Analisis de Los Deshabitados Marcelo Quiroga SCZ
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EL CIRCULO DE LA DESOLACION
FOR
0. ENTORNO
Jesus Lara. Sus expresiones literarias mas s6lidas se dan a partir de Indios en re-
belidn (1968), pues, en El signo escalonado (1975) y en Manchay Puytu (1981), se
efectia una notable apertura narrativa y, por tanto, una superaci6n innegable de los
estrechos margenes de la literatura de denuncia.
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1. LA TEMATIZACI6N
siguiente manera: <<La acci6n puede ser definida como una organizaci6n sintagma-
tica de actos, sin necesidad de pronunciarse por adelantado sobre la naturaleza de
clones "en
dicha organizaci6n: serie ordenada, estereotipada o programada por un sujeto com-
petente (...) La semi6tica no estudia las acciones propiamente dichas, sino las ac-
papel', es decir, las descripciones de acciones. El analisis de las acciones
narradas le permite reconocer los estereotipos de las actividades humanas y cons-
truir los modelos tipol6gicos y sintagmdticos que los explican (...) En semi6tica
narrativa puede concebirse el evento como la acci6n del sujeto -individual o co-
lectivo-, en tanto en cuanto ha sido reconocida e interpretada por un sujeto cog-
noscitivo distinto del sujeto del hacer y, asimismo, puede ser el actante observa-
dor instalado en el discurso (el testigo) o el narrador, delegado del enunciador (el
historiador, por ejemplo) (...) El evento es una configuraci6n discursiva y no una
unidad narrativa simple: de ahi la imposibilidad de definir el relato -cosa que
algunos tratan de hacer- como una sucesi6n de eventos (cf. <Semi6tica>>. Dic-
cionario razonado de la teoria del lenguaje, Madrid: Ed. Gredos, 1982). El evento
seria, pues, la accion contada, manifiesta en el discurso con todas las implicaciones
semi6ticas que esto entrafia.
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sobre si mismos al ver a su pr6jimo, pues parecen temer abrirse y abrir las
compuertas de la privacidad mas estricta; de ahi las relaciones propias de
un mundo desolado (ya explicitado en las citas de las palabras de los per-
sonajes dadas por nosotros en el parrafo anterior) en el cual apenas hay
lugar para los timidos atisbos de ternura entre Pablo y Luisa.
Los ejes principales de relaci6n entre los personajes son los siguientes:
pone de manifiesto Juan Mateos: <(...) recordemos que los terminos 'pr6jimo' y
'pr6ximo' son equivalentes; 'pr6jimo': es la forma adoptada para sustantivar el ad-
jetivo 'pr6ximo'. Ambos significan cercano', y como la cercania es una relaci6n,
depende de las dos personas (...) Pr6jimo pasa del sentido estatico al dinamico:
para estar cerca de otro no hay que esperar que 61 se aproxime, se acerca uno
(Cristianos en fiesta, Madrid: Ediciones Cristiandad, 1981, pp. 65-66)
11T6rminos que la teoria literaria ---fundada en una semi6tica narrativa riguro-
sa-- tiene que revisar a fondo, al menos en cuanto se refiere a su real valor se-
mantico en un discurso que, como el narrativo-literario , manifiesta una representa-
ci6n peculiar de un mundo posible antropomorfizado a fondo.
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Monologa Durcot:
,Por que no tendran mis luz? Roijeria. Yo pondria dos lamparas
mis. Por lo menos. Despu6s se cobra. Tanto de luz, entre tantos depar-
tamentos: a tanto. Ya son diez minutos. Suficiente para una inyecci6n.
Para una en cada una. Un oficio dificil, hay que reconocer. Desagrada-
ble. Vaya uno a saber si se lavan. El algod6n del tipo ese, sali6 negro.
Practicantes. Los peluqueros tambi6n. Cabezas sucias. .Por qu6 buscan
estas especialidades? Hemorroides, enfermedades vendreas: Escatofi-
lia... Seis departamentos: cinco pisos, treinta. Buena renta. Descansan-
do, engordando. Arabe, seguramente. Pero para pagar, no tiene. A esa
mujer, por ejemplo. iCudnto? Fregar el piso... ,Doscientos diarios? Si,
mas o menos. No debe alcanzar para nada. iY que trabajo! (p. 121).
Monologa Luisa:
Sol, plantas, calor, la casa de Pablo: iTodo lindo! Mi vestido. No
estd planchado. Pero es atras; no se fijar6. iNo se fijaran atris? iClaro
que si! LA que se dan vuelta entonces? Si yo fuera hombre me gusta-
ria... iQu6? Primero, la cara. De la cara: jlos ojos? No. Los labios.
Eso si. Lo demis, ipara qu6? Orejas, nariz... Los labios. No me pinto
-rompi6 una ramita y comenz6 a morderla-. Asi vale mas. No como
la prima de Juanita. <<Yaes una mujer>>. El muy tonto. Y antes, iqu6
le faltaba? No me gustan sus lentes -sali6 del jardin-. Caminar dere-
cha. Con la revista en la cabeza. La columna recta, hasta la colita.
iPero d6nde? Mi mami. <Qud haces? iVaya la dama!>> Los hom-
bros. Mi cabello corto. Pero bonito. Alguien sale de la casa de... -tir6
la ramita que mordia-. Serenidad, serenidad. Pensar en cualquier cosa,
cualquier cosa. Tara, tari, tard, tari (...) (p. 138) 12.
2 Y he aquf un ejemplo breve de este procedimiento en Ulises: <<Bloom, cuyo
negro ojo lefa el nombre de Aar6n Yountigos. iPor qu6 siempre pienso Juntahigos?
Juntado higos pienso yo. Y el nombre hugonote de Pr6spero Jose. Los oscuros ojos
de Bloom pasaron por las benditas virgenes de Bassi. Vestida de azul, blanco abajo,
ven a mi. Ellos creen que ella es Dios: o diosa. Esos hoy. Yo no pude ver. Ese
tipo habl6. Un estudiante. Despues con el hijo de Dedalus. Podria ser Mulligan.
Todas virgenes seductoras. Eso es ho que atrae a esos calaveras de muchachos: su
blanco>> (Ulises, Col. Maestros Ingleses, vol. VI, Barcelona: Ed. Plaza y Janes, 1964).
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Esas son las palabras, al final del discurso novelesco, de Durcot diri-
gidas al padre Justiniano, cuya respuesta, transida de un aliento donde
conviven la ironia amarga y el cinismo desgarrado, dista muchisimo de
presentar una alternativa esperanzadora:
Escuche Durcot: me parece que nuestra desorientaci6n, nuestra inha-
bilidad para procurarnos un alimento, no es tan irreparable como usted
supone. Como usted, yo tambien creo que estamos ciegos; que es diff-
cil encontrarlo, y no por escasez, sino porque no sabemos cudl es. Como
las gallinas, salimos a picotear lo que haya; hasta mierda. Y por ahi,
sin saber c6mo, a veces damos con algo. No digo que eso nos Ilene la
boca, pero sirve para pasar el rato y nos da la ilusi6n de que en el fu-
turo, siempre que sintamos hambre, podremos picotear de nuevo en
el mismo lugar... (p. 211).
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138 RENATO PRADA OROPEZA