Extraños en La Casa
Extraños en La Casa
Extraños en La Casa
ISBN 978-950-34-0441-6
EXTRAOS EN LA CASA
ALTERIDAD Y REPRESENTACIONES FICCIONALES EN LA LITERATURA ESPAOLA
(SIGLOS XIII A XVII)
1 edicin - 2007
ISBN N 978-950-34-0441-6
Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723
2007 - EDULP
Impreso en Argentina
A mis colegas de Gestin Acadmica 2004-2007,
Ana Mara Barletta, Ricardo Crisorio, Anbal Viguera,
Luis Adriani y Juan Piovani,
por su inquebrantable capacidad de dilogo
NDICE
Pero que doutra lei sejan: una vez ms sobre los moros
y los judos en las Cantigas de Santa Mara de Alfonso X.
Santiago Disalvo ................................................................................ 21
INTRODUCCIN
2
Los estudios se presentan como el resultado final del Proyecto de Investigacin Alteridad
y representaciones culturales en la narrativa espaola: continuidades y rupturas entre los
orgenes y las manifestaciones contemporneas (Subproyecto 1) (COD. 11H281), de la
Universidad Nacional de La Plata.
Gloria B. Chicote
La Plata, mayo de 2007
3
Vanse los lcidos aportes a estos conceptos de Stuart Hall (1996: 254) y Homi Bhabha
(2002).
Santiago Disalvo
SANTIAGO DISALVO 21
tos, sera una reduccin deformante. La tarea que propongo aqu consiste
en profundizar el estudio de estos matices, en los que se delinea el puesto
que las Cantigas asignan al judo y al moro en la sociedad, el mundo y la
historia de la salvacin, segn la cosmovisin cristiana alfons. Las Canti-
gas de Santa Mara son, pues, algo ms que relatos piadosos que
caricaturizan o escarnecen al judo y al musulmn. Se presentan, por un
lado, como escenarios donde se despliega el estupor y la libertad del homo
religiosus frente al milagro que acontece inesperadamente. Por otro, cons-
tituyen un campo de batalla doctrinal en torno a temas como la Encarna-
cin o el culto a imgenes sagradas.
El taller alfons parece as superar los modelos literarios anteriores y
la imagen negativa coetnea, no slo reelaborando el tratamiento literario
de la figura del moro y del judo, sino presentndolos muchas veces en
toda su humanidad compleja, al nivel de los personajes cristianos, y dig-
nos de la ayuda de la Virgen. Los pogromos y los enfrentamientos arma-
dos contra los moros coexisten en el cancionero con un cierto ideal ecu-
mnico y una voluntad expresa de convivencia pacfica (lo que, en otra
ocasin, he dado en llamar el ideal imperial de la pax alphonsina;
Disalvo, 2005).
22 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
unidad cristiano-latina europea. La tesis fundamental de Snchez Albor-
noz es la de la existencia de un carcter nacional espaol, ya definido en
sus rasgos esenciales, previo a la invasin rabe del siglo VIII. Por su lado,
Amrico Castro, quien considera que lo que conocemos como Espaa
naci con el aporte rabe y hebreo, es quien ha iniciado entre los estudio-
sos el discurso sobre la convivencia de las tres religiones peninsulares,
subrayando asimismo el profundo influjo semtico en la cultura y las obras
alfonses.
Ms recientemente, esta polmica ha sido retomada por Vicente
Cantarino (1978) y Francisco Mrquez Villanueva (1994). Segn afirma
el primero en su estudio Entre monjes y musulmanes: el conflicto que fue
Espaa, si bien la cultura hispana, durante el reinado de Alfonso X,
acusa el mestizaje que causa en la sociedad la presencia conjunta de mo-
ros, judos y cristianos (Cantarino, 1978: 261), la gran obra alfons
SANTIAGO DISALVO 23
Los datos lingsticos apoyan a Castro con la irrefutable eviden-
cia de mltiples rasgos semticos en la prosa alfons, as como en
su tendencia general a distanciarse de la latinizacin como nor-
ma. [...] Aun si no por responsabilidad directa o semi-conspiracin
de judos, el nacimiento de la prosa culta castellana no deja de
presentarse como efecto de unas condiciones de vida fuertemente
orientalizadas, ni de tener en gran parte por objeto la apropiacin
activa del saber de los rabes. (Mrquez Villanueva, 1994: 47)
24 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
Antes de observar la problemtica especfica de las Cantigas de Santa
Mara, conviene recordar algunos de los estudios realizados en torno a la
situacin social y la legislacin sobre moros y judos en el perodo alfons.
Por un lado, ya hemos mencionado el fomento otorgado a los estudios ra-
bes y hebreos en la Castilla del siglo XIII y el gran nmero de funcionarios
judos en la corte de Alfonso X. Segn algunos autores judos modernos,
como Haim Beinart, absolute equality of Jew and Christian in the definition
of the Fueros (Beinart, 1979: 163), o las figuras de jefes administrativos
como el Rab de la Corte (representante oficial y juez de la judera), y la casi
total ausencia de conflictos violentos hasta por lo menos el ao 1391, son
rasgos peculiares y distintivos de la monarqua castellana favorable a los
judos. Por otro lado, es necesario tener en cuenta la existencia, en las Siete
partidas, de muchas leyes que protegan la persona, la dignidad, la identi-
dad religiosa y las costumbres y ritos de los judos (Siete Partidas VII, 24,
leyes II, IV, V, VI).
De todas formas, el status de los moros y los judos en las Partidas es un
tema que se ha debatido intensamente. Marjorie Ratcliffe, a travs de un
anlisis comparativo de las Partidas con diversos fueros, ha sealado que
Alfonso X no cambia radicalmente la tradicin de la jurisprudencia hisp-
nica. Por tanto, la convivencia de los tres credos consista en evitar todo
contacto posible. La tolerancia de la mayora dependa del silencio y doci-
lidad de las minoras (Ratcliffe, 1989: 248). Ahora bien, ms all de que
difcilmente podamos aplicar el moderno concepto de tolerancia a la
mentalidad medieval, es necesario ponderar el alcance de las Partidas
alfonses en confrontacin con ciertas costumbres sociales ya instaladas.
Cabe recordar que, si bien discriminatorio y represivo para criterios de
hoy, el estatuto que a stos [moros y judos] reconoce en las Partidas no
toma por norte su extincin, sino el asegurar unas condiciones de vida
mnimamente aceptables a las minoras no cristianas (Mrquez Villanueva,
1994: 99).
Tambin es necesario distinguir los rasgos particulares entre Partidas
VII, 24 (De los judios), que insisten sobre temas doctrinales y en un
lenguaje religioso, y Partidas VII, 25 (De los moros), donde la preocupa-
cin se inclina hacia lo poltico. En este sentido, los importantes estudios
de Dwayne Carpenter demuestran que la legislacin alfons parece tratar
SANTIAGO DISALVO 25
ms benvolamente al judo que al musulmn, y que este tratamiento es de
naturaleza diversa:
Although his great love of learning led him to close his eyes to
the widespread racial and religious prejudice which existed at
that time in Spain, this love did not preclude his suspicion and
social denigration of the Jews in his Cntigas [sic]. This contrast
in the Kings sentiments about and actions with regard to these
minorities is noteworthy. [...] High regard for Jewish capabilities
was reserved for a mere handful of individuals useful to the King
in his erudite and scientific activities. (Bagby, 1971: 688)
26 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
En su artculo del ao 1987, Bagby sostiene, casi literalmente, esta
misma postura, subrayando el double standard of Alfonsine sentiment
toward the Jews (Bagby, 1987: 243), segn el cual Alfonso was a man
of his time and circumstances, who neither could hide nor tried to hide
his feeling of prejudice, where such feelings supposedly supported the
ideals of his faith (Bagby, 1987: 238).
Mucho ms recientemente, algunos autores continan esta misma ten-
dencia, sin aportar nuevas perspectivas sobre el asunto. Nos referimos,
por ejemplo, al estudio del tratamiento de los judos por parte de
enunciador y narrador en las Cantigas, realizado por A. X. Ferreiro
Salgueiro y D. M. Fernndez Graa (1993). Heloisa Guaracy Machado,
quien habla de la discriminao em bloco de judeus e muulmanos
(1999: 476) y de la exclusin del otro impuro, no parece tener en
cuenta importantes matices que diferencian la caracterizacin del judo
y la del musulmn, ni el hecho de que se trata de enfrentamientos de
tipo religioso (y geopoltico, en ciertos casos) y no de lo que hoy enten-
demos como discriminacin racial. En este sentido, tambin el estu-
dio de Rafael Ocasio (1991) subraya exageradamente un elemento de
repulsin racial que no parece ser el fundamental en el tratamiento del
moro en las Cantigas.
Contrariamente al discurso de las Partidas, las Cantigas de Santa
Mara suelen representar al individuo musulmn de forma mucho ms
positiva que al hebreo. Esto puede obedecer a las mismas razones ex-
puestas ms arriba, sobre la diferencia de tratamiento en la legislacin,
en base a puntos doctrinales controversiales. Segn Elvira Fidalgo
(1996), el personaje judo se introduce en las Cantigas como
contraejemplo, para hacer resaltar la bondad de la fe cristiana. La auto-
ra nos recuerda que no podemos olvidar el marco en que se inscriben
estos relatos, una magna obra cuya intencin es el ensalzamiento de la
Virgen, madre de toda la cristiandad, y la demostracin de la conve-
niencia de la religin catlica ante cualquier otro credo religioso
(Fidalgo, 1996: 103). De suma relevancia es la investigacin llevada a
cabo por Vikki Hatton y Angus MacKay (1983), acerca de cmo Alfon-
so X transforma el discurso de sus fuentes, acallando en las Cantigas
todas aquellas marcas peyorativas contra los judos (que s aparecen,
SANTIAGO DISALVO 27
por ejemplo, en Berceo) y privilegiando las historias de individuos favo-
rablemente presentados, historias cuyo desenlace es la conversin del
personaje. Ninguno de estos estudios, sin embargo, arriesga un juicio so-
bre el ideal ltimo de Alfonso, el papel principal de la Virgen en la reali-
zacin de este ideal, y la forma en que todo esto entra en juego con la
consabida contradiccin alfonsina mencionada al comienzo.
Las Cantigas de Santa Mara,1 que podran parecer a simple vista re-
latos que slo ensalzan la figura de la Virgen, pueden tambin considerar-
se como escenarios realistas en los que estn representadas a un tiempo
las necesidades y las acciones de los hombres. El autor no reduce la hu-
manidad de sus personajes, sino que retrata, a travs de ellos, la dinmica
misma de la libertad humana: cada cantiga es un espacio donde se des-
pliega la admiracin y la respuesta libre del individuo frente al milagro
que acontece inesperadamente. El problema que se nos presenta aqu es
el tratamiento literario de este individuo cuando se trata de la persona
juda o musulmana. En cuanto a la primera, Alfonso ya dispone de una
tradicin literaria: los compendios de milagros tanto en latn como en
lenguas romances, que son fuentes que comparte con Gonzalo de Berceo.
Es notable, tal como lo destacan los citados Hatton y MacKay (1983), la
forma en que Alfonso atena en las Cantigas todas las referencias hosti-
les a los judos, omitiendo especialmente aquellas que hacen alusin a los
falsos mitos en torno a sus ritos religiosos (como el rapto y sacrificio de
nios, etc.). Hay un nfasis puesto en el accionar individual, sea este po-
sitivo o negativo, y por tanto en la voluntad libre de la persona. As, por
ejemplo, en la cantiga 4 la mirada negativa recae solamente sobre el pa-
dre del nio judo, en su intento de filicidio, mientras que la madre y el
nio, as como la entera comunidad juda que los ayuda, son los inocentes
1
Se indicarn las cantigas por su nmero, siguiendo el orden del cdice escurialense E
(j.b.2), segn la edicin de Mettmann (1986/88/89).
28 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
protegidos de la Virgen. La nica cantiga del cancionero en la que los
judos obran colectivamente para perpetrar un acto sacrlego, suficiente-
mente estereotipado ya en la tradicin miracular,2 es la cantiga 12. Vale
recordar que, en el contexto del cancionero, no son slo los judos, sino
tambin algunos cristianos, los que cometen este tipo de sacrilegios (cfr.
cantiga 104). El accionar violento y criminal, o incluso la perversidad, no
son presentados como exclusividad de los no cristianos, al punto que en-
contramos un interesante caso, la cantiga 85, en el que la Virgen salva a
un judo que ha sido atacado, golpeado y hecho prisionero por ladrones,
donde se agrega os ladres que fezeron est eran crischos (v. 12). Es-
tos ejemplos pueden considerarse tambin una muestra de una cierta in-
tencin realista que representa en las cantigas narrativas el panorama
de una sociedad culturalmente heterognea, con grupos sociales en ten-
sin, donde el enfrentamiento y aun la matanza explotaban por momen-
tos, como en los pogromos de las cantigas 6 y 12.3
De las trece cantigas con actores judos, tres incluyen caracterizacio-
nes positivas. Por otro lado, un tercio de las treinta cantigas sobre moros
tambin caracterizan positivamente al personaje.4 Y, en ambos grupos,
encontramos casos en los que una caracterizacin negativa se relativiza
con rasgos positivos o con caracterizaciones positivas de otros persona-
jes (ver Apndice 1). Tal como se dijo al inicio, muchos estudios han
sealado ya los aspectos negativos. Me detendr ahora en las cantigas de
caracterizacin positiva porque son, a mi juicio, las que permiten apre-
ciar la novedad de la visin alfons. Ahora bien, el taller alfons no se
limita a reelaborar los milagros de la tradicin, en los que inevitablemen-
2
Cfr. Milagro 18 de los Milagros de Nuestra Seora de Berceo; el 19 del ms. Thott 128; el
21 de la coleccin madrilea del ms. BN 110; el 81.2 del Libro VII del Speculum historiale
de Vicente de Beauvais, entre otros.
3
A este respecto, tambin existen leyes en las Siete partidas que intentan prevenir este tipo
de estallidos populares: Otrosi defendemos que el dia del Viernes Santo ningunt judio non
sea osado de salir de su barrio, mas que esten y encerrados fasta el sabado en la maana, et si
contra esto ficieren, decimos que del dao o de la deshonra que de los cristianos recibieren
estonce non deben haber emienda alguna (Partida VII, 24, Ley II. Solalinde, 1943: 179).
4
Se incluyen en este trabajo (y se listan en el Apndice 1) las cantigas narrativas en las que
aparecen judos o moros como personajes, y no aquellas en las que meramente se los men-
ciona de forma general, a menos que contengan elementos significativos para este estudio.
SANTIAGO DISALVO 29
te ha de repetir (si bien, matizndolos) estereotipos negativos del moro y
del judo: Lo extraordinario no es que en las Cantigas se hallen presen-
tes aquellos estereotipos, sino el que las lneas de fuerza de su arte pue-
dan atravesar ocasionalmente la zona de los sentimientos ms opuestos
(Mrquez Villanueva, 1994: 102). Esto se puede observar especialmente
en las narraciones de milagros de origen nacional y local, sin excluir el
grupo de milagros que podramos llamar autobiogrficos. Vale decir que
el contraste entre el tratamiento positivo y el negativo excede el problema
de la reformulacin de fuentes: es un fenmeno que observamos en la raz
misma de la mirada alfons. Cmo explicar esta contradiccin? No se
trata de censurar uno de sus trminos, sino de reconocer que obedecen a
niveles distintos en la relacin del rey cristiano con los no cristianos. En
la cantiga 401 (cdice E), la gran peticin final del cancionero, Alfonso
pide a la Virgen la fuerza para destruir al enemigo moro, para echar al
invasor de Espaa:
Por otro lado, vemos que en numerosas cantigas la Virgen misma insiste
en la falsedad de las religiones juda y musulmana. Esto contrasta abierta-
mente con ciertas caracterizaciones individuales. Tal doble actitud (benvola
con el individuo, hostil con el grupo cultural o religioso) tiene su explicacin
en el hecho de que Alfonso X proclama un ideal de reino cristiano (ya desde
la cantiga-prlogo A del cancionero) y libra su batalla en el plano poltico y
en el doctrinal. Es por esta razn que tanto las Cantigas, como otros textos
30 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
alfonses,5 siendo benevolentes con la figura individual del musulmn, no lo
son con la de Mahoma, considerado el iniciador hertico de una secta de
perdicin. De all que, en la cantiga 192 (que trata de la conversin de un
moro a quien Santa Mara salva del demonio), las mismas palabras de la
Virgen lo designen como falso, vano, muy loco, villano, Mahoma perro:
E disse: Pago,
sse queres guarir,
do demo de cho
tas a departir
do falsso, vo,
mui louco, vilo,
Mafomete co [...]
(vv. 98-104)
5
Vanse los pasajes de la Estoria de Espaa en los que se narra la vida de Mahoma, como,
entre otros, los captulos 493 y 494, respectivamente: Assi como auemos dicho ensirio
Mahomat los coraones de las yentes en aquella su porfiosa secta por sus engannos et su
mal ensennamiento (Menndez Pidal, 1955: 274a35-38); Assi como lo dixo [Mahoma]
dio luego ell alma al diablo et murio. E sus disciplos guardaron bien el cuerpo cuedando
que resuscitarie al tercer dia, assi como les el dixiera; mas pues que ellos uiron que non
resuscitaua et que fedie ya muy mal, desampararonle et fueronse su uia. Desi a cabo de los
onze dias pues que el muerto, uino Albimor, aquel su disciplo, ueer de cmo yazie, e
segund cuenta don Lucas de Thuy, fallol tod el cuerpo comido de canes (Menndez Pidal,
1955: 274b8-18).
6
Cfr. cantigas 28, 99, 165, 169, 185, 229, 264, 271, 374, 401, entre otras.
SANTIAGO DISALVO 31
que iguala al moro, al judo y al cristiano, sobre todo en situaciones de extremo
riesgo. Aqu vemos el papel protagnico de la Virgen como benefactora del
mendigo: Mara es una madre humana, una madre celosa que castiga, pero
que corre en rescate de sus hijos. Los ejemplos son numerosos, tanto con perso-
najes judos (cantigas 4, 25, 85, 89, 107), como con moros (cantigas 46, 167,
181, 192, 205): desde el nio judo socorrido en el horno, la parturienta ayuda-
da en su dolor o la juda salvada de ser despeada, hasta el hijo de la mora
resucitado o el rescate del moro de manos del demonio. No se trata de una
relacin tibia: ejemplos claros son las cantigas 46 o la 85, en las que los perso-
najes, admirados por una visin llena de atractivo, hacen uso de su voluntad
libre suplicando a Santa Mara, reproduciendo as el mismo gesto que el rey
Alfonso realiza en sus cantigas de loor, como personaje trovador de la Virgen.
La conversin final es aparentemente el eplogo ineludible y paradig-
mtico.7 Aun as, los estudios crticos hasta ahora no han destacado sufi-
cientemente la singularidad de los milagros donde esta conversin, de he-
cho, no se da, aunque en ellos, como veremos, Mara no deja de ayudar a
sus amigos. Las gestas y la soberana de la Virgen, que generalmente son
en favor del reino cristiano, no obedecen, sin embargo, a las limitaciones
terrenales, ya que su amparo y su ayuda trascienden el mbito de la cristian-
dad. Es as como acude en auxilio del jefe moro de Marrakech contra su
enemigo, Abu Yusuf, al que finalmente detiene, aunque nada se menciona
acerca de una conversin al concluir el relato. Esto ocurre en la cantiga
181, cuyo final reza: E assi Santa Maria/ ajudou a seus amigos,/ pero que
doutra lei eran,/ a britar seus emigos (vv. 40-41). Esta concesin (aun-
que sean de otra ley), repetida en el estribillo de la misma cantiga y en el
de la cantiga 167 (pero que seja/ doutra lee en creena, v. 4), resume la
mentalidad ecumnica alfons y permite vislumbrar una intencin espe-
cfica en su acercamiento a los no cristianos.
7
Discrepo con ciertos autores, como H. G. Machado (1999) o E. Fidalgo (1996), que
consideran la conversin como un rasgo negativo. La conversin es el desenlace feliz que
espera el receptor medieval de tal obra, que vuelve cercano, familiar y perteneciente al
mismo cuerpo al individuo que antes estaba separado por otro credo. Por otro lado,
como afirma Fidalgo, la conversin no es forzada: las cantigas de tema judo son una
apologa de la conversin, que no debe ser impuesta por la fuerza, tal como viene codifica-
do en las Partidas, sino incitada desde el ejemplo, exponiendo los beneficios de la religin
cristiana (Fidalgo, 1996: 101).
32 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
Podemos arriesgar un juicio sobre el contenido de esta intencin: Alfon-
so X parece, al menos en ciertos momentos, proponer un ideal de paz. Para
esto, bastara mencionar slo la cantiga 344, en la que se narra cmo Santa
Mara, en las cercanas de su santuario de Tuda, impide la inminente vio-
lencia entre un ejrcito moro y otro cristiano. Las huestes acampan a poca
distancia una de otra, separadas por la iglesia, y la Virgen hace que los unos
no adviertan la presencia de los otros. Moros y cristianos pasan la noche en
el mismo lugar, junto a la misma iglesia, abrevando del mismo ro, y por la
maana, llenos de estupor ante el hecho milagroso, se piden mutua tregua y
se separan de manera pacfica. La Virgen, segn esta cantiga, ama paz e
avena (v. 7), es decir, paz y concordia, paz y conciliacin, y es ella
misma la que brega por esa paz imposible para los hombres: macar se non
amen eles,/ ela mety avena, dice el estribillo (v. 5).
Tambin se pone este ideal en boca de un rey moro, en la cantiga 328
(cantiga autobiogrfica, primera de las del ciclo del Puerto de Santa Ma-
ra), cuando este entrega a Alfonso X la ciudad andalus de Alcanate, sin
resistencia, por meter paz na terra/ e por desviar gran dano (v. 82). El ciclo
del Puerto de Santa Mara es sugestivo porque refleja las intenciones polti-
cas personales de Alfonso X. Se nos dice que es la Virgen misma quien toma
para s el santuario del Puerto: Esta como Santa Maria fillou un logar pera
si eno Reino de Sevilla e fez que lle chamassen Santa Maria do Porto (can-
tiga 328, 1-2). Y en otra de las cantigas del Puerto de Santa Mara, la 379, se
nos da un ejemplo de cmo la Virgen desea la afluencia pacifica de poblado-
res (obra repobladora de Alfonso X), incluso si estos son moros:
[...] Ca, pero que piadosa
, non quer que mal reeban | per ren os seus pobladores
...
Nen outros que a sa casa | vennan per mar e per terra;
e, empero que os mouros | a vezes lle fazen guerra,
aos que vee coitados | nunca lle-la porta serra
dacorrer con sa meree | que mayor das mayores.*
(vv. 22-28, 52-58)
* En todos los casos, citar el texto de las cantigas indicando la omisin del estribillo
con puntos suspensivos.
SANTIAGO DISALVO 33
Este ideal de paz e avena nos hace volver a las cantigas de milagros
en favor de personas individuales, en especial a las que identificamos como
cantigas maternales. Dos piezas, la 167 y la 205, donde se presentan a las
madres musulmanas con sus hijos, constituyen un verdadero espejo moro
de la maternidad de Mara, y ambas estn imbuidas en la atmsfera de la
avena. En la primera, la mora pide la resurreccin de su hijo, dicindole
a la Virgen que se reconciliar con ella: e farey tigavena (v. 28). En la
segunda, los cristianos se apiadan y rezan por una madre mora que est a
punto de caer de una torre con su hijo en brazos, porque ven en ella (en un
rico juego tipolgico que el texto establece) la figura de la Virgen Mara
abrazada a su hijito Jess (cfr. Disalvo, 2004). Se retrata aqu la misericor-
dia ante el otro mendigo, en favor del ideal de la paz.
Preocupaciones doctrinales
34 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
Por un lado, nos encontramos con varias referencias a la consideracin
de la virginidad de Mara en los textos cornicos:
O soldan diss ao mouro: | Eno Alcoran achey
que Santa Maria virgen | foi sempr; e pois esto sey,
guerra per nulla maneira | con ella non fillarey,
e daqui me torno logo, | e fas tange-lo tabal.
(vv. 65-68)
SANTIAGO DISALVO 35
Por otro lado, las Cantigas insisten en dos ejes doctrinales del cristianis-
mo, en abierta polmica tanto con el Islam como con el judasmo: el hecho
de la Encarnacin y el consiguiente culto a las imgenes sagradas. Se halla
esto en perfecta consonancia con las discusiones generadas en el siglo XII, y
continuadas con ahnco durante el XIII, en la confrontacin religiosa de la fe
cristiana con el contenido del credo islmico y con la tradicin juda. El
caso de Alain de Lille (Alanus de Insulis, 1128-1202) y su obra, Contra
haereticos, de los cuales Alfonso X y su scriptorium muy seguramente tu-
vieran noticia, es probablemente el ms clebre (ver Apndice 2).8 Es tam-
bin Alain de Lille quien haba sealado los puntos de coincidencia del
Islam con el cristianismo, en lo que se refiere a la concepcin por el Espri-
tu Santo de Mara virgen (Libro IV, Contra Paganos seu Mahometanos,
cap. III: Quibus auctoritatibus et rationibus dicunt pagani, seu Mahometani,
Christum conceptum fuisse de flatu Dei communi).
La preocupacin por la legitimidad del culto a las imgenes (en conco-
mitancia con el tema de la Encarnacin) puede apreciarse claramente en la
cantiga 46, en la que un moro, que admira la belleza de un cono de la
Virgen, acaba convirtindose a causa del milagro de la imagen transforma-
da en carne. La argumentacin del moro frente a la imagen adquiere los
visos de una polmica doctrinal culta:
Porque ajan de seer
seus miragres mais sabudos
da Virgen, deles fazer
vai ant omees descreudos.
...
E ameude veer
a a muit e catar;
pois fillava-ss a dizer
ontre ssi e rezar
que non podia creer
que Deus quisess encarnar
nen tomar
8
Las obras de Alain de Lille se encuentran consignadas en los inventarios de las coleccio-
nes de D. Gonzalo Garca de Gudiel, electo obispo de Cuenca en el ao 1273 y de Toledo
en 1280. Tratndose de colecciones toledanas, Alfonso X habra podido acceder a ellas
con facilidad (cfr. Rubio Garca, 1985).
36 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
carn en moller. E perdudos
...
Son quantos lo creer van,
dissel, ca non poss osmar
que quisesse tal afan
prender Deus nen ssabaxar,
que el que ste tan gran
sse foss en corp ensserrar
nen andar
ontre poboos myudos,
...
Como dizen que andou
pera o mundo salvar;
mas se de quant el mostrou
foss a mi que quer mostrar,
faria-me logo sou
crischo, sen detardar,
e crismar
con estes mouros barvudos.
(vv. 3-6; 34-59)
SANTIAGO DISALVO 37
muito pelo Criador,
que en ela encarnar
nunca quis Nostro Sennor,
nen seer non podia.
...
Merlin ouve gran pesar
u lloyu esto dizer
e disso: Se Deus m anpar,
ante podo ben seer;
ca o que terra e mar
fez per seu mui gran poder,
esto ben o faria.
...
O judeu a perfiar
comeou e disse: Non
podo Deus nunca entrar
en tal logar per razon;
ca o que foi ensserrar
en ssi quantas cousas son,
como ss enserraria?
(vv. 3-5; 14-36)
El que fue a encerrar en s todas las cosas, cmo podra ser encerra-
do?, argumenta el judo de la cantiga; la misma argumentacin que, si
observamos bien, se hace presente en el texto de Alain de Lille. En otro de
sus estudios sobre los judos en la obra alfons, Dwayne Carpenter sita
38 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
esta cantiga en el contexto histrico de las disputas doctrinales entre la
erudicin cristiana y la hebrea:
The theological dispute between the learned Jew and the pious
Merlin recalls the long tradition of Jewish-Christian debate on the
Incarnation. As Daniel Lasker has shown, there was no common
ground for Jews and Christians on soteriological issue of why God
should become man. Both parties did agree, however, on certain
philosophical premises concerning the nature of God, such as His
unity, incorporeality, and immutability, and it was on the basis of
these divine attributes that Jews attacked the doctrine of the
Incarnation. While some Jewish polemicists were prepared to accept
the possibility of a trinity, they repudiated on rational grounds the
notion that a member of this trinity could become human. [...] The
unreasonableness of the doctrine is precisely the objection advanced
by the Jew in cantiga 108. (Carpenter, 1993: 8-9)
SANTIAGO DISALVO 39
social y cultural de la Espaa del siglo XIII: la tensin misma entre la violen-
cia y la paz, diferencias religiosas o combates blicos, coexisten con el
ideal de la convivencia. Y es justamente en medio de esta Europa turbulen-
ta donde Alfonso X es capaz de una mirada sobre el moro y el judo que va
mucho ms all de la unilateral visin literaria de sus predecesores y del
sentimiento generalizado de sus contemporneos europeos. El monarca tras-
ciende la imagen literaria y estereotipada del judo perverso o la reaccin
inmediata e instintiva ante el moro invasor, y lo hace hacia un ideal de paz
en un reino cristiano. Consciente de las dificultades sociales y las profun-
das diferencias culturales, llega al punto (rara vez destacado por los estu-
diosos) de descubrir la candente humanidad de sus personajes, el grito mis-
mo de su necesidad, que los vuelve humanamente paradigmticos y, por
tanto, moralmente ejemplares y literariamente dignos frente al receptor cris-
tiano de las Cantigas.
Es cierto que no podemos negar que en las obras alfonses haya descrip-
ciones negativas o condenatorias del Islam y del Judasmo. Pero, al consi-
derar la ndole teolgico-doctrinal de su animadversin y el claro ideal de
paz e avena de algunas cantigas, junto con la representacin positiva
de ciertos personajes moros y judos, s es justo reconocer en la cultura
alfons, al menos, el esfuerzo de una mirada ecumnica. Ecumnica es el
trmino con el que Diego Cataln califica la labor historiogrfica de Alfon-
so X: Tambin debe ser ecumnica, en su visin sin fronteras de la Hu-
manidad, por lo que hay que reunir cuantas fuentes puedan hallarse (Cata-
ln, 1992: 19). En este sentido, a la hora de definir la cosmovisin alfons,
conviene advertir que el concepto de ecumenismo es ms apropiado que
el moderno de tolerancia, porque entraa una comparacin (a menudo
dramtica, pero nunca indiferente) de lo ajeno con lo propio, en pos de un
juicio sobre lo que hay de comn, de verdadero y de justo en una tradicin
cultural y religiosa ajena. Y, si bien oikoumene es la totalidad del universo
humano (una visin sin fronteras de la Humanidad), tambin designa
una comunidad humana que habita pacficamente una porcin del mundo:
cabe verla en el ideal de paz e avena de las cantigas del Puerto.
40 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
Apndice 1
A. Cantigas con personajes judos
108 Merln discute con el Negativa Hijo del judo nace Encar-
judo sobre la con la cabeza hacia nacin
encarnacin atrs
SANTIAGO DISALVO 41
109 Diablos maltratan a un Negativa Huida. Los judos no
cristiano son atacados por los
diablos, porque, al no
estar bautizados, son
servidores naturales
del demonio
(vv. 35-43)
42 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
167 Santa Mara resucita al Positiva Conversin Paz e avena.
hijo de una mora e farey tig
avena
(v. 28)
SANTIAGO DISALVO 43
227 Liberacin de un Negativa
escudero cautivo
44 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
358 Hallazgo de piedras Positiva
para la iglesia, por el
maestro Al (moro)
SANTIAGO DISALVO 45
Apndice 2
46 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
stabit quod ipse locutus est ad Moysen [0414A] Non me videbit
homo et vivet? (Exod. XXXIII.) Multum repugnare videtur, ut
Deus homo factus sit, et ab homine, vel ipsa matre sua videri non
potuit. Absit enim ut aliquid phantasticum circa Deum fuisse
credatur!
SANTIAGO DISALVO 47
ergo Deus hominem in unitate personae, ingenita bonitate sua,
non nostra, ex multa necessitate, non sua, sed nostra. Ergo Deus
immutabilis secundum quod Deus, mutabilis [0414D] secundum
quod homo; incircumscriptus in divinitate, circumscriptus in
humanitate, invisibilis secundum divinitatem, visibilis secundum
humanitatem. Et sic non assumitur nomen Dei in vanum, quia
Christus non tantum est homo, sed Deus, cui nomen cultusque
divinitatis ascribitur. Nec est recens vel recenter Deus, quia
aeternus Deus et ab aeterno Deus, nec ipse fecit se ipsum Deum,
quia substantialiter est Deus. Ille enim facit se Deum, qui fingit se
esse Deum, cum non sit. Nec est Deus alienus, qui vere est Deus;
dii vero gentium alieni dii dicuntur, qui falso dii nuncupantur.
48 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
conceptum fuisse. Spiritum autem Dei non intelligunt tertiam in
trinitate personam, sed potius naturalem flatum, quem reperimus
in homine, et in omni alio animante. Dicunt etiam Deum insufflasse
in Beatam Virginem, et ita de illo [0421D] flatu Virginem
concepisse. Quod volunt auctoritate et ratione probare. Ait enim
auctoritas: Flabit Spiritus ejus, et fluent aquae (Psal. CXLVII).
SANTIAGO DISALVO 49
vel materiali visione, vel corporali, voluit repraesentare, [0427D]
non videtur absurdum esse, ut redigeret in picturam, quod redegerat
in scripturam.
50 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
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SANTIAGO DISALVO 51
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SANTIAGO DISALVO 53
EL MOTIVO DE LOS HONBRES SALVAJES
EN EL VICTORIAL
Santiago A. Prez
1
La edicin de El Victorial que sirve de base para las citas es la salmantina de Rafael Beltrn.
2
Si bien el ingls, el francs o el musulmn aparecen en El Victorial en un contexto
explcitamente blico, la presencia del judo no queda atrs; al contrario, representa un
catlogo encarnizado de antisemitismo. Vase, v.gr., la traicin de los judos (cap. 2: lneas
150-1); un Virgilio burlador de judos (4: 240 y ss.); el enxemplo del rey don Alfonso VIII
(8: 37); a Samuel Lev el hechicero (10: 19-23); la judera en Sevilla (cap. 24); etc. Vid.
Chicote (2001) para un estudio sobre lo que pretendemos calificar como los otros reales
y Carriazo (1952), especficamente para el caso de los ingleses.
SANTIAGO A. PREZ 55
Al tomar en cuenta la concisa y breve presentacin que ofrece este motivo
en la obra, no puede soslayarse la necesidad de elucidar un motivo que
paulatinamente ir desplazndose a un topos argumentativo. En virtud de
esto, es oportuno sealar que el sucinto o escueto prrafo sub examine no
debe ser tratado en bloque, sino que, por el contrario, es preciso
descomponer las frases en diversos elementos o enunciados menores para
poder arribar a una significacin ms productiva, con nimo de no
menoscabar la trascendencia de lo que se informa y sin minimizar la
importancia que en la argumentacin cumplen los hechos.3 El texto, en su
parte pertinente, inquiere y define:
3
Cfr. como referencia a Anscombre y Ducrot (1994).
4
Cfr. observacin de Beltrn, cuya sntesis es formulada en el estudio introductorio a su
edicin crtica.
5
Vid. para un panorama de la cuestin, especialmente, Domnguez (1996), Beltrn (1990
y 1991) y Soriano (1992).
6
Cfr. Reyes (1984: 42 y ss.).
7
Los trminos texto y discurso no son tratados con escrupulosa precisin ni desde
una coordenada terica, sino que, por el contrario, en ciertas reflexiones los empleo de un
modo menos responsable, ms impreciso e, incluso, intercambiable.
8
Cfr. Chicote (2001: 79): el hecho de compartir la religin cristiana pone lmites al
etnocentrismo del bigrafo y lo conduce a puntualizar la normativa tica que debe regir la
guerra entre cristianos, a diferencia de la crueldad extrema que se puede aplicar en la
guerra contra los infieles. El criterio religioso, junto con otros de carcter histrico o
geogrfico, permite interpretar el concepto de barbarie en relacin con las acciones blicas
contra los ingleses o en el norte de frica, no obstante, la dimensin de lo fantstico en la
observacin del salvaje introduce la apreciacin de criterios antropolgicos y filolgicos en
la medida en la que se plantea la equivalencia entre lo brbaro y la ausencia de leyes y se rechaza
todo proyecto cultural exgeno al humanismo. En este sentido, estos honbres salvajes adquieren
la fisonoma de categora intelectual en la escena que instala el debate entre la cultura letrada,
normativa y la ausencia de escritura o la carrera de las armas. Para un estudio de la cuestin, Nieto
Soria (2002: 9-26).
SANTIAGO A. PREZ 57
En la figura polimrfica de Gutierre Daz de Games9 converge la coin-
cidencia entre autor, narrador y protagonista: una aparente concurrencia
que encubre una heteronimia (otredad autorial) y se difunde, constituyen-
do al sujeto en traductor, cuando nos traduce la otra lengua: Ca este non-
bre, Angliaterra, quiere dezir en otra lengua tierra de maravillas (637).
Pero, previamente, el narrador nos emplaza en la materia que nos quiere
contar, refirindonos una Bretania duplicada e incluso nuevamente repeti-
da y geogrficamente enfrentada como en un espejo: Agora quiero vos
contar por | qu es llamada Bretania, ans como la otra, esta provinia de
aquende el mar... (637).
Todo parece estar desdoblado en esta breve interferencia cronstica que,
al mismo tiempo, es una intromisin pseudo-histrica, falsificada, huella y
perversin de la historia verdadera. En este contexto, el segmento
examinado. Daz de Games no slo produce10 otro discurso, sino que enfatiza
situando en un primer plano la escueta mencin de los honbres salvajes
que representa una instancia anloga en la empresa de urdir un vnculo con
la tradicin, la cosmovisin y la reflexin antropolgica vigente. Pero, quiz,
esta recuperacin de una prctica cultural y artstica dominante sea ms un
tributo ineludible a la convencin que la modalizacin de una textualidad.
Para ilustrar lo recin expresado se deber tener en cuenta que, durante
los siglos XIV y XV11 castellanos, el motivo del salvaje estaba transitando su
edad dorada. A mitad del siglo XIV aparece en diversas manifestaciones
del arte hispnico medieval, y experimenta un abrumador crecimiento a
lo largo del siglo XV.12 Generalmente, en una sntesis descriptiva, el
9
Vid. Beltrn (1989) para una comprensin del proyecto autoral, la presunta homonimia y el
debate entre las armas y las letras en la persona de Daz de Games.
10
Al respecto se propone la observacin de G. Genette: el narrador literario no reproduce, sino
que produce discurso, al citarlo. Mientras los textos histricos, por ejemplo, reproducen discursos
que efectivamente han tenido lugar, la novela y el cuento fingen reproducir discurso que es, en
realidad, inventado, y que por lo tanto no puede ser reproducido (cfr. Nouveau discours du
rcit, Paris, Seuil, 1983, 34; cit. por Reyes, 1984: 63).
11
Aunque bien podra remontarse an al siglo XIII e incluso al omne muy feo de la Cantiga
47 de Alfonso X, segn Jos A. Madrigal (cit. por Lpez Ros, 1999: 54). Curiosa es la
referencia de Carriazo (1952: 88) al observar que, con la mencin del cronista de Pero Nio
contra la idea vulgar, el salvaje aparece en la literatura y en el arte antes del descubrimiento
de Amrica.
12
Acosta (1996: 126) va an ms all, al sealar que, junto a la temtica de las razas de monstruos
perifricos el tema del hombre salvaje es quiz el gran tema de la antropologa maravillosa medieval.
SANTIAGO A. PREZ 59
Ros, al referirse a estos hombres, emplea el artculo determinado: los
honbres salvajes. La sutil observacin da cuenta de la precisin con la
que el narrador define a estos seres, pues se pregunta cmo eran los hombres
salvajes y no cmo eran estos hombres salvajes. El artculo determinado
eleva la frase a una categora ms vasta y general, a diferencia de estos,
esos o aquellos hombres salvajes que circunscribiran el objeto descrito a
las contingencias espaciales y temporales de la enunciacin y, aun ms, al
supuesto de la instancia o momento personal del encuentro con el otro en
el cual se acotara la percepcin de estos individuos a las circunstancias
descriptivas particulares. Games pretende postular un tipo de salvaje que
emerge entre modelos cannicos.
Para la sociedad medieval, el bosque, en cierto modo, es un espacio
polismico:15 es un lugar peligroso, ingobernable, habitado por criminales,
pero tambin es un locus luminoso, de episodios heroicos, milagrosos y
maravillosos. En la referencia analizada, los atributos bravas y escuras
parecen indicar una afinidad con la imagen sombra menos atractiva.16
El narrador opera un giro decisivo respecto de la tendencia generalizada a
percibir estos espacios (montaa o selva) como lugares indmitos.17 La
oposicin usual entre cultura y naturaleza aparece mirada desde la
perspectiva de quien posee un proyecto cultural. En otros trminos, el
hombre cristiano medieval encuentra en el salvaje al otro. No obstante,
aqu el salvaje se convierte en una estrategia del narrador para poner en
escena un segundo otro que es ms salvaje que el salvaje convencional. En
los intersticios de su discurso, Daz de Games esconde, camufla, un ellos
que remite a otra acepcin del trmino, relacionada con la crueldad, la
perversidad, la bestialidad.
As, la imagen del otro se desdobla dando dos resultados bien
diferenciados: un nuevo otro se inserta en la mirada del otro habitual
que es ms prxima al yo, que es ms yo que otro. La focalizacin en el
pasaje se traslada del cristiano que mira al salvaje, al oprimido que mira al
15
Cfr. Carl (1976: 304-8).
16
Sin perjucio de vincular el concepto de bravas ms con un referente semntico heroico,
como se analizar infra.
17
Cfr. Miranda (2002: 156): la representacin en los ss. XII y XIII es la de un acrbata,
desnudo, confundido en la vasta vegetacin y en armona con la naturaleza y sus ciclos, no
agresivo.
18
As se cuenta en la segunda incursin a Berbera en el captulo 47: E mand que no
curasen de tomar ninguna cosa que los empechase, salvo honbres, e mugeres, e criaturas; e
los que non pudiesen traer ni prender, que todos los pusiesen a espada e los matasen (411).
19
Se emplea aqu la nocin de topos en el sentido estricto en el que lo postulan Anscombre
y Ducrot (1994: 217 y ss.) como garante de los encadenamientos argumentativos y no en un
sentido aristotlico ms amplio, es decir, sin pretender el alcance lgico y psicolgico de la
argumentacin, sino acotndose al discurso argumentativo.
SANTIAGO A. PREZ 61
defendanse muy bravamente, el primero se presenta como argumen-
to que justifica la consecuente conclusin del segundo. El topoi funcio-
na como garante o intermediario entre los dos trminos y autoriza la
sucesin de uno a otro. Es por ello que la utilizacin del motivo, disec-
cionada en sus partes, excede (no revoca) el alcance del motivo para
postularse como un coordinante argumentativo. Puede ser expresado
del siguiente modo: si se desplegara el topos del salvaje, se obten-
dra una gradacin trifurcada en la respuesta a ese cmo eran? ini-
cial. En este sentido, la definicin se dilata en tres supuestos paralelos
que van completando la imagen, pero ninguna de ellas prescinde de la
otra. En primer lugar, aparece el verbo ser: ser piloso y ser como
animal. En segundo lugar, el verbo vivir: vivan en las montaas bra-
vas y en las selvas oscuras y, adems, vivan en familia. En tercer lugar,
es pertinente la posibilidad de reponer un tercer operador no explcito,
el verbo estar: estar asediados, violentados y presupuesto de lo ante-
rior estar defendindose bravamente.20 La brava y el adverbio bra-
vamente estn subordinados a la condicin de violencia. Estos salva-
jes son bravos, pero en esa circunstancia exclusivamente, es decir, slo
en ocasiones. Pero, ciertamente, innumerables veces estos honbres se
han visto obligados a defenderse bravamente, forjando el carcter per-
manente y la frecuencia iterativa del asedio al que estaban sometidos
por terceros opresores deslegitimados.21
Al indagar las particularidades semnticas y etimolgicas (Coromi-
nas, 1980: I, 655-657), alcanzamos resultados fecundos acerca de las voces
bravas y bravamente, que no por azar o casualidad aparecen dos
20
El operador que hemos denominado estar no es suplementario ni accesorio del verbo
ser: debido a un juego sintctico de equivalencias en virtud de la gradualidad como
caracterstica principal de los topoi, adquiere una vigorosa autonoma funcional que lo
hace depender directamente del presupuesto bsico del salvaje.
21
Cfr. Anscombre y Ducrot (1994: 216 y ss.). Entre las caractersticas principales de los
topoi, pueden precisarse tres: las creencias aceptadas por la colectividad, de las que, como
mnimo, forman parte los interlocutores; la generalidad de situaciones que excede la utilizacin
de una situacin discursiva singular; y la gradualidad, por la que se vinculan dos predicados
graduales o escalas. Respecto de esta ltima, el recorrido ascendente en el sentido de
funcionalidad de la escala antecedente (verbos) corresponde con el sentido de funcionalidad
y configuracin social de la escala consecuente (predicativos o complementos).
22
Al respecto, seala Coromins que bravo/a tiene acepciones diversas segn se aplique a
hombres, animales, tierras e, incluso, al tiempo. As los hombres bravos son violentos y
crueles, los animales bravos son fieros y salvajes, la tierra brava es inculta y el tiempo bravo
est revuelto y tempestuoso. Pero el problema cala ms profundamente en la incertidumbre
sobre la raz etimolgica. Por una parte, Jules Cornu propuso derivar bravo de barbrus.
Menndez Pidal, no obstante, lo deriv de pravus, por no hallar ejemplos de barbrus
aplicados a animales. En nuestro ejemplo, el adjetivo bravas se aplica a las montaas y el
adverbio bravamente a los hombres. En ningn caso a los animales, que slo se los menciona
comparativamente con los hombres salvajes.
23
En este punto, cabe hacer un parntesis con unas palabras de Derrida que, sustradas de su
enfoque relacionado con las polticas colonialistas de la lengua en la conformacin de la
cultura, arrojaran abundante luz al fenmeno de portar la voz del otro: El monolingismo
del otro sera [...] esa soberana, esa ley llegada de otra parte, sin duda, pero tambin y en
principio la lengua misma de la Ley. Y la Ley como Lengua. Su experiencia sera aparentemente
autnoma, porque debo hablar esta ley y aduearme de ella para entenderla como si me la
diera a m mismo; pero sigue siendo necesariamente as lo quiere, en el fondo, la esencia de
toda ley heternoma [...] El monolingismo impuesto por el otro opera fundndose en ese
fondo (1997: 58).
SANTIAGO A. PREZ 63
nen tcticas de argumentacin bien definidas. En un primer momento, se
informa que eran unos peludos hombres salvajes. Este enunciado opera
como un enlace con una tradicin a la cual este texto, ciertamente, no per-
tenece:24 aunque una digresin abra un mundo de prodigios y maravillas,
no estamos frente a un texto que pueda pensarse incardinado en la tradi-
cin de las razas monstruosas.25 En un segundo momento, se revertir la
imagen de ingobernabilidad y desorganizacin. En un tercer momento, fun-
cionar como soporte de un fundamento jurdico-poltico del derecho de
guerra.26
Se puede colegir ms como punto de partida que como conclusin que
este segmento analizado revela diversos tipos de operaciones discursivas
que permiten abordar la categora del salvaje ms como una representacin
especular de la identidad que como una negacin. Esta evocacin del salvaje
se impone no como aquello que se percibe distinto sino como aquello que
permite una legitimacin, pero no a partir de la degradacin del motivo sino
de su reivindicacin, haciendo entrar en escena un tercer referente oculto en
los insterticios de la narracin del episodio maravilloso.27
24
Cfr. Soriano (1992 y 1995). En estos estudios, concibe El Victorial como un architexto donde
se entrelazan diversos tipos de textos: desde una crnica histrica hasta un libro caballeresco,
pasando por ejemplarios, bestiarios, libros de viajes, etc.
25
Cfr. Lpez Ros (1999: 181). De singular forma, este texto produce un entramado de uniones
y nudos entre diversas tradiciones, hecho que se puede constatar en menor escala en la
convincente y pertinaz realidad de posicionarnos ante un motivo cannico (por su fuerte
gravitacin en su momento histrico y en todas las expresiones de la cultura) como el del
hombre salvaje que reviste una figura poligentica y polimrfica, ya que est formada y se
manifiesta en mbitos folklricos, literarios e iconogrficos mltiples.
26
En su doble dimensin, no slo de ius ad bellum como se ha tratado sino tambin de ius in
bello, como v.gr. se puede observar en el cap. 76 de El Victorial (Beltrn, 1997: 542-3).
27
Esta utilizacin es radicalmente opuesta a la que Nieto Soria describe como herencia
reinterpretada en la Espaa bajomedieval (2002: 9-10).
SANTIAGO A. PREZ 65
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1
Cfr. Mulertt, (1926), Gonzlez (1981-82), Baos Vallejo y Ura Maqua (2000: 87-89), y
Rodrguez Temperley (2004).
2
Solalinde (1925: 257, n. 3).
3
Gracias a una Beca de Investigacin para Hispanistas Extranjeros otorgada por la AECI
y el Ministerio de Asuntos Exteriores de Espaa a principios del ao 2004, fue posible
consultar el manuscrito, lo cual nos llev, finalmente, a editarlo y encarar su estudio con
mayor profundidad.
4
Solalinde (1925: 222) declara que el manuscrito toledano est compuesto por varios
fragmentos, en su mayora pertenecientes a obras de Alfonso X que, a juzgar por su estado
y diferencia de letras, debieron estar desgajados de distintos cdices, hasta que se
encuadernaron juntos en el siglo XVIII. Contiene un fragmento del Setenario de Alfonso X,
el comienzo de la primera Partida del mismo rey, el Purgatorio de San Patricio, el comienzo
de la sexta parte de la Grande e General Estoria del rey sabio, unas Constituciones y un
Catecismo emanados del obispado de Burgos antes del ao 1328, unos folios sueltos de
varias copias de las Partidas, y, por ltimo, fragmentos del Ordenamiento de Alcal.
5
Para el uso, caractersticas y asuntos del gnero epistolar durante el Renacimiento, vanse
Constable (1976), Lawand (1996) y Martn Baos (2005).
6
Entre ellas, el Amads (1508), el Belians de Grecia (1547), los libros milesios, la Gloria de
Niquea (1622) y la Historia de Alejandro Magno de Quinto Curcio.
7
Adon, arzobispo de Viena (800-875), Amads (1508), San Antonino arobispo de Florencia
(1389-1459), Pedro Apiano (1495-1552), Arnoldo [Ferronius] (1515-1563), Geronimo Bardi
(c. 1544-1594), Cardenal Csar Baronio (1538-1607), Vicente de Beauvais (c.1190-c.1264),
Beda (672-735), cardenal Roberto Belarmino (1542-1621), Belians (1547), Francisco
Belleforest (1530-1583), Hctor Boece (1465-1536), Santa Brgida (1303-1373), Silvestre
Gerardo de Cambray (1177-1223), fray Melchor Cano (1509-1560), fray Dionisio Carthuyano
(1402/3-1471), Roberto enal (1483-1560), Paulo Emilio (1455-1529), Fasciculus Temporum
(1480), Roberto Gaguino (1433-1501), Pedro Galesino (1578), Gilberto Genebrardo (1581),
Nicols Giles (m. 1503), La Gloria de Niquea (1622), Cornelio de Judeis (1568-1600), Libros
milesios, Martn Lutero (1483-1546), fray Gregorio Martnez (1575-1637), Martirologio de
Beda, Martirologio Romano (el viejo, siglo IX, y el nuevo, 1584), Sebastin Munstero (1489-
1552), Pedro de Natalibus (1493), Abraham Ortelio (1527-1598), [Ramn de Perells (1398)],
Virgilio Polidoro (1470-1555), Thomas Porcacho (1530-1587), Quinto Curcio (siglo II), Ricardo
Staniheuristo Dubliniense (1547-1618), Ian Lesles (1527-1596), fray Loreno Surio (1574),
Joan Tritemio (1462-1516), Jacobo de la Vorgine (1184/94-1264).
8
Mateo de Pars (c. 1200-1259), Caldern de la Barca (1636), Enrico Salteriense (s. XII),
Juan Bromton (m. 1437), Giraldo Cambrense (1177-1223), Enrique Knighton (m. 1396),
Padres bollandistas Henschenio (1601-1681) y Papebroquio (1628-1714), David Rotho (m.
1650), historias individuales de Oeno (1153), Ramn de Perells (1398) a travs de Felipe
OSullevan (1621) y un monje irlands (1494), el Breviario Romano (1522), Henrico de
Erfodia, Lorenzo de Beyerlink (1572-1611) y noticias sobre la isla de Irlanda de Solino,
Plinio, Aristteles y Belonio.
9
La Inquisicin Espaola promulg Indices en 1551, 1554, 1559, 1583-84, 1612, 1632,
1640, 1707, 1747 y 1790. Con respecto a la inclusin de autores protestantes, Pinto (1989:
188-9) seala que si nos fijamos en los autores de obras de tipo cientfico que fueron
incluidos en los Indices del XVI con todas sus obras prohibidas (autores de primera clase)
constatamos que el 74 por 100 de ellos eran alemanes o suizos y de religin protestante. Y
aunque sus repercusiones fueron negativas para la difusin de sus obras de ciencia, fueron
incluidos en los Indices no por ellas, sino por el pas de que eran naturales y por su condicin
de protestantes. El cosmgrafo alemn Sebastin Munstero, o Sebastian Mnster (1489-
1552), se orden franciscano en 1503. En Worms estuvo en contacto con Lutero y se hizo
protestante en 1534-1535. Suyas son una edicin de la Biblia en hebreo con versin latina
y su notable Cosmographia Universalis (1544), ambas prohibidas en el Indice de 1554.
10
Aleganse las Reuelaciones de Santa Brigida que andan impressas con licencia. Yo no lo
he hallado en las impressiones que he reconocido; si en otras estuuiere, aduierta el lector
que se hallan en ellas muchas cosas tan inciertas que es imposible que las aya dicho la
santa. Tambien lo he buscado en Fray Dionysio Carthuyano, que se ita para ello y no lo he
topado. El que lo hallare y leyere, lea cautamente lo que escriuio de Purgatorio como
aduierte el Cardenal esar Baronio. (fol. 330r)
11
Esta cita recuerda las palabras del cannigo al cura en el Quijote I. 47: Verdaderamente,
seor cura, yo hallo por mi cuenta que son perjudiciales en la repblica estos que llaman
libros de caballeras [...] Y segn a m me parece, este gnero de escritura y composicin
cae debajo de aquel de las fbulas que llaman milesias, que son cuentos disparatados que
atienden solamente a deleitar, y no a ensear (564). La opinin del cannigo concuerda
con la del tratadista Alonso Lpez Pinciano (Filosofa Antigua Potica, 1596): las ficciones
que no tienen imitacin y verosimilitud no son fbulas, sino disparates, como algunas de
la que antiguamente llamaron milesias, agora libros de caballeras (564, n. 18).
Luis Murillo, en su edicin del Quijote (1978: 564, n. 17), afirma al respecto: La crtica
que hace el cannigo de los libros de caballeras se explica por razones histricas; fueron
eclesisticos los que con ms empeo los censuraron a travs del siglo XVI (ver Glaser,
1966). En cuanto a la hagiografa de raz medieval, como sostienen Baos Vallejo y Ura
Maqua (2000: 17), llega a resentirse de su propio xito, pues ya en ese mismo siglo XVI
surgen crticas a la desmesura de muchas de las leyendas, y en el siglo XVII ir imponindose
la depuracin de lo que parezca fabuloso, que culmina en el XVIII con la prohibicin de las
comedias de santos.
12
En el II Concilio de Lyon (1274) y durante el Concilio de Florencia (1459), la Iglesia
ensea que las almas de los difuntos muertos en caridad antes de haber podido purgar la
penitencia por sus pecados sern purificadas despus de la muerte con penas purgativas y
purificadoras. En este Concilio de Florencia se acepta como dogma catlico la existencia
del Purgatorio, y el Concilio de Trento, en 1563, ratificar su existencia. Ver al respecto
Beinert (1990: s.v. Purgatorio), The Catholic Encyclopedia, Le Goff (1981) y tambin
Gurivich (1990).
Algunos interrogantes
13
Rouanet (1898: 279) tambin la crea del siglo XVII.
14
La referencia completa es Historiae catholicae Iberniae compendium, Domino Philippo
austriaco IV Hispaniarum, Indiarum, aliorum regnorum, atque multarum ditionum regi
Catholico, monarchaque potentissimo dicatum a D. Philippo Osullevano Bearro iberno,
Lisboa: Craesbeck, 1621. Para Solalinde (1925: 253, n. 1), el libro de OSullevan es uno
de los ms influyentes en el desenvolvimiento de la leyenda. OSullevan es autor de otro
libro menos conocido, Decas Patriciana (Madrid: Francisco Martnez, 1629), en el que da
cuenta de los distintos visitantes al Purgatorio de San Patricio.
15
Para ampliar el tema, vase Garca Villoslada (1980), parte VII, cap. IV: Felipe II, debelador
de la hereja y propagador de la fe.
16
Rouanet (1898: 282-283) recuerda la simpata espaola por los irlandeses durante la
Contrarreforma, el envo por parte de Felipe II de la Armada Invencible contra los herticos
y los deseos durante el siglo XVII de desembarcar en Irlanda para socorro de sus
correligionarios. En tal sentido, cita el manuscrito C17, N 10 de la BNM, sin autor ni
fecha aunque posterior a 1624 titulado Descripsion del Reyno de yrlanda, puertos de
mar, plaas fuertes, armas, soldados, animos de la gente y el lugar tiempo y modo de su
empresa.
Para finalizar, slo resta decir que, como el ejercicio del pensamiento
requiere de la interrogacin, aqu quedan asentadas algunas de las dudas y
preguntas que el texto plantea. Seguramente, el dilogo con otros estudiosos
fructificar en respuestas. As sea.
Referencias bibliogrficas
17
Las cursivas son nuestras.
Descripcin codicolgica
Criterios de edicin
Comentarios finales
Exmo. seor
[fol. 322r]1 Al mesmo punto que recebi la carta para lo que toca al Purgatorio
de san Patricio, obedesco a Vuestra Excelencia assi porque es justo se
haga de esta manera lo que me mandare, como porque me excusse la prissa
en lo que dixere, que siempre mis cosas han menester excusas, y tan valiente
protector como Vuestra Excelencia.
Dessea Vuestra Excelencia saber el concepto que he formado de lo que
se quenta de el Purgatorio de San Patricio que tiene por apocrifo. Por este
lenguaje lo dize Vuestra Excelencia, y yo tengo el mesmo sentimiento.
Para fundalle y responder con el acertamiento que conuiene es foroso
recurrir a los autores que escriuieron de este gran sancto Apostol de Irlanda
que en vida y milagros verdaderamente fue admirable. Tomare de cada uno
lo mas subtancial a proposito de el intento que lleuo, diziendo sobre ello lo
que me pareciere con que se resoluera el articulo que ira disputado.
El primero que se alega para esta historia es el venerable Beda, escriptor
de quasi nueuecientos aos, Ingles de nacion y mui acreditado autor. Con
sus obras en el tercero volumen, andan [fol. 322v] dos libros que no tratan
de otro asumpto. Dire lo que dizen.
Despues de hauer dicho que fue Breton, sus estudios, peregrinaciones,
trabajos por mar y tierra, y como estuuo cautiuo vendido al Rey de Irlanda,
refiere muchas reuelaciones que tuuo antes de ser sacerdote, y que fue
ordenado por san Martin Obispo de Turs, que dizen muchos era su tio,
hermano de su madre, entre ellas, que le dixo vn Angel passasse a Irlanda a
ser su Appostol, y que subiesse al monte Hermon donde veria a Dios, que
le vio y le puso2 a su lado derecho, y le concedio alli tres cosas, que le
1
En el margen superior derecho, doble foliacin en nmeros arbigos que va del 263 al
286 (aparecen tachados los impares, correspondientes al recto de cada folio) y debajo, en
tamao ms grande, del 322 al 333 (slo en el recto de cada folio).
2
Ms. puso, interlineada.
5
Ms. Prefetas.
6
Ms. lo.
7
Ms. dupliacin: A Elias.
8
Ms. desde ayuno hasta mesmo, agregado en el margen izquierdo.
9
Ms. en el margen izquierdo, anotado: C.4.
10
Ms. en el margen izquierdo, anotado: ad. Corynt. 1. C. 12.
11
Ms. dicit, interlineado.
12
Ms. desde predistinados hasta los, agregado en el margen derecho.
13
Ms. duplicacin: santo.
14
Ms. homoioteleuton: fue legitima digo hauiendo hecho penitencia.
15
Ms. Prugatorio.
16
Ms. om.
17
Ms. repite tantos scriuieron.
18
Ms. Arcobispo.
19
Ms. desde hacia hasta que, agregado en margen derecho.
20
Ms. homoioteleuton: y le fue el que entregasse digo vn poo muy hondo.
21
Ms. homoioteleuton: que assj passaua, digo.
22
Ms. pardo.
23
Ms. hejo, y luego enmendado encima, hecho; y, en margen derecho, repite, subrayado,
hecho.
24
Ms. Perdenen me.
29
Ms. la a inicial, interlineada.
30
Ms. desde sealasse hasta le, agregado en margen derecho.
Gloria B. Chicote
2
Una versin parcial de este artculo fue publicada en Chicote (2004).
3
Cabe mencionar al respecto la importancia del libro de Ovidi Carbonell i Corts (1997).
4
En relacin con el estudio del punto de vista en la audiencia, vanse las especulaciones
de Alan Deyermond (1996: 28-39) sobre lora la bien cercada.
5
Propongo un anlisis de este conjunto en Chicote (en prensa).
Tarquino y Lucrecia:
de la alteridad social a la alteridad religiosa
6
Confrontar el esclarecedor anlisis de Luise Mirrer (1988).
7
Vase sobre el tema, Jos Manuel Pedrosa (2000).
9
En la tradicin americana, el romance est ampliamente difundido (Mercedes Daz Roig,
1990, consigna 61 versiones), y en Argentina contamos con registros muy interesantes en
los que conviven elementos de procedencia hispnica como el Conde de Sevilla y la
Inquisicin, con el conde que se transforma en cndor que baja de Los Andes para
seducir a la nia en un registro que denota modalidades lingsticas del rea.
Final
10
Se torna operativa la distincin de tres ejes para situar la problemtica de la alteridad que
enuncia Todorov (1987: 195): 1. el juicio de valor (plano axiolgico) mediante el cual el otro
es bueno o malo, lo quiero o no lo quiero, es mi igual o inferior; 2. la relacin de acercamiento
o alejamiento (plano praxeolgico) que determina la adopcin de los valores del otro, la
identificacin o asimilacin del otro a m, la imposicin de mi propia imagen, o la opcin por
el tercer punto, la neutralidad, la indiferencia; 3. conocer o ignorar la identidad del otro
(plano epistmico), instancia en la que se abre un espectro infinito entre los posibles modos
de conocimiento.
Referencias bibliogrficas
Ely V. di Croce
Punto de partida
2
Hemos utilizado la expresin genrica cantos o relatos indgenas para referirnos a un
conjunto de construcciones discursivas dismiles que, con soportes diversos, permiten
recuperar las voces indgenas. Tal simplificacin se debe a que el detalle de dichas
construcciones excede los propsitos de este trabajo.
3
Miguel Len-Portilla incluye dentro de este conjunto los cantares orales acerca de la
conquista de tipo elegaco o cantares tristes, los escritos en lengua indgena con caracteres
latinos (ej. la relacin annima de Tlatelolco o los testimonios de los informantes de
Sahagn, redactados en nhuatl), testimonios pictogrficos (ej. el cdice Florentino, que
contiene las pinturas que acompaaban los textos de los informantes de Sahagn; el lienzo
de Tlaxcala y el cdice Aubin), relaciones indgenas breves incluidas dentro de otras obras,
textos de misioneros, etc.
La inscripcin de la persona:
hacia la construccin de un locutor legtimo
7
C. Kerbrat-Orecchioni (1988: 43), en el marco de la teora de la enunciacin, define a las
unidades lingsticas cuyo significado referencial vara segn la situacin de comunicacin
como decticos. En tanto procedimiento lingstico, permiten que el locutor imprima su
marca al enunciado, se inscriba en el mensaje (implcita o explcitamente) y se site en
relacin con l.
8
Polica remite a una acepcin, actualmente en desuso, que significa cortesa, buena
crianza y urbanidad en el trato y costumbres.
9
Por isotopa estilstica se entiende la pertenencia de un discurso o una lengua a un lecto,
a un determinado estilo o a un gnero.
11
O. Ducrot (1984) establece la distincin entre el locutor, ser discursivo a quien debe
adjudicrsele la responsabilidad del acto de enunciacin, y el enunciador, voz ajena cuyo
enunciado es incorporado por el locutor.
12
Reciba el nombre de Factor el oficial real que en las Indias recaudaba las rentas y
renda los tributos en especie pertenecientes a la Corona.
Cuando Bernal Daz del Castillo elabora su obra, existe una multiplicidad
de textos acerca de la conquista y colonizacin de Mxico. Este conjunto,
al que hemos denominado familia textual, impone condiciones tanto en el
contenido como en la estructura de su Historia verdadera de la conquista
de la Nueva Espaa.
El pblico al que se dirige Bernal tiene conocimiento acerca del tema
que encara su historia. La produccin escrita a travs de cartas relatorias,
relaciones, crnicas e historias no carece de importancia. Bernal debe
escribir atendiendo a estos textos en la medida en que vehiculizan diferentes
imgenes de Mxico y de la conquista; es decir, debe escribir posicionndose
Referencias bibliogrficas
1
Si bien el gnero literario reconocido como Picaresca cuaja con la aparicin del Guzmn
de Alfarache de Mateo Alemn, slo en la superposicin de uno sobre otro se pueden
extraer los rasgos comunes o compatibles que hacen manifiesta la frmula elemental de la
novela picaresca. (Rico, 1970: 114-115).
2
Todas las citas de este trabajo siguen a Rico (1994).
Referencias bibliogrficas