Extraños en La Casa

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EXTRAOS EN LA CASA

ALTERIDAD Y REPRESENTACIONES FICCIONALES


EN LA LITERATURA ESPAOLA (SIGLOS XIII A XVII)

Gloria B. Chicote (ed.)


EXTRAOS EN LA CASA

ALTERIDAD Y REPRESENTACIONES FICCIONALES


EN LA LITERATURA ESPAOLA (SIGLOS XIII A XVII)

Gloria B. Chicote (ed.)

Las instituciones editoras sometieron el contenido


de este libro a referato interno y externo

CENTRO DE ESTUDIOS DE TEORA Y CRTICA LITERARIA


SECRETARA DE INVESTIGACIN
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIN
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA
Extraos en la casa : alteridad y representaciones ficcionales en la literatura espaola
siglos XIII a XVII / edicin literaria a cargo de Gloria Chicote. -
1a ed. - La Plata : Universidad. Nacional de La Plata, 2007.
174 p. ; 21x16 cm.

ISBN 978-950-34-0441-6

1. Teora Literaria. I. Chicote, Gloria, ed. lit.


CDD 801.95

EXTRAOS EN LA CASA
ALTERIDAD Y REPRESENTACIONES FICCIONALES EN LA LITERATURA ESPAOLA
(SIGLOS XIII A XVII)

Gloria B. Chicote (ed.)

Diseo: Andrea Lpez Osornio

Editorial de la Universidad Nacional de La Plata


Calle 47 N 380 - La Plata (1900) - Buenos Aires - Argentina
Tel/Fax: 54-221-4273992

La EDULP integra la Red de Editoriales Universitarias (REUN)

1 edicin - 2007
ISBN N 978-950-34-0441-6
Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723
2007 - EDULP
Impreso en Argentina
A mis colegas de Gestin Acadmica 2004-2007,
Ana Mara Barletta, Ricardo Crisorio, Anbal Viguera,
Luis Adriani y Juan Piovani,
por su inquebrantable capacidad de dilogo
NDICE

La alteridad necesaria. Introduccin.


Gloria B. Chicote ............................................................................... 11

Pero que doutra lei sejan: una vez ms sobre los moros
y los judos en las Cantigas de Santa Mara de Alfonso X.
Santiago Disalvo ................................................................................ 21

El motivo de los honbres salvajes en El Victorial.


Santiago Prez ................................................................................... 55

Catlicos y protestantes en la Cueva de San Patricio.


El Purgatorio en la contienda contrarreformista segn
el Ms. BNM 1872321.
Mara Mercedes Rodrguez Temperley .............................................. 67

Purgatorio de San Patricio, en Irlanda (Biblioteca Nacional


de Madrid, Ms. 1872321) Edicin crtica y comentarios.
Mara Mercedes Rodrguez Temperley .............................................. 85

Disputa de alteridades en el Romancero.


Gloria B. Chicote ............................................................................... 109
Las otras voces en la Historia verdadera de la conquista
de la Nueva Espaa de Bernal Daz del Castillo.
Ely V. di Croce ................................................................................... 125

Identidad, otredad y nuevas representaciones ficcionales


en el Lazarillo de Tormes.
Cecilia Pavn .................................................................................... 159
LA ALTERIDAD NECESARIA

INTRODUCCIN

Escoger el dilogo significa evitar los dos


extremos que son el monlogo y la guerra.
Tzvetan Todorov, Nosotros y los otros, p. 17.

El camino del dilogo no fue seguramente el ms transitado en la histo-


ria de los contactos culturales. La construccin de la alteridad tuvo en dis-
tintos tiempos improntas puntuales que oscilaron entre perspectivas
etnocntricas irradiadas por los grupos sociales dominantes que suponan
la existencia de valores universales, la exotizacin de las diferencias consi-
deradas como rasgos positivos del otro, aunque basada fundamentalmente
en su desconocimiento, y los postulados utpicos que ubicaron siempre la
felicidad en un tiempo o un espacio distinto del sujeto de la enunciacin.
En el curso de la historia de la cultura, los hombres han efectuado sinuosas
bsquedas identitarias que slo fue posible delimitar a partir de la compo-
sicin de un complejo abanico de relaciones entre el yo y el otro. El con-
cepto de raza que propugna una continuidad de rasgos fsicos y morales,
asociada a una jerarqua de valores y los diferentes nacionalismos que pri-
vilegiaron agrupaciones de comunidades sociales en aras de pertenencia
poltica y/o cultural a un sistema, se enfrentaron a los reiterados descubri-
mientos de lo diverso, descripto, analizado y racionalizado desde catego-
ras de conocimiento etnocntricas mucho ms que desde la observacin de
los otros, producto de un ejercicio de desplazamiento de la mirada. En la
medida en que se descentran los postulados fijados por las diferentes tradi-

GLORIA B. CHICOTE (ED.) 11


ciones culturales y se permite revisar conceptos difundidos en pocas y
espacios dismiles, los estudios sobre alteridad remiten en todos los casos a
la pregunta antropolgica especfica que indaga las relaciones entre indivi-
duo y sociedad, e interrogan este proceso en el devenir de los contactos
interculturales y de las situaciones de dominacin y dominados.1
La Edad Media y la temprana modernidad aportan ejemplos relevantes
a los estudios sobre alteridad en tanto terreno germinal en el que se gestan
las bases del concepto tan amplio pero todava tan significante de cultura
occidental. El hombre medieval debi emprender variadas bsquedas.
Aislado en geografas que an no haba dominado, confinado a pequeos
centros de poder feudal o religioso, debi explorar el reencuentro con el
mundo antiguo a travs de esa calzada rota de la que nos hablaba Ernst
Curtius (1955). El cristianismo le haba impuesto, a su vez, nuevos mode-
los que fue necesario compatibilizar con el legado clsico para definir una
identidad protegida por ambas tradiciones que se diferenciara de quienes
haban elegido otros dioses: las opciones monotestas del Judasmo o el
Islam y el abanico de paganismos y herejas que se multiplicaban en el an
indefinido espacio europeo. Guerras y peregrinaciones jalonaron esta pes-
quisa. Una ltima bsqueda, especialmente pertinente a los efectos de esta
perspectiva, fue la bsqueda lingstica. Entre los siglos XII y XVII se produ-
jo en Europa el florecimiento de las literaturas en lenguas vulgares a partir
del desarrollo de una rica poesa lrica y narrativa, ms adelante la prosa
historiogrfica y ficcional, que remite a la gnesis de la cultura occidental
moderna. Estas manifestaciones discursivas, producto de una aventura
inicial de la clase letrada que se propona escribir en vernculo con el
objetivo de integrar (y dominar) sectores sociales cada vez ms distantes,
sern las encargadas de transmitirnos el pulso de los contactos
interculturales.
1
Si bien la antropologa es una disciplina moderna cuyo objeto es, precisamente, la dife-
rencia entre culturas, tambin conlleva en las distintas teoras la eleccin de una actitud
con respecto a la oposicin universalismo-particularismo. A pesar de que muchos
antroplogos se han esforzado en hallar ciertas formas universales de pensamiento y mo-
ralidad (el mismo Levi-Strauss aboga por una unidad en los fines de la humanidad sobre
la cual se edificaran las diferencias superficiales entre los hombres), el estudio de los
rasgos universales de los hombres continan siendo competencia de bilogos y psiclo-
gos, mientras que los antroplogos se abocan a indagar las diferencias de cada sociedad
(vase Todorov, 1991: 83).

12 EXTRAOS EN LA CASA / ALTERIDAD Y REPRESENTACIONES FICCIONALES ...


Los textos nos introducen en distintas percepciones de la alteridad. La
experiencia de la extraeza, que puede referirse a paisajes y climas, plantas
y animales, formas y colores, olores y ruidos, tematiza la otredad. Nuevos
discursos surgen referidos a la confrontacin con las particularidades hasta
entonces desconocidas de otros seres humanos (idiomas, costumbres coti-
dianas, fiestas, ceremonias religiosas) que proporciona un espectro de
textualizaciones en las que la aoranza por la tierra natal est tan difundida
como el anhelo por pases lejanos, y el rechazo temeroso o descalificador
es tan recurrentemente testimoniado como la impaciente partida e incluso
la emigracin definitiva (Krotz, 2002: 57-61).
En su carcter experimental, la literatura medieval aporta ejemplos en
los que la alteridad se construye como una categora de diferenciacin ha-
cia aquellos que no resultan tan extraos, aquellos con los que es posible
establecer una comparacin. El peregrino a Santiago de Compostela que
persigue la redencin de sus pecados, el caballero cruzado que se dirige a la
recuperacin del Santo Sepulcro en Jerusaln, o el comerciante de paos
que realiza la ruta de Flandes a Venecia, se convierten en viajeros que van
relativizando su sensacin de extraeza hacia el otro y hacia el nosotros y
que, a la vez, se van modelando a s mismos en los trminos de la confron-
tacin con la diferencia.
Si la Europa medieval y renacentista aporta reiterados ejemplos a esta
perspectiva de anlisis cultural a travs de su literatura, el mbito espaol
representa en este conjunto uno de los filones ms productivos para su estu-
dio. Espaa ofrece, en primer trmino, la particularidad de tener a los ex-
traos en la casa, tal como hemos consignado en el ttulo de este libro. Al
igual que en el resto de Europa, en el siglo VIII de la era cristiana las etnias
germnicas haban sometido los asentamientos vernculos y las colonias
romanas dispersas en el territorio de la Pennsula Ibrica y trabajaban en la
construccin de una nueva organizacin social, el feudalismo, que contem-
plaba asimismo la inclusin de un orden institucional latino y la hegemona
de la religin cristiana. Pero en el ao 711 se produjo un acontecimiento
que cambi para siempre la historia de Espaa y la separ de los pases
centrales de Occidente: la invasin de los rabes, que, extendida hasta 1492,
dio lugar a ocho siglos de dominacin, de guerras de reconquista, de convi-
vencia pacfica; ochocientos aos de interaccin y tambin de lmites difu-

GLORIA B. CHICOTE (ED.) 13


sos entre dos culturas que se penetraron a pesar de los esfuerzos de diferen-
ciacin. Debemos agregar en este mismo perodo, con una cronologa simi-
lar, una tercera presencia, la de las comunidades hebreas que se asentaron
pacficamente en Espaa (su Sefarad...) animadas por el ambiente
multicultural y la tolerancia que en algunos perodos gozaron, aunque con
el transcurso del tiempo fueron objeto de persecuciones que terminaron
con su expulsin. 1492 es, sin lugar a dudas, una efemrides en varios sen-
tidos y, considerado desde la perspectiva analizada, signa la cada del lti-
mo baluarte rabe en Granada, la expulsin de los judos y el inicio de uno
de los contactos ms violentos del yo occidental con un universo cultural
otro y absolutamente novedoso, el americano. A partir de entonces, Amri-
ca se convertir en un punto de convergencia de alteridades a travs de sus
historias de conquista y colonizacin, pero tambin como espacio de reali-
zacin de proyectos utpicos.

El presente libro tematiza algunos hitos de la convivencia tensionada


con el otro en los textos literarios espaoles producidos entre los siglos XIII
a XVII a partir de seis anlisis particulares.2 Desde esta focalizacin, se pro-
pone analizar la gnesis y evolucin del discurso literario a travs de un
conjunto de obras que sealan el camino recorrido desde la Edad Media
hasta la modernidad en diferentes contextos culturales: el pasaje de la cir-
culacin oral del conocimiento a la difusin escrita, el surgimiento de la
prosa en tanto nueva prctica discursiva en las lenguas romance que haban
accedido al mbito de la escritura, y, finalmente, el advenimiento y la pos-
terior imposicin de la imprenta como prctica editorial. Una vez ms, este
trayecto opera como hilo conductor que, en un juego de relaciones entre
prcticas discursivas y representaciones culturales, permite desentraar una
amplia red de vnculos entre pasado-presente y conduce a las manifestacio-
nes culturales contemporneas.
El estudio de la llamada alteridad cultural encuentra en la extensa
produccin alfons uno de los terrenos ms fecundos para su exploracin,

2
Los estudios se presentan como el resultado final del Proyecto de Investigacin Alteridad
y representaciones culturales en la narrativa espaola: continuidades y rupturas entre los
orgenes y las manifestaciones contemporneas (Subproyecto 1) (COD. 11H281), de la
Universidad Nacional de La Plata.

14 EXTRAOS EN LA CASA / ALTERIDAD Y REPRESENTACIONES FICCIONALES ...


tal como lo seala Santiago Disalvo en el captulo Pero que doutra lei
sejan: una vez ms sobre los moros y los judos en las Cantigas de Santa
Mara de Alfonso X. La caracterizacin del judo y del moro en las canti-
gas narrativas no cabe en un esquema de anlisis unilateral, ya que se trata
de representaciones llenas de matices entre una cantiga y otra. Hablar de
antisemitismo o aplicar ciertos parmetros modernos de racismo a esta obra,
sin considerar la mentalidad y perspectiva alfonses sobre estos asuntos,
sera una reduccin deformante. La propuesta, surgida de la provocacin
causada por este contraste dramtico entre una mirada negativa y una posi-
tiva sobre el otro cultural, consiste en profundizar el estudio de esos
matices, en los que se delinea el puesto que las Cantigas de Santa Mara
asignan al judo y al moro en la sociedad, el mundo y la historia de la
salvacin, segn la cosmovisin cristiana alfons. Las Cantigas son, pues,
algo ms que relatos piadosos que caricaturizan o escarnecen al judo y al
musulmn. Se nos presentan, por un lado, como escenarios donde se des-
pliega el asombro libre del homo religiosus frente al milagro que acontece
inesperadamente. Por otro, constituyen un campo de batalla doctrinal en
el plano de la polmica religiosa.
El siglo XIV es un perodo de trasformaciones: peste, guerras y nuevas
distribuciones de poderes comienzan a trazar el mapa de la modernidad.
Santiago Prez estudia el motivo de los honbres salvajes en El Victorial,
obra de Gutierre Daz de Games, que reviste una significativa importancia
en cuanto a la consideracin de su procedencia y en virtud de pertenecer a
un gnero hbrido, a mitad de camino entre la biografa, el diario, la crnica
o el relato ejemplar, hasta hace pocos aos no incluido en el canon de la
literatura medieval. La propuesta contribuye a abordar la funcionalidad del
motivo del salvaje, representativo de la cosmovisin del hombre medie-
val, en el marco de esta expresin de la narrativa castellana del siglo XV.
Los lmites identitarios tambin se debaten en el seno del cristianismo.
Mara Mercedes Rodrguez Temperley, en Catlicos y protestantes en la
Cueva de San Patricio. El Purgatorio en la contienda contrarreformista se-
gn el Ms. BNM 1872321, ofrece una resea de la leyenda del Purgatorio
de San Patricio, vigente desde el siglo XII a partir del texto latino del monje
irlands H. de Saltrey que tuvo fortuna en las letras y en el culto popular.
Traducciones a distintas lenguas europeas, adems de reelaboraciones pos-

GLORIA B. CHICOTE (ED.) 15


teriores, hicieron que la leyenda tuviera gran arraigo (sobre todo en Espa-
a) y que las peregrinaciones al Lago Derg excitasen la curiosidad de los
pecadores. Sin embargo, la Iglesia Catlica primero y los gobiernos ingle-
ses despus, decretaron la destruccin del santuario en sucesivos momen-
tos, desde los siglos XV a XVIII. El aporte de Rodrguez Temperley incluye
tambin la edicin crtica del ms. 1872321 de la Biblioteca Nacional de
Madrid, texto annimo del siglo XVII en formato epistolar titulado Purga-
torio de San Patricio en Irlanda, dedicado a refutar la existencia del purga-
torio en vida en el marco de las contiendas contrarreformistas entre catli-
cos y protestantes.
Amrica represent para Europa un territorio ilimitado sobre el cual
proyectar dismiles imgenes de la modernidad occidental, en el que desde
un primer momento convivieron el interrogante esencial sobre la humani-
dad de los habitantes del nuevo mundo con el mito de la edad de Oro y la
idealizacin de los salvajes. Ely di Croce, en Las otras voces en la His-
toria verdadera de la conquista de la Nueva Espaa de Bernal Daz del
Castillo, estudia desde una perspectiva lingstica esta crnica de Indias
caracterizada por la presencia de un entramado de voces que direccionan
los procesos de produccin y recepcin textual y que contribuyen a cons-
truir las definiciones de identidad y alteridad cultural. Mientras que el uso
de la primera persona del plural y la mencin explcita de la condicin de
testigo de vista le otorgan legitimidad a la actividad de escritura, la inclu-
sin de citas textuales y del paratexto posibilitan la asimilacin al tipo
discursivo especfico. Bernal Daz recurre a sus modelos: las novelas de
caballeras ofrecen un paradigma heroico y funcionan como marco
interpretativo para dar cuenta de un referente desconocido; los versos de
romances, por su parte, se asimilan al funcionamiento de los refranes y
adquieren un matiz ejemplar que posibilita introducir opinin y generar
consenso al recuperar sentencias validadas en las concepciones de mundo
de los participantes de la conquista y del pblico lector. No obstante, la
referencia a textos literarios, que provocan la ruptura de la isotopa estils-
tica, coloca a la obra en una posicin marginal con respecto a los modelos
preestablecidos.
El siglo XVI es, sin lugar a dudas, el gran laboratorio en el que nace la
novela moderna, en el marco de esta contienda discursiva entre tradiciones

16 EXTRAOS EN LA CASA / ALTERIDAD Y REPRESENTACIONES FICCIONALES ...


establecidas, la nueva tecnologa de la imprenta y la aparicin de horizontes
geogrficos e ideolgicos hasta entonces desconocidos. El captulo a cargo
de Cecilia Pavn, Identidad, otredad y nuevas representaciones ficcionales
en el Lazarillo de Tormes, se considera la combinacin del gnero epistolar
con la intencin autobiogrfica, a partir de la utilizacin de la tcnica narrati-
va de la primera persona y, con ella, la funcionalidad estructural de los dems
elementos y procedimientos. Con este propsito se analizan los modos de
definicin de la conciencia individual de Lzaro y la visin de mundo que
vehiculiza, teniendo en cuenta que la subjetividad de esta conciencia queda
al resguardo de caer en el puro dogmatismo mediante dos procedimientos
concurrentes. Por un lado, la modificacin de la perspectiva de Lzaro segn
aprende mediante la experiencia que permite el paso del nio al hroe litera-
rio del pcaro, definida como una otredad en relacin dialgica con la tra-
dicin literaria caballeresca. Por otro lado, la materializacin del pcaro
como sujeto de enunciacin y de sujecin de una individualidad a normas
impuestas desde el exterior se da en el dilogo con otras subjetividades, prin-
cipalmente con Vuestra Merced, destinatario explcito de la novela. Ambos
procedimientos determinan la aparicin de un nuevo tipo de enunciado lite-
rario, que ms tarde ser denominado picaresca.
Por ltimo, mi contribucin, Contienda de alteridades en el Romance-
ro, acude al gnero baladstico oral, en esta oportunidad para explicar el
proceso de construccin de la alteridad que ofrece en su devenir
transhistrico, a travs del doble movimiento de permanencia y cambio que
lo caracteriza. Este hecho determina la convivencia de marcas culturales
correspondientes a distintos estratos de su difusin o a resabios de contex-
tos anteriores que se resignifican, a la vez que evidencian los cambios de
perspectivas que manifiestan los poemas. Un conjunto de temas novelescos
y otros procedentes de la antigedad clsica aportan ejemplos de las posi-
bles variaciones que se produjeron desde la Edad Media hasta el siglo XX en
lo que respecta a la enunciacin de la alteridad en los planos social, religio-
so, poltico, tnico y genrico, este ltimo considerado como una lnea que
atraviesa los textos y permite volver a pensar desde otro ngulo la centralidad
del rol femenino en el romancero.
Cristianos, judos, moros, americanos, como tambin marginados y
mujeres, dieron ocasin a los autores estudiados de nombrar al otro como

GLORIA B. CHICOTE (ED.) 17


uno de los componentes de oposiciones binarias, tales como realidad/apa-
riencia, masculino/femenino, centro/periferia, que despliegan criterios de
autoridad en los que el primer trmino es portador de verdad mientras que
el segundo posee aspectos fluctuantes pasibles de ser comprendidos o re-
presentados siempre que se avengan a la lgica del primero (Chambers,
1996: 48).
El anlisis de los discursos posibilita un recorrido que transita, tal como
fue sealado, desde la diferencia a la multiplicidad y finalmente a la des-
igualdad, en una gradacin sumamente til para entender el camino circu-
lado por las culturas a lo largo de la historia (Boivin et al, 1998); en este
sentido, representa un modo revolucionario, transgresor, de estudiar la cul-
tura y, en este caso especfico, la literatura.
Los interrogantes de quin es el otro o de cmo resolvemos las oposi-
ciones binarias que emplea la autoridad para reducir el mundo circundante
a su punto de vista intentan ser resueltos en estas pginas a partir de la
reconfiguracin de un campo en el que lo segundo pasa a ser lo primero y,
en funcin de este cambio de perspectiva, se erige un tercer espacio entre
el yo y el otro, constituido por la duda y la cautelosa ausencia de certezas.3
La consideracin de la cultura medieval y renacentista no nos permite
interactuar con personas para comprender los procesos; su lejana temporal
slo nos habilita a intentar reponer una red de relaciones ausentes a travs
del dilogo con los textos. Los estudios que se ofrecen a continuacin pre-
tenden enfatizar la productividad de ese dilogo diferido con el pasado y su
eficacia para no perpetuar monlogos etnocntricos en el presente.

Gloria B. Chicote
La Plata, mayo de 2007

3
Vanse los lcidos aportes a estos conceptos de Stuart Hall (1996: 254) y Homi Bhabha
(2002).

18 EXTRAOS EN LA CASA / ALTERIDAD Y REPRESENTACIONES FICCIONALES ...


Referencias bibliogrficas

Bhabha, Homi, 2002, El lugar de la cultura. Buenos Aires, Manantial.


Boivin, Mauricio, Rosato, Ana y Arribas, Victoria, 1998, Constructores de
otredad. Buenos Aires, Eudeba.
Chambers, Iain, 1996, Signs of silence, lines of listening, en Chambers,
Iain y Curti, Lidia (eds.), The Post-colonial Question. London and
New York, Routledge.
Curtius, Ernst Robert, 1955, Literatura Europea y Edad Media Latina.
Mxico, Fondo de Cultura Econmica.
Hall, Stuart, 1996, When was the post-colonial? Thinking at the limit, en
Chambers, Iain y Curti, Lidia (eds.) The Post-colonial Question.
London and New York, Routledge.
Krotz, Esteban, 2002, La otredad cultural entre utopa y ciencia. Mxico,
Fondo de Cultura Econmica.
Todorov, Tzvetan, 1991, Nosotros y los otros. Mxico, Siglo XXI Editores.

GLORIA B. CHICOTE (ED.) 19


PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN: UNA VEZ MS
SOBRE LOS MOROS Y LOS JUDOS EN LAS CANTI-
GAS DE SANTA MARA DE ALFONSO X

Santiago Disalvo

Pero que seja a gente


doutra lei e descreuda
os que a Virgen mais aman,
a esses ela ajuda.
(Cantiga 181)

El estudio de la llamada alteridad cultural encuentra en la extensa


produccin alfons uno de los terrenos ms fecundos para su exploracin.
Dos aspectos sorprenden de inmediato al acercarse a la complejidad del
reinado de Alfonso X y de su universo literario. El primero es esa tan men-
tada maravilla de colaboracin y de creacin colectiva entre musulmanes,
judos y cristianos, empeados conjuntamente en un scriptorium que, evo-
cado a travs de la descripcin de Gonzalo Menndez Pidal (1951), imagi-
no dinmico, febril y fecundo. El segundo es, a primera vista, la estridente
contradiccin de lo primero: un discurso duro que parece denigrar a los
moros y a los judos, presentndolos como personajes negativos, tanto en
las Cantigas de Santa Mara, como en las Siete Partidas o la Estoria de
Espaa. El presente trabajo ha surgido de la provocacin causada por este
contraste dramtico.
La caracterizacin del judo y del moro en las cantigas narrativas no
cabe en un esquema de anlisis unilateral, ya que se trata de representacio-
nes llenas de matices y diferencias entre una cantiga y otra. Hablar de anti-
semitismo sin ms, o aplicar ciertos parmetros modernos de racismo a esta
obra, sin considerar la mentalidad y perspectiva alfonses sobre estos asun-

SANTIAGO DISALVO 21
tos, sera una reduccin deformante. La tarea que propongo aqu consiste
en profundizar el estudio de estos matices, en los que se delinea el puesto
que las Cantigas asignan al judo y al moro en la sociedad, el mundo y la
historia de la salvacin, segn la cosmovisin cristiana alfons. Las Canti-
gas de Santa Mara son, pues, algo ms que relatos piadosos que
caricaturizan o escarnecen al judo y al musulmn. Se presentan, por un
lado, como escenarios donde se despliega el estupor y la libertad del homo
religiosus frente al milagro que acontece inesperadamente. Por otro, cons-
tituyen un campo de batalla doctrinal en torno a temas como la Encarna-
cin o el culto a imgenes sagradas.
El taller alfons parece as superar los modelos literarios anteriores y
la imagen negativa coetnea, no slo reelaborando el tratamiento literario
de la figura del moro y del judo, sino presentndolos muchas veces en
toda su humanidad compleja, al nivel de los personajes cristianos, y dig-
nos de la ayuda de la Virgen. Los pogromos y los enfrentamientos arma-
dos contra los moros coexisten en el cancionero con un cierto ideal ecu-
mnico y una voluntad expresa de convivencia pacfica (lo que, en otra
ocasin, he dado en llamar el ideal imperial de la pax alphonsina;
Disalvo, 2005).

Moros y judos en la mirada alfons:


antecedentes y estado de la cuestin

Al abordar la discusin sobre la presencia de rabes y judos en los


textos alfonses, es inevitable partir de una breve mencin a un clebre
antecedente en esta materia: la polmica entre Amrico Castro (1948) y
Claudio Snchez Albornoz (1956). Esta discusin, entre otros puntos, pasa
por la novedad alfons de la utilizacin del castellano como lengua escrita
del conocimiento. Mientras que para Snchez Albornoz la razn que mo-
va a Alfonso X a utilizar el castellano como lengua de la cultura (conti-
nuando as la tarea comenzada por su padre, Fernando III) era un afn
educador, Amrico Castro, en cambio, atribuye la irrupcin de toda una
constelacin de obras en castellano (historiogrficas, cientficas, etc.) a
la influencia de los judos, interesados en una Espaa autnoma frente la

22 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
unidad cristiano-latina europea. La tesis fundamental de Snchez Albor-
noz es la de la existencia de un carcter nacional espaol, ya definido en
sus rasgos esenciales, previo a la invasin rabe del siglo VIII. Por su lado,
Amrico Castro, quien considera que lo que conocemos como Espaa
naci con el aporte rabe y hebreo, es quien ha iniciado entre los estudio-
sos el discurso sobre la convivencia de las tres religiones peninsulares,
subrayando asimismo el profundo influjo semtico en la cultura y las obras
alfonses.
Ms recientemente, esta polmica ha sido retomada por Vicente
Cantarino (1978) y Francisco Mrquez Villanueva (1994). Segn afirma
el primero en su estudio Entre monjes y musulmanes: el conflicto que fue
Espaa, si bien la cultura hispana, durante el reinado de Alfonso X,
acusa el mestizaje que causa en la sociedad la presencia conjunta de mo-
ros, judos y cristianos (Cantarino, 1978: 261), la gran obra alfons

[...] meritsima como es y llena a un mismo tiempo de frutos mag-


nficos y promesas de otros an mayores, contra lo que general-
mente se afirma, ni est arabizada ni es arabizante o judaizante.
No quiere esto decir que no haya una presencia, incluso una con-
tribucin de rabes y judos en la cultura alfons. S la hay y es
evidente. Pero no lo es menos que el horizonte de los temas y el
tratamiento que a estos se da no se abre bajo la influencia rabe o
juda, sino que permanece tradicional y latina. Tampoco es el
Rey Sabio arquitecto de puentes y canales por los que pudiera
pasar el saber rabe y judo a la cultura castellana de su tiempo.
Ni las instituciones de enseanza ni los escritores de su tiempo y
an despus acusan recibo de saberes rabes o judos ms all de
los impuestos por su simple presencia y la accin o reaccin que
sta causaba. (Cantarino, 1978: 255)

Por el contrario, en El concepto cultural alfons, Francisco Mrquez


Villanueva sostiene como fundamental la influencia tanto de la cultura ra-
be como de la hebrea en la confeccin de las obras alfonses, postura que,
segn l mismo aclara, se ve respaldada por los estudios de Ramn Menndez
Pidal, Hans J. Niederehe y Norman Roth:

SANTIAGO DISALVO 23
Los datos lingsticos apoyan a Castro con la irrefutable eviden-
cia de mltiples rasgos semticos en la prosa alfons, as como en
su tendencia general a distanciarse de la latinizacin como nor-
ma. [...] Aun si no por responsabilidad directa o semi-conspiracin
de judos, el nacimiento de la prosa culta castellana no deja de
presentarse como efecto de unas condiciones de vida fuertemente
orientalizadas, ni de tener en gran parte por objeto la apropiacin
activa del saber de los rabes. (Mrquez Villanueva, 1994: 47)

En el prlogo de su obra, Mrquez Villanueva tambin aclara que Don


Alfonso supo separar sabiamente las esferas, sin comprometer para nada
lo que entenda como deberes y ms an como imagen de un rey cristia-
no (Mrquez Villanueva, 1994: 15). Por un lado, no dejaba de condenar
al Islam y al judasmo como posturas religiosas erradas, y, por otro, su
corte se llenaba de funcionarios y hombres de ciencia hebreos, msicos
rabes, etc., por lo cual se iba implantando con facilidad un mudejarismo:
No un problema, sino una solucin hispana ante un compromiso vital
tambin hispano, que no naca de ms doctrina que lo inaceptable de otras
alternativas y que lo mismo se actualizaba en el terreno de la poltica que
en el de las costumbres, el arte y el pensamiento (Mrquez Villanueva,
1994: 15).
Tambin consideraciones como la de Colin Smith resaltan la profunda e
inevitable divisin religiosa en la sociedad alfons, sin dejar por ello de
admitir la existencia (ms an, la necesidad) de una convivencia entre mu-
sulmanes, judos y cristianos abocados a tareas comunes: Convivencia on
a daily plane was inevitable and indeed often useful (since the Moors worked
hard and had much to teach), but the religious divide was absolute and
Alfonso would have failed in his duty if he had tried to pretend otherwise
(Smith, 1992: 299-300).
Aunque, como podemos apreciar, existen muy diversas posturas acerca
de la mirada alfons sobre los moros y los judos, estimo que una obra como
las Cantigas de Santa Mara, tan cercana a la persona misma de Alfonso X,
puede contribuir a dilucidarla un poco mejor, ya que all se retratan en
accin una multiplicidad de personajes moros y judos, al tiempo que se
expone una posicin con respecto a la doctrina religiosa.

24 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
Antes de observar la problemtica especfica de las Cantigas de Santa
Mara, conviene recordar algunos de los estudios realizados en torno a la
situacin social y la legislacin sobre moros y judos en el perodo alfons.
Por un lado, ya hemos mencionado el fomento otorgado a los estudios ra-
bes y hebreos en la Castilla del siglo XIII y el gran nmero de funcionarios
judos en la corte de Alfonso X. Segn algunos autores judos modernos,
como Haim Beinart, absolute equality of Jew and Christian in the definition
of the Fueros (Beinart, 1979: 163), o las figuras de jefes administrativos
como el Rab de la Corte (representante oficial y juez de la judera), y la casi
total ausencia de conflictos violentos hasta por lo menos el ao 1391, son
rasgos peculiares y distintivos de la monarqua castellana favorable a los
judos. Por otro lado, es necesario tener en cuenta la existencia, en las Siete
partidas, de muchas leyes que protegan la persona, la dignidad, la identi-
dad religiosa y las costumbres y ritos de los judos (Siete Partidas VII, 24,
leyes II, IV, V, VI).
De todas formas, el status de los moros y los judos en las Partidas es un
tema que se ha debatido intensamente. Marjorie Ratcliffe, a travs de un
anlisis comparativo de las Partidas con diversos fueros, ha sealado que
Alfonso X no cambia radicalmente la tradicin de la jurisprudencia hisp-
nica. Por tanto, la convivencia de los tres credos consista en evitar todo
contacto posible. La tolerancia de la mayora dependa del silencio y doci-
lidad de las minoras (Ratcliffe, 1989: 248). Ahora bien, ms all de que
difcilmente podamos aplicar el moderno concepto de tolerancia a la
mentalidad medieval, es necesario ponderar el alcance de las Partidas
alfonses en confrontacin con ciertas costumbres sociales ya instaladas.
Cabe recordar que, si bien discriminatorio y represivo para criterios de
hoy, el estatuto que a stos [moros y judos] reconoce en las Partidas no
toma por norte su extincin, sino el asegurar unas condiciones de vida
mnimamente aceptables a las minoras no cristianas (Mrquez Villanueva,
1994: 99).
Tambin es necesario distinguir los rasgos particulares entre Partidas
VII, 24 (De los judios), que insisten sobre temas doctrinales y en un
lenguaje religioso, y Partidas VII, 25 (De los moros), donde la preocupa-
cin se inclina hacia lo poltico. En este sentido, los importantes estudios
de Dwayne Carpenter demuestran que la legislacin alfons parece tratar

SANTIAGO DISALVO 25
ms benvolamente al judo que al musulmn, y que este tratamiento es de
naturaleza diversa:

In essence, Jewish-Christian relations were defined and ofttimes


determined by historico-theological considerations, while Mus-
lim-Christian contacts in Iberian Peninsula were governed by
pragmatic concerns resulting from religio-bellicose
confrontations.
[...]
It is clear, then, that conversion to Islam is conceived of in political
terms (though often expressed in religious terminology), while
conversion to Judaism is understood within an essentially religious
context. (Carpenter, 1986: 276 y 279)

En las Cantigas de Santa Mara, el problema del tratamiento positivo o


negativo de los no cristianos ya ha sido estudiado, aunque a menudo se ha
insistido y profundizado en el anlisis de uno solo de los dos factores. As,
pues, los conocidos estudios de Albert Bagby a principios de los 70 subra-
yan el aspecto negativo. En ellos afirma, por ejemplo, que Alfonso X no
slo participa del prejuicio racial y religioso contra los judos (extendido
en toda la Espaa cristiana de ese tiempo), sino que ese es, en definitiva, su
verdadero y ms profundo sentimiento. El rey lo habra revelado de forma
abierta preferentemente en las Cantigas de Santa Mara, por tratarse de
textos en los que su ntima subjetividad no habra sido distorsionada por su
postura de monarca letrado, por sus intereses meramente intelectuales en la
erudicin hebrea:

Although his great love of learning led him to close his eyes to
the widespread racial and religious prejudice which existed at
that time in Spain, this love did not preclude his suspicion and
social denigration of the Jews in his Cntigas [sic]. This contrast
in the Kings sentiments about and actions with regard to these
minorities is noteworthy. [...] High regard for Jewish capabilities
was reserved for a mere handful of individuals useful to the King
in his erudite and scientific activities. (Bagby, 1971: 688)

26 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
En su artculo del ao 1987, Bagby sostiene, casi literalmente, esta
misma postura, subrayando el double standard of Alfonsine sentiment
toward the Jews (Bagby, 1987: 243), segn el cual Alfonso was a man
of his time and circumstances, who neither could hide nor tried to hide
his feeling of prejudice, where such feelings supposedly supported the
ideals of his faith (Bagby, 1987: 238).
Mucho ms recientemente, algunos autores continan esta misma ten-
dencia, sin aportar nuevas perspectivas sobre el asunto. Nos referimos,
por ejemplo, al estudio del tratamiento de los judos por parte de
enunciador y narrador en las Cantigas, realizado por A. X. Ferreiro
Salgueiro y D. M. Fernndez Graa (1993). Heloisa Guaracy Machado,
quien habla de la discriminao em bloco de judeus e muulmanos
(1999: 476) y de la exclusin del otro impuro, no parece tener en
cuenta importantes matices que diferencian la caracterizacin del judo
y la del musulmn, ni el hecho de que se trata de enfrentamientos de
tipo religioso (y geopoltico, en ciertos casos) y no de lo que hoy enten-
demos como discriminacin racial. En este sentido, tambin el estu-
dio de Rafael Ocasio (1991) subraya exageradamente un elemento de
repulsin racial que no parece ser el fundamental en el tratamiento del
moro en las Cantigas.
Contrariamente al discurso de las Partidas, las Cantigas de Santa
Mara suelen representar al individuo musulmn de forma mucho ms
positiva que al hebreo. Esto puede obedecer a las mismas razones ex-
puestas ms arriba, sobre la diferencia de tratamiento en la legislacin,
en base a puntos doctrinales controversiales. Segn Elvira Fidalgo
(1996), el personaje judo se introduce en las Cantigas como
contraejemplo, para hacer resaltar la bondad de la fe cristiana. La auto-
ra nos recuerda que no podemos olvidar el marco en que se inscriben
estos relatos, una magna obra cuya intencin es el ensalzamiento de la
Virgen, madre de toda la cristiandad, y la demostracin de la conve-
niencia de la religin catlica ante cualquier otro credo religioso
(Fidalgo, 1996: 103). De suma relevancia es la investigacin llevada a
cabo por Vikki Hatton y Angus MacKay (1983), acerca de cmo Alfon-
so X transforma el discurso de sus fuentes, acallando en las Cantigas
todas aquellas marcas peyorativas contra los judos (que s aparecen,

SANTIAGO DISALVO 27
por ejemplo, en Berceo) y privilegiando las historias de individuos favo-
rablemente presentados, historias cuyo desenlace es la conversin del
personaje. Ninguno de estos estudios, sin embargo, arriesga un juicio so-
bre el ideal ltimo de Alfonso, el papel principal de la Virgen en la reali-
zacin de este ideal, y la forma en que todo esto entra en juego con la
consabida contradiccin alfonsina mencionada al comienzo.

Moros y judos en Cantigas de Santa Mara


y el ideal de paz e avena

Las Cantigas de Santa Mara,1 que podran parecer a simple vista re-
latos que slo ensalzan la figura de la Virgen, pueden tambin considerar-
se como escenarios realistas en los que estn representadas a un tiempo
las necesidades y las acciones de los hombres. El autor no reduce la hu-
manidad de sus personajes, sino que retrata, a travs de ellos, la dinmica
misma de la libertad humana: cada cantiga es un espacio donde se des-
pliega la admiracin y la respuesta libre del individuo frente al milagro
que acontece inesperadamente. El problema que se nos presenta aqu es
el tratamiento literario de este individuo cuando se trata de la persona
juda o musulmana. En cuanto a la primera, Alfonso ya dispone de una
tradicin literaria: los compendios de milagros tanto en latn como en
lenguas romances, que son fuentes que comparte con Gonzalo de Berceo.
Es notable, tal como lo destacan los citados Hatton y MacKay (1983), la
forma en que Alfonso atena en las Cantigas todas las referencias hosti-
les a los judos, omitiendo especialmente aquellas que hacen alusin a los
falsos mitos en torno a sus ritos religiosos (como el rapto y sacrificio de
nios, etc.). Hay un nfasis puesto en el accionar individual, sea este po-
sitivo o negativo, y por tanto en la voluntad libre de la persona. As, por
ejemplo, en la cantiga 4 la mirada negativa recae solamente sobre el pa-
dre del nio judo, en su intento de filicidio, mientras que la madre y el
nio, as como la entera comunidad juda que los ayuda, son los inocentes

1
Se indicarn las cantigas por su nmero, siguiendo el orden del cdice escurialense E
(j.b.2), segn la edicin de Mettmann (1986/88/89).

28 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
protegidos de la Virgen. La nica cantiga del cancionero en la que los
judos obran colectivamente para perpetrar un acto sacrlego, suficiente-
mente estereotipado ya en la tradicin miracular,2 es la cantiga 12. Vale
recordar que, en el contexto del cancionero, no son slo los judos, sino
tambin algunos cristianos, los que cometen este tipo de sacrilegios (cfr.
cantiga 104). El accionar violento y criminal, o incluso la perversidad, no
son presentados como exclusividad de los no cristianos, al punto que en-
contramos un interesante caso, la cantiga 85, en el que la Virgen salva a
un judo que ha sido atacado, golpeado y hecho prisionero por ladrones,
donde se agrega os ladres que fezeron est eran crischos (v. 12). Es-
tos ejemplos pueden considerarse tambin una muestra de una cierta in-
tencin realista que representa en las cantigas narrativas el panorama
de una sociedad culturalmente heterognea, con grupos sociales en ten-
sin, donde el enfrentamiento y aun la matanza explotaban por momen-
tos, como en los pogromos de las cantigas 6 y 12.3
De las trece cantigas con actores judos, tres incluyen caracterizacio-
nes positivas. Por otro lado, un tercio de las treinta cantigas sobre moros
tambin caracterizan positivamente al personaje.4 Y, en ambos grupos,
encontramos casos en los que una caracterizacin negativa se relativiza
con rasgos positivos o con caracterizaciones positivas de otros persona-
jes (ver Apndice 1). Tal como se dijo al inicio, muchos estudios han
sealado ya los aspectos negativos. Me detendr ahora en las cantigas de
caracterizacin positiva porque son, a mi juicio, las que permiten apre-
ciar la novedad de la visin alfons. Ahora bien, el taller alfons no se
limita a reelaborar los milagros de la tradicin, en los que inevitablemen-

2
Cfr. Milagro 18 de los Milagros de Nuestra Seora de Berceo; el 19 del ms. Thott 128; el
21 de la coleccin madrilea del ms. BN 110; el 81.2 del Libro VII del Speculum historiale
de Vicente de Beauvais, entre otros.
3
A este respecto, tambin existen leyes en las Siete partidas que intentan prevenir este tipo
de estallidos populares: Otrosi defendemos que el dia del Viernes Santo ningunt judio non
sea osado de salir de su barrio, mas que esten y encerrados fasta el sabado en la maana, et si
contra esto ficieren, decimos que del dao o de la deshonra que de los cristianos recibieren
estonce non deben haber emienda alguna (Partida VII, 24, Ley II. Solalinde, 1943: 179).
4
Se incluyen en este trabajo (y se listan en el Apndice 1) las cantigas narrativas en las que
aparecen judos o moros como personajes, y no aquellas en las que meramente se los men-
ciona de forma general, a menos que contengan elementos significativos para este estudio.

SANTIAGO DISALVO 29
te ha de repetir (si bien, matizndolos) estereotipos negativos del moro y
del judo: Lo extraordinario no es que en las Cantigas se hallen presen-
tes aquellos estereotipos, sino el que las lneas de fuerza de su arte pue-
dan atravesar ocasionalmente la zona de los sentimientos ms opuestos
(Mrquez Villanueva, 1994: 102). Esto se puede observar especialmente
en las narraciones de milagros de origen nacional y local, sin excluir el
grupo de milagros que podramos llamar autobiogrficos. Vale decir que
el contraste entre el tratamiento positivo y el negativo excede el problema
de la reformulacin de fuentes: es un fenmeno que observamos en la raz
misma de la mirada alfons. Cmo explicar esta contradiccin? No se
trata de censurar uno de sus trminos, sino de reconocer que obedecen a
niveles distintos en la relacin del rey cristiano con los no cristianos. En
la cantiga 401 (cdice E), la gran peticin final del cancionero, Alfonso
pide a la Virgen la fuerza para destruir al enemigo moro, para echar al
invasor de Espaa:

ESTA PETION QUE FEZO EL REY A SANTA MARIA


[...]
e que en este mundo | queira que os encreus
mouros destruyr possa, | que son dos Filisteus,
coma seus emigos | destruyu Machabeus
Judas, que foi gran tenpo | cabdelo dos judeus.
[...]
e que contra mouros, | que terra dUltramar
ten e en Espanna | gran part a meu pesar,
me d poder e fora | pera os en deitar.
(vv. 18-21, 29-31)

Por otro lado, vemos que en numerosas cantigas la Virgen misma insiste
en la falsedad de las religiones juda y musulmana. Esto contrasta abierta-
mente con ciertas caracterizaciones individuales. Tal doble actitud (benvola
con el individuo, hostil con el grupo cultural o religioso) tiene su explicacin
en el hecho de que Alfonso X proclama un ideal de reino cristiano (ya desde
la cantiga-prlogo A del cancionero) y libra su batalla en el plano poltico y
en el doctrinal. Es por esta razn que tanto las Cantigas, como otros textos

30 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
alfonses,5 siendo benevolentes con la figura individual del musulmn, no lo
son con la de Mahoma, considerado el iniciador hertico de una secta de
perdicin. De all que, en la cantiga 192 (que trata de la conversin de un
moro a quien Santa Mara salva del demonio), las mismas palabras de la
Virgen lo designen como falso, vano, muy loco, villano, Mahoma perro:

E disse: Pago,
sse queres guarir,
do demo de cho
tas a departir
do falsso, vo,
mui louco, vilo,
Mafomete co [...]
(vv. 98-104)

Alfonso hace la guerra en la frontera contra los moros y as, pues,


retrata a Santa Mara como defensora de la cristiandad asediada al este
y al oeste (al este en Constantinopla y al oeste en Espaa)6. Tambin se
embarca en la ardua empresa de convertir al cristianismo a sus sbditos
musulmanes y judos, y entonces, indefectiblemente, la representa en
su papel de defensora de la nica fe. No obstante, en el plano indivi-
dual, la hostilidad puede desaparecer. Ya no se trata de una batalla, sino
del reconocimiento de la humanidad del otro, visto como homo
religiosus, como espejo de la propia humanidad religiosa. Es el hombre
que pide ayuda, retratado en la estatura humana del pobre de espritu, plano

5
Vanse los pasajes de la Estoria de Espaa en los que se narra la vida de Mahoma, como,
entre otros, los captulos 493 y 494, respectivamente: Assi como auemos dicho ensirio
Mahomat los coraones de las yentes en aquella su porfiosa secta por sus engannos et su
mal ensennamiento (Menndez Pidal, 1955: 274a35-38); Assi como lo dixo [Mahoma]
dio luego ell alma al diablo et murio. E sus disciplos guardaron bien el cuerpo cuedando
que resuscitarie al tercer dia, assi como les el dixiera; mas pues que ellos uiron que non
resuscitaua et que fedie ya muy mal, desampararonle et fueronse su uia. Desi a cabo de los
onze dias pues que el muerto, uino Albimor, aquel su disciplo, ueer de cmo yazie, e
segund cuenta don Lucas de Thuy, fallol tod el cuerpo comido de canes (Menndez Pidal,
1955: 274b8-18).
6
Cfr. cantigas 28, 99, 165, 169, 185, 229, 264, 271, 374, 401, entre otras.

SANTIAGO DISALVO 31
que iguala al moro, al judo y al cristiano, sobre todo en situaciones de extremo
riesgo. Aqu vemos el papel protagnico de la Virgen como benefactora del
mendigo: Mara es una madre humana, una madre celosa que castiga, pero
que corre en rescate de sus hijos. Los ejemplos son numerosos, tanto con perso-
najes judos (cantigas 4, 25, 85, 89, 107), como con moros (cantigas 46, 167,
181, 192, 205): desde el nio judo socorrido en el horno, la parturienta ayuda-
da en su dolor o la juda salvada de ser despeada, hasta el hijo de la mora
resucitado o el rescate del moro de manos del demonio. No se trata de una
relacin tibia: ejemplos claros son las cantigas 46 o la 85, en las que los perso-
najes, admirados por una visin llena de atractivo, hacen uso de su voluntad
libre suplicando a Santa Mara, reproduciendo as el mismo gesto que el rey
Alfonso realiza en sus cantigas de loor, como personaje trovador de la Virgen.
La conversin final es aparentemente el eplogo ineludible y paradig-
mtico.7 Aun as, los estudios crticos hasta ahora no han destacado sufi-
cientemente la singularidad de los milagros donde esta conversin, de he-
cho, no se da, aunque en ellos, como veremos, Mara no deja de ayudar a
sus amigos. Las gestas y la soberana de la Virgen, que generalmente son
en favor del reino cristiano, no obedecen, sin embargo, a las limitaciones
terrenales, ya que su amparo y su ayuda trascienden el mbito de la cristian-
dad. Es as como acude en auxilio del jefe moro de Marrakech contra su
enemigo, Abu Yusuf, al que finalmente detiene, aunque nada se menciona
acerca de una conversin al concluir el relato. Esto ocurre en la cantiga
181, cuyo final reza: E assi Santa Maria/ ajudou a seus amigos,/ pero que
doutra lei eran,/ a britar seus emigos (vv. 40-41). Esta concesin (aun-
que sean de otra ley), repetida en el estribillo de la misma cantiga y en el
de la cantiga 167 (pero que seja/ doutra lee en creena, v. 4), resume la
mentalidad ecumnica alfons y permite vislumbrar una intencin espe-
cfica en su acercamiento a los no cristianos.

7
Discrepo con ciertos autores, como H. G. Machado (1999) o E. Fidalgo (1996), que
consideran la conversin como un rasgo negativo. La conversin es el desenlace feliz que
espera el receptor medieval de tal obra, que vuelve cercano, familiar y perteneciente al
mismo cuerpo al individuo que antes estaba separado por otro credo. Por otro lado,
como afirma Fidalgo, la conversin no es forzada: las cantigas de tema judo son una
apologa de la conversin, que no debe ser impuesta por la fuerza, tal como viene codifica-
do en las Partidas, sino incitada desde el ejemplo, exponiendo los beneficios de la religin
cristiana (Fidalgo, 1996: 101).

32 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
Podemos arriesgar un juicio sobre el contenido de esta intencin: Alfon-
so X parece, al menos en ciertos momentos, proponer un ideal de paz. Para
esto, bastara mencionar slo la cantiga 344, en la que se narra cmo Santa
Mara, en las cercanas de su santuario de Tuda, impide la inminente vio-
lencia entre un ejrcito moro y otro cristiano. Las huestes acampan a poca
distancia una de otra, separadas por la iglesia, y la Virgen hace que los unos
no adviertan la presencia de los otros. Moros y cristianos pasan la noche en
el mismo lugar, junto a la misma iglesia, abrevando del mismo ro, y por la
maana, llenos de estupor ante el hecho milagroso, se piden mutua tregua y
se separan de manera pacfica. La Virgen, segn esta cantiga, ama paz e
avena (v. 7), es decir, paz y concordia, paz y conciliacin, y es ella
misma la que brega por esa paz imposible para los hombres: macar se non
amen eles,/ ela mety avena, dice el estribillo (v. 5).
Tambin se pone este ideal en boca de un rey moro, en la cantiga 328
(cantiga autobiogrfica, primera de las del ciclo del Puerto de Santa Ma-
ra), cuando este entrega a Alfonso X la ciudad andalus de Alcanate, sin
resistencia, por meter paz na terra/ e por desviar gran dano (v. 82). El ciclo
del Puerto de Santa Mara es sugestivo porque refleja las intenciones polti-
cas personales de Alfonso X. Se nos dice que es la Virgen misma quien toma
para s el santuario del Puerto: Esta como Santa Maria fillou un logar pera
si eno Reino de Sevilla e fez que lle chamassen Santa Maria do Porto (can-
tiga 328, 1-2). Y en otra de las cantigas del Puerto de Santa Mara, la 379, se
nos da un ejemplo de cmo la Virgen desea la afluencia pacifica de poblado-
res (obra repobladora de Alfonso X), incluso si estos son moros:
[...] Ca, pero que piadosa
, non quer que mal reeban | per ren os seus pobladores
...
Nen outros que a sa casa | vennan per mar e per terra;
e, empero que os mouros | a vezes lle fazen guerra,
aos que vee coitados | nunca lle-la porta serra
dacorrer con sa meree | que mayor das mayores.*
(vv. 22-28, 52-58)

* En todos los casos, citar el texto de las cantigas indicando la omisin del estribillo
con puntos suspensivos.

SANTIAGO DISALVO 33
Este ideal de paz e avena nos hace volver a las cantigas de milagros
en favor de personas individuales, en especial a las que identificamos como
cantigas maternales. Dos piezas, la 167 y la 205, donde se presentan a las
madres musulmanas con sus hijos, constituyen un verdadero espejo moro
de la maternidad de Mara, y ambas estn imbuidas en la atmsfera de la
avena. En la primera, la mora pide la resurreccin de su hijo, dicindole
a la Virgen que se reconciliar con ella: e farey tigavena (v. 28). En la
segunda, los cristianos se apiadan y rezan por una madre mora que est a
punto de caer de una torre con su hijo en brazos, porque ven en ella (en un
rico juego tipolgico que el texto establece) la figura de la Virgen Mara
abrazada a su hijito Jess (cfr. Disalvo, 2004). Se retrata aqu la misericor-
dia ante el otro mendigo, en favor del ideal de la paz.

Preocupaciones doctrinales

Hemos visto que, por un lado, en medio de las cantigas de caracteriza-


cin negativa (ms esperables en el contexto cultural de la poca), encon-
tramos algunas otras que parecen expresar un ideal de paz. El moro o el
judo como personaje individual, positivamente caracterizado, suele con-
vertirse al final de la narracin (aunque, como hemos visto, existen casos
de lo contrario). En las cantigas sobre moros es recurrente el tema del en-
frentamiento blico en la frontera (ataques, sitios, saqueos, treguas). Las
cantigas sobre judos, en cambio, relatan conflictos de la convivencia reli-
giosa y social, introduciendo en varios casos estereotipos tradicionales ne-
gativos, como el de los judos sacrlegos, infanticidas o usureros.
Es posible advertir en ambos casos un marcado inters por cuestiones
de tipo doctrinal, que reflejan las polmicas teolgicas que se suscitaran,
sobre todo, en el mbito culto de la poca. Expondremos slo algunos ejem-
plos con el objetivo de subrayar la importancia que tiene este discurso doc-
trinal, presente en varios sectores de la obra alfons y en el contexto de las
Cantigas en particular. En algunos casos (aunque no necesariamente en
cantigas sobre moros o judos, por ejemplo, la 297), llega a incluirse un
verdadero excursus doctrinal, lo que evidencia una clara preocupacin
apologtica o pedaggica en el cancionero.

34 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
Por un lado, nos encontramos con varias referencias a la consideracin
de la virginidad de Mara en los textos cornicos:
O soldan diss ao mouro: | Eno Alcoran achey
que Santa Maria virgen | foi sempr; e pois esto sey,
guerra per nulla maneira | con ella non fillarey,
e daqui me torno logo, | e fas tange-lo tabal.
(vv. 65-68)

En la cantiga 329 (del ciclo del Puerto) no intervienen cristianos. Los


moros, aunque no tengan la fe cristiana (v. 30), rezan a Santa Mara y le
entregan ofrendas. Slo uno de ellos comete el acto necio de robarlas. El
relato se introduce con un excursus que explica la reverencia que el Islam
siente por la Virgen:
Ca, segund lles deu escrito | Mafomat no Alcoran,
ben creen mouros sen falla, | e desto dulta non an,
que do Esperito Santo | senprennou sen null afan
prender nen dan a sa carne, | e assi foi conceber
...
Virgen; e des que foi prenne | ar pariu fillo baron
e depois ar ficou virgen, | e demais ouve tal don
que sobrelos anjos todos | quantos eno ceo son
a fezo Deus mais onrrada | e de todos mais valer.
...
Onde, pero que os mouros | non teman a nossa fe,
tod esto da Virgen santa | ten [que] gran verdad ;
e porend aly oraron | u a ssa eigreja s,
e cada u do que teve | foi sobr o altar per.
(vv. 20-33)

El respeto de los musulmanes por la figura de Mara, la aceptacin de su


maternidad virginal, la admiracin y el temor reverente por su poder son
constantemente rescatados en las Cantigas, lo que redunda en una caracteri-
zacin positiva de los moros y, en especial, de sus jefes. Acaso en este sentido
deba entenderse el hecho de que la Virgen odie menos a los moros que a los
judos (judeos, seus emigos, a que quer peor ca mouros, 348, v. 48).

SANTIAGO DISALVO 35
Por otro lado, las Cantigas insisten en dos ejes doctrinales del cristianis-
mo, en abierta polmica tanto con el Islam como con el judasmo: el hecho
de la Encarnacin y el consiguiente culto a las imgenes sagradas. Se halla
esto en perfecta consonancia con las discusiones generadas en el siglo XII, y
continuadas con ahnco durante el XIII, en la confrontacin religiosa de la fe
cristiana con el contenido del credo islmico y con la tradicin juda. El
caso de Alain de Lille (Alanus de Insulis, 1128-1202) y su obra, Contra
haereticos, de los cuales Alfonso X y su scriptorium muy seguramente tu-
vieran noticia, es probablemente el ms clebre (ver Apndice 2).8 Es tam-
bin Alain de Lille quien haba sealado los puntos de coincidencia del
Islam con el cristianismo, en lo que se refiere a la concepcin por el Espri-
tu Santo de Mara virgen (Libro IV, Contra Paganos seu Mahometanos,
cap. III: Quibus auctoritatibus et rationibus dicunt pagani, seu Mahometani,
Christum conceptum fuisse de flatu Dei communi).
La preocupacin por la legitimidad del culto a las imgenes (en conco-
mitancia con el tema de la Encarnacin) puede apreciarse claramente en la
cantiga 46, en la que un moro, que admira la belleza de un cono de la
Virgen, acaba convirtindose a causa del milagro de la imagen transforma-
da en carne. La argumentacin del moro frente a la imagen adquiere los
visos de una polmica doctrinal culta:
Porque ajan de seer
seus miragres mais sabudos
da Virgen, deles fazer
vai ant omees descreudos.
...
E ameude veer
a a muit e catar;
pois fillava-ss a dizer
ontre ssi e rezar
que non podia creer
que Deus quisess encarnar
nen tomar
8
Las obras de Alain de Lille se encuentran consignadas en los inventarios de las coleccio-
nes de D. Gonzalo Garca de Gudiel, electo obispo de Cuenca en el ao 1273 y de Toledo
en 1280. Tratndose de colecciones toledanas, Alfonso X habra podido acceder a ellas
con facilidad (cfr. Rubio Garca, 1985).

36 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
carn en moller. E perdudos
...
Son quantos lo creer van,
dissel, ca non poss osmar
que quisesse tal afan
prender Deus nen ssabaxar,
que el que ste tan gran
sse foss en corp ensserrar
nen andar
ontre poboos myudos,
...
Como dizen que andou
pera o mundo salvar;
mas se de quant el mostrou
foss a mi que quer mostrar,
faria-me logo sou
crischo, sen detardar,
e crismar
con estes mouros barvudos.
(vv. 3-6; 34-59)

Puede apreciarse cmo se exponen aqu los problemas de la Encarna-


cin y del culto a las imgenes, acusacin documentada por Alain de Lille
en el captulo IX del Libro IV (Contra Paganos seu Mahometanos): Nobis
etiam insultant pagani cum Judaeis, quia habemus imagines in ecclesiis
nostris (Migne, v. 210, col.427B).
En la curiosa cantiga 108, es un personaje fantstico tomado de la narra-
tiva artrica, Merln, quien discute acerca de la Encarnacin con un judo
obstinado, el cual finalmente recibe un castigo:
Dereit de ss end achar
mal quen fillar perfia
contra Santa Maria.
[...]
E comeou a falar
aquel judeu traedor
ena Virgen e jurar

SANTIAGO DISALVO 37
muito pelo Criador,
que en ela encarnar
nunca quis Nostro Sennor,
nen seer non podia.
...
Merlin ouve gran pesar
u lloyu esto dizer
e disso: Se Deus m anpar,
ante podo ben seer;
ca o que terra e mar
fez per seu mui gran poder,
esto ben o faria.
...
O judeu a perfiar
comeou e disse: Non
podo Deus nunca entrar
en tal logar per razon;
ca o que foi ensserrar
en ssi quantas cousas son,
como ss enserraria?
(vv. 3-5; 14-36)

Resuenan de nuevo aqu las objeciones de los judos que, tambin en


forma interrogativa, consigna Alain de Lille en el captulo XIII del Libro III
(Contra Judaeos):
Si Deus est immensus, et incircumscriptus, quo argumentationis
genere dicitur, quia dimensione corporea circumscriptus totus sub
angusto uno Matris utero potuit comprehensus teneri? Adhuc, si
Deus est quo nihil majus vel sufficientius cogitari potest, qua
necessitate coactus, humanae calamitatis particeps, tantorum
factus est consors malorum? (Migne, v. 210, col. 413D)

El que fue a encerrar en s todas las cosas, cmo podra ser encerra-
do?, argumenta el judo de la cantiga; la misma argumentacin que, si
observamos bien, se hace presente en el texto de Alain de Lille. En otro de
sus estudios sobre los judos en la obra alfons, Dwayne Carpenter sita

38 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
esta cantiga en el contexto histrico de las disputas doctrinales entre la
erudicin cristiana y la hebrea:

The theological dispute between the learned Jew and the pious
Merlin recalls the long tradition of Jewish-Christian debate on the
Incarnation. As Daniel Lasker has shown, there was no common
ground for Jews and Christians on soteriological issue of why God
should become man. Both parties did agree, however, on certain
philosophical premises concerning the nature of God, such as His
unity, incorporeality, and immutability, and it was on the basis of
these divine attributes that Jews attacked the doctrine of the
Incarnation. While some Jewish polemicists were prepared to accept
the possibility of a trinity, they repudiated on rational grounds the
notion that a member of this trinity could become human. [...] The
unreasonableness of the doctrine is precisely the objection advanced
by the Jew in cantiga 108. (Carpenter, 1993: 8-9)

Pero la fuerza de la fe cristiana reside y as ocurre en la cantiga 108 en


la innegabilidad de un hecho, y no en una argumentacin lgica. Es lo que
dice la cantiga 91:

E poren dizer-vos quero


entr estes miragres seus
outro mui grand e mui fero
que esta Madre de Deus
fez, que non poden contradizer judeus
nen ereges, pero queiran dizer al.
(vv. 6-11)

La preocupacin doctrinal de Alfonso X apunta, pues, a una compara-


cin con las otras religiones con las que convive (segn hemos visto en
Siete Partidas), y no a la erradicacin de sus seguidores, con el objetivo de
reafirmar la fe cristiana en un contexto cultural de evidente polmica teol-
gico-filosfica.
Como prueba de su inters por lo real en toda su profusin de matices y
detalles, Alfonso X disea el mundo de sus Cantigas segn la complejidad

SANTIAGO DISALVO 39
social y cultural de la Espaa del siglo XIII: la tensin misma entre la violen-
cia y la paz, diferencias religiosas o combates blicos, coexisten con el
ideal de la convivencia. Y es justamente en medio de esta Europa turbulen-
ta donde Alfonso X es capaz de una mirada sobre el moro y el judo que va
mucho ms all de la unilateral visin literaria de sus predecesores y del
sentimiento generalizado de sus contemporneos europeos. El monarca tras-
ciende la imagen literaria y estereotipada del judo perverso o la reaccin
inmediata e instintiva ante el moro invasor, y lo hace hacia un ideal de paz
en un reino cristiano. Consciente de las dificultades sociales y las profun-
das diferencias culturales, llega al punto (rara vez destacado por los estu-
diosos) de descubrir la candente humanidad de sus personajes, el grito mis-
mo de su necesidad, que los vuelve humanamente paradigmticos y, por
tanto, moralmente ejemplares y literariamente dignos frente al receptor cris-
tiano de las Cantigas.
Es cierto que no podemos negar que en las obras alfonses haya descrip-
ciones negativas o condenatorias del Islam y del Judasmo. Pero, al consi-
derar la ndole teolgico-doctrinal de su animadversin y el claro ideal de
paz e avena de algunas cantigas, junto con la representacin positiva
de ciertos personajes moros y judos, s es justo reconocer en la cultura
alfons, al menos, el esfuerzo de una mirada ecumnica. Ecumnica es el
trmino con el que Diego Cataln califica la labor historiogrfica de Alfon-
so X: Tambin debe ser ecumnica, en su visin sin fronteras de la Hu-
manidad, por lo que hay que reunir cuantas fuentes puedan hallarse (Cata-
ln, 1992: 19). En este sentido, a la hora de definir la cosmovisin alfons,
conviene advertir que el concepto de ecumenismo es ms apropiado que
el moderno de tolerancia, porque entraa una comparacin (a menudo
dramtica, pero nunca indiferente) de lo ajeno con lo propio, en pos de un
juicio sobre lo que hay de comn, de verdadero y de justo en una tradicin
cultural y religiosa ajena. Y, si bien oikoumene es la totalidad del universo
humano (una visin sin fronteras de la Humanidad), tambin designa
una comunidad humana que habita pacficamente una porcin del mundo:
cabe verla en el ideal de paz e avena de las cantigas del Puerto.

40 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
Apndice 1
A. Cantigas con personajes judos

Cantiga Asunto Caracteri- Resolucin Punto


zacin doctrinal

3 Tefilo hace pacto con el Negativa


demonio por instigacin
de un judo

4 Nio judo es arrojado al Negativa Muerte/


horno por su padre (padre)/ Conversin
Positiva
(hijo)

6 Judo asesina a nio Negativa Muerte (matanza


cantor generalizada)

12 Crucifixin de la imagen Negativa Matanza


de Cristo. Libelo de generalizada
sangre

25 Judo usurero estafador Negativa Conversin

27 Sinagoga convertida en Negativa Reconocimiento del


iglesia milagro y retirada

34 Judo deshonra imagen Negativa Muerte y Culto a


de la Virgen perdicin imgenes

85 Judo maltratado por Positiva Conversin


ladrones cristianos

89 Juda pide ayuda a la Positiva Conversin


Virgen en su parto

107 Mari Saltos: juda Positiva Conversin


salvada de ser despeada

108 Merln discute con el Negativa Hijo del judo nace Encar-
judo sobre la con la cabeza hacia nacin
encarnacin atrs

SANTIAGO DISALVO 41
109 Diablos maltratan a un Negativa Huida. Los judos no
cristiano son atacados por los
diablos, porque, al no
estar bautizados, son
servidores naturales
del demonio
(vv. 35-43)

286 Judos escarnecen a un Negativa Muerte


cristiano que estaba en
oracin

B. Cantigas con personajes moros

Cantiga Asunto Caracteri- Resolucin Punto


zacin doctrinal

28 Sultn de Siria asedia Negativa Conversin


Constantinopla

46 Guerrero moro admira Positiva Conversin Encarna-


imagen de la Virgen cin. Culto
obtenida en saqueo a imgenes

95 Conde Abrn, ermitao, Positiva Respeto de los


raptado por moros y moros por la ermita
devuelto por el jefe
moro Arrendaffe

99 Moros atacan ciudad Negativa Culto a


cristiana y destruyen imgenes
imgenes

124 Cristiano apedreado Negativa


por moros

165 Sultn mameluco Positiva Sultn, por respeto Mencin de


Baybars I pone sitio a a la Virgen, no ata- Mara en el
Tortosa de Ultramar ca la villa y hace Corn
una ofrenda

42 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
167 Santa Mara resucita al Positiva Conversin Paz e avena.
hijo de una mora e farey tig
avena
(v. 28)

169 Iglesia de La Arrijaca Negativa Desplazamiento


(Murcia) salvada de ser de los moros
destruida por moros

181 Santa Mara ayuda al rey Positiva Intervencin de


moro Umar al-Murtada a Santa Mara a
vencer a su enemigo Abu favor de hueste
Yusuf mora

183 Castigo de la Virgen del Negativa Restituida su


Faro a los moros que imagen, Santa
arrojan su imagen al mar Mara los abunda
de pescado

185 Santa Mara defiende el Negativa /Positiva Derrota de los


castillo de Chincoya de (Rey de Granada moros
los moros respetuoso de la
Virgen)

186 Santa Mara salva a mujer Negativa Muerte del moro


acusada de adulterio acusado

192 Moro salvado del Negativa (con Conversin


demonio respecto al Islam)
falsso, vo,/ mui
louco, vilo/
Mafomete co
(vv. 102-4)

205 Salvacin de una mora y Positiva. Madre Conversin


su hijo por intercesin de mora y nio como
cristianos figura de la
Virgen y Jess

215 Imagen de la Virgen Negativa/Positiva Incitacin a la


preservada de la (Rey de Granada batalla con moros
destruccin de los moros que enva la ima-
gen a Alfonso)

SANTIAGO DISALVO 43
227 Liberacin de un Negativa
escudero cautivo

229 Defensa de la iglesia Negativa


de Vila-Sirga

264 Defensa de Negativa Muerte


Constantinopla

271 Liberacin de una nave Negativa


atacada por moros

277 Salvacin de los Negativa Ayuno del


almogvares sbado (da
mariano)
323 Resurreccin del nio Negativa
y rescate de la devas-
tacin de los moros

328 Fundacin del Puerto Negativa/Positiva Paz e


de Santa Mara (prudencia del avena. por
alguacil moro que meter paz na
quiere la paz) terra (v. 82)

329 Moro que roba Positiva Conversin Mencin de


ofrenda Mara en el
a Mara Corn (su
virginidad)

344 Ejrcito moro y ejrcito Positiva Retirada en Paz e


cristiano acampan en paz paz de cada avena.
alrededor de una iglesia. hueste a su Virgen ama
Santa Mara de Tuda territorio paz e
protege a moros y a avena
cristianos (v. 7)

345 Ataque de moros a una Negativa


capilla en Jerez

348 Hallazgo milagroso de Negativa. judeos,


un tesoro para las seus emigos, a
campaas de la que quer peor ca
reconquista mouros (v. 48)

44 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
358 Hallazgo de piedras Positiva
para la iglesia, por el
maestro Al (moro)

359 Nio cautivo de los moros Negativa

374 Incursin y saqueo en Negativa


territorio de moros

379 Moros atacados por pira- Positiva


tas catalanes, defendidos Paz e avena
por Mara

401 Peticin final de Negativa


(can- Alfonso X a la Peticin del
tiga no Virgen (expulsin rey, de ndole
narra- de los moros poltica
tiva) de Espaa)

SANTIAGO DISALVO 45
Apndice 2

Alani de Insulis [Alain de Lille]. De fide catholica contra haereticos


sui temporis, praesertim Albigenses (Migne, vol. 210)

LIBER TERTIUS. Contra Judaeos


CAPUT XIII. Quibus auctoritatibus probant Judaei Christum non
fore Deum

[0413C] Probant etiam Judaei Christum non fore Deum,


auctoritatibus, sic: Non assumes nomen Dei tui in vanum (Exod.
XX). In vanum nomen Dei assumit, qui homini nomen et cultum
divinitatis attribuit; nam si vanitas est omnis homo (Psal.
XXXVIII), qui hominem Deum credit et Deum appellat, homini
nomen cultumque divinitatis attribuit. Item, in lege scriptum est:
Qui fecerit se Deum, occidatur (Deut. XIII). Nullus ergo homo est
Deus. Praeterea, si nulla est apud Deum transmutatio, nec
vicissitudinis obumbratio (Jacob. I), quomodo penes eum potest
fieri tanta rerum alteratio, ut Deus homo fiat, Creator creatura, et
incorruptibilis credatur esse factus corruptela? Quomodo accipitur:
In principio, Domine, terram fundasti, et opera manuum tuarum
[0413D] sunt coeli; ipsi peribunt, tu autem permanes, et omnes
sicut vestimentum veterascent; tu autem idem ipse es, et anni tui
non deficient (Psal. CI). Quomodo idem Deus ipse est, si alteratus,
homo potest fieri? Si Deus est immensus, quomodo parva
humanorum divisione membrorum potuit dimensus circumscribi?
Si Deus est immensus, et incircumscriptus, quo argumentationis
genere dicitur, quia dimensione corporea circumscriptus totus sub
angusto uno Matris utero potuit comprehensus teneri? Adhuc, si
Deus est quo nihil majus vel sufficientius cogitari potest, qua
necessitate coactus, humanae calamitatis particeps, tantorum factus
est consors malorum? Denique, si Deus factus homo, quomodo

46 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
stabit quod ipse locutus est ad Moysen [0414A] Non me videbit
homo et vivet? (Exod. XXXIII.) Multum repugnare videtur, ut
Deus homo factus sit, et ab homine, vel ipsa matre sua videri non
potuit. Absit enim ut aliquid phantasticum circa Deum fuisse
credatur!

CAPUT XIV. Solutio Christianorum

Ad haec dicimus quod necessitas maxima fecit ut Deus homo fieret,


et per humanitatis suae mysterium nos redimeret: rationabile enim
fuit, ut sicut per peccatum hominis genus humanum perierat, ita
per hominem reduceretur ad vitam. Sed purus homo humanum
genus redimere non poterat, ut supra dictum est, quia hominis non
est opus bonum, sed Dei; bonum enim quod fit in homine, a
[0414B] Deo est, non ab homine. Ad hoc ergo ut bonum ageret ex
se, oportuit eum esse divinae naturae. Ex hoc ergo quod Deus
homo fuit, bonum opus facere potuit, et non solum actione, sed
etiam auctoritate, quo genus humanum potuit redimere. Homo
igitur factus est, non id desinens esse quod erat, sed assumens
quod non erat, non conversione divinitatis in carnem, sed
assumptione humanitatis in Deum, dicimus hominem factum. Et
sicut anima rationalis et caro propter unitatem personae, unus est
homo, quamvis alterius naturae sit anima, alterius caro: nec anima
convertitur in carnem, nec caro in animam, sed manente utraque
natura, personae conservatur unitas: ita Deus et homo per unitatem
[0414C] personae, unus est Christus, quamvis Deus nec in
hominem conversus fuerit, nec homo in Deum; sed divisa sit
hominis et Dei natura, indivisa Dei et hominis persona, conservetur
et adoretur unitas: neque enim omnia quae ab aliquo modo fiunt
aliud quam erant, desinunt id esse quod erant. In accidentium enim
quorumdam alteratione, cum homo niger fit albus, seu albus niger,
superveniente altero, perit omnino alterum; et cum sit ex inermi
factus armatus, vel ex nudo indutus, seu ex induto nudus, nihil
prorsus in se sic alteratus homo vel accipit vel amittit. Suscepit

SANTIAGO DISALVO 47
ergo Deus hominem in unitate personae, ingenita bonitate sua,
non nostra, ex multa necessitate, non sua, sed nostra. Ergo Deus
immutabilis secundum quod Deus, mutabilis [0414D] secundum
quod homo; incircumscriptus in divinitate, circumscriptus in
humanitate, invisibilis secundum divinitatem, visibilis secundum
humanitatem. Et sic non assumitur nomen Dei in vanum, quia
Christus non tantum est homo, sed Deus, cui nomen cultusque
divinitatis ascribitur. Nec est recens vel recenter Deus, quia
aeternus Deus et ab aeterno Deus, nec ipse fecit se ipsum Deum,
quia substantialiter est Deus. Ille enim facit se Deum, qui fingit se
esse Deum, cum non sit. Nec est Deus alienus, qui vere est Deus;
dii vero gentium alieni dii dicuntur, qui falso dii nuncupantur.

LIBER QUARTUS. Contra Paganos seu Mahometanos


278 ter CAPUT PRIMUM. Quibus auctoritatibus et rationibus
dicunt pagani, seu Mahometani, Christum conceptum fuisse de
flatu Dei communi [0421B]

Nunc contra Mahometi, discipulos styli vestigium vertamus. Cujus


Mahometi monstruosa vita, monstruosior secta, monstruosissimus
finis, in gestis ejus manifeste reperitur; qui maligno spiritu
inspiratus, sectam abominabilem invenit, carnalibus voluptatibus
consonam; et ideo, multi carnales ejus secta illecti, et per errorum
varia principia dejecti, miserabiliter perierunt, et pereunt; quos
communi, vulgo, vocabulo, Saracenos vel paganos nuncupant; qui
cum Christianis, in hoc consonant, quod unum Deum, universorum
creatorem affirmant; [0421C] in hoc tamen cum Judaeis
conveniunt, quod in divina unitate trinitatem abnegant. Ad quos
confutandos, quae contra Judaeos de unitate et trinitate diximus,
dicta sufficiant. Illi non in omnibus Mosaicae legi concordant,
sed ad suum nutum, ab utraque quaedam excipiunt, quae
observanda esse asserunt; non ratione ducti, sed voluntate tracti.
Illi asserunt Christum natum de Virgine, et Mariam Virginem
permansisse, et Christum de Spiritu Dei, id est de flatu Dei

48 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
conceptum fuisse. Spiritum autem Dei non intelligunt tertiam in
trinitate personam, sed potius naturalem flatum, quem reperimus
in homine, et in omni alio animante. Dicunt etiam Deum insufflasse
in Beatam Virginem, et ita de illo [0421D] flatu Virginem
concepisse. Quod volunt auctoritate et ratione probare. Ait enim
auctoritas: Flabit Spiritus ejus, et fluent aquae (Psal. CXLVII).

CAPUT XI. Opinio Judaeorum et Saracenorum contra Christianos,


quia Christiani habent imagines in ecclesiis

[0427B] Nobis etiam insultant pagani cum Judaeis, quia habemus


imagines in ecclesiis nostris, et sculptilia, in quo videmur obviare
praecepto divino, quod ait: Non facies tibi sculptiles, nec omnem
similitudinem quae est in coelo vel in terra, vel in aquis, vel sub
terra (Exod. XX; Deut. V). Et Propheta ait: Confundantur omnes
qui adorant sculptilia, etc. (Psal. XCVI). Christiani autem effigiant
Deum sublimi sedentem solio, manuque porrecta signantem, et
circa eum magno dignitatis praestigio, aquilam, hominem, vitulum
et leonem, has effigies exsculpant, fabricant et depingunt; unde
possunt et ubi possunt, adorant et colunt.

CAPUT XII. Solutio praemissorum

[0427C] Ad hoc dicimus, quod si lex Mosaica prohibuit nullo modo


fieri sculptile, peccavit Moyses qui fecit imagines cherubim, et
posuit in templo: in corona etiam aurea, quae in terra Philistiim
detenta est, ut aiunt Hebraei, sculptae erant imagines regum. A
simili videtur, quod possunt depingi imagines sanctorum, et imago
Christi, ut homines per ea quae vident ad invisibilia invitentur, et
per signantia, significata venerentur; quia, sicut scriptae litterae
sunt clericorum, ita picturae laicorum. Legimus etiam in Isaia,
Isaiam Dominum sedentem vidisse super solium excelsum, et
seraphim stabat super illud (Isai. VI). Si Isaias quod vidit imaginaria

SANTIAGO DISALVO 49
vel materiali visione, vel corporali, voluit repraesentare, [0427D]
non videtur absurdum esse, ut redigeret in picturam, quod redegerat
in scripturam.

Similiter, legitur Ezechiel (cap. I) vidisse similitudines quatuor


animalium, scilicet, hominis, leonis, vituli, et aquilae: quod ergo
legitur Ezechiel vidisse et scripsisse, non potest Christianus ad
memoriam pingere? Competenter ergo mandatum legis accipiendum
est, imo sicut ipse legislator declaravit, intelligendum est: Non,
inquit, facies sculptile, et causam demonstrat, non adorabis ea neque
coles. Exclusa igitur perfidi cultus idololatria, facta sunt ab eis, et
fieri possunt a nobis sculptilia. Caelaturas facimus et sculpturas,
sed divino cultu nec adoramus, nec colimus eas, nec ipsam crucem
factam dicimus quod in se, vel ex se habeat virtutem, [0428A] sed
postquam benedictione pontificali sanctificatur in memoriam
Dominicae passionis, jam crucem, non divino, sed debito
venerationis cultu attollimus et colimus. Alio enim modo homo
adorat Deum, quam crucem. Deum adorat propter ipsius divinitatem;
crucem veneratur, propter passionem Crucifixi. Ut ergo paucis ac
breviter includam verbis, nullam omnino Christianus divino cultu
rei alicujus adorat effigiem; debito tamen honoris cultu sacras
sanctorum adorat effigies et picturas. In hoc etiam nobis insultant,
quod dicunt nos plures facere deos, quia plures adoramus sanctos,
ut, Petrum et Paulum, etc., nulla enim debetur adoratio, nisi Deo;
qui enim cultum divinum creaturae attribuit, idololatra est. Ad illud
dicendum, quod [0428B] illam speciem adorationis quae debetur
Deo, et Graece, dicitur latria, Christianus non exhibet creaturae,
sed eam quae Graece dicitur dulia, quae debetur homini et angelo.
Illa quae debetur Deo consistit in dilectione, oratione, glorificatione,
oblatione, ut Deum diligat homo super omnia, offerat ei, tanquam
Creatori, se et sua, hunc cultum nemo exhibet creaturae. Sed homo
tenetur diligere proximum tanquam se, ei exhibere reverentiam,
aliquando ut majori, aliquando ut pari, benignitatem, aliquando ut
minori. Non ergo plures deos constituimus, sed unum Deum divino
cultu adoramus.

50 PERO QUE DOUTRA LEI SEJAN : UNA VEZ MS SOBRE LOS MOROS...
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SANTIAGO DISALVO 53
EL MOTIVO DE LOS HONBRES SALVAJES
EN EL VICTORIAL

Santiago A. Prez

El Victorial, obra de Gutierre Daz de Games,1 reviste una significativa


trascendencia por cuanto se despliega como un gnero que entrelaza diversos
tipos de texto. Esta forma narrativa castellana del siglo XV permite penetrar
el sentido textual en el proceso interdiscursivo que construye la afirmacin
de la identidad y la percepcin de la otredad.
En este sentido, el motivo de los honbres salvajes en El Victorial
plantea un asunto que requerir ms de un desvo y digresin, ya que est
subsumido en una realidad mucho ms amplia: la cuestin de la alteridad
y las representaciones identitarias. Las andanzas de Pero Nio, el prota-
gonista, se mueven continuamente entre presencias reales y fantsticas.
As como otros reales se encarnan en la figura de ingleses, franceses,
musulmanes o judos,2 la presencia de los salvajes se modela en el mbi-
to de lo fantstico.

1
La edicin de El Victorial que sirve de base para las citas es la salmantina de Rafael Beltrn.
2
Si bien el ingls, el francs o el musulmn aparecen en El Victorial en un contexto
explcitamente blico, la presencia del judo no queda atrs; al contrario, representa un
catlogo encarnizado de antisemitismo. Vase, v.gr., la traicin de los judos (cap. 2: lneas
150-1); un Virgilio burlador de judos (4: 240 y ss.); el enxemplo del rey don Alfonso VIII
(8: 37); a Samuel Lev el hechicero (10: 19-23); la judera en Sevilla (cap. 24); etc. Vid.
Chicote (2001) para un estudio sobre lo que pretendemos calificar como los otros reales
y Carriazo (1952), especficamente para el caso de los ingleses.

SANTIAGO A. PREZ 55
Al tomar en cuenta la concisa y breve presentacin que ofrece este motivo
en la obra, no puede soslayarse la necesidad de elucidar un motivo que
paulatinamente ir desplazndose a un topos argumentativo. En virtud de
esto, es oportuno sealar que el sucinto o escueto prrafo sub examine no
debe ser tratado en bloque, sino que, por el contrario, es preciso
descomponer las frases en diversos elementos o enunciados menores para
poder arribar a una significacin ms productiva, con nimo de no
menoscabar la trascendencia de lo que se informa y sin minimizar la
importancia que en la argumentacin cumplen los hechos.3 El texto, en su
parte pertinente, inquiere y define:

Cmo heran los honbres salvajes? Heran unos honbres que


heran todos cubiertos de lana de los pelos de sus cuerpos, bien
como animales, e non vestan otra ropa ninguna. E aqullos
bivan en las montaas bravas e en las selvas escuras: ellos, e
sus mugeres e fijos. E quando yvan por los tomar, (e)
defendanse muy bravamente. (637)

En la relacin de la gnesis de la historia de Inglaterra, el narrador in-


crusta este motivo dentro de un elenco de muchas cosas maravillosas que
en ella sola aver; e an agora ay algunas dellas (637). Por supuesto, el
narrador no se detiene a esclarecer cules de estas cosas subsisten y cules
no. Indudablemente, ese an opera como un guio o un reclamo de aten-
cin al pblico, una actualizacin para no slo no perder sino, incluso,
acrecentar el inters del lector o del oyente, vido consumidor de fbulas
plagadas de maravillas y extraezas.
No obstante, el narrador inserta una relacin pseudo-histrica sobre la
base de una fuente de dudosa procedencia: la Cornica de los Reyes de
Angliaterra. Lo cual avala la posibilidad de conjeturar que dicha Cornica
sea un artificio del narrador4 y, en este sentido, resulta pertinente conside-
rar este texto como el correlato de una tctica de la otredad: la intertextua-
lidad. Al incorporar una alusin directa a la mencionada Cornica estable-

3
Cfr. como referencia a Anscombre y Ducrot (1994).
4
Cfr. observacin de Beltrn, cuya sntesis es formulada en el estudio introductorio a su
edicin crtica.

56 EL MOTIVO DE LOS HONBRES SALVAJES EN EL VICTORIAL


ce una operacin relevante desde la perspectiva de las tradiciones discursi-
vas, puesto que introduce su narracin en una tradicin junto a las crnicas
de donde abreva su discurso. Si bien los datos se encaminan a encuadrar o
tipificar la obra menos como una crnica que como una biografa,5 en el
asunto examinado podemos observar una imitacin o, al menos, un reen-
vo al esquema cronstico. Esta cuestin nos lleva a plantear que en la base
argumentativa del texto biogrfico subyacen elementos de una textualidad
perdida o en curso de desaparicin como estrategia para narrar la historia
y, adems, afianza la tesis de El Victorial como la primera biografa en
literatura castellana.
Todo discurso traza la continuacin de discursos anteriores, es la cita
unas veces explcita, otras veces implcita de textos previos. Igualmente,
todo texto se injerta en nuevos textos e integra el corpus textual de una
cultura;6 implica una dimensin intertextual, una iteracin, donde un
discurso7 aparece recuperado y transfundido en otro, propagndolo en ms
de un contexto de enunciacin. Pero esta reposicin reviste la virtualidad,
tal vez premeditada, de construir un juicio sobre el texto.8 As, no pasar
descuidadamente la interferencia cronstica como colofn de la campaa
atlntica sino que se inscribir en un debate mucho ms amplio sobre la
cuestin de la alteridad.

5
Vid. para un panorama de la cuestin, especialmente, Domnguez (1996), Beltrn (1990
y 1991) y Soriano (1992).
6
Cfr. Reyes (1984: 42 y ss.).
7
Los trminos texto y discurso no son tratados con escrupulosa precisin ni desde
una coordenada terica, sino que, por el contrario, en ciertas reflexiones los empleo de un
modo menos responsable, ms impreciso e, incluso, intercambiable.
8
Cfr. Chicote (2001: 79): el hecho de compartir la religin cristiana pone lmites al
etnocentrismo del bigrafo y lo conduce a puntualizar la normativa tica que debe regir la
guerra entre cristianos, a diferencia de la crueldad extrema que se puede aplicar en la
guerra contra los infieles. El criterio religioso, junto con otros de carcter histrico o
geogrfico, permite interpretar el concepto de barbarie en relacin con las acciones blicas
contra los ingleses o en el norte de frica, no obstante, la dimensin de lo fantstico en la
observacin del salvaje introduce la apreciacin de criterios antropolgicos y filolgicos en
la medida en la que se plantea la equivalencia entre lo brbaro y la ausencia de leyes y se rechaza
todo proyecto cultural exgeno al humanismo. En este sentido, estos honbres salvajes adquieren
la fisonoma de categora intelectual en la escena que instala el debate entre la cultura letrada,
normativa y la ausencia de escritura o la carrera de las armas. Para un estudio de la cuestin, Nieto
Soria (2002: 9-26).

SANTIAGO A. PREZ 57
En la figura polimrfica de Gutierre Daz de Games9 converge la coin-
cidencia entre autor, narrador y protagonista: una aparente concurrencia
que encubre una heteronimia (otredad autorial) y se difunde, constituyen-
do al sujeto en traductor, cuando nos traduce la otra lengua: Ca este non-
bre, Angliaterra, quiere dezir en otra lengua tierra de maravillas (637).
Pero, previamente, el narrador nos emplaza en la materia que nos quiere
contar, refirindonos una Bretania duplicada e incluso nuevamente repeti-
da y geogrficamente enfrentada como en un espejo: Agora quiero vos
contar por | qu es llamada Bretania, ans como la otra, esta provinia de
aquende el mar... (637).
Todo parece estar desdoblado en esta breve interferencia cronstica que,
al mismo tiempo, es una intromisin pseudo-histrica, falsificada, huella y
perversin de la historia verdadera. En este contexto, el segmento
examinado. Daz de Games no slo produce10 otro discurso, sino que enfatiza
situando en un primer plano la escueta mencin de los honbres salvajes
que representa una instancia anloga en la empresa de urdir un vnculo con
la tradicin, la cosmovisin y la reflexin antropolgica vigente. Pero, quiz,
esta recuperacin de una prctica cultural y artstica dominante sea ms un
tributo ineludible a la convencin que la modalizacin de una textualidad.
Para ilustrar lo recin expresado se deber tener en cuenta que, durante
los siglos XIV y XV11 castellanos, el motivo del salvaje estaba transitando su
edad dorada. A mitad del siglo XIV aparece en diversas manifestaciones
del arte hispnico medieval, y experimenta un abrumador crecimiento a
lo largo del siglo XV.12 Generalmente, en una sntesis descriptiva, el
9
Vid. Beltrn (1989) para una comprensin del proyecto autoral, la presunta homonimia y el
debate entre las armas y las letras en la persona de Daz de Games.
10
Al respecto se propone la observacin de G. Genette: el narrador literario no reproduce, sino
que produce discurso, al citarlo. Mientras los textos histricos, por ejemplo, reproducen discursos
que efectivamente han tenido lugar, la novela y el cuento fingen reproducir discurso que es, en
realidad, inventado, y que por lo tanto no puede ser reproducido (cfr. Nouveau discours du
rcit, Paris, Seuil, 1983, 34; cit. por Reyes, 1984: 63).
11
Aunque bien podra remontarse an al siglo XIII e incluso al omne muy feo de la Cantiga
47 de Alfonso X, segn Jos A. Madrigal (cit. por Lpez Ros, 1999: 54). Curiosa es la
referencia de Carriazo (1952: 88) al observar que, con la mencin del cronista de Pero Nio
contra la idea vulgar, el salvaje aparece en la literatura y en el arte antes del descubrimiento
de Amrica.
12
Acosta (1996: 126) va an ms all, al sealar que, junto a la temtica de las razas de monstruos
perifricos el tema del hombre salvaje es quiz el gran tema de la antropologa maravillosa medieval.

58 EL MOTIVO DE LOS HONBRES SALVAJES EN EL VICTORIAL


motivo13 se halla asociado desde temprano con seres de abundante pelo.14
Y aunque el excesivo vello es un rasgo entre otros muchos, ms tarde ser,
prcticamente, el rasgo definitorio. En este sentido, Lpez Ros (1999: 54)
advierte que, a partir del siglo XV, empiezan a proliferar las referencias
inequvocas al peludo hombre salvaje que se crea que habitaba en los
bosques. Y aade que el testimonio que ofrece El Victorial es la ms exacta
e irrefutable prueba sobre esta creencia. El texto castellano subraya Lpez

Es un estereotipo presente en la cultura medieval europea, en su arte y su literatura desde los


propios orgenes cristianos, pero sobre todo desde el siglo XII, poca en que el mundo medieval se
acerca a su plenitud. La perspectiva terica de V. Acosta tiene un interesante enfoque antropolgico
que se complementa con los lcidos aportes de Lpez Ros desde una perspectiva ms filolgica.
Es igualmente interesante el estudio de Miranda, en el cual reflexiona sobre el otro en esculturas
e iluminaciones de manuscritos en el Portugal del romnico al gtico. La autora seala que la
alteridad brbara hasta finales del siglo XV se situaba sobre todo en la dimensin de lo fantstico
[...] El otro real [...] slo excepcionalmente fueron representados, imponindose sobre ellos el
silencio de las imgenes. Podra decirse, una vez ms, que lo que atormenta al hombre medieval
no son los otros de este mundo, sino los que habitan en una realidad cuyo control se le escapa
y donde proyecta sus miedos, angustias, pero tambin sus fantasas (2002: 160).
13
As pues, el panorama de las prcticas culturales en el momento de emergencia de esta obra
no slo delata un borde de estas expresiones, sino que encumbra la obra y la postula con una
slvtcu,
significacin muy precisa que la diferenciar de otras formas. Vladimir Acosta nos remonta
a una distincin clsica entre brbaros y salvajes. Los griegos denominaban brbaros
a aquellos que vivan en la periferia del mundo helenizado, mientras que los salvajes vivan
en le periferia de la condicin humana. Sin embargo, todos los que se apartaban del mundo
y se excluan de la civilizacin adquiriendo una fisonoma primitiva o protohumana eran
salvajes, aunque de un modo singular. Pero este apartamiento consciente y deliberado no
siempre aunque en la mayora de los casos estaba vinculado con el eremitismo, palabra
,- y designa un lugar solitario, desierto.
cuya raz etimolgica deriva del griego ,-
Consecuentemente, el desierto ser el mbito propio de un tipo de salvajes, pero el salvaje
usualmente no se identificar con estos espacios, sino ms especialmente con el bosque o la
selva. Esto se debe, quiz, al hecho de hacer derivar salvaje del latn vulgar slvtcu,
silvestre, del bosque. En un esfuerzo de desglose semntico, Lpez Ros advierte que el
trmino equivale a monts o montesino y como sinnimo de bosque. Estas acepciones
nos acercan ms al pasaje que describe El Victorial, ya que aqullos bivan en las montaas
bravas e en las selvas escuras. Esta cesura entre la urbe junto con el desierto que representa
un espacio buscado por el hombre, aunque asocial y el bosque pone de manifiesto la distancia
entre la planificacin civilizada, racional, consciente de la cultura y la presencia espontnea
e irreflexiva de la naturaleza. De modo que de la anterior oposicin se deriva una nueva:
cultura/naturaleza.
14
Miranda (2002: 156): El hombre salvaje, tal como ser caracterizado en el perodo
gtico, con el cuerpo peludo y una actitud agresiva, est prcticamente ausente en el arte
romnico; en este perodo se presenta desnudo y en armona con la naturaleza.

SANTIAGO A. PREZ 59
Ros, al referirse a estos hombres, emplea el artculo determinado: los
honbres salvajes. La sutil observacin da cuenta de la precisin con la
que el narrador define a estos seres, pues se pregunta cmo eran los hombres
salvajes y no cmo eran estos hombres salvajes. El artculo determinado
eleva la frase a una categora ms vasta y general, a diferencia de estos,
esos o aquellos hombres salvajes que circunscribiran el objeto descrito a
las contingencias espaciales y temporales de la enunciacin y, aun ms, al
supuesto de la instancia o momento personal del encuentro con el otro en
el cual se acotara la percepcin de estos individuos a las circunstancias
descriptivas particulares. Games pretende postular un tipo de salvaje que
emerge entre modelos cannicos.
Para la sociedad medieval, el bosque, en cierto modo, es un espacio
polismico:15 es un lugar peligroso, ingobernable, habitado por criminales,
pero tambin es un locus luminoso, de episodios heroicos, milagrosos y
maravillosos. En la referencia analizada, los atributos bravas y escuras
parecen indicar una afinidad con la imagen sombra menos atractiva.16
El narrador opera un giro decisivo respecto de la tendencia generalizada a
percibir estos espacios (montaa o selva) como lugares indmitos.17 La
oposicin usual entre cultura y naturaleza aparece mirada desde la
perspectiva de quien posee un proyecto cultural. En otros trminos, el
hombre cristiano medieval encuentra en el salvaje al otro. No obstante,
aqu el salvaje se convierte en una estrategia del narrador para poner en
escena un segundo otro que es ms salvaje que el salvaje convencional. En
los intersticios de su discurso, Daz de Games esconde, camufla, un ellos
que remite a otra acepcin del trmino, relacionada con la crueldad, la
perversidad, la bestialidad.
As, la imagen del otro se desdobla dando dos resultados bien
diferenciados: un nuevo otro se inserta en la mirada del otro habitual
que es ms prxima al yo, que es ms yo que otro. La focalizacin en el
pasaje se traslada del cristiano que mira al salvaje, al oprimido que mira al
15
Cfr. Carl (1976: 304-8).
16
Sin perjucio de vincular el concepto de bravas ms con un referente semntico heroico,
como se analizar infra.
17
Cfr. Miranda (2002: 156): la representacin en los ss. XII y XIII es la de un acrbata,
desnudo, confundido en la vasta vegetacin y en armona con la naturaleza y sus ciclos, no
agresivo.

60 EL MOTIVO DE LOS HONBRES SALVAJES EN EL VICTORIAL


opresor. Recurso por dems integrante de un plan global de Pero Nio por
legitimar su cacera y su singular manera de justificar un salvajismo del
cual l es inexcusable e ilustre protagonista.18
Esta pequea digresin pseudo-histrica se inserta en el marco de una
reflexin sobre la historia y las pertinencias del mundo anglosajn. De
modo que, cuando el narrador seala estas tierras maravillosas, habitadas
por hombres salvajes, est muy cerca de un salvaje nostlgico, sentimental,
aorado. Evoca una figura casi idlica que vive en armona con la naturaleza
y que revoca la vigencia del par de opuestos sociedad/naturaleza, porque
no son seres crueles ni abiertamente desorganizados: poseen, aunque en un
grado rudimentario, la organizacin social bsica, ya que viven en familias:
Ellos, e sus mugeres, e fijos.
El asunto medular se manifiesta en el hecho de que estos hombres sal-
vajes ya estaban en los orgenes mismos de las tierras en las que moraban:
tenan una prioridad en el tiempo y una preeminencia en virtud de la ocu-
pacin efectiva del territorio. Los invasores, sin embargo, no poseen de un
modo originario la tierra, sino que pretenden adquirirla por medio de la
conquista, el ejercicio de la violencia y los mecanismos de la dominacin.
Games, muy lejos de trazar un linaje que vincule al ingls con un ancestro
salvaje y precario, revela una cesura en la sucesin de la progenie: peor
que un linaje brbaro o bastardo es una estirpe hurfana, sin races. Esta
perspectiva desva el enfoque para justificar las viciadas empresas de Pero
Nio y deslegitimar los intereses de su adversario ingls, que al contrario
de lo que se intuye no tiene historia y, por lo tanto, su civilizacin es un
artificio desarraigado. Es por ello que, quando [los ingleses] yvan por los
tomar, estos salvajes se defendan muy bravamente. Todos los compo-
nentes del hombre salvaje medieval parecen trastocarse e invertirse en fun-
cin de la utilizacin en la cual se subvierte el motivo en un topos.19 As, en
el encadenamiento de los dos segmentos, e quando yvan por los tomar y

18
As se cuenta en la segunda incursin a Berbera en el captulo 47: E mand que no
curasen de tomar ninguna cosa que los empechase, salvo honbres, e mugeres, e criaturas; e
los que non pudiesen traer ni prender, que todos los pusiesen a espada e los matasen (411).
19
Se emplea aqu la nocin de topos en el sentido estricto en el que lo postulan Anscombre
y Ducrot (1994: 217 y ss.) como garante de los encadenamientos argumentativos y no en un
sentido aristotlico ms amplio, es decir, sin pretender el alcance lgico y psicolgico de la
argumentacin, sino acotndose al discurso argumentativo.

SANTIAGO A. PREZ 61
defendanse muy bravamente, el primero se presenta como argumen-
to que justifica la consecuente conclusin del segundo. El topoi funcio-
na como garante o intermediario entre los dos trminos y autoriza la
sucesin de uno a otro. Es por ello que la utilizacin del motivo, disec-
cionada en sus partes, excede (no revoca) el alcance del motivo para
postularse como un coordinante argumentativo. Puede ser expresado
del siguiente modo: si se desplegara el topos del salvaje, se obten-
dra una gradacin trifurcada en la respuesta a ese cmo eran? ini-
cial. En este sentido, la definicin se dilata en tres supuestos paralelos
que van completando la imagen, pero ninguna de ellas prescinde de la
otra. En primer lugar, aparece el verbo ser: ser piloso y ser como
animal. En segundo lugar, el verbo vivir: vivan en las montaas bra-
vas y en las selvas oscuras y, adems, vivan en familia. En tercer lugar,
es pertinente la posibilidad de reponer un tercer operador no explcito,
el verbo estar: estar asediados, violentados y presupuesto de lo ante-
rior estar defendindose bravamente.20 La brava y el adverbio bra-
vamente estn subordinados a la condicin de violencia. Estos salva-
jes son bravos, pero en esa circunstancia exclusivamente, es decir, slo
en ocasiones. Pero, ciertamente, innumerables veces estos honbres se
han visto obligados a defenderse bravamente, forjando el carcter per-
manente y la frecuencia iterativa del asedio al que estaban sometidos
por terceros opresores deslegitimados.21
Al indagar las particularidades semnticas y etimolgicas (Coromi-
nas, 1980: I, 655-657), alcanzamos resultados fecundos acerca de las voces
bravas y bravamente, que no por azar o casualidad aparecen dos

20
El operador que hemos denominado estar no es suplementario ni accesorio del verbo
ser: debido a un juego sintctico de equivalencias en virtud de la gradualidad como
caracterstica principal de los topoi, adquiere una vigorosa autonoma funcional que lo
hace depender directamente del presupuesto bsico del salvaje.
21
Cfr. Anscombre y Ducrot (1994: 216 y ss.). Entre las caractersticas principales de los
topoi, pueden precisarse tres: las creencias aceptadas por la colectividad, de las que, como
mnimo, forman parte los interlocutores; la generalidad de situaciones que excede la utilizacin
de una situacin discursiva singular; y la gradualidad, por la que se vinculan dos predicados
graduales o escalas. Respecto de esta ltima, el recorrido ascendente en el sentido de
funcionalidad de la escala antecedente (verbos) corresponde con el sentido de funcionalidad
y configuracin social de la escala consecuente (predicativos o complementos).

62 EL MOTIVO DE LOS HONBRES SALVAJES EN EL VICTORIAL


veces en el minsculo segmento que exploramos.22 Pero ya se ha visto la
subsidiariedad de la condicin de brava que aqu imprime una subjetivi-
dad positiva antes que peyorativa. Bravamente se defienden ante el avan-
ce domesticador de quien ilegtimamente quiere arrogarse el poder.
Un cuadro que pone en un mismo pie de igualdad el programa de su
definicin y se fracciona en un trptico que integra el asalto y ataque
constante que sufran estos salvajes, con la definicin de los rasgos de su
naturaleza antropolgica y su fisonoma social.
Es el narrador quien trae esa heteronomia, esa lengua nica que impo-
ne y que opera en el fondo de soberana que yace en la superioridad del
poder de la ley como lengua, en las causales de justificacin que son
eximentes de antijuricidad. Hablar con la voz del otro, del que no tiene
voz... o imponer una voz a otro. Toda enunciacin afirma algo y omite
algo. En nuestra frase, se (d)enuncia una violencia ilegtima y se omite o
presupone un reclamo, un derecho y una justificacin.23 No se escuchan
las quejas pero se oye el silencio del miedo, de la opresin.
Si la descripcin semntica instala al lector frente a hechos observa-
bles en segmentos discursivos elementales, tambin lo proyecta a rela-
barbrus ciones formales con entidades abstractas. La metodologa recorre este
camino. Los tres enclaves descriptivos que se han sealado antes propo-

22
Al respecto, seala Coromins que bravo/a tiene acepciones diversas segn se aplique a
hombres, animales, tierras e, incluso, al tiempo. As los hombres bravos son violentos y
crueles, los animales bravos son fieros y salvajes, la tierra brava es inculta y el tiempo bravo
est revuelto y tempestuoso. Pero el problema cala ms profundamente en la incertidumbre
sobre la raz etimolgica. Por una parte, Jules Cornu propuso derivar bravo de barbrus.
Menndez Pidal, no obstante, lo deriv de pravus, por no hallar ejemplos de barbrus
aplicados a animales. En nuestro ejemplo, el adjetivo bravas se aplica a las montaas y el
adverbio bravamente a los hombres. En ningn caso a los animales, que slo se los menciona
comparativamente con los hombres salvajes.
23
En este punto, cabe hacer un parntesis con unas palabras de Derrida que, sustradas de su
enfoque relacionado con las polticas colonialistas de la lengua en la conformacin de la
cultura, arrojaran abundante luz al fenmeno de portar la voz del otro: El monolingismo
del otro sera [...] esa soberana, esa ley llegada de otra parte, sin duda, pero tambin y en
principio la lengua misma de la Ley. Y la Ley como Lengua. Su experiencia sera aparentemente
autnoma, porque debo hablar esta ley y aduearme de ella para entenderla como si me la
diera a m mismo; pero sigue siendo necesariamente as lo quiere, en el fondo, la esencia de
toda ley heternoma [...] El monolingismo impuesto por el otro opera fundndose en ese
fondo (1997: 58).

SANTIAGO A. PREZ 63
nen tcticas de argumentacin bien definidas. En un primer momento, se
informa que eran unos peludos hombres salvajes. Este enunciado opera
como un enlace con una tradicin a la cual este texto, ciertamente, no per-
tenece:24 aunque una digresin abra un mundo de prodigios y maravillas,
no estamos frente a un texto que pueda pensarse incardinado en la tradi-
cin de las razas monstruosas.25 En un segundo momento, se revertir la
imagen de ingobernabilidad y desorganizacin. En un tercer momento, fun-
cionar como soporte de un fundamento jurdico-poltico del derecho de
guerra.26
Se puede colegir ms como punto de partida que como conclusin que
este segmento analizado revela diversos tipos de operaciones discursivas
que permiten abordar la categora del salvaje ms como una representacin
especular de la identidad que como una negacin. Esta evocacin del salvaje
se impone no como aquello que se percibe distinto sino como aquello que
permite una legitimacin, pero no a partir de la degradacin del motivo sino
de su reivindicacin, haciendo entrar en escena un tercer referente oculto en
los insterticios de la narracin del episodio maravilloso.27

24
Cfr. Soriano (1992 y 1995). En estos estudios, concibe El Victorial como un architexto donde
se entrelazan diversos tipos de textos: desde una crnica histrica hasta un libro caballeresco,
pasando por ejemplarios, bestiarios, libros de viajes, etc.
25
Cfr. Lpez Ros (1999: 181). De singular forma, este texto produce un entramado de uniones
y nudos entre diversas tradiciones, hecho que se puede constatar en menor escala en la
convincente y pertinaz realidad de posicionarnos ante un motivo cannico (por su fuerte
gravitacin en su momento histrico y en todas las expresiones de la cultura) como el del
hombre salvaje que reviste una figura poligentica y polimrfica, ya que est formada y se
manifiesta en mbitos folklricos, literarios e iconogrficos mltiples.
26
En su doble dimensin, no slo de ius ad bellum como se ha tratado sino tambin de ius in
bello, como v.gr. se puede observar en el cap. 76 de El Victorial (Beltrn, 1997: 542-3).
27
Esta utilizacin es radicalmente opuesta a la que Nieto Soria describe como herencia
reinterpretada en la Espaa bajomedieval (2002: 9-10).

64 EL MOTIVO DE LOS HONBRES SALVAJES EN EL VICTORIAL


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EL PURGATORIO EN LA CONTIENDA CONTRARREFORMISTA


SEGN EL MS. BNM 1872321*

Mara Mercedes Rodrguez Temperley

Unos llaman este estado de penas lugar de purgacion,


otros arrabal del paraiso; otros en fin gehenna superior,
sombra de la muerte, boca de leon, fosa, pozos de mugido, etc.
P. Martn de Roa, 1845: 46.

La historia de la literatura es a menudo la historia de perseverantes


reescrituras que renuevan, en pocas diferentes y con distintos ropajes,
cierta materia favorecida por la propicia recepcin de los lectores. Ejemplo
de ello podra ser la leyenda sobre el Purgatorio de San Patricio, que adopta
la forma de discurso hagiogrfico, narracin de un viaje al ms all, apologa
poltico-ideolgica, descripcin geogrfica, novela piadosa, comedia teatral,
epstola de asunto teolgico y ensayo o tratado de corte admonitorio.
Cuenta la leyenda que San Patricio (387-493), en su intento por conver-
tir a los incrdulos irlandeses, pide a Dios una prueba de la existencia de
los lugares de premio y castigo eternos. Jesucristo le muestra la entrada a
una cueva (que la tradicin ubica en la Isla Station del Lough Derg o Lago
Rojo, al noroeste de Irlanda) desde la cual se poda acceder al Purgatorio y
en donde era posible observar los sufrimientos de los pecadores y la dicha
de los justos en su paso al ms all. El santo construye all un monasterio y
*
Una versin preliminar y abreviada de este trabajo fue leda en el II Congreso Internacional
CELEHIS de Literatura, Universidad Nacional de Mar del Plata, 25 al 27 de noviembre de
2004.

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 67


manda cerrar la puerta de acceso a la cueva, con la orden de no permitir
su entrada ms que a aquellos que lo desearan fervientemente, y no sin
antes someterlos a una serie de pruebas para tratar de disuadirlos.
En 1189, el monje irlands H. (Henricus?) de Saltrey, de la orden
cisterciense, recoge la leyenda por escrito en su Tractatus de Purgatorio
Sancti Patricii y la ampla con el relato del caballero Owein al monje
Gilbert de Louth. Este caballero, en tiempos del rey Esteban de Inglate-
rra, quiz hacia 1147, penetra en la cueva para purgar sus pecados y a su
regreso narra las penas del Purgatorio y del Infierno y las delicias del
Paraso. El texto de Saltrey fue traducido a diversas lenguas europeas, y,
en el caso concreto de Espaa, al castellano y al cataln entre los siglos
XIII y XIV . En este primer momento, resulta difcil negar una intencionali-
dad adicional a la meramente piadosa, ya que se advierten intereses ecle-
sisticos de tipo econmico que buscan propaganda a favor del santuario
en el lago Derg.
En fechas prximas, los santorales incluyen la vida de San Patricio, y
muchas versiones de la Legenda Aurea o Flos Sanctorum de Jacobo de la
Vorgine contienen el relato del viaje al Purgatorio realizado por un hom-
bre llamado Nicols.1 Asimismo, la leyenda se integra a obras de tipo
historiogrfico, como el Speculum Historiale, de Vicente de Beuvais, o
las Flores Historiarum, de Roger de Wendover (m. 1236).
Posteriormente, la leyenda primitiva se transforma y aparecen nuevas
traducciones o versiones, en las que distintos personajes (el caballero
Owein, Nicols, Ramn de Perells) buscan constatar la existencia de
dicho Purgatorio o esconden en su accionar intereses polticos (como el
vizconde de Perells y de Rodas, general y embajador al servicio de los
reyes Carlos V de Francia y Juan I de Aragn, y del Papa avionense
Benedicto XIII, que en 1397 viaja al Purgatorio para entrevistarse con el
alma del rey Juan I de Aragn, muerto sin confesin en una cacera, ale-
jando as cualquier sospecha de su participacin como instigador en di-
cha muerte). La versin catalana del Viatge al Purgatori de Ramn de
Perells (1397) ser traducida al castellano y al latn, y servir como

1
Cfr. Mulertt, (1926), Gonzlez (1981-82), Baos Vallejo y Ura Maqua (2000: 87-89), y
Rodrguez Temperley (2004).

68 CATLICOS Y PROTESTANTES EN LA CUEVA DE SAN PATRICIO


fuente a escritores posteriores (Miquel y Planas, 1914; Ribera Llopis,
2005).
Pero la leyenda contina su camino de resignificaciones en los siglos
siguientes. En el siglo XVI tienen lugar la Reforma y la Contrarreforma,
con las consiguientes luchas entre catlicos y protestantes. En este
contexto, y segn el dogma de la Iglesia, surge la imposibilidad de la
existencia de un Purgatorio en vida. El Papa Alejandro VI decreta la
destruccin del santuario en 1497, y lo mismo harn posteriormente los
gobiernos ingleses en 1632 y 1704. Asimismo, la Iglesia excluye, en 1524,
la leyenda del Oficio de San Patricio, inserto en el Misal Romano en
1522. A pesar de ello, la fama del lugar sigue atrayendo la curiosidad de
los pecadores, que acuden a l en peregrinacin. As, mientras la esfera
oficial prohbe y censura la leyenda a travs de los testimonios escritos,
la esfera popular, con la persistencia de la difusin oral y los actos de
devocin, sigue manteniendo viva la leyenda.
Aos ms tarde, esta es acogida por escritores del Siglo de Oro, como
Juan Prez de Montalbn con la novela Vida y purgatorio de San Patricio,
compuesta en 1627 (traducida a varias lenguas y editada durante los siglos
posteriores) o las comedias de Lope de Vega (El mayor prodigio y el
Purgatorio en vida, de 1627) y Caldern de la Barca (El purgatorio de
San Patricio, de 1636), de las cuales se entresacarn fragmentos para ser
difundidos en pliegos de cordel durante los siglos XVIII y XIX.2
El Racionalismo y la Ilustracin, desde fines del siglo XVII y durante
el XVIII, tuvieron activa participacin en el caso que nos ocupa. De esa
poca data una carta annima refutando la existencia del Purgatario en
vida, que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid (BNM) bajo
la signatura Ms. 1872321, y de la cual se ofrece una edicin en este
volumen.3 El Padre Feijo, en su Teatro Crtico Universal (1736), tambin
dedica uno de sus discursos para deshacer, mediante eruditos argumentos,
la mencionada leyenda. Finalmente, el siglo XIX har hincapi en los

2
Solalinde (1925: 257, n. 3).
3
Gracias a una Beca de Investigacin para Hispanistas Extranjeros otorgada por la AECI
y el Ministerio de Asuntos Exteriores de Espaa a principios del ao 2004, fue posible
consultar el manuscrito, lo cual nos llev, finalmente, a editarlo y encarar su estudio con
mayor profundidad.

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 69


aspectos fantsticos, reimprimiendo la obra de Montalbn y dando a
conocer nuevas versiones de la leyenda, como El purgatorio de San
Patricio, novela fantstica, de Juan de Torres (1843), aunque ya casi
totalmente alejadas de las versiones primigenias.
Los sucesivos traductores y reelaboradores de la historia del purgato-
rio de San Patricio se convierten as en partcipes necesarios de un proce-
so por el cual una cultura acepta y recibe el producto de una cultura aje-
na. As, esta leyenda nace en la Edad Media como una historia piadosa
destinada a la devocin y a la confirmacin de la existencia de un lugar
de premio y de castigo para los pecadores. A la vez, tiene un correlato
palpable en la realidad que interacta con la literatura: las peregrinacio-
nes al santuario de Irlanda y las creencias populares alrededor del culto a
la cueva del Lago Derg no cesarn a travs de los siglos ni aun cuando la
Iglesia, en plena Contrarreforma, ordene destruir el santuario y prohba
las romeras al lugar. Posteriormente, algunas traducciones y reelabo-
raciones agregan elementos a la historia primitiva, dando lugar a intere-
ses polticos y nobiliarios, como el citado caso de Ramn de Perells. El
Siglo de Oro toma la leyenda medieval y la reescribe, situndola en un
nuevo contexto y dotndola de caractersticas y valores que le son pro-
pios, convirtiendo a los personajes primitivos en arquetipos del teatro
barroco espaol. El racionalismo de los siglos XVII y XVIII se rebela ante la
credulidad de tal materia legendaria y busca desmitificar la leyenda con
argumentos lgicos y empricos. Finalmente, el siglo XIX tambin adquiere
su protagonismo mediante la puesta en vigencia de la leyenda en su veta
eminentemente fantstica.
Por medio del anlisis diacrnico de los textos mencionados, es posible
comprender cmo un producto cultural de la Edad Media (representante
de la alteridad para los lectores de siglos posteriores debido
fundamentalmente a su contenido, temtica y funcionalidad) puede, sin
embargo, revitalizarse y ser apropiado por una cultura diferente a travs
de traducciones y reescrituras en siglos posteriores. En tal sentido, se
pretende verificar lo afirmado por Susan Bassnett (Carbonell i Corts,
1997: 63-64) acerca de la manipulacin inevitable que se da al trasladar
un texto de una cultura a otra:

70 CATLICOS Y PROTESTANTES EN LA CUEVA DE SAN PATRICIO


Toda reescritura, sea cual sea su intencin, refleja cierta
ideologa y una potica, y como tal, manipula a la literatura
para que funcione de cierta manera en una sociedad
determinada. Las reescrituras pueden introducir nuevos
conceptos, gneros o recursos, y la historia de la traduccin
es tambin la historia de la innovacin literaria, la historia
del poder conformador de una cultura sobre otra.

Si a ello se le suma la contienda religiosa entre catlicos y protestantes


(que es tambin una lucha poltica, ya que influye de manera decisiva en
las guerras europeas de los siglos XVI y XVII hasta la paz de Westfalia, en
1648), el panorama se completa y enriquece an ms. Ello nos obliga a
reafirmar que la literatura, tantas veces injustamente relegada a la esfera
de los conocimientos intiles y, por lo tanto, confinada al ambiguo y dudoso
habitculo de la mera representacin esttica, debe ser entendida como la
manifestacin viva de los intereses y conflictos que marcan cada poca de
la historia de la cultura. En este sentido, todo discurso se interpreta como
el representante de determinado momento histrico, y lleva en s las huellas
ideolgicas que justifican su aparicin y difusin.

El manuscrito BNM 1872321

La primera versin espaola del Purgatorio de San Patricio se encuentra


en el manuscrito 43-20 de la Catedral de Toledo (fols. 159-164), fechado a
principios del siglo XIV.4 Con motivo de su edicin, Antonio Solalinde
present, en 1925, un estudio diacrnico sobre la difusin de la leyenda en
Espaa, hasta ahora la sntesis ms completa y documentada sobre el tema.

4
Solalinde (1925: 222) declara que el manuscrito toledano est compuesto por varios
fragmentos, en su mayora pertenecientes a obras de Alfonso X que, a juzgar por su estado
y diferencia de letras, debieron estar desgajados de distintos cdices, hasta que se
encuadernaron juntos en el siglo XVIII. Contiene un fragmento del Setenario de Alfonso X,
el comienzo de la primera Partida del mismo rey, el Purgatorio de San Patricio, el comienzo
de la sexta parte de la Grande e General Estoria del rey sabio, unas Constituciones y un
Catecismo emanados del obispado de Burgos antes del ao 1328, unos folios sueltos de
varias copias de las Partidas, y, por ltimo, fragmentos del Ordenamiento de Alcal.

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 71


Con proverbial erudicin, en aquella oportunidad citaba un curioso
documento titulado Purgatorio de San Patricio en Irlanda, destinado a
refutar la existencia de un purgatorio en vida:

Est en el manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid, Cc-


90=18.72321; ocupa doce folios. Rouanet, p. 279, lo cree del siglo
XVII, pero me parece, por la letra, del siglo XVIII. Gallardo Ensayo
II, apndice, pg. 122, cita el manuscrito. Se trata de una obrita
annima dedicada a un seor ignoto, pues no nos da detalle alguno;
comienza as: Al mesmo punto que recib la carta para lo que
toca al Purgatorio de San Patricio, obedesco a Vuestra
Excelencia... y poco ms abajo dice: Dessea Vuestra Excelencia
saber el concepto que he formado de lo que se quenta de el
Purgatorio de San Patricio que tiene por apcrifo. Por este lenguaje
lo dice Vuestra Excelencia y tengo el mesmo sentimiento. Va
examinando varios autores latinos que tratan de la vida de San
Patricio y lo que en ellos se encuentra referente al Purgatorio. Es
curioso este prrafo, ya casi al final del discurso: Bueno es el
[disparate] del soldado que escrivi entr en el Purgatorio que
describe, y habl y conoci a muchos en l, y entre ellos al rey don
Juan de Aragn, en que, sin duda, alude al relato de Perells que
quizs conocera por la obra de OSullevan. (256-257, n. 6)

El citado Lo Rouanet (1898: 269-294), en unas pginas preliminares a


su traduccin francesa del Purgatorio de San Patricio de Caldern de la
Barca, aporta algunas noticias sobre la leyenda vigentes en la poca. Es
aqu donde alude al citado manuscrito de la carta annima que busca la
refutacin del Purgatorio de San Patricio en Irlanda. Rouanet glosa parte
de su contenido y cita algunos de los autores y obras utilizados para la
exposicin razonada, pero no avanza en un anlisis ms detallado ya que,
de alguna manera, ello lo hubiera alejado de sus objetivos particulares.
Posteriormente, Patrick MacBride (1936: 290-291), en un artculo
dedicado al Purgatorio de San Patricio y sus reelaboraciones espaolas,
destina un prrafo a la existencia de esta carta, interesndose por el annimo
autor, a quien supone un monje perseverante pero de escasa imaginacin,
que escribe para cumplir con el pedido de una autoridad superior.

72 CATLICOS Y PROTESTANTES EN LA CUEVA DE SAN PATRICIO


Estos eran, entonces, los nicos datos sobre el citado manuscrito de la
Biblioteca Nacional de Madrid aportados por Rouanet (1898), Solalinde
(1925) y MacBride (1936), y hasta ahora nunca recogidos en trabajos
posteriores para encarar un estudio ms profundo.
El texto, como ya se ha dicho, asume el formato epistolar. El autor no
da su nombre ni el de su interlocutor, al que identifica como Vuestra
Excelencia y designa como valiente protector. De ms est decir que

en el Renacimiento, como en otros perodos, la carta no era


simplemente un vehculo de comunicacin personal, sino tambin
un gnero literario que serva a una gran variedad de finalidades:
informes de noticias, manifiestos o mensajes polticos, tratados
cortos sobre temas eruditos, filosficos u otras materias doctas.
(Kristeller, 1980 [1964]: 39)

Es muy probable que a este ltimo caso pertenezca El Purgatorio de


San Patricio en Irlanda,5 tal es el ttulo que encabeza el manuscrito.
El autor discurre acerca de este tema a pedido de su interlocutor, quien
tiene por apcrifo el dicho purgatorio. La carta se estructura como la
exposicin y comentario crtico de las autoridades que escribieron sobre el
tema. Con ese objetivo, recorre obras historiogrficas y cronsticas, vidas
de santos, martirologios y cosmografas. En todo momento se advierte una
distincin entre la vida virtuosa del santo (a quien se busca limpiar de
exageraciones increbles) y el Purgatorio en Irlanda (vilipendiado con
perseverancia segn el dogma de la Iglesia Catlica y las ltimas teoras
contrarreformistas). El objetivo del autor es desbrozar la paja del trigo,
diferenciar las tradiciones populares heterodoxas de la doctrina verdadera.
Mltiple es el inters que suscita este texto. En primer lugar, el valor de
la carta radica en la variedad de obras citadas que incluye, adems de los
textos bblicos, obras filosficas, teolgicas, geogrficas, patrsticas,
hagiogrficas y ficcionales. Algunas son fuentes que aportan conocimientos
sobre la leyenda, otras simplemente se mencionan para dejar constancia de
su consulta, a pesar de no aadir elemento alguno sobre el tema. Interesa

5
Para el uso, caractersticas y asuntos del gnero epistolar durante el Renacimiento, vanse
Constable (1976), Lawand (1996) y Martn Baos (2005).

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 73


analizar la jerarquizacin de dichas autoridades, teniendo en cuenta que
entre ellas tambin se alude a pensadores espaoles pertenecientes a distintas
rdenes religiosas. Asimismo, llama la atencin el nmero total de autores
y obras mencionados (39, adems de las referencias mentirosas
representadas por las obras de ficcin o novelescas,6 que elevan el nmero
total a 44)7, frente a la celebrrima erudicin del Padre Feijo (1736), quien,
al tratar el mismo tema, utiliza solamente 20.8
Es ya un lugar comn citar la obra de Feijo como nico referente cada
vez que se alude a la desmitificacin del Purgatorio de San Patricio,
obviamente porque la carta que aqu estudiamos es casi desconocida por
permanecer an indita. Por ello, la determinacin de editar el manuscrito
de la BNM permitir contar con un testimonio importantsimo para el estudio
diacrnico de la leyenda y sus detractores durante el siglo XVII.
En segundo lugar, resultan valiosas algunas alusiones al proceso editorial
de la poca y su incidencia en la transmisin textual: la epstola se refiere
a la expurgacin de obras, que ejemplifica con la Cosmographia (1543) de

6
Entre ellas, el Amads (1508), el Belians de Grecia (1547), los libros milesios, la Gloria de
Niquea (1622) y la Historia de Alejandro Magno de Quinto Curcio.
7
Adon, arzobispo de Viena (800-875), Amads (1508), San Antonino arobispo de Florencia
(1389-1459), Pedro Apiano (1495-1552), Arnoldo [Ferronius] (1515-1563), Geronimo Bardi
(c. 1544-1594), Cardenal Csar Baronio (1538-1607), Vicente de Beauvais (c.1190-c.1264),
Beda (672-735), cardenal Roberto Belarmino (1542-1621), Belians (1547), Francisco
Belleforest (1530-1583), Hctor Boece (1465-1536), Santa Brgida (1303-1373), Silvestre
Gerardo de Cambray (1177-1223), fray Melchor Cano (1509-1560), fray Dionisio Carthuyano
(1402/3-1471), Roberto enal (1483-1560), Paulo Emilio (1455-1529), Fasciculus Temporum
(1480), Roberto Gaguino (1433-1501), Pedro Galesino (1578), Gilberto Genebrardo (1581),
Nicols Giles (m. 1503), La Gloria de Niquea (1622), Cornelio de Judeis (1568-1600), Libros
milesios, Martn Lutero (1483-1546), fray Gregorio Martnez (1575-1637), Martirologio de
Beda, Martirologio Romano (el viejo, siglo IX, y el nuevo, 1584), Sebastin Munstero (1489-
1552), Pedro de Natalibus (1493), Abraham Ortelio (1527-1598), [Ramn de Perells (1398)],
Virgilio Polidoro (1470-1555), Thomas Porcacho (1530-1587), Quinto Curcio (siglo II), Ricardo
Staniheuristo Dubliniense (1547-1618), Ian Lesles (1527-1596), fray Loreno Surio (1574),
Joan Tritemio (1462-1516), Jacobo de la Vorgine (1184/94-1264).
8
Mateo de Pars (c. 1200-1259), Caldern de la Barca (1636), Enrico Salteriense (s. XII),
Juan Bromton (m. 1437), Giraldo Cambrense (1177-1223), Enrique Knighton (m. 1396),
Padres bollandistas Henschenio (1601-1681) y Papebroquio (1628-1714), David Rotho (m.
1650), historias individuales de Oeno (1153), Ramn de Perells (1398) a travs de Felipe
OSullevan (1621) y un monje irlands (1494), el Breviario Romano (1522), Henrico de
Erfodia, Lorenzo de Beyerlink (1572-1611) y noticias sobre la isla de Irlanda de Solino,
Plinio, Aristteles y Belonio.

74 CATLICOS Y PROTESTANTES EN LA CUEVA DE SAN PATRICIO


Sebastin Munstero,9 a los textos que circulan impresos con licencia y a
aquellos que circulan con agregados ajenos a la obra original (como el
caso de las Revelaciones de Santa Brgida)10.
En tercer lugar, es reiterada la diatriba hacia distintas obras de ficcin.
As, califica como frivolidad y disparate algunos aspectos de las leyendas
hagiogrficas medievales referidas a San Patricio (como lo narrado por
Beda, Jacobo de la Vorgine y Pedro de Natalibus) y desacredita la leyenda
desde obras literarias:

Perdonenme estos dos autores que todo lo que escriuen me


parese cosa de los Libros milesios y de aquellas suertes, y
auenturas de Amadis y de don Belianis, y de los caualleros
introducidos en ellos, y en la Gloria de Niquea. Dexemos esos
sueos. (fol. 327v)11

9
La Inquisicin Espaola promulg Indices en 1551, 1554, 1559, 1583-84, 1612, 1632,
1640, 1707, 1747 y 1790. Con respecto a la inclusin de autores protestantes, Pinto (1989:
188-9) seala que si nos fijamos en los autores de obras de tipo cientfico que fueron
incluidos en los Indices del XVI con todas sus obras prohibidas (autores de primera clase)
constatamos que el 74 por 100 de ellos eran alemanes o suizos y de religin protestante. Y
aunque sus repercusiones fueron negativas para la difusin de sus obras de ciencia, fueron
incluidos en los Indices no por ellas, sino por el pas de que eran naturales y por su condicin
de protestantes. El cosmgrafo alemn Sebastin Munstero, o Sebastian Mnster (1489-
1552), se orden franciscano en 1503. En Worms estuvo en contacto con Lutero y se hizo
protestante en 1534-1535. Suyas son una edicin de la Biblia en hebreo con versin latina
y su notable Cosmographia Universalis (1544), ambas prohibidas en el Indice de 1554.
10
Aleganse las Reuelaciones de Santa Brigida que andan impressas con licencia. Yo no lo
he hallado en las impressiones que he reconocido; si en otras estuuiere, aduierta el lector
que se hallan en ellas muchas cosas tan inciertas que es imposible que las aya dicho la
santa. Tambien lo he buscado en Fray Dionysio Carthuyano, que se ita para ello y no lo he
topado. El que lo hallare y leyere, lea cautamente lo que escriuio de Purgatorio como
aduierte el Cardenal esar Baronio. (fol. 330r)
11
Esta cita recuerda las palabras del cannigo al cura en el Quijote I. 47: Verdaderamente,
seor cura, yo hallo por mi cuenta que son perjudiciales en la repblica estos que llaman
libros de caballeras [...] Y segn a m me parece, este gnero de escritura y composicin
cae debajo de aquel de las fbulas que llaman milesias, que son cuentos disparatados que
atienden solamente a deleitar, y no a ensear (564). La opinin del cannigo concuerda
con la del tratadista Alonso Lpez Pinciano (Filosofa Antigua Potica, 1596): las ficciones
que no tienen imitacin y verosimilitud no son fbulas, sino disparates, como algunas de
la que antiguamente llamaron milesias, agora libros de caballeras (564, n. 18).
Luis Murillo, en su edicin del Quijote (1978: 564, n. 17), afirma al respecto: La crtica
que hace el cannigo de los libros de caballeras se explica por razones histricas; fueron

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 75


Asimismo, destaca la labor crtica del cosmgrafo Abraham Ortelio,
quien afirmaba compilar ms cosas que las que crea como dixo Quinto
Curcio de las de Alexandro, y compara el Purgatorio de San Patricio con
la ficcin que paree a la gentilidad de los Campos Elisios.
En cuarto lugar, la carta o tratado se inscribe claramente dentro de la
corriente contrarreformista. Se asocia el dogma del Purgatorio como
respuesta a Lutero (porque la fe solamente ensea contra Lutero que ay
Purgatorio, fol. 327v), se alude a la autoridad de los Concilios, a la
explicitacin de la doctrina verdadera frente a los errores que hacen caer
en la hereja y a la tarea reformadora de la Iglesia:

Es Dotrina heretica dezir que se detienen las almas en parte


alguna, saliendo de el Purgatorio para el cielo donde van
derechas. Es verdad catholica determinada en muchas partes
que las almas en el mesmo punto que salen de Purgatorio son
lleuadas immediatamente al cielo. Prueualo largamente como
tan gran maestro de la sagrada Theologia [San Antonino,
obispo de Florencia], con muchos lugares de la sagrada
escriptura, concilios y autoridades de santos. (fol. 329v)

Todo lo enunciado precedentemente puede aportar algunas pistas acerca


del status del annimo autor. Es clara su defensa del dogma oficial, y a
lo largo de su argumentacin retrica demuestra tener conocimiento de las
Escrituras, la doctrina catlica y las autoridades (mayores y menores)
dedicadas al tema del Purgatorio de San Patricio.12 Los libros citados en la

eclesisticos los que con ms empeo los censuraron a travs del siglo XVI (ver Glaser,
1966). En cuanto a la hagiografa de raz medieval, como sostienen Baos Vallejo y Ura
Maqua (2000: 17), llega a resentirse de su propio xito, pues ya en ese mismo siglo XVI
surgen crticas a la desmesura de muchas de las leyendas, y en el siglo XVII ir imponindose
la depuracin de lo que parezca fabuloso, que culmina en el XVIII con la prohibicin de las
comedias de santos.
12
En el II Concilio de Lyon (1274) y durante el Concilio de Florencia (1459), la Iglesia
ensea que las almas de los difuntos muertos en caridad antes de haber podido purgar la
penitencia por sus pecados sern purificadas despus de la muerte con penas purgativas y
purificadoras. En este Concilio de Florencia se acepta como dogma catlico la existencia
del Purgatorio, y el Concilio de Trento, en 1563, ratificar su existencia. Ver al respecto
Beinert (1990: s.v. Purgatorio), The Catholic Encyclopedia, Le Goff (1981) y tambin
Gurivich (1990).

76 CATLICOS Y PROTESTANTES EN LA CUEVA DE SAN PATRICIO


epstola dan idea de cierta disponibilidad de materiales heterogneos,
propios de una biblioteca del mbito eclesistico o universitario. MacBride
(1936: 291) la cree escrita por an earnest but unimaginative monk under
orders from some superior authority, quien deliberadamente se abstiene
de esbozar conclusiones sobre el tema; Rouanet (1898: 279) sugiere que el
annimo autor era homme dglise ou de couvent. Los escasos datos de
que disponemos son an insuficientes para sealar el nombre o la
procedencia del autor, lo cual no impedir el propsito de develar algunos
aspectos relacionados con su intencionalidad a travs de las incgnitas que
surgen de esta carta-tratado.

Algunos interrogantes

Antonio Solalinde (1925: 256) fecha la carta en el siglo XVIII. Sin


embargo, un anlisis de la letra del manuscrito permitira sostener que
pertenece al siglo XVII. Incluso la presencia de filigrana (una cruz latina
inserta dentro de un escudo, similar a la descripta por Briquet bajo el N
5704 y ya documentada en 1595) era de uso corriente en manuscritos del
siglo XVII, dato que ha corroborado la colega Georgina Olivetto, muy
familiarizada con documentos de esa poca. Esto significa que, desde su
materialidad, el manuscrito indicara ser del siglo XVII y no del XVIII.13
Por otra parte, y desde su contenido, un anlisis minucioso de las obras
y autores citados permitira retrasar la fecha propuesta por Solalinde en al
menos seis o siete dcadas, ya que no se cita ninguna obra ni autor del siglo
XVIII. Slo existe mencin de una obra del primer cuarto del siglo XVII, La
gloria de Niquea, escrita por el Conde de Villamediana en 1622, trada
junto a otros textos tan mentirosos como el Purgatorio, al que se busca
desacreditar. Al referirse a la obra de Beda el Venerable, el autor de la carta
dice que es escriptor de quasi nuevecientos aos. Si Beda muri en el
ao 735 y sumamos 900 aos a esta fecha, nos queda 1635. Pero si tomamos
en cuenta el adverbio quasi, podramos retrasar todava unos aos ms
esta fecha preliminar.

13
Rouanet (1898: 279) tambin la crea del siglo XVII.

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 77


En cuanto a las autoridades ms tardas a las que alude, como Ricardo
Staniheuristo Dubliniense (Richard Stanihurst) y el Cardenal Roberto
Bellarmino, si bien mueren en 1618 y 1621 respectivamente, compusieron
sus obras sobre el tema a fines del siglo XVI. Por ltimo, Fray Gregorio
Martnez, profesor en el Colegio dominico de San Gregorio en Valladolid,
public sus Commentaria in I-II en 1618.

Se plantea en este punto una serie de interrogantes acerca de esta carta-


tratado:
1) Es un mero ejercicio retrico propio del humanismo renacentista y el
tema elegido slo una excusa para la disertacin? Recordemos que el
gnero epistolar, al decir de Martn Baos (2005: 201), se aviene muy
bien con el nuevo espritu crtico que introduce el humanismo. A las
rgidas disputationes o expositiones escolsticas les sucedern formas
literarias ms flexibles, como el discurso, el dilogo y la epstola, y
prcticamente no hay hombre culto de la poca que no haya dejado
frondosos epistolarios para la posteridad, en los que se entremezclan
cartas familiares, doctas, amorosas, consolatorias, ficticias, polticas...
En tal sentido, la carta podra encuadrarse como un ejercicio escolar, y
el tema de su desarrollo, un inters vigente para entonces. Quizs no
debamos pensar slo en un inters de tipo literario, sino, por las
circunstancias histricas imperantes, en un tema vivo en los claustros
universitarios espaoles, tocante a materia religiosa y poltica.
2) Puede haber sido el xito de la novela de Prez de Montalbn (1627)
y de las comedias de Lope de Vega (1627) y Caldern (1636) el acicate
para tratar el tema del Purgatorio de San Patricio en un momento de
gran auge del mismo? Tal es la tesis de Rouanet (1898: 279), quien
sostiene que la carta es probablemente una respuesta al libro IV de la
novela de Prez de Montalbn (Pruebase con autoridad y razones ser
cierto el Purgatorio de San Patricio). En este ltimo caso, sin embargo,
es curioso que no aluda a dicha obra ni a las de Lope y Caldern en
forma directa o indirecta (como s lo har el Padre Feijo en su discurso,
que cita a Caldern y a OSullevan).
3) Debemos pensar, entonces, que la redaccin de la carta es anterior a
estas fechas? Parecera bastante probable, puesto que la representacin

78 CATLICOS Y PROTESTANTES EN LA CUEVA DE SAN PATRICIO


de la Gloria de Niquea corresponde al ao 1622, y la obra del dominico
Gregorio Martnez, Commentaria in I-II, se publica en Salamanca en
1618. Son los textos ms tardos aludidos en la epstola y, si bien
pudieron haber sido consultados con posterioridad a la fecha de su
publicacin, es sugestivo que en un texto caracterizado por la
exhaustividad en la bsqueda de citas sobre el tema no aparezca
ninguna referencia, noticia o mera impugnacin como rplica a los
argumentos esgrimidos por Prez de Montalbn, o que los dramas de
Lope y Caldern no aparezcan junto al resto de las obras mentirosas
mencionadas con anterioridad. En todo caso, quizs un texto a tener
ms en cuenta sera la Historia Catholicae Iberniae Compendium,
traduccin latina realizada por el irlands Felipe OSullevan e impresa
en Lisboa en 1621.14
4) Puede guardar alguna relacin el tema elegido para la disertacin
epistolar y la situacin de los irlandeses durante la Contrarreforma?
En tal sentido, es llamativa la veneracin de San Patricio, a quien no
afectan los disparates fabulosos de su purgatorio. Se lo reconoce como
apstol de Irlanda, se lo individualiza como verdaderamente
admirable en vida y milagros, se lo califica como glorioso. Por
otra parte, los ltimos prrafos de la epstola traen una frase sugestiva:

Yo creo que en esto he mirado mucho por la honrra y opinin


de los naturales de Irlanda por ser gente tan politica y allegada
a razon, que no querra enriqueer su tierra con quimeras y
fabulas que no le perteneen ni las ha menester. Porque de su
cosecha se pueden dezir y escriuir muchas verdades bien
aueriguadas y admirables. (fol. 333v)

14
La referencia completa es Historiae catholicae Iberniae compendium, Domino Philippo
austriaco IV Hispaniarum, Indiarum, aliorum regnorum, atque multarum ditionum regi
Catholico, monarchaque potentissimo dicatum a D. Philippo Osullevano Bearro iberno,
Lisboa: Craesbeck, 1621. Para Solalinde (1925: 253, n. 1), el libro de OSullevan es uno
de los ms influyentes en el desenvolvimiento de la leyenda. OSullevan es autor de otro
libro menos conocido, Decas Patriciana (Madrid: Francisco Martnez, 1629), en el que da
cuenta de los distintos visitantes al Purgatorio de San Patricio.

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 79


Puede tener esta frase apologtica un valor particular? Cul es la
situacin de Irlanda en el momento de la redaccin de esta carta?
En su Historia de la Universidad Espaola, Alberto Jimnez (1971:
126), refirindose a la fundacin de Colegios Universitarios, expone el
caso de aquellos fundados a causa de la persecucin que padecan los
catlicos en Inglaterra e Irlanda, dando lugar a colegios establecidos en
Roma y Reims y en las cuatro universidades espaolas de Salamanca,
Valladolid, Alcal y Sevilla. En 1592, el modesto Colegio de San Patricio
de Nobles Irlandeses (fundado primeramente en Valladolid por Thomas
White, de Clonmel) es trasladado por Felipe II a Salamanca, encargando su
administracin a la Compaa de Jess, a partir de lo cual comienza a gozar
de celebridad, junto al de San Pelayo.15 Es posible que, en este contexto,
el inters por el Purgatorio de San Patricio cumpliera un doble objetivo:
desmitificar una leyenda no apta para tiempos de Contrarreforma y rescatar
la figura del santo patrono de Irlanda como un testigo indubitable de su
pertenencia al catolicismo, a la incontrastable buena fe?16
En tal sentido, resulta clarsima la adhesin de esta carta-tratado a lo
decretado por el Concilio de Trento en la sesin XXV, del 4 de diciembre de
1563, respecto del Purgatorio:

Habiendo la Iglesia catlica, instruida por el Espritu Santo,


segn la doctrina de la sagrada Escritura y de la antigua
tradicin de los Padres, enseado en los sagrados concilios, y
ltimamente en este general de Trento, que hay Purgatorio; y
que las almas detenidas en l reciben alivio con los sufragios
de los fieles, y en especial con el aceptable sacrificio de la
misa; manda el santo Concilio a los Obispos que cuiden con

15
Para ampliar el tema, vase Garca Villoslada (1980), parte VII, cap. IV: Felipe II, debelador
de la hereja y propagador de la fe.
16
Rouanet (1898: 282-283) recuerda la simpata espaola por los irlandeses durante la
Contrarreforma, el envo por parte de Felipe II de la Armada Invencible contra los herticos
y los deseos durante el siglo XVII de desembarcar en Irlanda para socorro de sus
correligionarios. En tal sentido, cita el manuscrito C17, N 10 de la BNM, sin autor ni
fecha aunque posterior a 1624 titulado Descripsion del Reyno de yrlanda, puertos de
mar, plaas fuertes, armas, soldados, animos de la gente y el lugar tiempo y modo de su
empresa.

80 CATLICOS Y PROTESTANTES EN LA CUEVA DE SAN PATRICIO


suma diligencia que la sana doctrina del Purgatorio, recibida
de los santos Padres y sagrados concilios, se ensee y predique
en todas partes y se crea y conserve por los fieles cristianos.
Exclyanse empero de los sermones, predicados en lengua
vulgar a la ruda plebe, las cuestiones muy difciles y sutiles
que nada conducen a la edificacin, y con las que rara vez se
aumenta la piedad. Tampoco permitan que se divulguen, y
traten cosas inciertas, o que tienen vislumbres o indicios de
falsedad. Prohban como escandalosas y que sirven de tropiezo
a los fieles las que tocan en cierta curiosidad, o supersticin,
o tienen resabios de inters o srdida ganancia. Mas cuiden
los Obispos que los sufragios de los fieles, es a saber, los
sacrificios de las misas, las oraciones, las limosnas y otras
obras de piedad, que se acostumbran hacer por otros fieles
difuntos, se ejecuten piadosa y devotamente segn lo
establecido por la Iglesia; y que se satisfaga con diligencia y
exactitud cuanto se debe hacer por los difuntos, segn exijan
las fundaciones de los testadores, u otras razones, no
superficialmente, sino por sacerdotes y ministros de la Iglesia
y otros que tienen esta obligacin.17

Para finalizar, slo resta decir que, como el ejercicio del pensamiento
requiere de la interrogacin, aqu quedan asentadas algunas de las dudas y
preguntas que el texto plantea. Seguramente, el dilogo con otros estudiosos
fructificar en respuestas. As sea.

Referencias bibliogrficas

Baos Vallejo, Fernando y Ura Maqua, Isabel, 2000, La leyenda de los


santos (Flos Sanctorum del ms. 8 de la Biblioteca Menndez
Pelayo), Santander: Asociacin Cultural Ao Jubilar Lebaniego
Sociedad Menndez y Pelayo.

17
Las cursivas son nuestras.

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 81


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sus lugares), discurso 6.
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septiembre de 2001), Carmen Parrilla y Mercedes Pampn (eds.),
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le premire fois en franais, avec de notices et des notes, Paris: A
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Saltrey, H., 1995, Purgatorium Sancti Patricii, en Patrologia Latina
Database, version 5.0, t. 180, Chadwyck-Healey Inc., Electronic
Book Technologies Inc. and Chadwyck Healey Ltd.
Solalinde, Antonio G., 1925, La primera versin espaola de El purgatorio
de San Patricio y la difusin de esta leyenda en Espaa, en
Homenaje ofrecido a Menndez Pidal. Miscelnea de estudios
lingsticos, literarios e histricos, II, Madrid: Librera y Casa
Editorial Hernando.
The Catholic Encyclopedia, Volume I, Copyright 1907 by Robert
Appleton Company, Online Edition Copyright 1999 by Kevin
Knight, Enciclopedia Catlica Copyright ACI-PRENSA,
www.enciclopediacatolica.com/p/purgatorio.htm

84 CATLICOS Y PROTESTANTES EN LA CUEVA DE SAN PATRICIO


PURGATORIO DE SAN PATRICIO, EN IRLANDA

(BIBLIOTECA NACIONAL DE MADRID, MS. 1872321)


EDICIN CRTICA Y COMENTARIOS

Mara Mercedes Rodrguez Temperley

Descripcin codicolgica

El Ms. BNM 1872321 forma parte de un conjunto de cartas y documentos


variados de los siglos XVI a XVIII. El Purgatorio de San Patricio, en Irlanda
abarca los folios 322r a 333v. La numeracin anterior, en arbigo, iba del
263 al 286 (los nmeros pares para el recto del folio y los impares para el
vuelto). Posteriormente, se agreg la nueva numeracin, tachndose los
folios pares, correspondientes a los vueltos de la nueva foliacin.
Papel verjurado, con filigrana (similar a Briquet N 5704, cruz latina
dentro de un escudo), 12 h + 1, letra del siglo XVII. Medidas: 210 x 301 mm,
caja de escritura: 145 x 260 mm.
Incipit: Al mesmo punto que recebi la carta para lo que toca al
Purgatorio de san Patricio... (fol. 322r). Explicit: y no me diran los que
tuuieren por flacos mis testimonios lo que dize Lactancio Firmiano del
Boticario, que tiene veneno en el Bote que jntitula Triaca (fol. 333v).

Criterios de edicin

Por tratarse de un manuscrito nico, hemos decidido respetar lo ms


posible las grafas utilizadas por el copista. Por ello, introducimos la menor

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 85


cantidad de regularizaciones grficas y de enmiendas, las cuales,
debidamente marcadas en nota al pie, se refieren, ya a errores del copista,
ya a aspectos codicolgicos que dificultan alguna lectura. Los criterios
seguidos son:
1) Respetamos las maysculas segn el uso del copista, adoptando
slo el uso moderno para topnimos, patronmicos y ttulos de obras
literarias, filosficas, teolgicas o cientficas en los casos en que
el copista no las hubiera utilizado.
2) Respetamos las vacilaciones grficas.
3) Mantenemos las consonantes duplicadas.
4) No utilizamos acentos ortogrficos excepto como diacrtico.
5) Para la puntuacin, signos de interrogacin y admiracin, seguimos
las normas ortogrficas modernas.
6) Para la separacin y unin de palabras, seguimos los criterios
modernos.

Comentarios finales

Debido a que muchas de las auctoritates citadas por el annimo autor


han sido castellanizadas, se acompaa, al final de la edicin, un listado con
los nombres regularizados, fecha de nacimiento y muerte y ttulo de las
obras. En algunos casos, se agregan adems breves datos biogrficos.

86 PURGATORIO DE SAN PATRICIO, EN IRLANDA


Biblioteca Nacional de Madrid, Ms. 1872321, fol. 322r

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 87



PURGATORIO DE SAN PATRICIO,
EN IRLANDA

Exmo. seor

[fol. 322r]1 Al mesmo punto que recebi la carta para lo que toca al Purgatorio
de san Patricio, obedesco a Vuestra Excelencia assi porque es justo se
haga de esta manera lo que me mandare, como porque me excusse la prissa
en lo que dixere, que siempre mis cosas han menester excusas, y tan valiente
protector como Vuestra Excelencia.
Dessea Vuestra Excelencia saber el concepto que he formado de lo que
se quenta de el Purgatorio de San Patricio que tiene por apocrifo. Por este
lenguaje lo dize Vuestra Excelencia, y yo tengo el mesmo sentimiento.
Para fundalle y responder con el acertamiento que conuiene es foroso
recurrir a los autores que escriuieron de este gran sancto Apostol de Irlanda
que en vida y milagros verdaderamente fue admirable. Tomare de cada uno
lo mas subtancial a proposito de el intento que lleuo, diziendo sobre ello lo
que me pareciere con que se resoluera el articulo que ira disputado.
El primero que se alega para esta historia es el venerable Beda, escriptor
de quasi nueuecientos aos, Ingles de nacion y mui acreditado autor. Con
sus obras en el tercero volumen, andan [fol. 322v] dos libros que no tratan
de otro asumpto. Dire lo que dizen.
Despues de hauer dicho que fue Breton, sus estudios, peregrinaciones,
trabajos por mar y tierra, y como estuuo cautiuo vendido al Rey de Irlanda,
refiere muchas reuelaciones que tuuo antes de ser sacerdote, y que fue
ordenado por san Martin Obispo de Turs, que dizen muchos era su tio,
hermano de su madre, entre ellas, que le dixo vn Angel passasse a Irlanda a
ser su Appostol, y que subiesse al monte Hermon donde veria a Dios, que
le vio y le puso2 a su lado derecho, y le concedio alli tres cosas, que le
1
En el margen superior derecho, doble foliacin en nmeros arbigos que va del 263 al
286 (aparecen tachados los impares, correspondientes al recto de cada folio) y debajo, en
tamao ms grande, del 322 al 333 (slo en el recto de cada folio).
2
Ms. puso, interlineada.

88 PURGATORIO DE SAN PATRICIO, EN IRLANDA


suplico. La primera, que los Irlandeses fuessen ricos de oro y plata, y el, su
Patron, y que pasando de esta uida tuuiesse asiento a su mano derecha, que
tambien le concedio; que qualquier que inu[o]casse3 su nombre de dia o de
noche no pereeria eternamente.
Siempre dize que le asistia un Angel en todas sus peregrinaciones y
caminos, y que jamas le falto, que quando menos, le via cada semana y que
le hablaua y communicaua. De el monte Hermon hablo Dauid en el Psalmo
88 y de el Tabor, que estan juntos, pasando el Jordan, en la tierra que
prometio Dios a los hijos de Isrrael, y en otros Psalmos. Entrado en Irlanda
san Patricio, dize que el Rey cuyo esclauo hauia sido le comeno a temer
tanto que instigado del Demonio se abraso en una hoguera. Todo esto se
dize en el primer libro.
En el segundo se quentan muchos milagros y mara-villas [fol. 323r] de
el santo, y muchos y muy varios sucessos en la conuersion de los Isleos.
Dize que subio a un monte y ayuno en el quarenta dias y noches. Que
estando alli, le otorgo Dios tres cosas que le pedio: la primera, que qualquier
fiel christiano de los Irlandeses que vbiesse satisfecho por confession y
penitencia, le fuessen perdonadas sus culpas y lleuado al cielo; la segunda,
que en ningun tiempo fuesse Irlanda posseyda de los barbaros; la terera,
que ninguno de lo[s]4 Irlandeses viuiesse el dia del juizio.
Despues dize que hauiendole dicho el Angel el dia y hora de su muerte
le dixo juntamente le hauia conedido Dios quatro cosas: que hauria perpetua
salud en la Isla por sus merecimientos; que qualquiera que en el dia de la
muerte de el santo cantasse vn hymno que se le hauia ordenado y recibiesse
el mesmo Santo la penitencia de sus peccados; que todos los que celebrassen
su festiuidad alcanarian la misericordia de Dios saluando sus almas; la
vltima, que el dia del juicio serian juzgados los Irlandeses por san Patriio,
por hauer sido su Apostol como juzgaron los Apostoles desde sus doe
sillas.
Dize que murio de ciento y treinta aos y que por los doe dias en que
se celebraron sus exequias y cumplimientos estuuo en toda la Isla el tiempo
claro como de dia sin noche y sin crepusculos, y que [fol. 323v] por un ao
entero paso lo mesmo en el lugar donde murio.
3
Ms. inuacasse.
4
Ms. lo.

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 89


Esto dize el Beda que se alega para el Purgatorio de san Patricio de el
qual no escriuio palabra, mas intento tuuo de sublimarle tan altamente que
le haze semejante a Jesuchristo nuestro Seor, a los Apostoles y Pr[o]fetas.5
A Jesuchristo, en l[a]6 subida al monte Hermon, donde dize vio a Dios y
estuuo a su lado derecho. Este es el Misterio de la transfiguracion en el
Tabor de Christo, y alli erca, en el Hermon, lo de san Patricio en descifrar
y entender los pensamientos de los hombres, en el ayuno de los quarenta
dias y noches, en las seales en el dia de su muerte. A los Apostoles, en
hauer de juzgar a los de Islanda como ellos a los doe Tribus de Jsrrael. A
Elias7 y Moyses en el mismo |ayuno.
Lleuado de el mesmo deuoto spiritu dize el mesmo|8 autor muchas cosas
contra toda buena razon de Theologia. De ellas es que quien inuocasse el
nombre de san Patricio no pereera eternalmente. Esto es friuolo, porque
ni aun el nombre de Jesuchristo Nuestro Seor tiene semejante
preheminencia. Esto siendo tan soberano que dize el Apostol san Pedro9 en
los actos: non est aliud nomen in quo oporteat nos saluos fierii; San Pablo:10
nemo potest dicere dominus jesus nisi in Spiritu sancto. Con todo eso dise
Jesuchristo: non omnis qui dicit11 mihi Domine Domine jntrabit in regnum
[fol. 324r] eqlorum. Demas de que es Donayre dezir que la predestinacion
de un hombre hauia de consistir en cosa tan facil como la inuocacion de
san Patricio.
Tambien es friuolo el dezir se le hauia conedido a este santo tendria
assiento en el ielo a la mano derecha de Jesuchristo, porque si por la mano
derecha se entiende el Estado de saluacion conforme a lo de el Euangelio,
que los Corderos que son los |predistinados estaran a la mano derecha, y
los cabritos que son los|12 daados estaran a la hizquierda, esto no seria
dezir prerrogatiua de este santo13 mas que de todos los que se saluan. Y assi

5
Ms. Prefetas.
6
Ms. lo.
7
Ms. dupliacin: A Elias.
8
Ms. desde ayuno hasta mesmo, agregado en el margen izquierdo.
9
Ms. en el margen izquierdo, anotado: C.4.
10
Ms. en el margen izquierdo, anotado: ad. Corynt. 1. C. 12.
11
Ms. dicit, interlineado.
12
Ms. desde predistinados hasta los, agregado en el margen derecho.
13
Ms. duplicacin: santo.

90 PURGATORIO DE SAN PATRICIO, EN IRLANDA


por la mano derecha se entiende el principal lugar de la gloria conforme a
aquello que dixo el Padre eterno a su hijo en quanto hombre: sede a dextris
meis, que es en lo mas auentajado de mi gloria. Entones, seria mas que
falso y temerario dezir que este santo fuesse el mayor del cielo. En particular
seria error haciendose comparacion con nuestro Seor contra aquello del
Psalmo: Astitit Regina a dextris tuis, lo qual se entiende a la letra de la
beatissima Virgin por tener el primer lugar en la gloria.
Otro disparate es dezir que san Patricio alcano de Dios que los
Islandeses que muriessen hauiendo hecho penitencia14 de sus peccados se
fuessen al cielo. Porque si la penitencia fue legitima, esa es gracia [fol.
324v] que haze Dios a todos los fieles, si no es legitima no lleuara el santo
a sus Irlandeses al Cielo. Si quiere dezir que siendo la penitenia legitima,
alcanso esse priuilegio a los Irlandeses que fuessen derechos al cielo sin
P[ur]gatorio,15 tambien digo que si con la penitencia legitima se satisfaze
en esta vida por la pena deuida a las culpas, qualquier fiel se va derecho al
cielo, y no es preuilegio particular de San Patricio para sus Irlandeses. Si
con la penitencia legitima no vbiere la dicha satisfacion, tengo por error
dezir que sea preuilegio de los Irlandeses yrse derechos al cielo sin
Purgatorio, contra lo del Apocalipsis: Nihil que iniquitatis intrabit in illum,
lo qual no solamente se entiende por la Mancha de la culpa, sino de la
obligacion de la pena, que mientras no se satisfaze se tiene por manchada
el alma.
Lo mesmo digo al afirmar que se saluarian los que asistiessen a las
fiestas de san Patricio, y a otras cosas. Es risa poner la Saluacion en cosas
de esta manera.
Otro disparate es dezir que tomaria el santo por su quenta la satisfacion
de las culpas de los que le cantassen su hymno, porque el ser glorioso este
santo le hazia incapaz de satisfazer por nadie, siendo assi que para esto es
menester ser viandante, y en estando en la gloria o en el infierno no puede
hazer [fol. 325r] lo vno ni lo otro, de mas que la satisfacion ha de ser por
obras penales de que [es]16 incapaz el que esta en el cielo.

14
Ms. homoioteleuton: fue legitima digo hauiendo hecho penitencia.
15
Ms. Prugatorio.
16
Ms. om.

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 91


Es sin fundamento dezir que los Irlandeses por priuilegio de san Patricio
no han de uiuir el dia del juizio, pues nos consta que han de ser viuos aquel
dia muchos santos, conforme a lo del Euangelio: his autem fieri
incipientibus, leuate capita vestra quoniam appropinquat redemptio vestra.
El dezir que por doe dias no vbo noche en Irlanda y en su lugar por vn
ao quando murio San Patricio, es increyble. Porque si el hauerse alargado
el dia por tan breue tiempo como en el de Josue y en el del Rey Ezechias ha
sido tan celebrado, con mucha mayor razon lo hauian de ser estos sucessos
si fueran verdaderos. Lo qual no paree hauer sido pues no le escriuieron17
tantos scriptores como vbo en aquellos siglos, no se puede creer que los
callaren siendo tan raros y admirables, y dignos de ser escriptos.
Tambien caree de fundamento el dezir que san Patricio ha de juzgar en
el vltimo dia a los Irlandeses, porque el juicio vniuersal de viuos y muertos
conuiene y pertenee a Jesuchristo nuestro Seor conforme a lo de el
Euangelio: dedit ei juditium facere, y a lo de San Pablo, constitutus iudex
viuorum et mortuorum, y en otra parte, Omnes stabimus ante [fol. 325v]
Tribunal Dei, ut referet vnicuique pro ut jessit. Verdad es que se han de
sentar con Christo otros a juzgar como lo dixo a sus Apostoles: se debitis et
vos super sedes duodecim iudicantes etc. Demas de los Apostoles tienen
muchos autores que ha de hauer otros santos en sillas que juzguen. Algunos
dizen que todos los santos canonizados, otros dizen mas probablemente
que se sentaron con los Apostoles los Patriarchas fundadores de las
Religiones. Porque el prometer Christo sillas a sus Apostoles fue por el
cargo que le hizo san Pedro quando le dixo: Ecce nos reliquimus omnia, et
secuti sumus te quid ergo exit nobjs, a lo qual respondio Christo: sede bitis
et vos super sedes duodecim, Etcaetera, siendo pues assj que los fundadores
de las Religiones, fundandolas con voto de pobrea, puedan dezir que lo
dexaron todo como dixo San Pedro, paree esta puesto en razon que tengan
el mismo premio y que hable tambien con ellos la promessa de Christo:
sedebitis et vos. Conforme a esto, quando se dixera que hauia de tener silla
San Patricio en el juicio vniuersal importara poco, pero ponerle silla y
tribunal aparte para los Irlandeses, como cancilleria o Audiencia apartada
de el consejo Real de Christo y de sus Apostoles, no puede tener fundamento.

17
Ms. repite tantos scriuieron.

92 PURGATORIO DE SAN PATRICIO, EN IRLANDA


No discurro mas por lo que se dize escriuio Beda [fol. 326r] por el
impedimiento de publica justicia que consiste en el respecto que se deue a
este santo, pues no es justo se sienta mal de lo que han dicho fue suyo que
no lo sean los dichos dos libros, consta con euidencia del Epilogo del
segundo. Alli habla el autor con Paulino, ofreciendoselos entrambos como
quien los escriuio. El Cardenal Roberto Belarmino, en el tratado de los
Escriptores Ecclesiasticos, puso el indie de los tratados que escriuio Beda
ordenado por el santo, y no estan alli estos dos libros. Dize que los escriuio
vn Monge llamado Probo. Alli tambien refiere otros libros que se dize son
de Beda, y no lo son. El Abbad de Napoles Joan Tritemio puso el catalogo
de las obras de Beda, y no puso en el estos dos libros. El Cardenal esar
Baronio dize que son aquellos libros del Monge Probo.
Jacome Vorago, Ar[]obispo18 de Genoua de tanta antigedad que
escriuio por el ao de mil y docientos y nouenta, escriue en su leyenda de
santos que alcano San Patricio de Dios que no vbiesse animal venenoso
en Irlanda, que viendo el poco fruto que |hacia en la Isla suplico a Dios
hiciesse alguna seal para que|19 le creyessen. Luego dize que por mandado
de Dios hizo con vn baston vn erco grande en el qual hallo vn poo muy
hondo20 y le fue reuelado que en aquel sitio [fol. 326v] hauia de ser el
Purgatorio, y que el que entrasse en el no tenia necessidad de hazer otra
penitenia ni yria a otro purgatorio21, que hauian de salir de el poo pocos
de los que entrassen hauian, y que assj passaua, que los que entrassen hauian
de estar dentro vn dia natural, y no hauian de salir el siguiente sino el otro.
Que despues de la muerte de san Patricio, vn hombre principal que se
llamaua Nicolas, hauiendo cometido muchos pecados, deseo hazer
penitenia de ellos, y para hazella quiso entrar en el poo. Para esto espero
ues por ocho dias como todos y ayuno mucho. Que entrando en el Poo,
hallo dentro vn Monasterio de Monges blancos y quel Abbad le dixo
estuuiesse muy constante, porque hauia de ser muy tentado y aflexido por
los Demonios, y que quando se sintiesse muy apretado, dixesse Jesuchristo,
hijo de Dios uiuo, haued misericordia de mi, este pecador. Que luego le

18
Ms. Arcobispo.
19
Ms. desde hacia hasta que, agregado en margen derecho.
20
Ms. homoioteleuton: y le fue el que entregasse digo vn poo muy hondo.
21
Ms. homoioteleuton: que assj passaua, digo.

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 93


ercauan muchos Demonios pidiendole que los obedeciesse, al Principio
con suauidad y regalo, y despues con amenaas y fieros, ofreciendole que
ellos le guardarian y le embiarian sano y bueno, y que no quiriendolos
obedeer, oyo luego diuersas voses de fieros animales y que viendose tan
acosado dixo las palabras de la aduocacion y que luego se sosego aquel
ruydo y boeria. Que passando adelante y no quiriendo obedeer a los
Demonios fue arroja-do [fol. 327r] por ellos en vna grande hoguera, y que
diziendo las dichas palabras se mato el fuego. Pasando adelante vio que
estauan los Demonios asando muchos hombres uiuos, y quemandoles las
entraas, y le amenaauan los Demonios con que si no los creya le darian
las mesmas penas, y que pronunciando las dichas palabras fue libre.
Caminando adelante entro en vn poo muy hondo, muy hidiondo y escuro,
y que le dixeron los Demonios que era el infierno, y que repitiendo las
mesmas palabras salio de alli sin dao ni lision alguna. Luego llego a vna
Puente leuadiza por debaxo de la qual corria con gran ligerea vn Rio de
fuego, y que desconfiado de pasalla puso vn pie en ella diziendo las dichas
palabras, y luego el otro, y assj la paso bien. Llego a vn p[ra]do22 muy
fresco, agradable y oloroso, y alli, guiado por dos muy hermosos manebos,
llego a una ciudad riquissima y le fue rebelado era el Parayso, y que estando
en oracion, oyo vna voz que le dixo que voluiesse primero a los suyos, y
que hecho23 esto moriria en paz dentro de treinta dias, y que de esta manera
entraria en aquel Parayso. Otro dia subio sobre el poo Nicolas, y que
hauiendo contado este successo murio santamente.
Esto mesmo ello por ello, sin mudar substancia ni accidentes, refiere a
la letra Pedro de Natalibus, de la mesma orden de Predicadores que Vorago,
Obispo de [fol. 327v] Equilio en el veneciano en su catalogo de santos a
diez y siete de Maro.
Perd[o]nenme24 estos dos autores que todo lo que escriuen me paree
cosa de los Libros milesios y de aquellas suertes, y auenturas de Amadis y
de don Belianis, y de los caualleros introducidos en ellos, y en la Gloria de
Niquea. Dexemos estos sueos.

22
Ms. pardo.
23
Ms. hejo, y luego enmendado encima, hecho; y, en margen derecho, repite, subrayado,
hecho.
24
Ms. Perdenen me.

94 PURGATORIO DE SAN PATRICIO, EN IRLANDA


Lo de el Purgatorio es muy dificultoso, porque si bien es verdad que
algunos han querido dezir que no ay lugar particular sealado para todas
las almas, y que cada vna purga en el que Dios es seruido (porque la fe
solamente ensea contra Lutero que ay Purgatorio), pero que sea en vna o
en otra parte, o en lugares diferentes, para diferentes almas, la fe no lo ha
determinado. Conforme a esto, no hauria repugnancia en dezir ay este
Purgatorio en Irlanda, donde se pu[r]gan25 las almas, mas seria contra el
comun sentimiento y tradicion de la Iglesia, que el Purgatorio es vno general
para todas las almas, el qual o es vn seno entre cielo y tierra junto al infierno,
o el mismo infierno, que sobre ello ay diferentes opiniones. Conforme a
esto, no es segura doctrjna la de el Purgatorio de san Patricio, pues se
aparta de lo que vniuersalmente siente26 la Iglesia. No lo contradize el oyrse
vozes lastimosas y aullidos de spiritus en aquel sitio, porque pueden ser de
Demonios y no [fol. 328r] de almas que esten purgando alli, que aunque
los demonios no dependen de qualidades corporales, siempre acostumbraron
a morar lugares muy escuros y sombrios, en espesuras, montes y soledades
conforme a lo del Euangelio: Ambulat per loca arida, et inaquosa, por lo
qual la melancolia y tristeza del coraon suele disponer la entrada de los
Demonios en cuerpos humanos. En el Segundo Libro de los Reyes se dise
que Samaria estaua poblada de muchos spiritus malignos por ser tierra
montosa y de muchas espesuras. Demas de esto tambien vemos que los
Demonios siempre acostumbraron a frequentar los lugares donde hauitauan
Anachoretas y varones perfectos para inquietarlos, como en los desiertos
de Egypto, y assj consta de las vidas de san Pablo primer hermitao, de san
Antonio, y de otros. Siendo pues assj que este sitio de Irlanda donde se
dize que es el Purgatorio de san Patricio es lugar desierto donde habitan
Anachoretas en su soledad, no es mucho que anden por alli Demonios para
inquietarlos. La experiencia lo muestra, porque los de aquella tierra quentan
los golpes y malos tratamientos inuisibles que alli se les hazen aquellos
solitarios, y no se ha de dezir que hagan esto las almas que estan purgando,
sino los Demonios que andan por alli.
De otro error en la fe que tiene este Dicterio del Purga-torio [fol. 328v]
se tratara adelante.
25
Ms. puegan.
26
Ms. sientte.

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 95


Vincencio, Arobispo de Beuuais de la orden de los P[re]dicadores27,
en su Speculo Historial refiere del Purgatorio de san Patricio lo siguiente.
En tiempo de el Emperador Theodosio, el viejo el Papa Zelestino, primero
de este nombre, embio a predicar a la Jsla de Scocia a Patricio, donde fue
obispo. Conuirtio la de Islanda a la santa fe catholica, resucito sesenta
muertos y rescato muchos captiuos a sus expensas. Fundo trecientas y
sesenta y cinco Iglesias, y ordeno otros tantos obispos y tres mil Presbyteros.
Baptizo por sus manos doce mil personas, ayuno como Elias quarenta dias
y quarenta noches en vn desierto. Murio de edad de ciento y veinte aos,
hauiendo sido obispo los sesenta.
Suplico a Dios le conediesse tres cosas en fauor de los Irlandeses. La
primera, que todos los fieles que muriessen arrepentidos de sus peccados
fuesen perdonados; la segunda, que Irlanda no fuesse occupada ni posseyda
de los Barbaros; la terera, que ninguno de ellos viuiesse el dia de el juicio.
Amenasando a los Irlandeses con las penas de el infierno para que se
conuirtiessen, le dezian ellos que no se hauian de conuertir por sus palabras
o milagros si no viesse algun de ellos la gloria de los buenos y el castigo de
los malos, para [fol. 329r] que hauiendolo visto quedassen mas certeficados
de lo que se les prometia. Multiplico san Patricio sus oraciones y Ayunos y
acrecento mucho su deuocion. Apareciosele Jesuchristo nuestro Seor y
diole el texto del Euangelio y un vaculo que se guarda con mucha veneraion.
Llamase el vaculo de Jesus, por hauersele dado nuestro Redemptor.
Retirose por reuelacion diuina a un desierto donde hauia vna cueua
redonda y muy escura, y dixole [que]28 qualquiera verdadero penitente y
constante en la fe que entrasse dentro y estuuiesse alla por espacio de vn
dia y vna noche purgaria todos sus peccados y veria las glorias de los Buenos
y las penas de los malos. Labro en aquel sitio vna yglesia y puso en ella
canonigos reglares de san Augustin. erco de buen muro vn fosso que
estaua erca del monasterio y pusole puertas y cerraduras para que nadie se
atreuiesse a entrar sin lienia, y encomendo la llaue de la cueua al Prior de
la Iglesia, por lo qual y por la predicacion del Santo, se conuirtieron muchos.
Por esto dize el mismo Vincencio fue llamada aquella cueua el Purgatorio
de san Patricio. Mas dize tras esto que no esta recebida por muchos esta
27
Ms. Perdicadores.
28
Ms. om.

96 PURGATORIO DE SAN PATRICIO, EN IRLANDA


historia, especialmente porque se dize en ella que las almas de este
Purgatorio no uan derechas al cielo en saliendo del, sino que se [fol. 329v]
detienen algun tiempo en el Parayso terrenal, porque no se entiende que ay
lugar donde puedan reposar despues de salidas de el Purgatorio.
Lo mesmo a la letra escriue san Antonino, Arobispo de Florencia de la
mesma orden de Predicadores en la segunda parte, tratando de san Patricio.
Responde al reparo de Vinencio de yr derechas las almas al cielo sin hazer
venta, que a su pareer no tiene inconuiniente siendo por breue espacio la
detencion en otra parte. Esto dara claro testemonio de la fiction de este
Purgatorio que paree a la gentilidad de los Campos Elisios. Es Dotrina
heretica dezir que se detienen las almas en parte alguna, saliendo de el
Purgatorio para el cielo donde van derechas. Es verdad catholica
determinada en muchas partes que las almas en el mesmo punto que salen
de Purgatorio son lleuadas immediatamente al cielo. Prueualo largamente
como tan gran maestro de la sagrada Theologia, con muchos lugares de la
sagrada escriptura, concilios y autoridades de santos.
Fray Gregorio Martinez, de la orden de Predicadores, alli respondio, y
dize como se ha de entender san Antonino y otros padres antiguos que
tuuieron lo contrario que esta ya condenado.
Esta opinion de san Antonino disculpa mucho [fol. 330r] al obispo de
Canaria Fray Melchor Cano en hauer dicho en sus Lugares Theologicos
que este Santo tuuo mas atencion a escreuir historias que a escreuir cosas
ciertas, aunque dixo lo mesmo de Vincenio. Por agora me paree le alemos
la mano pues no creyo la historia. De Beda dize que escriuio en la de
Inglaterra algunos milagros que en este tiempo se juzgaron por inciertos.
Concluyendo con estos autores con lo que escriuen de san Patriio, tiene
dos partes. La vna toca al Purgatorio; la otra al Parayso, donde van las
almas antes de llegar al ielo. Digo que no es mucho dezir que quien erro
en la fe que es lo segundo, aya faltado en la verdad de la primero: Bonum
ex integra causa; malum ex quocunque deffecta. Busquemos otros autores
de este Purgatorio.
Aleganse las Reuelaciones de Santa Brigida que andan impressas con
licencia. Yo no lo he hallado en las impressiones que he reconocido; si en
otras estuuiere, aduierta el lector que se hallan en ellas muchas cosas tan
inciertas que es imposible que las aya dicho la santa. Tambien lo he buscado

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 97


en Fray Dionysio Carthuyano, que se ita para ello y no lo he topado. El
que lo hallare y leyere, lea cautamente lo que escriuio de Purgatorio como
aduierte el Cardenal esar Baronio.
[fol. 330v] Vengo a los Martyrologios, que son los crysoles que afinan
las historias Ecclesiasticas. Sea el primero el de Beda, que no dize mas de
que celebra fiesta la Iglesia a san Patricio a diez y siete de Maro. En el
viejo Romano y en el nueuo se dize lo mesmo, y no mas, ni lo dize el
Cardenal Cesar Baronio en las annotaciones al nueuo. Solamente refiere
algunos autores que escriuieron de el santo y de el Purgatorio neque vllum
verbum. Fray Loreno Surio, que lo recogio todo sin perdonar nada, dize
muy poco de san Patricio, y eso en la vida de el Abbad Vuinuualoco a tres
de Maro, sin hablar del Purgatorio; Adon, Arobispo de Viena, lo mismo
que esar Baronio. Pedro Galesino, en su Martyrologio, dize de san Patricio
que alcano de Dios no vbiesse en Irlanda animales venenosos. Geronimo
Bardi, en el suyo, no dize mas de que conuertio la Isla a la Santa fe catholica.
No hallo hecha mencion de este Purgatorio en las historias de Francia,
de Inglaterra, de Escocia, ni aun en las de Irlanda, como en la de Hector
Boecio, Polidoro Virgilio, Roberto Gaguino, Roberto enal, Paulo Emilio,
Arnoldo, Nicolas Giles, Ian Lesles, ni en Ricardo Staniheuristo
Dubliniense en los quatro libros de Irlanda, ni en otros muchos de estas
[fol. 331r] prouincias, ni en Gilberto Genebrardo.
De los cosmografos, dire lo que escriue Abraham Ortelio. Cornelio de
Judeis no dize nada, ni Sebastian Munstero expurgado. Pedro Apiano
dixo que esta en Irlanda el Purgatorio de san Patricio donde se ven
espantables visages. Thomas Porcacho en sus Islas escriuio muy largo de
la de Irlanda, y no trato de este Purgatorio.
El Facisculus Temporum no dize mas de san Patricio que era hijo de
hermana de san Martin, obispo de Turs.
Los Theologos que han escrito la materia de Purgatorio, mayormente
despues del concilio de Trento, no han hablado palabra de este de san
Patricio, tiniendo por ridiculosas las cosas que de el si dizen, si bien han
tenido ocasion de poner exemplo en el quando dixeron algunos que cada
vno penaua en el lugar donde Dios fuere seruido.
Diranme que todos estos argumentos, o la mayor parte, son negativos.
Sepan que en las letras diuinas tienen mucha fuera conforme a aquello

98 PURGATORIO DE SAN PATRICIO, EN IRLANDA


de el Euangelio: cui aliquando Angelorum dixit, filius meus, estu ego
hodiegenaite. En las cosas morales es el argumento validissimo y de mucha
autoridad, y assj lo es en este caso y muy concluyente.
[fol. 331v] Abraham Ortelio, en su Theatro Vniuersal, como tan gran
cosmografo, sigue otro rumbo defferente del que siguieron los demas
autores, porque en la descripion de Irlanda dize que ay en ella muchas
cosas stupendas y dignas de admiracion. Entre ellas, quenta que en la
prouincia de Mamonia, que esta a la parte septentrional de la Isla, esta vn
lago compuesto de dos Isleos, vno mayor que el otro. En el mayor jamas
entro muger ni animal femenino que no muriesse luego como entra. Assi
dize se ha experimentado en perras y gatas. En el menor Isleo dize que
jamas murio hombre, ni pudo morir naturalmente. Bueno va Ortelio viento
en popa.
Luego dize que en la Haltonia ay otro lago con vna Isleta repartida en
dos partes. La vna muy amena, olorosa, apacible, y agradauel; la otra
horrible, escura, hidionda, sucia y espantosa, y habitacion de Demonios.
Tiene nueue cueuas, donde si alguno haze noche es atormentado de los
Demonios tanto que hace mucho en amaneer viuo. A estas cueuas dize
llaman los naturales el Purgatorio de san Patricio y aqui le puso en el
Mapa de Irlanda. Esto me contenta mucho, y se ajusta con mi pensamiento.
El Segundo Purgatorio haze de esta manera: hauiendo conuertido San
Patricio la Isla, y tratadoles de las penas eternas del infierno, alcano de
Dios [fol. 332r] vn Purgatorio. Es vn fosso dize ercado de muros donde
ay religiosos. Por mayores que sean los peccados no se le impone al que
los cometio mas penitencia de que este alli vna noche. Al que entra despues
de hauer confessado y comulgado le vngen y le inciensan y se le aduierte
que en aquella29 noche ha de recebir muchas injurias de los Demonios y
ser muy atormentado de ellos pero que no le hara dao nada teniendo
siempre en la boca el nombre de Jesus. Pero que si les obedeciere por los
halagos y amenaas que le haran y no inuocare el nombre de Jesus,
pereceria. Ponen al Penitente a la hora de visperas sobre el fosso y abrenle
la puerta, y voluiendo a la maana si no paree luego, no le aguardan
mas. Muchos perecieron y muchos salieron, de los quales los religiosos

29
Ms. la a inicial, interlineada.

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 99


escriuen las memorias y se las muestran a los que tratan de entrar. Hasta
aqui es de Habraham Ortelio. Dize lo tomo de vn codice manuscripto de
Siluestre Gerardo, natural de Cambray, que hauia muerto mas hauia de
quatrocientos aos quando imprimio su Theatro.
Honestos errores los de Ortelio, como dize Quintiliano, lo son el seguir
valientes capitanes. De mas de hauer leydo aquel codie, que sin duda
tiene autoridad, veria los libros que se han ale-gado. [fol. 332v] Su
assumpto fue ennobleer las tierras de quien escriuia y deuio disputalle
sus exelenias, aunque dezia que trasladaua mas cosas que creya, como
dixo Quinto Curcio de las de Alexandro.
En lo que llama el Purgatorio de san Patricio solamente me paree
hauerse alargado en lo que dixo que aquella parte de la Isleta es habitada
de los Demonios, y que atormentan a los que hazen noche en ella (lo qual
es muy contingente y possible), y que alli se pruguen peccados, por lo
que hauemos resuelto.
Agora dire mi sentimiento subjeto al pareer del primero que pasare
por la calle para que me lo reforme, que yo le prometo de estar a su juicio
y determinacion con toda llanea y modestia.
Presupuesto que todos los autores que escriuieron de san Patricio le
hazen vn gran complexo de raras perfecciones y excelencias santas,
bien se puede contar en ellas que tuuo el amor de la soledad y vida
retirada en el diserto que tuuieron muchos y muy valerosos santos. Tenia
muy frescos los exemplos de san Pablo y san Antonio, y de otros muchos
en los desiertos de Thebayda y de Egjpto, sus cueuas y penitencia en
aquellas espesuras y maleas. Escogio para si y para sus [fol. 333r]
compaeros en el lago de Hultonia la parte del Isleo asqueroso y
abominable que diximos, la mas subjeta a enfermedades, a malos
temporales, inclemencia de frios y calores, como muchos Anacoretas.
Aqui le presiguieron los Demonios, le tentaron y aflegieron, que ya
queda dicho como los Spiritus malignos suelen alojarse por soledades
y escuridad como hijos de tineblas.
Muerto el santo, como fue tan glorioso y el Apostol de Islanda, con
mucha razon se ha conseruado la memoria de aquel sitio y cueuas, y
llamadole el Purgatorio de san Patricio hasta oy, por hauerse enerrado
en el a hazer penitenia de sus peccados. Tambien pudo ser que le

100 PURGATORIO DE SAN PATRICIO, EN IRLANDA


|sealasse Dios aquel lugar para su purgatorio y por esto le|30 aya quedado
el nombre.
Lo demas que es el Purgatorio general para todos, o se quiera para los
Irlandeses, y todo lo que se dize les pasa a los que entran en el, y el Parayso
a la salida tiene la qualidad que se ha dicho, demas de ser faboloso. Estas
cosas son de las que llamo milagros Apocryfos en esta Isla Francisco
Belleforest, autor frances, en su Historia Uniuersal del Mundo. Ya dixo
Abraham Ortelio que en esta Isla de Islanda ay muchas cosas stupendas y
dignas de admiracion. Algunas refieren los autores alegados. [fol. 333v]
Yo creo que en esto que he escrito he mirado mucho por la honrra y opinion
de los naturales de Irlanda por ser gente tan politica y allegada a razon, que
no querra enriqueer su tierra con quimeras y fabulas que no le perteneen
ni las ha menester. Porque de su cosecha se pueden dezir y escriuir muchas
verdades bien aueriguadas y admirables.
Con esto se cessara ya de dar credito a disparates y deuaneos mal
ordenados, y se dara credito a lo que damos por cierto y bien aueriguado.
Bueno es el del soldado que escriuio entro en el Purgatorio que describe, y
hablo y conocio a muchos en el, y entre ellos, al Rey Don Juan de Aragon.
No pondre la postrera mano a estos borrones hasta que vuestra
Excelencia se aya seruido de fauorecellos mandandolos emendar, con lo
qual dire yo con mas razon que son apojos del concepto de Vuestra
Excelencia, y no me diran los que tuuieren por flacos mis testimonios lo
que dize Lactancio Firmiano del Boticario, que tiene veneno en el Bote
que jntitula Triaca.

Comentarios sobre auctoritates citadas

Adon, arzobispo de Viena (800-875). Su obra ms importante es el


Martyrologium.
Amads (1508) (referencia mentirosa). Amads de Gaula, de Garci
Rodrguez de Montalvo.

30
Ms. desde sealasse hasta le, agregado en margen derecho.

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 101


Antonino, San, arzobispo de Florencia (1389-1459), dominico. Autor de
la Chronica Tripartita; en la carta-tratado se cita la Segunda Parte.
Apiano, Pedro [Petrus Apianus] (1495-1552). Cosmgrafo y matemtico
alemn, cuyo nombre verdadero era Peter Bienwitz. Sus cartas geogrficas
se tienen por las mejores de su tiempo. Obras: Astronomicum Caesareum,
Instrumentum sinum sive primi nobilis, Inscriptiones sacrosanctae
vetustatis, Cosmographia (1524).
Arnoldo [Arnoldus Ferronius/Arnoul Ferron] (1515-1563). Miembro
del Parlamento en Bordeaux (Francia) que continu la obra de Pedro Emilio,
bajo el ttulo De rebus gestis Gallorum libri IX, publicada en Paris en 1550.
Bardi, Geronimo [Girolamo, Bardi/Hieronymus Bardi] (1544-1594),
monje camaldulense. Realiz una traduccin al italiano del Martirologio
Romano reordenado segn el nuevo calendario gregoriano (La vite de tutti
i santi brevemente descritte per tutti i giorni dellanno; ouero Martirologio
romano riordinato conforme alluso del nuouo Calendaro gregoriano.
Tradotto dalla lingua latina nella volgare de Gieronimo Bardi, Venecia:
Bernardo Giunti, 1585).
Baronio, Csar, Cardenal (1538-1607). Autor de los Annales Ecclesiasticos.
2 general de la congregacin del Oratorio de Italia.
Beda [Venerabilis] (672-735). Autor de la Historia ecclesiastica gentis
Anglorum.
Belarmino, Roberto, Cardenal (1542-1621), jesuita. Su trabajo ms
importante fue De Controversiis, un intento de sistematizar las variadas
controversias de su tiempo mediante el cual respondi al Protestantismo.
Fue integrante de la comisin final para la revisin del texto de la Vulgata.
En la carta se cita el Tratado de los Escriptores Ecclesiasticos (De
Scriptoribus ecclesiasticis, de 1615).
Belians (1547) (referencia mentirosa). Belians de Grecia, obra de
Jernimo Fernndez, sus partes Primera y Segunda se imprimieron por
primera vez en Burgos en 1547.
Belleforest, Francisco [Franois Belleforest] (1530-1583). Prolfico autor,
poeta y traductor francs del Renacimiento. En 1568 se convirti en
historiador del rey. Adems de La Cosmographie universelle de tout le
monde (Pars, 1575, Nicolas Chesneau y Michel Sonnius), escribi Les
chroniques et annales de France, ds lorigine des Franois, & leur venue

102 PURGATORIO DE SAN PATRICIO, EN IRLANDA


en Gaule (Pierre Chevalier, 1621), la ltima edicin y la ms completa de
las Chroniques de Nicole Gilles. En la carta se cita su obra como Historia
Universal del mundo.
Boecio, Hctor [Hector Boece/Boyce] (1465-1536). Profesor de la
Universidad de Aberdeen, muy alabado por Erasmo. Su obra principal es
la Historia Gentis Scotorum (1527), en 17 tomos, ms interesante como
novela que como historia.
Brgida, Santa (1303-1373), autora de las Revelaciones.
Cambray, Silvestre Gerardo de [Giraldus de Cambrie/Lilius Gregorius
Cambrensis] (1177-1223). Discpulo de Pedro Comstor, fue capelln del
rey Enrique II de Inglaterra en 1184. Luego de una estada en Irlanda,
escribi su famosa obra geogrfica, Topographia Hibernica (1188), adems
de la Expugnatio Hibernica, una historia de la conquista de Irlanda entre
1166 y 1185.
Cano, Fray Melchor, obispo de Canaria (1509-1560), dominico, telogo
y obispo. Autor de De Locis Theologicis (Salamanca, 1563). Enviado por
Carlos I al Concilio de Trento en 1551, un ao ms tarde fue promovido
por el rey a obispo de Canarias, cargo al que renunci para ser rector del
Colegio de San Gregorio en Valladolid.
Carthuyano, Fray Dionysio [Dionisio Cartujano/Dionysii Carthusiani]
(1402/3-1471).
enal, Roberto [Robert Cneau/Coenalis] (1483-1560.) Obispo de
Avranches (Normanda). Tom activa participacin en las discusiones
religiosas de la Reforma con obras como Pro tuendo sacro coelibatu (Pars,
1545); Tractatus de utriusque gladii facultate, usuque legitimo (Pars, 1546,
y Leyden, 1558); Axioma de divortio matrimonii mosaici per legem
evangelicam refutato (Pars, 1549); Traductatis Calviniacae (Pars, 1556);
Methodus de compescenda haereticorum ferocia (Pars, 1557). Su Historia
Galliae (Pars: 1557), dedicada al rey Enrique II, trata sobre el nombre,
origen y logros de los galos, francos y burgundios. Ortelius la cita, y tambin
probablemente Ortelius se refiera a ella bajo el ttulo De re Gallica (Ort.
16, 21, 34, 36, 37, 44, 45).
Emilio, Paulo [Paulus Aemilius Veronensis] (c. 1455-1529). Historiador
italiano al servicio del rey Carlos VIII de Francia, escribi la crnica De
rebus gestis Francorum (c. 1517), traducida al francs en 1581.

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 103


Fasciculus Temporum (1480), de Werner Rolevinck (1425-1502). Cartujo
alemn, escribi sobre varios temas, pero se hizo famoso por esta historia
del mundo al estilo de la poca. Es considerado el primer libro con
ilustraciones impreso en Espaa (1480: Hispali, Bartholomeus Segura et
Alfonsus de Portu).
Gaguino, Roberto (1433-1501). Humanista francs, ministro de la orden
de los Trinitarios, profesor de Derecho Cannico y Bibliotecario en Pars,
maestro de Erasmo. Obras: Compendium de origine et gestis Francorum,
Pars: George Wolff y Theilman Kerver para Durand Gerlier y Juan Petit,
1497, Epistolae et orationes (1496).
Galesino, Pedro [Pietro Galesino/Galesini, Petrus Galesinus] (c.1520-
c.1590). Autor de un Martirologio (Maryrologium, Sancta Romanae
Ecclesiae usus in singulas anni dies accomodatum, ad Sanctissimum
Patrem Gregorium 13. Pontificem Optimum Maximum Petro Galesino,
Protonotario Apostolico auctore, Venetiis: [Domenico Nicolini da Sabbio]
apud Ioannem Antonium de Antonij, 1578).
Genebrardo, Gilberto [Gilbertus Genebrardus] (1535-1597). Telogo
parisino benedictino, profesor de hebreo y autor, entre otras obras, de la
Chronographia in duos libros distincta (Pars, 1567).
Giles, Nicols [Nicole Gilles/Nicholas Gilles] (m. 1503). Estuvo a cargo
del tesoro real bajo el reinado de Carlos VIII de Francia. Fue el primer
historiador o el ltimo de los cronistas. Adapt y complet Les grandes
chroniques de France suprimiendo los aspectos legendarios. Su obra ms
importante, Les annales et chroniques de France (Pars: Les Angeliers,
1544), se titula en realidad Les tres elegantes et copieuses annales des tres
preux, tres nobles, tres chretiens et excellents moderateurs des belliqueuses
Gaules. Depuis la triste desolation de la tres sainte et fameuse cite de
Troie jusques au regne du tres vertueux roi Francois a present regnant:
compilees par feu tres eloquant et noble historiographe en son vivant
judiciaire et secretaire du Roi controleur de son tresor Maitre Nicole Gille,
jusquau temps du tres prudent et victorieux Roi Louis douzieme. Et depuis
additionnees selon les modernes historiens nouvellement revues et corrigees
outre les precedentes impressions.

104 PURGATORIO DE SAN PATRICIO, EN IRLANDA


Gloria de Niquea (1629) (referencia mentirosa). Se refiere al poema
mitolgico de Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana (editio
princeps: Zaragoza, 1629).
Judeis, Cornelio de [Corneille de Jode o Cornelis de Jode] (1568-1600).
Su padre, Gerard de Jode (1509-1591), haba publicado el Speculum Orbis
Terrarum (1578), una obra destinada a competir con el Theatrum de
Abraham Ortelius. Esta obra no tuvo el favor del pblico que Jode esperaba
y, quince aos ms tarde, su hijo Corneille prepar una segunda edicin
con un ttulo levemente distinto, Speculum Orbis Terre (1593).
Lesles, Ian [John Lesley/Leslie] (1527-1596). Obispo escocs de la Iglesia
Catlica Romana e historiador. Durante la Reforma, Lesley se volvi un
campen del Catolicismo. Fue uno de los amigos ms constantes de la
reina Mara de Escocia y se present como embajador suyo en la corte de
la reina Elizabeth para denunciar la injusticia de que estuviera cautiva en
Inglaterra. Fue encarcelado en la Torre de Londres y durante su
confinamiento recolect materiales para su historia de Escocia. En 1573
fue liberado de prisin pero desterrado de Inglaterra. Durante dos aos
intent obtener sin xito el apoyo de prncipes de Europa en favor de la
reina Mara. Mientras se encontraba en Roma public en latn De Origine,
Moribus, et Rebus Gestis Scotorum (Roma, 1578).
Libros milesios (referencia mentirosa). Alude a las fbulas milesias,
ficciones tan denostadas por Lpez Pinciano y Cervantes por su falta de
verdad y verosimilitud, y puestas a la altura de las novelas de caballeras.
Lutero (1483-1546). Fundador del protestantismo luterano, autor de las
95 tesis sobre el valor de las indulgencias que mand fijar en la puerta de la
iglesia de Wittenberg el 31 de octubre de 1517. En 1522 public una
traduccin del Nuevo Testamento y, en 1532, la de la Biblia completa. Entre
1520 y 1521 escribi sus grandes escritos programticos: An den christlichen
Adel deutscher Nation; Von der Freiheit eines Christenmenschen, y De
captivitate babylonica. En 1529 escribi el catecismo grande y el pequeo,
para ser ledos en las escuelas. Una de sus ms violentas diatribas contra el
Papado de Roma es Wider das Papsttum vom Teufel gestiffet (Contra el
papado establecido por el diablo, 1545).

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 105


Martnez, Fray Gregorio (1575-1637), dominico. Maestro de teologa en
el Colegio de San Gregorio, en Valladolid, y autor de Commentaria in I-II,
Salmanticae, 1618, a la Summa Theologica de Toms de Aquino.
Martirologios: a) de Beda (672-735) b) Romano: el Viejo, denominado
el de Usuardo (fines del siglo IX), tambin llamado Romano, y el Nuevo,
de 1584, elaborado bajo la direccin del Cardenal Sirleto, impuesto a toda
la Iglesia por Gregorio XIII. Fue revisado por Baronio en 1588 y ha sido
constantemente corregido y ampliado.
Munstero, Sebastin [Sebastian Mnster] (1489-1552). Cosmgrafo y
hebrasta alemn, autor de la Cosmographia Universalis (1543), descripcin
del mundo en 6 vols., con 471 grabados y 26 mapas. En 1529 abandon la
orden franciscana y se convirti al protestantismo.
Natalibus, Pedro de (?-1400/1406?), dominico. Autor del Catalogus
Sanctorum (Venecia: 1493, 1 edicin; Venecia: 1616, octava y ltima
edicin).
Ortelio, Abraham (1527-1598). Cartgrafo y cosmgrafo flamenco. Su
principal obra es el atlas Theatrum orbis terrarum, compuesto por 70 mapas
(1570) y citado en la carta como Theatro Universal.
[Perells, Ramn de (referencia indirecta)]. Ramn de Perells, vizconde
de Perells y de Roda, autor del Viatge al Purgatori de Sant Patrici (1398),
traduccin catalana del Tractatus de purgatorio sancti Patricii (c. 1189),
obra de Enrique de Saltrey, excepto los pasajes coetneos agregados por el
vizconde. En la carta se alude indirectamente al texto cuando afirma Bueno
es el del soldado que escriuio entro en el Purgatorio que describe, y hablo y
conocio a muchos en el, y entre ellos, al Rey Don Juan de Aragon.
Polidoro, Virgilio [Virgilio Polydorus] (1470-1555). Autor de la Polydori
Vergilii Vrbinatis Anglicae Historiae libri XXVI (Basileae: Ioannes Bebelius,
1534).
Porcacho, Thomas [Porcaccius] (1530-1587). Autor de De Situ Orbis,
Lisole pi famose del mondo descritte (Venecia, 1576).
Quinto Curcio (Alexandro Magno) (S. II) (referencia mentirosa).
Quinto Curcio Rufo, autor de De rebus gestis Alexandri Magni Regis
Macedonum.
Staniheuristo Dubliniense, Ricardo [Richard Stanihurst] (1547-1618).
A la muerte de su esposa, en 1579, se convirti al catolicismo y se orden

106 PURGATORIO DE SAN PATRICIO, EN IRLANDA


monje benedictino en 1602. Trabaj con los exiliados catlicos en Flandes
y fue consejero de la Corona Espaola entre 1590 y 1595. Escribi De
rebus in Hibernia gestis (Antwerp: Christopher Plantin, 1584); Rerum
Hibernicarum appendix y Descriptio Hiberniae (Londres, 1585) y De vita
S. Patricii (Antwerp, 1587), entre otras. En la carta se citan los Quatro
libros de Irlanda.
Surio, Fray Loreno (1522-1578). Autor de De probatis sanctorum historiis
(Colonia: Calenium et haeredes Quentelios, 1574). La edicin del
Martirologio Romano de 1584 estaba acompaada por la constitucin
apostlica Emendatio jam Kalendario, de Gregorio XIII, que haca
referencia a la revisin del martirologio sobre una base histrica.
Tritemio, Joan, abad de Npoles. [Johannes Tritemio] (1462-1516),
benedictino alemn, gran erudito de la historia eclesistica. Obras
principales: Catalogus Scriptorum ecclesiasticorum (1494), De viris
illustribus germanice (1494), De viris illustribus ordinis sancti Benedicti
(1575, pstumo).
Vincencio Arobispo de Beuuais [Vicente de Beauvais] (c.1190-c.1264).
Autor del Speculum Historiale.
Vorago, Jacome [Jacobo de la Vorgine] (1184/94-1264), dominico. Autor
de la Legenda Aurea o Leyenda de Santos.

MARA MERCEDES RODRGUEZ TEMPERLEY 107


DISPUTA DE ALTERIDADES EN EL ROMANCERO

Gloria B. Chicote

Mltiples otros en el romancero

Como ya se ha sealado, la alteridad se construye por oposiciones. El


yo cultural aprehende el fenmeno de la diferencia con las herramientas
epistemolgicas con que cuenta en cada caso e integra al otro en esquemas
preexistentes. A partir de entonces, se producen los diferentes matices de
esa aprehensin, que pueden ir desde la integracin y la tolerancia hasta la
exclusin. Los mecanismos de diferenciacin ayudan a la autodefinicin
de una cultura en la medida en que se delimitan pautas de normalidad/
anormalidad, salud/enfermedad, virtud/vicio, civilizacin/barbarie, e
integracin/marginalidad. Estas oposiciones generalmente se muestran
como naturales, como dadas, pero toda naturalidad, en cuanto a modelos
culturales se refiere, es sin lugar a dudas el resultado de complejos
dispositivos semiticos.1
Partiendo de la hiptesis de que la equiparacin del otro con elementos
negativos o con enunciados utpicos constituye una forma usual de
exclusin que al mismo tiempo coopera con la autorrepresentacin en todo
grupo social, resulta altamente productivo profundizar la visin especfica
que la literatura aporta al tema y la interaccin que ofrecen modelos
ficcionales y modelos histricos.
1
Confrontar las afirmaciones de Tzvetan Todorov (1987: 13): Pero los otros tambin son
yos, sujetos como yo que slo mi punto de vista, para el cual todos estn all y slo yo
estoy aqu, separa y distingue verdaderamente de m.

GLORIA B. CHICOTE 109


La constitucin geopoltica de Espaa ofrece un marco de especial
inters para abordajes de esta ndole desde tiempos fundacionales. La
confluencia y convivencia inicial (aunque no siempre pacfica) de las
tres etnias representantes de las religiones monotestas ms importantes
de occidente (cristianismo, judasmo e islamismo) dio lugar a un conjun-
to de especulaciones sobre la alteridad en la cultura medieval, y, poste-
riormente, el descubrimiento y conquista de Amrica ofrecieron nueva-
mente parmetros de confrontacin entre lo uno y lo diverso. Tambin en
esta oportunidad, el romancero, en tanto gnero multiforme comn al
universo panhispnico, contribuye a explicar las visiones de la alteridad,
a travs del doble movimiento de permanencia y cambio que lo caracteri-
za en su devenir transhistrico y en funcin del cambio de perspectivas
que evidencian los poemas. Marcas de convivencia cultural correspon-
dientes a distintos estratos de la difusin de los textos o resabios de con-
textos anteriores que se resignifican en nuevos tiempos y espacios con-
vierten al romancero en un corpus polifnico en el que las voces insertas
en la diacrona cambian su lugar de enunciacin y relativizan su signifi-
cado.2
La definicin de romance que Diego Cataln (1982, t. 1: 19) incluye
en su Catlogo General del Romancero no deja dudas acerca de la
interaccin fundamental que existe entre los textos y sus contextos de
produccin:

Son segmentos de discurso estructurado, que imitan la vida real


para representar, fragmentaria y simplificadamente, los sistemas
sociales, econmicos e ideolgicos del referente y someterlos
as, indirectamente, a reflexin crtica.

Se pone de manifiesto, y se enfatiza, el carcter representativo que


tienen los poemas tradicionales, conjuntamente con la facultad que poseen
de tomar distancia del sistema y actuar crticamente sobre l. Ms adelante
en la misma obra, Cataln aclara las condiciones especficas en que este
accionar tiene lugar:

2
Una versin parcial de este artculo fue publicada en Chicote (2004).

110 DISPUTA DE ALTERIDADES EN EL ROMANCERO


Los romances son narraciones tradicionales, sujetas al juego de
las dos fuerzas complementarias que gobiernan la transmisin y
transformacin de toda estructura social y de toda expresin
artstica colectiva: la herencia y la innovacin.

Por lo tanto, conviven en este dispositivo significantes que remiten a


sistemas semnticos caducados, pero que, a su vez, se resemantizan para
adaptarse a la problemtica presente de sus transmisores. El romancero se
manifiesta como emergente de un sustrato folklrico-tradicional que no ha
sido totalmente domesticado por la cultura dominante y cuyos textos aportan
elementos diferenciadores que implican un modo cambiante de traducir
conductas a un lenguaje codificado.3
En este sentido, podemos observar en los romances, desde su gnesis,
una focalizacin de la alteridad en trminos religiosos, polticos o
sociales en funcin de que hayan surgido como expresin de una u otra
perspectiva. Podran confrontarse las visiones pro rabes o pro cristianas
en los romances sobre la guerra de la Reconquista4 o la filiacin poltica
de los romances histricos referidos a la sucesin del trono de Castilla en
el siglo XIV,5 y, para acudir a un ejemplo contemporneo, podemos pensar
en la produccin romancstica que cant los hechos de la Guerra civil
espaola, tanto desde el bando republicano como desde el bando
falangista. Asimismo, es posible extender una lnea temporal que permita
observar cmo vara la percepcin de la alteridad en funcin del contexto
cultural en el que cada tema y cada versin romancstica se realizan.
El grupo de los llamados romances novelescos se caracteriza por
tematizar la alteridad desde distintas pticas. Por reunir elementos difusos
que denotan un proceso de polignesis, a veces difcil de discernir, estos
romances reelaboran motivos relacionados tanto con la narrativa francesa
o la balada paneuropea, como con poesas rabes o ambientes cultos italianos
del siglo XV, paralelamente a los que muy posiblemente proceden de

3
Cabe mencionar al respecto la importancia del libro de Ovidi Carbonell i Corts (1997).
4
En relacin con el estudio del punto de vista en la audiencia, vanse las especulaciones
de Alan Deyermond (1996: 28-39) sobre lora la bien cercada.
5
Propongo un anlisis de este conjunto en Chicote (en prensa).

GLORIA B. CHICOTE 111


tradiciones hispnicas locales o reflejan reelaboraciones de narraciones
orales de carcter folklrico. Su procedencia heterognea determina una
extrema amplitud en su temtica, que es lo suficientemente vasta como
para tratar la problemtica esencial de las relaciones humanas, entre las
que predominan, con un tratamiento muy dispar, las amorosas.
El operativo de rastrear la gnesis y las filiaciones de un romance
novelesco se complejiza an ms en la medida en que no slo nos obliga a
internarnos en una maraa textual, sino que tambin esa maraa resulta
especialmente inasible debido a un aspecto que aporta especial originalidad
a su temtica: las conexiones con el universo maravilloso pagano y el
consecuente proceso de cristianizacin moralizante de ese universo que
posibilit su pervivencia en la cultura europea medieval.
Los temas novelescos procedentes de la Antigedad Clsica y los
diferentes estratos de la cultura medieval que acaban de ser mencionados
se han conservado en todas las ramas de la tradicin panhispnica hasta la
actualidad por ser los que mayor fortuna han tenido en su camino de
perpetuacin transhistrica, a partir fundamentalmente de la capacidad de
recontextualizacin que les ofrece su misma temtica. La diferencia cultural
en tanto categora constitutiva de las conductas se manifiesta en estos
romances en los planos social, religioso, poltico y tnico, en cada caso
con sus correspondientes matices y transformaciones, y, del mismo modo,
la alteridad genrica, considerada como una lnea que atraviesa los textos,
permite volver a pensar desde otro ngulo la centralidad del rol femenino
en el romancero.

Tarquino y Lucrecia:
de la alteridad social a la alteridad religiosa

Originariamente de carcter juglaresco, este romance relata un hecho


de la historia de Roma que resulta un discurso lexicalizado de una
concepcin poltica de la alteridad, relacionada con las diferencias sociales
y los abusos del poder.6

6
Confrontar el esclarecedor anlisis de Luise Mirrer (1988).

112 DISPUTA DE ALTERIDADES EN EL ROMANCERO


El poema desarrolla la historia ejemplar de la matrona romana requerida
de amores por el rey Tarquino que elige la muerte antes que la deshonra;
esta leyenda circulaba en Espaa desde el siglo XVI y fue transmitida en
romances que nos llegan hasta la actualidad en versiones orales
contemporneas. Menndez y Pelayo (1913) edita en su Antologa de poetas
lricos castellanos una versin conservada en el siglo XIX entre los judos
de Salnica, muy emparentada an con la leyenda original, aunque ya ofreca
contaminaciones con el ambiente hispnico en el que surge el romance, en
la mencin sers reina de Granada, como promesa del rey a Lucrecia a
cambio de sus favores. El comienzo del poema judeo-espaol es el siguiente:

Aquel rey de los romanos, que Tarquinos se llamaba


se enamor de Lucreza, la nobleza de romana,
que par durmir con ella grande ambisin trataba:

En esta versin, la dama prefiere la muerte antes que la vergenza, y de


este modo convierte su accin individual en comportamiento ejemplar:

Yo me dar tal castigo como adltera malvada


porque ninguna matrona por mi exemplo no sea mala.

Generada en Espaa, la historia de la casta Lucrecia acompa a los


judos sefardes en su primer exilio de 1492 y continu repitindose en
nuevos contextos, hasta que nuevas disporas la condujeron a Amrica en
el siglo XX. Contamos con versiones ms recientes, como la que registra
Rina Benmayor en la ciudad de Seattle, estado de Washington, de la segunda
mitad del siglo XX, cantada por una informante sefard protagonista de una
nueva emigracin que contiene algunas variantes:
O que rey de las romanzas que Tarquinos se llamaba,
.................................... por la su puerta pasava.
.......................................................................................
Mas prefiero morir con honra que no vivir desfamada.
Que no digan la mi gente De un cristi fue namoroza.
Estas palabras diziendo, el cuchillo lenfic
Y la romanza se acab. (Benmayor, 1979)

GLORIA B. CHICOTE 113


La crueldad del rey romano y la castidad de Lucrecia han perdido su
significado para la anciana de Seattle, quien ha acercado los personajes a
un referente inmediato a su entorno cultural. Tarquino se convierte en
El rey de la romanza, o sea, el poema que ella conoce, y Lucrecia se
transforma, con un nuevo rol ejemplar, en la dama juda que muere para
evitar ser poseda por un cristiano. La funcin del relato ha sido rese-
mantizada en esta versin para posibilitar una identificacin con el ima-
ginario de la recitadora a travs de la mencin a la prctica que alude a la
prohibicin de realizar matrimonios entre judos y cristianos.
El romance originalmente transmita un mensaje ejemplar referido a
la importancia de la castidad en el matrimonio y representaba una crtica
severa hacia los abusos de poder de los mandatarios, en este caso, el rey.
La alteridad tena, por lo tanto, un carcter social: el yo estaba representado
por el pueblo sometido y el otro, por la autoridad omnipotente. En su
fluir histrico, la crtica al abuso de autoridad continu vigente, pero se
desplaz a la construccin de una alteridad religiosa (cristiano dominador,
judo dominado),7 en la que seguramente perduran matices ideolgicos
originales, contrarios a la moralidad establecida, que abonan una vez ms
el debate candente de la formacin identitaria.

Incesto y territorialidad en Blancaflor y Filomena

La poesa tradicional se caracteriza por su inexactitud histrica y su


desapego a la continuacin coherente de una historia original. As, no
debe extraarnos que la tradicionalidad haya asociado el nombre de
Tarquino al de un violador y que toda vez que aparezca un personaje con
tales caractersticas se lo denomine as. Es el caso de versiones sefardes,
portuguesas, gallegas y andaluzas del romance de Blancaflor y
Filomena, que nombra as a su protagonista, a pesar de que no tiene
conexin alguna con el rey romano. Posibles comienzos del romance son:

7
Vase sobre el tema, Jos Manuel Pedrosa (2000).

114 DISPUTA DE ALTERIDADES EN EL ROMANCERO


[...] O ladrao de D. Tarquino zombava e ria com elas (Ferr,
2000: 425)

Tarquino era de tropa, Tarquino era de guerra,


se cas con Blancaflor, sin despreciar Filomena (Atero Burgos,
1996: 262)

Ramn Menndez Pidal da por supuesta la antigedad del poema, que


proviene del mito clsico del rey Tereo, Progne y Filomena y nos llega en
versiones del siglo XX, a pesar de la ausencia de versiones y referencias
indirectas en el Renacimiento (Menndez Pidal, 1953, t.1: 160). Conforma,
junto con Delgadita, Silvana, Thamar y Amnn, el grupo de
romances sobre el incesto, de ricas implicancias psicoanalticas y
antropolgicas en sus diferentes realizaciones. Mientras que Delgadita
y Silvana se refieren a casos de relaciones incestuosas entre padre e hija8
y Thamar y Amnn relata el trgico pasaje bblico del amor entre
hermanos, Blancaflor y Filomena tematiza la historia de la joven violada
por su cuado, un caso de incesto en sentido amplio, ya que las relaciones
sexuales entre cuados fueron consideradas incestuosas hasta muy entrado
el siglo XIX (Levi Strauss et al, 1976: 3-49).
El incesto y la antropofagia presentes en el romance (recordemos que la
esposa, enterada de la violacin de la hermana, ofrece, en varias versiones,
8
He desarrollado extensamente el tratamiento del tema del incesto en el corpus argentino
del romance de Delgadita, en relacin con las modificaciones en los planos del discurso
y de la intriga que se operaron en el nuevo contexto. Con respecto a los lmites del yo y del
otro en este romance, considero que las modificaciones producidas (reemplazos sintcticos
y lxicos en la mayora de las versiones y cambio de caracterizacin de los personajes, al
convertirse el rey en estanciero, los criados en el pen Santos que salva a la nia del
encierro y de la muerte; final feliz en el que se instaura un nuevo orden social, en una
versin muy diferenciada) nos permiten pensar que el romance hispnico fue traducido
a cnones poticos ms cercanos en un intento por construir una alteridad social que se
relacione con su contexto: el feudalismo rural de la Argentina de principios del siglo XX. El
estanciero incestuoso es, como lo haba sido el rey, un representante del estamento ms
alto de la pirmide social y, por esta razn, especialmente censurable por el pueblo
transmisor-receptor de romances. En la medida en que estas figuras modlicas no cumplen
con las prohibiciones esenciales impuestas por la sociedad, no merecen el lugar de dirigentes
que tienen. El padre es destituido y reemplazado por el pen Santos, quien surge del mismo
pueblo y reinstaurar, a partir de su casamiento con Delgadita, el orden subvertido
(confrontar Chicote, 1998).

GLORIA B. CHICOTE 115


el hijo como cena al marido) han suscitado el anlisis especfico de Manuel
Gutirrez Esteve (1978: 551-579). Paralelamente, las interpretaciones
historicistas de Francois Delpech (1987) estudian el desarrollo del tema en
el marco de leyendas histricas procedentes de sustratos mtico-folklricos
greco-romanos y europeos, en referencia a problemticas especficas de
Espaa como, por ejemplo, las vinculaciones nobiliarias.
La tragedia se origina en un error inicial: el novio pretende a Filomena
y la madre entrega a Blancaflor, seguramente por respetar la ley de
primogenitura. El texto aporta al receptor anticipaciones del final trgico:
el conde se mora por Filomena; cuando Blancaflor est de parto y el
conde va a buscar a su cuada para que la asista, la madre duda en dejar ir
a su hija; finalmente, Filomena viaja vestida de negro a ver a su hermana;
el conde lleva a la mujer en ancas, en un claro smbolo de posesin
recurrente. Todas estas son seales desatendidas por los personajes pero
no por los oyentes.9
Una vez ms, el romance ofrece una visin ejemplar del yo cultural que
visualiza al otro en trminos de la supremaca de las castas que detentan el
poder y la visin negativa de la extranjeridad. Las referencias al transcurso
del tiempo y a los cambios de espacio estn en relacin con las jurisdicciones
propias a cada personaje: por una parte, la casa de la suegra, por otra, las
tierras del marido:

Luego que se cas a su tierra la llev,


y cumplidos los nueve meses a lo la suegra volvi
(Moya, 1941, t. 1: 407-08)

Desde esta perspectiva se censuran los matrimonios intertnicos. La


exogamia es considerada una prctica que resulta perjudicial: la casa del
marido est lejos, la esposa no se integra al nuevo hbitat, es siempre extranjera
y mantiene las lealtades hacia la madre y hermana y no hacia su nueva familia.

9
En la tradicin americana, el romance est ampliamente difundido (Mercedes Daz Roig,
1990, consigna 61 versiones), y en Argentina contamos con registros muy interesantes en
los que conviven elementos de procedencia hispnica como el Conde de Sevilla y la
Inquisicin, con el conde que se transforma en cndor que baja de Los Andes para
seducir a la nia en un registro que denota modalidades lingsticas del rea.

116 DISPUTA DE ALTERIDADES EN EL ROMANCERO


La alteridad genrica: La Gallarda

Mucho se ha recalcado la visin preponderantemente femenina que


ofrece el romancero hispnico, hecho que la crtica vincul a caractersticas
especficas de su actualizacin: poemas recitados en mbitos familiares,
intimistas, generalmente por mujeres que fueron las depositarias de la
tradicin y las encargadas de transmitirla de generacin en generacin
(Catarella, 1990). Si bien este rasgo es observable en varios temas (por
ejemplo, El veneno de Moriana, Las seas del marido, o aun La Esposa
infiel), existe un conjunto en el que el universo femenino est construido
como el otro misterioso (hasta malvolo) que se opone a la organizacin
social y se constituye en tanto oposicin binaria estructurante de la cultura.
La dama y el pastor, La bastarda y La Gallarda conforman un
corpus romancstico en el que distintos aspectos de la alteridad poltica,
social y religiosa estn atravesados por la distincin de un otro genrico.
Ya he sealado en otra oportunidad (Chicote, 2000) que en este conjunto
(al que se agrega La Serrana de la Vera) se detecta un protagonismo
femenino construido por influencia de la literatura verncula de otras reas
de la Romania (por ejemplo, la literatura artrica), ya que reaparecen las
figuras del hada tentadora y de la princesa abandonada, introducidas con
registros levemente diferentes, que se ofrecen al caballero extraviado en la
partida de caza en romans y lais para desviarlo del camino recto y
conducirlo a otro mundo donde rige una legalidad diferente. En este sentido,
a pesar de su aspecto fragmentario, los romances representan un escenario
que puede ser interpretado como la condensacin potica de un cuento tipo
de la tradicin folklrica (Delpech, 1979), en la medida en que el relato
articula, en el plano mtico, dos problemas que toda sociedad debe resolver
de una u otra manera: el pasaje de la naturaleza a la cultura y el de la
reparticin ontolgica, jerrquica y funcional de los sexos.
La Gallarda, especialmente, es el tema que mejor representa la
perspectiva de la alteridad genrica. A partir de una misma situacin inicial
que prepara al receptor para el desarrollo de un poema de tema amoroso,
tal como sucede en Las seas del marido o en La dama y el pastor,

Se pasea la Gallarda en su ventana florida, (Valenciano, 1998: 258)

GLORIA B. CHICOTE 117


se desarrolla una intriga totalmente diferente en la que el universo de lo
femenino aparece como malfico, ya que la dama que espera en su ventana
teje cabellos de hombre:

hilando cabellos de hombre para hacer seda torcida.


Vira ver un caballero orillas del ro arriba

En otro guio cmplice a la audiencia, el encuentro de la Gallarda y el


caballero se marca con la interpelacin caracterstica de la dama que aparece
en romances de amor, tal como el ya mencionado de Las seas del marido
o La Esposa infiel:

A dnde va el caballero, dnde tiene su dormida?

Asistimos, por lo tanto, a la utilizacin en el romancero de idnticos


clichs compositivos que, a partir de un mismo comienzo, permiten el
desarrollo de una intriga totalmente diferente: la Gallarda comienza su juego
de seduccin en idntico modo que todas las protagonistas romanceriles,
pero, en este caso, con el objetivo de asesinar al amante.
El caballero, en un principio, cae en las redes de la mujer demonaca,
pero la realidad circundante le ofrece indicios de los riesgos que debe
afrontar; por lo tanto, al aceptar la invitacin, pregunta:

Qu es aquello la Gallarda, y toda su gallarda?


Son cabezas de lechones criados con la mi harina
Mientes, mientes la Gallarda y toda tu gallarda,
una es la de mi padre, la prenda que ms quera
otra es la de mi hermano, en la barba la conoca.

El lenguaje lexicalizado propio del romancero nos introduce en un


universo simblico de atributos masculinos, tales como la barba (recordemos
su significacin en los cantares de gesta, especialmente la elaboracin
sostenida del motivo en el Cantar de Mio Cid), pero desplazados a la rbita
de poder femenino. A pesar de los indicios, el caballero sigue el juego
impuesto por esta relacin de poder detentado por la Gallarda, matadora de

118 DISPUTA DE ALTERIDADES EN EL ROMANCERO


hombres, y se somete al ritual de la seduccin. Se introduce en el poema la
descripcin del ritual de la hospitalidad que tambin contribuye a este
malentendido:

La Gallarda hace la cena, el caballero bien la mira.


La Gallarda hace la cama, el caballero bien la mira,
y entre sbana y colchn, el pual de oro meta. (Chicote, 2002: 98)

El aseo, la comida, el galardn sexual son signos engaosos que preparan


la muerte. El pual nuevamente aparece como smbolo sexual. Todos los
atributos de la Gallarda son masculinos: ante todo, su rol activo en la
seduccin y su violencia. La lucha sexual se convierte en una lucha de
poderes en la que finalmente el caballero, al aduearse del pual, recobra
su masculinidad errneamente localizada en la dama. Seduccin y muerte
son recuperados como atributos masculinos, permitiendo al caballero vengar
los asesinatos previos y restaurar el orden subvertido:

Se dieron de vuelta y vuelta, por ver quien quedaba encima


se dieron de vuelta y vuelta, la Gallarda qued encima,
y el caballero debajo, el pual de oro meta.
Abra las puertas portero, que ya va viniendo el da,
Yo las puertas no las abro si la Gallarda est arriba.
La sangre de la Gallarda toda la sala cubra,
suerte tuvo el caballero y toda su gallarda,
que de cien hombres que entraron ninguno sali con vida.

El desarrollo de la intriga tiene contacto con otro motivo de la literatura


artrica: la presencia del portero cuidando la coutume perversa del castillo
(en este caso, la seduccin seguida por el asesinato) y el caballero que
rompe con esa costumbre reinstaurando el orden apoyaran esta tesis (tal
como acontece en Yvain de Chretien de Troyes). En el marco de una
interpretacin mtica, Francois Delpech relaciona este texto con el cambio
de un orden matriarcal a un orden patriarcal, en el que la lucha entre la
serrana y el caballero (con explcitas connotaciones sexuales) simbolizara
el paso del dominio femenino al masculino, un desplazamiento de la
supremaca de la naturaleza, en un desenlace que pone en evidencia que el

GLORIA B. CHICOTE 119


verdadero vencedor de la contienda es la cultura. Por esa razn, la
gallarda pasa al poder del caballero.
El anlisis de este poema llama la atencin sobre las precauciones que
deben tomarse ante la posibilidad de asociar las presencias femeninas
dominantes con una perspectiva femenina de la cultura. El hecho de que
las mujeres sean sujetos de la accin en los poemas mencionados no impide
que sean consideradas como el otro desconocido y temido, contra el que
hay que luchar para imponer definitivamente un orden legitimado por el
texto, que debe ser racional y masculino (Chicote, 2005).

Final

Este breve recorrido por el romancero ha servido para ejemplificar la


presencia dispar de la mirada del otro. Entre las diversas funciones que
podemos atribuir a la literatura, se encuentra la posibilidad de entenderla
como discurso de control que, a partir de ciertos procedimientos formales,
convierte al otro en objeto, ya sea de conocimiento, ya de representacin.
Desde esta perspectiva, el sujeto de la enunciacin se presenta como
poseedor pleno de las facultades que le permiten entender los rdenes
poltico y social, mientras que, a su vez, est autorizado a aprehender
racionalmente al otro.10
Los transmisores del romancero reconstruyen su visin del otro en cada
contexto histrico social, en una contienda discursiva en la cual se enfrentan
continuidad y ruptura. Es en el mismo seno de esa contienda en que logran
representar la voz del yo tradicional en confrontacin con los otros
culturales, religiosos o genricos.

10
Se torna operativa la distincin de tres ejes para situar la problemtica de la alteridad que
enuncia Todorov (1987: 195): 1. el juicio de valor (plano axiolgico) mediante el cual el otro
es bueno o malo, lo quiero o no lo quiero, es mi igual o inferior; 2. la relacin de acercamiento
o alejamiento (plano praxeolgico) que determina la adopcin de los valores del otro, la
identificacin o asimilacin del otro a m, la imposicin de mi propia imagen, o la opcin por
el tercer punto, la neutralidad, la indiferencia; 3. conocer o ignorar la identidad del otro
(plano epistmico), instancia en la que se abre un espectro infinito entre los posibles modos
de conocimiento.

120 DISPUTA DE ALTERIDADES EN EL ROMANCERO


Para concluir, quisiera advertir una vez ms acerca de la subjetividad
de las focalizaciones. Tambin para nosotros, portavoces del mbito de la
academia, la literatura tradicional representa una alteridad, ya que contras-
ta con el yo en el que se ha formado el investigador en el seno de la cultura
institucional y letrada. Los estudiosos del romancero debemos someternos
a procedimientos de objetivacin para captar las diferencias, tanto en la
realizacin de las encuestas, como en el anlisis de los textos. En este
proceso, no debemos olvidar que, en distintos momentos de la historia de
la cultura, los poemas tradicionales fueron utilizados para fundar un dis-
curso poltico determinado o para validar una conducta social. Por otra
parte, este accionar hegemnico tambin determin el ingreso del otro ro-
mancstico en el mbito de la literatura, sesgado, en cada caso, por la mira-
da interesada de un yo crtico.

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GLORIA B. CHICOTE 123


LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA DE
LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAA,
DE BERNAL DAZ DEL CASTILLO

Ely V. di Croce

Punto de partida

La Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaa de Bernal


Daz del Castillo forma parte de un conjunto heterogneo de obras que se
caracterizan por presentar un ncleo temtico comn: la conquista y
colonizacin de Amrica. Adems de su funcin eminentemente
comunicativa, este conjunto compuesto por cartas, relaciones, memoriales,
relatos, poemas picos, elegas, crnicas e historias, escritos durante la
conquista y en los aos posteriores, evidencia intenciones diversas tales
como informar a la Corona espaola las caractersticas de los nuevos
territorios y de sus habitantes, dar cuenta de las acciones realizadas y del
avance en la conquista, garantizar el xito de la inversin en la empresa,
reclamar bienes y tributos, denunciar excesos o notificar las actividades
desarrolladas en pos de la evangelizacin.
El ciclo de Hernn Corts, al que pertenece la obra de Bernal Daz del
Castillo, tiene la particularidad de estar constituido por una multiplicidad
de textos que remiten a perspectivas diferentes y en muchos casos
superpuestas, tanto en lo que se refiere al contenido como a la textualizacin.
Por un lado, la importancia y riqueza del territorio y de las culturas
mesoamericanas, el carcter modlico1 de las acciones de Corts y las
1
Susana Zanetti (1982: XXVI) seala el carcter modlico de la conquista de Mxico en
tanto resume tcticas probadas hasta su concrecin y, por lo tanto, proporciona modos de
actuar a los conquistadores posteriores.

ELY V. DI CROCE 125


rivalidades entre los participantes de la conquista obligan a los escritores a
posicionarse frente a los hechos que narran. De esta manera, encontramos,
por ejemplo, autores que construyen una imagen heroica de Corts y
reivindican las acciones de la conquista tal es el caso de Francisco Lpez
de Gmara frente a obras, principalmente de misioneros, que denuncian
los abusos y excesos del conquistador, como Fray Bartolom de las Casas.
Por otro lado, los textos de los misioneros junto al conjunto de cantos o
relatos indgenas2 que fueron compuestos durante la conquista y que han
perdurado a travs de su difusin oral, o que fueron incluidos en la obra de
cronistas o historiadores, constituyen lo que Miguel Len-Portilla (1963)
ha llamado el reverso de la conquista, dado que permiten recuperar la
visin de los vencidos.3 El carcter autctono de estas obras se complejiza
cuando sus autores son mestizos, criollos o indianos.
A su vez, estos ltimos textos garantizan la veracidad de los hechos
narrados en la condicin de protagonistas o testigos de sus autores, condicin
que comparten tanto con los soldados y capitanes que participaron de la
conquista y colonizacin de Mxico como con los cronistas y letrados que
los acompaaron y cuya funcin especfica radicaba en informar a la Corona
de Espaa de cuanto suceda en Amrica. En oposicin a este grupo se
encuentran las obras de los intelectuales que, sin ser testigos presenciales,
escriben desde Europa basndose en relaciones, crnicas, documentos y
relatos de terceros. Con este propsito, la Corona haba creado el cargo de
Cronista Mayor de Indias, redactor oficial cuyos informes recopilaban la
vasta informacin que llegaba a Espaa.
Por ltimo, la distincin entre protagonistas y testigos por un lado y
letrados por el otro permite establecer una nueva oposicin, sobre la que

2
Hemos utilizado la expresin genrica cantos o relatos indgenas para referirnos a un
conjunto de construcciones discursivas dismiles que, con soportes diversos, permiten
recuperar las voces indgenas. Tal simplificacin se debe a que el detalle de dichas
construcciones excede los propsitos de este trabajo.
3
Miguel Len-Portilla incluye dentro de este conjunto los cantares orales acerca de la
conquista de tipo elegaco o cantares tristes, los escritos en lengua indgena con caracteres
latinos (ej. la relacin annima de Tlatelolco o los testimonios de los informantes de
Sahagn, redactados en nhuatl), testimonios pictogrficos (ej. el cdice Florentino, que
contiene las pinturas que acompaaban los textos de los informantes de Sahagn; el lienzo
de Tlaxcala y el cdice Aubin), relaciones indgenas breves incluidas dentro de otras obras,
textos de misioneros, etc.

126 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


insiste Bernal Daz del Castillo, entre aquellos cronistas de oficio que
garantizan la veracidad de sus obras en su profesionalismo y en la distancia
y objetividad con la que abordan la labor de escritura frente a quienes, aun
sin detentar el saber especfico propio del letrado, consideran legtimo su
rol de escritores en su condicin de partcipes o testigos de los hechos
narrados.
Las distintas perspectivas sealadas suponen modos diferentes de ver
la misma realidad, modos que ponen en juego valores, ideologas, intereses,
intenciones y estilos diversos, directamente relacionados con el pblico al
que se dirigen y con el efecto que desean obtener. Pero, adems del
condicionamiento que supone la perspectiva desde la que los autores encaran
sus obras, los que se han denominado en forma genrica Cronistas de
Indias abordan sus relatos desde distintos gneros, que no siempre
responden al formato especfico de la crnica y que condicionan, asimismo,
tanto la produccin como la recepcin textual.
El problema tipolgico de la prosa historiogrfica del siglo XVI ha sido
estudiado por Walter Mignolo (1992: 57-116). El autor denomina familia
textual al conjunto de textos al que hemos aludido anteriormente,
especificando que una familia textual posee lmites referenciales,
cronolgicos e ideolgicos. En este caso, la conquista funciona como
referente comn, mientras que cronolgicamente las obras consideradas
corresponden al perodo colonial. En cuanto a los lmites ideolgicos,
Mignolo seala que el pasaje del trmino Indias a Amrica no obedece
a un simple cambio en la denominacin, sino que se corresponde con una
modificacin conceptual sobre el referente.
Dentro de una familia textual, los criterios de clasificacin operan
fundamentalmente en dos niveles. Por su pertenencia a una clase inclusiva,
los textos forman parte de una formacin textual, que organiza y determina
el modo en que una cultura percibe sus textos como pertenecientes a la
clase de, por ejemplo, literarios, histricos, filosficos, religiosos, etc. A
su vez, se clasifican en el interior de la formacin textual, constituyendo
tipos discursivos que, en tanto forma tipo preestablecida, condicionan todo
acto de comunicacin en la sociedad en que el acto de lenguaje tiene lugar.
La propuesta de Walter Mignolo consiste en analizar, dentro de la
formacin textual que identifica los textos historiogrficos, tres tipos

ELY V. DI CROCE 127


discursivos comunes a la familia textual durante el siglo XVI: cartas relatorias,
relaciones y crnicas o historias.4 Haremos una breve referencia a las dos
primeras para detenernos con ms detalle en el tipo discursivo crnica o
historia.
Por cartas relatorias se entiende el conjunto de cartas que relatan
detalladamente algn acontecimiento y que, por lo tanto, suponen una
intencin deliberada de dar cuenta del referente Indias. Este rasgo las
distingue de las mltiples cartas que circularon entre Europa y Amrica
durante la conquista y colonizacin, cuyo objetivo primordial no era relatar
sino comunicar supliendo la distancia entre los sujetos.
En el caso de las relaciones, el autor seala que en el siglo XVI el vocablo
significa narracin o informe, pero dentro del corpus de textos de Indias,
es decir, dentro de los lmites de la familia textual, relacin equivale a
relato/informe solicitado por la Corona, cuya base organizativa era el
cuestionario oficial confeccionado por el Consejo de Indias.
Como tipo discursivo, las relaciones se consolidaron a partir de 1574. A
los efectos de organizar los informes obligatorios y oficiales, el Consejo de
Indias elabor extensos cuestionarios que eran enviados a capitanes y
gobernadores del Nuevo Mundo para obtener informacin en forma rigurosa
y detallada. Los cuestionarios funcionaban como modelos de informes o
recopilacin general de noticias, sobre la base de los cuales los hombres de
letras escriban relaciones. Cabe sealar que las relaciones, en oposicin a
las cartas, no se basaron en modelos tradicionales sino en una nueva
estructura textual que se hizo necesaria a fin de organizar la informacin
sobre las Indias, pero suficiente como para determinar la consolidacin de
un tipo discursivo nuevo.
Cartas relatorias y relaciones se escribieron con una intencin informa-
tiva y no formaban parte, en el momento de su escritura, de la formacin
textual que identifica al corpus historiogrfico. Por la importancia del he-
cho al que referan, fueron incorporadas con posterioridad dentro de la
formacin textual. La crnica, en cambio, supona de antemano un tipo
discursivo preestablecido en relacin con una formacin textual. Esto sig-
nifica que aquellos autores que pretendan que sus textos fueran considera-
4
En adelante, el vocablo historia se utilizar en un sentido restringido para hacer referencia
exclusivamente al tipo discursivo especfico.

128 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


dos de carcter historiogrfico deban adecuarse a los condicionamientos
del tipo discursivo que garantizara su recepcin como tales.
Las crnicas son estudiadas en relacin con las historias, dado que,
segn Mignolo, los cronistas de Indias no escribieron crnicas sino historias.
Crnica es el vocablo utilizado para designar al informe, fuertemente
estructurado por una secuencia temporal, de los acontecimientos del pasado
o del presente. En su sentido medieval, la crnica no es un relato o una
descripcin, sino una lista organizada sobre las fechas de determinados
sucesos que se desean conservar en la memoria.
La historia, en cambio, en su acepcin original, s contempla el elemento
narrativo junto a la funcin informativa, aunque no incluye el eje temporal.
Por ese motivo, era ms comn el uso del trmino anales para el informe
de hechos pasados, mientras que historia se reservaba para los
acontecimientos contemporneos al momento de la escritura. La ausencia
del componente temporal explica, asimismo, el concepto de historia natural.
Si bien se trata de tipos discursivos diferentes, con el correr del tiempo
tienden a unificarse, es decir, a organizar sobre un eje temporal la narracin
o relato que refiere a sucesos de alto valor significativo dentro de una
determinada cultura. En el caso de los cronistas de Indias, los trminos son
utilizados a menudo como sinnimos, asimilando ambos significados al de
historia. No obstante, independientemente del nombre que cada autor
seleccione para designar su escrito, es posible identificar la adhesin a un
tipo preestablecido especfico.
Aunque con algunas diferencias con respecto al planteo de Mignolo,
Hayden White (1992) seala tres tipos de formatos para la representacin
narrativa de la realidad histrica. Las historias se caracterizan por presentar
una perspectiva genuinamente narrativista en la medida en que poseen una
trama, entendida como la estructura de relaciones por la que se dota de signi-
ficado para una cultura o grupo a los elementos de un relato, en funcin de
un sistema social que determina el grado de importancia de los aconteci-
mientos y permite, por lo mismo, ofrecer un cierre interpretativo a la cadena
de sucesos narrados en virtud de una idea de legalidad o autoridad.
Al representar la realidad fctica de manera acabada y finita, las historias
se convierten en verdaderos relatos, mientras que las crnicas se presentan
como relatos inacabados, puesto que no concluyen sino que simplemente

ELY V. DI CROCE 129


terminan cuando el autor debe enfrentarse con el presente de su enunciacin.
Los anales, en cambio, consisten en listas que enuncian acontecimientos
sin unidad temtica aparente, en un orden cronolgico, sin una trama que
los organice en funcin de un sistema social determinado, y, por lo tanto,
no pueden ser considerados relatos. Cabe aclarar que, si bien los anales y
las crnicas fueron considerados como historias imperfectas por no alcanzar
una representacin narrativa de la realidad, la propuesta de White consiste
en analizarlos en tanto productos de otras posibles concepciones de la
realidad histrica.
Como formacin discursiva, entonces, la historia posee para W. Mignolo
tres aspectos que la caracterizan. En primer lugar, adems de su funcin
informativa, la historia supone un fin en el nivel filosfico, en tanto se ocupa
de las verdades particulares, y en el nivel pblico, puesto que es de utilidad
comunitaria. En relacin con los fines, se establecen los propsitos que, desde
el plano individual, condicionan la produccin textual. En el caso de Bernal
Daz del Castillo, por ejemplo, el fin de su Historia verdadera de la conquista
de la Nueva Espaa radicara en el hecho de contar la verdad sobre los
acontecimientos de la conquista y desmentir as a aquellos cronistas,
principalmente Francisco Lpez de Gmara, cuyas historias falsean los
sucesos que relatan. El propsito, en cambio, habra que rastrearlo en el
insistente reclamo al rey por la pobreza y abandono en que viven los
conquistadores. Cuando los propsitos exigen generar consenso y orientan
el relato hacia fines persuasivos es comn encontrar, dentro del discurso
historiogrfico, estructuras argumentativas. Esta tendencia comienza a
desaparecer alrededor del siglo XVIII, en pos de la bsqueda de veracidad en
los datos y la pretendida objetividad del historiador.
En segundo lugar, la historia exige determinadas caractersticas que debe
cumplir el sujeto que escribe, el historiador. En el siglo XVI, esta tarea
corresponde a los letrados, quienes detentan una formacin humanista que
garantiza las habilidades retricas necesarias para abordar las actividades
de escritura. No obstante, dentro de la familia textual encontramos obras
de capitanes y soldados, quienes, por diversas circunstancias, asumen un
rol para el que no estn especficamente formados. De ah que el pedido de
disculpas de Bernal Daz del Castillo por no ser latino, que aparece en
las palabras preliminares de su historia, no solamente recupere el tpico de

130 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


la falsa modestia sino que d cuenta de la conciencia, por parte del autor,
de estar ejerciendo una actividad que tiene sus condicionantes y para la
cual no se considera totalmente capacitado.
En tercer lugar, aunque en forma poco clara para la poca, la historia
permite establecer divisiones internas. Desde el contenido, las historias
morales, que se ocupan de los hombres y los acontecimientos, se oponen a
las historias naturales, las que generalmente describen los aspectos
concernientes a la naturaleza y que con el correr del tiempo se transformarn
en una disciplina independiente. Por otra parte, los lmites temporales y
geogrficos permiten distinguir entre la historia universal o general, que
comienza con el origen del mundo, y la historia particular, que reduce su
inters a una nacin, regin o personalidad determinada.
En el pasaje del siglo XVI al XVII, las historias generales ceden lugar a las
particulares o de corte biogrfico, as como lo hacen las historias naturales
con respecto a las historias morales. Estos cambios en los modelos
dominantes no escapan a las producciones de los cronistas de Indias. As,
por ejemplo, mientras algunas historias sobre las Indias incorporan
descripciones de la naturaleza o dan cuenta de los orgenes de las
poblaciones o de las biografas de los capitanes, otras, como es el caso de
la Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaa, priorizan lo
humano y urbano y restringen la narracin a un solo ncleo temtico.
Nuestra propuesta consiste en indagar mediante qu recursos Bernal
Daz del Castillo se posiciona dentro de la familia textual, de qu estrategias
se vale para que su obra quede emparentada con la formacin textual
historiogrfica y el tipo discursivo historia. Desde esta ptica, consideramos
altamente significativo el entramado de voces5 que aparecen en la Historia
verdadera de la conquista de la Nueva Espaa, tanto las que remiten a la
inscripcin de la voz autoral y la alusin a otras obras como los casos de
discurso referido, puesto que estas voces, desplegadas a lo largo del texto,
direccionan los procesos de produccin y recepcin textual en un
5
El estudio de las personas involucradas en la interaccin comunicativa ha sido abordado
en detalle por la teora de la enunciacin (E. Benveniste, 1971, 1974; O. Ducrot, 1984; E.
Arnoux, 1986; C. Kerbrat-Orecchioni, 1988). A partir del cuestionamiento de la unicidad
del sujeto hablante, los trabajos realizados sobre polifona, desdoblamiento del locutor-
enunciador e inscripcin de la persona en el texto a travs de las marcas de deixis personal
constituyen una herramienta ideal para el trabajo que aqu nos ocupa.

ELY V. DI CROCE 131


movimiento que contribuye a construir intermitentemente las definiciones
de identidad y alteridad.
Bernal Daz del Castillo tiene la intencin de escribir una obra de ca-
rcter historiogrfico, es decir, aspira a que su historia sea leda como na-
rracin de sucesos reales. Para ello, necesita plegarse al tipo discursivo
que condiciona su acto de comunicacin. En este sentido, resulta llamativo
el caso particular de la alusin a novelas de caballeras y la mencin de
versos de romances, dado que, dentro del amplio espectro de voces ajenas
que incorpora a su obra, la referencia a textos literarios coloca a esta en
una posicin marginal con respecto a los modelos preestablecidos.

La inscripcin de la persona:
hacia la construccin de un locutor legtimo

Al iniciar la Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaa,


Bernal Daz del Castillo se presenta a s mismo de la siguiente manera:

Bernal Daz del Castillo, vecino y regidor de la muy leal ciudad


de Santiago de Guatemala, uno de los primeros descubridores y
conquistadores de la Nueva Espaa y sus provincias, y Cabo de
Honduras e Higueras, que en esta tierra as se nombra; natural
de la muy noble e insigne villa de Medina del Campo, hijo de
Francisco Daz del Castillo, regidor que fu de ella, que por otro
nombre le llamaban el Galn, y de Mara Diez Rejn, su legtima
mujer, que hayan santa gloria: Por lo que a m me toca y a todos
los verdaderos conquistadores, mis compaeros, que hemos
servido a Su Majestad, [...] digo que har esta relacin, quin
fu el primero descubridor de la provincia de Yucatn y cmo
fuimos descubriendo la Nueva Espaa, y quines fueron los
capitanes y soldados que lo conquistamos y poblamos, y otras
muchas cosas que sobre tales conquistas pasamos, que son dignas
de saber y no poner en olvido, lo cual dir lo ms breve que
pueda, y sobre todo con muy cierta verdad, como testigo de vista.
(Daz del Castillo, 1982. El subrayado es nuestro.)

132 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


La cita es interesante en varios aspectos. En primer lugar, permite
distinguir entre un sujeto social, persona real que se identifica con los datos
biogrficos, y un sujeto discursivo,6 entidad que se construye en el texto.
Del sujeto social se nos informa el nombre, la posicin social actual, el
origen espaol, los lazos de parentesco, la legitimidad de su nacimiento y
sus antecedentes como descubridor y conquistador. Sin embargo, es este
ltimo dato, el hecho de que Bernal Daz del Castillo haya pertenecido a la
primera oleada de conquistadores, el que va a tener mayor incidencia en la
construccin del sujeto discursivo. Bernal funda la veracidad de los hechos
que relata en su condicin de testigo de vista. El haber sido partcipe de
los acontecimientos de la conquista lo convierte en una voz autorizada
para narrarlos, y esa voz tiene su correlato en el nivel discursivo en la
presencia marcada de la primera persona, que hemos subrayado en el
fragmento citado, y que le permite posicionarse frente a los hechos narrados.
Al mismo tiempo, existe una oscilacin en el uso del yo y del
nosotros. Este pasaje del singular al plural no carece de significado, dado
que permite la inscripcin del autor en la obra como sujeto del enunciado y
como sujeto de la enunciacin: Bernal es tanto quien acta como quien
escribe.
Los pronombres y desinencias verbales de primera persona del singu-
lar, remiten al nombre propio que inicia el captulo I, y aparecen ligados,
en su mayora, a verbos de decir, que se homologan en este caso con la
actividad de escritura. Los alcances semnticos de los verbos de decir du-
rante los siglos XVI y XVII han sido estudiados por M. Frenk (1997). La
autora seala que las equivalencias que existan entre verbos tales como
leer, mirar, or tenan su origen en el hbito generalizado de leer en
voz alta, hbito que el advenimiento de la imprenta no modific en forma
inmediata. As, por ejemplo, leer designaba las acciones de leer en si-
lencio, leer ante un auditorio, leer pronunciando en alta voz, tradu-
cir, escuchar y recitar de memoria. En cuanto a decir, se asimilaba
al sentido de leer en tanto implicaba vocalizar un texto cuyo soporte era el
papel escrito o impreso, o tambin la memoria. A su vez, sola usarse con el
sentido de escribir o representar un sonido mediante letras.
6
Para un anlisis detallado de las categoras de sujeto social y sujeto discursivo, ver
H. Casalmiglia Blancaflor y A. Tusn Valls, 1999.

ELY V. DI CROCE 133


Las marcas de primera persona del plural, en cambio, adquieren su
significado referencial en la expresin verdaderos conquistadores,7 hecho
que permite incorporar a Bernal, en tanto sujeto del enunciado, dentro de
un colectivo que a lo largo de la obra alterna con nosotros los soldados,
en oposicin a la visin heroica de uno solo.
Las historias de corte biogrfico, que elevaban a la categora de hroe a
sus personajes principales, comienzan a cobrar importancia durante el siglo
XVI, como lo hemos sealado. Tal es el caso de la Historia general de las
Indias, cuya segunda parte es la Historia de la conquista de Mxico de
Francisco Lpez de Gmara. Esta obra, dedicada a Martn Corts, Marqus
del Valle, en su carcter de heredero de la riqueza y fama de su padre,
organiza su estructura en torno a la figura de Hernn Corts. La historia
empieza y termina con el nacimiento y muerte del hroe, y est constituida
por el conjunto de hazaas y hechos memorables sobre los que se funda la
fama de Corts. Para Gmara, entonces, la historia de la conquista equivale
a la historia de los grandes hombres que la llevaron a cabo.
Detrs del nosotros de Bernal Daz del Castillo, en cambio, aparece
un personaje mltiple, en constante riesgo y esfuerzo, a quien debe
adjudicrsele el xito de la conquista. Bernal tematiza el hambre, el fro,
los temores, el peligro, el esfuerzo constante de un colectivo, los soldados
en oposicin a el capitn, elevando al rango de personaje digno de ser
historiado a los participantes annimos de la conquista.
Hemos sealado anteriormente que es la condicin de testigo de los
hechos narrados la que otorga legitimidad a la actividad de escritura que
emprende el autor. Dicha condicin no slo aparece en forma explcita en
algunos pasajes de la obra sino que se recupera permanentemente con el
uso de la primera persona del plural como marca preponderante de la
inscripcin de la persona a lo largo del texto.
Por otra parte, es necesario sealar que, si todo texto se encuentra en
relacin de dependencia tanto con su productor como con sus receptores,

7
C. Kerbrat-Orecchioni (1988: 43), en el marco de la teora de la enunciacin, define a las
unidades lingsticas cuyo significado referencial vara segn la situacin de comunicacin
como decticos. En tanto procedimiento lingstico, permiten que el locutor imprima su
marca al enunciado, se inscriba en el mensaje (implcita o explcitamente) y se site en
relacin con l.

134 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


en el acto de eleccin de determinados mecanismos de inscripcin de la
voz autoral, el emisor se instaura como locutor al tiempo que designa al
receptor como alocutario (Benveniste, 1974). El nosotros de Bernal, de
carcter exclusivo, remite al conjunto de individuos que formaron parte de
la conquista y colonizacin de la Nueva Espaa, dejando fuera de su
delimitacin tanto al lector como a todos aquellos que no formaron parte,
como protagonistas, de los acontecimientos narrados.

El discurso referido y las citas textuales:


hacia la construccin del tipo discursivo

La Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaa se caracteriza


por la pluralidad de voces diversas que Bernal Daz del Castillo incorpora
a lo largo de la obra. Con diferentes procedimientos, que incluyen el uso
del estilo directo e indirecto, citas abiertas y encubiertas, citas de autoridad
y menciones de obras y de autores, aparecen diseminados en el texto, entre
otros, parlamentos en boca de Corts, frases de soldados, refranes, palabras
dichas por clrigos, capitanes u otras autoridades, alusiones a obras literarias
y no literarias, referencias al habla de los indgenas y a los discursos de las
lenguas, nombre con el que Bernal identifica a doa Marina y a Jernimo
de Aguilar, los traductores.
Cabe recordar que Bernal concluye su obra hacia 1568, esto es, casi
cuarenta aos despus de la conquista de Mxico. La brecha que se abre
entre el momento de la escritura y el tiempo de lo narrado es superada por
los rasgos de inmediatez que Bernal Daz del Castillo imprime en su relato.
El sujeto de la enunciacin, que escribe a partir del recuerdo, se fusiona
con el sujeto del enunciado, protagonista de los hechos, acercando las
distancias temporales de ambos. Uno de los procedimientos que favorecen
este mecanismo es la inclusin de voces, de fragmentos de habla que, si
bien pertenecen a un eje temporal que no coincide ni con el presente del
autor ni con el del lector, acercan el relato a los hechos vividos.
Un ejemplo particular lo constituye el caso de algunas voces indgenas,
nombres propios en general, que Bernal Daz del Castillo incorpora a su
obra. Aparecen como expresiones sueltas, entrecomilladas para marcar la

ELY V. DI CROCE 135


diferencia en relacin con el cdigo compartido con el receptor, seguidas
de frases aclaratorias del tipo que as se dice. Pero, en estos casos, no
se reproducen fielmente los nombres indgenas; Bernal escribe
Huichilobos por Huitzilopochtli, Guatemuz por Cuauhtmoc,
Pitalpitoque por Cuitlalpitoc, etc.
Al margen de la falta de inters por conocer o preservar una cultura que
para Bernal y muchos de sus contemporneos era considerada no slo ajena
sino tambin inferior, y de la dificultad de transcribir sonidos inexistentes
en castellano, llama la atencin el hecho de que el autor no otorgue mayor
importancia a la reproduccin fiel de estos nombres y opte por una mera
aproximacin fontica, dado que, en el momento de la escritura, conoce
traducciones ms correctas, como las que aparecen en la obra de Francisco
Lpez de Gmara, a quien manifiesta en ms de una oportunidad haber
ledo (S. Zanetti, 1982). Bernal, no obstante, no corrige ni enmienda los
vocablos que utiliza, ni rectifica tampoco los que emplea Gmara.
Una posible respuesta podra buscarse en los rasgos de inmediatez que
sealamos anteriormente. A travs de estos nombres aproximativos, es
posible dar cuenta de los primeros balbuceos frente a una lengua distinta
que se asimil lentamente, en gran parte por falta de inters. Las voces que
incorpora Bernal otorgan validez al relato en la medida en que imprimen
rasgos de oralidad al texto, puesto que remiten a la manera en que los
soldados reproducan, como podan, sonidos que oan por primera vez.
Las citas textuales, en cambio, constituyen un caso diferente. En pri-
mer lugar porque ya no remiten al universo de la oralidad, sino a mani-
festaciones textuales. En segundo lugar, estas voces no estn alejadas
temporalmente, sino que son contemporneas y, posiblemente, comparti-
das por el lector. A los efectos de nuestro trabajo, nos detendremos sola-
mente en las referencias que Bernal Daz del Castillo hace a las obras de
otros cronistas, puesto que consideramos que de ellas depende, en gran
parte, la adecuacin al tipo discursivo especfico.
Ya hemos sealado anteriormente la oposicin que se establece, dentro
de la familia textual, entre testigos no letrados y cronistas de oficio. Al
respecto, Gloria Chicote (2003: 272-273) seala que la conquista y
colonizacin de Amrica tuvo un correlato discursivo formado por una
multiplicidad de escritos que permiten reconocer dos lneas enfrentadas.

136 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


Por un lado, la de los testigos de la conquista, fueran letrados o soldados,
y, por el otro, los intelectuales que desde Espaa escriban sobre la base
de documentos o relatos de terceros. Mientras que para los primeros la
veracidad de los hechos narrados radicaba en su condicin de actores de
la conquista, los segundos garantizaban la veracidad de sus escritos en la
objetividad que supone su profesionalizacin y la distancia espacial
respecto de los acontecimientos.
Para posicionarse frente a un grupo que le es antagnico, Bernal
reivindica su condicin de testigo al tiempo que cuestiona las habilidades
retricas mediante las que los cronistas de oficio, principalmente Francisco
Lpez de Gmara, intentan suplir la falta de veracidad de sus obras.
Veamos algunos ejemplos:

[...] y dir cmo estando escribiendo esta relacin vi las


cornicas de los coronistas Francisco Lpez de Gmara y las
del doctor Illescas y las de Jovio, que hablan de las conquistas
de la Nueva Espaa, y lo que sobre ello me pareciere declarar,
adonde hubiere contradiccin, lo propondr clara y
verdaderamente, y va muy diferente de lo que han escrito los
coronistas ya por m nombrados. (Daz del Castillo, 1982)

Este fragmento se ubica al final del captulo XVII. El captulo siguiente


se aparta del plan general de la obra, puesto que se detiene el relato de los
sucesos de la conquista para introducir una extensa crtica a los cronistas
sobre los ejes del buen escribir y del falso decir. Bernal comenta en
este punto que, una vez que tena escritos algunos captulos de su obra,
tuvo la oportunidad de leer ciertas crnicas, la de Gmara entre ellas, y al
verlas tan bien escritas decidi abandonar la suya por considerarla muy
pobre de estilo. Sin embargo, al notar la inexactitud de los hechos que en
ellas aparecan, su opinin cambi:

[...] torn a proseguir mi relacin, porque la verdadera polica8 y


agraciado componer es decir verdad en lo que he escrito.

8
Polica remite a una acepcin, actualmente en desuso, que significa cortesa, buena
crianza y urbanidad en el trato y costumbres.

ELY V. DI CROCE 137


A lo largo de toda la obra se insiste sobre estas crticas mediante alusiones
breves, ubicadas por lo general hacia el final de los captulos, a modo de
cierre. Transcribimos algunos ejemplos a continuacin, incluyendo el
nmero del captulo en cada caso para dar una idea de la frecuencia con
que aparecen:

Y esto es lo que pas, y Corts no entr en el ro Alvarado, como


lo dice Gmara. (Cap. XXXVI)

Aqu es donde dice el coronista Gmara muchas cosas que no le


dieron buena relacin. (Cap. XXXVIII)

Aqu dice el coronista Gmara en su historia muy contrario de


lo que pas, [...] (Cap. XLIII)

Esto es lo que pasa, y no la relacin que sobre ello dieron al


coronista Gmara. (Cap. XLVII)

Ahora bien, las expresiones decticas esto y aqu adquieren en este


caso una referencia cotextual, es decir, su significado se recupera dentro
del contexto lingstico. Refieren, en todos los casos, al episodio
desarrollado en el captulo en el que se insertan, pero tambin, en forma
paralela, remiten necesariamente al mismo episodio desarrollado en otra
obra: la de Francisco Lpez de Gmara.
El hecho de que Bernal no se limite a una crtica general de la labor de
aquellos cronistas que escriben sobre una tierra donde nunca estuvieron y
sobre hechos de los que no participaron, sino que puntualice aquellos
episodios en los que el texto de Gmara difiere del suyo, supone que ambas
obras estn organizadas sobre estructuras similares. Sobre este punto, J.
Gurra Lacroix (S. Zanetti, 1982; G. Chicote, 2003) seala que Bernal Daz
del Castillo sigue de cerca el plan de la obra de Gmara, sin el cual nunca
hubiera podido estructurar su Historia verdadera de la conquista de la
Nueva Espaa.
Si bien Bernal se posiciona en un espacio antagnico al de los cronistas
de oficio y sostiene que su labor como escritor no es menos vlida por no

138 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


poseer una cultura letrada, necesita, por otra parte, plegarse al tipo discursivo
que organiza obras como la de Gmara, puesto que, en tanto formato
preestablecido, condiciona los procesos de recepcin textual. Este juego
de distancias y cercanas puede advertirse en el siguiente fragmento del
captulo CCXII:

Como acab de sacar en limpio esta mi relacin, me rogaron dos


licenciados que se las emprestase para saber muy por extenso
las cosas que pasaron en las conquistas de Mxico y Nueva
Espaa, y ver en qu diferenciaba con lo que tenan escrito los
coronistas Francisco Lpez de Gmara y el doctor Illescas, yo
se la prest, porque de sabios siempre se pega algo a los idiotas
sin letras como yo soy, y le dije que no enmendasen cosa ninguna
de las conquistas, ni poner ni quitar, porque todo lo que yo escribo
es muy verdadero.

Luego del pedido explcito de no corregir la obra para no falsear el


contenido, Bernal comenta que uno de los licenciados le sugiere:

[...] para dar ms crdito a lo que he dicho, que diese testigos y


razones de algunos coronistas que lo hayan escrito, como suelen
poner y alegar los que escriben, y aprueban con otros libros de
cosas pasadas, y no decir como digo tan secamente, esto hice y
tal me acaeci, porque yo no soy testigo de m mismo.

En definitiva, lo que el licenciado sugiere a Bernal es el recurso de la


cita de autoridad para legitimar el contenido de su obra. Para el licenciado,
entonces, no basta la condicin de testigo y protagonista de Bernal, sino
que es necesario validar los hechos que relata en relacin con otros textos,
procedimiento propio de la historia como tipo discursivo. Bernal Daz del
Castillo, en efecto, incorpora las voces de otros cronistas pero en sentido
opuesto, es decir, no aparecen como autoridad en la materia sino como voz
poco fidedigna a la que es necesario corregir.
Una estrategia similar presentan las palabras preliminares que forman
parte del paratexto que acompaa a la Historia verdadera de la conquista
de la Nueva Espaa. Bernal comienza diciendo:

ELY V. DI CROCE 139


Notando [he] estado como los muy afamados coronistas antes que
comiencen a escribir sus historias hacen primero su prlogo y
prembulo, con razones y retrica muy subida, para dar luz y crdito
a sus razones, porque los curiosos lectores que las leyeren tomen
meloda y sabor de ellas; y yo, como no soy latino, no me atrevo a
hacer prembulo ni prlogo de ello [...] (Daz del Castillo, 1982: 7)

Nos encontramos nuevamente frente al problema de la adecuacin al


tipo discursivo. Por un lado, Bernal considera que, por no ser letrado, no
est en condiciones de redactar un prlogo acorde a las exigencias de toda
historia. Por otro lado, la declaracin misma funciona a modo de prlogo
de su obra, intentando cumplir de esta manera con los condicionantes que
le imponen las historias de los muy afamados coronistas. Esta suerte de
prlogo, en s mismo, no aporta mayor informacin a la obra, ni tiene funcin
anticipatoria o aclaratoria; se inserta en el texto simplemente por ser
requisito de la estructura que le sirve como modelo.
Hasta el momento, hemos intentado sealar algunas estrategias utilizadas
por Bernal Daz del Castillo a los efectos de inscribir su Historia verdadera
de la conquista de la Nueva Espaa dentro de la formacin textual
historiogrfica y del tipo discursivo historia que, segn W. Mignolo, se
caracterizan por la legitimidad del sujeto que escribe, la adecuacin del
contenido a las divisiones internas preestablecidas y la presencia de un fin
determinado. En este sentido, hemos propuesto que las diferentes voces
que se insertan a lo largo de la obra constituyen un recurso privilegiado por
parte del autor. No obstante, dentro de esta pluralidad de voces, nos
encontramos con la mencin de obras literarias que, en la medida en que
dan cuenta de sucesos ficticios y, por lo tanto, orientan en otro sentido los
procesos de recepcin, responden a una formacin textual diferente y en
cierto sentido hasta opuesta.
Al respecto, Ramrez Cabaaz (1976) seala que no puede adjudicrsele
el carcter de crnica a la Historia verdadera de la conquista de la Nueva
Espaa dado que, si bien es un texto que reclama credibilidad, la
informacin est trabajada segn la intencionalidad del autor. Consideramos
que, aunque a lo largo de la obra Bernal Daz del Castillo se refiera a su
escrito indistintamente como historia, crnica o relacin, existe una

140 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


clara toma de posicin con respecto a la actividad que emprende: la escritura
no de una crnica sino de una historia. El formato propio de una crnica
permite ocultar al mximo al sujeto de la enunciacin, mientras que la
historia supone adoptar una perspectiva a partir de la cual explicar los
hechos, perspectiva que pone en primer plano los fines y los propsitos
inherentes al tipo discursivo. Es desde esta perspectiva, entonces, que
intentaremos indagar en qu medida la referencia a textos literarios
contribuye a la produccin de sentido de la obra.

Las voces de la literatura y el pblico lector:


hacia la construccin del consenso

La inclusin de voces que remiten a una formacin textual diferente


genera efectos de sentido en la medida en que quiebran con la isotopa
estilstica9 de la obra al colocar en el mismo espacio textual variedades en
contraste (E. N. de Arnoux, 1986). De esta manera, se ponen de manifiesto
los juicios de valor asociados a las variedades en juego, las concepciones
de mundo implcitas en cada una, sus sistemas axiolgicos, etc. Como
recurso, apela a la competencia cultural e ideolgica de los receptores,
dado que su decodificacin ser ms factible cuanto ms estereotipado sea
el enunciado citado o aludido.
En este sentido, la inclusin de voces literarias dentro de la Historia
verdadera de la conquista de la Nueva Espaa, tanto en el caso de las
novelas de caballeras como los versos de romances, presuponen un pblico
lector con un amplio conocimiento de las obras aludidas, aunque con
consideraciones dispares respecto de las mismas.
La conquista y colonizacin de Amrica coinciden con el auge de la
novela de caballeras y del romancero en Espaa. Estas manifestaciones,
que entre los siglos XV y XVI adquieren su mximo esplendor, constituyen
el primer ejemplo de difusin masiva y democratizacin de las lecturas,
fenmeno que afect a todos los estratos sociales.

9
Por isotopa estilstica se entiende la pertenencia de un discurso o una lengua a un lecto,
a un determinado estilo o a un gnero.

ELY V. DI CROCE 141


El romancero, que data aproximadamente del siglo XIV, era considerado
todava a principios del siglo XV como poesa de rsticos. Durante la segunda
mitad del siglo, la clase culta se interes por esta poesa tradicional que
hasta el momento haba vivido dentro del mbito de la oralidad. Un ejemplo
de este inters puede verse en los trabajos de contrafacta, en donde unos
versos del romance original servan como pre-texto para la construccin
de una composicin culta, por lo general de temtica religiosa o abstracta.
Hacia fines del siglo XV y principios del XVI, el romance tradicional accede
a la escritura en cancioneros y pliegos sueltos o de cordel, favoreciendo su
llegada a un pblico cada vez ms vasto.
Las novelas de caballeras, por su parte, adquieren su mayor desarrollo
en Espaa inmediatamente despus del descubrimiento de Amrica. Aunque
estas obras estaban destinadas, principalmente, a un pblico de caballeros,
incluan entre sus lectores a un amplio espectro imposible de precisar. Un
factor fundamental en la difusin de estas obras literarias lo constituy el
fenmeno de la imprenta, que, a travs de una reproduccin comparativa-
mente rpida y econmica, permiti el acceso masivo a los textos. Estos
cambios en los mecanismos de reproduccin y los circuitos de difusin de
las obras repercutieron en los modos en que el texto era percibido. El libro,
considerado depositario del saber y restringido a una esfera de uso acotada,
comienza a atravesar un pasaje que va desde la interrelacin entre la oralidad
y la escritura que supone la lectura colectiva hasta la lectura individual, y, al
mismo tiempo, empieza a ser concebido simplemente como medio de solaz.
Irving Leonard (1979) analiza de qu manera estos escritos de ficcin,
en la medida en que formaban parte de su universo cultural, influyeron en
la mentalidad de los conquistadores. Uno de los principales factores que
seala es el hecho de que los sucesos que narraban estas obras, tales como
hazaas imposibles, flora y fauna extravagantes, seres fabulosos, ideal
caballeresco, tierras encantadas, tesoros escondidos, etc., eran similares a
los acontecimientos relatados por los descubridores y conquistadores del
Nuevo Mundo. De esta manera, romances y novelas de caballeras ofrecan
el marco ideal para plasmar los avatares de la conquista de Amrica, en
tanto vehiculizaban un modelo de heroicidad al revivir el pasado pico de
las guerras de la Reconquista y recuperaban en sus relatos fabulosos un
esquema interpretativo para lo desconocido.

142 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


Otro aspecto de inters que seala Leonard es la divisin poco clara que
el lector de la poca estableca entre la realidad y la ficcin. Segn el autor,
las novelas de caballeras desplegaban una serie de recursos que llevaban a
que el pblico confundiera en el relato sucesos reales con imaginarios.
Entre los ms comunes se encontraban el hecho de mezclar personajes o
lugares reales con otros imaginarios, la idea de que el texto se basaba en un
manuscrito antiguo perdido, muchas veces en una lengua extraa que deba
ser traducida, o la inclusin de los trminos crnica o historia en los
ttulos de las novelas. En el caso de los romances, por una parte, incluan a
menudo los mismos elementos fantsticos e idealizantes de las novelas de
caballeras; por otra parte, retomaban la tradicin de la pica y, junto a ella,
la funcin noticiera del cantar de gesta.
Es esta misma confusin entre lo real y lo ficticio, segn Leonard, lo
que llev a los moralistas de la poca a alzarse contra la literatura
caballeresca en trminos de historias mentirosas. En efecto, la legislacin
del siglo XVI poca en que aparece el Index, ndice de libros prohibidos
por la Inquisicin hace eco de este reclamo. En lo que respecta a Amrica,
Ismael Moya (1941) seala que:

El romance llega a Amrica en el gusto popular. Y fue tal su


difusin en las incipientes ciudades que Felipe II, en la Real
Cdula del 13 de Septiembre de 1543, prohibi terminantemente
en estas tierras el uso de libros de romances y materias profanas
y fabulosas ans como los libros de Amads y otros de esta calidad
de mentirosas historias no slo a los espaoles sino a los indios.
(Moya, 1941: 112)

Las mismas prohibiciones, por ejemplo, aparecen en los Snodos del


siglo XVI, llevados a cabo en Tucumn en 1596 por iniciativa del Obispo
Fray Fernando de Trejo y Sanabria. Si bien, a pesar de las restricciones,
estas obras literarias siguieron llegando al continente, tanto Leonard como
Moya suponen que la ausencia de referencias o registros en documentos de
la poca se debe a los efectos de la censura. Leonard sostiene que es
llamativa la escasez de pruebas directas sobre la influencia de este tipo de
lecturas, y seala que:

ELY V. DI CROCE 143


Lo que apenas puede dudarse es que la vehemente desaprobacin
de las altas autoridades religiosas y morales, no poda dejar de
inducir a muchos pecadores a abstenerse de confesar
pblicamente o de hacer constar por escrito sus preferencias
literarias ni sus opiniones sobre ellas. (Leonard, 1979: 85)

Sin embargo, es necesario resaltar que la censura o autocensura con la


que Leonard intenta explicar la poca cantidad de menciones directas de
estos textos literarios en la produccin escrita del siglo XVI slo puede
ejercerse sobre la base de que sus autores s distinguan las diferencias
entre los textos que refieren a la realidad fctica y las historias
mentirosas propias de la ficcin, es decir, que perciban la inscripcin
de las obras dentro de formaciones textuales diferentes.
Las novelas de caballeras y los romances, entonces, llegan al
continente americano tanto en la produccin impresa como en la memoria
de los participantes de la conquista. Aunque en forma poco frecuente,
tambin aparecen intercalados en textos historiogrficos, dando cuenta
del alto grado de internalizacin que estas obras tenan en la poca. Su
presencia dentro de las producciones de algunos cronistas de indias ya ha
sido sealada por la crtica especializada.10
Al respecto, se ha debatido si la mencin de versos de romances en
los textos historiogrficos da cuenta de un acontecimiento histrico, es
decir, si reproducen un enunciado efectivamente realizado, o si forman
parte de ciertas estrategias utilizadas por los cronistas a los efectos de
ornamentar sus escritos. Sea uno u otro el caso, el hecho de que la
referencia a estas obras sea verosmil da cuenta de la pertenencia del
gnero al patrimonio cultural compartido por conquistadores y cronistas
(G. Chicote, 2003), y tambin por el pblico lector.
En el caso particular de la obra de Bernal Daz del Castillo, estas citas
aparecen intercaladas a lo largo de su Historia verdadera de la conquista
de la Nueva Espaa. Sobre el supuesto de que el autor intenta adecuar su
obra a los requerimientos de la formacin textual historiogrfica, y de
que la presencia de voces literarias es percibida como ajena a dicha for-
10
Ver C. Bayo (1913), I. Moya (1941), I. Leonard (1979), G. Chicote (1998, 2003), A.
Valenciano (1999).

144 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


macin, su inclusin deliberada provoca la ruptura de la isotopa estils-
tica generando diversos efectos de sentido, sobre los que intentaremos
indagar a continuacin. Primero, haremos una breve alusin a las nove-
las de caballeras para luego detenernos con ms detalle en las mencio-
nes de versos de romances.
La obra de Bernal est escrita en funcin de un pblico europeo, a
cuyos cdigos literarios, ideolgicos y culturales responde. Por su fun-
cin informativa, esta historia debe dar cuenta de un referente que resul-
ta desconocido y ajeno al lector, por lo tanto, el cronista se ve obligado a
recurrir a modelos conocidos, dentro del universo cultural compartido,
que funcionen como parmetros para guiar la decodificacin. Ya hemos
sealado que las novelas de caballeras ofrecan un marco ideal para in-
terpretar la informacin relativa a la conquista y colonizacin del Nuevo
Mundo. Mediante el recurso de la intertextualidad, las connotaciones
asociadas a las diferentes formaciones textuales puestas en juego permi-
ten orientar la recepcin de la obra hacia esquemas de conocimiento pre-
viamente consolidados dentro del universo cultural del receptor.
Veamos algunos ejemplos. En el captulo LXXXVII, mientras se relata el
recorrido de la tropa en las proximidades de Ixtapalapa, los soldados se
sorprenden ante las ciudades y poblados que ven por primera vez. Bernal
recuerda el episodio con estas palabras:

Decamos que pareca a las cosas y encantamientos que cuentan


en el libro de Amads.

Un ejemplo similar aparece en el captulo CCV, en donde un soldado es


comparado con Agrajes, uno de los personajes de Amads de Gaula; o en el
fragmento del captulo CXI, en el que se nos indica que, mientras los
prisioneros eran trasladados, iban pensando si era encantamiento o sueo.
En estos casos, la necesidad de recurrir a voces ajenas al discurso
histrico parte del hecho de que el objeto de referencia es desconocido
para el receptor y, por lo tanto, exige que su decodificacin se realice
sobre la base de parmetros conocidos. Al activar las concepciones de
mundo inherentes a las novelas de caballeras, el autor establece una
posible va de interpretacin para que su discurso no sea ininteligible.

ELY V. DI CROCE 145


Los versos de romances, en cambio, plantean una problemtica
diferente. En primer lugar, no se insertan dentro de secuencias descriptivas,
como es el caso de las alusiones a las novelas de caballeras. En segundo
lugar, no remiten al romance del que fueron extrados como texto en su
totalidad, sino que funcionan de manera independiente, adquiriendo una
nueva significacin en el fragmento en el que se insertan.
El hecho de que los versos de romances puedan funcionar en forma
aislada, adaptndose a nuevos contextos discursivos, es posible por la
estructura formulstica que caracteriza estas construcciones. Los versos-
frmula, a fuerza de ser repetidos en un contexto determinado, adquieren
un valor lexicalizado y, por lo tanto, pueden aparecer en diferentes
composiciones, y es justamente el carcter abierto en la estructura del
romance, segn Diego Cataln (1997), lo que le permite adaptarse esttica
y ticamente al contexto en que se lo reproduce. De esta manera, los
versos-frmula, marcas especficas del cdigo del romancero, adquieren
un alto valor figurativo que posibilita su uso independiente.
Por otra parte, el grado de difusin y aceptacin que estas obras tenan
en la poca le confieren a la utilizacin independiente de versos de
romances un matiz ejemplar que posibilita asimilarlos al funcionamiento
de los refranes. Tanto refranes como romances, entonces, permiten
introducir una voz popular que recupera sentencias validadas dentro del
universo cultural compartido.
En el caso particular de la Historia verdadera de la conquista de la
Nueva Espaa, los versos de romances son intercalados en el relato a
travs de la figura de un enunciador,11 a quien se identifica claramente en
el texto, pero que, sin embargo, en la mencin misma del romance
introduce una voz genrica. Tal es el caso del siguiente verso, perteneciente
al romance de Roldn en Roncesvalles, que aparece en dos ocasiones
diferentes (caps. CXXII y LXIX), con variante incluida, en boca de Hernn
Corts:

11
O. Ducrot (1984) establece la distincin entre el locutor, ser discursivo a quien debe
adjudicrsele la responsabilidad del acto de enunciacin, y el enunciador, voz ajena cuyo
enunciado es incorporado por el locutor.

146 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


As que, seores, pues nuestra vida y honra est despus de Dios
en vuestros esfuerzos y vigorosos brazos, no tengo ms que pediros
por merced ni traer a la memoria sino que en esto est el toque de
nuestras honras y famas para siempre jams, y ms vale morir por
buenos que vivir afrentados. Y porque en aquella sazn llova y
era tarde, no dijo ms. (La cursiva y el subrayado son nuestros.)

[...] y ms le dijeron: que mirase en todas las historias, ans de


romanos como las de Alejandro, ni de otros capitanes de los muy
nombrados que en el mundo habido, no se atrevi a dar con los
navos al travs, y con tan poca gente meterse en tan grandes
poblazones y de muchos guerreros, como l ha hecho [...] que la
idea de Mjico les paresca muy terrible cosa, y que mirase lo
que deca y ordenaba. Y Corts les respondi medio enojado
que vala ms morir por buenos, como dicen los cantares, que
vivir deshonrados, y adems desto que Corts les dijo, todos los
ms soldados que le fuimos en alzar por capitn y dimos consejo
sobre el dar al travs con los navos, dijimos en alta voz que no
curase de corrillos ni de or semejantes plticas, sino que, con la
ayuda de Dios, con buen concierto estemos apercebidos para
hacer lo que convenga; y ans cesaron todas las plticas. (La
cursiva y el subrayado son nuestros.)

A los efectos de analizar el funcionamiento especfico de los versos, es


necesario sealar el contexto en el que son citados. En el primer caso, en
las cercanas de Cempoal, Hernn Corts convoca a sus hombres para
comunicarles la decisin de ir contra Narvez, quien haba sido enviado
para detener el avance de la tropa. Sin embargo, como puede verse en la
cita, no se trata simplemente de una orden impartida a los soldados. Como
capitn de la expedicin de Diego Velzquez, Corts no tena poder para
conquistar o colonizar. Decide desobedecer, pero necesita, primero,
convencer a sus hombres. En el captulo CXXII se recupera en discurso directo
el largo parlamento mediante el cual Corts, antes de asignar las tareas a
los capitanes, convence a su tropa de alzarse contra Narvez. El fragmento
citado corresponde al ltimo de los argumentos expuestos por Corts.

ELY V. DI CROCE 147


En el segundo caso, al regresar de Cipancingo, comienza a orse el
descontento de los soldados por el peligro constante en que viven. Una
comitiva decide exponer sus quejas a Corts y solicitarle regresar a Villa
Rica, dada la situacin de la tropa que se encuentra escasamente provista
de alimentos y vestimenta, mermada por las heridas, el cansancio y el
trabajo excesivo, y atemorizada por el enemigo. Es interesante sealar
que este pasaje recupera en discurso indirecto la voz de la comitiva me-
diante el uso de la primera persona del plural, en la que se incluye, en
tanto soldado que padece el rigor de la conquista, el mismo Bernal. Sin
embargo, a continuacin, se produce un cambio en la categora dectica
de persona, que pasa del uso del nosotros al ellos. A travs de este
pasaje, Bernal Daz del Castillo se distancia de la voz del enunciador
citado, es decir, deja de identificarse en adelante con el reclamo de la
comitiva para secundar la decisin de su capitn, como lo especifica ha-
cia el final de la cita.
Corts expone una serie de argumentos que sealan las razones por
las que es necesario, a pesar de las dificultades en que se encuentran,
seguir hacia Mxico en lugar de regresar a Villa Rica. Ante la negacin
recibida, la comitiva vuelve a insistir con otra clase de argumentos: no
hay historias que narren, por ms heroicos que sean sus protagonistas,
acciones semejantes a las que propone Corts. En las condiciones en que
se encuentra la tropa, ir a Mxico resulta demasiado riesgoso, puesto que
sus guerreros son ms numerosos y estn mejor preparados para el en-
frentamiento. Como recurso final para sostener su decisin, Corts apela
al uso del romance.
En ambos ejemplos, los versos de romances citados se insertan dentro
de secuencias argumentativas. Apelar al acervo romancstico constituye un
recurso mediante el cual el enunciador puede introducir un argumento que
no necesita ser validado, puesto que forma parte de las competencias
culturales e ideolgicas tanto de su destinatario directo como del pblico
lector.
A su vez, la posicin privilegiada en la que aparecen los versos de
romances resalta el grado de efectividad que adquieren dentro del nuevo
contexto en el que son utilizados. En ambos casos se ubican hacia el
final, dando cierre a las secuencias argumentativas y, al mismo tiempo, a

148 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


la totalidad del episodio relatado. En este sentido, cabe sealar que, como
hemos subrayado en los fragmentos citados, luego de la mencin de los
romances se introducen frases o acotaciones que dan cuenta del cambio
temtico en la organizacin de la materia narrativa.
La inclusin de versos de romances como cierre de secuencias argu-
mentativas puede observarse en todos los casos en que estos son citados a
lo largo de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaa. En
el captulo XXXVI, en el episodio que relata la salida de Tabasco, por ejem-
plo, se seala que aquellos soldados que haban recorrido el territorio con
anterioridad, entre los que se encuentra Bernal, le informan a Hernn Cor-
ts acerca de las tierras que avistan desde las embarcaciones. Se trata de un
fragmento descriptivo de la geografa del lugar, en el que nada en particu-
lar indica la existencia de riquezas. A continuacin, aparece el siguiente
pasaje:

[...] y luego en buena hora llegamos a San Juan de Ula, jueves


de la Cena, despus de medioda. Y acurdome que se lleg un
caballero, que se deca Alonso Hernndez Puertocarrero, y dijo
a Corts: Parceme, seor, que os han venido diciendo estos
caballeros que han venido otras dos veces a estas tierras:
Cata Francia, Montesinos:
cata Pars, la ciudad:
cata las aguas del Duero
do van a dar en la mar.
Yo digo que mire las tierras ricas, y sabeos bien gobernar. Luego
Corts bien entendi a qu fin fueron aquellas palabras dichas, y
respondi: Denos Dios ventura en armas, como al paladn
Roldn, que en lo dems, teniendo a vuestra merced, y a otros
caballeros por seores, bien me sabr entender. Y dejmoslo, y
no pasemos de aqu. (La cursiva y el subrayado son nuestros.)

La precisin de los datos acerca de la ubicacin espacial y temporal, la


identificacin explcita de un enunciador y la reproduccin de su enunciado
mediante el discurso directo, aparecen como ndices que garantizan la
veracidad de los acontecimientos narrados. Pero, en este caso, el romance

ELY V. DI CROCE 149


puesto en boca de Alonso Hernndez Puertocarrero reinterpreta palabras
dichas por los soldados. Es Bernal y un pequeo grupo de soldados quienes
poseen el conocimiento acerca de las tierras, pero no son ellos quienes
sugieren desobedecer las rdenes recibidas y conquistar Mxico.
La respuesta de Hernn Corts se mantiene dentro de los mismos
parmetros estilsticos al incluir, a su vez, unos versos del romance Estbase
la condesa. Previamente, se nos seala que Corts bien entendi a qu fin
fueron aquellas palabras dichas, sin embargo, Bernal no lo especifica. El
hecho de que no sea necesario decodificar el doble significado puesto en
juego mediante el intercambio de romances supone que el lector, al igual
que Corts, tambin es capaz de entender el fin con el que fueron dichas
aquellas palabras. Esta idea se refuerza hacia el final de la cita, en donde el
cierre de la secuencia que las incluye se seala mediante la frase Y
dejmoslo, y no pasemos de aqu. Lo que se deja fuera, lo que no se dice,
es justamente la explicacin de la intencionalidad que acompaa el
intercambio de los versos.
El avance sobre el territorio mexicano se justifica, de esta manera, sobre
la base de la riqueza de las tierras. Como mvil de las acciones, la bsqueda
de recompensas materiales a cambio de las acciones realizadas forma parte
de la visin de mundo del hombre de la poca, visin que se ve reflejada en
el romance en tanto voz genrica que recupera el saber popular. Mediante el
uso de versos de romances quedan validadas las acciones de la tropa ante un
colectivo que incluye tanto conquistadores como lectores, pero la decisin
de seguir adelante est reida con la autorizacin de Diego Velzquez, por lo
que Bernal Daz del Castillo toma distancia al introducir la figura de un
enunciador a quien se responsabiliza de incitar las acciones posteriores.
Un caso similar aparece en el captulo CLXXIV, cuando Corts decide
partir de Mxico para ir al encuentro de sus hombres y deja la ciudad en
manos de Albornoz, cuya fidelidad es cuestionada. Es Fray Gonzalo de
Salazar, el factor,12 quien constantemente le advierte sobre el peligro en
que se encuentra e intenta convencerlo durante la trayectoria de que se
quede a gobernar Mxico:

12
Reciba el nombre de Factor el oficial real que en las Indias recaudaba las rentas y
renda los tributos en especie pertenecientes a la Corona.

150 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


[...] con retrica muy subida le iba diciendo [a Corts] que se
volviese a Mjico y no se pusiese en tan largo y trabajoso camino,
y ponindole por delante muchos inconvenientes; y aun algunas
veces, por le complacer, iba cantando por el camino junto a Corts,
y deca en los cantos: Ay to, volvmosnos, questa maana he
visto una seal muy mala! Ay to, volvmonos! Y respondale
Corts, cantando: Adelante, mi sobrino! Adelante, mi sobrino,
y no creis en ageros, que ser lo que Dios quisiere! Adelante,
mi sobrino! E dejemos de hablar del fator y de sus blandas y
delicadas palabras [...] (La cursiva y el subrayado son nuestros.)

Nuevamente nos encontramos ante un juego dialgico fundado en el


intercambio de romances, que se inserta dentro de una secuencia
argumentativa. Los versos, asimismo, son utilizados como argumento
ltimo, dando cierre a la secuencia que los incluye. Ahora bien, la intriga
que causa en el lector la insistencia de Fray Gonzalo de Salazar de regresar
a Mxico es la misma que causa en Hernn Corts, quien, convencido por
el romance, decide otorgar al factor poder para gobernar la ciudad en caso
de que Albornoz actuase de mala fe. Bernal anticipa que estos poderes
fueron causa de muchos males y revueltas en Mxico, de ah que las
palabras de Gonzalo de Salazar sean caracterizadas como blandas,
delicadas y de retrica muy subida, recuperando la dicotoma antes
sealada entre el buen escribir y el falso decir. Es en este sentido que,
al finalizar el captulo, Bernal incluye los siguientes versos de Gonzalo de
Ocampo:

Y quiero decir que a esta causa dijo el Gonzalo de Ocampo en


sus libelos infamatorios:
Oh fray Gordo de Salazar,
fator de las diferencias!
Con tus falsas reverencias
engaaste al provincial.
Un fraile de santa vida
me dijo que me guardase
de hombre que as hablase
retrica tan polida.

ELY V. DI CROCE 151


Un caso particular lo constituyen los versos citados luego de la huida de
Mxico, en el captulo CXLV, cuando las tropas espaolas deben librar varios
enfrentamientos armados mientras se dirigen hacia su real. En el camino,
antes de llegar a Tacuba, Corts se aparta con algunos hombres para enfrentar
a los indgenas. Luego de que el resto de la tropa llega a la ciudad, Corts
regresa vencido y les comunica que algunos de sus acompaantes han sido
capturados. Bernal informa que, mientras un fraile intentaba consolar a Corts
por la prdida de sus hombres, visualizan desde Tacuba la ciudad de Mxico:

Dejemos de otras muchas plticas que all pasaron, y cmo


consolaba el fraile a Corts por la prdida de sus mozos de
espuelas, que estaba muy triste por ellos, y digamos cmo Corts
y todos nosotros estbamos mirando desde Tacuba el gran cu de
Uichilobos y el Tatelulco y los aposentos donde solamos estar,
y mirbamos toda la ciudad y las puentes y calzadas por donde
salimos huyendo; y en este instante suspir Corts con una muy
gran tristeza, muy mayor que la que antes traa, por los hombres
que le mataron antes que en el alto cu subiese, y desde entonces
dijeron un cantar o romance:
En Tacuba est Corts
con su escuadrn esforzado,
triste estaba y muy penoso,
triste y con gran cuidado,
una mano en la mejilla
y la otra en el costado, etc.
Acurdome que entonces le dijo un soldado que se deca el
bachiller Alonso Prez, que despus de ganada la Nueva Espaa
fu fiscal y vecino de Mxico: Seor capitn: no est vuesa
merced tan triste, que en las guerras estas cosas suelen acaecer,
y no se dir por vuesa merced:
Mira Nern de Tarpeya
a Roma cmo se arda...
Y Corts le dijo que ya vea cuntas veces haba enviado a Mxico
a rogarles con la paz; y que la tristeza no la tena por sola una
cosa, sino en pensar en los grandes trabajos en que nos habamos

152 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


de ver hasta tornarla a seorear, y que con la ayuda de Dios que
presto lo pondramos por la obra.
Dejemos estas plticas y romances [...] (La cursiva y el subrayado
son nuestros.)

En el primer caso, nos encontramos ante un romance noticiero de factura


americana, hecho poco frecuente si se tiene en cuenta que no hay romances
en Amrica que sean testimonio nico dentro del romancero panhispnico,
dada la escasa produccin de romances tradicionales referidos a hechos o
personajes de la conquista o a sucesos posteriores (Ana Valenciano, 1999).
Los fragmentos citados se articulan en torno a la tristeza de Hernn
Corts. Si bien el motivo desencadenante radica en la captura reciente de
sus hombres, puede observarse un cambio temtico que tiene su correlato a
nivel discursivo. La vista de la ciudad de Mxico desde Tacuba no slo
incrementa la pena de Corts, sino que genera en la tropa el mismo
sentimiento. Esta adhesin se hace explcita gracias a una serie de
procedimientos que incluyen el pasaje que va desde la construccin de un
Corts apenado a un nosotros apenado, la ausencia de sujeto en el
verbo que introduce los versos y la presencia misma del romance, en tanto
recupera una voz colectiva. Si bien el cantar trata sobre la pena de Corts,
este sentimiento, con el que se identifica Bernal, ya no se funda en los
hombres perdidos sino en la ciudad perdida.
A continuacin, se introduce un enunciador identificado con nombre y
apellido, el bachiller Alonso Prez, quien cita los versos iniciales del
romance de materia clsica Mira Nero de Tarpeya. La distancia que toma
Bernal al introducir una voz ajena no deja de ser significativa. En primer
lugar, porque quiebra con la identificacin locutor-enunciador establecida
en el romance inmediatamente anterior. En segundo lugar, como hemos
sealado, el quiebre de la isotopa estilstica que supone la inclusin del
romance recupera los juicios de valor y sistemas axiolgicos inherentes a
la formacin textual a la que pertenece. En tercer lugar, la presencia de un
enunciador le permite desvincularse de la responsabilidad del contenido
del enunciado.
Las palabras del bachiller, que se insertan en el texto mediante el discurso
directo, tienen por finalidad ofrecer consuelo a Hernn Corts al desligarlo

ELY V. DI CROCE 153


de la responsabilidad directa por la prdida de la ciudad de Mxico. No
obstante, los versos citados se introducen mediante una construccin
negativa que remite a ms de una voz discursiva al introducir al menos dos
enunciadores (O. Ducrot, 1984).
Las oraciones negativas presentan simultneamente dos actos dismiles:
uno es la asercin positiva respecto del contenido enunciado; el otro, su
negacin. Ambos actos suponen enunciadores diferentes, de los cuales slo
uno puede asimilarse a la figura del bachiller Alonso Prez. No obstante,
en la expresin misma de la negacin, ambos enunciadores con sus
respectivos enunciados de signo opuesto son actualizados en el discurso.
De esta manera, la referencia a los versos del romance mediante la expresin
de una construccin negativa pone en escena un postulado doble: Corts se
asimilar y no a la figura de Nern.
Los versos de romances, entonces, posibilitan transmitir opinin y
generar consenso en tanto involucran al lector al apelar a sus competencias
culturales e ideolgicas. Recurrir al romance supone introducir en el discurso
una voz colectiva y legitimada, a travs de la cual Bernal Daz del Castillo
justifica su posicin. No obstante, el hecho de que los versos de romances
sean puestos en boca de un enunciador identificado con nombre y apellido
le permite distanciarse de la responsabilidad que conlleva el acto de
enunciacin citado.

Las otras voces en la Historia de Bernal Daz del Castillo

Cuando Bernal Daz del Castillo elabora su obra, existe una multiplicidad
de textos acerca de la conquista y colonizacin de Mxico. Este conjunto,
al que hemos denominado familia textual, impone condiciones tanto en el
contenido como en la estructura de su Historia verdadera de la conquista
de la Nueva Espaa.
El pblico al que se dirige Bernal tiene conocimiento acerca del tema
que encara su historia. La produccin escrita a travs de cartas relatorias,
relaciones, crnicas e historias no carece de importancia. Bernal debe
escribir atendiendo a estos textos en la medida en que vehiculizan diferentes
imgenes de Mxico y de la conquista; es decir, debe escribir posicionndose

154 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


frente a los hechos que narra en relacin con el resto de la familia textual a
la que pertenece.
En cuanto a la estructura discursiva, hemos intentado sealar que el
entramado de voces que aparece en la Historia verdadera de la conquista
de la Nueva Espaa constituye el recurso privilegiado por el autor para
encuadrar su obra dentro de la formacin textual historiogrfica y el tipo
discursivo historia.
Mediante la inscripcin de la voz autoral en el texto a travs del uso de
la primera persona, Bernal pone en primer plano su condicin de protago-
nista de los hechos narrados. Si bien durante el siglo XVI el rol del historia-
dor estaba reservado para los letrados, al presentarse como testigo de vis-
ta se legitima como voz autorizada para escribir historias.
A su vez, estas mismas marcas permiten adecuar la obra a las divisiones
internas de la formacin textual. La obra de Bernal incorpora elementos
biogrficos en la narracin de los sucesos histricos, no obstante, en opo-
sicin a la visin heroica de uno solo, su historia de la conquista equivale a
la historia del conjunto annimo de los hombres que la llevaron a cabo.
Las crticas a las obras de los cronistas de oficio que se despliegan a lo
largo del texto sobre los ejes del buen escribir y del falso decir guar-
dan relacin con los fines. Bernal intenta desmentir obras como las de
Gmara, por considerar que sus narraciones no son fieles a los sucesos
histricos que relatan. Para ello, reivindica su condicin de testigo al tiem-
po que cuestiona las habilidades retricas mediante las que los cronistas de
oficio intentan suplir la falta de veracidad de sus escritos.
Sin embargo, en la medida en que las historias como tipos discursivos
constituyen un formato preestablecido que condiciona los procesos de re-
cepcin textual, Bernal se ve obligado a asimilar la Historia verdadera de
la conquista de la Nueva Espaa a las obras del grupo que le es antagni-
co. La adecuacin al tipo discursivo especfico se logra mediante la inclu-
sin de citas textuales y de un paratexto acordes a las exigencias de la
estructura que le sirve como modelo.
La inclusin de voces literarias, que pertenecen a una formacin textual
diferente, colocan a la obra en una posicin marginal con respecto a los
modelos preestablecidos. Estas voces, al quebrar con la isotopa estilstica
de la obra, contribuyen a la produccin de sentido en la medida en que

ELY V. DI CROCE 155


ponen de manifiesto los juicios de valor asociados a las variedades en jue-
go, sus sistemas axiolgicos, las concepciones de mundo implcitas en cada
una, etc.
Las novelas de caballeras ofrecen un modelo de heroicidad y funcio-
nan como marco interpretativo para dar cuenta de un referente desconoci-
do. En la medida en que forman parte de un universo cultural compartido,
funcionan como parmetros para guiar la decodificacin sobre la base de
esquemas de conocimiento que forman parte de las competencias cultura-
les e ideolgicas del receptor.
Los versos de romances, por su parte, al aparecer en forma aislada den-
tro de nuevos contextos discursivos, se asimilan al funcionamiento de los
refranes en tanto adquieren un matiz ejemplar al recuperar sentencias vali-
dadas en las concepciones de mundo de los participantes de la conquista y
del pblico lector.
En todos los casos analizados, se insertan dentro de secuencias argu-
mentativas, en una posicin privilegiada que resalta el grado de efectivi-
dad que adquieren como argumento. A su vez, los versos son introducidos
mediante la figura de un enunciador, a quien se identifica claramente en el
texto, pero que, sin embargo, en la mencin misma del romance introduce
una voz genrica.
El desdoblamiento de voces en las figuras de locutor y enunciador per-
mite al sujeto discursivo distanciarse de la responsabilidad que conlleva el
acto de enunciacin citado, es decir, como recurso, posibilitan introducir
opinin y generar consenso, sin poner en riesgo la adecuacin de la obra en
su totalidad al tipo discursivo y a la formacin textual historiogrfica.

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158 LAS OTRAS VOCES EN LA HISTORIA VERDADERA ...


IDENTIDAD, OTREDAD Y NUEVAS
REPRESENTACIONES FICCIONALES EN EL
LAZARILLO DE TORMES

Mara Cecilia Pavn

Una de las mayores novedades del Lazarillo reside en construir una


estructura genrica hbrida basada en el gnero epistolar, imprimindole
una intencin autobiogrfica. El resultado de esta combinacin determina
el uso de la tcnica narrativa de la primera persona y, con ella, la
funcionalidad estructural (Barthes, 1977: 72) de los dems elementos y
procedimientos, debido a que los motivos y ancdotas de tipo folklrico,
orientados jerrquicamente por el punto de vista de Lzaro hacia la
explicacin del caso (Rico, 1970: 25), se interrelacionan funcionalmente
superando la inconexin propia de las leyes picas (Lzaro Carreter,
1972: 87) de la narrativa popular.
Por otra parte, la eleccin de este procedimiento es funcional a la obra
en tanto lleva nsita una metafsica y responde a una particular visin del
mundo, ya que el saber tradicional, prctico y terico de la Edad Media,
esencialmente colectivo y de carcter dogmtico, es colocado entre
parntesis para ser reconstruido a partir de la conciencia individual, sentando
de este modo las bases para el procedimiento que llevar a Cervantes, con
su Quijote de La Mancha, a instaurar la novela moderna.
De este modo, la subjetividad de la primera persona queda al resguardo
de caer en el puro dogmatismo al relativizar su punto de vista mediante dos
procedimientos simultneos: 1) La perspectiva de Lzaro se modifica segn

MARA CECILIA PAVN 159


aprende mediante la experiencia, 2) El sujeto de enunciacin se construye
en interrelacin con otras discursividades y puntos de vista.

Construccin de un nuevo hroe literario. Lzaro nio-pcaro

Creemos que no sera acertado buscar el origen del pcaro1 como


reflejo directo de un tipo humano de la realidad del momento. El trmino,
de an no determinada etimologa, parece haberse popularizado a fines del
siglo XVI, tras la publicacin de la primera parte de La vida de Guzmn de
Alfarache, atalaya de la vida humana de Mateo Alemn, extrayendo, de
entre los posibles elementos en comn, el de una de las etapas del protago-
nista (Rico, 1970: 100). Se utiliz para designar a un sujeto generalmente
joven o nio, de deshonrosa vestimenta, sin trabajo estable o lazos que lo
ataran a un lugar en una sociedad donde la movilidad era mnima, criado
en las calles donde ha debido valerse de ardides y pilleras para sobrevivir,
aunque ocasionalmente poda ocuparse en trabajos viles o bajos. Estos
outsiders de la ley social y moral rozaban el mundo de la delincuencia,
pero no cometan crmenes violentos y variaban sus caractersticas segn
cada caso. Algunas veces definidos como modelo de todo lo malvado y
ruin, otras idealizados como espritus libres de ataduras materiales, cuasi
herederos de la filosofa de Digenes, lo cierto es que lo que define al
pcaro como tal no es el ser reflejo del pcaro real, sino ser una cons-
truccin literaria ntimamente relacionada con una estructura narrativa en
la que el uso de la primera persona en el relato de la serie de amos es el hilo
conductor de la trama. La genealoga del comienzo est orientada al desa-
rrollo coherente de la figura del protagonista y del argumento (Rico, 1970:
111), en el que el personaje del pcaro se realiza como un carcter pica-
resco a ratos, a ratos tal vez no (Rico, 1970: 110).
Segn la tipologa novelesca propuesta por Bajtn, la novela picaresca
espaola del Renacimiento puede ubicarse en la categora de novela de

1
Si bien el gnero literario reconocido como Picaresca cuaja con la aparicin del Guzmn
de Alfarache de Mateo Alemn, slo en la superposicin de uno sobre otro se pueden
extraer los rasgos comunes o compatibles que hacen manifiesta la frmula elemental de la
novela picaresca. (Rico, 1970: 114-115).

160 IDENTIDAD, OTREDAD Y NUEVAS REPRESENTACIONES FICCIONALES ...


vagabundeo (Bajtn, 1985: 200-201), en la que el principio de construc-
cin del protagonista est fundado en los movimientos espaciales que rea-
liza mostrando la heterogeneidad social. La temporalidad est dbilmente
elaborada y la imagen del hombre, tan esttica como el mundo que lo ro-
dea, carece de transformaciones o desarrollo. Lzaro de Tormes es, para
Bajtn, el arquetipo de joven vagabundo que, despus de abandonar al cie-
go al final del Tratado I, encontraremos en novelas posteriores.
Sin embargo, creemos que en este Tratado se podra encontrar la proto-
historia del pcaro en los sucesos que constituyen la experiencia inicitica
de Lzaro y del arquetipo picaresco. En este sentido, podramos considerar
el Tratado I como una mnima novela de educacin (Bajtn, 1985: 211-
216) factible de ser analizada de manera individual en relacin con el resto
de la obra, ya que se hallan en l todos los elementos que caracterizan a
este tipo de relato: es autobiogrfico, ofrece una imagen del hombre en
proceso de desarrollo, posee una concepcin aunque particular del pro-
ceso educativo, un maestro con el que empezar a comprender su lugar en
el mundo y la imagen de hombre que proyecta trascender el mbito de lo
privado y particular hasta alcanzar la existencia en lo histrico.
En cuanto a su educacin, la nica alternativa didctica en el mundo de
Lzaro ser la violencia. Los nuevos conocimientos provienen de asocia-
ciones con el dolor y conllevan la fragmentacin del sujeto devenido en
objeto. El placer o el amor no tienen lugar aqu, ni siquiera en la edad
adulta, en la que slo puede ser un marido engaado por su mujer (Ferro,
2003: 2). A los momentos de placer sobrevienen inmediatamente los de
dolor, basta recordar el episodio del jarro de vino, el de la longaniza, el del
garrote con el clrigo de Maqueda, entre otros.
El paso del nio al pcaro se da por el acto violento del golpe contra el
toro de piedra, significativamente en el lmite de su ciudad, Salamanca.
Pero este segundo nacimiento ya haba sido anunciado por otro acto de
violencia: la palabra de su madre, quien le dice: Criado te he y con buen
mozo te he puesto; vlete por ti2 (22). Se pone fin a la relacin con el
objeto materno y se sustituye el padre natural por el ciego, quien dice to-
marlo no por mozo, sino por hijo (22). Lzaro as lo reconoce: Y fue

2
Todas las citas de este trabajo siguen a Rico (1994).

MARA CECILIA PAVN 161


ans, que, despus de Dios, ste me dio la vida y, siendo ciego, me alumbr
y adestr en la carrera de vivir (24). La fuerza violenta de estas palabras
funciona como un elemento generador de vida en tanto Lzaro, librado de
la tutela y proteccin de su madre, enfrentar su existencia, que se le abre
ahora llena de posibilidades. En este mundo del siglo XVI, donde el entorno
es percibido como un tejido constante de palabras y marcas, discursos y
formas (Foucault, 1984: 47), las palabras tendrn la misma realidad que
aquello que designan, as como los signos inscriptos en los seres vivos. De
esta manera, en las cicatrices fsicas y psicolgicas de cada doloroso apren-
dizaje podr leerse la historia de Lzaro. Su recuerdo, desde la edad adulta,
reconstruir estas huellas corporales que vinculan su pasado y su presente
otorgndole historicidad y develando lo que el signo visible oculta: cosas
nunca vistas ni odas. La condicin de validez de esta reconstruccin ser
la palabra escrita, que, frente a la palabra oral como intelecto pasivo,
observar el principio masculino activo del lenguaje y ser la nica
poseedora de la verdad (Foucault, 1984: 47).
El Lazarillo aparece en un momento de brillo de la prosa novelesca en
Europa y define su ser en relacin dialctica con toda una tradicin litera-
ria pica, ante la cual se presenta como una otredad literaria tanto por
sus temas como por su estructura. En el siglo XVI circulan por el continente
diferentes tipos de ficciones en prosa y un pblico vido de novelas que el
impulso de la imprenta ayuda a satisfacer. Existe una gran difusin de la
novela corta, la novella italiana, que haba alcanzado madurez con el De-
camern de Boccaccio y se extenda por Europa a partir del siglo XV. El
Lazarillo recoger los elementos dispersos de toda una literatura de valo-
res y ambiciones secundarias dndoles regularidad a precedentes aislados,
y reclamar los derechos de un hombre cualquiera a ser hroe literario, por
ms bajo que haya nacido o est en la escala social. No oculta al hroe
tradicional, sino que abre posibilidades extraordinarias a la categora de
personaje. Igual que aquel, e invirtiendo las frmulas de las novelas de
caballeras, dar cuenta de su ascendencia, niez y juventud, tomar de su
lugar de nacimiento el nombre, exhibindolo con tanto orgullo como el
Doncel del Mar en el Amadis de Gaula, la novela ms leda en la Espaa
del momento, y expondr una concepcin de honor tan peculiar como la de
moral.

162 IDENTIDAD, OTREDAD Y NUEVAS REPRESENTACIONES FICCIONALES ...


Este dilogo con la tradicin literaria caballeresca se halla tematizado en
la relacin de Lzaro con el escudero, representante de las clases nobiliarias
cuyos fundamentos y valores estaban estandarizados en las novelas de caba-
lleras. De su experiencia con l, Lzaro extraer el convencimiento de lo
arbitrario y desaprovechado del sentimiento del honor, poniendo en relieve
el carcter fortuito de su adquisicin mediante la herencia. Al mismo tiempo
que censura el honor del escudero, construye su propia concepcin de honra
como el reverso secular y tergiversado de la moral dominante.
Sin embargo, aunque la comparacin con las novelas de caballeras del
momento sirve para ilustrar la novedad del Lazarillo, no basta para expli-
carla, ya que no fue concebido como parodia directa de aquellas y, de exis-
tir, esta clase de vnculo se habra producido lejanamente a travs de las
traducciones y adaptaciones en prosa de poemas picos burlescos y par-
dicos del Renacimiento italiano (Knig, 2003: 49). Creemos que la razn
artstica de la utilizacin de motivos tradicionales, como el nacimiento a
orillas del ro, no es la mera repeticin de un motivo preexistente, sino la
refuncionalizacin que contribuye, si bien de manera humorstica y con
efectos irnicos por el contraste (Lida de Malkiel, 1964: 3), a la reformula-
cin radical del estatuto de unidad del hroe tradicional.
A diferencia del personaje estamental heroico, cuya subjetividad atra-
viesa inclume el acontecer porque su naturaleza est determinada desde
el principio, el nuevo hroe picaresco se construye a travs de la accin. Ya
que carece de honor en sus orgenes, se hace valer por su historia, y desde
el prlogo asistimos al trnsito de lo estamental a lo individual. Lo que en
las novelas de caballeras era mero acontecer acumulativo, en los albores
de la novela moderna se transforma en historia cuyo sentido se define en
movimiento.
Los acontecimientos de la vida de Lzaro que se representan muestran su
transformacin desde cierto idealismo juvenil hacia la madurez de espritu
prctico, culminando en su escepticismo y resignacin final. Dicha transfor-
macin ocurre dentro del tiempo biogrfico y en ella reside el argumento de
la obra, que no sera otro que el proceso de creacin del destino humano al
tiempo que del hombre mismo y su carcter (Bajtn, 1985: 213).
A diferencia del tiempo cclico casi mtico de las novelas de caballeras,
el tiempo histrico en que surge y se desarrolla el hroe penetra en el interior

MARA CECILIA PAVN 163


del hombre y forma parte de su imagen. Situado en el momento de pasaje
de la Edad Media al Renacimiento, la transicin se da dentro y a travs del
hroe sostenida por la estructura autobiogrfica de la obra.
La perspectiva de Lzaro adulto es la que reconstruye mediante el
recuerdo una historia que avanza hasta llegar al momento de su enunciacin
recreando cada etapa de su propia construccin. As, la evolucin de Lzaro
puede ser til para analizar los diferentes estados que atraviesa el hombre
hacia la constitucin del principio de realidad establecido por Freud
(1973:1803), tanto para el nivel filogentico (cultural) como para el nivel
ontogentico (individual), que pueden resumirse as:

Evolucin filogentica Evolucin ontogentica

Animista: los hombres se Narcisismo/autoerotismo.


consideran omnipotentes.

Religiosa: el poder se transfiere a Apego a objetos amorosos.


los dioses, aunque el individuo cree
ejercer sobre ellos cierta influencia.

Cientfica: no deja lugar a la Rendicin al principio


omnipotencia humana. El sujeto se de realidad.
resigna a las leyes de la necesidad
y a la inevitabilidad de la muerte.

La evolucin del nio de un estado de amor a s mismo al principio de


realidad corresponde, a nivel individual, al movimiento de la historia cultural
del hombre, cuando pasa de una cosmovisin mgica a una cientfica. El
primer estado corresponde al Tratado I, el segundo se observa en los apartes
morales de Lzaro en el paso por diferentes amos y el tercero se refleja con
claridad en el Tratado VII y su dilogo con el Arcipreste de San Salvador
acerca del caso.
El hroe picaresco refleja paradigmticamente en s el desarrollo histrico
del hombre transformndose junto con los fundamentos del mundo, por lo

164 IDENTIDAD, OTREDAD Y NUEVAS REPRESENTACIONES FICCIONALES ...


cual surgirn problemas de la realidad y las posibilidades del hombre, de la
libertad y de la necesidad y el de la iniciativa creadora (Bajtn, 1985: 215).

Construccin de un sujeto de enunciacin en relacin con otras


subjetividades

En el Tratado I, el protagonista se construye como voz de enunciacin


ante el destinatario explcito de la novela, Vuestra Merced, mostrando la
construccin del pcaro como sujeto de enunciacin y de sujecin de una
individualidad a las normas impuestas desde el exterior (Ferro, 2003: 1).
Destinada a un noble por encargo, la novela se debate entre las cosas
nunca vistas ni odas, cuya verdad debe ser revelada, y el mundo de los
buenos, referente permanentemente aludido pero ajeno. El mundo de la
picaresca es el mundo de los alienados, donde ser es crecer en y para otros,
tratando de alcanzar el privilegiado mundo de los buenos, el espacio del
amo.
Desde la perspectiva dominante del siglo XVI espaol, Lzaro es el otro
(Todorov, 2003: 13) inferior en la medida en que pertenece a un estrato social
bajo en una sociedad fuertemente estamental y aristocrtica.
Como la relacin con el otro no se constituye en una nica dimensin,
Todorov propone situar la problemtica de la alteridad segn el eje axiolgico,
el praxeolgico y el epistmico. El primero corresponde a juicios de valor en
trminos de bueno o malo, el segundo, a la relacin de acercamiento o
alejamiento con el otro que determina la sumisin del o al otro, y el tercero
atiende al conocimiento o ignorancia de la identidad del otro.
Lzaro es descalificado en los tres ejes de relacin: no tiene honor ni
valor, es considerado en su dimensin de inferior slo apto para obedecer las
rdenes y deseos de Vuestra Merced y no constituye objeto de conocimiento
ms que en su condicin deshonrosa y/o divertida de engaado por su mujer.
Desde esta perspectiva, la derivacin Y pues Vuestra Merced escribe se le
escriba expresa el autoritarismo negador del otro en el que narrar es otra
forma de obedecer y servir.
La relacin entre Lzaro y Vuestra Merced se juega en trminos de
alguien que manda y alguien que debe obedecer, por eso deber construir

MARA CECILIA PAVN 165


un nico lugar de enunciacin posible para que su discurso sea viable: el
lenguaje del destinatario. Mediante este hbil movimiento, Lzaro se
apodera de la accin, la voz y la perspectiva y obedecer sumisamente el
mandato de escritura slo aparentemente. En lugar de centrarse en el caso,
su relato excede lo solicitado en cantidad (informa ms de lo que V.M. le
pidi), relevancia (relata lo que es importante para l, no para su receptor),
modalidad (escribe una novela en vez de un cuento centrado en el caso)
y verdad (se muestra reticente respecto al caso y se explaya en su historia
previa) (Martnez, 2004: 5).
Este movimiento de apropiacin del lenguaje slo es posible gracias a
un doble enmascaramiento: el escritor, probablemente culto, crea un
narrador que se doblega y adopta el discurso del amo-receptor. Esta otredad
socio-cultural representada por Lzaro, que en la tradicin literaria slo
haba participado como masa indiferenciada audible a travs de la voz
dominante del narrador, como personaje-tipo de ndole humorstica o como
modelo de maledicencia, adquiere en el Lazarillo una voz propia. Ya que
no era factible dentro de los cnones de la poca que un inferior narrara, la
novela debe enmascararse de narracin autobiogrfica y la ficcin fingirse
verdad testimonial (Rico, 1994:46). El autor debe eclipsarse para otorgar
verosimilitud y credibilidad al narrador.
A la cosmovisin de Vuestra Merced, que pretende reducir la existencia
de Lzaro al caso, ste opone su propia concepcin de s mismo como
hombre ntegro en la conjuncin de todos los aspectos de su vida, por lo
cual dar cuenta del caso desde el principio, para que se tenga entera
noticia de su persona. En consonancia con la mentalidad humanstica
de la poca y la articulacin de una nueva sociedad en todos los rdenes
(social, poltico, filosfico y econmico) coloca su individualidad en el
lugar en que Vuestra Merced y su perspectiva dominante colocaban su
caso como determinado naturalmente por su inferioridad social. Estamos
en presencia de un mecanismo ideolgico que, mediante el determinismo
ontolgico, enmascara y sostiene una estructura social que se pretende
inamovible y divina. Mecanismo que se hace plausible discursivamente en
la naturaleza del pedido de Vuestra Merced de que se le relate el caso.
En pugna con este orden que le niega su ser e individualidad definindolo
como determinado por una condicin natural pre-existente, Lzaro se

166 IDENTIDAD, OTREDAD Y NUEVAS REPRESENTACIONES FICCIONALES ...


propone como producto definitivo de la experiencia, resultado de la suma
de las circunstancias fortuitas y los condicionamientos sociales, por un
lado, y las cualidades individuales, por otro. Su orgullo proviene de haber
superado las adversidades gracias a su fuerza y maa, que no estn
en otro lugar que en su origen, y se dirige abiertamente hacia aquellos que
heredaron nobles estados para que consideren cun poco se les debe,
pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuanto ms hicieron los que, sindoles
contraria, con fuerza y maa remando salieron a buen puerto (11).
La otredad que representa Lzaro para Vuestra Merced amenaza con
diluir su propio ser al convertirlo en el narratario de la historia. Como
representante de la ley divina, por tanto moral, pero tambin econmica y
social, Vuestra Merced detenta la ley de todos los modos de comportamiento
humano (Todorov, 1991: 35), de modo que puede ordenar a Lzaro que sea
relator de su propia ignominia. Pero este mismo pedido denuncia el
resquebrajamiento del orden que representa, en tanto se convierte en el
otro-lector que ya no puede participar del devenir de la vida y del discurso
ms que como espectador. Orden que an impone respeto pero que comienza
a ser desobedecido, anticipando histricamente lo que le sucedera a toda
la clase estamental a la que pertenece.
Para que este lugar de enunciacin de Lzaro sea posible, tambin es
necesario otro recurso: el humor. ste funciona como una mscara que
atena lo subversivo de la mirada y vincula la obra con la literatura cmica
de la poca, en tanto versin no oficial de la realidad en la que lo privado y
lo pblico, lo culto y lo popular, se entrecruzan generando significados
ambivalentes.

Constitucin de un nuevo enunciado

Sin embargo, Lzaro reclama algo ms que su honra social. Si bien


con un poco de irona, los primeros prrafos del Lazarillo confiesan la
ambicin del protagonista de alcanzar honra literaria (6) y en el gnero
de las Lettere volgari, de moda en ese momento y uno de los pocos gneros
que era verosmil que cultivara un funcionario del Ayuntamiento de
Toledo.

MARA CECILIA PAVN 167


Esta conciencia autoral diferencia a Lzaro de todos sus antecesores
proto-pcaros, aun de Cingar, personaje del Baldus de Folengo, con quien
se pueden establecer numerosos paralelismos (Knig, 2003: 122).
La oposicin de Lzaro y Vuestra Merced, en tanto confrontacin de
discursividades, puede analizarse en trminos de disputa por la concepcin
del estatuto de lo real, entendiendo este como un medio por el que la
zona dominante (Williams, 1980: 134) de la cultura articula un sistema de
significados, valores y creencias que imprimen a las grandes masas de la
poblacin un sentido de realidad, es decir, un conjunto de prcticas y
expectativas en relacin con la totalidad de la vida. En este sentido, la
ficcionalidad propuesta por Lzaro surge como un orden alternativo que se
define en el lmite con lo real y la realidad y se sita en un lugar par-
axial (Jackson, 1986: 17) a ambos. Por lo cual la paraxis podra ser una
nocin eficaz para referirnos al espacio de la ficcionalidad propuesta por
Lzaro en relacin con los discursos que ocupan un lugar central en la
Espaa del momento.
Una regin paraxial es un rea en la que los rayos de luz parecen unirse
en un punto detrs de la refraccin; entonces, el objeto y la imagen parecen
chocar, pero en realidad ni el objeto ni la imagen reconstruida residen ah
verdaderamente. Esta regin es el lugar ocupado por las discursividades,
ya que no son enteramente reales (objeto material) ni enteramente
irreales (slo imagen), sino que residen en una parte indeterminada entre
ambos trminos. La diferencia entre la discursividad del orden representado
por Vuestra Merced y la de Lzaro es que este ltimo se postula como
posibilidad, no como orden cerrado y acabado. Mientras la tercera persona
narrativa supone un universo estable y unvoco en el que la significacin
ya ha sido dada de antemano y de forma definitiva, la eleccin de la primera
persona problematiza la realidad en tanto la muestra en su carcter relativo
e indeterminado cuya medida de significacin ser el sujeto. Este
posicionamiento paraxial determina muchos de los rasgos semnticos y
estructurales del Lazarillo, es decir, los medios de que se vale para establecer
su realidad.
En este sentido, el carcter autobiogrfico de la obra y la tcnica narrativa
del punto de vista se encuentran indisolublemente relacionados con el
carcter realista de la obra. Entendiendo realismo como un concepto

168 IDENTIDAD, OTREDAD Y NUEVAS REPRESENTACIONES FICCIONALES ...


crtico-terico que no se define en su coincidencia con la realidad sino con
la imagen que se tiene de esta (Lzaro Carreter, 1976: 133). La obra artstica,
en tanto convencin no-natural, crea una serie de procedimientos que le
son especficos, y su relacin con lo real responde a la necesidad de
revitalizar la percepcin del mismo una vez que un modo de representacin
literaria ha perdido efectividad y cado en la mera convencionalidad. Para
ello, el Lazarillo se valdr de diferentes tcnicas de extraamiento
(Shklovski, 1970: 60). Una de las ms importantes ser el corrimiento entre
significado y significante de caso y virtud, provocando efectos irnicos.
El caso al que se refiere Lzaro en el prlogo y sobre el cual desea
Vuestra Merced or se refiere a los rumores que circulan por Toledo sobre
si la mujer del pregonero es o no barragana del Arcipreste. Sin embargo,
esto es relatado al final de la historia, funcionando as como motivo de la
redaccin de la obra, cuya totalidad est conformada por los preludios e
ilustraciones acerca de la vida de Lzaro y de cmo con fuerza y maa
logr arribar a buen puerto. Estos estn orientados a explicar el
comportamiento que practica o se le atribuye en relacin con el caso y
estn estructurados mediante la tcnica de seleccin que realiza Lzaro
sobre ellos. Insistencias y silencios, comparaciones y adjetivaciones son
las operaciones de recorte del punto de vista subjetivo del protagonista y
parecen dirigirse a la justificacin ltima de su comportamiento
complaciente con el Arcipreste y su esposa.
Sin embargo, cabe la posibilidad de que Lzaro no sepa ms que sus
amigos al respecto. Las idas y venidas de su esposa a casa del Arcipreste
pueden ser suficientes para generar una sospecha, pero nunca podran ser
una prueba contundente. Nadie ha visto a su esposa entrar en la casa en
horas inapropiadas y mucho menos a los supuestos amantes in ipso facto.
Lzaro ha venido exponiendo en el relato de su vida la constitucin de
una moralidad particular y diferente en relacin con la propuesta por la
mentalidad dominante, en la que tienen lugar la mentira, el engao, la estafa
y el robo. Si todo es vlido para proporcionarse bienestar econmico, no
resultara extrao que aceptara el barraganato a fin de complacer a su
benefactor. En esta orientacin de la percepcin del lector y la carencia de
evidencia firme acerca del adulterio se halla la sutil trampa para el lector
que realice juicios morales apresurados (Calero, 2005: 6). Podramos asumir

MARA CECILIA PAVN 169


tambin la culpabilidad del Arcipreste, porque concuerda con cierto
anticlericalismo del resto de la novela y porque se orienta a ser interpretada
de la forma ms cmica. Pero si condenamos a Lzaro con esos
fundamentos, aun sin tener ms evidencia que las habladuras, estaramos
revelando nuestra propia debilidad moral y quedaramos igualados a los
propagadores del escndalo. La irona del procedimiento es que la persona
a la que Vuestra Merced y, posiblemente, los lectores juzgan moralmente
inferior e incorrecta posee una moral superior a la propia. La tcnica de
Lzaro funciona subrepticiamente provocando un inesperado cambio de
roles entre quienes juzgan y quien es juzgado.
En caso de que Lzaro supiera efectivamente que es engaado por su
mujer, las consecuencias subversivas no seran menores. Lzaro construye
su particular moralidad sobre los elementos de la dominante,
reorganizndolos a partir de su experiencia de vida, transformndose as
en el reflejo o imagen trastocada de los valores hegemnicos encarnados
por Vuestra Merced como representante de su clase. Temtica de la imagen
reflejada y la otredad ya presente en el Tratado I, cuando, en ocasin de
huir su hermano del moro por verlo negro y no ver que l mismo lo es,
exclama Lzaro: Cuntos debe de haber en el mundo que huyen de otros
porque no se veen a s mesmos! (18).
El precepto moral que gua a Lzaro es el mismo que el de su madre y
proviene del refrn popular Arrmate a los buenos y sers uno de ellos.
Buenos son aquellos que proporcionan a la mujer dinero para la
supervivencia de su familia. Lzaro sigue el consejo de su madre y llega
hasta el Arcipreste, quien, en ocasin de tratar el caso con el matrimonio,
le dice: Lzaro de Tormes, quien ha de mirar a dichos de malas lenguas
nunca medrar; digo esto porque no me maravillara alguno, viendo entrar
en mi casa a tu mujer y salir della. Ella entra muy a tu honra y suya. Y esto
te lo prometo. Por tanto, no mires a lo que pueden decir, sino a lo que te
toca: digo a tu provecho (133). A lo que Lzaro contesta recordando el
refrn de su madre: Seor, yo determin arrimarme a los buenos (133).
Por un corrimiento de significados, lo bueno y moralmente correcto ser
aquello que le procure sustento y bienestar econmico. Aun as, queda
espacio dentro de esta moralidad para la piedad y la caridad, mximas
virtudes cristianas, que muestra con su amo el escudero. La grandeza de

170 IDENTIDAD, OTREDAD Y NUEVAS REPRESENTACIONES FICCIONALES ...


compadecerse de sus semejantes humaniza y eleva a Lzaro por encima de
su instinto de supervivencia, constituyendo una crtica hacia aquellos que
adhieren de una u otra manera a la moral cristiana slo como norma externa
de comportamiento.
Lzaro ha aprendido que la honra es una cualidad carente de contenido,
basada en la mera apariencia de las cosas; as exclama en su experiencia
con el escudero: Oh, Seor, y cuntos de aquestos debis Vs tener por
el mundo derramados, que padecen por la negra que llaman honra lo que
por Vs no sufrirn! (84). La honra que reclama Lzaro para s en el
prlogo es de otra ndole: literaria, en principio, y basada en el valor del
trabajo y/o el esfuerzo. En el contexto de la mentalidad cristiana feudal,
ideas como la fuerza del sino o la fuerza de la sangre expresan el
carcter esttico de una sociedad en la que cada hombre ocupaba un estrato
social por designio divino; entonces, slo la voluntad de Dios podra hacer
que el sujeto saliese de l. Ante la experiencia de que la sociedad est
movindose impulsada por la economa de mercado, se retoma la idea clsica
de la fortuna, expresada grficamente por los romanos en forma de rueda,
como concepto e imagen del movimiento de la historia y la inestabilidad
de las condiciones del hombre.
La clave de estos desplazamientos entre significante y significado se
encuentra en el Tratado I, cuando Lzaro dice: Huelgo contar a Vuestra
Merced estas nieras, para mostrar cunta virtud sea saber los hombres
subir siendo bajos, y dejarse bajar siendo altos cunto vicio (24). La sola
propuesta de movilidad social constituye un pecado en el siglo XVI espaol
porque implica rebelarse contra la voluntad divina. Sin embargo, Lzaro
extrema la irona al percibir como inspiracin de Dios todas las ideas o
artimaas que le permiten progresar en su bienestar. En ocasin de estar
bajo la tutela del clrigo de Maqueda y comer suficientemente slo en los
mortuorios, Lzaro se refiere a las personas fallecidas: bien creo que las
mat yo, o, por mejor decir, murieron a mi recuesta, porque viendo el Seor
mi rabiosa y continua muerte, pienso que holgaba de matarlos por darme a
m vida (53). Lneas adelante, cuando tras la aparicin de un calderero le
surge la idea salvadora de apoderarse de una llave que abra el arca del
clrigo para conseguir un poco de alimento, se siente alumbrado por el
Spritu Sancto (55) y ve en el calderero un ngel enviado a m por la

MARA CECILIA PAVN 171


mano de Dios (55). Aqu, como en numerosas situaciones de la historia,
Dios se ha convertido en el vocablo que garantiza el xito gracias a la
perspicacia y la habilidad personales. En cambio, las miserias y sufrimientos
tienen su origen en las fuerzas inescrutables de la Fortuna, contra las que
vencer gracias a facultades o virtudes como el buen ingenio, sutileza,
buenas maas y habilidad (Knig, 2003: 62), en el sentido de aptitud,
artimaa, picarda y capacidad de adaptacin.
Estos procedimientos cobran cabal sentido al ser contemplados sobre el
teln de fondo de las letras contemporneas al Lazarillo, en las que prolifer,
en el mbito filosfico, toda una serie de tratados morales sobre la Fortuna,
tales como el De casibus virorum illustrium y el Remediis utrisque fortunae
de Petrarca (Knig, 2003: 53). En este tipo de tratados se adverta sobre los
peligros de la soberbia, la injusticia, la crueldad y dems vicios, tan fuertes
como para derribar a los poderosos, aunque la conducta virtuosa, la razn
y la prudencia no siempre protegiesen al hombre contra los designios de la
Fortuna. Estas teoras estaban orientadas a dirigir las miras humanas ms
all de la vida terrenal, pero podan, al mismo tiempo, relativizar la jerarqua
de valores que rega en ese momento la vida individual y social. Estas
disquisiciones conforman el marco filosfico subyacente a la conciencia
personal del autor del Lazarillo, en relacin con las cuales el ascenso de
Lzaro sera el contrafactum irnico-pardico, ya que se realiza mediante
el ejercicio de una virtud ilegtima.
La vivencia cultural del catolicismo de la Contrarreforma, que haba
creado los mitos nacionalistas de los espaoles como pueblo elegido por
Dios y de Espaa como Estado misionero, comienza a mostrar fisuras y la
crisis de fe y moralidad se hacen visibles en la experiencia y representacin
secularizada de la realidad. Por ello, el realismo en el Lazarillo debe
interpretarse no como un naturalismo sociolgico, propio del siglo XIX,
sino como una potica o retrica realista que se definir en oposicin a la
literatura no realista de su tiempo, de la cual tomar lo esencial y tpico. El
rendimiento final de Lzaro al conformismo catlico y su evasin en el
sarcasmo agudo y paradjico expresan una inquietud, pero no construyen
una ideologa que proponer contra la que denuncia, porque an no se supera
este periodo de transicin (Todorov, 1991: 48) caracterizado por la

172 IDENTIDAD, OTREDAD Y NUEVAS REPRESENTACIONES FICCIONALES ...


pluralidad de pensamientos y valores y, consecuentemente, de ausencia de
cohesin moral antes de la instauracin de una nueva etapa positiva.
El Lazarillo responde adecuadamente a esa realidad polismica,
resolvindola en puntos de vista que multiplican las significaciones en el
marco de un escepticismo acerca de las posibilidades humanas de conocer la
realidad en forma definitiva y acabada. La certeza de la naturaleza y el orden
csmico como criterio ltimo de todos los valores se ha quebrantado, dejando
lugar a un relativismo en el que el yo se plantea como nica posibilidad de
gua en la maraa confusa de un mundo cambiante y la estructura narrativa
autobiogrfica sostiene el sentido total y ltimo de la novela.
De modo que el realismo literario o ilusin realista (Lzaro Carreter,
1976: 141) atribuido al Lazarillo puede considerarse un fenmeno que se
produce en el interior de la serie literaria (Tinianov, 1970: 92) como
principio dinmico de la misma. Surge como respuesta a un modo de
creacin literaria anterior que por su reiteracin ha perdido poder de
captacin de la atencin del lector y, aunque atravesado por la realidad
histrica de la que emerge, no est determinado por ella. As, las frmulas
sustitutivas propuestas por el Lazarillo surgen en oposicin a las anteriores
en la porcin de realidad que capta y en la manera de expresarla
literariamente.

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ESTA PUBLICACIN SE TERMIN DE IMPRIMIR
EN EL MES DE NOVIEMBRE DE 2007,
EN LA CIUDAD DE LA PLATA,
BUENOS AIRES,
ARGENTINA.

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