Borges, Jorge Luis - Cartas - 1
Borges, Jorge Luis - Cartas - 1
Borges, Jorge Luis - Cartas - 1
-Cartas francesas
-Mi Prosa
-Un argumento
-Alguien suea
Cartas Francesas
En octubre, la casa de subastas de Drouot-Montaigne, en Pars, puso a
la venta veintitrs cartas inditas, manuscritas en francs, que Jorge
Luis Borges envi a su amigo Maurice Abramowicz desde Palma de Mallorca,
Sevilla y Barcelona. En ellas, Borges sigue haciendo literatura. No
cuenta lo que ha vivido sino lo que ha ledo, lo que se imagina que un
joven poeta de su edad debe haber hecho. Se jacta de haberse
emborrachado, de haber frecuentado burdeles, y juzga por encima del
hombro a varias celebridades literarias, entre ellas a Mallarm. Pero
aun en esos momentos de efusividad epistolar, se advierte que Borges no
es meramente un muchacho con inclinaciones literarias. Hay en lo que
escribe una gracia que no es slo la de un joven, sino la de ese futuro
gran escritor que habra de ofrecer una nueva visin del mundo a sus
lectores.
Palma de Mallorca, 12 de junio de 1919
...Palma, donde estamos, es una ciudad muy hermosa, amable, pero
tambin montona y calma. Tiene un aspecto vagamente morisco El aire es
ardiente, el clima de un calor agotador y el cielo de un azul que invita
a lavar ropa blanca, termina por producir la impresin de hallarse en
frica, de la que, por otra parte, no estamos lejos...
No fechada
...En cuanto al resto, mi vida es siempre la misma o ms o menos y
ningn soplo de huracn agradable o desagradable ha venido a agitarla.
Aqu, en el hotel, me hice de algunos conocidos, en particular un joven
ms bien anticuado, del tipo 1830, romntico trasnochado
antimaximalista, con vagas aspiraciones hacia lo Bello y lo Bueno (con
maysculas), cree en la inmortalidad del alma. Escribe poesas al estilo
de Henri Heine y detesta a los ultrastas que hacen metforas enormes y
barrocas y cantan los temas caros a Marinetti. Muy germanfilo, como
todos los espaoles (no a causa de Alemania que conoce muy poco sino ms
bien por desprecio de los franceses, a los que considera como pequeos
hermafroditas, enclenques y charlatanes)... Estoy en un periodo Nirvana
y de trabajo calmo y regular. A veces pienso que es idiota tener esta
ambicin de ser un hacedor ms o menos mediocre de frases. Pero se es
mi destino. En el fondo, estoy seguro de que ninguno de nosotros dos,
amigo, tenemos las preciosas cualidades requeridas para ser ya sea monos
que gesticulan sobre el socialismo, ya sea Zaratustras de salas de juego
y de casas de cita, como dice el nico Baroja.
No fechada
...primero, te confesar que la constante mencin de Mallarm me
desconcierta. Mallarm me ha parecido siempre un hombre disfrazado de
una teora tan poco maravillosa como las teoras que cualquiera inventa
en un cenculo. Pero, en fin, slo conozco su obra superficialmente. De
todos modos estoy convencido de que Rivire se engaa cuando afirma que
el dadasmo constituye la realizacin integral de la personalidad. En
teora puede ser. En la prctica, los dadastas trampean todo el tiempo,
clasifican pequeas observaciones sexuales adecuadas para escandalizar a
los filisteos, buscan los juegos de palabras; las asociaciones
grotescas, las bromas. Por otra parte, te imaginas un dadasta sin
pblico?...
No fechada
Acabo de hojear Clrambault, de Romain Rolland: apuesto que ese viejo
burgus hablar de su papel puro durante la guerra y de la fraternidad,
comprensin, etctera, hasta el da de su muerte. Apollinaire ha
cometido poemas chauvinistas, como Una estrella de sangre me corona para
siempre, pero eso vale ms quiz que la indecencia espiritual de un
hombre como Rolland. La descendencia de Whitman me harta. Janker
funesto! Los alemanes y los franceses se odian porque en el fondo son la
misma cosa: arribistas de la cultura. Han producido hombres de genio,
est bien, pero nunca hay que juzgar a las razas por sus excepciones. Y
el pueblo es tan brbaro en Francia como en Suiza, como en Alemania y
como en Inglaterra. Mira a las mujeres del pueblo de Ginebra. Es
horrible, no? Y bien, aqu, en Espaa, en Italia, en Grecia, el pueblo
est bien: las mujeres saben caminar, sonrer, mirar, bajar los ojos Y
eso es un arte Mientras que en la poca en que nosotros (nosotros,
tnicamente) escribamos los salmos, Europa no era nada. Si no eres un
griego o un espaol, la nica manera de tener un poco de cultura en los
huesos, es ser judo como t. O italiano, o moro La pluma que se fatiga.
Los lugares comunes que faltan. El alcohol que se disipa. La noche y
las mujeres! Y los balcones escondidos! Y la jovencita ( aos!) que
esta maana me hizo el insigne regalo de su sonrisa!
No fechada
Querido hermano: desde la ciudad rectangular e inmunda, lanzo hacia ti
mi corazn como una red. Pasado maana parto. He dejado Palma con una
vasta pena. Alomar, Sureda y yo, escribimos el manifiesto que sabes y
que provoc un asombro y un escndalo esplndidos Despus, en la ruleta
tuve una suerte inaudita para m ( pesetas con un capital de una
peseta!) y que me permiti triunfar tres noches seguidas en el burdel.
Una rubia suntuosamente chancha y una morena que llambamos La Princesa
y sobre cuya humanidad me embriagu como un avin o un caballo (una
catalana, perdname!). Ahora la gloria se ha apagado. Me siento "como un
hurfano pobre sin su hermana mayor". Verdaderamente he amado a esa Luz
que me trataba como a un chico y cuyos gestos eran de una indecencia
ingenua. Se pareca a una catedral y a una perra. Escrbeme a Posta
restante en Buenos Aires. Comparto tu aversin por Helena. Me envi una
carta estilo Jean-Christophe. No es ni natural como Luz ni sabiamente
artificial como cierta joven de buena familia que cortej en Palma y
cuyos silencios eran una obra de arte...
Traduccin de Hugo Becacecce
17-11-96.La Jornada, Mxico.
===
Jorge Luis Borges
-Mi prosa
El 14 de junio se cumplieron diez aos de la muerte de Jorge Luis
Borges. Ningn otro autor del idioma cuenta con mayor influencia
cultural. En este momento, alguien lo suea en Finlandia y alguien lo
cita en japons. Sobre l se han escrito varias bibliotecas, cada una de
proporciones borgeanas. Maurice Blanchot vio en su obra ``la infinita
multiplicidad de lo imaginario''. En el laberinto de los efectos y las
causas que llevan a Jorge Luis Borges, hemos encontrado su propia voz.
En 1973 dio dos conferencias, una dedicada a su poesa y otra a su
prosa. Ofrecemos una refutacin del tiempo: Borges tiene la palabra.
El estilista admirable y novelista ilegible Walter Pater dijo o
escribi que todas las artes aspiran a la condicin de la msica. No dio
sus razones, o mi memoria las ha olvidado en este momento. Yo creo que
una razn de esta afirmacin podra ser que en la msica el fondo y la
forma se confunden. Buscar un ejemplo muy sencillo, la ms pobre de las
melodas: la milonga (soy argentino). Si yo recuerdo una milonga y me
preguntan cmo es, slo puedo silbarla, ni siquiera estoy seguro de que
pueda silbarla bien, digamos tararearla; el fondo y la forma son lo
mismo. En cambio nos creemos que en prosa, por ejemplo, hay un fondo y
hay una forma y pensamos que en la filosofa ocurre lo mismo. Yo he
llegado a sospechar que esto puede ser un error. Desde luego podemos
contar el argumento del Quijote, podemos creer que podemos contarlo,
pero el argumento del Quijote, contado, es quizs el argumento ms
pobre, y el libro es quizs el libro ms rico de la literatura, es
decir, nos equivocamos al pensar que un argumento puede referirse.
Stevenson dijo que "un personaje de ficcin es una hilera de palabras"
pero algo en nosotros se rebela contra esa afirmacin. Es verdad que
(sigamos con el mismo ejemplo) Alonso Quijano so ser Don Quijote y
lleg, a veces, a serlo. Es verdad que Alonso Quijano parece ser la
"hilera de palabras" que para siempre escribi Cervantes, pero todos
sabemos, o mejor dicho, lo sentimos, que es la mejor forma de saber, que
Don Quijote no consta nicamente de las palabras escritas por Cervantes.
Una prueba de esto la tendramos en La vida de Don Quijote y Sancho, de
Miguel de Unamuno. Cervantes no nos dice qu so Don Quijote entre una
y otra aventura, quiz lo dijo una vez cuando habl de la cueva de
Montesinos, pero, en general, no lo dice, y sin embargo sabemos que Don
Quijote entre una y otra aventura durmi, y sin duda so. Quiz so
con Don Quijote, quiz so con la poca en que era Alonso Quijano,
quiz so con Dulcinea que empez siendo un sueo, y no Aldonza
Lorenzo, pero, en fin, nosotros sabemos que no slo en el Quijote sino
en toda novela digna de ese nombre los personajes existen no slo cuando
estn en escena, sino que viven durante su ausencia, por ejemplo en la
tragedia de Macbeth (busco un ejemplo ilustre): si aceptamos que la obra
est dividida en cinco actos, y esas divisiones son posteriores, debemos
suponer que, entre esos actos, los personajes siguen viviendo. Si no
suponemos eso, el libro no existe, los personajes son "hileras de
palabras''.
Desde luego, hay personajes que viven unas pocas lneas, pero viven
para siempre. Y aqu otra vez vuelvo a ser argentino, aunque lo soy
siempre, y recuerdo aquella estrofa de Hernndez: ``Haba un gringuito
cautivo / que siempre hablaba de un barco / y lo ahogaron en un charco /
por causante de la peste. / Tena los ojos celestes / como potrillito
zarco." Pues bien, ese personaje, ese nio que ha atravesado el mar para
morir en la pampa ahogado en un charco, tiene una vida de exactamente
seis versos de ocho slabas cada uno, pero quiz esa vida sea una vida
ms plena que la vida (seamos irreverentes, por qu no?, ya que estamos
entre amigos) de los dos personajes de Joyce: la de Bloom y la de
Ddalus. Sobre Bloom y sobre Ddalus sabemos un nmero casi infinito, o
suficientemente infinito o, bueno, fatigadoramente infinito de
circunstancias, pero no s si realmente los conocemos. Joyce contesta a
una serie de preguntas, pero no s si nos da un personaje; y aqu vuelvo
a uno de mis hbitos, que es la literatura escandinava medieval.
Recuerdo un personaje de la saga de Grettir. Ese personaje tena una
chacra en lo alto de un cerro, en Islandia. Yo puedo imaginrmelo bien,
he estado en Islandia, conozco esa luz de atardecer que dura desde el
alba hasta la noche con el sol siempre bajo, siempre nublado, y que
produce una grata melancola. Ese hombre vive en su granja en lo alto de
un cerro y sabe que tiene un enemigo. El enemigo (todo esto ocurre en el
siglo XII) va a caballo hasta la casa, descabalga y llama, y entonces el
hroe de este captulo, que se llama "De la muerte de Gnar", creo, no
estoy seguro del nombre (bueno, puede llamarse Gnar por algunos pocos
minutos, los que tardar la referencia), dice: "No, ese golpe es muy
dbil: no voy a abrir"; luego el otro golpea con ms fuerza en la
puerta, y entonces Gnar dice: "Este golpe es fuerte: voy a abrir." Sale
y est lloviendo; una lluvia fina, como la que est cayendo en este
momento, cae en la pgina de aquel captulo de aquella saga, y entonces
abre la puerta y mira, pero al mismo tiempo no se asoma mucho, quiere
resguardarse de la lluvia. Como nosotros sabemos que va a morir, el
hecho de que l quiera guarecerse de la lluvia hace que ese acto comn,
de medio asomarse a la puerta, sea un acto pattico. El otro, que se ha
escondido a la vuelta de la casa (es una casa estrecha, una pequea
granja, como las que yo he visto en Islandia), sale corriendo y lo mata
de una pualada. El hroe cae muerto y al morir dice estas palabras que
me parecen admirables, que me estremecieron cuando las le: ``Ahora se
usan estas hojas tan anchas.'' Es decir, el hombre est muriendo y ni
siquiera dice algo referente a su muerte. En estas palabras, "ahora se
usan estas hojas tan anchas", supongamos que sean siete en islands,
aunque no estoy seguro que sean siete como en espaol, en esas palabras
est dado el hombre entero, porque vemos su valenta, vemos el inters
que le inspiraban las armas, tiene que haber sido un guerrero por el
hecho de que le interesa ms ese pormenor del arma que su propia muerte.
Es decir, el personaje est creado para siempre en esa lnea.
Y lo mismo diramos de Yorick. Yorick es un poco ms longevo porque
tiene unas siete u ocho lneas de vida, o mejor dicho, su calavera tiene
siete u ocho lneas de vida, pero nos est dado para siempre. En cambio,
cuando Hamlet muere (vuelvo a ser irreverente), Shakespeare, que fue
muchos hombres y entre ellos un empresario de teatro, un hombre de
Hollywood que buscaba buenos efectos, le hace decir: ``Lo dems es
silencio.'' Es una de las frases ms huecas de la literatura, me parece,
por que no est dicha por Hamlet, est dicha por un actor que quiere
impresionar al pblico. Y ahora tomemos otra muerte, volvamos a nuestro
amigo Alonso Quijano. Alonso Quijano, que so ser Don Quijote y luego
al morir comprendi (no como moraleja: esto hace ms pattica la fbula)
que no era don Quijote, sino Alonso Quijano el Bueno. Entre plegarias y
quejumbres de quienes le rodeaban, "dio su espritu, quiero decir que se
muri". (Cito de memoria, es decir, cito mal. Conozco tan bien el libro
que no he buscado referencias en l.) Esta frase, 'quiero decir que se
muri', puede haber sido escrita deliberadamente, no lo creo, y adems
no importa. Puede haber sido escrita para recordar otra alta agona, la
de aquel judo crucificado, la de Jesucristo, que ``dio su espritu''
tambin. Pero no creo que Cervantes haya pensado en Jess, en aquel
momento. Creo que esa frase, que al principio podra parecer una
torpeza, que para un acadmico (y soy acadmico tambin) puede parecer
una torpeza: ``Cmo? Fulano dio su espritu, quiero decir que se
muri? Qu es esa explicacin en el momento ms alto de la obra?'', yo
creo, es verdad, en esa explicacin, si es que los hechos estticos
tienen explicacin, ya que de suyo son milagrosos. Pensemos en
Cervantes. Cervantes haba soado a Don Quijote, mejor dicho: Alonso
Quijano so ser Don Quijote; Cervantes fue, de algn modo, Alonso
Quijano y Don Quijote. Fueron amigos, ya que un personaje escrito se
nutre de su autor, porque si no, es nada, es la mera "serie de palabras"
de Stevenson (que no s por qu escribi eso). Entonces, Cervantes tiene
que despedirse de l, de ese amigo suyo, y no menos amigo nuestro:
Alonso Quijano, que reconoce su fracaso, que reconoce no ser el Don
Quijote del siglo de Lanzarote que l hubiera querido ser. En ese
momento Cervantes est conmovido y por eso da con esa frase de una tan
eficaz torpeza: ``el cual dio su espritu, quiero decir que se muri''.
Todo esto nos llevara a una conclusin acaso aventurada, pero no hay
razn alguna para que no seamos aventurados: lo importante es la
entonacin. En esa frase, ``dio su espritu, quiero decir que se
muri'', en la torpeza de esa frase, en esa traduccin, en esa variacin
que puede parecer intil, est la emocin de Cervantes y nuestra emocin
ante la muerte del hroe. Es natural que el autor est turbado, es
natural que no d con una frase brillante, porque las frases brillantes
corresponden a la retrica y no a la emocin.
Creo que este pasaje es uno de los ms admirables de la literatura, y
quiz sea uno de los ms admirables porque no fue hecho deliberadamente.
No creo que Cervantes pensara en la ventaja de una frase ligeramente
torpe para corresponder a la emocin que lo trataba. Dio con esa frase
porque estaba emocionado. Con esto vuelvo a lo que dije antes: lo
importante en verso y en prosa es dar con la entonacin justa, es decir,
no hay que alzar demasiado la voz ni bajarla demasiado. Por ejemplo:
``Cundo te veo?, dicen el Mosel, el Rhin, el Tajo y el Danubio
llorando su desventura'' en aquel esplndido soneto al Duque de Osuna.
Sentimos que hay algo falso, ya que a los ros poco puede importarles su
muerte, es un efecto, nada ms que literario, aunque no slo en el mejor
sino en el peor sentido de la palabra.
Y ahora, al fin, dirn ustedes, llego al tema de mi conferencia. Creo
haberles preparado con estas cavilaciones previas. El tema es Mi prosa.
Esa palabra, la ``prosa'', puede entenderse de dos modos. Podemos pensar
en la tcnica de la prosa y entonces vendran aquellas diferencias entre
el fondo y la forma, aunque si creemos que un libro puede ser referido
nos equivocamos. Tomemos un ejemplo literario en el cual el argumento es
importante, ``La carta robada'', de Poe. Alguien tiene que esconder una
carta y la esconde dejndola al desgaire en un escritorio, en un lugar
muy evidente, y es ah donde la polica, con sus microscopios, lupas y
medidas de las pulgadas cbicas, no la encuentra. Luego Dupont entra
all, ve una carta desgarrada encima de la mesa y sabe que sa es la
carta que ha buscado la polica, engaada por la supersticin de que si
uno quiere esconder una cosa, donde debe ocultarla es en una rendija, en
un escondrijo, en un resquicio. Pues bien, tenemos una idea bastante
evidente, la idea de esconder algo mostrndolo de un modo demasiado
visible. Es la idea que us Wells tambin en El hombre invisible. Yo he
contado a la ligera el argumento de Poe que me ley mi madre, har unos
diez das, y estoy seguro de que ese relato mo no equivale al texto,
porque en el texto hay otras cosas, por ejemplo, hay una discusin sobre
el ajedrez, sobre la virtud del juego de las damas frente al juego del
ajedrez, sobre la amistad de Dupont y el narrador, hay un personaje
cmico, el prefecto de polica. Hay la sorpresa de que Dupont encontrar
la carta cuando cremos que ni siquiera haba emprendido la empresa de
buscarla. No s hasta dnde un libro, un cuento, puede referirse,
siempre pierde algo, salvo en el caso de textos muy breves; es decir, el
libro aspira a la condicin de la msica, porque en la msica la forma
es el fondo y el fondo es la forma. Desde luego, yo puedo contar el
argumento de un libro, y no puedo contar el argumento de una meloda muy
sencilla, es decir, puedo simplemente repetirla, pero hay algo ms en el
libro de lo que puede ser referido, hay algo ms en un libro que su
ndice, que su resumen: hay el libro mismo. Esto nos lleva al misterio
central de la literatura: qu es la literatura? Ante todo, qu extraa
es esa idea del hombre de querer crear otro mundo! Ya Platn se
asombraba de esto, un mundo de palabras, adems del mundo de
percepciones y meditaciones, de perplejidades, de angustias, de dudas.
Eso ya es raro, pero adems, las palabras no slo son su sentido. Los
diccionarios nos engaan, los diccionarios nos hacen creer que un
smbolo es traducible en otro, y no es exactamente traducible. Por
ejemplo, si yo digo en espaol: 'estaba sentadita', en la palabra
"sentadita" hay no slo la idea de una criatura sentada sino una
simpata por ella, un compenetrarse con ella, un sentir la soledad. O
"estaba solita": esto no puede decirse en otros idiomas, quizs en
ingls podramos decir: "she was all by herself'', eso puede acercarse
al diminutivo "solita", pero no del todo. Tenemos adems otras cosas:
podemos decir 'Thor era para los escandinavos el Dios del Trueno'', ya
que la palabra Thor significa trueno y significa Dios, o para los
sajones Thunor, que tiene ambos sentidos. Pero esta idea del Dios del
Trueno es demasiado compleja para los germanos. Sin duda, para ellos
Thor o Thunor eran ambas cosas, era el estruendo y era la divinidad, no
eran el Dios del estruendo, eran las dos cosas, es decir, las palabras
tenan un sentido mgico. Despus fuimos hacindonos ms razonables,
pero uno de los deberes del poeta, una de las ambiciones del poeta, es
restituir la palabra a la magia primordial, hacer que la palabra sea un
mito.
Y ahora que creo haber abundado con exceso en reflexiones generales,
hablar con toda humildad de mi comercio con la prosa. Empezar por una
confesin personal. En cada poca hay un gnero literario que se supone
superior a los otros. Por ejemplo, en el siglo XVIII todo escritor tena
que escribir una tragedia en cinco actos, eso era obligatorio. Cuando
Anatole France empez a escribir, public un libro, creo titulado algo
as como Poeme Dor; se entenda que haba que empezar por un libro de
versos. Luego, felizmente para l y para nosotros, se dio cuenta de su
error y nos dej libros de otro tipo. Ahora parece que la novela es el
gnero. Yo soy un escritor que ha logrado algn renombre, demasiado
renombre, un inmerecido renombre por sus libros y, sin embargo, no he
escrito ninguna novela y no pienso escribirla. La gente siempre me
pregunta: "Cundo va a escribir usted una novela?" Yo les digo que
nunca, y les explico la razn, que es muy sencilla, y es que la novela,
fuera de algunos ilustres ejemplos (no voy a enumerarlos) no me interesa
profundamente, y en cambio el cuento y la poesa me han interesado
siempre, desde que yo era nio.
Me dirn ustedes que yo he citado dos veces el Quijote, pero no s
hasta dnde el Quijote es una novela en el sentido actual de la palabra;
es una sucesin de aventuras, ms o menos parejas, que sirven para
definir el carcter de los hroes; el orden puede invertirse. Podemos
abrirla por cualquier pgina, sobre todo en la segunda parte, que me
parece muy superior a la primera, y seguir leyendo. Ya conocemos a Don
Quijote, ya conocemos a Sancho, ya conocemos a sus enemigos, lo dems no
importa. Lo importante es el dilogo, que no siempre es un dilogo de
palabras sino de silencios o de hechos y hasta de pequeas hostilidades
tambin, el dilogo de esos dos amigos, Don Quijote y Sancho; es decir,
no s hasta donde esta novela es una novela. Pero al hablar de la novela
querra recordar a Joseph Conrad, para m uno de los mayores novelistas,
ahora injustamente olvidado. Se debe a que la fama de todo autor es un
periodo, es una sucesin de claridades y de eclipses, de suerte que no
importa que en este momento Conrad est olvidado, y si es que est
olvidado ya le llegar su turno. Pues bien, yo siempre fui lector de
cuentos. Uno de los primeros libros que le fue Las mil y una noches en
la versin inglesa de Lang. Despus he ledo otras traducciones, que son
ms exactas, me dicen, digamos la de Burton, la de Rafael Cansinos
Assns, que quiz sea, literariamente, superior a las otras, pero he
tenido siempre la impresin de que todas las versiones que he ledo son
traducciones de la de Lang, porque la de Lang, simplemente, fue la
primera que le, de modo que para m la versin rabe (no conozco el
rabe) tiene que ser una traduccin ms o menos buena de la traduccin
inglesa de Lang. Luego le tambin los cuentos de Poe. Es curioso que
ese escritor, que quiso ser escritor para pocos, que fue un hombre de
genio extraordinario, sea ahora, sobre todo cuando uno empieza a leer,
un autor para nios. Los nios leen los cuentos de Poe y sienten su
horror. En cambio, un lector ms maduro puede sentir que hay un exceso
de pompa, de pompa fallida en su prosa, que las decoraciones, las
bambalinas estn un poco envejecidas. Ya "el negro cuervo sobre el
blanco mrmol'' no nos emociona, ya lo conocemos demasiado, ya sabemos
que va a decirnos "never more": nunca ms, y preferimos buscar nuevos
poetas.
Pues bien, a lo largo de mi vida yo lea cuentos, y recuerdo en mi
infancia el agradable horror de los primeros hombres en la luna. Cuando
los hombres llegaron a la luna me sent emocionado, llor, pero me
emocionaron ms los dos personajes de Wells que haban llegado a la luna
unos setenta y tantos aos antes. Es verdad que no haban llegado, o
mejor dicho: haban llegado del nico modo verdadero, que es el de la
imaginacin, tan superior a los meros hechos, que son de suyo, como
dira Lugones, efmeros. Pues bien, yo lea a Poe, lea The Jungle Book
de Kipling. Eso no me gustaba tanto porque a m me gustaban mucho los
tigres, y el tigre de The Jungle Book no es precisamente el hroe de esa
serie, sino la pantera Baghera; eso me molestaba un poco. Pero Kipling
no tena por qu adivinar mis preferencias, de suerte que yo le las Mil
y una noches, las nuevas Mil y una noches de Stevenson, que de algn
modo se acerca al Hombre fantasma de Chesterton. Tambin le libros de
un valor literario muy inferior, las novelas gauchescas de Eduardo
Gutirrez, Juan Moreira, Los hermanos Barrientos, Hormiga negra; una
biografa de mi abuelo que l escribi, Siluetas militares, que he
reledo muchas veces y que he plagiado muchas veces tambin en verso; El
tigre de Malasia, de Emilio Salgari. Eso de que el plagio es la forma
ms sincera de la admiracin, creo que es cierto. Bueno, toda mi vida
lea cuentos y lea tambin, como es natural, novelas, pero fui
derrotado, estoy resuelto a deshonrarme literariamente ante ustedes. Fui
derrotado por Madame Bovary. Nunca me interes. Fui derrotado por la
aburrida familia Karamazov. No me interesaron nunca. Pero segua leyendo
cuentos y creo que quiz los primeros que le pudieron haber sido,
despus de los cuentos de Grimm, que sigo admirando, los cuentos de
Kipling, que pueden haber sido los ltimos que leo y releo sin
penetrarlos del todo; hay en ellos siempre un trasfondo de misterio.
Pues bien, yo era por aquellos aos de 1920, tan lejos ahora, un joven
poeta ultrasta, quera renovar la literatura, quera ser el Adn de la
literatura, quera abolir toda la literatura anterior, sin comprender
que el lenguaje mismo en que escriba ya es una tradicin, porque un
idioma es una tradicin y los autores que influyen ms en un escritor
son los autores que no he ledo nunca, los autores que han creado el
lenguaje, los desconocidos autores de la Biblia, pero tambin autores
mediocres, autores humildes, todos esos van impresionndonos, y adems
la vida, la vida que nos da continuamente belleza. Ayer record aquella
frase de Cansinos Assns: "Dios mo, que no haya tanta belleza!" El
senta la belleza de todo y de todos los momentos. Yo escriba malos
versos, escriba artculos, crtica, en una insufrible prosa arcaica. Y
luego sucedi algo, ese algo ocurri en 1929, puedo dar la fecha
precisa. En 1929 muri un amigo mo, que yo no os nunca llevar a mi
casa, mi madre no lo hubiera admitido, don Nicols Paredes, que fue
caudillo del barrio de Palermo. Deba dos muertes. Esto lo supe por el
comisario o por dos comisarios que me lo contaron, l no se jactaba
nunca de ello. Adems, l sola decir: "Quin no deba una muerte en mi
tiempo?, hasta el ms infeliz." Yo le vi desafiar a hombres ms
vigorosos que l, ms jvenes, vi los dos cuchillos sobre la mesa, vi el
desafo y luego, cuando esperaba ver el duelo, el otro, el joven, el
fuerte, se achicaba, peda perdn. Entonces, Paredes simulaba tener
miedo de l y me deca: ``Caramba, este mozo por poco me mata''; me
deca eso despus de haberle provocado en duelo a muerte.
Bueno, podra contar muchos recuerdos de ese excelente amigo mo, de
ese benvolo asesino que conoc, porque no era otra cosa; pero l muri,
muri de muerte natural, cosa que no le hubiera gustado mucho, muri de
una comilona, desgraciadamente, el ao 1929. A l le gustaban las
comilonas. Cuando alguno le preguntaba cmo le haba ido en una
comilona, deca: "Bueno, di cuenta de dos bifes, un pato asado y de
nueve empanadas.'' Era un gastrnomo, adems, a su modo. Cuando Paredes
muri yo senta la nostalgia de que Paredes haba muerto, de que con l,
como dira en una milonga mucho tiempo despus, haba desaparecido
"Aquel Palermo perdido del baldo y del cuchillo". Y entonces pens que
un modo de hacer que muriera menos sera escribir un cuento tejiendo,
entretejiendo las diversas ancdotas que l me haba contado, y otras
que me haba contado un to mo, que conoci ese tipo de vida, que haba
muerto tambin, entonces, en el Hotel Dor (ustedes ven que vuelvo
siempre a ciertos lugares y a ciertos temas). Me sent a escribir un
cuento que obtuvo una fama inmerecida y que se titul al principio
"Hombre de las orillas". Orillas quiere decir los arrabales, no
necesariamente del mar sino tambin las orillas de la llanura, las
orillas de la pampa, como dicen los literatos, ya que en el campo nadie
conoce la palabra "pampa". Yo no he odo a ningn gaucho usar la palabra
"pampa'', eso pertenece a la mitologa urbana, tejida por hombres de
letras de la ciudad.
Pues bien, yo invent el argumento; me inspiraron los cuentos de
Chesterton, los filmes de Joseph von Sternberg, el recuerdo de Stevenson
y, sobre todo, la voz de Paredes, porque quiz la voz de un hombre sea
ms importante que lo que dice esa voz. Admiraba el uso que de ella
haca Paredes, esa mezcla de sorna y de cortesa, esa humildad
exagerada, sobre todo cuando estaba a punto de provocar a alguien a un
duelo. Yo quise escribir todo eso, y escrib un cuento que se llamara
despus "Hombre de la esquina rosada". Me refera a las esquinas rosadas
de los almacenes, a las esquinas rosadas o celestes de las tabernas, de
los arrabales de entonces. Desgraciadamente, la gente suele citar mal el
ttulo "El hombre de la Casa Rosada", como si se tratara de una stira
al presidente de la Repblica. Pero la verdad es que yo no pensaba
entonces en stiras, yo quera decir el "Hombre de la esquina rosada";
bueno, hombre de la esquina, de la esquina de las orillas, ms
concretamente yo pensaba en Paredes. Escrib ese cuento y trat de que
no fuera real, quise hacer un cuento que fuera como los filmes de Joseph
von Sternberg, como los cuentos de Chesterton, como algunos cuentos de
Stevenson, quise hacer un cuento en el cual todo fuera escnico y todo
fuera visual, en el cual todo sucediera de un modo vivo, es decir, una
suerte de ballet ms que de cuento. Cuando haba escrito una frase, la
relea y la relea con la voz de Paredes, y si notaba que alguna frase
se pareca demasiado a m, la borraba y la reemplazaba por otra, pero
aun as el cuento qued lleno de resaca literaria. se fue mi primer
cuento: "Hombre de la esquina rosada", y lo firm con el nombre de
Bustos, un tatarabuelo mo, porque pens que tena derecho a ese nombre
que estaba en la familia, y adems Bustos y Borges comienzan con B y
constan de seis letras. Lo publiqu con ese seudnimo porque pens que
yo era un poeta --yo me crea un poeta entonces-- que se haba
aventurado en el relato, que era un intruso que no tena derecho a
presentarme como autor de cuentos. Mis amigos me reconocieron
inmediatamente a travs del disfraz. Luego pens otra vez en escribir
cuentos, pero todava titubeaba; entonces, escrib un libro que se
titula, un poco pomposamente, un poco en broma, Historia universal de la
infamia. Ese libro es una serie de biografas de criminales. Yo empiezo
siempre por un personaje real, por un tema real, cada dos o tres pginas
dejo de transcribir y empiezo a inventar. Sin saberlo, estaba abrindome
camino hasta ser un autor de cuentos, que es lo que soy esencialmente
ahora, tanto que mis amigos me aconsejan que abandone la poesa y que
vuelva a mi verdadero oficio, a mi verdadero destino, que es el de
escribir cuentos. Y as he escrito, digamos, tres libros de cuentos,
contando el que est por salir y al que le falta ya muy poco.
Ahora bien, estos libros son libros, en general, de cuentos
fantsticos, pero esa fantasa no es una fantasa arbitraria sino
necesaria. Voy a referirme a uno que quizs ustedes conozcan, que se
titula "Funes el memorioso". Funes el memorioso es un compadrito
oriental [uruguayo], un hombre de muy pocas luces que, por una cada de
caballo, sufre un accidente terrible: se ve dotado de una memoria
infinita. Recuerda no slo la cara de cada persona que ha visto a lo
largo de su vida, sino que recuerda, por ejemplo, que la vio de perfil,
luego de medio perfil, luego de frente. Recuerda cmo caan las sombras,
recuerda cada rbol que ha visto, la cada de cada hoja, tanto es as
que la palabra rbol es demasiado abstracta para l, y quiere inventar
un lenguaje infinito. Yo padeca de insomnio entonces, trataba de
dormir. Y qu es dormir? Dormir es olvidarse, por eso en buenos Aires,
y quizs aqu tambin, digamos "recordarse" por "despertarse": "que me
recuerden maana temprano". La frase me parece admirable, "que me
recuerden", porque cuando uno duerme, y esto lo he dicho en el ltimo
poema que he escrito, "El sueo", uno es nadie y luego cuando se
despierta ya recuerda que uno es Fulano de Tal, y recuerda las
circunstancias de esa vida, las obligaciones que el da impondr, uno
vuelve a dejar de ser "una suerte de Dios infinito", puede ser nada,
viene a ser casi lo mismo, puede ser alguien, algo muy concreto, atado a
un destino, atado a cierto pasado, atado a ciertas esperanzas, en
general fallidas.
Bueno, yo trataba de olvidarme de m mismo para dormir, pero segua
pensando en m mismo, acostado, pensaba minuciosamente en mi cuerpo, en
los libros, en los muebles, en la habitacin, en el patio, en la quinta,
en las estatuas de la quinta, en la verja, en las casas vecinas, yo
estaba como abrumado por el universo y pensaba tambin en los astros.
Iba ms lejos, luego en la ciudad de Buenos Aires, pensaba en las
ilustraciones de los libros, no poda olvidarme, y entonces imagin ese
personaje dotado de una memoria infinita, ese personaje que es una
metfora del insomnio, "Funes el memorioso". Yo lo escrib, no s si
bien o mal, pero con un buen resultado curativo, teraputico, con el
resultado de que despus de escribir ese cuento deje de sufrir insomnio.
El insomnio fue desapareciendo paulatinamente. Ahora vuelvo a sufrir el
insomnio, pero no ese insomnio incurable que sufr entonces. Me figuraba
que haba un reloj que meda las horas de mi insomnio, un reloj infernal
que sigo odiando todava, aunque ya no existe, que daba la hora, el
cuarto de hora, la media hora, el menos cuarto y, despus, la otra hora,
de modo que yo no poda engaarme diciendo que haba dormido, porque ah
estaba el reloj que mostraba inexorablemente lo contrario.
Ese cuento, "Funes el memorioso", puede parecer un cuento fantstico,
pero es una metfora, es mi verdadero insomnio, el que sent. Luego, el
otro tema que vuelve en mi obra es el tema del laberinto. Vuelve
demasiado, segn han insinuado todos mis crticos, con razn. Con ste
pude liberarme de un recuerdo de infancia, un libro sobre la antigedad
helnica con un grabado de acero. Estoy vindolo ahora. Representa las
Siete Maravillas del Mundo, y una de ellas es el laberinto de Creta, que
tiene una forma circular y unas rendijas; y yo pensaba, con ayuda de un
vidrio de aumento, que yo poda ver el Minotauro que est dentro.
Felizmente no logr verlo nunca, aunque pens mucho en l.
El laberinto es el smbolo viviente de la perplejidad y por eso lo he
elegido, porque de las muchas emociones que el hombre siente, la ms
frecuente en m es la perplejidad, la maravilla, el asombro, no siempre
el maravilloso asombro de Chesterton. Dice Chesterton que "si el sol
sale cada maana es porque Dios es como un nio: el sol sale, Dios se
encanta, palmotea y dice: otra vez!" El sol sale cada da por ltima
vez, es algo que seguir saliendo as infinitamente, y seguir saliendo
infinitamente porque --dice Chesterton-- no somos tan jvenes como
nuestro Padre. Nosotros nos cansamos de la puesta de sol, de la salida
del sol, de las cuatro estaciones y de las pocas de la vida del hombre,
pero l no, l es joven y est eternamente asombrado y quiere que todo
se repita.
Y aqu hay una ancdota que refiere Mark Twain: los chicos persiguen a
la madre y le piden que les cuente el cuento de Los Tres Osos. La madre
dice que est muy ocupada y que no puede contarles el cuento. Los chicos
vuelven a la carga: "Mam, cuntanos el cuento de Los Tres Osos." La
madre se niega, la escena se repite un nmero indefinido de veces, y al
final uno de los chicos le dice: "Mam, vamos a contarte el cuento de
Los Tres Osos...". Es decir, hay un placer, as, en la expectativa,
podr ser el placer de la rima tambin no?, el placer de la simetra,
el placer de que en este caos haya formas regulares.
He hablado de la gnesis de ese cuento, y luego hay otra idea, otra
supersticin que me ha acompaado tambin a lo largo de los libros que
he escrito: la idea de que el coraje de un hombre, la destreza de un
hombre, se pasa de algn modo al arma que usa, es decir, que el arma
queda llena del coraje de ese hombre. Esta maana tuve el placer, tuve
la emocin que lleg hasta el llanto, de or, en ese generoso homenaje
de la Televisin Espaola, que se recit un verso mo en el que me
acord de Muraa, que fue guardaespaldas de Paredes, y digo: "Algo de
Muraa / ese cuchillo de Palermo..." Tengo un cuento titulado "Juan
Muraa", en que lo identifico a l en el cuchillo. Muraa (yo le conoca
de vista) ha muerto en el cuento. Queda su viuda, queda su mujer, van a
rematarles la casita, la modesta casita en que viven, y ella dice: "No,
Juan va a ayudarme, Juan no va a dejar que el gringo nos haga esto." El
gringo es el dueo de la casa, un italiano que vive en el otro extremo
de la ciudad, en Barracas, o sea que el cuento es en Palermo; y luego lo
apualan al gringo y al final se descubre, ya lo habrn adivinado
ustedes, que la vieja, medio loca, lo ha hecho. Ha salido una noche,
Muraa una vez ms atraves toda la ciudad para apualar a un enemigo, y
ella ha repetido ese trayecto y lo ha matado. Cmo lo ha matado? No con
la flaqueza, no con la fuerza de sus flacas manos viejas, sino con la
fuerza que estaba en el cuchillo, y ella al hablar de Juan quera decir
"cuchillo'', porque lo haba identificado con el cuchillo, con ese
cuchillo que guardaba tantas muertes, y que despus de la muerte de la
mano que lo us fue capaz de una muerte ms. Esa idea de las armas que
pelean solas est en otro cuento, que se titula, creo, "El encuentro".
Ah la historia es un poco distinta. Se trata de dos cuchilleros, uno
del Norte de Buenos Aires, otro del Oeste o del Sur. Esos dos hombres
tienen nombres parecidos y los confunden, y eso les molesta. Uno se
llama Almara y otro Almeira, o ms parecidos quiz, no recuerdo los
detalles. Esos dos hombres se han buscado a lo largo de los caminos, de
los caminos polvorientos, de las montonas llanuras que los literatos
llaman la pampa, para pelearse. Y han muerto. Uno de muerte natural, al
otro le mat un balazo, un balazo disparado por alguien que no era el
hombre que l buscaba. Luego, en el cuento hay alguien que colecciona
armas, y dos jvenes, dos jvenes grandes, dos "nios bien", dos "nios
gticos", creo que decan aqu antes, de Buenos Aires. Se desafan a
duelo y las nicas armas que hay en la casa son esos viejos cuchillos
rsticos, cada uno de los cuales debe muertes, y a uno le toca el
cuchillo de uno de los gauchos muertos y al otro el otro, y cuando
empiezan a pelear no saben cmo hacerlo, ni siquiera saben que el
cuchillo debe apuntarse hacia arriba, pero poco a poco ocurre algo que
no se dice del todo, que se sugiere al fin, y es que los cuchillos son
los que pelean, y el ms valiente muere a manos del ms cobarde, porque
el ms cobarde tena el cuchillo que era del ms valiente. Es la misma
idea, una variante de la misma idea.
Puedo recordar otro cuento mo, "El Aleph". Yo haba ledo en los
telogos que la eternidad no es la suma del ayer, del hoy y del maana,
sino un instante, un instante infinito, en el cual se congregan todos
nuestros ayeres como dice Shakespeare en Macbeth, todo el presente y
todo el incalculable porvenir o los porvenires. Yo me dije: si alguien
ha imaginado prodigiosamente ese instante que abarca y cifra la suma del
tiempo, por qu no hacer lo mismo con esa modesta categora que es el
espacio? Y entonces imagin que en esa casa haba un stano, y en ese
stano un pequeo objeto luminoso, mnimo, circular... tena que ser
circular para ser todo. El anillo es la forma de la eternidad, que
abarca todo el espacio, y al abarcar todo el espacio abarca tambin el
pequeo espacio que ocupa, y as en "El Aleph" hay un "Aleph" --porque
esa palabra hebrea quiere decir crculo--, y en ese Aleph otro Aleph, y
as infinitamente pequeo, esa infinitud de lo pequeo que asustaba
tanto a Pascal. Bueno, yo simplemente apliqu esa idea de la eternidad
al espacio. Invent la historia del Aleph, le agregu detalles
personales, por ejemplo, una mujer que yo quise mucho, y que no me quiso
nunca y que muri. Le di un hermoso nombre, la llam Beatriz Viterbo.
Cambi un poco las circunstancias, y aqu hay un pequeo hecho sobre el
que yo querra llamar la atencin de ustedes, y es que si uno no cambia
ligeramente las cosas uno se siente insatisfecho. Por ejemplo, si algo
ocurre en algn barrio y uno lo escribe, es mejor cambiarlo a otro
barrio que no sea demasiado distinto, los nombres de los personajes ya
se saben, las circunstancias tambin. Uno est obligado a esas pequeas
invenciones para no ser un mero historiador, un mero registrador de
hechos ocurridos, salvo que los grandes historiadores son grandes
novelistas. Dijo Stevenson que los problemas, las dificultades de Tcito
o de Tito Livio al escribir su historia, fueron del mismo gnero que las
dificultades de un novelista o cuentista. Contar hechos reales ofrece
las mismas dificultades que contar hechos imaginarios, a la larga no
podemos distinguir entre ellos.
He hablado un poco al azar de mis cuentos. Hay otros cuentos cuyas
circunstancias no recuerdo, y les propongo algo, no s si habr tiempo o
no s si ustedes tienen nimo para hacerlo, les propondra a ustedes que
dejramos este tedioso rito de una conferencia, de un orador, y
conversramos, es decir, si alguno de ustedes quiere preguntarme algo,
yo me sentira muy contento en pasar de la conferencia, que es un gnero
artificial, al dilogo, que es un gnero natural. Estoy esperando alguna
pregunta de ustedes y pido que no sean tmidos, porque a tmido nadie me
gana. Empiece el Juicio Final, empiece el Catecismo, la Inquisicin.
16-6-96.La Jornada, Mxico.
===
-Un argumento
He imaginado el argumento de una novela que por razones de ceguera, y
de ocio no escribir, y, que sera el reverso de la admirable Guerra del
Cerdo de Bioy Casares. El tema de ese libro es una conjuracin de los
jvenes contra los viejos, el tema del mo, cuya redaccin queda a cargo
de cualquiera de mis lectores, es una conjuracin de los viejos contra
los jvenes, de los padres contra los hijos. Examinemos las diversas y
atroces posibilidades de ese argumento, que acaso nadie escribir. Ojal
nadie, ya que sera un libro muy triste. Quiz lo habra aceptado Len
Bioy.
Qu fecha conviene elegir? Si es muy remota el lector sentir que es
cifra de un tiempo que no podemos imaginar o que slo podemos imaginar,
de manera vaga y errnea, si optamos por el hoy, el lector se convertir
fatalmente en un inspector de equivocaciones. El dilema del tiempo se
repite en lo que se refiere al espacio. Digamos, "pues, Lomas de, Zamora
o Morn, en el ltimo o penltimo decenio del siglo diecinueve.
Cuntos personajes convienen? El argumento, una vez fijado, nos dar
una cifra aproximativa; de antemano repruebo las muchedumbres de la
novela rusa. Digamos nueve o diez, ya que nuestro plan requiere
individuos de dos generaciones. De esos nueve o diez, dos deben
parecerse para que el lector los confunda y se figure a muchos
innominados.
Los esenciales protagonistas de la obra son los ancianos. Deben ser muy
diversos; ms all de las necesidades argumentales deben ser quienes
son. Tambin podran ser vagos, tambin podran arrojar un indefinida
sombra temida. Algunos, postrados o impotentes o enfermos, envidian la
salud normal de los jvenes otros avaros, no quieren que sus hijos
hereden la fortuna que les ha costado tanto trabajo; otro, frustrado, no
se resigna a la buena suerte del hijo; uno, sereno y lcido, piensa
sinceramente que los jvenes pueden ser presa de cualquier fanatismo y
son incapaces de la cordura. En el decurso de esas pginas todava no
escritas, los jvenes pueden ser cmplices de los viejos que han
resuelto destruirlos. Un anciano, desde la pobre habitacin en que est
murindose ordena a su hijo el envenenamiento de un compaero, con un
pretexto ms o menos creble: el hijo obedece sin sospechar que l ser
tambin una vctima. La obra podra comenzar por este srdido episodio.
Podra asimismo comenzar describiendo a un anciano que largamente vela
el sueo de su hijo; los captulos ulteriores nos llevarn a comprender
la causa. Este argumento de hombres dbiles y malvados, que se juntan,
acaso odindose, para ultimar a jvenes fuertes, corre el albur de
parecer ridculo y de provocar la parodia; el deber del autor, del
eventual autor, es hacerlo atroz. La flaqueza de los verdugos, el hecho
de que tengan que ser muchos para matar a uno, les impone la obligacin
de ser espantosos y al mismo tiempo dignos de lstima, ya que se
entiende que los aos les han dado locura.
Un padre puede convertir a su hijo e iniciarlo en la secta, para
sacrificarlo despus. Los primeros captulos registrarn muertes
misteriosas; los ltimos, como en la obra ejemplar de Bioy, nos darn la
clave. Alguna vez asistiremos a un concilibulo, interrumpido por la
brusca entrada de un joven. Un padre denuncia a las autoridades el
asesinato de su hijo; el culpable es l o sus cmplices. Un personaje
alude al trunco sacrificio de Abraham o al canto trigsimo tercer del
Inferno. Al borde del suicidio, un hombre joven acepta con alivio la
sentencia de los mayores.
Quiz convenga renunciar al concepto de una conspiracin y reducir a
dos el nmero de los protagonistas. Uno, el anciano que comprende que
aborrece a su hijo; el otro, el hijo que se sabe odiado y culpable. La
novela concluye cuando el fin no ha llegado an. Ambos esperan.
3-4-83, El Colombiano.
===
-Alguien suea
Qu habr soado el Tiempo hasta ahora, que es, como todos los ahoras,
el pice? Ha soado cosas atroces. Ha soado la certidumbre, que
enciende cruzadas y hogueras. Ha soado la aniquilacin de Cartago por
el incendio y por la sal. Ha soado la espada, cuyo mejor lugar es el
verso. Ha soado la palabra, ese obstinado y rgido smbolo. Ha soado
la dicha que tuvimos o que ahora soamos haber tenido. Ha soado la
tica y las metforas del ms extrao de los hombres, el que muri una
tarde en una cruz. Ha soado que en las batallas los trtaros cantaban.
Ha soado la msica, que puede prescindir del espacio. Ha soado el arte
de la palabra, an ms misterioso que el de la msica, porque incluye la
msica. Ha soado el libro, ese espejo que siempre nos revela otra cara.
Ha soado las caras de tus muertos, que ahora son empaadas fotografas.
Ha soado a Walt Whitman, que decidi ser todos los hombres, como la
divinidad de Spinoza. Ha soado a los griegos, que descubrieron el
dilogo y la duda. Ha soado la luna y los tres hombres que caminaron
por la luna. Ha soado la enumeracin que los tratadistas llaman catica
y que, de hecho, es csmica, ya que todas las cosas estn unidas por
vnculos secretos. Ha soado que la flor del higo es secreta. Ha soado
una cuarta dimensin. Ha soado los nmeros transfinitos, a los que no
se llega contando. Ha soado a Yorik, que vive para siempre en unas
palabras del ilusorio Hamlet. Ha soado el Plata y el Rdano, que son
nombres del agua. Ha soado a Blake, que so a unas muchachas de suave
plata o de furioso oro. Ha soado el calidoscopio, grato a los ocios del
enfermo y del nio. Ha soado la mscara de hierro. Ha soado las formas
universales. Ha soado que a lo largo de los veranos, o en un cielo
anterior a los veranos, hay una sola rosa. Ha soado la brjula y el
cristal, el cncer y la rosa, las campanadas del insomnio y el ajedrez.
Ha soado la muerte de Julieta y la muerte de Indira. Ha soado el
espejo en el que Francisco Lpez Merino y su imagen se vieron por ltima
vez. Ha soado el cero y la nada. Ha soado al primero que en el trueno
oy el nombre de Thor. Ha soado los reyes de la baraja. Ha soado los
signos que trazar el escriba sentado. Ha soado el fin y el principio
del fragmento de Finsburh. Ha soado el ancla profunda. Ha soado el mar
y la lgrima. Ha soado una esfera de marfil, que guarda otras esferas.
Ha soado el desierto. Ha soado el alba que acecha, Ha soado a Alguien
que lo suea.
16-12-84, La Nacin, Argentina.
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