0% encontró este documento útil (0 votos)
203 vistas9 páginas

Libertadores PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 9

LIBERTADORES

LIBERTARSE DE SUS PROPIOS LIBERTADORES (DE AYACUCHO A


LA GUERRA DEL PACFICO POLTICA Y DIPLOMACIA: 1824-1884)
"La libertad, Sancho, es uno de los ms preciosos dones que a los hombres
dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni
el mar encubre
[...]", Miguel de Cervantes Saavedra.
"El hombre, al perder la libertad, deca Homero pierde la mitad de su espritu",
Simn Bolvar.
"[] pues jams la Libertad ha sido subyugada por la tirana", Simn Bolvar.
"Entonces vimos palpablemente cun cobardes son los hombres malos, y que
es vano el temor que se tiene a los tiranos; no es necesario ms que hacer frente
al dspota, para que huya vergonzosamente", Simn Bolvar.
"[.] el historiador no debe olvidar nada, todo lo debe recoger para presentar al
mundo y la posteridad los hechos tal como han pasado, los hombres tales
como han sido, y el bien y el mal que hayan procurado al pas", Simn Bolvar
(Diario de Bucaramanga).
"Es tan fcil soar un libro como difcil es hacerlo", Honorato de Balzac.
Prlogo
Hernando Armaza Prez del Castillo me pidi que escribiera el prlogo de este
libro y la verdad es que, aceptando su invitacin con el mayor agrado, no me
atrevo a llamar prlogo a estas reflexiones, simplemente porque no soy un
historiador sino apenas un escritor que se alimenta y aprende de lo que otros
investigan y nos transmiten sobre nuestra historia, para entonces entrar a
reinterpretar, debatir y proyectar lo aprendido en lo que posiblemente ms me
gusta: adentrarme, con mirada apasionada, pero tambin con conciencia crtica,
en los vericuetos del quehacer colectivo de los hombres y mujeres de nuestro
pas.
Por ello, precisamente, es que me gusta tanto el libro de Armaza, porque
problematiza nuestra historia desde su fundacin. No es que su mirada sea
nueva; se asienta, ms bien, de forma exhaustiva y muy bien documentada, a
travs de fuentes primarias y secundarias, en lo que los contemporneos o no,
los compaeros de lucha, los amigos y los enemigos, sus coterrneos o no,
militares o polticos o el propio Libertador dijeron sobre el hroe mximo de
la independencia de una buena parte de Amrica. El resultado es muchas veces
desolador. Tal vez porque Armaza, con una visin muy nacionalista y menos
americanista, elige sus mejores dardos para desmitificar a Simn Bolvar, no
para denostarlo -dejmoslo en claro-, sino para colocarlo en el lugar que le
corresponde, pero en su justa medida.
Los bolivianos (y los latinoamericanos en general) tenemos una fuerte tendencia
a encumbrar a algunas de las figuras sin de verdad conocerlas. A pesar de que
la salida del pas de Simn Bolvar y de Antonio Jos de Sucre no fue
precisamente un hecho digno de destacar, pronto se convirtieron ambos lderes
en los mayores protagonistas de nuestra gesta independentista en el imaginario
popular. En verdad, ello resulta injusto e inapropiado. Durante 16 aos, el
territorio de la Audiencia de Charcas se haba convertido en el escenario de una
muy violenta lucha por la independencia. En ese territorio se haba iniciado
el proceso que despus se difundira en Quito, en Venezuela, en Buenos Aires,
en Mxico o en Centro Amrica. Y la guerra en el Alto Per, llena de hroes
locales annimos desperdigados por todo el espacio de la Audiencia, fue
cruenta. Y de pronto, por un lado, llegaron desde Buenos Aires las tropas
argentinas en busca de respaldo para el proceso que all haba comenzado, por
inspiracin tambin charquea, para despus dejar abandonadas a estas
provincias cuando el General Belgrano fracas en su intento de derrotar o al
menos detener a las fuerzas realistas que venan del Per. Y, por el otro, algo
ms tarde, despus de la gran victoria de Ayacucho, llegaron las tropas
colombianas y venezolanas para "salvar" al pas y proclamar la independencia
en Potos que tras tantos aos de lucha no haban podido culminar por mano
propia los Alto Peruanos. Justo tambin sera recordar que, en ese territorio, una
treintena de aos antes, siguiendo el camino que en Cusco haba iniciado Tupak
Amaru en 1780, pero respondiendo a sus propias necesidades de libertad, se
haban levantado en armas contra el dominio colonial en Chuquisaca, Toms
Katari y en La Paz, Tupak Katari. Pero las circunstancias histricas determinan
las cosas de manera muchas veces imprevista. Y, al final, quienes detentan
el poder determinan la imposicin de una forma de entender la historia que no
siempre corresponde a la realidad. Quienes llevaron adelante la cada de Bolvar
y de Sucre -Santa Cruz, Santander, La Mar o Pez- fueron tambin, despus de
su muerte, los que los subieron a los altares patrios. Y hoy en da, ocho aos
despus de que se produjera un giro tan significativo en la interpretacin de la
historia de Bolivia, los actos patriticos siguen siendo presididos por
las imgenes sempiternas de Bolvar y Sucre, sin que se haya hecho mucho por
cambiar los conos. Cierto es que se ha hecho un esfuerzo por querer incluir la
figura de Tupak Katari y Bartolina Sisa entre las otras dos. Y cierto es tambin
que poco antes se lleg a aprobar una norma que obligaba a incluir el retrato del
Mariscal Andrs de Santa Cruz entre los de los de los libertadores venezolanos.
Pero el empeo, al menos por ahora, no ha terminado de cuajar. Porque el
imaginario histrico es as. No se deja cambiar fcilmente. No s en verdad
cuando comenz a cohesionarse este imaginario en nuestro pas, pero la figura
de Simn Bolvar sigue all, impertrrita. Cuando hace una treintena de aos se
hizo una encuesta de opinin en la prensa nacional sobre los ms destacados
gobernantes de Bolivia, Bolvar y Sucre encabezaban la mayor parte de las
respuestas, slo equiparadas con las de Santa Cruz y Paz Estenssoro. Ello nos
demuestra que la mitificacin histrica no siempre tiene que ver con los hechos.
Tiene que ver ms bien con el oportunismo poltico, con la imposicin de "clichs"
superficiales, con un sistema educativo que promueve la memoria antes que la
reflexin o que el espritu crtico. Luis "Cachn" Antezana lo recordaba hace aos
con un significativo ejemplo: Franz Tamayo es considerado el mayor de nuestros
poetas, pero nadie lo ha ledo. Por eso es tan importante el libro de Hernando
Armaza, porque nos invita a releer nuestra historia, nos invita a no creer a pie
juntillas lo que se nos ha contado. Y su recuento, como la revisin que han hecho
antes que l otros autores tan destacados como Jos Luis Roca, debera
conducirnos no slo a repensar nuestra historia, sino tambin a reinterpretarla
para revivirla en los tiempos a veces tan difciles de entender que hoy nos toca
vivir.
Dije al principio que la visin de Hermando Armaza est imbuida
de nacionalismo. Del ms autntico. La comparto (aunque a veces me cueste
sumarme a sus juicios tan certeros como implacables y bien fundamentados).
No desmerece al hroe militar (aunque no parece importarle mucho est fase
de la personalidad bolivariana), pero al querer demostrar los desaciertos de
su gestin como poltico, como legislador (especialmente con
su Constitucin Vitalicia), como gobernante, le falta quiz la empata para
recuperar despus otras facetas que son seguramente las que han permitido que
Bolvar fuera "el Libertador" en la mente de muchos de sus contemporneos y lo
siga siendo hoy en el corazn de muchos latinoamericanos. Yo quiero destacar
uno de esos aspectos, que para mi siguen siendo invalorables. Est trazado en
la famosa Carta de Jamaica, de 1815 y la convocara al Congreso Anfictinico
de Panam de 1826. Bolvar concibe all Amrica Latina como una unidad
poltica, social y cultural. Con la excepcin de Francisco de Miranda -el gran
precursor-, de Bernardo Moteagudo o posteriormente de Jos Mart, ningn otro
de los lderes de la independencia americana supo comprender esa realidad con
tanta valenta y proyectarla como un ideario poltico sobre el cual deba
sostenerse no slo la independencia de nuestros pueblos, sino tambin
su desarrollo y su consolidacin futura.
Lleva razn Armaza cuando advierte que en su tiempo eso poda resultar una
quimera imposible, porque la unidad de la Gran Colombia estaba atada con una
total falta de infraestructuras institucionales y fsicas que la sostuvieran. Pero
probablemente Bolvar pensaba en un futuro utpico que todava no era dado
imaginar, pero en el que hoy resulta imposible no creer.
Barcelona, 7 de junio de 2014 Juan Ignacio Siles Ex ministro de Relaciones
Exteriores de Bolivia
Comentarios preliminares
En primer trmino es conveniente destacar la actualidad de la temtica. Es un
lugar comn escuchar o leer que se debe conocer la historia para no repetir los
errores del pasado; no obstante para descubrir o constatar cules fueron los
equvocos es preciso estudiar la historia descarnadamente, sin preconceptos,
solamente de ese modo se podr llegar a descorrer el velo que los hombres y el
tiempo echaron sobre ella. En cierta ocasin, en Bucaramanga, el Libertador a
propsito de lo que, segn l, aconteca en la Convencin de Ocaa y
comparndolo con los escndalos de Cartagena, dijo: "[] pero lo que veo con
pena es que las lecciones del pasado de nada nos sirven".[1] Admonicin que
se debe siempre tener en cuenta ya que no pierde nunca vigencia. Los errores
polticos del Libertador fueron no haber resignado el poder luego de alcanzado
el bien ms preciado que fue la Independencia, con la gloriosa jornada de
Ayacucho y la capitulacin del ltimo baluarte realista en Amrica, la Fortaleza
Real Felipe del Callao, en enero de 1826; y, por el contrario, concebir, hacer
aprobar e imponer su Constitucin Vitalicia.
Para lograr la victoria sobre el ejrcito espaol fue de suyo inevitable el
predominio, la hegemona venezolana bajo la gida del general Bolvar sobre los
pueblos libertados; empero ese mismo fenmeno tornaba imperiosa y urgente la
necesidad de que los Libertadores se retiren del escenario poltico y los ejrcitos
vencedores sean licenciados o regresen a sus respectivos pases; al descender
de la cima del Cerro Rico de Potos a las playas del Ocano Pacfico. La
hegemona o predominio venezolano forz un nuevo mapa poltico en la regin
con la ereccin de la Gran Colombia (la unin de Venezuela y Nueva Granada,
la adhesin de Quito y anexin de Guayaquil) y proyect la artificial Unin o
Federacin de los Andes (Colombia, Per y Bolivia). Cmo qued demostrado
que se trataron de grandes errores? Porque la Constitucin con Presidencia
Vitalicia impuesta a Bolivia y Per termin siendo repudiada en esos pases y
resistida en Colombia; fue la mecha prendida que incendi la regin de
incontrolable fuego cuyas llamas terminaron
consumiendo teoras polticas, proyectos utpicos y a los propios Libertadores;
la Gran Colombia desintegrada y la Unin o Federacin de los Andes abortada
en su gestacin.
Sea dicho de refiln que aunque como dijo Bolvar "nada es lo que fue", es
oportuno recordar (pensando en el nefasto azuzamiento del odio racial que ha
llevado a abismos siderales sentimientos que en el crisol de las razas y
el acero del mestizaje ya haban sido superados en gran medida, a despecho de
lo que se proclama falsamente), que el Libertador tachaba de "pardocracia" ese
"mtodo" de gobierno "igualitario" que luch por evitar y que describa de la
siguiente manera: "La igualdad legal no es bastante por el espritu que tiene el
pueblo, que quiere que haya igualdad absoluta, tanto en lo pblico como en lo
domstico; y despus querra la pardocracia, que es la inclinacin natural y nica,
para exterminio despus de la clase privilegiada".[2] Entre otras consideraciones
por ello hizo fusilar al general Piar.
Apuntando a la actualidad de la temtica del libro, comparando lo que sucedi
entre 1825 y 1830, decimos que no debemos llevarnos a engao, en Amrica
Latina donde las instituciones son dbiles y, en cambio, la marcada tradicin
presidencialista y caudillista est profundamente arraigada, basta el menor
resquicio en beneficio del poder ejecutivo para que ste absorba a todos los
dems. En este contexto el lder de la RevolucinNacional en Bolivia, Dr. Vctor
Paz Estenssoro, deca con propiedad: "El maravilloso instrumento del poder".
Maravilloso por el poder omnmodo que concede al caudillo de turno que detente
u ostente el mando. Incluso cuando funciona mal que bien una
"democracia imperfecta" la realidad del "realismo mgico" latinoamericano
(valga la redundancia), hace que el Presidente de la Repblica sea o tienda a
serlo "dueo de vidas y haciendas".
Bolvar dijo con sabidura en el famoso discurso de Angostura: "La continuacin
de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el trmino de los
Gobiernos Democrticos. Las repetidas elecciones son esenciales en
los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer
largo tiempo en un mismo Ciudadano el Poder. El Pueblo se acostumbra a
obedecer, y l se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpacin y la
tirana. Un justo celo es la garanta de la Libertad Republicana, y nuestros
Ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo Magistrado, que los
ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente".[3] Los hilos de este tipo
de constituciones son tan sutiles, tan imperceptibles, que terminan maniatando
a la propia oposicin poltica. Empero el instrumento ms temible por ser el ms
siniestro de estos gobiernos que con piel de cordero democrtico esconden
el alma del autoritarismo, es la subordinacin del poder judicial al ejecutivo.
Bolvar que posea intenciones altruistas aunque sus ideas polticas fueran
errneas lo percibi claramente: "[] y la ms terrible tirana la ejercen los
tribunales por el tremendo instrumento de las leyes. De ordinario el ejecutivo no
es ms que el depositario de la cosa pblica; pero los tribunales son los rbitros
de las cosas propias -de las cosas de los individuos -. El poder judicial contiene
la medida del bien o del mal de los ciudadanos; y si hay libertad, si hay justicia
en la repblica, son distribuidas por este poder. Poco importa a veces la
organizacin poltica, con tal de que la civil sea perfecta; que las leyes se
cumplan religiosamente y se tengan por inexorables como el destino".[4] En este
contexto es que el escritor que fuera miembro de la Academia Francesa, Jaques
Bainville, escribi en su libro: "Los Dictadores": "En cada uno de los estados
americanos ha aparecido en un momento dado la monarqua sin
corona [subrayado del autor], de la que Bolvar ha quedado siendo el terico
ejemplar, y que varios de sus alumnos e imitadores practican".
Por su parte el intelectual argentino Jos Ignacio Garca Hamilton escribi: "El
legado poltico de Bolvar, sin embargo, parece ms claro. Su fervor por las
luchas independentistas y su vocacin por el poder absoluto; su oscilacin entre
los aportes libertarios y su inclinacin a la dictadura; su retrica democrtica y el
armado de gobiernos pretorianos basados en la fuerza de sus ejrcitos; la
creacin de instituciones formalmente republicanas que se reforman para servir
a las ambiciones personales; las pregonadas intenciones de abandonar el
mando y las reelecciones indefinidas, constituyen una trgica herencia del
"populismo militar" [civil, o, entre bambalinas, cvico-militar, cabe actualizar] que
todava est muy presente en una Amrica hispnica paradjicamente
esclavizada por sus supuestos Libertadores"[5]. Describiendo el panorama
poltico entre 1825 y 1830 el general O"Leary seal en sus memorias: "He dicho
que en Colombia los hombres eran todo; las instituciones, nada". Cunta
actualidad hay en esas palabras!, lamentablemente.
Todo ello hace ver que resulta de palpitante vigencia y sumamente ilustrativo
mirar la otra cara del medalln con la esfinge del general Bolvar.
A partir de 1831, muerto el Libertador, asesinado el Gran Mariscal de Ayacucho,
disuelta la Gran Colombia se fue extinguiendo esa corriente de: Libertarse de
sus propios Libertadores. Por el contrario, paulatinamente con el correr de los
aos y ese: "Hoy 17 de diciembre de 1830 Simn Bolvar ha muerto, !Viva el
Libertador!", la gloria de Bolvar fue agigantndose "como crece la sombra
cuando el sol declina", como le profetizara el letrado Jos Domingo
Choquehuanca, a orillas de lago Titicaca (cabe evocar a Stendhal: "Hay algo que
jams alabamos en los muertos, y es la causa de todas las dems alabanzas
que hacemos de ellos; el que estn muertos"). Esa misma sombra fue ocultando
la faceta histrica que se vivi en la regin, con mayor vigor entre 1826 y 1830,
que paradjicamente sentenciaba popularmente estas tres frases de un mismo
elocuente significado: "Que no habra libertad mientras hubiere libertadores";
"mientras existan libertadores jams existir libertad"; o "para que hubiera
Libertad era preciso que no hubiesen Libertadores". El historiador Von Hagen
percibi con claridad que Bolvar "fu metamorfoseado en un semidis por
aqullos mismos que diez aos antes lo haban execrado".[6] La
metamorfosis comenz en el mismo momento en que era enterrado el
Libertador: primero por parte del pueblo que lo haba vituperado, luego por los
que eran indiferentes a su poltica y, ms tarde, por quienes lo denostaron y
combatieron encarnizadamente. Como quiera que el culto bolivariano fue
tejiendo un velo y luego un manto sobre la realidad de los sucesos comprendidos
en los ltimos cinco aos de la vida del general Bolvar, para hacer luz es
imprescindible remitirnos a las fuentes primarias o de escritores de aquella
poca, sin dejar de aportar piezas bibliogrficas contemporneas. La obra
abarca un radio que, teniendo como foco central a Bolivia, se proyecta sobre los
sucesos acaecidos en la Gran Colombia (actualmente Venezuela,
Colombia, Ecuador y Panam), as como el Per, con implicaciones en
Argentina y, en menor grado, en Chile.
Paralelamente, el estudio de la Confederacin Per-Boliviana, su frustracin en
Paucarpata y cada en Yungay, extienden el contenido del anlisis hasta el fin
de la Guerra del Pacfico para Bolivia, en abril de 1884, con la imposicin chilena
del Pacto de Tregua, bajo la inminencia de una invasin hasta la ciudad de La
Paz. Los hitos referenciales de la obra, consiguientemente, van desde el 9 de
diciembre de 1824 al 4 de abril de 1884.
Hacemos hincapi en que el hilo conductor medular del libro es la incontestable
pero soterrada realidad que los diversos pueblos de la regin fueron llevados a
tener que "Libertarse de sus propios Libertadores", una vez terminada la gesta
de la independencia y cuando esos mismos prohombres se abocaron a la tarea
de gobernar y legislar. Se haba llegado (repetimos) al punto en que se hizo
popular el dicho de "que no habra libertad mientras hubiere libertadores", como
recuerda el historiador Villanueva, citando a Restrepo.
Ese giro de la historia, ese devenir dej un reguero de dramticos
acontecimientos como ser el motn en la capital de Bolivia, el 18 de abril de 1828
(en que el Presidente de la Repblica, mariscal Antonio Jos de Sucre, recibi
un balazo en el brazo), la sublevacin y atentado a la vida del general Bolvar en
Bogot, el 25 de septiembre de 1828; las revueltas en Lima y Guayaquil, en fin
un cuadro que el propio general Bolvar no dudaba en calificar de guerra civil o
"fandango de locos", en lenguaje del "realismo mgico" latinoamericano, que,
entre muchos, cobr dos vctimas ilustres en bandos opuestos: el general Jos
Mara Crdova, uno de los militares ms bizarros de la gesta libertadora, que se
opuso a los designios de Bolvar, rematado a sablazos estando ya herido, y el
propio Gran Mariscal de Ayacucho, asesinado vilmente en las montaas de
Berruecos por quienes lo saban sucesor del general Bolvar. Una especie de
vctima propiciatoria por su fidelidad al Libertador y adhesin a las miras del
mismo, contrariando sus deseos ms ntimos y sinceros de retirarse de la vida
pblica a disfrutar de la tranquilidad de su hogar.
En el fondo en ese esquema tambin se inscribe, por supuesto, la sublevacin
del general Pez en Caracas y la desaparicin de la Gran Colombia,
reconstituyndose Venezuela y emergiendo el Ecuador.
Es necesario remarcar que el proyecto bolivariano tena como columna vertebral
la Constitucin Boliviana, cuyo aspecto central era la Presidencia Vitalicia, y la
Unin o Federacin de Los Andes (Bolivia, Colombia y Per). El general Bolvar
elucubr ese proyecto quimrico. Hizo aprobar la Constitucin Vitalicia en Bolivia
y Per, y trat de hacer lo propio en la Gran Colombia; concibi y desarroll un
proyecto hegemnico de Caracas sobre Bogot, Quito, Guayaquil, Lima y Sucre,
bajo su gida (tambin fue observado con suspicacia y recelo en Buenos Aires
y Santiago).
Un antecedente de estas ideas lo encontramos en el Congreso de Ccuta en
enero de 1820, cuando present un proyecto de Constitucin que contemplaba
el Senado vitalicio. Y, en realidad, debemos remontarnos al parto, con frceps,
de la Gran Colombia, que, como reconoci el propio Libertador se justific
mientras dur la guerra pero al carecer de cimientos slidos se desmoron
posteriormente.
La Constitucin Boliviana y los proyectos de federacin o unin hegemnicos
generaron una reaccin nacionalista en todas las ciudades mencionadas, vale
decir en Per, Bolivia y la Gran Colombia que, en caudal torrentoso, desemboc
en remolino mellando la gloria del Libertador y llevndolo a un estado de
abatimiento espiritual que aceler su prematura muerte.
El 1 de junio de 1820, Bolvar escriba a Santander: "Luego que se acabe la
guerra puede ser que me olvide hasta el nombre [de Colombia], porque un piloto
hbil y precauletativo al salir de una tempestad, le da las gracias a Dios y hace
voto de no volverse a embarcar para no hallarse en otra semejante, y siendo yo
tan enemigo del mar, imagnese Vd. Si me gustarn las borrascas".[7] Vaya si
se meti en borrascas! Tras salir airoso de la tormenta huracanada,
en tierra firme, de la Guerra de la Independencia se arroj a un mar picado en el
que terminara naufragando y ahogado.
En este marco, estamos convencidos de que el libertador Simn Bolvar debi
haberse retirado de la vida pblica luego de culminada su ciclpea epopeya
libertadora desde las mrgenes del Orinoco hasta la cima del Potos. Pensamos
que la cspide de su gloria la alcanz en el vrtice del cerro Rico de Potos y es
all donde debi haber anunciado su alejamiento definitivo del poder, que tendra
que haberse materializado en Lima, en los primeros meses de 1826; dado que
el 23 de enero capitul la fortaleza Real Felipe del Callao (con las firmas del
general patriota Bartolom Salom y del general espaol Ramn Rodil), luego del
sitio de trece meses que cobr un numero de vctimas similar a los que cayeron
en la batalla de Ayacucho (casi al mismo tiempo que capitulaba la isla de Chilo,
unos das antes, tras aislada escaramuza).
Son muchos los testimonios y opiniones en favor de los argumentos que
sostenemos en la obra y los mostraremos. Imitando el ejemplo de grandes seres
humanos, como Darwin, nos obsesionamos con hacer una argumentacin lo
ms slida posible y la acumulacin de "pruebas" nos pareca que no eran
suficientes o, ms propiamente, que poda ser mayor. Como que de hecho hay,
sin duda, ms elementos en esa misma direccin que otros historiadores
aportarn.
Para comenzar diremos que hasta el rendido admirador del Libertador, su leal
edecn O"Leary, seala ser sensible que la permanentemente pregonada
amenaza de renuncia a la presidencia de Colombia [lo propio se aplica al
ejercicio del poder en general] no la hubiese presentado antes [como l se tomo
la libertad de aconsejarle], "entonces no habra habido necesidad de que l
mismo tuviera que acusarse de ambicioso ni que invocar el nombre, menos
esplndido aunque ms venerable, de Washington en su defensa [] su nombre
hubiera sido ensea de la libertad; su gloria, intacta y pura, a travs del tiempo
se habra burlado de la calumnia, y su fama, que ahora se funda sobre
sus principios abstractos de liberalismo, que desconfa el mundo liberal, no
estara sirviendo de aliento a los enemigos de la independencia popular".[8] No
se puede poner en tela de juicio la sinceridad de esa reflexin crtica de la
misma persona que afirm: "Tuve la fortuna desde el comienzo de mi carrera de
merecer de mi ilustre Jefe, la amistad y la confianza que de ella nace; amistad y
confianza recprocas que duraron mientras l vivi, hasta que, destrozado el
corazn y baado el rostro en lgrimas, vi bajar sus restos mortales a humilde
fosa en la Catedral de Santa Marta".[9] Pero la historia se escribi de otra
manera, quizs ms humana, menos idealizada, pero ms sangrienta y trgica.
Esa ruta dej, como sealamos, un reguero de dramticos acontecimientos a
partir de 1826. En verdad, acongoja el alma ver a los grandes hombres que
trazaron la epopeya de la gesta de la independencia enfrascarse en contienda
fratricida luego de alcanzar la libertad.
Dicho sea de paso, en Chile hubo tambin una reaccin nacionalista, pero contra
la preponderancia argentina encarnada por el protector, general Jos de San
Martn, que se materializ con la cada del director supremo Bernardo O"Higgins
y su sustitucin por el general Ramn Freire, no obstante ese es un episodio que
mencionamos pero que no forma parte de esta obra. Eso s es conveniente hacer
hincapi que all tambin se dio el caso de que los chilenos se Libertaron de sus
propios Libertadores. La semejanza con lo que pas con el ejrcito auxiliar de
Colombia en Per y Bolivia; as como entre los militares venezolanos y
granadinos, por una parte, y colombianos y argentinos, por la otra, es
significativa. Como seala Gonzalo Bulnes: "Ni los papeles pblicos, ni
los documentos oficiales revelan esta malquerencia, porque el Gobierno y el
Estado Mayor argentino se empeaban en ocultarla, pero exista, y
consecuencia de ella ocurran incidentes personales entre oficiales de ambos
ejrcitos. El argentino se consideraba superior al chileno porque vena de un pas
que tena ms importancia que Chile y porque senta el orgullo natural de sus
victorias".[10] Sobre Argentina y San Martn se puede decir que su pas le dio la
espalda al vencedor de Chacabuco (12-II-1817) y Maip (5-IV-1818), al Protector
del Per, pero no tuvieron que libertarse de l ya que el papel que le toc
desempear en territorio de las Provincias Unidas fue secundario. No combati
en ese espacio geogrfico ni lo gobern desde Buenos Aires, sino que organiz
el Ejrcito de Los Andes, en Mendoza (ese mismo rol y la ubicacin en una
provincia lo salv de ser absorbido por la vorgine poltica, que habra
inviabilizado la organizacin del ejrcito y la hazaa de tramontar la Cordillera de
los Andes). Durante dcadas la mxima figura en la memoria colectiva
rioplatense argentina del proceso emancipador fue el general Manuel Belgrano.
Justamente a propsito de la desconfianza que hubo en Buenos Aires y Santiago
hacia Bolvar, el mismo Bulnes dice: "La haba en la Argentina y en Chile, y en
mayor grado en el Per. Los procedimientos del Libertador inspiraban recelos.
Su confianza en el ejrcito colombiano se consideraba en el Per como
depresiva de la del suyo []. Se hizo de moda entonces creer, o por lo menos
decir, que el ejrcito colombiano era para el Per una amenaza igual o mayor
que el espaol".[11] El caso de Uruguay y Jos Gervasio Artigas es distinto.
Lejos de libertarse de su forjador se puede decir que el pueblo uruguayo ms
bien rescat histricamente a Artigas como su Libertador. En 1850, luego de tres
dcadas de ostracismo en Paraguay y estando en brazos de la parca, Artigas
reclam: "Mi caballo!, Triganme mi caballo!"; para emprender el retorno
espiritual a la tierra que lo vio nacer a la grupa de su corcel donde arrib cinco
aos ms tarde para encontrar a la Repblica Oriental del Uruguay constituido
como Estado soberano e independiente.
Respecto del Paraguay, cabe destacar que la Revolucin del 14 de Mayo de
1811 fue llevada a cabo de forma pacfica y, especialmente, por ciudadanos
oriundos del espacio territorial paraguayo, por lo que evolucion por un camino
diferente al de los pases andinos; de lo que se precian mucho. En Bolivia, los
acontecimiento histricos que representan con mayor claridad ese "Libertarse de
sus propios Libertadores" son el motn de abril de 1828 y la asuncin del mariscal
Andrs Santa Cruz Calahumana a la Primera Magistratura (mayo de 1829), que
solamente fue posible con el derrocamiento del Presidente de la Repblica, Gral.
Pedro Blanco, el 31 de diciembre de 1828. Dicha corriente histrica empero ya
haba cundido en la regin desde 1825 (inclusive antes) y la tratamos a lo largo
del libro en procura de dilucidarla. Ya mencionamos que, como no poda ser de
otro modo, la conformacin de la Confederacin Per-Boliviana y su
desintegracin es otro de los hechos trascendentales del libro. Santa Cruz versus
Portales ese duelo de titanes que perdi el Mariscal de Zepita en las alturas de
Paucarpata y en su corolario la batalla de Yungay. Contexto en el que jug un
rol secundario pero significativo el tirano argentino Rosas.
Hemos preferido, en lo posible, que sean los protagonistas de la historia a cuyo
estudio nos abocamos quienes transmitan sus pensamientos, ideales o
pasiones, antes que hacer el papel de "ventrilocuos" de aquellos seres humanos.
Vamos, como decamos, a los testimonios dejados por los actores para
restablecer la verdad histrica y traerlos a estas pginas de vida y de muerte, en
una especie de resurreccin espiritual. Vale decir, una vez ms, que acudimos a
las fuentes documentales primigenias transcribiendo el contenido substancial de
testimonios, cartas personales, memorias, autobiografas, notas
oficiales, discursos y proclamas.
De esa manera enriquecen el libro la pluma o el verbo de la libertadora del
Libertador, coronela Manuela Senz; del libertador Simn Bolvar; del gran
mariscal de Ayacucho, Antonio Jos de Sucre; del protector general Jos de San
Martn; del precursor de la Independencia Americana, general Francisco de
Miranda; del mariscal de Zepita, Andrs Santa Cruz; de D. Ernesto O. Ruck; del
tirano Juan Manuel de Rosas; del general Jos Antonio Pez; del vicepresidente
de Colombia, general Francisco de Paula Santander; del general Jos Ballivin;
del general Luis Per de Lacroix; del amanuense del Mariscal de Ayacucho, Jos
Mara Rey de Castro; del general Agustn Gamarra; del presidente del Uruguay,
general Manuel Oribe; del ministro chileno Diego Portales; del vicepresidente de
Bolivia, general Jos Miguel de Velazco; del general Jos Mara Crdova; del
general Pedro Blanco; del Dr. Casimiro Olaeta; del general Guillermo Miller; del
general Bartolom Salom; del general Jos Mara Prez de Urdininea; del
general Francisco Burdett O"Connor; del general Gregorio Araoz de la Madrid;
del general Toms de Iriarte; del ministro y luego vicepresidente de Bolivia, Dr.
Mariano Enrique Calvo; del comandante tambor Jos Santos Vargas; del
canciller argentino, Dr. Felipe Arana; de los ministros uruguayos, Dr. Lucas Obes
y Dr. Francisco Llamb; del mariscal de Montenegro, general Otto Felipe Braun;
del diplomtico del Estado Oriental, Francisco Joaqun Muoz; del general Daniel
Florencio O"Leary; del general Andrs Garca Camba; del general Ramn Rodil;
de los ministros del Imperio del Brasil, vizconde de Sepetiba, Aureliano de Souza
e Oliveira Coutinho y Manoel Alves Branco; y del nuncio apostlico de la Santa
Sede, monseor Scipione Domnico Fabbrini, entre otros personajes.
Naturalmente ocupan un lugar destacado los documentos del general Mariano
Armaza Guerra.
En el captulo sobre la biografa de ste resultan de
especial inters los procesos y exilios consiguientes a Chile que le impusieron
tanto Bolvar (primera semana de diciembre de 1823) como Santa Cruz (ltimo
da de octubre de 1831); particularmente el primero por el trasfondo y
connotacin histrica que tuvo. Los conmovedores pormenores de su cruel
muerte los consignamos en el eplogo, haciendo plena luz (en base a testimonios
de primera mano), no solamente sobre la forma en que fue muerto sino inclusive
respecto de las identidades y el destino que les depar la vida a los asesinos
(uno intelectual, material el otro).

También podría gustarte