Los Imperios Del Antiguo Orient - Elena Cassin
Los Imperios Del Antiguo Orient - Elena Cassin
Los Imperios Del Antiguo Orient - Elena Cassin
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jaleareal 24.11.16
Ttulo original: Die Altorientalischen Reiche III. Die erste Hlfte des 1. Jahrtausends
Elena Cassin, Jean Bottro & Jean Vercoutter, 1965
Traduccin: Mara Elena Nez, Antn Dietrich & P. Buckley
Se transcriben los nombres turcos, sumerios y semitas de acuerdo con las siguientes
equivalencias aproximadas:
, , : consonantes llamadas enfticas, pronunciadas con gran esfuerzo articulatorio,
que no existe en las lenguas europeas.
j, dj (en turco c), : ingls jungle, italiano gioia, pronunciacin africada de la y
castellana (un yate).
, ch: ch castellana.
g, gh, : g fricativa de llegar.
: h aspirada fuerte.
kh, : j castellana.
sh (en turco ), : sh inglesa, ch francesa.
z: z inglesa y francesa, s francesa de chose.
, , etc.: vocales largas.
: Ataque voclico semejante al que acompaa en alemn a una vocal inicial (alif
rabe, leph hebreo).
: Sonido gutural del ayn rabe o ayin hebreo.
: z castellana, th inglesa de thunder.
: d fricativa castellana de medir.
Se excluyen de estas normas los nombres que por una u otra causa tengan una forma
castellanizada ampliamente consagrada por el uso, en particular los bblicos. En
nombres acadios, etc., se indican tambin como , las vocales largas por
contraccin (, en la notacin usual). En cuanto a las transcripciones del egipcio,
nos atenemos lo ms posible a las aproximadas de Drioton y Vandier (Historia de
Egipto, trad. cast. de la 3. ed., Buenos Aires, EUDEBA, 1964), por ser las ms
difundidas en nuestros pases. Deben leerse de acuerdo con la tabla anterior, teniendo
en cuenta adems que con se indica la presencia de una vocal y del sonido , que slo
se representa aislado en el nombre de dios Re (R) y los compuestos con l; se
prescinde por lo general de sealar la cantidad voclica y de distinguir entre h y , k y
.
Cuando en la lista anterior se resean varios signos para la transcripcin de un
sonido, es el primero de ellos el que usamos preferentemente en el texto.
1. Asiria y los pases vecinos (Babilonia, Elam, Irn)
desde el 1000 hasta el 617 a. C. El Nuevo Imperio
babilnico hasta el 539 a. C.
A principios del primer milenio antes de nuestra era, un hecho domina la historia
del Prximo Oriente: la triunfante expansin de los nmadas arameos y su asentamiento
en Siria del Norte, el valle del ufrates y la baja Mesopotamia[1]. Asiria atraviesa
entonces un largo perodo de debilidad y se repliega ante ellos hacia su territorio
nacional. Al comenzar el siglo X, los arameos se encuentran ya slidamente asentados
junto a la gran curva que hace el ufrates al sur de Karkemish. Un siglo antes,
Tiglatpileser I haba hecho fortificar y guardar los vados, impidindoles as atravesar el
ro durante algn tiempo. Sin embargo, durante el reinado, extenso y sin gloria, de
Ashshurrabi (1010-970), estas ltimas barreras van desapareciendo una tras otra.
Mutkinu, en la orilla oriental del ufrates, y Pitru, junto a uno de sus afluentes de la
derecha, el Sajr, caen en sus manos. El obstculo queda as franqueado: sobre ambas
orillas del ro se extiende a partir de entonces el reino arameo de Bt-Adini cuya
capital ser Til Barsip (Tell Amar).
En el interior, la horda invasora contina esparcindose. Fundan otros dos
principados en el valle del Balkh, y algunos ms en el del Khbr. El ms importante
es el de Bt-Bakhini, situado junto al alto Khbr y cuya capital, Guzana (Tell alaf),
ocupa una posicin clave en la ruta que une Asiria con el ufrates. Las excavaciones
arqueolgicas han desenterrado el palacio de un prncipe arameo que vivi all
probablemente a principios del siglo IX.
La poderosa tribu de los temanitas se introduce an ms hacia el este, en direccin
al Tigris, fundando all nuevos estados en torno a las ciudades de Naibna (Nisibis),
Khuzirna y Gidara. La ltima de estas ciudades cae en sus manos en tiempos de
Tiglatpileser II (966-935), siendo entonces rebautizada con el nombre de Radammte.
Al sur de la gran curva del ufrates, el valle es ocupado paulatinamente por grupos
arameos que se establecen en l repartindose en principados independientes: Laq, en
la regin de la desembocadura a del Khbr; Khindanu, hacia el recodo del ro, y en
especial Sukhi, que se extiende entonces desde Anat a Rapiqu. El valle es a menudo
estrecho y se encuentra encerrado entre dos zonas desrticas; las ciudades suelen
mantener en las islas fuertes posiciones de defensa, obligando a las tribus todava
nmadas del desierto a buscar ms al sur lugares de paso y regiones donde
establecerse. A la altura del istmo de Akkad, donde el Tigris y el ufrates aproximan
sus cursos, es donde el ro puede atravesarse ms fcilmente. Toda la regin en torno a
Sippar y Babilonia, hasta los lmites de la actual Bagdad, es invadida por bandas de
salteadores arameos. Durante la primera mitad del siglo XI un usurpador arameo,
Adadaplaiddin, se haba apoderado del trono de Babilonia, y Asiria no haba tenido
ms remedio que reconocerlo. Por consiguiente el reino babilnico se haba
disgregado, volvindose a constituir ms al este, en las colinas situadas ms all del
Tigris, entre Dr y Arrapkha. Los grandes santuarios de Babilonia, de Borsippa y de
Kutha se libran casi de toda vinculacin poltica. Los templos, sus torres y
dependencias, el personal y los habitantes son administrados por las autoridades
eclesisticas. Estas tres ciudades no son slo santuarios nacionales de los reyes
babilnicos, sino las ciudades santas de toda la Mesopotamia semtica, hacia las cuales
vuelven sus ojos con igual devocin asirios, arameos y caldeos.
Ms al sur, se extiende hasta el golfo Prsico la vasta superficie del antiguo pas de
Sumer. Los caldeos, de la familia de los arameos, se establecen all y, seminmadas,
semisedentarios, forman a mitad del siglo IX seis principados de fronteras mudables:
Larak, Bt-Dakkuri, Bt-Amukkani, Bt-Silni, Bt-Saalli y Bt-Yakn. En estas nuevas
poblaciones, y en particular en Bt-Yakn, es donde Babilonia volver a cobrar
vitalidad.
Asimismo, bordeando el curso inferior del Tigris, al sur de la desembocadura del
Diyla (Turnat), se encontraban establecidas otras grandes tribus arameas: litau,
puqudu, gambulu y khindanu.
Los arameos, que asediaban estrechamente Asiria y Babilonia desde el Khbr a
Elam, se haban extendido igualmente por Siria del Norte, al oeste del ufrates. En
estas regiones, haban topado con la confederacin de los estados neohititas,
Karkemish, ama, Alepo, Khattina, que les presentaron ms o menos resistencia. La
regin de Alepo y Arpad cay rpidamente en su poder y constituy el nuevo reino
arameo de Bt-Agusi, cuyos lmites estaban constituidos, al este, por el reino, tambin
arameo, de Bt-Adini y, al oeste, por el principado hitita de Khattina, en la llanura de
Antioqua, mientras que por el norte el ro Sajr lo separaba del estado hitita de
Karkemish, que permanecer independiente hasta el reinado de Sargn II. Durante los
siglos X y XI otros grupos arameos haban penetrado hacia el noroeste en el valle del
Karasu, y haban fundado all el reino de Yadi o Samal, cuya capital era Samal
(Zincirli). Al final del siglo XI es probablemente cuando ama y su regin, en el valle
del Orontes, cayeron bajo control arameo. Las excavaciones han revelado, en la ciudad,
un estrato arameo inmediatamente encima del hitita. En esta misma poca los arameos
ocupaban sin duda todo el valle del Orontes y el del Litani. Eran igualmente dueos del
sur de Siria, no habiendo encontrado apenas resistencia en estas regiones, que desde
haca ya tiempo carecan de la menor cohesin poltica. El Antiguo Testamento nos da a
conocer los nombres de los estados que all fundaron en los tiempos en que Sal, David
y Salomn tuvieron que combatir contra ellos: Aram-Sba, en la llanura de la Beqa;
Aram-Bt-Rehb y Aram-Mak, en torno al monte Hermn; Geshr, en el aurn, y el
ms poderoso de todos, el reino de Damasco, que ejerci una verdadera hegemona
poltica sobre el conjunto de esta confederacin.
En Asiria, los tres soberanos que desde el comienzo del siglo X se sucedieron en el
trono, Ashshurrabi II, Ashshurrsishi II y Tiglatpileser II, no pudieron, sin grandes
esfuerzos, contener el irresistible empuje arameo.
Bajo el reinado de Ashshurdn II (935-912)[2], la situacin general y el equilibrio
de las fuerzas parecen cambiar. Al lado de las acciones defensivas que el soberano se
ve obligado a dirigir an, a fin de salvaguardar el territorio nacional, emprende algunas
operaciones ofensivas que parecen ser el preludio del despertar de Asiria. Conduce
expediciones de castigo contra los pueblos montaeses que violaban sus fronteras,
somete la revuelta de los habitantes del monte Muri (Jebel Maqlb), al noroeste de
Nnive, y reconquista dos ciudades a los arameos. Sin embargo, estos xitos no deben
hacernos sobrevalorar las renacientes fuerzas del pas. La miseria y a menudo el
hambre reinan en l y el reclutamiento de tropas pesa profundamente sobre la poblacin
activa. De todos modos, el rey se esfuerza, entre campaa y campaa, en mejorar la
economa nacional. As, se preocupa por la irrigacin, hace fabricar arados, fomenta la
cra de ganado y construye establecimientos pblicos; incluso sus fructferas cazas de
leones, toros salvajes y elefantes son, y sern an para sus sucesores, batidas
necesarias tanto como distracciones principescas.
Bajo el reinado de su hijo y sucesor, Adadnarri II (912-891)[3], se afirma de una
manera mucho ms clara el resurgir poltico de Asiria. Sus operaciones militares no le
vienen impuestas por las circunstancias, como le haba ocurrido normalmente a su
padre. l mismo es quien toma desde entonces la iniciativa y sus campaas parecen ya
responder a un plan maduro.
Al igual que en tiempos de Tiglatpileser I, Asiria vuelve a dirigir su atencin hacia
las costas mediterrneas. Pero un doble obstculo que se halla en manos arameas les
impide el paso: el macizo montaoso de r Abdn, al norte de Naibna (Nisibis),
bastin natural en el que se resguardan varios principados arameos, y ms lejos, el
ufrates, cuyos puntos de acceso hacia Siria del norte estn slidamente guardados por
los hititas de Karkemish y los arameos de Bt-Adini. El principal objetivo de
Adadnarri II ser reducir el primero de estos obstculos, liberando la ruta desde el
ufrates hasta el Khbr y despejando sus alrededores hasta las pendientes montaosas
del sur de Armenia.
Mientras tanto, lleva a cabo varias incursiones preliminares. De este modo, ataca
cuatro veces el pas de Nairi, entre el alto Tigris y el alto ufrates, somete la comarca
de Kutmukhi, en la orilla derecha del Tigris superior, y se introduce en las montaas, al
este del pequeo Zb. Aprovecha una pretendida provocacin del rey babilonio
Shamashmudammiq (hac. 941-901) para imponerle por la fuerza, as como ms tarde a
su hijo Nabshumukn, sus condiciones con respecto a las negociaciones entre Asiria y
Babilonia. Anexiona a Asiria una parte del territorio, a la altura de Lakhiru y las dos
fortalezas de Arrapkha (Kirkk) y Lubda. Seguidamente firmaron los dos reyes un
acuerdo sobre fronteras, dndose las hijas respectivas en matrimonio y encargndose de
mantener una paz duradera entre los dos pases.
En el curso medio del ufrates dedic sus esfuerzos a contener la afluencia de
nmadas del desierto en la regin del Sukhi, de la cual recibi tributo despus de haber
sometido algunas de sus ciudades, entre ellas.
Sin embargo, los ms duros y tenaces combates de Adadnarri II fueron los que
libr contra el Khanigalbat, en el noroeste de Asiria. Para abrir el camino de una futura
marcha hacia el oeste, era necesario ante todo romper la barrera formada por los
estados arameos de la tribu de los tematitas. El ms importante de ellos tena entonces
por rey a Nradad y por capital Naibna (Nisibis). Contra estos estados lanz dos
expediciones consecutivas, que no lograron sino xitos parciales. Olvidando entonces
durante cierto tiempo su primer objetivo, atac al ao siguiente en la misma regin a
otro principado arameo, Mamblu, que captur, y conquist la capital Khuzirna. Un
tercer principado conoci muy pronto una suerte parecida: su capital, Gidara, fue
tomada, y su rey, Muquru, hecho prisionero. Debido a estos xitos, Adadnarri se vio
dueo de la mayor parte del Khanigalbat. As, pues, la campaa que dirigi contra l al
ao siguiente de la conquista de Gidara, no tuvo otro objeto que el de afirmar su
soberana y recaudar los tributos impuestos a los vencidos.
Fig. 1. Asiria y Babilonia.
Los cuidados que, desde Asurnasirpal II, dedicaran los soberanos asirios a su
frontera norte, sus intervenciones en Shubria, la incursin de 865 contra la capital
urartea, que iba a ser el preludio de choques cada vez ms frecuentes, revelan la
creciente inquietud que inspiraba a Asiria el reino vecino.
Sus temores no carecan de fundamento. sta es, en efecto, la poca en que aparecen
en Uraru las primeras fuentes escritas, y stas atestiguan que sus habitantes, o al menos
sus dirigentes, no slo haban accedido a la cultura, sino que se proponan afirmar
pblicamente su poder. Sardur I (aprox. 832-825), contemporneo de los ltimos aos
de Salmanasar III, hizo grabar sobre la muralla de una de sus fortalezas una triple
inscripcin donde se llama a s mismo: gran rey, rey poderoso, rey de la totalidad, rey
del pas de Nairi, sin igual, pastor admirado por todos, que no teme al combate y
somete a los rebeldes[27]. El empleo en estos textos de la escritura cuneiforme y de la
lengua acadia, la fraseologa asiria, la jerarqua mesopotmica de los ttulos y, con el
empleo del de rey de la totalidad (shar kishshati), la reivindicacin de una
hegemona internacionalmente reconocida, revelan el predominio de la influencia
cultural acadia en el nuevo estado. Uraru tomaba conciencia de sus fuerzas, tanto
imitando a Asiria como midindose con ella.
Este resurgir del sentimiento nacional se hizo ms patente an bajo el reinado de
Ishpuini (824-806), hijo del rey antes citado. Las inscripciones, que entonces se
multiplicaban, iban ya redactadas en la lengua indgena. Cuando excepcionalmente
llevaban una versin asiria, era con el fin de afirmar mejor, a escala internacional, una
reivindicacin poltica.
La mayor parte de estas inscripciones se han encontrado en torno al lago de Van,
que era y seguira siendo el corazn del reino. Pero, a partir de entonces, el pas de
Uraru no se content con acrecentar sus fuerzas sobre el territorio nacional. Ishpuini
lanz hacia el norte, en direccin al curso superior del Araxes (Araks o Aras),
expediciones que iban siendo testimonios de su paso por el camino que, desde el valle
del Arsanias, sube hacia el desfiladero de Delibaba. Otra inscripcin conmemora una
fructfera campaa que, con 106 carros, unos 10 000 jinetes y ms de 22 000 infantes,
condujo al sur del lago Urmia contra el pas de Parsuash y contra la ciudad manea de
Meshta.
De naturaleza por entero distinta es el contenido de otra estela, bilinge sta, que,
erigida junto a la ruta que va de Rowandz a Ushnu, dio el nombre de Kelishn (la
piedra azul) a la garganta donde fue encontrada. Conmemora aparentemente una
peregrinacin que hicieron Ishpuini y su hijo Menua al pas vecino de Muair, donde
se ergua un famoso templo de su dios nacional, Khaldi; de hecho, su funcin era sin
duda la de fijar, en esta va estratgica y a menos de 100 kilmetros de Arbeles, la
frontera entre los dos pases, o al menos entre sus zonas de influencia. Entre los ttulos
que en ella constan, Ishpuini hizo figurar el de rey de la totalidad cuyo equivalente
urarteo, rey del pas de los carros, parece reivindicar una supremaca blica sobre
tierras llanas. Al antiguo ttulo de rey de Nairi, conservado en la versin asiria,
corresponde en la lengua indgena el de rey del pas de Biai, que se ha traducido
rey del pas de los frutos y que en tal caso evocara los opulentos vergeles de la
meseta de Van. Ishpuini se dice all, por ltimo, seor de la ciudad de ushpa(n), la
nueva capital del reino, que los asirios llamaron urushpa.
De carcter an ms definidamente religioso es una inscripcin grabada sobre la
pared de un nicho rocoso cercano al lago de Van. En ella se enumeran los sacrificios
con que se honraba cada mes a unas setenta divinidades del pas, y, por tanto, a este
respecto, se encuentran en su panten importantes datos[28]. Las ofrendas ms
importantes eran las dedicadas al dios nacional Khaldi, al dios de los tormentos,
Tesheba (el Teshup de los hurritas), y a la divinidad solar Shiwini. En cambio el dios
lunar, Shielardi, cuenta entre las divinidades dotadas de ofrendas ms modestas en esta
lista en que figuran algunos nombres colectivos de dioses, las divinidades annimas del
lago, las altas montaas y las divinidades particulares de ciertas ciudades. El nicho
sobre cuya pared figura dicha inscripcin tiene la forma de una puerta. Comoquiera que
en Uraru la palabra puerta designa a menudo al templo mismo, podemos suponer que
al menos en un cierto aspecto del culto, estos nichos estaban considerados como lugares
de paso sagrados entre el mundo de los dioses y el de los vivos.
En los nueve ltimos aos de su reinado, Ishpuini menciona junto a su nombre el de
su hijo Menua y, en el ltimo ao, el de su nieto Inushpua, a quien asocia de este modo,
si no a la realidad del poder, s al menos con la consagracin real. Esta costumbre,
destinada quiz a afirmar la continuidad dinstica, desapareci rpidamente bajo el
siguiente reinado, el de Menua, que ejerci el poder individual a partir del 805
aproximadamente, cuando en Asiria Adadnarri reinaba ya desde haca algunos aos.
El nuevo rey de Uraru, que continu llevando entre sus ttulos el de seor de
ushpa, hizo construir, entre otras fundaciones, una nueva capital fortificada que llev
su nombre, cerca del nacimiento del Karasu. Aument el nmero de regiones
cultivables del reino, y se cuid de su irrigacin haciendo canales.
En el exterior, su reinado personal se caracteriz por diversas campaas lejanas y
fructferas. Una de ellas, despus de una victoria sobre los maneos, es la que
conmemora la inscripcin rupestre de Tashtepe, al sur del lago de Urmia. Otros
testimonios, dejados incluso en el camino, jalonaron en distintos lugares la ruta por la
que avanz Uraru. Se los encuentra en las pendientes del monte Ararat, a todo lo largo
de la curva del primer tramo del Araxes hasta las inmediaciones de Erzerum, y, hacia el
oeste, en ambas orillas del Arsanias. En esta ltima regin, una inscripcin rupestre
recuerda que, despus de haber sometido Shebeteria (la actual Pal), Khuzana (ozan),
upani (la Sofene de los escritores clsicos), y de haber instalado un gobernador en la
comarca de la moderna Balin, Menua alcanz la frontera del pas de Khatti (Siria del
Norte), donde recibi junto al ufrates el tributo del rey de Meliea (Melitene).
Este vigoroso movimiento de expansin que se haba manifestado, a expensas de
Asiria, sobre su misma frontera, con la conquista de Kullimeri y de Ulluba, iba a
hacerse ms amplio bajo el reinado de su hijo Argishti I (aprox. 789-766). Sus xitos
nos resultan tanto ms notables cuanto que la Asiria contempornea, desde los ltimos
aos de Adadnarri III hasta principios del reinado de Ashshurdn IV, viva un perodo
de debilidad progresiva.
Como haba hecho su padre, Argishti I jalona de estelas e inscripciones rupestres
los senderos de sus conquistas. stas atestiguan que su poder, slidamente asentado al
sur del Araxes, desborda ampliamente el valle del ro, y se extiende, por el noroeste de
Erivan, en direccin al lago de Sevan, y, por otra parte, hacia la regin de Leninakan y
hacia el lago ildir.
Despus de la derrota de las tribus locales, quedaron anexionados toda la llanura
del Ararat y el valle del Araxes. Con este control sobre la regin, Uraru incrementa
sensiblemente sus recursos agrcolas, el nmero de sus rebaos y la importancia de su
mano de obra. La posesin de las minas de cobre del pequeo Cucaso daba un nuevo
impulso a su metalurgia.
Junto a la orilla izquierda del Araxes, en el lugar donde se erguira ms tarde
Armavir, Argishti construy una nueva ciudad fortificada a la que dio su nombre,
Argishtikhinili. Unas catorce inscripciones se han encontrado en los alrededores de la
ciudad; evocan las importantes obras hechas en la regin por Argishti y sus sucesores:
roturado de tierras, plantacin e irrigacin de huertas y viedos, construccin de
palacios y templos. Durante todo el siglo VIII, la ciudad continuar siendo la principal
salvaguarda de la Transcaucasia. Bien defendida y abundantemente abastecida, serva a
la vez de refugio para las poblaciones diseminadas en las zonas agrcolas de alrededor
y de base de operaciones para las tropas reales que se dirigieron al norte y al noreste.
Vino as a permitir un dominio efectivo de la regin situada entre el Araxes y el
Sevan. Con la conquista de la fortaleza de Qiekhuni, cuyos vestigios subsisten an junto
a la orilla noreste del lago, en la desembocadura del Zangu, Argishti se convirti en
amo de la rica llanura costera. Para dominarla mejor an, construy, a unos 50
kilmetros al sur, una nueva ciudadela, Irpuni, que pobl con 6600 prisioneros, la
mayor parte de los cuales provenan de los confines sirios y de las orillas del ufrates.
En sus ruinas, descubiertas en la colina de Arinberd, al este de Erivan, varias
excavaciones han desenterrado habitaciones decoradas con pinturas murales e
inscripciones evocando donaciones de escudos, aljabas, cinturones y flechas, hechas
por el rey a los templos de la ciudad.
Todas estas actividades militares, econmicas y religiosas, son igualmente objeto
de una muy extensa inscripcin, grabada sobre los macizos rocosos de Van, en la que
puede verse el equivalente de los anales del reino. De los nombres de ciudades y
pases que en ella se enumeran, muchos nos son todava desconocidos. Pero aquellas
que es posible identificar con algn viso de exactitud, permiten aadir ciertas
precisiones y datos complementarios a la informacin procedente de las otras
inscripciones. Nos enteramos de que los ejrcitos surasiticos guerrean al norte de la
lnea Kars-Leninakan, en direccin a Ardahan; continan hacia occidente, hacia
Melitene y Siria, y hacen por ltimo un esfuerzo muy particular en la regin del lago de
Urmia, en los pases de Bushtu, Parsuash, Manna, Ushqaia y Uishdish. Algunas
expediciones no se detienen sino en las montaas que pertenecen a los asirios,
cuando no tienen que ver directamente con stos. El relato de las devastaciones (106
fortalezas y 453 poblaciones saqueadas y quemadas, desde la provincia de Abeliankh a
la llanura de Kars), las entregas de tributos exigidas (por ejemplo, 41 minas de oro
puro, 37 de plata, 20 000 de cobre, 1000 caballos de silla, 300 bueyes, 20 000
corderos, que deba recibir un gobernador, impuesto a una de las comarcas
conquistadas), el nmero de distritos anexionados, toda una cintura de pases vecinos
convertidos en vasallos, atestiguan la amplitud de las conquistas de Argishti I.
Esta expansin continu durante el reinado de su hijo y sucesor Sardur III (aprox.
765-733), o al menos hasta que el renovador del podero asirio, Tiglatpileser III, le
asest un golpe que le hizo detenerse. El predecesor de ste, Ashshurnarri V, aparece
nombrado en una inscripcin de Sardur III que no le concede ms que el ttulo de rey
de Asiria[29], mientras que l mismo se reviste de todos los grandes ttulos imperiales
que reivindicaban sus antecesores. En todos los terrenos, por lo dems, continu la
obra de su padre.
En el aspecto militar, someti todas las inmediaciones del lago Sevan por medio de
expediciones que le condujeron sucesivamente al oeste, al suroeste y el sureste del
lago. Guerre en la regin de Leninakan y conquist varias ciudades al suroeste del
lago ildir. Combati contra Qulkhai, que algunos han identificado con la Clquida de
los griegos. Si la identificacin es exacta, fue quiz en esta poca y en esta regin
cuando los urarteos entraron en contacto con el mundo mediterrneo a travs de las
poblaciones costeras del mar Negro, sobre cuyas orillas la tradicin localiza en 756 la
fundacin de Trebisonda por colonos de Mileto. A las victorias sucedan deportaciones
masivas y mltiples anexiones. El botn conseguido es a menudo considerable: en el
curso de un solo ao, la parte del rey comprenda a 37 800 prisioneros, 3500 caballos,
40 353 reses y 214 700 cabezas de ganado menor. El esfuerzo militar fue
particularmente sensible en la regin del lago de Urmia, donde, luchando contra los
maneos y sus vecinos, Sardur asol el pas, se apoder de plazas fuertes, quem
ciudades y obtuvo un importante botn. Segn parece, intent con una serie de anexiones
consolidar la frontera de Uraru entre el lago y la actual Tabriz.
Pero donde ejerci sin duda mayor presin fue en direccin a Siria septentrional y
el curso superior del ufrates. En la misma orilla del ro, entre Izolu y Kmrhan, una
inscripcin rupestre recuerda que acamp en estas lejanas regiones, donde ningn rey
de Uraru lo haba hecho an, que tom diversas plazas fuertes a lo largo del ufrates y
que, cuando se aproxim a la ciudad de Malatya (Me-li-e-a-ni en urarteo), su rey
Khilaurada, vino a prosternarse ante l para rendirle pleitesa. Lo hizo vasallo suyo
despus de haberle quitado nueve plazas fuertes y diez ciudades situadas, sin duda, a
orillas del ro[30].
Condujo otra campaa en una regin inmediatamente vecina, el Qummukhu de los
asirios: Kustashpili, el rey de Qumakha, escribe en otro lugar, era independiente;
ningn rey reciba tributo de l Yo march contra el pas de Qumakha. En combate
hice caer en mis manos la ciudad real de Uita, que estaba fortificada, la ciudad real de
Khalpa, protegida (?) por un lago, y me aproxim a la ciudad real de Parala. l vino
entonces ante m, se prostern, y yo le fij como tributo, que l me entreg, 45 minas de
oro puro, 800 minas de plata, 3000 piezas de pao, 2000 escudos de bronce y 1535
vasos de bronce[31]. Este Kustashpili que se someti entonces al rey de Uraru es el
mismo Kustashpi de Kummukhu que, algn tiempo despus, en 742, Tiglatpileser III
venci en esta misma ciudad de Khalpa, que l llamaba Khalpi.
Finalmente, ms al sur, en una inscripcin votiva escrita en jeroglficos hititas y
fechable alrededor del 752, el rey de Karkemish, Kamanash, reconoca a Sardur III
como soberano suyo[32].
De este modo, dominando los tres principales principados neohititas del curso
superior del ufrates (Meliddu, Qummukhu y Karkemish), el rey de Uraru amenazaba
directamente la desembocadura del corredor asirio hacia el Amano y el de las
Puertas cilicias. Desde este balcn del ufrates, dominaba Siria del norte. A partir
de entonces, le era posible ejercer sobre ella una influencia poltica que poda llegar a
ser determinante.
En cuanto a Asiria, se haba mostrado totalmente incapaz de contrarrestar estas
ambiciones. De los tres hijos de Adadnarri III, el primero que, en 781, haba subido al
trono, Salmanasar IV, no ha dejado en la historia ms que un tenue recuerdo. Las seis
campaas que en diez aos de reinado tuvieron que efectuar sus tropas contra Uraru
atestiguan la peligrosa presin que se esforzaba por contener. Sus otras expediciones
(contra los itueos, hacia el monte de los Cedros, e incluso contra Damasco) parecen no
haber sido ms que incursiones episdicas.
En Asiria, el panorama poltico estaba dominado entonces por la personalidad del
nuevo lugarteniente en jefe Shamshi-ili. ste conservara su puesto bajo los dos
reinados siguientes, y durante treinta aos fue, sin duda, la verdadera autoridad del
reino.
Es l quien combati contra los urarteos, pues, en una inscripcin que hizo grabar
sobre los toros que adornan la entrada de su palacio de Til-Barsip, se vanagloria de
xitos que consigui ante ellos. El hecho de que no mencione ni el nombre de su
soberano subraya tambin su poder y la debilidad del poder real[33].
Esta debilidad ira acentundose en el curso del reinado de Ashshurdn III, que
sucedi a su hermano en 772. Algunas expediciones hacia Siria, por el valle del Diyla
o contra tribus medas, no pueden engaar a nadie. La situacin interior fue cada vez
ms precaria. Ya en 768 el ejrcito haba tenido que quedarse en el pas, lo que se
repiti en 764, despus de una peste y en vsperas de graves disturbios que no iban a
durar menos de seis aos.
Estos estallaron al ao siguiente en Asur, y duraron dos aos. En 761, se
extendieron a Arrapkha, donde hicieron estragos durante dos aos ms. En 769, la
insurreccin lleg hasta Guzana, mientras una nueva peste asolaba el pas. Fue
necesaria, al ao siguiente, una verdadera expedicin a Guzana para dominar la
rebelin y lograr que al fin, como reza el canon de los epnimos, la paz (reinase) en el
pas. El reino sala de esta prueba ms debilitado an, y, durante los dos aos
siguientes, el ejrcito permaneci en el pas[34].
Sin embargo, pese a tan graves dificultades internas, Asiria segua consciente de los
peligros que la amenazaban. No haba visto sin inquietud al reino arameo de Bt-Agusi
arrebatar al de ama la primaca poltica en Siria del norte. La presencia de esta nueva
potencia entre el ufrates y el Amano era tanto ms peligrosa para ella cuanto que el
reino de Karkemish se reforzaba igualmente, y que ambos se apoyaban en el poder
urarteo que, al trmino de un largo movimiento en curva, estaba ahora presente en el
ufrates.
Estas preocupaciones marcaron los comienzos del reinado de Ashshurnarri V que,
siempre bajo la gida del inamovible lugarteniente en jefe Shamshi-ili, sucedi a su
hermano en el 754.
Lanz contra Arpad, capital de Bt-Agusi, una expedicin que oblig a su rey,
Mati-ilu, a firmar un tratado con los asirios. El texto que poseemos, por desgracia, est
mutilado en la parte consagrada a las clusulas polticas. El principio de uno de los
prrafos hace alusin a los trnsfugas y a los rebeldes, cuya actividad y huida se
comprometa Mati-ilu a no facilitar. Otro evoca la asistencia militar que el rey de
Arpad prometa aportar a Ashshurnarri V cada vez que ste se la pidiera[35].
No cabe duda de que la firma de este tratado pretenda contener el empuje de Uraru
hacia Siria del norte. Pero, pasado el peligro, Mati-ilu no tard en denunciarlo. Este
efmero xito de Ashshurnarri V fue el gran acontecimiento de su reinado.
Exceptuando dos campaas contra Namri, de 749 y 748, el canon de los epnimos no
menciona, en todos los dems aos, ninguna otra salida del ejrcito ni ningn hecho
digno de mencin.
Este marasmo poltico presagiaba nuevos disturbios. Estos estallaron, en efecto, en
el 746 en la capital misma, Kalakh. El rey fue probablemente asesinado y el reinado
pas a manos de otro hijo de Adadnarri II, Tiglatpileser (Tukultiapilesharra III), del
que no se sabe a ciencia cierta si fue el instigador del complot, si los insurrectos lo
pusieron en el poder o si, por el contrario, fue l quien domin la rebelin. Comoquiera
que sea, Asiria iba a encontrar en l un soberano de muy otra talla que la de sus
predecesores.
El tema de este captulo es Asia Menor entre los hititas y los persas, desde la
destruccin de la capital hitita (acontecimiento que no mencionan las fuentes escritas
pero del que son claro testimonio las mudas ruinas) y el instante en que los persas se
disponen a redondear su imperio en el oeste; en otras palabras: Asia Menor entre los
siglos XII y VI a. C. En cierto modo, es significativo que comience con un momento en el
que, durante la migracin egea, llegaron de Europa grupos a Asia, por ese puente que
ha constituido desde siempre Asia Menor, y que concluya cuando geogrficamente se
produce el fenmeno contrario, al tratar de penetrar diversos grupos en Europa por el
mismo camino. Es ste un captulo importante de la historia universal, por haberse
realizado un intercambio cultural de envergadura entre Oriente y Occidente
precisamente en este perodo y en esta zona. Por darse estas dos circunstancias (por un
lado la accin recproca de Oriente y Occidente y por otro lado el intercambio de
cultura durante este perodo), que obedecen a causas geogrficas, conviene analizarlas
previamente. Asia Menor constituye la unin terrestre entre Europa y Asia. A lo largo
de su costa meridional discurre la importante ruta de navegacin que une las islas
griegas con el norte de Siria. El carcter geogrfico de Asia Menor evidencia la
importancia de la unin entre Oriente y Occidente, mientras que las montaas que
bordean las costas septentrional y meridional dificultan las comunicaciones de norte y
sur. La cordillera del Tauro, que domina la costa meridional, arranca en Licia, la regin
ms occidental en esta zona costera, y contina paralela a la costa hacia el este. Slo
dos veces se interrumpe dejando espacio a una costa baja, en Panfilia y en Cilicia
Campestris. La primera fue poblada ya en tiempos micnicos por los griegos; en la
segunda confluyen factores ms complejos: por un lado se cree encontrar tambin all
huellas de una infiltracin griega, si bien de tiempos posteriores; por otro lado se ha
descubierto una fuerte influencia semita. Esto ltimo resulta evidente, pues la Puerta
Cilicia (Pylae Ciliciae) constituye una barrera ms fuerte frente al hinterland de
Anatolia que las montaas del Tauro Oriental Exterior frente a Siria septentrional.
Geogrfica y climatolgicamente la llanura cilicia pertenece a Siria. La supremaca
asiria y posteriormente la neobabilnica sobre esta regin fue tambin una
consecuencia poltica de estas circunstancias geogrficas.
Fig. 3. Asia Menor entre los hititas y los persas.
Pero no slo tuvieron lugar en esta zona tales contactos pacficos entre Oriente y
Occidente; tambin grandes migraciones escogieron este camino, y muchas veces una
parte de los inmigrantes permanecera como nuevo propietaria de las tierras. Algo
parecido debi suceder cuando llegaron los primeros pobladores hititas. En el siglo XII
a. C. se repite lo mismo con los frigios, que invadieron Asia Menor procedentes del
oeste. Aunque los recin llegados se adaptaron siempre ampliamente al marco cultural
precedente, su inmigracin provoc una estratificacin que contrasta con el carcter
cerrado de las civilizaciones egipcia y mesopotmica. La adaptacin forzosa a su vez
estaba condicionada por las circunstancias geogrficas, causa de la formacin de
mltiples estados pequeos que disfrutaban de una fuerte autonoma local bajo
soberanos propios. En general se necesit un largo perodo hasta que los nuevos
pobladores consiguieron una forma de poder centralizado fuerte.
Mientras que resulta sencillo caracterizar el escenario geogrfico, la labor histrica
presenta muchos problemas, ya que faltan fuentes escritas vernculas para este perodo
en el oeste y el centro y son de alcance limitado las del este. Afortunadamente se
conoce la historia de este perodo a travs de otros autores como los griegos y
mesopotmicos. Las fuentes griegas datan, en su totalidad, de pocas bastante
posteriores. Ofrecen por ello una imagen tarda cuya importancia es difcil de valorar.
En cambio las fuentes mesopotmicas tienen la ventaja de representar una reaccin
contempornea a los hechos. El sureste de Asia Menor se encontraba desde la mitad del
siglo IX a. C. en la esfera de influencia asiria y posteriormente en la neobabilnica. Los
textos de los reyes mesopotmicos nos ofrecen una orientacin aproximada sobre el
sureste de Asia Menor, Cilicia Campestris (Qu[m]e en los textos asirios y Khum en los
neobabilnicos), Capadocia (Tabal y Khilakku), Melitene (Meliddu) y Comgene
(Kummukhu). ste es precisamente el territorio en que se encuentran los textos
jeroglficos originales. Estas inscripciones proceden de restos de la antigua poblacin
hitita que pertenece a la parte luvita del pueblo hitita. La poblacin luvita del sureste
que escribi los textos jeroglficos y, con ello, la nica fuente original de importancia
para este perodo, mantena estrechas relaciones con sus congneres luvitas de Siria. La
historia de estos dos grupos ser por ello tratada en conjunto.
Aunque la tradicin registra numerosos prncipes lidios y da noticia de una dinasta
de herclidas que habra reinado desde 1200 a. C. hasta Giges, el primer rey de la
dinasta de los mermnadas, no se conocen datos histricos al respecto. Tambin para
las regiones ms orientales, donde se encontraron los textos jeroglficos, se habla de un
perodo oscuro que hubiese durado desde 1200 hasta 1000 a. C.
Al iniciar este captulo ya se indic que los frigios no haban desarrollado al
principio un fuerte poder central, como era el caso en el siglo VIII a. C., cuando Frigia
figuraba entre las grandes potencias. Aunque existen otras teoras, parece oportuno
optar por la tesis antigua de la relacin entre los elementos frigio, tracio e ilirio y
recordar que este pueblo proceda de los Balcanes. Un problema histrico fundamental
de este perodo constituye el grado de penetracin de los frigios en Asia Menor. Los
textos del rey asirio Tiglatpileser I (1117-1078) son un documento importante a la hora
de enjuiciar esta cuestin, pues relatan que este rey libr, en su primer ao de reinado,
una batalla en el curso alto del Tigris contra 20 000 mushki que llevaban cinco reyes al
frente. Como los asirios aplicaban a los frigios del siglo VIII este nombre de mushki, se
aduce con frecuencia este pasaje como prueba de que una parte de los frigios tuvo que
avanzar profundamente hacia el este. Esta conclusin no es definitiva, pues no parece
descartada la posibilidad de que el nombre hubiese pasado de los moskhoi, habitantes
del lejano noreste de Asia Menor, a los frigios, por tener para los asirios el segundo
significado de occidentales, suponiendo, claro est, que los moskhoi habitasen tan
pronto las mismas regiones.
Los arquelogos se han preguntado hasta qu punto han existido, antes del siglo VIII
a. C. colonias frigias permanentes al este del Halys. Algunos representantes de esta
ciencia insisten tambin en hablar de los estratos posthititas de Boazky en vez de los
estratos frigios. Lo cierto es que Boazky-Khattusha fue destruida por el fuego,
quedando inhabitada por lo menos durante un siglo. Posteriormente se hizo habitable la
ciudadela, para lo cual se utiliz gran parte del material de construccin que haba
quedado de la poca hitita.
Aunque Tiglatpileser I no habla concretamente de los frigios, parece seguro que
menciona a los prncipes de Malatya (Arslantepe) y Karkemish (Cerablus). Estas
ciudades eran los centros luvitas ms importantes de aquella poca. Ambas se
caracterizan por una clara fusin de influencias hitito-luvitas y hurritas, como la que se
haba manifestado en Karkemish ya en tiempos del Imperio nuevo. En este sentido es
interesante que Initeshup[2], que era entonces probablemente rey de Karkemish, llevase
el mismo nombre hurrita que un rey del siglo XIII. En el terreno del arte los relieves
sagrados de Malatya que representan al rey como sacerdote con diversas divinidades,
presentan estrechas relaciones con los relieves de Yazilikaya (el santuario de
Boazky) y Alaca Hyk. Es probable que Karkemish tuviera al principio la
supremaca poltica. Los grandes reyes de esta ciudad tuvieron probablemente
derecho a este ttulo; segn los textos asirios reinaron sobre la tierra de Khatti o
incluso sobre la gran tierra de Khatti. Desde aqu se dominaba por lo menos el
antiguo territorio hitita hasta inclusive el Tauro Oriental Exterior y hacia Samal y tal
vez incluso hasta Gurgum y Meliddu. Sobre Malatya (en asirio Meliddu), en la tierra
griega de Melitene, hemos hablado ya. Samal con su capital Zincirli comprende el
territorio del Tauro Oriental Exterior. Gurgum, con capital en Maras (Marqasi en los
textos asirios), coincida aproximadamente con la parte suroccidental de Comgene.
Tambin Til Barsip (Tell Amar) constitua un importante centro luvita antes de pasar a
manos arameas. En la desembocadura del Orontes estaba situado un estado denominado
Khattina pero tambin llev el nombre semita de Amqa (valle o llanura). ama
constitua la base ms meridional de los luvitas. Tambin en Alepo debe haber existido
durante algn tiempo un reino luvita.
La conquista de Karkemish por Tiglatpileser debe haber tenido hondas
repercusiones, pues la base de Pitru, construida por l cerca de Karkemish, se mantuvo
an un siglo.
No se puede precisar lo que sucedi en esta poca en los territorios luvitas de Asia
Menor. Tal vez debido a que los reyes asirios no hubiesen penetrado an hasta Cilicia y
Capadocia. La poblacin luvita nativa hace su aparicin al entrar en contacto con una
potencia civilizada (en este perodo Asur, posteriormente Grecia) fortalecindose as
su conciencia como pueblo. Se caracteriza por su reaccin frente a las influencias
exteriores, y ello, sobre todo, en los territorios en los que tuvo que retirarse por corto
tiempo la potencia que actuaba como catalizador. Son especialmente favorables las
circunstancias en Siria septentrional, pues Asur haba aspirado en vano por dos veces
(primero bajo Tiglatpileser I y luego bajo Asurnasirpal II y Salmanasar III) a la
hegemona sobre Siria, antes que, en la segunda mitad del siglo VIII, los reinos luvitas
quedaran integrados como provincias en el imperio asirio.
Sin embargo, hay que hacer constar que nuestros conocimientos sobre el primer
interregno neohitita son an limitados. Se supone que las influencias hurritas son
considerables en diversos lugares. En otros lugares (en ama, pero tambin en Samal)
se nota una fuerte influencia semita. En los siglos X y IX tomaron los grupos arameos el
poder en una serie de estados. Ya en la segunda mitad del siglo X pas Til Barsip de las
manos hititas a las arameas constituyndose, desde este momento hasta 855 a. C., en
centro del reino arameo de Bt-Adini. Samal, que haba tenido antes otro nombre, se
hizo aramea el 920, mientras que Arpad fue conquistada poco despus de 900 por
grupos arameos, pasando a formar parte desde entonces del estado arameo de Bt-
Agusi. An ms tarde, hacia 820, ama se une al antiguo territorio de Alepo formando
un reino arameo que haba de desempear un papel importante[3].
De este interregno nos han llegado textos de Til Barsip (Tell Amar) y Maras; los
ms importantes son, sin embargo, los textos de la dinasta de Sukhi I de Karkemish,
aunque sus prncipes se llamasen sencillamente soberanos. Del conjunto de textos
jeroglficos, los de Karkemish constituyen el corpus ms amplio y su contexto es el
ms rico y esclarecedor. A esto se aade su base arqueolgica, ya que fueron
encontrados in situ y en su mayor parte estn dedicados a la historia de la construccin
del lugar del hallazgo. Esto permite relacionar los textos y las construcciones. Aunque
los textos tienen un contenido predominantemente religioso, informan sobre empresas
militares y obras hidrulicas. Comparndolos con los textos del siglo II se observa
(seguramente debido a la influencia mesopotmica) una progresiva tendencia a abordar
problemas profanos.
Los dioses principales de la ciudad figuran en el principio de las inscripciones
junto con los ttulos, la genealoga y la glorificacin de los prncipes, ya que la
exaltacin del rey est dedicada en gran parte a relacionarlo con el mundo de los
dioses. Los dioses aparecen de nuevo en la frmula de maldicin al final, en la que se
amenaza a aquellos que profanen u oculten el monumento, el relieve o el texto. En
Karkemish parece haber sido el dios de la tormenta Tarkhundash (o Tarkhu[i]sh) la
principal figura del panten; a su lado estaba Karkhukhash, personificacin del dios que
protega la naturaleza y que tena al ciervo como animal sagrado, mientras que el dios
de la tormenta apareca muchas veces representado sobre un toro. En tercer lugar estaba
Kubabash, reina de Karkemish segn los textos.
Dado el tipo asirio de los leones sobre los que estn colocados dos de estos textos
(A 14 b de Astuwatimais y A 14 a de Sukhi II) parece probable que estos prncipes
fuesen contemporneos de los reyes asirios Adadnarri II (911-891) y Tukultininurta II
(890-884), bajo los cuales Asur se hallaba en retroceso temporal, mientras que la
expansin del poder, bajo Asurnasirpal II (883-859) y Salmanasar III (858-824),
perteneca an al futuro. Esta datacin parece an ms verosmil por darse la
circunstancia de que un fragmento con algunos caracteres cuneiformes revela que el
texto de Astuwatimais tena carcter de inscripcin bilinge[4].
Mientras que una serie de ttulos de los textos jeroglficos son restos del tiempo del
Imperio Nuevo, por ejemplo, gran rey, hroe y soberano, existe otro que
responde probablemente a un nuevo concepto tpico de este perodo en todo el
Mediterrneo oriental: el ttulo de tarwana, juez. Ha sido comparado con el shpe
(juez) semita y el tyrannos de Asia Menor y Grecia. Este ttulo presenta al prncipe
en su funcin pacificadora, no en la de jefe militar en tiempos de guerra o en funcin
sacerdotal. Probablemente se halle en relacin con la limitacin geogrfica de las
comunidades de un perodo en que no se han desarrollado an formas de estado de ms
alcance. En este sentido es muy posible una relacin con la figura bblica del juez,
que habra de ser tambin precursora de los reyes de tiempos posteriores.
Una serie de reyes del siglo IX llevaban nombres que evocan a los grandes reyes
hititas del milenio II. Segn los textos asirios, en Khattina reinaron reyes llamados
Lubarna (Labarna) y Sapalulme (Shuppiluliuma); en Gurgum hubo tres reyes que
llevaron, en este perodo neohitita, el nombre de Muwatalli. Se han podido deducir as
de sus nombres las aspiraciones polticas de estos prncipes. Llama la atencin que en
los estados mayores como Karkemish y Malatya se hayan atenido a una denominacin
de su tiempo.
Con Asurnasirpal II (884-858) inicia Asur la segunda invasin del territorio
ocupado por los hititas luvitas. Este rey asirio se jactaba de que su reino se extenda
desde el Tigris hasta el Lbano y el Mar Mediterrneo. Asurnasirpal II penetr en el
territorio de Samal y lleg hasta Kummukhu donde reinaba entonces el rey Qatazilu
(Khattushili o Kantuzzili). Pero su fama tambin se extendi hasta Asia Menor, ya que
en el texto que describe la construccin y consagracin de su palacio en Kalakh se
menciona junto a los 69 754 invitados que asistieron a las ceremonias, que duraron diez
das, a 5000 altos dignatarios que acudieron como representantes extranjeros. La lista,
adems de los emisarios de las regiones del norte y del noroeste, menciona a delegados
de pases luvitas como Khatti (Karkemish), Gurgum, Meliddu e incluso Que. Es sobre
todo interesante la mencin de Que (Cilicia Campestris) y de Meliddu (Melitene).
Salmanasar III (858-824) fue el primer prncipe que se intern personalmente
repetidas veces en Asia Menor. En primer lugar tuvo que vencer todava una serie de
dificultades en el noroeste. Entre sus enemigos encontramos, adems de reyes arameos,
muchos prncipes luvitas, que no slo procedan de Siria, sino tambin de Que y
Khilakku, del territorio montaoso del norte y probablemente tambin del noroeste de
Que. Despus de algunos triunfos asirios fue aumentando el nmero de prncipes
tributarios. A partir del vigsimo ao de su reinado Salmanasar III realiza conquistas en
Asia Menor. Tres veces fue a Que, llev a cabo conquistas en Meliddu, estuvo dos
veces en Tabal y lleg incluso hasta Khubushna (Kybistra?). En aquel tiempo Tabal
estaba constituido por un conglomerado de pequeos reinos (en un texto se mencionan
24 y en otro 20) al frente de los cuales se encontraba al parecer un rey llamado Tuatti.
El nombre de Tuwati, que debe ser la versin indgena del Tuatti asirio, aparece en
varios textos jeroglficos. Probablemente llevaran este nombre diversos prncipes.
Tambin el padre de Wasu-Shar(ru)mash, rey de Tabal en tiempo de Tiglatpileser III
(743-726), se llamaba as, al igual que un rey mencionado en un texto urarteo. Los dos
ltimos muy bien pudieran ser la misma persona[5].
Salmanasar III tuvo, pues, contacto con muchos pueblos que fueron atacados de
nuevo un siglo ms tarde por los asirios y cuyos territorios habran de quedar
integrados al imperio asirio como provincias. Hacia el fin de su reinado un
levantamiento divide todo el reino en dos campos; ms de medio siglo tardara todava
Asur en reponerse para volver a intervenir en el noroeste.
En la segunda mitad del siglo IX amat era un estado importante. Las relaciones
tnicas eran especialmente complicadas. En textos de amat del tiempo de
Salmanasar III un rey con el nombre hurrita de Urkhilina relata en inscripciones
jeroglficas luvitas la construccin de un trono y una columna en honor de la diosa
Bakhalatis, nombre tras el que se oculta el ttulo semita de Balat (soberana).
Hallazgos de textos del mismo rey en el sur y en el norte determinan las fronteras de
amat cuando todava no est ocupado por el grupo arameo bajo el mando de Zakir[6].
Hacia 820 este Zakir constituye con ama y el antiguo Alepo un gran imperio que
encontr tanta resistencia en los otros estados sirios del norte que se produjo una
coalicin de estados luvitas y arameos[7]. Otro coetneo de Salmanasar III fue Khalpa-
Ru(n)dash (Qalparu[n]da) de Khattina, mencionado en las inscripciones reales asirias y
en textos jeroglficos de Tell Tayinat[8]. Esto brinda un punto de referencia importante
para fechar los textos y relieves de este lugar.
El retroceso temporal del poder asirio constituy en el noroeste el principio de un
segundo interregno luvita. En esta poca creci rpidamente el poder del imperio de
Uraru, que empezaba a amenazar la frontera norte de Asiria. Con el tiempo la
intervencin de Uraru en Siria septentrional se hizo tan fuerte que lleg incluso a
interrumpirse la lnea asiria de comunicacin con Asia Menor. Toda una serie de textos
de todos los centros importantes luvitas permite una visin bastante completa de la
historia del siglo VIII. Ms arriba se ha insistido en que fue precisamente el contacto
que tuvieron los asirios con Que y Tabal, en tiempos de Asurnasirpal II y
Salmanasar III, la causa de que tambin se puedan incluir en el anlisis de este perodo
los grupos luvitas de Cilicia y Capadocia. Las relaciones de poder de este tiempo eran
bastante complicadas. En el oeste los frigios formaban en el siglo VIII un reino
centralizado en torno a Gordio. El centro del poder luvita (tabalo) estaba situado ms
hacia el este en Cesarea (Kayseri). En el noreste de Asia Menor el territorio dominado
por los frigios (mushki en los textos asirios) limitaba con el de Uraru.
En la poca de su mayor esplendor el imperio frigio ocupaba una zona tan extensa
de Asia Menor que puede considerarse, desde el punto de vista geopoltico, como
heredero de la tradicin hitita. Tal vez hubiese cumplido plenamente un cometido de
este tipo, si no hubiera sido demasiado pronto vctima de las invasiones de las hordas
cimerias, despus de los conflictos con Sargn II. Las excavaciones de Gordio y sobre
todo la apertura de los tmulos prximos a esta ciudad han hecho comprensible el que
las riquezas de Midas llamaran tanto la atencin a los griegos. De gran importancia
para una fase posterior de la cultura frigia son las excavaciones de la ciudad de Midas
(Yazilikaya), clebre sobre todo por las tumbas rupestres de sus alrededores. A
mediados del siglo VIII los frigios deben haber adoptado el alfabeto de los griegos; los
textos ms antiguos en escritura alfabtica encontrados en Gordio datan del ltimo
cuarto del siglo VIII. Las excavaciones han demostrado que la arquitectura de este
perodo tena un nivel notable y lo mismo se puede decir de los ebanistas, broncistas y
los tallistas de marfil frigios. Admirables son tambin los restos de tejidos. Los
hallazgos demostraron adems que los frigios haban mantenido en los ltimos
veinticinco aos del siglo VIII relaciones comerciales con Asiria y sobre todo con
Uraru. De Midas, rey de los frigios en tiempo de Tiglatpileser III y de Sargn II,
cuentan las fuentes griegas que estaba casado con una griega y que fue el primer rey
extranjero que envi un regalo al santuario de Delfos. Probablemente esta leyenda
significa que Midas intentaba extender su reino tambin hacia el oeste y que a tal efecto
haba entrado en contacto con las ciudades costeras griegas.
Segn muestran las excavaciones de los ltimos aos, Boazky-Khattusha, en el
siglo VIII, no slo estaba habitada en las ciudades, sino tambin en una amplia zona en
torno a sta. Se puede caracterizar sin duda como frigia esta fase de la colonizacin
posthitita. Las antiguas inscripciones frigias de diversos lugares demuestran que los
frigios posean sin duda en estos siglos grandes extensiones de Capadocia. Aliar fue
durante mucho tiempo luvita a juzgar por los sellos jeroglficos encontrados. Sin
embargo, existen razones para suponer que este lugar form parte durante algn tiempo
del territorio frigio. Los estratos posthititas de Kltepe pueden a su vez atribuirse con
seguridad al grupo de poblacin luvita, ya que esta ciudad se encontraba claramente
dentro de la zona de inscripciones jeroglficas. En las excavaciones turcas se
encontraron restos interesantes de este perodo.
Algunas fortificaciones se consideran parte de la lnea de defensa de los grupos de
poblacin luvita contra los frigios; Gllda, 40 km al noroeste de Nide, y
Kerkenesda, 18 km al sureste de Yozgat[9]. El curso de la lnea fronteriza puede tal vez
aclararse tambin gracias a las inscripciones jeroglficas. Cerca de Karaburun se
encontr precisamente una de stas, que habla sin lugar a dudas de una fortificacin
militar. Lo mismo puede decirse de las inscripciones de alapverdi. Los datos
jeroglficos, tanto del lado frigio como del luvita, aluden ms o menos a la misma lnea
fronteriza, que adems corroboran los textos asirios. Ya se indic que los frigios eran,
en el norte de Capadocia, vecinos de los urarteos. En este sentido resulta de gran
inters una carta encontrada en Kalakh (entre 735 y 132 a. C.). En ella el rey asirio
contesta a un escrito de un alto funcionario del territorio de Asia Menor que le ha
anunciado que el rey frigio Midas ha establecido relaciones amistosas con l y que han
sido capturados y entregados a l ciertos emisarios de Que que se dirigan a Uraru, a
travs de territorio frigio, en busca de apoyo contra los asirios. Esta carta es muy
importante porque de ella se deduce que, a causa de este acontecimiento, qued un
representante permanente de los asirios en la corte frigia. Adems se desprende de ella
que el rey asirio deseaba tratar con Midas en pie de igualdad[10].
Tabal era en el siglo VIII un estado importante. Siguiendo, sin duda, directamente a
los grandes reyes del Imperio Nuevo cuyas inscripciones monumentales estaban an
bien conservadas, prncipes como Tuwati y Wasu-Shar(ru)mash llevaron los ttulos de
gran rey y de hroe. Parte de los textos tablicos tiene carcter oficial y por lo
tanto caligrfico y arcaizante, mientras que otros estn escritos muy silbicamente en
forma cursiva. La servidumbre de muchos pequeos prncipes hacia los grandes
reyes de esta regin, ya sealada antes al tratar del perodo de Salmanasar III, se
manifiesta en los textos, donde un prncipe local se denomina siervo de Tuwati o de
Wasu-Shar(ru)mash. Una serie de textos describe la ereccin de una imagen en honor
del dios de la tormenta. En dos de ellos el dios de la tormenta lleva el atributo de
Tarkhuish de la via. Esta misma forma o una anloga se encuentra en el famoso
relieve de Ivriz. Segn el texto se trata del gran Tarkhundash (?), aunque su
representacin con uvas y espigas exuberantes suscita siempre la idea de una divinidad
de la vegetacin. Por lo visto el dios de la tormenta tambin tiene esa faceta. Es de
gran importancia para la historia de la religin el que en muchos de estos textos
aparezcan el dios lunar de Kharrn y Kubabash de Karkemish. Parece probable
que al no ser una divinidad claramente personalizada el dios lunar del panten hitito-
luvita, que tena culto y fiestas propios, dejara un hueco que provocase esta infiltracin.
La difusin del culto de Kubabash es ms importante por constituir Tabal la unin entre
Karkemish, donde esta diosa ya haba recibido culto en el milenio II y el territorio
frigio, donde adquiri gran importancia bajo la forma de Kubelis (Cibeles). Pero no se
debe olvidar que su carcter tuvo que haberse transformado con este traslado. A travs
de los frigios su culto no se extendi solamente por Lidia y el Asia Menor griega, sino
que lleg hasta Roma, donde se le dedic en el Palatino un lugar en el templo de la
Victoria (204 a. C.).
Los textos procedentes de la regin de Tiana ocupan un lugar especial. En esta
regin reinaba en la segunda mitad del siglo VIII Warpalawa, al que Tiglatpileser III da
el nombre de Urballu. Uno de los textos ms importantes de esta regin es una
inscripcin de las proximidades de las famosas minas de plata de Tun(n)a (Dana). Se
encuentra a 6 km de las minas en el camino a la colonia correspondiente[11]. El
soberano local se autodenomina siervo de Warpalawa, pero tambin juez. El lugar
donde se hall la famosa inscripcin bilinge de Karatepe no era tal vez el palacio,
como se haba supuesto, sino una fortaleza a orillas del ro Ceyhan (Piramo) que
separaba los territorios de Que y Gurgum. Frente a Karatepe, en la otra orilla del ro,
fue hallado un texto que presenta, segn Laroche, la escritura tpica de Gurgum[12]. En
todo esto nos basamos para fechar la inscripcin antes del 711 a. C., pues a partir de
entonces Gurgum se convirti tambin en provincia asiria y por lo tanto careca de
sentido una fortificacin entre ambos territorios. Probablemente fuese fenicia la versin
original del texto, pues en varios lugares se manifiesta en la sintaxis luvita la influencia
de un idioma semita. Tambin el hecho de que la versin jeroglfica sea ms pobre en
vocabulario apunta en esta direccin ya que en las traducciones, por regla general,
suelen perderse matices. Sin embargo, en algunos puntos el trasfondo cultural es
marcadamente hitita. Tiwata describe, por ejemplo, cmo en su tiempo las mujeres
paseaban con el huso por lo que antes haba sido terreno inseguro (171 s.); hay que
tener en cuenta que en el arte plstico hitita el huso y el espejo constituan los atributos
habituales de mujeres y diosas. Probablemente el original fue escrito por un autor
fenicio, que parta en cierta medida tambin de ideas hititas, por encargo de un cliente
luvita, siendo traducido ms tarde al luvita.
Es importante analizar con ms detalle la posicin de Asi-Tiwata. En la
introduccin dice que Awarikus le haba hecho grande. Luego sigue el ttulo de rey
de Adana, pero no queda claro si debe referirse a Asi-Tiwata o a Awarikus. Este
Awarikus ha sido identificado con Urikki, que aparece en los textos de Tiglatpileser III
(745 a 772) como rey de Que y cuyo nombre figura tambin en la carta de Kalakh que
habla de las intrigas entre Que y Uraru. En el texto trasciende algo de orgullo, como si
alguien quisiera ser considerado el primero de una dinasta o por lo menos el primero
de una nueva rama de una dinasta. Y como no se denomina expresamente en ningn
sitio hijo de Awarikus (Urikki) esta hiptesis parece bastante acertada[13]. A travs de
varios pasajes se obtiene la impresin de que rein no slo sobre Karatepe, sino
tambin sobre Adana. Como esta ciudad aparece como la capital tradicional de esta
regin, no cabe duda de que Asi-Tiwata sucedi a Awarikus como regente sobre todo
Que; no parece descartado que Awarikus cayese en desgracia de los asirios por sus
esfuerzos en obtener el apoyo de Uraru y que le sucediese Asi-Tiwata en el trono.
Desde mediados del siglo VIII a. C., los navegantes griegos surcaron las aguas
costeras de Cilicia. Los datos ms importantes al respecto se encuentran en los textos
de Sargn II (722-705), donde se da a entender que su actividad haba comenzado ya
una generacin antes del perodo de Sargn. Tanto en Mersin como en Tarso se han
encontrado cermicas con dibujos geomtricos, con lo cual los datos textuales se vieron
confirmados por la arqueologa. Sin embargo, la costa septentrional siria, con el puerto
de Al-Mina, era an ms importante para la navegacin griega. Adems hay que hacer
constar que Uraru ejerci en la primera mitad del siglo VIII una considerable influencia
sobre el norte de Siria. Es probable que las relaciones del arte primitivo griego y
etrusco con Uraru fueran consecuencia de estos antiguos contactos griegos con Siria
del norte. El estado luvita de Khattina, al que perteneca Al-Mina, desempe un papel
importante en este sentido[14].
Respecto a Malatya, los problemas cronolgicos estn an lejos de hallarse
resueltos. La clasificacin temporal de los reyes se basa en analogas con la historia
del arte y en un limitado nmero de sincronismos con Uraru y Asur. Los textos urarteos
indican que Malatya fue sometida por Uraru durante el reinado de Sardur II.
La influencia hurrita es particularmente importante en este territorio. Aqu es donde
goz de gran veneracin la diosa Khebat. El ideograma del dios de la tormenta, en esta
zona hurrita, tendr que leerse muchas veces como Teshup. Una tercera divinidad muy
venerada es Shar(r)mash; sin embargo, las recientes investigaciones de Laroche han
demostrado que este dios no fue primitivamente hurrita sino una figura indgena. Es
considerado entre los dioses como hijo de Teshup y Khebat y tiene el mismo animal que
su madre, el len.
En el segundo cuarto del siglo VIII reinaba en Gurgum Khalpa-Ru(n)dash (III). Su
texto figura en el conocido len de Maras (Maras 1) y es famoso sobre todo porque el
rey, en su genealoga, enumera no menos de seis antecesores, as como, detalladamente,
sus propios eptetos. El len parece haber tenido una funcin arquitectnica,
seguramente como piedra angular para un prtico del conocido estilo en el que fueron
construidos tantos edificios de aquella poca. Las construcciones de este tipo constan
de un complejo cerrado de habitaciones que no poda ampliarse libremente, como en la
mayor parte de los palacios orientales, en los que podan construirse en todos los lados
nuevos patios rodeados de aposentos. Aqu nos encontramos con un prtico, de una a
tres columnas, y detrs con una sala principal ms ancha que larga, alrededor de la cual
se agrupan las otras estancias. Los reyes asirios adoptaron un detalle de esta forma
arquitectnica tpica de la Siria septentrional; emplearon la palabra hbrida Bt-
Khilani, mitad semita y mitad hitita, para designar los prticos columnados de este
estilo que colocaban ante la puerta mesopotmica.
Karkemish es el lugar que proporciona mayor cantidad de datos para el perodo del
segundo interregno. En esta ciudad quiz se pueda comprobar la influencia urartea,
que se supone para Malatya basndose en inscripciones reales urarteas, textual y
arqueolgicamente. En tiempos de Sardur II reinaba en Karkemish un prncipe llamado
Asti-Ruwa. Durante su reinado fue construida la gran escalinata de ceremonias.
Mientras que los nuevos relieves creados para esta construccin presentan vestigios de
influencia asiria y tambin urartea, se puede deducir tal vez del texto correspondiente a
aquellos (no es susceptible de una sola interpretacin) que Asti-Ruwa no slo fue
contemporneo de Sardur II, sino que tambin dependa de l[15]. Los hijos de este
prncipe fueron desterrados por Araras, que es considerado rebelde y advenedizo, por
omitir en sus textos toda clase de genealoga. Destaca en la introduccin a un texto de
Araras la importancia que da a las relaciones internacionales que pretende haber tenido
con Mira (en la frontera entre Panfilia y Cilicia Aspera), Misia, los muskhi (frigios) y
los sirios (?) (A 6, 2-3). Tambin alude a que sus siervos son bien recibidos por todos
los reyes. Estos pasajes indican tal vez una poltica exterior activa dentro de un
mundo orientado internacionalmente. Los datos que ofrece la arqueologa corroboran
plenamente semejante hiptesis. Al tratar de Frigia ya se dijo que este territorio haba
tenido seguramente estrechas relaciones con Uraru y Asur y con la costa occidental
griega. Se han aportado datos interesantes para reforzar la tesis de que en la segunda
mitad del siglo VIII el camino a travs de Asia Menor[16] lleg a ser una comunicacin
importante con el oeste, junto a la ruta martima que parta de Mina.
Kamanash, hijo de Araras, aparece citado en los textos de Karkemish pero tambin
en la estela de Cekke. La parte posterior de esta estela perpeta la fundacin de una
ciudad que llev su nombre al igual que la fortaleza de Karatepe el nombre de Asi-
Tiwata. La estela fue utilizada dos veces: la primera por un prncipe cuyo nombre slo
es legible en parte (se llama a s mismo siervo predilecto de Sardur) y la segunda por
Kamanash que utiliz la parte posterior advirtiendo: Kamanash no es siervo de
Sardur!. Durante su reinado, o tal vez ya bajo Araras, debe de haberse sustrado de
nuevo Karkemish a la soberana de Uraru. Hay que resaltar que en uno de los textos de
Araras se encuentra una alusin a un rey asirio (A 24). Desgraciadamente el contexto no
permite un anlisis preciso. Los textos de Tiglatpileser III expresan claramente que el
reinado de Kamanash debi finalizar antes de 740.
Con Tiglatpileser III (745-727) vuelven a renacer las aspiraciones asirias. Despus
de que Uraru haba sido privado de toda importancia en dos etapas (en 745 con una
batalla al sur de Kummukhu, y en 735 en el transcurso de una campaa en la que
Tiglatpileser III haba avanzado hasta la misma capital), comienza la paulatina anexin
de los territorios luvitas por el reino asirio. Iniciado bajo Tiglatpileser III este perodo
alcanza su apogeo bajo Salmanasar V (727-722) y Sargn II (722-705).
En el tercer ao del reinado de Tiglatpileser III sus enemigos de Siria septentrional
estaban bajo el mando de Uraru. Este grupo, constituido por Meliddu, Kummukhu,
Arpad y Gurgum, nos da una idea de la influencia urartea en aquel momento. Tras la
cada de Arpad en el ao 740 varios prncipes enviaron emisarios a Tiglatpileser III
pidiendo clemencia al vencedor. Eran emisarios de Kustashpi de Kummukhu, Urikki de
Que, Pisiris de Karkemish y Tarkhularas de Gurgum; pueden haber figurado en el texto
otros nombres ms, pero no son legibles. Sin embargo hubo un prncipe luvita que no
quiso someterse, Tutammu de Khattina, en la costa, al oeste de Arpad. Sus territorios
quedaron sujetos a un gobernador provincial. Sobre su captura encontramos una
interesante alusin en una carta hallada en Kalakh y publicada recientemente. En ella un
funcionario notifica que ha satisfecho los requerimientos de envo de botn del turtn y
que Tutammu se halla ya en camino con los dignatarios de su corte[17].
Tras nuevos triunfos asirios muchos prncipes se sintieron obligados en el ao 738
a demostrar su lealtad. Entre ellos encontramos ahora doce prncipes de territorio
luvita. La influencia asiria ha penetrado ya en este tiempo profundamente en Asia
Menor. De uno de los aos siguientes al ataque de 735 contra la capital urartea debe
datar la carta ya citada al hablar sobre Frigia. En este escrito se manifiesta la esperanza
de que los prncipes de Tabal abandonen lo antes posible su resistencia, en vista del
aparente deseo de Midas de establecer relaciones amistosas con Asur[18]. En el ao 732
interviene Tiglatpileser III enrgicamente en Tabal. Parece que una de las razones que
lo movieron a ello fue que Wasu-Shar(ru)mash no envi ningn emisario en el ao 732
a una nueva demostracin de lealtad. Despus de apresado fue sustituido por un
cortesano.
Generalmente se supone que bajo el reinado de Salmanasar V (727-722) Samal y
Que fueron degradadas a provincias. Bajo Sargn II (722-705) siguieron la misma
suerte ama (720), Karkemish (717), Tabal (713), Kammanu (712), Gurgum (711) y,
finalmente, Kummukhu con Meliddu (708). En casi todos los levantamientos y
conflictos de Asia Menor aparece Midas como instigador. En el ao 715, el mismo
Sargn se dirige desde Que contra los frigios. Un gobernador de Que tuvo que
enfrentarse an dos veces a los frigios en el campo de batalla, antes de que en 709
comenzase una ofensiva final. Slo entonces envi Midas una delegacin ofreciendo su
sumisin.
Gracias a la sagacidad de Landsberger es posible conocer con ms detalle a uno de
los personajes: Muwatalli de Kummukhu. Segn los estudios de Landsberger debe
tratarse del rey representado en Sakagz como constructor y tambin del modelo de
la gran figura real que fue hallada en la cmara de entrada del Prtico de los Leones de
Malatya. Despus de haber adornado la entrada fue enterrada, probablemente ya en la
Antigedad. Landsberger supone que Muwatalli prest ayuda a Sargn durante la
situacin apurada en que ste se vio el ao 720, recibiendo en agradecimiento una parte
de Samal donde hizo construir el palacio de Sakagz; en 712 obtuvo la ciudad de
Meliddu, que haba sido anteriormente capital del reino de Tarkhunazi de Kammanu.
Con lo cual queda adems demostrado que el palacio de Sakagz fue construido entre
720 y 708 y que la figura tiene que haber sido hecha entre 712 y 708, ya que Muwatalli
fue depuesto en 708 por las asirios[19].
En el arte del perodo neohitita se distinguen una serie de estilos; en primer lugar, el
estilo tradicional, que contina la tradicin hitita del Imperio Nuevo. Sus principales
representantes se encuentran en los ya mencionados relieves, dedicados al culto, de
Malatya, afines al arte de Yazilikaya y Alaca Hyk por su contenido religioso y su
forma. Sigui despus el estilo asirizante, dividido por los acontecimientos histricos
en dos perodos. Durante el primero, prolongado considerablemente por el retroceso
del poder asirio despus de Salmanasar III, influy Asur en la eleccin de los temas,
pero estos motivos asirios quedaban asimilados de manera original. En el segundo
perodo, que comienza con la poca de Tiglatpileser III, el arte hitita adquiere ms el
carcter de una imitacin provinciana de lo que se haca en Asur; tambin en la
realizacin se trat de copiar el modelo, perdindose por completo el carcter propio.
Junto a estos influjos asirios se ha notado tambin una fuerte influencia aramea, sobre
todo en Samal, pero tambin en Sakagz y en la Karatepe cilicia.
Probablemente, el reino asirio alcanz en tiempos de Sargn II su mayor expansin
hacia el noroeste, pero ya antes del final del reinado de Sargn se produce un profundo
cambio. En 705 Sargn tuvo que marchar de nuevo contra Tabal, producindose
entonces el hecho inslito de caer un rey asirio en una campaa extranjera. En 704 o
703 tuvo de nuevo que luchar Senaquerib (705 a 681) en Que y Khilakku. Nos llevara
demasiado lejos enumerar todos los conflictos en que estuvo envuelto Asur en el ngulo
sudeste de Asia Menor durante el siglo VII. En general, se puede decir que la llanura
cilicia (Cilicia Campestris) qued en manos asirias, pero que el territorio ms
septentrional (Khilakku y Tabal) se sustrajo a la esfera de influencia asiria. Partes ms
orientales del territorio luvita, como Kummukhu, Samal y Gurgum, quedaron de nuevo
bajo el total dominio asirio. Es posible que se sentasen ya en este perodo las primeras
bases del reino cilicio que haba de desempear un papel muy importante en la poltica
de Asia Menor del siglo VI.
Uno de los conflictos que se produjeron en este territorio merece atencin por haber
tenido parte en l los griegos, segn la tradicin. En el 606 a. C. Kirua de Illubru se
levanta contra Senaquerib (705-681). Kirua contaba con la ayuda de los habitantes de
Khilakku, Tarso y de la fortaleza (griega) de Anquiale (este ltimo nombre aparece en
los textos asirios como Ingirra). Probablemente, Senaquerib minimiz la gravedad de
los acontecimientos, ya que parece que fue un levantamiento importante. Segn la
tradicin griega, Senaquerib derrot a los griegos en Cilicia o cerca de all en una
batalla naval. Es muy interesante el que en las excavaciones de Tarso se encontrara una
capa de ruinas y tambin los restos de una reconstruccin de la ciudad llevada a cabo
por Senaquerib. En los estratos situados inmediatamente antes y despus de la
devastacin fue donde se encontr la mayor cantidad de cermica griega.
En realidad se debiera haber sealado en la exposicin hecha hasta ahora un nuevo
factor de la poltica internacional de este perodo: los cimerios y escitas aparecen ya
citados por primera vez en tiempos de Sargn II e incluso antes de 713. Por la
importancia que llegan a alcanzar en el siglo VII no me he ocupado de ellos hasta ahora.
Los cimerios formaban la poblacin indgena del sur de Rusia. Sus poblaciones se
caracterizaban por una cultura del bronce tarda, aunque la difusin de espadas y
puales de hierro est relacionada ntimamente, segn los arquelogos, con el
surgimiento de los escitas. Entre las escasas colonias cimerias descubiertas y
estudiadas figuran las situadas en el territorio de la ciudad ms tarde llamada
Kimmerikon, a orillas del mar Negro, 45 km al suroeste de Kertsch.
Durante el siglo VIII, los masagetas, desde el territorio situado al norte del Oxus,
emprendieron un gran movimiento migratorio, cuyo origen debi ser el Lejano Oriente.
Estos arrollaron a los escitas quienes a su vez se echaron sobre los cimerios orientales.
Poco despus grupos de ambos pueblos pasaron el Cucaso entrando en el campo
visual de los asirios. Si sobre los cimerios no sabemos gran cosa, en lo referente a los
escitas hay divisin de opiniones, pues una parte de los historiadores utiliza el
concepto en sentido amplio y denomina escitas a todos los nmadas de la estepa
euroasitica; mientras que la ciencia rusa actual lo limita, por el contrario, a un
pequeo grupo de pueblos que habitaron en las costas del mar de Azov y del mar
Negro, entre la desembocadura del Bug al oeste y el Kuban en el sureste, y que tal vez
se extendieron por una parte de la estepa.
Los nmadas escitas fueron los creadores de un arte decorativo con motivos
animales, de formas muy puras, realizado en hueso y metal. Los temas proceden de la
caza. Sus figuras animales se caracterizan por tendencias impresionistas y por captar
diversos momentos de la misma figura. Aunque las posturas animales estn captadas
con gran precisin visual y realizadas con maestra artstica dan una impresin artificial
y casi abstracta.
Un primer grupo de cimerios expulsados por los escitas se estableci a orillas del
lago Van, entrando en conflicto con Uraru. En una carta, que debe fecharse sin duda
antes de 713, Senaquerib, entonces an prncipe heredero, informa a su padre sobre la
situacin en la frontera norte y menciona la presencia de los cimerios. Durante su
propio reinado los cimerios penetraron en Asia Menor. El reino frigio tuvo que ceder
ante la invasin cimeria, y as finaliza la hegemona de Frigia en aquella poca. Segn
la tradicin, Midas se suicid. Por lo general se sita cronolgicamente este
acontecimiento basndose en Eusebio, quien sita la destruccin de Gordio en el ao
696-695 a. C. Pero es posible tambin que sea el 676. En las excavaciones americanas
realizadas en Gordio se encontraron indicios claros de esta destruccin; sin embargo,
parece que tras la muerte de Midas hubo prncipes de su casa que reinaron como
soberanos sobre Frigia y Gordio continu siendo la capital del reino. Las excavaciones
descubrieron tambin en zonas ms orientales pequeas capitales fortificadas de los
siglos VII y VI.
Probablemente se estableci por bastante tiempo un importante grupo de cimerios
en el norte de Asia Menor, alrededor de Snope. La tradicin griega proporciona
algunos puntos de contacto para esta tesis. Asarhaddn (681-669) da noticia de una
victoria sobre los cimerios en los alrededores de Hubusna (seguramente una variante
del nombre de Khubushna-Kybistra) que debe fecharse en el ao 679.
Los escitas que haban expulsado a los cimerios emprendieron en parte la misma
ruta que el primer grupo de stos, atravesando el Cucaso y establecindose a orillas
del lago de Urmia. Otro grupo en cambio se dirigi a Rusia meridional, la autntica
patria de los cimerios. Esto provoc el que un segundo grupo de cimerios atravesase
los Balcanes, penetrando en Asia Menor desde el oeste. Esta invasin occidental
parece haberse desarrollado en varias fases.
El primer ataque tuvo lugar al principio del reinado de Asurbanipal (669-631/29?).
El temor a los cimerios era ya por lo visto tan grande que los reyes de Tabal y
Khilakku, e incluso Giges de Lidia, pidieron ayuda a Asur[20]. Segn la tradicin asiria,
el dios Ashshur aconsej en sueos al Gugu que se dirigiera a Asurbanipal. Giges
pudo resistir en este primer ataque del oeste a la presin cimeria. La versin de
Estrabn, segn la cual Giges domin la Trade, debe relacionarse con esta situacin.
Las cosas cambiaron, sin embargo, o al menos as lo interpretan los asirios, cuando
Giges, en lugar de consolidar las pasajeras relaciones con Asur con un enviado
permanente, se dirigi en busca de apoyo a Psamtico de Egipto. En un segundo ataque,
tal vez llevado a cabo desde Snope, los cimerios tomaron Sardes (excepto la
ciudadela). A Giges lo mataron (652 a. C.).
Herdoto cuenta que Giges, siguiendo el ejemplo de Midas, ofrend al santuario de
Delfos seis bandejas de oro que pesaban treinta talentos. Envi ejrcitos contra Mileto
y Esmirna y conquist Colofn, de lo que se deduce que trataba de someter las ciudades
griegas que dominaban los tres valles fluviales (Mileto el del Meandro, Colofn el del
Kayster y Esmirna el del Hermos).
Su sucesor Ardys, quien debi reanudar, a juzgar por las fuentes asirias, las
relaciones con Asur, conquist Pirene y asalt Mileto, segn Herdoto. Bajo su reinado
volvieron a ocupar Sardes los tracios que luchaban con los cimerios occidentales (645
a. C.).
Segn la tradicin griega, el jefe de los cimerios en el ataque en 625 a. C. se
llamaba Ligdamis. En los textos asirios se encuentra este nombre bajo la forma de
Tugdamme. Estrabn cuenta que Ligdamis hall la muerte en Cilicia. Expresado en
palabras asirias, se trata de Que o Khilakku; los relatos asirios coinciden con esta
afirmacin. Este acontecimiento se sita entre los aos 637 y 626 a. C. Existen muchas
razones para suponer que la nueva colonizacin de Snope del ao 630 a. C. estuvo
relacionada con esta derrota de los cimerios. Herdoto afirma que slo Alyatte logr
expulsar por completo a los cimerios de Asia Menor, pero se refiere probablemente a
los ltimos restos de los cimerios occidentales que, en efecto, se mantuvieron mucho
tiempo en la Trade.
Durante las ltimas dcadas del siglo VII vuelven a surgir con fuerza los escitas.
Segn Herdoto dominaron durante veintiocho aos las tierras altas de Asia, el
territorio que, antes y despus de ellos, fue de los medos. Su aparicin orlada de
saqueos y destruccin provoc el pnico en todo el Prximo Oriente. En una ocasin
llegaron, a travs de Siria y Palestina, hasta las fronteras de Egipto, donde el oro
egipcio conjur su ataque.
La enumeracin de todos los datos griegos relativos a la historia lidia nos llevara
demasiado lejos, pero no podemos prescindir de uno: se trata del apogeo que alcanz el
imperio bajo Alyatte. Bajo su reinado fue conquistada Esmirna (600 a. C). En las
excavaciones de esta ciudad se encontraron huellas claras de un asedio: un gran
montculo desde el que se dominaban las fortificaciones de la ciudad y adems puntas
de flecha por ambas partes. Muchas regiones del interior quedaron sometidas a la
administracin lidia bajo el reinado de Alyatte. Para los griegos este pas era de una
riqueza proverbial, pero degenerado por excesivo lujo y suntuosidad. Hacia mediados
del siglo VII los lidios adoptan para su escritura el alfabeto de los griegos. Las
inscripciones lidias de poca posterior muestran que el lidio perteneca a la familia
lingstica anatlica; probablemente estuviera ms cerca del hitita que del luvita.
Una faceta importante de la historia de esta poca es la evolucin del Khilakku
independiente, que al parecer ya estaba en vas de convertirse en un estado importante,
aunque an no abarcase la llanura cilicia. En este territorio se mantuvieron los reyes
neobabilnicos siguiendo la poltica tradicional de las potencias mesopotmicas: una
poltica que trataba de mantener a lo largo de la historia una cabeza de puente hacia
occidente en la llanura cilicia[21]. El Khilakku independiente y la Babilonia de los reyes
neobabilnicos mediaron conjuntamente en el conflicto entre medos y lidios de 590-585
a. C. como parte neutral interesada. Existe un relato de Herdoto al respecto, en el
que describe cmo un eclipse total de sol, fechado por los astrnomos el 28 de mayo
del 585 a. C., aterroriz tanto a los beligerantes que stos se avinieron a un acuerdo.
Ambos partidos aceptaron la frmula conciliatoria de los reyes de Cilicia y Babilonia.
Desde este instante queda establecida la frontera entre ambas potencias en el Halys,
pasando Paflagonia al dominio de Lidia y el territorio de la otra orilla a los medos.
Herdoto consigna las dimensiones del imperio de Creso, el rey que, despus de
Midas, produjo mayor impresin en la fantasa griega. Escribe que este soberano
someti a todos los pueblos de su orilla del Halys excepto a los licios y cilicios. Poco
despus, Herdoto cita a los panfilios entre los pueblos de Creso. Todo ello se ve
confirmado en la descripcin de una campaa del rey neobabilnico Neriglisar
(Nergalsharuur) (560-556) por el interior de la Cilicia Aspera, pues del texto se
deduce que este territorio estaba gobernado por un rey indgena y que el reino lidio
comenzaba en Selinunte[22]. El relato de Herdoto sobre la independencia de los licios
se ve respaldado por los textos indgenas posteriores, de los que se desprende que an
se pudo mantener largo tiempo un grupo de poblacin luvita en Licia. Un grupo luvita
muy afn vivi en Cilicia Aspera hasta muy entrada la poca grecorromana, pues se
encontraba en el mismo extremo aislamiento natural que la poblacin licia. Si
Babilonia era en el ao 585, durante su mediacin entre medos y lidios, an
considerada como gran potencia, en tiempos del conflicto histrico entre Creso y Ciro
desempeaba un papel mucho menos importante. Babilonia perteneca a una coalicin
antipersa creada por Creso en la que estaban integrados adems Egipto y Esparta.
Cilicia, el otro mediador, opt por el lado persa o conserv al menos frente a los
persas una neutralidad tolerante. Herdoto relata este episodio. Creso comenz con un
ataque contra feso, dirigindose luego contra todos los jonios y eolios e intentando
someter todas sus ciudades una tras otra. Acab por ser el soberano de todos los
griegos en Asia Menor y, despus de algunos titubeos, dej en paz a los griegos de las
islas. Entonces se decidi a la guerra contra Ciro. Herdoto narra la famosa ancdota
del orculo de Delfos que logr ganarse la confianza de Creso. El soberano interpret
mal al orculo, que profetizaba la destruccin de un gran imperio si comenzaba una
guerra con los persas y una victoria persa si un mulo llegaba a reinar sobre los
medos. Creso crey que el gran imperio era el persa y que el triunfo de ste era
imposible. No tuvo en cuenta la ambigedad del primer orculo ni la alusin del
segundo a la procedencia de Ciro de una princesa meda casada con un sbdito persa.
As, Creso tom la iniciativa de la lucha cruzando el Halys y penetrando en Capadocia,
que haba pertenecido antes al territorio medo y que ahora era persa. Era el ao 547
a. C. Aunque la lucha que sigui arrojaba un saldo poco claro, Creso decidi volver a
su capital, ya que quera dirigirse a sus aliados antes de continuar la guerra en la
primavera siguiente. Ciro, sin embargo, no esper a la primavera e irrumpi
sbitamente en Lidia. Su ataque fue tan rpido que Creso se hall totalmente
sorprendido. A una batalla campal en la llanura de Sardes, que finaliz con la derrota
lidia, sigui el asedio a la ciudad por los persas. Catorce das despus se tom Sardes.
Empez para Asia Menor un nuevo perodo, el perodo persa. Por primera vez despus
de muchos siglos, Asia Menor entera estaba unida bajo un soberano.
3. Siria y Palestina desde fines del siglo XI hasta fines del
siglo VI a. C. Desde la instauracin de la monarqua en
Israel hasta el fin del exilio judo.
Siria-Palestina cultiv desde el principio del siglo XII, durante doscientos aos, su
independencia, fomentando en todo su territorio la aparicin de estados independientes,
generalmente en forma de reinos. Por otro lado no cabe duda de que la monarqua
surgi bastante tarde en Israel: dos e incluso tres siglos ms tarde que entre sus vecinos
los edomitas, moabitas y amonitas, cosa que puede estar relacionada con la religin de
Israel, segn la cual no debe existir un rey terrenal. En todo caso parece haberse
manifestado esta conviccin con motivo de la eleccin de Sal, el primer rey de Israel.
Lo que indujo a Israel a instaurar la monarqua fue por un lado la ayuda solicitada a
todas las tribus israelitas por la ciudad de Jabes Galaad, en Jordania oriental,
gravemente amenazada por los amonitas (I Sam. 11), y por otro lado la presin cada vez
ms fuerte que ejercan los filisteos sobre las tribus israelitas de Palestina central
(I Sam. 13, 19-22). No est del todo clara la serie de acontecimientos que condujo al
benjaminita Sal al trono. Tambin existen diversas opiniones acerca de la parte que
tuvo en ello el profeta efraimita Samuel. Segn I Sam. 7, 2-8, 22; 10, 17-19; 12, 1-25;
15, 1-35, Samuel desaprobaba el deseo del pueblo de tener un rey, por considerarlo una
limitacin de los derechos de Yahv, nico rey del pueblo, y procedi finalmente al
nombramiento de Sal como rey, en contra de su voluntad y slo por indicacin expresa
de su dios. Esto podra relacionarse con el hecho de que Samuel, considerado entonces
como juez, hubiese liberado a Israel de los filisteos (segn 7, 10-17) y por eso no
pudiera encargar a Sal esta empresa, por lo que le confi, como primera misin de su
reinado, el exterminio de los amalecitas (15, 1-35). Los pasajes I Sam. 9, 1-10; 16, 20-
27; 11, 1-15; 13, 1-14, 46, que tampoco parecen ser homogneos (lo que aqu carece de
importancia por coincidir en esta cuestin), afirman por el contrario que Sal fue
ungido rey por Samuel por orden de Yahv con la misin de liberar a Israel de los
filisteos. Cuentan tambin cmo el rey hizo gala de su dignidad real en brillantes
victorias sobre los amonitas que asediaban Jabes Galaad y cmo junto con su hijo
derrot y expuls de Israel a los filisteos (cap. 13-14). El captulo 11 (se omite aqu el
cap. 12 por no tener relacin directa con nuestro tema) y los captulos 13-14 unen el
triunfo de Sal sobre los amonitas y su victoria frente a los filisteos describiendo (13,
2) cmo Sal, tras haberle el pueblo confirmado como rey en Galgala en
agradecimiento a la gran ayuda que prest a Jabes Galaad, conservando slo 3000
hombres de su ejrcito, expuls a los filisteos del pas. Puede que esta versin
corresponda a la realidad. El relato de I Sam. 7-15, segn el cual Yahv y su profeta se
opusieron a la instauracin de la monarqua en Israel, se puede explicar por el hecho de
que las tensiones surgidas entre Sal y Samuel al final de su reinado hayan sido
situadas al principio del reinado de Sal. Sin embargo, es posible que en determinados
crculos profticos o sacerdotales se alzasen desde un principio voces contrarias al
nombramiento de Sal.
Sea como fuere, es un hecho histrico que Sal empez su reinado con una brillante
victoria contra los filisteos, que hasta entonces haban oprimido pesadamente a Israel.
Pero no por esto estaba conjurada para siempre la amenaza de los filisteos. Por el
contrario, a juzgar por I Sam. 14, 52, parece seguro que prosigui una violenta guerra
contra ellos mientras vivi Sal y que ste no dej de buscar por todos los medios
hombres para esta lucha. Estas luchas fueron todas favorables a Sal, excepto la ltima,
a la que an nos hemos de referir. Tambin sali victorioso Sal de sus guerras contra
Moab, Amn, Edom, Aram-Soba y los amalecitas. Tenemos escasa informacin sobre
estas luchas, as como sobre la poltica exterior de Sal. Como fuente slo disponemos
de I Sam. 14, 47-48, que enumera a los enemigos exteriores con los que se enfrent
Sal (Moab, los hijos de Amn, Edom, los reyes de Soba y Amalec), afirmando que
Sal siempre sali vencedor de estas guerras, afirmacin que en el texto que
estudiamos concluye inesperadamente, por animosidad contra Sal, acusndole de
haber actuado siempre criminalmente[1]. Sin embargo, estas guerras de Sal son
histricas aun cuando ignoremos mayores detalles. Moab, Amn, los filisteos y Amalec
son pueblos que ya en la poca de los jueces aparecen como enemigos de Israel y que,
junto a Edom, seguirn sindolo ms tarde, bajo David y en pocas posteriores. Al
menos en su esencia, el relato de la lucha de Sal contra Amalec y su rey Agag (I Sam.
15) se ve confirmado por la afirmacin (14, 48) de que Sal derrot a Amalec
liberando as a Israel del dominio de su expoliador. Tambin el hecho, referido en
I Sam. 23, 10-12; 26, 1-2, de que David fuese entregado por los judos a Sal al
refugiarse en Jud debe entenderse en el sentido de que los judos queran mostrarse
agradecidos a Sal por la defensa de su pas contra las incursiones enemigas y, en
particular, las de los amalecitas, que continuaron acosando a Jud y provocaron an
contramedidas por parte de David (I Sam. 27, 7-12; 30, 1-31).
Si sobre la poltica exterior de Sal disponemos slo de escasas noticias, sobre su
poltica interior tenemos en primer lugar la lista de la corte de Sal de I Sam. 14, 49-
51, en la que, aparte de la mujer, hijos e hijas de Sal, slo se menciona a su jefe de
ejrcito Abner, que era primo suyo. Se trata, pues, de una forma de gobierno
completamente patriarcal que slo es concebible si Sal se limitaba prcticamente al
mando supremo militar, dejando la administracin interior, el derecho y el culto a las
tribus. Cuando ms tarde la monarqua asume, bajo David y Salomn, muchas de las
funciones que antes competan a administraciones autnomas, aumenta
considerablemente, como veremos, el nmero de miembros de la corte. Son tambin de
poltica interior las medidas que adopt Sal para israelizar por la fuerza los enclaves
cananeos que perduraban an en los territorios reclamados por Israel. Una medida de
este tipo, la cruenta nacionalizacin de la ciudad de Gaban, presuponen los relatos de
II Sam. 21, 1-14 y 9, 1-13, que tratan de la entrega de los salidas que sobrevivan an
a principio del reinado de David, a excepcin de Merib-Baal[2], hijo de Jonatn. Otro
caso de israelizacin violenta, llevada a cabo por Sal, aparece en el relato del
asesinato de Esbaal[3], hijo de Sal, en el que dos ciudadanos de la ciudad benjaminita
de Beeroth afirman que los habitantes de sta tuvieron que abandonar su patria y
refugiarse en Gittaim, lugar posiblemente filisteo (II Sam. 4, 3); debe tratarse
seguramente de la evacuacin ordenada por Sal, padre de Esbaal, a los cananeos, que
an vivan en la ciudad de Beeroth. Por otra parte no sabemos siquiera cunto tiempo
rein Sal, pues el pasaje I Sam. 13, 1, segn el que Sal tena aos cuando fue
nombrado rey y rein dos aos sobre Israel, no ofrece garanta y tiene que explicarse
por alguna equivocacin o error de transcripcin, igual que las noticias sobre el
reinado de Sal deben de referirse a ms de dos aos. Sin embargo, no puede
asegurarse si se puede contar con un reinado de diez aos o ms. Si para este perodo
se fijan por tanto las fechas 1025-1005, han de tomarse con grandes reservas.
As como aparecen descritos con bastante detalle los comienzos de Sal, lo cual se
debe a que el profeta Samuel tuvo mucha parte en ellos, tambin disponemos de
abundantes datos sobre su fin por haber desempeado en l Samuel un papel bastante
importante. Adems, el fin de Sal coincide en cierta manera con los comienzos de
David, que era ms importante para nuestros narradores que Sal. As slo pudieron
aparecer algunas historias de Sal si en ellas tambin se hablaba de David. Los ltimos
aos del reinado y de la vida de Sal se vieron oscurecidos por un infortunio doble.
Primero parece que a medida que avanzaba su edad empezaba a sufrir ataques de
melancola y complejo de inferioridad, quedando minada su fe en s mismo, condicin
indispensable del xito. Luego fue deteriorndose cada vez ms su relacin con Samuel,
que en un principio haba sido buena. Esto acarre el conflicto de Sal con el
movimiento proftico dirigido por Samuel, que segn I Sam. 9, 5-6, 9-14; 19, 18-24, se
debi extender mucho y tener amplia repercusin. Tambin se produjo con el tiempo un
distanciamiento entre Sal y los sacerdotes del templo real de Nob, lo que tuvo como
consecuencia ms tarde que David huyendo de Sal encontrase la ayuda de los
sacerdotes de este templo, descendientes de Moiss, y, por tanto, muy influyentes, por
lo que Sal, como venganza, mand asesinarlos, excepto a Abiathar, un bisnieto de Eli,
sacerdote del Arca, que pudo escapar a la matanza.
Lo que seguramente preocupaba ms a Sal era la continuidad de su dinasta, ya que
tema que David, que haba sido formado como oficial en la corte de Sal, alcanzando
toda clase de honores (I Sam. 18, 5; 19, 8) y llegndose a casar incluso con su segunda
hija Micol (18, 17-30; 19, 11-17; 25, 44; II Sam. 3, 13-16; 6, 16-23; I Par. 15, 29),
pudiese ganar en popularidad, por sus grandes victorias en la lucha contra los filisteos,
al prncipe heredero Jonatn, llegndole a disputar el trono, un temor que se vea
agravado por la ntima amistad que una a Jonatn con David (I Sam. 18, 1-4; 19, 1-7;
20, 1-21; II Sam. 1, 17-27) y por no ver o no querer ver aqul el peligro que para l
constitua David. Por fin se produjo la ruptura entre Sal y David sin que pueda decirse
cunto dur su concordia, cundo comenz el distanciamiento y cundo se produjo la
ruptura definitiva. El relato de 21, 11-16 de una primera y episdica desercin de
David al campo del rey filisteo Aquis de Gath es seguramente legendario, destinado a
mostrarnos la estancia de David en el pas enemigo de los filisteos (que seguramente
tuvo lugar y dur casi ao y medio) como episodio breve: I Sam. 18, 6; 21, 10 describe
el autntico proceso de esta ruptura. 22, 1; 27, 12 trata de los meses en los que Sal
intent apresar a David, que se haba refugiado en Jud, hasta que por fin se pas con
sus mujeres e hijos y 600 insurrectos al rey filisteo Aquis de Gath, que le asign como
residencia el dominio de Siclag, situado al sur de su territorio, probablemente con la
misin de defender la frontera meridional del territorio filisteo de los ataques nmadas
(I Sam. 27, 1-12). Segn 27, 7, la estancia de David con los filisteos dur un ao y
cuatro meses, lo que parece ser verdad. Aproximadamente el mismo tiempo tratara de
mantenerse David en Jud antes de pasarse a los filisteos, mientras que el tiempo que
estuvo David en la corte de Sal parece haber sido ms largo, llegando a diez o ms
aos.
Sobre las dificultades de tipo interno y externo que pesaron sobre los ltimos aos
del reinado de Sal, estuvieron seguramente al corriente los filisteos gracias a su
servicio de informacin. Pareciles llegado el momento oportuno de recuperar el
dominio sobre Israel, que les haba sido arrebatado por Sal en la flor de sus aos,
rebasando el territorio, incluso las rutas de comercio que atravesaban el territorio
israel. Decidieron pues atacar a Sal en la llanura de Jezrael entre Jezrael y Sunem y
las montaas de Glboe. En el camino al campo de batalla elegido, los filisteos pasaron
revista a las tropas; desfil tambin David con sus hombres, pero fue devuelto de nuevo
a su residencia de Siclag a pesar de la fe que tena puesta en l su seor Aquis, por los
otros prncipes filisteos que desconfiaban. Mientras l volva, los filisteos continuaban
la marcha a Jezrael. Un destino favorable le haba librado de tener que luchar al lado
de los filisteos contra su propio pueblo.
Poco sabemos sobre el curso de la batalla entre filisteos e israelitas en la llanura de
Jezrael. Como en otros casos, aqu los relatos estn dedicados ms a la suerte corrida
por los principales personajes, que a una descripcin objetiva de los acontecimientos.
La legendaria historia sobre la consulta del desesperado Sal a la vieja pitonisa de
Endor (I Sam. 28, 3-25) debe ser histrica, pues Sal no tena muchas esperanzas
puestas en el combate prximo. Esto coincide con los ataques de melancola que
asaltaban a Sal al ir envejeciendo. Despus de narrar brevemente (31, 1) que los
israelitas tuvieron que huir ante los filisteos y que en las montaas de Glboe haba
muchos cados israelitas, la historia se centra en la suerte corrida por Sal y sus hijos y
cuenta cmo los hijos de Sal, Jonatn, Abinadad y Melquisa, fueron muertos por los
filisteos, y cmo Sal, gravemente herido, pidi a su escudero que pusiese fin a su vida
y que al negarse ste, se atraves con su propia espada, siguindole en su ejemplo su
escudero. I Sam. 31, 8-13 cuenta que los cadveres de Sal y de sus tres hijos fueron
colgados por los filisteos en la muralla de la ciudad de Betshn conquistada por ellos,
pero que los ciudadanos de Jabes Galaad robaron los cadveres, dndoles digna
sepultura en Jabes, lo que a su vez viene a confirmar la historicidad del relato que
figura en I Sam. 11 acerca de la ayuda que unos dos aos antes haba prestado Sal a la
ciudad de Jabes contra los ataques de los amonitas. Es difcil saber la relacin que
guarda el relato de II Sam. 1, 1-16 de la muerte de Sal, segn el cual un amalecita, que
se encontraba casualmente en las montaas de Glboe, dio el golpe de muerte a Sal
por deseo del mismo, con la otra versin de I Sam. 31, 1-13.
b) David y Esbaal
c) David
Despus de haberse hecho David de esta manera rey de Israel, descubri pronto que
sera difcil o casi imposible reinar sobre Israel desde Hebrn, residencia situada casi
en la frontera meridional de sus nuevos dominios, y que tendra que decidirse por una
capital ms cntrica. Al mismo tiempo juzg necesario, en vista de las tensiones entre
Jud e Israel, entre el norte y el sur, que ya empezaban a sentirse entonces y que tan
fatales consecuencias haban de tener ms tarde, crear una capital libre de estas
tensiones que no perteneciese ni a Israel ni a Jud, y que fuese de su exclusiva
propiedad, es decir: tena que conquistar una ciudad libre cananea que, segn el
derecho de guerra, sera posesin suya. Eligi para este fin la ciudad de Jerusaln,
habitada por los jebuseos, y su acrpolis Sin. El breve relato que se hace en II Sam. 5,
6-8 de la conquista de esta ciudad y su acrpolis, llamada ms tarde por David
Ciudad de David, es por desgracia tan confuso que apenas podemos decir algo
acerca de aquellos sucesos. A este relato se aaden en 5, 9-16 datos referentes al
fortalecimiento de la muralla de la ciudad ordenado por David, a la construccin de su
palacio, impulsada por Hiram, rey de Tiro, con envos de madera de cedro y de
carpinteros y canteros, a las mujeres que tom David en Jerusaln, a los hijos que all
tuvo, datos que, en parte, hacen referencia a hechos y acontecimientos acaecidos ms
tarde y que, por lo tanto, aparecen demasiado pronto. 5, 17-25 contina con el relato de
dos victorias que obtuvo David sobre los filisteos poco despus de la conquista de
Jerusaln. El pasaje 5, 17 de la Biblia comienza as: Cuando los filisteos oyeron que
David haba sido proclamado rey sobre Israel, subieron todos a apresar a David. Pero
David supo de ello y baj a la fortaleza de montaa. La historia se refiere seguramente
a un tiempo anterior a las obras llevadas a cabo por David en Jerusaln, citadas en 5,
9-12. Sobre la fecha exacta no existe un acuerdo. La mayora, al identificar la fortaleza
de montaa en la que se refugi David, segn 5, 17, ante el ataque de los filisteos, con
la fortaleza de montaa de Adullam, en la que estuvo David, segn I Sam. 22, 1 y
II Sam. 23, 13, durante las primeras semanas despus de su ruptura con Sal, sitan la
ofensiva de los filisteos contra David inmediatamente despus de la proclamacin de
David como rey en Hebrn (II Sam. 5, 1-3) y, por lo tanto, cuando resida David en
Hebrn. Sin embargo, la fortaleza de montaa aludida en 5, 9, o sea, poco antes de 5,
17, es, sin duda, Jerusaln, o, ms exactamente, su acrpolis Sin. As, pues, parece lo
ms indicado, referir la fortaleza de montaa de 5, 7 a Sin, teniendo en cuenta que los
lugares nombrados, por ejemplo, el valle de Refam, se encuentran todos cerca de
Jerusaln. Los ataques referidos en 5, 17-25 iban dirigidos contra David, que se haba
adueado de Jerusaln y como una especie de sancin: con la destruccin de los
campos que aseguraban el abastecimiento de Jerusaln, sobre todo de la frtil llanura
de Refam, se trataba de sublevar a los jebuseos, los antiguos dueos de Jerusaln,
contra David, su nuevo seor. Pero no sucedi as. Los filisteos haban descubierto
demasiado tarde que David, al que haban utilizado hasta entonces en provecho propio,
haba adquirido una enorme importancia poltica, que no slo haban de tener en cuenta,
sino tambin temer. Evidentemente David haba sabido interpretar su papel de vasallo
de los filisteos durante largo tiempo. Cuando los filisteos vieron la realidad, ya era
demasiado tarde. La retirada sangrienta, despus de su intento de quebrantar la posicin
de David como nuevo soberano de Jerusaln y de reducirle de nuevo al vasallaje,
demostr a los filisteos que la suerte ya no les era favorable. A estas graves
experiencias habran de seguir otras en el futuro. David, sin embargo, pudo continuar
libremente la reconstruccin de su capital, Jerusaln, ya aludida, como vimos, en
II Sam. 5, 9-12. Las luchas fronterizas de David contra los filisteos, relatadas o ya
supuestas en II Sam. 21, 15-22; 23, 8-17, deben pertenecer tambin al principio del
reinado de David. Lo mismo puede decirse de II Sam. 20, 1-14, que relata cmo fueron
entregados los salidas a merced de los gabaonitas, salvndose nicamente, segn 9, 1-
13, Merib-Baal, hijo de Jonatn, y cmo se hizo un censo de la poblacin, descrito en
II Sam. 24, 1-25, que tuvo como consecuencia una epidemia de peste y la construccin
de un altar expiatorio por David.
En la antigedad toda capital poltica era al mismo tiempo metrpoli de culto.
Tambin David pens en conferir a su capital esplendor religioso. Para ello le pareci
oportuno traer a Jerusaln la venerable Arca de Yahv, que haba desempeado un
papel importante en el Israel de la poca precananea, y que se haba convertido en una
especie de smbolo de la idea del gran Israel, pero que se hallaba entonces en la ciudad
de Kiriath Jearim (llamada en II Sam. 6, 2 Baalat Jud), a unos 20 km al noroeste de
Jerusaln, donde tena un papel poco importante. Fue trada, con la participacin
personal de David, en solemne procesin a Jerusaln el Arca de Dios sobre la cual
era invocado el nombre de Yahv de los ejrcitos, que mora en ella entre los
querubines o sea el dios venerado antiguamente cerca del palacio real y no como se
ha interpretado equivocadamente en I Reyes 1, 38-40 junto a la fuente de Gihn. La
exactitud y minuciosidad del relato que aparece en II Sam. 6 sobre esta extraordinaria
empresa estatal, demuestra la importancia que adjudicaba David al Arca. Tal vez se
encuentre conservado en el Salmo 24, 7-10 el solemne canto alternado que se inicia en
el momento en que se acerca la procesin a las viejas puertas de Jerusaln, clamando
un coro a estas puertas desde fuera que dejen entrar el Arca y a Yahv Zebaoth, el rey
glorioso, representado por aqulla, y el otro coro desde dentro ensalzando la majestad
del dios que pide entrada.
Pese al inters demostrado por David en convertir su capital en sede de la antigua
tradicin religiosa nacional israelita, trayendo el Arca a Jerusaln, no dej de respetar
el culto de los jebuseos, antiguos amos de Jerusaln a los que en su mayor parte haba
permitido quedarse all y entrar a su servicio. Hizo lo posible por respetar sus
tradiciones y costumbres culturales y religiosas y en fundir con ellas en lo posible la
nueva religin de Yahv llegada a Jerusaln. Para ello no slo conserv el culto de El
Elyon, el dios altsimo, venerado, segn Gn. 14, 18-24 y el Salmo 110, en el
Jerusaln anterior a David, sino que lo reconoci encomendando a su sumo sacerdote
Sadoc (junto a Abiathar, que proceda de la casta de sacerdotes de Silo, que se
remontaba a Moiss) la custodia del Arca, aproximando as El Elyon y Yahv; un
proceso que termina con la integracin de El Elyon en Yahv, al convertirse la
denominacin de Elyon, dios altsimo en un atributo de Yahv. Parece justificado
preguntarse si la subsistencia del culto de El Elyon al menos en los primeros tiempos
de la residencia de David en Jerusaln al que estaba dedicado seguramente un
templo, no indujo a los partidarios de Yahv, sobre todo a David, a erigir tambin un
templo a Yahv. En todo caso David consider seriamente II Sam. 7 este plan
acogido con entusiasmo por su consejero, el profeta Natn, que interpret la intencin
del rey como voluntad de Yahv. Pero as consta en II Sam. 7 Natn recibi de su
dios, en la noche que sigui a su entrevista con David, rdenes de disuadir a David de
este plan. El fondo real de esta historia, de marcado carcter legendario, reside en el
hecho de que la construccin del templo de Yahv, propuesta por algunos, entre ellos el
mismo David, debi ser considerada por otros grupos conservadores, defensores de un
Israel precananeo y de un culto centrado en torno a la Tienda Santa, como innovacin
inoportuna y rechazable.
Sobre la corte de David disponemos de dos listas (II Sam. 8, 16-18 y 20, 23-26)
que sin duda reflejan dos fases diferentes de su reinado: la primera nombra al jefe del
ejrcito, al canciller, a dos sacerdotes, al escriba, al comandante de la guardia real y
aade los hijos de David que eran sacerdotes; la segunda menciona adems al
inspector de los tributos y, en lugar de aludir a los hijos sacerdotes, cita a Ira el jairita
(que) tambin era sacerdote con David[6].
Sobre la poltica exterior de David disponemos por desgracia de una informacin
muy precaria, como en el caso de Sal. Esto es muy lamentable, ya que David llev a
cabo una obra inmensa en poltica exterior y lleg a constituir un autntico imperio. En
realidad fue la nica vez en la historia de Siria y Palestina en que Siria-Palestina lleg
a formar una gran potencia, sustrayndose a la influencia de las potencias que tenan su
centro fuera de Siria y Palestina. Poco averiguamos acerca de las luchas y los acuerdos
que hicieron posible la formacin del imperio. Tampoco llegamos a saber cmo estaban
reguladas las relaciones seguramente de muy variada ndole segn los casos entre
David y los estados y pueblos anexionados a su reino. II Sam. 10-12 trata con bastante
detalle las luchas de David contra los amonitas y los arameos, aliados a stos en un
principio, pero estas luchas no se relatan (10, 1-11; 12, 26-31) por ellas mismas, sino
porque constituyen el fondo de las relaciones entre David y Betsab, la mujer del
capitn hitita Uras, que se encontraba en el campo de batalla, y el nacimiento de dos
hijos de este matrimonio, de los cuales muri pronto el primero, creciendo el segundo,
Salomn, el futuro rey, bajo la proteccin de Yahv (11, 2-12, 25). As no podemos
afirmar con seguridad si las guerras de David contra los amonitas, descritas con
bastante detalle en II Sam. 10-12, son las mismas guerras contra los amonitas y arameos
que figuran en la lista de las guerras exteriores de II Sam. 8, 1-14. En dicha lista no se
menciona expresamente una guerra contra los amonitas, pero se da a entender, pues se
nombra a los amonitas entre los pueblos cuyo botn ofreci David a Yahv. En cambio,
II Sam. 10-12 presenta un sugestivo cuadro de los conflictos blicos entre David y los
amonitas provocados por el trato indigno que dio el joven rey amonita Hann a los
emisarios enviados por David para dar su psame por la muerte de su padre Nahas (10,
1-5). Para estar preparados ante la esperada expedicin de castigo de David, los
amonitas compran la ayuda de los arameos, mejor dicho de los arameos de Beth Rehob,
de Soba, del rey de Maaca y de Is-Tob. Sin embargo, los arameos fueron derrotados por
los israelitas dirigidos por Joab. Los amonitas se retiraron a su capital Rabba,
concluyendo de esta manera la guerra, por lo menos de momento. Los arameos (ms
exactamente, su jefe supremo Hadadezer, rey de Soba, reino situado en la zona oriental
del Lbano) reanudaron por su cuenta la lucha contra Israel; Hadadezer reuni a los
otros ejrcitos arameos, entre stos a los de ms all del ro, o sea, de las regiones
del desierto sirio que limitan al oeste con el ufrates en la ciudad de Hebrn,
probablemente situada al norte de Jordania oriental, donde los puso bajo el mando de
su general Sobach. David avanz sobre Helam y atac a los arameos aliados
infligindoles una grave derrota, por lo que stos se le sometieron renunciando a su
intencin de seguir prestando ayuda a los amonitas. Con ms detalle que sobre los
amonitas se habla de los arameos en el relato de las guerras de David de II Sam. 8, 1-
14. Hadadezer, que, como acabamos de ver, aparece tambin en 10, 6-19 como cabeza
de una coalicin aramea es citado en 8, 3-12 como rey de Soba, ya en guerra bajo Sal,
y considerado hijo de Rehob, o sea, procedente del estado arameo de Rehob, que
estara situado al este del lago de Genezareth, cerca de Damasco. El ataque de David,
que le sorprendi cuando se dispona a partir hacia el ufrates donde al parecer se
haban sublevado contra la soberana los arameos all asentados, acab con una
completa victoria de David. Entre los datos acerca del botn hecho por David merece
destacarse el hecho de que ste desjarretase, a excepcin de cien, todos los caballos de
carros de combate que cayeron en sus manos. Por lo visto el carro de combate no
desempeaba ningn papel en la tcnica militar de David, por lo que no saba qu hacer
con los caballos. No se sabe si David cambi ms tarde en este sentido, pero ya
veremos que su hijo y sucesor Salomn dar cada vez ms importancia a los carros, en
detrimento de la infantera. A la guerra de David contra Hadadezer de Soba fueron
tambin arrastrados los arameos de Damasco, que acudieron en ayuda de ste,
posiblemente cumpliendo algn pacto. Tambin ellos fueron aniquilados, y en este caso
volvemos a tener noticias de lo que sucedi con el pas vencido: qued sometido a un
gobernador militar y al pago de fuertes tributos. Tambin Soba pag un alto precio,
pero no se dice nada de una sumisin del pas a un gobernador militar israelita, ni de
una desaparicin necesariamente unida a aqulla de Hadadezer. Sin embargo, s se
narra que el rey de amath (ama), Thoi o Thou, vecino septentrional de Soba, que
haba estado en guerra con Hadadezer, mand a su hijo Hadoram o Joram a David no
slo para transmitirle su enhorabuena por la victoria sobre Hadadezer, sino tambin
para hacerle entrega de vasijas de plata y oro, es decir, de una especie de tributo
voluntario.
De los filisteos dice II Sam. 8, 1 que David los derrot y humill (les quit la
cuerda de medir). No aparecen citadas otras medidas, como imposicin de un
gobernador militar, pago de tributos, etc. Esto habr de entenderse en el sentido de que
si bien David redujo a los filisteos a su pas de origen impidindoles llevar a cabo
ataques contra territorio israelita, no atent contra su independencia. El proverbial y
por ello equvoco robo de la cuerda de medir significara entonces que David
imposibilit a los filisteos para seguir ensanchando su territorio hacia Israel.
De la victoria de David sobre los moabitas trata solamente 8, 2 (aparte de la
mencin del botn moabita entre las ofrendas hechas por David a Yahv que aparece en
II Sam. 8, 12); all se relata una terrible matanza que desencaden David entre los
moabitas como sucedi tambin en Edom, segn I Reyes 11, 15-16. Se aade que los
moabitas se convirtieron en vasallos de David, pagndole un tributo que, segn II Reyes
3, 4, consisti un siglo ms tarde en la entrega anual de 100 000 corderos y la lana de
100 000 carneros. Sobre la instauracin de un gobernador militar no leemos nada. Tal
vez dejase David al rey moabita sobre su trono, aunque muy limitado en sus poderes,
como sucedi posiblemente con el rey amonita, pese a II Sam. 12, 30-31, en donde se
habla de la condena de los amonitas vencidos a duras penas de trabajo forzado. De
todas maneras volvemos a encontrar reyes en Moab (II Reyes 3) y en Amn (Jer. 27, 3),
como tambin por cierto en Edom (II Reyes 8, 20).
De Edom dice II Sam. 8, 13 ss., que fue derrotado por David en el valle de la Sal,
tras la victoria de los arameos; se le impuso un gobernador militar y todo Edom qued
sometido. El pasaje de I Reyes 11, 15-16, ya citado, alude a la crueldad con la que trat
David, o su general Joab, a Edom. Entonces (segn I Reyes 11, 17-22, 25) pudo huir el
joven prncipe edomita Adad a Egipto, donde recibi como esposa a la hermana de la
mujer del faran, de la que tuvo un hijo llamado Genubath[7]. Al recibir la noticia de la
muerte de David volvi inmediatamente a Edom, donde ocup el trono causando
muchos problemas a Israel y Salomn. Debi haber conservado Salomn, sin embargo,
una cierta supremaca sobre Edom, pues en otro caso no hubiese podido llevar a cabo,
junto con Hiram de Tiro, los viajes de las flotas de Ezin-Geber (I Reyes 9, 26-28; 10,
22) que requeran el paso por territorio edomita. No se habla de guerras contra los
amalecitas ni en II Sam. 8, ni en ningn otro sitio: slo en 8, 12 aparece Amalec entre
los pueblos de los que cobr David el botn que ofrecera a Yahv. Sin embargo, las
luchas defensivas de David contra los camelleros nmadas, como los amalecitas, no
tuvieron lugar solamente cuando David era vasallo de los filisteos y resida en Siclag
(I Sam. 30), sino que debieron ser necesarias constantemente. Ya Geden (Jueces 6-8) y
Sal (I Sam. 14, 48; 15, 1-34) tuvieron que defenderse de estos desagradables intrusos.
Entre los pueblos vecinos vencidos por David (segn II Sam. 8, 1-14) no son
mencionados los fenicios. Esto no es casual: por el contrario, existieron entre las
ciudades fenicias y David relaciones amistosas (I Reyes 5, 15-25, 32; 9, 10-14) que se
mantuvieron tales bajo Salomn y an ms tarde.
Si bien las noticias que tenemos sobre la poltica exterior de David son escasas, los
datos sobre su familia, principalmente sobre sus hijos, como posibles sucesores al
trono, son muy profusas. II Sam. 9-20 y I Reyes 1-2, que deben basarse indirectamente
por lo menos en uno o varios testigos presenciales y que describen con frecuencia los
acontecimientos metro por metro en el espacio y minuto a minuto en el tiempo, relatan
el trato honroso que recibi Merib-Baal, hijo de Jonatn, por parte de David, quien al
mismo tiempo le mantena bajo constante vigilancia (II Sam. 9); el nacimiento de
Salomn, relacionado, como ya vimos, con las guerras de David contra los amonitas
(II Sam. 10-12); el asesinato del prncipe heredero Amnon por Absaln, en venganza
por haber abusado de su hermana Tamar (II Sam. 13); el indulto de David a favor de
Absaln (II Sam. 14) que se haba refugiado, despus de su homicidio, junto a Thalmai,
padre de su madre, rey del estado arameo de Geshr, situado al este del alto Jordn (13,
37-38); la rebelin de Absaln contra David, al que oblig a abandonar su capital
Jerusaln y a huir a la tierra del Jordn oriental (II Sam. 15, 1-17, 23) donde tuvo lugar
la batalla que termin con la derrota y muerte de Absaln (II Sam. 17, 24; 19, 9); la
vuelta de David a las tierras del Jordn occidental (II Sam. 19, 10-39), un conflicto que
surge entonces entre Israel y Jud, y, a raz de ello, un levantamiento contra David y su
casa (II Sam. 20) provocado por el benjaminita Seba, sofocado pronto por Joab y
finalmente la disputa por la sucesin de David entre Adonas, hijo de Hagith,
mencionada en II Sam. 3, 4, y Salomn, hijo de Betsab, apoyado no slo por su madre,
sino tambin por su educador el profeta Natn, Benaas, jefe de la guardia de David,
Sadoc, el segundo sacerdote del Arca, y otros, mientras que Joab, el general de David y
Abiathar, primer sacerdote del Arca, estaban al lado de Adonas (I Reyes 1-2).
An hay que dedicar unas palabras a lo que hizo y signific David para la religin
de Yahv. Parece evidente que a pesar de toda su astucia, crueldad, egosmo y
sensualidad, fue no slo un padre carioso, bondadoso y tolerante, sino tambin
profundamente piadoso. Cabe preguntarse si II Sam. 12, 1-14 nos da una imagen
autntica de la religiosidad de David cuando ste reconoce haber obrado mal ante las
acusaciones del profeta Natn por sus abusos cometidos contra Betsab y su marido
Uras, que culminan con el clsico T eres ese hombre!. Mejor parece ilustrar esto
II Sam. 12, 15-25, pasaje que narra cmo David trat de conseguir por medio del ayuno
y de la penitencia la curacin del primer hijo que haba tenido de Betsab, mortalmente
enfermo, y cmo, al morir el nio, volvi, para asombro de todos, a su vida normal
como si nada hubiese sucedido, fundndose de manera racional y fatalista en que,
despus de la muerte de su hijo, careca de sentido su sacrificio. Tambin hizo David
mucho por el culto de Yahv. Si bien el traer el Arca a Jerusaln, como ya hemos dicho,
tena un inters poltico, no hay razn para dudar de la compenetracin de David con el
culto. En este sentido existe un grano de verdad en el relato de I Par. 22, 2-29, 30,
aunque sin duda exagera cuando afirma que la construccin y ornamentacin del templo
fue preparada concienzudamente por David aunque ejecutada por su sucesor Salomn.
Lo mismo sucede con la tradicin que atribuye a David aproximadamente la mitad de
los 150 Salmos de nuestro Salterio; es muy probable que alguno de ellos sea de David,
sobre todo teniendo en cuenta el gran talento potico que ste tuvo. Del canto fnebre
conservado en II Sam. 1, 17-27, dedicado a Sal y Jonatn, ya vimos que fue
seguramente escrito por David. Lo mismo puede decirse del canto fnebre a Abner en
II Sam. 3, 33-34, que desde luego no puede compararse, en absoluto, en cuanto a fuerza
potica y belleza, con el dedicado a Sal y Jonatn.
d) Salomn
Mientras que las fuentes sobre David empleadas aqu permiten un relato
cronolgico de su vida y de sus acciones, resulta completamente imposible hacerlo con
el tipo de material que existe sobre Salomn en I Reyes 3-11. Aqu se impone una
agrupacin basada en los temas, tratando de fechar los acontecimientos cuando sea
posible.
Seis puntos habrn de considerarse: 1) la poltica exterior; 2) la reorganizacin del
ejrcito; 3) la creacin de nuevos distritos administrativos e impuestos; 4) la institucin
de monopolios de comercio; 5) el desarrollo de una arquitectura rica, casi suntuosa, y
6) la adopcin en la corte de costumbres de los pases vecinos de Israel.
Salomn supo conservar, en general, el gran reino de Israel creado por David su
padre. En un caso logr incluso la adquisicin de un nuevo territorio. Esta expansin de
su dominio no tuvo lugar por la fuerza de las armas sino a consecuencia de acuerdos
diplomticos. El faran Siamn (976-958), que probablemente ocupaba el trono
egipcio durante los primeros aos del reinado de Salomn, cas a una de sus hijas con
ste (I Reyes 3, 1)[8] entregndole como dote la ciudad cananea de Gazer, situada a
cincuenta km al oeste de Jerusaln, junto a la frontera israelita-filistea (I Reyes 9, 16).
Salomn reconstruy y fortific inmediatamente esta ciudad[9]. Si el hecho de que una
princesa egipcia fuese la mujer principal de Salomn ya era muy importante, la
adquisicin de la fortaleza fronteriza de Gazer constituy un considerable aumento de
su poder. Sin embargo, no parece que el faran cediese Gazer a Salomn por pura
simpata. Ms bien quera, probablemente, con esta intromisin en un territorio
perteneciente a la esfera de influencia de Israel, demostrar que Egipto no haba
abandonado en absoluto sus pretensiones territoriales en la costa mediterrnea de
Palestina meridional. A esta ampliacin del reino conseguida por Salomn en sus
primeros aos se contrapone, por otro lado, la prdida de antiguas tierras israelitas
acaecida en la segunda mitad de su reinado. Segn I Reyes 9, 10-14 Salomn se vio
obligado a ceder veinte ciudades israelitas situadas cerca de la frontera tiro-israelita a
Hiram de Tiro, como pago de los envos de material destinado a la reconstruccin del
templo y del palacio.
Como ya se vio antes al narrar cmo David desjarret los caballos de los carros de
combate capturados, Salomn transform todo el ejrcito en unidades de carros de
combate. Los datos que sobre el nmero de sus carros de combate nos dan I Reyes 5, 6
(4, 26 en la Vulgata) y 10, 26 no se compaginan bien con el nmero de sus hombres y de
sus caballos, pero no nos equivocamos mucho si decimos que tena 1400 carros de
combate, 4000 caballos y 12 000 hombres. Una gran parte de los edificios erigidos por
Salomn eran cuarteles destinados a las unidades de los carros de combate, pero al
parecer no se debe hacer ninguna diferencia rigurosa entre cuarteles y arsenales, sino
suponer que las guarniciones creadas por Salomn tenan tambin naves destinadas a
las armas y a las provisiones. Es evidente que as fue en el caso de Jerusaln, pues
sabemos por I Reyes 7, 2; 10, 16-17; 14, 25-28; II Reyes 11, etc., que el palacio del rey
inclua un cuartel y un arsenal. Los edificios construidos por Salomn, segn I Reyes 9,
15-19, en Jerusaln y tambin en Hazor, Megiddo[10], Gazer, Beth-Horon, Baalat y
Tadmor[11], algunos de ellos confirmados arqueolgicamente (Gazer, Megiddo, Hazor),
debieron haber sido a la vez cuarteles, arsenales y almacenes. Lo mismo puede decirse
de Ezin-Geber, ciudad portuaria situada a orillas del mar Rojo y que sirvi a Salomn
como punto de partida para el viaje naval de Ofir, realizado juntamente con el rey de
Tiro. Los edificios hallados en ella de tiempos de Salomn debieron servir tambin, en
parte al menos, para guardar armas y provisiones.
Por lo dems el cambio efectuado por Salomn en el ejrcito a favor de los carros
de combate, con el que slo una pequea parte de sus sbditos aptos para el servicio
militar eran llamados a filas, no significa en absoluto que los dems no tuvieran
obligaciones con el estado. A stos correspondi una especie de servicio de trabajo
obligatorio. Sobre su organizacin se dice algo en I Reyes 5, 27-30, y en 11, 28 se
asegura que Jeroboam fue puesto por Salomn al frente del servicio de trabajo de la
Casa de Jos. Por el contrario parece estar basada en un error la afirmacin de I Reyes
9, 20-23 segn la cual estaban exentos de este servicio los israelitas y slo se le
destinaban los no israelitas que an se encontraban en territorio israelita. Sobre la
reorganizacin del reino salomnico, o mejor dicho de su parte septentrional y ms
extensa, o sea de Israel en sentido estricto, estamos relativamente bien informados
gracias a que en I Reyes 4, 7-19; 5, 7-8 se conserva una lista oficial, por desgracia
defectuosa, en la que figuran los intendentes de los nuevos distritos y el tamao de
stos[12]. Para la creacin de estos doce distritos se parti en parte de los antiguos
territorios de las tribus, y cuando se trataba de un antiguo territorio cananeo israelizado
se trazaron las fronteras sin tener en cuenta situaciones anteriores, slo basndose en la
riqueza de las provincias, ya que a stas corresponda en primer lugar el suministro de
alimentos, piensos y animales de tiro a la corte y a las guarniciones (ver I Reyes 5, 2-
3). La importancia que tenan los intendentes de estos distritos se deduce del hecho de
que muchos de ellos fueran yernos de Salomn. Entre los distritos mencionados en la
lista no figura ninguno en el territorio de la antigua tribu de Jud. Como parece poco
probable que Jud estuviese completamente libre de los tributos impuestos a aquellos
distritos, ha de suponerse que contribua a los gastos de otra manera. En otro caso Jud
hubiera salido ms favorecida que Israel, que se hubiera sentido postergada frente a
ella, y hubiera mostrado su resentimiento. En todo caso, existe al menos la posibilidad
de que una de las razones por la que se separase Israel de la dinasta de David a la
muerte de Salomn fuese que Israel se sintiese ms oprimida que Jud por el pago de
tributos a la corte y a las guarniciones y no estuviese dispuesta a sufrir ms esta
injusticia. Otra razn pudo haber sido que la institucin del servicio de trabajo pblico
impusiera mayores deberes a Israel que a Jud. Tal vez haya que contar con ambas
razones.
Est completamente justificado que a Salomn se le haya llamado comerciante
sobre el trono real o comerciante real. Salomn favoreci en efecto al mximo el
comercio y estableci para muchos productos monopolios comerciales reales que
constituyeron una importante fuente de ingresos destinados a cubrir los enormes gastos
de su armamento y sus suntuosas construcciones. Segn I Reyes 10, 28 ss., Salomn
haca venir los caballos destinados a los carros de combate de Cilicia y los carros de
Egipto, donde exista una antigua tradicin de construccin de stos. Un caballo vena a
costar la cuarta parte del valor de un carro de combate. Los compradores de estos
carros y de sus yuntas eran, segn 10, 29, los reyes hititas y los reyes de Arana, o sea
los estados neohititas surgidos a raz de la cada del imperio hitita en Siria
noroccidental y en Asia Menor suroriental, y los reinos arameos constituidos all y en
otros lugares desde el siglo XI, de los que an habr que tratar. Junto al comercio de
carros de combate y caballos, Salomn parece haber monopolizado el no menos
lucrativo comercio internacional de especias de todo tipo, incienso y productos
parecidos. A este comercio se debi sin duda la visita de la reina de Saba, a que se
alude en I Reyes 10, 1-10 y 13, en la que pudiera haberse llegado a un acuerdo sobre el
tipo de comercio y su extensin. El comercio internacional, que abarcaba grandes
distancias por tierra y por mar, exiga que sus rutas estuviesen aseguradas. Por esta
razn se dedic la poltica comercial de Salomn a garantizar su supremaca sobre
estas rutas, a cuyo dominio, como ya insinuamos, tambin pudo haber estado dirigida la
expansin de los filisteos. El control de las rutas era para Salomn tanto ms
importante cuanto que no slo beneficiaba a las propias empresas sino que adems traa
consigo ingresos aduaneros obtenidos de los usuarios no israelitas de estas rutas. La
amplitud y envergadura de la poltica comercial de Salomn queda demostrada no slo
por sus viajes por el mar[13] al lejano Ofir (que hay que buscar en la costa oriental de
frica, la costa meridional de Arabia o incluso la India o frica del Sur, ya que segn
I Reyes 10, 22, el viaje desde el puerto de partida, Ezin-Geber, requera tres aos),
sino tambin por sus empresas por tierra empleando caravanas de camellos. De stas
nos da una idea el relato de I Reyes 9, 18; II Par. 8, 4, segn el cual Salomn construy
edificios en Tadmor en la estepa de Aram[14] (en I Reyes 9, 18 se lee baarm en
Aram en vez de br en el pas), es decir, en Palmira. Pues estos edificios en la
antigua ciudad caravanera, que exista ya siglos antes de Salomn, deben haber sido
cuarteles, arsenales y almacenes, y haber servido en todo caso al comercio.
La construccin ms importante y grandiosa de Salomn fue el palacio, del que el
templo constituye una parte[15]. Sobre ste sabemos mucho, relativamente, y en todo
caso ms sobre l que sobre el palacio. Se sabe tambin en qu ao del reinado de
Salomn se comenzaron y terminaron estas obras. Segn I Reyes 5, 15-32 tuvieron lugar
al principio del reinado de Salomn negociaciones entre ste e Hiram, rey de Tiro,
sobre el envo de madera de construccin y de carpinteros y artesanos. En este sentido
6, 1, 37 ss. completa estos datos asegurando que la construccin del templo comenz en
el cuarto ao de Salomn y concluy en su undcimo ao de reinado, por lo que dur
siete aos. Sobre la construccin del palacio averiguamos por 7, 1 que dur trece aos.
9, 10 establece en veinte aos la duracin de las obras para el templo y el palacio.
Ambos formaban un complejo rodeado por una muralla comn con puertas para la parte
del templo y el palacio, y en la mitad sur del complejo se encontraban, alrededor de
patios interiores, los edificios del palacio, en primer lugar la casa del Bosque del
Lbano, llamada as por los puntales de cedro del Lbano de la planta baja, y que serva
como arsenal (I Reyes 10, 17; II Reyes 20, 13), la sala de columnas de tipo propilico,
la sala del trono, con el trono de oro y marfil descrito en I Reyes 10, 18-20 y el harn,
mientras que la parte norte estaba ocupada por el gran atrio del templo, con el altar de
los sacrificios, y por el mismo templo. Seguramente las construcciones del palacio se
inspiran en modelos extranjeros, por ejemplo, asirios, pero no se ha podido averiguar
an nada concreto al respecto.
Frente a la descripcin somera de I Reyes 7, 1-12 del complejo del palacio destaca
la ms detallada del templo que ofrece 5, 15-32; 6, 1-38; 7; 9, 13-51. Los tres recintos
principales del templo, nrtex, nave principal y cella, estn descritos detalladamente,
con sus medidas, su arquitectura y el recubrimiento de las paredes (6, 1-22). Existe
adems una descripcin minuciosa (6, 23-28; 8, 6) de los enormes querubines del
Sancta Sanctorum tallados en madera de olivo y recubiertos de oro, con sus alas
extendidas sobre el Arca, y de las puertas que comunicaban con los otros recintos del
templo (6, 31-34). En 7, 15-50 se describen con especial detalle los trabajos realizados
en metal por el famoso Hiram de Tiro, las dos columnas de bronce (7, 15-21, 41-42)
situadas en el prtico del Santuario, el mar de bronce sustentado por doce toros (7, 23-
26 y 44), los diez carros de ceremonias (7, 27-39 y 43), los diez candelabros de oro
delante del Sancta Sanctorum a ambos lados de la entrada (7, 49) y los diversos
recipientes, vasijas, palas y otros instrumentos necesarios para el culto (7, 40 y 50).
Tambin el plano y alzado del templo, as como su decoracin interior, se habrn
inspirado en modelos extranjeros, ya que los arquitectos y artesanos fenicios que
intervinieron en las obras estaban abiertos a todas las corrientes del mundo. Aunque no
pueda precisarse nada con seguridad sobre el origen de estos modelos, parece sin
embargo seguro, respecto a la fachada exterior, que el templo tpico de Siria-Palestina,
de cella elevada, influy sobre el templo salomnico, cuya cella, que albergaba el Arca
y los querubines, estaba ms alta que el prtico y la nave principal (6, 2 y 20)[16].
Respecto al interior los querubines, las palmeras y la ornamentacin floral con que
estaban decoradas las paredes interiores del templo y sus puertas (6, 29 y 32-35), as
como los leones, toros y querubines representados sobre las andas del carro de
ceremonias (7, 29), aparecen como motivos de ornamentacin en muchos lugares
vecinos de Israel, igual que la decoracin del trono de Salomn (10, 18-20) con
cuernos de toro y figuras de len, de la que existen paralelos en las cercanas de Israel.
Si la corte de David era, como ya vimos, mayor que la de Sal, la de Salomn se
hizo an ms extensa. Como nuevos ministros aparecen el jefe de los doce intendentes
de las regiones ya mencionadas, el amigo del rey y el ministro de la casa, sin que
podamos determinar con exactitud en cada caso sus atribuciones (4, 2-6). Frente a la
corte de David, la de Salomn aumenta considerablemente en nmero de miembros y se
inspira en modelos extranjeros, por lo que se le compara, con razn, con los prncipes
europeos que emulaban la corte de Luis XIV (1643-1715). Ya la construccin del
templo y del palacio lo demuestra. Tambin corresponde a ello la excepcional amplitud
del harn de Salomn. Pero no se limit ste al refinamiento externo de la vida
cortesana que haba de llenar de asombro a la reina de Saba (I Reyes 10, 1-10 y 13),
sino que dio un extraordinario impulso a la cultura. En el relato de la visita de la reina
de Saba a Salomn se dice que la reina le hizo muchas preguntas, que ste contest a
todas y que ella manifest gran admiracin por su sabidura. Para hacerse una idea hay
que estudiar I Reyes 5, 9-14 y 10, 23-24. All se asegura que Salomn era ms sabio
que toda la sabidura de Babilonia y Egipto, que superaba en sabidura a los sabios
famosos entonces (Ethn, Hemn, Chalcol y Dorda) y que todo el mundo acuda a
Jerusaln para or la sabidura de Salomn, quien compuso 3000 refranes y 1005
cantos, relacionados con la botnica y la zoologa, los cedros del Lbano, las hierbas de
hisopo que crecen sobre los muros, los animales, los pjaros, los gusanos y los peces.
Se trata aqu evidentemente de poemas que tienen que entenderse como exposiciones de
rudimentos de ciencia botnica y zoolgica y sin duda escritos en forma de adivinanzas
o de preguntas, lo que los converta en ingeniosos temas de conversacin. Tales deben
imaginarse las preguntas que segn 10, 1-10 y 13 puso la reina de Saba a Salomn y las
respuestas que l le dio. Se pueden aadir a los proverbios de 5, 12 otros relativos a la
experiencia de la vida o a toda clase de reglas de sabidura y advertencias, ya que la
tradicin que atribuye a Salomn una serie de colecciones de estas mximas los
Proverbios, el Eclesiasts, la Sabidura tiene un punto de partida histrico. Cabe
preguntarse si los 1005 cantos que se mencionan en 5, 12 junto a los 3000 proverbios
han de entenderse como obras didcticas, que slo se distinguen de los proverbios por
la forma, o si se trata aqu de obras de poesa lrica. En este ltimo caso habra que
pensar en poesa ertica, pues Salomn ha sido considerado despus como autor de
esta clase de literatura y se le atribuye el Cantar de los Cantares.
Tan grande fue la furia de los israelitas que lapidaron al prefecto de los tributos,
Adomiram, que haba sido encargado por el rey de salvar la situacin, por lo que
inmediatamente Roboam huy a Jerusaln en un carro de combate. Ahora, por fin, tena
el camino libre Jeroboam, que haba vuelto inmediatamente a su pas al tener noticia de
la muerte de Salomn, y que, por lo visto (I Reyes 12, 20), ya haba estado en Siquem
durante las conversaciones de Roboam con los ancianos de Israel respaldando a stos;
los representantes de Israel le acogieron y le proclamaron rey de todo el pas. Segn
12, 21-24, Roboam no tard en movilizar 180 000 hombres de las tribus de Jud y
Benjamn para la reconquista de todo el reino israelita, pero desisti del ataque al
ordenarlo as Yahv a travs del profeta Semeyas. Nos hallamos aqu seguramente ante
una leyenda. No faltaron, sin embargo, conflictos entre ambos estados durante los seis
decenios siguientes (I Reyes 14, 30; 15, 16-22) y bajo Baasa de Israel (906 a 883).
Slo bajo Ajab de Israel y Josafat de Jud, que reinaron aproximadamente al mismo
tiempo, se lleg a una reconciliacin entre Israel y Jud.
Al estudiar los reyes de Israel, el estado del norte, y los de Jud, el del sur, salta a
la vista inmediatamente una gran diferencia: en Jud permanecieron los davdidas en el
trono hasta la cada del estado en 587 a. C. La deseada reconstruccin de todo el estado
israelita se esperaba all del reinado de un nuevo David o de un miembro de la casa de
David. En Israel, por el contrario, los cambios violentos de dinasta son la regla, y el
dominio de una dinasta durante varias generaciones es una rara excepcin. En realidad
slo Omri y Jeh llegaron a formar estas dinastas; los de Omri pudieron mantenerse
cuatro decenios en el trono, los de Jeh diez decenios. Las razones de los cambios de
gobierno sangrientos de Israel no son siempre claras. Aunque pudieron intervenir en
ello motivos personales y de ambicin, es probable que estos destronamientos se
debieran casi siempre a diferencias de criterio en materia de poltica exterior e interior.
As, la ruptura, descrita en I Reyes 14, 1-18, de Ajas de Silo con Jeroboam, al que
haba ayudado a subir al trono, tuvo seguramente el mismo origen que el que indujo al
profeta a la lucha contra Salomn: la disconformidad con la poltica religiosa y social
seguida por ambos reyes, que contradeca los mandamientos de Yahv.
La desmembracin poltica del reino israelita tuvo tambin consecuencias
religiosas. En vista de la extraordinaria importancia que haba adquirido, para todo
Israel, Jerusaln con su templo, era de esperar que muchos habitantes del estado del
norte continuasen manteniendo contacto con el templo de Jerusaln, incluso despus de
la escisin. Estas relaciones religiosas incluan o podan incluir, sin embargo, el
sentimiento de unidad poltica, lo que poda conducir a un debilitamiento del estado del
norte. Por eso Jeroboam insisti en la creacin de lugares de culto en el norte que
pudieran sustituir ante sus sbditos el templo de Jerusaln, y hacer innecesaria la visita
a esta ciudad. Se sobreentiende que seran especialmente idneos los lugares que
tuvieran una honorable tradicin. Bthel y Dan tenan estas caractersticas. En Bthel,
donde, segn Gn. 28, 35, ya haba fundado Jacob un santuario, haba estado el Arca
(Jueces 20, 26-28) bajo Pinehas, nieto de Aarn, o sea, miembro de la antigua familia
de sacerdotes que se remontaba a Moiss y Aarn. De Dan se dice en Jueces 18, 30 que
aproximadamente en la misma poca actu all como sacerdote Jonatn, nieto de
Moiss[17], otro miembro de esta estirpe de sacerdotes. Jeroboam eligi estos dos
centros religiosos dotndolos de un smbolo de culto, el toro, que haba desempeado
igual que el Arca un importante papel en el perodo precananeo de Israel, aunque fuera
naturalmente tachado de idlatra en la tradicin (Ex. 32) influida por el punto de vista
de Jerusaln; crea Jeroboam que con ello podra competir con el Arca de Jerusaln
(I Reyes 12, 26-31; 13, 1-34; 14, 1-20). Bthel y Dan sirvieron como demuestra la
polmica de Ams contra estos santuarios (Am. 7, 10-17; 8, 14) a la idea que
condujo a su fundacin, si bien nunca se alcanz una supresin total del contacto entre
los habitantes del estado del norte y el templo de Jerusaln, quedando, a pesar de todos
los obstculos, muchas relaciones en pie (Jer. 41, 4-9).
El desmoronamiento del reino israelita fue aprovechado por vecinos astutos, pues
los estados separados carecan evidentemente de la capacidad defensiva que haba
tenido el antiguo reino nico. De los dos grandes imperios, el del noreste y el del
suroeste, que venan aspirando desde haca tiempo a dominar Siria-Palestina, llegando
a luchar entre s por la consecucin de sus pretensiones, el primero, el asirio, todava
no era entonces lo bastante fuerte como para intervenir decisivamente en Siria-
Palestina. Habra de pasar aproximadamente medio siglo hasta que esto fuera posible.
Pero el entonces representante del otro imperio, el fundador de la XXII dinasta
egipcia, el faran Sheshonq (Sisac), s pudo intervenir en Palestina en el quinto ao de
Roboam, o sea, poco despus de la divisin del reino israelita, causando graves daos
tanto a Jud como a Israel (I Re. 14, 25-28; AOT, pgs. 98-99; AOB, nm. 114; ANET,
pginas 263-264; ANEP, nm. 349). Tampoco los pueblos vecinos menos importantes,
como los edomitas, moabitas, amonitas, filisteos y arameos, dudaran en aprovechar en
su favor la debilitacin sufrida por los israelitas a raz de la divisin del reino. A las
luchas fronterizas que mantuvo el estado del norte israelita con los filisteos se hace
referencia en I Reyes 15, 27 y 16, 15, en donde se habla de los combates habidos en
torno a la localidad de Gibbethn, situada en la frontera filisteo-israelita; un ataque de
los arameos contra el estado del norte, que caus graves daos y prdidas, aparece
narrado en 15, 16-22 con bastante detalle. Parece ser que el rey judo Asa, para
defenderse de los ataques del israelita Badsa, compr hacia 900 la ayuda de Benhadad,
rey de Damasco e hijo de Tabrimmons, que a continuacin invadi Israel asolando
grandes extensiones del noreste de Galilea y obligando as a Badsa a desistir de su
ataque contra Jud. A este ataque arameo habran de seguir otros poco ms tarde.
El imperio hitita, que haba sucumbido a la invasin de los Pueblos del Mar que
irrumpi hacia 1200 en el Mediterrneo oriental, tena detrs de sus fronteras, por tanto
tambin detrs de su frontera siria, una serie de estados que conservaban una cierta
independencia, pero que en realidad pertenecan en sentido amplio al reino hitita. Las
dinastas de estos estados vasallos eran tambin, como demuestran los textos de los
siglos XIV y XIII, hallados cerca de Karkemish en Ras Shamra, el antiguo Ugarit,
segundogenituras de la familia del emperador hitita, lo que aumentaba
considerablemente su importancia. Sabemos que el prncipe de Karkemish posea
amplios poderes sobre Ugarit, y que poda tomar importantes decisiones en nombre del
emperador. Algunos de estos estados vasallos sirios pudieron sobrevivir a la invasin
de los Pueblos del Mar. Si bien no sabemos nada acerca de su suerte durante los dos
primeros siglos despus de la catstrofe, disponemos, aproximadamente a partir del
ao 1000, de algunos testimonios de su existencia. En primer lugar aparecieron, en
muchos lugares del mbito sirio septentrional y del sureste de Asia Menor, textos con
escritura jeroglfica hitita en idioma luvita-hitita y testimonios de la artesana hurrito-
hitita, que atestiguan la pervivencia de las tradiciones hititas en Karkemish[18],
amath[19] y tambin dentro y cerca de Zincirli[20], en el emplazamiento de la antigua
Samal, capital de Yadi. Tambin aparecen, a partir del siglo IX, en los relatos de los
reyes asirios sobre sus avances hacia el mar Mediterrneo, al igual que en
inscripciones urarteas, toda una serie de pequeos estados neohititas, por lo dems
desconocidos, que no se pueden situar geogrficamente con exactitud, pero que deben
buscarse en todo caso en el norte de Siria y el sureste de Asia Menor. Segn todo esto
podemos suponer con seguridad que algunos de estos estados de Siria central y
septentrional no mencionados hasta el segundo perodo de nuestro relato (hacia
880-745) se remontan a la poca del gran imperio hitita. Lo mismo puede decirse no
slo de las ya citadas Karkemish, amath y Yadi Samal, sino tambin de la Que
cilicia[21] ya nombrada en la Biblia (I Re. 10, 28; II Par. 1, 16) y en las inscripciones
asirias. Cunto tiempo pudo mantenerse en condiciones favorables la tradicin luvita en
Siria del noroeste y en el sureste de Asia Menor, queda demostrado por el hecho de que
Azitawadda (rey de nombre asitico no semita, soberano de un estado situado a orillas
del curso medio del Ceyhan, antiguo Piramo) emplease hacia 730, adems de la
escritura y el idioma fenicio, tambin la escritura jeroglfica hitita para su minucioso
relato de la construccin de Azitawaddiya, ciudad a la que dio nombre, situada en el
lugar de la actual Karatepe[22].
C) Los arameos
D) Los fenicios
Al surgir hacia finales del siglo XI la monarqua en Israel, los puertos y centros
comerciales fenicios Tiro, Sidn, Berytos, Biblos[25], Arvad y otros tenan ya una
historia de muchos siglos, en algunos casos incluso de milenios. En su mayora haban
salido bien librados o se haban recobrado pronto de la invasin de los Pueblos del
Mar. Igualmente supieron resistir a la arameizacin que se inicia a partir del siglo XII,
en Siria, y que cada vez iba a extender ms la lengua aramea en el interior. Hacia 1100
un rey asirio, Tiglatpileser I (1117-1078), haba avanzado hasta el mar Mediterrneo,
recibiendo en Sidn, Biblos y Arvad regalos a modo de tributos y haba viajado sobre
una nave fenicia a la ciudad islea de Arvad. Nadie poda sospechar entonces que la
Asiria personificada por Tiglatpileser I habra de limitar sensiblemente la autonoma de
las ciudades fenicias y exigir constantes tributos dos o tres siglos ms tarde. Por lo
dems las ciudades fenicias, de las que destacan como ms importantes primero Sidn
y luego, desde el ao 1000 aproximadamente, Tiro, conocieron desde el siglo XII un
perodo de apogeo econmico que les permiti crear centros de comercio y colonias en
las costas e islas del Mediterrneo, en Chipre y Cerdea, en la costa del norte de
frica, en la costa occidental de Espaa y en otros lugares[26]. De estas colonias,
Cartago, al parecer fundada por Sidn en el siglo XII y fundada de nuevo dos o tres
siglos ms tarde (814) por Tiro, fue la que alcanz mayor importancia, superando
finalmente a su metrpoli. Los viajes a Ofir, realizados en la mitad del siglo X por
Salomn e Hiram de Tiro, a los que ya aludimos, ponen de manifiesto tambin el
emprendedor espritu navegante que entonces animaba a los fenicios.
En lo que se refiere a la historia de las diversas ciudades fenicias entre 1025 y 880,
disponemos de fuentes abundantes sobre Biblos y Tiro. De Biblos que, como
demostraron relatos y excavaciones egipcias, ya haba sido poblada en el milenio V y
que mantena desde el milenio III relaciones comerciales con Egipto, existen
inscripciones fenicias[27] correspondientes a seis reyes del perodo entre 1000 y 900.
La ms antigua se halla en el borde del sarcfago que hizo construir Ethbaal para su
padre Akhiram[28]. Otras dos, de setenta u ochenta aos despus, son de los reyes de
Abibaal y Elibaal, se trata de dedicatorias a la diosa principal de Biblos, Baalat, y
figuran sobre estatuas de faraones egipcios, la primera sobre una de Sheshonq I
(935-919) la segunda sobre una de Osorkon I (912-874). Ello demuestra la estrecha
relacin de ambos reyes fenicios con Egipto, como tambin lo hacen los motivos
egipcios que ornamentan el sarcfago de Akhiram. Sobre Tiro contienen algunas
noticias los relatos tomados por Josefo de los anales de Tiro, que se refieren al siglo VI
y tambin a los siglos X, IX y VIII[29], y que ofrecen garantas por concordar con los
relatos del Antiguo Testamento y las inscripciones de reyes asirios. As podemos seguir
la lista completa de los reyes de Tiro desde Hiram I (969-936), coetneo de David y
Salomn, al que ya aludimos, hasta Ethbaal (887-856), suegro de Ajab, mencionado en
I Re. 16, 31; la lista directa abarca desde Balbazeros (935-919) hasta Phelles (888),
que fue asesinado por Ethbaal.
Junto al apogeo econmico que viven las ciudades fenicias en el perodo que ahora
tratamos, entre 1025 y 880, condicionado e impulsado por su autonoma poltica, no
debe olvidarse la influencia cultural que ejercieron entonces sobre el mundo. Lo
demuestra el apoyo que, como ya vimos, prest en las construcciones de Salomn
Hiram de Tiro, quien, segn los anales de Tiro, llev a cabo en su capital un gran
programa de construcciones. El prestigio econmico y cultural que las ciudades
fenicias tenan desde tiempo atrs queda atestiguado en otros documentos. As, en el
canto de Dbora (Jue. 5, 17) se condena a los miembros de la tribu israelita de Dan,
limtrofe con Fenicia, por trabajar en barcos extranjeros, o sea, fenicios, eludiendo as
las obligaciones que tienen con sus apurados conciudadanos, y en Jue. 18, 7 se dice que
la ciudad cananea de Lais (situada en el nacimiento del Jordn, que sera conquistada
ms tarde por los danitas y recibira el nombre de Dan) viva al modo fenicio, con lo
que seguramente no se alude nicamente a la civilizacin exterior, sino a la cultura. Que
Israel tampoco pudo sustraerse a la cultura fenicia, superior en muchos aspectos a la
suya, lo demuestra el relato conservado en Josefo, Ant. Jud. VIII 5, 3 148 s.,
procedente de los mencionados anales de Tiro, segn el cual, en una controversia entre
Hiram de Tiro y Salomn, parecida a la que mantuvieron la reina de Saba y este ltimo,
termin por imponerse a Salomn un enviado de Hiram llamado Abdemn. En el
perodo que estamos tratando ahora se inici tambin la adopcin del alfabeto fenicio
por los griegos, hecho que da una impresin elocuente de la aportacin de los fenicios a
la cultura de la humanidad.
Generalidades
La dinasta de Jeh, que haba subido al trono de Israel con la revolucin del 843,
pudo mantenerse en el poder un siglo, lo que constituye un caso extraordinario en Israel;
durante este tiempo sucedi cinco veces un hijo a su padre: Joacaz (818-802) a Jeh,
Jos (802-787) a Joacaz, Jeroboam II (787-747) a Jos y Zacaras (747) a Jeroboam II;
todos ellos mantuvieron la paz como vimos, con Jud y sus reyes Ocozas (845), Atala
(845-840), Jos (840-801), Amasas (801-773) y Azaras u Ozas (773-735), en lo que
seguramente influy el peligro arameo que, como ahora veremos, amenazaba a ambos
estados. Pero entre Jos de Israel (802-787) y Amasas de Jud (801-773) parece que
surgieron graves conflictos provocados por la soberbia de Amasas. Despus de su
triunfo sobre Edom (II Re. 14, 7), Amasas hizo saber a Jos a travs de emisarios,
segn 14, 8-14, que quera medir sus fuerzas con l. No desisti de su actitud
beligerante a pesar de la invitacin a que permaneciese tranquilo que le hizo Jos con
sorna, y pag un alto precio a su osada.
El peligro arameo constitua una amenaza, tanto para el estado del norte, Israel,
como para el del sur, Jud, bajo Jeh de Israel (845-818) y su hijo Joacaz (818-802)
como bajo su contemporneo el rey judo Jos (840-801) (II Re. 8, 7-15; 10, 32 s.; 12,
18-19; 13, 3; 13, 7 y 22). Segn 10, 32-33, Hazael de Damasco arrebat a Jeh todas
sus posesiones en la tierra del Jordn oriental, seguramente en venganza por haber
prestado ayuda Jeh a Salmanasar III (858-824) en su ataque contra Damasco y haberse
sometido al rey de los asirios pagndole tributo, acontecimiento que Salmanasar
celebr no slo en uno de sus relatos, sino tambin en una descripcin plstica que
representa, segn una nota marginal, el tributo de Jeh de Bt-Khumri, o sea, de la casa
de Omri, de Israel[33]. 12, 18-19 da noticias de que Hazael haba ocupado Jud hasta
Gath y de que Jos slo haba podido evitar el asedio de Jerusaln con el pago de un
fuerte tributo. Tambin Joacaz (818-802), hijo y sucesor de Jeh, estuvo expuesto a los
ataques de Hazael y de su hijo Benhadad III (13, 22) y tuvo que soportar un riguroso
desarme (13, 3 y 7). Entre ambos versculos, que relatan un terrible ataque de Damasco
contra Israel, describen los versculos 4-5 que Yahv mand a su apurado pueblo un
defensor que les liber del poder de Aram permitindoles volver a vivir en sus
tiendas como antao. Esto parece indicar que Israel recuper entonces los territorios
que le haban sido arrebatados por Hazael segn II Re. 10, 32-33; 13, 22. Este triunfo
se atribuye (14, 25) como ahora mismo veremos a Jeroboam II (787-747) y todo hace
suponer que as fue en realidad. La noticia que aparece en los relatos sobre Joacaz de
Israel (818-802) de que Yahv envi un defensor, que recuper Jordania oriental
para Israel, tiene que entenderse referida a los tiempos de Jeroboam II, varias dcadas
despus de Joacaz[34]. De no ser as habra que ver en el defensor al rey israelita
Jos (802-787), del que dice 13, 23-25 que arrebat a Benhadad las ciudades israelitas
conquistadas por su padre Hazael a Israel.
Bajo Jos de Israel (802-787) y Amasas de Jud (801-773) disminuy la presin
de los arameos de Damasco sobre Israel y Jud, lo que puede atribuirse a que Damasco
estaba expuesta a nuevos peligros por parte de los asirios. Segn II Re. 13, 22-25 Jos
pudo incluso arrebatar de nuevo a Benhadad III las ciudades que ste haba tomado a su
padre. En general puede decirse que hacia 780 comienza un medio siglo que trajo a
Israel y Jud un gran auge poltico y econmico. La presin que ejerca hasta entonces
sobre ellos Damasco haba desaparecido o por lo menos se haba reducido, como
acabamos de ver, y el peligro con que los amenazaba el podero renaciente de los
asirios slo era advertido por unos cuantos, mientras que la mayora no lo vea o no lo
quera ver. Jeroboam II de Israel (787-747) y Azaras, su contemporneo de Jud,
pudieron de este modo ampliar notablemente sus estados a costa de sus vecinos.
Jeroboam II pudo, segn II Re. 14, 25-28, integrar en el rea de influencia de Israel los
territorios de Damasco y amath vinculados hasta entonces a otra gran potencia: la
coalicin dirigida por el estado de Yadi del noroeste de Siria y sureste de Asia
Menor, de la que an nos ocuparemos ms adelante. El profeta Jons, hijo de Amittai,
le alent, prometindole la bendicin de Yahv para esta empresa, mientras que el
profeta Ams declaraba improcedente el orgullo de su pueblo por los triunfos
obtenidos, en clara oposicin al optimismo de Jons (II Re. 14, 25 y Ams 6, 14)[35], y
amenazaba con la llegada de los asirios que convertiran en derrotas los triunfos
obtenidos por Israel. Azaras, al que, igual que sucede con Jeroboam II (14, 23-29), el
Libro de los Reyes slo dedica algunos versculos (15, 1-7) pero al que consagra
II Par. 26, 1-23 un detallado relato, no slo introdujo innovaciones econmicas y
militares (26, 9-15), sino que tuvo tambin grandes xitos en poltica exterior;
reconquist Elath tras la eliminacin del reino edomita, anexion territorio filisteo y
rechaz invasiones de vecinos nmadas.
Algunos creen ver en Azriyau de Yadi[36], del que cuenta Tiglatpileser que form
parte de una gran coalicin de estados sirios contra Asiria pero que fue vencido
finalmente por Tiglatpileser, al rey judo Azaras, equiparando a Yadi con Jud. Pero
este Azriyau proceda en realidad de la regin noroccidental siria de Yadi, que
conocemos, con su capital Samal, gracias a las excavaciones alemanas realizadas a
finales del siglo pasado en Zincirli y sus alrededores, y era el pretendiente al trono
cuyo nombre, aunque no aparece en la inscripcin de la segunda mitad del siglo VIII
hallada en Zincirli, s refleja el aciago papel que tuvo Yadi en Samal con su cruel
exterminio de la dinasta all reinante[37].
B) Los arameos
C) Los fenicios
Desde el principio del siglo IX Siria y Palestina empiezan a sentir el resurgir del
imperio asirio y sus avances hacia el mar Mediterrneo; lo mismo sucede con las
ciudades comerciales y los puertos fenicios, pese a que estas ciudades conservaron su
autonoma entre el 880 y el 745. Entonces no se produjeron apenas anexiones de
territorios fenicios, destronamientos de las dinastas reinantes y sustituciones de stas
por gobernadores asirios, cosa que antes de Tiglatpileser III haba sucedido alguna que
otra vez. Sin embargo, desde el resurgimiento de Asiria, las ciudades fenicias se vieron
sometidas una y otra vez al pago de fuertes tributos. Se nombran en este sentido
diversas ciudades sin que puedan determinarse los motivos de su sujecin en cada caso.
Tiro y Sidn aparecen nombradas con mucha frecuencia.
Un claro smbolo de la supremaca que ejerci el imperio asirio en el siglo IX sobre
la costa fenicia es el relieve que mand erigir un rey asirio, probablemente
Salmanasar III (858-824), en la margen meridional del Nar el-Kelb, cerca de la
desembocadura de este ro en el Mediterrneo, junto a una inscripcin que el faran
egipcio Ramss II (1301-1234) haba mandado grabar cuatro siglos antes[46].
III. SIRIA-PALESTINA COMO PARTE DE LOS IMPERIOS ASIRIO Y BABILNICO (745-538 a. C.)
A) Israel y Jud
Si hasta pasada la mitad del siglo VIII Israel, Jud y con ellos los otros estados
sirio-palestinos haban ignorado o subestimado el peligro que les amenazaba por parte
de los asirios, todo cambia de golpe cuando Tiglatpileser III (745-727) reanuda con
energa y violencia hasta entonces inauditas la poltica dirigida a someter Siria-
Palestina, recurriendo sin escrpulos al mtodo de la deportacin, ya utilizado por
algunos de sus antecesores. En los primeros aos del reinado de Tiglatpileser, form el
citado Azriyau de Yadi-Samal una gran coalicin prcticamente con todos los
estados sirio-palestinos y dirigida contra Asiria, partiendo seguramente de una anterior
coalicin sirio-palestina dirigida por Yadi y de la que Jeroboam II haba apartado a
amath y Damasco para integrar estos pases bajo su propio dominio. Tiglatpileser se
vio ante la necesidad de destruir esta coalicin, cosa que hizo concienzudamente.
Grandes zonas de Siria fueron anexionadas a Asiria despus de la deportacin de su
poblacin, entre ellas 19 provincias de amath, quedando sometidos al pago de
tributos muchos estados, ciudades, pueblos y tribus. Entre los tributarios figuran Rezin
de Damasco, Menehem de Samaria, Hiram de Tiro, Sibittibiili de Biblos y Zabba,
reina de Arabia. Es comprensible que los estados sirio-palestinos buscasen cualquier
medio que pudiese asegurarles su independencia o al menos parte de ella. En este
sentido se formaron coaliciones de mltiples estados como las que ya haba conocido
Siria-Palestina. Rezin de Damasco y Pekah de Israel siguieron el mismo ejemplo, y
trataron de ganarse como tercer aliado a Acaz de Jud. ste, sin embargo, se neg a
entrar a formar parte de la alianza de sus vecinos considerando seguramente que habra
de ser el aliado ms dbil y que se vera forzado a sacrificar gran parte de su
independencia. Ante la negativa de Acaz, Rezin y Pekah emplearon la violencia.
Sitiaron a Acaz en Jerusaln y le amenazaron con sustituirle por un antirrey,
probablemente arameo, llamado Tabeel. En esta situacin crtica, que se vio agravada
por la subida al trono en Edom de un rey indgena que expuls de Elath a los judos all
asentados, haciendo a la larga Elath independiente (II Re. 16, 6)[47], se dirigi Acaz a
pesar de las serias advertencias del profeta Isaas a pedir auxilio a Tiglatpileser. El
xito fue inmediato; el rey de los asirios conquist Damasco y anexion al imperio
asirio Aram-Damasco. Tambin Israel sufri un duro castigo. Tiglatpileser dej que
subsistiera el estado de Efram, pero grandes zonas de la llanura costera de Galilea y
Galaad se convirtieron en provincias asirias[48]. Pekah fue vctima de una conjuracin,
cuyo jefe Oseas, hijo de Ela y favorito de los asirios, fue proclamado rey. Tiglatpileser
se refiere a estos acontecimientos en una inscripcin: Ya que haban destronado a su
rey Pekah, nombr a Oseas soberano suyo (AOT, pgina 348; ANET, pg. 284). En
este punto se complementan satisfactoriamente las inscripciones asirias y los relatos
bastante minuciosos de la Biblia (II Re. 15, 29-30; 16, 5-18; Is. 7, 1; 9, 6; AOT, pgs.
346-348; ANET, pgs. 282-284). Pero el estado de Efram no haba de tener una vida
larga. A la muerte de Tiglatpileser en el ao 727, Oseas, que haba sido proclamado rey
por aqul crey llegado el momento de deshacerse del yugo asirio, recurriendo a la
ayuda egipcia como otros prncipes sirio-palestinos rebeldes. II Re. 17, 4 dice de
Salmanasar V (727-772): El rey de Asur descubri una conjuracin de Oseas, pues
ste haba enviado emisarios a So[49], rey de Egipto, y no haba realizado el pago anual
de tributos al rey de Asur; le mand detener y arrojar a la crcel, y prosigue 17, 6:
En el sexto ao de Oseas conquist el rey de Asur, o sea Sargn II (722-705),
sucesor de Salmanasar, Samaria, se llev prisioneros a los israelitas a Asur,
asentndoles en Halah y a orillas del Khbr, un ro de Gosan, y en las ciudades de la
Media. El propio Sargn escribe: Al principio de mi gobierno y en el primer ao de
mi reinado conquist Samaria, 17 290 personas que la habitaban fueron deportadas.
50 carros entre ellos reclut para mi ejrcito real. A las gentes de las tierras, botn de
mis conquistas, dej vivir all. A los hombres de mi corte los nombr gobernadores
sobre ellas. Les impuse el pago de tributos como a los sirios (AOT, pg. 348; ANET,
pgina 284; DOTT, pg. 59). Sin embargo, la resistencia del antiguo estado del norte de
Israel contra el dominio extranjero an no se haba extinguido; incluso lleg a
participar ms tarde en levantamientos sirio-palestinos contra Asiria. Pero eran slo
manifestaciones espordicas del deseo de libertad y tenan poca importancia. Por lo
dems, Israel desaparece entonces de la historia; slo Jud subsistira, hasta caer
tambin en 587, para volver a renacer en 538 en forma de estado eclesistico.
b) Exequias, Manass, Amn, Josas hasta Sedecas. Fin del estado de Jud. El
exilio en Babilonia
consiguiente a Sedecas.
La dcada que sigui a la deportacin de Joaqun (597-587) estuvo entre los judos
llena de explosiones de pasin poltica; un partido incitaba a una decidida resistencia
contra Babilonia, el otro, viendo la ineficacia de tal resistencia, aconsejaba la
moderacin. Pero no eran slo los habitantes de Jud los que estaban divididos de esta
manera, sino incluso los exiliados de 597, que sumaban muchos miles. Entre stos y los
que haban quedado en el pas exista a pesar de la gran distancia que los separaba, una
activa relacin, de tal manera que los unos estaban bien informados acerca de los otros
y trataban de influirse mutuamente. Sobre todo fueron los profetas quienes en ambos
lados se observaban unos a otros, apoyndose o combatindose a pesar del espacio que
los separaba. Tenemos acerca de esto bastante datos, gracias a que se ha conservado
gran parte de la proclamacin hecha en la dcada 597-587 por Jeremas, que vivi
estos difciles aos en Jerusaln o cerca de all, y porque Ezequiel, deportado en 597
con Joaqun a Babilonia, conoca tan a fondo, a juzgar por sus numerosos testimonios,
la situacin de los que haban quedado en su tierra que sin duda es injusto juzgar falso,
como se ha hecho, el que estuvieran en el exilio, situando en Jud su actividad o por lo
menos los comienzos de sta.
En cuanto a Jeremas, baste recordar sus controversias con los que haban quedado
en Jud y con los profetas deportados a Babilonia que anunciaban al pueblo la prxima
intervencin de Yahv en su favor, con lo que conscientemente o no fortalecan la
voluntad de rebelin contra el dominio babilnico. Segn Jer. 27, 1-22, Jeremas, en el
quinto ao de Sedecas, o sea hacia 593[52], cargando simblicamente un yugo sobre sus
hombros, advirti a los emisarios de Edom, Moab, Amn, Tiro y Sidn que haban
acudido a Jerusaln con Sedecas para preparar una conjuracin contra Babilonia, que
se sometieran a la soberana de Nabucodonosor y no se dejaran inducir a la rebelda
confiando en las palabras imprudentes de falsos profetas, e hizo la misma advertencia
al rey de Jud, Sedecas, as como a los sacerdotes y a todo el pueblo. Esta prediccin
de Jeremas, segn Jer. 28, 1-17, impuls al profeta Ananas a quitar el yugo de los
hombros de Jeremas y a romperlo, anunciando que Yahv destruira pronto el poder de
Nabucodonosor. Despus de ello Jeremas repiti su advertencia y anunci a Ananas
una muerte cercana que, segn 28, 17, no tard en llegar. Jer. 29, 1-23 reproduce el
texto de una carta que Jeremas dirigi a los deportados de 597 y en la que les
exhortaba a estar preparados para un exilio ms largo y a no prestar odos a otras
profecas, y predice dos de estos falsos profetas, en nombre de Yahv, que sern
ajusticiados por Nabucodonosor. 29, 24-32 da noticia de una carta del profeta Semaas,
que se encontraba en exilio, a Sofonas, sacerdote encargado de la vigilancia del
templo, en la que se queja de que ste no hubiese tomado medidas enrgicas contra el
traidor Jeremas y no le hubiese puesto en el calabozo y en el cepo, y del castigo con
que amenaz Jeremas a Semaas en nombre de Yahv, afirmando que quedara sin
sucesores y que no llegara a vivir la inminente salvacin. Ezequiel, que formaba parte
de los deportados en 597, coincide con Jeremas en condenar las esperanzas abrigadas
por grandes sectores de los deportados y de los que haban quedado en Jud,
esperanzas que se basaban en la prxima cada de la supremaca de Babilonia y en la
anunciacin de un juicio que superase al del ao 597. En la grandiosa visin de
Ezequiel 8, 1; 11, 25 describe cmo fueron muertos los habitantes de Jerusaln cados
en la idolatra y cmo, sin embargo, Yahv sali de Jerusaln sobre una carroza real
abandonando a la ciudad y el templo a la destruccin. El da en que comenz el asedio
de Jerusaln le encomend Yahv que simbolizase la necesidad del fin de Jerusaln en
la suerte de una olla inservible (Ezequiel 24, 1-14). Se tratar de la vida de los
deportados en 587 cuando se relate la conquista de Jerusaln y la deportacin que
sigui.
Al igual que Joaqun, Sedecas no pudo resistir a la larga las propuestas seductoras
de los egipcios y de otros vecinos de Jud para que abandonara a Nabucodonosor,
aunque en el fondo, instrumento dcil del partido belicista, instigador de la defeccin
de Babilonia, recurriese repetidas veces en secreto al consejo de Jeremas y ste le
previniera con insistencia contra un levantamiento frente a Nabucodonosor. El destino
sigui su curso. En enero de 588 comenz el sitio de Jerusaln por los babilonios, que
dur ao y medio. Al fracasar el intento que hizo el faran Hofra (Apries), siguiendo
sus compromisos de aliado, de romper el cerco de Jerusaln (Jer. 37, 6-16) y al
agotarse los vveres, se hizo insostenible la situacin de la ciudad. Cuando en julio de
587 fue abierta una brecha en sus murallas, trataron Sedecas y los suyos de ponerse a
salvo huyendo, pero fueron apresados cerca de Jeric y transportados a Ribla, cuartel
general babilnico, a orillas del Orontes. All Nabucodonosor mand matar ante los
ojos de Sedecas a sus hijos; luego, tras cegarlo, lo mand esposado a Babilonia. Un
mes ms tarde, en agosto del 587, Nebuzardan, jefe de la guardia personal de
Nabucodonosor, provisto de amplios poderes, destruy completamente Jerusaln,
derrib las murallas, redujo a cenizas el templo, el palacio y otros edificios, saque el
templo, deport a muchos ciudadanos destacados de Jerusaln y Jud y mand a Ribla a
sesenta y siete notables, entre ellos a cinco distinguidos sacerdotes, para ser
ajusticiados. Todava no se llev entonces a cabo la anexin de Jud al reino
babilnico. Nebuzardan dej un resto de estado de Jud que no tena ya su capital en
Jerusaln (por lo visto enteramente en manos de los babilonios) sino en Mizpa, a 10 km
al norte de aqulla y lo puso bajo Godolas que, como saban los babilonios, haba
prevenido a Nabucodonosor del levantamiento. Pero este estado haba de durar poco
tiempo. En octubre de 587 Godolas fue asesinado por Ismael, miembro de la casa de
David, instigado por los amonitas. Los dirigentes del pequeo grupo judo que se haba
formado en torno a Godolas temieron entonces que los babilonios tomaran una terrible
venganza por el asesinato de su colaborador y emigraron a Egipto, llevndose consigo,
en contra de su voluntad, a Jeremas y a su secretario y amigo Baruc, que se haban
puesto a disposicin de Godolas. Nada sabemos acerca de la suerte de estos
emigrados en Egipto y con ello se pierde tambin el rastro de Jeremas y Baruc. De
aqu en adelante no existen noticias sobre el estado de Jud; probablemente su territorio
qued anexionado a Samaria, provincia fronteriza del norte, y sigui as sin duda hasta
el retorno de los judos del exilio o hasta 445, fecha en que Nehemas fue nombrado
gobernador de Jud por Artajerjes I (465-424), tal vez con una corta interrupcin
debida a tentativas judas de emancipacin.
De los deportados del ao 597 ya vimos que siguieron en estrecho contacto con los
que haban quedado en el pas, compartiendo los mismos problemas, viviendo en
realidad ms en la patria que en el exilio y aorando la vuelta a Jud. Sin duda
conservaron esta actitud muchos de los deportados de 587. Pero, inevitablemente, la
catstrofe del ao 587 significaba un serio golpe para estas esperanzas. De esta manera
se difundieron entre los exiliados proverbios como ste (Ezequiel 18, 2): Los padres
comieron el agraz y los hijos tienen la dentera, que contribuan a socavar la esperanza
en un nuevo futuro del pueblo. Entonces Ezequiel, que haba anunciado
implacablemente la fatalidad de la catstrofe hasta que sta se produjo, infundi nuevos
nimos a los exiliados, preparando el camino al Deutero-Isaas, autor de Is. 40-55, gran
profeta del consuelo que, como veremos, apareci hacia el final del exilio. En la
grandiosa visin de la resurreccin de los muertos (Eze. 37, 1-14) Ezequiel anuncia en
nombre de su dios un nuevo futuro a Israel, en el que, segn 37, 15-28, las partes
divididas del reino nico de David se uniran de nuevo bajo ste. En el ao 573
describa, visionario, como Yahv volva a entrar solemnemente sobre el trono de su
carroza en su templo completamente reconstruido (40, 1-43, 12).
Poco sabemos de la vida exterior de los exiliados. De todos modos parece que no
eran propiamente prisioneros sino que podan ejercer libremente sus profesiones,
naturalmente limitadas a determinados sectores: el comercio, la industria y la
agricultura. Tambin sabemos que tenan una cierta autonoma administrativa y que eran
dirigidos o representados por los ancianos. Al menos una de las zonas a donde
fueron destinados se puede determinar geogrficamente: se trata de Tel Abib, cerca de
Nippur (Eze. 3, 15), a orillas del gran canal (ro Quebar, Eze. 1, 1 y 3; 3, 23; 10, 15, 20
y 22; 43, 3) donde resida el profeta Ezequiel. Otras colonias aparecen en Ezra 2, 59;
Neh. 7, 61; 3; Ezra 5, 36. Disfrutaban al parecer de plena libertad de movimiento y
podan visitarse mutuamente. En Eze. 8, 1; 14, 1; 20, 1, se hace mencin de las visitas
de los ancianos (al parecer jefes de las colonias destinadas a los judos) a Ezequiel,
que se destinaban a la discusin de cuestiones importantes, en su mayora seguramente
de carcter tico-religioso, lo que hace suponer que Ezequiel disfrutaba de amplia
admiracin de sus compatriotas aunque les hiciera reproches con frecuencia (como en
12, 1-11) o rechazase severamente los planes que le expusieran (como en 20, 1-44). De
hecho Ezequiel tuvo gran importancia en la historia del judasmo. Influy decisivamente
en la conservacin de una religiosidad tica independiente del templo y de los
sacrificios y en la reorganizacin del culto para la deseada nueva era.
Hacia finales de la primera mitad del siglo VI se multiplicaron los sntomas que
anunciaban un cambio en la situacin poltica del Prximo Oriente debido a la derrota
de los asirios ante los medos y babilonios aliados (612), que haba reportado a stos la
supremaca sobre Siria y Palestina, y sobre todo a la intervencin de Ciro II (559-529).
ste se rebel en 522 contra su soberano medo Astiages (585-550), ocup grandes
zonas del reino medo, derrot en 546 a Creso de Lidia y conquist su capital Sardes.
Estos triunfos del rey persa obligaron a las potencias que se vean amenazadas por l a
una alianza y a la defensa, sobre todo al faran Amasis y al rey de Babilonia Nabnido,
mientras que los judos exiliados y los sacerdotes de Marduk, sometidos por Nabnido,
esperaban obtener la libertad de Ciro. Entre los judos exiliados el ya mencionado
Deutero-Isaas dio forma potica a las esperanzas que haba provocado la aparicin de
Ciro. Anunci que Ciro destruira Babilonia y sus dioses y que permitira, como
enviado de Yahv, el retorno triunfal de los exiliados judos a su patria. Al grupo de los
exiliados que vivan en aptica resignacin le dio nuevos nimos, como hicieron
aquellos que haban difundido el proverbio de los agraces interpretando una parte de la
desgracia que haba cado sobre Israel, no como castigo por sus culpas, sino como una
pena llevada en nombre de otros, y empieza as su anunciacin.
B) Los arameos
En los comienzos del perodo de la historia de Aram que ahora nos ocupa
(745-538), que coincide con los primeros aos del reinado de Tiglatpileser III,
autntico fundador del imperio universal asirio, se sita el aplastamiento de la gran
rebelin antiasiria promovida por Sardur III, rey de Uraru (hacia 765-733) y,
relacionada con este acontecimiento, la destruccin de Arpad, a la que ya nos
referimos, as como la ya mencionada aparicin del usurpador Azriyau de Yadi. No
obstante, existen discrepancias en algunos aspectos en la interpretacin de las fuentes
disponibles, que son por un lado los relatos de Tiglatpileser y por otro la inscripcin
aramea (KAI, n. 215) que figura sobre una estatua levantada en 730 por Barrkib, rey
de Yadi, a su padre Panammuwa II, hijo de Barur. En la inscripcin de Barrkib no
aparece en absoluto el nombre de Azriyau. Slo se alude, y de manera poco precisa, a
un usurpador que destron a Barur y organiz una terrible matanza de miembros de su
familia, pero que luego fue eliminado por Tiglatpileser y sustituido por el legtimo
heredero del trono, Panammuwa II. En cuanto al jefe de la gran coalicin siria[53]
dirigida contra Tiglatpileser, que no tardara en ser derrotada por ste, quien segn
Tiglatpileser fue Azriyau de Yadi, se discute desde hace ms de un siglo si se trata
del rey judo Azaras u Ozas (773-735) o del usurpador procedente del estado de
Yadi-Samal, en Siria del Norte. Los argumentos en favor de cada una de las teoras
no caben aqu. Nos limitaremos a sealar que lo ms probable es que el personaje de
Azriyau mencionado por Tiglatpileser fuera el usurpador que se hizo con el poder en la
ciudad de Yadi y que las frases que aqu nos interesan de la inscripcin de la estatua
erigida por Barrkib a su padre Panammuwa II adquieren mayor significado si las
referimos a la revolucin brutal del aventurero Azriyau.
La derrota de la gran coalicin de estados sirios dirigida por Azriyau contra la
dominacin de Asiria tuvo como consecuencia el que algunos de ellos quedasen
integrados en el reino asirio como provincias y que numerosos estados conservaran una
cierta independencia, pero tuvieran que pagar un fuerte tributo. Entonces fueron
integrados en Asiria diecinueve territorios dependientes de amath, despus de haber
sido deportada una gran parte de su poblacin, mientras que el propio amath segua
independiente bajo el rey Eniel hasta ser destruido definitivamente en 720, como ahora
veremos, por Sargn II (722-705), como represalia por un nuevo intento de
levantamiento. Entre los reyes que pagaron tributo entonces a Tiglatpileser figuran entre
otros Rezin de Damasco, Pisiris de Karkemish y Panammuwa II de Samal.
Sin embargo, estos reyes, igual que otros muchos, slo pudieron disfrutar poco
tiempo de su relativa independencia. De Damasco ya vimos que fue anexionada en 734
por los asirios, y tambin queda dicho que en aquella ocasin Israel perdi la mitad de
su territorio, convertida en cuatro provincias asirias, y que doce aos ms tarde sufri
la misma suerte lo que haba quedado del estado. Karkemish perdi su independencia
con la muerte de su ltimo rey, Pisiris (745-717). En amath un usurpador llamado
Ilubidi o Yaubidi moviliz en 720 una coalicin antiasiria, aprovechando el resurgir
de movimientos de independencia en algunos estados ya anexionados haca tiempo a
Asiria, entre ellos Arpad, Damasco y Samaria, que confiaban en la ayuda prometida por
Egipto. No pudo mantenerse, sin embargo, en su fortaleza de Qarqar y cay en manos de
Sargn II (722 y 705), sufriendo toda clase de humillaciones. Tambin Samal, cuyos
dos ltimos reyes, Panammuwa II (743-732) y Barrkib (732-720), se haban mantenido
fieles a Asiria, parecen haber perdido hacia 720 su independencia, convirtindose en
provincia asiria. Cabe suponer que tampoco Samal pudiera resistir a la tentacin de
abandonar a Asiria y que sta reaccionase con la anexin de este estado. Un smbolo
impresionante del dominio asirio sobre Samal lo constituye la estela de doleritas[54]
(basalto) de 3,22 metros, erigida all medio siglo ms tarde por Asarhaddn (681-669)
que le representa a l y a dos de sus enemigos vencidos, Abdimilkutti de Sidn o Baal
de Tiro y el hijo de Taharqa de Etiopa; en ella Asarhaddn, representado en un tamao
gigantesco, sujeta a sus diminutos contrarios por dos cuerdas que atraviesan sus
narices. Tambin Azitawaddiya (Karatepe) parece haber perdido su independencia
hacia 710, sin que sepamos la causa.
C) Los fenicios
Con Tiglatpileser, que sin duda emple unos mtodos ms drsticos y brutales que
sus predecesores para la consolidacin de su reino, las ciudades fenicias tambin
sufrieron el peso del yugo asirio con mayor fuerza que antes. Junto con otras partes de
Siria, convirti el valle del Eleutheros (Nar el-Kebr) y la franja costera situada al
norte de ste en provincia asiria; solamente Arvad conserv al menos su relativa
libertad. Las ciudades situadas al sur del Eleutheros, en particular Biblos y Tiro,
recibieron igual trato que Arvad, teniendo que pagar nicamente un tributo. Sargn II
(722-705) arrebat a Tiro sus colonias de Chipre, entre ellas Kition, y erigi en Chipre,
hacia 707, una estela de basalto con su imagen, cuya inscripcin conmemora con
orgullo su conquista de Chipre (AOB, n. 135; AOT, pg. 350, ANET, pg. 284).
Senaquerib (705-681), pese a fracasar en su intento de apoderarse de Tiro, logr
arrebatarle una parte de sus posesiones en el continente, debilitndola
considerablemente, lo que provoc que Cartago se deshiciera cada vez ms de la tutela
de su metrpoli y asumiese un papel de capital de las ciudades fenicio-pnicas.
Senaquerib pudo asimismo someter a las restantes ciudades fenicias. En Sidn, cuyo
rey Luli o Eluleo haba huido ante el avance de los asirios a una isla del Mediterrneo,
probablemente a Chipre, impuso Senaquerib a un rey llamado Ethbaal. Para
Asarhaddn (681-669) y Asurbanipal (669-626), que haban extendido su reino hasta
Egipto, tena capital importancia que se mantuvieran tranquilas las ciudades fenicias
situadas en la ruta de Asiria a Egipto. Por esta razn tenan que tomar medidas
draconianas cuando se rebelaban. As, Asarhaddn hizo pagar un intento de
levantamiento de Abdimilkutti de Sidn en 677 con la muerte de ste y la destruccin
total de la ciudad, construyendo en su lugar una nueva ciudad asiria llamada fortaleza
de Asarhaddn. Tiro, cuyo rey Baal no tard en rendir pleitesa al victorioso rey
asirio, se aprovech de la catstrofe de Sidn para quedarse con partes de su territorio.
Unos aos ms tarde (671) Baal cedi a la tentacin de participar en una coalicin de
prncipes sirio-palestinos, apoyada por Taharqa, contra Asiria y tuvo que permitir, al
ser sofocado el levantamiento, que se convirtieran todas sus posesiones del continente
en provincia asiria, comprometindose en un pacto a reconocer la autoridad de un
gobernador asirio que se le impuso como adjunto. Baal se rebel, a pesar de este
tratado[55], contra el sucesor de Asarhaddn, Asurbanipal, y tuvo que pagar un alto
precio. Tambin logr Asurbanipal quebrar la resistencia de la fortaleza islea de
Arvad.
Las ltimas dcadas del siglo VII, que vieron la decadencia y la cada de Asiria,
deben haber supuesto un cierto alivio para las ciudades fenicias y haberles permitido la
recuperacin de una u otra posicin importante. Pero cuando Nabucodonosor fue
proclamado en 605 rey del imperio babilnico, surgido en lugar del asirio, y empez a
reclamar derechos sobre Siria-Palestina, se vieron las ciudades fenicias amenazadas de
nuevo en su autonoma, lo que reaviv sus tendencias a unirse con otros estados sirio-
palestinos tambin amenazados. Ya vimos que entre stos destacaba Jud y que los
profetas Jeremas y Ezequiel desaconsejaban a los reyes judos la participacin en
estas coaliciones y dirigan amenazas contra ciudades fenicias, sobre todo contra Tiro.
La resistencia contra Nabucodonosor estaba animada entonces por Tiro y su rey
Ethbaal II; por lo tanto, poco despus de la toma de Jerusaln (587) inici
Nabucodonosor el sitio de Tiro, pero tuvo que desistir despus de trece aos
infructuosos[56] (Ezequiel 29, 17-21) y lleg a un acuerdo con la ciudad por el cual
Ethbaal y su casa renunciaban al trono, pero Tiro segua siendo un reino. Como se han
conservado para los dos primeros tercios del siglo VI los anales de Tiro, de los que ya
tratamos anteriormente, conocemos a los reyes y regentes que reinaron all entre 590 y
530. Como sucesor de Ethbaal figura Baal. Por lo dems hay que mencionar an dos
noticias sobre la historia de Fenicia en el siglo VI. La primera es la enumeracin de 565
de los reyes de Tiro, Gaza, Sidn, Arvad, Asdod y Mir que apareci en una lista de la
corte de Nabucodonosor (605-562)[57] descubierta en unas excavaciones alemanas en
Babilonia y que demuestra que, como en alguna que otra ciudad filistea reinaban
tambin monarcas en diversas ciudades fenicias. La segunda es un dato de los anales
conservado por Josefo (Contra Apionem, I, 21, 154 a 158) segn el cual los tirios
recogieron en el ao 562 o ms tarde a un deportado llamado Merbalo, miembro de una
dinasta anterior, probablemente la de Ethbaal II, al que proclamaron rey. Ello slo era
posible con el acuerdo del sucesor de Nabucodonosor, Evilmerodac, y puede por tanto
situarse junto al perdn que otorg este rey a Joaqun, segn vimos anteriormente. Del
ltimo cuarto de siglo de la dominacin babilnica en Siria-Palestina no existen casi
noticias que se refieran a Fenicia. El paso del poder de los babilonios a los persas fue
aceptado al parecer tranquilamente por las ciudades fenicias, entonces integradas en la
quinta satrapa del reino persa. Con esto coincide la proclamacin de Hiram, hermano
de Merbalo, como rey de Tiro en el 552; ocup el trono hasta el 532, debido sin duda a
que reconoci la soberana de los persas, que a su vez le toleraron.
4. Arabia.
Observando Arabia desde el sur es como mejor se advierte lo grande que es el pas
y tambin lo desolado que est. La pennsula asciende gradualmente desde la depresin
del ufrates y la costa del Golfo Prsico hasta alcanzar en el interior los 900 m de
altitud y en la frontera de Arabia occidental (el-ijz)[1] ms de 1000 m. Al sur de La
Meca la cordillera litoral forma un importante macizo cuyas estribaciones se prolongan
hacia el mar Rojo y el desierto y que alcanza en Arabia del Sur (el-Yemen) cerca de
4000 m de altura. Por el este desciende sobre un altiplano cuyo lmite montaoso
desemboca en un inmenso desierto de arena, por el sur limita con otro menor. El
desierto septentrional est unido, por medio de franjas de arena que discurren paralelas
al Golfo Prsico, con el desierto de Arabia del Norte. Por el oeste se extienden
desiertos volcnicos (en rabe harra), aproximadamente paralelos a las montaas del
litoral y que en algunos lugares les comprenden. Comienzan en realidad ya en Damasco.
Uno de ellos, arrat Khaibar, recibe su nombre de un lugar en donde brotaron fuentes
que convirtieron la lava en tierra frtil. Toda la Arabia interior tiene lluvia de invierno,
cuando llega a producirse, desde diciembre hasta febrero. Arabia del Sur, cuyo lmite
norte pasa por Nagrn, tiene sin embargo dos perodos de lluvias, de marzo a abril y de
julio a septiembre. Adems haba en ella ms tierra frtil que en el interior: por
ejemplo, la llanura aluvial del sur de Nagrn, donde habitaban los mineos (en rabe del
sur: Man) y la altiplanicie, que perteneca a los sabeos (Saba), pero tambin los
amplios valles en los que se formaban ros durante las lluvias, el Uadi Nagrn, el Uadi
Baian que, procedente del sur se pierde en el pequeo desierto prximo a Timna, y el
Uadi aramt, con sus valles transversales, que discurre paralelo al Ocano Indico.
Hay por lo tanto una desigualdad natural entre las economas y, por ello, tambin entre
las culturas del sur y del norte. Sin embargo, existan importantes oasis y agua
abundante cerca de la actual capital de Arabia y, en menor cuanta, tambin en Arabia
occidental, por ejemplo en Medina, y ms al norte en un valle alargado llamado en el
Antiguo Oriente Dedn y posteriormente al-Ula (nombre que ha conservado a
diferencia del de Uadi-l-qura[2] que tena al principio de la poca islmica). Por lo
dems en el norte existan escasas colonias permanentes y pocas fuentes. El mar Rojo
presentaba dificultades para la navegacin, como las tormentas y los arrecifes de coral
del norte y los vientos cambiantes del sur. Los rabes lo cruzaron probablemente, a
bordo de embarcaciones primitivas, pero no navegaron ni hacia el norte ni hacia el sur.
En la costa suroriental destaca la pequea regin de Dofar y su puerto, pues all creca
y sigue creciendo el incienso. Donde una baha se adentra profundamente en la costa
rabe del golfo Prsico existe un archipilago llamado el-Barain desde la alta Edad
Media y cuya isla principal, llamada en la antigedad Tilmun, fue desde tiempo atrs un
centro importante de la pesca de perlas y posey muy pronto una cultura propia que
irradi sobre la costa situada en frente. En el norte incluimos el desierto sirio[3], ya que
la tierra de los rabes llegaba, en la poca que trata este captulo, hasta las cordilleras
que discurren desde umer, cerca de Damasco, hasta el ufrates por el noreste. Los
rabes eran llamados por los asirios y los babilonios aribi, arubu y arabu (arab
aparece en la Biblia por primera vez en Jer. 25, 24, hacia el ao 600), voces cuyas
terminaciones i, u, no pertenecen a la raz del nombre. No se sabe con certeza si la
palabra era en un principio el nombre de un pas, como en el Antiguo Testamento, o si
se refera slo a una pequea parte de la nacin. La tierra de estos rabes limitaba al
suroeste, segn la concepcin de finales del siglo VI, con una lnea
Dedn-Taima-Adumatu/Duma, que constitua, a juzgar por los vestigios lingsticos,
aproximadamente la frontera meridional de sus predecesores los arameos[4]. El nombre
de Arabia no fue, por tanto, empleado por los babilonios para denominar la pennsula, y
no porque la desconociesen, sino por motivos de tradicin.
Fig. 5. Arabia
En el ao 853 Gindib[5] se dirigi con mil camellos, junto a muchos otros prncipes
sirios aliados como l del rey de Damasco, hacia el norte para enfrentarse en ama
contra Salmanasar III de Asiria[6]. Tom parte en la batalla de Qarqar (a orillas del
Orontes, al noroeste de ama y al sur de Jisr el-Shugur) de resultado indeciso. Slo
cien aos ms tarde, tras la derrota de Siria y las primeras campaas de
Tiglatpileser III (745-727) aparece el pas y el pueblo de los aribi. En una crnica
sobre el tributo que aportan los soberanos de Asia Menor a Egipto se menciona tambin
a una reina de Arabia. Despus de 736 huy a Bzu, en Arabia oriental, una segunda
reina que haba roto su juramento de vasallaje, despus de haber perdido una batalla y
haber sufrido enormes prdidas: seres humanos y ganado, sus propias riquezas y las de
sus dioses. Como no encontr all ayuda alguna volvi y se someti. Alarmados o
temiendo por sus relaciones comerciales ofrecieron el pago de tributo siete ciudades y
tribus del lejano Oriente: Masa, Taima, Saba, Gaifa, Idibil (?)[7] y otras. Masa se
refera a la tierra o al pueblo, a la ciudad o a la tribu, segn las versiones. Saba, sin
embargo, designaba el pas y el pueblo. Como tributo figuran en una de las fuentes,
adems de camellos, plantas aromticas para sahumerios y especias, o sea, productos
que tomaban los jefes de las tribus y de los oasis a las caravanas procedentes de Arabia
del Sur a manera de impuesto de trnsito. En otra fuente se habla adems de oro y plata.
Sargn II (722-705) se jacta de haber castigado duramente, infligindoles una grave
derrota, a cuatro tribus salvajes del desierto nunca sometidas y de haber instalado a los
prisioneros supervivientes en Samaria. Sin duda exagera el rey en su relato, ya que dos
de aqullas haban sido sometidas ya por su padre y una tercera, Tamud, tena an una
larga historia por delante.
Bajo Senaquerib (705-681) tenemos nuevas noticias sobre los aribi. Por primera
vez aparecen en tropas auxiliares al servicio de Babilonia, al mando del hermano de la
reina Iatie o Yai. Tambin hace su aparicin entonces un rey de los rabes, azael[8],
que era al mismo tiempo rey de los qidri, los cedar bblicos. Senaquerib atac por
sorpresa a los rabes, la reina Teelunu, con la que tambin se encontraba azael,
huy con l a Adumatu/Duma. La fortaleza fue sitiada y cay. La mujer de azael, la
reina Iskallatu, fue hecha prisionera, las estatuas de sus dioses fueron llevadas a
Nnive. Bajo Asarhaddn (680-669) obtuvo azael en Nnive la devolucin de sus
dioses. Nombr a Tabua, que haba sido criada en mi palacio, reina (junto a azael)
de los rabes; con sus dioses les envi a su tierra, dice Asarhaddn. Sin embargo,
segn su hijo Asurbanipal, la sacerdotisa de Dilbat, Teelunu, entreg a azael a
Senaquerib Asarhaddn le volvi al trono. Teelunu acompa voluntariamente a
los vencedores. azael alcanz la devolucin de su diosa y as antes y hasta el
final. Esta versin, detrs de la cual hay que ver a Teelunu, trata de hacer justicia a la
gran diosa Atarsamain (Ishtar-Dilbat), que falta en la lista de los dioses restituidos, y
de destacar al principio la participacin de Teelunu en la cada de Duma. Algo de
este relato quiz sea verdad: Duma cay porque se pas al enemigo; pero nada ms,
porque cuando se hizo prisionero al rey azael, no se dio noticia de que hubiera sido
capturada la reina (Iskallatu).
A la muerte de azael fue proclamado rey su hijo Iata o Yaa (que desde su
segundo levantamiento era llamado Uaate o Watig e Iauta o Yautag pcaro); el primer
nombre lo llev tambin su to; su tributo fue aumentado en diez minas de oro, 100
piedras preciosas escogidas, 50 camellos y 100 sacos de cuero con plantas aromticas.
Algunos aos ms tarde Uabu o Wahb organiz un levantamiento en toda Arabia contra
l que fue sofocado con la ayuda de tropas asirias. Sin embargo, tambin Yaa se alz
contra Asarhaddn y tuvo que huir. De nuevo se llevaron los dioses a Nnive. Bajo
Asurbanipal (688-633) los recobr y se mantuvo tranquilo algunos aos. Al empeorar
las relaciones entre Asurbanipal y su hermano, que aqul haba hecho rey de Babilonia,
se pas Uaate-Yaa a las filas del segundo, a pesar de las victorias de Asurbanipal en
el oeste; sin duda su nuevo soberano estaba aliado con Elam. Envi a sus tropas a
Babilonia, al mando de otro jefe de los cedar, Abiiate o Abiyai, y del hermano de
ste. Entonces reuni a todos los rabes y destruy los territorios de los vasallos
asirios del oeste desde ama a Edom, probablemente para moverles a sublevarse
contra Asurbanipal. Pero los aribi fueron derrotados en todas partes; tambin en el
paso de Yabrud, al noreste de Damasco, por el que haban penetrado en Siria desde la
estepa. Uaate huy hasta Nabayat.
He aqu ante nuestros ojos un nuevo pas rabe, el bblico Nabayat. Estaba situado
probablemente cerca de Tebuk (164 kilmetros al noroeste de Taima)[9], en una regin
donde se cruzaban muchos caminos. Esto queda ilustrado por el relato que un oficial
babilnico dirige a la cancillera real asiria. A la pregunta: Qu sabis de nuevo
sobre los rabes?, contesta: Cuando parti la caravana de Nabayat fue asaltada
por de la tribu massa, y fueron asesinados o hechos prisioneros los acompaantes.
Slo uno pudo salvarse[10]. Volvamos a nuestro tema: Natnu, rey de Nabayat, tema
dificultades con los asirios por haber acogido al refugiado y por esta razn se
proclam, despus de largas negociaciones, vasallo de Asurbanipal. Tambin debe
haber negado a Uaate el asilo, ya que ste apareci ms tarde en la corte y fue
cruelmente castigado. Mientras tanto se haba rebelado Ammuladi, rey de los cedar,
continuando los ataques contra los pases del oeste. Pero fue derrotado por el rey de
Moab y hecho prisionero posteriormente. Adiya, esposa de Uaate y reina de Arabia,
cay asimismo en manos de Asurbanipal. Tambin entre tanto haban sido aniquiladas
las tropas auxiliares rabes delante de Babilonia; Abiiate y su hermano, sin embargo,
haban logrado ponerse a salvo. Aqul se present voluntario ante Asurbanipal y fue
nombrado rey de Arabia en lugar de Uaate, hijo de azael. No tard mucho este
ltimo en rebelarse y en obtener, despus de muchas vacilaciones, ayuda de Natnu, y en
aliarse incluso con su to Uaate, hijo de azael, llamado Uaate hijo de Bir-Dadda,
que se haba proclamado rey de Arabia despus de la huida de su sobrino. Por ltimo
hall un cuarto aliado en cierta comunidad religiosa de la diosa Atarsamain. Los rabes
acampaban, en su mayora con mujeres, hijos y rebaos, al pie de la cordillera que
empieza cerca de Damasco y se dirige al noroeste hacia el ufrates. Asurbanipal
abandon el 25 de junio (?) la margen derecha del ufrates, aproximadamente cerca de
Balis, dirigindose hacia el sur por la estepa, que estaba sin vida en verano, y por las
montaas. Al suroeste de Yarki/Erek dio con los campamentos de Nabayat y de los
seguidores de Atarsamain cuyas tropas huyeron tras breve combate y no pudieron ser
alcanzadas a pesar de una larga persecucin. En el avance que sigui hacia el suroeste
fueron cercados otros fieles de Atarsamain as como los cedar que mandaba Uaate hijo
de Bir-Dadda. El rey y sus guerreros lograron escapar, pero su familia, las de sus
hombres y sus rebaos fueron llevados a Damasco. El tres de agosto Asurbanipal parti
de all y alcanz al contingente principal de las fuerzas rabes, los cedar de Abiiate,
en Khulkhuliti/Khalkhala, en el borde oriental del Ledjah; los derrot, hizo prisionero a
Abiiate y persigui a los cedar, hacindoles retroceder sobre el borde escarpado de
aquel territorio de lava[11], ocupando los pozos de alrededor y obligando a los cedar a
rendirse acosados por la sed. Se llev a Asiria una enorme cantidad de esclavos y
ganado. Finalmente tambin apareci Uaate, el hijo de Bir-Dadda, en un santuario de
la tierra de los cedar, despus de que Natnu hubiera rechazado su demanda de ayuda y
se hubieran sublevado sus tropas. Fue humillado y torturado, como los dems reyes
capturados, y su hijo proclamado rey de Arabia. Ms adelante derrotara
Nabucodonosor (605-562) a los cedar (Jer. 49, 28; ms datos en la HISTORIA UNIVERSAL
SIGLO XXI, volumen 5, captulo 20).
Los relatos blicos de Tiglatpileser y de Asurbanipal estn ilustrados por
relieves[12]. Estos brindan una buena visin de la vida de los rabes. Entre otras cosas
vemos que las tropas mencionadas en los relatos eran un cuerpo de camelleros,
inspirado en parte en la caballera y en los guerreros de los carros de combate[13].
Pero lo que distingua a la sociedad rabe de las otras de aquel tiempo era la autocracia
de las reinas; incluso cuando se convertan en esposas de reyes conservaban no slo el
ttulo, sino tambin los derechos del soberano, como en el caso de Adiya[14]. En la
religin se impusieron influencias extranjeras. Atarsamain, la estrella del alba, Venus,
no era el producto de una mezcla solamente en el aspecto lingstico; es probable que
esta divinidad no se convirtiese en diosa hasta la penetracin de la teologa
mesopotmica. Teelunu no slo es llamada qumirta (sacerdotisa en arameo), sino
tambin apkallatu (sabia, en acadio), que quiere decir precisamente teloga. En todo
caso la divinidad Atarsamain (Atar es la forma rabe de Atar), que se adoraba ms
tarde en Arabia occidental era masculina[15]. Entre los restantes dioses slo se descubre
uno rabe autctono: Ruldayu[16]/Ruay (o Rudau?).
Consideremos ahora Arabia oriental, donde en 676 Asarhaddn conquist Bzu. La
campaa iba probablemente dirigida contra la isla de Tilmun, como se desprende de
una declaracin del rey. Pero como Asarhaddn no dispona en el golfo Prsico de una
flota de vasallos, tena que intimidar al rey de Tilmun sembrando el terror en el
continente vecino. Por ello hizo asesinar all a siete reyes y una reina. Slo uno se salv
presentndose en Nnive, donde recibi en feudo la ciudad de Bzu (entre los nombres
de los reyes figuran dos rabes: Akbar y bis, tambin alguno que otro de los nombres
de ciudades se podra identificar tal vez con posteriores nombres rabes). El rey
exagera mucho las dificultades de los caminos: He recorrido 120 bru (leguas dobles)
de extensiones de arena, una comarca cuyo mbito est tan lleno de serpientes y
escorpiones como podra estarlo de hormigas. Los 120 bru provienen de la divisin
en provincias de Sargn II; representan la distancia desde el ufrates hasta Melukhkha
(incorrectamente identificada con Bzu). Lo de cubrir la tierra como hormigas debe
atribuirse a la fantasa real. Pero que Bzu fuera una tierra de sal, segn se afirma antes
de este pasaje, ha sido confirmado por Eratstenes. Tambin hay algo de verdad
respecto a la regin de arenas. Como para la palabra arena no figura el trmino
corriente sino el que designa a la arena fangosa, se entiende que alude a la Sabkha[17]
situada delante del actual el-Qaf. No ha habido en cambio manera de identificar las
montaas de Khazu/azw que pretende haber pasado el rey.
Veamos ahora algo de Arabia occidental. Partimos de la estancia del rey Nabnido
de Babilonia en Taima, ya que las inscripciones del rey, y otras que se refieren a este
extrao acontecimiento, contienen una informacin geogrfico-histrica muy superior a
la que sobre Arabia occidental nos proporciona el Antiguo Testamento. En arrat
Khaibar, el desierto mencionado anteriormente, nos dan a conocer tres oasis que an
existen hoy, aunque slo uno de ellos, Khaibar, ha conservado su nombre[18]. Igualmente
aparece aqu por primera vez Yarib: as se llamaba an casi mil doscientos aos ms
tarde al-Medina, cuando el profeta Mahoma fund all la primera comunidad del Islam,
ya que Yathrib vuelve a aparecer en el Corn. Nada se dice acerca de la poblacin de
esta tierra en tiempos de la ocupacin babilnica. Sin duda habr que entender este
silencio en el sentido de que perdi su identidad cuando qued sometida al rey. No
obstante, en un mensaje de paz se menciona, junto a otros pases extranjeros[19], la
tierra de los aribi. La paz no parece haber sido demasiado efectiva. Gentes de la
tierra de los rabes saquearon una caravana (o un oasis), pero pronto fueron
derrotados. La estancia de Nabnido en Taima tuvo amplia repercusin: son testimonio
de ello la imagen del dios alm en la estela de Taima a la que se alude en la
HISTORIA UNIVERSAL SIGLO XXI, tomo 5, captulo 20, y una inscripcin grabada en una
roca, cerca de Taima, que trata de un objeto que haba bendecido el rey de
Babilonia[20]. Un tercer testimonio es hipottico: de toda Arabia del Sur slo en
aramt lleva el dios de la luna el nombre de Sin. Adems, frente a lo que sucede en
la ortografa sudarbiga en este nombre, se expresa la larga en la escritura. Es
posible que estos hechos tengan su origen en la propaganda realizada por Nabnido en
favor de su dios? Solamente tena posibilidades de xito en aramt, que, a diferencia
de los pases vecinos, no haba desarrollado an una cultura propia. Para ello no
necesitaba enviar misioneros a aramt, pues le bastaba dirigirse a los hombres que
conducan las caravanas hacia el norte. Ms adelante encontraremos un ejemplo,
posterior en una generacin, de estas relaciones comerciales de los hadrames.
Es difcil narrar la historia sudarbiga porque no existe acuerdo sobre cundo
empieza ni sobre el grado de antigedad de sus testimonios (inscripciones,
construcciones y otros monumentos). El nmero de inscripciones es muy grande, y cada
vez se descubren ms. Sin embargo, stas no comprenden todos los acontecimientos
importantes, e ignoramos lo referente a los monarcas de todas las dinastas anteriores.
Esto se debe, en parte, a que muchas piedras con inscripciones se han utilizado y se
utilizan an en la construccin. Adems son pocas las excavaciones que se han llevado
a cabo, en comparacin con la enorme cantidad de ruinas. En 1928 descubrieron
C. Rathjens y H. von Wissmann un templo de poca relativamente reciente en uqqa,
cerca de ana (que sera despus y es hoy capital del Yemen), y en 1937-38 tres
investigadores ingleses hallaron otro ms antiguo en un valle transversal de aramt
cerca de el-ureia[21]. Las expediciones americanas de 1950-52 hallaron numerosos
vestigios en Timna, capital de Qatabn, en Marib, capital de Saba, y en Dofar[22],
pero tuvieron que suspenderse antes de tiempo, salvo en la ltima localidad.
Los diferentes pareceres sobre la edad de las inscripciones dependen de la postura
adoptada en cuanto a la fecha de introduccin y la procedencia de la escritura. Para
responder a esta cuestin tenemos que sealar ante todo que en Arabia existan dos
tipos antiguos de escritura, uno del norte y otro del sur. Ambos proceden indirectamente
de una escritura fenicia y presentan semejanzas con los caracteres rnicos. Nosotros
denominamos al primer tipo prerabigo, porque no se us para escribir en rabe sino
en otras lenguas. Figura en diez inscripciones, en su mayora sobre fragmentos de barro
cocido, y en sellos cuyos lugares de hallazgo se extienden desde Ur en Caldea hasta
Taima y desde aurn hasta Ddan y que datan aproximadamente de entre 700 y 450
a. C.[23]. La importancia de esta escritura para la historia y cultura de Arabia reside en
su relacin con los dos nuevos tipos que surgieron en el siglo V, primero el dednico y
luego el tamdico que, aparte del mal inventado nombre, no tiene nada que ver, a no
ser en poca mucho ms tarda, con la tribu mencionada en pginas anteriores.
Mlle. J. Pirenne, por lo que hace a la nueva forma de la escritura sudarbiga, no a
su origen, ha llegado a la conclusin de que el estilo de la escritura monumental
sudarbiga que aparece en los textos ms antiguos conocidos hasta ahora est influido
por el estilo de la escritura griega[24]. Pero esta conclusin es indemostrable[25]. Por
desgracia no se sabe casi nada de la escritura que se realiz en material perecedero,
antes que se tomara la decisin de plasmarla, bajo su nueva forma, sobre murallas,
altares y estelas.
Por otro lado es curioso que algunas letras de la escritura prearbiga hayan pasado
a los primeros estadios de la sudarbiga[26]. Penetraron entonces procedentes de la
otra escritura o son restos de la propia primitiva, que en tal caso tendra su origen en
aqulla? El problema de la procedencia de la escritura monumental sudarbiga est
todava por resolver. Por el contrario, la cuestin de la edad de las inscripciones ha
quedado ampliamente aclarada con la obra de J. Pirenne[27]. Tiene que reducirse cerca
de trescientos aos con respecto a la ltima datacin, que la situaba hacia el 800. Sin
embargo podemos establecer el comienzo, por razones histricas, en el ao 525 y no
hacia 485, fecha a que nos obliga la teora de la influencia griega.
Los antecesores de los pueblos de habla minica, qataban y hadram inmigraron en
el segundo milenio procedentes del noreste (su lengua tiene importantes puntos de
contacto con el acadio), tal vez como comerciantes, seguidos paulatinamente por sus
familias, asimilando la escasa poblacin indgena o reducindola a la esclavitud. Los
sabeos llegaron ms tarde, probablemente en son de guerra, del noroeste (su dialecto
coincide en ciertos aspectos con el cananeo), ocuparon la meseta y se establecieron
entre Man y Qatabn. Hasta aqu nos basamos slo en suposiciones. Nuestros
conocimientos comienzan con tres noticias procedentes de inscripciones reales asirias.
La primera ya la conocemos; a juzgar por ella no parece que los asirios hubiesen
conocido mayores detalles acerca de Saba. Tambin parece que los sabeos trataron de
establecer buenas relaciones con la gran potencia del norte que dominaba Siria, ya que
Yiiamar, que ofreci como tributo a Sargn II (722-705) toda clase de perfumes,
tiene un nombre real. Finalmente entablaron ambos pases una relacin amistosa.
Senaquerib (705-681) describe con orgullo el tesoro que le haba enviado Karibil, rey
de Saba, con motivo de la colocacin de la primera piedra del templo de la fiesta de
ao nuevo. Las noticias bblicas concluyen antes de 571, con Ez. 27, 22, donde se
presenta a los comerciantes de Saba (y Ragma) llevando al mercado de Tiro
blsamo, piedras preciosas y oro, lo mismo que, segn la leyenda, llev la reina de
Saba a Salomn.
Los relatos indgenas comienzan con las noticias de las victorias de Karibil Watar
que someti, aproximadamente entre 510 y 490, Arabia del Sur, desde Nagrn hasta el
ocano Indico. Sin embargo no se llama rey sino mkrb, lo que, segn el equivalente
rabe posterior makram o mukarram[28] significa noble (y, sin embargo, llega a
mencionar al ltimo rey cuya poltica dbil consigui corregir). Junto a Karibil Watar
y su hermano se hallan tres hombres[29] que ostentan, como sus sucesores, el ttulo de
makrab (adoptamos esta forma siguiendo a J. H. Mordtmann). Por consiguiente se
puede suponer que Karibil Watar suprimi violentamente la monarqua con la ayuda de
algunos de estos hombres, pese a lo cual ms tarde surgira de los makrab una nueva
casa real cuyos miembros conservaron el nombre de aqullos, lo que significa que
retrotraan su legitimidad hasta ellos. De hecho nos encontramos con los nombres de
Karibil y Yiiamar antes del perodo de los makrab, en que reaparecen como hemos
visto. Tal vez pueda deducirse de ello que Karibil Watar y sus seguidores no
pertenecan a las lneas sucesorias legtimas de la casa real. Es curioso que estos
prncipes se llamasen a s mismos makrab mientras que sus sbditos no les daban ese
ttulo: ello hace suponer un carcter revolucionario al golpe de estado del primer
makrab.
Durante el reinado de Karibil Watar se fund una colonia sabea en la costa oriental
de frica. Nada se sabe acerca de las circunstancias de su fundacin, que
probablemente tuvo algo que ver con la revolucin. All surgi una segunda Saba con
lo que se inician los acontecimientos que culminan en la instauracin del imperio de
Etiopa, en lo que antes se llamaba Abisinia. En Qatabn y en aramt reinaron al
mismo tiempo que el primer makrab otros reyes, aunque no se les concedi este ttulo,
como se ver ms adelante. La dinasta de Qatabn era de origen sabeo. Man era una
liga de ciudades. Tambin exista al suroeste de aramt el reino de Ausan, adems
de otros reinos y de una serie de territorios cuyo sistema poltico nos es desconocido.
Las bases de la economa de Arabia del Sur[30] entre el siglo VIII y el VI se pueden
determinar con bastante seguridad. El oro se obtena por medio del lavado de barro
aluvial y en minas; Halvy vio en 1870 restos de estas minas. Cobre haba en el mismo
pas, y el estao para la elaboracin del bronce proceda seguramente del
Mediterrneo. Tambin el hierro, es caso incluso en la Edad Media, se encontraba en
Arabia del Sur. An en la poca islmica era famoso el Yemen por sus yacimientos de
rubes, que figuraban, por tanto, entre las piedras preciosas que entregaban los
soberanos del norte de Arabia como tributo a los asirios y que llevaban al mercado de
Tiro los sabeos. Los valles de la pendiente occidental de la cordillera marginal, que
reciben mucha lluvia dos veces al ao (monzn) y en cuyos lmites medios se cultiva en
terrazas, parecen haber estado antes poblados de bosques[31]. An en el siglo III
empleaban los mineos gran cantidad de madera en fortalezas y otras construcciones. El
incienso provena de lejanas zonas orientales[32], la mirra de aramt y Ausan.
Tambin la balsamera creca en Arabia del Sur. Pero el blsamo slo es uno de los
mltiples productos aromticos que aparecen en las inscripciones: otro es el ldn
(ludano), usado para sahumerios y como medicamento. En el mismo pas se apreciaba
tanto el kostos[33], cierta raz aromtica, que Karibil Watar lo coloca en la relacin del
botn inmediatamente detrs del trofeo ms valioso, los tejedores deportados. Entre las
especias nombra Herdoto (III, 110 s.) la kassia, un sucedneo de la canela, y sta
misma, pero es vctima de un error o de un ardid comercial, ya que la canela era una
mercanca procedente de Ceiln. En las montaas predominaba el cultivo de lluvia, y se
practicaba la irrigacin artificial en la meseta, fuera de las escasas zonas dotadas de
arroyos y fuentes, y en los amplios valles. Esta irrigacin se llevaba a cabo por medio
de cisternas de diferentes formas, que se llenaban con norias, o por medio de presas
que distribuan las aguas torrenciales de las lluvias monznicas a travs de canales y
regueros. En Uadi Baian se ha calculado la fecha de estas construcciones (y con ello la
de una poblacin densa), estudiando los estratos de barro, hacia el ao 1050 (si esta
fecha es tal vez demasiado antigua, la real no sera, sin embargo, inferior a 900), y en
aramt el origen es an ms antiguo. Haba cultivos de mijo, trigo y vias, y en el
norte tambin camellos y asnos. La industria contaba con hilaturas y tejidos: para ello
requera el cultivo de plantas colorantes (slo se sabe que se cultivara el azafrn rabe,
wars) o la importacin de productos colorantes.
La importancia del comercio sudarbigo se deduce de todo lo dicho anteriormente.
De la envergadura y composicin del comercio de frica e India con destino al norte
no se puede decir con seguridad nada para el perodo anterior al ao 800. El comercio
requiere rutas adecuadas y pozos de agua permanentes. En algunas rutas existen o
existan fuentes antiqusimas practicadas en la roca y que llegaban hasta 70 m de
profundidad[34], como las del desierto arenoso de Yabrin y las del oasis abandonado de
Yabrin, al borde del gran desierto del sur. La ruta del incienso conduca, cruzando
Nagrn y pasando al este de la futura Meca, hasta Yarib/Medina y luego hasta el
Mediterrneo.
Fig. 6. Columna del templo de Risf.
aramt posea un paso directo a Nagrn que utilizaba cuando poda. La pequea
estatua del Peloponeso ( 530), que fue hallada en Uadi Gurdan/Jirdan, fue adquirida
seguramente por un hadram en Tiro[35]. El trfico de caravanas de la ruta del
incienso en Arabia del Sur requera un acuerdo entre los pases de sta o la
supremaca poltica de uno de ellos. Pasaba por las capitales de Shabwat, Marib y
Man, aunque el camino ms directo al norte no pasa en absoluto por Man. Es curioso
cmo todos estos lugares estaban orientados hacia las arenas del desierto. Tambin
llama la atencin que hubiera grandes templos a las puertas de estas ciudades: el
templo del dios nacional sabeo Almaqah a 3,5 kilmetros de Marib Ruf (Rif), el
templo de Atar u Qabi, a 800 m al este de Man (la columna representada en la
figura 6 pertenece al templo reconstruido en 330). En la tierra de los mineos alcanzaron
las ciudades su mayor desarrollo. All se encontraban en la llanura de el-Jauf, en el
lado de Man, dispuestas en cadena de este a oeste, cuatro ciudades: Harim,
Kamnh/Kamma, Nashq/es-Sauda, Nashan/el-Beia. En cada una de ellas reinaba un
rey, pero slo Harim conseguira ms adelante adquirir importancia poltica y una
cultura propia. Man fue edificada, al igual que las otras ciudades que acabamos de
nombrar, sobre una colina artificial, para defenderla de los torrentes que inundaban los
valles en caso de lluvias torrenciales. Yail/Baraqish, que se convertira ms tarde en
una fortaleza importante y que conserva hasta nuestros das esta funcin, est situada
sobre la cima de una montaa que domina la tierra de alrededor. Todas estas ciudades
existieron mucho antes de que cayeran sobre ellas las hordas de los primeros makrab
(Fakhry). Sin embargo, no sabemos cmo eran entonces y slo las conocemos, en el
mejor de los casos, bajo la nueva forma que se les dio en los siglos IV y III. Las
ciudades eran pequeas segn nuestro concepto: Man tena una extensin de 400 por
250 metros.
Con la proclamacin pblica de noticias personales y oficiales, con las conquistas
de Karibil Watar y las gigantescas construcciones de su sucesor, se inicia un nuevo
captulo de la civilizacin sudarbiga. Sus caractersticas ms destacadas en la
arquitectura es la introduccin de bloques rsticos en la construccin de murallas.
Atendiendo a diversas modificaciones tcnicas y estilsticas se pueden distinguir cuatro
etapas de la arquitectura (todava no delimitadas exactamente). Anteriormente, por lo
menos en el edificio principal del templo de Atar de Timna, se emplearon bloques
sin ningn tipo de adorno. Ms tarde se construy por este sistema la parte inferior del
templo de Sin de el-ureia. En el aspecto artstico tampoco poda competir aramt.
No conocemos obras de arte decorativas anteriores a 525: por esta razn, tenemos que
reproducir una posterior, que muestra qu forma tan elegante poda revestir una
representacin tradicional. Nos referimos a la columna aludida anteriormente, que
aparece en la figura 6. Tratemos de averiguar el sentido de los motivos que en ella
figuran. Parecen conducir del cielo a la tierra en seis zonas, pues los siete crculos
representan, como siempre en el antiguo Oriente, a las Plyades. El Capricornio, ibex,
es, como es sabido, un signo del Zodaco, pero en Arabia del Sur corresponde a Atar.
De acuerdo con la preeminencia de este dios, los diez capricornios ocupan la cumbre.
Las nueve puntas inferiores semejan espigas. Siguen nueve antlopes en descanso y
debajo de ellos nueve pares de culebras. Corresponderan a la diosa de la tierra, o
sea, a la tierra cultivada? Qu significa que las culebras no estn separadas de los
antlopes? Y qu significan las figuras cnicas que forman los cuernos de los
antlopes, sobre las cuales, separadas slo por una lnea, nacen las espigas? Estas
preguntas slo pueden contestarse si tenemos en cuenta las imgenes y los signos de un
antiguo calendario, basado en la observacin del orto y el ocaso helaco de los astros,
o sea, de su aparicin poco antes de la salida del sol (y de su desaparicin despus de
la puesta de ste). Fue descubierto en un pueblo sin escritura y se hallaba en uso no
slo en el antiguo Oriente y en toda la Antigedad, sino tambin entre los rabes
preislmicos, pueblo que haba perdido su escritura. La utilidad prctica de este
calendario estribaba en la posibilidad que ofreca de determinar las pocas de siembra
y cosecha. Claro que el calendario no explica la disposicin de los motivos sobre la
columna, sino slo las imgenes. En la parte superior no aparecen las Plyades, sino
siete anillos que se tocan y que obtienen forma plstica por medio de veintiocho
hendiduras (en el grabado arcos), signos del poder de Atar en el cielo. Los
capricornios de Atar, caminando hacia uno y otro lado, representan el curso de las
estrellas de la maana y de la noche. Espigas? No, puntas de flecha[36], smbolo de
Marduk de Babilonia, conocido y adoptado gracias a los sellos cilndricos. Los
antlopes sustituyen al ciervo, que no existe en Arabia: el ciervo celestial puede
aparecer con dos culebras colgando de los ollares. El ciervo, en este caso el antlope,
es el smbolo de la estrella de Casiopea[37]. Pero la pareja de serpientes no puede
significar otra cosa que dos seres mticos del cielo. Si est ms lejos del antlope que
de su antiguo prototipo el ciervo es sin duda porque ha cambiado el mito. Sin embargo
hay que destacar el aspecto astronmico del antlope-ciervo de modo que quede slo el
sentido mtico, sentido que nosotros no conocemos; solamente vemos que tambin estos
seres mticos[38] obedecen a Atar.
Tampoco existen datos directos sobre la cultura anterior al 525, salvo en materia de
derecho y de religin. Incluso las indirectas parecan faltar, por lo menos en cuanto a la
poesa. Pero eso era un error. En la cuarta lnea de una inscripcin minea en la que por
primera vez un comerciante rinde cuentas del trabajo realizado por l y su familia en
beneficio pblico (vase la HISTORIA UNIVERSAL SIGLO XXI, volumen 5, captulo 20), se
lee: Munada aibi wa-afn wa-ahaba marii u Namn, resina y tomillo oloroso,
oro aleado en du Namn. Aqu aparece el conocido parallelismus membrorum, de la
poesa del Antiguo Testamento, y tambin la rima, y no slo una secuencia rtmica de
palabras, sino tambin una medida del verso, aunque esto no se puede determinar con
certeza, ya que desconocemos la cantidad de las vocales terminales superpuestas. No
hay duda de que en la primera mitad de la lnea se trata de algo distinto que en la
segunda, pero no vamos a aburrir al lector con un estudio de los perfumes que all
aparecen. Se trata de ofrendas (en otro caso se ofrece oro rojo)[39]. Resulta extrao
encontrar en un documento versos que narran actos piadosos, pero debe tratarse del
pasaje de un himno.
La religin de los pueblos sudarbigos[40] fue evolucionando en el curso del tiempo
y el mundo de sus dioses aument. El contacto con el exterior y los cambios polticos y
sociales contribuyeron a ello. El aumento era en algunos casos autntico (damos un
ejemplo en la nota 43), y en otros slo aparente; espritus del agua, guardianes de las
fronteras celestiales e dolos domsticos ya se adoraban mucho antes de que surgiesen
en las inscripciones. Los elementos esenciales de esta religin se remontan ms all del
siglo VI. El mundo de los dioses era astral: el sol, la luna y las estrellas, pero en orden
inverso a ste. Las estrellas estaban representadas por Venus, estrella de la maana y de
la noche[41], que es masculina y se llama Atar. Ya la conocamos en el norte de Arabia
y por sus templos del sur. El dios lunar se llamaba en Saba, Almaqah, en Man, Wadd
(amistad), en Qatabn, Amm (hermano del padre), y tambin Anbay[42], y en aramt,
como ya sabe el lector, Sin y, adems, aul. El sol tiene gnero femenino. Atar era el
dios principal de los mineos, pero tambin en Saba y en Qatabn aparece tantas veces
delante de los dioses nacionales que sin duda debi considerrsele all igualmente dios
principal. Las divinidades se diferenciaban por sus lugares de aparicin, objetos o
templos con la partcula u, el de; por ejemplo, Atar u Yahriq[43]. No se las
representaba con imgenes sino con smbolos: maza, rayo y dos signos ms, de los que
uno, un rectngulo de lados curvos, pudiera representar un escudo. Tambin se las
representaba por medio de sus animales (antlope, macho cabro y toro). Se veneraba a
los dioses con sacrificios, holocaustos, incienso y libaciones. Se les peda toda clase
de deseos, se les peda ayuda para cualquier empresa y se les daba gracias con
sacrificios y todo tipo de ofrendas. Los dioses daban a conocer sus intenciones a travs
de los orculos. El dios se confunda con su templo, segn se deduce de muchas
formulaciones y ejemplos posteriores. Se exiga pureza ritual en la visita a los templos
y en las ceremonias (fiestas); las faltas contra este precepto se castigaban de diversas
maneras. Es discutible que la penitencia pblica (ver HISTORIA UNIVERSAL SIGLO XXI,
volumen 5, captulo 20) existiese antes de 525. En las inscripciones no hay nada que
revele una supremaca de los sacerdotes. No existen ejemplos anteriores de
divinizacin de seres humanos, pero s indicios de ciertas ideas teocrticas. As, las
frmulas empleadas o creadas por el primer makrab (por la unin con) Almagah,
Karibil y Saba-Amm, Anbay, Warauil y Qatabn-Sin, aul, Yadail y aramt,
que mezclan dioses, soberanos y tierra (que puede equipararse al pueblo), son
testimonios de teocracia e intentos de expresar el desconocido trmino estado[44].
5. El Tercer Perodo Intermedio y el Imperio Etope.
Hacia el ao 1100 y durante el reinado de Ramss XI, haba entrado en su fase final
la agona poltica del Imperio Nuevo egipcio. La impotencia del rey en su lucha contra
la crisis econmica en la que haba cado el pas desde el reinado de Ramss III, su
falta de energa para dominar las intrigas polticas y su tendencia a cargar a los altos
funcionarios con la responsabilidad de la administracin del estado, abri en el interior
las puertas a graves luchas. En el norte del pas se lleg al extremo de tener que
abandonar la residencia real de Pi-Ramss. Innumerables tribus libias se infiltraron en
el Medio Egipto. En la segunda mitad del reinado de Ramss XI se sucedieron en Tebas
los acontecimientos uno tras otro, aunque diversos aspectos de la cronologa estn an
sin aclarar. En un momento que no puede precisarse con exactitud probablemente en
el doceavo ao del reinado de Ramss XI estall una revolucin social. sta se
conoce como la rebelin contra el sumo sacerdote Amenhotep[1]. Su sucesor debi
ser un homo novus llamado Herihor. Parece que haba concluido una carrera militar,
por lo dems, nada se sabe sobre su pasado. Probablemente no lleg a ocupar su puesto
hasta el decimosptimo ao del reinado de Ramss XI cuando ya era general y
regente de Nubia. En el ao diecinueve del reinado de Ramss XI el primer ao de
una era que aparece en ciertos documentos con el nombre de renovacin del
nacimiento desempeaba Herihor al mismo tiempo la funcin de visir o de ministro
de estado. Controlaba a su albedro los principales factores de poder, tanto polticos
como religiosos, del pas: clero, administracin y ejrcito. Desde ese momento el rey
quedaba relegado cada vez ms a segundo trmino. Su nombre se mencionaba an en
las inscripciones oficiales, pero Herihor ya se estaba imponiendo poco a poco, hasta
arrogarse finalmente la mayor parte de los derechos reales. En la prctica, sin embargo,
qued limitado su poder al sur del pas y a Nubia. En Tanis en el norte del reino
Smendes, que era probablemente tambin antiguo ministro de estado, haba ignorado de
la misma manera la administracin real, y haba llevado a cabo reformas por propia
iniciativa. Cuando en 1085 desapareci Ramss XI no sabemos de qu manera en
la oscuridad de la Historia, Egipto estaba dividido de hecho en dos reinos
completamente independientes[2].
I. LA DINASTA XXI
a) Tanis y Tebas
a) Grandeza y decadencia
b) La anarqua libia
El ltimo rey de la dinasta XXII que an haba mantenido unido a todo el pas bajo
su poder fue derrocado finalmente por un seor local que se haba ido imponiendo poco
a poco como soberano. Con l la historia de Egipto entr en una fase lgubre, durante la
cual se puso de manifiesto en toda su amplitud la debilidad del verdadero poder estatal.
En este perodo dominaba la rivalidad de generales prominentes o de sumos sacerdotes,
lo que condujo a la fragmentacin del pas en estados feudales que se hallaban
constantemente en estado de guerra para conservar su independencia. Un eco de este
tiempo de anarqua y de envidias polticas, que no desapareceran hasta el comienzo de
la dinasta XXVI, nos llega a travs de un conjunto de relatos populares que, juntos,
constituyen la leyenda de Pedubast. Hasta ahora slo se conocen tres grandes relatos,
con fondo histrico, conservados en fragmentos: La lucha por el trono de Amn, La
lucha por la armadura de Inaros y La campaa de Asia en Petukhon, aliado de
Inaros. El tema de la primera historia es la guerra entre Pedubast, rey de Tanis, al que
apoyaba una serie de dinastas locales, y el sacerdote de Horus de Buto, que haba
conducido a sus vasallos a Tebas para apoderarse del trono de Amn[28]. La segunda
historia relata en un contexto parecido la lucha por la armadura de Inaros que haba
estallado entre diversas provincias del delta y sus jefes militares. Tambin aqu aparece
el rey Pedubast de Tanis como personaje central[29]. En el tercer relato vuelve a surgir
de nuevo la rivalidad entre Pedubast e Inaros, pero en el centro figura una expedicin
egipcia a Asia bajo el mando de Petukhon, que desea luchar con Sepet, reina de las
amazonas y con la que lleva a cabo una campaa contra la tierra de Hentu[30].
De esta manera podemos averiguar, al menos, cmo y cundo se dej proclamar rey
Pedubast. Con l llegan en Egipto al poder dos dinastas al mismo tiempo, pues habr
que considerar como contemporneas las dinastas XXIII y XXII. Pedubast fue
reconocido tambin en Tebas, donde Harsiese (II) ocup bajo su reinado el pontificado
y donde actu como gran jefe del ejrcito el hijo de un rey llamado Sheshonq, al que no
se alude con ms detalle[31]. Este Harsiese hizo sucesor del trono de sumo sacerdote a
Takelot, en el que algunos historiadores ven al futuro Takelot III. Fue contemporneo de
Sheshonq IV, un rey por lo dems casi desconocido. Subi al trono probablemente
despus de Pedubast. En Tebas sucedi a Sheshonq IV Osorkon III, cuya madre era la
esposa del rey Karomama y que por esta razn fue identificado a menudo con el sumo
sacerdote Osorkon, aunque pueden aducirse en contra serias objeciones
cronolgicas[32]. Bajo su reinado se produjo una grave inundacin que caus grandes
daos en el templo de Lxor. Permaneci por lo menos veintiocho aos al frente del
gobierno[33] y comparti desde el ao veinticuatro el poder con su hijo y corregente
Takelot III, que fue ms tarde su sucesor. Antes de subir ste al trono ocup el doble
cargo de sumo sacerdote de Tebas y Heraclepolis, que estaba unido al ttulo de
gobernador del Alto Egipto. Osorkon III tambin tuvo una hija, Shapenupet (I), esposa
divina de Amn, que fue la madre adoptiva de Amenirdis I, esposa divina, etope.
Takelot III rein por lo menos durante veintitrs aos y muri probablemente sin haber
tenido hijos, pues a su muerte hered el trono, por poco tiempo, su hermano Amonrud.
Lo poco que sabemos acerca del reinado de este monarca lo debemos en su mayor
parte a los monumentos de Krnak, Lxor y Medinet Habu. Por eso la dinasta XXIII se
llama con razn dinasta tebana. Por el norte no parece que llegase su influencia ms
all de la regin de Heraclepolis. Paralelamente a esta familia real, cuyos miembros
se llamaban hijos de Isis, rein en el Bajo Egipto una dinasta de hijos de Bastet, a
la que pertenecan Pami y su sucesor Sheshonq V. De su reinado, sin embargo, slo se
sabe que residieron en Tanis al igual que sus antecesores y que se supieron mantener al
mismo tiempo tambin en Bubastis. La debilidad de su gobierno queda manifiesta por el
hecho de que no pudieron hacer frente en las restantes regiones del Bajo y Medio
Egipto al desarrollo de las ciudades-estado autnomas. Esta situacin confusa fue
denominada certeramente por el historiador griego Herdoto dodegarqua (II, 147).
Como las fuentes son escasas no se puede reconstruir por ahora el origen, el desarrollo
y la decadencia de las dinastas locales que se haban asegurado hacia el 730 a. C. un
poder independiente en Heraclepolis, Hermpolis y Leontpolis. Mucho ms fcil
resulta en el caso de la mayora de las ciudades del delta, donde ciertos representantes
de la aristocracia militar libia, que se consideraban soberanos independientes,
socavaron an ms los fundamentos de la monarqua unitaria. Gracias a los ltimos
estudios se ha llegado a obtener tanta claridad que hoy es posible reconstruir pieza por
pieza el conglomerado de estadculos independientes del delta, que fue de capital
importancia para el futuro desarrollo poltico de Egipto en el siglo VII a. C.[34] Mientras
que en Bubastis, Tanis y Leontpolis los faraones dirigan, incluso en los tiempos de la
mayor anarqua, el gobierno oficialmente, el sureste del delta, con Atribis y Helipolis,
pas en parte a manos de prncipes de la dinasta real. En las restantes ciudades
reinaron grandes jefes de los mashawash que estaban emparentados en mayor o
menor grado con las familias reinantes. En las comarcas de Sebenito-Dispolis, Busiris
y Mendes-Hermpolis, y en la provincia oriental (que rodeaba en el centro y el este del
delta el cinturn de las provincias reales), eran los jefes personajes enrgicos que
supieron conservar durante algn tiempo su soberana. En el oeste slo se daba este
caso en Sais, mientras que las autnticas regiones fronterizas cayeron bajo la tutela de
un jefe supremo de los libu, que resida en Km el-Hisn. Estos prncipes locales eran
a la vez jefes supremos de sus ejrcitos y sacerdotes de los dioses locales.
Entre estos soberanos hubo seguramente hombres que no se resignaban sin ms a la
divisin y al debilitamiento de su patria, tan poderosa en otros tiempos, sino que
soaban con llevar a cabo la reunificacin lo ms pronto posible. En todo caso,
constatamos que un jefe de los mashawash llamado Osorkon tuvo en sus manos el
gobierno de todo el oeste hacia 750, cuando el centro y el este del delta estaban
divididos en una serie de pequeas ciudades-estado; los centros ms importantes eran
Km el-Hisn, Sais y Buto[35]. No cabe duda que Tefnakht de Sais, que fundara ms
tarde la XXIV Dinasta, hered este reino de Osorkon o de uno de sus sucesores. Las
inscripciones de una estela que data del ao 38 del reinado de un rey no nombrado,
identificable probablemente con Sheshonq V, indican implcitamente que Tefnakht haba
integrado mientras tanto tambin a Menfis en sus posesiones territoriales, con lo que su
reino llegaba por el sur hasta la regin de Heraclepolis y por el este hasta el reino de
Sebenito[36]. De hecho este Tefnakht fue, a pesar del tradicional ttulo de jefe supremo
de los mashawash, un monarca ms autntico que el faran tanita o bubstico.
c) Vuelta a la unidad
Despus de este resumen de los conflictos polticos entre Etiopa y Asiria, de los
que al fin y al cabo slo se benefici Egipto con la obtencin de su independencia,
conviene examinar las bases en que fundaron su poder en Egipto los reyes etopes, y
cmo consiguieron mantenerlo. En primer lugar, salta a la vista que lejos de imponer su
cultura a los vencidos se adaptaron por completo a las circunstancias egipcias e incluso
hicieron suya la lengua de sus enemigos en las inscripciones oficiales. En su propio
pas mandaron construir templos y tumbas de puro estilo egipcio. En Tebas, donde se
mostraron seguidores fervientes del culto de Amn, no rompi Pinkhi en absoluto con
la tradicin cuando hizo adoptar como heredera a Amenirdis, hija de Kashta, por la
esposa divina Shapenupet (I). As parece que procedi tambin Psamtico I cuando
impuso en 655 su gobierno a la Tebaida. Por lo visto se tema limitar la independencia
de este estado teocrtico, cuya firme organizacin haba permanecido inmutable incluso
en pocas de violentos conflictos polticos. Si Pinkhi haba esperado que la influencia
etope fuese aumentando en Tebas, le demostraron los acontecimientos en cierto modo
lo contrario, pues esta medida no result por s sola suficiente. Bajo la dinasta etope
no renunci el estado teocrtico a un solo privilegio de su soberana. Ni su poder qued
limitado ni su influencia contenida. nicamente se nombraron nuevos rganos de
administracin.
Desde la adopcin de Amenirdis, la esposa o adoratriz divina asume cada vez ms
poder terrenal. Si bajo la XVIII Dinasta las esposas divinas eran en su mayora madres
o esposas de reyes, las esposas divinas de la era libia, etope y sata eran hijas de
reyes, que pasaban su vida sin casarse, dedicadas al servido de Amn y cuya sucesin
quedaba asegurada por la adopcin. A Amenirdis (I) sucedi Shapenupet (II), hermana
de Pinkhi. Despus de ella vino Amenirdis (II) hija de Taharqa. Con los soberanos
satas se llega a acentuar esto an ms. Bajo las Dinastas XXV y XXVI la esposa
divina alcanza su mxima dignidad como encarnacin del estado teocrtico, consagrado
a Amn. Dispona de una corte propia que se compona de dignatarios de diferente
categora presididos por un mayordomo: emisarios, guardias de palacio, ayudas de
cmara, criados, discpulos, escribas, artesanos, etc. Estaba rodeada de un harn divino
compuesto de cantantes no casadas, procedentes de todas las clases de la sociedad que
designaban a sus sucesoras tambin por adopcin[58]. Su poder terrenal, como nica
representante permanente de la casa real, se vea acentuado por el hecho de que su
ttulo oficial imitaba el del rey, de que llevaba su nombre inscrito en un anillo real y
poda erigir monumentos segn su voluntad. Su reino, del que era nica soberana,
dependa slo del faran que, con su ayuda, ampliaba desde la metrpoli su control
sobre el aparato estatal. Sus vasallos, sin embargo, la consideraban menos como
portadora de poder poltico que como gran sacerdotisa del dios real Amn, cuyos
deseos segua de buen grado a pesar de su origen extranjero.
Est claro que esta situacin no se puede definir como una vuelta a la forma de
gobierno teocrtico de las Dinastas XXI y XXII. Sobre todo, no se hallaba concentrado
todo el poder en el sumo sacerdote de Amn. ste asume a partir de entonces
nicamente el primer lugar del servicio de honor, pero incluso en este aspecto
dominaba la esposa divina. Adems careca del derecho de voz y voto en cuestiones
militares. Es caracterstica la escasez de datos sobre la composicin y organizacin del
ejrcito de ocupacin que aparece en las fuentes de la poca etope. Entre los
soberanos tebanos cuyos nombres nos son conocidos por papiros e inscripciones no
aparecen autnticos militares. Sin embargo, la funcin del sumo sacerdote de Amn
contina siendo tan importante que Shabaka le quiso poner bajo su control. Confi sta
a su hijo mayor Harmaquis y se atuvo as a la tradicin de la dinasta libia. Sucedi a
Harmaquis su hijo Harkhbis, que ocupaba an este cargo en el ao catorce del reinado
de Psamtico I[59].
Bajo las dinastas libias tambin haba sido siempre un pariente de la casa real el
segundo profeta de Amn. Durante el perodo de Shabaka ocup este cargo
Neshordehdet, de cuya familia se sabe poco. Bajo Taharqa vemos aparecer a su hijo
Nesshutefnut como segundo profeta. A lo sumo permaneci en este puesto hasta los
primeros aos del reinado de Psamtico I, ya que no se hace mencin de l en los
documentos satas. Probablemente le sucedi, a su muerte o dimisin, Montuemhat, el
cuarto profeta de Amn. ste cumpla realmente las condiciones necesarias para poder
aspirar a tal cargo, gracias a su matrimonio con la nieta del rey kushita Udjarenes. El
tercer profeta de Amn que ejerci el cargo en Tebas, al final de la XXV Dinasta fue
muy probablemente Petamunnebnesuttaui, conocido como contemporneo de
Psamtico I. Proceda de una familia muy sencilla[60], pero uno de sus sucesores, que
tena el mismo nombre, se cas con Diisethebsed, hija del rey, reanudando as la
tradicin de las casas reinantes libias, que haban confiado este cargo a los parientes de
los cnyuges.
La ocupacin de estos tres importantes cargos sacerdotales por hombres que no
ejercan prcticamente el supremo poder religioso, sino que a lo sumo lo representaban
simblicamente, hizo pasar a primer plano en la administracin del estado teocrtico a
un hombre que haba ocupado en el culto de Amn solamente el cargo de cuarto profeta:
Montuemhat[61]. Procedente de una familia que contaba entre sus miembros con una
serie de ministros de estado y alcaldes de Tebas, fue acogido como homo novus en la
suprema comunidad de Amn. Ya en la poca de Asarhaddn fue tan considerable su
autoridad en asuntos puramente polticos que el asirio lo reconoci como prncipe
(sharru) del estado teocrtico. Como durante la ocupacin etope supo maniobrar
hbilmente y reforzar constantemente su posicin en el gobierno, se revel
indiscutiblemente bajo Psamtico I como una de las personalidades ms fuertes de su
tiempo y como el autntico gobernador de Tebaida. En una de sus inscripciones
autobiogrficas dice de s mismo: Yo fui prncipe de la regin de la Tebaida y todo el
Alto Egipto se hallaba bajo mi gobierno (desde) Elefantina como regin fronteriza al
sur (hasta) Hermpolis al norte. Cuando en el noveno ao de su reinado (655)
Psamtico I hizo que la esposa divina adoptara como heredera a Shapenupet, ocup el
nombre de Montuemhat un lugar destacado en la lista de los notables tebanos que
ayudaron a la joven princesa a afianzarse en su nueva dignidad. Cinco aos ms tarde el
mismo Montuemhat inauguraba una procesin de altos dignatarios religiosos que
rendan homenaje a la sagrada barca de Amn, que an llevaba las insignias de
Taharqa[62]. Poco despus debi morir. Su impresionante mausoleo se encuentra junto a
otros en el Asasif, donde hallaron su ltima morada algunos de sus ms famosos
contemporneos.
Aunque los ttulos que preceden al nombre de Montuemhat en sus numerosos
monumentos son de muy diversa ndole, no cabe duda de que bajo Taharqa, y ms an
en los primeros aos del reinado de Psamtico I, lleg a gobernar a su albedro sobre
el Alto Egipto. El estilo de sus inscripciones es muy caracterstico en este sentido.
Mientras que las esposas divinas permanecan conscientes de su dependencia del rey
reinante, sus dignatarios se mostraban fieles siervos y los ms altos funcionarios de los
templos y de la administracin del estado vean oscurecida su autoridad, se alz
Montuemhat hasta el rango de soberano: Yo soy alguien que hace celebrar en Tebas
una fiesta (porque hace) ms (por la ciudad) de cuanto hicieron reyes anteriores.
Tambin se preciaba de haber erigido y restaurado monumentos en Tebas y en otros
sitios, ignorando al rey que nicamente poda dar el permiso necesario. Mi corazn no
se cans, y no dej caer los brazos hasta haber reconstruido (todo) lo que haba
encontrado en ruinas. La concentracin de tanto poder en una sola mano cre en Tebas
una situacin inestable a la muerte de Montuemhat. Psamtico I no necesit emplear la
violencia para integrarla a su reino del Bajo Egipto. Se rindi voluntariamente y se
dej someter poco a poco. Si bien es cierto que los sacerdotes de Amn continuaron
siendo bajo los soberanos etopes el grupo ms considerado, influyente y mejor situado
del clero tebano, no es menos cierto que en estos aos tambin los sacerdotes de Montu
hicieron una rpida evolucin. Gracias al descubrimiento del llamado escondite de
Krnak, en que el arquelogo francs C. Legrain hall docenas de ilustraciones con
inscripciones[63], se presentaron muchas posibilidades para el estudio de la formacin
de las tribus de grandes familias de sacerdotes. Aunque an no se ha publicado la
mayor parte de estos textos, se puede suponer que su importancia prosopogrfica
tambin es considerable para la poca de la dominacin etope. Con la publicacin de
este material se ver sin duda con mayor claridad la organizacin del culto de Amn.
Adems existe la esperanza de obtener una visin ms clara de las funciones
sacerdotales y de los cargos subordinados del templo. Por el momento, nuestros
conocimientos sobre los sacerdotes de Montu dependen de los mltiples sarcfagos u
otros objetos funerarios hallados en la regin de Deir el-Bahari. Parece que el clero del
dios de la guerra tebano convirti, a finales de la XXV Dinasta y a principios de la
XXVI, el famoso templo de los muertos de Hatshepsut y sus inmediatos alrededores en
una gigantesca necrpolis. Ya hacia mediados del siglo pasado fueron hallados
numerosos sarcfagos de sacerdotes de Montu en excavaciones clandestinas. Las
excavaciones posteriores, llevadas a cabo por expediciones inglesas, americanas y
francesas, han aumentado considerablemente este nmero. Es de lamentar, sin embargo,
que estos hallazgos estn ahora esparcidos por muy diversos museos y colecciones;
haba que rectificar esta situacin para poder obtener una imagen clara del orden
cronolgico de las generaciones y de las relaciones de parentesco de esta extensa
comunidad de sacerdotes. Por el momento slo existe suficiente documentacin acerca
de dos familias: la de Besenmu-Ankhefenkhonsu y sobre la de Khonsumes-
Djedisetiufankh, que proceden cada una a travs de una rama diferente de
Uenennefer, tercer profeta de Amn, uno de los antecesores de Petamunnebnesuttaui.
Comparada con los escasos datos que existen sobre el aparato administrativo de
Tebas, esta enorme cantidad de informacin sobre el clero, hace suponer que la capital
del Alto Egipto fue convertida bajo los etopes en un autntico estado sacerdotal, en el
que nicamente destacaba Montuemhat como autntico soberano poltico. No se puede
uno sustraer a la idea de que bajo la XXV Dinasta se cre una situacin que condujo a
una desvalorizacin general de la funcin del estado. Al parecer, las consecuencias de
este hecho se hicieron sentir particularmente en la antes tan influyente institucin del
visirato, primer rgano administrativo del estado. Es poco probable que slo un visir
sustituyese a otro; ya que para eso eran demasiados. El ttulo tena casi siempre, al
parecer, un carcter simblico y era heredado del padre al hijo. Una sola familia de
visires parece haberse apartado finalmente de esta confusin general de trminos para
reconquistar sus derechos: la de Nespamedu-Nespakashuti, que probablemente
proceda de Abidos[64].
6. El Renacimiento Sata.
Desde que, hacia el ao 950 a. C., subi al trono de los faraones un oficial de
ascendencia libia llamado Sheshonq, pasaron tambin para siempre los tiempos en que
monarcas de sangre egipcia dirigan los destinos del valle inferior del Nilo. Sin
embargo, la antiqusima cultura egipcia haba de ser an durante siglos lo bastante
poderosa como para dominar a los nuevos detentadores del poder poltico no egipcios,
cuya serie haba iniciado Sheshonq I. Libios y nubios asimilados se convirtieron as en
los principales defensores de la cultura egipcia frente a los imperios de Asia Anterior
que, desde que el estado asirio se convirti en poder mundial, hacia la mitad del
siglo VIII a. C., dominaban el escenario poltico del Oriente.
Hacia el ao 663 a. C. lleg, sin embargo, un momento en el que el imperio asirio
haba alcanzado frente a estas fuerzas el mximo auge de su poder exterior. Entonces
haba fracasado el ltimo intento de un rey de Napata la capital del pas llamado en
la Antigedad Etiopa (que no se debe confundir con la actual Etiopa, equiparable a
Abisinia) situada al pie de la cuarta catarata del Nilo de disputar a los asirios la
posesin de Egipto.
Incitado, al parecer, por una visin que tuvo en sueos, Tanutamn, rey de Etiopa,
haba remontado el Nilo y haba derrotado en Menfis a los vasallos de los asirios del
Bajo Egipto. Ante la llegada del ejrcito del soberano asirio Asurbanipal tuvo que
emprender la retirada. Ni siquiera pudo evitar que los asirios tomasen y saqueasen
Tebas, ciudad sagrada de Amn, dios tan venerado por los etopes. Con la retirada a
Nubia de Tanutamn finaliza, sesenta aos despus de la campaa triunfal del rey
Pinkhi de Napata por Egipto (hacia el 725 a. C. o poco antes), la poca de la
dominacin etope sobre el valle inferior del Nilo. Desde Nubia haban reinado los
etopes sobre Egipto como fieles servidores del dios egipcio Amn, conservando todas
las formas faranicas. Ante el poder militar del rgidamente organizado estado asirio,
al que se haban enfrentado los etopes primero en Palestina y luego en el mismo
Egipto, el reino faranico de estos nubios demostr su inferioridad.
En las luchas entre etopes y asirios por la posesin de Egipto, un grupo de
pequeos prncipes establecidos all haban tratado de conservar por medio de una
poltica de equilibrio una cierta independencia entre ambas partes. Un relato del rey
asirio Asurbanipal habla de veinte prncipes, de los cuales la mayora se encontraba en
el Bajo Delta. Entre ellos figuraba un cierto Nekao (Nekho) as pronunciamos su
nombre siguiendo la costumbre griega que hacia el ao 667 haba estado
comprometido en un fracasado levantamiento contra los asirios. Llevado prisionero a
Nnive, haba sido perdonado por el rey Asurbanipal, que le restituy sus antiguos
dominios. A stos perteneca Sais, la ciudad natal de Nekao, situada en el delta
noroccidental, as como Menfis. El hijo de Nekao, llamado Nab-shzibanni por los
asirios (que muy probablemente sea Psammetiq, su sucesor), obtuvo adems de
Asurbanipal la ciudad de Atribis situada cerca de la actual Benha. No cabe duda de que
el rey asirio le haba concedido esta gracia por razones polticas. De hecho esta actitud
se vio recompensada, pues Nekao y Psamtico lucharon a favor de los asirios ante el
avance del rey etope Tanutamn. Nekao hall la muerte y su hijo Psamtico tuvo que
huir con los asirios que le reinstauraron despus de la expulsin de Tanutamn. Junto
con varios pequeos prncipes, que haban adoptado una actitud parecida, Psamtico
gobern Egipto desde entonces como vasallo del rey Asurbanipal. Estos
acontecimientos (la cada del prncipe Nekao, la huida y la restauracin de su hijo)
pertenecen a los aos 664 y 663 a. C.[1]
Cul es el origen de la familia de Nekao y de Psamtico? Se ha pensado que era de
origen etope y que su poder egipcio proceda de un rey etope anterior, pero esto es
poco probable. Por el contrario, todo parece indicar que Nekao y Psamtico procedan
del crculo de los prncipes cuyo poder se haba extendido algunas generaciones antes
sobre el mismo territorio. El prncipe Tefnakht de Sais era, hacia 725, el principal
enemigo del etope Pinkhi y haba sido vencido por l pero no eliminado. Bokhkhoris,
hijo de Tefnakht, que sucedi a su padre en el poder, haba encontrado la muerte en 715
en lucha contra Shabaka, sucesor de Pinkhi. Tefnakht aparece en las inscripciones de
su enemigo Pinkhi bajo el ttulo de prncipe de Ma, abreviatura de Mashawash. Era,
por tanto, como todos los soberanos de entonces en el Bajo Egipto, jefe de los
sucesores de los mercenarios libios de los faraones del Imperio Nuevo, que se haba
convertido en una casta hereditaria de guerreros. Los griegos llamaban mkhimoi a los
miembros de esta casta de guerreros egipcios de origen libio. Tambin en Nekao y
Psamtico hemos de ver prncipes mkhimoi. No se puede determinar si procedan de
la familia de Tefnakht y de Bokhkhoris o de sus cercanas. En todo caso no eran en
modo alguno egipcios en el sentido estricto de la palabra.
Entre los prncipes vasallos de los asirios que tras la expulsin de los etopes
gobernaron Egipto para el emperador de Nnive, fue Psamtico sin duda el ms
poderoso desde el principio. Decisivo para su posterior subida fue que el rey de
Asiria, Asurbanipal, se viera obligado, poco despus de su definitiva victoria sobre los
etopes, a emplear casi todo su ejrcito en el sureste de su reino contra la tierra de
Elam y la provincia rebelde de Babilonia. Casi dos dcadas, hasta la cada de
Babilonia (648) y la toma de Susa, capital tenazmente defendida de los elamitas (hacia
640), estuvo empeado en este escenario de la guerra el principal ejrcito asirio.
Mientras tanto Psamtico logr la supremaca sobre todos los dems soberanos de
Egipto, que estaba abandonado casi por completo a su suerte. Elimin violentamente a
la mayor parte de los prncipes que le rodeaban. A otros se los pudo ganar: est
demostrado que lo consigui con los llamados maestros de barco de Heraclepolis
(situada a diecisis km al oeste de la actual Beni Suef), lo cual constitua un triunfo
importante porque estos prncipes de Heraclepolis no slo eran la familia ms
poderosa del Medio Egipto, sino que adems desempeaban un papel muy importante
en la navegacin fluvial hacia el Alto Egipto. Tambin algunos de los pequeos
prncipes del delta pudieron someterse voluntariamente a Psamtico. As se convirti el
sata en pocos aos en el amo de todo el Bajo y Medio Egipto sin que lo pudiera
impedir su soberano asirio.
En el noveno ao de su reinado (656 a. C.) consigue finalmente Psamtico la
anexin de Tebas, ciudad del Alto Egipto, a sus dominios. En el Alto Egipto se haba
producido un cierto vaco de poder con la retirada de Tanutamn a Nubia y el saqueo
de Tebas por los asirios. La mxima autoridad resida en una sacerdotisa, la esposa
divina de Amn, una princesa soltera que heredaba su alto cargo por adopcin. Junto a
esta esposa divina de Amn llamada Shapenupet, hija del rey etope, se hallaba como
consejero y gobernante terrenal el prncipe Montuemhat. ste haba demostrado ser un
fiel partidario de los etopes a travs de todas las vicisitudes. Psamtico orden a la
esposa divina reinante que adoptase a su joven hija Nitocris como sucesora, lo que tuvo
lugar en marzo del 656, en una solemne ceremonia en la que Shapenupet tambin haca
entrega a su hija adoptiva, la princesa sata, de la gran fortuna vinculada a su rango de
princesa espiritual. Estos acontecimientos de 656 no significaron cambio externo
alguno en las formas de la teocracia que rega en Tebas la esposa divina de Amn, pero
en realidad Psamtico pas a ejercer el poder tambin en el Alto Egipto y, por
consiguiente, en todo el pas.
Probablemente fue entonces cuando Psamtico se decidi a hacer algo que el rey
asirio Asurbanipal narra sucintamente. Giges, rey del reino lidio de Asia Menor, haba
dejado de enviarle emisarios. A cambio haba enviado sus tropas en ayuda de
Pisamilki, el rey de Egipto que haba sacudido el yugo de mi dominacin. Al
parecer, Psamtico, cuando hubo triunfado sobre sus rivales, dej sencillamente de
mandar tributos a Nnive. Ante estos hechos los asirios tuvieron que admitir que haba
concluido su supremaca sobre el valle inferior del Nilo que tanto esfuerzo les haba
costado.
La historia griega, sobre todo el famoso historiador Herdoto, que viaj por el
valle del Nilo doscientos aos despus de la subida al poder de Psamtico no dice
nada de la dominacin asiria sobre Egipto, pero s sabe que hombres de bronce,
griegos, jonios y carios, haban desembarcado en Egipto y entrado al servicio de
Psamtico. Con su ayuda haba triunfado ste sobre sus adversarios egipcios. Los
primeros que iniciaron la carrera ascendente de los griegos sobre suelo egipcio, aun
antes de que llegasen las tropas de auxilio de Giges, fueron, al parecer, los piratas que
desembarcaron en el delta y que fueron reclutados por Psamtico para su ejrcito.
La sumisin de los diferentes soberanos locales, la nueva unificacin de Egipto en
un estado armnico y al mismo tiempo la independizacin de la tierra del Nilo del
imperio de los asirios, es una de las caras de la obra realizada por el sata Psamtico.
Gracias sobre todo a los datos de Asurbanipal y a los relatos griegos, aunque sean
breves los primeros y llenos de leyendas los segundos, nos podemos hacer de todo ello
una idea bastante completa. De los textos contemporneos egipcios que contienen datos
biogrficos podemos extraer la otra cara de esta obra: la reorganizacin interna del
estado faranico. Cuando en la segunda mitad del siglo IX y en el siglo VIII se
descompone el estado de los faraones-soldados de origen libio en un conglomerado
de pequeas formas de poder, se producen situaciones feudales en el pas que en los
tiempos de su viejo esplendor haba sido un estado de funcionarios con un rey en el
poder central. Ni la poca de los etopes ni la dominacin asiria haban de producir
cambio alguno. Psamtico organiz un estado nuevo y disciplinado. El funcionario real
vuelve a ocupar el sitio del seor feudal. Podemos seguir incluso el proceso por el cual
la casa de los constructores de barcos de Heraclepolis, que desde el principio
estuvo unida a Psamtico, fue perdiendo, an en vida de ste, la influencia que haba
ejercido antes sobre todo el Medio y el Alto Egipto. Continu existiendo, sin embargo,
la estirpe y nos encontramos con uno de sus miembros en la poca de Alejandro Magno.
Pero ya no haba sitio en el estado de Psamtico para su antigua posicin
independiente, ni siquiera para una semiindependencia. Del mismo modo podemos
comprobar que qued muy limitada la libertad de accin de los personajes rectores del
Estado divino de Amn de Tebas, como, por ejemplo, el prncipe Montuemhat. En
cambio, en el Alto Egipto aparecen los nuevos funcionarios nombrados por Psamtico
en las posiciones clave. Es sintomtico que hallemos en lugares situados tan al sur
como Tebas, el-Kab y Edfu a un hombre que fue tal vez una especie de gobernador
general de todo Egipto, pero que en realidad proceda del Bajo Egipto. l y otros
muchos funcionarios importantes de este tiempo procedan sin duda del estrecho crculo
que rodeaba a Psamtico. Es muy probable que estos hombres, lo mismo que la
dinasta, fueron ms a menudo de origen libio que autnticos egipcios. La cabeza del
nuevo aparato estatal estaba en Menfis, en el centro geogrfico del territorio del estado,
la balanza de los dos pases, Alto y Bajo Egipto. Sais, la ciudad de origen de la
dinasta, fue a su vez la autntica ciudad real, donde se situaron las tumbas de
Psamtico y de sus sucesores.
La reorganizacin del ejrcito tampoco habra de constituir un problema para
Psamtico. Con energa y habilidad supo resolverlo este faran. Como ya dijimos,
Psamtico mismo proceda con toda probabilidad de la estirpe de guerreros de origen
libio que los griegos llamaban mkhimoi. Estos estaban, naturalmente, estrechamente
vinculados al sistema feudal de los siglos anteriores, abolido por Psamtico. Parte de
los mkhimoi podran pasar como partidarios de Psamtico; otros, sin embargo, eran
vasallos de los pequeos prncipes que l haba eliminado. Psamtico dio una nueva
orientacin al ejrcito al conservar en el pas a los griegos y carios reclutados an
despus de vencer a sus adversarios. Era entonces la poca de la gran coalicin griega.
El motivo que llevaba a muchos griegos y carios al extranjero era la necesidad de
hallar en alguna parte, fuera del mundo superpoblado del Egeo, una nueva patria. sta
se la ofreci Psamtico en Egipto creando autnticas colonias de guerreros para sus
soldados extranjeros. Sus mercenarios griegos y carios no eran aventureros que
cambiaban de amo con frecuencia, sino colonos que obtenan tierras y se comprometan
a cambio a prestar sus servicios al faran.
No slo griegos o carios se establecieron de esa manera en Egipto. Tambin nubios,
libios, fenicios, sirios y sobre todo judos desempearon un papel parecido. Los
ltimos tenan su guarnicin principal en el extremo meridional de Egipto, en la isla
Elefantina, cerca de Asun. All pudieron erigir los soldados-colonos judos un templo
a su dios Yahv.
Los puestos de alto mando quedaron reservados a los oficiales del pas procedentes
de los crculos de Psamtico. Estos tenan el cometido nada fcil de hacer de estos
guerreros afincados en Egipto, de lenguas tan dispares, un instrumento militar eficaz, y
de mantenerlo preparado. Esta misin se vea dificultada por el natural resentimiento
que reinaba entre los antiguos mkhimoi contra los colonos extranjeros. Un relato de
Herdoto, algo fantstico en sus detalles, pero histrico en su esencia, deja entrever
que una parte de los mkhimoi se separ de Psamtico pasndose al rey etope del sur.
Este acontecimiento refleja las tensiones que existan inevitablemente en el seno del
ejrcito sata.
Trayendo Psamtico al pas soldados-colonos de ultramar, abri el camino de
Egipto, automticamente, a un torrente humano an mucho ms caudaloso. Fue sobre
todo el comerciante griego el que sigui al Nilo a sus paisanos militares. Pronto surgi
un nuevo oficio: el de intrprete. La presencia en Egipto de los hombres del mundo
egeo traera pronto consigo las ms diversas relaciones con sus pases de origen, al
otro lado del Mediterrneo oriental.
Durante cuarenta y cinco aos dirigi Psamtico I de Sais el estado faranico que
haba reorganizado (664-610 a. C.). Indic a sus sucesores el camino por el que stos
guiaron a Egipto hasta la conquista por los persas. La creacin del estado de Psamtico
es una de las obras personales e individuales que registra la Historia. El reino sata no
naci para revivir el antiguo Egipto de cara a una nueva actividad histrica, sino por
obra y gracia de un hombre que se propuso aprovechar una constelacin muy peculiar
de fuerzas internas egipcias y, sobre todo, extranjeras. A l, el libio Psamtico, que no
era un egipcio en el sentido estricto de la palabra, y a su casa debe el nuevo estado, que
habra de ser durante ciento treinta aos una de las primeras potencias del mundo de
entonces, algo ms que su existencia. Tampoco el apogeo econmico que acompa en
Egipto al nuevo impulso poltico fue el nico fruto de esta obra. Antes bien, la obra de
Psamtico hizo posible un nuevo despertar de la antigua cultura egipcia, sumida durante
siglos en el letargo, que podemos calificar de renacimiento sata.
El Egipto de la poca sata tiene una doble faz caracterstica. El estado creado por
Psamtico haba nacido en un campo de tensiones de mbito mundial que se extenda
desde el sur de Nubia hasta las potencias del norte y el este del reino asirio, pero
tambin hasta las islas y costas del mar Egeo. Despus de su consolidacin, el estado
faranico de los satas qued ligado definitivamente a las mudanzas de fortuna que iran
haciendo la historia del viejo mundo. Si tribus nmadas de brbaros del Cucaso
invadan el reino asirio, si en Babilonia se libraban los caldeos de la dominacin
asiria, si en Mesopotamia luchaban el reino decadente de los asirios con los caldeos y
los medos, o en Asia Menor los medos contra los libios, o si en el Irn destronaba el
aquemnida Ciro al rey medo Astiages, tales acontecimientos repercutan en el Egipto
de los satas. Ms an: todos estos sucesos provocaban una y otra vez acciones y
reacciones polticas por parte de los faraones de Sais. A esto se aadi que los satas
fomentaban conscientemente la participacin de los elementos extranjeros en el pas del
Nilo, a travs de los soldados colonos o de los comerciantes. Las relaciones con
Grecia, sobre todo, se hicieron cada vez ms intensas. El sistema poltico que mantuvo
todas estas relaciones con tan diversos pases, abierto al mundo y en cierto modo
moderno, representa una de las caras del Egipto sata. Una imagen completamente
diferente nos ofrecen en cambio las formas de expresin de la cultura y el arte, las
corrientes intelectuales dominantes en el Egipto de aquel tiempo. Todas nacan del
mismo sentimiento: la realizacin de un ideal que se orientaba hacia el propio pasado
remoto. Lo que se quera era nada menos que una vuelta al Imperio Antiguo y Medio de
los faraones, tal y como se imaginaba a aqul. Lo que se rechazaba, con plena
conciencia, era la evolucin que inici Egipto poco despus de la constitucin del
Imperio Nuevo, la evolucin de un milenio entero. Se hubiera deseado que no hubiera
existido. En todos los diversos aspectos de la vida sigui el Egipto sata esta tendencia.
En las artes plsticas el estilo se cie lo ms estrechamente posible a las obras del
Imperio Antiguo y Medio. La manera de vestir y los peinados se representaban como
haba sido costumbre en aquellos remotos tiempos. Los cargos pblicos de los
dignatarios se nombraban con ttulos muy antiguos. En las inscripciones se trataba de
imitar la lengua clsica ya en desuso y la correspondiente forma de escritura. Incluso
textos enteros, por ejemplo, textos fnebres, se adoptaban literalmente. Las pirmides y
las tumbas de los reyes de la poca antigua eran restauradas cuidadosamente, el culto
religioso de los faraones muertos milenios antes era mantenido con profundo respeto.
Tambin en otros aspectos era el Egipto de la poca sata un pas de marcada
religiosidad. La gran admiracin por el pasado hizo que se diese la mayor importancia
a las formalidades y frmulas del culto. Un catlogo dedicado por completo a los
preceptos rituales, prescripciones de comida y temas semejantes alcanz una
importancia que nunca hubiera tenido antes. El cumplimiento de la ley, o sea, de la
rgida ley religiosa, era, segn los sacerdotes exponentes de esta religiosidad egipcia,
el criterio supremo al que se tena que someter tanto la vida del estado como la del
individuo.
Se una a todo esto un exclusivismo cada vez ms acentuado. El que no se atena a
las innumerables normas formalistas de la religin egipcia era considerado impuro.
Naturalmente, esto afectaba sobre todo a los extranjeros que no observaban los
preceptos rituales y las prescripciones de comida de la religin egipcia. No les est
permitido a los egipcios comer con los hebreos, y lo juzgan pecaminoso, dice el
Antiguo Testamento (Gn. 43, 32). El rechazo tajante de la poca del Imperio Nuevo, en
que Egipto era potencia mundial y estaba, precisamente por ello, en ntimo contacto con
el exterior, era tambin una consecuencia de esta actitud. Es significativo que las
divinidades extranjeras que se haban introducido en aquel tiempo en Egipto quedasen
proscritas y fueran retiradas del panten. Incluso el antiguo dios egipcio Seth, que haba
sido especialmente venerado durante la segunda mitad del Imperio Nuevo y que haba
llegado a dar su nombre a varios faraones, sufri la misma suerte, y ello no slo porque
en la mitologa desempease el papel del asesino de Osiris, sino sobre todo porque era
el dios del extranjero.
Esta actitud tena que conducir forzosamente al fanatismo. Las masas en la poca
egipcia tarda mantenan un acusado primitivismo y ms de una vez el fanatismo tena
que producir descargas sangrientas.
Todas estas tendencias (el afn de resucitar un pasado lejano, la exacerbacin de la
religiosidad, el aislamiento frente a los extranjeros impuros) ya se haban
manifestado antes de la poca sata, sobre todo bajo la dominacin etope. Pero fue
entonces cuando alcanzaron su mxima expresin.
Un estado como el sata, inmerso en el mundo de los siglos VII y VI, y un Egipto
apartado de las tendencias culturales y religiosas de su poca se hallaban por su
naturaleza misma en contradiccin. Ambos desarrollaron poderosas fuerzas. Su
simultaneidad, las tensiones entre uno y otro, pero tambin los compromisos entre la
casa reinante y los sacerdotes como principales exponentes de ambas tendencias,
determinaron la imagen histrica del Egipto de la poca de los satas.
IV. MONUMENTOS, OBRAS DE ARTE, VIDA SOCIAL Y CULTURAL DEL EGIPTO SATA
La era de los satas no figura entre las pocas de la historia del reino faranico que
nos dejaron tantas ruinas impresionantes. No se debe esto a que faltara afn constructor
en aquel perodo, sino slo a que el centro del estado se hallaba en el delta del Bajo
Egipto, donde tampoco se han conservado importantes ruinas de otros perodos. De
Sais, la ciudad del rey, no existen sino escasos vestigios. Slo los relatos de los griegos
nos pueden proporcionar una cierta idea de esta ciudad, que tuvo importancia hasta la
poca romana. No podemos ver el palacio de los satas o el esplndido templo de
Neith, diosa de la ciudad, donde tambin se encontraban las tumbas de los faraones de
la casa de Psamtico. Lo mismo sucede con Nucratis, la de los templos dedicados a
los dioses griegos, y con las entonces populosas ciudades del delta: Mendes, Sebenito,
Buto, Atribis o Bubastis. En esta ltima poblacin, segn Herdoto, se reunan todos
los aos 700 000 personas para celebrar la fiesta de la diosa Bastet. Tambin sabemos
slo gracias a Herdoto que Psamtico y Amasis ampliaron en Menfis, su capital de
gobierno, el templo del dios Ptah, erigiendo estatuas colosales, y que construyeron un
templo a la diosa Isis. Aparte de los trabajos de restauracin llevados a cabo en las
pirmides, slo un monumento nos trae ante los ojos la gran actividad constructora de
los satas: los panteones de los toros sagrados de Apis en Menfis.
El culto del toro sagrado de Ptah en Menfis se remonta a tiempos muy lejanos. En el
Imperio Nuevo Ramss II construy en el desierto, al oeste de Menfis, tumbas
subterrneas para las momias de los toros Apis muertos. Pero fue Psamtico el que
inici las ampliaciones que dieron a la instalacin sus enormes dimensiones: 350
metros de longitud, tres de ancho y 5,5 de altura tienen los pasillos. Las cmaras
funerarias tienen por trmino medio una altura de 8 metros. De un solo bloque de piedra
estn hechos los veinticuatro colosales sarcfagos para las momias de los animales.
Por trmino medio tienen 4 metros de largo, 2,30 de ancho, 3,30 de alto y pesan
aproximadamente 65 000 kg. Tales piedras proceden en parte de las canteras de Asun,
situadas a casi 1000 km. El templo situado en la superficie de estas tumbas, llamado
ms tarde Serapeum, era tambin sin duda un importante monumento, pero no se ha
conservado nada de l.
Este Serapeum constituye, junto con las noticias sobre otras construcciones que no
se han conservado por las condiciones naturales desfavorables del Egipto septentrional,
un testimonio de la enorme cantidad de trabajo y de medios econmicos que dedic la
poca sata a la religin. Medios no menos importantes que en estos monumentos se
gastaron en las donaciones de tierras, personas, ganado y todo tipo de productos a los
templos. Un papiro demtico de la poca persa habla de los envos estatales de plata,
ganado, aves, trigo, etc., que reciban los templos en la poca de Amasis. Si la cifra,
por desgracia de difcil lectura, ha sido bien interpretada, el precio de estas entregas
equivala a una suma de ms de siete millones de marcos oro. Frente a esto, los persas
habran de obtener ms tarde apenas tres millones de marcos oro en impuestos de todo
Egipto[3] junto con los oasis libios y la Cirenaica. Al preguntarse por los motivos de
actitud tan generosa de los reyes satas hacia los templos y sacerdotes, se impone la
idea de que trataban de ganarse a estos ltimos. De hecho, el estado sata, cuya poltica
exterior abierta al mundo y cuya simpata hacia los extranjeros se hallaban en completa
oposicin a los sacerdotes y a su actitud exclusivista frente a todo lo forneo, tena que
hacer todo lo posible por comprarse la tolerancia de la influyente casta sacerdotal.
Los sacerdotes y templos del Alto Egipto, de menor importancia, se vieron menos
beneficiados por los satas que los del Bajo Egipto. Por eso los satas tampoco
realizaron obras dignas de mencin en Tebas, antigua ciudad de Amn, ni siquiera en el
gran templo de Krnak. Se contentaron exclusivamente con respetar la aparente
independencia del estado sacerdotal de Amn. Como antes haba hecho Psamtico I,
promovi ms tarde Psamtico II la adopcin de su propia hija por la esposa divina de
Amn reinante. Nitocris, hija de Psamtico I, design como sucesora en el ao 595
a. C. a nkh-nes-neferib-Re, hija de Psamtico II. Tambin Amasis vener a esta reina
espiritual; en Krnak se encuentran el faran y la esposa divina de Amn representados
uno junto al otro en aparente igualdad.
Los monumentos notables que se construyeron en la poca sata no fueron obra de
los faraones, sino tumbas de algunos altos miembros del clero del estado teocrtico. Se
trata de construcciones de ladrillo, con tumbas subterrneas hechas en la roca, que
tienen en algunos casos dimensiones sorprendentes. Se encuentran en el valle llamado
el-Asasif, no lejos del famoso templo en terrazas de Hatshepsut de Deir el-Bahari. Una
de estas catacumbas, que perteneca a un tal Petamenofis, supera, con sus 21 salas y una
longitud total de 263 metros, incluso a las tumbas faranicas del Imperio Nuevo del
Valle de los Reyes. Como en los templos de los satas se han perdido los relieves
murales, lo que queda en las tumbas tebanas figura entre los escasos relieves y frescos
de este tiempo que se han conservado. No slo en cuanto a su contenido enlazan con la
mentalidad de los tiempos antiguos, sino tambin en su realizacin artstica. En algunos
casos podemos incluso averiguar qu monumento del Imperio Antiguo, Medio o
principios del Nuevo eligi el correspondiente rey de la dinasta sata como modelo
para su propia tumba.
Entre lo mejor que ha llegado hasta nosotros del arte de la poca sata estn sin
duda las estatuas y cabezas de reyes y notables. En su actitud, su expresin y la
representacin de sus ropas se manifiesta de manera patente el deseo nostlgico de la
poca sata de resucitar el Imperio Antiguo y Medio. Desde el punto de vista artstico y
tcnico estn en general magistralmente realizadas, con preferencia en piedra dura y
oscura. En algunos casos es difcil, incluso para un especialista versado, distinguir si
una de estas obras data, por ejemplo, del Imperio Medio o de la poca sata. El mismo
alto nivel que estas obras alcanzan muchas de las diversas figuras animales, como
algunas de las representaciones conservadas del dios halcn Horus. Entre las obras de
categora que supo an crear el arte egipcio de esta poca tarda tambin figuran ciertas
estatuillas de bronce que representan dioses, personas y sobre todo diversos animales.
Por ltimo, hay que destacar todo tipo de productos artesanales y en particular los de
loza fina.
Todas las ramas del arte del Egipto sata buscaron una y otra vez enlazar con un
pasado ya lejano. Huelga decir que este arte no tuvo el ms remoto inters en adoptar
las tendencias del tan distinto arte de los griegos, a pesar de la presencia de tantos
helenos en el estado de Psamtico y de Amasis.
Si el enorme esfuerzo del Egipto tardo por retroceder algunos siglos produjo en el
terreno de las artes plsticas algunas obras apreciables, no cabe duda sin embargo de
que muchos aspectos de la vida se encontraban en el ms completo letargo y
estancamiento, y en especial la estructura social de la poblacin. La idea, basada en las
impresiones de algunos observadores griegos, de que se hubiera formado en el Egipto
tardo un autntico sistema de castas es sin duda exagerada. Lo que s es cierto es que la
pertenencia a los dos grupos dirigentes, los guerreros mkhimoi y los sacerdotes, era en
realidad hereditaria y que los dems miembros de la comunidad slo conseguan en
raras ocasiones integrarse en estos crculos. Tambin los grupos situados al final de la
escala social, los pescadores de las lagunas del delta, despreciados por impuros, y los
pastores, especialmente los que cuidaban a los cerdos, se encontraban completamente
separados del resto de la poblacin. Entre los mkhimoi y los sacerdotes, por un lado,
y los pescadores y pastores por otro, se encontraba la gran nasa de fellahs, de obreros
pblicos y de comerciantes. Cierto es que no haba una ley a causa de la cual cada
individuo pudiese slo tomar el oficio de su padre, pero en la prctica el inmovilismo
del orden social era sin duda extraordinario en la poca sata. El excesivo respeto a
toda tradicin, el afn de no tocar la herencia del pasado y no tratar de cambiarla tuvo
forzosamente que paralizar cualquier tipo de iniciativa que permitiera a los egipcios
cambiar su posicin social.
Tambin fue caracterstico de esta poca el miedo, mezclado de fanatismo, con que
se guardaban todas las frmulas de la religin por faltas de sentido que fuesen. Esto se
manifiesta sobre todo en un terreno tan caracterstico para Egipto como extrao a los
griegos: el culto a los animales. En ninguna poca se haba podido deshacer la religin
egipcia de la antigua creencia fetichista segn la cual la fuerza de los dioses se
manifestaba en determinados animales que deban venerarse. El toro Apis del dios Ptah
y el halcn del dios Horus son slo dos ejemplos entre muchos. En la poca tarda este
culto a los animales alcanz extremos que llegaron a lo grotesco. Ya se habl de los
enormes gastos que hicieron los satas para el Serapeum, la sepultura de los toros Apis.
Adanse a esto no slo las tumbas de los toros Bukhis en Hermonthis, en el Alto
Egipto, sino que en diversos sitios se llegaron a instalar autnticas necrpolis para los
animales santos de cada regin. Momias de cocodrilos, gatos, perros, babuinos,
halcones, ibis, etc., se han conservado en nmero considerable ya que en la poca
tarda no se consideraban solamente sagrados y se enterraban bajo ritual los animales
venerados en los templos, sino que todos los ejemplares de las diversas especies
veneradas en las diferentes regiones disfrutaban del mismo trato. Existen relatos del
Egipto tardo segn los cuales la muerte causada, aun sin intencin, a un animal de una
especie considerada como santa por los habitantes de un distrito vecino condujo a
luchas sangrientas entre los fellahs de dos territorios. A todo esto se aade una
exuberante floracin de demonios y prcticas mgicas. Los cuantiosos amuletos de la
poca tarda revelan el auge que alcanz la magia negra a orillas del Nilo. No es de
extraar que los griegos y los persas se maravillaran de estos egipcios.
Dara una impresin de triste primitivismo el nivel espiritual del Egipto de entonces
comparado con el mundo griego de los filsofos naturalistas jonios y con los profetas
del rango de un Jeremas y de un Zaratustra, si no se pudieran advertir, al menos en una
parte de la clase alta, unos sentimientos religiosos de mayor alcance. Se trata de una
mayor acentuacin del factor personal que une al individuo con la divinidad para
destacar las obligaciones ticas en el marco del mundo religioso. En general, la
religin y la tica constituan en el antiguo Egipto dos valores yuxtapuestos, ms que
dos fenmenos de una misma raz y unidos indisolublemente. Slo en algunas
ocasiones, sobre todo en el culto de Osiris de la poca feudal, entre el Imperio Antiguo
y el Medio prevalecieron los valores ticos. En general la religin del antiguo Egipto
acentuaba otros factores. En la poca tarda, sin embargo, haba crculos para los
cuales la tica era lo autnticamente decisivo, no el conglomerado de frmulas
religiosas y preceptos de culto. Cuando el faran Amasis aparece en Herdoto frente a
Polcrates de Saraos como un hombre de profunda sabidura, no cabe duda de que las
ideas que se le atribuyen acerca de la envidia de los dioses hacia el hombre feliz y
afortunado son de origen griego. Lo cierto es que en algunos crculos de la clase alta
del Egipto sata se podan encontrar ideas de alta espiritualidad. Esto lo demuestran las
inscripciones biogrficas de este tiempo, y diversos escritos sapienciales en la lengua
demtica del Egipto tardo. Estos ltimos slo se encuentran en manuscritos de pocas
an posteriores y no se puede precisar con exactitud su origen, pero no cabe duda de
que se pueden considerar caractersticos de la mentalidad de determinados sectores de
la poca sata.
Este lado ms positivo del mundo espiritual del Egipto tardo, con sus ideales
determinados por la tica y la filosofa de la vida, no puede, como tampoco la maestra
de algunas obras de las artes plsticas contemporneas, ocultar que la poca sata
constituye la fase final de una gran cultura. Igual que el ingenioso aparato estatal de los
faraones de Sais, pese a toda la clarividencia y habilidad diplomtica de sus monarcas,
no poda a la larga subsistir en un mundo dominado por las nuevas potencias de Persia
y Grecia, tampoco podan emanar ya del Egipto de entonces impulsos espirituales que
fueran decisivos para el curso de la Historia. En la tierra del Nilo el futuro estaba
determinado, en primer lugar, por el impulso de la cultura creada por los griegos y, a
largo plazo, por el desarrollo de las cuatro grandes religiones del mundo, radicadas en
Asia Anterior: el mazdesmo de Zaratustra, el judasmo, el cristianismo, y el Islam.
Haban de ser finalmente las dos ltimas las que abriran nuevos caminos a la historia
de Egipto en todos los sectores, al extinguirse las ltimas tradiciones de la poca
faranica.
7. Los griegos.
I. LA POCA OSCURA
La gran ola de destruccin que se produjo a orillas del Mediterrneo alrededor del
1200 a. C. fue en parte obra de extranjeros venidos con toda probabilidad del norte, por
razones que desconocemos, por tierra, por mar o por ambas vas a la vez. Quiz los
invasores recibieran ayuda de revueltas o disensiones internas, o estuvieran en alguna
relacin con ellas, pero sta es otra cuestin que desconocemos. Hay motivos para
suponer que algunas migraciones menos destructivas siguieron producindose todava
durante un siglo o siglo y medio, entre ellas la del pueblo que trajo el dialecto drico
desde el noroeste del golfo de Corinto hasta el Peloponeso, que haba de ser su sede en
tiempos histricos. Algunos de los emigrantes predorios permanecieron posiblemente
en Grecia, en las islas y en Asia Menor; otros parecen haberse marchado.
Desconocemos casi por completo su nmero, organizacin social y nivel cultural, as
como su contribucin a la posterior historia cultural del mundo en el que haban
irrumpido. De hecho, slo conocemos su faceta destructiva. Ni siquiera los dorios son
identificables a travs de la arqueologa[1], a pesar de todo lo que se ha escrito sobre
ellos en la antigedad y en tiempos modernos. Las reconstrucciones retrospectivas
efectuadas a partir de las instituciones de los siglos VI y V son poco vlidas y carecen
de fundamento real. En general, la costumbre pertinaz de buscar separadamente las
contribuciones hechas por los inmigrantes y los nativos (dividindolos a menudo en
subgrupos) a la cultura y las instituciones de la Grecia posterior, trata de contestar a una
pregunta que es, fundamentalmente, imposible de responder y que, adems, carece de
importancia.
La gran ruptura del 1200, con toda su fuerza destructiva, fue seguida por unos ciento
cincuenta aos de fluida continuidad arqueolgica en una serie de tcnicas y prcticas
importantes. La cermica, en particular, era an claramente micnica (del tipo
conocido hoy como III C), aunque el estilo haba cambiado lo suficiente como para
diferenciarse del siglo XIII, y las variaciones locales del III C se tornaron frecuentes e
identificables, lo cual no ocurra con el III B. Aparte de la arqueologa, podemos inferir
sin temor a equivocarnos que la lengua griega tambin sigui una lnea de continuidad,
y una vez ms se aceler el proceso de diferenciacin local que habra de llevar, con el
tiempo, al esquema dialectal de la Grecia histrica[2]. Ninguno de estos hechos nos dice
nada acerca de la continuidad o discontinuidad social. Este tema no puede desarrollarse
provechosamente con la ayuda exclusiva de los datos arqueolgicos (aparte de los
puntos negativos que ya se han indicado). Sin embargo, ya veremos ms adelante en
este captulo que se pueden sacar ciertas conclusiones de los testimonios escritos
posteriores y stas, ciertamente, ni requieren ni permiten que se adjudiquen papeles o
aportaciones diferenciadas a los nativos y a los inmigrantes.
Es durante el siglo XI cuando las verdaderas innovaciones se muestran por primera
vez, con toda claridad, en el descubrimiento arqueolgico. Est la cermica
protogeomtrica, fcilmente reconocible por la decoracin de los crculos y
semicrculos dibujados a comps. Aparecen nuevas herramientas, armas y otros objetos
pequeos (tales como los grandes broches metlicos), fabricados cada vez con mayor
frecuencia a base de hierro en lugar de bronce (en el caso de las espadas el cambio es
notablemente brusco)[3]. Las tumbas y ritos funerarios sufren algunas variaciones. Todos
estos cambios eran previsibles con anterioridad y sera injusto sugerir que alrededor
del 1050 hubo un cambio repentino y uniforme en toda el rea a la que nos referimos.
Sin embargo, el conjunto de los testimonios arqueolgicos nos permite apreciar una
variacin importante. La cermica protogeomtrica constituye, al menos
simblicamente, la innovacin ms importante, ya que constituy el primer elemento de
las extensas series de cermica que habran de ser, durante muchos siglos,
caractersticas de la civilizacin griega. Adems, esta cermica parece haberse
iniciado al mismo tiempo, al menos, en tica y Tesalia[4]. Hacia esta poca, quiz al
final del mismo siglo, surge tambin algo cuya importancia es mucho ms obvia:
inmigrantes de la Grecia peninsular establecen pequeas comunidades en Asia Menor
(en la zona de la actual Turqua). Con el tiempo, toda la costa oeste de Asia Menor se
torn griega, y el mar Egeo se convirti, por as decirlo, en una va de comunicacin
interior de Grecia. Las colonias de Asia Menor se dividan por su dialecto en tres
grandes grupos, de norte a sur: el elico, el jnico y el drico, en este orden. Pero este
agrupamiento requiri alrededor de trescientos aos de complicada historia, en la que
no faltaron disputas y luchas internas. Lo que sabemos ahora, gracias a una
investigacin arqueolgica reciente y an embrionaria, es que hubo numerosos
movimientos migratorios separados de pequeos grupos, que establecieron colonias
nuevas, en vez de ampliar o reedificar las antiguas comunidades griegas, micnicas o
de la antigua Edad del Bronce, de Asia Menor, y tambin que la primera ola migratoria
se produjo despus del primer desarrollo de la cermica protogeomtrica. En realidad,
ha sido el descubrimiento de abundantes fragmentos protogeomtricos en las
excavaciones lo que ha permitido a los arquelogos fechar este movimiento y
relacionar algunas de las colonias con regiones especficas de Grecia. Resulta
prcticamente imposible adivinar por qu algn grupo en particular escogi atravesar
el Egeo en el momento en que lo hizo, pero, por otra parte, no cuesta el menor trabajo
darse cuenta de por qu fueron all. La costa de Asia Menor est formada por una serie
de promontorios con defensas naturales, frtiles valles y llanuras a su espalda. En los
siglos XI, X y IX no haba en aquella regin poderes establecidos, ni siquiera pueblos lo
suficientemente numerosos como para impedir a los nuevos colonos que se
establecieran. Una antigua colonia (Esmirna la Vieja, llamada as para distinguirla de la
posterior ciudad de Esmirna, la moderna Izmir, que est junto a ella) nos ofrece una
imagen de lo que fueron estas primitivas colonias: pequeas, insignificantes,
agazapadas tras sus murallas. Al final de la poca Oscura, cuando ya seguramente
haba ampliado el rea que originariamente ocupara, Esmirna la Vieja no contaba con
ms de 500 casas pequeas, dentro y fuera del recinto amurallado, lo que representa
una poblacin de unos 2000 habitantes.
Fue sta tambin una poca oscura para la mayora de las poblaciones indgenas
del Asia Menor occidental, y no existe indicio alguno que nos permita emitir un juicio
acerca de las relaciones entre los nativos y los inmigrantes griegos. Se ha sugerido que
los griegos haban sojuzgado a las gentes que vivan alrededor de sus comunidades, y
que los empleaban como trabajadores. Es, evidentemente, verosmil; de hecho, los
griegos lo hicieron en tiempos histricos, en el Asia Menor, a orillas del mar Negro y
en el oeste, pero la cuestin no pasa de ah. Ni siquiera sabemos quines eran estos
nativos. Los misteriosos carios estaban seguramente all, pero los lidios todava no.
Slo los frigios han salido recientemente a la luz, y en esta poca temprana estaban
demasiado alejados como para poder llamarles vecinos[5]. Llegaron al Asia Menor a
travs de los Dardanelos, en poca probablemente cercana a la de las primeras
migraciones griegas, pero estaban concentrados tierra adentro. En el siglo VIII su
poblacin ms importante era Gordio, a ms de 200 millas de la costa egea, de gran
riqueza y podero, incluso con una cultura tecnolgica y material ms avanzada que la
de los griegos de Asia Menor (e incluso que los de la misma Grecia). Gordion fue
destruida en los primeros aos del siglo VII por los cimerios que descendan desde las
estepas rusas, poniendo as fin a la Edad de Oro Frigia. Cuando los textos clsicos
griegos hacen referencia a Frigia la presentan como una fuente de esclavos que eran
empleados, por ejemplo, en la explotacin de las minas de plata atenienses.
A partir del siglo VIII, a lo sumo, las importaciones e influencias artsticas frigias
dejan una huella visible entre los griegos del Asia Menor, sin que los frigios parezcan
recibir ninguna influencia griega. Las relaciones entre los frigios y las civilizaciones
orientales parecen haber sido ms estrechas. Los arquelogos han descubierto vestigios
del camino real hitita a travs de una zona de Anatolia seguramente ocupada por los
frigios. No era ste, sin embargo, el conducto ms importante de los influjos orientales
que llegaban al mundo griego de la poca Oscura, sino la ruta martima que parta de
Siria, y tena en Chipre la principal escala intermedia. El contacto entre Grecia y el
Prximo Oriente nunca se vio roto por completo; no se hubiera podido romper, aunque
slo hubiera sido por la necesidad imperiosa que tenan los griegos de importar unos
metales (cobre, estao y, ms tarde, en incesante demanda, hierro) que llegaban
entonces, en su mayor parte, del Oriente. Tambin Chipre fue azotado por la catstrofe
del 1200, pero parece haberse recobrado rpidamente. Con casi absoluta certeza se
puede decir que sus minas de cobre nunca dejaron de producir, y no ms tarde del
siglo XI era tambin importante la industria chipriota del hierro, cuyo influjo es visible
en la Grecia peninsular, entre otros aspectos, en las armas de hierro.
La posicin geogrfica de Chipre era ideal para convertirlo en punto de contacto
entre Oriente y Occidente. La excavacin en 1936-37 de un viejo puerto en al-Mina, en
el delta del ro sirio Orontes (actualmente en la frontera turca), revel uno de los
enclaves comerciales ms importantes del territorio asitico. La cermica chipriota y
local desenterrada en al-Mina data del siglo IX, posiblemente de antes. Alrededor del
ao 800 aparece algo de cermica, que va tornndose cada vez ms abundante y
contina despus de la conquista asiria de esta regin, a finales del siglo VIII. Es
importante poner de relieve que, a juzgar por los datos que tenemos hasta el momento,
los griegos slo buscaban en al-Mina una base comercial (como en el caso de Tarso, en
Cilicia), no instalar una colonia permanente. No hay pruebas que nos indiquen los
materiales con los que se comerciaba, pero no hay duda de que la importacin de
metales era la faceta ms importante del comercio griego. Finalmente, debemos aadir
que la aparicin de la cermica griega (en los primeros momentos cermica de Eubea y
de algunas de las Ccladas, ms tarde de Corinto y otros lugares) no es necesariamente
una prueba de que el comercio estuviera en manos de los griegos de estas regiones. El
cuidadoso estudio de un barco que se hundi cerca del cabo de Gelidonya, en el
suroeste de Turqua, cuando transportaba lingotes de cobre chipriota y otros productos,
ha sugerido la posibilidad de que este navo fuera sirio[6]. El hundimiento se puede
localizar con bastante aproximacin hacia el ao 1200, demasiado pronto para nuestros
propsitos. Sin embargo, vale la pena recordar que en los poemas homricos el
comercio con el exterior es prcticamente un monopolio de los fenicios y que tanto en
Homero como en Herdoto, en el siglo V, Fenicia vena a significar todo el territorio
comprendido entre la frontera cilicio-siria y Egipto.
No se ha encontrado ningn escrito en al-Mina y, por lo tanto, su antiguo nombre
nos es desconocido. Es posible que se tratara de Posideion, la cual, segn Herdoto
(III, 91), fue en su tiempo el lmite norte de una de las satrapas persas. Todo lo que
Herdoto puede decirnos sobre el pasado de Posideion, es que haba sido fundada por
Anfiloco, uno de los hroes legendarios. En general, cuando los griegos orientales
empezaron a escribir su historia, lo cual no ocurri hasta el siglo V, de este perodo
primitivo no guardaban apenas sino algunos relatos de fundaciones en torno a
personajes legendarios e historias de incidentes aislados, por lo comn conflictos
blicos. No pudieron ofrecer ninguna obra narrativa antes del siglo VI y no mostraron
inters en relatar ordenadamente su historia social e institucional. El reflejo que nos
legaron de su poca constituye, segn palabras de un historiador, un retablo
esquemtico coloreado por los lazos sentimentales o pretensiones polticas de una
poca posterior[7]. El propio Herdoto tena sus dudas. Cuando sugiere que Polcrates
de Samos fue el primer griego que pretendi hacerse con un imperio martimo (III,
122), explica tambin que prescinde de Minos y otros como l, que Polcrates fue el
primero en lo que se llama el tiempo de los hombres. Es decir, que fue el primero en
los tiempos histricos, ya diferenciados de los mticos. La nica piedra de toque que
tenemos, la arqueologa, ha venido a confirmar, por ejemplo, la tradicin segn la cual
Esmirna fue, en principio, una fundacin elica, tomada ms tarde por los jonios. Pero
por otra parte, la arqueologa ha demostrado que las tradiciones acerca de la temprana
colonizacin jnica, a la que imaginaban como una accin nica, organizada e iniciada
en Atenas, donde se haban refugiado numerosos exiliados, entre ellos gentes de Pilos
bajo el mando del rey Neleo, son indudablemente falsas. Es casi seguro que Atenas
tuvo cierta influencia en algunas de las colonias jnicas, pero las dems afirmaciones
carecen de fundamento. En primer lugar, los estudiosos de la antigedad griegos no
tenan nocin de la gran ruptura que se produjo alrededor del 1200 a. C. y por tanto no
podan averiguar la duracin de la poca Oscura. No saban, ni tenan forma de
saberlo, que haban transcurrido ciento cincuenta aos entre la destruccin de Pilos y
los primeros movimientos a travs del Egeo: demasiado tiempo para que un nutrido
grupo de refugiados esperara en Atenas, lo cual, de todas formas, es de suyo
improbable. Aparte de todo esto, la expedicin colonizadora es pura ficcin, mientras
que el papel preponderante de Atenas en el desarrollo y difusin de la cermica
protogeomtrica, que constituye un hecho evidente, se vio completamente olvidado (y
es adems dudoso que los griegos posteriores hubieran reconocido esa cermica como
suya propia).
As pues, sera intil seguir detalladamente las tradiciones griegas acerca de su
poca Oscura en Asia Menor. Tampoco es mayor la probabilidad de verificar las
tradiciones de la Grecia peninsular en la misma poca, ya que son del mismo estilo. En
lugar de ello debemos desviar nuestra atencin hacia la primera documentacin escrita,
la Ilada y la Odisea homricas, dos poemas picos con una longitud de unas 17 000 y
13 000 lneas respectivamente. Podemos considerar estos dos poemas como fuentes
verdicas de informacin histrica? Posiblemente no haya ningn tema en toda la
antigua civilizacin griega que provoque ms controversia y ms disparidad de
criterios. Aqu no podemos hacer ms que aclarar la postura que se va a adoptar en este
captulo[8]. Los dos poemas fueron compuestos en Jonia (la Ilada quiz a mediados del
siglo VIII, la Odisea un poco ms tarde) por dos poetas diferentes que elaboraban una
misma tradicin juglaresca. Estos dos poemas fueron la culminacin de una larga
tradicin de poesa oral transmitida por juglares profesionales que viajaban a lo largo y
ancho del mundo griego. Generacin tras generacin haban reunido muchos episodios y
tradiciones locales entrelazndolos en torno a unos cuantos temas heroicos principales,
y haban creado un lenguaje potico regular y estilizado, bsicamente en dialecto jnico
pero con algunos elementos elicos. Sin duda haban existido juglares de algn tipo en
el mundo micnico, pero la tradicin sobre la que se basan los poemas homricos
pertenece esencialmente a la poca Oscura (y constituye por cierto, un antdoto contra
la propensin a conceder excesiva importancia al empobrecimiento material de esta
poca). Era una tradicin que aoraba una edad de oro del pasado pero, aparte del
conocimiento considerable, aunque impreciso, que revelan del emplazamiento de los
grandes enclaves micnicos, la sociedad y la cultura de estos poemas son incompatibles
con los testimonios, tanto arqueolgicos como documentales (tablillas en lineal B), de
la Edad del Bronce. Por otra parte, tampoco son compatibles con la Jonia del siglo VIII.
Contienen esfuerzos evidentes por excluir al mundo contemporneo: no hay, por
ejemplo, ni rastro de que el Asia Menor estuviera ya densamente colonizada por los
griegos; no aparecen los dorios en estos textos; no se hacen diferencias institucionales o
dialectales dentro del mundo griego; pues las nicas distinciones son las basadas en el
poder; hay una referencia constante a las armas y herramientas de bronce (junto a buen
nmero de descuidos, ya que los poetas mencionan el hierro, que era en su tiempo el
metal utilitario ms importante). A pesar de los anacronismos por ambos lados de la
escala temporal, la forma en que se describen las instituciones sociales y militares
posee cierta coherencia interna. Se ha pensado que este cuadro corresponde, de un
modo general, a la Grecia de la poca Oscura, que est esbozado como lo hara un
poeta y no como lo hara un historiador o un cronista, no siempre con precisin y
exactitud y s, indudablemente, a mayor escala, pero que no por ello es meramente
imaginario.
Podemos recurrir a la analoga con el mundo feudal de Beowulf, del
Nibelungenlied, o de la Chanson de Roland. El mundo de Agamenn, de Aquiles y de
Odiseo era un mundo de reyes y nobles, que posean muchas tierras y rebaos y
llevaban una vida principesca, en la que eran frecuentes las guerras y las razzias. La
mansin (oikos) del noble era el centro de la actividad y del poder, poder que dependa
de la riqueza, las proezas realizadas, de los lazos matrimoniales y de alianza, de los
colaboradores. No se asigna ningn papel a las tribus ni a los clanes familiares. En los
veinte aos en que Odiseo estuvo ausente de taca, los nobles se comportaron
escandalosamente con su familia y con sus posesiones, y sin embargo su hijo Telmaco
no tena ningn grupo de familiares al que pedir ayuda, y la comunidad no estaba lo
suficientemente integrada, organizada o equipada como para imponer sanciones. Las
pretensiones de Telmaco a la herencia de Odiseo se reconocan en principio, pero no
tena poder suficiente para hacer valer sus derechos. El asesinato de Agamenn por su
esposa Clitemnestra y su amante Egisto imponan una obligacin de venganza a su hijo
Orestes pero, aparte de ello, la vida en Micenas continu como siempre, con la nica
excepcin de que Egisto ocupaba el lugar de Agamenn. El rey que estaba en el poder
era juez, legislador y comandante. Haba ceremonias, rituales, convenciones y un
cdigo del honor por el que los nobles regan su vida, con asociaciones nobiliarias,
intercambio de obsequios, sacrificios a los dioses y ritos funerarios adecuados. Pero no
haba ningn sistema legal debidamente establecido y ningn tipo de mecanismo
constitucional. El poder se mantena siempre en equilibrio inestable; la tensin entre el
rey y los nobles era crnica, las luchas por el poder frecuentes.
Es cierto que Telmaco convoc a la asamblea de taca para que se escuchara su
queja contra los nobles pretendientes. La asamblea escuch a las partes en litigio y
no tom ninguna medida, que es precisamente lo que la asamblea hace siempre en los
dos poemas. En general, el silencio del pueblo supone para el historiador una de las
mayores dificultades que le plantean estos dos poemas. El pueblo est siempre
presente, incluso en las batallas, pero siempre como una masa confusa cuyo papel
social no aparece demasiado claro. Algunos de sus miembros, las mujeres cautivas en
particular, son denominados esclavos, pero no parecen estar en peor posicin que los
dems. Ciertos especialistas adivinos, juglares, herreros, carpinteros, mdicos
parecen tener un rango ms elevado. Los poemas ponen de relieve la importancia de la
navegacin y una preocupacin vital por el comercio, principalmente por la
importacin de bronce, hierro, oro, plata, ricos paos y otros elementos suntuarios.
Incluso se permita a los caudillos que realizaran expediciones con fines comerciales,
pero generalmente el comercio y el intercambio estaban en manos de los extranjeros, en
su mayora fenicios. Llamarle mercader era un grave insulto para Odiseo; los hombres
de su clase hacan intercambios ceremoniales o conseguan sus bienes mediante el
saqueo. En parte, tanta vaguedad en torno al hombre de la calle puede atribuirse al
propsito del poeta de poner toda su atencin en realzar las hazaas de los hroes. Pero
tal vez se deba a la ausencia real de una estricta divisin clasista de la sociedad,
particularmente en cuanto se refiere a la diferencia entre libertad y servidumbre.
La divisin fundamental entre la nobleza y el resto de los estratos sociales no es lo
suficientemente clara. Por encima y por debajo, las distinciones aparecen borrosas, y es
posible que lo fueran en la realidad.
Sera intil pretender que todo esto nos permitiera elaborar una historia de la
poca Oscura (incluso se pueden ignorar por completo los relatos de los poemas).
Todo lo que podemos sugerir es que, tras la eliminacin de los dirigentes del mundo
micnico, y con ellos de toda la estructura de poder que dirigan, la sociedad tuvo que
reorganizarse con disposiciones y valores nuevos acordes con la nueva situacin
material y el nuevo orden social, en el que eran factores importantes los invasores y los
inmigrantes. Si, como es probable, en la destruccin del mundo micnico contaron
tambin los trastornos sociales internos, ste sera otro factor importante en la
configuracin de la nueva situacin. A pesar de la uniformidad de la imagen homrica,
los cambios ocurridos en los siglos siguientes no pueden haber sido exactamente
iguales en todas partes. Desde el comienzo (as como en las siguientes migraciones
griegas a nuevas reas), las colonias en Asia Menor eran pequeas unidades
territoriales en torno a un ncleo urbano. A juzgar por los descubrimientos
arqueolgicos, existan poblaciones similares en la pennsula griega y en algunas islas
del Egeo desde el comienzo de la poca Oscura. Los poetas suponen que tal era lo
comn en Grecia; sin embargo, an durante su tiempo, regiones griegas enteras (Tesalia
y Etolia, por ejemplo) carecan de ncleos urbanos y constituan sociedades agrcolas y
de pastoreo muy laxamente organizadas. Por otra parte, la uniformidad de la estructura
de clases sugerida en los poemas era una realidad: haba una clase superior
aristocrtica y un rey o caudillo que era un poco ms (o a veces un poco menos) que el
primero entre sus iguales, en medida variable. Como sabemos por otras fuentes, en el
tiempo en que se compusieron la Ilada y la Odisea, los iguales haban prescindido
en casi todas partes de la figura del rey, sustituyndola por un gobierno de la
aristocracia. De una manera que no est clara, el pueblo tena tambin su organismo
representativo (quienquiera que fuera el pueblo), pero no se trataba de una fuerza
poltica en ningn sentido constitucional.
Aunque los poetas tenan presente la existencia de un lazo de unin entre todos los
griegos, de una unidad de lenguaje, de una religin comn y de una misma forma de
vida (aunque ni entonces ni ms tarde se pensara en la unidad poltica o en evitar las
guerras entre ellos), ni la Ilada ni la Odisea citan a los griegos por su nombre. Son
helenos y su mundo es la Hlade; su mundo, nunca, en la Antigedad, su pas, ya
que nunca estuvieron unidos polticamente. As pues, la Hlade era una abstraccin
semejante a la Cristiandad de la Edad Media o al Islam de nuestros das. En los poemas
homricos los griegos aparecen bajo tres denominaciones: aqueos, argivos y dnaos; de
las cuales las dos primeras sobrevivieron como nombres de localidades de Grecia,
mientras que la tercera dej de usarse. Sin embargo, es casi seguro que los trminos
Hellas y Hellene se usaban ya en el siglo VIII, como tambin probablemente las
genealogas que inevitablemente se inventaron para explicar las divisiones histricas
de acuerdo con los dialectos, razas y formas organizativas polticas; por ejemplo:
Elevo, hijo de Deucalin, tuvo tres hijos llamados Doro, Xuto y Eolo, etc.. En el
siglo VIII ya existan ciertas instituciones panhelnicas embrionarias, as como los
Juegos Olmpicos y ciertos orculos.
Finalmente, en el siglo VIII se produjo el retorno de la escritura a Grecia, en la
forma del alfabeto, copiado a los fenicios con ligeras modificaciones. En este punto la
tradicin griega es totalmente verdica (aunque no conoca la fecha). Podemos localizar
con ms precisin su origen en la escritura semtica del norte, y, ms especficamente,
en la escritura cursiva usada en actividades comerciales, no en los caracteres
monumentales de, por ejemplo, Biblos. Al-Mina puede haber sido el punto de contacto
y difusin, aunque esto es slo una hiptesis; el alfabeto fue quiz adoptado
inicialmente por gentes de Eubea, Creta y Rodas, ms o menos independientemente, las
cuales se encargaron de difundirlo, a travs de una complicada red de comunicaciones,
a todas las comunidades griegas[9].
Fig. 10. Los dialectos griegos en el 400 a. C.
No alcanzamos a comprender las razones inmediatas por las que el alfabeto fue
adoptado en ese momento (alrededor del 750) y se difundi con tal rapidez. Habra de
pasar mucho tiempo antes de que los griegos hicieran buen uso de este nuevo arte para
escribir crnicas o textos religiosos, dos de los principales usos que se le asignaban en
el Prximo Oriente. En un principio, los griegos parecen haber usado la escritura para
lo que podemos llamar anotaciones mnemotcnicas y etiquetas: por una parte hacan
inscripciones en piezas de cermica, lpidas y similares; por otra parte ayudaban la
memoria escribiendo listas y recordatorios (tales como los diferentes vencedores de
los Juegos Olmpicos). Ms tarde se escribieron las leyes y, sobre todo, poesa.
Los poemas homricos, en suma, miraban hacia atrs, hacia el perodo oscuro e
incluso ms all, pero estaban compuestos al principio de una nueva era.
Convencionalmente, el siguiente perodo recibe el nombre de arcaico, tomado de la
historia del arte y en particular de la escultura, como el trmino clsico que se aplica
a la siguiente era, que se inicia el 500 a. C., en nmeros redondos. El resto de este
captulo tratar de los griegos arcaicos.
El trmino comn griego para definir estos nuevos enclaves en el exterior, apoika,
connota emigracin y no esa dependencia implicada en nuestro trmino colonia.
Por lo general, cada apoika era, desde el principio y deliberadamente, una polis
independiente que conservaba lazos sentimentales con su metrpoli, pero ningn lazo
econmico o poltico. Esta independencia les permiti mantener relaciones amistosas
con sus antiguos hogares, libres de los roces y conflictos que suelen presentarse bajo
condiciones coloniales. Debe aadirse que la designacin de una metrpoli era a
menudo una eleccin arbitraria, ya que muchas de las nuevas fundaciones estaban
integradas por colonos procedentes de diferentes puntos dentro del mundo griego.
Segn las estimaciones cronolgicas modernas, basadas en la arqueologa y en algunas
investigaciones griegas muy posteriores, la primera colonia de los emigrantes griegos
fue Cumas, cerca de Npoles, poco antes del 750 a. C. (ms exactamente la isla de
Ischia, en la que ms tarde se fund Cumas), establecida desde Calcis y Eretria, las dos
ciudades principales de Eubea. Calcis fue tambin la metrpoli de la siciliana Zancle
(posteriormente Mesina), de Regio (Reggio), en la orilla italiana del estrecho, y de
Naxos, Leontinos y Catania, en Sicilia oriental, todas ellas fundadas, segn la tradicin,
alrededor del 730 a. C. Otros eubeos se les unieron en Zancle, unos exiliados de
Mesenia en Regio y unos megareos en Leontinos. Siracusa fue fundada en el 733 por un
grupo de corintios y otros dorios sin identificar; unos aqueos fundaron Sbaris en el
720 con la colaboracin de un pequeo contingente procedente de Trecn, en el
Peloponeso. Gela fue establecida por cretenses y rodios. A partir de este momento las
fundaciones de las ciudades se fueron complicando ms, debido a las migraciones
interiores. Algunas colonias se convertan a su vez en metrpoli, al tiempo que
seguan llegando emigrantes desde el este. De este modo se estableci Hmera desde
Zancle, alrededor del 650, gracias a un grupo de exiliados siracusanos; Cirene
alrededor del 630 desde la pequea isla egea de Tera, hoy Santorini; Selinunte desde
Megara Hyblaea (Sicilia oriental) en el mismo perodo; Masalia (Marsella) alrededor
del 600, por focenses, desde Asia Menor; por ltimo, Acragante desde Gela, en
colaboracin con su metrpoli, Rodas[12], en el ao 580.
Esta lista no est completa y ninguna de las fechas tradicionales es segura. Ya se ha
dicho suficiente como para indicar la cronologa del movimiento, confirmada, en lneas
generales, por la arqueologa, con el objeto de poner de manifiesto la forma en que
estas comunidades dependan del mar y revelar el nmero, diversidad y difusin
geogrfica de las comunidades griegas a las que nos referimos (no hay necesidad de
aadir una lista de las comunidades que se establecieron junto al mar Negro, pero
merece la pena sealar que Megara y Mileto fueron all los principales estados
colonizantes). Todas las tierras a las que emigraron estaban habitadas por pueblos muy
variados en distintas etapas de desarrollo, lo que provocaba diversidad de conflictos
entre los inmigrantes y los indgenas, segn la capacidad de resistencia de estos
ltimos. Los etruscos en Italia eran lo suficientemente poderosos como para detener la
expansin griega en una frontera trazada desde la baha de Npoles, y tambin lo
suficientemente avanzados como para copiar el alfabeto griego, gran parte de su arte, y
algunos elementos de su religin. En cambio, los sicilianos, como los tracios y los
escitas del norte del Egeo y el mar Negro, estaban menos avanzados tcnica y
socialmente. Al parecer, algunos quedaron reducidos a una especie de proletariado
servil, aunque las pruebas de ello son confusas e insuficientes. Otros se vieron
empujados tierra adentro, desde donde mantuvieron relaciones tirantes con los griegos
en los siglos siguientes.
Una enumeracin de las metrpolis (y de aquellas ciudades que no parecen haber
tomado parte en el proceso colonizador) nos muestra que haba poca relacin entre el
tipo de comunidad que se estableca y su ciudad colonizadora. Tampoco hay ninguna
prueba que justifique esa opinin, tan extendida en otro tiempo, segn la cual la
actividad colonizadora estaba motivada por intereses comerciales. Ms adelante se
establecieron autnticos centros de intercambio comercial, como los llamados
Emporium (la traduccin literal de emporium es puesto de intercambio o
mercado), en Espaa (hoy Ampurias) y en la desembocadura del Don, o el
interesante asentamiento de Nucratis, en la desembocadura del Nilo, donde los
faraones concentraron a los representantes de varios estados griegos, principalmente de
Asia Menor, que mantenan relaciones comerciales con Egipto. El reducido nmero de
estos emplazamientos comerciales, as como la fecha relativamente tarda de su
fundacin, son datos sumamente reveladores. Emporium fue establecida desde Masalia,
la cual, a su vez, no fue fundada antes del ao 600; la fundacin de Nucratis puede
fecharse un poco antes que la de Masalia, mientras que la Emporium rusa fue
establecida con bastante posterioridad[13]. Pero el hecho ms decisivo es que estas
colonias no eran polis griegas, sino puntos de contacto entre Grecia y el exterior,
mientras que las otras colonias eran desde el principio comunidades griegas en todos
los sentidos. En la poca arcaica, esto significaba, entre otras cosas, que eran
asentamientos bsicamente agrcolas, establecidos por gentes que haban venido en
busca de tierras para el cultivo. Generalmente se establecan cerca del mar y preferan
tener un buen puerto natural, aunque sta era siempre una consideracin secundaria: de
ah que ninguna de las colonias se emplazara junto a la mejor baha de la costa oriental
de Italia, donde estuvo la romana Brundisium (actualmente Brindisi), pese al gran
nmero de ellas que se establecieron cerca. Otra prueba del carcter eminentemente
agrcola de estas comunidades es que a los miembros de la aristocracia de Siracusa,
una de las comunidades occidentales ms importantes, se les denominara gamoroi, los
que comparten la tierra, los terratenientes.
En ltima instancia, la caracterstica que todas las metrpolis tenan en comn era
una situacin de crisis lo suficientemente grave como para inducir a la movilizacin de
todos los recursos necesarios para una empresa de tanta magnitud como el traslado
masivo a ultramar (con navos, armamento, y posiblemente herramientas, semillas y
provisiones) creando, al mismo tiempo, la disposicin mental necesaria entre sus
habitantes. Bajo las historias tradicionales de peleas y asesinatos que los griegos
posteriores asociaban con algunas de las fundaciones individuales, yace un agudo y
extenso problema social. Sin embargo, no se debe exagerar el espritu de
aventurerismo vikingo de la Grecia arcaica. Herdoto nos dice explcitamente (IV,
153) que en la fundacin de Cirene se emple la coaccin a la hora de elegir a los
emigrantes que habran de partir de Tera. Ni tampoco debemos exagerar la extensin y
frecuencia de las relaciones con el oeste o con el mar Negro en los siglos anteriores a
la colonizacin. El hecho de que se pueda verificar la existencia de comercio micnico
con Sicilia y el sur de Italia desde quinientos aos antes, carece de importancia. Mucho
ms relevante es la evidencia, cada vez ms palmaria, de que en ninguna de las dos
direcciones se ha encontrado en los nuevos emplazamientos cermica griega anterior a
la autntica colonizacin, aunque podemos estar seguros de que cada migracin tena
algn conocimiento del lugar al que se diriga y no parta, como Coln, en busca de un
espejismo. Despus de la fundacin de algunas comunidades, los dems emigrantes
podan seguirles con ms facilidad y mayor conocimiento.
La crisis tena su origen en la naturaleza y desarrollo de la clase aristocrtica
durante la poca Oscura. La arqueologa nos muestra que la riqueza y la capacidad
tcnicas iban en aumento, al tiempo que aumentaba la poblacin. Con la eliminacin del
poder real, la aristocracia parece haber cerrado sus filas, haberse hecho con la mayor
parte de las tierras (especialmente las mejores tierras) y haber creado instrumentos
para monopolizar el poder. En las tradiciones posteriores, todas las familias nobles
ponen especial cuidado en mencionar que tienen un antepasado divino o heroico; es
una seal inequvoca de su tendencia a constituir una aristocracia cerrada de sangre.
Su riqueza les permita sacar provecho de las importantes innovaciones en materia de
implementos militares importadas de Europa Central y de Oriente a mediados del
siglo VIII[14]. Tambin usaron su riqueza y sus tierras para someter al pueblo creando
lazos de obligacin y tutela. Contrariamente a la opinin moderna, los grandes grupos
de semiparentesco (phyli, gen y fratras) slo en este perodo parecen haber
desempeado un papel institucional (que no encontramos en los poemas homricos[15]),
y es razonable inferir que protegieron de alguna forma el mandato de la aristocracia
como lo hicieron las gentes con sus clientes en la Roma arcaica. Se debe admitir que el
status de la mayora no aristocrtica nos es desconocido, excepto en trminos muy
vagos. Aparte de excepciones tales como los ilotas de Esparta, nos seguimos
preguntando hasta qu punto el grueso de la masa trabajadora de los campos y las
mansiones gozaba de libertad. Cabe tambin preguntarse hasta qu punto eran estos
conceptos aplicables de una forma sistemtica (la autntica esclavitud se daba slo en
casos aislados). No hay duda de que surgi una clase no aristocrtica, formada
principalmente por granjeros, mercaderes, navieros y artesanos, todos ellos
relativamente prsperos. El origen e historia de esta clase social puede ser un poco
oscuro, pero ya hace su aparicin en algunos fragmentos de poemas lricos alrededor
del 650. Fueron estos hombres, con toda seguridad, un factor importante en la
formacin de la infantera griega, una falange masiva de hombres fuertemente armados.
Slo los hombres que contaban con algunos medios econmicos podan convertirse en
hoplitas, ya que estaban obligados a adquirir sus propias armas y armaduras (como
todava segua ocurriendo en la Grecia clsica).
El conflicto social o stasis abarc a todas las clases sociales griegas a travs de
diferentes combinaciones y alianzas. Dentro de la misma aristocracia, y a pesar de su
entrelazamiento familiar reforzado por matrimonios dentro y fuera de la ciudad y por la
clientela, as como de la creacin de instituciones formalizadas de administracin
poltica, haba rivalidades para conseguir honores y poder. Basta con mencionar la
insistente tradicin ateniense segn la cual el clan de los almenidas se vea
constantemente abandonado por aquellos de entre sus miembros que preferan seguir
una lnea poltica particular. Otro buen ejemplo es el monopolio ejercido por los
baquadas en Corinto. Tambin haba nuevos ricos que exigan una parte de estas
prerrogativas, demanda que se torn ms insistente y eficaz cuando consiguieron el
peso militar de las falanges hoplitas. Al mismo tiempo, la posicin de las clases ms
humildes se tornaba probablemente cada vez ms difcil; la masa de agricultores sufri
sobre sus espaldas el peso del incremento de riqueza en las clases privilegiadas. Una
poblacin creciente era en s misma un peligro, si no un mal clarsimo, ya que gran
parte de Grecia y de las islas del Egeo no podan mantener una poblacin numerosa
sobre su suelo. El aumento del nivel de vida entre los aristcratas y los nuevos ricos
parece haber ejercido an ms presin sobre las clases humildes, al objeto, por
ejemplo, de provocar la expansin hacia tierras marginales y diversificar ms los
trabajadores agrcolas y domsticos. Sus objetivos se vean facilitados por las leyes
que regan las deudas y la posesin de las tierras. Al final, segn palabras de
Aristteles en su Constitucin de Atenas, se produjo un conflicto civil entre los
nobles y el pueblo durante un largo perodo de tiempo, porque los pobres, con sus
mujeres e hijos, estaban esclavizados por los ricos y no tenan derechos polticos.
Esta frase lapidaria es demasiado simple y esquemtica. Tampoco estamos en
condiciones de determinar hasta qu punto se haba tornado universal esta stasis. A
pesar de ello, las tradiciones acerca de demandas generales de redistribucin de tierras
y cancelacin de deudas no pueden ser pura ficcin. Tampoco es equivocado poner de
relieve el monopolio aristocrtico en la administracin de la justicia. El poeta beocio
Hesodo critica enrgicamente a los jueces devoradores de sobornos de su tiempo,
posiblemente la primera mitad del siglo VII. Para las clases humildes, a diferencia de
las elevadas, las exigencias econmicas y los deseos de justicia eran ms importantes
que las demandas de derechos polticos. Esta peticin de justicia explica otra faceta de
la tradicin que ha llegado hasta nosotros: el papel del legislador sabio y ecunime. La
ley, en manos de una aristocracia tradicional y hermtica, autosuficiente y ocultista, era
un arma poderosa dentro de un mundo que estaba aprendiendo a registrar las cosas por
escrito; poco a poco se fue convirtiendo en un poder intolerable. Nuevamente se
presenta la analoga con la Roma arcaica: no podra haber justicia, clamaba la protesta,
mientras la ley no fuera del dominio pblico y su administracin abierta y ecunime.
Inevitablemente, los hombres que asumieron esta tarea en una comunidad tras otra
(cuando las peticiones se hacan lo suficientemente insistentes) fueron reformadores al
tiempo que legisladores. A falta de precedentes, improvisaban libremente, con esa
originalidad obligada que caracterizaba cada aspecto de la vida y la cultura de la
Grecia arcaica. Nunca se destacar lo bastante esta caracterstica. El sistema poltico
de magistrados, consejos y, ms tarde, asambleas populares fue un invento libre. Tal
vez se copiaran algunos mitos y cultos religiosos del Oriente, pero su combinacin era
original, como lo eran por completo las formulaciones literarias, incluso en la temprana
poca de la Teogona de Hesodo, as como la nocin misma de que un poeta, sin
vocacin sacerdotal alguna, tuviera derecho a sistematizar los mitos sobre los dioses.
Tambin la falange hoplita era una creacin, cualquiera que fuese la fuente extranjera de
algunos elementos de la panoplia hoplita.
Cabe destacar dos caractersticas en estos legisladores arcaicos. Una es la
confianza en s mismos. Todos estaban de acuerdo en que la justicia vena de los
dioses, pero jams se atribuyeron ninguna misin divina ni pretendieron estar guiados
por los dioses. Las preguntas al orculo de Delfos pueden haber contribuido a sellar su
trabajo con una especie de bendicin divina, como cuando se le hacan consultas
similares respecto de una propuesta de colonizacin, pero el orden era siempre el
mismo: en primer lugar se formulaban las medidas, despus se consultaba a Delfos.
Esta ambivalencia sigui siendo una caracterstica de la comunidad griega durante
siglos. La actividad religiosa era frecuente y ubicua; en pocas posteriores se llegaron
a inventar orculos dlficos para suplir las deficiencias de unos antepasados que no
siempre se molestaron en consultar a Apolo. La autoridad divina sobre las vidas de los
hombres y de las comunidades y su interferencia en ellas se aceptaban como parte de la
naturaleza de las cosas. Pero, al mismo tiempo, la comunidad encontraba la inspiracin
y la justificacin de sus actos en s misma, en trminos humanos.
La segunda caracterstica de los legisladores es su aceptacin de la desigualdad
humana. Durante esta etapa, la justicia no equivala a la igualdad o la democracia.
Conced al pueblo llano privilegios suficientes, escriba el ateniense Soln. En
cuanto a los que estaban en el poder, prosigue Soln: procur que no sufrieran ninguna
injusticia. Me erig en protector de ambas partes cubrindolas con un fuerte escudo,
impidiendo que ninguna de ellas triunfara injustamente. Sera anacrnico ver en Soln
a una personalidad democrtica. El pueblo llano, el demos, estaba an en estado latente
como fuerza poltica a comienzos del siglo VI; la cuestin de la soberana popular an
no se haba incluido en el orden del da.
Las palabras de Soln nos recuerdan que la evolucin econmica, jurdica y
poltica de la Grecia arcaica pas por un largo perodo de lucha. Fue un perodo
confuso, desigual, discontinuo, pero realmente feroz en los momentos crticos. Al
principio, la posibilidad de enviar a un sector de la poblacin a otros lugares serva
como vlvula de escape. Finalmente lleg un momento (en muchas zonas, a mediados
del siglo VII) en que las soluciones externas ya ni eran asequibles ni suficientes.
Repentinamente, estall la stasis; facciosos y ambiciosos aprovecharon esta ocasin en
su propio beneficio. Como resultado hace su aparicin esa institucin tan
especficamente griega: el tirano. Originalmente, la palabra neutra tirano vena a
significar que un individuo tomaba y conservaba el poder sin autoridad legtima (a
diferencia del rey), y no implicaba ningn juicio sobre su calidad como ser humano o
como gobernante. Este ltimo juicio, invariablemente peyorativo, vino ms tarde, y
entonces los griegos, volviendo la vista hacia la poca de la tirana, tergiversaron la
historia para acomodarla a su reciente condena moral. Sin embargo, nunca llegaron a
ocultar por completo el hecho de que los tiranos fueran muy distintos personalmente
unos de otros y que algunos de ellos haban gobernado con acierto y benevolencia.
Nos es imposible comprender la tirana griega sin antes hacer un esfuerzo para
liberar la mente de esa connotacin de despotismo con la que se ha asociado siempre la
palabra tirano, desde que los griegos clsicos forjaron esta ntima conexin.
Aclararemos ms este punto cuando se hable, ms adelante, sobre los pisistrtidas de
Atenas. No es que los descendientes de los primeros usurpadores, esforzndose en
mantener un mandato dinstico, no acostumbraran a tornarse dspotas brutales hasta
conseguir que se les expulsara las tiranas arcaicas eran siempre de poca duracin,
hablando en trminos de generaciones, sino que la creciente importancia y difusin
de las tiranas individuales tena sus races en la situacin social, y no simplemente en
la calidad moral de ciertos individuos. Hacia finales del siglo VII, la tirana se extendi
a numerosas comunidades de la pennsula griega y, ms tarde, a las islas del Egeo, hasta
llegar a Asia Menor y las comunidades occidentales. Nuestra principal fuente de
informacin en este aspecto es Herdoto, que no pretende estar en posesin de una
cronologa exacta. Por otra parte los esfuerzos realizados en este sentido por los
historiadores griegos posteriores han dado resultados confusos y poco dignos de
confianza, de manera que es ms seguro no dar fechas exactas en la mayora de los
casos. El primer tirano, y en cierta forma el ms ambicioso, fue Fidn de Argos, al que
Aristteles describi como un rey legtimo que gobern como un tirano, lo cual podra
ser exacto. Durante la siguiente generacin aparecieron tiranas ms tpicas en Corinto,
Sicione y Megara, para citar solamente las ms conocidas. Parece haber cierta clara
(aunque no perfecta) correlacin entre la tirana por una parte y el progreso econmico,
poltico y, particularmente, urbanstico, por otra, a juzgar tanto por los ejemplos citados
como por los de Atenas, Naxos, Samos y Mileto en el siglo VI. De ah que las regiones
ms subdesarrolladas, tales como Acarnania, Etolia y Tesalia rara vez entren en esta
consideracin.
El factor comn era la impotencia de la aristocracia hereditaria ante la agudizacin
de los conflictos, ya fueran los concernientes a la misma aristocracia o aquellos que
afectaban a los nuevos ricos, a la creciente poblacin urbana o al campesinado
empobrecido y cargado de deudas[16]. Los conflictos con otros estados deben entrar
tambin a menudo en consideracin, como en el caso de los enfrentamientos entre
Argos y Esparta, entre Atenas y Megara. No es ninguna casualidad que la tirana se
presentara en las colonias con un siglo de retraso, y que, aun entonces, se viera
mezclada con los problemas creados por las potencias vecinas: Lidia y Persia al este,
Cartago al oeste. Polcrates de Samos sac partido de la necesidad de organizar la
resistencia ante Persia en una escala sin precedentes, y de su habilidad en conseguirlo.
Por el contrario otros basaron sus tiranas, menos espectaculares, en el apoyo persa.
As, pues, la tirana tena un aspecto militar, pero sus guardaespaldas y tropas en
general, ya fueran nativas o mercenarias, no deben ocultarnos la creciente popularidad
de esta nueva institucin poltica. En cada ciudad haba elementos que deseaban la
subida al poder de un tirano, con la esperanza de que l consiguiera, mediante amenazas
y por la fuerza, las reformas sociales y polticas que ellos haban sido incapaces de
conseguir de otra forma.
En Atenas un tal Ciln intent sin xito dar un golpe de estado alrededor del 630.
Una generacin ms tarde el pueblo peda a Soln que se erigiera en tirano siguiendo el
modelo de las vecinas Megara y Corinto. Soln se neg a ello e intent hacer reformas
por otros medios, pero el hecho de que se produjera una peticin en este sentido es ya
muy significativo. En muchos sitios la tirana realiz, a costa de la aristocracia
tradicional, exactamente las reformas que se haban solicitado. Con esto no quiero
sugerir que los tiranos se consideraran a s mismos portadores de algn misterioso
destino histrico, precursores de la democracia o algo parecido. Simplemente queran
poder y xito y, si eran inteligentes y disciplinados, lo conseguan gracias al progreso
de sus comunidades. Durante una o dos generaciones los tiranos consiguieron detener la
stasis paralizadora; establecieron alianzas, mediante matrimonios dinsticos o por
otros medios, con otros estados griegos, convirtindose as en una fuerza pacificadora
all donde era posible (ya que a menudo no lo era); ayudaron al campesino a
independizarse y posiblemente protegieron el comercio y la industria (aunque esto
ltimo sea slo una suposicin); robustecieron el sentido comunitario mediante grandes
obras pblicas y esplndidos festivales en torno a los cultos ms importantes. Por
encima de todo, los tiranos rompieron con el gobierno anticuado de la aristocracia.
Paradjicamente, a pesar de que estaban por encima de la ley y la constitucin, los
tiranos consolidaron la polis y sus instituciones, y ayudaron a levantar el demos, el
pueblo como conjunto, a un nivel de conciencia poltica que a su vez trajo consigo el
gobierno del demos, la democracia.
La gran debilidad de la tirana era, naturalmente, que sus operaciones y su tono de
gobierno dependan absolutamente de las cualidades personales del tirano. Otra
debilidad era su poder mismo de seduccin. El tirano no era el nico hombre capaz y
ambicioso en su estado, y no haba sitio para otros con sus mismas aspiraciones.
Tampoco haba otra forma de rivalidad poltica que la conspiracin y el asesinato. Por
este motivo la tirana sola conducir estructuralmente, despus de dos o a lo sumo tres
generaciones, al despotismo, a la guerra civil, a la abdicacin o al derrocamiento,
segn los casos. Despus de esto, cada comunidad se desarroll de forma distinta.
Siglos de desarrollo desigual en el mundo griego haban dejado un legado permanente
de considerable diversidad. Dos estados manifestaron pronto su hegemona, cada uno
de ellos excepcional a su manera: Esparta, que evit por completo la tirana, y Atenas
que habra de convertirse en el mejor ejemplo de la democracia griega, y al mismo
tiempo en la potencia imperial ms importante de Grecia.
III. ESPARTA
IV. ATENAS
CAP. 1: ASIRIA Y LOS PASES VECINOS (BABILONIA, ELAM, IRN) DEL AO 1000 AL 617 a. C. /
EL IMPERIO NEOBABILNICO HASTA EL 539 a. C.
I. Fuentes
III. Artculos
Vase en particular:
MERIGGI, P.: Le Iscrizioni storiche in meteo geroglifico, Studi Classici e Orientali II
(Pisa, 1953), pp. 5-64. y los trabajos que ha consagrado LAROCHE a diversas figuras
de divinidades segn los textos jeroglficos. Ver, sobre Armash (el dios lunar):
Revue de lHistoire des Religions, 148 (1955), pp. 13 ss.; sobre Tarkhundash (dios
de la tempestad): Revue hittite et asiatique, fasc. 63 (1958), pp. 88 ss.; sobre
Rundash (dios de la lluvia): Syria XXXI (1954), pp. 107 ss.; sobre Kubabash:
Elments orientaux dans la religion grecque ancienne (Pars, 1960), pp. 113 ss.;
sobre Shar(ru)mash: Syria XL (1963), pp. 277 ss.
CAP. 3. SIRIA Y PALESTINA DESDE FINES DEL SIGLO XI HASTA FINES DEL SIGLO VI a. C.
DESDE LA INSTAURACIN DE LA MONARQUA EN ISRAEL HASTA EL FIN DEL EXILIO DE LOS
JUDOS
I. Fuentes
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III. Atlas
CAP. 4: ARABIA
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en ciertos aspectos, contiene una recopilacin til e informativa de fuentes egipcias
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d) Fuentes hebreas
e) Fuentes arameas
BREASTED, J. H.: Geschichte gyptens, tomo 8: Die Zeit der Restauration und das
Ende. Traduccin alemana de H. RANKE. Zrich, 1936.
DRIOTON, E., y VANDIER, J.: Les Peuples de lOrient Mditerranen, vol. II: LEgypte;
cap. XIII: De Psammtique I Alexandre le Grand (663-332). Pars, 1952.
GARDINER, sir A.: Egypt of the Pharaohs. An introduction, cap. XIII: The last
assertions of independence. Oxford, 1961.
GYLES. M. F.: Pharaonic Policies and Administration, 663 to 323 B. C. Chapel Hill,
1959.
KIENITZ, F. K.: Die politische Geschichte gyptens vom 7. bis zum 4. Jahrhundert vor
der Zeitwende. Berln, 1953.
5000 Jahre Orient. Ein Gang durch Geschichte und Kultur des Nahen Ostens von
den Pharaonen bis zur Gegenwart, pp. 139 ss.: Sptzeit Pharaonen,
Nebukadnezar und der Aufstieg iranischer Volksstmme zur Weltherrschaft.
Mnich, 1962.
MEULENAERE, H. DE: Herodotos over de 26ste Dynastie (II, 147-III, 15). Lovaina,
1951.
MEYER, E.: Geschichte des Altertums, vol. III, 3: Die Restaurationszeit und die
Begrndung der Perserreiches, 3. ed. Stuttgart, 1954.
WIEDEMANN, A.: Geschichte gyptens von Psammetich I. bis auf Alexander den
Grossen. Leipzig, 1880.
Herodots zweites Buch mit sachlichen Erluterungen. Leipzig, 1890.
WOLF, W.: Kulturgeschichte des alter gypten, novena parte: Die Sptzeit. Stuttgart,
1962.
No citamos aqu los libros y artculos mencionados en las notas, como tampoco las
historias generales de Grecia y de la literatura griega y los tratados sobre la
religin y el arte.
ANDREWES, A.: The Greek Tyrants. Londres, 1956.
BRARD, J.: La colonisation grecque de lItalie mridionale et de la Sicile, 2. ed.
Pars, 1957.
BOARDMAN, J.: The Greeks Overseas. Hardmonsworth, Penguin Books, 1957.
BOWRA, C. M.: Greek Lyric Poetry from Alcman to Simonides, 2. ed. Oxford, 1961.
BURN, A. R.: The Lyric Age of Greece. Londres, 1960.
FINLEY, M. I.: The World of Odysseus. Ed. rev., Nueva York, 1965.
FRNKEL, H.: Dichtung und Philosophie der frhen Griechentums, 2. ed., Mnich,
1962.
Wege und Formen frhgriechischen Denkens, 2. ed., Mnich, 1960.
GRAHAM, A. J.: Colony and Mother City in Ancient Greece. Manchester, 1964.
GUTHRIE, W. K. C.: A History of Greek Philosophy, vols. I y II. Cambridge (Inglaterra),
1962-65.
HASEBROEK, J.: Griechische Wirtschafts- und Gesellschaftsgeschichte bis zur
Perserzeit. Tubinga, 1931.
JEANMAIRE, H.: Couroi et Cortes. Lille, 1939.
KIRK, G. S., y RAVEN, J. E.: The Presocratic Philosophers. A Critical History with a
Selection of Texts. Cambridge (Inglaterra), 1962.
LATTE, K.: Heiliges Recht. Tubinga, 1920.
MAZZARINO, S.: Fra Oriente e Occidente. Florencia, 1947.
RICHTER, G. M. A.: Kouroi, 2. ed. Londres, 1960.
ROEBUCK, C.: Ionian Trade and Colonization. Nueva York, 1959.
SAKELLARIOU, M. P.: La migration grecque en Ionie. Atenas, 1958.
SNELL, B.: Die Entdeckung des Geistes, 3. ed. Hamburgo, 1955.
STARR, C. G.: The Origins of Greek Civilization 1100-650 B. C. Nueva York y
Londres, 1962.
VERNANT, J. P.: Mythe et pense chez les Grecs. Pars. 1965.
Les origines de la pense grecque. Pars, 1962.
WILL, E.: Doriens et Ioniens. Pars, 1956.
Notas
[1]Sobre los arameos y su expansin, cf.: SCHIFFER, S.: Die Aramer. Leipzig, 1911;
OCALLAGHAN, R. T.: Aram Naharaim. Roma, 1948; LANDSBERGER, B.: Samal
Ankara, 1948; DUPONT SOMMER, A.: Les Aramens. Pars, 1949; KUPPER, J. R.: Les
Nomades Pars, 1967, pp. 112-145; MOSCATI, S.: The Aramaean Akhlam, Journal
of Semitic Studies, IV (1959), 303-307. <<
[2]ARAB, I, 107-108; WEIDNER, E. F.: AFO, 3 (1926), 151-161; WEISSBACH, F.: RLA, 1
(1928), 209-211; KUPPER, J. R.: Nomades, 117-119, 133. <<
[3]ARAB, I, 109-125; SEIDMANN, J.: Mitteilungen der altorientalischen Gesellschaft
IX/3 (1935), 8-35; WEIDNER, E. F.: RLA, I (1928), 109-125. <<
[4]
SCHEL, V.: Annales de Tukulti-Ninip, Pars, 1909; ARAB, I, 126-137; KUPPER, J. R.:
Nomades, 124-126; TOURNAY, R. J., y SOUBHI SAOUAF: Stle de Tukulti-Ninurta II,
Ann. Archeol. Syrie (1952), 169-190. <<
[5] DOSSIN, G.: Annales archeol. de Syrie, 11-12 (1961-1962), 197-206. <<
[6]Cf. HSING, G.: Der Zagros und seine Vlker, en Alter Orient, 9, 1908; STRECK,
M.: Das Gebiet der heutigen Landschaften Armenien, Kurdistan und Westpersien nach
den babylonisch-assyrischen Keilschriften, ZA, 13 (1898), 57-110; 14 (1899), 103-
172; 15 (1900), 257-382; THUREAU-DANGIN, F.: Une relation de la Huitime
Campagne de Sargon, Pars, 1912; WRIGHT, E. M.: The 8th Campaign of Sargon II of
Assyria, JNES, 2 (1943), 173-186; SPEISER, E. A.: Southern Kurdistan, Annual of
the American Schools of Oriental Research, 8 (1926-28); KINNIER-WILSON, J. V.: Iraq,
24 (1962), 101-113; VANDEN BERGHE, L.: Archologie de LIran ancien, Leiden, 1959.
<<
[7]
Sobre las excavaciones de Hasanlu, cf. los informes de DYSON, R. H.: Archaeology,
1958-59-60; Expedition, 1958-1959; Illustrated London News, 23-I-60, 13-II-60,
30-IX-61; Science, 135/3504 (Washington, 1962), 637-647. <<
[8] GODARD, Le trsor de Ziwiye, Haarlem, 1950; GIRSHMAN, E.: LIran, Pars, 1951,
89-93; FALKNER, M.: AFO, 16 (1952), 129-132; BARNETT, R. D.: Iraq, 18 (1956), 111-
116. <<
[9]Sobre Uraru, cf. la bibliografa citada en FOLLET, R.: Rivista degli Studi Orientali,
32, 1957, pp. 189-200, y en RA, 52 (1958), 191-92, y 53 (1959), 52-53, y ms
particularmente, KNIG, F. W.: Handbuch der chaldischen Inschriften, AFO, anexo 8
(1955); MELIKIVILI, G. A.: Urartskije klinoobraznyje nadpisi. Mosc, 1960;
generalidades: GOETZE, A.: Kleinasien (1957), pp. 189-200; economa:
RIEMSCHNEIDER, M.: Wirtschaftsformen und Militrwesen in Uraru, en
Sozialkonomische Verhltnisse im Altem Orient. Berln, 1961, 237-244; arte:
PIOTROVSKIJ, B. B.: Iskusstvo Uraru. Leningrado, 1962. Cartas y documentos urarteos;
DIAKONOV, I. M.: Urartskije pism i dokumenty. Mosc-Leningrado, 1963. <<
[10]H. WEISSBACH, RLA, 1, 214-220; ARAB, 1, 138-199; WISEMAN, D. J.: A New Etela
of Assurnasirpal, Iraq, 14 (1952), 24-39; MICHEL, E.: Die Texte Aur-nair-
aplis II, en Die Welt des Orients, 2, 1954, 312-21, 404-07; VIEYRA, M.: Les
Assyriens. Pars, 1961. <<
[11] Sobre Salmanasar III: ARAB, 1, 200-252; MICHEL, E.: Die Aur-Texte
Salmanasar III, en Die Welt des Orients, 1 (1947), 116 (1952); CAMERON, G. G.:
Sumer, 6 (1950), 6-26; FUAD SAFAR, Sumer, 7 (1951), 3-21; LAESSE, J.: Iraq, 21
(1959), 38-41; LAMBERT, W. G.: Anatolian Studies, 11 (1961), 143-158;
KINNIER-WILSON, J. V.: Iraq, 24 (1962), 90-115; HULIN, P.: Iraq, 25 (1963), 48-69.
Sobre las campaas contra Siria, principalmente cf. OPPENHEIM, A. L.: ANET (1950),
p. 276 y la bibliografa citada en la misma pgina, nota 1. <<
[12]
NASTER, P.: LAsie Mineure et lAssyrie aux VIIIe et VIIe sicles av. J. C. Lovaina,
1938. <<
[13]
ARAB, 1, 230-231; Historia Sincrnica (Cuneiform Texts, 34, 40), col. III, lneas
22-35; UNGER, E.: RLA, 3 (1959), 139-140 (s. v. Gannanate). <<
[14] OATES, D.: Iraq, 25 (1963), 6-39. <<
[15]
OATES, D.: Fort-Salmaneser, Iraq, 21 (1959), 98-129; LAESSE, J.: A Statue of
Salmaneser III from Nimrud, Iraq, 21 (1959), 6-37; OATES, D.: The Excavations at
Nimrud, Iraq, 23 (1960), 1-14, 25 (1963), 6-37. <<
[16]
Textos: Estela de Kalakh (I Rawlinson, 29-34); ARAB, 1, 253-260; Estela de
Asur; WEIDNER, E. F.: AFO, 9 (1933-34), 89-101; Carta a Dios, Keilschrifttexte
aus Assur historischen Inhalts, 2, 40, 142; WEIDNER, ib., pp. 101-104; Historia
Sincrnica (CT, 34, pl. 41), Z, 1-14. <<
[17] WEIDNER, E. F.: AFO, 8 (1932-33), pgs. 27-29. <<
[18]AFO, 9 (1954), pgs. 102-103. Sobre la significacin de la Carta a Dios, cf. nota
46. <<
[19] WEISSBACH, F. H.: Babylonische Miscellen. Leipzig, 1903, pgina 16, nm. VI,
ln. 4: Marduk-zkir-umi ar kiati, Marduk, rey de la Totalidad. <<
[20]
Estela de Sammuramt, ANDRADE, W.: Stelenreihen aus Assur, Leipzig, pp. 10-11;
ARAB, 1, pp. 260 y 731; sobre Sammuramt-Semramis, cf., en particular, LEWY, H.:
JNES, 11 (1952), pp. 264-286. <<
[21] ARAB, 1, 260-265; cf., tambin, WEISSBACH, H. F.: RLA, 1, p. 21. <<
[22] Historia Sincrnica, CT, 34, planchas 38-41 (as como duplicados); PEISER
WINCKLER: Die sogenannte synchronistische Geschichte KB, 1 (1889), pp. 194 y sigs.;
cf., adems, TADMOR, E.: JNES, 17 (1958), 131 (traduccin parcial y bibliogrfica);
WEIDNER, E. F.: AFO, anexo 12 (1959), 49, 51, 54 (traduccin parcial). <<
[23] Cf. RLA, 2/5, p. 429, dedicado a los aos 788 y 787. <<
[24]
KING, L. W.: Chronicles of Early Babylonian Kings, 2. ed., 1907, pp. 66-68; cf.
tambin WEIDNER, E. F., RLA, 2, p. 453 (s. v., Eriba-Marduk). <<
[25]FRIEDRICH, J.; MEYER, G. R.; UNGNAD, A., y WEIDNER, E. F.: Die Inschriften vom
Tell Halaf, AFO, cuaderno 6. Berln, 1940. <<
[26] Ibid., p. 38, nm. 48. <<
[27] KNIG, F. W.: AFO, cuaderno 8, p. 37. <<
[28] KNIG, op. cit., nm. 10, pp. 59-60. <<
[29]Asurnirarini Adadinirariehi MAN kur Asurnii, Asurnirri (hijo) de Adadnirri,
rey de Asiria, ibd., p. 117, nm. 102, p. derecha, I, lneas 9-10. <<
[30] KNIG, op. cit. pp. 116-117, nm. 102, VII-VIII. <<
[31] Ibid., 123-124, nm. 9, III-IV. <<
[32] Inscripcin encontrada en Jekke; cf. BARNETT, R. D.: Hittite Hieroglyphic Texts at
Aleppo, Iraq, 10 (1948), pp. 122 ss. y plancha XIX. Observar, sin embargo, que la
identificacin de sa-s-tu-ri con Sardur no es aceptada por todos los hititlogos. <<
[33]
THUREAU-DANGIN, F.: Linscription des lions de Til Barsip, en RA, 27 (1930), pp.
1-21. <<
[34]Canon de los Epnimos, aos 771-754, RLA, II, 430, lneas 47 y 35. Cf. tambin,
ibd., I, 211, s. v. Aurdn III. <<
[35] ARAB, 1, 265-268; WEIDNER, E. F.: AFO, 8 (1932), p. 17. <<
[36]Inscripciones de este rey en: ARAB, 1, pp. 269-295; WISEMAN, D. J.: Iraq, 13
(1951), pp. 21 ss.; 18 (1956), pp. 117 ss.; cf. tambin la Crnica babilnica
(WINCKLER, H.: KB, 2, p. 272), vol. I, lneas 1-24. Sobre los acontecimientos de Siria-
Palestina, cf. OPPENHEIM, A. L.: ANET, pp. 282-284, y la bibliografa citada, pp. 276,
nota 1; principalmente ALT, A.: Das System der assyrischen Provinzen auf dem Boden
des Reiches Israel, Zeitschrift des deutschen Palstina-Vereins, 52 (1929),
p. 220 ss., y Neue assyrische Nachrichten ber Palstina und Syrien, ibd., 67 (1945),
pp. 178 ss. <<
[37] DUPONT-SOMMER, A.: Les inscriptions aramennes de Sfire. Pars, 1958. <<
[38] FORRER, E.: Die Provinzeinteilung des assyrischen Reiches. Leipzig, 1920. <<
[39]Texto K 1349, WINCKLER, H.: Sammlung von Keilschrifttexten, volumen 2, nm. 1
ibd., Altorientalische Forschungen, 1, pp. 403 ss.; LUCKENBILL, ARAB, 2, pp. 69-71.
<<
[40] UNGER, E.: Sargon II von Assyrien, der Sohn Tiglatpilesers III. Estambul, 1933. <<
[41]Sobre los textos histricos del reinado, cf., LYON, D. J.: Keilschriftexte Sargons,
Knigs von Assyrien. Leipzig, 1883; WINCKLER, H.: Die Keilschrifttexte Sargons II.
Leipzig, 1889; OLMSTEAD, A. T.: Western Asia in the Days of Sargon of Assyria,
722-705 B. C. Nueva York, 1908; LUCKENBILL, ARAB, 2, pp. 1-114, 1-230; LIE, A. G.:
The Inscriptions of Sargon II, King of Assyria, The Annals. Pars, 1929; WEIDNER,
E. F.: AFO, 14 (1941-1944), pp. 40-53; GADD, C. J.: Iraq, 16 (1954), pgs. 172-201;
TADMOR, H.: Journal of Cuneiform Studies, 12 (1958), pp. 22-40 y 77-100.
Numerosos datos histricos se obtienen igualmente de las cartas de la poca;
LEROY-WATERMAN: Royal Correspondence of the Assyrian Empire, en Ann. Arbor,
(1930/31); SAGGS, H. W.: Iraq, 20 (1958), pp. 182-212. Sobre Elam en la poca de
Sargn y sus sucesores, cf. HINZ, W.: Das Reich Elam Stuttgart, 1964, pp. 121 ss.; Das
neu-elamische Reich (rund 750 bis, 640 v. Chr.). <<
[42] Texto K 1349 (cf. nota 39), lneas 38-40. <<
[43] KNIG, F. W.: AFO, cuaderno 8, nms. 118-122, pgs. 139-150. <<
[44]Ibid., nm. 122. La estela de Topzawa (o de Sidekan) se halla aproximadamente a
35 km de Rowandz y a casi 25 km de la estela de Kelishn. <<
[45] Cf. FOLLET, R.: Rivista degli Studi Orientali, 32 (1957), 61-81. <<
[46] Se trata del relato detallado de una campaa que el rey hizo redactar bajo la forma
de carta dirigida a uno o a varios dioses. Les rinde cuentas del desarrollo y xito de las
operaciones. Sobre otras Cartas a Dios, cf. Samshi-Adad V (nota 35), y Asarhaddn
(cf. nota 103). Cf. adems UNGNAD, A.: Orientalistische Literaturzeitung, 21, pp. 72 y
siguientes; WEIDNER, E.: AFO, 12, p. 147; DIJK, J. VAN: La sagesse somro-
accadienne. Leiden, 1935, pp. 13 ss. <<
[47] Fr. THUREAU-DANGIN, op. cit., pg. 14. <<
[48]
Acta de cambio de tierras, texto K 1989, KOHLER, J., y UNGNAD, A.: Assyr.
Rechtsurkunden, Leipzig, 1913, nm. 10; JOHNS, Assyrian Deeds and Documents,
Cambridge, 1924, nm. 660, p. 809. <<
[49] Sobre Senaquerib, cf. LUCKENBILL, D. D.: The Annals of Sennaqherib, en
Oriental Institute Publications, 2. Chicago, 1924; d., ARAB, 2, pgs. 115-197;
GRAYSON, A. K.: AFO, 20 (1963), pg. 84, nota 5 (bibliografa complementaria).
Alusin a los inditos, en BORGER, R.: Bab.-Ass. Lesestucke (1963), pp. 59-62;
Crnica Babilnica (Cuneiform Texts, 34, plancha 46 ss., vol. II, lnea 18, hasta
col. 111, lnea 38). <<
[50] LUCKENBILL, D. D.: op. cit., nota 49, pp. 103-116 (col. V, 23-VIII, 88). <<
[51]TH. JACOBSEN y SETON LLOYD: Sennacheribs Aqueduct at Jerwan, en Orient.
Inst. Public., 24, Chicago, 1935. <<
[52] LEWY, H.: Nitokris-Naqa, en JNES, 11 (1952), pp. 264-286. <<
[53]
BORGER, R.: Die Inschriften Asarhaddons Knigs von Assyrien, en AFO, anexo 9,
1956, pp. 40 ss., lneas 8-19. <<
[54]Sobre Asarhaddn, cf. principalmente, LANDSBERGER, B., y BAUER, TH.: ZA, 37
(1927), pp. 61-98; BORGER, R.: Die Inschriften Asarhaddons en AFO, anexo 9 (1956);
d., AFO, 18 (1957-58); d., Bibliotheca, Orientalis, 21 (1964), pp. 143-148:
WISEMAN, D. J.: The Vassal-Treaties of Asarhaddon, Iraq, 20 (1958), pp. 1-99;
BORGER: ZA, 54 (1961), pgs. 173-196; sobre la crnica de Asarhaddn, SMITH, S.:
Bab. hist. Texts, Londres, 1924, pgs. 1-21. <<
[55] NOUGAYROL, J.: Syria, 33 (1956), pp. 151-160. <<
[56] BORGER: op. cit., pp. 56-57, col. IV, lneas 53-61. <<
[57] Ibid., pp. 107-109. <<
[58] LABAT, R.: Journal Asiatique, 1961, pp. 1-12. <<
[59] KNIG, F. W.: AFO, cuaderno 8, nms. 126-131, pp. 157-161. <<
[60] Cf. la nota 46. <<
[61] LEROY-WATERMAN: op. cit., nm. 870. <<
[62] WISEMAN, D. J.: Iraq, 20 (1958), pp. 1-99. <<
[63] Ibid., lneas 237-245. <<
[64] VONZEISSL, H.: thiopien und Assyrer in gypten (gipt. Forschungen, 14, 1955),
pp. 52-54; BORGER, R.: Op. cit., pp. 94; YOYOTTE, J.: Les principauts du Delta, en
Mlanges Maspero, 4 (1961). <<
[65] LEROY-WATERMAN: op. cit., nm. 1239. <<
[66]
Sobre Asurbanipal, cf. STRECK, M.: Assurbanipal, vol. I, II, III (Leipzig, 1916),
LUCKENBILL: ARAB (1927), pgs. 290-407; THOMPSON, R. C.: The Prisms of
Ashurbanipal. Londres, 1931; BAUER, TH.: Die Inschriftwerk Assurbanipals. Leipzig,
1933; PIEPKORN, A.: Historical Prisms Inscriptions of Ashurbanipal. Chicago, 1933;
AYNARD, J. M.: Le Prisme du Louvre AO 19 939. Pars, 1957. <<
[67]
HARTMANN, L. F.: JNES, 21 (1962), pgs. 25-37 (el documento data del 16 o 17 de
mayo del 657). <<
[68]Cf. SCHAWE, J.: Untersuchung der Elambriefe aus dem Archiv Assurbanipals
(Tesis). Berln, 1927. <<
[69] WEIDNER, E. F.: AFO, 7, (1931), p. 3. <<
[70] ROSMARIN, T. W.: Aribi und Arabien in den Babylonisch-assyrischen Quellen,
Journal of the Society of Orient. Research, 16 (1932), pp. 1 ss. <<
[71] Particularmente LEROY-WATERMAN: Op. cit., nm. 291. <<
[72] Inscripcin L, lneas 13-18. <<
[73] LEROY-WATERMAN: Op. cit., vol. IV, pg. 213, nm. 6. <<
[74]Sobre esta cuestin (el problema sucesorio y la fecha inicial de la dinasta
neobabilnica), cfr. BORGES, R.: Wien. Zeitschr. fr die Kunde des Morgenlandes, 55
(1955), pp. 62-76. Journal of Cuneiform Studies, 19 (1965), pp. 59-77; VAN DIJK, J.:
Vorl. Bericht ber die Ausgrabungen in Uruk-Warka, 20 (1962), pp. 53 ss.; AFO, 20
(1963), p. 217 b; OATES, J.: Iraq, 27 (1965), pp. 139-159. <<
[75]STRECK, M.: Asurbanipal, vol. 2, pp. 380-81; EDZARD, D. O.: AFO, 19 (1959),
p. 143 (Bibliografa). <<
[76]Texto K 3409; JOHNS: Assyr Deeds and Documents, 649-650, 807;
KOHLER-UNGNAD, Assyr. Rechtsurkunden, nms. 20, 21. <<
[77]Sobre el reinado de Nabopolasar, cf. LANGDON, ST.: Die neubabylonischen
Knigsinschriften. Leipzig, 1912, pp. 14-16, 61-71; WISEMAN, D. J.: Chronicles of
Chaldean Kings. Londres, 1956: Textos BM 25 127, 21 901, 22 047, 21 946; VOGT, E.:
Die neu-babylon. Chronik Vetus Testamentum, vol. 4 (1966), pp. 72 ss.; cf.
tambin PARKER W. DUBBERSTEIN: Babylonian Chronology, 626 B. C.-A. D. 75.
Providence, 1956. <<
[78]CAVAIGNAC, E.: RA, 41 (1957), pgs. 28-29; Journal Asiatique, CCXLIX (1961),
pp. 153 ss. <<
[79]Sobre los acontecimientos del reinado de Nabucodonosor II, cf. WEISSBACH, H. F.:
Die Inschriften Nebuchadnezars II im Wadi Brisa. Leipzig, 1906; LANGDON, ST.:
Op. cit. (nota 77), pp. 16-45, 71-209; WISEMAN: Op. cit. (ibd.), Textos BM 21 946 y
33 041; VOGT, E.: Op. cit. (ibd.); ALBRIGHT, W. F.: Bulletin of the American Schools
of Oriental Research, 143 (1956), pp. 28-33; MALAMAT, A.: Israel Exploration
Journal, 6 (1956), pp. 246 ss.; GOETZE, A.: Crozer Quaterly, 33/1, pp. 67-78;
LEIBOVICI, M.: Nabucodonosor, Dictionnaire de la Bible, Suplemento, 6 (1958), pp.
286-291, etc. <<
[80]
PIOTROVSKIJ, B. B.: Ourartou, Ancien Orient Illustr, Pars, 1954; BARNETT,
R. D.: Archaeology in Uraru Troisime Rencontre Assyriologique International,
1952, p. 15, Leiden, 1954. <<
[81]LANGDON, ST.: Op. cit. (nota 77), pp. 45-46, 209-212; WISEMAN, D. J.: Op. cit.
(ibd.); Texto BM 25 124; CAVAIGNAC, E.: Journal Asiatique, 244 (1956), pp. 341-348.
<<
[82]Cf. principalmente: LANGDON, ST.: Op. cit., pp. 46-48, 219-297; SMITH, S.:
Babylonian Historical Texts. Londres, 1924, pp. 83 ss.: Texto BM 35 382 (pp. 110-
118); B. LANDSBERGER-TH. BAUER: ZA, 37 (1927), pp. 88 ss.; CLAY: Yale Babylonian
Texts, I, nm. 45; NOUGAYROL, J.: RA, 40 (1951), p. 74; GARELLI, P.: Nabonide,
Dictionnaire de la Bible, Suplemento 6 (1958), pp. 269-286 (con bibliografa
anterior): GADD, C. J.: Anatolian Studies, 8 (1958), pginas 35-92; MORAN, W. L.:
Orientalia, nova series, 28 (1959), pp. 130-140. <<
[83] LANGDON, ST.: Op. cit. (nota 77), pp. 276-278, col. IV, lnea 37, col. V, lnea 28. <<
[84] COCQUERILLAT, D.: Palmeraies et cultures de LEanna dUruk (en prensa). <<
[85]Texto Nabonido H2 A y B; GAAD, Anatolian Studies, 8, 1958, pp. 56-59, lneas 14-
27. <<
[86]
Texto BM 38 299 (SMITH: Babylonian historical Texts, pp. 83 ss.), col. V, lneas
14-15; col. I, lnea 21; col. II, lneas 2-3. <<
CAP. 2. ASIA MENOR ENTRE LOS HITITAS Y LOS PERSAS
[1]
HELCK, W.: Die Inschrift ber die Belohnung des Hohenpriesters Imn-tp, en:
Mitteilungen des Instituts fr Orientforschung, 4 (1956), pp. 161-178. <<
[2]KEES, H.: Herihor und die Aufrichtung des thebanischen Gottesstaates, en:
Nachrichten der Gesellschaft der Wissenschaften zu Gttingen, Phil.-Hist. Klasse. I
Altertumswissenschaft. Nueva serie, vol. II, nm. 1. Gotinga, 1936. <<
[3]
NIMS, C. P.: An Oracle Dated in The Repeating of Birth, en: JNES, 7 (1948), pp.
157-162. <<
[4] MONTET, P.: La Ncropole royale de Tanis, II (Psousenns). Pars, 1951. <<
[5]
PEET, T. E.: The Great Tomb-Robberies of the Twentieth Egyptian Dynasty, 2 vols.
Oxford, 1930. <<
[6] BARGUET, P.: Le Temple dAmon-R Karnak, p. 37. <<
[7] MASPERO, G.: Les momies royales de Dir el-Bahar. El Cairo, 1889. <<
[8] MONTET, P.: La ncropole royale de Tanis II (Psousenns), pp. 185-186. <<
[9]MALAMAT, A.: Aspects of the Foreign Policies of David and Salomon, en: JNES,
22 (1963), pp. 11-13. <<
[10]
ERNY, J.: Egyptian Oracles, en PARKER, R.: A Saite Oracle Papyrus from
Thebes, pp. 35-48. <<
[11] ERNY, J.: Ibdem, p. 38. <<
[12] ERNY, J.: Ibdem, p. 38. <<
[13]
GARDINER, A. H.: The Gods of Thebes as Guarantors of Personal Property, en:
The Journal of Egyptian Archaeology, 48 (1962), pp. 57-69. <<
[14] EDWARDS, I. E. S.: Hieratic Papyri in the British Museum, 4. serie. Londres, 1960.
<<
[15]
GUNN, B.: The Decree of Amonrasonther for Neskhons, en: The Journal of
Egyptian Archaeology, 41 (1955), pp. 83-105. <<
[16]
BLACKMAN, A. M.: The Stela of Shoshenk, Great Chief of the Meshwesh, en: The
Journal of Egyptian Archaeology, 27 (1941), pp. 83-95. <<
[17]GARDINER, A. H.: The Dakhleh Stela, en: The Journal of Egyptian Archaeology,
19 (1933), pp. 19-30. <<
[18]KEES, H.: Das Priestertum in gyptischen Staat vom Neuen Reich bis zur Sptzeit,
p. 187. <<
[19] PORTER, B., y MOSS, R.: Topographical Bibliography, vol. VII, p. 381. <<
[20]CAMINOS, R. A.: Gebel es-Silsilah nm. 100, en: The Journal of Egyptian
Archaeology, 38 (1952), pp. 46-61. <<
[21] BREASTED, J. H.: Ancient Records of Egypt, vol. IV, pp. 729-737. <<
[22]KEES, H.: Das Priesterturn in gyptischen Staat vom Neuen Reich bis zur Sptzeit,
p. 187. <<
[23] CAMINOS, R. A.: The Chronicle of Prince Osorkon, p. 172. <<
[24]
BADAWI, A.: Das Grab des Kronprinzen Scheschonk, en: Annales du Service des
Antiquits de lEgypte, 54 (1956), pp. 153-177. <<
[25] MONTET, P.: La ncropole royale de Tanis I (Osorkon II), pp. 59-70. <<
[26]
CAMINOS, R. A.: The Chronicle of Prince Osorkon, Analecta Orientalia, 37.
Roma, 1958. <<
[27] MONTET, P.: La ncropole royale de Tanis III (Chchanq III). Pars, 1960. <<
[28]
STRICKER, B.: De Strijd om de Praebende van Amon, en: Oudheidkundige
Mededelingen uit het Rijksmuseum van Oudheden te Leiden, 29 (1948), pp. 71-83. <<
[29]
STRICKER, B.: De Strijd om het Pantser van koning Inharrow, en: Oudheidkundige
Mededelingen uit het Rijksmuseum van Oudheden te Leiden, 35 (1954), pp. 47-64. <<
[30] VOLTEN, A.: gypter und Amazonen, Wenen, 1962. <<
[31]LEGRAIN, A.: Au pylne dHarmhabi Karnak, en: Annales du Service des
Antiquits de lEgypte, 14 (1914), pp. 14, 39-40. <<
[32] LECLANT, J.: La Chronique du Prince Osorkon, en: Orientalia, 30 (1961), p. 411.
<<
[33]
ANTHES, R.: Die deutschen Grabungen auf der Westseite von Theben in den Jahren
1911 und 1913, en: Mitteilungen des Deutschen Archologischen Instituts, Seccin
de El Cairo, 12 (1943), pp. 47-49. <<
[34]
YOYOTTE, J.: Les principauts du Delta au temps de lanarchie libyenne, en:
Mlanges Maspero, vol. I, 4. El Cairo, 1961, pp. 121-181. <<
[35]
YOYOTTE, J.: Le talisman de la victoire dOsarkon, en: Bulletin de la Socit
Franaise dEgyptologie, 31 (marzo, 1960), pp. 13-21. <<
[36]
YOYOTTE, J.: Les principauts du Delta au temps de lanarchie libyenne, en:
Mlanges Maspero, vol. I, 4. El Cairo, 1961, p. 154, <<
[37] PORTER, B., y MOSS, R.: Topographical Bibliography, vol. VII, p. 217. <<
[38] DOWS DUNHAM: The Royal Cemeteries of Kush, vol. I: El Kurru. Boston, 1950. <<
[39]
LECLANT, J.: Kashta, Pharaon en Egypte, en: Zeitschrift fr gyptische Sprache
und Altertumskunde, 90 (1963), pp. 74-81. <<
[40]
GARDINER, A. H.: Piankhis Instructions to his Army, en: The Journal of Egyptian
Archaeology, 21 (1935), pp. 219-223. <<
[41] Lugar de la limpieza y del adorno del rey en el templo. <<
[42] Nombre del santuario del Sol de Helipolis. <<
[43]
DERCHAIN, P.: La visite de Vespasien au Srapum dAlexandrie, en: Chronique
dEgypte, 28 (1953), pp. 265-269. <<
[44]
REISNER, G. A.: Inscribed Monuments from Gebel Barkal, en: Zeitschrift fr
gyptische Sprache und Altertumskunde, 66 (1920), pp. 90-93. <<
[45] JANSSEN, J.: Over Farao Bocchoris, en: Varia Historica Assen, 1954, pp. 17-29.
<<
[46]
LECLANT, J., y YOYOTTE, J.: Notes dhistoire et de civilisation thiopiennes, en:
Bulletin de lInstitut Franais dArchologie Orientale, 51 (1952), pp. 26-27. <<
[47] JUNKER, H.: Die Gtterlehre von Memphis, en: Abhandlungen des Preuss, Akad.
d. Wissensch, 1939. Phil.-Hist. Klasse, nm. 23. Berln, 1940; del mismo autor, Die
politische Lehre von Memphis, ibdem, 1941. Phil.-Hist. Klasse, nm. 6. Berln, 1941.
<<
[48]KEES, H.: Die priesterliche Stellung des Monthemeth, en: Zeitschrift fr
gyptische Sprache und Altertumskunde, 87 (1962), p. 61. <<
[49]LECLANT, J.: Les inscriptions thiopiennes Karnak, en: Revue dEgyptologie,
8 (1951), pp. 101-120. <<
[50] LECLANT, J.: Enqutes sur les sacerdoces et les sanctuaires gyptiens, pp. 31-42.
<<
[51]
YOYOTTE, J.: Plaidoyer pour lauthenticit du scarabe historique de Shabako, en
Biblica, 37 (1956), pp. 457-476. <<
[52] LAMING MACADAM, M. F.: The Temples of Kawa, 4 vols. Oxford, 1949-55. <<
[53]JANSSEN, J.: Que sait-on actuellement du pharaon Taharqa?, en: Biblica, 34
(1953), pp. 23-43. <<
[54] BORGER, R.: Die Inschriften Asarhaddons, Knigs von Assyrien, pp. 98-99. <<
[55]
PARKER, R. A.: The Length of Reign of Amasis and the Beginning of Twenty-Sixth
Dynasty, en: Mitteilungen des Deutschen Archologischen Instituts. Seccin de El
Cairo, 15 (1957), pp. 208-212. <<
[56] PORTER, B., y MOSS, R.: Topographical Bibliography, vol. VII, pp. 217-218. <<
[57] AYNARD, M.: Le prisme du Louvre, AO, 19, 939, pp. 30-33. <<
[58]YOYOTTE, J.: Les vierges consacres dAmon thbain, en: Comptes rendus de
lAcadmie des Inscriptions et Belles-Lettres, 1961, pp. 43-52. <<
[59]KEES, H.: Die priesterliche Stellung des Monthemhet, en: Zeitschrift fr
gyptische Sprache und Altertumskunde, 87 (1962), pp. 60-62. <<
[60] PARKER, R. A.: A Saite Oracle Papyrus from Thebes, p. 21. <<
[61] LECLANT, J.: Montouemhat, El Cairo, 1961. <<
[62] PARKER, R. A.: A Saite Oracle Papyrus from Thebes, cuadro 1. <<
[63]
LEGRAIN, G.: Renseignements sur les dernires dcouvertes faites Karnak, en:
Recueil de Travaux relatifs la philologie et larchologie gyptiennes et
assyriennes, 27 (1905), pp. 61-82. <<
[64] MEULENAERE, H. DE: La famille des vizirs Nespamedon et Nespakachouty, en:
Chronique dEgypte, 38 (1963), pp. 71-77. <<
CAP. 6. EL RENACIMIENTO SATA
[1]La cronologa de los satas (XXVI Dinasta) est establecida, con error menor de un
ao, con absoluta exactitud. La poca sata acab con la conquista de Egipto por los
persas en la primavera del ao 525. La duracin del reinado de todos los reyes satas
consta exactamente por aos, con excepcin del penltimo faran, Amasis. Respecto a
l quedan dudas sobre si muri en el ao 44 o 45 de su reinado. Hasta 1957 los
cientficos mantuvieron casi con unanimidad la opinin de que muri en el ao 44, pero
la valoracin de una fecha doble, es decir, una segn el calendario corriente egipcio y
la fecha diaria dada segn un calendario de meses lunares, parece indicar que Amasis
muri ya en el ao 45 de su reinado (RICHARD A. PARKER: The Length of Reign of
Amasis and the Beginning of the Twenty-Sixth Dynasty. Mitteilungen des Deutschen
Archologischen Instituts Seccin de El Cairo, Wiesbaden, 1957, pp. 208-212). A
pesar de cierta ciertas dudas, esta relacin sigue las conjeturas de l derivadas, con lo
que tambin, por ejemplo, el reinado de Psamtico I habra comenzado en el ao 664 (y
no ya en el 663), etc. <<
[2]El Antiguo Testamento (II Reyes, 23, 29) dice, sin embargo, de la expedicin de
Nekao del ao 608 que el Faran acorral al rey de Asur en el torrente del ufrates.
No obstante este dato descansa sin duda en un error. Se sabe por crnicas babilnicas
que el ejrcito de Nekao luch en el 609 junto con los asirios en el curso medio del
ufrates contra los caldeos de Babilonia; ms an, que en los aos 606 y 605 los
egipcios volvieron a luchar en la misma zona contra los caldeos. La opinin
generalmente expuesta de que Nekao habra apoyado en el ao 609, como ya hizo antes
Psamtico, a los asirios contra los caldeos y que despus, en el 608, habra combatido
a los asirios, pero nuevamente en el 606 y el 605 habra estado en lucha contra los
caldeos, debe ser rechazada por totalmente inviable. No puede hablarse de un cambio
repentino en la poltica exterior faranica en el ao 608. <<
[3]La reduccin de los datos contabilizados en el reverso de la llamada Crnica
Demtica sobre el valor del dinero de las circulaciones estatales en el templo en la
poca de Amasis y los de Herdoto (III, 91), suministraron el importe de los impuestos
de la satrapa persa de Egipto segn EDUARD MEYER: Kleine Schriften, vol. II, Halle,
1924, pp. 98-100 y Geschichte des Altertums, vol. IV, 1.4. Aufl. Stuttgart, 1944, p. 150.
<<
CAP. 7. LOS GRIEGOS
[1]
Para un estudio reciente sobre el tema vase dA. DESBOROUGH, V. R.: The Last
Mycenaeans and Their Successors. Oxford, 1964, cap. 10. <<
[2]El esquema de dialectos y su evolucin, es un tema demasiado complejo para ser
discutido aqu en toda su amplitud; vase CHADWICK, J.: The Prehistory of the Greek
Language, Cambridge Ancient History, edic. revisada, vol. II, cap. XXXIX (1963), y
RISCH, E.: Die Gliederung der griechischen Dialekte in neuer Sicht, en Museum
Helveticum, 12 (1955), pp. 61-76. <<
[3] SNODGRASS, A.: Early Greek Armour und Weapons. Edimburgo, 1964, pp. 103-4. <<
[4] Ver Desborough, op. cit., en nota 1, y Protogeometric Pottery. Oxford, 1952. <<
[5]Para un estudio ms completo de los frigios (y de los lidios) vase cap. III con
algunas diferencias en el enfoque; cf. YOUNG, R. S.: Gordion on the Royal Road, en
Proceedings of the American Philosophical Society, 107 (1963), pp. 348-64. <<
[6] JOAN DU PLAT TAYLOR, ed., Marine Archaeology. London, 1965, pp. 119-40. <<
[7]
COOK J. M.: Greek Settlement in the Eastern Aegean and Asia Minor, Cambridge
Ancient History, edic. revisada, vol. II, captulo XXXVIII (1961), p. 5.3. <<
[8]El estudio del problema homrico que ms se aproxima al que se ha utilizado aqu
es el de KIRK, G. S.: The Songs of Homer. Cambridge, 1962; se ha editado asimismo
una versin algo menos tcnica en libro de bolsillo: Homer and the Epic. Cambridge,
1965. <<
[9] Ver JEFFERY, L. H.: The Local Scripts of Archaic Greece (Oxford, 1961). <<
[10]
Ver EHRENBERG, V.: Von Den Grundformen griechischer Staatsordnung, en Polis
und Imperium. Zrich y Stuttgart, 1965, que discute las teoras de GSCHNITZER, F.:
Gemeinde und Herrschaft, en Sitzungsberichte der sterreichischen Akademie der
Wissenschaften, Philosophisch historische Klasse, 235, nm. 3 (1960); cf. HEUSS, A.:
Die archaische Zeit Griechenlands als geschichtliche Epoche, en Antike und
Abendland, 2 (1946), pp. 26-63. <<
[11] LESKY, A.: Thalatta. Der weg den Griechen zum Meer. Viena, 1947. <<
[12]Ver DUNBABIN, T. J.: The Western Greeks. Oxford, 1948. En este caso no se puede
garantizar la exactitud de estas fechas; vase el completo y escptico estudio de VAN
COMPERNOLLE, R.: tude de chronologie et dhistoriographie siciliotes. Bruselas,
1960. <<
[13] Vase cap. VII sobre Nucratis. <<
[14]Vase SNODGRASS, A.: Op. cit., en la nota 3, y The Hoplite Reform and History,
en el Journal of Hellenic Studies, 85 (1965), pp. 110-22. <<
[15]ANDREWES, A.: Phratries in Homer, en Hermes, 89 (1961), pp. 129-40,
Philocoros on Phratries, en el Journal of Hellenic Studies, 81 (1961), pp. 1-15. <<
[16]La literatura moderna ha hecho demasiado hincapi en la invencin de la acuacin:
no solamente es esto falso sino que, adems, est basado en una cronologa errnea.
Ahora parece virtualmente seguro que las primeras monedas no datan de antes del 625
a. C. en Asia Menor. Por consiguiente, la aparicin de las monedas en la pennsula
griega, por muy rpido que fuera el proceso, fue demasiado tarda como para constituir
una de las motivaciones de la aparicin de la tirana como institucin. El trabajo ms
importante sobre este tema es Hoards, Small Change and the Origin of Coinage, en
Journal of Hellenic Studies, 84 (1964), pp. 76-91, por KRAAY, C. M. <<
[17]
Sobre la situacin de los ilotas, vase LOTZE, D.: Metaxy eleuthern kai douln,
Studien zur Rechstellung unfreier Landbevlkerungen in Griechenland bis zum 4.
Jahrhundert v. Chr. Berln, 1959, cap. II; cf. FINLEY, M. I.: Between Slavery and
Freedom, en Comparative studies in Society and History, 6 (1964), pp. 233-49. <<
[18]
Para poder apreciar los intentos de realizar una reconstruccin detallada de la Era
Oscura, refutados en esta obra, vase KIECHLE, F.: Lakonien und Sparta. Mnich y
Berln, 1963; HUXLEY, G. L.: Early Sparta. Londres, 1962. <<
[19]MORETTI, L.: Olimpionikai, I vincitori negli antichi agoni olimpici, en Memorie
delle Classe di Scienze morali e storiche dell Accademia dei Lincei, 8 (1959), pp.
55-198. <<
[20]WILL, E. sugiere que la defensa del campesinado por parte de los tiranos de Corinto
sirvi de modelo a los que apoyaban la tirana en Atenas. Korinthiaka. Pars, 1955, pp.
477-81. <<
[21]Griechische Kulturgeschichte, 4, cap. III. Basilea, 1957, Obras completas, tomo
VIII, pp. 59-159; cf. EHRENBERG, V.: Ost und West. Praga, 1935, cap. IV. <<
[22]
Vase DODDS, E. R.: The Greeks and the Irrational. Berkeley-Los ngeles, 1951,
caps. I-II; Hay trad. espaola. Madrid. Rev. de Occidente. ADKINS, W. H.: Merit and
Responsibility. A Study in Greek Values (Oxford, 1960), caps. I-VIII. <<
[23]No se ha llegado a un acuerdo sobre si la Teogona y Los trabajos y los das fueron
escritos por el mismo poeta, pero este problema no afecta a las afirmaciones hechas en
mi texto. <<
[24]DOVER, K. J.: Fondation Hardt. Entretiens sur lantiquit classique, vol. X.
Archiloque. Vandeouvres-Ginebra, 1963, p. 212. <<
[25]Vase FINLEY, M. I.: Myth, Memory and History, en History and Theory, 3
(1965), pp. 281-302. <<
[26] GOMBRICH, E. H.: Art and Illusion, ed. rev., Londres, 1962, p. 114; cf. p. 120. <<