Lara Maria Pia - Narrar El Mal
Lara Maria Pia - Narrar El Mal
Lara Maria Pia - Narrar El Mal
Mara Pa Lara
gedisa
O editorial
Mara Pa Lara, 2009
Preimpresin:
Editor Service, S.L.
Diagonal 299, entio. Ia
08013 Barcelona
ISBN : 978-84-9784-303-4
Depsito legal: B. 28685-2009
Impreso en Espaa
Printed in Spain
Para Nancy Fraser, cuya amistad
valoro como un gran regalo de la vida
ndice
N o ta p r e v ia .................................................................................................... 11
In tro d u c c i n .................................................................................................. 15
P r im e r a pa rte. L as h e r r a m ie n t a s
Seg un d a pa r t e . L os ju ic io s
is
cimiento especial tambin a Alfredo Landman por haberme permitido
publicar este trabajo en la editorial de la que l es director.
Deseo tambin agradecer una vez ms y siempre, todo el apoyo y
ayuda recibida por parte de mi mejor estudiante: Mario Hernndez,
quien tambin ha sido un amigo leal y honesto. Debo un sincero agra
decimiento a mi colega Manuel Cruz porque l tambin crey en este
trabajo y me apoy para que pudiera publicarse en castellano.
Quiero tambin hacer un reconocimiento pblico y mi agradeci
miento a mi hermana Magali Lara, que generosamente acept el per
mitirnos usar la imagen de una de sus pinturas ms inquietantes para la
portada de este libro. A mis otras dos hermanas, Ana y Silvia, gracias por
haberme acompaado en estos aos tan duros y difciles.
Finalmente, estoy en deuda con Nora Rabotnikof, mi querida y
dulce amiga, ya que mi encuentro con ella, hace ya muchos aos, me puso
a pensar sobre los problemas de los que me ocupo en este libro y de las
graves consecuencias de este tipo de conflictos. Ella ha sido una compa
era de dilogo y ha ledo mi manuscrito sugiriendo valiosas revisiones
a las muchas versiones que ha tenido este libro. Nora es, sin duda, la ins
piracin y el alma de este libro. Espero que el lector encuentre que este
texto puede estar a la altura de la estatura moral de mi amiga.
Introduccin
1. Mara Pa Lara, Moral Textures: Feminist Narratives in the Public Sphere, Bcrke-
ley, University of California Press, 1998.
tstrofes del pasado. Mi objetivo es mostrar la manera en que estas ini
ciativas nos han permitido considerar, como algo necesario, el hecho de
revisar el pasado si deseamos cambiar nuestras sociedades. Considrese,
por ejemplo, la cita favorita sobre Catn a la que Hannah Arendt recurre
con frecuencia: La causa victoriosa agrada a los dioses, pero las derro
tas placen a Catn.2 Esta frase comunica mucho de lo que est en juego
cuando tomamos seriamente el concepto de juicio de Hannah Arendt.
Una de las tareas del historiador es ejercer los juicios cuyos resultados
conducen a verdades desconcertantes. La comprensin moral nos obliga
a confrontar esas verdades sin importar cun incmodas sean. Por eso
Catn desde el punto de vista de Arendt prefera las derrotas. Co
mo historiador, uno no puede evadir la bsqueda de la verdad, una ta
rea que no termina nunca. Nada nos ofrece la verdad en su totalidad,
como nos recuerda Catn. Las verdades oficiales no siempre nos pre
sentan toda la historia y, precisamente por eso, los historiadores luchan
por compartir y convencernos con su perspectiva crtica en los de
bates pblicos.
El ao 1945 fue clave para entender el proceso moral de lo que ocu
rri en el Holocausto, porque condujo a la construccin de la ley in
ternacional. Los tribunales de Tokio y de Nremberg fueron esfuerzos
de justicia material para perseguir a algunos responsables de las atro
cidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial. Los esfuerzos de
estas sociedades los llevaron a considerar necesario diferenciar el pasado
y la obligatoriedad de modelar un futuro distinto. Todas las acciones en
caminadas a construir instituciones para enjuiciar a esos criminales te
nan el objetivo ltimo de producir un sentido diferente de justicia.
Llamo a estos esfuerzos materializar la justicia. Gracias al desarrollo
de los debates pblicos podemos alcanzar acuerdos polticos. La ley in
ternacional sirvi como fuerza mediadora para mitigar los dilemas del
gobierno legal. En esa poca transicional de posguerra, el concepto de
justicia transicional necesitaba justificar la legalidad de la retroactividad.
Nremberg y Tokio fueron los antecedentes de estos esfuerzos; a ellos
les debemos el inicio del proceso de materializacin de la justicia, a pe
2. Hannah Arendt, The Life of tbe Mind> Nueva York y Londres, Harcourt Brace
Jovanovich, 1971, p. 216.
sar de los actuales fracasos de los tribunales internacionales, pues ahora
las normas legales internacionales se definen por convenciones, tratados
y costumbres. La ley internacional ofrece una fuente normativa de tras
cendencia. Siempre tendremos a nuestra disposicin el ejemplo de cr
menes contra la humanidad como una respuesta universal frente a la
persecucin. Por eso la ley internacional habilita las transiciones y las
transformaciones sociales.
Las transformaciones sociales, dentro de nuestras nociones sobre el
mal, son histricas. Nosotros los diferentes pblicos histricos
hemos revisado nuestra comprensin sobre la catstrofe que ahora lla
mamos Holocausto. Primero, los historiadores comenzaron el proceso
de captacin de los episodios concretos en narrativas, las posibles ra
zones para que dicha tragedia se produjera y las particularidades con
cretas de la poltica asesina de Hitler. Una vez que las historias de los
supervivientes y de los testigos comenzaron a hacerse pblicas, apare
cieron otros temas para su debate. Durante la dcada de 1950, la gente
comenz a entender que los judos europeos haban sido vctimas de un
genocidio. El trmino develatorio utilizado fue el Holocausto, aun
que Ral Hilberg no lo us en su trabajo histrico La destruccin de los
judos europeos, publicado por primera vez en 1961.3 El proceso co
menz por definir una forma para denominar a esa catstrofe y con ello
aprehender lo que permita considerarla como un evento singular. El
New York Times utiliz ese trmino primero alrededor de 1959. Para
entonces mucha gente ya haba escapado de Europa fundamental
mente los judos y sus historias y prdidas familiares haban comen
zado a circular en pblico. Cuestiones metodolgicas de gran seriedad
comenzaron a discutirse pblicamente y hubo cambios particular
mente interesantes en la conciencia pblica, lo que ya nos alertaba para
concluir que los procesos de autorreflexin haban comenzado. Se tuvo
que esperar algo ms de veinte aos para que los asesinatos masivos per
petrados contra los judos fueran ampliamente conocidos. Este proceso
se origin por la forma en que las historias acerca de gente concreta co
menz a producir sus efectos en la conciencia pblica. Ciertamente,
3. Ral Hilberg, The Destruction of the European Jews> Nueva York, Holmes and
Meier, 1985.
cuando ocurri, comenzamos a percibir cmo las diferentes historias
captaron la atencin de millones de personas. La miniserie de televisin
que en 1978 dramatiz el Holocausto (llamada precisamente as) fue el
momento decisivo para el despertar colectivo porque se centr en la his
toria concreta (ficticia) de la familia Weiss. Las atrocidades nazis fueron
grficamente representadas en esta serie rodada para la televisin y el
proceso de su recepcin indic que algo haba cambiado en la percep
cin de la gente acerca de la importancia de este evento histrico. El im
pacto en la audiencia demostr que el pblico estaba listo para con
centrar toda su atencin en dicho tema. Las estadsticas mostraron que
esta percepcin era adecuada, ya que la serie fue vista por 220 millones
de espectadores, contando con que al menos 15 millones de ellos eran
alemanes (de la entonces Repblica Federal de Alemania). La recepcin
masiva del pblico norteamericano fue posible porque antes ya haba
sido expuesto a otros importantes debates. Estos debates no se reduje
ron a los intercambios acadmicos, sino que contaron con la participa
cin de un pblico ms amplio y diverso, y se concentraron en los pro
blemas relacionados con las esferas poltica y social. Se me ocurren,
al menos, dos ejemplos que prepararon al pblico estadounidense para
aceptar un debate ms amplio sobre el tema. El primero, en 1961, cuan
do tuvo lugar el juicio a Adolf Eichmann en Israel y sus sesiones fue
ron televisadas en Estados Unidos. El juicio revel historias particu
lares sobre algunas de las vctimas. Al mismo tiempo Hannah Arendt,
que asisti al juicio, comenz a publicar sus artculos acerca del juicio
legal en la prestigiosa revista New Yorker. Luego el reportaje fue pu
blicado como libro y ella lo titul Eichmann en Jerusaln: un estudio so
bre la banalidad del mal (1963).4 La obra gener un sonado debate en
tre los intelectuales, los historiadores y los escritores, y su resonancia,
junto con la posterior condena al trabajo de Arendt, tuvo un impacto
considerable en la esfera pblica estadounidense.5 El segundo ejemplo
lo hallamos en la etapa en que comenzaron a aparecer pelculas sobre
10. Jan Thomas Gross, Neigbbors: The Destruction of the Jewish Community in Jed-
wabne, Poland, Princeton y Londres, Princeton University Press, 2002.
Lajos Koltai (Sorstalansdg, 2007). En dicho filme se muestran las mu
chas implicaciones que comporta la falta de solidaridad de la gente al
afrontar el regreso de aquellos que estuvieron en un campo de concen
tracin. El personaje principal es un nio que crece a marchas forzadas
en un campo de concentracin y que cuando regresa descubre que el
mundo social ha cambiado tanto que l ya no tiene que ver nada con
ese mundo. Es decir que no halla ningn rasgo compartido que le per
mita identificarse con los dems, que no conocieron la clase de experien
cia amarga que supuso vivir en los Lagers. El chico termina conclu
yendo que la nica solidaridad que recuerda casi con nostalgia es
aquella que le impuso la vida con otros presos en el campo de concen
tracin.11
La cita que Arendt toma de Catn es un recordatorio que nos exige
pensar que la verdadera tarea de comprensin no termina nunca y que
por ello el pasado siempre est abierto a nuevas interpretaciones. La
perspectiva de cmo cambia una sociedad cuando es expuesta a sus pro
blemas de complicidad o de indiferencia nos seala cun frgil es nues
tro aprendizaje moral y cmo estos procesos histricos slo se pueden
desarrollar cuando existen esfuerzos colectivos de revisin autocrtica
y de autocomprensin.
Qu es el juicio reflexionante?
11. Sin destino es la metfora para alguien que, como el protagonista de la novela
y la pelcula, se encuentra ligado emocionalmente a un lugar que parece haber dejado
de existir, pero que lo define de manera completa.
comentario acerca de lo que constituye la tarea de los juicios reflexio
nantes.
En su bsqueda por hallar sentido a una teora sobre el mal, la ma
yora de los filsofos han utilizado los juicios determ in an tesYo me
centrar, en cambio, en los juicios reflexionantes. Esto presupone que
slo el hecho en particular puede servir como un ejemplo que nos per
mita empezar a comprender cmo algunas narrativas pueden iluminar
las dimensiones acerca de la crueldad entre los humanos. Es por esta ra
zn que las historias son ejemplos tiles sobre acciones en particular.
Slo al hallar formas expresivas originales que describen determinadas
acciones podemos, luego, esbozar un concepto general para describir
una atrocidad histrica. Esto es lo que ocurri cuando Hannah Arendt
utiliz el trmino de totalitarismo para describir el poder del Estado to
talitario, cuyo objetivo era aniquilar a un grupo completo de sus ciuda
danos (durante el rgimen nazi y el rgimen comunista de Stalin). Arendt
mostr que la construccin cultural de los enemigos internos se produca
a travs de un proceso concreto de acciones desplegadas en el terreno
pblico para extirpar a determinados seres humanos de su dimensin
ciudadana. Una vez que esto se logr, este tipo de Estados legitim sus
objetivos de total destruccin con respecto a los grupos elegidos como
sus vctimas. Arendt llam a aquellos Estados totalitarios y este tipo de
anlisis constituy el producto de su primer juicio histrico con carc
ter reflexionante.
Mi teora sugiere que necesitamos reflexionar sobre los problemas re
lacionados con la crueldad humana porque stos pertenecen al para
digma del mal. Utilizo el trmino khuniano de paradigma para descri
bir cmo algunos problemas que estn relacionados con la crueldad
humana pueden organizarse temticamente bajo un marco que consti
tuye una esfera moral autnoma y diferenciada con respecto del para
digma de la justicia. Las acciones que se relacionan con la crueldad hu
mana producen daos morales que no agotan su significado cuando se
las conecta con el tema de la justicia. Por eso este tipo de acciones pue
den agruparse dentro de una categorizacin paradigmtica inspirada en
12. Los juicios determinantes subsumen el caso en particular bajo una regla gene
ral. Por otra parte, los juicios reflexionantes derivan la regla a partir del hecho en par
ticular.
el concepto de Wittgenstein de los parecidos familiares. Bajo ese
prisma, ciertas acciones se agrupan como si pertenecieran al paradigma
del mal. La palabra paradigma me permite sugerir que existen especifi
cidades acerca de lo que constituye un dao moral que no pueden de
nominarse simplemente como infracciones a la justicia. De nuevo, aqu
la idea de paradigma nos permite entender que la crueldad humana re
quiere una esfera moral autnoma. El filtro moral que supone este tipo
de paradigma hace posible que interpretemos lo que est en juego
cuando descubrimos la conexin entre una infraccin especfica a la in
tegridad humana y una forma expresiva que la describa con medios de
velatorios, los cuales iluminan la dimensin que constituye el concepto
normativo de dao moral. A este tipo de ejercicio lo denomino juicios
reflexionantes, los cuales constituyen el resultado de los esfuerzos co
lectivos realizados para alcanzar la comprensin histrica del mal. Esta
tarea presupone la conciencia de que la construccin de trminos nor
mativos como el de humanidad fue, en primer lugar, producto de des
cripciones histrico-crticas sobre atrocidades, que luego hallaron for
mas expresivas para ser descritas.
En este libro he tratado de conectar las narrativas histricas y lite
rarias con una idea original sobre el juicio. Me he concentrado en la
forma en que el lenguaje puede ser develatorio al conmocionar nues
tra conciencia con nuevos sentidos y significados lingstico-normati-
vos que nos estimulan a reorientar nuestro pensamiento moral. Mi teo
ra del juicio reflexionante se centra en la nocin de que el lenguaje
posee capacidades develatorias que facilitan la operacin de una aper
tura reflexiva respecto a los espacios de aprendizaje moral (ya que las
cosas se ven de manera distinta gracias al potencial expresivo de su des
cripcin). Esta clase de ejercicio del juicio posee una conexin con
ceptual entre la comprensin histrica de una atrocidad como una ac
cin en particular (captada por una narrativa) y la forma de nombrarla
a travs de un trmino moralmente develatorio. Dicho trmino tiene
el sentido de conectar la forma con que una palabra describe un crimen
con una nueva comprensin moral acerca de lo que esto significa. El tr
mino debe provocar una sacudida en la conciencia del espectador.
Considrese, por ejemplo, la forma en que Raphael Lemkin acu el
concepto de genocidio. Lemkin ya haba escrito Axis Rule in Occupied
EuropeP Como la respuesta a este libro fue crtica, Lemkin compren
di que deba encontrar una nueva palabra para describir la tragedia que
supuso el asesinato de millones de judos durante el rgimen nazi. An
tes haba utilizado la palabra barbarie para describirlo, pero vio que ha
ba muchos otros eventos que se podan describir con esa misma deno
minacin y que con esto no poda aadir una nueva dimensin moral a
la comprensin de ese hecho. Entonces se centr en buscar qu haca que
ese episodio el metdico y masivo exterminio judo constituyera un
mtodo particular de destruccin. Lemkin no slo quera definir la
gran escala con que el exterminio se llev a cabo, sino tambin la forma
muy particular con la que Hitler lo hizo posible. La estrategia de des
truccin se produjo a travs de deportaciones masivas, con el planificado
declive de nacimientos al separar a los hombres de las mujeres, con la ex
plotacin econmica de las vctimas, con la estrategia de imponer una
hambruna progresiva y con la supresin material de toda la inteligen
cia juda del continente europeo. Aqu Lemkin se dio cuenta de que
necesitaba una palabra que no se pudiera utilizar en otros contextos y
busc conscientemente un concepto develatorio que pudiera servir
como estmulo reflexivo y conducir hasta la idea de que, al orlo, de
bamos conectar dichas acciones con una reaccin de condena que fuera
provocada, casi de forma inmediata, al or que se citaba el episodio his
trico en cuestin. Lemkin formul un concepto hbrido que combin
el derivado griego de geno, que significa raza o tribu, junto al de
rivado del latn cide, que procede de caedere, lo que significa matar.
As acu el trmino de genocidio. Era corto, nuevo y permita develar
una realidad que produca una sacudida en la conciencia al ser moral
mente especfica. Como esa palabra se poda asociar de manera perma
nente con los horrores de Hitler (en su contexto histrico), el concepto
tambin se podra utilizar como un trmino concreto para definir un epi
sodio histrico y funcionar como un concepto general cuando se aso
ciase a otros episodios similares, de tal forma que su vnculo quedase
establecido como un parecido familiar. Recordemos que los juicios
reflexionantes se concentran en el mbito de lo particular, ya que ge
13. Raphael Lemkin, Axis Rule in Occupied Europe> Washington, Lawbook Ex-
change, 2005.
neran un concepto general no a travs de subsunciones como las que
se realizan en los juicios determinantes, sino al producir conceptos ge
nerales que captan la especificidad de aquello que es particular. Esto es
lo que ocurri cuando comenzamos a utilizar el trmino de genocidio
como un concepto general, algo que significa que la atrocidad descrita
no slo refleja similitudes con la destruccin planificada por Hitler con
tra un grupo tnico (los judos), sino que permite hallar otras diferen
cias relacionadas con las especificidades concretas e histricas de otros
episodios histricos, las mismas que se parecen a otras al contrastarlas,
gracias a ese parecido familiar del que antes hablbamos. De esta
forma, la palabra genocidio se convierte en un trmino general que des
cribe acciones semejantes a las llevadas a cabo por el rgimen del Es
tado totalitario de Hitler. El concepto general significa un plan coor
dinado por diferentes acciones, cuyo objetivo es la destruccin de las
fuentes esenciales de la vida humana, concebidas ya sea como grupos
nacionales o tnicos, y cuyo fin ltimo es la aniquilacin total de estos
mismos grupos. Por lo tanto, el concepto general se puede usar para
describir otros esfuerzos realizados por otros perpetradores en su in
tento por destruir las instituciones polticas y sociales, la cultura, el len
guaje, los sentimientos nacionales o tnicos, la religin, la presencia eco
nmica de grupos tnicos y la consiguiente estrategia de erradicar
cualquier derecho de las vctimas (legal, poltico y moral). Por tanto,
completar el proceso del juicio reflexionante presupone la idea de con
traste, lo que requiere la habilidad de extraer otras diferencias histri
cas debidas a particularidades concretas que siempre forman parte de
otras atrocidades.
Con el ejemplo ya citado de la forma en que Raphael Lemkin acu
el trmino de genocidio he mostrado lo que quiero decir cuando afirmo
que primero los juicios reflexionantes crean enlaces entre las descrip
ciones histricas (los parecidos familiares) y luego captan, con una des
cripcin expresiva, el sentido moral del dao concreto sufrido por las
vctimas en un episodio histrico en particular. Las palabras o concep
tos se crean para producir perspectivas develatorias que puedan ilu
minarnos acerca de lo que estaba en juego respecto a la experiencia de
la crueldad planificada. Estas conexiones esttico (por ser expresivas)-
morales (por ser normativas) se entienden como los efectos ilocuciona-
rios producidos por el uso develador del lenguaje. La palabra genocidio
posee una cualidad moral develatoria porque nos permite aprender
acerca de acciones especficas que provocaron una forma de destruccin
humana sin precedentes histricos. Por eso mi teora del juicio refle
xionante insiste en la necesidad de pensar acerca de los hechos particu
lares las atrocidades cometidas por los humanos como episodios
histricos narrados con que esos hechos nos proveen de filtros mora
les. Cuando se reconstruyen los hechos a partir de la interpretacin que
posee este filtro moral, las narrativas nos pueden otorgar una mayor
comprensin acerca de algunas crueldades cometidas contra grupos es
pecficos. Una vez que utilizamos nuestro juicio para hallar un nombre
que catalogue una determinada accin de destruccin o fractura moral,
podemos decir que se ha producido un juicio reflexionante. En otras pa
labras, habremos generado un concepto semejante al que Lemkin hall
cuando acu la palabra genocidio.
Esta teora aspira a posibilitar nuevas perspectivas acerca de lo que
se halla en el interior del paradigma del mal a travs de la nocin de aper
tura moral basada en el lenguaje develatorio y del uso narrativo de tr
minos reveladores. La cuestin que el lector se preguntar es: quin
hace que esta capacidad sea posible? La respuesta que me gustara ofre
cer es que los autores (escritores, filsofos, historiadores, etctera) uti
lizan el lenguaje creativamente y que con la ayuda de sus juicios elaboran
sus interpretaciones, pero slo cuando stos se validan en la compren
sin del evento pblicamente cabe decir que han tenido xito. Enton
ces aparece la dimensin moral de apertura que las narrativas posibili
tan. Esto significa que tanto el autor como el pblico generan la accin
ilocucionaria como el resultado de esta interaccin comunicativa. El
acto de comprensin surge como un proceso de comunicacin entre el
ego (el autor) y el alter (los pblicos), los cuales concretan una forma
de acuerdo acerca de cmo visualizan mejor los eventos interpretados.
Esto permite generar un efecto ilocucionario: es decir, promueve un
proceso de develamiento, ya que lingsticamente se abre una nueva
perspectiva. Algunas veces ese trmino fracasa porque no permite la re
accin de comprensin inmediata y entonces podramos decir que ca
rece del efecto ilocucionario. Un efecto ilocucionario es perceptible
cuando la dimensin de la realidad que el autor describe se materializa
frente a los ojos del espectador, dado el trmino utilizado por aqul.
Otras veces el efecto es retardado, como sucedi con la intervencin
de Arendt con el uso del trmino banalidad, que provoc inmediata
mente una candente polmica pero carente de consenso. Luego, el mis
mo debate y su revisin crtica hicieron que el trmino banal se con
virtiera en un juicio reflexionante. Y el xito de este juicio fue posible
gracias a la intervencin de los diversos intrpretes que explicaron la no
vedad y creatividad en el uso de dicho trmino. Ahora sabemos que esa
significacin del trmino estaba dirigida a describir la ausencia de ca
rcter moral de un perpetrador. Arendt no pudo explicar adecuadamente
lo que de hecho estaba haciendo cuando utiliz el provocador trmino
de banal, por lo que tratar de estudiar este problema ms amplia
mente cuando lleguemos al argumento central del captulo 4. All explico
cmo nuestras revisiones histricas nos han permitido comprender que
Arendt tena razn al utilizar provocativamente una palabra que gene
raba polmica porque supona lo opuesto de lo que significaba en el len
guaje ordinario. El modelo de Arendt acerca de la banalidad del mal
para describir a un tipo determinado de individuos que actan como
funcionarios en los Estados totalitarios ahora lo utilizan exitosa
mente historiadores, intelectuales y especialistas sobre el tema de los Es
tados totalitarios, lo que significa que la ayuda recibida por estos estu
diosos ha sido central para completar el efecto ilocucionario del trmino.
Los efectos de esta comprensin quedan demostrados cuando dicho
trmino ha sido utilizado como un concepto general (pero esto corres
ponde al tema del captulo 7).
14. Primo Levi, The Drowned and the SavedyNueva York, Vintage, 1989.
Cuarto, desde el punto de vista posmetafsico sobre el mal, la religin
y la moral son dos esferas distintas. Soy consciente de que muchas his
torias se concentran en el tema de la duda acerca de la existencia de Dios
debido al estribillo del sufrimiento inmerecido; o en la estrategia de jus
tificar la existencia de un ser sobrenatural para poder afrontar nuestra
fragilidad y finitud. ste es, por supuesto, un tema antropolgico y soy
consciente de que se suele convertir en algo esencial cuando nos en
frentamos con situaciones de extrema crueldad. Mi inters no es reli
gioso, aunque puedan existir muchas historias cuyo contenido s lo sea.
Este libro lidia con historias y con las formas en que stas nos per
miten formular juicios; a travs de ellas podemos identificar aquellas ac
ciones humanas que tienen el objetivo de destruir a otros. Las acciones
humanas pertenecen al territorio moral de la libertad. El problema
moral de la libertad humana presupone nuestra habilidad de decidir si
actuamos o no. Mi argumento es que es posible relacionar las historias
con nuestros juicios porque podemos tematizar el concepto de accin
de una forma normativa. La accin se puede desplegar a travs de la des
cripcin de una historia. Tambin se puede comprender como una
interaccin entre el perpetrador y su vctima, ya que posee un agente y
un objetivo humano. Las narrativas no slo se refieren a las cosas tan
gibles sino a las formas simblicas de relacionarnos con otros seres hu
manos. Esta teora subraya el hecho de que las interacciones descritas
en estas narrativas pueden captar aquellos elementos del drama que per
filan el contenido moral de la accin. Aun la ms sutil dimensin de cada
aspecto de la relacin entre el perpetrador y su vctima puede ser cap
tada en una historia. La comprensin a travs de la descripcin expre
siva nos permite iniciar la dinmica del pensamiento crtico reflexio
nante. Afirmo que precisamente porque existen estos elementos las
historias nos permiten ver aquello que hemos llamado inefable (algo
que antes he llamado indecible). Lo inefable reside en el territorio de la
experiencia humana que consideramos difcil de describir slo a travs
de conceptos. Cuando lo hacemos, solemos caer en aporas o contra
dicciones. En su lugar, las historias describen acciones de una forma ex
presiva (esttica), y stas permiten develar algunos ngulos de nuestras
vidas a travs de un despliegue expresivo en el uso de metforas, tropos
y usos nuevos del lenguaje. La crueldad y el sufrimiento son las dos di
mensiones que constituyen nuestra condicin humana y que difcil
mente podramos describir slo con el uso de herramientas concep
tuales. Por eso afirmo que esta teora es posmetafsica. No necesitamos
centrarnos en el concepto de intencionalidad del sujeto para poder
comprender el papel del perpetrador. Tampoco necesitamos medir la
cantidad de sufrimiento infligido a la vctima para comprender lo que
est realmente en juego cuando decimos que cierta accin ha destruido
la identidad material o simblica de un ser humano. Al concentrarnos
en los actos de crueldad podemos comprender por qu algunas accio
nes unen para siempre a los perpetradores con sus vctimas. Esto sucede
debido a los efectos de la interaccin, es decir, a lo que antes he llamado
dao moral. Afirmo que hemos aprendido acerca de esta dimensin, no
slo gracias a la existencia de buenas historias que han descrito actos de
crueldad, sino tambin a que las verdades expresivas expanden nuestro
sentido de la reflexin cuando revisamos el contenido de dichas histo
rias. Slo entonces podemos comenzar a interpretarlas bajo una nueva
luz. Nuestra conciencia moral nos ha ayudado a interpretar aquellas ac
ciones de una forma diferente porque las hemos revisado muchas veces
y lo hemos hecho porque a su vez nos permiten entender la compleji
dad humana de formas nuevas.
Algunas historias son develadoras y nos ayudan a construir una vi
sin moral del problema. En otras palabras, las historias que poseen un
tipo determinado de descripcin nos aportan poderosas imgenes, me
tforas y tropos que nos permiten llenar el vaco generado por nuestro
desconcierto. Este es el espacio de lo inefable. Kant, por ejemplo, pen
s en este problema cuando conceptualiz lo sublime (estudiaremos
esto con ms detalle en el captulo 3). Lo inefable le hizo acuar el con
cepto de mal radical, aun cuando sus argumentos filosficos nunca acla
rasen del todo lo que quiso decir con ello.15 Para comprender los lados
ms oscuros de la interaccin humana podemos construir un puente en
tre lo que se dice y lo que queremos significar a travs de una descrip
cin develadora captada por una narrativa determinada. Considrese
nuevamente el ejemplo de la pelcula El prestamista, en la cual vemos la
17. Giorgio Agamben, Remnants o f Auschwitz: The Witness and the Archive,
Nueva York, Zone Books, 1999.
de Levi. Tambin resulta una expresin vivida de lo que se puede lograr
con la expresividad de las palabras y desarrolla los juicios subsiguien
tes como un original comentario. Sin embargo, tambin deseaba mos
trar cmo las conclusiones de Agamben acerca del episodio histrico lo
calizado (en parte) en Auschwitz son errneas. Conviene realizar esta
crtica con mucho cuidado pues se trata de mostrar cmo una sobrege-
neralizacin provoca el resultado opuesto de lo que constituye un jui
cio reflexionante. La conclusin de Agamben deduce la idea de que
la poltica contempornea se puede definir como una extensin de la
forma en que el poder y el concepto de soberana fueron utilizados por
Hitler en Auschwitz. El concepto de poder puro se convierte, as, en su
concepto sobre biopoltica. Esta conclusin no se puede entender como
un juicio reflexionante sino como un juicio determinante. El estado de
emergencia no puede ser una definicin de toda la poltica moderna, ya
que las particularidades histricas en el uso de dicha nocin fueron
las que constituyeron el uso patolgico de la poltica de Hitler. Me pa
rece que deberemos tener cuidado al utilizar una categora cuya funcin
develatoria est asociada a un episodio en particular y la forma en que
la podemos relacionar con otros casos similares. Aunque he subrayado
que algunas categoras poseen una capacidad develatoria y que se pue
den utilizar como parecidos de familias paraguas temtico para
comprender las similitudes con otros episodios histricos (recurdese
el ejemplo del concepto de genocidio acuado por Lemkin), el concepto
no se puede extrapolar hacia una generalizacin de toda la poltica mo
derna porque con ello pierde su nexo explicativo con respecto de la di
mensin histrica de donde surgi. Por eso no estoy de acuerdo con que
el concepto de estado de emergencia creado por Cari Schmitt para de
finir la poltica de Hitler pueda definir toda la poltica moderna. Esto
no constituye un juicio reflexionante sino uno determinante. Por eso me
pareci pertinente analizar esta obra de Agamben, ya que con ella
puedo ilustrar el peligro que existe cuando utilizamos el material de un
juicio reflexionante para hacer con l una subsuncin de los casos par
ticulares (de Auschwitz) y concluir, a travs de estas premisas, con una
generalizacin acerca de lo que define a toda la poltica moderna.
En el captulo 7 trato de mostrar la forma en que construimos un jui
cio poltico reflexionante. Decid concentrarme en el uso metafrico de
la novela de Conrad, El corazn de las tinieblas, porque su carcter de
velatorio an persiste en la posible expansin de los sentidos en que la
metfora se puede utilizar.18 Desde mi punto de vista, el relato de Con
rad es una forma de describir una nocin contempornea sobre el mal
que ejemplifica el tema del agente moral, frente a la cuestin de la com
plicidad institucional y de la falta de leyes. La metfora de Conrad ya
haba suscitado la atencin de Arendt. Sin embargo, creo que es im
portante explorar la idea de los Estados totalitarios desde una perspec
tiva que nos permita captar la idea el filtro moral de que es ms f
cil hacer el mal que negarse a cometerlo cuando las leyes se han revertido
hasta su sentido contrario o donde no existe ningn lmite legal. Yo tomo
el juicio de Hannah Arendt como un ejemplo cuya definicin qued
cristalizada con la palabra totalitarismo para describir la poltica estatal
de Hitler como el lugar en donde las leyes fueron revertidas y la posi
bilidad de eleccin moral estuvo a punto de desaparecer. La figura de
Kurtz no ser interpretada como la de un hombre con extraordinaria in
teligencia y cuyas capacidades de liderazgo hacen que se convierta en una
especie de monstruo (como se suele insistir en muchas interpretaciones).
Mi interpretacin trata de situarlo, en cambio, como un hombre cuya
transformacin moral tuvo lugar en frica, ya que ah es donde las ins
tituciones europeas no pueden imponer lmites a su conducta. El argu
mento del captulo insiste en que la metfora de sumergirse en la oscu
ridad del alma ilumina la dificultad de resistirse a hacer el mal cuando
todas las circunstancias lo permiten. Slo la gente moralmente consciente
de lo que supone este esfuerzo se puede negar a enajenar su identidad
moral. Mi interpretacin de la forma en que Arendt utiliza el ejemplo
de Kurtz no es la tradicional. Yo afirmo que ella utiliz el ejemplo de
Kurtz para ilustrar la manera en que uno se relaciona con las prcticas
sociales de una poltica totalitaria. En la interpretacin de Arendt,
Kurtz no es mejor que sus cmplices aunque su tragedia proviene de la
conciencia que tiene en el momento de lucidez que experimenta antes
de morir, ya que l se ha convertido en el ms brutal de los asesinos su
perando con creces a todos sus pares. Por eso Conrad describe la ex
presin lcida de Kurtz el horror cuando se percata de que se ha-
Im m a n u e l K a n t
1. Estoy utilizando esta nocin de la imagen moral del mundo en un sentido kan
tiano amplio. Con ella me refiero a la concepcin de que el mundo moral emerge de con
textos concretos y que, de acuerdo con estos contextos, podemos dar cuenta de su di
mensin moral. Para profundizar sobre este tema vase Dieter Heinrich The Moral
Image of the World, publicado en Aesthetic Judgment and the Moral Image of the
World. Studies in Kant. Stanford, California, Stanford University Press, 1992, pp. 3-28.
2. Immanuel Kant, Political Wttings, H. S. Reiss (ed.), Cambridge, Cambridge Uni
versity Press, 1970, p. 227.
tionar varios filsofos contemporneos.3 Yo enfocar el tema desde
una perspectiva muy diferente a la que han elegido estos autores. De
seo situar la cuestin del mal dentro de un paradigma posmetafsico.
Definir dicho tema bajo el prisma de que se trata de un paradigma di
ferente al de la justicia porque comprende todas aquellas experiencias
histricas en las que la crueldad humana contra otros seres humanos ha
sido la experiencia definitoria de una clase concreta de acciones. Esto sig
nifica que el trmino mal no se puede utilizar en un sentido poltico
o religioso, como as ha sido, errneamente, en manos de algunos po
lticos y de manera ms bien ideolgica. Aclarar la importancia de este
paradigma al relacionar las atrocidades histricas en que los seres hu
manos han participado de forma voluntaria. Y propondr que el tema
del mal es un producto de lo que Habermas ha llamado aprender de las
catstrofes.4 En esta visin moral, aprender de las catstrofes signi
fica que hemos tomado conciencia de por qu nuestras acciones de cruel
dad, aun cuando pueda parecer que son productos de seres extrahumanos,
en realidad son un tipo especficamente humano de acciones. Aprender de
las catstrofes significa tambin que las sociedades pueden afrontar su
pasado cuando se cuestionan sobre lo que les ha ocurrido de una forma
sistemtica, pblica y en abierto debate crtico. En el primer estadio de
este proceso de autocuestionamiento asumimos que las acciones de mal
dad son una responsabilidad humana. En el segundo estadio se aclara por
qu este tipo de acciones requiere un paradigma especfico. Al distan
3. Entre ellos, los ms destacados son Susan Neiman, Evil in Modem Thought: An
Alternative History of Philosophy, Princeton, Nueva Jersey, Princeton University Press,
2002. Y Richard J. Bernstein, Radical Evil: A Philosophical Interrogation, Cambridge,
Inglaterra, Polity Press, 2002.
4. He tomado este termino acuado por Habermas en su ensayo Learning from Ca-
tastrophes: A Look Back at the Short Twentieth Century, en The Postnational Cons-
tellation, Max Pensky (ed.), Cambridge, Massachusscts, The MIT Press, 2001, pp. 38
57. Habermas clarifica esta nocin al apuntar algunos de sus rasgos: [...] nos obliga a ver
los espantosos rasgos del siglo que ha inventado la cmara de gas, la guerra total, el ge
nocidio patrocinado por el Estado y los campos de exterminio, el lavado de cerebro, los
aparatos de seguridad del Estado y la vigilancia panptica de poblaciones completas. El
siglo XX ha generado ms vctimas, ms soldados muertos, ms civiles muertos, ms
minoras desplazadas, ms tortura, ms muertes por fro, hambre y maltrato, ms pri
sioneros polticos y refugiados, de los que habramos podido imaginar. El fenmeno de
la violencia y la barbarie marca el sello distintivo de esta era, ibd.y p. 45.
ciarnos de la idea de que estas acciones se pueden tematizar dentro del
paradigma de la justicia, propongo una esfera autnoma con la que se
pueda tratar este tipo acciones, ya que la crueldad humana sobrepasa los
criterios de validez que engloban la idea de justicia. Nadie se podra sen
tir tranquilo diciendo que la catstrofe nazi es slo una injusticia. Ese tr
mino se queda corto. De ah la necesidad de que exista una esfera moral
autnoma que se deba ocupar de estos temas. Tambin quiero subrayar
la idea de que nuestra conciencia moral es una construccin social que,
a su vez, es el producto de un filtro moral.
Las acciones que calificamos como malas por ser crueles no se pue
den comprender a partir de la idea del sufrimiento que generan.5 El su
frimiento no posee un valor moral independiente de la responsabilidad
del que lo genera, es decir, de la propia conciencia acerca de por qu de
cidimos destruir o mutilar (fsica y emocionalmente) a otros seres hu
manos. Por eso la mejor forma de plantear esta conexin entre el que pa
dece una accin y quien la realiza surgir a partir de un concepto de
accin dao moral en el cual se establece un nexo permanente en
tre el perpetrador y el que sufre la accin.6
5. Vase Claudia Card, The Atrocity Paradigm: A Theory of Evil, Oxford y Nueva
York, Oxford University Press, 2002.
6. Nietzsche esclareci cmo nuestra necesidad de relacionar el sufrimiento con al
gn tipo de sentido es, de hecho, una tarea antropolgica humana. Se trata de un arti-
lugio existencial para no afrontar la terrible soledad ontolgica que supone nuestra exis
tencia. Despus de todo, Nietzsche dijo que lo que parece insoportable es vivir con la
idea de que el sufrimiento no posee ningn sentido que nos permita redimirnos del do
lor o de la soledad. Dicha visin es esencial para este paradigma posmetafsico sobre el
mal. No existe una idea trascendental acerca del sufrimiento. Todo sufrimiento humano
producido por actos de crueldad es injusto y moralmente innecesario. Dicho argumento
esclarecedor que Nietzsche ha sido capaz de enunciar slo se hizo comprensible y
aceptable a la luz de los trgicos eventos ilustrados por las diversas historias de geno
cidios, limpiezas tnicas y masacres del siglo pasado y del apenas comenzado. Esas his
torias nos conminan a seguir aclarando por qu no puede haber ninguna conexin cau
sal entre el sufrimiento y los que lo padecen. Slo a partir del juicio reflexionante de
Primo Levi, al contarnos su propia historia, se nos ha mostrado lo que l pudo, amar
gamente, constatar: el sinsentido del sufrimiento y la existencia de la crueldad humana
no pueden hallar explicaciones causales ni teoras abstractas que pretendan definir de
una vez y para siempre la esencia del mal. Vase Friedrich Nietzsche, On the Genealogy
of Moris, trad. de Walter Kaufmann, Nueva York, Vintage Books, 1989. Y tambin el
captulo dedicado por Richard J. Bernstein a Nietzsche, en el que enfoca este tema: Ri
chard Bernstein, Radical Evil, op. cit.} pp. 103-131.
Una atenta mirada a nuestra historia ms reciente nos muestra los fra
casos sufridos para autocontrolarnos, pero tambin nos deja vislumbrar
que existe una mayor conciencia acerca de cmo nuestra propensin al
mal es una parte central de la historia de la condicin humana. En el ter
cer estadio de esta teora se confrontar el paradigma del mal con el pa
radigma de la justicia, una vez que sea posible comprender el trnsito
desde la dimensin moral hasta el territorio de la legalidad. Aqu se tra
tara de plantear que este tipo de acciones se pueden concebir como cr
menes humanos y vincularlos a nociones de responsabilidad y autora
que recaen en los individuos y en las acciones cometidas por stos. La
positivizacin de dichos crmenes adquiere sentido porque compren
demos qu clase de violaciones a la dignidad humana suponen los actos
de crueldad. ste es el autntico significado de aprender de las catstro
fes. Hemos aprendido el verdadero sentido de las definiciones norma
tivas sobre el bien y sobre la dignidad humana slo a partir del hecho de
que hemos podido examinar empricamente qu han representado las
violaciones a la integridad humana. As, hoy en da una nocin como la
de humanidad aparece llena de contenido normativo.7En realidad, el tr
mino es un constructo histrico que nos ha permitido dotar de nuevos
contenidos normativos al concepto de ser humano, una vez que hemos
contemplado los diversos y mltiples ngulos de lo que constituye el sen
tido normativo de la integridad o la dignidad humana. El contraste mo
ral normativo se establece entre la idea de dignidad humana y la de dao
moral. Por eso nuestras nociones del mal son histricas y tambin es por
eso que la literatura y las narrativas histricas son el material ms apto
para comprender este tipo de acciones. Por lo tanto, la utilizacin del tr
mino mal se distancia de cualquier connotacin poltica y religiosa y
en este texto deseara plantear que utilizar dicho trmino en su capaci
dad de apertura moral (develamiento) estimulada por el tipo de cono
cimiento moral que obtenemos a travs de descripciones provenientes
de narraciones histricas y de la literatura sobre el mal. Las narraciones
nos permiten ilustrar dimensiones ocultas distintas de nuestras capaci
dades para lastimar y destruir a otros. Tambin nos conminan a apren
13. Ruti G. Teitel, Transitional Justice, Oxford y Nueva York, Oxford University
Press, 2000.
tir de la reconstruccin narrada de esas acciones podemos comprender
la dimensin simblica y moral del dao causado a los otros. Dicha con
ciencia es una parte central de la identidad moral. Se trata de un doble
aprendizaje moral que parte de cmo construir juicios morales en
forma de juicios reflexionantes y por qu stos tienen una especial re
sonancia en nuestra conciencia. Las historias se convierten en el mate
rial con que tenemos que lidiar y que debemos enmarcar dentro de una
perspectiva histrica, la cual adquiere una dimensin de comprensin
moral slo cuando somos capaces de reconocer en esas historias los sig
nificados concretos del dao moral. Utilizo la nocin de comprensin
histrica de la misma forma que Gadamer con su nocin de Wir-
kungsgeschickte,14 es decir, como una comprensin de la historia efec
tiva constituida a partir de una interpretacin sobre un evento pasado,
condicionado y evaluado a travs de una lectura desde nuestro pre
sente.15 Este importante juego entre pasado y presente hace que nues
tros juicios histricos produzcan nuevas perspectivas a travs de una re
visin de los dos distintos horizontes y de la fusin que dichos juicios
tienen respecto a nuestra interpretacin. Esta condicin normativa
tambin habla de la imposibilidad de declarar que algo es malo cuando
no ha sido reconstruido a la luz de estos dos estadios histricos y a par
tir del contraste crtico ganado con la aplicacin del juicio y con la ayuda
de nuestra imaginacin moral. Entonces aprender por medio de cats
trofes adquiere una dinmica decisoria que se genera por medio de un
movimiento inmanente respecto a nuestros esfuerzos por compren
der lo que ha ocurrido en el pasado a la luz de nuestro presente. Con
ese mismo esfuerzo ganamos un espacio en donde desarrollar nuestro
modo reflexionante. Si miramos al pasado, podemos ver que la distan
cia que nos separa de los textos de literatura clsica es evidente cuando
14. Como Martin Jay ha sugerido, Aunque no es posible afirmar la existencia del
progreso en la direccin de una descripcin perfecta y verdadera del pasado, las repre
sentaciones histricas pueden aprender de las discusiones que las preceden y, de este modoi
lograr lo que Gadamer llam Wirkungsgeschichte, una historia de efectos o formas de
recepcin de la propia historia. Martin Jay, When Did the Holocauts End?, en Re-
fractions on ViolenceyNueva York y Londres, Routledge, 2003, pp. 47-70 (la cursiva es
ma).
15. Hans-Gcorg Gadamer, Warheit und MethodeyTubinga, J. C. B. Mohr, 1975.
apelamos a nuestras diferencias de comprensin sobre un mismo tipo
de accin que en el pasado desempe un papel muy distinto a como
hoy concebimos esos crmenes. ste es el caso, por ejemplo, de una ac
cin como la violacin sexual. En las historias de Homero, cuando los
griegos o los aqueos ganaban las batallas, ellos, los ganadores, tomaban
a las mujeres como un botn de guerra y las violaban como parte de\ pi
llaje (recurdese la tragedia griega de Eurpides, Las troyanas). Slo a
partir de nuestra evolucin moral y de nuestra comprensin histrica
hemos sido capaces de pensar en el sentido de que la violacin sexual
se ha convertido en un arma de guerra capaz de mutilar a otros seres hu
manos, precisamente por el papel destructivo que produce una accin
de violencia generadora de una especie de fractura moral a quien sufre
dicha accin. El que la ha experimentado es un individuo fracturado in
ternamente, aun despus de muchos aos de que le haya ocurrido esa
accin. Por ello nuestra conciencia moral nos permite establecer dife
rencias de sentido histrico entre algo que ha ocurrido o ha sido narrado
antes y cmo en la interpretacin del presente se considera como una
accin de gran crueldad. Hoy es posible poseer esta perspectiva gracias
a que estamos alerta frente a lo que significan dichos eventos y porque
hemos escuchado muchas narraciones acerca de ellos en las que los efec
tos de dao moral eran evidentes. Un ejemplo reciente de estas accio
nes narradas est en lo que sucedi en la guerra de los Balcanes, donde
los serbios violaron sistemticamente a las mujeres musulmanas y en que
el objetivo que pretendan implicaba una claridad terrorfica en cuanto
a los efectos que buscaban.16Esta dimensin de responsabilidad es ms
clara cuando acudimos a narraciones que describen cmo los serbios
manifestaban a las mujeres musulmanas que, gracias a la violacin se
xual que les haban inflingido, ahora llevaban a un serbio dentro.17Y
dado que hemos construido nuestros juicios morales sobre esta clase de
16. Por supuesto, los serbios no fueron los nicos que emplearon esta tcnica de te
rror para destruir a los otros. Durante la guerra entre croatas, serbios y musulmanes,
todos usaron la violacin como arma de guerra.
17. Martin Mennecke y Eric Markusen, Genocide in Bosnia and Herzegovina, en
Century of Genocide. Critical Essays and Eyewittness Account, Samuel Totten, William
S. Parsons e Israel W. Charny (eds.), Nueva York y Londres, Routledge, 2004, pp. 415
447, esp. la p. 418.
acciones, tambin hemos sido capaces de debatir en la esfera pblica por
qu es posible traducir el sentido de dao moral al marco legal posi
tivo del derecho internacional, en donde ahora dicho crimen se tipifica
como contra la humanidad.18
Veamos, por ejemplo, la forma en que algunas narrativas literarias han
modificado la concepcin sobre lo que el mal ha significado. Es posible
rastrear las primeras nociones sobre el mal en la antigedad a travs de
las visiones de la tragedia griega. Dicha nocin estaba conectada con una
idea metafsica del mal. Las tragedias se relacionaban con el daimon
cuando vinculaban la inevitabilidad de la relacin divina con la humana.
Por eso Bernard Williams argumentaba que las tragedias posean con
cepciones supernaturales, en particular la de necesidad.19 En las trage
dias griegas el mal es considerado como un producto del destino. Sin em
bargo, es interesante subrayar que al principio las mismas tragedias
establecieron la conexin vital con la idea de accin. Esta dimensin se
relaciona con lo que Williams ha llamado nuestra nocin histrica de
responsabilidad, as como con el hecho de que las tragedias tematiza-
ron la comprensin histrica de lo que significa la fragilidad humana. Por
eso Aristteles crea que esa complejidad slo se podra mostrar a travs
de recursos literarios del gnero de la tragedia, es decir, de una historia
representada por medio de la accin. De todo esto ya ha dado cuenta la
interpretacin de Martha Nussbaum, quien enfatiz el papel del juicio
en las tragedias griegas.20Nussbaum argumentaba que la tragedia repre
senta perfectamente la accin porque nos muestra a los personajes en su
dimensin electiva y en su hacer (p. 379). Tambin argumenta que la pie
dad y el temor son las emociones que invaden a los espectadores porque
stos comprenden la fragilidad de nuestro mundo y el hecho de que cual
18. Al respecto, vase el importante captulo sobre la violacin sexual como crimen
escrito por Aryeh Neier en su libro War Crimes. Brutallty, Genocide, Terror; and the
Struggle for Justice, Canad, Random House, 1998, pp. 172-191.
19. Bernard Williams, Shame and Necessity, Los ngeles, San Diego y Berkeley,
University of California Press, 1993.
20. Martha C. Nussbaum, The Fragility of Goodness: Luck and Ethics in Greek
Tragedy and Philosophy, Cambridge y Nueva York, Cambridge University Press,
1987, p. 376. El numero de pgina de las referencias a este libro que seguirn se refiere
a esa edicin.
quiera puede cometer errores sin ser necesariamente malo. La piedad es
la respuesta al testimonio de una accin que produce un sufrimiento in
merecido, dice Nussbaum, mientras que el temor se produce al tener con
ciencia de que ese sufrimiento nos podra suceder a cualquiera de nos
otros (p. 385). Segn la interpretacin de Nussbaum, la piedad y el
temor son fuentes de iluminacin o clarificacin. Por lo tanto, la re
presentacin de acciones narradas a partir de las tragedias griegas nos
aporta un conocimiento sustantivo (p. 388). Sin embargo, la idea del mal
proviene de una compleja red establecida entre la necesidad y el azar, o
de fuentes divinas.21 Las cosas ocurren a los personajes o stos son im
pulsados hacia cierto tipo de acciones en las que ya est predeterminado
su destino. Este concepto de accin es una importante fuente de com
prensin histrica que visualiza el mal como un paradigma que incluye
varias dimensiones: la metafsica y la de los desastres de la naturaleza,
junto con los errores humanos como expresin de esa fragilidad humana.
Por eso es posible comprender los cambios histricos de sentido en
tre nuestras nociones sobre el mal y la literatura. Lo que ha contribuido
e influido ms para ilustrar la nocin moderna sobre el mal es la obra
literaria de William Shakespeare. Por eso, Harold Bloom ha argumen
tado que Shakespeare fue quien invent al ser humano.22 Observemos
de qu forma los personajes de Shakespeare se desarrollan ms que des
envuelven, porque se reconciben a s mismos (p. xvii). Las preguntas
que nos hacemos nosotros, los espectadores, son: por qu el desarro
llo de los personajes es el resultado de su combate contra el mal? Y
cmo se redefinen las personas despus de esas luchas? Considrese,
por ejemplo, la evolucin histrica conceptual de Shakespeare a travs
de sus personajes Ricardo III y ms tarde Macbeth. El primero es un vi
llano en toda la extensin del trmino. Se podra describir como una no
21. De acuerdo con Nietzsche, el mito parece querer decirnos en secreto que la sa
bidura, particularmente la dionisiaca, es una abominacin antinatural; que quien por
medio de sus conocimientos sumerge a la naturaleza en el abismo de la destruccin debe
tambin sufrir la disolucin de la misma naturaleza en su propia persona. Friedrich
Nietzsche, The Birth ofTragedy, Nueva York, Vintage, 1967, p. 69.
22. Harold Bloom, Shakespeare: The invention of the Human, Nueva York, River-
head, 1998. El nmero de pgina de las referencias a este libro que seguirn se refiere a
esa edicin.
cin premoderna del ente demnico. No tiene dudas, excluye la pie
dad y su naturalismo, adems de hacernos conscientes de que somos
bestias (p. 65). Ricardo III no posee bondad en su alma. Personifica, o
ms bien simplifica, nuestra visin del carcter humano. Esta obra ya es
un texto de transicin en el enfoque shakespeariano, pues el personaje
promueve las nuevas reglas que establece su papel en el dilogo con los
espectadores. Lo verdaderamente novedoso en este personaje es que Ri
cardo establece una ntima relacin con los espectadores (p. 70) como
si fuera su conciencia moral. Ya no necesitamos el coro de las tragedias
griegas para hacernos copartcipes del evento como testigos y jueces.
Ahora estamos en disposicin de establecer un dilogo directo con el
personaje principal. Cuando uno lee Ricardo III aprende sobre nosotros
mismos porque somos incapaces de resistir los encantos terrorficos de
Ricardo (p. 71), que se nos muestran conscientemente l se dirige a
nosotros, habla con nosotros asumiendo con seguridad la seduccin
de su propia maldad. Sin embargo, y como ya he sealado, es una figura
transitoria en la evolucin moderna que luego Shakespeare transformar
en otra visin distinta al crear a otros personajes.
Macbeth, por otro lado, es considerado como el ms grande personaje
maligno. Como explica Bloom, en el sentido de la imaginacin del Re
nacimiento (que no es la nuestra), Macbeth bien puede ser un emblema
de dicha facultad, aquella que atemoriz a Shakespeare y que nos debe
aterrorizar (p. 17). Macbeth suea con su futuro e imagina cun ex
traordinario podr ser si toma las precauciones necesarias. Aqu ya apa
rece la nocin de libertad humana. Sabemos que Macbeth sufre inten
samente porque sabe que est haciendo el mal y que deber hacer cosas
an peores (p. 517). As, lo que vemos es que su historia ilustra que nues
tras ambiciones y objetivos en la vida nos pueden conducir a elegir ha
cer dao porque nos conminan a evitar la consideracin moral de nues
tros actos por la forma en que decidimos lograr nuestras ambiciones.23
Nuestra identificacin con l es involuntaria, argumenta Bloom, pero
inevitable (p. 518). Slo la literatura nos permite visitar otras mentes
como si fueran la propia.24 Estamos de acuerdo con Bloom cuando dice
25. Tanto Kant como Arendt reconocen que las personas siempre encuentran ra
zones para justificar la ejecucin de un delito. En la realidad existen muy pocas ex
cepciones a la regla de negar el hecho de que se han cometido delitos.
26. Agnes Heller, The Time is Out of Joint: Shakespeare as Philosopher of History>
Nueva York y Oxford, Rowman And Littlefield, 2002, p. 100.
27. Heller seala que todas estas relaciones contribuyen al delito. stas son con
diciones entre otras bajo las cuales dichas acciones incorrectas fueron cometidas.
De este modo la justicia, la ley, la legitimidad, la moralidad, la vida y la seguridad son
anuladas y subvertidas. Ihd., p. 110.
amor por lady Macbeth, Macbeth nunca habra asesinado al rey Dun-
can. Sin la silenciosa complicidad de Gertrude, no hubiera existido ra
zn para que Claudio deseara cometer y cometiera el crimen de matar
al rey y usurpar su corona. Otros personajes como el Yago de Otelo,
por ejemplo estn llenos de envidia. Aun cuando Shakespeare lidia
con este tipo de pasiones, l tambin reconoce que las decisiones mo
rales y existenciales son los espacios nuevos en la identidad del yo. Sin
embargo, Shakespeare pone especial nfasis al enfocar las acciones que
ilustran cmo las pasiones dominan las decisiones humanas y cmo ha
cen de los seres humanos sus esclavos. Kant tema que al dar tanta im
portancia a las pasiones se acabara por borrar el sentido moral de la li
bertad. Quiz por ello convendra proponer que la mayor contribucin
de Shakespeare a la moderna tematizacin sobre el mal radica en su en
foque sobre las pasiones humanas. Esta dimensin se puede ilustrar, por
ejemplo, no slo en el amor apasionado que siente lady Macbeth por su
esposo, sino en su ambicin desmedida de verlo convertido en rey. Es
tas pasiones hacen que la lucha humana por tomar una decisin se con
vierta en una encrucijada moral especfica cuya eleccin acaba siendo
trgica. Esta concepcin del mal prevaleci durante siglos. A pesar de
ello, las obras de Shakespeare son vehculos extraordinarios en el ejer
cicio del juicio porque no aportan causas nicas o especficas sobre una
eleccin. Ciertamente, como ha indicado Agnes Heller, l no repre
senta las causas como observaba Georg Lukcs y rene a diferen
tes personajes en situaciones extremas para descubrir [el mismo Sha
kespeare] cmo se desarrollar la qumica entre ellos y qu acciones se
producirn como resultado, lo que permite muchas y diversas inter
pretaciones de causas y motivos5 que se pueden convertir en plausi
bles.28 Por eso existen tantas y distintas interpretaciones sobre los dra
mas de Shakespeare. Su gran logro al personificar las acciones de
crueldad es que estaba interesado en rastrear cmo en esas acciones se
halla el signo trgico de la eleccin moral (inmersa en la vorgine de las
mismas contingencias histricas). Quiz por ello los personajes de Sha
kespeare nos invitan a pensar en la libertad de una forma distinta a como
lo hizo Kant. Kant apela a nuestra capacidad para decidir y percibe la
34. Theodor Meron, Henry's War and Shakespeare Law: Perspectives on the Law
ofWar in the Later Middle Ages, Oxford y Nueva York, Oxford University Press, 1993.
35. Joseph Conrad, El corazn de las tinieblas, trad. de Sergio Pitol, Mxico,
UNAM, 1987.
litares de tener la obligacin de obedecer a sus superiores o a las leyes
totalitarias es ilustrativa de los peores episodios histricos contempo
rneos. De ah que Conrad haya producido un ejemplar negativo que
describe este caso en la figura concreta del capitn Kurtz.
Por tanto, al narrar el mal podremos entender que existe una condicin
necesaria en la interrelacin entre la dimensin tica y la esttica.36 Di
cha relacin comprende la necesidad de utilizar los recursos literarios y
sus formas estticas (gneros, usos metafricos, perspectivas) para pro
ducir determinados efectos morales en nuestra identidad individual y co
lectiva. Al insistir en que debe establecerse una relacin importante en
tre la dimensin moral y la esttica en mi teora del juicio reflexionante,
es importante aclarar por qu esto sucede de una manera muy particu
lar a travs del lenguaje.
Antes de describir la especificidad de esta perspectiva del juicio re
flexionante quisiera, sin embargo, detenerme en una teora que antecede
a mi esfuerzo y sobre la que vale la pena hacer algunas breves aclara
ciones. Se trata del trabajo de Alessandro Ferrara, quien ha desarrollado
de forma sistemtica una teora sobre el juicio reflexionante desde
una perspectiva esttica, para explicar las nociones de identidad indi
vidual e identidad colectiva.37 En ella, Ferrara propone un criterio de
validez esttico la autenticidad utilizando cuatro categoras: co
36. Vase Mara Pa Lara, Moral Texturas. Feminist Narratives in the Public Spbere,
Berkeley, University of California Press, 1998.
37. El trabajo de Alessandro Ferrara ha sido pionero al desarrollar una teora del jui
cio reflexionante abierta a las dimensiones propias de problematizar la identidad indi
vidual y la colectiva. Sus categoras son estticas y l defiende que por eso pueden res
ponder mejor a los retos del pluralismo y de la complejidad moderna. Asimismo, en una
obra posterior, Ferrara tambin desarrolla la idea de juicio poltico como interpretacin
siguiendo el trazo de sus cuatro categoras de coherencia, vitalidad, profundidad y ma
durez. Vase Alessandro Ferrara, Autenticidad reflexiva. El proyecto de la modernidad
despus del giro lingstico, trad. de Pedro A. Medina Reinn, Madrid, La Balsa de Me
dusa, 2002.
herencia,38 vitalidad,39 profundidad40 y madurez.41 De alguna manera,
esas categoras podran explicar muchos procesos de identidad o casi to
dos los elementos que forman el complejo proceso de la autorrealiza-
cin de los individuos y de algunas obras literarias. Sin embargo, tales
categoras son insuficientes para concretar lo que supone construir una
identidad moral. En este sentido, leyendo cualquier declaracin de las
ms recientes de militares argentinos como Alfredo Astiz o Videla, se
podra constatar que cumplieron con los cuatro criterios mencionados
por Ferrara sin que exista ninguna contradiccin entre su proyecto de
autorrealizacin y la estructura de autenticidad que la cualifica. Y esto
es as porque en dicho criterio no existe un espacio de validez especfico
de la dimensin normativa moral, el cual no se puede tematizar slo bajo
las categoras que l propone. En mi perspectiva acerca del juicio refle
xionante como forma de comprender lo que significa el dao moral que
alguien comete, no podemos evaluar ni aceptar que las personas se
puedan justificar por criterios estticos. Por tanto, mis diferencias con
Ferrara estn ms vinculadas a plantear que es necesario reconocer dis
tintas esferas de validez en los procesos a travs de los cuales nos cons
tituimos moralmente en personas. Los procesos de individuacin y de
socializacin se pueden contemplar desde la perspectiva de autorreali
zacin, que es la que Ferrara utiliza, o en un proceso mucho ms com
plejo en donde es necesario distinguir la dimensin moral del proyecto
de felicidad a partir de la especificacin de las diversas texturas en que
se entretejen (interaccionan) en nosotros las distintas formas de validez.42
Dichas texturas hacen que la idea de autonoma moral sea, por ejemplo,
un presupuesto necesario que no se puede disolver o subsumir a las ca
tegoras vinculadas a proyectos de autorrealizacin. Nuestras eleccio
nes morales se deben poder evaluar con un filtro moral que vincule la
idea de agencia con la de responsabilidad moral. As, el criterio de Fe
38. Definida como coherencia cristalizada como unidad narrativa, ibd., p. 175.
39. Definida como la experiencia de feliz potencia o autorrealizacin, ibd., p. 191.
40. Definida como la capacidad de las personas de acceder a las propias dinmicas
psquicas e inscribir dicha conciencia en la construccin de la propia identidad, ibd.,
p. 209.
41. Definida como la capacidad de aceptacin del mundo natural y social (y de sus
lmites) y los lmites de la propia interiorizacin, ibd., p. 217.
42. Vase Mara Pa Lara, Moral Textores, op. cit.
rrara puede explicar el desarrollo de una obra literaria en sus trminos
estrictamente estticos, sin necesidad de apelar a su funcin de generar
un efecto moral. Pero en mi teora se necesitan ambas dimensiones
para poder explicar lo que constituye la idea central de juicio reflexio
nante. Tanto el espacio normativo de la libertad humana como el espa
cio reflexivo-normativo proporcionado por una actitud crtica, requie
ren a su vez de la posibilidad del contraste y el debate acerca de quines
somos y de qu queremos ser, y esto slo es posible gracias a la apertura
del debate pblico y la autorreflexin sobre los sucesos del pasado. Por
eso la literatura y la historia son las fuentes que permiten provocar de
terminados efectos en el espectador y necesitan articular estas dimen
siones, moral y cognitiva, de una forma analticamente diferenciada.
Aqu deseo sealar que ninguna de las categoras que Ferrara propone
satisfacen el anlisis de lo que significa el punto de vista moral. La ra
zn es que Ferrara ha intentado subsumir la textura especfica de la ca
tegora de autonoma moral bajo la categora esttica de la autenticidad.
Autonoma moral y autenticidad no son lo mismo, por ms que ambas
tengan interconexiones profundas. Por eso, yo he tratado de formular,
de una manera alternativa, el tema del juicio reflexionante vinculado a
la idea de la identidad moral individual y colectiva.43
Un texto literario puede hablar de problemas complejos de la vida
humana pero en el caso que nos ocupa tambin requiere clarificar cmo
es capaz de producir determinados filtros morales. De la misma forma,
las narrativas histricas son ejemplos que adems de que necesitan vin
cularse a la idea de filtro moral deben argumentar cul es la validez y la
calidad del conocimiento histrico que pretenden aportar. Por tanto, las
cuatro categoras propuestas por Ferrara son insuficientes porque no po
48. Vase Marguerite Feilowitz, A Lexicn of Terror: Argentina and the Legacies of
Torture, Oxford, Oxford University Press, 1998.
49. Samantha Powers relata la historia de Raphael Lemkin, quien luch por cons
truir un concepto como genocidio para describir acciones que no pueden ser descritas
como barbarie o vandalismo. As, l pens que necesitaba una palabra que com
portara "una nota de frescura y novedad al mismo tiempo que lograra una descripcin
tan breve y precisa como fuera posible . Lemkin escribi y rode con un crculo LA
PALABRA y luego traz una lnea para conectarla con la frase, dibujada con firmeza,
JU ICIO M O RAL. Su palabra LO HARA TODO. Sera el trmino excepcional que
portara el colapso y la indignacin de la sociedad; se convertira en lo que l llamo un
N D IC E DE CIV ILIZA CI N . La palabra que Lemkin cre era un hbrido que
combinaba el derivativo griego geno cuyo significado es raza o tribu con el de
rivativo latino cide derivado de cadere, es decir, asesinato. Genocidio era un tr
mino breve, nuevo y no fcilmente olvidable. Debido a su permanente asociacin con
las atrocidades de Hitler, la palabra tambin provocaba escalofros de manera autom
tica en quien la escuchaba. Samantha Powers, A Problem frorn Hell: America and the
Age of Genocide, Nueva York, Basic Books, 2001, p. 42.
articular los rasgos distintivos de determinadas acciones mediante el uso
develatorio de un trmino o a travs de una teora que describe cmo
ciertos crmenes provocan nuestra atencin moral debido a que es po
sible percibir los daos morales cometidos a partir de ellos. Creamos
lenguajes especficos para describir este tipo de acciones. Cuando com
prendemos la misma relevancia del uso de algunas palabras, somos
conscientes del efecto de develamiento (crtico) inmediato generado por
su uso. De esta forma, una historia nos obliga a prestarle atencin mo
ral. Luego los usos pblicos de esas palabras permiten que la concien
cia social emita juicios y busque, con ello, su traslado al territorio de la
legalidad.
Arendt nos dio una clave importante acerca de cmo lograr este re
querimiento cuando pens en describir las mltiples formas en que los
rasgos humanos que constituyen nuestro concepto de humanidad fue
ron extirpados a los judos de la Alemania nazi. Arendt comprendi
claramente que lo que ella llam acciones sin precedentes requeran
tambin una nueva forma de categorizacin. Fue incluso ms lejos,
pues comprendi que la concepcin normativa del concepto de huma
nidad slo se aclarara por medio de una reconstruccin histrica de sus
violaciones.50 As, reconstruy los rasgos que convierten a la clase hu
mana en una clase en particular y cmo sus rasgos esenciales pueden
quedar borrados de golpe en la vida de millones de ciudadanos. La dig
nidad, la espontaneidad, la libertad y la pluralidad, todas estas catego
ras abstractas, adquieren coherencia en la descripcin de su concrecin,
que ella describe como las etapas sucesivas de la deshumanizacin. Las
categoras descriptivas y normativas se hicieron relevantes tan pronto
como Arendt explic por qu estas cualidades son los elementos cons
titutivos que hacen que la vida sea especficamente humana. Slo po
demos comprender lo que eso significa a travs de las historias de los de
nodados esfuerzos de los nazis por borrar todo vestigio de humanidad
en aquellos seres humanos que fueron confinados por la fuerza en los
campos de concentracin. Al ofrecernos una historia que ella llam to
talitarismo, Arendt fue capaz de enmarcar su narracin bajo una pers
51. Vase Hannah Arendt, Eichmann in Jerusalem: A Report on the Banality of Evil,
Nueva York y Londres, Penguin, 1992.
52. Dana R. Villa, Politics, Philosophy, Terror. Essays on the Thought of Hannah
Arendt, Princeton, Nueva Jersey, Princeton University Press, 1999, p. 104.
conocida, pero utilizndola en un sentido totalmente distinto. Ahora
banalidad se resignificaba como una definicin del que carece de ca
rcter moral. Su conclusin fue que el ms ordinario de los hombres co
meti el ms extraordinario de los crmenes sin haberse percatado de su
alcance histrico y moral. El lado ms oscuro del mal, insisti Arendt,
yace en nuestra incapacidad para saber qu clase de acciones no pueden
tener perdn. Arendt no fue comprendida en su tiempo. Hasta hace slo
unos pocos aos su estatura intelectual ha comenzado a elevarse en re
lacin con este tema y esto ha sido ms bien como resultado del amplio
debate pblico sobre sus puntos de vista y sobre lo que realmente quiso
lograr con sus historias. Su juicio reflexionante apenas ha empezado a
dejarnos ver cosas que antes no parecan tan claras. Por eso el recurso
de mediacin de la esfera pblica es importante para estimular estas di
mensiones normativas y crticas. Hemos debatido largamente sus na
rraciones y los juicios que stas nos han abierto apenas comienzan a dar
nos nuevas pautas para su comprensin. Lo que Arendt ha logrado, sin
duda, es producir dos importantes juicios reflexionantes, los mismos que
estaban histricamente situados y los que fueron polticamente signifi
cativos, y nos ha permitido pensar sobre aquellos hechos con nuevas re
ferencias. Esta dimensin nos revela cmo la comprensin moral es
construida con la ayuda del lenguaje y de su filtro moral-expresivo. Por
ltimo, Arendt ciment las bases para crear una teora que nos permi
tir comprender las interconexiones entre la libertad humana, la res
ponsabilidad y el juicio moral. Arendt es, pues, la primera gran autora
que ha contribuido con su ejemplo a la teora posmetafsica del juicio re
flexionante que yo trato de desarrollar a lo largo de este libro.
El juicio reflexionante se centra en intentar comprender la crueldad
humana.53 El trmino crueldad es un elemento incuestionable para
comprender el significado de dichas acciones, pero resulta insuficiente
para develar el sentido extenso de lo que significa el mal como dao
moral. Los seres humanos podemos ser crueles con los animales y los
53. Alessandro Ferrara fue el primer autor que dedic toda su energa a desarrollar
de manera coherente la nocin de juicio reflexionante. Vase Alessandro Ferrara, Au
tenticidad reflexiva op. cit. Tambin Alessandro FerraraJusticeandJudgment: The Rise
and the Prospect of the Judgment Model in Contemporary Political Philosophy, Londres,
Sage, 1999.
animales pueden ser crueles con otros animales sin que por ello poda
mos hablar especficamente de maldad. El elemento que falta es el sen
tido moral de qu es lo que significa el mal. No slo se trata de cmo
algunas acciones tienen el objetivo de destruir a los otros seres huma
nos al infligirles un sufrimiento planificado, sino de cmo hemos apren
dido a ilustrar qu es el dao moral a partir de la reconstruccin hist
rica de las catstrofes que nos anteceden. El tipo de accin que he
llamado dao moral revela la necesidad de pensar simultneamente
en el agente como perpetrador y en el que padece la accin como su vc
tima. La accin de maldad siempre puede ser susceptible de ser ilustrada
a travs de nuevos enfoques y de perspectivas ms profundas que per
mitan redimensionalizar el tema. Aqu aparece ilustrada con claridad la
cuestin normativa de la produccin del conocimiento histrico nove
doso en combinacin con el filtro normativo-moral. Con ello entramos
de lleno en la exploracin del paradigma del aprendizaje por medio de
catstrofes. Estas acciones narradas nos permiten entender cmo es po
sible que algo haya ocurrido de una forma determinada cuando podra
no haber sucedido as. Tambin nos permite constatar que lo que ms
tememos es que ese sufrimiento no est causado por una fuerza exte
rior a nosotros mismos, sino que lo provoquen los mismos seres hu
manos. Esta constatacin iterada es lo que nos permitir enfocar de
otra manera aquello que Kant llam nuestra propensin al mal. En otras
palabras, lo que nos hace ser humanos es nuestra misma capacidad para
ejercer el mal. Por lo tanto, ahora podemos regresar a la dimensin his
trica acerca de nuestra responsabilidad moral, pues sabemos que sta
yace en la idea de que la adquisicin de nuestra conciencia moral es la
nica que nos remite al conocimiento de que el sentido del mal lo he
mos producido nosotros a lo largo de nuestra historia. Por eso el mal
no se puede comprender sin el soporte de una teora del juicio refle
xionante. En esta teora tambin nos hace falta una herramienta filos
fica que intentar dotarnos de las categoras necesarias para realizar el
esfuerzo colectivo de lo que significa construir una memoria colectiva
que pueda imprimir en nuestra perspectiva histrica una visin moral
del mundo.
El juicio construido por un debate moral se aleja de toda compren
sin esencialista acerca del mal. En los debates histricos se genera un
debate y una interaccin crtica cuyas interpretaciones luchan por con
seguir la atencin de los pblicos. La deliberacin colectiva permite que
sometamos a cuestionamiento cualquiera de las historias que se nos pre
sentan en la vida pblica porque exigen de nuestra atencin. El contraste
crtico posibilita nuestra autoconstruccin moral. Estos debates ejempli
fican el papel mediador de la esfera pblica. A partir de los debates po
demos elaborar un criterio normativo acerca de por qu algunas historias
logran cristalizar como ejemplos del mal y otras fallan o quedan destrui
das por su debate crtico. Si el juicio se convierte en reflexionante se debe
a que las capacidades develatorias de la historia han modificado nuestra
comprensin moral. Justamente entonces diremos que el resultado de ese
juicio reflexionante es el producto de un efecto ilocucionario. Y eso es
precisamente lo que ha ocurrido con el trmino de humanidad, ya que
ahora comprendemos dicho concepto gracias a la construccin moral del
significado de las muchas violaciones que constituyeron el contenido nor
mativo de lo que supone la dignidad humana.
Nuestra conciencia histrica nos deja con la dura realidad de consta
tar que no hemos sabido evitar tanta crueldad y destruccin entre noso
tros. Esta conciencia es, tambin, el producto de nuestra responsabili
dad moral, una conciencia que comprende la expresin de Nietzsche
acerca de la muerte de Dios como la ms dura conclusin acerca de
lo que hemos hecho los humanos a lo largo de nuestra historia. Sin em
bargo, esta teora posmetafsica del juicio reflexionante se niega a acep
tar juicios que pretenden definirse como ltimos y por eso insiste en la
creacin de una imagen moral del mundo. Es una teora que depende de
que nuestros juicios histricos, falibles y susceptibles de revisin, nos
tiendan puentes entre las maneras de exigir cuentas a quienes cometen
los crmenes y las formas de construirnos un espacio de autorreflexin
y memoria colectiva para avizorar futuros distintos.
Las narraciones.
La dinmica develatoria
de la comprensin y el juicio
2. Lisa Jane Disch, Hannah Arendt and the Limits of Philosophy, Ithaca y Londres,
Cornell University Press, 1994, p. 4.
3. Arendt afirma que el lenguaje, dispuesto para el uso metafrico, nos permite pen
sar, es decir, establecer un intercambio con las realidades no sensibles, ya que nos
ofrece una traduccin, metapherein, de nuestras experiencias sensibles. Existen dos mun
dos porque la metfora es capaz de vincularlos. Hannah Arendt, The Life of the M'md,
Nueva York y Londres, Harcourt Brace Jovanovich, 1971, p. 110 (las cursivas son mas).
4. Disch advierte que lo que predomina en la tradicin poltica occidental es la re
sistencia frente al modelo de imparcialidad abstracta del pensamiento crtico. Lisa Jane
Disch, Hannah Arendt and the Limits of Philosophy, op. c i t p. 12.
ductos narrativos.5 La comprensin humana depende, de acuerdo con
el concepto del uso narrativo arendtiano, de dar un sentido a nuestras
acciones, de la capacitacin para llevar a la mente de visita. N o es una
forma de reconciliarse con el pasado, sino ms bien una manera de de
mostrar que aquellas acciones que tienen un significado permanente pue
den tener acceso a la historia,6y que esas narraciones son las que han per
mitido habilitar el papel de la comprensin como un vehculo para
transformarnos. Arendt argumenta que constantemente estamos pre
parndonos para la forma potica porque su potencial humano radica
en la reificacin realizada por el poeta o por el historiador, [que es
donde] la narracin de la historia ha alcanzado su permanencia y per
sistencia.7Ms an, contar una historia nos revela el sentido sin inten
tar definirlo.8Por eso Arendt se centr en explorar el concepto kantiano
de juicio reflexionante ms que su concepto de juicio determinante.
Arendt concibi la accin en relacin con sus categoras de natalidad,
pluralidad y narratividad. El concepto de accin de Arendt se relaciona
de forma dinmica con el develamiento de las identidades.9 En este ca
ptulo quisiera demostrar que al vincular la accin con el juicio a travs
de la narracin, entenderemos por qu el juicio reflexionante se centra
en dos momentos diferenciados: el primero se produce cuando el es
5. Hannah Arendt, Men in Dark Times, Nueva York y Londres, Harcourt Brace,
1968, p. ix.
6. Arendt seala: El impacto trgico de esta repeticin del dao afecta a uno de los
principales elementos de toda accin: establece su sentido y el significado permanente
que slo as tiene acceso a la historia. [...] En la medida en que cualquier dominio del
pasado es posible, ste consiste en relacionar lo que ha ocurrido; pero dicha narracin,
que tambin configura la historia, no resuelve ningn problema ni evita ningn sufri
miento; no domina ningn acontecimiento histrico de una vez y para siempre. Ms
bien, y en la medida en que el significado de los acontecimientos permanece vivo y
este significado puede sobrevivir durante perodos de tiempo muy largos, el domi
nio del pasado puede tomar la forma de una narracin siempre disponible. El poeta,
de manera general, y el historiador, de forma particular, tienen la funcin de poner en
movimiento este proceso y de implicarnos en l. Ibd., p. 21.
7. Ibd.y pp. 21-22.
8. Ibd., p. 105.
9. Disch seala que la narracin visibiliza el hecho de que la experiencia nunca es
slo de manera simple. Lisa Jane Disch, Hannah Arendt and the Limits of Philosophy,
op. c i t p. 8.
pectador o el lector realizan un juicio acerca de lo que sucede en la re
presentacin, donde Arendt considera que la idea del espectador que ob
serva la accin lo hace con una distancia que le permite ser imparcial.10
El segundo momento se produce cuando los espectadores se compro
meten a comprender la accin para encontrar patrones de posibles au-
totransformaciones. Entonces el espectador se convierte en actor. Al de
liberar con otros, los espectadores se ven a s mismos como personas
cuya responsabilidad con su comunidad necesita ser activada por un
juicio colectivo con el objetivo de crear un lazo de comunidad. La co
municabilidad, en el proceso de deliberacin, se produce en el espacio
pblico y por eso remite a la comprensin de lo poltico.11 As, para
Arendt es muy importante tematizar el sentido del mal al examinar las
acciones en el proceso mismo de su narracin. La accin produce his
torias y stas otorgan sentido a nuestros actos. Lo ms interesante de esta
clarificacin es que la nica manera de hacer que las acciones sean diri
gidas por nuestro juicio es alojarlas dentro del mismo proceso de na
rrarlas (de darles una estructura concreta). Arendt saba que las narracio
nes estn siempre abiertas a posibles reinterpretaciones y que en el acto
de narrarlas a otros o a nuevos lectores abrimos un camino hacia nue
vos sentidos. Ya que esto es as, los juicios no se pueden considerar como
ltimos o finales. La idea de su posible revisin est implcita en sus ca
ractersticas porque stas, las acciones, siempre estn abiertas a nuevas
descripciones bajo ngulos o perspectivas diversas.12Las narrativas des
13. Pensar con una mentalidad amplia, escribe Arendt, implica que uno entrena
su propia imaginacin para acceder a los puntos de vista de los dems. Hannah Arendt,
Lectures on Kant s Political Philosophy, op. cit., p. 43.
14. Lisa Disch dedica algunos de los captulos de su libro a analizar el uso que hace
Arendt de las narrativas. Por su parte, Robert Pirro escribe de manera ms sistemtica
sobre las diferentes formas en que Arendt emplea las narraciones. Y Seyla Benhabib se
ocupa de este tema para probar que en Arendt existe un fuerte vnculo con Kant, el cual
ha sido aceptado por muchos estudiosos de su obra. Vanse Lisa Jane Disch, Hannah
Arendt and the Limits of Philosophy, op. cit.; Robert C. Pirro, Hannah Arendt and the
Politics of TragedyyDe Kalb, Norther Illinois University Press, 2001; Seyla Benhabib,
The Reluctant Modernism of Hannah Arendt, Thousand Oaks y Londres, Sage, 1996.
15. Hannah Arendt, Lectures on Kants Political Philosophy, op. cit., p. 58.
que efectivamente ocurra, se convirti en una especie de historiadora
cuyas herramientas estaban ms cercanas a la poesa que a la visin tra
dicional de los historiadores.16 Por eso deberamos empezar este estu
dio revisando el pensamiento de Arendt sobre las obras de teatro. La co
nexin que aqu debemos establecer se refiere a las ideas de Kant acerca
del juicio. Se trata de cmo la dimensin esttica promueve, mediante
la accin de compartir, determinadas experiencias dentro de una co
munidad concreta. Como ya ha sealado Robert Pirro, aqu es donde
los espectadores configuran su juicio colectivo.17 Arendt no estaba in
teresada simplemente en concebir las tragedias griegas como narracio
nes que nos proveen de ejemplos acerca del intenso sufrimiento humano,
sino en cmo las historias permiten que nuestra imaginacin se ponga
en juego, y cmo, al deliberar acerca de stas con otros, establecemos un
sentido de comunidad.18
Este es el punto donde Arendt interpreta el concepto de Kant de sen-
sus communis (sentido comn) como la experiencia intersubjetiva del
pensamiento crtico. Para Arendt sta es una categora importante, ins
pirada en las propias ideas de Kant. Ahora deberamos tener ms claro
por qu Arendt pens que esta dimensin era vital para su propio pro
yecto cuando comenz su investigacin acerca de la teora del juicio re
flexionante.19 No es por coincidencia que Robert Pirro argumente que
16. Judith Shklar ha sealado que Hannah Arendt era lo que [Nieztsche] llamaba
un historiador monumental. En su mejor expresin, la historia monumental est diri
gida a los actores polticos para recordarles que las grandes acciones las lograron hom
bres notables y que si en algn momento esas acciones fueron factibles, esto significa
que sera posible repetirlas. Judith N. Shklar, Rethinking the Past, en Political
Thought and Political Thinkers, Stanley Hoffman (cd.), Chicago, University of Chicago
Press, 1998, pp. 353-361, esp. la p. 353.
17. Robert C. Pirro, Hannah Arendt and the Politics ofTragedy, op. c i t pp. 12-27.
18. De acuerdo con Arendt, esto sucede reflexionando no sobre un objeto sino so
bre su representacin [...], es decir lo que Kant llama la operacin de la reflexividad.
Hannah Arendt, Lectures on Kant's Political Philosophy, op. cit., p. 65.
19. Judith Shklar afirma que la poltica debe ser la expresin de la facultad de juz
gar. Como tal, consiste en el inters del espectador desinteresado frente a todos los de
ms, quien se esfuerza por mantenerse imparcial. Su scnsus communis ilustrado debe ser
asumido para afirmar estndares universalmente aceptables, porque en trminos de s
tos juzgamos e intentamos persuadir a los dems. Judith N . Shklar, Rethinking the
Past, op. cit., p. 360 (la cursiva es ma).
en la medida en que la intuicin sentida permite que sta se origine
desde dentro ms que desde fuera, la activacin esttica del sentido de
membresa se funda sobre el compromiso colectivo ms que en la su
misin, el clculo utilitario o el hbito.20 Esta interpretacin de Pirro
me permite demostrar por qu Arendt visualiz al placer esttico como
una forma de creacin de lazos que vinculan a la comunidad al compartir
intersubjetivamente un juicio acerca de las complejidades de la vida hu
mana.21 Tambin nos hace conscientes de que cuando Arendt eligi la
teora esttica del gusto de Kant para desarrollar su conexin con la po
ltica, estaba haciendo algo ms complicado que la pura traduccin de
una teora esttica a una teora de la poltica.22Arendt pensaba, ms bien,
en cmo construir un sentido de comunidad y en cmo los recursos ex
presivos se podran convertir en las herramientas de mayor utilidad para
ello. El sentimiento intersubjetivo que una audiencia experimenta si
multneamente al compartir los aspectos crtico-racionales de sus jui
cios con la dimensin afectiva de la obra permite generar el sentido de
comunidad, que es posible gracias a las condiciones estructurales inter
nas,23 que poseen el potencial expresivo de la historia representada con
el uso especfico del lenguaje.24 Los espectadores pueden hallar las di
20. Robert C. Pirro, Hannah Arendt and the Politics ofTragedy, op. cit., p. 14.
21. Para la teora de Arendt, Kant resulta un pensador fundamental porque, al ocu
parse del gusto, llega a la comprensin de que en el gusto el egosmo es superado. De
bemos considerar el significado original de la palabra: tenemos que superar nuestras con
diciones subjetivas particulares tomando en consideracin a los dems. En otras palabras,
el elemento no subjetivo en el sentido no objetivo es la intersubjetividad. (Uno debe es
tar solo para poder pensar, pero se necesita la compaa para disfrutar una reunin.).
Hannah Arendt, Lecturas on Kants Political Philosopby, op. cit.> p. 67 (la cursiva es ma).
22. Judith Shklar est de acuerdo con esta afirmacin cuando seala que manifes
tamos nuestro gusto cuando de manera voluntaria reconocemos los mejores juicios de
nuestros pares, y somos libres cuando nos comprometemos en debates polticos cons
tantes con ellos. Judith N. Shklar, Rethinking the Past, op. c i t p. 360.
23. Arendt nos aclara que el principal problema con la Crtica de la facultad de juz
gar es la pregunta acerca de cmo las proposiciones del juicio pueden reclamar, como
de hecho hacen, un asentimiento generalizado. Hannah Arendt, The Life o f the Mind,
op. cit., p. 111.
24. Arendt afirma que, finalmente, el juicio, la ltima de nuestras habilidades
mentales descubiertas, obtiene su lenguaje metafrico, como Kant saba muy bien, del
sentido del gusto, ibd. (la cursiva es ma).
mensiones ocultas de las interacciones humanas complejas en la misma
descripcin que permite captarla de forma intersubjetiva.25N o existe un
ejemplo de ejercicio poltico ms claro que ste. Por ello podemos con
cluir que la importancia de crear un sentido intersubjetivo del juicio
acerca de las acciones humanas es posible gracias a una herramienta es
ttica y moral su descripcin expresiva, la cual permite generar una
mentalidad tan amplia como su resultado.
Judith Shklar, otra importante pensadora de la poltica, quien, por
cierto, ha sido comparada frecuentemente con Arendt, tambin est de
acuerdo en plantear que las novelas y las historias ilustran algo ms que
la irracionalidad de la conducta humana. Sin la mediacin de explica
ciones racionales, las narrativas no completaran su tarea. Estas requie
ren de la habilidad de los novelistas de sus juicios para iluminar esta
clase de acciones. La iluminacin es el concepto que Arendt utiliza y
est relacionada con la idea de que construimos el sentido del mundo
cuando leemos historias porque stas activan nuestra comprensin al
remover las capas que oscurecen su visualizacin mental.26 El recurso
esttico de la iluminacin conecta perfectamente con la idea de Arendt
del conocimiento, que se acrecienta gracias a la cualidad surgida por el
uso de nuestra imaginacin.
Lisa Disch ha insistido en mostrar cmo la idea arendtiana de los es
pectadores permite desarrollar su papel crtico cuando escuchan histo
rias. En la visin de Disch, este papel recae en el proceso del trabajo de
la imaginacin. Disch argumenta que el trabajo de la imaginacin que
va de visita consiste en dos procesos. Me permite tomar distancia de lo
que me es familiar o conocido y me lleva hasta numerosos y muy diver
sos puntos de vista que no me son familiares [...] el momento de ir de
visita es estimulado por una preocupacin prctica igualitaria al multi
25. La referencia para sustentar lo que sealo es la que Arendt hace a On the Ora-
tor> de Cicern: Fundamentalmente a partir del juicio del ritmo y de la pronunciacin
de las palabras [esto] se logra, porque stas estn enraizadas (infixa) en el sentido co
mn, y la naturaleza quiso que nadie fuera del todo incapaz para sentirlas y experi
mentarlas (expertus). Hannah Arendt, Lectures on Kant's Political Philosophy, op. cit.,
p. 63.
26. Judith N. Shklar, Ordinary Vices, Cambridge, Harvard University Press, 1984,
p. 229.
plicar las historias en las que yo me imagino como un actor.27 Desde
mi perspectiva, la interpretacin de Disch fortalece las bases concep
tuales del uso de la narratividad porque los narradores no necesitan se
pararse del todo de la condicin de pluralidad para poder practicar su
arte y, ciertamente, no pueden hacerlo si desean tener material para
crear.28 Esta conclusin facilita la ma porque muestra que el concepto
de juicio de Arendt no establece una separacin tan estricta entre el jui
cio del espectador y aquel que pertenece al actor.
Arendt hace referencia a personajes literarios y a narraciones de fic
cin a la vez que decide contarnos las biografas que le sirven de vidas
ejemplares para tratar temas como la accin poltica, el antisemitismo,
etctera. Primero nos cont la historia de Rahel Varnhagen29 y la co
nect con una teora poltica acerca del sentido de hallar una concien
cia poltica que trascendiera accidentes biolgicos como el haber nacido
juda (paria) y/o ser mujer.30 Este relato no era un simple recuento de
la vida de una salonnire, sino un argumento poltico acerca de deter
minadas condiciones necesarias que uno tendra que poseer como ac
tivo participante de la vida pblica en tiempos de oscuridad. Arendt
tambin emple diferentes recursos narrativos como los de Los orge
nes del totalitarismo.31 La primera vez que nos topamos con un recurso
narrativo en dicha obra es en el curso de su teora del antisemitismo a
travs de la exploracin de las vidas de Disraeli y de su debate sobre el
affaire Dreyfus. Ms tarde, cuando describe los eventos del juicio a
Eichmann nos narra varias historias que rene del mismo juicio al que
asiste y de los datos particulares de testigos y personas an vivas que van
apareciendo en el proceso legal.32 Tambin nos cuenta historias de per
sonas porque las considera como moralmente ejemplares, como se ob
27. Lisa Jane Disch, Hannah Arendt and the Limits of Philosophy, op. cit.yp. 160.
2 8 ./ ,p . 155.
29. Vase Hannah Arendt, Rahel Varnhagen: The Life of a Jewess, Lilianc We
berg (ed.), Baltimore y Londres, Johns Hopkins University Press, 1997.
30. Vase Seyla Benhabib, The Reluctant Modemism of Hannah Arendt>op. cit.> esp.
el cap. 1, The Pariah and Her Shadow: Hannah Arendts Biography of Rahel Varn
hagen, pp. 1-34.
31. Vase Hannah Arendt, The Origins of Totalitarianism, op. cit.
32. Vase Hannah Arendt, Eichmann in Jemsalem, op. cit.
serva en su obra Hombres en tiempos de oscuridad.33 En La condicin
humana y en otros trabajos Arendt describe la naturaleza y el sentido
de los eventos histricos y de sus perodos concretos al contarnos his
torias de los historiadores y filsofos de la antigedad, los hroes de fic
cin de picas y novelas o las figuras pblicas que recupera para ilus
trar lo que quiere decir.34 Sin embargo, no es hasta La condicin humana
cuando es posible hallar los trazos ms sistemticos acerca de sus ideas
sobre las narrativas como ejes de participacin y de entrada en la vida
pblica.
Hay cuatro formas especficas con las que Arendt establece su co
nexin con las narrativas: 1) a travs de las mismas obras literarias y de
su relacin con las ideas; 2) a travs de su prctica como pensadora po
ltica, en donde utiliza el recurso narrativo como su mtodo de trabajo;
3) a travs de su uso personal de referencias literarias; y 4) a travs de
su concentracin en la literatura como gnero y estructura que est co
nectada con lo concreto, con la particularidad y el elemento de la con
tingencia como parte central de los asuntos humanos. Por lo tanto, su
apego a este tipo de recursos narrativos le permite fortalecer su postura
frente a aquella otra que sera la propia de la tradicin filosfica de ela
borar teoras abstractas y generalizables.
Robert Pirro ha explorado la relacin intensa que Arendt desarrolla
con la conexin narrativa de las tragedias griegas. Pirro aclara que
Arendt no estaba pensando simplemente a partir de las coordenadas de
la tradicin alemana que le era propia, sino que expresa una interpreta
cin sobre ellas bastante original. Arendt estaba interesada en desarro
llar su concepto de libertad y en vincularlo a su nocin del develamien-
to de la identidad a travs de lo que significa una accin individual.35
Arendt desarrolla esta teora en La condicin humana, donde la plan
33. Hannah Arendt, Men in Dark Times, op. cit. Son de particular inters las na
rraciones que Arendt nos ofrece sobre Isak Dinesen, Rosa Luxemburgo y Walter Ben-
jamin.
34. Arendt formul narraciones sobre la autoridad y los inicios en Between Past and
Future: Eight Exercises in Political, Nueva York, Penguin, 1968; y en On Revolutiony
Nueva York, Penguin, 1977.
35. Vase Hannah Arendt, The Human Condition, Chicago, University of Chicago
Press, 1958.
tea en trminos de su categora de natalidad, un concepto claramente
asociado a su nocin de libertad. Pero lo que a m me resulta ms inte
resante es la forma en que Arendt conecta el concepto de accin con el
teatro y, ms en concreto, con el teatro griego. Dana Villa, uno de los es
pecialistas en la obra de Arendt, tambin se ha centrado en esta dimen
sin de su trabajo.36 La novedad de la interpretacin que hace Pirro ra
dica en que muestra cmo en Arendt la idea de libertad poltica est
vinculada al sentido de la tragedia en la vida humana. Se trata de la re
cuperacin de la idea de lo trgico que ella descubre en conexin con la
obra de Gotthold Ephraim Lessing y en su comprensin de la tragedia
griega en particular, lo que le servir para tratar el tema de la libertad po
ltica. Como argumenta Pirro, Arendt percibe el enfoque aristotlico
de Lessing para evaluar la poesa en trminos de los efectos que provoca
en los espectadores, por lo que la teora sobre la tragedia de Lessing
proporciona a Arendt un marco conceptual para pensar en la naturaleza
trgica del acto de narrar y en su relevancia poltica frente a la crisis
de lo poltico, lo cual, en opinin de Arendt, es lo que concierne a los
tiempos modernos.37 Cuando la tragedia expresa la profundidad de las
acciones humanas al develar los diversos ngulos de crueldad y sufri
miento, nos encontramos con la necesidad de conectarnos con otros que,
a su vez, se sienten estimulados por este conocimiento adquirido acerca
de quines somos y por qu debemos cuidar nuestro mundo. En su ensayo
Sobre la humanidad en tiempos de oscuridad: pensamientos acerca de
Lessing, Arendt explica que el placer esttico que sentimos cuando es
tamos frente a un espectculo es lo que nos hace sentir una preocupa
cin intensificada sobre la realidad y que ni siquiera el conocimiento
de que el hombre puede ser destruido por el mundo nos retrae del pla
cer trgico .38 Aqu Arendt argumenta que la esttica de Lessing es
diferente de la aristotlica porque est tratando de despojar al temor de
un aspecto escapista para poder salvarlo como pasin, y la pasin, se
gn ella cree, es lo que ms nos conmueve: reaccionamos frente al do
36. Vase Dana R. Villa, Theatricality and the Public Realm, en Politics, Philoso
phy, Terror, op. c i t pp. 128-154.
37. Robert C. Pirro, Hannah Arendt and the Politics of Tragedy, op. cit., p. 48.
38. Hannah Arendt, Humanity in Dark Times: Thoughts About Lessing, en Men
in Dark Times, op. cit., pp. 3-31, esp. la p. 6.
lor de los otros. Ms an, para Lessing la esencia de la poesa se ha
lla en la accin.39 Lessing coincida con Aristteles al pensar que en
la representacin de una historia uno poda hallar los efectos de aquello
que compartimos con otros espectadores en relacin con nuestro mundo
comn. Por lo tanto, Arendt utiliza a Lessing para argumentar que su
preocupacin acerca del efecto trgico no es un simple inters por el
recurso esttico, sino ms bien por cmo dichos efectos configuran
formas en las cuales los seres humanos comienzan a sentir la necesi
dad de compartir el mundo con otros. Arendt tambin utiliza el inte
rs de Lessing por la crtica para exponer cmo en las representacio
nes teatrales la gente aprende a ejercitar la comprensin como parte de
su juicio.
Arendt saba que no todas las historias podran ejercer el mismo
efecto sobre los espectadores, sino solamente aquellas que pudieran
proveernos del efecto trgico. Dicho efecto debera permitir que los es
pectadores pudieran cuestionarse acerca de por qu podra ocurrir algo
como lo representado. La habilidad para comprender que algo es trgico
reside en el arte de reconocer que las cosas podran haber ocurrido de una
forma completamente diferente. La libertad es el concepto que subyace
a la idea del juicio de Arendt. Y la libertad es la parte esencial que define
lo trgico de nuestra condicin humana. Cuando aprendemos de las na
rraciones que dichas acciones parecen inevitables, tambin aprendemos
que podran haber sido distintas. No hay nada determinado, as como no
hay ninguna forma causal de comprender la accin humana. Slo cuando
las historias nos brindan esta clase de conocimiento pueden provocar en
los espectadores un slido juicio. Por eso aqu tambin podemos ver la
conexin crucial respecto a cmo el juicio del espectador se puede con
vertir en el camino de su accin futura. Actor y espectador cambian de
lugar segn lo requiera su ejercicio del juicio crtico.
Este largo prembulo nos puede ayudar a concluir que Arendt posea
una visin de la narratividad que nunca expres claramente, ese don por
39. Ibd., p. 6.
el que las historias trgicas nos permiten producir juicios reflexionan
tes. Estos argumentos son su reconstruccin. Las historias tienen algo
ms que un importante papel en el trabajo completo de Arendt, ya que
son su mtodo de trabajo. Son su vehculo de comprensin y a travs de
ellas puede plantear el tema de la libertad humana de una forma origi
nal. Arendt tambin consider que exista una importante conexin es
ttico-moral entre algunas formas de narrar el recurso potico y la
caracterstica de filtro moral que adquiere una historia cuando es narrada
de una forma determinada.40 Cuando Arendt lidia con este vnculo en
particular, no slo est considerando que la accin y la natalidad estn
unidos al consecuente proceso pblico de develamiento acerca de qui
nes somos, sino que tambin toma en consideracin las formas en que
los recursos literarios permiten captar los temas morales que no se pue
den describir propiamente sin la ayuda de los trminos poticos, crea
tivos y expresivos. Esta conexin entre lo moral y lo esttico surge a me
dida que el lenguaje produce los mayores efectos sobre los espectadores
cuando se utiliza como un juicio crtico. El lenguaje y los mtodos que
utilizamos para comunicar nuestras ideas a travs de historias se articulan
de una manera especfica para generar un efecto crtico en los especta
dores. Por eso Pirro establece una conexin concreta entre la narrativi-
dad y la tragedia griega.41 Tambin por eso, al establecer lo que es valioso
y bueno en Hombres en tiempos de oscuridad, Arendt nos aport una
fuente de inspiracin gracias a los ejemplos elegidos, ya que stos po
seen un lugar especfico como parte importante del legado cultural.
La conexin conceptual entre narratividad y juicio la facilita el pa
pel crtico que los juicios aportan a los espectadores. Cuando somos ca
paces de comprender lo que ha ocurrido, podemos ser conscientes de
40. Arendt aclara la relacin del lenguaje con lo inefable sealando que tal y como
he afirmado con anterioridad, el lenguaje, el nico medio a travs del cual lo invisible
se manifiesta en el mundo de apariencias, no es el ms apropiado para dicha funcin,
como s lo son los sentidos para el propsito de lidiar con el mundo perceptible; pero
tambin suger que la metfora es la nica va para resolver esta carencia. Hannah
Arendt, The Life of the Mind, op. cit., p. 112 (la cursiva es ma).
41. Pirro indica que Arendt encontr la etimologa que vincula las palabras theatron
y theorein: ambas proviene de la raz theos. Robert C. Pirro, Hannah Arendt and the
Politics of Tragedy, op. cit., p. 127.
que el pensar y el juicio no slo son facultades profilcticas,42 sino pro
cesos de construccin moral que permiten establecer criterios norma
tivos para visualizar nuevos patrones de accin. Una teora del juicio re
flexionante como la que yo quiero proponer nos puede ofrecer la
posibilidad de reconstruir la experiencia de Arendt como espectadora
y tambin como actor durante el proceso a Eichmann.43 N o es por ca
sualidad que Arendt comenzase su descripcin del juicio de Eichmann
enfatizando que el auditorio en donde tuvo lugar pareca un teatro.44 En
l, los jueces eran los actores en el juicio45 y los espectadores46 Arendt
entre ellos eran quienes se hallaban presentes en el juicio. Arendt es
la narradora principal de esta historia. La metfora del teatro enfatiza la
nocin de acciones representadas mientras los testimonios de los testi
gos develan sus historias en pblico. Leora Bilsky ha escrito sobre esta
dimensin con mucha elocuencia.47 Con esta historia podemos comen-
53. Leora Y. Bilsky, When Actor and Spectator Meet in the Courtroom, op. cit.,
p. 261 (la cursiva es ma).
54. Ruti Teitel considera que el principio de universalidad, tal y como se relaciona
como crmenes contra la humanidad, se personifica en el juicio a Adolf Eichmann por
los crmenes cometidos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque el jui
cio tuvo lugar dcadas despus de los hechos y en Israel, ste no infringa los principios
de retroactividad o de territorialidad. Ruti G. Teitel, TransitionalJustice, op. cit., p. 61.
55. De acuerdo con Kant, el juicio determinante consiste en el ejercicio de subsu-
mir lo particular bajo una regla general.
56. Kant hace referencia a la capacidad del juicio reflexionante para obtener la re
gla a partir de lo particular.
terminologa legal para afrontar los crmenes sin antecedentes. Por eso
un juicio como ste puede ejemplificar cmo un foro del que dispuso
permite juicios reflexionantes acerca de la justicia internacional, ya que
las historias de los testigos permiten enmarcar el sentido de la com
prensin de actos criminales y de la responsabilidad individual de los
perpetradores. Cuando los jueces pueden desarrollar su propio guin
para tipificar un crimen, con l nos aportan el resultado de su juicio re
flexionante. ste es un ejemplo perfecto de lo que antes he llamado la
relacin entre el paradigma del mal con el paradigma de la justicia. Ya
que los crmenes de Eichmann eran novedosos, la tarea de los jueces con
sisti en el reto de poder interpretarlos sin guin previo. Despus de
todo, no podan confiar simplemente en la definicin tradicional de las
categoras criminales.57
La narrativa de Arendt nos ofrece un concepto nuevo acerca del mal
con su ejemplo de Eichmann como un tipo de agente moral banal.5* Con
ello Arendt fue exactamente a contracorriente en trminos de toda la tra
dicin que ha lidiado con este tema. Comprendi que al enfocar su pers
pectiva exclusivamente desde el punto de vista del actor podra proveer
al foro de reflexin del espacio necesario para pensar en las categoras
de rendicin de cuentas y de la responsabilidad moral de un agente in
dividual. Tambin demostr que, al ocuparse del perpetrador, podra
mostrarnos su carencia de conciencia moral, lo que tambin podra com
prenderse como una forma diferente de mostrarnos cmo los sistemas
totalitarios silencian la voz de nuestras conciencias al hacer aparecer al
lenguaje detrs de cdigos especficos.59 En cierta forma Arendt cons
57. Teitel explica que las implicaciones tica y polticas de este tipo de narrativa tran-
sicional se ejemplifican en el estudio que Arendt hizo sobre el principal juicio nazi
en Israel. Este estudio es un caso implacable de argumentacin normativa lograda a tra
vs de la yuxtaposicin de elementos, siendo el ms importante la responsabilidad de
Adolf Eichmann como perpetrador de crmenes sobre otras personas. De hecho, en el
recuento de Arendt la yuxtaposicin de la funcin burocrtica de Eichmann frente al
papel de sus vctimas es la que fundamenta su tesis principal sobre la banalidad del
mal. Ruti G. Teitel, TransitionalJustice, op. cit., p. 87 (la cursiva es ma).
58. Vase Mara Pa Lara, Introduction, en Mara Pa Lara (ed.), Rethinking
Evil, op. cit., pp. 1-14.
59. Leora Y. Bilsky, When Actor and Spectator Meet in the Courtroom, op. cit.,
p. 265.
truy una fenomenologa de las acciones de maldad con su narracin
sobre quin era Eichmann. Y as esto se convirti en un juicio reflexio
nante. Recre el sentido del trmino banal para develar la naturaleza
moral de un actor, un nuevo tipo de criminal que ahora representa el bu
rcrata.60 Hay dos dimensiones de su juicio reflexionante: la dimensin
moral, lo que constituye la descripcin de la falta de carcter moral de
Eichmann representada en la forma de banalidad; y la dimensin legal,
enfatizando la afirmacin de que ste es un nuevo tipo de criminal que
no podra ser juzgado con los estndares normales de la justicia crimi
nal. De esta forma, Arendt capta con perfecta claridad nuestra necesi
dad de conceptualizar los crmenes contra la humanidad como si s
tos fueran un nuevo captulo en la comprensin de nuestra nocin de la
justicia. Por ello, Arendt busc las maneras en que se hiciera ms cons
ciente para el espectador la clase de momento dramtico que supona el
hecho de participar en este evento histrico. Ella saba que, si se conside
raban como crmenes sin precedentes los que se exponan, necesitaran
de una nueva conceptualizacin para lidiar con ellos. As, recurrir a la
cualidad develatoria de presentarlos como crmenes contra la humani
dad nos permitira pensar, por primera vez, que este tipo de crmenes te
na la intencin muy pblica de eliminar la existencia fsica de un gran
nmero de personas.
Por otro lado, la interpretacin que hizo Bilsky me ayudar a con
cluir la ma. Bilsky interpreta la dinmica de los papeles del espectador
y del actor como una interaccin entre ambos. Arendt personifica el pa
pel de un espectador crtico y distante, mientras que el juez es el actor.
Bilsky insiste en que estos papeles no deberan ser fijos sino que se po
dran intercambiar. Arendt pretenda distanciarse de Eichmann para
poder ser imparcial. Al negarse a dejar este sitio, dice Bilsky, de alguna
forma tambin se separ del sentido de comunidad necesario para po
der comprometerse con su papel de actor de una comunidad. N o slo
se distanci de la comunidad israel sino tambin de la comunidad in
60. Pinsese, por ejemplo, en los argumentos empleados por los militares argenti
nos cuando fueron llevados a juicio, y el parecido con las justificaciones del propio Eich
mann acerca de la obediencia a la autoridad. Para un excelente recuento de los juicios
en Argentina, vase Carlos Santiago Nio, Radical Evil on Trial, New Haven y Lon
dres, Yale University Press, 1996.
ternacional, que a su vez necesitaba su papel como partcipe. Bilsky ar
gumenta que aqu fue donde Arendt perdi la imparcialidad, ya que ol
vid la necesidad de dar tambin cuenta de las dimensiones destructi
vas que hacen de las vctimas seres particulares a los que no se puede
aplicar criterios evaluativos sin antes matizar en qu consiste la com
plejidad de la destruccin interna sufrida por ellos. Arendt no explica
por qu es necesario visualizar la falta de resistencia como una parte cen
tral del dao moral sufrido, el mismo que ilumina los efectos padecidos
por las fracturas internas de las vctimas en los campos de concentracin.
Es cierto que antes Arendt ya haba comentado las tcnicas totalitarias
de los campos de concentracin, pero aqu tena las evidencias concre
tas de sus efectos y slo repar en ellos de una forma crtica, sin mati
zar cmo dichas reacciones permiten comprender el grado de comple
jidad que supone una fractura en la identidad cuando una accin conlleva
un dao moral. Por eso Arendt perdi la conexin vital que se establece
cuando se piensa en la accin criminal totalitaria como dao moral, ya
que, como antes he explicado, sta es la nica forma en que se mantiene
la relacin del sentido normativo de la accin entre el perpetrador con
su vctima. Esta dimensin no se le ocultaba a Primo Levi, quien nos
aporta una mejor perspectiva de estas acciones y de la compleja dinmica
que se establece entre el agente y su vctima. Como resultado de esta
omisin de Arendt, Bilsky la acusa, y con razn, de carecer en este punto
de una mentalidad amplia. Bilsky concluye que no puso en prctica la
mentalidad amplia en relacin con sus propios espectadores, [y] en
particular, con las vctimas judas. En segundo lugar, ansiosa por reali
zar un juicio cuanto ms objetivo posible, parece olvidar su papel como
agente de la comunidad juda.61 Arendt tendra que haber contemplado
las dos dimensiones, la del agente y la del que padece la accin, y esto
slo es posible si se consigue plantear esta relacin bajo la dimensin
normativa que la define, es decir, como dao moral. Esto ha sido tema
61. No es el amor al pueblo judo lo que aqu le pide Bilsky, pues ella ya ha res
pondido de una forma muy elocuente a la acusacin que sobre eso le hizo Grershom
Scholem. No, lo que Bilsky est interesada en desarrollar es la idea de Arendt como
agente de una comunidad que, con su participacin, puede contribuir al sentido del
mundo compartido. Leora Y. Bilsky, When Actor and Spectator Meet in the Court-
room, op. cit., p. 272.
de mucha especulacin y no voy a detenerme en l. Quiz lo importante
es que Arendt olvid su propia consigna, que ella es una espectadora
ms entre espectadores y que su juicio ser juzgado por otros no slo
por lo que dice sino por lo que revela acerca de quin es ella.62 An es
ms problemtico utilizar el trmino de banal como el subttulo de su
reportaje, ya que as Arendt sell el efecto negativo apriori y no el que
buscaba, pues ste slo se poda producir al final de su juicio concluyente
y no con su descripcin, al principio. El efecto de querer golpear al es
pectador antes de iniciar la exposicin del argumento presupona que
Arendt tena excesiva confianza en el recurso de shock elegido con el uso
de la palabra banal, en su potencial develador. Pens que dicho efecto
podra asestar una especie de golpe mortal a los prejuicios del lector. Sin
embargo, comprender lo que significa el sentido de la palabra banal
requera de la narrativa completa y de su examen crtico antes de llegar
a la conclusin de que no haba nada de monstruoso en Eichmann. Por
eso, entonces, nadie fue capaz de comprender la intencin provocadora
de Arendt como un recurso buscado para la resemantizacin de su sig
nificado ordinario.63 Por eso, tambin, la cualidad develatoria de la pa
labra que utiliz de forma extraordinaria se opac.
Arendt cometi un ltimo error que ya he sealado antes.64 N o
pudo explicar su propio mtodo una vez que se desat la polmica.
Arendt argument que se limit a describir al personaje de Eichmann,
cuando en realidad estaba construyendo un juicio moral acerca de l. A
pesar de este fallo, logr convertir el tema en una importante fuente de
debate pblico y han tenido que pasar dcadas para ser clarificado. Tal
vez sta no era su intencin, pero s fue su logro ms prominente. El jui
cio reflexionante que hizo Arendt tambin tuvo el mrito de mostrar
nos lo que significa un ejemplar negativo personificado en un agente que
carece de profundidad moral. Estas dos cualidades tal vez permitan de
62. Ib id.
63. Ni siquiera Mary McCarthy, debatiendo con ella, pudo comprender lo que
Arendt quiso hacer y los argumentos para defenderla frente a sus crticos permiten di
lucidar que ni frente a su amiga pudo explicar coherentemente por qu eligi dicha pa
labra. Vase Mara Pa Lara, Introduction, en Mara Pa Lara (ed.), Retbinking Evil,
op. cit., pp. 1-14.
64. Vase ibd.
fender a Arendt frente a las acusaciones que le hicieron otros contem
porneos suyos y aun de algunas de las acusaciones de Bilsky. Y es aqu,
y no en los errores que cometi, en donde podemos rescatar su pers
pectiva dinmica como espectadora y como agente de su tiempo. Arendt
contribuy como espectadora a contarnos el ejemplo concreto de Eich
mann, lo que nos ha servido para comprender a un determinado tipo de
criminal. Y tambin logr ser agente de su tiempo al cuestionar, con su
propia incursin en el debate pblico, cmo lo que ella se propona era
contrario a las formas tradicionales con las que se haba tratado el pro
blema del mal. El camino elegido por Arendt no tiene nada que ver con
la forma tradicional de la filosofa y al menos eso permite establecer que
ella saba que su participacin ya significaba un juicio reflexionante, una
importante conexin diferente entre el pasado y el futuro. Lo extraor
dinario de su empresa residi en el valor que tuvo cuando decidi par
ticipar en los debates de su tiempo con la posicin ms difcil de defen
der pblicamente, ya que nada de lo que propuso se poda entender sin
ser antes conscientes de que ella buscaba, ante todo, despertar la con
ciencia crtica y no sobrealimentar las fallidas estrategias simplistas de
engrandecer el papel de las vctimas o de demonizar a los verdugos. Esto
es lo que significa la comprensin trgica de la accin en Arendt.
El juicio reflexionante
y la imaginacin moral
1. Los estudiosos del Holocausto han escrito muy ampliamente sobre el tema de la
imposibilidad de representar lo inefable. Vase Arad Neeman (ed.), History and Memo
ry, Passing into History: Nazism and the Holocaust Beyond Memory, Bloomington, In
diana University Press, 1997; Cathy Caruth (ed.), Trauma: Explorations in Memory, Bal
timore y Londres, John Hopkins University Press, 1995; James E. Young, Writing and
Rewriting the Holocaust: Narrative Consequences of Interpretaron, Bloomington, In
diana University Press, 1988; Shoshana Felman, The furidical Unconscious; Triis and
Traumas in the Twentieth Century, Cambridge y Londres, Harvard University Press,
2002; Dominick LaCapra, History and Memory After Auschwitz, Ithaca y Londres, Cor-
nell University Press, 1998.
narraciones histricas sobre el mal, lo inefable parece haber encon
trado muchas y muy diversas formas de expresarse en la conjuncin que
se establece entre lo esttico y lo moral. Al respecto, Albrecht Wellmer
ha argumentado que hay un abismo intransitable entre lo que tiene sen
tido y lo que se dice, pero sabemos de un paradigma en el que este abis
mo se cierra: se trata, por as decirlo, de la transferencia hacia el interior
de una imagen y de la afirmacin de poder expresar algo que con la ima
gen desaparece. Aqu es donde tiene lugar la dimensin develatoria de
la imagen esttica.2 Se trata del entrelazamiento de la forma en que el
lenguaje encuentra su expresin moral mediante la reconfiguracin de
s mismo a travs del uso de nuevas metforas, tropos y formas en los
que las imgenes develan las tramas narrativas.3 Estas herramientas de
la comprensin constituyen lo que aqu llamar mi teora del juicio re
flexionante. Mi tesis propone que las narrativas pueden establecer rela
ciones entre el lenguaje y la comprensin moral a travs del trabajo pro
ductivo de la imaginacin entendida como imaginacin develatoria. Para
poder comprender lo que significa la imaginacin develatoria debo
volver a la idea original de Kant. ste fue el primero en considerar esta
categora esttica. Me gustara llamar la atencin sobre por qu nosotros,
los humanos, al tratar de interpretar moralmente nuestras experiencias
histricas del pasado para comprender nuestro presente, necesitamos es
tablecer un puente conceptual entre el sentido moral y el esttico pro
veniente de acciones especficas (al experimentar la crueldad, por ejem
plo) en lo que he llamado, en el primer captulo de este libro, aprender
por medio de las catstrofes. Los esfuerzos por alcanzar una com
prensin ms adecuada de estas experiencias de los que han sufrido un
dao moral, y la de los propios lectores, se hallan en aquella dimensin
que hemos llamado la expresin de lo inefable traducida como la ca
racterstica ms acusada del develamiento de imgenes captadas apro
piadamente por las narrativas.
2. Albrecht Wellmer, The Myth. Of God Who Suffers and Becomes: Questions Ad-
dressed to Hans Joas, en Endgames, Cambridge, Massachusetts, The MIT Press, 1998,
pp. 263-268, esp. la p. 265.
3. Hannah Arendt afirma que el lenguaje es completamente metafrico y que su es
tructura conceptual depende completamente del don de la metfora, que llena el abismo
entre lo visible y lo invisible. Hannah Arendt, The Life of the Mind, op. cit., p. 123.
Utilizar la manera en que Hannah Arendt aplica el recurso de las
narraciones y la conectar con mi teora del juicio reflexionante porque
creo que la nocin arendtiana de narrativa es muy sugerente y nos puede
servir como un marco con el que captemos el sentido de las acciones que
causan un dao moral. Por lo tanto, primero describir cul es ese marco
moral que aqu estoy considerando como una instancia reflexiva. Exis
ten historias sobre vctimas y otras sobre perpetradores. Tambin hay
historias acerca de personas que quieren crear mitos o relatos en donde
un grupo desea excluir a otros y trata de enfocar los eventos desde la
perspectiva de haber sido las vctimas de otros grupos en el pasado. Por
lo tanto, es importante subrayar que no todas las narraciones nos pue
den dotar de una comprensin moral del fenmeno del mal. Para po
der hacerlo, esas narraciones debern poseer una validez universal de
tipo moral que nos permita comprender por qu una accin narrada
puede producir un conocimiento que alerta a nuestra percepcin acerca
de acciones que causan un dao moral en la fractura de las identidades de
quienes las padecen. A esta dimensin de comprensin moral efectiva
la he llamado dimensin ilocucionaria. Si no hacemos esta aclaracin,
podramos describir cualquier cosa que odiamos, que nos disgusta o que
nos molesta como mala. Tambin necesitamos aclarar que una narracin
puramente esttica no puede captar esa dimensin de lo inefable en el
sentido moral. Para poder explicar cmo cabe lograr la conjuncin mo
ral-esttica necesitamos tener una reconstruccin histrica de su marco
moral y conceptual que sea crtica, en la que la leccin que podamos ex
traer de los sufrimientos y del odio nos permita comprender por qu
algo que ha ocurrido pudo haber sido de otra manera. Por tanto esta
mos considerando que cualquier narrativa no nos puede ensear algo
realmente valioso sobre el dao moral, la crueldad y el odio. Slo aque
llas narrativas que develan una conexin concreta entre la dimensin
moral y la imaginacin esttica (es decir, que capten los rasgos de lo in
efable) nos pueden inducir a solicitar una reclamacin universalista de
sentido, ya que lo inefable, una vez que puede ser captado narrativa
mente, hace que se cristalice, en su expresin concreta, qu es un dao
moral. El paradigma del mal nos puede ayudar a clarificar por qu me
diante la utilizacin de conceptos como humanidad, por ejemplo,
cuando se expresa como categora moral, podemos recuperar la com
prensin moral de lo inefable. Slo con la utilizacin de dicho filtro po
dremos obtener un conocimiento moral acerca de nosotros, de nuestros
defectos y de nuestra fragilidad. Esta dimensin del mal, que Kant de
nomin con la expresin de corazn malvado, constituye el tema que
seala qu tipo de acciones pueden llegar a pertenecer a este paradigma
de atrocidades. Podemos trazar esas experiencias en nuestras acciones
a travs de la visin productiva de la imaginacin moral, que se une a
una interpretacin histrica al dotarnos de su reconstruccin con los
rasgos narrativos que la hacen ejemplar. El ejercicio del juicio moral
debera ser, segn Arendt, la nica forma que poseemos de afrontar
nuestras acciones y de interpretar los episodios oscuros en que los hu
manos hemos dado pruebas de nuestra crueldad. Comprender qu es lo
que nos hace capaces de hacer dao moral a otros seres humanos es en
trar en el estadio reflexivo del juicio. Por ello, Arendt pens en la co
nexin entre narrativas y juicio reflexionante. Por ello tambin yo in
sisto en que la conexin entre las narrativas y su marco moral se deber
obtener a travs de la idea del juicio reflexionante. Para poder desarro
llar esta interconexin deber explicar en qu consisten mis herra
mientas conceptuales. Hemos de comprender que la interpretacin y la
organizacin estructural crtica de los eventos histricos deben ser con
frontadas con la ayuda de un anlisis moral que slo puede ser el pro
ducto de esfuerzos colectivos de autocrtica y de revisin de los even
tos del pasado.
Esta teora del juicio reflexionante a la que me refiero requiere mos
trar las conexiones entre las dimensiones estticas y morales que per
miten una interpretacin hermenutica de lo que constituye un dao
moral. Para ello primero debo desarrollar lo que entiendo por juicio re
flexionante, un trmino acuado originalmente por Kant y luego utili
zado creativamente por Hannah Arendt.
4. Vase Henry Allison, Kants Theory ofTaste. A Reading of the Critique ofAes-
thetic Judgment, Nueva York, Cambridge University Press, 2001, p. 254.
5. Paul Guyer, por ejemplo, ha argumentado que Kant, en su modelo del juicio,
desarrolla que un objeto es bello como resultado de un proceso complejo que requiere
tanto de la produccin del placer mediante la facultad del juicio reflexivo como de la
capacidad de validez intersubjetiva de tal placer por medio de la misma facultad. Paul
Guyer, Kant and the Claims of Taste, Nueva York, Cambridge University Press,
1997, p. 61.
6. Ibd., p. 60.
sibles que se establecen se pueden relacionar, o con las cuales se aso
cian los pensamientos. Este proceso se podra decir que promueve la
reflexin (que requiere el concepto en cuestin) y de ah nos gua ha
cia la amplitud mental, aunque de una forma indeterminada.7 Kant uti
liz la idea de las representaciones suplementarias que se requieren en
una expansin esttica, lo que no slo conduce a analogas, sino tam
bin hacia las diferencias con los predicados lgicos que generan los jui
cios sintticos y cognitivos. Kant quera explicar por qu un tipo es
pecfico de reflexin requiere una transicin desde lo sensible a lo
suprasensible o, como ha dicho Allison, de una transicin efectuada
a travs de la reflexin sobre lo bello que no es en s misma una tran
sicin a la moralidad, aun cuando facilita esa transicin.8 Kant
comprendi este proceso de reflexin que se distancia tanto de todas
las dimensiones sensuales de la identidad, como permite a uno pensarse
como parte de la comunidad, esto es, como un miembro de una co
munidad ideal sujeta a la validez universal de la norma.9 De esta
forma, el concepto de imaginacin se conect con el concepto de
gusto como sensus communis. Las dos categoras juntas configuraron
las piezas centrales de su teora de los juicios sobre el gusto con rasgos
universales.
Richard Kearney, quien ha dedicado mucho de su trabajo al concepto
de imaginacin, argumenta que gracias a Kant la modernidad reemplaz
el paradigma de la imaginacin mimtica por el paradigma de la imagi
nacin productiva.10 La radical interpretacin kantiana de los poderes
creativos de la imaginacin produjo una revolucin copernicana. Los es
fuerzos de Kant sustituyeron la idea de que la imaginacin slo es re
productiva o mimtica porque comprendi que la misma imaginacin
ya es fuente de conocimiento.11 Se trata de una facultad activa (Einbil-
dungskraft). Y si la imaginacin posee reglas, estas reglas son autoim-
puestas. Ms an, Kant crey que los juicios del gusto producidos por
la imaginacin productiva se pueden convertir en universales por su co
12. Ibd.
13. El mejor argumento para reforzar mi tesis se encuentra en el ensayo de Peter
Strawson, en el que estudia el concepto de imaginacin en Kant. Peter Strawson,
Imagination and Perception, en Freedom and Resentment and Other Essays, Londres
y Nueva York, Methuen, 1974, pp. 45-65.
14. Otra forma de expresar esta idea sera con el concepto de parecidos familiares
de Wittgenstein.
visualizar cmo se relacionan los materiales empricos con la teora
conceptual del juicio moral de Kant. Y en tercer lugar, Kant introduce
dos tipos diferentes de juicios, atribuyendo el juicio reflexionante a un
campo ilimitado de problemas que se pueden resolver imaginativa
mente.15Un cuarto elemento, y quiz el ms relevante para mi teora, es
la idea de que Kant conceptualiz la validez intersubjetiva del juicio es
ttico como ejemplar [...] porque todos debemos de dar al objeto en
cuestin nuestra aprobacin y concluir a continuacin en su descripcin
como bello.16 En este sentido, la universalidad de un juicio esttico es
su imputabilidad o aceptacin por parte de todos los sujetos que lo juz
gan. En ltima instancia, el territorio compartido de todo juicio esttico
yace en el concepto de sustrato de la humanidad vinculado a la idea
de sensus communis. Estos cuatro elementos de la teora de Kant son
muy importantes para el desarrollo posterior de mi concepcin del jui
cio reflexionante. Pero para poder exponerla todava debemos elaborar
un concepto de ejemplaridad negativo. Hemos explicado esto con ms
detalle en el captulo anterior, en el que nos centramos en la obra de
Arendt, quien facilit el diseo de esta perspectiva con su trabajo, pero
volveremos a ello ms adelante.
Por ahora me basta con sealar que, aun cuando la ejemplaridad kan
tiana es insuficiente para nuestra idea de ejemplaridad, todava es posi
ble reelaborar algunas de sus intuiciones, y, as, transformar sus bases.
Consideremos, por ejemplo, el concepto de lo sublime.17Si sustituimos
la idea de lo bello por lo sublime, podramos abrir el concepto de ejem-
15. Vase Dulce Mara Granja, El juicio reflexivo en la etica kantiana, en Dianoia,
n 42,1996, pp. 125-144.
16. Paul Guyer, Kant and the Claims of Taste, op. cit., p. 113.
17. Mary Warnock seala que la idea incorporada en el objeto sublime est ms all
de la representacin o de una explicacin exhaustiva, pero aun as puede ser aprehen
dido y reconocido por el intelecto humano. De acuerdo con Kant, el hombre de genio,
distinto del individuo con capacidades imaginativas ordinarias, es quien en poesa, pin
tura o msica, se acerca mucho a la expresin de las grandes ideas de la razn que no
pueden ser expresadas de manera fidedigna. En palabras de Kant, la imaginacin es un
poderoso agente (<para la creacin, como si se tratara de una segunda naturaleza que tra
baja a partir de las materias primas disponibles en la naturaleza i n m e d i a t a Mary
Warnock, Imagination and Time, Oxford y Cambridge, Blackwell, 1994, p. 30 (la cur
siva es ma).
plaridad hacia su dimensin negativa.18 Lo sublime y lo bello varan
esencialmente en el hecho de que lo sublime estimula el asombro y la ad
miracin, mientras que lo bello motiva el placer y la alegra (p. 78). Lo
sublime no est necesariamente ligado con lo bello y Kant piensa que el
primero es superior en cualidad (pp. 80-81). Lo sublime est dividido en
tres clases: lo terrible o aterrorizante, lo noble y lo esplndido. Todava
resulta ms interesante el hecho de que Kant pens que lo sublime no
slo es una categora esttica sino un rasgo humano, un componente de
la persona (p. 87). El sentimiento de lo sublime es complejo. En su Cr
tica del juicio, Kant explica que lo sublime es lo que prueba que la
mente tiene un poder capaz de sobrepasar cualquier estndar de sen
tido.19 Tambin aduce que el sentimiento de lo sublime permite agi
tar la mente, y no permanecer en una contemplacin pasiva (como s
pensaba que ocurra con lo bello). Se trata de una agitacin que alterna
sucesivamente entre la repulsin de y la atraccin hacia uno y el mismo
objeto.20 Aqu la imaginacin teme perderse a s misma y caer en un
abismo.21 Kant dice que, con lo sublime, la razn y la imaginacin tra
bajan a travs del conflicto, es decir, hacia un sentimiento que tenemos
de una razn pura e independiente, o del poder de estimar una magni
tud, que muestra la superioridad que no se puede convertir en intuicin
por otros medios que con su poder de inadecuacin y que, al exhibir
magnitudes (u objetos sensibles), es por s misma ilimitada.22 Lo que
ahora nos viene a la mente es la idea de lo inefable y de cmo algunas
descripciones del lenguaje nos permiten comprender lo que parece in
comprensible. Antes de este trabajo sobre lo sublime que ahora anali
zamos, Kant haba dado tres versiones de ese concepto. Yo sugiero que
nos concentremos en la idea de lo sublime que puede producir un sen
timiento de terror. De esta forma, rescatamos el concepto de lo sublime
18. Immanuel Kant, Observations on the Feeling of the Beautiful and the Sublime,
trad. de John T. Goldwhite, Berkeley, San Diego, Los ngeles, University of Califor
nia Press, 1960.
19. Immanuel Kant, Critique of Judgment, trad. de Werner S. Pluhar, Indianpolis
y Cambridge, Hackett Publishing Company, 1987, p. 106.
20. Ibd.yp. 115.
21. Ib id.
22. Ibd.yp. 116.
en Kant y podemos expandir su nocin de ejemplaridad hasta su sen
tido negativo.
Necesitamos conceptualizar el mal como un campo de problemas
y comprender las acciones que causan dao moral como hechos con
cretos relacionados con formas no deductivas de producir conceptos
universales para comprender los daos morales. Con la mayora de nues
tras acciones humanas complejas, con las que los seres humanos des
truimos a otros, es difcil conceptualizar los actos destructivos emprica
y culturalmente, por lo que sabemos que stos poseen algo de esa cua
lidad inefable de la que hemos estado hablando desde el principio. Para
poder enmarcar nuestra comprensin sobre el tipo de crueldad que los
humanos ejercemos contra otros, deberemos utilizar estndares inter
subjetivos del juicio moral. En este sentido tambin ha desarrollado una
idea similar Peter F. Strawson en su trabajo Freedom and ResentmentP
Slo a partir de los usos especficos del lenguaje podemos recuperar esas
experiencias y, as, entrar en el territorio de la comprensin de lo inex
plicable. Se trata de cmo enmarcamos esas descripciones bajo un marco
de referencia moral cuya expresin crtica facilita formas de ver las co
sas que antes no habamos advertido. James E. Young, por ejemplo, ha
argumentado con elocuencia que los escritores se vieron ms frustra
dos e insatisfechos con nuestro lxico tradicional de destruccin des
pus del Holocausto. Young aduca que ellos [los escritores] se hicie
ron capaces de describir los eventos ms espantosos no en trminos del
pasado sino en trminos innovadores de los tropos de nuestros desastres
contemporneos.24 La utilizacin del lenguaje nos proporcion ese
nuevo tipo de marco moral y, con l, nuestra comprensin de una des
truccin histrica sin precedentes.
23. Peter Strawson, Freedom and Resentment and Other Essays, op. cit.y pp. 45-65.
24. James E. Young, Writing and Rewriting the Holocaust, op. cit.y p. 99.
ci reflexionante en su Crtica del juicio, afirm que los juicios del
gusto eran de un tipo ms general que llam juicios reflexionantes.
La razn de esta conexin, como ha dicho Paul Guyer, es que la teora
de los juicios reflexionantes contiene el fundamento de su teora del
gusto porque conduce a la idea de la armona de la imaginacin con el
entendimiento y nos provee de una clave importante para su inter
pretacin.25 Por eso Kant parece percibir la importancia de la imagi
nacin como la funcin bsica mediadora entre la sensibilidad y el in
telecto. Centrndose claramente en el papel de la imaginacin, Kant nos
muestra la conexin entre la idea del libre juego o, en trminos kan
tianos, del juicio reflexionante que puede esquematizar sin un con
cepto. La idea bsica de Kant es que el juicio es la capacidad de sub-
suncin de lo particular bajo lo universal. Para Kant, los principios del
juicio pueden dibujar un territorio o, en otras palabras, un campo de
objetos que puede ser aplicado sin tener que legislar. Al diferenciar en
tre los juicios determinantes y los reflexionantes, Kant argument que
los primeros se refieren a nuestra capacidad de aplicar conceptos ya da
dos a particulares apropiados, mientras que en los otros se trata de la
capacidad de reflexionar sobre una representacin dada de acuerdo con
un principio concreto, para producir un posible concepto. Para ejer
citar el juicio reflexionante parece que disponemos de una capacidad
para ir ms all de la mera combinacin y comparacin de representa
ciones dadas. Ms an, el juicio reflexionante sita a la imaginacin en
el papel principal, mientras que crea sus propias ideas para organizar
nuestra experiencia como si sta fuera un sistema con fines propios.
Como ha sealado Rudolf Makkreel, mediante el principio trascen
dental del juicio reflexionante, Kant disea un principio constitutivo
y regulativo con aplicaciones de la imaginacin.26 El papel de la ima
ginacin se convierte en una herramienta creativa, pues ahora Kant
piensa en la imaginacin como en una capacidad productiva que me
dia entre el entendimiento y el sentido para aplicar la unidad trascen
25. Paul Guyer, Kant and the Claims ofTaste, op. cit.yp. 30.
26. Rudolf Makkreel, Imagination and Interpretation in Kant. The Hermeneutical
Import of the Critique of Judgment, Chicago y Londres, The University of Chicago
Press, 1990, p. 3.
dental de la conciencia a todos los objetos posibles de la experiencia.27
La novedad de esta idea es que Kant piensa que slo podemos obtener
la sntesis productiva de la imaginacin mediante la combinacin del en
tendimiento con la sensibilidad.
La interpretacin de Makkreel nos es til para nuestros propsitos
porque utiliza la idea de Kant de imaginacin productiva para destacar
la necesidad de un concepto de interpretacin. Primero Makkreel
afirma que la idea de Kant distingue entre la epistemologa y la psico
loga concibiendo a la primera como el contenido de la conciencia en
trminos formales matemticos que son constitutivos de la experiencia
intersubjetiva.28 Makkreel aade que lo que permiti a Kant proponer
una dimensin convencional lingstica para la epistemologa y, por
tanto, pensar en la imaginacin como capaz de asumir un papel casi lin
gstico,29 fue el hecho de que pens en este anlisis formal de la con
ciencia. Con este giro, Makkreel concluye que aquello que llamamos
sntesis de la aprehensin se produce a travs de palabras enfocadas
hacia una totalidad indeterminada y que por tanto se determinan
mediante la ms deliberada sntesis de la reproduccin y el reconoci
miento.30 La operacin que Makkreel ha desarrollado con esta inter
pretacin enfatiza que hay una dimensin crucial aadida a la idea ori
ginal de Kant, es decir que mediante la introduccin de la idea de la
metfora de la lectura se ha proporcionado la idea de sentido,31 lo
cual nos permite traducir el concepto de juicio reflexionante a una
forma especfica de interpretacin. Si esto es correcto, y yo estoy asu
miendo que lo es, entonces podemos utilizar la idea de que las narrati
vas nos otorgan un campo comparativo de situaciones que nos permi
ten ampliar nuestra comprensin sobre el mal a partir de la introduccin
de nuevos sentidos expresivos de lo que constituye un dao moral. Ms
an, slo determinadas narrativas pueden develar nuestra comprensin
histrica de nuestro aprendizaje moral acerca de cmo distinguimos los
daos morales como acciones del mal. James E. Young, por ejemplo,
32. James E. Young, Writing and Re-writing the Holocaust, op. cit.yp. 107.
milaridades compartidas por las experiencias de las acciones que origi
nan un dao moral, sino que stas nos remiten, a su vez, a las diferen
cias que nos hacen concebir los nuevos sentidos que permiten interpretar
los daos morales incluso de otros momentos histricos del pasado. La
idea de que la imaginacin moral es tanto productiva como develato
ria, esto es, que puede conectar los mbitos estticos con los ticos, es
factible porque la mente trata de elaborar la experiencia de lo inefable
a partir de estas formas nuevas de comprender el mundo. Por medio del
proceso de libre asociacin entre la sensibilidad y la imaginacin pode
mos crear una reinterpretacin de las experiencias pasadas a la luz del
presente mediante la articulacin simblica de viejos sentidos con nue
vas formas descriptivas que nos permiten comprender al presente. Por
tanto, la dimensin esttica se une al mbito moral a travs de la imagi
nacin develatoria, ya que puede desarrollar su propia lgica para com
pletar la comprensin de un evento singular por medio del desarrollo de
una conexin con las experiencias del pasado narradas y con la idea
de producir, con ello, una interpretacin intersubjetiva acerca del dao
moral. Una vez que hayamos conectado esas experiencias del pasado con
el presente, podremos desplegar nuevos sentidos a nuestra experiencia
actual a travs de la utilizacin de nuevos trminos, de nuevas metfo
ras y de nuevos tropos. Nuestros juicios describen formas en las cuales
las acciones que producen dao moral se pueden enmarcar bajo un pa
radigma histrico y comprender con ellas una parte central de nuestro
legado poltico y social en trminos de atrocidades.
Ahora ya podemos ajustar las intuiciones kantianas a mi teora del
juicio reflexionante. Utilizar el trmino de fuerza ilocucionaria para
distinguir el momento reflexivo en que la conexin entre la expresin
lingstica y su articulacin simblica crean el marco moral a travs del
trabajo productivo de la imaginacin develatoria y pueden emitir una na
rracin o expresin ejemplar sobre el mal. Esto ilumina el conoci
miento especfico del contenido moral articulado a su herramienta in
terpretativa de tipo expresivo-develatorio.
Por otro lado Makkreel, que ha argumentado a favor de utilizar la
teora del juicio reflexionante de Kant como una teora hermenutica, nos
permite conectar a dicho autor con Arendt al relacionar el anlisis de
Kant del juicio reflexionante como til para caracterizar la hermenu
tica de la facticidad de Dilthey y Heidegger, donde la preocupacin por
comprender la individualidad y la historicidad de los particulares de la
experiencia33 son sus dos rasgos ms esenciales. La dimensin ms in
teresante de esta interpretacin conecta el concepto de las ideas estti
cas de Kant con el proceso transformativo articulado por el potencial de
nuestra imaginacin. Por eso la imaginacin transforma nuestra expe
riencia y tambin por eso la iluminacin que nos aportan las historias
sobre el mal se convierte en el material precioso de una teora del juicio
reflexionante. Las ideas estticas nos pueden ayudar a elaborar y trans
formar nuestra experiencia, ya que pueden ampliar nuestros conceptos
dados. Ms an, las ideas estticas se pueden convertir en herramientas
de interpretacin porque nos ayudan a encontrar formas de expresin
no para seguir algunas reglas, sino para circular por la libre asociacin
de la imaginacin que recupera esas experiencias de acciones que vin
culan al perpetrador con su vctima. Como argumenta Makkreel, las
ideas estticas pueden aadir una dimensin moral al sentido de nues
tra experiencia.34 La interpretacin de Makkreel coincide con la visin
del propio Allison sobre la teora del juicio reflexionante de Kant.
Makkreel argumenta, como antes hizo Allison, que justamente porque
las expresiones de las ideas estticas permiten la presentacin de ideas
morales de la razn, Kant relacion el juicio reflexionante con el mo
delo de aprehensin esttica.
Ahora estamos en posicin de regresar al inicio de este captulo. Po
dramos decir que las ideas estticas son, estrictamente hablando, ine
fables. A travs de las capacidades creativas del creador, del artista o del
genio podemos comprender algo que pareca imposible de comunicar
a travs de otros medios que no fuesen los expresivos. Cuando leemos
un texto una novela, un poema o aun una narracin histrica lo ine
fable es comunicado a travs de una expresin develatoria.35 La idea del
33. Rudolf Makkreel, Imagination and Interpretation in Kant, op. cit., p. 113.
34. Ibd., p. 122.
35. En este sentido, es importante explicar la idea que sirve de trasfondo a muchos
tericos del Holocausto, es decir, que existen experiencias que no pueden ser repre
sentadas. Mi teora destaca el hecho de que todas las experiencias que son expresadas a
travs de representaciones develatorias nos ofrecen alguna luz sobre las verdades mo
rales implicadas en aqullas.
genio de Kant es necesaria para comprender por qu podemos captar lo
inefable con su expresin esttica. Para Kant, el genio expresa lo inefa
ble en nuestra mente por medio de una determinada representacin y
lo hace universalmente comunicable (C3, 49,161). La interpretacin
que hace Makkreel de Kant nos permite obtener algunas claves para
efectuar una posible aproximacin hermenutica que vincule las ideas
estticas con el trabajo productivo de la imaginacin. Aqu la imagina
cin esttica nos permite articular la imaginacin moral en lo que yo he
llamado imaginacin develatoria (y en los sentimientos morales que
estn en el centro de esta capacidad). La imaginacin funciona como una
forma de Ausbildung, argumenta Makkreel, y produce una idea est
tica que da una aproximacin intuitiva a la totalidad de la razn.36 La
imaginacin funciona como un proceso anlogo a la formacin simb
lica de la idea racional expresada en su smbolo o analoga lings
tica.37 Mi teora del juicio reflexionante aduce que podemos recuperar
a Kant con su concepto de imaginacin en sus funciones lingstico-
expresivas como claves para comprender cmo el lenguaje conecta los
espacios de lo inefable con su dimensin moral al crear diferentes sen
tidos morales de los eventos del pasado.
Al relacionar el juicio con la interpretacin hermenutica, Makkreel
hace otra importante contribucin para esta teora, la cual nos permite
ampliar el sentido de qu es el juicio reflexionante. El sugiere que
cuando Kant apuntaba el concepto de una idea esttica normal, com
prendi que la imaginacin tambin podra leer entre lneas en nuestra
experiencia ordinaria y con ella producir arquetipos. Se trata del sustrato
simblico y cultural socialmente compartido. Arendt tambin consider
que los arquetipos eran modelos importantes del conocimiento moral.
Makkreel argumenta que los arquetipos aparecen como si fueran la ima
gen de toda una raza que se mueve a partir de diferentes intuiciones in
dividuales (C3, 17,71; V, 234 y ss.). De una forma semejante, Northrop
Frye describe los arquetipos [como] grupos asociativos que son dis
tintos de los signos por ser variables complejas. Lo complejo suele ser
un nmero especfico de asociaciones aprendidas que son comunicables
36. Rudolf Makkreel, lmagination and Interpretation in Kant, op. cit., p. 123.
37. Ibd.
porque muchas personas, en una cultura dada, estn familiarizadas con
ellas.38 Es interesante detenerse en esta nocin de Frye y compararla
con la de Kant cuando pensamos que la idea esttica normal relaciona
a los individuos con la intersubjetividad {sensus communis) a travs de
estos arquetipos. Las tramas narrativas se derivan, precisamente, de esas
figuras arquetipo imgenes que vinculan a las intuiciones intersub
jetivas y que han desempeado un papel fundamental para las narrativas
de nuestras experiencias sobre el mal desde pocas remotas. Las trage
dias griegas han sido objeto de estudio filosfico, literario y psicolgico
por el poder explicatorio de sus arquetipos universales.39 Aqu la cone
xin clave se nos brinda gracias a la insistencia de muchos especialistas,
quienes han subrayado las caractersticas particulares de estos smbolos
que captan lo inefable a travs de la produccin de arquetipos. En este
punto Frye argumenta que al smbolo se le puede llamar, con ms sen
tido, imagen.40
Recordemos que Wellmer tambin se haba referido a la imagen en
la cita que he aadido al inicio de este captulo para explicar la natura
leza de lo inefable captado por la imagen. El estudio de los escritores del
Holocausto que realiza Young basa sus conclusiones en las formas nue
vas en que estos autores se expresan y en sus experiencias para produ
cir, a partir de los arquetipos judos, una tcnica reflexiva. Young afirma
que tanto en los casos de Wiesel como de Borowski, su calculado es
fuerzo para encontrar equivalencias entre las narraciones del pasado con
el presente dio fruto slo cuando su tcnica de equivalencia cre una re
visin de la antigedad a travs de los ojos informados por las nuevas
experiencias que fueron tan poderosas como para saturar e incluso des
plazar a otras figuras y con ellas se ha podido crear un nuevo impacto
moral en nuestra comprensin de lo ocurrido. Las experiencias, narra
38. Northrop Frye, Anatomy of Criticism. Four Essays, Princeton, Nueva Jersey,
Princeton University Press, 1971, p. 102.
39. Vanse, en filosofa, los textos de Martha Nussbaum y de Bernard Williams, en
tre otros, que se han centrado en el estudio de los arquetipos; en literatura, Northrop
Frye ha sido quien ms extensamente ha desarrollado la idea de arquetipos; en psico
loga, Freud y Jung, especialmente, han utilizado el concepto de arquetipo para desarro
llar vnculos explicativos entre la idea de imaginacin moral colectiva y los sentidos sim
blicos develatorios.
40. Northrop Frye, Anatomy of Criticism, op. cit., p. 84.
ciones y textos de tiempos remotos son fieles a s mismos, pero en la re
cuperacin simblica que hacemos de ellos, a la luz de nuestro presente,
adquieren un nuevo sentido. En palabras del mismo Young, su eco es
causa y efecto y su significacin se transforma en nuevas experiencias
que cobran vida a partir de la forma con que dichos intrpretes inter
pretan esos viejos textos.41
La imaginacin develatoria
41. James E. Young, Writing and Re-writing the Holocausto op. cit., p. 109.
42. Richard Kearny, Poetics of Imagining. Modern and Postmodern, Nueva York,
Fordham University Press, 1998, p. 142.
43. Mark Johnson apunta que parece que la principal dimensin imaginativa de la
comprensin moral corresponde a la metfora [...], el carcter metafrico de la morali
dad tiene consecuencias radicales para nuestra comprensin moral. Mark Johnson,
Moral Imagination: Implications of Cognitive Science for Ethics, Chicago, The Uni
versity o Chicago Press, 1993, p. 193 (las cursivas son mas).
pos semnticos distintos, lo que configura la creacin de un nuevo sen
tido. Mediante la reconciliacin de sentidos opuestos, forjamos una
comprensin semntica sin precedentes. Con este movimiento herme-
nutico, Ricoeur nos brinda una visin develatoria del lenguaje, ya
muy cercana a la visin que Arendt posee sobre el mismo. Ricoeur es
capaz de captar esta importante conexin entre la idea de imaginacin
productiva de Kant y la suya al conectar ambas teoras a partir de su des
arrollo terico de los choques semnticos con sentidos distintos. Por lo
tanto, Ricoeur abre un nuevo campo para poder conceptualizar la ima
ginacin productiva. Esta perspectiva es mucho ms cercana a la idea que
yo sealo de juicio reflexionante, donde el concepto de imaginacin de
velatoria se puede convertir en una herramienta til que responde a las
necesidades de hallar nuevos sentidos a actos sin precedentes, al mismo
tiempo que con ello permite describir los daos morales que emergen
en nuestros distintos episodios histricos. Precisamente porque Ricoeur
permite comprender la imaginacin bajo un paradigma lingstico, su
teora se presta a esbozar la idea de qu es la imaginacin develatoria. Esa
imaginacin se abre a formas de ver el mundo moralmente nuevas. Me
diante la creacin de lo que significa dao moral, esta comprensin nos
ofrece nuevas formas de accin. Por lo tanto, el paradigma de Ricoeur
de la innovacin semntica nos brinda una clave para la transforma
cin moral.
En The Poetics of lmagination,44 Richard Kearny se concentra en la
contribucin de Ricoeur respecto a la sistematizacin de la idea kantiana
original de imaginacin productiva. Ricoeur nos aporta cuatro concep
tos de imaginacin productiva que merecen especial atencin.45 Kearny
los clasifica como: la imaginacin simblica, la imaginacin onrica, la
imaginacin potica y la imaginacin social. La primera, la imaginacin
simblica, trata del poder de los arquetipos. Mitos como el de Prome
teo o el de Adn nos permiten comprender nuestras relaciones sim
blicas como seres humanos con la idea de sentido.46Ricoeur es capaz
de proporcionarnos una comprensin de los mitos como formas de ex
51. Paul Ricoeur, Freud and Philosophy. An Essay on Interpretaron, trad. de Denis
Savage, New Havcn y Londres, Yale University Press, 1970.
52. Richard Kearny, Poetics of Imagining, op. cit., p. 154.
53. Paul Ricoeur, Freud and Philosophy, op. cit., p. 306.
coanlisis tambin se puede entender como una teora hermenutica que
confecciona mapas con los smbolos individuales y sociales, y que nos
permite develar u ocultar los sentidos simblicos, proyectarlos o su
primirlos, y todo ello dentro de nuestras trayectorias psquicas y mo
rales.
La imaginacin potica es la dimensin ms significativa de la ima
ginacin productiva. En este punto Ricoeur propone una visin ms sis
tematizada acerca de la imaginacin. Dentro de la funcin potica, el len
gua) e siempre est en un proceso de evolucin. Crea y recrea los
sentidos. En su magno trabajo de madurez intelectual, Tiempo y na
rracin,54 que ya he analizado con detalle en otro texto,55Ricoeur explora
el poder narrativo y las formas en que narramos nuestras historias, las
cuales ofrecen algo ms que el sentido de nuestra vida, ya que permiten
que nos incorporemos activamente al proceso mismo de autocom-
prensin. En este estadio podemos ver claramente que la idea de ima
ginacin de Ricoeur tiene races kantianas. Como bien afirma Kearny, en
dicho proceso lo tratado como esquema [es] la imagen [que] representa
a la dimensin verbal, porque en lugar de convertirse en el lugar donde
confluyen las percepciones, se autosita en el lugar donde emergen los
diferentes sentidos.56 La metfora trabaja a travs de la esquematiza-
cin. Y as como Kant ya haba pensado en el esquema, ahora Ricoeur
sita esa misma idea para que trabaje. En vez de aducir poco a poco las
similitudes de pertinencia semntica, ahora se procede a trabajar por
las redes de otros campos semnticos debido al poder imaginativo del cho
que que, sin duda, se producir. Esta violencia la generan mtodos con
tradictorios como el ejemplo del uso metafrico de ver a x como y. Por
tanto, la funcin metafrica de la imaginacin ejerce su poder al com
prender la identidad entre cuestiones diferentes. Aqu, esquematizar sig
nifica que ponemos a trabajar nuestra imaginacin develatoria para pro
ducir sentidos figurados en un juego establecido entre la identidad y la
diferencia. La operacin no termina aqu, ya que Ricoeur reconoce que
las imgenes necesitan y slo pueden lograr mediante un recuento
54. Paul Ricoeur, Time and NarrativeyChicago, The University of Chicago Press,
1984.
55. Vase Mara Pa Lara, Moral Textures, op. cit.
56. Richard Kearny, Poetics of Imagining, op. cit., p. 159.
acerca de cmo la imaginacin verbal se conecta con la idea de devela-
miento. Ver como es la nica llave sensible a la imaginacin potica
porque contiene el fundamento, el territorio e incluso el mismo pro
ceso de la semejanza. Por tanto, dice Kearny, Ricoeur puede concluir
que el hecho de "ver como desempea el papel del esquema, que con
fiere unidad al concepto vaco y a la impresin ciega.57 Mediante la
comprensin del aspecto ms importante de la teora del lenguaje de
Heidegger, en el cual ste es definido como la casa del Ser, Ricoeur afirma
que la imaginacin metafrica produce nuevos sentidos centrados alre
dedor de la idea de la innovacin semntica que abre mundos. As, so
mos seres individuales, diferentes, cuando tenemos la capacidad de na
rrarnos. Con esto hemos llegado al nivel en que el poder de narrar es
tambin nuestro poder de autocreacin. As como hemos ganado his
toricidad y la capacidad para poder comenzar algo con la fuerza de nues
tra imaginacin, ahora tambin somos capaces de insertarnos en las
narrativas de otras personas. Aqu el proceso de esquematizar se com
prende como la capacidad de nuestra imaginacin para dotarnos de
nuestras narrativas, pues, como afirma Kearny, el acto de narrar una
trama, que se configura en una sntesis, habilita lo que Kant ha llamado
el poder trascendental de la imaginacin .58
Finalmente, llegamos al nivel de la imaginacin social. Ricoeur des
cribe una nueva sntesis de todas sus ideas sobre la imaginacin, que
ahora podrn cristalizar en el nivel poltico-social compartido que lla
mamos el imaginario social. Aqu nos encontramos con el lugar
para la utopa y tambin con el reservado para las ideologas. En este
territorio deberemos confrontar la tradicin con la innovacin o, me
jor an, la continuidad con la transformacin. La memoria y la reco
leccin desempean papeles importantes en este espacio social. Nues
tra imaginacin colectiva es, otra vez, un guin que deben redactar
nuestras historias. Ah es donde deberemos confrontar ideas sobre
quines somos y hacia dnde queremos ir. No se trata slo del pasado
y del futuro, sino de la transformacin o del olvido. Por tanto, en
frentados con este dilema, estamos otra vez a merced de la idea de es-
57. Ibd.
58. Ibd.
quematizacin de Kant. Deberemos tratar de construir una imaginacin
social capaz de establecer un dilogo entre la ideologa y la utopa. Al
elegir, emergeremos con lo que suponemos que pueden ser las carac
tersticas principales de lo que aqu llamar la dimensin moral de
nuestra identidad.
Por tanto, ahora podemos concluir que Kant nos ha permitido dar
un importante paso dentro de nuestra teora del juicio reflexionante. l
concibi el juicio como la capacidad de unificar a los universales con los
particulares a travs de esfuerzos coordinados de comprensin moral y
de imaginacin productiva. Con su teora del gusto, tambin nos pro
porcion los medios para alcanzar el juicio a partir de una comprensin
abierta de nuestros sentimientos morales, que en la libre asociacin de
nuestra imaginacin nos facilitan el conocimiento ya no restringido por
reglas, como suceda con el juicio determinante. Con su idea de comu
nicabilidad y de sentido comn, Kant sent las bases para que lo inefa
ble se pudiera captar a travs de procesos complejos entre las dimen
siones esttica y moral que se fusionan en el concepto de imaginacin
develatoria, ahora conectada a la idea de juicios intersubjetivos . Fi
nalmente, con la ayuda de dos teoras interpretativas las propuestas
por Makkreel y Ricoeur basadas en las ideas de la imaginacin pro
ductiva de Kant, obtenemos la evidencia suficiente para considerar que
el legado kantiano es un buen punto de partida para nuestra teora del
juicio reflexionante.
E m m a n u e l L e v in a s
61. El mejor ensayo que he ledo sobre este tema es el de Richard J. Bernstein, Rad
ical Evil: Kant at War with Himself, en Radical Evil: A Philosophical Interrogation, op.
cit., pp. 11-45.
62. Vase Shoshana Felman, Introduction to Claude Lanzmann s Speech, en
Cathy Caruth (ed.), Trauma: Explorations in Memory, op. ai., pp. 200-204.
63. Vase Claude Lanzmann, Lanzmanns Speech, en Cathy Caruth (ed.), Trauma:
Explorations in Memory, op. cit., pp. 204-218. Tambin: Dominick LaCapra, Lanz
mann s Shoa: Here There Is N o Why , en History and Memory After Auschwitz, op.
cit., pp. 95-138.
64. Vase Cathy Caruth (ed.), Trauma: Explorations in Memory, op. cit.
Recientemente ha surgido otro debate acerca de la imposibilidad de
representar el mal. Richard Kearney ha llamado a este grupo de auto
res la posmoderna tetratologa de lo sublime.65 Al final, el enfoque de
algunos de estos autores ha concebido el mal como imposible de ser in
terpretado. Lo asocian en cambio con el horror, con la tarea inviable de
hallar una formulacin verbal, con la abyeccin y la nada. Estos pensa
dores posmodernos han enfocado la idea kantiana de lo sublime de una
forma muy distinta a como yo lo hice en el apartado previo. Si bien ellos
conciben el horror como lo inefable,66 terminan por concluir que por eso
mismo no se puede representar.
En mi teora, por otro lado, el horror es una de las dimensiones de
lo inefable. Sin embargo, todava tenemos otra dimensin la imagi
nacin moral en la cual la comunicabilidad se logra a travs de las he
rramientas develatorias insertas en el poder expresivo del lenguaje. Jun
tas, permiten que las facultades de la sensibilidad y el entendimiento
produzcan juicios reflexionantes. He mostrado cmo el lenguaje se
convierte en la clave de esta teora. Los pensadores posmodernos, por
otro lado, se niegan a aceptar que es posible hallar expresiones que des
criban o interpreten los lados ms oscuros de la experiencia humana.
Con esta posicin contra toda representacin, nos dejan indefensos ante
el reto de comprender las atrocidades histricas. Tambin argumentan
que la necesidad de interpretar lo que ocurri durante el Holocausto se
debera considerar como una excepcin en la historia humana; piensan
en el evento como en algo sagrado;67 conciben el mal como un epi
sodio de absoluto extraamiento y monstruosidad. Por ello al final no
65. Richard Kearney, Strangers, Gods, and Monsters, Nueva York y Londres, Rout-
ledge, 2003, p. 88.
66. Kearney argumenta que, como sugiere [Peter Haidu], la imposibilidad de re
presentar la Shoa, de la misma manera que ocurre con la caracterizacin de este epi
sodio con el estatus especial de excepcionalidad, guarda similitudes con la etapa ini
cial de la nocin de lo santo que Otto y Eliade retrotraen a la experiencia del
asombro primigenio la experiencia de lo divino como tremendum etfascinans, ibd
p. 88.
67. De hecho, existe una vasta literatura crtica de esta posicin. Vase Tzvetan To-
dorov, Fascing the Extreme: Moral Life in Concentration Camps, Nueva York, Me
tropolitan Books/ Holt, 1996. Tambin Richard Kearney, Strangers, Gods, and Mons
ters, op. cit.
dicen nada significativo acerca del tema. Autores como Julia Kristeva,
Jean-Francois Lyotard y Slavoj Zizek son los tres ms importantes
ejemplos de esta posicin.68
Julia Kristeva, por ejemplo, define lo abyecto como una orilla
de lo sublime en su trabajo Powers of Horror. Utiliza el concepto de
Kant de lo sublime como algo aportico y lo describe como un espacio
sin objeto. Ella va ms lejos que Kant, ya que relaciona la experien
cia de lo sublime con la de lo abyecto e interpreta la abyeccin como una
perversin o transgresin. En esta interpretacin, encontramos el mal
proyectado como una mezcla sublime de horror y exuberancia [...] tan
excesiva y transgresiva que sobrepasa las posibilidades de ser [y, por
tanto, paradjicamente, llegamos] al centro mismo del nihilismo mo
derno.70 La visin de Kristeva del mal como lo sublime nos deja sin
el espacio de comprensin moral necesario. Perdemos as la capaci
dad de hacer preguntas acerca de la responsabilidad y de la rendicin de
cuentas.
La versin de Lyotard de lo sublime es ms esttica que psicoanal-
tica. Lo sublime aparece de nuevo como lo innombrable, lo inconmen
surable, lo que reta a la razn y reduce nuestra comprensin humana al
espacio del silencio.71 Con la versin de lo sublime de Lyotard vemos
que el concepto de imaginacin se ha disuelto y que nuestras capacida
des de representacin son impotentes. Por eso nos encontramos inde
fensos frente a la tarea de proponer alguna clase de enunciado moral
acerca de la complejidad moral vinculada a las atrocidades histricas.
Un concepto an ms radical de lo sublime surge de la visin de Sla
voj Zizek, quien argumenta que lo que parece bueno dentro de la pers
pectiva humanista de la modernidad es, de hecho, malo.72 Zizek utiliza
el concepto original de Kant de lo sublime para ilustrar la presencia de
68. Para una revisin muy cuidadosa de estos autores, vase Richard Kearney,
Strangers, Gods, and Monsters, op. cit,
69. Julia Kristeva, Powers of Horror: An Essay on Abjection, Nueva York, Colum-
bia University Press, 1982.
70. Richard Kearney, Strangers, Gods} and Monsters, op. cit., p. 91.
71. Jcan-Frangois Lyotard, The Sublime and the Avant-Garde, The Inhuman,
Stanford, California, Stanford University Press, 1988, pp. 89-90.
72. Slavoj Zizek, The Plague of Fantasies, Londres, Verso, 1997, pp. 218-219.
los hroes apocalpticos como el Satans de Milton, el Kurtz de Con
rad sucumbiendo al horror o el Pip de Melville en Moby Dick. Estos
monstruos emergen como las profecas autocumplidas de la moderni
dad que Zizek explora a travs de su concepto del retorno de lo repri
mido. Ahora las tareas de representacin y de interpretacin se desarro
llan por medio de un instinto de muerte, por una especie de compulsin
de un imaginario que se niega a tratar con lo real. De nuevo estamos
frente al dilema de no poder cuestionar nada acerca del tema del mal.
En contra de todas estas interpretaciones, mi postura insiste en que
debemos resituar el debate al afirmar que las representaciones sobre el
mal son posibles con el paradigma de la imaginacin moral que nos
ofrece la obra de Kant. Como ya he dicho, la idea que existe detrs del
juicio reflexionante de Kant es que poseemos la capacidad para imagi
nar desde el punto de vista de otros. Ponernos en el lugar de otros no
es una tarea imposible, a pesar de las dificultades que supone. Una
mentalidad amplia nos permite viajar con la imaginacin y entrar en la
dimensin necesaria para poder ver otras realidades desde otras pers
pectivas diferentes a la propia. El lenguaje develatorio posibilita que en
tremos en el espacio de lo que antes no podamos imaginar si no hubiese
mediado una descripcin que iluminara las partes que antes no poda
mos ver. Ahora el puente entre lo que se dice y lo que se quiere signifi
car lo construyen las imgenes que representan el desarrollo del proceso
narrativo que trata de iluminarnos. Esas mismas palabras nos trans
portan hasta los corazones y mentes del oscuro mundo que supone lo
horrendo. Estas imgenes develan lo que no es posible pensar concep
tualmente. Nuestra necesidad de redescribirlo nos facilita resolver el reto
de hallar conceptos generales, gracias a que stos slo se pueden ilustrar
por la va narrativa. Algunas de las personas que han padecido o sufrido
el mal no han dejado de intentar decir algo significativo acerca de sus ex
periencias para que otros puedan compartirlas. Slo puedo ofrecer un
ejemplo de este tipo de personas con la trayectoria personal y narrativa
de Primo Levi. Durante toda su vida, Levi explor el incierto sentido de
su experiencia sobre el mal (para l, su supervivencia). En esta prueba,
Levi desarroll con gran profundidad su perspectiva moral. Sus juicios
no fueron articulados para mostrarnos su especial valor o la fuerza que
necesit para sobrellevar dicha experiencia. Ms bien, sus historias re
velaron que se senta culpable de lo que haba aprendido. Sus ideas fue
ron moralmente develatorias porque pudo comprender que la crueldad
y el sufrimiento son las dos caras de la destruccin de la identidad mo
ral de quien las padece. Por eso hallamos las claves de la definicin
moral de lo que significa la vergenza representada en las imgenes que
l cre. Esta imagen de la vergenza es la que aparece primero en La tre
gua (1963) y vuelve a reaparecer en Los hundidos y los salvados (1986).
El saba que el sentimiento distintivo de la vergenza es el resultado de
la poca habilidad para olvidar que la lucha por sobrevivir implic olvi
darse de todos los registros de una conducta moral adecuada. Por esta
razn Levi concluye La tregua recordando que su sueo sobre el La-
ger es la nica certeza de su vida.73 El sueo le permite esbozar una dia
lctica entre la realidad y la vela como productos del horror. Su refle
xin sobre el Lager mostr algunas caractersticas de los humanos que son
difciles de creer que sean verdaderas aunque s son muy reales. Con ello
se dio cuenta de que esta verdad es la imagen ms fuerte que permane
ci en su conciencia para el resto de su vida. Este sueo le persigui. En
este mismo sentido, Levi explic alguna vez a su mdico (antes de en
trar en un quirfano) que la nica enfermedad que realmente padeci es
taba simbolizada en los nmeros tatuados en su mueca. Levi regresaba
siempre hasta el mismo momento originario de tener que volver a des
cribir dicha experiencia. Ahora tal vez entendamos mejor que segura
mente no logr ninguna satisfaccin en ello. Sin embargo, conforme
pas el tiempo su visin madur. Sus descripciones se hicieron ms pro
fundas y complejas y su inters por el lenguaje se acrecent. Nos leg
varias descripciones sobre el Lager como una forma insistente de tra
ducir Auschwitz a trminos no familiarizados con nuestros odos. Si
nombrar estabiliza la realidad, el continuo renombrar la desestabiliza.
El significado ms profundo del Babel de lenguas al que Levi hace re
ferencia yace en su escalofriante descripcin de Auschwitz donde no
slo lo verbal sino tambin los valores morales mutaban en este voltil
73. Levi narra este sueo: Estoy en el centro de una nada que es gris y turbia, y
ahora s lo que esto significa y tambin s que siempre lo he sabido; estoy en el Lager
una vez ms, y nada tiene realidad fuera del Lager. El resto era una pausa breve, una de
cepcin para los sentidos, un sueo; mi familia, naturaleza en flor, mi hogar. Primo
Levi, La tregua, Mxico, Ocano, 1998, p. 86.
mundo.74 Finalmente, el espacio entre lo que se dice y lo que se quiere
significar se cierra, aunque slo sea por un instante. Y ah es donde
emerge la mejor imagen de Los hundidos y los salvados. La comunica
cin, despus de todo, es una serie interminable de intentos de narrar lo
que ha ocurrido. Levi pas el resto de sus das explorando el sentido de
la vergenza y el juicio y nos leg su imagen, que, en palabras de Lan-
ger, trata de una zona gris donde el tan cacareado sentido moral del
hombre ha perdido su dignidad y [donde] no encontr nunca ms la
forma de reclamarlo.75
La literatura nos ha dado importantes ejemplos de esta clase de ilus
traciones. La poesa, con su capacidad develatoria, es uno de los gran
des vehculos del lenguaje que conecta con la imaginacin moral. Paul
Celan nos proporciona otro gran ejemplo de mi versin de lo sublime.
En su ms famoso y reseado poema de juventud, Fuga de muerte76
(que luego se neg a reconocer, intentando incluso prohibir aparen
temente sin xito su reimpresin), el lenguaje se convierte en la clave.
Celan traduce su experiencia personal a un imaginario distante. Lo conecta
con una estructura musical: la fuga tan incompatible con el reportaje
en la cual un tipo de eco afecta al ritmo a travs de la terrible belleza
producida por las imgenes del horror. El poder y elpathos del poema
emergen de una extrema tensin entre el material terrorfico y la for
ma potica puramente musical. Shoshana Felman nos ha dado una her
mosa descripcin de la dialctica de iluminacin que el poema produce:
74. Lawrence Langer, Preempting the Holocausto New Haven, Yale University
Press, 1998, p. 29.
75. Ibd., p. 33.
76. Fuga de muerte: Negra leche del alba bebemos de tarde/ la bebemos a me
dioda de maana la bebemos de noche/ bebemos y bebemos/ cavamos una fosa en los
aires no se yace all estrecho/ Vive un hombre en la casa que juega con las serpientes que
escribe/ que escribe al oscurecer a Alemania tu pelo de oro Margarete/ lo escribe y sale
de la casa y brillan las estrellas silba a sus mastines/ silba a sus judos hace cavar una fosa
en la tierra/ nos ordena tocad a danzar. Esta traduccin del primer prrafo del poema
de Celan, aparece en el libro: Felstiner, John. 2002. Paul Celan. Poeta, superviviente, ju
do. Traduccin de Carlos Martn y Carmen Gonzlez. Madrid: Trotta, p. 61-62.
en una sorprendente figura abusiva de tortura sin fin y de ilimitada expo
sicin [...], la perversin de la metfora de beber se agrava an ms por la
enigmtica imagen de la leche negra, la cual, en su obsesiva repeticin, su
giere una imagen subyacente aunque innombrable e inarticulada de un
nio luchando por beber del pecho de su madre (la cursiva es ma).
78. Richard Kearney, Strangers, Gods, and Monsters, op. cit., p. 103.
Hannah Arendt y
la ejemplaridad negativa.
(El paradigma moral de la
historia y su particularidad)
M ic h a e l D e n n e n y 1
5. Vase Seyla Benhabib, The Reluctant Modemism of Hannah Arendt, op. cit.
6. Vase Ronald Beiner, Interpretative Essay, op. cit.
esfuerzos crticos, que crean espacios donde podemos interpretar los
eventos que han tenido lugar. Uno puede comprender que Arendt con
ciba las narrativas como recuentos o testimonios y que stos sean los
componentes necesarios en el proceso crtico de revisin que tiene lugar
en la esfera pblica. Para poder comenzar algo nuevo, uno necesita com
prender lo que ha ocurrido. Se pueden realizar juicios reflexionantes des
pus de que se establezca un debate crtico acerca del sentido de una his
toria y respecto a qu cuestiones nos puede iluminar dicha narrativa.
Por otra parte, deseo argumentar que Benjamin hizo que Arendt se
replantease las ideas sobre el lenguaje que tom de Heidegger y que po
seen una dimensin develatoria expresiva. Sin esta clase de conexin
Arendt no hubiese podido dibujar su particular idea sobre el pensa
miento crtico y sobre cmo el lenguaje posee capacidades develatorias.
El legado de Heidegger, con su contribucin a la teora del lenguaje, per
miti subrayar la importancia que tiene la herramienta expresiva y que
radica en el concepto de develamiento (apertura). Esto hizo que la vi
sin de Arendt sobre el lenguaje potico desempeara un papel impor
tante en su teora del juicio. Arendt describi esta conexin entre Ben
jamin y Heidegger7 de la siguiente manera:
7. En una carta dirigida a Gershom Scholem, T. W. Adorno tambin nota las simi
litudes entre las ideas de Heidegger sobre el lenguaje y las del propio Benjamin. Adorno
escribe: Ahora me maravilla que existan ciertas semejanzas sorprendentes, ms que nada
en el plano lingstico, entre Benjamin y Heidegger, cuya expresin favorita -vis--vis
Hlderlin es lo poetizado. Anthony Skinner (ed.), Gershom Scholem: A Life in
Letters, 1914-1982, Cambridge y Londres, Harvard University Press, 2002, p. 392.
8. Hannah Arendt, The Life of the Mind> op. cit.yp. 122.
9. Hannah Arendt, The Hunchback, en Men in Dark Times, op. cit.ypp. 153-192,
esp. la p. 156.
como un alquimista, practica el oscuro arte de transmutar los ele
mentos ftiles de lo real en el brillo permanente del oro de la verdad.
Arendt atribuye una visin develatoria al concepto del lenguaje de
Benjamn, especialmente cuando aclara que su interpretacin del pro
ceso histrico es concebido como una transfiguracin mgica.10Ben
jamn nos permite ver las cosas de diferente manera (recurdese la ima
gen del buscador de perlas). Arendt vio en Benjamn a una clase de crtico
especial, o mejor an, como el tipo de historiador que podra ejercer el
juicio sobre su propio tiempo. Cuando Arendt describe la contribucin
crtica ms importante de Benjamn, comprende que las expresiones uti
lizadas por l abren el camino hacia la idea de que las imgenes pueden
develar la visin trgica de su tiempo. Benjamin nos permite ver, a tra
vs de su idea de develar el mundo, que la comprensin puede llegar de
una imagen de lo inefable que nos brinda un trabajo artstico. Benjamin
utiliz al Angelus Novus de Paul Klee para develar su idea crtica acer
ca de la historia. Su descripcin del Angelus Novus permite presentar su
concepto del ngel de la historia.11 En la visin de Benjamin, la ima
gen de Klee se fusiona con el poema de Gerhard Scholem12y juntos en
cuentran, el uno en el otro, su resonancia moral. Benjamin explica que
cuando el ngel vuelve su mirada al pasado, lo nico que distingui era
una masa apilando ruinas sobre ruinas.13A este ngel, explica Benjamin,
le hubiera gustado poder despertar a los muertos, pero en cambio se
ve compelido por una fuerza violenta que lo lleva al futuro, un futuro
que slo podra revelar su sentido del tiempo histrico como una visin
de terror. La imagen de la tormenta encarna aquello que hemos llamado
el progreso. Al permitirnos comprender lo que el ngel vio como las
ruinas del pasado, Benjamin conect por primera vez el pasado con el
futuro en un mismo proceso.14 Dot a la historia con texturas morales.
10./Wd.,p. 157.
11 >Walter Benjamin, Theses on the Philosophy of History, en Illuminations: Es-
says and Reflections, Hannah Arendt (ed.), Nueva York, Schocken, 1968, p. 257.
12. El poema de Gerhard Scholem se titula Gruss von Angelus, y reza: Mis alas
estn listas para volar, / Quisiera dar vuelta atrs./ Si me encontrara en el tiempo sin
tiempo,/ Podra tener un poco de suerte.
13. Walter Benjamin, Theses on the Philosophy of History, op. cit., p. 257.
14. Ibd
Su conciencia sobre las ruinas la visin de stas apiladas transmite
al ngel el conocimiento de que las acciones humanas causan desastres:
las culturas destruyen a otras culturas y la civilizacin est basada en la
barbarie. Dicha conciencia el aspecto activo de la memoria es la ra
zn por la que no podemos olvidar lo que hemos dejado atrs. Precisa
mente porque Benjamin trabaj a travs de estas conexiones pudo dar
nos el vnculo moral entre la historia y su juicio. Que Arendt tom la
concepcin de Benjamin como esencial para sus propias ideas se de
muestra por el hecho de que envi a Heidegger un aforismo kafkiano que
presenta una descripcin muy similar a la del Angelus Novus.15Esta re
ferencia aparece en la carta de Arendt escrita a Heidegger el 24 de sep
tiembre de 1967.16
El ngel de Benjamin se sita en el tiempo histrico denominado
jetztzeit. Dicha conciencia histrica lleva el peso moral de la responsa
bilidad por la forma en que el pasado se debe relacionar con el futuro.
Arendt concluye que Benjamin seguramente se encontraba ms cmodo
con los poetas que con los tericos17por su habilidad de dibujar inno
vaciones metafricas, lo que le permiti comparar el trabajo de Benjamin
con los esfuerzos realizados en las obras pertenecientes a la tradicin ho
mrica.18
15. Tiene dos rivales. Uno lo acosa desde atrs, desde el origen. El otro le barra el
paso hacia adelante. Lucha contra ambos. De hecho, el primero lo apoya en su lucha con
tra el segundo, porque quiere impulsarlo hacia adelante y de igual modo lo apoya el se
gundo en su lucha contra el primero; porque lo empuja hacia atrs. Esto, sin embargo,
es slo teora. Porque no solamente estn ah los dos rivales, sino tambin l mismo, y
quin conoce, a decir verdad, sus intenciones? Sea como fuere, su sueo es que un da,
en un momento de distraccin de lo cual forma parte, no obstante, una noche tan os
cura como no la ha habido nunca, l se sale de la lnea de combate y, por su experiencia
en combates, es elevado al rango de juez que decide sobre los dos rivales enfrentados.
Kafka, l. Apuntes del ao 1920, vol. V, pp. 287.
16. Hannah Arendt y Martin Heidegger, Briefe (1925-1975), Frankfurt am Main, Vit-
torio Klostermann, 1999, p. 159.
17. Hannah Arendt, The Hunchback, op. cit., p. 167.
18. Arendt describe el papel de Homero como narrador. l es el bardo de su poca
y comprende que las narraciones se perdern si no las recupera. Arendt explica: El pro
pio Homero deca: el bardo canta para los hombres y los dioses lo que la Musa, Mne-
mosine, quien es la guardiana de los recuerdos, ha puesto en su mente. La Musa le ha
otorgado un bien y un mal: ella lo priva de la visin y le concede una dulce voz. Ms
adelante, Arendt aade que el significado de lo que realmente ocurre y aparece mien-
En su ensayo titulado El buscador de perlas,19 Arendt recobra a
Benjamin como una figura histrica porque l saba que la ruptura con
la tradicin y la prdida de autoridad producida en su tiempo eran irre
parables y concluy que haba encontrado nuevas formas para lidiar con
el pasado (p. 193). Esta nueva metodologa es ilustrada con la famosa
tcnica de las citas. Arendt explica que a l le preocupaba la idea de la
transmisibilidad (p. 196) y que la hall en el territorio de la comuni
cacin con la ayuda de la dimensin esttica (como Kant hizo en su
tiempo). Benjamin, por ejemplo, analiza el trabajo de Kafka porque ilus
tra que al hacer cambios decisivos en las parbolas tradicionales o al in
ventar unas nuevas, l pudo destruir a su tradicin. Por eso Arendt ar
gumenta que la visin crtica de la tradicin que posee Benjamin buscaba
nuevas formas de decir, lo que le sita ms cercano a las preocupacio
nes de Heidegger sobre el lenguaje potico que a ninguna otra figura de
su tiempo (aunque l se considerara como un marxista) (p. 203). Por esta
razn, Arendt conecta a Benjamin con la visin del lenguaje develato
rio de Heidegger y lo describe como un buscador de perlas. Arendt
explica que Benjamin no slo cita, sino que nombra y que, al nombrar
ms que hablar, la palabra ms que el enunciado, trae la verdad a la luz
(p. 230). Arendt argumenta que esto no es una coincidencia, ya que Ben
jamin siempre tuvo un inters en particular por el lenguaje, aun cuando
no hubiese ledo a Wittgenstein, saba que el problema de la verdad tiene
que ver con el concepto de revelacin. Este concepto acerca del len
guaje como revelacin es cercano a la posicin de Heidegger (p. 204)
porque ambos conciben al lenguaje como un fenmeno [de apertura]
esencialmente potico (p. 205).
tras est sucediendo se revela cuando ya todo ha concluido; el recuerdo, a travs del cual
uno materializa en la mente lo que de hecho est ausente y en el pasado, revela su sig
nificado en forma de una narracin. El individuo que evoca el significado no est im
plicado en lo ocurrido; l es ciego, protegido de lo invisible, para ser capaz de ver* lo
invisible. Y lo que l ve con ojos ciegos y traduce en palabras es la narracin, no el he
cho mismo ni el agente, aunque en el proceso este agente alcance la gloria de la inmor
talidad. Hannah Arendt, The Life of the Mind, op. cit., pp. 132-133.
19. Hannah Arendt, The Pearl Diver, en Men in Dark Times, op. cit., p. 193. Las
subsecuentes referencias a esta obra se citan en el cuerpo del texto.
Historicidad y ejemplaridad
20. Cabe recordar que, como hemos dicho en el captulo 3, Kant pensaba que sta
es la originalidad de lo dicho, que hace que la obra del genio sea comunicable.
Arendt desarrolla su idea de juicio reflexionante basado en la di
mensin de su contexto histrico. Cada momento particular de un
evento puede ser captado por el historiador cuando ste lo define a par
tir de sus rasgos concretos y cuando le puede dar una forma ejemplar.
Slo los juicios histricos, o los juicios del gusto, nos brindan su capa
cidad para funcionar como ejemplares. Por eso Arendt necesita de
Kant. Como hemos visto, Kant muestra la ejemplaridad positiva basada
en su idea de la perfeccin de la belleza. Arendt, por otro lado, tiene que
transformar el concepto de ejemplaridad en algo negativo. Y lo hace al
demostrar cmo un ejemplar de juez que puede realizar juicios refle
xionantes el Benjamin de los juicios crticos afronta el reto de pen
sar en los aspectos oscuros de su tiempo. Al hacerlo, Arendt transforma
el ideal kantiano de belleza como ejemplar y plantea que es posible captar
lo singular de un momento histrico cuando se enmarca como ejemplo
concreto de un perodo atroz (recurdese aqu mi propia interpretacin
de lo sublime). El historiador, ya sea como poeta o como juez, recupera
su tiempo de forma crtica y lo hace cuando puede exponer en qu con
sisten los rasgos de un modelo ejemplar negativo. Las ruinas del pa
sado nos imponen el reto de vislumbrar qu necesitamos para comen
zar a comprender algo completamente indito. Y esta perspectiva nos
puede permitir comprender que lo que ocurri en el pasado tal vez se pudo
evitar. Aqu entran de nuevo los espectadores porque son ellos los que
finalmente podrn asentir o negar o debatir sobre aquello que se repre
senta y extraer sus propias conclusiones sobre cmo establecer nuevos
caminos.
Como Benjamin, Arendt estaba en contra de la idea del progreso.21
Y como Kant, estaba interesada en tematizar la importancia de la liber
tad humana. Por eso no crea que la historia pudiera ser conceptualizada
como una fuerza racional de la humanidad. Arendt tiene una con
cepcin del tiempo que le debe mucho a Heidegger, pero que adems co
necta con la perspectiva histrica de Benjamin para traducirse en la vi
21. Esta idea la desarrolla Arendt en su relato de la forma en que los regmenes to
talitarios observaron las fuerzas histricas y cmo stos definieron sus objetivos de po
der como si realmente fueran los pilares materiales del progreso. Vase Hannah Arendt,
The Origins of Totalitarianism, op. cit.
sin acerca de cmo las narrativas desempean un papel importante en
la dimensin poltica, pues son el fundamento de los juicios colectivos
acerca de cmo podemos y queremos compartir el mundo. Sin filtros
morales provistos por las mismas narrativas no podramos conectarnos
con el efecto trgico de nuestra conciencia del mundo y de nuestro in
ters por la poltica. Por eso el juicio y la narracin no se pueden sepa
rar bajo el modo de ver de Arendt. As, Arendt se convirti en una es
pecie de historiadora. Al buscar una formulacin propicia un juicio
reflexionante sobre su tiempo Arendt pudo elaborar algunas de las ca
ractersticas esenciales del mal del siglo XX. Seyla Benhabib ha captado
en el juicio cuatro distintos conjuntos de temas, aunque el rasgo de la
validez ejemplar es lo ms significativo: 1) La historizacin y la salva
cin; 2) el ejercicio de empatia, la imaginacin y el juicio histrico;
3) los problemas del pensar analgico, y 4) la resonancia moral del
lenguaje narrativo.22
Una vez que comprendemos la preocupacin arendtiana por el jui
cio y la narracin vinculados a su historicidad, se puede aclarar por qu
ella crea que el narrador histrico recrea la realidad compartida
desde el punto de vista de todos los interesados. Contar historias nos
provee de autoconocimiento. Como Martha Nussbaum ha dicho: N a
rrar historias y la imaginacin literaria no son opuestas a los argumen
tos racionales, sino que aportan los ingredientes esenciales necesarios
para hacer que los argumentos sean racionales.23 Cuando Arendt uti
liza las narrativas como vehculos de interpretacin y comprensin se
refleja tambin su conexin con Benjamin. Arendt no slo pens en
Benjamin como un buscador de perlas; tambin cita el recuento que
hace Benjamin sobre la potencialidad de contar historias y el papel de
los historiadores como lo ilustra su ensayo Nikolai Leskov.24 Como
Arendt, Benjamin tambin cita a un historiador Herodoto como el
primer narrador (p. 89). Y as como Arendt cita a Catn y a Homero
como los mejores ejemplos de historiadores, Benjamin seala la im~
22. Seyla Benhabib, The Reluctant Modemism of Hannah Arendt, op. cit., p. 87.
23. Martha C. Nussbaum, The Fragility of Goodness, op. cit., p. xiii.
24. Walter Benjamin, The Storyteller: Reflections on the Works of Nikolai Leskov,
en Illuminations, op. cit., p. 90. La referencia de las pginas de esta obra se detallan en
el cuerpo del texto.
portancia del historiador Herodoto al recuperar el poder de la na-
rratividad. En el mismo ensayo, Benjamin explica por qu las narrati
vas adquieren una amplitud de la que la [pura] informacin carece (p.
89). Una historia, explica Benjamin, es capaz de liberar [su fuerza] aun
despus de mucho tiempo (p. 90). Las narrativas son la fuente de la me-
mora colectiva y obligan a los que las escuchan a integrarlas en su pro
pia experiencia por la necesidad posterior de reproducirlas, de contar
las a alguien ms. De la misma forma, mientras ms se olvide de s
mismo el que escucha, ms indeleble es para su memoria lo que escucha
y cuando el ritmo del trabajo lo ha atrapado, escucha lo narrado de tal
forma que el regalo de poderlo recontar le viene dado por el mismo re
lato. Benjamin concluye que sta es la naturaleza de una red en la que
se acuna el regalo de la narratividad (p. 91). Por eso la historiografa
y la pica comparten un territorio comn (p. 95): ambas estn relacio
nadas con la forma en que vemos las cosas. Nuestras interpretaciones
estn inmersas en el inescrutable curso del mundo y cuando el na
rrador es fiel a l se enfrenta con la muerte como su ltimo retraso
(p. 97). En la conexin entre pica e historia, Benjamin rescata la me
moria como la facultad pica por excelencia (p. 97), pues slo por
virtud de una memoria comprehensiva, al escribir una pica se absorbe
el curso de los eventos, por un lado, y, por el otro, en el transcurso de
la historia se hacen las paces con el poder de la muerte (p. 97). Aqu
yace la dimensin moral del poder del juicio. La memoria es la tex
tura moral de la historia. En su ensayo sobre Leskov, Benjamin se re
fiere al poder de una historia para conmovernos, e insiste en que incluso
cuando encontremos la fuerza necesaria para realizar con ella un juicio,
en nuestra interpretacin sobre el evento son los otros los que nos ins
tigan a apropirnosla. Para l, algunas historias poseen un poder moral
porque hacen posible el recuerdo de aquellos otros en nuestra vida.
Si con el recuento de historias traemos a los otros hasta nuestro pre
sente, en el mismo acto de repetir la historia nos comprometemos con
el deber moral de hacerles sitio en el espacio colectivo de la memoria. Al
honrar a los otros con el deber moral de recordarlos, la historia nos li
bera del peso del pasado. La apropiacin en el proceso del recuento
significa ser capaces de pensar en trminos de nuestra responsabilidad
moral.
Compartir una comunidad de espectadores
y el papel del sensus communis
27. Hannah Arendt, The Life of the Mind, op. cit., p. 173.
28. Ibd.yp. 175.
29. Dana R. Villa, Politics, Philosophy, and Terror, op. cit.y p. 89.
30. Michael Denneny, The Privilege of Ourselves, op. cit., p. 264.
gundo es Scrates, ya que Arendt tambin necesitaba ilustrar el pen
samiento crtico como algo que nos compele a detenernos ms que a
actuar, haciendo de nuestra inactividad la ms radical de las respuestas po
lticas para afrontar el reto del momento histrico. Como Arendt explica,
cuando todo el mundo se siente llevado por la corriente, con el resto de
congneres, aquellos que piensan que deben salir de su escondite, cuando
no desean unirse a las masas, esta inactividad se convierte en una clase de
accin.31 Ms an, al iniciar el proceso para elaborar un juicio se requiere
una fuerza negativa, una clase de componente purgante acerca del pen
sar, que es poltico por implicacin (p. 192). Al ejercer el pensamiento
crtico el filsofo en este caso Scrates hace posible la facultad del
juicio, que podemos llamar con alguna razn la habilidad mental ms po
ltica del hombre (p. 192). El hecho de que exista una conexin estruc
tural entre el pensar y el juicio nos lo da su vnculo con la moralidad. Por
esta razn Arendt los interrelacion de una forma semejante a como se
pueden vincular las dimensiones de tener conciencia con ser cons
ciente de algo (p. 192). Su manifestacin cristaliza como una capacidad
de discriminar lo correcto de lo equivocado, lo bello de lo feo y en
esos raros momentos, cuando lo que importa est sobre la mesa (p. 192)
es posible intervenir en las catstrofes que afrontamos. Scrates no elu
di al reto de su tiempo: eligi el ejercicio de pensar crticamente y la
muerte fue su castigo. Lo hemos rescatado, sin embargo, gracias a la me
moria colectiva. Arendt nos advierte acerca de la importancia de que la
historia de Scrates se haya convertido en pblica, pues gracias a esto sa
bemos quin era ese gran filsofo. Sabemos mucho menos de Scrates,
explica Arendt, que no escribi una sola lnea y no dej tras de s nin
gn trabajo, que sobre Platn o Aristteles, [pero] lo conocemos mejor
y de una forma mucho ms ntima porque conocemos su historia.32
Este ejemplo nos recuerda que las historias de otros que hallamos en la
esfera pblica nos sirven de mediaciones reflexivas como espectadores
que somos. En este punto encontramos un mundo en comn con ellos
y aqu nos instan a buscar formas de apropiarnos de dichas historias
como un mtodo poltico (ejemplar) para la accin.
31. Hannah Arendt, The Life of the Mind, op. cit., p. 192.
32. Hannah Arendt, The Human Condition, op. cit., p. 186.
N o cabe olvidar que otro de los filsofos apreciados por Arendt no
pudo afrontar el reto de su tiempo. Ciertamente, el error de Heidegger
fue no poder formular un juicio reflexionante sobre su tiempo. Como nos
recuerda Dana Villa, si colocamos el ensayo-homenaje de Arendt junto
a la larga crtica a Heidegger, que se halla en el penltimo captulo de La
vida del espritu, vemos que lo que parece una apologa es, en realidad,
una acusacin.33 De acuerdo con Arendt, tanto Scrates como Hei
degger comparten muchas actitudes favorables, pero hay una diferen
cia crucial: mientras Scrates activa la facultad del juicio con la voz de
su conciencia (sta es la dimensin moral), el pensamiento de Heideg
ger est completamente divorciado del de las apariencias y del mundo
de la poltica.34 Desde el punto de vista de Arendt, Scrates, como
Benjamin, afronta las perplejidades exitosamente. Ambos permitieron
que su pensamiento crtico se convirtiera en el preludio de los juicios
reflexionantes genuinos.35El proceso no termina aqu; en el caso de S
crates, por ejemplo, podemos ver que su inactividad se convierte en una
clase concreta de actividad, es decir, del buen juicio. Y su historia, recu
perada por Arendt, se nos muestra como un ejemplar de buen juicio re
flexionante. Slo cuando el pensar puro permanece aislado (como su
cedi en Heidegger) nos hallamos frente a la muerte del juicio.36
Por otra parte, en la idea de juicio reflexionante de Arendt es clave
su concepto de ejemplar negativo. En este caso podemos hablar de va
lidez ejemplar negativa. A pesar de que se apropia del trmino utili
zado por Kant, Arendt argumenta que Kant otorga a los ejemplos, den
tro de los juicios, el mismo papel que tienen las intuiciones llamadas
esquematas para la experiencia y el conocimiento. Arendt incluso
aade que los ejemplos desempean un papel crucial tanto en los jui
cios reflexionantes como en los determinantes, esto es, cuando nos en
frentamos a los hechos particulares. Como ya hemos dicho, Arendt re
laciona el juicio con la comprensin a travs del lenguaje. Y mientras
muchos estudiosos de su obra se han centrado en la relacin entre in
33. Dana R. Villa, Politics, Philosophy, and Terror, op. cit., p. 84.
34. Ib id.
35. Ibd.y p. 85.
36. Ib id.
terpretacin y comprensin, y algunos incluso han sealado las difi
cultades de su concepto de esquemata y de validez ejemplar,37 yo
creo que podemos recuperar algunas de las intuiciones arendtianas a pe
sar de estas crticas. Quisiera subrayar que si consideramos el juicio
desde su perspectiva lingstica es posible evitar algunos de los proble
mas derivados del pensar analgico y de los esquematas, y, al mismo
tiempo, rescatar la nocin de ejemplaridad, que ahora se puede co
nectar con una teora de la imaginacin y del sentido comn. Como he
mos dicho, el concepto de lenguaje de Arendt proviene de la teora lin
gstica de Heidegger. El lenguaje le permite restaurar la necesidad del
pensamiento autnomo como juicio reflexionante gracias a su con
dicin de poder develar realidades distintas al convertir una interpre
tacin en un camino para ver las cosas que antes no podamos ver. Se
gundo, al describir smbolos e imgenes de forma lingstica, Arendt
desarrolla una idea de juicio reflexionante original. Se trata de una tc
nica que ejerce una clara violencia sobre el lenguaje ordinario. Otra ma
nera de enunciar este tema es describiendo dicha violencia como una
manera de alterar el sentido ordinario de algunas expresiones con las que
hallamos formas novedosas de describir las acciones humanas. La di
mensin negativa de acciones que pensamos que no tienen precedentes
se convierte en el material de los juicios. Tomemos el ejemplo de la fa
mosa figura de la banalidad del mal creada por Arendt. Decir que algo
no puede ser banal utilizando dicha expresin provoca un choque se
mntico, una violencia. Consiguientemente, a travs del efecto de cho
que provocado por el uso del trmino banal, comenzamos a com
prender que ste ha dejado de querer significar el sentido original que
posea en el lenguaje ordinario. El choque nos hace conscientes de la cr
tica implcita en la eleccin del trmino utilizado. Una forma como sa
de describir la ausencia de carcter moral se obtiene con la introduccin
del trmino, que aqu es utilizado para sealar a alguien que tuvo la ca
pacidad de enviar a ms de seis millones de personas a las cmaras de gas
Debo confesar que cuando comenc a escribir este libro acerca del mal,
en el verano de 1998, tena la opinin de que el trabajo de Jrgen Ha-
bermas no se haba enfocado explcitamente sobre este problema. Tal
vez muchos estudiosos y colegas compartiran este punto de vista.1
Desde entonces, he podido comprender que la obra de Habermas ha es
tado siempre vinculada al tema del mal, pero que ste lo ha tratado desde
una perspectiva enteramente posmetafsica. Por eso me gustara desa
rrollar mis argumentos respecto a cmo el ejemplo de Habermas me
ha ayudado a cambiar de opinin. Nadie, desde que muri Hannah
3. Jiirgen Habermas, Heinrich Heine and the Role of the Intellectual in Germany,
en The New Conservatism: Cultural Criticism and the Historian *s Debate, Shierry We-
ber Nicholsen (ed.), Cambridge, The MIT Press, 1989, pp. 71-99.
origen de este concepto de intelectual en el papel que desempe mile
Zola en Francia con la iniciativa de participacin pblica a travs de su
carta J accuse! dirigida al presidente de la Repblica francesa, que
fue publicada con el fin de remover la conciencia social. La carta con
tena acusaciones graves contra los militares y el sistema legal referidas
a su comportamiento durante el affaire Dreyfus. Esa carta logr el ob
jetivo de movilizar al pblico y muchos intelectuales expresaron su ad
hesin al contenido de la misma, provocando un fenmeno reactivo que
hoy llamaramos un manifiesto de intelectuales.4Habermas considera
que este evento histrico es un ejemplo perfecto de la intervencin del
intelectual en la esfera pblica. El considera que Zola personificaba a al
guien que se enfrenta a la responsabilidad pblica sin jurisdiccin ofi
cial.5Habermas se concentra en el episodio del affaire Dreyfus porque
tuvo vastas implicaciones polticas y culturales en Francia. Fue un mo
mento crucial para el concepto histrico porque despus de esa inter
vencin el papel moral del intelectual comenz a ser percibido como un
deber que implicaba la tarea nacional de debatir pblicamente acerca de
cmo deberan funcionar las instituciones pblicas. Cuando los inte
lectuales, utilizando argumentos modelados por la retrica, intervienen
a favor de los derechos que han sido infringidos y de las verdades que
han sido suprimidas, sobre las reformas que han sido desconocidas y so
bre el progreso que se ha retrazado, explica Habermas, se dirigen a la
esfera pblica que es capaz de responder, de estar alerta y de informarse.
Ms an, insiste Habermas, slo entonces el concepto de intelectual
se clarifica en su sentido normativo. El mundo de los intelectuales re
presenta una importante contribucin cultural y poltica a la democracia
porque stos fortalecen el sentido de justicia procedente de las trans
formaciones institucionales que permite el Estado constitucional. En
consecuencia, los intelectuales crticos estn preparados para cuestionar
las acciones polticas cuando aqullas no las sostienen los principios de
mocrticos de las instituciones. Por eso Habermas elige como ejemplo
Francia, ya que all es donde se produjo la aparicin histrica de una in
tervencin moral parecida a la de Zola. Despus de todo, existe una con
4. Ibd.y p. 73.
5. lbd.
tinuidad entre lo que Zola defendi y la forma en que otros intelectua
les franceses respondieron al reto de su tiempo. Habermas argumenta
que ste no es el caso de Alemania. Los alemanes posean un visin muy
diferente del papel del intelectual. En primer lugar el pas se tuvo que
transformar antes de poder permitir que los intelectuales pudieran ejer
cer alguna influencia y modelar los juicios histricos sobre su tiempo.
Habermas localiza el surgimiento de una etapa crtica con los ejemplos
de intelectuales como Heinrich Bll.6 Antes de Bll, los alemanes des
conocan el papel de los intelectuales porque existan muchos prejuicios
y nociones errneas acerca de su deber y de su papel en la vida pblica.
Debido a que Habermas trat de rescatar su tradicin, eligi la em
blemtica figura de Heinrich Heine para trazar los orgenes del inte
lectual ilustrado que comprende que su deber es utilizar sus habilidades
como poeta y crtico en su lucha contra las injusticias. Los intelectua
les podran ocupar este importante papel una vez que comprendieran
que esto requerira ser independientes de la autoridad estatal, as como
su necesario distanciamiento de las tradiciones histricas alemanas y ju
das. Slo despus de 1945, la comprensin sobre la figura de Heine
ayud a estimular esta tradicin crtica en Alemania. Habermas se
ala que esto fue posible porque la mentalidad caracterstica de la bur
guesa educada alemana haba sido visiblemente corrompida por el
rgimen nazi antes de que el doloroso distanciamiento de Heine de los
orgenes de su identidad y de su tradicin cultural pudiera servir co
mo modelo [adecuado] en Alemania.7 Ciertamente, escribe Habermas,
slo las revelaciones de los crmenes nazis nos abrieron los ojos hacia
la monstruosidad y lo siniestro, que ya se mostraba entre lo mejor, lo
ms preciado de nuestras tradiciones; as, slo despus de 1945 los
alemanes fueron capaces de distanciarse reflexivamente de Heine como
parte de una tradicin y, al recobrar su legado, los intelectuales en
traron dentro de una relacin reflexiva que haba sido interrumpida
8. I b d p. 92.
obra de los historiadores alemanes, en concreto en la de tres historia
dores: Ernst Nolte, Andreas Hillgruber y Michael Strmer.
Como ya dije en el inicio de este captulo, Habermas ejemplifica un
papel que Arendt valoraba especialmente. Recordemos la insistencia de
Arendt acerca de que despus de Auschwitz no podamos continuar
dependiendo de la tradicin. Necesitbamos cuestionarla. Primero,
Habermas responde a este reto cuando argumenta que una catstrofe
moral del estilo de Auschwitz hizo imposible proseguir con la conti
nuidad de la tradicin. Si Auschwitz marca una ruptura con nuestras
tradiciones, slo podremos relacionarnos con el pasado con una ac
titud reflexiva.9 Segundo, las nicas tradiciones de las que podemos
apropiarnos son aquellas que impulsan las orientaciones valorativas uni
versales. Slo las conocemos porque fueron infringidas de una forma
sin precedentes,10 lo que significa que somos capaces de distinguir su
contenido normativo porque sabemos qu estaba en juego cuando se
produjeron esas infracciones. Tercero, ya que ahora poseemos una lec
tura de la historia conflictivamente plural y que uno de sus efectos es
la conciencia histrica descentrada, necesitamos el input de los inte
lectuales crticos, cuya funcin moral es examinar, de forma crtica, las
narrativas histricas que existen en la esfera pblica.11
Con su intervencin en el debate entre los historiadores, Habermas
personifica el papel del intelectual12al proponer en el debate pblico al
gunas consideraciones que revelan las conexiones ideolgicas entre la na
rrativa de estos historiadores y sus objetivos polticos. Habermas cues
tiona la misma idea de que la obra del historiador se debe considerar
como una interpretacin cientfica. Ms bien, argumenta Habermas, son
narrativas con motivos ideolgicos que aportan razones para justificar
la necesidad de legitimidad de un sistema poltico. Al concretar las in
tervenciones relevantes dentro de los debates crticos, Habermas clari
26. Habermas, Goldhagen and the Public Use of History, op. cit., p. 216.
cuenta de que Habermas reconoce la importancia del trabajo de Hei
degger y, sin embargo, es capaz de separar la relevancia filosfica de su
obra de su comportamiento poltico. N o es por casualidad que Haber-
mas desee considerar de manera pblica el caso de un gran filsofo y en
focarlo desde la perspectiva de los errores de su juicio poltico. Como
Arendt, Habermas es muy consciente de que el caso de Heidegger re
presenta un buen ejemplo del juicio errneo. Por eso decide apoyar la
investigacin de Faras, ya que considera que su interpretacin de la bio
grafa histrica establece un balance fundamental entre la filosofa y la
conducta del ser humano.27 Tambin reconoce que a travs de un an
lisis pblico sobre el juicio moral podemos empezar a revisar los pa
sos polticos que Heidegger tom para hacer lo que hizo. Habermas re
conoce la enorme influencia de Heidegger y matiza que ste ejemplific
el estado mental que caracteriz ms insistentemente a la Repblica Fe
deral Alemana en la dcada de [1960].28 Por eso, el examen crtico de
su caso nos hara plantear el hecho de que la falta de responsabilidad mo
ral es un rasgo que comparti con muchos de los alemanes que per
manecieron en silencio, reprimiendo sus anteriores conexiones con el
rgimen nazi y sin aceptar nunca plenamente el significado de sus accio
nes. De esta forma, Heidegger se convierte en una especie de ejemplar ne
gativo (del tipo que Arendt propuso antes) que ilustra qu significa ca
recer de la facultad del juicio.29
En su ensayo, Habermas recupera los nuevos datos proporcionados
por estudiosos que trabajaron muy unidos a Heidegger. Habermas se
refiere, particularmente, a Otto Pggeler, que fue discpulo de Hei
degger y present el trabajo del maestro en consonancia con su vida y
su persona.30 En su anlisis, Habermas se concentra en un punto espe
27. Para una resea muy crtica del libro de Faras vase Philippe Lacoue-Labbarthe,
On Vctor Faras s Book, Heidegger et le Nazisme, en Heidegger\ Art, and Politics,
Oxford, Blackwell, 1990, pp. 123-137.
28. Jrgen Habermas, Work and Weltanshauung: The Heidegger Controversy
from a Germn Perspectiva, en The New Conservatism, op. cit.y pp. 140-172, esp. la
p. 144.
29. Vase Berel Lang, Heideggers Silence, Ithaca, Nueva York y Londres, Cornell
University Press, 1996.
30. Jrgen Habermas, Work and Weltanshauung, op. cit., p. 145. Las subsecuen
tes referencias de pginas de este texto se citan en el cuerpo de este libro.
cial: nos dice que Heidegger se neg a articular una comprensin his
trica de su tiempo y esto le hizo mantener rgidamente la abstraccin
de la historicidad (como una condicin de la misma existencia) sepa
rada del actual proceso histrico (p. 146). As es posible ver cmo Hei
degger es presentado como alguien incapaz de formular juicios mora
les y polticos. Recurdese que Habermas se mostraba interesado en
pensar en la historicidad como una forma de aprehensin crtica. En un
segundo nivel, Habermas tambin es consciente de la necesidad de
mostrar cmo surge su falta de juicio si nos concentramos en analizar
los elementos ideolgicos que aparecen en la obra de Heidegger, ele
mentos que pertenecen a una autocomprensin elitista de acadmicos
fetichizando el Geist, [una] idolatra de la lengua materna, [un] desprecio
por todo lo social, [una] ausencia de todo enfoque sociolgico muy de
sarrollada en Francia y en Estados Unidos, una polarizacin entre las
ciencias naturales y la Geistwissenscbafften, [y] todos estos temas los
perpeta de forma irreflexiva Heidegger (p. 147). Heidegger era un in
telectual que representaba a una importante tradicin en la que ahora
Habermas desea fijarse.31 Esta tradicin estaba personificada por un
grupo conocido como los jvenes conservadores e inclua a gente
como Oswald Spengler, los hermanos Jnger y Cari Schmitt.32 Haber-
mas cree que es posible rastrear las ideas polticas de Heidegger en su
trabajo acadmico, particularmente si nos concentramos en sus fallos fi
losficos: 1) el Dasein de Heidegger interrumpe el camino de la his
toricidad hacia la historia real; 2) Habermas aduce que Heidegger
otorga un estatus derivado al Mitsein (al Ser con otros), y esto impide
que su filosofa estudie y considere categoras como la socializacin y
la intersubjetividad como fuentes importantes del Ser; y 3) su solip-
sismo, que le previene de tomar en consideracin las obligaciones mo
31. Vase Rdiger Safranski, Martin Heidegger: Between Good and Evil, trad. de
Ewald Osers, Cambridge y Londres, Harvard University Press, 1998. Tambin George
Steiner, Martin Heidegger, Chicago, University of Chicago Press, 1987.
32. Para una revisin muy interesante de la vida e influencia de Cari Schmitt vase
Jan-Werner Mller, A Dangerous Mind: Cari Schmitt in Postrar European Thought,
New Haven, Yale University Press, 2003. Tambin Ellen Kennedy, Constitutional Fai-
Inre: Cari Schmitt in Weimary Durham, N . C. y Londres, Duke University Press,
2004.
rales.33Ms an, Habermas aade que el pensamiento de Heidegger ex
hibe una confusin entre la teora filosfica y los motivos ideolgicos.34
El uso que hace Habermas de Heidegger como ejemplar negativo
sirve para ilustrar a alguien que carece de la capacidad de ejercitar el jui
cio y esto es ms notorio cuando se subraya la cuestin de que Hei
degger comparta unos sentimientos antioccidentales muy difundidos
en su medio intelectual y que sostuvo que el pensamiento metafsico era
ms importante que el inspido universalismo ilustrado (p. 148). Los
terribles resultados de este tipo de pensamiento le llevaron a concebir
la historia como mero acontecer ntico, [y] los contextos sociales de la
vida como dimensiones de lo no autntico, las ideas de verdad como
fenmenos proposicionales y la moralidad como expresin de valores
reificados (p. 148).
Comprender el espritu de la poca de Heidegger tambin significa
revisar los temas y autores que se convirtieron en parte de su tradicin.
A partir de 1929, Hlderlin y Nietzsche fueron considerados los ms
importantes autores de la siguiente dcada. Esto paviment el camino
para que se produjera el giro neopagano (Kehre) de Heidegger
(p. 148), que permiti que su narrativa adquiriera fuerza con la tcnica
de mitologizar el pasado. La idea heideggeriana del papel del filsofo
tambin se transform. Primero ste se distanci de Goethe y del ide
alismo alemn. Despus rompi con Husserl (su maestro) y se separ
del mundo acadmico con el objetivo de cambiar las universidades y
construir el camino que le hara desempear el papel de dirigente (Rek-
toradrede) en 1933. Por ltimo se abri a la influencia de los jvenes con
servadores. La cuestin en la que ahora cabe reparar es el argumento de
Habermas que seala que Heidegger deific la historia y situ la me
tafsica por encima de la historia real. La filosofa se concibi como la
autntica gua. Sin embargo, en su filosofa Heidegger liquid el conte
nido moral de su idea de autenticidad y borr todos los momentos cr
33. En este sentido, resulta muy iluminador observar cmo Dana Villa nos mues
tra la forma en que Arendt super los fallos de la filosofa de Heidegger y emple su
comprensin de este filsofo contra s mismo. Vase Dana R. Villa, Arendt and Hei-
degger, op. cit., pp. 113-170.
34. Jrgen Habermas, Work and Weltanshauung, op. cit., p. 148. Las subsecuen-
tas referencias de pginas de esta obra se citan en el cuerpo del texto.
ticos de su obra El ser y el tiempo?5 proveniente de la herencia indivi
dualista de la filosofa existencial, que fue transformada en la idea del
destino colectivo. Como seala Habermas, ahora existe el pueblo y
el individuo ya no existe ms.36 El juicio de Heidegger le llev a expli
car que lo que ocurra en Alemania era el desarrollo de la idea acerca de
cmo los grandes lderes hacan trabajar a la verdad, as que es posible
ver una deformacin profesional alemana en lo que hizo que Hei
degger creyera que era posible convertirse en el lder del lder (de Hi
tler). Habermas aduce que la trayectoria de Heidegger que va de 1935
hasta 1945 muestra un proceso de desarrollo en el que se produce una
serie de decepciones, aunque nunca insina un verdadero cuestiona-
miento desde el punto de vista del filsofo. En cambio, l contina con
su proyecto hasta que introduce el giro (Kehre) con los textos de
1930-1931 (p. 153). Habermas se concentra en tres importantes as
pectos, en los cuales Heidegger evidencia su incapacidad crtica: 1) la cr
tica de la razn de Heidegger que surge a travs de la historia de la me
tafsica, que permanece sin ningn cambio; 2) la forma nacionalista
alemana de considerarse como el corazn de los pueblos; y 3) su po
sicin con respecto al nacionalsocialismo, que nunca fue explicitada y
en la cual nunca apareci un punto de vista crtico sobre lo que haba
ocurrido en la era de los nazis.
Es mucho ms importante la visin de Habermas sobre los elemen
tos ideolgicos de Heidegger que se tradujeron como rasgos de su tra
bajo filosfico como, por ejemplo, cuando la historia de la metafsica
conceptualiza la tecnologa como la expresin de la voluntad de la vo
luntad, que en la prctica se percibe como ciencia positiva, desarrollo tec
nolgico, trabajo industrial, Estado burocratizado, guerras mecanizadas,
la administracin de la cultura, la dictadura de la opinin pblica y, de
forma ms general, la civilizacin masiva (p. 154). Ms an, incluso des
pus de todas estas decepciones Heidegger permanece convencido de
la importancia histrica mundial y del sentido metafsico del nazismo
hasta el amargo final (p. 155). Si Heidegger se fue decepcionando poco
a poco, segn dice Habermas, fue slo porque en la fase final de su tra
35. Martin Heidegger, Being and Time, Nueva York, Harper and Row, 1962.
36. Jrgen Habermas, Work and Weltanshauung, op. cit., p. 151.
bajo, a travs de su desilusin, finalmente el concepto de historia del
Ser tom una forma fatalista (p. 158).
Al final, Heidegger sigui estando convencido de que los verdade
ros sucesores de los griegos eran los alemanes, aun cuando esto estuviera
expresado en trminos del lenguaje. Los lderes se transformaron en poe
tas y pensadores e incluso las conexiones polticas estuvieron concep-
tualizadas como una obediencia al destino del Ser. As Habermas con
cluye que, con la ayuda de una operacin que podramos llamar de
abstraccin por medio de la esencializacin de la historia del Ser, se de-
conecta lo poltico de los eventos histricos (p. 159).
El anlisis de Habermas no deja dudas acerca de por qu decide
apoyar las investigaciones de Hugo Ott y de Vctor Faras. N i las ac
ciones de Heidegger, ni los datos aportados por sus defensores, han
permitido cambiar el hecho de que l nunca explic su complicidad si
lenciosa con los crmenes nazis. En este trabajo podemos rastrear el pa
pel del intelectual (Habermas) cuando se cuestionan los datos que po
seemos y que nos pueden llevar hasta el buen juicio. En el caso de
Heidegger, vemos que lo que interesa a Habermas es activar la opinin
pblica para mostrar cmo las relaciones ideolgicas entre su vida y su
trabajo tienen importantes consecuencias. El argumento central de
Habermas se concentra en la conducta no apologtica de Heidegger
como un factor que debera permanecer como un problema irresuelto
frente a nosotros, sus contemporneos, ya que tenemos derecho a lla
mar a otros a rendir cuentas de sus acciones (p. 164). El juicio surge
cuando podemos vincular el sentido de la responsabilidad con la exi
gencia de la rendicin de cuentas. Habermas consider que Heidegger
no actu de forma muy diferente a como muchos otros personajes de
su tiempo lo hicieron y que su conducta representa el ejemplo de al
guien que se niega a asumir la responsabilidad de sus acciones. Juzgar
los casos de silencio y de olvido tambin forma parte de este proceso
de ajustar cuentas con el pasado y con la tradicin. Aprender de las ca
tstrofes relaciona la idea del ajuste de cuentas con la responsabilidad
moral como dos aspectos necesarios que trazan los puentes entre la mo
ral y la dimensin legal sobre los individuos. Heidegger sigue siendo
el pensador ms relevante de su poca y esto reclama nuestra atencin
y nuestro cuestionamiento.
El caso de Heidegger nos puede conducir hasta una conclusin an
ms provocadora: Habermas piensa que Heidegger es el ejemplo de al
guien que no tiene conciencia de culpa, es decir, no demostr haber com
prendido la dimensin moral de lo ocurrido. De alguna manera, el caso
de Heidegger ofrece otra perspectiva para ilustrar la figura arendtiana de
la banalidad del mal, una en que lo banal residira en mostrar cmo
los perpetradores difcilmente reconocen en pblico que lo que hicie
ron podra ser considerado como un crimen o que son cmplices de de
terminadas atrocidades. Aqu la banalidad no ejemplifica al perpetrador
comn y corriente, al vulgar personaje de Eichmann, sino a un intelec
tual, a un filsofo, cuya carencia de juicio hizo que se convertiera en el
cmplice ms famoso de Hitler. Y su rechazo a asumir su responsabili
dad es el resultado de la incapacidad de ser un verdadero intelectual de
su tiempo. Aqu lo banal radica en su falta de honestidad.
SEGUNDA PARTE
Los juicios
Qu es lo que permanece?
El lenguaje permanece
3. Vase Giorgio Agamben, Homo Sacer: Sovereign Power and Bare Life, trad. de
Daniel Heller-Roazen, Stanford, California, Stanford University Press, 1998.
4. Jrgen Habermas, Further Reflections on the Public Sphere, en Craig Calhoun
(ed.), Habermas and the Public Sphere, Cambridge, The MIT Press, 1996, pp. 421-461,
esp. la p. 454.
Hannah Arendt tambin estaba interesada en la dimensin literaria
de la esfera pblica y en su relacin con la formacin de la opinin p
blica poltica. Arendt cre un concepto particular dominar el pa
sado relacionado con la esfera pblica, el cual requera de una din
mica especfica entre los lectores y las historias, es decir, entre el sentido
y el significado de estas historias. Arendt explicaba que si realmente es
posible dominar el pasado, la tarea consiste en relacionar lo que ha ocu
rrido; pero dicha narracin, que tambin modela la historia, no resuelve
problemas ni alivia el dolor; no [logra] domina[r] todo [el pasado] de
forma definitiva.5 Arendt aclara que, en tanto que el sentido de los
eventos persista, dominar el pasado adopta la forma de una narracin
recurrente.6 Las historias ganan lugar en la mente de las personas por
que permiten comprender lo que all tuvo lugar, su significado; y a tra
vs de nuestros juicios de los espectadores en debate continuo la na
rracin establece su lugar en la historia. Desde esta perspectiva podemos
decir que las historias no nos liberan de nuestro pasado, pero s nos pue
den permitir comprender el sentido de lo ocurrido. Arendt cree que la
clave para esta comprensin por dominar el pasado reside en el es
fuerzo colectivo de producir juicios sobre algo que nos incumbe a to
dos de igual manera, es decir, el sentido de poder compartir un mundo
a travs de la poltica.
Por tanto tenemos la posibilidad de entrar dentro de una de las reas
ms polmicas en relacin con las narrativas que conectan con el mal,
aquella en la que los testimonios de los testigos que han experimentado
las atrocidades histricas son el material ms valioso. Aqu es importante
recordar el relato de Walter Benjamin titulado Nikolai Leskov, en
donde relacion las razones por las que las narrativas poseen un po
der especial, ya que captan la experiencia y la memoria.7Ah vemos que
Benjamin pensaba que las narrativas nos dotan de los medios para ha
cer de la experiencia la expresin dominante que capta los rasgos con
cretos de la vida humana y por qu son unos vehculos tan importan
12. Primo Levi, The Drowned and the Saved, Nueva York, Vintage, 1989. Este li
bro no fue escrito hasta despus de que l fuese liberado del campo de concentracin;
su escritura dur dcadas y fue publicado por primera vez en 1968. Esta distancia tem
poral permiti a Levi ofrecernos una obra narrativa ms densa, de la cual podemos
aprender. Las subsecuentes referencias de pginas de esta obra se citan en el cuerpo del
texto.
men nazi requera borrar todas las acciones que lo definen. Levi no crea
que la memoria consista en recuperar solamente los datos histricos.
Ms bien sus relatos tratan de iluminar la construccin de nuestra me
moria segn sea la profundidad de la mirada y la posibilidad de explo
rar la creacin y el uso del lenguaje develatorio. Este tercer elemento
de su perspectiva encaja muy bien dentro de mi modelo del juicio re
flexionante. La idea de Levi de que necesitamos un esquema especfico
con el cual poder captar la experiencia y ofrecerla al pblico obedece a
que estamos obligados a reducir lo que sabemos a un esquema: con este
propsito a la vista tenemos que construir herramientas admirables en
el curso de la evolucin, herramientas que son la propiedad especfica
de la especie humana el lenguaje y el pensamiento conceptual
(p. 36). Este esquema no es simplista. Ms bien, como explica Levi, debe
evitar los peligros de las definiciones binarias acerca de los perpetradores
contra sus vctimas. Levi decide, en cambio, ejemplificar su propia ex
periencia como un campo reflexivo donde la textura moral ilumina todo
aquello que Arendt haba definido como la caracterstica ms impor
tante del totalitarismo, es decir, los hechos que posibilitaron las medidas
con que las personas perdieron su condicin bsica de lo que significa
ser humano. El enemigo estaba en todas partes, explica Levi, pero
tambin dentro, el "nosotros perdi sus lmites, los contendientes no
eran dos, uno no poda discernir una frontera nica sino muchas con
fusas, innumerables fronteras (p. 38). Debido a la inhabilidad de las vc
timas para resistir, el colapso moral fue completo y, con l, la prdida
del mundo humano. La prdida de la humanidad no slo se convirti
en la primera condicin bsica del colapso moral; Habermas ha suge
rido que ocurri algo peor:J3los nazis borraron la capacidad humana de
la solidaridad entre los oprimidos y esta condicin se hizo ms in
soportable que cualesquiera de los crmenes previos.14 Levi nos ofrece
esta clase de comprensin a travs de su exploracin de los campos por
que insiste en que no se pueden describir en trminos del bien absoluto
15. Ibd,yp. 50. Las subsecuentes referencias de pginas de esta obra de Primo Levi
se realizan en el cuerpo del texto.
que no tiene sentido tratar de investigar su conducta y ms an en con
diciones extremas. Uno ni siquiera es capaz de saber cul ser su pro
pia conducta. Por eso pido que mediemos sobre la historia de los cre
matorios de los cuervos con piedad y rigor, pero el juicio sobre ellos
debe suspenderse (p. 60). Lo que Levi nos ofrece, en cambio, son los
ejemplos iluminadores encontrados en las historias concretas como la
de Chaim Rumkowski, un industrial fracasado que lleg a ser el presi
dente del gueto (p. 62). Levi era consciente de los fallos de Rumkowski.
Sin embargo, explica que su identificacin con el opresor alterna o va
de la mano con la identificacin con el oprimido porque, como dice
Thomas Mann, el hombre es una criatura confundida (p. 64). Lo que
no debemos olvidar, insiste Levi, es que slo haba un destino para los
judos en manos de los alemanes, tanto si eran cobardes como hroes,
orgullosos como humildes. Ni una carta, ni un carruaje especial salva
ron a Chaim Rukowski, rey de los judos, de la cmara de gas (p. 66).
Qu conclusin se puede obtener de esta historia? Levi nos advierte que
la narracin est autocontenida, est preada, llena de significado, rea
liza ms preguntas que respuestas, suma en s misma todo el tema de la
zona gris y no deja nada pendiente (p. 66-67). Podemos preguntar:
quin era Rumkowski? A lo que Levi responde: N o era un monstruo,
ni un hombre comn. Debemos ser conscientes de que su historia
es una forma ejemplar que permite mostrarnos cmo la necesidad
casi fsica con la cual la coercin poltica genera esa mal definida esfera
de la ambigedad y del compromiso corrompe el carcter moral de
aquellos que son oprimidos (p. 67). La corrupcin del poder intoxica y
extingue la voluntad individual. N o hay absolucin posible para los ac
tos de Rumkowski en un sentido moral pero es posible establecer un
matiz: Hay circunstancias extenuantes: un orden infernal como el na
cionalsocialismo ejerce un terrible poder de corrupcin contra el cual es
imposible resguardarse (p. 68). Ahora nuestra preocupacin es: qu
clase de leccin moral podemos obtener de esta historia para construir
un juicio moral? Levi responde que necesitamos recordar que todos
nos reflejamos en Rumkowski, su ambigedad es la nuestra, es nues
tra segunda naturaleza, somos hbridos moldeados de barro y espritu
(p. 69). ste es el espacio donde la historia crea las posibilidades de auto-
rreflexin, de comprensin, de ver el ejemplo como una forma de reflejo
de nosotros mismos y de nuestra forma corrupta. La descripcin de la
degradacin hace que Levi concluya que la sola utilidad de la violen
cia intil es la clave para comprender cmo la vergenza y la culpa son
los rasgos de aquellos que fueron degradados por un programa que es
taba encaminado a llenarlos de culpa para que no hubiera nadie que pu
diera permanecer inocente.
El segundo estadio de este programa de degradacin moral hace que
Levi pondere los sentimientos de los supervivientes. Comprender la ur
gencia de que regrese la dimensin moral obliga a que Levi se concen
tre en la idea de la vergenza propia. Al salir del campo de concentra
cin la gente se enfrent con su vergenza.16Esta haba sido suplantada
por la experiencia de ser reducido a una condicin animal. Las acciones
de los presos estaban encaminadas a poder materializar las urgencias sur
gidas de la necesidad ms brutal. Por eso las privaciones posibilitan la
prdida de la humanidad. Una vez liberado de esta horrenda situacin,
uno recuerda todo lo que ha perdido y esto significa vivir momentos
dolorosos precisamente porque nos dan la oportunidad de medir nues
tra disminucin desde fuera.17 Ahora la vergenza se asocia a la culpa
porque la gente ha hecho poco o nada para prevenir estos estadios os
curos de la vida, lo que signific ser conscientes del fracaso para resis
tir a la corrupcin del Lager. Aquellos que se salvaron de la corrup
cin del Lager no eran [necesariamente] los mejores, los predestinados
al bien, los portadores del mensaje [...] A menudo los peores fueron
quienes sobrevivieron, es decir los egostas, los violentos, los insensi
bles, los colaboradores de las zonas grises (p. 82). La supervivencia,
explica Levi, fue ms una cuestin de suerte que de ser mejor persona
que otros. Por eso la idea del testigo se convierte en algo complejo. Hay
gente que no volvi. Esa gente ahora est en silencio. Necesitamos un
espacio para pensar acerca de su ausencia. Desde la perspectiva de
Levi, al utilizar el concepto de musulmanes puede describir a esa
16. Todorov comprende tan bien el modelo de Levi que es capaz de captar los tres
tipos de vergenza que sufrieron los sobrevivientes: a) la vergenza de recordar; b) la
culpa del sobreviviente; y c) la vergenza de ser un ser humano. Tzvetan Todorov, Fa-
cing the Extreme, op. cit.ypp. 263-265.
17. Primo Levi, The Drowned and the Savedyop. cit.yp. 75. Las subsecuentes refe
rencias de las pginas de esta obra estn incorporadas en el cuerpo del texto.
gente que regres muda a su mente. Ellos son realmente los testigos.
Ellos son los ahogados. De dnde viene el concepto de ahogado?
Levi responde que debemos concentrarnos en el lenguaje porque
donde se le ha infligido violencia al hombre, tambin se le ha infligido
al lenguaje (p. 97). Para comprender esta idea uno debe recuperar las
mismas palabras con que el maligno rgimen describe la vida cotidiana
del horror. En todos los Lagers era comn el trmino musulmn, dice
Levi. Este trmino, que en el lenguaje ordinario significa literalmente
alguien que pertenece a una religin en concreto, ahora es resemanti-
zado para producir un choque violento en la mente de los lectores. Levi
nos muestra que es consciente de esta violencia semntica porque, se
gn l explica, hay una conexin de este trmino con otros como el ruso
dokidjaga, que significa literalmente lo que tiene fin o lo que con
cluye (p. 98). Levi tambin aclara que en el Lager de Ravensbrck (el
nico dedicado exclusivamente a mujeres) el mismo concepto fue ex
presado [...] por dos sustantivos especulares, Schmutzck y Scbmuc-
kcky respectivamente basura y joyas, trminos que son casi ho
mfonos, uno parodiando al otro (p. 98). Ese trmino adquiere una
imagen violenta ya que tiene como objeto generar un choque cuando
describe cmo estaban consideradas estas personas en el Lager> es de
cir, cmo se sometan a las rdenes de muerte y destruccin sin sentido.
Perder el sentido de ser un ser humano permite que las personas acep
ten cualquier cosa sin oponer resistencia. El musulmn aceptaba su des
tino con indiferencia definitiva (p. 101). Ntese, sin embargo, que
Levi utiliza la expresin musulmn como una forma de recuperar la vio
lenta y polticamente cargada descripcin que fue utilizada en primer
lugar por los propios nazis. En su narrativa, Levi transforma esa ex
presin aadindole un nuevo sentido porque desea explorar la idea
moral de la falta de libertad como un mtodo deshumanizante; por
tanto se trataba de una incapacidad para reaccionar al propio destino
de destruccin.
Los hundidos y los salvados es un libro con muchas historias ejem
plares. Algunas se han convertido, como hemos visto, en importantes
vehculos de comprensin moral. Ms an, nos permiten echar un pro
fundo vistazo a la complejidad humana. La recuperacin de personas
que ya no estaban con Levi es el otro hilo narrativo. El autor rescata las
vidas de aquellos que perecieron en el Lager. Tambin trata de rescatar
las historias de sus colegas, como cuando nos muestra la forma en que
Jean Amry represent otra manera de resistir. Amry era una especie
de lter ego de Levi. En su descripcin de la lucha de Amry, cuando ha
bla de su vida como intelectual, Levi nos muestra cmo su sufrimiento
acaba por destruirlo a pesar de su resistencia. No lo juzga. Ms bien com
para sus reacciones e ilumina la dimensin del dao moral por contraste
con la forma en que otros reaccionaron. Ser un judo, por ejemplo, era
para Amry una [condicin] simultneamente imposible y obligato
ria (p. 129). Cultiv su ira para soportar la experiencia demonaca de
los Lagers. Su reaccin a la humillacin se reforz con la idea de de
volver el golpe (p. 129). Las descripciones de Amry sobre el Lager se
circunscribieron a Auschwitz, aunque tambin estuvo en Buchenwald
y en Bergen-Belsen. Levi, en cambio, se concentra en buscar los reco
dos oscuros donde la memoria necesita entrenar a la mente para ir de vi
sita. Y en este punto muestra cmo Amry, a pesar de ser un intelectual,
tuvo que soportar otra forma de violencia ms compleja, porque estaba
envuelta con las tcnicas diseadas para quebrantar su sentido de la iden
tidad moral. Amry explor los lmites del espritu, de lo no imagina
ble (p. 131) y su experiencia ilustra lo que Levi comprendi como algo
crucial al definir la crueldad humana: la tarea de quebrantar el propio
sentido de la identidad. Levi mostr que la peor mutilacin de Amry
proceda de que su lengua materna era el alemn. La prdida de su len
gua nativa su amor por la lengua le hicieron sentir un duelo in
acabable. Al mismo tiempo, Amry era consciente de la necesidad de
afrontar el hecho doloroso de que ahora el alemn se haba convertido
en un arma violenta utilizada por sus verdugos nazis. Como resultado
de esta fractura interna, Amry se convirti en un hurfano. Cmo
comprender que al perder su lengua Amry perdi aquello que ms
amaba? Quiz la nica respuesta posible sea la que aporta otro prisio
nero, Paul Celan, quien sufri el mismo castigo pero utiliz este trgico
conocimiento para iniciar la revolucin ms radical del lenguaje a tra
vs de la poesa. Celan encontr una forma precisa con la cual descri
bir las expresiones del infierno en la tierra a travs de la cristalizacin
potica. Su Fuga de muerte se convirti en el poema emblemtico
de Auschwitz. Este poema lo elige Levi en su antologa personal, The
Searcb for Rootsyn para definir un nuevo uso de la poesa despus de
Auschwitz. Lo que permanece es el lenguaje.
18. Primo Levi, The Search for Roots: A Personal Anthology> Chicago, Ivan R. Dee,
1981.
ejemplifica la matriz de lo poltico. La humanidad aparece despojada de
sus recursos morales y se muestra como la condicin final de la abyec
cin. As, esta concepcin refleja la similitud con las otras propuestas que
ya hemos examinado en el captulo 3, cuando estudiamos los trabajos
de Julia Kristeva, Jean-Francois Lyotard y Slavoj Zizek. Como muchas
otras visiones pesimistas acerca del Holocausto, las tesis de Agamben
afirman que la idea moderna del poder soberano est encarnada en el
ejemplo histrico de Auschwitz. Slo que esta vez el ejemplo del mu
sulmn tomado del trabajo de Levi es utilizado como muestra de
la ltima abyeccin de la pura vida. Aun cuando Agamben recupere
las dos categoras concretas de Levi sobre las atrocidades cometidas en
Auschwitz, al final las generaliza ms all de su marco histrico y esboza
con ellas una conclusin poltica acerca del concepto moderno de so
berana. Con esta estrategia Agamben convierte lo que era un juicio re
flexionante en un juicio determinante. Esta forma de concebir el pro
blema est influida por la nocin de estado de excepcin de Cari
Schmitt,19donde la excepcin se convierte en regla y las categoras nor
mativas legales quedan al margen.20 Con esta conclusin, Agamben re
duce la importancia de la labor creativa de Levi y utiliza la nocin de ab
yeccin como una forma de criticar a toda la modernidad.21
19. Cari Schmitt seala: La soberana pertenece a quien decide en tiempos de ex-
cepcin. Cari Schmitt, Political Theology: Four Chapters on the Concept of Sovereignty,
Cambridge, The MIT Press, 1988, p. 5 (la cursiva es ma).
20. Ellen Kennedy argumenta que: Al revertir la relacin normal de norma y ex
cepcin, la soberana aparece como la decisin acerca de la excepcin, el momento fuera
de lo normal en la que la poltica aparece. La poltica en este sentido es imprevisible; no
est especificada en las instituciones de estado, o en la competencia de poder dentro del
estado [...] La definicin de soberana de Schmitt transforma su teora poltica por una
localizada en una persona o institucin (Hobbes y Bodin) en la cual hay un momento
de intervencin existencial en un proceso en el cual el soberano es en el sentido formal
no preside como creador o controlador. Ellen Kennedy, Constitucional Failure, op.
cit., p. 95.
21. Andreas Kalyvas explica que: Desafortunadamente, el Homo sacer [de Agam
ben] vuelve a una representacin uniforme, unidireccional y rectilnea del tiempo el
tiempo de la soberana. Su atencin a una continuidad histrica y filosfica ininte
rrumpida, incorporada en la supervivencia de la soberana durante un perodo de ms
de veinticinco siglos, tambin distingue a Agamben de Foucault. La investigacin ge
nealgica de Foucault sobre lo contingente, accidental, pequeo pero no trivial, la sor
Agamben es consciente de cmo algunas atrocidades necesitan una
tematizacin especial, por lo que debemos establecer una relacin en
tre el conocimiento histrico con la verdad, es decir, entre la verifica
cin y la comprensin. Agamben piensa que al explorar los ngulos apo
rticos de las acciones que llamamos atrocidades alcanzar el objetivo
buscado con su crtica. Y aqu es donde hallamos mejor expuesta su ver
sin de lo sublime. Ahora la versin sagrada de lo sublime se transforma
en una visin secular. Como Lyotard, Agamben insiste en que la figura
privilegiada es la paradoja y desarrolla sus argumentos con el objetivo
de mostrar la necesidad de crear nuevas formulaciones que respondan
a lo aportico. Las historias que nos ofrece Levi, dice Agamben, nos
pueden ayudar a perpetuar el estadio del comentario sobre el testi
monio22 y localizar el esquema conceptual en los espacios aporticos
de lo que es imposible decir con palabras. Se trata de algn factor in
merso en el testimonio de Levi que Agamben cree que se puede des
cribir como una laguna23 de silencio que se esconde tras la tragedia hu
mana. Al revs que la propia descripcin de Levi, la visin de Agamben
acerca de la humanidad ilustra segn l la total bancarrota de la mo
ralidad y no utiliza la herramienta histrica para ofrecernos mediacio
nes con las cuales comprender mejor la especificidad de Auschwitz. Su
forma aportica de desarrollar la paradoja de Auschwitz nos deja sin la
habilidad necesaria para adscribir responsabilidad histrica y agencia a
quienes hicieron posible esas formas totalitarias. Esta perspectiva to
talizante, sin agentes histricos, est enmarcada en lo poltico y en su
24. De nuevo es Andreas Kalyvas quien mejor explica esta paradoja: La actitud de
Agamben frente a una poltica futura presupone una visin profundamente maniquea
del mundo poltico, dividido en dos entidades reificadas: el Estado y la humanidad (el
no Estado). Tambin implica un rechazo del poder poltico identificado con la forma
estatal que no distingue entre diversas formas y modalidades del poder poltico y sos
laya las instancias de mediacin. Al desatender los diferentes aspectos del poder pol
tico, la poltica es relegada a una versin aislada, degradada, del poder soberano y la au
toridad estatal. Esta visin evoca la hostilidad hacia el poder poltico que se halla en
muchos discursos antiestatales, tanto de orientacin libertaria como anarquista. Andreas
Kalyvas, The Sovereing Weaver, op. cit., p. 115.
25. Giorgio Agamben, Remnants of Auschwitz, op. cit., p. 14.
26. Para una crtica ms general de la obra de Agamben vase Vanna Gessa-Ku-
rotschka, Lebensforms, nachtes Leben,Untaetigkeit ohne Werk, Deutsche Zeitschrift
fr Philosophie, n 52, 2004, pp. 929-943.
como algo enteramente negativo (su mtodo es ms parecido al de Hei
degger).27 Aun cuando comparta con Arendt la idea de que a causa de lo
que sucedi en Auschwitz no podemos seguir confiando en la tradicin,
Arendt sera incapaz de deshacerse de todo el conjunto del legado mo
derno, y prueba de ello es su defensa de la obra de Kant. En este mismo
sentido, Arendt tampoco concluy que el Holocausto era la consecuen
cia lgica de la modernidad,28sino que insisti en la idea de que dichos cr
menes no teman precedente en nuestra historia y que por eso reclamaban
toda nuestra atencin y creatividad para pensarlos y comprenderlos.
La teora de Agamben insiste en que es posible erradicar las ambi
gedades al nombrar los perodos histricos si reanalizamos su sentido
original. Se tratara de revisar la forma equivocada en que han sido uti
lizados dichos trminos y por qu el lenguaje estara obligado a reor-
denarse. Agamben aduce que la palabra Holocausto significa literal
mente sacrificio supremo.29 Tambin el trmino hebreo soah que
significa catstrofe o devastacin es incorrecto porque ambos presu
ponen la idea de castigo divino. Este debate permite ilustrar la parte po
sitiva de la visin de Agamben, que ya contiene algunos elementos
posmetafsicos ligados a la idea de pensar en nombrar eventos y en la po
sibilidad de atrapar, con ellos, el sentido crtico con su efecto. Su con
clusin es que debemos evitar los eufemismos para afrontar el sinsen-
tido de los sucesos histricos que comprenden la existencia de los
hornos crematorios y de la muerte. Entonces, Agamben escoge una pa
labra: Auschwitz. Este trmino nos administra un ejemplo concreto de
los Lagers del rgimen nazi. Sin embargo, cuando el campo se convierte
en la figura paradigmtica y, paradjicamente, con el uso de dicha cate
gora se define toda una era, entonces desaparecen las diferencias y se ex
27. De hecho, como concluye Andrew Norris, en su insistencia sobre que la his
toria de la poltica debe ser entendida primero y sobre todo como historia de la meta
fsica, Agamben sigue de manera clara a su primer maestro, Heidegger. Andrew Nor
ris, The Exemplary Exception: Philosophical and Political Decisions in Giorgio
Agambens Homo Sacar, en Andrew Norris (ed.), Politics, Metaphysics, and Deatb, op.
cit., pp. 262-283, esp. la p. 265.
28. ste es el punto de vista que Agamben desarrolla en Homo Sacer: Sovereign Po
wer and Bare Life. Cabe revisar, de manera especial, la introduccin de este texto (op.
cit., pp. 1-12).
29. Giorgio Agamben, Remnants of Auschwitz, op. cit., p. 30.
tingue su poder develatorio. El estado de excepcin se convierte en la
norma y la norma es el estado de excepcin. sta tambin pasa a ser
la ilustracin ms general sobre la visin de la poltica de Agamben. El
autor rescata un lugar geogrfico donde se produjo el horror y le da un
sentido poltico a travs de la exploracin de dos categoras concretas to
madas de Levi, que le permiten plantear una especie de desarrollo lgico
de la historia de la poltica en los tiempos modernos.30 Al borrar toda
diferencia en poltica entre la ley democrtica y la ley autoritaria, es de
cir, entre la modernidad y el totalitarismo, Agamben construye un dis
curso ms ideolgico que crtico. Su conclusin slo muestra una di
mensin de la dinmica entre el perpetrador y su vctima que est
representada con el trmino de pura vida.31 Auschwitz y el musulmn
ilustran las condiciones apocalpticas de la existencia contempornea;32
son los remanentes de la idea moderna de poder soberano.33
30. Dominick LaCapra argumenta lo siguiente: Una razn de lo que se podra con
siderar un dficit de comprensin histrica y de crtica inmanente es el apoyo constante
de Agamben en las etimologas, que tienden a sustituir tanto al anlisis histrico como
al debate cuidadoso. A menudo Agamben nos ofrece una etimologa, a veces conce
dindole ms confiabilidad de la que podra soportar o citando alguna fuente de auto
ridad para ella, y enseguida procede de esta putativa etimologa a la conclusin, omi
tiendo cualquier anlisis o debate que vincule la etimologa con el punto que l quiere
demostrar. ste es un rasgo que Agamben comparte con Heidegger, el filsofo que pro
bablemente tiene el papel ms formativo en su pensamiento cuando ste inaugura una
lnea de investigacin o crtica. Dominick LaCapra, History in Transit: Experience,
Identity, Critical Theory, Ithaca, Nueva York y Londres, Cornell University Press, 2004,
p. 168.
31. Existen problemas conceptuales entre esta visin del biopoder y la biopoltica
y la que Foucault desarrolla. Una crtica interesante de esta perspectiva es la que ofrece
LaCapra en History in Transit, op. cit.
32. De forma muy interesante, Ruti Teitel ha escrito un ensayo que muestra cmo
George W. Bush ha hecho uso de la nocin de soberana de Schmitt. Teitel desarrolla
su argumento como una demostracin de la manera en que este tipo de visin de la so
berana se relaciona con un Estado que se concibe a s mismo como un Estado policaco.
Teitel seala: En esta visin mundial, Estados Unidos posee el poder soberano sobre
la "ley de excepcin. Ruti G. Teitel, Empires Law: Foreign Relations by Presiden
cial Fiat, en Mary L. Dudziak (ed.), September 11 in History: A Watershed Moment
Durham y Londres, Duke University Press, 2003, pp. 194-211, esp. la p. 198.
33. De acuerdo con Kennedy, el Estado es la unidad decisiva en la cual los inte
grantes son conducidos a asesinar y ser asesinados. Ellen Kennedy, Constitutional
Failure, op. cit., p. 107.
Agamben insiste en la necesidad de explicar la laguna entre la idea de
testimonio y la del superviviente. Esta laguna estara ejemplificada con
figuras metafricas que Levi ya utiliz, como los musulmanes y los
ahogados.34Al rememorar la figura de Levi, Agamben nos recuerda que
su condicin de superviviente se debe contrastar con la palabra griega
en donde el trmino de testigo es martis (mrtir) (p. 26). Con ello
Agamben concluye que los conceptos de testigo y de martirio se pue
den vincular de dos formas: la primera deriva del sentido del verbo re
cordar y as concluye que la vocacin del superviviente es recordar.
La segunda, dice Agamben, an es ms instructiva: martirio justifica el
escndalo de la muerte sin sentido (p. 27). Agamben elige el relato de
Levi sobre los musulmanes porque piensa que es revelador acerca de la
naturaleza paradjica de la tarea de Levi: la de abrirse a un espacio de
silencio donde el testigo se puede situar en una dimensin visible con un
nuevo sentido en un rea inesperada (p. 34). Agamben interpreta el
pensamiento de Levi sobre los musulmanes como el testimonio verda
dero, ya que stos no poseen historia y por ello representan al testigo
sublime cuyo testimonio seria realmente valioso, pero que no puede so
portar [su tarea de] testimoniar.35 Los musulmanes se han quedado
atrs, dice Agamben, y por eso debemos aprender a escuchar sus silen
cios si queremos articular algo que sea relevante. Levi haba tratado de
escuchar e interpretar una jerga inarticulada, algo as como un no lenguaje
o un lenguaje oscuro e incomprensible36de personas como Hurbinek.37
Al recuperar los balbuceos de Hurbinek, Levi apoya al testigo a tra
vs de su palabra,38que ahora Agamben llama lenguaje. As, Levi llena
la laguna con palabras y las palabras conducen al pensamiento concep
tual aportico de Agamben. Ahora el lenguaje se transforma en las
reas oscuras en donde antes reinaba el silencio, no para iluminar ni para
comprender, sino para informar de su oscuridad.
34. Giorgio Agamben, Remnants of Auschwitz, op. cit., p. 34. Las subsecuentes re
ferencias a pginas de esta obra se citan en el cuerpo del texto.
35. Dominick LaCapra, History in Transit, op. cit., p. 175.
36. Giorgio Agamben, Remnants o f Auschwitz, op. cit., p. 37.
37. ste es uno de los personajes a los que Levi se refiere en Los hundidos y los sal
vados.
38. Giorgio Agamben, Remnants of Auschwitz, op. cit., p. 38.
Al pensar en pasadas catstrofes afrontamos el reto de contemplar
nuevas categoras morales que no estn ligadas a la tradicin. Recur
dese que para Arendt se trataba de realizar un esfuerzo terico sin re
currir al legado histrico de la tradicin. Para eso necesitamos ser cons
cientes de algunos problemas fundamentales: el primero es que existe
una separacin entre la terminologa legal que se circunscribe a la res
ponsabilidad de los crmenes y la profundidad real de una violacin mo
ral.39 En mi teora del juicio reflexionante necesitamos establecer una me
diacin entre estos dos espacios analticamente distintos. Esto se alcanza
mediante la relacin que se debe establecer entre el paradigma del mal
y el paradigma de la justicia. Para Agamben, en cambio, la nica cues
tin relevante es que existe un elemento de verdad no jurdico que se
ala que la cuestin de hecho [quaetio facti] no se puede reducir a la
cuestin jurdica [quaesto iuris].40Arendt era consciente de este abismo
entre la esfera jurdica y la moral, y la prueba de ello se halla en la te-
matizacin que hace de este problema cuando asiste al juicio de Eich
mann. Por otro lado, Agamben afirma que las categoras religiosas y las
morales estn contaminadas por la ley,41 y que la ley slo se puede di
rigir a los juicios legales. l argumenta que los juicios legales se desa
rrollan al margen de la verdad y la justicia, mientras que teoras recien
tes han mostrado cmo es posible reconectar la ley con la justicia a travs
de un proceso crtico de reconstruccin social de la memoria colectiva.
Los juicios pueden ser autorreferentes cuando se convierten en formas
de castigo. La ley tal vez no agote el sentido de las acciones de crueldad
humana, pero ayuda a disear procesos de transicin donde se redefine
la justicia.42 Ms an, as como es imposible situar la responsabilidad del
39. Estoy de acuerdo con LaCapra cuando afirma que responsabilidad y culpa son
conceptos compartidos de manera diferenciada por la tica y el derecho, y Agamben no
nos ofrece ninguna idea sobre la forma de vida social en que la tica no incluya estos con
ceptos. Dominick LaCapra, History in Transit, op. cit.yp. 186.
40. Giorgio Agamben, Remnants of Auschwitzyop. cit.yp. 17.
41. Ibd.yp. 18.
42. Sin embargo, Teitel nos ofrece buenos ejemplos de la forma en que el derecho
ha ayudado a restaurar un concepto de justicia a travs de procesos judiciales que han
sido muy importantes. De esta manera Teitel argumenta: Estas prcticas suministran
una va tanto para deslegitimar el rgimen poltico pasado como para legitimar a su su
cesor, estructurando la oposicin poltica hacia el interior del orden democrtico [...]
mal en la existencia de Dios (las teodiceas), tambin es absurdo creer que
la ley puede cubrir todo el territorio normativo de las atrocidades mo
rales. Por eso necesitamos la existencia de un paradigma sobre el mal que
se pueda relacionar con un paradigma de la justicia, una vez que la so
ciedad en cuestin ha llevado a cabo un perodo crtico de autoexamen
acerca del pasado.
Un elemento importante para Agamben es que necesitamos un mo
delo un paradigma que nos facilite el surgimiento de momentos
conscientes de revelacin. En vez de indicarnos cmo podemos lograr
algo as, Agamben termina por proponer el paradigma de lo sublime, es
decir, sealar un territorio de comentario crtico acerca de lo que
es imposible decir o imaginar. Y aun cuando Agamben comprende el
sentido que Levi confiere al trmino de zona gris, acaba por concep-
tualizarlo como indicativo de un estadio de excepcin que en la poltica
moderna se ha hecho habitual. Con ello Agamben pierde la conexin
normativa acerca de las acciones de crueldad en donde existe un vnculo
entre el perpetrador y su vctima, entre el dilema moral y la idea de li
bertad. El mal es el sello distintivo del poder bruto.
Podemos as comprender cmo el esquema conceptual de Agamben,
al utilizar Auschwitz cortio sinnimo de su paradigma, resulta fallido.
En su juicio determinante Agamben concluye que las historias de Levi
muestran los rasgos generales de una forma especfica de concebir el po
der en la modernidad. El modelo aportico de Agamben para describir
su visin de la poltica tal vez se llame Auschwitz. Los juicios reflexio
nantes nunca pueden ser causales (de otra forma seran determinantes)
y el uso de dicha estrategia nos muestra claramente qu es lo que est
equivocado en la conclusin de Agamben. ste deriva su explicacin
causal sobre cmo se configura la poltica a partir de la idea de poder so
berano en los juicios reflexionantes de Levi que antes permitieron de
finir lo que constituy las atrocidades de los nazis. La teora de poder
soberano de Agamben no posee ninguna base normativa.
43. Giorgio Agamben, Remnants of Auschwitz, op. cit., p. 45. Las subsecuentes re
ferencias a pginas de esta obra se citan en el cuerpo del texto.
poltica, y la vida y la muerte como dos componentes del mismo tr
mino.44 El aspecto determinante de esta visin es que, con ella, ahora se
construye una teora de la misma poltica que prescinde de la dimensin
histrica de la poltica, al igual que de sus diferencias conceptuales in
ternas y de lo que existe de normativo en ellas, y culmina presentndola
como una teora en la que lo determinante del poder es su asociacin con
lo biolgico. Por ello, concluye Agamben, la tercera dimensin del
musulmn es ser un perfecto "nmero dentro del campo, del no lugar
en donde todas las barreras disciplinarias son destruidas y todas las mu
rallas inundadas.45 Lo que comenzamos a comprender con esta pers
pectiva de Auschwitz es que conceptos morales como la dignidad y aun
el de humanidad pierden sentido cuando se confrontan con situaciones
extremas. El musulmn se ha movido hacia una zona de lo humano
donde la ayuda, la dignidad y el autorrespeto son intiles (p. 63). En
tonces Agamben concluye que las noticias atroces de los sobrevivien
tes [como Levi] que conducen desde los campos hasta la tierra de los hu
manos hablan, precisamente, de que es posible perder la dignidad y la
decencia ms all de lo imaginable, que hay vida incluso en la forma ms
extrema de degradacin (p. 69). Aqu el problema no es la descripcin
en s misma, como ya hemos visto. Es una forma diferente de decir algo
que Arendt ya haba descrito. El verdadero problema surge de cmo este
ejemplo se convierte en el ejemplo de la humanidad en el pasado y en el
presente. Y la conclusin de Agamben es que este conocimiento ser la
clave por la cual juzgaremos toda medida de la moralidad y de la digni
dad (p. 69). Ahora la deduccin general a la que esta tesis nos conduce
pretende ser la clave para comprender la visin moderna de la poltica y
del poder. Como las otras visiones de lo sublime que ya he analizado, al
final esta visin brinda la victoria a los nazis.
44. Sin embargo, este punto de vista ha sido criticado por LaCapra y no con malos
argumentos. l seala que Agamben toma una caracterstica potencial de la humani
dad y, en lugar de examinar detalladamente su papel histrico en Auschwitz y com
pararlo cuidadosamente con otras situaciones y posibilidades, lo actualiza en trminos
universales, generalizando al musulmn como el prototipo o caso ejemplar de la hu
manidad. Dominick LaCapra, History in Transit, op. c i t p. 180.
45. Giorgio Agamben, Remnants of Auschwitz, op. cit., p. 48. Las subsecuentes re
ferencias de pginas de esta obra se citan en el cuerpo del texto.
As, el trabajo de Agamben oscila entre retomar el uso develatorio
de las categoras de Levi y/o desarrollar la extensin del juicio utilizando
premisas que lo llevan a establecer grandes generalizaciones causales. En
cierta forma, el problema o defecto de dicha estrategia estriba en la
metodologa de Agamben. ste insiste en que su trabajo es hallar en su co
mentario lo paradjico de la visin aportica de lo que Levi describe.
Comprender un perodo de atrocidad como Auschwitz, aun en el relato
de Levi, supone plantearlo en trminos histricos. Para Agamben, al
contrario, se trata de lidiar con la dimensin de lo sublime, lo que nos
permitira comprender cmo un trmino como el de hombre tambin
posee la paradjica capacidad de mostrar lo que es no ser un hombre.
Segn Agamben, eso es lo que se capta con el trmino de musulmn.
El lo presenta no como una figura emblemtica de un perodo histrico
(lo que sera un buen uso de su definicin), sino como un ejemplar de
terminante de todo lo que significa la poltica. El campo de concentra
cin es la consecuencia de la emergencia del horror que tuvo sus orge
nes en la tradicin moderna. Las partes de las fronteras morales que antes
aparecan borrosas en las zonas grises ahora se funden con el todo de la
modernidad.
Siguiendo el relato de Agamben podemos comprender que incluso
en lo ms inhumano hay algo de humano y que por ello podemos de
cir que hay algo que siempre permanece (p. 134) resguardado del ol
vido. En este espacio conceptual de la narracin de Agamben podemos
ver qu es lo que le separa de las historias de Levi. Ahora lo que apre
ciamos en el testimonio de Levi slo se localiza en los destellos de la apo-
ra, en lo que Agamben define como el umbral central desde el cual pa
san las corrientes de lo humano hacia lo inhumano, de la subjetivizacin
hacia la desubjetivizacin, de la vida hasta la llegada del ser y del logos
hecho vida (p. 135). Para Agamben, ahora el testimonio de Levi se con
vierte en la localizacin de la desubjetivizacin que encontramos en los
archivos. La potencialidad del habla se esconde en el silencio de stos. El
testimonio de Levi es el acto de un autor que ahora redescribe Agamben
como si l fuera su coautor. La autoridad de superviviente de Levi, dice
Agamben, yace en su capacidad de hablar en nombre de su incapaci
dad de hablar (p. 158). En Agamben este uso del lenguaje est enca
minado a provocar al lector, pero de una forma muy distinta a como an
tes lo hizo Arendt. Agamben enfoca la historia de Levi no slo como lo
que permanece, sino como la posibilidad de desarrollarlo como un
ejemplo de la perversin de lo poltico. Y a pesar de que Agamben es
consciente de que en la narrativa de Levi la palabra potica es la que
siempre est situada como lo que permanece y por ello acepta ser testi
monio (p. 161), en Agamben, en cambio, al final se extiende el co
mentario potico hasta convertirse en una oscura teora sobre la poltica.
Y ah el eco de la obra de Levi se extingue.
Si recordramos la pregunta que le hizo Gnther Gauss a Arendt en
una de sus ltimas entrevistas acerca de qu era lo que permaneca en ella
despus de lo sucedido en Auschwitz y tras su exilio, recordaramos
tambin la respuesta de Arendt. Se apresur a responder a Gauss con un
enftico el lenguaje.46 Esta rplica puede sonar heideggeriana, pero si
comprendemos la clase de vnculo que tiene para Arendt el lenguaje con
la perspectiva crtica de resemantizarlo, podremos alcanzar una mejor
comprensin de por qu es ah donde se vislumbra nuestra capacidad de
ver las cosas de otra manera. Seguramente no resulta difcil imaginar por
qu hoy la obra de Levi es una fuente inagotable de aprendizaje. Su obra
dio al lenguaje un espacio ms amplio cuando lo reconect con la di
mensin moral de sus posibles usos. Y esto se debi, sin duda, a la forma
en que sus juicios reflexionantes se fueron remodelando hasta lograr es
cribir lo que no pareca fcil de captar en palabras. Con el rigor de su
potencial expresivo combin la comprensin de lo ocurrido con el po
der expresivo de la palabra. Tambin podramos invitar al lector a for
mularse una pregunta semejante a la que Gauss hizo a Arendt: qu per
manece del recuento de los horrores que experiment Levi en sus
narraciones sobre los Lagers? Si la respuesta es su lenguaje, entonces
cabe pensar que esto se debi a que, adems de lo potico, lo difcil es
la forma de conectarlo con los recursos expresivos que nos conducen a la
dimensin moral de lo narrado.
Finalmente, al revs que en el juicio poltico de Agamben, no es con
ira ni con indignacin como mejor podremos aprender a dominar el pa
sado. Lo nico que podemos decir con seguridad es que algunas histo-
1. Hannah Arendt, The Crisis of Culture: Its Social and Its Political Significance,
en Ronald Beiner y Jennifer Nedelsky (es.),Jttdgment, Imagination} Politics: Themes
from Kant and Arendt, op. cit., pp. 3-25.
2. Al respecto, Alessandro Ferrara ha escrito un libro sobre el juicio poltico en el que
desarrolla claramente el ejemplo de juicio reflexionante en la obra de Bruce Ackermann.
Vase Alessandro Ferrara, Justice and Judgment, op. cit., pp. 99-132.
Hannah Arendt sola hablar de nuevos comienzos. Esta forma po
tica de decir que las sociedades requieren transformaciones est rela
cionada con la necesidad de comprender lo que ha ocurrido. Sin duda
Arendt tena en mente los sucesos de los campos de concentracin y del
totalitarismo nazi. Con frecuencia se cuestiona sobre si es posible do
minar el pasado frente a esta oscura realidad. Arendt tena la conviccin
de que para comenzar algo nuevo haba que comprender el pasado, pero
no para reconciliarse con l, sino para intentar buscar las claves con ob
jeto de vislumbrar un lugar distinto para el nuevo comienzo. Para la
transformacin de la sociedad es esencial el esfuerzo realizado para
comprender crticamente lo que debe cambiar. El primer estadio de este
esfuerzo es abrir el espacio pblico a un debate amplio y plural. Una vez
que abandonamos la esfera literaria para situarnos en el debate pblico,
podemos decir que entramos de lleno en la esfera pblica poltica. En
este estadio el poeta o el historiador han discurrido desde el proceso de
la narracin hasta su debate en la esfera pblica. Aqu somos capaces
de apreciar si una historia ha tenido impacto y si cuestiona nuestras for
mas previas de pensar en lo que ha ocurrido. Una vez que la narracin
de la historia ha alcanzado [su] permanencia y persistencia,3hemos lle
gado al estadio donde el juicio poltico se puede construir. La com
prensin es el primer paso del juicio poltico,4 algo que proviene de la
presentacin de diferentes propuestas acerca de cmo deben funcionar
las instituciones de la justicia y de qu transformaciones sociales per
miten el ejercicio colectivo de la construccin de la memoria. Los jui
cios polticos se pueden alcanzar si aprendemos a formularlos con
otros, es decir, cuando compartimos las deliberaciones en la vida pblica.
A este proceso de compartir el mundo comn, Arendt lo llama la ver
dadera dimensin de la poltica. Cuando ya estamos de acuerdo acerca
de lo que ha ocurrido, podemos aceptar que debemos cambiar algo.
Arendt pensaba que las narraciones eran formas de explorar por qu las
acciones tienen sentido y de qu forma esas perspectivas pueden ser in
tersubjetivas. Ya he analizado este tema cuando hemos hablado de cmo
5. Leora Bilsky, Transformative Justice: Israeli Identity on Trial, Ann Arbor, Uni
versity of Michigan Press, 2004, p. 87.
al mismo tiempo que permiten la redefinicin de la justicia y ponen de
manifiesto la ruptura con regmenes autoritarios previos. Leora Bilsky,
por ejemplo, se ha concentrado en mostrar cmo los juicios polticos
demuestran tener conexiones importantes entre el recurso a determi
nados valores para transformar a las sociedades y, al mismo tiempo, en
perseguir a los criminales, mientras se presentan las historias que ha
blan de las vctimas para poder sealar el momento decisivo del nuevo
comienzo a partir de un juicio legal pblico.6 Este es, sin duda, el mo
mento en que la idea del juicio poltico adquiere su mayor consisten
cia. Bilsky tambin tiene claro que el uso de nuevas categoras y nue
vas formas de afrontar los problemas entre humanos necesita juicios
reflexionantes.
En este captulo las intervenciones narrativas de Arendt sern con
sideradas como ejemplos empricos de cmo construir juicios polticos
y de cmo interrelacionarlos con otros esfuerzos crticos de autoexamen
social para poder conectar el del mal con el paradigma de la justicia. Al
dejar atrs la complicada separacin que formula Arendt entre el es
pectador y el actor, deberemos concentrarnos ms bien en cmo las in
tervenciones de Arendt en la esfera pblica poltica constituyen formas
de participacin en el debate poltico. Por eso el concepto de accin se
debe comprender en su sentido ms amplio. La accin debe ser una he
rramienta preformativa y se podra considerar como una forma de in
tervencin social que tiene efectos ilocucionarios.7 Por eso algunas
interacciones morales presuponen efectos en lo poltico y en lo social.
No hay mejor manera de encontrar una conexin entre los juicios mo
rales y los polticos que a travs de la perspectiva de que las acciones y
el mundo social en donde stos se pueden captar se encuentran en el len
guaje y en sus capacidades develatorias y crticas.
Ya dijimos que las narraciones nos aportan un material precioso
para la construccin de juicios morales. Ahora debemos centrarnos en
la forma en que esas historias permiten que otros construyan modelos
polticos negativos reflexionantes, que son los que nos permiten
29. Tzvetan Todorov, Fadng the Extreme, op. cit., p. 127. Las subsecuentes refe
rencias de pginas de esta obra se citan en el cuerpo del texto.
(p. 128). Los espacios privados y pblicos se disuelven y los huma
nos se convierten en herramientas para ejercer el dominio.
30. Arendt seala: Algo inherente al conjunto de nuestra tradicin poltica es que
no podamos concebir un "mal radical, y esto es vlido tanto en relacin con la teolo
ga cristiana, que conceda un origen celestial incluso al mismo Diablo, como tambin
para Kant, el nico filsofo que, al acuar una palabra para este fenmeno, al menos de
bi haber sospechado la existencia de este tipo de mal, aunque el inmediatamente lo ra
cionalizase en el concepto de una voluntad perversamente enferma que podra ser
explicada por motivos comprensibles. Hannah Arendt, The Origins ofTotalitarianism,
op. cit., p. 459. Las subsecuentes referencias de pginas de esta obra se citan en el cuer
po del texto.
develatoria que demostrara su fuerza en la descripcin de los regme
nes totalitarios.
En la ltima parte de Los orgenes del totalitarismo, Arendt revela los
rasgos polticos ms importantes contenidos en la descripcin del des
censo a la oscuridad. El ttulo de ese captulo es Ideologa y terror: una
forma nueva de gobierno. En l, Arendt explica qu distingue a la no
cin totalitarista de poder de otras concepciones previas. En el corazn
de las tinieblas perdemos las distinciones entre gobierno legal e ilegal,
entre poder arbitrario y legtimo (p. 461). La destruccin de institu
ciones, de interacciones culturales y de espacios de deliberacin donde
son posibles los acuerdos entre la gente, conducen a una nueva lgica.
Las leyes se convierten en las leyes del movimiento, dice Arendt, y
este movimiento permite que la historia y la naturaleza se fundan en una
sola fuerza que ya no necesita la mediacin de la humanidad (p. 463).
El terror es la esencia del dominio totalitarista. La gente comienza el
descenso hacia los estadios de la corrupcin al presionar a los hombres
unos contra otros, [donde] el terror total destruye el espacio abierto en
tre ellos (p. 465). Cuando los humanos pierden la habilidad de mo
verse, argumenta Arendt, tambin pierden el espacio que les permite
concebir la libertad.31 La espontaneidad no es posible. N o hay nada que
quede fuera del control del Estado. Las ideologas se convierten en su re
ligin. El concepto de ideologa, advierte Arendt, es literalmente lo que
su nombre indica: es la lgica de una idea.32 Como tales, los idelogos
pretenden saberlo todo sobre los misterios del proceso histrico, el pa
sado, el presente y el futuro. Toda ideologa posee elementos totalitarios,
pero slo en los regmenes totalitarios se desarrolla completamente
(p. 470). Justamente entonces la lgica de una explicacin total promete
explicar cualquier acontecimiento histrico (p. 470). Ahora la histo-
Construir al enemigo
38. Osiel argumenta que si el mal puede parecer banal, es porque una de sus diversas
formas quiz la menos evidente implica la incapacidad de las personas bieninten
cionadas para reconocer situaciones en las que los principios morales estn en juego, y
la incapacidad afectiva para preocuparse suficientemente por actuar de acuerdo con
ellos. Ibd.yp. 31.
herramienta poltica ms poderosa. Como argumenta Herbert Hirsch,
cuando los lderes polticos tratan de culpar a la poblacin por abuso,
producen caracterizaciones negativas con la ayuda de sustantivos des
pectivos como kike, wop^ spicyjap, chink o dago.39;:* Las ideologas de
odio y racismo funcionan para deshumanizar y preparan el camino
para la opresin y el exterminio.40 Como dijo Waller, la deshumaniza
cin necesita categorizar a grupos de gente como inhumanos al utilizar
categoras subhumanas de criaturas (tales como demonios y mons
truos).41 La deshumanizacin suele categorizar al otro a travs de al
gunas diferencias raciales, tnicas, religiosas, sexuales y polticas. Estos
otros son estigmatizados como aliengenas y son descritos por los gru
pos dominantes como si fueran una amenaza para la mayora. La des
humanizacin es un proceso cultural complejo y muchas de sus di
mensiones estn conectadas con la estrategia de privar a las vctimas de
su identidad moral al definirlas enteramente por medio de las catego
ras [esencialistas] a las que pertenecen (p. 245). La segunda exclusin
es poltica: este grupo estos otros debe quedar marginado de la
comunidad y ser excluido de la familia, la patria y el reconocimiento po
ltico. Por eso la exclusin moral surge inmediatamente. Y cuando las
vctimas pierden su conexin con el universo moral, entonces se puede
borrar el trato compasivo y cualquier lmite moral contra la agresin
(p. 245). El proceso cultural de deshumanizacin concluye cuando los
cuerpos de las vctimas dejan de tener significado; entonces se les con
sidera como basura y su remocin es [slo] cuestin de limpieza
(p. 245). ^
El lenguaje se convierte en la clave para redefinir a las vctimas.
Como argumenta Waller, el distanciamiento moral de los perpetrado
res se completa por medio de la barbarie del lenguaje que deshumaniza
a las vctimas (p. 246). Las historias de genocidios, de asesinatos ma
39. Herbert Hirsch, Genocida and the Politics of Memory: Studying Death to Pre-
seve LifeyChapel Hill y Londres, University of North Carolina Press, 1995, p. 100.
* Respectivamente judo, italianini, sudaca, japons, amarillo y es
pagueti, todos apelativos insultantes. [A7, del Ed.]
40. Herbert Hirsch, Genocide...yp. 102
41. James Waller, Becoming Evil9op. cit.yp. 245. Las subsecuentes referencias de p
ginas de esta obra se encuentran en el cuerpo del texto.
sivos, de violaciones y de limpieza tnica poseen innumerables ejemplos
de esta deshumanizacin lingstica de las vctimas. Waller nos recuerda
que los nazis llamaban a los judos bacilos, parsitos, sabandijas, de
monios, sfilis, cncer, excremento, suciedad, tuberculosis o plaga
(p. 246). El Estado nazi utiliz palabras especficas como Figuren (tipo
o clase) para describir a los cadveres. Las herramientas lingsticas ex
traordinariamente performativas ejemplifican las maneras en que los per
petradores deshumanizan a sus vctimas al sustituir percepciones y re
presentaciones previas de los seres humanos (p. 246). Una vez que se
ha completado este proceso, las vctimas son reducidas a datos puros y
a meras estadsticas. Al degradarlas de cualquier forma posible, el ltimo
estadio de la prdida de identidad moral se completa con estrategias
como la hambruna, la privacin, la suciedad, la impotencia, la tortura y
otras formas de humillacin.
La deshumanizacin como proceso cultural se traduce en un proceso
de propaganda reforzada que se convierte en la herramienta ms pode
rosa para completar la transformacin de las normas y obtener el apoyo
necesario para institucionalizar los crmenes. El lenguaje tambin es un
importante vehculo de institucionalizacin de los crmenes y por eso
es necesario recordar que las palabras y las frases son utilizadas en los
regmenes totalitarios de una manera especfica. Como argumenta Nor
man Neimark, los conceptos nuevos que se inventan, sin duda descri
ben, clasifican y recomponen los eventos del pasado para que se puedan
comprender en el presente.42 La limpieza tnica, por ejemplo, se uti
liz cada vez con ms frecuencia despus de mayo de 1992 y se con
virti en un trmino til para comprender la guerra que se libraba en
la antigua Yugoslavia (p. 3). Naimark argumenta que el objetivo de las
estrategias de limpieza tnica es deshacerse de la nacin "extranjera",
de la etnia o del grupo religioso y tomar el control del territorio que ellos
ocupaban previamente (p. 3). Todava tiene mayor inters la cuestin
de los procesos, en donde las palabras y las frases acuadas por los re
gmenes se convierten en distinciones reales conceptualmente hablando.
43. Naimark seala que el nacionalismo racial moderno fue una condicin sufi
ciente, mas no necesaria, para la limpieza tnica en el siglo XX . El Estado moderno tuvo
un papel fundamental en esta historia, tal y como estaba organizado de acuerdo con cri
terios tnicos, especialmente despus de la guerra de los Balcanes y la Primera Guerra
Mundial. De acuerdo con Zygmunt Baumann, esta alianza entre el nacionalismo mo
derno y el Estado posterior a la Primera Guerra Mundial fue fatal, particularmente para
los judos. Ibd., p. 7.
44. Ibd.yp. 8.
convierten casi invariablemente en objetivos de movilizacin y aniqui
lacin, crendose as un puente de transicin entre las estrategias que co
menzaron como una deportacin forzosa y que luego generaron ver
daderos genocidios.45 Las categoras socialmente construidas del
enemigo son elaboradas culturalmente de acuerdo con caractersticas ne
gativas. Dichas caractersticas se reifican en los regmenes totalitarios
porque el objetivo de stos es producir enemigos. Los signos de apari
cin del enemigo construido posibilitan el reverso de las normas. Las
violaciones de todo tipo de normas tnicas son las nuevas reglas de los
regmenes totalitarios. stas son las clases de ejemplos que nos aportan
los nuevos estudios basados en la obra de Arendt, que muestran que las
herramientas para matar han sido diferentes en cada una de las atroci
dades histricas cometidas en el siglo XX. Por ejemplo, la violacin la
usaron como arma de guerra diferentes grupos tnicos en la antigua Yu
goslavia; y ese arma adquiri un significado preciso al estar inmerso en
las mismas races culturales de los grupos sometidos, los mismos que se
pretendi aniquilar con dichas tcnicas. En Ruanda el genocidio tal vez
no se hubiese producido en tan gran escala sin la utilizacin de la radio
como una herramienta masiva de comunicacin que permiti estimular
a los hutus en la matanza de los tutsis.
La respuesta a la pregunta de qu hace que un juicio poltico sea
un buen juicio? la ilustraremos mejor si recordamos el modelo arend-
tiano de Eichmann: Arendt alcanz la madurez de su idea acerca del mal
al utilizar a Eichmann como un ejemplar de hombre comn y corriente.
No deseo revisar aqu toda la copiosa literatura escrita en torno a este
tema. El mismo debate me parece que ha sido suficientemente relevante
como para permitirnos cambiar sobre cmo pensamos acerca del tema
del mal. Arendt produjo un efecto ilocucionario, pero no tuvo la capa
cidad conceptual para defenderlo claramente.46Me gustara sugerir que
su modelo de Eichmann se puede considerar ejemplar porque tambin
ha permitido que otros estudios se inspiren en l para desarrollar pos
teriores trabajos de investigacin. Con su original uso de la cualidad or-
45. Ibd., p. 5.
46. Vase Mara Pa Lara, Introduction: Contcmporary Perspectives, en Mara Pa
Lara (ed.), Rethinking Evil, op. cit., pp. 1-14.
diara de los asesinos que cometen crmenes extraordinarios, Arendt se
mantiene firme en contra de toda la tradicin de pensamiento acerca del
tema dentro de la literatura, la tradicin teolgica y la filosfica. El suyo
era un concepto posmetafsico que defini el mal no a partir de una des
cripcin de la naturaleza del mismo, sino como la descripcin de un c
digo de moralidad que un hombre utiliz para alcanzar sus fines. Como
ejemplar de hombre ordinario, Eichmann se convirti en una figura ne
gativa que ilustra al burcrata cuyo carcter moral es superficial y dis
torsiona el marco de normas para poder acomodar sus actos a la visin
del mundo nazi. Sus actos muestran cmo un rgimen puede lograr que
una persona racionalice sus propias acciones para poder servir a los ms
altos propsitos de la poltica estatal de un Estado genocida. Inmerso en
la jerarqua social del rgimen nazi, Eichmann demostr que es abso
lutamente posible cometer un crimen siguiendo las nuevas reglas dise
adas por un rgimen totalitario. La visin de Arendt sobre el mal per
sonificado en Eichmann se aparta de todas nuestras conceptualizaciones
previas acerca del mal como productos de arrebatadoras pasiones (como
la ambicin, el odio, el orgullo y la envidia) y nos hacen ser conscien
tes del proceso de descenso hasta el corazn de las tinieblas, un giro que
cualquiera puede tomar cuando se enfrenta a una compleja encrucijada
histrica que requiere todo nuestro juicio moral.
La muerte y la doncella
1. Vase Claudia Card, The Atrocity Paradigm: A Theory of Evil, op. cit.
2. Vase Hannah Arendt, Eichmann in Jerusalem: A Report on the Banality of Evil,
op. cit.
En este captulo argumentar que la literatura, especficamente la
contempornea, ha podido captar esta idea a travs de la reelaboracin
de la idea de dao moral con una trama que ilustra perfectamente la
relacin de la que hablamos, y que queda articulada como un juicio re
flexionante, gracias al apoyo del efecto esttico con el cual la historia
est enmarcada. N o vamos a centrar la historia desde una perspectiva
psicoanaltica, sino ms bien en la idea de que el dao moral que une
el destino de dos personas se produce cuando ilustra el involuntario
efecto de convertirse en una relacin permanente que ata de manera per
versa a la vctima con su verdugo. Espero poder ilustrar esta dimensin
a lo largo de la descripcin del desarrollo de esta historia. As como an
tes hemos dicho que el modelo de Arendt inspir otros estudios simi
lares al suyo, en este caso me gustara proponer que la metfora pre
sentada por el autor de la historia que vamos a analizar est entrelazada
con la dimensin esttica de una pieza clave de la msica compuesta por
Schubert, La muerte y la doncella (el Cuarteto para cuerda en re me
nor [1826]), que sirve de conexin potica develatoria del concepto de
dao moral. El escritor chileno Ariel Dorfman3 escribi una obra de tea
tro que ejemplifica la nocin de dao moral a partir del relato de la vi
da de una mujer que padeci torturas y violaciones durante la dictadura
de Pinochet. El poderoso relato de Dorfman sobre la identidad frac
turada de esta mujer fue convertido posteriormente en una pelcula di
rigida por Romn Polanski y los papeles principales recayeron en Si-
gourney Weaver, que es la mujer que padece la accin en manos de su
torturador, que personifica Ben Kingsley. Este captulo analizar con
detalle dicha historia.
3. Cuando redact este captulo an no haba ledo el libro de Leora Bilsky, Trans
formativa Justice: Israeli Identity on Trial, en el que tambin se interesa por la obra de
teatro La muerte y la doncella, para analizar la escenificacin de un juicio cuando su pro
tagonista se encuentra con su torturador. N o es necesario decir que la interpretacin
de Bilsky es elocuente y que yo admiro su talento para vincularla con el tema principal
de su libro, es decir, cmo los juicios y los procesos de comprensin poltica contribu
yen a la reconfiguracin de las sociedades. Quiz hubiese sido mejor no haber ledo el
libro de Bilsky, dado que mi propia interpretacin se aparta radicalmente de la suya e
intenta iluminar un aspecto totalmente diferente de la obra de teatro. Vase Leora Bil
sky, Transformativa Justiceyop. cit., p. 87.
El dao moral como ejemplo del juicio reflexivo
4. Vase, por ejemplo, Annette Insdorf, Indelible Shadows: Film and the Holocausto
Cambridge, Cambridge University Press, 2003.
grfica de La muerte y la doncella (1994). Esto, sin embargo, no parece
una simple coincidencia, pues lo que resulta evidente cuando uno re
cuerda las pelculas dirigidas por Romn Polanski es que casi todas sus
obras estn relacionadas con el problema del mal.5En todo caso, su ver
sin del texto de Dorfman nos permite considerar algunos aspectos re
lacionados con el tema que luego sern explicados con detalle en este
captulo. Dichas cuestiones estn relacionadas con la idea del nexo
permanente entre el perpetrador y su vctima y la clase de fractura mo
ral que sufre la segunda. Dorfman hall una frmula literaria para ilus
trar esta realidad: en su obra, muestra el encuentro entre dos personas
que despus de muchos aos se vuelven a ver por casualidad. El con
texto histrico de este drama es real en muchos pases latinoamericanos.
Desgraciadamente, la idea de que uno se pudiera encontrar en cualquier
momento con su torturador se convirti en ms que una posibilidad en
los pases que, forzados a desarrollar la transicin hacia la democracia,
deban aceptar una especie de amnista para los militares y gobiernos to
talitarios. Con esa estrategia se evitaron ajustes de cuentas con los mi
litares con objeto de que stos no abortaran la transicin con amenazas
de golpes de Estado.6 As, Dorfman se centra en ilustrar esta tragedia
cuando la ejemplifica en el encuentro casual del doctor Miranda con una
de las personas que antes haba torturado. El doctor Miranda se da
cuenta de que el hombre al que presta ayuda en la autopista es, de he
cho, el marido de una persona que l tortur en su pasado reciente; y
ese mismo personaje es, ahora, el abogado encargado de la comisin que
investiga los crmenes cometidos durante la dictadura del rgimen de Pi
nochet (la pelcula nunca menciona a Pinochet o a Chile directamente;
de hecho, al inicio de la misma aparece un letrero que dice que la accin
sucede en un pas latinoamericano [...] despus de la cada de la dic
5. Adems de otras pelculas que se ocupan del problema del mal, Romn Polanski
tambin dirigi El pianista [The Pianist, 2002], acerca de un superviviente polaco del Ho
locausto. Polanski afirm que ahora estoy mucho ms afectado por el pasado que
cuando era joven. Cuando hace poco vi el documental de Frdric Rossif, Le Temps du
Ghetto (1961), me afect ms que cuando viv esa poca. Romn Polanski, citado por
Annette Insdorf, Indelible Shadows, op. cit., p. 241.
6. Para un relato muy interesante de este problema en Chile vase Steve J. Stern, Re-
membering Pinochets Chile: On the Eve of London 1998, Durham y Londres, Duke
University Press, 2004.
tadura). El drama se desarrolla entre estos tres personajes que se en
frentan con el pasado.7
En la pelcula, el teatro es tanto la fuente de inspiracin como su cen
tro narrativo.8 En la interaccin entre el teatro y la realidad, el drama
se desenvuelve frente a nosotros. La accin comienza despus del ocaso
de la dictadura (de Pinochet). Hay tres personajes: Paulina Escobar,
cuyo nombre de soltera es Lorca, posiblemente en alusin al gran poe
ta espaol (papel representado por Sigourney Weaver), su marido Ge
rardo Escobar (Stuart Wilson) y el doctor Roberto Miranda (papel que
representa Ben Kingsley). En la primera escena vemos a Paulina y a su
marido en una sala de conciertos, mientras los msicos se preparan para
tocar La muerte y la doncella de Schubert. Ella busca desesperadamente
a alguien entre el pblico. Su marido, comprendiendo su estado de nimo,
toma su mano brindndole apoyo. La siguiente escena comienza con
una gran secuencia en flashback que ser clave para interpretar el resto
de la pelcula. En ella vemos a Paulina de nuevo, sola, preparando ner
viosamente la cena durante una tormenta. Mientras la tormenta conti
na, vemos que lleva su cena hasta un armario, se encierra en l y ah
comienza a comer mientras lee el peridico. Poco despus sabemos que
la persona que espera es su marido. l llega tarde porque tuvo un acci
dente; a su coche se le pinch una rueda y busc ayuda en una persona
(el doctor Miranda) que pasaba por all. Cuando ambos se dan cuenta
de que su rueda de repuesto tampoco serva, el doctor Miranda se
ofrece a llevarlo a su casa. En el camino a casa de Escobar, Gerardo le
comenta que es abogado y que ha sido nombrado por el gobierno para
encabezar la comisin investigadora de muertes y torturas durante la
dictadura (de Pinochet). El doctor deja a Gerardo frente a su casa y ste,
cuando entra, observa a Paulina, quien teme ser vista y por eso estaba
oculta, y sale a su encuentro. Cuando Gerardo cena con la comida que
11. Periodistas de todo el mundo llamaron a este suceso histrico el efecto Pino-
chet. La expresin describe las iniciativas que se fueron multiplicando en contra de
los lderes autoritarios, una vez que la polica britnica acept la orden de arresto dic
tada por Garzn (Ignacio Cembrero, El efecto Pinochet, El Pas, 6 de febrero de
2000). El efecto Pinochet inspir a los especialistas en derecho para revisar los antece
dentes en el mbito internacional como hizo, por ejemplo, Human Rights Watch en
su investigacin titulada The Pinochet Precedentyuna revisin de los procedimientos ju
diciales en contra de dictadores. Un asesor legal de la Comisin para los Derechos Hu
manos de las Naciones Unidas tambin argument: El mensaje para las nuevas de
mocracias es que no se puede vivir con miedo; para avanzar como pas y como sociedad
se tiene que encarar el pasado. Estas personas no pueden estar por encima de la ley (An
thony Faiola, Pinochet Effect Exposes Once-Untouchable Ex-Dictators, Herald
Tribune, 7 de agosto de 2000; las cursivas son mas). Otro periodista de The New York
Times escribi que repentinamente los temas tab de las desapariciones y las torturas
ocuparon los titulares diarios en los medios masivos de comunicacin, mientras los pe
riodistas daban noticia de los cargos formulados contra [Pinochet] por fiscales en Es
paa, Blgica, Francia y otros pases. Los grupos locales de defensa de los derechos hu
manos resucitaron y comenzaron a reorganizarse de manera espontnea (Clifford
Krauss, Pinochet, at Home in Chile: A Real Nowhere Man, The New York Times, 5
de marzo de 2000). En consecuencia, el efecto Pinochet condujo a las sociedades lati
noamericanas a retomar la tarea fundamental de vincular sus transiciones a la democracia
con sus pasados autoritarios. Ms an, dichas sociedades iniciaron este proceso deve
lando pblicamente la identidad de los criminales que haban conducido a los habitan
tes de sus pases a cometer actos de genocidio y a violar el derecho internacional. A partir
del 8 de agosto de 2000, Pinochet se enfrent con el sistema legal chileno por diversos
cargos, entre ellos uno de corrupcin que permiti que un juez le retirase la inmunidad
de que gozaba. En el momento de redactar este libro, Pinochet viva en una casa de de
tencin y esperaba el desenlace legal de diversos cargos por los actos cometidos durante
su dictadura. A mediados de noviembre del ao 2000, el ex presidente estadounidense
Bill Clinton orden la desclasificacin de 16 mil documentos que probaban la partici
pacin de la CIA en el golpe de Estado chileno de 1973 y todas las estrategias secretas
de la agencia para derrocar el gobierno del presidente Salvador Allende. El documento
oficial detalla que esta informacin tambin fue solicitada por el juez Garzn.
12. Vase Steve J. Stern, Remembering Pinocbets Chile, op. cit.
tral: el hacer y deshacer una legitimidad poltica y cultural a pesar de ha
ber tenido gobiernos violentos y de terror. En la lucha por ganar los co
razones y las mentes en Chile, la cuestin de la memoria se convirti en
estratgica poltica, moral y existencialmente antes y despus de la
dictadura.13 Los usos de la memoria facilitan un espacio en la esfera p
blica donde se producen las luchas y guerras de la memoria. Esta din
mica se dibuja como el centro de atencin de estudios recientes, ya que
ahora somos conscientes de cmo estas luchas desempean un papel im
portante para forjar un futuro a partir de una transicin democrtica que
equivale a una ruptura con su pasado totalitario. Para naciones como la
chilena, durante los aos 1970 a 1980, la nica fuente de reflexin po
sible era utilizar historias parecidas a la que escribi Dorfman para ge
nerar una conciencia colectiva.14Ya que la memoria es el sentido que atri
buimos a nuestras experiencias, historias como la que representa La
muerte y la doncella son tiles para abrir las guerras de la memoria e ini
ciar el debate pblico contra el olvido. Steve Stern ha llamado a esta clase
de memorias las memorias de una ruptura no resuelta porque perso
nifican el trauma del dolor, el temor y la incertidumbre,15 cuyas con
secuencias generan, en muchos de los individuos testigos de esos pe
rodos, la eventual prdida de su identidad. Una historia metafrica
como sta tambin es til para desarrollar la construccin colectiva de
la verdad como un proceso de autoexamen y reflexin crtica. Esta ver
dad, argumenta Stern, comenz por clarificar que al negar la realidad de
la tortura, la desaparicin y la ejecucin de muchos seres humanos se
ocultaban aspectos cruciales de estas realidades, especialmente los de
talles especficos del destino individual de las vctimas. Una vez que la
negacin total ya no era una opcin, la amnista como pacto social im
pidi que la bsqueda de la verdad se pudiera ligar al mismo proceso de
definicin de la justicia transicional. Con ello el general Pinochet y otros
2. Andreas Huyssen, Present Pasts: Urban Palimpsests and the Politics of Memory,
Stanford, California, Stanford Universisty Press, 2003, p. 13.
3. Anson Rabinbach asegura que si no existiera algn tipo de coincidencia entre Jas-
pers, Heidegger, Horkheimer y Adorno sobre la naturaleza de la catstrofe, yo argu
mentar que cada uno de estos pensadores intenta narrar el suceso como la apoteosis de
la tradicin occidental y, de manera simultnea, observarlo como una profunda ruptura
con dicha tradicin. Anson Rabinbach, In the Shadow of Catastrophe: Germn In-
tellectuals Between Apocalypse and Enlightenment> Berkeley y Londres, University of
California Press, 1997, p. 19.
4. Para llegar a esta conclusin me inspir en el ensayo de Manuel Cruz La vida en
tendida como ensayo general: sobre traumas, catstrofes y calamidades, que l present
en forma de conferencia en Barcelona, en julio de 2004. Estoy en deuda con l por sus
intuiciones y por el permiso que me concedi para citar su texto.
tual entre la perspectiva negativa y algunos efectos positivos que se pro
ducen tras determinados momentos histricos de crisis. En este punto
centrar mi texto.
El ejercicio colectivo de la memoria ha desempeado un papel im
portante respecto a lo que significa la ruptura con la modernidad tras
los sucesos de Auschwitz, aunque lo ha hecho ms bien de una manera
ambigua. Por esta razn, Andreas Huyssen cree que las formas en que
consideramos la complejidad de los eventos del Holocausto han con
ducido a una especie de paradoja global.5 Esta paradoja consiste en de
finir el Holocausto como un paradigma del mal. Pero si esto es acep
table, entonces es que hemos modificado lo que hizo Adorno con su
juicio reflexionante en un juicio determinante, generado por el efecto
paradjico de colapsar cualquier suceso histrico tras la vitrina de lo que
ocurri en Auschwitz como si ste suceso se convirtiera en una defini
cin general de toda la crueldad humana, es decir, en un paradigma. El
problema estriba en que en vez de utilizar el juicio de Adorno para desa
rrollar una comprensin ms profunda acerca de otras catstrofes, a
travs de nuevas distinciones y en relacin con lo que hemos aprendido
despus de Auschwitz, hemos convertido el concepto de Holocausto en
un tpico al que se le suele dar una fuerza paradigmtica sin que detrs
posea el apoyo reflexivo de distinciones crticas necesarias y de una re
visin ms frontal sobre los problemas que esta forma de pensar ha po
dido generar. Precisamente porque funciona como una teora general,
se ha convertido en un juicio determinante. Me parece que la nica
forma de no seguir cayendo en este error conceptual, que debilita la
fuerza de las definiciones, es tratar de cuestionar lo que est equivocado
con relacin a las dos posiciones hegemnicas que forman parte de la
definicin paradjica del tema del Holocausto como paradigma del mal:
en un extremo encontramos a los que sacralizan el Holocausto6 y uti
lizan este concepto como sinnimo de trminos como lo inefable, lo
7. Tzvetan Todorov, Memoria del malytentacin del bien: indagacin sobre el siglo
XX, Barcelona, Pennsula, 2002, p. 196.
8. En relacin con esta posicin particular, ya existen muchas revisiones crticas.
Vanse Tim Col, Images of the Holocausto op. cit.; tambin Peter Novick, The Holo-
caust in American Life, Boston, Houghton Mifflin, 1999.
podemos exorcizar futuros males slo con la voluntad. Rechazar la ma
nifestacin de algo significativo acerca del mal, y el colapso de cualquier
especificidad en un solo episodio singular, son las dos caras de la misma
moneda. Ningn conocimiento deriva de ambos extremos. El aprendi
zaje moral slo se puede forjar cuando nos sometemos a un dilogo
abierto, al debate crtico donde nuestros juicios pueden cuestionar a
otros y revisarlos. A travs de estos debates pblicos somos capaces de
darnos cuenta de que cada atrocidad histrica aporta algo nuevo en
nuestra comprensin acerca de la crueldad humana y de que es posible
conceptualizarla y comprenderla a partir de diagnsticos concretos, cla
ros y crticos.
Los peligros de sacralizar o banalizar el Holocausto convirtindolo
en un paradigma del mal nos pueden conducir a diferentes resultados.
Los polticos, por ejemplo, no desean utilizar los trminos legales que
fueron creados a partir de 1945, despus del Holocausto, para describir
los crmenes contra la humanidad. Saben muy bien que cuando se re
fieren a una atrocidad histrica llamndola genocidio o limpieza tnica
esto significa que la comunidad internacional deber tomar acciones
contra este tipo de eventos.9 Como dijo Samantha Powers, la paradoja
problemtica de nuestros juicios histricos es que una vez que se acep
tan determinadas descripciones tienen que ser respaldadas con reac
ciones internacionales para resolver los problemas que se perciben bajo
ciertas condiciones especficas.10Por eso debemos dedicar una atencin
muy especial entre lo que ocurre y cmo se re-presenta en su descrip
cin en el mundo pblico, y en cmo alertar a la comunidad internacio
nal para que cuando una descripcin nos indique el peligro de que apa
rezcan nuevos conflictos, podamos reaccionar a tiempo frente a ellos.
Nuestra comprensin del sentido de aprender de las catstrofes slo
ser posible si logramos visualizar los resultados de esos conocimientos
traducidos en propuestas institucionales de acciones legales para impe
dir que determinados crmenes se vuelvan a cometer y tambin para en
juiciar a aquellos que ya se han cometido.
16. Ruti G. Teitel, TransitionalJustice, op. cit.9p. 85. Las subsecuentes referencias a
pginas de esta obra se citan en el cuerpo del texto.
se producen a travs de la representacin explcita que engloba la cate-
gorizacin de los hechos controvertidos, en particular la naturaleza y
justificacin de la violencia poltica precedente (p. 85).
He ofrecido un claro ejemplo de las implicaciones ticas y polticas
de esta clase de narrativa transicional al estudiar la obra de Hannah
Arendt en Eichmann en Jerusaln: un estudio sobre la banalidad del mal.
Como hemos dicho en varios captulos anteriores, su reportaje nos
presenta un argumento normativamente sostenido a travs de la yuxta
posicin del tema de la responsabilidad de Eichmann como un agente
del crimen y con su papel de perpetrador frente a millones de vctimas.
Las formas en que algunas narrativas movilizan el debate crtico y la re
flexin nos dan una idea de cmo el espacio colectivo de la memoria es
un lugar de visiones conflictivas. Es importante concentrarse en el as
pecto constructivo de este espacio para as comprender cmo la rendi
cin de cuentas es posible a partir de principios de documentacin, de
representacin y de narrativas sucesoras que informan respecto a la na
turaleza del dao moral. Por eso entendemos que la construccin de la
memoria colectiva y el proceso de ajuste de cuentas estn ligados inex
tricablemente. Juntos forman la base de la idea normativa de aprender
de las catstrofes. Las exploraciones narrativas de los espacios negativos
las omisiones, las exclusiones, los puntos ciegos deliberados que
constituyen el mapa del pasado se hallan investidas de una energa
orientada a tratar de modelar un futuro diferente. La fuerte base norma
tiva que subyace al concepto de aprender de las catstrofes muestra que
la bsqueda de reconstrucciones histricas crticas nos puede hacer ver
nuevos sentidos dentro de la esfera del orden poltico global.
El diseo de diferentes futuros en lugares donde antes ha existido
la violencia estatal, por ejemplo, precisa que un nuevo orden poltico
exija rendir cuentas sobre los crmenes estatales del pasado al rgimen
legal democrtico. Como dice Ruti Teitel, en estas circunstancias ex
traordinarias de injusticias pasadas, que a menudo han sido apoya
das por el gobierno y en las que por esa misma razn el argumento
de la impunidad adquiere un sentido nuevo (p. 28), es necesario mar
car una ruptura. Como concepto gua, el hecho de aprender de las ca
tstrofes demuestra que la reconstruccin histrica del desarrollo de
la ley, en el contexto de localizar el dao moral en su traduccin como
delito, ha desempeado un importante papel desde la Edad Media.17
Nuestra comprensin de la relacin que existe entre la ley y la justicia
ha dado un gran salto hacia delante y ha tenido un profundo impacto
global como resultado de los procesos de Nremberg y del mensaje
normativo que este esfuerzo colectivo intent transmitir ms all de la
idea de que se trataba del ajuste de cuentas por parte del ganador
frente al rgimen derrotado. Este esfuerzo de comprensin histrica
examin si la violencia era justa o injusta.18El ncleo normativo
de nuestras concepciones sobre la violencia ha estado ligado a la con
dena de la violencia poltica pasada y al deseo de establecer juicios
como el escenario legal donde cabe definir el sentido de la injusticia es
tatal. Con ello se ha puesto nfasis en que nadie est ms all de la ley
y que estos esfuerzos son el resultado de nuestras reconstrucciones his
tricas, con las que hemos examinado crticamente los efectos de la vio
lencia estatal.
Al afrontar atrocidades pasadas, es posible decir que hemos ad
quirido un nuevo sentido acerca de la forma en que las instituciones
materiales de la justicia pueden tener un papel relevante para prevenir
nuevos delitos y as comenzar con un nuevo proyecto poltico. Hemos
visto, por ejemplo, que algunos juicios del pasado no slo han permi
tido la condena de la violencia pasada, sino que tambin han servido
como instrumentos de legitimacin del proceso legal como el signo
ms significativo del futuro de cualquier democracia. La investigacin
de Teitel demuestra que el contexto histrico es el aspecto ms rele
vante de esta tarea colectiva, pues, como ella argumenta, se trata de un
momento transicional en el que la definicin de un futuro diferente es
una declaracin de intenciones. Sin embargo, no podemos decir que
30. Walter Benjamin, Theses on the Philosophy of History, op. cit., p. 257. Las
subsecuentes referencias a pginas de esta obra se citan en el cuerpo del texto.
remos insistir en que mientras sigamos siendo humanos no dejarn de
surgir nuevas formas para destruirnos ni tampoco habr una manera
de expresar con un solo juicio la serie de acciones destructivas que ge
neramos. La advertencia de Benjamin es que debemos prestar atencin
al conocimiento de las atrocidades del pasado y que el papel de los na
rradores es fundamental para ello. Si es verdad que estamos condena
dos a vivir entre catstrofes y que nuestra tarea moral es estar alerta ante
cualquier narrativa que nos permita entender la verdad de lo que ha
ocurrido, entonces debemos reconocer que no existe un juicio final. El
Angelus Novus de Benjamin contempla las atrocidades del pasado a tra
vs de su comprensin no lineal de la historia y por eso afirma que es
una sola catstrofe que sigue amontonando ruinas sobre ruinas y que
esta catstrofe le roza los pies (p. 258). Su ngel no est inmvil, sino
que se ve forzado a moverse porque una tormenta le empuja hacia el
futuro (p. 258). Necesitamos distinguir entre las narrativas que nos
brinda la historia para as romper el continuum de una gran catstrofe
que pesa sobre todo el pasado. Benjamin saba muy bien que la cone
xin entre el pasado y el futuro era importante y trat de articularla con
su perspectiva crtica acerca de las posibilidades de la experiencia y la
esperanza. Con la visin crtica de Benjamin acerca de la idea del pro
greso llegamos al ltimo estadio del contenido conceptual de nuestra
categora para aprender de las catstrofes. N o podemos albergar una es
peranza mesinica como la que tuvo Benjamin, sino que nuestra con
ciencia sobre las catstrofes nos debe permitir establecer un nexo entre
el concepto de aprender de las catstrofes y el conocimiento histrico
que obtenemos al examinar dicho conocimiento con espritu crtico.
En esta coyuntura podemos desarrollar otras distinciones y movernos en
el territorio de la comprensin de cada episodio histrico en particu
lar como resultado de nuestros juicios reflexionantes, algo que est
implcito en la dinmica dialctica de nuestros horizontes de experiencia,
unidos a nuestros horizontes de expectativas. Como argumenta Reinhart
Koselleck, la esperanza y la memoria o, para expresarlo de forma ms ge
neral, la expectativa y la experiencia porque la expectativa engloba
ms que la esperanza y la experiencia es ms profunda que la memo
ria constituyen simultneamente a la historia y su conocimiento y
lo hacen al evidenciar la relacin interna fundamental que existe en
tre el pasado y el futuro.31 Con el concepto de aprender de las cats
trofes deseamos restaurar la idea de que cuando comprendemos las pa
sadas atrocidades, el hecho de distinguir entre stas nos habilita para ob
tener un mayor conocimiento moral. Ahora la conciencia moral se
convierte en el marco que construimos para poder vislumbrar un fu
turo diferente.
31. Reinhart Itoselleck, Futures Past: On the Semantics of Historical Time, Cam
bridge, The MIT Press, 1985, p. 270.
Eplogo
1. Hannah Arendt, Responsibility and Judgement, Jerome Kohn (ed.), Nueva York,
Schocken, 2003, p. 22. Las subsecuentes referencias de pginas de esta obra se citan en
el cuerpo del texto.
munidad con [la] compaa elegida al pensar en ejemplos, es decir, en
ejemplos de personas muertas o vivas, reales o ficticias, en ejemplos
de incidentes del presente o del pasado (p. 146). Por eso podemos es
tar de acuerdo con Arendt cuando concluye que negarse a juzgar el todo
por no desear o no tener la habilidad para elegir nuestros ejemplos o
nuestra compaa, y por no poder o no desear relacionarse con otros a
travs del juicio, conduce a un skandala [<escndalo] real; [se trata de] un
tropiezo real que no puede conmocionar el poder humano porque no
lo han causado humanos ni motivos comprensibles. Ah, precisamente,
yace el horror y al mismo tiempo la banalidad del mal (p. 146; la cur
siva es ma).
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