente en fruto del amor.
No quiero llevar ms adelante la historia de la diferenciacin
del gnero humano; estn echadas las bases desde las cuales, co
menzando con familias y estirpes, se formarn luego las sociedades,
leyes, costumbres y hasta idiomas. Qu demuestra el hecho inevita
ble de los diversos dialectos que se encuentran en nmero infinito
sobre la tierra, no pocas veces a exigua distancia? Demuestran que
la madre naturaleza, fecunda y con nimo de dispersar a sus hijos y
trasplantarlos libremente, no quera conglomerados. As se empea
tambin en que ningn rbol le quite la luz y el aire a otro con pe
ligro de que ste resulte enano o se deforme para alcanzar un poco
de libre respiracin. Quiere que encuentre su propio lugar para ele
varse con sus propias fuerzas a las alturas coronado por floreciente y
ancha copa.
No la guerra, pues, sino la paz es el estado natural de la huma
nidad libre; la guerra es un estado de emergencia y no del disfrute
previsto originalmente. En manos de la naturaleza, nunca es un fin
en s mismo (incluso el canibalismo), sino en ocasiones una triste
medida a la cual la madre de todas las cosas no pudo sustraerse siem
pre, pero que aplic, en compensacin, para fines tanto ms elevados,
preciosos y variados.
Antes de tratar el triste odio, hablemos, pues, del amor gozoso.
Su imperio es la tierra entera, slo que en todas partes se muestra con
figura diferente.
Cuando la flor ha alcanzado la madurez, florece; el tiempo del
florecimiento est, pues, en relacin con. el perodo de crecimiento
que, a su vez, depende del calor solar estimulante. De la misma ma
cera, el punto ms tardo o temprano del florecimiento humano,
depende del clima y todas sus circunstancias concomitantes. Es cosa
notable cun grande es la diferencia de la edad de la pubertad segn
las diversas zonas de nuestra pequea tierra. La muchacha persa se
casa a los ocho aos y da a luz a los nueve; nuestras antiguas mujeres
germanas eran mujeronas de treinta aos antes de pensar en el amor.
Cualquiera ve cmo tales diferencias haban de modificar la
relacin entre los dos sexos. La mujer oriental es una nia al casarse;
florece temprano, y se marchita con igual prontitud; el marido, ms
adulto, la trata como nia y flor. Puesto que en aquellas regiones
calurosas la excitacin del instinto sexual no slo aparece ms tem
prano en ambos sexos, sino tambin con un mpetu mayor, hay nada
ms natural que el hombre comenzara a abusar pronto de las prerro
gativas de su sexo plantando todo un jardn de tales flores efmeras?
Este paso tuvo importantes consecuencias para el gnero humano.
No slo que los celos del hombre encerraron a sus muchas mujeres
en un harem donde su evolucin no poda ir a la par con la del sexo
masculino, sino que toda la educacin de la mujer iba ahora enca
minada desde la infancia hacia su vida en el harem y la convivencia
con muchas, otras mujeres. No era raro que la nia de dos aos ya
fuese; desposada o vendida. Qu otra cosa caba esperar sino que
toda la.vida social del hombre, el gobierno de la casa, la educacin
de los hijos y finalmente la misma fecundidad fuesen afectados por
este abuso?
Est suficientemente probado que un matrimonio prematuro y
una excitacin sexual exagerada del hombre no fomenta ni el vigor
de la prole ni la fecundidad; ms an, las informaciones de varios
viajeros hacen parecer verosmil que en algunas de aquellas regiones
nacen ms mujeres que varones, lo que, si la informacin tiene fun
damento, bien podra ser una consecuencia de la poligamia y a su vez
una causa de fomentarla. Ciertamente no es ste el nico caso en que
el artificio y la concupiscencia opulenta de los hombres ha desviado
el curso de la naturaleza, la cual de por s mantiene bastante equi
librio entre los dos sexos. Pero puesto que la mujer es el pimpollo
ms delicado que ha brotado de nuestra tierra y el amor el mvil ms
poderoso que desde el principio ejerce su influjo en la creacin, la
forma de encararlo haba de ser necesariamente el punto crtico en
la historia de nuestra especie. En todas partes la mujer ha sido siem
pre la manzana de la discordia de la concupiscencia, y por su natu
raleza es, por as decirlo, la primera piedra desmoronadiza en el
Edificio de la creacin humana.
Acompaemos, por ejemplo, a Cook en su ltimo viaje. Si en
las Islas del Pacfico y otras, el sexo femenino pareca estar al servi
cio de la prostitucin de manera que no slo se entregaban a cual
quiera a .cambio de un clavo, una chuchera o una pluma, sino que
tambin el hombre estaba dispuesto a alquilar a su mujer por cual
quier nadera cuya posesin le apeteca, la escena cambia de decorado
cuando estamos frente a los isleos de otro clima y carcter. Entre
los pueblos donde el hombre empuaba el hacha de la guerra, la
mujer viva ms recogida en la casa; las costumbres ms rudas de
aqul imprimieron una mayor dureza a sta, de suerte que ni su
fealdad ni su belleza estuviesen abiertas a los ojos del mundo. Creo
que ninguna circunstancia permite tantas conclusiones acerca del
verdadero carcter de un hombre o una nacin como el trato que da
a su mujer. La mayora de los pueblos que llevan una vida difcil
han degradado el sexo femenino a la categora de animal domstico
cargndolo con todas las molestias del trabajo del hogar. El hom
bre crea que con una hazaa peligrosa, audaz y viril se haba des
embarazado de los quehaceres menudos, dejndolos a las mujeres.
De ah la considerable sujecin de este sexo entre los ms de los sal
vajes en todas las latiudes. De ah tambin el desprecio de los hijos
respecto de sus madres apenas traspasan el umbral de la pubertad.
Desde temprana edad han sido educados para empresas arduas re
cordndoseles a menudo las prerrogativas del varn, y de esta mane
ra, una especie de ruda mstica de la guerra o del trabajo no tard
en sustituir la ternura del afecto. Desde Groenlandia hasta el pas
de los hotentotes predomina este desprecio hacia las mujeres entre
todas las naciones no civilizadas, bien que asuma formas diversas
en cada pueblo y Continente. En la esclavitud acontece que la mu
jer negra es tenida muy por debajo del negro, y el habitante del
Caribe ms miserable se cree monarca en su propia casa.
Mas no es slo la flaqueza de la mujer la que parece haberla
sometido al hombre; en la mayora de los lugares contribuy a ello
tambin la excitabilidad ms acentuada del hombre, su astucia, y
en general la estructuracin ms mvil y delicada de su alma, con
algunos otros factores. Los orientales, para citar un ejemplo, no
pueden concebir cmo pueda haber una libertacL tan ilimitada para
el sexo femenino en Europa, imperio de las mujeres, sin gravsimos
peligros para el hombre. Entre ellos, as dicen, se producira un
desconcierto general si no se delimitara la accin de unas criaturas
tan tornadizas y astutas. Para algunas costumbres tirnicas no se
alega otra razn sino que las mismas mujeres por su propia conducta
se haban merecido en tiempos pasados una ley tan dura para poder
salvaguardar la seguridad y tranquilidad de los hombres. De esta
manera se explica, por ejemplo, la costumbre inhumana de la India
de quemar a las viudas a una con sus maridos difuntos. La vida del
hombre, se dice, no hubiera sido segura sin este espantoso remedio
de sacrificar la vida de la mujer junto con la suya; y leyendo los
relatos de la lasciva y astuta voluptuosidad de las mujeres en esos
pases, de los maravillosos encantos de las bailarinas de la India, de
los harems entre turcos y persas, casi se podra creer algo por el
estilo. Los hombres fueron incapaces por igual de salvar de la chispa
la yesca inflamable, producto de la opulencia, y demasiado dbiles
y abandonados para educar y desenvolver para fines ms elevados el
engorroso e inmenso complejo de aptitudes y conspiraciones de la
mujer. Como brbaros opulentos y dbiles se procuraron su tran
quilidad con mtodos brbaros y dominaron a viva fuerza a aqulla
cuya astucia no pudieron superar con la inteligencia. Lase lo que
los orientales y helenos han dicho sobre la mujer y se hallar ma
terial en abundancia para explicar la extraa suerte que la mujer
corri en la mayor parte de los climas clidos. Verdad es que en
el fondo toda la. culpa la tenan los hombres cuya brutalidad embo
tada no supo exterminar el mal que trataba de limitar de manera
tan torpe, como lo demuestra no solamente la historia de la civili
zacin que puso a la mujer a la par del hombre mediante una edu
cacin racional, sino tambin el ejemplo de algunos pueblos de
buen entendimiento aunque sin una civilizacin refinada. El anti
guo germano en medio de sus speras selvas reconoca cuanto hay
de noble en la mujer y se regalaba con las ms bellas caractersticas
de este sexo: discrecin, fidelidad, valor y castidad; mas hay que
conceder que vino en su ayuda el clima en que viva, su carcter
gentico y todo su sistema de vida. l y su mujer crecan como las
encinas, lentos, indestructibles y fuertes. Faltaban en su pas los
encantos seductores, a la vez que la costumbre y la necesidad estimu
laban la virtud. Hija de Germania, considera la gloria de tus ante
pasados y esfurzate por imitarlos! De pocas naciones canta la his
toria las glorias que se narran de la tuya; entre pocas, tambin,
honr el varn las virtudes de la mujer como lo hizo en la Germania
ms antigua. Esclavas son las mujeres de la mayor parte de los
pueblos que viven con una constitucin similar; amigas y consejeras
eran tus madres, y las nobles entre ellas siguen sindolo hasta
nuestros das.
Hablemos, pues, de las virtudes de la mujer tal como se mani
fiestan en la historia de la humanidad. Tambin en los pueblos ms
salvajes la mujer se distingue del hombre por una mayor ternura
servicial, por su aficin a los adornos y la belleza; caractersticas
stas que son reconocibles aun donde la nacin se bate en las incle
mencias del clima y las mayores penurias. En todas partes la mujer
se adorna, y por escasos que sean los atavos disponibles en algunos
lugares, siempre la frtil tierra le brindar en la primavera algunas
florecillas, mensajeras de las estaciones ms prdigas por venir. El
aseo es otra de las virtudes femeninas a la que se ve impulsada por
naturaleza y la tendencia de agradar. Las disposiciones y las leyes
y costumbres, muchas veces exageradas con que todos los pueblos
sanos trataron de aislar y volver inofensivas las enfermedades pro
pias de las mujeres, podran avergonzar a ms de una nacin civi
lizada. Gracias a ello no conocan ni conocen buena parte de las
debilidades que entre nosotros son tanto efecto como causa de la
triste decadencia que nuestras mujeres opulentas y enfermas pro
pagan a una prole desgraciada. Mayores elogios an merecen su
paciencia y mansedumbre, la diligencia hacendosa e incansable con
que el sexo dbil se distingue en todas partes donde el abuso de la
civilizacin no haya cundido. Con serenidad soporta el yugo que la
superioridad brutal del hombre con su aficin a la haraganera y
pereza le impuso, cuando no recibi este estado de cosas como cos
tumbre heredada de sus mayores. Los pueblos ms miserables ofre
cen en esto los ejemplos ms notables. Nada hay de ficticio en el
hecho de que en muchas regiones sea preciso obligar a contraer la
pesada carga del matrimonio a la hija llegada a la edad nbil. A
menudo se escapa de la choza y huye al desierto; con lgrimas acepta
la corona de desposada, porque es la ltima flor de su juventud
libre y juguetona. La mayora de las canciones de esponsales de tales
pueblos son de estmulo, de consuelo ^mezclados con lamentaciones
de las cuales nos mofamos porque ya no somos capaces de sentir su
inocencia y su verdad. Tiernamente le da el adis a todo cuanto
amaba en su juventud; cual difunta deja la casa paterna para perder
hasta su nombre y pasar a ser propiedad de un extrao que tal vez
ser.su tirano. El don ms preciado que posee un ser humano: la
posesin de su persona, su libertad, su voluntad y acaso su misma
vida y salud se lo tiene que sacrificar, y todo esto por unos encantos
que la casta virgen desconoce an y que tal vez se perdern muy
pronto en un pilago de molestias y sufrimientos. Por fortuna, la
naturaleza ha provisto y adornado el corazn femenino con una
comprensin increblemente arraigada y tierna del valor personal
del varn. Este sentido le permite tambin soportar su dureza; le
gusta tanto ponderar en alas de un dulce entusiasmo todo cuanto
ve en l de noble, grande, valiente y extraordinario; con inters con
movedor escucha los relatos de las hazaas varoniles que a la noche
le hacen olvidar las penurias de la jornada y la hacen sentirse orgu-
llosa de pertenecer a un hombre tan distinguido, si ya no puede
evitar el pertenecer a alguno. El amor a lo romntico que le es
peculiar al carcter femenino, es, pues, un don benfico de la natu
raleza, un blsamo para ella y un estmulo para el hombre cuyo
galardn ms preciado en todos los tiempos ha sido el amor de la
mujer.
Consideremos, finalmente, el dulce amor maternal que otorg
la naturaleza a este sexo. Este amor parece casi independiente de la
fra razn, y muy lejos de toda aspiracin egosta que especula con
la recompensa. La madre ama a su hijo no por ser ste amable sino
porque es parte viva de su propio ser, el hijo de su corazn, el calco
de su propia alma. Por esto se le conmueven las entraas con su
afliccin y su corazn palpita ms a prisa con su dicha; y su sangre
corre ms serena cuando el hijo sigue unido a ella a travs de los
pechos, que le amamantan. Este instinto materno domina en todos
los pueblos no pervertidos; el clima que modifica todas las cosas,
no pudo nada contra l; slo un estado de la ms abyecta perversin
de la sociedad pudo hacer aparecer a los ojos de sus integrantes que
los halagos del vicio sean ms dulces que esta dulcsima pena del
amor maternal. La groenlandesa amamanta a su hijo hasta el tercer
y cuarto ao, porque el clima no le brinda una alimentacin apro
piada para nios; y con paciencia condescendiente soporta todos los
caprichos de la naciente petulancia varonil. La negra cuyo hijo es
atacado por alguna bestia se arma de un valor y fuerzas que superan
a los del hombre; con asombro y estupefaccin se leen los ejemplos
de la generosidad materna con el ms completo desprecio de su pro
pia vida. Y qu si la muerte arrebata a la tierna madre, que nos
otros llamamos una salvaje, su mejor consuelo, la joya y el centro de
su vida! Lase en Carver1, la lamentacin de la nadovesa que aca
baba de perder a su marido y su hijo de cuatro aos; el sentimiento
que la domina est por encima de toda descripcin. Qu sentimiento
de autntica y femenina humanidad falta, pues, a estos pueblos, si
no es que la indigencia, la triste necesidad, un pundonor malen
tendido o una costumbre brbara heredada los desva alguna vez
por un camino equivocado? La semilla de los sentimientos ms no
bles y elevados no slo se halla en todas partes, sino que est desa
rrollada tambin en todos en la medida que el sistema de vida, el
clima, las tradiciones o el carcter peculiar del pueblo lo permitieron.

Si esto es as, no ir el hombre en zaga a la mujer; y en efecto,


cul es la virtud varonil que no haya florecido en algn lugar de
la tierra? La primera virtud del hombre, parece que es el coraje
de dominar la tierra y disfrutar de la vida no sin accin, pero libre
y con cierta austeridad. Esta virtud es la que se ha desarrollado ms
amplia y variadamente, ya que casi en todas partes obligaba a ello
la necesidad, y cada una de las zonas de la tierra le confiri un
matiz propio. Pronto, pues, el hombre vino a buscar la gloria en
el peligro y la victoria representaba la joya ms preciada de su
vida. Del padre pas esta inclinacin al hijo, la educacin la fo
mentaba desde la niez y la disposicin psicolgica se hizo here
ditaria en pocas generaciones. Los ladridos de la jaura y el llamado
del cuerno hablan al cazador nato en un idioma que nadie sabe
captar como l; las primeras impresiones de su infancia se asocian
a este conjunto y no es raro el caso de que el rostro tpico de ca
zador y la mentalidad cazadora se hereden de generacin en gene
racin. Lo mismo acontece con los sistemas ms libres de vida de
los pueblos activos. Las canciones de un pueblo son los testigos

i Carvjer, Reisen, p. 338, etc.


ms reveladores de sus sentimientos, instintos y opiniones: un ver
dadero comentario de su manera de pensar y sentir formulado por
su propia boca1.
Hasta sus costumbres, proverbios y aforismos son menos reve
ladores que aqullas. Pero mucho ms nos diran los sueos carac
tersticos de cada pueblo si tuviramos ejemplos de ellos, o mejor
dicho, si los exploradores se tomaran el trabajo de registrarlos.
En sueos y en el juego, el hombre se muestra tal cual es, y en el
sueo ms que en ninguna otra actividad.
La segunda virtud es el amor del padre a sus hijos y se ma
nifiesta por medio de una educacin viril. Desde temprana edad
el padre habita al hijo a su modo de vida: le ensea las artes
que conoce, despierta su ambicin y se ama a s mismo en l cuan
do entra en la vejez y pasa el umbral de la muerte. Este sen
timiento es el fundamento de todo orgullo de estirpe y virtud de
tribu; hace de la educacin una obra pblica y eterna; por l se
han heredado todos los privilegios y prejuicios de los humanos.
De ah en casi todos pueblos y tribus el regocijo general cuando
el hijo llega a la pubertad y se adorna con los utensilios o las ar
mas del padre; de ah tambin la profunda afliccin del padre cuan
do pierde al que era su orgullo y su esperanza. Lase al respecto
la lamentacin del groenlands por su h ijo 2, o los lamentos de
Ossian por su Oscar y se ver sangrar en ellos las ms hermosas
heridas de un pecho varonil, las heridas de un corazn paternal.
El amor agradecido del hijo para con su padre es tan slo una
recompensa muy exigua del instinto con que el padre ama a su
hijo; mas tambin esto es intencin de la naturaleza. Tan pron
to como el hijo llega a su vez a la paternidad, su corazn se de
rrama sobre sus hijos; la corriente debe dirigirse en direccin des
cendente y no ascendente; slo as se mantiene la sucesin de siem
pre nuevas generaciones. No debe, pues, calificarse de desnaturali
zado el hecho de que algunos pueblos que viven en la indigencia
prefieren al nuevo retoo y no al padre agotado ya por las penu
rias de la vida, y hasta ayuden a acelerar la muerte de los ancia
nos, segn refieren algunos relatos. No es odio lo que se refleja en
tales actos, sino la triste necesidad y hasta una cierta bondad, pues
to que no pueden llevar consigo a los viejos ni alimentarlos, por lo
que prefieren procurarles una muerte sin dolor y de manos ami
gas en vez de abandonarlos a las garras de los animales feroces. No
puede suceder, acaso, que muy a su pesar el amigo mate al amigo
haciendo con esto un beneficio impuesto por la cruel necesidad al
que no le fu posible salvar de otra manera? Mas la gloria de sus
i Vase el folklore en general, y en particular la escuela nrdica.
~ Canciones populares.
mayores sobrevive inmortalizada en el alma de la tribu, como lo
demuestran en casi todos los pueblos sus canciones y sus guerras,
sus historias y leyendas, y ms que nada el inextinguible respeto por
el modo de vida tradicional.
Los peligros comunes suscitan una valenta colectiva: as nace
el tercer vnculo y el ms noble de todos los que unen a los hom
bres: la amistad. En las formas de vida y las regiones que hacen
necesaria la empresa colectiva, existen tambin las almas heroicas que
se unen en un abrazo hasta ms all de la muerte. Tales fueron los
clebres amigos de la mitologa griega; tales tambin los alabados
escitas y los que hasta nuestros das aman la aventura en la caza,
la guerra, las incursiones en selvas y desiertos. El agricultor conoce
slo a su vecino, el artesano al compaero de gremio a quien favo
rece o envidia; el cambista, el sabio, el favorito de los prncipes,
finalmente, cun lejos estn todos ellos de una amistal que nazca
por propia eleccin y que se vaya forjando y acrisolando con hechos
ms que con palabras, y que es familiar ms bien a los viajeros, pri
sioneros y esclavos que gimen en cadenas comunes. En los tiempos
de la indigencia, en las regiones asoladas por el hambre, las almas
se alian; el amigo moribundo encarga al amigo la venganza de su
sangre y confa en volver a encontrarlo ms all de la tumba como
vengador victorioso de su injuria. El otro se desvive por liberar la
sombra del amigo difunto del conjuro de la sangre que clama ven
ganza, de estar a su lado en la brega y compartir con l la gloria
y bienaventuranza. Una tribu comn de pequeos clanes no es ms
que una alianza de amigos conjurados por el mito de la sangre y
que se distinguen en amor o separan por el odio de otras estirpes.
Tales son las tribus rabes y algunas trtaras y la mayor parte de
las americanas. Las guerras ms cruentas entre ellas, que a primera
vista parecen una mancha de oprobio en la historia de la humani
dad, se originaron al principio en el ms noble de los sentimientos:
el del honor de tribu ofendido o de la amistad de tribu injuriada.
No quiero extenderme ms sobre las diversas formas de go
bierno de los gobernantes masculinos o femeninos de la tierra. Por
que, por las razones expuestas, hasta ahora no se ha logrado toda
va justificar en manera alguna cmo un hombre pueda tener por
nacimiento el derecho de dominar a miles de sus hermanos, ni por
qu pueda mandarles a su arbitrio, sin un contrato previo y sin
limitaciones, entregar a miles de ellos a la muerte sin responsabi
lidad alguna, consumir los tesoros del Estado sin tener que rendir
cuentas y cargar con este motivo los impuestos ms pesados precisa
mente sobre, los pobres. Menos an se puede derivar de las dispo
siciones originales de la naturaleza que un pueblo valiente y audaz,
es decir, miles de mujeres y hombres nobles tengan que besar los
pies de un hombre dbil y adorar el cetro con que un degenerado
descarga sus sangrientos golpes sobre ellos; ni se ve qu dios o de
monio les inspir para que abandonaran su propia razn y capa
cidad y a menudo hasta su vida y todos los sagrados derechos hu
manos al arbitrio de uno solo, teniendo por gran beneficio y mo
tivo de gozo que el dspota actual haya generado a un dspota
futuro. . . Digo, pues, que pareciendo todas estas cosas a primera
vista uno de los enigmas ms embrollados de la humanidad no
conociendo la mayor parte de la tierra, feliz o desgraciadamente,
estas formas de gobierno, no las podemos incluir, en consecuencia,
entre las primeras, necesarias y universales leyes naturales que go
biernan la humanidad. Hombre y mujer, padre e hijo, amigo y ene
migo son nombres y relaciones bien definidos; pero jefe y rey, legis
lador y juez por derecho hereditario, amo arbitrario y fiscalizador
del Estado en provecho propio y el de todos los suyos que an no
han nacido siquiera, son conceptos que requieren otro desarrollo que
e que Ies podemos dar en este lugar. Bstenos haber observado
hasta ahora que nuestra tierra es un cultivo de sentidos y dones
naturales, habilidades y artes, fuerzas anmicas y virtudes en gran
escala de variedad. Hasta dnde el hombre tenga derecho y capa
cidad de forjarse con todo esto su felicidad, y cul sea el patrn
de su medida, es lo que vamos a discutir ahora.

LA FELICIDAD DE LOS HOMBRES ES SIEMPRE UN BIEN -


INDIVIDUAL Y COMO TAL CONDICIONADA CLIMTICA Y
ORGNICAMENTE, FRUTO DE LOS HBITOS, L A '
TRADICIN Y LAS COSTUMBRES

Ya el mismo nombre de f o r t u n a indica que el hombre


no es capaz de una pura dicha ni se la puede crear; l mismo es hijo
del acaso que le hizo nacer en tal o cual regin y determin tam
bin su capacidad de goce y la clase y medida de sus alegras y su
frimientos segn el pas, la poca, la organizacin y las circunstan
cias. Sera seal de un engreimiento ridculo el pretender que los
habitantes de todos los Continentes deberan ser europeos para vi
vir felices. Acaso nosotros mismos hubiramos llegado a ser lo que
somos fuera de Europa? Quien nos puso a nosotros aqu, puso a
aqullos all y les confiri el mismo derecho para gozar de la vida
terrena. Puesto que la felicidad es un estado de nimo, es decir,
interno, su medida y determinacin no puede estar situada fuera
sino slo dentro del pecho de cada ser humano. Cualquier otro
que no- sea yo, tiene tan poco derecho de imponerme su manera
de sentir, cuanto que no es capaz de transmitirme su forma de ser
y convertir mi existencia en la suya. No caigamos, pues, en el error
de desestimar o sobrestunar por inercia orgullosa o nuestra acos
tumbrada soberbia, la medida de felicidad de nuestra especie, co
locndola ms arriba o ms abajo de como lo dispuso el mis
mo Creador; pues slo l saba para qu el mortal haba de poblar
la tierra.
1. Hemos recibido el complejo organismo de nuestro cuerpo
con todos sus sentidos y miembros para usarlo y ejercitarlo. Sin el
ejercicio se estancara la corriente de nuestros humores vitales; nues
tros rganos languideceran. El cuerpo, en este caso un cadver ani
mado, muere ya mucho antes de la muerte; se descompone en una
muerte lenta, miserable y antinatural. Por lo tanto, si la naturaleza
quiso darnos el fundamento principal e indispensable para nuestra
felicidad y salud, tuvo que rodearnos de la necesidad del ejercicio,
las molestias y el trabajo, imponiendo de esta manera al hombre
su bienestar antes que ste renunciase a l. Por esta razn, como
decan los griegos, los dioses lo venden todo a los mortales a pre
cio de trabajo, no por envidia sino por bondad, pues, justamente
en este esfuerzo y la lucha por alcanzar la satisfaccin del reposo
es donde se obtiene el mximo de gozo y bienestar con la sensa
cin de la funcin eficiente de nuestras fuerzas y tendencias. El
hombre slo languidece en aquellos climas o clases sociales en que
una ociosidad enervante o una pereza opulenta sepulta el cuerpo
en vida y lo transforma en cadver descolorido, en carga que pesa
sobre s misma. Es en otras formas de vida y regiones, y precisa
mente en las ms difciles, donde florecen el mejor desarrollo y la
simetra ms bella y sana del cuerpo humano. Pasemos revista a
la historia de los pueblos y leamos lo que, por ejemplo, Pags dice
del carcter de los bisayos, indios y rabes 1; hasta el clima ms bo
chornoso influye poco en la 'duracin de la vida humana, y es pre
cisamente la indigencia la que estimula a los necesitados a acometer
alegres el trabajo, fuente de salud. Ni siquiera las mismas defor
maciones del cuerpo que aqu y all se encuentran en la tierra como
carcter gentico o costumbre heredada, hacen tanto dao a la sa
lud como nuestros atavos artificiosos y el esfuerzo antinatural de
nuestro sistema de vida. Y en efecto, qu tiene que ver un lbulo
de oreja agrandado de los araucanos, o una barba arrancada de
los hindes, o una nariz perforada con el pecho oprimido y ator
mentado, la rodilla cada, el pie deformado y las figuras contrahe
chas y raquticas y las entraas apretadas por un cors de tantos
elegantes europeos y europeas? Alabemos, pues, la Providencia que

1 P a g s , Foyages, p. 17, 18, 26, 52, 54, 140, 141, 156, 167, 188, etc.
hizo tan amplio y reparti por toda la tierra el fundamento de la
salud que es la base de toda felicidad fsica. Tal vez los pueblos
que tenemos por hijastros de la Providencia, hayan sido sus hijos
predilectos, ya que si no les depar un convite morboso de dulces
venenos, les otorg, en cambio, el cliz de la salud por medio del
duro trabajo de sus manos, junto con una autntica y reconfortan
te vitalidad. Hijos de la aurora florecen y se marchitan; a menudo
una alegra sin el peso de complicados razonamientos, una sensa
cin de ntimo bienestar es para ellos la felicidad, el destino y gozo
de la vida. Habr otro mejor, ms suave y duradero para nosotros?
2. Nos solemos gloriar de nuestras refinadas potencias psqui
cas. Ms vale que aprendamos de la triste experiencia que no todo
refinamiento porta consigo la dicha, y que ms de un rgano de
licado se echa a perder de esta manera. La especulacin, por ejem
plo, podr ser el placer de unos pocos hombres ociosos, y tambin
para ellos es, como el opio para los orientales, un placer agotador,
desarticulado y somnoliento. El uso vigilante, despierto y sano de
los sentidos, una inteligencia prctica para los casos reales de la
vida, una atencin vivaz con buena memoria, acompaados por un
poder de decisiones rpidas y buena eficiencia: slo esto merece
llamarse presencia de nimo, vitalidad intrnseca y es lo nico que
halla su premio en una sensacin de fuerza presente y efectiva, en
la alegra y la misma felicidad. No creis, oh hombres, que un re
finamiento a destiempo y sin medida sea lo mismo que la felicidad,
o que la muerta nomenclatura de todas las ciencias y el uso acro
btico de todas las artes puedan conferir a un ser viviente la cien
cia de la vida. La experiencia de la felicidad no se adquiere me
diante las recetas de nombres o artes aprendidos de memoria. U^a
cabeza sobrecargada de conocimientos, aunque fueran de la ciencia
ms pura, agobia el cuerpo, oprime el pecho, oscurece la mirada y
se convierte en carga pesada y mortfera para el que la lleva. Cuanto
ms vamos refinarido y especializando nuestras potencias psquicas,
tanto ms se van atrofiando las fuerzas espontneas; atormentadas
en el potro del artificio, se marchitan nuestras aptitudes junto con
nuestros miembros crucificados. Slo el uso integral del alma, y en
particular de sus fuerzas activas, cuenta con la bendicin de la sa
lud. Demos las gracias a la Providencia que no quiso educar dema
siado delicadamente a la totalidad del gnero humano, convirtiendo
nuestra tierra en nada menos que un aula de doctas ciencias. Con
solcito cuidado dej en la mayor parte de los pueblos y clases so
ciales que las fuerzas anmicas permaneciesen en forma de ncleo
potencial, dispuesto a desarrollarse cuando y en la medida que re
queran las circunstancias. Las ms de las naciones de la tierra
actan y suean, aman y odian, esperan, temen, ren y lloran co
mo nios; de esta manera gozan, por lo menos, de la felicidad de
los sueos de la juventud. Pobre de aquel que trata de encontrar
la felicidad de la vida a fuerza de cavilar!
3. En fin, puesto que nuestro bienestar reside ms en un tran
quilo sentimiento que no en una idea brillante, son mucho ms
los sentimientos del corazn que los efectos de un intelecto que se
asoma a los abismos del saber, lo que nos premia con el amor y
el gozo de la vida. Qu bien hizo, por consiguiente, la madre
naturaleza al implantar en el corazn del hombre la fuente del
amor de s mismo y de los dems, casi independiente de motivos
y estmulos externos, ya que el amor y la benevolencia representan
la verdadera humanidad de nuestra especie, para la cual hemos sido
creados. Todo ser viviente goza de su vida; no pregunta ni cavila
sobre el por qu de su existencia; su existencia es su mismo fin,
y su fin la existencia. Ningn salvaje se suicida, como tampoco nin
gn animal; propaga su especie sin saber por qu lo hace y se so
mete a todas las molestias y trabajos, aun bajo el clima ms in
clemente, con tal de sobrevivir. Este simple, profundo e insustitui
ble sentimiento de la existencia es, pues, la felicidad, diminuta go
ta de aquel pilago insondable, de Aquel que es la felicidad infinita,
que est en todas las cosas y siente y goza en todas ellas. De ah
vienen la alegra y el buen humor indestructibles que algunos euro
peos admiran en la faz y la vida de ciertos pueblos extraos, por
que l no los siente en s con su constante inquietud; de ah tam
bin esa abierta benevolencia, la liberalidad natural de todos los
pueblos felices de la tierra que no fueron obligados a la venganza
o defensa de sus derechos. Segn las informaciones de observadores
imparciales, es esto un fenmeno tan extendido en toda la tierra
que yo lo llamara el carcter de la humanidad simplemente, si
no fuera igualmente caracterstico de la naturaleza humana en su
desgraciada duplicidad, el reducir y limitar la abierta benevolen
cia, la amabilidad servicial y la alegra en s misma y en otros para
armarse, con o sin motivo, contra futuras penurias. Una criatura
feliz en s misma, por qu no ha de gozar de ver a otras felices
tambin y contribuir, en cuanto pueda, a aumentar la dicha de los
dems? Slo porque nosotros mismos, acosados por la indigencia,
estamos siempre necesitados de tantas cosas y lo vamos estando cada
vez ms por nuestras propias malas artes y astucia, nuestra existen
cia se va estrechando y las espesas nubes de recelo, la afliccin, las
molestias y preocupaciones ensombrecen un rostro que estaba crea
do para la alegra franca y comunicativa. Pero tambin aqu la na
turaleza tuvo de su mano el corazn humano, y donde no pudo de
rramar sus dones a satisfaccin, trat por lo menos de apaciguarlo
con la misma negativa. El europeo no tiene idea de las ardientes
pasiones y los fantasmas que agitan el pecho del negro, y el indio
no puede concebir las concupiscencias siempre inquietas del euro
peo que le precipitan de continuo a cruzar mares y Continentes. El
salvaje que no posee una ternura desbordante externamente, la tie-
.pe empero, en tanto mayor grado disimulada bajo apariencias tran
quilas y sosegadas. La llama de la benevolencia se apoya pronto
donde chisporrotea cual fuegos artificiales. En una palabra: el sen
timiento humano se manifiesta en todas las formas que tuvieron
lugar en nuestro globo en los diversos climas, circunstancias y orga
nizaciones de los. hombres; mas en todas partes vemos que la feli
cidad de la vida no se halla en la multitud confusa de emociones y
pensamientos, sino en la justa proporcin que guardan con el goce
real e interno de nuestra existencia y lo que juzgamos que le es pro
pio. En ningn lugar de la tierra florece sin espinas la rosa de la
felicidad, mas lo que nace de estas espinas es siempre y en las ms
variadas apariencias la efmera pero hermosa rosa de la alegra hu
mana de vivir.
Si no me equivoco, estas simples premisas cuya verdad* experi
menta cada uno en el propio pecho, nos permitirn ahora trazar
algunas lneas que eliminen por lo menos algunas de las dudas y
errores sobre el destino humano. Qu significa, por ejemplo, que
el hombre que conocemos en esta vida tenga por fin un crecimien
to indefinido de sus potencias anmicas, una progresiva extensin
de sus sentimientos y' su accin, y hasta que haya sido hecho para
el Estado como fin supremo de su especie, de manera que todas las
generaciones han sido hechas slo para la ltima que se entroniza
sobre las ruinas de la felicidad de todas las precedentes? Bastan el
aspecto que ofrecen nuestros hermanos sobre el haz de la tierra as
como la experiencia individual de cada vida humana, para refutar
semejantes suposiciones sobre los planes de la Providencia creadora.
Ni nuestra cabeza, ni nuestro corazn, ni nuestra mano estn hechos
para una plenitud siempre creciente de sentimientos e ideas, ni nues
tra vida ha sido planeada para ello. Acaso no se marchitan nuestras
fuerzas ms preciadas lo mismo que un da florecieron? Ms an:
no van cambiando entre s con el pasar de los aos y circunstan
cias, revelndose unas a otras en amigable contienda, o mejor di
cho, en un corro que da vuelta sin cesar? Y quin no sabe por
experiencia propia que una extensin indefinida de sus sentimien
tos no hace ms que debilitarlos y destruirlos dejando volar por
los aires como copo insustancial lo. que deba ser un grueso y re
sistente cabo de amor, y engaando a los dems? Puesto que no
podemos amar a los otros ms ni de otra manera que a nosotros
mismos pues los amamos como parte de nosotros, o mejor dicho,
nos amamos a nosotros en ellos, hay que conceder que es dichosa
el alma que abarca mucho, cual un espritu superior, con su accin
eficiente, incorporndoselo todo con una actividad benfica ince
sante; pero tanto ms desdichada aquella otra que diluyendo sus
sentimientos en huecas palabras, no sirve ni para s ni para los de
ms. El salvaje que se ama a s mismo, como ama a su mujer y a
sus hijos, con serena alegra, y arde en moderado fervor por su tri
bu y su propia vida, es, creo yo, una criatura ms real y sincera
que una de aquellas sombras doctas que se embriagan de un amor
embelesado por todas las otras sombras de su nobilsima estirpe, es
decir, de un ttulo altisonante. En su pobre choza tiene lugar aqul
para todo caminante que le solicita albergue, y a quien acoge con
una bondad sin discriminaciones, sin preguntarle siquiera de dn
de viene. En el corazn engredo del ocioso cosmopolita no hay lu
gar ni refugio para nadie.
Cmo es posible no ver, hermanos mos, que la naturaleza pu
so todo su empeo no en hacernos crecer en extensin, sino, por
el contrario, en profundidad, acostumbrndonos a los lmites de
nuestra vida? Nuestros sentidos y potencias tienen su medida; las
horas de nuestros das y edades se relevan unas a otras. Es, por lo
tanto, un espejismo de la fantasa que el hombre y el anciano se
crean todava adolescentes. Y qu diremos de esa voluptuosidad
del alma que, adelantndose a la misma concupiscencia, se ve trans
formada l instante en sensacin de asco? es un placer paradisaco
o ms bien el infierno de Tntalo, el eterno trajn de las Danaides
absurdamente torturadas? Tu nico arte necesario, oh hombre, en
esta vida, es guardar la justa medida; la alegra, hija del cielo, que
andas buscando, est al alcance de tu mano, est dentro de ti, hija
de la sobriedad y del gozo sereno, hermana de la frugalidad y con
formidad con tu existencia en la vida como en la muerte.
. n menos comprensible es cmo el hombre podra haber sido
hecho para el Estado de suerte que su verdadera felicidad nazca con
la institucin del Estado. Cuntos pueblos de la tierra no saben
nada de tal Estado y viven, no obstante, ms felices que tantos be
nefactores crucificados del Estado 1 No quiero extenderme aqu so
bre el dao o provecho que tales instituciones artificiales traen con
migo; mas como quiera que todo artificio no es ms que un instru
mento, y cuanto ms artificioso sea el instrumento, ms difcil y
idelicado ser su uso, es manifiesto que con la grandeza de los Esta
dos y la mayor complejidad de su composicin crece necesariamente
y en gran medida el peligro de multiplicar el nmero de individuos
desdichados. En los grandes Estados, centenares deben pasar ham
bre, para que uno lleve una vida de calavera y sibarita. Miles y miles
son oprimidos y arrojados a la muerte para que una cabeza coro
nada, idiota o sabia, pueda llevar a cabo sus fantasas. Y puesto
que, como aseveran todos los doctores de las ciencias polticas, todo
Estado bien constituido debe ser una mquina donde nicamente
gobiernan las ideas de uno solo, cmo podr proporcionar una fe
licidad superior a la de servirle en calidad de miembro sin ideas,
cuando no tiene el honor de verse atado, contra ciencia y concien
cia, por toda la vida sobre una rueda de Ixionte, que no deja al
condenado otro consuelo que el de ahogar las ltimas actividades
de su alma libre e independiente y buscar su felicidad en la insen
sibilidad de una mquina? Oh, si somos hombres, demos las gracias
a la Providencia por no haber fijado all el fin de la humanidad.
Millones de hombres sobre la tierra viven sin Estado y acaso no
tiene que comenzar cada uno de nosotros por donde lo hace el sal
vaje si quiere ser feliz aunque viva en el Estado ms artificiosa
mente organizado, a saber, conquistando y conservando su salud y
sus fuerzas anmicas, la felicidad de su hogar y la de su corazn
por s mismo, y no por medio del Estado? Padre y madre, marido y
mujer, hijo y hermano, amigo y hombre, son relaciones naturales
que pueden otorgarnos la felicidad; todo cuanto el Estado pueda
darnos ser siempre artificial, pero, por desgracia, puede robarnos
algo mucho ms esencial: a nosotros mismos!
Bondadosa fu, pues, la Providencia al preferir la dicha ms
fcil del individuo a los fines artificiales de las grandes sociedades
y liberar, en lo que le fu posible, las pocas de esas costosas ma
quinarias estatales. Con admirable acierto distribuy los pueblos no
slo por selvas y montaas, mares y desiertos, ros y climas, sino
tambin por idiomas, inclinaciones y caracteres, con el nico fin de
poner dificultades a la obra del despotismo esclavizante y no per
mitir que todas las partes del mundo fuesen encerradas en el in
terior de un caballo de Troya. Felizmente, hasta ahora ningn Nem-
rod logr acorralar a los habitantes del mundo en un aprisco en
provecho de l y su estirpe, y se puede aseverar que si la finalidad
de la Europa confederada fuera desde hace siglos desempear el
papel del tirano que impone su felicidad a la fuerza a las naciones
de la tierra, la diosa de la fortuna est an muy lejos de haber
conseguido su propsito d traer la felicidad a los mortales. Dbil
e infantil hubiera sido la obra de la naturaleza creadora si ella hu
biese esperado la realizacin del' destino nico y autntico de sus
hijos, el de ser felices, de las construcciones artificiales de unos
advenedizos de ltima hora, confiando a sus manos el fin de la
creacin. Vosotros, hombres de todos los Continentes que hace mi
lenios habis pasado, no habrais vivido de verdad, abonando tan
slo el suelo con vuestra ceniza para que al fin de los tiempos vues
tra posteridad hallara la salvacin gracias a las bendiciones de la
cultura europea. Si tal pensamiento no fuera demasiado risible, qu
le faltara para ser una grave ofensa de la majestad de la natu
raleza?
Si hay felicidad en esta tierra, debe hallarse en toda criatura
sensible; ms an, le tiene que ser innata por naturaleza y cual
quier artificio auxiliar tendr que amoldarse a lo que es natural en
orden a su felicidad. Cada hombre lleva en s la medida de su di
cha: le est impresa la forma hacia la que debe evolucionar y den
tro de cuyos lmites puede nicamente llegar a ser feliz. Justamente
por esto la naturaleza agot la variedad de formas humanas en la
tierra para que cada una encontrara su felicidad a su tiempo y
Jugar, engaando de este modo a los mortales sobre las penurias
de la vida.
LIBRO N O V EN O

POR MS QUE LE AGRADE AL HOMBRE HACERSE LA


ILUSIN DE QUE EST PRODUCIENDO TODAS LAS COSAS
POR S SOLO, DEPENDE, SIN EMBARGO, DE LOS DEMS
EN EL DESARROLLO DE SUS APTITUDES

\ J o son solamente los filsofos quienes han querido hacer de la


' inteligencia humana una potencia pura que tiene su origen en
s misma, independiente de los sentidos y rganos; tambin el hom
bre sensitivo, en el sueo de su vida, cree que todo cuanto l es,
lo ha llegado a ser por s solo. Este error es explicable, especialmen
te en el hombre sensitivo. La sensacin de la propia actividad que
le ha impreso el Creador, le estimula a la accin y lo halaga con
el ms dulce de los premios, que es la conciencia de una accin lle
vada a cabo por s mismo. Olvidados quedan los aos de su niez;
la semilla que entonces recibi y la que sigue recibiendo diaria
mente, duerme en las profundidades de su alma; el hombre ve y
goza solamente del nuevo retoo, se regocija de su crecimiento y
ele .sus ramas cargadas de frutos. El filsofo, en cambio, que conoce
por la experiencia la gnesis y la extensin de una vida humana y
que podra seguir eslabn por eslabn la cadena de la evolucin
de nuestra especie en la historia, como todo cuanto ve le recuerda
la relacin de dependencia, juzgo que no le debera resultar dema
siado difcil volver a nuestro mundo real desde su mundo idealista,
donde se siente tan aislado como suficiente.
Tan poco como un hombre tiene su origen en s mismo por
su nacimiento natural, tan poco es autnomo en el uso de sus po
tencias espirituales. No slo el germen de nuestras predisposiciones
reviste carcter gentico lo mismo que nuestro cuerpo, sino que tam
bin todo el desarrollo de este germen depende del destino que nos
traslada aqu o all, y nos proporciona en diversos aos y pocas
tales o cuales medios auxiliares de formacin. Ya el ojo debi apren
der a ver, el odo a escuchar; y a nadie se le oculta con cunto es
fuerzo nos apoderamos del principal instrumento de nuestro tra
bajo intelectual: el lenguaje. Es evidente que la naturaleza ha equi
pado todo nuestro mecanismo, incluso la estructura y duracin de
las diversas edades del hombre, con miras a estas ayudas venidas
de fuera. El cerebro de los nios es todava blando y pende del cr
neo. Poco a poco va formando sus circunvoluciones, adquiere mayor
firmeza con los aos hasta que paulatinamente se endurece para,
finalmente, no recibir nuevas impresiones. As son tambin los miem
bros del nio, as sus instintos: aqullos tiernos y aptos para la
imitacin; stos absorben cuanto ven y oyen con admirable aten
cin y vitalidad. El hombre es, por lo tanto, una mquina de ad
mirable diseo, dotada de predisposiciones genticas y la plenitud
de la vida; pero esta mquina no se pone en funcionamiento por
s sola y aun el hombre ms capaz debe aprender su manejo. La
razn es un agregado de percepciones y hbitos de nuestra alma, una
resultante de la educacin de nuestra especie que el educado per
fecciona finalmente en s mismo conforme a moldes que recibe de
fuera y realizando en su persona la obra de un artista que lo mode
la desde fuera.
He aqu el principio de la historia de la humanidad sin el cual
no existira tal historia. Si el hombre recibiera todo de s mismo y
lo desarrollara todo independientemente del mundo externo, ten^
dramos la historia de un hombre, pero no la de los hombres, es
decir, de toda la especie humana. Pero puesto que nuestro carcter
especfico consiste precisamente en que, nacidos casi faltos de ins
tintos, nos vamos haciendo hombres a fuerza de las ejerctaciones
de toda una vida, y basndose en ello tanto la perfectibilidad como
la corruptibilidad de nuestra especie, la historia de la humanidad
se hace forzosamente un solo conjunto, es decir, una cadena de la
convivencia social y la tradicin formadora desde el primer eslabn
hasta el ltimo.
Por lo tanto, existe una educacin del gnero humano preci
samente porque cada hombre se hace hombre solamente a fuerza
de educacin y porque toda la especie no vive sino en esta cadena
de individuos. Si alguien dijera que lo que s educa no es el indi
viduo sino la especie, hablara para m en un lenguaje ininteligible,
ya que gnero y especie son conceptos abstractos mientras no exis
tan en individuos concretos. Si atribuyera yo a este concepto abstrac
to todas las perfecciones de la humanidad, de la cultura y de las
luces que permite un concepto idealista, habra dicho tanto de la
verdadera historia de nuestra especie como si hablara de la anima
lidad, de la petreidad o de la metaleidad en general, adornndo
las con los atributos ms brillantes pero contradictorios en los indi
viduos tomados aisladamente. Mas nuestra filosofa no ha de seguir
por estos senderos de la filosofa de Averroes segn la cual todo el
gnero humano posee solamente un alma, y sta de baja estofa, la
que se comunica slo parcialmente a cada individuo. Si, por el con
trario, quisiera reducir todo lo humano a los seres individuales ne
gando la conexin que los une, me pongo nuevamente en contra
diccin con la naturleza humana y el evidente testimonio de su
historia, pues ningn individuo se ha hecho hombre por s mismo.
Toda su estructura humana est conectada con sus padres mediante
una generacin espiritual llamada educacin, lo mismo que con sus
amigos, maestros y todas las circunstancias en el curso de su vida,
es decir, con su pueblo y sus antepasados o sea, finalmente con toda
la cadena que forma su especie, la cual es responsable con alguno
de sus eslabones de' tal o cual de sus potencias psiquicas. As se
llega de los pueblos en ltimo trmino a las familias por las cua
les se asciende hasta los patriarcas y fundadores de la tribu; la
corriente de la historia conduce hasta sus fuentes. De esta mane
ra, toda la tierra habitada toma el cariz de un gran colegio de
nuestra familia humana, con muchos departamentos, clases y de
pendencias en las cuales, empero, se dicta un solo tipo fundamen
tal de lecciones, heredadas, no obstante sus diversos apndices y
modificaciones, desde los primeros padres a travs de todas las
generaciones hasta. nosotros. Ahora bien: si respecto tan slo de
la inteligencia limitada de un maestro de escuela, no abrigamos,
dudas de que debe haber tenido sus razones para hacer la divi
sin de materias y clases para sus alumnos; y por otro lado encon
tramos que en todas partes el gnero humano se halla bajo la accin
de una especie da educacin cuidadosamente planeada, aunque
siempre en consonancia con las exigencias de la poca y el sistema
de colonizacin respectivo considerando, por ltimo, la estructura
de la tierra y su relacin con los hombres, en que cabeza cabe la
duda de que el Creador de nuestra especie ha determinado en qu
latitudes y a qu distancia han de habitar las naciones y que tom
esta determinacin- en su carcter de maestro del gnero humano?
Acaso el que contempla un buque negar la intencin que con l
persegua el constructor? Y el que compara la obra de arte de nues
tra naturaleza con cada uno denlos diversos climas de nuestra tierra,
podr librarse de Ta impresin de que, al crearse la tierra, la di
versidad climtica de tanta variedad de tipos humanos se oper
tambin con miras a la educacin espiritual? Mas puesto que el
lugar donde se habita no lo hace todo, siendo necesarios seres vi
vientes semejantes a nosotros para instruir, habituar y formarnos,,
me parece que la existencia real de una educacin del gnero hu
mano y de una filosofa de su historia es tan cierta como que hay
humanidad, es decir, cooperacin de individuos que es solamente la
que nos hace hombres en el sentido propio de la palabra.
De inmediato tambin se nos hacen evidentes los principios de
esta filosofa, simples e inequvocos como lo es la antropologa mis
ma: son ellos la t r a d i c i n y l a s f u e r z a s o r g n i c a s .
Toda educacin se opera por medio de la imitacin y el ejercicio, o
sea, por la transicin de la figura del modelo a la cosa imitada. Qu
mejor denominacin podramos darle que la de tradicin? El que
realiza la imitacin debe poseer la capacidad de asimilar lo imitado o
imitable y transformarlo en sustancia propia lo mismo que el alimen
to. Solamente su capacidad de absorcin determina, pues, de quin,
qu cosa y cunto ha de asimilar y de qu manera se lo apropie, apro
veche y utilice. De esta manera la aducacin de nuestra especie es
gentica y orgnica bajo un doble aspecto: gentica por la trans
misin y orgnica por la asimilacin y aplicacin de lo transmitido.
Para darle un nombr a esta segunda gnesis del hombre que abarca
toda su vida podemos, partiendo del cultivo del agro, llamarla cul
tura, o tambin, tomando la imagen de la luminosidad del esclare
cimiento, denominarla perodo de las luces; pero cualquiera que sea
el nombre que elijamos, la cadena de la cultura y de las luces se
extiende entonces hasta los confines de la tierra1. Tambin el ha
bitante de California y Tierra del Fuego aprendi a fabricar el arco
y las flechas para utilizarlos luego; posee un lenguaje de conceptos,
tiene ejercicios y artes que aprendi como los aprendemos nosotros;
siendo as, pues, ha sido cultivado e iluminado por las luces, bien
que slo en grado nfimo. La diferencia entre pueblos beneficiados
y no beneficiados por las luces, entre los pueblos de cultura y los
que no lo son, es, por consiguiente, no especfica sino slo gradual.
El cuadro de las naciones ofrece en este aspecto infinitos matices
que cambian con las circunstancias de tiempo y lugar, por lo cual
tambin aqu, como en la contemplacin de cualquier pintura, todo
depende del punto de vista desde donde se miran las figuras. Si
partimos de que la nocin de la cultura se define por la cultura
europea no hay que extraarse de que la cultura se encuentre sola
mente en Europa; si adems fijamos distinciones arbitrarias entre
la cultura y las luces, ninguna de las cuales puede existir sin la otra
si son lo que deben ser, nos alejamos an ms de la verdad. Pero si
permanecemos con los pies sobre la tierra para considerar en su ex
tensin ms amplia lo que la naturaleza conocedora de los fines y
carcter de sus criaturas nos propone como formacin humana, se
hallar que sta no es otra que l a t r a d i c i n de u n a e d u
c a c i n p a r a a l g u n a f o r m a de v i d a y f e l i c i d a d
h u m a n a . Esta tradicin est tan difundida como el gnero hu
mano mismo y a menudo se muestra ms activa entre los sal-
yajes aunque limitada a una esfera reducida. Mientras el hom
i El autor juega aqu con la palabra Aufklrung, que corresponde a las
expresiones castellanas: ilustracin o "poca de las luces, de la cual l era
alto exponente, con la manifiesta intencin de hacer pasar la poca de las luces
por la cumbre del desarrollo que haba alcanzado la educacin del gnero hu
mano. (1V ^del T.).
bre -permanezca en compaa de hombres no puede sustraerse a
est cultura formativa o deformante; la tradicin se apodera de
l, informa su mentalidad y sus miembros. Cual sea la tradicin
y la maleabilidad del hombre, tal ser su forma definitiva. Has
ta nios que crecieron entre animales, si haban vivido durante
algn tiempo entre hombres, conservaron algo de cultura, como lo
demuestran casi todos los ejemplos conocidos; un nio, en cambio,
a quien desde el primer instante se entregara a una loba, sera el
nico hombre sin cultura alguna en la tierra.
Qu se sigue ahora de esta premisa, confirmada por toda la
historia de nuestra especie? En primer lugar, un principio que da
a nuestra vida, y tambin a las presentes consideraciones un aliento
y un consuelo: si el gnero humano no se ha hecho a s mismo y
si por el contrario descubre en su naturaleza predisposiciones que
no pueden admirarse nunca lo suficiente, entonces la sapientsima
bondad paternal del Creador debe manifestarse tambin en la de
terminacin de los medios para el desarrollo de estas predisposicio
nes. Por ventura el ojo humano fu creado en vano con tanta be
lleza? No encuentra, apenas se abre a la vida, delante de l, el
ureo rayo luminoso que ha sido creado para el ojo como ste para
aqul, completando de esta manera la sabia organizacin del r
gano visual? Lo mismo acontece con todos los sentidos y rganos,
los cuales hallan los medios para su perfeccionamiento en el am
biente para el cual fueron creados. Y los sentidos y rganos espiri
tuales de cuyo uso dependen el carcter del gnero humano y la
especie y la medida de su felicidad, haban de gobernarse por una
ley distinta? Justamente aqu haba de fallar el Creador con su in
tencin, que, por lo tanto, es la de toda la naturaleza, y por cuanto
depende de la cooperacin de las fuerzas humanas? Imposible!
Cualquier desvaro al respecto debe tener su fundamento en nos
otros, al atribuir al Creador fines errneos o frustrar los verdaderos
por lo que a nosotros se refiere. Mas como tambin esta frustracin
debe tener sus lmites y ningn plan de la sabidura increada puede
ser cambiado por una criatura salida de sus manos, tengamos por
cierto y averiguado que la intencin de Dios respecto del gnero
humano en la tierra ser reconocible inequvocamente hasta en las
partes ms embrolladas de su historia. Todas las obras de Dios
tienen esta propiedad de que formando parte de un todo que no
se deja abarcar por nuestra vista, sea, no obstante, cada una un todo
completo en s mismo que lleva impreso el carcter divino de su
destino.. Asi sucede con las plantas y animales, y haba de ser de
otro modo en el caso del hombre, de suerte que, por ejemplo, miles
de hombres habran nacido con miras a uno solo, todas las gene
raciones pasadas solamente para la ltima, todos los individuos so
lamente para la especie, es decir, para el fantasma de un concepto
abstracto? No es ste el modo de proceder de la Sabidura infinita;
no suele hacer juegos de manos ni trucos con sombras chinescas;
en cada uno de sus hijos se ama a s mismo con un amor paternal
tu al si esta criatura fuera la nica del mundo. Todos sus medios
persiguen un fin, todos sus fines son, a su vez, medios para fines
superiores en los que el Infinito se revela llenndolo todo con su
ser. Por lo tanto, lo que es y puede llegar a ser cada hombre, esto
es el fin del gnero humano, y qu es esto? Su humanidad y feli
cidad en este lugar, en este grado, para este y no otro eslabn de
la cadena total de la evolucin que se extiende por toda la especie.
Quienquiera que seas y dondequiera que hayas nacido, oh mortal,
all eres el que te estaba destinado que fueras. No dejes tu lugar
en la sucesin de eslabones que forman la cadena, ni quieras ser
superior a ella, sino adhirete firmemente a ellat Solamente ocupan
do tu lugar dentro del conjunto, con lo que das y recibes, en cons
tante actividad, hallars la vida y el sosiego.
Segundo. Por ms que al hombre le halague que la divinidad le
haya aceptado como ayudante dejando su educacin a su propio
cuidado y al de sus semejantes, con todo se manifiesta precisamente
en este medio elegido por Dios la imperfeccin de nuestra existencia
terrena, por cuanto no somos todav hombres propiamente dichos,
sino que nos estamos haciendo hombres a diario. Qu pobre es esta
criatura que no posee nada por s misma, todo lo recibe por mo
delos, enseanza y ejercicio y se moldea en consecuencia cual si fuera
de cera! Si alguno se siente tentado de soberbia a causa de su bri
llante inteligencia, eche una mirada sobre sus hermanos sobre el
haz de la tierra, o escuche su historia variada y disonante. Cul es
la barbaridad que no haya podido adquirir categora de costumbre
en un hombre, una nacin y hasta un conjunto de naciones, hasta
el punto de que muchos de ellos y por ventura los ms llegaron a
comer la carne de sus semejantes? Cul es la supersticin estpida
que no haya encontrado aqu y all una tradicin que la consagrase?
Ningn ser dotado de razn puede estar por debajo del hombre,
que por toda su vida no slo es nio por la inteligencia que posee,
sino adems alumno permanente de la inteligencia ajena. Segn
sean las manos en que le toque caer, ser la formacin alcanzada por
l, y no creo que haya alguna forma posible de costumbres humanas
que no fuese practicada por algn individuo o pueblo pasado o
presente. Todo cuanto cabe de vicios y horrores va desfilando por
la historia hasta que, por fin, ac y acull aparec una forma ms
elevada de pensamientos y virtudes humanas. No puede ser de otro
modo habiendo dispuesto el Creador que el medio de formacin d'e
nuestra especie fuese esta misma especie. Los errores haban de he
redarse lo mismo que los pocos tesoros de la sabidura; el camino
de la humanidad se fu asemejando a un laberinto donde los des
vos abundan por todos lados y slo unos pocos senderos conducen
al verdadero fin. Bienaventurado el mortal que encamin sus pasos
y los de sus hermanos hacia este fin, o cuyos pensamientos, inclina
ciones y votos o tal vez slo la serena luz que irradiaba su ejemplo
impulsaron a sus semejantes a una ms bella humanidad. No de
otra manera ejerce Dios su accin sobre la tierra, sino por medio
de hombres elegidos y de gran envergadura. Para la religin y el
idioma, las artes y las ciencias y los mismos gobiernos, no hay co
rona ms hermosa que el laurel del adelanto moral de las almas
humanas. Nuestro cuerpo se pudre en el sepulcro y el recuerdo de
nuestro nombre pronto palidece y pasa al reino de las sombras;
slo incorporndonos a la voz de Dios, es decir, a la tradicin for-
madora, perdura nuestra accin, aunque annimamente, en las
almas de los nuestros.
Tercero. La filosofa de la historia que sigue fielmente la ca
dena de la tradicin, es, por lo tanto, la nica verdadera historia
de la humanidad, sin la cual todos los acontecimientos externos del
mundo no son ms que humo o fantasmas espantosos. Horrendo
es el aspecto de las revoluciones que amontonaron ruinas sobre rui
nas, eternos comienzos sin fin, trastornos del destino sin intencin
duradera. Slo la continuidad de la cadena formativa sabe ordenar
tantas ruinas en un conjunto donde, si bien desaparecen las figuras
humanas, sobrevive victorioso el espritu de la humanidad. Gloriosos
los nombres que brillan en la historia de la cultura cual genios del
gnero humano, estrellas rutilantes en la noche de los tiempos. Aun
que con el transcurrir de los siglos se desmoron ms de una piedra
de los edificios que construyeron, y buena parte del oro que almace
naron fu relegado al olvido, el esfuerzo de su vida mortal no se ha
perdido, pues lo que la Providencia pudo salvar de su obra, revivi
mudando sus apariencias. Ningn monumento humano puede per
durar en la tierra en su integridad ya que, erigido por la corriente
de las generaciones en el tiempo y para el tiempo, se hace perjudi
cial para la posteridad tan pronto como obstruye u obstaculiza nue
vos esfuerzos. Tambin la figura transitoria y la imperfeccin de
toda obra humana estaba incluida en el plan del Creador. La estu
pidez fu necesaria para que la superase la sabidura. La caducidad
tambin de las obras ms bellas era inherente a la materia en que
fueron ejecutadas a fin de que el renovado afn constructor y re
formador del hombre edificara sobre las ruinas; porque todos esta
mos aqu tan slo en una planta de ensayos. Cada actor tiene que
abandonar tarde o temprano la escena, y pudendo serle indiferente
lo que la posteridad decida hacer de su obra, hasta repugnara a un
espritu bien nacido que las generaciones venideras adoraran con
inercia estpida su legado en vez de lanzarse a nuevas empresas.
l, por su parte, se alegra de este renovado esfuerzo, pues de este
mundo no se llev consigo ms que su vigor redoblado, el abun
dante fruto interior de su humano batallar.
urea cadena de la cultura que enlazas toda la tierra y tocas
a travs de todos los individuos hasta el trono de la Providencia:
desde que me fu dado reconocerte en tus eslabones ms gloriosos
y seguir tus huellas a travs de los sentimientos de padres y madres,
amigos y maestros, la historia ya no es para m lo que antes pareca:
una devastacin sacrilega sobre una tierra sagrada! Miles de crme
nes vergonzosos estn all, paliados con despreciables elogios; mil
otros les hacen compaa apareciendo en toda su fealdad; y, sin
embargo, no logran sino hacer resaltar los contados mritos de la
autntica accin humana, que siempre march sobre nuestra tierra
a paso quedo y escondido y pocas veces so con las consecuencias
que la Providencia sabra sacar de su vida como hizo brotar el es
pritu de la materia. Slo bajo las rfagas de la tormenta pudo
crecer la noble planta; slo por la resistencia contra pretensiones
ilegtimas pudo salir victorioso el dulce esfuerzo del hombre; ms
an: en ocasiones pareca que iba a sucumbir bajo la carga de su
pura intencin; pero no fu as, no sucumbi. La semilla salida
de las cenizas floreci tanto ms hermosa en el futuro y regada con
sangre creci hasta alcanzar la corona de la inmortalidad. De ah
que la maquinaria de las revoluciones no logre ya desorientarme;
ella es tan necesaria para nuestra especie como las olas para la co
rriente, a fin de que no se convierta en un pantano estancado. El
genio de la humanidad florece siempre rejuvenecido y sigue su
marcha palingentica a travs de estirpes, pueblos y generaciones.

II

EL MEDIO POR EXCELENCIA DE LA CULTURA HUMANA


ES EL LENGUAJE

En el hombre y hasta en el mono se encuentra un curioso ins


tinto de imitacin que en manera alguna es resultado de un ra
zonamiento conceptual sino fruto inmediato de una simpata de
origen orgnico. As como una cuerda hace vibrar otra y con una
mayor densidad y homogeneidad de los cuerpos crece tambin su
poder vibratorio, as tambin ocurre con la organizacin humana,
la ms refinada de todas y como tal mejor templada para reflejar
y sentir en s misma el sonido de todos los otros seres. La patologa
demuestra que no slo afectos y heridas fsicas sino hasta la locura
pueden propagarse a base de simpata.
En'Ios nios, los efectos de estas ondas de igual frecuencia pue
den observarse en grado superlativo; precisamente para esto haba
de permanecer su cuerpo por tantos aos en un estado comparable
a un arpa que resuena fcilmente en respuesta a las vibraciones
que percibe. Hechos y gestos y hasta pasiones y pensamientos se
transmiten insensiblemente a ellos de suerte que estn por lo menos
predispuestos, o templados, para lo que todava no pueden realizar,
siguiendo en ello, sin saberlo, un instinto que es una especie de
asimilacin espiritual. No de otra manera se presentan las cosas entre
los hijos de la naturaleza, los pueblos salvajes. Actores natos de pan
tomima imitan todo cuanto se les relata o que ellos desean expresar
con gran vivacidad, y as, en sus danzas, juegos y bromas se mani
fiesta su verdadera mentalidad. Imitando, su fantasa se incorpor
estas imgenes; en imgenes tipos de .esta ndole consiste el acervo
de su memoria y su lenguaje; de ah tambin que sus pensamientos
pasen tan fcilmente a la accin y la tradicin viva.
Mas con toda esta mmica no habra alcanzado el hombre la
caracterstica de su especie: la inteligencia; a ella llega nicamente
por medio del lenguaje. Detengmonos un poco en este prodigio de
una disposicin divina; tal vez, despus de la creacin de los seres
vivos, sea el mayor de cuanto hay en la tierra.
Si alguien nos propusiera una adivinanza de cmo las imgenes
percibidas por la vista y todas las sensaciones de nuestros diversos
sentidos se pudieran no solamente convertir en sonidos, sino, impreg
nar estos ltimos de su contenido de tal manera que adquieran
fuerza intrnseca para comunicarse expresando y suscitando pensa
mientos, sin duda que se tendra semejante problema por la ocu
rrencia de un loco que sustituyendo las cosas ms disparatadas y
heterogneas quisiera hacer del color un sonido, del sonido un pen
samiento y del pensamiento un sonido que refleja colores. Pues es
el caso que la Divinidad ha resuelto este problema con eficiencia.
Una emisin de sonido de nuestra boca se convierte en pintura del
mundo, es decir, en la tipografa de nuestros pensamientos y senti
mientos dentro del alma de nuestro interlocutor. De una diminuta
emisin de aire depende todo cuanto los hombres jams pensaron
de humano, anhelaron, hicieron y harn; porque todos viviramos
todava en la selva si el hlito divino no hubiera aspirado sobre
nosotros asentndose cual sonido mgico en nuestros labios. Toda
la historia de la humanidad con todos los tesoros de su tradicin
y cultura no es ms que una secuela de esta adivinanza divina re
suelta. Lo que la hace ms extraordinaria an es el hecho de que
ni despus de su resolucin y con el uso diario del habla podamos
comprender la conexin y cooperacin existente entre los instru
mentos que en ello intervienen. El odo y el lenguaje mantienen
estrecha conexin; pues en los casos de degeneracin es manifiesto
que sus rganos son afectados en igual proporcin; tambin adver
timos que todo el cuerpo ha sido organizado en orden a esta com-
pleruentacin mutua; pero la ndole intrnseca de esta cooperacin,
no la podemos entender. El que todos los afectos, en particular dolor
y alegra se conviertan en sonidos, y que cuanto percibe nuestro
odo impulse tambin la lengua; que imgenes y sensaciones puedan
transformarse en smbolos espirituales y stos, a su vez, puedan ser
un lenguaje significativo y conmovedor; todo esto es un conjunto
de tantas potencias y facultades, algo as como una alianza volun
taria que el Creador ha querido establecer entre los ms diversos
sentidos e instintos, fuerzas y miembros de su criatura tan mila
grosamente como uni el cuerpo con el alma.
Qu extraordinario parece que un tenue movimiento del aire
sea el nico o, cuando menos, el mejor medio de expresin de nues
tros pensamientos y sentimientos! Sin el nexo misterioso que une
este hlito con todos los actos de nuestra alma que le son tan des
iguales, todos ellos quedaran como no realizados; la delicada or
ganizacin de nuestro cerebro sera intil, todo el plan de nuestro
ser quedara incompleto y trunco como lo demuestran los ejemplos
de los hombres que se criaron entre animales. Los sordomudos de
nacimiento, por ms que durante aos vivan rodeados de un mundo
de gestos y otros smbolos de ideas, se comportan, sin embargo, slo
como nios o animales humanos. Actuaban por analoga conforme
a lo que vean y no comprendan, pero sin llegar con tanta abun
dancia de impresiones visuales a establecer relaciones propiamente
intelectivas. Ningn pueblo posee ideas para las cuales no tiene pa
labras; la contemplacin ms intensiva permanece en el mbito
del oscuro sentimiento hasta que el alma encuentre el smbolo para
Incorporarlo mediante la palabra a la memoria, la retrospeccin, la
inteligencia, para finalmente llegar hasta la inteligencia de los otros
hombres y con ello a la tradicin. Una inteligencia pura sin len
guaje es tierra utpica en esta vida. Otro tanto ocurre con las pa
siones del corazn y todas las inclinaciones sociales. Slo el lenguaje
ha hecho humanos a los hombres encerrando en diques la inmensa
marea de sus afectos y dndole smbolos racionales mediante la
palabra. No es la lira de Anfionte la que construy ciudades ni una
varita mgica la que convirti desiertos en jardines; lo hizo el len
guaje, el noble vnculo social de la humanidad. Gracias a l se unie
ron dndose la bienvenida y suscribiendo una alianza de amor. l
fu quien promulg las leyes y feder las estirpes, slo gracias a l
fu posible una historia de la humanidad en formas heredadas por
el alma y el corazn. An ahora veo a los hroes de Homero y siento
los lamentos de Ossian, aunque las sombras de los bardos y sus
hroes hace miles de aos abandonaron nuestra tierra. Un hlito
de la boca les confiri inmortalidad y trae sus figuras ante los ojos
,de mi espritu. La voz de los difuntos resuena en mis odos y yo
oigo sus pensamientos que enmudecieron desde tiempos inmemoria
les. Lo que alguna vez excogit el espritu humano, lo que pen
saban los sabios de la Antigedad, nicamente por el lenguaje lle
gar hasta m, si as lo ha dispuesto la Providencia. Gracias a l
mi alma pensante comunica con el alma del primero y tal vez con
el ltimo de los hombres racionales; en una palabra, el lenguaje es
el distintivo caracterstico de nuestra inteligencia por el cual sta
toma forma y se propaga.
Pero basta aguzar la vista para ver cun imperfecto es este me
dio de nuestra cultura, no slo como instrumento de la inteligencia
sino tambin como vnculo de hombre a hombre,, hasta el punto
de que casi no cabe imaginar un tejido ms tenue, voltil y efmero
que el destinado por el Creador a enlazar nuestra especie. Padre bon
dadoso: no hubo otro patrn para nuestros conceptos ni una comu
nicacin ms ntima de los espritus y corazones humanos?
1. N i n g n l e n g u a j e e x p r e s a o b j e t o s s i n o n o m
br e s : n i n g u n a i n t e l i g e n c i a h u m a n a c o n o c e , en
c o n s e c u e n c i a , o b j e t o s , s i n o s o l a m e n t e sus s m b o
l os a l o s q u e d e s i g n a c o n p a l a b r a s : descubrimiento ste
que, humillante por dems, asigna lmites muy estrechos a toda
la historia de nuestro intelecto y le da una apariencia poco sustan
cial. Toda nuestra metafsica es meta-fsica, es decir, un registro
abstrado y ordenado de nombres que viene d e t r s (meta) de la
observacin hecha por la experiencia. Como mtodo ordenativo y
registro, esta ciencia puede ser muy til y tiene que guiar en cierta
manera nuestro intelecto organizado en todas las dems; pero con
siderada en s misma, en su naturaleza intrnseca, no nos puede dar
un solo concepto completo y esencial, ni una sola verdad ntima.
Toda nuestra ciencia calcula con smbolos abstrados, aislados y ex
ternos, que no tocan la existencia ntima de un solo objeto, porque
carecemos de un rgano adecuado para sentir y expresarla. Ninguna
fuerza conocemos en su esencia ni podremos conocerla jams; pues
aun la que piensa y entiende dentro de nosotros, la sentimos y go
zamos pero no la conocemos. Por lo tanto, no comprendemos ni
un solo nexo entre causa y efecto ya que no tenemos una inteligencia
intrnseca de lo que ejerce el influjo causal ni de lo que lo recibe,
careciendo en absoluto de un concepto de la esencia de un objeto.
As, pues, nuestro pobre intelecto no es ms que un calculador de
signos, por lo que se le designa, efectivamente, en varios idiomas.
2. Y con qu realiza sus clculos? Acaso con los mismos signos
que abstrajo previamente, por imperfectos e insubstanciales que
stos sean? De ninguna manera! E s t o s s i g n o s s o n t r a
ducidos nuevamente en sonidos arbitrarios
c o m p l e t a m e n t e a j e n o s a su e s e n c i a , c o n l os c u a -
l e s p i e n s a e l a l m a . As, pues, ella calcula con centavos, so
nidos y cifras; porque nadie que conozca siquiera dos Idiomas dife
rentes creer que exista un nexo esencial entre el lenguaje y el
pensamiento que expresa. Tanto ms cuanto que hay muchsimos
ms que dos idiomas en la tierra, en todos los cuales calcula el inte
lecto y se contenta con el simbolismo de un orden arbitrario. Y por
qu? Porque el mismo intelecto no posee ms que datos no esen
ciales y, al fin de cuentas, le resulta indiferente designarlos con tales
o cuales cifras. Triste perspectiva es sta para la historia del gnero
humano! Errores y diversidad de opiniones son, pues, por nuestra
naturaleza inevitables, no solamente por errores de observacin, sino
por el origen mismo de nuestras ideas y su propagacin por medio
del intelecto y el lenguaje. Si pensramos objetos en vez de signos
abstrados y expresramos la esencia de las cosas en vez de smbolos
arbitrarios, habramos eliminado el error y las opiniones y nos ha
llaramos en el reino de la verdad. Mas ahora, cun lejos nos encon
tramos de sus playas aunque creamos estar muy prximos a l, ya
que, lo que s de una cosa no es ms que un smbolo extrnseco e
incoherente revestido de otro smbolo no menos fortuito. Me com
prender el otro? Asociar con la palabra la misma idea que yo o
por ventura ninguna, para luego pasarla a otros vaciada de todo con
tenido, a la vez que sigue operando con ella? As ocurri con todas
las escuelas filosficas y las religiones. El fundador tena de lo que
deca una idea por lo menos clara aunque no por eso verdadera;
sus discpulos y seguidores le entendan a su manera, es decir, aso
ciaban a las palabras de l las ideas de ellos mismos hasta que, al
final, slo resonaban sonidos vacuos en los odos de los hombres.
Todas estas imperfecciones son inherentes a nuestro nico medio de
propagacin de los pensamientos humanos; pero nuestra cultura
depende de esta cadena y no nos podemos librar de ella.
Las consecuencias para la historia de la humanidad son impor
tantes.
I. A juzgar por este medio de la cultura elegido por la Divi
nidad, difcilmente nuestra especie puede haber sido hecha para la
sola especulacin o la pura contemplacin; pues ambas tocan nues
tra esfera de manera muy imperfecta. No para la pura contempla
cin: porque ella o se basa en un engao, porque ningn hombre
conoce la esencia de las cosas, o, por lo menos, permanece Incomu
nicable, ya que no admite signos ni palabras. Apenas un contem
plativo puede inducir a otro al camino por el cual llegar a ser
partcipe de inimaginables tesoros, y tiene que dejar para l y su
propio genio hasta qu punto pueda tener parte en esta contem
placin. Necesariamente se abre aqu una puerta a mil tormentos
intiles del espritu e innumerables clases del ms astuto fraude,
como lo demuestra la historia de todos los pueblos. Tampoco puede
ser-la especulacin el destino del hombre ya que en su origen y
posibilidades de comunicacin no es ms perfecta, y demasiado
pronto llena las cabezas de sus adoradores con huecas palabras. Ms
an: donde estos dos extremos de la especulacin y contemplacin
pretenden mancomunarse para dirigir a los visionarios metafsicos
hacia una inteleccin sin palabras y plena de contemplaciones, all
el pobre gnero humano va flotando en la esfera de las imposibili
dades entre el calor congelado y el fro ardiente. La Divinidad nos
ha conducido por un camino ms seguro, el camino del justo medio,
por obra del lenguaje. Aunque ste no puede proporcionarnos ms
que conceptos racionales, stos nos bastan para gozar de la natura
leza, emplear nuestras potencias y nuestra vida en forma sana y pro
mover la cultura humana. No hemos de respirar el ter, para lo
cual no ha sido hecha nuestra mquina, sino el sano aroma de
la tierra.
Y ser verdad que en el campo de los conceptos verdicos y tiles
los hombres estn tan distantes unos de otros como lo supone la
engreda especulacin? Tanto la historia de las naciones como la
naturaleza del intelecto y del lenguaje me impiden creerlo. El pobre
salvaje que ha visto pocas cosas y ha enlazado an menos conceptos,
procedi en su conjuncin no de otra manera que los primeros fil
sofos del mundo. Como ellos se ejercit en el lenguaje, y por medio
de ste su intelecto y su memoria, su fantasa y visin retrospectiva.
Que esto se haya realizado en mayor o menor escala, nada tiene que
ver respecto de la manera especficamente humana con que lo hizo.
El sabio de Europa con fama mundial no puede nombramos una
sola potencia psquica que le sea exclusiva; ms an: hasta respecto
de la proporcin de las potencias y su ejercicio la naturaleza com
pens con creces. As, por ejemplo, en algunos salvajes la memoria,
el poder imaginativo, la inteligencia prctica, la rapidez de deci
sin, el buen juicio, son expresin evidente de un florecimiento
que se halla pocas veces entre las inteligencias supercultivadas de los
sabios europeos. stos, en cambio, calculan con sus conceptos ver
bales combinaciones infinitamente refinadas y artificiosas en las
que no piensa el salvaje; pero acaso una mquina calculadora sen
tada es de por s el modelo de todas las perfecciones humanas, su
felicidad y su vigor? Dejad que aqul piense en imgenes lo que no
es capaz an de pensar en abstracto; aunque no poseyera todava
ningn concepto desarrollado, es decir, ninguna palabra de Dios,
pero gozara, de hecho, de Dios como del Gran Espritu activo de la
creacin que influye benficamente en su vida, vivira, sin embargo,
agradecido, por cuanto vivira con satisfaccin, y si no sabe demos
trar con palabras la inmortalidad' de su alma, creyendo en ella, en
trar en el gran pas de sus antepasados con menor nimo que mu
chos de los sabios de la palabra atormentados por las dudas.
Adoremos, por lo tanto, la benigna Providencia que con el
medio imperfecto pero universal del lenguaje hizo iguales en su
interior a todos los hombres, ms de lo que parece por su aspecto
exterior. Todos llegamos al uso de la razn nicamente por el len
guaje, y por ste a la tradicin mediante la fe en la palabra de
nuestros mayores. As como resultara el peor alumno del lenguaje
el que en el primer uso de toda palabra exigiera que se le rinda
cuentas sobre el origen de la misma, as tambin es menester que
la fe en cosas tan difciles como son la observacin de la naturaleza
y as experiencias, nos acompae con saa confianza en nuestro viaje
por esta vida. El que desconfa de sus sentidos es un necio y termi
nar perdindose en estriles especulaciones; quien, en cambio, ejer
cita confiado sus sentidos explorndolos justamente por este medio,
l slo gana un tesoro de experiencias para su vida humana. A ste
le basta el lenguaje con todas sus limitaciones; pues su fin era tan
slo llamar la atencin del observador y conducirlo al uso propio
y activo de sus potencias anmicas. Un idioma ms refinado, y pe
netrante como el rayo solar, no podra,' por una parte, ser de uso
comn mientras que, por otra parte, sera un verdadero mal para
la esfera ms grosera de nuestras actuales actividades. Lo mismo ocu
rre con el lenguaje del corazn: poco es lo que puede decir, y sin
embargo dice lo suficiente; digo ms: en cierto sentido nuestro len
guaje humano ha sido creado ms para el corazn que para el in
telecto. El gesto, el movimiento, la misma cosa comunicada pueden
venir en ayuda del intelecto; pero los sentimientos de nuestro co
razn quedaran sepultados en nuestro pecho si el meldico torrente
de los sonidos no los transportara con suaves olas hasta el corazn
del otro. Tambin por esta razn el Creador ha elegido la msica
de los sonidos para rgano de nuestra cultura: un lenguaje de emo
ciones, un lenguaje de padre y madre, de nio y amigo. Los seres
que todava no han podido entrar en ntimo contacto, estn hoy
como espiando detrs de rejas y cuchichean la palabra: te amo. En
unas criaturas cuyo lenguaje fuera el de la luz o ligado a cualquier
otro rgano, toda la configuracin y cadena de su cultura cambiara.
2. El ms interesante ensayo sobre la historia y las variadas
caractersticas del intelecto humano sera, por lo tanto, una Filolo
ga Filosfica Comparada; pues, en cada uno de los idiomas estn
expresados el carcter y el intelecto de un pueblo. No slo los ins
trumentos del lenguaje van cambiando con las regiones de suerte
que casi cada pueblo posee algunas letras y sonidos propios; sino
que la misma denominacin, hasta la designacin onomatopyica,
las expresiones inmediatas del afecto y las interjecciones son dife
rentes en toda la tierra. En el caso de objetos de la contemplacin
y de la fra consideracin, las diferencias aumentan ms an, y en
las expresiones impropias, las locuciones figuradas, la estructura
idioma tica, la proporcin, hiprbaton y sintaxis, las diferencias se
hacen abismales, pero siempre de suerte que el genio de un pueblo
no se revela en ningn lugar mejor que en la fisonoma de su len
guaje. Por ejemplo, el hecho de que un pueblo prefiera muchos
verbos de accin o, por el contrario, muchos conceptos, cmo ex
prese personas y tiempos, qu orden de conceptos le guste ms,
todo esto es muy caracterstico y a menudo se manifiesta en rasgos
muy delicados. Naciones hay que que para el sexo femenino tienen
un idioma y para el masculino otro; en otras se distinguen las cla
ses sociales con la sola palabra Yo. Pueblos de vida activa tienen
abundancia de modos; pueblos ms cultos multitud de estados cir
cunstanciales de las cosas que han abstrado. La parte ms intere
sante, finalmente, de los idiomas humanos es la designacin de sus
sentimientos, las expresiones de amor y reverencia, de adulacin y
amenaza en las cuales las debilidades de un pueblo pueden, a veces,
manifestarse hasta llegar a lo ridculo \ Por qu no puedo nombrar
todava ninguna obra que haya realizado de algn modo el deseo
de Bacon, Leibniz, Sulzer y otros, de una fisonomologa general de
los pueblos a base de sus idiomas? Ya existen numerosas contribu
ciones para el tema en los libros de enseanza de idiomas y las
obras de ciertos viajeros que visitaron determinadas naciones, y no
es de temer que semejante trabajo resultara extenso y dificultoso en
extremo si dejando a un lado lo intil se utilizara tanto mejor lo
que aparece con evidencia. Ni faltara en ningn momento una
leccin de gracejo a cada paso, ya que el observador contara con
el arsenal ms variado de todas las peculiaridades de los pueblos
tal como se expresan en su inteligencia prctica, sus fantasas, sus
costumbres y modos de vida, verdadero jardn de las flores del g
nero humano, y al final se obtendra la ms rica arquitectnica de
conceptos humanos y la mejor Lgica y Metafsica del sentido co
mn. El premio est desierto todava, y habr de venir otro Leibniz
para recogerlo a su debido tiempo.
Otro trabajo similar sera la historia del idioma de algunos
pueblos a lo largo de sus revoluciones, para lo cual ofrece un ejem
plo elocuente la lengua de" nuestra- patria. Si bien no se ha mezclado
con lenguas extraas, como ha sucedido con otros idiomas, ha cam
biado esencialmente y hasta en la misma gramtica desde los tiem
pos de Otfrido. Un estudio comparativo de varias lenguas cultas
con las diversas revoluciones de sus pueblos respectivos, con cada
rasgo de luz y sombra que aportara nos ofrecera un cuadro en plena
evolucin de las mltiples formas de desarrollo del espritu hu
mano el cual, segn creo yo, y a juzgar por sus diversos dialectos,

i No es ste el lugar para ofrecer ejemplos de tales frases, pues nos llevara
demasiado espado; los reservamos para otra ocasin.
si<me floreciendo en todas sus edades en distintas regiones de la tie
rra. Hay naciones que se hallan en la infancia, la juventud, la pu
bertad, la edad madura y civil de nuestra especie, y cuntos pueblos
e idiomas han nacido por inoculacin por parte de otros o de las
cenizas de otros desaparecidos.
Finalmente la tradicin de las tradiciones: la escritura. Si el
lenguaje es el medio de la cultura h u m a n a de nuestra especie,
la escritura es el medio de la cultura i n t e l e c t u a l . Todas las
naciones que no adoptaron este medio de la tradicin son, segn
nuestros conceptos, no cultas; las que tomaron parte aunque fuera
de manera rudimentaria, se elevaron a la eternizacin de la razn
y de las leyes en los caracteres de su escritura. El mortal que invent
este medio de fijar el espritu voltil no slo en palabras sino tam
bin en caracteres, hizo la obra de un dios entre los humanos 1.
Mas lo que ya se haca visible en el caso del lenguaje, lo es
mucho ms an en este otro, a saber, que tambin este medio de
eternizar nuestros pensamientos, fijando el espritu y el habla, los
limita y ata de diversas maneras. No slo que con los caracteres se
fueron apagando el acento y el gesto vivo, que antes haban hecho
penetrar tan intensamente la locucin en los corazones; no slo que
con esto disminuyeron los dialectos, y, en consecuencia, los idiomas
caractersticos de determinadas tribus y pueblos; tambin la memo
ria y la fuerza viva del espritu se fu debilitando con este medio
auxiliar artificioso de formas cogitativas preconcebidas. El alma hu
mana habra sucumbido hace mucho bajo tanta doctrina y libros si
la Providencia no se hubiera encargado de dar un respiro a nuestro
espritu mediante algunas revoluciones destructoras. Atado a los
caracteres, el intelecto acaba por arrastrarse a gatas; nuestras me
jores inspiraciones enmudecen en los rasgos muertos de la escritura.
Todo esto, empero, no impide que se considere la tradicin escrita
como la institucin ms duradera, serena y eficiente de cuantas Dios
nos otorg, por medio de la cual ejercen su influjo las naciones so
bre otras naciones, los siglos sobre los siglos, y tal vez andando el
tiempo, todo el gnero humano se una con el lazo de la tradicin
fraternal.

i La historia de este invento y la de otros, en cuanto pertenecen al cuadro


completo de la humanidad, se dar ms adelante.
III

TODAS LAS CIENCIAS Y ARTES DEL GNERO HUMANO


HAN SIDO INVENTADAS POR MEDIO DE LA IMITACIN,
EL INTELECTO Y EL LENGUAJE

Cualquiera que haya sido el dios o el genio que di la inspi


racin al hombre, apenas ste hubo entrado por la va de conocer
un objeto como smbolo al que, luego, sustituyera por un signo ar
bitrario, es decir, apenas se inici en sus primeros comienzos el len
guaje racional, quedaban abiertos los 'accesos a todas las ciencias y
artes. Pues, qu otra cosa hace el intlecto humano para inventar
aqullas sino observar y denominar? Con el arte ms difcil, el len
guaje, se posea, en cierto modo, un modelo para todas las dems.
As, por ejemplo, el hombre que haba captado una denomi
nacin simblica de los animales, posea con esto el fundament
para domesticar los domesticables, utilizar los utilizables y conquis
tar la naturaleza en general para sus fines personales. Cada vez que
se apropiaba alguna cosa no haca ms que concebir un smbolo
de un ser domesticable, utilizable y susceptible de pertenecerle en
propiedad para luego designarlo por una palabra o comprobar el
concepto mediante un experimento. En la mansa oveja, por ejem
plo, observ la leche que mamaba el cordero as como la lana que
calentaba su mano al tocarla, y luego trat de apropiarse tanto lo
uno como lo otro. En el rbol a cuyos frutos lo atraa el hambre,
not las hojas que le podran servir de vestido, la madera que se
podra convertir en calor, etc. As mont el caballo para que lo lle
vase por doquier; de los animales, de la naturaleza, imit cmo
aqullos se protegan y alimentaban, cmo sta educaba a sus hijos
o los apartaba de los peligros. De esta manera se encamin a todas
las artes por nada ms que el proceso de alguna caracterstica cap
tada y de su fijacin por la accin, un signo; en una palabra: el
lenguaje. Por ste, y por l solo, fueron posibles la percepcin, el
conocimiento, la percepcin retrospectiva, la apropiacin y una serie
ordenada de pensamientos y de esta manera, con el transcurrir de
los tiempos, nacieron las artes y ciencias, hijas del intelecto que
designaba las cosas con nombres y de una imitacin sistemtica
de las cosas.
Bacon reclamaba ya una teora de (las invenciones; mas como
tal teora sera difcil o, por ventura, intil, sera ms bien una
H i s t o r i a d e l a s i n v e n c i o n e s la obra docta que los
dioses y genios del gnero humano entregaran a la posteridad para
ejemplo perenne. En todas partes de esta obra se advertira que el
destino y la casualidad proponan a la vista de un inventor alguna
nueva caracterstica, a otro un nuevo signo y las ms veces relacio
nando un poco dos ideas, conocidas haca tiempo, fomentaban un
arte que luego ejerci su influjo durante siglos. A menudo un arte
era inventada y luego olvidada, su teora yaca en el olvido hasta
que otro ms afortunado entregaba la mina de oro a la circulacin
o mova el mundo con una palanca desde un nuevo punto de apoyo.
Acaso no exista ninguna historia que demuestre con tanta evidencia
el gobierno del destino humano por fuerzas superiores como la his
toria de lo que es el orgullo de nuestro espritu: la Invencin y
perfeccionamiento de las artes. El smbolo y la materia de su signo
siempre haban existido desde tiempo atrs; mas ahora fu notado
y designado. El origen del arte como del hombre fu un momento
de placer, una unin conyugal entre la idea y el signo, entre es
pritu y cuerpo.
Si reduzco las invenciones del espritu humano a este simple
principio de su intelecto que conoce y denomina, lo hago con gran
reverencia, pues precisamente esto es lo verdaderamente divino en
el hombre y su privilegio caracterstico. Todos los que usan un idio
ma aprendido viven como en un sueo intelectual; piensan con la
inteligencia ajena y son sabios de remedo; pues, acaso quien uti
lice el arte de otro artista ser por eso artista l mismo? Mas aqul
en cuya alma nacen pensamientos propios y toman cuerpo por s
mismos, el que no ve slo con los ojos sino tambin con el espritu,
el que logra espiar a la naturaleza en el mismo secreto de la crea
cin descubriendo nuevas caractersticas de sus efectos y utilizn
dolas para fines humanos medante instrumentos artificiosos, ste
es el hombre propiamente dicho que, por aparecer tan pocas veces,
merece llamarse un dios entre los hombres. l habla y miles imitan
sus palabras; l crea y otros juegan con lo que l ha producido; l
fu un hombre y acaso los siglos posteriores vuelvan a ser nios.
:Qu raros han sido siempre los inventores en el gnero humano,
y con cunta inercia y negligencia nos aferramos a lo que ya po
seemos sin cuidar de lo que nos falta todava! El aspecto que pre
senta el mundo y la historia de los pueblos nos ofrecen de ello mil
ejemplos; ms an: la historia de la civilizacin nos lo probar
hasta la saciedad.
Con las artes y ciencias tenemos, pues, otra tradicin ms que
acompaa el gnero humano y a cuya cadena slo unos pocos ele
gidos tuvieron el honor de aadir un nuevo eslabn; los dems
cuelgan de la cadena cual esclavos fieles y serviciales que tiran de
ella mecnicamente. As como un brebaje de azcar y moras pas
por muchas manos diligentes que lo elaboraron antes de llegar
hasta m que no tengo otro mrito que el de beberlo, as nuestro
intelecto y modo de vida, nuestra sabidura y cultura artstica, nues
tra ciencia de la guerra y del Esudo es un conglomerado de inven
tos y pensamientos ajenos que sin ningn mrito nuestro nos lle
garon desde todas las partes del mundo y en los cuales desde nuestra
infancia nos baamos o ahogamos.
Vana es, por lo tanto, la gloria de ms de un bruto imperti
nente europeo que se cree por encima de los tres Continentes en
nombre de las luces, el arte y la ciencia, y como aquel demente que
crea suyos todos los barcos del puerto, cree de su propiedad todos
los inventos de Europa sin ningn otro fundamento que el de ha
ber nacido en una constelacin donde convergieron estas invencio
nes y tradiciones. Infeliz! Acaso es tuyo alguno de estos inventos?
Piensas cosa alguna en medio de tus tradiciones que bebiste con
la leche materna? El que hayas aprendido a aplicarlas es el trabajo
propio de una mquina; el que absorbas la savia de las ciencias
es el mrito de la esponja que ha crecido en medio de la humedad.
Si conduces tus naves de guerra hacia Hait o las Hbridas para
disparar tus caones, por cierto que no eres ni ms sabio ni ms
hbil que los habitantes de aquellas islas que dirigen con arte las
canoas fabricadas por su propia mano. Fu esto lo que sintieron
vagamente los salvajes apenas hubieron conocido a los europeos. En
medio del aparejo de sus instrumentos, les parecan seres superiores
y desconocidos, ante los cuales se inclinaban saludndolos con re^
verencial temor; mas cuando los vean vulnerables, mortales, en
fermizos e inferiores a ellos en los ejercicios fsicos, acabaron por
emer las bendiciones de la tcnica y estrangularon al hombre de
quien poda decirse todo menos que estuviera identificado con su
propia cultura. Esto que acabo de decir vale para toda la cultura
europea.
Porque el lenguaje de un pueblo sea sabio y culto en sus libros,
no por eso es sabio y culto cualquiera que lea estos libros o hable
en este idioma. Hay que ver primero cmo los lee, y cmo habla,
y aun entonces dice lo que otro cre antes de l, siguiendo los pen
samientos y la capacidad denominadora de otro. El salvaje que
piensa con originalidad en su esfera ms limitada y se expresa con
ms sinceridad, determinacin y fuerza expresiva, sabiendo usar con
arte y presencia de nimo y dentro de su vida real sentidos y miem
bros, su inteligencia prctica y sus pocos instrumentos, es, compa
rando hombre con hombre, notoriamente ms culto que aquella m
quina poltica o sabihonda que como un nio se mueve sobre an-
tfamios. muy altos que construyeron manos ajenas y, tal vez, todo
el trabajo mancomunado de los antepasados. El hijo de la natura
leza, en cambio, ocupa su lugar en la tierra como hombre sano,
hecho y derecho, aunque sea de pocas Zuces. Nadie negar que Eu
ropa es el archivo del arte y la razn especulativa; la sucesin de
muchas generaciones ha depositado en ella sus tesoros que aqu se
han ido multiplicando y hallan su aplicacin. Mas no por esto
tiene intelecto de inventor todo el que se sirve de ellos, antes bien,
esta cualidad se halla desocupada y ociosa por la misma razn,
pues quien usa instrumental ajeno est lejos de inventarlo por
cuenta propia.
Otra pregunta mucho ms difcil de contestar es la de en cunto
la tcnica y la ciencia han contribuido a la felicidad de los hom
bres y en cunto la han aumentado, y me inclino a que no se
puede contestar esta pregunta con un simple s o no, ya que, como
en todas las cosas, as tambin en sta, todo depende del uso que
se haga de las invenciones. No se discute que con instrumentos ms
perfectos y de una tcnica ms elevada se produce ms con menos
trabajo, si se pretende conservar y ahorrar fuerzas. Tampoco se
pone en tela de juicio que con cada arte y ciencia se crea un nuevo
lazo social, es decir, aquella comunidad de demanda aumentada
sin la cual el hombre tcnico ya no puede existir; pero saber si mul
tiplicando las necesidades se ampla tambin la esfera tan estrecha
de la felicidad humana; si la tcnica pudo agregar alguna vez algo
sustancial a la naturaleza, en lugar de empobrecerla y debilitarla;
si todos los progresos de la ciencia y tcnica no han despertado
tendencias en el alma humana con las que se llega ms difcil y
menos frecuentemente a poseer el ms preciado de los dones hu
manos, la satisfaccin, ya que aquellas tendencias se oponen cons
tantemente con su inquietud interna a toda conformidad del alma;
si, finalmente, los hombres por su mayor cohesin y vida social no
han convertido algunos pases' y ciudades en un hospicio de pobres,
en un hospital artificial encerrado en cuyos muros el hombre des
colorido languidece asimismo artificialmente, y alimentado con tan
tas limosnas inmerecidas de la ciencia, tcnica y constitucin estatal
acaba por adquirir la mentalidad del mendigo que sabe explotar
todas las artimaas de la mendicidad, teniendo que sufrir en con
secuencia la suerte del mendigo; de esto y algunas otras cosas ms
nos habr de instruir la hija preclara de nuestros tiempos; la in
sobornable historia.
Oh, mensajeros del destino, genios e inventores, en qu altu
ras tiles pero peligrosas ejercis vuestra divina profesin! Hicis
teis vuestros inventos, mas no en provecho propio, ni estaba en
vuestras manos determinar cmo el mundo y la posteridad utiliza
ran de vuestra obra, ni qu le agregaran y qu inventos anlogos
o nuevos habran de hacer. Por siglos enteros yaci, muchas veces,
la perla en el polvo, pisoteada por las aves de corral, hasta que tal
vez algn indigno la hall para engastarla en la corona del mo
narca de su poca, donde no siempre brilla con resplandor benfico.
Vosotros, mientras tanto, cumplisteis con vuestro cometido entre
gando a la posteridad los tesoros que haba descubierto vuestro es
pritu inquieto o que la mano del destino os haba entregado. Al
destino tambin abandonasteis los efectos y el provecho de vuestro
hallazgo y aqul hizo con ste lo que mejor le pareci. En revo
luciones peridicas hizo madurar la idea o la dejaba perderse, hbil
siempre para mezclar y atenuar un txico con el antdoto, el dao
con el provecho. El inventor de la plvora no pens ni remota
mente en las devastaciones que el poder de su polvo negro ence
rraba para la vida poltica y fsica de la humanidad; y menos pudo
prever lo que ni nosotros hoy barruntamos, de qu manera en
un depsito de plvora, trono abominable de algunos dspotas, se
encubre la semilla benefactora de una nueva constitucin poltica
de la posteridad. No opera la tormenta una purificacin de la at
msfera, y, abatidos los gigantes de la tierra, no tiene que poner
mano el mismo Hrcules a obras ms benficas? El hombre que pri
mero observ la orientacin de la aguja del imn no previo ni la
fortuna ni la miseria que este regalo mgico, ayudado de mil otros
artificios, llevara a todos los Continentes, hasta que tambin aqu
un nuevo cataclismo sustituya, acaso, viejos males por nuevos. As
ocurri con el vidrio, el oro, el hierro, la vestimenta, el arte de la
escritura y de la imprenta, la astrologa y todas las ciencias del go
bierno dirigido. La maravillosa trama que parece entreverse en el
desarrollo y el progreso peridico de estos inventos, la forma no
table con que un efecto neutraliza a otro: todo esto forma parte
del supremo gobierno de Dios sobre nuestra especie y constituye
la verdadera filosofa de nuestra historia.

IV

LOS GOBIERNOS SE BASAN EN UN ORDEN CONSTITUIDO


POR LOS HOMBRES CASI SIEMPRE A BASE DE
TRADICIONES HEREDADAS

El estado natural del hombre es el social; en ste nace y es


educado y hacia l lo conduce el despertar de sus instintos durante
la hermosa juventud, y los nombres ms dulces de la humanidad,
padre, hijo, hermano, hermana, amado, amigo y protector, se basan
todos en vnculos de derecho natural y se encuentran en toda so
ciedad humana primitiva. A base de ellos se fundaron tambin los
primeros gobiernos entre los hombres; a saber: el orden familiar,
sin el cual no puede subsistir nuestra especie; luego, las leyes que
promulg la misma naturaleza limitndolos en considerable me
dida por s misma. Llammoslo el primer grado de gobierno na
tural; los gobiernos de esta clase sern, de todos modos, los supre-
taos y ltimos.
Aqu la naturaleza puso trmino al fundamento de la sociedad
y abandon a la inteligencia o la necesidad de los hombres el cons
truir sobre l edificios ms altos. En todas las latitudes donde las
diversas tribus y estirpes tienen menos necesidad una de otra, su
cohesin es menor: no pensaron, por lo tanto, en grandes construc
ciones polticas. Tales son las costas habitadas por pescadores, las
praderas de los pastores, las selvas de los cazadores; donde entre
ellos termina el rgimen domstico o patriarcal, se fundan ulteriores
vinculaciones casi siempre sobre la base de un contrato o un man
dato conferido. Por ejemplo: una nacin de cazadores sale a cazar;
si necesita un jefe, ser un jefe de caza, por lo cual elige al ms
hbil, a quien obedece solamente por libre eleccin y en lo que se
refiere al fin comn perseguido. Todos los animales que viven en
rebaos tienen tales jefes; semejante conductor es necesario en los
viajes, defensas, ataques y en general en todo negocio comn donde
interviene una multitud. Llamemos esta forma constitucional el
'segundo grado de gobierno natural. Se encuentra entre todos los
pueblos que solamente siguen sus necesidades y, como solemos decir,
Viven en estado natural. Hasta los mismos jueces elegidos por el
pueblo pertenecen a este grado de gobierno, pues los mejores y ms
prudentes son elegidos para un oficio, y con este oficio se acaba su
dominio. -
Mas qu distintas se presentan las cosas en el tercer grado,
el gobierno hereditario entre los hombres! Dnde terminan aqu las
leyes naturales? O dnde comienzan? Era natural que el hombre
ms justo y prudente fuese elegido para el cargo de juez, y si res
ponda a las exigencias de su oficio, poda quedarse con l en
buena hora hasta la vejez ms avanzada. Mas si ahora el viejo se
muere, por qu su hijo ha de ser juez? No es razn suficiente la de
que lo haya generado el padre ms justo y prudente, pues ni la
justicia ni la prudencia'pudo inoculrselas. An menos conforme
a la naturaleza del oficio sera que la nacin se sintiera obligada
a confirmarlo en l slo porque eligi en otros tiempos a su padre
por razones personales, porque el hijo no es la persona del padre.
Pero si la nacin pretendiera ahora fijar esta ley incluyendo tam
bin a todos sus descendientes que todava no han nacido, para
hacer, en nombre de la inteligencia de todos ellos, un contrato
que estipule para toda la eternidad que cualquier descendiente
futuro de esta tribu ser juez nato, jefe y pastor nato de la nacin,
es decir, el ms valiente, justo, prudente de todo el pueblo, debiendo
ser reconocido por cualquiera como tal en virtud de su solo naci
miento, resultara harto difcil conciliar semejante contrato here
ditario no ya con el derecho, sino ni siquiera con la sana razn.
La naturaleza no distribuye sus mejores dones a determinadas fami
lias a manera de privilegio, y el derecho de sangre al amparo del
cual un hombre del futuro tenga sobre otro hombre del futuro el
derecho de gobernarle una vez que los dos hayan nacido, es para
m una. de las formas ms oscuras del lenguaje humano.
Debe haber otres razones que introdujeron el gobierno heredi
tario en el mundo, y la historia no nos las oculta. Quin di a Ale
mania y a Europa cultivada sus gobiernos? La guerra. Hordas sal
vajes de brbaros invadieron el Continente; sus jefes y nobles repar
tironse entre s provincias y hombres. De ah se originaron princi
pados y feudos de los cuales, a su vez, naci la servidumbre de los
pueblos subyugados. Los conquistadores fueron dueos y lo que el
correr de los tiempos alter en sus posesiones fu decidido siempre
por revoluciones, guerras v acuerdos entre los poderosos, es decir,
siempre por el derecho del ms fuerte. Por este camino real avanza
la historia, y los hechos histricos no se pueden negar. Qu puso
al mundo bajo el dominio de Roma? Qu bajo el de Grecia y Ale
jandro? Quin fu el que fund todas las grandes monarquas,
ascendiendo hasta Sesostris y la legendaria Semramis, para destruir
las de nuevo luego de fundarlas? La guerra. Conquistas violentas
usurparon el lugar del derecho, llegando luego a ser derecho por
prescripcin, o como dicen nuestros doctores en ciencias polticas,
por contrato tcito. Pero el^contrato tcito no es en este caso otra
cosa sino que el ms fuerte se apodera de lo que le plazca y el ms
dbil cede o soporta lo que no est en su mano cambiar. De esta
manera, el derecho del gobierno hereditario, as como el de casi
todas las posesiones hereditarias, depende de una cadena de tradi
ciones cuyo primer eslabn lo form la suerte o el poder, y la cual
se iba prolongando luego, algunas veces con benignidad y sabidura,
pero las ms veces asimismo por la suerte o la fuerza. Los sucesores
y herederos recibieron, mas el fundador haba tomado; y no hace
falta mayor explicacin de que a quien algo posea le fuera dado
siempre ms para que poseyese la plenitud, pues eso es consecuencia
natural del mencionado primer ttulo de posesin sobre provincias
y hombres.
No se crea ahora que lo dicho rece tan slo para las monarquas
como monstruos de la conquista, pudiendo ser, en cambio, que los
Imperios primitivos se hayan originado de otra manera. Porque: de
qu otra manera podan formarse en este mundo? Mientras el pater
familias gobernaba a los suyos, era padre y dej a sus hijos que tam
bin llegaran a serlo, tratando de mantener su influencia sobre
ellos mediante el consejo. Mientras varias tribus eligieron por propia
deliberacin a jueces y jefes para una empresa determinada, eran
stos funcionarios servidores del bien comn y notables de la asam
blea; nombres como Seor, Rey, o Dspota autcrata, arbitrario y
hereditario eran algo inaudito para pueblos de esta constitucin.
Pero apenas la nacin se adormeca dejando hacer a su padre, jefe
y juez, y si por ventura, embriagada en un sueo de gratitud por
sus mritos, su poder, su riqueza o lo que fuera, le entregaba el
cetro hereditario para que l y sus descendientes la apacentaran con
sus hijos, como el pastor con el rebao, qu relacin es posible
hallar aqu sino por un lado la debilidad y por el otro el poder su
perior, o sea: el derecho del ms fuerte? Cuando Nemrod mata pri
mero las bestias y luego subyuga a los hombres, es en ambos casos
cazador. El jefe de una colonia u horda al que los hombres siguen
como animales, muy pronto se serva del derecho humano sobre los
animales. Tal ocurri con los que civilizaban a las naciones. Mien
tras se dedicaban de verdad a civilizarlas, eran padres y educadores
del pueblo, legisladores para el bien comn; pero no bien se hicieron
gobernantes arbitrarios y por ventura hereditarios, fueron los pode
rosos a quienes servan los dbiles. Muchas veces tambin un zorro
ocupaba el lugar del len, y entonces el zorro era el ms poderoso,
pues no slo la fuerza de las armas significa poder: la astucia, el
disimulo y el fraude hbilmente encubiertos casi siempre llegan ms
lejos que aqulla. En una palabra: la notable diferencia que hay
entre los hombres por lo que se refiere a dones del espritu, del
cuerpo y de la fortuna ha fundado segn las distintas regiones, sis
temas de vida y edades, las tiranas y los despotismos sobre la tierra,
que en muchas partes, desgraciadamente, se sucedieron sin solucin
de continuidad. Los pueblos aguerridos de las montaas, por ejem
plo, invaden la apacible llanura; el clima, la pobreza y las penurias
los haban hecho fuertes, conservndolos valientes. As se extendieron
como amos del mundo hasta que, vencidos ellos mismos por la opu
lencia en un clima ms benigno, acabaron por ser subyugados por
otros. De esta manera se ha operado la conquista de nuestra vieja
tierra y su historia es un cuadro aterrador de conquistas y de la caza
del hombre por el hombre. Casi todos los lmites del ms pequeo
pas, toda nueva poca est registrada e inscripta en el libro de los
tiempos con la sangre y las lgrimas de las vctimas. Los nombres
ms clebres del mundo son los de los estranguladores del gnero
humano, verdugos coronados o empeados en la lucha por la corona,
y lo que es ms triste an, de esta manera fueron a menudo los
hombres ms nobles y mejor intencionados los que por necesidad
figuraron como sayones en este. horripilante y negro patbulo de
opresin de sus hermanos. A qu se debe que la historia de los
Imperios mundiales presente resultados finales tan poco razonables?
Porque la mayor parte de sus acontecimientos y los ms importantes
obedecieron a criterios poco sensatos. No el sentido humanitario
sino las pasiones se han apoderado de la tierra azuzando a sus pue
blos nos contra otros como animales feroces. Si hubiera estado en
el plan de la Providencia hacernos gobernar por seres superiores,
muy otra sera nuestra historia. Pero, por desgracia, fueron casi
siempre h r o e s , es decir, hombres ambiciosos, emprendedores
y dotados para la violencia y la astucia quienes tomaron el hilo
de la historia para tejer con l, ayudados por las pasiones, la ur
dimbre conforme a los planes del destino. Si ninguna parte de la
historia universal nos demostrara la bajeza de nuestra especie, se
encargara de ello la historia de nuestros gobiernos segn la cual
nuestra tierra en su mayor parte no merece llamarse tierra, sino
ms bien Marte, o Saturno, de quien cuenta la mitologa que
devoraba a sus hijos.
Cmo, pues? Acusaremos a la Providencia por haber creado
tan diferentes las diversas latitudes de nuestro globo como son des
iguales los dones que reparti entre los hombres? Semejante acusa
cin sera tan ociosa como injusta, pues sera contrara al fin mani
fiesto asignado a nuestra especie. Si la tierra haba de ser habitada
deba tener montaas en cuyas alturas no podan vivir sino pueblos
montaeses endurecidos. Cuando stos descendan para subyugar la
opulenta llanura, sta, las ms veces, mereca ser subyugada; de lo
contrario, por qu se dej aplastar? Por qu se relaj cual nene
satisfecho e inconsciente amamantado por los pechos de la natura
leza? Se puede establecer como principio histrico que no es opri
mido ningn pueblo que no quiera dejarse oprimir, es decir, que
no merezca la esclavitud. Slo el cobarde ha nacido para ser esclavo;
slo el tonto ha sido destinado por la naturaleza a servir a otro ms
inteligente; entonces se siente satisfecho del puesto que ocupa y
estara apenado si tuviera que mandar.
Por lo dems, la desigualdad de los hombres no es tan grande
por naturaleza como pasa a ser por la educacin, como lo demuestra
la manera de ser de un mismo pueblo bajo diversas formas de go
bierno. La ms noble nacin pierde en poco tiempo su nobleza bajo
el yugo del despotismo; se le quiebra el espinazo y puesto que se
abusa de sus dones ms preciados y delicados para la mentira y el
fraude, la rastrera servidumbre y opulencia, qu milagro que acabe
por habituarse al yugo, besarlo y adornarlo con coronas de flores?
Por lamentable que sea esta suerte de los hombres en la vida y la
historia, ya que apenas se encuentra pueblo alguno que jams
haya vuelto a surgir del abismo de la esclavitud sin el milagro de
un completo renacimiento, no deja de ser evidente que tal miseria
no es obra de la naturaleza sino de los hombres. La naturaleza ex
tiende el vnculo social solamente a la familia; ms all dej
a nuestra estirpe en libertad de constituir a su gusto la ms com
pleja y difcil de sus obras: el Estado. Si los hombres procedan con
acierto en esta empresa, vivan en la bonanza; si elegan o toleraban
la tirana y otras formas de gobierno poco recomendables, deban
cargar con las consecuencias. La buena madre no pudo hacer ms
que ensear por medio del intelecto, la tradicin de la historia o,
finalmente, la experiencia propia del dolor y la miseria. Slo la
degeneracin interna del gnero humano ha dado lugar a la co
rrupcin y los vicios de los gobiernos humanos; pues aun bajo la
frula del despotismo ms opresor: ;no se divide siempre el esclavo
la presa con el amo, y no es acaso el dspota el peor de los esclavos?
Mas la madre bondadosa no abandona a sus hijos ni siquiera
en medio de la degeneracin ms atroz y sabe endulzarles el amargo
brebaje de la opresin humana al menos por el olvido y la costum
bre. Donde los pueblos se mantienen vigilantes y activos no tienen
entrada los sultanes afeminados; el paisaje rido y la dura modali
dad de vida son para ellos el alczar de la libertad. Mas donde los
pueblos se adormecieron en medio de la blandura dejndose cazar
en la trampa, all la madre consoladora acude en socorro del opri
mido dotndole de bienes adecuados; pues el despotismo presupone
siempre una especie de debilidad y, en consecuencia, varias comodi
dades que se originan natural o artificialmente. En la mayor parte
ide los pases gobernados por el despotismo, la naturaleza propor
ciona a los hombres alimento y vestidos casi sin trabajo, de manera
que inclinndose ante la tormenta que arrasa con todo, pueda,
luego, aunque ingenuamente y falto de dignidad, disfrutar de la
bonanza. De todos modos, la suerte de los hombres y su destino para
la felicidad terrena no depende de su estado servil o seorial. El
pobre puede ser feliz, y libre el esclavo encadenado; slo el dspota
y sus instrumentos son comnmente y por generaciones enteras los
ms desdichados e indignos de los esclavos.
Puesto que tod?s las afirmaciones expuestas hasta ahora deben
confirmarse mediante la historia misma, reservamos su desarrollo
a la exposicin histrica respectiva. Por ahora, permtasenos agregar
todava algunas observaciones de carcter general:
1. Sera un principi cmodo pero maligno de la filosofa de
la historia humana decir que el hombre es un animal que necesita
un amo de quien espera la felicidad de su destino. Mejor hacemos
invirtiendo la frase: el hombre que necesita un amo es un animal;
no bien llega a hacerse hombre propiamente dicho, ya no tiene
necesidad de un dueo. La naturaleza no ha designado ningn amo
a nuestra especie; slo los vicios y pasiones animales nos hacen
sentir la necesidad de ser gobernados. La mujer necesita un hom
bre y el hombre una mujer; el nio no educado, padres educado
res; el enfermo, un mdico; el litigante, un juez; y la turba, un jefe.
Son stas relaciones naturales que nacen de la naturaleza de las
cosas. Pero el concepto de hombre no implica en manera alguna el
de un dspota que tambin sea hombre; debera agregrsele el con
cepto de debilidad para que precise un tutor, el de fiera para que
necesite al domador, el de abominable para que haga falta un ngel
vengador. Todos los gobiernos humanos, pues, nacieron solamente
de una carencia y siguen existiendo mientras sta subsiste. Ahora
bien: as como es un mal padre el que educa a su hijo de manera
que nunca llegue a la mayora de edad y siga siempre necesitando
un educador, y es mal mdico el que fomenta la enfermedad para
que se haga indispensable al msero enfermo hasta la tumba, as
tambin ocurre con los educadores del gnero humano, los padres
de la patria y sus educandos. O stos ltimos son incapaces de toda
evolucin, o todos los milenios transcurridos deberan haber demos
trado qu se hizo de ellos y qu fines perseguan sus educadores.
Las partes siguientes de la presente obra pondrn de manifiesto estos
fines con inexorable claridad.
2. La naturaleza educa a las familias; de ah que el estado ms
natural sea tambin u n p u e b l o con un carcter nacional.
ste se conserva por miles de aos y puede desarrollarse con mayor
naturalidad si el prncipe respectivo se empea en ello; pues un
pueblo es una planta natural lo mismo que una familia, slo que
ostenta mayor abundancia de ramas. Por consiguiente, nada se opone
tanto al fin de los gobiernos como esa extensin antinatural de las
naciones, la mezcla incontrolada de estirpes y razas bajo un solo
cetro. El cetro de un hombre es muy dbil y pequeo para reunir
partes tan heterogneas. Se los aglutina unos con otros dentro de
una mquina precaria que se llama mquina estatal, sin vitalidad in
trnseca ni simpata de los componentes. Reinos de esta ndole que
tan problemtico hacen el ttulo de padre de la patria a cualquier
monarca, aunque fuera el mejor, ocupan en la historia el lugar
de aquellos smbolos monrquicos en el sueo del profeta, donde
la cabeza del len se une con la cola del dragn y el ala del guila
con la pata del oso en un conglomerado estatal que lo es todo menos
patritico. En ocasiones, tales mquinas, cual otros caballos de Troya,
forman un frente comn garantizndose mutuamente la inmortali
dad, siendo as que carentes de un carcter nacional no poseen vida
autntica y a ,los que viven dentro de ellas, unidos a la fuerza, slo
una maldicin del destino podra condenar a la inmortalzacin
de su desgracia. Precisamente la poltica que produjo semejante
aborto es tambin la qe juega con pueblos y hombres como con
cuerpos inertes; pero la historia demuestra a las claras que estos
instrumentos de la soberbia humana son de arcilla y se quiebran
o deshacen como toda la arcilla en esta tierra.
3. As como la ayuda y seguridad mutuas son el fin primordial
de toda comunidad humana, as tambin no hay para el Estado
orden mejor que el instituido por la naturaleza, a saber, que cada
Uno dentro del conjunto sea lo que la naturaleza destin que fuera.
Tan pronto como el gobernante quiere ocupar el sitio del Creador
y crear por arbitrariedad o cegado por las pasiones lo que la cria
tura no estaba destinada a ser segn el plan divino, cae en un
despotismo que quiere dar consejos a la divina Providencia y es
origen de todo desorden y de un fracaso inevitable. Puesto que todas
las constituciones humanas fijadas por la tradicin se oponen de
algn modo a la naturaleza, que no limita sus dones a una deter
minada clase social, no nos debe maravillar que la mayor parte
de los pueblos,, despus de haber ensayado varios sistemas de go
bierno y experimentado la pesada carga de cada uno de ellos, vol
viesen finalmente desesperados a la modalidad que los converta
en mquinas: el gobierno desptico hereditario. Dijeron como aquel
rey hebreo a quien se di a escoger entre tres males: mejor nos es
caer en la mano del Seor que en manos de los hombres, abando
nndose incondicionalmente en brazos de la Providencia a la es
pera del eobernante que sta le enviara, porque dura es la tirana
de los aristcratas y la clase gobernante, un verdadero Leviatn.
Por esto, todos los gobernantes cristianos se llaman instituidos por
la gracia de Diosr confesando con ello que han llegado a ceir
la corona no por sus propios mritos, que mal pudieron tener antes
de su nacimiento, sino por el beneplcito de la Providencia que los
hizo caer en esta posicin. El mrito tienen que adquirirlo con su
propio trabajo; con l tienen que justificar, en cierta manera, a la
Providencia que los juzg dignos de su alto cargo, porque el oficio
del prncipe no es otro que el de ser Dios entre los hombres,
genio superior con figura mortal. Cual estrellas en la noche oscura
de los gobernantes comunes, rutilan los pocos que comprendieron
tan extraordinaria vocacin y confortan al desorientado peregrino
d'e la historia poltica en su triste excursin.
Ojal aparezca otro Montesquieu que nos d a conocer el es
pritu de las legislaciones y gobiernos de toda la tierra, siquiera a
travs de los siglos ms explorados! No de acuerdo a los huecos
nombres de tres o cuatro frmulas de gobierno, que en ninguna
parte ni lugar son o permanecen las mismas; tampoco segn prin
cipios polticos expuestos con agudeza ingeniosa, porque ningn
Estado se fundamenta en principios verbales y mucho menos los
conserva inmutables en todas sus pocas y clases sociales, tampoco
mediante ejemplos aislados y sacados del conjunto, trados de todas
las naciones, tiempos y regiones, de los que en medio de tanto des
concierto el genio humano no podra arribar a una visin completa
de las cosas, sino nicamente por .medio de una exposicin viva y
filosfica de la historia poltica, en la cual, pese a su aparente
monotona, no hay escena que se repita, y el cuadro de las virtu
des y los vicios de la especie humana y sus gobernantes cambia
de continuo segn tiempo y lugar y se completa con espantoso
poder didctico.

LA RELIGIN ES LA TRADICIN MAS ANTIGUA Y


SAGRADA DE LA TIERRA

Cansados y agotados ya de tanta variedad sobre la faz de la


tierra segn regiones, pocas y pueblos, no se ofrece nada a nues
tra vista que sea posesin y privilegio comn de toda nuestra es
pecie? Nada ms que la predisposicin a la razn, el humanismo
y la religin, las tres gracias de la vida humana. Todos los Estados
nacieron tarde, y ms tarde an se formaron en ellos las ciencias
y artes; las familias, en cambio, son la obra eterna de la naturaleza,
el semillero permanente donde sta planta y educa por su propia
mano la semilla de la humanidad. Los idiomas cambian con ca
da pueblo y en cada clima, mas en todos ellos est reconocible
una misma razn humana en busca de las caractersticas del ser.
En cuanto a la religin, finalmente, por diversas que sean sus apa
riencias externas, se la encuentra, o por lo menos sus vestigios, aun
en el pueblo ms pobre e inculto en los confines de la tierra. El
groenlands y el camchadal, el papa lomismo que el habitante
de la Tierra del Fuego, tienen de ella alguna manifestacin, como
lo demuestran sus leyendas y costumbres. Tan cierto es esto que
si entre los anciques o los desposedos bosquimanos de las islas del
ndico se hallara alguna tribu que careciera por completo de reli
gin, sera esta falta un testimonio ms del estado extremadamente
salvaje en que viven.
Cmo vino la religin a los pueblos? Acaso cualquier infeliz
invent su propio culto divino a manera de una teologa natural?
Esos pobres no inventan nada, sino que en todo siguen la tradicin
de sus mayores. Ni hubo motivo extemo que los incitara a seme
jante invento; porque si Rabian aprendido de la naturaleza y los
animales a fabricar arco y flecha, anzuelo y vestidos, de qu ani
mal, de qu objeto de la naturaleza imitaron la religin?, de cul
de ellos habran aprendido el culto divino? Por lo tanto, tambin
aqu es l a t r a d i c i n l a m a d r e y p r o p a g a d o r a de
su r e l i g i n y r i t o s s a gr a do s como lo fu de
su i d i o m a y escasa cultura.
De aqu se sigue de inmediato que l a t r a d i c i n r e l i
g i o s a n o p u d o s e r v i r s e de n i n g n o t r o m e d i o
q u e e l q u e s i r v i a n t e s al i n t e l e c t o y a l l e n
g u a j e , a s a b e r , l o s s m b o l o s . Si el pensamiento debe
hacerse palabra para propagarse, si toda institucin necesita un
signo visible si es que quiere servir a otros y a la posteridad, cmo
poda lo invisible hacerse visible o una historia pasada conservarse
para los descendientes sino por palabras o signos? De ah que aun
entre los pueblos ms incultos, el lenguaje de la religin sea siempre
el ms antiguo y oscuro, frecuentemente para sus mismos servidores
consagrados, por no nablar de la gente comn y los extraos. Y
es que los s?grados smbolos de los pueblos, por locales y propios
del clima que fueran, perdieron a menudo su significado al cabo
de pocas generaciones. No es extrao: porque todo idioma, todo
sistema que usa signos arbitrarios, tiene que correr esa suerte si
stos no quedan asociados con los objetos designados por el uso dia
rio, conservando as su sentido significativo para la memoria. En
el caso de la religin, siempre fu difcil o imposible conservar este
nexo porque el signo se refera a una idea invisible o a una historia
del pasado.
As no se pudo evitar tampoco que los sacerdotes, que al princi
pio fueron los sabios de la nacin, dejaran de serlo, pues tan pronto
como ignoraron el significado de los smbolos, pasaron a ser mudos
servidores de la idolatra, cuando no se convirtieron en elocuentes
embaucadores de la supersticin. Casi siempre optaron por esta l
tima solucin y no precisamente por el afn de engaar a la gente
sino por la propia gravitacin del asunto. Lo mismo sucede en toda
ciencia, idioma, arte o institucin: el ignorante que se ve forzado
a hablar o continuar el arte tiene que disimular, inventar, aparen
tar; una engaosa apariencia sustituye la verdad perdida. Es la
h i s t o r i a de t o d o s l os m i s t e r i o s en la tierra, que al
principio encerraban muchas cosas interesantes, pero acabaron en
miserable superchera una vez que la sabidura humana se hubo
desligado de ellos; y de es'ta'manera los sacerdotes terminaron des
empeando el papel de miserables embaucadores en medio de su
sagrario vaco.
Quienes ms se empearon en hacerlos pasar por tales fueron
los gobernantes y sabios. Aqullos, investidos de la plenitud del
poder y llevados por su elevado cargo a ambicionar una indepen-
dncia absoluta, juzgaron una obligacin de su Estado limitar en
lo posible el poder de las potencias ultra terrenas e invisibles tole
rando los smbolos respectivos como fruslera inventada por la plebe,
o bien destruyndolos de una vez. De ah tom su origen la des
graciada contienda entre el trono y el altar en todas las naciones
semi-cultas, hasta que finalmente se trat de combinar los dos,
dando a luz la informe simbiosis de un altar construido sobre el
trono o un trono cimentado sobre el altar. Necesariamente los de
cadentes sacerdotes llevaban las de perder en una lid tan desigual,
Dorque el poder visible lidiaba contra la fe invisible; la sombra de
una antigua tradicin, contra el resplandor del reo cetro al que
en otros tiempos el mismo sacerdote haba consagrado y colocado
en las manos del monarca. Fu as como pasaron los tiempos del
dominio de los pontfices, a medida que iba desarrollndose la ci
vilizacin; el dspota que en un principio haba llevado su corona
en nombre de Dios, encontr ms fcil cersela ahora en su propio
nombre, mientras que el pueblo, por su parte, haba sido ya acos
tumbrado a este nuevo cetro por sus gobernantes y sabios.
Ahora bien, es innegable que en p r i m e r l u g a r , h a
si do l a r e l i g i n , y s l o e l l a , l a que t r a j o a
los p u e b l o s l as p r i m i c i a s de la c u l t u r a y la
c i e n c i a , m s a n , q u e s t a s n o e r a n en u n
p r i n c i p i o s i n o u n a e s p e c i e de t r a d i c i n re
l i g i o s a . En todos los pueblos salvajes, su poca cultura y ciencia
estn ligadas a la religin, hasta el da de hoy. El lenguaje de su re
ligin es ms elevado y solemne, que no slo acompaa con cnticos
y danzas los sagrados ritos, sino que casi siempre toma su origen
de las leyendas del mundo primitivo, siendo, por lo tanto, lo nico
que les queda a estos pueblos de noticias del pasado, de la memoria
del mundo prehistrico o de una centella de ciencia. Tanto el n
mero como la observacin de los das y estaciones, fundamento de
todo sistema cronolgico, era o es sagrado en todas partes. La as-
trologa y los misterios de la naturaleza, cualesquiera que sean, for
man parte del caudal de todos los magos del mundo. Tambin la
medicina y el arte de adivinar, la ciencia oculta y la interpretacin
de los sueos y de caracteres (rnicos, cuneiformes, etc.), la re
conciliacin con los dioses, el apaciguamiento de los difuntos y las
noticias que recibimos de ellos, en una palabra, todo el reino oculto
de interrogantes y revelaciones sobre los cuales el hombre trata de
(tranquilizarse, est en manos de los sacerdotes, de tal manera que
en muchos pueblos el culto comn y sus festividades son casi lo
nico que da a las familias independientes las apariencias de un
conjunto homogneo. La historia de la civilizacin demostrar que
los pueblos ms cultos presentan a este respecto el mismo cuadro.
Los egipcios como todos los orientales hasta los lmites orientales
del mundo, todas las naciones cultas de la Antigedad, etruscos,
griegos y romanos, recibieron las ciencias del seno de las tradiciones
religiosas y bajo su velo sagrado. Por este conducto les llegaron la
poesa y las bellas artes, la msica y el arte de la escritura, la historia
y la medicina,' la fsica y la metafsica, la astronoma y el sistema
cronolgico respectivo, y hasta la tica y la poltica. Los sabios de
la ms remota antigedad no hicieron ms que desarrollar la se
milla que haba recibido hasta que formaran plantas independien
tes, evolucin que sigui su curso a travs de los siglos. Los pueblos
nrdicos tampoco hemos recibido nuestras ciencias sino revestidas de
apariencias religiosas, de suerte que nos podemos atrever a afirmar
de la historia de todos los pueblos que: El mundo debe la semilla
de toda cultura superior a la tradicin religiosa verbal y escrita.
Segundo. Esta afirmacin histrica se confirma por la misma
naturaleza del asunto que tratamos; pues qu es lo que elev al
hombre por encima de los animales y le impidi aun en la degene
racin ms burda rebajarse del todo hasta aqullos? Se suele res
ponder: el intelecto y el lenguaje. Mas as como no pudo llegar a
tener inteligencia sin el lenguaje, as no pudo alcanzar ambos como
no fuera por la inteleccin de la unidad en la pluralidad, por la
comprensin del nexo entre causa y efecto, o sea, por la idea de
lo invisible dentro de lo visible. Por lo tanto, una especie de an
tenas religiosas para las fuerzas que ejercan su influjo de manera
invisible dentro del caos de seres que le rodeaba, deba preceder
y fundamentar a la primera formacin y combinacin de las ideas
absTractas de la razij. ste es el sentimiento que los salvajes tienen
de la naturaleza aunque no posean un concepto expreso de Dios;
y es un sentimiento activo y eficiente, como lo demuestran hasta
Sus idolatras y supersticiones. En todos los conceptos del intelecto
que se refieren solamente a cosas visibles, el hombre procede de
manera anloga al animal; para elevarse hasta el primer grado de
a razn superior le es necesaria la idea de lo invisible dentro de
lo visible. En efecto, esta idea es casi lo nico que las naciones in
cultas poseen de un intelecto trascendente, desarrollado por otros
pueblos con ms palabrera. Otro tanto ocurri con la supervivencia
del alma despus de la muerte. Sea cual fuere el conducto por el
cual lleg el hombre a este concepto, se trata de una creencia uni
versal en toda la tierra como lo nico que distingue al hombre
del animal en la muerte. Ningn pueblo salvaje es capaz de demos
trar la inmortalidad Sl alma filosficamente, tan poco como lo
puede hacer, acaso, un filsofo, pues ste slo puede reforzar con
razones la fe que radica en el corazn humano, y esta fe es lo que
.existe universalmente en la tierra. La tiene el camchadal que expone
a sus muertos a los animales; la tiene el neo-holands al entre
gar el cadver a las olas del mar. Ningn pueblo inhuma a sus
muertos como se en tierra un animal; todo salvaje entra, al morir,
en el reino de sus antepasados, en el pas de las almas. La tradicin
religiosa sobre este punto y el sentimiento ntimo de una existencia
que est a salvo del aniquilamiento preceden, por lo tanto, al ra
zonamiento del intelecto; de otra manera, ste difcilmente habra
llegado a tener el concepto de la inmortalidad o lo hubiera abstrado
en forma muy plida e ineficaz. De esta manera, la fe universal de
los hombres en la inmortalidad de nuestra existencia, construye la
pirmide de la religin sobre los sepulcros de todos los pueblos.
F i n a l m e n t e , las leyes divinas y las reglas del proceder hu
manitario que se manifiestan, aunque sea slo en vestigios, en el pue
blo ms salvaje, acaso las invent la razn al cabo de miles de aos
y deben su existencia a la movediza estructura que es la abstraccin
del intelecto humano? La historia no me permite semejante supo
sicin. Si los hombres hubieran sido lanzados a la tierra como ani
males para tener que inventar por propia cuenta los contornos es
pirituales del hombre, seramos todava naciones sin lenguaje, sin
inteligencia, sin religin y sin moral; pues tal como siempre ha sido
el hombre en la tierra, as sigue siendo. No poseemos ningn dato
histrico de que en alguna parte vivan orangutanes humanos, y las
fbulas de Diodoro de la ltima poca antigua o de Plinio que es
cribi ms tarde an sobre los hombres insensibles unos e inhu
manos otros, o revelan por s mismas su origen fabuloso, o no me
recen que se les d fe por el testimonio de estos autores.
As deben calificarse tambin como exageraciones las leyendas
que los poetas narran de los pueblos primitivos prehistricos para
destacar el mrito de Orfeo y Cadmo; la misma poca en que estos
poetas vivieron as como el fin de sus descripciones los excluye del
nmero de los testigos histricos. Ningn pueblo europeo ha sido
ms salvaje que los de Nueva Zelandia o Tierra del Fuego, a juzgar
por la analoga del clima, y mucho menos el pueblo griego; tambin
esos pueblos inhumanos tienen su humanidad, intelecto y lenguaje.
Ningn canbal come a sus hermanos y sus hijos; esta costumbre
inhumana es para ellos el cruel derecho de la guerra para conservar
la valenta y para el mutuo terror de los enemigos. No es, por lo
tanto, ni ms ni menos que obra de una primitiva inteligencia pol
tica que entre aquellos pueblos se sobrepuso al sentido humanitario
en aras del patriotismo, tal como este ltimo se sobrepone a tantas
.otras cosas entre los europeos modernos. Ante los extranjeros se
avergonzaban de su crueldad ms de lo que nosotros europeos nos
avergonzamos de la carnicera de nuestras batallas campales; ms
an: aqullos se muestran de manera fraternal y noble para con
todo prisionero de guerra al que no le toca esa triste suerte. Todos
estos rasgos, tambin el del hotentote que en tierra con vida a su
hijo o el del esquimal que abrevia la edad de su anciano progenitor,
son consecuencias de la escasez y penuria, que, por otra parte, nunca
pudo refutar la existencia del primitivo sentido humanitario. La
razn desviada y la opulencia desenfrenada han producido entre
nosotros muchas barbaridades y perversiones con las que no puede
compararse la poligamia de los negros. Ahora bien: as como nadie
entre nosotros negar que tambin en el pecho del sodomita, del
tirano y del asesino existe impresa la imagen de la humanidad,
por ms que haya llegado a ser casi irreconocible a causa de las pa
siones y de los hbitos desvergonzados, as permtaseme decir tam
bin que, despus de todo lo que he ledo y examinado acerca d$
los pueblos de la tierra, tenga esta predisposicin interna para el
sentido humanitario por tan generalizada como la naturaleza hu
mana misma, por no decir que la identifico simplemente con la na
turaleza humana. Ciertamente es anterior a la razn, especulativa
que se ha venido formando por la observacin y el lenguaje y que
perdera su norte en los casos prcticos si no lo pidiera prestado
a esa oscura facultad que hay dentro de nosotros.'Si todas las obli
gaciones del hombre se fundan solamente en convenciones inven
tadas por l mismo y fijadas por la experiencia, entonces dejan de
ser obligatorias desde el momento en que yo renuncie a su fin, la
felicidad. As se completa el silogismo de la razn. Pero cmo lle
gan estas aspiraciones a alentar en el pecho del que nunca se en
treg a especulaciones sobre la felicidad y los medios para alcan
zarla? Cmo aparecieron en el espritu de un hombre cualquiera
las obligaciones del matrimonio, del amor paternal y filial, de la
familia y la sociedad, antes de haber recogido experiencia alguna,
ni buena ni mala, sobre cada uno de estos tpicos, de suerte que,
segn esta hiptesis, hubiera debido ser mil veces un monstruo
antes de hacerse hombre? No, el buen Dios no abandon a su cria
tura al mortfero azar. A los animales, Seor, les diste el instinto,
en el alma del hombre grabaste tu imagen, la religin y el sentido
humanitario. Los contornos de la estatua ya estn prefijados, ocul
tos en la masa del mrmol; slo el trabajo de esculpirla no lo
puede realizar ste por s slo. De esto deben hacerse cargo la tra
dicin e instruccin, la razn y la experiencia, y para esto no haban
de escasear los medios. La ley de la justicia, los principios del de
recho social, hasta la monogamia como la forma de matrimonio
y amor connatural al hombre, la piedad para con los bienhechores y
amigos y hasta el sentido que percibe la existencia del Omnipotente
e infinitamente Bueno, todos estos rasgos forman parte de la ima
gen humana, suprimidos aqu, desarrollados a medias all, pero
siempre manifiestos en el plan primitivo de la figura humana, a los
que el hombre no debe renunciar en cuanto se percate de su pre
sencia. El reino de estas predisposiciones y su desarrollo es la ver
dadera ciudad de Dios en la tierra, de la que todos los hombres
son ciudadanos, slo que en muy diversas clases y grados. Bienaven
turado el que pueda contribuir a la propagacin de este verdadero
reino de la creacin interior del hombre; a ningn inventor le en
vidia su ciencia ni a rey alguno su corona.
Mas dnde y cmo se origin esta tradicin que despert al
humanismo y la religin para propagarse a travs de diversas trans
formaciones hasta los lmites del mundo habitado donde se va per-
diendo en las formas ms rudimentarias? Quin ense al hombre
el lenguaje tal como hoy todava todo nio lo aprende de otra
nersona sin que nadie lo invente por su propio intelecto? Cules
fueron los primeros smbolos que capt el hombre de suerte que la
primera semilla de la cultura viniera a los pueblos bajo el velo de
la cosmogona y las leyendas religiosas? Dnde se enlaza el primer .
Eslabn de la cadena de nuestra especie y de su cultura espiritual
y moral? Veamos lo que sobre ello nos revele la historia natural de
la tierra junto con las ms antiguas tradiciones.
LIBRO DCIMO

NUESTRA TIERRA HA SIDO FORMADA ESPECIALMENTE


CON MIRAS A LAS CRIATURAS DOTADAS DE VIDA

T) uesto que el origen histrico del gnero hum ano est envuelto
en la mayor oscuridad para el filsofo y desde los tiempos ms
remotos aparecen cosas raras que no cuadraban a tal o cual sistema,
se ha optado por el medio desesperado de cortar el nudo en vez de
desatarlo, considerando no slo la tierra como un campo de ruina
de moradas anteriores, sino tambin el gnero humano como un
puado de suprstites, un resto que logr escapar en montaas y
cuevas de una especie de juicio universal que habra sobrevenido
cuando el planeta haba llegado al ltimo da de un hipottico es
tado anterior diferente del actual. El intelecto, el arte y la tradi
cin de los hombres sera segn esto, una presa arrebatada al mundo
anterior que sucumbi 1; de ah que el gnero humano presente en
parte ya desde el principio cierto brillo que se basa en una expe
riencia milenaria, el cual, al menos en parte, no se podr aclarar
jams, ya que estos hombres sobrevivientes forman algo as como
un istmo que une y separa a la vez dos culturas.
Si esta opinin es verdadera, habr que conceder que no puede
haber una filosofa pura de la historia humana, ya que nuestra
especie no sera ms que los desperdicios arrojados por un cata
clismo anterior. Veamos en qu se funda esta hiptesis que hace
de la tierra y de la historia del gnero humano un caos sin solucin.
Por de pronto no parece que se base en el origen de nuestra
tierra, pues los primeros cataclismos y devastaciones que se pueden
registrar en ella, no suponen una historia humana transcurrida,

i Vase especialmente el ingenioso Ensayo sobre el origen del. conocimiento


de la verdad y de las ciencias, Berln, 1781. La hiptesis de que nuestro globo
terrqueo sea formado de las ruinas de otro mundo, es compartida por muchos
naturalistas, aunque por razones muy diversas.
sino que forman parte del ciclo de la evolucin gracias al cual la
tierra lleg a ser habitable1. El granito primario, ncleo interno-
de nuestro planeta no ofrece, en cuanto lo conocemos, ningn ves
tigio de seres orgnicos que hayan sucumbido; ni los contiene ni
Sus componentes los suponen. Es probable que esta formacin pri
maria del granito emergiese con sus cumbres ms elevadas de las
aguas de la creacin, ya que estas partes no demuestran ningn
efecto del agua marina; mas en estas alturas desiertas ninguna
criatura humana'pudo respirar ni menos alimentarse. El aire que
rodeaba esta masa no estaba todava segregado del agua ni del
fuego; enriquecido con diversas materias que se sedimentaron en
el fondo mucho ms tarde y en diversas combinaciones y perodos,
dndole poco a poco su forma actual. Este aire no pudo servir para
la respiracin de la criatura ms delicada de la tierra. Fu en el
agua donde se formaron los primeros seres vivientes, y nacieron con
el mpetu de una fuerza creadora primitiva que no poda ejercer
todava su accin en ningn otro lugar, y se organiz, por consi
guiente, en este sinnmero de crustceos, los nicos que podan
vivir en este mar preado de materias. A medida que la tierra
evolucionaba encontraron con frecuencia su ruina, y sus restos
sirvieron de fundamento a organizaciones ms elevadas. Cuanto
pis la roca primitiva quedaba libre de agua e iba siendo fertili
zada con los sedimientos que el agua dejaba depositados, es decir,
los elementos y organismos que haban estado en l, tanto ms avan
zaba la creacin de las plantas en pos de la base que el agua le haba
dejado, de manera que en cada latitud de la tierra vegetaba cuanto
pudiese vegetar. Mas tampoco en el invernadero de aquel inte
rregno poda existir todava ningn animal terrestre. En las altu
ras donde hoy crecen hierbas de Laponia, se puede hallar vegetales
fosilizados de la latitud ms calurosa del mundo, testimonio evi
dente de que la atmsfera all tena entonces un clima correspon
diente. Mas esta atmsfera deba estar ya altamente purificada por
haberse sedimentado tanta cantidad de materia, y deba de permitir
el paso de la luz sin la cual no habra vivido la planta. Pero el he
cho de que con estos fsiles vegetales no se haya encontrado ninguno
de origen animal, por no hablar de fsiles humanos, demuestra con
probabilidad que en aquella poca no los hubo todava en la tierra,
como quiera que no exista la materia de qu formarlos ni el alimen
to con qu nutrirlos. De esta manera la evolucin sigue su curso has
ta que por fin en las capas superiores de barro o arena aparecen pri
i Los hechos que confirman las afirmaciones que se liarn a continuacin,
estn dispersos en muchos libros de la geografa moderna, en parte en Buffon y
otros, y son del dominio pblico, de manera que no tengo reparos en citarlos
al pie de la letra.
mero los esqueletos de elefantes y rinocerontes. Lo que en capas
inferiores se ha tenido por formaciones humanas es todo de carcter
dudoso y fu declarado como esqueletos de anmales marinos por
naturalistas de peso. Parece que tambin en tierra firme inici la
naturaleza su obra en el clima ms caluroso y en enormes canti
dades, as como haba comenzado en el mar con crustceos acoraza
dos y grandes amonitas. Por lo menos, lo cierto es que junto con
los esqueletos de elefantes que se fosilizaron tarde y en algunos lu
gares se conservaron hasta con la piel, se hallaron serpientes, ani
males marinos, etc., pero nunca cuerpos humanos. Pero aunque
algn da se hallaren, sern siempre de fecha muy reciente en com
paracin con las antiguas rocas donde no se encuentra ningn ves
tigio de vida. As habla el libro ms antiguo de la tierra con sus
pginas de arcilla, esquisto, mrmol, cal y arena. Y qu dice acerca
de una transformacin de la tierra .a la cual hubiese sobrevivido
una especie humana cuyos restos seramos nosotros? Nada. Ms
bien todo lo que dice induce a creer que la tierra, desde su caos
inicial de fuerzas y materias bajo el calor vivificante del espritu
creador y a travs de una serie de revoluciones prepare torias, se
haya venido formando y desarrollando hasta que al fin pudiese
hacer su aparicin tambin la fina y delicada criatura humn,
coronacin de la obra creadora. Por lo tanto, los sistemas que
hablan de diez y ms cambios de las latitudes y polos, de cien cats
trofes que habran sobrevenido al suelo habitado y cultivado y de
mil expulsiones que habran arrojado a los hombres de regin en
regin, o que nos cuentan de sus monumentos y sepulcros debajo
4 e rocas y mares, pintando toda la historia primitiva con horror
y espanto, estos sistemas, digo, habida cuenta de las innegables
revoluciones geolgicas qu tuvieron lugar, contradicen la misma
estructura de las capas terrestres o, por lo menos, no encuentran en
stas ningn fundamento para su teora. Las fisuras y aperturas de
Jas capas geolgicas ms antiguas y sus paredes derruidas nada nos
dicen de una tierra que fuese habitada antes de nosotros; ms an;
si la masa antigua se hubiese fundido y reducido a causa d uii su
ceso como insina esa hiptesis, a buen seguro que no quedara
con vida ningn resto de ese mundo primitivo. Tanto la tierra
como la historia humana tal como ahora se presenta, siguen siendo
un. problema intacto para que el investigador lo resulva. nca-
rnonos con l, preguntamos;
II

DNDE ESTUVO EL LUGAR DE ORIGEN Y LA


MORADA MS ANTIGUA DE LOS HOMBRES?

No hace .falta probar que no pudo estar en algn extremo de


la tierra de formacin reciente, lo cual nos lleva en seguida a las
alturas de las rocosidades primitivas y las tierras que a su amparo
vinieron sedimentndose. Nacieron hombres por todas partes tal
como se formaron crustceos por doquier? Di el Atlas a luz al
negro, las Andes al americano, el Ural al asitico, los Alpes euro
peos al europeo? Tiene acaso cada mazizo montaoso principal
del mundo su propio grupo humano? Si cada Continente tiene sus
propias especies animales que no pueden vivir en otra parte y, por
consiguiente, deben haber nacido en l y para l, por qu no ha
de tener tambin su propia especie humana? No serian prueba de
ello la formacin de diversas nacionalidades, costumbres y carac
teres, y particularmente los idiomas tan diferentes? Cualquiera de
mis lectores sabe con cunto brillo ha sido expuesta esta argumenta
cin por varios sabios y agudos historiadores, hasta el punto de que
se tild, finalmente, de violenta la hiptesis que sostiene que si
bien la naturaleza pudo crear monos y osos en todas partes, no pudo
hacer lo mismo con los hombres. Se dijo que era contrario a su
modo normal de obrar que hubiese expuesto.a la especie ms frgil
a mil peligros a causa de semejante mezquindad tan ajena a su
manera de ser. "Mirad se dice cmo todava ahora la natura
leza derrocha las semillas, abandonando a la destruccin millones
de semillas no slo de plantas y vegetales, sino tambin de animales
y hombres. Y se nos quiere hacer creer que la madre fecunda tan
prdiga en semillas de toda clase de seres y variantes en los albores
(de su juventud virginal y la cual supo sacrificar a millones de seres
vivos en aras de una revolucin geolgica, como lo demuestra la
estructura terrestre, con el fin de crear nuevas especies, pues, en
el justo instante en que se pretenda fundar la especie humana
hubiese agotado su poder creador en los seres inferiores para con
cluir la obra de su exuberante laberinto con dos miserables ejem-
plars de la especie humana! Veamos cun lejos del proceso cul
tural e histrico de nuestra especie, de su origen, su carcter y rela
cin con los otros seres vivientes anda esta hiptesis aparentemente
tan brillante.
En primer lugar, es evidentemente contrario al proceder de la
naturaleza crear todos los seres vivos de una vez y en igual nmero,
porque la estructura terrestre y la de las criaturas lo hacen impo
sible. Los elefantes y los gusanos, los leones y los infusorios no
existen en igual nmero ni fu posible, en los comienzos remotos
y de acuerdo con su estructura, crearlos de golpe y en iguales pro
porciones numricas. Millones de moluscos tuvieron que sucumbir
antes de que sobre las rocosidades terrestres naciera una vida supe
rior en plantaciones y jardines. Todo un mundo vegetal perece
cada ao para alimentar la vida de seres superiores. Dejando a un
lado completamente las causas finales de la creacin, se ve que le
es inherente a la naturaleza hacer uno de muchos otros y destruir
dentro de las revoluciones del ciclo creador innumerables seres
para dar vida a otros ms nobles pero en menor nmero. As fu
subiendo por los grados inferiores de la escala, depositando siem
pre suficiente semilla para hacer durar las especies que quera con
servar, y preparando el camino para otras ms seleccionadas, deli
cadas y elevadas. Si el hombre haba de ser la corona de la crea
cin, no poda compartir con el pez o el plasma marino una mis
ma materia, ni el mismo da de nacimiento, ni una misma morada.
Por sus venas deba pulsar sangre y no agua; por lo tanto, el calor
vital de la naturaleza deba acrisolarse y la esencia destilarse hasta
que tiera de rojo la sangre humana. Todos sus vasos y fibras, su
mismo esqueleto deban ser formados de la arcilla ms fina, y puesto
que la omnipotente naturaleza no opera nunca sin causas segun
das, tena que prepararse la materia para este fin. Para esto pas
tambin por los animales inferiores; cada uno se origin cuando y
donde ella lo determinaba; las fuerzas penetraron por todos los
conductos abrindose paso hacia la vida. El amonita estuvo antes
que el pez; la planta precedi al animal el cual no poda existir
sin aqulla; el cocodrilo y el caimn se arrastraron antes de que el
sabio elefante recogiera hierbas blandiendo su trompa. Los anima
les carnvoros requeran la previa existencia de numerosas especies
que les haban de servir de alimento; por lo tanto no podan apa
recer al mismo tiempo y en igual nmero que aqullos. El hom
bre, por su parte, si haba de ser habitante de la tierra y rey de la
creacin, deba hallar terminados su imperio y su morada; nece
sariamente tuvo que aparecer a ltima hora y en menor nmero
que el de sus sbditos. Si la naturaleza hubiera podido producir
en su taller y con sus materias en la tierra algo ms sublime, puro
y bello que el hombre, por qu no habra de hacerlo? Pues si no
lo ha hecho es prueba de que con el hombre cerr su taller, aca
bando con la mxima parquedad sus creaciones que haba comen
zado en el fondo del mar con desbordante prodigalidad. Dios cre
al hombre dice la ms antigua tradicin escrita de los pueblos,
a su imagen; a imagen y semejanza de Dios lo cre, un hombre
y una mujer; despus de las innumerables criaturas que haba crea
do, el nmero ms pequeo; despus descans y no sigui creando.
La pirmide de la vida haba llegado al vrtice.
Dnde se produjo el vrtice? dnde naci el rey de la crea
cin? Necesariamente en el centro de las energas ms activas don
de, por as decirlo, la creacin estaba ms desarrollada y por ms
tiempo perfeccionada. Y dnde fu esto sino en el Asia, como lo
gugiere la misma estructura terrestre? En el Asia posea nuestro
globo esa altura de inmensa anchura y longitud que nunca haba
sido cubierta por las aguas y cuyas cumbres rocosas se extienden
en todas las direcciones. Aqu, por lo tanto, estaba el centro de gra
vitacin de las energas activas, aqu cerraba su circuito la corriente
elctrica, aqu hubo mayor sedimentacin de materias provenien
tes del fecundo caos. Alrededor de estas montaas se form el ma
yor de los Continentes como lo demuestra su configuracin; en estas
montaas y junto a ellas, vive la mayor cantidad de especies de ani
males, las que probablemente recorran ya estos parajes gozando
de su existencia cuando otras partes de la tierra estaban todava
cubiertas por las aguas, emergiendo apenas con algunos bosques o
la roca desnuda. La montaa de la creacin que imaginaba Linneo 1,
se encuentra en la naturaleza, slo que no como montaa sino espa
cioso anfiteatro, cadena de montaas que se va ramificando por
diversos climas. Hay que advertir dice Pallas2 que todos los
animales que se domesticaron en los pases del norte y del sur, se
encuentran en estado salvaje en la zona templada del Asia meri
dional (excepto el dromedario, cuyas dos familias no medran fuera
frica y se acostumbran con dificultad al clima de Asia) . El
lugar de origen del toro salvaje, del bfalo, del mufln, del cual
desciende nuestra oveja, de la cabra Bezoar y la cabra monts de
cuyo cruce naci nuestra fecunda cabra domstica, se encuentra
en las sierras que se extienden por el Asia meridional y parte de
Europa. El reno abunda en las altas montaas que limitan y cubren
el extremo oriental de Siberia, sirviendo all como animal de carga
y de tiro. Tambin se encuentra en los Urales desde donde invadi
los pases nrdicos. El camello con dos jorobas vive en estado salvaje
en los grandes desiertos entre el Tibet y la China. El jabal habita
los bosques y las cinagas de toda el Asia de la zona templada. El
gato monts del cual desciende nuestro gato domstico, es sufi
cientemente conocido. Finalmente es seguro que la raza principal
de nuestro perro desciende del chacal, aunque no creo que sea una
raza pura y me inclino a pensar que en tiempos prehistricos hubo

1 L innaei, Am oenit. acaden. vol. II, p. 49. O ratio de trra h abitdbili: mu


chas veces traducida.
2 Observaciones sobre las montaas en los Beitrdge zur physikalischen
Erdbeschreibung, (vol. 3, p. 250), y en otras traducciones.
mezcla de lobo, zorro y hasta hiena, lo cual explicara la enorme
variedad de razas perrunas, etc. Hasta aqu, lo reproducido es de
Pallas. Y quin conoce la riqueza en productos naturales del Asia
meridional? Es como si alrededor de esta elevacin mxima del
mundo no slo se hubiera formado la tierra ms. amplia sino tam
bin la ms frtil que desde un principio absorbi mayor cantidad
de calor orgnico. Los elefantes ms sabios, los monos ms inte
ligentes, los animales ms vivaces se encuentran en el Asia; ms
an: tal vez tenga, no obstante su decadencia, los hombres ms inte
ligentes y elevados en cuanto a su disposicin gentica.
rY qu diremos de los otros Continentes? La historia demuestra
que tanto los hombres como los animales de Europa proceden en
su mayor parte de Asia y que Europa misma constaba principal-
palniente de selvas y cinagas cuando Asia posea ya su cultura.
Del frica interior es poco lo que conocemos; especialmente la
altura y configuracin de su elevacin montaosa central nos es
desconocida por completo. Pero varias razones militan a favor de
la hiptesis de que ese Continente escaso de agua y con extensas
llanuras no tiene elevaciones montaosas comparables con las altu
ras y extensiones del Asia. Tambin l habr estado cubierto por
las aguas hasta perodos ms recientes y aunque el caluroso clima
del ecuador di a la ora y fauna un desarrollo rico y caracters
tico, parece, con todo, que tanto frica como Europa no son ms
que hijos reclinados en el regazo de la madre que es Asia. Estos
tres Continentes tienen en comn la mayor parte de la fauna y son,
vistos en conjunto, no ms que un solo Continente.
Y por ltimo, Amrica: Por una parte estn sus montaas
altsimas e inhabitables con sus volcanes todava activos; por otra,
las llanuras interminables y en gran parte a nivel del mar. De la
vida predominan la vegetacin, los anfibios, insectos y aves, siendo
menos en nmero y perfeccin las especies de animales terrestres
comparadas con las del Viejo Mundo. Si a esto agregamos la consti
tucin reciente y primitiva de todos sus pueblos, vemos que hay
pocos indicios que sealen a este Continente como el ms antiguo en
ser habitado. Por el contrario, para el naturalista constituye un
enjundioso problema sobre las diferencias existentes entre los dos
hemisferios opuestos. Difcilmente, pues, se puede sostener que la
primera pareja humana haya nacido en el hermoso valle de Quito,
^oor ms que yo le concedera gustoso semejante honor, lo mismo que
al Atlas de frica, y no deseo contradecir a quien presente pruebas
fehacientes.
Pero basta ya de Hieras suposiciones de las que no quisiera se
abuse para negar al Omnipotente el poder y la materia con que
crear hombres donde le plazca. El que pobl mares y tierras con
vida, pudo tambin dar a cada Continente su rey nativo si tal
hubiera sido su gusto. Pero acaso en el carcter de la huma
nidad tal como lo hemos expuesto hasta aqu, se pueda encontrar
la causa por la que no le plugo hacerlo as. Vimos que la inteli
gencia y el sentir humano del hombre dependen de la educacin,
el lenguaje y la tradicin, y que la ms profunda diferencia de
nuestra especie respecto de la animal radica en que esta ltima
trae al mundo su instinto infalible completamente desarrollado.
Si esto es as, basta para que el hombre no pudiese ser arrojado
en el caos de la vida lo mismo que los animales, en virtud de su
carcter especfico. El rbol, que en todas partes pudo florecer slo
con especiales cuidados, haba de brotar de una sola raz en el lugar
ms propicio a su desarrollo donde el mismo que lo haba plan
tado pudiese cultivarlo. El gnero humano, destinado al humanis
mo, haba de ser desde su origen una familia unida por la misma
sangre y guiada por una nica tradicin educadora, y de esta ma
nera se form el conjunto tal como todava ahora se forma la fa
milia: ramas de un mismo tronco, renuevos de un mismo vivero de
origen. Cualquiera que considere las caractersticas de nuestra natu
raleza, la estructura y especie de nuestro intelecto, la manera de
formar nuestros conceptos y la propia humanidad de cada uno, ten
dr que admitir que este plan privilegiado de Dios que nos distin
gue de los animales tambin por nuestro origen, es el ms ade
cuado, el ms hermoso y digno. Con l fuimos hechos los nios
mimados de la naturaleza que ella, como a frutos de madurez crea
dora, o si se quiere, como a hijos de su vejez, produjo en el lugar
que ms convena a estos tiernos y tardos retoos. All los educ
con mano maternal rodendolos de todo cuanto pudiese facilitar
(desde el principio el cultivo de su complicado carcter humano.
As como slo un intelecto humano fu posible en la tierra, y la
naturaleza no produjo ms que una especie de criaturas dotadas
de razn, as tambin educ a estas mismas en una sola escuela de
lenguaje y tradicin, hacindose cargo de esta educacin mediante
una sucesin de generaciones con un solo origen.
III

LA EVOLUCIN DE LA CULTURA Y DE LA HISTORIA


SUMINISTRAN PRUEBAS HISTRICAS DE QUE
EL ORIGEN DEL GNERO HUMANO SE
ENCUENTRA EN ASIA

De dnde son originarios todos los pueblos de Europa? De


Asia? De la mayor parte lo sabemos con certeza: conocemos el origen
de los lapones, finlandeses, germanos, godos, galos, eslavos, celtas,
cimbros, etc. En parte por sus idiomas o restos del mismo, en parte
por informaciones sobre los lugares que antiguamente habitaron,
podemos seguir su trayectoria hasta cerca del Mar Negro o la regin
trtara, donde sobreviven restos idiomticos. Del origen de otros
pueblos sabemos menos por desconocer su historia ms antigua,
pues slo los documentos de tiempos pasados certifican la autoc
tona de una nacin. El da que el doctsimo historigrafo y eti-
mlogo Bttner nos abra los tesoros de sus extraordinarios conoci
mientos, hasta ahora inaccesibles, para dotar, como podra hacerlo,
a una serie de pueblos de su rbol genealgico, desconocido hasta
el da de hoy para ellos mismos, se habr hecho benemrito de la
humanidad en sumo grado1.
El origen de los africanos y americanos, fuerza es reconocerlo,
permanece ms oscuro para nosotros; mas en cuanto conocemos el
extremo norte del primero de los Continentes mencionados y sus
ms antiguas tradiciones, el origen es asitico. Ms al sur nos tene
mos que contentar con no encontrar en la figura y color del negro
nada que se oponga a semejante origen, sino ms bien una gama
de continuas transiciones en las formaciones climticas, tal como
trat de demostrarla el sexto libro de la presente obra. Dgase lo
mismo de Amrica, poblada en fecha ms reciente, cuya coloniza
cin por parte del Asia oriental parece probable por el aspecto
uniforme que presenta su poblacin. Ms que la evolucin de los
pueblos nos dicen sus idiomas; ahora bien: en qu lugar de la
tierra existen las lenguas ms antiguas culturales? En el Asia. El
que quiera observar el fenmeno de que los pueblos en una exten
sin de miles de millas cuadradas hablen todos en lenguas monosi
lbicas, que vaya al Asia. En la parte ms all del Ganges, en el
Tibet y China, Birmania, Agr, Arraca y Benars, Tonkn, Laos,

i Este sabio est trabajando en una obra de esa ndole, de vastas propor
ciones.
Cochinchina, Cambodia y Siam, se habla nicamente con monos
labos sin flexin. Es probable que as se hayan quedado, fieles a
la primitiva norma de su cultura idiomtica y su escritura, ya
que en este rincn del Asia las instituciones ms antiguas se han
conservado casi inmutables. Si alguno quiere conocer lenguas cuya
riqueza grande, casi exuberante se reduce a muy pocas races de
manera que con una regularidad notable y un arte casi infantil
expresan un nuevo concepto por medio de una minscula modi
ficacin del radical, combinando as la variedad con la pobreza,
que contemple la extensin del sur de Asia desde la India hasta
Siria, Arabia y Etiopa. El idioma bengals tiene setecientas races
que constituyen, por as decirlo, los elementos de la razn, con los
cuales forma verbos, sustantivos y todas las dems partes de la
sintaxis. El idioma hebreo y los de la misma familia, aunque de
muy otra ndole, llaman la atencin al estudiarse su estructura
hasta en los escritos ms antiguos. Todas sus palabras se reducen a
races de tres letras, las que tal vez fueron al principio tambin
monosilbicas. Luego, a causa de su propio alfabeto, tomaron esta
forma de as tres letras ya en pocas remotas, despus de lo cual toda
la lengua se construy sobre esta base mediante adiciones y flexio
nes extremadamente sencillas. Una riqueza inimaginable de con
ceptos se reduce en la lengua rabe evolucionada a pocas races,
de manera que las lenguas europeas hechas a remiendos con sus
verbos auxiliares intiles y sus flexiones aburridas nunca hacen un
papel ms pobre que cuando se as compara con os idiomas asi
ticos. stos, en consecuencia, cuanto ms antiguos, ms difciles
resultan de aprender para el europeo, el cual tiene que renunciar
a su intil verbosidad para enfrentarse a un sutilsimo juego jero
glfico de una regulacin casi insensible que lo vuelve apto para
servir al lenguaje transparente de las ideas.
La seal ms segura de la cultura de un idioma es su escritura;
cuanto ms antigua, ingeniosa y meditada sta, tanto ms culta
aqulla. . Con excepcin tal vez de los escitas, que tambin eran
de origen asitico, no Hay ninguna nacin europea que pueda glo
riarse de poseer un aifabeto de su propia cosecha; en este punto
hacen ei pape de brbaros juntamente con los negros y americanos.
Slo e Asia posea a escritura, y esto desde los tiempos ms remo
tos. La primera nacin culta de Europa, los griegos, recibieron su
alfabeto de manos de un oriental, y todos los otros caracteres de
-los alfabetos europeos son rasgos derivados o malogrados de las
letras griegas, como lo demuestran las tablas de Bttner1.
Tambin la ms antigua escritura de letras que los egipcios

1 Vase las T ab las com paradas de las escrituras de diversos pu eblos , de


Bttner, Gottingen, 1771.
usaron en sus momias, es fenicia, de la misma manera que el alfa
beto copio es una deformacin del griego. Entre los negros y "ame
ricanos ni siquiera hay que pensar en una escritura de su propia
invencin; de entre ellos los aztecas no se elevaron por encima de
sus primitivos jeroglficos ni los incas ms all de sus cordeles anu
dados. El Asia, en cambio, ha agotado el arte de la escritura en
caracteres y jeroglficos artsticos, de suerte que en sus rasgos se
encuentran casi todas las formas imaginables de fijar el lenguaje
humano. El idioma bengals tiene cincuenta letras y doce vocales;
el chino ha elegido de entre el mar insondable de caracteres que
posee ciento doce para vocales y treinta y seis para consonantes. Y
as siguen las cosas a travs de los alfabetos tibetano, singals, ma-
rrato y manch, hasta con diferentes direcciones en los signos. Algu
nas de las escrituras asiticas son tan antiguas que se ve bien cmo
el idioma mismo se form a una con ellas y para ellas. La escritura
simple y bella de las ruinas de Perspolis, ni siquiera la hemos lo
grado descifrar hasta el da de hoy-
Si de los instrumentos de la cultura pasamos ahora a la cultura
Spisma. dnde se hubiera podido originar sta con anterioridad a
la asitica ya que desde all se propag a las otras regiones por
caminos conocidos? El primer paso fu el dominio sobre los ani
males el cual, por lo que se refiere a este Continente, supera todas
las revoluciones de la historia. Y no era slo que estas montaas
primitivas del mundo ofrecan, como vimos, el mayor nmero de
animales domesticables; la sociedad humana, por su parte, lleg
tan pronto a domesticarlos que nuestras especies ms tiles como
perros, ovejas y cabras nacieron solamente gracias a esta domes
ticacin y son, por lo tanto, nuevas especies animales, producto
del arte asitico. El que quiera hallar el centro de exportacin de
animales domsticos- debe internarse en las alturas del Asia; cuanto
ms se aleje de all (tomando las cosas en su conjunto), menor ser
el nmero de animales domesticados. En el Asia, hasta sus islas del
sur, todo est lleno de ellos; en Nueva Guinea y Nueva Zelandia se
encontraron solamente el perro y el cerdo, en Nueva ^Caledonia el
perro solo, y en toda la extensa Amrica eran el guanaco y la llama
los nicos animales domsticos. Adems, en Asia y frica se en
cuentran las mejores, ms hermosas y cultivadas especies. El dchi-
gueta y el caballo rabe, el asno salvaje y el domstico, el argal y
la oveja, el macho cabro salvaje y el angora son el orgullo de su
clase; el elefante ms inteligente es el asitico, usado desde tiempos
remotos con gran ingenio, y el camello era insustituible en este
Continente. Respecto de la belleza de algunos de estos animales,
frica entra en competencia con Asia; pero en lo que toca al uso
est muy atrasado hasta nuestros das. Europa debe todos sus ani
males domsticos al Asia; lo que tiene nuestro Continente ci su
propia cosecha son quince o diecisis especies, en su mayor parte
ratones y murcilagos 1.
No es otro el cuadro que se presenta referente al cultivo del
suelo y sus productos, ya que gran parte de Europa fu hasta tiem
pos muy recientes una selva, y sus habitantes, si queran alimen
tarse de vegetales, difcilmente hallaran otra cosa que races, hierbas
silvestres, bellotas y manzanas silvestres. En algunas regiones del
Asia a las que nos referimos, los cereales crecen en estado silvestre
v la labranza de los campos cuenta con una edad inmemorial.
Los mejores frutos de la tierra: la vid, el olivo, limones e higos, la
naranja y todas nuestras frutas, castaas, almendras v nueces, etc.,
etc., se trasplantaron del Asia primero a Grecia y frica y luego a
otras partes. As, pues, tambin, estos dones haban de llegarnos por
va de la tradicin. Amrica no cultivaba la vid; tambin a frica
lleg slo por manos europeas.
No hace falta probar con extensos argumentos, que las cien
cias y artes hayan florecido primero en Asia y el vecino Egipto; los
monumentos y la historia e los pueblos lo atestiguan y la obra de
Goguet est en manos de todos-. Las bellas artes, lo mismo que las
tiles, cultivlas este continente desde tiempos muy remotos, siem
pre de acuerdo con el refinado gusto asitico, como lo demuestran
las ruinas de Perspolis y los templos de la India, las pirmides del
Egipto y tantas otras obras de las cuales existen restos o leyendas.
Casi todas ellas se elevan muy por encima de la cultura europea y
no tienen igual en frica y Amrica. La sublime poesa de varios
pueblos del sur de Asia tiene famr mundial y cuanto ms anti
guas, ms gala hacen de una simplicidad y dignidad que merecen
llamarse divinas. Cul es el pensamiento agudo, digo ms: cul es
la inspiracin potica venida al alma de un tardo occidental que
no se encuentre en germen en un aforismo o una circunlocucin
de algn remoto oriental, con tal de que ste enfocase el tema den
tro de su esfera? El comercio de los asiticos es el ms antiguo del
mundo y los inventos ms importantes son de ellos, entre los que
figuran tambin la astronoma y cronologa. No hace falta par
ticipar de las hiptesis de Bailly para quedar maravillado a causa
de la temprana y amplia difusin de algunas observaciones astro
nmicas, divisiones de materias y habilidades d e. artesana que no
pueden negarse a los pueblos ms antiguos del Asia4. Parece que sus
sabios ms antiguos, preferentemente los que estudiaron el cielo,

1 Z i m m e r m a n n , G e o g ra p h isc h eG esch ich te e r M en sch en , t . S , p . 1 8 3 .


2 D el origen de las leyes, artes y ciencias , Lemgo, 1770, 4.
3 J o n e s , P o eseo s A sia tic . c o m m e n tar., edit. Eichhom., Lips., 1777.
B a i l l y , Gesch. der Sternkunde des A llerhu m s ., Leipz., 1777.
fueron observadores del silencioso transcurrir del tiempo, ya que an
ahora, n medio de la profunda decadencia de algunas naciones,.
se manifiesta la inclinacin a los clculos y operaciones aritmticas x.
El brahmn calcula con enormes cifras de memoria y las divisio
nes del tiempo las sabe de corrido, desde las ms pequeas hasta las
grandes revoluciones celestes, y se engaa muy pocas veces sin tener
a su disposicin los medios auxiliares del europeo. El mundo an
tiguo le ha dejado en herencia las frmulas que l ahora slo tiene
que aplicar; tambin nuestra cronologa del ao es de origen asiti
co y nuestras cifras y constelaciones celestes provienen del Egipto
o de la India.
Si, finalmente, las formas de gobierno son el arte ms difcil
de la cultura, dnde existieron las monarquas ms antiguas y ms
grandes? dnde los Imperios del mundo encontraron sus cimientos
ms firmes? Desde milenios la China conserva su antigua Constitu
cin, y no obstante las repetidas invasiones trtaras, siempre los
vencidos lograron amansar a los vencedores e imponerles el yugo
ele su antigua Constitucin; cul es la forma de gobierno europea
que puede gloriarse de semejante hazaa? En las montaas del
Tibet gobierna la hierocracia ms antigua del mundo y el poder
de las castas hindes es tan antiguo y arraigado que se ha hecho
como una segunda naturaleza en el ms manso de los pueblos. En
el Eufrates y el Tigris, en el Nilo y en las montaas de los rnedos
son monarquas pacficas o aguerridas las que intervienen desde los
tiempos ms remotos en los destinos de los pueblos occidentales.
Hasta en las alturas trtaras se ha combinado la libertad indepen
diente de las hordas con un despotismo de los Khanes que ha ser
vido de modelo a ms de un sistema de gobierno europeo. Desde
todas partes del mundo, a medida que uno se va acercando al Asi:-.,
aumenta el nmero de imperios fundados sobre fundamentos in
conmovibles cuyo poder ilimitado se ha impreso en la mentalidad
de los pueblos de tal manera que el rey de Siam se ri de una na
cin sin rey como de un monstruo sin cabeza. En frica, los go
biernos despticos son ms firmes a medida que se acercan al Asia.
Cuanto ms descendemos al sur, ms primitivo es el estado que
presenta la tirana, hasta que finalmente entre los cafres se pierde
en el sistema pastoril patriarcal. En los mares del sur, cuanto ms
cercanos al Asia, tanto ms florecen las artes, la artesana, el es
plendor y su consorte: el despotismo real; cuanto ms alejadas estn
algunas islas, o tambin en Amrica y los confines del hemisferio
sur, una Constitucin ms simple se presenta en formas ms pri

i Vanse los viajes de Le Gentil en la coleccin de EbeUng, parte 2, p. 406,


etc.; a l t h e r , D octrina tem porum In dica, despus de B e y e r , H istor. regni Grae-
W
cor. B actrian i Petrop-, 1783, etc.
mitivas, lo mismo que la libertad de las tribus y familias. Tanto es
esto as que algunos historiadores hicieron derivar hasta las dos
monarquas que hubo en Amrica, las de Mxico y Per, de la ve
cindad de Imperios despticos del Asa. Todo el aspecto del Conti
nente, particularmente alrededor de los macizos montaosos, lo de
lata como la morada ms antigua, a la vez que las tradiciones de
estos pueblos se remontan, como es sabido, lo mismo que su cro
nologa y sus religiones, hasta miles de aos atrs, lindando con el
mundo prehistrico. Todas las leyendas europeas y africanas (ex
ceptundose siempre el Egipto), no son ms que fragmentos per
didos de fbulas ms recientes en comparacin con las construcciones
monumentales de antiguas cosmogonas como las tienen la India,
el Tibet, la antigua Caldea y hasta el bajo Egipto; son sonidos dis
persos de un eco errante frente a la voz del mundo asitico primi
tivo que se pierde en la mitologa.
Pues, por qu no seguir esta voz y, de ser posible, hasta su
fuente, ya que los hombres no tenemos otro medio de formacin
que la tradicin? Verdad es que se trata de un sendero expuesto a
errores como cuando se sigue el arco iris o el eco; porque as como
un nio no sabe relatar su nacimiento por ms que haya sido su
protagonista, as tampoco podemos esperar que el gnero humano
nos sepa dar informacin de rigor histrico sobre su creacin y su
primera instruccin, de la invencin del lenguaje y de sus prime
ras moradas. No obstante, tambin el nio recuerda siquiera algu
nos rasgos de su infancia, y si varios nios, educados juntos y luego
separados por la vida, nos cuentan cosas idnticas o parecidas, por
qu no los habramos de escuchar? Por qu no soar con lo que
nos dicen, y meditar sobre ello, si ya no podemos contar con do
cumentos ms explcitos? Y puesto que es manifiestamente el plan
de la Providencia instruir a los hombres por los hombres, es. decir,
mediante una tradicin continuada, no dudemos de que tambin
en este punto nos concedi cuanto necesitamos saber.

IV

TRADICIONES ASITICAS SOBRE LA CREACIN DE LA


TIERRA Y EL ORIGEN DEL GNERO HUMANO

Mas dnde comenzar, a dnde dirigir nuestros pasos en esta


selva catica donde tantas voces engaosas, tantas luces falsas des
van al viajero? No es mi nimo aadir una letra siquiera a la
biblioteca de fantasas que sobre este punto tiene atiborrada la me-
mora humana. Tratar, pues, de separar lo ms que pueda las
suposiciones de los pueblos o las hiptesis de sus sabios de los he
chos corroborados por la tradicin, y en sta sus grados de certi
dumbre y su antigedad. El ltimo pueblo de Asia, el que se glora
de la mayor antigedad, los chinos, no poseen ningn dato histrico
seguro que se remonte ms all del ao setecientos veintids antes
de Cristo. Los Imperios de Fo-Hi y Hoang-Ti pertenecen a la mito
loga y lo que precede a Fo-Hi, la poca de los espritus o de los
elementos personificados, lo consideran los mismos chinos como
alegora potica. Su libro ms antiguo1, reencontrado 176 aos antes
de Cristo, o mejor dicho, compuesto y completado con dos ejem
plares salvados del incendio, no contiene ninguna cosmogona ni
los orgenes de la nacin. Yao ya est gobernando en las montaas
de su Imperio; a una orden suya se observan las estrellas, se cons
truyen riegos, se elabora la cronologa. Los sacrificios y los negocios
se desarrollan segn un orden ya fijado. No nos queda otra cosa
que la metafsica china del primer gran Y 2, cmo del uno y del dos
nacieron el cuatro y el ocho, cmo despus de abierto el cielo Puan-cu
lc^ tres Hoang gobernaron cual personajes milagrosos hasta que
se iniciara a historia propiamente humana con Gin-Hoang, el pri
mer legislador que, nacido en el monte Hing-ma, dividi la tierra
y las aguas en nueve partes. Sin embargo, esta mitologa abarca to
dava muchas generaciones posteriores, de manera que no se presta
a sacar conclusiones acerca de los orgenes si nt> es acaso el que
fije la morada de estos reyes y sus personajes fabulosos en las altas
montaas del Asia, que eran tenidas por sagradas y honradas con
toda la mitologa ms antigua. Una montaa alta en medio de la
tierra es objeto de veneracin, aunque sea en nombre de esos seres
fabulosos que denominan reyes.
Si subimos al Tibet, hallamos an ms acentuada la situacin
de las tierras habitadas alrededor de la montaa ms elevada, ya
que toda la mitologa de este Imperio espiritual se funda en ello.
La altura y las dimensiones del monte son descritas como pasmosas.
Monstruos y gigantes montan guardia al pie del monte, y siete ma
res y siete montaas de oro le rodean. En la cumbre habitan los
Lahen y otros seres inferiores en escala descendente. A travs de
edades inconmensurables descendieron estos contemplativos del cielo
en dos cuerpos cada vez ms groseros hasta que vinieron a parar
en figura humana cuyos progenitores fueron una pareja de monos
aborrecibles. Tambin el origen de los animales se explica por al
gunos Lahen arrojados de sus alturas3. Es una mitologa dura, que
i L e Chou-King, un des livres scicrs des Chinois , Pars, 1770.
- Recherches su r les tem ps antrieurs ceux dont parle le C hou-K ing p.
Prm are, antes de la edicin de Chou-King, etc., por Deguignes.
3 G e o r g i i , A lphabet. T ib ean. Rom., 1762, p. 181 y en otros pasajes.
construye montaa abajo hasta ir a parar con el mundo en el mar,
al que llena de monstruos. A uno de ellos, la eterna necesidad,
entrega finalmente todo el sistema de seres. Mas tambin esta tra
dicin deshonrosa que hace derivar al hombre del mono se en
cuentra tan entrelazada con motivos posteriores que resulta difcil
considerarla ntegramente antigua.
Sera de desear que obtuviramos la tradicin ms antigua del
milenario pueblo de los hindes. Pero amn de que esta primera
secta del Brahma hace mucho ha sido exterminada por los secuaces
del Vishn y Shiva, entre el material recogido hasta ahora por euro
peos figuran slo leyendas recientes que ora hacen el papel de una
mitologa popular ora de doctrinas interpretativas para sus sabios.
Adems, las diferencias de provincia en provincia son abismales,
de manera que pasar mucho tiempo antes de que podamos contar
con el verdadero idioma snscrito lo mismo que con el verdadero
Veda de los indios; y aun entonces es poco lo que puede esperarse
respecto de la informacin sobre sus tradiciones ms antiguas, ya
que ellos mismos juzgan perdida la primera parte de la obra. Mas
tambin entre algunas de las fbulas posteriores se asoma alguno
que otro grano histrico de las leyendas primitivas. As, por ejemplo,
en toda la India, el Ganges es sagrado y baja inmediatamente de
las montaas sagradas que son los pies del creador del mundo,
Brahma. En la octava transformacin, Vishn apareci como Prasa-
rama. Las aguas cubran todava toda la tierra hasta las montaas
de Gate. Entonces rog al dios del mar que le diera lugar y retirara
el mar hasta donde llegara a tirar la flecha. El dios lo prometi
y Prasarama lanz el tiro. Hasta donde lleg la flecha, hubo tierra
firme, la costa de Malabria. La narracin nos dice, como lo anota
tambin Sonnerat, que en otros tiempos el mar llegaba hasta el
monte Gate y que la costa de Malabria es tierra de formacin ms
reciente. Otras leyendas de pueblos de la India narran de otra ma
nera el origen de la tierra y del agua. Vishn estaba flotando en
una hoja; el primer hombre naci de l en forma de flor. En la
superficie del agua flotaba un huevo que Brahma hizo madurzr y
de cuya cscara se origin l- aire y el cielo mientras de su contenido
nacieron los hombres y animales. Pero es necesario leer estas leyen
das en el tono de fbula propio de los indios infantiles 1.
El sistema de Zoroastro 2 es evidentemente ya una doctrina fi
losfica, y aunque no estuviera mezclado con leyendas de otras sectas,
difcilmente podra pasar como tradicin primitiva; sin embargo,
hay en l rastros reconocibles de tales tradiciones. El gran monte
Albordi en el centro de la tierra vuelve a aparecer y extiende sus

1 Sonerat, Baldeus, Dow, Hollw'eH, etc.


2 Z en d -A vesta. Riga, 1776-1778.
montaas-secundarias a su alrededor. El sol circula alrededor de
l; por sus faldas bajan los ros; mares y tierras fueron distribuidos
por l. Las figuras de las cosas existan primero en imgenes tpicas,
en grmenes, y como todas las mitologas del Asia superior abundan
en monstruos del mundo primitivo, as tiene tambin sta el gran
toro Kayamortis de cnyo cadver nacieron todas las criaturas de la
tierra. En la cumbre de la montaa, lo mismo que en el monte de
los Lahen, est el paraso, sede de los espritus bienaventurados y
hombres transfigurados, as como la fuente primitiva de los ros,
el agua de la vida. Por lo dems, la luz que divide.las tinieblas,
las dehace y supera, fertiliza la tierra y beatifica a todas las criatu
ras, es manifiestamente el primer principio fsico de todo el sistema
luminoso de los persas, que aplicaron esta idea nica de mil mane
ras en el culto divino, la moral y la poltica.
Cuanto ms descendemos de la altura del Asia en direccin al
oeste, ms se abrevian las edades y leyendas del mundo primitivo.
En todas ellas se advierte ya un origen posterior, y la aplicacin de
tradiciones extraas de pases montaosos a regiones de la llanura.
En su colorido local se hacen cada vez ms inadecuadas, pero en
cambio ganan en claridad y perfeccin del sistema mismo, ya que
de la antigua fbula slo restan unos pocos fragmentos y aun estos
vestidos de color local. Por esto me parece un tanto extrao que
por una parte se pretendiera calificar a Sanchoniatn de fraudu
lento, y por otra se le presentara como el primer profeta del mundo
primitivo, ya que a esto se opona la sola situacin geogrfica de
su pas. La idea de que el principio del mundo haya sido el aire
sin ningn rayo de luz, un caos oscuro que desde tiempos inmemo
riales haba flotado en el espacio desierto, hasta que el espritu
creador se enamor de sus propios principios ontolgicos de cuya
mezcla naci el de la creacin; esta mitologa es una forma de
imaginacin tan antigua y tan comn a los pueblos ms diversos
que bien poco le qu.ed para inventar en ello al fenicio. Casi no
hay pueblo asitico, inclusive el egipcio y el griego, que no cuente
la tradicin del caos o del huevo incubado; por qu no haban de
encontrarse tales tradiciones, escritas en un templo fenicio? Que las
primeras semillas de las criaturas hayan estado en el barro siendo
los primeros seres dotados de razn una especie de personajes pro
digiosos, espejos del cielo (Zofasemin), que despertaron por el
trueno para producir diversas criaturas con su poder milagroso, es
tambin una leyenda muy difundida, y aqu algo abreviada, la cual
con algunas variantes se extiende a travs de las montaas medas
y tibetanas hasta la India y la China, y llega luego hasta Frigia y
Tracia; pues sus restos aparecen todava en la mitologa de Hesodo
y en la rfica. Pero si luego leemos extensas genealogas del viento
Colpas, es decir, la voz del espritu divino y su mujer la Noche, sus
hijos, el Primognito y En, sus nietos: Gnero y Especie, sus biz
nietos: Luz, Fuego y Llama, y sus tataranietos, los montes Casio, L
bano, Antilbano, etc., atribuyndose a estos nombres alegricos las
invenciones del gnero humano, entonces se requiere un prejuicio
a toda prueba para considerar que ese embrollo de viejas leyendas
malentendidas q'ue el compilador encontrara como meros nombres
de los que hizo personas, sea una cosmologa y una historia, la ms
antigua, del gnero humano.
Ms al .sur del Egipto no hay por qu buscar tradiciones del
mundo primitivo. Los nombres de sus dioses ms antiguos presentan
restos innegables de una tradicin paralela con la fenicia; la vieja
noche, el espritu, el creador, el barro con las semillas de las cosas,
vuelven aqu a aparecer. Mas como todo cuanto sabemos de la mi
tologa ms antigua del Egipto es tardo, incierto y oscuro, y siendo
adems toda mentalidad'mtolgica de este pas tributaria del clima,
no hace a nuestro propsito buscar entre esos dolos, ni menos en
las fbulas de los negros, leyendas del mundo primitivo que puedan
servir de base para una filosofa de la ms antigua historia humana.
Tambin histricamente no nos queda ms en toda la .tierra
que la t r a d i c i n e s c r i t a , la que solemos llamar la mosaica.
Dejando a un lado todo prejuicio, y prescindiendo, en consecuen
cia, por completo de cul sea su origen, sabemos que tiene ms de
tres mil aos de antigedad siendo en todo caso el libro ms an
tiguo con que cuenta nuestra joven especie. Una mirada nos dir
lo que estas pginas sucintas quieren y pueden decirnos con su sim
plicidad, no considerndolas como historiografa sino como una tra
dicin o como una antigua filosofa de la historia humana, a la cual
me apresuro, por este motivo, a despojar d'e sus poticos adornos
orientales.

LA TRADICIN ESCRITA MAS ANTIGUA SOBRE EL


ORIGEN DE LA HUMANIDAD

Cuando comenz la creacin de nuestra


t i e r r a y de n u e s t r o c i e l o narra la leyenda e r a
la t i e r r a p r i m e r o un c u e r p o c a t i c o y d e f o r
me e n v u e l t o p o r u n o s c u r o ma r , y u n a f u e r z a
vi va e i n c u b a d o r a f l o t a b a s o b r e las aguas.
Si se quisiera describir el estado primitivo de la tierra de acuer
do con las experiencias ms modernas tal como la razn investiga
dora puede, hacerlo sin el revuelo de hiptesis insostenibles, no se
podra hacer de otra manera que como lo hace esta antiqusima des
cripcin. Una inmensa roca grantica, cubierta en su mayor parte por
las aguas, y sobre ella las fuerzas-de la naturaleza preadas de vida:
esto es lo que sabemos, y nada ms. Que esta roca fuera despedida
por el sol en estado de incandescencia, es un pensamiento gigantesco,
el cual, empero, no encuentra su fundamento en la analoga de la
naturaleza ni menos en la evolucin de la tierra; porque cmo se
form el agua sobre esta masa incandescente?, de dnde le vino su
forma esfrica?, y de dnde sus revoluciones alrededor de su eje, y
los polos, siendo as que el imn pierde su poder en el fuego? Mu
cho ms verosmil es que esta maravillosa roca primitiva se haya
formado por s misma gracias a fuerzas intrnsecas, es decir, que
se fu sedimentando y solidificando del caos preado del que deba
formarse la tierra. Pero la tradicin mosaica saltea tambin este
caos y describe en seguida la roca, con lo cual desaparecen tambin
aquellos monstruos y personajes fantsticos caticos de la tradicin
ms antigua. Lo que tiene este pasaje filosfico en comn con aque
llas leyendas, son acaso los Elohim, tal vez el Lahen, el Zofesamn
etc., pero acrisolados hasta el concepto de una unidad causal. No
son criaturas sino el creador mismo.
L a c r e a c i n de l a s c o s a s se i n i c i a c o n l a
l u z ; c o n e s t o se d e s t i e r r a l a a n t i g u a n o c h e ,
c o n e s t o se s e p a r a n l o s e l e m e n t o s , Y qu otro
principio conocemos, de acuerdo con investigaciones antiguas y mo
dernas, que sea tanto diversificante como vivificante, si no es la luz,
o si se prefiere, el fuego elemental? Se encuentra disperso en toda
la naturaleza, distribuido con desigualdad segn la afinidad de los
cuerpos. En constante movimiento y actividad, lquido y activo por
s mismo, es la causa de toda liquidez, calor y movimiento. Hasta
el principio elctrico no parece ser ms que una modalidad de
aqul; y puesto que toda la vida en la naturaleza se desarrolla so
lamente por el calor y se manifiesta por el movimiento de los l
quidos y el semen de los animales, acta mediante una fuerza dila-
tadora, excitante y vivificante, semejante a la luz, habindose ob
servado la intervencin de la luz y la electricidad tambin en la
fecundacin de las plantas, vemos ahora que en esta antiqusima
cosmogona filosfica no hay otra causa inicial que la luz. Y no una
luz solar, sino una luz que prorrumpe del interior de esta masa
orgnica, tambin esto de acuerdo a las modernas experiencias. No
,son los rayos solares los que dan vida y alimentan a todas las cria
turas, sino que todo posee su calor interior, aun la roca y el hierro
fro. Ms an: una criatura es viva, sensible y activa slo en la
medida en que participa de este fuego gentico y sus ulteriores
efectos en la poderosa circulacin del movimiento intrnseco. Aqu,
pues, se encendi la primera llama elemental, no como Vesubio lan
zando llamas, no como cuerpo terrestre encendido, sino como poder
diversificante que era blsamo calorfero y nutritivo de la natura
leza, el cual, poco a poco, puso a todas las cosas en movimiento.
Cunto ms bureta y menos verdica es la tradicin fenicia al hacer
despertar las fuerzas naturales en forma de animales por ravos y
truenos! En este sistema ms ingenioso que sin duda ser corro
borado por las sucesivas experiencias, el promotor de la creacin
es la luz.
Para evitar malas interpretaciones en la siguiente exposicin
de los das de la creacin, recuerdo lo que cualquiera ve a primera
vista, a saber, que toda esta idea de un sistema autnomo de crea
cin se basa en una oposicin de factores en virtud de la cual las
divisiones tienen un significado simblico y no fsico. Puesto que
nuestra vista no puede abarcar de un solo golpe toda la creacin
v sus relaciones de causalidad mutua, fu menester establecer divi
siones, y eran las ms naturales la contraposicin de cielo y tierra,
v luego de tierra y mar, por ms que en la realidad constituyen un
reinado homogneo de seres que ejercen su influjo causal sobre otros
y reciben el de aqullos. De esta manera, el antiguo documento es
el cuadro primero e ingenuo de un orden natural al que la deno
minacin de das de la creacin sirve slo a manera de divisin es
quemtica, conforme a otro fin secundario perseguido por el autor.
Tan pronto como la luz apareci como brazo ejecutor de la creacin,
tuvo que producir a un tiempo cielo y tierra. All purific el aire
que, segn las ltimas experimentaciones, es una especie de agua
de menor densidad y algo as como el vehculo que comunica toda
la creacin entre s, sirviendo en miles de combinaciones tanto a la
luz como a las fuerzas de los seres marinos y terrestres. No conoce
mos ningn principio natural fuera de la luz o el fuego elemental
que fuese capaz de purificar el aire hasta tal grado de elasticidad
lquida. Mas cmo se iba a realizar esta purificacin sino sedimen
tndose paulatinamente en varias etapas y revoluciones todas las
materias ms pesadas, y constituyndose de esta manera poco a poco
el agua, la tierra y el aire en regiones separadas? Se ve, por lo tanto,
que entre el segundo y tercer proceso hubo interferencias, as como
tambin se oponen ambos e el simbolismo de la cosmogona, efec
tos todos ellos de la luz diversificante de la cr.eacin. No cabe duda
de que estos procesos insumieron miles de aos, como lo demues
tran fehacientemente la formacin de las montaas y capas terrestres,
y la de los valles y los cauces de los ros. Tres entes poderosos ejer
cieron su accin durante estas prolongadas pocas: el agua, el aire
y el fuego: los primeros dos sedimentando, excavando y nivelando;
el ltimo cooperando orgnicamente en los otros dos y en todo
lugar de la tierra en formacin.
'Otra visin magnfica nos presenta ahora este ms antiguo de
los naturalistas al que muchos no alcanzan a comprender hasta nues
tros das. La historia geolgica demuestra que, en la formacin de
la tierra, las fuerzas orgnicas de la naturaleza entraron en accin
tan pronto como les fu posible. Naci la vida vegetativa apenas
lo permitieron las condiciones de vida, a pesar de que reinos en
teros de vegetacin hubieron de perecer al producirse grados de
evolucin en el aire y en el agua. El mar estuvo repleto de vida tan
pronto como lo permiti su estado de purificacin, aunque millones
de esos seres vivos pereciesen en las inundaciones para servir de
materia a otros organismos. Tampoco poda existir en cada elemento
.toda la gama de seres vivos que de suyo son aptos para vivir en l,
ya que no haba concluido el proceso de continuas purificaciones
de los elementos; las especies se seguan una a otra, tal como les fu
posible de acuerdo con su naturaleza y el medio que necesitaban.
Y he aqu que nuestro sabio naturalista reduce todo esto a una voz
del Creador que produce la luz para con ello mandar al aire puri
ficarse, al mar retirarse, a la tierra emerger de a poco, es decir,
poner en accin todas las fuerzas causales del ciclo natural. Y de
esta misma manera ordena a la tierra, las aguas, el polvo, q u e
c a d a u n o de e l l o s p r o d u z c a s e r e s o r g n i c o s
s e g n su c a r c t e r p e c u l i a r d o t n d o s e l a c r e a
c i n d e v i d a a s m i s m a en v i r t u d de l a s p r o
pias fuerzas orgnicas implantadas a estos
e l e m e n t o s . As habla este sabio y no resulta desmentido por
el aspecto que la naturaleza ofrece hoy todava por doquiera donde
fuerzas orgnicas evolucionan hacia la vida de acuerdo con sus ele
mentos. Slo que, en gracia de la divisin, opone los reinos de la
naturaleza por separado, tal como los distingue el naturalista, a
pesar de que sabe que no operan separadamente. Precede la vege
tacin; y en efecto, habiendo demostrado la fsica moderna que las
plantas viven principalmente de la luz, con haberse corrodo un
poco la roca y estar cubierta con un poco de fango aluvial, pudo bajo
el enorme calor de la creacin naciente, brotar la primera vegetacin.
Las frtiles entraas del mar siguieron con sus productos fomentando
otras clases de vegetaciones. La tierra fecundada por lo que en el
mar haba perecido y por la luz, el aire y las aguas, se apresur a
producir nuevos seres, si bien no todos a la vez; pues, as como el
animal carnvoro no poda subsistir sin alimento animal, as su na
cimiento supone la muerte de especies enteras de animales, como
nuevamente lo comprueba la historia natural. En las capas ms
antiguas de la tierra se encuentran sedimentos de animales marinos
o hervboros; carnvoros no se encuentran, o muy pocas veces. As
fu creciendo la creacin gradualmente en organismos cada vez ms
refinados hasta que, por fin, aparece el hombre, la ms fina obra de
arte de los Elohim, el rey de la creacin.
Pero antes de presentar nuestros respetos al rey, contemplemos
algunos toques maestros en el cuadro de nuestro antiguo naturalista
sabio.
P r i m e r o : El sol y las estrellas no aparecen como causas efi
cientes en la rueda de actividades creativas. l los hace el punto
cntrico de su simbolismo, y en efecto, mantienen a nuestra tierra
con todos sus productos orgnicos dentro de su curso, siendo por lo
tanto, como l dice, los reyes del tiempo. Pero no emiten fuerzas
orgnicas ni las transmiten por sus irradiaciones. Todava ahora el
50I ilumina como lo hizo al principio de la creacin, pero no hace
brotar ni organiza nuevas especies; pues ni siquiera de la descompo
sicin de seres orgnicos hara nacer el calor la ms mnima vida si
la energa creadora no estuviese ya dispuesta para su prxima trans
formacin. En consecuencia, el sol y los astros aparecen en este
cuadro de la naturaleza tan pronto como pueden aparecer, a saber,
estando purificado el aire y la tierra estructurada; pero slo en ca
lidad de testigos de la creacin y regentes de un crculo orgnico
cerrado en s mismo.
S e g u n d o : Desde el principio de la tierra est tambin la
luna; para m un hermoso testimonio de este viejo smbolo de la
naturaleza. No tiene para m poder persuasivo la opinin de los que
la tienen por una vecina advenediza de la tierra atribuyendo a su
inoportuna llegada todos los desrdenes que en ella y sobre ella se
produjeron. La hiptesis carece de toda prueba cientfica, no slo
porque cualquier aparente desorden en nuestro planeta puede expli
carse sin recurrir a la misma, sino tambin porque el desorden apa
rente deja de serlo a la luz de una explicacin ms profunda. Pues
parece evidente que la tierra con los elementos germinales de su
evolucin no pudo formarse sino mediante tales revoluciones y di
fcilmente sin la vecindad de la luna. Pertenece a la tierra como se
pertenece a s misma y al sol; tanto el movimiento del mar como
la vegetacin, por lo que conocemos del mecanismo de las fuerzas
celestes y terrestres, dependen de su trayectoria.
T e r c e r o : Ese sabio naturalista clasifica con ingenio y acier
to las criaturas del aire y las del agua en una sola clase. La anatoma
comparada ha puesto de manifiesto una admirable semejanza entre
ellas, lo mismo en su estructura interna que especialmente en la
del cerebro como verdadero ndice del grado de organizacin alcan
zado por un ser. Las diferencias de desarrollo que existen se adaptan
siempre al medio para el cual una criatura ha sido hecha. Por con
siguiente, en estas dos categoras de criaturas del aire y del agua
tuvo que manifestarse en la estructura interna la misma analoga
que existe entre el aire y el agua. El ciclo viviente de la creacin
confirma en general que como cada elemento produjo lo que le era
posible y todos los elementos forman parte de un conjunto, n o
p u d o h a b e r en n u e s t r o p l a n e t a ms q u e un
s o l o e s q u e m a d e f o r m a c i n o r g n i c a , que comen
zando por el nfimo ser viviente, acaba con la ltima obra de arte
de los Elohim.
Con gozo y admiracin contemplo, pues, esta rica descripcin
de la creacin del hombre, porque ella es el contenido de la presente
obra y felizmente tambin su sello. L o s E l o h i m se r e n e n
e n c o n s e j o e imprimen el resultado de su concilibulo en la
imagen del hombre que estn a punto de crear; de ah que el inte
lecto y la meditacin sean su caracterstica saliente. L o f o r m a n
a s u s e m e j a n z a , y todos los orientales la descubren princi
palmente en la posicin erguida del cuerpo. L e f u i m p r e s o
el c a r c t e r de d o m i n a r l a t i e r r a ; vale decir que
a su especie le fu concedido el privilegio de habitar en todas partes
de la tierra y de vivir como el ms fecundo entre los animales su
periores de todos los climas como representante de los Elohim, como
Providencia visible, como un dios en actividad. He aqu la ms an
tigua filosofa de la historia humana.
Y ahora, completado el ciclo de la creacin hasta su ltimo y
ms noble resorte, d e s c a n s E l o h i m y n o s i g u i c r e a n
do ; ms an: se mantiene tan oculto en el teatro de la creacin que
parece como si todas las cosas se hubiesen creado por s mismas y hu
biesen existido por necesidad desde toda la eternidad. Esto ltimo
no es as, ya que la estructura terrestre y la sucesiva organizacin de
las criaturas prueba hasta la saciedad que todo lo terreno ha tenido
su comienzo de construccin ingeniosa evolucionando de las formas
inferiores hasta las superiores, pero qu decir de lo primero, es
decir, la hiptesis de que todo se cre por s mismo? Por qu el
taller de la creacin cerr sus puertas de manera que ni el mar ni
la tierra produzcan nuevas especies de seres vivos, pareciendo inerte
el poder creativo y limitada su accin a ejercerse slo a travs de los
rganos de gneros y especies fijas? Nuestro sabio naturalista nos
responde sealando el agente al cual hace resorte de toda la creacin,
y con l nos da tambin la explicacin fsica. Fu la luz o el ele
mento del fuego el que dividi la masa de materia, hizo el cielo en
las alturas, di elasticidad al aire y prepar la tierra para la vegeta
cin; di forma a las semillas de las cosas organizndolas desde los
grados inferiores hasta el ms complejo. La creacin, por lo tanto,
estaba concluida ya que conforme a la palabra del Eterno, es decir,
a su sabidura ordenadora, e s t a s f u e r z a s v i t a l e s e s t a
b a n r e p a r t i d a s y h a b a n t o ma d o t odas l a s fi
g u r a s que s o b r e nuest-ro p l a n e t a p o d a n y d e
b a n c o n s e r v a r s e . El calor activo envuelto en el cual el
espritu creador incubaba sobre las aguas de la creacin y el cual
se haba manifestado ya en la plenitud de su poder en las tempranas
formaciones subterrneas, no pudiendo ni el mar ni la tierra pro
ducir ahora cosa alguna con su ayuda, este calor primitivo de la
/creacin sin el cual nada poda organizarse entonces como hoy no
puede organizarse nada sin el calor gentico, se haba comunicado
a todos los seres que llegaron a la existencia y sigue siendo todava
el resorte motor de su esencia. Qu cantidades enormes de fuego
primitivo absorbi, por ejemplo, la masa ptrea de la tierra, la cual
sigue todava durmiendo o actuando en ella, como lo demuestran
todos los volcanes, todo mineral combustible, todo fragmento de
piedra por pequeo que sea! Que hay material combustible en toda
la vegetacin y que toda la vida animal funciona solamente a base
de combustin est probado por una multitud de recientes experi
mentos e investigaciones de manera que todo el ciclo vital de la
creacin parece consistir en que lo lquido se solidifique, lo slido se
lice, el fuego pase al estado libre y vuelva a combinarse, las fuerzas
vitales se oculten en los organismos y vuelvan a ser liberadas. Puesto
que la masa destinada a la formacin de la tierra tena su medida y
su peso, fuerza es que tambin el motor del todo estuviese limitado a
un ciclo determinado. En la creacin todos viven ahora de todos;
la rueda de las criaturas corre sin agregar nada a su redondez; todo
se construye y destruye dentro de los lmites genticos fijados por el
perodo creativo. En virtud del poder del Creador la naturaleza,
viene a ser una forma de arte perfecto y el poder de los elementos
qued ligado a un ciclo de organismos determinados de los cuales
no se puede escapar porque el espritu creador se ha incorporado a
fodo cuanto era capaz de recibirlo. Es inherente a la naturaleza de
las cosas que esta obra de arte, este ciclo, habiendo tenido comienzo,
tenga tambin su fin; la hermosa creacin evoluciona hacia el caos
como del caos ha nacido; sus formas se desgastan; todo organismo se
marchita y envejece. Tambin el gran organismo de la tierra des
cender, pues, al sepulcro, del cual, cuando su hora haya llegado,
resurgir en otra figura a una nueva vida.
VI

CONTINUACIN DE LA TRADICIN ESCRITA


MS ANTIGUA SOBRE EL ORIGEN DEL
GNERO HUMANO

Si son del agrado de mis lectores las ideas puras de esta antigua
.tradicin que he expuesto sin hiptesis ni adornos, sigamos desen
trandolas. Pero antes abarquemos con un vistazo de conjunto
todo este cuadro de la creacin. En qu se distingue tan singular
mente ante todas las fbulas y tradiciones del Asia superior? Por su
conexin, simplicidad y veracidad. Aunque aqullas contienen ms
de un grano de verdad respecto de la fsica y la historia, el conjunto
de tradiciones orales o poticas, sacerdotales o populares, tal como
evolucion, presenta un aspecto tan desordenado que parece un caos
fabuloso cual el mismo comienzo de la creacin. En cambio, este
sabio naturalista supera el caos presentndonos una estructura que
con su simplicidad y conexin imita la misma naturaleza tan orde
nada. Cmo alcanz semejante orden y sencillez? Basta comparar
su obra con las fbulas de otros pueblos para percatarse de la causa
de su filosofa ms pura de la historia de la tierra y del gnero
humano.
P r i m e r o : Dej a un lado todo cuanto hubiese de incom
prensible y situado fuera de la visin humana atenindose a lo que
vemos con los ojos y podemos retener con la memoria. As, por ejem
plo, hay pocas cuestiones que fueron motivo de tantas controversias
como la edad del mundo, de nuestra tierra y del gnero humano. A
los pueblos asiticos con sus cronologas inmensas se los ha calificado
de sapientsimos, a nuestra tradicin de infinitamente infantil porque,
segn se dice, contra toda razn y hasta en oposicin al evidente tes
timonio de la estructura terrestre, quiere alzarse con toda la creacin
en unos pocos aos y darle al gnero humano una antigedad insig
nificante. Juzgo que con esto se infiere a nuestra tradicin una in
justicia manifiesta. Si Moiss fu por lo menos el compilador de
estas antiguas tradiciones, no pudieron serle desconocidas a este docto
egipcio aquellas legiones de dioses y semidioses con los que este
pueblo como todas las naciones asiticas hizo comenzar la historia
del mundo. Por qu no entreteji entonces estas informaciones, por
qu redujo, a despecho de los mismos, el origen del mundo al smbolo
de un exiguo espacio de tiempo? Evidentemente porque quera cor
tar por lo sano y eliminarlas de una vez de la memoria de los hom
bres, como fbulas intiles. A mi juicio, obr en elio sabiamente
porque ms all de la tierra ya organizada no existe para nosotros
cronologa que valga, ni siquiera antes del origen del gnero humano
y su historia coherente. Dejemos a Buffon que atribuya a sus seis
primeras pocas de la naturaleza espacios temporales tan grandes
como quiera, de veintisis mil, de treinta y cinco mil, de quince a
veinte mil, de diez mil aos, etc.; la razn humana, consciente de su
limitacin, se re de estas cifras imaginarias aun en el caso de que
admitiera su veracidad. Pero mucho menos quera cargar con ellas
la memoria histrica. Ahora bien; las monstruosas cronologas anti-
guas son evidentemente de la misma ndole que las de Buffon; se
refieren a las pocas en que dominaban los poderes divinos y mun
diales, anteriores a la formacin de la tierra, siguiendo la manera en
que estas naciones, amantes de cifras gigantescas, las interpretaban
a base de las revoluciones celestes o de los smbolos, entendidos a
medias, provenientes de las ms antiguas tradiciones de imgenes.
As, segn los egipcios, Volcn, el creador del mundo, rein por tiem
pos infinitos, luego su hijo el sol por treinta mil aos, despus Sa
turno y los restantes doce dioses por tres mil novecientos ochenta y
cuatro aos, antes de que les siguiesen los semidioses y luego. los
hombres. Otro tanto ocurre con las tradiciones de la creacin y cro
nologa del Asia superior. Durante tres mil aos rein entre los
persas el ejrcito celeste de la luz sin enemigos; otros tres mil trans
currieron hasta que apareciera el personaje milagroso del toro de
cuyo semen nacieron primero las criaturas y, por ltimo, Meschis y
Meschiana, hombre y mujer. El primer perodo de los tib'etanos, rei
nando los Lahen, es infinito, el segundo abarca ochenta milenios, el
tercero cuarenta, el cuarto veinte que forman una edad, la que des
cender hasta los diez aos para luego ascender nuevamente hasta los
ochenta mil aos. En la India, los perodos llenos de transformacio
nes de las divinidades, y en China los de los reyes, llegan an ms
arriba. Eternidades todas ellas con las que nada se poda hacer sino
lo que hizo Moiss eliminndolas y que pertenecen, segn las mismas
tradiciones, a la creacin de la tierra y no a la del gnero humano.
S e g u n d o : Si se discute, pues, sobre si el mundo es viejo o
joven, ambos contendientes tienen razn. La roca de la tierra es muy
antigua y su revestimiento requiri largas revoluciones sin duda al
guna. En este punto, Moiss deja en libertad a cada cual de inventar
pocas a su gusto y, de acuerdo con los caldeos, hacer reinar al rey
Alorus, la luz; Urano, el cielo; Gea, la tierra, y Helios, el sol, hasta
cuando le venga en ganas. Moiss no enumera ningn perodo de
esta ndole y precavindose contra los mismos present su cuadro
sistemtico y de perfecta conexin bajo las apariencias ms com
prensibles de un ciclo de revoluciones terrestres. Cuanto ms remo
tas sean estas revoluciones y ms prolongada su duracin, ms re
ciente tiene que ser forzosamente la especie humana, la cual segn
todas las tradiciones y conforme a la naturaleza de las cosas apareci
como ltimo fruto de la fierra ya acabada. En consecuencia, hay
que darle las gracias a este sabio naturalista por el corte audaz con
que elimin las fbulas monstruosas; a nuestra capacidad de com
prensin le basta la naturaleza tal como es, y la humanidad tal como
existe en el momento actual.
Tambin respecto a ia creacin del hombre narra la leyenda lo
que pudo haber ocurrido segn la naturaleza1.
Cuando en la tierra contina a modo de complemento no
hubo plantas ni rboles, no pudo todava vivir el hombre destinado
por la naturaleza a su cultivo. Todava no caa la lluvia, pero la
niebla suba y de una tierra humedecida con su roco fu formado
el hombre, y el espritu de la energa vital alent sobre l y lo con
virti en ser viviente. A mi juicio, esa sencilla narracin dice todo
cuanto pueden los hombres saber de su organismo aun hoy en da,
despus de todas las investigaciones de la fisiologa. En la muerte,
nuestro ingenioso organismo se disuelve en tierra, agua y aire, que
ahora estn combinados orgnicamente; la economa interna de la
vida animal, empero, depende del estmulo misterioso o del blsamo
que est en el elemento del aire que regula a la perfeccin la circu
lacin de la sangre y toda la contienda interna de las fuerzas vitales
de nuestra mquina; y de esta manera el hombre llega a poseer alma
activa efectivamente a causa del espritu vivificante. Por l conserva
y manifiesta el poder de asimilar el calor vital y de actuar como una
criatura sensible y racional. La filosofa ms antigua est de acuerdo
en este punto con las ltimas experiencias.
Un j a r d n fu la p ri m r a m o r a d a del h o m
b r e , y tambin ese rasgo de la tradicin es tal como la ms inge
niosa filosofa podra excogitarlo. La vida en un jardn es la ms
fcil para la humanidad recin nacida; cualquier otro sistema, espe
cialmente la agricultura, supone ya diversas experiencias y cierta
tcnica. Este rasgo demuestra de paso lo que consta ya de todas las
disposiciones de nuestra naturaleza, a saber: que el hombre no ha
sido creado para la vida salvaje sino para la pacfica, por lo cual el
Creador conoca el fin de su criatura mejor que nadie; la cre, lo
mismo que a los dems seres, en el elemento, es decir, en el medio
ambiente y el sistema de vida para el cual haba sido hecho. Todo
salvajismo de las tribus humanas es una degeneracin a la cual las
oblig la necesidad, el clima o algn vicio. Apenas cesa la necesidad,
vuelve el hombre a vivir en forma pacfica, como lo demuestra la
historia de las naciones. Slo la sangre de los animales hizo al hom
bre salvaje; la caza, la guerra y, por desgracia, tambin los apremios
que le hace pasar la sociedad civilizada. La tradicin ms antigua

1 Gnesis, 2, 5 y 7.
ce los primeros pueblos que aparecen en la historia, no sabe nada de
aquellos monstruos selvticos que como brbaros de nacimiento ha
bran hecho sus recorridos asesinando a diestra y siniestra durante
miles de aos cumpliendo en ello su vocacin connatural. Slo en
regiones ridas y remotas, tras largas aberraciones humanas, se in
troducen estas leyendas salvajes de las cuales se apoder gustosa la
imaginacin tropical de poetas posteriores, a los que sigui ms tarde
el historigrafo compilador, y a ste, finalmente, el filsofo con sus
abstracciones. Pero ni las abstracciones ni los cuadros poticos pue
den proporcionarnos una verdica historia primitiva de la humani
dad. D n d e e s t u v o s i t u a d o el j a r d n en el q u e
p u s o el C r e a d o r a su c r i a t u r a m a n s a e i n e r m e ?
Puesto que esta leyenda es originaria del Oeste de Asia, le coloca
hacia el este, ms arriba en direccin al Oriente; sobre una eleva
cin de tierra de la que brotaba un ro, el cual desde all se divida
en cuatro ros principales 1. Ninguna tradicin puede narrar las
cosas de manera ms imparcial; mientras todas las naciones antiguas
se complacen en tenerse por la primognita y su pas por el lugar
de nacimiento de la humanidad, este autor traslada el pas de origen
hasta muy lejos, arriba de la suprema elevacin de la tierra habitada.
r'Y dnde est esa altura? Dnde nacen los mencionados cuatro ros
de una fuente o ro, como lo dice bien claro el texto original? En
nuestra geografa no figura semejante lugar y es intil que se haga
con los nombres de los ros la gimnasia ms desesperada, porque una
mirada serena e imparcial al mapamundi nos ensea que en ningn
lugar de la tierra nace el ufrates, junto con otros tres ros, de una
fuente o ro comn. Pero si recordamos las tradiciones de todos los
pueblos asiticos superiores, veremos que en todas ellas figura este
paraso de la suprema elevacin terrestre con su fuente primitiva y
sus ros que fertilizan el mundo. Chinos y tibetanos, indios y persas
hablan de esta montaa primitiva alrededor de la cual se agrupan
los pases, mares e islas, y de cuyas alturas olmpicas descienden los
ros a la tierra. Esta leyenda no deja de ajustarse a la fsica, pues,
sin montaas, no pudo haber aguas vivificantes, y el mapa demuestra
que todos los ros del Asia descienden de esta elevacin. Adems, la
leyenda que estamos comentando omite todos los elementos fabulosos
de los ros del paraso y nombra cuatro de los ms conocidos que
bajan de las montaas del Asia. Es verdad que no nacen de un solo
ro; pero al compilador de estas tradiciones que viva en pocas pos
teriores, le bastaban stas para designar el lugar de origen del gnero
humano en un lejano mundo oriental.
No cabe duda alguna de que este lugar de origen era para l
una regin situada entre las montaas de la India. El pas rico en

i Gnesis, 2, 10 y 14.
oro y piedras preciosas que nombra, difcilmente puede ser otro que
la India conocida desde pocas remotas por sus tesoros. El ro que
la bordea es el sagrado Ganges de curso torcido toda la India reco
noce en l al ro del paraso. Que el Gihon deba ser el Oxus no
puede negarse; los rabes todava hoy lo llaman as y los vestigios
del pas que se dice bordeaba se encuentran an en numerosos nom
bres ndicos2. Finalmente, los ltimos dos ros, el Tigris y el ufra-
tes, corren mucho ms al oeste; mas como el compilador de estas
tradiciones viva en el extremo oeste asitico, esas regiones se perdan
a lo lejos y hasta es posible que el tercer ro que nombra quiera sig
nificar un Tigris ms al este, que en este caso sera el Indo3.
Era costumbre de todos los antiguos pueblos que emigraban
atribuir a las montaas y ros de su nueva patria las leyendas del
monte del mundo primitivo, nacionalizndolas mediante una mito
loga local como puede demostrarse desde las montaas medas hasta
el Olimpo y el Ida. As, pues, por el lugar donde estaba situado el
compilador de las tradiciones no pudo menos que designar el lmite
ms lejano que la leyenda le brindaba.
El indio en el Paropamiso, el persa en el Imao, el ibero en el
Cucaso se hallan en iguales circunstancias y cada cual estaba en
condiciones de colocar su paraso en la parte de las montaas que
le indicaba su tradicin. Nuestra leyenda, por su parte, seala ms
bien la tradicin ms antigua de todas, pues coloca su paraso
arriba de la India y habla de otras regiones slo a manera de com
plemento. No podramos pensar que la morada primitiva de
nuestra especie hubiera sido un valle afortunado como Cachemira,
situado casi en el centro de estos ros, protegido por montaas que
lo rodean, y clebre tanto por sus aguas salubres y refrescantes como
por su exuberante fertilidad y la ausencia de animales feroces, y
alabado como el paraso de los parasos por la belleza de sus habi
tantes? Mas a continuacin se ver que todas las investigaciones de
esta ndole son vanas en nuestra tierra actual; designemos, por lo

i La palabra Pisn significa un ro fertilizante y desbordante, y parece


traducida del nombre de Ganges, por lo cual ya una antigua traduccin griega
dice que es el Ganges; y la traduccin rabe pone Nilo, mientras que a l pas
fertilizado por el ro lo traduce por India", contradiccin que no se supo
explicar.
- Cashgar, Cachemira, los montes Csicos, el Cucaso, Latai, etc.
s Hidekel se llama el tercer ro, y segn Otter, el Indo se llama hasta hoy
da Eteck entre los rabes, y Enider entre los antiguos indios. Hasta la desinencia
de la palabra parece de origen ndico: Dewerkel, como ellos llaman a sus semi-
dioses, es el plural de Dewin. Pero probablemente el compilador de la traduc
cin lo tom por el Tigris, ya que lo hizo figurar al este de Asiria. Los pases
ms lejanos quedaban demasiado remotos para l. Tambin el ufrates ha sido
probablemente otro ro al que aqu slo se tradujo apeilative, o sea, como
el ro ms clebre del Oriente.
tanto, la regin de manera tan indefinida como lo hace la tradicin
y sigamos el hilo de la narracin.
De todas las cosas milagrosas y personajes fantsticos con que
las leyendas de toda Asia poblaron abundantemente sus parasos
respectivos, no conserva esta tradicin ms que dos rboles mila
grosos, una serpiente que habla y un querubn; la multitud innume
rable de los dems los separa nuestro filsofo, y aun los que con
serva los entrelaza con una narracin significativa. Un solo rbol
prohibido hay en el paraso, el cual, segn la insinuacin de la
serpiente, lleva el fruto de la sabidura divina apetecida por el
hombre. Pudo apetecer algo ms elevado? Pudo ennoblecerse
ms en su misma cada de lo que hizo? Aun considerndola slo
como alegora, comprese la narracin con las leyendas de otros
pueblos, y se ver que es la ms delicada y hermosa de todas, imagen
simblica de lo que atrajo a nuestra especie desde siempre toda su
felicidad y toda su desdicha. Nuestra tendencia, viciada por una
segunda intencin, a obtener conocimientos que no nos convienen, el
uso y abuso lascivo de nuestra libertad, la ampliacin y transgre
sin levantisca de las barreras en forma de leyes morales que. nece
sariamente hubo que imponer a una criatura tan dbil que deba
aprender primero a gobernarse a s misma; sta es la tortura bajo
la cual gemimos y que, sin embargo, llena casi toda nuestra vida,
Aquel viejo filsofo de la historia humana lo saba tan bien como
nosotros y nos mostr el nudo de la cuestin en una fbula para
nios cuya grandeza abarca a toda la humanidad. Tambin el
indio nos habla de gigantes que hacan excavaciones en busca del
manjar de la inmortalidad, y tambin el tibetano habla de sus
Lahen cados en desgracia por un delito; pero nada de todo ello
llega, a mi parecer, a la pura profundidad, a la simplicidad infantil
de esta leyenda, que slo respeta la cantidad de prodigio necesaria
para presentar el colorido de su poca y regin. Todos los dragones y
personajes fabulosos del antiqusimo pas de los duendes que se
extiende por las montaas del Asia: el Simurgh y el Soham, los
Lahen, Dewetas, Djins, Divs y Peris, mitologa ampliamente difun
dida desde este Continente en miles de cuentos propagados por el
(Dschinnistan, Righiel, Mera, Albordj, etc., todas estas aventuras
Se esfuman en la ms antigua tradicin conservada en lengua es
crita. Slo el querubn monta la guardia a las puertas del paraso.
Por su parte, esta narracin instructiva narra que los primeros
hombres tuvieron trato con los Elohim que los educaban y que bajo
su direccin y por la observacin de los animales adquirieron el
lenguaje y el intelecto que domina la creacin, y a continuacin
nos informa de que el hombre quiso ser igual a los Elohim consi
guiendo por va ilcita el conocimiento del mal, lo que obtuvo para
su desgracia habitando desde entonces en otro lugar e iniciando
otra forma de vida menos acorde con la naturaleza, rasgos todos
ellos de la tradicin que ocultan bajo el velo de la fbula ms
verdades humanas que las grandes construcciones doctrinarias
acerca del estado natural del hombre autctono. Si, como vimos,
los privilegios de la especie humana le son innatos slo en forma
de predisposiciones que deben ser adquiridas y heredadas por
medio de la educacin, el lenguaje, la tradicin y el ingenio,
entonces no slo los hilos de esta humanidad cultivada conducen
de todas las naciones y confines de la tierra a un solo origen, sino
que estos hilos debieron anudarse premeditadamente desde un prin
cipio para que el gnero humano llegara a ser lo que es. As como
no se puede arrojar al mundo a un nio y abandonarlo a s mismo
durante largos aos sin que sucumba o degenere, as tampoco pudo
abandonarse a s mismo el primer brote germinal de la especie
humana. Hombres que una vez se habituaron a vivir como orangu
tanes, no aprendern nunca a vencerse a s mismos y a pasar de una
animalidad empedernida y sin lenguaje a la humanidad, Si la
divinidad pretenda, pues, que el hombre se gobernase por la razn
y la previsin, tuvo que hacerse cargo de l con razn y previsin,
La educacin, el arte y la cultura le eran indispensables desde el
primer instante de su existencia, y de esta manera, el mismo carcter
especfico de la humanidad sale fiador de la veracidad intrnseca de
esta ms antigua filosofa1.

VII

FIN DE LA MAS ANTIGUA TRADICIN ESCRITA


SOBRE EL ORIGEN DEL GNERO HUMANO

Las otras cosas que esta antigua leyenda nos ha conservado


sobre nombres, aos, invencin de las artes, revoluciones, etc. es
en todo el reflejo de una historia nacional. No podemos saber por
ah cul fu el nombre del primer hombre ni en qu idioma habl,
porque, Adn significa hombre de la tierra y Eva significa la
Viviente en la lengua de ese pueblo; sus nombres son smbolos de
su historia y cualquier otro pueblo les da otros nombres significa
tivos. Las invenciones que se relatan se refieren nicamente a

i De qu manera los Elohim se hicieron cargo de los hombres instruyn


dolos, ensendoles y ponindolos sobre aviso? Si no es igualmente atrevido res
ponder a esta pregunta como formularla, otro lugar de la tradicin nos dar la
respuesta.
cuanto pueda interesar a un pueblo de pastores y agricultores del
oeste asitico, y aun de ellas no da la tradicin ms que nombres
recordatorios. La estirpe duradera, se dice, duraba; el poseedor
posea; por quien se llevaba luto haba sido asesinado. En tales
palabras jeroglficas se refiere la historia de una tribu que practica
dos sistemas de vida, el de los pastores y el de los agricultores o
trogloditas. La historia de los setitas y cainitas no es, en el fondo,
ms que un documento de las dos formas ms antiguas de vida que
en lengua rabe se llaman beduinos y cabiles 1, y que se oponen en
Oriente hasta el da de hoy con nimo hostil. La leyenda de un
pueblo de pastores de esa regin no se propona ms que sealar
la existencia de estas castas.
Otro tanto ocurre con el llamado diluvio. Por ms que sea
verdad que tambin conforme a la historia natural la tierra habi
tada fu inundada violentamente, de lo que especialmente Asia
presenta huellas innegables, sin embargo, lo que nos llega mediante
esta leyenda no es ni ms ni menos que una historia nacional. Con
gran esmero junta el compilador varias tradiciones2 y hasta sumi
nistra la crnica diaria que conservaba su tribu de la terrible cats
trofe; tambin el tono de la narracin corresponde tan perfecta
mente'a la mentalidad de esta tribu que sera abusar de ella, que
rerla sacar de los lmites en que radica precisamente su verosimilitud.
As como una familia de este pueblo se salv con muchos
bienes, as podan haberse salvado otras familias de otros pueblos,
como lo demuestran las tradiciones de los mismos. As se salv
Xisutrus en Caldea con todo su clan y cierto nmero de animales
(sin los cuales no vivan los hombres en aquel entonces) , de casi
idntica manera; en la India el mismsimo Vishn hizo de timn
de la nave que llev a los afligidos a tierra firme. Semejantes
leyendas existen entre todos los pueblos antiguos de este Continente,
en cada uno, segn su tradicin y regin, y si bien afianzan la con
viccin de que debi ser general en Asia el diluvio de que hablan, nos
ayudan tambin al mismo tiempo* a librarnos de la estrechez de
miras que nos obligaba innecesariamente a tomar cuadquier circuns
tancia particular y local de alguna crnica familiar por la misma
historia universal, quitando con ello a la narracin tambin la
verosimilitud que realmente posea.
No es otro el caso de las tablas genealgicas de estas tribus,
despus del diluvio; se mantienen dentro de los lmites de su etno
loga y su regin, de la cual no se sale para abarcar India, China y
1 Can es en lengua rabe: Cabil; la casta de los cabiles se llama Kabeil;
los beduinos son tambin por su nombre pastores errantes, habitantes del desierto.
Del mismo modo Can, Enoc, Nod, Jabal-Jubal-Tubal-Can que significan la
casta y el sistema de vida.
2 Gnesis, 6-8, S E ichhorns E in leitu n g ins alte Testam ent, th. 2, p. 370.
el este de] desierto trtaro. Las tres tribus principales de los salvados
son evidentemente los pueblos de ambos lados de las sierras del
oeste de Asia, inclusive las costas norafricanas y las del este europeo
en cuanto le eran conocidas al compilador de la tradicin1.
l trata de arreglar las cosas lo mejor posible enlazndolas con
su propio cuadro genealgico; pero no por eso nos ha dado un
mapamundi ni una genealoga universal de todos los pueblos del
mundo. Los mltiples esfuerzos realizados por hacer a todas las
naciones del mundo, conforme a este rbol genealgico, descen
dientes de los hebreos y primos hermanos de los judos, no slo
estn en flagrante contradiccin con la cronologa y la historia
universal, sino tambin con el punto de vista de la misma narracin
a la cual se ha desacreditado casi por completo con semejantes
exageraciones. En todas partes de la montaa madre del mundo se
van formando despus del diluvio pueblos, idiomas y reinos sin
esperar la llegada de una familia caldea, a la vez que en el este del
Asia, sede de la primera morada humana y la parte ms densamente
poblada del mundo, se encuentran todava hoy las instituciones
mis antiguas, las costumbres y los idiomas ms viejos, de los cuales
esta rama occidental de un pueblo posterior no saba nada ni poda
saberlo. Preguntar seriamente si los chinos descienden de Can o
Abel, o sea de una casta de trogloditas, pastores o agricultores, es
tan ingenuo como buscar en el arca de No el rincn donde estaba
colgado el perezoso americano. Pero no me puedo extender aqu
en estas consideraciones y hasta un estudio tan importante para la
historia como es la abreviacin de la edad de los hombres y el gran
diluvio en s mismo, tendremos que tratarlo en otro lugar. Bstenos
por ahora saber que el centro del mayor Continente, la montaa ma
dre de Asia, depar al gnero humano su primera morada y se man
tuvo firme en todas las catstrofes de la tierra. No emergi de los
abismos del mar a causa del diluvio, sino que de acuerdo con la
historia natural y la tradicin ms antigua es el pas de origen de
la humanidad y fu el primer teatro de la historia de los pueblos
cuyas escenas, plenas de enseanzas, nos aprestamos a seguir a
continuacin.

i Jaiet significa por su nombre y su bendicin: el propagador. Tales fueron


tambin los pueblos ms al norte de las montaas, ya por su forma de vida, ya
por el significado de sus nombres. Sem incluye tribus que conservaron su nombre
propio, es decir, su vieja tradicin religiosa, su escritura y su cultura, y los cua
les, en consecuencia, se arrogaron los privilegios de un pueblo culto frente a
otros, especialmente los camitas. Cam tiene su nombre del calor y pertenece a
la zona trrida. Con los nombres de los tres hijos de No no leemos, pues, otra
cosa que los tres continentes, Europa, Asia y Africa, en cuanto entraban en el
mbito de esa tradicin.
TERCERA PARTE
1787

Ardua res est, vetustis novitatem


dar, novis auctoritatem, obsoletis nito-
'rem, obscuris lucem, fastiditis gratiam,
dubiis fidem, mnibus vero naturatn et
naturae suae omnia. Itaque etiam nos
assecutis, voluisse abunde pulerum et
magnificum est.
P l in io

[Empresa ardua es dar n o ved ad a


las cosas antiguas, autoridad a las no
vedosas, brillo a las obsoletas, claridad
a las oscuras, gracia a las fastidiosas,
autenticidad a las dudosas, describin
dolas todas conforme a su naturaleza y
sta tal como es. Pero aunque no lo
hayamos conseguido, siempre ser muy
hermoso y glorioso haberlo intentado.]
LIBRO UNDCIMO

L sur de los grandes macizos montaosos del Asia se formaron, nos


dice la historia, los Imperios y Estados ms antiguos del mundo.
La historia natural de este Continente nos da elementos de juicio de
por qu no pudieron organizarse lo mismo al norte como al sur. El
msero hombre se siente a gusto en su existencia terrena ponindose
al abrigo del calor solar benigno; ste se encarga de cubrir el suelo
de vegetacin y hace madurar los frutos de la tierra. Al norte de
Asia, ms all de las montaas, las regiones son casi todas ms altas
y fras; las sierras se ramifican en diversas direcciones, se entreveran
y separan las llanuras frecuentemente con picos cubiertos de nieves
perpetuas, estepas y desiertos; son menos los ros que fertilizan las
tierras y desembocan en el Mar rtico, cuyas riberas desiertas, mora
da de los renos y del oso blanco, slo muy tarde pudieron atraer al
hombre para que habitase all. De ah que en esos parajes altos y
escarpados, disgregados por despeaderos y precipicios que forman
la regin montaosa y esteparia del Viejo Mundo, tuviesen que ha
bitar por largo tiempo, y en algunas partes tal vez para siempre, slo
los srmatas y escitas, los mongoles y trtaros, cazadores semisalvajes
y nmadas. Las penurias y la regin hicieron brbaros a los hombres.
Un sistema de vida sin preocupaciones culturales al que se haban
habituado una vez, se iba afirmando en las tribus separadas o nma
das y desarroll con sus costumbres ms brutales ese carcter nacional
poco menos que eterno que distingue a todos los pueblos del norte
asitico de los del sur. As como estas montaas meridionales son
una continuacin del arca de No, un jardn zoolgico en libertad
que contiene casi todas las especies de animales salvajes de nuestro
hemisferio, as tambin sus pobladores, compaeros de estos anima
les durante largo tiempo, tuvieron que seguir siendo sus pacficos
pastores o feroces domadores.
Slo en el sur, donde el terreno de Asia desciende suavemente y
las montaas encierran valles apacibles que los defienden de los fros
vientos del noreste, fu donde los ros guiaban las migraciones pau
latinamente hasta las orillas del mar, congregndolas en ciudades y
pases donde un clima ms benigno despertaba tambin una men
talidad ms civilizada e instituciones de ms elevada cultura. Como
al mismo tiempo la naturaleza conceda a los hombres ms tiempo
para el ocio y excitaba placenteramente algunos de sus instintos, su
corazn degener en pasiones y depravaciones que no haban podido
florecer cual maleza bajo la presin del hielo y la indigencia; de
donde se hizo necesario promulgar leyes y tomar providencias para
poner coto a esos instintos. El intelecto inventaba, el corazn apete
ca y las pasiones humanas sostuvieron violentos encuentros hasta
nue, por fin, tuvieron que aprender a llamarse a sosiego a s mismos.
Mas como el despotismo tiene que actuar donde no da abasto la ra
zn, en el sur de Asia nacieron esas grandes construcciones de policas
y religiones que hoy nos miran cual pirmides y templos de idolatra
del mundo antiguo en su eterna tradicin; monumentos valiosos
para la historia de la humanidad que nos ensean con sus ruinas
cunto cost a nuestra especie la evolucin de la razn humana.

C H IN A

En el rincn oriental de Asia, al pie de las montaas, hay un


pas que por su antigedad y cultura se llama a s mismo el primero
de todos, la flor y centro cfl mundo, y que en realidad es sin duda
uno de los ms antiguos y notables; China. Ms pequea que Euro
pa, se glora de un mayor nmero de habitantes del que tiene en
proporcin este Continente densamente poblado; pues cuenta con
veinticinco millones doscientos mil agricultores contribuyentes, mil
quinientos setenta y dos grandes y pequeas ciudades, mil ciento
noventa y tres castillos, tres mil ciento cincuenta y ocho puentes de
piedra, dos mil setecientos noventa y seis templos, dos mil seiscientos
seis monasterios, diez mil ochocientos nueve edificios antiguos, etc.1,
los que son registrados anualmente en largas listas por las dieciocho
i Leontiew, E x tr a c to d e la G e o g ra fa d e l im p e rio ch in o en Bsching, H isto r.
u n d g e o g r. M a g a z in , t. 14, p. 411, etc. En Herrmann, B e itr d g e z u r T h y sik , (Ber
ln, 186) , t. 1, se calcula la extensin del Imperio en ciento diez m il millas alema
nas cuadradas, y la poblacin en ciento cuatro millones sesenta y nueve m il
doscientos cincuenta y cuatro, a base de nueve personas por familia.
gobernaciones en que se divide el Imperio juntamente con montaas,
ros, militares y sabios, productos y mercancas. Varios viajeros estn
acordes- en que fuera de Europa y, tal vez, el antiguo Egipto, en nin
gn pas se ha hecho tanto en caminos y ros, puentes y canales y
obras de ingeniera en montaas y rocas como en China, todo lo
cual, juntamente con la Gran Muralla da testimonio de la paciente
laboriosidad de la mano humana. Desde Cantn hasta cerca de Pekn
se viaja en barco, y de esta manera todo el pas dividido por montes
y desiertos ha sido comunicado con grandes trabajos mediante ca
rreteras, canales y ros navegables. Hay aldeas y ciudades enteras
flotantes sobre los ros y el comercio interior entre las provincias es
muy activo. La agricultura es la columna vertebral de la constitu
cin; se habla de trigales y arrozales florecientes, de desiertos con
obras de riego artificial, y de montaas abruptas cultivadas. En ma
teria de plantas y hierbas se cultiva y aprovecha todo cuanto tenga
alguna utilidad, lo mismo que metales y minerales, fuera del oro,
que no se explota. La tierra abunda en animales, los lagos y ros en
peces; slo el gusano de seda da sustento a miles de hombres traba
jadores. Los trabajos y oficios estn abiertos a todas las clases de la
poblacin y a todas las edades, inclusive los ancianos, ciegos y sordos.
La mansedumbre, la adaptabilidad y la cortesa servicial con un
porte decente son el alfabeto que el chino aprende desde su infancia
y que ejercita durante toda su vida. La polica y legislacin se dis
tinguen por su regularidad y perfecto orden. Toda la estructura
estatal en todas las relaciones y obligaciones de las clases sociales en
tre s se basa en el respeto que el hijo debe al padre, y todos los sb
ditos al emperador que los gobierna y protege como a hijos por me
dio de todos sus gobernantes. Puede haber un principio ms hermo
so de gobierno humano? No hay nobleza hereditaria; para todas las
clases vale nicamente la nobleza que es premio del mrito personal;
slo hombres probados deben ocupar los puestos de honor y slo
estos puestos confieren dignidad. El sbdito no es obligado a abrazar
ninguna religin determinada y ninguna que no ataque al Estado es
perseguida. Los secuaces de Confucio, Laots y Fo, y hasta judos y
jesutas, conviven pacficamente tan pronto como el Estado los acep
ta. La legislacin se basa en la doctrina moral y sta invariablemente
en los libros sagrados de los antepasados. El emperador es el sumo
pontfice, hijo del cielo y conservador de las viejas costumbres, el
alma del organismo estatal que vivifica todos sus miembros. Supo
nindose que cada uno de estos factores diera el resultado apetecido
y que cada principio estuviera en vigor cabra imaginar una orga
nizacin poltica ms perfecta? Todo el Imperio sera como una
casa familiar de hijos y hermanos virtuosos, bien educados, laboriosos
y honestos.
Son del dominio pblico las halageas descripciones de la or
ganizacin poltica de China que en especial los misioneros manda
ron a Europa y las cules fueron admiradas aqu no slo por filso
fos especulativos, siTto tambin por hombres polticos a ttulo de un
ideal poltico. Pero puesto que las opiniones humanas se forman a
fuerza de contradicciones, no tard en despertar la incredulidad que
no quiso concederles su elevada cultura ni sus peculiaridades so
bresalientes. Algunas de estas objeciones europeas tuvieron la suerte
de hallar respuesta en la misma China, aunque dada en un lenguaje
bastante chino \ y como la mayor parte de sus libros bsicos de le
gislacin y moral juntamente con la extensa historia de su Imperio
y algunos informes indudablemente imparciales, los tenemos a la
vista -, malas artes debera haber de por medio si no fuera posible
hallar el justo medio entre los elogios y vituperios excesivos, lo que
nos habr de poner en el camino de la verdad. La cuestin de la'
edad cronolgica del Imperio podemos dejarla a un lado por com
pleto, porque quedando envuelto en la oscuridad el origen de todos
los reinos de esta tierra, es indiferente para el investigador de la
historia humana si este pueblo notable necesit para su cultura al
gunos milenios ms o menos; basta con que se haya dado esta cultura
a s mismo, y cuanto ms lento sea el proceso, ms fcil nos ser ad
vertir los obstculos que no le permitieron seguir su avance.
Estos obstculos se basan en su carcter, el lugar de su morada
y su historia, como se puede ver claramente. La nacin es de origen
monglico, lo cual demuestra tambin su cultura, su gusto grosero
y estrambtico, hasta su misma ingeniosidad artificiosa y la primera
sede de su cultura. Fu en el norte de China donde reinaron sus
primeros reyes; aqu se echaron los fundamentos para el despotismo
semi-trtaro que luego, revestido de brillantes aforismos moralizan
tes, haba de propagarse al amparo de varias revoluciones hasta el
Mar del Sur. Una organizacin trtara federalista fu durante siglos
el vnculo que uni a los vasallos con el emperador, y las muchas
guerras de estos vasallos entre s, las repetidas revoluciones pala
ciegas que llevaron a cabo, el mismo estilo de la corte del emperador,
su gobierno por medio de mandarines, antiqusima institucin sta
anterior, con mucho, a Gengis-Khan y Manch, todo esto demuestra
a las claras cul es la ndole y el carcter gentico de esta nacin, a
1 M m o ire s c o n ce rn a n t Y h istoire, les scien ces, les a rts, les m o eu rs, les u sa ge s ,
etc., d e s C h in o is, t. II, p. 365 y siguientes.
2 Fuera de las ediciones ms antiguas de algunos libros clsicos sobre los
chinos del P. Nol> Couplet, etc., la edicin del Chou-King, por Deguignes, la
H is to ir e g n r a l d e la C h in e p . Mailla, las recin citadas M m o ires co n cern an t
les C h in o is , en diez tomos 4P, en los que figuran, tambin algunos escritos origi
nales de los chinos, traducidos, etc., brindan material de sobra para formarse
una idea cabal de este pueblo. De entre las muchas informaciones de los misio
neros tienen especial valor, por su juicio equilibrado, las N o u v e a u x M m o ire s
s u r V tat p r se n t d e la C h in e, del padre Le Compte, 3, vol. 8 parte, 1697.
saber, n sello que, considerando el conjunto y.sus partes hasta los
vestidos, manjares y costumbres, la vida familiar, sus artes y diversio
nes, no deja de aparecer en ningn momento.
As como un hombre no puede cambiar de genio, es decir, su
complexin e idiosincrasia innata, as este pueblo monglico oriental
no pudo disimular su naturaleza mediante ninguna institucin arti
ficial, por ms milenios que sta durara. Ha sido plantado en este
lugar dei globo terrqueo, y as como la aguja del imn no presenta
en China las mismas oscilaciones que en Europa, as no podan salir
de esta raza humana griegos ni romanos. Chinos eran y chinos que
daron, raza de ojos pequeos, nariz chata, frente aplanada, barba
escasa, orejas grandes y vientre voluminoso. Lo que pudo producir
esta organizacin, lo ha producido: otra cosa no se le puede pedir.
Todas las informaciones coinciden en que los pueblos mong
licos de las alturas del noroeste de Asia se distinguen por una fineza
de odo que resulta tan explicable en ellos como imposible de encon
trar en otras naciones; testimonio de esta cualidad es el idioma chino.
Slo a un odo monglico pudo ocurrrsele componer un idioma de
trescientas treinta slabas en el cual hay que distinguir cada palabra
por cinco y ms acentos para no decir bestia en vez de seor y soltar
a cada momento las confusiones ms ridiculas, por lo cual un odo
y rganos fonticos europeos se acostumbran con suma dificultad o
nunca a esta forzada sinfona silbica. Qu falta de poder inventivo
en lo grande y qu desdichada sutileza en las cosas menudas supone
el haber inventado para esta lengua, a base de unos pocos toscos
jeroglficos, la cantidad infinita de ochenta mil caracteres compues
tos, los cuales con sus seis o ms distintas versiones escritas, consti
tuyen un privilegio singular de la nacin china entre todos los pue
blos del mundo! Se necesitaba nada menos que una organizacin
monglica para habituar la imaginacin a los dragones y mons
truos, el dibujo a esa estructura minscula y detallista de figuras
irregulares, el sentido de la belleza visual a la mezcolanza informe
de sus jardines, sus edificios a la grandeza descabellada o la peque-
ez minuciosa, sus procesiones, vestidos y diversiones a ese vano
esplendor, esas fiestas de lampiones y fuegos artificiales, uas cre
cidas y pies deformados, y todo un squito brbaro de acompaantes,
inclinaciones, ceremonias, distinciones y reverencias. En todo esto
hay tan poco gusto y sentido para las proporciones naturales, tan
poco sentimiento de serenidad, belleza y dignidad interior, que slo
una sensibilidad embrutecida pudo elegir esta clase de cultura pol
tica y dejarse moldear por ella tan exhaustivamente. As como los
chinos tienen una aficin desmesurada al papel dorado y al barniz,
a los trazos lmpidamente pintados de los confusos caracteres de su
escritura y al tintineo de elegantes sentencias, as tambin la cultura
de su espritu es en un todo semejante a este papel dorado, al barniz,
a los caracteres y al tintn de las slabas. Como a varias naciones de
este rincn del mundo, parece que la naturaleza les neg tambin
el don de las invenciones libres y grandes. En cambio, les reparti
a manos llenas, junto con sus pequeos ojos movedizos, ese espritu
hbil y flexible, esa astuta laboriosidad y sutileza, ese talento arts
tico de imitar cualquier cosa que su avaricia haya reconocido como
aprovechable. En constante actividad, eternamente ocupados, van y
vienen y se afanan por la ganancia y el servicio, de tal manera que,
aun habiendo alcanzado tan alto grado de organizacin poltica, se
siente la tentacin de tomarlos todava por nmadas monglicos en
plena recorrida. Con todas sus innumerables divisiones y subdivi
siones no han aprendido todava la divisin del trabajo ni saben
alternar la laboriosidad con el reposo, de manera que haya un hom
bre para cada trabajo. Su arte medicinal lo mismo que su comercio
es un sondeo fraudulento y sutil, donde todo su carcter con su fina
sensibilidad y falta de inspiracin se pinta de cuerpo entero. La idio
sincrasia de este pueblo es un caso interesante en la historia por
cuanto demuestra hasta dnde puede llegar, y hasta dnde no, un
pueblo monglico no mezclado con otros pueblos a fuerza de una
cultura poltica adelantada a empujones. El hecho de que los chinos
en su rincn de la tierra se hayan mantenido libres de toda mezcla
con otros pueblos, al igual que ios judos, demuestra ya su vanagloria,
aunque ms no fuera. Tales o cuales conocimientos aislados los
habrn obtenido de donde sea; pero toda la estructura de su idioma
y su constitucin, de sus instituciones y su mentalidad, son propios
de ellos. As como son reacios a la fruticultura por injertos, que se
estila en otras partes, as tambin, y no obstante los repetidos con
tactos con otros pueblos, siguen siendo, sin que se les haya inoculado
ninguna influencia desde fuera, una tribu monglica en un extremo
de la tierra, que ha degenerado en una civilizacin china de esclavos.
Toda formacin artificial del hombre se opera por medio de la
educacin; la modalidad educativa de los chinos contribuy junta
mente con su carcter nacional a que sean lo que son y no hayan
llegado ms lejos. A la manera de los nmadas monglicos, la obe
diencia infantil deba ser la primera de todas las virtudes, no ya slo
en la familia, sino ahora tambin en el Estado. No es extrao, pues,
que con el tiempo naciera esa honestidad aparente, esa cortesa ser
vicial que hasta los enemigos elogian como rasgo caracterstico de
los chinos. Pero qu consecuencias tuvo este principio nmada en
una gran maquinaria estatal? Al no encontrar lmites la obediencia
infantil, al imponerse al hombre adulto, padre a su vez de varios
hijos y al frente de negocios que requieren todo un hombre, las mis
mas obligaciones que son propias de un nio sin formacin; al fi
jarse esta obligacin frente a toda autoridad que llevaba el nombre
de padre como figura retrica por fuerza y necesidad y no por el
dulce impulso natural, qu otra cosa pudo resultar sino que preten
dindose crear un nuevo corazn humano a despecho de la natura
leza, se habituara el verdadero corazn del hombre a la perfidia?
El hombre adulto que debe rendir obediencia de nio tiene que
renunciar a la iniciativa propia que por naturaleza es obligacin
suya a esta edad. Ceremonias vacas de todo contenido sustituyen la
veracidad espontnea, y el hijo que se deshaca en reverencia filial
para con su madre mientras viva el padre, la abandona a su suerte
una vez que el padre lia muerto y la ley le adjudica el ttulo de
concubina. Lo mismo ocurre con los deberes filiales para con los
mandarines; no son producto de la naturaleza sino de una orden.
Pero cuando costumbres como stas son contrarias a la naturaleza,
se convierten en costumbres falsas y nocivas. De ah la divergencia
entre la doctrina poltica y moral de China y su historia real. Cuan
tas veces los hijos del Imperio han derribado el trono de su padre!
Cuntas veces estos padres desencadenaron su ira contra sus hijos!
Mandarines codiciosos dejan morir de hambre a miles de hombres,
y cuando sus crmenes son llevados ante el padre supremo, son cas
tigados como nios con bastonazos degradantes e ineficaces. De ah
la falta de honor y hombra que se puede notar hasta en los retra
tos de sus hroes y prceres; el honor se convirti en un deber de
nio; la hombra en respeto amanerado frente al Estado. No es un
noble corcel el que presta servicios, sino una mua domesticada que
entre ceremonia y ceremonia asume ms de una vez el papel de la
zorra..
Forzosamente esta prisin infantil en que vivan encerradas la
razn, la energa y sensibilidad, tuvo que ejercer una influencia
enervante en toda la estructura poltica. Una vez que la educacin
no es ms que un formulismo y los formulismos y costumbres no slo
ordenan las relaciones de la vida sino que las invaden y violan, cun
ta eficiencia va perdiendo el Estado, especialmente la ms noble de
todas, la eficiencia del corazn y espritu humano! Quin no se
asombra estudiando en la historia china el manejo de los negocios,
cuando advierte con qu enorme nmero de funcionarios se realiza
cualquier tarea? Aqu se moviliza todo un consorcio para hacer lo
que debe ser hecho por una sola persona para salir bien; all se
pregunta, teniendo la respuesta a la vista; van y vienen, dan largas
y esquivan el bulto, slo por no faltar al ceremonial de un infantil
respeto del Estado. El espritu guerrero, lo mismo que el filosfico,
andan lejos de una nacin que duerme sobre estufas abrigadas y
bebe agua caliente desde la maana hasta la noche. El camino del
xito en China est abierto nicamente a la regularidad en las vas
trilladas, al ingenio en velar por el propio inters con mil artimaas;
a la multiplicacin infantil d las ocupaciones sin la visin del hom
bre maduro que se pregunta primero si una cosa debe hacerse o si
hay manera de hacerla mejor. El mismo emperador gime bajo este
yugo; tiene que preceder con el ejemplo y como el cabo de fila exa
gerar todo movimiento. l debe ofrecer sacrificios en la sala de sus
antepasados no slo los das festivos sino antes de todo negocio, en
todo momento de su vida, y es de temer que tanto cuando se le elogia
como cuando se le censura, se le infiere igual injusticia x.
;Cmo extraarse, pues, de que, segn el criterio europeo, una
nacin de esta ndole haya hecho pocos avances en el campo de las
ciencias, ms an, que se haya quedado en el mismo lugar durante
tanto miles de aos? Hasta sus libros de leyes y moral vuelven siem
pre sobre lo mismo y dicen de mil maneras, con meticulosidad y
perseverante hipocresa, siempre las mismas cosas de los deberes
filiales. La astronoma y la msica, la poesa y la estrategia, la pin
tura y la arquitectura se encuentran en el mismo punto que siglos
atrs, hijos de sus leyes perennes y sus instituciones infantiles e in
amovibles. El Imperio es una momia embalsamada, adornada con
jeroglficos y vestida de seda; la circulacin de su sangre corres
ponde a la de un animal en pleno sueo hibernal. De ah la actitud
de aislar, espiar y estorbar a todo extranjero; de ah tambin el
orgullo de la nacin que toma por punto de comparacin slo a s
misma y no conoce ni aprecia todo cuanto sea forneo. Es un pue
blo arrinconado, colocado por la suerte fuera de la unin de las na
ciones, y defendido para ello con montaas, desiertos y un mar casi
sin bahas. De no ser por esta situacin, difcilmente hubiera que
dado tal cual es. El hecho de que su constitucin haya resistido la
invasin de los manches, slo prueba que se sostena en sus pro
pias races y que los vencedores, ms primitivos que los vencidos,
juzgaron muy cmodo gobernar desde un trono tan muelle y bien
acolchado como les deparaba esta esclavitud infantil. No hallaron
nada que cambiar; se sentaron en el mismo y reinaron. La nacin,
por su parte, sirve a toda articulacin de la mquina estatal que ella
misma construy con tanto espritu de esclavitud, que parece hecha
a este solo propsito.
Todas la informaciones sobre el idioma chino estn contestes
en que ha contribuido en gran medida al carcter de este pueblo y
su mentalidad artificial. Acaso no es todo idioma nacional el vaso
en el cual se forman, conservan y transmiten las ideas del pueblo,
tanto ms cuanto una nacin como sta depende hasta tal punto de
su lengua y deriva de la misma toda su cultura? La lengua de los
chinos es un diccionario de la moral, es decir, de la cortesa y los

i Hasta el tan alabado emperador Kien-long fu tenido en las provincias


por el ms terrible de los tiranos, cosa que haba de ocurrir siempre en un Im
perio de tan enormes dimensiones y semejante constitucin, fueran cuales fuesen
las intenciones del emperador.
buenos modales; por ella se distinguen no slo las provincias y ciu
dades, sino hasta las clases sociales y los libros, de suerte que la ma
yor parte de su labor estudiosa se aplica slo a un instrumento sin.
que con el mismo s elabore cosa alguna. Todo en ella depende de
la regularidad de minuciosidades; con pocas palabras dice mucho,
para luego pintar una misma palabra con innumerables caracteres y
escribir gruesos volmenes a fin de decir una misma cosa. Qu labo
riosidad desdichada se requiere para pintar e imprimir sus escritos!
Pero justamente esta laboriosidad es su gozo y su arte, ya que unos
caracteres hermosamente pintados les proporcionan un placer supe
rior al de la pintura artstica, ya que se empalagan del mon
tono tintineo de sus mximas moralizantes y cumplimientos como
suma de la buena educacin y sabidura. Slo un Imperio de tal
magnitud y la laboriosidad de un chino fueron capaces de pintar,
por ejemplo, cuarenta'Ebros en ocho gruesos volmenes de la sola
ciudad de Kai-fon-fu y reeditar esta hazaa de laboriosa precisin a
cada orden y elogio del emperador1. El monumento de la emigra
cin de los Torgut es un libro gigantesco escrito en pginas de pie
dra2, y de esta manera toda la capacidad cientfica de los chinos se
ha agotado en la pintura artificiosa de jeroglficos por orden del
Estado. Debe de ser abismal la diferencia con que esta clase de escri
tura impresiona el alma que piensa conforme a ella. Enerva los
pensamientos hasta reducirlos a series de imgenes y transforma toda
la mentalidad de la nacin en una sucesin de caracteres arbitrarios
pintados o escritos en el aire.
Esta exposicin del carcter chino no significa en manera alguna,
hostilidad o desprecio hacia l. Ha sido tomada rasgo por rasgo de
los escritos de sus ms apasionados defensores y podra corroborarse
con miles de pruebas de toda clase de instituciones chinas. No es
ms que objetiva, es decir, el retrato de un pueblo que se form
en la ms remota antigedad con tal organizacin y en tal regin,
con tales principios y medios auxiliares, conservando su mentalidad
por tanto tiempo contra lo que suele suceder en otros pueblos.
Si el antiguo Egipto existiera todava, descubriramos, sin poder pen
sar por esto en una influencia mutua, muchos rasgos comunes entre
los dos, modificados slo por la regin y conforme a ciertas tradi
ciones. Lo mismo ocurrira con varios pueblos que a su tiempo
estaban en un grado similar de cultura; slo que stos se desplazaron
o sucumbieron mezclndose con otros. La vieja China en el extremo
del mundo ha sobrevivido con su constitucin semi-monglica como
una ruina de remota antigedad. Ser muy difcil demostrar que
los fundamentos de su cultura hayan sido trados por los griegos

1 M cm oir. co ncem an t les Chinois, t. II, p. 375.


2 Ib., t. I, p. 329.
desde Bactra o por los trtaros desde Balkh. La contextura de su
constitucin es, sin duda, autctona y las pocas influencias extranje
ras se pueden ver y separarse fcilmente. A causa de sus elevados
principios tengo a los Kng en la misma estima que un chino, me
inclino ante la grandeza de Confucio si bien no se me escapan las
cadenas que tambin l llevaba y las que impuso para toda la eter
nidad, aunque con muy buena intencin, a la plebe supersticiosa y
a toda la organizacin estatal china por medio de su moral poltica.
Por ella, este pueblo como algunos otros de la tierra, se ha detenido
a mitad de camino en su proceso educativo, quedndose, en cierta
manera, en la niez porque la maquinaria de una moral mecanizada
impidi para siempre la libre evolucin del espritu y en el Imperio
desptico no apareci ningn otro Confucio. Si alguna vez se divide
el gigantesco Imperio o algn Kien-long de mayores luces toma la
resolucin paternal de enviar al exterior como colonizadores a los
hombres que el pas no puede alimentar, de aligerar el yugo de las
costumbres milenarias introduciendo, en cambio, la libre iniciativa
del espritu y del corazn, aunque esto no est exento de peligros,
an entonces los chinos siempre seguirn siendo chinos, como los
alemanes sern siempre alemanes, y no suceder nunca que en el
extremo este de Asia nazcan hijos de la antigua Grecia. Evidente
mente es la intencin de la naturaleza hacer florecer en la tierra
todo lo que pueda florecer en ella, cantando las alabanzas del Crea
dor precisamente con las diferencias de sus criaturas. La obra legis
lativa y moral que el intelecto humano ha construido en China como
ensayo infantil, no se halla en ningn otro lugar de la tierra con
semejante consistencia. Hacemos votos por que se quede en su lugar
de origen sin,que Europa se convierta jams en una China hermti
camente cerrada y llena de infantil reverencia hacia sus dspotas. A
China nadie le quitar jams el mrito y la gloria de su laboriosi
dad, su fina sensibilidad, su arte sutil en mil cosas tiles. La porce
lana y la seda, la plvora y la bala, tal vez tambin el imn, el arte
de la imprenta, la construccin de puentes y barcos juntamente con
muchas otras ingeniosas artes y oficios, los conocan antes que Euro
pa, slo que en casi todos ellos carecieron de progreso intelectual e
instinto de perfeccionamiento. El hecho de que China cierre sus
puertas a las naciones europeas y reduzca al extremo los permisos
de entrada para holandeses, rusos y jesutas, est en perfecta con
sonancia con toda su mentalidad y merece nuestra aprobacin bajo
el punto de vista poltico, mientras los chinos tengan ante sus ojos
el comportamiento de los europeos en la India oriental y las islas,
en el norte de Asia y en su propio pas. Imbuidos de soberbia tr
tara, desprecian al comerciante que sale de su pas y le dan mercan
cas de dudoso valor a cambio de lo que les parece ,1a moneda ms
segura: le aceptan su plata y entregan por ella millones de libras de
enervante t para ruina de Europa.

II

COCHINCHINA. TONKN, LAOS. COREA, EL ESTE


TRTARO, EL JAPN.

La historia de la humanidad nos suministra testimonios irrefu


tables de que, dondequiera que un pas se elev a un grado sobre
saliente de cultura, ejerci tambin su influjo en los pases vecinos.
As tambin la nacin china, aunque por su constitucin nada beli
cosa y muy introvertida, ejerci su influjo, sin embargo, en un
considerable sector de pases limtrofes. No tiene importancia, a este
propsito, si esos pases estuvieron bajo dependencia poltica, ha
biendo sido sometidos durante un tiempo o permanentemente; si
participaron de sus instituciones, idioma, religin, ciencias, costum
bres y artes, deben ser tenidos como provincias espirituales de
China.
Cochinchina es el pas que ms ha recibido de China y puede
considerarse como una plantacin poltica china; de ah la semejanza
entre las dos naciones en lo que se refiere a temperamento y costum
bres, ciencias y artes, religin, comercio y constitucin poltica. Su
emperador es un vasallo de China y las dos naciones estn ntima
mente ligadas por el comercio. Comprese este pueblo hacendoso,
razonable, pacfico con la inercia del vecino Siam, el salvaje Arra-
ca, etc., y se notar la diferencia. Mas as como ninguna agua deri
vada es superior a la fuente, as tampoco cabe esperar que Cochin
china supere su modelo; su gobierno es ms desptico, mientras su
religin y ciencias son un reflejo ms plido del pas de origen.
Otro tanto ocurre con Tonkn, ms cercano, aunque separado
por escarpados montes. La nacin es ms salvaje; lo que tiene de
ms culto y lo que sostiene el Estado, a saber, sus manufacturas,
comercios, legislacin, religin, conocimientos y costumbres, lo tiene
de China, slo que en calidad muy inferior a la del pas madre a
causa de su situacin ms al sur y el carcter del pueblo.
Ms dbil an es la huella que China dej en Laos; demasia
do pronto le fu arrebatado este pas que adopt las costumbres
siamesas; no obstante, quedan algunos restos reconocibles.
Entre las Islas del Sur es particularmente Java con la que China
mantiene vnculos ms estrechos; hasta es probable que haya posedo
colonias all. Sin embargo, su constitucin no pudo implantarse en
este pas mucho ms caluroso y remoto, porque la tcnica laboriosa
de los chinos requiere un pueblo muy activo y una zona templada.
Por lo tanto, aprovechan la isla sin cultivarla.
Mayor difusin alcanzaron las instituciones chinas al norte, y
el pas puede gloriarse de haber contribuido a la pacificacin de los
pueblos salvajes de esa inmensa regin en mayor medida que los
europeos en todo el mundo. Corea fu sometida a China por los
manches y basta con comparar esta nacin, salvaje en otros tiempos,
con sus vecinos del norte. Los habitantes de una regin, en parte tan
Ira, son pacficos y suaves; sus diversiones y culto de los muertos,
su manera de vestir y sus casas, su religin v cierta aficin a las cien
cias imitan en cierta medida a los chinos, de los cuales fu tambin
instituido el gobierno y organizadas algunas manufacturas. Ms pro
funda an fu la influencia sobre los mongoles; no slo que los
manches, conquistadores de China, se hicieron ms civilizados por
el contacto con los vencidos, haciendo de su capital Shin-yang el
tribunal de todo el pas, al estilo de Pekn; tambin las numerosas
hordas monglicas que en su mayor parte estn bajo el dominio de
.China, no pudieron sustraerse del todo a la influencia china, no
obstante sus costumbres primitivas. Ms an: si la proteccin pac
fica de este Imperio bajo la cual se jmsieron hace poco tambin los
Torgut con sus trescientos mil hombres, es un beneficio, hay que ad
mitir que China ha obrado en esas inmensas regiones con ms justicia
que jams conquistador alguno. Repetidas veces ha pacificado levan
tamientos en el Tibet, extendiendo su mano en pocas pasadas hasta
-el Mar Cspio. Los ricos sepulcros que en diversas partes de Mon-
golia y Tartaria se encontraron, son por su contenido monumentos
irrefragables del trfico con China, y si alguna vez habitaron all
naciones de una cultura ms elevada, no lo fueron probablemente
sin haber tenido contacto ms ntimo con este pueblo.
Pero la isla en cuyos habitantes los chinos educaron a los ms
grandes competidores de su laboriosidad, es el Japn. Los japoneses
eran al principio brbaros, y a juzgar por su carcter violento y
audaz, fueron brbaros de gran dureza y brutalidad. Gracias a la
vecindad y trato con el pueblo chino, del cual aprendieron la escritura
y las ciencias, manufacturas y artes, llegaron a formar un Estado que
en algunos puntos compite con China y hasta le lleva la delantera.
Aunque el carcter japons tanto por su religin como por su go
bierno es ms acerado y cruel, no por eso hay que pensar en un pro
greso a ciencias superiores como el que ofrece Europa. Mas aunque
esto se encuentre en el Japn tan poco como en China, no deja de
ser cierto que, si el conocimento y la explotacin del pas, la dili
gencia en la agricultura y en oficios provechosos, si comercio y nave
gacin y hasta el brbaro esplendor y el orden despsito de su cons
titucin imperial son innegables indicios de cultura, sta la escal
el orgulloso Japn nicamente gracias a los chinos. Los anales de la
historia china nos hablan todava de los tiempos en que los japoneses
vinieron a China como brbaros, y por ms que esta isla rida haya
evolucionado de una manera muy propia y peculiar, apartndose de
la modalidad china, no por esto deja de ser manifiesto el origen
chino en todos los medios auxiliares de su cultura y hasta en los
mtodos empleados para sus industrias.
No ser cosa fcil decidir si la influencia china se extendi an
ms all contribuyendo tambin a la cultura de uno de los dos Im
perios civilizados de Amrica, que estaban ambos frente a la costa
occidental de China pero si algn pueblo ha llegado del Viejo Mundo
a Amrica, difcilmente puede haber sido otro que el chino o el
japons. Lstima grande que la historia de China conforme a la
constitucin de este pas, haya tenido que ser escrita tan a la china.
Todos los inventos los atribuye a sus emperadores; hablando de
propio pas se olvida del mundo y como exclusiva historia d^Tjgfe
perio celeste tiene desgraciadamente muy poco de historia^t^a
instructiva.

III

EL T IB E T

Entre las altsimas montaas y los desiertos de Asia se ha esta


blecido un Imperio espiritual que no tiene igual en el mundo a su
manera; la gran regin de los lamas. Verdad es que con intermi
tencias el poder secular y el espiritual anduvieron separados por
revoluciones de menor alcance, pero al fin de cuentas, siempre se
volvieron a unir, de suerte que aqu como en ningn otro lugar del
mundo toda la constitucin del pas se basa en el sumo pontificado
del emperador. De acuerdo con la doctrina de la transmigracin de
las almas, el Gran Lama es inspirado por el dios Shaca o Fo, el cual
al producirse la muerte de aqul, se reencarna en el nuevo lama
y lo consagra imagen de la divinidad. De l descienden en jerarquas
establecidas de la santidad una cadena de lamas, y no cabe imaginar
un rgimen sacerdotal mejor constituido en su doctrina, ritos e
instituciones que el que reina en esas alturas de la tierra. El supremo
procurador de los asuntos seculares es slo un lugarteniente del sumo
>3ontfice que segn los principios de su religin vive lleno de sere
nidad divina en un templo que sirve de palacio. Monstruosas son
las fbulas de la creacin en la versin de los lamas; cruelsimos
los castigos y las penitencias que aterran al transgresor, antinatural
en sumo grado el estado al que su santidad tiende: es el reposo
incorpreo, la ingenuidad supersticiosa y la castidad monasteril per
sonificados. Y, no obstante, apenas hay idolatra tan difundida en la
tierra como sta; no slo el Tibet y Tangut, sino tambin la mayor
parte de Mongolia, los manches, kalkas y elutenos, etc., veneran
al Lama y si bien en tiempos modernos algunos renegaron de la
adoracin de su persona, no tienen por religin otra cosa que partes
inconexas de la religin Shaca como nica fe y culto divino. Pero
tambin ms. al sur est muy difundida esta religin; los nombres
Somona-Kodom, Sactsha-Tuba, Sangol-Mun, Shiguemuni, Budda,
Fo, Shequia son todos idnticos con Shaca, y de esta manera la sa
grada doctrina de los monjes, si bien no en todas partes con la com
plicada mitologa de los tibetanos, corre por Indostn, Ceyln,
Peg, Tonkn hasta China, Corea y el Japn. Hasta en China las
creencias verdaderamente populares son los principios del Fo; los
de Confucio y Laot-s, en cambio, no son ms que especies de una
religin poltica y filosofa de las clases superiores, es decir, instrui
das. El gobierno se mantiene indiferente ante cualquier religin;
slo tuvo cuidado de independizar a los lamas y bonzos de la juris
diccin y dominio del Dalai-Lama, para hacerlos inofensivos para el
Estado. El Japn, sobre todo, fu por largo tiempo algo as cmo
un pequeo Tibet; el Dairi fu supremo jefe espiritual y el Kub'o
su ministro de asuntos seculares, hasta que ste se apoder del go
bierno y releg a aqul a la categora de mera sombra, suerte esta
que se explica por la naturaleza de las cosas y ser, a no dudarlo,
algn da tambin el destino del lama. Slo por la situacin de
su Imperio, por la barbarie de las tribus mongligas pero ms que
nada por la gracia del emperador de China ha sido durante tanto
tiempo lo que es.
Ciertamente la religin de los lamas no tuvo su origen en las
inhspitas montaas del Tibet; es testimonio de climas trridos, pro
ducto de almas medrosas que aprecian sobre todas las eosas la vo
luptuosidad de una completa ausencia de ideas en medio del reposo
corporal. No lleg a las montaas ridas del Tibet y a la misma
China sino en el primer siglo de la era cristiana modificndose en
cada pas segn su mentalidad. En el Tibet y el Japn se mostr
severa e inflexible mientras que entre los monglicos ha degenerado
hasta ser una supersticin ineficiente; Siam, Indostn y los pases
semejantes a stos la sostienen en la forma ms suave como producto
natural de su clima caluroso. Presentndose en tan diversas formas,
diversos tuvieron que ser tambin los efectos que produjo en cada
Estado. En Siam, Indostn, Tonkn, etc., adormece las almas, las
hace compasivas, adversas a la guerra, pacientes, mansas y pere
zosas. Los talaponos no ambicionan el trono, expan pecados hu
manos por meras limosnas. En los pases de vida ms difcil donde
el clima no alimenta tan fcilmente al contemplativo ocioso, sus
instituciones necesitaban una organizacin ms eficiente, que acab
por transformar el palacio en templo. Es notable la incoherencia con
que las cosas humanas no slo se constituyen sino tambin con
servan por largo tiempo. Si todos los tibetanos cumplieran las pres
cripciones de los lamas practicando sus virtudes ms excelsas, el
Tibet habra dejado de existir. La estirpe de hombres que no se
tocan, no cultivan su pas ya tan fro de por s, no se dedican al
comercio ni emprenden negocios, dejara de sobrevivir; muertos de
hambre y de fro yaceran all, habiendo entrado en el cielo de sus
sueos. Pero por fortuna la naturaleza del hombre es ms fuerte
que las locuras doctrinarias que sostiene. El tibetano se casa, aunque
comete con ello un pecado: la hacendosa mujer tibetana hasta se casa
con varios hombres, trabaja con ms ahinco que los mismos hombres
y renuncia gustosa a los grados supremos del paraso con tal de
conservar este mundo. Si alguna religin hay en el mundo que sea
monstruosa y aborrecible, es la tibetana1, y si es verdad, como no
parece fcil negar, que en sus doctrinas y costumbres ms duras hubo
infiltraciones cristianas, se concluye que el cristianismo no se pre
sent en ninguna parte en figura ms horrenda que en las montaas
del Tibet. Pero felizmente la dura religin de los monjes pudo
cambiar el espritu nacional tan poco como sus necesidades del mismo
y su clima. El montas paga con dinero las penitencias que corres
ponderan a sus pecados y vive sano y alegre; cra y carnea animales
por ms que crea en ia transmigracin de las almas y festeja su
casamiento durante quince das por ms que los sacerdotes de
la perfeccin lleven una vida clibe. As, en todos los rdenes, las
creencias errneas tuvieron que arribar a una transaccin con las
necesidades de la naturaleza, las cuales ejercieron presin hasta que
se lleg a una conciliacin en mayor o menor grado. Qu desastre
sera si todas las tonteras que existen en las diversas creencias de
los pueblos se practicaran consecuentementel Pero, de hecho, la ma
yor parte son credas sin ser puestas en prctica, y este trmino
medio de una creencia muerta es lo que en esta vida se llama fe. No
se piense, pues, que el calmuco siga la escuela de perfeccin tibetana
al venerar un pequeo dolo o los sagrados excrementos del lama.
Mas este repugnante rgimen de los lamas no slo ha sido in
ofensivo, sino adems til. Un pueblo primitivo y pagano que se
tuvo a s mismo por descendiente del mono, ha sido elevado de
esta manera a ser una nacin indiscutiblemente civilizada y en al
gunos aspectos refinada, en lo que no tuvo la parte menor la ve
1 G e o r c ii , A lp habet. T ibetan . Romae, 1762. Un libro lleno de sabidura
desordenada, pero juntamente con las informaciones de Pallas en las C ontribu
ciones N rdicas, (vol. 4, p. 271, etc.), y el artculo en la Correspondencia , de
Schizer, parte 5, el libro principal que poseemos del Tibet.
cindad de los chinos. Una religin oriunda de la India ama el aseo;
de ah que los tibetanos no puedan vivir como las tribus trtaras de
las estepas. Hasta la castidad exagerada que predican sus lamas ha
propuesto a la nacin un ideal de perfeccin al cual conducen el
retraimiento, la sobriedad y moderacin que se elogian en ambos
sexos; y tambin aqu el haber dado el primer paso vale ms que
toda la peregrinacin. La creencia en la transmigracin de las almas
impulsa a ser compasivo para con las criaturas vivientes, y tal vez
para amansar-a esos primitivos montaeses no hubiese medio ms
suave que esa ilusin y el temor de largas penitencias y castigos
infernales. En una palabra, la religin tibetana es una especie de
religin papal, tal como la tena la misma Europa en sus siglos os
curos y ciertamente sin el orden y el nivel moral de que pueden glo
riarse el Tibet y Mongolia. Tambin el hecho de que la religin del
Shaca difundiera entre este pueblo montas y ms all entre los
monglicos una especie de sabidura y escritura del idioma, la ha
hecho benemrita de la humanidad y puede tal vez ser el primer
paso hacia una cultura en esas regiones.
Maravillosamente lentos son los caminos de la Providencia entre
las naciones, y sin embargo, son puro orden natural. Gimnosofistas
y talapoinetas, es decir, contemplativos solitarios, los hubo en Oriente
desde los tiempos ms remotos; la naturaleza y el clima invitaban a
esta forma de vida. En busca de quietud, huan del barullo de los
hombres, viviendo contentos con lo que la prdiga naturaleza Ies
brindaba. El oriental es serio y moderado, tanto en el comer y beber
como en las palabras; le gusta abandonarse al vuelo de la fantasa
y a dnde poda llevarle sta sino a la contemplacin de la na
turaleza en general, de ah al origen del mundo, la desaparicin y
renovacin de las cosas? La cosmogona lo mismo que la metemp-
sicosis de los orientales son formas poticas de representar el ser y
devenir de las cosas, tal como el intelecto limitado del hombre y
un corazn compasivo se lo imaginan. Yo vivo y gozo del breve
tiempo que dura mi vida; por qu cuanto hay alrededor mo no
habra de gozar tambin de su existencia y vivir sin recibir dao
de mi parte? De ah la doctrina moral de los talapoinetas que ante
.todo inculcan de manera tan conmovedora y sacrificada la vanidad
de todas las cosas, la eterna transformacin de las formas de este
mundo, los tormentos interiores de la insaciable concupiscencia del
corazn humano y el gozo de un alma pura. De ah tambin los
mandamientos suaves y humanos que daban para la tolerancia de
ellos mismos y de otros miembros de la sociedad humana y que glo
rificaban en sus himnos y aforismos. De la antigua Grecia pudieron
recibir stos tan poco como su cosmogona porque ambos son hijos
legtimos de la fantasa y sensibilidad propias de su clima. Todo
en ellos se orienta hacia el fin supremo, de manera que slo los
anacoretas de la India se animan a vivir conforme a la doctrina
moral de los talpoinetas; adems, todo est hasta tal punto en
vuelto en interminables fbulas que Shaca, si es que jams ha
existido, difcilmente se reconocera en los rasgos del retrato que se
hizo de l con semejante cmulo de alabanzas y agradecimientos.
Pero acaso no es verdad que un nio aprende su primera sabidura
y moral mediante fbulas? Y no son las ms de estas naciones nios
vitalicios sumidos en el dulce sueo de sus almas? Sepamos, pues,
perdonar a la Providencia si conforme al orden de cosas que eligi
para el gnero humano, todo se hizo tal como tuvo que ser. Como
ella lig toda cultura a la tradicin, los hombres no pudieron darse
unos a otros ms de lo que posean y saban. Todas las cosas de esta
vida, incluso la filosofa budista, son malas o buenas segn el uso
que se haga de ellas. Esa filosofa tiene tan elevados y hermosos pen
samientos como grandes son, por otra parte, el fraude y la pereza a
que puede dar lugar, como, en efecto, hizo en gran medida. En
ningn, pas ha sido la misma, pero dondequiera que est, repre
senta siempre un nivel superior al primitivo paganismo y los pri
meros albores de una doctrina moral ms pura, el primer sueo
infantil de una verdad universal.

IV

EL I N D O S T N

Aunque la doctrina de los brahmanes no es ms que una rama


de la religin ampliamente difundida, que desde el Tibet hasta el
Japn form sistemas de gobierno y diversas sectas, merece, empero,
un estudio ms a fondo en su mismo lugar de origen, ya que all
form el rgimen ms notable y, acaso, ms duradero del mundo:
me refiero a la divisin de la India en cuatro o ms castas sobre las
cuales reinan los brahmanes como primera. No es probable que ha
yan conseguido este dominio a fuerza de un yugo material porque
no son la casta guerrera que, incluso el mismo rey, slo les sigue
en segundo lugar, ni se funda su autoridad en ninguno de tales re
cursos, ni siquiera en la leyenda. Lo que les da su dominio sobre
los hombres es su origen, por el cual, segn dicen ellos, nacieron de
la cabeza de Brahma, as como los guerreros de su pecho, y las dems
castas de sus otros 'miembros. Sobre este fundamento descansan
todas sus leyes y toda la Constitucin nacional, segn las cuales ellos
como casta primognita forman la cabeza de la nacin. Divisiones
de esta ndole, por castas, han sido tambin en otras partes del mundo
la Constitucin ms sencilla de la sociedad humana; se pretenda'
en el lo seguir el orden de la naturaleza la cual divide el rbol en
ramas y el pueblo en castas y familias. Tal fu la Constitucin en
el Egipto con artes y oficios hereditarios; y que a la casta de los
sabios y sacerdotes se atribuya el primer lugar, lo vemos tambin
en muchos otros pueblos. Parceme que este grado de evolucin
cultural constituye un fenmeno connatural puesto que la sabidura
supera la fuerza y en la antigedad la casta sacerdotal monopolizaba
casi toda la sabidura poltica. Slo al difundirse las luces entre
todas las castas palidece la autoridad del sacerdote, lo que explica
que los sacerdotes se opongan con tanta frecuencia a que las luces se
hagan del dominio general.
La historia de la India de la cual, por desgracia, es poco lo que
sabemos hasta ahora, nos insina claramente el origen de los brah
manes 1. De Brahma hace un hombre sabio y docto, inventor de mu
chas artes, especialmente el de escribir, primer ministro de Krishna,
uno de los antiguos reyes, cuyo hijo promulg la ley de la divinidad
del pueblo en las consabidas cuatro castas. Al hijo de Brahma le con
firi el cargo de presidir la primera casta, a la que pertenecan los
astrlogos, mdicos y sacerdotes. A otros aristcratas se les nombr
gobernadores hereditarios de las provincias, y de ellos se deriva la
segunda casta de los indos. La tercera casta deba ocuparse de la
agricultura; la cuarta, de las artes y oficios, y esta Constitucin deba
durar para siempre. Edific la ciudad de Bahar para sede de los
filsofos, y puesto que la sede del gobierno lo mismo que las ms
antiguas escuelas de los brahmanes estaban situados preferentemente
junto al Ganges, se comprende ahora por qu los griegos y romanos
los mencionan tan pocas veces. No conocan estas regiones del inte
rior de la India, ya que Herodoto describe solamente los pueblos
junto al Indo y del lado norte del trfico del oro, mientras Ale
jandro lleg solamente hasta el Hyfasis. Nada extrao, pues, que
al principio recibieran solamente noticias generales de los brahmanes,
es decir, de los sabios anacoretas que vivan a la manera de los
talapoinetas, y ms tarde algunos rumores poco precisos por medio
de los samritas y germanos junto al Ganges, acerca de la divisin del
pueblo en castas y de su doctrina sobre la transmigracin de las al
mas, etc. Pero tambin estas leyendas parciales confirman que la
institucin de los brahmanes es antigua e indgena de la regin del
Ganges, lo que demuestran, a su vez, los muy antiguos monumentos
en Jagrena2, Bombay y otras partes del otro lado de la pennsula.
Tanto los dolos como todo el arreglo de los templos corresponden

1 Dow., H ist. of H indost., vol. I, p. 10-11.


- Zend.A vesta, p. DAnquetil, vol. I, p. 81 y sigtes. N if .b u h r , Reisebeschrei
bung, parte th. 2, p. 31, u. f.
a la mentalidad y mitologa de los brahmanes, que partiendo del
sagrado Ganges se difunde por toda la India y ms al sur recibiendo
tanto mayor culto cuanto ms profunda era la ignorancia de la
plebe. El sagrado Ganges, en su carcter de lugar de origen, sigui
siendo la sede por excelencia de los sagrarios, si bien como los brah
manes no son solamente una orden religiosa sino ms propiamente
poltica, que, como el orden de los lamas, levitas, sacerdotes egipcios,
etctera, pertenece en todo a la antiqusima constitucin imperial de
la India.
La influencia de esta orden ha sido asombrosamente profunda
durante miles de aos sobre las almas de los hombres, como se ve
por el hecho de que no solamente permanecen imperturbables su
autoridad y doctrina a pesar del yugo monglico sobrellevado por
tanto tiempo, sino que manifiestan un poder en el gobierno de los
hindes que difcilmente pueda ostentar alguna otra religin. El
carcter, el estilo de vida, las costumbres del pueblo hasta los ms
pequeos detalles y hasta los pensamientos y palabras, es obra suya;
y aunque muchas partes de la religin de los brahmanes son pesadas
y trabajosas en extremo, son tenidas por sagradas como leyes natu
rales divinas hasta por la nfima de las castas. Slo los criminales
y excomulgados suelen pasarse a otra religin o, si no, los nios
pobres y abandonados; tambin la mentalidad consciente de su no
bleza con que el hind considera al europeo al que presta servicios
presionado por una indigencia muchas veces fatal, da suficiente ga
ranta de que este pueblo mientras exista, no se mezclar nunca con
otro. No cabe duda de que este influjo sin precedentes por su in
tensidad, encontr condiciones favorables en el clima y el carcter
del pueblo al que nadie gana en paciencia, serenidad y mansa duc
tilidad de nimo: pero el hecho de que el indo no adopte justa
mente por esto la doctrina y costumbres de cualquier extranjero,
tiene evidentemente como razn que las instituciones de los brah
manes han invadido su alma y toda su vida de tal manera que no
dan lugar a influencias forneas. De ah tantos ritos y festividades,
tantos dioses y leyendas, tantos lugares sagrados y obras^ meritorias
que llenan por completo la imaginacin desde la niez y recuerdan
al hind en todos los instantes de su vida lo que es. En comparacin
con este dominio de las almas, todas las instituciones europeas no
han pasado de la superficie y me inclino a creer que este dominio
reinar mientras hava un indo sobre la tierra.
En todas las instituciones humanas, la cuestin de si algo es
bueno o malo tiene muchas facetas. Sin duda las instituciones de los

i Vase al respecto Dow, Hollwell, Sonnerat, Alejandro Ross, Macintosh, las


Ilu llisch c M issionsberichte, las L ettres edificantes y cualquier otra descripcin
de la religin y los pueblos de la India.
brahmanes fueron buenas al tiempo de su fundacin: de otra manera
no hubieran alcanzado tanta difusin ni semejante profundidad y
duracin. El alma humana se libra en cuanto puede de lo que le
es nocivo, y aunque el indo tiene mayor capacidad de sufrimiento
que cualquier otro, no llegara, con todo, a abrazar a propsito lo
que es veneno para l. No admite discusin, por consiguiente, que
los brahmanes cultivaron en su pueblo una mansedumbre, cortesa,
moderacin y castidad, o por lo menos reforzaron estas virtudes,
hasta el punto, de que haciendo una comparacin con los europeos,
stos les parezcan a menudo Impuros, borrachos y delirantes. Sus
ademanes y su lenguaje son naturales y elegantes, pacfico su trato,
limpio su cuerpo, sencillo e ingenuo su estilo de vida. Los nios
son educados con suavidad, no obstante lo cual no carecen de cono
cimientos ni de una persistente laboriosidad y un delicado arte de
imitacin. Hasta las castas inferiores aprenden a leer, escribir y cal
cular. Puesto que los brahmanes son los educadores de la infancia,
se han hecho benemritos de la humanidad desde hace miles de aos
sin duda alguna. Obsrvese en los informes misioneros de Halle el
sentido comn y el carcter bondadoso de los brahmanes y malabares,
tanto en sus objeciones, preguntas y respuestas como en todo su com
portamiento, y pocas veces se sentir uno movido a tomar el partido
de quienes pretenden convertirlos. La idea bsica que los brahmanes
tienen de Dios es tan grandiosa y bella, su moral tan pura y elevada,
y hasta sus leyendas, analizndolas con buen sentido, tan delicadas
y encantadoras que se me hace muy difcil atribuir a sus autores
todo lo que ofrecen de monstruoso y extravagante, teniendo por pro
bable que todos estos absurdos se acumularon con el correr de los
tiempos en boca de la plebe. No deja de tener su valor que a pesar
de toda la presin ejercida por el Islam y el cristianismo, la orden
de los brahmanes haya conservado su hermosa e ingeniosa lengua1
y con ella algunas reliquias de la antigua astronoma y cronologa,
de la jurisprudencia y m ed icin ap u es, aunque cultiven estos cono
cimientos con cierta mentalidad de artesana, Ies basta esto para la
esfera en que se desarrolla su vida, y lo que haya de menos en pro
greso de la ciencia, compnsalo la intensidad de su influjo en la
vida y su valor duradero. Por lo dems, los hindes no persiguen
a nadie; toleran que cada cual practique su propia religin, su modo
de vida y su sabidura; por qu no se habra de' tolerar la suya
admitiendo que, si hay errores en sus tradiciones heredadas, ellos, al
menos, son unos equivocados muy afortunados? Comparada con to

1 Halhed, G ram m ar of the B en gal L an gu age, printed at Hoogly in Ben-


gal, 1778.
2 le G entil, Voyage dans les mers de lln d e , c. I. Halhed, Code of Gentoo -
Lazos, etc.
das las-sectas clel Fo que dominan ei este del Asa, sta es la flor y
nata: ms docta, ms humana, ms til y ms noble que todos los
bonzos, lamas y talapoinetas juntos.
Con esto no se quiere negar que como todas las Constituciones
humanas, tambin sta tiene su elemento opresor. Por no hablar
de la infinita coercin inherente a la distribucin de las formas de
vida entre castas hereditarias para excluir casi completamente todo
libre mejoramiento y perfeccionamiento de las artes y oficios, llama
especialmente la atencin el desprecio con que tratan a la nfima
de las castas, los parias. No slo estn condenados a los oficios ms
humildes y excluidos por toda la eternidad de todo trato con las otras
castas, sino que estn hasta privados de los derechos humanos y de
la religin. Nadie debe tocar a un paria y hasta su vista implica
impureza legal para el brahmn. Aunque entre las muchas causas de
esta degradacin que se enumeran figura tambin la de que los
parias seran una nacin subyugada, ninguna de ellas est suficien
temente comprobada por la historia. Por lo menos, es cierto que no
se distinguen de los hindes por otra cultura. Por lo tanto, como en
tantas otras cosas que se basan en una Constitucin muy antigua,
tambin aqu todo depende de la primera institucin inhumana que
cay tal vez sobre gente muy pobre o delincuentes y excomulgados
para su degradacin, a la que los inocentes y numerosos descendientes
se someten con extraa resignacin. El error est nicamente en la
divisin por castas, algunas de las cuales tuvieron que cargar con la
peor suerte de la vida y cuvas molestias se les hicieron an ms pe
sadas a causa de la pureza inmaculada que se arrogaban las otras
castas. Qu cosa ms natural que se acabara por considerar cas
tigo del cielo el haber nacido paria y suponer de acuerdo con la
doctrina de la transmigracin de las almas que tal suerte la haban
merecido por algn delito de una vida anterior? En general hay
que admitir que la doctrina de la transmigracin de las almas, por
grandiosa que haya sido su concepcin en la mente del primero que
la invent y por numerosos que hayan sido los estmulos que haya
aportado al sentido humanitario, tuvo que traer consigo tambin
muchsimos males como todo error que se extiende ms all de los
lmites de vida humana en esta tierra. Porque despertando una err
nea compasin para con todo ser viviente, disminuy al mismo
tiempo la verdadera simpata con las desgracias de nuestra especie,
creyndose a los infortunados delincuentes agobiados por la carga
de crmenes anteriores o puestos a prueba por la mano del destino
que premiara su virtud en una vida futura. As es cmo tambin
en los hindes de corazn tan blando se ha observado una falta de
campasin que probablemente sea un efecto de su organizacin,
pero an ms de su incondicional resignacin bajo la mano del
eterno destino, creencia sta que lanza al hombre al abismo em
botando su poder de iniciativa. La costumbre de quemar a las viudas
en la pira de sus maridos difuntos es una de las brbaras conse
cuencias de esta doctrina. Cualesquiera que hayan sido los motivos
para introducirla, la imitacin de algunas almas heroicas o un cas
tigo, que de la categora de casos particulares evolucionaron hasta
formar costumbre, de todos modos la doctrina de los brahmanes de
un mundo ultraterreno ha ennoblecido este uso antinatural entu
siasmando a las desgraciadas vctimas para la muerte con el aliciente
de una vida futura. Verdad es que esta cruel costumbre haca la
vida del hombre ms cara a la mujer que estaba ligada a l insepa
rablemente y no poda sobrevivirle sin afrenta; pero compensa esta
ventaja tamao sacrificio al convertirse ste tcitamente en ley obli
gatoria a fuerza de costumbre? Paso por alto, finalmente, los ml
tiples fraudes y supersticiones de las instituciones brahmanes, que se
hicieron inevitables, aunque ms no fuera, por el hecho de que la
astronoma y la medicina, la cronologa y la religin, transmitidas por
tradicin oral, llegaron ser la ciencia oculta de una casta. Otra con
secuencia ms funesta y que afectaba toda la nacin fu que todo rei
nado de los brahmanes prepara tarde o temprano a un pueblo para ser
subyugado por otro. La casta de los guerreros tena que hacerse muy
pronto inepta para la guerra, ya que su finalidad era contraria a la
religin y subordinada a una casta ms noble que detestaba todo
derramamiento de sangre. Tal pueblo pacfico sera afortunado si
pudiera habitar en una isla solitaria a salvo de conquistadores; mas
al pie de aquellas montaas donde tienen sus guaridas animales fe
roces en forma de hombres, los guerreros monglicos, y en la vecin
dad de aquella costa sembrada de bahas donde desembarcan euro
peos astutos y codiciosos, pobre de vosotros, desgraciados hindes,
que tarde o temprano os veris perdidos con vuestra Constitucin
amante de la paz! Y tal fu la suerte corrida por la Constitucin de
la India; sucumbi en guerras civiles y nacionales hasta que la na
vegacin europea le impuso el yugo que est padeciendo con sus
ltimas fuerzas.
Inexorable destino el de los pueblos! Y, sin embargo, no es
ms que el orden de la naturaleza. En la regin ms hermosa y frtil
de la tierra el hombre tuvo que arribar pronto a la sutileza de los
conceptos, a imaginaciones tropicales sobre las fuerzas de la natu
raleza, a costumbres apacibles e instituciones bien reguladas; pero
perdido el hbito dl trabajo duro y perseverante gracias a la riqueza
de la regin, no menos pronto hubo de ser vctima de cualquier asal
tante que tambin vena en busca de esa tierra afortunada. Desde
tiempos muy antiguos, el comercio con la India oriental fu de los
ms prsperos; el pueblo laborioso y frugal entregaba en abundancia
muchas joyas de los ricos tesoros del mar y de la tierra de su Conti
nente y fu dejado en paz a causa de hallarse a tanta distancia, hasta
que finalmente el europeo, para quien no existen distancias, lleg
y reparti reinos enteros entre los suyos. Todas las noticias y mer
cancas que nos llegaron desde all, no pueden compensar el dao
que se hizo a un pueblo que ningn mal nos haba hecho. Pero el
destino traz sus planes y sabe a dnde los quiere llevar.

CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA HISTORIA


DE ESTOS ESTADOS

Hasta aqu nos hemos abocado a las constituciones polticas del


Asia, que juntamente con su venerable antigedad pueden gloriarse
de una duracin inigualada. Ahora bien: Cul es su aporte a la
historia de la humanidad y qu puede aprender de ellos el filsofo
de la historia humana?
1. Toda historia supone un comienzo, y la historia del Estado
y de la cultura el principio de los mismos. Pero cun oscuro es
ste en los pueblos que hasta ahora hemos estudiado! Si mi voz
tuviera alguna autoridad, la empleara para estimular a todo histo
rigrafo modesto y capaz al estudio de los orgenes de la cultura
asitica en sus ms clebres Imperios y pueblos, pero sin dar pbulo
a ninguna hiptesis preconcebida ni al despotismo de una opinin
particular. Un cuidadoso cotejo tanto de las informaciones como
de los monumentos que poseemos de estas naciones, especialmente
de su escritura e idiomas, de las obras de arte ms antiguas y mito
loga y de los principios y mtodos de que se sirven an hoy en sus
pocas ciencias, todo esto considerado a la luz de la regin que habitan
y de los contactos que pudieron tener, todo esto conducira sin duda
a aclarar el panorama, y se hallara, segn creo, que el primer eslabn
de su cultura no se enlaza con Selinginsk ni con el Bactra de los
griegos. Los ensayos meritorios de Degignes, Bayer y Gatterer y otros,
las hiptesis ya algo ms aventuradas de Bailly, Paw y Delisle, etc.,
la provechosa labor de compilacin y difusin de los idiomas y escri
tos asiticos, son trabajos previos para un edificio cuya piedra fun
damental de indiscutible autenticidad no ha sido colocada todava.
T al vez sera la reliquia del templo de una protogea como las vemos
en tantos monumentos de la naturaleza.
2. La palabra civilizacin de un pueblo es de difcil diccin,
pero an ms difcil de abarcar con el pensamiento y mucho ms
ardua todava de realizar. Para que un advenedizo instruya a toda
nna nacin o un rey implante la cultura por decreto, es indispensa
ble la ayuda de muchas circunstancias favorables, porque slo la
educacin, la doctrina y el ejemplo constante tienen poder formativo.
A esto se debe que los pueblos pronto echaran mano del recurso de
incorporar a su estructura estatal una clase social de instructores,
que anteponan a las otras o la ponan a su mismo nivel. Se dir
que estamos aqu ante un grado de cultura todava muy rudimenta
rio; pero no por esto es menos necesario para la infancia del gnero
humano, porque donde faltaron tales educadores del pueblo, ste
permaneca indefinidamente en su ignorancia y pereza. Una especie
de brahmanes, mandarines, talapoinetas, lamas, etc., eran, pues, indis
pensables a toda nacin en los aos de su infancia poltica; ms an:
vemos que fu exclusivamente esta clase de hombres la que difundi
en el Asia la semilla de una cultura superior. Slo existiendo sta
puede decir el emperador Yao a sus ministros Hi y Ho: Id y obser
vad los astros, seguid el curso del sol y dividid el ao en partes! 1.
Si Hi y Ho no son astrnomos, vana es la orden imperial.
B. Hay mucha diferencia entre la cultura de los sabios, y la del
pueblo. El sabio tiene que dominar ciencias cuyo ejercicio le ha
sido encomendado para utilidad del Estado; acumula los conoci-
tnientos y los confa a los que pertenecen a su clase, no al pueblo.
P e la misma manera, las matemticas superiores y muchos otros
conocimientos no sirven entre nosotros al uso comn y, por lo tanto,
no son para el pueblo. Eran stas las llamadas ciencias secretas de
las antiguas Constituciones estatales, privilegio de la clase de los
brahmanes o sacerdotes, la cual tena por finalidad su ejercicio, como
cada clase en el Estado tena la suya. De esta manera, el lgebra es
hasta el da de hoy, una ciencia secreta porque son pocos los que la
entienden en Europa, por ms que a nadie le est vedado por de
creto aprenderla. Nosotros hemos embrollado en muchos aspectos
y de manera intil y perjudicial la esfera de la cultura de los sabios
y del pueblo, ampliando la segunda casi hasta el volumen de la
primera; los antiguos constituyentes pensando en forma ms humana
resultaron ser tambin ms sagaces en este respecto. Hicieron con
sistir la cultura del pueblo en buenas costumbres y oficios tiles; no
creyeron que el pueblo fuera hecho para teoras complicadas, filo
sofa y ciencia religiosa, ni que stas le fueran provechosas. De ah
le antiguo mtodo didctico de ensear por medio de alegoras y
fbulas tal como los brahmanes las exponen hasta el da de hoy a las
castas sin instruccin. De ah en China la diferencia de conceptos,
segn cada clase del pueblo tal como el gobierno lo ha establecido'y
conserva de buen acuerdo.- Si deseamos, pues, instituir una com
paracin entre una nacin del este asitico y las nuestras en lo que
a la cultura se refiere, hay que definir previamente en qu pone cada

i Principio del Chou-king, p. 6, edicin de Deguignes.


pueblo -la cultura y de qu clase social se est hablando. Si una
nacin o alguna de sus clases posee buenas costumbres y artes, y
los conceptos y virtudes que basten a su trabajo y un bienestar
conveniente, entonces posee luces suficientes aunque no sepa expli
car un eclipse lunar contando a este propsito la conocida fbula
del dragn. Tal vez sus instructores se la contaron precisamente para
que no le salieran canas verdes con motivo del curso del sol y de los
astros. De ninguna manera puedo aceptar la proposicin de que
todos los pueblos con todos sus individuos hayan nacido para con
seguir un concepto metafsico de Dios como si, privados de esa
metafsica que acaso no tenga ms fundamento que una hueca pala
bra, fueran brbaros supersticiosos. Si el japons es un hombre
inteligente, animoso, hbil y til, entonces es culto, piense como
piense acerca de su Buda y Amida. Si'os cuenta fbulas sobre este
particular, retribuidle con otras, y cuentas arregladas.
4. Ni siquiera un progreso indefinido de la cultura cientfica
es parte esencial de la felicidad de un Estado, por lo menos segn las
ideas de los antiguos Imperios del Oriente. En Europa, todos los
sabios forman un propio Estado el cual, construido sobre los trabajos
previos de muchos siglos, se mantiene artificialmente por medios
auxiliares de uso comn y por la celosa competencia de las naciones
entre s; la naturaleza en general no se beneficia de la cumbre de
conocimientos cientficos que nosotros ambicionamos. Toda Europa
es un Imperio docto que en parte por la competencia interna, en
parte por los medios descubiertos en los tiempos modernos y que
busc en todas las capas terrestres, ha tomado una estructura ideo
lgica que slo el sabio sabe penetrar mientras el estadista la va
utilizando para sus fines. Ya no podemos detenernos en la carrera
emprendida; ilusos nos abalanzamos en pos de la fatamorgana de
una ciencia suprema y un conocimiento perfecto y universal que, si
bien nunca hemos de alcanzar, nos mantiene en febril activismo
mientras dure la actual constitucin poltica de Europa. No fu as
en aquellos Imperios que nunca se debatieron e semejante conflicto.
La China de forma circular, detrs de sus montaas es un imperio
uniforme y cerrado; constituidas segn los principios de una antigua
organizacin, todas sus provincias, con incluir pueblos muy diversos,
lejos de hallarse en mutua competencia, viven en la obediencia ms
absoluta. El Japn es una isla, hostil a todo extranjero como la
antigua Bretaa, y existe cual mundo aparte, entre rocas y un mar
agitado. As es el Tibet rodeado de montaas y pueblos brbaros;
as la Constitucin de los brahmanes que gime bajo su yugo durante
siglos. Cmo puede florecer en estos imperios el progreso de las
ciencias que en Europa se abre paso por doquier? Cmo podran
recibir siquiera los frutos-de este rbol de las manos peligrosas, de
los europeos que les roban cuanto es suyo, su seguridad poltica y
hasta su mismo pas? As, pues, escamado ya con unas pocas tentativas,
el caracol se retir a su concha y desprecia aun la rosa ms tentadora
que la serpiente le ofrezca. La ciencia de los arrogantes sabios euro
peos fu hecha para sus propios pases, y hasta de los serviciales
jesutas no acept China ms de lo que crea indispensable. Apre
miada por la necesidad, tal vez aceptara otras cosas; pero como el
comn de los hombres y ms an de las grandes organizaciones esta
tales son animales de gran dureza y resistencia que deberan verse
en peligros muy grandes e inminentes antes de cambiar su trote
habitual, no se opera ningn portento y todo sigue como antes sin
que pueda sacarse de ah que estas naciones sean incapaces de la
ciencia. Lo que les falta son motivos, porque la viejsima costumbre
se opone a todo motivo nuevo. Con qu lentitud aprendi Europa
misma sus mejores artes y ciencias!
5. El valor de un Imperio puede apreciarse considerndolo en
s mismo y en comparacin con otros. Mientras para Europa hace
falta utilizar ambas medidas, los Imperios asiticos deben juzgarse
slo con la primera. Ninguno de estos pases recorri otros Conti
nentes para servirse de ellos como fundamentos de su grandeza o
intoxicarse con su abundancia; cada uno aprovecha lo que tiene y
se basta a s mismo. China hasta prohibi la explotacin de sus
propias minas de oro porque, consciente de su debilidad, no se atre
vi a utilizarlas. El comercio exterior de China se desenvuelve sin
subyugar a ninguna de las partes contratantes. Con semejante fru
galidad, todos estos pases gozan de la innegable ventaja de tener
que aprovechar en una medida tanto mayor sus propias riquezas
porque la complementan en menor escala por el comercio exterior.
Los europeos, en cambio, recorremos como comerciantes o ladrones
el mundo entero descuidando a menudo lo que es propio nuestro;
las Islas Britnicas, por ejemplo, estn muy lejos de ser cultivadas
como China y el Japn. Nuestras estructuras polticas son, pues,
como animales insaciables que devoran sin tregua lo ajeno, bueno y
malo, especies y txicos, caf y t, oro y plata, y acusan la forzada
actividad de un organismo afiebrado. Aquellos pases, en cambio,
slo cuentan con el ciclo de su vida interna. Una vida lenta, se
dir, como la de la marmota, pero la cual precisamente por esto ha
durado tanto y puede durar mucho ms an si circunstancias exter
nas no matan al animal que duerme. Sabido es, de todos modes, que
los antiguos proyectaban todas sus cosas en perodos ms largos;
como en sus monumentos, as tambin en sus Constituciones estatales.
Nosotros actuamos con empuje atravesando tanto ms pronto las
breves edades que el destino nos ha concedido.
6. Todas las cosas terrenas y humanas dependen en ltimo tr
mino del lugar y del tiempo y, en las diversas naciones, de su carc
ter, sin el cual no pueden hacer nada. Si el este del Asia fuera
vecino nuestro, mucho ha que no sera lo que era. De no ser una
isla, el Japn no hubiera llegado a ser lo que es. Si todos estos Im
perios se estuvieran formando ahora, difcilmente llegaran a ser lo
que fueron hace tres o cuatro mil aos, porque todo el animal que
se llama tierra y en cuyo lomo habitamos, es ahora varios milenios
ms viejo. De cualquier manera, lo que solemos llamar espritu
gentico y carcter de un pueblo, es cosa misteriosa y notable por
dems, inexplicable e imborrable, tan antiguo como la nacin misma
v como el pas que habita. El brahmn forma parte de su regin; a
ninguna otra juzga digna de su naturaleza sagrada. Otro tanto
ocurre con el siams y el japons; fuera de su pas es una planta
trasplantada a destiempo. Lo que el anacoreta de la India entiende
por su dios y el siams por su emperador es muy distinto de lo que
pensamos nosotros de ellos; lo que nosotros tenemos por eficiencia y
libertad de espritu, por hombra y belleza del sexo, lo ven aqullos
de otro modo. El encerramiento de las mujeres de la India, no se
les hace insoportable; la pompa insulsa de un mandarn parecer a
cualquier otro un espectculo sin inters. Y esto ocurre con todas
las costumbres de la multiforme humanidad y hasta con todos los
fenmenos de nuestro globo terrqueo. Si es el destino de nuestra
especie peregrinar hacia un grado de perfeccin desconocido en una
curva asinttica, no pudiendo alcanzarlo jams a despecho de su
trabajo de Tntalo, hay que reconocer que los chinos y japoneses,
los lamas y brahmanes ocupan en esta peregrinacin un rincn bas
tante apacible del vehculo en que viajamos; no se afligen por el
inalcanzable trmino del viaje y siguen siendo lo que hace miles de
aos haban sido.
7. Srvale de consuelo al antroplogo el hecho de que, a pesar
de todos los males que la naturaleza derram sobre el gnero hu
mano, no olvid en ningn organismo el blsamo que hiciera de
lenitivo para las heridas. El despotismo asitico, esta pesada carga
de la humanidad, slo tiene lugar en naciones que quieren sobre
llevarla, es decir, que sienten en menor grado su peso agobiador.
Con resignacin aguarda su destino el hind, y si en lo peor del
hambre su cuerpo demacrado ya es perseguido por el perro al que,
una vez cado, servir de alimento, se apoya en cualquier parte para
morir de pie, y el perro espera paciente mirando el plido rostro
del moribundo- Para tamaa resignacin nos faltan conceptos, y
sin embargo, puede convertirse en su contrario en los ms violentos
arrebatos de la pasin. De todos modos, es el antdoto para tantos
males de aquella Constitucin poltica juntamente con cierto alivio
que brindan el modo de vida y el clima, mientras que estos males
nos parecen a nosotros absolutamente insoportables. Si nos tocara
vivir all, o no lo sufriramos porque tendramos el suficiente valor
y buen sentido de reformar lu Constitucin, o tambin nuestra resis
tencia quedara minada y sobrellevaramos las penurias como cual
quier otro hind. Oh madre naturaleza, de qu menudencias haces
depender el destino de nuestra especie! Basta una minscula modi
ficacin en la conformacin de un crneo v cerebro humanos, basta
un pequesimo cambio de estructura en el organismo y los nervios,
causado por el clima, la raza y el hbito, y ya cambia tambin el
destino del mundo, la suma de todo cuanto en esta tierra obra y
sufre la humanidad.
LIBRO DUODCIMO

| legam os ahora a orillas del ufrates y del Tigris, v, cmo cam-


bia en esta regin la faz de la historia! Babilonia y Nnive,
Ecbatana, Perspoiis v Tiro ya no existen; pueblos siguieron a pue
blos, u:i imperio sucedi a otro y los ms se han perdido excepto sus
nombres y monumentos otrora tan clebres. Ya no hay naciones
que se llamen babilonios, asirios, caldeos, medos, fenicios o conserven
los rasgos caractersticos de su antigua constitucin poltica. Sus
imperios y ciudades han sido destruidos y los pueblos se arrastran
bajo otros nombres.
De dnde tanta diferencia respecto del carcter profundamente
impreso de jos Imperios orientales? Chin?, y la India fueron invadidas
ms de una vez por los pueblos monglicos y hasta vivieron bajo
su yugo durante siglos, y sin embargo, ni Pekn ni Benars, ni los
brahmanes ni los lamas desaparecieron de la tierra. A mi inicio,
suerte tan diversa se explica por s misma si se atiende la distinta
constitucin v situacin de estas des regiones del mundo. En el Asia
oriental, ms all del gran macizo montaoso, amenazaba a los pue
blos del sur un solo enemigo: el mongol. Durante siglos, los mon
goles recorrieron tranquilamente sus estepas y valles, y cuando inva
dan provincias vecinas, su intencin no era tanto destruir cuanto
temar v robar: de ah que varias naciones lograsen conservar su
constitucin durante miles de aos bajo la frula de prncipes
monglicos. Muv otra era la afluencia de la muchedumbre de pue
blos que en apretada concurrencia invadi el espacio entre el Mar
Negro v el Caspio hasta las orillas del Mediterrneo, siendo preci
samente el ufrates y el Tigris el desvo obligado de esta corriente
de pueblos nmadas. Todo el Cercano Oriente estaba desde tiempos
Remotos repleto de nmadas, y cuanto ms numerosas fueran las
ciudades florecientes y ms ctdtos los Imperios que nacieron en estas
hermosas regiones, tanto mayor aliciente brindaban a estos pueblos
ms primitivos para saquearlos si no era que, aprovechando su cre
ciente prepotencia, se dedicaran a exterminar a sus vecinos. La sola
Babilonia, espacioso centro y punto de reunin del comercio de
Oriente y Occidente, cuntas veces no fu conquistada y saqueada!
Sidn y Tiro, Jerusaln, Ecbatana y Nnive no corrieron mejor
suerte; se puede considerar toda esta regin como emporio de la
devastacin donde los Imperios destruan y eran destruidos.
No es extrao, pues, que muchos de ellos sucumbieran sin dejar
rastro, porque, de qu manera podan conservarse sus huellas? Los
ms de estos pueblos hablaban una lengua comn que se subdivida
solamente en diversos dialectos; con su ocaso, estos dialectos se entre
veraron, para finalmente derivar en una mezcolanza caldea-rabe-
siria, lengua que sobrevive todava en estas partes del mundo casi
>in ningn signo distintivo de los pueblos que intervinieron en su
formacin. De hordas salvajes haban nacido estos Estados, y hordas
volvieron a ser sin alcanzar un sello poltico duradero. Menos an
pudieron los famosos monumentos de Belos, Semramis y otros, ase
gurarles la inmortalidad de las pirmides, porque estaban hechos
de ladrillos secados al sol o al fuego y mezclados con betn, que
eran fcilmente destruidos, si no se deshacan solos con el pasar de
los siglos. Insensiblemente se corroa toda la gloria desptica de los
constructores de Nnive y Babilonia, de suerte que ya no queda otra
cosa que el nombre de esta celebrrima regin para admirarlo, y
con el cual estas naciones desaparecidas figuraban otrora en el consejo
de los pueblos. Slo nos resta caminar entre los sepulcros de extintas
monarquas y contemplar las sombras de su accin fenecida en el
mundo.
Y a la verdad, el efecto de su accin ha sido tan grande que
incluyndose el Egipto, "no hay otra regin del mundo, excepcin
hecha de Roma y Grecia, donde fueran inventadas e iniciadas tan
tas cosas que luego adquirieron importancia para Europa y, por
medio de ella, para todo el mundo civilizado. Uno se asombra
ante la multitud de artes y oficios que las crnicas hebreas sealan
como comunes en varios pequeos pueblos nmadas ya desde los
tiempos ms remotos1. Diversas herramientas para el cultivo de las
tierras, la horticultura, la pesca, la caza, especialmente la cra del
ganado, la molienda de los cereales, la elaboracin del pan, el arte
culinario, el cultivo de la vid y del aceite, la elaboracin de la lana
y de los curtidos para el vestido, el hilado, el arte de tejer y coser,
Jos tintes, la confeccin y el bordado de alfombras, la acuacin de
.dinero, el grabado de sellos, el pulido de piedras preciosas, la fabri

i Vase los estudios de Goguet sobre el origen de las leyes, artes y cien
cias, Lemgo, 1760, y an ms Gatterer, Breves nociones de la H istoria Uni
versal, parte I, Gottingen, 1785.
cacin del vidrio, la pesca del coral, la minera y metalurgia, diversas
obras de bellas artes ejecutadas en metal y modelado, dibujos y
moldes, la escultura y arquitectura, la msica y la danza, el arte
potico y de la escritura, el comercio con pesos y medidas, la nave
gacin costera, los comienzos de las ciencias de la astrologa, crono
loga y geografa, la medicina y el arte de la guerra, la aritmtica,
geometra y mecnica, y en cuanto a instituciones polticas: la legis
lacin, los tribunales, el culto divino, los contratos, las penas y
multitud de costumbres morales; todo esto lo encontramos tan
pronto en los pueblos del Cercano Oriente que deberan tener toda
la cultura de esta regin por restos de una cultura prehistrica aun
que ninguna tradicin nos lo enseara. Slo los pueblos que reco
rran errantes el remoto centro del Asia se hicieron brbaros y sal
vajes, por lo cual fu menester que por diversos caminos les llegara
tarde o temprano una segunda cultura.

BABILONIA, ASIRIA, CALDEA

Situadas en la gran va de ios pueblos nmadas del Cercano


Oriente, las frtiles y bellas riberas del ufrates y del Tigris no
podan menos que atraer pronto grandes multitudes de hordas que
apacentaban su ganado; y puesto que forman un pequeo Edn en
medio de montaas y desiertos, las hordas se quedaban gustosas all.
Hay que admitir que la regin ha perdido mucho de su encanto
porque qued despojada de casi toda cultura y expuesta hace siglos
al saqueo de hordas errantes; pero se han conservado algunas partes
que corroboran todava el testimonio universal de los escritores
antiguos que se hacen lenguas de su belleza colmndola de elo
gios1. sta, pues, fu la patria de las primeras monarquas de la
historia universal y al mismo tiempo uno de los primeros talleres de
las artes y oficios.
Nada ms natural en esta vida inquieta de los nmadas sino
que se le ocurriera a algn jeque ambicioso apropiarse de las her
mosas riberas del ufrates y mantener unidas bajo su mando a
varias hordas para su defensa. La fuente hebrea llama Nemrod a
este jeque, el cual habra constituido su reino con las ciudades de
Babilonia, Edesa, Nesibn y Ctesifn. Junto a l coloca a otro Im
perio, el de Asiria, con las ciudades de Resn, Nnive, Adiabene y
i Bsching, Erdbeschreibung, t. 5, secc. I.
Kalach. La situacin de estos reinos juntamente con su naturaleza
y origen anuda toda la madeja del destino que luego se haba de
desarrollar hasta su ocaso; porque fundados ambos por tribus dis
tintas que se hallaban demasiado cercanas entre s, qu otra cosa
caba de acuerdo con el espritu de esas hordas nmadas de esta
parte del mundo, sino que se hiciesen la guerra cayendo alternativa
mente bajo el dominio del adversario hasta que finalmente se
dividieron y dispersaron de una u otra manera bajo la presin de
los pueblos montaeses del norte? sta es, en breves palabras, la
historia de los reinos del Eufrates y Tigris que acaecida en tiempos
tan remotos y relatada de manera incompleta y por boca de varios
pueblos, no puede menos que presentrsenos entreverada. Pero en lo
que estn de acuerdo los anales y las fbulas es en el origen, espritu
y constitucin de estos Imperios. De pequeos comienzos de pueblos
nmadas haban nacido y nunca perdieron el carcter de hordas
invasoras. Hasta el despotismo que entre ellos se estableci y la
habilidad en diversas artes, que hizo clebre sobre todo a Babilonia,
corresponden plenamente a la mentalidad regional y carcter nacio
nal de los habitantes.
Qu fueron, a la postre, esas primeras ciudades que fundaron
aquellos fabulosos monarcas del mundo?, hordas numerosas y bien
constituidas; el campamento fijo de una tribu que disfrutaba de la
fertilidad de la regin y haca incursiones en otras con fines de robo
y saqueo. De ah la enorme extensin de Babilonia poco des
pus de su fundacin de ambos lados del ro; de ah tambin sus
muros y torres gigantescos. Las murallas eran vallas altas y gruesas
de barro cocido destinadas a proteger un extenso campamento de
nmadas; las torres eran atalayas; toda la ciudad, segn la expresin
de Aristteles, con sus jardines entremezclados, pareca un Pelopo-
neso. La regin suministraba abundante material para este tipo de
construccin, a saber, la arcilla utilizable para la fabricacin de
ladrillos y el betn que haca de argamasa. De esta manera, la na
turaleza facilitaba al hombre su obra y, una vez construidas las ins
talaciones al estilo nmada, nada costaba enriquecerlas y embelle
cerlas del mismo modo, a saber, cuando la horda sala a una de sus
incursiones con fines de robo.
Y qu otra cosa son las famosas conquistas de un Nio y una
Semramis y otros, sino los mismos recorridos a que se dedican ios
rabes, curdos y turcomanos hasta el da de hoy? Hasta por su
ndole racial eran los asrios montaeses nmadas, de quienes la
posteridad no conserva otra caracterstica que la de sus conquistas y
saqueos. Desde los tiempos ms remotos se nombra a los rabes
particularmente como milicia al servicio de estos conquistadores del
mundo, y bien se conoce el invariable estilo de vida de este pueblo
que durar mientras haya un desierto rabe. Ms tarde hacen su
entrada-en escena los caldeos, por su origen curdos salteadores1. No
se distinguieron en la historia universal ms que por sus devasta
ciones. Hasta el nombre que les di la ciencia parece que fu un
sobrenombre honorfico a causa de la conquista de Babilonia. Por
o tanto, la hermosa regin lindante con estos dos ros puede consi
derarse en tiempos antiguos y modernos como punto de reunin de
pueblos nmadas dedicados al pillaje, que juntaron en plazas fuer
tes el botn hasta que se rindieron a los halagos del clima caluroso
y voluptuoso y, vencidos por la opulencia, fueron-presa de otros,
ms rapaces que ellos.
Tambin las clebres obras de arte de una Semramis y de un
Nab'ucodonosor no dicen otra cosa. Las primeras incursiones de los
asirios se dirigan hacia el Egipto, por lo cual es probable que el
arte de esta pacfica y culta nacin sirviera de primer modelo para
el embellecimiento de Babilonia. La famosa estatua colosal de
Belo, los retratos sobre los muros de ladrillo de la gran ciudad son
de estilo netamente egipcio; y si la fabulosa reina fu al monte
Bagisthn para dejar impresa su imagen en la loma, fu, sin duda,
a imitacin del Egipto. Se v obligada a este viaje ya que el pas
sureo no le brindaba rocas granticas para monumentos perennes
como el Egipto. Tampoco Nabucodonosor produjo otra cosa que
estatuas colosales, palacios de ladrillo y pensiles. Se trataba de su
perar por las dimensiones lo que no saba hacerse con arte o no
poda tenerse en material, dndose vistosidad a los monumentos
con risueos jardines al estilo babilnico para suplir lo que les
faltaba de autntico valor. Por esto no creo tan lamentable la
desaparicin de estas enormes masas de arcilla, pues no es probable
que con ellas se, hayan perdido importantes obras de arte. Lo que
s deseara es que se escudriaran las ruinas en busca de tablas de
escritura caldea, las cuales, segn testimonios de varios viajeros, no
tardaran en aparecer.
Lo propio de la regin no fu el arte egipcio, sino habilidades
nmadas, y ms tarde, comerciales, tal como el plan primitivo de la
naturaleza lo indicaba. El ufrates se sala peridicamente de madre
y se haca necesario derivarlo en canales para que una mayor exten
sin de tierras fuesen fertilizadas; de ah el invento de las bombas
de agua y de la noria, que no haban aprendido de los egipcios. La
regin circunvecina de estos ros, poblada y frtil en otros tiempos,
qued desierta por falta de manos laboriosas. De la ganadera a la
agricultura haba aqu un solo paso, ya que la misma naturaleza

i Sobre los caldeos, Schltzer, R epertoriu m f r die m orgenldndische Lite-


ratu r, t. 8, p. 113, etc.
- Della Valle sobre las ruinas de Ardsche y Niebhur; sobre los montones
de ruinas de Halle, etc.
invitaba al habitante a que se decidiera a establecerse all definiti
vamente. Los deliciosos frutos que producan los huertos y campos
ribereos que brotan de la tierra con enorme vigor espontneo y
recompensan con. creces el poco trabajo que requiere su cultivo,
convertan casi insensiblemente al pastor en labrador y hortelano.
Un bosque de florecientes dtiles le suministraba la madera para su
vivienda en lugar de tiendas inestables, a la vez que le brindaba el
alimento de sus frutos; la arcilla de fcil cocimiento completaba la
construccin, de manera que el morador de tiendas, antes de darse
cuenta, se vi convertido en propietario de una vivienda mejor
aunque menos transportable. La misma tierra le provea de vasijas
y con ellas de mil comodidades de la vida domstica. Aprendi a
cocer el pan, preparar los alimentos hasta que, impulsado por el co
mercio, se llegaron a celebrar los opulentos convites y fiestas que
hicieron la fama de Babilonia desde tiempos muy antiguos. Asi como
se fabricaban pequeos dolos de arcilla, los terafim, as se aprendi
pronto a modelar y cocer estatuas colosales, de cuyos modelos poco
costaba pasar a la fundicin de metales. Grabando dibujos o signos
escritursticos en la blanda arcilla, que luego al cocerla se solidifica
ba, del mismo modo se aprendi insensiblemente a conservar estos
conocimientos para la posteridad en ladrillos cocidos, dando comien
zo al progreso que construa sobre experiencias pasadas. Hasta la
astronoma fu un invento afortunado de los nmadas de la regin.
El pastor, apacentando sus ovejas, estaba sentado en las verdecientes
praderas y observaba sosegadamente la salida y el ocaso de los ruti
lantes astros en el horizonte infinito y apacible. Dbales a cada uno
su nombre como a sus ovejas y se grababa en lar memoria la trayec
toria de cada uno. Continubanse estas observaciones en las azoteas
de las casas babilnicas, donde despus del bochorno del da se go
zaba de una brisa refrescante, hasta que finalmente una academia
fundada para ello se hizo cargo de esta ciencia interesante y al mismo
tiempo indispensable, llevando los anales astronmicos por largo
tiempo. Fu as como la misma naturaleza estimulaba al hombre al
progreso en conocimientos y ciencias, siendo tambin estos sus dones
productos tan locales cmo los que ms. A l pie del Cucaso entreg
a los hombres los yacimientos petrolferos, razn por la cual la fbula
de Prometeo se origin, sin duda, en esta regin. En los amenos
bosques de dtiles junto al ufrates educ con suave poder a los
pastores errantes para convertirlos en laboriosos pobladores de al
deas y ciudades.
Una serie de otras artes y oficios se originaron por el hecho de
que Babilonia fuera desde los tiempos ms remotos un emporio del
comercio entre Oriente y Occidente, como siempre ser.. . En la Per
sia meridional no se form ningn Imperio famoso porque no hay
ningn ro que desemboque en el mar; pero junto al Indo y al Gan
ges, a orillas del ufrates y del Tigris qu bullicio de vida desbor
dante! Cerca de aqu estaba el Golfo Prsico, desde donde ya en
tiempos antiguos un arsenal de mercancas de la India contribuy a
enriquecer tambin Babilonia haciendo de ella un centro prspero
del comercio. Conocido es el esplendor desplegado por Babilonia en
lienzos, alfombras y bordados; la riqueza fu madre de la opulencia,
la cual juntamente con la laboriosidad acerc a los dos pueblos en
mayor medida que en otras partes del Asa, a lo cual contribuy no en
ltimo lugar el gobierno de algunas reinas. En una palabra, la cultura
de este pueblo se basaba tan totalmente en su situacin geogrfica y
su estilo de vida que habra sido milagro que en semejante coyuntura
no se hubiera producido algo notable en esta parte del mundo. La
naturaleza tiene sus lugares privilegiados en esta tierra, donde riberas
y costas bienhechoras estimulan y recompensan la labor del hombre.
As como el Egipto naci al amparo del Nilo y el Ganges cre a la
India, as florecieron aqu Nnive y Babilonia, y en tiempos posterio
res Seleucia y Palmira. Si Alejandro hubiera visto cumplido su deseo
de gobernar el mundo desde Babilonia qu distinto hubiera sido,
durante largos siglos, el aspecto de esta regin encantadora!
Tambin a los caracteres escritursticos contribuyeron los asirios
y babilonios con su aportacin; privilegio ste que las tribus nma
das del Cercano Oriente contaron entre sus glorias desde tiempos in
memoriales. Prescindo de la cuestin de cul sea el pueblo al que
debemos definitivamente este invento maravilloso x, baste decir que
todas las tribus arameas se atribuyen este precioso don de la anti
gedad y detestan con una especie de fanatismo religioso los jero
glficos. No me puedo persuadir, por lo tanto, de que los babilonios
hubiesen empleado jeroglficos; sus adivinos interpretaban el curso
de los astros, los sucesos, los hechos casuales, los sueos, los trazos de
escritura con un significado oculto, pero no los jeroglficos. Aun el
anuncio del destino que apareci a aquel Baltasar en plena orga2
estaba escrito en palabras silbicas cuyos trazos le parecieron entreve
rados por la manera oriental de escribir, pero no eran jeroglficos.
Hasta las pinturas con que Semramis adornaba los muros y las letras
asiras que hizo esculpir en la roca como inscripcin para su retrato,
confirman desde los tiempos ms antiguos que no estaban en uso los
jeroglficos entre estos pueblos. Slo as fu posible que los babi
lonios tuviesen desde pocas tan remotas contratos escritos, anales del
Imperio y una serie continuada de observaciones astronmicas, y slo
gracias a la escritura entraron en la historia los pueblos cultos. La
mentablemente, ni sus registros astronmicos ni otro escrito alguno
han llegado hasta nosotros, aunque los primeros fueron enviados a

1 Trataremos de este punto en otro lugar.


2 D an iel, 5, 5 y 25*
Aristteles para su estudio; pero el mero hecho de haberlos posedo
es una gloria para este pueblo.
Por lo dems, al hablar de la sabidura de los caldeos, no
hay que pensar en lo que nosotros entendemos por sabidura.
Las ciencias que posea Babilonia estaban confiadas a un gremio
exclusivo y docto, el cual entre los tiempos de la decadencia de
la nacin busc refugio en el fraude ms despreciable. El nombre
de caldeos lo adoptaron desde los tiempos en que los caldeos domi
naron sobre Babilonia; puesto que desde Belo el gremio de los sabios
era una orden del Estado y una fundacin de los gobernantes, parece
que adularon a sus dominadores dndose el nombre de la nacin de
aqullos. Eran filsofos de la corte y como tales se rebajaron a todos
los repugnantes embustes y patraas de una filosofa palaciega. Pro
bablemente, durante esa poca contribuyeron al progreso de su cien
cia antigua tan poco como el tribunal de China al aumento de la
suya.
Afortunada y desgraciada a la vez fu esta hermosa regin, cer
cana a las montaas por donde bajaban en tropel tantos pueblos
salvajes. El Imperio Asirio y Babilnico fu conquistado por los cal
deos y los medos, y stos fueron sometidos por los persas hasta que,
al fin, todo qued convertido en un desierto subyugado, trasladndose
la sede del gobierno hada el norte. NI en cuanto a la guerra, pues,
ni por lo que a la Constitucin poltica se refiere, hay para nosotros
mucho que aprender de estos reinos. Sus ataques eran salvajes, sus
conquistas nada ms que incursiones, su Constitucin poltica esos
miserables gobiernos de strapas que siempre estuvieron a la orden
del da en esta parte del Oriente. De ah la inestabilidad de estas
monarquas, de ah las frecuentes rebeliones y la destruccin de todo
el edificio por conquista de una ciudad o por una o dos victorias de
cisivas. Arbaces intent ya despus de la primera cada del Imperio,
erigir una especie de aristocracia de strapas federados, mas no lo
consigui como, en general, ninguna de las tribus medas y arameas
conoca otra clase de rgimen que el desptico. La vida nmada fu
siempre su punto de partida; conceban al rey como pater familias y
jeque, y tan pronto como dejaron de vivir en tribus aisladas e inde
pendientes, no hubo lugar para la libertad poltica ni un gobierno
en comn de varios hombres.
As como es uno el sol que ilumina el cielo, as tambin, pen
saban, deba ser uno solo el que reinara en la tierra, el cual no tard
en revestirse de todo el esplendor del sol y hasta de los fulgores de
nna deidad terrena. Todo emanaba de su merced, de su persona de
pendan todas las cosas; con l viva el Estado y con l sucumba las
ms veces. La corte del prncipe era un harem: no haba all ms
que oro y plata, siervos y criadas, pases que posea como campos de
pastoreo y rebaos humanos que llevaba adonde quera cuando no
los sacrificaba. En suma, un gobierno brbaro de nmadas, si bien
produjo -algunas pocas veces'prncipes buenos que eran verdaderos
pastores y padres del pueblo.

II

LOS MEDOS Y PERSAS

Los medos cobraron su fama histrica por sus hazaas guerreras


y su opulencia; nunca se distinguieron por sus invenciones ni por
mejoras en la Constitucin poltica. Eran un pueblo montas de
valerosos jinetes que habitaba el norte de un pas rido en su mayor
parte. Como tales arrollaron el antiguo imperio asirio, cuyos sulta
nes se entregaban en su harem a un beatfico sueo. Pronto se des
entendieron tambin del nuevo Imperio Asirio, pero no tardaron en
caer bajo un severo gobierno monrquico, por obra del hbil Dejo-
ces, cuyo esplendor y opulencia acabaron por superar al mismo Im
perio Persa. Finalmente, bajo el dominio del gran Ciro, fueron
unidos con la avalancha de pueblos sobre cuyos hombros se eriga
el trono que hizo de los monarcas persas dueos del mundo.
Si hay algn prncipe alrededor de cuya figura la historia se
convierte en poesa, este prncipe es Ciro, el fundador del Imperio
Persa, tanto si la historia de este mimado de los dioses se lee en fuen
tes hebreas o persas, como si en Herodoto o en Jenofonte. Es indu
dable que este ltimo autor, historiador excelente, recibi ya de su
maestro la idea de escribir la Ciropedia y que recogi luego, durante
las campaas en el Asa informaciones autnticas sobre Ciro, las cua.-
les, empero, muerto el hroe desde mucho tiempo atrs no pudieron
hablar de l sino a la manera asitica, a saber, con los elogios diti-
rmbicos que solemos encontrar en todas las descripciones que estos
pueblos hacen de sus reyes y hroes. En consecuencia, Jenofonte fu
respecto de Ciro lo mismo que Homero respecto de Aquiles y Ulises,
sobre los cuales el poeta contaba tambin con noticias verdicas. De
todos modos, para nosotros es indiferente cul de los dos haga gala
de mayor veracidad; basta saber que Ciro conquist el Asia y fund
un Imperio que se extenda desde el Indo hasta el Mediterrneo.
Si Jenofonte dijo la verdad al describir las costumbres de los anti
guos persas conforme a las cuales Ciro fu educado, los alemanes
tenemos motivos de congratularnos de nuestro probable parentesco
racial con este pueblo y de Hacer votos por que todos nuestros prn
cipes se aboquen a la lectura de la Ciropedia.
T, empero, magnnimo Ciro, si m i voz pudiera alcanzar tus
odos en tu mausoleo de Pasagarda, preguntara a tus huesos por qu
te hiciste tamao conquistador. Habas pensado bien, en medio
del entusiasmo juvenil de la serie interminable de tus victorias, para
qu servirn a ti y a tus descendientes los innumerables pueblos, los
incontables pases a los que impusiste tu yugo? Acaso tu espritu
poda estar presente en todos ellos y seguir ejerciendo su influjo so
bre todas las generaciones venideras? Y si no qu pesada carga im
pusiste a tus sucesores que tenan que llevar una prpura compuesta
de tantas telas heterogneas! Sus partes vuelven a descomponerse, o
acaban por ahogar bajo su peso al que quiso adornarse con ellas.
sta fu, en efecto, la historia de Persia bajo los sucesores de Ciro.
Su espritu conquistador les haba fijado un fin tan alto que persis
tieron en ampliar los lmites del Imperio cuando esto ya no era
posible. De esta manera acabaron por devastar y chocar con todos
sus vecinos hasta que, por fin, el pundonor de un enemigo ofendido
les depar su triste fin. Apenas dos siglos dur el Imperio Persa y
uno se admira de que haya durado tanto, porque sus races eran tan
dbiles y sus ramas, en cambio, tan grandes, que forzosamente tuvo
que derrumbarse el rbol.
Si alguna vez el sentido humanitario se hace lugar entre los
hombres, lo primero que habr que aprender de la historia de los
persas es renunciar a la locura de un desenfrenado espritu con
quistador, que en pocas generaciones acaba por perderse a s mismo.
Conduce a los hombres como si fueran rebaos, los agrega unos a
otros cual materia inerte y se olvida de que en ellos habita un espritu
vivo y que tal vez la ltima piedra que iba a coronar el edificio se
desprender para aplastarlo. El reino de un pueblo es una familia,
una casa bien ordenada; descansa en sus propios cimientos porque
la misma naturaleza fu quien lo fund, y vive y muere slo al com
ps de los tiempos. Un Imperio juntado a punta de lanza, que abarca
cien pueblos y ciento veinte provincias, no es un Estado sino un
monstruo.
Tal fu la monarqua persa desde un principio; pero despus de
Ciro se manifest esto con mayor evidencia. Su hijo, tan desemejante
a l, quiso hacer conquistas ms grandes que el padre; como un de
mente se abalanz sobre el Egipto y Etiopa de manera que apenas
el hambre que tuvo que afrontar en el desierto le hizo retroceder.
Qu utilidad le proporcion esto a l y su Imperio? Qu provecho
tuvieron de l los pases conquistados? Devast el Egipto, destruy
los magnficos templos de Tebas y sus monumentos del arte. Des
truccin absurda! Generaciones asesinadas se sustituyen con nuevas
generaciones, pero esas obras no se reemplazan con nada. Todava
ahora yacen sus ruinas inexploradas y casi ncomprendidas; todos los
viajeros maldicen el delirio de aquel loco que nos rob estos tesoros
de la Antigedad sin causa ni sentido.
Apenas Cambises haba sido castigado por su propio furor, has
ta un hombre ms prudente como Daro tom el hilo de la historia
donde aqul lo haba dejado. Hizo la guerra a los escitas y a la In
dia, saque la Tracia y la Macedonia; y con todo esto no consigui
ms que depositar en Macedonia la chispa que hecha un fuego de-
vorador habra de achicharrar a uno de los ltimos reyes que llevaba
su nombre. Infortunado fu en su guerra contra los griegos, y ms
desgraciado an su sucesor Jerjes. Si se lee hoy e relato de estas in
cursiones despticas, la lista de naves y pueblos enteros que todo el
imperio Persa tuvo que entregar como tributo a la locura del con
quistador, si se considera la carnicera ordenada a raz de cada rebe
lin de los pases injustamente subyugados en el ufrates, el Ni lo, el
Indo, el Arases y el Hals, slo para que permaneciese persa lo que
alguna vez fu declarado persa, no se derramarn lgrimas histricas
como Jerjes al pasar revista de las ovejas inocentes que llevaba al
matadero, sino lgrimas de sangre y de indignacin porque un Im
perio tan absurdo y enemigo de los pueblos pueda gloriarse del
excelso nombre de Ciro. Acaso alguno de esos devastadores persas
supo fundar reinos, ciudades y monumentos como los que destruy o
trat de destruir, acaso fueron capaces de fundar una Babilonia, Te-
bas, Sidn, Grecia o Atenas?
Es una ley dura pero benfica del destino que, como todo mal,
tambin la prepotencia se devore a s misma. La decadencia de Per
sia se inici con la muerte de Ciro, y si bien, especialmente gracias
a las medidas tomadas por'Daro, pudo mantener su esplendor a los
ojos del mundo por un siglo ms, ya corroa sus intestinos el gusano
que corroe todo Imperio desptico. Ciro dividi su reinado en go
bernaciones que mantuvo todava a raya apoyado en su autoridad,
estableciendo rpidas comunicaciones con todas las provincias y ejer
ciendo una estricta vigilancia. Daro organiz el Imperio, o al menos
su corte, con mayor cuidado an, y desempe su alto cargo como
monarca justo y activo. Pero al poco tiempo los grandes reyes que
vinieron a ocupar el trono desptico, eran tiranos afeminados; el
mismo Jerjes, en su vergonzosa huida ele Grecia y cuando hubiera
debido pensar en cosas bien distintas, apenas hubo llegado hasta
Sardes cuando ya estaba mezclado en un amoro depravado. Los ms
de sus sucesores siguieron sus huellas en este punto, y pronto eran
el soborno, las rebeliones, la traicin, los asesinatos alevosos y guerras
desafortunadas, etc., casi lo nico notable que la historia posterior
de Persia tiene que ofrecer. El espritu de los nobles estaba corrom
pido y los plebeyos no tardaron en corromperse a la par de sus amos;
al final, ningn regente estaba seguro de su vida; el trono se tamba
leaba tambin bajo los prncipes decentes, hasta que Alejandro pro
rrumpi en el Asia dando en pocas batallas horrible fin al Imperio,
que ya no tena ninguna consistencia interna. Por desgracia cay
este destino en un rey que mereca mejor suerte; inocente expi los
pecados de sus antecesores pereciendo por vergonzosa traicin. Si hay
alguna historia del mundo que nos advierta con letras maysculas
que la arbitrariedad se destruye a s misma, que un poder sin lmites
y casi sin ley significa la ms temible debilidad, y que todo gobierno
complaciente de strapas se convierte tanto para el regente como
para el pueblo en el peor de los venenos, es la historia del Imperio
Persa.
En consecuencia, este reino no ha ejercido influjo benfico sobre
otra nacin alguna porque en vez de edificar destrua. Obligaba a las
provincias a rendir tributos vergonzosos, una para el cinto de la reina,
otro para el adorno de su tocado o un collar; pero no ias aglutinaba
mediante mejoras en la legislacin y las instituciones. Todo el es
plendor, toda la pompa y temor de los dioses que desplegaron estos
monarcas, ha pasado; sus strapas como sus favoritos son ahora polvo
como ellos mismos, y el oro del que despojaron a sus poseedores leg
timos tal vez yazga junto a ellos en la tierra. Hasta su historia se
ha convertido en fbula, una fbula que los orientales y griegos pre
fieren no mencionar. Tambin los antiguos idiomas persas han muer
to y las nicas reliquias de su grandeza, las ruinas de Perspolis,
junto con sus bellos trazos escritursticos y sus imgenes colosales no
han sido descifrados todava. El destino tom venganza de estos sul
tanes; han sido borrados de la tierra como por el mortfero viento
simn, y donde sobrevive su memoria, como por ejemplo entre los
griegos, all vive para su deshonra, cual caricatura de su extinta
grandeza.
Lo nico que nos habra quedado de los monumentos espirituales
de los persas seran los libros de Zoroastro s su autenticidad estuviera
demostrada1. Pero su contenido no concuerda coh muchos otros tes
timonios sobre la religin de este pueblo, y adems tienen tan eviden
tes seales de influencias brahmanes posteriores lo mismo que cristia
nas, que slo se pueden reconocer como autnticas las lneas funda
mentales del cuerpo doctrinario; pero stas se adaptan entonces fcil
mente al conjunto nacional. Los antiguos persas, como todos los pue
blos salvajes y particularmente los montaeses, veneraban los elemen
tos vivos del mundo. Mas como este pueblo no permaneci en su
incultura, sino que ascendi por sus victorias hasta la ms alta cumbre
de la opulencia, la mentalidad asitica peda ya un sistema mejor
ideado o un ceremonial religioso; lo recibi finalmente de, manos de
su Zoroastro o Zerduscht, al que prestaba su apoyo el rey Daro His-
taspes. El sistema se basa evidentemente en la Constitucin persa; as
como haba siete prncipes alrededor del trono a manera de ministros,
as hay aqu delante de Dios siete espritus que ejecutan sus rdenes

i Zend-Avesta, ouvrage de Zoroastre, p. Anquetil du Perron, Par., 1771.


en todos los mundos. Ormuzd, el ser bueno, prncipe de la luz tiene,
que luchar incensantemente con Arimn, prncipe de las tinieblas, y
en esta batalla le ayudan todos los buenos. La mentalidad netamente-
poltica que informa estos conceptos se hace del todo evidente en
las personificaciones de los enemigos de Persia que aparecen en todo
el Zend-Avesta como servidores de Arimn y espritus del mal. Tam
bin todos los mandamientos morales de esta religin son polticos;;
se refieren a la limpieza de cuerpo y mente, la concordia en la fami
lia y la ayuda mutua; recomiendan el cultivo de las tierras y la plan
tacin de rboles frutales as como la exterminacin de las sabandi
jas que tambin son presentadas como un ejrcito de demonios encar
nados; se promueve el inters por el bienestar material, el matrimo
nio temprano y la fecundidad, la educacin de los hijos, la veneracin
del rey y sus ministros, el amor al Estado, y todo esto a la manera per
sa. En una palabra, el fondo del sistema se manifiesta por s mismo
a modo de religin poltica como en tiempos de Daro no pudo in
ventarse ni introducirse sino en el Imperio Persa. Necesariamente,
las antiguas concepciones y creencias de la tribu, inclusive sus supers
ticiones, hubieron de integrarla tambin. De ah el culto del fue
go que seguramente ya era tradicional en los yacimientos petrolferos
del Mar Caspio, si bien los templos del Fuego al estilo de Zoroastro.
son en muchas regiones de fecha posterior. De ah tambin mas-de un
uso supersticioso referente a la purificacin del cuerpo y el pnico
temor a los demonios que da el tono a casi todos los objetivos ma
teriales de las oraciones, votos y consagraciones de los persas. Todo
esto evidencia cun baja era todava entonces la cultura espiritual del
pueblo para el cual fu inventada esta religin; y esto a su vez con
firma el concepto que nos hemos formado de los antiguos persas.
La reducida parte del sistema dedicada a la cosmologa est tomada
totalmente de la doctrina de los magos que trata de purificar y ele
var a su manera. Somete a los dos principios de la creacin, la luz
y las tinieblas, a un ser superior e infinito que denomina el tiempo
ilimitado, y hace que el mal sea siempre vencido por el bien y final
mente aniquilado, de manera que todo acaba en un reino bien
aventurado de la luz. Considerada as, la religin poltica de Zoro
astro viene a ser una especie de teodicea filosfica, tal como pu
dieron producirla su poca y las concepciones en boga.
Este origen explica tambin por qu esta religin no pudo nunca,
alcanzar la consistencia de una institucin de brahmanes o lamas. El
Imperio desptico se haba constituido mucho antes y sin ella, y,
en consecuencia, fu o al menos lleg a ser una especie de religin
monjil que acomodaba su doctrina a la Constitucin vigente. Por ms
que Daro suprimiese a la fuerza a los magos que formaban una
verdadera clase social de Persia, introduciendo, en cambio, gustoso
esta religin que impona al rey solamente obligaciones espirituales,
no poda sta pasar de ser una secta, bien que la secta dominante por
un siglo. Es as como se difundi ampliamente el culto del luego, en
direccin a Occidente a travs de Media hasta Capadocia, y hacia
Oriente hasta el Indo. Aniquilado el Imperio Persa, corrodo por
dentro y barrido por la espada de Alejandro, tambin le haba llegado
la hora a esta su religin del Estado. Ya no sirvieron para nada sus
siete Amshaspandes y ninguna imagen de Ormuzd presida el trono
de Persia. Haba sobrevivido su poca convertida en una sombra
como la religin israelita fuera de su pas. Los griegos la toleraban,
los mahometanos la persiguieron con saa sin par, y asi, sus pobres
restos se refugiaron en un rincn de la India, donde, cual ruina de un
mundo fenecido, contina sin motivo ni finalidad sus viejas creencias
y supersticiones destinadas solamente a la monarqua persa y enri
queciendo, acaso sin darse cuenta, su caudal con concepciones de los
pueblos entre los cuales la arroj el destino. Un acrecentamiento de
esta ndole es cosa natural y obra de los tiempos, porque toda reli
gin arrancada de su tierra y esfera de origen tiene que recibir el
influjo del mundo en que vive. Por lo dems, la colectividad persa
que vive en la India es un pequeo pueblo tranquilo, concorde y la
borioso que, tambin considerado como entidad social, aventaja a
ms de una religin, porque socorre a sus pobres y destierra de su
seno a todo miembro incorregible de malas costumbres 1.

III

LOS HEBREOS

Minsculos parecen los hebreos al considerarlos a continuacin


de los persas; pequeo fu su pas e insignificante el papel que les
toc desempear en el teatro mundial donde casi nunca hicieron
de conquistadores. Mas fu designio del destino que por una serie
de circunstancias cuyas causas son de fcil anlisis, ejercieran sobre
los otros pueblos un influjo ms profundo que ninguna otra nacin
del Asia. En cierto modo llegaron a ser, tanto por el cristianismo
como por el Islam, el fundamento ms importante de las luces.
Por de pronto, ya se distinguen los hebreos por el hecho de que
poseen sus crnicas escritas desde pocas en que la mayor parte de
las naciones hoy cultas no conocan todava el arte de la escritura,
de manera que no se pueden atrever a llevar su historia hasta los
orgenes del mundo. Otra ventaja es que estas crnicas no se basan
1 NiEBUHRjZeisebeschneibung, pg. 48, etc.
en jeroglficos coir la consiguiente mistificacin, sino slo en registros
genealgicos entremezclado con leyendas histricas o cantares ce ges
ta, gnero literario sencillo que contribuye a acrecentar su valor his
trico. Finalmente., estas narraciones adquieren un peso especial
por el hecho de que consideradas privilegio de origen divino para
la nacin, se conservaron con una meticulosidad casi supersticiosa,
llguudo por fin, medante el cristianismo a manos de otros pueblos
que, armados de mayor libertad de espritu que los judos, las ana
lizaron, refutaron, explicaron y aprovecharon. Naturalmente da que
pensar el hecho de que los testimonios de otras naciones, en particu
lar de Manetn el egipcio, difieran tanto de la propia historia
hebrea; pero considerndola con imparcialidad y sabiendo ade
ms interpretar su espritu, no cabe duda de que merece ms fe
que las columnas despreciativas de unos antisemitas extranjeros. No
tengo, pues, reparos en usar como fundamento la historia de los
hebreos tal como ellos ia cuentan, pero con la salvedad de que las
leyendas de sus adversarios no deben solamente despreciarse sino
tambin aprovecharse en la conveniente medida.
Segn las ms antiguas tradiciones nacionales de los hebreos,
el primero de sus patriarcas cruz el ufrates en calidad de jeque
de una caravana ce nmadas para llegar finalmente a Palestina,
El pas le gust porque le brindaba espacio en abundancia para con
tinuar el modo ele vida de sus antepasados pastores y servir al dios
de sus mayores de acuerdo con las tradiciones de su raza. Gracias a
la suerte extraordinaria de uno de sus descendientes, la tercera gene
racin emigr al Egipto continuando all su sistema de vida de pas
tores sin mezclarse con la poblacin del lugar hasta que, no se sabe
con precisin en qu generacin, su futuro legislador los libr de la
opresin y del desprecio de aquel pueblo que en su calidad de pas
tores se haban atrado, salvndolos al conducirlos a la Arabia. Aqu
este gran hombre, el grande de cuantos produjo el pueblo hebreo,
llev a cabo su obra dndoles una Constitucin que, basada en la
religin y sistema de vida de su raza, estaba sin embargo tan enrique
cida de la sabidura poltica egipcia que por una parte elev al pue
blo del nivel de horda de nmadas al de nacin culta, y por otra
parte lo apart tan completamente de la esfera egipcia que nunca
ms se sintiera tentado de pisar la tierra negra de este pas. Todas
las leyes de Moiss estn admirablemente concebidas y calculadas;
abarcan desde lo ms grande hasta lo ms pequeo para informar
el espritu de la nacin en todas la peripecias de la vida y llegar a
ser, como tantas veces insiste Moiss, una ley eterna. Esn legis
lacin tan meditada no fu obra del momento; el legislador le iba
agregando lo que requeran las circunstancias y antes de morir hizo
jurar a toda la nacin su futura Constitucin. Durante cuarc-ii1'1 aos
vigil con severidad el estricto cumplimiento de la ley, y no es im
posible que el pueblo tuviese que permanecer tanto tiempo en el
desierto rabe hasta que, muerta ya la primera generacin de dura
cerviz, un pueblo totalmente educado en estas costumbres supiese
instalarse conforme a ellas en el pas de sus mayores. Pero desgra
ciadamente no se realiz esta aspiracin del gran patriota. Cargado
de aos muri Moiss en la frontera del pas que haba venido bus
cando y cuando su sucesor penetr en l, le falt autoridad y empuje
para llevar a cabo en un todo el proyecto del legislador. No se pro
sigui la conquista hasta donde deba llevrsela; se divMieron los
laureles y descansaron sobre ellos antes de tiempo. Las tribus ms
poderosas se arrebataron primero la mejor parte del pas, de suerte
que sus hermanos menores apenas encontraron dnde establecerse y
hasta una tribu tuvo que dividirse1. Adems, muchas pequeas
naciones se quedaron en el pas conservando Israel en su seno a los
que eran sus enemigos jurados, y en consecuencia le faltaba al pas,
por dentro y por fuera, la estabilidad que slo sus lmites naturales
le podan garantizar. Qu otra cosa poda resultar de comienzos tan
incompletos sino esos perodos de aos inciertos que no dieron
tregua al pueblo invasor? Los estrategas improvisados, nacidos del
apremio, no pasaron de ser caudillos de incursiones victoriosas, y
cuando, finalmente, se instituy la monarqua, el mismo pas divi
dido en tribus di tanto que hacer a los reyes que el tercero de ellos
fu al mismo tiempo el ltimo de un reino desarticulado. De seis
partes cinco renegaron de su sucesor y qu caba esperar ahora de
dos reinos tan debilitados que a los ojos de sus vecinos y poderosos
enemigos se hacan la guerra sin cuartel? El reino monrquico de
Israel no tena Constitucin propia y legalmente instituida, por lo
cual renda culto a dioses ajenos de origen local con tal de no coin
cidir con su rival que veneraba al antiguo dios legtimo de la na
cin. Naturalmente a este efecto se puso en circulacin la versin
de que en la parte contraria ho reinaba un rey temeroso de Dios ya
que de otra manera el pueblo hubiera emigrado a Jerusaln ponien
do fin a la existencia del gobierno separatista. As, pues, se sigui a
los tumbos cayendo de una imitacin de usos y costumbres forneas
en otra, a cul ms infeliz, hasta que, por fin, vino el rey de Asira
para engullir el pequeo reino que le vena como anillo al dedo.
El otro reino que por lo menos se apoyaba en la antigua Constitu
cin de dos reyes poderosos y en una capital fortificada, se mantuvo
un tiempo ms, pero solamente hasta que otro ms fuerte se decidi
a acometerlo. As vino el flagelo de Jas naciones, Nabucodonosor,
que primero hizo tributarios a los reyes dbiles y luego, en castigo
de su rebelin, redujo al ltimo de ellos a la esclavitud. El pas

i La tribu de Dan recibi un rincn al norte y a la izquierda del pas (vcase


sobre esto el espritu de la poesa hebraica, parte 2 ).
fu devastado, las fortificaciones de la capital desmanteladas y Jud
fu conducida a una esclavitud tan vergonzosa en Babilonia como
era la de Israel en Media. Por lo tanto, considerndolo como Estado,
pocos pueblos podrn hacer en la historia una figura ms desgracia
da que ste, con la excepcin de dos de sus reyes.
Cul fu la causa? Creo que la continuacin de nuestra narra
cin la aclara por s sola. Un pas de constitucin tan deficiente por
dentro y por fuera no poda florecer en este lugar del mundo en
ninguna forma. Si bien David llev sus incursiones hasta el Eufrates
obteniendo como nico resultado excitar una potencia superior con
tra sus sucesores, acaso pudo dar con esto a su pas la consistencia
que le faltaba, hallndose, adems, la sede del gobierno en e extre
mo sur del reino? Su hijo introdujo, luego, mujeres extranjeras, co
mercio y opulencia en un pas que como la federacin suiza slo
puede alimentar a pastores y agricultores y, de hecho, los tena que
alimentar en nmero muy crecido. Adems, como dej el comercio
en su mayor parte en manos de los edomitas sometidos, el lujo fu
perjudicial para su reino. En toda la lnea no se hall desde la muer
te de Moiss otro legislador en este pueblo capaz de conducir el
Estado desorganizado a una constitucin en consonancia con los tiem
pos que corran. La clase intelectual decay pronto, los celadores
de la ley tenan voz pero carecan de brazo ejecutivo, los reyes eran
en su mayora afeminados o tteres de los sacerdotes. En consecuen
cia, la fina nomocracia a que haba aspirado Moiss y una especie
de monarqua teocrtica plagada de despotismo como estaba en.
boga entre todos los pueblos de la regin, dos concepciones tan opues
tas se disputaban el fuero poltico, por lo cual la ley de Moiss des
tinada a constituir polticamente una ley de la libertad, tuvo que
degenerar en una ley de la esclavitud para el pueblo.
Con el correr de los tiempos las cosas cambiaron, pero no mejo
raron. Libertados por Ciro de su cautiverio los judos que volvieron
en nmero escaso lo haban aprendido todo menos una verdadera
concepcin poltica. Y de quin haban de aprenderla en Asira y
Caldea? Eligieron una mezcla hbrida entre monarqua y hierocra-
cia, y edificaron un templo como si con ello pudieran volver a los
tiempos de Moiss y Salomn; su religiosidad se haba convertido
en farisesmo, su sabidura en sofistera caviladora que se agotaba
en la letra muerta, su patriotismo en un observantismo servil de la
antigua ley mal entendida, de manera que sirvieron de mofa y hazme
rrer a todas la naciones vecinas. Su nico consuelo y su esperanza
se fundaban en las antiguas profecas que, interpretadas no menos
errneamente, les vaticinaban el ms glorioso dominio del mundo.
As vivieron y sufrieron durante siglos bajo el yugo de los griegos,
sirios, idumeos y romanos hasta que, finalmente, a causa de una
exasoeracin sin precedente en la historia, tanto el pas como la ca
pital sucumbieron de una manera tan horripilante que el mismo
vencedor filantrpico no pudo menos que dolerse de ello. Ahora
los judos fueron dispersados por todas la provincias del Imperio
Romano y justamente esta su dispersin seala el comienzo de un
influjo sobre el gnero humano que cuesta imaginarse que jams
hubieran podido alcanzar desde los estrechos lmites de su pas, ya
que nunca se distinguieron como un pueblo de sabidura poltica
ni diestro en el arte de la guerra," y mucho menos como productivos
en las ciencias y artes en todo el transcurso de su historia.
Poco antes del ocaso del Estado judo haba nacido en su seno
el cristianismo, el cual al principio, lejos de separarse del judaismo,
incorpor sus libros sagrados y sobre todo confiaba en la misin
divina de su Mesas. Por medio del cristianismo, pues, llegaron los
libros de los judos a manos de todas las naciones que abrazaron la fe
cristiana, y por lo tanto influyeron para bien o para mal, segn
se los entenda y utilizaba, en todas las pocas cristianas. Su efecto ha
sido benfico por cuanto la ley de Moiss hace de la doctrina del
nico Dios creador del cielo y de la tierra el fundamento de toda
filosofa y religin, hablando de este Dios en tantos cantares y ense
anzas con dignidad y elevacin, con una reverenda y gratitud que
pocas veces ha sido alcanzada en escrito humano alguno. No se com
pare ya estos libros con el Chou-king de los chinos o el Sadder y
Zend-Avesta de los persas, sino pngaselo al lado del Corn, muy
posterior, de los mahometanos, el cual se aprovech de las ensean
zas de judos y cristianos, y se ver que la prestancia de los escritos
hebraicos entre todos los antiguos libros de religin es indiscutible.
Tambin halagaba a la curiosidad humana hallar en estos libros
respuestas tan populares, inteligibles y comprensibles para cualquie
ra, sobre la creacin y la edad del mundo, el origen del mal, etc., por
no mencionar toda la historia del pueblo tan llena de enseanzas y
la moral de elevada pureza que se encuentra en varios libros de esta
coleccin. En cuanto a la cronologa de los judos, sea cual fuere su
valor, se posea en ella una medida comnmente aceptada y una
gua a travs de los acontecimientos de la historia; todo esto sin
contar las ventajas inherentes al ejercicio lingstico, arte de inter
pretacin y dialctica, los cuales hubiera convenido ejercitar tam
bin en otros escritos. Por todo este conjunto de factores tuvieron
los escritos de los hebreos un efecto indiscutiblemente beneficioso en
la historia de la humanidad.
Sin embargo, a nadie le escapa que juntamente con todas estas
ventajas, la interpretacin errnea y el abuso de estos escritos atrajo
tambin mltiples perjuicios a la razn humana, tanto ms cuanto
que se presentaban revestidos de autoridad divina. Cuntas cos
mogonas estpidas han sido estructuradas a base de la sencilla, y
solemne narracin mosaica de la creacin; cuntas teoras forzadas e
hiptesis infundadas se quisieron sacar de la manzana y la serpiente!
Durante siglos enteros fueron los cuarenta das del diluvio el punto
de partida para ios naturalistas que creyeron obligatorio derivar de
ah todos los fenmenos y formaciones de la tierra, y durante pero
dos no menos prolongados ligaron los historiadores de la humanidad
el origen de todos los pueblos de la tierra al pueblo de Dios y a la
equivocada interpretacin del sueo que un profeta tuvo de las
cuatro monarquas. Ms de~ un relato histrico ha sido adulterado
para explicarlo conforme a una voz hebrea; todo el sistema de hom
bres, tierra y sol se violent slo para salvar el sol de Josu y la edad
del mundo segn la cronologa bblica que nunca tuvo la intencin
de determinar estos valores con precisin cientfica. Ms de uno de
los grandes de la humanidad, hasta un Newton, perdi, con la cro
nologa hebrea y el Apocalipsis, un tiempo que mejor habra empleado
en investigaciones ms provechosas. Y hasta respecto de la doctrina
moral y la constitucin poltica, los escritos de los hebreos pusieron
grillos y cadenas a la naciones que los adoptaron, a causa de su mala
interpretacin y peor aplicacin. A l no distinguir los tiempos y los
grados de la cultura, crean poseer un modelo en la intolerancia del
espritu religioso de los judos, conforme al cual deberan proceder
tambin los cristianos; se citaban pasajes del Antiguo Testamento
para justificar la concepcin contradictoria que del cristianismo vo
luntario y slo moral quera hacer una religin del Estado al estilo
judo. Igualmente es innegable que el ritual del templo y hasta la
liturgia de los hebreos tuvieron influencia sobre el culto, la retrica
sagrada, los cnticos y letanas de todas las naciones cristianas, con
virtiendo su culto religioso a menudo en un idiotismo oriental. Se
pretenda que la ley mosaica deba estar en vigencia en cualquier
lugar de la tierra y en medio de constituciones nacionales completa
mente diferentes; de ah que no haya una sola nacin cristiana que
hubiese construido su legislacin y constitucin poltica, desde los ci
mientos por s misma. Es as cmo aun el bien ms selecto linda
con el mal por culpa de un uso equivocado, como tambin los sa,-
grados elementos de la naturaleza pueden obrar la destruccin y
los medicamentos ms eficientes convertirse en veneno mortfero.
El pueblo mismo de los judos ha sido desde su dispersin ti til
o perjudicial con su presencia para las naciones de la tierra segn el
destino que se le asignara. En los primeros tiempos, los cristianos
eran considerados judos y despreciados o suprimidos en masa, ya
que tambin los cristianos se hicieron acreedores a los reproches
que se haca a los judos, como son el odio a los otros pueblos, el
orgullo y la supersticin. Ms tarde, cuando los cristianos por su
parte perseguan a los judos, es dieron la oportunidad de apode
rarse por su laboriosidad y dispersin de casi todo el comercio inte
rior y, particularmente, del intercambio de oro; de ah que las
naciones menos cultas de Europa se hicieron esclavas voluntarias
de la usura de los judos. Las operaciones con letras de cambio., si
bien no son sus inventores, pronto las perfeccionaron por la sencilla
razn de que su situacin incierta en los pases mahometanos y cris
tianos Ies haca indispensable este instrumento. No cabe dudar, pues,
que una repblica de usureros tan inteligentes apart a varias na
ciones europeas de' aprovechar el comercio por su propio trabajo,
porque stas se crean demasiado nobles para ejercer un oficio judo
y aprender de ios tesoreros del Sacro Imperio Romano esta industria
ingeniosa y sutil, como los espartanos no haban querido aprender
la agricultura de sus helo tes. Si alguien escribiera la historia de los
judos en todos los pases donde viven dispersos, sta resultara un
monumento espectacular de la humanidad igualmente notable como
fenmeno natural y poltico; porque ningn pueblo de la tierra se ha
difundido como ste, y ninguno se ha conservado en todos los cli
mas con sus caractersticas y su actividad como l.
Pero no se le ocurra a nadie sacar de ah una conclusin supers
ticiosa acerca de una revolucin que este pueblo tenga que desenca
denar en tiempos venideros para todas las naciones del mundo. La
revohicin que le toc producir, probablemente ya se haya producido
y para otra ms no se encuentran indicios ni en el pueblo mismo
ni en la analoga de la historia. La supervivencia de los judos se
explica no menos naturalmente que la de los brahmanes, persas y
gitanos.
Por lo dems, nadie querr negar sus grandes cualidades a un
pueblo que fu tan eficiente resorte en manos del destino y cuyas
notables predisposiciones se muestran a todo lo largo de su historia.
Ingenioso, astuto y laborioso, supo sostenerse aun bajo la extrema
opresin de otros pueblos y en un desierto como el de Arabia por
ms de cuarenta aos. Ni le falt el valor en la guerra, como lo de
muestran los tiempos de David y de los macabeos, pero sobre todo
el fin terrible de su Estado. En su pas era en otros tiempos un
pueblo diligente y trabajador que como los japoneses saba aprove
char sus montaas estriles por medio de riegos artificiales hasta la
cumbre y alimentar increble nmero de habitantes en un estrecho
sector que distaba mucho de distinguirse por su fertilidad. Hay que
conceder que la nacin juda, por lo que al arte se refiere, a pesar
de estar situada entre los egipcios y fenicios, nunca' se hizo experta,
como quiera que hasta para la construccin del templo de Salomn
tuvo que emplear artesanos extranjeros. Asimismo, no obstante po
seer durante un tiempo los puertos del Mar Rojo y estar tan cerca
de las costas del Mediterrneo en una situacin inmejorable para el
comercio mundial y con una poblacin excesiva para su pas, nunca
lleg a ser una potencia naval. Como los egipcios, teman el mar
y siempre prefirieron habitar entre naciones extraas, rasgo ste
tpico para su carcter nacional y contra el cual luch ya Moiss a
brazo partido. En una palabra, es un pueblo que degener en su
educacin porque nunca alcanz la madurez de una civilizacin
poltica crecida en su propio suelo, por lo cual no evolucion hasta
un autntico sentido del honor y de la libertad. En las ciencias a
que se dedicaron sus hombres ms dotados, siempre se distinguieron
ms bien por la fidelidad a los principios y el orden que no por
una fecunda libertad del espritu; por otra parte, las virtudes pa
triticas no pudieron desarrollarse casi nunca a causa de las situa
ciones que atravesaban. El pueblo de Dios al que a su hora el mismo
cielo don una patria, hace miles de aos, casi desde su origen es
una planta parsita que vive sobre los troncos de otras naciones; un
pueblo de ?stutos negociantes casi en toda la tierra, que a pesar de
tanta opresin no aspira nunca al honor y a la propia morada y no
conoce la nostalgia de la patria.

IV

FENICIA Y CARTAGO

De muy otra manera se hicieron benemritos de la humanidad los


fenicios. Inventaron uno de los instrumentos ms nobles del mundo,
el vidrio, v la historia cuenta su casual invencin junto a las orillas
del ro Belo. Como vivan a orillas del mar, fueron navegantes desde
tiempos inmemoriales; ya Semramis hizo construir su flota por los
fenicios. De embarcaciones pequeas fueron pasando paulatinamente
a barcos de gran eslora, aprendieron a navegar guindose por las
estrellas, especialmente por la constelacin de la Osa, y siendo ataca
dos, tuvieron que aprender al fin tambin la guerra naval. Sus naves
surcaron todo el Mediterrneo hasta ms hall de Gibraltar y hasta
la Gran Bretaa, y desde el Mar Rojo es probable que dieran la
vuelta al frica ms de una vez. En todo esto no procedieron como
conquistadores sino como comerciantes y colonizadores. Con el tr
fico, el idioma y mercancas artsticas vincularon entre s a pases
que estaban separados por los mares, e inventaron ingeniosamente
todo cuanto pudiera servir a este fin. Aprendieron a hacer clculos,
a acuar los metales y utilizarlos para la fabricacin de diversas
vasijas y juguetera. Inventaron la prpura, elaboraron los finos
lienzos de Sidn, buscaron en Gran Bretaa estao y plomo, plata
de Espaa, de Prusia el mbar, el oro de Africa y cambiaron todo
esto contra mercancas del Asia. Su Imperio era, pues, todo el Medi
terrneo, ocupadas sus costas aqu y all por sus colonias y teniendo
en Tartesos, Espaa, el clebre emporio de su comercio con tres
Continentes. .Por muchos o pocos que fuesen los conocimientos que
transmitieron a los europeos, el solo regalo de las letras del alfabeto
que hicieron a Grecia equivala por todos los dems.
Y cmo lleg este pueblo a desplegar una artesana tan meri
toria? Fu acaso una tribu afortunada del pas de origen de la huma
nidad, dotada con igual largueza de cualidades psquicas y fsicas?
Todo menos esto. Segn todos los testimonios que poseemos sobre
los fenicios, eran originalmente un pueblo aborrecido, tal vez un
grupo de trogloditas o gitanos desplazados de su tierra. Los encon
tramos primero a orillas del Mar Rojo en cuyos desiertos se alimen
taban miserablemente. Todava cuando ya haban emigrado al Medi
terrneo, conservaron durante largo tiempo sus costumbres inhu
manas, su religin cruel y hasta sus moradas en las rocas de Canan.
Cualquiera conoce las descripciones de los antiguos habitantes cana-
neos, y no hay en ello exageracin, como lo demuestra no solamente
la descripcin anloga de Job de los trogloditas rabes \ sino tam
bin los restos desbarbara idolatra que hasta en Cartago se con
servaron por largo tiempo. Tampoco las costumbres de los nave
gantes fenicios merecieron las alabanzas de naciones extranjeras;
eran saqueadores, ladrones, voluptuosos y prfidos, de donde fide
lidad y buena fe pnicas llegaron a ser proverbiales como estigma
de deshonra. '
Penurias y circunstancias fueron casi siempre las que hicieron
de los hombres lo que fueron. En los desiertos del Mar Rojo donde
los fenicios vivieron probablemente de la pesca, el hambre los hizo
marinos expertos; habiendo llegado en esta condicin al Medite
rrneo, ya podan atreverse a cruzar los ocanos Qu hizo de los ho
landeses y de los dems pueblos naciones navegantes? La necesidad,
la situacin y el acaso '2. Los fenicios fueron odiados y detestados por
todos los pueblos semitas, que consideraban esta regin del Asia como
su patrimonio. A los camitas, como advenedizos intrusos, no les
qued ms que las inhspitas costas y el mar. Si los fenicios encon
traron un Mediterrneo tan rico en bahas e islas, si de pas en
pas y de costa en costa pudieron avanzar paulatinamente hasta ms
all de las columnas de Hrcules y encontrar entre los pueblos in
cultos de Europa una cosecha tan abundante para su actividad co
mercial, se debi a nada ms que al estado de cosas, situacin afor
tunada que la misma naturaleza haba creado para ellos. Cuando
en tiempos prehistricos entre los Pirineos y los Alpes, los Apeninos
1 Job 30, 3 - S.
2 Eichhorn lo demostr tambin de los gen-eos. Vase H istoria del comer
cio de la In d ia oriental, pgs. 15 y 16.) En genera! es la pobreza y las penurias la
causa de que las naciones mercantes se hicieran tales, como en el caso de los vene,
canos, malayos, etc.
y el Atlas se estaba formando la cavidad que sera el fondo del Me
diterrneo y las playas e islas emergieron lentamente de las aguas
como puertos futuros y ciudades venideras, ya el destino haba mar
rado la trayectoria de la cultura europea. Si los tres Continentes
hubiesen estado unidos en una masa compacta, tal vez la cultura
habra llegado a Europa tan poco como a las estepas trtaras y al
interior de frica, o por lo menos por otros caminos y mucho ms
lentamente. Slo gracias al Mediterrneo hubo en la tierra una
Fenicia y una Grecia, una Etruria y una Roma, una Espaa y una
ciudad de Cartago, y de la primera de estas cuatro costas tom su
comienzo toda la cultura de Europa.
No fu menos afortunada la situacin de Fenicia tierra adentro.
Toda el Asia, grande y prspera, estaba a sus espaldas con sus mer
cancas e inventos y el trfico comercial por tierra que mucho antes
haba instituido. De esta manera, no slo aprovecharon el trabajo
ajeno, sino tambin la abundancia de talentos que la naturaleza
haba derramado sobre este Continente y los prolongados esfuerzos
de siglos anteriores. El alfabeto que trajeron a Europa se llam
fenicio, si bien no es probable que los fenicios fuesen sus inventores.
De manera anloga ejercieron los babilonios e hindes verosmil
mente el arte de tejer, antes de los sidonios, conocindose la cos
tumbre del mundo antiguo y moderno de denominar los productos
no por su lugar de origen, sino por el de su distribucin. Cul
haya sido el arte arquitectnico de los fenicios puede apreciarse en
el templo de Salomn donde dos modestas columnas son celebradas
cual si fueran maravillas, lo que parece indicar que no poda com
pararse con ningn templo egipcio. Lo nico que nos qued de
las construcciones fenicias son esas enormes cavernas fenicias y
cananeas que sealan tanto su gusto como su origen troglodita.
Siendo un pueblo de origen egipcio, celebraron, sin duda, encon
trar en esta regin montaas donde construir sus moradas y mauso
leos, sus arsenales y templos. Las grutas se conservan, pero su con
tenido ha desaparecido. Tampoco se han conservado sus bibliotecas
v archivos, que el pueblo posea en su poca de cultura floreciente;
hasta desaparecieron los griegos que escribieron su historia.
Si comparamos ahora estas ciudades mercantiles trabajadoras y
florecientes con los Estados rapaces del ufrates, Tigris y Cucaso,
nadie se quedar dudando de cul de ellos sirvi mejor a la hu
manidad. El conquistador busca su propio y exclusivo inters; la
nacin mercantil al servir sus intereses, sirve tambin a los otros
pueblos. Haciendo de los bienes de consumo, el trabajo y las cien
cias un bien de provecho comn a buena parte del mundo, no
puede menos que beneficiar a la humanidad. Ningn conquistador
trastorna tanto el orden natural como el que arrasa florecientes
centros comerciales, porque las ms veces su desaparicin implicaba
la decadencia del trabajo y las industrias de pases y regiones en
teras si no surga otra ciudad cercana que desempeara su papel.
Tambin en este punto fu afortunada la costa fenicia; por su si
tuacin es insustituible para el comercio del Asia. Cuando Na-
bucodonosor asediaba Sidn, surgi Tiro; al ser arrasada sta por
Alejandro, floreci Alejandra; considerada la regin en conjunto,
el comercio no ces all en ningn momento. Tambin Cartago se
benefici por la destruccin de la antigua y prspera Tiro, si bien
las consecuencias de su surgimiento no haban de ser tan provechosas
para Europa como lo haba sido el ms antiguo trfico fenicio;
porque esta poca haba ya pasado por entonces. La constitucin
interna de los fenicios debe considerarse como una de las primeras
transiciones de la monarqua asitica a una especie de repblica
mercantil. El poder desptico de los reyes era dbil y nunca alen
taron aspiraciones de conquista. En Tiro se lleg durante un
tiempo a un gobierno de suetas, forma de gobierno que en Cartago
fu tomando cuerpo; as, pues, son ambos Estados los primeros
ejemplos de la' historia universal de grandes repblicas mercantes
y sus colonias el primer modelo de un dominio ms diplomtico y
ms provechoso que el de un Nabucodonosor y un Cambises; fu
un gran paso hacia adelante para la cultura humana. Siempre ha
sido as que el comercio estimulase la industria; el mar puso lmites
a las aspiraciones de los conquistadores, los cuales, quisieran o no,
se convirtieron de opresores rapaces en pacifistas sosegados. La
dependencia mutua y, especialmente, la fuerza de las armas in
ferior con que cont siempre el advenedizo que llegaba a lejanas
costas, fueron la primera base de relaciones ms justas entre las na
ciones. Mucho deberan avergonzarse los europeos por el compor
tamiento insensato que demostraron en tiempos tan posteriores y
equipados de armas tanto ms poderosas al descubrir las dos Indias,
si lo consideran a la luz de la prudencia de aquellos antiguos fe
nicios. Los europeos se dedicaron a hacer esclavos, a predicar el
Evangelio y a exterminar a los indgenas; los fenicios no conquis
taron propiamente nada; en cambio, plantaron cultivos, fundaron
colonias y despertaron la laboriosidad de los pueblos que, adver
tidos por algunas maniobras fraudulentas de los fenicios, acabaron
por descubrir sus propias riquezas y aprendieron a aprovecharlas
por su cuenta. Habr jams Continente alguno que pueda decir
que debe tanto a la Europa rica en artes y ciencias como la antigua
Grecia a los primitivos fenicios?

Cartago no ejerci ni remotamente un influjo tan benfico


sobre los pueblos de Europa como lo haban ejercido los fenicios,
y la causa de ello fueron evidentemente los cambios que se haban
operado en la poca, la situacin y estado de cosas. Siendo una
colonia de Tiro, le haba costado buen trabajo echar races en el
frica lej'ana, y teniendo que luchar espada en mano por su ulterior
expansin en la costa, le tom el gusto a la postura del conquis
tador. Si con esto obtuvo una posicin de apariencias ms brillantes
y perfectas que el pas madre, sta no implic ventaja alguna para
el gnero humano ni para la propia repblica. Cartago no fu
nunca una nacin, sino una ciudad; por lo tanto no pudo infundir
a ningn sector del pas dependiente de ella verdadero amor a la
patria ni una cultura nacional. El territorio de que se apropi
en Africa y el cual, segn Estrabn, contaba al comienzo de la se
gunda guerra pnica con trescientas ciudades, consista en sbditos
sobre los que ejerca los derechos de vencedor sin que fueran ciu
dadanos propiamente dichos del Estado reinante. Por lo dems,
los africanos, gente de escasa cultura, no aspiraban tampoco a se
mejante ciudadana; su indiferencia lleg al punto de que hasta
en las guerras contra Cartago parecan esclavos revoltosos o merce
narios. Se explica, pues, que Cartago apenas haya irradiado cultura
humana hacia el interior de frica siendo, como era, un Estado-
ciudad que por medio de unas pocas familias patricias reinaba des
de el circuito de sus muros, no tena el menor inters en difundir
el humanismo, sino slo el de atesorar riquezas. La primitiva su
persticin que rein en Cartago hasta los ltimos tiempos, las
cruelsimas penas capitales con que castigaba a sus jefes militares
desafortunados aunque fueran inocentes de su derrota, y ms an,
todo el comportamiento de este pueblo en tierras extraas, de
muestran cun despiadado y avaro fu este Estado aristocrtico,
que en el fondo no buscaba ms que ganancias materiales y esclavos
africanos.
La situacin y constitucin de Cartago explican ampliamente
esta dureza. En lugar de centros comerciales al estilo fenicio, que
les parecan inseguros, construyeron fortalezas y pretendan, apro
vechndose de su situacin geogrfica ms favorable, asegurarse el
dominio de las costas cual si todas ellas fueran africanas. Mas como
tuvieron que ejecutar este plan por medio de brbaros subyugados
o pueblos mercenarios, chocando continuamente con naciones que
ya no se dejaron tratar como brbaros, no pudo este conflicto sus
citar ms que derramamiento de sangre y hostilidad acrrima. La
hermosa Sicilia y particularmente Siracusa fueron oprimidas a me
nudo y, al principio, muy injustamente, pues las acometieron sola
mente por causa de una alianza con Jerjes. Contra el pueblo griego
aparecen como cmplices brbaros de un brbaro y se mostraron
dignos de semejante papel. Selino, Himera, Agrigento, Sagunto en
Espaa y ms de una provincia prspera de Italia fueron arrasadas
o saqueadas por ellos; ms an: en la sola Sicilia fueron derramados
ros de sangre que no vala todo el comercio desptico de Cartago.
Por ms que Aristteles elogie su Constitucin poltica, de poco
valor fu para la historia de la humanidad, ya que slo di lugar
a que unas pocas familias de la ciudad, mercaderes brbaros y acau
dalados, hicieran guerrear a sus pueblos mercenarios por el mono
polio de sus intereses, arrogndose el dominio de todos aquellos
pases que pudieran servir para aumentar sus ganancias. Un sis
tema de esa ndole no puede despertar simpatas, y por injustas que
fuesen casi todas las guerras que los romanos llevaron contra ellos,
y por ms respeto que merezcan nombres como Asdrbal, Amlcar
y Anbal, difcilmente tomar partido por Cartago quien considere
el estado de cosas interno de esta repblica de mercaderes cuyos in
tereses sirvieron aquellos hroes. En efecto, fueron vejados por ella
ms de ia cuenta, y en ms de una ocasin pagados con la ms
negra ingratitud. AI mismo Anbal lo hubieran entregado sin titu
bear con tal de ahorrar algunas liras de oro, si el gran estratega no
se hubiera puesto a salvo, por la fuga, de semejante premio a la
cartaginense.
Lejos de m, el querer rebajar uno solo de los mritos a que
pueda haberse hecho acreedor cualquiera de los nobles cartagineses
que hubo; tambin ese Estado, aunque basado sobre el despreciable
fundamento de la rapacidad, produjo almas grandes y foment
gran nmero de artes y oficios. De los guerreros alcanz fama in
mortal particularmente la familia de los Barcas, cuya ambicin se
agrandaba a medida que la envidia de los Hannos trataba de oscu
recer su estrella. Sin embargo, hasta el espritu de heroicidad de los
cartagineses adolece de cierta brutalidad en comparacin con la
cual un Geln, un Timolen y un Escipin, con muchos otros,
parecen como hombres libres frente a siervos. Brbaro fu el heros
mo de aquellos hermanos que en aras de una injusta fijacin de
lmites territoriales a favor de su patria se dejaron sepultar con vida.
En casos ms difciles, ante todo cuando era asediada la misma
Cartago, su valenta se manifestaba principalmente en una exaspe
racin salvaje. Mas o por esto deja de ser cierto que Anbal fu,
en la alta escuela del arte de la guerra, el maestro consumado de
sus enemigos jurados, los romanos, los cuales aprendieron de l
cmo conquistar el mundo. Asimismo florecieron en Cartago todas
las artes y oficios que pudieran servir de alguna manera al comercio,
la ingeniera naval, la guerra naval y el lucro, si bien es verdad que
pronto fueron superados en la guerra naval por los romanos. La
principal industria subsidiaria que las frtiles tierras africanas ofre
cieron a su comercio, fu la agricultura, la cual llevaron a una ele
vada perfeccin tcnica como rica fuente de ganancias. Pero des
graciadamente, por culpa de la barbarie de los romanos, todos los
libros de los cartagineses se perdieron al igual que su nacin, a la
que conocemos slo por testimonios de sus enemigos y unas pocas
ruinas que apenas si nos indican la situacin geogrfica de la
antigua y clebre reina de los mares.
La importancia principal de Cartago para la historia universal
fu, por desgracia, su relacin con Roma; la loba destinada a so
meterse la tierra entera, tuvo que ejercitarse primero en la lucha
contra un chacal africano hasta darle una muerte ignominiosa.

LOS EGIPCIOS

Pasamos ahora a tratar de un pas: el Egipto, que por su anti


gedad, sus artes y su constitucin poltica representa un enigma
del mundo antiguo, por lo cual ejercit ampliamente el espritu
de conjeturas de los investigadores. Los testimonios ms autnticos
que de l poseemos son sus monumentos antiguos, aquellas enormes
pirmides, obeliscos y catacumbas, las ruinas de canales, ciudades,
columnas y templos que con sus inscripciones jeroglflicas son toda
va hoy la admiracin del viajero, las maravillas del mundo antiguo.
Qu multitud de manos laboriosas, qu arte y constitucin, pero
sobre todo, qu mentalidad original se supone para excavar esas
peas o acumularlas unas sobre otras, no solamente reproducir y
esculpir ciertos animales, sino hasta darles sepultura como a objetos
sagrados, transformar un desierto de rocas en morada de los di
funtos y perpetuar el espritu sacerdotal del Egipto de tantas ma
neras en la piedra esculpida! Todas estas reliquias se yerguen o
yacen cual esfinges sagradas, cual ingentes problemas que requieren
una explicacin.
Una parte de estas obras se explican por s mismas por cuanto
tenan utilidad prctica cuando no eran indispensables en esta re
gin. Son stos los canales admirables, los diques y las catacumbas.
La finalidad de los canales era desviar el Nilo hasta las partes ms
remotas del Egipto, que se han convertido en un desierto estril
por haber quedado en ruinas aqullos. Los diques servan para
fundar ciudades en el frtil valle que inundaba el Nilo y que como
verdadero corazn del Egipto alimenta toda la extensin del pas.
Hasta por lo que a sus mausoleos se refiere, no puede negarse que
amn de responder a las ideas religiosas de los egipcios, contribu
yeron en buena parte a la salubridad del clima previniendo las
plagas propias de una regin hiimeda y calurosa. Pero cul era
el fin de las gigantescas dimensiones de estas cavernas, laberintos,
obeliscos y pirmides? De dnde les vino el gusto exquisito que se
perpetu con tanto trabajo en estas esfinges y monumentos colosa
les? Naci la originalidad de esta nacin del delta del Nilo, o si
no, si era otro el lugar de su origen, cules fueron las causas y
predisposiciones instintivas que los distinguieron hasta tal punto de
todos los pueblos circunvecinos?
Los egipcios no deben ser indgenas de su tierra, como lo de
muestra, a mi juicio, la sola historia natural del Egipto; porque
no slo cualquier estudio concienzudo geolgico indica con claridad
que la parte superior de Egipto fu habitada en tiempos anteriores,
sino que tambin revela que la misma parte baja fu arrebatada al
barro nicamente a fuerza de trabajo e ingenio. El Egipto primi
tivo se encontraba, pues, en las alturas de Tebas donde, en efecto,
estaban las residencias de sus antiguos reyes. Si la colonizacin del
pas se hubiera iniciado por el camino que pasa junto a Suez, sera
inexplicable por qu los primeros reyes eligieron el desierto de la
Tebaida para residencia. Si, por el contrario, seguimos la coloni
zacin del Egipto tal como se presenta a nuestra consideracin, da
remos con la causa de la cultura sobresaliente de este pueblo notable.
No eran un pueblo del lugar, sino probablemente originarios del
sur del Asa, habiendo cruzado por el oeste del Mar Rojo, o ms
all, hasta Etiopa desde donde se dispersaron por todo el Egipto.
Encontrando en las inundaciones y cinagas del Nilo una especie
de frontera natural de su pas, lo ms natural era que adoptaran
primero un sistema de viviendas en forma de caverna abiertas en
las peas del lugar, conquistando, luego, todo el Egipto a fuerza
de trabajo y cultivando sus tierras. El testimonio de Diodoro acerca
de su origen sureo, aunque entretejido con varias fbulas etipi
cas, no slo es probabilsimo, sino tambin la nica clave para des
cifrar el enigma de este pueblo y su pasmosa concordancia con la
manera de ser de algunos pueblos del Asia oriental tan distantes.
Puesto que aqu slo muy incompletamente podra exponer
esta hiptesis, reservo su desarrollo para otro lugar; aqu slo nos
serviremos de algunas de sus evidentes consecuencias por cuanto
nos ayudan a ubicar este pueblo en el conjunto de la historia uni
versal. Todas las instituciones, artes y la religin egipcias demues
tran que era un pueblo tranquilo, laborioso y bondadoso. Ninguno
de sus templos y estatuas tiene el carcter alegre ni la ligereza
propios de los griegos; de semejante orientacin artstica no tenan
idea ni dirigan hacia ella sus esfuerzos. Las momias prueban que
los egipcios no eran hermosos; esculpan sus figuras conforme a
los modelos que tenan ante los ojos. Encerrados en su pas, su
religin y constitucin, eran xenfobos; y puesto que, de acuerdo
con su carcter, ponan en sus retratos el acento sobre la fidelidad y
exactitud y como quiera que todo su arte era ms bien artesana y
una artesana religiosa monopolizada por un gremio exclusivo de
ciertas- familias, fundada en su mayor parte sobre ideas religiosas,
no haba que pensar en ninguna idealizacin, la cual, si no se
inspira en modelos reales, no pasa de ser un fantasma1. En su lugar
se atuvieron a lo consistente, duradero y gigantesco o a una per
feccin tcnica de suma precisin. Como formaron sus templos en
una regin rocosa, los concibieron a modo de caverna inmensa. De
ah que su estilo arquitectnico se inclinase a una majestad aplas
tante. Sus estatuas representaban momias; de ah que tuviesen la
posicin encogida de manos y pies, que por s misma favoreca la
duracin de la obra. Para sostener cuevas y hacer compartimientos
para sepulturas se necesitan columnas; y como el arte arquitectnico
de los egipcios parta de las cuevas de los peascos y por otra parte
no dominaban, como nosotros, el arco de medio punto, se hacan
indespensables las columnas, o en su lugar una estatua colosal. El
desierto que los rodeaba y que, segn sus ideas religiosas, era el
reino de los muertos, haca que tambin sus estatuas fuesen momias
cuya expresin artstica no era la accin sino el eterno reposo.
Menos an, segn creo, deben extraarnos las pirmides y obe
liscos de los egipcios. En todas las partes del mundo, hasta en Hait,
se construyen pirmides sobre los sepulcros. De por s no son tanto
un signo de la inmortalidad del alma, cuanto una conmemoracin
perenne. Evidentemente se originaron en los monumentos megal-
ticos consistentes en un primitivo amontonamiento de piedras que
desde tiempos prehistricos se estilaban en varias naciones; el mon
tn de piedras evoluciona naturalmente hacia la pirmide para su
mayor consistencia. Ahora bien: no hay ningn motivo ms con
natural para el arte humano que la memoria de un difunto vene
rable; cuando, pues, el arte se apoder de aquella costumbre arcaica,
el dolmen, destinado acaso primitivamente slo a salvar el cadver
de los animales necrfagos, se fu transformando naturalmente en
una pirmide u obelisco ejecutado con mayor o menor despliegue
de arte escultrico y arquitectnico. El hecho de que los egipcios
fuesen superiores a otros pueblos en la construccin de tales monu
mentos tiene la misma causa que el otro de que sus templos y
catacumbas fuesen ms resistentes a la accin del tiempo: posean
piedras en abundancia, ya que el Egipto en su mayor parte consiste
en rocas; tambin les sobraba mano de obra, ya que era poco el
trabajo que les costaba el cultivo de las tierras de su pas fecundo
y densamente poblado, puesto que el Nilo se encargaba de fertili
zarlo. Adems, los antiguos egipcios vivan con gran frugalidad.
Era tan fcil mantener a miles y miles de hombres que trabajaron
durante siglos como esclavos en estos monumentos, que bastaba la
voluntad de un rey para poner en obra los irreflexivos proyectos d

i Sobre este punto hablar ms extensamente en otro lugar.


tan gigantescas proporciones. Se tena en aquellos tiempos un con
cepto muy diferente del valor de una vida humana: sta se contaba
slo colectivamente por gremios y provincias. Con. menos escrpulo
se sacrificaba el trabajo intil de muchos individuos a la fatuidad
de un monarca que quera cobrar fama inmortal con semejantes
masas de piedra y retener, segn las ilusiones de su religin, el alma
del difunto en un cadver embalsamado. Con el tiempo, tambin
este arte sin provecho, como tantos otros, se convirti en una especie
de competencia deportiva. Un faran imitaba a otro y. trataba de
superarlo en tanto que el pueblo manso y sufrido consuma sus
das en la construccin de estos monumentos. As es de creer que
se hicieron las pirmides y los obeliscos del Egipto. Slo se hicieron
en los tiempos ms antiguos, porque los posteriores y ninguna na
cin que hubiese aprendido una industria provechosa pens jams
en edificar pirmides. Por lo tanto constituye un error garrafal
suponer que las pirmides sean una seal de la prosperidad y las
luces del antiguo Egipto; por el contrario, son un monumento irre
futable de la supersticin e irreflexin tanto de los infelices que
ejecutaban las obras como de los ambiciosos que las ordenaron. En
vano se trata de descifrar misterios en las pirmides o sabidura
oculta en los obeliscos; aunque se lograra descifrar los jeroglficos
de estos ltimos, qu otra cosa s podra hallar sino la crnica de
hechos pasados o una glorificacin entusiasta de sus constructores?
Y sin embargo: qu son estas masas de piedra en comparacin de
una montaa hecha por la naturaleza?
En general, los jeroglficos permiten tanto menos concluir una
profunda sabidura de los egipcios, cuanto que demuestran precisa
mente lo contrario. Los jeroglficos son los primeros pasos vacilan
tes que da el intelecto humano en su niez en busca de signos para
expresar sus pensamientos; los salvajes ms primitivos de Amrica
tenan jeroglficos en la medida que los necesitaban. Acaso no
pudieron expresar los mexicanos por medio de jeroglficos una cosa
para ellos tan inaudita como el advenimiento de los espaoles? Qu
diremos, pues, de los egipcios que se quedaron por tantos siglos con
una escritura tan imperfecta, pintndola con ingente esfuerzo en
peas y paredes? Qu pobreza de ideas y qu estancamiento de la
inteligencia se manifiesta con esto! Cun limitada deba ser a
esfera de conocimientos de una nacin y su clase de intelectuales
para ceirse por miles de,aos a semejantes trazos y dibujitos de
aves! El segundo Hermes, inventor de las letras, les lleg con harto
atraso y ni siquiera era egipcio. La escritura que se encuentra
en las momias no es otra cosa que la escritura fenicia entre
mezclada con signos jeroglficos, aprendida con toda probabilidad
de los mercaderes fenicios. Los mismos chinos fueron ms lejos que
los egipcios, avanzando desde los jeroglficos hasta verdaderos sm
bolos escritursticos a lo que, segn parece, no llegaron nunca los
egipcios. No es extrao, pues, que un pueblo tan pobre de letras y
sin embargo dotado de muchas habilidades, se distinguiera en ofi
cios mecnicos. Obstruido el camino para una literatura cientfica
por los jeroglficos, su atencin tuvo que dirigirse a las cosas sen
sibles. El frtil valle del Nilo les facilitaba la agricultura; las inun
daciones peridicas de las que dependa su bienestar, les enseaban
a medir y calcular. Es evidente que una nacin cuya vida y bien
estar econmico dependan de un solo fenmeno natural, tuviese
que hacerse perita en dividir el ao y sus estaciones conforme al
calendario perpetuo que le brindaba la misma naturaleza.
No fueron un producto menos natural y regional la historia
natural y la astronoma, que se cuentan entre las glorias de este
antiguo pueblo. Encerrados entre montaas, mares y desiertos en
un estrecho y frtil valle donde todo dependa y conduca a un
fenmeno natural, donde las estaciones y la cosecha, las enferme
dades y vientos, los insectos y aves seguan el comps de las inun
daciones del Nilo, aqu, digo, los egipcios, con su carcter tan con
cienzudo y su numerosa y ociosa casta sacerdotal, no habran de
arribar, finalmente, a una especie de historia natural y astronoma?
De todos los Continentes se sabe que los pueblos que viven encerra
dos en los lmites de su territorio y poseen una rica vida sensitiva,
poseen el conocimiento ms profundo y vital de su pas por ms
que no lo hayan aprendido de los libros. La aportacin que los
jeroglficos habran podido hacer, hubiera sido ms bien perjudi
cial que positiva para la ciencia egipcia. La observacin prctica
de la vida no slo se oscureca al ser expresada por medio de jero
glficos, sino que mora, y su imagen muerta, lejos de promover el
progreso cientfico, lo paralizaba. Mucho se ha discutido si acaso
los jeroglficos no ocultaban secretos de los sacerdotes egipcios. Mi
opinin es que todo jeroglfico, por su naturaleza, oculta un secreto,
y una serie de jeroglficos conservados por un gremio exclusivista
tiene que convertirse a a fuerza con el correr del tiempo en mis
terio para la masa del pueblo, aun sin contar con que se pretenda
rodear a la gente de misterios a cada paso. No se revelaban sus
smbolos a cualquiera, y lo que no es posible descifrar por s solo,
se conserva naturalmente como misterio. Es as como toda sabi
dura encerrada en jeroglficos significa en tiempos modernos una
barrera contra las luces, habiendo sido los jeroglficos hasta en tiem
pos antiguos una escritura muy imperfecta. Es injusta la pretensin
de querer entender por s mismo algo que puede siempre inter
pretarse de mil maneras y matador el trabajo empleado en signos
arbitrarios como si lo fueran de un significado definido. El Egipto
nunca pas de la infancia en lo que a la ciencia se refiere, porque
sigui siendo nio en la interpretacin de los jeroglficos y es de
temer que estas ideas infantiles se nos hayan perdido para siempre.
En consecuencia, no cabe suponer una religin y ciencia poltica
superiores a las que hemos encontrado hasta ahora en varios pueblos
de la remota antigedad y seguimos encontrando todava ahora en
algunas naciones del Asia oriental. Si a esto se agrega que, corno
parece probable, no pocos de los conocimientos egipcios fueron in
ventados fuera de su pas, habindose limitado a edificar sobre
frmulas y premisas recibidas de afuera adaptndolas a las necesi
dades del lugar, su inmadurez en todas estas ciencias se hara an
ms patente. Tal vez sea ste el origen de sus largos registros dins
ticos y cronolgicos: de sus relatos de Isis y Osiris, Horas. Tifn y
otros, sujetos a tan variadas interpretaciones; de ah tambin buena
parte de sus muchas leyendas sagradas. Las ideas fundamentales de
su religin se encuentran tambin en varios pases de la parte alta
del Asia; slo que aqu estn revestidas de jeroglficos en consonancia
con la historia natural de su tierra y el carcter del pueblo. Los
rasgos fundamentales de su Constitucin poltica se encuentran por
igual en otros pueblos que alcanzaron el mismo nivel de cultura,
slo que aqti en el hermoso valle clel Nilo un pueblo aislado
los perfeccion y los aplicaba a su manera1. Difcilmente el Egipto
hubiera alcanzado tanta fama de sabidura si no hubieran ayudado
a ello su situacin geogrfica ms cercana a nosotros, las ruinas de
sus antiguos monumentos y, sobre todo, las leyendas de los griegos.
Tal estado de cosas determina tambin qu rango le corres
ponde en la asamblea de los pueblos. Pocas naciones tomaron su
origen del Egipto o fueron educadas por l; de las primeras no s
de otra que la de los fenicios, y de las segundas los judos y los
griegos. Hasta qu punto su influencia haya llegado al interior del
Africa, no se sabe con seguridad. Pobre Egipto, cmo has cambiado!
Laborioso, paciente y trabajador en otros tiempos, se hizo miserable
y perezoso a fuerza de una desesperacin milenaria. A una orden
de sus faraones hilaba y teja, transportaba piedras y explotaba
canteras, promova industrias y cultivaba el suelo. Mansamente se
dejaba encerrar y distribuir por las diversas obras, era fecundo y
educaba a sus hijos en la pobreza, hua de los extranjeros y gozaba
de su pas aislado. Desde que ste abri sus puertas o, mejor dicho,
desde que Cambises las franque a la fuerza, fu por miles de aos
la presa de los pueblos que se sucedieron unos a otros. Persas,
griegos, romanos, bizantinos, rabes, fatimitas, curdos, mamelucos
y turcos se turnaron para oprimirlo y todava ahora es un triste
emporio de incursiones de hordas rabes y crueldades turcas.

i Las suposiciones a este respecto se expondrn en otro lugar.


VI

OTRAS IDEAS SOBRE LA FILOSOFA DE LA HISTORIA


DEL GNERO HUMANO

Desde e] ufrates hasta el Nilo, de Perspolis hasta Cartago,


hemos atravesado otra gran etapa de instituciones y acontecimientos
humanos; detengmonos un poco para echar una mirada retrospec
tiva a los resultados de nuestra excursin.
Cul es la ley fundamental que podemos observar en todos los
fenmenos importantes de la historia? A m juicio es que en
t o d a s p a r t e s de l a t i e r r a - se d e s a r r o l l a l o q u e
en e l l a p u e d e d e s a r r o l l a r s e , y a s ea s e g n l a
s i t u a c i n g e o g r f i c a d e l l u g a r y s us n e c e s i d a
d e s , v. a s e a s e o? n l a s - -i c i r c u n s t a n c i a s v o c a s i o n e s
de l a p o c a , y a s e g n el c a r a c t e r i n n a t o o
3 d q u i r i d o de sus p u e b l o s. Introdzcanse fuerzas vivas
humanas en determinada relacin de tiempo y lugar en la tierra,
y se observarn toda clase de efectos en la historia del gnero hu
mano. Aqu cristalizan reinos y Estados, all se disuelven y toman
una forma distinta; aqu una horda nmada da origen a toda una
Babilonia, all nace Tiro a causa de las penurias de un pueblo re
legado hacia la costa; aqu se forma un Egipto en plena frica, all
nace en el desierto rabe el Estado judo; y todo esto sucede en una
misma parte del mundo entre pueblos prximos unos a otros como
vecinos. Slo los tiempos, los lugares y las idiosincrasias, en una
palabra, todo el juego de fuerzas vivas en su conjunto y con sus
individualidades bien definidas, determinan todos los acontecimien
tos de la vida humana, lo mismo que todos los procesos de la natu
raleza. Destaquemos esta maravillosa ley de la creacin tal como lo
merece.
1. F u e r z a s h u m a n a s , v i v a s son el m o t o r de
l a h i s t o r i a h u m a n a . Puesto que el hombre nace de una
raza y dentro de ella, su cultura, educacin y mentalidad tienen ca
rcter gentico. De ah esos caracteres nacionales tan peculiares y
tan profundamente impresos en los pueblos ms antiguos que se
perfilan tan inequvocamente en toda su actuacin sobre la tierra.
As como la fuente se enriquece con los componentes, fuerzas activas
y sabor propios del suelo de donde brot, as tambin el carcter de
los pueblos antiguos se origin de los rasgos raciales, la regin que
habitaban, el sistema de vida adoptado y la educacin, como tam
bin de las ocupaciones preferidas y las hazaas de su temprana his
toria que le eran propias. Las costumbres de los mayores penetraban
profundamente y servan al pueblo de sublime modelo. Srvanos de
muestra la mentalidad juda por ser la ms conocida a causa de sus
libros y ejemplos. Ya estuvieran en el pas de sus antepasados, ya
viviesen en medio de naciones extraas, siempre siguieron siendo lo
que eran y son reconocibles hasta en la mezcla con otros pueblos a lo
largo de varias generaciones. Ocurre lo mismo en todos los pueblos
de la Antigedad, los egipcios, chinos, rabes, hindes, etc.; cuanto
ms se aislaran y,'a menudo, cuanto ms fueran oprimidos, tanto ms
se afirmaba su carcter peculiar de suerte que s cada una de estas na
ciones hubiera permanecido en su lugar, podra considerarse la.
tierra como un jardn botnico donde cada planta humana nacional
florece conforme a su propia especialidad y naturaleza o donde, como
en un jardn zoolgico, cada especie animal vive y obra de acuerdo
con sus instintos y su carcter.
Mas como los hombres no son plantas enraizadas fijamente, pu
dieron y a veces debieron cambiar de lugar, sea por desastres, ham
bre, terremotos, guerras u otras causas, para habitar en otra regin
ms o menos distinta. Entonces, aunque conservaron sus antiguas
costumbres con una persistencia que casi se asemejaba al instinto de
los animales, y dominaron las nuevas montaas, ros y ciudades
con los nombres de su pas de origen lo mismo que sus instituciones,
sin embargo, tamao cambio del clima y del suelo no permita una
perenne uniformidad. El pueblo trasplantado procedi, en conse
cuencia, a estructurar su nuevo Estado a su manera. Se compona de
ideas del pas de origen y la nueva patria, y esta modalidad se llama
casi siempre florecimiento de pueblos nuevos. As se establecieron
los fenicios en el Mediterrneo habiendo sido alejados del Mar Rojo;
as quera Moiss constituir el Estado israelita; as ocurri con varios
pueblos asiticos, porque casi todas las naciones del mundo han emi
grado tarde o temprano, por tiempo ms o menos prolongado, pero
por lo menos una vez. chase de ver que mucho dependa aqu del
tiempo en que se produca la migracin, las circunstancias que la
causaban, la extensin del itinerario, la cultura que llevaba el pueblo
inmigrante consigo, las semejanzas y contrariedades que le salan al
paso en su nueva patria, etc. De ah que tambin en el caso de pue
blos no mezclados con otros, el clculo resulte tan complejo para el
historiador que se necesita un espritu libre de todo prejuicio para
no desorientarse. Donde ms fcilmente se pierde la objetividad es
cuando uno ama con predileccin a alguna raza determinada des
preciando todo cuanto no sea como ella. El historiador de la huma
nidad debe ser tan imparcial y poseer un juicio tan desapasionado
como el mismo Creador de nuestra especie. Para el naturalista que
pretende llegar a un conocimiento exhaustivo de todas las clases y
familias del reino animal o vegetal, la rosa es tan querida como el
cardo, el zorrino y el pere20S0 tanto como el elefante; investiga con
ms ahinco all donde ms puede aprender. Ahora bien; la natura
leza di a los hombres toda la tierra por morada haciendo brotar en
la misma todo cuanto pudo germinar segn el lugar, el tiempo y-las
energas disponibles. Todo lo que pudo ser, es, y todo lo que puede
llegar a ser, si no es hoy, ser maana. Largo es el ao de la natu
raleza y tan variada la flor de sus plantas como lo son estas mismas y
los elementos con que se nutren. En la India, Egipto y China
aconteci lo que en ningn otro lugar y tiempo suceder; ni en Ca
nan, Grecia, Roma ni Cartago. La ley de la necesidad y conve
niencia compuesta de energas, lugar y tiempo, produce frutos di
versos en todas las partes del globo.
2. Ahora bien: si lo que sobre todo importa es la p o c a y
l a r e g i n en q u e u n r e i n o se o r i g i n a , l o s e l e
m e n t o s que lo c o m p o n a n y las c i r c u n s t a n
c i a s e x t e r n a s q u e l o r o d e a b a n , entonces es claro
que en este conjunto de rasgos estaba tambin predeterminada gran
parte de la suerte que haba de correr este reino. Una monarqua
constituida por nmadas que proyectan su estilo de vida tambin al
orden poltico, difcilmente ser de larga duracin; la conquista de
la capital, a veces la sola muerte del rey, pone fin a todo la escena
pintoresca. Esto fu lo que ocurri en Babilonia y Nnive, en Pers-
polis y Ecbatana; y de esta manera siguen las cosas en Persia, hasta
nuestros das. El reino de los mongoles en la India hall casi su fin,
y el Imperio de los otomanos correr idntica suerte mientras sigan
siendo caldeos, es decir, conquistadores extraos sin dar a su dominio
una base moral ms elevada. Un rbol de esta ndole podr alzarse
hasta los cielos y sus ramas proyectar sus sombras sobre continentes
enteros; si sus races no se hunden en la tierra bastar un soplo para
derrumbarlo. Caer por la astucia de un solo esclavo traidor o bajo
los golpes del hacha de un solo strapa audaz. La historia antigua y
moderna del Asia est llena de tales revoluciones; de ah tambin que
la filosofa de la historia encuentre poco que aprender de elas. Ds
potas son arrojados del trono y otros ocupan su lugar; el reino de
pende de la persona de un monarca, de su tienda campal, de su coro
na; quien la retenga ser el nuevo padre de la patria, es decir, el cau
dillo de una pandilla de ladrones prepotentes. Nabucodonosor era el
terror de todo el Oriente cercano, y bajo su segundo descendiente to
do el Imperio se haba pulverizado; tres batallas de Alejandro aca
baron con todo el inmenso Imperio Persa.
Muy distinto es el cuadro que ofrecen los Estados que crecieron
con sus races profundamente araigadas en el suelo patrio; podrn ser
derrotados en el campo de batalla, pero la nacin perdura. ste fu
el caso de China; sabido es cunto les cost a los vencedores introdu
cir all una sola costumbre: el corte de pelo monglico. Esto mismo
sucede con los brahmanes e israelitas, a quienes su solo espritu ri
tual los separa eternamente de todos los otros pueblos de la tierra.
As resisti el Egipto por largo tiempo a toda mezcla con otros pue
blos, y cunto cost exterminar a los fenicios slo porque era un
pueblo arraigado en este lugar. Si Ciro hubiera conseguido fundar
un Imperio como Yao, Krishna o Moiss, ese Imperio seguira vi
viendo todava aunque mutilado en todos sus miembros.
As se entiende por qu las antiguas constituciones daban tanta
importancia a la'formacin de las costumbres por la educacin, ya
que su fuerza interna dependa totalmente de este resorte. Los Im
perios modernos se cimentan sobre el dinero o un tecnicismo poltico
mecanizado, mientras que aqullos se estructuraron desde sus co
mienzos sobre toda la mentalidad de la nacin; y como para la niez
de un pueblo no hay resorte ms eficaz que la religin, la mayor
parte de los Estados antiguos, en particular los asiticos, eran ms
o menos teocrticos. No se me oculta cunto odio suscita este nombre
de teocrtico al que se atribuyen los ms de los males que jams afli
gieron a la humanidad, ni es mi intencin salir en defensa de nin
guno de sus abusos; pero fuerza es reconocer que esta forma de
gobierno fu no slo adecuada a la infancia de nuestra especie, sino
tambin necesaria; de otra manera no se hubiera difundido tan am
pliamente ni menos se hubiera conservado por tanto tiempo. Rein
desde el Egipto hasta la China y en casi todos los pases del mundo,
siendo Grecia el primer pas que separ paulatinamente su legisla
cin de la religin. Y puesto que toda religin tiene una eficiencia
poltica tanto mayor, cuanto mayor sea el nmero de sus objetos,
dioses y hroes con todas sus hazaas, que tengan raigambre indgena,
vemos que cada una de las naciones antiguas y arraigadas amoldaron
hasta su cosmogona y mitologa al pas que habitaban. nicamente
los israelitas se distinguen tambin en este punto de todos sus veci
nos, no atribuyendo nT la creacin del mundo ni la del hombre a su
propio pas. Su legislador fu un advenedizo de grandes luces que no
alcanz el pas que habran de poseer; sus antepasados haban vivido
en otra parte, su ley haba sido elaborada fuera del pas. Esto con
tribuy posteriormente, segn es de creer, a que los judos supiesen
arreglarse tan bien fuera de su pas como casi ninguna de las anti
guas naciones. El brahmn y el siams no pueden vivir fuera del suyo
y siendo el judo mosaico propiamente un producto exclusivo de
Palestina, no debera haber ya judos fuera de este pas si no fuera
por la circunstancia mencionada.
3. Finalmente vemos a travs de nuestro recorrido c u n e f
m e r a es t o d a o b r a h u m a n a y c mo a u n l as m e
j o r e s c o n s t i t u c i o n e s se c o n v i e r t e n a l c a b o de
p o c a s g e n e r a c i o n e s en p e s a d a c a r g a . La planta
florece y se marchita, vuestros padres murieron y sus huesos volvieron
a la tierra, vuestros templos se derrumban, el tabernculo y las ta
blas de la ley ya no existen, el mismo idioma, vnculo perenne entre
los hombres, queda anticuado y podr haber una constitucin hu
mana, una institucin religiosa o poltica que dure eternamente, no
teniendo otros pilares en que apoyarse fuera de aqullos tan perece
deros? Si as fuera, se pondra freno al correr de los tiempos, y el
globo terrqueo, en vez de girar, quedara convertido en una masa
inerte suspendida sobre un abismo. Cules seran nuestros senti
mientos si en nuestros das viramos al rey Salomn sacrificar en una
sola fiesta sus veintids mil bueyes y ciento veinte mil ovejas o si
asistiramos a la visita de la reina de Saba con convites y adivinanzas?
Qu opinin nos formaramos de la sabidura egipcia si el buey Apis
y el gato y el macho cabro sagrados nos fueran propuestos a la vene
racin en fastuosos templos? Otro tanto ocurre con las costumbres
degradantes de los brahmanes, la supersticin de los persas, la hueca
arrogancia de los judos, el orgullo incoherente de los chinos y todo
cuanto haya de instituciones humanas que se fundan en ideas cuya
antigedad pasa de los tres mil aos. Aun concediendo que la doc
trina de Zoroastro fu un ensayo meritorio de explicar el mal del
mundo y estimular a sus secuaces a todas las obras de la luz qu
puede significar semejante teodicea ahora, no ya a nuestros ojos, sino
ni siquiera a los de un mahometano? Aun admitiendo que la trans
migracin de las almas que enseaban los brahmanes tiene su mrito
como sueo infantil de la imaginacin humana para cuidar de las
almas inmortales dentro del mundo visible ligando a esta ilusin bien
intencionada conceptos moralizantes, qu se hizo de esta creencia
convertida en ley sagrada irracional con sus miles de apndices en
forma de costumbres y prescripciones? La tradicin es de por s una
excelente institucin natural e indispensable para nuestra especie;
mas tan pronto como pretende encadenar todo poder discursivo en
instituciones prcticas estatales y en la enseanza y obstaculizar todo
progreso de la razn humana y toda mejora exigida por nuevos
tiempos y circunstancias, se convierte en verdadero opio del espritu
tanto para los Estados y sectas como para el individuo humano. La
gran Asia, madre de tocias las luces de la tierra habitada, ha injerido
mucho de ese dulce veneno y lo ha dado a probar a muchos otros
pases. Grandes Estados y sectas de este Continente duermen tal como,
segn la fbula, duerme San Juan en su sepulcro; est respirando
suavemente, pero hace casi dos mil aos que ha muerto y aguarda en
su letargo
O el advenimiento de su redentor.
LIBRO DCIMO TERCERO

on el pesar del viajero que debe abandonar un pas sin haber po


C dido conocerlo en la medida de sus deseos, me marcho de Asia.
Qu poco es lo que sabemos de ella, y cun tardas e inseguras son
las fuentes que nos proporcionan lo poco que sabemos! Del Asia
oriental poseemos informacin reciente slo en forma de divisiones
polticas y religiosas, a la vez que la polmica de los sabios europeos
cre tal confusin que extensas partes del Continente nos parecen
todava hoy un pas de hadas y duendes. En el Cercano Oriente y
el vecino Egipto todo parece un montn de ruinas o como un sue
o de un mundo desaparecido; los testimonios que poseemos pro
ceden de griegos exilados, pueblo que por entonces era demasiado
joven y de una mentalidad demasiado diferente para juzgar a na
ciones de tan venerable antigedad, por lo cual slo registraron los
aspectos que congeniaban con su propia manera de ser. Los archi
vos de Babilonia, Fenicia y Cartago ya no existen; el Egipto estaba
en plena decadencia antes de que los griegos llegasen a considerar
su vida espiritual; as, pues, todo se redtice a unos pocos documen
tos amarillentos que contienen leyendas sacadas de otras leyendas
anteriores, fragmentos de la historia, sueo del pasado.
En Grecia, el panorama se aclara y animosos salimos a su en-
cuentro!,Los habitantes de este pas recibieron relativamente tem
prano la escritura, y casi todas sus constituciones eran tales que
fomentaban la evolucin del lenguaje que conduce de la poesa a
la prosa y de sta a la filosofa y la historia. Por lo tanto, Grecia
es considerada la cuna de la filosofa de la historia; de todos modos
pas all una floreciente juventud. Ya Homero, con ser autor de
leyendas, describe las costumbres de varios pueblos hasta donde se
lo permitan sus conocimientos. Los bardos de los Argonautas, de
cuyos cantares se conserva el eco, hasta nuestros das, se refieren a
otra regin interesante. Cuando ms tarde la historiografa pro-
pamente dicha se fu separando de la poesa, Herodoto viaj por
varios pases juntando con laudable aunque infantil curiosidad
todo cuanto vea y oa. Los historiadores posteriores de los griegos,
aunque se limitaban propiamente a su pas, proporcionaron tam
bin informacin de algunas otras naciones con las cuales la suya
mantena relaciones. De esta manera, especialmente por las cam
paas de Alejandro, se fu ensanchando el panorama mundial.
Ms se ampli todava con Roma, a la cual los griegos sirvieron no
solamente como historigrafos sino tambin como guas por la his
toria, de suerte que el griego Diodoro de Sicilia y el romano Trogo
acometieron ya la tarea de juntar material para una historia uni
versal. Estamos, pues, de parabienes por llegar finalmente a un
pueblo cuyo origen est envuelto en la oscuridad prehistrica, cu
yas obras ms excelsas, tanto las del arte como las literarias, fueron
destruidas en gran parte por el fanatismo de otros pueblos o sim
plemente por el correr de los tiempos, pero del cual nos hablan to
dava monumentos de insuperable belleza. Nos hablan con un
espritu filosfico cuyo humanismo me esfuerzo intilmente por
imprimir a este ensayo sobre Grecia. Quisiera ser poeta para invo
car la visin universal de Apolo y las musas omniscientes, hijas de
la memoria; mas como no valgo para otra cosa, sea mi Apolo el es
pritu investigador y la verdad imparcial la musa que me sirva de
gua.

SITUACIN GEOGRFICA Y POBLACIN DE GRECIA

La triple Grecia de que hablamos, es en su mayor parte una


costa de innumerables bahas rodeada por el mar, o mejor dicho,
un conjunto de islas. Est situada en un punto ce la tierra donde
no slo le llegaban colonizadores procedentes de diversas regiones
de la tierra, sino tambin grmenes de cultura. La situacin geo
grfica y el carcter del pueblo desarrollado conforme a la regin
desde los primeros tiempos con grandes empresas y revoluciones di
versas, produjo muy pronto una ebullicin de ideologas en el
orden nacional y una influencia en el orden internacional que la
naturaleza no concedi a las naciones de los grandes Continentes.
La poca en que floreci la cultura de Grecia, el grado de cultura
alcanzado en aquel entonces, 110 slo por los pueblos vecinos sino
por la humanidad en general, todo esto contribuy a hacer de los
griegos el pueblo que fueron y ya no son ahora ni volvern a ser
jams: Aboqumonos de lleno a este hermoso captulo de la historia
universal; sus datos, recogidos en su mayora por la laboriosidad de
sabios alemanes, son poco menos que exhaustivos.
Un pueblo encerrado en sus fronteras, que vive lejos de las cos
tas del mar entre montaas, que recibe sus luces de un solo lugar y
las fija por leyes inamovibles tanto ms pronto cuanto ms tem
prano le hayan llegado, una nacin as conservar caractersticas pe
culiares en gran nmero y por mucho tiempo, pero semejante
mentalidad limitada est lejos de proporcionarle esa provechosa
amplitud de miras y versatilidad que slo se adquiere en medio de
una activa competencia con otras naciones. Sirvan de ejemplos el
Egipto con todos los pases asiticos. Si la fuerza que model Ja
tierra hubiera dado una forma distinta a sus montaas y mares, si
el destino que fij sus lmites a cada pueblo les hubiera dado otro
origen que e de las montaas asiticas, si el Asia oriental hubiera
recibido en pocas ms tempranas un comercio martimo y un Me
diterrneo que, de hecho, no posee en su conformacin actual, todo
el proceso de civilizacin hubiera sido otro. Tal como estaban las
cosas, esta evolucin se orient hacia el oeste porque no hallaba
posibilidades de expansin hacia Oriente.
Considerando la historia de las islas y los estrechos en cual
quier parte del mundo, hallaremos que los habitantes de tales islas
y regiones costeras se distinguieron de los habitantes de tierra aden
tro en la medida que su colonizacin fu acertada, el ciclo de sus
actividades agilizado y mltiple, y la situacin mundial favorable a
su accin poltica. En las regiones continentales, a pesar de todas
las cualidades innatas y las habilidades adquiridas, el pastor segua
siendo pastor, el cazador cazador, y hasta el agricultor y el artista
estaban adheridos al suelo como plantas. Comprese Inglaterra con
Alemania: los ingleses son germanos y hasta los tiempos modernos
fueron los alemanes quienes realizaron los trabajos preparatorios
ms importantes que los ingleses habran de aprovechar a conti
nuacin. Mas como su condicin de isla imprimi desde pocas le
janas a las actividades de Inglaterra un carcter mundial, encontr
este espritu universal all un clima ms favorable para su desarro
llo que en el pas hermano enclavado en el Continente donde fu
asediado de continuo. La misma relacin se advierte en las islas
danesas, las costas italianas, espaolas y francesas si las comparamos
con las regiones continentales de los eslavos y escitas, con Rusia,
Polonia y Hungra. En todos los mares hallaron los viajeros que
las islas, pennsulas o costas de situacin favorable dieron lugar a
una civilizacin ms libre e industriosa de lo que poda esperarse
de la presin de una legislacin antigua y uniforme propia de los
pases continentales1. Consltense las descripciones de las islas de
la Sociedad y de las islas Tonga; a pesar de su distancia de todo el
mundo habitado, llegaron a ser, hasta en su vistosidad y opulencia,
una especie de Grecia. Hasta en ciertas islas dispersas del mar
abierto encontraron los primeros viajeros una mansedumbre y ser-
vicialidad que en muchas naciones del Continente se buscaba en
vano. Por doquier vemos, pues, la gran ley de la naturaleza humana
que donde se combinan armnicamente el trabajo con el reposo, la
sociabilidad con la distancia, la laboriosidad voluntaria y el dis
frute de sus productos, all se fomenta un ciclo que favorece por
igual a los habitantes como a todos los que entran en contacto con
ellos. Nada es tan perjudicial a la salud humana como los tras
tornos de la circulacin. Tales trastornos se hacen inevitables en
los Estados despticos con una constitucin a la antigua, de donde,
si no son aniquilados rpidamente, van agonizando en muerte lenta.
Donde, en cambio, por las condiciones del ambiente los Estados se
mantienen pequeos y sus habitantes en una actividad sana como,
se la proporciona una vida en parte terrestre y en parte martima,
all slo hacen falta algunas cricunstancias favorables para que lle
guen a ser un pueblo culto y clebre. As fu, por no citar otros
ejemplos, la isla de Creta, la primera nacin entre los mismos griegos
que produjo una legislacin que hab'a de servir de modelo para
todas las repblicas de tierra firme, y de stas las ms clebres eran
pases costeros. No sin causa colocaron los poetas de los antiguos
sus mansiones de bienaventurados en las islas: sera probablemente
porque fu all donde encontraron los pueblos ms libres y felices.
Si aplicamos todo esto a Grecia cunto no se haba de distinguir
su poblacin de los habitantes montaeses! Tracia estaba separada
por un pequeo estrecho del Asia menor, y este pas frtil y patria de
muchas naciones comunicaba con Grecia por medio de un archipi
lago de islas a lo largo de su costa occidental. Se dira que el He-
lesponto fu abierto y el Mar Egeo intercalado con sus islas slo con
el fin de que hubiese necesidad y facilidad a la vez de franquear el
paso dando lugar a una continua migracin y circulacin en la
Grecia con sus numerosas bahas. De ah que desde los tiempos ms
remotos encontremos a los innumerables pueblos de estas costas
como potencias navales: cretenses, pelasgos, tracios, rodenses, frigios,
chipriotas, milesios, carios, lesbianos, focenses, samios, espartanos,
naxienses, ertricos y aginetos se turnaban ya antes de los tiempos de
i Comprese, al respecto, a los malayos y los habitantes de las islas asiticas
con los del Continente; hasta es suficiente considerar el Japn al lado de China,
los pobladores de las islas Curiles y del Zorro en relacin con los mongoles: Juan
Fernndez, Socotora, las islas de Pascua, de Byron, las Malvinas, etc.
jerjes en el dominio de los mares1, y mucho antes todava abun
daban all piratas, colonias y aventureros, de suerte apenas si-haba
algn pueblo griego que no hubiese emigrado ms de una vez.
Desde los primeros tiempos todo es aqu movimiento, desde las cos
tas del Asia menor hasta Italia, Sicilia y Francia; ningn pueblo
europeo ha colonizado una regin del mundo ms hermosa ni ms
amplia que los griegos, y es' esto lo que se quiere expresar al hablar
del hermoso clima de Grecia. Si tan slo se tratara de cmodas mo
radas frtiles en valles' de abundante riego o deltas de ros desbor
dantes cuntos climas ms favorables no se hallaran en los otros
tres Continentes, los cuales, no obstante, nunca produjeron a un
pueblo como el griego! 2. Pero es el caso que en ningn otro lugar
del mundo se encuentran una serie de costas que estn situadas en
una regin tan favorable a la civilizacin como las costas jnicas,
griegas y de la Magna Grecia.
No es, por consiguiente, tarea difcil averiguar de dnde vi
nieron los primeros pobladores de Grecia. Fueron los pelasgos, ad
venedizos que a pesar de la distancia se saban hermanos de los
pueblos del otro lado del mar, o sea, del Asia Menor. No hay por
tju enumerar aqu todas las migraciones de los pueblos que, ora
por Tracia, ora por el Helesponto y las islas, llegaron y, protegidos
por las sierras del norte, se expandieron paulatinamente sobre toda
Grecia. Una tribu suceda a la otra; una desplazaba a la otra. Los
helenos trajeron a los pelasgos una nueva civilizacin y con el tiem
po hubo colonias griegas que volvieron a las costas del Asia Menor.
De gran valor fu para los griegos tener tan cerca de ellos tan her
mosa pennsula del gran Continente, donde la mayor parte de los
pueblos no slo eran de la misma raza, sino de antigua cultura3.
No slo su lengua recibi de ah su originalidad y unidad que nun
ca le habra venido de haberse integrado de una mezcla de mltiples
idiomas, sino que la nacin misma se beneficiaba del nivel moral
de sus pueblos vecinos entrando al poco tiempo con ellos en mlti
ples relaciones de guerra y de paz. Asia Menor es la madre de Gre
cia, tanto por sus colonias como por los rasgos principales de su
temprana civilizacin; Grecia, en correspondencia, envi colonias a
las costas del pas madre, viviendo en ellas una segunda cultura, su
perior a la primera.
Desgraciadamente es muy poco lo que sabemos de los primeros
tiempos del Asia Menor. El reino de los troyanos lo conocemos so
lamente por Homero; y por ms que ensalce a sus propios conna
cionales por encima de aqullos, ni siquiera en un relato tan inte
1 H e y n e , C o m m en t. d e C a sto ris ep och . in N . C o m m en t. Soc. G o ttin g , t s . I, II.
2 R i e d e s e l , Bem erkungen a u f einer Reise nach Levante, p g . 1 1 3 .
3 H e y n e , D e o r ig in e G rae c o ru m , c o m m e n tat. Soc. G o ttin g . 1 7 6 4 .
resado es posible desconocer el alto florecimiento del Imperio Tro-
yano, aun en cuanto a las artes y el esplendor que despleg. Tam
bin los frigios son un pueblo de temprana civilizacin cuya religin,
y leyendas tuvieron un influjo indiscutible sobre la ms antigua
mitologa griega. Ms tarde florecieron los carios, que se llamaban
a s mismos hermanos de los lidios y milesios y descendan del mis
mo tronco que los pelasgos y lelegenses; se dedicaron pronto a la
navegacin, que en aquel entonces no era otra cosa que piratera^
mientras los lidios, un pueblo de cultura ms elevada, compartieron
con los fenicios la paternidad de las monedas acuadas como medio
del comercio. A ninguno de estos pueblos, al igual de los milesios
y tracios, les falt una temprana civilizacin, y con una colonizacin
favorable hubieran podido llegar a ser griegos.
La primera sede de las musas helnicas estuvo al noreste del
pas, mirando hacia Tracia. De Tracia vino Orfeo, que trajo pri
mero una forma humana de vivir a los pelasgos salvajes e introdujo
los ritos religiosos que haban de adquirir vigencia tan difundida y
prolongada. Los primeros montes de las musas fueron los de Te
salia: el Olimpo, Helicn, Parnaso y Pind; aqu, dice el ms emi
nente investigador de la historia griega1, se formaron las primeras
sociedades civilizadas; la lira y la ctara fueron inventadas aqu, y
aqu recibi su forma primitiva todo cuanto ms tarde inform el
espritu griego. En Tesalia y Beoda, que en tiempos posteriores no
se distinguieron en manera alguna por su cultura espiritual, no hay
fuente, ro, colina ni bosque que no hubiese alcanzado inmortalidad
por a poesa. Por aqu bajaron las aguas del Peneo, aqu estuvo la
amena Tempe, aqu Apolo apacentaba sus ovejas y aqu tambin
alzaron los gigantes sus montaas. A l pie del Helicn aprendi to
dava Hesodo sus leyendas de boca de las musas; eri una palabra:
aqu naci primero la cultura griega nacional como fu tambin
de aqu desde donde las tribus helnicas difundieron los dialectos
principales de un idioma griego ms puro.
En tan diversas costas e islas y con el correr de los tiempos era
inevitable que en el transcurso de las migraciones y aventuras se
originara una serie de otras leyendas que tambin arraigaron en
la esfera de la cultura griega por obra de los poetas. Casi cada una
de las tribus clebres llevaba consigo a sus antepasados y deidades
nacionales a la pequea regin que iba a ocupar, y- esta diversidad
que significara una confusin imposible de desenmaraar si tuvi
ramos que considerar la mitologa griega como una serie de dogmas
religiosos, fu justamente lo que llev la. vida propia y peculiar de
las tribus a integrar la mentalidad nacional. Slo de grmenes y
races tan diversos pudo florecer ese hermossimo jardn que con el

i Heyne, D e Muss-; S. Gott. Anzeigen, 1766, p. 275.


tiempo iba a producir hasta en la legislacin frutos tan variados.
En un territorio de mltiples divisiones, tal tribu viva al amparo
de su valle, tal otra protegida por sus costas o islas, y paulatinamente
naci de los prolongados esfuerzos juveniles de tribus dispersas y
reinos independientes, la grandiosa y libre mentalidad de la musa
griega. Ningn seor universal de vida y muerte les haba impuesto
su cultura con el ltigo; al son de la lira en los ritos sagrados, entre
juegos y danzas, con ciencias y artes inventadas por ellos mismos
y, sobre todo, por el trato y frecuente contacto entre ellos y con
otros pueblos, aceptaron de su libre voluntad moralidad y leyes,
no todas a la vez, sino hoy una tribu y maana otra, segn la re
gin del pas. As, pues, aun su manera de llegar a la cultura fu
la de un pueblo de helenos y de hombres libres. Indudablemente
contribuyeron tambin a esta evolucin las colonias fenicias en Tebas
y las egipcias en el tica, pero afortunadamente ninguno de estos
pueblos haba formado la raza de la nacin griega ni su mentalidad
y lenguaje. Su origen racial, su estilo de vida y su musa nacional
preservaron a los griegos de ser un pueblo egipcio-cananeo.

II

EL IDIOMA, LA MITOLOGIA Y EL ARTE POTICO


DE GRECIA

Pasamos a tratar de asuntos que hace ya miles de aos erara


las delicias de los hombres cultos y, segn espero, siempre lo sern.
El idioma griego es el ms culto del mundo, la mitologa griega
la ms rica y hermosa de la tierra y el arte potico de los griegos tal
vez el ms perfecto de su gnero considerndolo dentro de su poca
y lugar de su florecimiento. Quin di a estas tribus en otros tiem
pos primitivas tal lenguaje, tal poesa y sabidura eidtica? El ge
nio de la naturaleza, su pas, su estilo de vida, su poca y su carc
ter racial.
La lengua griega parti de comienzos primitivos; pero estos-
comienzos contenan ya en germen lo que ella poda y deba ser.
No era una chapucera de jeroglficos ni una serie de ladridos mo
nosilbicos como las lenguas de ms all de las montaas mong
licas. rganos fonticos ms flexibles y delicados produjeron entre
los pueblos del Cucaso una modulacin ms suave que pronto hall
su forma gracias al sentido musical puesto al servicio de la socia
bilidad. Con mayor suavidad ligronse las palabras rtmicamente
y ordenronse los sonidos; cual melodioso torrente resonaba el can
tar del lenguaje y entrelazadas sus imgenes con. armona encanta
dora, elevbase a la rtmica belleza de la danza. Fu sta la gnesis
del carcter sin igual de la lengua griega, no aherrojada por leyes im
placables que no tenan cabida en esta hija de la msica y de la
danza, inspirada en el canto, enriquecida por las gestas de Ja his
toria que gracias al libre y elocuente trato social de muchas tribus
y colonias iba tomando cuerpo cual forma viviente de la madre na
turaleza. No cupo en suerte tamaa fortuna a los pueblos nrdicos
de Europa. Impuestas; sus costumbres por leyes extraas y una. re
ligin sin armonas musicales, acab por enmudecer tambin, su
lengua. Por lo que a la alemana se refiere,, no cabe duda de que
perdi mucho de su flexibilidad ntima, de su trazado ms preciso
en la flexin de las palabras y an ms de aquel sonido viviente que
le fu propio bajo otros cielos. Tiempos hubo en que era hermana de
una misma sangre con la de los helenos, y . cun distan-te de ella
es hoy su figura. Ningn idioma mas all del Ganges posee la fle
xibilidad y el suave cantar del idioma griego,. ningn dialecto ara-
meo de este, lado del Eufrates llamaba suya: semejante belleza en
su forma antigua. Slo la lenga griega naci del canto, que junta
mente con la. poesa, y el temprano beneficio de la libertad, hizo de
ella el lenguaje mundial de las musas. As como no volver a repe
tirse la feliz constelacin de circunstancias que favorecieron la cul
tura griega, y el .gnero humano no puede volver a su infancia ni
rescatar del reino dlos muertos a un Orfe:, un Museo, j un; Lino, ni
a un. Homero o un Hesodo .con todo lo que implicaban, as tampoco
sera posible la gnesis d un idioma griego en nuestros tiempos, ni
siquiera en las mismas regiones que lo. vieron nacer.
La mitologa griega se compone de leyendas procedentes de di
versas regiones que convergieron all, de creencias populares,; narra
ciones de las tribus sobre sus patriarcas*.-; a tambin de primeros
ensayos de inteligencias despiertas, para explicar, las maravillas- del
mundo y dar forma a la sociedad humana1. Por adulterados, re
cientes y nada autnticos que sean nuestros himnos del antiguo
Orfeo, no dejan de ser imitaciones de aquella viva adoracin y ce
lebracin de la naturaleza que cultivan todos los pueblos en los gra
dos primarios de la cultura. El cazador primitivo le habla a su oso
temido?,, el negro a su sagrado fetiche, el mobed persa a sus esp
ritus de la naturaleza y elementos en un lenguaje casi rfico. Pero
cmo se purifica y ennoblece el himno a la naturaleza de Orfeo tan
slo por el lenguaje y las imgenes griegas, y cunto ms amena

. i Heyne, D e fo n tib u s e t c a u sis errorv-m iri h isto r ia m y th ic a ; d e c a u sis fa b u -


la r u m p h y szcis; d e o r ig in e e t c a u sis fa b u la r u m h o m e ric a r u m ; d e T h e o g o rtia a b
H e s io d a c o n d ita , etc.
2 G e o r g i, A b b ild u n g e n d e r V o lk er d es" ru ssisc h e n R e ip h s, t . . I -
se hizo la mitologa griega cuando, librndose del lastre del mero
palabrero de los himnos, narraba fbulas de los dioses como n
los cantares homricos! Tambin en las cosmogonas se redujeron
con el tiempo las viejas y duras leyendas, y en su lugar se celebraron
con cnticos a los hroes y patriarcas humanos a quienes ligaron
ntimamente a los personajes divinos. Por fortuna, los antiguos na
rradores de la teogonia haban insertado en las. tablas genealgicas
de sus dioses y hroes alegoras tan oportunas y hermosas, a veces
con una sola palabra de su lenguaje. encantador, que los sabios
posteriores slo: deban' amplificar su significado y enlazar con l
sus propias ideas ms elevadas .para crear una nueva y bella obra de
arte. De ah que hasta los cantores de gestas abandonaron con el
tiempo sus muy usadas leyendas del origen de los dioses, invasores
del cielo, obras, de Hrcules, y otros, para dedicarse a motivos ms
humanos adaptados, a las necesidades del hombre.
Entre todos ellos sobresale Homero, el padre de todos los poetas
y sabios griegos que vivieron despus que l. Gracias a un designio
benigno del destin se coleccionaron a tiempo sus cantares disper
sos en una dualidad unificada cuyo conjunto brilla todava al
cabo de tantos milenios cual indestructible V palacio. de dioses y
hroes. Se ha tratado de explicar a Homero como fenmeno de la
naturalza, cuando no fu sino hijo de la naturaleza, cantor afor
tunado de la costa jnica1. Ms de uno de su especie se habr
perdido para la posteridad que podra hacerle competencia y dis
putarle al menos parte de la gloria que hoy es su privilegio exclu
sivo. Se le ha edificado templos venerndolo como a un dios huma
no; pero l mejor culto se. lo rinde la inmortalidad de su influjo
sobre la nacin, que se hizo extensivo y se conserva hasta nuestros
das en todos los que son capaces de entender su mensaje. Verdad
es que los objetivos de sus cantares son menudencias a nuestro mo
do de ver; sus dioses y hroes con sus costumbres y pasiones no son
oros que los que le brindaron las leyendas de su poca y e las
pasadas;-igualmente, limitados son. tambin sus conocimientos natu
ralistas y geogrficos su m oral y su poltica. Pero la verdad y sabi
dura con que va tejiendo un conjunto vivo de todos los objetos de
su mundo, los bien trazados contornos de cada uno de los rasgos
de sus personajes en sus retratos inmortales, el modo suave y libre
de todo artificio con que, libre cual un dios, ve todos los caracteres
con sus vicios y sus virtudes, narrando las peripecias que vivieron;
y finalmente la musicalidad que en tanta variedad de extensos can
tares fluye incesantemente de sus labios filtrndose en cada una
de sus imgenes, en cada sonido de sus palabras, para vivir coeterna
i B lackw eix, E n q u ir y in to the li je a n d w riti'n gs o f H o m e r , 1736. W o o d
E sta y : o n th c o rig in a l g e n iu s o f lo m e r , 1769 .......... ' ~ *
con su poesa, tales son los mritos que hacen de Homero el nico
de su gnero en la historia de la humanidad y digno de la corona
de la inmortalidad si es que puede haber algo inmortal en esta
tierra.
Necesariamente, el efecto que Homero tuvo sobre los griegos
hubo de ser otro que el que pueda tener sobre nosotros, que le
premiamos tan a menudo con una admiracin fra y forzada cuando
no con abierto desprecio. No as los griegos. Para ellos cantaba en
una lengua viva, libre an de todo cuanto en tiempos posteriores
se iba a llamar dialecto. Les cant las gestas de los antepasados
con patriotismo y en contra de los extranjeros, nombrndoles al
mismo tiempo estirpes, tribus, constituciones y regiones que en
parte tenan ante los ojos como de su propiedad, en parte como
recuerdo y motivo de orgullo de linaje. De esta manera, Homero
fu para ellos en ms de un sentido un mensajero de los dioses,
de la gloria nacional y una fuente inagotable de los ms diversos
aspectos de la sabidura nacional. Los poetas posteriores siguieron
sus pasos; los autores de las tragedias tomaron de l las fbulas,
las alegoras didcticas, los ejemplos y las sentencias. Cada fun
dador de un nuevo gnero artstico tom su obra artstica como
modelo de la propia, de suerte que Homero no tard en convertirse
en la bandera del gusto helnico y, para inteligencias poco dota
das, simplemente en norma de toda sabidura humana. Su influen
cia alcanz tambin a los poetas romanos y sin l no hubiera
habido ninguna Eneida. En mayor medida an contribuy a sacar
de su barbarie a los nuevos pueblos de Europa; ms de un joven
recibi de l su cultura y tanto el trabajador como el intelectual
le deben la formacin del gusto artstico y el conocimiento de los
hombres. Con esto no se quiere negar que, como siempre, la admi
racin exagerada del gran hombre condujo a ciertos abusos de los
que no pudo librarse el bueno de Homero. Nadie se extraara
ms que l mismo si pudiera volver al mundo para ver lo que se
hizo de su persona. Entre los griegos di a la fbula una vida ms
prolongada y mayor raigambre de lo que hubiera tenido sin l;
los bardos recitaron sus cantares, escritorzuelos con veleidades de
poeta le imitaron y el homerismo entre los griegos se puso de moda
transformndose en un arte tan hueco, amanerado y culterano que
apenas se halla parangn en otra nacin ni otro poeta alguno. La
mayor parte de las innumerables obras de los gramticos sobre Ho
mero se han perdido; de lo contraro nos daran una prueba ms
del castigo de Dios que todo espritu sobresaliente significa para
las generaciones posteriores; pero acaso no hay tambin en tiempos
modernos bastantes ejemplos de malas interpretaciones y errneas
aplicaciones de la obra de Homero? Mas siempre ser verdad que
un espritu como el suyo en la poca que le toc vivir y la nacin
que recogi su obra, significa un don de la cultura que ningn
otro pueblo puede contar entre sus glorias. Ninguna nacin orien
tal tiene un Homero; en ningn pueblo europeo apareci a tiempo,
durante los aos de su juventud etnolgica, un poeta como l. Ni
siquiera Ossian fu para sus escoceses lo que Homero para los
griegos, y es cosas por dems incierta que el destino nos d jams
un segundo Homero que nos lleve tan arriba como su hermano
gemelo.
Siendo la mitologa, poesa y msica el punto de partida de la
cultura griega, no puede extraar que la aficin a estas artes fuese
un rasgo dominante de su carcter, que se mantiene aun en sus
escritos de ndole cientfica y todas sus instituciones. Para nuestro
modo de ver, es cosa peregrina que los griegos tengan a la msica
por elemento principal de la educacin, que la estimen como exce
lente instrumento en manos del Estado y atribuyan a su decadencia
consecuencias de gran trascendencia. Ms raro an nos parece el
panegrico que hacen de la danza, pantomima y arte teatral como
hermanas de sangre de la poesa y sabidura con tanto entusiasmo
y casi arrobamiento. Algunos, al leer semejantes elogios, creyeron
que tambin el arte musical de los griegos deba ser una de las siete
maravillas del mundo por su perfeccin sistemtica, ya que los efectos
que se le atribuan seguan siendo un enigma para nosotros. Mas el
mismo uso que ellos hacan de la msica, demuestra que sta no aspi
raba a la perfeccin cientfica, porque no le dieron categora de arte
propio e independiente sino que la usaban como auxiliar de la
danza, la pantomima y el arte dramtico. En esta combinacin,
pues, y en toda la orientacin que iba tomando la cultura griega
se cifra la eficiencia de sus sonidos. El arte potico de los griegos,
nacido de la msica, conserv siempre la tendencia a volver a su
punto de origen; hasta la magna tragedia naci slo del coro como
tambin la antigua comedia; las diversiones pblicas, las partidas para
la guerra y los esparcimientos domsticos del gape pocas veces se
hacan sin msica y canto, y nunca sin danzas. Verdad es que dada
la multitud de Estados y pueblos que integraban Grecia, hubo gran
des diferencias de una provincia a otra; las diversas pocas, los varios
grados de cultura y del lujo contribuyeron a ahondar tales diferen
cias; pero consideradas las cosas en conjunto queda en pie que los
griegos aspiraban al cultivo comn de estas artes como cspide de
las facultades humanas que tuvieron en la ms grande estima.; Creo
que no se comete ninguna injusticia afirmando que ni el arte de
3a pantomima ni el dramtico ni la danza, poesa o msica ocupan
entre nosotros el lugar que les asignaban los griegos. Entre ellos
fueron slo un obrar, un florecer del espritu humano que encon
tramos en estado embrionario en todas la naciones salvajes si po
seen un carcter eufrico y optimista y viven en una regin afor
tunada. Ahora bien: as como sera una necesidad querer volver
a la fuerza a esa edad juvenil ligera de cascos con la ridicula pre
tensin de bailar como anciano en rueda de mozos, as sera d
injusto que este anciano tomara a mal a la gente joven que sea
alegre y amiga de gambetear. La cultura griega coincidi con esta
edad de alegra juvenil que tiene sus habilidades propias de las
cuales sacaron partido hasta donde fuera posible. Obtuvieron con
ello un efecto que nos parecera a nosotros exaltado y acaso pato
lgico; pues dificulto que pueda haber un agente de eficiencia
ms intensa y refinada sobre la mente humana que la combinacin
de estas artes calculada al mximo y en su punto culminante, espe
cialmente en el caso de hombres que eran formados y educados
con esta orientacin y vivan en un mundo pletrico de tales impre
siones. Por lo tanto, ya que no podemos ser griegos nosotros mis
mos, celebremos, por lo menos, que stos hayan existido alguna vez
y que, como todo florecer del alma humana, tambin sta haya
encontrado el lugar y la poca para su perfecto desarrollo.
Por lo dicho hasta ahora se explica que algunos gneros del
arte griego ligados a una concepcin viviente de la msica, la
danza y la pantomima, encuentren en nosotros slo una compren
sin muy imperfecta e inadecuada, por lo que tambin su inter
pretacin ms concienzuda corre peligro de errar el camino. El
arte dramtico de Esquilo, Sfocles, Aristfanes y Eurpides no era
como el nuestro. Lo que es propiamente el drama griego nunca
volvi' a aparecer en pueblo alguno, por excelentes que sean las
obras de esta ndole producidas por otras naciones. Las odas de
Pndaro privadas del canto y de las solemnidades y el alto concepto
que los griegos tenan de sus representaciones, deben parecemos
estallidos delirantes, as como los dilogos de Platn, rebosantes de
musicalidad de lenguaje y belleza de composicin en sus imgenes
y expresiones, donde ms duramente fueron criticados ha sido pre
cisamente en los pasajes en que su revestimiento arttico llega al
punto culminante. Por esto es menester que sean jvenes los que
aprendan a leer a los griegos, ya que el hombre viejo con dificultad
puede apreciarlos y menos apropiarse de sus valores. Dejad que su
imaginacin lleve a menudo la delantera a la inteligencia y que
esa refinada sensibilidad en que ellos ponan la esencia de la cul
tura preceda a veces a la razn y la virtud; sin hacernos griegos a
nosotros mismos, sepamos tenerles el aprecio que merecen. Mucho
nos queda por aprender de su forma artstica, la urea medida y
precisin de su pensamiento, la naturalidad de sus sentimientos
pletricos de vida palpitante, y finalmente el ritmo sonoro de su
- lenguaje que nunca encontr su igual en el mundo.
III

LAS BELLAS ARTES EN GRECIA

Un pueblo de esta mentalidad tuvo que elevarse naturalmente


en todas las artes de la vida de io necesario a lo bello y ameno; los
griegos lo lograron a la perfeccin en todos los rdenes de su mun
do. Su religin exiga imgenes y templos; sus constituciones pol
ticas requeran monumentos y edificios pblicos; su clima y sistema
de vida, su intensa actividad, opulencia, vanidad, etctera, hacan
indispensables varas obras de arte. El genio de la belleza les inspi
raba estas obras y les ayud a perfeccionarlas de un modo sin paran
gn en la historia. Puesto que las maravillas ms grandes de esta
clase quedaron destruidas, nuestra admiracin y amor se dirigen a
sus ruinas y escombros.
1. La religin favoreci en gran medida las artes de Grecia,
como se desprende del elenco de sus obras de arte en Pausanias,
Plinio o tambin de cualquiera de las colecciones que hacen men
cin de ellas. Hay aqu una analoga con toda la historia de los
pueblos y de la humanidad; era un deseo comn ver al objeto de
la adoracin, y donde no mediaba una prohibicin por parte de la
ley o de la misma religin, se manifestaba la tendencia de imagi
narlo o representarlo. Hasta los negros hacen visible a su dios me
diante un fetiche, y de los griegos sabemos que en tiempos primi
tivos vean a sus dioses representados en una piedra o un tarugo.
Mas semejante pobreza no caba en un pueblo tan progresista; el
leo evolucion hasta ser un Hermes u otra estatua y como la na
cin estaba dividida en muchas pequeas tribus y pueblos, era
natural que cada cual tuviese sus penates y dioses particulares que
trataban de representar y adornar. Algunos ensayos logrados de los
antiguos ddalos y probablemente tambin el ejemplo de obras de
arte vecinas estimularon la emulacin y pronto hubo varias tribus
y ciudades que pudieron admirar una versin embellecida de su
mximo dios regional. El arte ms antiguo tom su origen princi
palmente de imgenes de los dioses, que le sirvieron, por as decirlo,
de andaderas1. De ah que ninguno de los pueblos que estuvieron
bajo la prohibicin de representar a sus dioses se haya elevado a
un nivel verdaderamente alto en las artes plsticas.
i W i n c k e l m a n n , G esch . d e r K u n st , t . I , c a p . I ; H e y n e , B e r ic h tig u n g u n d
E rg d n z u n g d e rselb en in d en d eu tsch e n . S ch riften d e r G o ttin g S o ciet, t . I , p . 211,
e tc .
Mas como entre los griegos los dioses eran conocidos por los
cantares y poemas donde vivan en figuras de inigualada belleza,
nada ms natural que las artes plsticas, hijas desde un principio
del arte potico, crecieran al son de aquellos personajes sobrehu
manos que la madre les cantaba al odo. El artista tuvo que apren
der la mitologa de los dioses de boca del poeta con lo cual asimi
laba tambin la concepcin de aqul; as se explica que el arte
ms antiguo no se detuviera ante las expresiones ms horripilantes
cuando stas se hallaban en el canto del poeta1. Con el correr del
tiempo prevalecieron concepciones ms estticas porque el arte
potico evolucionaba en este sentido y fu as como Homero lleg
a ser el padre de un arte ms bello de los griegos por ser el autor
de una poesa ms hermosa. Inspir a Fidias aquella idea elevada
que encarn en la estatua de Jpiter, abriendo sta el cortejo de
todas las otras obras de este escultor de los dioses. Segn los grados
de parentesco entre los dioses que establecan las narraciones de los
poetas, sus esculturas tomaron rasgos ms caractersticos y hasta
familiares, hasta que finalmente la tradicin potica vino a ser
un cdigo de los personajes olmpicos en todo el reino de las bellas
artes. De ah que ningn pueblo de la Antigedad pudiese pro
ducir un arte como el griego sin haber tenido tambin la mitologa
y potica griegas y haber obtenido su cultura asimismo a la manera
griega. Como este caso no se di en la historia universal, el arte
homrico es un privilegio de los griegos.
As se explica, por lo tanto, la creacin ideal del arte griego
que no debe su origen a una profunda filosofa de los artistas ni
a una supuesta naturaleza ideal de la nacin, sino a las causas
que han sido expuestas hasta ahora. Sin duda fu una circunstancia
feliz el que los griegos fuesen un pueblo de gran belleza fsica,
aunque es un error hacer extensiva esta propiedad a cada uno de
/os griegos haciendo de l un ideal de belleza. La naturaleza fecun
da en miles de formas no cambi su manera habitual de proceder
a favor de los griegos, y segn Hipcrates hubo entre ellos tantos
males y enfermedades deformantes como en todas partes del mundo.
Pero aun teniendo en cuenta todo esto e incluyendo las ocasiones
en que algn artista no resistiese la tentacin de inspirarse en la
belleza de un joven para remontarse a la de Apolo o ascender a
una Frin o una Lais a diosa de la belleza, no hemos arribado
todava a una explicacin satisfactoria del ideal de belleza que I09
artistas griegos haban aceptado como regla universal. Que la ca
beza de Jpiter de la estatua de Fidias existiese en vida es proba
blemente tan imposible como que el Jpiter de Homero hubiese
existido realmente en nuestro mundo. El gran dibujante anato
i H e y n e , b er d en K a s te n d es K y p se lu s u . A .
mista Camper ha demostrado sin dejar lugar a dudas1 cules son las
reglas exactamente calculadas en que se apoya el ideal de belleza
griego. A esta regla pudieron conducir nicamente las ideas de los
poetas y los fines del culto religioso. El que quiera producir una
nueva Grecia en estatuas mitolgicas, deber inculcar a un pueblo
estas supersticiones potico - mitolgicas con todo lo que esto im
plica y con toda la simplicidad natural de aquella poca. Pero ste
hara mejor en viajar a travs de Grecia contemplando sus templos,
sus grutas y bosques sagrados, hecho lo cual optar por abandonar
semejante proyecto por haberse persuadido de que no sera desea
ble siquiera un arte de la ndole del griego para un pueblo que se
halla completamente al margen de una religin de esta clase, es
decir, de una supersticin tan intensa que acababa por llenar cada
ciudad, cada poblado y cada rincn con su presencia sagrada y
tradicional.
2. Todas las epopevas griegas, especialmente las que se refie
ren a los patriarcas de la propia tribu o linaje, forman parte de
este complejo; tambin ellos recibieron su forma del alma del poeta
y vivan en cantares de gesta, algunos de ellos inmortales. AI crear
las narraba el poeta su historia para regocijo y orgullo de raza de
la tribu dando con ello origen a una especie de religin potica.
La historia del arte ms antiguo y una visin de conjunto de las
obras de arte griegas confirma esta opinin. Sepulcros, escudos,
altares, sagrarios y templos eran los que honraban la memoria de
los antepasados y son ellos tambin los que constituyen desde los
tiempos ms antiguos y en diversas tribus los objetivos de las obras
de arte. Todos los pueblos guerreros pintaban y adornaban sus
escudos, pero los griegos dieron un paso ms: tallaron, fundieron o
esculpieron en ellos la memoria de sus mayores. De ah los primeros
trabajos de Vulcano en las obras de los poetas ms antiguos; de ah
el escudo de Hrcules con las hazaas de Perseo que refiere Hesodo.
Fuera de los escudos, se encontraban representaciones de esta clase
en los altares de los hroes u otros monumentos de la estirpe como
lo demuestra la caja de Cipselo cuyas figuras concuerdan comple
tamente con el gusto del escudo de Hesodo. Obras de elevado
nivel con este contenido se escribieron desde los tiempos de Ddalo,
y como muchos templos dedicados a los dioses haban sido origi
nalmente monumentos funerarios2, se una en ellos la memoria de
los antepasados, de los hroes y dioses tan ntimamente que si casi
vena a ser un nico culto, sirvi, cuando menos, como nico mo
tivo al arte. As se explica la reproduccin de la antigua epopeya

i Camper, K leinere Schriften, p. 18, etc.


i Por ejemplo, el templo de Palas Atenea en Larisa, de Acrsio; el templo
de Minerva Polias en Atenas, de Erictonio; el trono de Amicleo, de Jacinto, etc.
sobre los pliegues de los vestidos de los dioses, o encima de los tro
nos y altares, o inversamente los monumentos recordatorios de los
difuntos en las plazas pblicas y las estatuas y columnas sobre las
tumbas. Si agregamos las incontables obras de arte que eran lle
vadas a los templos en calidad de votos y accin de gracias por parte
de familias, tribus o personas particulares y las cuales a menudo
eran adornadas con motivos de historia de la tribu y sus hroes,
conforme a la costumbre tradicional, qu otro pueblo puede glo-.
riarse de haber posedo un nico motivo como ste que propulsara
tan exuberante variedad de bellas artes? Nada son, en su compa
racin, nuestras salas con los retratos de antepasados olvidados;
toda Grecia estaba repleta de las leyendas y cantares y sagrarios de
sus dioses y hroes. Todo se guiaba por la idea grandiosa de que
los dioses eran una especie de hombres superiores emparentados
con los griegos, y los hroes dioses inferiores; esta concepcin, a
su vez, fu obra de los poetas.
Entre tales motivos de gloria nacional y familiar que promo
vieron las artes, hay que contar tambin los juegos olmpicos; eran
instituciones y al mismo tiempo fiestas conmemorativas de sus
hroes, es decir, una costumbre que favoreca por igual el culto
religioso, las artes, y particularmente la poesa. No slo porque
los jvenes, con frecuencia desnudos, se ejercitaban en diversas lu
chas y competencias sirviendo al artista de modelos vivos, sino que
tambin los ejercicios Ies proporcionaban una belleza fsica digna
de ser modelada y sus victorias juveniles conservaban vivos en su
espritu los recuerdos de la gloria de linajes, antepasados y hroes.
Por Pndaro y la historia sabemos cun alto fu el aprecio en que
se tenan estas victorias en toda Grecia y qu dura la competencia
por las coronas. Toda la ciudad del vencedor se honraba en l;
dioses y hroes del pasado se incorporaban a su linaje. En ello se
basa la jerarqua de los valores establecida en las odas de Pndaro,
que consideraba tales victorias como obras de arte superiores a las
estatuas. Tambin es ste el origen de los mausoleos o estatuas que
se le concedan al vencedor, casi siempre idealizadas. Por su afor
tunada imitacin de los hroes antepasados, haba ingresado, en
cierta manera, en la categora de los dioses, elevndose por encima
del comn de los mortales. En qu parte del mundo seran posibles
actualmente juegos olmpicos que tengan semejante valor y con
secuencias?
3. Tambin las constituciones polticas de los griegos ayuda
ron al desarrollo de las artes; no tanto por ser Estados independien
tes cuanto porque estos Estados necesitaban a los artistas para la
ejecucin de grandes obras. Grecia estaba dividida en muchos Es
tados que, gobernados por los reyes o arcontes, fomentaban las artes.
Xambin los reyes eran griegos y toda la demanda de obras de arte
proveniente de la religin o leyendas de tribu la hacan suya; no
pocas veces eran ellos mismos los sumos sacerdotes. Desde los pri
meros tiempos, el adorno de sus palacios se distingua por joyas del
arte ofrecidas por sus compatriotas hroes y amigos. Con todo no
es menos cierto que fueron precisamente las constituciones demo
crticas que se iban introduciendo paulatinamente en toda la Gre
cia, las que dieron mayor expansin a las artes. En una comunidad
poltica de esta ndole se necesitaban edificios pblicos para la
asamblea del pueblo, para el tesoro pblico y para los deportes y
diversiones comunes, lo, que di origen en Atenas, por ejemplo, a
magnficos gimnasios, teatros y galeras como el Oden y el Pi-
ranteo, el Pnixis, etc. Como en las repblicas griegas todo se haca
en nombre del pueblo o de la ciudad, nada era bastante bueno
de cuanto se dedicaba a los dioses que la protegan o a la gloria de
su nombre, mientras el ciudadano particular se. contentaba con una
morada ms modesta. Este espritu de comunidad que lo daba todo,
por lo menos en apariencia, para el bien comn, era el alma de los
Estados helnicos al que, sin duda, alude Winckelmann donde glo
rifica la libertad de las repblicas griegas como el siglo de oro de
las artes. El esplendor y la grandeza no estaban all distribuidos
como en los tiempos modernos, sino que coincidan con las cosas
que realmente interesaban el bienestar de la repblica. Pericles,
halagando al pueblo al despertar una conciencia de la propia glo
ria, hizo ms por las bellas artes de lo que diez reyes atenienses
podran haber hecho. Todo cuanto construa se inspiraba en las
grandes lneas del gusto popular por estar dedicado a los dioses y
la polis eterna. Pocas ciudades e islas griegas habran construido
tales edificios y patrocinado tales obras de arte, si no hubieran sido
Estados libres e independientes que trataban de superarse, mutua--
mente en celebridad. Como adems en las repblicas democrticas
el jefe poltico necesitaba el apoyo del pueblo, nada mejor que el
esplendor de las obras pblicas que a fuerza de atraer la bendicin
de los dioses protectores, llamaba la atencin del pueblo y daba
pan a mucha gente.
Con esto no se quiere negar que semejante suntuosidad im
plicaba tambin consecuencias que suelen disimularse. El rigor con
que los atenienses opriman a los vencidos, y hasta a sus propias
colonias, las pirateras y guerras en que se vean metidos incesante
mente los Estados griegos, los pesados servicios que hasta los ciuda
danos tenan que prestar al Estado y muchas otras cosas por el
estilo, no hacen del Estado griego precisamente un edn; pero por
lo que toca a las artes, hasta estas molestias les servan de objetivo.
Los templos de los dioses solan ser respetados hasta por los ene
migos; pero donde mandaba una suerte menos propicia, los templos
arrasados por los enemigos surgan con redoblado esplendor de sus
cenizas. El saqueo de los persas di lugar a una Atenas de belleza
superior a la anterior y en casi todas las guerras victoriosas parte
del botn que perteneca al Estado, se adjudicaba a algunas de las
artes. Aun en tiempos de decadencia y a despecho de todas las devas
taciones por parte de los romanos, Atenas mantuvo el esplendor
de su fama por sus estatuas y edificios, porque varios emperadores,
reyes, hroes y acaudalados particulares se empeaban en conservar
y embellecer una ciudad que reconocan como la Meca del gusto
refinado. As vemos que tambin bajo el Imperio Macednico las
artes de los griegos no se extinguen sino que emigran. Tambin en
pases lejanos los reyes griegos seguan siendo griegos amantes de
las artes helnicas. Alejandro y sus sucesores edificaron magnficas,
ciudades en frica y Asia; tambin Roma y otros pueblos apren
dieron de los griegos cuando haba pasado la poca del floreci
miento de las artes en su propia patria. En todas partes del mundo-
fu uno solo el arte y la arquitectura griega.
4. Finalmente tambin el clima contribuy a fomentar las be
llas artes de los griegos, no tanto por la belleza de los habitantes,
que depende ms de la raza que de la regin, cuanto por su situa
cin geogrfica y riquezas del suelo favorables a la obtencin de
las materias primas de las obras de artes y a su ventajosa colocacin:
en el paisaje. El suelo les brindaba las mejores clases de mrmol,
encabezadas por el prfido; el marfil, los minerales y cuantos ele
mentos necesitasen para las obras, se los proporcionaba el comercio-
en cuyo centro se hallaban situados. En cierto modo, el trfico-
comercial se haba adelantado al nacimiento de las artes, ponin
dolos en posesin de objetos preciosos procedentes del Asia Menor,.
Fenicia y otras partes, cuando todava no eran peritos en su fabri
cacin. Sus predisposiciones artsticas fueron estimuladas desde los-
primeros tiempos, ante todo porque la proximidad del Asia menor
y sus colonias de la Magna Grecia despertaron el gusto de la opu
lencia y del bienestar que no podan menos que fomentar las artes.
El carcter de los griegos, aunque ligero, estaba muy lejos de mal
gastar su trabajo en intiles pirmides; ni era posible que una ciu
dad o un Estado independiente cayese en esa mana de lo colosal-
Con la nica excepcin del Coloso de la isla de Rodas, se encuentra;
hasta en sus obras de grandes dimensiones la urea medida que sabe
conciliar la majestad con la belleza. Tambin el cielo, casi siempre
despejado, pona su parte, permitiendo muchas estatuas, altares y
templos que no haca falta cubrir o proteger de las inclemencias;
del tiempo, y ms que nada el hermoso obelisco que poda fijarse
bajo este cielo con la belleza de sus delgadas lneas y su gracia,
esbelta, modelo de simetra, precisin y sencillez.
Considerando todas estas circunstancias en conjunto, se ve c
mo en Jonia, Grecia y Sicilia, aun en materia de arte, pudo obrar
esa mentalidad inspirada y precisa que caracteriza todas las obras
estticas de los griegos. Este espritu no puede aprenderse a fuerza
de meras reglas y preceptos; pero se manifiesta en su observacin,
y con el constante ejercicio pudo, no obstante su origen puramente
genial, evolucionar a ser un oficio de artesana. Tambin el ltimo
de los artistas griegos es por su estilo un autntico griego; podemos
superarlo en tal o cual aspecto, pero el conjunto gentico del arte
helnico seguir siendo para nosotros siempre inalcanzable; la poca
de ese genio ha pasado.

IV

LA FILOSOFA MORAL Y POLTICA EN GRECIA

Las costumbres de los griegos eran tan diferentes como sus tri
bus, regiones y maneras de vida lo eran por los diversos grados de
su cultura y las peripecias histricas que haban tocado en suerte
a cada una de ellas. Los arcadios y los atenienses, los jonios y epi-
rotas, los espartanos y sibaritas eran tan desemejantes por sus tiem
pos, situacin y estilo de vida que me faltan colores para pintar de
todos ellos un cuadro engaoso el cual, queriendo representar el
conjunto, estara afeado por rasgos ms contradictorios que los del
retrato oue Parrasia pint de aquel Perno ateniense As, pues, no
me queda otro recurso que seguir el proceso general de la forma
cin de las costumbres griegas y la manera como stas influyeron en
su constitucin poltica.
Como en todos los pueblos de la tierra, as tambin entre los
griegos las leyes morales tuvieron como origen principalmente la
religin y siguieron por esta va durante mucho tiempo. Los ritos
religiosos que a travs de diversos misterios alcanzaron pocas de
gran actividad poltica, los sagrados derechos de hospitalidad y de
proteccin al refugiado, la inmunidad en los lugares sagrados, la
creencia en las furias y los castigos que perseguan, aun al homicida
involuntario, durante generaciones y ms generaciones llevando la
maldicin de la sangre que clamaba venganza sobre el pas entero,
los ritos expiatorios y propiciatorios, la voz de los orculos, el jura
mento sagrado, el valor sagrado del hogar, de los templos y sepul

i Pinxit Demon Atheniesium argumento quoque ingenioso; volebat namque


variara, iracundum, iniustum, inconstantem, eundem exorabilem, clementem, mi-
sericordem, excelsum, gloriosum, humilem, ferocem fugacemque et omnia pariter
ostendere. Plinio, H is. nat., I, SO, c. 5.
cros, etc., eran convicciones e instituciones en boga con la finalidad
de civilizar a un pueblo primitivo y conducir a hombres semi-sai-
vajes paulatinamente al humanismo1. Basta comparar a los griegos
con otras naciones para convencerse de que estas instituciones fueron
afortunadas en su cometido, porque es un hecho innegable que no
slo condujeron a los griegos a las puertas de la filosofa y cultura
poltica, sino que los introdujeron hasta muy adentro de su sagrario.
Tan slo el orculo de Delfos: de cunta utilidad no fu para
Grecia! Su voz divina seal a ms de un tirano y malhechor augu
rndole una suerte adversa; y tambin salv a muchos desgraciados,
aconsej a los desorientados, di el respaldo de la autoridad divina
a muchas empresas provechosas, di fama a ms de una obra de
arte o musa y consagr sentencias morales y mximas polticas. Los
toscos versos de ese orculo surtieron ms efecto que los ms ele
gantes poemas de poetas posteriores. Su mayor influjo provena de
que daba autoridad a los Estados y a la jurisprudencia de la supre
ma corte, los Anfictiones, elevando sus veredictos, en cierta manera
a la categora de leyes religiosas. Lo que en siglos posteriores se pro
puso como nico recurso para una paz perenne en Europa, un tri
bunal de Anfictiones-, ya lo tenan los griegos, y colocado bien
cerca del trono del dios de la sabidura y de l verdad que lo haba
de santificar con su autoridad.
Juntamente con la religin deben enumerarse en este lugar
todas las costumbres nacidas de las instituciones de los antepasados
y que conservaban su memoria para la posteridad, porque ejer
cieron un influjo constante sobre la formacin tica de los griegos.
As, por ejemplo, los varios juegos pblicos dieron a la educacin
griega una orientacin muy peculiar, haciendo de los ejercicios fsi
cos factor principal de aqulla y proponiendo las virtudes obtenidas
a la admiracin de toda la nacin. Jams ramo alguno llev frutos
ms bellos que el pequeo ramo de olivo, laurel o abeto que coro
naba a los vencedores. A los jvenes infundi belleza, salud y viva
cidad; di a sus miembros agilidad, justas proporciones y bienestar;
encendi en sus almas las primeras chispas de la ambicin de gloria
y celebridad postuma e imprimi en su mente, cual forma indeleble,
la aspiracin de empear su vida por el bien pblico de su ciudad
y su nacin. Pero como fruto ms precioso despert en sus almas
la aficin al trato con hombres y amistades viriles, que constituye
uno de los distintivos del mundo helnico. En Grecia no fu la
mujer el nico premio al que aspiraba el joven en su lucha con la
vida; la ms hermosa Helena no puede producir ms que un Paris
1 H e y n e , D e prim oru m G raeciae legum latorum institutis a d m orum man~
suetudinem , in opu s academ ic, t. 1, p. 207.
2 Oeuvres de St. Pierre, t. I y en casi todas sus obras.
si su posesin y goce fuera el fin adecuado de toda la virtud varonil.
El sexo femenino, por hermosos que sean los dechados de toda vir
tud que produjo en Grecia, nunca fu ms que un fin secundario
de la vida del hombre; las aspiraciones de los jvenes nobles apun
taban ms arriba; el vnculo de la amistad que los una entre ellos
o con hombres experimentados fu para ellos una escuela que difcil
mente poda brindarles una Aspasia. De ah en varios Estados de
Grecia este amor entre amigos investido de tal afn de superacin,
tal estudio, duracin y sacrificio que sus sentimientos y consecuen
cias, si los leemos en Platn, nos parecen una novela de un planeta
extrao. Corazones viriles se unan en amor y amistad, muchas ve
ces hasta la muerte; el amante persegua al amado con una especie
de celos que descubra en ste los ms pequeos defectos y el amado
tema el ojo escudriador de su amante como a una llama que acri
solaba las ms ocultas inclinaciones de su alma. As como para nos
otros las amistades de la juventud son las ms queridas y ningn
sentimiento nuestro tan duradero como el amor de aquellos que
fueron compaeros en los ms hermosos aos del despertar de nues
tras energas que ejercitbamos junto con ellos en un ideal de per
feccin, as los griegos hallaban su va de perfeccin en el destino
pblico de sus gimnasios, sus guerras y su- actuacin poltica, cuya
consecuencia natural era ese sagrado grupo de amantes. Muy lejos
estoy de querer disimular los abusos que se originaron de esta ins
titucin, particularmente donde se ejercitaban jvenes desnudos;
pero desgraciadamente, tambin estos abusos tenan su fundamento
en el carcter de la nacin cuyo poder imaginativo palpitante y
cuyo amor casi loco por todo lo bello, en lo cual hacan consistir
el sumo placer de los dioses, hacan inevitables tales desrdenes. Si
stos se hubieran practicado ocultamente, su efecto habra sido
tanto ms funesto, como lo demuestra la historia de casi todos los
pueblos de la zona trrida o de una cultura opulenta. Fines p
blicos y honrosos dieron un escape a la llama que se alimentaba en el
alma de los hombres y con esto cay bajo la vigilancia y delimi
tacin de las leyes que la aprovechaban como eficiente resorte para
los fines del Estado.
Por ltimo, como la triple Grecia de ambos Continentes se ha
llase dividida en muchos Estados y tribus, la tica tuvo que revestir
en cada caso un carcter gentico y en muchos aspectos poltico, cir
cunstancia feliz que nos explica por s sola el progreso de la moral
de los griegos. Los Estados griegos estaban unidos entre s por
vnculos tan tenues como son un idioma comn, una religin co
mn, los orculos, los juegos, el supremo tribunal de los-Anfictio-
nes; luego, por el origen racial y las colonias y, finalmente, por la
memoria de antiguas gestas comunes, la poesa y las glorias nacio
nales. Ningn dspota los una por medio de otros artificios o nece
sidades, porque tambin sus peligros comunes se salvaron con for
tuna durante largo tiempo. Lo decisivo era, por lo tanto, lo que
cada tribu quisiera beber de la fuente de la cultura y cules arro
gelos deseaba desviar de ella para sus pagos. Cada cual lo hizo
conforme a sus necesidades y, sobre todo, de acuerdo con la menta
lidad de algunos hombres notables que les enviaba la naturaleza
educadora. Ya entre los reyes de Grecia hubo dignos descendientes
de los antiguos hroes desaparecidos, que se hicieron en su poca
tan tiles a sus pueblos mediante una buena legislacin como sus
mayores lo haban sido por su gloriosa valenta frente al enemigo.
Fuera de los primeros colonizadores se distingue entre los reyes le
gisladores especialmente a Minos, que supo formar a sus cretenses
aguerridos, habitantes, de una isla montaosa, con espritu blico, y
ms tarde fu el modelo en que se inspir Licurgo. Fu el primero
que tuvo a raya a los piratas y di seguridad a la navegacin en
el Mar Egeo. Fu el primero que estableci ciertas normas morales
en Grecia en el mar y en tierra firme. La historia de Atenas, Sira-
cusa y otros reinos demuestra que no le faltaron mulos entre los
reyes. Con todo, el hecho de que la mayor parte de los reinos
monrquicos griegos se convirtiesen en repblicas di mayor em
puje a la evolucin de las leyes tico-polticas, lo cual significa una
de las revoluciones ms memorables de la historia universal. Slo
fu posible en Grecia donde gran nmero de pueblos diversos, ha
ba sabido conservar la memoria de su origen y su tribu tambin
b'ajo el gobierno de sus reyes. Cada pueblo se consideraba a s mis
mo como un Estado independiente con el derecho de constituirse
polticamente como sus antepasados emigrados. No hubo ninguna
tribu griega que abandonase su libertad en manos de una dinasta;
hereditaria de reyes. Verdad es que con este asunto no se conclua
qu el nuevo gobierno fuera mejor; en lugar de los reyes reinaban
casi en todas partes los ms nobles y poderosos, de manera que en
algunas ciudades los disturbios fueron mayores y la opresin del
pueblo insoportable; pero la suerte estaba echada, los hombres ha
ban llegado a la mayora de edad y aprendieron a pensar por pro
pia cuenta en su constitucin poltica. Fu as como la poca de
las repblicas griegas constituy el primer paso hacia la emanci
pacin del espritu humano en un asunto tan vital como lo es el
gobierno de los hombres por el hombre. Todas las desviaciones y
pasos en falso de las formas gubernamentales de Grecia deben con
siderarse como ensayos de la juventud, que slo aprende a fuerza;
de golpear con la cabeza contra la pared.
En muchas tribus y colonias as libertadas se distinguieron
hombres sabios, tutores del pueblo, que meditaban sobre los males
que afectaban su tribu y los convenientes remedios a base de la
Constitucin, las leyes y costumbres. Naturalmente los ms de ellos
eran hombres pblicos, jefes del pueblo, consejeros de los reyes y
militares, porque slo de esta aristocracia poda irradiar la cultura
poltica que luego imbuira al pueblo. Tambin Licurgo, Dracn
y Soln descendan de los ms nobles linajes de su ciudad y eran,
en parte, ellos mismos miembros del gobierno. En su tiempo, los
desmanes de la aristocracia y el descontento del pueblo haban al
canzado la cspide, por lo cual las reformas constitucionales por
ellos propugnadas hallaron tan entusiasta acogida. Inmortal es el
mrito de estos hombres que apoyados en la confianza del pueblo
desdearon para s y los suyos el mando supremo dedicando todos
sus esfuerzos y todos sus conocimientos de los hombres y del orden
poltico al bien comn, es decir, al Estado por el Estado. Sus pri
meros intentos no conjtituyen ni con mucho los ms sublimes y
eternos ejemplos de una constitucin humana; pero tampoco era
sta su pretensin. No fueron ideados sino para el lugar de su
aplicacin concreta y tambin all tuvieron que acomodarse en mu
chos aspectos y contra su voluntad a las costumbres de la tribu y
sus defectos arraigados. Licurgo tuvo en esto ms libertad que So
ln; pero retrocedi a pocas pasadas y estructur un Estado como
si el mundo pudiese permanecer eternamente en la edad heroica
y en una infancia primitiva. Promulgaba sus leyes sin aguardar el
efecto que produciran y sin duda hubiera sido una gran pena para
su espritu presenciar a travs de toda la historia griega las conse
cuencias que hubieron de acarrear a su ciudad y a todo el pas, en
parte por el abuso y en parte por su duracin demasiado prolon
gada. La legislacin de Soln surti efectos perjudiciales por otro
camino. El mismo Soln lleg a sobrevivir el espritu de la misma;
previo las malas consecuencias de su gobierno popular, las cuales
siempre fueron evidentes para los mejores y ms sabios, hasta el fin
de Atenas1. Mas sta es la suerte de toda obra humana y muy es
pecialmente de las constituciones polticas. El tiempo y la natu
raleza todo lo cambian, cmo, pues, no haban de cambiar las for
mas de la vida humana? Toda nueva generacin produce una nue
va mentalidad por ms que se mantengan una Constitucin y una
educacin tradicionales. Se imponen nuevas necesidades y peligros,
nuevas ventajas por las victorias, la creciente riqueza y el mayor
prestigio y hasta por aumento de la poblacin, cmo es posible
que hoy tenga validez lo que la tuvo ayer y que una ley antigua se
haga eterna? Se la mantiene, s, acaso para salvar las apariencias
y ms que nada para abusar de ella aligerando las cargas que re
sultaran demasiado pesadas al egosmo y la pereza de los hombres.
Fu sta la suerte de la legislacin de Licurgo, Soln, Rmulo, Moi
ss y la de todas las legislaciones que se sobrevivieron.
i Vase Jenofonte sobre la repblica de los atenienses; tambin Platn y
Aristteles.
De ah el acento en extremo conmovedor que se advierte en
la propia voz de estos legisladores en sus aos postreros; casi siem
pre es una voz de lamento. S llegaban a viejos, haban sobrevivido
a su poca: tal la voz de Moiss y tambin de Soln en los pocos
fragmentos que poseemos de este ltimo. Ms an: si exceptuamos
las meras mximas morales, casi todas las consideraciones de los
sabios de Grecia tienen un dejo de tristeza. Vean lo incierto del
destino y la suerte humana, limitados ya por las leyes de la natu
raleza y miserablemente turbados por el propio proceder de los
hombres. Se lamentaron de la fugacidad de la vida humana y su
juventud florida, y en cambio se extendieron sobre la vejez, a me
nudo pobre y enferma y siempre dbil y despreciada. Se quejaron
de la buena suerte de los desvergonzados y los padecimientos de los
buenos; mas no dejaron de infundir a sus compatriotas con manse
dumbre conmovedora el aprecio por los verdaderos remedios como
son la prudencia y el sentido comn, la moderacin de las pasiones
y el callado cumplimiento del deber, la concordia y la fidelidad al
amigo, la constancia y el valor indomable, la reverencia ante los
dioses y el amor a la patria. Hasta en los restos que se conservan
de la comedia griega de las pocas posteriores se encuentra este tono
quejumbroso de suave humanismo1.
Por lo tanto, a pesar de todas las malas y, a veces, espantosas
consecuencias que tuvo alguno que otro Estado griego para los he-
lotes, pelasgos, las colonias, los extranjeros y enemigos, no se puede
desconocer la elevada nobleza del espritu de comunidad que im
bua en su poca a los lacedemonos, atenienses y tebanos y, en
cierta medida, a todos los Estados griegos. Verdad es que, as como
no es fruto de una determinada legislacin de un solo hombre, tam
poco influy en todos los miembros de la nacin de la misma ma
nera y al mismo tiempo; pero existi de verdad entre los griegos,
como lo demuestran fehacientemente hasta sus guerras injustas na
cidas de la envidia, y la ms despiadada opresin que ejercieron
as como los ms prfidos traidores de sus virtudes ciudadanas. El
epitafio de aquellos espartanos que dieron su vida en las Ter-
mpilas:
Oh, viajero, di a los espartanos que, obedientes de sus leyes,
aqu yacemos; ser para siempre el principio de la virtud poltica
ms sublime. Slo es de lamentar que, si en un tiempo sirvi en la
tierra de principio fundamental de unas pocas y duras leyes patri
cias del pequeo pas de Esparta, al cabo de dos mil aos no haya
llegado a inspirar an la ' legislacin universal de toda la humani
dad. E l p r i n c i p i o en s es el m s e l e v a d o q u e
los hombres puedan pensar y poner por obra

i Ms detalles sobre este punto en otro lugar.


e n o r d e n a s u f e l i c i d a d y l i b e r t a d . Semejante
es el caso de la Constitucin de Atenas, bien que sta se propona
un fin completamente distinto. Si el fin de una Constitucin pol
tica es instruir al pueblo en los asuntos que le conciernen ms in
mediatamente, Atenas fu indiscutiblemente la ciudad de mayores
luces que hubo jams en el mundo habitado. Ni Pars ni Londres,
ni Roma ni Babilonia y mucho menos Menfis, Jerusaln, Pekn y
Benars pueden entrar en competencia con ella en lo que se refiere
a este punto. Ahora bien: como el p a t r i o t i s m o y l a s l u
ces son los dos polos alrededor de los cuales, gira toda la cultura
moral de la humanidad, Atenas y Esparta sern siempre las dos
palestras de felicsima memoria donde el arte poltico de los hom
bres se ejercit en los das de su alegre juventud. La mayora de los
dems Estados griegos no hicieron ms que seguir los pasos de estos
dos grandes modelos hasta el punto de que a algunos de ellos que
queran irse por otros caminos, les fu impuesta la Constitucin ate
niense o espartana por los vencedores. Por lo dems, la filosofa de
la historia no fija su atencin tanto en lo que durante tan corte
lapso haya sido realizado en estas dos ciudades por dbiles manos,
humanas, cuanto en lo que se sigue de los principios de sus consti
tuciones para toda la humanidad. A pesar de todos los errores, los.
nombres de Licurgo y Soln, Milcades y Temstocles, Arstides, Ci~
mn, Focio, Epaminondas, Pelpidas, Agesileo, -Agis, Clemenes,
Din, Timolen y otros sern celebrados con gloria inmortal, y
otros hombres no menos notables como Alcibades, Conn, Pausa-
nias y Lisandro sern vituperados como destructores del espritu
de solidaridad griego o como traidores a la patria. Hasta la modesta,
virtud de Scrates no hubiera podido florecer hasta donde lo hizo-
sino al amparo de Atenas, donde algunos de sus discpulos la lle
varon a gran altura; porque Scrates no era ms que un ciudadano-
ateniense y toda su sabidura una filosofa del sentido comn ate
niense que l propagaba en conversaciones familiares. En lo que-
atae al deber de llevar las luces a todos los ciudadanos, la sola.
Atenas hizo mritos ms grandes y hermosos que ninguna otra,
ciudad en la historia.
Como no podemos detenernos mucho en las virtudes prcticas,,
diremos siquiera algunas palabras sobre aquellas instituciones que
slo fueron posibles gracias a un gobierno del pueblo en Atenas, a.
saber, los oradores y el teatro. Los oradores ante el tribunal, es
pecialmente donde se tratan asuntos del Estado y que requieren-
una decisin rpida, son un elemento que encierra sus peligros, y-
las funestas consecuencias no tardaron en manifestarse en la histo
ria de Atenas. Pero como suponen un pueblo que saba juzgar de
cualquier asunto pblico que se le expona, o por lo menos posea
la capacidad de entender los elementos de juicio que se le propor-
donaba, queda en pie que el pueblo ateniense ocupa a este res
pecto un lugar nico en la historia en que ni siquiera el pueblo
romano puede rivalizar con l. Elegir o condenar a un jefe mi
litar, decidir sobre guerra o paz, vida y muerte y cualquier negocio
pblico del Estado, no era, por cierto, asunto para confiar a una
turba excitada; mas era tal el arte que se empleaba en la exposicin
de estos negocios que hasta la turba excitada comenz a compren
der, adquiriendo con ello esa modalidad liberal, poltica y discuti-
dora que no se encuentra en ningn pueblo del Asia. De esta
manera, la elocuencia dirigida al pueblo, alcanz un nivel que nunca
tuvo fuera de Grecia y Roma, ni podr tenerlo mientras la retrica
popular no forme parte de la instruccin general. Indiscutiblemente
se trata de una causa noble, aunque en Atenas el fin justificaba
los medios en lo que a esto se refiere. Lo mismo ocurri con el
teatro ateniense; ofreca representaciones populares, pero adecuadas
al nivel elevado del pueblo, a saber, piezas con pretensiones cultu
rales y literarias. Este teatro no sobrevivi a la ciudad de Atenas;
el conjunto de fbulas cuidadosamente escogidas con el fin de in
fluir en las pasiones y tendencias del pueblo, no se encuentra ya en
la mezcolanza de razas y constituciones posteriores. No debe, pues,
medirse la cultura moral de los griegos aplicando a su historia po
ltica, sus oradores y poetas dramticos la medida de un sistema
tico abstracto ya que en ninguno de los casos concretos mencio
nados ha servido de gua semejante sistema1. La historia demuestra-
que los griegos fueron en todo momento, para bien y para mal, lo
que pudieron ser en virtud de su situacin espiritual. Sus oradores
nos revelan cmo vean ellos las facciones y partidos conforme al
fin poltico que cada uno se propona. Los autores de piezas tea
trales introducan los personajes que les ofreca la historia tal coma
deseaban presentarlos de acuerdo con su profesin a stos y no;
otros espectadores. Las conclusiones que de ah se quieran sacar:
acerca de la moralidad o inmoralidad de todo el pueblo, carecen de;
fundamento. Con todo, nadie pondr en duda que algunas ciuda
des griegas fueron en ciertos momentos y dentro de su esfera, el
pueblo ms hbil, verstil e ilustrado del mundo antiguo'. De las
filas de los atenienses salieron estrategas, oradores, sofistas, jueces,
polticos y artistas segn la educacin, inclinacin, eleccin, destino
o azar, y no era raro que las cualidades ms bellas y sobresalientes
se encontraran juntas en un solo griego.

i Vase a este respecto la introduccin en la traduccin de Gillies de los


discursos de Lisias, Iscrates y otros comentaristas que quisieron juzgar a Grecia
a base de sus oradores y poetas.
V

ACTIVIDADES CIENTFICAS EN GRECIA

A ningn pueblo del mundo se hace justicia juzgndolo a la luz


de un ideal cientfico que le era totalmente ajeno. Tal sucedi con
los griegos y muchos pueblos asiticos a los que se ha colmado de
elogios y vituperios por igual injustos. As, por ejemplo, los griegos
andaban lejsimos de una dogmtica especulativa sobre Dios y el
alma humana. Lo que al respecto dijeron o escribieron algunos
de ellos, no pas de opiniones privadas y libres que emitan sus fil
sofos fundndose en los ritos religiosos que observaban en su pas y
cuando no se lo impeda algn partido poltico. Frente a las faccio
nes polticas, el intelecto humano ha tenido que luchar por sus fue
ros en Grecia lo mismo que en todas partes del mundo, logrando fi
nalmente su victoria.
La filosofa griega parti de la mitologa y las antiguas teogo
nias y es cosa digna de verse cunto supo, decir de ese orden de cosas
el agudo ingenio de esta nacin. Las fbulas sobre el origen de los
dioses, la contienda de los elementos, el odio y amor mutuos de los
seres, fueron desarrollados por sus diversas escuelas en direcciones
tan diferentes y varias que uno se siente tentado a decir que llegaron
a donde nosotros cuando explicamos la cosmologa sin recurrir a
las ciencias naturales. Ms an: en cierto sentido haban llegado
ms lejos por cuanto su. mente gozaba de mayor libertad y no estaba
estrechada por ciertas hiptesis preconcebidas que haba que pro
bar costara lo que costase. Hasta los guarismos de Pitgoras- y otros
filsofos son una tentativa muy adelantada de reducir un concepto
perfectamente claro del alma humana a una magnitud exacta y con
ciliario con las ciencias naturales. Mas como stas, lo mismo que las
matemticas, estaban por entonces en paales, la tentativa lleg an
tes de tiempo. Sin embargo, tanto ese sistema como los de algunos
otros filsofos griegos arrancan nuestra.admiracin porque cada uno
de ellos estaba profundamente meditado desde su punto de vista y
era de gran alcance. Algunos suponen verdades y observaciones que
en provecho de la ciencia no se han perdido de vista hasta nuestros
das. Durante aquella infancia de la filosofa era muy congruente
que ninguno de esos filsofos antiguos se imaginara a Dios como un
ser extramundano o una mnada sumamente metafsica, sino que
todos se detuvieran en el concepto de un alma que informa todo
el mundo; y an no se ha dicho la ltima palabra de si esa concep
cin no ser en definitiva la ms ajustada. Lstima grande que co
nozcamos las opiniones de los filsofos ms avanzados slo por re
latos y fragmentos incompletos y no de sus escritos en conjunto;
pero es an ms de amentar que nos guste tan poco aprender el
lenguaje de su tiempo, en lugar de lo cual queremos hacerlos ha
blar de acuerdo con nuestra mentalidad. Cada nacin expresa en sus
conceptos generales su modo de ver peculiar; y como la filosofa
griega arranc de poesas y alegoras, stas dieron tambin a sus
abstracciones un carcter propio que para ellos no era oscuro. Tam
poco las alegoras de Platn son mero adorno; sus imgenes son
como sentencias clsicas del pasado, superior desarrollo de las an
tiguas tradiciones poticas.
El espritu investigador de los griegos se inclinaba preferente
mente a la antropologa y filosofa moral porque su poca y consti
tucin los llevaban ante todo por ese camino. La historia natural, la
fsica y las matemticas no estaban todava suficientemente desarro
lladas ni contaban con los instrumentos para nuestros modernos des
cubrimientos. En cambio, todo se refera a la naturaleza y costum
bres del hombre. Eso fu lo que daba el tono en la poesa griega,
su hitoriografa y su Constitucin poltica; todo ciudadano nece
sitaba conocer a sus conciudadanos y administrar cargos pblicos a
los que no haba modo de sustraerse. Las pasiones y energas de los
hombres se desenvolvan en aquel entonces con mayor libertad, sin
exceptuar al filsofo entregado al ocio de la contemplacin; el rasgo
dominante de toda alma griega con aspiraciones elevadas era la ten
dencia a gobernar a hombres o desempearse como miembro activo
de la sociedad. No es extrao, pues, que tambin la filosofa del pen
sador abstracto hallara su objetivo en la moral o el Estado, como se
puede ver en Pitgoras, Platn y hasta Aristteles. No era su profe
sin civil constituir Estados; nunca desempe Pitgoras el papel
de un Licurgo, Soln, ni siquiera el de un arconte o cualquier otra
autoridad, y la mayor parte de su filosofa fu pura especulacin ra
yana en la supersticin. Pero su escuela produjo hombres que ha
ban de ejercer enorme influencia sobre los Estados de la Magna
Grecia y si el destino hubiera concedido una duracin ms prolon
gada al cenculo de sus discpulos, ste tal vez hubiera llegado a ser
una fuerza propulsora, si no la ms eficiente, por lo menos una de
las ms acrisoladas para la reforma del mundo1.
Mas tambin esta tentativa de un hombre, que se haba adelan
tado con mucho a su poca, fu prematura. Las prsperas ciudades
sibaritas de la Magna Grecia con sus tiranos no simpatizaban con
tales guardianes de la moralidad, y los pitagricos perecieron ase
sinados.
i Vase la historia de esa sociedad en Mf.ter, Geschichte des W issenschaften
in Griechenland u n d R o m , parte I.
Es un elogio muy repetido pero, a mi parecer, exagerado el que
se le hace al filantrpico Scrates atribuyndole el mrito de haber
sido el primero que trajo la filosofa del cielo a la tierra, aplicn
dola a la vida moral de los hombres. Por lo menos no puede limi
tarse esta gloria a la persona de Scrates y al estrecho ambiente de su
vida. Mucho antes que l hubo filsofos que dedicaron sus esfuer
zos a la tica, como quiera que ste fu un rasgo caracterstico de
la cultura helnica desde los tiempos del mitolgico Orfeo. Tam
bin Pitgoras ech por medio de su escuela fundamentos mucho
ms amplios para la evolucin de la moral de lo que Scrates jams
hubiera podido hacer con todos sus amigos. La poca inclinacin de
Scrates a la abstraccin superior se deba a la clase social a que
perteneca, a la amplitud de sus conocimientos y, sobre todo, a la
poca que le toc'vivir y su modo de vida. Los sistemas basados en
la pura imaginacin sin experiencias reales de la naturaleza se ha
ban agotado, y la filosofa griega haba venido a parar en la hueca
charlatanera de los sofistas, de manera que no se necesitaba mucho
para despreciar o relegar lo que no poda ser objeto de superacin.
Su genio y tambin su natural honradez y el curso burgus de su
vida le guardaron de caer vctima de las apariencias engaosas y
brillantes de la filosofa sofista. Su horizonte burgus fij al mismo
tiempo a su filosofa el fin que haba de perseguir, el mismo fin
del hombre, que haba de surtir tan hermosos efectos en casi todos
los que frecuentaban su trato. Sin embargo, no hay que olvidar que
tamaa eficiencia se deba en buena parte a la poca, el lugar y el
grupo de hombres en que Scrates se mova. En otra constelacin,
este sabio burgus hubiera tal vez pasado por un hombre de gran
des luces y virtudes sin que conociramos siquiera su nombre, por
que no inscribi en el libro de la historia ningn nuevo invento,
ninguna doctrina que le fuera propia; slo su mtodo y su vida, la
formacin moral que se haba dado a s mismo y trat de trasmitir
a los dems y, sobre todo, su muerte hicieron de l un dechado para
el mundo. Se necesitaba no poca grandeza de alma para ser un S
crates; en primer lugar, la noble cualidad de saber renunciar y el
refinado gusto de la belleza moral que en l parece haber evolucio
nado hasta una especie de sexto sentido. Mas no por esto se d^be
caer en el error de colocar a este hombre noble y modesto por enci
ma de la esfera en que la misma Providencia quiso ponerle. Logr
formar a muy pocos discpulos que fuesen del todo dignos de l,
precisamente porque su filosofa era un auxiliar de su propia vida
cotidiana y su excelente mtodo corra grave peligro de degenerar
en boca de sus discpulos en sarcasmos y sofisteras tan pronto como
el que formulaba irnicamente las preguntas careciese del espritu
y corazn de un Scrates. Consideremos con imparcialidad a dos de
sus seguidores ms excelentes, Jenofonte y Platn, y se ver que en
lo que a ellos se refiere, y conforme a su propia modesta expresin,
Scrates no fu ms que la partera que ayud a dar a luz la propia
personalidad espiritual de cada uno de ellos; de ah que estos hijos
le hayan salido tan desemejantes. Lo que hay de sobresaliente en los
escritos de ellos proviene manifiestamente de su propia manera de
pensar, y el ms bello agradecimiento que podan brindar a su que
rido maestro fu el de hacer llegar hasta nosotros su retrato moral.
Ciertamente hubiera sido muy deseable que el espritu socrtico
penetrase de ah en adelante toda la legislacin y constitucin po
ltica de Grecia; pero la historia de Grecia es testigo, de que no ocu
rri as. Su vida coincidi con la culminacin de la cultura atenien
se, pero tambin con el aciago momento en que los Estados se com
batan con mayor saa. Ambas no podan tener otras consecuencias
que perodos de infortunio y decadencia de costumbres que poco
despus causaron el ocaso de la libertad de los helenos. No pudo
salvarlos la sabidura socrtica demasiado pura y delicada para deci
dir el destino de los pueblos. El estadista y militar Jenofonte descri
be los defectos constitucionales de la poltica, mas no fu capaz de
reformarlos. Platn cre una repblica ideal que no hall su reali
zacin en ninguna parte y menos que nada en la corte de Dionisio.
En una palabra, la filosofa de Scrates sirvi en mayor medida a la
humanidad que a Grecia, y en esto reside indudablemente una de
sus glorias ms excelsas.
Completamente distinto fu el espritu de Aristteles, tal vez
el ms agudo, firme y rido de cuantos empuaron la pluma. Su
filosofa es ms una filosofa de escuela que de la vida comn, es
pecialmente en los escritos que de l se conservan y por el uso que
se les di; pero en tanto mayor grado se benefici con ello la pura
razn y la ciencia, de manera que en este campo es el monarca de
todos los tiempos. Que los escolsticos se hayan servido casi siempre
de su metafsica, es ciertamente culpa de ellos y no de Aristteles, y
sin embargo, tambin su metafsica contribuy en una medida casi:
increble al perfeccionamiento de la razn humana, proporcionando
naciones brbaras un instrumento que primero transform los
oscuros sueos de la fantasa y la tradicin en sofismas hasta que,
luego se destruyeron a s mismas. Pero sus mejores escritos, la histo
ria natural, la fsica, la tica y la moral, poltica, potica y retrica
esperan todava mltiples aplicaciones. Lamentablemente se per
dieron sus obras historiogrficas y tambin su historia natural la
poseemos slo en extractos. Pero quien quiera negar a los griegos
el espritu de la ciencia pura, que lea a Aristteles y Euclides, escri
tores que en su gnero nunca han sido superados; porque tambin
fu el mrito de Platn y Aristteles haber despertado la aficin a
las ciencias naturales y las matemticas, que se remonta por encima
de todo afn moralizante hasta la altura de los grandes principios,
extendiendo su influjo de esta manera sobre todos los tiempos. Va
rios de sus discpulos fomentaron la astronoma, la botnica, la
anatoma y otras ciencias, pues el mismo Aristteles ech con su sola
historia natural los cimientos de un edificio que seguirn constru
yendo los siglos. Fu en Grecia donde se pusieron los fundamentos
para toda conciencia cientfica como tambin para toda esttica.
Desgraciadamente el destino nos conserv bien poco de los escritos
de sus ms insignes sabios. Lo que nos queda es excelente; lo mejor
tal vez se haya perdido.
No se pretender que yo trate en detalle de las diversas ciencias,
las matemticas, la medicina, las ciencias naturales y las bellas artes,
por slo nombrar algunas, en que los griegos ya descubriendo ya
acrecentndolas sirvieron de base a todos los tiempos posteriores.
Cosa sabida es que ni el Asia ni el Egipto nos legaron algn arte o
doctrina propiamente cientficas; esto lo debemos exclusivamente al
espritu agudo y ordenador de los griegos. Ahora bien: como es siem
pre una forma determinada de conocimiento la que causa precisa
mente el aumento o el perfeccionamiento de la ciencia en tiempos
futuros, debe concluirse que debemos a los griegos la casi totalidad
de los fundamentos de todas nuestras ciencias. Cuantas ms sean las
ideas ajenas que ellos se apropiaran, mejor para nosotros; basta que
las supiesen ordenar y progresar hasta su conocimiento claro y dis
tinto. La diversidad de escuelas desempeaba en esto el mismo papel
que las muchas repblicas en su vida poltica, a saber, el esfuerzo
comn a la vez que la emulacin de las tendencias. Sin . esta diversi-
ficacn griega ni siquiera sus ciencias habran progresado en la
medida en que lo hicieron...Las escuelas jnica, itlica y ateniense,
estaban, no obstante su idioma comn, separadas por mares y tie
rras; cada una pudo echar races en su propio suelo y luego, tras
plantadas o inoculadas, llevar frutos tanto ms hermosos. Ninguno
de los antiguos sabios estuvo a sueldo del Estado y ni siquiera reci
ba- estipendios de sus alumnos. Pensaba por cuenta propia y por
amor a la ciencia o la gloria y celebridad. No instrua a nios, sino
a jvenes y hombres, a menudo hombres que desempeaban los ms
importantes cargos pblicos. En aquella poca no estaba todava de
moda escribir libros para el carnaval de una feria con mercanca
seudo-cientfica. En cambio, se meditaba tanto ms larga y profun
damente, gracias a que el filsofo de vida frugal no necesitaba de
mucho para su sostn en el favorable clima de Grecia, pudiendo en
tregarse a la especulacin libre de preocupaciones.
Mas tambin hay que hacer justicia a la monarqua. Ninguno
de los llamados Estados independientes de Grecia hubiera prestado
el apoyo a Aristteles para su historia natural que le pudo propor
cionar su real discpulo, y menos an las ciencias que exigan mucho
tiempo o grandes dispendios como, por ejemplo, las matemticas,
la astronoma, etctera, hubieran hecho los progresos que hicieron en
Alejandra, sin la ayuda de los Ptolomeos. A sus instituciones de
bemos un Euclides, Eratstenes, Apolonio Pergueo, un Ptolomeo
y otros, hombres todos ellos que echaron los cimientos de las cien
cias sobre los que descansa ahora no solamente todo el edificio
cientfico sino, en cierto modo, todo el orden de nuestro mun
do actual. Por lo tanto, tuvo tambin su utilidad que junto con
las repblicas se acabasen los tiempos de la oratoria y filosofa po
pular griegas. stas ya haban dado sus frutos, pero el espritu hu
mano necesitaba adems otros grmenes del alma helnica para las
ciencias. Gustosamente le perdonamos a la Alejandra egipcia la
inferioridad de sus poetas1, en su lugar tuvo buenos observadores y
matemticos. Los poetas nacen; los observadores pueden hacerse a
fuerza de diligencia y ejercicio.
La filosofa griega ha preparado el terreno especialmente en
tres disciplinas que difcilmente podan encontrar.un medio ms-
propicio para su desarrollo: el lenguaje, el arte y la historia. El idio
ma griego haba alcanzado tal versatilidad, riqueza y belleza con
los esfuerzos de los poetas, retricos y filsofos, que este instrumento
lam la atencin todava en pocas posteriores, cuando ya no hallaba
aplicacin en ocasiones tan brillantes de la vida pblica. De ah la
perfeccin de los gramticos que en parte eran verdaderos filsofos.
Por desgracia, se nos perdieron las obras de la mayor parte de estos
autores. Pero esta prdida tal vez se compense con otras obras
ms importantes que se conservaron, y adems no se perdi el efecto
de su trabajo, porque el estudio de la lengua latina como en gene
ral toda filosofa del lenguaje se inici con el estudio del idioma grie
go. Dgase lo mismo del estudio de los dialectos del Cercano Orien
te, porque las lenguas hebrea, rabe y otras se aprendieron a ordenar
y clasificar nicamente a base del estudio del idioma griego. De la
misma manera, no se ha pensado nunca en una filosofa del arte
fuera de Grecia, donde gracias a un afortunado instinto natural y
al hbito de un gusto refinado y seguro, los mismos poetas y artistas
ejercan una esttica antes de que los analizadores estableciesen sus.
reglas. Fu as cmo estimulada por la enorme emulacin en epope
yas, piezas dramticas y oratoria pblica tuvo que formarse necesa
riamente con el tiempo una crtica que deja muy atrs a la nuestra.
Verdad es que son muy pocos y tardos los fragmentos que de ella
han llegado hasta nosotros, con excepcin de los escritos de Arist
teles; pero lo poco que hay basta y sobra para dar testimonio de la-
sublime agudeza de los crticos de arte en Grecia. Finalmente, la fi
losofa de la historia tiene su patria principalmente en Grecia por
la sencilla razn de que los griegos son los nicos que poseen una.

i H eyne, De genio saeculi Ptolomaeorum in opuse, acad., t. I , p . 76 y ss.


historia propiamente dicha. Los orientales tienen tablas genealgi
cas o fbulas; los pueblos nrdicos leyendas, otras naciones cantares.
El pueblo griego form de leyendas, cantares, fbulas y tablas
genealgicas, en el transcurso del tiempo, el cuerpo ntegro de una
narracin que vive en todas sus partes. Tambin en esto le precedi
su antiguo arte potico, ya que una fbula no es ms amena de
narrar que una epopeya referida por aquellos artistas. La distribu
cin de los temas en varias rapsodias di pie a divisiones anlogas
en la historia, y el largo hexmetro no tard en reaparecer^ como
sonora prosa histrica. De esta manera, Herodoto fu el sucesor de
Homero, y los historigrafos posteriores de las repblicas reflejaron
en sus relatos el espritu retrico de aqullas. Puesto que la histo
riografa griega se inici con Tucdides y Jenofonte en Atenas y
estos autores eran polticos y estrategas, la historia escrita por ellos
tuvo que ser pragmtica en el fondo por ms que no la hiciesen tal
en la forma. Los discursos pblicos, las alusiones a los asuntos de
inters nacional, la representacin al vivo de las cosas y sus motivos
ntimos dieron a estas obras un carcter tal que no es aventurado
afirmar que sin las repblicas griegas no habra historiografa prag
mtica en el mundo. A medida que en tiempos posteriores se des
arrollaron el arte poltico y el de la guerra, se perfeccion tambin
el espritu pragmtico de la historia hasta que, finalmente, Polibio
hizo de ella poco menos que una ciencia blica y poltica. Modelos
de esta ndole proporcionaron a crticos posteriores un amplio campo
para sus observaciones, y a buen seguro que Dionisio tuvo oportu
nidad de ejercitarse en est arte ms que ningn chino, judo y has
ta romano.
Siendo. as que hallamos a los griegos ricos y afortunados en
todo ejercicio del espritu, en obras poticas, retricas, filosficas,
cientficas e histricas, por qu el destino nos ha privado de tan
tas de ellas? Dnde estn la Amazonia de Homero, su Tebaida e
Iresione, sus yambos y sus margites? Dnde las muchas piezas per
didas de Arquloco, Simnides, Alceo, Pndaro, las ochenta y tres
tragedias de Esquilo, las ciento dieciocho de Sfocles y las innume
rables otras de los trgicos, cmicos y lricos, de los filsofos ms
grandes, de los historiadores ms indispensables, de los matemticos
y fsicos ms notables? Quin de nosotros no dara gustoso monta
as de escritos ms modernos, y primero los propios, para que
durante un ao sirvieran de calefaccin a los baos de Alejandra,
a cambio de un solo escrito de Demcrito, de Aristteles, Teofrasto,
Polibio, Euclides, por una sola tragedia de Esquilo, Sfocles y tantos
otros, por una comedia de Aristfanes, Filemn, Menandro, por una
oda de Alceo o Safo, por la perdida historia natural y poltica de
Aristteles o los treinta y cinco libros de Polibio?
Pero otros son los designios del destino inapelable, que no tiene
en cuenta la inmortalidad' de determinadas obras humanas de arte
y cienci.' El fanatismo destructor arras con la majestad de los
Propileos de Atenas, con todos los templos de los dioses, aquellos
magnficos palacios, murallas, monumentos colosales, estatuas, acue
ductos, carreteras y altares que la Antigedad cre para la eternidad;
siendo as unas pocas hojas del esfuerzo y pensamiento de los hom
bres deban salvarse de la tormenta? Admirmonos, ms bien, de
que nos haya quedado tanto que tal vez sea ms de lo que supimos
aprovechar como es debido. Consideremos ahora en conjunto lo
que hasta ahora tratamos por separado: la historia de Grecia, ple-
trica de filosofa en cada uno de sus captulos.

VI

HISTORIA DE LOS CAMBIOS DE LOS ESTADOS GRIEGOS

Por mltiples y entrelazados que sean los cambios operados en


el transcurso de la historia de Grecia, todos ellos pueden reducirse
a unos pocos puntos capitales que obedecen evidentemente a leyes
naturales, como se ver a continuacin.
1. En la historia de todas las regiones martimas y terrestres
similares se encuentra, lo mismo que en estos tres sectores de tierra
firme con sus islas y pennsulas, que numerosas tribus y colonias
emigran por mar y tierra una y otra vez, se radican y se desplazan
mutuamente. Slo que el movimiento migratorio revisti aqu ma
yor intensidad a causa de la proximidad de las montaas septen
trionales densamente pobladas y del gran Continente de Asia, a la
vez que un conjunto de circunstancias que refieren las leyendas,
mantuvo vivo el espritu de aventuras. sta es la historia de Grecia
por espacio de casi setecientos aos.
2. Tambin es inherente a tal estado de cosas y propio de la
situacin geogrfica que estas tribus recibieran una cultura de la
ms variada procedencia y muy diverso nivel. Baj del norte,
lleg de las distintas regiones vecinas habitadas por pueblos civili
zados y ech sus races aqu y all y a muy diversa profundidad. La
superioridad numrica de los helenos da finalmente unidad a este
conjunto imprimiendo su carcter al idioma y mentalidad griegos.
El crecimiento de esta cultura inicial tuvo que ser forzosamente
muy desigual en el Asia Menor, la pequea Grecia y la Magna
Grecia; pero tal diversidad que implicaba una intensa emulacin y
varios desplazamientos, di auge al espritu helnico. Bien se
sabe por la .historia natural, as como por la botnica y la zoologa,
que una misma semilla no florece eternamente en el mismo suelo,
mientras que, trasplantada a tiempo, da frutos de calidad superior.
3. Los diversos Estados se transformaron paulatinamente de
pequeas monarquas en aristocracias, y algunos de ellos en demo
cracias. Ambas formas de gobierno corrieron peligro muy a me
nudo de recer en el despotismo de un solo dictador, pero en las
democracias este peligro era ms frecuente an. Tambin esto es
un proceso natural en la infancia de las instituciones humanas. Los
potentados de la tribu se creen con el derecho de sustraerse a la
voluntad del rey, y como el pueblo no puede conducirse a s mismo,
ellos acaban por tomar las riendas. Segn cules fueran el sistema
econmico, el espritu y la Constitucin, el pueblo aceptaba a estos
gobernantes o luchaba hasta haber conseguido participacin en el
gobierno. Lo primero fu el caso de Esparta; lo segundo el de
Atenas; en ambos eran las causas diversas circunstancias y las cons
tituciones de las dos ciudades. Mientras en Esparta se vigilaban
atentamente unos a otros para que ninguno retuviese todo el po
der en calidad de tirano, en Atenas ms de una vez se atraa al
pueblo con halagos a una tirana que si no lo era de nombre, al
menos lo era de hecho. Las dos ciudades con todo lo que sali de
ellas son tan evidentes productos de su situacin, poca, constitu
cin y circunstancias como cualquier producto de la naturaleza
pudiera serlo.
4. Donde convivan muchas repblicas rivales por negocios,
fronteras y otros intereses comunes, pero mucho ms an por el
espritu guerrero y la ambicin y vanagloria, no tardar en apa
recer materia de conflictos. Los primeros sern los ms poderosos,
quienes, luego, tratan de atraer a sus filas a cuantos sea posible hasta
ob'tener la superioridad numrica. ste fu el caso de las largas
guerras durante los aos mozos.de los Estados griegos, en particular,,
entre Esparta, Atenas y, ms tarde, Tebas. Las guerras fueron, de
extrema dureza y muchas veces crueles, como lo sern siempre los
conflictos blicos en que participa hasta el ltimo ciudadano y
guerrero. Las ms veces se originaban por menudencias o puntillos
de honra, como suele suceder con las rias entre mozalbetes, y lo
que pueda parecer cosa peregrina, sin serlo no obstante, es el hecho
de que el Estado vencedor, especialmente Esparta, se empease
siempre en imponer su legislacin y Constitucin al vencido cual
carcter indeleble de su derrota. Se explica, porque la aristocracia
es enemiga jurada tanto de la tirana como de la democracia.
5. Pero tambin consideradas como actividad en s, las gue
rras de los griegos eran mucho ms que meras correras de salvajes;
antes bien, dieron origen al desarrollo de todo el espritu poltico y
blico que desde todos los tiempos dirigi el curso de la historia 1.
Tambin los griegos saban lo que son las necesidades del Estado,
las fuentes de su poder y su riqueza, y ms de una vez trataron de
apoderarse de ellas por la fuerza bruta. Tambin ellos saban lo
que significa el equilibrio de fuerzas entre las repblicas y clases
sociales, las confederaciones oficiales y secretas, los ardides de la
guerra, el ganar de mano al adversario, la traicin, y otras cosas por
el estilo. Los hombres ms expertos de Roma y del mundo moderno
aprendieron, pues, de los griegos en lo que a asuntos de la guerra y
poltica se refiere, porque si la tcnica de la guerra cambia de mo
dalidad con las armas, la poca y la situacin mundial, siempre ser
uno solo el espritu del hombre que inventa, encubre sus estrata
gemas, ataca, avanza, se defiende y retira, descubre el lado flaco del
enemigo, usa y abusa de tal o cual manera de las ventajas obtenidas.
6. Las guerras contra los persas significan la primera gran
incisin en la historia de Grecia. Estallaron a causa de las colonias
del Asia, que no haban podido resistir a la expansin de los con
quistadores orientales y trataban, acostumbradas a la libertad, de
sacudir el yugo en la primera oportunidad. Que los atenienses les
enviasen veinte naves de guerra en su auxilio, fu una quijotada de
la democracia. El lacedemonio Clemenes les haba negado todo
apoyo y aqullos llevaron con sus veinte navios a toda Grecia a la
ms espantosa de las guerras. Una vez iniciada sta, fu por cierto
un milagro de valenta que unos pequeos Estados obtuviesen las
ms gloriosas victorias contra dos poderosos reyes del Asia; mas no
fu un milagro en el sentido de que superase las fuerzas de la na
turaleza. Los persas se hallaban totalmente fuera de su centro; los
griegos, en cambio, luchaban por su libertad, su territorio y su vida.
Peleaban contra esclavos brbaros que haban mostrado en los
Eritreos lo que esperara tambin a los griegos en caso de ser venci
dos, y stos hicieron de tripas corazn para reunir todo cuanto pu
dieran realizar el valor y la prudencia humanas. Los persas al man
do de Jerjes atacaron como brbaros; venan con cadenas para atar
a los vencidos y con fuego en la mano para arrasar las ciudades. Mala
tctica fu sta para semejante campaa. Temstocles se sirvi con
tra ellos slo del viento, el cual es un temible adversario para una
flota de escasa movilidad. En una palabra, la guerra se condujo por
parte de los persas con gran despliegue de poder y saa, pero sin
inteligencia, por lo cual no pudo acabar sino desgraciadamente.
Supuesto el caso de que los griegos hubieran sido derrotados y todo
su territorio devastado como Atenas, todava hubiera sido imposible
para los persas con su Imperio tambaleante dominar a Grecia desde
i En el transcurso de la historia se impondr espontneamente una compa
racin entre diversos pueblos a este respecto.
el interior del Asia, cuando apenas lograban mantener la mano so
bre Egipto a costa de ingentes esfuerzos. El mar era l aliado de
Grecia, como lo haba dicho ya el orculo de Belfos en un sentido
ligeramente diverso.
7. Pera los persas derrotados dejron junta con su botn y su
ignominia una herencia para los atenienses, una chispa que haba
de crecer hasta ser una llama destinada a devorar todo el edificio de:
la constitucin poltica de Grecia. Fueron la gloria v la riaueza, el
esplendor y la envidia, brevemente, toda la presuncin y petulancia
que siguieron a estas guerras. En Atenas comenz la poca de Pe
ndes, la ms brillante que jams haya vivido' un Estado tan pe
queo, y de ella.se origin no menos naturalmente la infortunada
guerra del Peloponeso, la doble guerra espartana, hasta que, final
mente, Filipo de Macedonia someti a toda la Grecia con una sola'
batalla. Nadie diga, pues, que un dios malvolo malogra el destino
humano tratando, envidioso de su dicha, de hacerle una zanca
dilla; los mismos' hombres son unos para otros los peores demonios.
Qu otra cosa poda ser la Grecia de aquellos tiempos, sino la fcil
presa de un invasor victorioso? Y de dnde poda venir este triun
fador sino de las sierras de Macedonia? Grecia estaba a salvo de
Persia, Egipto, Fenicia, Roma y Cartago; su enemigo estaba- cerca y
se apoder de ella con unas pocas maniobras astutas y eficientes.
Tambin esta vez el orculo fu ms prudente que los griegos; con
temporiz con Filipo pronunciando solamente la lacnica sentencia
de que un pueblo montas, concorde y aguerrido, que se halla a
las puertas de una nacin debilitada;' dividida y enervada, saldr
necesariamente vencedor" tan pronto como acometa la empresa con
prudencia y valenta. Fu lo que hizo Filipo recogiendo a Grecia
como un fruto madur, porque ella misma se haba vencido mucho
antes. Si Filipo hubiera sido1 un brbaro Como: Sila o Alarico, ter
minara aqu la historia de Grecia. Mas l mismo era heleno, como
tambin su gran hijo, y es as como en el momento de la prdida
de la libertad griega, se prepara bajo el nombre de este pueblo una
escena mundial que pocas veces tuvo igual en la historia universal.
8. Cuando el joven Alejandro lleg al trono con sus apenas
veinte aos y los primeros mpetus de Su ambicin de gloria, ejecut
el plan que su padre haba preparado cuidadosamente; invadi el
Asia atacando l monarca persa en el mismo corazn de su Imperio.
Tambin este suceso s perfectamente natural. Todas las incursio
nes de los persas contra los griegos haban pasado por Tracia y
Macedonia; todava arda la llama der odio en estos pueblos. Por
otra parte, los griegos conocan a la perfeccin la debilidad de los
persas, no slo por aquellas clsicas batallas de Maratn, Platea,
etctera, sino tambin en tiempos ms recientes por el Anbasis de
Jenofonte con sus diez mil guerreros griegos. Contra quin haba
de dirigir sus armas y falanges el macedonio, regente y-comandante
supremo de Greda, sino contra aquella opulenta monarqua carco
mida por dentro desde haca ms de un. siglo? El joven hroe pre
sent batalla por tres veces, y el Asia Menor, Siria, Fenicia, el Egip
to, Libia, Persia y la India fueron suyos. No se hubiera detenido
hasta llegar al ocano de no haberle obligado sus macedonios, ms
prudentes que l, a emprender la retirada. As como tanta suerte
no era un milagro, no fu un destino envidioso el que en Babilonia
puso fin a sus hazaas. Grandiosa fu, sin duda, la idea de gobernar
el mundo desde Babilonia, un mundo que se extenda desde el Indo
hasta Libia y ms all de Grecia hasta el mar del caro. Magnfico
el pensamiento de hacer de esta parte del mundo una segunda Gre
cia por su idioma, sus costumbres, artes, comercio y colonias, y
fundar otra Atenas en Bactra, Susa y Alejandra. Mas he aqu que
el triunfador muere en la flor de su vida y con l se van a la tumba
todas las esperanzas de un mundo neo-helnico. Si interrogramos
al destino sobre el por qu de sus designios, nos respondera: Poco
importa que la residencia de Alejandro est en Babilonia o Pella y
que en Bactra se hable en griego o en persa; pero el hombre que
quiera llevar a cabo su empresa, sepa moderarse y no cargue la
mano hasta morirse de un hartazgo. Alejandro lo hizo y con l
muri su Imperio. No es extrao que fuera su propio verdugo,
antes bien debe maravillamos que haya vivido hasta cuando vivi
quien haca tiempo estaba harto de su propia dicha.
9. Ahora el Imperio se dividi, mejor dicho, se deshizo como
una gigantesca pompa de jabn. Y cundo no sucedi lo mismo
en circunstancias parecidas? El Imperio de Alejandro no estaba
unificado an bajo ningn aspecto, pues apenas haba llegado a
serlo en la concepcin del mismo vencedor. Las colonias fundadas
por l aqu y all no podan, tan recientes como eran, subsistir sin
un protector como l, ni mucho menos hacer frente a todos los
pueblos a los que haban sido impuestas a la fuerza. Habiendo
muerto Alejandro prcticamente sin herederos, no caba otra suce
sin sino la de las aves de rapia que primero le haban ayudado en
sus conquistas y luego, muerto el jefe, se lanzaron sobre el botn
para asegurarse cada cual la mejor parte. Primero se empearon en
sacarse los ojos mutuamente hasta que cada uno encontr su nido
que defenda como un botn de guerra. Ningn Estado integrado
por tan enormes y rpidas conquistas corri mejor suerte; la natu
raleza de los diverso^ pueblos y regiones pronto vuelve a entrar en
sus derechos, de suerte que slo a la superioridad de la cultura
griega sobre los pueblos brbaros se puede atribuir que muchos de
los pases conquistados no volviesen a su antigua constitucin antes
de lo que lo hicieron. Persia, Bactra y los pases ms all del ufra-
tes fueron los primeros, porque se hallaban debasiado lejos del cen
tro del Imperio para sostenerse contra los pueblos montaeses de:
origen persa. Si los selucidas, como lo quera Alejandro, hubieran
establecido su morada en Babilonia o en la propia Seleucia, tal vez,
estando ms al este, hubieran conservado su poder, pero slo para
caer tanto ms pronto en una enervante opulencia. Lo mismo ocu
rri con las provincias asiticas del Imperio Tracio; hicieron uso del
mismo derecho que haba asistido al invasor formando reinos inde
pendientes tan pronto como los aliados de Alejandro dejaron el
trono a sucesores menos severos. En todo esto vuelven a aparecer
siempre las mismas leyes naturales que gobiernan la historia polti-
<a universal.
10. Mayor duracin tuvieron los reinos situados alrededor de
Grecia y la hubieran podido tener mayor an de no haberlo impe
dido los conflictos entre ellos mismos y, sobre todo, la guerra entre
romanos y cartagineses, que los llev a la ruina general que las
legiones romanas extendieron poco a poco por todas las costas del
Mediterrneo. Reinos envejecidos y debilitados se alistaron en lu
cha desigual de la que un mnimo de prudencia deba haberlos
apartado. Pero se conserv de la cultura y el arte griegos lo que
los gobernantes y los tiempos permitan. En Egipto florecieron
las ciencias slo bajo una forma de docta erudicin, pues como tal
haban sido cultivadas; cual otras momias yacan en los museos y
bibliotecas. El arte se transform en las cortes en pompa exube
rante. Los reyes de Prgamo y Egipto emulaban por coleccionar
bibliotecas, competencia sta que aprovech y perjudic por igual
a las futuras letras. Se coleccionaban libros y se los adulteraba;
cualquier incendio destrua entonces para siempre todo un mundo
de antiguo saber. Se ve que el destino procedi en esto como en
todas las cosas, abandonndolas al obrar de los hombres, necio o
prudente, pero siempre conforme a sus instintos naturales. Si el
sabio llora la prdida de un libro de la Antigedad cuntas otras
cosas no habra dignas de ser lloradas, que todas se siguen del
curso inevitable del destino? La historia de los sucesores de Ale
jandro es muy digna de ser meditada, no slo por contener las cau
sas de mucho de lo que se perdi y conserv, sino tambin como
triste ejemplo de reinos que se fundan sobre la rapia tanto de
pases como de ciencias, artes y culturas ajenas.
11. No hace falta demostrar que en tal estado de cosas, Grecia
no pudo recuperar jams su antiguo brillo; haca mucho que el
tiempo de su florecimiento haba pasado. Verdad es que algunos,
gobernantes vanidosos se esforzaron por apoyar la causa de la li
bertad de los griegos; pero eran esfuerzos aparentes por una libertad
sin espritu, por un cuerpo sin alma. Atenas nunca ces en la en
tronizacin y divinizacin de sus bienhechores, y tanto las artes co
mo las ctedras de filosofa y ciencias se conservaron en esta sede de
la cultura general de Europa mientras era posible; pero siempre
alternaban perodos de bonanza con las- devastaciones. Entre los
pequeos Estados no haba concordia, ni los principios para su
conservacin, si bien se unieron en la alianza de Etolia y renovaron
la federacin de Acaya. Ni la prudencia de Filopmenos ni la
honradez de Arato pudieron devolver a Grecia sus pocas antiguas.
As como el sol en su ocaso envuelto en los cmulos del horizonte
adquiere una: apariencia ms grande y romntica, as sucedi con la
poltica de Grecia en este momento de su historia. Los rayos del sol
poniente ya no calientan como al medioda, y la poltica de los grie
gos moribundos careca de eficacia. Los romanos llegaron a ellos
como tiranos condescendientes que se encargaron de decidir todos
los conflictos de la regin para bien de sus protegidos, y difcilmente
hubo jams brbaro alguno que procediese de manera ms detes
table que Mumio en Corinto, Sila en Atenas o Emilio en Mace-
donia. Por largo tiempo saquearon los romanos en Grecia cuanto
era transportable hasta que, finalmente, rindieron los honores que
corresponden a un cadver despojado. Tenan a sueldo hombres
que halagaban la vanidad de los griegos y mandaban a sus hijos
para que estudiaran all, a la sombra de la memoria sagrada de los
antiguos sabios y rodeados de charlatanes y estudiosos del arte. Por
fin llegaron los godos, los cristianos y los turcos, que dieron muerte
definitiva al reino de los dioses helnicos que se haba sobrevivido.
Cayeron los grandes dioses," Jpiter del Olimpo y Palas Atenea,
Apolo de Delfos y la argontica Juno; sus templos' son ruinas, es-
combros sus estatuas que intilmente trtan de desenterrar1. Des
aparecieron de la superficie de la tierra de manera que apenas logra
uno imaginarse ahora cmo floreci su culto obrando tan hermosos
prodigios entre los pueblos de preclaro ingenia. Habiendo cado
estos dolos de la imaginacin humana no habrn de caer otros me
nos hermosos que ellos? Y a quines cedern su lugar: a otros
dolos?
12- La Mgna Grecia, aunque oprimida por otros factores, tu
vo al fin una suerte similar. Cierto que las ciudades ms pobladas
y florecientes situadas en el ms favorable clima de' la tierra, cons
truidas segn las leyes de Zalenco, Carondas y Diocles, y que aven
tajaban a casi todas las provincias de Greda por su cultura, ciencia,
arte y comercio, no estaban al paso de los persas ni de Eilipo, gra
cias a lo cual se mantuvieron en parte por ms tiempo que sus her
manas europeas y asiticas; pero tambin a' ellas les lleg la hora
del destino. A l cabo de varias guerras con Roma y Cartago, fueron
al fin vencidas y corrompieron a Roma con sus costumbres depra
vadas, como ellas haban sido derruidas por las aiinas de Roma.
i Vanse los' viajes de Spon, Stuart, Chandler, Riedesel, etc.
Tristes yacen sus hermosas y grandes ruinas devastadas por terremo
tos, volcanes y ms todava por el fanatismo de los hombres 1. Me
lanclicos resuenan los lamentos de la ninfa Partnope; Ceres de
Sicilia va en busca de sus templos, mas no encuentra ya su dorado
jardn.

VII

CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA


HISTORIA DE GRECIA

Hemos considerado diversos aspectos de la historia de esta in


teresante regin porque aporta a la filosofa de la historia un dato
que merece llamarse nico en su gnero entre todos los pueblos del
mundo. No solamente porque los griegos quedaron libres de toda
mezcla de naciones extraas y su cultura toda ella permaneci pro
pia y autnoma, sino tambin porque concluyeron de manera, tan
completa los perodos de su evolucin desde los comienzos ms pri
mitivos hasta la cspide, como ningn otro pueblo de la historia.
Las naciones de los pases continentales se detuvieron en los pri
meros grados de la. civilizacin perpetundola antes de tiempo en
leyes y costumbres eternas en contra de su desarrollo natural, o
fueron vctima de alguna conquista antes de terminar el ciclo de la
evolucin, quedando, segada la planta antes de estar en flor. Grecia,
en cambio, apur el cliz hasta las. heces, desarrollando todo su po
tencial de cujtura hasta donde fu posible, para lo cual le ayud
nuevamente la fortuna y las circunstancias. Situada en el Conti
nente, pronto hubiera sido presa de algn conquistador al igual
que sus hermanas del Asia; si Daro y Jerjes hubieran logrado su
objetivo, la poca de Pericles no hubiera existido. Si un dspota
hubiera tomado el mando del pas,. pronto hubiera llegado a ser
un conquistador al estilo de los dspotas, tiendo de rojo los ros
de pases lejanos con la sangre de los griegos, como lo hizo Alejan
dro Magno. Pueblos extraos se hubieran mezclado con ellos, y
ellos, a su vez, hubieran errado por el extranjero, aunque fuera en
calidad de vencedores. De todo esto los salv su comercio, limitado
que nunca pas de las columnas de Hrcules ni provoc la envidia
de la fortuna. De esta manera, la historia de Grecia es para nos
otros lo que una planta para el naturalista, que slo puede anali
zarla completamente si la conoce desde, la semilla, y . germen hasta

i Vanse los, viajes de Riedesel, Houel y otros., > ..,


la flor y la muerte. Lstima grande que la historia de Grecia por
culpa de una inicua costumbre no se haya estudiado ni remotamen
te con el mismo empeo que la romana. De todos modos, mi tarea
consiste ahora en fijar algunos puntos de vista que se ofrecen al
estudioso de esta importante aportacin para la historia universal.
En este orden repito, ante todo, el gran principio fundamental:
1. T o d o c u a n t o e n el r e i n o de l a v i d a h u
m a n a p u e d e a c a e c e r en l a m e d i d a f i j a d a por
c i r c u n s t a n c i a s da d a s d e n a c ifo.n. a 1 i d a d , tf Lem
po, y l u g a r , acaece e f e c t i v a m e n t e ; Grecia nos
brinda para elo los ejemplos ms abundantes y hermosos.
En la naturaleza fsica no contamos nunca con un milagro;
observamos las leyes cuya causalidad hallamos siempre igualmente
efectiva, inmutable y regular. Siendo as: el reino de la vida hu
mana con sus campos de fuerzas, cambios y pasiones habra de es
capar a esta serie de leyes naturales? Trasladad a los chinos a
Grecia, y jams hubiera existido la Grecia- que nosotros conocemos;
llevad a nuestros helenos a donde Daro condujo a los eritreos cau
tivos, y veris >que no formarn all ninguna Esparta ni Atenas.
Mirad a Grecia ahora: ya no encontris all a los antiguos helenos, a
veces ni la tierra que habitaban. Si no hablaran un resto de su
antiguo idioma, si no viramos las reliquias de su espritu, sus artes,
sus ciudades o por lo menos sus ros y montaas, se terminara por
suponer que la antigua Grecia fu una fbula como una isla de Ca-
lipso o de Alcinoo. As como esos griegos de hoy llegaron a ser lo
que son ahora a fuerza del tiempo transcurrido dentro de una serie
dada de causas y efectos, as tambin los antiguos helenos, as toda
nacin del mundo. Toda la historia del gnero humano no es ms
que una pura historia natural de las fuerzas, acciones e instintos
humanos en funcin del lugar y del tiempo.
Tan sencillo como es este principio, tan ilustrativo y til es
cuando se aplica a la historia de los pueblos. Todo historiador es
tar de acuerdo conmigo en que una admiracin estril y un apren
dizaje memorista no merecen el nombre de historiografa. Pues,
siendo esto as, cada uno de sus fenmenos requiere toda la agudeza
d que es capaz el intelecto discursivo, lo mismo que un fenmeno
natural. A l relatar la historia procurar la mayor veracidad, y al
captar y juzgar los hechos se esforzar por penetrar lo ms posible
todas las relaciones causales, evitando cuidadosamente explicar una
cosa existente por otra no existente. Este severo principio acaba con
todas las idealizaciones y todos los fantasmas que suelen surgir en
un mundo embrujado; en todo se trata de ver solamente lo que
realmente hay, y esto ayuda a ver mejor la causa por la que no pudo
ser de otra manera. Quien adquiera este hbito cientfico a prop
sito de la historia, est en camino de una filosofa ms sana que
difcilmente encontrar fuera de la historia natural y las mate
mticas.'
De acuerdo con esta filosofa, nos guardaremos ante todo con
sumo cuidado de poetizar sobre los hechos de la historia suponiendo
intenciones ocultas de algn plan desconocido que gobierna todas
las cosas, o peor todava, influencias mgicas de demonios invisibles
cuyo nombre nadie se atrevera siquiera a mencionar tratndose de
fenmenos naturales. El destino manifiesta sus intenciones por lo
que acontece y por el modo en que acontece; por lo tanto, el intr
prete de la historia desarrollar estas intenciones slo a raz de lo
que existe de verdad y se manifiesta en toda su extensin. Por qu
hubo griegos ilustrados en el mundo? Porque existan y bajo las
circunstancias reinantes no podan ser otra cosa que griegos ilustra
dos. Por qu invadi Alejandro la India? Porque era Alejandro,
el hijo de Filipo, que en vista de los preparativos hechos por su pa
dre, las hazaas de su nacin, su edad y carcter, la lectura de
Homero, etctera, no supo hacer nada mejor. Si buscramos en su
rpida decisin planes ocultos de una potencia superior y en sus
valerosas hazaas el influjo de una diosa de la fortuna dedicada es
pecialmente a esta importante tarea, correramos el peligro de ver
unas veces los fines de la divina Providencia donde en realidad se
trata de las peores imprudencias de Alejandro, de menoscabar otras
veces su valenta personal y su habilidad como estratega, y siempre
de despojar al hecho histrico de su aspecto natural. Quien en la
historia natural creyera en hadas y supusiera que son duendes invi
sibles los que pintan de rojo las rosas, o diminutos espritus lumi
nosos los que entran en el cuerpo de las lucirnagas o juegan sobre
las plumas del pavo real, ste tal podr ser un poeta ingenioso, pero
nunca descollar como naturalista o historiador. La historiografa
es la ciencia de lo que hubo y no de lo que, segn las ocultas inten
ciones del destino, hubiera podido haber.
2. L o q u e v a l e r e s p e c t o de u n p u e b l o , r e
za t a m b i n p a r a u n c o m p l e j o d e v a r i o s p u e
b l o s r e l a c i o n a d o s e n t r e s ; e l l o s c o n v i v e n se
g n l o s u n i j e l t i e m p o y el l u g a r , y se i n
f l u y e n m u t u a m e n t e de a c u e r d o c o n l a e n e r
g a c a u s a l de u n c o n j u n t o d e f u e r z a s v i v a s .
Los pueblos del Asia influyeron sobre el griego, y ste sobre
aqullos. Romanos, godos, turcos y cristianos vencieron a los griegos
y stos les aportaron no pocas luces. Cul es el nexo causal de estos
fenmenos? El lugar, el tiempo y el efecto natural de fuerzas vivas.
Los fenicios trajeron los caracteres de la escritura a los griegos; mas
no los haban inventado para ellos sino que los trajeron con ocasin
de una colonia que fundaron all. Relaciones anlogas hubo entre
helenos y egipcios, y lo mismo ocurri cuando los griegos asediaron
Bactra. sta es Ja- historia de todas las musas que ellos nos legaron.
Homero cantaba, pero no para nosotros; poseemos sus obras porque
llegaron hasta nosotros y por esto podemos aprender, de l. Si al
guna circunstancia de los tiempos hubiera impedido que conoci
ramos sus obras como tantas otras excelentes quin querra pedir
cuentas al destino y sus planes ocultos al ver las causas naturales por
las cuales estos escritos se hubieran perdido? Pasemos revista a los
escritos que se conservaron y perdieron, a las obras de arte existentes
y desaparecidas juntamente con los testimonios sobre su conservacin
o destruccin' quin se atreve a sealar el criterio conforme al
cual el' destino las conserv o aniquil en cada caso? Las obras de
Aristteles se salvaron en' un ejemplar enterrado; otros escritos en
calidad de pergaminos desechados en subsuelos y cajones viejos; el
satrico Aristfanes debajo de la almohada de San Crisstomo, quien
aprenda de l a hacer sus sermones. Todas nuestras luces depen
dieron precisamente de las circunstancias ms insignificantes y des
preciables. Sin duda que nuestra ilustracin es un acontecimiento
de gran importancia para la: historia universal; conmovi a casi
todas las naciones y en un hombre como H e r s c h e l ha llegado,
a estudiar una por una las diversas capas de la Va Lctea. Sin
embargo, fueron pequeos detalles y circunstancias insignificantes
los que nos donaron, el vidrio y. unos cuantos libros, sin los cuales
seguiramos, por ventura, viajndoi con mujer e hijos en un carro-
vivienda a la usanza gitana, como nuestros viejos hermanos, los in
mortales escitas. Si una serie de hechos casuales lo hubiera querido
as, los caracteres de nuestra escritura seran monglicos en vez de
griegos, no obstante lo cual el inundo seguira rodando, y la tierra
con sus aos y estaciones seguira siendo la frtil madre nutricia de
todo cuanto vive y opera sobre ella conforme a las divinas leyes de
la naturaleza.
3. L a c u l t u r a d e u n p u e b l o es l a f l o r y n.a-
t a d e su e x i s t e n c i a ; en- l a c u a l se m a n i f i e s t a
a t r a c t i v o a l a v e z que- e f m e r o .
As como el hombre, tal cual viene al mundo, nada sabe y tiene
que aprender si quiere saber cosa alguna, as aprende un pueblo
primitivo ejercitndose y mediante el trato con otros pueblos. Mas
toda especie de conocimientos humanos tiene su esfera propia, es
decir, su naturaleza, poca, lugar histrico y perodo de vida; as,
por ejemplo, la cultura griega floreci en funcin de determinados
tiempos, lugares y objetos junto con los cuales se marchit. Algu
nas artes, entr ellas la poesa, precedieron a la filosofa; donde flo
recan las bellas artes o la retrica no haba ambiente propicio para
el arte de la guerra o las virtudes patriticas; los oradores de Atenas
desplegaron su mayor entusiasmo cuando el Estado se estaba apro
ximando a su fin y l a honradez se hubo acabado.
Toda clase de luces humanas tienen, de. comn que cacla cual
tiende a cierto punto de perfeccin, conseguido el cual por un con
junto de circunstancias felices, no puede conservarse eternamente,
ni volver al lugar alcanzado, sino que entra en un perodo de deca
dencia. La razn es que toda obra humana perfecta, en cuanto cabe
la perfeccin en lo humano, constituye un esfuerzo mximo en su
gnero, un punto culminante despus del cual ya no hay ms que
imitaciones o tentativas poco felices de superarlo. Cuando enmu
deci la voz de Homero, ya no era concebible un segundo Homero
en su gnero; aqul haba arrebatado la corona de la epopeya y
quien segua tras l tena que contentarse con algunos laureles aisla
dos. En consecuencia, los autores griegos de las tragedias optaron
por otra carrera: coman, al decir de Esquo, de la mesa de Ho
mero, pero aderezando un convite diferente para su propia poca.
Pero tambin su agosto pas; los temas de la tragedia se agotaron
no quedando a los sucesores de los poetas ms excelsos otra cosa que
repetirlos en versiones de calidad inferior, puesto que el mximo de
belleza formal de la tragedia griega ya estaba dado en aquellos mo
delos. Eurpides con toda su preocupacin moral ya no fu un
Sfocles, por no hablar de la posibilidad de superar la esencia del
arte de este ltimo. De ah- que Aristfanes, ms perpicaz, eligiese
otro genero literario. As sucedi en todos los gneros del arte grie
go y as ser siempre en todas los pueblos. Ms an: la seguridad
del gusto esttico de los griegos y la variedad de formas en que se
manifest, se debe precisamente a que ellos,, en sus mejores pocas,
comprendieron esta ley de la naturaleza y no trataron intilmente
de superar lo insuperable. Creado ,el omnipotente Jpiter por
Fidias, no hubo.lugar para.otro mayor; pero.s tuvo cabida ,1a rea
lizacin, del ideal que representaba, en las figuras de otros dioses, y
la consecuencia fu que para cada uno de los dioses se le. crease
su carcter propio, llenndose la provincia entera de obras de arte.
Por lo tanto, revelaba mucha pobreza y estrechez de miras la
pretensin de hacer de nuestra aficin personal por algn deter
minado objeto de la cultura humana una regla general, para impo
nerla a la providencia y dar una eternidad antinatural a lo que
slo tena lugar en un momento dado. Semejante empeo no sera
otra cosa que oponerse a la esencia del tiempo y destruir la natura
leza de los valores finitos y limitados,. Nuestra juventud no vuelve
nunca ni la eficiencia especfica de nes tras facultades psquicas tal
como fu en un momento y lugar, determinado. El mismo floreci
miento de la fior es seal de que acabar, por marchitarse; comen-
zando por las races absorbe, la savia y. las energas de la planta, la
cual muere una vez cados jos ptalos. Hubiera sido una desgracia
nacional, que la poca de un Pericles. y un Scrates hubiese durado
ms tiempo del que le sealan las circunstancias.; No revelara me
nos cortedad si la mitologa de Homero viviera para siempre en las
almas de los hombres, si los dioses reinaran eternamente o la voz
de Demstenes tronara por todos los siglos, etctera. Toda planta
en la naturaleza debe marchitarse; pero marchitada disemina sus
semillas renovando de esta manera la creacin viviente. Shakes
peare no fu un Sfocles, Milton ningn Homero ni Bolingbroke
un Percles; pero fueron en su gnero y en su lugar lo que aqullos
en el suyo. Cada cual trate de ser en su lugar lo que las circuns
tancias le permiten- esto es lo que debe ser, y otra cosa no es posi
ble para l.
4. L a s a l u d y d u r a c i n de u n E s t a d o n o d e
p e n d e de l p u n t o c u l m i n a n t e de su c u l t u r a , s i n o
de u n e q u i l i b r i o s a b i a m e n t e d i r i g i d o o f o r
t u i t a m e n t e h a l l a d o d e l a e f e c t i v i d a d d e s us
e n e r g a s v i t a l e s . C u a n t o ms p r o f u n d a m e n t e
e s t s u t e n d e n c i a v i t a l , t a n t o m a y o r es su
consistencia y duracin.
Con qu factor contaron aquellos antiguos constituyentes de
Estados? Ni con la inerte ociosidad ni con un extremo activismo,
sino con el perfecto orden y la justa distribucit de las energas
nunca adormecidas y siempre renovadas. El principio de estos sa
bios era autntica sabidura humana aprendida de la naturaleza.
Cada vez que un Estado alcanzase la cumbre de su evolucin, aunque
fuera bajo el gobierno del personaje ms excelso y con el pretexto
ms brillante, al punto se vea en peligro de perecer y volva a su
forma anterior slo por la intervencin afortunada de algn poder.
T al fu la situacin terriblemente extrema de Grecia et' su lucha
contra los persas; tales los desesperados esfuerzos finales que lleva
ron Atenas, Esparta y Tebas, una contra la otra, acarreando a toda
la Grecia la prdida de su libertad! De la misma manera, Alejan
dro coloc con sus brillantes victorias todo el edificio de su Esta
do al borde del abismo; Alejandro muri, el Estado se precipit
y se hizo trizas. La historia de Atenas demuestra a cules peli
gros la expusieron Alcib'ades y Pericles, si bien no es menos cierto
que tales momentos histricos, si terminan presta y felizmente, pro
ducen efectos extraordinarios y pueden movilizar fuerzas increbles.
Todo el esplendor de Grecia es debido a la mltiple actividad de
muchos Estados y energas vitales; en cambio, todo cuanto tuvo de
duradero y sano en'su gusto artstico y sus constituciones polticas
es fruto de un equilibrio sabiamente dirigido y al mismo tiempo
fortuitamente hallado de sus tendencias. La suerte de sus institu
ciones fu en cada caso tanto ms duradera y noble, cuanto ms
grande el humanismo, es decir, la razn y justicia en que aqullas
se apoyaban. Aqu se nos ofrece ancho campo para consideraciones
sobre la, constitucin de Grecia para determinar qu valor para la
felicidad: - de sus ciudadanos y de toda la humanidad han tenido
sus inventos e instituciones. Mas todava sera prematuro aventu
rar semejantes conclusiones. Es menes'ter que primero penetremos
otras conexiones entre pocas y pueblos, antes de poder obtener
resultados ciertos en este aspecto.
LIBRO DCIMO CUARTO

"VT Os acercamos a la costa de donde tom su origen la ruina inu-


chas veces espantosa de la mayor parte de los Estados considera
dos hasta ahora. Una alta marea de destruccin, merte y exter
minio se precipit desde Roma sobre los Estados de la Magna Grecia,
sobre la misma Grecia propiamente dicha, y sobre todos los reinos
que haban nacido de las ruinas del Imperio de Alejandro. Roma'
arras Cartago, Corinto, Jerusaln y muchas otras' ciudades flore
cientes del mundo griego y asitico, como di tambin un triste fin
a toda cultura del medioda que estuviese al alcance de sus armas,
especialmente en la vecina Etruria y la valerosa Numaiicia. No se
di tregua ni descanso hasta dominar desde el mar occidental hasta
el ufrates, desde el Rin hasta el Atlas sobre todo un mundo de
naciones. Pero cuando, al fin, rebas la lnea marcada por el des
tino, la misma Roma hall su fin desgraciado no slo por la vale
rosa resistencia de los pueblos nrdicos y montaeses, sino tambin
a causa de la opulencia y discordia internas, la soberbia cruel de sus
emperadores, los terribles gobiernos de la soldadesca y, por ltimo,
la ira desencadenada de pueblos primitivos que cayeron sobre ella
como las olas del mar. Jams el destino de los pueblos estuvo li
gado por ms tiempo y con cadenas ms poderosas a una ciudad
que bajo el dominio mundial de Roma. Mas como en su transcurso
se desarroll, por una parte, todo el poder de la audacia y decisin
humana, y mucho ms an la sabidura militar'y poltica,' as tam
bin' salieron a luz, por otra parte, asperezas y vicios ante los cuales
la naturaleza humana se retirar sobrecogida de espanto mientras
no haya perdido el Tltimo resto de la conciencia de sus sagrados
derechos. Parece poco menos que milagroso que esta Roma haya
sido la brusca y terrible transicin a toda la cultura europea, no
solamente porque con las ruinas romanas se salvaron los restos pre
carios de los tesoros de sabidura y arte de algunos Estados de la
Antigedad, fruto de saqueos y robos, sino tambin porque por una
curiosa transformacin, la lengua latina haba de servir de ins
trumento para aprender el uso de todos esos tesoros de la Antige
dad. Todava ahora la estudiamos desde la infancia como vehculo
de clsica erudicin y justamente a nosotros, todo menos que roma
nos por el espritu y la mentalidad, nos toc en suerte aprender
antes del destructor de mundos romanos que de las costumbres ms
humanas de otros pueblos los principios para la felicidad de nuestros
Estados. Mario y-Sila, Csar y Octavio son viejos conocidos nues
tros antes de entrar en contacto con la sabidura de un Scrates
o las costumbres de nuestros mayores. Como la cultura de Europa
dependa de la lengua latina, la historia de Roma fu objeto de
eruditos comentarios, tanto polticos como cientficos, como no se
hicieron para ninguna otra historia del mundo; los hombres ms
preclaros que meditaron sobre la historia, lo hicieron a base de los
principios y los hechos romanos en los cuales inspiraron sus propias
ideas. Es as como el suelo de Roma, regado con la sangre de los
pueblos, se convierte para nosotros al mismo tiempo en un sagra
rio de la formacin clsica y un museo de antiguas obras de arte,
donde cada paso y cada objeto evoca los tesoros perdidos de una
gloria que nunca ha de volver. El fascio del vencedor, flagelo en
otros tiempos de naciones inocentes, nos parece retoo de una
grandiosa y magnfica cultura que por lamentables peripecias vino
a parar a nuestras tierras. Pero antes de entrar en el antro del amo
del mundo, rindamos honores al sentido humanitario echando una
mirada, siquiera de compasin, sobre una nacin vecina de Roma
que hizo el mayor aporte a la temprana cultura de sta, pero tam
bin estaba en el camino de las conquistas romanas, hallando un
triste fin.

LOS ETRUSCOS Y LOS LATINOS

Ya por su situacin geogrfica, la pennsula avanzada de Italia


invitaba a gran nmero de diversos pueblos advenedizos a esta
blecer all sus moradas. Comunicada por su parte superior con el
Continente que se extiende desde Espaa y Galia a travs de Iliria
hasta el Mar Negro, emporio y desvo de las grandes migraciones,
prolongndose en el mar hasta situar sus costas precisamente frente
a Iliria y Grecia, era inevitable que varias tribus de diversas nacio
nes llegaran hasta all en el transcurso de aquellas migraciones que.
se pierden en la penumbra de la prehistoria. De las que habitaban
el norte, unas eran de origen ibrico, otras procedan de la Galia;
ms al sur vivan los ausonios cuyo origen se ignor-a por completo,
y como adems con casi todos estos pueblos se mezclaron luego
pelasgos, griegos y tal vez hasta troyanos, y stos en diversos tiem
pos, bien puede considerarse a Italia como un invernadero de razas
y pueblos del que a su debido tiempo haban de salir cosas extra
ordinarias. Muchos de estos pueblos traan ya cierta cultura consi
go; las tribus de los pelasgos tenan su escritura, su religin y su
mitologa; tal vez se pueda decir lo mismo de algunos iberos que
haban estado en contacto con los mercaderes fenicios. Todo estaba
preparado y slo era cuestin de establecer el lugar donde brotara
un florecer indgena.
Esto sucedi entre los etruscos, los cuales, sea cual fuere su
origen, son uno de los primeros pueblos con un gusto y una cul
tura propios y personales. No tenan inquietudes de conquistador;
en cambio, se dedicaron a diversas instituciones y organizaciones,
el comercio, las artes y la navegacin, a la que los invitaban las
costas del pas. Fundaron colonias en casi toda Italia, difundieron
artes y fomentaron el trfico mercante hasta el punto de que una
serie de las ms clebres ciudades del pas les debe a ellos su ori
gen *. Su Constitucin cvica que sirvi de modelo a los romanos,
los pone muy por encima de cualquier Constitucin de los brba
ros y manifiesta un espritu de carcter tan europeo que cierta
mente no poda provenir de ningn pueblo asitico ni africano.
Todava poco antes de su ocaso, Etruria^era una repblica demo
crtica de doce tribus confederadas segn principios que se intro
dujeron en la misma Grecia mucho ms tarde y slo bajo una pre
sin extrema. Ningn Estado independiente- poda declarar la gue
rra o concertar la paz sin el consentimiento de todos los dems.
La guerra misma la haban ya convertido en; un arte propio,
habiendo inventado y usado el clarn de guerra, las lanzas livianas,
el pilum, etctera, para las seales de ataque y retirada, la marcha
y el combate en falanges cerradas. Introduciendo las garantas para
los heraldos parlamentarios, observaron una especie de derecho
internacional y de guerra. Tambin los orculos y varios de su.
ritos religiosos que nos parecen mera supersticin, fueron evicie-
temente al mismo tiempo instrumentos de su Constitucin poltica,
gracias a la cual son el primer pueblo de Italia que trat de com
binar ingeniosamente la religin con el Estado. En todas estas
cosas Roma no fu ms que su discpula, y si tales instituciones con
tribuyeron a la consistencia y grandeza del Imperio Romano, ste
se lo debe casi ntegramente a los etruscos. Tambin de la navega-
i D e m ste r , E tru r. R e g al , cum observat. B u on aroti et paralipom . Passerii.
Floren t, 1723, 1767.
cin hicieron un verdadero arte desde tiempos muy lejanos, domi
nando la costa italiana' por el comercio y las colonias. Eran maes
tros en la fortificacin de las ciudades y la arquitectura. El obe
lisco toscano es ms antiguo que el mismo drico de los griegos,
toma su nombre de ellos y no es imitacin de ningn modelo ex
tranjero. Eran aficionados a las carreras de carros, el arte dram
tico, la msica y tambin la poesa, y como lo demuestran sus mo
numentos se apropiaron en gran medida de la mitologa de los
pelasgos. Las ruinas y escombros que nos conservaron casi slo las
tumbas, evidencian que haban salido de los comienzos ms rudi
mentarios y supieron conservar su estilo personal en tiempos poste
riores, no obstante^ el contacto con otros pueblos, incluso el griego.
Posean realmente un propio estilo de arte1, que conservaron al
igual que sus fbulas religiosas hasta ms all de la prdida de su
libertad-. Tambin en lo que se refiere a una buena legislacin
cvica para ambos sexos, en las disposiciones para la agricultura y
viticultura, para las garantas al comercio interior, la inmigracin
de extranjeros, etctera, parece haber andado ms cerca de los de
rechos de la humanidad que buena parte de las mismas repblicas,
griegas'en tiempos posteriores. Como su alfabeto ha servido de tipo
prximo para todos los alfabetos europeos, podemos considerar a
Etruria como la segunda fuente de origen' de la cultura de nuestro
Continente. Tanto ms lamentable s que sean tan pocos los monu
mentos y testimonios que nos han quedado de los esfuerzos de
ste pueblo tan rico en artes y civilizacin;1 hasta la historia deta
llada de su ocaso nos arr&llat un malvolo azar.
Ahora bien: de dnde vino este florecimiento etrusco, y a
qu se debe que no haya alcanzado las cumbres de la belleza
helnica y se marchitase rites de haber llegado a la medida de su
perfeccin? Por exiguos que sean nuestros conocimientos sobre los
etruscos, vemos tambin en ellos la gran obra de la naturaleza en
la formacin de las naciones, obra que, en cierta manera, se limita
a s misma segn las energas intrnsecas y las circunstancias' exter
nas de tiempo y lugar. Como pueblo europeo se hallaban ya bas
tante lejos del Asia, madre de las culturas anteriores y densamente
poblada desde tiempos muy remotos. Las tribus de los pelasgos,
por su parte, haban llegado emigrantes medios salvaje^ a tal o
cual costa de Italia, mientras Grecia, por ejemplo, era un centro
geogrfico y emporio nato de naciones civilizadas. En Italia, en

1 W incklmann, Geschichte der Kurst, parte .I, cap. 3.


2 H kyne. D e fab u laru m religi'onum que G raecarum ab E trusca arte frequen-
tatarum 71 atu ra et causis; de reliqu iis p atriae religionis in artis E truscae monu-
m entis; E trusca an tiqu itas a com m entitiis interpretam entis liberata; A rtis E truscae
m onim entu a d genera et tm pora su a revocata in N . C om m entariis Soc. G otting,
t. III y ss.
cambio, se juntaron varios pueblos heterogneos de manera que
tambin el idioma etrusco parece ser una mezcolanza de diversas
lenguas1. Por lo tanto, a un pas poblado de tan distintos elemen
tos no le fu concedido el don de un florecer cultural proceden
te de un germen homogneo. El solo hecho de que los Apeninos
habitados por rudos pueblos montaeses atraviesen Italia de parte
a parte, no permita semejante uniformidad de un solo reino e idio
sincrasia nacionales, que son los nicos fundamentos firmes para
una cultura nacional duradera. Tambin en pocas posteriores
fu la misma Italia siempre el pas que ms dolores de cabeza cost
a los romanos, y no bien su dominio se hubo acabado, volvi el
pas al estado de mltiple divisin que le es, al parecer, connatural.
La diversificacin de sus provincias por sierras y costas, as como el
carcter racial tan distinto de sus diversos habitantes, haca natu
ral esta divisin, pues todava hoy, cuando el poder poltico se em?
pea en unificarlo todo y centralizar el gobierno, Italia sigue siendo
el pas ms dividido de Europa. Tambin los etruscos se vieron
pronto asediados por varios pueblos, y puesto que su carcter era
ms- el de una nacin mercante que el de un Estado guerrero, hasta
un arte blico tan avanzado como el suyo tuvo por fin que rendirse
a los siempre renovados ataques de naciones ms salvajes. Per
dieron, pues, sus ciudades en el norte de Italia, que fueron con
quistadas por los galos, vindose reducidos a la Etruria propia
mente dicha, y ms tarde sus colonias en l Campania pasaron a
los samnitas. Siendo un pueblo mercante y amante de las artes,
pronto hubieron de sucumbir a los embates de los pueblos ms pri
mitivos, porque tanto las artes como el comercio implican cierta
opulencia de la cual no se vieron libres sus colonias situadas en las
hermosas costas italianas. Finalmente les cayeron encima los roma
nos, de los cuales se hallaban por desgracia demasiado cerca y con
tra quienes no podan sostenerse indefinidamente ni su cultura ni
su federacin de Estados, a pesar de toda la gloriosa resistencia que
les opusieron. Estaban ya un tanto debilitados por la civilizacin
cuando Roma era todava un pueblo robusto y aguerrido, y no les
aprovech gran cosa su federacin ya que los romanos supieron
dividirlos combatindolos uno por uno. Todava as les cost un
trabajo de muchos aos, dado que los galos hacan frecuentes incur
siones en Etruria por el lado opuesto. Finalmente, el pueblo, apre
miado por dos adversarios poderosos, se rindi al que proceda
conforme a un plan ms metdico de sometimiento: los romanos.
Desde que Tarquino el Soberbio haba hallado asilo en Etruria, y
desde la suerte feliz de Porsena, consideraban a este pas como a
su vecino ms peligroso. Una humillacin como la que haba su
i P asserii P aralipom . a d Dem ester , etc. -
frido por parte de Porsena, Roma no la perdon nunca, y de esta
manera era cosa muy natural que un pueblo decadente fuese ven
cido por uno primitivo, uno mercante por uno guerrero, y una
federacin desunida de Estados por una cudad-Estado perfecta
mente unificada. Quien hubiese querido evitar que Roma arrasase
a otros, deba destruirla a tiempo a ella; y como el bueno de Por
sena no hizo tal, su propio pas fu al final vctima del enemigo
al que haba perdonado.
Circunstancias- de tiempo y lugar explican que tampoco en su
estilo artstico los etruscos se hayan puesto nunca a la altura de
los griegos. Sus fbulas poticas no eran ms que la fbula griega
ms antigua y menos gil, a la que, no obstante, supieron infundir
admirablemente vida y movimiento. Los temas de su arte parece
que se reducan a unas pocas festividades religiosas o cvicas de las
que no poseemos suficientes datos detallados. Conocemos a este
pueblo casi solamente por sus cementerios, tumbas y calaveras;
Mientras duraba su libertad, no llegaron a vivir una poca culmi
nante como lo fu la flor de las artes griegas a raz de la victoria
sobre los persas, y la situacin interna del pas y de la pennsula
no brindaba ocasin para un auge mayor de la vida cultural y espi
ritual que pudiera darles semejante celebridad. Debemos, por con
siguiente,: considerarlos como fruto prematuro al que le toc en
suerte madurar en un rincn del huerto donde por falta de benigno
calor solar no pudo lcanzar tanta dulzura como los otros frutos
del mismo rbol. Otra poca haba reservado el destino, a las riberas
del Arho para dar frutos de mayor madurez y hermosura.

Por el momento, las orillas pantanosas del Tber eran las que
estaban destinadas a ser el punto de partida de un influjo que
deba abarcar tres Continentes, para lo cual circunstancias tem
porales anteriores haban dispuesto el terreno aun antes de la fun
dacin de Roma. Fu all donde, segn las antiguas leyendas, ha
ban desembarcado Evandro, y hasta el mismo Hrcules con sus
helenos; aqu en el centro de Italia estaba la ciudad de- Palantio,
el reino de los' latinos con Alba Longa, aqu la sede de una tem
prana civilizacin hasta el punto de que hubo quien supuso la exis
tencia de una Roma-anterior a la que conocemos por este nombre,
creyendo encontrar las ruinas de una ciudad ms reciente sobre
las de otra ms antigua. - Esta hiptesis carece d fundamento)
siendo- Roma probablemente una colonia de Alba Longa fundada
por dos caudillos afortunados y aventureros; de otra manera no,se
explica que hubiesen elegido esta regin. Veamos ahora con qu
elementos dentro de .s. y a su alrededor contaba Roma para ejer
citarse desde un principio en la lucha y la rapia, apenas fuese
destetada de las ubres de la loba.
Roma estaba cercada de pequeos pueblos, vindose pronto
obligada a luchar no ya por su sostn sino por su misma existen
cia. Conocidos son los conflictos de los primeros tiempos con los
eenenses, . crustuminenses, antemnatos, sabinos, tamerinenses, fi-
denatos, vejentianos, etctera, que convirtieron desde el principio
a la ciudad, apenas constituida, en campamento permanente situado
sobre la frontera de muchas naciones muy diversas, y habituaron
tanto a los jefes militares como al senado, los caballeros (quites)
y al pueblo a instituir el desfile con ocasin de una incursin de
rapia afortunada que se denominaba Triunfo. El triunfo, cos
tumbre tomada de los etruscos, sirvi de gran aliciente para gue
rras e incursiones a un Estado pobre y escaso de territorios. Intil
mente edific el pacfico Numa un templo a Jano y la diosa Fides;
para nada sirvieron los dioses fronterizos y sus. festividades que
instituyera. Estas instituciones pacifistas no sobrevivieron al mismo
Numa, porque Roma,, acostumbrada a la rapia a fuerza de treinta
aos de victorias ininterrumpidas bajo el mando de su primer rey,
no crea que hubiese mejor manera de rendir culto a Jpiter que
la de ofrecerle botn de guerra. Desaparecido este legislador justo,
se inflam nuevamente el espritu blico,. y Tulio Hostilio .se vi
ya envuelto en una guerra con la misma Alba Longa, la madre de
Roma. Desmantel sus fortificaciones y se llev a los albanenses a
Roma. De la misma manera vencieron l y sus sucesores a. los fide:
natos, los sabinos y finalmente a todas las ciudades latinas hasta
emprender la lucha contra los etruscos. Todo esto no hubiera suce
dido si Roma hubiera estado en otro lugar o algn vecino 'pode
roso la hubiera suprimido a tiempo. Ahora, en cambio, aprove
chando su carcter de ciudad latina se impuso como cabeza de la
confederacin de las ciudades latinas y no tard en absorberlas por
completo; se mezcl con los sabinos hasta, por fin, subyugarlos;
aprendi de los etruscos hasta someterlos y entr en posesin de
su triple frontera..'
Hay que reconocer que_estas primeras operaciones requeran
reyes de una talla tal como los que tena Roma, en' particular el pri
mero de ellos. Dejando de lado la conocida leyenda, no cuesta mu
cho creer que este hombre, fuese amamantado por una loba; eviden
temente fu un aventurero audaz, valiente e inteligente, de lo que
hablan tambin las primeras leyes e instituciones que promulg.
Numa procedi ya a suavizar algunas, clara seal de que no era la:
poca sino la persona quien dictaba las leyes. Cun primitivo fu el
espritu heroico de los'primeros romanos en general, lo demuestra
a las claras la historia de personajes como Horacio Cocles, Junio
Bruto, Mucio Scvola y el comportamiento de mujeres como Tulia,
Tarquinia,, etc. Fu, por lo tanto, una suerte para este Estado rapaz
que sus reyes supiesen conciliar la valenta brutal con la prudencia
poltica y ambas con una patritica generosidad. Suerte fu que a
Rmulo le sucediera un Numa, a ste un Tulio y un Anco, y a
stos, nuevamente, hombres como Tarquino y Servio, a quien slo
sus mritos personales hicieron avanzar de esclavo a rey. Suerte
fu, finalmente, que reyes de cualidades tan distintas gobernasen
por largos perodos, teniendo cada uno el tiempo suficiente para
dar consistencia y duracin a su contribucin al espritu romano.
Cuando despus entr en escena un Turquino desvergonzado, la
ciudad ya firmemente constituida opt por otra forma de gobierno.
Una seleccin constantemente renovada de guerreros y rudos pa
triotas tom las riendas, empeada en aadir cada ao nuevos triun
fos a los pasados y ejercitar y acerar su patriotismo. Quien se pro
pusiera escribir una novela poltica so ore el origen de Roma, di
fcilmente podra inventar circunstancias ms favorables que las
que nos ofrecen la historia real y la leyenda1.
Rea Silvia y el destino de sus hijos, el rapto de ls sabinas y
la divinizacin de Quirino, cualquiera de los hechos y hazaas de
ndole brutal en las guerras y victorias, y finalmente figuras como
Tarquno, Lucrecia, Junio Bruto, Poplcola, Mucio Scvola y otros,
son los que anuncian ya en los tiempos primitivos de Roma sus
futuras conquistas. De ah que ninguna historia se prestase mejor
que la romana a consideraciones filosficas, puesto que el espritu
poltico de sus historiadores los induce sealar ellos mismos la
concatenacin de causas y efectos a medid que van describiendo
los hechos histricos.

II

LAS INSTITUCIONES ROMANAS EN ORDEN A LA


ESTRUCTURACIN DE UN ESTADO
IMPERIALISTA Y GUERRERO

Rmulo hizo un censo de la poblacin y la dividi en gremios,


curias y centurias; comput las tierras y las distribuy entre el
culto religioso, el Estado y el pueblo. Dividi al ltimo en patri
cios y plebeyos; de los primeros integr el senado y elev Jos cargos
pblicos ms importantes a la categora de ritos sagrados. Se insti

i Montesquieu en su hermoso escrito: Su r la g ran d e u r et su r la dcadence


des R om ain s llega casi a la altura de una novela poltica. Antes de l, Maquia-
velo, Parara y muchos otros italianos de agudo ingenio se extendieron en consi-
deraciones polticas sobre este tema.
tuy una orden de caballeros que en pocas posteriores haba de
formar una especie de clase media entre el senado y el pueblo.
Estas ltimas clases sociales estaban ligadas adems por la relacin
entre patronos y clientes. De los etruscos tom Rmulo el haz de
los lctores con fascios y hacha, temible smbolo del supremo poder
de mando que en adelante toda autoridad superior llevara a la
cabeza de sus funciones con la debida graduacin de rango. Excluy
a los dioses ajenos para asegurar a Roma su propio dios protector;
instituy a los augures y otros orculos para entrelazar la religin
popular ntimamente con los asuntos de la guerra y del Estado.
Determin las relaciones jurdicas entre marido y mujer, padres e
hijos, constituy la ciudad, celebr triunfos y fu finalmente ase
sinado y posteriormente adorado como un dios. He aqu en rasgos
sencillos el eje alrededor del cual girarn luego los acontecimien
tos de la historia de Roma. Si ms adelante aumenta el nmero de
clases sociales, cambiando stas de modalidad y oponindose unas
a otras; si se originan sangrientos conflictos sobre la preponderan
cia y los privilegios de clases y gremios; si la creciente deuda de
los plebeyos y la opresin por parte de los ricos producen distur
bios y dan pie a diversos proyectos para mejoras sociales por medio
de tribunos, reparticin de tierras y una jurisprudencia ejercida
por la orden de los caballeros; si los conflictos acerca de la juris
diccin del senado, los patricios y los plebeyos revisten tales o cua
les matices hasta que ambas clases sociales acaban por fusionarse,
no podemos ver en todo esto ms que peripecias inevitables en una
maquinaria viviente, toscamente engranada cual haba de ser el
Estado romano dentro de los muros de la ciudad. Lo mismo ocu
rre respecto de la multiplicacin de los cargos pblicos a medi
da que crecan ,el nmero de la poblacin, las victorias obtenidas,
los pases conquistados y las necesidades del Estado, y tambin reza
para el mayor o menor nmero de triunfos que se concedan,
los juegos, los gastos de representacin y lujo, la patria potestad y
los privilegios del sexo masculino segn las diversas pocas, cos
tumbres y mentalidad. Todo esto no son ms que matices de la
antigua Constitucin a la que Rmulo, si bien no fu su inventor,
supo dar tal solidez y consistencia que hasta la poca de los empe
radores y aun hoy. mismo constituyen la base de Constitucin de
Roma. Todo se reduce a cuatro iniciales: S. P. Q. R.1, palabras
mgicas que subyugaron y devastaron el mundo y acarrearon, por
fin, a la misma Roma su desgraciado fin. Ser conveniente destacar
algunos puntos principales de la Constitucin romana de los cuales
la suerte corrida por Roma se deriva como el rbol de sus races:
1. D e s d e u n p r i n c i p i o , t a n t o e l s e n a d o c o -

2 Sena fus- populusque romanus: el senado ,y el pueblo de Roma.


m o el p u e b l o de R o m a f u e r o n g u e r r e r o s ; d e s
d e s us m i e m b r o s m s e n c u m b r a d o s h a s t a l o s
l t i m o s , si l a n e c e s i d a d l o p e d a , R o m a f u
u n : E s t a d o g u e r r e r o . Aunque el senado ejerca funciones
deliberativas, salieron de sus filas patricias jefes militares y emba
jadores; tambin el ciudadano acomodado tena que prestar ser
vicio en el ejrcito desde la edad de diecisiete hasta la de cuarenta y
seis aos, y aun hasta'los cincuenta. Quien no haba participado
activamente en alguna guerra, no era digno de desempear cargos
pblicos; de ah el sentido poltico de los romanos en campaa y
su espritu guerrero en la poltica. Sus consejos deliberativos trata
ban de asuntos que conocan a fondo y sus resoluciones se conver
tan en hechos. Un embajador romano inspiraba respeto a los
reyes, porque saba al mismo tiempo conducir ejrcitos y decidir
tanto en el senado como en la batalla sobre la suerte de reinos y
naciones. Las centurias privilegiadas no se integraban de la masa
inculta de la plebe; eran hombres acaudalados y expertos en la
guerra, los pases del mundo antiguo y los negocios. El voto de las
centurias .menos ricas tena menos autoridad y en las pocas de
auge ni se las juzgaba dignas de la guerra.
2. L a e d u c a c i n romana, p a rt ic u la rm e n t e
l a de l a s e s t i r p e s n o b l e s , se a j u s t a b a a e s t e
f i n d e l E s t a d o . Se aprenda a deliberar, a hablar en p
blico, a emitir el voto o a dirigir al pueblo. A temprana edad se
alistaban en el ejrcito para la guerra y se abran camino para triun
fos, distinciones y cargos pblicos. De ah el carcter peculiar de
la historia romana, de su retrica y hasta su" jurisprudencia, reli
gin, filosofa y lenguaje; todo revela un espritu poltico y activo,
un temple varonil y audaz unido con la astucia y cierta urbanidad
y comedimiento cvicos. Casi no cabe imaginar diferencias ms
profundas que las que revela una comparacin entre la historia o
tan slo el arte retrico de los chinos o judos por una parte y
los romanos por otra. Tambin del espritu helnico, sin exceptuar
el de Esparta, se: distingue la mentalidad romana por estar basada
en una naturaleza ms dura, costumbres ms arraigadas y principios
ms firmes. El senado romano no pereci nunca; sus conclusiones,
sus.mximas y el carcter romano heredado de'Rmulo eran eternos.
3. E r a f r e c u e n t e que los j e f e s . m i l i t a . r e s
r o m a n o s f u e r a n al m i s m o t i e m p o c n s u l e s c u
ya dignidad po ltica y m i l i t a r d u ra b a un ao;
por lo tanto, tenan que darse prisa para volver triunfantes, y los
sucesores se apresuraban a seguir sus huellas. De ah el progreso
increble y la multiplicacin de las guerras romanas; una naca de
otra y preparaba la siguiente. Se lleg hasta el extremo de guardar
ocasiones para futuras campaas, una vez que la presente hubiese
terminado, lucrando con las mismas como con un capital de botn,
fortuna y honor. As se explica- el inters que se tomaban los ro
manos por otros pueblos a los que se imponan como aliados, pro
tectores o rbitros, a lo cual no los impulsaba, a buen seguro, su
filantropa. Sus alianzas eran una tutela; su consejo, una orden;
su arbitraje significaba el sometimiento o la guerra. Nunca hubo
soberbia tan imnisericorde ni petulancia ms desvergonzada en la
imposicin de su voluntad que la demostrada por los romanos;
crean que el mundo se haba hecho para ellos y por eso acabaron
por hacerlo suyo.
4. El s o l d a d o r o m a n o participaba en l os
honores y l a r e c o m p e n s a q u e se t r i b u t a b a n
a los jefes m i l i t a r e s . En los primeros tiempos del fer
vor cvico romano no se pagaba sueldo por el servicio militar; ms
tarde se pag con mucha 'parquedad. Pero con las conquistas y
las mejoras obtenidas por los tribunos para las clases bajas, cre
cieron el sueldo, la recompensa y la participacin en el botn. Era
cosa corriente que los agros de los vencidos fuesen repartidos entre
los. soldados' y sabido es que los conflictos .ms viejos y frecuentes
de la repblica romana se originaron por la reparticin de tierras
entre la poblacin. Ms tarde el soldado participaba en el botn
de las conquistas de pases extranjeros, tanto por los honores tri
butados al general victorioso como por ricos presentes. Haba co
ronas cvicas, coronas de baluarte y coronas de navio de guerra,
y cierto Lucio Den tato, por ejemplo, se gloriaba de haber partici
pado en ciento veinte batallas, haber vencido ocho veces en en
cuentros individuales, haber recibido cuarenta, y cinco heridas en la
parte anterior del cuerpo y ninguna en las espaldas, haber desar
mado treinta y cinco veces al enemigo y haber sido premiado con
dieciocho lanzas no enchapadas, veinticinco guarniciones de caba
llera, ochenta y tres cadenillas, ciento sesenta brazaletes y veintisis
coronas, a saber, catorce cvicas, ocho ureas, tres de baluarte y una
d salvamento, y adems con dinero en efectivo, diez prisioneros y
veinte bueyes. Como, adems, el escalafn de nuestros ejrcitos
permanentes en los que nadie desciende y todos ascienden por an
tigedad de servicio, era desconocido durante la mayor parte del
tiempo que dur el Estado romano, eligiendo, en cambio, el gene
ral a sus tribunos y stos a sus suboficiales cada vez que se iniciaba
una guerra, necesariamente haba ocasin para una ms libre com
petencia por los puestos' honorficos y asuntos de la guerra, lo cual
implicaba, a la vez, un contacto ms ntimo entre los jefes y la
tropa. Todo el ejrcito era un cuerpo cuidadosamente escogido en
cuyo ltimo miembro alentaba el espritu del jefe supremo por me
dio de sus lugartenientes. A medida que con el correr de los tiem
pos se vino abajo la muralla que en los comienzos de la repblica
haba separado a los patricios de los plebeyos, el xito y el valor
en la guerra pasaron a ser para todas las clases sociales el camino
que conduca a los puestos honorficos, las riquezas y el poder po
ltico, hasta el punto de que, en pocas posteriores, los amos omni
potentes de Roma, Mario y Sila, haban salido del pueblo, y al fin
los individuos ms'depravados alcanzaban las supremas dignidades.
Esto ha sido, sin lugar a dudas, la perdicin de Roma, as como en
los comienzos de la repblica el orgullo patricio haba sido su
sostn hasta que paulatinamente la soberbia opresora de los nobles
vino a ser la causa de todas las perturbaciones internas posteriores.
Desde el principio, la dificultad de hallar el justo equilibrio entre
el senado y el pueblo, entre patricios y plebeyos, haba sido la
manzana de la discordia en la constitucin de Roma, hasta que las
constantes fluctuaciones d preponderancia, ya de un lado ya del
otro, acabaron finalmente con el Estado mismo.
5. L a m a y o r p a r t e de l a s t a n s o n a d a s v i r
t u d e s r o ma n a s no ti e ne o t r a e x p l i c a c i n que
i t : c o n s t i t u c i n r i g u r o s a e i n t o l e r a n t e d e su
E s t a d o ; las primeras se desmoronaron apenas hubo desapare
cido la segunda. Los cnsules ocuparon el lugar de los reyes y se
vean poco menos que forzados por los ejemplos antiguos a hacer
gala de un nimo ms que real, de un temple romano. Todas las
autoridades, especialmente los censores, participaban de este esp
ritu. Causa admiracin la estricta imparcialidad, la generosidad
desinteresada, la vida austera y trabajadora que llevaban los antiguos
romanos desde la madrugada y an antes de rayar del alba hasta
muy entrada la noche. Tal vez no haya otro Estado en el mundo
que haya llegado tan lejos en la seriedad en los negocios y la seve
ridad e los deberes cvicos como Roma, en la cual estaba el centro
de todas las actividades. La nobleza de sus linajes que se distin
guan gloriosamente por nombres patronmicos, el constante peligro
que acechaba desde afuera y la continua lucha entre nobles y ple
beyos por dentro; luego el vnculo entre ambos por la relacin
de patrono^ y clientes, el permanente contacto personal entre todos
en los mercados, casas y templos polticos, la jurisdiccin minucio
samente dividida entre los privilegios del senado y los derechos
del pueblo; su estrecha vida familiar, la educacin de la juventud
orientada en sentido poltico desde la primera infancia, todo este
tonjunto de factores contribua a hacer del pueblo romano el
primero y ms orgulloso del mundo. Su alta nobleza no era, como
en otros pueblos, na nobleza ociosa de terratenientes o meros pro
creadores de algn nombre antiguo; viva en estas primeras estirpes
un orgulloso espritu familiar^ cvico y romano en el cual la patria
encontraba s ms seguro sostn; y este espritu se heredaba de
padres a hijos y nietos con ininterrumpida efectividad e ntima
unin con un mismo e inmutable Estado. Tengo por cierto que
ni en los momentos ms aciagos ningn romano habra podido con
cebir la idea de un colapso de Roma; todos actuaban al servicio de
su ciudad como si los dioses le hubiesen concedido el don de la
inmortalidad, y ellos, los romanos, fuesen los instrumentos de los
dioses para dar realidad a esta promesa. Slo cuando la excesiva
fortuna convirti la valenta de los romanos en altanera y pre
suncin, ya Escipin recit aquellos versos de Homero a la vista
de la ruina de Cartago, que vaticinaban tambin a su patria el
destino de Troya.
6. L a m a n e r a c o m o e n R o m a l a r e l i g i n se
e n t r e l a z a b a c o n e 1 E s t a d o , c o n t r i b u y en t o
do s e n t i d o a su g r a n d e z a c v i c a y g u e r r e r a .
Habiendo estado desde los comienzos de la ciudad y en los tiempos
ms heroicos de la repblica en manos de las familias ms cons
picuas y de los mismos jefes polticos y militares, de manera que ni
los emperadores desdearan esta dignidad, se salv en sus ritos
de lo que puede. llamarse la peste de las religiones estatales, el
desprecio, en lo cual era ayudada activamente por el senado. Po-
libio, el experto estadista, atribua parte de las virtudes romanas,
especialmente su lealtad y veracidad insobornables, a la religin
que l llamaba supersticin. En efecto, hasta los postreros tiempos
de su decadencia guardaron los romanos tal fidelidad a esta supers
ticin que algunos de sus generales ms belicosos hacan correr la
voz de que estaban en trato ntimo con los dioses, seguros de que
con su ayuda no slo tendran poder sobre los nimos del pueblo
y del ejrcito^ sino tambin sobre la misma fortuna y el azar. No
haba acto poltico ni blico que no estuviese ligado a la religin
que le confera carcter sagrado. Por esto las estirpes de noble
prosapia lucharon contra los plebeyos por la posesin de las digni
dades religiosas como sus privilegios ms sagrados. Esto se suele
atribuir solamente a s sagacidad poltica, ya que los auspicios y va
ticinios, ingenioso fraude de apariencias religiosas, les permita di
rigir el curso de los acontecimientos; pero aunque no quiero negar
la existencia de tales abusos, no es verdad que todo se iba en esto.
La religin de los dioses de Roma, religin de sus mayores, era se
gn creencia generalizada el pilar de la prosperidad nacional, la
prenda de sus privilegios ante otros pueblos y el sancta sanctorum
de su Estado nico en el mundo. As como al principio no intro
dujeron nuevos dioses en su propio pas, aunque siempre respetaron
los dioses de pases ajenos, as tambin deseaban que se conservara
ms tarde el culto a sus antiguos dioses que haba sido caracters
tico de la Roma primitiva. Cualquier cambio en este punto, sig
nificaba conmover los cimientos del Estado, por lo cual el senado ,y
el pueblo se reservaron siempre el ius maiestatis en el ordenamiento
de los ritos sagrados, haciendo imposible todo amotinamiento o
subterfugio de una casta sacerdotal aparte. La religin de los ro
manos era una religin del Estado y de la guerra que, si no los
preserv de guerras injustas, al menos les daba una apariencia de
justicia sometindolas al visto bueno de los dioses sin excluir su
proteccin, mediante ritos de feciales y auspicios. Pero en pocas
posteriores no fu menor la habilidad poltica de los romanos
cuando, contrariando sus antiguos principios, aceptaron tambin a
dioses extraos en sus templos y hasta trataron de atraerlos. En
tonces su Estado ya se estaba tambaleando, como no poda ser de
otra manera despus de tan enormes conquistas, y esta tolerancia
poltica los preserv del error de perseguir religiones y cultos aje
nos, cosa que slo bajo los emperadores iba tomando cuerpo, y
tambin entonces no por amor u odio a alguna verdad especulativa
sino por consideraciones estrictamente polticas. En general, Roma
no se interes por ninguna religin mientras sta no afectara el
Estado de alguna manera; en esto no procedan como hombres, y
filsofos, sino como ciudadanos, guerreros y vencedores.
7. Qu dir del a r t e m i l i t a r r o m a n o que en todo
sentido era por aquel entonces el ms perfecto en su gnero por
cuanto aglutinaba soldados y ciudadanos, militares y polticos, y
siempre avizor, gil e innovador aprenda de todo enemigo? Su
fundamento primitivo era tan antiguo como la misma ciudad de
Roma, pues cuando Rmulo pas revista a los ciudadanos, stos
formaron la primera legin romana. Pero no por esto tuvieron re
paros en reformar suejrcito, movilizr la antigua falange hasta el
punto de revolucionar por completo el orden clsico de batalla,
saber, el macednico, que era tenido por el modelo del arte militar
de entonces. En lugar de sus' anticuadas armaduras latinas, adop
taron de los etruscos v samnitas las armas- que mejor les servan;
aprendieron el orden de la marcha de Anbal, cuya prolongada esta
da en Italia fu para ellos el ms duro ejercicio de guerra que
jams haban tenido ni iban a tener. Sus grandes militares, entre
ellos los Escipiones, Mario, Sila, Pompeyo, Csar, consideraban ver
dadero arte la guerra que fu el trabajo de toda su vida, y como
tenan que ejercitarlo contra los ms diversos pueblos, algunos de
los cuales por su desesperacin, valenta y fortaleza, luchaban con
gran denuedo, tuvieron que llegar muy lejos en todas las ramas de
esta ciencia. Mas no resida todo el poder de los romanos en las
armas, el orden de batalla y el campamento, sino ms bien en el
intrpido espritu guerrero de sus jefes militares y el largo entre
namiento de los soldados que saban soportar hambre, sed y ml
tiples peligros, servirse de sus armas como de sus propios miembros
\y sostener un ataque de lanzas para buscar con la corta espada
romana el corazn del enemigo en medio de la falange. Esta corta
espada -romana conducida con valenta romana es la que conquist
el mundo. La forma de llevar la guerra, de los romanos era- ms
ofensiva que defensiva, asediaba menos de lo que derrotaba, bus
cando siempre el camino ms breve a la victoria y la gloria. Se
basaba en los inamovibles principios de la repblica a los que tuvo
que rendirse, finalmente, todo el mundo: N u n c a c e d e r h a s t a
la compl et a d e r r o t a del enemi go, y por esto
n u n c a l i d i a r c o n m s de u n a d v e r s a r i o a la
v e z ; n u n c a h a c e r l as paces en l a d e s g r a c i a ,
a u n q u e la paz r e p o r t a r a mayores v e n t a j a s que
u n a v i c t o r i a , sino a g u a n t a r a pie firme y re
d o b l a r la r e s i s t e n c i a al e n e m i g o f a v o r e c i d o
p o r l a s u e r t e ; i n f i l t r a r s e b a j o l a m s c a r a de
u n a g e n e r o s i d a d d e s i n t e r e s a d a , c o m o si s l o
se t r a t a r a d e . p r o t e g e r a l o s o - p r i m i d o s y g a
nar aliados, hasta q u e l l e g u e el m o m e n t o d e
m a n d a r al a l i a d o , o p r i m i r a los p r o t e g i d o s y
t r i u n f a r c omo v e n c e d o r s o b r e a m i g o s y e n e
m i g o s . stas y semejantes mximas de la insolencia romana,
o si se prefiere, d una prudente magnanimidad dotada de la fir
meza de una roca, convirti un mundo en provincias romanas, y
lo hara siempre si volvieran tiempos similares con un pueblo
semejante. Dirijamos nuestros pasos a los campos ensangrentados
que atraves este amo del mundo y veamos al mismo tiempo qu
herencia leg a la posteridad.

III -

LAS CONQUISTAS DE LOS ROMANOS

Cuando Roma emprendi su carrera triunfal, Italia estaba


llena de multitud de pequeos pueblos, cada uno de los cuales
viva segn sus propias leyes y carcter nacional con una civiliza
cin ms o menos avanzada, pero todos ellos activos, laboriosos y
fecundos. Causa admiracin la multitud de hombres que cada uno
de estos pequeos Esta,dos, hasta en las abruptas regiones monta
esas, pudieron oponer a los romanos, hombres todos ellos que se
haban sustentado y se sustentaban. En manera alguna se reduca
la civilizacin de Italia a la sola Etruria; todo pequeo pueblo,
incluso los mismos galos, tenan en ella su parte. Las tierras se cul
tivaban; artes primitivas, el comercio y la estrategia se ejercan
a la manera que la poca lo permita. A ningn pueblo le faltaban
leyes, buenas aunque pocas, inclusive la regla natural del equilibrio
entre varias naciones. Impulsados unas veces por la necesidad, otras
por la soberbia, y favorecidos por diversas circunstancias, los roma
nos llevaron contra ellos guerras sangrientas y difciles durante
cinco siglos. Todo el resro del mundo que sometieron, no les cost
tan duros esfuerzos cmo estas pequeas regiones con sus pueblos
y tribus que muy poco lograron subyugar. Y cul fu el resultado
de tanto trabajo? Destruccin y muerte. No cuento aqu los hom
bres que de ambos lados se mataron y con cuya desaparicin perecie
ron naciones enteras como los etruscos y samnitas; la mayor desgracia
era la disolucin de sus comunidades y la devastacin de sus ciuda
des que se infliga al pas, porque el efecto afectara aun a la ms
remota posteridad. Tanto si estos pueblos eran trasladados a Roma,
o sus pobres restos contados como aliados, como cuando eran
tratados como sbditos o hasta colonias: nunca recuperaban su
prstino vigor. Una vez uncidos al yugo de Roma tenan que derra
mar su sangre durante siglos por Roma, sea en calidad de aliados o
sbditos, y no para bien y gloria suya, sino de Roma. Una vez
cados en la esfera de Roma, por amplias que fuesen las libertades
que a tal o cual de ellos se concediese, por fin acabaron todos bus
cando slo en Roma fortuna, renombre, justicia y riquezas, de ma
nera que la gran ciudad haba hecho desaparecer en pocos siglos
toda actividad cultural de Italia. Tarde o temprano, las leyes de
Roma regan en todas partes, las costumbres romanas se hicieron
costumbres italianas y su descabellado objetivo de dominar el mun
do entero atrajo a todos estos pueblos a alinearse alrededor suyo
para finalmente perecer en medio de la opulencia romana. A l fin
ya no haba remedio contra esta tendencia, de nada sirvieron las
negativas, restricciones y prohibiciones. Una vez desviado el curso
natural de las cosas, no hay arbitrio ni leyes humanas para arre
glarlas. El pulpo de Roma chup la sangre, enerv y despobl a
Italia hasta tal punto que, finalmente, se tuvo que recurrir a br
baros salvajes para darle nuevos hombres, nuevas leyes, costumbres
y nueva vitalidad. Mas con esto no se recuper lo que haba pere
cido; Alba y Cameria, la prspera Veyes y la mayor parte de las
ciudades etrascas, latinas, samnitas y aplicas haban desaparecido;
ninguna de las pobres colonias implantadas sobre su ceniza pudo
revocar su antiguo esplendor, su densa poblacin, su laboriosidad
artstica, sus leyes y costumbres. Lo mismo ocurri con todas las
florecientes repblicas de la Magna Grecia; Tarento y Crotone,
Sbaris y Cumea, Locria y Turi, Regio y Mesana, Siracusa, Catana,
Naxos, Megara dejaron de existir y algunas perecieron desastrosa
mente. En medio de tus compases y escuadras fuiste muerto; oh
gran Arqumedes, con toda tu sabidura, y. nada tiene de extrao
que tus propios compatriotas no supiesen, luego, el lugar de; tu
sepulcro, pues tu misma patria haba cado contigo en la tumba,
ni la salv el hecho de que la ciudad escapase a la destruccin. El
dao que el dominio romano infligi en esta parte del mundo a
las ciencias y artes, la cultura del pas y de los hombres, es incal
culable. Guerras y procuradores romanos acabaron con la bella Si
cilia, diversas devastaciones y, sobre todo, la vecindad de Roma,
arruinaron la hermosa- Italia del sur. Ambos pases no fueron, al
fin, otra cosa que tierras distribuidas y casas de campo de los ro
manos acaudalados, y por consiguiente, objetos preferidos de sus
exacciones. Ya en tiempos de Graco el Mayor, la misma suerte ha
ba alcanzado a Etruria, tan floreciente en otros tiempos, a saber,
un desierto frtil habitado por esclavos y explotado por romanos.
Y qu otra regin hermosa del mundo hay cuyo destino fuera otro
una vez que los romanos haban puesto el pie en su frontera?
Cuando Roma hubo sometido a Italia, comenzaron sus con
flictos con Cartago y, si no me equivoco, de una manera tal que
el ms decidido romanfilo no podr menos que avergonzarse de
ello. La manera como apoyaron a los mamertinos para obtener una
base en Sicilia, como se apoderaron de Cerdea y Crcega en el
justo momento en que Cartago se vea apremiada por sus pueblos
satlites; la manera, finalmente, como el muy sabio senado deliber
si haba que tolerar la existencia de una Cartago en este mundo,
no de otro modo que si -se tratase de un repollo que uno mismo
hubiese plantado en su propia huerta, todo esto y mil otras bru
talidades de esa laya hacen de la historia romana, no obstante toda
la prudencia y valenta que se quiera, una historia de demonios.
Cuando una Cartago que ya no representa ningn peligro para los
romanos, solicita a precio de oro su auxilio y confiada en su pro
mesa les entrega guardias, navios, almacenes y trescientos nobles
como rehenes, aunque no hubiese sido un Escipin sino un dios
el que en tal situacin entregara la fra y soberbia solicitud de su
destruccin como veredicto del senado, siempre sera una solicitud
negra y demonaca de la que sin duda el mismo noble portador
sentira no poca vergenza. Cartago ha sido ocupada, escribe a
Roma, como si con tan lacnica expresin quisiera encubrir su
innoble hazaa. Nunca los romanos dieron al mundo una ciudad
como Cartago ni inspiraron su fundacin. Tambin un enemigo
de Cartago y conocedor de todas sus debilidades y vicios observa con
amargura y repugnancia las circunstancias que rodearon su des
truccin, y rinde pleitesa a los cartagineses, por lo menos ahora
que como republicanos desarmados y vilmente engaados luchan
sobre sus tumbas y mueren por ellas. Por qu, oh Anbal, grande
y sin igual, te neg el destino adelantarte a la ruina de tu patria
y matar al len en su misma cueva despus de la victoria de Can-
nas? La posteridad, tan inferior a ti en magnanimidad, y la que
nunca trat de atravesar los Alpes, te critica por ello, no atenta a la
calidad de las tropas con que contabas y en qu estado deban
encontrarse despus de las terribles batallas del invierno en el norte
y centro de Italia. Tus enemigos critican la falta de disciplina de
tus tropas, mientras en realidad es un milagro que pudieras man
tener unidos a esos viles mercenarios tanto tiempo, teniendo que
ceder finalmente a su voluntad al llegar a la Campania, despus de
tan inauditas marchas y hazaas. Inmarcesible es la gloria de este
valiente enemigo d.e los romanos cuya entrega exigieron ellos ms de
una vez despticamente como si se tratara de un botn de guerra.
No fu el destino; fueron la avaricia y la envidia de su patria las
que se amotinaron contra l no permitindole llevar a feliz tr
mino las victorias que l, y no Cartago, haba obtenido contra los
romanos, y de esta manera fu inevitable que slo sirviera para
ensear a sus enemigos el arte militar, como haban aprendido ya
el arte de la construccin naval de los cartagineses. Terrible ad
vertencia del destino de no detenerse nunca a mitad del camino, en
sus designios, puesto que entonces se fomenta justamente lo que 'se
deseaba evitar. Sea como fuere, Cartago pereci y con ella un Es
tado que los romanos jams fueron capaces de reemplazar. El
trfico mercante desapareci de aquellos mares,,y pronto ocuparon
su lugar los piratas que hasta nuestros das infestan estas regiones;
El frica rica en cereales no fu bajo el .dominio romano ni remo
tamente lo que Haba sido por tanto tiempo bajo Cartago: Se
convirti en el granero de la plebe romana, cazadero de animales
salvajes para los juegos circenses, y un arsenal de esclavos. Tristes
yacen todava ahora las riberas y llanuras del hermoso pas ai que,
como primera obra colonizadora, robaron los romanos su cultura
indgena. Hasta la ltima letra del alfabeto pnico se nos ha per
dido; Emiliano los regal a los nietos de Masinisa, un enemigo de
Cartago a otro. .:
Dondequiera que se dirij la mirada desde Cartago, no se ve
ms que ruinas y destruccin, porque en todas partes dejaron idn
ticas huellas estos conquistadores del mundo. Si los romanos hu
bieran tenido seriament la intencin de ser los libertadores de
Grecia, ttulo pomposo bajo el cual se hicieron anunciar a esta
nacin decadente hasta el infantilismo con ocasin de los juegos
stmicos, qu otra hubiera debido ser su actuacin. Pero, pobre Gre
cia, qu fin depara a tu historia tu protectora, tu discpula Roma,
la educadora del mundo! Paulo Emilio hace saquear setenta ciu
dades epirotas y vender a ciento cincuenta mil hombres como es
clavos slo para premiar a sus soldados. M.etelo y Silano saquean y
devastan. Macedonia; 7Mumio, Corinto; -Silai Atenas y Delfos, como
nunca ciudades en el mundo han sido saqueadas y devastadas.
Luego, la ruina se propaga sobre las . mismas islas griegas, siendo
idntica la suerte corrida por Rodas, Chipre y Creta, y finalmente
toda Grecia, ha de ser una caja de tributos y un campo de saqueos
para dar brillo a los triunfos romanos. En uno de ellos es llevado
el ltimo rey de Macedonia con sus hijos, para luego perecer en la
ms horrible crcel, mientras uno de sus hijos que escap a la muerte
sigue viviendo en Roma como tornero y escribiente. Los ltimos
resplandores de la libertad griega, la alianza etlica y la federacin
de Acaya se disuelven, y finalmente todo se convierte en una pro
vincia romana o campo de batalla donde los ejrcitos del pillaje y
la devastacin, conducidos por los triunviros, acaban por matarse
unos a otros. Lo que de ti ha llegado hasta nosotros, oh Grecia, son
slo las ruinas que estos brbaros llevaron consigo como botn de
triunfo, para que en su propio montn de ceniza pereciera algn
da todo cuanto la humanidad haba inventado de grande y hermoso.
Desde Grecia nos dirigimos a las costas del Asia y del frica.
Asia Menor, Siria, Ponto, Armenia y Egipto fueron los reinos donde
los romanos se entrometieron ya como, herederos, ya como tutores,
ya como rbitros o pacificadores, pero de los cuales reportaron como
merecido premio de sus abnegados servicios el veneno que haba de
dar muerte a su propia Constitucin poltica.. Son conocidas-para
cualquiera las grandes hazaas blicas del Escipin asitico, de
Manlio, Sila, Lculo- y Pompeyo. Slo este., ltimo ostent en u
solo triunfo ms de quince reinos conquistados, ochocientas ciudades
ocupadas y mil fortificaciones asaltadas. Exhibi oro y plata por
valor de veinte mil talentos. Aument las entradas del Estado ro
mano en doce mil talentos, o sea, en un treinta por ciento, y todo
su ejrcito se haba enriquecido de tal manera que el soldado de
menor graduacin haba recibido como premio la suma de. doscien
tos escudos, fuera de todo lo que cada uno ya llevaba consigo. Qu
ladrn! Por esta va prosigui, Craso, que slo en Jerusaln rob
diez mil talentos, y quien de ah en adelante sala para Oriente en
tren de guerra, volva, si es que volva, cargado de oro y riquezas:
Y qu dieron los romanos en cambio a los orientales? Ni leyes, ni
la paz,, ni instituciones, ni poblacin, ni artes. Devastaron los agros,
quemaron bibliotecas, arrasaron altares, templos y ciudades. IJna
parte de la biblioteca de Alejandra fu presa de las llamas por
intervencin de Julio Csar, mientras Antonio regal la mayor parte
de la de Prgamo a Cleopatra, para que las dos perecieran juntas.
De esta manera, los .romanos que pretendan llevar la luz al mundo,
no dejaron a su paso ms que la noche oscura. Tesoros enteros de
oro y obras de arte son arrancados por exaccin; mundos enteros
de filosofa y espiritualidad se hunden en el abismo. El carcter
propio personal de los pueblos se borra y las provincias, bajo una
serie de los emperadores ms detestables, son explotadas, robadas y
maltratadas.
Mayor lstima an, si cabe, me dan las naciones arruinadas del
Occidente en Espaa, Galia y hasta donde llegaran las legiones ro
manas. Los pases subyugados de Oriente eran casi todos flores ya
marchitas; aqu en cambio fueron daadas poco antes de su floreci
miento, de manera que de algunos apenas se conserv su raza y pro
pia mentalidad. Espaa era, antes del advenimiento de los romanos,
un pas bien constituido, en su mayor parte frtil y feliz. Su comer
cio revesta cierta importancia y tambin la civilizacin de algunas
de las naciones all radicadas no era cosa despreciable, como lo de
muestran no solamente los turdetanos, que haban mantenido pro
longado contacto con los fenicios y cartagineses, sino tambin los
celtberos que habitaban la parte central. La valerosa Numancia
resisti a los romanos ms qu ningn otro lugar del mundo. Por
veinte aos soport la guerra, derrotando un ejrcito romano tras
otro, para defenderse finalmente contra todo el arte militar de un
Escipin con una valenta cuyo desastroso fin causa horror. Y qu
buscaban los invasores aqu en el interior del pas, en naciones que
nunca los haban provocado y apenas odo su nombre? Minas de
oro y plata. Espaa fu para ellos, lo que Amrica hoy para Espaa:
un lugar de pillaje. Y as saquearon Lcido, Galba y otros, faltando
a la buena fe y a la palabra dada; el mismo senado declar invlidos
dos tratados de paz que sus generales apremiados haban concertado
con los numantinos, a quienes entreg cruelmente estos mismos jefes
militares,, siendo vencido tambin en nobleza y generosidad por Nu
mancia para con estos infelices. Ahora Escipin se dirige con todo su
poder contra Numancia, encierra la ciudad y hace cortar el brazo
derecho a cuatrocientos jvenes, los nicos que acudan en ayuda de
la ciudad injustamente asediada. Cuando apremiado por el hambre,
un pueblo asediado se acoge a su clemencia y justicia, desoye tan
conmovedora splica y lleva a cabo la destruccin de los desgra
ciados como un autntico romano. Como autntico romano obr
Tiberio Graco al devastar trescientas ciudades, pueblitos y castillos
tan slo en el pas de los celtberos. De ah el odio inextinguible
de los espaoles contra los romanos; de ah tambin las valerosas
hazaas de un Viriato y un Sertorio, ambos cados de manera in
digna superando, a no dudarlo, a muchos generales romanos en
prudencia y valor en la guerra; de ah, finalmente, esos pueblos mon
taeses de los Pirineos que casi nunca pudieron ser vencidos y con
servaron su libertad salvaje a despecho de los romanos, mientras
pudieron. Desgraciado pas del oro, Iberia, casi desconocida, te ale
jaste al reino de Jas sombras con tu civilizacin y tus naciones, cual
ya Homero cant de ti como reino de los muertos bajo los rayos
del sol poniente.
Poco podemos decir sobre la Galia, no conociendo su conquista
sino por la informacin que nos suministra el mismo conquistador.
Durante diez anos le cost a. Csar increbles- trabajos y el empeo
de todas las facultades de su alma grande. A.uncpie de nimo ms
noble que romano alguno, no pudo torcer su destino romano, y fu
objeto del triste elogio de que sin contar las guerras civiles, haba,
peleado en cincuenta batallas campales, habiendo matado a un mi
lln ciento noventa y dos mil hombres en diversos encuentros, los
ms de ellos galos. Dnde estn ahora los numerosos vivaces y va
lientes pueblos de este gran pas? Dnde su espritu y magnanimi
dad, su nmero y fuerza cuando siglos despus fueron asaltados por
pueblos salvajes que se los dividan entre s como a esclavos roma
nos? Hasta el nombre de este pueblo, uno de los principales de la
tierra, se extingui; su religin tan peculiar, su cultura y su idioma
se exterminaron con todo lo que fuera una provincia romana. Y
vosotras, almas grandes de Escipin y Csar, cules fueron vuestros
sentimientos, cules vuestros pensamientos cuando libradas ya de
vuestra envoltura mortal, mirabais a Roma desde vuestro cielo, y
contemplando esta cueva de ladrones apreciasteis los efectos de vues
tra profesin asesina? Qu mancillado debe haberos parecido vues
tro honor, qu ensangrentados vuestros laureles, qu rastrero y mi
santrpico vuestro arte de la matanza! Roma ya no existe, y aun
en vida, a todo hombre de nobles sentimientos debera haberle
dicho su instinto que con todas estas victorias gigantescas y ambi
ciosas se acumulaba sobre la cabeza de su patria la maldicin y la
ruina.

-IV

LA DECADENCIA DE ROMA

La ley del talin es un orden eterno de la naturaleza. As


como no puede oprimirse un platillo de la balanza sin que se
levante al otro, as tampoco se altera ningn equilibrio poltico y
no se comete ningn crimen de lesa humanidad conculcando los
derechos de los pueblos sin pagarlo en la misma moneda, causando
la medida sobrecolmada una cada tanto ms terrible. Si hay una
historia que prueba esta verdad natural, es la romana. Conviene,
con todo, ensanchar las miras y no tomar una causa parcial por la
adecuada de la ruina romana. Si los romanos nunca hubieran visto
las costas de Asia y"Grecia y no hubieran procedido con otros pases
ms pobres a su manera, sin duda su cada hubiera sido igualmente
inevitable aunque en otro momento histrico y rodeada de otras
circunstancias. El germen de la corrupcin estaba ya dentro de la
planta, el gusano corroa,,sus. races y su. medula; y fu as como
tambin este rbol- <gigantesco; tuvo,-finalmente que derrumbarse.
. . 1. En el'sene/'de- la7-Constitucin de Rma'hab' una escisin,
im.factor'hbrido-que^de>no ser remediado " tiempo, haba de
causar su ruina tarde o temprano^fu l a m i s m a o r g a n i z a
c i n , d.ei Es t a - doy t o s . l m i t e s i n . j u s t o s ;~' i n c i e r t o s
e n t r e el " s e n a d a , ?la=>'orden d l.'s c a b a l l e r o s y
e 1. p u e b 1 o ; -Natutaimaite. no fu posible que Rmulo, al hacer
estas, divisiones,--pudieran prever todas las peripecias futuras de la
ciudad; las'cre de acuerdos con las circunstancias de su tiempo y
las .necesidades' defc- momento; no -bien cambiaron''stas, el mismo
Rmulo hall Ja muerte a manos de. quines juzgaban excesiva la
autoridad de que gozaba. >(Ninguno, de sus sucesores' tuvo nimo ni
sinti la necesidad de-completar-la obra; echaron el peso de la
propia personalidades: la- 'balanza.para mantenerfa-raya el partido
de. la oposicin y gobernar a, los -dos en n Estado primitivo y
rodeado demltiples^ pegrsf.-> Servio hizo un~:censo'de la poblacin
y puso l peso -del gobierno en -manos de los ricos. Bajo los pri
meros cnsules, ' les peligros/-- externos ' arreciaron11 -demasiado para
pensar en reformas; tambin eran demasiado" grandes, fuertes y
meritorias las personalidades entre los patricios?'para no ganarse la
voluntad del pueblo. Pero no tardaron en cambiar estas circuns
tancias, hacindose insoportable la opresin ejercida por los nobles.
Los ciudadanos estaban endeudados hasta mucho ms all de sus
posibilidades; exigua era su participacin en la legislacin y las
victorias por las que ellos mismos haban tenido que pelear, de
manera que el pueblo emigr a la montaa sagrada y se originaron
conflictos que con el nombramiento de los tribunos, lejos de solu
cionarse, se multiplicaron, y no dejaron de afectar toda la historia
de Roma hasta el fin/ Sei explica as el conflicto largo y tantas veces
renovado sobre la distribucin de los campos, la participacin del
pueblo en las dignidades supremas, consulares y religiosas, en cuyo
transcurso cada.1 partido defenda-sus.- propios intereses y nadie pen-
saba imparcialraente en efr bien-comn. Este conflicto dur hasta
los triunviratos1, lcS-''cuaIes>=fuemn. solamente" su : consecuencia. Por
el-Hech'dq w lo S rtonvirtos.significaran 1 el fin de la Constitucin
rmaria y def'tfue'' aqudr/conflicta fuera tari" antiguo como la misma
repblica/se v'-Jqoe na -fuTiUna:causa externa "sino interna la que
estaba ciroyeid&'^desiieU-n-.principi las T afee s del Estado. Cosa
rara pof dems'- pareGe. entonces que. haya quienes se empean en
haCer prefcei*' te CSonsiitu<n srorr}na cofflG la ms perfecta del
mundo, siendo precisamente una d las ms-defectuosas, nacida de
las circunstancias de tiempos primitivos, nunca reformada con una
verdadera visin de conjunto y siempre instrumento de los intereses
partidarios. El nico capaz de reformarla eficazmente hubiera sido
Csar; mas ya era tarde y las pualadas que acabaron con su vida
se adelantaron a toda mejora.
2. Hay una -contradiccin en el principio; Roma, reina de las.
naciones, Roma, dominadora del mundo, porque R o m a n o f u
ms -que; u n a - c i u d a d , y s u o r g a n i z a c i n l a d e
- i - i i i-c ip-;i o . Naturl'nte,'-contribuy a la continuidad de
las guerras y el prolongado "efecto'1de sus victorias,.-el-hecho de que
-las decisiones.-amanaran de un senado? permanente y no de un
monarca efmero, -ya que d est maera-l espritu-d sus mximas
desastrosas -para el mundo s conservaba mejor en una corporacin
qu-'en- una serie de regentes desiguales,- Ms. an: como el senado-
'jr^r-pueblo estuviesen casi siinpr'envueltos* >en una guerra intes
tina! y solapada,-el primero 'de los1-dos se: vea-coninuamente en la
necesidad de asegurar I tranquilidad interna^ dando trabajo fuera
dl* pas-unas-veces a un hombre':arabicios<ij- y perturbador, otras-
veces- a -una turba de aventureros, de manera^ que esta constante
ksi 'contribua tambin en buea Aparte a una incesante des-
tiruci'n-del- nrundo.^ -Pero"tattibii'-*para -.su propia supervivencia
necesitaba/el senado-a menudo o sol-Victorias-y rumores de tales,
'sin-tambin grandes peligros'. Todo-patricio, ambicioso que deseaba-
garse rla <voluntad del.p'ublo; 'precisaba; ofrecer--presentes, juegos;
pblicos,: -y- conquistar renombre y' triunfos, -,todo- lo cual slo la?
guerra 1poda proporcionarle; *' .
-Nada mejor que c inquiet gobierno.-.de-unagran ciudad con-
ssr mltiples. divisipnes y' repticioiies. para^perturbar el mundo y-
Ksewarl= perturbado por mchos: siglos; r.Ning -Estado ordenado
y3;^n 'paz^ consiga mismo'' hubier^dad^; al ..mundo tan horrible
espectculo,-aunque ms'b fuera,-pofr! Su propio bienestar. Pero-
ua- cosa es faa-Ger conquistas; y otra conservarlasr.vencer en el campo-
d''batalla^. y~ aprovechar la'Victriairen provecfaoLrdel Estado. Esto-
lflmo^micar-supo hac^lo''K<Mii'^can&U}devSU4 organizacin in-
triii, y'au-n lo- primero/- lac cOnsat^aci^; de 0 las conquistas, slo-
^ud^ograrlo-con-medios 'ttalfflenTe'opuestos^a-Ja constitucin de
latSudadr^Ya k>s primeros" fe^^ Conquistadores se vieron obligados
a' incrporr ^algunas ddeS^pueblos^ "dentro, de los muros de
Roina? para-dar- robusf^Traices'-y trtico..a-ila incipiente planta que
iba a-'tener-ramas tan gigaitescas;: Eru consecuencia, la poblacin
rtf'-enc forma pavorosa. Ms'"tardeysla:. ciudad adopt el sistema
d alianzas5iy-.-losraliads salan -a fcampa^.cqu, los romanos; par-
tieipabanren sus .victorias' y conquistas y.--fgai romanos aunque no
fueran-' babitantes ,d.e Roma^- ni .iudadan^s: romanos. Pronto esta
llaron violentos conflictos sobre si deba concederse el derecho de
ciudadana a los aliados, exigencia ineludible que brotaba natural-
mente; dq-Ia.mism ndole-del-'asun&js y que^di origen a la primera
guerra-civil q' cost--Italia treseientos rmil jvenes y puso a
Roma al borde del abismo, habiendo tenido que armar hasta a sus
esclavos libertos. Fu una guerra entre la cabeza y los miembros,
y no poda tener otro resultado sino que de ah en adelante los
miembros deban pertenecer a la cabeza informe que era Roma.
Toda Italia se haba convertido en Roma, la cual creca siempre
ms sembrando la confusin por el mundo. No quiero detenerme
aqu en el desorden que esta romanizacin produjo en la admi
nistracin de la justicia de todas las ciudades italianas; slo deseo
apuntar los males' que a partir de ahora vinieron convergiendo en
Roma desde los cuatro confines de la tierra. Si ya antes toda clase
de elementos se amontonaban en la ciudad y el criterio de seleccin
en las tablas del censo era tan amplio que se lleg a tener un
cnsul que no era ciudadano romano, qu sera ahora cuando toda
Italia se agolpaba alrededor de la cabeza del mundo, la ms mons
truosa cabeza que jams presidiera los destinos de la tierra? Des
pus de la muerte de Sila, los amos del mundo contaban cuatro
cientos cincuenta mil hombres; con la incorporacin de los aliados
ascendi esta cifra en gran escala, y en tiempos de Csar ya eran
trescientos veinte mil tan slo los que solicitaban una ayuda en el
reparto pblico de cereales. Basta hacerse presente con los ojos de
la imaginacin esta turba impetuosa y en gran parte ociosa y verla
en 1 ^ plebiscitos haciendo compaa a sus patronos que solicitaban
cargos pblicos, para comprender cmo por medio de presentes,
juegos, desfiles, adulacin y ante todo la bruta fuerza de la sol
dadesca se armaban motines, se derramaba sangre a torrentes y se
constituan triunviratos que acabaron por convertir a la orgullosa
reina del mundo en su propia esclava. En qu haba venido a parar
ahora la autoridad del senado, un grupo de cuatrocientos a seis
cientos hombres contra esa turba innumerable que exiga derechos
seoriales y se venda en grandes ejrcitos al que mayores promesas
le hiciera? Qu triste papel hace el dios Senado, como lo llamaba
la adulacin de los griegos, frente a un Mario y un Sila, un Pom-
peyo, Csar, Antonio y Octavio-, sin contar todava los ogros de
emperadores que posteriormente surgiran de la soldadesca! Cicern,
el padre de la patria, hace una triste figura con slo atacarlo un
Clodio; sus mejores consejos de poco valen no slo contra lo que
hicieron Pompeyo, Csar y Antonio, y otros, sino ni siquiera contra
lo que un Catilin estuvo tan cerca de llevar a cabo. Tales des
propsitos no se originaban por las especias importadas del Asia
ni por la molicie de Lculo, sino por la Constitucin fundamental
de Roma, que, siendo una ciudad, quera asumir el papel de amo
del mundo1.
i Sobre lo bueno que puede decirse de la simplicidad de los antiguos roma
nos y la civilizacin del pueblo romano, vase a Meierotto en su bien docamen-
3. M a s n o h a b a e n R o m a s o l a m e n t e u n s e n a
do y u n p u e b l o , s i n o t a m b i n e s c l a v o s , y su
n m e r o c r e c a a m e d i d a q u e l o s r o m a n o s se
a d u e a b a n d e l m u n d o . Por medio de esclavos labraban
sus extensos agros en Italia, Sicilia, Grecia, etctera; una multi
tud de esclavos constitua su riqueza domstica, y el comercio con
ellos como tambin su1 adiestramiento era en Roma importante
oficio que hasta un Catn no se avergonzaba de desempear. Haca
mucho que haban pasado los tiempos en que el amo trataba fra
ternalmente al siervo y Rmulo pudo promulgar la ley de que un
padre poda vender hasta tres veces a su hijo en calidad de siervo.
Los esclavos de los dominadores del mundo provenan de los
cuatro confines de la tierra y eran tratados con blandura por los
amos humanitarios, y como animales por los despiadados. Milagro
hubiera sido que de tan inmensa turba de seres oprimidos no se
hubiesen originado grandes males para los romanos; porque como
toda institucin perversa, tambin sta deba llevar en s misma
necesariamente su recompensa y su castigo. La venganza no se
reduce, ni mucho menos, a la sola guerra sangrienta de los esclavos
que Espartaco llev contra los romanos durante tres aos con gran
arte militar y valenta; sus secuaces aumentaron de setenta y cuatro
a setenta mil; derrot a varios generales romanos, luego a dos cn
sules, y se cometieron muchas crueldades; pero el peor dao provino
de los predilectos, los esclavos libertos, pues por ellos Roma se
convirti al fin en esclava de los esclavos en el sentido ms propio
de la palabra. El mal comenz ya en tiempos de Sila, y bajo los
emperadores cundi de manera tan atroz que me siento incapaz
de relatar los desrdenes y barbaridades que ocurrieron por culpa
de los esclavos predilectos y los libertos. La historia y las stiras
de los romanos est repletas de estos hechos y ningn pueblo
salvaje del mundo presenta casos anlogos. De esta manera, Roma
fu castigada por 1'misma Roma y los opresores del mundo termi
naron como siervos humildes de los esclavos ms infames.
4. Otra causa, finalmente, fu el lujo, tan fcil de
alcanzar para Roma como favorable era su posicin geogrfica para
las conquistas. Dominaba como desde su centro el Mar Medi
terrneo y con ello las costas ms prsperas de tres Continentes.
Lo que es ms, a travs de Alejandra y mediante poderosas flotas
se apoder de las riquezas de Etiopa y de un extremo de la India.
No hay palabras para describir el brbaro derroche y la opulencia
que reinaban desde la conquista del Asia en convites y juegos, en
vestidos, edificios y tiles domsticos no slo en la misma Roma
tado escrito sobre las costumbres y sistema de vida de los romanos, parte I, Berln,
1776, y en la segunda parte la historia del lujo entre el pueblo y los nobles.
sino en todo cuanto J e perteneca.^- .Uno nd -da crditos a^sus, ojos
al leer las- -desriptiongsr de todas estas cosas; los*^precios que. se
pagaban por objetos ide-valor de. procedencia-extranjera, : y; junto
con el despilfarro--el j cmulo de .deudas de los 'grandesn romanos,
que en los ltimos - tiempos eran, libertos y esclavos.; Semejante
fausto no pudo menos.;.que acarrear la ms oprimente. miseria,...y
lo que es ; ms-, era.-en^s mismo, una inmensa pobreza -cultural.
Aquellos ros-de--oro. que. , durante siglos convergieron-: en,:Roma,
tuvieron por fin -quej.agotapse,...y, como todo el -comercio de los
romanos los-colocaba-;en notablg desventaja por- cuanto? adquiran,
lujo y lo pagaban- .-a precio de ojo, nada tiene- de -extrao que Ja
sola India les sustrajese;cada ao una suma fabulosa.o.Los, agros
quedaron yermos y-cubiertos de. maleza; ya -no se? fomentaba. la
agricultura como lo haban.-hecho los antiguos romanos y sus con
temporneos-en Italia;, los; artistas dedicaron-sus esfuerzos a. lo su-
perfluo y no a lo-;til; .sus .objetivos eran un fantstico lujo y es
plendor en arcos de tiiuiifp^rbaoSj sepulcros,-teatros, -y, anfiteatros,
etctera, construcciones monumentales que slo podan ^.^ar^esos
saqueadores-del mundo,;. Ningn romano ha-inventado^ j^ms^cosa
alguna en un arte u- ofeio provechoso para la hxirtranidad,;.n..en la
industria alimenticia, sin decir, que con ello hubiese ^servido a -otr as
naciones y obtenido una justa .y. duradera ganancia. ^Pronto- el
Imperio se empobreci,; el valor de la moneda descenda, y en rel
tercer siglo de nuestra.tera lar remuneracin de un.;altq.jefe militar
no vala seg-esta moneda jo que en- tiempos de Augjsto. se.esti
maba insuficiente; .paa el, soldado raso. Todo; esorerau consecuen
cias naturales de- un - estado, de cosas que nopodra tener .otro
resultado, un-considerndola, s51o<rdescie el punto* de vis|a4ndiMtrial
y comercial: Por-'las mismas causas, l. poblacin -iba- decreciendo, y
no slp n rrmero ^ino: tambin en altura, estado- atltkosry energas
vitales.. .Est"misma ;-Roma e-Italia/que haba-'convertido en-(semi
desiertos a Itos p 3s! florecientes y densamente poblados .del
mundo, como" Sicilia, CSecar Espaa, Asa,'"friSf y^Egipio, mora.
ahora naturalmente- 'de la muerte ms' nti:atural por sus leyes y
sus fguerras, perom qtt nada' por su vida'*ocia; ss vicios'-de
pravados, el divomcf,- la brutalidad contra*los" 'sclavs y ms-tard
la tirana contra, lbs mejores y ms nobles hombres-que le -haban
quedado. Durante siglos enteros, la Roma morbunda; se gita entre
las ms- atroces convulsiones 'rsu lecho de. muerte, el cual se ex
tiende por todo el mundo de doride se procr los 'd\ilces venenos
i Vase adems de Petronio, Plinio, ?Jufcenal y muchos otros pasajes en los
escritos antiguos, las colecciones modernas de Meierotto, vol. 2* sobre las costum
bres y sistema de vida de los romanos, y M e in e r , H isto ria d e la decadencia ro
m an a, etc.
que causaron su perdicin. Ahora el mundo no puede prestarle otra
ayuda que la de acelerar su muerte. Llegan los brbaros, gigantes
del norte de Europa, a quienes los enervados-r>manos les parecen
enanos; devastan,a Roma e inyectan nuevas fuerzas a la agotada
Italia, dem^sttacia;jerxible^-heiiigrta:, a ,1a; vez,0 de.^que toda, per
versin egi- la, naturaleza Hva -en- s 'sm) s.u, cantiga.# destruccin.
A l lujo de Jq?, orientales debemos*agradecer que librara l rinindo
ms prontarpent de. un cadver-que, de- ot-ra-.nianera,.a furz de
victorias eij o.trasr.partes del -mmldoj.;-tambin. tbubiera. entrado -eii
putrefaccin^ perq no de modo-:ta:-rpido y espantoso* .
5. Ahora.- debera resumir' todo>io: dicho, y-, demostrar. cmcr en
virtud delj gian .orden de la naturaleza y sin: cogitar; el 1 uj o, _la plebe,
el senada,y los esclavos', e l so to-- eis;pxLtH:,;.g ije r.r e r o "d'e
R o m a - f e a i a .. q u e c a u s a - r al-^ i-n - s_-u....pro.pi.a p e r
d i c i n ; ; yh;V ol,T er c o n t r a ; siis .i pr,o p ia;s_l .eri t r aa-s
l a esp^ida-.,xj.u.e t a n tais -V ectesi irab> a*.d ' sje n v iira -d o
c o n t r a r.crj.U.d.aji es . y": a - a t o n e s m in t e n te s: P ero-i
historianpregona.,a voces esta-verdad simir-que. haga -ialtarsubrayrla
con mi; ;pluma, Las. legionfes- que-faambrBntas, de. .tanto, pilla j* ya
no encontraban:, qu saquear,-viendo en cambio.-el-ifin de su glora,
en las-fronteras.-, persas y germ'ans, jqn o tra , cosa.podan 'hacer
sino volver-, a Roma- y .dar..muerte -a 'suj-propia.-madre?; Este hdrribe
espectculo comenz ya en tiempos de Mario y Sila; las'legiones
que venan.-de. regreso apoyando'-a su rjsfe militar. sprem.(j~o pa
gadas-por 1, iban a vengrl de^suso contrarios polticos:'n^ l
nisma patria, y Roma se inund'd sangre.-tXfel espectculo; segua
a travsnde. losasiglos. . Cuando Csar y Pompeyo llevaron sus ejr
citos Hipr contra er.otrq enrel pas^ donde ,en.-.otros, -tiempos haba
cantadoi las. musas. _y,Apolo"apacntad sus. ovejas, peleando tomabs
contrasE-omanos,:decidiern lejos-de ladpa-tria-.la. suerte de sta:*-fio
mismo sueedi(i; con ocasin' mlmmaijLp arreglo, ofrecido-par
un trinnyir.Ovde ,Mderia' que;-de- 'acuerdo; con .-fina, lista establecida,
entregla la-.-muerte trescrents-senadoares y .dos.mil caballeros'rl
destierro y la; muer te, y par-exaccin. obtuvo, hasta, de las mujeres,
doscientos mil talentos sacados en su mayor parte de Roma. Otro
tanto ocurri despus de la batalla de Filipos donde muri Bruto,
y antes de la guerra contra el segundo Pompeyo, hijo ms noble
de un gran padre; lo mismo desps de la batalla de Actio, etctera.
Para nada sirvi que el dbil y cruel Augusto hiciese el papel del
bondadoso y pacfico; con la espada se haba estructurado el Im
perio, con la espada deba ser defendido o por ella morir. Si en
los ltimos tiempos los romanos queran entregarse a un beatfico
sueo, nqr^as-: l-as. naciones injuriadas y despertadas por ellos, que
clamaban venganza y legtlo 'sut tiempo.-pagaron- en la, misma mo
neda. El emperador del Imperio Romano era y sigui sierdo'siem-
pre el jefe militar supremo, y los que se olvidaron de su oficio
fueron llamados al orden por el ejrcito de manera terrible. ste
entronizaba y asesinaba a los emperadores hasta que por fin el
comandante de la guardia imperial se impuso como primer minis
tro, convirtiendo al senado en miserable reunin de tteres. Pronto
el senado estuvo integrado slo por soldados que, con el tiempo,
se debilitaron hasta el punto de que no servan para la guerra ni
para senadores. El Imperio se desintegr; Csares y anticsares se
hacan la guerra-, las naciones circunvecinas invadan el territorio
y era menester incorporar al ejrcito a los mismos enemigos, que
llamaron a otros enemigos peores. Las provincias eran despedaza
das y devastadas, y por fin se precipit en espectacular cada la
Roma eterna y orgullosa, abandonada y traicionada por sus propios
conductores. Testimonio ste, terrible por dems, de cmo acaba el
desmedido afn de conquistas de reinos grandes y pequeos y de
cmo el despotismo militar halla su merecido fin conforme a las
leyes naturales. Ningn Estado guerrero hubo jams que fuese ms.
slido y grande que el romano, pero tampoco hubo cadver que
tuviese funerales ms aterradores que la historia de Roma en sus
ltimos siglos, de manera tal que no se comprende cmo pudiese
haber conquistadores despus de Csar y Pompeyo ni cmo un
pueblo civilizado pueda, despus de esto, tolerar todava un rgi
men militar.-
Oh destino omnipotente! Ser que la historia de Roma nos
fu legada y a una parte del mundo impuesta con la espada, para
que aprendisemos esta leccin? Sin embargo, a juzgar por los he
chos, slo aprendemos de ella huecas palabras, o su ejemplo mal
entendido ha dado origen a nuevos romanos sin que ninguno de
ellos alcanzase la altura de los primeros. Una sola vez estos anti
guos romanos dominaron la escena y dieron, casi siempre como
personas privadas, el grandioso y terrible espectculo cuya repeti
cin esperamos no se produzca nunca en bien de la humanidad.
Veamos, con todo, el esplendor, y los aspectos magnficos que tam
bin esta tragedia tuvo en el transcurso de su historia.

CARCTER, CIENCIAS Y ARTES DE LOS ROMANOS

Despus de lo dicho es un deber de justicia nombrar y honrar


tambin a las almas nobles que en el difcil lugar donde el destino
las haba puesto, se sacrificaron con magnanimidad por lo que
llamaban su patria, realizando en su corta vida hazaas que lle
garon' casi al extremo lmite de las fuerzas humanas. Siguiendo
el orden cronolgico debera alabar como lo reclaman sus mritos
a Junio Bruto y Poplcola, Mudo Scvola y Coriolano, Valeria y
Veturia, los trescientos Fabios y Cindnnato, Camilo y Dedo, Fa-
bricio y Rgulo, Marcelo y Fabio, los Escipiones y Catones, Cornelia
y sus desafortunados hijos, y juzgando solamente por los mritos
militares, tambin a Mario y Sila, Pompeyo y Csar, y si es que las
buenas intenciones y tentativas merecen alabanza, a Marco Bruto,
Cicern, Agripa, Druso y Germnico. Tambin entre los empera
dores debera alabar como a fuertes pilares de un edificio que. se
derrumbaba a Tito, la alegra de los mortales, el bueno y justo
Nerva, el afortunado Trajano, el infatigable Adriano, los buenos
Antoninos, el denodado Severo, el viril Aureliano, etctera. Mas
como estos hombres son ms conocidos que los mismos griegos,
permtaseme hablar slo en general del carcter de los romanos en
sus pocas mejores, y considerarlo nicamente como producto de
las circunstancias de su tiempo.
Si hubiera que dar un nombre propio y especial a la imparcia
lidad y firmeza de resolucin, la infatigable actividad en obras y
palabras y la marcha segura y rpida hacia el fin perseguido, ya
sea la victoria ya el honor, si hubiera que definir ese nimo fro
y audaz que no se aterra en el peligro, no se dobla ante la desgracia
ni., se envanece en la prosperidad, este nombre, esta definicin de
bera llamarse: temple de romanos. Varios miembros de este Estado
dieron de l tan relevantes pruebas, cualquiera que fuera la clase
social a que pertenecan, que nosotros, cuando ramos jvenes, y
conodendo slo el lado noble de los romanos, veamos en ellos las
sombras de las ms grandes figuras del mundo antiguo. Nos pareda
que sus estrategas marchaban como gigantes de un Continente a
otro llevando el destino de los pueblos en su mano firme y segura,
y que su pie derribaba tronos e Imperios, decidiendo una palabra
suya sobre la vida y muerte de miles de seres humanos. [Pero cun
peligrosas eran las alturas que escalaron y demasiado caro el jugar
con coronas y con millones en hombres y dinero!
En estas alturas se mueven con la sencillez de romanos, despre
ciando la pompa de reyes brbaros y sirvindoles su yelmo de
corona, su armadura de ornato.
Si los contemplo as en la cumbre del poder y de la riqueza,
si escucho su elocuencia varonil y los veo incesantemente activos
con sus virtudes demsticas y patriticas; si admiro la serenidad im
perturbable en la frente de Csar, en el bullicio del mercado como
en el tumulto de la batalla, y su generosidad que tambin sabe
perdonar al enemigo: Oh alma grande, con todos los vicios y li
gerezas, si alguien fu digno de ser emperador de los romanos, eras
t! Pero Csar era ms que esto: era Csar. El' tron Jms ^encuia-
brado del mundo se quiso adornar con su nombre. Ojal se hubiera
engalanado tambin con-sutiigrandeza de nimo, Vivificado i durante
milenios por. el espirito bondadoso, vivaz,y. comprensivo de un
Csar!
Mas ya se alza en su contra, el .pual de su migorB-ruto.. No
fu en Filpos y Sardes, ohmoblp. Bruto, donde primerd-sejitetapa-
reci tu genio deFinal; mucho-.antes, s? t. haba apareado'baj.o: la
figura de tu 'patria a la que,, dotado de. un .alma 'ms sensible .que
tus despiadados antepasados, .te sacrificaste en aras de ;los sagrados
derechos d'Ja humanidad; y de; la amistad. Cmo te faltaba^ ;el
espritu de uii Csar1,:y J a bajeza, plebeya de u n 'Sila, mo.-pudiste
aprovechar los.frtrtds de tu. forzado.- delito y Te viste' obligado a aban
donar una R om aqu e haba dejada, de s'erlo por Jo s funestosrdesigr
nios de un Antonio y -un--.Octavio;. El primero' d' ellos-- puso.toda
el esplendor d Roma 'a los pies de uiia ramera egfp ai el segundo
domin -ms tarde a i mundo.; agonizante desde la-;alcoba:- de una
Livia con la serenidad de un santurrn! Nad- te ; quedssirto rtu
propia espada, recurso triste pero necesario para un destio; romano
desafortunado:
Cul es :elrigert 'de-^tamaa-; grandeza de1'carcter -de;-los;.ro
manos? Su educacin,- muchas.- veces el nombre 'de l personan y :su
linaje,,sus ocupaciones, 'la iconeurrenpia del-senado; dl pueblo y de
todos los ptteblos1 en!>el-cenrcr,del-, gobierno :dftlJ mundo;-finalmente
las necesidades'feKtes' -y desgraciadas- a la v r que'-'se^-plantearon
a los romanos.'De ahiqtte.este, carcter: se contagiara toda lo, re
lacionado' con'la-grandeza romana, no slo' a Jasj estirpes nobles,
sino tambin al pttbte, y itanta a>,los. hombres" cbmo3a laSJ mujeres.
Las hijas'd Estijpir*yrdec.Gatn,- la ; esposa :d_eBmto^ f c madre-y
hermana d los'Grcos nojsupieron obrar'sina como1dignas tder: su
linaje; ms anr'ea- frecuente, que nobles rinns av.eiita;jasertr>a
los Hombres e|rdncia.:.y dignidad.. As fu'herencia; ms he
roica qu Cicern,^Vtuia-de mayor nobleza de almf-queiCoriolaixo,
Paulina da'mayofJMta'lezasque, jeea,r etctera, ' iv uingmchtEeqi
oriental, en ningn'gitrecect.de los, . helenos ra"posible,^nosbstante
todas las-buenas disposiciones- de-, la-naturaleza, qte floredeseit vir
tudes. emeniria-fic6 moolas que, .presenta ,I vida pblica y familiar
de los romanos; slo que en tiempos-,.decadente^ les1 corresponden
vicios femeninos que causan horror a quien los 1inii?a.-'Ya cen tiempo
del. sometimiento deiloscpueblos latinos, ciento-setenta- esposas, ro
manas' se pttsiefnj otecctteiida- para .^envenenar ar sfetiaridos respec
tivos, y descubiert1ellCorBbplftt ;tomaron~ ellas-1 mismas el -xenepo
preparado'.muriendo' comaj Hroes, El jiade# j la'-fedioras. .de.-las
mujeres-bajo-Jos -empiradoies,son.jd^cpHbti\^iLai ktz i)j,sf!pre-
clara.,. contrasta -doii Ja^ ms oscuras, sombras. Cercad1 estjfc una ma
drastra _LiviaIijL_una'fidelsima-Aiitwaia'Druso^.wia,.Planciiiary rin
Agripiij^Geccnnicq, un Mesalina y una .Qctayia,

Si queremos- apreciarla- contribucin-romana a las ciencias,-de


bemos partir, de_.su carcter! y-no-^pedicle%. aftes, helnicas. Su idioma
era el dialecto,.elico, jnezclado- eomcasi,tpdas lasjlengas de Italia;
de esta forma primitiva fu evolueionando;.lentamente, pero no-obs
tante todo el perfeccionamiento operado nunca, alcanz, la1- fluidez,
claridad^y, belleza del idioma griegOriEs? cg&Qso,/sgrio y..dign.orlei-
guaje de-.legisladores y dominadores del.:mimd,q;..j?n...todo, fiel re
trato del espritu romano. -Gomo, los .'rogi^p.s entraron tarde cen
contacto :con los griegos, formada <ya su:j-cultin:.a latina, etrusca y
propia desde..haciV tiempo, as como .>tambin, (su.carcter 'y. su Estado,
aprendieron ^anjbin tardamente ,.-aoembdIecer,,su- elocuencia - na
tural mediante el arte retrico-=de';lcs hetepos, ,:Por lo tanto-,--hare
mos caso ppjjsp de sus1 primeros ejercicjps.dramxieos y .poticos-, que
indiscu^blmente contribuyeron-en ^ari- medida 3 . la evolucin de
su lengua, ,para tratar ahora--de-.vlo .que, alcanz entre ellos--ma
yor raigambre.;. Fueron l'-a 1 eg;is-l.-%cj-n.,:, l a r e t r i c a ^ - y
1 a hisrj^ p rio g r a f a ; - -fFutosr<.de. Ja. inteligencia producidospor
sus mijmqsmgocips y donde mejor se:.mue,stra,el^alnia.promana:-~ t
Lamentablemente es poco-Jo.que-jel-de&tino^hizio/llegr-hasa
nosotras;,,pues^ quienes, por '-culpa denSUnafn de. conquistas, nos -ro
baron, tantos escritos de otros-f>puebk>%r tuvieron que abandonas?-en
manosr;dQc.un ,porvenir destructor.;,los-irutps...de,- s. pro-pipi espritu,
por n;hablar ya de los antigjios anales de- sus,,sacerdots' y -1-s-epo-
peya%d%pi^ip;j Nevioj-'e1'l- ensayo- d -Fabj.q.gctr; dnde -estn
las n^faciones _d^ ' Cincioi Catn, Libn, .;I*pstumiq,, Pisn,- Casi,
Antipater, Amelio, Cjelio^ Lucini-e,--. etctera? ,p_nde la autobiografa
de I^milip .Egcaurq, Rutlio^Rufp*, Ljatadp Qatld^'Silay -Augusto,
AgripsaTiberio, Agripina-^ermiiico^ Glaudiq^y- Ti;ajano?-V-Y. np
diga-mjas-.de .otros innumeraMes^Hbrp? |istpcps. sobre los' -hombres
ms importantes en. los tiempos? m%, SEg.jcendqntes de Romay Jcomo
Ho^tensip^,-^.ticq,,. S^sena, Lutaciov.,Tyb^r)&a, Luceyo, -Balbo, -Bruto,
T i r ^ s ^aerig MesSajt Gremutio? Gordo, ^pomicio _C0rbulOi-,Cluyio
Rufo y los muchos escritos perd ida de-. .Co^eHoN.p te, Salustip,
Iivio ^ T rqgo: Plinio-'y -tastos.-.-otros.. >rB^Q\Tfigurar sus nombres en
ester.-lugaEt_p.ara^refutas a algunos-podernos q u e je spoiien-^c s
mismop muy'por encima'd-los: ^manos,;(y les pregunta: -enlbele
las^aQgge.s.nto,derrias: h^tenido.,en.(xeajuS'gqbernantes> jefe^mili-
taresj ^..b^m.br de negocios-de p rin g a Kneatantos''' y. tan-glandes
historiadores .como estoy romanos; qu^algjinps pjefere amaar.-coli
el nombr d brbarSi^ y. estot-ai^iiedip tde,camtips tan-profundas
y tantas hazaas propias de estos hombres? juzgar por -los. pocos
fragmentos y muestras que poseemos de un Comelio Nepote, un
Csar y un Livio, etctera, la historia romana no hada gala, es ver
dad, de tanta gracia y dulce belleza como la griega, pero s en cam
bio de mucha dignidad romana y, en Salustio, Tcito y otros, de
gran prudencia y sabidura filosfica y poltica. Donde se acometen
grandes empresas, es grande tambin el estilo que las describe como
lo era el espritu que las supo idear; slo en la esclavitud enmudece
la voz de Roma, como lo demuestra su historia posterior. Por des
gracia, la mayor parte de las obras de los historiadores romanos de
los tiempos de la libertad y semi-libertad se ha perdido totalmente,
prdida insustituible, porque tales hombres vivieron slo una vez
y una sola vez escribieron su propia historia.
La historiografa romana tena por hermana la retrica y como
madre comn de ambas la poltica y el arte militar, por lo que va
rios de los romanos ms conspicuos no slo posean conocimientos
en estas ciencias sino que tambin escribieron obras respectivas. Es
injusto que se critique tan a menudo a los historiadores griegos y
romanos por mezclar con frecuencia discursos polticos o blicos en
su relato. Dirigindose todos los acontecimientos en la repblica
por discursos pblicos, no contaba el historiador con otro vnculo
natural con que entrelazar los hechos, presentarlos bajo diversos as
pectos y explicarlos pragmticamente, como no fuera precisamente
con esos discursos; a buen seguro que son un medio ms simptico
que el utilizado posteriormente por Tcito y sus hermanos, que obli
gados por la necesidad entremezclaban sus propias ideas con la
misma historia. Por su parte, tambin Tcito con su espritu refle
xivo ha sido juzgado muchas veces injustamente; en sus relatos se
muestra como legitim romano de espritu y corazn, tambin y
precisamente por el tono mordaz que le es propio. No poda relatar
hechos sin exponer al mismo tiempo sus causas y pintar de color
negro cuanto hubiese de detestable en ellos. Su historia llora la
libertad perdida y su carcter triste y reservado la reclama con ms
amargura que lo que podra hacerlo con Dalabras. Slo donde reina
la libertad de accin poltica en el Estado, y particularmente en la
guerra, florecen la retrica y la historiografa; perdida aqulla, stas
languidecen, porque de la ociosidad del Estado no pueden extraer
ms que consideraciones y palabras ociosas.
Respecto de la retrica no es tan sensible la prdida de las obras
de los grandes oradores cuya obra sirve al mismo tiempo de historia,
pues slo Cicern vale por muchos. En sus escritos sobre la retrica
nos pinta, por lo menos, los caracteres de sus grandes predecesores
y contemporneos; sus propias piezas oratorias, empero, pueden su
plir lo que se perdi de Catn, Antonio, Hortensio, Csar y otros.
Brillante es la carrera de este hombre, ms brillante an despus de
su muerte que en vida. Salv para nosotros no slo la retrica ro
mana en su parte doctrinaria y sus ejemplos, sino tambin la mayor
parte de la filosofa griega, ya que de las teoras de algunas escuelas
no sabramos ms que el nombre si no fuera por los extractos que
poseemos de l, presentados con la envidiable brillantez que le era
propia.' Su elocuencia supera los truenos de Demstenes no slo en
luces y claridad filosfica, sino tambin en urbanidad y autntico
patriotismo. Casi fu slo l quien devolvi a Europa la lengua la
tina en toda su pureza, instrumento que, no obstante algunos abu
sos, aport indiscutiblemente apreciables ventajas al espritu huma
no. Descansa, pues, en paz, varn de tantas y tan arduas empresas y
que tanto hubiste de soportar por ellas. T eres el padre de la
patria en todas las escuelas latinas en Europa, y habiendo penado
bastante en vida por tus debilidades, despus de tu muerte gozamos
de tu espritu erudito, esttico, honrado y noble, y aprendemos de
tus escritos y epstolas, si no a venerarte, al menos a tenerte en gran
aprecio y tributarte gratitud y amor1.

La p o e s a de los romanos fu una flor extica que sigui


floreciendo hermosamente en el Lacio, adquiriendo aqu y all un
ms fino matiz y colorido; pero no pudo producir una nueva se
milla propia. Ya los etruscos con sus poemas saliricos, funerarios
y sus juegos fescenticos, atelnicos y escnicos, haban preparado a
los rudos guerreros romanos para el arte potico; con la conquista
de Tarento y otras ciudades de la Magna Grecia se conquistaron
tambin a poetas griegos que trataron de dar mayor elegancia al
primitivo dialecto de sus nuevos amos mediante las musas del idio
ma griego. Conocemos los mritos de los primeros poetas romanos
slo por algunos v.ersos y fragmentos, pero causa admiracin la
gran cantidad de comedias y tragedias que de ellos se nombran, no
slo de los tiempos antiguos, sino tambin de los mejores. Los siglos
borraron sus huellas y me inclino a creer que, en comparacin con
los griegos, no ser tan sensible su prdida, pudindose suponer que
en parte imitaran temas griegos y aun sus costumbres. Demasiado
proclive era el pueblo romano a las bufonadas del gnero burlesco,
las pantomimas, los juegos del circo y luchas de gladiadores para
poseer odo y alma con que entender el teatro griego. La musa es
cnica haba sido introducida en calidad de esclava entre los roma
nos, y nunca lleg a ser otra cosa; no por esto es menos lamentable
la prdida de las ciento treinta piezas de Plauto, las ciento ocho
comedias de Terencio que se hundieron en un naufragio, as como
las poesas de Ennio, alma de fina sensibilidad, especialmente en su
Escipin y los poemas didcticos. Con slo Terencio tendramos,
segn expresin de Csar, medio Menandro. Gracias, pues, a Cice-
i Lase sobre este hombre, muchas veces mal interpretado, M i d d l e t o n , V ida
de Cicern (traduc. Altona, 1757, 3 vol.) obra'sobresaliente no slo acerca de los
escritos de este romano, sino tambin sobre toda su historia contempornea.
ron por habrnos conservada a- Lucrecio, poeta de alma romana, y
gracias a Augusto que por obra de su Virgilio Martn nos hizo llegar
a-medio Hm'erb 'n Ea Eneida-, Gracias-tambin a Cornuto que
nos leg algias 'dfr'ls'-primeras-tenativas de su"'vtajado disc
pulo Perno;y "gradas; finalmente,-tambin a v&Sbtrs, oh monjes,
que p.pr aprenclrlt nos-guardasteis a Terendo:,' Horado y Boe
cio, y ante'todo "a Virgilio-, tenido-por poeta ortodoxo. Los nicos
laureles inmatuado^ eh-la! corona de Augusto" se deben a su amor de
las- riendas ymSaS.

Ms-esperanzado dirijo- la mirada de los p'ots romanos a sus


f-il sof os' ; 'algubs;-de eilos eran ambas cosas a'la vez, a saber,
filsofos'd'alma Ytbrazon En Roma- no" s'nVtaron sistemas,
pero, -se ls' p'cna'~gn prctica- in-troducindolds n~ el derecho, la
constitucin y la vida real. Nunca un poeta didctico escribir con
mayor bro ni fuerzas que Lucrecio, que crea en su doctrina; nunca
la Academia de Platn -lia -sido -renovada d 'mahera ms amena
que en-los hermosos dilogos de Cicern. La filosofa estoica no slo
ocup uri importante^ sector de la jurisprudencia rinana regulando
severamete" I'os 'actos- humanos,- sino que n lo s escritos de Sneca,
las exim.iaTmtedifcacioifes dte''Marco- Aurelio,"TaS" reglas de Epicteto,
etctera, se' ~conserv: una' solidez-'prctica y 'una belleza que parece
manifiestmni rtct'~la,labor de varias 'escuelas. A fuerza de
ejerddos; y'pgntfriSs h diversas duras circ'Sta'tfcis temporales del
Estado roman, ls nimos rde-IoS'hombres se 'fortalecan y aceraban.
Buscaban un sostn y ;ab-an las especulaciones gfifegas no como un
ocioso adorno, sinoe 'cio? arma y ,escudo. X a filosofa estoica ha
operado grandfes/csas~nrePspritu: y~los corazones romanos, y esto
n=en ,orden a la conquista dT'mundo sino a tavor de la justicia y
equidad, y para .intero cnsulo dehlnbrs injustamente oprimi
dos., Porqpe ,t^ b i n 'lo s romans eran-homfotesJ y sufriendo ino-
cntes^ poi^lo^ errores- de sus''antepasados, buscaban el conforta
miento-donde. podan. ..Lo que no. era de-gu. propia invencin, se lo
aprpiaronrrcon rtanta^mayor intensidad.

Finalmente, Ja historia de l a e r u d i . c i n r o m a n a es
para ribsttos^.Iofcaj|^aes^ ruina, de ruinas,--por, cuanto nos faltan
tanto la-m ayorparfr^e la, literatura respectiva-como tambin sus
fuentes. ' Gu-ntOK-tEabsjp sernos., hubiera; ahorrado y cunta luz pro
yectado sobre -toda. la. Antigedad si hubieran: llegado hasta nosotros
los escritos de Varrit o losados m il libros, en-ief que espigaba Plinio!
Verdad es que un Aristteles hubiera hecho muy otra seleccin que
Plinio dl mundo de:conflcirnien tos con que contaban los romanos;
mas asfcy ted,->sH.libro es un tesoro qe, no obstante la ignorancia
en detenminadas -disciplinas; atestiguar tanto. La^laboriosidad como el
alma;.romana,.del,compilador. T al es' tambin; la. historia de la ju
risprudencia de. este pueblo: es la historia .de-un ingenio muy agudo
y una; gran dedicacin al trabajo serio'; que en ninguna parte, fuera
del.Imperio.Romanoj. .poda1''ejefcitarsB .de-.esta manera y por tanto
tiempo.--continuado. D lo que'tiempos posteriores Hayan hecho y
aadido ;a esta,, labor, son* inocentes ~los. jurisperitos de la antigua
Romasj En una palabra, por imperfecta que parezca la literatura ro
mana en-casi-todos los grreiros frerfte.a>laigriega,.- no fu slo fruto
de las* circunstancias temporales-sino .tambin,-mrito de la misma
naturaleza-.romaa que'durante rles tdeaos^ fueran ellos los orgu
llosos-legisladores de'todas las nacionjes.il Las. partas siguientes de
la presente,obra lo demostrarn, cuando veamos, surgir de las ce
nizas: ;de Roma una-nueva''Roma d-mwyt distinta figura pero llena
deespritu conquistador.-1

Por .ltimo,, me toca hablaa^de 1 a-s- ..aa^tes d e lo s r o-


m -M os .-en..las. cuales'sei mostraroiu e su tiempo ,y para la poste
ridad amos del mundo qe otilaban! ieonr los materiales y mano de
obrabde iodos. los pueblos subyugados; Desde-un .principio se dis
tinguieron.-por. la inclinacin 2. celebrar la grandeza de sus victorias
con-''smbolos, de glri, la magnificencia -de su ciudad con monu
mentos de eterno esplendor; pensand&fdesde muy temprano en nada
menos. qwe en la-inmortalidad de-'sur-orgllosa. existencia. Los tem
plos que construyeron. RmlO:y ama; las.plazas destinadas a las
asambleas populares,. eran'ya':mariifestaciones de grandes victorias y
una; poderosa democracia; hasta iqes piaeoraiespus Anco y Tarqui-
necharonJos.cimientEs de faqtrlla estructura-que en los ltimos
tiempos-pasaba .-ya. lo gigantesco rayando.- en 4o-inconmensurable. El
r^t Jetrsco'edific, lo''mrcis d Rona despiedra labrada; para ase
gurar el-.abastecimihtd'de'-agu yoia;'J-impieza. de la ciudad, hizo
nstruirye^e .enorme atttedut cuyas Tuinas - constituyen todava
tina tde Jas-maravillas dl muiidoP.~LaRoma-moderna no fu capaz
SHfniei&'de <despejar suS'escombras y no. digamos de mantenerlo en
facocionamiepto. idntia'espMtu^se'-manifiesta en sus galeras,
sus templos,- sus tribunales ^ tese-gigmtesco<;cire,' erigido slo para
la'diversin, del pueblo, y'tuyas ruinas arrancan todava admiracin.
Por: esta' va- avanzaron los reves, en particular--e soberbio Tarquino,
luego los cnsules y ediles, m's tarde los .conquistadores del mundo
y dictadores, ms que nadie J ulfe> 'Csar^ y -finalmente los empera
dores. De esta manera se acumularon poco a poco los arcos y las
torres, teatros y anfiteatros, circos y estadios, arcos de triunfo y obe
liscos, esplendorosos mausoleos ;y -criptas--familiares, carreteras, acue
ductos, palacios y baos1/ que' 'nvslox en-rRoma e Italia, sino tambin
en otras provincias constituyen las huellas eternizadas de los amos
del mundo. Casi se nubla la vista al no ver ms que las ruinas de
algunos de estos monumentos y el alma no halla fuerzas para captar
con la imaginacin el enorme proyecto con sus gigantescas formas,
solidez y suntuosidad cual lo haba ideado el artista. Pero cobramos
an mayor conciencia de nuestra pequenez al recordar los fines a
que estos edificios estaban destinados y al hacemos' presente el
bullicio de la vida que palpitaba entre sus muros, y finalmente el
pueblo al que eran consagrados y las personas particulares que se
los dedicaban. En esos instantes, el alma siente que hubo en el
mundo una sola Roma, obra de un genio que alentaba desde el
anfiteatro de madera de Curio hasta el Coliseo de Vespasiano, desde
el templo de Jpiter Stator hasta el panten de Agripa o el templo
de la Paz, desde el primer arco de triunfo de un estratega victorioso
hasta los arcos de victoria y obeliscos de un Augusto, Tito, Trajano,
Severo y otros, incluso cada una de las ruinas de monumentos de
dicados a su vida pblica y privada. Este genio no fu, lo reconozco,
el espritu de la libertad de los pueblos y de la filantropa. El que
se represente el inmenso trabajo de los obreros que deban acarrear
los bloques de mrmol y piedra, a menudo de lejanos pases, y los
tenan que edificar en calidad de esclavos vencidos; quien piense en
los gastos que semejantes monstruos del arte imponan al sudor y
la sangre de las provincias saqueadas y explotadas; quien considere,
finalmente, el gusto cruel, soberbio y salvaje que fomentaban los
ms de estos monumentos dedicados a esas sangrientas luchas de gla
diadores, las inhumanas peleas de animales, los brbaros desfiles
triunfales, etctera, sin contar siquiera la lascivia y voluptuosidad de
los baos y palacios, se acabar por creer que fu un demonio ene
migo del gnero humano quien fund Roma para ostentar ante
todos los mortales las huellas de su magnificencia demonaca y so
brehumana. Lase al respecto las propias quejas de Plinio el Viejo
y cualquier noble romano; sganse los pasos de las exacciones y gue
rras que trajeron a Roma las artes de Etruria, Grecia y Egipto, y tal
vez se admire el cmulo de piedras del esplendor romano como el
mximo alcanzable de podero y magnificencia humana, pero tam
bin se aprender a aborrecerlo como cueva de ladrones y tiranos del
gnero humano. Mas como las reglas del arte siguen siendo las
mismas de siempre, los romanos, aunque no inventaron en este sen
tido nada nuevo ni propio y compusieron de manera bastante
brbara lo que otros haban inventado, se manifiestan, no obstante,
tambin en este estilo eclctico y acumulativo como los grandes se
ores de la tierra.

Excudent alii spirantia mollius aera;


Credo equidem; vivos ducent de marmora vultus:
Orabunt causas melius, coelque meatus
Describent radio et surgentia sidera dicent:
Tu regere imperio populos, Romane, memento:
Hae tibi erunt artes, pacisque imponere morem,
Parcere subjectis et debellare superbos.

(Otros, sin duda, sabrn imprimir al bronce fundido


Mayor suavidad, y esculpir en mrmol la vida del alma,
Ms elocuente su lengua conduce en el fuero las causas,
Mejor ser su comps midiendo las vas celestes,
Y es su acierto mayor que anuncia de los astros el curso.
T, empero, Romano, gobierna, reinando, a los pueblos;
Sean stas tus artes: llevar la paz a la tierra,
Clemencia para los sumisos, y a los soberbios la ruina.)

Gustosamente perdonaramos a los romanos todas las artes hel


nicas que ellos desprecian a pesar de haberlas utilizado para su pro
pio esplendor o provecho, ni les pediramos el progreso de las ms
excelsas ciencias como la astrologa, cronologa, etctera, ya que pre
ferimos peregrinar a los lugares donde estas flores de la inteligencia
humana florecieron como en su propio jardn, si tan slo hubieran
dejado todo esto donde estaba, haciendo un uso algo ms que filan
trpico del llamado arte de gobernar a los pueblos que ellos se atri
buyen a s mismos como excelencia propia. Mas no supieron hacerlo
as porque su sabidura slo serva a la propia prepotencia, y el su
puesto orgullo de los pueblos slo fu doblado por un orgullo mucho
mayor.

VI

CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE EL DESTINO


DE ROMA Y SU HISTORIA

Es muy vieja la discusin de la filosofa poltica sobre si fu la


valenta o la fortuna la que contribuy en mayor medida a la gran
deza de Roma. Plutarco y con l varios escritores romanos y griegos
manifestaron su opinin sobre este punto, y en tiempos ms moder
nos apenas hay un espritu reflexivo dedicado a la historia que io
haya tratado este problema. Por lo que a Plutarco se refiere, con
todo lo que concede al valor de los romanos, se decide por la fortuna
como factor decisivo, mostrndose en este excurso lo mismo que en
sus otros escritos, como un griego de estilo florido y ameno, pero no
precisamente como un espritu profundo que sepa agotar el tema
elegido. Los ms de los romanos atribuyronlo todo a su valenta,
mientras que los filsofos de pocas posteriores idearon un supuesto
plan de descomunal previsin, el cual desde el primer da habra
servido de piedra fundamental para el podero romano hasta llegar
a su punto culminante. La historia pone en evidencia que ninguno
de esos sistemas explicativos puede pretender exclusividad, pero que
combinados todos ellos con justeza, aciertan con la verdad. Valenta,
suerte y prudencia tenan que mancomunarse para realizar lo que
desde los tiempos de Rmulo fu realizado, y en efecto, vemos a estas
tres diosas en ntima alianza en favor de Roma desde el primer da.
Si a la manera de los antiguos queremos llamar fortuna o naturaleza
todo el engranaje de causas y efectos vivos, entonces tanto el valor
como la crueldad despiadada, la prudencia como la astucia de los
romanos, forman parte de esta fortuna que todo lo gobierna. Seme
jante modo de ver siempre ser inadecuado mientras se quiera atri
buirlo todo a una sola de las propiedades enumeradas, olvidando al
pensar en las excelencias de los romanos sus defectos y vicios, al apre
ciar el carcter intrnseco de sus acciones, las circunstancias concomi
tantes, y al admirar su grande y slido arte militar, el azar que tantas
veces le fu propicio. Los gansos del Capitolio no fueron menos dio
ses salvadores de Roma que el arrojo de Camilo, la indecisin de
Fabio o su Jpiter Stator. En la naturaleza, todas las cosas que ejer
cen un influjo causal mutuo, implantando, conservando o destru
yendo, forman un todo inseparable; las leyes naturales de la historia
no obran de otra manera.
Es un interesante ejercido mental preguntarse alguna vez qu
hubiera sido de Roma en circunstancias distintas: por ejemplo, si hu
biera estado situada en otra parte del mundo, si al principio hubiera
sido trasladada a Veyes, si Breno hubiera ocupado el Capitolio, si
Alejandro hubiera hecho la guerra a Italia, si Anbal hubiera ocu
pado la ciudad o si hubiera seguido el consejo que l di a Antoco.
Asimismo se puede preguntar cmo hubiera gobernado un Csar en
lugar de Augusto, un Germnico en vez de Tiberio, qu estado de
cosas se hubiera producido en el mundo sin la aparicin del cristia
nismo, etctera. Cada uno de estos planteamientos nos conduce a ta7
concatenacin de circunstancias que, al fin, se aprende a considerar a
Roma a la manera oriental, como a un ser viviente que slo bajo stas-
y no otras circunstancias pudo un da surgir del Tber como una isla
del mar, aprender a lidiar con todos los pueblos de su espacio vital,
a subyugarlos, luego, y a exterminarlos, y a hallar finalmente en s
misma los lmites de su gloria y el germen de su putrefaccin, del que
efectivamente pereci. Para esta manera de consideracin histrica
desaparece toda arbitrariedad sin sentido, aun en la historia. En
ella, como en todo fenmeno de los reinos naturales, todo o nada es
casualidad, todo o nada es arbitrario. Todo fenmeno histrico se
transforma as en un fenmeno natural, y el ms digno de ser medi
tado para el hombre, pues tanto le va en ello y l mismo encuentra
de esta manera, aunque encerrado en una cscara amarga,, el ncleo
ms provechoso, hasta en los acontecimientos que superan en mucho
sus fuerzas individuales a causa del peso abrumador de las circuns
tancias. de una poca, como en el caso de Grecia oprimida, Cartago y
Numanda, los Sertorio, Espartaco y Viriato asesinados, la muerte del
segundo Pompeyo, de Druso, Germnico, Britnico, etctera. Esta
forma de consideracin histrica es la nica que puede llamarse filo
sfica, y todos los espritus pensativos la han f y"ercido sin saberlo.
Nada ms contrario a esta manera imparcial de ver la historia
que suponer, aunque fuera en una historia tan sangrienta como la
romana, un secreto plan de la Providencia, como por ejemplo, que
Roma hubiese alcanzado tal cumbre del poder especialmente para
que produjera oradores y poetas, difundiera el derecho romano y la
lengua latina hasta los lmites de su Imperio y preparara todos los
caminos para que se introdujese la religin cristiana. Cualquiera
sabe cun inmensos eran los males que afligan a Roma y al mundo
a su alrededor antes de que hubiera lugar para los tales poetas y ado
radores; cun caro le cost tan slo a Sicilia, por ejemplo, el discurso
de Cicern contra Verres, qu predo pag Roma y l mismo por sus
discursos contra Catilin, sus ataques contra Antonio, etctera. Segn
esta teora, para salvar una perla deba primero hundirse un barco,
y miles de seres humanos deban perder la vida slo para que sobre
sus cenizas floreciesen unas pocas flores que luego tambin eran dis
persadas por el viento. Torrentes de sangre romana deban derra
marse, innumerables pueblos y reinos oprimirse para comprar a este
precio una Eneida de Virgilio y la serena musa de un Horacio junto
con sus comedidas epstolas. Acaso merecan estos sin duda hermosos
frutos de un forzado siglo de oro semejantes dispendios? No es otro
el caso del derecho romano. Quin puede ignorar cuntos y cules
sufrimientos tuvieron que soportar los pueblos por su causa, y cun
tas institudones ms humanas de los ms diversos pases fueron des
truidas de esta manera? Pueblos extraos eran juzgados segn cos
tumbres que ellos ignoraban por completo; se familiarizaron con
vicios y sus castigos de los que jams haban odo hablar, y final
mente, todo el proceso de esta legislacin que slo se adaptaba a la
Constitucin de Roma, al cabo de mil opresiones no-borr y desna
turaliz, por ventura, el carcter de todas las nadones vencidas hasta
el punto de que al fin slo aparece en todas partes el guila de Roma
que cubre con alas debilitadas los tristes cadveres de las provincias
a las que arranc los ojos y comi las mismas entraas? Tampoco la
lengua latina obtuvo riqueza alguna de los pueblos conquistados, ni
stos de aqulla. La latina degener hasta quedar redudda a una
mezcolanza latinizante que desde las provincias acab por invadir la
misma Roma. Tambin el hermoso idioma griego fu despojado poi
aqulla de su. puro esplendor y tantos dialectos de otros tantos pue
blos, que a ellos y a nosotros fueran mucho ms provechosos que un
latn vulgar y decadente, se perdieron con excepcin de unos pocos
restos insignificantes. En cuanto a la religin cristiana, finalmente,
por ms que respeto los beneficios que aport al gnero humano,
disto mucho de creer que siquiera una sola piedra miliaria de la an
tigua Roma se hubiese colocado por su causa. No fu para ella
que Rmulo fund la ciudad, ni fu para favorecerla que Pompe
yo y Craso invadieron la Jud'ea, y mucho menos todas las insti
tuciones romanas en Europa y Asia tenan el fin de allanarle los
caminos. Roma recibi la religin cristiana no de otra manera que
el culto de Isis y cualquier supersticin desechada del mundo orien
tal. Digo ms: sera indigno de Dios suponer que la Providencia no
hubiese encontrado mejores instrumentos que las manos tirnicas y
ensangrentadas de los romanos para la ms hermosa de sus obras, que
es la propagacin de la verdad y de la virtud. La religin cristiana
surgi por sus fuerzas intrnsecas, como por ellas creci el Imperio
Romano, y si ambos acabaron por unirse, ninguno sac ganancias de
semejante matrimonio. Su fruto fu un bastardo romano-cristiano
y algunos desearan que nunca hubiese visto la luz del mundo.
La filosofa teleolgica no aport ventajas a la historia natural,
antes bien sustituy la investigacin cientfica con un espejismo;
cunto ms ocurre esto en la historia humana con su infinito engra
naje de miles de fines particulares.
Por consiguiente, debemos renunciar tambin a la hiptesis de
que el fin de los romanos en la sucesin de los perodos histricos ha
ya sido constituir un eslabn ms perfecto en la cadena de las cultu
ras, como podra ocurrir en una construccin ideada por el hombre.
Nunca lograron los romanos superar a los griegos en lo que stos se
haban distinguido, y lo que posean de su propia cosecha no lo ha
ban aprendido de los griegos. Aprovecharon, s, a todos los pueblos
que llegaron a conocer, incluso los hindes y trogloditas; pero usaron
de ellos a la romana, y muchas veces es dudoso si para bien o para
mal. As como todas las otras naciones no existan con el fin de ser
v ir a los romanos ni haban fundado sus diversas instituciones para
ellos con varios siglos de anterioridad, as tampoco cabe suponer que
lo hicieran los griegos. Tanto Atenas como las colonias en Italia se
dieron sus leyes a s mismas y no para los romanos; y si no hubiera
habido una Atenas, mucho me temo que los romanos hubieran te
nido que pedir las tablas de la ley a los escitas. Adems, la legislacin
de los helenos era en ms de un aspecto ms perfecta que la de los
romanos, y los defectos de la romana se difundieron por una parte
mucho mayor del mundo. Donde acaso evolucionaran en sentido
humanitario, lo hicieron al estilo romano, ya que hubiera sido anti
natural que los vencedores de tantas naciones civilizadas no apren
diesen siquiera las apariencias de un humanismo que aprovecharon
a menudo para engaar a los pueblos.
Ya no quedara otra suposicin sino que la Providencia hubiese
elegido al Estado romano y la lengua latina para formar un puente
a travs del cual los tesoros de la Antigedad pudiesen llegar hasta
nosotros. No podra haberse escogido ningn puente peor que ste,
puesto que por causa de su constitucin hemos perdido la mayor parte
de aquellos valores. Los romanos destruyeron y fueron destruidos;,
pero los destructores no son quienes conservan al mundo. Al contra
rio, sublevaron a todos los pueblos hasta acabar siendo su vctima, y
la Providencia no obr ningn milagro para impedirlo. Considere
mos, pues, este fenmeno natural como todos los dems cuyas causas
y efectos se quieren investigar libremente, sin suposiciones gratuitas.
Los romanos fueron y llegaron a ser lo que pudieron ser. Todas sus-
cosas perecieron o se conservaron segn era posible que perecieran
o se conservaran. Los perodos histricos se suceden y con ellos las-
mltiples formas del fruto de los tiempos: la humanidad. En la tie
rra floreci todo lo que pudo florecer, cada cosa a su tiempo y dentro-
de su esfera; se marchit y volver a florecer una vez que su tiempo-
haya llegado. La obra de la Providencia contina su eterno proceso
de conformidad con las grandes leyes generales a cuya consideracin-,
pasamos ahora con la debida modestia.
LIBRO DCIMO QUINT O

T RANSiTORio es todo en la historia. A la entrada de su templo es-


tn escritas las palabras: Vajaifdad y Caducidad. Con nuestros
pies hollamos el polvo de nuestros antepasados, y nuestra vida trans
curre sobre los escombros de constituciones y reinos destruidos. Co
mo sombras pasaron a nuestro lado Egipto, Persia, Grecia, Roma;
como espectros salen de sus tumbas para ocupar su lugar en el desfile
de la historia.
Y en efecto: quin no le desea una muerte tranquila a cualquier
Constitucin poltica o Estado que lleg a sobrevivirse? Quin no se
sobrecoge de espanto si en un mbito de seres vivos y activos tropieza
de improviso con las criptas mortuorias de instituciones anticuadas
que roban a los vivientes la luz de sus moradas? El sucesor hace des
pejar estas catacumbas, mas qu pronto sus propias reformas pare
cern a su sucesor monumentos tan mortuorios como los anteriores
-para ser relegados bajo tierra!
La causa del carcter efmero de todas las cosas terrenas se en-
cuentra en su esencia, en el lugar que ocupan, e todas Iai leyes que
gobiernan nuestra naturaleza. El cuerpo humano es una envoltura
frgil empeada en constante renovacin hasta que, por fin, cesa_su
poder renovador; el espritu del hombre, empero, ejerce su accin en
la tierra slo en el cuerpo y por medio_ de l. os hacemos la
ilusin de ser independientes, cuando en realidad dependemos en
todo de la naturaleza. Siendo nosotros meros eslabones de una conca
tenacin de cosas transitorias, no podemos sustraernos al ciclo vital
del conjunto, que no es otro que su^ nacimiento, su existencia y su
muerte, iDbil es el hilo que une las generaciones humanas; en cual
quier momento puede romperse para ser anudado nuevamente. El
anciano cargado de aos y experiencia vuelve a la tierra para que su
sucesor tenga que comenzar otra vez como un nio, o tal vez destruya
neciamente las obras de su predecesor para dejar, a su vez, al que le
sigue, el mismo trabajo vano en que consumi su vida. As van es
abonndose los das, las estirpes y los reinos; el sol se pone para que
sobrevenga la noche y nazca en los hombres la esperanza de una nue
va aurora.
Si en todo esto se pudiera advertir por lo menos algn progreso,
nada sera; pero dnde se muestra en la historia? En todas partes
se ve destruccin y muerte sin que lo nuevo aventaje a lo destruido.
Las naciones florecen y se marchitan; en las marchitas no vuelven a
florecer otras flores ms hermosas. JLa cultura se traslada, mas no
por esto se perfecciona; trasladada a otro lugar, desarrolla all nuevas
aptitudes; pero las anteriores se pierden irremisiblemente. Fueron,
acaso, los romanos ms sabios y felices que los griegos, o lo somos nos
otros ms que cualquiera de ambos?
La naturaleza del hombre sigue siendo siempre la misma. En el
aos diez mil nace con las mismas pasiones con que naci en el
aos dos, y termina el curso de su necedad hasta llegar a una sabidu
ra tarda, imperfecta e intil. Estamos errando por los corredores
de un laberinto donde es muy corto el trayecto del camino que abarca
nuestra existencia, de suerte que casi puede sernos indiferente que el
camino elegido vaya a desembocar en la salida o en el caos.
Triste suerte la del gnero humano que a despecho de todos
sus esfuerzos est condenado a la rueda de Ixionte, atado a la pea
de Ssifo y sentenciado a la angustia de Tntalo. Nos vemos en el
trance de querer y luchar sin ver jams el fruto completo de nuestros
esfuerzos n i ver de toda la historia un verdadero resultado de todos
los afanes humanos. Si un pueblo vive aislado, su carcter_sejvaldes-
gastando con el correr de los tiempos; si, en cambio, entra en con
tacto con otros, pronto es arrojado al crisol de los pueblos, donde su
figura caraters tica perece por igual. Es as como edificamos sobre
arena y escribimos en el aire; el aire se desplaza con un. soplo, la are
na se desmorona, y al punto ha desaparecido nuestro palacio y nues
tros pensamientos.
Para qu, entonces, tanta fatiga desdichada que Dios impuso
por jomada al gnero: humano en su corta vida? Para qu llevar la
pesada carga que slo nos conduce al supulcro? Y esto que a nadie
se le pregunt si estaba dispuesto a llevarla, si aceptaba nacer jus
tamente en este momento y lugar, en esta esfera de la vida humana.
Ms an: como la mayor parte de los males que afligen a los hombres
provienen de ellos mismos, de sus defectuosas constituciones y sus
malos gobiernos, de la soberbia de los opresores y de una debilidad
de los dominadores y dominados casi inevitable, qu destino es
este que unci al hombre al yugo de su propia especie y lo vendi
el arbitrio inconstante o alocado de sushermanos?. Si sumamos los
perodos de bienestar y desgracia da los pueblos, sus buenos y malos
gobernante0, y aun entre los mejores su caudal de sabidura y nece
dad, su razn y sus pasiones, qu inmensamente negativo ser el
resultado! Echemos una mirada a los dspotas del Asia, frica y casi
toda la redondez de la tierra; veamos a esos monstruos que al frente
del Imperio Romano fueron durante siglos el flagelo del mundo;
contemos los disturbios y guerras, las represiones y rebeliones, y
atindase el resultado de todo ello. Bruto cae, Antonio triunfa; Ger
mnico sucumbe mientras reinan Tiberio, Calgula y Nern; Arsti-
des es desterrado; Confucio peregrina en errante fuga, Scrates, Fo-
cin y Sneca deben morir. Se vislumbra, s, a cada paso el axioma:
Lo que es, es;_lo que puede ser, ser; lo que es efmero, sucumbe.
Pero esta triste conclusin no hace ms que predicamos otra mxima
que dice que en nuestro inundo slo triunfa la viva fuerza y su her
mana la malvola astucia.
De esta manera, el hombre se consume por la duda y la desespe
racin, y al parecer con el fundamento que le prestan las experiencias
histricas; ms an: parece que esta triste queja se confirma con cada
uno de los hechos de la historia universal, por lo cual conozco a ms
de cuatro que corren peligro de perder la fe en Dios cuando se em
barcan en el rugiente mar de la historia humana, despus de haber
contemplado su rostro y adorado su santidad en cada hierbita y grano
de arena que admiraron en la tierra firme de la historia natural.
Todo en el templo de la creacin les pareca repleto de omnipoten
cia divina y benigna sabidura; en cambio, trasladados al bullicio de
las acciones humanas que tambin constituyen el fin de nuestra vida,
no vieron ms que un campo de batalla de pasiones desatinadas,
fuerzas salvajes, artimaas destructoras sin una intencin final bon
dadosa que sirviera de norte a todo este caos. La historia les pareci,
al fi. una telaraa relegada a xm pobre rincn de la creacin en
cuyos hilos entreverados se encuentran vctimas desgraciadas o sus
momias resecadas en demasa, pero sin advertir siquiera el centro
donde convergen los hilos de la telaraa, nLmucho menos la araa
misma, autora de tan triste tejido.
Sin embargo, si hay un I)ios en la naturaleza, tambin, lo hay
en la historia, porque tambin el hombre es parte de la creacin y
debe ajustarse aun en medio de sus ms salvajes perversiones y pasio
nes a leyes que no son menos hermosas y excelentes que las que rigen
todos los cuerpos celestes y terrestres. Ahora bien: como estoy con
vencido de que es posible y lcito para el hombre saber lo que debe
saber, las'escenas turbulentas que pasaron ante nuestra vista no
me impiden acercarme con confianza y libertad de espritu a las
magnficas y elevadas leyes naturales que gobiernan tambin en medio
de tanto aparente tumulto. :
I

EL FIN DE LA NATURALEZA HUMANA ES SER HUMANO Y


CON ESTE FIN DIOS PUSO EL DESTINO DE LA ESPECIE
HUMANA EN SUS PROPIAS MANOS

El fin de una cosa que no sea solamente un medio, debe estar


en ella misma. Si como la aguja del imn, que se orienta hacia el
norte, hubiramos sido creados con el fin de tender con afn siempre
renovado e intil a un punto de perfeccin que nos es extrnseco y
para siempre inalcanzable, deberamos sentir lstima no slo de nos
otros mismos en calidad de mquinas ciegas, sino hasta del ser que
nos conden a semejante destino de Tntalo, creando nuestra especie
solamente para cebarse en nuestra desgracia con gozo perverso y
nada divino. Aunque dijramos en su descargo que nuestros in
tiles esfuerzos que nunca consiguen su fin tienen en todo caso el
buen resultado de mantener a nuestra naturaleza en constante acti
vidad, siempre sera imperfecto y desalmado el ser que se disculpa
de esta manera, porque ningn bien se sigue de la actividad que no
alcanza el fin propuesto, y este ser, al engaamos con semejante
espejismo, nos habra engaado, impotente para cumplir su pro
mesa o con malvada intencin indigna de l. Pero, felizmente, no
es verdad que la naturaleza de las cosas nos induzca a esta ilusin.
Si consideramos a la humanidad tal como la podemos conocer y
conforme a las leyes que la gobiernan, no conocemos nada superior
en el hombre a su misma humanidad, pues, hasta imaginndonos
ngeles o dioses, los ideamos slo como hombres superiores e idea
lizados.
Ya vimos que es ste el fin evidente para el cual fu organizada
nuestra naturaleza 1; para l recibimos nuestros sentidos e instintos
ms delicados, nuestro intelecto y nuestra libertad, nuestra salud
frgil y sin embargo resistente, nuestro lenguaje, arte y religin. A
travs de todos los estados y formas sociales, no ha podido el hombre
perseguir otro fin ni edificar otra cosa que el humanismo, cualquiera
fuera su concepto del mismo. Con este fin dispuso la naturaleza
nuestros dos sexos y las edades de la vida, prolongndo el perodo
de nuestra infancia para que slo mediante la educacin aprendi
ramos una especie de humanismo. ste es tambin el fin de todos los
estilos de vida que practican los hombres sobre la redondez de la
tierra, as como todos los tipos de vida social. Sea como cazador o

i Parte primera, libro cuarto de esta obra.


pescador, pastor o agricultor y ciudadano, en cualquiera de estos
estados aprendi el hombre a clasificar los alimentos, a construir
viviendas para s y los suyos; a dar la categora de ornato a los ves
tidos para ambos sexos y a ordenar su vida domstica. Los diversos
tipos de legislacin y gobierno tuvieron todos por finalidad que cada
cual ejercitara sus facultades sin ser molestado por los dems y arribar
al goce de una mayor libertad y belleza de la vida. Para esto se
garantiz la propiedad privada, y se facilit el trabajo, las artes, el
comercio y trfico entre los hombres; se estipularon castigos para
los delincuentes y premios para los benemritos y se establecieron!
miles de costumbres morales de las diversas clases sociales en la vida
pblica y privada, y hasta en la religin. No fu otro el fin de las
guerras que se hicieron, de los tratados que se concertaron y de la
paulatina creacin de un derecho de gentes y de guerra junto con
diversas alianzas concernientes a la hospitalidad y el trfico comer
cial, para que el hombre gozara tambin fuera de las fronteras de su
patria de consideracin y respeto. Todo cuanto se hizo de bueno en
la historia, se hizo a favor de la humanidad, y cuanto hubo en ella
de necio, vicioso y repugnante, fu un crimen de lesa humanidad,
de manera que el hombre no es capaz de concebir ningn otro fin
de todos sus esfuerzos y su obrar terreno, como no sea l mismo, con
todas las debilidades y excelencias, bajezas y rasgos de nobleza que
Dios infundi en su naturaleza. Si en toda la creacin procedemos de
manera que conocemos a todo ser nicamente por lo que es y lo que
obra, entonces la naturaleza del gnero humano y su historia nos
ensean con absoluta evidencia cul sea su fin.
Echemos una mirada retrospectiva a la regiones de la tierra que
hemos atravesados hasta ahora. En todas las organizaciones de los
pueblos desde China hasta Roma, en toda la diversidad de sus cons-
tuciones, como en cada uno de sus inventos para la guerra y la paz,
y hasta en todas la barbaridades y defectos de los pueblos, siempre
era reconocible la ley fundamental de la naturaleza: 'El hombre sea
hombre antes que nada, y organice su vida de acuerdo con lo que
tenga por lo mejor! Para esto los pueblos se apoderaron de sus tie
rras y se organizaron como podan. De la mujer y del Estado, de es
clavos, vestidos, casas, diversiones y alimentos, ciencias y artes se hizo
aqu y all todo cuanto se supo hacer para bien propio y de la comu
nidad. De esta manera encontramos a los hombres en todas partes
en posesin y uso del derecho de formarse de acuerdo con un ideal
de humanidad que haban concebido. Si erraban el ideal o se queda
ban a mitad del camino de una tradicin heredada, sufran las conse
cuencias de su error y expiaban su culpa. Dios no limit su libertad
en nada que no fuera el tiempo, el lugar y las energas intrnsecas.
Tampoco obr ningn milagro para corregir los errores, antes bien
dej que surtieran sus inevitables efectos para que los hombres
aprendieran a enmendarlos.
Tan sencilla como es esta ley natural, tan digna es de Dios, tan
armnica y fecunda en consecuencias para el gnero humano. Si ste
deba ser lo que es, y llegar a ser lo que era capaz de ser, era necesario
concederle un campo de libre actividad a su alrededor donde no lo
molestara ningn milagro extramundano o antinatural. Toda la ma
teria inerte y todas la generaciones de seres vivientes que se orien
tan por su instinto, siguieron siendo desde el da de la creacin lo
que eran; al hombre, lo hizo Dios un dios en la tierra, infundindole
el principio intrnseco de su propia actividad y ponindolo en movi
miento desde el comienzo por medio de las necesidades internas y
externas de su naturaleza. El hombre no poda sobrevivir sin hacer
uso de su razn. Una vez que la usara, estaba abierta la puerta para
mil errores y fracasos, pero a pesar de. ellos y aun a consecuencia de
ellos se le despejaba el camino para un mejor uso de su intelecto.
Cuanto ms pronto advierte sus errores y ms enrgicamente pone
manos a la obra de corregirlos, tanto mayores son los progresos que
logra y tanto ms completa la evolucin de su humanidad; no tiene
otra alternativa que formarla o gemir durante siglos bajo el peso de
su propia culpa.
Vemos tambin que la naturaleza eligi para la institucin de
esta ley un espacio tan amplio como es la tierra habitada por nues
tra especie, organizando al hombre de manera tan mltiple y diver
sificada como era posible en la tierra. Cerca del mono coloc al ne
gro, y desde el intelecto del negro hasta el cerebro de ms refinada
evolucin, hizo trabajar en la solucin del gran problema de la hu
manidad a todos los pueblos de todos los tiempos. Casi ninguna na
cin del mundo podr errar el camino para alcanzar lo indispen
sable que nos ensean el instinto y la cruda necesidad; para escalar
un grado superior de formacin humana cre pueblos de ms eleva
dos dones en climas ms favorables. As como todo lo bien ordenado
y bello se halla en el punto medio entre dos extremos, as tambin
la: forma ms perfecta de la razn y humanidad deba encontrar su
sitio en tales zonas templadas, y lo encontr, en efecto, abundante
mente, de acuerdo con esta ley natural de la conveniencia comn.
Eues aunque no' hay casi ninguna nacin del Asia a la que pueda
absolverse del cargo de cietra inercia que las hizo detenerse antes de
tiempo en una organizacin, de suyo buena, que errneamente to
maron por una forma heredada, inamovible y sagrada, con todo hay
que disculparlas considerando la inmensa extensin de su Continente
y las peripecias a que se vean expuestas, especialmente por parte de
las tribus montaesas: En conjunto, sus primeras y tempranas ins
tituciones para la evolucin de la humanidad, cada una en su tiem
po y lugar, siguen siendo dignas de alabanza, y menos an pueden
desconocerse los progresos que hicieron los pueblos de las costas del
Mediterrneo gracias a su mayor actividad. Sacudieron el yugo del
despotismo de antiguas formas de gobierno y tradiciones y demos
traron con ello la existencia de la grande y benvola ley del destino
humano de que la naturaleza concede lo que un pueblo o todo el
gnero humano emprenden y ejecutan por su propia fuerza despus
de maduro examen y para su propio bien, ya que la naturaleza no
propuso como fin los dspotas ni las antiguas tradiciones, sino la
mejor forma de humanismo.
El principio de esta divina ley natural nos reconcilia maravillo^
smente no slo con el aspecto que presenta nuestra especie en toda
la tierra, sino tambin con las transformaciones que sufri a lo largo
de todos los tiempos. En todas partes, los hombres son lo que pu
dieron hacer de s o lo que tuvieron nimo y fuerza de ser. Cuando
se sentan satisfechos de lo que eran, o en el gran trigal de los tiem
pos no estaba madura an la cosecha de su progreso, durante siglos
seguan siendo lo que eran. Mas tan prorito como hacan uso de las
armas de su intelecto y su poder, que su Dios les haba entregado,
para aprovechar todas las oportunidades que se les ofrecan, en
tonces avanzaban animosos. Si no lo hacan, esta misma inercia in
dica que eran menos sensibles al atraso, porque todo sentimiento
vivo de una injusticia sufrida, acompaado de la necesaria inteligen
cia y poder, se convierte a la fuerza en ancla de salvacin. As, por
ejemplo, no es verdad en manera alguna que la prolongada obe
diencia prestada al despotismo se fundase en la prepotencia del des
potismo; por el contrario, el nico fundamento en que ste se apo
yaba era la debilidad confiada y tolerante de los subyugados, como
lo era ms tarde su inercia paciente. Claro que es ms fcil padecer
que reformar con energa,, y por esto hubo tantos pueblos que no
hicieron uso del derecho que Dios les haba conferido mediante el
don de su razn.
No cabe duda, empero, de que acontecer en esta tierra lo que
todava no sucedi, porque los derechos de la humanidad no tienen
prescripcin, e inextinguibles son las fuerzas que Dios infundi a
los hombres. Causa admiracin cun lejos llegaron los griegos y ro
manos dentro de su esfera de vida; aunque el fin de sus acciones no
fuera siempre de pureza muy acendrada, demuestran no obstante que
fueron capaces de alcanzar esta meta. Su ejemplo ilumina la his
toria y anima a todos a seguir sus pasos y llegar ms all bajo igual
y aun mayor proteccin por parte del destino. Desde este punto de
vista,; toda la historia de los pueblos se convierte en una escuela de
emulacin para alcanzar la ms hermosa corona de humanismo y
dignidad humana. Tantas gloriosas naciones antiguas alcanzaron una
meta inferior, por qu la nuestra no ha de ser ms pura y elevada?
Ellos eran hombres como nosotros; su vocacin de tender a la per
feccin humana es la nuestra, aunque segn nuestras circunstancias
de tiempo, nuestra conciencia y nuestras obligaciones. Lo que aque
llos llevaron a cabo sin intervencin de milagros, tambin nosotros
podemos y debemos hacerlo. Dios nos ayuda solamente por medio
de nuestra diligencia, nuestro intelecto y nuestras energas. Cuando
hubo creado la tierra y los seres privados de razn, form al hombre
y le dijo: S t mi imagen, un dios en la tierra: reina y gobiernal
Lo que puedas producir de noble y excelente de tu naturaleza, pro
dcelo; no puedo asistirte con milagros porque he puesto tu destino
humano en tus manos de hombre; pero te auxiliarn todas mis sa
gradas y eternas leyes naturales.
Meditemos ahora sobre algunas de estas leyes naturales que con
forme a los testimonios de la historia contribuyeron al progreso de
]o humano en nuestra especie y tambin nos han de ayudar a nos
otros tan ciertamente como son leyes naturales promulgadas por el
mismo Dios.

n
TODAS LAS FUERZAS DESTRUCTIVAS EN LA NATURALEZA
NO SLO SON SUPERADAS POR LAS FUERZAS CONSTRUC
TIVAS EN EL TRANSCURSO DEL TIEMPO, SINO QUE, EN
LTIMO TRMINO, TIENEN QUE CO N TRIBU ^' ELLAS
MISMAS A LA EVOLUCIN DEL CONJUNTO

P r i m e r e j e mp l o : Cuando al principio flotaban dispersos


en el espacio inconmensurable los elementos primitivos de los futu
ros mundos, plugo al Creador de los mundos que se formase la ma
teria de acuerdo con las fuerzas intrnsecas creadas en aqullos. Lo
que no pudo hallar una trayectoria propia o lo que el sol atrajo
con energa ineludible como centro del todo, convirtise en su sat
lite. Lo que hall otro centro de atraccin se agrup all de manera
anloga, cuando no gir en trayectoria eliptoide alrededor de sus
focos, o se perdi describiendo curvas hiperblicas o parablicas
para no volver jams. De esta manera se iba purificando el ter, y
de un caos flotante y convergente naci un sistema csmico arm
nico segn el cual planetas y cometas giran alrededor del sol en tra
yectorias regulares por millones de aos; prueba absoluta de la ley
natural segn la cual, m e d i a n t e f u e r z a s d i v i n a s c o m u
n i c a d a s , e 1 e s t a d o c a t i c o se c o n v i e r t e e n o r
d e n . Mientras esta ley simple y grandiosa del equilibrio y propor
cin de las fuerzas se mantenga, la estructura del mundo descansa
sobre pilares inconmovibles, porque se funda en un atributo y una
regla d Dios.
S e g u n d o e j e m p l o : As como la tierra se transform de
una masa informe en un planeta, as tambin lucharon los elementos
entre s hasta que cada cual encontr su lugar, de manera que des
pus de muchas perturbaciones todo trabaja para bien de nuestro
globo armnicamente ordenado. Tierra y agua, fuego y aire, esta
ciones y climas, vientos y ros y las condiciones atmosfricas: todo
est sujeto a la nica gran ley de la forma y masa de la tierra, su
impulso y su distancia del sol, regulndose armnicamente conforme
a estos factores. Ya no estn en actividad los inumerables volcanes
que cubran de fuego la superficie de la tierra; ya no hierve el oca
no lleno de cido sulfrico fumante y otras materias que en otros
tiempos cubran la tierra firme. Millones de seres perecieron porque
deban perecer; lo que pudo conservarse qued y existe desde mile
nios en armnico orden. Animales salvajes y mansos, herbvoros y
carnvoros, insectos, aves, peces y hombres estn ordenados unos con
tra otros, y entre todos ellos macho y hembra, nacimiento y muerte,
duracin y vejez, penurias y goces, necesidades y diversiones. Todo
esto no se relaciona segn el arbitrio inestable y tornadizo de un
enigmtico destino, sino conforme a evidentes leyes naturales que
estaban en la estructura de las criaturas, es decir, e n l a p r o p o r
c i n de t o d a s l a s f u e r z a s o r g n i c a s q u e v i v i e
r o n y se c o n s e r v a r o n e n n u e s t r o p l a n e t a . Mien
tras dure la ley natural de esta estructura y proporcin, durarn
tambin sus consecuencias, a saber, el orden armnico entre la parte
inanimada y la animada de la creacin, el cual, como lo demuestra
el interior de la tierra, slo pudo labrarse con la muerte de millones
de seres.
Pues cmo en la vida del hombre no habra de regir esta
misma ley que conforme a las fuerzas naturales intrnsecas crea el
orden del caos y lleva la regularidad a la confusin de los hombres?
No cabe duda, llevamos este principio dentro de nosotros, el cual
debe operar y opera de hecho conforme a su esencia. Todos los
errores del hombre son un barrunto de verdad; todas la pasiones que
bullen en su corazn son instintos salvajes de una potencia que an
no es consciente de s misma pero que de acuerdo con su naturaleza
tiende siempre al bien. Aun las tormentas del mar, tantas veces des
tructoras y devastadoras, son hijas de un orden armnico del mundo
al que,deben servir lo mismo que la suave brisa primaveral. Tratar
de confirmar esta verdad consoladora con algunas observaciones.
1. As como las tormentas del mar son menos frecuentes que sus
vientos regulares, as tambin es benigna ordenacin de la natura
leza que en la especie humana n a z c a n m u c h o s m e n o s e l e
mentos de s t ru cti vo s que c o n s t r u c t i v o s .
En el reino animal es una ley divina que haya menos leones y
tigres que ovejas y palomas; de la misma manera es regla benigna de
la historia que el nmero de los Nabucodonosor y Cambises, Alejan
dro y Sila, Atila y Gengis-Khan sea muy inferior al de generales ms;
humanos y monarcas pacficos. Para producirse figuras como aqu
llas se requieren pasiones muy desequilibradas o una naturaleza de
formada, por lo cual parecen meteoros dainos en vez de astros ruti
lantes; o bien las ms veces se dan circunstancias extraordinarias en
la educacin, raras oportunidades que permiten contraer un hbito
desde muy joven, o tambin las duras exigencias de la poltica hostil
de los vecinos, para poner en marcha a los llamados flagelos de la
humanidad, y llevar adelante sus planes. Si bien es verdad que la
naturaleza no dejar de producir entre las innumerables formas y
complexiones humanas individuos de pasiones desbordantes y esp
ritus destructivos en vez de constructivos, est en manos de los hom
bres no confiar sus rebaos a semejantes tigres y lobos, sino domarlos
a su vez por la leyes humanitarias. Ya no hay uros en Europa, los
cuales habitaban antes los bosques por doquier; los monstruos afri
canos que Roma utilizaba para sus juegos, resultaban cada vez
ms difciles de encontrar. A medida que se acrecienta la civilizacin
de los pases, ms se estrecha el espacio disponible para el desierto y
sus habitantes salvajes. As ocurre tambin con nuestra especie: el
auge de la cultura humana tiene por efecto natural que, junto con
la fuerza bruta, se debiliten tambin las predisposiciones para el
salvajismo pasional formndose un tipo humano, ms delicado. No
hay que negar que tambin en este ltimo son posibles las irregula
ridades, a menudo tanto ms funestas cuanto que se basan en una
debilidad infantil, cual lo demuestran los ejemplos de tantos dspo
tas orientales y romanos; mas como de todos modos es ms fcil
domesticar un nio consentido que un tigre feroz, la naturaleza nos
ha dado con esta regulacin el medio con que, ayudados de nuestro
trabajo, podamos poner en orden lo desordenado, y domar la fero
cidad insaciable. Ya no hay regiones infestadas por dragones contra
los que hiciera falta que salieran los gigantes del pasado, y contra
hombres no nos son necesarias fuerzas hercleas para destruirlos.
Ejerzan hroes de esta mentalidad su sangriento oficio en l Cu-
caso o en el frica para buscar al Minotauro y matarlo; la sociedad
en que viven tiene el derecho incontestable de combatir por su cuen
ta a todos los toros lanzallamas de Gerionte. Entregndose a tales
sujetos voluntariamente para pbulo de su rapacidad, lo hace por
su propia culpa, como fu culpa propia de los pueblos que no for
maran una gran alianza universal en pro de la libertad del mundo
y en contra de la Roma devastadora.
2. E l t r a n s c u r s o de 1 a h i s t o r i a d e m u e s t r a
q u e c o n e l c r e c i m i e n t o de u n a a c t i t u d v e r d a
d e r a m e n t e h u m a n a d i s m i n u y en e f e c t o el n
m e r o de l o s d e m o n i o s d e s t r u c t o r e s d e l g n e r o
h u m a n o , de a c u e r d o c o n l a s l e y e s n a t u r a l e s
i n h e r e n t e s a u n i n t e l e c t o y u n a p o l t i c a de
mayor es luces.
A medida que progresa la razn entre los hombres, aprenden
desde su infancia que hay mayor y mejor grandeza que la de los
tiranos misntropos, y que es mejor y an ms difcil cultivar tie
rras que devastarlas, contruir ciudades que arrasarlas. Los laboriosos
egipcios, los ingeniosos griegos, los fenicios mercaderes no slo hacen
mejor figura en la historia, sino que tambin gozaron de una vida
mucho ms agradable y provechosa que los persas devastadores, los
romanos conquistadores y los cartagineses codiciosos. La glora y
el recuerdo de aqullos lo mismo que los efectos duraderos de sus
acciones se hacen ms inmortales con el transcurso del tiempo, mien
tras que los destructores con su prepotencia demonaca no consiguie
ron ms que transformarse en un pueblo opulento y miserable sobre
las ruinas de su botn para tener que apurar finalmente el cliz de
un castigo tanto' peor. Fu ste el caso de los asrios, babilonios,
persas y romanos; y hasta a los griegos, su discordia interna, y a al
gunas de sus provincias y ciudades su opulencia, les cost mucho ms
cara que la espada de sus enemigos. Ahora bien: estos principios son
una ley natural que no se demuestra por algunos casuales ejemplos
de la historia sino que se desprende de la misma naturaleza de las
cosas, es decir, la naturaleza de la opresin o la prepotencia, o las
consecuencias de la victoria, la opulencia y la soberbia como secue
las de un desequilibrio producido, que opera uniformemente. Por
qu entonces dudar de que estas leyes naturales deban conocerse
como cualquiera otra y que su eficiencia es infalible y tanto mayor
cuanto ms claramente sean conocidas? Lo que puede conocerse con
precisin matemtica y utilizarse para clculos polticos, debe reco
nocerse como verdad incontestable tarde o temprano, pues a nadie
se le ocurri hasta ahora dudar de los teoremas de Euclides o de las
tablas de multiplicar.
Es as como la historia del gnero humano, aunque todava tan
breve, demuestra ya a las claras que la creciente ilustracin de los
pueblos disminuy felizmente su destruccin misantrpica y sin sen
tido. Desde el ocaso de Roma no se form en Europa ningn otro
imperio civilizado que hubiese basado toda su constitucin en gue
rras y conquistas, porque las naciones devastadoras de la poca de
transicin eran primitivas y salvajes. A medida que iba aumen
tando su cultura, y aprendieron a apreciar su propiedad, se les im
puso, sin darse cuenta y hasta contra su voluntad, el espritu ms
bello y sosegado del amor a las artes, la agricultura, el comercio y
las ciencias. Se aprendi a utilizar las cosas sin destruirlas ya que
destruidas no servan para nada, por lo cual se produjo con el
tiempo una especie de equilibrio natural y pacfico entre los pue
blos, que acabaron por comprender finalmente, despus de siglos de
guerras feroces, que el fin que cada cual persegua no era alcanzable
sino por medio de la cooperacin de todos. Hasta el objeto que
ms excita la codicia, el comercio, no pudo orientarse por otros
caminos que este que es el que ensea la misma naturaleza triun
fadora sobre todas las pasiones y prejuicios. Todos los Estados mer
cantes de Europa lamentan ya ahora y lamentarn mucho ms an
en lo futuro cuntos valores destruyeron absurdamente en otros
tiempos por causa de la supersticin o de la envidia. A medida que
la razn va ganando terreno, la marina de guerra tiene que trans
formarse en mercante, basada en la justicia y consideracin mutuas,
continua emulacin de la tcnica y habilidad; en una palabra: en
una actitud autnticamente humana y en sus leyes eternas.
Nuestra alma se inunda de nitma satisfaccin al ver que el
blsamo encerrado en las leyes naturales de la humanidad no slo
se hace sentir sino que en virtud de su naturaleza se difunde y
va ganando terreno entre los hombres, aun contra su voluntad,
Dios no pudo quitarles la facultad de pecar; pero, en cambio, con
firi al pecado del hombre la propiedad de manifestarse tarde o
temprano como tal para hacerse evidente a la criatura dotada de
razn. Ningn gobernante inteligente administra ya sus provincias
como lo hizo el rey de los persas y ni siquiera al estilo romano, si
no por filantropa, por lo menos con un mejor conocimiento de cau
sa, ya que la especulacin poltica se ha hecho ms certera, gil y
definida. Slo a un demente se le ocurrira hoy en da construir
pirmides egipcias y cualquiera que, sin embargo, cometiera seme
jantes locuras sera tenido por todas las personas razonables como
demente, si no por amor a los pueblos, cuando menos por clculo
econmico. Ya no toleramos luchas sangrientas de gladiadores ni
crueles peleas entre animales; por todos estos fieros ejercicios de su
juventud pas el gnero humano para reconocer finalmente que no
vala la pena el placer delirante que proporcionaban. De la misma
manera ya no hay lugar para la opresin que aplastaba a los pobres
esclavos romanos o los helotes de Esparta, porque nuestras consti
tuciones saben lograr ms fcilmente con seres libres lo que aque
llas antiguas conseguan a mayor precio y peligro con animales hu
manos. Ms an: ha de venir el tiempo en que recordemos nuestra
inhumana trata de negros con tanta repugnancia como los esclavos
romanos o los helotes espartanos, si no por filantropa, al menos por
clculo. Brevemente, debemos dar gracias a Dios que dot de razn
a nuestra dbil naturaleza, tan sujeta a errores, como un eterno rayo
de luz tomado del sol divino cuya esencia consiste en deshacer las
tinieblas y mostrar la figura de las cosas tal como es.
3. E l p r o g r e s o de l a t c n i c a y de l os i n
v e n t o s p r o p o r c i o n a al g n e r o h u m a n o m e d i o s
c a d a vez m e j o r e s p a r a l i m i t a r o h a c e r ino
f e n s i v o lo q u e l a n a t u r a l e z a no p u d o e x t e r
m i n a r p o r s s o l a .
En el mar debe haber tormentas y la madre de todas las cosas
no pudo librar de ellas al gnero humano, pero qu le di en
cambio? El arte naval. Precisamente a causa de estas tormentas
invent el hombre las mil formas artificiosas que di a sus navios,
con los cuales no slo venci las tormentas sino que hasta aprendi
a aprovecharlas y navegar dejndose llevar en sus alas.
Perdido en el mar, no poda el marino errante invocar a la&
Tindrides para que se le aparecieran indicndole el camino recto;
y as invent l mismo su gua, la brjula, y se busc sus propias
Tindrides en el cielo; el sol, la luna y los astros. Armado con esta
ciencia se lanz al ocano infinito surcando sus alturas y profun
didades.
La naturaleza no poda privar al hombre del fuego, elemento
destructor, sin privarle de cuanto haba de humano en su vida.
Pero qu le don mediante el mismo fuego? Mil artificios, toda
una tcnica que no slo sabe neutralizar sus efectos perjudiciales
sino tambin utilizarlo en las formas ms variadas y provechosas.
Lo mismo ocurre con las fieras pasiones del hombre, tormentas
ms terribles que las del mar y elemento ms destructor que el
fuego. Justamente con ellas y por causa de ellas nuestra especie
desarroll su inteligencia y aguz su ingenio inventando miles de
remedios, reglas y artes para no slo tenerlas a raya sino aprove
charlas para el bien, como lo demuestra toda la historia. Un gnero
humano sin pasiones nunca hubiera desarrollado su inteligencia,
sino que todava llevara en alguna cueva la vida del troglodita.
La guerra homicida fu por siglos oficio de delincuentes bru
tales. Durante largo tiempo, los hombres se ejercitaron en l dando
libre curso a sus instintos feroces. Mientras todo dependa de la
fuerza, astucia y maa personal, era inevitable que juntamente con
cualidades muy laudables crecieran tambin aptitudes muy peli
grosas como la de asesinar y robar, como lo demuestran en abundan
cia las guerras de tiempos pasados y presentes. Mas por causa de tan
mortfero oficio se invent, en cierto modo contra la voluntad de
los hombres, el arte de la guerra, cuyos inventores no previeron que
con su perfeccionamiento acabaran por minar las mismas bases de
la guerra. Cuanto ms sta se fu convirtendo en un arte sutil e
ingenioso y, sobre todo, cuanto ms inventos mecnicos entraron a
su servicio, menor fu la intervencin e importancia de las pasiones
individuales y la bruta fuerza personal. Por el contrario, las pa
siones de todos eran sometidas a la concepcin de un solo estratega
y unos pocos generales, hasta que, por fin, slo al monarca de la
nacin le era lcito jugar a este juego tan costoso y peligroso, cuando
en tiempos pasados el pueblo guerrero no depona las armas casi
en ningn momento. Ejemplos de esto vimos no solamente en va
rias naciones asiticas sino tambin en griegos y romanos. Durante
muchos siglos, poco menos que vivan en el campo de batalla. La
guerra de los montes Lepinos dur ciento seis aos; la guerra con
los samnitas setenta y un aos; la ciudad de Veyes fu asediada
durante diez aos cual otra Troya, y conocida de sobra es la desas
trosa guerra del Peloponeso de los griegos, que dur veintiocho aos.
Como en todas las guerras, la muerte en accin es el menor de los
males, siendo el mayor las devastaciones y enfermedades que acom
paan a un ejrcito u oprimen a la ciudad asediada, juntamente
con el desorden general que invade todos los gremios y clases so
ciales, todo lo cual es inherente a una guerra conducida con encono
y pasin; bien podemos dar las gracias a griegos y romanos y, ante
todo, al inventor de la plvora y a los constructores de caones de
haber convertido en arte el ms salvaje de los oficios, dndole, en
los ltimos tiempos, categora de honroso privilegio de las cabezas
coronadas. Desde que son los reyes quienes en persona mueven las
fichas de este juego de honor con sus ejrcitos tan numerosos como
faltos de pasin personal, el solo pundonor del real estratega nos
preserva de asedios que duran dcadas o de guerras' que se prolongan
por setenta y un aos, sin mencionar que estas ltimas se hacen im
posibles por las enormes cantidades de tropas movilizadas. De esta
manera, una inmutable ley natural sac bien de mal por cuanto el
mismo arte militar est, en parte, acabando con la guerra. Por
la misma razn disminuyeron los saqueos y devastaciones, no pre
cisamente por motivos de ndole filantrpica sino por salvar el
honor del comandante en jefe. El derecho de guerra y el trato dado
a los prisioneros se han hecho mucho ms suaves de lo que eran entre
los mismos griegos. Nada digamos de la seguridad pblica, pro
ducto de los Estados guerreros. En todo el Imperio Romano, por
ejemplo, se viajaba seguro hasta donde llegaban las alas del guila
armada; en cambio, en Asia, frica y hasta en Grecia era empresa
peligrosa para el extranjero hacer un viaje, puesto que en estos
pases faltaba una conciencia pblica que lo protegiera. Es as como
el veneno se transforma en remedio perfeccionndose hasta ser un
arte. Determinadas generaciones tuvieron que perecer, mas el todo
inmortal sobrevive los dolores de las partes insignificantes y aprende
a hacer el bien, a fuerza del mal sufrido.
Lo que vale del arte militar, reza tambin, y en mayor medida,
para la poltica, slo que sta es un arte ms difcil por cuanto afecta
el bien de todo el pueblo. Tambin el salvaje de Amrica tiene su
poltica; mas qu estrecho es su horizonte que aporta ventajas mo
mentneas a alguna generacin, sin salvaguardar a toda la nacin
del desastre. Varias pequeas naciones se aniquilaron mutuamente;
otras se debilitaron tanto que no corrern mejor suerte en la peor
de sus guerras, la que llevan con el aguardiente, las viruelas y la
codicia de los europeos. En Asia y Europa observamos que cuanto
ms se perfecciona la constitucin de un Estado, ms firmemente
subsiste en s mismo y ms perfectamente se complementa con otros
Estados, de manera que uno no puede caer mientras no caiga e.
otro. China y el Japn son antiguos edificios con profundos y s
lidos cimientos. Ms artificiales eran ya las constituciones de los
griegos cuyas ms poderosas repblicas lucharon durante siglos por
el equilibrio poltico de la nacin. Peligros comunes las unan y
si la unin hubiera sido perfecta, el valiente pueblo bien habra
podido resistir a Filipo y los romanos tan gloriosamente como en
otros tiempos a Daro y Jerjes. En cuanto a Roma, se benefici
ms que nada de la psima poltica de sus Estados vecinos, a los
que atac y venci por separado. Idntica suerte corri la misma
Roma en los tiempos en que decay su arte poltico y militar, y no
fu otra la de Judea y Egipto. Ningn pueblo cuyo Estado est
bien constituido puede perecer, ni siquiera siendo vencido militar
mente, como lo atestigua China, no obstante todos sus defectos.
An ms evidente resulta el provecho de un arte ingenioso
en el caso de la economa interna de una nacin, o de su comercio,
su jurisprudencia, sus ciencias e industrias. En todos estos tpicos
es manifiesta la ventaja del perfeccionamiento. Un verdadero co
merciante no comete estafas, porque la estafa no enriquece nunca.
Un verdadero sabio no se ufana con una pseudo-ciencia, ni un juris
perito que merezca este nombre ser injusto a conciencia, ya que con
esto se declarara aprendiz y no maestro de su arte. Sin duda ha de
llegar tambin la hora en que el poltico necio se avergence de
su necedad y ser un dspota tirnico se tenga por tan ridculo e
incoherente como se lo tuvo por aborrecible en todos los tiempos.
Esto acaecer tan pronto como se comprenda con claridad meri
diana que toda poltica irracional calcula con una falsa tabla de
multiplicar y que con ella no conseguir ninguna ventaja aunque
obtenga las sumas ms fantsticas. Para esto ha sido escrita la his
toria, y las pruebas de esta afirmacin se mostrarn a medida que
transcurra. Fu menester que precedieran y, en cierto modo, se
agotaran todos los errores de los gobiernos, para que despus de
tanto desorden el hombre aprenda finalmente que el bienestar de
su especie no se basa en el capricho, sino en una ley natural esencial
al hombre, y que no es otra que la razn y la justicia. Pasamos
ahora a desarrollar este principio, esperando que la fuerza intrn
seca de la verdad d a su exposicin luz y poder persuasivo.
III

AUNQUE ES EL DESTINO DEL GNERO HUMANO ESCALAR


SUCESIVAMENTE DIVERSOS GRADOS DE CULTURA BAJO
VARIAS TRANSFORMACIONES, SIN EMBARGO, LA ESTABI
LIDAD DE SU BIENESTAR SE FUNDA ESENCIAL Y EXCLUSI
VAMENTE EN LA RAZN Y LA JUSTICIA

P r i m e r a l e y n a t u r a l : En las ciencias naturales se


demuestra matemticamente que p a r a l a e s t a b i l i d a d de
u n a c o s a se r e q u i e r e s i e m p r e u n g r a d o m x i
mo o m n i m o d e p e r f e c c i n , el c u a l se d e t e r
m i n a p o r l a m a n e r a p r o p i a d e a c t u a r de l as
e n e r g a s de e s t a c o s a . As, por ejemplo, no podra durar
nuestra tierra si su centro de gravedad no estuviera en el lugar
desde donde y hacia donde todas las fuerzas se equilibran. Segn
esta hermosa ley natural, todo ser existente lleva en s mismo su
verdad fsica, su bondad y necesidad como ncleo de su existencia.
S e g u n d a l e y n a t u r a l . Asimismo est demostrado q u e
t o d a l a p e r f e c c i n y bel l ez a - de l as cosas c o m
p u e s t a s y l i m i t a d a s o s u s s i s t e m a s se b a s a en
u n m x i m o d e e s t a n d o l e . Y es que lo similar y lo
desemejante, lo simple en los medios y lo mltiple en los efectos,
la ley del menor esfuerzo para la obtencin del fin ms seguro o
fecundo, forman entre s una especie de simetra y proporcin ar
moniosa que la naturaleza observa escrupulosamente en las leyes
del movimiento y en la forma de sus criaturas, as en la ms
grande como en la ms pequea, y que el arte del hombre trata de
imitar hasta donde le alcanzan las fuerzas. Hay aqu una inter
ferencia de varias reglas de manera que lo que aumenta segn una,
disminuye segn otra, hasta que el todo compuesto alcanza su
forma ms bella y ajustada y con ella su intrnseca estabilidad,
bondad y verdad. Eximia ley es esta que destierra de la naturaleza
el desorden y el capricho y nos muestra tambin en cada parte limi
tada y mutable del orden cosmolgico una regla de ,sublime belleza.
T erc era ley natur al. Tambin est demostrado que
c u a n d o u n s e r o s i s t e m a de s e r e s ha s i d o a l e
j a d o d e su e s t a d o de e q u i l i b r i o d e v e r d a d , b o n
da d y b e l l e z a , v u e l v e a a p r o x i m a r s e a l p o r
u n a e n e r g a i n t r n s e c a , o r a en f o r m a d e v i b r a
c i o n e s , o r a en u n a c u r v a a s i n t t i c a , y a q u e
no t i e n e e s t a b i l i d a d J u e r a de e s t e e s t a d o .
Cuanto ms activas y variadas sean estas energas, ms difcil ser
una marcha casi recta de la curva asinttica y ms violentas sern
las vibraciones y oscilaciones hasta que el ser perturbado ha.va. al
canzado nuevamente el equilibrio de sus- fuerzas o d su movimiento
armnico, y consecuentemente el estado de estabilidad que le es
esencial.
Ahora bien: como la humanidad tanto en su conjunt como en
sus individuos, sociedades y naciones es un sistema natural esta
ble de las ms variadas fuerzas vivientes, veamos ahora cul sea su
estado de estabilidad, en qu punto culmina su mximo de belleza,
verdad v bondad y qu camino elige para aproximarse nuevamente
a su estado de equilibrio en cada una de las alteraciones que la
historia y la experiencia nos brindan en nmero tan crecido.

1. Todo en la naturaleza se basa n la ms estricta individua


lidad de los seres, y como la humanidad es un proyecto tan rico
en predisposiciones y fuerzas, se requeran millones de hombres
entre los cuales estuvieran distribuidas tantas y tan grandes cua
lidades. En nuestro planeta nace todo lo que puede nacer y se
conserva si de conformidad con las leyes naturales encuentra su es
tado de estabilidad y equilibrio. Por lo tanto, todo hombre indi
vidual lleva tanto en la conformacin de su cuerpo como en las
predisposiciones de su alma la medida para la cual est destinado
y hacia la cual debe evolucionar. Este plan abarca todas las clases
y formas de la existencia humana, desde la deformidad ms morbosa
que apenas puede conservarse en vida, hasta la ms bella figura
de un semidis griego, y desde las ardientes pasiones de un cerebro
de negro hasta la disposicin para la sabidura ms sublime. Todo
mortal va en pos de esta meta de sus facultades a travs de defectos
y errores de educacin, necesidad y hbitos contrados, porque slo
all entra en plena posesin y goce de su existencia; pero son muy
contados los afortunados que la alcanzan por el camino ms her
moso y puro.
2 Como el hombre individual llevara por s solo una existencia
muy incompleta, al formarse la sociedad obtiene u n m x i m o
s u p e r i o r a b a s e de f u e r z a s c o n v e r g e n t e s , las
cuales interfieren en catico desorden hasta que se limitan mutua
mente conforme a las leyes naturales produciendo una especie de
equilibrio y armona dinmica. Es as como las naciones se van
modificando segn el lugar, el tiempo y su carcter innato; cada
una lleva en s su medida de perfeccin que admite comparacin
con la de los dems. Cuanto ms bello y puro fuese el mximo al
que estaba destinado un pueblo, cuanto ms provechosos los objetos
en que ejercitaba sus facultades superiores, y cuanto ms firme y
ajustado el vnculo que una ntimamente a todos los miembros del
Estado y los encaminaba a estos fines supremos, tanto ms firme
mente subsista la nacin en s misma y tanto ms noblemente brilla
su imagen en la historia universal. La excursin que hicimos hasta
ahora a travs de algunos pueblos nos ha mostrado cun diferentes
fueron por su lugar, tiempo y circunstancias los fines a los que enca
minaron sus esfuerzos. Entre los chinos una refinada moral poltica:
entre los hindes, una especie de puritanismo retrado, callado cum
plimiento del deber y paciencia; entre los fenicios, el espritu del
navegante y la iniciativa del mercader. La cultura de Grecia, en
particular de Atenas, tenda al mximo de belleza sensible tanto
en el arte como en la moral, las ciencias y la Constitucin poltica.
En Esparta y Roma se tenda a un patriotismo heroico, pero por
caminos muy diferentes. Como en todo esto los factores primarios
son el tiempo y el lugar, resulta que los pueblos antiguos no se
pueden comparar, o poco menos, en lo que se refiere a los rasgos
ms sobresalientes de su gloria nacional.
3. Empero, en todos estos pueblos se advierte u n p r i n c i
p i o a c t i v o , a saber, u n a m i s m a r a z n h u m a n a
que se empea en producir la unidad de la multiplicidad, el orden
del desorden, un conjunto simtrico y de belleza duradera de una
gran variedad de fuerzas e intenciones. Desde los peascos informes
con que el chino embellece sus jardines hasta la pirmide egipcia
o el ideal helnico, se nota siempre un plan y una intencin del
entendimiento discursivo, aunque en grados muy diversos. Cuanta
mayor fuera la precisin con que discurra el intelecto y ms se
aproximaba al punto que representaba el mximo alcanzable en
su gnero sin permitir desviaciones a diestra ni siniestra, tanto ma
yor fu el valor ejemplar de sus obras, porque contienen reglas uni
versales para el intelecto humano de todos los tiempos. As, por
ejemplo, no cabe inventar algo superior a una pirmide egipcia o
a algunas de las obras de arte griegas y romanas, porque son pro
blemas perfectamente resueltos por el intelecto humano en este
gnero de cosas en que no cabe un juicio arbitrario que ponga en
duda la solucin dada o pueda proponer una mejor, ya que ha
sido agotado el puro ideal de lo que deban ser en la forma ms
fcil, rica y bella. Cualquier modificacin sera un error que, si
fuera repetido y mil veces multiplicado, obligara siempre a volver
a aquel modelo supremo en su gnero cuyo punto de perfeccin
es indivisible.
4. Segn esto, existe una c o n c a t e n a c i n de c u l t u r a s
Que en lneas muy torcidas y desviadas contina a travs de todas
las naciones civilizadas que hemos considerado hasta ahora y hemos
de considerar en adelante. En cada una de ellas describe curvas
ascendentes y descendentes y tiene por objeto puntos mximos muy
diversos, algunos de los cuales se excluyen o limitan mutuamente
hasta que, por fin, se llega a la simetra del conjunto. Por esto
sera un juicio por dems engaoso si de una perfeccin hallada
en una nacin se quisiera concluir acerca de sus otras actividades.
As, por ejemplo, no por poseer grandes oradores Atenas haba de
tener tambin la mejor forma de gobierno, ni la perfecta casustica
moral de China indica que sea un Estado modelo. La forma de
gobierno se relaciona con un punto mximo de evolucin muy
diferente de una hermosa sentencia moralizante o un discurso pa
ttico, si bien es verdad que en ltimo trmino todas las actividades
culturales de una nacin estn conectadas entre s, pero slo en el
sentido de que se excluyen o limitan mutuamente. Lo que hace el
perfecto bienestar de un pueblo es slo el mximo de cohesin in
terna, aunque sea a costa de algunas cualidades muy brillantes.
5. Ni siquiera dentro de una misma nacin puede ni debe
durar eternamente c u a l q u i e r p u n t o m x i m o a l c a n
z a d o c o n l a u d a b l e e s f u e r z o , porque no es ms que
un punto en la lnea de los tiempos, Ja cual avanza sin cesar, y
cunto mayor sea el nmero de circunstancias de que dependa
el hermoso efecto, tanta mayor es su caducidad y ms efmera su
vida. Feliz entonces la nacin cuyos ejemplos sirven de regla a las
pocas venideras de un lejano porvenir; las que le siguen inmedia
tamente se hallan comnmente demasiado cerca y hasta pueden
caer en decadencia por haber querido superar aquellos modelos a
toda costa. Es cosa frecuente que precisamente en los pueblos ms
activos se produzca una cada vertical del punto de ebullicin hasta
el de congelacin.

Es tarea de la historia de determinadas ciencias y naciones


llevar la cuenta de estos puntos mximos alcanzados, y me con
tentara con que poseyramos semejante estadstica tan slo de
los pueblos ms clebres y en sus pocas ms descollantes. Por el
momento me refiero solamente a la historia de la humanidad en
general y su estado de equilibrio estable en cualquier forma que
revista y bajo cualquier clima. Tal estado no es otra cosa que una
a c t i t u d h u m a n a , u n s e n t i r y s e r h u m a n o , es d e
ci r , l a r a z n y l a j u s t i c i a e n t o d a s l a s c l a s e s
s o c i a l e s y en t o d a s l a s a c t i v i d a d e s d e l o s h o m
b r e s . Y este estado no es tal por el capricho de un dictador o
por el poder persuasivo de la tradicin, sino en virtud de las leyes
naturales en que se basa la esencia del gnero humano. Hasta sus
instituciones ms pervertidas nos dicen a voces: Si no se hallara
en nosotros un rastro de razn y justicia, mucho ha que hubiramos
perecido, y lo que es ms, nunca hubiramos llegado a existir. Pues
to que ste es el punto capital donde se enlaza toda la trama de la
historia del gnero humano, requiere un estudio particularmente
cuidadoso.
P r i m e r o . Qu es lo que apreciamos e inquirimos en toda
obra humana? La inteligencia que la ide, su plan y su intencin.
Si falta esto, nada humano se ha producido, slo se ha manifestado
un poder ciego. Cualquiera que sea la direccin en que nuestro inte
lecto recorre el inmenso campo de la historia, slo se busca a s
mismo y slo a s mismo se encuentra. Cuanto ms sus empresas
tendan a la pura verdad y bondad humana, tanto ms duraderas,
provechosas y hermosas fueron sus obras, y ms se treflejan en sus
normas los espritus y corazones de todos los pueblos y tiempos.
Scrates y Confucio, Zoroastro, Platn y Cicern estn de acuerdo
sobre lo que sean una inteligencia pura y una moral justa; no obs
tante sus miles de diferencias, todos ellos tendieron hacia un solo
punto sobre el que se funda el gnero humano. As como el viajero
no conoce mayor placer que el que experimenta al encontrar en
todas partes, aun donde no le esperaba, rasgos de un genio afn que
siente y piensa como l, as no hay mayor encanto en la historia de
nuestra especie que reconocer el eco ae todos los tiempos y pueblos
que resuena en las almas ms nobles con nada ms que bondad hu
mana y verdad humana. As como se alegra mi corazn cuando mi
razn busca y encuentra el nexo lgico de las cosas, as lo iba
buscando todo hombre honrado y tan slo lo vi de otra manera
o lo design con otras palabras segn el punto de vista en que estaba
situado. Cuando err, lo hizo para l y para m, al ponerme sobre
aviso para no caer en el mismo error. Cuando me amonesta, ensea,
recrea y anima, es mi hermano, copartcipe de una misma alma cs
mica, una sola razn humana y una sola verdad humana.
S e g u n d o . As como no hay en toda la historia aspecto ms
consolador que un hombre bueno y razonable que sigue sindolo
a travs de todos los altibajos de la suerte, en todas las edades de su
vida y en cada una de sus obras, as tambin se multiplica nuestro
pesar al ver cmo hasta hombres grandes y buenos caen en errores
que no pueden acarrearles sino consecuencias desastrosas. Con harta
frecuencia se encuentran estos ngeles cados en la historia de los
hombres y nos hacen lamentar la debilidad de la razn humana.
Qu poca cosa puede soportar el mortal sin abatirse, qu difcil
es que siga por el camino recto al tropezar con alguna cosa extraor
dinaria! Para uno bast un puntillo de honra, un rayo de esperanza
o una circunstancia inesperada en la vida para desviarlo a cenagales
y profundos abismos; otro no supo meditar y habiendo abusado de
sus fuerzas se cay impotente. La compasin se apodera de nosotros
al contemplar a estos desgraciados elegidos en la encrucijada de su
vida y observando que ellos mismos se percatan de que les falta
las fuerzas para seguir siendo razonables, justos y dichosos. Las furias
toman posesin de ellos y los empujan contra su voluntad hasta ms
all de la lnea de la moderacin; ya cayeron en sus manos para
expiar tal vez durante toda una vida un pequeo paso en falso o
una imprudencia. O si la fortuna les fu propicia en demasa y se
hallan en un momento dado en la cspide del xito, qu es lo que
oprime su espritu sino el presentimiento de la inconstancia de esta
diosa traicionera por cuya culpa hasta sus empresas felices se con
vierten en un semillero de futuras desgracias? Intilmente, oh com
pasivo Csar, escondes tu rostro al serte trada la cabeza de tu ene
migo Pompeyo, y edificas un templo a la Nmesis. Ya con el Ru-
bicn pasaste tambin el lmite de tu fortuna; la diosa se ha vuelto
contra t y tu cuerpo ensangrentado caer junto'a la efigie del mismo
Pompeyo. No es otra la suerte de la organizacin de pases enteros,
puesto que la misma depende en ltimo trmino siempre de la razn
o estupidez de unos pocos que son sus gobernantes o se llaman tales.
La mejor institucin que prometa dar los ms hermosos frutos en
bien de la humanidad por largos siglos, se arruina .a menudo por
la imprudencia de un solo hombre que, en vez de enderezar las
ramas, derriba todo el rbol. A veces los reinos saban menos que los
particulares cmo sobrellevar su prosperidad, ya fueran monarcas o
dspotas, ya senados o democracias, los. que los gobernasen. Los que
menos saben interpretar un gesto de advertencia por parte del des
tino son los dspotas y el pueblo; enceguecidos por el humo de la
fama y el falso brillo de la vanagloria, se precipitan ms all de los
lmites de lo humano y de la prudencia para no darse cuenta de las
consecuencias de su locura hasta que ya es demasiado tarde. Fu
ste el destino de Roma, Atenas y varios pueblos; pero tambin el
de Alejandro y la mayor parte de los conquistadores que pertur
baron el mundo, porque la injusticia estropea al fin todos los pases
por igual y la imprudencia las actividades de todos los hombres.
Son las furias del destino, y la desgracia no es ms que su hermana
menor, la tercera en tan espantoso triunvirato.
Oh, gran padre del gnero humano; qu sencilla y difcil a la
vez es la leccin que encargaste a nuestra especie como deber de
toda su jornada! Slo debamos aprender razn y justicia y obrando
as haba de derramarse paso a paso la luz en las almas, la bondad
en los corazones, la perfeccin en el estado poltico y la felicidad en
la vida. En posesin de estos dones y aplicndolos fielmente puede
el negro organizar su sociedad lo mismo que el griego, y el troglo
dita la suya como el chino. La experiencia har progresar a cada
cual y la razn y la justicia darn a sus actividades estabilidad jun
tamente con belleza y la justa medida. Mas si se aparta de estos
guas esenciales de su vida, qu poder en este mundo puede dar
duracin a su felicidad y salvarlo de la diosa de la venganza que es
la deshumanizacin?
T e r c e r o . A l mismo tiempo se desprende que si el equili
brio de la razn y de lo humano ha sido alterado en la humanidad,
la vuelta al estado normal casi siempre se produce mediante oscila
ciones violentas que van de un extremo a otro. Alguna pasin alter
el equilibrio de la razn, otra pasin se le enfrenta y as pasan a ve
ces siglos en la historia hasta que vuelvan tiempos ms tranquilos.
Alejandro sac de quicio a una gran regin del mundo y an mucho
despus de su muerte seguan las tormentas desencadenadas. Roma
quit la paz al mundo por ms de un milenio, y medio mundo de
pueblos salvajes fu menester para restablecer lentamente el equili
brio. A la vista de semejantes conmociones de pases y pueblos no
haba que pensar, ciertamente, en la tranquila marcha de una curva
asinttica. En general, toda la marcha de la cultura en la tierra con
sus cambios bruscos y sus interrupciones no presenta casi nunca la se
renidad del agua mansa, antes bien las cascadas de una catarata; es
lo que hacen de ella las pasiones humanas. Tambin es evidente que
toda la organizacin de nuestra especie ha sido planeada para tales
oscilaciones. As como la marcha del hombre es una sucesin de
cadas a diestra y siniestra, no obstante lo cual adelanta algo a cada
paso, as es tambin el progreso de la cultura a travs de las gene
raciones sucesivas y pueblos enteros. Por separado ensayan a me
nudo actitudes extremas opuestas, hasta que el conjunto llega al
centro de reposo, como lo hace el pndulo. Constantemente se su
ceden las generaciones y a pesar de todas las letras que le ense la
tradicin, el hijo escribe a su manera, distinta de la del padre. Con
gran cuidado se apart Aristteles de las doctrinas de Platn y Epi-
curo de las de Zenn, hasta que la posteridad ms serena aprendi a
aprovecharse de los dos extremos por igual. Lo mismo que la m
quina de nuestro cuerpo, as tambin la obra de los tiempos atravie
sa por un antagonismo necesario para bien del gnero humano, con
servando la salud del conjunto. Sean cuales fueren las desviaciones
y recovecos en que el torrente de la razn humana va avanzando,
siempre ser cierto que tom su- origen en el eterno mar de la ver
dad, no pudiendo perderse en su camino en virtud de su naturaleza.
Quien bebe de sus aguas, bebe inmortalidad y vida.
Por lo dems, tanto la razn como la justicia se fundan en
u n a m i s m a l e y n a t u r a l , que es tambin la que explica
nuestra esencia. La razn mide y compara el nexo lgico de las
cosas para ordenarlas en la debida proporcin. La justicia no es
otra cosa que una proporcin moral fijada por la razn, la frmula
de equilibrio de las fuerzas antagnicas de cuya armona depende
toda la estructura del cosmos. Una misma es, por lo tanto, la ley
que abarca desde el sol y todos los soles hasta el ms insignificante
acto humano; lo que mantiene en el ser a todo lo existente y sus
sistemas es una sola cosa: l a p r o p o r c i n d e s us f u e r
z a s con m i r a s a un estado de reposo y orden
peridicos.'

IV

LA RAZN Y LA JUSTICIA CONFORME A SU NATURALEZA


INTRNSECA Y EN EL TRANSCURSO DEL TIEMPO TIENEN
QUE GANAR CADA VEZ MS LUGAR ENTRE LOS HOMBRES
FOMENTANDO LA ESTABILIDAD DE LOS VALORES
HUMANOS

Todas las dudas y lamentos de los hombres acerca de la confu


sin reinante y el poco progreso del bien que se advierte en la
historia provienen de que el desanimado peregrino abarca una parte
demasiado corta del camino. Si ampliara sus miras y comparara
imparcialmente slo las pocas que conocemos por la historia y con
siderara la naturaleza de la razn y la verdad, dudara del progreso
tan poco como de la ley natural ms perfectamente demostrada. Por
miles de aos se crea que el sol y todos los astros fueran inmviles;
hoy, el telescopio no permite dudar acerca de sus movimientos. As
tambin llegar la hora en que una visin de conjunto ms perfecta
de los perodos de la historia del gnero humano nos demuestre esta
verdad consoladora no slo de manera superficial, sino que a pesar
de todo el aparente desorden ser posible calcular las leyes segn las
cuales este progreso se opera de acuerdo con la naturaleza humana.
A la luz de la historia de la Antigedad en la cual me encuentro
ahora como en el centro, deseo destacar provisionalmente slo algu
nos principios generales que nos servirn de gua en lo que resta del
camino.
1. Los p e r o do s h i s t r i c o s se e n l a z a n en
v i r t u d de su n a t u r a l e z a ; p o r 1 o t a n t o , t a m
b i n el p r o d u c t o de e s t o s p e r o d o s : l a s g e n e
raciones humanas, con todos s us efectos y
frutos.
No es posible engaarse sobre que la tierra ha crecido en edad
en tantos milenios y que este satlite del sol ha cambiado mucho des
de su nacimiento. En sus entraas podemos leer sus estructuras de
otros tiempos y basta echar una mirada en derredor nuestro para
ver cul es la actual. Ya no est hirviendo el ocano que yace ahora
sosegado dentro de sus lmites asignados; los ros errantes hallaron
su lecho y tanto la flora como la fauna atravesaron fecundos pe
rodos de muchas generaciones. As como desde la creacin de la
tierra no se perdi ningn rayo solar que recibiese, as tampoco se
ha perdido ninguna hoja cada del rbol, ninguna semilla vegetal
llevada por el viento, ningn cadver animal en putrefaccin, ni
accin alguna de un ser viviente ha quedado sin efecto. La vegeta
cin, por ejemplo, ha ido en aumento y se fu difundiendo cuanto
pudo; todas las especies animales han crecido dentro de los lmites
impuestos por otras especies de seres vivos, y tanto el trabajo del
hombre como su misma locura destructiva ha sido instrumento h
bilmente aprovechado por las manos del tiempo. Nuevos campos
florecen sobre las ciudades arrasadas; los elementos echaron encima
el polvo del olvido y no tardaron en llegar nuevas generaciones que
construyeron con las ruinas y sobre ellas. Ni Dios puede hacer que
una consecuencia no sea consecuente ni puede hacer que la tierra
sea hoy lo que era hace miles de aos, como si todos estos milenios
con sus efectos no hubiesen pasado.
La sola evolucin del tiempo implica, por lo tanto, una evo
lucin del gnero humano, por cuanto ste forma parte de la serie
de creaciones terrenas y temporales. Si ahora aparecieran nuestros
primeros padres y vieran lo que-se hizo nuestra especie cul no
sera su asombro! Su cuerpo estaba hecho para la joven tierra de
entonces y conforme al estado de los elementos de aquella poca de
ban ser su complexin, su mentalidad y su sistema de vida. En seis
y ms milenios han cambiado muchas cosas a este respecto. Algunas
regiones de Amrica no son ya ahora lo que eran en tiempo de sn
descubrimiento; dentro de algunos' miles de aos, su antigua his
toria se leer como una novela. As leemos la historia de la guerra
de Troya y en vano buscamos el lugar de su emplazamiento, por no
hablar del sepulcro de Aquiles o el mismo hijo de los dioses. Sera
una valiosa contribucin a la historia universal que se compilara y
clasificara con exactitud todo el material informativo de los anti
guos. referente a su figura y altura, sus alimentos y las cantidades
que de ellos solan injerir, sus ocupaciones diarias y sus diversiones,
su punto de vsta sobre el amor y el matrimonio, las pasiones y vir
tudes, el uso que debe hacerse de la vida y la vida ultraterrena, orde
nndolo todo por tiempos y lugares. Sin duda se advertira un pro
greso del gnero humano aun dentro de cortos perodos, lo cual de
mostrara tanto la subsistencia de la naturaleza siempre joven como
los cambios progresivos de la vieja madre tierra, la cual no cuida
solamente de los hombres, sino de todos los seres que lleva en su
seno y en los mismos brazos maternales; de donde, cambiando uno
de ellos, todos han de cambiar.
Es innegable que esta evolucin ha influido tambin en la
mentalidad del gnero humano. Trtese de inventar o cantar ahora
una Ilada o de escribir a la manera de Esquilo, Sfocles o Platn,
y se ver que es imposible. La sencillez del nio, la manera despre-
venida de considerar el mundo, en una palabra: la infancia de Gre
cia, ha pasado. Lo mismo ocurre respecto de los romanos y hebreos.
Nosotros, en cambio, sabemos y conocemos una serie de cosas en
las que ni romanos ni hebreos soaran jams. Un da dej ense
anzas para el siguiente, un siglo para el otro; la tradicin se ha
enriquecido y la misma musa de los tiempos, la historia, habla coa-
mil voces y'resuena con mltiples armonas. Por inconmensurables
que sean los males y la confusin acumulados por el inmenso alud
de los tiempos, esta misma confusin es producto de los siglos, que
slo pudo originarse en virtud del constante progreso de una misma
cosa. Todo retorno a los tiempos pasados, hasta el famoso ao pla
tnico, es un mito y, segn el mismo concepto del mundo y del
tiempo, una contradiccin. Estamos navegando sin cesar, pero el
ro no vuelve nunca a sus fuentes como si nunca hubiese salido
de ellas.
2. L a e v o l u c i n de l a v i v i e n d a de l o s h o m
b r e s h a c e a n m s e v i d e n t e el p r o g r e s o de
nuestra especie .
Dnde estn hoy los tiempos en que los pueblos se encerraban
ya en sus cavernas ya detrs de sus murallas y todo extranjero era
un enemigo? El remedio no estaba, por cierto, en las cavernas ni en
las murallas; nicamente en la evolucin del tiempo. Era menester
que los hombres llegaran a conocerse, puesto que forman una sola
especie en un planeta no demasiado grande. Basta con que al prin
cipio no se conocieron sino como enemigos asombrndose como un
lobo del otro; mas tambin esto estaba en el plan de la naturaleza.
El dbil tema al ms fuerte, el estafado al estafador, el desplazado
al que tena poder para arrojarlo nuevamente de sus tierras, el nio
inexperto a toda persona extraa. Este temor infantil, empero, con
todos los abusos a que diera lugar, no pudo alterar la evolucin de
la naturaleza. Comenzaron a vincularse varias naciones entre s,
aunque la primitiva torpeza de los hombres di un carcter spero
a estas primeras relaciones. La razn, al despertarse, podr desatar
alguna ligadura determinada, mas no puede deshacer el vnculo uni
versal y menos hacer volver a la nada todos los inventos aparecidos.
Qu es la cosmogona de Moiss y Orfeo, Homero y Herodoto, Es-
trabn y Plinio en comparacin con la que hoy poseemos? Qu sig
nifica el comercio de los fenicios, griegos y romanos comparado con
el de Europa? Vale decir que de lo sucedido hasta ahora podemos
concluir acerca de lo que ha de acaecer en el futuro. Mientras el
hombre sea hombre, no dejar de explorar su planeta hasta cono
cerlo completamente; ni las tormentas del mar, ni los gigantescos
tmpanos ni los peligros del crculo polar lograrn apartarlo de su
cometido, como no pudieron hacerlo en los tiempos de las primeras
y tan difciles tentativas a merced de una tcnica naval muy defi-
cente. Y la razn es que el mvil para todas estas empresas alienta
en el pecho de la misma naturaleza humana. La curiosidad y la
insaciable codicia, la vanagloria y el deseo de nuevos descubrimien
tos y mayor podero tal como siguen incontrastablemente del actual
estado de cosas, le estimularn siempre en este sentido, y sobre todo
'le darn alas los grandes ejemplos de quienes afrontaron victoriosos
todos los peligros en pocas pasadas. El plan de la Providencia ser
llevado adelante -tanto por motivos buenos como por los malos, has
ta que el hombre conozca toda su especie y acte sobre ella. La tierra
le ha sido dada en propiedad y no cejar hasta que sea suya total
mente, por lo menos en relacin con la inteligencia y el provecho
que le rinde. Acaso no hemos llegado a avergonzarnos de que me
dio planeta nos haya sido desconocido por tanto tiempo, cual si fue
ra el lado de la luna que nunca mira la tierra?
3. En v i r t u d de s u n a t u r a l e z a i n t r n s e c a ,
t o d a a c t i v i d a d r e a l i z a d a h a s t a a h o r a p o r el
e s p r i t u d e l h o m b r e n o t u v o o t r o f i n q u e el
de h a l l a r los medi os pa r a c o n s t i t u i r y d i f u n
dir m e j o r los val o re s human os' y la c u l t u r a
de n u e s t r a especie.
Qu enorme progreso media entre las primeras balsas y un
navio europeo moderno! Ni el inventor de aqullas ni los invento
res de las diversas artes y oficios que se relacionan con la navega
cin, soaron con el resultado que obtendra la combinacin de
todos sus descubrimientos. Cada cual sigui el impulso de la nece
sidad o de la curiosidad y slo a la naturaleza del intelecto humano
y la conexin de todas las cosas se debe que ningn experimento,
ningn descubrimiento pudiese ser en vano. Aquellos isleos que
nunca haban visto un barco europeo lo admiraron como una mara
villa extramundana al ver cmo los hombres lo dirigan a su gusto
sobre las profundidades del ocano. Si hubieran logrado pasar de la
admiracin al razonamiento sobre todo fin grande y todo pequeo
medio en esta obra de arte flotante qu distinto habra sido su con
cepto de la inteligencia humana! Cunto no ampli este solo ins
trumento el radio de accin de los europeos, y cunto no se ensan
char ste en el futuro?
Como este arte invent el gnero humano mil otros en pocos
aos que extienden su imperio sobre el aire, el agua, el cielo y la
tierra. Ms an: si tenemos en cuenta que hasta ahora fueron pocas
las naciones que intervinieron en esta contienda intelectual y tc
nica, mientras la mayor parte dorma sobre sus laureles, y si con
sideramos que casi todos los inventos humanos se hicieron en pocas
muy recientes y casi no hay huella ni ruina de un edificio antiguo ni
restos de alguna organizacin antigua que nos relacionase con la
historia moderna: qu perspectiva nos abre esta actividad histri
camente comprobada del espritu humano para los innumerables si
glos venideros! En los pocos siglos que floreci Grecia, en los pocos
siglos de nuestra civilizacin moderna, cuntas cosas se idearon, in
ventaron, hicieron, clasificaron y conservaron para tiempos futuros
en la menor parte del ms pequeo Continente: Europal Cual fr
til cosecha brotaron tes ciencias y artes en apretado haz dndose p
bulo y estimulndose mutuamente. As como una cuerda tocada
hace vibrar toda la caja de resonancia y todos los tonos de la misma
armona le hacen el eco hasta perderse en lo infinito, as fu crean
do el espritu humano cuando se haba tocado un punto armnico
de su alma. Apenas daba con una nueva conexin u orden de cosas,
en una creacin donde todo se comunica, no poda menos que se
le siguieran numerosas nuevas combinaciones.
Pero alguno dir: Qu destino se les ha dado a todas estas ar
tes e inventos? Acaso han contribuido a acrecentar la razn prc
tica y la justicia, o sea, la verdadera cultura y felicidad del gnero
humano? Remito al lector a lo que afirm poco antes respecto del
papel que desempean los desrdenes en todo el reino de la natura
leza, a saber, que conforme a una ley natural intrnseca nada puede
tener fuera del orden verdadera duracin, a la cual, sin embargo,
tienden todas las cosas. El cuchillo afilado lastima la mano del
nio, y no obstante, el arte que invent el cuchillo y lo afil es uno
de los ms indispensables. No todos los que hacen uso de esta he
rramienta son nios, y tambin stos han de aprender con su dolor
a usarlo mejor. La prepotencia artificial en manos de un dspota o
el lujo forneo que se introduce en un pueblo sin legislacin regu
ladora son ejemplos de tales instrumentos mortferos; mas el dao
hace escarmentar a los hombres y tarde o temprano el mismo arte
que invent el lujo y el despotismo habr de reducirlos primero a
sus lmites asignados y luego convertirlos en autntico bien. Todo
arado mal hecho se ajusta slo a fuerza de usarlo; ruedas y engra
najes de duro andar adquieren redondez y mejor funcionamiento a
fuerza de girar. Tambin ocurre as con las facultades humanas que
con el abuso excesivo adquieren en el transcurso del tiempo su de
bido empleo. Los extremos y las oscilaciones terminan finalmente
en el movimiento regular del bienestar permanente cuya virtud
est en el justo medio. Slo es menester que sean hombres los que
operan cuanto debe acontecer en la humanidad; sufriremos por nues
tra propia culpa hasta que hayamos aprendido solos un mejor uso
de nuestras facultades sin ninguna intervencin milagrosa por par
te de Dios.
Por consiguiente, no tenemos tampoco motivo para dudar de
que toda actividad buena del intelecto humano deba necesariamente
alguna vez redundar en provecho de lo humano, y que de hecho lo
har. Desde que se impuso la agricultura, los hombres dejaron de
comer a otros hombres o bellotas, porque hallaron que podan vi
vir de manera ms humana, prspera y decente de los dulces frutos
de la diosa Ceres que de la carne de sus hermanos o de bellotas,
por lo cual se obligaron a cambiar de sistema de vida conforme a
una legislacin ms sabia. Desde que aprendieron a construir ca
sas y ciudades, ya no vivieron en cavernas y las leyes de convivencia
salvaron de la muerte al extranjero que acertara a pasar por all.
De la misma manera el trfico comercial fu acercando a los pueblos
entre s y a medida que se comprenda su funcin social, debern
forzosamente disminuir todos esos asesinatos, opresiones y las diver
jas formas de engao que nunca fueron otra cosa que seal de in
comprensin de lo que es el comercio. Todo aumento de artes y ofi
cios provechosos ayuda a asegurar la propiedad de los hombres, a ali
viar su labor y a acrecentar su eficiencia, por lo cual contribuye ne
cesariamente a echar los cimientos de una cultura y un humanismo
mayor. Cunto trabajo se elimin, por ejemplo, por el solo invento
de la imprenta, y cunto aument con ella la circulacin de los pen
samientos, artes y ciencias humanas. Si naciera en Europa otro
Kang-Ti y tuviese el atrevimiento de querer exterminar la literatura
de este Continente, se vera en la absoluta imposibilidad de llevar a
cabo su designio. Si los fenicios, cartagineses, griegos y romanos
hubieran podido contar con este arte, la destruccin de su literatura
hubiera sido menos fcil y casi imposible para los invasores. Dejad
que pueblos salvajes asalten a Europa: no podrn enfrentar nuestro
arte militar, y ningn Atila extender ya su poder desde el Mar
Negro y el Caspio hasta los Campos Catalunicos. Dejad que se
levanten frailucos, afeminados, espritus exaltados y tiranos, cuantos
quieran: no conseguirn volvemos a la noche de la Edad Meda.
Ahora bien: como el damos luz y orden y adems difundirlos y
asegurarlos es la mayor utilidad que pueda concebirse en un arte
humano y aun divino, demos gracias- al Creador por haber dado
por esencia a nuestra especie la razn y a sta el arte. En ambos
poseemos el secreto y el medio para un orden del mundo asegurado.
Tampoco debemos preocuparnos porque algunas teoras muy
bien pensadas, sin excluir la misma moral, sigan siendo por tanto
tiempo meras teoras para nuestra especie. Muchas cosas aprende
el nio que slo el hombre adulto sabr aplicar con provecho, mas
no por esto fu en vano que las aprendiese. Irreflexivo es el joven
que olvida lo que recordar algn da con gran trabajo si acaso
no tiene que aprenderlo por segunda vez. Ninguna verdad, ni si
quiera una inventada, se conserva sin provecho para el gnero hu
mano que incesantemente se renueva; circunstancias venideras harn
necesario lo que ahora se deja de hacer y a la larga tiene que apa
recer todo cuanto de alguna manera contribuye a ejercitar al gnero
humano. As como en la creacin del mundo encontramos primero
el p o d e r , que cre el caos, luego la s a b i d u r a que lo orden
juntamente con la b o n d a d que todo lo armoniza, as el orden
natural del gnero humano produce primero meras fuerzas primiti
vas; el mismo desorden ayuda a llevarlas bajo el gobierno de la ra
zn, y cuanto ms ste perfecciona su obra, mejor comprende que
slo la bondad dar a su obra duracin, perfeccin y belleza.

PUESTO QUE UNA SABIA BENEVOLENCIA DIRIGE EL


DESTINO DE LOS HOMBRES, NO HAY DIGNIDAD
MAYOR NI DICHA MS DURADERA Y PURA QUE
LA DE COOPERAR CON ELLA

Si nuestro observador sentimental de la historia perdi la fe


en Dios y comenz a dudar de la Providencia, tal desgracia le sobre
vino nicamente porque consider la historia superficialmente
porque no tena un concepto adecuado de la Providencia. Si toma
a sta por un espectro que tiene que salirle al paso en cada esquina
para interrumpir constantemente el curso de las acciones humanas
tratando de obtener tal o cual fin arbitrario y particular, entonces
concedo que la historia ser la muerte de semejante Providencia, pero
una muerte en aras de la verdad. Pues, qu Providencia sera sta
a la que cualquiera pudiera usar como duende policaco, como aliado
de sus pretensiones de corto alcance o protector de su propia es
trechez de miras, hasta que todo se hundiera en la anarqua? El
Dios a quien yo he de buscar en la historia debe ser el mismo que
se encuentra en la naturaleza, porque el hombre no es ms que una
parte del todo y su historia est ntimamente entretejida con la
historia del mundo entero como el gusano de seda con el capullo.
Tambin en la historia tienen que valer las leyes naturales que co
rresponden a la esencia de las cosas y que -Dios no quiere pasar
por alto tanto menos cuanto que l mismo las cre y manifiesta
precisamente por medio de ellas su omnipotencia con belleza in
mutable, sabia y benevolente. Todo lo que puede acontecer en la
tierra es necesario que suceda siempre y cuando est de conformidad
con las normas que llevan su perfeccin en s mismas. Repasemos
ahora estas normas que hasta el momento hemos desarrollado en
cuanto conciernen a la historia del gnero humano; todas ellas lle
van inmpresas el sello de una sabia benevolencia, sublime belleza y
necesidad intrnseca.
I. En la tierra cobr vida todo cuanto pudo cobrarla, por
que todo organismo lleva en su esencia una combinacin de ml
tiples fuerzas que se limitan mutuamente y alcanzaron mediante esta
interferencia un punto mximo que les confiere estabilidad. Cuan
do no alcanzaron esta meta, las tuerzas se desintegraron para com
binarse de otra manera.
2. Entre estos organismos surgi tambin el hombre, rey de la
creacin. En l se dieron cita innumerables fuerzas combinndose
en un punto mximo, la razn, as como su materia, el cuerpo hu
mano, todo esto d acuerdo con las leyes de la ms hermosa simetra
y orden, hasta converger en su centro de gravedad. En el carcter
del hombre estaba dado, por lo tanto, el fundamento de su duracin
y felicidad, la ndole de su finalidad y al mismo tiempo todo el
rumbo de su destino terreno. : .
3. Este carcter de la humanidad es la inteligencia, porque
ella descifra el lenguaje de Dios en la creacin, es decir, busca la
norma del orden segn el cual las cosas creadas existen conexas y
-de acuerdo con su esencia. La suprema ley del intelecto es, en con
secuencia, el conocimiento da la existencia, la verdad y la conexin
de las criaturas conforme a sus relaciones y propiedades. El inte
lecto es una imagen de Dios porque investiga las leyes naturales
as como el plan segn--el cual las combin el Creador y al que hizo
formar parte de su esencia.. En consecuencia, el intelecto no puede
proceder arbitrariamente porque Dios no procedi as al planear
la creacin.
4. Lo que primero impuls al hombre a investigar y experi
mentar con las leyes naturales fueron sus necesidades inmediatas.
Su fin no iba en ello ms all de su propio bienestar, es decir, un
Uso normal de sus facultades y la debida tranquilidad que para
esto precisaba. Se relacion con otros seres, y tambin ahora fu
su propia existencia la medida de estas relaciones. La norma de la
justicia se le impona por s sola, porque no es ms que la razn
prctica, o sea, la justa medida del mutuo influjo causal que ejercen
seres afines en orden a la supervivencia comn.
5. En este principio se basa la naturaleza humana, de manera
que ningn individuo tiene motivo para suponer que su propia fi
nalidad sea otro individuo o acaso la posteridad. El ltimo de ios
hombres que se ajusta a la ley de la razn y justicia que lleva en su
esencia, tiene consistencia en s mismo, es decir, goza de bienestar
y estabilidad, es razonable, justo y feliz, y esto no merced al capri
cho de otros seres o del Creador, sino conforme a las leyes de un or
den natural comn fundado en su propia esencia. En cuanto se
aparte de la norma recta, el castigo inherente a su error le demues
tra el desorden producido y le impulsa a volver a la razn y a
ia justicia como leyes de su existencia y de su dicha.
6. Como la naturaleza del hombre se compone de elementos
Tnuy heterogneos, pocas veces vuelve al camino recto por la va
ms corta, antes bien suele oscilar entre dos extremos basta que se
resiena a aceptar la norma de su existencia y alcanza un trmino
medio en que cree situado su bienestar. Si yerra tambin aqu, na
ocurre esto sin que lo advierta en los repliegues de su conciencia,
y es menester que cargue con las consecuencias de su culpa, pero
slo hasta cierto punto, ya que el destino se le muestra propicio
gracias a sus propios esfuerzos, o si no, su existencia pierde la con
sistencia interna. No pudo la sabidura increada dar al dolor fsico
y al mal moral una utilidad ms beneficiosa, que ni siquiera sera
concebible.
7. Aunque un solo hombre hubiera vivido en la tierra, igual
mente se hubiera cumplido en l el fin de su existencia humana,
tal como se debe considerar cumplido en ciertos hombres y naciones
aisladas que por circunstancias de tiempo y lugar fueron separados
de la evolucin general de nuestra especie. Mas como todo lo que
vive sobre la tierra perdura mientras sta permanezca en su estado
de equilibrio, tambin la especie humana posee, como todas las
dems, fuerzas de procreacin que se desarrollaron con proporcin
y orden en funcin del conjunto. De esta manera se hered de gene
racin en generacin la esencia de la humanidad, a saber, la razn
y su rgano la tradicin. Poco a poco se llen la tierra de hombres
que llegaron a ser todo cuanto podan ser dentro de una determi
nada poca, y en ninguna otra.
8. La propagacin de las generaciones y tradiciones di tam
bin continuidad a la razn humana, no en el sentido de que en
cada individuo existiera una fraccin del todo, el cual no existe
como tal en ningn individuo y no pudo; por lo tanto, ser el fin
perseguido por el Creador, sino porque tal es la organizacin y con
catenacin de toda la' especie. Como se propagan los hombres, as
tambin los animales, sin que por esto exista una inteligencia
animal comn en sus generaciones; lo que sucede es que slo la
razn forma el estado de equilibrio estable de la humanidad, por
lo cual era menester que se heredase como caracterstica de la es
pecie que sin ella dejaba de existir como tal;
9. La suerte que corri la razn en el conjunto de la especie
no fu otra que la que tuvo en los miembros individuales, porque
el conjunto consiste slo en individuos. Las pasiones desencadena
das de los hombres que en compaa de otros se hacan ms apa
sionados todava, la perturbaron muchas _veces y la desviaron, a
veces por siglos, de su verdadero camino, quedando oculta como
rescoldo bajo la ceniza. Para remedio de todos estos desrdenes n
tom la Providencia otras medidas que las que concede a los indi
viduos, a saber, el flagelo que sigue a todo error y el castigo que
lleva en s misma toda pereza, necedad, maldad, imprudencia e in
justicia. Slo que, constando la especie de montones de individuos,
tambin los hijos tienen que expiar las culpas de sus padres, los
pueblos la estulticia de sus conductores, los descendientes la inercia
de sus antepasados; y si no ponen manos a la obra o son incapaces
de reformar los males que se produjeron, tienen que sufrirlos por
pocas enteras.
10. En todo individuo coincide, por consiguiente, el bien co
mn con el bienestar personal, porque quien sufre los males que
afligen a la comunidad tiene tambin el derecho y la obligacin
de librarse de ellos y disminuirlos para bien de sus hermanos. La
naturaleza no incluy en sus clculos a los gobernantes y los Esta
dos, sino que los hizo con miras al bienestar de los hombres en la
tierra. Aqullos tardan ms en expiar sus crmenes y su impruden
cia que el hombre comn e individual porque especulan con toda
la comunidad, donde la miseria individual se oculta y disimula por
largo tiempo; mas al fin pagan ellos y el Estado por su culpa con
una cada tanto ms atroz. En esta materia, las leyes de com
pensacin no operan de otra manera que las leyes de la dinmica
sobre el movimiento del ms pequeo cuerpo fsico, y el gober
nante ms encumbrado de Europa est tan sujeto a las leyes natu
rales del gnero humano como el ltimo infeliz de sus sbditos.
Su nacimiento le hizo tan slo un administrador de estas leyes a fin
de que utilizase su poder que le fu conferido por otros hombres,
en bien de ellos, siendo para ellos un dios humano sabio y benigno.
11. Tanto en la historia universal como en la vida de los indi
viduos venidos a menos, se agotan todas las necedades y vicios de
nuestra especie hasta que el apremio obliga a aqullos a aprender
el uso de la razn y de la justicia. Todo lo que puede acaecer,
acaece y produce lo que por su naturaleza puede producir. Esta ley
natural no impide el efecto de ninguna facultad, por ms perver
tida que fuera; pero, en cambio, limit todas las cosas por la norma
de que los efectos antagnicos se anulan hasta que no reste ms
que lo que hay de provechoso en todos ellos. El mal que obra la
perdicin de otros seres se ajusta a este orden o se pierde a s mis
mo. El hombre razonable y virtuoso, por lo tanto, siempre es
feliz en el reino de Dios, pues as como la razn no pretende la
recompensa externa, tampoco la pide la virtud interior cuya obra,
si fracasa a los ojos del mundo, no perjudica a ella sino a su poca;
y aun as no puede ser impedida siempre por la necesidad y dis
cordia de los hombres, sino que, llegado su tiempo, ha de triunfar.
12. Entre tanto, mirando las cosas en su conjunto, la razn
humana sigue progresando; va ideando lo que todava no puede
poner por obra e inventa aunque manos malvolas abusen por largo
tiempo de sus inventos. El abuso lleva su castigo en s mismo y el
desorden se transforma con el tiempo en orden gracias al fervor
incansable de una razn en continua evolucin. sta, al combatir
las pasiones, se va fortificando y acrisolando a s misma; o p r i m i d a
aqu, se refugia all ensanchando su dominio sobre la tierra. No
es ilusoria la esperanza de que dondequiera habiten hombres
habr en el futuro hombres razonables, justos y felices, cuya feli
cidad no se deber entonces a su razn individual, sino a la comn
de todos los hermanos de su especie.

Inclinme ante los altos designios de la sabia madre naturaleza


sobre la totalidad de mi especie con tanta mayor sumisin cuanto
que entiendo que es ste el plan de toda la naturaleza. La misma
horma que conserva los sistemas csmicos y forma todo cristal,
todo gusanillo y todo copo de nieve, forma y conserva tambin mi
especie cuya propia naturaleza tom como fundamento de su dura
cin y evolucin mientras haya hombres. sobre la tierra. Todos las
obras de Dios tienen su consistencia en s mismas y su hermosa
conexin entre ellas, porque todas ellas se basan dentro de sus l
mites asignados en el equilibrio de fuerzas antagnicas en virtud
de un poder intrnseco que las ordena. ste es el hilo de Ariadna
que me gua por el laberinto de la historia donde admiro .ahora
por doquier un orden armnico y divino; pues todo cuanto puede
acontecer, acontece, y lo que puede obrar, obra; slo la razn y
justicia perduran, donde la sinrazn y la necedad estn asolando a
la tierra y a s mismas.
Cuenta la leyenda que Bruto en Filipos estaba bajo el cielo
estrellado, y asi el pual exclamando; Oh, virtud, crea que eras
algo real; ahora veo que eres un sueo! En esta ltima queja
echo de menos la serenidad del verdadero sabio. Si posea autn
tica vitud, sta tena su premio en s misma como lo tiene la razn;
pero si su virtud no era ms que patriotismo romano, qu hay de
extrao en que el ms dbil tuviese que ceder al ms fuerte, y el
perezoso al diligente? Tambin la victoria de Antonio con todas
sus consecuencias forma parte del destino de Roma, que obedece a
las leyes naturales.
De igual modo, si tan a menudo se quejan los hombres de bien
de. que sus obras fracasen, que la violencia bruta y la opresin do
minen sobre la tierra, y el gnero humano parece irremediable
mente presa de la estulticia y las pasiones, examinen a su razn y
pregntenle s su virtud es de limpia prosapia y si va acompaada
de la sabidura y la actividad que solamente la hacen acreedora al
nombre de virtud. Verdad es que no toda obra es siempre coronada
por el xito; razn de ms para procurar su feliz consumacin con
redoblado fervor, y trabajar en provecho de su lugar, su poca y
aquella estabilidad interna en la que tan slo perdura el verda
dero bien. Las fuerzas brutas slo pueden regularse por medio de
la razn; pero se necesita en verdad toda una potencia antagnica,
es decir, prudencia, seriedad y todo el poder de la bondad para te
nerlas a raya y mantenerlas en orden con saludable firmeza.
Hermoso es el sueo de la vida de los tiempos futuros, cuando
uno se ve en tranquila posesin de la obra de todos los buenos y
sabios que alguna vez trabajaron en bien de la humanidad, y con
el dulce premio del deber cumplido se fueron a mejor vida. Mas
en cierta manera la historia nos permite ya ahora tati fecundo trato
y enjundiosos coloquios con los sabios y hombres de bien de tantas
pocas. Aqu se hace presente Platn; all escucho las benvolas
preguntas de Scrates y me compadezco de su suerte final. Si Marco
Antonio habla a escondidas con su corazn, tambin le habla al
mo; las rdenes del pobre Epicteto son rdenes ms poderosas que
las de un rey. El atormentado Tulio y el desgraciado Boecio me
confan las circunstancias que ensombrecan sus vidas, la tristeza y
el consuelo de sus almas. Cun grande y cun pequeo es el cora
zn humano, cun similares y siempre repetidos todos sus padeci
mientos y deseos, sus debilidades y yerros, su gozo y su esperanza!
Veo a mi alrededor miles de intentos de dar solucin a los proble
mas humanos y el resultado de todos los esfuerzos es siempre el
fcnismo: que la esencia, el fin y el destino de nuestra especie se
basan en la razn y la justicia. No puede hacerse uso ms noble
de la historia humana que este que, en cierta manera, nos intro
duce al gran consejo del destino y nos ensea a obrar en figura
efmera conforme a las eternas leyes naturales promulgadas por el
fcnismo Dios. Ensendonos los yerros y las consecuencias de toda
imprudencia, nos seala, finalmente, tambin nuestra pequea y
tranquila esfera dentro del gran concierto donde la razn y la
benevolencia tienen que luchar a brazo partido con fuerzas salvajes,
pero siempre logran, a la larga, restablecer el orden de acuerdo con
su naturaleza, seguras de la victoria final.
Trabajosamente hemos cruzado la noche oscura de las naciones
del mundo antiguo; alegres nos aproximamos ahora al amanecer
de un ms hermoso da para ver qu cosecha depar a la posteridad
esta siembra de la Antigedad. Roma haba alterado el equilibrio
de las naciones; bajo su frula se desangraba un mundo. Qu
nuevo estado de cosas saldr de este desequilibrio y qu nueva crea
cin surgir de las ruinas de tantos pueblos?
LIBRO DCIMOSEXTO

) a sa n d oahora a los pueblos septentrionales del Viejo Mundo que


en parte son nuestros antepasados, de quienes recibimos nues
tras costumbres y constitucin, no creo necesario hacer primero un
alegato a favor de la verdad. Para qu aprovechara, en efecto,
que tuviramos licencia de escribir de los asiticos y africanos, si
fuera menester ocultar nuestra opinin sobre pueblos y tiempos
que nos tocan mucho ms de cerca que todo cuanto est en ruinas
ms all de los Alpes y del Tauro? La historia requiere veracidad
y lo menos que pide una filosofa de la historia es un amor impar
cial a la verdad.
La misma naturaleza se hizo cargo de separar esta regin de
la tierra por medio de una muralla de montaas conocidas con los
nombres de Mustagh, Altai, Kitzigtag, Urales, Ccaso, Tauro, He-
mo, Crpatos, Sudetes, Alpes v Pirineos. Viviendo al norte de esta
lnea demarcatoria bajo un cielo y en un suelo tan diferentes, sus
habitantes tuvieron que adoptar necesariamente una conformacin
y sistema de vida extraos a los pueblos del sur, pues en toda la
tierra no hay cosa alguna mediante la cual l naturaleza hubiese
introducido diferencias tan profundas y duraderas como por las
montaas. Ellas son su trono eterno desde donde enva ros y regula
las condiciones meteorolgicas, distribuyendo climas, inclinaciones
y a menudo los mismos destinos de los pueblos. Cuando se nos diga,
pues, que los pueblos que durante siglos y milenios habitaban al
otro lado de estas montaas en los lagos salados y los yermos de
Tartaria o en las selvas y desiertos de la Europa septentrional, tra
jeron consigo las caractersticas de su estilo de vida vandlico-g
tico - escita - trtaro tambin a los risueos campos del Imperio Gre
co-Romano, dejando impreso su sello hasta el da de hoy en algunos
rasgos de la Europa moderna, no fingiremos asombro por este mo
tivo, ni nos atribuiremos una falsa aureola de cultura sino que nos
miraremos como Rinaldo en el espejo de la verdad para reconocer
en l nuestra propia figura. Y si acaso resultara que todava lleva
mos aqu y all algunos de los tintineantes atavos de la barbarie de
nuestros antepasados, nos esforzaremos noblemente por sustituirlos
con una autntica cultura y humanismo que son el nico verdadero
adorno del gnero humano.
Antes de entrar en el complejo edificio que bajo el nombre
de R e p b l i c a E u r o p e a se ha hecho clebre y, por su efectos
Sobre toda la tierra, notable o terrible, conozcamos primero a los
pueblos que contribuyeron activa o pasivamente a la construccin
de este templo gigantesco. Hay que lamentar que el libro de la his
toria septentrional no nos llevar muy lejos; por lo que a los pue
blos ms clebres se refiere, no va ms all de los romanos, pues
estas naciones brbaras y desplazadas saben tanto de su pasado como
un nio de los anales de su nacimiento y primera infancia. No
encontraremos los restos de los ms antiguos sino en las montaas
o regiones ridas, en los rincones apartados del pas, donde apenas
su antiguo idioma y algunas viejas costumbres suprstites sealan
el lugar de origen, en tanto que sus vencedores se apropiaron en
todas partes de las tierras ms frtiles y las siguen poseyendo (cuan
do no fueron a su vez desplazados) con el derecho de conquista
de sus antepasados, gobernndolas de manera ms o menos tartrica
o tambin con una justicia y prudencia lentamente adquiridas;
Digamos adis a las templadas zonas ms all de las montaas, a
la India y el Asia, Grecia y las costas de Italia; cuando volvamos
a verlas, ser bajo muy distintas apariencias, como c o n q u i s t a
dores nrdicos.

VASCOS, GALOS Y CIMBROS

De todos los numerosos pueblos que en otros tiempos habita


ban la pennsula ibrica, restan de las pocas ms antiguas sola
mente los vascos que, establecidos todava hoy en los Pirineos es
paoles y franceses, conservaron uno de los ms antiguos idiomas
del mundo. ste, probablemente, se extendiera en aquel entonces
por la mayor parte de Espaa, como lo demuestran todava muchos
nombres de ciudades y ros del pas, no obstante los muchos cambios
habidos 1. Hasta se dice que viene de ah nuestra voz alemana: silber

i M o re t, Investiga.zion.es histricas de las antigedades de Navarra, Pam -


(plata), el nombre del metal que juntamente con el hierro, pro
movi en ."Europa y todo el mundo el mayor nmero de revo
luciones. Segn la leyenda fu Espaa el primer pas que explot
sus minas, ya que estaba prxima y situada en la ruta de las pri
meras naciones mercantes de esa regin, los fenicios y cartagineses,
para quienes era otro Potos, y el primero por cierto. Los pueblos
mismos conocidos bajo los nombres de vascos y cantbricos, se ma
nifestaron en la historia antigua como naciones giles y movedizas,
valerosas y amantes de la libertad. Acompaaron a Anbal a Italia,
y sus nombres son temibles para los poetas romanos. Junto con los
celtberos fueron ellos quienes opusieron mayores dificultades a los
romanos empeados en el sometimiento del pas, de manera que
fu Augusto el primero que triunf sobre ellos, y aun esto tal vez
slo en apariencia, porque los que no queran doblar la cerviz, se
retiraron a las montaas. Cuando las hordas salvajes de los vndalos,
alanos, suevos, godos y otros pueblos teutnicos pasaron por los
Pirineos y algunos fundaron reinos en las regiones circunvecinas,
eran los vascos todava el mismo pueblo valiente e inquieto que no
haba depuesto el nimo bajo la dominacin romana. Cuando
Carlomagno de regreso de su victoria sobre los sarracenos pas por su
pas, fueron ellos los que mediante una astuta emboscada le infli
gieron esa clebre derrota de Roncesvalles, tema obligado de los an
tiguos romanceros, donde perdi su vida el gran Rolando. Ms tarde
dieron que hacer a los francos en Espaa y Aquitania, como lo
haban hecho con los suevos y godos, y no se quedaron ociosos cuan
do la reconquista del pas de manos de los sarracenos, y hasta con
siguieron conservar su carcter durante los siglos de la ms brbara
opresin por los frailes. Cuando despus de una larga noche apa
reci la aurora de una nueva ciencia para Europa, el inspirado arte
potico de los provenzales le abri paso en los pases habitados por
ellos y los circunvecinos, los cuales tambin en tiempos posteriores
dieron a Francia muchos espritus alegres y esclarecidos. Sera de
desear que conociramos ms a fondo el idioma, las costumbres y la
historia de este pueblo gil y alegre y que, como Mac Pherson entre
los galos, surgiera otro Larramendi que entre ellos investigara los
rastros de su antiguo espritu nacional vascuence1. Quiz se haya
conservado tambin entre ellos la leyenda de la clebre batalla de
Rolando que en forma de una epopeya monjil debida al legendario

piona, 1665, libro X. O i h e n a r t i , Notitia utriusqu Vasconiae, Par. 1638, libro I;


y especialmente L a r r a m e n d i , Diccionario . trilinge de las perfecciones de el Vas
cuence, parte II.
i Larramendi en su extensa exposicin ya citada de la perfeccin del idioma
vasco, prrafos 18-20, no poda pensar en semejante cosa. Que no hace tampoco
mencin de esto en su A rte del Bascuence se comprueba en D ie z e , Historia del
arte potico espaol, pg. 111 y ss.; y tal vez se haya perdido del todo su memoria.
arzobispo Turpino di materia a tantos romanceros y cantares de
gesta de la Edad Media; si no, su pas fu de todos modos la puerta
de Troya que pobl por largo tiempo la imaginacin de los pueblos
europeos con las aventuras que all habran tenido lugar.

Los galos y celtas, pueblo ms conocido y famoso que los vas


cos, compartieron, al fin, con stos una misma suerte. En Espaa
era suya una amplia y hermosa regin donde resistieron glorio
samente a los romanos; en Galia, la que toma de ellos su nombre,
costaron a Csar diez aos de duros esfuerzos, y en Bretaa a sus
sucesores trabajos an ms prolongados y finalmente estriles, puesto
que los romanos tuvieron que abandonar la isla. Colonias y tribus
galas, aunque no siempre en gran densidad, poblaban tambin Hel
vecia, el norte de Italia, el sur de Alemania a lo largo del Danubio
hasta Panonia e Iliria; y en los tiempos ms antiguos fueron los ms
temidos enemigos de los romanos, entre todas las naciones. Fu el
galo Breno quien arras a Roma y por poco hubiera acabado para
siempre con la futura dominadora del mundo. Una expedicin
gala lleg hasta Tracia, Grecia y Asia Menor, donde bajo el nombre
de glatas se hicieron temer ms de una vez. Donde empero su
pueblo se enraiz ms duraderamente y no sin cierta cultura, fu
en las Galias y las Islas Britnicas. Aqu practicaban su interesante
religin de los druidas, residiendo el druida supremo en Bretaa;
aqu tambin floreci esa organizacin peculiar suya de la que dan
testimonio hasta el da de hoy tantos edificios de piedra y dlmenes
en Gran Bretaa, Irlanda y las islas adyacentes, monumentos, en
parte gigantescos, que como las pirmides durarn todava por miles
de aos y tal vez seguirn siendo un enigma insoluble para siempre.
Posean una Constitucin poltica v guerrera propia, que por fin fu
vencida por los romanos porque la discordia de los prncipes galos
obr su ruina. No carecan de ciertos conocimientos naturalistas
y algunas artes en la medida adecuada a su grado de civilizacin, y
ante todo abundaban en lo que es el alma de todo pueblo brbaro:
el canto y las tonadas populares, que en boca de sus bardos estaban
dedicados con preferencia al valor en la guerra, por lo cual cantaban
las gestas de sus mayores1. Frente a un Csar y su ejrcito equipado
i Fuera de lo que en escritos ins antiguos compilaron y, en parte, soaron
sobre los celtas Pelletier, Pezron, Martin, Picard y otros, y lo que dijeron sobre
el origen, constitucin, etctera, de los antiguos habitantes de Bretaa los ingleses,
escoceses c irlandeses Baxrington, Cordiners, Henry, Jones, Mac Pherson, Maitland,
Lhwyd, Owen, Shaw, Valency, Whitacker y otros, podemos sealar una obra
alemana que puede llamarse crtica de todas las otras, a saber, la H istoria de Gran
B reta a de Sprengel (continuacin de 2a H istoria universal, vol. 47), cuyo co
mienzo rectifica tcitamente un montn de viejos errores sobre los galos y cim
bros. Tambin acerca de los monumentos conservados de los ingleses da segura
informacin con la brevedad propia de su estilo.
con todos los adelantos del arte militar romano, parecen lgicamente
semi-salvajes; pero comparados con otros pueblos nrdicos, aun con
algunas tribus germanas, ya no lo parecen tanto pues es manifiesto
que los superaban en habilidad y agilidad del carcter y, segn
parece, tambin en laboriosidad artstica, cultura y constitucin
poltica; en efecto, as como el carcter alemn se parece en sus ras
gos fundamentales todava al descrito por Tcito, as tambin en
el galo antiguo est prefigurado el francs, sin perjuicio de todo
lo que cambi con el transcurso de los tiempos. Con todo, debido
a la gran dispersin de las tribus de esa nacin, sus grados de civi
lizacin fueron muy desiguales segn las circunstancias, tiempos y lu
gares, de manera que haba poco de comn entre un galo de Es
cocia o Irlanda y un pueblo glico o celtbero que se haba for
mado en la vecindad de naciones civilizadas.
El destino de los galos en su patria propiamente dicha ter
min trgicamente. Segn los testimonios ms antiguos que de
ellos poseemos, tenan por vecinos a los belgas y cimbros de ambos
lados del estrecho, los cuales, a lo que parece, siempre van siguiendo
la ruta de aqullos. En ambos pases fueron primero los romanos y
luego ios teutones sus vencedores, quienes los oprimieron, debilita
ron y hasta exterminaron a veces de manera muy violenta, por lo
cual encontramos hoy la lengua glica slo en los extremos de sus
antiguas posesiones en Irlanda, las Hbridas y las ridas alturas de
Escocia. Godos, francos, borgoones, alemanes, sajones, normandos
y otros pueblos germanos mezclados en diversas proporciones, ocu
paron sus pases, desalojaron su idioma y extinguieron la memoria
de su nombre.
Sin embargo, la supresin no alcanz el carcter ntimo de este
pueblo que vive en sus monumentos, j al que no logr hacer des
aparecer totalmente de la superficie de la tierra. De los sepulcros
sale una voz tierna y tristona cual sonido del arpa; es la voz de Os-
san, hijo de Fingal, y algunos de sus compaeros. A manera de un
espejo mgico no slo trae ante nuestra vista viejas gestas y costum
bres, sino toda la mentalidad y manera de sentir de un pueblo de
esta cultura, esta regin y estilo de vida. Ossian y sus compaeros
nos dicen ms de la vida ntima de los galos de lo que un histo
riador podra trasmitirnos, y son, a su manera, conmovedores pre
goneros de los valores humanos como los hay tambin en las socie
dades ms primitivas que forman los hombres. Tambin all hay
tiernos vnculos de corazn a corazn, y una suave melancola lo
envuelve todo. Lo que Homero fu para los griegos, pudo serlo
Ossian para los galos, si los galos hubieran sido griegos y Ossian un
Homero. Mas como ste no fu ms que la ltima voz de un pueblo
desplazado y suprimido que clama en-el desierto y proyecta su tenue
luz sobre las tumbas de sus mayores, mientras aqul, hijo de un pue
blo jnico cuyas muchas tribus en formacin florecan en numero
sas islas en la plenitud de su empuje juvenil bajo un cielo tan dife
rente, canta en tan diferente idioma lo que ve claro, distinto y
definido ante sus ojos y lo que habra de servir luego a tantos es
pritus de la posteridad, claro est que no es en las montaas de
Caledonia donde hemos de buscar a un Homero helnico. Sin em
bargo, no ceses de emitir tus dulces sonidos, oh arpa nebulosa de
Ossian; bienaventurado en todos los tiempos quien oriente sus pasos
al son de tus suavsimas melodas1.
L o s c i m b r o s son por su nombre montaeses, y donde for
man un pueblo con los belgas, los encontramos desde los Alpes hasta
las riberas occidentales del Rin siguiendo hasta el delta de este
ro, y tal vez, en tiempos remotos, hasta la pennsula cmbrica que
en aquel entonces parece haber sido un territorio ms extenso.
Las tribus germanas que los rodeaban, los arrojaron ms all del Ca
nal de la Mancha, de manera que apremiaron a los galos en Bretaa
y pronto ocuparon las costas del este y sur de este pas; y como sus
tribus de ambos lados del estrecho mantenan su cohesin y eran
ms expertas en algunas artes que los galos, no hallaron ninguna
ocupacin ms cmoda que la piratera. A lo que parece, fueron
un pueblo ms salvaje que los galos, y que tampoco bajo los romanos
adelant gran cosa en su civilizacin y moralidad. Cuando los roma
nos dejaron el pas, cayeron en tal estado de barbarie y abandono
que se vieron necesitados de llamar unas veces a los romanos, y otras,
en perjuicio propio, a los sajones en calidad de pueblos auxiliares.
Malsimas fueron las experiencias que hicieron con estos protectores
germnicos. En nutrida hordas llegaron stos devastando el pas
a sangre y fuego. No respetaban hombres ni instituciones; el pas
pronto se convirti en un desierto, y finalmente hallamos a los
pobres cimbros arrinconados en el extremo occidental de Inglaterra,
las motaas de Gales y un rincn de Comualles, cuando no refu
giados en Galia o exterminados. Nada puede compararse al odio
de los cimbros contra sus prfidos amigos sajones, y lo siguieron ali
mentando an durante siglos despus, cuando ya vivan encerrados
i Parece cosa extraa que dos naciones que se disputan el honor de ser la
patria de Ossian y'Fingal, Escocia e Irlanda, no hayan justificado sus pretensiones
mediante la edicin de sus ms hermosos cantares en su v e r s i n o r i g i n a l
como la refiere la tradicin.- Seria harto difcil inventarla, y la estructura de los
cantares en su versin primitiva y no retocada, provista de un glosario y las
notas convenientes, no slo servira para hacer valer tales derechos, sino que tam
bin revelara ms sobre el idioma, la msica y el arte potico galos que la obra
de Blair, el Aristteles de los galos. Una antologa glica de esta clase sera no
slo una obra clsica para: los devotos indgenas de su literatura que contribuira
a conservar permanentemente los tesoros ms preciados de su idioma, sino que
sera tambin de gran valor para el extranjero y sera siempre un libro impor
tante para la historia universal.
en las ridas montaas. Por largo tiempo se mantuvieron indepen
dientes en el carcter de su idioma, forma de gobierno y costumbres,
de las que encontramos todava interesantes descripciones en el
ceremonial de su corte real y sus funcionarios estatales1. Mas tam
bin para ellos lleg la hora final. Gales fu ocupada y unida a
Inglaterra; slo el idioma cimbrio se conserv tanto aqu como en
Bretaa, pero en restos inciertos, porque es inevitable que tanto
l como' los idiomas de todos los pueblos desplazados toquen a su
fin, lo que, al parecer, suceder primero en Bretaa. Por lo tanto
hay que felicitarse de que el carcter de este idioma haya sido fija
do en los libros2. Es propio del transcurso de la historia que los
caracteres de los pueblos desaparezcan paulatinamente; el sello que
les es propio se va desgastando y son echados al gran crisol de los
tiempos donde se sedimentan como materia inerte o se purifican has
ta alcanzar una nueva modalidad.
Lo ms notable que nos ha quedado de los cimbros y lo que
ha ejercido un maravilloso hechizo sobre la imaginacin de los hom
bres, es el rey Arturo con la Tabla Redonda de sus caballeros. Como
es natural, la leyenda entr muy tarde- en la literatura, y slo des
pus de las cruzadas fu adornada por romanceros; pero original
mente perteneca a los cimbros, porque el rey Arturo reinaba en
Comualles; y all en Gales miles de lugares llevan todava hoy su
nombre en la leyenda del pueblo. Es probable que la fbula, ins
pirada en el romanticismo normando, haya nacido primero en la
Bretaa, colonia cmbrica, para difundirse luego, enriquecida de
innumerables amplificaciones por Inglaterra, Francia, Italia, Espaa
y Alemania, hasta ser recogida ms tarde por el arte potico supe
rior. Leyendas orientales se le agregaron; todo lo santific la au
reola legendaria, y de esta manera se fu formando el hermoso cor
tejo de gigantes, caballeros, el mago: Merln (tambin de Gales).,
hadas, dragones y aventureros que hicieron por siglos las delicias
de los caballeros y las damas. Intil sera preguntar por el tiempo
preciso-en que vivi el rey Arturo, pero, en cambio, sera despus
de los laudables trabajos previos realizados empresa y aventura glo
riosa, tan amena como instructiva, investigar los fundamentos, la
historia y los efectos de estas leyendas y . composiciones poticas
a travs de todas las naciones y siglos de su florecimiento y destacarla
como fenmeno interesante del gnero humano 3.

1 S p r e n g e l , Historia de Gran Bretaa, p. 379-92.


2 Borlase, Bullet, Loyd, Rostrenen, le Brigant, traducciones de la Biblia,
etc. Las leyendas poticas, en cambio, del rey Arturo y la Tabla Redonda han
sido poco exploradas en su forma original.
3 Se encuentran elementos tiles en la disertacin de Thomas W arton sobre
el origen de la literatura novelesca en Europa, traducida antes de su Historia
de la potica en Eschenburg Britisch. Museum, B. 3-5; mas como es evidente que
II

FINLANDESES, LETONES Y PRUSIANOS

El pueblo finlands (que no conoce este nombre, pues se llama


S u o m i a s mismo, como tampoco lo conoce una de sus ramas, los
lapones), ocupa todava ahora el extremo norte de Europa y se
extiende por las costas del Mar Bltico hasta el Asia, siendo seguro
que en tiempos pasados su extensin fu mayor. Este grupo tnico
abarca, adems de los finlandeses y lapones, tambin a los ingros,
estones y livonios, siendo pueblos emparentados los siraneses, per-
mios, vogules, votiacos, cheremisos, mordvinenses, ostiacos, cncicos y
otros, como tambin los hngaros o magiares a juzgar por sus idio
mas respectivos 1. Es incierto hasta qu latitud en direccin al sur
hayan habitado en otros tiempos los lapones y finlandeses en Norue
ga y Suecia; mas una cosa es cierta: que los pueblos germnicos de
Escandinavia los desplazaron cada vez ms al norte hasta el extremo
que todava ahora es su patria. Parece que sus tribus se mostraron
ms activas en el Mar Bltico y el Mar rtico, donde juntamente
con el canje de mercaderas se dedicaron a la piratera. Su dolo
Jumala posea en Permia o Biarmeland un templo de esplendor
brbaro, y los aventureros nrdicos y germanos frecuentaban este
lugar para canjear, saquear y recolectar tributos. En ningn lugar ha
llegado este pueblo a la madurez de una cultura independiente, lo
que no parece fuera culpa de su incapacidad, sino ms bien de su
situacin desfavorable. No fueron guerreros como los germanos,
pues an ahora, despus de tantos siglos de opresin, demuestran
todas sus leyendas populares y cantares que los lapones, estones y
finlandeses son un pueblo pacfico. Como, adems, las diversas
tribus vivan casi sin comunicacin de unas con otras y, en parte,
sin Constitucin poltica alguna, no pudo frente a la avalancha de
sigue un sistema errneo, debera darse otra forma a la obra. Hay abundante
material en Percel y la ms moderna B iblioth qu e des rom ans, y anotaciones de
los ingleses sobre Chaucer, Spencer, Shakespeare y otros en sus Arqueologas, en
Du-Fresne y otros, y comentarios sobre varios antiguos historiadores; una sucinta
historia de Sprengel pondra orden en este caos y revelara, sin duda, aspectos
muy instructivos.
i Vase las tablas comparativas de las escrituras de Bttner, la introduccin
a la historia universal de Gatterer, la historia nrdica de Schlotzer, etctera. El
ltimo tomo (N<? 31) de la historia universal continuada, es una coleccin valiosa
de propias y ajenas investigaciones sobre las tribus y la historia antigua de los
pueblos nrdicos, que suscita el deseo de ver ms compilaciones de esta ndole
sobre los trabajos de Ihre, Suhm, Lagerbring y otros.
los pueblos suceder otra cosa que lo que sucedi, a- saber, que los
lapones fueron desplazados hacia el polo norte, mientras los finlan
deses, ingros, estones y otros fueron subyugados y reducidos a la
esclavitud, mientras que los livonios fueron exterminados casi com
pletamente. En general, la suerte de los pueblos del Max Bltico
da una impresin poco alentadora y es una pgina triste en el libro
de la historia.
El nico pueblo de esta raza que figura entre los conquistadores
son los hngaros o magyares. Es probable que sus primeras moradas
estuvieran entre los bashqures entre el Volga y el Jaik. Luego fun
daron el reino de Hungra entre el Mar Negro y el Volga, el cual
acab por dividirse. Ahora cayeron bajo el dominio de los chazares,
fueron dispersados por los pechenegas y fundaron finalmente el
Imperio Magiar en la frontera persa, a la vez que siete hordas emi
graron a Europa donde llevaron guerras feroces contra los blgaros.
Acosados por stos, fueron llamados por el rey Arnulfo como auxi
liares contro los moravos. Ahora se precipitaron desde Panonia so
bre Moravia, Baviera y el norte de Italia y las devastaron terrible
mente; a sangre y fuego recorrieron Turingia, Sajonia, Wurtem-
berg, Hesse, Suabia y Alsacia hasta Francia,, luego otra vez Italia y
cobraron vergonzoso tributo del emperador alemn, hasta que final
mente los estragos de la peste y las ms espantosas derrotas de sus
ejrcitos en Sajonia, Suabia y Westfalia salvaron, de su flagelo al
Imperio Alemn convirtindose la misma Hungra en reino apost
lico. Ah estn todava ahora entre eslavos, alemanes y valones y
otros ms, donde forman la menor parte de la poblacin. Tal vez,
al cabo de algunos siglos, no se recuerde ni su idioma.
Los l i t u a n o s , c u r l a n d e s e s y l e t o n e s en el Mar
Bltico son de origen incierto; con toda probabilidad fueron em
pujados hasta donde no fu posible empujarlos ms. No obstante la
mezcla de sus idiomas con otros, tienen su carcter peculiar y son
tal vez hijos de una madre muy antigua, acaso de regiones muy
lejanas. El pacfico pueblo letn no pudo extenderse entre los ale
manes, eslavos y finlandeses, y menos perfeccionar su civilizacin,
hasta que al fin slo se hizo tristemente clebre como sus vecinos,
l o s p r u s i a n o s , por las barbaridades que todos estos pueblos
de la costa tuvieron que sufrir por parte de los polacos recin con
vertidos al cristianismo, y tambin de la orden de los caballeros
Teutnicos y sus auxiliares1. La humanidad queda aterrada al ver
1 Sera de desear que se escribiera una sucinta historia del pueblo prusiano
a base de los provechosos trabajos previos realizados por Hartkoch, 4Prtorius,
Lilienthal y otros, si no es que ya ha aparecido sin enterarme yo. Este pequeo
rmcn de la tirra hizo mucho por su propia historia y la de los pueblos vecinos
sin hater recibido aliento'de ninguna especies vaya el solo nombre de Bayr que
vale por muchos. Especialmente digna de estudio serio* es la- antigua organizacin.
tanta sangre derramada en guerras prolongadas y salvajes y que
termin con la exterminacin casi total de los antiguos prusianos,
en tanto que los curlandeses y letones fueron reducidos a la esclavi
tud bajo la cual gimen hasta nuestros das. Tal vez tengan que pasar
siglos hasta que sean libertados y, en compensacin de los horrores
con que se priv a estos pueblos pacficos de sus tierras y su libertad,
el sentido humanitario de las nuevas generaciones los ponga en po
sesin y uso de una nueva libertad.
, Bstante ya- nos hemos detenido con los pueblos subyuga
dos y exterminados; pasemos ahora a los que los subyugaron y
desplazaron.

III

LOS PUEBLOS GERMNICOS

Trataremos ahora de un grupo tnico que contribuy ms que


todos Is otros al bienestar y la desgracia de esta parte del mundo
por su alta estatura y fuerzas fsicas, su espritu guerrero, audaz y
constante, e vasallaje heroico con que prestaba servicios a sus jefes
dondquier que fuera distribuyendo el botn de los pases some
tidos, y sus conquistas de gran alcance que llevaron la mentalidad
germnica de su Constitucin a todas partes. Las armas de los
alemanes han sido e terror de Europa hasta el Mar Negro. El reino
de los godos se extendfa del Volga hasta el Mar Bltico; diversos
pueblos germnicos tenan su sede y fundaron reinos en pocas di
ferentes en Tracia, Mesia, Panonia, Italia, Galia, Espaa y hasta
en .frica; Fueron ellos quienes desplazaron a los romanos, sarra
cenos, galos, cimbros, lapones, finlandeses, estones, eslavos, curlan-
deses, prusianos, y finalmente unos otros, como fueron ellos tam
bin los que fundaron todas las naciones modernas de Europa, im
pusieron-su organizacin social y su legislacin. Ms de una vez
ocuparon, vencieron y saquearon a Roma; muchas veces asediaron
Constantinopla llegando a reinar all mismo y fundando en Jeru-
saln un reino cristiano. Todava ahora gobiernan los prncipes
que dieron a casi todos los tronos de Europa, donde o son ellos
mismos los que erigieron y retienen todava estos reinos, dominando
con ;su industria y comercio ms o menos en todos los Continentes

prusiana junto al rio Vstula, que tiene a un Widewuto por fundador y merece
con su druida supremo de nombre Kriwe y toda la tribu una profunda investi
gacin. A rudt y Hupel son nombres de mrito en la historia de leflan d .
de la tierra. Como no hay efecto sin causa, tambin una serie tan
imponente de efectos debe tener la suya. '
1) L a c a u s a n o se e n c u e n t r a s o l a m e n t e e n
el c a r c t e r de l a n a c i n , s i n o q u e c o n t r i b u
y e r o n a l a s u m a d e s us h a z a a s s u s i t u a c i n
geogrfica y poltica, y asimismo una serie
de c i r c u n s t a n c i a s q u e n o c o i n c i d i e r o n de es
t a m a n e r a e n n i n g n o t r o p u e b l o n r d i c o . Su
cuerpo alto y escultrico, sus ojos azules y temibles eran animados
de un espritu de lealtad y templanza que los hizo obedientes a sus-
jefes, intrpidos en el ataque, sufridos en los peligros; y por lo
tanto, para otros pueblos, en particular para los decadentes ro
manos, muy aptos para la defensa del Imperio y temibles a la vez.
No pocos de los antiguos germanos prestaron servicio en el ejrcito-
romano y fueron escogidos para la guardia del emperador; ms an:
cuando el asediado Imperio ya no pudo valerse por sus propios
medios, fueron ejrcitos germanos los que peleaban a sueldo contra
cualquiera, incluso contra sus propios hermanos. Esta vida de mer
cenarios continuada por siglos no slo proporcion a muchos de sus
pueblos una ciencia y disciplina militar desconocidas para otros-
brbaros, sino que el ejemplo de los romanos y el conocimiento
de su debilidad acab por despertar en ellos poco a poco el gusto
de propias conquistas y migraciones. Si esta Roma ahora tan de
cada haba subyugado a otros pueblos en el pasado, arrogndose
el ttulo de dominadora del mundo, por qu no intentarlo ahora
ellos mismos sin la ayuda de las manos debilitadas de aqullos? Si
dejamos a un lado incursiones anteriores por parte de teutones y
cimbros y comenzamos a contar a partir de hombres de empresa
como Ariovisto, Marbudo y Herminio, podemos decir que las pri
meras irrupciones provinieron de pueblos limtrofes o de jefes y
conductores que eran peritos en el arte militar de los romanos-
por haber servido en sus ejrcitos, conociendo a fondo la flaqueza
de Roma, y ms adelante de Constantinopla. Algunos de ellos hasta
haban sido naciones aliadas de Roma, que luego juzgaron ms-
oportuno conservar para s cuanto haban podido salvar. Donde un
rico dbil vive en la vecindad de un pobre fuerte que es indispen
sable, siempre le cede la superioridad y el dominio. De igual
manera los romanos estaban en la vecindad de los germanos, que
situados en el centro de Europa se hallaban frente a ellos, y como
la necesidad los obligaba a introducirlos unas veces en el Estado,
otras en el ejrcito, no tardaron en pasar el cetro a manos de
aqullos.
2) La prolongada res istencia que vari os p u e
blos ge r ma no s t u v i e r o n que o p o n e r a los r o -
ma t n o s , f o r t a l e c i n e c e s a r i a m e n t e s u s e r t e r -
g a s y s u o d i o c o n t r a el e n e m i g o j u r a d o q u e
s e g l o r i a b a d e t o d a v i c t o r i a s o b r e e l l o s m s
q u e d e c u a l q u i e r o t r o t r i u n f o . Tanto en el Rin
tomo en el Danubio eran los romanos peligrosos adversarios para
los germanos, los cuales, si les haban servido gustosamente contra
los galos, no lo deseaban hacer en calidad de vencidos. De ah
las interminables guerras desde la poca de Augusto, las cuales de
generaban cada vez ms en incursiones y saqueos a medida que
el Imperio Romano se iba debilitando, y no podan terminar sino
con su completo desmoronamiento. La federacin de los marco-
manos y la alianza de los suabios que integraron varios pueblos
contra los romanos, l a o b l i g a c i n d e s e r v i r e n el
e j r c i t o que converta a todas las tribus, aun a las que habi
taban regiones apartadas, en defensores, es decir, en aliados, stas
y otras instituciones dieron a toda la nacin tanto el nombre como
el carcter de g e r m a n o s , es decir, a l e m a n e s , lo que quiere
decir pueblos guerreros confederados, preludio un tanto salvaje de
un sistema que siglos ms tarde se habra de extender a todas las
naciones de Europa \
3) Debido a semejante constitucin gue
r r e r a p e r m a n e n t e , los g e r m a n o s t e n a n que
c a r e c e r n e c e s a r i a m e n t e de v a r i a s o t r a s v i r
t udes , las cual es s a c r i f i c a b a n g u s t o s a m e n t e a
su i n c l i n a c i n o n e c e s i d a d p r i n c i p a l que era
1 a g u e r r a . No promovan con igual dedicacin la agricul
tura, y algunas tribus hasta previnieron una nimia aficin a esta
actividad que pudiera nacer en alguno por la propiedad privada
y un mejor cultivo de las tierras, mediante una redistribucin
anual de los agros. Algunas tribus, especialmente las del este del
pas, eran y siguieron siendo por mucho tiempo pueblos de caza
dores y pastores al estilo trtaro. El concepto primitivo de campos
de pastoreo comunes y una propiedad colectiva era una idea pre
dilecta de estos nmadas, la cual introdujeron tambin en la cons
titucin de los pases y reinos por ellos conquistados. Fu as
como Alemania sigui siendo durante largos siglos una selva llena
de praderas, pantanos y cinagas donde habitaban el uro y el anto,
animales ahora extinguidos que vivan al lado de esos hombres

i No tiene objeto en este lugar una detallada descripcin de las consritu*


ciones alemanas, muy diversas segn los tiempos, tribus y lugares, ya que se ver
a su debido tiempo cuanto de ellas tom cuerpo en la historia universal. Fuera
de los numerosos comentarios de Tcito, se puede consultar la exposicin que
Mser hizo conforme a la regin que abarca su trabajo, la que parece por su ar
mona casi, un sistema idealizado que, no obstante, en sus partes integrantes, tiene
visos de verdad. Vase M se r , H isto ria de Osnahrck, parte I ; y algunos lugares
& sus F an tasas Patriticas.
heroicos.- No conocan ciencias y los pocos oficios indispensables
eran ejercidos por las mujeres y en su mayor parte por siervos se
cuestrados. Es natural que pueblos de esta ndole, estimulados por
la venganza, la pobreza, el aburrimiento, los vecinos o cualquier
otro motivo, gustaran de abandonar sus selvticos pagos en busca
de regiones ms amenas o para servir como mercenarios. En con
secuencia hubo algunas tribus que se hallaban en constante in
quietud guerreando en comn o entre ellas mismas. No hay otros
pueblos, hecha excepcin de unas pocas tribus de vida sedentaria,
que hayan emigrado tanto como stos; y si una tribu se pona
en marcha, muchas otras se le agregaban al paso, hasta que un
puado de hombres se haba convertido en un ejrcito. Muchos
pueblos alemanes como los vndalos, los suabios y otros, tienen su
nombre por causa de sus continuas correras. Tal fu su vida en
tierra, tales sus viajes por mar; como se ve, una vida que tena mucho
de trtara.

Tngase, pues, sumo cuidado en no hacer desviar algn tpico


predilecto de nuestra constitucin moderna de la historia de los
antiguos germanos, que no da lugar a esto porque segua por otro
curso distinto. Los germanos se expandieron hacia el oeste, donde
chocaron con los belgas y galos, hasta quedar encerrados en medio
de pueblos extraos. En direccin al este avanzaron hasta el Mar
Bltico, j como all no tuvieron xito en la piratera y no lograron
atravesarlo para trasladarse a otras regiones, ni hallaron su sostn
en las costad arenosas, era natural que en la primera oportunidad
se volcaran hacia el sur para ocupar all otros pases de escasa o
ninguna poblacin. As se explica que varias naciones que inva
dieron el Imperio Romano hubiesen habitado antes en el Mar Bl
tico. Mas como slo se trataba de las tribus menos civilizadas, su
permanencia en el Bltico rio haba sido causa de derrumbe del
Imperio. sta se hallaba mucho ms lejos: en la M o n g o l i a
a s i t i c a . Los igures y otros pueblos empujaron a los hunos
Occidentales; stos cruzaron el Volga chocando en el Don contra los
alanos, y luego contra el gran reino de los godos junto al Mar
Negro. Entonces se origin una reaccin en cadena, ponindose en
movimiento muchos pueblos germnicos del sur, a saber, los visi
godos, ostrogodos, vndalos, alanos y suevos, detrs de los cuales
venan los hunos. Distinto fu l caso de los sajones, francos, bor
goones y llnalos; los nombrados en ltimo lugar haca tiempo que
vendan a sueldo de Roma su sangre de hroes.
. -Tambin debe evitarse el error de atribuir a todos estos pueblos
las mismas costumbres o una civilizacin pareja; su comportamiento
tan diverso para con las naciones vencidas demuestra todo lo con
trario. El proceder de los salvajes sajones en Inglaterra y de los
alanos y suevos nmadas en Espaa, no fu como el de los ostro
godos en Italia o el de los borgoones en Galia. Las tribus que ha
ban habitado por largo tiempo en la frontera romana cerca de sus
colonias y centros comerciales al oeste y al sur, eran de carcter
ms suave y adaptable que las provenientes de las selvas del norte
o las costas desiertas. Por lo tanto, sera una arrogancia sin funda
mento que cualquier horda de germanos quisiera llamar suya la
mitologa de los godos escandinavos, porque stos haban pasado
por muchos lugares' y su mitologa evolucion y se fu refinando por
diversos caminos. A l valeroso germano primitivo tal vez no le
quede otra cosa que su Theut o T u i s t o , M a n n , H e r t h a
y W o d a n , es decir, un padre, un hroe, la tierra y un jefe
militar.
No obstante, tenemos motivos para una alegra fraternal a
causa de ese tesoro, remotamente nuestro, de la m i t o l o g a g e r
m n i c a , que se ha conservado en los confines del mundo habi
tado, en Islandia, y a lo que parece fu enriquecida por las leyendas
normandas y los sabios cristianos; me refiero a la Edda nrdica.
En su carcter de coleccin de documentos de la lengua y menta
lidad de un pueblo germnico tiene tambin para nosotros crecido
inters. Segn se lleve la investigacin, puede ser muy instructivo
y revelador o tambin intil comparar la jnitologa de estos pue
blos nrdicos con la de los griegos. Pero sera trabajo perdido pre
tender hallar a un Homero u Ossian entre los escandinavos. Acaso
la tierra produce en todas partes- los mismos frutos, y no son acaso
los ms nobles producto de un estado alcanzado por la nacin
en largo trabajo preparatorio? Apreciemos, por lo tanto, en estas
leyendas. lo que encontramos naturalmente en ellas, que ser un
espritu muy personal de una poesa primitiva y audaz, de sen
timientos fuertes, puros y leales juntamente con un uso algo ama
nerado de los rudimentos de nuestra lengua; y cualquiera que ayude
a conservarlas o'conocerlas mejor contribuyendo a un uso ms
difundido y acertado de estos tesoros nacionales, se hace acreedor
a nuestro agradecimiento. Entre quienes hicieron su valioso aporte
en este sentido en tiempos pasados y actuales1, quiero nombrar con
gratitud y reverencia a S u h m por su mrito respecto de la his
toria universal. Es l quien desde Islandia hace brillar con nuevo
resplandor este bello boreal a la vez que juntamente con otros se
empea en ensearnos su uso ms acertado dentro del acervo de
nuestros conocimientos. Desgraciadamente no podemos los ale
manes ostentar grandes tesoros lingsticos antiguos2; los cantares-
1 Samund, Snorro, Resenus, Worm, Torfaus, Stephanius, Bartholin, Reisr
ler, Ihre, Granson, Thorkelin, Erichsen, di Magnai, Anchersen, Eggers y otros.
2 Toda nuestra riqueza est reunida en el T k esau ru s de Schilter, con'excep
cin de alguna que otra muestra dispersa, y no se puede decir que sea gran cosa.
de nuestros bardos se han perdido^ y con pocas excepciones la vieja
encina de nuestro lenguaje pico slo se engalana con flores muy
recientes.
Una vez que los pueblos germnicos se hubieron pasado al
cristianismo, guerrearon por ste como por sus reyes y su nobleza.
Los efectos de su lealtad de vasallos en este campo tuvieron que
experimentarlos abundantemente primero sus propios hermanos an
paganos, los alemanes, turingios, bvaros y sajones, y luego tambin
los pobres eslavos, prusianos, irlandeses, livonios y r estones. Es
parte de sus glorias el hecho de que ms adelante formaron tambin
una muralla viviente contra las invasiones de brbaros como los
hunos, hngaros, mongoles y turcos, cuyo frenes se estrell contra
sus lanzas. Son ellos quienes no slo conquistaron, cultivaron y
organizaron a su manera la mayor parte de Europa, sino que tam
bin la protegieron y defendieron a. brazo partido; de otra manera
no hubiera podido hacerse lo que en efecto se hizo. Su autoridad
entre los otros pueblos, su federacin guerrera y su carcter racial
fueron, por consiguiente, los fundamentos de la cultura, libertad y
seguridad de Europa. La historia como testigo insobornable, nos
dir si la situacin poltica de los germanos no tendr que ser, por
otra parte, tina de las causas por las cuales esta cultura progrese
con bastante lentitud.

IV

LOS PUEBLOS ESLAVOS -

Los pueblos eslavos ocupan una extensin geogrfica mayor que


el lugar que les corresponde en la historia, entre otras causas, por^
que habitaban ms lejos de los romanos. Los encontramos primero
en el ro Don, luego en el Danubio, unas veces bajo el dominio
godo, otras bajo el de los hunos, y blgaros junto con los cuales
inquietaron a menudo el Imperio Romano, pero casi siempre slo
en calidad de pueblos auxiliares y acompaantes o siervos. Sin per
juicio de hazaas aisladas, nunca fueron un pueblo animoso de
guerreros y aventureros como los germanos; en cambio, seguan ca
lladamente los pasos de stos ocupando los pases y lugares que los
otros haban abandonado, hasta que finalmente se instalaron en
la enorme regin que se extiende del Don hasta el Elba, del Mar
Bltico hasta el Adritico. Sus moradas de este lado de los Crpatos
alcanzaban desde Luneburgo,. Mecklemburgo, Pomerania, Brande-
burgo, Sajonia, Lausitz, Bohemia, Moravia, Silesia, Polonia hasta
Rusia;- y' ms all de los Crpatos, donde se les encuentra ya en
tiempos' remotos e n 1Rumania y el ro Moldava, se extendieron,
ayudados por varias circunstancias cada vez ms, hasta que el em
perador1Heraclio los recibi tambin en Dalmacia y poco a poco
fundaron ellos los reinos de Eslovenia, Bosnia, Servia y Dalma.-
cia. Tambin en Panonia se hicieron muy numerosos, y desd
Friul' ocuparon tambin el extremo sureste de Alemania teniendo
por lmites las fronteras de Estiria, Carntia y Ucrania; extensin
con mucho la ms grande de Europa habitada hasta hoy por un
pueblo. Se establecieron en todas partes para ocupar la tierra aban
donada por otros pueblos, colonizndola, labrndola como , gricul-
tores o utilizndola como campos de pastoreo, por lo cual su pre
sencia callada y su laboriosidad fueron muy beneficiosos para estos
pases despus de tantas devastaciones, invasiones y trnsitos de hor
das salvajes. Eran aficionados a la agricultura, a tener buena pro
visin de ganado y cereales y ejercan tambin varios oficios caseros
dando lugar a un provechoso comercio con los productos de sus
pases, los frutos de su laboriosidad y diligencia. lo. largo del Mar
Bltico, comenzando desde Lubeck, haban construido ciudades ma
rtimas entre las cuales Vieta en la isla de Rgen vena a ser el
Amsterdam de los eslavos. Cultivaban el trato con los prusianos,
irlandeses y letones como se demuestra por los idiomas de estos
pueblos. Edificaron Kiev sobre el Dniper y Novgorod sobre el Yol-
chov, las cuales no tardaron en ser florecientes centros comerciales,
uniendo el Mar Negro con el Bltico y llevando los productos del
Oriente a la Europa septentrional y occidental. En Alemania se
dedicaron a la minera, eran peritos en la fundicin de metales, la
fabricacin de la salmuera, lienzos, hidromiel, plantaciones frut-
colas y llevaban a su manera una vida alegre y embellecida por la
msica. Eran prdigos en limosnas, hospitalarios hasta, el derroche,
amantes de la libertad rural, pero sumisos y obedientes, enemigos
del robo y del saqueo. Naturalment, este carcter lejos de prote
gerlos contra la opresin, los predestinaba a ella. Como nunca
lidiaron por el dominio del mundo y no tenan prncipes heredi
tarios y vidos de guerra, prefiriendo pagar tributos con tal de poseer
en paz sus tierras, varias naciones, sobre todo las de raza germana,
cometieron graves culpas contra ellos: .
Ya bajo Carlomagno comenzaron las guerras de opresin que,
segn parece, tenan por objeto ventajas econmicas, aunque natu
ralmente eran presentadas bajo pretextos religiosos harto cristianos.
Nada ms cmodo para los francos que se las daban de heroicos
guerreros, que tratar como a siervos a una nacin trabajadora y
dedicada a la agricultura y el comercio,- en vez de aprender y ejercer
ellos mismos este oficio. Lo que haban iniciado los francos, lo aca
baron los sajones; en provincias enteras se extermin o redujo a
la esclavitud a los eslavos, distribuyendo sus tierras entre los seores,
los obispos y los nobles. Su trfico mercante en el Mar Bltico fu
destruido por los germanos nrdicos; Vieta encontr su triste fin a
manos de los daneses, y los restos que se encuentran ahora en Alema
nia se asemejan en mucho a lo que los espaoles hicieron del Per.
Qu tiene de extrao que al cabo de siglos de opresin y la ms
profunda exasperacin contra sus cristiansimos amos y ladrones,
su carcter decayera en la indolencia prfida y cruel del esclavo?
A pesar de todo, se puede reconocer todava, especialmente donde
gozan de alguna libertad, su antiguo carcter. La desgracia de este
pueblo estuvo en que, a causa de su pacifismo y su inclinacin al
trabajo tranquilo, no lograron darse una organizacin guerrera per
manente, si bien no les falt el valor para una resistencia espor
dica. Quiso su mala suerte que su situacin geogrfica lo pusiese,
de un lado, en contacto con los germanos y, del otro, lo hiciese
blanco para todas las incursiones de los invasores del este, entre los
cuales hasta hubo mongoles que los colmaron de sufrimiento y des
gracias. Pero incesante gira la rueda de los tiempos. Estas nacio
nes habitaban una de las regiones ms hermosas y frtiles de Europa,
una vez que sea totalmente cultivada y explotada pra el comercio.
Por otra parte, no cabe pensar sino que la poltica y legislacin
de Europa ir fomentando cada vez ms el trabajo tranquilo y el
trato pacfico entre los pueblos en vez del espritu guerrero. De
esta manera tambin vosotras, oh naciones tan diligentes y dichosas
en otros tiempos, despertaris finalmente de vuestro prolongado
sueo y seris liberadas de vuestras cadenas de esclavos para apro
vechar como propiedad vuestra las hermosas regiones del Mar Adri
tico hasta los Crpatos, del Don hasta el Muida, y celebrar vuestras
antiguas fiestas de la laboriosidad y del comercio.
Puesto que poseemos hermosas y tiles contribuciones a la his
toria de este pueblo procedentes de diversas partes1, es de desear
que se complete lo que an falta, se coleccionen los restos de sus
costumbres que van desapareciendo cada vez ms, como tambin sus
cnticos y leyendas, y se llegue finalmente a elaborar una h i s t o r i a
d e c o n j u n t o d e e s t e g r u p o t n i c o tal como lo
pide un cuadro completo de la historia universal.

i Frisch, Popowitch, M ller, Jord n , Stritter, Gerken, Mhsen, A ntn,


Dohner, Taube, Fortis, Sulzer, Rossignoli, Dobrowski, Voigt, Pelzel, y otros.
V

PUEBLOS EXTRAOS EN EUROPA

Con la sola excepcin de los hngaros, podemos considerar a


todos los pueblos tratados hasta aqu como naciones indgenas de
Europa que pertenecen a este Continente desde tiempos inmemo
riales. Cabe pensar que en tiempos prehistricos hubiesen salido
del Asia, como lo parece insinuar el parentesco de algunas de sus
lenguas; pero esto y el camino que tomaron desde el Arca de
No est ms all de nuestro cometido.
Pero adems de ellos hay en Europa una serie de pueblos ex
traos que desempearon o desempean todava su papel por suerte
o desgracia para el Continente.
Tales son los h u n o s que bajo Atila invadieron, conquis
taron y devastaran tantos pases, y eran muy probablemente,: y segn
la descripcin de Amiano, un pueblo monglico. Si el gran Atila
no hubiera accedido, a los ruegos de perdonar a Roma y la hubiese
hecho capital de su Imperio, qu terriblemente distinta sera toda
la historia europeal Mas ahora sus ejrcitos derrotados volvieron
a sus estepas y no nos legaron, gracias a Dios, ningn S a c r o I m
p e r i o R o m a n o - C a l m u c o en Europa.
Despus de los hunos fueron los b l g a r o s quienes des
empearon un papel aterrador en la Europa oriental, hasta que, al
igual que los hngaros, fueron domesticados por la religin cristiana
y acabaron aun por perder su propio idioma a favor del eslavo.
Tambin se desintegr el nuevo reino que fundaron en comunidad
con los vlacos del monte Haemo y ellos se hundieron en la gran
mezcolanza de pueblos dacio-ilrico-tracio; hoy no hay ms que
una provincia turca que lleva su nombre, sin que la poblacin pre
sente ningn carcter propio nacional.
Pasamos por alto muchos otros pueblos como los chazares, va-
ros, pechenegas, etc., que bastante trabajo dieron a los pueblos
orientales y en parte tambin al Imperio Romano de Occidente,
a los godos, eslavos y otras naciones, pero al fin, sin dejar su
nombre establecido en ninguna parte, volvieron al Asia o se hun
dieron en el crisol de los pueblos.
Todava menos podemos detenernos en los restos de los anti
guos ilirios, tracios, macedonios, albanos, valones y arnautos. No
son extraos sino antiguas tribus europeas; en otros tiempos eran
naciones principales, mientras que ahora slo son residuos de varios
pueblos y lenguas.
Completamente extraos a nosotros son tambin aquellos hunos
de la segunda ola que bajo Gengis-Khan y sus sucesores devastaron
Europa. El primero de este nombre avanz sin parar hasta el
Dniper, cambi de repente de parecer y se volvi atrs. Su sucesor
lleg a sangre y fuego hasta Alemania, mas luego fu rechazado.
Los nietos de Gengis-Khan subyugaron a Rusia que por siglo y
medio qued tributaria de los mongoles; finalmente sacudi el yugo
y de ah en adelante se enfrent por su parte con los otros pueblos
con pretensiones de podero. Aquellos lobos ladrones de la alta pla
nicie del Asia, los mongoles, fueron ms de una vez los devasta
dores del mundo; pero nunca lograron hacer de Europa una de sus
estepas, ni lo pretendieron, sino que solamente venan en busca
de botn.

Hablemos, por lo tanto, ya slo de aquellos pueblos que como


poseedores de sus tierras y habitantes permanentes del Continente
hicieron en el mismo su aparicin ms o menos prolongada. s
tos son:
1. Los r a b e s . Este pueblo no solamente di el primer
golpe fatal al imperialismo de Oriente en tres partes del mundo,
sino que adems tuvo ocupada gran parte de Espaa durante sete
cientos setenta aos, dominando tambin en Sicilia, Cerdea, Cr
cega y Npoles, ya sea del todo, ya sea en, parte. Como perdieron
luego sus posesiones slo paso a paso, quedaron en todas partes,
en los idiomas y la mentalidad, en edificios y organizaciones, rastros
de ellos que en parte an se conservan, en parte, empero, tuvieron
profunda influencia sobre sus vecinos y conciudadanos de entonces.
En varios lugares encendieron la antorcha de las ciencias para la
Europa brbara de entonces, y durante las cruzadas fu muy pro
vechoso para nuestro Continente el contacto con sus hermanos de
sangre en Oriente. Como adems muchos de ellos se pasaron al
cristianismo en los pases habitados por sus descendientes, fueron
incorporados a Europa, particularmente en Espaa, Sicilia y otras
partes.
2. Los t u r c o s , pueblo oriundo del Turquestn, son toda
va extraos en Europa, no obstante una estada de ms de tres
siglos. Dieron el golpe de gracia al Imperio de Oriente, que du
rante ms de mil aos fu una carga para el mundo y para s mismo,
por lo cual llevaron sin saber ni pretenderlo las artes a Europa. Sus
ataques mantuvieron alerta por siglos a las potencias que de esta
manera se previnieron contra todo dominio extranjero en su Con
tinente. Este bien indirecto y escaso no contrapesa el mal incal
culable de que los ms florecientes pases de Europa quedaran con
vertidos en un desierto y los pueblos griegos ms cultos en prfidos
esclavos y brbaros indolentes. Cuntas obras de arte fueron des
tradas por su ignorancia, y cunto se perdi que nunca podr ser
sustituido por nada! Su Imperio es una gran crcel para todos los
europeos que habitan en l, y se desmoronar cuando le haya lle
gado su hora. En efecto, qu podran hacer en Europa estos ad
venedizos que todava al cabo de miles de aos persisten en ser
brbaros asiticos?
3. A los j u d o s los consideramos aqu solamente como una
planta parasitaria que se peg a casi todas las naciones europeas,
chupando su savia n mayor o menor medida. En tiempos del de
rrumbe de la antigua Roma, su nmero era escaso en Europa, pero
las persecuciones de los rabes los hicieron venir a montones, que
se repartieron por varias naciones. No parece probable que hayan
sido ellos quienes trajeran la lepra a nuestro Continente. Peor fu
la lepra de que durante todos los siglos brbaros fuesen los cam
bistas, negociantes y tesoreros del Imperio, instrumentos infames de
la usura que con su ganancia dieron pbulo al orgullo e ignorancia
brbara que los europeos demostraron en los asuntos del comercio.
A menudo se los trat con crueldad exaccionando tirnicamente lo
que haban adquirido por avaricia y fraude, o tambin por dili
gencia, inteligencia y orden; pero habituados ya a sta clase d en
cuentros que hasta incluan en sus clculos, ios compensaban con
astucias y exacciones tanto mayores. No obstante todo esto, fueron
insustituibles para aquellos tiempos y en algunos pases lo siguen
siendo todava. Asimismo, es innegable que por ellos se conserv
la literatura hebrea, como tambin que en los tiempos del oscu
rantismo medieval propagaron la ciencia, la medicina y la filosofa,
que haban aprendido de los rabes, y tambin se realizaron por me
dio de ellos otras cosas buenas, a las que slo un judo se avena.
Vendr una poca en que en Europa nadie preguntar ya quin
sea judo o cristiano, porque tambin el judo vivir entonces con
forme a las leyes europeas y contribuir al bien de la nacin. Slo
una Constitucin brbara se lo ha podido impedir hasta ahora,
convirtiendo en perjudiciales sus cualidades.
4. Paso por alto a los a r m e n i o s , a quienes no puedo
considerar en nuestro Continente sino como a viajeros. En cambio,
veo en casi todos los pases de Europa a un pueblo numeroso, ex
tranjero, pagano y solapado: los g i t a n o s . De dnde vienen
hasta aqu con sus setecientos a ochocientos mil integrantes que
cuenta uno de sus ms recientes historiadores?1 Si son una casta
excomulgada de la India, alejada por nacimiento de todo cuanto
sea divino, decent y burgus, y permanecen fieles ,a tan degra
dante destino an despus de siglos, para qu podrn servir , en
i G r e l l m a n n , H is to r . V ersuch U b er te Z ig e u n er, 87. R d ig e r , Z uw achs t u r
S p ra c h e n k u n d e , 82.
Europa sino para la milicia cuya disciplina militar pone en vereda
todas las cosas de la manera ms expeditiva?

VI

CONSIDERACIONES Y CONCLUSIONES GENERALES

ste es, poco ms o menos, el cuadro que presentan los diversos


pueblos de Europa. Su composicin compleja y diversiforme se hace
an ms confusa si se siguen sus peripecias a travs del tiempo, aun
que slo sea el que consideramos hasta ahora. No fu ste el caso
del Japn, de la China ni de la India, ni lo es el de ningn pas en
cerrado por su constitucin o su situacin geogrfica. Ahora bien:
al norte de los Alpes no tiene Europa ningn mar tan grande como
los que son causa de frecuentes migraciones; antes bien se creera
que los pueblos debieran haber permanecido inmviles como mu
rallas uno al lado del otro. Pero una breve mirada sobre la condi
cin y situacin del Continente nos ensea algo muy diferente.
1. Veamos all al este de la i n m e n s a a l t i p l a n i c i e
q u e s e l l a m a 1 a T a r t a r i a a s i t i c a ; quienquiera
que lea las perturbaciones de la historia de Europa central podr
exclamar como Tristn: De ah nos vinieron todas las desgracias!
No hace al caso que todos los europeos nrdicos habitaran alguna
vez all ni por cunto tiempo, porque en otros tiempos todo el norte
de Europa no fu nada superior a Siberia y Mongolia, madre de
aquellas hordas; tanto aqu como all les era propio y hereditario a
esos pueblos nmadas que recorriesen las regiones en vez de trabajar
y fuesen gobernados por magnates trtaros, que reinaban como
Khanes. Como, adems, la Europa cisalpina es evidentemente un pla
no inclinado que se extiende desde aquella altiplanicie trtara
hasta el Ocano Atlntico, era inevitable que las hordas brbaras
que se empujaban unas a otras en el Asia tuviesen que precipitar
las migraciones de los pueblos situados ms al oeste, y stos a otros
ms, de suerte que un estado de cosas trtaro se desprenda de la
misma situacin geogrfica de Europa. Este triste espectculo llena
ms de un milenio de la historia europea durante el cual los pueblos
no llegan nunca a un estado de tranquilidad, sea porque ellos mis
mos no lograsen despojarse del hbito de emigrar, sea que otros
pueblos los desplazaran por su parte. Siendo, pues, innegable que
las altas montaas del Asia con sus prolongaciones europeas dividen
en el Viejo Mundo tanto el clima como el carcter entre los hemis
ferios norte y sur, los que tenemos nuestra patria al norte de los
Alpes podemos, por lo menos, consolarnos con que nuestras costum
bres y constituciones pertenecen solamente a la Tartaria europea
prolongada y no a la asitica original.
2. Europa, especialmente en comparacin con el norte del
Asia, es u n c o n t i n e n t e d e c l i m a m s t e m p l a d o ,
c o n a b u n d a n c i a de r o s , c o s t a s , e l e v a c i o n e s y
b a h a s ; estas circunstancias bastaban por s solas para decidir la
suerte de sus habitantes con ventaja sobre los asiticos. Tanto en
el Mar de Azov como en el Mar Negro se hallaban cerca de las co
lonias griegas y el comercio ms prspero del mundo antiguo; todas
las naciones que pasaron por aqu o fundaron reinos, trabaron
conocimiento de varios pueblos y algunos hasta adquirieron ciencias
y artes diversas. Sobre todo el Mar Bltico fu para los europeos del
norte lo que el Mediterrneo para la Europa' del sur. La costa pru
siana era ya conocida de griegos y romanos por el trfico de mbar.
Ninguna de las naciones que la habitaban se qued sin comercio
propio, cualquiera fuera su raza, y no tardaron en hacer extensivas
sus relaciones al Mar Negro y hasta el rtico. Exista, por consi
guiente, entre el sur de Asia y el este de Europa, y entre el norte de
Asia y el norte de Europa una especie de comunidad de naciones,
de la cual participaban tambin pueblos de muy escasa civilizacin1.
En las costas de Escandinavia y el Mar del Norte pronto pulularon
traficantes, piratas, viajeros y aventureros que de all llegaron a to
dos los mares y costas de Europa llevando a cabo las empresas ms-
increbles. Los belgas unieron a Galia y las Islas Britnicas, los
brbaros llegaron en sus correras hasta el Mar Mediterrneo, pere
grinaron hasta Roma, sirvieron y trabajaron en Constantinopla.
Agregndose a ello las grandes migraciones por tierra, este pequeo-
Continente estaba finalmente dispuesto a una especie de L i g a de
l a s N a c i o n e s para lo cual los romanos, sin sospecharlo, ha
ban preparado los elementos con sus conquistas. Difcilmente po
dra haberse formado semejante federacin en otra parte del mundo;
pues en ningn Continente se mezclaron los pueblos tanto como en
Europa, ni cambiaron tantas veces y a tales distancias sus moradas y
con ellas sus costumbres y estilo de vida. Hay muchos pases donde
familias e individuos hallaran gran dificultad en determinar el
pueblo y la tribu de qu descienden, si sus antepasados eran godos,,
moros, judos, cartagineses, romanos, galos, cimbros, borgoones,
francos, normandos, sajones, eslavos, finlandeses o ilirios y en qu
proporcin se mezcl en ellos la sangre. Por mil causas, la consti
tucin racial de varias naciones europeas se fu haciendo borrosa y
ms suave en el transcurso de los siglos, y sin esta tendencia a una

1 Elementos muy tiles al respecto en F is c h e r , H is t o r ia d e l com ercio a le


m n , vol. I. ,
h o m o g e n e iz a c n de E u r o p a , difcilmente se hubiera
despertado un espritu comn.
3. El hecho de que ' e n c o n t r e m o s a l o s - h a b i t a n
tes m s a n t i g u o s de e s t e C o n t i n e n te d e s p l a
z a d o s a l as m o n t a a s o los e x t r e mo s ' de l a s
c o s t a s y r i n c o n e s d e l o s p a s e s , es un proces na
tural del que hay ejemplos en todas partes del mundo, hasta n las
islas de los mares asiticos. En varias de estas partes es un pueblo
ms primitivo el que habita las montaas y tuvo que ceder las re
giones ms frtiles a una raza de advenedizos ms jvenes y audaces;
cmo poda ser de otro modo en Europa, donde los pueblos se des
plazaron ms que en ningn otro Continente? Pero las series de
tribus y pueblos se reducen a unos pocos nombres, y es curioso que
en algunas regiones encontremos el mismo orden de sucesin de
pueblos'que suelen estar uno al lado del otro. As siguieron los cim
bros a los galos, los germanos a ambos, los eslavos a los germanos
ocupando los territorios del antecesor. Los pueblos se suceden como
las capas terrestres de nuestro Continente, a menudo mezclados pero
todava reconocibles en su colocacin primitiva. El investigador de
sus costumbres e idiomas debe aprovechar las pocas en que todava
se distinguen ntidamente, porque todo en Europa sigue la tenden
cia de nivelar paulatinamente los caracteres nacionales. Slo debe
cuidarse el historiador de no escoger algn pueblo como hijo suyo
predilecto quitando su mrito a otros menos favorecidos por la suer
te y celebridad a causa de circunstancias menos favorables. Los ger
manos aprendieron no poco de los eslavos; los cimbros y letones
acaso hubieran podido llegar a ser otros griegos de haber sido rodea
dos por otras naciones que las que les tocaron en suerte. Podemos
congratularnos de que haya sido un pueblo de tanta fortaleza, be
lleza, nobleza y castas costumbres, clara inteligencia y honradez co
mo los germanos el que recibiera el legado del Imperio Romano, y
no acaso los hunos o blgaros; mas no por esto es justo tomarlos por
el pueblo elegido de Dios en Europa, al que por su innata nobleza
pertenece el mundo en propiedad particular y los otros pueblos en
calidad de esclavos. Esto sera precisamente el innoble orgullo de
un brbaro; ste no sabe ms que dominar, mientras que el con
quistador civilizado difunde la civilizacin.
4. N i n g n p u e b l o e u r o p e o se h i z o c i v i l i
z a d o p o r s s o l o ; por el contrario, cada cual trat de man
tener sus antiguas y primitivas costumbres lo ms que pudo, ten
dencia que se vea favorecida por el clima fro y rido y la necesidad
de una constitucin guerrera y salvaje. As, por ejemplo, ningn
pueblo europeo posea una escritura propia ni la invent; tanto los
caracteres rnicos de Espaa como los nrdicos son de origen ex
trao; toda la cultura del norte, este y oeste europeo es una planta
que brot de semillas romanas, griegas y rabes,, y que qecesit mu
cho ms tiempo en un suelo tan rido hasta que siquiera pudiese
germinar y finalmente. comenzar a llevar frutos cuyo gusto era al
principio acre por dems. Y aun para esto fu necesario un curioso
vehculo, u n a r e l i g i n - e x t r a a , para completar median
te una c o n q u i s t a e s p i r i t u a l lo que los romanos no ha
ban logrado con las suyas militares. Debemos, por lo tanto, consi
derar ante todo este nuevo medio de cultura, cuyo fin era nada
menos que formar de todos los pueblos uno solo y llevarles la feli
cidad en este mundo y el futuro, religin que en ninguna parte del
mundo tuvo tanta resonancia como en Europa.

Esplendoroso el signo se eriga,


Consuelo y esperanza de naciones,
M il almas le rendan pleitesa,
Su adoracin miles de corazones;
Que al reino de la muerte destrua
Flameando victorioso en los pendones;
Las aguerridas huestes se aterraban,
Y al ver la cruz, sus lanzas inclinaban.
LIBRO DCIMO SPTIMO

TC r a setenta aos antes del derrumbe del Estado judo,, cuando na-
ci all un hombre que obr una revolucin inesperada tanto en
la ideologa de la humanidad como en sus costumbres y constitucio
nes; este hombre se llamaba J e s s . No.obstante descender de la
antigua dinasta real de su pueblo, naci en la pobreza y en la parte
menos civilizada de su pas. Fu educado lejos de la docta sabidura
de su nacin, decadente ya en extremo, y vivi la mayor parte de sus
das inadvertido, hasta que, consagrado por una aparicin celestial
en el ro Jordn, reuni a doce hombres de su misma clase social
como discpulos,/con los cuales recorri primero una parte de la
Judea, para luego enviarlos por todas partes como apstoles de un
nuevo reino que se aproximaba y que llamaba el Reino de Dios.
Fu ste un reino, celestial al que slo podan entrar hombres esco
gidos y al cual, en consecuencia, no invitaba mediante la imposicin
de obligaciones y ritos externos, pero tanto ms con el llamamiento
a practicar las ms puras virtudes del espritu y del alma. Los pocos
discursos que de l poseemos estn impregnados del ms. autntico
s e n t i d o h u m a n i t a r i o , el cual predic adems con su pro
pia vida y confirm con su muerte. E l h i j o d e l h o m b r e
era, muy en consonancia, el nombre que con preferencia sola atri
buirse a s mismo. Fu consecuencia natural de la situacin que le
toc vivir el hecho de que hallase muchos seguidores en su nacin,
particularmente entre los pobres y oprimidos, y tambin que muy
pronto fuese suprimido por los que opriman, al pueblo con hipo
cresa, de manera que apenas podemos determinar con certeza el
tiempo de su vida pblica.
. Y qu fu, en substancia, este r e i n o d e l o s c i e l o s cu
yo advenimiento predicaba Jess, cuya realizacin recomendaba y
trat de promover por. su parte? No .se trataba de im reino de. este
mundo, como lo. demuestra cada uno de sus discursos y obras,.hasta
la elara y ltima confesin que hizo ante su juez. Como salvador
espiritual de los humanos quiso formar a h o m b r e s de D i o s
que, cualesquiera fueran las leyes bajo las cuales se desenvolviese su
vida, apoyados en principios de pureza acrisolada, fomentasen el
bien del prjimo, reinando ellos mismos, sufridos y pacientes, como
reyes en el reino de la verdad y la bondad. Cae por su propio peso
que una intencin de esta ndole resume el nico fin que la Provi
dencia puede haberse propuesto con nuestra especie y con el cual
pueden y deben cooperar todos los hombres sabios y buenos de la
tierra en medida tanto mayor cuanto ms grande sea la pureza de
su ideologa; y, en efecto: qu otro ideal de su perfeccin y felicidad
en la tierra podra alentar el hombre si no es este humanismo puro
y de alcance universal?
Con profunda reverencia me inclino ante t u . noble figura, oh
cabeza y fundador de un reino de tan elevados fines, transcendencia
tan duradera, principios tan simples y vitales, y motivos tan eficien
tes que los mismos lmites de nuestra existencia terrena le quedaran
estrechos. En ninguna parte d la historia encuentro una resolucin
que encauzada en tan cort tiempo y sin ruido por instrumentos
tan dbiles, hubiese surtido de manera tan notable efectos tan am
plios que todava hoy no se puede prever todo su alcance; que arrai
gase en todos los lugares del mundo, siendo cultivada su semilla en
la tormenta como en la bonanza; ninguna, digo, fuera de la que se
comunic a los pueblos, no, por cierto, bajo el nombre de t u r e-
l i g i n , es decir, d tu concepcin original en bien de la huma
nidad, sino como una r e l i g i n de t , es decir, que toma por
centro a tu persona con irreflexiva adoracin de la misma y de tu
cruz. Tu espritu clarividente previo ya esta evolucin y sera una
profanacin de tu nombre que nos atreviramos a citarlo a pro
psito d cualquiera desembocadura turbia de tu pura fuente. Evi
taremos, ps, nombrarlo en lo posible, pues ante toda la historia
que tom d ti su origen, se yrgue solitaria tu figura serena.

LOS ORGENES DEL CRISTIANISMO Y SUS


PRINCIPIOS INTRINSECOS

Por increble que parezca qu una revolucin destinada a afec


tar a ms de un Continente tomase su origen en la despreciada Judea,
militan, no obstante, en su favor, razones histricas que se hacen
inteligibles con una consideracin ms profunda. La revolucin de
que aqu se trata, era espiritual, y por grande .que fuese el desprecia
que griegos y romanos sentan por los judos, se distinguan stos, no
obstante, de los otros pueblos del Asia y Europa por el hecho de que
su Constitucin se basaba en escritos muy antiguos; a base de los
cuales tenan que formarse, de acuerdo con esta misma Constitucin,
una ciencia y literatura peculiares. Ni griegos ni romanos contaban
con semejante cdigo de instituciones religiosas y polticas,: entrela
zado con antiqusimas tablas genealgicas manuscritas y confiado a
una tribu exclusiva y numerosa que lo conservaba, con supersticiosa
veneracin. Estos escritos del pasado evolucionaron necesariamente
con el tiempo hacia una especie de interpretacin ms sutil, a la.
cual los judos se acostumbraron durante sus frecuentes dispersiones
entre otros pueblos. En el canon de sus sagradas escrituras .figuraban
cantares, sentencias moralizantes y discursos patticos que, escritos-
en diversos tiempos y ocasiones, se fundieron en una coleccin que
pronto fu considerada como un sistema ntegro cuyo sentido fun
damental se trataba de interpretar. Los profetas de esta nacin,
constituidos en celadores de la ley nacional, presentaron al pueblo-
un cuadro, cada cual dentro de su lugar y mentalidad, que unas ve
ces era didctico y estimulante, otras conminatorio o consolador, pero-
siempre pletrico de esperanza patritica y tal como deseaban que
fuera, no tal como fu en realidad. Con estos frutos de su espritu
y su corazn dejaron a la posteridad una semilla fecunda en varas-
nuevas ideas, que cada cual poda hacer fructificar a su manera. D e
este conjunto naci poco a poco todo un sistema de esperanzas en
un rey que salvara a su pueblo decadente y subyugado, lo condu
cira a un nuevo siglo de oro ms esplendoroso que bajo ninguno de
sus reyes del pasado, incluidos los ms grandes, y sera el comienzo
de un nuevo orden de cosas. De acuerdo con el lenguaje de los pro
fetas, esas perspectivas tenan carcter teocrtico. Las seales que
distinguiran al Mesas se acumulaban transformndoselas en im
ideal vivo que era considerado como la carta magna de la nacin.
El pueblo de Judea, oprimido por una creciente miseria, mantena
fielmente los rasgos del retrato, mientras que en los muchos judos,
radicados en otros pases, como por ejemplo en el Egipto desde el
derrumbe del Imperio de Alejandro, estas ideas tomaron un cariz
ms bien helnico. Libros apcrifos que daban nueva forma a las-
antiguas profecas, circulaban de mano en mano, y ahora hab lle
gado la plenitud de los tiempos cuando aquellos sueos habran de
culminar en la realidad. En medio del pueblo apareci un hombre
tuyo espritu estaba muy por encima de las utopas de un podero-
terrenal y que reuna en su personalidad todas las esperanzas, votos
y profecas de los profetas para la fundacin de un reino ideal que
haba de ser nada menos que un reino judo de los cielos. Hasta
prevea el prximo derrumbe de su nacin dentro de este plano su
perior y vaticinaba, un triste y prximo fin a su magnfico templo y
todo su culto divino convertido en supersticin. El Reino de Dios
haba de venir para todos los pueblos, mientras que el pueblo que
crea poseer su monopolio era considerado por l como un cadver
inerte.
El recibimiento hostil que hall esta doctrina entre los notables
y sabios del pueblo, demuestra por s solo cunta grandeza de nimo
se requera para predicar y abrazar en la Judea de entonces seme
jantes ideas; se las consideraba una rebelin contra Dios y Moiss,
un crimen de leso nacionalismo cuyas esperanzas acumuladas barra
de un modo nada patritico. Aun para los apstoles, la renuncia
al judaismo era la doctrina que se les haca ms cuesta arriba en
todo el cristianismo, y para hacerla comprensible a los cristianos he
breos, aun a los que habitaban fuera de la Judea, tuvo que recurrir
el ms docto de los apstoles, Pablo, a toda la gama de la dialctica
juda. Por suerte, la misma Providencia decidi la batalla cuando
con el ocaso de la Judea cayeron los muros milenarios que con in
flexible intransigencia haban separado a este llamado nico pueblo
de Dios de todos los pueblos de la tierra. El culto nacional lleno de
soberbia y supersticin perteneca ahora al pasado. Por necesarias
que semejantes instituciones pudiesen haber sido en tiempos an
tiguos cuando cada nacin se educaba en la intimidad familiar y
floreca como el racimo de uva en su propia vid, ya haca siglos que
en esta regin todas las actividades humanas tendan por medio de
guerras, comercio, artes, ciencias y trato personal a prensar todos
los racimos para un vino comn. Lo que ms se opona a esta unin
eran los prejuicios de las religiones nacionales. Si ahora se toma en
cuenta todava el espritu de tolerancia de los romanos en su extenso
Imperio y la filosofa eclctica difundida por doquier con su curiosa
mezcolanza de todas las escuelas y sectas, se comprende que una
c r e e n c i a p o p u l a r que apareciera en este momento, hacien
do de todos los pueblos un solo pueblo y procedente precisamente
de la nacin ms intransigente, que se haba tenido por la primera
y nica entre todas, significaba un paso muy grande y tambin pe
ligroso para la historia de la humanidad, segn la manera en que
fuera dado. Confraternizaba a todos los pueblos enseando a un
solo Dios y salvador; pero tambin poda esclavizarlos tan pronto
como les impusiese esta religin como un yugo y una cadena. Las
llaves del reino de los cielos en este mundo y el futuro puestas en
manos de otras naciones, podan degenerar en un farisesmo ms pe
ligroso de lo que jams haba sido el de los judos.
Lo que ms contribuy a un arraigo rpido y profundo del
cristianismo fu una creencia que se refera al mismo fundador de
la religin, y era la opinin sobre su p r o n t o r e g r e s o y l a
m a n i f e s t a c i n d e s u r e i n o e n l a t i e r r a . Jess
haba sostenido esta creencia delante del juez y la haba repetido
muchas veces en los ltimos das de su vida. Ella sostuvo ahora a
los que confesaban su nombre, quienes esperaban la aparicin de
su reino. Los cristianos espirituales se imaginaban un reino espiri
tual, los carnales uno material, y como la imaginacin exaltada de
aquellos tiempos y lugares no tena una tendencia demasiado idea
lista, se originaron esas apocalipsis judo-cristianas repletas de vati
cinios, seales y sueos profticos. Primero haba que derrocar al
anticristo, y cuando Cristo tardaba en venir, aqul deba manifes
tarse primero, acrecentar su podero y aumentar los horrores hasta .
el mximo, y finalmente sobrevenir la salvacin cuando el regresado
recreara a su pueblo. Esperanzas de esta ndole no podan menos
que dar pie a diversas persecuciones de los primeros cristianos, por
que Roma, la dominadora del mundo, no pudo permanecer indife
rente ante el hecho de que semejantes opiniones de su prximo oca
so y su figura anticristiana aborrecible o despreciable fueran credas.
Pronto se consideraba a tales profetas como traidores a la patria y
misntropos y hasta convictos del odio universal del gnero hu
mano, y ms de uno que no pudo aguardar el advenimiento del
salvador, fu por su parte en busca del martirio. Pero no es menos
cierto que todas estas esperanzas de un prximo advenimiento del
reino de Cristo en el cielo o en la tierra lig a las almas en una firme
cohesin y las separ del mundo al que despreciaban como depra
vado, viendo ya a su alrededor lo que crean tan cercano. Esto for
taleca su nimo para vencer lo que nadie ms poda superar: el
espritu de su poca, el poder de los perseguidores y la burla de los
incrdulos. Estaban como peregrinos en este mundo y vivan all
donde les haba precedido su maestro y desde donde no tardara en
manifestarse.

Adems de los puntos principales de la historia que hemos enu


merado, parece oportuno destacar algunos rasgos ms ntimos que
contribuyeron no poco a la estructuracin del cristianismo.
1. L a m e n t a l i d a d f i l a n t r p i c a d e C r i s t o ha
ba hecho de la concordia fraternal y el perdn, el socorro activo de
los necesitados y pobres, en una palabra, de todos los deberes huma
nitarios el vnculo comn de sus seguidores, de manera que el cris
tianismo pretenda ser una v e r d a d e r a a l i a n z a d l a
a m i s t a d y el a m o r f r a t e r n a l . No cabe duda de que
este mvil tan humano contribuy en gran manera a la aceptacin
y propagacin de la doctrina, en todos los tiempos y muy part cu- .
larmente al principio. Los pobres y necesitados, los oprimidos, sier
vos y esclavos, publcanos y pecadores la abrazaron, por lo cual las
primeras comunidades cristianas fueron llamadas por los paganos
la asamblea de los mendigos. Como la nueva religin no poda ni '
pretenda disolver la diferencia de clases sociales del mundo antiguo,
slo contaba con la beneficencia cristiana de almas buenas y acau
daladas, acompaada de la consiguiente cizaa que siempre medra en
tales agros. Viudas pudientes conseguan pronto que una horda de
mendicantes formara su cortejo que, dada la ocasin, poda per
turbar comunidades enteras. No poda faltar que por una parte se
glorificasen las limosnas como los verdaderos tesoros del reino de
los cielos, y por otra parte se fuese en busca de tales- tesoros escon
didos; y en ambos casos suceda que no slo el noble orgullo de una
digna independencia, fruto de la propia laboriosidad, cediese su lu
gar a la repugnante adulacin, sino que sufriesen detrimento tambin
la imparcialidad y la veracidad. Los mrtires eran nombrados ad
ministradores de la caja comn de limosnas de la comunidad; cual
quier donacin hecha a la comunidad era pregonada y revestida del
espritu cristiano cuya moral se echaba a perder por los panegricos
ditirmbicos que se hacan de estas buenas obras. Aunque las pe
nurias de los tiempos disculpan algunos de estos abusos, queda en
pie, sin embargo, que si se considera la sociedad humana slo como
un inmenso hospital y el cristianismo como su caja comn de li
mosnas, resulta finalmente un estado moral y poltico de psimos
augurios.
2. E l c r i s t i a n i s m o d e b a s e r u n, a c o m u n i
dad g o b e r n a d a p o r c e l a d o r e s y m a e s t r o s s i n
i n t e r v e n c i n d e l b r a z o s e c u l a r . Los jefes deban
apacentar a su grey como pastores, juzgar sus diferencias, enmen
dar sus faltas con seriedad y caridad y conducirla al cielo con su
consejo, autoridad, doctrina y ejemplo. Cargo noble si los hay,
siempre y cuando sea administrado dignamente y d lugar a que se
le desempee de esta manera, porque quita la aspereza de las leyes,
extermina la hiel de los pleitos y derechos y combina los oficios de
pastor de almas, juez y padre. Mas qu ser si con el correr de los
tiempos los pastores tratan a su grey como si fueran ovejas animales
de verdad, cuando no las utilicen como bestias de carga apacentn
dolas entre cardos y espinas? Qu ser si en lugar de. los pastores
con autntica vocacin de tales se confiere este cargo legalmente a'
los lobos? Muy pronto una ciega obediencia infantil era tenida por
virtud cristiana, como tambin era alabado por tal el renunciar al
uso de la propia razn y seguir la autoridad de una opinin ajena en
vez de las propias convicciones, ya que el obispo, haciendo las veces
de apstol, era a la vez enviado de Dios, testigo, maestro, intrprete,
juez y rbitro. Nada se estimaba ahora tanto como una docilidad
paciente y la fe; las opiniones propias se consideraban herejas obs
tinadas, las cuales excomulgaban al reo del reino de Dios y de la
Iglesia. Contrariamente a la doctrina de Cristo, los obispos y sus-
ministros se mezclaban en disputas familiares y pleitos civiles, y_
pronto estallaron las rias entre ellos mismos sobre cul de ellos
haba de ser el juez de los dems. De ah la puja por las sedes
episcopales privilegiadas y el paulatino ensanchamiento de sus prer
rrogativas; de ah, finalmente, la interminable controversia entre
el bculo pastoril y el cetro, el brazo secular y el espiritual, la corona,
y la mitra. As como por una parte es muy cierto que en tiempos
de tirana, cuando la humanidad tuvo, la desgracia de vivir sin consr
titucin poltica, rbitros justicieros y piadosos fueron una ayuda
indispensable, as tambin es verdad, por otra parte, que no hubo
escndalo mayor en la historia que el prolongado pleito entre el
brazo secular y religioso que por ms de un.milenio no permiti
que Europa alcanzase una constitucin consistente. De un lado, la
sal se haba hecho inspida; del otro, quera condimentar con nimia
acritud.
3. El c r i s t i a n i s m o t e n a u n a p r o f e s i n de
f e q u e deb ' a a b r a z a r q u i e n e n g r o s a r a sus f i
l a s c o n o c a s i n d e l b a u t i s m o ; por sencilla que fuese
esta frmula, sus inocentes tres palabras: P a d r e , H i j o y
E s p r i t u , fueron en el transcurso del tiempo causa de tantas
perturbaciones, persecuciones y escndalos como no hay otras tres
palabras del lenguaje humano. Cuanto ms se perda de vista la fi
nalidad del cristianismo como un instituto fundado para bien de
la humanidad, tanto ms se especulaba ms all de los lmites de la
razn humana; se descubrieron misterios, hasta que finalmente
toda la doctrina cristiana se convirti en un catecismo de misterios.
Una vez que los libros del Nuevo Testamento se introdujeron en
el canon de la Iglesia, se demostraba a base de ellos y hasta de los
libros constitucionales de los hebreos, lo que difcilmente poda
demostrase por ellos, tanto menos cuanto que pocas veces poda
lerselos en su lengua original y su sentido primitivo se haba per
dido desde haca mucho tiempo. Con esto se multiplicaron las
herejas y sistemas, y para enfrentarlos se ech mano del peor
medio que caba escoger; l o s c o n c i l i o s y s n o d o s . Cun
tos de ellos son una deshonra del cristianismo y del sentido
comn! Si la soberbia y la intolerancia los haba convocado,
nna vez reunidos reinaba en ellos la discordia, el fanatismo par
tidario, groseras e insidias, y finalmente eran la prepotencia, el
capricho, la contumacia, la alcahuetera, el fraude o una casuali
dad quienes, en el nombre del Espritu Santo zanjaban las cuestiones
para toda la Iglesia/ y hasta para el tiempo y toda la eternidad. Los
emperadores cristianizados a quienes Constantino haba legado el
respectivo derecho hereditario,: se creyeron pronto los ms indicados
para imponer smbolos y cnons sobre el Padre, el Hijo y el Esp
ritu Santo, sobre (iooiS<n >; y [ioiaio; y sobre una o dos natu
ralezas en Cristo, sobre'Mara la Madre d Dios o sobre el esplendor
creado o increado en el bautismo de Cristo. Las arrogancias con
todas sus consecuencias que se originaron por esto, sern para
siempre una ignominia del trono de Constantinopla y de todos
los tronos que siguieron sus huellas, porque con su podero de la
ignorancia apoyaron y perturbaron las persecuciones, cismas y per
turbaciones que no aprovecharon en nada al espritu ni a la mora
lidad de los hombres, antes bien socavaron la Iglesia, el Estado y
su propio gobierno. La historia del primer Imperio cristiano, el de
Constantinopla, ha sido un teatro de tan bajas traiciones y tan
repugnantes barbaridades, que con el horrible fin que hall ser
siempre una advertencia ejemplar para todos los gobiernos cristia
no-polmicos.
4. El cristiansmo recibi sagradas escri
t u r a s , i n t'e g r a d a s y a s e a p o r e p s t o l a s o c a s i o
n a l e s , y a p o r t r a d i c i o n e s o r a l es, q u e r e p r e s e n
t a b a n s u m a y o r p a r t e . Las escrituras se hicieron con el
correr de los tiempos norma de la fe, pero tambin pendn de todos
los bandos que se combatan y abusaban de ellas de todas las maneras
imaginables. Cada partido probaba a base de ellas lo que deseaba
demostrar, y no se repar en mutilarlas o imputar con descaro evan
gelios, epstolas y revelaciones apcrifas a los santos apstoles. L a
m e n t i r a p i a d o s a , en asuntos de esta ndole ms aborrecible
que el perjurio, porque engaa a series enteras de generaciones y
pocas por tiempos incalculables, pronto dej de ser un pecado para
transformarse en obra meritoria para la gloria de Dios y la salvacin
de las almas. De ah tantos escritos espurios atribuidos a los apstoles
y padres de la Iglesia; de ah tambin tantas invenciones de milagros,
mrtires, donaciones, constituciones y decretos cuya incierta auten
ticidad se va deslizando como un ladrn nocturno por todos los
siglos de la" historia antigua y medieval del cristianismo hasta los
tiempos de la Reforma. Una vez admitido el desastroso principio
de que era lcito cometer infidelidades, inventar mentiras y escribir
novelas en provecho de la Iglesia, quedaba herida de muerte la fe
histrica.; la lengua, la pluma, la memoria y la imaginacin de los
hombres haban perdido su regla y su norma hasta el punto de que
antes de hablar de la lealtad pnica y griega, tal vez sera ms exacto
nombrar la c r e d u l i d a d c r i s t i a n a , Y esto llama la aten
cin tanto ms penosamente cuanto que la poca del cristianismo
sucede a los ms destacados historiadores de Greda y Roma, des
pus de los cuales la verdadera historiografa se pierde de repente y
casi totalmente durante la era cristiana por espacio de largos siglos.
Rpidamente decae hasta ser una crnica episcopal, eclesistica y
monjil, puesto que ya no se escriba para destacar los mritos de los
ms dignos de la humanidad, ni para el mundo o el Estado, sino para
la Iglesia, cuando no para una orden religiosa, monasterio o secta;
y como se haba contrado el hbito de predicar y el pueblo tena
que creer en todo al obispo, se acab por considerar a todo el mundo
pueblo creyente y rebao cristiano, aun al empuar la pluma del
historiador.
5. E l c r i s t i a n i s m o t e n a s o l a m e n t e dos r i
t o s s a g r a d o s m u y s i m p l e s y c o n v e n i e n t e s , ya que
en la intencin de su fundador deba serlo todo menos una coleccin
de ritos y ceremonias. Pero pronto el cristianismo espurio se mezcl
de tal manera con ritos judaicos y paganos, segn las diferencias de
pases, provincias y tiempos, que, por ejemplo, el bautismo de los
inocentes se convirti en un exorcismo del diablo y la cena con
memorativa de un amigo que celebraba su despedida, se transform
en la creacin de un dios, un sacrificio incruento, un milagro que
perdonaba los pecados y un vitico para el otro mundo. Por des
gracia, la era cristiana coincidi con la ignorancia, la barbarie y una
verdadera poca del mal gusto, de suerte que tampoco en ia ar
quitectura de sus iglesias, el carcter de sus festividades, cnones,
pompa, cnticos, liturgia y oraciones podan dominar los elementos
verdaderos, grandes y nobles. Estas ceremonias emigraban de un
Continente a otro; lo que al principio haba tenido un sentido pro
pio local, a causa de alguna vieja costumbre, tuvo que perderlo en
regiones y tiempos extraos. De esta manera, el espritu de la li
turgia cristiana tom la forma de una curiosa mezcolanza de ritos
judaico-egipcio-greco-romano-brbaros que convertan en aburridas,
cuando no en ridiculas, las cosas ms trascendentes. Una h i s t o r i a
d e l g u s t o c r i s t i a n o a base de sus festividades, templos,
formulismos, consagraciones y composiciones literarias considerada
con ojos filosficos, presentara la ms abigarrada mezcla de ele
mentos que jams haya visto el mundo en una cosa destinada a no
tener ceremonia alguna. Como este gusto cristiano iba invadiendo
las costumbres de la poltica y jurisprudencia, la organizacin do
mstica, los espectculos, novelas, bailes, cantos, justas, herldica, ba
tallas, celebraciones de victorias y otras diversiones, fuerza es reco
nocer que la espiritualidad humana recibi con ello una orientacin
increblemente torcida, y que la cruz erigida sobre las naciones haba
dejado tambin en sus frentes una marca ms que peculiar. Los
pisciculi christiani nadaron por largos siglos en un elemento dema
siado turbio.
6. C r i s t o v i v a c l i b e y su m a d r e e r a u n a
v i r g e n ; p o r r i s u e o y a l e g r e que f u er a , ama
b a de v e z e n c u a n d o l a s o l e d a d y s e r e c o g a e n
1 a o r a c i n . El espritu de los orientales, inclinado de suyo a
la contemplacin, soledad y un santo ocio, exager de tal manera las
ideas acerca de la santidad de la vida clibe, particularmente en el'
sacerdocio, los mritos de la virginidad, de la soledad y vida con
templativa que, si antes ya los esenos, terapeutas y otros estrafalarios
haban llevado una vida exaltada, sobre todo en Egipto, el cristia
nismo hizo entrar ahora en plena fermentacin el espritu de los
anacoretas, los votos, el ayuno, la penitencia, la oracin y finalmente
la vida" monstica. Hay que conceder que en otros pases iba cam
biando de figura, dependiendo de su organizacin el provecho o
perjuicio que causara; pero considerando esta forma de vida en su
conjunto, es innegable que se hace preponderantemente perjudicial
tanto para la sociedad como para sus miembros individuales, tan
pronto como se convierte en una ley irrevocable, en yugo servil o
en telaraa poltica. Desde la China y el Tibet hasta Irlanda. M
xico y Per, los monasterios de bonzos, lamas y talapoinetas y las
diversas clases y gneros de todos los monjes y monjas cristianos han
sido crceles de la religin y del Estado, cmaras de tortura y plantas
de la crueldad, del vicio y la opresin, cuando no-de perversa las
civia y viles fechoras; v si bien no es nuestra intencin negar a nin
guna orden religiosa el mrito que pueda haber tenido por el cul
tivo de la tierra, hombres o ciencias, no podemos, por otra parte,
cerrar los odos a tantos gemidos y suspiros ocultos que surgen de
estas oscuras catacumbas separadas de la humanidad, ni nos tapa
remos los ojos para ver la vana ilusin de una contemplasin supra-
terrena o la cbala de un fanatismo frailuno desatado a travs de los
siglos bajo una figura idealizada que no sera propia, por cierto, de
nuestra poca de las luces. A l mismo cristianismo le es todo esto to
talmente ajeno, porque Cristo no era un fraile ni Mara una monja;
el primero de los apstoles llevaba a su mujer consigo, y ni Cristo ni
sus apstoles quieren saber nada- de una contemplacin celestial.
7. Por ltimo, e 1 c r i s t i a n i s m o a 1 q u e r e r f u n d a r
u n r e i n o d e l o s c i e l o s e n l a t i e r r a y convencer a los
hombres de lo efmera que es esta vida, form en todos los tiempos
a estas almas puras y tranquilas que no buscaban la publicidad y
hacan el bien delante de Dios; pero por desgracia foment tambin
mediante graves abusos el falso entusiasmo que desde sus primeros
tiempos produjo mrtires y profetas en gran nmero. Cmo pre
tendan traer a la tierra un reino de los cielos sin saber cmo era
irrddnde estaba? Resistan a las autoridades, disolvan el orden p
blico sin poder darle al mundo otro mejor, y bajo las apariencias
del celo apostlico se esconda una soberbia plebeya, una arrogan
cia servil, una ignominiosa lascivia y una necia estrechez de miras.
Como los judos haban seguido a sus seudo-mesas, as los cristianos
se agrupaban alrededor de audaces estafadores, otras veces adulaban
a las almas ms depravadas de gobernantes tirnicos y opulentos
como si stos trajeran el reino de Dios a la tierra cuando les cons
truan iglesias o hacan donaciones. As adularon ya al vacilante
Constantino, y ese lenguaje mstico de exaltacin proftica se pro
pag a hombres y mujeres segn los tiempos y lugares. Muchas veces
se apareci el paracleto; a los exaltados del amor cristiano les habl
el espritu a menudo por boca de mujeres. La historia es testigo de
las perturbaciones y desgracias que causaron en el mundo cristiano
los ciliastas y anabaptistas, donatistas, montaistas, priscilianistas,
circumcelionistas, etctera; cmo otros despreciaron o destruyeron
con su fantasa afiebrada las ciencias, monumentos y artes, las orga
nizaciones y a los mismos hombres; cmo un evidente engao o hasta
una ridicula casualidad revolva a pases enteros, o cmo, por ejem
plo, el fin del mundo esperado de un momento a otro, hizo emigrar
parte de Europa al Asia. Pero no por esto queremos escatimar elo
gios a un entusiasmo cristiano ms acrisolado; donde hallaba buena
tierra en que fructificar, en poco tiempo logr durante muchos si
glos mucho ms de lo que nunca conseguira una frialdad e indo
lencia filosfica. La hojarasca del engao desaparece, pero el fruto
va madurando; la llama del tiempo consume la paja, mas el ver
dadero oro slo se pudo acrisolar bajo su accin.

No sin tristeza en el alma he escrito algunas de las cosas que


preceden sobre el abuso ms vergonzoso que se hizo de la mejor de
las causas; pero a pesar de todo nos abocaremos animosamente al
estudio de. la propagacin del cristianismo en las. diversas regiones
y Continentes del mundo. As como el remedio puede transformarse
en veneno, as tambin el veneno puede volverse medicamento, y
una causa pura y buena en su origen no puede menos que triunfar
despus de todo.

II

PROPAGACIN DEL CRISTIANISMO EN ORIENTE

En Judea, el cristianismo creci bajo la opresin mientras sub


sisti el Estado judo, y durante este lapso conserv sus apariencias
oprimidas. Los n a z a r e n o s y los e b i o n i t a s , probablemente
restos de los primeros grupos cristianos, no eran ms que un puado
de hombres extinguido ya desde hace mucho tiempo, el cual figura
entre los herejes a causa .de su opinin de que Cristo no fu ms
que un hombre, hijo de Jos y de Mara. Ojal no se hubiese per
dido junto con ellos, su evangelio, en el cual habramos hallado po
siblemente la coleccin ms antigua, aunque parcialmente espuria,
de las tradiciones locales ms prximas de la vida de Cristo. Tam
poco careceran de inters los libros antiguos que posean los s a-
b e o s o c r i s t i a n o s j u a n i s t a s , pues si bien de esta secta
amiga de las fbulas y mezclada de judos y cristianos podemos espe
rarlo todo menos un esclarecimiento autntico de tiempos tan le
janos, en asuntos de esta ndole tambin las fbulas pueden pro
yectar alguna lu z1.
Lo que ms influencia di a la Iglesia' de Jerusaln sobre otras
comunidades fu la a u t o r i d a d de l o s a p s t o l e s ; pues,
como fuese presidida durante algunos aos por Santiago, el her
mano de Jess, hombre razonable y digno, no cabe duda de que su
forma sirvi de modelo a otras comunidades. El modelo fu, en
consecuencia, judo tambin, y como casi toda ciudad y pas de
la antigua cristiandad pretendan haber sido convertidos por un
apstol, se formaron en todas partes imitaciones de la Iglesia de
Jerusaln, o sea, comunidades apostlicas. El obispo haba sido un
gido con el espritu por un apstol, el cual, consiguientemente, ocu
paba su lugar y comparta su autoridad; comunicaba los poderes
espirituales que le haban sido conferidos y lleg pronto a ser una
especie de sumo sacerdote, mediador entre Dios y los hombres. Tal
como el primer concilio de Jerusaln haba hablado en nombre del
Espritu Santo, as hablaron luego los otros concilios a imitacin suya,
y es sorprendente el temprano poder espiritual que adquirieron
los obispos en varias provincias asiticas. La autoridad de los aps
toles se transmiti, pues, materialmente a los obispos, lo que haca
aristocrtica la primitiva constitucin de la Iglesia; en esta consti
tucin estaba ya contenido el germen de la futura jerarqua y el pa
pado. Lo que se dice de la pureza virginal de la Iglesia durante los'
tres primeros siglos es exagerado o simplemente inventado.
En los primeros tiempos del cristianismo puede reconocerse
una as llamada f i l o s o f a o r i e n t a l , la cual alcanz amplia
difusin, pero, examinada ms a fondo, no es ms que la sabidura
eclctica neoplatnica en la versin de un nuevo retoo suyo, tal
como podan producirlo estas regiones y tiempos. Enlazbase con
el judaismo y cristianismo, pero ni era rama del mismo rbol, ni
llev frutos para l. Desde los comienzos del cristianismo se les di
a los gnsticos el nombre de herejes porque no se quera tolerar a
ningn racionalista en las propias filas,, de manera que varios de
aqullos hubieran pasado inadvertidos si no fuera por los registros
de herejes. Ojal esto nos hubiera conservado tambin sus fscritos,
que no nos vendran mal por lo que al canon del Nuevo Testamento
se refiere; por ahora, no 'conociendo ms que algunas opiniones ci
tadas por otros como propias de esta numerosa secta, slo se ve una
tosca tentativa de injertar al judaismo y cristianismo fantasas pla-
i El testimonio ms moderno y seguro sobre; esta secta se encuentra en
1780; se lo debera imprimir
N o r b e r g , C o m m en t. d e r e lig . e t lin g u a S ab a c o r u m ,
ju n to con disertaciones de W alch y otros a la manera de las antiguas colecciones.
tnico-orientales sobre la naturaleza de Dios y la creacin del mundo
formando una teologa metafsica a base de nombres alegricos jun
tamente con una teodicea y filosofa moral. Como la historia de la
humanidad desconoce la calificacin de hereje, cada una de estas
tentativas es muy apreciable y notable, si bien es una suerte para la
historia, del cristianismo que fantasas de esta clase nunca se hayan
erigido en sistema dominante de la Iglesia. Tal vez sera interesante
y til que, despus de tanto trabajo como la Iglesia se tom con
estas sectas, se hiciera una investigacin puramente filosfica sobre
el origen de estas ideas, qu queran decir, con ellas los gnsticos y
qu frutos produjeron V
Ms resonancia tuvo ya la d o c t r i n a d e M a n e s , que pre
tenda nada menos que fundar un cristianismo ms perfecto. Fra
cas y sus secuaces muy numerosos y dispersos fueron perseguidos
en todo tiempo y lugar de tal manera que el nombre de maniqueo,
especialmente desde que Agustn haba lanzado sus polmicas en
contra de ellos, qued desde entonces como el ms horrible que
poda darse a un hereje. Nos horrorizamos hoy de este espritu per
secutorio de la Iglesia y nos damos cuenta de que algunos de estos
heresiarcas exaltados eran cabezas emprendedoras e inteligentes que
se lanzaban al intento audaz no slo de amalgamar la religin con la
metafsica, moral y ciencias naturales, sino tambin de sintetizarlas
con el fin concreto de ua sociedad real, una especie de orden reli
giosa filosfico-poltica. Algunos de ellos eran amantes de la ciencia
y dignos de compasin por no permitirles su situacin conocimientos
ms cabales; el partido catlico, por su parte, pronto s hubiera
asemejado a un estanque de aguas podridas si estas tormentas no lo
hubieran puesto en movimiento, obligndolo por lo menos a la de
fensa de su tradicin literal. Los tiempos de la pura razn y una
reforma de la moral poltica no haban llegado todava, y ni en
Persia y Armenia, ni, ms tarde, entre los blgaros y albgenses, hu
bo lugar para la comunidad de la Iglesia maniquea.
Las sectas critianas avanzaron hasta la India, el Tibet y la
China, aunque por caminos para nosotros ocultos todava2.
El primer impacto que se produjo en los primeros siglos de la
era cristiana en las regiones remotas del Asia es reconocible en su
historia. En esta poca recibi nueva vida el budismo, que se deca
haber bajado de Bactra. Se propag ahora hasta Ceyln, el T i
bet y la China; se traducan los libros de la India al. idioma

1 Despus de Beausobre, Mosheim, Brucker, Walch, Jablonski, Semler y


otros, ahora podemos considerar estas cosas con mayor claridad y libertad.
2 Sera de desear que se compilara y tradujera de los escritos de la Acad-
mi des Inscriptions las disertaciones de Deguignes, tal como se hizo con las de
Caylus, St. Palaye y otros. Creo que ste es uno de los medios ms expeditivos
para segregar lo valioso de lo comn y utilizar los descubrimientos individuales.
chino y se form la gran secta de los bonzos. Sin querer hacer res
ponsable al cristianismo de todas las barbaridades de los bonzos o
todo el sistema monstico de los lamas y talepoinetas, parece, con
todo, que fu la gotita que hizo fermentar nuevamente desd el
Egipto hasta la China toda las fantasas antiguas de estos pueblos,
aunque las formas externas fuesen ms o menos diferentes. Ms
de una fbula de Buda, Krishma y otros, parece contener ideas cris
tianas, revestidas a la manera hind; y el Gran Lama en las montaas
del Tibet, cuyo reinado tal vez no se instaurara antes del siglo quince
con su santidad personal, sus doctrinas intransigentes, sus campanas
y rdenes de sacerdotes, sea posiblemente pariente lejano del lama
que reside a orillas del Tber; slo que, en aqul, el maniquesmo
y nestorianismo fueron injertados en ideas y costumbres asiticas,
mintras que la ortodoxa religin de los cristianos lo fu sobre con
ceptos y costumbres romanas. Pero no es verosmil que los dos pri
mos se reconozcan y menos que se hagan una visita de cortesa.
Mejores perspectivas ofrecen los ms doctos n e s t o r i a n o s
que, especialmente a partir del siglo quinto, se propagaron hasta
muy adentro del Asia y tuvieron algunos efectos benficos 1.
La escuela floreci casi desde el principio de la era cristiana en
Edesa como sede de la sabidura siria. Cuando el rey Abgaro, al que
se atribuye una correspondencia epistolar- con Cristo, traslad su
residencia de Nesibis a Edesa, hizo llevar all tambin las coleccio
nes de libros- que se conservaban en los templos. Quien en aquellos
tiempos ambicionaba la borla del doctor, viajaba a Edesa, donde
adems de la teologa cristiana se enseaban tambin las artes libe
rales en lengua griega y siraca. Por lo tanto, tal vez la primera
universidad cristiana del mundo sea la de Edesa. Floreci durante
cuatrocientos aos; por las controversias con Nestorio, cuya doctrina
defenda, sus profesores fueron arrojados de sus ctedras y arrasadas
las aulas. Mas con esto slo se consigui que la literatura se pro
pagase por MesopOtamia, Palestina, Siria, Fenicia y llegase hasta
Persia donde fu recibida con honores y donde finalmente se esta
bleci un Papa nestoriano que gobern la cristiandad de este reino
y ms tarde tambin la de Arabia, India, Mongola y China. Deja
mos sin decidir la cuestin de si es el mismo clebre P r e s t e
Juan (Pres-Tadchani), el sacerdote del mundo, del que circula
ban muchas fbulas en tiempos antiguos, y si por una curiosa mez
colanza de doctrinas se convirti al fin en el Gran Lama. Sea como

1 El extracto de Pfeifer de la O rientalische B ibliothek de A ssem ani (Erlan-


gen 1776), es una obra muy til para esa desconocida regin de la historia; pero
sera de desear an que se escribiera una historia del Oriente cristiano propia
mente dicha, especialmente en relacin con el nestorianismo.
- Fischer ha demostratdo que esta opinin es muy verosmil en la introduc-
fuere' en Persia los nestorianos eran bien-vistos y fueron utilizados
por los reyes como mdicos de cabecera, embajadores y ministros.
La literatura cristiana fu traducida al idioma persa y la lengua si
raca lleg a ser la lengua de los doctos del pas. Cuando surgi el
Imperio de Mahoma, y especialmente bajo sus sucesores los Omna-
das, fueron nestorianos los que ocupaban los ms altos cargos p
blicos y honorficos y eran nombrados lugartenientes de las pro
vincias conquistadas. Desde que los califas residan en Bagdad, y
ms tarde cuando se tuvieron que trasladar a Samaraya, siempre es
tuvo a su lado el patriarca de los nestorianos. Cuando Al-Mamn
quiso dar a su nacin una cultura cientfica y llam a la academia
de Bagdad mdicos y astrnomos, filsofos, fsicos, matemticos, ge
grafos y cronistas, los sirios fueron maestros de los rabes y ensea
ron juntamente con ellos en las aulas. Ambos traducan a porfa los
escritos de los griegos al idioma rabe muchos de ellos ya estaban
traducidos al sirio, y si ms tarde la luz de las ciencias brill por
primera vez n la oscurecida Europa gracias a la lengua rabe, el
primer impulso parti de cristianos sirios que trabajaban en su pas.
Su idioma es el primero entr los dialectos orientales de esa regin
que haba adoptado vocales en su alfabeto y es tambin el que pue
de gloriarse de la traduccin ms antigua y hermosa del Nuevo Tes
tamento; pero, ante todo, viene a ser como el puente por el cual las
ciencias helnicas llegaron al Asia, y de ah, por medio d los rabes,
a Europa. En circunstancias tan favorables salan misiones nesto-
rinas por todas partes y saban alejar o suprimir otras sectas cris
tianas. Todava bajo los sucesors de Gengis-Khan s les tena en
alto concepto; su patriarca acompaaba a menudo al Khan en sus
invasiones, y de esta manera se propag su doctrina a los mongoles,
igurios y otros pueblos trtaros. En Samarcanda resida un metro
politano, y en Cashgar y otras ciudades obispos; ms an, de ser au
tntico el clebre monumento cristiano en China, se encuentra en l
toda una crnica de las inmigraciones de sacerdotes procedentes de
Tatsin. Si todava se aade que toda la religin mahometana no se
hubiera originado tal como es sin un cristianismo que la precedi
inspir, queda demostrada sin lugar a dudas una fermentacin que
moviliz tard o temprano toda la mntalidad del sur y en parte
tambin del norte del Asia, n mayor 0 menor grado.
Mas nadie se espere de este movimiento un nuevo florecer
del espritu humano como lo hallamos, por ejemplo, entre griegos y
romanos. Los nestorianos que producan tantos efectos, no eran un
pueblo, una raza crecida con sus races hundidas n la madre tierra;
eran cristianos, eran monjes, y como tales podan ensear su idioma,

cin a su Sibirische Geschichte (p. 38 y s.). Otros se pronuncian por Ung-Khan,


el jan de los queratas, cf. K och, Table des rvolutions, t. I, p. 265.
pero qu saban escribir en l? Liturgia, exgesis de las sagradas es
crituras, libros espirituales monsticos, sermones, controversias, cr
nicas y versos privados de inspiracin. De ah que no se encuentre
en la literatura siria ese don de la poesa que nace del alma y templa
el corazn; una menguada construccin artificial, registros patron
micos, sermones y crnicas versificados, ste es su arte potico. En
ninguna de las ciencias que cultivaron, demostraron espritu de in
ventiva, ninguna supieron tratar con originalidad. Es una triste
prueba de cun poco puede producir el espritu monstico asctico-
potico a pesar de toda su habilidad poltica. En esta figura estril
se mostr en todos los Continentes y es as como reina todava en las
montaas del Tibet donde tampoco se encuentra ningn rastro de
un genio libre inventor con todo el orden y la legislacin frailuna.
Lo que sale del monasterio, difcilmente sirve para otra cosa que
para el mismo monasterio.
En algunas provincias del Asia cristiana, por lo tanto, no puede
detenerse la historia sino muy brevemente. A Armenia lleg el cris
tianismo. muy temprano, dando a su antiguo e interesante idioma
escritura propia, y con sta una doble y triple traduccin de la sa
grada escritura, as como una historia de Armenia. Pero ni Mins-
rob con su alfabeto ni su discpulo Moiss de Corene con su histo
ria armenia1 supieron dar a su nacin una literatura o constitucin
nacional. Desde un principio Armenia haba sido el despartidor y
la encrucijada de los pueblos; como antes haba estado bajo el
dominio persa, griego y romano, as ahora bajo el rabe, turco, tr
taro, curdo. Todava hoy sus habitantes se dedican a su antiguo
oficio, el comercio; ni con cristianismo ni sin l se ha podido cons
tituir jams en esta regin una estructura cientfica o poltica.
Peor todava van las cosas en la Georgia cristiana. Hay iglesias
y monasterios, patriarcas, obispos y monjes; las mujeres son her
mosas, los hombres animosos; y sin embargo, los padres venden a
sus hijos, el marido a su mujer, el prncipe a sus sbditos y el de
voto tal vez a su sacerdote. Valiente cristianismo el de esos bando
leros prfidos y vivarachos!
Tambin al idioma rabe fu traducido el evangelio muy tem
prano y varias sectas cristianas se esforzaron en la conversin de
este hermoso pas. Judos y cristianos se persiguieron a menudo,
pero ambas partes nunca lograron realizar algo de importancia,
aunque produjeron algunos reyes. Bajo Mahoma todo se pulveriz,
y hoy se encuentran tribus enteras de judos en Araba, pero nin
guna comunidad cristiana. Tres religiones que descienden unas de

i. Histons, prlogo a Mosis Chorenensis hist. Armen. 1736. Thesaur. Schro-


derling Armen, diss. p. _62.
otras vigilan con o dio mutuo el sagrario de su nacimiento: el de
sierto rabe

Si queremos ahora abarcar con una visin de conjunto el re


sultado y los efectos que el cristianismo produjo en sus provincias
asiticas, tenemos que ponemos primero de acuerdo sobre las ven
tajas que cualquier religin, y luego sta, puede aportar a un Con
tinente.
1. Puede ser que el cristianismo haya actuado tcitamente en
orden a un r e i n o d e l c i e l o en l a t i e r r a , es decir, una
ms perfecta organizacin de las cosas para bien de los pueblos.
Pero la or de esta actividad, un Estado ms perfecto, no apareci
en ninguna parte, ni en Asia ni en Europa. Sirios y rabes, r
menos y persas, judos y georgianos siguieron siendo lo que haban
sido, y ninguna Constitucin poltica de aquellas regiones puede
gloriarse de ser una hija del cristianismo, como no se quiera tomar
como Estado cristiano una ermita y su culto monstico o cualquier
jerarqua con su incansable batallar por el ideal. Patriarcas y obis
pos envan misiones para propagar su secta, o aumentar su obis
pado y su poder; van buscando el favor de los prncipes para con
seguir influencia en los negocios u obtener monasterios y comuni
dades. Un bando se lanza contra el otro y trata de asegurarse el
predominio; los judos persiguen a los cristianos y los nestorianos a
los monofisitas, y ningn partido puede soar con actuar pura y
libremente en bien de una ciudad o una regin. La clereca del
Oriente tuvo siempre un carcter monjil y quera servir a Dios, no
a los hombres.
2. Tres caminos haba para influir sobre los hombres: 1 a
d o c t r i n a , l a a u t o r i d a d y l os r i t o s d el c u l t o
r e l i g i o s o . La doctrina es con mucho el ms puro y eficaz,
mientras sea lo que debe ser. La enseanza de viejos y jvenes no
pudo menos que trasmitir una serie de conocimientos tiles o man
tenerlos en vigor, si se refera a las relaciones esenciales y obliga
ciones de la humanidad; ser siempre una gloria exclusiva del cris
tianismo el haber llevado esta ciencia tambin al pueblo bajo de
-estas regiones. Por medio de preguntas, sermones, cnticos, credos y
oraciones se difunda el conocimiento de Dios y la moral entre los
pueblos; por la traduccin y exegesis de las sagradas escrituras se
les llevaba la escritura y literatura, y donde los pueblos eran todava
tan primitivos que no podan comprender ms que fbulas, se re
novaba, por lo menos, una fbula santa. Pero aqu evidentemente
todo dependa de que el hombre que deba ensearlos, entendiera
i Los Viajes de Bruce a Abisinia ofrecen una curiosa historia del cristia
nismo de esas regiones; el tiempo dir si de ah pueden obtener nuevos resultados
-para el conjunto.
su oficio y la doctrina que tena que exponer. La respuesta a am
bas preguntas resulta tan diferente segn las personas, pueblos,
tiempos y regiones del mundo que, al fin de cuentas, uno tiene
que atenerse slo a la doctrina que deba haber enseado, y es lo
que hizo, en efecto, la Iglesia reinante. Tema la incapacidad y el
atrevimiento de muchos de sus catequistas, y, en consecuencia, se
ci a unas pocas verdades y se limit a una esfera reducida. Con
esto corri naturalmente peligro de que el contenido de su doc
trina se agotase pronto, se repitiese a menudo y que al cabo de
pocas generaciones la religin heredada perdiese casi todo el brillo
de su novedad mientras el catequista desaprensivo se dorma beat
ficamente sobre su vieja profesin de fe. En efecto, slo el primer
impacto de las misiones cristianas sola ser muy intenso; las olas
siguientes eran sucesivamente ms dbiles hasta que todo se iba per
diendo en la tranquila superficie de una vieja tradicin cristiana.
Se trat de suplir con ritos y costumbres lo que faltaba de alma al
rito, que es la doctrina. De esta manera fu tomando auge el ritual
y espritu ceremonioso que por ltimo degener en un fantoche
sin vida que permaneci inmvil e intocable en su esplendor del
pasado. Tanto para los catequistas como para los catecmenos, el
mueco serva de cmodo recurso, porque ambas partes podan
pensar a propsito de l, lo que les viniera en ganas, y si -no, se
salvaba por lo menos, como solan decir, el vehculo de la religin.
Desde el principio, la Iglesia se fij mucho en la uniformidad, v
para conseguir tal uniformidad carente de ideas propias no haba
medio ms a propsito que formulismos que impedan que la grey
se desparramase. De todo esto son las Iglesias del Asia la mejor prue
ba; todava hoy son lo que haban sido hace casi dos mil aos;
cuerpos exnimes. Hasta las herejas se extinguieron, pues ni para
esto alcanza ya su fuerza vital.
Y no puede tal vez la a u t o r i d a d d e l o s s a c e r d o t e s
suplir lo que falte a la doctrina adormecida o el movimiento extin
guido? Hasta cierto punto s, pero nunca del todo. La vejez de una
persona sagrada est naturalmente rodeada de una aureola suav
sima de experiencia paternal, madurez, sabidura y serenidad des
apasionada del alma; de ah que ms de un viajero recuerde la
reverencia que sinti en presencia de los ancianos patriarcas, pres
bteros y obispos del Oriente. Una noble simpliciciad de los gestos,
los vestidos, el comportamiento y modo de vida contribuyeron a
ello, y ms de un venerable anacoreta, si no negaba al mundo su
doctrina, su amonestacin y su consuelo, puede haber hecho ms
bien que mil haraganes charlatanes en el tumulto de las plazas y
mercados. Pero tambin la ms distinguida autoridad de un hom
bre no es ms que d o c t r i n a , ejemplo que se funda en la expe
riencia y comprensin. Si la miopa y los prejuicios suplantan la
verdad, la autoridad de la persona ms venerable es; peligro'sa- j,
perjudicial.
3. Como toda la vida humana se encamina a l a a c t i v i d a d
d e u n a s o c i e d a d d e i n t e r e s e s c o m u n e s , es-ma*
nifiesto que tambin en el cristianismo tendr que morir tarde o
temprano lo que se sustrae a esta actividad. Todo miembro necr-
tico es un peso muerto para el cuerpo viviente, que se desliga de
su carga intil tan pronto como puede. Mientras las misiones del
Asia estuvieron en actividad, daban y reciban vida; cuando el po
der secular de los rabes, trtaros, turcos los excluy de las activi
dades, dejaron de propagarse. Sus monasterios y sedes episcopales
estn ah como ruinas y monumentos de otros tiempos, tristes y
reducidos; muchos de ellos slo se toleran a causa de sus donativos,
impuestos y servicios.
4. Como el cristianismo acta sobre todo mediante la doc
trina, mucho depende del i d i o m a en que sta se ensea y de la
cultura ya contenida en l, a la que adhiere dentro de la ortodoxia.
Si cuenta con un idioma culto o generalmente difundido, no slo
se propaga, sino que recibe de aqul tambin una propia cultura
y autoridad. Cuando, por el contrario, se queda a la zaga de otros
idiomas vivos en calidad de un leguaje sagrado de origen divino, o
peor todava es reducido a los estrechos lmites de algn dialecto
arcaico, llevar la vida precaria de un tirano ignorante.' Cuando
en Asia la lengua griega y despus la siraca fueron desplazadas
por el triunfante idioma rabe, se perdieron tambin los - conoci
mientos contenidos en aqullas; slo pudieron propagarse en- forma
de liturgia, credo o teologa monstica. Es por lo tanto muy enga
osa la afirmacin que atribuye a la misma religin todo lo que
slo se debe a los medios auxiliares de su propagacin. Miremos a
esos cristianos originarios del apstol Santo Toms en la India,
aquellos georgianos, armenios, abisinios y coptos; qu son ahora y
qu se hicieron con su cristianismo? Los coptos y abisinios poseen
bibliotecas de antiqusimos libros incomprensibles para ellos mis
mos, que tal vez adquiriran utilidad en manos de los europeos;
ellos no los necesitan ni pueden aprovecharlos, y su cristianismo
decay en la ms miserable supersticin.
5. Por lo tanto tengo que rendir tributo tambin en este lugar
a la lengua g r i e g a , que tan benemrita es de toda la historia
de la humanidad; de ella sali la luz con que tambin el cristianis
mo ilumin nuestro Continente. Si esta lengua no se hubiera pro
pagado y conservado en tan gran escala por las conquistas de Ale
jandro, por los reinos de sus sucesores y luego por las posesiones
romanas, difcilmente el Asia hubiera recibido luces algunas por
parte del cristianismo, porque fu precisamente en la lengua griega
en la que los ortodoxos y heresiarcas encendieron su lumbrera o
sus fuegos fatuos respectivamente, de manera directa o indirecta.
Tambin las lenguas armenia, siraca y rabe tomaron de ella sus
luces y si los primeros escritos cristianos hubieran sido redactados
en el dialecto judo de entonces en vez de serlo en griego, no se
hubiera podido predicar y propagar el evangelio en griego y pro
bablemente se hubiera agotado cerca de sus fuentes el torrente que
ahora se volc sobre las naciones. Los cristianos hubieran sido lo
que fueron los ebionitas y los discpulos de Juan o los cristianos de
Toms: un puado de hombres despreciados sin ninguna influen
cia sobre el espritu de las naciones. Dejemos, pues, a estos pases
orientales, cuna del cristianismo, para entrar a la escena donde des
empear su primer papel de gran envergadura.

III

LA PROPAGACIN DEL CRISTIANISMO EN LOS


PASES GRIEGOS

Hemos observado ya que el h e l e n i s m o , es decir, una men


talidad juda ms liberal y ya mezclada con las ideas de otros pue
blos, allan los caminos al origen del cristianismo. El cristianismo
recin nacido prosigui largo trecho por esta va y en poco tiempo
amplias regiones habitadas por judos griegos haban recibido el
nuevo mensaje. En una ciudad griega se invent el nombre de cris
tianos, y fu en lengua griega como los primeros escritos cristianos
se difundieron ms, porque esta lengua se haba propagado desde
la India hasta el Ocano Atlntico, desde Libia hasta Tule. Por
suerte y por desgracia a la vez, se hallaba cerca de Judea una pro
vincia en particular que contribuy en gran medida a darle su pri
mera forma al cristianismo: l Egipto. Si Jerusaln fu su cuna,
Alejandra fu su escuela.
Desde los tiempos de los Ptolomeos vivan en Egipto numerosos
judos a causa del comercio, los cuales queran crearse all su pro
pia Judea, edificaron un templo, tradujeron poco a poco sus sa
gradas escrituras al griego y las aumentaron con nuevos escritos.
Tambin desde los tiempos de Ptolomeo Filadelfo existan en Ale
jandra florecientes institutos cientficos que; con excepcin de
Atenas, no tenan igual en el mundo. Catorce mil estudiantes en
contraron all por bastante tiempo alojamiento y sostn gracias a
la beneficencia pblica. Aqu se hallaba el famoso museo, aqu la
inmensa biblioteca, aqu tambin la fama de los poetas antiguos y
hombres doctos en todas las disciplinas; aqu, por lo tanto, en el
centro del comercio mundial, estaba la gran escuela de los pueblos-
Precisamente la confluencia de estos ltimos y la paulatina mezcla
de todas las mentalidades de todas las naciones del Imperio Greco-Ro
mano, dio lugar al nacimiento de la llamada f i l o s o f a n e o -
p l a t n i c a y ese curioso s i n c r e t i s m o que se empeaba en
conciliar los principios de todos los partidos y acerc en poco tiem
po las concepciones de India, Persia, Judea, Etiopa, Egipto, Gre
cia, Roma y los brbaros. Este espritu reinaba de manera maravi
llosa en casi todas partes del Imperio Romano porque por doquier
aparecan filsofos que aportaron las ideas propias de su pas natal
al gran conglomerado de ideologas, llevndolas al florecimiento en
Alejandra. Ahora cay en este mar tambin la gota del cristianis
mo y atrajo a s lo que crea aprovechable. En los escritos de Juan
y Pablo se asimilan ya al cristianismo ideas platnicas; los ms
antiguos padres de la Iglesia, si se metieron en la filosofa no po
dan prescindir de los conceptos generalmente en boga, y el logos
de algunos de ellos se encuentra en el alma de todos los sabios mu
cho antes del cristianismo. T al vez no hubiera sido una desgracia
que el cristianismo hubiera quedado definitivamente en lo que era
en la concepcin de un Justino, Clemente de Alejandra y otros, a.
saber, una libre filosofa que no condenaba la virtud y el amor a
la verdad de ninguna poca y de ningn pueblo, desconociendo en
absoluto las verbosas frmulas restrictivas que ms tarde iban a-
adquirir categora de leyes. Por cierto que los ms antiguos padres,
de la Iglesia formados en Alejandra no son los peores; slo Orge
nes ha hecho ms que diez mil obispos y patriarcas, pues sin su
diligencia crtica y erudita que aplic a los documentos del cristia
nismo, ste hubiera cado a causa de su origen entre las fbulas-
diametralmente opuestas a todo humanismo clsico. El espritu de
Orgenes se transmiti a algunos de sus discpulos y varios padres-
de la Iglesia de la escuela alejandrina discurran y polemizaban por
lo menos de una manera mucho ms culta que tantas otras cabezas
ignorantes y fanticas.
Pero, bajo otro aspecto, tanto Egipto como la filosofa que-
estaba de moda en aquel entonces fueron para el cristianismo una
escuela de perversin, porque precisamente en estas ideas platni
cas y extraas que se discutan con sutileza griega, estaba contenido-
todo lo que luego durante dos milenios haba de suscitar las po
lmicas, contiendas, rebeliones, persecuciones y la ruina de pases
enteros y di al cristianismo en general una figura s o f s t i c a tan-
ajena a su verdadera esencia. De la sola palabra logos se originaron
herejas y violencias de las que se horroriza todava hoy el logos-
que hay en cada uno de nosotros, la sana razn. Algunas de estas
controversias no podan llevarse a cabo sino en lengua griega y ojal
nunca se hubiesen salido de este mbito para ser elevadas a frmu
las- doctrinarias generales en todas las lenguas. No se encuentra ah
ni una sola verdad, ningn conocimiento que haya aportado a la
ciencia humana un valor positivo, nuevas energas al intelecto ni
motivos ms nobles a la voluntad humana. En cambio, toda esa po
lmica de losLcristianos que llevaron contra los arianos, fotinia-
'nos, macedonianos, nestoranos, cudquianos, monofisitas, trinita
rios, monotelitas, etctera, podra destruirse simplemente sin que
' el cristianismo o nuestra razn sufriesen por esto el ms mnimo
detrimento. Por el contrario, fu menester borrar y echar al olvido
todo esto y lo que fu su secuela, los toscos decretos de ciertos
concilios de cortesanos y salteadores, para poder volver siquiera por
primera vez a una pura visin de los escritos originales del cristia
nismo y una pura y sencilla interpretacin de los mismos. Y todava
hoy existen muchas almas timoratas o perseguidas que se ven im
pedidas y atormentadas por su causa. Todo ese humo de pajas es
peculativo de las sectas se asemeja a los anillos de un gusano que,
arrancados a destiempo, vuelven a crecer cada uno para formar
otro gusano y acarrear la muerte. Esa telaraa de futilidades mis
antrpicas llena muchos siglos de la historia; torrentes de sangre
se derramaron por su culpa y muchas veces los hombres ms dignos
perdieron por los ms ignorantes malhechores sus bienes y su ho
nor, sus amigos y su tranquilidad, la salud y la vida. Hasta tan in
genuos brbaros como los borgoones, godos, longobardos, francos
y sajones participaron con gran celo ortodoxo y persecutorio anti
hertico en estas noches de San Bartolom contra arianos, bogo-
milenses, ctaros, albigenses, gaenses, etctera, y no blandieron en
vano sus espadas como pueblos guerreros por la- autntica frmula
de bautismo; vaya una iglesia militante! Tal vez no haya otro cam
po literario tan desierto como la historia de estos cristiansimos
ejercicios de la palabra y de la espada que chuparon a la razn
humana sus energas propias, su clara inteligencia a los documentos
del cristianismo, y a la constitucin civil sus principios y normas
hasta tal punto que despus de todo tenemos que dar las gracias
todava a los sarracenos y otros brbaros que con sus irrupciones sal
vajes pusieron trmino a la ignominia de la razn humana. Gracias
sean dadas tambin a todos los hombres que nos muestran en su
verdadera figura a los promotores de tales contiendas, los Atanasios,
Cirilo, Tefilo, los Constantinos e Ireneos; porque mientras los cris
tianos pronuncien todava con temor cerval los nombres de los pa
dres de la Iglesia y sus concilios, no son dueos ni de la sagrada es
critura ni de su propia razn1.
- i Despus de los esfuerzos ms antiguos de los reformadores, y ms tarde
Calixto, Dallaus, du Pin, le Clerc, Mosheim y otros, ser el nombre de Semler
siempre digno de gran estima por una consideracin ms liberal de la historia
No corri mejor suerte en- Egipto y otras partes del Imperio
Griego la moral cristiana. A causa- de un abuso espantoso* cre, all
mismo ese primitivo ejrcito de cenobitas y monjes que lejos de
contentarse con sus xtasis en el desierto de la Tebaida, recorran
a menudo como milicia de mercenarios los pases para intervenir
en las elecciones de obispos y en los concilios, obligando al Espritu
Santo que los presida a pronunciar las sentencias que eran, del
agrado de su propio espritu nada santo. Honro la soledad, esta
hermana meditabunda de la sociedad, que a menudo es tambin su
legisladora y que transforma las experiencias y pasiones del mun
danal ruido en principios y savia nutritiva. Tambin merece nues
tra compasin esa otra soledad consoladora que, hastiada del yugo
y la persecucin por parte de otros hombres, busca su solaz en si
misma y en la contemplacin del cielo. Muchos de los primeros
cristianos fueron, sin duda, solitarios de esta ltima especie^ que
eran llevados al desierto por la tirana del gran imperio militarista
o por los horrores de las ciudades, hallando benigna acogida bajo
un cielo templado y siendo hombres de pocas necesidades. Pero
tanto mayor es nuestro desprecio por ese orgulloso y testarudo ex
clusivismo que, aborreciendo la vida activa, pone su mrito en la
contemplacin o las penitencias, se alimenta de espejismos y en
vez de mortificar las pasiones, da pbulo en s mismo a la ms fiera
le todas: una soberbia empecinada y desmedida. Desgraciadamente,
el cristianismo ofreci para esto un brillante pretexto una vez que
sus consejos destinados a unos pocos escogidos haban sido conver
tidos en leyes generales cuando no en condiciones indispensables
para entrar en el reino de los celos, buscndose a Cristo en' el
yermo. A ll deban hallar el cielo hombres que desdeaban ser
ciudadanos de la tierra, renunciando a los dones ms preciados de
nuestra especie, la razn, las costumbres, las facultades y el amor
de padres, amigos, esposos e hijos. Malditos sean los panegricos
que se hicieron tan imprudente como abundantemente d la vida
clibe, ociosa y contemplativa a base de las escrituras mal interpre
tadas;' malditas las- impresiones' errneas que con exaltada elocuen
cia se inculc a la juventud, desviando y paralizando por siglos la
inteligencia humana! A qu se debe que en los escritos de los
padres de la Iglesia se encuentre tan poca moral pura y a menudo
lo mejor en compaa de lo peor, el oro mezclado con el barro?

eclesistica. Le sigui Spittler con una conferencia luminosa de gran penetracin


y le seguirn otros ms para mostrar cada perodo de la historia de la Iglesia
en. su verdadera luz.
i As lo demostraron Barbeyrac, le Clerc, Thomasius, Semler y otros, la
biblioteca de los santos padres de Rosler puede demostrrselo a cualquiera de
manera muy popular.
De dnde viene que no se pueda nombrar ni aun d los hombres
ms eximios de aquellos tiempos que tenan a su disposicin toda
va a tantos autores griegos, un solo libro que slo por su moral y
el espritu integral de la obra pueda ponerse al lado de un escrito
de la escuela socrtica, sin reparar por nada en el arte de la com
posicin o exposicin? Cul es la causa de que hasta las sentencias
ms escogidas de los padres tengan tanto de exagerado y frailuno
comparadas con la moral de los griegos? Es que la nueva filosofa
haba desequilibrado la razn de los hombres que, en vez de ha
bitar en la tierra, aprendan a caminar por los aires del cielo; y
si ya de por s no hay peor enfermedad que sta, es en verdad un
dao digno de ser llorado el que se la propague por la doctrina, la
autoridad y las instituciones, enturbiando para siglos las puras
fuentes de la moral.
Cuando finalmente el cristianismo fu ensalzado dndosele con
la bandera imperial el nombre que todava hoy flamea sobre todos
los nombres de la tierra como religin romana, imperial y domi
nante, sali a luz de golpe toda la escoria entreverando los asuntos
del Estado y de la Iglesia de manera tan confusa que casi de nin
guna cosa humana qued la justa perspectiva y proporcin. Predi
cando la tolerancia, los que largo tiempo haban sufrido en propia
carne, se hacan intolerantes; confundindose los deberes para con el
Estado con relaciones que no afectaban ms que al hombre y Dios,
y hacindose, sin saberlo, de una religin monstica semi-juda el
fundamento de un Imperio Cristiano-Bizantino, qu otra cosa poda
suceder sino que se perdiese la verdadera relacin entre crmenes
y castigos, obligacin y derecho, y finalmente entre las clases sociales
de la constitucin imperial? El estamento clerical no fu intro
ducido en el Estado como lo haba sido entre los romanos: como
su colaborador inmediato; aqu exista una clase social de monjes
y mendigos en cuyo favor se emitieron mil decretos que eran una
carga para las otras clases sociales, se derogaban mutuamente y
deban modificarse diez veces para conservar siquiera las apariencias
de la organizacin poltica. A Constantino, grande y dbil a la
vez, le debemos, sin saberlo l, ese monstruo de dos cabezas que
bajo el nombre de poder secular y espiritual burl y oprimi a
los pueblos y a s mismo y hoy mismo, al cabo de dos milenios, no
se ha puesto de acuerdo todava con serenidad sobre la finalidad
de la religin y de los gobiernos entre los hombres. A este monstruo
le debemos aquella piadosa arbitrariedad imperial en la legislacin,
y junto con ella una condescendencia cristiansima y nada cesrea
que en poco tiempo se haba de convertir en el ms terrible des
potismo1. De ah los vicios y las crueldades en la historia aborre
cible de Bizancio; de ah el incienso barato que se ofreca a los
emperadores cristianos ms depravados; de ah la desgraciada con
fusin, la pugna entre cosas espirituales y seculares, herejes y or
todoxos, brbaros y romanos, estrategas y eunucos, mujeres y sacer
dotes, patriarcas y emperadores, todo esto en una mezcla fermen
tada y explosiva. El Imperio haba perdido su principio sostenedor,
el barco navegaba a la deriva sin mstil ni timn; cada cual se
apoderaba de su gobierne hasta ser desplazado por el sucesor. Oh,
vosotros, viejos romanos, oh Sexto, Catn, Cicern, Bruto y Tito, y
vosotros Antoninos!, qu habrais dicho de esta nueva Roma, de su
corte imperial en Constantinopla desde su fundacin hasta su
derrumbe?
Como es natural, tampoco la retrica que poda florecer en
esta Roma cristiano-imperial admita comparacin alguna con la
elocuencia de los antiguos griegos y romanos. Es verdad que aqu
hablaban ahora hombres de Dios, patriarcas, obispos, sacerdotes;
pero a quines y sobre qu temas hablaban, y qu provecho poda
seguirse de la mejor elocuencia suya? Explicar a una chusma alo
cada, perversa y licenciosa el reino de Dios y las elevadas mximas
de un hombre de alta moral que ya en su tiempo haba sido un
gran solitario y no tena parte, por cierto, en esa turba, sta era
su tarea. Para gente de esa laya era mucho ms atractivo que el
orador sagrado se refiriera a los escndalos de la corte, las intrigas
de los herejes, obispos, sacerdotes y monjes, la cruda inmoralidad
de los espectculos, deportes, diversiones y modas femeninas. Cun
to lamento, oh boca de oro, Crisstomo, que tu desbordante talento
oratorio no hubiese cado en terreno ms propicio! De la soledad en
que habas pasado tus mejores das, saliste a la capital donde te
esperaban las dificultades. T u celo de pastor estuvo fuera de su
sitio; sucumbiste a las tormentas palaciegas por las intrigas de
cortesanos y sacerdotes; arrojado de tu sede y restituido varias veces,
tuviste por fin que morir en la miseria. Semejante suerte corrieron
en esta corte voluptuosa varios hombres honrados, y lo ms triste
de todo fu que ni siquiera su propio celo quedase libre de toda
mcula; pues asi como el que vive entre enfermos contagiosos en
un ambiente apestado perder el color y la buena salud aunque
se salve de la peste, as tambin fueron demasiados los peligros y las
tentaciones para clrigos y legos como para escaprseles con una
prudencia comn. Tanto ms gloriosos son los nombres contados
de unos pocos estrategas y emperadores, obispos, patriarcas y po
i Un autor francs de agudo ingenio que permanece en el anonimato, ha
publicado una Historia de los cambios operados en el gobierno, las leyes y el
espritu humano, que abarca la poca desde la conversin de Constantino hasta
el ocaso del Imperio Romano Occidental. Traducido en Leipzig, 1784.
lticos que brillan como astros an en este oscuro firmamento; pero
hasta sus figuras se pierden en la niebla.
Finalmente, considerando el gusto en ciencias, costumbres y
artes que se difundi desde este reino cristiano, el primero y ms
grande que hubo, no podemos calificarlo sino de brbaro-pomposo
y miserable. Desde que, en tiempos de Teodosio, Jpiter y Cristo
se disputaron la posesin del Imperio Romano en el senado y de
lante de la diosa de la victoria, y Jpiter perdi la causa, los
monumentos del gusto clsico, los templos y columnas de los dioses
en todo el mundo se derrumbaron poco a poco o tambin por la
fuerza, y cuanto ms cristiano fuese un pas, mayor era su celo
destructor de todas- las reliquias del antiguo culto de los dolos. El
fin y origen de la Iglesia cristiana prohiba los templos antiguos,
por lo tanto tom como modelo de sus iglesias los tribunales, plazas
pblicas y baslicas. Aunque en los ms antiguos templos cristianos,
que datan de la poca de Constantino, se advierte todava una
noble simplicidad por haber sido erigidos, ya de ruinas paganas,
ya en medio de los ms grandes monumentos, tambin esta simpli
cidad reviste ya carcter cristiano. Sin gusto artstico se han yux
tapuesto sus columnas robadas aqu y all, y a maravilla del arte
cristiano en Constantinopla, la magnfica iglesia de Santa Sofa,
estaba recargada de brbaro, esplendor. Por ms que se' acumularan
los tesoros de la Antigedad en esta Babel, no pudieron florecer all
el arte ni la poesa griegos. Uno se asombra .del cortejo- que todava
en el siglo dcimo tena que acompaar al emperador en la guerra
y la paz, en la iglesia y en el palacio, tal cual lo describe un em
perador, esclavo l mismo de tal pompa1; y parece increble que
semejante Imperio no se haya derrumbado mucho antes. No puede
atribuirse toda la culpa al cristianismo del cual se abusaba, pues
desde el primer da Bizancio estuvo organizado como opulento Es
tado de mendigos. No haba nacido en l ninguna Roma que,
educada bajo dificultades, guerras y peligros, se hiciera a s misma
la capital del mundo. Por el contrario, la nueva ciudad haba sido
fundada a costa de Roma y de las provincias, y desde un principio
fu poblada por una chusma que chupaba la sangre al Imperio con
hipocresa y haraganera y bajo los ttulos de la largueza y gracia
imperial. Situada entre todos los Continentes y en la regin ms
hermosa, la nueva ciudad se reclinaba en el.pecho de la voluptuo
sidad. De Asia, Persia, India y Egipto le llegaban, todas las mer
cancas de la opulencia y del lujo con que se aprovisionaba a s misma
y al mundo noroccidental. En su puerto se aglomeraban los barcos
de todas las naciones; y todava en tiempos posteriores, cuando los
rabes ya hubieron arrebatado Egipto y Asia al Imperio Griego, las
rutas del comercio mundial pasaban por el Mar Negro y el Caspio
1 Constantxn. Porpohyrogenn. 1. 2. De cerimon. aulae Byzantin, Lips. 1751.
para .proveer a la vieja ramera. Alejandra, Esmirna, Antioqua,
Grecia con sus bahas, instituciones, ciudades y artes, el Medite
rrneo con sus tantas islas, pero sobre todo el carcter ligero de
i a nacin griega, todo contribua a hacer de la sede del empe
rador. cristiano un emporio de vicios y necedades; y lo que en
. otros tiempos haba servido para bien de Grecia, ayudaba ahora
a. acelerar su desgracia.
Mas no por esto es nuestra intencin negar el ms mnimo
de los mritos que este Imperio aport al mundo por su situacin
y manera de ser. Por largo tiempo fu un dique, aunque -dbil,
- contra los brbaros, varias de cuyas naciones vecinas o puestas a
su servicio y comercio, se civilizaron y adquirieron cierta sensibi
lidad para otras costumbres y artes. As, por ejemplo, el mejor de
los reyes godos, Teodorico, fu educado en Constantinopla. El
bien que hizo en Italia, se lo debemos en parte a ese Imperio de
Oriente' A ms de un pueblo brbaro leg Constantinopla la se
milla de la cultura, escritura y del cristianismo. El obispo Ulfilas
transform para sus godos el alfabeto griego y tradujo el Nuevo
Testamento a su lengua; rusos, blgaros y otros pueblos eslavos
ecibieron de Constantinopla la escritura,- el cristianismo y las
costumbres de una manera mucho ms suave que sus hermanos oc
cidentales de los francos y sajones. La coleccin de las leyes ro
manas que se hizo por orden de Justiniano, por defectuosa y frag
mentaria que sea y por grandes que hayan sido los abusos a que
di lugar, ser siempre un monumento inmortal del autntico; es
pritu romano, una lgica de la razn prctica y una norma de se
leccin para cualquier legislacin mejor. Es un beneficio para todo
el mundo civilizado que el idioma griego, no obstante el mal uso
que se hizo de l, lo mismo que la literatura, se conservasen en este
Imperio hasta- que la Europa occidental fu capaz de recibirlos de
manos de los refugiados que venan de Constantinopla. Contribuy
por lo menos remotamente a la preparacin de una nueva era para
Europa occidental el hecho de que los peregrinos y cruzados de la
Edad Media hallaron camino del Santo Sepulcro una Constantinopla
de donde volvan, a manera de recompensa de tantas infidelidades,
por lo menos con nuevas impresiones de esplendor, cultura y estilo
de vida, a sus cuevas, castillos y monasterios. Venecianos y geno-
veses aprendieron en Alejandra y Constantinopla a organizar su
comercio en escala mayor, como tambin acumularon la mayor
parte de sus riquezas a base de los escombros de este Imperio del
-q importaron a Europa ms de una cosa til; El cultivo del
gusano de seda nos lleg de Persia a travs de Constantinopla, y
.cuntas cosas debe la Santa Sede a ese Imperio de Oriente, y cuntas
otras le debe Europa que le ayudaron a contrarrestar el poder de
esa misma Santa Sede.
Finalmente se derrumb esta Babel soberbia, opulenta y pom
posa, para caer con toda su magnificencia y sus tesoros en medio de
la tormenta en manos de su salvaje conquistador. Haca mucho que
era incapaz de defender sus fronteras, por lo cual ya en el siglo
quinto toda Grecia cay vctima de Alarico. De cuando en cuando
se venan acercando nuevas olas de brbaros desde el este, oeste,
norte y sur; y peores an son los brbaros que amotinados en
hordas salvajes van asolando la ciudad por dentro. Los templos son
asaltados, los iconos y bibliotecas destruidos por el fuego; por do
quier el Imperio es vendido y traicionado, ya que no tiene otra
recompensa para sus ms fieles servidores que sacarles los ojos, cor
tarles las orejas y la nariz o sepultarlos en vida, porque sobre su
trono reinan la crueldad y la lascivia, la adulacin y la ms des
carada soberbia, los motines y la perfidia, disfrazados todos ellos de
ortodoxia cristiana. Su historia es la de una muerte lenta, ejemplo
aterrador para todo gobierno de eunucos, frailucos y mujerzuelas
no obstante todo su orgullo imperial, su riqueza y toda su pompa
de ciencias y artes. All yacen ahora sus ruinas; el pueblo de ms
agudo intelecto en la tierra, los griegos, se han convertido en el ms
despreciable de los pueblos, en estafadores, ignorantes, supersticio
sos y siervos miserables de la clerigalla y los monjes, incapaces ya
para siempre del antiguo espritu de los helenos. As acab la
primera forma del c r i s t i a n i s m o p o l t i c o ; ojal no pre
senciemos nunca su retom o1.

IV -

PROPAGACIN DEL CRISTIANISMO EN LAS


PROVINCIAS LATINAS

Roma era la capital del mundo; de Roma salan los decretos


de tolerancia o persecucin de los cristianos; era inevitable que uno
de los esfuerzos principales de todo el cristianismo tendiese desde
muy temprano a este centro de poder y majestad.
i Con ntima satisfaccin nodemos nombrar en este lugar al tercero de los
clsicos Insinuadores ingleses, mulo de Hume y Robertson, y tal vez superior a l
segundo: Gibbon, con su History of the decline and fa ll of the romn empire,
obra maestra perfecta, que, sin embargo, quiz por un defecto de la materia
carece de ese inters apasionante que infunden los escritos histricos de Hume.
Pero injusta me parece la gritera que se levant en Inglaterra contra esta obra-
erudita y autnticamente filosfica como si fuera hostil al cristianismo, porque
los juicios de Gibbon sobre el cristianismo como sobre otros objetos de su historia;
son muy benignos.
La tolerancia de los romanos respecto de todas las religiones de
los pueblos sometidos est fuera de toda discusin y slo gracias a
ella y el estado general ..de la constitucin del Imperio en este
tiempo pudo propagarse el cristianismo tan rpida y ampliamente.
Se le tena por asunto muy remoto y propio de un pueblo des
preciado y cuyo espritu supersticioso se haba hecho proverbial.
En Roma gobernaban emperadores malvados, frenticos y dbiles,
de manera que el Estado no dominaba el panorama por falta de
una visin de conjunto. Durante largo tiempo, los cristianos fue
ron clasificados bajo el nombre de judos, de los cuales haba gran
abundancia en Roma como en todas las provincias del Imperio.
Probablemente fuera tambin el odio de los judos contra los cris
tianos excomulgados de la sinagoga, lo que los hizo reconocibles pri
mero a los romanos, y entonces era propio de la mentalidad romana
que se los considerase como renegados de la religin de sus ma
yores y, en calidad de tales, como ateos, cuando no se los tena a
causa de sus reuniones secretas por egipcios, que lo mismo que otros
iniciados se mancillaban con supersticiones y orgas desenfrenadas.
Se los despreciaba como desecho de la plebe, al que Nern pudo
muy bien atribuir la culpa de su crimen de asesino incendiario y
loco furioso. La compasin que se les tuvo a raz de esta suprema
injusticia no parece haber sido ms que la misericordia que se siente
por un esclavo injustamente torturado. No se profundiz ms en
n anlisis de su doctrina, y se les permiti propagarla como todas
las cosas podan propagarse en el Imperio Romauo.
Cuando salieron a luz los principios de su culto y credo, les
choc duramente a los romanos acostumbrados solamente a una
religin poltica, que esos infelices se atrevieran a injuriar a los
dioses del Estado como demonios infernales y declarar escuela del
infierno'el servicio que se prestaba a los defensores del Imperio. De
la misma manera resultaba chocante para los romanos que aqullos
ee negaran a. rendir honores a las estatuas del emperador, cuando
este acto deba ser a su vez una honra para quien lo practicara, y que.
ante todo se sustrajeran a todo cuanto fuera obligaciones y servicios
patriticos. Era, pues, natural que se los tuviese por enemigos de la
patria, merecedores del odio y aborrecimiento de los dems. Segn
cual fuera la mente de los emperadores y los nuevos rumores puestos
en circulacin los amansaran o provocaran su ira, se daban decretos
n pro o en contra de los cristianos, decretos cuya ejecucin ms r>
menos estricta dependa en cada provincia de la mente de cada
procurador y el comportamiento de los mismos cristianos. Pero
nunca hubo una persecucin como las desencadenadas en tiempos
posteriores contra los sajones, albigenses, gaenses, hugonotes, pru
sianos y livonios, porque las guerras religiosas de esa ndole eran
ajenas, a la mentalidad romana. De esta manera, los primeros tres
siglos del cristianismo fueron durante las persecuciones que hubo
en ellos la era triunfal de los mrtires de la fe cristiana.
Nada hay de ms noble que permaneciendo fiel a sus convic
ciones, demostrar su valor por la pureza de las costumbres y la
probidad del carcter hasta el ltimo aliento. Asimismo, los cris
tianos, dondequiera que hicieran gala de tal inocencia y firmeza
como hombres de bien y comprensivos, hicieron ms adeptos de
este modo que con las fbulas de milagros y dones maravillosos.
Varios de sus perseguidores admiraron su fortaleza aunque sin
comprender por qu se exponan al peligro de ser perseguidos de
esta manera. Por lo dems, un hombre logra solamente lo que
desea con toda su alma, y el fin en cuya consecucin persiste cierto
nmero de hombres dispuestos a vivir y morir por l, es muy difcil
de suprimir. Su fervor arrastra, y su ejemplo, aunque no ilumine;
enfervoriza. No hay duda, pues, de que la Iglesia debe la solidez
de sus cimientos a la inquebrantable constancia de sus mrtires, lo
que le permiti sobrevivir la inmensa expansin de los milenios si
guientes. Costumbres ms blandas y principios condescendientes
slo hubieran dado lugar a que todo se derramase desde un prin
cipio como un lquido sin recipiente.
Sin embargo, en ciertos casos es tambin de importancia de
cisiva cul sea la causa por la que un hombre lucha y muere. Si
lo hace por su ntima conviccin, por un pacto de verdad y lealtad
cuya recompensa trasciende la muerte, si es por dar testimonio de
un hecho histrico vivido por l mismo y cuya verdad indispensable
confiada a su valor se perdera de otra manera, el mrtir muere
como un hroe, su conviccin le conforta en los dolores y tor
mentos y el cielo abierto est al alcance de sus manos. As podan
padecer los primeros testigos oculares de los hechos iniciales del
cristianismo cuando se vean en la necesidad de sellar la autentici
dad de los mismos con su muerte. Su apostasta hubiera sido equi
valente a negar la historia experimentada por ellos mismos, y para
esto se sacrifica un hombre honrado cuando no le queda otra alter
nativa. Pero tales confesores y mrtires en el sentido ms propio
de la palabra, los tuvo solamente el cristianismo primitivo y- aun
entonces en nmero limitado, de cuya vida y partida de este mundo
sabemos poco o nada.
Distinto es el caso de los testigos que dieron su testimonio siglos
ms tarde o distantes centenares de millas, a quienes la historia
del cristianismo haba llegado slo como un rumor, una tradicin
o un testimonio escrito. stos no pueden ser tenidos por testigos
propiamente dichos por cuanto sellan con su sangre solamente un
testimonio ajeno, mejor dicho, su fe en l. Como ste fu el caso
de todos los cristianos convertidos fuera de la Judea, es cosa admi
rable que precisamente en las provincias latinas ms lejanas se
tuviese -en tan alta estima el martirio cruento de estos testigos, o
sea, qe se abrazaba una tradicin que vena de muy lejos y era
de difcil comprobacin. Ni siquiera cuando al fin del'siglo'primero
los escritos redactados en Oriente hubieron llegado a esas regiones
remotas, entendan todos su idioma original y tenan que contentarse
nuevamente con el testimonio del catequista que citaba una traduc
cin. Y si ya los doctores orientales de la Iglesia decidan. en sus
concilios por las opiniones recoleccionadas de otros padres de la
Iglesia ms que por la sagrada escritura, cunto menos se basaban
en ella los doctores occidentales! En breve, la traicin y la fe por
la que uno haba afrontado la muerte, fueron el argumento principal
y ms: contundente dl cristianismo; cuanto ms pobre, alejada e
ignorante fuese la comunidad, tanto ms debanle valer al pie de la
letra y como testimonio de la Iglesia la tradicin, la palabra del
obispo y del catequista, la confesin de los mrtires.
Y sin embargo, considerando la naturaleza de los orgenes del
cristianismo, apenas cabe concebir otra forma de propagacin que
no fuera sta; estaba basado en una historia y sta requiere el re
lato, la tradicin, la fe. La historia va de boca en boca hasta que
se la pone por escrito, con lo cual se convierte finalmente en una
tradicin fija e inalterable, y slo entonces puede ser examinada por
diversas personas o comparada con varias tradiciones paralelas. Pero
a esta altura casi nunca existen ya testigos oculares; feliz de ella,
por lo tanto, si la leyenda afirma que aquellos testigos confirmaron
su testimonio con la muerte; y en este punto se tranquiliza la fe
humana.
De esta manera se erigieron los primeros altares cristianos con
fiadamente s o b r e s e p u l c r o s . Sobre los sepulcros tenan lu
gar las reuniones; las catacumbas se convirtieron simplemente
en altares en los que se reciba la comunin, se haca profesin de
fe cristiana y se prometa ser fiel a ella como lo haba sido el difunto
que yaca all. Sobre sepulcros se construyeron las primeras igle
sias, o los cadveres de los mrtires eran puestos debajo de los al
tares erigidos, hasta que, al final, tuvo que bastar una reliquia de
mrtir para consagrar un altar. Lo que al principio haba sido
una formacin espontnea, origen y sello de una a l i a n z a de
c o n f e s o r e s c r i s t i a n o s , pas ahora a ser frmula y cere
monia. Tambin el bautismo, en cuya ocasin se confesaba un
smbolo de la fe, era administrado sobre las tumbas de los mrtires,
hasta que ms tarde se construy el baptisterio encima de ellas, o
se daba sepultura a los fieles 'debajo del baptisterio en seal de que
haban muerto por la fe del bautismo. Una cosa daba origen a
otra y casi toda la traza y figura de los Titos eclesisticos occiden
tales se origin de esta p r o f e s i n de f e y c u l t o d e l o s
s e p u l c r o s 1.
Haba mucho de conmovedor en este pacto de fidelidad y
obediencia sellado sobre los sepulcros de los mrtires. Cuando los
cristianos, como refiere Plinio, se reunan antes del alba para cantar
himnos a su Cristo como a un dios, y obligarse por el sacramento
como por un juramento a la pureza de las costumbres y el cum
plimiento de sus deberes morales, el sepulcro silencioso de su
hermano deba adquirir los contornos de elocuente smbolo de la
perseverancia hasta la muerte y, ms todava, de pilar inconmovible
de su fe en la resurreccin que su seor y maestro haba alcanzado
como el primero de los mrtires. La vida terrena deba parecerles
pasajera, la muerte una gloriosa y deseable imitacin de la muerte
de su maestro, y la vida futura casi ms segura que la presente;
y, en efecto, son convicciones de esta ndole las que inspiran lo
ms antiguos escritos cristianos. Por otra parte era inevitable que
de esta manera se despertase a destiempo el amor al martirio, co
rriendo algunos, hartos ya de la efmera vida terrestre, y con un
celo a menudo intil, tras el bautismo de sangre y fuego en procura
de la corona de los mrtires de Cristo. Tambin era inevitable que
las reliquias de los difuntos fuesen objeto de un culto poco menos
que idoltrico y que se abusase de ellas de modo supersticioso para
expiaciones, curaciones y otras obras milagrosas; ni menos pudo
faltar, finalmente, que este puado de hroes cristianos ocupase
al poco tiempo todo el cielo eclesistico y que, como sus restos mor
tales haban sido conducidos con adoracin a la nave de la iglesia,
tambin sus almas desalojaran de sus sitiales a todos los otros bien
hechores de la humanidad, lo que fu el comienzo de una nueva
m i t o l o g a c r i s t i a n a . A qu mitologa me refiero? Pues, a
la que vemos en los altares y leemos en las leyendas.
2. Puesto que, en el cristianismo, todo se basa en una pro
fesin de fe, esta Fe en un smbolo, y este smbolo en la tradicin,
para salvaguardar el orden y tener las riendas en la mano-se reque
ran cualidades milagrosas o una frrea d i s c i p l i n a e c l e s i s
t i c a antes que nada. Con esta institucin creci la a u t o r i d a d
d e l o s o b i s p o s , y a fin de mantener la unidad en la fe,
es decir, la cohesin de muchas comunidades, se necesitaban los
c o n c i l i o s y s n o d o s . Si en stos no se llegaba a un acuerdo
o se suscitaba alguna oposicin en otras regiones, se recurra a obis
pos que gozaban de gran autoridad en calidad de r b i t r o s , y
finalmente era inevitable que entre varios de estos aristcratas apos
tlicos se destacara u n a r i s t c r a t a p r e e m i n e n t e , . Y
i Vase Ciampini, Aringhii, Binghams y otras obras a este propsito. Una
historia da estas cosas escrita a la luz de las iglesias ms antiguas y monumentos,
lo demostrara todo con claridad meridiana.
quin poda ser este tal? El obispo de Jerusaln era demasiado
pobre y su sede demasiado distante; su ciudad haba soportado enor
mes desgracias y su obispado estaba rodeado por demasiados obispos
tambin apostlicos; estaba sentado en el monte Glgota como fuera
de la esfera del dominio mundial. Venan destacndose los obispos
de Antioqua, Alejandra, Roma y, finalmente tambin, Constan
tinopla, y de ese estado de cosas se sigui naturalmente y por gra
vitacin propia que el obispo de Roma prevaleciese sobre todos
ellos, incluso el ms celoso de sus mulos, el obispo de Constantino-
pla. ste se hallaba demasiado cerca del trono del emperador que
le poda entronizar y destituir a discrecin, y por lo. tanto no pudo
llegar a ser ms que un magnfico obispo de la corte imperial.- Por
otra parte, desde que el emperador haba abandonado Roma tras
ladndose a los confines de Europa, se combinaban mil circuns
tancias para conferir a esta vieja capital del mundo el primado de:
la Iglesia. Los pueblos estaban habituados haca siglos a reverenciar
el nombre de Roma, y en la ciudad misma se crea que sobre sus
siete colinas tena su trono un eterno espritu de dominio del orbe.
En Roma haban dado testimonio tantos mrtires segn los registros
de la Iglesia, y aqu haban alcanzado la corona del martirio los
ms grandes apstoles, Pedro y Pablo. Es as como desde tiempos
muy antiguos tom cuerpo la leyenda del o b i s p a d o de P e d r o
en esta antigua Iglesia apostlica, y pronto se supo probar el tes
timonio inconmovible de sus sucesores. Ahora bien: como a este
apstol le haban sido entregadas las llaves del reino de los cielos
y sobre su confesin de fe se fundaba la roca inconmovible de la
Iglesia, era muy natural que Roma ocupase el lugar de Jerusaln o
Antioqua y se aprestase a ser la Iglesia madre de l cristiandad.
Muy pronto el obispo de Roma precedi en los honores a otros ms
eruditos y poderosos, hasta en los concilios, donde se le concedi
la presidencia, y en las controversias, donde se le reconoca como
rbitro pacfico, y lo que por mucho tiempo haba sido consulta
voluntaria, con el tiempo se fu convirtiendo en apelacin, conside
rndose su doctrina como una decisin. La situacin de Roma en
el centro del orbe romano pona a disposicin de su obispo amplio
espacio en direccin al oest, sur y norte para aconsejar y orga
nizar, tanto ms cuanto que el trono imperial griego estaba dema
siado distante, y pronto tambin fu demasiado dbil para impedr
selo de manera apreciable. Las hermosas provincias del Imperio
Romano, Italia con sus islas, frica, Espaa, Gaia y parte de Ale
mania, donde el cristianismo lleg pronto, requeran su ayuda y
consejo. Ms al norte estaban los brbaros cuyas ridas regiones
poco despus habran de convertirse en tierra frtil para la cris
tiandad; en todas partes haba aqu ms que hacer y ganar, y con
menos competencia por parte de otros, que en las antiguas pro
vincias orientales sembradas de viejos obispados que por contro
versias especulativas, contradicciones y contiendas, pronto tambin
por la tirana rastrera de los emperadores, y finalmente por las in
vasiones de las rabes mahometanos y otros pueblos ms salvajes an,
se transformaron en tierra desolada. La rudeza bonachona de los
brbaros europeos convena mucho ms al obispo de Roma que la
perfidia de los ms civilizados griegos o el 'entusiasmo exaltado de
los asiticos. El cristianismo que all se pareca a un mar agitado
rayano en ocasiones en el delirio de la razn humana, se fu
normalizando en una regin ms templada gracias a los cnones y
ordenaciones de Roma, sin los cuales es probable que tambin aqu
todo hubiera cado en el letargo que al cabo de esfuerzos frenticos
hemos podido observar en Oriente.
Es indudable que el obispo de Roma hizo mucho a favor del
mundo cristiano; fiel al nombre de su ciudad, conquist el mundo
no slo por medio de conversiones, sino que con la ayuda de leyes,
moralidad y costumbres lo gobern por ms tiempo y de manera
ms- eficiente y penetrante que la Roma antigua su Imperio. La
sede romana nunca hizo gala de erudicin; cedi este privilegio a
otras, como por ejemplo a las de Alejandra, Miln y hasta Hipo
o a quienquiera lo pretendiese; en cambio, reinar tambin sobre
las sedes ms doctas y gobernar el orbe no por la filosofa, sino por
prudencia poltica, tradicin, derecho eclesistico y costumbres, sta
fu obra suya y deba serlo dado que los propios pilares en que
descansaba no eran sino las costumbres y la tradicin. Es as como
salieron de Roma esas numerosas ceremonias de la Iglesia de Occi
dente que se relacionaban con la celebracin de las festividades, la
jerarqua clerical, la ordenacin de los sacramentos, las oraciones
y sacrificios por los difuntos, los altares, clices, candelabros, ayunos,
veneracin de la madre de Dios, celibato de sacerdotes y monjes,
invocacin de los santos, culto de las imgenes, procesiones, fune
rales, campanas, canonizaciones, la transubstanciacin, la adoracin
de la hostia, etctera, costumbres que se originaron a menudo de
la concepcin exaltada de los orientales, o de causas histricas del
pasado, o tambin de circunstancias locales del Occidente, sobre
toda de Roma, donde poco a poco fueron incorporadas al gran
ritual eclesistico1.
stas eran las armas que ahora conquistaron el mundo, las
llaves omnipotentes del reino de los cielos y de la tierra. Ante ellas
ise inclinaban pueblos que, por lo dems, eran diestros en el uso de
la espada; para ellos, las costumbres romanas servan mejor que las

i Dudo de que sin conocimientos muy exactos de las condiciones locales


sea posible una historia perfectamente fiel de estas instituciones y costumbres,
que tenga tambin en cuenta el carcter nacional; a menudo' se busca debajo de
la tierra lo que ensea una simple inspeccin ocular de la misma Roma.
especulaciones orientales. Verdad es que esta legislacin eclesistica
contrasta de manera terrible con el arte poltico de los antiguos ro
manos; pero al fin de cuentas se encaminaba a transformar ms y
ms el pesado cetro en el ms benigno bculo de pastor y los usos
brbaros de naciones paganas en un derecho cristiano ms humano.
El supremo pastor de Roma que se haba labrado su posicin a costa
de tantos trabajos, tuvo que preocuparse ms que ninguno de sus
colegas occidentales y orientales por el Occidente, aunque a veces
contra su propia voluntad, y si la propagacin del cristianismo es
de por s un mrito, ste lo obtuvo en alto grado. Sus embajadas y
providencias hicieron reinos cristianos de Inglaterra, la mayor parte
de Alemania, los reinos escandinavos, Polonia y Hungra; ms an,
es tambin su obra, en mancomunidad con otros, que Europa no
haya sido absorbida para siempre pc-r los hunos, sarracenos, trta
ros, turcos y mongoles. Si todos los linajes de emperadores, reyes,
principes, barones y caballeros tuviesen que legitimar los mritos
que en otros tiempos los llevaron al gobierno de los pueblos, el
gran lama de la triple tiara en Roma, llevado en hombros de pac
ficos sacerdotes, podra bendecirlos a todos con el crucifijo dicin-
doles: Sin m jams hubirais llegado a ser lo que sois". Tambin
la salvacin de los tesoros de la Antigedad es obra suya, y bien
merece Roma seguir siendo un silencioso templo conmemorativo!
de estos valores salvados.
3. L a i g l e s i a de O c c i d e n t e se f u f o r m a n
do, por consiguiente, de m a n er a l o c a l , la
m i s m o q u e e n O r i e n t e . Lo que en Oriente haba sida
Egipto, aqu lo fu el frica cristiana, donde, al igual que all, se
originaron doctrinas propias, en este caso africanas. Los trminos
duros en que hablaron Tertuliano de la reparacin por los pecados,
Cipriano de la penitencia de los pecadores y Agustn de la gracia y
el libre albedro, ingresaron en el sistema de la Iglesia, pues aunque
el, obispo de Roma sola optar por un curso moderado en sus dis
posiciones, le faltaba unas veces la erudicin, y otras la autoridad
necesaria para timonear la nave de la Iglesia por todo el ocano
de las doctrinas. As, por ejemplo, Agustn y Jernimo trataron con
excesiva dureza al erudito y piadoso Pelagio; Agustn luchaba con
tra los maniqueos con otro maniquesmo, slo que mucho ms refi
nado, y lo que en este hombre extraordinario no era muchas veces
ms que el primer mpetu de la polmica o un producto de la ima
ginacin, ingres con llama demasiado viva en el sistema doctrinaria
de la Iglesia. A pesar de esto, descansad en pa tambin vosotros,
valientes guerreros de lo que llamabais la unidad de la fe; vuestra
difcil obra est ya acabada y tal vez sea ya demasiado prolongada
e intenso el influjo que vuestra doctrina ejerci a travs de todas
las pocas cristianas.
Todava tengo que hacer mencin de una orden religiosa, la
primera que fu introducida en Occidente: los benedictinos. La
buena estrella de Europa quiso que su clima resistiese a todas las
tentativas de dar carta de ciudadana a la vida monstica del Orien
te en estas regiones, hasta que, finalmente, con el apoyo de Roma
se introdujo -en Montecasino esta orden de tendencia moderada.
Alimentaba y vesta a los monjes mejor de lo que se estilaba en el
Oriente caluroso y dado a los ayunos y penitencias. Su regla, redac
tada primitivamente por un lego para legos, prescriba tambin el
trabajo, y fu esto en particular lo que hizo beneficiosa su actuacin
para no pocas regiones desiertas y salvajes de Europa. Cuntos
hermosos parajes poseen los benedictinos en todos los pases, culti
vados, en parte, por ellos mismos! Tambin en todos los gneros
literarios hicieron cuanto pudo hacer la laboriosidad monstica.
Algunos hombres escribieron una biblioteca entera y hay congre
gaciones en pleno que se fijaron como deber el comentario y la
edicin de numerosas obras, especialmente medievales, roturando y
cultivando de esta manera tambin los eriales de la literatura. Sin
la orden de Benito la mayor parte de los escritos de la Antigedad
tal vez se hubiera perdido para nosotros, y en materia de santos
abades, obispos, cardenales y Papas, l nmero de los que produjo
esta orden con las obras que realizaron puede llenar l solo toda
una biblioteca. Slo G r e g o r i o 1 M a g n o , un benedictino, hizo
ms de lo que diez gobernantes clericales y seculares pudieran hacer,
y tambin la conservacin de la antigua msica litrgica que tanto
influjo ejerci sobre las almas de los hombres, se la debemos a esta
orden.
No pasamos ms adelante, pues para tratar de lo que el cristia
nismo obr entre los brbaros, es menester que consideremos pri
mero a stos que ahora se vuelcan en grandes masas sobre el Imperio
Romano, para fundar sus reinos comnmente confirmados por Ro
ma. Y luego veremos lo que de ah se sigue para la historia del g
nero humano.
LIBRO DCIMOCTAVO

T Tn a marea alta, confluencia de violentos torrentes montaosos,


^ retenida por largo tiempo en una represa o desviada aqu y all
con frgiles diques improvisados, que finalmente irrumpe irresistible
inundando la campaa, oleada tras oleada, torrente tras torrente,
hasta que todo se confunde en un mar agitado que encauzndose
lentamente deja tras de s huellas de destruccin por doquier, mas
luego tambin florecientes campias fertilizadas a su paso, tal
fu y as obr la famosa invasin de los brbaros, irrupcin de los
pueblos nrdicos en las provincias del Imperio Romano. Por largo
tiempo estas naciones haban sido hostigadas, retenidas o tambin
dirigidas en tal o cual direccin en calidad de pueblos aliados o
mercenarios, engandoselos y abusando de ellos a menudo; pero
finalmente se tomaron su derecho por su propia mano, exigieron o
conquistaron sus posesiones y, en parte, se desplazaron unos a otros.
No debemos, por lo tanto, fijarnos mucho en los ttulos legales qu
cada uno de estos pueblos pudiese ostentar sobre el pas que le fuera
asignado o conquistado por l1, sino ms bien en e uso que haca
de su pas y la nueva organizacin que Europa adquiri por medi
de ellos. Por todas partes se injertaron nuevos pueblos, qu frutos
dieron y qu retoos a la humanidad?

i Una descripcin exacta de esos movimientos de pueblos e invasiones con


sus fronteras a menudo variables, vase en sucinta revista en G a t t e r e r ; Abriss der
Universalgeschickte, Gottingen 1773, p. 449 y s. Ms detalles en M a s c o u , Geschi-
chte der Deutschen, Leipzig 1727, 1737. K .r a u s e , Geschichte der wichtigsten Bege-
benheiten des heutigen Europa, etc.
i

LOS REINOS DE LOS VISIGODOS, SUEVOS,


ALANOS Y VANDALOS

Dos ministros de Estado traidores de los Imperios oriental y


occidental, Rufino y Estilicn, llamaron a los visigodos al Imperio
para devastar aqu Tracia y Grecia, all Italia. Alarico asedi a
Roma, y como Honorio no cumpliese la palabra dada, fu conquis
tada dos veces y finalmente saqueada. Cargado de botn, el rey de los
visigodos sigui hasta el estrecho de Sicilia y tena planeada la con
quista del frica, el granero de Italia, cuando la muerte puso fin a
la serie de sus victorias. El valiente bandido fu sepultado en medio
de un- ro cargado de joyas. Para alejar a su sucesor Adolfo (Atalfo)
de Italia, el emperador lo dirigi a Galia y Espaa contra los vn
dalos, alanos y suevos que las haban invadido. Nuevamente enga
ado y casado finalmente con Placidia, hija del emperador, fund
all el primer reino visigodo. Suyas eran las hermosas ciudades de
Narbona, Tolosa y Burdeos, y algunos de sus sucesores expandieron
su dominio en Galia. Mas como all estuviesen demasiado prximos
a los francos y los obispos catlicos del pas les fuesen hostiles y
traidores, dirigieron sus armas victoriosas ms all de los Pirineos,
donde al cabo de largas guerras con alanos, suevos y vndalos, y des
pus de haber arrojado a los romanos completamente de esa parte
del mundo, entraron por fin en posesin de la hermosa pennsula
de Espaa y Lusitania con una parte del sur de Galia y de la costa
africana.
Nada tenemos que decir de los ciento setenta y ocho aos que
dur el reinado de los suevos en Espaa; tras una serie de saqueos
y desgracias se pierde en el anonimato en medio del reino godo-
hispano. Ms dignos de mencin fueron los visigodos tan pronto
como llegaron a esta regin. Todava en la Galia, siendo Tolosa la
sede de sus reyes, Enrico hizo redactar un cdigo de derecho1, y su
sucesor Alarico hizo compilar un cdigo a base de leyes y escritos
de jurisperitos romanos que fu el primer Corpus iuris brbaro2.
Ms de un extracto de las leyes romanas estuvo en vigencia entre
varios pueblos germnicos, borgoones, anglos, francos y longo-
bardos, con. lo cual se salv tambin parte de la legislacin de Teo-
1 PrraoEi, Codex legum Wisigothor. Par. 1579.
2 S c h u ltin g ,
Jurisprud. Ante-Justinian, p. 683. G o t h o f r e d i, Proleg. Codex
Theodos, c. 6-7.
dosio .'por ms que los godos prefiriesen quedarse con sus propias
leyes y derechos. A l otro lado de los Pirineos se encontraron con un
pas que bajo los romanos haba sido provincia floreciente, llena de
ciudades, organizaciones y comercio. Cuando en Roma todo hubo
sucumbido ya por el lujo, Espaa pudo todava dar a la capital del
mundo una serie de hombres clebres 1 que mostraban ya entonces
en sus escritos algunos rasgos del carcter hispnico. Por otra parte,
tambin el cristianismo: haba llegado temprano a .Espaa, y como
el espritu de este pueblo fuese muy proclive a las aventuras y
hazaas descomunales, a causa de una curiosa mezcla de naciones y
a la situacin apartada de la regin, y se complaca tanto en leyendas;
milagrosas y penitencias, continencia y vida anacoreta, ortodoxia y
martirio, y pompa litrgica de santos: sepulcros, Espaa - tambin
por su situacin geogrfica se convirti pronto en verdadero baluarte
del cristianismo. Desde aqu resultaba fcil consultar o ensear unas
veces al obispo de Roma, otras al de Jerusaln o Hipo; aun se poda
ir en busca de herejes fuera del pas y perseguirlos hasta Palestina.
Desde el primer da, pues, los espaoles fueron enemigos jurados de
los herejes y dieron crueles pruebas de su ortodoxia sobre las espaldas
de los priscilianos, maniqueos, arranos, judos, pelagios y nestorianos,
etctera. La jerarqua ya muy antigua d esta pennsula apostlica
con sus obispos, sus frecuentes y severos concilios, sirvieron de ejem
plo a la misma Santa Sede, y si en tiempos posteriores el Imperia
Franco sostuvo al supremo pastor con su brazo secular, siempre ser
verdad que los espaoles la sostuvieron antes con el brazo espiritual.
En este reino lleno de cultura antigua y con una Iglesia firmemente
constituida hicieron su entrada los godos, arranos ingenuos e inca
paces de resistir la prisin de los obispos catlicos. Por largo tiempo
trataron de no doblar Ja cerviz; se armaron tanto de paciencia como
de persecuciones y tendieron a la unin de las dos Iglesias. Todo fu;
en vano, porque la Iglesia romana nunca di el brazo a torcer y por
fin, en varios concilios de Toledo, los arranos fueron tan duramente
condenados somo si nunca un rey de Espaa hubiese sido adepto d
esta secta. Muerto el rey Leovigildo, ltimo; representante del tesn
de los godos, su hijo Recaredo entr- en componendas con la Iglesia
catlica, y he aqu que al punto la legislacin del reino, promulgada
en la asamblea de los obispos, adquiere carcter episcopal y mons
tico. Comienzan a regir los. castigos corporales,. aborrecidos por los
gemanos; pero sobre todo se hac visible un espritu persecutorio d
las herejas mucho antes de que se conociera el nombre de Inqui
sicin?.
1 Lucano, Mela, Columela, los dos Snecas, Ountilia-xio, Marcial, Floro y
otros son espaoles. Vase Velsquez, Historia del arte potico espaol, Gottingen
1769, p. fl y ss. ' >
2 Los decretos del concilio se encuentran en la coleccin Espaa Sagrada,
Fu as como los godos se establecieron de modo imperfecto y
forzado en este hermoso pas donde, rodeados de montaas y mares,
podran haber formado un Imperio magnfico y duradero, si no les
hubiera faltado para ello inteligencia y valor y no se hubiesen ren
dido al clima ni a la Iglesia. Mas ahora, aquel torrente que bajo Ala-
rico tronaba a travs de Grecia e Italia, haca mucho que haba per
dido su empuje; ya estaba domado el espritu de Adolfo que haba
jurado arrasar a Roma para edificar sobre sus ruinas una nueva
ciudad de los godos como capital del mundo, pues se haba dejado
desplazar a un rincn del Imperio y haba compartido el lecho nup
cial con una Placidia. La conquista progres a paso lento ya que eran-
germanos los que compraban las provincias de otros germanos a
precio de sangre; y cuando al cabo de una lucha no menos prolon
gada con la Iglesia, se encontraron finalmente dos extremos tan opues
tos como eran los obispos y los notables del reino, estaba perdida la
causa de la fundacin de un firme reino de los godos en Espaa.
Mientras tanto los reyes de este pueblo eran elegidos por la nacin,
los obispos hicieron hereditaria la dignidad real y divinizaron su per
sona. Los concilios se fueron transformando en dietas y los obispos
en la suprema clase social del reino. Los grandes de la corte perdan
su lealtad en medio del lujo y la molicie; los guerreros otrora valero
sos, entre quienes se haban repartido las tierras, iban decayendo en
medio de sus residencias opulentas; y los reyes perdan su moralidad
y sus virtudes a causa de sus privilegios basados en la religin. Sin
defensa, pues, el reino estaba al alcance de la mano de cualquier
enemigo, viniera de donde vininera; y cuando vinoi finalmente desde
frica, le preceda tal pavor que despus de una sola batalla afor
tunada los rabes acometiendo en masa se apoderaron en dos aos
de la mayor y ms hermosa parte de Espaa. Varios obispos rene
garon de la fe; los opulentos grandes del reino se rindieron, huyeron
o cayeron en el campo de batalla. El reino proyectado para basarse
en el valor personal y el fervor-patri tico de sus godos sin Constitu
cin formal, qued inerme apenas este valor y lealtad hubieron
desaparecido. Puede que la disciplina eclesistica y el ritual encuen
tren mucho que aprender en los concilios espaoles; por lo que se
refiere a la constitucin del pas, Toledo siempre haba sido su
muerte y sigui sindolo por largo tiempo \
Cuando luego el valiente puado de godos sobrevivientes, derro
tados y engaados, volvi a salir de sus montaas para recuperar a
c t c ., y a d e m s e n F e b r e r a , H istoria de E spaa. La le g is la c i n v is ig o d a , e n .P H iT o u s
y L in d e n b ro g , Cod. leg. antiq. y o tro s.
i No pude ver personalmente las investigaciones propias de cierto autor
sueco sobre las causas de la pronta, decadencia de este reino. Iserhielm, por su
parte, en su obra D e regno W estro-Gothorum in H isp an ia, Upsala 1705, no con
tiene ms que declamaciones acadmicas.
duras penas en setecientos a ochocientos aos y tres mil setecientas
batallas lo que haba perdido en dos aos y una batalla decisiva, qu
otra cosa poda ser ese espritu godo-cristiano curiosamente mezclado,
sino su propia sombra que volva del sepulcro? Ahora eran cristianos
viejos los que reconquistaron de los sarracenos paganos su tierra
por tanto tiempo profanada, y cada iglesia que lograban consagrar de
nuevo, significaba para ellos un precioso botn de guerra. Obispados
y monasterios sin nmero se renovaron o fundaron, lo que era consi
derado como una corona apetecible del honor de caballeros y cris
tianos; y puesto que la reconquista marchaba a paso lento, hubo
tiempo de sobra para consagrar y levantar lo hecho hasta las nubes.
A esto se aadi que la reconquista coincidiese en su mayor parte con
el mximo florecimiento de la orden de caballera y el papado.
El rey se hizo donar, como feudo del Papa, algunos reinos arrebata
dos a los moros para gobernarlos como hijo fiel de la Iglesia. Por
todos lados fueron obispos sus corregentes, y los caballeros cristianos
que le haban ayudado a conquistar el reino se hicieron grandes y
ricos hombres, alta aristocracia que comparta con su rey el nuevo
reino cristiano. Si bajo los antiguos ortodoxos se persigui a judos
y arranos, se trataba ahora de judos y moros, de suerte que el pas
otrora floreciente se converta poco a poco en un ameno desierto.
Todava ahora estn en pie los pilares de esta constitucin goda
y neogoda de un Estado cristiano en Espaa. El correr de los tiempos
aadi alguna que otra cosa sin poder cambiar el plano y los funda
mentos del edificio. El rey catlico ya no reside al lado del trono
episcopal en Toledo y la santa Inquisicin ha sido desde su origen
ms bien un instrumento del despotismo que de la ciega devocin;
pero en cambio se erigieron en este recluido y romntico pas de
Quijotes exaltados tantos y tan perdurables castillos que al parecer
los restos de Santiago de Compostela estn mejor defendidos que el
mismo sepulcro de San Pedro en Roma. Ms de cincuenta arzobispos
y obispos y ms de tres mil monasterios, en su mayor parte ricos,
reciben las ofrendas de un reino que propag su ortodoxia a sangre
y fuego, con engaos y grandes mastines hasta otros dos Continentes;
slo en Hispanoamrica estn entronizados casi otros tantos arzo
bispos y obispos con todo el esplendor de la Iglesia. En cuanto a las
obras espirituales de la literatura espaola, en seguida despus de
los romanos se inician poetas, polemistas y canonistas cristianos, a
los que sigue luego tal legin de exegetas y narradotes de leyendas
que hasta las farsas y comedias, las danzas y corridas de toros no
saben arreglarse sin cristianismo. El derecho godo-episcopal se ha
entrelazado tan ntimamente con el derecho cannico-romano, y todo
el ingenio de la nacin se volc y aguz en esta tarea de tal manera
que tambin aqu se nos presenta un desierto que produce espinas
y abrojos en vez de frutos1. Aunque, en parte, no queda ms que la
sombra de aquellos altos funcionarios de la corte y corona que entre
los godos eran al principio, como en otros pueblos germnicos, cargos
personales, los que, empero convertidos en dignidades del Imperio
chuparon la sangre de la nacin durante cinco siglos, habiendo
sabido el poder real arreglarse con el Papa, abatir el orgullo de los
grandes y restringir su poder, con todo, porque principios antag
nicos de esta ndole forman el fundamento del Estado integrando
el carcter de la misma nacin, este hermoso pas seguir siendo
todava por mucho tiempo una versin algo mejorada y europeizada
del frica, un Estado cristiano entre godo y morisco.

Arrojados de Espaa por los visigodos, los v n d a l o s se


haban marchado con el resto de los alanos al frica donde funda
ron la primera cueva de ladrones cristiana, ms prspera y poderosa
que cualquiera de sus sucesores mahometanos. Genserico, uno de los
brbaros ms valerosos que pisaron la tierra, ocup al frente de un
puada de hombres en pocos aos toda la hermosa costa africana
desde el' estrecho hasta el desierto de Libia y cre un podero naval
con el cual este len de Numidia saque todas las costas del Medi
terrneo, desde Grecia e Iliria, ms all de las columnas de Hrcules
hasta Galicia, se apoder de las Baleares, Cerdea y parte de Sicilia,
y saque a Roma, la capital del mundo, durante diez das tan lenta
y esmeradamente que lleg a su segunda Cartago feliz y contento
con el techo de oro de Jpiter, el antiguo botn del templo judo,
incalculables tesoros de joyas y obras de arte que slo en parte le
fueron arrebatados por el mar, gran multitud de prisioneros que ni-
saba dnde dejar, una emperatriz secuestrada y sus dos hijas. A la
hija mayor del emperador, Eudoxia, la di en matrimonio a su
hijo; a la otra la remiti con su madre de vuelta a Roma y era, por
lo dems, un monstruo tan inteligente y valiente que fu juzgado
digno de ser amigo y aliado del gran Atila que conquistaba, impona
tributos y aterraba al mundo desde el Lena en Asia hasta ms all
del Rin. Justo para con los sumisos, de austeras costumbres y refre
nadas pasiones, moderado y cruel slo en arranques de ira o cuando
le embargaba una sospecha, siempre activo, siempre vigilante y
afortunado, vivi Genserico su larga vida y dej a sus dos hijos un
reino floreciente en el cual estaban coleccionados los. tesoros del
Occidente. Su ltima voluntad determin la suerte de todo el reino;
segn sta, deba gobernar siempre aquel descendiente de su linaje
que fuese de ms edad, porque tendra ms experiencia. Con esto

i Son legin los comentaristas espaoles tanto del derecho romano como de
las Siete Partidas, Leyes de Toro, autos y acuerdos del Consejo Real; en ellos
se agot la agudeza de ingeni de la nacin.
entreg a su descendencia la manzana de eterna discordia y asesi
natos. Ningn miembro de su familia que fuese el de ms edad tena,
desde entonces, seguridad alguna de sobrevivir, porque todos los de
menor edad trataban de llegar a ser los ms viejos. Hermanos y
primos se asesinaban entre ellos, cada cual tema o envidiaba al otro,
y como el espritu del fundador no habitaba en ninguno de sus des
cendientes, los vndalos se hundieron en toda la opulencia y pereza
de que es capaz la tierra africana. Su campamento permanente, ins
titucin creada para que se conservase siempre lozano el nimo gue
rrero, se convirti en campamento de juegos y lascivia, y apenas
haban pasado otros tantos aos como los que gobern Genserico,
cuando todo el reino fu aniquilado en una expedicin de guerra.
El octavo rey Gelimero fu conducido con todos los tesoros a Cons-
taninopla donde fu exhibido en un .triunfo de brbaro esplendor,
y muri luego como labrador; sus vndalos prisioneros fueron lle
vados a castillos en la frontera persa, y el resto de la nacin se perdi.
Como un castillo encantado de oro y plata desapareci este reino
descomunal del cual todava se pueden encontrar monedas en tierra
africana. Los objetos de culto del templo judo que Genserico haba
robado de Roma, fueron llevados en triunfo por tercera vez a Cons
tantinopla; volvieron luego a Jerusaln como obsequio para una
iglesia cristiana y ms tarde, segn parece, fueron fundidos en mone-,
das que llevaban grabada una sentencia rabe y dispersados por
todo el. mundo. As van peregrinando los sagrarios; los reinos desa
parecen, los pueblos y tiempos cambian. Hubiera sido de gran
importancia que el reino vndalo se conservase en frica; gran parte
de la historia europea, asitica y africana, ms an, toda la trayec
toria de la cultura europea hubiera sido otra. Hoy, en cambio, la
memoria de este pueblo apenas se la conoce todava por el nombre
de una provincia espaola1.

.. , II

LOS REINOS DE LOS OSTROGODOS Y LONGOBARDOS

Antes de tratar de estos reinos, necesitamos fijar nuestra aten


cin por un momento en un meteoro en el cielo de Europa, el flagelo
de Dios y terror del orbe, A t i l a , e l r e y de l o s h u n o s .

i M a n n e r t , Geschichte d er Vandalen, Leipz. 1785 ensayo de juventud, no


desprovisto de mrito, d e . ese autor que se, form un monumento imperecedero
con su G eographie der Griechen u n d Rom er.
Hemos notado ya cmo en realidad fu la invasin de los hunos la
que puso a los pueblos germnicos en marcha para su ltimo gran
movimiento que di muerte al Imperio Romano; bajo Atila alcanz
el podero de los hunos en Europa su ms terrible grandeza. Los em
peradores de Oriente le eran tributarios; los despreciaba como a
esclavos de sus siervos, se hizo pagar anualmente dos mil cien libras
de oro, mientras l mismo slo vesta de lino. Godos, gpidos, alanos,
hrulos, acacirios; turingios y eslavos le servan; pero l viva en la
Panonia del norte en un casero rodeado por el desierto y habitaba
en una casa de madera1. Sus compaeros y comensales beban en
clices de oro; l usaba una copa de madera y no llevaba oro ni
piedras preciosas en su ornato, ni en su espada y las riendas de su
caballo. Ecunime y justo, sumamente benigno para con los sumisos,
pero desconfiado con sus enemigos y orgulloso con los romanos orgu
llosos, incitado tal vez por el rey de los vndalos Genserico, parti
de repente con un ejrcito de quinientos a setecientos mil hombres
de todas las naciones, se dirigi hacia Occidente, cruz Alemania
al vuelo, pas por el Rin y arras hasta la mitad de Galia. Todos
temblaban ante l hasta que, por fin, se reclut un ejrcito entre
todos los pueblos occidentales que se le opuso. Estratega astuto, Atila
se retir a los Campos Catalunicos, donde tena cubierta la reti
rada. Romanos, godos, lacios, armricos, bretones, borgoones, sajo
nes, alanos y francos se haban unido contra l, y l mismo dirigi
la batalla. El encuentro fu sangriento; el rey de los visigodos cay
en el campo de batalla, hubo gran nmero de bajas y al fin fueron
menudencias las que decidieron. Atila se retir cruzando el Rin sin
que nadie le persiguiera y al ao siguiente pas los Alpes con nuevas
fuerzas, recorri Italia, destruy Aquileya, saque Miln, incendi
Pava y se encamin a Roma para acabar con todo el Imperio Ro
mano. Aqu le sali al encuentro suplicante Len, el obispo de
Roma, implorando que perdonara a la ciudad; viaj tambin a
Mantua, campamento de Atila, para rescatar Italia a fuerza de rue
gos. El rey de los hunos volvi sobre los Alpes y se estaba apres
tando a vengarse de la batalla perdida en Galia, cuando lo sorpren
di la muerte. Llorando a lgrima viva, sus hunos le dieron sepul
tura; con l declin su terrible podero. Su hijo Ellac muri poco
despus, el Imperio se desintegr y el resto de su pueblo volvi al
Asia o se perdi. Es el rey E t z e 1, mencionado en los cantares de

i Los rasgos de la personalidad de A tila son tomados en su mayor parte


de un mensaje de Prisco a l, por lo cual no parece que permitan sacar conclu
siones ciertas respecto de toda su vida. Algunos comentarios a este propsito y
sobre las costumbres de estos pueblos fueron compiladas por F. C. I. Fischer con
ocasin de su hallazgo del poema D e p rim a expeditione A ttilae, Lips. 1780, en
sus anotaciones del mismo, y tambin en el artculo: Costumbres y usos de los
europeos en los siglos quinto y sexto, Francfort, 1784.
varios pueblos germnicos, el hroe ante cuya mesa cantaban los
poetas de varias naciones las gestas de sus mayores; tambin es el
monstruo al que monedas y retratos atribuan cuernos y cuyo pueblo
entero era descrito como una raza de demonios y alrunas. Afortuna
damente, Len hizo lo que los ejrcitos no lograron hacer librando
a Europa de la esclavitud de los calmucos; pues el ejrcito de Atila
era un pueblo cuya cultura, costumbres y estilo de vida lo delataban
como mongol.

Tenemos que hacer mencin tambin del reino de los h r u -


1 o s , por cuanto significaron el fin de todo el imperialismo occi
dental. Haca mucho haban militado a sueldo de los romanos junta
mente con otros pueblos germnicos, y como las crecientes penurias
del Imperio no permitan pagarles el sueldo, se lo pagaron ellos
mismos; una tercera parte del pas Ies fu dada en Italia para su
cultivo, y Odoacro, aventurero afortunado y caudillo de los escirros,
rugienses y hrulos, fu el primer rey de Italia. Rmulo, el ltimo
de los emperadores, cay en su poder, y como sintiese lstima de su
juventud y figura, lo envi con una renta anual a una casa de campo
de Lculo en Campania. Durante diecisiete aos gobern Italia hasta
Sicilia de manera digna aunque molestado por las peores calamida
des pblicas, hasta que el botn de tan hermosa posesin excit la
codicia de Teodorico, rey d-e los ostrogodos. Este joven hroe se hizo
adjudicar Italia como reino por la corte de Constantinopla, venci
a Odoacro, y ste, que no quiso atenerse a los trminos de un arreglo
humillante, fu asesinado. ste fu el comienzo del reinado de los
ostrogodos.

El fundador de este reino es Teodorico, conocido en la leyenda


popular bajo e nombre de Teodorico de Berna, un hombre de ele
vada cultura y buenas intenciones, educado en Constantinopla como
rehn y benemrito del Imperio de Oriente, que le haba conferido
ya la dignidad de patricio y cnsul y erigido en su honor una esta
tua delante del palacio imperial. Pero fu Italia el campo de su
mayor gloria: un gobierno justo y pacfico. Desde los tiempos de
Marco Antonio no haba habido en esta parte del Imperio Romano
un gobierno ms sabio y benigno que el que ejerci Teodorico sobre
Italia, Iliria, parte de Alemania y Galia, y como tutor tambin sobre
Espaa, a la vez que durante largo tiempo mantuvo el equilibrio
entre visigodos y francos. No obstante el triunfo que le concediera
Roma, no se arrog el ttulo de emperador, contentndose con el
nombre de F 1 a v i o ; pero, en cambio, ejerci todo el poder
imperial, aliment al pueblo de Roma, devolvi a la ciudad sus
antiguos juegos, y como era arriano, envi al mismo obispo de Roma
como delegado suyo a Constantinopla para tratar la causa del arria-
nismo. Mientras l gobern, rein la paz entre los brbaros, porque
los reinos visigodo, franco, vndalo y turingio estaban ligados con
l por alianzas o vnculos de sangre. Bajo su gobierno, Italia se fu
recuperando por cuanto promova la agricultura y las artes, que
dando a salvo las leyes y derechos de cada pueblo. Conserv y honr
los monumentos de la Antigedad, construy magnficos edificios,
aunque no del todo conforme al glasto romano, de los cuales tal vez
haya tomado su nombre el arte gtico arquitectnico, y en su corte
se daban cita todos los brbaros. Hasta un lejano resplandor cient
fico asom bajo su gobierno; hasta el da de hoy son muy apreciados
los nombres de sus ms ntimos colaboradores Casiodoro, Boecio y
Smaco; aunque los dos ltimos hallaron un fin desgraciado por la
sospecha de que maquinaban el restablecimiento de la independen
cia romana. Tal vez deba perdonarse al rey, entonces ya viejo, esta
sospecha, pues no vea a su alrededor otro sucesor que un nieto
de corta edad y saba demasiado bien cunto le faltaba todava a su
reino para tener una consistencia duradera. Ojal se hubiese mante
nido este reino de los godos, y la constitucin espiritual y secular
de Europa hubiese sido inspirada por un Teodorico en vez de un
Carlomagno.
Mas ahora muri el gran rey, a los treinta y cuatro aos de un
gobierno prudente y activo, e inmediatamente salieron a luz los de
fectos inherentes a la constitucin de todos los pueblos germnicos.
malasuinda, la noble tutora del joven Adelrico, se vi impedida
de llevar a cabo su educacin por los grandes del Imperio, y cuando,
muerto el nio, acept como corregente al aborrecible Teodato que
la recompens con la muerte, se haba dado la seal de la rebelin
entre los godos. Varios grandes pretendan el gobierno; el codicioso
Justiniano se mezcl en la contienda, y Belisario, el general de sus.
ejrcitos, cruz el mar bajo el pretexto de liberar a Italia. Los godos,,
desunidos entre s, son apremiados y engaados; la residencia de sus.
reyes, Ravena, es ocupada a traicin, y Belisario vuelve a Constanti
nopla con los tesoros de Teodorico y un rey prisionero. Pronto la
guerra se enciende de nuevo; Totila, el valiente rey de los godos, con-
quista dos veces Roma, pero perdona a la ciudad y la deja con las.
fortificaciones desmanteladas. Este Totila fu un segundo Teodorico.
que durante los once aos de su gobierno di mucho que hacer a los.
prfidos griegos. Despus de haber cado en una batalla y su yelmo,
junto con el vestido ensangrentado puesto a los pies del vani
doso Justiniano, el reino de los godos se acercaba a su fin, por ms.
que se defendieron valerosamente hasta los ltimos siete mil hom
bres. Subleva la historia de esta guerra, en la que de un lado luchaba
el valor y la justicia, y del otro lado el fraude de los griegos, la
avaricia y toda la bajeza de los italianos, de manera que, al fin, el
eunuco Narses consigui exterminar el reino que Teodorico haba
fundado para bien de Italia, y sustituirlo por el maoso y dbil
exarcado, causa de tantos males y desrdenes. Tambin aqu, como
m Espaa, la religin y la constitucin interna del Estado godo
fueron la causa de su perdicin. Los godos haban permanecido
arranos y la Sede Romana no poda tolerarlos tan cerca, y menos
como amos del pas; por consiguiente maquin por todos los me
dios, aunque fuera desde Constantinopla, y con propio peligro, su
cada. Adase a esto que el carcter de los godos no se haba mez
clado todava con el de los italianos; se los consideraba como a
extraos y conquistadores y se prefiri a los prfidos griegos, de
quienes Italia tuvo que sufrir horrores ya durante la guerra de libe-'
racin, y hubiera sufrido ms todava si los longobardos no hubieran
venido en su ayuda, aunque contra su voluntad. Los godos se dis
persaron y su ltimo resto cruz los Alpes.

Los l o n g o b a r d o s merecan que el norte de Italia llevara su


nombre, si ya no pudo llevar el de los godos. Justiniano los haba
llamado para que desde su Panonia se dirigieran contra los godos,
y al fin se alzaron ellos mismos con el botn. Albuno, prncipe cuyo
nombre era alabado por varias generaciones germnicas, pas los
Alpes llevando consigo un ejrcito de mujeres, nios, ganado y en
seres domsticos de varias tribus para habitar el pas arrebatado a
los godos en vez de devastarlo. Ocup la Lombarda, y en Miln,
elevado en un escudo de guerra, fu proclamado rey de Italia, pero
muri poco despus. El asesino haba sido contratado por la esposa
Rosamunda, la cual se cas luego con l y tuvo que huir. Como el
lluevo rey elegido es soberbio y cruel, los grandes de la nacin- con
vienen en no elegir ms reyes y dividirse el reino entre ellos. De
esta manera se crean treinta y seis duques, con lo cual quedaba fun
dada la primera constitucin lombardo-germana en Italia. Cuando
ms tarde la nacin, obligada por la necesidad, volvi a elegir un
rey, cada uno de los poderosos seores feudales sigui haciendo, no
obstante, lo que se le antojaba. Hasta la misma eleccin de los seores
feudales fu quitada a menudo al rey, y por ltimo dependa del
factor incierto de su autoridad personal que supiera o no dirigir y
utilizar a sus vasallos. As nacieron los ducados de Friul, Espoleto,
Benevento, a los que pronto siguieron otros, porque el pas estaba
repleto de ciudades donde, aqu un duque, all un barn, podan
desempearse a gusto. Pero con esto el reino Iongobardo se iba debi
litando, y hubiera sido ms fcil barrerlo que al de los godos, si
Constantinopla hubiera contado con un Justiniano, un Belisario y
Narses. Pero tal como estaban las cosas, no les impidi su estado d
bil acabar con los restos del exarcado. Mas este paso les acarre su
ruina. El obispo de Roma no deseaba en Italia sino gobiernos d
biles y divididos y los longobardos le parecan ahora demasiado cer
canos y poderosos. Como no poda esperar ayuda de Constanti
nopla, Esteban pas por los Alpes, halag al usurpador del Imperio
Franco, Pipino, con el honor de ser un protector de la Iglesia, le un
gi rey legtimo de los francos y en cambio se hizo ceder, aun antes
de la expedicin conquistadora, las cinco ciudades y el exarcado que
deban arrebatarse a los lombardos. El hijo de Pipino, Carlomag-
no, concluy la obra comenzada por su padre, aplast con su prepo
tencia el reino lombardo, en recompensa de lo cual fu procla
mado por el Santo Padre patricio de Roma, protector de la Iglesia
y, finalmente, cual si fuera inspiracin del Espritu Santo, empera
dor romano. A continuacin se vern las consecuencias de esta pro
clamacin para toda Europa; para Italia con esta pesca milagrosa
de San Pedro ms all de los Alpes, se perdi el Imperio Lombardo
que nunca le fu compensado. Durante los dos siglos que existi ha
ba cuidado de la poblacin del pas devastado y exhausto; haba
difundido orden, seguridad y bienestar por su honradez germnica,
dejando a cada cual en libertad de vivir conforme a las leyes lom
bardas o las propias. La jurisprudencia de los lombardos era breve,
formal y obligatoria; sus leyes seguan en vigor todava cuando su
reino ya se haba derrumbado. Tambin Carlomagno, su opresor,
las respet y slo les aadi las suyas. En varias partes de Italia per
manecan en vigencia como legislacin comn al lado de la romana,
y encontraron admiradores y comentaristas tambin ms tarde, cuan
do por orden del emperador se impuso el derecho justinineo.
Con todo esto no se quiere negar que particularmente la cons
titucin feudal de los lombardos, que fu imitada por varias na
ciones europeas, acarre a este Continente consecuencias desgracia
das. El obispo de Roma poda felicitarse de que, en un poder es
tatal dividido, vasallos que hacan de las suyas estuviesen ligados a
su seor feudal con vnculos poco firmes. Conforme a la antigua
mxima: Divide y reina, se poda pescar en ro revuelto. Era f
cil sublevar a los duques, condes y barones contra sus seores feu
dales, y perdonando los pecados a los rudos vasallos y guerreros, era
mucho lo que se poda ganar para la Iglesia. La constitucin feudal
fu para la nobleza no slo pilar, sino tambin escalera por donde
el funcionario estatal poda alcanzar propiedades hereditarias y
hasta el mismo gobierno cuando la impotencia producida por la
anarqua lo permita. Tal vez para Italia no fu tan grande
el dao, ya que en este pas de cultura tan antigua, las ciudades,
artes, industrias y comercio en la vecindad de griegos, asiticos y
africanos, nunca pudieron extinguirse del todo, ni suprimirse com
pletamente el carcter romano, entonces todava existente, aunque
tambin en Italia las divisiones feudalistas dieron pbulo a las ms
terribles perturbaciones y fueron una de las causas principales pox
las cuales este hermoso pas desde los tiempos romanos nunca pudo
llegar a una consistencia estable. En otros pases veremos que la:
introduccin formal del derecho feudal longobardo, del cual se en
cuentran grmenes en todas las constituciones de los pueblos ger
mnicos, surti efectos mucho ms funestos. Desde que Carlomagno
tom posesin de Lomb'arda y la distribuy como herencia entre
sus hijos; desde que por desgracia tambin el ttulo de emperador
romano fu llevado a Alemania, y este pobre pas que nunca pudo
reflexionar reposadamente para fijar su rumbo, se vi envuelto en
un peligroso entrevero de relaciones feudales mltiples y diversas
con Italia, desde entonces se implant en varios pases la constitu
cin lombarda, y ciertamente no para bien de las regiones pobres
en ciudades e industrias. Todo esto sucedi an antes de que un
emperador recomendase el derecho lombardo escrito y lo agregase
al cdigo justinineo. Finalmente, por ignorancia y prejuicios pro
pios de la poca, el derecho feudal lombardo se tom por el dere
cho feudal del Imperio en general, y de esta manera vive aquel
pueblo hasta el da de hoy en costumbres que propiamente fueron
recolectadas de la ceniza de su reino1.-
Muchos elementos de esta constitucin hallaron entrada tam
bin en el Estado de la Iglesia. A l principio los longobardos, lo mis
mo que los godos, haban sido arranos. Pero despus que Gregorio
Magno supo darse maa para atraer a la reina Teodolinda, musa
de su pueblo, a la verdadera Iglesia, la fe de los recin convertidos
pronto se manifest celosamente en buenas obras. Reyes, duques, con
des y barones trataban de superarse mutuamente construyendo mo
nasterios y dotando las iglesias de substanciosos patrimonios; la
Iglesia romana poesa tales propiedades desde Sicilia hasta los A l
pes. Pues, si los seores seculares adquiran sus feudos, por qu
los seores espirituales no habran de hacer otro tanto, puesto que
tenan que pensar en una descendencia perenne? Con su patrimo
nio reciba cada iglesia un santo como protector, y estos patro
nos como intermediarios ante Dios haba que resignarse por toda
la eternidad. Sus imgenes y reliquias, sus festividades y oraciones
obraban milagros; estos milagros producan nuevos donativos, de
suerte que entre agradecimientos recprocos y continuos de los san
tos por una parte, y los seores feudales, sus mujeres e hijos por
otra, nunca se cerraban las cuentas. La misma constitucin feudal
pas en cierta manera a la Iglesia. As como el duque tena sus
privilegios ante el conde, as tambin el obispo que asesoraba al
duque quera sus privilegios respecto de uno que slo fuera obis
po de conde. Por lo tanto, el arzobispado hada de ducado, y los
obispos de ciudades secundarias eran como sufragneos de uii du-
i Fuera de los autores que trataron la historia del derecho en general y en
particular, es muy til la H is t o r ia d e p a le s de Gianone para todas ,las leyei
<ie los pueblos que dominaron en Italia; Una obra'eximia en s gro.
que espiritual. Los abades enriquecidos y que venan a ser los ba
rones espirituales, trataban de sustraerse a la jurisdiccin de los
obispos y obtener la suya propia e inmediata. El obispo de Roma
que de esta manera se converta en emperador o rey espiritual con
ceda con largueza esta jurisdiccin inmediata y preparaba el te
rreno para los principios que luego el falso Isidoro promulgara
para toda la Iglesia catlica. Las muchas festividades, devociones,
misas y cargos requeran un crecido nmero de ministros eclesis
ticos; los tesoros obtenidos y el ornato litrgico hecho al gusto br
baro precisaban tesoreros y cuidadores, y los patrimonios necesita
ban administradores; todo lo cual postulaba en ltimo trmino a
un amo protector espiritual y secular, es decir, un Papa y un em
perador, siendo as el Estado como la Iglesia, organizaciones feu
dales a porfa. La cada del reino lombardo fu el nacimiento del
papado y al mismo tiempo de un nuevo emperador, lo que di a
todo el estado de cosas de Europa una nueva conformacin, pues
lo que cambia la faz del mundo no son solamente las conquistas,
sino sobre todo una nueva concepcin de las cosas, nuevos rdenes,
leyes y derechos.

III

LOS REINOS DE LOS ALAMANES, BORGOONES


Y FRANCOS

Los a l e m a n e s eran uno de los pueblos germnicos ms primi


tivos; al principio fueron simplemente los saqueadores de las fron
teras romanas y los devastadores de sus castillos y ciudades. Cuan
do el Imperio Romano se fu derrumbando, se apoderaron de la
parte oriental de la Galia, lo que junto con sus antiguas posesiones
formaba un hermoso pas al que ojal le hubiesen dado una cons
titucin igualmente hermosa. Pero los alamanes nunca se la dieron,
porque fueron vencidos por el podero franco. Su rey muri en la
batalla, el pueblo se someti y fu subyugado o dispersado hasta
que obtuvieron a un duque propio, bajo la supremaca franca, pron
to tambin el cristianismo, y finalmente una legislacin escrita.
sta todava existe y demuestra el carcter sencillo y primitivo de
este pueblo. Bajo los ltimos merovingos les fu quitado tambin
su duque, y luego la nacin se perdi en la masa de los pueblos-
francos. Si es verdad que los alamanes son los primeros padres de
la Suiza alemana, entonces hay que agradecerles el haber talado-
por segunda vez los bosques de esas montaas adornndolas por
todas partes con chozas, caseros, castillos, torres,, iglesias, monas
terios y ciudades. Por esto no queremos pasar por alto a los apsto
les que los convirtieron, San Columbano y sus compaeros, uno
de los cuales, San Galo, fu para toda Europa un nombre ben
fico por la fundacin de su monasterio. A este instituto de monjes
irlandeses debemos la conservacin de varios autores clsicos; su
ermita en medio de los pueblos brbaros fu, si no una sede de las
ciencias, al menos una fuente de mejoramiento de la moralidad y
brilla como un astro en esas regiones oscuras-1.

Los borgoones se amansaron desde que fueron aliados de los


romanos. Sirvieron en las fortalezas de stos y mostraron tambin
inclinacin a la agricultura, artes y oficios. Cuando los romanos
les cedieron una provincia en la Galia, mantuvieron su espritu
pacfico, se dedicaron al cultivo de los campos y la viticultura, ta
laron. los bosques, y gracias a su situacin favorable que ltima
mente se. extenda hasta la Provenza y el lago de Ginebra, hubieran
fundado, probablemente, un reino floreciente, si los orgullosos y
rapaces francos, que vivan ms al norte, les hubieran concedido
para ello el espacio. Pero por desgracia, aquella Clotilde que trajo
la fe cristiana a Francia, fu una princesa borgoona, la cual, por
vengarse de algunos crmenes cometidos por su familia, la arruin
juntamente con todo el reino paterno. ste dur apenas un siglo,
de cuya poca se conservaron algunas leyes de los borgoones y
decretos de sus concilios eclesisticos; pero sobre todo perpetuaron
su nombre por el cultivo de las tierras del lago de Ginebra y en
las provincias de Galia. Hicieron de estas regiones un paraso en
pocas tempranas, cuando otras estaban todava sumidas en el sal
vajismo. Gundebaldo, su legislador, hizo reconstruir la arrasada Gi-.
nebra, cuyos muros protegieron por ms de mil aos una ciudad
que en Europa tuvo ms influencia que extensos pases. En los
territorios cultivados por ellos, ms de una vez se inflam el esp
ritu humano y di vuelo a su imaginacin. Tambin bajo los fran
cos los borgoones se quedaron- con su antigua Constitucin; de ah
que fueran los primeros que e n , la decadencia de los carolingios
eligieron su propio rey. Este nuevo Estado dur dos- siglos y sirvi
tambin a otras naciones de modelo para una organizacin inde
pendiente.

Ya es tiempo de hablar de un reino que fu la ruina de tantos-


i Todo cuanto se refiere a Suiza.de los reinos y pueblos que estamos tra
tando, tiene comentarios y juicios ponderados en J o h a n n M l l e r , H is t o r ia d e
S u iza, Leipzig 1786, etc., hasta el punto de que llamara a este libro una biblioteca
repleta de comprensin histrica. Creo que una historia de Europa escrita por
este autor seria una obra, nica e n . su gnero.
otros, el reino f r a n c o . A l cabo de varias tentativas, lograron fi
nalmente los comienzos precarios de aquel Estado de la Galia que
venci primero a los alamanes, empuj luego a los visigodos hasta
Espaa, venci a los bretones en Armrica, someti al reino de los
borgoones y destruy cruelmente el Estado de los turingios.
Cuando la dinasta decadente de los merovingios y de Clodoveo fu
sustituida por los valerosos mayordomos (maiores domus). Carlos
Martel rechaz a los rabes y someti a los frisones. Convertidos
en reyes los mayordomos, pronto surgi Carlomagno, que destruy
el Imperio Lombardo, someti Espaa hasta el Ebro con Mallorca
y Menorca, Alemania del sur hasta Panonia, y la del norte hasta
el Elba y el Eider, se trajo de Roma el ttulo de emperador y man
tuvo obedientes con temor y temblor a los hunos y eslavos, pueblos
limtrofes de su Imperio. Poderoso Imperio el suyo, el ms pode
roso que haba surgido desde el de los romanos, e igualmente in
teresante para toda Europa en su ascensin como en su decadencia.
C m o l l e g el r e i n o d e l o s f r a n c o s e n t r e t o
d o s s us v e c i n o s a e s t a p u j a n z a e x t r a o r d i n a
ria?
1 . L a s i t u a c i n g e o g r f i c a d e l p a s de l os
francos ofreca mayor seguridad que c u a l
q u i e r a de l a s p o s e s i o n e s de sus h e r m a n o s e m i
g r a n t e s . No slo que se haba derrumbado ya el Imperio Ro
mano cuando los francos invadieron Galia, sino que tambin los
pueblos hermanos ms valientes que les haban precedido estaban
dispersados o en posesin de sus propios territorios. Vencer a los
galos debilitados fu cosa fcil; stos, quebrantados ya por tantas
desgracias, se sometieron de buen grado al yugo, y se ahuyent co
mo una sombra al ltimo resto de los romanos. Como Clodoveo se
abra paso a empujones y con mano de tirano que no reparaba en
la vida de ningn vecino que pudiese serle peligroso, pronto tuvo
el campo despejado delante de l, y las espaldas resguardadas. Fran
cia se asemejaba a una isla rodeada por montaas, ros, el mar y
los desiertos de pueblos oprimidos. Vencidos los alamanes y turin-
gios, ya no venan detrs de ellos otros pueblos con veleidades mi
gratorias, y si los sajones y frisones las haban tenido, los francos
supieron quitrselas con prontitud y de manera brutal. Tambin el
Imperio de Roma y Constantinopla se hallaba afortunadamente dis
tante. Si los francos hubieran tenido que desempear su papel en
Italia, a buen seguro que la ' inmortalidad de sus reyes, la perfidia
de los grandes y el estado de dejadez ei que se hallaba el reino an
tes del advenimiento de los mayordomos no le hubieran acarreado
mejor suerte que la corrida por otras naciones ms dignas cuales
fueron los godos y lombardos.
2 . C l o d o v e o f u e l p r i me r r e y d e I os b r -
b a r o s q u e a b r a z l a v e r d a d e r a f e . Esto le aprove
ch ms que toda virtud. En qu asamblea de santos entr con esto
aquel hijo primognito de la Iglesia! Una asamblea cuyo poder se
extenda por toda la Europa cristiana occidental. Galia y la Ger-
mania romana estaban repletas de obispos; a lo largo del Rin y del
Danubio se seguan unos a otros en gracioso orden: Maguncia, Tr-
veris, Colonia, Besancon, Worms, Espira, Estrasburgo, Costnitzia,
Metz, Tolosa, Verdn, Tongeres, Lorch, Tridente, Brixen, Basilea,
Chur, etctera, eran antiguas sedes del cristianismo que servan aho
ra al rey ortodoxo de muralla contra herejes y paganos. A l primer
concilio que Clodoveo celebr en Galia, asistieron treinta y dos
obispos, entre ellos cinco metropolitanos; todo un cuerpo poltico-
espiritual en pleno, que acrecent en mucho su podero. Por medio
de l el reino arriano de los borgoones fu presa de los francos;
en l se apoyaron los mayordomos. Bonifacio, obispo de Maguncia,
coron al usurpador del trono rey de los francos, y ya en tiempos
de Carlos Martel se negociaba acerca de la dignidad de patricio
romano y por ende el protectorado sobre la Iglesia. No puede
acusarse a esos tutores de la Iglesia cristiana de que no le hu
biesen sido fieles y propicios. Reedificaron las ciudades episco
pales arrasadas, mantuvieron las dicesis y consultaron a los obis
pos en las dietas. La iglesia alemana debe mucho a los re
yes francos, aunque a costa de la nacin. Gracias a ellos se estable
cieron los arzobispos y obispos de Salzburgo, Wurzburgo, Eichstdt,
Augsburgo, Freisingen, Ratisbona, Passau, Osnabruck, Brema, Ham-
burgo, Halberstadt, Minden, Verden, Paderbom, Hildesheim, Mo
nasterio, y las abadas de Fulda, Hirschfeld, Kempten, Korvey, El-
wangen, San Emerano y otras; a ellos le deben los seores prelados-
su asiento en las dietas lo mismo que sus tierras y pueblos. El rey
de Francia es el hijo primognito de la Iglesia; el emperador ale
mn, su hermanastro menor, slo hered de aqul el protectorado-
sobre la Iglesia.
3. En t a l e s c i r c u n s t a n c i a s , 1 a p r i m e r a o r
g a n i z a c i n i m p e r i a l de u n p u e b l o g e r m n i c o -
p u d o d e s a r r o l l a r s e e n G a l i a ms e m i n e n t e m e n
te qu e en I t a l i a , E s p a a o en 1a m i s m a A l e
m a n i a . El primer paso hacia la hegemona por medio de la mo
narqua haba sido dado por Clodoveo, y su ejemplo se erigi en
norma tcita para todo el reino. A pesar de las repetidas divisones-
del reino, su desmoralizacin interna a causa de las fechoras de-
la familia real y el desenfreno de los grandes, no se desmoron,
porque la Iglesia se empeaba en conservar la forma monrquica
del Estado. Ministros reales valerosos y prudentes sustituyeron a
los reyes impotentes, las conquistas prosiguieron y se prefiri per
mitir la extincin del linaje de Clodoveo antes que el derrumbe d e
todo un Estado indispensable para la Iglesia romana.' Como la- cons
titucin de los pueblos germnicos descansaba en todas partes slo
en la personalidad de los reyes y sus ministros, ms que nada en este
reino situado entre rabs y paganos, todas las fuerzas confluyeron
para oponerles un dique en este reino fronterizo; y felizmente, la
casa de Pipino de Heristall supo estar a la altura de los aconteci
mientos. A l y sus valientes descendientes le debemos que se pu
diera coto tanto a las conquistas rabes, como tambin a la cons
tante presin d los pueblos desde el norte y este, que de este lado
de los Alpes se conservase siquiera un rastro de ciencias, y que
finalmente se erigiese en Europa un sistema poltico de inspiracin
germnica, al que por ltimo, a las buenas o a las malas tuvieron
que adherirse otros pueblos. Como Carlomagno representa la cs
pide de este linaje que se hizo benemrito de toda Europa, srvanos
su retrato por el de todos los otros1.
C a r l o m a g n o descenda de funcionarios de la corona; su pa
dre no fu rey por nacimiento sino por eleccin. No poda, pues,
tener una mentalidad distinta de la que le dictaban su linaje y la
organizacin del reino, que l perfeccion porque en ella haba si
do educado y la teria por la mejor, pues todo rbol crece en su
propia tierra. Carlomagno vesta como franco, y de franco era tam
bin su alma. Por consiguiente no hay visin ms digna de la or
ganizacin de este pueblo que la proporcionada por su manera de
ver y aplicarla. Convocaba dietas y consegua en ellas cuanto que
ra, dando al Estado las ms provechosas leyes y decretos, pero con
la aprobacin del Imperio. Honraba a cada clase social del mismo
a su manera, y en cuanto fuera posible, dejaba tambin a las na
ciones sometidas su legislacin propia. Se propona unirlas a todas
en un solo cuerpo y posea el suficiente espritu para dar vida a
este cuerpo. Dejaba vacantes los puestos de duques que podran ser
peligrosos y pona en su lugar a condes en calidad de funcionarios,
a los que hizo visitar, lo mismo que a los obispos, por comisarios
' (Missi) , tratando por todos los medios de contrarrestar el despotismo
de strapas saqueadores, notables ensoberbecidos y monjes perezosos.
"Cuando se hallaba en las quintas de la casa real, no era un empe
rador sino un padre de familia que anhelaba serlo tambin en todo
su Imperio para estimular al orden y el trabajo a todo miembro
negligente; pero naturalmente, la barbarie de su poca y particu
larmente el espritu blico y clerical de los francos obstaculiz su
obra ms de una vez. Apenas si hubo otro entre los mortales que

i En la ms reciente historia del gobierno de Carlomagno de Hegewisch


(Hamburgo-1791), creo encontrar las mismas ideas respecto de sus intenciones
que las expuestas aqui; toda la obra de sutil ingenio es un comentario de lo
que aqu slo puede resumirse como resultado final.
tanto se empease en ser justo como l, excepto cuando los intereses
de la'Iglesia y del Estado: le inducan a l mismo a la violencia e
injusticia. Estimaba la actividad y lealtad puesta a su servido y mi
rara con malos ojos el fantoche de la ms ociosa Constitucin ti
tular en que degener su obra, si hoy pudiese volver a l a 1tierra.
Pero el destino traza el curso de los acontecimientos. De funciona
rios de- la corona era el linaje de sus mayores; malos funcionarios
fueron quienes despus de su muerte destruyeron indignamente su
diadema, su Imperio y todo el fruto, del esfuerzo de su espritu
y de su vida. La posteridad hered de l lo que l haba tratado
de suprimir o meporar. en lo posible, a saber, los vasallos, las
clases sociales, y la pompa brbara del esplendor del Estado franco.
l convirti en cargos las dignidades; despus de l, los cargos vol
vieron a ser dignidades tanto ms ociosas.
Carlomagno haba heredado tambin de sus mayores la fiebre
de conquistas; como aqullos haban sido afortunados contra los fri
sones, alamanes, rabes y lombardos, y desde Clodoveo fu poco me
nos que una mxima de la poltica del Estado que el reino con
quistado deba asegurarse a costa de los vecinos oprimidos, prosi
gui por esta va a pasos agigantados. Razones personales sirvieron
de pretextos para las guerras que, luego, se originaban una por la
otra y ocuparon la mayor parte de su gobierno de casi medio siglo.
Lombardos, rabes, bvaros, hngaros, eslavos, pero sobre todo los
sajones, tuvieron que experimentar en carne propia este espritu
guerrero de los francos. En la guerra contra los sajones, que dur
treinta y tres aos, se permiti, ltimamente, medios muy violentos.
Pero con esto consigui el fin propuesto en el sentido de que fund
con su Imperio la primera monarqua consistente de toda Europa.
Por ms que en tiempos posteriores los normandos, eslavos y hn
garos dieron que hacer a sus sucesores, y por debilitado, desmem
brado y perturbado que fuese el gran Imperio por sus divisiones y
descomposicin interna, se haba puesto coto una vez por todas has
ta el Elba y Panonia a cualquier migracin ulterior de los pueblos
trtaros. La Francia que l erigi y contra la cual ya antes se ha
ban estrellado hunos y rabes, se convirti en pilar invencible.
Tambin fu un franco de pura cepa en su religin y su
amor por las ciencias. Desde Clodoveo, la religiosidad catlica
por motivos polticos haba sido tradicional; desde que los antepa
sados de Carlomagno tuvieron la sartn por el mango, reemplaza
ron a los reyes en este punto con un fervor tanto mayor, cuanto
que slo la Iglesia les ayud a subir al trono y el obispo de Roma
los consagr para su alto cargo con sus propias manos. Siendo un
nio de doce aos, Carlomagno haba recibido de manos del Santo
Padre la uncin para su futuro gobierno en la casa de su padre.
Haca tiempo que la conversin de Alemania se promova baj
la proteccin y a menudo con la harto activa colaboracin de los
reyes francos, ya que cristianismo era para ellos el mejor baluarte
en Occidente contra los brbaros paganos. Qu otra cosa caba,
pues, esperar, sino que Carlomagno prosiguiese ahora por est va
hacia el norte, convirtiendo a los sajones, por fin, a punta de lanza?
De la organizacin sajona que destrua de esta manera, no tena
nocin como franco ortodoxo. Promovi esta piadosa obra de la
Iglesia para asegurar las fronteras del Imperio, y a los ojos del
Papa y los obispos continuaba la obra meritoria servicial de sus
mayores. Sus sucesores siguieron sus huellas, sobre todo cuando Ale
mania se convirti en Imperio central del mundo, por lo cual los
eslavos, valones, polacos, prusianos, livonios y estones fueron con
vertidos tan cabalmente que ninguno de estos pueblos bautizados s
atrevi de ah en adelante a hacer incursiones en el Sacro Imperio
Germano. Pero si el santo y beato Carolus (como lo llama la Bula
de Oro por los siglos de los siglos), pudiera ver lo que se hizo
de sus donativos hechos a favor de las ciencias y la religin, sus ricos
obispados, domos, canonjas y colegios monsticos, oh santo y beato
Carolus!, qu no dira a ms de uno tu espada y tu cetro de
franco?
4. Finalmente no se puede negar que e l o b i s p o d e R o
m a e s t a m p s u s e l l o d e b a j o de t o d o e s t o , p o
n i e n d o , en c i e r t a m a n e r a l a c o r o n a en l a c a
b e z a d e l I m p e r i o F r a n c o . Desde Clodoveo haba sido ami
go del Imperio; en brazos de Pipino se habla refugiado, recibiendo,
en cambio como donacin todo el botn de los pases lombardos
conquistados. De nuevo recurri a Carlomagno, y como ste le en
tronizase triunfalmente en Roma, en aquella clebre noche de Na
vidad le hizo otro presente, la corona de emperador romano.
Carlos pareci sobrecogido y avergonzado; mas luego las alegres
aclamaciones del pueblo le hicieron grata la nueva dignidad, y si
sta en, el concepto de todos los pueblos europeos fu la suprema
dignidad del mundo, quin era ms digno de recibirla que este
franco, monarca mximo del Occidente, rey de Francia, Italia, Ale
mania y Espaa, protector y propagador del cristianismo, sostn y
amparo de la Santa Sede, reverenciado por todos los reyes de Euro
pa y hasta por el califa de Bagdad? Pronto, pues, se equipar a)
emperador de Constantinopla, llamndose emperador romano, biei?
que resida en Aquisgrn o recorra su vasto Imperio. Haba me
retido su corona y ojal sta hubiese sido sepultada con l en vez.
de caer sobre Alemanal
Muerto Carlomagno, cmo poda sostenerse la corona e la
cabeza del bueno y dbil Luis-? Y cuando ste dividi el Imperio
forzado y a destiempo, qu pesada fu su carga en la cabeza de
cada uno de sus sucesores. El Imperio se va desintegrando, los ve
cinos levantiscos, normandos, eslavos y hunos comienzan a moverse
y devastar el pas; rige la ley del ms fuerte, y las dietas van de
cayendo. Hermanos contra hermanos, padres contra hijos llevan
las guerras ms indignas, y el clero juntamente con el obispo de
Roma hacen de rbitros no menos indignos. Los obispos se arrogan
las funciones y derechos de prncipes y las incursiones de los br
baros ponen todo el poder en manos de quienes poseen castillos for
tificados. Los funcionarios y lugartenientes en Alemania, Francia e
Italia se erigen en los dueos de la nacin y estn reinando la anar
qua, el fraude, la crueldad y discordia. Ochenta y ocho aos despus
de la coronacin de Carlomagno en Roma se extingue su linaje
en la ms profunda miseria, y su ltimo retoo ilegtimo perece
cuando no ha pasado un siglo desde su muerte. Slo un hombre de
su talla poda administrar un Imperio de tan enorme extensin,
tan postiza constitucin y compuesto por elementos tan heterog
neos y de tan difcil manejo. Apenas el alma se hubo separado de
este cuerpo gigantesco, ste se fu descomponiendo, siendo por si
glos un cadver en putrefaccin.
Descansa, pues, en paz, oh gran rey, demasiado grande para tus
sucesores por muchos siglos. Han pasado mil aos, y todava no
existe el canal entre el Rin y el Danubio que t, hombre de empresa,
ya lo habas comenzado para alguna finalidad de poca importancia.
No obstante la barbarie de tu poca, fundaste institutos educacio
nales y cientficos que la ms civilizada posteridad no supo apro
vechar sino para abusos que perduran hasta el da de hoy. Tus de
cretos son leyes divinas en comparacin con ms de una ley imperial
de tiempos posteriores. T coleccionaste los cantares de los ante
pasados: tu hijo Luis los despreci y vendi borrando su memoria
para siempre. T amabas la lengua alemana e hiciste lo que estaba
de tu parte para perfeccionarla; te rodeaste de sabios de los pases
ms remotos; tuviste en mucho a tu filsofo Alcuino, a Angolberto,
el Homero de tu academia de la corte, y a tu eximio escribiente
Eginhardo; nada te repugnaba tanto como la ignorancia, la barba
rie pagada de s misma y el orgullo indolente. Tal vez aparezcas
nuevamente en el ao mil ochocientos para poner coto al desorden
de la maquinaria de tu Estado que se inici en el ao ochocientos.
Hasta entonces veneraremos tus reliquias, abusando al mismo tiem
po de tus instituciones al amparo de la ley y despreciando tu la
boriosidad anticuada de franco pasado de moda. Oh Carlomagno:
tu Imperio desintegrado inmediatamente despus de tu muerte es
tu tumba; Francia, Alemania y Lombarda son sus ruinas.
rv -

LOS REINOS DE SAJONES, NORMANDOS Y DANESES

La historia de los pueblos germnicos en el Continente tiene


algo de montona y torpe. Si nos ocupamos ahora de las potencias
navales germnicas, veremos que sus acometidas fueron ms rpi
das; las devastaciones ms despiadadas, sus posesiones ms inciertas;
pero en cambio, como suele ocurrir en las tormentas de alta mar,
nos encontraremos con hombres de extremada audacia que acome
tieron las empresas ms afortunadas y formaron reinos cuyo genio
respira todava hoyi las frescas brisas del mar.
Ya a mediados del siglo quinto, los anglosajones socorran a
los britnicos desde la costa del norte de Alemania. Por mar y
tierra haban ejercido por largo tiempo el oficio de la guerra y del
pillaje, siendo sus caudillos Hengist y Horsa (padrillo y yegua); y
como los enemigos de los britnicos, los pictos y caledonios, no
fuesen para ellos adversarios de cuidado y adems les gust el
pas, animaron a algunas de sus tribus a establecerse all. No
descansaron hasta que al cabo de ciento cincuenta aos de
las guerras ms salvajes y la ms terrible devastacin, Inglaterra
fuese suya con la sola excepcin de Cornualles y Gales. Los cimbros,
que fueron arrojados a estas provincias nunca lograron lo que los
visigodos en Espaa, a saber, salir de las montaas y reconquistar
sus viejas posiciones, porque el pueblo salvaje de los sajones pronto
se asegur y fu confirmado en su posesin robada en calidad de
cristianos catlicos.
. Poco despus de la ereccin de Kent como primer reino sajn,
la hija de un rey ortodoxo en Pars haba preparado a su esposo
pagano Etelberto (Adalberto) para el cristianismo, y el monje
Agustn lo introdujo con una cruz de plata en la mano solemne
mente en Inglaterra. Gregorio Magno ocupaba entonces la sede de
Roma y arda en deseos de atraer a todas las dinastas especialmente
por medio de las reinas. Lo envi, pues, all, resolvi sus escrpulos
de conciencia y le hizo el primer arzobispo de esta isla afortunada/
la cual recompens con creces a San Pedro su bolo evanglico a
partir del rey Ina. Apenas si hay otro pas europeo que fuese como
ste sembrado de monasterios y fundaciones, y sin embargo, fu el
resultado para las letras inferior al qu caba esperar. El cristia
nismo de estas regiones no floreci como en Espaa, Francia, Italia
y hasta Irlanda de las races de una Iglesia antigua apostlica; por
el contrario, fueron advenedizos neorromanos los que llevaron a
los sajones el evangelio en una forma ms moderna. Tanto mayor
ia sido el xito de estos monjes britnicos cuando ms tarde se
dedicaron a nuevas conversiones en el extranjero, las cuales nos
habran tambin conservado, por lo menos en crnicas monsticas,
si stas hubieran escapado a las devastaciones de los daneses.
Siete reinos de brbaros sajones que habitan todos en una
misma pennsula de dimensiones medianas y se hacen la guerra
unos a otros, pagana y cristianamente, no presentan un cuadro de
masiado alegre. Y sin embargo, tal estado catico dur ms de
trescientos aos, de los que como nico rayo de luz brillan algunas
instituciones y leyes de la Iglesia o los comienzos de una legislacin
escrita, como por ejemplo las de Adelberto e Ina. Finalmente, bajo
el rey Egb'erto se unieron los siete reinos; y ms de uno de sus
reyes habra tenido el valor y la energa de llevarlos a un verdadero
florecimiento si las incesantes incursiones de los normandos y da
neses que infestaban los mares con renovada codicia de piratas,
no hubiesen imposibilitado durante dos siglos todo progreso dura
dero. El dao que causaron es incalculable e indecibles los horrores
que cometieron. Si Carlomagno contra los sajones y los anglos con
tra los britnicos pecaron con mucha crueldad, las injusticias co
metidas por estos pueblos han sido vengadas en sus descendientes
hasta que, por as decirlo, todo el furor blico de los nrdicos se
haba agotado en ellos. Mas como en las ms terribles" penurias se
muestra la grandeza del alma, as tuvo Inglaterra a un Alfredo,
modelo de reyes en tiempos azarosos y un astro en la historia de la
humanidad.
Ungido rey cuando nio por el Papa Len IV, haba quedado
sin educacin hasta que las ansias de leer los cantares de gesta sa
jones despertaron su aplicacin de tal manera que prosigui luego
con la lectura de los autores latinos. En esto estaba cuando a los
veintids aos la muerte de su hermano le elev al trono con: todos
los peligros inherentes a tan elevado cargo. Los daneses se haban
adueado del pas, y al advertir la buena suerte y la valenta del
joven rey, reconcentraron sus esfuerzos con repetidas acometidas
hasta tal punto que Alfredo, despus de ocho batallas en un ao
y haberles hecho jurar la paz sobre sagradas reliquias, mostrndose
tan benigno y justo cuando vencedor como prudente y valeroso en
la guerra, se vi por fin constreido a emprender la fuga disfrazado
de campesino y servir de incgnito a la mujer de un cuidador de
ganado.. Mas ni ahora decay su nimo. Ayudado de unos pocos se
guidores, construy su morada en medio de los pantanos, que llamA
la isla de los nobles y consider como su reino actual. Ms de un
ao estuvo aqu desplegando una intensa actividad de guerrillero.
Como salido de un castillo invisible haca incursiones contra los
enemigos, alimentndose a s mismo y los suyos con el botn, hasta
que en un encuentro uno de sus hombres se apoder del cuervo m
gico, smbolo de la fortuna. Vestido de msico se introdujo en el
campamento de los daneses, encantndolos con sus alegres 'antares
que acompaaba con el arpa. Fu conducido a la tienda del prn
cipe, donde pudo observar su derroche y opulencia a base de los
bienes robados y vi que se crean a -alvo de todo peligro. De vuelta
a su guarida mand decir por emisarios secretos a sus amigos que
estaba con vida y que los invitaba a una reunin en un rincn de
la selva. Se junt un pequeo ejrcito que lo recibi con alegres
aclamaciones. Rpidamente acometi a los daneses desprevenidos
y asustados, los encerr y convirti a sus prisioneros de guerra en
aliados y colonizadores de la Northumberlandia desierta y la Anglia
oriental. El rey dans fu bautizado, adoptado como hijo por A l
fredo, que aprovech la calma para ganar lagar cntra otros ene
migos que en numerosas hordas infestaban el pas. Con increble
celeridad orden Alfredo el Estado desintegrado, reconstruy las
ciudades arrasadas, se cre una potencia militar en tierra y pronto
tambin una flota de guerra, de manera que al poco tiempo ya eran
ciento veinte las naves que vigilaban las costas. A la primera noticia
de cualquier acometida, acuda presuroso para llevar socorro, y
todo el pas se asemejaba a un campamento de guerra donde cada
cua conoca su puesto en el momento crtico. Hasta el fin de su
vida frustr todas las tentativas de latrocinio de sus enemigos, di
a la nacin un podero en tierra y mar, ciencias y artes, ciudades,
leyes y orden. Escribi libros y fu el maestro del pueblo que gozaba
de su proteccin. Grande por igual en su vida pblica y domstica,
saba repartir las horas del da lo mismo que los negocios y en
tradas, sobrndole tiempo para el descanso y la beneficencia. Cien
aos despus de Carlomagno fu en su mbito ms limitado tal vez
ms grande que aqul; y aunque las incursiones de los daneses,
pero sobre todo las perturbaciones por parte del clero, causaron
a sus sucesores diversos inconvenientes ya que no surgi entre ellos
ningn segundo Alfredo, sin embargo, gracias a los slidos cimientos
echados por l, no careci Inglaterra de buenos reyes desde los pri
meros tiempos, que supieron hacer frente airosamente a las acometi
das de sus enemigos martimos. Tales fueron Al estao, Edgardo, Ed
mundo con el brazo de hierro, y slo a la perfidia de los grandes se
debi que Inglaterra bajo el ltimo de los nombrados fuese tributa
ria de los daneses. Canuto el Grande fu reconocido como rey, pero
este conquistador nrdico slo tuvo dos sucesores. Inglaterra s
independiz y tal vez haya sido para desgracia suya que los daneses
dejaran en paz al pacfico Eduardo, ya que ste se limit a coleccin
nar leyes, dejando el gobierno en manos ajenas. Las costumbres
de los normandos se iban trasladando de la corte francesa a Ingla
terra y Guillermo el Conquistador vio llegada su hora. Con una.
sola batalla se apoder del trono y di al pas una nueva Consti
tucin. Ser, pues, necesario que conozcamos a los normandos ms
de cerca, porque no slo Inglaterra, sino tambin buena parte de
Europa debe a sus costumbres el esplendor de su orden de caballera.

Desde pocas muy remotas, las tribus nrdicas de los germanos


desplegaron intensa actividad martima, ante todo los sajones, fri
sones y francos. Los que ms se distinguieron por su audacia fue
ron los daneses, noruegos y escandinavos. Anglosajones y jutlan-
deses invadieron Inglaterra, y cuando los reyes francos, sobre todo
Carlomagno, orientaron las conquistas hacia el norte, fueron cada
vez ms numerosas las hordas que se lanzaban al mar, hasta que
por fin el nombre de los normandos se hizo en el mar ms temible
de lo que haban sido en tierra aquellos guerreros aliados que eran
los marcomanos, francos, alamanes y otros. Si quisiera enumerar
los hroes del mar glorificados en los cantares y leyendas nrdicas,
debera nombrar a centenares de aventureros clebres; mas no pue
do pasar por alto los nombres de quienes se distinguieron por el
descubrimiento de pases o la fundacin de reinos, y uno no puede
menos que admirar las enormes extensiones que abarc su accin.
A l este est Rorik (Rodrigo) con sus hermanos que fundaron un
reino en Novgorod y echaron los cimientos del Estado de Rusia;
Oskold y Diar fundaron un estado en Kiev que se fundi luego
con el de Novgorod. Ragnwald se estableci en Polotzk sobre el
Duna y fu el padre de los archiduques lituanos. Ms al norte,
Naddod fu arrojado por una tormenta a las costas de Islandia, y
(descubri esta isla que pronto fu el refugio de las ms nobles
tribus de Noruega (sin duda la ms pura nobleza de Europa). Is-
landia se convirti en museo de las antiguas leyendas y fuente d
letras nuevas y cantares nrdicos y fu por ms de trescientos aos
Ja sede de una libertad hermosa y no civilizada. A l oeste visitaron
los normandos con frecuencia las islas Faroe, -Orkney, Shetland y
otras, algunas de. ellas pobladas, y en algunas de ellas gobernaron
por mucho tiempo jarles (condes) nrdicos, de suerte que ni aun
en sus rincones ms apartados estaban a salvo de los pueblos ger
mnicos los desplazados galos. Ya en tiempos de Carlomagno se
establecieron en Irlanda donde Olaf se apoder de Dublin, Sitrik
de Waterford, Ywar de Limerik. En Inglaterra eran terribles bajo
el nombre de daneses. No slo poseyeron Northumberlandia que,-
mezclados con condes sajones, gobernaron por doscientos aos, ya
independientes, ya tributarios, sino qu bajo Canuto, Haroldo y
Hardicanuto fueron' los amos de toda Inglaterra.. Asolaban, las
costas de Francia desde el siglo sexto, y el presentimiento de Carlo
magno de que ellos constituan un grave peligro para su Imperio,-
se cumpli con creces poco despus de su muerte. No es posible
describir las devastaciones que cometieron no slo en las costas, sino
remontando los ros hacia el interior de Francia y Alemania, de
suerte que casi todos los establecimientos y ciudades que en parte
databan todava de los romanos, en parte de Carlomagno, hallaron
un triste fin, hasta que finalmente Rolf, bautizado con el nombre
de Roberto, se convirti en primer duque de Normanda y en padre
de ms de un linaje real. Descendiente suyo es Guillermo el Con
quistador, el cual trajo a Inglaterra una nueva Constitucin, y a
consecuencias de su obra Inglaterra y Francia se vieron envueltas en-
una guerra que dur cuatrocientos aos y que entrever a las dos
naciones de manera curiosa. Aquellos normandos que arrebataron
con una fortuna y valenta casi increbles Apulia, Calabria, Sicilia
y, por un tiempo, hasta Jerusaln y Antioqua a los rabes, fueron
aventureros del ducado fundado por Rolf y los descendientes de
Tan credo que por ltimo llevaron la corona de Sicilia y Apulia,
tambin eran oriundos de ah. Si se quisiera contar todas las ha
zaas llevadas cabo por los normandos en sus peregrinaciones y
romeras, al servicio de Constantinopla y en sus viajes por casi todos
los pases y mares, hasta Groenlandia y Amrica, la narracin ten
dra visos de novela. Conforme al fin que aqu pretendemos, nos
ceimos a los hechos principales que nos revelan, ante todo, s u-
c a r c t e r . -

Por rudos que fuesen los habitantes de las costas nrdicas a


causa de su clima y suelo, sin que semejante rudeza pudiese suavi-'
zarse por mucho tiempo, llevaban, sin embargo, en su vida psquica-
un germen que, llegado a regiones ms benignas, poda dar frutos-
muy sabrosos. Las cualidades que deban hacer muy estimado en los'
pases del sur al pirata nrdico eran la valenta y fuerza fsica,
la buena disposicin y habilidad para todas- las artes que ms tarde
se llamaran las propias del caballero, un pronunciado sentido para
todo lo que fuera honor y abolengo juntamente con la conocida
reverencia y respeto nrdicos para con el sexo femenino como pre
mio del hombre ms valeroso, hermoso y noble. En tierra firme,
las leyes se. van afirmando; toda violenta actividad personal se
convierte a su vez en ley o se va extinguiendo como energa muerta;
pero en el salvaje elemento del agua, a donde no alcanza la supre
maca de un rey, el espritu goza de una libertad refrescante. Re
corre los mares en busca de pelea y botn, que el joven lleva a su
prometida que lo espera en patria lejana, y el hombre a su mujer e
hijos como signo de su valor personal. Para otro, las mismas lejanas
tierras son su botn permanente. La vileza era el defecto que ms
se castigaba en los pases nrdicos, unas veces con el desprecio, otras.
con torturas infernales, mientras que la valenta y el honor, la amis
ta hasta la muerte y la caballerosidad para con las mujeres fueron
las virtudes que juntamente con diversas circunstancias temporales
contribuyeron en gran manera a la llamada galantera de la Edad
Media. Puesto que los normandos se establecieron en una provincia
francesa y su caudillo Rolf se cas con la hija del rey, siguiendo su
ejemplo muchos de sus compaeros se mezclaron con los ms nobles
linajes del pas, y pronto la corte de Normanda fu la ms brillante
de Occidente. Como cristianos en medio de naciones cristianas no
podan seguir dedicndose a la piratera; pero, en cambio, pudieron
recibir a sus hermanos de razaque Ies venan siguiendo y ayudarles
a civilizarse, de suerte que esta costa, con su hermosa situacin geo
grfica, se convirti en centro de cultura y progreso para los na
vegantes normandos. Cuando luego la familia real de los anglosa
jones, ahuyentada por los daneses busc all refugio, y Eduardo el
Confesor, educado entre ellos, despert las aspiraciones normandas
al trono de Inglaterra; cuando despus Guillermo el Conquistador
hizo suyo este reino con una sola batalla para conferir, luego, los
cargos ms importantes de clrigos y laicos a normandos, no pas
mucho tiempo sin que las costumbres y la lengua normanda fuesen
tambin las costumbres y la lengua de la corte de Inglaterra. Lo
que estos otrora primitivos conquistadores haban aprendido en
Francia e incorporado a su naturaleza, fu trasplantado a Inglaterra,
incluso una rgida Constitucin feudal y un severo derecho forestal.
Y aunque posteriormente muchas leyes del conquistador fueron
abrogadas y restituidas las anglosajonas menos severas, con todo, el
espritu injertado por el idioma y las costumbres en la nacin de
las generaciones normandas, no pudo desarraigarse ms, por lo
cual tambin en el idioma ingls florece un injerto de la lengua
latina. Difcilmente la nacin britnica hubiera aventajado a otras:
como lo hizo, de no haber sido cambiado el rumbo de su antigua
historia. Ahora fueron los ingleses quienes dieron que hacer a los
daneses por largo tiempo; adems, los normandos radicados en el
pas, los llevaron a cruzar el mar para una larga guerra contra
Francia. A ll se ejercitaron en el arte de la guerra, y de vencidos se
convirtieron en vencedores, hasta que al fin, despus de varias
revoluciones se fu perfilando una estructura poltica que difcil
mente hubiera resultado de la administracin monstica anglosa
jona. Ni un Edmundo ni un Edgardo hubieran podido resistir al
papa Hildebrando como supo hacerlo Guillermo, y en las cruzadas
los caballeros ingleses no hubieran podido competir con los fran
ceses si la nacin no hubiera sido revolucionada por dentro por
los normandos y formada, algunas veces violentamente, por diversas
circunstancias. Parece que ciertos injertos en los pueblos en el mo
mento oportuno son para el progreso de la humanidad tan indis
pensables como el trasplante para los frutos de la tierra o el injerto
para el rbol frutal silvestre.. No movindose nunca de su lugar,
hasta los mejores acaban por desfallecer.
No fu tan prolongada y feliz la posesin de los normandos en
Npoles y Sicilia, cuya conquista es una verdadera epopeya, de valor
personal y arrojo aventurero. Durante sus peregrinaciones a Jeru
saln conocieron ese hermoso pas, y unos cuarenta a cien hombres
que prestaron ayuda caballeresca a los oprimidos pusieron los fun
damentos de las posteriores posesiones. Rainulfo fu el primer conde
de Aversa, y tres de los valientes hijos de Tan credo venidos a la
buena ventura, recibieron por sus muchas hazaas contra los rabes
el premio caballeresco de ser nombrados primero condes y luego
duques de Apulia y Calabria. Varios hijos de Tancredo siguieron
despus: Guillermo con el brazo de hierro, Drogn, Humfrido. Ro
berto Guiscardo y Rogelio arrebataron Sicilia a los rabes y Ro
berto don el hermoso reino a su hermano como feudo. Boemundo,
hijo de Roberto, hall la suerte en Oriente, y cuando su padre 3c
sigui all, Rogelio fu el primer rey de l a s d o s Sicilias, pro
visto de poderes temporales y espirituales. Bajo su gobierno y el
de sus sucesores, hubo algunos brotes de ciencias en este rincn de
Europa. El colegio de Salerno se erigi, por as decirlo, entre los
rabes y los monjes de Monte Casino; la jurisprudencia, la medicina
y la filosofa comenzaron a florecer tras largo invierno en Europa.
Impertrritos se mantuvieron los prncipes normandos en su peli
grosa proximidad a la Santa Sede. Hicieron las paces con dos Padres
Santos cuando stos estaban en su .poder, superando en prudencia
y vigilante atencin a la mayor parte de los emperadores alemanes.
Lstima que se hubiesen emparentado con estos ltimos, dndoles
de esta manera el derecho de sucesin, y mucho ms lamentable an
que los designios de Federico,, el ltimo emperador suabo, fuesen
frustrados en esta regin tan cruelmente. De ah en adelante, ambos
reinos quedaron a merced de un salvaje juego de las naciones, presa
de conquistadores y lugartenientes extraos, y sobre todo, de una
nobleza que todava hoy impide todo progreso de estos pases otrora
tan. florecientes.
V

LOS REINOS NRDICOS Y ALEMANIA

En comparacin con la mayor parte de los pases europeos, la


historia de los reinos nrdicos, oscura hasta el siglo octavo, tiene la
ventaja de que se basa en una mitologa con cantares y leyendas que
es algo as como su filosofa propia. Por ella conocemos el espritu
del pueblo, sus conceptos sobre dioses y hombres, la orientacin de
sus tendencias y pasiones en el amor como en el odio, y sus espe
ranzas en este mundo y en el otro; en una palabra: una filosofa de
la historia como fuera de la Edda slo la volvemos a encontrar en
la mitologa griega. Y puesto que los reinos nrdicos, desplazada
o sometida la raza finlandesa, no fueron objeto de incursiones hos
tiles-por parte de pueblos extranjeros qu nacin, en efecto, hu
biera querido invadir esas regiones apartadas despus de las grandes
migraciones hacia el Medioda?, su historia reviste respecto de
otras un carcter sencillo y natural. Donde manda la necesidad,
se vive largo tiempo conforme a sus exigencias, y de esta manera
los pueblos germnicos del norte permanecieron por ms tiempo
.que sus hermanos en un estado de libertad e independencia. Mon
taas y desiertos separaban a las tribus entre s; lagos y ros, selvas,
prados y campos las alimentaban juntamente con el mar rico en
peces, y los que no hallaban alimento suficiente en sus propios terri
torios, se hicieron a la mar y buscaron el botn por otro lado. Como
en una especie de Suiza del norte, se conserv largamente en estas
regiones la simplicidad de las primitivas costumbres germnicas, y
seguir existiendo all cuando en la misma Alemania ya no sea
ms que una vieja leyenda.
Cuando tambin aqu, con el correr de los tiempos, los hombres
libres se mezclaron con los nobles y varios de stos ascendieron a
reyes de algn pas o desierto, y cuando finalmente de muchos pe
queos reyes sali un gran rey, fu nuevamente la buena estrella
de las costas de Dinamarca, Noruega y Suecia la que dej en liber
tad de ir en busca de otros horizontes a quien no quera prestar
-vasallaje; y fu as como por largo tiempo todos los mares adya
centes sirvieron de campo de aventuras a numerosos navegantes, que
-consideraban la piratera lo mismo que la pesca del arenque:: o de
'la belleza como una industria lcita del lugar. Por'ltimo,: intgry-|-
tiieron tambin los reyes en esta industria familiar; se conquistaron
imos a otros los pases vecinos; pero sus conquistas n-l extran-

. '609 r '
jero casi siempre se perdieron al poco tiempo. Las costas ms cruel
mente afectadas fueron las del Mar Bltico; despus de un pillaje
indescriptible, los daneses no descansaron hasta haber provocado
el triste fin del comercio de los eslavos aniquilando sus ricas ciu
dades martimas de Vieta y Julin, as como tambin en Prusia,
Curlandia, Livonia y Estonia ejercieron el derecho de conquistar
e incendiar mucho antes que las hordas sajonas.
Nada ms diametralmente opuesto a tales actividades de los
nrdicos que el cristianismo que haba de ser el fin de la religin
heroica de Odin. Ya Carlomagno se haba empeado en bautizar
tanto a los sajones como a los daneses, hasta que su hijo Luis logr
finalmente bautizar a un reyezuelo de Jutlandia por va de ensayo,
lo que tuvo lugar en Maguncia. Pero los compatriotas del nefito
montaron en clera y se dieron todava por largo tiempo al pillaje
e incendio en las costas cristianas, pues demasiado cercano tenan el
ejemplo de los sajones convertidos por el cristianismo en esclavos
de los francos. Tan hondamente arraigado estaba el odio de estos
pueblos contra el cristianismo que Kettil, su adversario jurado, pre
firi encerrarse tres aos antes de su muerte en el tmulo destinado
a ser su sepulcro, con tal de no verse obligado al bautismo. Y en
efecto, qu provecho les iban a aportar a estos pueblos en sus
islas o montaas nrdicas aquellos artculos de fe y tesis cannicas
doctrinales de un sistema jerrquico que barra con todas las leyen
das de sus antepasados, socavaba las costumbres de su raza y hacin
dolos esclavos de una corte espiritual en la lejana Italia exprima
de sus pobres tierras .impuestos y tributos? Su idioma y mentalidad
estaban tan imbuidos de la religin de Odn que, mientras exis
tiese todava un rastro de su memoria, no haba que pensar en un
surgimiento del cristianismo. Por consiguiente, la religin mons
tica se mostr irreconciliable con las leyendas, cantares, ritos, tem
plos y monumentos del paganismo, porque el espritu del pueblo
se adhera firmemente a todo esto, despreciando, por el contrario,
las costumbres y leyendas monsticas. No hubo forma de conseguir
que estos hombres del norte se amoldasen a la prohibicin del tra
bajo dominical, a las penitencias y ayunos, a los impedimentos ma
trimoniales entre familiares, a los votos religiosos y a toda esa orden
sacerdotal que despreciaban, hasta tal punto que los santos varones
que se empeaban en convertirlos y sus mismos reyes nefitos tu
vieron que soportar grandes sufrimientos, cuando no eran arrojados
de la regin o muertos, antes de que la piadosa obra alcanzase xito.
Pero como Roma saba pescar a cada nacin con el anzuelo ms
apropiado, as atrajo tambin a estos brbaros mediante los ince
santes esfuerzos de los misioneros anglosajones y francos por em
briagarlos, por as decirlo, con la pompa del nuevo culto, sobre
todo el canto coral_ el incienso, las velas, templos, altares mayores.
campanas y procesiones; y como tenan viva fe en espritus y hechi
ceras, el poder de la cruz con casas, iglesias, cementerios y todo el
instrumental litrgico de tal manera los deshechiz del paganismo
y los hechiz de cristianismo que el demonio de una doble supers
ticin se apoder de ellos. Con todo, algunos de sus misioneros
sobre todo San A n s g a r i o , fueron realmente hombres benem
ritos y a su manera hroes del bien de la humanidad..

Llegamos ahora a la llamada patria de los pueblos germnicos,


Alemania, que era ahora un pobre remanente de los mismos. No
slo que un pueblo extrao, los eslavos, lo haban ocupado hasta la
mitad despus que tantas tribus hubieron emigrado, sino que aun
en su parte germnica se haba convertido, al cabo de muchas de
vastaciones, en provincia franca que serva como vencida a aquel
gran Imperio. Frisones, alemanes y tringios, y por ltimo los sa
jones, haban sido obligados a someterse y abrazar el cristianismo
de tal manera que, por ejemplo, los sajones al hacerse K e r s t e ne s .
(Cristianos) y maldecir la efigie de Wotn, deban al mismo tiempo-
entregar todas sus posesiones y derechos en manos del santo y om
nipotente rey Carlomagno, suplicar de rodillas por su vida y libertad
y prometer adherirse para siempre al Dios uno y trino y al santo-
y omnipotente rey Carlomagno. Ligndose de esta manera pueblos
libre_y de propia estirpe a la casa real de los francos, era inevitable
que se estropease todo - el espritu de su organizacin primitiva. A
muchos se los trat con recelo y aun dureza; los habitantes de regio
nes enteras fueron deportados a pases distantes, y ninguna de las-
naciones que quedaron tuvo tiempo y espacio suficientes para una
cultura propia. Muerto apenas el gigante que sostena slo con sus.
brazos este Imperio soldado a martillazos, nuestra Alemania fu una
posesin ya de ste, ya de aquel carolingio dbil, modificando a me
nudo los lmites de sus fronteras; y comcr tuvo que participar en?
las guerras y contiendas incesantes de todo el desgraciado linaje
real, qu poda surgir de este pas y su constitucin interna? Para
colmo de infortunio, Alemania formaba el lmite septentrional y
oriental del Imperio Franco, y por ende de toda la cristiandad cat
lico -romana, siendo siempre la primera vctima propiciatoria para
los pueblos excitados y salvajes, henchidos de odio irreconciliable,,
que rondaban la frontera buscando un objeto para su venganza.
Si por un lado los normandos invadieron el pas hasta Tr veris,,
obteniendo una paz vergonzosa para el vencido, por el otro lado
llam Amulfo a los salvajes hunos a transitar por el territorio a
fin de destruir el reino eslavo de Moravia, con lo cual abandon
el pas por largo tiempo a. espantosas devastaciones. Se lleg fi
nalmente a considerar a los eslavos como a enemigos jurados de los
alemanes, que ejercitaron durante siglos sus armas contra aqullos.
Todava ms molestos para la desmembrada Alemania se hi
cieron los medios de que los francos se servan para dar seguridad y
supremaca a su Imperio; el pas recibi en herencia todos esos ar
zobispados y obispados, abadas y canonjas que colocadas en las
fronteras del Imperio haban servido antes para la conversin de
los paganos; los ministerios y cancilleras de las regiones que haban
dejado de pertenecer al Imperio; los duques y landgraves cuya fina
lidad haba sido defender como funcionarios las fronteras del Im-
- perio y a quienes se sigui multiplicando todava por largo tiempo
contra los daneses, valones, polacos, eslavos y hngaros. Finalmente,
la joya ms brillante, y la que menos falta le haca a Alemania, fu
la corona de emperador romano; ella sola acarre al pas mayores ds-
- gracias que todas las incursiones de trtaros, hngaros y turcos juntos.
El primer carolingio que gobern Alemania, Luis, no fu empe
rador romano, y durante la divisin del Imperio Franco los Papas
hicieron con este ttulo tales juegos'd malabarismo que lo conce
dieron unas veces a tal, otras a cual prncipe italiano, y hasta a un
conde de la Provenza que muri, a consecuencia de este regalo, con
los ojos quemados. Arnulfo, descendiente ilegtimo de Carlomagno,
codiciaba el ttulo, pero sin que su hijo lograse ceir la corona. Dos
reyes, en cambio, los primeros de estirpe alemana, Conrado y Enri
que, no aspiraron a la dignidad. Cuando finalmente Otn fu co
ronado en Aquisgrn con la corona de Carlomagno, se intern en
la senda peligrosa de tomar por modelo a aquel gran franco; y como
una aventura, la de liberar a la hermosa viuda Adelaida de la torre
: donde estaba encerrada, le puso en posesin del reino de Italia
abrindole el camino hacia Roma, las pretensiones y las guerras se
; venan ahora sucediendo unas a otras, desde Lombarda hasta Si
cilia y Calabria. En todas estas regiones se derram sangre alemana
por el honor del emperador, traicionaron italianos a alemanes, fue-
:ron emperadores y emperatrices alemanas maltratados en Roma, fu
Italia ensuciada por la tirana alemana, fueron alejndose los cora
zones italianos de Alemania, y sta, sacad de su centro, tuvo que
distraer su mente y su podero ms all de los Alpes, su Constitucin
fu torcida en funcin de Roma, desunida en s misma, perjudicial
para ella y otros, sin que tal alt honor reportase a la nacin pro
vecho alguno. Siempre fu su modesto principio: Sic vos, non vobis.
Tanto mayor es el mrito de la nacin alemana que, colocada
en tan peligrosa situacin por las circunstancias, fu un baluarte
1y una muralla del cristianismo que salvaguardaba la libertad y
seguridad de toda Europa. E n r i q u e el Pajarero fu el creador
de este baluarte y O t n el Grande supo aprovecharlo debid-
-mente; pero esta nacin leal y sumisa sigui a sus regentes, tambin
cundo en medio del caos general estos mismos no saban qu ca-
min .tomar. Guando el mismo1 emperador o- poda-defender "a su
pueblo contra la rapacidad de clrigos y caballeros, parte de la
nacin se encerr en plazas fuertes y compr por su cuenta a los
salteadores el salvoconducto para su trfico comercial, sin el cual
el pas hubiera seguido siendo una estepa trtara por mucho tiempo
todava. De esta manera, en medio de una situacin poltica tan tur
bulenta, se iba formando por las propias fuerzas de la nacin un
estado pacfico y til, cuya cohesin se fundaba en industrias, alianr
zas y gremios. Del pesado yugo de la servidumbre naci tina arte
sana que con la laboriosidad y lealtad germana lleg a evolucionar
hasta verdaderas artes que enriquecieron a otras naciones. Lo que -
stas perfeccionaron, casi siempre haba sido ensayado previamente
por los alemanes, aunque stos, oprimidos por penurias y pobreza,
pocas veces tuvieron la satisfaccin de ver sus artes aprovechadas y
florecientes en la propia patria. En masa emigraban a pases extran
jeros para ser en el norte, oeste y este los maestros de otras na
ciones; y tambin hubieran llegado a serlo en las ciencias si stas
no hubieran estado totalmente en manos de la clereca, porque el
Estado convirti a todas sus instituciones en instrumento poltico
que los desvi de su verdadero fin cientfico. As y todo, los monas
terios de Korvey, lu id a y otros hicieron por el progreso de las
ciencias ms de lo que realizaron pases enteros, y en medio de
tantos yerros y confusin como fueron los de aquellos siglos, des
cuella, sin embargo, siempre inconfundible la lealtad y honradez de
la raza germana.
La mujer no se quedaba a la zaga; la laboriosidad en las tareas
domsticas, la castidad, fidelidad y honradez han sido siempre un
rasgo destintivo del sexo femenino en todos los pueblos germnicos.
Las industrias ms antiguas de estos pueblos estaban en manos de
las mujeres; tejan y hacan punto, gobernaban la servidumbre, y ;
se ocupaban del gobierno domstico aun en las clases sociales ms
elevadas; hasta la esposa del emperador cuidaba personalmente de
todo, aportando- con su inteligente administracin una consider
rabie parte de sus entradas, y si esta costumbre se conserv por
largo tiempo en algunas cortes de prncipes alemanes, no fu, por-
cierto, en detrimento del pas. Ni siquiera la religin catlica, que
rebaj en mucho el aprecio en que se tena a la mujer, pudo hacer
en este punto tantos estragos como en los. pases de las zonas ms-
templadas y trridas. Los monasterios de monjas en Alemania'nun
ca fueron pervertidores de la castidad en medida tan grande como
ms all del Rin, de los Pirineos y Alpes; por el contrario, fueron
tambin lugares donde se cultivaba la industriosidad germana de
diversas maneras. Nunca la galantera de la orden de caballeros en
Alemania se degrad a tan refinada lascivia como en las regiones,
ms calurosas y voluptuosas, pues ya el mismo clima induca a la
gente a vivir ms encerrados entre sus casas y muros, mientras otras
naciones desarrollaban sus negocios y diversiones al aire libre.
Finalmente puede gloriarse Alemania, tan pronto como fu un
Imperio independiente, de haber tenido reyes grandes o por lo
menos trabajadores y benvolos, entre los cuales figuran E n r i q u e ,
O t n y los dos F e d e r i c o cual otros tantos pilares. Qu no
hubieran realizado estos hombres de haberles tocado en suerte actuar
en una esfera ms definida y ms firmemente constituida!
Habiendo considerado los acontecimientos en detalle, echemos
una mirada de conjunto sobre la constitucin de los pueblos germ
nicos en todos los pases y reinos adquiridos por ellos. Cules han
sido los principios que los gobernaron, y cules las consecuencias
de estos principios?

VI

' CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA


ORGANIZACIN DE LOS REINOS GERMNICOS
EN EUROPA

Si la organizacin de la sociedad es la ms delicada obra de


arte del espritu y la diligencia humana, por cuanto depende com
pletamente del estado de cosas y las circunstancias de tiempo y lugar
y representa, por lo tanto, el fruto de mltiples experiencias y una
constante vigilancia, no ser aventurado suponer que una organi
zacin como era la de los germanos en el Mar Negro o en las selvas
del norte haba de surtir efectos enteramente diversos al aplicarse
entre pueblos civilizados o pervertidos por la opulencia y una reli
gin supersticiosa. Era ms fcil someter a tales naciones que gober
narlas, que gobernar a la misma gente que viva en medio de ellas.
As se explica que los reinos germnicos fundados en tales condicio
nes se desmoronaran o decayeran hasta tal punto que su historia
subsiguiente, por larga que fuese, no fu ms que la obra hecha a
remendones de una organizacin equivocada.
1. T o d a c o n q u i s t a de l o s p u e b l o s g e r m n i
c o s se o r i e n t a b a h a c i a u n a p o s e s i n c o m n de
l a p r o p i e d a d . Toda la nacin se consideraba como una sola per
sona; todo cuanto adquira le perteneca por el derecho brbaro de
guerra y deba repartirse entre todos de tal manera que siguiese
siendo .propiedad comn. Cmo conseguir esto? Los pueblos de
pastores en sus estepas, los cazadores en sus selvas, un ejrcito con su
botn, los pescadores que salen a pescar en comunidad, pueden divi
dir entre s las respectivas adquisiciones sin dejar de formar una
unidad; pero esto se hace mucho ms difcil para una nacin que se
lanza a conquistas para luego establecerse en una regin dilatada.
Cada vasallo en su propiedad recin adquirida era ahora un terrate
niente; quedaba obligado a prestar servicio militar en la guerra y
a otros servicios, pero el espritu de comunidad se perda al poco
tiempo y dejaba de frecuentar las dietas y asambleas de carcter
nacional, y hasta la movilizacin en caso de guerra, que se le haca
cargos, trataba de eludirla sustituyndola por otras obligaciones. As,
por ejemplo, sucedi bajo los francos: la dieta del llamado Campo
de Marzo ya no era concurrida por las comunas libres, quedando sus
resoluciones en manos del rey y sus ministros, mientras, por otra
parte, se haca cada vez ms difcil conseguir que se cumpliera con
la obligacin de acudir a los reclutamientos en caso de movilizacin.
El hecho de que los hombres libres descargaran sus deberes mili
tares en los caballeros pagando por ello altas remuneraciones a stos,
siempre dispuestos profesionales de la guerra, redund en una pro
funda decadencia de aqullos, decayendo la pujanza de la nacin en
el letargo como un ro cuyos mltiples brazos van perdiendo su fuerza
en el delta. Ahora bien: si un reino era atacado durante este primer
perodo de aflojamiento, qu tiene de extrao su derrumbe? Y qu
tiene de extraordinario el hecho de que tambin siii la aparicin
de un enemigo exterior, los mejores privilegios y posesiones de los
hombres libres fuesen a parar por esta va del ocio a manos ajenas
y sustitutos? La constitucin de toda la nacin estaba hecha para la
guerra o, al menos, para una forma de vida dinmica, que supona
un constante movimiento, pero no para una vida dispersa, laboriosa
y tranquila.
2. C on cada rey conquistador entraba a1
p a s u n g r u p o de n o b l e s q u e c o m o c o m p a e r o s
o v a s a l l o s, s i e r v o s o m i l i t a n t e s s u y o s e r a n r e
compensados con los t e r r i t o r i o s adquiridos.
A l principio estos feudos tenan slo validez vitalicia, pero con el
tiempo fueron hereditarios; el prncipe reparta hasta que todo que
daba distribuido y l mismo empobrecido. En la mayor parte de
estas constituciones, los vasallos chuparon la sangre a los seores
feudales, y los siervos a los amos de tal manera que en los Estados,
de vida prolongada ya no le quedaban al rey bienes que repartir,
siendo l mismo el ms pobre que haba en el pas. Si ahora se consi-
-dera que en tiempos de continuas guerras los nobles tenan que
arruinar por gravitacin propia al fundamento de la nacin, la co
muna libre, siempre que sta misma no desempease las funciones de
Tin noble, se comprende por qu pudo alcanzar tanta importancia
el laudable y en aquel entonces indispensable oficio de la orden de
caballera. Los reinos haban sido conquistados por hordas aguerri
das; quien se mantuviese por ms tiempo en este ejercicio, segua
enriquecindose hasta que no quedaba nada para ganar con el puo
y la espada. Por ltimo, el prncipe no tena nada por haberlo dado
todo en forma de feudos, y la comuna libre no posea nada porque
los libres se haban, empobrecido. o se haban convertido, a su vez,
en nobles, siendo todos los dems siervos.
3. Como los reyes deban p o r. obligacin r e c o r r e r l a
p r o p i e d a d c o m n de s u p u e b l o , o m e j o r d i
cho, e s t a r p r e s e n t e s en t o da s p a r t e s , l o que,
p o r o t r a p a r t e , e r a i m p o s i b l e , se h i c i e r o n i n
dispensables los l u g a r t e n i e n t e s , duques y c o n
d e s . Y puesto que en la Constitucin germnica los poderes legis
lativo, judicial y ejecutivo no estaban distribuidos, result prcti
camente inevitable que, con el correar de los tiempos y bajo reyes
dbiles, los lugartenientes de grandes ciudades o provincias lejanas
se hiciesen, a su vez, prncipes o strapas. Como una pieza del arte
gtico arquitectnico, su distrito contena en miniatura todo lo
que el Imperio tena en escala maye:; bastaba que se entendiesen
con las clases sociales segn las circunstancias del momento, y ya
estaba constituido de hecho el pequeo reino, aunque todava en
dependencia del Imperio. Fu as como se desintegraron Lombarda
y el Imperio Franco, que apenas si mantenan las apariencias de un
dominio imperial, y esta misma hubiera sido la suerte del reina
godo y vndalo si hubieran durado bastante. Para juntar nueva
mente estos fragmentos, cada uno de los cuales quera ser un todo,
tuvieron que afanarse todos los reinos de constitucin germnica
en Europa durante cinco siglos, y todava hoy quedan algunos que
no lograron reintegrar sus miembros perdidos. El germen de esta
desintegracin est contenido en la misma constitucin, la cual es
un plipo cuyas partes separadas viven como un todo.
4. C o m o e n l a t o t a l i d a d de e s t e c u e r p o t o
d o se b a s a b a en l a p e r s o n a l i d a d , s u c a b e z a ,
el r e y , a u n q u e sus p o d e r e s l o e r a n t o d o m e
nos i l m i a, d o s , r e p r ie s e p t a b a a t o d a |a n a 7
c i n , t a n t o . e n s u p e r s o n a c o m o en s u c o r t e .
P o r l o t a n t o , su d i g n i d a d s u p r e m a , q u e n o
d e b a s e r ms q u e u n a f i c c i n p o l t i c a , se
t r a s m i t a t a m b i n a s us v a s a l l o s , m i n i s t r o s y
s i e r v o s . Los servicios prestados al rey eran considerados como
servicios del Estado de primera lnea, ya que los que lo rodeaban,
capellanes, caballerizos mayores y senescales, deban ser a menudo
sus ayudantes y ministros en consejos, tribunales y otras ocasiones-
Por muy natural. que esto fuera en la ruda simpleza de aquellos
tiempos, result antinatural cuando estos capellanes y senescales
deban ser realmente personajes representativos del Imperio, los ms
encumbrados cargos pblicos del Estado, o acaso dignidades here?
ditarias por los siglos de los siglos. Y sin embargo, una pompa br
bara de esta ndole, que cuadra a la tienda de un Khan trtaro
pero no al palacio de un padre, presidente y juez de la nacin, es
la constitucin bsica de todo reino germnico en Europa. Lo que
haba sido simbolismo y ficcin representativa del Estado, lleg a
ser la verdad desnuda: todo el Imperio se fu convirtiendo en la
mesa, la caballeriza y la cocina del rey. Curiosa transformacin!
Que siervos y vasallos fuesen representados por estos brillantes su-
per-siervos, vaya y pase; mas no as el cuerpo todo de la nacin,
que en ninguno de sus miembros libres era siervo del rey, sino que
haba sido su asociado y compaero de armas y no poda ser repre
sentado por ninguno de su servidumbre. En ningn lado floreci
esta constitucin imperial trtara con mayor esplendor que en el
Imperio Franco, de donde fu trasplantada por los normandos a
Inglaterra y Sicilia, con la corona imperial a Alemania, de ah a
los reinos nrdicos, y desde Borgoa, finalmente, con el mximo
de magnificencia a Espaa, donde produjo por todas partes nuevos
brotes segn el tiempo y lugar. Ni griegos ni romanos, ni Alejandro
ni Augusto conocieron semejante mito de un Estado, ni hubieran
concebido que el orden domstico de un gobernante pudiese dar
la,configuracin y ser la suma de todo un Imperio; pero, en cambio,
es propia de las regiones del ro Jaik y el Yenisei una concepcin
poltica de este estilo, y en vano son la cebellina y el armio los
que adornan su herldica.
5. Difcilmente hubiera arraigado esta constitucin en Europa
de manera tan profunda y duradera, de no haber tropezado, como
ya lo vimos, con otra barbarie con la que se fusion en ntima
unin: l a b a r b a r i e d e l p a p a d o r o m a n o . Puesto que la
clereca posea en aquel tiempo todo el resto de ciencias que se
haba conservado y sin el cual no podan existir los brbaros en
estos pases que, por otra parte, no se mostraban deseosos de adqui
rirlas por su cuenta, no les quedaba otro recurso que conquistarlas,
por as decirlo, juntamente con los pases, recibiendo entre sus filas
a los obispos; y fu esto lo que sucedi. Los obispos formaron con
los nobles una alta clase social n el Imperio, y al mismo tiempo
se hacan ministros de la corte con los profanos que desempeaban
tales puestos. Como al igual que stos reciban beneficios, regalas
y tierras en calidad de feudos y saban, por diversas causas, llevar
ventaja a los seglares en muchos aspectos, no haba en el mundo
otra constitucin que fuese tan tiernamente amada por el papado
como sta. Si, por una parte, no se puede negar que el estamento
eclesistico contribuy en gran medida a suavizar las costumbres y
mantener el orden en general, no es menos cierto, por otra parte,
que la introduccin de una doble jurisdiccin y hasta de un Estado
independiente dentro del Estado, hizo tambalearse a este ltimo en
todos sus principios. No pueden concebirse, de suyo, dos cosas ms
extraas y contrarias que el papado romano y el espritu de las
costumbres germanas; aqul socav incesantemente a stas a la vez
que se apropiaba de muchas de sus peculiaridades hasta convertirlo,
por fin, todo en un caos germnico - romano. Lo que por tanto tiem
po haba sido el espantajo de todos los pueblos gemnicos, lleg a
ser lo que ms apreciaban, permitiendo que se usasen contra ellos
sus propios principios. Los bienes de la Iglesia, arrebatados al Es
tado, fueron en toda Europa una propiedad comn por la cual el
obispo de Roma velaba y maquinaba con ms energa que prncipe
alguno por su Estado. Una constitucin repleta de contradiccin y
desgraciados conflictos.
6. N i g u e r r e r o s ni f r a i l e s h a c e n p r o s p e r a r un
p a s ; y como esta constitucin cuidase tan poco de la clase social
dedicada al poder adquisitivo, orientndose, jpor el contrario, toda
ella a convertir a todo el mundo en siervos de los obispos y nobles,
se ve a las claras que con esto el Estado haba sido privado de su
resorte ms activo por largo tiempo, a saber; l a l a b o r i o s i d a d
de l o s h o m b r e s y su l i b r e y e f i c i e n t e e s p r i t u
d e i n v e n t i v a . El caballero se crea demasiado importante para
cultivar los campos, y fu, en consecuencia, decayendo. El noble y
el monasterio queran siervos, y la servidumbre nunca ha conducido
a nada bueno. Mientras no se consideraron las tierras y los bienes
como un cuerpo orgnico y aprovechable en todas sus partes y pro
ductos, sino, por el contrario, como posesin muerta e indivisible
que perteneca a la corona, a la Iglesia o al heredero de algn
noble linaje a ttulo de un inmueble que contena tambin a los sier
vos correspondientes, el recto uso de estas tierras con su verdadero
potencial de fuerzas humanas estaba obstaculizado en sumo grado.
La mayor parte de estos pases se convirti en posesin venida a
menos, a cuyas tierras vivan encadenados as hombres como ani
males bajo la dura ley de nunca poder separarse de ellas. La arte
sana y las artes iban por el mismo camino; ejercidas por mujeres
y siervos, siguieron siendo tambin en gran escala trabajo propio de
siervos. Cuando los monasterios, conocedores de su utilidad por el
mundo romano, les dieron lugar dentro de sus muros y los empe
radores les acordaron los privilegios de gremios municipales, no se
logr con esto mejorar las cosas. Cmo pueden florecer las artes
donde la agricultura est en quiebra, donde la primera fuente de
la riqueza, el trabajo independiente y lucrativo de los hombres, y
con l todas las derivaciones del comercio y a libre competencia,
han quedado obstruidos; y slo el frailuco y el guerrero son seores
ricos, propietarios y amos? Por lo tanto, de acuerdo con el espritu de
la poca, las artes no podan introducirse sino en forma de entidad
pblica (universitales), o sea, como gremios; envoltura primitiva que
entonces fu ' necesaria por razones de seguridad, pero que al mis
mo tiempo actuaba como cadena que no permita una actividad
extragremial del espritu humano. A tales constituciones debemos
que en pases cultivados desde hace siglos, todava se esgriman lu
gares comunes, y que en gremios fosilizados, rdenes y cofradas
sobrevivan todava esos antiguos prejuicios y errores que han con
servado fielmente. El espritu de los hombres se moldeaba confor
me a una herramienta de trabajo metindose, por as decirlo, en
una envoltura colectiva privilegiada.
7. De todo esto resulta que la concepcin germnica de la cons
titucin poltica, por natural y noble que fuese de suyo, aplicada a
reinos dilatados, sobre todo conquistados, con una cultura anti
gua, o acaso catlico-romanos, no pudo ser ms que un e n s a y o
a u d a z , expuesto a toda clase de abusos. Fu menester que esta
concepcin fuese largamente ejercitada, de muchas maneras exami
nada y perfeccionada por varios pueblos de sentido comn en las
regiones del norte y del sur, antes de que pudiese alcanzar alguna
consistencia. Donde se manifiesta evidentemente como la ms apta
es en pequeos municipios, en los tribunales y en todo lugar donde
se trata de la vida de palpitante actualidad. Los antiguos principios
germnicos de que cada cual debe ser juzgado por sus iguales, de
que el juez usa a sus asesores slo como consultores, de que
todo delito tiene sancin slo en cuanto sea un delito contra la
comunidad y que no por la fuerza de la letra muerta, sino a la
luz de una comprensin viviente y humana deba ser juzgado, esto,
juntamente con una serie de otros usos de la jurisprudencia, los
gremios, etctera, constituye un testimonio incontestable del esp
ritu clarividente y justo de los germanos. Tambin los principios
relacionados con el Estado, como la propiedad comn, el servicio
militar y la obligacin de defensa universal y la libertad comn de
toda la nacin, fueron grandes y nobles. Mas como requeran tam
bin a hombres que supiesen mantener unidos a todos los miem
bros, relacionarlos en la justa proporcin y vivificar el todo con una
visin de conjunto, y tales hombres no nacen conforme al derecho
de primogenitura, sucedi casi en todas partes lo que tuvo que
suceder: que los miembros de la nacin se desintegraron en la anar
qua; oprimieron a los indefensos y sustituyeron lo que Ies faltaba
de inteligencia y laboriosidad por un prolongado desorden trtaro.
Con todo, para la historia del mundo, la constitucin comn de
los pueblos germnicos ha sido, por as decirlo, la firm envoltura
dentro de la cual la cultura que restaba hall refugio de la tor
menta de los tiempos, y el espritu de comunidad de Europa se fu
desarrollando y madurando lenta y ocultamente para ejercer su in
flujo sobre todos los pases de la tierra. Por de pronto salieron a
luz grandes fantasmas, una monarqua espiritual y otra secular,
que, empero, fomentaron muy otros fines que los que haban deter- .
minado su fundacin.
LI BRO D C I MO N ON O

jp s d if c il q u e h a y a e n l a h i s t o r i a o t r a a lu s i n a l n o m b r e d e u n a
persona que tuviese efectos ms vastos que la hecha al nombre
de San Pedro, segn la cual sobre la roca de su profesin de fe deba
edificarse una Iglesia inconmovible y le seran confiadas las llaves del
reino de los cielos. El obispo que, segn se crea, estaba sentado en
la sede de Pedro y cerca de su sepulcro, supo interpretar este nom
bre de manera que le sealara a l mismo. Cuando por la coinciden
cia de varias circunstancias recibi no slo el primado de la Igle
sia cristiana ms grande, sino tambin el derecho de prescripciones
y mandatos espirituales, el poder de convocar concilios y decidir en
ellos las cuestiones tratadas, y fijar y delimitar la doctrina de la fe,
absolver de pecados reservados, conceder libertades que nadie ms
poda otorgar, en una palabra, el poder de Dios en la tierra, no
tard mucho en pasar de esta monarqua espiritual a la que era
su consecuencia, la espiritual-seculax. Como antes haba debilitado
el poder de los obispos, as ahora el de los prncipes. Otorg una
corona imperial de Occidente a cuyo reconocimiento se sustrajo por
su parte. Excomuniones e interdictos estaban en su mano temible,
con la cual eriga y reparta reinos, anatematizaba y absolva a los
reyes, quitaba el culto a pases enteros, desligaba a sbditos y va
sallos de sus obligaciones. Quit mujeres e hijos a todos sus sacer
dotes y fund un sistema que el paso de los siglos pudo conmover
pero no destruir. Un fenmeno de esta naturaleza reclama nuestra
atencin; y puesto que apenas habr regente en el mundo que tanto
tuviese que luchar por el poder como el obispo de Roma, merece,
cuado menos, que nos refiramos a l como a cualquiera otra cons
titucin estatal, sin odio ni amarguras1.
i Aunque Sarpi, Puffendorf y otros tratan muy bien ciertas partes de la
historia de. los papas, parceme, con todo, que falta todava una h istoria del todo
imparcial y pragmtica del papado. El autor de la H isto ria de la R efo rm a podra
coronar con ella su obra.
I

LA JERARQUA ROMANA

A l ver un edificio terminado, suele suponerse un plano anterior


a su construccin; mas esta suposicin se verifica raras veces tra
tndose de estructuras polticas, que son obra del tiempo. Si boy
se considera la grandeza espiritual de Roma, hasta parece dudoso
que jams se hubiera llegado a ella encaminndose a este fin en lnea
recta. Como en todos los tronos, tambin en el de Roma estuvieron
sentados obispos de muy diversa ndole. Aun para los instrumentos
ms capaces hubo pocas adversas, pero el arte poltico de esta sede,
que la condujo a la solidez y majestad, consisti precisamente en
aprovecharse hasta de los tiempos difciles, de los errores de los ante
cesores y de los mismos enemigos. Enfoquemos slo algunas de las mu
chas circunstancias de la historia, juntamente con. los principios en
que se basaba la grandeza de Roma.
Lo que ms nos dice es el nombre mismo de Roma. La vieja
reina del orbe, cabeza y corona de los pueblos, inspiraba tambin
a sus obispos a ser la cabeza de las naciones a su manera. Todas las
leyendas del obispado y martirio de Pedro no hubieran tenido en
Antioqua o Jerusaln los efectos polticos que tuvieron en la Igle
sia floreciente de la Roma eterna. Cunto encontraba a su paso
el obispo de esta ciudad antigua y venerable que deba ensalzarle
de por s! El orgullo inextinguible del pueblo romano, al que hubo
de ceder ms de un emperador, lo llevaba sobre sus hombros y le
inspir, como al pastor del primer pueblo de la tierra, la idea de
aprender en esta_ alta escuela de las ciencias y del arte poltico, a
donde se peregrinaba todava en pocas cristianas para estudiar la
'legislacin romana, y gobernar el mundo por medio de cnones y le-
t y e s a ejemplo de los antiguos romanos. Ante sus ojos estaba el es
plendor del culto pagano; y como ste en la Constitucin romana
haba estado ligado al poder supremo de mando, el pueblo esperaba
tambin su obispo cristiano que fuese el antiguo Pontifex maximus,
aruspex et augur. Acostumbrado el pueblo a triunfos, festivi
dades y ceremonias oficiales, vea con agrado que el cristianismo sa
liese de tumbas y catacumbas para hacer su entrada en templos ro-
tnanos dignos de la grandeza de Roma; y de esta manera, Roma fu
por segunda vez, a fuerza de disposiciones, festividades y usos, la
cabeza del mundo.
Desde los primeros tiempos manifest Roma su prudencia legis
lativa empendose en la u n i d a d d e l a I g l e s i a , e n 1 a
p u r e z a de l a d o c t r i n a , o r t o d o x i a , y c a t o l i c i -
d a d , sobre los cuales deba edificarse la Iglesia. En el siglo se
gundo ya se atrevi V c t o r a n o reconocer como hermanos suyos
a los cristianos del Asia si no se avenan a celebrar la Pascua, el mis
mo da que l. Parece tambin que el primer cisma entre cristianos
judos y paganos, entr en vas de arreglo por intervencin de Ro
ma, donde Pablo y Pedro conviven pacficamente en sus sepulcros1.
Este espritu de una doctrina universal se mantuvo en la sede
romana, y aunque algunos Papas apenas pudieron salvarse de la
acusacin de ser herejes, sus sucesores supieron volver las cosas al
buen camino y empuar el timn de la Iglesia ortodoxa. Nunca do
blaron la cerviz ante las herejas, por poderosas que stas fuesen y
violenta la presin que ejerciesen. Los emperadores de Oriente, los
ostrogodos y visigodos, los borgoones y lombardos eran arranos;
pero Roma permaneci catlica. Sin contemplaciones se separ, por
ltimo, de la Iglesia griega, aunque sta representaba a medio
mundo. Semejante fundamento de una pureza y catolicidad incon
movible de la doctrina que pretenda basarse en la sagrada escritura
y la tradicin, tena que lograr y sostener necesariamente el trono
de un supremo juez espiritual cuando se presentasen circunstancias
favorables.
Estas circunstancias sobrevinieron en efecto. Despus de que
el emperador hubo abandonado Italia, el Imperio fu dividido, los
brbaros lo invadieron y Roma fu repetidas veces conquistada y sa
queada, su obispo tuvo ms de una ocasin de ser su salvador. Fu
el padre de la abandonada residencia de los reyes, y los brbaros
que devastaron las maravillas de Roma teman a su pontfice m
ximo. A tila se retir; Genserico cedi; enfurecidos reyes lombardos
se postraron a sus pies aun antes de que fuese el amo de Roma.
Por largo tiempo supo navegar equidistante entre brbaros y grie
gos; conoca el arte de dividir para luego reinar. Guando la poltica
de la divisin ya no daba los resultados apetecidos, se haba prepa
rado a su catlica Francia como auxiliar; cruz los Alpes y recab
de su libertador ms de lo que haba pretendido; su ciudad episco
pal con todas las ciudades del. exarcado. Por fin Carlomagno era
emperador, y desde entonces el lema era: Una Roma, un emperador,
un Papa!, tres nombres inseparables que de ah en adelante repre
sentaran la fortuna y la desgracia de los pueblos. Las afrentas que
el obispo de Roma se permiti ya contra el hijo de su bienhechor
son simplemente inauditas; pero otras cosas peores esperaban a los
sucesores posteriores de aqul. El Papa haca de rbitro entre em
peradores, les daba rdenes, los destronaba y les arrancaba de la
cabeza la corona que crea haberles ceido. Fueron los germanos bo
i Sobre este punto volveremos en otro lugar.
nachones quienes durante trescientos cincuenta aos iban a Roma
por causa de esta corona y le sacrificaban pacientes la sangre de su
nacin; fueron ellos quienes- llevaron la soberbia de los Papas al
paroxismo. Sin un emperador alemn y el triste estado en que se
bailaba su pas, nunca hubiera habido un Hildebrando, y todava
ahora la constitucin de Alemania es un peldao para el trono de
Roma.
Como la Roma pagana se hallaba en situacin favorable para
sus conquistas, as tambin la cristiana para las suyas. Desde el Mar
Negro y el Volga venan innumerables pueblos que el obispo de
Roma tena que persignar con la cruz de la verdadera fe si preten
dan vivir en paz en regiones tan ortodoxas; y si no venan por pro
pia iniciativa, l iba en su busca. Enviaba a las naciones oraciones
e incienso, y ellas en cambio le ofrendaban oro y plata a l, y a sus
numerosos ministros regalaban agros, bosques y praderas. Pero el
ms hermoso de sus dones fu su corazn ingenuo y primitivo que
cometa ms pecados que jams haba soado y recibi de l un
catlogo de pecados para luego solicitar las absoluciones correspon
dientes. Aqu las llaves de Pedro comenzaron a funcionar y nunca
se hizo or su tintineo sin la recompensa adecuada. Qu hermosa
heredad de los clrigos eran los territorios de godos, alemanes, fran
cos, anglos, sajones, daneses, suecos, eslavos, polacos, hngaros y
prusianos! Cuanto ms tarde hicieran estos pueblos su entrada en
el reino de los cielos, ms caro era el precio que por ello tenan que
pagar, no pocas veces con sus tierras y su misma libertad. Cuanto ms
al norte o al este estuviesen situados, ms lentamente progresaba
su conversin, y tanto ms elevado el agradecimiento que deba pa
garse. Cuanto ms le costase a un pueblo avenirse a abrazar la fe,
tanto ms firmemente se adhera luego a ella. Finalmente, el apris-
feo del obispo de Roma se extenda al norte hasta Groenlandia, al
este hasta el Duina y Dniper y al oeste hasta los ms extremos pro
montorios.
El misionero de los alemans, Winfrido o Bonifacio, hizo ms
por la autoridad del Papa sobre los obispos que residan fuera de
Roma, de lo que emperador alguno hubiera podido hacer. Como
obispo en un pas de infieles, haba prestado juramento de lealtad
kl papa, que posteriormente; por persuasin y exigencia, se hizo
extensivo tambin a otros obispos, y lleg, finalmente, a ser ley en
todos los reinos catlicos. Con las repetidas divisiones de los pases
bajo los carolingios, se desmembraban tambin las dicesis de los
obispos, y el Papa hall amplias oportunidades para entrometerse
eh su gobierno. La coleccin de decretos del Seudo-Isidoro final
mente, que apareci n estos tiempos carolingios por primera vez
en pblico, probablemente en el Imperio Franco y Alemn, y al que
se atribuy autenticidad por negligencia, astucia ignorancia, con
firi a todos los abusos de fecha reciente la autoridad de usos an
tiqusimos, de suerte que este solo libro fu para el Papa ms til
que decretos imperiales. En general, la ignorancia y la supersticin
que cubran todo el Occidente, eran el ancho y profundo mar don
de Pedro echaba su red.
Donde ms se muestra la prudencia poltica de los obispos de
Roma es en el hecho de que supieran obligar a las circunstancias
ms adversas a servir sus intereses. Largamente fueron oprimidos
por los emperadores de Oriente, y a menudo tambin por los de
Occidente; y sin embargo fu Constantinopla la que primero tuvo
que reconocerles el rango de obispo universal, y Alemania cederles,
a la postre, la investidura de las clases clericales en el Imperio. Tam
bin la separacin de la Iglesia griega redund en provecho del
Papa, que dentro de ella nunca hubiera alcanzando la autoridad que
pretenda Occidente; ahora, en cambio, redobl la cohesin de su
propia Iglesia. Apareci Mahoma, y los rabes se apoderaron d
gran parte del sur de Europa; extendieron sus incursiones hasta las
cercanas de Roma y trataron de desembarcar. Pero tambin este
flagelo redund en provecho del Papa, que supo utilizar a la perfec
cin tanto la debilidad de los emperadores griegos como el peligro
que amenazaba a Europa. l mismo sali en campana como salvar
dor de Italia e hizo del cristianismo, de ah en adelante, el santo
y sea contra todos los infieles. Fu una terrible, especie de guerras
a las que poda obligar con la excomunin y el interdicto y en las
cuales no desempeaba slo el papel de heraldo, sino tambin el
de tesorero y estratega. Tambin se aprovech de la suerte de las
armas normandas contra los rabes. Les di como feudo territorios
que no le pertenecan, cubrindose de esta manera las espaldas
para dirigir su accin hacia adelante. Tan cierta es- que llega ,ms
lejos quien al principio no sabe ni para s mismo hasta dnde podr
llegar, pero sabe en cambio aprovechar, de acuerdo con norma pre
fijada, toda circunstancia que le brinda el tiempo.
Veamos, sin odios ni amor, algunas de estas normas que la cor
te romana sigui para obtener ventajas importantes.
1. E l d o m i n i o de R o m a se b as a b a e n l a f e ,
una fe destinada a promover la salvacin temporal y eterna del al
ma humana. Todo cuanto fuera apto para dirigir el alma humana
formaba parte del sistema, y de todo esto se apoder Roma. Desde
su gestacin hasta la tumba y ms all, hasta en el purgatorio es
taba el hombre en poder de la Iglesia, al qu no poda sustraerse
sin caer en irremediable desgracia. La Iglesia formaba su mente, an
gustiaba y tranquilizaba su corazn; por medio d la confesin po
sea la. clave de todos sus secretos, su conciencia y todo cuanto era
suyo. Durante toda su vida, el creyente permaneca bajo su frula
como un menor de edad, e in articulo mortis lo ligaba de pies y ca
beza para absolver con tanta mayor largueza al que se arrepintiese
y tuviese la mano abierta para dar limosnas. Esto ocurra por igual
a reyes y mendigos, hombres y mujeres. Todo el mundo, sin ser due
o ni de su razn ni de su conciencia, tena que ser dirigido, y nun
ca le faltaban dirigentes. Ahora bien, como el hombre es una cria
tura indolente que, una vez habituada a la cura de almas cristiana,
difcilmente sabe prescindir de ella, antes bien recomienda este sua
ve yugo a sus descendientes como pao de lgrimas, el imperio de
la Iglesia estaba fundado en lo ms ntimo de las almas humanas.
Habindose apoderado de la inteligencia y la conciencia de los cre
yentes, lo tena todo en su poder. No era ms que un pequeo de
talle el hecho de que cosechara valores materiales donde los haba
sembrado espirituales; entregado como lo estaba el hombre, haca
tiempo que ella haba heredado ya en vida lo que le perteneca de
ms ntimo de su ser.
2. P a r a d i r i g i r e s t a f e , l e j o s de s e r v i r s e
d e l o m s g r a n d e o i m p o r t a n t e , l a I g l e s i a e c h
m a n o d l o m s m e n u d o , d l o q u e e s t a b a al
a l c a n c e d e t o d o s , porque saba muy bien cun poca cosa
se requiere para fijar la devocin de los hombres. Un crucifijo,
una imagen de la Virgen con el nio, una misa, un rosario hacan
para sus fines mucho ms de lo que las ms sutiles especulaciones
podran haber hecho; y tambin estas herramientas las administra
ba con suma parquedad. Donde bastaba una misa, no se daba la
comunin; donde era suficiente una misa rezada, no se la cantaba;:
donde se daba el pan transubstandado no haca falta el vino tran-
substanciado. Con semejante economa ganaba la Iglesia espacio pa
ra innumerables libertades y obsequios de escaso valor, pues, me ani
mara a preguntar al ecnomo ms ahorrativo del mundo si se sien
te con fuerza para hacer con agua, pan, vino, algunas cuentas de
vidrio o madera, un poco de algodn, ungento y la cruz, ms de lo-
que la Iglesia supo hacer con estas cosas. Lo mismo ocurri con los-
formularios, oradones y ceremonias. Nunca quiso que se inventara
y ordenara en vano; las antiguas frmulas seguan en vigenda a pesar
de que para los tiempos nuevos se hubieran necesitado otras nuevas;
los devotos descendientes deban y queran ir al dlo con la mis
ma modalidad que sus antepasados. Mucho menos an se retrac
t jamas la Iglesia de un error cometido; si el hecho era demasiado
evidente, se le haca desaparecer siempre de la manera ms disi
mulada; si no, todo segua como antes y, segn las ocasiones, no
se reformaba, sino que se aumentaba. Antes de que, con ese mto
do circunspecto, el cielo estuviese lleno de santos, la Iglesia estaba
llena de riquezas y milagros. Pero ni siquiera respecto de los mi
lagros de sus santos se esforz demasiado la inventiva de sus respec
tivos narradores; todo se repite y se basa en el gran principio de la
popularidad, de lo ms fcilmente comprensible y de lo ms comn,
porque precisamente donde hay un mnimo descaro, exige fe, y
acaba por encontrarla.
3. El arte poltico romano supo conciliar el principio de las
cosas nfimas con e l m a y o r r e f i n a m i e n t o y l a m x i
m a b r t a l i d a d con tal perfeccin que difcilmente pueda, ser
superado en ambas modalidades. Nadie poda ser ms humilde, adu
lador y suplicante de lo que eran los Papas en tiempos de nece
sidad o para con los obsequiosos y bondadosos; unas veces habla por
su boca San Pedro, otras veces el ms tierno padre. Pero tampoco
hubo nadie que pudiese escribir y obrar con ms franqueza y vigor,
rudeza y dureza que ellos cuando haca falta. Nunca entran en
discusiones, sino que decretan. Una astuta audacia que persigue
su fin, ya sea rogando y suplicando, ya sea exigiendo, amenazando,
resistiendo y castigando, caracteriza el lenguaje de las bulas de la
Iglesia romana, que no encuentra casi parangn en la historia. De
ah el tono peculiar de las leyes eclesisticas, las cartas y decretos de
la Edad Media, que se distinguen de manera notable de la dignidad
de la antigua legislacin romana. El siervo de Cristo est acostum
brado a hablar a profanos o sbditos, seguro de su causa y sin
nunca dar un paso atrs. Ese sagrado despotismo adornado con dig
nidad paternal ha conseguido ms que aquella vana cortesa de
ftiles intrigas polticas, que no atrae la confianza de nadie. l,
en cambio, saba bien lo que quera y cmo hacer para exigir
obediencia.
4. E 1 a r t e p o l t i c o r o m a n o n o se d e d i c a b a
c o n p r e f e r e n c i a a n i n g n o b j e t i v o de 1 a s o
c i e d a d c i v i l , p o r q u e t e n a p o r n i c o f i n a s
m i s m o , aprovechaba todo cuanto le serva y poda destruir todo
lo que se opusiese a sus intereses, pues slo serva a s mismo. Es
natural que un Estado espiritual que viva a costa de todos los
Estados cristianos, no pudiese menos que promover ora las ciencias,
ora la morlidad y el orden, ora la agricultura, las artes y el co
mercio, segn lo peda su fin perseguido; pero toda la historia me
dieval atestigua que el papismo como tal nunca tuvo inters en
un verdadero esclarecimiento de las inteligencias o en los progresos
tendientes a un mejor orden poltico con todo lo que esto implica.
El mejor germen poda llegar a ser pisoteado en cuanto llegaba a
ser peligroso, y hasta los Papas ms ilustrados tuvieron que ocultar
su mejor comprensin de' las cosas o que acomodarlas en cuanto se
contrapusieran a los eternos intereses de la Santa Sede. En cambio,
Jo que serva a; estos intereses, ya fueran artes, usura, ciudades libres
.que perturbaban la paz, donaciones o feudos, esto se fomentaba y
administraba para la mayor gloria de Dios. No obstante tanta ac
tividad, la Iglesia se consideraba el centro inmvil del universo.
5. P a r a o b t e n e r e s t e f i n , l a d i c t a d u r a d e l
Estado p a p a l se s i r v i d e c u a l q u i e r m e d i o
t i l : guerra y espada, fuego y crceles, documentos inventados,
perjurio sobre una hostia partida, juicios de la Inquisicin e inter
dictos, deshonra y miseria, desgracia temporal y eterna. Para amo
tinar un pas contra su prncipe, se lo poda privar de todos los me
dios de salvacin excepto en la hora de la muerte; las llaves de Pe
dro eran usadas para manejar mandamientos divinos y humanos,
derechos de'pueblos y hombres.
6. Y c o m o este e d i f i c i o deba prevalecer
c o n t r a las pu e r t as del i n f i e r n o ; y este sistema
de instituciones cannicas, el poder de las llaves, es decir, de
ligar y desligar, el poder mgico de los signos sagrados, el don del
Espritu Santo que se trasmite de Pedro a sus sucesores y los que
ellos consagran, como todo esto no predica otra cosa que eternidad,
cmo concebir un reinado de mayor y ms profundo influjo? La
clase de los sacerdotes le perteneca en cuerpo y alma; con la ca
beza rapada, y votos irrevocables se hacen siervos suyos para siempre.
Indisoluble es el vnculo que une a la Iglesia y su clero; se le quita
hijos, mujer, padres y patrimonio; arrancado de cuajo del fecundo
rbol de la especie humana, es injertado en el leo seco- con las pre
tensiones de perennidad de la Iglesia; el honor de l es de ahora en
adelante el honor de ella; su provecho, el de la Iglesia; no le es
posible ningn cambio de opinin, ningn arrepentimiento, hasta
que la muerte pone trmino a su esclavitud. Pero, en cambio, la
Iglesia mostraba a estos esclavos suyos un amplio campo de recom
pensas, un extenso escalafn para ser siervos ricos con gran poder
de mando, para ser los amos de todos los libres y grandes de la
tierra.. AI ambicioso lo estimulaba con el honor, al devoto con la
devocin, y tena para cada cual lo que le atraa y recompensaba.
Tambin es peculiar de esta legislacin que, donde existe un resto
de ella, all est entera, siendo obligatorias todas y cada una de sus
mximas; porque es Pedro, la roca .sobre la cual se pesca con su
red eterna; es la tnica indivisible que hasta los guerreros echaron
en suertes, pues slo a uno de ellos poda adjudicarse.
7. Y quin era este Uno en Roma, a la cabeza de su sacro
colegio? Nunca fu un nio inerme cuyos vagidos tiernos salan
de la cuna junto a la cual se le prestaba juramento de lealtad, apro
bando de antemano todas las fantasas que podran ocurrrsele du
rante su vida futura. Nunca fu un muchacho dado a sus juegos,
cuya voluntad se tratase de ganar adulando las tonteras de su
juventud para ser ms adelante el favorito o predilecto de sus ve
leidades. Se elega a un, hombre o un anciano, casi siempre experta
en los negocios de la Iglesia y que conoca bien el campo donde di
rigir a los obreros. O tambin era un pariente prximo de los prn
cipes de su poca y se le elega slo para salvar una dificultad del
momento. Slo pocos aos de vida le quedaban por lo comn, y no-
tena descendientes para quienes robar con aparicencias de legalidad.
Pero aun cuando as lo hiciera alguna vez, no era casi nunca cosa
que valiese la pena mencionar, considerando el conjunto del ponti
ficado cristiano*. Los intereses de la Santa Sede eran continuos, mien
tras que el anciano experimentado slo era puesto para firmar con
su nombre lo que se haba hecho. Algunos Papas sucumbieron a la
carga; otros, empero, hombres jurisperitos, astutos polticos, audaces,
y constantes, hicieron ms en pocos aos que lo que un rgimen,
dbil puede realizar en medio siglo. Una larga lista de nombres
debera enumerarse aqu para mencionar tan slo los Papas ms-
nobles, dignos y grandes, de quienes uno lamenta que no hayan
podido estar al servicio de otra causa. En la sede romana se en
cuentran muchos menos afeminados lascivos que en los tronos de
-prncipes seglares; y en algunos de ellos sus defectos llaman la aten
cin solamente por el hecho de haber sido Papas.

II

LOS EFECTOS DE LA JERARQUA EN EUROPA

Ante todo, hay que hacer mencin del bien que el cristianismo
tuvo que obrar por su naturaleza, cualquiera que fuese su -forma
externa.. Compasivo para con los pobres y oprimidos, los tom bajo
su proteccin durante las salvajes irrupciones de los brbaros. Mu
chos obispos en Galia, Espaa, Italia y Alemania se mostraron en
este punto como santos.- Sus casas y los templos se convirtieron en
un refugio de los perseguidos; rescataban a los esclavos, libertaban
a los secuestrados y ponan coto a la repugnante trata de hombres-
de los brbaros donde podan y saban que existiese. No se le puede
menoscabar al cristianismo el honor de haber sido benigno y gene
roso para con la parte oprimida del gnero humano; desde sus pri
meros tiempos trabaj por la salvacin de los hombres, como lo de
muestran ya varias leyes, aun las que no revisten carcter poltico,,
de los emperadores de Oriente. En la Iglesia occidental se poda
prescindir todava menos de esta actividad benfica, y es. as como-
muchos decretos episcopales de Espaa, Galia y Alemania la ates
tiguan, aun sin ninguna intervencin papal.
Tambin es innegable que en los tiempos de inseguridad gene-
ral, los templos y monasterios fueron sagrados refugios de callada
laboriosidad, del comercio, la agricultura, las artes y oficios. Fue
ron clrigos los que instituyeron las ferias anuales que en su honor
se llaman Misas 1 hasta el da de hoy, y para las cuales, si no
bastaban decretos imperiales y reales, conseguan la tregua de Dios.
Artistas y artesanos vivan al amparo de los monasterios, donde
buscaban refugio ante los nobles, que pretendan reducirlos a todos
a la servidumbre. Los monjes promovan la agricultura por sus pro
pias manos y ls ajenas; fabricaban lo que necesitaban para su
propio uso monstico o daban lugar a cierta industria monstica
aunque con espacio y remuneracin reducidos. En los monasterios
se salvaron tambin los manuscritos de los escritores antiguos que,
copiados aqu y all, se conservaron para la posteridad. Por medio
del culto, finalmente, se mantuvo cierto vnculo con la lengua la
tina, sea cual fuese su pureza, el cual, posteriormente, haba de
Conducir nuevamente a la literatura antigua, y desde all fomen
tara el progreso de la ciencia. Tiempos as necesitan muros de
monasterios que brinden tambin a los peregrinos seguridad y pro
teccin, comodidad, alimento y estada. Mediante viajes de esta
clase se establecieron los primeros vnculos pacficos entre los pases,
porque el bculo de peregrino prestaba proteccin donde ni la es
pada poda ofrecerla. Tambin contribuyeron estos viajes a la
formacin de los primeros conocimientos de pases extraos con sus
leyendas, narraciones, novelas y poesas, aunque en forma primitiva.
Todo esto es verdad y no puede negarse; mas como muchas de
estas cosas podan hacerse tambin sin la intervencin del obispo
de Roma, veamos ahora qu provecho aport propiamente su su
premaca espiritual a Europa.
1. L a conversin de m u c h o s p u e b l o s p a
g a n o s . Pero de qu manera se los converta? A menudo a san
gre y fuego, con tribunales secretos y guerras de extincin. No se
argument contra esto diciendo que el obispo de Roma no hubiese
promovido estas guerras; las aprob, goz de sus frutos y tambin
las imit cuando se le ofreca la ocasin. De ah esos juicios contra
herejes que se acompaaban con el canto de salmos, aquellas cru
zadas qe tambin tenan una finalidad misionera y cuyo botn
se dividan el Papa y los prncipes, las rdenes, los prelados, can
nigos y sacerdotes. Los que no haban sido muertos, fueron redu
cidos a la servidumbre en la que viven, en buena parte, todava
hoy. Es as como se fund la Europa cristiana; se constituan los
reinos y el Papa los bendeca y consagraba, y en tiempos posteriores
la cruz de Cristo era llevada a todas partes del mundo, convertida
en signo mortfero. En Amrica, la sangre de sus habitantes asesi
i M esse" (misa) es el nombre que los alumnos dan a las ferias (N. del T.).
nados todava dama al cielo, y en Europa los pueblos reducidos a
la servidumbre maldicen todava hoy a quienes los convirtieron. Y
vosotras, vctimas innumerables de la inquisicin en el sur de' Fran
cia, Espaa y otros Continentes: vuestra ceniza se dispers, vuestros
huesos se pulverizaron; pero la historia de los horrores cometidos
contra vosotros permanece como eterna acusadora contra quienes
afrentaron en vosotros a la humanidad.
2. Se suele atribuir a la jerarqua el mrito de h a b e r u n i
d o a l o s p u e b l o s de E u r o p a en u n a r e p b l i c a
c r i s t i a n a . Mas en qu habra consistido sta? El hecho de que
todas las naciones se arrodillasen ante una misma cruz y asistiesen
a la misma misa, sera algo, pero no mucho. Que todas ellas fuesen
gobernadas desde Roma en los asuntos espirituales, para estos pa
ses lo fu todo menos provechoso, porque los tributos que haba
que pagar a Roma y el incontable ejrcito de monjes, clrigos,
nuncios y legados era una pesada carga. La paz entre las potencias
europeas reinaba en aquel entonces menos que nunca, entre otras.
causas, tambin por el sistema poltico errado que precisamente el
Papa perpetuaba en Europa. El cristianismo puso coto a la pira
tera pagana en los mares; pero, en cambio, poderosas naciones
cristianas chocaban duramente entre ellas, y cada una estaba su
mida en una confusin interna y animada de un espritu de rapa
cidad espiritual y temporal. Era cabalmente este dominio doble
de un Estado papal dentro de todos los Estados lo que no permita
que ningn reino se basase en sus propios principios, los cuales
afloraron slo cuando se hubieron liberado de la supremaca del
Papa. Por lo tanto, Europa solamente se mostr repblica cristiana
frente a los infieles, y tambin all pocas veces para gloria suya,
pues, por lo que a las cruzadas se refiere, apenas un poeta de epo
peyas sabe arreglrselas para hallar en ellas hazaas gloriosas.
3. Entre las glorias de la jerarqua suele contarse q u e f u
u n c o n t r a p e s o a 1 d e s p o t i s m o de l os p r n c i p e s
y 1a n o b l e z a y a y u d a l e v a n t a r s e a las clases
h u m i l de s . Por cierto que esto sea, hay que afirmarlo, em
pero, con grandes restricciones. El despotismo era tan contrario a
la constitucin original de los pueblos germnicos que antes cabe
sostener que los reyes lo aprendieron de los obispos, si es que esta
enfermedad psquica puede aprenderse. Fueron obispos quienes,
a base de sus escritos abusivamente interpretados, de Roma y de
los principios que regan a su propia clase social, introdujeron en
las leyes y la educacin de los pueblos los conceptos orientales
o monsticos de la ciega sumisin bajo la voluntad del supe
rior. Fueron ellos quienes dieron al cargo d regente el carcter
de ociosa dignidad y consagraron su persona con la uncin de
derechos divinos y privilegios arbitrarios. Casi siempre fueron cl
rigos aquellos de quienes se .servan los reyes para fundar su poder.,
desptico; satisfechos aqullos con. donativos y privilegios, no tenan
escrpulos en sacrificar libertades ajenas. Y no fueron acaso en
primer lugar los obispos quienes precedieron aun a los prncipes
seglares en la ampliacin de- su poder y sus. privilegios, o,, por lo
menos, siguieron celosamente su ejemplo? No fueron precisamente
ellos quienes consagraron la posesin del botn injustamente adqui
rido? El Papa, finalmente, como juez supremo, de los reyes y dspota
de los dspotas fundaba.sus sentencias en el derecho divino.. En tiem
pos de los emperadores carolingios, francos y suabos procedi con
una arrogancia que un seglar no se hubiera podido permitir sin ser
objeto de la desaprobacin general, y la sola vida del emperador
Federico II, de la casa de los suabos, desde su tutela bajo el Papa
jurisperito ms eminente hasta su propia muerte y la de su nieto
Conradino, srva de compendio de todo cuanto puede decirse acerca
del cargo de juez supremo que ejercan los Papas sobre los prncipes
de Europa. Y a.no puede lavarse la sangre de esa dinasta de la
sede apostlica. A qu alturas tan vertiginosas conduce el ser juez
supremo de la cristiandad por encima de todos los reyes y pases
de Europa! Gregorio VII, que ciertamente no fu hombre de talla
comn, Inocencio III y Bonifacio VIII, dieron de ello pruebas
elocuentes. ,
4. Son un hecho innegable l a s g r a n d e s i n s t i t u c i o
n e s de l a j e r a r q u a en t o d o s l os p a s e s c a
t l i c o s ; y posiblemente las ciencias se hubieran empobrecido
del todo de no haber sido alimentadas con las migajas que cayeron,
aunque escasamente, de ese festn de santos. Pero tambin sobre este
punto es menester no errar respecto del espritu que informaba el
pasado.. La intencin principal de ningn benedictino no fu jams
cultivar las tierras, sino la devocin monstica. Cuando no tena
permiso para seguir trabajando, cesaba al punto en su tarea, y
cuntos bienes de los que adquira fueron a parar a Roma o a
otros lugares indebidos! A los tiles benedictinos siguieron una se
rie de otras rdenes que fueron de crecida utilidad para la jerar
qua, pero una pesadsima carga para las ciencias y artes, el Estado
y la humanidad toda; me refiero, especialmente, a las rdenes men
dicantes. Todas ellas, juntamente con las monjas de todas las es
pecies. (con la sola excepcin, tal vez, de las hermanas y hermanos
de la caridad), slo tienen cabida en aquellos tiempos duros, os
curos y brbaros. A quin se le ocurrira hoy da fundar un mo
nasterio segn la regla benedictina para que cultive los agros, o
construir una catedral para que en ella se celebren las ferias anua
les? Quin quisiera aprender las teoras mercantiles de unos mon
jes, el mejor sistema poltico del obispo de Roma, o la mejor orga
nizacin de las escuelas del escolstico ordinario de un colegio mo-
nstico? En aquel entonces, en cambio, todo cuanto sirviese, aun-;
que slo fuese secundariamente y de rechazo, a la ciencia, la mora
lidad, el orden y la beneficencia, tena un valor incalculable.
Mas no se le ocurra a nadie contar entre estos valores-ios for
zados votos de continencia, ocio y pobreza monstica, - y esto en
ninguna poca y bajo ningn partido religioso! Estas cosas eran
indispensables a la Santa Sede para d ejercicio de su supremaca;
tena que arrancar de cuajo del mundo a los siervos de la Iglesia
a fin de que slo viviesen para el Estado de la Iglesia; pero jams-
fueron adecuadas a la humanidad, ni fructferas. Dejemos que viva
en el celibato, mendicando y cantando salinos, flagelndose y reci
tando rosarios a quien pueda y quiera; pero quin puede alabar y
aprobar que se fomenten gremios de esta ndole con la proteccin
pblica y hasta bajo el sello de la santidad y un mrito sobreabun
dante, a costa de la industriosidad diligente y provechosa, a expen
sas de la fundacin de una familia honrada y las aspiraciones e ins
tintos de nuestra naturaleza, enriquecindolas, encima de todo, con
privilegios, prebendas y. entradas perennes? A Gregorio VII no le
importaban nada los suspiros amorosos de las monjas neurastnicas,
los caminos ocultos de los frailes, los pecados escondidos y pblicos
de los clrigos, ni los matrimonios por ellos injuriados, las herencias
acumuladas en manos estriles, la desmedida ambicin de esa casta
sagrada y exclusivista, ni todas las otras perturbaciones que de ah
deban originarse; pero en el libro de la historia aparecen sus con
secuencias con claridad meridiana.
5. Por consiguiente> no cantaremos tampoco las alabanzas de
las p e r e g r i n a c i o n e s de santos haraganes; donde ho sir
vieron en forma solapada al comercio o directamente para la ob
tencin de noticias, contribuyeron al conocimiento de pases y pue
blos slo de manera muy imperfecta y accidental. Naturalmente,
significaba no poca comodidad hallar bajo el sayal sagrado del
peregrino seguridad por doquier, reposo y alimento en monasterios
hospitalarios, compaeros de viaje en todos los caminos, y final
mente, a la sombra de un templo o sagrario el consuelo y las indul
gencias apetecidas. Pero considerando la cruda verdad que late
bajo tan beatfica ilusin, se ve a menudo delincuentes que visteo
el sayal sagrado y quieren expiar con una romera placentera algn
crimen grave; se ve tambin a devotos desequilibrados que aban
donan o distribuyen su casa y sus campos renunciando a las obliga
ciones primarias de su estado o de la humanidad como tal, para se
luego, por el resto de su vida, hombres depravados, medio locos,
necios arrogantes o lascivos. La vida de los peregrinos pocas veces.,
fu una vida santa, y los dispendios que en sus lugares principales
de peregrinacin originan a algunos reinos todava ahora, signi
fican un verdadero robo del patrimonio de la nacin. El mero-.
hecho de que esa enfermedad devota de peregrinar hacia Jerusaln
haya producido, entre otras cosas, tambin las cruzadas, dado ori
gen a varias rdenes religiosas y despoblado a Europa miserable
mente, esto slo es ya un suficiente testimonio en contra; y donde
sirvieron de pantalla a misiones, no tenan stas, ciertamente, un
verdadero bien como ltimo fin.
6. Por ltimo, el v n c u l o que uni indiscutiblemente a
todos los pases catlico-romanos, l a l e n g u a l a t i n a ecle
s i s t i c a , ofreca tambin sus reparos. No slo que por su causa
los idiomas nativos que posean los pueblos de Europa, y en conse
cuencia los pueblos mismos, se mantuvieron en un estado primitivo,
sino que, entre otros efectos, el pueblo fu defraudado en la ltima
participacin que le corresponda en las discusiones pblicas, por
no saber latn. Junto con la lengua verncula se desplazaba cada
vez buena parte del carcter nacional de los negocios de la nacin,
mientras que, por otra parte, con el latn monstico se infiltraba
tambin ese devoto espritu monjil que, llegada la ocasin, saba
adular, engatusar y tambin falsificar. El hecho de que las actas
de todas las naciones europeas, sus leyes, decretos, testamentos, ins
trumentos de compraventa y enfeudacin, y finalmente la misma
historia de la nacin se escribiesen por tantos siglos en latn, puede
haber sido muy til al clero y a los sabios, pero slo result per
judicial para las naciones mismas. Slo mediante el cultivo de la
lengua patria puede un pueblo salir de la barbarie, y si Europa
sigui siendo durante tanto tiempo un Continente brbaro fu,
no en ltimo lugar, porque durante casi un milenio una lengua
extranjera desplaz al rgano de comunicacin que era connatural
a sus habitantes, quitndoles hasta los restos de sus monumentos
propios e imposibilitando por un perodo tan prolongado todo c
digo legislativo nacional y toda constitucin e historia nacional pe
culiares. nicamente la historia de Rusia se funda en monumentos
de lengua verncula, precisamente porque el Estado qued ajeno a
la jerarqua del Papa romano a cuyos emisarios no quiso recibir
Vladimiro. En todos los dems pases europeos, el idioma de los
monjes desplaz todo cuanto pudo desplazar y si merece algn elo
gio no puede ser otro que el de un estrecho puente pasando por el
cual la literatura de la Antigedad pudo salvarse en espera de tiem
pos mejores.
A disgusto he escrito estas restricciones de las alabanzas que me
rece la Edad Media; tengo plena conciencia del valor que muchas
instituciones de la jerarqua tienen todava hoy para nosotros y no
s me' ocultan las penurias en medio de las cuales fueron fundadas
e aquella poca, como tambin me siento a gusto en la penumbra
espeluznante de sus venerables institutos y edificios. Como un tosco
recipiente destinado a conservar las tradiciones a travs de la tor
menta de la invasin de los brbaros, fu de inapreciable valor y
atestigua tanto la energa como la prudencia de quienes le . infun
dieron lo que tiene de bueno; pero difcilmente podr aspirar a
adquirir un valor positivo y permanente para todos los tiempos,
pues el destino de la cscara es reventar en cuanto el fruto haya
alcanzado su madurez.

III

LOS PROTECTORADOS SEGLARES DE LA IGLESIA

A l principio, los reyes de los pueblos y tribus germnicos eran


jefes militares elegidos, presidentes de la nacin y sus jueces supre
mos. Cuando luego los obispos los ungieron, fueron reyes por de
recho divino y protectores de la Iglesia de su pas. Cuando el Papa
coronaba al emperador del Sacro Imperio Romano, le nombraba en
cierto modo su coadjutor; el Papa era el sol, el emperador la luna,
los dems reyes astros en el firmamento de la Iglesia catlica. Ese
sistema basado en la oscuridad, slo se haca visible donde amane
ca; pero en cambio muy pronto se hizo sentir. Ya el hijo de Car
lomagno depuso la corona por orden de los obispos y no quiso
volver a aceptarla sino por nueva orden de ellos. Bajo sus sucesores
se reiter varias veces el pacto segn el cual los reyes deban con
siderar a los estamentos clericales y seglares como ayudantes en los
negocios de la Iglesia y del Estado. El Seudo-Isidoro, finalmente,
hizo universal el principio de que el Papa, en virtud de su poder
de atar y desatar, estaba facultado para excomulgar a reyes y prn
cipes y declararlos inhabilitados para el gobierno. En particular,
el Papa se arrogaba amplios derechos sobre la corona del emperador
romano, los cuales le eran reconocidos. Enrique de Sajonia se llam
solamente rey de Alemania hasta que el Papa le ofreci la corona
romana de emperador; Otn y sus sucesores hasta Federico II, la
recibieron de sus manos convencidos de haber recibido un privi
legio, cuando no una especie de supremaca sobre todos los reyes de
la cristiandad. Ellos, que a menudo no daban abasto para admi
nistrar su Imperio Alemn, tomaban a mal que se dispusiera de
alguna parte del Imperio Bizantino sin que la enfeudacin proce
diese de ellos o contara con su aprobacin; hacan la guerra a los
paganos e instituan a los obispos en los pases de los mismos. As
como el Papa cre a un rey cristiano en Hungra, as el primer
prncipe cristiano de Polonia fu feudatario del Imperio Alemn,
y muchas guerras se llevaron de ah en adelante, a causa de esta
dependencia feudataria. El emperador Enrique II, recibi del Papa
l globo imperial de oro como insignia de que le perteneca el orbe;
y Federico II fu excomulgado porque aplaz la cruzada que se le
quera imponer. Un concilio lo destituy, el Papa declar vacante
el- trono imperial al cual degrad de tal manera que ningn prn
cipe extranjero quera aceptar la corona. Como se ve, el sol cris
tiano aconsej de mala manera a su luna imperial, pues, de tanto
proteger a la cristiandad llegaron los emperadores alemanes final
mente a no saber cmo protegerse a s mismos. Su deber era re
correr el Imperio, convocar dietas y tribunales, conceder feudos,
cetros y coronas segn se lo mandase el Papa, mientras ste
resida en el Tber y gobernaba el mundo por legados,'bulas e
interdictos. No hay reino catlico en Europa que no haya tenida
la misma concepcin de su rey como protector de la Iglesia bajo la
supremaca del Papa, y durante un perodo considerable fu ste el
derecho poltico comn de Europa1.
Toda la organizacin interna de los Imperios no poda, pues,
orientarse sino de acuerdo con esa concepcin, porque la Iglesia no
estaba en el Estado, sino el Estado en la Iglesia.
1. Como por todas partes las clases sociales del Imperio se
dividan en clrigos y seglares, las costumbres ms importantes re
lacionadas con el Estado, la caballera y los feudos tuvieron que
llevar en cierta manera el sello de la Iglesia. En las festividades,
los emperadores desplegaban el esplendor de su corte; su corona
cin tena lugar en los templos; su juramento se prestaba sobre el
evangelio y las reliquias, su vestido era un ornato sagrado, y sagrados
eran su corona y su espada. Ellos mismos eran considerados, a
causa de su dignidad, como ministros de la Iglesia y gozaban de
los privilegios del estado eclesistico. Poco ms o menos todos los
actos solemnes del Estado estaban ligados con la misa y la religin.
La primera espada que reciba el paje era consagrada en el altar,
y cuando con el tiempo la dignidad de caballero adquiri la solem
nidad de una orden religiosa, una tercera parte de sus ritos tenan
carcter religioso. En esta orden, la devocin, se combinaba con el
honor y el amor, porque el supuesto fin de todas las rdenes de ca
ballera era poner la espada al servicio de la cristiandad y de la
virtud e inocencia injuriadas. Desde tiempo atrs, Cristo y los
apstoles, la madre de Dios y otros santos, haban sido patronos de
la cristiandad, de todas las clases sociales y cargos, determinados
gremios, iglesias, abadas, castillos y linajes; pronto sus imgenes se
convirtieron en insignias de guerra, banderas, pendones y sellos,
i Leibniz toc esta idea en varios de sus escritos y la utiliz todava en
ocasiones en su sistema histrico. La Historia de la evolucin de la constitucin
poltica alemana de Ptter la expone compendiosamente; en los tiempos ms
antiguos todos los estadistas que reivindicaban pretensiones o privilegios del
Imperio Alemn, la esgrimieron a su manera.
sus nombres fueron grito de guerra, el santo y sea. Durante la
lectura del evangelio se tocaba la espada, y se iba a. la batalla ai
canto del Kyrie eleison. Todas las costumbres nacidas de esa men
talidad preparaban aquellas guerras contra herejes, paganos e. in
fieles, de tal manera que en un momento dado no haca falta ms
que una convocatoria grandilocuente con promesas e insignias sa
gradas para que Europa saliese como un solo hombre contra sarra
cenos, albigenses, eslavos, prusianos y polacos. Hasta fu posible
juntar los extremos de monje y caballero en la curiosa figura de una
orden espiritual de caballera, pues en determinados casos obispos,
abades y hasta Papas confundieron el bculo de pastor con la
espada.
Un breve ejemplo de estas costumbres nos lo brinda la funda
cin recientemente mencionada del reino de Hungra por obra del
Papa. Durante largo tiempo, el emperador y el Imperio haban de
liberado cmo hacer para pacificar a los hngaros tantas veces derro
tados. El nico medio que se ofreca era el bautismo, y cuando ste
pudo aplicarse despus de prolongados esfuerzos, al promover San
Esteban, rey educado en el cristianismo, la obra de la conversin, le
fu enviada una corona apostlica (probablemente robada a los
Avaros) y la sagrada lanza (una maza hngara) y el parazonio de
Esteban para proteger y propagar la Iglesia por los cuatro confines
de la tierra, el globo ureo del Imperio, las quirotecas episcopales
y el pectoral. Fu declarado legado del Papa y no dej de fundar
un convento de cannigos en Roma, un monasterio de monjes en
Constan tinopla, hospitales en Ravena y Jerusaln, as como hospi
cios y asilos, hacer pasar las peregrinaciones por su pas, llamar a
sacerdotes, obispos y monjes de Grecia, Bohemia, Baviera, Sajonia,
Austria y Venecia, erigir el archiconvento de Gran junto con una
serie de otras sedes episcopales y monasterios e introducir a los
obispos como estamentos del reino obligados a participar en las
guerras. Promulg una legislacin cuya parte espiritual estaba to
mada de capitulares de Occidente, especialmente francos, y, decretos
del concilio de Maguncia, legndola a la posteridad como carta
magna del nuevo reino cristiano. Tal fu el espritu de la poca;
toda la constitucin de Hungra, las relaciones sociales y el destino
de sus habitantes se basaban ahora en este fundamento, y con pe
queas diferencias debidas a tiempos y lugares, ocurri lo misma
en Polonia, Npoles y Sicilia, en Dinamarca y Suecia. Todo nave
gaba en el mar de la Iglesia; una borda de la nave era el sistema
feudal, la otra el podero episcopal, el rey o emperador la vela, y
el Papa estaba sentado en el timn y marcaba el rumbo.
2. En.todos los reinos, la administracn de la justicia era neta
mente catlica. Las costumbres y estatutos de los pueblos tuvieron
que inclinarse ante los decretos papales y los concilios, y todava
cuando se iba imponiendo el derecho romano, le preceda el derecho
cannico. No se puede negar que con todo esto se limaba la bruta as
pereza de los pueblos, pues al dignarse la religin a consagrar hasta
los desafos judiciales o sustituirlos por el juicio de Dios, limitaba
su nmero y diriga la supersticin por lo menos por cauces menos
perjudiciales1.- Abades y obispos eran los jueces divinos y de paz en
la tierra; clrigos eran casi siempre los secretarios de los tribunales,
los autores de las leyes, decretos y capitulares, y a menudo tambin
los embajadores del Estado en los asuntos de gran trascendencia.
La autoridad de que haban gozado entre los paganos nrdicos
dentro del poder judicial, se haba conservado despus de introdu
cido el cristianismo, hasta que mucho ms tarde fueron reemplazados
por los doctores en derecho. Monjes y confesores fueron frecuente
mente el orculo de los prncipes, y San Bernardo fu el orculo
de Europa en la mala causa de las cruzadas.
3. El precario arte m d i c o del medioevo, si no era ejercido
por judos o rabes, estaba en manos del estamento clerical, y en
consecuencia, entremezclado con supersticin como lo haba estado
entre los paganos nrdicos. El diablo y la cruz, reliquias y frmulas
de conjuros, desempeaban all un gran papel, porque las verda
deras ciencias naturales haban desaparecido de Europa con excep
cin de unas pocas tradiciones. De ah que tantas enfermedades
asolaran pases enteros con furor de epidemias bajo los nombres de
lepra, peste, muerte negra, baile de San Vito, etctera; nadie les
pona coto porque nadie las conoca ni saba emplear los medios
indicados para combatirlos. La falta de limpieza en los vestidos,
la escasez de lienzo, las habitaciones estrechas y la fantasa obnu
bilada por la supersticin, no podan sino fomentarlas. Esto s que
hubiera sido una obra de proteccin: que toda Europa al mando
del emperador, del Papa y la Iglesia, se hubiera unido contra tales
epidemias como verdaderas obras del diablo para no dejar en sus
pases viruelas, pestes ni la lepra; pero en vez de hacerlo as, se las
dejaba venir y descargar todo su furor hasta que el veneno se haba
eliminado a s mismo. Las pocas disposiciones que se tomaron,
empero, se deben tambin a la Iglesia; se las realizaba como obras
de misericordia ya que no se saba practicarlas como arte2.

i La benfica influencia de la supremaca clerical para el apaciguamiento del


mundo de entonces, tan poco pacfico, tambin con miras al cultivo de las tierras,
nadie lo demostr mejor, que yo sepa, ni de modo ms pragmtico que Johann
Mller en su Historia de Suiza. Este lado nunca puede desconocerse, bien que
slo es un aspecto de la cuestin.
" La historia de las viruelas, la peste, la lepra, etc., se conoce por los escritos
de varios mdicos hbiles, que hicieron propuestas para el exterminio de estos
males y, en parte, consiguieron su realizacin. En la Historia de las ciencias en la
provincia de Brandeburgo de Mohsen se encuentran interesantes informaciones
y anotaciones sobre el arte mdico y las obras de sanidad de la Edad media.
4. L a s c i e n c i a s no existan propiamente en- el. Estado, sino
ms bien en la Iglesia; lo que. sta juzgaba oportuno se enseaba,
y en el mejor de los casos, se escriba. Toda la enseanza era impar
tida por escuelas conventuales, y, en consecuencia, remaba una
mentalidad monjil en los pocos frutos que produca el espritu en
aquellos tiempos. Hasta la historia no se escriba para el Estado sino
para la Iglesia, porque haba muy pocos fuera de los clrigos que se
dedicaran a la lectura, por lo cual tambin los mejores escritores
medievales tienen rasgos de clericalismo. Las leyendas y novelas,
lo nico que produca el ingenio de los hombres de aquella poca,
se movan en una esfera angosta, porque pocos escritos de la Anti
gedad estaban en uso; por lo tanto, haba pocas ideas en que inspi
rarse, a la vez que las concepciones que suministraba el cristianismo
de entones, qudaban pronto agotadas. stas no toleraban una
mitologa potica, de suerte que unos pocos rasgos de la historia
antigua, fbulas de Roma y Troya entremezcladas con los hechos de
tiempos ms recientes formaban toda la primitiva contextura del
arte potico medieal. Tambin cuando la poesa comenzaba a en
trar en la lengua verncula, se comenz por temas espirituales que
se mezclaban de manera estrafalaria con leyendas de hroes y caba
lleros. Por lo dems, ni el Papa ni el emperador se preocupaban de
la literatura como medio del progreso intelectual, con la sola excep
cin de la ciencia jurdica que les era indispensable para justificar
sus respectivas pretensiones1. Un Papa como Gerberto (Silvestrell),
que amaba las ciencias como conocedor, era un caso inslito, una
rara avis; el lastre de las ciencias monsticas llenaba la nave de
Pedro.
5. De la misma manera, se mantena tambin en las a r t e s
solamente lo poco que era indispensable para iglesias, castillos y to
rres. El llamado arte gtico arquitectnico est tan ntimamente
ligado al espritu de la poca, religin, estilo de vida, necesidades de
los contemporneos y clima, que su desarrollo sigui el mismo ritmo
peculiar y peridico que el clericalismo, la orden de caballera, la je
rarqua y el sistema feudal. De las artes menores slo se conserv y
perfeccion lo que perteneca al adorno de las armas de los caba
lleros, el ornato y uso de las iglesias, castillos y monasterios; eran
sus productos labores de taracea, obras de talla, ventanales y vidrie
ras pintadas, monogramas, imgenes de los santos, alfombras, reli
carios, custodias, copones y clices. Tales fueron los objetos, sin ex
ceptuar la msica litrgica y la corneta de caza, de donde arranc el
i Las contadas excepciones que hubo de esta triste verdad, las indicaremos
en el libro siguiente; aqu slo se trata del espritu de la poca.
renacimiento de las artes en Europa. Qu origen tan distinto del
que haba tenido en Grecia!1
6. El clericalismo y el feudalismo que lo informaban todo en
Europa, imprimieron tambin sus caractersticas a la i n d u s t r i a
y el c o m e r c i o . La ms noble obra protectora de los empera
dores y reyes fu, sin duda alguna, que sustrajeran a las ciudades a
la rapia y a los artistas y artesanos a la servidumbre, que prote
gieran y fomentaran la libre competencia y el comercio mediante
derechos, libertad de impuestos, la tregua de las ferias y salvocon
ductos; que trataran de exterminar la ley marcial brbara y liberar
de otras pesadas cargas al ciudadano til de las ciudades y tierras, y
la Iglesia contribuy a esta obra de manera meritoria 2. Pero la idea
avanzada de Federico II de abolir en sus ciudades todos los gremios
y cofradas, se adelant a su poca como tantas otras ideas de este
espritu progresista. Todava se necesitaban fuerzas coaligadas don
de, como en la orden de caballera y los monasterios, muchos for
maban una unidad y llevaban hasta al aprendiz del nfimo gremio
por un escalafn anlogo al que rega para el fraile en su monasterio
y el guerrero en la milicia. All como ac todo ascenso iba acom
paado de solemnidades semejantes, y el espritu de sociedades y
gremios se infiltraba hasta en el comercio. Sus uniones ms impor
tantes, la misma Hansa, nacieron de las cofradas de mercaderes que
al principio recorran los pases como peregrinos. Las penurias y
los peligros en mar y tierra iban dando mayores alcances a esta
unin, hasta que finalmente, bajo la proteccin de la cristiandad de
Europa, se form una r e p b l i c a m e r c a n t i l tan difundida
como no haba habido otra en el mundo. A la manera de los gre
mios se organizaron posteriormente tambin las universidades; ins
tituciones gticas son stas que ni los orientales ni griegos o roma
nos haban conocido, pero que, como los institutos de los monaste
rios y la orden de caballera, fueron indispensables a su poca y tiles
por la conservacin de las ciencias para todos los tiempos. Tambin
se form durante la Edad Media una propia y peculiar v i d a u r
b a n a , muy diversa de los municipios de los romanos, y basada en
la libertad y seguridad de acuerdo con principios germnicos, la
* Una historia de las artes medievales, particularmente del .llamado arte
arquitectnico gtico, en sus diversos perodos, sera una obra digna de ser leda;
como trabajo preparatorio podra servir uua seleccin de disertaciones de inters
especial de la Sociedad Britnica para las Antigedades.
2 Ya cit como coleccin de investigaciones interesantes la Historia del co
mercio germnico de Fischer; con esta obra y algunas otras de tiempos- ms recien
tes se van acumulando materiales para tina historia general del comercio y la
navegacin, de otro carcter que la aparecida en Breslau 1754/y mejor que la que
pudo ofrecer Andersen en su discreta Historia del comercio. Tambin sera de
desear una historia de las artes, industrias y oficios, gremios, ciudades y justicia
municipal de la Edad Media.
cual produjo ndustriosidad, artes y alimentos dondequiera que fue
ra posible. Naturalmente, lleva impresas las huellas de su primitiva
opresin por parte de la nobleza, el clero y el prncipe, pero fu un
factor de gran eficiencia para la cultura de Europa. En una pala
bra, lo que pudo desarrollarse bajo la estrecha bveda de la jerar
qua, el feudalismo y los protectorados, se desarroll; slo una cosa
pareca faltar a este firme edificio de estilo gtico: la luz. Veamos
ahora por qu caminos tan peregrinos finalmente le lleg.

IV

LOS REINOS RABES

La pennsula rabe es una de las regiones privilegiadas* de la


tierra; parece destinada por la misma naturaleza a dar carcter pro
pio a sus habitantes. Aquel dilatado desierto entre Egipto y Siria,
desde Alpo hasta el Eufrates, daba, a manera de- una Tartaria dei
sur, amplio lugar a ua vida de salteadores-y pastores, y desde los
tiempos ms antiguos fu ocupada por tribus nmadas rabes. El
estilo de vida de este pueblo, l que las ciudades le parecan calabo
zos, su orgullo por su viejo abolengo en la tierra, su Dios, su idioma
rico y potico, su noble corcel, la espada y el rco en sus manos,
juntamente con todo lo dems cuya posesin estima sagrada, iodo
esto parecera que preparaba a los rabes para desempear un papel
en la historia que, llegado su tiempo, fu muy distinto del que toc
a aquellos trtaros del norte en tres Continentes.
Ya en los tiempos de la ignorancia, como ellos llaman las pocas
ms antiguas de su historia, haban fundado en la parte alta de su
pennsula pequeos reinos dispersos en el Irak y Siria; tribus rabes
habitaban en Egipto, los etopes descienden de ellos, y* todo el de
sierto africano pareca ser su heredad. Del Asia estaba separada su
pennsula por el desierto, y con esto cerrado el camino las frecuen
tes incursiones de los conquistadores. Permanecieron libres y orgu
llosos por su origen, la nobleza de sus linajes, su valenta nunca su
perada j su idioma sin mezcla de elementos extraos; A l mismo
tiempo, eran el centro mercantir del sur y del Oente, y por consi
guiente-posean muchos conocimientos de las naciones que ejercan
este comercio, en el cual, gracias a la feliz situacin geogrfica de'su
pas, podan y deban participar. Debido a ello se form aqu muy
temprano una , cultura; espiritual que* no poda originarse en el A l
tai y. los-.Urales,; y . mucho antes de: que los rabes supieran- escribir
lleg su lengua a una gran agudeza de ingenio, que se' expresaba eri
locuciones figuradas ..y sentencias de sabidura. Suyo'era el monte
Sina donde los hebreos haban recibido su ley, para luego habitar
casi siempre entre ellos; y tan pronto como aparecieron los cristianos
y se persiguieron mutuamente, hubo sectas cristianas que se diri
gieron tambin a los rabes. De esta mezcla de ideas judias, cris
tianas y propias, en un pueblo como ste, y una lengua como la
suya, al llegar su momento propicio, qu otra cosa poda salir sino
un nuevo florecer, que emergiendo a la luz del da se vea colocado
en una lengua de tierra entre tres Continentes desde donde poda
alcanzar la ms amplia difusin por medio del comercio, guerras,
incursiones y escritos? La aromtica flor de la gloria de los rabes
nacida de tan ridas tierras, era, por lo tanto, un milagro muy
natural, con tal de que apareciese el hombre capaz de hacerla
crecer y florecer.
A l principio del siglo sptimo apareci este hombre, mezcla de
notable de todo cuanto podan dar la nacin, la raza, la poca y la
regin; era mercader, profeta, orador, poeta, hroe y legislador, todo
esto a la manera rabe. M a h o r n a 1, nacido del ms noble de los
linajes en Arabia, que era el custodio del dialecto ms puro y del
antiguo sagrario nacional, la Kaaba, posey elevada cultura en su
juventud, y sin ser rico, fu educado en casa de un hombre respetado.
Ya en su juventud tuvo el honor de volver a poner en nombre de
toda la nacin la sagrada piedra negra en rl lugar que le correspon
da. Las circunstancias le permitieron adquirir primero en sus viajes
comerciales un temprano conocimiento de otros pueblos y religio
nes, y luego tambin una considerable fortuna. No cabe duda de
que los elogios de que haba sido objeto como joven d extraordi
nariasprendas, Ja prestancia de su tribu y su linaje, y la honorfica
funcin que, cuando todava nio, le haba sido encargada en la
Kaaba, se le haban grabado profundamente en el alma. A esto se
agregaban las impresiones que se haba llevado del estado en que
se hallaba la cristiandad.. Ante sus ojos tena al monte Sina ro
deado de una aureola, de cien leyendes de la historia antigua, A
todas estas religiones les era comn la fe-en una misin divina con
el correspondiente entusiasmo, modalidad connatural a la menta
lidad de su pueblo y halagea para su propio carcter. Probable
mente ejerci todo esto un influjo tan profundo sobre su alma du
rante sus quince aos de vida contemplativa, que acab por creerse
a s mismo, el corechita, el hombre eminente, elegido para resta
blecer la religin de sus mayores en doctrina y mandamientos y ma
nifestarse como enviado de Dios. No slo su sueo del viaje al cielo,
i Adems de la introduccin a l Corn de Sales, la V ida de M ah om a de
Gacnier y otros autores que consultaron fuentes rabes. Breguigni, en su diser
tacin sobre Mahoma, traducida tambin como separata, da valiosa informacin
sobre su situacin y su misin.
sino tambin su vida y el mismo Corn demuestran lo exaltada
que fu su imaginacin y que no haca falta un.engao premedi
tado para llegar a la ilusin de su vocacin de profeta. Mahoma no
hizo su aparicin en pblico como joven bullicioso, sino a la edad
de cuarenta aos; primero como profeta de su casa que slo se ma
nifestaba a unos pocos, gan en tres aos apenas seis secuaces. Cuan
do, luego, en el clebre convite de Al, di a conocer su vocacin
a cuarenta hombres de su propia trifeu, acept de ah en adelante
todo cuanto implica la contradiccin de los incrdulos contra un
profeta. Con razn cuentan sus seguidores sus aos partir de su
huida a Yatreb (Medina); en La Meca hubieran sido destruidos
sus proyectos o l mismo.
Si, por una parte, el odio contra las abominaciones del culto
idlatra que notaba en su raza y crea hallar tambin en el cristia
nismo, juntamente con un exaltado entusiasmo por la doctrina de
un solo Dios, y la manera de servirle por la-pureza, devocin y
beneficencia, parecen haber sido la base de su vocacin de profeta,
fueron, por .otra parte, las tradiciones deterioradas del judaismo y
cristianismo, la mentalidad potica de su propia nacin, l dialecto-
de su tribu , y sus. dones, personales las alas, por as decirlo, con .que
volaba a una altura que trascenda los lmites de su personalidad. Su
Corn, esta curiosa mezcla de arte potico, elocuencia,, ignorancia,
prudencia y arrogancia, es fiel reflejo de su alma, sus dones y sus
defectos, sus inclinaciones y errores, su ilusin misma y las impro
visaciones con que engaaba a s y a otros, todo lo cual aparece en
esta obra con mayor claridad que en cualquier otro corn de profe
ta alguno. Cuando lo pedan las circunstacias o l volva en s des
pus de un xtasis contemplativo, dictaba el Corn por partes aisla
das, sin pensar en un sistema escrito; se trataba de efusiones.de su
fantasa o de arengas profticas ora para animar, ora para castigar,
de las que l mismo, en otro momento, se admiraba como de'algo-
que superaba sus fuerzas, como de un don divino qu slo le haba
sido concedido en aquel instante. De ah que, como todas las almas
de fortaleza descomunal que viven engaadas sobre s mismas, exigie
se esa fe que, al final, supo arrancar a la fuerza aun a' sus adver
sarios ms enconados. Apenas haba llegado a ser el amo de Arabia,
cuando ya envi apstoles de su doctrina a todos los reinos vecinos,
Persia, Etiopa, Yemen, y hasta al mismo emperador bizantino, ya.
que consideraba que su doctrina, 1 por nacional que fuese, era la
religin de todos los pueblos. Las duras palabras que se le esca
paron cuando los emisarios, de regreso, le trasmitieron-la. nega
tiva de los reyes, juntamente con aquel clebre pasaje del Cor
en el captulo dedicado, a la penitencia1, fu para sus sucesores mo
i Combatid contra los que no creen en Dios ni en el da del juicio y n o
tivo suficiente para llevar a cabo lo que al profeta no le permiti
su muerte prematura: la conversin de las naciones. Desgraciada
mente, les preceda tambin en esto el cristianismo que ms que
ninguna religin impona sus creencias a pueblos extraos como
condicin necesaria para la salvacin; slo que el rabe no operaba
la conversin mediante contrabando, mujeres y frailes, sino tal co
mo cuadraba al hombre del desierto; espada en mano y a la voz
de mando: Tributo o fe!
Como el viento abrasador del desierto, as se propag, despus
de la muerte de Mahoma, la guerra por Babilonia, Siria, Persia y
Egipto. Los rabes se lanzaban a la batalla como a un acto de culto
divino, armados de sentencias del Corn y la esperanza del paraso,
y adems no les faltaba, por cierto, el valor personal. As como los
primeros califas del linaje de Mahoma (excepcin hecha de su celo
ofuscado), fueron hombres justos, moderados y eminentes, as tam
bin los ejrcitos fueron conducidos por jefes valerosos y prudentes
como Khaled, Amr, Abu Obeidah y muchos otros. Encontraron a
los reinos de persas y griegos en tan mal estado, las sectas cristia
nas tan enemistadas unas con otras, la perfidia, lascivia, egosmo,
traicin, lujo, soberbia, crueldad y opresin tan a la orden del da
por doquier, que al leer la terrible historia de estas guerras uno
cree ver realizada la fbula de una manada de leones que irrumpe
en los apriscos de ovejas y carneros y estancias repletas de ganado
gordo, vistosos pavos y corderos indefensos. Estos pueblos perver
tidos eran en su mayor parte una generacin despreciable que me
reca montar en asnos por no haber sabido domar el corcel de la
batalla; ni eran dignos de las cruces que coronaban sus iglesias,
porque no eran capaces de defenderlas. Cmo se desmoron ahora
el esplendor de ms de un patriarca, sacerdote y monje en estas
regiones dilatadas y prsperas!
A l mismo tiempo, y como por la violencia te un terremoto, se
pulverizaron los restos de aquella antigua cultura helnica y majes
tad romana que el cristianismo no haba podido extinguir. Las
ciudades ms antiguas del mundo con sus tesoros inapreciables ca
yeron en poder de estos valientes bandidos que al principio apenas
conocan el valor del dinero. Ante todo, hay que lamentar la suerte
corrida por los monumentos de la ciencia. Juan, el gramtico, pidi
para s la biblioteca de Alejandra en la que Amr, el vencedor, no
haba pensado siquiera (qu querra ese necio con el regalo que
solicitaba?....), y se consult al califa Ornar, el cual contest con
el clebre razonamiento que siempre merecer ser llamado el razo
namiento de los califas1, y los libros fueron destruidos. Por seis
tienen por pecado lo que prohben Dios y su enviado! Pelead tambin contra
judos y cristianos hasta que se avengan a rendir tributo y someterse.
1 Lo que contienen los libros que mencionas, o concuerda con lo que dice
meses sirvieron para la calefaccin de ms de mil baos calientes,
v de esta manera se perdieron los ms preciosos pensamientos, la
ms indispensable informacin, las ms laboriosas construcciones
doctrinales de la Antigedad con. todas las consecuencias que esto
habra de tener por miles de aos, a causa de la imprudente peti
cin de un gramtico y la devota simpleza de un califa. Mucho
les hubiera gustado a los rabes recuperar este tesoro cuando cien
aos ms tarde supieron apreciar su valor.
Apenas muerto Mahoma, se perfilaron ya los conflictos inter
nos que despus de la muerte de Osmn, el tercer califa, fcilmente
hubieran podido poner fin a las conquistas rabes si el valeroso y
honrado Al, durante tanto tiempo relegado, y su hijo Hssn no
hubieran cedido su lugar a la casa de los omeyas que con Moa-
viyah ocup ahora la sede del sumo sacerdocio para retenerla du
rante noventa aos mediante sucesin hereditaria. Damasco fu la
residencia de los califas; los rabes no tardaron en ser una potencia
naval, y bajo los gobiernos hereditarios la primitiva frugalidad de
la corte fu sustituida por el lujo. En cierta medida proseguan
todava las conquistas; ms de una vez fu asediada Constantino-
pla, aunque sin xito; bajo A l W ald fu ocupado el Turquestn,
v aun avanzaron hasta la India. Tarik y Muza conquistaron Espaa
favorecidos por la suerte de manera increble, y el ltimo de ellos
tena el plan gigantesco de avanzar por Francia, Alemania y Hun
gra para llegar a Constantinopla y ms all, a fin de fundar un
Imperio ms extenso que el que los romanos haban juntado en mu
chos siglos. Pero qu fracaso sufri este plan! Todas las incursiones
de los rabes en Francia fueron rechazadas; hasta en Espaa, nunca
apaciguada, perdieron una provincia tras otra. El tiempo para la
conquista de Constantinopla estaba an muy lejos de haber llegado;
por el contrario, ya bajo los omeyas se hicieron sentir los primeros
movimientos de los pueblos turcos que algn da seran vencedores
de los rabes. En general, se haba perdido ya el primer empuje
demoledor de su fortuna guerrera con los primeros treinta aos de-
entusiasmo inicial, cuando el linaje de Mahoma retena las riendas
del gobierno; bajo los omeyas de rgimen hereditario, las conquis
tas- fueron afectadas por las numerosas divisiones internas y pro 1
gresaron a paso lento y, a veces, detenido.
Sigui la dinasta de los abasidas, que alejaron en seguida su
sede de Damasco y cuyo segundo califa, A l Mansur, se construy
Bagdad para su residencia por estar .situada en el centro de sus Es
tados. La corte de los califas haba alcanzado ahora su mximo
esplendor; las ciencias y artes brillaban en ella, a cuyo respecto
el libro de Dios, el Corn, o le contradice. Si concuerda, basta el Corn sin ellos;
si no, justo es que sean destruidos."
siempre sern clebres los nombres de A l Rashid y Al Mamn.
Mas lo que se haba perdido no eran slo ulteriores conquistas sino
la misma consistencia de la monarqua en manos de esta familia.
Ya bajo el segundo abasida, Al Mansur, Abderrahmn, el omeya su
plantado, fund un califato independiente en Espaa, el cual dur
casi trescientos aos, y se desintegr luego en diez reinos que por
un tiempo se unieron bajo algunas tribus rabes, pero nunca vol
vieron a unirse con el califato de Bagdad. En la costa occidental
africana, Mogreb, los edrisios, rama descendiente de Al, fundaron
un reino separado donde echaron los cimientos de la ciudad de Fez.
El lugarteniente de Harun A l Rashid en frica, Kairwan (Cirene),
se declar independiente. Su hijo conquist Sicilia; sus sucesores,
los aglabitas, trasladaron su residencia a Tnez, donde haban ins
talado grandes acueductos; su reino dur ms de cien aos. En
Egipto, la tendencia de los lugartenientes a la independencia, fu
vacilante al principio, hasta que la tribu de los fatimitas absorbi
a los edrisios y aglabitas para fundar un tercer califato que se ex
tenda desde Fez a travs de Tnez, Sicilia, Egipto hasta el Asia.
Haba ahora tres califatos; el de Bagdad, el del Cairo y el de
Crdoba. Pero tambin el reinado de los fatimitas lleg a su ocaso;
curdos, y ceiritas se. lo dividieron, y el valiente Saladino (Selah ed-
din), Gran Visir del califa, destituy a su amo y fund el reino de
los curdos en Egipto, que posteriormente cay en las manos de la
guardia de corps (mamelucos y esclavos), a quienes lo arrebataron,
finalmente, los otomanos. Suerte parecida corrieron todas las pro
vincias. En frica fueron los ceiritas, morabetas y muhaedios, y
en Arabia, Persia, Siria, dinastas de todas las tribus, las que desem
pearon su papel hasta que los turcos (seljucidas, curdos, atbecas,
turcumanos, mamelucos, etctera) lo hubieron ocupado todo y la
misma Bagdad fu tomada por asalto por los mongoles. El sobrino
del ltimo califa de Bagdad huy a Egipto, donde los mamelucos
le permitieron llevar su ttulo de califa, carente ya de significado,
hasta que, con ocasin de la conquista del pas por los otomanos,
el decimosptimo de estos prncipes destronados fu llevado a Cons-
tantinpla, pero luego remitido. a Egipto, donde toda esta dinasta
de csaro-papistas rabes hall su desgraciado fin. El brillante
Imperio de los rabes se perdi en los reinos turco, persa y mon
glico; algunas de sus partes cayeron bajo dominacin cristiana,
otras se hicieron independientes, y la mayor parte de sus pueblos
sigue viviendo todava en constantes revoluciones.

Las causas tanto de la rpida decadencia de esta inmensa mo


narqua como de las revoluciones que sin cesar la desmembraban y
destituan, estaban en el asunto mismo; e n e l o r i g e n y l a
c o n s t i t u c i n del I m p e r i o .
1. El p o d e r o r a b e se h a b a o r i g i n a d o p o l
las v i r t u d e s d el e n t u s i a s m o ; s l o p o r estas- m i s
m a s v i r t u d e s p o d a c o n s e r v a r s e , a saber, por la va
lenta y la lealtad para con la ley, las virtudes propias del desierto.;
Si- sus califas en La Meca, Kufa o Medina hubieran permanecido
fieles al estilo de vida abnegado de sus primeros cuatro grandes ante
cesores y hubieran posedo un medio mgico .para ligar a su oficio a
todos sus lugartenientes y estrategas con vnculos igualmente severos,
qu poder del mundo hubiera podido oponerse a este pueblo? Mas
ahora, como la posesin de tantos prsperos pases juntamente con
un difundido comercio introdujo la riqueza, la pompa y el lujo, y
el trono hereditario de los califas alcanz en Damasco, y ms to
dava en Bagdad, un esplendor de las M il y una Noches, se repiti
tambin aqu la escena ya mil veces representada en la historia de
que el lujo produca la languidez, y al fin sucumba el dbil refi
nado ante el fuerte primitivo. El primero de los abasidas instituy
un Gran Visir, cuya autoridad creci en sus sucesores hasta el temi
do poder de un Emir al Omrah (emir de emires), y que lleg a
destituir al mismo califa. Como los ms de estos visires eran turcos
y este pueblo integraba adems la guardia de corps del. califa, el
cncer estaba en el mismo corazn de la monarqua, desde donde
invadi todo el cuerpo. Los pases rabes corran paralelos- las
alturas donde los aguerridos pueblos de los curdos, turcos, mon
goles y bereberes vigilaban agazapados como animales feroces; y
puesto que la mayor parte de ellos estaban sometidos contra su vo
luntad al dominio rabe, no vean la hora de la venganza a la "qu
estaban siempre prontos. Aqu sucedi, pues, lo mismo que en
el Imperio Romano: de visires y mercenarios se hicieron amos y
dspotas. '' _ '
2. A c a u s a d e l a c o n s t i t u c i n d e l I m p e r i o , l a
r e v o l u c i n se p r o d u j o m s p r o n t o e n t r e l o s
r a b e s q u e e n t r e l o s r o m a n o s . La constitucin era la
de un califato, es decir, desptica en sumo grado; Papa y emperador
estaban unidos de la manera ms ntima en la persona del califa.
El destino inapelable en que se crea y la palabra del profeta que
exiga en el Corn obediencia, requeran tambin la resignacin n
los mandatos de su sucesor y la palabra de su lugarteniente; n
consecuencia, ese despotismo sobre las almas se introdujo en la ad
ministracin de todo el Imperio. Ahora bien, nada ms fcil, espe
cialmente en las provincias remotas d n Imperio tan dilatado,
que la transicin de un despotismo en nombre de otro a una omni
potencia por cuenta propia; por lo cual, casi en todas partes los
lugartenientes se hicieron seores arbitrarios, consistiendo el arte
de gobernar de los califas propiamente slo en, distribuir, destituir
e intercambiar a sus lugartenientes con habilidad. As. por ejemplo
cuando Mamn concedi a su valiente general Taller en Corasn
poderes demasiado amplios, le entreg prcticamente las riendas
para un gobierno independiente; los pases de ms all del Gihon
fueron separados del califato y se les abri, el camino a los turcos
para la invasin del Imperio. Esto ocurri en todos los distritos,
hasta que, por fin, el extenso reino se asemejaba a un archipilago
de islas arrancadas de la tierra que apenas conservaban la unidad
el idioma y de la religin, mientras se hallaban en constante re
vuelta entre ellas y con los pases circunvecinos. Durante siete a
ocho centurias cambiaban estos reinos aislados sus fronteras fluc-
tuantes hasta que la mayor parte de ellos, aunque nunca, todos, ca
yeron en poder de los turcos. El Imperio Arabe careca de consti
tucin^ lo. que_es~la. mayor, de todas las, desgracias- tanto para el ds
pota como para sus esclavos. La constitucin de los reinos mahome
tanos es la obediencia y resignacin a la voluntad de Dios y sus
representantes: el I s l a m i s m o .
3. El g o b i e r n o d e l I m p e r i o r a b e e s t a b a
l i g a d o a u n a t r i b u , y de st a a u n s ol o l i n a
j e , l a f a m i l i a de M a h o m a ; . y como ya desde el prin
cipio Al, el heredero legtimo, fu pasado por alto, apartado largo
tiempo del califato y pronto relegado con toda su familia, no slo
se origin la divisin entre omeyas y alidas, que al cabo de todo
un milenio persiste todava hoy con todo el fanatismo de un odio
religioso entre turcos y persas, sino que las sangrientas revueltas
en casi todas las provincias eran alternativamente obra de los ome
yas y alidas. En los pases distantes surgieron impostores que, por
farisesmo o espada en mano, se impusieron a los pueblos como
parientes de Mahoma; ms an, como Mahoma haba fundado el
Imperio en calidad de profeta, aqu y all algn entusiasta se aven
tur a hablar, como l, en nombre de Dios. Ya el profeta mismo
haba experimentado casos semejantes, pero frica y Egipto eran
los escenarios clsicos de. tales locos e impostores \ Si no fuera por
que vemos que esa historia se repite en otras religiones, nos indi-
riamos a creer que la de Mahoma consigui agotar las abomina
ciones de la exaltacin y la ciega credulidad. Pero nunca ha sido
superado el despotismo del v i e j o d l a m o n t a a . Este
rey de todo un Estado de asesinos natos y adiestrados no tenia ms
que decir a cualquiera de sus sbditos: Vete a asesinar!; se lo
haca, as, aunque le costara la vida, y durante siglos subsisti e
Estado de los asesinos.

i . S e h l z e r , H istoria de A frica d el n orte; C a k d o n e , H istoria de los rabes e.


A frica y E sp a a, etc. -
V

EFECTOS PRODUCIDOS POR LOS REINOS ARABES

Rpido como la expansin y desintegracin del reino de los


califas, fu tambin su florecimiento para el cual, en una regin
menos clida, tal vez ni un milenio hubiera sido suficiente. La ma
yor fuerza vital con que la planta oriental tiende apresurada al flo
recimiento, se muestra tambin en la historia de este pueblo.
1. El inmenso Imperio mercantil de l o s
r a b e s tuvo un efecto sobre el mundo que no slo se debi a
la situacin geogrfica de sus pases sino tambin a su carcter t
nico^ por lo cuaL sobrevivi a sus posesiones y subsiste, en parte,
todava hoy. La tribu de Koresh de la que descenda el profeta,
(aun el mismo Mahorna haba tenido el oficio de escoltar a las ca
ravanas) , y la sagrada Meca haba sido desde pocas remotas un
centro del trfico mercantil de los pueblos. El golfo entre Arabia
y Persia, el ufrates y los puertos del Mar Rojo eran conocidas ru
tas o depsitos de las mercancas de la India desde tiempos muy
antiguos, por lo cual se di el nombre de rabes a muchos productos
procedentes de la India, y la misma Arabia fu llamada India en
algunas ocasiones. Ya en pocas lejanas, las tribus de este pueblo
activo haban ocupado la costa oriental del frica y haban sido ya
bajo los romanos un intermediario del comercio de la India. Po
seyendo ahora la dilatada regin entre el ufrates y el Nilo, del Indo,
Ganges y Oxus hasta el Ocano Atlntico y los Pirineos, siendo
suyo el Nger y colonias que llegaban hasta el pas de los cafres, pu
do llegar a ser por un tiempo la nacin mercante ms grande del
inundo. Constantinopla sufri los efectos y Alejandra se convirti
en una aldea. Ornar, en cambio, haba construido en la confluen
cia del Tigris y del ufrates la ciudad de Balsora, la cual recibi
y distribuy por cierto tiempo todas las mercancas del Oriente. Bajo
los omeyas, Damasco, la residencia de los califas, viejo y gran cen
tro mercantil y emporio natural de las caravanas por su situacin
incomparable, fu un centro de la riqueza y la industriosidad. Ya
bajo Moawija se construy en frica la ciudad de Kairwn y pos
teriormente Kahira, a donde, a travs de Suez, se traslad luego el
comercio m undial1.
En el interior del frica, los rabes se haban apoderado del

1 Vase S p r e n g e i , H isto ria de los descubrim ientos , donde en cada captulo


se dice mucho, y tambin, las. ya citadas historias del comercio.
comercio del oro y del caucho, descubierto las minas de oro de
Sofala, fundado los Estados de Tombut, Telmasen, Dar ah, y en la
costa oriental importantes colonias y ciudades mercantiles con es
tablecimientos hasta en Madagascar. Desde que, bajo Walid, fu con
quistada la India hasta el Ganges y Turquestn, el Occidente se
vincul con el extremo Oriente. Desde los, primeros tiempos haban
mantenido comercio con China, ya sea mediante caravanas, ya por
mar va Cantn. De ah trajeron el aguardiente, que posteriormente
propag tan enormemente la qumica, que ellos utilizaron primero;
por suerte para Europa, no se difundi aqu sino varios siglos ms
tarde, juntamente con el nocivo t y el caf, una bebida rabe. Tam
bin la porcelana y, tal vez, aun la plvora vino por medio de ellos
de China a Europa. Dominaban en la costa de Malabar, frecuen
taban las islas malayas, se establecieron en Malaca y ensearon a
escribir a los malayos. Ms tarde fundaron colonias y propagaron
su religin tambin en las Molucas, de suerte que, antes del adve
nimiento de los portugueses, el comercio de la India oriental en
estas aguas estaba totalmente en sus manos y hubiera sido amplia
do en direccin al sur y al este de no haber interferido los euro
peos. Precisamente las guerras con los rabes y el celo cristiano
despertado por el hecho de encontrarlos tambin en frica, indujo
a los portugueses a aquellos grandes descubrimientos en los mares
que habran de cambiar la faz de toda Europa.
2 L a r e l i g i n y e l i d i o m a de los rabes produ
jeron otro profundo efecto en los pueblos de tres Continentes. Pues
como en sus extensas conquistas predicasen por doquier el Islam
o el sometimiento tributario, la religin de Mahoma se propag en
Oriente hasta el Indo y el Gihon, y en Occidente hasta Fez y Ma
rruecos. A l norte, hasta ms all del Cucaso y el Imaus, y al sur
hasta los senegaleses y el pas de los cafres, como tambin las dos
pennsulas y el archipilago de la India oriental, haciendo pros
litos en nmero mayor al qe alcanz el mismo cristianismo. Con
siderando la doctrina enseada por esta religin, no se puede negar
que elev a los pueblos paganos que la abrazaron por encima de
la primitiva idolatra de los seres naturales, los astros y hombres
terrenos, haciendo de ellos celosos adoradores de un solo Dios,, crea
dor, gobernador y juez del mundo, con devociones cotidianas, obras
de misericordia, pureza del cuerpo y resignacin en su voluntad.
Por la prohibicin de tomar vino quiso prevenir las borracheras y
rias y fomentar la salud y frugalidad prohibiendo manjares impu
ros; asimismo ved la usura, el juego por ganancia y diversas supera
ciones, con lo cual sac a varios pueblos de un estado primitivo o
depravado elevndolos a cierto grado mediano de cultura; de ah
tambin que el moslem, o sea musulmn, tenga un profundo des
precio por la plebe cristiana con su crudo libertinaje y particular
mente su vida impura. La religin de Mahoma imprime a los hom
bres. una serenidad de alma y una integridad de carcter que, si
puede ser tan peligrosa como til, no por esto deja de ser apreciable
y respetable, mientras que la poligamia que permite, la prohibicin
de toda investigacin acerca del Corn y el despotismo que promue
ve y sanciona tanto en el orden espiritual como en el mundano,
no pueden tener sino consecuencias malas 1.
Pero como quiera que sea esta religin, fu propagada por un
idioma que fu el dialecto ms puro de Arabia y orgullo y alegra
de todo el pueblo. No es extrao, pues, que otros dialectos fuesen
suplantados por ste y el lenguaje del Corn fuese la bandera vic
toriosa del dominio mundial de los rabes. Semejante comunidad
de fines en el lenguaje y la escritura beneficia a una nacin flo
reciente y difundida, y si los conquistadores germnicos de Europa
hubieran tenido un libro clsico de su lengua como el Corn de
los rabes, nunca la lengua latina hubiera dominado a la suya ni
se hubieran perdido muchas de sus tribus por caminos errados, como
lo hicieron. Pero ni Ulfilas, ni Raedmn, ni Otfrido pudo ser pa
ra ellos lo que el Corn de Mahoma es todava ahora para todos
sus seguidores, una prenda de su propia antigua lengua autntica
por la que permanecen unidos a los monumentos ms genuinos
de su raza siendo un nico pueblo en toda la tierra. Para los rabes
era su idioma su heredad ms preciada, y todava hoy constituye
un vnculo de trfico y comercio en varios dialectos, entre tantos
pueblos del Oriente y del sur, cual nunca lo logr otra lengua al
guna. Despus de la lengua griega, tal vez . sea la que rene ms
mritos para este dominio universal, por lo menos en cuanto la
lingua franca de aquellas regiones ha ce un papel pobrsimo com
parada con ella.
3. En esta rica y hermosa lengua se iban formando las c i e n
c i a s que, patrocinadas por A l Mansor, Harun A l Rashid y Ma-
mn, se iniciaron en Bagdad, la sede de los abasidas, donde se di
fundieron hacia el norte y Oriente, pero sobre todo hacia Occiden
te, y florecieron durante un considerable perodo de tiempo en el
dilatado Imperio rabe. Una serie de ciudades como Balsora, Ku-
fa, Samarcanda, Roseta, Kahira, Tnez, Fez, Marruecos, Crdoba
y otras, fueron escuelas clebres, cuyas ciencias se comunicaron tam
bin a los persas, hindes, algunos pases trtaros y hasta a los chinos,
y hasta para los malayos fueron el medio por el cual Asia y fri
ca obtuvieron cierta renovacin de su cultura. El arte potico y la
filosofa, la geografa e historia, la gramtica, las matemticas, la
qumica y la medicina fueron cultivadas por los rabes, que en las

* En la B ib lioteca O riental, de Michaels, vol. 8, pg. 33 y ss., se encuen


tran a este respecto atinadas observaciones.
ms de estas ciencias actuaron sobre el espritu de los pueblos como
inventores y propagadores, o sea, como conquistadores benficos.
El a r t e p o t i c o era antiguo patrimonio suyo, hijo no
del favor de los califas, sino de la libertad. Haba florecido mucho
antes d Mahoma, porque el espritu de la nacin era potico y.
mil circunstancias lo mantenan despierto. Su pas, su estilo de vida,
sus peregrinaciones a La Meca, los certmenes poticos en OLhad,
los honores que se tributaban a un nuevo poeta que surga por par
te de su tribu, el 'orgullo de la nacin por su lengua, sus leyendas
y su proclividad a las aventuras, el amor y la gloria; hasta su so
ledad, su sed de venganza, su vida nmada, todo esto los estimu
laba a la poesa, y su musa se distingui por esplndidas imge
nes, orgullosos y magnnimos sentimientos, sentencias de agudo in
genio y cierta hiprbole en la alabanza y el vituperio de los obje
tos cantados. Sus ideas se presentan como abruptas cimas que tien
den hasta las alturas del cielo; el rabe silencioso lanza la llama
de la palabra como el rayo de su espada y dispara las flechas de
su ingenio agudo como las saetas que su mano segura saca del car
caj tirndolas con la terrible fuerza de su arco. Su pegaso es su no-
ble corcel, a menudo de apariencia humilde pero inteligente, fiel
e incansable. La poesa persa, en cambio, como su lengua de
riva de la poesa rabe, se form, de acuerdo con el pas y el carc
ter de la nacin, de manera ms voluptuosa, suave y alborozada,
como hija del paraso terrenal; y aunque ninguna de las dos co
noce los gneros de arte griegos de la epopeya, la oda, el idilio,
y menos que nada el drama, y ninguna de ellas, despus de cono
cerlos, quiso ni pudo imitarlos, con todo, y precisamente por esto,
el propio don potico de los persas y rabes se perfeccion y em
belleci con caractersticas tanto ms peculiares. Ningn pueblo pue
de gloriarse de haber posedo tantos entusiastas apasionados de la
poesa como los rabes en sus grandes tiempos. En Asia contagia
ron este apasionamiento hasta a. los trtaros; y en Espaa, a prn
cipes y nobles cristianos. La gaya ciencia del arte potico provenzal
o lemosina les fu, por as decirlo, impuesta a fuerza de cantares
por sus enemigos, los rabes vecinos; y de esta manera, aunque muy
ruda y lentamente, Europa volvi a formarse un odo para la poesa
ms fina y viva.
Bajo el cielo oriental se desarroll, sobre todo, el gnero fants
tico de la poesa: la fbula. Cualquier vieja lyenda de una tribu no
fijada por escrito, se transforma con el correr de los tiempos en una
fbula; y donde 2a imaginacin del pueblo que la va narrando
est templada para lo exagerado, lo incomprensible, majestuoso y
maravilloso, ah tambin lo ordinario adquiere contornos desco
munales, lo desconocido se eleva a lo extraordinario, a lo. cual el
oriental ocioso presta gustoso su atencin para su solaz o adoctri-
namiento, en la tienda, la peregrinacin o en el crculo de los ami
gos. Ya en tiempos de- Mahoma vino un mercader persa que di
funda entre los rabes placenteras narraciones de las que el pro
feta tema fueran a superar sus propias fbulas escritas en el Co
rn. En efecto, parece que las poesas ms amenas de la imaginacin
oriental son de origen persa. La alegre locuacidad y el amor de la
magnificencia de los persas confiri a sus antiguas leyendas una pro
pia forma romntica y heroica, que se intensificaba en gran ma
nera por medio de personajes fantsticos, tomados las ms veces de
los animales que habitaban las cercanas montaas. As naci ese
pas de las hadas, el reino de Peri y Neri (para el cual los .rabes
apenas tenan una denominacin), el cual se infiltr tambin con
abundancia en la novela medieval de Europa. Los rabes coleccio
naron estas fbulas en tiempos muy posteriores, cuando en parti
cular el brillante gobiernode su califa Harun A l Rashid sirvi de
escenario de los acontecimientos narrados, y este gnero ofreci a
Europa un nuevo modelo para ocultar la tenue verdad detrs del
velo de una fbula de hechos increbles y ensear las ms refinadas
reglas de la prudencia en el tono de mero pasatiempo.
De la fbula nos dirigimos a su hermana, la f i l o s o f a de
los rabes, que a la manera oriental se form a base del Corn, al
canzando por la traduccin de Aristteles slo una apariencia cien
tfica. Como el escueto concepto de un solo Dios fu la base de toda
la religin de Mahoma, apenas puede concebirse una especulacin
de los rabes que no estuviese ligada a este concepto, derivada de
l y fundida en el molde de una concepcin metafsica o tambin
en grandes alabanzas, sentencias y mximas. La sntesis de la poesa
metafsica poco menos que la agotaron, coadunndola con una ele
vada mstica de la moral. Entre ellos se originaron sectas que en
sus polmicas ejercieron ya una avanzada crtica de la razn pura
y apenas dejaron a la escolstica medieval otra cosa que hacer que
un perfeccionamiento, y refinamiento de los conceptos dados,, con
formndolos, a las doctrinas europeas cristianas. Los primeros disc
pulos de la metafsica teolgica fueron los judos; ms tarde hizo
su entrada, en las universidades cristianas recin erigidas, donde
Aristteles, se muestra al principio en una concepcin totalmente
rabe y nada griega, afilando y refinando en gran medida la pol
mica y el lenguaje escolstico. Es. as como el hombre sin letras
Mahoma comparte con el ms docto de los pensadores griegos el
honor de haber orientado toda la metafsica de los tiempos moder
nos; y como- varios de los filsofos fueron al mismo tiempo poetas
tambin en la Edad Media la mstica andaba siempre entre los cris
tianos en compaa d la escolstica, porque, los lmites entre am
bas se confunden.
La " g r a m t i c a fu cultivada por los,rabes, como un honor
de su raza, de, suerte que por orgullo sobre la pureza y la belleza
de la lengua se enumeraban todas sus palabras y formas, y ya en
tiempos remotos existi aquel sabio que poda cargar sesenta came
llos con diccionarios. Tambin en esta ciencia fueron los judos
los primeros discpulos de los rabes. Trataron de injertar artifi
cialmente en su idioma antiguo y mucho ms simple una gram
tica a la manera rabe, la que estuvo en uso tambin entre los cris
tianos hasta los ltimos tiempos.- Por lo mismo se ha tomado lti
mamente la lengua rabe como modelo vivo para volver a una com
prensin natural de la poesa hebrea, tomar como imagen lo que
es imagen y eliminar los mil y un dolos de una falsa exegesis juda
hasta haberla hecho desaparecer de la faz de la tierra.
En la exposicin de la h i s t o r i a no fueron los rabes nun
ca tan felices como los griegos y romanos porque carecan de Es
tados libres y por ende del ejercicio de un anlisis pragmtico de
los hechos y acontecimientos pblicos. No podan escribir ms que
breves y ridas crnicas o corran-en ciertas biografas el peligro de
excederse en las alabanzas poticas de sus hroes y la injusta cr
tica de sus enemigos. El estilo imparcial no se ha formado entre
ellos; su historia es poesa o entretejida con poesa; en cambio, sus
crnicas y descripciones geogrficas de los pases que llegaron a co
nocer y que nosotros no conocemos hasta el da de hoy, como por
ejemplo el interior del Africa, todava tienen su utilidad prctica1.
Los mritos ms evidentes de los rabes se refieren, finalmente,
a las matemticas, la qumica y medicina, ciencias que acrecenta
ron con su propia cosecha y en las cuales fueron los maestros de
Europa. Ya bajo A l Mamn se midi en la llanura de Sanjar, junto
a Bagdad, un grado del globo terrqueo; en cuanto a la astronoma,
aunque estuvo al servicio de la supersticin, hicieron los rabes
con ejemplar diligencia mapas celestes, tablas astronmicas y diver
so instrumental que inventaron o perfeccionaron, para lo cual los
favoreca el firmamento transparente y el hermoso clima de su dila
tado Imperio. La astronoma se aplic a la geografa; se hicieron
mapas geogrficos y se llegaron a confeccionar estadsticas de. algu
nos pases mucho antes de que en Europa se pensara en tales cosas.
Por la astronoma determinaron la cronologa y aprovecharon sus
conocimientos del curso de los astros para la navegacin. Muchos
trminos tcnicos de esta ciencia son de origen rabe y, en general,
i La mayor parte de esas informaciones no han sido aprovechadas ni des
cubiertas siquiera. Los sabios alemanes disponen de los conocimientos y diligen
cia requeridos, pero no del imprescindible apoyo para editarlas debidamente. En
otros pases con sus institutos bien dotados y ricos legados para tales fines, Jos
sabios no despertaron an del sueo. Nuestro Reiste fu un m rtir de su celo
por las fuentes rabe-griegas; que en paz descanse. Pero su erudicin desechada
.nos faltar por muchos aos. -
el nombre de este pueblo est escrito en las estrellas de manera
ms duradera de-lo que pudo lograrse jams en la tierra. Innume
rables so n 'los libros que produjo su dedicacin laboriosa a las
matemticas y, particularmente, la astronoma; los ms de ellos ya
cen todava desconocidos o sirven slo a una aplicacin abusiva, y
enormes bibliotecas fueron destruidas por la guerra, el fuego o la
negligencia y la barbarie. Gracias a las ciencias ms nobles que pro
dujo el espritu humano pentraron hasta la Tartaria, los pases mon
glicos y hasta en la China inaccesible. En Samarcanda se redactaron-
tablas astronmicas y fueron determinadas pocas cronolgicas que
nos sirven todava hoy. Nuestros signos aritmticos, los guarismos,
los recibimos d ios rabes; el lgebra y la qumica llevan hasta nues
tros das el nombre que ellos les dieron. Ellos son los padres de
esta ciencia, gracias a la cual el gnero humano alcanz una nueva
clave para- las secretos de la naturaleza, no slo en lo que a la me
dicina se refiere, sino para todos -los campos de la fsica y por mu
chos siglos. Puesto que profundizaron sta ciencia a expensas de
la botnica a la que no se dedicaron con igual aplicacin, y su ley
les prohiba el estudio de la anatoma, ejercieron tanta mayor in
fluencia sobre los medicamentos mediante la qumica, y perfeccio
naron las clasificaciones de las enfermedades y temperamentos con
una observacin, rayana en supersticiosa, de sus sntomas y signos.
Lo que Aristteles fu para ellos en la filosofa, Euclides y Ptolmeo
en las matemticas, les significaron Galeno y Dioscrides en la me
dicina, aunque no se puede negar que los rabes no fueron sola
mente los conservadores, propagadores y perfeccionadores de la cien
cia de los griegos, sino tambin, aqu y all, falsificadores de las
ciencias ms indispensables para nuestra especie. El gusto oriental
que los orientaba, inform las ciencias tambin en Europa por lar
go tiempo y slo , coa gran trabajo pudo eliminarse. Tambin en
algunas artes, por ejemplo la arquitectura, mucho de lo que solemos
denominar estilo gtico, es propiamente estilo rabe, l cual se iba
formando a su- manera, conforme a los edificios que los conquis
tadores brbaros hallaron enTas provincias griegas, de donde pas
con ellos a Espaa para desde ah propagarse por otras partes.
4. Finalmente habra que hablar todava dei brillante y ro
mntico . e s p r i t u . c a b a l l e r e s c o que ellos, sin lugar a du
das, aportaron al espritu aventurero de los europeos; pero ste no
tardar en manifestarse por s solo a medida que prosiga nuestra
historia. .
VI

CONSIDERACIN GENERAL

Si dirigimos una mirada retrospectiva a la configuracin que


nuestro Continente haba alcanzado con las invasiones y conversio
nes de los pueblos, con las guerras y la jerarqua, advertimos los
contornos de un cuerpo robusto pero torpe, el cuerpo de un gigan
te al que slo le faltaba la luz de sus ojos. Poblacin haba de sobra
en este extremo occidental del Viejo Mundo; los pases que haban
languidecido debilitados por la opulencia de los romanos, se ha
ban poblado ahora densamente con cuerpos de gran fortaleza y
animados de sana energa1.
Durante los primeros tiempos que fueron como la toma de po
sesin de las nuevas regiones, antes de que la diferencia de clases
sociales degenerase en la constitucin de una clase opresora por de
recho hereditario, la primitiva frugalidad de estos' pueblos incultos
hall en medio de otras naciones que haban trabajado y edificado
durante tantos siglos para la comodidad de aqullos, un verdadero
paraso en el mundo romano conquistado. No reparaban en la des
truccin causada por sus invasiones que haban atrasado al gnero
humano en ms de un milenio, porque la prdida de un bien des
conocido no se lamenta, y para el hombre de vida casi slo sensiti
va, la parte occidental del mundo nrdico fu siempre algo muy
superior a la vieja Samarcia, Escitia o el ms lejano mundo de los
hunos, aunque slo se conservasen unas dbiles sombras de sus cul
tivos; Es evidente que estos hombres sufrieron luego en las devasta
ciones que sobrevinieron desd la poca cristiana, en las guerras que
estos pueblos llevaban unos contra otros, en las nuevas epidemias y
enfermedades; pero nada los aplast tanto como el feudalismo desp
tico. Europa se llen de hombres, pero estos hombres eran siervos
que pertenecan en propiedad a los seores feudales; la esclavitud
que los oprima era tanto ms dura cuanto que era cristiana, regla
mentada por leyes polticas y ciega costumbre; una esclavitud se
llada por escritura que los ataba a la gleba. El solo ambiente, el
hecho de haber nacido, los converta en propiedad ajena; quien
no fuese libertado por contrato o dspota por nacimiento entraba
i La fortaleza fsica de nuestros antepasados consta tanto de la historia
como de sus sepulcros y armaduras; de no ser as, cuesta, por lo dems, imagi
narse la historia antigua y medieval de Europa. Pocas eran las ideas que infor
maban esta masa valiente y noble, y lo poco que haba, se mova lentamente,
pero con fuerza.
automticamente en el estado que se deca natural, de pertenecer
a otro, o sea, de la servidumbre.
De Roma no caba esperar ninguna ayuda para remediar este
mal; sus ministros se haban dividido con los otros la supremaca
de Europa, y la misma Roma descansaba en hombros de una mul
titud de esclavos espirituales. Lo que libertaban emperadores y re
yes, deba arrancarse a la esclavitud con cartas de liberacin, como
en los libros de los caballeros andantes se arrebataba su presa a los
gigantes y dragones, de manera que este camino no era viable en
mayor escala por largo y engorroso. Los conocimientos que posea
el cristianismo occidental estaban ya comunicados y aprovechados;
su popularidad no era ms que un miserable palabrero litrgico;
en los monasterios, iglesias y comunidades la retrica patrstica pole
mizante se haba transformado en despotismo mgico sobre las al
mas, al que la plebe veneraba cordn y disciplina en mano, y hasta
haciendo penitencia de rodillas y cabeza en tierra. Ciencias y artes
haban perecido, porque entre los huesos de los mrtires, campana
zos y rganos, nubes de incienso y oraciones para el purgatorio, no
habitan las musas. La jerarqua haba ahogado el libre pensamiento
a fuerza de rayos fulminadores, paralizando con su yugo toda activi
dad noble. A los pacientes y sufridos se les prometa una recom
pensa en el otro mundo, mientras que sus opresores tenan asegu
rada la absolucin en la hora de la muerte a cambio de legados y
testamentos; el reino de Dios en la tierra estaba arrendado.
Fuera de la Iglesia romana no haba salvacin en Europa. Por
no mencionar a los pueblos desplazados que vivan miserablemente
en los confines del mundo, no se poda esperar nada del imperialis
mo bizantino y menos an del nico reino que haba comenzado a
formarse al este de Europa, fuera de la esfera de influencia del Papa
y del emperador1. Por lo tanto, no le quedaba a la parte occidental
otro recurso que ella misma o la nica nacin, situada al sur. donde
floreca un nuevo retoo de las luces: los mahometanos. Europa se
fu pronto a las manos con ellos y se vi apremiada por largo
tiempo en sus partes ms vulnerables. En Espaa se prolong el
conflicto aun hasta los tiempos del completo esclarecimiento de Eu
ropa. Cul fu el premio de la lucha, y a quien se otorg la vic
toria? El nuevo despertar de la actividad humana fu, sin duda, el
mejor premio de la victoria.

i Este reino es Rusia. Desde los tiempos de su fundacin se encamin por


u n rumbo propio y distinto del que tomaron los remos occidentales de Europa;
slo muy tarde aparece en escena a l lado de aqullos.
LIBRO VIGSIMO

C i coa razn se considera las cruzadas que Europa llev contra


Oriente como una poca de importantes cambios en nuestro
Continente, tngase cuidado, con todo, de no ver en ellas su primera
y nica fuente. Las cruzadas no fueron ms que una locura que cost
a Europa algunos millones de hombres, y los que volvan no eran
en su mayor parte personas de mayores luces, sino individuos des
atados, contumaces y opulentos. El bien que se obr en su poca
provena las ms veces de causas secundarias que llegaron a actuar
en este tiempo con mayor libertad y producan adems un bien que
en ms de un aspecto era harto peligroso. Por lo dems, ningn he
cho histrico de resonancia mundial existe aisladamente; fundado
en causas anteriores, no es ms que la esfera del reloj que seala la
hora, mientras las agujas son movidas por las pesas invisibles. Con
tinuemos, por lo tanto, considerando el engranaje de Europa en su
conjunto, para observar cmo cada una de las ruedas contribuye
a un fin comn.

I
EL ESPRITU MERCANTIL EN EUROPA

No en vano haba rodeado la naturaleza a este pequeo


Continente de tantas costas y bahas, dotndole adems de tantos
mares y ros navegables; desde los tiempos ms antiguos se movan
activamente por ellos los pueblos vecinos. Lo que para los euro
peos del sur haba sido el Mediterrneo, lo fu para los pueblos nr
dicos el Mar Bltico, desde poca temprana campo de ejercicio para
la navegacin y el trfico entre los pueblos. Fuera de los galos y
cimbros, vimos all a los frisones, sajones y, especialmente, los nor
mandos, que cruzaron todos los mares del norte y Occidente y hasta
el Mediterrneo, llevando a cabo hazaas buenas y malas. A base
de troncos ahuecados se fueron levantando hasta grandes embarca
ciones, supieron resistir en alta mar y poner los vientos a su servi
cio, de manera que todava ahora en todos los idiomas europeos las
graduaciones de la' brjula y muchas denominaciones de la navega
cin son nombres germnicos. Sobre todo fu el mbar, este juguete
precioso, lo que atraa a griegos, romanos y rabes y llev a los pue
blos del sur noticias del mundo septentrional. Por medio de barcos
era transportado desde Masilia (Marsella), en increbles cantidades,
a travs del ocano o por tierra a travs de Karnunt al Mar Adri
tico, y por el Dniper hasta el Mar Negro. El camino al Mar Negro
segua siendo con preferencia sobre todos los dems la gran va del
trfico internacional entre el norte, el sur y el Oriente1. En la
desembocadura del Don y del Dniper estaban dos grandes centros
comerciales, Azov (Tanais, Asgard) y Olb'ia (Borysthenes, Al-
fheim), depsitos de las mercancas que iban, casi siempre por
canje, al norte de Europa, procedentes de Tartaria, India, China,
Bizancio y Egipto. Este trfico del noreste segua siendo frecuen
tado an hasta que despus de las cruzadas se us la va ms c
moda por el Mediterrneo. Desde que los eslavos posean gran parte
de la costa del Bltico, erigieron a lo largo de la misma florecientes
ciudades mercantiles; los pueblos germnicos que habitaban en las
islas y la costa opuesta les hacan la competencia y no cejaron hasta
que en honor del lucro y del cristianismo el comercio de los eslavos
quedase destruido. Ahora trataron de desempear el papel de aqu
llos, y poco a poco se fu formando, mucho antes de la Unin Han-
setica, una especie de repblica martima, una u n i n de l as
c i u d a d e s m e r c a n t e s , que ms tarde haba de prosperar
hasta ser la gran Liga Hansetica. Si antes haba habido reyes del
mar en tiempos de la piratera del norte, ahora se vena extendiendo
un Estado mercantil compuesto de muchos miembros, basado en
autnticos principios de seguridad y ayuda mutua, probablemente
el modelo del futuro Estado de todos los pueblos mercantes de Eu
ropa. La laboriosidad y los oficios tiles florecan en ms de una
costa nrdica, pero sobre todo y antes que en ninguna parte en
Flandes.
Naturalmente, la constitucin interna de este Continente no
. era. precisamente la ms propicia para la industriosidad progresista

1 Machos datos sobre esto se encuentran en F i s c h e r , H isto ria d el comercio


germ nico, vol. I.
de sus habitantes, por cuanto no slo las invasiones de los piratas en
casi todas las costas dieron triste fin a los mejores establecimientos,
sino tambin porque el espritu guerrero en tierra que bulla toda
va en los pueblos, y su secuela el feudalismo, les oponan mil obs
tculos. A l principio, repartidos los pases de Europa entre los br
baros y habiendo mayor igualdad entre los miembros de las naciones
y tambin un trato ms benigno para con los antiguos habitantes,
no le faltaba a la industriosidad general sino el estmulo que tambin
hubiera encontrado .de haber existido ms Teodoricos, Carlomag-
nos y Alfredos; pero cuando todo el mundo cay bajo el yugo de
la servidumbre y una clase social hereditaria abusaba para sus orgas
y su magnificencia del sudor y el trabajo de sus sbditos, a la vez
que se avergonzaba de ejercer por s misma cualquier oficio prove
choso; y cuando cualquier artesano capaz tena que ser libertado por
decreto de gracia o contra pago de impuestos del poder de estos-
demonios para tan slo poder ejercer su oficio, claro est que todo-
se hallaba encadenado. Los gobernantes comprensivos hicieron-
cuanto pudieron: fundaron ciudades y las declararon libres; toma
ron bajo su proteccin a artistas y artesanos, incluyeron en su juris
diccin mercaderes y hasta usureros hebreos, perdonaron los derechos-
aduaneros a los primeros y dieron libertades, a menudo perjudicia
les, a los segundos por estar necesitados del dinero judo. Pero con
todo esto no fu posible, dadas las circunstancias reinantes, que en
Europa, al menos en tierra firme, prosperase un libre uso o una libre
circulacin del trabajo humano. Todo estaba obstruido, desmem
brado y oprimido, y nada ms natural sino que la agilidad y la
favorable situacin geogrfica del sur ganase de mano por cierto
tiempo a la laboriosidad nrdica. Pero slo por un tiempo, pues
todo cuanto hicieron Venecia, Gnova, Pisa y Amalf permaneci
dentro del Mediterrneo; a los navegantes nrdicos, en cambio, les
perteneca el ocano, y con el ocano el mundo.

El origen de V e n e c i a en sus lagunas fu semejante al de


Roma. Primero haba servido de refugio a los que huan de las
incursiones de los brbaros a pobres islas donde se alimentaban co
mo podan; ms tarde, unida con el antiguo puerto de Padua, co
munic sus islas e islotes, estableci una forma de gobierno y ascen
di de un msero comercio de salmuera y pescado, que fu su comien
zo, a ser por algunos siglos la primera ciudad mercantil de Europa,
posesin de varios reinos, y retiene todava hoy el honor de ser la
ms antigua repblica que nunca fu conquistada. Su historia de
muestra lo que ensea la de varias naciones mercantes, a saber, que
comenzando por la nada se puede llegar a poseerlo todo y salvarse
hasta de la ruina ms inminente a condicin de que el trabajo ince
sante se combine con la prudencia. Despus de bastante tiempo Ve-
necia sali .de sus pantanos buscando como'animal hurao una pe
quea extensin, de tierra firme; luego dio unos pasos ms adelante
y apoy la debilidad del exarca, de Ravena para congraciarse con el
emperador, ms poderoso. En cambio recibi lo que deseaba: im
portantes libertades en este reino, que por entonces era el centro
mercante ms importante del mundo. A l comenzar la expansin de
los rabes y cuando-stos se apoderaron con Siria, Egipto y casi todas
las costas del Mediterrneo tambin del comercio de estos pases,
Veneda hizo frente con audacia y buena fortuna a sus ataques con
tra el Adritico, pero supo tambin a tiempo entrar con ellos en
pactos que la convirtieron en distribuidora de todas las riquezas de
Oriente con las consiguientes inmensas ventajas comerciales. Por
Venecia transitaron ahora todas las especias, la seda, todos los artcu
los de lujo procedentes de Oriente, y pasaron a Europa en tales can
tidades que casi toda Lomb'arda se transform en depsito de mer
cancas, y los venecianos y lombardos, juntamente con los judos,
en los mercaderes de todo Occidente. El comercio de los pases
nrdicos, dedicado ms bien a los bienes de consumo, sufri por
esta causa cierto detrimento; y ahora,, apremiada por hngaros y
rabes, la rica Venecia se estableci tambin en tierra firme. Man
teniendo buenas relaciones tanto con los emperadores bizantinos
como con los rabes, supieron aprovecharse de Constantinopla, Ale-
po y Alejandra y combatieron con receloso temor los establecimien
tos comerciales de los normandos hasta que .stos cayeron en sus
manos. Los artculos de lujo que Venecia y sus competidores traan
de Oriente, las riquezas que por este medio atesoraban y las leyen
das que los peregrinos difundan sobre la magnificencia de los orien
tales, suscitaron en los nimos de los europeos una envidia sobre
las posesiones mahometanas que superaba la que se relacionaba con
la posesin del Santo Sepulcro; y cuando se iniciaron las cruzadas,
nadie sac tanta partida de ah como estas ciudades mercantiles
italianas. Transportaron a muchos ejrcitos, los proveyeron de co
mestibles y ganaron de esta manera no slo sumas fabulosas, sino
adems, nuevas libertades, centros comerciales y posesiones en los
pases conquistados. Venecia fu ms afortunada que todas, porque
tuvo la suerte de ocupar Constantinopla con un ejrcito, de cruzados
y erigir all un trono imperial occidental; supo repartirse la presa
tan ventajosamente con sus aliados, que stos recibieron poco, y
este poco por un tiempo incierto y breve, mientras que ella se qued
con todo lo que le serva para el comercio: las costas e islas de Gre
cia. Durante largo tiempo conservaron los. venecianos estas pose
siones, aumentndolas todava en medida considerable; supieron
sustraerse con fortuna y precaucin a todos los peligros y acechanzas
de sus enemigos y-competidores hasta que un nuevo orden de cosas,
la circunnavegacin del frica por los' portugueses y la irrupcin
de los turcos en Europa, los constri a su Mar Adritico. Gran
parte del botn del Imperio Bizantino, de las cruzadas y del comercio
con Oriente se ha acumulado en sus lagunas; los frutos del mismo
se difundieron, para bien y para mal, por Italia, Francia y Alema
nia, particularmente en el sur de esta ltima. Fueron los holandeses
de su poca y escribieron su pgina en la historia no slo con su
actividad comercial, diversas artes y oficios, sino, sobre todo, gracias
a la duracin de su forma de gobierno1.

Antes de Venecia lleg G n o v a a desarrollar una actividad


mercante de gran alcance, reteniendo por un tiempo el dominio del
Mediterrneo. Particip en el comercio griego, despus en el rabe
y de esta manera se apoder no slo de la isla de Crcega, sino tam
bin, con la ayuda de algunos prncipes espaoles cristianos, de va
rias plazas del frica, teniendo a raya a los piratas. En las cruzadas
_ particip muy activamente; los genoveses ayudaron a los ejrcitos
con su flota, ayudaron a la primera cruzada a conquistar Antioqua,
Trpolis, Cesrea y Jerusaln, consistiendo su recompensa no slo
en una inscripcin honorfica sobre el altar de la capilla del Santo
Sepulcro, sino tambin en extraordinarias franquicias en Palestina y
Siria. En el comercio con Egipto fueron los competidores de los
venecianos; pero ante todo dominaban en el Mar Negro, donde po
sean la gran ciudad mercantil de Cafa, emporio de las mercancas
que venan de Oriente por tierra, extendiendo sus filiales y su tr
fico comercial hasta Armenia y muy adentro de Tartaria. Defen
dieron por largo tiempo tanto Cafa como las islas del archipilago,
hasta que los turcos conquistaron Constantinopla y les cerraron pri
mero el Mar Negro, y luego tambin el archipilago. Emprendieron
largs y sangrientas guerras contra Venecia, y ms de. una .vez lle
varon a esta repblica al borde de la ruina; destruyeron a Pisa com
pletamente, hasta que los. venecianos lograron por fin encerrar las
fuerzas genovesas en Chiozza y sellaron el ocaso de su grandeza.

A m a l f i , P i s a y varias otras ciudades de tierra firme de


Italia participaron con Gnova. y Venecia en el comercio rabe-
oriental. Florencia se independiz y se uni con Fisole; Amalfi
tuvo libertad de comerciar en todos los Estados del califato egipcio;
pero .las potencias navales principales del Mediterrneo eran Amalfi,
Pisa y Gnova. Las costas de Francia y Espaa trataron de tomar
parte en el comercio con Levante, y los peregrinos de ambos pases

i L a H is t o r ia d e V en ecia, de Le Bret, es un extracto de los rasgos 'ms


notables que se poseen sobre la historia de este Estado, como no se encuentra
en otra lengua. Veremos en lo que sigue el significado que tuvo esta ciudad ma
rtima en la historia de Europa para la Iglesia, la literatura y otros sectores.
acudan all tanto por el lucro como por devocin. sta fu la si'
tuacin del sur de Europa frente a las posesiones rabes que, espe
cialmente para las costas italianas, significaban un pas de hadas y
un jardn repleto de especias y riquezas. Las ciudades italianas que
participaron en las cruzadas no iban en busca del cadver del Seor,
sino de las especias y tesoros que rodeaban su sepulcro. El banco
de Tiro era su tierra de promisin, y todo cuanto emprendieron,
estaba en la lnea comercial que haban seguido desde siglos atrs.

Por efmero que fuese el bienestar que estas riquezas exticas


pudiesen aportar a quienes las lucraban, fueron, sin embargo, poco
menos que indispensables para el primer florecimiento de la cul
tura italiana. Por ellas se conoci una forma de vida ms muelle
y cmoda y se dispuso de los medios para sustituir siquiera un es
plendor tosco por otro ms refinado. Muchas de las ciudades im
portantes de Italia, ligadas con vnculos precarios a sus gobernantes
supremos ausentes y dbiles ms all de los Alpes, y empeadas
todas en lograr su independencia, obtuvieron de esta manera gran
des poderes sobre los rudos habitantes de los castillos de caballeros
bandidos; pues, o los atraan por el lujo y el mayor bienestar de la
vida comn a habitar dentro de sus muros, convirtindolos en ciu
dadanos pacficos, o el crecimiento de la poblacin les di podero
suficiente para destruir el castillo y obligar a sus dueos a practicar
la buena vecindad. El lujo naciente estimulaba la industriosidad, no
slo en las manufacturas y artes, sino tambin en la agricultura; la
vecindad de grandes y laboriosas ciudades convirti a Lombarda,
Florencia, Bolonia, Ferrara y las costas de Npoles y Sicilia en cam
pos florecientes. La Lombarda fu un jardn cuando gran parte
de Europa consista todava en campos de pastoreo y selvas. Como
estas ciudades densamente pobladas deban ser alimentadas por la
campaa, y el granjero y agricultor obtenan mayores ganancias con
los precios aumentados de los vveres, tena que responder con una
mayor produccin si quera tener parte en la nueva prosperidad.
Una actividad suscitaba otra y estimulaba su desarrollo y el nuevo
estado de cosas favoreca necesariamente el orden, la libertad de
la propiedad privada y una mayor proteccin legal de las institu
ciones. Se tuvo que aprender a ahorrar para poder hacer inver
siones; el ingenio de los hombres se aguzaba para superarse mutua
mente en la obtencin de mejores precios; todos los que hasta en
tonces haban estado abandonados a su propia economa, se con
virtieron en comerciantes a su manera. No era, pues, ms que natu
ral que la bella Italia, prspera con una parte de la riqueza rabe
que pasaba por sus manos, fuese tambin la primera en ostentar
la flor de una nueva cultura.
Como todo, el florecimiento fu efmero. El comercio se iba
difundiendo y tom nuevos rumbos; las repblicas cayeron en la
decadencia, las ciudades opulentas se enceguecieron por la soberbia
y fomentaban la desunin entre ellas; todo el pas se llen de par
tidos de entre los cuales ciertos hombres emprendedores y algunas
familias poderosas alcanzaron la cima del poder. Sobrevinieron
guerras y opresin, y como por el lujo y las artes se haban perdido
el espritu guerrero y hasta la honradez y lealtad, una ciudad tras
otra, una regin tras otra, fueron presa de tiranas internas o ex
tranjeras. La misma Venecia, propagadora de tan dulce veneno,
slo pudo salvarse de la ruina por medidas draconianas. Esto, sin
embargo, no est reido con que cada resorte de las actividades hu
manas goce de los derechos que le corresponden. Por suerte para
Europa, semejante lujo lo era en aquel entonces todo menos comn,
y en su mayor parte serva nicamente para el lucro en efectivo de
los lombardos. Todava estaba en su pleno poder otro espritu, el
de la caballera, que emprenda sus hazaas desinteresadamente 3
slo en aras del honor. Veamos cul era el germen de esta flor,
qu savia la aliment y cules fueron sus frutos, al restringir el
espritu mercantil.

II
EL ESPRITU DE LA CABALLERA EN EUROPA

Todas las tribus que invadieron Europa eran tribus guerreras,


y como la caballera era la parte ms penosa del servicio militar,
no pudo faltar que su recompensa fuese mayor. Pronto se form
un g r e m i o d e c a b a l l e r o s que aprendieron su oficio ex
profeso, y como integraban el squito y la escolta de los caudillos,
duques o reyes, s form naturalmente en su campamento una es
pecie de escuela de guerra, donde los pajes tenan que aguantar sus
aos de aprendizaje, para luego, como caballeros formados, salir en
busca de aventuras como oficio propio de ellos, y, despus de haber
probado su virtud, volver como oficiales veteranos con derecho al
ttulo de maestro de caballera. Con este carcter podan seguir
prestando servicios o ensear, a su vez, a otros pajes. Difcilmente se
puede asignar otro origen que ste a toda la caballera. Los pueblos
germnicos que trataban todas las cosas al estilo gremial, tenan que
proceder as, ante todo, respecto del arte que era su exclusividad;
y precisamente porque ste era su arte principal y nico, lo dis
tinguieron con todo el honor que, como ignorantes, no podan re
conocer a. otras actividades. De este origen derivan todas las leyes
y reglamentos de la caballera.
La escolta de caballeros era un s e r v c o ; , en consecuencia,
el juramento de-fidelidad era tanto para el paje como para l caba
llero la primera obligacin que deba a su seor. Los ejercicios de
equitacin y de combate eran su escuela de donde se originaron,
juntamente con otros servicios llamados caballerescos, las Justas y los
torneos. En la corte, el joven paje tena que prestar servicios pro
pios de su estado y de cortesano a su seor y a la mujer de ste;
de ah que aprendiese profesionalmente los deberes de cortesa para
cou las damas y los'seores. Y puesto que adems del corcel y las
armas necesitaba tambin algo de religin y favor de las damas,
aprendi de la primera un resumido breviario, y solicitaba el se
gundo en la medida de sus fuerzas y conforme a las costumbres de
la poca. Con esto qued constituida la caballera, que consista en
una fe ciega en la religin, en una lealtad ciega para con el seor,
mientras ste no peda nada contrario al gremio, en cortesa en el
servicio y en galantera para con las mujeres. Fuera de estas vir
tudes, la cabeza y el corazn del caballero podan quedar libres de
conceptos y deberes. Las clases sociales inferiores no eran sus iguales;
lo que aprendan el sabio, el artista y el artesano, lo poda despreciar
como caballero formado y de servicio.
Es evidente que este oficio de la guerra tuvo que degenerar en
una descarada barbarie tan pronto como- se convirtiese en derecho
hereditario y el caballero de costumbres severas y slidas fuese desde
la cuna un doncel de noble abolengo. Por ltimo, los prncipes
ms perspicaces que alimentaban semejante squito ocioso en sus
cortes, tenan inters en cultivar este oficio en cierta medida y,
sacrificando algunas de las concepciones antiguas, mejorar las cos
tumbres de estos hijos de nobles para seguridad de su propia corte,
su linaje y el mismo pas. En consecuencia, se promulgaron leyes
ms severas que prohibieron toda bajeza entre ellos y fomentaron
las obligaciones ms nobles como la proteccin de los oprimidos,
la defensa de la inocencia virginal, la magnanimidad para con los
enemigos, etctera, mediante las cuales se pretenda poner coto a
sus violencias y suavizar su mentalidad ruda y brutal. Estas reglas
de la orden inculcadas desde la juventud, quedaban firmemente
impresas en estas almas leales, y uno se maravilla de la honradez y
fidelidad que manifestaban aquellos nobles caballeros en obras y
palabras casi automticamente. No pecaban ciertamente por una
nimia flexibilidad de carcter, ni por una gran versatilidad en la
comprensin de las cosas o un gran caudal de ideas, por lo cual el
lenguaje medieval se presenta tan ceremonioso, rgido y formal
que parece revestido de una frrea armadura, evolucionando con
mesura caballeresca alrededor de dos o tres ideas.
Las causas que haban de dar mayor vitalidad y agilidad a esta
figura del caballero provenan de los dos extremos de la tierra;
Espaa, Francia, Inglaterra e Italia, pero sobre todo Francia, fueron
la palestra de esta cultura ms elevada de los caballeros.

1. Por el carcter de su raza y su pas, siempre ha sido como


una peculiaridad connatural de los r a b e s distinguirse prr una
especie de caballera andante entremezclada con las ternuras del
amor. Iban en busca de aventuras, sostenan duelos, vengaban la
ms pequea injuria que pudiera mancillar su honor o el de su
tribu, lavndola con la sangre del enemigo. Habituados a una
vida dura y vestidos pobres, no conocan tesoro ms preciado que
su caballo, su espada y la gloria de su linaje. Puesto que buscaban
en sus correras al mismo tiempo aventuras amorosas, volcando,
luego, sus lamentos por la ausencia de la amada en el lenguaje de
la poesa tan apreciada por ellos, pronto se estableci, a manera
de partes integrantes de sus cantares, cantar al profeta, a s mismos,
a la gloria de su tribu y las alabanzas de su amada, sin cuidarse
demasiado.de las transiciones de un tema a otro. En sus conquistas
iban acompaados por las tiendas de las mujeres, y las ms valientes
de ellas los animaban en la batalla. En consecuencia, ponan a los
pies de ellas el botn de la victoria, y como desde los tiempos de
Mahoma las mujeres tuvieron mucha influencia en la formacin
del Imperio rabe, y el oriental en tiempos de paz no conoce otra
diversin que los juegos y pasatiempos y el entretenimiento con el
bello sexo, se celebraron en Espaa en la poca de los rabes fiestas
caballerescas en presencia de las damas, como por ejemplo, tirar
con el bohordo al anillo dentro del palenque, y otros certmenes
con gran despliegue de magnificencia. Las beldades animaban a
los luchadores y los premiaban con joyas, un cinto u otra prenda
hecha por sus manos; pues en su honor se celebraban estas diver
siones, y la imagen de la dama del vencedor era expuesta a los ojos
de todos, rodeada de los retratos de los caballeros por l vencidos.
Colores, insignias y vestiduras designaban a los bandos en lucha,
cantares embellecan las fiestas, y la recompensa del amor era el
ms hermoso premio que esperaba al vencedor. Es, pues, evidente
que las costumbres ms refinadas de la caballera fueron introdu
cidas en Europa por los rabes; lo que entre los hroes nrdicos de
pesadas armaduras era usanza gremial o quedaba en el campo de
la mera poesa, fu en aqullos un don natural, juego gil y ejer
cicio jocundo1.
En Espaa, donde durante siglos haban convivido godos y ra
bes, fu donde este espritu ms gil de la caballera hizo su entrada
entre los criastianos. No slo se fundaron aqu las rdenes cristianas
1 Vase Reiske sobre T o g r a , Pocok sobre A b u lfa r a d sh , Sale, Jones, Okley,
Cardonne y otros.
ms antiguas, formadas para luchar contra los moros, escoltar a los
peregrinos camino de Compostela, o finalmente slo por entusiasmo
y gusto de la caballera, sino que el espritu caballeresco se grab tan
profundamente en el carcter de los espaoles que, a la manera
rabe, hasta los caballeros andantes y los del amor fueron entre
ellos mucho ms quemeros productos de la imaginacin. Los ro
mances, es decir, los cantares histricos, en particular los relatos de
caballeros y amoros (tal vez tambin la novela, por ejemplo, el
Amadis ms antiguo), son frutos de su mentalidad y su lenguaje que
todava en tiempos muy posteriores dieron materia a Cervantes para
su incomparable novela nacional de Don Quijote de la Mancha.
Pero sobre todo su influencia, se hizo sentir en la p o e s a a l e
g r e , tanto aqu como en Sicilia, las dos regiones que los rabes
poseyeron por ms tiempo1.
Y es el caso que en aquella regin que Carlomagno arrebat a
los rabes hasta el Ebro para poblarla con lemosinos, es decir, ha
bitantes del sur de Francia, se form con el tiempo de ambos lados
de los Pirineos y en la vecindad de los rabes, la primera poesa de
las nuevas lenguas vernculas de Europa, el a r t e p o t i c o p r o - '
v e n z a l o l e m o s n . Tensones, sonetos, idilios, villanescas, sir-
venteses, madrigales, canzonetas y otras formas inventadas para in
geniosas adivinanzas, dilogos y expresiones figuradas sobre el amor,
dieron origen ya que en Europa todo se rega por reglamentos de
la corte o de los gremios a un curioso tribunal, la corte de amor,
donde caballeros y damas, reyes y prncipes fingan como jueces y
parte interesada. Ante este tribunal se formaba toda la gaya ciencia,,
que es la de los trovadores, siendo al principio una diversin
a la que estaba aficionada la ms alta nobleza, para decaer
con el tiempo en esparcimiento de cortesano al estilo europeo, y
siendo cultivada entonces por contadores, truhanes y bufones, es de
cir, narradores de fbulas, payasos y juglares, y hacindose despre
ciable. En los primeros tiempos de su florecimiento, el arte potico
provenzal se distingua por una gracia suave y armnica, conmove
dora y encantadora, que templaba e espritu y el corazn, cultivabas
el lenguaje y las costumbres; fu, en una palabra, la madre de todo-
el arte potico moderno de Europa. La lengua provenzal se haba
difundido por Languedoc, Provenza, Barcelona, Aragn, Valencia,.
Murcia, Mallorca y Menorca. En estos hermosos pases refrescados-
por la brisa del mar se exhal el primer suspiro de amor gozoso o*
abatido; sus hijas son la poesa espaola, francesa e italiana. Petrar
ca fu su discpulo y mulo a la vez; nuestros bardos son su eco-
posterior y ms tosco, aunque pertenecen indiscutiblemente a lo-

i Vase V e l .'sq ve Zj A r te P o tic o E s p a o l, y todos los que escribieron sobre


los provenales, bardos, etctera.
ms tierno que produjo nuestra lengua. El espritu de la caballera
difundido por doquier haba llevado tambin algunas de estas flo
res de Italia y Francia a travs de los Alpes a Suab'ia, Austria y
Turingia. Algunos emperadores de la dinasta de los Hohenstaufen
y el landgrave Germn de Turingia se aficionaron a ellas y varios
prncipes alemanes que de otra manera hubieran permanecido en
el anonimato, perpetuaron sus nombres por algunos cantares de
este estilo. Pero ese arte degener pronto y as como en Francia se
haba convertido en artesana de juglares ambulantes, en Alemania
form el gremio de los maestros cantores. En las lenguas que, como
la provenza misma, se derivaban del latn, pudo echar races ms
profundas y produjo frutos mucho ms sabrosos desde Espaa, a
travs de Francia e Italia hasta Sicilia. En Sicilia, antes posesin
de los rabes, como Espaa, naci el primer arte potico italiano.

2. La obra iniciada por los rabes desde el sur, fu perfecciona


da en mayor medida todava por los n o r m a n d o s en Francia, In
glaterra e Italia. Cuando su carcter romntico, su amor a las aven
turas, sus leyendas heroicas y ejercicios de caballera y su respeto
nrdico para con las mujeres se encontr con el espritu refinado
de caballera de los rabes, ste gan en Europa difusin y clase.
Ahora se propagaron en mayor escala las leyendas que se llaman no
velas y cuyo fundamento haba existido mucho antes d las cruza
das; pues todos los pueblos germnicos haban cantado desde tiem
pos inmemoriales Zas glorias de sus hroes. Estos cantares y poesas
se haban conservado tambin durante los siglos ms oscuros en
las cortes de los poderosos y hasta en los monasterios; ms an:
cuanto ms desapareca la verdadera historiografa, tanto ms la
mente de los hombres estaba predispuesta a las leyendas espiritua
les o novelescas. Por esto se encuentra este ejercicio de la imagina
cin humana ms que ningn otro desde los primeros siglos del
cristianismo, primero a la manera greco-africana, y ms tarde a la
nrdico-europea. Monjes, obispos y santos no desdearon su culti
vo; ms an, la misma Biblia y la verdadera historia deban reves
tirse de novela para ser gratas al auditorio. De esta manera se
escribi, por ejemplo, el proceso de Belial contra Cristo, as las
personificaciones alegricas y msticas de todas las virtudes y debe
res; as las piezas moralizantes, espirituales y teatrales y los entre
meses. Para ese gusto generalizado de la poca, hijo de la ignorancia,
supersticin y una fantasa exaltada, fueron las l e y e n d a s y f
b u l a s (contes et fabliaux) el nico alimento del espritu de los
hombres, y la caballera prefera las leyendas heroicas a todo lo de
ms. En Francia, centro de esta cultura, se eligieron naturalmente los
objetivos ms peculiares a cada una de las dos tendencias que se en
contraron aqu. Una era la guerra de Carlomagno contra los sarra-
ceos coa todas las aventuras que habran ocurrido en los Pirineos;
la otra se refera a lo .que se encontr de antiguas leyendas del rey
Arturo , en Bretaa, el pas de los normandos. En la primera se ce
lebraban los doce pares de la posterior versin francesa, juntamen
te con todas las maravillas que haba que decir de Carlos y sus ca
balleros y el salvajismo de los paganos sarracenos. Ogier, el. dans,
Hun de Burdeos, los hijos de Aimn, y muchas leyendas de pere
grinaciones y cruzadas completaban la historia; pero los personajes
y hechos ms interesantes se tomaban infaltablemente de la regin
de. los lemosinos, Guyena, Languedoc, Provenza y aquella parte de
Espaa donde floreca el arte potico provenzal. La segunda ten
dencia de las leyendas del rey Arturo y los caballeros de la Tabla
Redonda atraves el mar hasta Cornualles, o ms bien hacia un
pas utpico donde era permitido un propio gnero de maravillas.
En estas novelas se pona ante la caballera un espejo insobornable
y sin reticencias; a travs de la diversa altura de carcter de los ca
balleros de la Tabla Redonda se delineaban con meridiana claridad
as los defectos como las virtudes de esta corte, para lo cual haba
un ancho campo en un tiempo tan remoto y un mundo sin limita
ciones como el que serva de fondo a las novelas del rey Arturo.
De las dos tendencias naci finalmente un tercer gnero de novelas
del cual no qued excluida ninguna provincia francesa y espaola.
Poitou, Champagne, Normanda, las Arden, Flandes y hasta Ma
guncia, Castilla y Algarve servan de escenario y suministraban
los personajes de caballeros, porque la ignorancia de la poca y la
figura en que por entonces apareca la historia de la Antigedad
permita, y hasta impona, esta mezcolanza de tiempos y pases.
Troya y Grecia, Jerusaln y Trapizonda juntamente con lo que se
oa de nuevos rumores o se saba de los antiguos, todo conflua en
la flor y nata de la caballera, y sobre todo, la descendencia de los
troyanos fu una gloria linajuda de la que todos los reinos y pue
blos de Europa con sus reyes y caballeros ms eminentes estaban
plenamente convencidos. Con los normandos pas el gnero nove
lesco a Inglaterra y Sicilia; ambas regiones le suministraron nuevos
hroes y nueva materia; pero en ninguna parte floreci tanto como
en Francia. Gracias a la coincidencia de muchas causas, el estilo
de vida, el idioma, la poesa y hasta la moral y religin de los hom
bres, los haba como predestinados a este gusto1.
Y en efecto, si saliendo del mundo de las fbulas entramos en
el campo de la historia, en qu reino de Europa se mostr la flor
de la caballera con mayor esplendor que en Francia? Desde que,
con la decadencia de los carolingios, tantas cortes de pequeos po

1 En otro lugar diremos ms acerca de estas tendencias y componentes de


las novelas medievales.
tentados, los duques* condes y barones alcanzaron poder y fastuo
sidad casi tantos -cuantas provincias, castillos y fortalezas habas-,
toda residencia y castillo fu tambin-una- escuela de honor caballe
resco.- La vivacidad de la nacin, las luchas que haba tenido -que
sostener durante siglos contra rabes y normandos, la glora que sus
antepasados haban alcanzado por esta razn, la floreciente prosperi
dad que varias estirpes haban logrado, su mezcla con los mismos nor
mandos, pero ms, que nada un rasgo propio del carcter de la na
cin que desde los galos se manifiesta en toda su historia, todo eso
produjo en la caballera esta elocuencia, esta agilidad vivaz, la ele
gancia comedida y el brillante gracejo que raras veces, tarde o nun
ca se encuentra en otra nacin que no sea la francesa. A cuntos
caballeros franceses deberamos nombrar que por su ideologa y
sus hazaas en tiempos de guerra y de paz, a lo largo de toda la
historia y hasta bajo el despotismo de los reyes se mostraron tan
valerosos, comedidos y nobles que sus linajes cobraron con ellos una
gloria inmarcesiblel Cuando cundi el llamamiento de las cruzadas
fueron los caballeros franceses la flor y nata de toda la caballera
de Europa: linajes franceses fueron los que subieron al trono de
Jerusaln y Constantinopla, y las leyes del nuevo Estado fueron
dictadas en francs. Con Guillermo el Conquistador ascendi esta
lengua y su cultura tambin al trono britnico; ambas naciones
fueron ahora rivales en las virtudes de la caballera que demostra
ron como competidoras tanto en Francia como en Palestina, hasta
que Inglaterra cedi a sus vecinos la vanagloria para elegir una
carrera ms lucrativa, la del burgus. Francia fu la primera que
supo hacer frente al poder del Papa, y de la manera ms elegante,
diramos con gracia, y hasta San Luis el rey lo fu todo menos un
esclavo del Papa. Inglaterra, Alemania y otros pases tuvieron reyes
ms valientes que Francia: pero la prudencia poltica pas de Italia
primero a Francia y supo portarse con cortesa, aun en casos en
que sus fines eran inconfesables. Este espritu se contagi tambin a
los institutos cientficos, a los altos dignatarios y a la jurisprudencia;
al principio para bien, despus para mal. No es extrao, pues, que
la nacin francesa sea hoy la ms vanidosa de Europa; desde que se
instituyera su monarqua, fu la antorcha que indic la senda a
Europa y di el tono en los cambios ms importantes que se in
trodujeron. Cuando todas las naciones formaron una gran rueda
en Palestina, los caballeros alemans convivieron con los franceses
para aprender a dominar su impetuosidad germana (furor euto-
nicus). Tambin el nuevo uniforme que en las cruzadas se origin
para toda Europa con su herldica propia y otros distintivos, es en
su mayor parte de origen francs.
Ahora nos tocara hablar de las tres o cuatro rdenes espiri
tuales de caballera que, fundadas en Palestina, alcanzaron tanta
gloria y riquezas; pero ya nos espera la accin heroica y poltica
con sus cinco o siete actos, durante la cual arribaron a esta altura;
aboqumonos, por lo tanto, a su estudio.

III

LAS CRUZADAS Y SUS CONSECUENCIAS

Durante largo tiempo, peregrinos y Papas haban lamentado


las penurias que sufran los cristianos en Jerusaln; se haba anun
ciado el fin del mundo, y Gregorio VII crea ya poder contar con
cincuenta mil hombres que iran con l al Santo Sepulcro si l se
pona al frente. Finalmente un picardo, Pedro el Ermitao, en in
teligencia con Simen, patriarca de Jerusaln, logr persuadir al
papa Urbano II a que pusiera manos a la obra. Se convocaron dos
concilios, y en el segundo el Papa pronunci un discurso despus
del cual el pueblo clamaba como furioso: Dios lo quiere, Dios lo
quiere!
En consecuencia, multitudes de hombres fueron sealados con
una cruz roja sobre el hombro derecho; en toda la cristiandad ca
tlica se predic la cruzada, concedindose a los santos guerreros
varias- libertades. Sin el consentimiento de sus seores feudales po
dan vender o empear sus tierras (los clrigos sus beneficios du
rante tres aos) ; todos los cruzados estaban con su persona y sus
bienes bajo la proteccin y jurisdiccin de la Iglesia, gozando de
derechos espirituales como los clrigos; durante la guerra santa
quedaban libres de todos los impuestos y contribuciones y de todas
las demandas judiciales por deudas contradas, con sus intereses, y
recibieron una indulgencia plenaria. Un nmero increble de hom
bres devotos, salvajes, ligeros,. inquietos, orgisticos, exaltados se
congreg; se pas revista a los ejrcitos y Pedro el Ermitao, descalzo
y con su capuchn, se puso a la cabeza de trescientos mil hombres.
Como no pudiese tenerlos a raya, lo saquearon todo por dondequie
ra pasaban. Los hngaros y blgaros se mancomunaron para arro
jarlos a las selvas, de suerte que la expedicin lleg a Constantino
pla con treinta mil hombres en las ms penosas circunstancias. El
.sacerdote Gottschalk le sigui con otros quince mil, y cierto conde
Emich con doscientos mil, los cuales iniciaron su guerra santa con
una carnicera entre los judos, de los cuales mataron en algunas
ciudades del Rin unos doce mil; pero en Hungra fueron a su vez
pasados por las arinas o ahogados en los ros. La chusma reunida por
Pedro el Ermitao y reforzada con italianos, fu transportada al
Asia donde fu acosada por el hambre y hubiera sido aniquilada
del todo por los turcos, de no haber llegado finalmente Godofredo
de Bouillon con. su ejrcito regular y la or y nata de la caballera
de Europa delante de Constantinopla. En Calcedonia se pas re
vista al ejrcito, que contaba quinientos mil infantes y ciento treinta;
mil caballeros. Bajo inimaginables peligros y penurias fueron ocu
padas Nicea, Tarso, Alejandra, Edesa, Antioqua y finalmente la
misma Jerusaln, siendo elegido rey por unanimidad G o d o f r e d o
de B o u i l l o n . Balduino, su hermano, fu hecho conde de Ede
sa; Boemundo, prncipe de Tarento, ascendi a prncipe de Antio
qua; Raimundo, conde de Tolosa, fu conde de Trpoli; y adems
de stos descollaron en esta cruzada todos aquellos hroes que ensalza
la poesa inmortal de Tasso. Pero pronto sigui ,una desgracia a la
otra; el pequeo reino tuvo que defenderse contra incontables hor
das de turcos que atacaban desde el este y rabes que incursionaban
desde Egipto, y al principio lo hizo con increble valor y denuedo.
Pero los antiguos hroes murieron uno tras - otro; el reino de Je
rusaln fu puesto bajo tutela; los prncipes y caballeros se desunie
ron; en Egipto surgi na nueva potencia, los mamelucos, a cuyo
frente se puso el valeroso y noble Saladino, que fu apretando cada
vez ms.a los pervertidos y prfidos cristianos, hasta que, por fin>
ocup Jerusalen y puso fin a esta sombra de un reino aun antes
de que pudiese celebrar su primer centenario.
Desde entonces,, todas las guerras para conservarlo o reconquis
tarlo fueron intiles: los pequeos principados haban precedido su
aniquilamiento, o le siguieron pronto. Edesa estuvo solamente cin
cuenta, aos en poder de los cristianos y la enorme s :e g 1 0 1 d a
c r u z a d a emprendida por el emperador Conrado III.y Luis VII;
rey de Francia, a consecuencia del grito de combate de San Ber
nardo y con-doscientos mil hombres no pudo salvarla. .
En una t e r c e r a c r u z a d a salieron.a campaa, contra Sa^
ladino tres valientes: el emperador Federico I, el rey Felipe Au
gusto de Francia y Ricardo Corazn de Len de Inglaterra. El pri
mero se ahog en un ro y su hijo tambin muri. Los otros dos,
celosos el uno del otro, envidiando sobre todo el francs al. ingls, no
lograron reconquistar ms que Acre. Perjuro de su palabra, Felipe
Augusto se volvi, y como Ricardo Corazn de Len no pudiese re
sistir sol el podero de Saladino, tuvo que seguirle muy a su pesar.
Pero lo que es peor, viajando por Alemania como peregrino, tuvo la
desgracia de ser detenido por el duque Leopoldo de Austria a causa
d un irisulto que ste crea haber-recibido por parte de aqul du
rante la toma de Acre.-- Innoblemente le entreg al emperador En
rique IV, el, cual, ms innoble todava, lo tuvo -cuatro aos en estre
cha prisin, hasta que pudo ser rescatado con cien mil marcos de
plata porque todo el mundo murmuraba de un proceder tan poco
caballeresco.
La c u a r t a c r u z a d a emprendida por franceses, alemanes
y venecianos bajo el conde de Monferrat, no lleg siquiera a Pales
tina, pues la dirigan los venecianos, egostas y vengativos. Ocupa
ron Zara y navegaron ante Constantinopla. La ciudad imperial fu
asediada, dos veces conquistada y saqueada. El emperador empren
de la fuga, y Balduino, conde de Flandes, es proclamado emperador
latino en Constantinopla. El botn y el Imperio se dividen, y la
parte ms rica de la presa en los mares Adritico, Negro y Griego
cae en poder de los venecianos. El caudillo de la cruzada asciende
a rey de Canda, isla que vendi tambin a sus codiciosos aliados, y
renunciando a los territorios de ms all del Bsforo, se hace rey de
Tesalnica. Se crea un principado de Acaja, y un ducado de Atenas
para barones franceses; ricos nobles de Venecia adquieren un du
cado de Naxos y Negroponte; un conde palatino recibe Zante y Ce-
falonia y el Imperio Griego pasa a manos del mejor postor como
mercadera adquirida de mala manera. En cambio, descendientes de
la dinasta griega erigen un Imperio en Nicea, un ducado de Tra-
pizonda, que en adelante se llama- tambin Imperio, y un gobierno
desptico en Epiro que ms tarde se denominar Imperio a su vez.
Como a los nuevos emperadores latinos de Constantinopla les haba
quedado tan poca cosa, su imperio dbil y odiado pudo apenas sos
tenerse durante cincuenta aos; los emperadores de Nicea volvieron
a apoderarse de la antigua ciudad imperial bizantina y por ltimo
todas estas posesiones arrebatadas a fuerza de aventuras acabaron
por caer en poder de los turcos.
La q u i n t a c r u z a d a , que estaba a cargo de hngaros y
alemanes, fu ineficaz en sumo grado. Tres reyes, los de Hungra,
Chipre y uno titular de Jerusaln, junto con los Grandes Maestros
de las rdenes de caballera haban cercado el monte Tabor, ence
rrado a los enemigos y tenan la victoria al alcance de sus manos.
Pero los celos y la discordia les arrebatan su ventaja y los cruzados
vuelven disgustados a sus tierras.
Gracias a las incesantes maquinaciones de la corte papal, el
emperador Federico II manda una flota a Palestina; ya se est ges
tionando un armisticio ventajoso, cuando interviene el legado papal
frustrando su xito. Cuando el emperador, muy contra su voluntad,
toma la campaa a su cargo, el mismo Papa con una descabellada
excomunin lanzada y sus propios ataques a traicin contra los Es
tados del emperador ausente de Europa, imposibilita todo progreso.
Se concierta un armisticio con el sultn de Bagdad; Palestina y Je
rusaln son cedidas al emperador; pero el Santo Sepulcro, aunque
con carcter de un puerto libre para todos los peregrinos, queda en
poder de los sarracenos.
Pero tambin esta posesin a medias de Jerusaln dura apenas
quince aos, y no pudo restablecerla San Luis con su s p t i m a
c r u z a d a , la ms desgraciada de todas. l mismo, con todo su
ejrcito, cae en Egipto en poder del enemigo; tiene que rescatarse a
precio de oro, para perder la vida ante Tnez en una segunda cam
paa no menos desafortunada. Su triste ejemplo acab por fin core
la absurda tendencia a las guerras religiosas contra Palestina, y las
ltimas plazas all que eran todava cristianas, como Tiro, Acre, An-
tioqua y Trpoli, pasaron una tras otra a los mamelucos. As ter
min este frenes que cost a la Europa cristiana cantidades indeci
bles de dinero y hombres; cules fueron sus resultados? 1
Se suelen atribuir a las cruzadas tantos efectos buenos que, a
estar con esa opinin, uno tendra que desear a nuestro Continente
cada quinientos aos otra fiebre como sta que excite y estimule
todas sus energas; pero considerando las cosas ms de cerca, se ob
serva que los ms de estos xitos tan sonados no provienen de las-
cruzadas, o, por lo menos, no de ellas solamente, antes bien, que en
tre los numerosos mviles que en la Europa de entonces se iban sus
citando, fueron, en el mejor de los casos, un factor que aceler la-
evolucin; pero tomadas en su conjunto, un movimiento concomi
tante y aun contrario y adverso, del que muy bien podra haber
prescindido el desarrollo intelectual de Europa. De todos modos no-
es ms que un producto de la imaginacin el que se hable como de
una sola fuente principal de los acontecimientos de siete campaas-
separadas entre s y emprendidas en dos siglos, desde pases muy di
versos y por motivos enteramente distintos, slo porque se las de
signe con el nombre comn de cruzadas.
1. Por lo que al c o m e r c i o se refiere, ste ya estaba abierto-
a los europeos antes de las cruzadas, como vimos ms arriba, y esta
ban en libertad de difundirlo y aprovecharlo de una manera ms
decente que por medio de guerras de rapia. En stas ltimas,,
quienes hicieron las ganancias fueron las empresas de transporte,
los negociantes de dinero y los proveedores; pero lo ganaron todo de
los cristianos, contra cuyo patrimonio emprendieron su propia cru
zada de despojo. Lo que se arranc a l. Imperio Bizantino no fu-
ms que un vergonzoso robo comercial que sirvi para debilitar ese
Imperio a tal extremo que las hordas turcas cada vez ms amena
zantes, hallaron las cosas a punto de madurez cuando se apoderaron
ms tarde de Constantinopla, El hecho de que los turcos estn ert

i No he ledo las diversas disertaciones y concursos promovidos por varias


sociedades cientficas sobre los efectos de las cruzadas; por lo tanto emito m
opinin sin relacin con estos trabajos.
Europa y se hayan podido difundir tanto en ella, lo haba preparado
ya el len de San Marcos en Venecia con la cuarta cruzada. Verdad
es que los genoveses ayudaron a una dinasta de emperadores bi
zantinos a volver al trono; mas ya era el trono de un Imperio debi
litado y desmembrado, fcil presa de los turcos, por lo cual tanto
los venecianos como los genoveses perdieron sus mejores posesiones
en el Mediterrneo y el Mar Negro, y por ltimo tambin casi todo
Su comercio en estas partes.
2. La c a b a l l e r a no es un producto de las cruzadas, sino
las cruzadas un producto de la caballera; ya en la primera campaa
apareci la flor y nata de los caballeros franceses y normandos en
Palestina. Antes b'ien, las cruzadas contribuyeron a quitar a la ca
ballera su florecimiento peculiar y a transformar sus integrantes de
verdaderos caballeros de armas en meros caballeros de blasones.
Ms de cuatro vistieron en Palestina la armadura que no hubieran
podido ceirse en Europa, y volvan con blasones y nobleza que lega
ron ahora a sus descendientes, dando origen a una nueva clase so
cial: a nobleza de los escudos, y ms tarde tambin la conferida por
la carta del soberano. Disminuido el nmero de los descendientes
de las antiguas dinastas de la verdadera nobleza de los caballeros,
los nuevos nobles trataron de igualarlos en posesiones y privilegios
hereditarios. Estudiaban con esmero su rbol genealgico, se pro
curaban dignidades y privilegios, y a las pocas generaciones se lla
maban ya la vieja nobleza, aunque estaban muy lejos de formar una
clase igual a la de aquellas antiguas dinastas, que en comparacin
con ellos merecan llamarse prncipes. En Palestina poda ser ca
ballero todo el que llevaba armas, de manera que las primeras cru
zadas fueron para Europa un gran jubileo. Pronto, esa nueva no
bleza guerrera de servicio activo le vino, como el anillo al dedo a la
monarqua, que iba acrecentando su poder y supo aprovecharla y
servirse de ella contra los vasallos poderosos que haban quedado.
As las pasiones contrarrestan otras pasiones y una apariencia sus
tituye a otra; gracias a la aristocracia que prestaba servicio activo
en la guerra y en- la corte decay finalmente la antigua caballera
hasta desaparecer. -
3. Que las r d e n e s e s p i r i t u a l e s de c a b a l l e r a
no hayan aportado ningn provecho para Europa, no necesita de
mostracin. Todava hoy viven del capital que en otros tiempos
fu consagrado al Santo Sepulcro con un fin que ha desaparecido
totalmente de nuestro horizonte. Los caballeros Hospitalarios te
nan por finalidad hospedar a los peregrinos, cuidar de los enfer
mos y servir a los leprosos; hoy son los copetudos caballeros de Mal
ta. Cuando un noble del Delfinado, Raimundo du Puy, introdujo
ntre ellos los votos ,de. armas, se separ la orden de San Lzaro que^
dndose con la regla primitiva. Los. Templarios eran cannigos re-r
guiares, vivan primero durante diez aos de limosnas y protegan a
los peregrinos del Santo Sepulcro, hasta que con el aumento de sus
posesiones cambiaron tambin sus estatutos y el caballero era acom
paado por su escudero, como la orden por hermanos legos que ha
can los trabajos. La orden de los caballeros Teutnicos finalmente,
haba sido fundada para asistir' a los enfermos y heridos en el
campo de batalla. Su recompensa eran vestidos, agua y pan, hasta
que tambin ellos a base del lucrativo servicio contra los infieles se
hicieron ricos y poderosos. Todas estas rdenes demostraron en Pa
lestina mucha valenta y gran orgullo; pero, a lo que parece, tam
bin deslealtad y traicin, y aun eso no sera nada, si con Palestina
hubiera acabado tambin la historia de todos ellos. Cuando los San-
juanistas tuvieron que dejar este pas, cuando perdieron Chipre y
Rodas y Carlos V les hizo el regalo de las rocas de Malta, qu dis
paratado encargo el de seguir siendo perennes cruzados aun fuera
de Palestina y disfrutar en su lugar de posesiones situadas en reinos
que ni hacen la guerra al turco ni se proponen precisamente acom
paar a los peregrinos al Santo Sepulcro! Luis VII en Francia reci
bi la orden de San Lzaro y quiso reducirla a su vocacin, el cui
dado de los enfermos; Ms de un Papa quiso disolverla, pero los
reyes de Francia la defendieron y Luis XIV la fusion con varias
rdenes de menor importancia. Pensaba en este punto de distinta
manera que su antepasado Felipe el Hermoso, que por cpdicia y
venganza extermin cruelmente a los Templarios, apropindose de
sus bienes, que no le pertenecan por ningn ttulo. Los caballeros
de la Orden Teutnica, finalmente, llamados por un duque de
Masovia en ayuda contra los prusianos paganos, recibieron de un
emperador alemn como regalo todo cuanto conquistaran all y que
no perteneciera al mismo emperador, conquistaron Prusia, se fu
sionaron en Livlandia con los Hermanos de la Espada, recibieron
Estonia de un rey que no saba cmo conservarla, y reinaron, por
ltimo, desde el Vstula hasta el Duina y Neva con opulencia y or
gas de caballeros. La vieja nacin prusiana fu exterminada, y los
lituanos, samoyedos, curlandeses, letones y estones fueron repartidos
entre la nobleza alemana como si fuesen rebaos. A l cabo de largas
guerras con los polacos, perdieron primero la mitad de Prusia, luego
el pas entero, y finalmente tambin Livlandia y Curlandia. No de
jaron en estas regiones otro recuerdo que la gloria de que difcil
mente hubiese otro pas conquistado que fuese gobernado con ms
orgullo y opresin que los que ellos propinaron a estas costas, las
cuales, al amparo de la cultura de algunas ciudades martimas, segu
ramente hubieron podido ser bien otra cosa de lo que son ahora. De
cualquier manera, las tres rdenes citadas nada tenan que hacer en
Europa, pues su destino era Palestina. Para esto fueron fundadas, ta
les fueron sus reglas y all deban combatir a los infieles, servir en los
hospitales, velar el Santo Sepulcro, cuidar de los leprosos y acom
paar a los peregrinos. Muerta la intencin, muerta la orden, cuyos
bienes deberan aplicarse a obras cristianas, especialmente a los po
bres y enfermos.
4. As como la nueva aristocracia herldica recibi su finalidad
nica y exclusivamente de parte de la creciente monarqua en Euro
pa, as tambin la l i b e r t a d d e l a s c i u d a d e s , el origen
de los municipios y finalmente la liberacin del campesino de la ser
vidumbre tienen en nuestro Continente muy otras causas que esas
locas cruzadas. No se fundaron los derechos de la libertad de Euro
pa porque con el primer delirio de las cruzadas se concediese una
mora a todos los padres de familia descuidados y deudores, ni por
que se desligase de sus obligaciones a los feudatarios y siervos, per
donando a los contribuyentes los impuestos y los intereses a quienes
los deban. Haca mucho se haban erigido ciudades y desde mucho
antes se confirmaron y ampliaron los privilegios de las ms antiguas;
y si gracias a la creciente industria y comercio de esas ciudades les
sigui tarde o temprano la liberacin del agricultor, y si la misma
tendencia a la independencia de tales municipios estaba necesaria
mente implicada en el proceso del desarrollo de la monarqua, no
es en Palestina donde hemos de buscar las causas de los cambios ope
rados en Europa, que por lo dems, aparecen con claridad meridia
na. El sistema que di estabilidad y duracin a Europa, difcilmen
te se basa en una santa locura.
5. Tampoco las a r t e s y c i e n c i a s recibieron estmulo
alguno por parte de los cruzados propiamente dichos. Los desali
ados ejrcitos que primero marcharon hacia Palestina, no tenan,
por cierto, la menor nocin de tales cosas ni se ve cmo pudiesen ad
quirirla en los arrabales de Constantinopla, o de los turcos y ma
melucos en Asia. Respecto de las campaas posteriores basta recor
dar el breve tiempo que los ejrcitos se detuvieron all, las penurias
bajo las cuales pasaron tan escaso tiempo, muchas veces slo en las
fronteras del pas, para renunciar al hermoso sueo de los grandes
descubrimientos que de ah podran haber trado. El reloj de pn
dulo con que Meledino obsequi al emperador Federico II, no trajo
todava la gnomnica, ni una mejor arquitectura a Europa los cru
zados, que miraban boquiabiertos los palacios griegos en Constan
tinopla. Algunos cruzados, especialmente Federico I y Federico II,
contribuyeron a las luces; pero el primero hizo tal antes de haber
pisado tierra de Oriente, y para el segundo fu su breve estada all
slo un nuevo estmulo para proseguir en su forma de gobierno que
desde mucho antes se haba manifestado claramente. Por lo que res
pecta, finalmente, a las rdenes espirituales de caballeros, ninguna
de ellas trajo las luces a Europa ni favoreci su desarrollo.
En consecuencia, la contribucin de las cruzadas se reduce a
unas pocas ocasiones que coincidieron con otras ya existentes, a las
que, contra su voluntad, no pudieron menos que favorecer.

1 . El crecido nmero de ricos vasallos y caballeros que partici


paron en las primeras cruzadas y en gran parte no volvieron de
Tierra Santa, produjo la venta de sus bienes o su fusin con otras
posesiones. De esto se aprovech quien pudo: los seores feudales, la
Iglesia, las ciudades ya existentes, cada cual a su manera. Con esto
no se inici, pero s se foment y aceler el curso de los aconteci
mientos en orden a la afirmacin del poder de la monarqua y el
nacimiento de una clase media.
2. Se lleg al conocimiento de pases, pueblos, religiones y
constituciones de las cuales no se haba posedo noticia alguna; el
estrecho campo visual se ampli; aparecieron nuevas ideas y tenden
cias. Se cuidaba ahora de cosas que de otra manera hubieran sido
descuidadas, y aun se asign un uso ms acertado a lo que Europa
ya posea desde haca tiempo. Puesto que se encontr el mundo ms
grande de lo que se haba imaginado, se despert tambin la curio
sidad por las regiones ms distantes. Las enormes conquistas de
Gengis Khan en el norte y este de Asia, atrajeron las miradas ms
que nada a la Tartaria, a donde viajaron, aunque con intenciones
muy diversas, Marco Polo el veneciano, Rubruquis el francs y Juan
de Plano Carpino, un italiano; el primero como comerciante, el se
gundo por curiosidad real y el tercero enviado por el Papa con vis
tas a la conversin de aquellos pueblos. Necesariamente no hay nin
guna conexin entre estos viajes y las cruzadas, pues se realizaron
tanto antes como despus de las mismas. Del Oriente hemos apren
dido por las cruzadas menos de lo que hubiera sido deseable, y to
dava hoy dependemos de las informaciones que nos suministren
los mismos orientales, aun acerca de la poca en que Siria estaba
repleta de cristianos.
3. Finalmente, esta sagrada palestra sirvi para que los euro
peos se conocieran entre ellos, aunque no precisamente de la ma
nera ms amena. Los reyes y prncipes volvieron de ste trato ms
ntimo casi siempre con un odio inextingible de unos contra otros;
particularmente las guerras entre Inglaterra y Francia hallaron nue
vo pbulo en esas ocasiones. El maligno ensayo de que una rep
blica cristiana pudiese y quisiese combatir unida contra los infieles,
justificaba semejantes guerras tambin en Europa y las propag ms
tarde a otros Continentes. Con todo, es innegable que al advertir los
vecinos europeos mutuamente sus puntos dbiles y fuertes, comenz
a disiparse la oscuridad mediante un conocimiento ms general de
los Estados, y se fund un nuevo sistema de relaciones en tiempos
de guerra y. de paz. A cualquiera le apeteca la riqueza, el comercio,
la comodidad y el lujo, ya que el hombre primitivo se aficiona f
cilmente a estas cosas estando en el extranjero, y envidia a quie
nes lo poseen. Los menos de los que volvan de Oriente, podan re
signarse al estilo de vida europeo; hasta su valor heroico dejaron
muchos -en aquellas tierras, imitaban las costumbres orientales en
Europa-con torpeza o iban en busca de nuevas aventuras y viajes.
Un hecho histrico solamente puede producir bien autntico y du
radero en la medida en que se inspire en la razn.
Para Europa habra sido una gran desgracia que las conquistas
de Gengis-Khan se-hubieran orientado antes y con mayores fuerzas
hacia Occidente, cuando los numerosos ejrcitos de Europa pelea
ban en un rincn de Siria por el Santo Sepulcro; Como Rusia y
Polonia, nuestro Continente hubiera sido, tal vez, preso de los mon
goles, y sus naciones hubieran podido emigrar, bculo en mano y
como mendicantes, para orar junto al Santo Sepulcro. Dejemos,
pues, esa exaltacin afiebrada que fueron las cruzadas y volvamos
los ojos a Europa, para ver cmo con el curso y la interaccin de los
acontecimientos se va formando y esclareciendo poco a poco la razn
-poltica y moral de los hombres..

IV

LA CULTURA INTELECTUAL EN EUROPA

Desde los primeros tiempos del cristianismo pudimos observar


numerosas sectas que trataron de explicar, aplicar y acrisolar el sis
tema de la religin por medio de una llamada f i l o s o f a
o r i e n t a l ; como herejes fueron suprimidos y perseguidos. El
influjo ms profundo lo alcanz, al parecer, la d o c t r i n a d e
M a n e s , que como la antigua filosofa persa, a la manera de Zo-
roastro (Zerduscht), al mismo tiempo se combinaba con una insti
tucin de organizacin moral y quera actuar como activa educa
dora de sus comunidades. Fu perseguida an ms que las herejas
tericas y se refugi hacia el este en las montaas del Tibet, hacia
el oeste en las montaas de Armenia, y aqu y all tambin en pa
ses europeos, donde corri siempre igual suerte que en Asia. Se la
crea suprimida desde largo tiempo, cuando en los tiempos ms os
curos y desde una regin donde menos se hubiera sospechado, irrum
pi de repente como a una seal convenida en Italia, Espaa, Fran-
cia, los Pases Bajos, Suiza y Alemania, produciendo una espantosa
perturbacin. Sali de B u l g a r i a , provincia brbara por la
que las Iglesias griega y romana haban sostenido un largo pleito;
all resida invisible su jefe supremo que, a diferencia del Papa ro*
mano, pretenda asemejarse a Cristo por la pobreza. Misiones secre
tas partieron a todos los pases y atraan al hombre comn, espe
cialmente a los artesanos trabajadores y la oprimida poblacin ru
ral, pero tambin a gente acaudalada, condes y nobles, y sobre todo
a las mujeres, con tal poder que resisti aun a la persecucin ms
despiadada y a la misma muerte. Su doctrina serena que predicaba
todas las virtudes humanas, particularmente la laboriosidad, casti
dad y recogimiento, y se propona un ideal de perfeccin- al que
deba conducirse a la comunidad con estrictas diferencias, fu el
grito-de combate ms poderoso contra las:barbaridades reinantes de
la Iglesia. Ante todo atacaba las costumbres de los clrigos, sus ri
quezas, despotismo y vida licenciosa, condenaba las doctrinas y cos
tumbres supersticiosas negando su poder mgico inmoral, y reco
noca en lugar de todo esto una simple bendicin por imposicin de
manos y la unin de los miembros bajo sus superiores, que eran los
perfectos. La transubstanciacin del pan, la cruz, la misa, el pur
gatorio, la intercesin de los santos, el carcter impreso del sacer
docio romano eran para ellos cnones de invencin humana y f
bulas; sobre el contenido de la sagrada escritura, en especial el An
tiguo Testamento, juzgaban con gran libertad y lo reducan todo a
pobreza, pureza del alma y del cuerpo, callado cumplimiento del
deber, mansedumbre y bondad de corazn, por lo cual varias de las
sectas fueron llamadas tambin bons hommes, gente buena. En
las sectas ms antiguas se reconoce sin lugar a dudas el maniques-
mo oriental; su punto de partida eran la luz y las tinieblas, tenan
a la materia por origen del pecado y emitan conceptos particular
mente duros sobre el placer sensual; poco, a poco fu acrisolndose
su sistema. Ciertos maestros, especialmente Enrique y Pedro de
Bruis, formaron de los maniqueos, llamados tambin ctaros (he
rejes) , patarenos, publcanos, passaggieri, y con otros nombres segn
las circunstancias locales, partidos con una doctrina menos chocan
te, hasta que finalmente los gaenses ensearon y defendieron con
gran valor casi todo aquello que algunos siglos ms tarde iba a for
mar la plataforma del protestantismo. Las sectas ms antiguas, en
cambio, se parecen ms bien a los anabaptistas, menonitas, bohemis-
tas y otras facciones de los tiempos modernos. Todas ellas se difun
dieron con tanto poder subterrneo y tanta fuerza de penetracin y
persuasin que en provincias enteras decay la autoridad del clero
sobremanera, tanto ms cuanto que ste no supo defenderse tampo
co contra ellos en las disputas. Las regiones de su mayor floreci
miento fueron las de la l e n g u a p r o v e n z a l ; tradujeron a
esta lengua el Nuevo Testamento (en aquel tiempo empresa inau
dita), difundieron sus r e g l a s d e l a p e r f e c c i n en ver
sos provenzales, y fueron desde la introduccin del cristianismo xo-
mano los primeros e d u c a d o r e s y f o r m a d ' o r e s d e l p u e
b l o e n s u l e n g u a v e r n c u l a 1.
En pago de todo esto se los persegua por todos los medios. Ya
al principio del siglo undcimo fueron quemados maniqueos en ple
na Francia, en Orleans, entre ellos el mismo confesor de la reina;
no quisieron retractarse y murieron por sus convicciones. No fueron
mejor tratados en todos los pases donde el clero ejerca su poder,
por ejemplo, en Italia y sur de Alemania. En el sur de Francia y los
Pases Bajos, donde las autoridades los protegan como gente tra
bajadora, vivieron en paz largo tiempo hasta que, finalmente, lle
gada a la cspide del paroxismo la rabia del clero, se los someti a
la Inquisicin, y como no quiso abandonarlos su protector, el conde
Raimundo de Tolosa, verdadero mrtir de la buena causa de la hu
manidad,, se desat contra ellos aquella terrible cruzada con un hu
racn de crueldades. Los predicadores anti-herejes fundados para
combatirlos, los dominicanos, fueron sus abominables jueces; Simn
de Montfort, el caudillo de la cruzada, el monstruo ms inhumano
que conoci la tierra; y desde aquel rincn del sur de Francia, don
de los pobres bons hommes se haban ocultado durante dos siglos, se
propag la cruenta persecucin contra todos los herejes en Espaa,
Italia y la mayor parte de los pases catlicos. De ah viene la con
fusin acerca de las ms diversas sectas de la Edad Media, ya que
ante este tribunal sangriento y el' espritu persecutorio del clero se
los trataba a todos por igual. Pero de ah viene tambin su cons
tancia y difusin oculta, de manera que la reforma de los protes
tantes, de tres a cinco siglos ms tarde, encontr en todos los pases
todava la misma semilla y slo tuvo que darle nueva vida. Wiclif
en Inglaterra tuvo entre los lolardos la misma resonancia que Hus
entre sus bohemios; porque Bohemia, que hablaba entonces la mis
ma lengua que los blgaros, haca tiempo que estaba llena de sectas
piadosas de esta clase. Una vez sembrada la semilla de la verdad y
del odio decidido contra la supersticin, el servilismo humano y el
clero materialista y desenfrenado de la Iglesia, ya no hubo manera
de destruirla. Los franciscanos y otras rdenes fundadas para derro
tar y contrarrestar aquellas sectas oponindoles el espectculo de la
pobreza e imitacin de Cristo, estuvieron tan lejos de conseguir su
fin, aun entre el pueblo, que en lugar de esto le dieron nuevo es
cndalo. Tambin aqu, el futuro derrumbe del ms grande de los
tiranos, la jerarqua, se prepar con los comienzos ms modestos, la
simplicidad y cordialidad; estos simplotes bons hommes, aunque no

i Entre los escritos sobre estas sectas, que se encuentran enumerados en la


historia eclesistica, quiero mencionar slo a uno cuyo valor ha pasado casi in
advertido, a saber, J. C. F ssl i , Nueva e imparcial Historia de las'herejas y la
iglesia de la Edad Media, tres partes 8?, que contiene elementos de gran valor.
libres de prejuicios y errores, hablaron en algunas cosas con mayor
libertad de la que hallamos hasta en algunos de los reformadores
posteriores.

Lo que por una parte haca el sentido comn,, lo fomentaba por


otra ms lenta y sutil, pero no sin eficacia, la r a z n e s p e c u
l a t i v a . En los colegios monsticos se aprendi a disputar sobre
la dialctica de San Agustn y Aristteles y se implant la costumbre
de promover este arte cual docto torneo y justa de caballeros. Es
injusta la crtica que se le hace a esta libertad de disputar califi
cndola de intil ejercicio de la Edad Media; pues precisamente en
aquel entonces esta libertad tena un valor inapreciable. Disputan
do se poda poner en duda y aclarar con argumentos y defensas mu
chas cosas, si bien faltaba mucho todava para el advenimiento de
los tiempos de su duda positiva o prctica. Acaso no se inici la
misma Reforma al amparo de los reglamentos de las disputas que
protegan su libertad? Y cuando de los colegios monsticos nacieron
ahora las universidades, es decir, palestras de torneos caballerescos
dotadas de libertades imperiales y papales, se abri ancho campo
para ejercitar y perfeccionar la presencia de nimo, el garbo y la
agudeza de los eruditos contendientes. No hay dogna teolgico ni
materia metafsica que no hubiese dado ocasin a las ms sutiles
preguntas, controversias y distinciones, desarrollndose con el tiem
po en un finsimo tejido. Esta telaraa tena por naturaleza an
menos consistencia que esa tosca estructura de tradiciones positivas
que deban admitirse con fe dega; poda ser fabricada por la razn
humana y por ella tambin ser destruida y disuelta como su propia
obra. Demos, pues, las gracias a cada uno de los agudos espritus
polmicos de la Edad Media y a cada soberano que cre las doctas
(sedes donde se elaboraron estas doctas construcciones. Aunque al
guno que otro de los disputantes fu perseguido por su imprudencia
o por envidia, y hasta se desenterraron sus restos del campo santo
despus de su muerte, el arte en su conjunto sigui floreciendo y
contribuy en gran manera a aguzar la inteligencia y la labia de los
europeos.
As como el sur de Francia fu el primer escenario permanente
de una naciente religin popular, as el norte del pas, especialmen-
" te la clebre escuela de Pars, fu la p a l e s t r a c a b a l l e r e s
ca d e 1 a e s p e c u l a c i n y e s c o l s t i c a . Pascasio y
Ratramno haban vivido aqu, Escoto Ergena haba hallado asilo
y favor en Francia, Lanfranco y Berengar, Anselmo, Abelardo, Pedro
Lombardo, Toms de Aquino, Bonaventura, Occam y Duns Seo tus,
los luceros y soles de la filosofa escolstica, ensearon en Francia
durante toda su vida o durante sus mejores aos. Desde todos los
pases, todo el mundo acuda a Pars para aprender la suma sab'idu-
ra de aquella poca. Quien llegase a descollar en ella, obtena los
cargos honorficos en el Estado y la Iglesia, pues la escolstica tam
poco exclua de su campo de accin los asuntos del Estado, hasta el
punto de que aquel Occam que defendi a Felipe el Hermoso y Lu-
dovico el Bvaro:. contra los Papas, pudo decir al emperador: De
findeme t con la espada, que con la pluma te defender yo. Si la
lengua francesa alcanz antes que las dems una precisin filosfica,
se debe, entre otras causas, tambin al hecho de que en su patria se
disput tanto y durante tan largo tiempo, con tanta elegancia e in
genio; porque la lengua latina era su hermana de sangre, por lo cual
asimil con facilidad la formacin de conceptos abstractos.

Que la t r a d u c c i n de l o s e s c r i t o s d e A r i s t
t e l e s contribuy ms que nada al perfeccionamiento de la esco
lstica consta ya por la sola autoridad de que goz este sabio griego
y mundial durante cinco centurias; pero la causa por la que la gente
se aficion tanto a estos escritos, usando casi siempre la versin ra
be, no estaba en las cruzadas sino en las tendencias y la mentalidad
de la poca. Lo que primero despert el inters de Europa por las.
ciencias rabes fueron sus obras matemticas como tambin los se
cretos que se esperaba encontrar entre ellos referentes a la conserva
cin y prolongacin de la vida, la obtencin de inmensas riquezas y
.hasta los conocimientos de los arcanos del destino. Se buscaba la
piedra filosofal y la quinta esencia; se lea- el porvenir en las estrellas
y los mismos instrumentos matemticos parecan artefactos mgicos.
Con una mentalidad infantil se iba en pos de lo maravilloso, para
encontrar posteriormente, en su lugar, lo verdadero, y a ese fin se
emprendan los ms penosos viajes. Ya en el siglo undcimo, Cons
tantino el Africano haba recorrido Oriente desde Cartago durante
treinta y nueve aos, para coleccionar los secretos de los rabes en
Babilonia, India y Egipto. Lleg finalmente a Europa y tradujo
como monje de Montecasino muchos escritos, especialmente de me
dicina, del rabe y del griego. Por defectuosas que fuesen las tra
ducciones iban, sin embargo, de mano en mano, y gracias a los co
nocimientos rabes surgi Salemo, la primera escuela importante
de la ciencia mdica. Desde Francia e Inglaterra, los estudiosos via
jaban a Espaa para asistir a las clases de los ms clebres profesores
rabes. A l volver eran considerados como magos, como, en efecto,
ms de uno se gloriaba de estas artes secretas como de una magia.
De esta manera las matemticas, la qumica, la medicina llegaron a
las ms clebres escuelas de Europa, ya en escritos, ya en descubri
mientos y experimentos. Sin los rabes no hubiera habido un Ger-
berto, un Alberto Magno, nn Amau de Vilanova, un Roger Bacon,
un Raimundo Lulio, y otros; todos ellos haban aprendido en la mis
ma Espaa de los rabes, o por lo menos en sus escritos. Hasta el
emperador Federico II, que contribuy incansablemente a las tra
ducciones de los escritos rabes, y al florecimiento de toda ciencia,
les profesaba una admiracin rayana en la supersticin. Durante si
glos se conserv la aficin a los viajes en la medida en que subsis
tan las leyendas sobre Espaa, frica y Oriente, donde se aprende
ra de los sabios los misterios ms sorprendentes de la naturaleza.
Ms de una orden secreta y grandes gremios de escolsticos ambu
lantes tuvieron ah su origen; ms. an: toda la conformacin de
las ciencias filosficas y matemticas hasta ms all de la Reforma
delata este origen rabe..

No es extrao que a una filosofa de esta ndole le siguiese la


m s t i c a , que gracias a ella se convirti en uno de los sistemas
ms sutiles de perfeccin contemplativa. Ya en la Iglesia primitiva,
la filosofa neoplatnica haba dado origen a la mstica, que tom
cuerpo en varias sectas. Gracias a la traduccin del Seudo Dionisio
Areopagita vino a los. monasterios de Occidente; algunas sectas ma-
niqueas tomaron parte en ella, y finalmente vino a cobrar una figu
ra, con y sin escolstica, entre monjes y monjas, donde se manifiestan
unas veces las ms sutiles especulaciones de la razn, y otras veces la-
ms tierna delicadeza, de un corazn amante. Tambin ella tuvo
sus efectos buenos, apartando a las almas de un mero culto cere
monial y acostumbrndolas al recogimiento interior,-a la vez que
les proporcionaba alimento espiritual. A las almas solitarias, sedien
tas, que huan del mundo, les di el consuelo del ms all y cierto
ejercicio, como tambin afin la. sensibilidad por una especie de
novela espiritual. Fu una precursora de la metafsica del corazn,
como- la escolstica lo era de la razn, y- las dos se eqilibraron mu
tuamente. Felices de nosotros, porque casi hayan pasado los tiem
pos en que este opio fu un remedio y, por desgracia, tuvo que
serlo ! 1 -

L a c i e n c i a j u r d i c a . , finalmente, esta filosofa prc


tica de un sentido de equidad y del sentido comn, cuando volvi
a brillar contribuy al bienestar de Europa ms que la mstica y
la especulacin, y di mayor consistencia a los derechos d e"la so
ciedad. En .tiempos de honrada simplicidad no hacen falta muchas
leyes escritas, y los rudos pueblos germnicos tenan razn al re
sistirse a las sutilezas de los abogados de Roma; pero viviendo ya
en otros pases entre pueblos en parte civilizados, en parte perver
tidos, pronto les fueron indispensables no slo las propias leyes por

i Despus de todo lo que escribieron Poiret, Arnold y otros, nos falta toda
va una historia de la mstica, sobre todo de la Edad Media, escrita desde un
punto de.'vista.puramente filosfico..
escrito, sino tambin un extracto del derecho romano. Y como
esto no fuese suficiente para contrarrestar una legislacin papal
continua y que creca con cada siglo que pasaba, fu para bien que
se sacase a luz todo el cuerpo del derecho romano a fin de que la
inteligencia y el juicio de los intrpretes se ejercitaran en l. No
sin causa recomendaban los emperadores este estudio a sus colegios
de estudios superiores, particularmente los de Italia; les sirvi co
mo arsenal de armas contra el Papa, y tambin todas las ciudades
libres que se estaban formando tenan el mismo inters de usarlo
contra el Papa, el emperador y su pequeo tirano. En consecuencia,
el nmero de jurisconsultos aumentaba de manera increble; como-
caballeros doctos, propugnadores de la libertad y propiedad de los
pueblos, gozaban de gran autoridad en las cortes, ciudades y cte
dras, y la muy frecuentada Bolonia fu por ellos una c i u d a d
- d o c t a . Lo que Francia fu por la escolstica, lo fu Italia por
el progreso de la ciencia jurdica; el antiguo derecho romano riva
lizaba con el derecho cannico, y varios Papas fueron hombres de
mxima erudicin jurdica. Lstima que el despertar de esta cien
cia cayese en una poca en que las fuentes estaban enturbiadas,
vislumbrndose como a travs de una espesa niebla el espritu del
antiguo pueblo romano. Lstima que la escolstica especulativa se
apoderase tambin de esta cienca prctica, haciendo de las sentencias
de los hombres ms prudentes un comprometedor entrevero' de-pala
bras. Lstima, finalmente, que lo que deba ser un estudio auxiliar,
un ejercicio del criterio a ejemplo de los ms grandes pensadores de
la Antigedad, fuese tomado como norma positiva, como una biblia
de las leyes en todos los casos, aun los ms novedosos e indefinidos
Con esto se di entrada a ese espritu tirnico y pedante que casi
hubiera acabado con el carcter nacional de todas las legislaciones
europeas. Una erudicin brbara de la letra muerta sustituy la
viva comprensin del asunto; el trmite jurdico se convirti en un?
laberinto de formalidades y juegos de palabras; en vez de formar un
noble criterio de la justicia, el ingenio de los hombres se ejercit-
en las triquiuelas; el lenguaje jurdico y legal se hizo extrao y
embrollado, y finalmente, con la prepotencia creciente del sobe
rano, se favoreci ante todo un espurio derecho de los monarcas-
Las consecuencias se hicieron sentir durante largo tiempo.

Uno no puede menos de entristecerse al ver y comparar el es


tado del espritu renaciente en Europa con los tiempos y pueblos-
de la Antigedad. Bajo la opresin del dominio espiritual y seglar*
el bien sale tmidamente de una barbarie cruda y oscura. Aqu la
mejor semilla es pisoteada en el camino o robada por aves de ra
pia; all slo crece con dificultad entre las espinas y se marchita o
seca porque le falta la tierra frtil de la antigua simplicidad y bon
dad. La primera religin popular aparece entre herejes perseguaos,
en parte exaltdos, la filosofa en las aulas de dialcticos polemizan
tes, las -ciencias ms tiles como magia y supersticin, la direccior
de los sentimientos humanos como mstica, una mejor constnucion
poltica se presenta revestida del manto remendado y desgastado
de una legislacin completamente anticuada y heterognea; y de
esta manera deber Europa salir del estado de la mayor confusin
y formarse nuevamente. Mas lo que le faltaba de profundidad y
tierra negra al suelo donde deba enraizarse esta cultura, lo que
les faltaba de aptitud a los instrumentos y medios auxiliares y de
alegra y libertad al aire que se respiraba, lo compensaba, tal vez,
en alguna manera la extensin del campo que deba labrarse y el
valor de la planta que se haba de cultivar. No se pretenda aqu
formar una Atenas ni Esparta, sino Europa; no se deba arribar a
la perfecta honestidad de algn sabio o artista griego, sino a un
humanismo y una razn que con el correr de los tiempos abarcara
todo el globo terrqueo. Veamos, pues, qu disposiciones se toma
ron y qu descubrimientos se sembraron en la oscuridad de los
tiempos para que dieran su fruto en el porvenir.

INSTITUCIONES Y DESCUBRIMIENTOS EN EUROPA

1. L a s c i u d a d e s de Europa fueron como campamentos


permanentes de la cultura, centros de la industria y el comienzo de
una mejor administracin estatal, sin las cuales este Continente sera
todava ahora un desierto. En y con ellas, se conserv en todos los
pases del Imperio Romano parte de las artes romanas, en unas ms,
en otras menos; y en las regiones que no haban pertenecido las
posesiones romanas fueron los antemurales contra las nuevas invasio
nes de los brbaros, plazas libres de los hombres, el comercio, las ar
tes y oficios. Eterno agradecimiento se debe a los soberanos que
las erigieron, dotaron y protegieron, porque en ellas se fundaron las
constituciones que dieron lugar al primer soplo de una conciencia
social. Creronse cuerpos aristocrtico-democrticos cuyos miembros
se vigilaban mutuamente, a menudo se impugnaban y combatan,
pero promoviendo precisamente con esto una seguridad social, una
libre competencia y el progreso. Dentro de los muros de una ciudad
estaba reunido en reducido espacio todo cuanto en esta poca pudie
se despertar y desarrollar la inventiva, laboriosidad, libertad poltica,
administracin, polica y orden. La legislacin de algunas ciudades
es un modelo de sabidura poltica burguesa; tanto nobles co^o ple
beyos gozaron por ella del primer nombre, propio de una libertad,
social: e l d e r e c h o d e c i u d a d a n a . En Italia se fundaron
repblicas cuyo comercio tuvo alcances mayores que los consegui
dos jams por Esparta y Atenas; al norte de los Alpes no slo se
distinguieron determinadas ciudades por su industria y comercio,
sino que se formaron tambin entre ellas alianzas que por ltimo
desembocaron en un Estado mercantil que abarcaba el Mar Negro,
el Mediterrneo, el Ocano Atlntico, el Mar del Norte y el Bl
tico. Estas ciudades, cuya reina era Lubek, estaban en Alemania,
y los Pases Bajos, los reinos nrdicos, Polonia, Prusia, Rusia y
Livlandia, a los que se adhirieron los ms importantes centros co
merciales de Inglaterra, Francia, Portugal, Espaa e Italia, tal vez
la federacin ms eficiente, de cuantas-hubo en el mundo Cierta
mente contribuy ms que todas las cruzadas y ritos de la Iglesia
romana a hacer de Europa una comunidad, pues se elevaba por
encima de diferencias religiosas y nacionales y fundaba la unin
de las naciones en el provecho mutuo, la libre competencia, la hon
radez y el orden. Las ciudades llevaron a cabo lo que soberanos,
sacerdotes y nobles no pudieron ni quisieron realizar: u n a E u r o
p a q u e a c t u a b a en c o m n .
2. L o s g r e m i o s en las ciudades, por molestos que fuesen a
menudo para las autoridades y hasta para el desarrollo de las artes,
fueron sin embargo indispensables en aquella poca como peque
as comunidades,'y formaron un espritu de cuerpo donde estaba
uno por todos y todos por uno, para salvaguardar la honestidad de
la artesana, el perfeccionamiento de las artes, y finalmente, el apre
cio y el honor del artista mismo. Gracias a ellos, Europa se con
virti en la manufactura de todos los productos del mundo, con
lo cual, siendo el Continente ms pequeo y pobre, obtuvo la hege
mona sobre todos los dems. A su laboriosidad debe Europa que
se fabricaran maravillas de lana y lino, camo y seda, peles y cur
tidos, colas y arcillas, piedras, metales, vegetales, jugos y colores,
cenizas, sales, trapos y basuras, y que estas maravillas sirviesen y.
- servirn a su vez para producir otras. Si la historia d los inventos
es el ms grande canto de alabanza al espritu humano, los gremios
y las corporaciones fueron las escuelas donde por la especializacin
de las artes, la regularizacin del aprendizaje y la emulacin de varios
competidores, y aun por la misma pobreza, se produjeron cosas
que pocas veces fueron fomentadas o premiadas, y casi nunca sus
citadas por el favor de los soberanos y del Estado. A l amparo de un
pacfico rgimen municipal, se distinguan por su disciplina y-
orden; las artes ms ingeniosas nacieron de obras de artesana he
chas a mano, y llevaron impreso este carcter por largo tiempo,
especialmente de este: lado de los Alpes, y ciertamente no en- des
crdito suyo. No hay, pues, por qu mofarse o compadecerse de
aquellas formalidades y la gradacin del aprendizaje de estas regla
mentaciones prcticas; en ellas se sostuvo la esencia dl arte y el
honor gremial de los artistas. El monje y el caballero necesitaban
tales grados de enseanza mucho menos que el artesano, pues la.
calidad del trabajo de ste estaba en cierto modo garantizada por
toda la corporacin. Nada hay que se oponga tanto a todo arte
como la chapucera y la falta de honestidad profesional, ya que sin
sta el mismo arte acaba por arruinarse.
Las obras maestras de la Edad Media que atestiguan el mrito
de las ciudades por todo cuanto sean artes y oficios, son dignas de
nuestra admiracin reverente. La arquitectura gtica nunca hu
biera alcanzado su flirecimiento si repblicas y ricas ciudades
mercantes no hubiesen tratado de superarse mutuamente en domos
y municipalidades, como antes las ciudades griegas con obeliscos y
templos. En cada una de ellas podemos notar todava hoy en qu
modelo se inspiraba su gusto y hacia dnde se diriga por entonces
su trfico. Venecia y Pisa ostentan en sus edificios ms antiguos un
estilo diferente del de Florencia o Miln; las ciudades cisalpinas
seguan a estos u otros modelos; pero mirado en su conjunto, lo
mejor del arte gtico se explica ms que nada por la constitucin
de las ciudades y el espritu de la poca. Los hombres edifican y
construyen sus moradas conforme a su mentalidad y estilo de vida,
y tambin los modelos trados de fuera slo puede aplicarlos cada
uno a su manera, puesto que cada ave construye su nido de acuerdo
con su figura y forma de vida. Nunca se hubiera desarrollado l
arte gtico ms avanzado y elegante a base de monasterios y cas
tillos de caballeros, sino que es una propiedad de la magnificencia-
del municipio pblico. De la misma manera, las obras d arte ms
apreciables de la Edad Media hechas en metal, marfil, vidrio, ma
dera, alfombras y vestidos, llevan el sello de las estirpes, municipios
y ciudades, por lo cual tienen tambin un valor perenne las ms
veces y son patrimonio intransferible de las ciudades y los linajes.
Por igual manera, la diligencia ciudad.na escribi las crnicas, y
si bien es verdad que para estos autores su casa, estirpe, corporacin
y ciudad representan el mundo, sta es precisamente la razn de
que su espritu y su corazn participen tan ntimamente en el re
lato, y felices las naciones cuya historia s integre de muchas obras
de esta ndole, en vez de las crnicas monsticas. Tambin fueron
los consejeros municipales quienes primero restringieron con ener
ga y prudencia la jurisprudencia romana, pues de otro modo los
mejores estatutos y derechos de los pueblos hubieran acabado por
desaparecer.
3. L a u n i v e r s i d a d e s fueron ciudades y corporaciones
doctas; fueron introducidas con todos los derechos de tales como
entidades municipales, y dividan sus ganancias con los- municipios.
No en su calidad de escuelas, sino como entidades polticas abatie-.
ron el orgullo brutal de la nobleza,: apoyaron la causa del soberano:
contra las arrogancias del Papa, y abrieron camino a una clase de
intelectuales para cargos polticos y honores de caballera en lugar
del clero exclusivista; Nunca tal vez. hubo sabios que fuesen tan
respetados como estos que representaron los albores de la ciencia'
las gentes comprendieron finalmente el valor inapreciable de un
bien tanto tiempo despreciado, y mientras uno de los partidos hua
de la luz, el otro participaba con entusiasmo tanto mayor en esta
aurora de las ciencias. Las universidades fueron las plazas fuertes
y baluartes de la ciencia contra la aguerrida barbarie del despo
tismo eclesistico, y conservaron un tesoro, reconocido a medias co
mo tal, para tiempos mejores. Por lo tanto, despus de Teodorico,:
Carlomagno y Alfredo, rindamos homenaje ante todo al emperador
Federico II, que juntamente con mil otros mritos, tiene tambin
el de haber puesto en marcha las universidades, que desde entonces
siguieron desarrollndose, durante mucho tiempo imitando el ejem
plo de la de Paris. Tambin respecto de estas instituciones, Ale
mania lleg a ser como el centro de Europa; donde los arsenales y
almacenes de la ciencia no slo alcanzaron su mayor consistencia,
sino tambin su mayor riqueza interior.
4. Mencionemos, finalmente, slo algunos de los descubrimien
tos que, puestos en prctica, significaron preparativos de gran al
cance para el futuro. La b r j u l a , gua de la navegacin, vino
probablemente con los rabes a Europa, siendo los amalfi taos con
su temprano trfico comercial los primeros en usarla. Con este
invento, el mundo quedaba abierto a los europeos. Pronto ya se
internaron los genoveses en el Ocano Atlntico, y ms tarde los
portugueses supieron aprovechar el hecho de poseer las costas ms
occidentales del Vejo Mundo. Buscaron y encontraron el camino
para la circunnavegacin del Africa, con lo cual dieron nuevas
bases a todo el comercio con la India, hasta que otro genovs des
cubri el segundo hemisferio, transformando todas las proporcio
nes en nuestro Continente. El pequeo instrumento que posibilit
tales descubrimientos vino a Europa con los albores de las ciencias.
E l v i d r i o , antiguo producto del Asia que en otros tiempos
se pagaba con el equivalente de su peso en oro, se convirti, en ma
nos de los europeos en mucho ms que oro. Cualquiera que haya
sido, Salvino u otro, el hombre que cort los primeros lentes, lo
cierto es que cre un instrumento que algn da habra de descu
brir millones de mundos celestes, orientar el tiempo y la navegacin
y fomentar la ms grande ciencia de que pueda gloriarse el esp
ritu humano. Ya Roger Bacon, el monje franciscano, descubri en
Su celda las maravillas de la luz y de casi todo reino natural, y si
esto le acarre en su orden odio y prisin, en tiempos ms propicios
fu seguido por otros ms afortunados. El primer rayo de luz que
cay en el alma de este hombre admirable le mostr un nuevo
mundo en el cielo y la tierra.
Tambin la p l v o r a , instrumento mortfero pero, consi
derndolo en su conjunto, benfico, nos vino de los rabes, ya sea
que la usaran, o por lo menos la presentaran en sus escritos. Parece
haber s i d o i n v e n t a d a por v a r i o s a la vez. Su aplicacin p r c t i c a
fu paulatina, y luego modific todo el arte de la guerra. Es in
creble cunto depende el nuevo estado de cosas en Europa de este
invento, que hizo ms que todos los concilios para superar el esp
ritu de la caballera andante, afirm la potestad de los soberanos
ms que todas las asambleas populares, puso coto a la alocada car
nicera de ejrcitos apasionados por T e n c o re s personales, y puso Lt
mites a la misma forma de guerra que origin. La plvora y otros
i n v e n t o s qumicos, sobre todo el mortfero aguardiente que vino de
los rabes como medicina a Europa para luego propagarse por todo
el mundo como veneno, hicieron poca en la historia del gnero
humano.
Tambin e l p a p e l f a b r i c a d o d e t r a p o s y l o s
p r e l u d i o s d e l a r t e d 1 a i m p r e n t a en forma de nai
pes y otros estampados de caracteres inmviles, forman parte de es
te grupo. En cuanto a lo primero, parece que los rabes dieron oca
sin a su desarrollo con los papeles de algodn y seda que trajeron
del Asia; el arte de la imprenta, por su parte, progres lentamente
de experimento en experimento, hasta que comenzando por las xi
lografas y pasando por los grabados en cobre, naci la imprenta con
sus efectos incalculables para todo el Continente. Los guarismos r<i
b e s , l a s n o t a s m u s i c a l e s que invent Guido de Arezzo,
los r e l o j e s , que vinieron tambin del Asia, la p i n t u r a a l
l e o , viejo invento alemn, y todo cuanto antes del nacimiento
de las ciencias se inventase, adoptase o imitase aqu y all de ins
trumentos tiles, todo esto fu en el gran taller de la industria euro
pea casi siempre una semilla fecunda en nuevos productos y acon
tecimientos que reservaba el porvenir.
VI

OBSERVACIN FINAL

Cmo, pues, lleg Europa a labrarse su cultura y con ella el


rango que le corresponde con preferencia a otros Continentes? El lu
gar, el tiempo, la necesidad, el conjunto de circunstancias y el cur
so de los acontecimientos la impelieron; pero este rango fu, antes
que nada, el resultado de muchos e s f u e r z o s c o m u n e s d e
su p r o p i a i n d u s t r i a .
1. Si Europa fuera un territorio rico como la India, sin divi
siones geogrficas como Tartaria, caluroso como frica, no se ha
bra hecho lo que se hizo. Mas ahora, aun estando en lo ms pro
fundo de la barbarie, su situacin en el mundo le ayud a salir a
luz nuevamente; pero sobre todo la favorecieron sus ros y mares.
Quitadle el Dniper, el Don, el Duina, el Mar Negro, el Medite
rrneo, el Adritico y el Ocano Atlntico, el Mar del Norte y el
Bltico, con sus costas, islas y corrientes, y veris desaparecer esa
gran federacin mercantil que puso a Europa en el buen camino.
Ahora, por el contrario, los dos Continentes grandes y ricos de Asia
y frica dieron la mano a su hermana menor; environle mercan
cas e inventos de los confines de la tierra, de las regiones de la
cultura ms antigua, fomentando de esta manera su propia indus
tria e inventiva. A todo esto ayudaron el clima europeo y los restos
del antiguo mundo griego y romano. Por lo tanto, la gloria de Eu
ropa se basa en la a c t i v i d a d e i n v e n t i v a , l a s c i e n
ci as y el e s f u e r z o . c o m p e t i d o r r e a l i z a d o en c o
mn.
2 . La o p r e s i n d e l a j e r a r q u a r o m a n a ' fu
tal vez un yugo necesario, cadena indispensable para los primitivos
pueblos de la Edad media; sin ella Europa hubiera sido probable
mente presa de los dspotas, escenario de eterna discordia, cuando
no desierto monglico. La jerarqua como contrapeso merece, pues,
alabanza; pero como fuerza propulsora primaria y permanente hu
biera acabado por convertir a Europa en un Estado eclesistico al
estilo tibetano. Ahora, en cambio, presin y contrapresin produ
jeron un efecto en que ninguna de las dos partes haba pensado;
la necesidad, las penurias y el peligro dieron origen a una tercera
clase social que tiene que desempear el papel de la sangre de este
gran cuerpo, so pena de que ste entre en putrefaccin; es la c l a s e
d l a s c i e n c i a s , 1 a a c t i v i d a d p r o v e c h o s a , la in-
d u s t r i a c o m p e t i d o r a ; por ella se fu acabando necesaria
pero lentamente la poca en que eran indispensables la caballera y
el clericalismo.
3. Tambin consta de lo que antecede cul deba ser esta nue
va cultura de Europa: slo una cultura de los hombres tales corno-
eran y queran ser, una cultura de la actividad, de las ciencias y
artes. Quien no la necesitaba, la despreciaba o abusaba de ella, se
gua siendo el que haba sido, pues no se poda pensar todava en
aquel entonces en una cultura de penetracin universal en todas las-
clases sociales y todos los pueblos por medio de la educacin, la le
gislacin y la Constitucin, y no sabemos cundo se podr pensar en
ello. Pero mientras tanto, la razn y una ms intensa accin man
comunada de los hombres sigue su curso sin que sea posible dete-
tenerlo, y consideradlo un signo promisor si lo mejor no madura,
antes de tiempo.
ND IGE

PRIMERA PARTE
PG .

P r e m b u lo . 9
cap . LIBRO PRIMERO

I.Nuestra tierra es una estrella entre estrellas .. .. 17


II.Nuestra tierra es uno de los planetas medianos . . . 19
III.Nuestra tierra pas por mltiples revoluciones hasta
que lleg a ser lo q ue.es ahora . . . . . . . 23
IV. Nuestra tierra es una esfera que se mueve en derredor
de s misma y en direccin oblicua con respecto al sol 26
V. Nuestra tierra est cubierta de una envoltura gaseosa y
se halla en la pugna de varios astros celestes . . . 29
VI. El planeta que habitamos es una montaa de tierra que
emerge de la superficie de las aguas . . . . . . 32
VII. Por los trazados de las cordilleras fueron nuestros dos
hemisferios escenario de la ms asombrosa diversidad y
variedad .............................................................................39
LIBRO SEGUNDO

I. Nuestra tierra es una gran fragua para la organizacin


de seres muy d is tin t o s .................................................... 43
II. El reino vegetal de nuestra tierra en relacin con la
historia h u m a n a ............................. ....................... 46
III. El reino animal en relacin con la historia humana . 52
IV. El hombre es una criatura media entre los animales
de la t i e r r a ..................................................................... 56
LIBRO TERCERO .

I. Comparacin de la estructura de plantas y animales con


respecto al organismo del hombre . . . . . . 61
C AP. * PA G .

II. Comparacin de las diversas fuerzas orgnicas que ac


tan en el a n i m a l ......................................................... 68
III. Ejemplos de la estructura fisiolgica de algunos ani
males ................................................................................. 75
IV. De los instintos de los animales . . . . . . . 78
V. Desarrollo de las criaturas hacia una unin de varios
conceptos y para un uso peculiar ms libre de sentidos
y miembros- ......................................................................82
VI. Diferencia orgnica entre los animales y los seres hu
manos ................................................................................87
L IB R O C U A R TO

I. El ser humano est organizado para la actividad racio


nal ..................................................................................... 91
II. Mirada retrospectiva desde la organizacin de la cabe
za humana hacia las criaturas inferiores que se le apro
ximan por su form acin....................................................102
III. El ser humano est organizado para sentidos ms pri
morosos, para el arte y el lenguaje . . . . . . 106
IV. Por sus instintos el hombre est organizado, para la li
bertad ............................................................... . . . 110
V. El organismo del hombre es de salud sumamente deli
cada, pero al mismo tiempo de enormeresistencia, y,
por lo tanto, capacitado para su expansin por toda la
t i e r r a ............................. ........................................ 115
VI. El hombre est formado para la humanidad y para la
re lig i n ................................................................................119
VII. El hombre est formado para la esperanza en la inmor
talidad ........................................................ . . . 127
L IB R O Q U IN T O

1. En la creacin de nuestra tierra impera una serie de


ascendentes formas y fuerzas ^ ............................... ... 129
II. No hay fuerza de la naturaleza sin rgano; pero el r
gano no es nunca la fuerza misma que acta por medio
de l .................................................................................132
III. Todo el engranaje de fuerzas y formas no es retroceso
ni estancamiento, sino p r o g r e s o .................................. 136
IV. El reino de la organizacin humana es un sistema de
fuerzas espirituales . . . . . .....................139
V. Nuestra humanidad es slo ejercicio preliminar, capullo
de una flor f u t u r a ......................................................... 145
VI. El estado actual de los hombres es probablemente el
miembro de enlace entre dos mundos . . . . . 149
SEGUNDA PARTE
CAP. * L IB R O S E X T O PG .

I. Organizacin de los pueblos en la proximidad del Polo


N o r t e ................................... .........................................157
II. Organizacin de los pueblos de las tierras altas asiticas 163
III. Organizacin de la zona terrestre donde viven pueblos
de bella co n fig u ra ci n ............................................... 167
IV. El organismo de los pueblos a fr ic a n o s ........................ 171
V. . Organizacinde los hombres en las islas del trpico . 178
VI: El organismo de los a m e ric a n o s.............................180
VII. Conclusin........................................................ 188

L IB R O S P T IM O

I. Por diversas que sean las formas en que la especie hu


mana aparece en la tierra, en todaspartes es una mis
ma e s p e c i e 191
II. Esta nica especie humana se ha aclimatado' en todos
los lugares de la t i e r r a ............................................... 195
III. Qu es clima? Y qu influjo ejerce sobre la formacin
del cuerpo y del alma del hombre? . . . . . . 201
IV. La fuerza gentica es la madre de todas las formaciones
sobre la tierra, cuya accin es fomentada o retardada por
parte del clima mediante un mero concurso causal . 206
V. Observaciones finales sobre el antagonismo entre la g-
nesis y el clima .................................................... ..... . 213
L IB R O O CTAV O

I. La vida sensitiva de nuestra especie va cambiando con


la evolucin \ l a diversidad de climas; pero en todas
partes es el uso iiumano de los sentidos el que conduce
al florecimiento ok sentimientos humanitarios . . . 219
II. T.a imaginacin deNjjps hombres es en todas partes de
naturaleza orgnica v climtica: siempre, empero, se
gua por la t r a d i c i n ....................................................225
III. La inteligencia prctica del gnero humano se form
en todas partes bajo el influjo de las necesidades
del modo de vida; pero siempre es una. flor del genio
de los pueblos, hija de la tradicin y de las costumbres 233
IV. Las sensaciones e instintos de dos hombres estn siem
pre de acuerdo con su sistema de vida y la. organizacin
que adoptaron, y en todas partes se rigen por las opi
niones en boga y la t r a d ic i n .................................. 240
CAP. P G .

V. La felicidad de los hombres es siempre un bien indi


vidual y como tal condicionada climtica y orgnica
mente, fruto de los hbitos, la tradicin y las costumbres- 250

L IB R O N O V EN O

I. Por ms que le agrade al hombre hacerse la ilusin de


que est produciendo todas las cosas por si solo, depen
de, sin embargo, de los dems en el desarrollo de sus
aptitudes . .................................................... 259
II. El medio por excelencia de la cultura humana es el len
guaje ........................ ..... ................................................... 266
III. Todas las ciencias y artes del gnero humano han sido
inventadas por medio de la imitacin, el intelecto y el
lenguaje . . . . . '. ! ! ! !!!! 275
IV. Los gobiernos se basan en un orden constituido por los
hombres casi siempre a base de tradiciones heredadas . 279
V. La religin es la tradicin ms antigua y sagrada de la
tierra . ......................................................................287

L IB R O D C IM O

I. Nuestra tierra ha sido formada especialmente con miras


a las criaturas dotadas de vida . . . . . . . 295
II. Dnde estuvo el lugar de origen y la morada ms
antigua de los hom bres?............................................... . 298
III. La evolucin de la, cultura y de la historia suministran
pruebas histricas de que el origen del gnero humano
se encuentra en A s i a ....................................................303
IV. Tradiciones asiticas sobre la creacin de la tierra y el
origen del gnero h u m a n o .................................. 308
V. La tradicin escrita ms antigua sobre el origen de la
hum anidad....................................... .................................. 312
VI. Continuacin de la tradicin escrita ms antigua sobre
el origen del gnero humano . . ............................. 319
VII. Fin de la ms antigua tradicin escrita sobre el origen
del gnero h u m a n o ......................................................... 325

TERCERA PARTE
L IB R O UN D CIM O

I. C h i n a .............................................................................. 332
II. Cochinchina, Tonkn, Laos, Corea, el Este trtaro, el
J a p n ............................. 341
P G .

.'El Tibet . . . . . . . . . .- . . . . 343


El I n d o s t n ........................................ ...........................347
Consideraciones generales sobre la historia de estos Es
tados . . ................................................................... 353
L IB R O D U O D CIM O

Babilonia, Asira, C a l d e a ............................................361


Los medos y persas . . . . . . . . . . . 367
- Los hebreos ; .............................................. ..... . 372
Fenicia y Cartago ....................................................... 379
Los e g ip c io s ...................................................................385
Otras ideas sobre la filosofa de la historia del gnero
humano . . . . . ......................................391

L IB R O D C IM O T E R C E R O

Situacin geogrfica y poblacin de Grecia . . . 398


El idioma, la mitologa y el arte potico de Grecia . 403
Las bellas artes en Grecia . . . . . . . . . . 409
La filosofa moral y poltica en G r e c i a .................... 415
Actividades cientficas en G r e c i a ....................................423
Historia de los cambios de los Estados, griegos . . .430
Consideraciones generales sobre la historia de Grecia . 437
L IB R O D C IM O C U A R T O

Los etruscos y los latinos ................................................. 446


Las instituciones romanas en orden a la estructuracin
de un Estado imperialista y guerrero .................... 452
Las conquistas de los romanos . . . . . . .459
L a decadencia de Roma ..................................................465
Carcter, ciencias y artes de los romanos . . . .472
Consideraciones generales sobre el destino de Roma y su
h i s t o r i a .......................................................................... 481
L IB R O D C IM O Q U IN TO

El fin de la naturaleza humana es ser humano y con este


fin Dios puso el destino de la especie humana en sus
propias manos . ..................................................................." 490
Todas las fuerzas destructivas en la Naturaleza no slo
son superadas por las fuerzas constructivas en el trans
curso del tiempo, sino que, en Ultimo termino, tienen
que contribuir ellas mismas a la evolucin del conjunto 494
Aunque es el destino del gnero humano escalar suce
sivamente diversos grados de cultura bajo varias trans-
PG .

formaciones, sin embargo, la estabilidad de su bienestar


se funda, esencial y exclusivamente, en la razn y la
ju s t i c i a ............................................................................... 502
IV. La razn y la justicia conforme a su naturaleza intrn
seca y en el transcurso del tiempo tienen que ganar cada
vez ms lugar entre los hombres fomentando la estabi
lidad de los valores h u m a n o s .................................. . . 509
V. Puesto que 'una, sabia benevolencia dirige el destino de
los hombres, no hay dignidad mayor ni dicha ms dura
dera y pura que la de cooperar con e l l a ....................... 515
CUARTA PARTE L IB R O D C IM O SE X T O

I Vascos, galos y cimbros . . 522


II Finlandeses, letones y prusianos 528
III Los pueblos germnicos 530
IV Los pueblos eslavos . . . . 535
V Pueblos extraos en Europa 538
VI Consideraciones y conclusiones generales 541

L IB R O D C IM O SP T IM O

I. Los orgenes del cristianismo y sus principios intrnsecos 546


II. Propagacin del cristianismo en Oriente . . . . 555
III. La propagacin del cristianismo en los pases griegos . 564
IV. Propagacin del cristianismo en las provincias latinas 572

L IB R O D C IM O O C TA V O

I Los reinos de los visigodos, suevos, alanos y vndalos 582


II Los reinos de los ostrogodos y longobardos . 587
III Los reinos de los alamanes, borgoones y francos . 594
IV Los reinos de sajones, normandos y daneses 602
V Los reinos nrdicos y A le m a n ia ............................. 609,
VI Consideraciones generales sobre la organizacin de los
reinos germnicos en E u r o p a ........................................ 614

L IB R O D C IM O N O N O

I La jerarqua ro m an a............................ 622


II Los electos de la jerarqua en Europa 629
III Los protectorados seglares de la Iglesia 635
IV Los reinos r a b e s ............................. 641
V. Efectos producidos por los reinos rabes 649
VI. Consideracin general . . . . . 656
cap. L IB R O VIGSIM O

I. El espritu mercantil en Europa . . . . . . 659


II. El espritu de la caballera en E u r o p a ............. 665
III. Las cruzadas y sus consecuencias.........................672
IV. La cultura intelectual en E u r o p a .........................680
V. Instituciones y descubrimientos enEuropa . . . . 687
VI. Observacin f i n a l ................................................. 692
E st e l ib r o

SE TERMIN DE IMPRIMIR
EN ARTES GRFICAS
BARTOLOM U. CHDESINO, S. A.
AMEGHINO 838 AVELLANEDA
BUENOS ABRES
EL DA 1 8 DE AGOSTO

DE 1959

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