Del Carlismo Al Nacionalismo Burgués - Beltza
Del Carlismo Al Nacionalismo Burgués - Beltza
Del Carlismo Al Nacionalismo Burgués - Beltza
DEL CARLISMO
AL NACIONALISMO
BURGUS
EDITORIAL TXERTOA
PLAZA DE LAS ARM ERIAS, 4
SAN SEBASTIAN
1
Emilio Lpez
Editorial Txertoa San Sebastin
EDITORIAL TXERTOA
Plaza de las Armeras, 4 San Sebastin
Apartado 767 Tel. 46 09 41
Depsito Legal: BI 832 -1978
ISBN 84 -7148 039 - 5
2
ndice
INTRODUCCIN .......................................................................................................................5
8. El neocarlismo........................................................................................................................................................... 51
3
6. Las premisas econmicas, sociales y polticas del triunfo nacionalista en 1914-1918 .................................. 139
3. Condiciones de base durante el desarrollo de la clase obrera de origen vasco .............................................. 168
4
INTRODUCCIN
Dentro del nacionalismo vasco siempre ha existido el vicio de la historia, de una historia
militante: desde que Sabino de Arana empez su proselitismo con un librito que se pretenda
histrico (Bizkaya por su independencia, 1892), muchos nacionalistas han escrito sobre el
pasado del Pas y con argumentos histricos han venido siempre aderezadas las
argumentaciones sobre la legitimidad y el porvenir de la causa vasca. Esta persistencia y esta
importancia de la historia dentro de la poltica nacionalista pare ce estar atada a dos
motivaciones: una, la necesidad de recuperar nuestra propia identidad, sometidos como hemos
estado y estamos a una negacin oficial de nuestra propia existencia como nacin diferente;
otra, la voluntad de legitimar con la tradicin y e l sempiterno espritu de la raza unas
opciones polticas cuyas races fundamentales estaban en los intereses de clase actuales de sus
promotores. Este segundo aspecto ha llevado a mil falsificaciones y manipulaciones y ha
desprestigiado, desde un punto de vista cientfico, a buena parte de la historia ad
demostrandum que formaba la mayor parte de los textos en los que, jvenes y hace aos,
bamos a buscar nuestro pasado nacional y las razones de la legitimidad de nuestra lucha.
Habra que pensar que hoy en da la historia debiera de empezar a interesar menos. La
evidencia del hecho naconal vasco se est imponiendo, y lo que antes habamos de probarnos
a nosotros mismos frente a una realidad oficial opaca y culpabilizadora, a travs de mil
combates dialcticos e incluso morales, es hoy, por el contrario, una realidad inmediata para
los nios de nuestras ikastolas, para los jvenes que manifiestan y militan y, en parte, para
toda la sociedad. Aadamos que nuestro pueblo ha cambiado mucho con respecto al del siglo
pasado; la industrializacin masiva ha penetrado casi hasta el ltimo recoveco y la crisis de la
civilizacin agraria tradicional es agudsima. Las motivaciones polticas estn en relacin con
las contradicciones de una sociedad fundamentalme nte urbana e industrial, que ms que una
continuidad de la tradicional parece una violenta negacin de sta. De aqu que pueda
suponerse que las argumentaciones sobre las bases de las actitudes militantes tengan que estar
ms en relacin con los problemas de la sociedad actual que con las lejanas bases histricas
de tal situacin.
5
Por eso, la tarea del militante metido a historiador parece cada vez menos necesaria. Una
tradicin dentro del nacionalismo y una urgencia por recuperar nuestros orgenes explican, sin
duda, que aun hoy en da haya un gran inters por la historia entre nosotros; sin embargo, es
posible que en cuanto las grandes lneas de nuestro pasado hayan quedado claras, su
profundizacin y sobre todo la descripcin precisa de sus detalles vuelva al redil de los
historiadores profesionales. Claras las bases, el anlisis de la sociedad actual y, sobre todo, la
propuesta imaginativa y realista de unas opciones revolucionarias pasarn a ser unas tareas
mucho ms directamente ligadas a las luchas cotidia nas, y atraern lo principal de la
teorizacin. Por mi parte, quisiera con este trabajo terminar con mi exposicin de los orgenes
del nacionalismo; terminar, evidentemente, no significa ni decir la ltima palabra cientfica ni
dejar ya mis hiptesis como logros definitivos. Mucho queda todava por clarificar y precisar,
y se puede tener la seguridad de que este trabajo ser rpidamente superado. Otro es su
propsito: la situacin empuja hacia los trabajos sobre la actualidad y el futuro a los que he
hecho referencia y, al mismo tiempo, he sentido una especie de malestar interno constante
ante lo incompleto de las tesis sobre el carlismo y el primer nacionalismo que aparecen en El
nacionalismo vasco. 1876-1936. La acogida hecha por amplios sectores de la izquierda
abertzale a aquel trabajo, me ha llevado a suponer que un esfuerzo para precisar aquellos
puntos podra ser til para aclarar esa cuestin de los orgenes del movimiento nacionalista;
este intento est hecho desde las mismas premisas filosficas y polticas del primer trabajo y,
por ello, obedece a los mismos objetivos militantes. As, desde la ptica de la izquierda
revolucionaria vasca, sera deseable que nuestra propia visin sobre los orgenes del
patriotismo euskaldun llegara a ser lo suficientemente clara como para que ya determinados
fantasmas no nos angustiaran; eso sera sentar ya unas bases lo suficientemente claras como
para poder mirar tranquilamente el presente y hacia el futuro.
No olvidemos que determinados tpicos nos han perseguido siempre. Una cierta tendencia a
identificarnos con los carlistas populares decimonnicos ha estado siempre acompaada del
espectro del carcter reaccionario atribuido globalmente al carlismo; los propios orgenes del
nacionalismo han sido regularmente explicados por autores diversos como un movimiento
basado en los intereses del gran capital1 , etctera. Evidentemente, aclarar estos puntos no
1
Gregorio de Balparda hablaba ya de la plutocracia como manejadora del nacionalismo vasco (ver Errores
del Nacionalismo Vasco, 1918, pgina 64), aunque Balparda saba distinguir bien entre esa plutocracia y los
grandes capitalistas espaolistas a quienes serva l mismo. Cuando A ntonio Ramos Oliveira recoge esta
6
puede llevarnos al extremo opuesto, a ver slo movimientos populares, justos y progresistas
en todos esos hitos identifcativos de nuestra propia historia: la mentalidad extremamente
reaccionaria de Sabino de Arana y la mediatizacin del nacionalismo popular por la burguesa
local entre 1904 y 1923 son asimismo elementos reales. Pero si este trabajo consigue aclarar
cul fue la participacin de las diversas clases sociales en esos aspectos polticos de nuestra
historia y, con ello, nos permite una comprensin del papel de las clases populares, de sus
motivos y de sus alienaciones, habra conseguido su objetivo y su auto r podra permitirse el
no volver a insistir sobre el mismo tema.
Las guerras carlistas del siglo XIX dieron a sus contemporneos la impresin de que se
estaba produciendo la liquidacin de todo lo que constitua la base cvico-poltica del pueblo
vasco. De aqu la angustia con que se vivi y la dureza con que se mat. 2
En las pginas siguientes trataremos de detallar la amplitud de la crisis interna del sistema
vasco y la incidencia sobre esta crisis de la legislacin liberal y centralista que se le impone al
Pas en el siglo pasado. Conforme a la hiptesis que se va a desarrollar, la introduccin de la
afirmacin (La unidad nacional y los nacionalismos espaoles, Mxico 1969, pg. 145) el nacionalismo queda
ya en instrumento de la plutocracia vizcana a secas. Tuon de Lara (La Espaa del siglo XX, 1966) cita sin
crtica alguna a Emilio G. Nadal, quien dice: El nacionalis mo cataln y su hermano ms joven, el vasco, surgen
en la Espaa del siglo XX en el seno de la burguesa industrial y financiera, la nica cla se que poda
engendrarlos. El p ropio Pierre Brou (La rvolution et la guerre d`Espagne, 1961) atribuye a los empresarios
vascos, sin mayor precisin, las tendencias centrfugas y el separatismo.
2
Sntesis de la Historia del Pas Vasco, Madrid, 1974, pg. 167, siguiendo a Ildefonso de Gu rruchaga.
7
mentalidad burguesa sobre la propiedad y la explotacin de la tierra va a ser un elemento
bsico dentro de la liquidacin del sistema agrario tradicional, y va a ser sentida as por los
campesinos. Ms especficamente, las leyes desamortizadoras eran los instrumentos jurdicos
ms precisos de esta nueva redistribucin y reconcepcin de la propiedad; as, el liberalismo y
el centralismo aparecan claramente ligados a la ofensiva contra la estructura tradicional de la
vida vasca y no ha de extraarnos que la defensa de sus propias condiciones tradicionales de
existencia llevara a los campesinos a reclamarse ideolgicamente de la religin, los fueros y el
carlismo. Esta relacin ha sido ya sealada por varios autores 3 , sobre todo recientemente; en
este trabajo trataremos de detallarla con suficiente precisin.
Esta crisis de base explica las condiciones de presin econmica y descomposicin social en
que se produce el movimiento carlista. Sin embargo, ste no es una simple revuelta de los
campesinos pobres y de los arrendatarios; hay a nivel local un bloque carlista que incluye a
artesanos y a la nobleza local, por no citar a comerciantes y rentistas despus de 1868. El
problema de la forma precisa tomada por la insurreccin carlista y, en especial, de la direccin
del movimiento por los propios sectores tradicionalistas de las clases dominantes, es una
cuestin bsica. En su anlisis se encuentra la clave del carcter popular y de justicia que tiene
la base artesana y campesina, coexistiendo con el carcter reaccionario y
contrarrevolucionario de la direccin poltica; asimismo, la apartenencia de los dirigentes a las
clases dominantes explica la posibilidad del compromiso y del pacto con los liberales, cuyos
dirigentes eran miembros de fracciones diferentes de esos mismos acaparadores de la
extraccin hecha sobre los campesinos y las capas populares. Pero la facilidad con la que la
base se pliega a las traiciones de sus dirigentes sera incomprensible sin una determinada
actitud social y cultural de aceptacin del natural papel dirigente de los jauntxos locales.
Normalmente, el campesinado es una clase fragmentada, especialmente en los pases, como el
nuestro, d propiedad y habitacin divididas y separadas. Hasta la aparicin de la sociedad
industrial, sus movimientos armados toman la forma de revueltas, levantamientos, sedic iones,
matxinadas..., pero nunca la de revoluciones; no hay un proyecto de transformacin de la
sociedad que comporte la toma del poder por los campesinos, sino que su objetivo se limita a
recuperar parcelas de poder local acaparadas por nobles, villas o estado, as como a disminu ir
la importancia de la extraccin en dinero y cosechas a que instituciones y clases dominantes
3
Citemos el clsico trabajo de Gerald Brenan, The Spanish Labyrinth, 1960. Ver especialmente la pg. 145 (de
la edicin francesa, Pars 1962).
8
les someten. A partir de la Revolucin francesa de 1789 vemos a los campesinos contribuir a
la obra revolucionaria; a la burguesa en esta fecha, a la que pudo ser socialista en la Rusia de
1917. Ms recientemente, su papel aparece decisivo en las revoluciones de China, Argelia,
Cuba, Vietnam, Camboya y otras 4 .
En el caso de las guerras carlistas, nos encontramos ante unas insurrecciones propias de la
poca preindustrial, aunque ya la mentalidad burguesa est presente en la ideologa liberal y
en la redistribucin de la propiedad de la tierra. No hay por parte de las masas campesinas
vascas ni un proyecto revolucionario propio ni tampoco una actitud de revuelta mesinica
totalizadora y radical5 . Se trata ms bien de una resistencia contra la introduccin del
capitalismo agrario, contra la ofensiva de la mentalidad burguesa cara a la sociedad
tradicional; es, probablemente, un fenmeno parecido al de la resistencia vendeana contra la
Revolucin francesa, cuando campesinos y nobles locales continan una lucha que ya vena
desde mediados del siglo XVIII contra los burgueses que queran imponer su visin del
mundo, su poder y su racionalidad econmica. Estos burgueses compradores de bienes
nacionales pueden, as, asimilarse a nuestros liberales que adquieren tierras desamortizadas.
4
Sobre los campesinos y las revoluciones de este siglo, un texto b sico es el de Eric Wolf, Les guerres
paysannes du vingtime sicle, Pars 1974 (traduccin francesa; 1. edicin inglesa en 1969).
5
Co mo fue el caso de la Guerra de los Campesinos en el primer cuarto del siglo XVI en A lemania. Merece la
pena leer a F. Eengels Der Deutsche Bauernkrieg, 1875 (traduccin francesa, La Guerre des paysans en
Allemagne, Pars 1936), as co mo a E. Bloch, Thomas Mnzer, als Theologe der Revolution, 1921 (traduccin
espaola, Tom Munzer, telogo de la revolucin, Madrid 1968).
9
Los rsticos, cuando se encuentran confrontados con el mundo exterior, tienden a sacar sus
lderes de entre esos mediadores naturales que, con respecto a las fuerzas extraas de la
sociedad englobante, son los pequeos notables, los curas y adems, cuando no estn en
conflicto directo con los campesinos, los seores locales6 .
Estas observaciones nos introducen el concepto bsico de la mediacin. Podemos aceptar que
en la sociedad tradicional los centros fundamentales de decisin y de extraccin de los
productos agrarios escapan al control de la sociedad campesina: el Estado, la Iglesia, la
ciudad, el seor, se colocan a una cierta distancia de la comunidad de los campesinos
directamente productores. Dicho de otro modo, la sociedad campesina aparece rodeada de una
sociedad englobante que, en ltima instancia, determina los lmites y las condiciones de la
autonoma campesina. Conforme avanza el desarrollo de la burguesa y de la industria, los
conflictos ligados a la penetracin de la sociedad englobante en la vida local ganan en
agudeza, hasta que la fuerza de resistencia aldeana sea quebrada o liquidada. La legislacin
general, en especial en los aspectos referentes a las reglas de la herencia o a la concepcin del
derecho de propiedad, es una de las principales fuentes de conflictos entre sociedad rural y
sistema englobante; los aspectos lingsticos de este enfrentamiento son tpicos, ya que la
autonoma cultural est ligada a las formas de vida locales, y su persistencia se opone a la
legislacin y la economa unitarias.
Sin embargo, entre la comunidad de pobres rsticos y la sociedad englobante existen grupos
sociales intermediarios: son los notables locales, que por sus orgenes y sus formas de vida
pertenecen a la comunidad campesina, mientras que por su situac in de clase pertenecen a la
sociedad eglobante donde las decisiones se toman y donde las clases dominantes aprovechan
la extraccin sufrida por los campesinos. A esta posicin intermediaria, los notables aaden
unas relaciones de jerarqua significativa hacia los campesinos, relaciones cod ificadas y
aceptadas por la costumbre y la tradicin. No olvidemos que el ser bueno para sus aldeanos
es ms bien una necesidad econmica que un reflejo de la nobleza del alma; ofreciendo paz y
proteccin, logrando del aldeano un reconocimiento moral y social, el notable local, el seor,
legitimaba sus exigencias en productos y dinero, haca llegar regularmente a su casa las
ofrendas rituales y, en ltima instancia, se converta en un hbil acumulador de fuerza de
trabajo.
6
Artculo Civ ilisation rurale, Enclycopaedia Un iversalis, vol. 14, pgina 511, Pars 1968.
10
En esta situacin, aceptado como cabeza natural de la comunidad campesina y colocado en
una postura intermedia que la haca aparecer como capaz de comprender, explicar e incluso
influir sobre la sociedad englobante, era natural que el notable hiciera el papel mediador entre
sta y la sociedad campesina. Esta mediacin no se traduce slo en explicaciones e
influencias; a veces toma la forma de direccin y manipulacin de los enfrentamientos
violentos entre ambas sociedades 7 . En nuestro Pas, donde la persistencia de las antiguas
gens conecta probablemente con la intrincada red de parentescos, protecciones, venganzas
familiares, etc., que forma la estructura familiar de las guerras de banderizos medievales, esta
doble relacin de dependencia (es decir, de explotacin y de proteccin a la vez) entre
nobleza local y campesinos, llega probablemente hasta el siglo XIX en estado bastante
operativo; el tipo de arrendamientos a largo plazo facilita, sin duda, que este carcter
natural de la mediacin fuera admitido sin crtica alguna por la mayora de la poblacin
campesina. De aqu la naturalidad con que la masa carlista aceptara la direccin de la guerra
por los notables.
Sin embargo, si bien el notable local tiene amplias relaciones sociales y culturales con la
comunidad rural, su autntica situacin de clase y, con ella la base de su comportamiento
poltico, ha de encontrarse en su apartenencia a las clases dominantes y explotadoras. Sern,
antes que miembros de la sociedad campesina, nobles o burgueses o, en algunos estados
actuales, funcionarios. Por ello, tendern siempre a llevar la revuelta que mediatizan hacia un
compromiso dentro de las clases dominantes; la lucha campesina ser una palanca para
regatear un trozo ms importante dentro del reparto del poder poltico o de las ventajas
econmicas. Cuando la situacin llegue a un punto donde un compromiso favorable es
posible, traicionar a las masas ser el elemento decisivo para lograr esa postura favorable
dentro del nuevo equilibrio entre los explotadores. Nada hay nuevo en esta realidad; ya en la
Guerra de los Campesinos del siglo XVI la traicin de nobles y de burgueses, aliados a los
aldeanos en algunos momentos, es un elemento clave de la derrota y de la represin. En
Euskadi Peninsular el compromiso de Vergara ha sido ms de una vez calificado de traicin, y
los contactos entre carlistas moderados y fueristas liberales al final de la ltima guerra son, sin
duda, la traduccin de la nueva alianza contrarrevolucionaria de las clases dominantes locales.
7
Sobre el concepto de mediacin ver, en especial, a Henri Mendras, Socits paysannes, Pars 1976, sobre todo
los captulos 5 (Prlvement, pouvoir et mdiat ions) y 6 ( Rvoltes et rvolutions).
11
Por ello, entender la historia del carlismo es tanto hacer una descripcin de los motivos
econmicos y sociales que crearon un malestar suficiente como para provocar la guerra, como
tratar de explicar el mecanismo de la mediacin en nuestra sociedad y en la direccin poltica
del conflicto, encontrando en l la clave del carcter reaccionario de buena parte de sus
manifestaciones y de las traiciones finales.
La clase obrera nacionalista adopta una posicin interclasista, que presupone una armona y
una colaboracin fundamentales entre las clases vascas y que, sobre todo, acepta la primaca
de la burguesa nacional a la hora de hacer poltica. Habra que hablar aqu de alienacin,
de reificacin; habra que repetir, con Lukacs, que el proletariado es un producto del
capitalismo, que por ello mismo se encuentra sometido a unas formas de existencia creadas
por su productor, y que el desarrollo de una autntica conciencia de clase, es decir, de la
comprensin de su ser colectivo y de su papel histrico, slo se hace a travs de las luchas
anticapitalistas y de la autoorganizacin como clase. El proletariado nacionalista va a ser una
clase joven, dispersa; pero la supervivencia de las formas de vida tradicionales y la situacin
colectiva de opresin nacional, van a facilitar el que, en una primera poca, los burgueses
locales aparezcan como una parte de la propia sociedad vasca, como unos creadores de
riqueza y de empleos y, por tanto, como salvadores tras la dura poca de crisis agraria previa.
Es lgico que al seguir siendo parte de la sociedad local negada por la sociedad englobante, y
al reproducir la situacin de doble dependencia -en explotacin y en proteccin- los
12
campesinos recin proletarizados transfieran la condicin de mediadores desde los jauntxos
decimonnicos a los primeros burgueses.
13
Captulo 1. LA NATURALEZA DEL CARLISMO
La importancia del fenmeno carlista para la historia del pueblo vasco es indiscutible. Los
autores nacionalistas le han dedicado muchas pginas, tanto por el carcter fuerista de los
conflictos del siglo XIX como por la spera polmica que, desde Arana Goiri hasta 1936, va a
enfrentar a nacionalistas y tradicionalistas.
J. C. Larronde 8 nos da una clasificacin de las diversas tesis interpretativas que se han
mantenido sobre el carlismo vasco. Un sector de patriotas considera a las guerras
decimonnicas como autnticas guerras nacionales vascas, aunque embrionarias y mal
expresadas; como ejemplos, cita al suletino Chaho 9 y al ayals Galndez 10 . Por el contrario,
los autores liberales partidarios de la Espaa unitaria, como Balparda por ejemplo 11 , afirman
8
Le nationalisme basque. Son origine et son ideologie dans l`ouvre de Sabino de Arana -Goiri. Tesis doctoral,
Burdeos 1972. Traduccin castellana, San Sebastin 1977. Ver pgs. 37 a 43.
Don Caitos es algo accidental en la Primera guerra carlista, que es una guerra nacional de los vascos, en defensa
de las instituciones amenazadas por los gobiernos liberales de Madrid y por la Constitucin de Cdiz que las
aboli. (La Tierra de Avala y su Fuero, Buenos Aires 1957, pg. 199).
9
Sobre todo su libro Voyage en Navarre pendant l`insurrection des Basques, 1835. Traduccin castellana, San
Sebastin 1976. Una interpretacin extrema es la de F. Sarrailh, quien co mentando a Chaho dice: El autor
suletino saba muy bien que el deseo de independencia y de unidad, de fratern idad entre los vascos era una
realidad que les empujaba en la lucha de liberacin nacional. Por ello todos los vascos de su poca vean a
Zumalakarreg i el hroe nacional, independientemente de las ideas monrquica s que el caudillo vasco pudiera
tener. As para los vascos del Norte contaba esa fraternidad por encima de toda frontera trazada por los
imperialis mos a travs de la patria (La cuestin vasca, 2. ed., s., f., s. p.)
10
A las citas recogidas por Larronde, podemos aadir esta otra: Don Carlos es algo accidental en la Primera
guerra carlista, que es una guerra nacional de los vascos, en defensa de las instituciones amenazadas por los
gobiernos liberales de Madrid y por la Constitucin de Cdiz que las aboli. (La Tierra de Ayala y su fuero,
Buenos Aires 1957, pg. 199)
11
Por no repetir lo ya dicho por Larronde, reproduciremos el tro zo siguiente, que res ume bastante bien la
opinin de Balparda: Y no hay que darle vueltas; inconscientemente por algunos, con perfecto conocimiento y
con plena malicia por otros, tras de los aparentes entusiasmos de los reaccionarios por libertades que son
incompatib les con su credo, no se persigue ms finalidad que la de utilizar el Fuero contra la revolucin, y por
esto, a pesar de sus alardes de fuerismo, en todo el siglo XIX, desde que Fernando VII sembr la discordia en la
nacin, la obra de aquellos elementos que llegan a predominar en el Seoro, no es sino una perpetua, una
14
que el verdadero meollo del carlismo estaba en la defensa de la religin y del absolutismo,
siendo la cuestin de los fueros algo de menor importancia 12 . Larronde considera como la
tesis ms correcta (y, como veremos, tiene probablemente razn) la mantenida por autores
tambin patriotas, como Orueta, Campin y Grate, para quienes hay que ver en estas guerras
la utilizacin por parte de unas oligarquas reaccionarias de un sentido problema de crisis y
autonoma locales.
De todos modos, las diversas tesis de tipo ideolgico no nos explican, o lo hacen slo de
modo muy parcial, las motivaciones concretas que, a nivel de la vida cotidiana, del trabajo, de
las relaciones sociales, en una palabra, de la actividad productiva y social inmediatamente
vivida por los grupos sociales carlistas, fueron causa de su apoyo a la causa del Pretendiente.
Por desdicha, hasta hace muy poco ni el carlismo vasco ni el carlismo en general han sido
objeto de buenos estudios desde este punto de vista. Una enorme literatura se ocupaba del
tema, pero los aspectos ms valorados y descritos eran los polticos e ideolgicos, con una
enorme carga afectiva y polmica en muchos casos 13 . Obviamente, los autores nacionalistas
no escapan a esta regla general, tanto al investigar por cuenta propia como, lo que es ms
corriente, al interpretar desde su punto de vista poltico las investigaciones hechas por otros.
Afortunadamente, desde hace unos diez aos se han publicado bastantes trabajos hechos con
una perspectiva nueva. Descripciones ms correctas y menos idlicas del Antiguo Rgimen en
el Pas Vasco peninsular, estudios sobre la crisis del siglo XIX en sus aspectos econmicos y
sociales, trabajos sobre la Desamortizacin, investigaciones sobre la sociologa del carlismo,
nos permiten ya acercarnos a una comprensin ms correcta de ese fenmeno sustancial para
nuestra historia.
colosal conspiracin contra el espritu moderno. (El sentido liberal del Fuero de Vizcaya, conferencia, 6 de
mayo de 1908).
12
Cerca de esta posicin estn buena parte de los socialistas del primer tercio del siglo XX, enemigos del
nacionalismo y sentidos partidarios de la unidad estatal espaola. Ramos Oliveira dice, con la mayor
tranquilidad: Los carlistas no luchaban por sus libertades locales, fueros o privilegios polticos, sino por privar
de la libertad a los dems espaoles, por imponer el absolutismo en toda Espaa (op. cit., pg. 125).
13
Ver sobre la cuestin el captulo VI del libro de Julio Arstegui El carlismo alavs y la guerra civil de 1870-
1876 y, en especial, el apartado La significacin del carlismo. Estado de la cuestin. (Vitoria, 1970).
15
Antes de entrar en materia, el autor ha de confesar que estas lneas son, sobre todo, una
interpretacin sobre investigaciones de base hechas por otros; por tanto, su valor cientfico-
histrico es menos sustancial que su aspecto de trabajo hecho al servicio de una concepcin
del mundo y de las necesidades polticas.
Tanto el cultivo con layas, como la obtencin de la cal, el corte y acarreo de hierbas y
helechos, y otros trabajos, exigan una gran cantidad de mano de obra utilizada al mismo
tiempo. Por ello, en los caseros se concentraban grandes familias; el grupo tpico era el de la
pareja joven, duea o arrendataria, los padres que fueron los antiguos explotadores, tos y tas
solteros, los hijos an no emancipados y, en ocasiones, algn criado. El trabajo de ancianos,
mujeres y nios posea una utilidad evidente. Ms an, bastantes trabajos se hacan de forma
16
colectiva entre los habitantes de un mismo barrio o zona, extendindose este rgimen de
hauzolan a la obtencin de la cal, la conservacin de los caminos, etc. Estos trabajos eran
objeto de una intensa significacin social y cultural, siendo sus culminaciones ocasin de
fiestas, canciones, transmisin de la cultura popular e incluso de escapes sexuales y
alimenticios. Consecuentemente, las instituciones de presin y crtica social, de solidaridad y
ayuda mutua familiar y entre vecinos, estaban bien codificadas y extendidas.
En general, el casero era autosuficiente para alimentarse, excepto en trigo y, a veces, en carne
y vino; la obtencin de ingresos monetarios ligados en especial a la actividad siderrgica
(mediante, por ejemplo, la produccin y el transporte del carbn de madera) y la existencia
del libre comercio foral permitan subsanar esta deficiencia. Pese a todo, no se nadaba en la
opulencia: la alimentacin se reduca a borona, leche, castaas, tocino rancio, habas y sidra; la
carne quedaba para las fiestas.
17
poltica malthusiana con respecto a la inmigracin. De hecho, slo los nobles poseedores de
fortuna podan permitirse el lujo de efectuar las complicadas gestiones burocrticas y de
sacrista a travs de las que se poda probar la limpieza de sangre.
El monte circundante posea, pues, una importancia sustancial para la poblacin campesina:
en l se obtenan la cal, la lea y el helecho; en l pastaban sus ganados; en l se produca el
carbn de lea y de l se sacaba la vena de hierro, fuentes de ingresos monetarios. En el
sistema tradicional, en el Antiguo Rgimen pues, el monte era, en general, de explotacin
libre por todos los vecinos, bajo dos regmenes posibles: el de bien comunal y de propio del
pueblo o del lugar. En lo que al pasto de los ganados se refiere, slo quedaban fuera del
patrimonio pastoral (es decir, fuera de los sitios donde el ganado de todos los vecinos podia
pastar libremente), las vias, los viveros, los manzanales, las huertas y las heredades
sembradas y cercadas. Este pasto libre y esta libre explotacin de los comunales son las
instituciones claves de la poca.
Hay que insistir en la relativa fragilidad y precariedad de este sistema: cualquier calamidad
natural llevaba a una crisis de subsistencias, ya que los lmites entre la poblacin y la
produccin eran muy estrechos. Estas crisis se vean agravadas por la especulacin que con la
carne y los granos hacan los grandes propietarios y los ricos, siempre deseosos de hacer
beneficios; entre sus costumbres estaban, como en toda Europa, el acumular granos en pocas
de caresta para hacer subir los precios, y el sacar fraudulentamente haca otras provincias los
ganados que, en pocas de escasez, se vendan all ms caros. De aqu que estallaran en este
14
Sobre las relaciones entre debilidad del sector agrcola, emigracin, importacin de subsistencias e ingresos
monetarios ligados a la industria metalrgica, es muy claro el artcu lo de Lu is M ara Bilbao, Crisis y
reconstruccin de la economa vascongada en el siglo XVII, Revista Saioak, n. I, pg. 157, 1977.
18
siglo XVIII diversas revueltas populares contra los especuladores, quienes coincidan con los
mayores notables; las ms conocidas son las matxinadas de 1718 y de 1756.
Resumiendo, podramos decir que el sistema foral daba primaca a una concepcin de la
propiedad totalmente opuesta a la del antiguo jus abutendi del Derecho Romano e incluso a
la de la propiedad privada absoluta y exclusiva que el liberalismo vehicular hacia el
capitalismo.
Sin embargo, las tendencias de clase eran visibles dentro de este sistema. Asi, sobre si los
pastos comunes podran utilizarse exclusivamente por los vecinos circundantes o por todos los
guipuzcoanos, una polmica jurdica recorre todo el siglo XVIII. En efecto, para los grandes
propietarios de ganados la lbre circulacin por toda la provincia era una necesidad, mientras
que los pequeos propietarios de los pueblos preferan restringir la libertad foral a lo que un
rebao pudiera recorrer, con ida y vuelta, de sol a sol. En general, los alcaldes sern
15
Este conjunto de caractersticas han sido sealadas por autores diversos. Ver, por ejemplo, Jess de Galndez,
El derecho vasco, Buenos Ares 1947, y, en especial, el captulo V, Secular vida civil. Dice as: Los Fueros y
las costumbres se han detenido minuciosamente en regular, no slo el derecho de propiedad, sino tambin las
relaciones de vecindad entre los caseros vecinos, las servidumbres, los aprovechamientos comunes y los
caminos (pg. 95).
19
defensores de la propiedad vecinal, y las Juntas de la propiedad pro vincial: en estas ltimas,
evidentemente, eran predominantes las grandes familias, los principales propietarios en suma.
Adems, en los pueblos donde los alcaldes se corresponden con las familias ms ricas, no es
extrao ver ya durante el siglo XVIII diversos asaltos contra la concepcin foral de
predominio de la apropiacin colectiva. Coincidiendo con el aumento de la productividad
agraria, en varios pueblos saldrn comunales a la venta, dndose el caso de que quienes
decidan qu tierras habran de venderse y reducirse a propiedad privada, eran los mismos que
iban a comprarlas. Diversas denuncias de pequeos propietarios contra estas maniobras nos
indican ya la existencia de tensiones internas, que prefiguran la violencia del siglo XIX.
El sistema foral posea asimismo una legislacin aduanera que, en la cuestin de las
subsistencias, era favorable a los humildes. En efecto, en las provincias de Guipzcoa y
Vizcaya, donde faltaba trigo, ste entraba libremente por los puertos martimos, ya que las
aduanas del Pas estaban en la raya con Castilla: el precio era, pues, ms barato que si hubiera
que traerlo del interior de la Pennsula. Esta situacin tentaba a los propietarios: stos, que o
bien compraban excedentes de trigo barato o bien lo reciban de los p ropios campesinos como
renta o diezmo, tendan a sacarlo de estas provincias y venderlo en el interior. La extraccin
de granos se convertir as en una de las lacras del Pas y en una continua causa de protestas
populares.
16
La crisis del Antiguo Rgimen en Guipzcoa. 1766-1833. 1975
20
menor segn las comarcas, era bastante elevada por aquellos aos, y vena a suponer cerca de
un treinta por ciento de la produccin de cada casero. Alfonso de Otazu17 describe un proceso
de concentracin de propiedad de la tierra durante el siglo XVII en el que la usura y los
prstamos a los campesinos parecen jugar un importante papel, provocando el
endeudamiento, las ventas de propiedades y el aumento del nmero de arrendatarios. Esta
dependencia directa con respecto a los p ropietarios haba conocido en los siglos anteriores
formas de prestaciones en trabajo personal tpicamente feudales, y en el siglo XVIII segua
pesando duramente sobre los arrendatarios.
El conjunto de los campesinos sufra asimismo otra forma de extraccin: el pago de los
diezmos. En el Pas bastantes iglesias eran de patronato divisero, es decir, que la
percepcin de los diezmos y la administracin material del templo quedaba entre las manos de
familias particulares, quienes se arrogaban la herencia de los derechos posedos por
fundadores, dotadores o defensores de tales iglesias. Gorosbel 18 nos da una lista de 28
patronatos que estaban en posesin de 16 casas solares, donde estaban representadas los
Granada de Ega, Narros, San Milln, Villafuertes y Valdespina; Sebastin Insausti19 trae una
lista completa de los patronatos a mediados del siglo XIX, donde se ve la persistencia del
derecho de presentacin de prrocos y administracin de iglesias en manos de estas familias
nobles. Los diezmos suponan, pues, una forma indirecta de extraccin por parte de los
nobles; adems, significaban la dependencia de buena parte del clero local con respecto a esas
mismas grandes familias.
Sin embargo, esta situacin de patronato formaba parte de la estructura tradiciona l; slo en
pocas de crisis procedan los campesinos a no pagar los diezmos, pero en condiciones de
estabilidad del sistema esta extraccin se aceptaba como algo natural, ligado a la
preeminencia social de las grandes familias. Del mismo modo, los tipos de arrendamiento a
largo plazo creaban una especie de estabilidad en la relacin entre dueos y caseros: el
arrendamiento era considerado como hereditario y sus condiciones se reconducan casi
tcitamente. Esto no impedir que en pocas de cambio, de aumento de precios agrarios o de
crisis, los dueos no traten de modificar las condiciones y la duracin de los arrendamientos,
17
El igualitarismo vasco: mito y realidad. San Sebastin 1973.
18
Noticia de las cosas memorables de Guipzcoa. Tolosa 1900. To mo IV, pgina 219.
19
Las parroquias de Guipzcoa en 1862. San Sebastin 1964, pg. 117 y siguientes.
21
pero en condiciones de estabilidad su perennidad era la regla. Con todas las modificaciones
ocurridas desde la Edad Media, la sociedad del Antiguo Rgimen mostraba una clara
continuidad de ciertos rasgos feudales; cierto que las prestaciones personales haban
desaparecido y que la renta se pagaba muchas veces en dinero, as como que buena parte de
los nuevos propietarios de tierras eran burgueses y comerciantes, mientras que parte de la
nobleza agraria se dedicaba a negocios mercantiles. La sociedad agraria apareca as doblada
por un sistema de produccin precapitalista de mercancas, pero no existe un capitalismo
agrario en cuanto no hay ni un mercado libre de la tierra ni un proletariado rural cuya fuerza
de trabajo sea comprada por los propietarios. La persistencia de un tipo de relaciones entre los
productores directos (artesanos y campesinos) y los propietarios de tierras (muchos de ellos
nobles, ennoblecidos o jauntxos) no capitalistas, sino basado en una costumbre y unas
relaciones jurdicas que equivalan a una coercin extraeconmica, nos permite considerar
como real la continuidad entre Antiguo Rgimen y sociedad feudal. Pues bien, en el
feudalismo hay un doble componente en las relaciones de dependencia entre sbditos y seor:
de explotacin por una parte y de proteccin por otra. Que este aspecto de proteccin sirva
fundamentalmente para legitimar el despojo de. los campesinos y la autoridad del seor, no
impide que su funcin cultural y social sea clarsima.
En el Pas Vasco, las cuestiones de linaje y, con ellas de dependencia, ayuda mutua y
venganza, formaron un muy significativo cuadro de vida y de relacin en los siglos de las
luchas banderizas, estrechando si cabe los lazos de dependencia entre jauntxos y
campesinos que de ellos dependan. La existencia de las villas, el declinar de la autoridad
puramente feudal de los Parientes Mayores, la dispersin de la poblacin y el aumento de los
campesinos libres, modificaron profundamente las relaciones econmicas, jurdicas y de
poder, hasta acercarnos a las formas de democracia de etxeko-jaunak propias de la vertiente
cantbrica. Sin embargo, en esta democracia se aceptaba como cosa natural que los grandes
propietarios, los millaristas, coincidieran con los detentadores de los cargos pblicos. Hay
que pensar que su funcin de dirigentes natos y naturales de la colectividad estaba admitida
como un valor propio de la sociedad del Antiguo Rgimen, y que posea, entre otras, dos
bases econmico-sociales importantes: una era la primaca de la nobleza comerciante (y de los
comerciantes ennoblecidos) dentro de la propiedad de la tierra, del comercio internacional y
de las actividades metalrgicas; otra, la persistencia de un importante nmero de
arrendatarios, el carcter estable y tranquilizador de los arrendamientos a largo plazo y la
22
calidad de patronos eclesisticos y alcaldes natos que daba a los jauntxos una primaca
social cara a toda la comunidad campesina.
Fijndonos sobre todo en las grandes fortunas, podemos decir que la oligarqua vasca del
Antiguo Rgimen tena su base econmica y social sustancial en la propiedad de la tierra que,
en la vertiente norte, se traduca en la renta de mltiples caseros dispersos, mientras que en la
sur tomaba forma de grandes posesiones. Esta no era su nica fuente de ingresos: eran
asimismo propietarios de grandes rebaos y, por tanto, dueos del comercio de la carne; la
especulacin sobre granos y carne la hemos citado ya, y podramos hablar de la usura
practicada gracias a que posean numerario suficiente y fuerza social; posean las ferreras y,
en bastantes sitios, los molinos; eran tambin patronos de iglesias y beneficiarios de diezmos.
Estas bases de poder correspondan a la modificacin de los orgenes feudales de la
oligarqua: hay que aadirles otras nuevas. Sabido es que ya en la Edad Media parte de la
nobleza, especialmente en Bilbao, se dedic a actividades industriales (como la construccin
de buques y todas las industrias anexas) y comerciales (ligadas sobre todo al transporte de las
lanas y al conjunto del eje Castilla-Flandes). Ya para el siglo XVIII, la dedicacin de parte de
la nobleza a las actividades comerciales e industriales contemporneas de la Ilustracin, as
como el ennoblecimiento y la inversin en tierras de y por comerciantes enriquecidos, haban
dotado a esta oligarqua de una fisonoma peculiar. Citemos de nuevo a las industrias naval y
metalrgica; recordemos a la Compaa Guipuzcoana de Caracas, smbolo de una nueva
pujanza comercial.
23
De todos modos, la mentalidad predominante a lo largo del siglo XVIII sigue siendo la
precapitalista, la de Antiguo Rgimen. Para casi todos estos propietarios, la verdadera fuente
de riqueza radicaba en la tierra, y los adelantos tcnicos de todo tipo estaban pensados en
funcin de un aumento de la productividad agrcola: las actividades de la Sociedad
Bascongada de Amigos del Pas, donde toda la oligarqua se dio cita, ilustran bien hasta qu
punto la investigacin y la especulacin estaban determinadas por una mentalidad fisiocrtica
y agrarista. Todo esto no es de extraar en una poca de aumento general de la renta de la
tierra, y en una sociedad donde los grmenes del capitalismo eran ms bien escasos.
Hay que aadir un tercer origen de poder social y un nuevo campo de actividad a esta
oligarqua. Se trata de los empleos y de las rentas conseguidos a travs de los servicios
directos a la Corona espaola. En Madrid, en Amrica o en Filipinas hicieron carrera muchos
hidalgos del Pas: tanto secretarios, gobernadores o ministros, como financieros, comercia ntes
y asentistas. Enriquecidos y ennoblecidos, muchos invirtieron en su pas de origen,
construyendo y comprando. Una viva descripcin sobre navarros y especialmente baztaneses
dedicados a tales empresas, nos ha sido dada por Julio Caro Baroja 20 ; en otro tono,
evidentemente, Rafael Snchez Mazas ha celebrado la poca en que ms ministros de la
Corona han nacido en Bilbao 21 . Lo cierto es que sobre la explotacin inhumana de las Indias o
sobre las duras actividades de los asentistas, se edificaron ttulos y fortunas que la oligarqua
vasca cobij en su seno sin ninguna dificultad.
Este ltimo aspecto, el de las relaciones estrechas entre la oligarqua vasca y la monarqua
hispana, es muy importante desde un punto de vista poltico. Esta situacin explica cmo en
la poca foral las Juntas Generales accedan con gran facilidad a las peticiones monetarias
repetidas de la Corona, sacando las cantidades necesarias a travs de un aumento de la presin
sobre campesinos, pescadores y comerciantes 22 ; durante el siglo XIX, forma una de las bases
de la actitud liberal e incluso centralista de este sector, acostumbrado por s u historia y su
sicologa colectiva a ser ms cortesano que noble local.
20
La Hora navarra del XVIII. 1969.
21
Apologa de la Historia civ il de Bilbao, en Un siglo en la vida del Banco de Bilbao. Ver especialmente la
pg. 88.
22
Segn seala Emiliano Fernndez de Pinedo, Crecimiento econmico y transformaciones sociales del Pas
Vasco. 1100-1850, 1974, pg. 70.
24
Evidentemente, el sistema foral reglamentaba un ejercicio del poder poltico que reflejaba la
situacin antes descrita. De un modo u otro, las constituciones vascas eran democrticas en su
letra y afirmaban la soberana del conjunto de los vecinos; pero tan slo en los pequeos
pueblos donde la institucin de concejo abierto (Navarra y Alava tenan bastantes) segua
existiendo, haba una real democracia directa para los asuntos locales. Mediante el sistema de
Juntas y de Diputaciones, el ejercicio real del poder poltico estaba en manos de la oligarqua.
En la prctica, se exiga un determinado capital en bienes inmuebles o una cierta renta para
poder ser elegido (e incluso elector en algunos sitios) para cargos municipales y provinciales.
Segn seala I. de Gurruchaga, en la Azpeitia del siglo XVIII slo un uno por ciento de los
vecinos podan ser de hecho elegidos; esta constatacin, que se repite pueblo por pueblo y en
todas las provincias, llevaba a que los Diputados generales y los dems cargos principales
salieran siempre del mismo grupo social e incluso de las mismas familias.
Este poder poltico mostraba su carcter represivo cuando era necesario. Las represiones de
las matxinadas nos ensean que los Peaflorida y sus parientes eran perfectamente capaces de
armar a las milicias de la Provincia para ir contra artesanos y campesinos. Esto no obsta para
que en bastantes ideologizaciones de la poca el poder oligrquico sea presentado de una
manera paternalista y como algo natural. Que los ricos gobernaran era normal e incluso
conveniente, ya que al poseer los millares necesarios podran responder econmicamente
en caso de mal gobierno: el Padre Larramendi, aparte de insistir en la normalidad tradicional
de que el Diputado General sea miembro de la oligarqua, invoca el citado argumento para
justificar el predominio de los millaristas23 .
23
Corografa de Guipzcoa, escrita en 1754. Las pginas citadas son de la edicin Ekin, Buenos Aires 1950.
Todo este establecimiento es de fuero antiqusimo e in memo rial, y lo es tambin el que haya de nombrarse por
diputado general un caballero de los ms principales y arraigados, y que sea sujeto hbil y experto en los
negocios de las provincias (pg. 113). Claro est que en anteiglesias y pueblos menudos no pueden ser
alcaldes los que hoy se llaman caballeros y Dones, porque ni los suele haber, y han de ser precisamente
labradores y artesanos. En los lugares en que estn la diputacin general y la audiencia ya se atiende
comn mente a los escrupulosos de Castilla y a sus aprensiones, haciendo alcaldes carrelados con el Don y con
el seor (pg. 169). Aunque todos sean nobles, no todos pueden entrar en los cargos honorficos de la
Repblica; para eso, adems, son menester los millares que llaman, esto es, tanta hacienda, que sirva de
seguridad a la repblica para s anearse de los daos que pueda causarle un mal cargohabiente (pg. 170).
25
Concluyamos, pues, esta descripcin del Antiguo Rgimen resumiendo lo que el Sistema
Foral significaba para el Pas. Con respecto a los oligarcas, les otorgaba una situacin
autonmica dentro de la Corona espaola que, sin impedirles la participacin fructuosa en los
asuntos generales del Estado, les aseguraba la justificacin de su control econmico y de su
dominio poltico dentro de la vida local. Para las clases trabajadoras, en especial artesanos y
campesinos, venan a ser una legislacin en directa relacin con sus formas de vida
cotidianas, donde a travs de la legislacin sobre comunales, pastos, minas, as como por
medio de la libertad aduanera en las costas, se trataba de asegurar la estabilidad del rgimen
econmico y social en que vivan.
Con respecto a la pervivencia de este sistema, haba ya en en siglo XVIII puntos de vista
antagnicos, sobre todo en lo que respecta a la cuestin de las aduanas y al problema de la
apropiacin privada y la concentracin de la propiedad de la tierra. Grandes terratenientes y
comerciantes importantes empezaban ya, a finales del siglo, a ser partidarios del traslado
aduanero y de la liberacin de las tierras inmovilizadas por el predominio tradicional de la
apropiacin colectiva. Pequeos y medianos propietarios, junto al bajo clero y a la cabeza de
las clases populares, defendan la integridad del Fuero y se sentan oprimidos por la oligarqua
especuladora, diezmera y propietaria. Las reales contradicciones internas de esta sociedad
conspiraban contra la estabilidad del Antiguo Rgimen. De una parte habra que citar la
codicia de los poderosos y las correspondientes revueltas populares; de otra, el delgadsimo
margen de seguridad econmica del sistema, sostenido a travs de exutoros duros y pesados
como el infraconsumo, el exceso de trabajo y la emigracin.
26
Todas estas causas coaligadas llevaron a una liquidacin del sistema tradicional; este proceso
se tradujo en un aumento de la presin sobre los campesinos, un incremento de las
privaciones y de la miseria y, en ltima instancia una emigracin o una proletarizacin de
muchos de ellos. Parte de la acumulacin dineraria precisa para el desarrollo del capitalismo
en el Pas Vasco se hizo gracias a estos cambios; a causa de ellos, de igual modo, se form
parte del ejrcito proletario que caracteriza a la Euskadi del siglo XX. De todos modos, las
transformaciones en la vida cotidiana de los vascos humildes fueron graves y profundas;
artesanos y campesinos las vivieron, adems, como algo opresivo y desestructurador.
Las propias limitaciones internas del sistema tradicional jugaron un papel indiscutible en esta
crisis. Durante la primera mitad del siglo XIX asistimos a una fase de disminucin del
producto bruto agrcola, especialmente notoria durante el reinado de Femando VII. En lo que
al conjunto del Estado espaol se refiere, hay importantes crisis de subsistencias en 1789,
1793, 1804-1805 y 1810-1812, con gran mortandad por falta de alimentos; las malas
cosechas, los precios de especulacin, las dificultades de transporte, disminuan la dieta de los
humildes, aumentando las prdidas en vidas humanas. Parece como si el sistema productivo
del Antiguo Rgimen, en sus vertientes tcnica y de organizacin social, tras el ciclo de
prosperidad del XVIII, hubiera llegado a un lmite en sus capacidades de satisfacer las
demandas alimenticias de una poblacin en aumento 24 . En la Euskadi de la vertiente
cantbrica, puede postularse un fenmeno similar: la produccin agraria se modifica, pero no
llega a responder a las crecientes necesidades. Segn Fez. Albaladejo 25 ,
24
Ver Gonzalo Anes lvarez, La agricu ltura espaola desde comien zos del siglo XIX hasta 1868: Algunos
problemas. En Ensayos sobre la economa espaola a med iados del siglo XIX , Madrid 1970, pg. 235 y
siguientes.
25
Op. cit., pgs. 200 y 205.
27
desde el ltimo tercio del XVIII hasta el final de la guerra de la Independencia, la produ ccin de trigo
y de maz habra descendido en un 20,59 por 100 y en un 12,26 por 100 respectivamente. Este descenso
significa que en lneas generales los vaticinios de la Bascongada no andaban muy descaminados y que,
tal co mo haban previsto, los rendimientos de la agricultura llegaron probablemente a una situacin
limite entre 1779 y 1788. A partir de entonces la demanda de subsistencias tuvo que satis facerse a base
de roturaciones de tierras de inferior calidad que, a su vez, ponan en peligro las reserva s de pasto, el
abono vegetal, e incluso el an imal en lt ima instancia.
La insuficiencia de la produccin coincide con una onda depresiva de los precios, que llega
hasta ms all de 1833. Hay as una disminucin importante de la fuente de bienes y de
beneficios para las clases vascas que viven del campo: alcanza en primer lugar a los
productores directos, y especialmente a los arrendatarios, quienes se las ven y se las desean
para conseguir el dinero de la renta; toca asimismo a los pequeos jauntxos que cobran
rentas, y venden sus propias cosechas as como lo que acumulan mediante la extraccin; por
el mismo mecanismo, llega hasta los propietarios mayores. La disminucin de beneficios
lleva a todos los propietarios a la reaccin comn de aumentar las rentas sobre los campesinos
que de ellos dependen: la presin alcanza as lmites intolerables. No olvidemos que los
arrendatarios formaban ms de la mitad de la poblacin campesina.
Ante esta situacin, muchos campesinos empiezan a no pagar los diezmos debidos a las
iglesias. Los patronos de stas, en consecuencia, dejan de pagar al clero que de ellas
depende: el resultado es que la crisis agraria golpea directamente al bajo clero, no slo
porque ste forma parte muy estrecha de la comunidad campesina, sino por un mecanismo
directo. Los curas identifican a quienes les pauperizan y les humillan con los grandes nobles:
esta actitud tendr claras consecuencias con respecto a la sociologa y la ideologa del
carlismo.
28
favorable al traslado de aduanas y liberacin de tierras existente en estos primeros aos de la
crisis.
A nivel global, las dificultades son lo suficientemente importantes como para provocar un
estancamiento de la poblacin. He aqu las cifras citadas, para las tres provincias occidentales,
por Fez. de Pinedo 26 :
26
Op. cit., captulo VII.
27
Op. cit., pg. 224.
29
los otros, se puede postular que el estancamiento demogrfico est en d irecta relacin con la
crisis dentro del sistema y, en especial, con el problema crnico de la insuficiencia en
subsistencias.
El primer bien de esta guerra ser el haber desembarazado a nuestras provincias de una
exuberancia de poblacin que las amenazaba con un hambre inminente; no lo ignoras; en
relacin con su extensin, el Pas Vasco es el ms poblado de Europa. Desde hace medio
siglo, Vizcaya embarcaba cada ao para Amrica mil doscientos o mil quinientos jvenes de
los que las tres cuartas partes perecan all abrumados por la miseria y el trabajo. La guerra
reemplazar por algn tiempo estas tristes migraciones.28
Muchos caseros entran en crisis, y sta se refleja por el a umento de los desocupados y de los
mendigos. La misera, vehiculada a. veces por estos marginados hacia formas extremas, est
as en relacin con motines como el de Lniz en 1813. El fenmeno del bandidismo en los
caminos tiene que ver asimismo con esta situacin; la audacia de los contrabandistas de
aquellos aos traduce tanto la necesidad de buscar ganancias donde las hubiera como la falta
de posibilidades menos arriesgadas.
28
Op. cit, pg. 250 de la t raduccin castellana.
30
un mejor acceso al mercado britnico. Desde 1820 la siderurgia moderna se extiende a los
Pases blticos. Mientras, en el Pas la tecnologa tradicional provoca unos costos altos, que
excluyen a los productos vascos del mercado internacional: muy pocos trabajadores por
empresa, transporte difcil de mineral y del carbn y, en estos aos, un aumento notorio del
precio del carbn de lea a causa de la escasez de sta, fenmeno que en Gran Bretaa se
haba ya manifestado con un siglo de antelacin 29 .
Incluso en lo que al mercado interior dentro de la Corona Espaola respecta, el hierro vasco y
sus productos no resultaban competitivos con los europeos. De aqu que la Diputacin
Vizcana pida en 1820 que el Gobierno de Madrid adopte una tarificacin aduanera
prohibitiva con respecto al hierro europeo, al paso que abra las aduanas interiores al vasco.
Esta postura buscaba el conseguir una situacin de monopolio dentro del Estado espaol para
los ferreteros vascos, pero este mercado interno adoleca de una debilidad crnica, por baja
demanda y enormes dificultades de transportes.
29
Ver detalles en Rafael Snchez Ramos, La economa siderrg ica espaola, tomo I, Estudio crtico de la
historia industrial de Espaa hasta 1900, 1945.
31
4. La crisis del antiguo rgimen: razones externas30
As las cosas, cuando el sistema vasco precapitalista estaba sacudido por esta grave
conmocin interna, acontecimientos exteriores de primera magnitud vinieron a poner los
clavos que faltaban en la tapa del atad. Los primeros fueron las guerras: la de la Convencin
y las napolenicas primero, las revueltas de 1821 luego, y las carlistas despus. Cada una de
ellas trajo un cmulo de destrucciones y unas enormes deudas. En efecto, los ayuntamientos
no slo deban reconstruir lo necesario, sino que encima tenan que hacer frente a los gastos
exigidos por el mantenimiento de los ejrcitos y por los suministros a las partidas de
guerrilleros. Esta situacin de endeudamiento general es grave y conocida: as, con la
Francesada la Provincia de Alava tena una deuda de ms de 16 millones de reales; despus de
las luchas de 1821, multitud de pueblos guipuzcoanos se quejan de la grave situacin
econmica en que se encuentran 31 ; las consecuencias econmicas de las devastaciones y de la
obligacin de dar suministros a las tropas estn bien documentadas en las tierras de Estella,
Tafalla y Olite 32 ; las multas impuestas por las diversas autoridades de ocupacin agravaban
an ms las dificultades ligadas a los factores anteriores 33 .
Ante esta situacin, la reaccin de la gran mayora de los ayuntamientos es la misma: vender
terrenos del comn para saldar las deudas. La posibilidad de esta venta supona la existencia
de unos compradores y de una mentalidad de inversin capitalista en las tierras: ambos
existan y la ideologa liberal los justificaba. Esta venta supona, de hecho, una importante
30
Es obvio que la distincin entre factores internos y externos obedece ms a una voluntad de claridad
expositiva que a una separacin radical entte ambos. El propio texto indica la profunda imbricacin entre unos y
otros.
31
Sobre la deuda alavesa ver Toms Alfaro Fournier, Vida de la ciudad de Vitoria, 1951, pg. 225-226; el
mis mo autor nos dice sobre la capital: Vitoria, despus de liberada (en 1813), qued sumida e n un caos de
confusionismo. La ciudad estaba arruinada fsica y moralmente (pg. 239). Entre los pueblos guipuzcoanos a
los que se hace referencia, citemos A mezqueta, Ataun, Alza, To losa, Eibar, Elg ibar, Motrico, Deva, Mondragn
y Oate. Pueden verse detalles en Po de Montoya, La intervencin del clero vasco en las contiendas civiles.
1820-1823, 1971, pg. 140 y siguientes.
32
Sobre la Tierra Estella, ver Vicente Bielza de Ory, Tierra Estella, 1972, pg. 149 y siguientes. Con respecto a
Tafalla y Olite, Salvador Mensua, La Navarra Media Oriental, 1960, pg. 121. Ni qu decir tiene que los casos
citados no son nicos, sino ejemplos de un proceso general.
33
Citemos, entre otros, el caso de Ayala, multada con 40.000 reales en 1834 a causa del apoyo popular al
carlismo. Ver Galndez, La Tierra de Ayala, 1957.
32
reduccin del mbito econmico de los caseros; ya hemos c itado antes la importancia del
monte comunal para la obtencin de abonos, lea e ingresos complementarios.
Sin embargo, tal venta apareca como una posibilidad de solucin parcial ante la crisis. El
aumento demogrfico y una cierta rebelda por parte de los segundones empujaba a stos a
efectuar nuevas roturaciones, escapando as a su situacin de inferioridad social; la baja
productividad relativa del sistema tradicional justificaba asimismo la roturacin de nuevos
terrenos, para hacer un aumento extensivo de la superficie cultivada, aunque las nuevas tierras
fueran de inferior calidad. Fez. Albaladejo 34 seala que entre 1814 y 1833 se crean 300
caseros nuevos en Guipzcoa.
Ahora bien, los principales beneficiarios de la liberacin de tierras van a ser los grandes
propietarios; como veremos ms adelante, la explotacin privada y con mentalidad burguesa
va a significar una ptica radicalmente distinta a la de los segundones roturadores (deseosos
de alcanzar una posicin estable y reconocida dentio de la soc iedad tradicional), y las
consecuencias globales sern nefastas con respecto a los campesinos sin rentas. De hecho, el
carcter general de estas primeras ventas confirma ya la tendencia general a la desposesin de
los ms en beneficio de los menos.
A las ventas originadas por las guerras hay que aadir las ligadas a la poltica de
Desamortizacin de este siglo XIX. En 1813, la Corona espaola ordena la reduccin a
dominio particular de los baldos, los realengos, los propios y los arbitrios. Esta disposicin se
reitera en 1816, en 1833, en 1836, en 1853, hasta llegar a la Ley de Desamortizacin General
de 1855, en sus aspectos eclesistico y civil. Es decir, que durante todo el siglo se asiste a una
ofensiva jurdica del poder central contra los comunales. Al amparo de la Ley de 1813,
muchos pueblos pudieron vender o dar una nueva amplitud a las ventas antes realizadas. En lo
que hay que insistir es en que, de hecho, las leyes desamortizadoras, emanadas del Gobierno
central, significaban una ofensiva directa contra la concepcin y la distribucin de la
propiedad de la tierra tal y como se expresaba en el rgimen tradicional.
34
Op. cit., pg. 185.
33
Las ventas debidas a las guerras van ligadas a las justificadas por la desamortizacin; en el
Pas, los estudios sobre el tema son, en su mayora, recientes y an parciales, por lo que dar
un cuadro global y preciso es difcil 35 . Puede afirmarse, sin embargo, que la importancia de
las tierras desamortizadas es grande, siendo Navarra la provincia donde menos incidencia
tienen estas leyes. La Iglesia pierde la mayora de sus propiedades, y la propiedad comunal
extensa slo se salva en parte de Navarra. De modo general, quienes compran las tierras
liberadas son los poseedores de importantes rentas monetarias, es decir, los grandes nobles y
los comerciantes importantes. Parece asimismo que un sector de los medianos propietarios,
los ms prsperos, consigue redondear y mejorar sus explotaciones. Pero este ltimo aspecto
no impide que la parte del len quede en manos de la oligarqua. Nada tiene de extraar, pues,
que afectados por la disminucin de los beneficios agrarios y en busca de una nueva solucin,
estos grupos sociales se hagan liberales en los aos 1810-1815 y formen la base del
liberalismo vasco. Por el contrario, los grupos sin rentas o con rentas monetarias muy escasas
van a intentar oponerse a las medidas desamortizadoras: de este modo, no slo los campesinos
propietarios menos prsperos y los arrendatarios, sino los propios jauntxos de menor
monta, van a militar en las filas antiliberales.
Los detalles de algunas ventas confirman el cuadro general expuesto. As, tras la Guerra de la
Independencia, en Mondragn, que tena 550 vecinos, slo hubo 27 compradores y dos de
ellos adquirieron el 48,36% de las tierras liberadas; en Azcoitia, los compradores suponan
menos del 15% de los vecinos. En una muestra de ventas en diversos pueblos de Guipzcoa
entre 1808 y 1814, un 14,6% de los compradores adquiere el 71,42% de las ventas 36 . Hubo,
pues, una serie de medianos y pequeos propietarios que compran algo, redondeando sus
tierras; pero la impresin general confirma el predominio de unos pocos grandes
compradores. La relacin directa entre desamortizacin y latifundismo actual est claramente
establecida en la Ribera Navarra y en la zona de Olite-Tafalla.
35
He aqu una parte de la bibliografa sobre la Desamo rtizacin en el Pas: A lfredo Floristn, La
Desamortizacin de bienes pertenecientes a corporaciones civiles y al Estado en Navarra , 1966, y La Grande
Propit rurale en Navarre, Revue Gographique des Pyrnes et du Sud-Ouest, n. 46, 1975. Rafael G mez
Chaparro, La Desamortizacin civil en Navarra, 1967. Emiliano Fernndez de Pinedo, La entrada de la tierra en
el circuito comercial: la Desamortizacin en Vascongadas, 1972. Jos Mara Mutiloa, La Desamortizacin civil
en Vizcaya y Provincias Vascongadas, 1971, y Desamortizacin, Fueros y Pronunciamientos en Alava en el
siglo XIX, 1975. Adems, los varas veces citados libros de Fernndez Albaladejo y Fernndez de P inedo.
36
Fernndez A lbaladejo, op. cit., pg. 295.
34
A partir de 1820, el descenso de los precios agrarios va a agravar an ms la situacin de
quienes no posean ni rentas ni tierras en gran cantidad: esto va a afectar sobre todo a los
pequeos mayorazgos quienes, mal que bien, venan capeando la crisis. El bloque antiliberal
se afirma as. Junto a campesinos y pequeos jauntxos, se colocarn los artesanos de las
villas: los modos de vida y las fuentes de ingresos de stos estaban profundamente ligados a
los de la gran masa de poblacin aldeana, y de hecho constituan una parte indisoluble de la
sociedad tradicional. La crisis les afecta, pues, duramente.
Ya a finales del XVIII hay testimonios claros del enfrentamiento entre la mentalidad
tradicional y la concepcin burguesa de la eficacia y de la productividad. En lo que a la
metalurgia respecta, por ejemplo, Munibe hijo haba visitado las empresas europeas en 1771,
y desde 1776 se haban introducido diversas reformas tcnicas para abaratar costos. Sin
embargo, las tcnicas tradicionales de extraccin de mineral, ligadas a la mentalidad y a la
jurisdiccin tradicionales, creaban ya un primer cuello de botella en cuanto a la reduccin de
costes: en efecto, el arranque del mineral era libre, y en las Encartaciones haba unas 150
explotaciones en trabajo, donde trabajaban siempre menos de cinco personas con una tcnica
muy simple (picos, cuas, plvora y bueyes); la media de trabajo era de cuatro horas por da y
la produccin de unos 15 quintales por obrero y por da. El capital invertido era poco y la
ganancia escasa igualmente.
35
Las razones de esta situacin aparecen en una memoria de Elhuyar 37 : el arranque de mineral
es fcil, es propiedad de los lugares y las villas, y libre para los vecinos; stos slo trabajan
para completar su jornal diario, es decir, como una actividad suplementaria para obtener
simplemente los dineros precisos. Elhuyar, que califica a estos mineros de holgazanes de
profesin, propone que se establezca un cuerpo, que tomando la propiedad de estas minas,
disponga con orden as las labores como la economa por medio de directores hbiles, y que
esta Sociedad hiciera trabajar ocho horas a los obreros con el jornal equivalente a los
beneficios que sacaban de las cuatro horas tradicionalmente empleadas 38 .
En lo que a la agricultura respecta, Juan Carlos Jim nez de Abersturi 39 nos ha descrito la
figura del Conde de Villafuertes, Diputado en Guipzcoa y jefe poltico de la provincia
durante el trienio liberal de 1820-1823, quien aparece interesado en crear en el valle de
Oyarzun una agricultura moderna conforme al modelo capitalista, es decir, con trabajadores
asalariados. Sus corresponsales indican con claridad la existencia de fuertes obstculos a esta
posibilidad, derivados de las caractersticas sociales e institucionales y, con ellas, de la
mentalidad dominante entre los campesinos, atados a la sociedad tradicional.
Sin embargo, ante la ofensiva coaligada de las diversas causas citadas en los apartados
anteriores, la nueva mentalidad se va a imponer. Ante los hechos consumados la propia
legislacin foral empezar a cambiar; as, pese a las viejas leyes y ante la presin de los
nuevos poseyentes, las Juntas de Guipzcoa terminan aceptando el derecho al cierre de las
propiedades y precisan en 1855 la medida y el tipo de los cercados admitidos; del mismo
modo, diversas disposiciones emitidas entre 1813 y 1853 liquidan progresivamente buena
parte del derecho de los ganados al libre trnsito. Pese a todo, conviene insistir en que la
ofensiva legal principal viene de la legislacin liberal del Estado, y que los artculos forales
slo suelen modificarse a posteriori.
37
Estudio sobre las minas de Somorrostro , 1783.
38
Lo que demuestra que cuando Marx habl de la plusvala no se invent nada.
39
Agricultura y minera en el valle de Oyarzun a principios del siglo XIX. Bolet n de la RSVA P, 1973.
36
mayora de los vecinos: en 1806 hay protestas en Anguiozar contra los nuevos dueos que
cierran sus propiedades; diversos pueblos, como Ichaso y Gaviria, especifican cuando sacan
comunales a la venta que el derecho al libre pasto conforme a las normas tradicionales habr
de ser respetado por los compradores. En general, ya antes de la primera guerra carlista se han
efectuado ventas importantes en bastantes pueblos, y los conflictos entre los viejos usos y los
nuevos dueos se han multiplicado: a veces, como en Villarreal de Urrechua, hasta lmites
bastante serios. Esta situacin es, sin duda, comn a todo el Pas. Navarra nos ha dado el caso
ms agudo de este tipo de conflictos, que se resolvan con dificultad y se arrastraban durante
largo tiempo. En efecto, durante todo el siglo XIX se desarrolla el problema de las
corralizas en la Ribera y en la zona de Tafalla-Olite: antiguos terrenos comunales,
dedicados en buena medida al pasto libre, se privatizan y se cultivan durante este siglo, dando
origen a luchas sociales importantes entre corraliceros y campesinos pobres. En lo que
concierne a la zona tafallesa, el aprovechamiento tradicional de las corralizas inclua el
arriendo de hierbas y aguas para los ganados, as como el permiso para roturaciones de
carcter temporal. Las guerras y las desamortizaciones llevaron a vender: Tafalla y Beire
especificaron en las ventas que slo enajenaban el derecho a pastos y que se reservaban a los
dems vecinos los derechos tradicionales a leas, trnsito y pastoreo, etc.; en Olite no se
especificaron los derechos enajenados, las clusulas no eran claras y, sobre esta base, los
poderosos corraliceros iniciaron una ofensiva jurdica para redimir todas las servidumbres
tradicionales que pesaban sobre las tierras y conseguir la plena posesin del suelo. Ganaron
los pleitos, pero no consiguieron ni la aprobacin social ni cambiar la mentalidad de los
campesinos. Y as, cuando a finales de siglo, con el aumento de poblacin y las mejoras
tcnicas, los campesinos sienten hambre de nuevas tierras y necesidad de roturar, empiezan a
hacerlo en las corralizas, ante la pasividad de los ayuntamientos. Los corraliceros reaccionan
invocando sus derechos absolutos: un motn sangriento en Olite en 1884 y tres muertos en
1914 son los hitos ms trgicos de una nueva larga historia de procesos y motines.
Estas luchas sociales, autnticos combates de clase, venan ya de antiguo y haban tomado su
forma especfica en el siglo XVIII. La tendencia a la apropiacin privada y a la lucha contra
las concepciones tradicionales obedeca, en principio, a causas internas a la propia sociedad
vasca y reflejaba la mentalidad de una burguesa con base o con intereses rurales. Ya el
aumento demogrfico haba llevado a roturaciones en los comunales, pero el predominio de la
sociedad tradicional haba llevado a las autoridades forales, hacia 1750, a exigir el
37
cumplimiento estricto de la ley y la vuelta al aprovechamiento comunal, al cabo de unos aos,
de los terrenos roturados. Ya en la segunda mitad del XVIII la tendencia a la privatizacin era
o suficientemente fuerte como para que roturaciones y cercados definitivos sean respetados,
aunque haya numerosos pleitos entre campesinos que defienden para sus explotaciones este
concepto burgus de la propiedad y otros campesinos que se sienten afectados negativamente
e invocan los usos tradicionales.
Sin embargo, lo que caracteriza al siglo XIX no es la mera continuidad de este tipo de
conflictos, sino la intervencin de los factores exteriores blicos y legislativos a los que
hemos hecho referencia. El proceso de privatizaci n se acelera y la lucha de clases se agudiza,
tomando, ante el papel principal de las causas externas, un carcter de insurreccin casi global
de las clases populares, vencidas al final por ejrcitos extranjeros.
Globalmente, las transformaciones agrarias durante el siglo XIX fueron enormes. De una
parte, se termin imponiendo el concepto burgus de la propiedad absoluta y privada; de otra,
se afirm el predominio de la agricultura sobre la ganadera y la explotacin forestal; por
ltimo, a causa de la inviabilidad creciente de las viejas explotaciones, se inici la
despoblacin de los campos, especialmente notoria en las zonas montaosas de Navarra ya
durante el siglo XIX y que, hoy en da, al extenderse el capitalismo y su concepto de la
agricultura rentable, ha alcanzado proporciones trgicas en todo el Pas.
Por todo ello, y dada la estructura social y productiva de la poca, la principal contradiccin
que atraviesa la sociedad vasca del siglo XIX es la que hace referencia a las posiciones de los
diversos grupos cara a esta redistribucin y reconcepcin de la productividad y la propiedad
agrarias. Esta contradiccin principal no niega otras, y as los motivos de grandes
comerciantes y de ferreteros para pedir el traslado de las aduanas y ser liberales son
operativos en una esfera distinta a la agraria; sin embargo, su incidencia sobre los conflictos
de clase va a ser secundaria. En lo que a la cuestin de la tierra respecta, liberales sern los
que hacen fortuna gracias a la crisis, los capaces de comprar e invertir: fundamentalmente,
pues, grandes nobles y comerciantes adinerados. Carlistas, por el contrario, los perdedores;
bien quienes se vean expoliados por ser campesinos sin fondos, bien los que vivan en
estrecha relacin de comunidad social y dependencia econmica con los cultivadores, como la
38
pequea nobleza local y los artesanos. Evidentemente, este cuadro general necesita
matizaciones, que trataremos de exponer a continuacin.
6. Los carlistas
El contenido de la contradiccin principal citada explica una de las primeras caractersticas
del carlismo: su carcter rural, su real popularidad entre las clases humildes del campo.
Una explicacin de este tipo haba sido ya avanzada por Jaume Vicens Vives 40 para Catalua,
describiendo a los combatientes de 1833 como formados en gran parte por pequeos
propietarios agrcolas, por payeses expulsados de sus masoveras por la desamortizacin. Para
el conjunto de la historia hispana del XIX, diversos autores modernos han emitido hiptesis
similares. As, Josep Fontana 41 insiste en que la reforma desamortzadora no supuso
ninguna revolucin real, sino que fue dirigida por las clases dominantes de tal manera que la
agricultura se adaptara a las exigencias de la produccin moderna mientras que la posicin de
tales clases dominantes no slo no se alterara fundamentalmente, sino que incluso se
reforzara. En lo que al carlismo se refiere, el resultado fue obtener para esta ideologa,
defensora de las formas tradicionales, el apoyo de los campesinos humildes expoliados por tal
reforma. Una opinin similar aparece en un reciente trabajo crtico de Jordi Nadal sobre la
revolucin burguesa decimonnica en el estado espaol42 .
Que en el Pas Vasco Peninsular existe un fenmeno similar es bastante claro. Prcticamente
todos los autores estn de acuerdo en la decisiva participacin de los campesinos en el
carlismo, tanto a nivel de voluntarios como de logstica o de espionaje. Esto no impide que
por parte de los carlistas haya habido tambin levas forzosas y presiones sobre la poblacin
rural, pero la autntica popularidad del movimiento es indiscutible. Los campesinos formarn
la base principal del ejrcito del Pretendiente.
40
Catalua en el siglo XIX, 1961.
41
Cambio econmico y actitudes polticas en la Espaa del siglo XIX, Barcelona 1973.
42
El fracaso de la Revolucin Industrial en Espaa. 1814 -1913, Barcelona 1975.
39
Y, ante la amenaza de expoliacin y ruina, la revuelta campesina posea un real contenido de
justicia. Defendan, desde luego, unas formas de vida que en buena parte estaban inadecuadas
y periclitadas y que, en lo que a las relaciones sociales se refiere, justificaban el predominio
de los jauntxos. Pero la reforma que se les impona no significaba para ellos una real
emancipacin, sino la mina, la emigracin y la proletarizacin, es decir, el paso a nuevas
situaciones de dependencia desconocidas, aculturalizadoras e incluso ms duras. La
privatizacin de las tierras comunes y la ruina de los campesinos poseen un real carcter
opresivo; ms an, afincan una sociedad burguesa que va a convertirse en un obstculo
institucional y represivo cara a una autntica revolucin social emancipadora. Sera excesivo
considerar que hay una unidad dialctica entre los restos del comunismo primitivo que
podran existir en la sociedad agraria tradicional, las revueltas carlistas y una ptica
revolucionaria comunista y patritica posible. Pero del mismo modo es un papanatismo real
considerar que la revolucin burguesa es progresista en nuestro Pas porque supone un paso
adelante en el desarrollo de las fuerzas productivas: la real violencia sobre las masas y el
carcter injusto y represivo de la sociedad salida de ella hace que la simpata natural de quien
se siente parte del pueblo, de los humildes, vaya hacia los carlistas.
No deja de ser ilustrativa, en esta ptica, la descripcin que Manuel de Irujo nos hace de la
evolucin de los carlistas en Navarra 43 . Segn este autor, los pueblos agrcolas afectados por
la desamortizacin se dividieron en dos bandos irreconciliables, los propietarios,
enriquecidos durante el XIX y los comuneros, partidarios de la explotacin comunal de las
tierras: stos eran carlistas y aqullos liberales, al menos al principio. Al llegar la Repblica
en 1931, los carlistas de Peralta y Dicastillo exigieron la municipalizacin de la tierra; los
dirigentes tradicionalistas locales, propietarios igualmente 44 , se opusieron a los comuneros
y stos, ni cortos ni perezosos reaccionaron hacindose socialistas en masa. Quitar el rtulo
Crculo Carlista y poner en su lugar el de la UGT se hizo rpidamente. El carcter de
justicia de la actitud popular carlista del XIX se transforma as en reivindicacin
revolucionara en el siglo XX. De modo ms general cabra preguntarse por las relaciones
entre este cambio de situacin y de ptica de los campesinos medios y pobres y la actual
43
Instituciones jurdicas vascas, Buenos Aires 1945, pg. 125 y siguientes.
44
Se trata probablemente de descendientes de neocarlistas de 1868 o de caciques navarros que son liberales
hasta que el reparto de tierras se consolida conforme a sus intereses y se hacen tradicionalistas, por
contrarrevolucionarios, despus. Luego se tratarn estos temas.
40
evolucin autogestionaria del Partido Carlista, pero ese tema sale fuera de los lmites de este
libro.
Sin embargo, la direccin local del carlismo estuvo en manos de los notables. Una parte
importante corresponde a la nobleza local, con la excepcin de la mayora de las grandes
casas. Un ejemplo podra ser Rodrigo Ignacio de Varona, de ilustre familia de Villanae,
dirigente alavs durante la ltima guerra. Repitiendo el testimonio del Conde de Guendulain,
liberal navarro, se puede aceptar esta divisin de la nobleza en dos facciones contrapuestas,
divisin cuyas bases econmicas ya hemos citado. Dice as:
45
Esta opinin de Fernndez de Pinedo (El campesino parcelario vasco, Saioak, n. 1, 1977, pg. 147, nota
46) es altamente sugestiva,
46
Los artesanos suponan un 15 al 20 por 100 de los sublevados de 1870 en Alava, op. cit., pg, 266.
47
Societat rural i moviments absolutistas. Recerques, 1, 1970.
41
...Puede asegurarse que la opinin popular, la de la clase media en general y la de aquella
nobleza que podemos llamar domiciliada en el Pas, pertenecan al partido del Pretendiente.
Una parte del alto comercio y las casas (salvo raras excepciones) ms relacionadas con la
Corte y que contaban sus hijos en el ejrcito, nos habamos declarado en favor de los derechos
de las hijas del difunto monarca.48
Entre las excepciones, es decir, los grandes nobles carlistas, podemos citar en la Primera
Guerra al Marqus de San Milln, al Duque de Granada de Ega y, especialmente, al Marqus
de Valdespina. Por lo dems, muchos nobles liberales que vivan en el Pas optaron por huir a
la Corte madrilea a refugiarse entre sus pares: as, los Condes de Villafuertes y de Monterrn
y el Marqus de la Alameda.
Los campesinos, a quienes el sistema foral haba acostumbrado a considerar a los jauntxos
como dirigentes naturales de la sociedad vasca, se haban comprometido en una guerra
defensiva de la civilizacin tradicional; estaban as prcticamente determinados a aceptar la
direccin de la revuelta por los miembros carlistas de la nobleza. Dado el carcter explotador
y reaccionario de esta capa de jauntxos, las consecuencias de esta mediacin sern
negativas y enormes. No hay que olvidar que, a nivel de las altas esferas, la direccin del
carlismo estaba en manos de una camarilla extremadamente reaccionaria: el Pretendiente (nos
estamos refiriendo a la Primera Guerra) era un tecrata trasnochado; con l haba un puado
de aristcratas reclutados entre los ms medievales y contrarrevolucionarios, una enorme
influencia de los sectores ms intransigentes de la Iglesia y un sinnmero de arrivistas. La
causa, en el fondo, estaba condenada. Y cuando los liberales moderados ofrezcan, con
consignas como Paz y Fueros, un compromiso a los notables del carlismo, stos dejarn
caer sin mayores remordimientos a la camarilla de Don Carlos y a las clases populares 49 .
48
Memorias del Conde de Guendulain, con prlogo del Conde de Rodezno, Pamp lona 1961. Citado por Jaime
del Burgo, El Pacto foral de Navarra. 1841-1966, Pamplona 1966, pg. 9.
49
No olv idemos, sin embargo, que tras tan larga y terrible guerra el pueblo estaba cansado y deseoso de paz.
42
desamortizacin. Para 1850, prcticamente todas las propiedades eclesisticas del Pas Vasco
estaban desamortizadas. La Iglesia se senta as expoliada y su ideologa sirvi de cimiento a
las masas campesinas que se vean empujadas a la revuelta por sus propias condiciones de
vida. Esta influencia eclesistica, muy notoria en el Pas, donde pulpitos, confesonarios y
papeles sociales servan de puntos de apoyo a la causa carlista, contribuir a la utilizacin de
la revuelta al servicio de fines contrarrevolucionarios.
7. Los liberales
Hubo, asimismo, bastantes liberales en el Pas, y as las guerras carlistas tuvieron una buena
parte de guerra civil entre las propias clases vascas. Sin embargo, mientras que en las huestes
carlistas la masa de combatientes era, por regla general voluntaria y popular, los liberales
formaron una minora encerrada en las murallas de las ciudades. Slo entre la poblacin
urbana de Bilbao y los campesinos de la zona del Ebro hubo sectores populares liberales
significativos. El verdadero ejrcito liberal era extrao al Pas; la masa de sus combatientes
eran soldados trados de fuera y sus oficiales en su mayor parte no eran vascos. Esta situacin
se traduca en una mentalidad de ejrcito extrao y conquistador, enfrentado con la poblacin
civil. Quema de cosechas, embargos, deportaciones, pillajes, multas, enormes exigencias de
suministros, son moneda corriente. De este modo est plenamente justificada y llena de
verdad la circular de la Diputacin Foral carlista alavesa del 22 de julio de 1875, donde se
dice:
...Ningn general ni conquistador de los tiempos modernos ha osado decir que vena a hacer
la guerra al pas que invada, sino tan slo a su gobierno y autoridades, pero aqu se ha sentado
el principio de que la guerra es contra el pas.
De aqu que los carlistas vascos tendieran a considerar a los liberales como extranjeros.
Diversos textos de poca insisten en este punto de vista que pasar luego del carlismo al
nacionalismo; ste ltimo llegar, pues, a considerar a las guerras del siglo XIX como guerras
de conquista emprendidas por el estado centralista espaol contra un Pas Vasco hasta
entonces autnomo 50 . Por parte de los carlistas, el odio dirigido a los cuerpos armados locales
50
Dice as el Padre Evangelista de Ibero (Ami vasco, 1906): 66. -Cundo perdieron su independencia los
Estados vascos? -Los de allende el Pirineo en 1789, en tiempos de la Revolucin francesa. Los de este lado del
43
liberales vena acentuado por considerarlos como vascos traidores, servidores de una causa
extranjera 51 . De hecho, la existencia conjugada de un ejrcito fundamentalmente extrao, con
mentalidad de fuerza de ocupacin, de una legislacin espaola, centralista, que justificaba
tanto la ofensiva contra la sociedad tradicional como el mecanismo abolitorio de los Fueros,
son hechos de constatacin inmediata; al compararlos con el apoyo masivo popular al
carlismo y con el carcter foral de ste, la tesis de la guerra de conquista queda bastante
abonada. Aadamos que el carcter militar de los enfrentamientos es innegable y que al
ejrcito espaol le corresponde un papel principal en la derrota carlista y en las soluciones
institucionales que le siguen. A este respecto, y para insistir an ms en la unidad entre los
diversos aspectos del liberalismo (polticos, militares, jurdicos, ideolgicos, etc.), recordemos
que los militares liberales actan clara y principalmente en la poltica espaola del XIX, son
de hecho (en su mayor parte) defensores de los compradores de bienes desamortizados y
tienden a atribuirse el ejercicio del poder del Estado dentro de este contexto ideolgico y
social.
Sin duda, a la hora de la operatividad poltica y militar, la lnea de fuerza principal que llev a
la liquidacin del sistema foral es exterior a las propias contradicciones internas de la sociedad
vasca. Desde luego, tal sistema estaba condenado por su propia crisis, pero que tal inviabilidad
tomara la forma precisa que histricamente le conocemos, es decir, la ligada a la abolicin
foral, la Restauracin borbnica y los subsiguientes avalares del estado espaol unitario,
obedece ya a causas generales de ndole peninsular e incluso europea.
Sin embargo, hubo un nmero no despreciable de liberales vascos. Minora con respecto al
conjunto de la poblacn, eran por el contrario muy significativos a nivel de la vida
econmica y poltica.
Pirineo 50 aos ms tarde, en 1839-67. -Con qu derecho se les priv de su independencia? -Con el derecho de
la fuerza que es la negacin de todo derecho.
51
El odio era fero z a las fuerzas de las Diputaciones liberales, miqueletes, forales y peseteros. Entre otros
testimonios de barbarie y matanzas, ver los que trae C. P. Henningsen, A Twelve mounths campaing with
Zumalacarregui, 1836. Traduccin castellana, Austral 1947.
44
Comencemos por los sectores populares. En Bilbao, los libe rales formaban una mayora
relativa de la poblacin. Los comerciantes liberales posean una verdadera clientela a nivel de
escribientes, dependientes, etc., y, a travs de ella, una real influencia social sobre pequeos
comerciantes y artesanos. Si entre estos ltimos haba mucho carlista, los liberales bilbanos
no fueron menos capaces de armar milicias propias, que, en la ltima guerra se componan de
ms de mil hombres. La tradicional oposicin entre la villa y la provincia agraria, la propia
historia comercial, haban contribuido a crear una sicologa colectiva claramente diferente de
la rural. Pese a todo, haba tensiones internas entre los liberales de orden, miembros de las
clases dominantes, y el sector ms popular, que en la ltima guerra era declaradamente
republicano y anticlerical 52 . Otro importante sector liberal es el de los propietarios agrarios
medios que redondean su fortuna con la compra de comunales y otros bienes desamortizados.
Los hubo por todo el Pas, pero en la mayora de l estuvieron marginados por su condicin
minoritaria; slo en la zona del Ebro adquirieron una importancia suficiente como para ser
base de una organizacin militar propia. As, en la Rioja, los propietarios ricos y acomodados
son lo suficientemente numerosos como para formar, durante la ltima guerra, Milicias
Nacionales (as, en Laguardia, Elvillar, Lanciego, Moreda y Oyn), y lanzarse a una dura
contraguerrilla. Las represalias y las contrarrepresalias alcanzan as particular dureza en esta
comarca, dada la intensa relacin de vecindad y cercana social existente entre expoliados y
expoliadores. Esta clase de cultivadores y vinateros enriquecidos haba, especialmente desde
1855, roturado numerosos comunales, mientras la pauperizacin y la proletarzacin de los
campesinos humildes aumentaba.
Ahora bien, los liberales ms significativos han de buscarse entre los pudientes, muchos de
los cuales vivan en las ciudades. En efecto, la inversin en tierras iba raramente acompaada
de su explotacin directa, ya que al aumentar los campesinos empobrecidos aumentaba
igualmente la posibilidad de reducirlos a arrendatarios o asalariados. De hecho, en Vizcaya
aparece clara la disminucin del porcentaje de campesinos propietarios que pasan de cerca de
un 50 por ciento a principios del XVIII a un 36 por ciento hacia 1860; disminuye asimismo el
nmero absoluto de propietarios, mientras que entre estas mismas fechas hay un incremento
de los nmeros absoluto y relativo de arrendatarios. Es decir, que hay un proceso de
52
Sobre Bilbao, ver el clsico Paz en la guerra de Miguel de Unamuno, escrito en 1897. Hay varios libros de
testimonios y memorias. Un estudio sociolgico y una bibliografa se encuentran en Estbaliz Ru iz de Azua, El
sitio de Bilbao en 1874, Bilbao 1977.
45
confirmacin del absentismo por parte de los grandes propietarios. Pese, pues a la condicin
rural de buena parte de sus bienes y de sus rentas, muchos liberales sern as habitantes de las
villas.
De aqu que el nmero de arrendatarios sea muy importante al final del perodo a causa de la
inversin en tierras por parte de propietarios absentistas:
46
Cuadro 2. Distribucin de la propiedad en 1860 (en %) 53
Propietarios Arrendatarios
Alava 50,55 49,45
Guipzcoa 27,55 72,45
Vizcaya 35,69 64,31
Las cifras alavesas estn en relacin con un alto porcentaje de propietarios en la Rioja: 86,16
por 100 en el partido judicial de Laguardia. Antes hemos hecho mencin a la importancia de
los liberales entre los campesinos de esta zona, debido a la ab undancia de compras de tierras
desamortizadas por parte de los propietarios medios. Ambas cifras estn, probablemente, en
relacin.
Hay que aadir ahora otro importante sector liberal: es el de la burguesa comercial. Parece
claro que entre los comerciantes hay que distinguir dos sectores: los pequeos tenderos,
ligados a una poblacin mayoritaria artesana y campesina, son de mentalidad carlista en su
53
Segn el Censo de poblacin de Espaa, Madrid 1863. Ver detalles en Fernndez de Pinedo, Crecimiento
econmico , pgs. 266 y 267.
47
mayora, mientras que los grandes comerciantes, quienes vivan menos de las ventas directas
en el Pas que del comercio de ultramar y hacia la Meseta, son liberales. Este ltimo sector
era, por sus orgenes y sus funciones, muy exterior a la sociedad tradicional; entre ellos haba
fueristas liberales, que slo pretendan una actualizacin del Fuero compatible con un
mercado ms unitario, pero haba tambin un sector ms centralista para quien la abolicin del
sistema foral significaba tambin el triunfo sobre los jauntxos tradicionales. En efecto,
estos controlaban las Juntas y las Diputaciones, basadas en una representatividad que
privilegiaba a la poblacin rural; los grandes comerciantes de las oligarquas urbanas
deseaban terminar con esta dependencia de la villa hacia la provincia.
Ya hemos hablado de la oposicin entre Bilbao y Vizcaya. Un fenmeno similar ocurra entre
San Sebastin y la provincia. Hemos de entenderlos en parte como una contradiccin entre la
burguesa comercial y la nobleza agraria (lo que no niega las imbricaciones entre estos dos
sectores). Frente a la actitud ms doctrinaria en el liberalismo y ms centralista de los sectores
urbanos, la mayora de la nobleza va a apoyar el fuerismo liberal, es decir, la lnea de
conducta conforme a la cual el Fuero se conserve adaptado a la mentalidad agrario- liberal,
con lo que la autonoma y el predominio local de la nobleza vasca podran perdurar.
Esta contradiccin aparece pronto. En 1820 las Aduanas fueron trasladadas a la frontera de
Irn y all estuvieron hasta 1823, en que con el triunfo en Madrid de la reaccin y la
consiguiente liquidacin de las reformas del trienio constitucional volvieron al Ebro. La
burguesa comercial tom muy mal esta medida de restauracin foral. El comercio colonial se
alejaba de los puertos vascos ya que el Estado diriga hacia otras provincias este trfico con el
fin de endosar los correspondientes aranceles: ste es el sentido de la Real Orden de 1824 por
la que se prohiba la introduccin en Castilla de productos coloniales a travs del puerto de
San Sebastin. Comienza as una fuerte presin de los comerciantes donostiarras para obtener
la reforma aduanera. Ante ella, las Juntas, dominadas por los jauntxos, reaccionan y la
Junta de Azpeitia califica as a los promotores de aquella poltica:
48
Entre los ms significados liberales donostiarras hay varias familias cuyos nombres se
repetirn, como los Collado, Lasala, Ferrer, Brunet y Luzuriaga, y es cierto que varios de ellos
son de origen exterior al Pas 54 . Esto no impide que indiquen la existencia de un grupo social
vasco, liberal y bastante centralista. La lucha continuar hasta el definitivo traslado de las
aduanas.
En lo que a la actitud de la burguesa comercial se refiere, hay que hacer notar, adems, que
desde la promulgacin el 30 de mayo de 1829 de un Cdigo de Comercio nico para toda la
Monarqua, con la correspondiente derogacin de todas las Ordenanzas particulares de los
Consulados, el de Bilbao haba desaparecido y los comerciantes de la Villa se regan ya desde
1830 por el nuevo cdigo unitario. Razn de ms para pedir la adecuacin del Fuero a la
situacin de hecho.
Sin embargo, todos estos .grupos liberales hacen referencia directa a la crisis del Antiguo
Rgimen y a las posturas de sus sectores ms avanzadas respecto a dos problemas claves: la
reparticin de la tierra y la libertad comercial. Un nuevo sector aparece asimismo en el XIX,
liberal, pero por hacer referencia a la revolucin industrial; son los primeros industriales
modernos para quienes la desamortizacin supone, fundamentalmente, la aparicin de un
ejrcito de campesinos proletarizados, de mano de obra libre para sus fbricas. Se trata, pues,
de una ptica fundamentalmente diferente a la de los liberales antes citados. Desde el
principio, la mayora de estos burgueses industriales va a unir la prosperidad de sus negocios
con la creacin de un estado-nacin espaol unitario, donde buscar apoyo y proteccin. Es
probablemente poco fundado, con los datos actuales, afirmar o negar la continuidad eventual
entre los dueos de la siderurgia tradicional y la burguesa moderna vasca: en unos casos se
da, en la mayora no. De todos modos, el carcter antiforal del sector siderrgico y ferretero
anterior a 1841 parece ms bien ligado al liberalismo de propietarios agrarios y de grandes
54
Ort zi, Historia de Euskadi, 1975, pg. 75.
49
comerciantes que al espaolismo de la moderna burguesa bilbana. Al ocuparnos del
problema de la acumulacin primitiva trataremos con ms detalle de esta cuestin, sobre todo
para insistir en la diferencia cualitativa existente entre ambos tipos de procentralismo a
partir del gran salto de 1876. De todos modos, la importancia poltica y social de la burguesa
industrial moderna era an muy limitada en la poca de los conflictos carlistas, especialmente
durante el primero, y este sector no forma de ninguna manera la principal clase dirigente del
esfuerzo militar y administrativo liberal.
Llegados a este punto, podemos establecer un cuadro de los sectores carlistas y liberales del
Pas, de los grupos que se enfrentaron as en una autntica guerra civil:
Este cuadro para el Pas Vasco puede compararse con el de otros autores, tanto para Euskadi
como para el conjunto del fenmeno. Muy similar es la distribucin segn Fernndez de
Pinedo 55 , aunque con respecto a los artesanos sostenga una opinin diferente. Sobre el
conjunto del Estado, Evarist Olcina 56 nos habla de la indiscutible base campesina del
carlismo, de la participacin del artesanado en este mismo bando dura nte la Primera guerra y
del proletariado campesino en la Segunda, as como de la afiliacin liberal de ttulos
nobiliarios y alta burguesa.
55
Op. cit., pgs. 473 y 474.
56
El carlismo y las autonomas regionales, 1974, pgs. 43, 59 y 69.
50
8. El neocarlismo
Las razones del comportamiento poltico de cada grupo social citado se han comentado ms
arriba. Pero a lo largo del siglo hay una evolucin histrica y con ella una modificacin en las
actitudes de ambos campos.
El primer cambio importante del que se va a tratar es el producido dentro del carlismo. En su
origen, el carlismo coincide con las caractersticas generales antes descritas: una masa de
campesinos defensora de sus formas de vida tradicionales y actuales, enfrentados con un
estado liberal que les negaba su supervivencia econmica y su sistema poltico; un bajo clero
que usaba la defensa de la religin como vehculo de ideologizacin de la actitud popular; una
nobleza local a la cabeza del movimiento; y un grupo de intelectuales ligados a sta, al pueblo
y al clero, insistiendo sobre el carcter foralista de la lucha. Sin e mbargo, ya desde la dcada
de 1840, al terminar prcticamente la liquidacin de los bienes eclesisticos y de buena parte
de los de los pueblos, empiezan a entrar elementos nuevos en el carlismo. Se trata de
compradores de tales bienes, propietarios profundamente reaccionarios, y de otros sectores de
las clases dominantes que se encuentran temerosos del triunfo de una revolucin burguesa o
de una incipiente revolucin obrera: el carlismo aparece a tales clases como el refugio ms
seguro ante tales posibilidades. Esta tendencia se acelera con la Revolucin de 1868: la figura
de los neos, carlistas recientes reclutados precisamente en tales medios reaccionarios y
propietarios no slo se hace frecuente sino incluso dominante dentro del carlismo. La
mediatizacin ideolgica y poltica del carlismo por nobles y eclesisticos haba creado las
condiciones necesarias para que este paso se diera: relativamente estabilizada la nueva
propiedad de la tierra, todos los poseyentes, fueran ganadores o perdedores en la etapa
anterior, tendan a hacer bloque frente a la posibilidad de una revolucin.
En el Pas Vasco estos neocatlicos tuvieron una gran importancia. Se pueden encontrar
ejemplos, como Manuel Valds, comerciante vitoriano de prosapia, cuyo equipo terminar
dominando la Diputacin a Guerra de Alava durante la ltima contienda. Asimismo, el tono
ideolgico contrarrevolucionario se amplifica en la literatura carlista, como puede verse en los
escritos del cannigo Manterola, diputado por Guipzcoa en 1869. De hecho, en las
elecciones de 1871 los vascos enviaron a las Cortes diez diputados carlistas: este triunfo
electoral se debe en gran parte a la fuerza de los neos. No hay que olvidar que el voto en
aquellos aos estaba restringido a las clases poseyentes.
51
A nivel general, en el interior del carlismo se reflejaban estas contradicciones entre el
contenido popular y la manipulacin reaccionaria. Con respecto al problema de la
desamortizacin, sin duda una de las claves principales de estas contradicciones, la virulencia
antidesamortizadora de la primera poca se vio pronto relegada. As, desde 1868 hay una
clara tendencia a respetar los bienes de los nuevos propietarios, y el pretendiente carlista dice
explcitamente en el Manifiesto de Morentn (1874) que no molestar a los compradores ya
consolidados. Esta actitud era coherente con la evolucin ideolgica dirigida por Nocedal y
Aparisi y Guijarro; el carlismo pretenda ser el principal defensor de los poseyent es contra la
revolucin y la Repblica, y trataba de atraerse a todos ellos renuncia ndo a lo que tena de
popular e insistiendo en lo que llevaba de contrarrevolucionario. La cuestin de los comunales
era, pues, un punto clave dentro de esta actitud.
En el Pas, las contradicciones acarreadas por esta postura dentro del propio carlismo son
notorias. A nivel del problema desamortzador, el Manifiesto de Carlos VII choca con las
actitudes de la Junta Gubernativa de Navarra y de la Diputacin a Guerra de Alava, que dan
respectivas rdenes declarando antiforales las ventas de comunales y multa ndo a los
compradores. La circular alavesa del 19 de septiembre de 1874 es contempornea de tal
manifiesto y declara explcitamente contrafuero las ventas de comunales y propios efectuadas
por el Gobierno central, anula las ventas efectuadas, impone una multa de 20.000 reales a
compradores y vendedores si en adelante se hicieran, y prohbe absolutamente a los alcaldes
efectuarlas. Actitud que responde al sentir tradicional y popular, y que es abiertamente
contradictoria con la de las altas esferas carlistas, quienes desde la Revolucin de 1868 se
preocupaban mucho ms de atraerse a los propietarios catlicos que de responder a las
esperanzas de las masas campesinas.
Carlos VII jur los Fueros, pero lo hizo simblicamente, sin que la restauracin de las formas
de vida y las libertades tradicionales, sobre todo en lo que a su contenido popular se refiere, le
importase realmente mucho. Sus objetivos polticos se movan en otra esfera, y con ellos sus
principales consejeros y generales. Por eso, uno de los smbo los de esta ltima guerra va a ser
el Cura Santa Cruz, que hace una guerra por su cuenta, condenado y perseguido por la propia
jerarqua carlista. Probablemente, su violencia, su aislamiento poltico y su falta de capacidad
52
estratgica traducen la rebelda desesperada de los campesinos condenados y traicionados;
precisamente entre esos campesinos no le faltarn ni reclutas ni cobijo.
Esta actitud de finales de siglo anuncia ya la triste historia del carlismo en la primera mitad
del siglo XX, convertido en verdugo de los obreros de Zaragoza y de los gudaris de
Euskadi.
9. El fuerismo liberal
Por parte de los liberales vascos hay, asimismo, una evolucin. Algunos fueron partidarios de
la liquidacin de toda autonoma y de toda foralidad, pero la gran mayora compartan una u
otra forma de fuerismo. El fuerismo liberal, va a ser la caracters tica principal de la clase
poltica vasca en el perodo entre las dos guerras. Podemos tambin c itar en este mismo
espectro a los defensores de la repblica federal, que formaban el sector ms avanzado del
Pas; especialmente notable en Guipzcoa con adeptos en otras ciudades como Vitoria, se
trata probablemente de intelectuales en relacin con las clases medias urbanas modernas.
Tras el final de la Primera guerra en 1839, se inicia una poca de prosperidad para el Pas (de
cuyas causas e incidencia econmicas nos ocuparemos al hablar de la burguesa industrial),
que coincide adems con una poca de pugnas entre el poder central y las Diputaciones. Entre
1839 y 1841 hay una fase de conflicto interno, enfrentndose burguesa comercial y
propietarios agrarios liberales; aqullos insisten sobre todo en la reforma aduanera y stos,
53
triunfadores y en plena bulimia de tierras, en la intangibilidad de su poder local conforme al
Fuero. Eliminados los obstculos carlistas, los jauntxos liberales estaban deseosos de
adecuar el Fuero a sus intereses de clase, pactando para ello con el poder central y reforzando
al mismo tiempo su poder absoluto a nivel provincial. Sin embargo, el decreto del 29 de
octubre de 1841 dado por Espartero crea una nueva organizacin poltica provincial y
municipal igual a la del resto del Estado, y las aduanas se trasladan al Ebro; los comerciantes
triunfan y San Sebastin lo celebra con jbilo. Ms tarde, en 1844, cuando los moderados
llegan al poder en Madrid devuelven a la administracin provincial y municipal la
organizacin foral anterior a 1841; son ahora los miembros de la oligarqua agraria provincial
los que salen vencedores.
57
Federalismo? Feudalismo!. Bilbao, 1931.
54
Y aquellos honrados progresistas qu realizaban, no slo en lo poltico, sino principalmente
en lo econmico, la ms honda revolucin que se ha operado en Espaa, la de la liberacin,
por las leyes de seoros, de desvinculaciones y desamortizadoras, de la propiedad inmueble,
podan hacerse tomar en serio si dejaban que el instrumento insustituible para esta reforma,
un poder pblico centralizado y fuerte, se desbaratase y anulase por dejaciones y
desmembraciones regionales? La actitud de los progresistas vascongados tena que ser por
toda clase de motivos de franca enemiga a la ley de 1839, en cuya aplicacin vean la
posibilidad de que los carlistas se reorganizasen aqu para una nueva sublevacin.
Estos progresistas unificadores resultan minoritarios dentro del liberalismo vasco. Los
hombres ms significativos de ste, aquellos que incluso van a gobernar las provincias en este
perodo, van a ser los que pretenden la modificacin de los Fueros dentro de un sentido
liberal. As, el propio Balparda 58 cita entre ellos al alavs Pedro de Egaa en el perodo entre
las guerras, al sector transigente de 1876 y a Angel de Allende-Salazar durante la
Restauracin borbnica.
La divisin entre progresistas y moderados entendida como una oposicin mecnica entre
comerciantes e industriales de una parte y propietarios agrarios de otra, resultara falsa. Si
esos dos bloques se definen, sobre todo en funcin de tal contradiccin, eso no impide que
tengan profundas imbricaciones; de hecho, el predominio de los fueristas liberales se
consolida y la prosperidad material de los aos entre 1840 y 1868 lleva a una adscripcin a
esta doctrina de la mayora de los poseyentes urbanos, incluyendo una buena parte de los
comerciantes. Esta situacin va a ser especialmente notoria en las tres provincias occidentales,
donde poco a poco industriales, comerciantes y clases modernas ligadas a la revolucin
industrial se van a hacer predominantes. Su foralismo no va a consistir en la defensa del
Antiguo Rgimen, a quien rechazan, sino en la afirmacin de su personalidad autnoma
dentro del Estado espaol. Si en las Diputaciones el predominio de los propietarios agrarios
va a continuar, en las villas ms importantes aparece una administracin que cae en manos de
comerciantes, almacenistas, manufactureros y financieros;. su fuerismo no es en absoluto
incompatible con una voluntad de gestin eficaz con claros objetivos comerciales e incluso
manufactureros.
58
El sentido liberal del Fuero de Vizcaya, 1908.
55
En Vitoria, esta situacin se manifiesta a partir del Ayuntamiento de 1850 presidido por Luis
de Ajuria, gran comerciante y almacenista en hierros, donde era Procurdor Sndico Ladislao
de Velasco, hombre clave en la poca de 1876. Este equipo fund la Caja de Ahorros
Municipal, el Banco de Vitoria, se ocup del paso del ferrocarril por la ciudad y se especializ
en la gestin con vista al desarrollo econmico. Realistas, aceptaron la instalacin en la
ciudad de la Capitana General, de la Audiencia y de otras instituciones estatales, que aunque
en sentido estricto eran violaciones del Fuero, suponan afluencias de dinero para la capital
alavesa. Su foralismo moderado iba en la lnea del de Don Pedro de Egaa, varias veces
diputado y ministro y dejaban que el Estado central aumentase sus prerrogativas siempre y
cuando esto significase una adecuacin a sus concepciones sobre el desarrollo econmico.
Esta tendencia, obviamente, cre resistencias entre los fueristas ms intransigentes como en
Alava fue Ramn Ortiz de Zrate. A la larga, la insistencia en un foralismo moderado,
compatible con la unidad de la monarqua y el espritu liberal, era la lnea dominante; su
idelogo ms significativo puede ser Mateo Benigno de Moraza, tambin alavs.
Si hemos citado a Velasco como representante del sector que empalma la tradicin fuerista
con el desarrollo de la industria y del comercio en la Vitoria de la mitad del siglo, podemos
describir una tendencia similar en San Sebastin y Guipzcoa. Aqu, la presencia de
progresistas e incluso de republicanos federales es ms significativa. Sin embargo, diputados
y senadores van a representar a la tendencia mayoritaria y terminar defendiendo a los Fueros.
El espritu de esta defensa puede verse retratado en la carta que Pablo de Gorosbel, ilustre
liberal, escribe el 19 de mayo de 1836 a la Reina Gobernadora en nombre de la Diputacin:
... Nadie ignora (...) que los propietarios guipuzcoanos comprometidos casi todos por su
adhesin al sistema constitucional, que nivelaba estas provincias con las dems del Reino,
haban perdido mucho de su influencia para con la masa del pas tan apegada a su rgimen
foral (...). Debe convencerse Vuestra MaJestad que los vascongados defensores del Trono
legitimo y de la libertad de la Nacin, no son menos celosos de la conservacin del liberal
rgimen foral, que la masa rstica sumisa al Pretendiente. (Ms an), la adhesin al prncipe
batido ser pasajera y efmera; pero el recuerdo de las instituciones ferales ya perdidas, sera
constante, perseverante y capaz de producir conmociones y desrdenes en toda ocasin
oportuna.
56
A lo largo de estos aos, los liberales guipuzcoanos desarrollan as toda una teora
interpretativa de los Fueros, en la que stos aparecen como instituciones democrticas
compatibles con el espritu liberal; incluso sobre la controvertida cuestin de las aduanas, que
desde 1841 siguen en la frontera francesa, sostienen que los Fueros poseen un espritu de
libertad mercantil y de abolicin de las trabas al libre comercio, espritu foral que justifica
plenamente el traslado aduanero. Estos equilibrios ideolgicos traducen probablemente el
encuentro de un compromiso entre la mayora de los poseyentes co nforme a la doctrina del
fuerismo liberal. Y, as, siguiendo la lnea marcada por Gorosbel en 1836, el Ayuntamiento
de San Sebastin insiste en 1875 en que todos los vascongados liberales aman con delirio a
sus Fueros, en que stos son completamente compatibles con la unidad de la monarqua y en
que su abolicin slo crear focos de agitacin y de trastornos 59 .
Ahora bien, como hemos indicado, el fuerismo liberal es un compromiso entre oligarqua
agraria, predominante en las zonas rurales, y burguesa comercial e industrial, sin que esto
deshaga las contradicciones existentes. El predominio en las villas de los sectores ms
modernos va a llevar a una lnea de concesiones al poder central, a una continua adecuacin
de la autonoma al desarrollo de la nacin-estado unitaria. Este fenmeno es propio de las tres
provincias occidentales. En Vizcaya, donde el desarrollo industrial masivo se har en primer
lugar, en el transcurso de una dcada los representantes del gran capital como Alzola, Rivas y
Mudela, pasarn de una actitud fuerista a presentarse en nombre de partidos espaoles para
quienes el fuerismo estaba muerto y enterrado. Las peculiaridades de este cambio de postura
sern estudiadas luego; lo que ahora se trata de subrayar es que el fuerismo liberal, el
59
Ver el acta de la reunin del 10 de diciembre de 1875, citada por Carlos Blasco de Imaz, Los Fueros. Apuntes
guipuzcoanos, 1966, pg. 106 y siguientes.
57
espaolismo oligrquico y el nacionalismo vasco aparecen en continuidad y e n relacin
estrecha con el desarrollo de la moderna sociedad industrial. Como vemos, son fenmenos
peculiares de las tres provincias ms occidentales del Pas Vasco Peninsular.
58
las zonas de Estella y Tafalla son las ms afectadas aunque menos en Estella que en las tierras
de Olite, Uju, San Martn de Unx y adyacentes.
Donde la oposicin fue fructfera se asegur una pervivencia de las caractersticas que hacan
viable a la sociedad tradicional; ms an, en algunos pueblos los vecinos compraron mediante
sociedades colectivas los comunales en venta, preservndolos as de los grandes propietarios,
como fue el caso de las corralizas de Artajona. Varios autores han insistido en que esta
perduracin de los comunales va a estar relacionada con la conservacin de un campesinado
relativamente estable y prspero, con poca proletarizacn. Ta l vez en este comportamiento
diferencial, en esta relativa prolongacin del sistema tradicional est la base de la larga
persistencia del carlismo en Navarra.
59
Sin embargo, hay que alejarse de las posturas idlicas: la estabilidad de una provincia agraria
y sin industrializar se paga duramente en esta segunda mitad del siglo XIX. Mientras en las
otras tres provincias se iniciaba el despegue industrial y demogrfico, la poblacin navarra se
estancaba.
Este estancamiento traduce la intensa emigracin, tanto a ultramar como a las zonas
industriales del estado (Euskadi y Catalua) y a Madrid. La divisin de la Euskadi Peninsular
en dos zonas, una industrial donde se desarrollan socialismo y nacionalismo (Vizcaya y
Guipzcoa) y otra agraria, que enva emigrantes a la primera y que queda bajo el caciquismo
agrario (Alava y sobre todo Navarra) se inicia en la poca que estamos describiendo.
60
J. Altadill, Provincia de Navarra, en la Geografa General del Pas Vasco-Navarro, 1918, pg, 13.
61
L. Urabayen, Una Geografa de Navarra, 1959, pg. 362.
60
sobre la ganadera y la explotacin forestal; la crisis de las formas de vida tradicionales se
expresa mediante el inicio de la despoblacin de las zonas montaosas de la Navarra Media,
precisamente aquellas zonas ms ligadas a la cultura tnica euskaldun, mientras que la
poblacin se concentra en las llanuras de pan y de vino.
A nivel popular, pues, la persistencia del carlismo en Navarra puede entenders e como la
perduracin de la superestructura ideolgica y poltica de un sistema agrario tradicional en
retirada, pero an slido. La existencia de amplios comunales y de un alto porcentaje de
campesinos medios propietarios, la continuidad del escape tradic ional a la crisis que era la
emigracin, la ausencia de industria, crean condiciones para que con modificaciones la
ideologa carlista popular sobreviva.
Pero estas condiciones de base estn mediatizadas en su operatividad por la poltica de los
notables, de los propietarios. Ya hemos hablado de la postura liberal de los grandes
propietarios navarros entre 1828 y 1841, ligada a la voluntad de abrir el comercio de granos
hacia el interior del Estado y de utilizar en su provecho la legislacin desamortizadora. Sus
posturas son, en el fondo, exactamente comparables con las del conjunto de los liberales del
Pas.
Sin embargo, para esta poca de los aos cuarenta la venta de los bienes eclesisticos era
prcticamente total62 y la reduccin de los comunales muy significativa. Cabe pensar que los
propietarios haban hecho ya un importante redondeo de sus bienes y hay que sealar que, por
las caractersticas geogrficas de la provincia, los latifundistas navarros tenan mucha ms
capacidad de mantener un nivel alto de productividad y de rentabilidad que los propietarios de
tierras dispersas en las provincias occidentales. Se puede pensar que la actitud conciliadora de
los representantes navarros tras la Primera guerra que les llev al convenio de la Ley
Paccionada de 1841, est (o puede estar) basada en funcin de los intereses de una clase social
agraria propietaria, poderosa y slida, que quera su integracin en el mercado espaol y que
consideraba terminado el proceso de consolidaci n de su poder local. Al sector fuerista
liberal navarro no le haca sombra la lucha con unos progresistas locales ligados a las ideas
democrticas o al desarrollo industrial; su poder en la provincia era indiscutido. Adems, sus
62
La Desamortizacin eclesistica en Navarra, por Jos Mara Motiloa, 1972.
61
caractersticas de agrarismo y de fuerza econmica les d iferenciaban netamente de sus
equivalentes en el Pas.
Las negociaciones de 1841 llevadas por Ilarregui, Galdeano, Barrera y Arteta llevaron a una
prdida de todos los smbolos e instituciones que consagraban a Navarra como Reino
diferente, pero equivalan a una gran autonoma administrativa. Hubo un traslado inmediato
de las aduanas, pero la Diputacin se vio confiadas las atribuciones de administracin y de
gobierno local que antes pertenecan al Consejo Real. La Ley Paccionada se convirti as en
un instrumento til para la vida autnoma de la nueva Navarra, en manos de terratenientes y
notables rurales.
Como se ha dicho, el talante liberal de esta clase social estaba en funcin de la poltica
aduanera y de la apropiacin de la tierra en un sentido burgus. Realizados estos cambios,
asegurado el marco institucional que los garantizaba, el principal problema va a pasar a ser la
perennidad de su poder local. En 1855 la Diputacin se pronuncia por una aplicacin muy
particular de las desamortizaciones: en la zona Sur, los caciques locales agudizan an ms el
proceso de concentracin de la propiedad; en el centro y el Noroeste, se toman posturas de
proteccin de los comunales y, con ellos de los campesinos pequeos y medios. Hay que
pensar que si bien la oligarqua agraria tiende a redondear sus bienes, de otro lado procede a
defender una poltica populista que les haga aparecer como protectores (y dirigentes
naturales) de los pequeos propietarios y arrendatarios en la zona, de explotaciones dispersas.
Esta poltica es parecida a la realizada en Euskadi Norte y traduce la voluntad de la oligarqua
local de asegurarse el sostn de los campesinos para defender la sociedad rural que controlan
frente a la democracia y a la industrializacin. Los notables navarros defendan un nuevo
foralismo, no el ligado al Antiguo Rgimen sino el basado en la Ley Paccionada: la
identificacin entre foralidad y sus intereses devena evidente, pero su actitud populista en las
zonas Media y Norte buscaba la conversin del tradiciona lismo carlista en un navarrismo
agrario que aceptara la preeminencia de esta oligarqua. Y, a travs de sus enfrentamientos
con el poder central en estos aos de 1850, empiezan a conseguirlo.
El carlismo supondr un puerto de llegada natural para muchos caciques. Pero no el carlismo
originario, sino especialmente el de los neocatlicos, el de la defensa de los propietarios
ms reaccionarios contra la democracia: si esto ocurre en todo el Pas, en Navarra la
62
peculiaridad foral puede ser incorporada al ideario tradicionalista con una gran operatividad,
ya que con ella no se defiende al Antiguo Rgimen ms o menos idealizado, sino al actual
poder de la oligarqua agraria. As, la industrializacin incipiente se va a ver frenada en
Navarra por razones polticas y por razones geogrficas. En efecto, por su situacin, Navarra
queda fuera de las zonas de influencia directa del gran capital vasco y cataln, y esta
marginalidad se ve agravada por el trazado del ferrocarril: sus principales ramas no atraviesan
la provincia, ya que la lnea Madrid-Francia pasa por Alava y Guipzcoa, y la Bilbao-
Barcelona lo hace por la ribera del Ebro, completamente en la periferia; el ramal Alsasua-
Pamplona-Castejn ser siempre de poco trfico. Razones polticas se aaden a esta
desventaja geogrfica: la Diputacin ejerce un autntico control sobre determinados aspectos
de la planificacin y de la poltica econmica y, estando en manos de la oligarqua agraria,
carece de todo inters en la industrializacin.
63
Sin embargo, la verdadera direccin de la poltica administrativa con respecto al Pas y sus
Fueros estaba fuera del control de la oligarqua local. Como ya se ha indicado, los principales
dirigentes y sostenedores de las guerras y de la poltica gubernamental no fueron los liberales
locales, sino el propio Estado central. El fuerismo liberal batall desde 1839 a 1876 con el fin
de conseguir unos fueros actualizados y operativos, pero la poltica centralista hizo muy poco
caso de esta postura. Citemos el caso del propio Cnovas, principal restaurador de la
Monarqua de 1876 y hombre clave durante todo el proceso de la abolicin foral quien se
defina a s mismo como un continuador de la historia de Espaa bajo el programa de
convertir la unidad territorial en unidad nacional 63 ; la abolicin de los fueros y el reforzar el
centralismo eran puntos claves de su actitud.
Los fueristas liberales empezaron as a sentirse traicionados. Para algunos de ellos, esto se
tradujo en una oposicin virulenta a la poltica moderada y contemporizadora de Egaa y de
los egaistas. Para otros, el carlismo y el neocarlismo fueron puntos lgicos de referencia y de
militancia. Un caso ejemplar es el de Ramn Ortiz de Zrate, hijo de liberal y liberal que
ejerci numerosos cargos en la administracin de Vitoria y de Alava, fue varias veces
Diputado a Cortes y termin en el Consejo de la Diputacin a Guerra Carlista durante el
ltimo conflicto; evolucion hacia el carlismo a causa de los ataques de la administracin
central a los fueros, y ya en 1867, encabezaba la lista fuerista frente a Egaa. Otro ejemplo de
evolucin es el de la familia del Conde de Villafuertes, conocido liberal antes de la Primera
Guerra; desde 1837 form parte de los liberales fueristas y sus hijos aparecen como carlistas-
integristas en la ltima guerra. Alfonso de Otazu, que cita el caso 64 , nos hace notar que entre
las dos guerras hay un intenso perodo de desvinculacin y que si el padre era un terrateniente
los hijos eran ya slo medianos o pequeos propietarios (por la divisin del mayorazgo):
segn Otazu, el cambio de su situacin de clase estara directamente relacionado con el de
afiliacin ideolgica.
Sin embargo, no son casos nicos. La desilusin de los liberales fueristas ante el centralismo
provoca diversos fenmenos de afiliacin: al carlismo hacia 1870 y al nacionalismo ms
tarde. Ceferino de Jemein habla de muchos hijos de liberales bilbanos que entran en el
63
Citado por Carlos M. Rama, La crise espagnole du XXme sicle, 1962, pg. 21.
64
Op. cit., pg. 408.
64
nacionalismo de primeros de siglo 65 ; y, con la aparicin de un carcter netamente democrtico
en el PNV de la poca de Aguirre, habr casos como el de Picavea (que deta llaremos ms
tarde), que llegar al nacionalismo desde posiciones monrquico- liberales y antiintegristas.
Ms an, un cierto sector del capitalismo incipiente del Pas Vasco fue asimismo carlista en
esta poca conflictiva. Un ejemplo conocido es el de Santiago de Arana, padre de Sabino,
propietario de unos astilleros en Bilbao que, aunque dedicados a los cascos de madera que
periclitarn ms tarde, gozaron de un perodo de franca prosperidad entre 1840 y 1870; en sus
instalaciones de Ripa construy alrededor de 100 buques entre 1848 y 1871, haciendo edificar
en Abando una gran casa (1857) que luego ser conocida por Sabin- Etxea. Santiago Arana
era muy amigo de Alejo Novia de Salcedo, as como de los Urigen, liberales, con quienes se
asocia; tras la guerra, el gobierno liberal embargar los bienes de Novia y Arana, ya que
ambos haban pertenecido a la Junta Superior de armamentos y defensa carlistas de Vizcaya.
Ya hemos citado anteriormente el caso del comerciante vitoriano Valds y es posible que un
buen trabajo sobre la participacin de industriales y comerciantes en esta ltima fase del
carlismo armado vasco nos deparara bastantes sorpresas.
La crisis del fuerismo liberal se agudiz hacia el final de la ltima guerra. Muchos vieron que
pese a su actitud y a sus sacrificios, el poder central iba a abolir los fueros. En una palabra, el
elemento liberal se senta traicionado e injustamente castigado, ya que la prdida de los fueros
le afectaba a l tambin. Esta es una de las claves de la poltica de reconc iliacin con los
carlistas moderados, iniciada ante el cariz antiforal claro que estaba tomando la actitud del
Estado central. En Alava, por ejemplo, Ladislao de Velasco, Ramn Orts de Velasco y
Benigno Mateo de Moraza tomaron contacto con los carlistas, insistiendo en que haba que
buscar un compromiso para poder separar fileros y carlismo, de tal modo que la mina de ste
no significara la desaparicin de aqullos 66 . La bandera del Paz y Fueros fue tremolada una
vez ms, mientras la prensa, la opinin pblica espaola y el propio rey arreciaban en sus
ataques a la autonoma vasca. El conjunto de las Diputaciones de Alava, Vizcaya y Guipzcoa
fue a Madrid en mayo de 1876 con el fin de probar la compatibilidad de la unidad
constitucional con los Fueros; en las Cortes, los Moraza, Villavaso, Lasala y otros
derrocharon torrentes de oratoria y de erudicin, y puede afirmarse que tenan con ellos el
65
Biografa de Arana-Goiri-tar Sabin e historia grfica del nacionalismo, 1935.
66
Sobre la poca, ver el testimon io de Eduardo Velasco, Crnicas y biografas alavesas, Vitoria, 1888.
65
sostn prcticamente unnime de todas las personas del Pas. Pese a todo, los Fueros quedaron
abolidos por la Ley del 21 de julio de 1876. Las Juntas de Alava, Vizcaya y Guipzcoa se
renen poco despus y envan el documento siguiente:
Esta unanimidad, vehiculada fundamentalmente por los propios liberales, se romper pronto
con la separacin entre transigentes e intransigentes. La cua definitiva ser introducida por la
aprobacin del rgimen de Conciertos Econmicos. El sector capitalista con clara vocacin de
dominio de clase, de oligarqua y caciquismo en una palabra, que haba participado en el
fuerismo liberal, se dispuso rpidamente a colaborar con la nueva administracin,
felicitndose de la autonoma econmica y de la unidad del estado. Otro sector de la
burguesa, por el contrario, se agrup alrededor de la Sociedad Euskalerria, manteniendo una
clara intransigencia con respecto a. la colaboracin con los liquidadores de los Fueros. El
protagonismo que en los dos primeros tercios del siglo XIX corresponde a propietarios
agrarios y grandes comerciantes va a desaparecer, y el enfrentamiento entre burguesa
espaolista, burguesa nacionalista y socialismo va a empezar a dibujarse.
67
Captulo 2. ACUMULACIN DE CAPITAL Y ESPAOLISMO
OLIGRQUICO
El problema del desarrollo capitalista en Vizcaya durante el siglo XIX ha estado presente, en
estos ltimos aos, en muchas polmicas de ndole poltica y expresin histrica. La cuestin
que en el fondo se debate es la de la verdadera historia del proceso que llev a la liquidacin
del sistema autonmico foral y a la inclusin del Pas Vasco Peninsular en la nacin-estado
espaola. Tomando la terminologa de Jos Antonio Ayestarn 67 , podemos decir que se
enfrentan dos lneas: la escuela exogenista, que ve en factores exteriores al Pas el complejo
causal de la extincin de las libertades ferales, y la escuela endogenista, para la cual el
desarrollo de las propias contradicciones internas de la sociedad vasca lleva a tal desenlace.
En lo que a la crisis del Antiguo Rgimen se refiere, se ha desarrollado una opinin sobre el
papel respectivo de ambos tipos de factores, sobre su imbricacin y, en ltima instancia se ha
insistido sobre la importancia decisiva de los exgenos a la hora de dar a la crisis interna el
final preciso que tuvo, es decir, la sumisin al centralismo espaol.
Ahora bien, varios autores han visto en el gran capital vizcano, en sus intereses y en su
desarrollo, la clave de este proceso. La tesis puede resumirse del modo siguiente 68 :
(Para) los capitalistas vascos, la victoria de los liberales en las guerras carlistas, la abolicin
de los poderes de las asambleas vascas y, lgicamente, la integracin de Euskal Herria en la
Pennsula, representaban en primer lugar la realizacin de sus intereses de clase (pg. 63). La
burguesa dinmica de Vizcaya y de Guipzcoa necesitaba emplear esta fuerza concentrada y
organizada que es el Estado para llevar a cabo su acumulacin de plusvala y poder instaurar el
modo de produccin industrial. Las Juntas Generales vascas (que materializaban en el plano
jurdico el poder de una economa agraria autrquica) no eran obviamente -en una perspectiva
de conquista del poder- la plataforma apropiada a los intereses de la burguesa, cuyas
dimensiones se extendan y se confundan con las de la oligarqua ascendente espaola. Esta
67
Ver el n mero especial de la desaparecida revista Garaia sobre el centenario de la abolicin foral, ju lio de
1976, pg. 25.
68
Citas tomadas del libro Euskadi Socialiste, Pars 1971.
68
es la razn por la que la burguesa industrial vasca se integra en la revolucin burguesa
espaola y a partir de este momento se adjudica, como base esencial para su acumulacin, el
poder del Estado espaol. Desde el final de la Primera guerra carlista y tras el Abrazo de
Vergara, las desamortizaciones civil y eclesistica unifican el mercado peninsular y
constituyen tarifas librecambistas. Aadiremos en conclusin que no nos parece en absoluto
descabellado hablar de una acumulacin primitiva en Euskal Herria llevada a cabo por agentes
vascos (sobre todo en su primera fase) y desarrollada gracias a las condiciones necesarias que
aquellos haban creado (pgs. 67 y 68). Hemos descrito anteriormente cmo se efecta el paso
histrico (al capitalismo industrial) gracias a la integracin de nuestro mercado nacional en el
contexto ms amplio del Estado espaol y a la importacin de capitales venidos de los pases
imperialistas ms ricos de la poca; se trata de una integracin y de un proceso histrico que,
en general, est lgicamente dirigido por la burguesa ascendente vasca (pg. 70).
Se trata, pues, de una tesis endogenista: son los intereses de la burguesa asce ndente vasca,
identificada especialmente con su sector industrial quienes co nstituyen el principal motor de
la integracin de Euskadi Sur en la nacin-estado espaola. Trataremos de demostrar a
continuacin que, si bien es cierto que esta oligarqua vasca identifica sus intereses con los de
la nacin-estado espaola bajo la direccin de un estado burgus, su papel dirigente en el
perodo anterior a 1876 no se corresponde con la realidad histrica; la integracin est ya
realizada, a nivel poltico, para tal fecha y slo despus toma la oligarqua espaolsta el
carcter de grupo de presin principal cara al Estado y de clase dominante en la formacin
social vasca.
69
represivas de tal inclusin, especialmente las ligadas al centralismo fascista, pero en el fondo
la unificacin conseguida a nivel de las fuerzas productivas y, sobre todo de la clase obrera,
era progresista, necesaria e irreversible.
De aqu que las discusiones sobre cuestiones como la acumulacin primitiva y el papel
dirigente o no de la burguesa industrial vasca en el proceso integrador estuvieran ya teidas
de un fondo poltico e incluso ideolgico. Se trata, por ello, de una polmica destinada a
comprender nuestra propia historia, ciertamente, pero cuyas races reales se encuentran en la
situacin actual.
Digamos que de todos modos, si un amplio sector del p ueblo vasco considera la unidad estatal
como opresiva y reaccionaria en su fondo y en su forma, esta opinin se debe a la realidad
vivida ms que a la lectura de estudios histricos; el hombre poltico metido a hablar de
historia tiene en esa realidad cotidiana un criterio bsico para definir sus posiciones. Esto no
excluye la necesidad de la investigacin seria.
A nivel terico, hay que hacer notar que la aceptacin de cualquier acontecimiento histrico
consumado como necesario y progresivo dentro del desarrollo de la historia, es una
interpretacin del marxismo debida especialmente a Kautsky y a su escuela. Esta actitud, que
est claramente reida con el materialismo histrico y con el papel de las masas en la historia,
justificaba para los socialdemcratas germanos la desviacin reformista de su partido,
entendida como una consecuencia necesaria del desarrollo histrico, ya que as se haba
dado. Karl Korsch69 , fustigaba duramente tal interpretacin diciendo:
(Se trata) de un historicismo primario que declara necesario y fundado, incluso en sus trazos
ms monstruosos, todo desarrollo histrico por el mero hecho de haberse desarrollado as y no
de otro modo.
Cualquier proceso histrico que se haga a travs de la opresin y de la represin sobre las
clases populares, sobre todo si crea al mismo tiempo unos aparatos de estado y una sociedad
alienadora y represiva al servicio de los explotadores, no merece ni el calificativo de
progresista ni ningn respeto histrico que le asegure la intangibilidad y la perennidad.
69
La concepcin materialista de la historia, 1929.
70
Slo aquellos acontecimientos ligados a la emancipacin de las masas y a la creacin de
formas de vida y organizaciones revolucionarias mereceran el calificativo de progresistas.
70
Sobre Foronda hay un artculo de Robert S. Smith, Valentn de Foronda, en el Bo letn de la RSVAP, 1969.
Ver, asimismo, las pginas que le dedica A. De Otazu, op. cit., pg. 348 y siguientes.
71
Ver Antonio Elorza, La ideologa liberal en la Ilustracin Espaola, 1970.
71
la industria sobre la agricultura, son probablemente caractersticas que diferencian a los
bilbanos (o a un sector notable de ellos) con respecto al conjunto de la Sociedad Bascongada,
donde el espritu fisiocrtico que encontraba en la agricultura el verdadero origen de la
riqueza y subordinaba la industria a la mejora de la productividad agrcola, era el dominante.
Lo cierto es que en el siglo XVIII hay tanto una real fuerza econmica de la burguesa
comercial vizcana como una representacin de sus intereses en los Gobiernos de la Corona
espaola, donde los ministros bilbanos fueron bastantes. Algunos de estos linajes de
dirigentes desaparecen de las primeras filas de la escena poltica y econmica durante el siglo
XIX, como los Goosens, los Gardoqui, Llaguno, Yandiola, Mazarredo, Coln de Larretegui
y otros; por el contrario, algunos apellidos seguirn sonando en los puestos dirigentes, como
es el caso de los Urquijo, Uhagn, Mac Mahn, entre otros. Tanto Lequerica 72 como Snchez
Mazas 73 , miembros por familia y dedicacin de la oligarqua vizcana, ven una continuidad
entre los dirigentes del Antiguo Rgimen y los prohombres del XIX, aunque sealan que
enveste ltimo siglo muchos capitanes de industrias tenan un origen modesto rural o
artesanal.
La crisis de finales del XVIII y principios del XIX, general en la Corona espaola y particular
en el Pas Vasco, incide tambin sobre las actividades de esta oligarqua. Pese a todo, el
trfico bilbano se mantiene y aunque las nuevas leyes exigen la desaparicin del Consulado
enseguida se crea una Junta de Comercio que le sustituye. Esta Junta va a estar asociada a la
creacin del Banco de Bilbao, del ferrocarril Tudela-Bilbao y en general a la primera
expansin seria del capitalismo vizcano. Entre las casas de comercio que continan durante
el primer tercio del siglo XIX y que van a invertir luego en la industria, se pueden citar
algunos nombres claves: as la familia Epalza, los Mazas y otros. Los ms ejemplativos son
los Epalza: Pablo tena en Bilbao una casa de negocios con yutes y paos, sobre todo con
Gran Bretaa; Toms era banquero. Uno de los hermanos estuvo en La Habana de donde
repatri un importante capital. A los Epalza, comerciantes prsperos, los vamos a encontrar
en la fundacin del Banco y del ferrocarril antes citados, en la de la empresa siderrgica Santa
Ana de Bolueta y en otras empresas ya claramente capitalistas y modernas.
72
Jos Flix de Lequerica, La actividad econmica de Vizcaya en la vida nacional, 1956.
73
Apologa de la historia civil de Bilbao, en Un siglo en la vida del Banco de Bilbao, 1957.
72
Digamos que para bastantes autores la inversin en la industria de capitales de origen
comercial es la caracterstica fundamental del primer capitalismo vizcano del XIX 74 .
Sin embargo, hay que insistir en que una buena parte de los capitales de los Ybarra tenan
tambin sus orgenes en el comercio, y precisamente en el comercio tpico del XIX vizcano:
el del mineral de hierro. En 1825 se promulg el Decreto-Ley sobre denuncia de propiedades
mineras, con el que se dio origen a la explotacin capitalista (es decir, con mentalidad de
propiedad privada y explotacin intensiva para acumular capital) de las minas vascas: la
Sociedad creada por los Ybarra y Zubira en 1827 tena como fin principal la explotacin de
minas en Somorrostro. Ms tarde, en 1874 y en 1876, los Ybarra se asociarn con la Orconera
britnica y con la Societ Franco-Belge des Mines de Somorrostro, con el mismo fin de
explotar las minas. Sin embargo, donde la mentalidad industrial de los Ybarra queda patente
es en que en los contratos con estas compaas extranjeras (qne se llevan la parte del len), los
Ybarra se reservan una parte del mineral para trabajarlo directamente en sus propias empresas
siderrgicas.
74
Ver, sobre todo, Manuel Gonzlez Po rtilla , Los orgenes de la sociedad capitalista en el Pas Vasco. Revista
Saioak, n. 1, 1977.
75
Hay varias obras de Nadal importantes sobre esta poca: Los comienzos de la industrializacin espaola
(1832-1868), en Ensayos sobre la economa espaola a mediados del siglo XIX, 1970 y El fracaso de la
revolucin industrial en Espaa (1814-1913), 1975.
73
Digamos, pues, que los Ybarra son el primer ejemplo de cmo los capitales provenientes de la
venta de mineral se invierten en el desarrollo de la industria local. A partir de 1876 esta va de
desarrollo tomar una importancia definitiva: en estos ltimos aos, el cetro industrial y
poltico de Vizcaya pasar a los Chvarri, cuya fortuna, como la de los Gandarias, tena, su
origen fundamental en el comercio de minerales, conforme al testimonio de Pablo de Alzola.
Queda una tercera base de origen de las fortunas de la oligarqua vizcana. Es la resultante de
la acumulacin agraria acelerada por el proceso desamortizador del siglo XIX. Emiliano
Fernndez de Pinedo ha insistido en que en el Pas Vasco hay una real acumulacin de dinero
gracias a este proceso y en que esta es una de las bases de la acumulacin primitiva. Sin
embargo, la existencia de estos fondos no presupone su inversin en la industria: con Gabriel
Tortell 76 se puede aceptar que la transferencia del campo a la industria es en general baja, la
especulacin y la timidez ante los negocios industriales siendo caractersticas de los
enriquecidos con la desamortizacin. En Vizcaya, un caso de esta transferencia son los
Urquijo: familia de la oligarqua tradicional, con amplias posesiones en las zonas de Ayala y
Llodio, sempiternos Diputados y Senadores por esta zona, aparecen entre los fundadores del
Banco de Bilbao y luego en diversos negocios en el Pas y fuera de l.
He aqu pues las tres bases de la acumulacin primitiva en Vizcaya (al menos tal y como
aparecen a la luz de los datos hoy conocidos). El comercio es prioritario, bien como
continuador del comercio del Antiguo Rgimen, bien ligado ya a la exportacin de mineral de
hierro; le sigue el propio desarrollo de la industria autctona, con sus ampliaciones sucesivas;
por ltimo, la acumulacin agraria, ligada en buena parte a la desamortizacin. Ni qu decir
tiene que en todo proceso de acumulacin hay una base de explotacin de fuerza de trabajo y
de sufrimiento humano que, si bien no la citamos continuamente en este trabajo, no conviene
olvidar. Dentro de las modestas proporciones del primer capitalismo bilbano, este
componente era ya duro. Recordemos a los campesinos desposedos, humillados, empujados
por el proceso de acumulacin agraria a la mendicidad, a la emigracin y a la guerra, citemos
a las sirgueras, mujeres que tiraban con cuerdas desde la orilla para remolcar las gabarras
con los gneros que los comerciantes hadan entrar en Bilbao; o a las cargueras, tambin
mujeres, que antes de la mecanizacin cargaban con cesto s el mineral de hierro en los muelles
de la Ra.
76
Los orgenes del capitalismo en Espaa, 1973.
74
Descritas estas bases, podemos intentar pasar a la descripcin de las sucesivas fases de
importancia poltica y econmica de este naciente capitalismo vizcano.
Antes de 1833 el moderno capitalismo bilbano tena una muy escasa realidad. Lo principal
an eran las casas de comercio donde se estaba ya haciendo una acumulacin de capital con
claro espritu financiero. Como ya se ha dicho, Ybarra y Zubira haban iniciado en 1827 la
explotacin de la ferrera del Poval. Sin embargo, el primer tercio del siglo estaba marcado
por una clara decadencia de la produccin siderrgica: los altos costes de la tcnica
tradicional, la prdida del mercado americano, la imposibilidad de competir con el hierro de l
Norte de Europa, la contraccin del mercado agrario, actuaban coaligados de tal manera que
uno tras otro los establecimientos tradicionales cerraban; los Ybarra aparecen, pues, como una
excepcin dentro de un proceso general de decadencia. Habr que esperar al fin de la guerra
para ver un primer desarrollo notorio del capital vasco.
Bilbao resisti al carlismo, e intentando tomarlo fue herido Zumalacrregui en 1835. Bilbao
haba sido constitucionalista ya en las contiendas de 1820-1821, y dio voluntarios para
defender la Villa tanto en aquellos aos como en la primera guerra. En general, la gente de
dinero era liberal, y el Ayuntamiento y el Consulado estaban en manos de esta oligarqua. Las
clases dominantes bilbanas participaron, pues, activamente en la defensa de la Villa, la cual
al terminar la guerra pudo aadir el calificativo de Invicta a los timbres de su escudo. Ahora
bien, si la participacin de este sector social en la defensa de la Villa, en la lucha local, es
indiscutible, su participacin en la direccin poltica y militar de la guerra fue ms bien
escasa.
75
Los jefes militares del ejrcito liberal eran tan extraos al Pas como la mayora de sus tropas.
La participacin vasca en los Gobiernos de Madrid nulamente significativa en lo que respec ta
a suponer una participacin representativa de los intereses del moderno capital vizcano.
Mara Cristina se haba aliado con los liberales; entre ellos haba moderados y
progresistas. Los primeros representaban, como dice Raymond Carr 77 , la oligarqua del
liberalismo: terratenientes, aristcratas, funcionarios de la alta administracin quienes
defendan que el poder poltico deba basarse en la riqueza y eran partidarios de la
centralizacin del Estado y del gobierno fuerte. Entre ellos encontramos a la nobleza
terrateniente liberal del Pas Vasco, beneficiara del proceso desamortizador y enemiga de
toda veleidad revolucionaria. La Constitucin de 1834 y la de 1845 parecen responder
claramente a los intereses de este liberalismo conservador. La participacin de un sector de la
burguesa catalana en las diversas maniobras polticas que llevaron al poder a Martnez de la
Rosa en 1833 y actuaron para traer un cambio constitucional moderado ha sido sealada por
Vicens Vives 78 : segn este autor, fueron precisamente los comerciantes y financieros,
compradores de bienes desamortizados los que apoyaron esta actitud.
77
Spain. 1808-1939, 1966. Traduccin espaola, Espaa. 1808-1939, 1969.
78
Coyuntura econmica y reformismo burgus, 1954.
76
burguesa moderna vasca de la poca, hablar de un papel dirigente de sta en el proceso
poltico y militar anterior a 1839 es extremadamente hipottico.
Recordemos en que desde 1841 la frontera econmica entre el Pas Vasco y Castilla haba
desaparecido. Las aduanas que antes radicaban en Vitoria, Miranda, Ordua y Valmaseda
haban sido trasladadas a Irn; las mercancas no tienen ms obstculos para circular que los
derivados de la pobreza del mercado interior, de la escasez de la produccin y de la
insuficiencia de los transportes. Las leyes que regulan la vida econmica a nivel del Estado
espaol, como las de Bancos de Emisin (1849, 1851 y 1856), la de Desamortizacin de
1855, la de Ferrocarriles de 1855, la de Sociedades por Acciones de 1848 y la de Sociedades
de 1869, la Minera de 1869 y la de Supresin del Derecho Diferencial de Bandera de 1868 se
aplican ya directamente en el Pas Vasco y estn inmediatamente relacionadas con los
avatares de la industria local. Podemos decir que la operatividad del Sistema Foral a la hora
de poner trabas a la legislacin espaola relacionada con el desarrollo del capital financiero y
de la industria era ya muy escasa en este perodo: slo con respecto a la Desamortizacin
hubo una oposicin Foral y con ella una serie de conflictos donde la operatividad autonmica
se demostr especialmente en Navarra.
77
actividad exportadora. La abolicin de la Ley XVII no fue pues la liquidacin de un obstculo
jurdico al desarrollo del capital, sino el entierro de un muerto y la legalizacin de una
situacin de hecho.
En este sentido se puede decir sin ningn temor, que los avatares de la poltica y de la
economa espaolas del siglo XIX son ya unos condicionantes del desarrollo del capital vasco
en el perodo entre las dos guerras. A nivel global, pues, podemos decir que el conocimiento
de estos avatares es una condicin necesaria para comprender el desarrollo del capitalismo
vasco. Resumindolos, recordemos que durante casi todo el siglo el Erario espaol estuvo
claramente endeudado con respecto a los capitales extranjeros; la Desamortizacin fue
concebida ms que como un modo de redistribuir la tierra con vistas a la creacin de un
amplio campesinado propietario y progresista, como una operacin para salvar las finanzas
del Estado; despus, ante la insolvencia de ste y las presiones de los acreedores extranjeros,
la Ley de Minas de 1869 otorg al sector privado europeo una franq uicia a la inversin y un
sinnmero de ventajas.
78
decir, de los comerciantes, de los propietarios agrarios de Andaluca y de los financieros
ligados a las compaas ferroviarias dependientes del imperialismo europeo. De hecho, dentro
de la estructura econmica espaola de aquellos aos, el papel global de la industria era
escaso. Minerales y agricultura formaban el mayor volumen de las ventas espaolas hacia el
exterior, y el conjunto de la industria apenas si contaba, formando alrededor del 5 por 100 de
las exportaciones.
Los polticos catalanes, postergados, inician ya una campaa para lograr la proteccin de la
industria nacional; pero a nivel estatal se encuentran casi solos, ya que los representantes de la
industria vasca carecen an de peso y estn desorganizados. Como dice Pierre Vilar,
Habr que esperar a la Restauracin tras la abolicin foral, para ver constituirse un bloque
dominante con participacin de terratenientes, financieros y burgueses con comunes intereses
proteccionistas; en lo que al capital vasco se refiere, ser precisamente en este periodo cuando
se organice y, unindose al cataln se lance primero hacia la bsqueda de la proteccin oficial
como grupo de presin y, ms tarde, hacia la conquista del propio poder del Estado 80 .
En el conjunto del Pas Vasco Peninsular, Navarra inicia en 1841, bajo la Ley Paccionada, un
camino administrativo y econmico propio bajo la hegemona de los grandes propietarios
agrarios con el apoyo de los campesinos acomodados, y en un sentido antiindustrial y
aislacionista. En las otras tres provincias el traslado de las aduanas tuvo consecuencias
inmediatas para el comercio: en general, el pequeo comerciante sufri con tal medida, ligado
como estaba a las formas de vida tradicionales; por el contrario, las clases dominantes se
readaptaron rpidamente a la nueva situacin. En Guipzcoa, donde los grandes comerciantes
79
La Catalogne dans lEspagne moderne. 1962. To mo I, pg. 152.
80
Idem, pg. 150-151. Vilar dice: Slo despus de 1880, dentro del impu lso generalizado de la siderurgia
europea, se desarrollar un proteccionismo vasco.
79
haban combatido e insistido repetidas veces para que se llevaran las aduanas a Irn, esta
medida les satisfaca plenamente. En Vitoria, es en la dcada de 1850 cuando se llega al
predominio local de los grandes comerciantes y almacenistas, como los Ajuria y los Aguirre;
unos recogan los productos del campo e importaban de otras regiones en carromatos propios,
mientras que los grandes almacenistas de hierros surtan a los primeros talleres metalrgicos.
En el caso alavs, los citados apellidos aparecern ligados a la creacin de las primeras
industrias modernas, confirmando la importancia de la acumulacin comercial para el
desarrollo capitalista. En Vizcaya, la Junta de Comercio an defenda los Fueros al terminar la
Primera guerra, ya que las actividades tradicionales del Consulado haban estado ligadas a la
libertad del comercio. Estos proceres de la Junta y el Consulado eran descendientes directos
de la gentry del XVIII 81 ; an en la poca de Napolen son los Urquijo y los Yandiola los
que en Bayona defienden los Fueros vascos en el proyecto de Constitucin para Espaa bajo
los Bonaparte. Podemos aceptar, como se ha dicho en el captulo anterior, que el fuerismo
liberal de propietarios agrarios y comerciantes formaba la tendencia ms fuerte dentro de la
vida poltica local, siendo ms importante a nivel de los rganos administrativos y de poder
que el centralismo de corte capitalista. Aadamos, no obstante, que las grandes casas
comerciantes de Bilbao pronto encontraron importantes compensaciones en la nueva situacin
aduanera; en efecto, el traslado haba vuelto a convertir al Abra en un foco principal de
comercio ultramarino y la libertad de actuar entre Amrica, Europa y Espaa va a acarrear
grandes beneficios. Pablo de Epalza era quien presida la nueva Junta de Comercio.
81
El trmino gentry, que en su origen designa a una poderosa clase social inglesa, ha sido aplicado a los
grandes comerciantes vascos del XVIII por Julio Caro Baroja, Los vascos, 1940. Ver la pg. 201 de la tercera
edicin, 1971.
82
Su biografa se encuentra en el prlogo puesto por Arstides de Artiano al Diccionario Etimolgico de Novia,
Tolosa 1887.
80
que no lleg a publicar hasta 1851. Entre 1825 y 1854 fue cuatro veces Diputado General, y
en 1852 las Juntas Generales le concedieron el ttulo de Hijo benemrito de Vizcaya.
Curiosamente, este importante personaje, cuya obra conoca bien Sabino de Arana, es e l
primero en formular la existencia poltica (de las Provincias citadas) con total independencia
de la monarqua castellana, y en insistir en que en caso de desaparecer la figura del Rey
comn no habra punto de contacto entre Vizcaya y Castilla.
Sabino Arana ser quien, llevando esta interpretacin histrica hasta sus ltimas
consecuencias, justifique en la antigua independencia la raz de un nacionalismo moderno.
A nivel industrial, las tres provincias occidentales reflejan la existencia de una clara onda
expansiva en el bienestar y en la economa. Nuevas industrias se crean por todo el Pas.
Madoz, en su Diccionario geogrfico-estadstico-histrico de Espaa (1840-1856), ha dado
una serie de datos bsicos que se pueden completar con mltiples fuentes, como Gorosbel en
Guipzcoa o la Estadstica de Industria, Comercio, Riqueza rstica y urbana de Vitoria en
186083 . Los diversos autores se muestran de acuerdo para afirmar que tras el final de la
Primera guerra se crearon mltiples empresas y hubo un claro desarrollo industrial.
Ahora bien, hacer del traslado de las aduanas la causa principal del desarrollo industrial, ver
en ste el motor principal del crecimiento demogrfico y de mercado es, probablemente, una
hiptesis que est lejos de estar probada. A partir de 1840, tras el bache econmico y de
poblacin del primer tercio del siglo, asistimos sin duda a una fase de crecimiento
demogrfico y aumento del consumo local que puede obedecer asimismo a causas generales
de tipo sanitario y alimenticio. Digamos que, de todos modos, muchos autores de poca
atribuyen la prosperidad comercial e industrial al traslado aduanero, y que sin duda, todos
estos fenmenos aparecen ligados.
83
Una lista muy comp leta de las fuentes en Gonzlez Portilla, op. cit., pgs. 70 y 71.
81
Sealemos, no obstante, que la mayor parte de los nuevos establecimientos se crearon con
capital local y se hicieron con vistas a las crecientes necesidades del mercado del propio Pas.
Slo los grmenes de la gran industria y las grandes actividades comerciales van a tener una
dependencia directa con respecto al mercado espaol o internacional. Con capital, trabajo,
inversin y mercado locales, se desarrollan en esta poca los primeros pasos de la burguesa
nacional (que detallaremos en el captulo siguiente). Citemos, como ejemplo, el conjunto de
talleres manuales existentes en Alava y bautizados pomposamente fbricas: curtidos, tornos
para hilar, muebles, utensilios de cocina, dulces y otras actividades del ramo de la
alimentacin, eran las actividades principales. En Guipzcoa, fbricas de prendas de vestir
(como boinas y buzos) y un amplio sector metalrgico ligero forman las bases de estas
actividades predominantemente locales; sin embargo, las papeleras tienen desde su origen una
mayor extensin geogrfica tanto en sus mercados como en el origen de sus capitales, y no
deja de ser curioso el saber que la primera fbrica de papel co ntinuo, es decir, la primera
papelera moderna se fnda en Tolosa en 1842, como inversin de un grupo de comerciantes y
financieros donostiarras entre los que estaba Brunet, conocido militante liberal en la primera
mitad del siglo.
82
Entre los ms importantes personajes alrededor de quienes se articula esta oligarqua entre
1839 y 1876, podemos citar a los siguientes 84 :
Comparten con ellos la primaca como figuras de la poca los EPALZA. Estos eran ya
miembros de la gentry del XVIII, como exportadores de hierro y comerciantes al por
mayor. Antes de 1839 eran de los principales mercaderes de la Villa. En 1841 participan en la
creacin de la fbrica Santa Ana de Bolueta; en 1846 en el abortado proyecto del ferrocarril
Irn-Madrid por Bilbao. Miembros de la Junta de Comercio, amparan al ferrocarril Tudela-
Bilbao y participan asimismo en la fundacin del Banco de Bilbao. Miembros de la Bilbana.
84
Las principales fuentes para reconstruir las biografas de los oligarcas han sido: Manuel Llano Go rostiza y
otros, Historia de la Sociedad Bilbana, 1965. Varios autores: Un siglo en la vida del Banco de Bilbao, 1957.
Varios autores: A.ltos Hornos de Vizcaya, 1902-1952, 1952. Y JAVIER DE YBARRA, Poltica Nacional en
Vizcaya, 1948.
83
Entre las familias tradicionales con importancia en el perodo, podemos sealar a los
URQUIJO, fundadores de la Bilbana, miembros de la nobleza agraria tradicional y
destacados hombres polticos durante todo el perodo; a los MAC-MAHON, repetidas veces
encontrados en la lista de Senadores por la Provincia y alcaldes de la Villa, cofundadores del
Tudela-Bilbao, de la Bilbana y del Banco de Bilbao. Asimismo, a Felipe de UHAGON,
fundador del Tudela-Bilbao y del Banco, alcalde de Bilbao y presidente de la Bilbana.
La lista podra completarse a nivel de los tenores al menos, citando algunos nombres ms.
As, Santiago de INGUNZA, repetidas veces alcalde de la Villa, fundador y presidente de la
Bilbana, presidente de la comisin del ferrocarril vizcano y cofundador del Banco de Bilbao.
A los MAZAS y a los LEQUERICA, comerciantes al por mayor ambos en lo que a sus
orgenes respecta. Y a otros que tambin son nombres de calles y plazas bilbanas:
ZABALBURU, AGUIRRE, BERGE...
Estos son los nombres decisivos de aquellos aos. Su poder se consolida indiscutiblemente en
Bilbao y empieza a extenderse por Vizcaya, sobre todo hacia las hasta entonces idlicas
Encartaciones. Liberales, fueristas en muchas ocasiones, viven sin embargo en direc ta
relacin econmica con los cambios producidos en el conjunto del estado espaol.
En lo que respecta al desarrollo del complejo industrial y financiero, sealemos que una
primera fase de creacin de industrias siderrgicas se inicia ya despus de la gue rra. As,
Santa Ana de Bolueta es de 1841; la fbrica de Guriezo de 1846, Nuestra Seora del Carmen -
propiedad de los Ybarra- de 1847. Tecnolgicamente, se trata de altos hornos funcionando al
carbn de madera, muy ligados pues a las tcnicas tradicionales. En esta primera fase eran
incapaces de consumir ms de la mitad del mineral extrado en Somorrostro, con cuyos
excedentes se surtan tambin los industrias tradicionales de Amorebieta, Elgibar y Araya.
El primer horno al coque, conforme pues a una tecnologa ms moderna, slo se encendi en
1865 en Baracaldo, y aparece directamente ligado a la hulla que los britnicos empiezan a
traer a cambio del mineral de hierro.
84
De hecho, esta primera fase de produccin siderrgica se hizo dentro de lmites modestos y,
con respecto al capitalismo europeo, atrasados. En 1864 Vizcaya produca 12.900 toneladas
de hierro colado por ao; Francia un milln de toneladas y Gran Bretaa cerca de cinco
millones. En 1865, mientras slo el antedicho horno baracalds funcionaba al coque, los
hornos al carbn vegetal haban casi desaparecido de la Europa industrial: de este tipo eran
an un 19,2 por 100 de los franceses y tan slo un 0,9 por 100 de los belgas. El capital
invertido en estos negocios era an modesto: entre Bolueta y los Ybarra slo juntaban
1.700.000 pesetas. El atraso tecnolgico traduca una dificultad de adaptarse a los cambios:
as, si bien la invencin Bessemer, clave de la gran siderurgia de fines de siglo, se patent en
1865, el primer alto horno que en Vizcaya la utiliz fue encendido tan slo en 1885. En una
palabra, que la potencia industrial del capitalismo vizcano de la poca era ms bien escasa,
sobre todo si la comparamos con la del imperialismo europeo de aquellos aos. En lo que
respecta al mercado espaol y a la poltica de los Gobiernos de Madrid, esta relacin de
fuerzas ser clara, como veremos luego.
Sin embargo, la creacin del Banco de Bilbao en 1857 indica que la movilizacin de los
capitales -de origen comercial y de otros orgenes- se hace ya con una mentalidad capitalista
moderna. En la poca, de expansin 1856-1864, si bien tendieron a la especulacin, como en
el caso de las acciones del FF.CC. Tudela-Bilbao y de la Bilbana de Crdito, fueron capaces
de movilizar el ahorro local y de invertir en negocios industriales. La lucha por un ferrocarril
propio sirvi de catalizador en aquellos aos; fracas debido a la escasa fuerza cara a las
autoridades de Madrid, el proyecto de hacer pasar por la Villa la lnea entre la capital y
Francia, pero hicieron los propios bilbanos el ferrocarril a Tudela. Ind ustriales, comerciantes
y financieros participaron en estas empresas y, sin dificultades, consiguieron el apoyo de la
Diputacin Vizcana quien subvencion el Tudela- Bilbao.
Pese a todo, la insuficiencia del desarrollo de la siderurgia local aparece bien manifiesta en
estas empresas. Las obras de esta lnea ferroviaria movida por las finanzas bilbanas tuvieron
que encargarse a un contratista britnico: Thomas Brassey & Co.
85
5. Capitalismo bilbano y estado central
En el apartado anterior hemos expuesto las principales iniciativas industriales y financieras de
la oligarqua vizcana en el perodo entreguerras. Veamos ahora de qu modo se ejerce sobre
ellas la influencia de la coyuntura poltica y eco nmica general. Como ya se ha dicho, desde
el traslado de las aduanas se refuerza una situacin ya existente, segn la cual el desarrollo
industrial y financiero va a estar legalmente regulado por las disposiciones vlidas para toda
la Monarqua espaola: la coyuntura del siglo XIX espaol tiene una influencia decisiva sobre
la evolucin del capitalismo oligrquico vasco.
La ley de ferrocarriles del 3 de junio de 1855 dio una serie de ventajas sustanciales a las
compaas extranjeras, incluyendo la exenci n arancelaria total para la importacin de
material ferroviario. El dominio de tales compaas sobre la construccin de la red fue
absoluto, tanto a nivel tecnolgico como financiero. Recordemos que la Compaa del
Tudela-Bilbao, con capital local, slo supona un 3,3 por 100 del conjunto de los recursos de
las compaas ferroviarias en 1869. Carriles, vagones, puentes, locomotoras, llegaban de la
Europa industrial. En ninguna parte del Estado, incluyendo Vizcaya, exista una mnima base
industrial que pudiera competir contra esa fuerza imperialista. Aunque ya en 1850 Jos
Villalonga aparezca exigiendo la proteccin de las industrias nacionales contra una
competencia que las aniquilara85 , la relacin de fuerzas era completamente desfavorable
para la siderurgia vasca.
Ahora bien, gran parte de este material entra en Espaa a travs del puerto de Bilbao. El
trfico anual de ste pasa de 27,6 millones de pesetas en 1856 a 82,1 millones de 1865. En
parte, esta inyeccin de capitales va a ser captada por los medios financieros locales.
Sin embargo, el gran salto va a venir ligado a la exportacin de mineral de hierro 86 . En 1862
se empieza a generalizar en Europa el uso del convertidor Besemer, que permita fabricar
acero ms barato empleando mineral no fosfrico, como el existente en Vizcaya. Entre 1864 y
85
Citado por Gonzlez Po rtilla, op. cit., pg. 78.
86
He aqu algunas fuentes sobre las relaciones entre Imperialismo europeo y desarrollo del capitalis mo en
Vizcaya y el Estado Espaol: Camern, Rondo, France and tbe Economic Development of Europa. 1800-1914,
1961. Flinn, M. W.: British Steel and Spanish Ore: 1871-1914, 1955. Henderson, W. O.: Britain and tbe
industrial Europe, 1750-1870, 1954.
86
1868 hay un verdadero rush sobre esta provincia. Segn Carreras Candi se fundan en estos
aos siete compaas mineras extranjeras en las mrgenes del Nervin, de las que seis son
inglesas. En esta situacin hay una rpida evolucin del impuesto que pesaba sobre la
explotacin y la exportacin de mineral, cuyo sentido ser facilitar el trfico hacia Europa. El
1 de enero de 1863 se abole el impuesto sobre la explotacin; hasta 1876 se pagan seis reales
por tonelada exportada y con el triunfo liberal se reduce esta tasa a real y medio, aumentando
de nuevo a dos reales y medio en 1877, estando destinado el ltimo real a los trabajos de la ra
y de la barra 87 . Estas disposiciones legislativas nos indican ya un factor clave de la
implantacin en Vizcaya de las compaas extranjeras. Estas llegan no slo atradas por la
existencia del buen mineral vizcano, sino sobre todo por la baratura de una mano de obra no
especializada que trabaja en minas a cielo abierto de muy poca tecniddad, que carece de
derechos sociales y por la existencia de una legislacin estatal y provincial que les concede
todos los derechos para expoliar las riquezas naturales con gastos mnimos.
En estas condiciones, los capitalistas vizcanos tratarn de obtener los mximos beneficios
posibles de una situacin creada por causas externas a la propia evolucin interna de la
sociedad vasca.
Apremiados por estas Compaas, los vizcanos hacen que su Diputacin construya en 1865 el
ferrocarril minero de Triano, que dejar cuantiosos beneficios a las finanzas locales. Muchos
particulares hacen dinero vendiendo sus terrenos a estas compaas. El mineral extrado pas
en 70.000 toneladas en 1860 a 250.000 toneladas en 1870: Gran Bretaa se converta en el
primer cliente y los barcos traan como flete de retorno la hulla, creando as las bases para la
implantacin de una siderurgia ms moderna. Sin embargo, al necesitarse mucho ms carbn
que mineral de hierro, esta localizacin de la industria pesada era en principio antieconmica:
la verdadera razn de su desarrollo masivo en un pas sin carbn mineral ha de verse en ese
flete de retorno britnico, en unas condiciones que econmicamente sern precarias pero que
haban sido impuestas por el imperialismo actuando sobre una economa mucho ms dbil.
Todava en 1880, sobre las 2.684.000 toneladas de mineral extradas slo 71.000 se
empleaban en Vizcaya; estas cifras dadas por Adn de Yarza hacen decir a Tho Lefebvre:
87
Datos citados por J. De Soralu ze, Riqueza y economa del Pas Vasco, Buenos Aires, 1945, pgs. 95 y 96.
87
Los ingleses estaban muy satisfechos; compraban a los espaoles su mineral y les volvan a
vender una parte en forma de productos manufacturados, sin contar la hulla: la Vizcaya
nororiental se haba convertido para los extranjeros en una especie de colonia de explotacin
internacional. 88
En efecto, la explotacin del mineral por parte de las compaas europeas se haca dentro de
la Ley minera de 1869, que regularizaba una situacin que otorga prctiamente una franquicia
total a las compaas extranjeras. Esto no impide que parte de los capitales res ultantes de la
venta de terrenos, de la asociacin con tales Compaas y de la venta directa de mineral se
quedaran en el Pas Vasco. No todos estos capitales se transfirieron a la industria, ya q ue
como denunciaba Pablo de Alzola muchos vendedores de terrenos se retraan ante tal
inversin; pero una buena parte s. A esto hay que aadir los citados ingresos de la Diputacin
y sus pedidos de obras pblicas a la industria local, ms importantes a partir de 1878.
La poltica de un liberalismo poco favorable a los intereses industriales y la fuerza del capital
extranjero condicionaban, pues, la situacin. En el Pas Vasco Peninsular hubo tambin otras
inversiones directas extranjeras, aparte de las ya citadas en la minera: el Crdito Mobiliario
88
Les modes de vie dans les Pirnes Atlantiques Orientales, 1933, pg. 338.
88
de los Preire consigui diez millones de pesetas como subvencin de las Provincias de Alava
y Guipzcoa para la construccin del ferrocarril del Norte y no lleg a realizar sus proyectos
para fabricar azcar de remolacha en Vitoria; los Prost son los creadores de la fbrica de gas
de Pamplona en 1861, vendida despus a un consorcio de Amberes.
Como conclusin sobre esta etapa, podemos decir que una parte del capitalismo vasco pudo
adaptarse de una manera relativamente favorable a una situacin impuesta por factores
exteriores al Pas. Su capacidad de. adaptacin provena de su propia mentalidad, de su deseo
inversor e industrializador. El aspecto favorable, de los flujos de capitales ligados a los
comercios ferroviario y de mineral. Pero todo esto estaba negativamente condicionado por la
falta de apoyo del Estado hacia las iniciativas industriales y por el predominio del capital
internacional: la entrega del mercado interior a las compaas extranjeras disminuy la
inversin en la industria y la localizacin de la industria pesada e n Vizcaya tuvo poco que ver
con una lgica econmica ligada a las reales posibilidades internas del Pas y la sociedad
vascas. Capital de baja tecnologa, nacido encondiciones desfavorables, el capital vasco naca
ya con necesidad de muletas que le llevaro n a luchar por el proteccionismo primero, por el
monopolismo despus y a apoyar por ltimo al fascismo.
De todos modos, en estos aos se inicia tambin la penetracin vasca en el mercado espaol
dentro siempre de lmites modestsimos. Los Ybarra participaron en la creacin de la
Sociedad de Crdito Industrial, Agrcola y Mercantil de Valladolid en 1864; pero la SCIAM
89
estuvo metida de lleno en las actividades especuladoras de la banca vallisoletana de la poca,
que terminaron en una quiebra en medio de la corrupcin. Una mentalidad ms capitalista en
la inversin se encuentra en el equipo vasco que participa desde 1866-1867 en el Banco de
Sevilla; parece que los Arellano, Urigen, Uhagn y Epalza iban buscando las minas de hierro
y los altos hornos de El Pedroso. Pero esta presencia en Espaa no va acompaada de una
fuerza poltica a nivel estatal. Ya hemos citado la intervencin del capital cataln en favor del
liberalismo interno y en contra del librecambismo con el exterior; una importante asociacin,
la Asociacin Barcelona de fabricantes de algodn, extendida luego para formar el
Fomento del Trabajo Nacional posee ya una actuacin poltica y una fama correspondiente.
No hay nada equivalente en el Pas Vasco.
Esta indiferencia (cuando no oposicin) del Estado ante los esfuerzos industrializadores
contrasta con la actitud de la Diputacin. El capital bilbano, extendiendo su poder, haba
empezado ya a contar con la ayuda de la corporacin provincial; los aspectos del Fuero
contrarios a sus intereses o estaban liquidados (como las aduanas) o haban cado en desuso
(como las leyes sobre el mineral), mientras que las finanzas autonmicas y el poder local
colaboraban al desarrollo ferroviario, minero y portuario. En esta situacin y, adems
conforme a la extensin de los negocios de la poca, no parece demasiado aventurado dar la
hiptesis de que el fuerismo liberal era una doctrina poltica ms importante que el
centralismo, y esto, naturalmente, para esta misma oligarqua que estamos estudiando.
As, la ltima guerra carlista (1872-1876) estalla mucho ms como un problema general del
Estado espaol que como un combate entre el capitalismo vasco (hipotticamente centralista)
y el antiguo rgimen local. Al Alfonsismo y a la Restauracin le apoyaron tanto la a ristocracia
madrilea como la alta burguesa catalana (y, pronto, la vasca); el carlismo segua poseyendo
una base popular descrita en el captulo anterior, pero en esta guerra y a nivel global fue
apoyado y dirigido por lo ms reaccionario dentro del conservadurismo asustado por el
movimiento progresista y demcrata de 1868. La guerra general alcanza en el Pas Vasco unas
caractersticas especialmente agudas. En esta ocasin la contribucin del capital vasco al
triunfo liberal fue ms importante: Uhagn, que era alcalde de Bilbao, fue condecorado por
mritos de guerra; el Banco de Bilbao financi la guerra con ms de 15 millones de reales,
haciendo, como deca su director Manuel de Barandica, luego diputado por Guernica, un
enorme esfuerzo:
90
El comercio se paraliz y el Banco en pocas semanas tuvo que entregar ms de cuarenta
millones de cuentas corrientes, cambio de billetes y otros conceptos. Y como el paso de estas
extracciones las necesidades aumentaban tambin, el Banco tuvo que hacerlas frente a pesar
de haber sufrido esa gran disminucin en los elementos de su crdito, y se vio obligado a
auxiliar al general, a la Diputacin, al Ayuntamiento y a los particulares; de modo que aquel
Banco, de Banco mercantil que antes era, tuvo que convertirse en Banco moderador de
calamidades pblicas, auxiliar de la defensa nacional; y ese carcter fue el que tuvo durante el
sitio y antes del sitio. 89
89
Citado en Un siglo en la vida del Banco de Bilbao, pg. 568.
91
Barandica, director gerente del Banco de Bilbao, Camilo de Villabaso, miembro de la
Sociedad Bilbana y figura destacada entre los bilbanos de pro, Martn de Zavala,
Francisco Mac-Mahn y el general Del Castillo, defensor de la Villa durante los sitios. Estos
representantes de Bilbao, o mejor dicho, de sus clases dominantes, participaron en las
discusiones que sobre los Fueros tuvieron lugar en las Cortes de 1876. Su actuacin fue
acorde con la de los representantes de Alava y de Guipzcoa: defender los Fueros tal y como
el fuerismo liberal los entenda, es decir, sosteniendo que abolidos era castigar a todo el Pas
tomando al carlismo como pretexto, y que las libertades vascas eran compatibles con. la
unidad de la Monarqua.
Martn de Zavala dijo que durante el sitio de Bilbao la resistencia se hizo con el afn y la
creencia de que se respetaran los Fueros; Villavaso hizo encendidos elogios de los liberales
vascongados, fueristas y espaoles, pronuncindose contra la totalidad del proyecto
abolicionista; Barandica habl contra diversos artculos de tal proyecto y pidi que los Fueros
no se abolieran. En una palabra, como dice Javier de Ybarra 90 ,
(en 1876) en la defensa de los Fueros de Vizcaya se hallaban de acuerdo todos los
vizcanos,
representados precisamente por las clases dominantes de quien este autor era portavoz.
Podemos tambin traer, en el mismo sentido, el testimonio de Balparda: bilbano, ms tarde
conspicuo enemigo del nacionalismo hizo en 1898 su tesis doctoral sobre La regin con
criterios autonomistas y comentando este pecadillo de juventud escribe ms tarde:
(Se explica por) el sentimentalismo morboso que entonces todo lo invada... el sarampin de
cierto vago y romntico vasquismo. 91
90
Op. cit., pg. 51.
91
Pr logo al to mo ltimo de la Historia Crtica de Vizcaya y sus Fueros, 1945, pg. 10.
92
ltima etapa de la unidad nacional. Los Fueros vascongados en 1876. 2 vols., 1924.
92
representante por Guipzcoa, muchos vascongados consideraron que exista una cierta
compensacin a sus perdidas libertades en las ventajas econmicas que lograron con los
Conciertos. Se inicia as el camino que lleva de los liberales fueristas de 1876 a los
simplemente liberales de 1881 que, metidos ya de lleno en los partidos estatales de la
Restauracin, se volvern conservadores siguiendo a Chvarri en 1893. Todas estas
evoluciones se hicieron en funcin del apoyo que un partido u otro, sea el liberal sea el
conservador, dieron a los intereses del gran capital vizcano. Este, que funciona no como
dueo del aparato estatal, sino como un grupo de presin, ha elegido ya como elemento
significante a la hora de estructurar su poder de clase al estado central; las posibilidades de
instrumentarlo conforme a sus intereses existen ya, aunque an sean reducidas.
Hay que insistir en que el rgimen de Conciertos aprobado en febrero de 1878 era muy
favorable a los intereses de la oligarqua. Los impuestos pagados por la provincia al Estado
tomaban la forma de un cupo global, teniendo la Diputacin poder para repartir su
recaudacin del modo que quisiera. Dentro de los impuestos concertados estaban los de
industria y comercio: la Diputacin se guard muy bien de cargar a industriales y financieros
mediante la imposicin directa, prefiriendo recaudar lo necesario para los cupos mediante los
recargos de arbitrios y otros impuestos indirectos, es decir, haciendo que las clases
trabajadoras pagaran. Aadamos que, por otra parte, el ff.cc. minero de Triano era una
importante fuente de ingresos provinciales, parte de los cuales se dedicaba al pago de los
cupos, disminuyendo la parte a recaudar entre industriales y financieros.
El control oligrquico sobre la Diputacin iba ms all de la poltica fiscal. En efecto, sus
fondos se usaron para financiar obras pblicas encargadas al capital local, que haca as de
contratador de sus propios servicios sobre el erario pblico: la expansin de los ferrocarriles
locales y regionales va a ser un terreno privilegiado en este aspecto. No olvidemos tampoco la
cuestin del orden pblico. Las fuerzas armadas de la Diputacin, los miones, constituan
la ms terrible polica local, descaradamente al servicio de los oligarcas; los obreros les
teman porque disparaban antes que el ejrcito durante las huelgas. Una ancdota significativa
puede ser sta: en las elecciones de 1896, al enterarse Chvarri de que en el distrito obrero de
las Cortes estaban ganando los socialistas, se present all al frente de las fuerzas de la
Diputacin y procedi a disolver a tiros a las filas de votantes.
93
En una palabra, los mecanismos de autonoma econmica y poltica ms tiles para el
desarrollo oligrquico estaban as firmemente concentrados en manos de esta clase. Mientras,
con la abolicin foral la vida poltica y el mercado espaol les seguan abiertos, incluso se les
abran an ms. Sin ningn inters en un foralismo que no podra aportarles un grado mayor
de poder local, su actitud poltica era la ms lgica: buscar primero el compromiso con los
liquidadores de los Fueros e integrarse en los partidos dinsticos unitarios despus.
Hay que sealar que para las clases dominantes vascas no era nada extrao ni traumatizante
sentirse espaolas y plenamente espaolas. Ya en la Edad Media las relaciones entre el puerto
de Bilbao y Castilla fueron estrechas: el eje Castilla-Flandes era el terreno donde se movan
naturalmente mercaderes y marinos de la Villa. Luego la participacin en la Marina real y las
empresas del XVIII contribuyeron a desarrollar una sicologa bilbana en la que las relaciones
con el Seoro agrario aparecan menos importantes que las ligadas a empresas ms vastas.
Durante la poca del fuerismo liberal la oligarqua afirm repetidas veces su encendido
espaolismo: recordemos as las luminarias encendidas en 1860 en la Sociedad Bilbana con
motivo de los triunfos espaoles en Africa o las intervenciones de sus representantes en las
Cortes.
La cuestin fundamental para la historia del pueblo vasco no es la del espao lismo de parte de
sus clases dominantes: el problema radica en el conjunto de causas que llevaron a una
integracin operativa y cotidiana en la unidad espaola de las amplias capas populares que
hasta el siglo XIX haban vivido en un sistema cultural, econmico y poltico propio y
diferencial. En efecto, estas capas haban vivido desde la Edad Media sometidas a una misma
Corona donde convergan los Reinos de Castilla y Navarra y el Seoro de Vizcaya: sin
embargo, y pese a la existencia de relaciones de todo tipo, lo esencial de la vida cotidiana de
la mayora del pueblo estaba dentro del Antiguo Rgimen vasco, cuya especificidad cultural,
poltica y social es evidente. El juego de una serie de factores llev a la liquidacin del
Antiguo Rgimen y al desarrollo de un sistema industrial organizado ya conforme a un
sistema global: el de la nacin-estado espaola; la oligarqua bilbana particip en esta
transformacin radical y fue la clase local que introdujo el nuevo sistema en el Pas. La
cuestin, por tanto, queda enfocada como el estudio del conjunto de causas que hizo de esta
oligarqua espaolista un grupo capaz de dominar la vida econmica y poltica del Pas y, con
ello, de contribuir a producir una espaolizacin forzada de las clases populares.
94
Volvamos pues a la poca de la Restauracin (1874-1897), poca clave tanto para el
reforzamiento econmico de la oligarqua vizcana como para la afirmacin ya radical de un
espaolismo orientado hacia la utilizacin del aparato estatal unitario.
Este perodo ha sido ya estudiado en trabajos anteriores 93 y en general es mejor conocido que
los anteriores. Recordemos la enorme importancia de la exportacin de mineral sostenida
desde 1880 por la coyuntura alcista de los precios siderrgicos mundiales: sus caractersticas
son las mismas de las ya citadas desde 1864, con claro dominio del capital extranjero, pero
asimismo los remanentes dejados en Bilbao son mayores. Aqu parece estar la base sustancial
de la capitalizacin que va a permitir el enorme salto industrial de esta poca 94 .
El flete de retorno sigue jugando su papel. Si en 1865 la hulla asturiana era an la ms barata
en Bilbao, desde 1882 no llega prcticamente ms que hulla britnica. La industria siderrgica
se desarrolla ampliamente: en 1880 los Altos Hornos de San Francisco (Sestao); en 1882 la
Sociedad de Altos Hornos y Fbricas de Hierro de Bilbao, as como Metalurgia y
Construcciones de Vizcaya y la Iberia; en 1883 Astilleros del Nervi n; en 1892 La
Basconia; en 1901 Echevarra; el mismo ao Euzkalduna y ya en 1902 la Sociedad de
Altos Hornos de Vizcaya. He aqu las principales empresas. Su volumen es mucho ms
importante que las del perodo anterior: as, Santa Ana de Bolueta tan slo tena 150 obreros
en 1846, mientras que la Sociedad de Altos Hornos reuna ya 3.000 trabajadores en 1882. Los
capitales invertidos iban en la misma proporcin.
Paralelamente y desde 1876 se asiste a una aceleracin del desarrollo de las pequeas fbricas
y talleres. Hasta 1891 tratan preferentemente derivados del hierro y desde 1895 crecen
asimismo las otras ramas de actividad. En el captulo sobre la burguesa nacional detallaremos
ms esta cuestin.
93
Ver El nacionalismo vasco. 1876-1936, 1974.
94
Gonzlez Portilla (op. cit., pg. 87) calcula en 335 millones de pesetas los beneficios obtenidos por la
burguesa vizcana gracias a la exportacin de mineral entre 1876 y 1900. Recordemos, como punto de
comparacin, que en 1882 tanto la Vizcaya de Chvarri co mo los Altos Hornos de Ybarra tienen un capital
fundacional de 12,5 millones de pesetas.
95
En lo que al sector oligrquico se refiere, asistimos desde 1896 a una aceleracin en sus
tendencias espaolistas. En efecto, en 1896 logran del Estado central el proteccionismo para
la siderurgia; el capital financiero se multiplica y la inversin en otras ramas se extiende. As,
en 1901 se funda el Banco de Vizcaya y se inician las inversiones en la hidroelectricidad a
travs de todo el territorio espaol; asimismo, en esta poca se prepara el dominio en las
ramas qumica y papelera. Al crecer los negocios de la oligarqua lo hacen extendindose por
el territorio del Estado y, adems, mientras se aumenta su fuerza como grupo de presin. La
conquista del Estado central es un objetivo cada vez ms cercano; si unimos a esto el
desarrollo del nacionalismo vasco y la prdida del poder poltico en la administracin local
vasca que va a ocurrir en la poca 1914-1918, la exacerbacin del espaolismo oligrquico se
har an ms comprensible.
Para resumir el perodo digamos que entre 1876 y 1901 se asiste a la consolidacin de la
oligarqua vizcana como capitalismo financiero e industrial, inicindose de una manera seria
y significativa la penetracin de este capital en todo el territorio espaol, con el incremento de
su correspondiente intervencin en la poltica espaola. Su espaolismo, entendido ya como
participacin junto a las otras oligarquas del Estado en el control del aparato estatal se hace
franco y operativo en estos aos.
Junto a ellos aparece una nueva generacin que ser asimismo quien monopolice la direccin
poltica de la Villa y de la Provincia. Algunos venan ya de antes, otros eran claramente
96
nuevos ricos, pero todos ellos se haban hecho capaces de llegar a grandes empresarios gracias
al flujo de capitales que desde 1876 cae sobre Vizcaya. En primer lugar hay que citar a Jos
Mara MARTNEZ DE LAS RIVAS, hombre clave de la orientacin liberal en la primera
fase de los aos de la Restauracin, cuya lnea va a predominar entre 1885 y 1893. En 1888
logr para su empresa, los Astilleros del Nervin, un contrato para la construccin de tres
grandes cruceros de guerra para la Marina espaola. Era sobrino y heredero de Francisco Jos
DE LAS RIVAS, primer Marqus de Mudela y fundador de San Francisco del Desierto; el
hijo de ste, Francisco, fue desde 1863 Diputado y Senador por varias legis laturas. Al morir
este ltimo en 1890, el liderazgo de la familia pas al citado Jos Mara, quien estaba
asociado a los ingleses de la casa Palmer en sus astilleros. En 1891, Martnez de las Rivas
estaba en pleno apogeo de su gloria, y fue elegido diputado por Valmaseda. Desde este ao,
tras el incendio de los astilleros, su estrella empieza a declinar.
95
De mi vida, 1965.
97
enriquecieron los Lezama-Leguizamn, Martnez de las Rivas, Echevarrieta y Sota; en los
alrededores de Bilbao y en Ollargan, Gandarias, Chvarri y Aburto. Seala asimismo que la
especulacin sobre terrenos durante la edificacin del Ensanche bilbano no fue ajena a tal
acumulacin de capital.
Estas grandes familias practicaban una cierta endogamia. Los Ybarra, por ejemplo, estaban
emparentados con los Urquijo y los Villalonga. Se daban as casos en las elecciones a
Diputados de 1898, donde en Batacaldo se enfrentan el to y el sobrino, Ramn de Ybarra y
Adolfo de Urquijo.
Ahora resulta que la poltica nacional de Vizcaya no solamente era conducida por ocho o
diez familias, sino que esas ocho o diez familias eran casi todas de los apellidos del autor (se
refiere a Ybarra) o prximos parientes.
96
Conferencia en Gure Et xea de San Juan de Lu z, 1945.
98
presidente de la minera La Vizcana y Gran Cruz del Mrito Militar por su actuacin contra
los huelguistas del ferrocarril Bilbao-Portugalete en 1890. Los estmulos de la Diputacin a
las obras de infraestructura, el apoyo de sus hombres de armas para contener a la clase obrera
no les faltaron a los financieros y a los industriales: los diversos ferrocarriles que desde
Bilbao se construyen en estos aos son un lugar privilegiado de inversin, donde los Chvarri
aparecen como constantes beneficiarios.
Pero en esta Vizcaya en plena expansin (entre 1886 y 1899 se fundan 636 sociedades con un
capital nominal total que se acerca a 422 millones de pesetas), metida ya de lleno en la unidad
espaola, los industriales se plantean el problema de la conquista del poder del Estado. Gomo
ya se ha apuntado, la poltica de ste con respecto a la industria dejaba mucho que desear.
Este combate poltico se desarrolla por fases diferentes.
En 1886 se plantea el problema de los tratados de comercio entre Espaa y la Gran Bretaa.
El Diputado en Cortes Eduardo de Aguirre, que es un hombre de Chvarri, recibe
instrucciones de Altos Hornos, La Vizcaya y San Francisco, a travs de la Cmara de
Comercio, para que defienda determinadas modificaciones sobre los derechos de aduana para
el lingote, la hulla y el cock. En 1888, para obtener en beneficio de Martnez de las Rivas los
tres cruceros a construir, va a ver a Sagasta una Comisin donde se juntan fabricantes y
comerciantes con diputados, senadores (precisamente Zavala y Del Castillo, a quienes ya
mencionamos en los debates de 1876), apoyados todos por el Alcalde de la Villa y el
Presidente de la Diputacin. Este mismo ao Chvarri y Aguirre piden subvenciones para el
ferrocarril Bilbao-Valmaseda (explotado por el propio Chvarri y por Berg) y para el puerto
de Bilbao. En general se trata de tentativas tmidas para lograr del favor de Sagasta beneficios
parciales, pero cuyos xitos confirman la mayor capacidad de presin de la oligarqua.
A partir de 1891 las cosas se plantean diferentemente, tomando la forma de una ofensiva en
toda regla con extensin a los otros sectores industriales del Pas: se trata de la lucha por el
proteccionismo. Desde este ao Cnovas se identifica con esta lnea: los oligarcas olvidan el
odio tradicional que el Pas tena a quien aboli los Fueros, y siguiendo a Chvarri se pasan a
su partido desde 1893. En este ao, Sagasta pretende hacer aprobar unos tratados de comercio
que dan libre entrada al material ferroviario europeo en las lneas a tender en Filipinas: el
grupo de Chvarri clama contra esta medida que sacrifica a la industria nacional; apoyado
99
por Alzola y Casa Torre (alcalde de Bilbao y hermano poltico de Chvarri), Chvarri preside
numerosos mtines, rene a los industriales en la Liga Vizcana de Productores, se coaliga
con los industriales catalanes y, por fin, consigue evitar la ratificacin de los tratados.
De todos modos, la historia expuesta parece indicar que la operatividad de esta poltica
espaolista (econmica, poltica y cultural) no se hace decisiva hasta despus de 1876. Sin
embargo, desde aproximadamente 1880 esta oligarqua se convierte ya en la principal
responsable de la explotacin de los obreros en el Pas y de la liquidacin de la personalidad
tnica y nacional vascas. Por ello, el movimiento obrero y el nacionalismo empezarn a
combatirla, de modos diversos y con altibajos, desde 1890. Estas dos respuestas a la nueva
situacin, al dominio del gran capital y del centralismo, sern el objeto de los captulos
siguientes.
97
Hay una descripcin de estas ltimas fases en Nacionalismo vasco y clases sociales, 1976, cap tulo 3. Me
parece intil repetirla.
100
Captulo 3. DEL ARANISMO AL NACIONALISMO BURGUS
Algunos autores escriben cosas bastante sorprendentes, incluso chocantes. As, Stanley G.
Payne deja escrito para la posteridad que en el Proceso de Burgos contra los militantes de
ETA, a seis de los quince acusados se les declar culpables de delitos graves de rebelin
militar, pero fueron indultados los condenados a muerte y las penas impuestas no fueron
abusivas98 . Por ello, cuando escribe tambin que en contra de lo que se ha dicho a veces el
perodo espaol de la Restauracin (1876-1898) no fue una poca de sufrimiento o de
opresin para el conjunto de la regin vasca 99 estamos ya escaldados y con tendencia a no
creerle. En general, los presupuestos ideolgicos de los profesores objetivos son siempre
objeto de meditacin, de sorpresa y de mala leche.
98
El nacionalismo vasco, 1974, pg. 290. El subrayado es mo.
99
Op. cit., pg. 73.
101
trabajadores y el aumento de la poblacin urbana enmascaran, en las cifras totales, la crisis de
las formas de vida tradicionales; sin embargo, entre 1860 y 1920 disminuye la poblacin de
muchos lugares vizcanos, como es el caso de Villaro, Cortezubi, Mendata, Navrniz,
Guizaburuaga y Murlaga 100 . La principal traduccin de estos fenmenos va a ser la intensa
emigracin a ultramar, a Amrica.
Recordemos que la emigracin de los hermanos no herederos era algo tradicional; la ruina de
las explotaciones y la desaparicin sucesiva de los trabajos de artesana ante la competencia
de la industria agudizaron la necesidad de encontrar trabajo fuera del crculo campesino. Ya
antes de 1850 exista una emigracin hacia Amrica; en 1853 se abre por parte del Estado
espaol el derecho a emigrar libremente y el fenmeno se acelera. El nmero total de
emigrantes desde Euskadi Sur es difcil de evaluar; as como para Euskadi Norte hay datos
ms precisos, aqu tropezamos con los inconvenientes de la emigracin clandestina, de la falta
de especificidad en las estadsticas de los pases receptores (que cuentan a los vascos dentro
de todos los espaoles o de los franceses), as como con la insuficiencia de los trabajos
monogrficos locales 101 . El conjunto de vascos emigrados del Norte y del Sur pasa, sin duda,
de los 200.000. Las estadsticas que se refieren al Sur indican un claro predominio de los
campesinos y de las clases urbanas ms bajas entre los que se van; en la emigracin ocuparn
asimismo los oficios ms bajos.
Si la crisis del sistema agrario es la causa fundamental de estas partidas, una serie de factores
las modifican o las condicionan. Uno es el servicio militar. Este era un lugar privilegiado para
sufrir la dureza del choque entre la cultura del recluta y la voluntad aculturizadora del sistema;
si el servicio militar es siempre un perodo de alienacin, en nuestro caso era un momento
especialmente duro por su duracin, sus condiciones y su reciente instalacin tras las derrotas
carlistas. Muchos vascos aprendern en l no slo la lengua castellana, sino el carcter
dominante de sta. Que se trataba de una experiencia traumtica lo confirma su relacin con
el fenmeno emigratorio; aunque las causas de la emigracin radicaban especialmente en la
100
Ver las cifras en W. A. Douglass and J. Bilbao, Amerikanuak, Basques in tbe New World, 1975, pg. 125.
101
El ya citado libro de Douglass y Bilbao trae una copiossima bib liografa y es el texto bsico para referirse al
problema. Adems, se han consultado La emigracin vasco-navarra de Jos Cola Y Goiti, 1882; Geografa
General del Pas Vasco-Navarro, editada por Carreras Candi, 1918. El fundamental libro de T. Lefebvre trae
asimismo indicaciones de la mayor importancia.
102
crisis agraria, de tener que emigrar muchos lo hacan justo antes de la edad militar. Esta
actitud est documentada para Ereo, en Vizcaya. En los perodos de conflictos militares,
como durante las guerras colonialistas en Marruecos, la tasa de prfugos-emigrantes
aumentaba regularmente. Aun en 1913-1914, el porcentaje de prfugos era doble en el Pas
Vasco Peninsular que en el conjunto del Estado espaol.
Hay que pensar que la identificacin de las clases populares vascas con la nacin-estado
espaola y sus valores no era an muy profunda en este final del siglo XIX. Emigrar huyendo
del servicio de las armas les apareca como una actitud perfectamente tica. En ella
concurriran dos factores: Uno, la insuficiencia de la conciencia nacional espaola como
reflejo de la existencia de un mercado unitario aun insuficiente, de una enseanza oficial poco
extendida y de la concomitante pervivencia de amplios sectores de la poblacin ligados a
modos de vida con horizontes puramente localistas. Otro, de gran importancia, la situacin de
unos campesinos que haban sido vencidos por las armas en 1876 tras cincuenta aos de
lucha, que se encontraban con sus Fueros recin abolidos y que, en cierto modo, podan
considerarse como conquistados.
103
Nun dira bada zure semiak
Foru ta euskara zaliak?
Nun dira bada, Tubal, gure aita,
Zure ondorengo garbiak?
Nun dira bada zure ume zintzo
eta leyalen legiak?
Nun dira orain, orain negarrak,
nun dira nire begiak?
104
Negar Naparrak, geure anayak,
Ta euskaldun Frantziakuak!
Neugaz batera danok urratu
Sentimentuz soekuak;
Aztu istoria edo kondairak
Emengo antxiakuak,
Te euren lekuan asi barriak
Aurrera Erderazkuak.
Evidentemente, no haba por aquellos aos represin policiaca contra los nacionalistas porque
an no los haba. Tras la derrota carlista, traicionados por los notables que aceptaron el
Alfonsismo, las clases populares no daban una traduccin poltica a la existencia real de una
situacin opresiva. Sin embargo, la conciencia de fin de las instituciones, de la lengua, de la
raza, era muy viva en aquellos aos, y las mltiples lamentaciones llegan de todas partes. La
emigracin, que estamos estudiando, resume tanto la presin ejercida por el sistema como
algunas de las actitudes de las masas vascas. Repitamos que una sociedad agraria en crisis,
una acumulacin primitiva salvaje en Vizcaya, una imposicin, de unas instituciones y una
cultura extraas no son las circunstancias ideales para vivir en una sociedad sin sufrimientos o
presiones.
Puede repetirse que, de hecho, el gran polo minero e industrial vizcano era en sus orgenes,
su concepcin y sus formas de vida extrao al Pas Vasco. Como dice Th. Lefebvre:
... se trata de un Pas que se ha transformado no bajo el efecto principal de sus fuerzas y
voluntades internas, sino sobre todo bajo las influencias del exterior. 102
102
Op. ct., pg. 298.
103
Fenmeno que tambin ha llamado la atencin de Douglass y Bilbao, quienes insisten justamente sobre sus
races culturales. Op. cit., pgs. 128 y 129.
106
de la Alta Zuberoa forzados a emigrar por la crisis agrario-pastoril prefieren irse a Amrica104 .
He aqu, pues, una actitud de rechazo con claras races culturales. La literatura en euskara la
refleja bien, y un ejemplo es este antolgico trozo de Domingo Agirre:
Aloa ondotik erbestera ertenaldi bat egin bear dugu. Somorrostrora joan gintezke lenbizi.
Bizkaira esatera nijoa, bao damutu egin zait; bada Bilbotik itxasoruntz goazela ezker aldetik
dauden erriak eztirudite Bizkaikoak. Toki aietan Bizkai barrutik agiri dan zeru garbirik ezta
ikusten; Gernika, Durango ta Markinako ibarretan daukagun pake ta txukuntasunik ezta
billatzen; etxeko izkuntza maitearen durundi gozorik ezta ion sumatzen. 105
Ibn Sarasola 106 insiste en la significacin de esta actitud de rechazo, indicando que la nueva
situacin resultaba inaceptable tanto por lo que supona de gravsima amenaza a la sociedad
tradicional como porque los intelectuales y escritores vasquistas ligados a las antiguas clases
dominantes no estaban dispuestos a aceptar ni el socialismo ni la lucha de clases. En efecto,
como tendremos ocasin de detallar ms tarde, el primer nacionalismo va a tener dos frentes
de lucha: contra la oligarqua y la industrializacin centralizadora y desnacionalizadora que le
est ligada, y contra su contrario dentro de la sociedad industrial, es decir, contra la
revolucin social. Ambas van a ser, con matices y grados diversos, ide ntificados como parte
de una misma realidad antivasca, extranjerizadora. La literatura en euskera, mientras tanto, va
a acantonarse en la defensa de una Vasconia ideal, donde campesinos y pescadores sern los
arquetipos del perfecto vasco. Dice as Sarasola:
Garaiko euskal literatura estudiatuz gero, ba dirudi guzti hau ez dela egia (se refiere a la
existencia y las luchas del proletariado), beste Euskal Herria honek ez duela esistitzen, guzti
hori ezdela Euskal Herri. (...) Espero zatekeenez, periodo honetako euskal literatura Euskal
Herriaren parte batez iharduki zen. Espero zatekeenez era, hartzen dena haren estratorik
konserbatzaileena eta etorkizunari buruz garrantzi xipien duena da. Halaber idazleak, multzo
bezela harturik, estrato hortatik sortzen dira ezinbestean. Euskal literaturako Euskal Herria,
halabeharrez, baserri zuriak, gure mendi eta zelai ederrak zanen dira; haren pertsonaiak
104
Ver Georges Viers, Maulon-Licbarre. La population et l`industrie, 1961.
105
Garoa, escrito entre 1907 y 1912, inicio del cap tulo 11.
106
Euskal literaturaren historia, 1971.
107
arrantzale zintzoak eta ohitura zahar eta beneragarriak gordetzen dituzte baserritarrak. Euskal
Herri partzial honetan desarroilatuko da euskerazko literatura.107
En la primera mitad del siglo XIX las escuelas existentes dependan de los Municipios, a
veces bajo el control de la Diputacin. En algunas ocasiones, la represin contra el uso del
euskera por los nios aparece ya documentada desde el siglo XVIII: as en Beasain en 1730,
en Aya en 1784 y en Elgibar en 1787, hay clusulas del contrato entre el Municipio y el
maestro exigiendo que se hable castellano en la escuela y que se emplee el anillo contra
quienes se expresen en euskera 108 . Sin duda, el carcter del castellano como lengua de la
mediacin y de las clases dominantes influye en estas horribles prcticas. Sin embargo, tales
clusulas parecen estar ms orientadas a ensear el castellano (con una brbara pedagoga
ciertamente) que a erradicar el euskara; as, el catecismo se enseaba siempre en la lengua
local. En 1850 se contaban en Guipzcoa 142 escuelas municipales.
En 1854 los moderados dan desde el Gobierno central una serie de decretos sobre la
enseanza que implicaban el control de las escuelas por el Estado; el fondo de la reforma
estaba unido al deseo centralista de uniformizar al pas bajo control gubernamental. En 1856,
los progresistas publican una Ley de Instruccin Pblica ante la cual las Diputaciones
reaccionan pidiendo ser ellas mismas quienes nombre a los maestros, insistiendo en que stos
deben conocer el euskera. Pese a ello, la aplicacin legal se hace igualmente en todo el
Estado; la creacin prctica de escuelas y la llegada de maestros se har poco a poco,
coexistiendo por falta de efectivos las escuelas pblicas con las de pueblo y barrio y, ms
tarde con los establecimientos religiosos. Un paso importante hacia un mayor control estatal
107
Op. cit., pgs. 59 y 60.
108
Ver T. I. Lasa, Sobre la enseanza primaria en el Pas Vasco, 1968, pgina 29.
108
es la creacin de Escuelas Normales: en 1865 se abre la de maestros en San Sebastin, y la de
maestras en 1898. Se puede, con todo, admitir que hacia finales del siglo XIX la escuela
pblica y los maestros formados en las Normales han dado ya su carcter dominante a la
educacin destinada a erradicar el euskera. Tal situacin hubiera podido ser corregida en
1901, ya que la Ley de Enseanza Primaria de este ao pone sta bajo el cuidado de
Diputaciones y Municipios: la Diputacin Vizcana, en manos de la oligarqua espaolista
hace poco o nada para cambiar la situacin, aumentando los motivos de enfrentamiento con el
naciente nacionalismo.
Muchos escritores de la poca denuncian la violencia fsica y squica que el uso exclusivo del
castellano en la escuela supona para los nios. Entre otros testimonios, hemos escogido una
larga cita de Arturo Campin109 , precursor del nacionalismo vasco e ilustre navarro; el lector
sabr disculpar lo largo, espero. La historia de este nio enfermo, muerto renegando de la
lengua de su madre, nos ha emocionado y sublevado a muchos.
-Continas abonado al anillo, don Tortuga, seor Sapo! A ver, dmelo; vamos, pronto, que
no hay tiempo de sobra.
Martinico, lvido, tendi la mano con el anillo; dos lagrimones resbalaron por sus macilentas
mejillas. Levant don Bernardno el anillo a lo alto y dijo:
-He aqu la joya que guarda la boca de este lagarto.
Los chicos se rieron pateando de gusto.
-Silencio, canalla; de lo contrario os reparto lea tambin. Me llamo Balda y ... baldo. Vamos
a ver, seor don Martn Zurikalday -vaya un apellido, seores!- quin te entreg ese anillo?
-Aanterooo.
La emocin le trababa ms la lengua; con dificultad poda articular.
-Quieres un vaso de agua con azucarillo? La cosa tiene doble chiste: ser tartamudo y hablar
vascuence! Antero, Antero, y qu ms ?
-Zuu... Zuubel... Zubeldia.
-Antero Zubeldia; valiente pieza! Cundo?
-Aayer.
-De modo que, como de costumbre, contra mis rdenes reiteradas, hablaste vascuence en la
calle?
109
Blancos y negros, novela escrita en 1896.
109
-No seor, no seor. Haablar casteellaanoo yo; di... didicir yo orma en vez dee paared; zas!
me ha dadoo aanillo.
-Antero Zubeldia!
-Seor!
-Es cierto lo que dice Zurikalday?
-S, seor. En la fuente le di el anillo. Nos estaba diciendo que fusemos a la huerta de Gortari
a robar nueces; que l subira pr encima de la orma. Yo entonces le dije: Martiniko, hablar
en baskuence has hecho; y le di anillo.
-Bien, bien; Martinico se encontr con la horma de su zapato, aunque no los usa. Cuida de que
a ti no te suceda lo propio. Desde hoy, el ltimo y el penltimo que tengan el anillo sern
castigados. Martn, saca las manos, junta los dedos.
-Yo querer solo aandar; pa qu veenir esoos conmigo? Yo soolo mejor; sieempree detras de
m, queriiendo daar aanillo andaan. Yo no saaber orma casteellaano oo demoniiios si ser.
Yo casstellanoo hablar hiiice.
-Para que aprendas lo que es castellano y lo que es gringo, voy a activarte la circulacin de la
sangre. Tu lengua de estropajo y tu idioma corren parejas. Lo dicho, dicho; saca las manos y
junta los dedos. 110
Sigue la escena de una brutal paliza. Martinico muere poco despus. Las ltimas p alabras, las
del delirio del moribundo raqutico y miserable son difciles de olvidar:
-Bas... as... kuencee, yo noooo, yooo no ba... baskuence; ment... in... imbuestee diicen; yo
cas... aste... llano; si, caas... te llano.
Esta novela, ficcin pues, refleja una realidad. Como otras aun hoy en da, porque tal vez slo
el escritor pueda condensar las largusimas horas de escuela donde miles de nios se las han
pasado muy mal, porque esa realidad escapa a los cuadros estadsticos al uso entre los
investigadores objetivos. 111
110
Op. cit., pgs. 176 y 177.
111
Reproduzcamos, sobre la enseanza que hoy hemos conocido, este fragmento del 100 metro de Ramn
Saizarb itoria (1976). Al n io le acaba de dictar el fraile que ... amarillo y rojo ensea de mi Patria: -Que es
blanca, roja y verde. / -Quin le ha d icho eso, eta pausa labur baten ondoren, y pngase en pie. / Zutitu egiten da,
mekanikoki zango bat atzeratuaz pupitrearen asientoa alt xatzen dulearik. / -Quin le ha dicho eso. / Matrailean
zehar irristatu ondoren kuaderno gainean borroe urdin klaro bat bihurtu z doan negar malkoari begira. / -M i aita. /
Artiku latzen du (pg. 57).
110
De hecho, el retroceso de la lengua vasca, marginada de la administracin, la enseanza y las
ramas ms importantes de la produccin industrial, refleja esta real situacin opresiva. El
nmero de euskaraparlantes en 1868, segn Ladislao de Velasco 112 , equivala al 54 por 100 de
toda la poblacin del Pas, siendo del 100 por 100 en Guipzcoa y del 93 por 100 en Vizcaya.
Desde entonces, el retroceso ha sido continuo. El carcter poltico de este proceso no se
escapaba a los vascfilos de la poca. As, el propio Campin co menta:
La conducta de Enrique VIII con los habitantes del Pas de Gales ha sido practicada
constantemente por todos los conquistadores; la lengua nativa es un poderoso elemento de
diferenciacin, y he aqu el motivo de que sea por ello perseguida. Y el mismo objetivo
persiguen los gobiernos que no fundan su accin en una conquista material, que, si es preciso,
guardan las formas externas del derecho, pero que desarrollan la idea de la omnipotencia del
estado central, confundiendo torpe o prfidamente la unidad nacional con la unidad poltica,
ms o menos adornada de teoras doctrinarias y constitucionales. Au bon entendeur, salut. 113
No hay todava publicada una buena y completa geografa histrica del euskara, por lo que
tendremos que comparar las cifras de alrededor de 1876 con las de alrededor de 1930. Como
de todos modos no hay inflexiones notorias en la poltica del Estado en el primer tercio del
siglo XX (en lo que al asunto del euskara se refiere, evidentemente), aunque el proceso no sea
uniformemente acelerado se puede aceptar una reduccin continua del porcentaje de
vascfonos.
112
Los euskaros de Alava, Guipzcoa y Vizcaya, 1879. Datos comen tados por Luis C. Nez, Opresin y
defensa del euskera, 1977.
113
Gramtica Bascongada, 1884, pg. 15.
111
Cuadro 1. Vascfonos en Euskadi Sur
Aos Total Navarra
114
1863 610.000
1868 391.000 60.000115
1884 85.000116
117
1931 400.000
118
1934 570.000
119
1936 700.000
Las enormes diferencias entre las cifras de aos cercanos indican su imprecisin. La de 1936
es probablemente muy optimista y con fines polticos; si, pese a todo, la aceptamos como
cierta, el porcentaje de vascfonos sobre una poblacin de cerca de 1.500.000 personas era de
algo ms del 45 por 100, es decir, inferior al 55 por 100 que, en base a los datos de Velasco se
pueden calcular sobre la poblacin de 1868. Digamos que Velasco es ms pesimista que
Bonaparte y Campin, y que la cifra del Congreso de Bia rritz es la ms optimista de las
citadas.
Para los autores de la poca la prdida de terreno por parte de la lengua local era una
constatacin inmediata, Una vez ms, recurriremos al testimonio de Campin: quien escribe
sobre el dialecto Alto Navarro Meridional.
Este dialecto pierde diariamente terreno; el castellano lo acorrala desde las tierras llanas a los
ms altos valles. De l puede decirse que est en vas de extincin inmediata, por ms que
cuente todava comarcas en su jurisdiccin en las que el euskara vive lozano y vigoroso. 120
114
L. L. Bonaparte, Carte des sept provinces basques..., 1869.
115
L. de Velasco, op. cit., pg. 450 y 488.
116
Camp ion, op. cit., pg. 29.
117
El nacionalismo vasco de 1876 a 1936, pg. 217.
118
El nacionalismo vasco de 1876 a 1936, pg. 217.
119
Congreso Internacional de Estudios Vascos, Biarrit z 1947.
120
Gramtica..., pg. 39.
112
Dentro de los lmites perifricos de la zona vascfona se pueden comparar los datos del
Prncipe Bonaparte de 1869 con los ofrecidos por Irigaray en 1935 121 . Ya se ha perdido
completamente la lengua en Garde, Roncal, Gallus, Aristu, Uli, Elia, Zabaldica, Garrus,
Olza, Erroz, Goi, Ibero, Salinas de Oro, Iturgoyen... A esta retirada geogrfica hay que
aadir el retroceso interno, la disminucin del nmero relativo de euskaldunes en el interior
de las zonas vascfonas: la Vizcaya industrial es la primera en sufrir esta situacin, que, en
menor escala se extiende luego a las comarcas industrializadas de Guipzcoa.
Podemos resumir diciendo que la sociedad vasca de finales del siglo XIX es vctima de una
triple agresin: poltica, en cuanto que tras un siglo de guerras crueles y recientes, le haban
arrebatado sus Fueros; econmica porque el sistema tradicional estaba en crisis y la
proletarizacin en las fbricas oligrquicas era an considerada como humillacin y
extraamiento; cultural, ya que la lengua y las costumbres locales se batan en retirada frente
a la administracin, la escuela y la inmigracin. Una actitud de rechazo global frente al
sistema extranjerizador era natural; esta actitud, en cuanto tena de valoracin del antiguo
sistema, de rechazo de toda modernidad, no puede ser calificada de nacionalista, aunque s de
vasca y vasquista.
La Euskeria que los que se precian de patriotas han admirado y amado siempre, es
precisamente la antigua, real y prctica, y no la ideal cuya existencia supone al seor
Unamuno, ni mucho menos las actuales Provincias Vascongadas industriosas y viriles(?).
Para darles este ltimo epteto es preciso que el seor Unamuno no mire o mire sin ver la
relajacin y miseria que hoy invade por grados esta nuestra querida patria. Y, qu nos
importa que la industria se acreciente, si el nico efecto de su desarrollo actual es la
multiplicacin de mendigos, y la acumulacin de riqueza est restringida a favor de unos
121
Documentos para la geografa lingstica de Navarra, RIEV, 26, pg. 602.
113
cuantos particulares? Podr llamarse patriota el que quiere o admira a su patria en tan triste y
miserable estado?122
Si no puede ser otra cosa mientras los montes de Bizkaia tengan hierro en su seno, plegue a
Dios se hundan en el abismo y desaparezcan sin dejar huella todas sus minas. Fuese pobre
Bizkaia y no hubiera ms que campos y ganados, y seramos entonces libres y felices.123
(Lo suyo es) nostalgia de los tiempos de Lartaun y Lecobide, de las vestimentas de pieles, de
las abarcas y el pan de castaa y de bellota, de las carniceras de Hernio y Segisama, cuando
las selvas vrgenes presenciaban el culto de Jaungoikoa en las noches de plenilunio y
devolvan el eco del ronco irrintx de guerra de los vascos.124
Y, sin embargo, estas crticas son completamente parciales. Dejemos aparte el hecho de que el
progreso de las fuerzas productivas pueda ser perfectamente injusto y reaccionar io; injusto,
en cuanto que se construye sobre el mar de sufrimientos de los campesinos desposedos y de
los obreros superexplotados; reaccionario, en cuanto que al tomar el camino del
proteccionismo y del monopolio impide el desarrollo de una industria conforme a las
122
Pliegos histrico-polticos (I), 1888.
123
Caridad! Bizkaitarra, 19, 1895.
124
Los errores del nacionalismo vasco, 1918, pg. 17.
114
necesidades de las clases populares y sostiene a regmenes autoritarios y fascistas que van a
ser otros tantos obstculos mayores en el camino de la emancipacin de las masas.
La parcialidad de las crticas al aranismo estaba en que los oligarcas no quisieron ver, al
menos en principio, los nuevos aspectos que en l aparecen, sus grmenes de modernidad que,
distinguindole del carlismo le hacen apto pata expresar una docrtina nacionalista acorde a la
situacin de las nuevas clases vascas surgidas dentro de la sociedad industrial. En efecto, el
aranismo condena al sistema industrial como extranjerizador y opresor, pero no hace
realmente una condena en bloque: de una parte denuncia a la oligarqua, duea de la gran
industria y cacique de la vida poltica vizcana, como responsable directa de tal situacin; por
otra, ataca a las masas emigrantes y al socialismo a quienes acusa no slo de ser vehculo de
extranjerizacin sino de poseer actitudes polticas y culturales enemigas de la a utonoma y la
cultura vascas -como veremos despus al tratar del PSOE en este ltimo punto no le faltaba
una parte de razn-. Es decir, condena a los dos polos extremos de la nueva sociedad de
clases, cuya actuacin individual y cuya relacin de represin por una parte y poltica
revolucionaria por otra, le aparecen clarsima y especficamente ligadas a la extranjerizacin.
Sin embargo, Arana acepta explcitamente no slo la existencia de una burguesa no
oligrquica, que podemos ya llamar nacional, y de un proletaria vasco, sino adems que estas
clases toman parte en el proyecto nacionalista. Esto da al aranismo un carcter de modernidad
con respecto al carlismo decimonnico, convirtindose as, con la adscripcin de estas clases
modernas, en un movimiento nacionalista. Conocidos son los prrafos en los que Arana invita
a obreros y patronos vascos a asociarse en su proyecto de liberacin nacional, liberacin que
en el espritu de Arana implicara el fin de la explotacin de unos por otros, conforme a su
ideologizacin del espritu igualitario euzkadiano.
Si se quiere dar una definicin del aranismo, estos elementos han de tenerse en cuenta. Es
precisamente en Vizcaya donde asistimos al nacimiento de este primer nacionalismo; en esta
provincia es precisamente donde de una parte se da el choque ms frontal entre el sistema
espaolista de la gran industria y el sistema tradicional. A nivel literario merece la pena
recordar al poeta Antonio de Trueba, cronista de Vizcaya y defensor de sus Fueros 125 , cuyas
lamentaciones ante la destruccin del buclico paisaje de las Encartaciones por la extensin
del laboreo de las minas de hierro encajan perfectamente en la actitud sicolgica antes
125
Recordemos su Defensa de un muerto atacado por el Excmo. Sr. Don Manuel Snchez Silva, 1865.
115
comentada. Pero, adems, en Vizcaya es donde se desarrollan por primera vez y con ms
fuerza las nuevas clases vascas: una pequea burguesa urbana ligada a la civilizacin urbano-
industrial y una burguesa nacional no monopolista. En el aranismo se puede ver, como
tendencia principal, una interpretacin pequeo-burguesa (urbana) de la situacin de crisis del
sistema tradicional; la modernidad de la interpretacin estara en su carcter poltico
nacionalista y en su apertura hacia un papel dirigente de la burguesa nacional. Sin embargo,
en una primera fase la lnea predominante ser la de buscar al campesinado como principal
base social y la de confiar la direccin del movimiento a idelogos interclasistas, quienes
alabarn al viejo sistema y tratarn de actualizarlo sin otorgar an la preeminencia al
capitalismo local. Intentemos aclarar esta serie de afirmaciones, de hiptesis an.
El aranismo se empieza a manifestar en 1893, con motivo del discurso de Larrazbal. En 1894
se funda el PNV: en su reunin fundacional sus responsables son todos vizcanos menos dos
de la cuenca del Deva y uno de Llodio, es decir, de las comarcas ms vizcanas (en el dialecto
del euskara y en relaciones econmico-sociales) de Guipzcoa y Alava. Esta misma
predominancia vizcana se puede ver al analizar la residencia de los suscriptores de
Baserritarra en 1897, aunque aqu ya hay ms de las otras provincias, apareciendo los
navarros.
Esta primera eclosin nacionalista se hace en los aos de la crisis econmica 1891-1895.
Ninguna influencia directa burguesa se puede detectar entre los aspectos fundamentales de la
ideologa y de la poltica aranistas. La mayor parte de los adherentes significativos, cuadros,
etc., se reclutan entre la pequea burguesa urbana, extendida desde los empleados hasta los
intelectuales: el centro de las crticas aranistas es el conjunto del sistema industrial, tanto en
sus manifestaciones burguesas como socialistas. Todo este sistema es considerado extranjero
y extranjerizador y, frente a l, Arana propone la vuelta a la Euzkadi idlica de campesinos y
notables tradicionales, preindustrial. El aranismo en esta primera fase es, pues, un carlismo
redivivo, donde el Rey se ha suprimido y se ha afirmado que Euzkadi no es Espaa. Aparte de
eso y, sobre todo con respecto al integrismo, no hay grandes diferencias, ni por el teocratismo
ni por la reivindicacin del Rgimen Foral de antes de 1839. Lo que Arana denuncia sobre
todo en el carlismo es la traicin de los notables, quienes han desvirvtuado la esencia carlista
y se han vendido al centralismo. Precisamente por estas caractersticas, las principales
polmicas de la primera fase aranista van a ser contra los carlistas. Recordemos el importante
116
opsculo de Arana El Partido Carlista y los Fueros Vascos, publicado en 1897. Una lectura
de este libro indica diversos puntos significativos en la crtica hecha al carlismo: As, la
reduccin de ste a un mero regionalismo espaol, como indican los prrafos siguientes:
Menguados Fueros! Sujetos estarn estos Estados Baskos al Gobierno de Espaa, a las leyes
que desde Espaa les dicten, a los jueces que desde all les enven... lo mismo que hoy.
Tendrn quintas para servir a Espaa, contribuciones para mantener a Espaa, enseanza
espaola, costumbres espaolas, representantes y empleados espaoles... lo mismo que hoy.
Tendrn que sacrificar su juventud para que Espaa pueda sostener sus colonias, y apurar sus
arcas para salvar a Espaa de la ruina (...) lo mismo que hoy. Esto lo dicen el Catecismo del
Carlista, el Manifiesto de las Minoras Carlistas, el Acta Poltica de Loredn y las Seis
Cartas del seor Echave-S. y Pedroso.126
Adems, va a insistir en la manipulacin que el carlismo caciquil ejerce sobre las masas
campesinas, el autntico pueblo vasco, que ha seguido al carlismo por la mera voluntad de
defender los Fueros:
Tengo la completa conviccin de que, al paso que los caciques carlistas del Pueblo Basko, si
transigen con la conculcacin de los Fueros tradicionales de ste, lo hacen a sabiendas (...), la
masa carlista de ste, por el contrario, el aldeano, el verdadero pueblo, si es carlista slo lo es
porque este Partido le promete la reintegracin de las instituciones de su Patria. 127
Por ltimo se queja de la comn poltica antinacionalista de todos los partidos, especialmente
de los fueristas:
Queris verlos unidos? (a los diferentes partidos). Dad en medio de ellos la voz nacionalista,
la voz bizkaitarra (que as la llama el vulgo), y pronto les veris apartarse, aterrados, de
vosotros, cual si vuestro grito sonara como salvaje hurra! de un escuadrn de cosacos, y
agruparse y unirse luego en apretado cuadro, confundidos catlicos con liberales, republicanos
con monrquicos y euzkadianos con carlistas. Es que el nacionalismo es su enemigo comn,
porque todos lo son de alguna de las partes de su lema, Jaun-Goikua eta Lagi-Zarra.128
126
Op. cit., pg. 136 (ed icin de 1912, Buenos Aires).
127
Op. cit., pg 5.
128
Op. cit., pg. 8.
117
Este trabajo y muchos de los artculos del peridico Baserritarra (cuyo ttulo es ya de por s
significativo) van a tener un claro objetivo: reconquistar al campesinado para el verdadero
vasquismo, arrancndolo a la influencia de las diversas ramas del carlismo. Pero esta
conquista se va a hacer a travs de un convencimiento intelectual, de una demostracin clara
de la verdadera historia de Vizcaya y de su derecho a la independencia. Por ello, los
mediadores van a ser los sectores de mayor cultura, las clases medias urbanas. En este
sentido, el aranismo aparece como una reaccin de defensa de la sociedad tradicional, pero
sus idelogos y su poltica no estn ya mediatizados por los intereses de los notables
precapitalistas. Por el contrario, traducen la desorientacin de la pequena-burguesa urbana,
marginada por la oligarqua, por el socialismo y por los jauntxos, que trata, confusamente,
de abrirse un camino hacia las masas: el principal elemento significativo de esa poltica de
acercamiento a las masas es an el campesinado.
Puede aceptarse, as, que el aranismo posee una continuidad tanto con el carlis mo como con
el fuerismo intransigente, pero que es ya cualitativamente diferente. El carlismo de los
notables posee ya una va propia; en cuanto a la ms genuina evolucin del fuerismo
intransigente nos ocuparemos luego de ella, ya que por su medio entra en el aranismo la
influencia del nacionalismo burgus. Arana-Goiri propone una solucin original: la
independencia. De hecho, tras la fugaz alianza de todos los fueristas en 1876, todos los
partidos dinsticos haban terminado por entrar en el tablero poltico estatal y, aunque
fueristas todos, ninguno daba una respuesta especfica a la problemtica de las clases
populares derrotadas y sometidas. La poltica dentro de Euskadi Sur estaba concebida por los
grandes partidos como la que se haca en una simple casilla del gran tablero espaol. Campin
lo expresa as, refirindose especficamente al caso de Navarra:
118
Revista Euskara -rgano de la Asociacin del mismo nombre, tan benemrita como
perseguida- encomendada, hubo de concluir a fines del ao 1883; la propaganda poltica, que
el Lau-Buru prolong durante ms tiempo, se hizo imposible despus que el elemento
tradicionalista, acatando las rdenes de Viareggio, se lanz a la palestra el ao 1886,
combatiendo por cuenta propia en las elecciones provinciales de Estella. Pobre Navarra!,
todas las especies de la fauna poltica espaola poseen representantes en su suelo. Unicamente
te muestras estril, adusta y avara, negndoles savia y ambiente, a quienes pretenden orlar, de
nuevo, tus sienes con la antigua corona.129
En lo que a Vizcaya respecta, Sabino de Arana hace una descripcin muy parecida:
En ocho partidos diferentes estn principalmente divididos en la actualidad los bizkainos: tres
catlicos y cinco liberales. Los tres catlicos son: el integrista, el carlista y el neoautonomista
o fuerista simplemente. De los cinco liberales, dos son monrquicos: el conservador y el
fusionista; y tres republicanos; el radical, el federal y el posibilista. Ya lo veis; ocho distintas
banderas tremolan en las cumbres de nuestros montes... Distingus tal vez entre ellas a la
bizkaina? Si se lo preguntis a los prohombres de esos ocho partidos, y ms como la respuesta
ha de ser pblica, todos os contestarn que son acrrimos fueristas y cada uno de ellos os dir
que su respectivo partido es el ms amante de Bizkaya, el ms entusiasta y sincero defensor de
sus derechos e intereses, Pero, ah, infelices! cun hartos estamos de tanta farsa! (...) Pobre
Bizkaya, s tu destino estuviese a merced de esos partidos espaolistas que te van carcomiendo
las entraas!130
As, Arana aparece como alguien que vuelve a levantar la bandera foral, pero no como un
aditamento de un programa de objetivos y alcance estatales, sino como la de un programa de
lucha especfica por las libertades vascas, cuya consecucin aparece como el objetivo
definitorio y principal. Su partido se va a diferenciar as netamente de los fueristas existentes
y, sobre todo, va a volver a coger el hilo de la lucha por la defensa de la propia sociedad, ese
hilo conductor que haba corrido a travs de las guerras decimonnicas. Entre los derrotados
de 1876, especialmente entre las nuevas clases urbanas desarraigadas de la sociedad
tradicional y sin identificacin posible con la poltica oligrquica o socialista, encontr un
rpido eco.
129
Advertencia a El Genio de Navarra, escrita en 1903.
130
Discurso de Larrazbal, 1893.
119
Desde luego, al analizar el aranismo hay que hacer la diferencia entre lo que es una respuesta
necesaria a la situacin social, al momento histrico, y lo que se debe al propio Ara na.
Hay en l elementos que reflejan una situacin global, una interpretacin de clase, un
populismo; pero al mismo tiempo hay otros ligados a la propia personalidad de Arana,
hombre arbitrario y pronto, que haba identificado al Partido Nacionalista Vasco con su
persona. Por ello, parte de la doctrina nacionalista no refleja ms que al propio Arana, cuyo
teocratismo y cuyo racismo insultante llegan mucha s veces a lmites intolerables 131 . En
131
La historia vasca ha dado, a este respecto, unos saltos vertiginosos. Para los nacionalistas tradicionales, Arana
fue una especie de gigante solitario, nacido en med io de la decadencia y la indiferencia: a su obra in gente debe el
pueblo vasco su despertar y su renacer. He aqu, pues, a un individuo ext raordinario, que, solo o casi, se da
cuenta de la verdad y salva a su pueblo. Entre mil citas demostrativas de esta posicin, vamos a dar dos: A fines
del siglo XIX, coincidiendo con el arreciamiento del embate (...) y co mo si de g olpe la raza hubiese extrado de
su entraa todo el caudal de energas all latente, resistindose a morir, surge en el territorio peninsular, un tanto
desvado al principio, firme y recto despus, el deseo de sobrevivir, de conservar o recobrar el ser vasco. Luego,
la voz de un apstol acaba de sacudir el letargo secular; y a la luz de la verdad y al calor del patriotismo empieza
a articularse el movimiento redentor y a propagarse en todas direcciones la inquietud vasca. A no ser por aquella
voz, es lo ms probable que la extincin de nuestra lengua en el resto de sus posiciones indefensas se hubiera
producido a su hora como cualquier fen meno vulgar en que no se para la atencin, a semejan za de lo ocurrido
en Alava y Navarra antes de la fundacin de las primeras asociaciones vasquistas, donde muri el euskera en
med io de la general indiferencia y sin un espasmo de dolor (Ibar, Genio y Lengua, 1935, pg. 85). He aqu otro,
del propio Azkue; la impo rtancia de este autor, por su personalidad y por ser test igo de la poca, la hace
doblemente demostrativa: A quin, despus de Dios, se debe el renacimiento vasco en todas sus simpticas
man ifestaciones? Fundamentalmente, principalsimamente, a Sabino de Arana Goiri. Honremos dignamente su
memo ria. Si tenemos conciencia de lo que el deber nos impone, no pasar un quinquenio sin que surja una
estatua al gran patriota, principal factor de este Renacimiento (Conferencia en la Sociedad Filar mn ica de
Bilbao, 18 de abril de 1918). Po r el contraro, est apareciendo una tendencia moderna que quiere ver en el
aranismo un producto de la sociedad de la poca, de tal modo que todos sus aspectos quedan reducidos a meros
reflejos de actitudes de clases concretas, con bases socioeconmicas precisas. Exageracin sta que, pese a su
aspecto, es ajena al materialismo histrico y a la realidad; como sealaba Plejanov (Sobre el papel del individuo
en la historia, 1898), un indiv iduo posee unas peculiaridades ligadas a su carcter que pueden tener influencia
tanto en su obra personal como en su impacto social; lo importante es subrayar que tanto las posibilidades de
estas influencias como su intensidad estn determinados por la organizacin de la sociedad, por la relacin de
fuerzas sociales (Plejanov, op. cit., pgina 331 de la edicin francesa de sus Oeuvres Philosophiques, Mosc,
tomo II). El aran smo contiene una serie de elementos que traducen la sitacin de las clases sociales vencidas o
marginadas en la poca; otros son puramente personales, ligados al peculiar carcter y relig iosidad del propio
120
general, Arana era profundamente reaccionario, no slo en religin sino en poltica: le
parecan aberraciones que se cantara la Marsellesa despus del Gernikako Arbola (como
hicieron en 1893 los liberales fueristas donostiarras) o que se dijese abajo la burguesa
junto a viva los Fueros.
Ahora bien, aunque en la obra de Arana no aparezca ninguna doctrina de corte burgus, en el
sentido de afirmar la preeminencia de los intereses de la burguesa nacional para que Euskadi
fuese libre, s que hay las suficientes premisas como para que la burguesa nacional termine
imponindose en el PNV.
Los primeros burgueses no oligrquicos existan ya desde mediados del siglo XIX. Ya hemos
mencionado la poca posterior a 1841: el traslado de las aduanas coincidi con un ambiente
favorable general al desarrollo industrial, tanto en Europa como en el Pas. Muchas de las
primeras empresas tenan muy poco de industrias modernas: asi la fbrica de muebles y
sillas de junco y mimbre establecida en Zumrraga en 1885 por Justo Astiz con dinero que
trajo de Amrica, donde todo el trabajo se haca a mano y slo era fbrica porque
concentraba a obreros en un local. Otras, por el contrario, dieron pronto paso a una
modernizacin tcnica y empresarial: as las boinas en Tolosa, que trabajan desde 1859 y se
modernizan sucesivamente en 1878 y 1883, o las fbricas de tejidos y buzos de trabajo de
Arana. Lo que nos importa es ver cmo habr elementos distintos de su doctrina puestos en valor segn el
mo mento histrico y la relacin de fuerzas entre las clases. As la evolucin espaolista, repliegue tctico
segn los independentistas, ser la verdadera leccin del aranis mo, su contenido real, para el nacionalismo
burgus de 1914 y el regionalismo del PNV de 1977; el racismo aranista ser invocado en unos momentos y
simp lemente explicado en otros. En una palabra, la influencia social de los diversos elementos del aranismo
depender de los intereses de clase de quienes lo invoquen, de su integracin en una conciencia de clase o en una
ideologa.
121
Vergara, que se inician en 1859 y se expansionan con el incremento de la demanda desde
1895. Incluso aparecen ya sectores que pronto se van a monopolizar, pasando a ser ms
oligrquico-espaolistas que locales: es el caso de las papeleras, cuyas primeras fbricas
surgen en 1850-1855, o de los cementos, que trabajan desde 1860. Hemos tendido a ver en
esta industria ligera, ligada por mercado, tecnologa, mano de obra y origen de sus dueos al
Pas, una de las bases del fuerismo liberal, derrotada pues en 1876 pese a haber tericamente
vencido en la guerra.
122
las relaciones privilegiadas de mercado con el conjunto del Estado. Ni que decir tienen que
entre la segunda y el fuerismo liberal hay una real continuidad 132 .
Hay que hacer notar que en 1898 un sector de la burguesa vasca, incluyendo a miembros de
la alta burguesa y siendo extenso en la media, precisamente el sector ms dinmico y menos
atado al monopolismo y al proteccionismo, sufre el mismo proceso que en Catalua: ante el
fracaso del aparato estatal espaol, se orienta con claridad hacia la implantacin en Euskadi
Sur de un rgimen moderno, liberal y autnomo, favorable a sus deseos de desarrollo
industrial competitivo en un cuadro poltico acorde. Aqu sonar ya con claridad el nombre de
Sota, como detallaremos ms tarde.
Pero la tendencia mayoritaria del gran complejo industrial y financiero era seguir
felicitndose del proteccionismo estatal y del rgimen de Conciertos Econmicos. Sin
embargo, su control sobre el poder del estado era an escaso, el Ministerio de Hacienda
inaugura a principios de siglo una poltica deflacionista contraria a los intereses del gran
capital vasco, ya que hace disminuir la demanda; a esto se junta una crisis financiera local, ya
que por la propia historia de la acumulaci n de capital en Vizcaya las tendencias a la
especulacin eran francamente exageradas. Ambos factores unidos estn en la base de una
poca de crisis econmica que se extiende desde 1901 a 1907, con su punto lgido en 1904-
1905. El gran capital saldr de ella reforzando sus tendencias monopolistas a nivel espaol: la
Central Siderrgica de Ventas, controlada por el trust Altos Hornos, es de 1907. Mas dentro
132
Continuidad ideolgica que, tal vez, pudiera deberse a una continuidad econmica y poltica real. Si la
burguesa local desciende de los comerciantes o los jauntxos agrarios con rentas limitadas, tena que tener
conciencia de la enorme diferencia entre el poder poltico y econmico de la o ligarqua y el suyo propio: la
conciencia de esta desigualdad actuara como un poderoso revulsivo.
123
de este perodo de crisis hay una serie de tensiones ligadas una vez ms al problema de los
Conciertos: en la poca 1904-1906 asistimos a un nuevo empuje regionalista y nacionalista,
donde de nuevo la burguesa local insiste en que un Gobierno central an semifeudal se
desentinde de los intereses de la industria vasca.
Esta asociacin desciende en lnea directa de los fueristas liberales de la rama intransigente:
stos haban sido importantes en Vizcaya, habiendo ocupado puestos diversos en la
Diputacin y en el Ayuntamiento bilbano. En 1876, los intransigentes haban sido reducidos
al silencio por orden del Gobernador Militar de Vizcaya, Isidro Macanaz, que el 24 de julio
public la siguiente comunicacin:
124
Publicada como ley la supresin de los Fueros, prohibida por el Excmo. Sr. Capitn General
y en jefe de este Ejrcito toda comunicacin en la prensa contraria a esta Ley y ocupadas estas
provincias militarmente, prohbo terminantemente en ese peridico la publicacin de todo
escrito favorable a los Fueros, debiendo usted tener presente que esta prohibicin militar no
slo perjudicar notablemente ios intereses de usted si falta a ella, sino que ser usted detenido
en la crcel hasta la resolucin superior que se dicte.
Reanudada la vida poltica meses despus, los intransigentes se renen alrededor de Fidel de
Sagarmnaga. Este fue nombrado para la Diputacin en octubre de 1876 y encabez las listas
intransigentes en las elecciones a Diputados a Cortes de 1879; tales elecciones se hicieron
bajo el rgimen censitario, es decir, que slo los poseedores de bienes o rentas pudieron votar.
Los transigentes vencieron en Alava, Guipzcoa y Vizcaya, recogiendo cerca de 10.500 votos
frente a los 6.000 de los partidarios de Sagarmnaga; en Vizcaya los resultados fueron de
4.073 frente a 3.172 sufragios. A Sagarmnaga le secundaban personajes de importancia como
Ramn de Berg, Mario Adn de Yarza y otros. En 1885 la Sociedad Euskalerra, ya
constituida, present a las elecciones municipales para Bilbao a Berg y Delmas, siendo
adems elegidos otros dos miembros, Power y Gorostiza. Berg era uno de los que fundan en
1886 la Cmara de Comercio de Bilbao y participa en negocios capitalistas en toda esta
poca. En 1886 hay euskalerracos en la Diputacin y en 1887 en el Ayuntamiento; pero el
copo de puestos en la Corporacin provincial y en la representacin en Cortes se fue
concentrando cada vez ms en manos de la oligarqua espaolista. Un verdadero caciquismo
con presiones morales y compra de votos se instaur en toda Vizcaya.
En 1893 hay una aproximacin de parte de los miembros de la Euskalerra hacia Sabino
Arana. Quien los conduce es ya Ramn de la Sota, que dentro de pocos aos se convertir en
el hombre poltico y econmico ms importante de Vizcaya, En junio, Sota haba asistido a la
cabeza de una delegacin de la sociedad a la reunin de Larrazbal, donde Arana les expuso
su doctrina; sin apoyar plenamente a ste, Sota asiste tambin en Guernica a la Sanrrocada
de agosto, donde la bandera espaola es arrancada por primera vez. Estos acontecimientos
acarrean una escisin entre los euskalerracos: Sota continuar hasta entrar ms tarde en el
PNV; Berg abandona la sociedad y pasa plenamente a integrarse en la oligarqua. Hay que
admitir que precisamente en estos aos la dinmica del grupo Chvarri (al que Berg estaba
adems muy ligado personalmente) era realmente absorbente entre los capitalistas de Vizcaya.
125
La Euskalerra posea una ideologa liberal y moderna; entre sus dirigentes haba bastantes
burgueses y las clases medias urbanas modernas la apoyaban, al menos en sus sectores ms
avanzados, como pudo verse en los acontecimientos de San Sebastin de 1893, donde los
euskalerracos tomaron parte activa. Evidentemenfe, tales caractersticas le atraan la antipata
de Arana, cuyos orgenes polticos y filosficos han de buscarse entre los ms negros
recovecos del carlismo teocrtico. Arana les critica en diversos artculos: por regionalistas y
no nacionalistas, por su espritu burgus de buscar ante todo el enriquecimiento mediante la
industria y el comercio; por su escasa insistencia en los temas de la raza y la religin, tan
bsicos para Arana. Sin embargo, este tipo de ataques feroces en la primera poca, van a ir
disminuyendo hasta cesar en la poca de 1898.
En este ao se produce la crisis dentro de la burguesa local a la que hemos hec ho referencia
pginas antes: siguiendo la lnea marcada por la burguesa catalana, un sector de la Vasca
(minoritario, ciertamente, entre los grandes industriales y financieros) elige como va hacia la
conquista de un poder poltico acorde a sus intereses la lucha por la autonoma. Ramn de la
Sota entra en 1899 en el PNV y pronto sus capitales empiezan a apoyar las empresas
propagandsticas y periodsticas de ste. En 1902 la Sociedad Euskalerra se disuelve. Estas
nuevas aportaciones traen tambin actitudes nuevas, como la manifestacin expresa de la
solidaridad con el catalanismo y sus objetivos. Sin embargo, mientras Arana viva, la
influencia burguesa quedar soterrada ante el absorbente aranismo; sera interesante saber si
la propuesta del Partido vasco-espaolista hecha por el propio Arana-Goiri en 1902 es un
repliegue tctico ante la represin o un primer anuncio de la poltica realista y a utonomista
del nacionalismo burgus. Este episodio, sin continuidad inmediata, sigue siendo an
misterioso.
Aadamos que es precisamente en 1898 cuando los nacionalistas empezaron a ser una fuerza
poltica con verdadera influencia en la administracin local de Vizcaya. Arana sali elegido
Diputado provincial este ao, y en 1899 hubo cinco concejales nacionalistas en Bilbao, as
como varios en Bermeo, Mundaca y Arteaga. Estas victorias incomodaron a la oligarqua: no
slo hacan flaquear su poder, sino que el PNV denunciaba tanto su espaolismo como la
corrupcin caciquil. Una represin se desata con la colaboracin del Estado: sin ser
sangrienta, fue dura. Se cerraron los centros vascos, se asalt el Batzoki bilbano, se depuso a
126
los nacionalistas elegidos para cargos pblicos y el propio Arana fue encarcelado. Es claro
que las primeras relaciones entre oligarqua y nacionalismo tuvieron muy poco de co rdiales.
Quienes lo vehiculan siguen muy de cerca al carlismo derrotado. Las masas campesinas son
para ellos la base principal de la nacin vasca y de la doctrina jelkide; ahora bien, denuncian a
los antiguos jauntxos y pretenden poner a la cabeza del movimiento una ideologa que
parece nacida entre las clases medias bilbanas. A este primer nacionalismo se le superpone
pronto una lnea nacida de la burguesa local no espao lista, enfrentada con la oligarqua
monopolista y deseosa de conseguir un poder local a su servicio. Las condenas al socialismo
sern en estos aos constantes; pero los enemigos polticos contra quienes se polemiza ms
significativamente van a ser precisamente la jerarqua carlista primero y la oligarqua vizcana
despus.
127
Y s este nacionalismo se manifiesta primero en Vizcaya es porque en esta provincia es donde
la desestructuracin de la sociedad tradicional era ms aguda y porque aqu es donde aparecen
por primera vez la pequea-burguesa y la burguesa modernas locales. En la conjuncin entre
lo que muere y lo que nace aparece el primer nacionalismo vasco.
Si seguimos la evolucin del electorado nacionalista en estos primeros aos ve mos que un
primer impacto mayoritario de ste se dio en los barrios de clase media de Bilbao 133 , para
penetrar un poco ms tarde en las zonas rurales. Esta evolucin confirma probablemente las
hiptesis dadas sobre el papel de la pequea-burguesa urbana (primer sector concienciado) y
del campesinado (elemento significante a cuya conquista se dirige el PNV).
Muerto el maestro en 1903 134 y en plena crisis econmica, el PNV se reorganiza. La muerte
de Arana supone el levantamiento de la losa postcarlista que pesaba sobre el sector burgus.
Aunque la ideologa precapitalista seguir teniendo una clara importancia en el PNV, entre
1904 y 1908 se van poniendo los jalones que llevarn al triunfo de la ideologa burguesa:
jalones an dbiles pero significativos.
El lema de este autor es Instaurare in Christo Euskeria. Su obrita, el Ami vasco, cuyo
enigmtico ttulo parece querer significar que en ella se concentra el alfa y el omega de
133
La evolucin ideolgica de los bilbanos derrotados en 1876, del carlis mo al fueris mo y al nacionalis mo, est
relatada, con mayor o menor fidelidad, por Unamuno al final de su Paz en la Guerra, ver pgs. 239 y 240 de la
edicin de Austral, 1969.
134
Entre las biografas de Arana, ver las dos apologticas de Ceferino de Jemein (Biografa de Arana-Goiri`tar
Sabin, 1935) y de Pedro de Basaldua (El libertador vasco, 1953), y las ms crticas de Larronde (Le nationalisme
basque, 1972) y de Juan Jos Solozbal (El primer nacionalismo vasco, 1975).
128
la doctrina nacionalista, sale en 1907 y an era republicado en 1957 (algo expurgado) por
Ekin de Buenos Aires. Nada en este libro anuncia una doctrina burguesa: el teocratismo
integrista y el racismo aranista son sus principales caractersticas. Podemos as dar un
resumen de lo expuesto por Ibero: segn este autor, el pueblo vasco es una nacin porque
tiene una identidad de raza; los apellidos son el indicativo ms claro de la nacionalidad; los
vascos han de cultivar el euskara y evitar los matrimonios con los extranjeros. Las regiones
vascas fueron sometidas por la fuerza en el siglo XIX, habiendo sido independientes hasta
entonces. Los diversos partidos fueristas no responden a la voluntad de restaurar la
independencia, es decir, el rgimen anterior a 1836; las masas vascas, en su mayora carlistas,
estn engaadas por esos partidos que, en realidad, son todos espaolistas. El PNV fundado
por Arana-Goir representa la verdadera voluntad de restaurar las libertades vascas; su fin es
federar a los estados vascos en una unidad catlica, y su actuacin excluye todo recurso a la
violencia para conseguir sus fines. El integrsmo catlico es terrible; he aqu dos prrafos para
asustar:
Y no os quepa la menor duda; entre ver a Euzkadi libre, pero apartada de Cristo y verla
esclava, pero fiel a Cristo, el PNV optara por lo segundo. 135
Pero, podra haber nacionalistas enemigos de Cristo o que profesen ideologas agnsticas,
racionalistas u otras semejantes? En los pases de inspiracin cristiana, estos tales sern
nacionalistas de nombre y a lo ms por amor a la independencia de su patria, pero nunca sern
nacionalistas completos, como quienes anhelan la restauracin ntegra de sus propias
instituciones en su tradicional modo de ser.136
Esta actitud de Ibero no era una chocholada individual. El propio Arana haba sembrado en su
partido unos grmenes de intolerancia religiosa muy rgidos; y as, segn el nmero 109 de La
Patria, en 1905 no podan afiliarse al PNV ni francmasones, ni anarquistas, socialistas,
republicanos, irreligiosos, inmorales o simplemente liberales.
135
Op. cit, pg. 47 de la edicin de 1957.
136
Idem, pg. 23.
129
va convirtiendo en la lnea dominante. No olvidemos que pese a la poltica localista de la
burguesa nacional, sus puentes con la oligarqua no quedaron completamente rotos ms que
en contadas ocasiones. A ambas les una el que sus beneficios derivaban de la explotacin de
la fuerza de trabajo obrera; idnticamente, ambas tenan en comn la voluntad de poner la
autonoma local al servicio de sus negocios y aunque en este terreno era precisamente donde
se enfrentaban a veces haba objetivos comunes. Lo que realmente les opona era la
preeminencia dada por la oligarqua al centralismo, y la lucha por el control de la gestin de!
poder poltico y las finanzas locales. As, en esta situacin habr fases de oposicin y fases de
alianza, cuyos detalles estn an por estudiar.
130
Hay que citar un factor ms. En la primera dcada del siglo XX, una amplia serie de
personas respetables, es decir, burgueses y profesionales, se adhiere al nacionalismo. Este
posea as una base popular bastante amplia y unos cuadros dirigentes salidos de lo que en la
poltica burguesa se entiende por la gente responsable. As, el nacionalismo atrajo las
miradas de Maura; este poltico fue, en sus primeros aos de poder, un sincero partidario de
conseguir elecciones limpias y de reformar la administracin local. No tena nada de
revolucionario ni de socialista; su objetivo, entre 1903 y 1909, fue descuajar al caciquismo.
En el Pas Vasco, esto se tradujo por un cierto apoyo desde el Gobierno a los nacionalistas,
evidentemente al sector ms reformista y no separatista de stos.
Otro elemento contribuye a facilitar la expansin nacio-nalista. Es el hecho de que entre 1904
y 1906 el conjunto de las clases poseyentes del Pas Vasco peninsular andaba excitado por la
defensa de los Conciertos econmicos, amenazados una vez ms desde el Ministerio de
Hacienda. Un fruto, efmero pero sonoro, de esta agitacin fue la constitucin de una Liga
Foral, cuya victoria en las elecciones de 1905 fue aplastante.
El Partido Nacionalista atraves esta poca entre reorganizaciones diversas 137 . En 1904 se
renov su direccin y una Asamblea se celebra en 1906. Los nacionalistas no se haban
sumado a la Liga Foral por considerarla un mero disfraz del caciquismo espaolista. Esta
Liga comprenda en Guipzcoa a integristas, carlistas, republicanos y federalistas; cabe
preguntarse hasta que punto no significa una adecuacin de la vieja alianza fuerista ante la
aparicin del nacionalismo. Este pareci entenderlo as y quiso seguir marcando su
especificidad. En su manifiesto del 3 de diciembre de 1904, la Liga Foral subraya que la
defensa de la autonoma corra el peligro de dejarse arrastrar por los extravos de los
soadores que exageran, indicando su carcter de respuesta al nacionalismo 138 . Sin embargo,
en 1907, con estos virajes tpicos de aquellos aos, los nacionalistas de Guipzcoa apoyarn a
la coalicin catlico- intransigente de integristas, carlistas y algunos conservadores. El
impacto nacionalista tiene que ver, sin duda, con el renovado inters de los partidos polticos
guipuzcoanos por el vasquismo. As, el carlismo se entrega a una gran actividad,
desarrollando el doble tema de la defensa de la catolicidad y de los fueros, y haciendo amplio
137
La fuente clsica nacionalista sobre el periodo es Engracio de Aranzad i, Ereintza. Siembra del nacionalismo
vasco. 1894-1912. 1935.
138
Las vicisitudes de esta Liga se pueden seguir en Jos de Orueta, Fueros y Autonoma, San Sebastin, 1934.
131
uso del euskara en su propaganda. Liberales y republicanos donostiarras definen su lnea
conforme a la necesidad de dotar al Pas de la mayor independencia administrativa y el
mayor nmero de libertades sin merma de la unidad nacional (...) impugnando en toda
ocasin a los locos malvados que siembran en sus doctrinas grmenes antipatriticos 139 .
El primer gran viraje ideolgico (tras el efmero vasco-espaolismo del propio Arana) se
puede ver en el Manifiesto-programa del Centro Vasco de Bilbao, del 8 de diciembre d
1906. Muy ponderado, ciertamente, se afirmaba en l el principio de la nacionalidad vasca y
se repeta la tradicional reivindicacin de volver al estado jurdico anterior a 1836; asimismo,
se sigue afirmando explcitamente la subordinacin de la sociedad vasca a la doctrina de la
Iglesia catlica. Todo esto es aranismo- iberismo, ciertamente; pero no se menta el
independentismo y se afirma que los medios de lucha va a reducirse, casi, a las actividades
culturales y educativas. Lo que importa ms, pues, es la desaparicin de la virulencia
independentista, la postura de afirmar unos medios moderados. Pronto, conforme a estos
medios, la reivindicacin del estatuto anterior a 1836 quedar reducida a un smbolo, y los
medios condicionarn el objetivo real de lograr una autonoma posible.
Ya el grupo burgus, encabezado por Sota y en el que, con matices diversos, podemos incluir
a Chalbaud, Horn y Epalza 140 , empujaba hacia la moderacin y el realismo. En 1907 aparecen
ya claras muestras de tensiones internas: los moderados apoyan en las elecciones a un Ybarra,
como candidato de las fuerzas de orden contra los socialistas; los intransigentes, por el
contrario, apoyados por Luis de Arana-Goiri, presentan un candidato propio, Anitua, que ser
derrotado por Ybarra. La polmica estalla ya pblica mente. A un lado est Euskalduna,
revista financiada por Sota y cuya pluma principal era Engracio de Aranzadi, idelogo puente
entre el aransmo y el nacionalismo burgus; al otro, encontramos la publicacin Aberri,
representante del aranismo puro, del independentismo, cuya figura ms conocida es el propio
Luis de Arana. Cuando en 1908 el rey de Espaa visite Bilbao, ser recibido bajo la bandera
roja y gualda en los Astilleros Euskalduna por Sota, propietario de stos, Chalbaud, presidente
de la Cmara de Comercio, y Mario de Arana, alcalde nacionalista de Bilbao nombrado por
139
Frag mento del programa electoral de 1907. Citado por Antonio Cilln Apalategui, Sociologa electoral de
Guipzcoa (1900-1936)t 1975, pgina 354.
140
Estos Epalza, introducidos en la Cmara de Co mercio y la banca bilbanas, no deben confundirse con el Pablo
Epalza oligrquico.
132
Maura; Aberri denunciar duramente a estos nacionalistas moderados, acusndolos
prcticamente de traicin.
La eleccin del Presidente del Bizkai- Buru-Batzar ver enfrentarse a Ramn Sota y a Luis de
Arana. Este ltimo ser el triunfador; su victoria traduce tanto la propia significacin histrica
y sentimental de su persona, como la influencia del aranismo en la base. Pero, en realidad, las
cartas estaban echadas. Llegamos as a 1908, y la importante Asamblea de Elgibar dar el
triunfo a los moderados. En esta Asamblea se decide limitar algunos de los aspectos ms
anacrnicos y antipticos del PNV; as, ya slo har falta un apellido vasco para poder ser
miembro de l (lo que tampoco est tan lejos del racismo aranista, pero es menos que
cuatro...). Pero lo que nos interesa sobre todo es la afirmacin aprobada de que el PNV no es
separatista, de que slo desea la vuelta a una situacin jurdica anterior a 1839; adems,
actuar slo dentro de la ms estricta legalidad y todo lo que pueda dar pbulo a la acusacin
de separatismo desaparecer del programa y de la actuacin del Partido.
Estas posturas no iban a dejar de traer tensiones y rupturas, pero sentaban ya las bases para el
triunfo de la ideologia burguesa, enemiga del radicalismo y de separatismo. La poca 1914-
1917 ser la de su victoria plena.
133
De hecho, el nacionalismo ofreca una respuesta, limitada pero real, a los sentimientos de una
poblacin que se senta oprimida en cuanto comunidad vasca. En las zonas donde la
civilizacin industrial no haba entrado an, el carlismo segua guardando su influencia; ms
en cuanto las condiciones sociales permitan la expresin del nacionalismo, esta doctrina
ganaba rpidamente adeptos. En Guipzcoa, es notoria la coincidencia en el tiempo entre la
expansin nacionalista y el primer desarrollo importante de la industria moderna. Ya hemos
mencionado las industrias del siglo XIX; en el siglo actual, una nueva fase de expansin se da
en la poca que estamos estudiando. Si para los textiles la fase de expans in se inicia en 1895,
las fbricas de muebles lo hacen desde 1910, la metalurgia de transformacin se multiplica
desde 1914, las fbricas de alpargatas aparecen en 1917 y, en general, todas las ramas se
amplan en estos aos. Globalmente, en 1907 se contaban en Guipzcoa 891
establecimientos industriales con algo ms de 17.000 obreros; refirindonos precisamente a
empresas industriales, haba unas 285 en 1915, dispersas en 45 poblaciones 141 . La metalurgia
de transformacin, que pronto va a caracterizar a la industria guipuzcoana, contaba con 140
establecimientos entre Guipzcoa y Vizcaya en 1920, con una media de 41 trabajadores por
establecimiento. Del mismo modo, las instituciones financieras locales se desarrollan en este
perodo. La Caja de Ahorros Municipal de San Sebastin se funda en 1879, la Provincial en
1896, el Banco Guipuzcoano en 1899, el de San Sebastin en 1909, el de Tolosa en 1911 y el
de Irn en 1924. Exceptuando los aos 1914 y 1915, su marcha financiera traduce una
continua expansin.
141
As como el desarrollo de la industria y de las finanzas oligrquicas estn bien documentados, el de las no
oligrquicas carece an de un buen estudio monogrfico. Aparte de los citados libros de Lefebvre y de Carreras
Y Candi (editor), muchos datos han sido tomados de monografas de pueblos o de ramas industriales. Co mo
fuentes nacionalistas sobre la industria media, ver Jess Mara de Leizaola, Historia de la economa vasca, 1962,
y Antonio de Soraluze, Riqueza y economa del Pas Vasco, 1945.
134
con el oligrquico vizcano. Incluso hay familias ms o menos equivalentes a las caciquiles de
la provinca vecina. As, la de los Garca Ogara. Romualdo Garca era oriundo de Olite, de
familia acomodada; se traslada a Bilbao, donde se dedica al comercio en gran escala; en 1877
crea en Elgibar, en el barrio de Lerun, una fbrica de hierros al carbn vegetal, la San
Pedro. En 1904 empieza esta empresa a emplear los hornos Siemens, y hacia 1930 est
especializada en la fabricacin masiva de flejes de acero dulce. Romualdo Garca era
conservador y como tal se presenta en 1901 a las elecciones por el distrito de Vergara,
aplastando al socialista Facundo Perezagua por 4.990 votos contra 68 142 . Su hijo Roque
Garca le sustituir en el puesto en 1903, con una etiqueta maurista y sin oposicin; como
conservador volver a ganar en 1905 y 1907. En 1910 ceder el distrito a Gabriel Mara de
Ibarra, miembro de la oligarqua vizcana: esta retirada es todo un smbolo de las relaciones
de preeminencia poltica y econmica dentro del bloque oligrquico. No dejan de ser curiosas,
dentro de esta ptica, las elecciones de 1914: Garca se sinti vejado por la actitud del partido
conservador, que lo oblig a aceptar a Ibarra, y apoy frente a l a Jess de Olaso, catlico
independiente, yerno suyo, de buena familia y adinera posicin, que us bastantes ribetes
nacionalistas en su propaganda. Ibarra volvi a ganar.
En general, puede admitirse que las grandes empresas se mueven ya en el mismo circuito
econmico y poltico que las vizcanas. Lo que es peculiar en Guipzcoa, dentro de esta
misma parcela, es la importancia de los liberales, descendientes de los del siglo XIX. El sector
ms reaccionario de la oligarqua est con los conservadores: directamente o a travs de sus
hombres polticos controlan los distritos de Zumaya y Vergara. Entre los liberales podemos
citar a Ruiz de Arcaute, papelero y candidato por Tolosa en 1901; a Guillermo Brunet, de
familia liberal donostiarra que ya conocemos desde el siglo XIX, director de la fbrica de
algodn de Oria y metido en los negocios inmobiliarios que llevaron a la construccin del
Victoria Eugenia y del Mara Cristina, candidato derrotado en Zumaya en 1903; a Toms
Balbas, primer presidente de la Junta de Gobierno de la Caja de Ahorros Provincial,
142
Conviene, de todos modos, no dar una significacin excesiva a los resultados electorales en lo que respecta a
la interpretacin de las ideas y, sobre todo, los comportamientos polticos. Las componendas electorales, el
caciquismo, la comp ra de votos, las presiones sociales e ideolgicas de mil tipos, hacen que hasta la Repblica y,
salvo contadas excepciones, los resultados electorales slo traduzcan los diversos equilibrios entre clases y
partidos poderosos, sin significar una real opcin popular militante. Una muestra de esto es el importante
abstencionismo, que en Guipzcoa oscila entre el 26,05 p or 100 y el 54,29 por 100 en las elecciones del primer
cuarto del siglo XX.
135
triunfador en San Sebastin en 1905; y a Jos de Orueta, accionista cofundador de la CAF,
Director General de sta, adherido a la Liga Foral y elegido por Tolosa en 1905.
En una palabra, esta industria dispersa y mediana e incluso algunas grandes empresas como
los Altos Hornos de Mondragn y Vergara por ejemplo, no aparece como un cuerpo extrao
sino como una evolucin condicionada sobre todo por el cambio interno de la propia sociedad
guipuzcoana. Esto no significa negar el carcter expoliador y explotador de los primeros
burgueses; lo que se trata de subrayar es que el carcter extranjerizador, aculturalizador, de la
industrializacin oligrquica en Vizcaya es ajeno a lo fundamental del proceso en Guip zcoa.
Por ello, las actitudes antiindustriales y antimaketo tpicas del primer aranismo van a ser
mucho ms moderadas en Guipzcoa. A nivel ideolgico, conviene asimismo recordar la
influencia modernizante del fuerismo liberal, tan rico en la provincia.
136
La expansin nacionalista va a hacerse dentro de este contexto social, caracterizado por la
toma de fuerza por parte de una burguesa no oligrquica, vasca de origen y de proyeccin
econmica; asimismo, otro elemento importante va a ser la estrecha y poco traumtica
conexin entre la industrializacin y los modos tradicionales de vida. He aqu dos bases para
explicar una ideologa interclasista, respetuosa hacia la vida tradicional y liberal y moderna en
un sentido burgus.
Ahora bien, que caractericemos a este importante sector burgus como local, co mo nacional
incluso si hacemos referencia a unas estructuras de conexin social diferenciales, no quiere
decir que toda esta patronal sea nacionalista. Muchos no eran nada, y bastantes fueron
carlistas. Esta ltima actitud posea una lgica dentro de la evolucin histrica. Bastantes de
los pequeos patronos (y de los no tan pequeos) eran herederos directos de los notables del
siglo XIX, posean una memoria colectiva carlista y encontraban en esta doctrina un doble
inters: se trataba de una ideologa contrarrevolucionaria de una parte y, por otra, era una
postura compartida an por buena parte de la poblacin y del electorado, que segua
identificando carlismo como defensa de la sociedad vasca. Que el distrito de Tolosa sea ms
bien carlista y el de Azpeitia integrista no cambia mucho a esta situacin de base. Aadamos
que los industriales de estas dos zonas financiaban los diarios La Constancia y El Correo de
Guipzcoa, rganos de los tradicionalistas 143 . Un personaje importante de esta tendencia es
Ricardo Oreja, abogado, notable de Mondragn y Presidente del Consejo de Administracin
de la Unin Cerrajera, que en 1920 era candidato tradidonalista por primera vez. Si de algn
modo hemos de caracterizar a este sector de la patronal local, es por su tendencia a apoyarse
en el electorado campesino y a tratar mediante el autoritarismo y la represin a sus obreros.
143
Ver A. Cilln, op. cit., pg. 151.
137
plan de creacin de la Gran Va madrilea. En 1901 es elegido por San Sebastin con el
apoyo de republicanos y monrquico- liberales, en base a un programa donde haca bandera de
la defensa de la autonoma y de los intereses del Pas Vasco; reelegido en 1903, ser senador
en 1907, 1910 y 1923. Dueo del influyente peridico El Pueblo Vasco, ser ya
filonacionalista desde 1914; su prestigio social se ver aumentado por su actuacin como
mediador en la crisis armera de Eibar de 1920. Durante la Repblica se presentar como
independiente estatutista en 1931 y 1933, y ya dentro de la candidatura nacionalista en
1936. Seguir al PNV y a los nacionalistas d urante la guerra y al exilio, donde morir 144 . Se
trata de un hombre catlico y liberal, llegado al PNV a travs de los cambios de ste hacia una
ideologa democrtica, y podemos considerarlo como el resumen de la evolucin que lleva del
fuerismo liberal al nacionalismo democrtico de la poca republicana. Sus ideas sobre la
cuestin social merecen la pena de reproducirse:
144
Ver su biografa en Euzko-Deya de Pars, n. 242, 1946.
145
To mado de Euzko-Deya, n. 213, 1945.
138
En Vizcaya, un fenmeno de este tipo se desarrolla tambin dentro de las industrias en las
zonas alejadas de Bilbao. Pero la historia del nacionalismo va a adoptar unos derroteros
caracterizados precisamente por la evolucin de la gran industria en Bilbao y mrgenes.
La poca 1911-1918 es de gran expansin para la industria y las finanzas vizcanas, Gracias a
la guerra europea y a la parlisis de las navieras de los estados beligerantes, las navieras
vascas y con ellas los astilleros y los fletes, son el eje de una entrada de capitales y de una
expansin de los negocios, que terminan alcanzando a la siderurgia primero y ms tarde al
conjunto de los sectores industriales de Euskadi Sur, menos mineras y papeleras. El salto es
grande, incluso a nivel de la poblacin obrera que en 1920 era ya de 81.787 personas en
Vizcaya y 40.460 en Guipzcoa, superndose en sta y por primera vez al nmero de
campesinos. El personaje central de esta expansin es, una vez ms, Sota. Siendo un gran
146
Ver Gon zlez Port illa, op. cit., pg. 85.
147
Sobre la expansin econmica y nacionalista alrededor de 1917, ver Antonio Elorza, El capitalismo vasco en
la Primera Guerra Mundial, Triunfo, n. 584, 1973. Jos Carlos Mainer, Regionalismo, burguesa y cultura,
1974. Rafael Ossa Echaburu, Riqueza y poder de la Ra. 1900-1923, 1970. S. Ro ldn y J. L. Garca Delgado, La
formacin de la sociedad capitalista en Espaa, 1914-1920, 1973. Sota y Aburto, Ramn de la, entrevista a
Martn Ugalde en Hablando con los vascos, 1974.
139
burgus, sus negocios le diferencian netamente con respecto a los otros oligarcas: una parte de
ellos, como las minas de Sierra Menera y la Siderurgia del Mediterrneo posean
caractersticas similares a las del conjunto minero-siderrgico espaol; pero otros, como los
Astilleros Euskalduna (creados en 1901) y la Naviera Sota y Aznar, reflejaban una capacidad
tcnica, productiva y comercial dinmica, mucho menos necesitada de las muletas del
proteccionismo. En la dialctica entre negocios autnomo-dinmicos y empresas ms ligadas
al sistema espaol se puede encontrar la base de los intereses autonmicos y no separatistas
de Sota. Conviene decir que su espritu vasco y patriota es claro. Sota era ya alguien muy
importante antes de 1914, primera figura en la Banca, la Cmara de Comercio, la Junta de
Obras del Puerto y otras entidades significativas. En los aos de la guerra su papel se hace an
ms importante: el transporte martimo y la construccin naval resultan el sector con mayores
beneficios durante este perodo; los beneficios de la Sota y Aznar pasan de 2.500.000 pesetas
en 1914 a 35 millones en 1918. Como dice Antonio Elorza, Sota se convierte a un tiempo en
el principal protagonista y en el smbolo de la expansin. Esta situacin se traduce en un
aumento de la influencia poltica del nacionalismo y en una clarificacin de la dominancia
burguesa dentro de l. En lo que respecta al impacto general de la obra de Sota, es sobre todo
en el momento de la oposicin a los proyectos de Santiago Alba cuando su papel crece. El
Ministro Alba quera gravar con impuestos especiales a los grandes beneficiarios econmicos
de la guerra: Sota toma la cabeza de un movimiento general de oposicin apoyado por las
Cmaras de Comercio, la Banca y el conjunto de la burguesa beneficiarla. Llegamos as al
ao 1917 y el nacionalismo triunfa plenamente en las elecciones provinciales y en las de
diputados a Cortes: muchos de los hombres polticos nacionalistas pertenecen al equipo de
Sota, siendo administradores, cuadros o socios de sus empresas, como es el caso de Chalbaud
y Rotaeche, por ejemplo.
Este papel preponderante de las empresas grandes no ligadas con exclusividad al mercado y a
la proteccin del Estado, que se acompaa de un desarrollo de la industria ligera, es,
probablemente la base del triunfo del nacionalismo burgus, tanto dentro del patriotismo
vasco como en la vida poltica vizcana. El primer triunfo no se hizo sin tensiones y
escisiones; el segundo fue de breve duracin. Al terminar la guerra y en plena crisis
econmica, los oligarcas espaolistas vuelven a recuperar la iniciativa: combatidos a nivel
local por los nacionalistas y por la clase obrera, abandonan toda veleidad autonomista, inician
una poltica de centralismo cada vez ms feroz, derrotan al nacionalismo en las elecciones de
140
1919 y apoyan a Primo de Rivera en 1923. El nacionalismo queda as arrojado a la oposicin
y, en parte a la ilegalidad. Paralelamente, en 1919-1921 aumenta el protagonismo de la clase
obrera, enfrentada duramente con las consecuencias de la crisis.
En 1911, pues, se inicia otra fase de aproximacin entre nacionalistas y las derechas. Pero esta
fase dura poco, y en 1912 el PNV rompe con los conservadores y propone una alianza
anticaciquil a republicanos y socialistas: stos no la aceptan.
141
Dentro de estas tensiones, en 1911 se crea Solidaridad de Obreros Vascos. Curiosamente, el
sindicato obrero nacionalista va a reforzar el predominio interno del nacionalismo burgus. Y
no podr ser de otra manera: los obreros patriotas estn incluidos o en pequeos talleres o en
fbricas grandes de corte paternalista como las de Sota. En general, hasta casi la guerra civil
SOV va a seguir una lnea interclasista, alejada de la lucha de clases y opues ta a la revolucin
social. Aceptaba la solidaridad entre patronos y obreros vascos bajo la direccin de aquellos y
consegua reales mejoras a travs de negociaciones directas a nivel de empresa. As, en
Euskalduna, principal ncleo de SOV y propiedad de Sota, la situacin de los obreros les
separaba bastante de la de los mineros o de la de los trabajadores de las grandes empresas
oligrquicas: a cada cambio de situacin econmica, una rpida negociacin entre obreros y
direccin sola traer generalmente una mejora de salarios o condiciones y un compromiso,
aceptable para ambas partes. Adems, el hecho sicolgico de que todos fueran vascos y
patriotas militantes influa notoriamente en las disposiciones de los negociadores de ambas
partes.
Esta poltica paternalista e interclasista se poda encontrar tambin en las pequeas fbricas y
talleres. Haba all una convivencia diaria de patronos y obreros, una actitud comn de
rechazo de la poltica espaolista y monopolista. Adems, se trataba de ncleos ms
dispersos, inmersos en una sociedad tradicional que se transformaba dentro de un espritu
vasco predominante, donde la cultura de los mayores segua siendo definitiva a nivel de las
actitudes mentales. Era realmente el terreno de cultivo ideal para tal mentalidad interclasista.
142
base popular que manejar; esta base era tan significativa, o ms, como la campesina buscada
por el aranismo y, sobre todo, escapaba completamente a la influencia de los jauntxos
precapitalistas. A la expansin de los negocios burgueses se une esta fuerza social, y el triunfo
del nacionalismo burgus queda as asegurado.
Ya el diario Euzkadi haba empezado desde antes a dar entrada a la mentalidad burguesa.
Engracio de Aranzadi, Kizkitza, de claro origen y filiacin sabinianos, va a intentar ser el
puente y el punto de equilibrio entre aranismo e ideologa burguesa. Va a seguir siendo
profundamente derechista conforme a sus orgenes integristas, pero va a hacer toda una serie
de esfuerzos tericos para adecuar la doctrina de Arana al creciente predominio capitalista. El
argumento sustancial empleado en este esfuerzo se puede resumir as: el capital aporta una
riqueza y unos centros fabriles que, si son dirigidos por patriotas y con fines patriticos, son
necesariamente buenos para el Pas.
Pero donde la mentalidad burguesa va a brillar con todo su esplendor es en la revista Hermes,
financiada por Sota, llevada por hombres de su equipo, y que se publica en Bilbao entre 1917
y 1922. Idelogos como Sarria y Landeta aportan al nacionalismo una ruptura con el
ruralismo anterior, una glorificacin del cap ital y del desarrollo industrial y financiero como
bases de un nacionalismo moderno y eficaz, una lnea europesta y regionalista, y una clara
conformacin del antiseparatismo. Jess de Sarra es el tpico representante de la
intelectualidad pequeo-burguesa puesta al servicio en una interpretacin del nacionalismo
conforme a los intereses de la burguesa local en auge. En uno de sus trabajos, dice
explcitamente:
Para nosotros, los nacionalistas vascos, la riqueza nacional est vinculada a la sustancia
misma de la nacionalidad. Sabemos que sin riqueza pblica no hay nacionalidad que resurja,
ni tienen eficacia los derechos de la ciudadana (...) La riqueza nacional es el fundamento de la
143
nacionalidad. El nacionalismo considera a sus detentadores, sean cuales fueren sus ideas
polticas, como elemento intangible de la nacionalidad. 148
Los prrafos de Sarra parecen calcados de las ideas expuestas el 28 de enero de 1917 por
Camb en el Teatro Campos de Bilbao, donde dijo que se poda atribuir el nacimiento de los
nacionalismos regionales al desarrollo de la riqueza y sostuvo que cuantos levantaban fbricas
y construan buques fomentaban el nacionalismo149 . Los contactos personales e ideolgicos
entre la Comunin Nacionalista Vasca y la Liga catalana son estrec hos en esta poca, y
traducen el carcter de clase de la fraccin poltica dominante en ambas organizaciones.
Esta postura, tan significativa, queda completada por la distincin que otro de los idelogos
del nacionalismo burgus de entonces, el economista Ramn de Belausteguigoitia, hace entre
la casta especuladora y poco dinmica de los millonarios conservadores, y la actitud
renovadora, en tcnicas y gestin, de los cuadros y los propietarios en quienes radica el
porvenir. Se puede postular que esta distincin refleja la diferencia existente entre los
negocios superprotegidos de la oligarqua, limitados al mercado espaol monopolizado, y la
naturaleza ms universal, moderna y competitiva de los negocios del sector nacionalista vasco
de la gran burguesa 150 . De la capacidad empresarial de sta vendra, en esta ptica, la
prosperidad vizcana, mientras que la poltica del Estado centralista era la responsable de la
desnacionalizacin, las crisis y los atrasos del sistema productivo: esta interpretacin que,
para la ideologa que estamos describiendo, propone A. Elorza es altamente sugestiva.
Ahora bien, hay que insistir en la ausencia del contenido separatista en estas tomas de postura.
En el momento poltico clave, cuando Sota toma la cabeza de la lucha contra los proyectos de
Alba, se aparta completamente de toda veleidad independentista. La autonoma dentro de la
gestin vasca no excluye un deseo de cambiar la naturaleza dentro del estado espaol, de
arrancarlo a la alianza de terratenientes y de financieros monopolistas. La participacin de
Camb en las campaas de 1917 es, en este aspecto, muy significativas, ya que traduce la
voluntad de alianza vasco-catalana para partir a la conquista o la reforma del estado central.
148
Ideologa del nacionalismo vasco, 1918, pgs. 66 y 67.
149
A. Ramos Oliveira, op. cit., pg. 145.
150
Una descripcin de los negocios precisos de Sota y de su diferencia con los de la oligarqua centralista est
hecha en Nacionalismo vasco y clases sociales, pgs. 100 a 103, 1976.
144
Esta actitud de Sota vena ya claramente definida por toda su ejecutoria poltico-econmica.
Ya en 1909, con, motivo de la Ley de Comunicaciones Martimas, haba combatido por los
intereses de las Compaas Navieras Vizcanas apoyando a la tendencia maurista dentro del
Gobierno espaol. En la Asamblea de la Asociacin de Navieros del 13 de abril de 1909
explica su actitud y termina identificando los intereses de las navieras con los nacionales
espaoles:
Fuimos a Madrid; visitamos al seor Maura para suplicarle influyese todo lo posible para que
el proyecto se aprobase. (...) El seor Maura cumple su palabra; toma parte en el debate y lo
defiende. Ah estn los discursos resumen de la totalidad. Pero la obstruccin, que no nos
explicamos, sigue cada da ms rabiosa, llegando a hacer ms peligrosa la vida del proyecto,
en el que ciframos grandes esperanzas los navieros al defender los intereses de los accionistas
que nos estn confiados y el sostenimiento de millares de familias, que fracasada la
navegacin no Ies quedan ms caminos que el de la miseria o el de la emigracin (...) Lo que
no queremos, y de ello vamos a protestar, es que este proyecto se explote como arma poltica
y, olvidando los intereses nacionales, se entreguen los obstruccionistas a una labor meramente
de combate poltico contra el actual Gobierno.
Durante la guerra, Sota se dirige varias veces al Gobierno para conseguir su apoyo. As, a la
cabeza de la Asociacin de Navieros, le propone que se ejerzan represalias sobre el Gobierno
alemn por el hundimiento de mercantes neutrales. Adems, en estos aos hay una extensin
de sus negocios por diversos puntos de Espaa: en 1917 intenta comprar la Naviera Pinillos
de Cdiz y este mismo ao constituye la Compaa Siderrgica del Mediterrneo, cuyas
instalaciones se iban a ubicar en Sagunto. As, cuando Camb habla en el Coliseo Albia
contra el proyecto Alba, indica claramente que de lo que se trata es estimular la poltica
espaola para ponerla al servicio de la intensificacin de la industrializacin; esta
industrializacin mejorar las condiciones de vida de las clases populares y la situacin
interior de todos los pueblos de Espaa; creando asi pueblos ricos, se podr crear una
colectividad de pueblos con grandes destinos, como desean vascos y catalanes. Camb se
alojaba en casa de Sota, quien haba manifestado al Gobernador Civil de Vizcaya el 23 de
junio que el proyecto Alba era incompatible con el desenvolvimiento progresivo de la
industria espaola.
145
As, el sector no oligrquico de la burguesa vasca, con su fracci n ms poderosa a la cabeza,
participa en la crisis de 1917 dentro de lo que Juan Antonio Lacomba 151 llama la burguesa
progresista (conjuncin de burguesa industrial y financiera, con ideologa bsicamente
regionalista) la cual quiso, en un mal calculado oportunismo, realizar su revolucin, tanto
tiempo intentada y nunca conseguida. Sobre las caractersticas de esta crisis en Euskadi
volveremos luego. Insistamos ahora en los que el nacionalismo de la tendencia Sota tiene de
intento de reforma (o de transformacin radical) dentro del estado espaol.
Eduardo de Landeta, otro de los idelogos nacionalistas de la poca, saca claramente las
consecuencias de esta actitud, insistiendo en que toda tentativa realista de liberacin nacional
pasa por la constitucin de una slida potencia econmica y financiera vasca, la cual, por el
camino lento de la negociacin y de la reforma, podr llegar a conseguir una federalizacin
de la Pennsula.
Este giro ideolgico, como se ha indicado, est relacionado con la expansi n econmica que
existe desde 1914. Coincide con los triunfos electorales nacionalistas de 1917 y con el
momento cumbre de la influencia nacionalista en la poca prerrepublicana.
Cronolgicamente, podemos describir varios pasos. La Asamblea de Zumrraga de 1914, la
creacin en 1915 del diario Euzkadi y la adscripcin de ste a la lnea aliadfila de los Sota,
preceden a la separacin en 1916 del grupo de Lus de Arana-Goiri: ste era germanfilo,
actitud minoritaria dentro del nacionalismo, pero su separaci n del partido significaba, de
hecho, la eliminacin del ms conocido de los intransigentes. Hacia 1916 el programa
nacionalista estaba claro; hay un objetivo mximo, ideal (testimonial por emplear un
vocablo actualmente de moda), que es la vuelta al estado anterior a 1836; y hay otro objetivo
realista, inmediato, que es la creacin de un sistema autnomo, concretado en aquellos aos
en la reivindicacin de una Mancomunidad Vasca. La lucha contra los proyectos de Alba
permite identificar al nacionalismo de orden con la causa de la prosperidad de todo el
pueblo vizcano. En efecto, se afirma que de triunfar las intenciones del Ministro de Hacienda
se reduciran los beneficios de los industriales y aumentaran el paro y la miseria de las clases
populares. Segn Sota, Echevarrieta, Ybarra y los otros capitalistas que hablan, los
principalmente afectados seran los marineros, los obreros y los pequeos accionistas.
151
La crisis espaola de 1917, 1970.
146
Las elecciones de 1917 seran la culminacin de este proceso. La propia presentacin a unas
elecciones a las Cortes del Estado supone un claro cambio de actitud ideolgica. Los
seguidores ortodoxos del aranismo estaban en contra de tal participacin, por considerar que
los patriotas no deban enviar representantes a un Parlamento extranjero; los nue vos
dirigentes, por el contrario, aplicaban la lnea de los catalanistas y consideraban que una
condicin necesaria para la autonoma vasca era la participacin en el poder central. No se
trataba tan slo de representar en Madrid los intereses vascos, sino de participar directamente
en la obra de transformacin del estado. Esta lnea es, sin duda, una clara mediatizacn
poltica del quehacer patritico en funcin de los intereses nacionalistas-regionalistas de la
burguesa.
Convendra aadir que en este triunfo nacionalista interviene otro poderoso factor de tipo
ideolgico. Este es el perodo en el que empieza a lograr el nacionalismo el apoyo de un
sector importante del clero vasco. Este haba sido mayoritariamente car lista; algunas de sus
152
Una interpretacin sobre las relaciones entre el desarrollo de la industria local en Navarra, sus lazos con el
conjunto vasco y la influencia de esta situacin en la aparicin del nacionalis mo se puede ver en mi tra bajo La
crisis del etnocentrismo en la Navarra industrial y el desarrollo del nacionalismo vasco, en Iruerria-La cuenca
de Pamplona, Pamp lona 1977, pgina 193.
147
personalidades, como el culto Azkue y el violento Ibero haban apoyado al nacionalismo, pero
la jerarqua le fue en un principio hostil, mientras el bajo clero segua bajo la influencia
tradicionalista. En 1910 el Obispo de Vitoria (con jurisdiccin en las tres provincias
occidentales), Cadena y Eleta condena a los nacionalistas como introductores de peligrosas
novedades en la vida catlica y exhorta a algunos sacerdotes, pocos en el nmero y
pequeos en la discrecin (...) llevados por la inexperiencia de la juventud para que dejen de
fomentar el desarrollo nacionalista; en este mismo ao, el mismo Obispo neg al Nihil
Obstat a la Historia de Vizcaya de Angel de Zabala. Sin embargo, para 1918 muy buena
parte del clero joven era ya declaradamente filonacionalista. Cabe pensar que esta actitud, este
abandono del carlismo, es un reflejo del cambio social existente, de la proletarizacin del
campesinado y del papel mediador de la burguesa nacional. As, el clero actuara movido por
el deseo de encuadrar al pueblo dentro de una ideologa nueva, moderna e interclasista que
supusiera adems una reaccin contra la opresin nacional existente. De hecho, la historia de
SOV-STV va a estar muy marcada por el apostolado obrero de los sacerdotes nacionalistas y
tal vez ste sea el ms significativo campo de accin del clero patriota. En un pas tan catlico
como el vasco esta adhesin del clero dar una enorme fuerza a las posibilidades de expansin
del nacionalismo.
Globalmente se puede as aceptar que en esta segunda dcada del siglo XX el nacionalismo es
una fuerza decisiva en la Vizcaya industrial; ha mordido ampliamente tanto en las zonas
urbanizadas de Guipzcoa como en la sociedad campesina de Vizcaya y de Guipzcoa; se ha
extendido tmida pero significativamente a Navarra y posee ya una plantilla de intelectuales
en Vitoria. De una parte est suplantando al viejo carlismo, aunque aqu la influencia de ste
sigue siendo predominante al Sur de la cadena, en Alava y en Navarra; de otra, y esto es lo
ms importante, ha empezado a conseguir una slida base popular propia. La base social,
urbana y rural, y las relaciones de mediacin que se vern sobre todo durante la Repblica,
quedan as sentadas; pese a todo, el cambio ideolgico definitivo hasta unos claros
presupuestos demcrata-cristianos no se dar hasta los aos treinta 153 .
153
Ver sobre el tema Jav ier Tusell, Historia de la Democracia Cristiana en Espaa, tomo II, 1974.
148
ingenieros, abogados, contratistas, comerciantes y obreros componen el grupo nacionalista de
la corporacin, dndonos una especie de radiografa de la composicin social y las relaciones
jerrquicas dentro del partido.
En lo que a la lucha obrera se refiere sealemos qu ya desde 1916 los obreros venan
sufriendo de una situacin de aumento de precios y de cadencias sin aumento compensatorio
de los salarios. Aunque en Vizcaya esta situacin no fue tan grave como en otras zonas
industriales del Estado espaol, tanto en esta provincia como en Guipzcoa venan desde
1917 estallando diversas huelgas contra esta situacin de caresta. En 1921, al perder la
industria espaola los mercados artificialmente abiertos durante la Guerra por la falta de
149
competencia de la Europa industrial, hay una fuerte crisis industrial. La respuesta es la
habitual: echar obreros a la calle y mientras el paro aumenta incrementar las cadencias de los
trabajadores que quedan dentro, e incluso reducir la jornada de trabajo dando as ocasin a
disminuir los salarios. En Euskadi Sur el paro llega a ser del 30 al 50 por 100 segn las ramas;
los salarios disminuyen de un 10 a un 20 por 100. Como indicaremos ms adelante, el PSOE
y la UGT capitulan, y se niegan a plantear el combate contra la burguesa en tal poca de
crisis, afirmando que slo llevara a la derrota. Comunistas y anarquistas siguen en la brecha,
se desarrollan los Sindicatos nicos, se multiplican las huelgas salvajes y los atentados. Toda
la patronal se ve afectada.
En 1921 hay un claro retroceso en el comercio martimo y en la construcc in naval: slo dos
astilleros trabajan en 1922, Euskalduna y la Naval, que se estn reconvirtiendo a la
construccin de material terrestre, especialmente ferroviario. Aunque Euskalduna sea de las
empresas menos afectadas, no permanece totalmente al margen de los conflictos.
Y, globalmente, los burgueses nacionalistas hacen bloque con el conjunto de la patronal para
oponerse a todo riesgo de revolucin social. El ao 1917 es perfectamente simblico:
mientras en Euskalduna los obreros rinden un home naje a Sota, quien les responde
invocando el vnculo fraternal entre obreros y patronos, la Diputacin de Vizcaya, presidida
por Sota hijo, rinde homenaje al ejrcito por su participacin contra la huelga revolucionaria
de este ao, y el propio Sota acude al despacho del general Souza, jefe de la represin, para
felicitarle.
Ahora bien, esta situacin de incremento del combate obrero y esta actitud
contrarrevolucionaria de la Comunin (que es la otra cara de la fraternidad de clases a nivel
de las empresas nacionalistas) no deja de reflejarse en los propios nacionalistas intransigentes.
En julio de 1921 es expulsado de la Comunin Nacionalista (ste es el nombre que los
moderados han dado al PNV) el grupo Aberri. En l encontramos a Eli Gallastegui, que
junto a otros jvenes se habla mostrado partidario de unir la lucha independentista con el
150
combate revolucionario obrero, enfrentndose al dominio burgus dentro de la Comunin154 .
Los amigos de Gallastegui crean de nuevo un Partido Nacionalista Vasco que se proclama
seguidor de la intransisigencia sabiniana en la cuestin nacional. Pero las formulaciones
revolucionarias eran an bastante confusas, expresando las opiniones de los sectores ms
radicalizados de la pequea-burguesa urbana, ya que este PNV no era en absoluto un partido
proletario.
La falta de madurez de esta actitud explica que entrara tambin en el nuevo PNV el grupo
reaccionario de Luis de Arana. Este y sus Compaeros haban sido germanofilos durante la
guerra; su actitud se basaba en parte en una solidaridad con los patriotas irlandeses en lucha
contra Inglaterra, pero era sobre todo funcin de su oposicin al liberalismo de los aliadfilos.
Estos eran mayora en los aos 1914-1918, siguiendo al equipo de Sota. As, pues, dentro de
la comn veneracin al Maestro y a la lucha independentista, coexistan dos posturas
contrarias al predominio del nacionalismo burgus: una reaccionaria, simbolizada por Arana,
y otra progresista, la de Gallastegui. La Repblica y la Guerra civil contribuirn a
clarificarlas, al menos en parte.
154
En el libro El nacionalismo vasco, 1876-1936, Hendaya, 1974, hemos citado in extenso la polmica entre
Gallastegui y Comunin sobre los acontecimientos insurreccionales de Bilbao en 1923 (pgs. 182 y 183). La
obra fundamental de Gallastegui es Por la libertad vasca, Bilbao 1935.
151
Captulo 4. ORGENES DEL PROLETARIADO
NACIONALISTA
La historia del movimiento obrero en Euskadi Peninsular ha sido examinada por autores
diversos, pero el objeto de estudio ha sido fundamentalmente el proletariado de la zona
minera y de la gran industria en los alrededores de Bilbao; precisamente en este sector obrero
ha sido donde la emigracin y el socialismo han representado dos factores sustanciales. Sin
duda, el nacionalismo vasco posee dentro de su historia unos puntos de contacto muy
importantes con esta rama del movimiento obrero en Euskadi: luchar contra ella es una de sus
actividades principales hasta el advenimiento de la Repblica. Hoy en da todos estos aspectos
estn estudiados con bastante precisin155 .
Por el contrario, la historia del movimiento obrero nacionalista, as como la del primer
proletariado de Guipzcoa, Alava y Navarra en los primeros treinta aos del siglo XX, no ha
sido an examinada con precisin. El trabajo de Paul Arzac 156 y la publicacin reciente de las
obras de Policarpo de Larraaga 157 proporcionan datos preciosos sobre Eibar y sobre
Solidaridad de Obreros Vascos, pero la historia de los conflictos, las actitudes de los diversos
elementos de la vida obrera a lo ancho del Pas est por hacer. Las monografas locales sern,
cuando se hagan, de una gran utilidad.
155
El texto ms reciente es el de J. P. Fusi, Poltica obrera en el Pas Vasco, 1880-1923, que pese a su ttulo
habla casi exclusivamente de ese movimiento obreto ligado al socialis mo y a la emig racin. Este libto trae,
adems, una importante bibliografa. Sobre los conflictos de tipo poltico, es importante el trabajo de M. Tun
de Lara, El movimiento obrero en la historia de Espaa, Madrid 1972. En cuanto a la vida cotidiana y los
problemas culturales (en sentido amplio), los de A. Marvaud, La Question Sociale en Espagne, 1910, y el ya
conocido T. Lefebvre.
156
Eibarko Sozialismoa, an no publicado.
157
Contribucin a la Historia Obrera de Euskalerria, tomo 2, 1977.
152
nacionalistas cara al proletariado de Bilbao y mrgenes, sobre todo con respecto a sus
manifestaciones polticas de carcter no nacionalista e incluso antinacionalista; de otra, hay
que estudiar la incorporacin al nacionalismo de parte de la clase obrera, que en aquellos aos
es fundamentalmente de origen autctono, as como las condiciones sociales y polticas de
esta incorporacin. Despus, las relaciones entre estos dos sectores diferenciados de la clase
obrera han de examinarse asimismo. Dividiremos, pues, este captulo en varios apartados.
Los motivos de esta emigracin son claros: el tipo de negocios montados por la oligarqua
vasca se diriga hacia una gran extraccin de plusvala en base a un trabajo humano intenso,
poco especializado y con escasez de inversin en capital constante. La presencia de un gran
158
Guipzcoa, Alava, Burgos, Santander y Logroo terminarn dando las co lonias ms numerosas en el
Baracaldo de 1895, seguidos por Lugo, Len, Palencia, Zaragoza y Navarra y, ya de lejos, por Asturias, Orense,
Zamo ra, Salamanca y Huesca. Ver Gonzlez Portilla, op. cit . pg. 113.
153
nmero de recin emigrados sin trabajo permita imponer condiciones drsticas no slo en los
salarios, sino incluso en la especulacin hecha sobre el alojamiento y la manutencin de los
mineros. La gran base de acumulacin de capital fue la exportacin de mineral: aqu se
trabajaba a destajo (cerca de un 65% de los mineros eran tempo reros al principio), de sol a
sol, se viva en barracones insalubres y muchos trabajadores no reciban dinero sino vales
para canjear por comida en las cantinas regentadas por los capataces. Precisamente en el
sector minero es donde encontramos las mayores cifras de emigrantes: de los 11.000 mineros
de 1886, la mayora no eran del Pas, y an en 1910 slo 3.000 de los 13.000 existentes eran
vizcanos.
Por parte de los patronos mineros, esta emigracin fue bienvenida: los nacionalistas les van a
acusar ms tarde de haberla fomentado, ya que al negarse los vascos a trabajar por salarios
de hambre, optaron por contratar a ms bajo precio obreros extraos. Sin duda, buena
parte de los inmensos beneficios del capital vasco viene de esta sobreexplotacin de la fuerza
de trabajo 159 .
Con respecto a los campesinos vascos proletarizados, ya hemos hecho algunas reflexiones
sobre los motivos culturales que les dirigan ms hacia la emigracin a Amrica que haca la
minera de las Encartaciones. En lo que al conjunto del Estado espaol respecta, es
precisamente en la poca de la Restauracin (1875-1902) cuando se sientan las bases
econmicas y sociales de la diferenciacin entre zonas industriales y zonas rurales que an
hoy conocemos: hay un considerable aumento de poblacin mientras contina el
estancamiento de la Espaa rural. La consecuencia es una fuerte emigracin de origen
campesino: entre 1882 y 1914 casi un milln de espaoles emigrar al extranjero, mientras
159
Los avatares de esta situacin estn descritos en diversos trabajos y, por ello, nos limitaremos a recordarlos
sucintamente: la dureza de las condiciones de vida, los barracones, la real baja del poder adquisitivo de los
salarios mineros entre 1876 y 1890 (ver Gon zlez Portilla, op. cit., pgina 124), la obligacin de co mprar a
precios abusivos en las cantinas, etctera, crean unas circunstancias de opresin en las que terminan esta llando la
huelga general de 1890, a la que seguirn una serie de luchas ejemplares, sobre todo entre 1890 y 1893, 1900 y
1903 y 1910-1911. Conviene asimis mo hablar del duro precio pagado por la salud obrera en esta poca de
acumulacin de capital: alta mortalidad, baja salubridad de tajos y alojamientos, enfermedades pulmonares,
alcoholis mo, mortalidad infantil, epidemias, van a ser el pan nuestro de cada da en los barrios obreros que
crecan junto al hermoso Ensanche bilbano. No van a faltar motivos, pues, para que se desarrolle un fuerte
movimiento obrero.
154
que las migraciones internas dentro del Estado se disparan. Pese a las miserables condiciones
de vida en la industria, los salarios en minas y fbricas son ms altos que los agrcolas; la
existencia de una red de ferrocarriles facilita la movilidad de los campesinos pauperizados o
desposedos. Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Sevilla y Vigo se convierten en focos de
atraccin. Se trata, en suma, de un fenmeno global de desarrollo desigual propio del modo de
produccin capitalista: la crisis agraria proletariza a millones de personas, convirtindoles en
propietarios de su fuerza de trabajo, mercanca que vendern libremente a los dueos de
los medios de produccin, a los industrales. La persistencia de zonas campesinas en crisis
crnica es la primera condicin de este proceso necesario al desarrollo y a la reproduccin del
sistema; la libre circulacin de la fuerza de trabajo es la segunda condicin, y esta libre
circulacin queda asegurada por la unidad poltica del estado- nacin burgus. De hecho, hay
condiciones particulares a Euskadi Sur que explican tanto el desarrollo del capitalismo, la
minera y la industria locales, como la abolicin del sistema foral y su inclusin en la nacin-
estado espaola: estos problemas han sido estudiados en los captulos anteriores. Ahora bien,
sobre esta situacin de base, la emigracin a Vizcaya es una faceta del proceso global que
conoce el Estado espaol en la poca de la Restauracin: no se trata, pues, de una opcin
maquiavlica y desnacionalizadora del centralismo, sino de un movimiento lgico dentro del
desarrollo del capitalismo en el Estado. Que tal desarrollo se hace sobre la base de la opresin
y de la injusticia es, asimismo, un hecho cierto: sus vctimas son tanto el pueblo vasco como
los propios emigrantes.
Esta situacin explica que para la mayora de los emigrantes era sicolgicamente claro que no
emigraban a un pas extranjero, sino que se establecan dentro de Espaa: las peculiaridades
administrativas, culturales y lingsticas de Euskadi no estaban asumidas en la nacin-estado
espaola, sino negadas y reprimidas. La emigracin, que se haca dentro del marco de la
citada nacin-estado unitaria, era lgicamente espaola y, en Vizcaya, espaolista. El propio
sistema capitalista vizcano no desmenta esta situacin: la mayora de la emigracin va a
establecer su contacto con un capital asimismo espaolista, y va a desenvolver su vida
cotidiana y su lucha de clases en un medio completamente diferente de la sociedad tradicional
vasca. De hecho, el carcter de unidad entre desarrollo capitalista y unidad estatal espaola
(que es sustancia en la actitud de la oligarqua) va a trascender a la clase obrera y a
conjuntarse con las peculiaridades sicolgicas de la masa emigrante: el resultado ser que en
la minera y en la gran industria va a haber una tendencia a desvasquizar a los vascos que
155
entran a trabajar en ellas. Luego matizaremos esta afirmacin, ya que sta no va a ser una
actitud unvoca, pero corresponde probablemente a la tendencia principal.
As, pues, la actitud de base de esta masa proletaria de Bilbao y mrgenes, ligada a la
emigracin por sus orgenes y dependiente de modo muy directo de la oligarqua, era la de
considerarse espaoles trabajando en Espaa. En la prctica, este sector del proletariado
reflejaba la cara opuesta a la del espaolismo oligrquico, pero en un mismo sentido de
desnacionalizacin para Euskadi: actitud condicionada por la propia dinmica del desarrollo
del modo de produccin capitalista en Euskadi Sur que, como antes se ha repetido, obedece
fundamentalmente a causas externas. Quede claro que al hablar de desnacionalizacin no se
pretende introducir una connotacin tica o moral destinada a condenar a los emigrantes y los
socialistas. Su actitud era, en su origen, tal vez la nica posible. Slo cuando al desarrollarse
como clase adquieran condiciones para criticar al sistema y a tal proces de industrializacin,
veremos como la persistencia del espaolismo, la negativa a considerar la injusticia que para
los vascos supona la opresin nacional, van a coincidir con. unas actitudes de colaboracin
de clases.
160
Para los socialistas, el aranis mo era un hijo leg timo del ca rlis mo, y este ltimo era algo profunda mente
teaccionario. Una explicacin de esta filiacin, llena de connotaciones ideolgicas y sicolgicas, es la de Ramos
Oliveira (op. cit ., pgs. 137 y 138): (Al cerrar el siglo XIX), el vasco de Vizcaya y Gu ipzcoa -en particular el
campesino- se alista en un nacionalismo localista de angosto horizonte. Quiere ro mper con el resto de la
comunidad espaola no vasca. Importante factor moral -acaso decisivo- en la aparicin del nacionalis mo racista
vascongado fue, a mi juicio, el resentimiento, y por ello se asemejan en sus orgenes el nacionalis mo vascongado
y el nacionalismo racista alemn. La victoria de las ciudades sobre el campo en las dos guerras carlistas deposit
en el espritu del campesinado de Vizcaya y Guipzcoa, que era carlista en masa, la simiente del nacionalis mo.
Aquellas muchedumbres rurales, fracasadas dos veces ante Bilbao despus de haberle puesto sitio otras tantas y
viendo la direccin polt ica de la regin en manos de las ciudades, y de ciudades que contenan una mayora de
poblacin no vasca, quedaron dominadas por un complejo de frustracin. Impotentes para imponer su ideal
absolutista a Espaa, ni n a las principales ciudades de su regin, reaccionaron en racista y separatista.
156
principal es que la autonoma vasca est ligada a los modos de vida precapitalistas y que el
actual desarrollo econmico y poltico exiga naturalme nte la desaparicin de las
peculiaridades idiomticas y administrativas de los pequeos pueblos. He aqu algunas citas
significativas:
Por otra parte, puede decirse que hoy ya no hay costumbres tpicas que diferencien a las
regiones entre s; si no se acude a desenterrar lo que est bien muerto y que slo se contrae a
bailes y canciones, pues, merced al comercio, a la industria y a la facilidad de comunicaciones,
las caractersticas de cada pueblo se estn borrando completamente.162
Buena parte de esta actitud iba destinada a defender la idea de una patria universa l socialista,
con una nica lengua, sin diferencias nacionales. Como deca Toms Meabe, fa moso y fogoso
propagandista socialista venido de las filas del nacionalismo:
Mi campaa no va slo contra los bizkaitarras, sino contra toda la patriotera andante.
Vasquismo, catalanismo, espaolismo, cuanto tiende a dividir irracionalmente a los seres
humanos, me es antiptico (1903).
Pero esta actitud general pocas veces se concretaba en frmulas como la de Meabe: en la
prctica, como dice Larronde comentando la actitud socialista, en la espera de que la patria
universal se constituya, el Pas Vasco tena que reforzar los lazos que le unan con Espaa.163
El paso de la condena al nacionalismo vasco en nombre del universalismo, a una actitud
claramente espaolista, los socialistas lo franquean rpidamente:
161
El Socialista, n. 204, 1898.
162
Ibdem. N. 167, 1897.
163
J. C. Larronde, op. cit. Ver pg. 245 de la edicin castellana.
157
Los obreros de la regin de Vizcaya son cosmopolitas por esencia: aqu vivimos mezclados
obreros de todas las provincias de Espaa.164
(E1 argumento mayor de los nacionalistas vascos es la lengua...). Pero el vascuence
desaparece rpidamente sin que nadie pueda evitarlo. 165
Analizando cientficamente el origen de las lenguas, dice de la eusquera, que no cabe en ella
el pensamiento moderno: que Bilbao hablando vascuence es un contrasentido, y hay que
romper los moldes estrechos del vascuence, dentro de los cuales no cabe ya nuestra alma, y
hacerle solemnes funerales al enterrarla santamente.166
Sucede que hay naciones que por la conquista se han anexionado pueblos de origen diferente,
de lengua y raza distintas y a quienes se les tiene sometidos a leyes excepcionales, tratndolos
como a conquistados, fuera del derecho comn, y contra esta brutalidad se han levantado y
levantarn los socialistas, como en el caso de Austria y como ocurre en Polonia, donde el
partido socialista, que se llama polaco, a pesar de no existir hoy sta nacin, lucha por la
reconstitucin y la independencia del pas. Pero estn en el mismo caso las provincias
vascongadas y Catalua?... Las provincias vascongadas han pertenecido constantemente y
164
El Socialista, 1894.
165
La lucha de clases, n. 258, 1899.
166
La lucha de clases, n. 361, 1901.
158
desde hace muchos siglos a la nacin espaola, sin que se las trate como pas conquistado,
sino, al contrario, dispensndoles franquicias de que no disfrutan las dems provincias. 167
Este conjunto de citas (tomadas la mayora de la Tesis Doctoral de Larronde) indic an una
actitud clara. Los socialistas no se limitan a combatir al nacionalismo poltico, sino que
adems adoptan una actitud favorable a la espaolizacin de Euskadi Peninsular, reflejando
as su identificacin con una nica clase obrera a nivel de la nacin-estado creada en el siglo
XIX. Desdichadamente, esta identificacin les lleva a aceptar de una manera acrtica el
carcter necesario y progresista de la unidad espaola 168 , negndose a ver la violencia que
forma parte del proceso histrico de integracin (violencia cercana an a finales del siglo
XIX) y negndose a dar una respuesta a las masas populares vascas en situacin de opresin
nacional. Ahora bien, probablemente por un fenmeno de identificacin exclusiva con el
proletariado de Bilbao y mrgenes, los socialistas perda n de vista a campesinos, artesanos y
obreros de las empresas de otras zonas menos industrializadas; ms an, su principal fuerza
radicaba en los emigrantes de la zona minera, y la identificacin del socialismo con tales
emigrantes agudizaba las consecuencias de la actitud espaolista.
Sin embargo, numerosos vascos se sintieron identificados con estas actitudes. Citemos a los
que aparecen entre los dirigentes del Comit Socialista de Bilbao en 1895, o en el Comit de
Vizcaya en 1901; a personajes tan famosos como Unamuno, que fue colaborador de La Lucha
de Clases entre 1894 y 1897, o como Toms Meabe, cuya desercin de las filas nacionalistas
fue sentida como un autntico escndalo y que entr en el socialismo en 1903. Asimismo, al
lado de estos vizcanos hay que citar a los socialistas de Eibar (Amuategui, Echevarra,
Bascaran) o afincados en Eibar (como el mdico Madinabeitia, de Oate, tambin proveniente
del nacionalismo) 169 .
167
La lucha de clases, n. 258, 1899.
168
Citemos de nuevo a Ramos Oliveira. Este autor llega incluso a afirmar que el marxis mo desaprueba el
nacimiento de nuevos Estados y se opone doctrinalmente al desarrollo instit ucional de las regiones y
nacionalidades comprendidas en los grandes Estados (op. cit., pg. 105).
169
Uno de los ms importantes socialistas de estos aos fue Guillermo Torrijos, bilbano, socialista desde 1895.
Empu jado por el lock-out patronal, va primero a Vitoria en busca de trabajo y se instala en San Sebastin en
1901: aqu funda la Federacin Local de Sociedades Obreras sita en la calle del Puerto. En colaboracin con
Toms Meabe, es pieza clave en la organizacin de las Juventudes Socialistas. Ms tarde ser concejal en San
159
Globalmente y especialmente en el caso de los vizcanos, hay que aceptar (probab lemente) la
tesis antes apuntada: el desarrollo del modo de produccin capitalista crea dentro del Pas
Vasco una situacin nueva, una autntica neo-sociedad, incluida en la civilizacin tradicional
pero de origen y comportamientos exteriores. En este Bilbao y alrededores, las actitudes
predominantes se hacen dentro de moldes espaoles, condicionados por la actitud de la
oligarqua, por el fenmeno migratorio y por el proceso global de desarrollo capitalista en la
poca de la Restauracin en el Estado espaol. Proletarizados dentro de esta sociedad
especfica, o bien identificados con el proletariado que dentro de ella penaba y luchaba, la
conducta ms normal era la aceptacin de una doctrina de unidad de clase a nivel de l estado,
de una actitud espaolista. Para quienes haban perdido de una manera total sus contactos con
la sociedad vasca originaria, la actitud era equivalente a la de los emigrados. Por el contrario,
para los provenientes del nacionalismo se presentaban mayores problemas. Para ellos era
evidente que el socialismo espaolista no ofreca ninguna solucin inmediata a los problemas
de una opresin nacional de la que haban sido (y tal vez eran) conscientes; sin embargo el
ambiente general del PSOE y de la UGT les era tan desfavorable que sus intentos de
abertzalzar al socialismo no pasarn de tmidas insinuaciones. Imanol Lasp iur cuenta como
una vez que Madinabeitia habl en este sentido en Eibar le hicieron callar 170 .
El caso de Eibar, sin embargo, exige matizaciones especiales. La clase obrera eibarresa era en
su mayora de origen vasco 171 , e incluso existen indicios suficientes para afirmar que los
pocos emigrantes de fuera del Pas se vasquizaron lingsticamente; aadamos q ue en el
dialecto vizcano eibarrs es donde por primera vez en la historia del euskara se desarrolla un
lxico tcnico- industrial. Es decir, que a nivel de la vida cotidiana, incluso del trabajo, el
Sebastin, y tomar parte activa en el movimiento revolucio nario de 1917. Aadamos que esta lista quedara
incomp leta sin la figura de Indalecio Prieto, a quien no se le puede discutir la calidad de bilbano.
170
Eibarko Mquinas de Coser Alfa, S. A., n Koperatibak, Jakin sorta, n. 7, 1973, pg, 108. Dice as: Bada,
halere, halako gertakizun xipi bat. Aipatua dugun Madinabeitia jauna PNVtik sozialis mo elka rte alo rrera aldatu
zelarik ere, ba ornen zuen bere kolko barrenean kili-kili egiten bide zion euskal abertzaletasuna. Sozialismoari
halako euskal abertzaletasun giro bat eman nahi izaten zionez, hit zaldi batetan, entzule izanik, h itza hartu eta
sozialismoa abertzaletu guratik-edo agertu eta mintzatu zen nonbait; sozialista entzuleek, noski, jan egin omen
zuten berehala. La imposicin a Madinabeitia de la necesidad de dar marcha atrs en sus posturas patriticas
aparece asimis mo recogida en el libro de Fusi (op. cit., pgs 389 y 390).
171
Ver las cifras en Garca Manrique, Eibar: inmigracin y desarrollo urbano e industrial, Zaragoza 1961.
160
euskara era la lengua corriente y til. Por ltimo, Eibar estaba inmerso en una zona
claramente vascfana, y sus actitudes co n respecto a deportes, diversiones, fiestas, etc., eran
muy parecidas a las de los pueblos de alrededor.
161
Un segundo factor fue la influencia del socialismo vizcano. Prieto, en sus memorias 172 , cita la
importancia de Eibar como enclave liberal en el siglo XIX y habla del envi desde Bilbao de
exploradores socialistas, primero de Beascoechea y Valentn Hernnde2, y ms tarde de
Meabe y de Madinabeitia. Sin duda, dado el prestigio del socialismo vizcano, estos
exploradores y los sucesivos oradores que pasaron por el pueblo (Unamuno y Prieto entre
ellos) tuvieron una influencia ideolgica en los lderes locales, como Echevarra, Bascarn y
Amuategui.
Resumiendo, podemos decir que el socialismo eibarrs ni tiene base humana emigrante ni
aparece en contacto directo con los explotadores de la oligarqua espaolista; sin embargo,
polticamente adopta las mismas posturas que el socialismo vizcano, aunque su vivencia
cotidiana del vasqusmo lingstico y cultural, su tradicin liberal, le lleve a ser ms tolerante.
Ahora bien, como dice Toribio Echevarra 173 . Apenas registramos ninguna preocupacin de
carcter nacionalista. Su actitud est resumida en estas frases del mismo libro, repetidas
veces citadas por Paul Arzac:
Ms en nuestro caso del Pas Vasco, si su voluntad mayoritaria fuera separarse del resto, sin
obstruir esa solucin, una vez puesta en prctica, los socialistas, a quienes no nos convence el
hecho diferencial basado en una historia, en una etnografa y una lingstica que piden ser
revisadas, y no queriendo renunciar al legado de Espaa, que ha informado nuestro espritu,
seramos como los greco-chipriotas que piden su unin con Grecia. 174
De todos modos, Eibar no es el nico pueblo de la zona mayoritariamente vasca (en origen de
los trabajadores y en cultura circundante) donde aparece el socialismo espaolista. Sin
embargo, en ningn sitio lograron la importancia poltica y social que adquirieron en Eibar;
en la poca anterior a la Repblica, si bien en Tolosa, Beasain, Rentera, Pasajes y otros sitios
172
De mi vida, Mxico, 1965.
173
La experiencia socialista en Espaa vista desde mi pueblo. Mxico 1966, pgina 85.
174
Escrito en 1959, pg. 86.
162
haba agrupaciones socialistas, resultaban muy minoritarias. En Eibar los socialistas
triunfaron varias veces en las elecciones municipales; algunas cifras en las elecciones
provinciales demuestran esta macrocefalia en Guipzcoa del socialismo eibartarra. En las
elecciones de 1910, los socialistas slo presentan candidato propio por el Distrito de Vergara:
este candidato obtiene 921 votos, de los cuales 651 en Eibar, 82 en Mondragn, 65 en
Vergara y 50 en Zumrraga. En las de 1918, en las mismas condiciones aunque en pleno auge
nacionalista, el candidato socialista slo obtiene 191 votos en el distrito de Vergara, de los
que 169 en Eibar; ms fortuna tiene Torrijos, que en el distrito de San Sebastin obtiene 480
votos, provenientes de la capital, Irn, Pasajes y Rentera (en toda la provincia hubo 30.633
sufragios exprimidos) 175 . Es evidente que los datos electorales han de interpretarse con mucha
circunspeccin, pero tanto estas cifras parciales como las generales dadas por Fusi para
Vizcaya, Guipzcoa y Alava (Apndice III de su libro), as como las de secciones y afiliados
del PSOE, la UGT y las JJSS en estas tres provincias (Apndice II) indican claramente la
escasa penetracin del socialismo fuera de Bilbao y mrgenes y de Eibar; Tolosa y la zona de
San Sebastin aparecen asimismo en el mapa socialista, pero sin el decisivo carcter que
tuvieron en la poltica local de los dos primeros sitios citados.
Podemos, pues, concluir que el caso eibarrs aparece ms como una excepcin que como una
regla, que sus profundas peculiaridades locales explican su desarrollo; la regla general para el
comportamiento poltico de los campesinos vascos proletarizados no va a ser su inclusin en
la lucha de clases de carcter expaolista. Aunque este fenmeno se produzca (y no slo en
las filas socialistas, sino entre los anarquistas y ms tarde los comunistas) se va a apreciar la
existencia de una fuerte resistencia a la integracin, traducida a nivel poltico por una actitud
interclasista con respecto a las otras clases nacionalmente oprimidas: la consecuencia de esta
actitud ser Solidaridad de Obreros Vascos. Aparte de esta opcin ya claramente poltica, la
despolitizacin de muchos de estos obreros, el apoyo a sindicatos catlicos y patronales, y
otras actitudes de este tipo, dejan a un amplio sector del proletariado fuera de unos u otros
mbitos polticos.
175
Citas tomadas de A. Cilln Apalategui: Sociologa electoral de Guipzcoa, 1900-1936. San Sebastin, 1975.
163
2. Nacionalismo y socialismo espaolista enfrentados
As pues, el socialismo espaolista y antinacionalista era una fuerza operativa en Vizcaya ya
para finales del siglo XIX. Varios autores han descrito una relacin entre esta realidad y la
aparicin del nacionalismo vasco; algunos han ido incluso hasta el punto de afirmar que el
nacionalismo sera principalmente una reaccin defensiva de las clases medias locales,
atemorizadas por las luchas proletarias. Una opinin de este tipo (aunque matizada) se
encuentra en un artculo de J. P. Fusi176 , donde dice:
Es preciso, adems, tener en cuenta por lo menos otras dos circunstancias: que el PSOE,
sobre todo en Vizcaya en los aos 1890-1900, fue fundamentalmente el partido de los obreros
inmigrantes y que, cualesquiera que fuesen y sean los orgenes del sentimiento nacional vasco,
el PNV, aun siendo un partido interclasista, bas su fuerza electoral en ei apoyo de las clases
medias vascas (particularmente en Bilbao, bastin electoral del PNV hasta bien entrada la
dcada de 1910), cuya intranquilidad ante las transformaciones sociales producidas por la
industrializacin y la masiva inmigracin obrera, y ante la intensa conflictvidad laboral y los
evidentes avances electorales socialistas en Bilbao y sus zonas minera y fabril, supo capitalizar
polticamente.
De hecho, las denuncias y condenas que el aranismo hace de la invasin maketa son ciertas
y continuas; a veces, la postura contra la emigracin lleva a los aranistas a extremos tales que
an nos hacen enrojecer a los nacionalistas de hoy:
Es una turba nauseabunda con entraas de fiera que llena nuestra Patria de crmenes y hechos
repugnantes... (La Patria, 1903, articulo A los vascos).
Ahora bien, esta denuncia de la emigracin como causa inmediata de la corrupcin de las
costumbres vascas es un lugar comn dentro de la literatura producida por el conjunto de las
clases ligadas a la vida tradicional, incluyendo a la pequea-burguesa vasca. El aranismo
destacaba por su virulencia, pero no por su originalidad. An en 1910, en el tomo
Guipzcoa de la ponderada Geografa General del Pas Vasco-Navarro, dice as Serapio
Mgica:
176
El PSOE y el problema vasco (Historia 16, n. 1, 1976).
164
Los preceptos de la Iglesia se cumplen con una exactitud y una fidelidad completa. Es muy
raro el que deja de cumplir con el precepto pascual. (...) Han sufrido algn cambio en la s
poblaciones industriales y en otras que han aumentado de vecindario con elementos exticos.
Ms que las nuevas ideas de libertad han cooperado a esta obra de destruccin parcial de las
costumbres religiosas de antao, en estos pueblos, las gentes extraas al pas, que han
invadido nuestro suelo, atradas por las necesidades de la industria y del comercio y que no
tienen ningn inters en observar nuestras prcticas. Los otros vecinos, que constituyen la
representacin de todas las familias de abolengo y toda la parte rural, as como la clase
pescadora donde la hay, siguen firmes y serenos, sustentando las creencias religiosas que
heredaron de sus padres.
Arana da a este sentimiento compartido por toda la sociedad tradicional una formulacin
racista particularmente odiosa y, sin duda, el PNV va a utilizar la reaccin contra la
emigracin como una baza poltica. Ahora bien, lo que distingue al nacionalismo es que hace
directamente responsable de esta situacin a la oligarqua, a los caciques de Vizcaya. El Padre
Larraaga, alma de la primera poca de SOV, afirma explcitamente que Arana inculpaba a
los patronos de la perversin del pueblo vasco, y cita el siguiente texto del fundador del PNV:
Con esta invasin maketa, gran parte de la cual ha venido a nuestro suelo por vuestro apoyo,
para explotar vuestras minas y serviros en los talleres y en el comercio, estis pervirtiendo la
sociedad vizcana, pues cometa es ste que no arrastra consigo ms que inmundicia y no
presagia ms que calamidades: la impiedad, todo gnero de inmoralidad, la blasfemia, el
crimen, el libre pensamiento, la incredulidad, el socialismo, el anarquismo... todo ello es obra
suya. Pero esto no les basta a los capitalistas vizcanos; estn corrompiendo el alma del
vizcano; y les es preciso tambin abandonar su cuerpo a la miseria y al hambre, para sustentar
al extrao.
165
Hay que aadir, sin embargo, otro importante elemento inatizador: el objetivo del
nacionalismo es la conquista del poder poltico en Euskadi, objetivo de carcter
independentista para una minora (ligada al propio Arana, a algunos supervivientes del
carlismo ms intransigente y luego a los ms radicales dentro de la pequea burguesa urbana)
o de carcter autonomista para la mayora (sobre todo con el predominio de la burguesa
nacional dentro del PNV, citada en el captulo anterior). Tanto oligarqua como socialismo
aparecen en plan de enemigos de este objetivo poltico: el nacionalismo va as a combatir en
dos frentes y sus actitudes van a tomar en cuenta la correlacin de fuerzas existentes entre
ellos tres.
Por ello, en la actitud antisocialista habr que distinguir entre una actitud de principio, ya que
el PNV considera a la emigracin y al socialismo como facetas de la extranjerizacin y la
opresin nacional, y una actitud de oportunidad poltica matizada por la presencia de la
tercera fuerza: la oligarqua. Adems, a nivel doctrinal el PNV ser antisocialista por razones
de clase, ya que se trata de un partido interclasista dominado por la burguesa no oligrquica,
enemigo, pues, de la revolucin social. Tomando en cuenta esta serie de variables, se puede
resumir as la actitud nacionalista cara al socialismo en la poca anterior a la Repblica:
166
Durante la gran campaa en favor de la reintegracin foral entre 1904 y 1906, apoyada (en
grados diversos) por casi todas las fuerzas polticas del Pas, los socialistas fueron los nicos
en mantenerse claramente contrarios a la restauracin fo ral. Frente a ella defendan la
autonoma municipal (actitud que ser muy importante en Eibar); de todos modos, esta
postura les vali que el doctor Areilza les calificara de puramente antivascongados.
Hasta la guerra de 1914-1918, los nacionalistas oscilaron entre presentar candidaturas propias
o aliarse con las derechas, mientras que los socialistas adoptaron la alianza electoral con los
republicanos. Sin embargo, para las elecciones provinciales de 1913 los nacionalistas, que
haban roto en 1912 con la coalicin de las derechas, proponen a republicanos y socialistas
que formen con ellos una candidatura anticaciquil, perspectiva que los socialistas rechazan.
Los triunfos electorales del nacionalismo en 1917-18 son aplastantes (en Vizcaya): los
oligarcas se reorganizan con el fin principal de derrotarlo 177 y los socialistas, dirigidos por
Prieto, negocian con ellos en base a un comn espaolismo antiseparatista. De 1919 a 1923
Prieto va a ser el campen del antibizkaitarrismo, va a ser un aliado de hecho de la Liga
Monrquica y va a repartirse con ella los triunfos electorales 178 .
177
A esta voluntad obedece la creacin de la Liga de Accin Monrquica de Vizcaya, dirig ida por Balparda,
Salazar y Berg, cuyo fin antinacionalista era clarsimo. Dice as Jos Mara de Areilza, en su prlogo al tomo
ltimo de la Historia Crtica... de Balparda (1945, pg. 13): Pero ya, hacia 1917, la marea de la disidencia
nacionalista era tan fuerte que amenazaba inundar todo el pas. Las fuerzas dinsticas que en Vizcaya no haban
luchado hasta entonces ms que bajo el patronato electoral de la gran burguesa industrial, hubieron de pensar en
reorganizarse seriamente y a la moderna para luchar con armas iguales en las batallas democrticas del sufragio.
Asi naci la Liga de Accin Monrquica de Vizcaya (...). Balparda dirigi desde (su Directorio) la enconada
pelea que a travs de las incidencias diversas del sistema vigente mantuvo siemp re enhista en nuestra tierra la
intransigente bandera de la unidad. En Gu ipzcoa, por la mis ma poca, hay tambin curiosos ataques al
nacionalismo donde se le acusa de bolchevique y de querer destruir la socie dad. Estos dichos son del integrista
Juan de Olazbal, en 1919, y podemos asimis mo sealar que en el distrito de Tolosa hubo refriegas entre
jaimistas y nacionalistas. Reaccin tradicional y oligarqua reaccionaria aparecen as lanzadas al ataque
antinacionalista en el mis mo perodo, coincidiendo con un auge del antiseparatismo socialista.
178
Ver precisiones sobre este acuerdo electoral oligrquico -socialista en Fusi, op. cit., pgs. 386 y 387. Este
mis mo autor nos describe as la primera intervencin importante de Prieto en las Cortes Espaolas: Fue
revelador que el primer gran discurso parlamentario de Prieto fuese una dura y sarcstica crtica de la poltica e
ideologa nacionalista:
167
La propia evolucin interna del PNV estudiada en el captulo tercero nos permite comprender
la actitud nacionalista en este cambio de la situacin: el problema bsico no va a ser tanto la
actitud de principio antimaketa del aranismo, sino los problemas ligados a la consecucin del
poder poltico. El nacionalismo acta primero como un anticaciquismo; inmediatamente
despus, an dbil y en manos de la pequea-burguesa urbana y los descendientes directos
del carlismo, busca el apoyo de las fuerzas de orden y se muestra sobre todo antisocialista;
pero coincidiendo con la importancia creciente de la burguesa nacional en la sociedad vasca
y en el propio PNV, se siente capaz de desbancar a la oligarqua e incluso busca el apoyo
republicano-socialista. De hecho, ante la lejana de una opcin revolucionaria que convirtiera
al socialismo en un peligro poltico real, dentro de la opcin legal y electoral dentro del
sistema las principales fuerzas en lucha resultaron las dos fracciones de la burguesa, la
oligrquica y la local.
El propio PSOE, cada vez menos revolucionario y ms republicano- liberal, hizo coincidir su
negativa a ver el problema nacional con una clara actitud de colaboracin de clases, de
negativa a apoyar un proceso revolucionario. He aqu una de las bases de su alianza electoral
con la oligarqua; la otra era, probablemente, su empeo en capitalizar los sentimientos de los
emigrantes, fomentando una oposicin a la integracin en Euskadi, unos sentimientos de
mlitancia espaolsta que, dada la evolucin de la sociedad vasca, cada vez tenan menos
razn de ser.
El nacionalismo vasco -dijo Prieto en el Congreso el 17 de abril de 1918- es una entidad profunda y
totalmente separatista. Hay derecho, seores, a hablar de que unas provincias como las vascongadas
viven aherrojadas por el Poder nacional? Yo os digo con la mis ma sinceridad, que no.
Y Prieto continu acusando a los nacionalistas de haber fabricado su his toria y forjado la existencia de una
batalla de Arrigorriaga en la que Cas tilla habra somet ido a las provincias vascas, y llamando la atencin de la
Cmara sobre el espritu antiliberal y antidemocrt ico del nacionalis mo vasco (op. cit., pg. 388).
168
La aproximacin al estudio de esta cuestin exige un camino por etapas; la primera sera la
cuantificacin y la cualificacin de la proletarizacin a finales del siglo XIX y principios del
XX. Dentro de esta proletarizacin, habra que distinguir entre los individuos que adquieren
su condicin obrera en Bilbao y mrgenes (zonas de claro predominio espaolista en el
carcter de la sociedad industrial y de la lucha de clases) y aqullos que forman los primeros
ncleos obreros de las villas y pueblos dispersos, en ncleos de poblacin donde la sociedad
industrial aparece como una continuidad dentro de da sociedad vasca y no como una ruptura
brutal. 179
Una vez cuantificada la proletarizacin y descritas las condic iones sociales y culturales en que
se hizo, encontraremos una primera base para explicar la persistencia de una conciencia vasca
diferenciada. Se tratara ahora de estudiar el paso franqueado hasta la conciencia nacionalista
y, en especial, el carcter de tal conciencia poltica: se va a tratar de una actitud interclas ista
que va a otorgar la predominancia poltica a la burguesa nacional. De hecho, la continuidad
entre la sociedad tradicional y la sociedad industrial en las poblaciones pequeas y medianas
se traduce en una continuidad de las actitudes polticas. Ya se ha hecho mencin de las
razones del papel dirigente de las clases dominantes locales durante el Antiguo Rgimen y
durante las guerras carlistas: la actitud normal dentro de aquella sociedad era la de confiar la
gestin poltica a los poderosos locales, papel que en el siglo XIX van a cumplir la pequea
nobleza y los diversos sectores de la naciente burguesa. Al producirse el cambio hacia la
civilizacin industrial, los campesinos aparecen claramente desorientados: la prdida de las
instituciones forales, la entrada en la economa monetaria, el servicio militar, la nueva
administracin y, sobre todo, la proletarizacin, les colocan en una situacin de confusin.
Los nuevos burgueses, los industriales de origen local, aparecen como una clase salvadora:
proporcionan puestos de trabajo y, poco a poco, se hacen importantes en la administracin
local y provincial. Parece lgico que los nuevos proletarios, carentes an de una solidez de
clase, sin tradiciones de lucha ni de organizacin propias, sumergidos an en la sociedad
tradicional y en sus valores ideolgicos 180 , transfirieran a los burgueses industriales el papel
179
Ver el captulo sobre el Nacionalis mo burgus, pgs. 143 y 144.
180
A este respecto, no olvidemos que, como seala Jess Arpal (Es tructuras familiares y de parentesco en la
Sociedad estamental del Pas Vasco, revista Saioak, n. 1, pg. 214, 1977), el Pas mantiene hasta la guerra
civil de 1936 y 1939, y aun en la coyuntura particular de la postguerra, una pre sencia de la sociedad campesina,
una vigencia de las relaciones familiares y de vecindario tradicional, realmente llamat ivas.
169
de mediadores polticos que en los siglos anteriores haban atribuido a los oligarcas y seores
del Antiguo Rgimen.
Esta hiptesis descansa, pues, en dos afirmaciones: la primera es que hay una real
proletarizacin de vascos recin salidos de la sociedad tradicional y que esta proletarizacin
se hace en un ambiente social donde el peso de la tradicin y las costumbres tradicionales es
an muy grande; la segunda, es que se desarrolla una burguesa local que aparece como vasca
y como dispensadora de trabajo, al mismo tiempo que plantea una opcin poltica
estructuradora y equilibradora a los ojos de sus propios obreros. Esta hiptesis va dirigida
especialmente a los ncleos industriales dispersos diferentes del Gran Bilbao; en esta ltima
zona habra que aadir un elemento particular, que es la unin egosta de los obreros vascos
cara a una emigracin que aumentaba continuamente la oferta de trabajo, dentro del contexto
de la poltica paternalista en la empresa de la burguesa nacional.
El problema de fondo, por parte de la clase obrera, es el del nivel de su conciencia de clase.
En aquellos aos parece claro que los proletarios de origen vasco carecan, como conjunto
capaz de organizarse polticamente, de una visin de la esencia de la sociedad capitalista y de
un proyecto consecuente de transformacin de la sociedad conforme a sus intereses de clase;
por el contrario, una conciencia simple e inmediata de sus intereses profesionales y nacionales
dentro de una aceptacin acritica del papel de la burguesa como creadora de empleos y
dirigente poltico, les va a llevar a apoyar a sta. Es evidente que slo cuando la prctica
revolucionaria lleve a esta clase obrera a luchar no slo contra la oligarqua, sino contra su
propia burguesa nacional, habr posibilidad de que desarrollo una autntica conciencia de
clase y se plantee un proyecto nacional propio 181 .
181
Una exposicin de estas dos fases en el desarrollo de la conciencia de clase de los trabajadores vascos y de la
poca en que el cambio cualitativo se produce, es decir, a partir de 1950-1960, se encuentra en mi trabajo
Opresin nacional y lucha de clases en Euskadi, Revista Mensual- Monthly Review, octubre de 1977.
170
burguesa nacional ningn papel revolucionario: su situacin dirigente dentro del conjunto de
las clases nacionales se deriva tanto de su implantacin (de origen y de cultura) en la sociedad
tradicional, implantacin que es la base de que las clases populares la identifiquen como parte
del pueblo o de la nacin vascos, como de su pertenencia real al conjunto de las clases
explotadoras, situacin sta que explica sus posibilidades de aparecer a nivel poltico y
econmico como otorgadora de trabajo y administracin favorable para con las clases
humildes. La burguesa nacional va a aprovechar este apoyo popular para disputar a la
oligarqua el control de la administracin local y para curarse en salud de toda extensin del
socialismo revolucionario, fcilmente presentable como extranjerizador. No es, pues, una
actitud revolucionaria, sino una adecuacin de la poltica de explotacin de la fuerza de
trabajo a su peculiar situacin nacional y de clase: al enfrentarse a la oligarqua en bastantes
aspectos, sostena actitudes antirrepresivas e incluso liberadoras que le aseguraban el sostn
popular, pero tales actitudes estaban siempre medidas en funcin de la extensin y de la
reproduccin del sistema capitalista, poseyendo as un fondo intrnseco y constante de
carcter reaccionario.
-VIZCAYA: Dentro de los mineros los de origen vasco son una minora: menos del 30 por
ciento en 1904 segn la Comisin de Instituto de Reformas Sociales (Sanz Escartn, Slillas y
Pujos); unos 3.000 sobre 13.000 en 1910 segn el Inspector General de Minas, Lucas
Mallada. El panorama en los metalrgicos era diferente: stos haban pasado de 2.245 en
1884 a 22.000 en 1900, ms de 30.000 en 1920 (mientras que el nmero de mineros
disminua: 9.000 en 1920). El porcentaje de vizcanos de origen era mayor; probablemente
seran mayora en los pequeos talleres y, sin duda, formaban la mayora de los obreros
especializados en las grandes fbricas. El reclutamiento variaba de empresa a empresa: en
Euskalduna, propiedad de Sota, haba una clara mayora vasca; en Altos Hornos,
empresa oligrquica, cuyas diversas dependencias empleaban 10.000 personas en 1924, los
emigrantes recientes predominaban claramente entre los peones. En la construccin (9.000
obreros en 1920) se puede preveer un claro predominio del origen emigrante. Caso contrario
171
era el de los tipgrafos, cuyos salarios y condiciones culturales les convertan en una capa
superior dentro de los trabajadores.
172
creando luego los Altos Hornos de Vergara que, desde 1900, eran complementarios de la
Unin Cerrajera de Mondragn; as, a principios de siglo se contaban ya ms de 1.500
obreros en la propia zona vergaresa. Irn, puesto fronterizo con comercio y servicios, era
escasamente industrial. Tolosa, por el contrario, haba aadido a su funcin comercial una
industria importante, sobre todo papelera, ms el textil y la madera; incluso en 1911 se cre
un Banco de Tolosa, exponente de la pujanza financiera local. En Beasain la industria
siderrgica moderna exista desde 1858; en 1894 se da su nombre a la Maquinista
Guipuzcoana (CAF desde 1945), y alrededor de esta empresa se juntan la mayora de los 845
obreros que Beasain tena en 1908. Azpeitia y Azcoitia fabrican desde finales de siglo
alpargatas, boinas, cestera y muebles, con una estructura bsica de pequeos talleres. En el
alto Urola, el centro principal de industria era Legazpia, con textil, muebles, alimenticias y
metalurgia.
Se trata pues de una industrializacin que, poco a poco, alcanza a la mayora de los valles (la
enumeracin de los prrafos anteriores no es completa); el crecimiento demogrfico entre
1900 y 1930 es notorio y es precisamente en esta poca cuando se van a dar
concomitantemente el desarrollo industrial, el del nacionalismo y el de las diversas ramas del
movimiento obrero.
Sus ataduras con el sistema tradicional y la civilizacin agraria siguen siendo importantes. El
carbn de madera se emplea en las fbricas de Beasain, Mondragn, Vera y Vergara,
proveniente sobre todo de Navarra y de la zona de Oate. Multitud de talleres siguen usando
la fuerza de los ros para mover sus mquinas, al igual que las antiguas ferreras del Antiguo
Rgimen: hasta fines de siglo, directamente en las cuencas del Deva, Oria y Urola; desde
1890, a travs de multitud de pequeas centrales hidroelctricas, muchas de escasa potencia y
cuya propiedad estaba enormemente diseminada.
173
Evidentemente, queda mucha artesana: as 90 cesteros en Oate, un centenar en Zumrraga.
Cuatro negociantes en la primera villa y dos en la segunda compran a los artesanos y
revenden. Un paso ms se da con la creacin de manufacturas de muebles de junco y mimbre:
el trabajo se hace a mano y los obreros son concentrados en la fbrica; desde 1885 se han
extendido estas actividades, por Azpeitia (150 obreros), Zumrraga (8 talleres, el princip al
con 100 obreros), Deva, Motrico, Beasain, Oate y otros. Las fbricas de muebles de madera,
con maquinaria movida a la electricidad, suponen ya una mayor complejidad, aunque sigan
ligadas al bosque y al mercado locales: con un mximo de 20 obreros por e mpresa, la mayora
entre 5 y 10, capitales locales e incluso asociaciones entre primitivos obreros, se concentran
sobre todo en Zarauz (12 fbricas) y Azpeitia (14).
En Vergara se juntaban 700 obreros de los 1.100 que en la provincia se dedicaban a fabricar
los robustos tejidos azules para buzos obreros. El hilo vena, sobre todo, de Catalua; el
mercado estaba directamente ligado al desarrollo local del proletariado, y como es natural, las
fbricas se desarrollan sobre todo desde 1895. Asimismo, fbricas de alpargatas aparecen en
Azcoitia (4 con 600 obreros en 1910, ms dos hiladuras de yute con cerca de 1.000 obreros),
en Azpeitia y en Zumrraga, ms bastantes trabajadores a domicilio. Ligado al auge
demogrfico y de la construccin, asistimos al desarrollo de tejeras y fbricas de ladrillos,
dispersas y de poco capital y mano de obra; la industria del cemento por el contrario,
desarrollada en Cestona y a las puertas de San Sebastin, rene 200 obreros en la fbrica
cercana a la capital y exporta bastante a Sudamrica. Nos queda, por ltimo, la metalurgia. En
174
Vergara y Mondragn el complejo Altos Hornos-Unin Cerrajera es una verdadera empresa
capitalista, pero su base obrera, de origen local, sigue viviendo en caseros y participando en
sus labores, mientras que ms de un centenar de personas hacen trabajo a domicilio en
actividades complementarias. Sin embargo, los obreros de fbrica crecen: 750 en Mondragn
en 1910, 1.150 en 1922. La metalurgia ligera, dispersa por la provincia, con 140
establecimientos en 1915 y una media de 41 obreros por empresa (cerca de 6.000 obreros), se
completaba con un nmero difcil de determinar de obreros a domicilio. En Eibar, donde sus
105 fbricas reunan 4.000 obreros especializados sobre todo en las armas, es donde ms claro
aparecen estas caractersticas de dispersin, trabajo a domicilio, contractos estrechos con la
cultura tradicional e incluso ocultacin de la extraccin de plusvala mediante el trabajo de los
patronos o la relativa independencia de los especializados. Dentro de esta metalurgia ligera,
buena parte de las actividades se ligaban asimismo al mercado local: arados en Legazpia y
Oate, clavos para herraduras en Tolosa, ballenas de paraguas en Oate, motores para barcas
de pesca en Zumaya, como ejemplos. Otras trabajaban para la exportacin, como las fbricas
de armas de Eibar, Placencia y Zumrraga. En general son empresas pequeas: la de Beasain,
fabricante de material ferroviario para todo el Estado espaol, usando metal que le llegaba de
Bilbao, y con una plantilla de 1.800 obreros en 1915, era una excepcin tanto por su tamao
como por su mercado y su aprovisionamiento de materia prima.
-ALAVA: Esta provincia contina siendo predominantemente agraria: sobre sus 184.176
habitantes de 1930 tan slo unos 8.000 eran obreros; la mayor parte de las empresas son de
pequeo tamao y de gestin individual o familiar. La burguesa local, que haba creado en
1900 el Banco de Vitoria, se reparta en multitud de talleres y pequeas fbricas dispersas,
sobre todo en la metalurgia y la madera y el mueble. La fbrica principal era la de Ajuria, de
aperos de labranza, que reciba su metal de Bilbao y algo de las forjas de Araya y posea un
mercado extendido fuera de las provincias vascas; Aranzbal era tambin una empresa
metalrgica relativamente importante.
175
produccin mecnica; su despegue industrial, que le va a dar su fisonoma actual, no se inicia
hasta 1935, con la creacin de Vidrieras de Llodio (Villosa).
En 1900 los tres cuartos de los navarros vivan en ncleos rurales de poblacin; slo un 4 por
ciento se ocupaba en la industria, porcentaje que en Pamplona era tan slo del 11,7 por
ciento. La capital era el centro administrativo, comercial y militar de una provincia agraria.
Algo de industria exista en Estella, as como en la Ribera, tratndose en ambos casos de
transformaciones simples de productos locales, como azucareras y conserveras.
Hacia 1920 Pamplona queda unida a San Sebastin por ferrocarril, y Estella a Vitoria y, a
travs de sta, al valle del Deva y al eje de Bilbao-San Sebastin. Desde esta fecha, en Estella
aparece una nueva industria ligada al ferrocarril y a la electricidad; las tcnicas artesanales
predominan, pero las actividades se diversifican, alcanzando al textil, la alimentacin, los
curtidos, las serreras y otras. Las primeras mecanizaciones no se harn hasta justo antes de la
guerra.
176
Hagamos notar que es precisamente en las zonas mencionadas donde se desarrollara el
nacionalismo vasco en Navarra. Pese a todo, la debilidad numrica y estructural de la clase
obrera es evidente.
Creo que, pese a la insuficiencia de las fuentes estadsticas, se puede afirmar sin temor a
equivocarse que ese proletariado de origen directo vasco, disperso en multitud de empresas de
carcter local y en contacto estrecho con una civilizacin tradicional en crisis pero viva y
presente, existe y se desarrolla en este primer tercio del siglo XIX. Las relaciones entre ellos y
sus patronos, muchos de los cuales han sido o bien pequeos jautxos (miembros, pues, de la
comunidad tnico-poltica base del carlismo), o bien compaeros de una misma primitiva
condicin campesina o proletaria, estaran probablemente teidas de fraternidad y
paternalismo, acentuadas por al lengua comn, la participacin en un sistema cultura muy
parecido y la marginacin de todo el pueblo vasco 182 .
182
Adems, en Guip zcoa la lucha de clases no tuvo manifestaciones muy agudas en esta primera poca de
expansin nacionalista. La larga huelga de Sarasqueta y Ca. en Eibar de 1906 ocurre en pleno enclave
socialista; la de 1907 en la CAF de Beasain en el seno de una gran empresa. Las huelgas efectuadas en empresas
ligadas a la burguesa local y al naciente proletariado autctono son escasas: Tolosa, Irn, Pasajes, San
Sebastin, Rentera, Eibar, Mondragn, conocen movimientos de amplitud y resultados diversos, donde la
patronal se suele mostrar intransigente y segura de s mis ma, con buena concienc ia de benefactora calumniada.
Ms tarde, en 1917-1923, la conflictiv idad es ya bastante intensa, sobre todo entre 1918 y 1920. Especialmente
duras sern las luchas de la CAF en 1917, la huelga de los tranvas San Sebastin -Tolosa en 1920 y, en este ao,
la del calzado en Azpeitia; en 1921 hay que sealar la de la Papelera Espaola y la de los alpargateros de
Azcoitia en 1922. Recordemos que ya antes habamos calificado a unos cuantos de los industriales de Azcoitia
como Integristas, ya que se deca que ellos sostenan y financiaban a esta rama del carlis mo: por lo que parece,
en las elecciones de 1913 d ieron cerca de 200.000 pesetas a la organizacin, co mpraron votos, amenazaron con
echar de la fbrica a los obreros que no votaran a sus candidaturas, y s e aseguraron una slida reputacin de
caciques. En esta ltima poca de luchas, las empresas practicaron habitualmente el lock-out, las sanciones y
la no read misin.
De todos modos, hasta 1917 el n mero anual de huelguistas fue siempre inferior a mil por ao (ver Cilln
Apalategui, op. cit,, pg, 43). No parece excesivo afirmar que hasta la poca 1917 -1923 hubo una cierta
armona entre obreros y patronos dentro de la industria no oligrquica y que, tal vez, las actitudes ms duras
dentro de sta corresponderan al sector carlista de la patronal. Habra as una situacin favorable a la ideologa
interclasista que estamos comentando.
177
Aparte de este amplio sector, los especializados y los empleados de las grandes empresas,
sobre todo en la zona bilbana, van a formar el grupo ms concentrado y ms activo del
proletariado nacionalista. Para los primeros, dispersos en una sociedad vasca, su adscripcin
al vasquismo e incluso al nacionalismo va a ser un corolario de una situacin global sentida
como una evolucin natural de sus propios pueblos; para los segundos, habr que batallar cara
a la oligarqua y clara a la emigracin roja, afirmando su condicin de vascos en medio de
tal batalla.
La nica gran empresa nacionalista sobre la que hemos podido recoger informaciones para
aclarar la cocina interna del interclasismo y del paternalismo ha sido Euskalduna,
propiedad de Sota. Sota cre una casa-retiro para sus marinos, un buque-escuela para la
formacin de sus propios oficiales, un pequeo sanatorio antituberculoso en la campa de
Arraba (Gorbea), y otras iniciativas de este tipo. Sus propios negocios, que sobre todo en la
poca de la Gran Guerra marchaban viento en popa, le permitan una mayor flexibilidad cara
a los obreros que la de los oligarcas: sus xitos econmicos eran motivo de bonificaciones
para los trabajadores. As, la botadura del Artagan-Mendi el 9 de junio de 1917, donde por
primera vez abandona la tcnica del dique seco, coincide con un regalo de cinco pesetas a
cada obrero y con un nuevo aumento de salarios del 15 por ciento, con lo que la Compaa
haba concedido espontneamente un aumento del 40 por ciento para compensar la caresta de
la vida. Evidentemente, hay vtores obreros para Sota.
Esta poltica de relativo buen trato, iniciativas de tipo educativo y asistencial y evitacin de
tensiones por desfase de los salarios, eran tan slo posible en cuanto que los beneficios eran
sustanciosos. Esta fue la situacin de Sota y su equipo entre 1900 y 1917, poca, como ya se
ha sealado, del triunfo burgus en el nacionalismo. Adems, esta poltica se ejerca sobre un
personal seleccionado: directores, ingenieros, capitanes, eran vascos y nacionalistas; la
mayora del personal cualificado igualmente; de hecho, entre los obreros la mayora estaba
sindicada en Solidaridad de Obreros Vascos y la minora en la UGT. De este modo,
solidaridad nacional, interclasismo y paternalismo posean las mejores condiciones para
actuar conjuntamente.
178
Pero la crisis econmica del final de la Gran Guerra alcanza tambin a los obreros de
Euskalduna. En agosto de 1917, sus trabajadores apoyan la huelga revolucionaria, pero con
reticencias: al ser aplastada por el Ejrcito, los obreros firman una solicitud pidiendo al seor
Sota que abra las puertas, porque quieren volver al trabajo. Y el 23 de diciembre hacen un
homenaje a su patrono. Sin embargo, en agosto el director de Euskalduna, Mendiguren, fue
vctima de un atentado frustrado.
Sin duda, el interclasismo llevado a sus ltimas consecuencias se vuelve una postura de
esquiroles: los obreros de Euskalduna tendrn tambin que pasar por este aro. En 1921, con
motivo de una huelga en los Astilleros Ardanaz, los obreros nacionalistas de Euskalduna
van a aquellos astilleros a efectuar una botadura: a la vuelta, hay un tiroteo pro vocado por los
socialistas.
De todos modos, por falta de materiales de base, historiar el movimiento obrero nacionalista
anterior a 1923 ha de limitarse a hablar, y poco, de ELA-STV. Ya hemos citado casos de
179
patriotas (ms o menos patriotas) dentro del socialismo, como Meabe y Madinabeitia: la
conclusin es que, pese a la tendencia actual de recuperar demaggicamente estas figuras, su
vasquismo no se tradujo en una operatividad poltica patritica.
Limitados as a ELA-STV, nos encontramos con que su historia nos es poco conocida. An
no se le ha dedicado ningn trabajo monogrfico de importancia. Las referencias en el libro
del Padre Garca Nieto 183 son incompletas; el artculo de Garca Venero en la Revista del
Trabajo184 es incluso incorrecto. Aparte de las referencias dispersas en la prensa del PNV y de
la propia ELA-STV, el nico documento preciso, y de primera mano, es la obra del Padre
Polcarpo de Larraaga recin publicada 185 . Pero as y todo se trata de un testimonio
interesado, dado por un protagonista principal de los hechos, y que tendra necesidad de una
confrontacin crtica con otras fuentes. Sea como sea, es hoy el principal texto, y lo que
escribimos a continuacin tiene que limitarse en muchas ocasiones a glosarlo.
Sobre el estado de espritu de los primeros solidarios, disponemos del precioso testimonio de
Manu Robles-Aranguiz, quien nos dice:
A partir de aqu (de la poca de Sabino Arana), el movimiento obrero socialista que hasta
entonces se haba conducido tan brillantemente, limitado por exclusivo a la defensa de los
intereses del trabajador, se suma tambin a dicha campaa antivasca y traspasando los lmites
de lucha contra los capitalistas explotadores, unido a ellos con ms o menos discrecin, se
encara tambin violentamente contra cuanto representa el alma vasca y sin respeto a las
cualidades antropolgicas del vasco, de las que el movimiento obrero socialista hace befa; sin
respeto al profundo sentimiento religioso; sin respeto a nuestro idioma, al que ridiculiza; en
fin, con desprecio y persecucin a todo lo vasco se distingue en molestar y perjudicar a todo
obrero vasco que no forme parte de su movimiento, consiguiendo, incluso, de ciertas
183
El sindicalismo catlico en Espaa. Notas sobre su origen y evolucin h asta 1 936. 1960.
184
La Solidaridad de Obreros Vascos (1911-1937), R. del T., n. 8, pginas 3-21. El cambio de nombre de SOV
a STV se dio en 1933.
185
Ver nota 157 de este captulo. Terminada la redaccin de este captulo, ha aparecido un artculo de Idoia
Estorns, La formacin de un prole tariado, Triunfo 786, 18-2-1978, En l, co mo poda esperarse por la
personalidad de la autora, se insiste sobre todo en las actividades antoligrquicas y reivindicativas de la primera
ELA-SOV.
180
importantes factoras siderometalrgicas el control de admisin de obreros, por el que niega el
derecho al trabajo en su propia patria a muchos de sus hijos.
Un patriota ardiente y sincero poda creer, pues, que la vuelta al estado anterior a 1836
ahorrara al Pas las desigualdades capitalistas y la revolucin social. La prensa nacionalista
de la primera dcada del siglo XX abunda en artculos de condena al socialismo, por extrao
al Pas, anticatlico y liquidador del orden social. Ya en 1909 se crea por el Centro Vasco en
186
Discurso en el Ho menaje que se le tributa en octubre de 1973. N mero especial de Lan-Deya, pgs. 61 y 62.
187
Op. cit., pg. 42.
188
Op. cit., pg. 25.
181
Alonstegui una Sociedad de Socorros Mutuos, con ayudas por casos de enfermedad o
fallecimiento, abierta a obreros y patronos. Estas opciones ideolgicas y estas posturas
interclasistas corresponde al cambio social ocurrido en el Pas, y al contenido popular de un
nacionalismo cada vez ms vehiculado por la burguesa local: aspectos ya comentados en
apartados anteriores y que no desarrollaremos aqu.
Ahora bien esta vehiculizacin burguesa va a obligar al movimiento obrero nacionalista a ser
especialmente antisocialista. Mientras que en el frente antioligrquico la accin poltica se
concretaba, sobre todo, en la lucha electoral, en el frente antisocialista va a haber que tomar
posturas mucho ms a ras de tierra, en los propios tajos y en funcin de los conflictos y de las
huelgas. Ya un suelto de Bizkaitarra sobre la huelga de 1910 indica el triste papel que la
burguesa local reserva al sindicalismo nacionalista:
El remedio de todos estos males -slo la Diputacin pierde con esta huelga cientos de miles
de pesetas- slo podra hallarse, hoy por hoy, si la gente adinerada apoyase el proyecto de
sociedades de obreros vascos, que ha tiempo persigue el partido nacionalista vasco y que no ha
de tardarse mucho tiempo sin que se trate de llevarlo a la prctica.189
En 1912, verdadera prueba para Solidaridad, pues tuvo que luchar simultneamente en dos
frentes, al parecer, antitticos, pero que para destrozar a los obreros vascos se entienden
perfectamente. De un lado el socialismo (...); y del otro lado, el gran capitalismo, furiosamente
centralista y antivasco.191
189
Citado por P. Larraaga, op. cit., pg. 37.
190
En realidad, dada la doctrina nacionalista, es de suponer que el problema prctico de emig rantes que quisieran
afiliarse no se producira muy a menudo
191
Op. cit., pg. 53.
182
En la prctica, en los aos entre 1910 y 1920 hay un trasvase de afiliados desde los Sindicatos
Catlicos a ELA-SOV. Asi ocurre en Mondragn y Azpeitia, sitios do nde el propio Larraaga
gozaba de gran influencia. En 1916 hay 19 agrupaciones solidarias en Vizcaya y 7 en
Guipzcoa. No se trata del tpico movimiento amarillo al servicio del gran capital: el aspecto
antioligrquico de la lucha, el enfrentamiento con los patronos no nacionalistas, le dan
caractersticas de lucha reivindicativa bastante importantes. Pero la mediatizacin por la
burguesa local es notoria, y muchas actuaciones se parecen mucho al amarillismo. En efecto,
ELA-SOV no haca poltica, se limitaba, segn sus estatutos, al campo social, y dejaba en
libertad a sus afiliados de apoyar a quien quisieran, indicando sus preferencias por una lnea
precisa, patritica, que no era otra que la del PNV. As, la mediacin a que hemos hecho
referencia se realizaba plenamente: estatutariamente, el sindicato de los obreros vascos defina
y estableca que el terreno poltico era terreno vedado para que en l slo actuase el partido de
la burguesa local.
En este contexto, la huelga revolucionaria de 1917 va a ser una prueba del fuego para
Solidaridad. Larraaga describe as la actitud de su organizacin:
Fue un momento muy difcil para Solidaridad porque los conflictos sociales se mezclaron
con movimientos autonomistas, y ambos fueron aprovechados por elementos revolucionarios
para desviar de sus cauces naturales a aqullos. Los solidarios, y con ellos los obreros
catlicos, adoptaron la nica postura que les era permitido: la de retirarse de las luchas
sociales, mientras durase ese perodo catico: socorrer y asistir a sus forzosamente parados, y
gestionar, luego, una digna solucin de los problemas pendientes de sus afiliados. 192
192
Ibd., pg. 65.
193
Ibd., pg. 69.
183
Actitud que, desde el punto de vista de la solidaridad de clase es muy poco digna de alabanza,
pero que desde la ptica de una organizacin pensada sobre todo para el bienestar y la ayuda
de y a los afiliados, metida dentro del auge general de la mentalidad nacionalista interclasista,
no deja de ser atractiva para muchos trabajadores. De hecho, la organizacin crece y en 1918
hay ya 17 agrupaciones en Bilbao y 19 en la provincia de Vizcaya, concentradas en las
cuencas del Nervin y del Ibaizbal.
El enfrentamiento con los socialistas toma todas las formas: desde la alianza con los
Sindicatos Catlicos en 1919 con el fin de pedir la jornada de ocho horas desde una
plataforma propia, hasta los enfrentamientos fsicos y los muertos de 1920. Sin embargo,
todos los afiliados a SOV no adoptaban esta actitud: ya en 1916 solidarios y ugetistas unidos
protagonizaron un plante comn de tipgrafos en los talleres del peridico Euzkadi; y en
plena crisis, en 1920, hubo expulsiones y desautorizaciones de miembros de Solidaridad que
no aceptaban el abstencionismo de su organicin ante los graves conflictos existentes 194 . Se
trata de casos aislados, pero que son ya mrgenes de la postura de clase independiente que
llegar a desarrollar el movimiento obrero patritico.
Ahora bien, a partir de 1921 estamos ya en plena poca de colaboracin entre oligarcas y
socialistas. El frente principal de los solidarios va a ir ya directamente contra esta alianza,
convertida en enemiga declarada del nacionalismo. Y as veremos como en Altos Hornos la
UGT se pone al lado de la patronal mientras que SOV est en contra. Esto no impide que la
postura contrarrevolucionaria persista: SOV no se suma a la huelga general de 1921, y
romper, junto a la UGT, la huelga general decretada por comunistas y libertarios en la zona
minera en 1922; asimismo, se opone a todas las dems centrales que defienden una huelga en
la metalurgia para el 16 de marzo de este ao, y decret la continuacin del trabajo cuando los
comunistas hicieron saltar en octubre una huelga general con motivo de juicio contra los
presuntos asesinos del gerente de Altos Hornos, continuacin del trabajo que, en varios sitios
se hizo bajo la proteccin de la Guardia Civil.
194
Habra que conocer otras fuentes que Larraaga sobre estos disidentes. Su libro, co mo el de Aguirre Entre la
libertad y la revolucin, parecen destinados a subrayar el carcter contrarrevolucionario del PNV, y por ello son
susceptibles de minimizar lo que dentro del propio nacionalis mo haba de subversivo.
184
En general, podemos concluir que pese a la importancia significativa de SOV, puesto que su
existencia traduce la de un proletariado nacional, su mediatizacin por la burguesa local se
traduce en un conjunto de posturas contrarrevolucionarias. No se opone slo al espaolismo
socialista, sino a la agudizacin de la lucha de clases, a su extensin. Las mejoras reales
conseguidas para sus afiliados, su doble plano de anticapitalismo en lo que a la oligarqua
respecta y colaboracin de clases cara a la burguesa nacionalista, no puede hacernos olvidar
que su historia traduce, en grado bien claro, la de la mediacin nefasta de la burguesa local
sobre los trabajadores vascos.
185