Roma y Los Barbaros
Roma y Los Barbaros
Roma y Los Barbaros
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Terry Jones & Alan Ereira
ePub r1.0
Titivillus 23.04.17
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Ttulo original: An Alternative Roman History
Terry Jones & Alan Ereira, 2006
Traduccin: Toms Fernndez Az & Beatriz Eguibar
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Para Sergio y Luqui, con afecto y respeto,
por sosegar nuestro corazn
BEATRIZ Y TOMS
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Prefacio
Ha sido preciso cierto valor para escribir este libro y el guin de la serie televisiva
derivada de l. Abarca un perodo de ms de setecientos aos de historia, visita tres
continentes y nos ha obligado a invadir el terreno de un gran nmero de eruditos que
no slo estn consagrados a su oficio sino que poseen una impresionante trayectoria.
Sin embargo, lleg a convertirse casi en una obsesin. En el ao 1997 propusimos
por primera vez a la BBC la realizacin de una serie televisiva sobre el particular y
desde entonces el programa se ha venido reponiendo prcticamente todos los aos. Se
trata adems, por alguna razn, de un tema que levanta pasiones. Qu otro proyecto
de la pequea pantalla habra podido lograr que el significado de un gerundio de una
frase de Tcito llevara a cuatro hombres adultos a dar encolerizadas voces en un
despacho?
Los brbaros de Terry Jones aborda las peripecias de todos los pueblos a los que
los romanos adjudicaron el despectivo epteto de incivilizados, pero es tambin una
buena oportunidad para contemplar a los propios romanos desde un punto de vista
diferente desde la perspectiva de las mismas gentes contra las que despotricaban.
Y en ese sentido coincide con una de las tesis que estuvimos remachando tanto en
Terry Jones Medieval Lives como en el programa radiofnico de Terry titulado The
Anti-Renaissance Show. Dicha tesis sostiene que la epopeya de Roma que se nos ha
endosado a todos es falsa, y que eso ha tergiversado por completo la comprensin de
nuestra propia historia ya que no slo se ha glorificado un dilatado perodo
marcado por el implacable poder imperial (y disculpado asimismo sus excesos), sino
que ese ensalzamiento, al hacerle el juego tanto a los tiranos del Renacimiento como
a otros imperios ms modernos, ha distorsionado hasta el paroxismo la idea que nos
hacemos de la llamada Edad Media y de los pueblos a los que Roma, no contenta
con aplastarlos, culp despus de su propio desplome. Ah, por cierto!, ya metidos
en harina, decidimos incluir tambin en el texto unos cuantos comentarios bien
medidos sobre la Iglesia.
Desde luego no somos expertos en la materia, y hemos contrado una gran deuda
con los numerosos eruditos e historiadores de verdad que nos han permitido utilizar
sus cerebros y pisotear su campo con nuestros zapatones, inevitablemente torpes. Les
agradecemos mucho que se hayan mostrado tan tolerantes y generosos en sus
advertencias. Nos gustara especialmente mostrar nuestra gratitud al doctor Walter
Pohl, por sus tiles comentarios; al doctor Peter Heather, por haberse tomado la
molestia de dedicar tiempo a buscar respuestas para nuestras preguntas, a veces
machaconas, al doctor Hartmut Ziche, y sobre todo, al profesor Barry Cunliffe, cuya
amabilidad al apartarnos con todo cuidado de algunos errores graves, aadida al
inequvoco y prudente entusiasmo que ha mostrado por el proyecto, ha sido de
enorme ayuda. Pedimos disculpas a todas estas personas.
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Tenemos una enorme deuda de gratitud con el equipo televisivo de produccin, en
especial con Nick Kent, de OFTV, que se las arregl para conseguir que la BBC y el
Canal de Historia se adhirieran al proyecto y lo supervisaran con mirada paternal; con
David McNab, el montador de la serie; con los productores y directores Rob
Coldstream y David Wilson (que tuvieron que bregar con una inmensa cantidad de
material y forcejear con nosotros, arrebatados por el acaloramiento de una
vehemencia seudoacadmica); y con las ayudantas de produccin e investigadoras
Clare Lynch, Susannah Davis y Sarah Veevers.
Si decide dar a este libro el tratamiento de un juego de construcciones, desrmelo
y vuelva a montar sus partes en orden cronolgico: obtendr un relato que comienza
con los primeros vagidos de Roma, en torno al siglo V a. C., y llega hasta el ltimo
emperador romano, cerca de mil aos ms tarde. Topar sin embargo con lagunas de
extraas formas y se encontrar con un buen nmero de piezas sobrantes esparcidas
por el suelo. La razn es que esto no es una historia de Roma, y que el relato que aqu
ofrecemos es distinto a todos cuantos se han escrito.
Hay desde luego, tanto en ingls como en espaol, centenares de libros que
abarcan esta misma poca, pero no existe ningn estudio de conjunto que lo aborde
desde una perspectiva no romana. Slo los libros que se dedican especficamente al
examen de determinadas sociedades concretas casi siempre las de los celtas y los
germanos han dedicado alguna pgina a los brbaros de los primeros tiempos,
los que actuaron con anterioridad al siglo I d. C. Para pocas posteriores, el lector no
especializado se vea obligado a hojear toda una serie de enormes volmenes escritos
al amparo de la gran Historia de la decadencia y ruina del imperio romano de
Gibbon. Los pueblos a los que los romanos llamaban brbaros desempean uno de
estos dos papeles: o bien se encuentran en los mrgenes del relato central, o bien
irrumpen en l como invasores.
Lo que hoy contemplamos, sin embargo, es el mundo que ellos crearon y
habitaron, y en el que Roma es la intrusa, o, ms tarde, su anfitrin o su presa, segn
los casos. Nuestro inters por Roma no reside tanto en lo que esos pueblos le hicieron
al imperio como en lo que el imperio les hizo a ellos. Y dado que ellos son de
hecho los pueblos que han dado vida al mundo en el que vivimos, ese inters se
transforma de modo notablemente literal en la siguiente interrogante: Qu es lo que
siempre nos han hecho a nosotros los romanos?. La respuesta, como ya se habr
figurado, no suele ser demasiado agradable.
Por consiguiente, lo que aqu hemos construido no es un periplo cronolgico que
recorra la historia del imperio. En vez de eso, hemos preferido dividir en cuatro
partes el mundo no romano.
En la primera parte hemos presentado el cosmos de los celtas atlnticos, desde su
pleno apogeo, ocurrido en el siglo I a. C., hasta su destruccin final, doscientos aos
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ms tarde, a manos de los ejrcitos romanos. A continuacin examinamos el fracaso
que cosecha el Estado romano en el territorio celta a lo largo del siglo III, y el
ininterrumpido declive que condujo a la reaparicin de un mundo atlntico distinto en
las antiguas tierras celtas.
La segunda parte estudia el territorio germano (en el que hemos incluido la Dacia)
y a los germanos mismos. Esto quiere decir que nos interesamos en las formas que
adopt la resistencia que los germanos ofrecieron a la ocupacin romana a lo largo
del siglo I d. C.; en la gran civilizacin de la Dacia, que Roma arras en el siglo II; y
finalmente en los godos y en los esfuerzos que stos hicieron por integrarse en el
imperio a lo largo del siglo IV y principios del V.
En la tercera parte centramos nuestra atencin en los pueblos que consideraban
que, en realidad, los brbaros eran los romanos esto es, los griegos (quienes en la
Antigedad juzgaban brbaros a todos los extranjeros, para descubrir que los
romanos les vean a su vez con los mismos ojos) y los persas (una sociedad brbara
que vio coronado por el xito el desafo militar que plante a Roma y que habra de
sobrevivir largo tiempo al imperio de Occidente). Para relatar la historia de los
griegos nos remontamos a los primeros aos del siglo IV a. C., y el estudio de los
persas nos hace retroceder otros cien aos ms, lo que nos embarcar en un viaje
pico que culmina, a los efectos de nuestro relato, con la irrupcin de los hunos en
Persia, ocurrida casi ochocientos aos ms tarde.
Hasta el momento hemos observado lo que suceda al oeste, al norte y al este. La
cuarta parte nos conduce al sur, al frica vndala, y el relato queda enteramente
enmarcado en el siglo V d. C. sta es, sin embargo, la parte en la que analizamos la
revolucin cristiana y el impacto que sta ejerci, no slo en la misma nocin de
brbaro, sino tambin en los propios brbaros. Tambin nos ocuparemos aqu del
francamente extraordinario reino de Atila el Huno, quien con toda probabilidad debi
de ser, de todo el Occidente, el personaje que ms contribuyera en la prctica (aunque
de forma ms bien involuntaria) a transferir a la Iglesia el poder del imperio.
Son muchas las cosas que pueden sorprendernos: el refinamiento de la ingeniera
y la matemtica celtas, el elevado grado de desarrollo que alcanza la filosofa
religiosa en la Dacia, el hecho de que los griegos se encontraran sin lugar a dudas al
borde mismo de una revolucin industrial, la comodidad con que transcurra la vida
en las villas vndalas, el admirable Teln de Acero que levantara Atila entre su
reino y el imperio romano Y otras muchas cosas.
Bienvenido, por tanto, a una historia narrada desde un punto de vista diferente.
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Cronologa brbara
Pese a que la sucesin temporal de los acontecimientos que se incluyen en este libro
sea tosca y un tanto primitiva, podr darle una idea del avance de la secuencia
cronolgica y ayudarle a seguir el hilo del relato.
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41 d. C. Claudio es nombrado emperador.
42 d. C. Muere Cunobelino.
43 d. C. Invasin de Britania.
54 d. C. Nern es designado emperador.
60 d. C. Revuelta de los icenos.
69 d. C. Vespasiano ocupa el trono y se apodera de Roma.
81 d. C. Entronizacin del emperador Domiciano.
87 d. C. Comienza el reinado de Decbalo, rey de la Dacia.
98 d. C. Trajano, emperador.
105 d. C. Roma toma la Dacia.
117 d. C. Adriano elevado a la categora de emperador.
196 d. C. Albino es aclamado como emperador; Septimio Severo saquea Persia.
218 d. C. Heliogbalo se convierte en emperador.
222 d. C. Alejandro Severo es investido emperador; se inicia el reinado de
Ardachir I, rey de Persia.
235 d. C. Comienza un perodo de cincuenta aos caracterizado por una sucesin
de 49 emperadores.
241 d. C. Comienza el reinado de Sapor I, rey de Persia.
244 d. C. Asesinato de Gordiano III.
259 d. C. Pstumo funda el imperio galo.
260 d. C. Sapor I captura a Valeriano.
267 d. C. Zenobia declara emperador a su hijo.
270 d. C. Aureliano se convierte en emperador y abandona la Dacia.
272 d. C. Aureliano derrota a Zenobia; muere Sapor I.
273 d. C. Aureliano reconquista el imperio galo.
284 d. C. Diocleciano es proclamado emperador y divide el imperio; el gobierno
de Occidente queda en manos de Maximiano.
286 d. C. Carausio declara la independencia de Britania.
297 d. C. Constancio recupera el control de Britania.
309 d. C. Sapor II es coronado estando todava en el seno materno.
312 d. C. Constantino se apodera de Roma.
324 d. C. Constantino toma Bizancio y se convierte en el nico emperador.
325 d. C. Concilio de Nicea.
337 d. C. Fallece Constantino I.
350 d. C. Los hunos atacan Persia.
358 d. C. Sapor II resuelve el problema huno.
363 d. C. Sapor II derrota y da muerte a Juliano.
364 d. C. Valentiniano I accede al trono; en Oriente, Valente ocupa el cargo de
emperador.
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375 d. C. Muere Valentiniano I; Valentiniano II sube al trono de Occidente; los
hunos invaden la Dacia; los godos cruzan el Danubio y se convierten al
cristianismo.
378 d. C. Valente es asesinado en Andrinpolis; Teodosio I es proclamado
emperador de Oriente.
391 d. C. Se declaran ilegales el arrianismo y el paganismo.
392 d. C. Valentiniano II muere asesinado.
394 d. C. Batalla del ro Frgido: Eugenio es derrotado; Teodosio I se convierte en
emperador nico.
395 d. C. Muere Teodosio I; Alarico se rebela; la divisin del imperio en sus
mitades oriental y occidental adquiere carcter permanente.
401 d. C. Alarico ataca Italia; los vndalos cruzan los Alpes.
406 d. C. Los vndalos y las dems tribus atraviesan el Rin.
407 d. C. Los britnicos proclaman emperador a Constantino III.
408 d. C. Estilicn muere asesinado; primer cerco de Alarico a Roma.
410 d. C. Alarico saquea Roma.
411 d. C. Los vndalos se internan en Hispania.
412 d. C. Descuartizamiento de Hipacia.
417 d. C. Reino visigodo de la Aquitania; los visigodos atacan Hispania.
425 d. C. Los vndalos se apoderan de Cartagena y de Sevilla.
428 d. C. Fallece Gunderico; comienza el reinado de Giserico, rey de los
vndalos.
429 d. C. Los vndalos penetran en frica.
434 d. C. Atila y Bleda se hacen con la jefatura de los hunos.
439 d. C. Los vndalos toman Cartago.
441 d. C. Los hunos atacan los Balcanes.
444 d. C. Muerte de Bleda.
447 d. C. Atila ataca Constantinopla.
451 d. C. Los hunos invaden la Galia.
452 d. C. Los hunos invaden Italia.
455 d. C. Los vndalos saquean Roma.
476 d. C. Depuesto el ltimo emperador de Occidente.
477 d. C. Muere Giserico.
489 d. C. Los ostrogodos se apoderan de Italia.
496 d. C. Clodoveo se convierte al catolicismo.
507 d. C. Los francos se imponen a los visigodos.
526 d. C. Muerte de Teodorico.
533 d. C. Bizancio conquista frica.
535 d. C. Los bizantinos toman Ravena.
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Reparto de papeles: los buenos y los
malos
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superaban. El rasgo privativo de Roma radicaba en el hecho de poseer el primer
ejrcito profesional que haya conocido el mundo. Las sociedades normales estaban
integradas por granjeros, cazadores, artesanos y comerciantes. Cuando se vean en la
necesidad de combatir no fiaban su suerte a la instruccin militar ni a un armamento
estndar, sino a una determinacin mental que las empujaba a realizar actos de
herosmo personal. Desde la ptica de los pueblos que posean soldados bien
entrenados para rechazarles era fcil describirlos como simples salvajes. Pero esa
impresin se apartaba notablemente de la realidad.
Lo cierto es que debemos mucho ms a los llamados brbaros que a los
hombres que vestan la toga. Y el hecho de que sigamos pensando que los celtas, los
hunos, los vndalos, los godos, los visigodos y dems eran brbaros implica que
todos nosotros nos hemos tragado el anzuelo de la propaganda romana. Todava
aceptamos que sean los romanos quienes definan nuestro mundo y nuestro concepto
de la historia.
No obstante, en los ltimos treinta aos se ha empezado a modificar el guin. Los
descubrimientos arqueolgicos han arrojado nueva luz sobre los textos antiguos que
han llegado hasta nosotros, y esto ha propiciado interpretaciones inditas del pasado.
Hoy sabemos que el imperio romano detuvo en seco durante cerca de mil quinientos
aos numerosos avances cientficos y matemticos en curso, y que en pocas mucho
ms recientes ha sido preciso volver a aprender y a descubrir buena parte de lo que ya
se saba y se haba logrado antes de que Roma se alzara con el poder.
Roma emple su ejrcito para eliminar las culturas que la circundaban, y pagaba a
sus soldados con las riquezas que arrebataba a esos pueblos. Romaniz las
sociedades conquistadas y dej el menor rastro posible de ellas. Lo cierto es que gran
parte de lo que entendemos por civilizacin romana procede del pillaje cultural por
el que un buen nmero de elementos del mundo brbaro pasaron a manos romanas.
Las conquistas de los romanos se realizaron con espadas, escudos, corazas y piezas
de artillera copiadas a los pueblos contra los que combatan; sus ciudades se
edificaron con el botn arrancado a las culturas ms prsperas de la periferia romana;
y en cuanto a las clebres calzadas romanas, bueno, siga leyendo Tristemente,
muchos de los logros que el mundo brbaro haba alcanzado en los campos de la
ingeniera y la ciencia quedaron tan completamente destruidos que ni siquiera
despus de descubiertas las pruebas de su existencia se dio crdito a sus hazaas
cuando no se atribuan, como era habitual en otros casos, a los propios romanos.
Hoy, sin embargo, estamos empezando a comprender que la crnica de esa supuesta
involucin que nos habra hecho pasar de la luz de Roma a las tinieblas del orbe
brbaro es totalmente falsa.
Desde luego, los celtas fueron unos inconscientes al no dejarnos demasiados
documentos escritos deberan haber tenido en cuenta que los romanos, al sealar en
el frontispicio de su propaganda esa ausencia de libros, habran de poner los datos
empricos seriamente de su parte. Aun as, no deberamos creer todo cuanto nos
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digan los romanos. sta es, por ejemplo, la considerada opinin que le merecen los
alces a Julio Csar. Los cuernos de los alces, segn nos informa el gran estadista y
general, estn
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Sin embargo, el propio imperio romano ya haba abrazado una variante especfica del
cristianismo el catolicismo y, como era de esperar en una sociedad como la
romana, se haba empeado en imponer a todo el mundo esa variante religiosa.
La Iglesia catlica sali victoriosa, e hizo todo cuanto pudo siguiendo, una vez
ms, la gran tradicin romana por reorganizar a su antojo los pueblos y la historia.
Fue la Iglesia la que decidi qu documentos habran de perdurar y cules no: todas
las fuentes de las que disponemos han llegado hasta nosotros a travs de copistas
catlicos medievales. Por consiguiente, volvemos a encontrarnos con que la imagen
del pasado se nos ha transmitido de un modo muy peculiar.
Este libro trata de replantearse el juicio que merece la enorme cantidad de pueblos
de Europa y Asia que han sido denostados y presentados como los malos de la
pelcula los brbaros, y al mismo tiempo, se propone someter a un nuevo
examen la condicin de quienes se erigieron en modelo de civilizacin: los
todopoderosos romanos.
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A HISTORIA DE BRENO
LA HISTORIA DE BRENO
A finales del siglo IV a. C., en la poca en que la ciudad de Roma estaba empezando a
dominar el centro de Italia, un grupo de gentes muy distintas procedentes de la Galia
cruz los Apeninos y se asent en la costa adritica, entre lo que hoy son las
poblaciones de Rmini y Ancona. Se llamaban los senones, y fundaron una pequea
urbe denominada Senigallia. Desgraciadamente, result ser el sitio perfecto para
pasar unas vacaciones en la playa, pero poco prctico desde el punto de vista
agrcola. No les result fcil encontrar un emplazamiento mejor otros grupos celtas
se haban instalado ya en los mejores asentamientos. De este modo, en el ao 390
a. C., los guerreros senones se presentaron a las puertas de Clusium (la actual Chiusi,
en la Toscana): extraos hombres a millares [], hombres de unas trazas que los
ciudadanos jams haban visto, estrafalarios soldados provistos de sorprendentes
armas[5]. Daba la impresin de que Clusium no estaba tan bien protegida como las
dems poblaciones en las que haban probado suerte, as que aquellos temibles recin
llegados pidieron que se les cedieran tierras buenas en las que poder establecerse.
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Brbaros y romanos: el primer encuentro.
Segn el historiador Livio, los celtas de Breno irrumpieron en Roma y hallaron a los patricios
sentados e inmviles como estatuas. Los ingenuos brbaros les contemplaron atnitos, hasta que
uno de ellos tir de la barba de Marco Papirio, tras lo cual el romano le golpe con su bculo.
Detalle del lienzo de Paul Jamin El saqueo de Roma por los galos en el ao 390 a. C., finales del
siglo XIX.
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de los bandos en su lucha contra el otro. Los senones se sintieron, con razn,
ultrajados, y decidieron enviar a Roma a sus propios embajadores para exponer su
queja[7].
Por desgracia, los hermanos Fabios pertenecan a una familia muy poderosa, y
cuando el Senado refiri el asunto al pueblo de Roma, ste respald las acciones de
los dos legados, y lo que es an peor, cubri de honores a la familia. Los embajadores
celtas advirtieron a los romanos de que esa actitud tendra repercusiones y acto
seguido partieron de vuelta a Clusium. Una vez en la ciudad, se tom la decisin de
ensear a respetar la legalidad internacional a aquellos presuntuosos romanos en lo
sucesivo. Segn Plutarco, el ejrcito, a las rdenes de Breno, cubri en perfecta
formacin los 128 kilmetros que separan Clusium de Roma: Contrariamente a lo
esperado, no causaron ningn dao a su paso, ni cogieron nada de los campos, y al
cruzar por las ciudades, anunciaban con grandes voces que se dirigan a Roma, que
slo a los romanos tenan por enemigos y que consideraban amigos suyos a todos los
dems pueblos[8].
Despus, aquel extrao enemigo venido de los confines de la tierra aplast al
ejrcito romano y se dispers por la ciudad, que incendi y saque. Muchos romanos
huyeron, y los que optaron por permanecer se refugiaron en el monte capitolino.
Breno y su ejrcito les sometieron a asedio durante seis meses, pero al final
accedieron a retirarse a cambio de 450 kilos de oro.
Trescientos aos despus, Livio relata el horror y el oprobio de aquel
acontecimiento, que habra de obsesionar las mentes romanas por espacio de ocho
siglos: Se aadi el ultraje a una situacin que ya de por s era suficientemente
escandalosa, pues los pesos que los galos aportaron para determinar la cantidad de
metal requerida haban sido falseados, y cuando el comandante romano lo censur, el
insolente brbaro arroj su espada a la balanza, exclamando: Vae Victis! (Ay de los
vencidos!)[9]. La verdad es que lo que realmente pareca reventarle a Livio era el
hecho de que se hubiera comprado la clemencia de los celtas a tan bajo precio.
Figrense, viene a decir, pagar 450 kilos de oro como rescate de una nacin que
pronto iba a dominar el mundo!
Segn Livio, en esa poca los romanos consideraron seriamente la posibilidad de
abandonar su ciudad. Sin embargo, decidieron reconstruirla para no volver a
encontrarse en la vergonzosa tesitura de descubrirse en el bando perdedor. La leyenda
de Breno se convirti en uno de los elementos impulsores de la expansin romana. Al
otro lado de las fronteras haba brbaros, terribles salvajes, y Roma se vea en la
necesidad de reforzarlas. Y no slo eso, tambin tena que desplazarlas, alejndolas
cada vez ms de su propio centro, hasta que, en ltimo trmino, no quedase ya
espacio para los brbaros, salvo en el caso de que se los hubiera romanizado por
completo. A partir de aquel momento, Roma habra de atenerse a la doctrina de los
ataques preventivos para as someter a todos los pueblos que alentaban al otro lado de
sus lmites y poner al mundo romano a resguardo de la alteridad.
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Pese a que ya no demos crdito a la existencia de mamferos cuadrpedos
carentes de articulaciones, an seguimos aceptando la cosmovisin que nos han
legado los romanos de su mundo, un parecer en el que la palabra brbaro
acompaa siempre a la voz hordas. Los romanos elaboraron una imagen de s
mismos que los presentaba como un pueblo civilizado capaz de erigir un imperio para
mantener a raya a un mundo habitado por un conjunto de tribus dispersas integradas
por violentos cafres.
La leyenda de Roma arranca con la fbula de Rmulo y Remo, dos nios
pequeos perdidos a los que amamant una loba. Los romanos no lo vean con los
ojos de quien se cree ante un relato delicioso: queran mostrar con l que desde la
ms tierna infancia se haban impregnado de la voracidad del lobo, por haberla
mamado de sus propias madres. Ha llegado el momento de preguntarnos cmo habra
sido el mundo si la loba, en vez de darles de comer, hubiera optado por zamprselos.
Qu habra pasado si Roma no hubiese existido?
Cmo habra sido la historia de haberla escrito nicamente los brbaros?
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PRIMERA PARTE
LOS CELTAS
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H aba una vez una poblacin llamada Alesia, en lo que hoy es el centro de
Francia. Fue aqu donde los celtas francos, los galos, acaudillados por su
carismtico jefe Vercingetrix cuya ms imperecedera conmemoracin, claro est,
es la que le presenta reencarnado en un famoso hroe de historietas cmicas francesas
, libraron la ltima batalla ordenada contra las legiones de Julio Csar.
Vercingetrix cuenta tambin con otro monumento: se trata de una enorme estatua
desde la que el campen galo contempla pensativamente los restos de su ciudad,
aunque la ciudad que divisa no sea gala, sino romana, y cuente con un teatro, varios
templos y una baslica. El pueblecito que Vercingetrix debi de haber conocido ha
sido arrasado hasta los cimientos.
Unos cuantos kilmetros ms lejos, un museo arqueolgico rememora el clebre
asedio que precedi a su cada. La mayor vitrina, que preside la sala principal, es una
reconstruccin de las mquinas de asedio utilizadas por Julio Csar. Miremos a donde
miremos, la historia celta aparece enterrada bajo las enormes losas de la historia
romana.
Los romanos dejaron bien impresa su huella en toda Europa. Hay ruinas de
acueductos, anfiteatros, murallas y calzadas que transmiten su mensaje. Mucho ms
difciles de detectar son los signos que delatan la existencia de las culturas originales
que ocuparon las provincias antes de la llegada de los romanos, as que resulta
facilsimo dar por sentado que esas sociedades eran extraordinariamente inferiores a
la romana y que se vieron sustituidas por el progreso y la sobresaliente civilizacin de
Roma.
Parte de este aniquilamiento obedeci a una poltica deliberada. Los romanos
tenan bien aprendida la leccin que les diera la conquista de Breno y su ejrcito celta
en el ao 390 a. C., y se trataba de una leccin muy simple: Ay de los vencidos! La
fuerza hace la ley y el podero militar es el nico derecho internacional. Para los
romanos no supona ningn problema derribar cualquier obstculo que se interpusiera
en su camino.
Sin embargo, la supresin se debi tambin, al menos en parte, a un proceso de
aculturacin: el mundo romano posea una masa tan enorme que, sencillamente, la
fuerza de su gravedad haca que las culturas satlite quedaran prendidas en su rbita.
Para las personas ricas e influyentes del mundo brbaro la bsqueda del apoyo
romano constitua una fuente de ventajas econmicas y polticas, as que empezaron a
adoptar las costumbres y el estilo arquitectnico romano como forma de poner de
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manifiesto su posicin social. No hay duda de que habra otros individuos de menor
riqueza que tambin desearan unirse al club. De esta forma, quienes se opusieron a la
dominacin romana y quienes trataron de defender los valores tradicionales de sus
propios pueblos, hubieron de hacer frente a un doble enemigo: uno exterior y otro
interno. No es difcil hallar paralelismos con el mundo moderno.
El resultado final de este estado de cosas se concret en un eclipse cultural que ha
hecho difcil recuperar la pista de los verdaderos antepasados de la Europa actual, los
antiguos celtas. El empuje del imperio romano les ha usurpado su lugar en la historia,
ya que slo en poca reciente ha empezado a redescubrirse el rostro de la civilizacin
celta. Y su aspecto no es en modo alguno el que todo el mundo habra esperado.
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El mundo de los celtas atlnticos
De hecho, en los ltimos tiempos los historiadores han empezado a mirar con un
sombro escepticismo esa palabra, y no sin razn[1]. La voz celta, como hoy la
entendemos, no qued acuada sino en el ao 1707, fecha en la que un anticuario y
naturalista gals llamado Edward Lhuyd comenz a emplearla para identificar los
distintos grupos lingsticos de Irlanda, Gales, Cornualles y la Bretaa francesa.
Antes de esa fecha, ningn habitante de las islas Britnicas habra soado siquiera
con aplicarse el adjetivo celta. Con todo, esto no significa que Lhuyd estuviera
como una regadera: en una gran zona de Europa haba existido una cultura bien
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cohesionada y reconocible, y parece razonable proporcionarle, pese a que los pueblos
que la integraban no tuvieran en su da conciencia de ella, una identidad de grupo
(establecida hoy), del mismo modo que nos referimos a los individuos de la Edad de
Piedra con esa precisa expresin genrica gente de la Edad de Piedra, aunque
no haya duda de que ellos debieron de considerarse a s mismos hombres
modernos.
Sin embargo, antes de seguir avanzando debemos quitarnos de la cabeza la visin
mediterrnea del mundo. Esta idea del cosmos no slo induce a pensar que el soleado
Mediterrneo constituye el ncleo vivo del universo, sino que juzga, al mismo
tiempo, que un lugar como las islas rcadas es un finibusterre una remota e
inhspita tierra situada en los lmites del mundo conocido. Con esos ojos debieron
de haberlas contemplado los romanos, pero el mundo celta el mundo visto desde la
ptica de los propios celtas no tena por qu ser necesariamente as[2].
En la Antigedad, la comunicacin humana tenda a girar en torno al agua. Las
vas martimas y fluviales constituan los medios a los que se recurra naturalmente
para efectuar viajes, en especial cuando haba que transportar artculos de mucho
peso. Al ser un mar, el Mediterrneo era el marco de una de esas redes de
comunicacin, pero tambin ocurra lo mismo con el litoral atlntico de Europa. Ms
que un conjunto de lugares alejados entre s y perdidos en los confines del mundo
civilizado, los asentamientos de la costa atlntica configuraban una red de sociedades
interrelacionadas.
Esta red se remonta a pocas muy antiguas. Ya en el 4000 a. C. se elaboraban en
el centro de la Bretaa francesa, y se distribuan luego a gran escala, unas hachas de
piedra pulida realizadas en diorita (una roca magmtica solidificada bajo la superficie
de la tierra). Adems, la datacin con radiocarbono ha mostrado que los monumentos
megalticos de la regin costera atlntica no se han inspirado en forma alguna en
modelos mediterrneos. Parece que, desde tiempos inmemoriales, actuaron en toda
esta zona sistemas de creencias ntimamente emparentados con los que se daba
explicacin al cosmos y a la muerte, y que Portugal, el sur de la Bretaa francesa,
Irlanda y las islas rcadas fueron todos ellos centros de innovacin en los que se
practicaban un arte y una arquitectura similares.
Hace aos se supona invariablemente que la diseminacin de estas semejanzas se
debi a procesos de emigracin en masa, y que la cultura celta acompa a las
migraciones invasoras procedentes de la Europa central. No obstante, en poca ms
reciente, los arquelogos han sugerido que la dispersin de las culturas se debi con
frecuencia a la realizacin de cortos viajes por mar y a travesas fluviales que
permitan enlazar, en una malla de comercio y comunicacin, comunidades
diseminadas y tal vez muy dispares.
Volviendo a los tiempos prehistricos, el litoral atlntico demuestra la existencia
de un asombroso despliegue de elementos culturales comunes[3]. En Cornualles,
Normanda y la Bretaa francesa se han descubierto adornos y collares fundidos en
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oro extrado de minas irlandesas. En la Bretaa francesa, la Gran Bretaa
septentrional y el norte de Irlanda se han hallado gargantillas venidas del sur de
Iberia. Tenemos la suerte de que estos pueblos siguiesen un hbito bastante extrao:
les encantaba arrojar buena parte de sus ms valiosas posesiones en las cinagas y los
lagos, u ocultarlas bajo tierra. Fueran cuales fuesen las razones que les impulsaran a
tan extravagante derroche de recursos, la consecuencia es que nos han dejado algunos
datos de su mundo. Si nos trasladamos ahora a la Edad de Hierro, observaremos que
la cultura que compartan los pueblos de la costa atlntica adquiere an mayor
visibilidad, ya que se presenta en forma de ofrendas de espadas, escudos y lanzas, lo
que prueba la existencia de un sistema de valores comn cuyos objetos muestran a
veces diseos similares.
Por consiguiente, es posible que no fueran los invasores venidos de Oriente
quienes trajeran a la Europa occidental la cultura y las lenguas que hoy denominamos
celtas, sino que stas tengan su origen en el litoral atlntico. En otras palabras, la
raz celta podra encontrarse en la red costera del ocano Atlntico.
No obstante, tambin los ros resultaban rutas importantes de transmisin cultural.
sta es la razn de que la identidad celta fuese igualmente slida en el cuadrante
occidental del centro de Europa en las regiones situadas al norte de los Alpes y
regadas por ros muy grandes, como el Danubio, el Rin, el Rdano, el Saona, el Sena
y el Loira. Lo que desconocemos es en qu sentido discurran los flujos de la
transmisin cultural.
S sabemos que en torno al ao 440 a. C. los celtas de la regin del Danubio
empezaron a cruzar los Alpes en distintas oleadas y a establecerse en el norte de
Italia, en las inmediaciones de los lagos Mayor y de Como. Tambin se asentaron en
lo que hoy es Miln. Como quiz cupiera esperar, el conocimiento que tenemos de los
celtas mejora conforme stos comienzan a entrar en contacto con el mundo realmente
culto de la Antigedad clsica.
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en el estupor o en un estado de enajenacin[6]. Le suena familiar?
Obviamente, los celtas eran el tipo de persona al que ningn griego decente se
habra atrevido a invitar a una cena: Parecen demonios de los bosques, con su densa
pelambrera y sus greas como crines de caballo. Algunos de ellos van totalmente
afeitados, pero otros en especial los de rango elevado slo se rasuran las mejillas
y se dejan un bigote que oculta la totalidad de la boca y que, al comer y beber, acta
como un tamiz y retiene trozos de comida[7].
Lo que resultaba particularmente chocante para los conservadores patricios del
mundo clsico era la vulgaridad de la vestimenta de los celtas: Los galos demuestran
[] una gran aficin a los adornos. Se cien el cuello con collares de oro, llevan
pulseras en brazos y tobillos, y todo aquel que ostente una mnima posicin social
viste prendas teidas y bordadas en oro[8]. Es fcil imaginar la exclamacin de
fastidio de los sobrios romanos enfundados en sus togas blancas frente a todos
aquellos perifollos extranjeros! Era la mejor prueba de un grave defecto moral que,
inevitablemente, habra de traslucirse en la batalla: Esta ligereza de carcter les
vuelve intolerables cuando se alzan con la victoria, y les infunde pnico cuando las
cosas se tuercen[9].
Por otro lado, no deba tratrseles con excesiva suavidad a fin de cuentas eran
cazadores de trofeos que no slo gustaban de llevar las cortadas cabezas de sus
enemigos colgando del cuello del caballo al volver de los combates, sino que las
hincaban en sus empalizadas a fin de que la gente pudiese contemplarlas[10].
Y lo que es peor, eran enormes! Los britnicos (a quienes los autores clsicos
distinguen de los celtas) tenan una estatura particularmente llamativa. Estrabn los
tuvo ante sus propios ojos: Yo mismo, en Roma, he visto a simples chiquillos que
sacaban quince centmetros a las personas ms altas de la ciudad, afirma un tanto
pasmado, aunque se apresure a aadir que los romanos, pese a su corta estatura, no
tienen por qu envidiarles, porque, al margen de su talla, eran patizambos y de
rasgos poco correctos en el resto de su figura[11].
Los celtas se mostraban asimismo extremadamente agresivos, y respondan con
facilidad a las provocaciones: Toda esta raza [] es belicosa y vehemente, y est
permanentemente dispuesta a la pelea []. Cualquiera puede encolerizarles con el
pretexto que mejor le plazca, cuando y donde quiera. Da la impresin de que uno
de los pasatiempos habituales de los romanos consista en hacer morder el anzuelo a
los celtas. Claro que, bien pensado, quiz no fuese as: eran demasiados! Su
podero radica tanto en el tamao de su cuerpo como en el elevado nmero de sus
huestes[12].
Dado que escribe en el siglo I a. C., Estrabn da muestras de un claro nerviosismo
al hablar de los celtas, inquietud que no se observa en otros comentarios ms
antiguos. Unos cuatrocientos aos antes, sus colegas griegos parecan no encontrar en
los celtas motivo alguno de temor. Helnico de Lesbos, un historiador del siglo V
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a. C., dice de ellos que se atenan a prcticas justas y rectas. En el siglo siguiente,
el historiador foro de Cime aade que observaban las mismas costumbres que los
griegos y que estaban muy bien avenidos con ellos.
Todo esto cambi en el ao 279 a. C., cuando los celtas del bajo Danubio
lanzaron un ataque en masa contra Grecia. La verdad es que no sabemos por qu
razn aument la agresividad de los celtas, si es que eso fue realmente lo que sucedi,
pero quizs ese elevado nmero de huestes del que hablaba Estrabn venga a
sealar la incidencia de una explosin demogrfica que obligara a los celtas a buscar
nuevos territorios. O quiz se tratara simplemente de un cambio cultural. No parece
existir duda alguna de que, en esta poca, hubo algunas sociedades celtas que
desarrollaron una cultura heroica basada en una lite militar. El coraje y el honor
pasaron a convertirse en elementos clave, y dieron a los griegos muchos motivos para
la admiracin. Estrabn elogiaba el sentido del deber que vinculaba a los celtas entre
s: Su espontaneidad y su simpleza les empuja a congregarse fcilmente en
muchedumbres, ya que todo el mundo se indigna ante lo que considera una injusticia
para con su vecino. Sin embargo, al final, esa llaneza llevaba implcitamente
aparejada la posibilidad de que una civilizacin superior les derrotara: Son cndidos
y sin malicia. Si se les provoca, se precipitan en masa a la batalla, de forma directa y
sin ninguna precaucin, y de este modo les vencen fcilmente quienes se valen de la
estrategia[13].
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La idealizacin romntica de los brbaros.
Este galo moribundo tallado en mrmol a tamao natural, que hoy se encuentra en el Museo
Capitolino de Roma, es una copia romana de un original griego, probablemente de bronce, que
integraba un gran monumento de conmemoracin triunfal fundido en torno al ao 230 a. C. y
colocado en la acrpolis de Prgamo, en la actual Turqua. Pese a que la figura representa
obviamente a un galo que lleva una torques, en el siglo XIX se supona que se trataba de un
gladiador romano.
Su forma de combatir con los carros es como sigue: en primer lugar, pasan al
galope en todas direcciones, lanzan sus dardos y con el espanto que infunden
los caballos y el estrpito de las ruedas desordenan completamente la
formacin []. De esta forma, tienen garantizadas en los combates la
movilidad de los jinetes y la estabilidad de los infantes, y tales son los
resultados que obtienen con la prctica cotidiana y el entrenamiento que estn
acostumbrados a controlar los caballos cuando se lanzan al galope por
pendientes y lugares escarpados, a refrenarlos y hacerlos girar en un instante,
a deslizarse por el timn, sostenerse en pie sobre el yugo y de ah volver con
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toda rapidez al carro[15].
Todo esto era enteramente nuevo para las tropas romanas: Csar contina
diciendo que sus hombres haban quedado trastornados por aquel nuevo tipo de
combate y que se vio obligado a llevar las legiones de vuelta al campamento.
Ya se haban usado, mucho tiempo atrs, carros de guerra en Oriente Prximo,
pero se prefiri sustituirlos por la caballera. Los carros romanos eran de uno de estos
dos tipos: bien vehculos pesados y torpes utilizados en los desfiles, bien ultraligeros
y especialmente adaptados para las carreras. Con todo, los britnicos haban realizado
significativas mejoras de diseo, y, como seala Csar, haban llegado a un completo
dominio del arte de servirse de ellos. No obstante, y a pesar de las pruebas, los carros
impulsados por caballos constituyen una parte esencial del mito de la superioridad
romana. Por ejemplo el diccionario Collins indica, en la definicin de la palabra
carro, que se trata de un vehculo de dos ruedas tirado por caballos que se
utilizaba en el antiguo Egipto, Grecia, Roma, etctera. Ni siquiera se menciona a los
britnicos. Y sin embargo, los celtas eran de hecho quienes llevaban la delantera en
cuanto al desarrollo del transporte rodado.
Los enseres funerarios que se depositaban en los enterramientos indican muy bien
cul era el tipo de cosas que importaba a la gente, y en las ricas sepulturas celtas se
observa a veces la presencia de un carro y de una enorme jarra de la que poder beber.
En Hochdorf, en el suroeste de Alemania, hay por ejemplo una cmara mortuoria
cuya fecha aproximada se remonta al siglo V a. C. El fallecido encaja con la
descripcin que ha dejado Estrabn de los celtas, a quienes tiene por fornidos
guerreros mide un metro y ochenta y ocho centmetros, y yace en un enorme
lecho, bajo unos tapices. Debi de haber sido un soldado formidable excepto por el
hecho de que, aparte de una daga, no hay arma alguna en el interior de la tumba.
En el sepulcro se encontr nicamente un gigantesco caldero para el hidromiel,
cuernos utilizados a manera de vasos, y un carro que ocupa casi la mitad del
recinto[16].
As pues, parece que los romanos tomaron de los celtas sus vehculos para el
transporte rodado. En cualquier caso, eso es lo que sugieren las pruebas lingsticas.
Pese a que los primeros habitantes de Italia, los etruscos, disponan efectivamente de
vehculos con ruedas, las llantas que tenan eran frgiles, ya que estaban hechas con
piezas unidas con clavijas. Los celtas concibieron una forma de hacer una llanta con
una sola pieza de madera curvada al fuego. En Asia, se sujetaba la llanta con hierro a
fin de reforzarla, pero la habilidad de los celtas en el trabajo del metal les permita
ceir un aro entero de hierro a la rueda, lo que le daba an mayor robustez y
fiabilidad[17]. Por consiguiente, la palabra latina con la que se designa el carro militar
de dos ruedas, carpentum, procede del celta antiguo. Se ha conservado en la voz
carpenter (carpintero) del ingls moderno. Del mismo modo, hay toda una serie de
palabras con las que se designan distintos tipos de carruajes y carretas que pasaron a
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formar parte de la lengua latina y que derivan del celta: carruca, carrus, essedum,
reda, petorritum, covinarius, plaustrum
Hasta la palabra latina con la que se significa el caballo, caballus, parece de
origen celta, lo que nos da en ltimo trmino las palabras inglesas cavalry
(caballera) y cavalier (caballero). Finalmente, como coup de grce, la palabra
latina con la que se designan las alianzas, o ligas leuca, es de raz celta.
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les concedemos en absoluto la categora de calzada, porque las consideramos un
simple sendero de los brbaros.
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profundamente en el mundo pagano de los pueblos celtas. Los celtas de la Edad de
Hierro contaban con una especie de intelectuales profesionales conocidos con el
nombre de druidas, unas figuras que ejercan una influencia evidente sobre el
conjunto de la sociedad. Como autoridades religiosas, los druidas podan interponerse
entre dos ejrcitos y ordenarles que depusieran las armas. Se desplazaban con entera
libertad por la Galia y Britania (y probablemente tambin por otros lugares del
mundo celta). Como custodios de la literatura, as como del conocimiento histrico,
mdico, cientfico y religioso, su educacin y su formacin duraba veinte aos, ya
que eran muchas las materias a dominar.
Es cierto que una buena parte de ese conocimiento no quedaba fijado por escrito,
as que la literatura celta era meramente oral. Los druidas insistan en este punto.
Csar pensaba que lo hacan en parte porque, segn ocurre a menudo [], con el
recurso de la escritura, se pierde el inters por aprender y la memoria[20]. Sin
embargo, los druidas saban escribir y lo hacan cuando se dedicaban a propsitos
ms mundanos, pues en casi todos los otros asuntos, en las cuentas pblicas o
privadas, utilizan el alfabeto griego. Los arquelogos han encontrado muchos miles
de inscripciones en lengua celta cuya fecha es anterior a la llegada de Julio Csar. Los
caracteres que se emplean son unas veces latinos y otras griegos, aunque tambin
usen su propio alfabeto, al que denominaban Ogam.
No resulta sorprendente, dada la actitud de los monjes de Irlanda, que ste sea
uno de los lugares en los que se ha conservado una gran cantidad de material literario
celta. A diferencia de los monjes catlicos, los abates irlandeses juzgaban que su
trabajo consista en implicarse a fondo con las comunidades locales, y no vean razn
para aislarse de la sociedad que les rodeaba pese a que sta nunca llegara a hacer
suyas las nociones cristianas de familia y moralidad. Como forma de representar su
sometimiento a las normas, los monjes catlicos se afeitaban la coronilla, uno de los
signos que griegos y romanos utilizaban para sealar al esclavo. Los monjes
irlandeses se rasuraban la parte frontal de la cabeza, como haban hecho los druidas, a
fin de mostrar que eran continuadores de una antigua tradicin de potestad religiosa e
intelectual.
Esta singular casta monacal no slo se dedic a copiar los textos de los autores
romanos paganos, tambin preserv la memoria celta en libros de leyes y
recopilaciones de fbulas. Como es obvio, hemos de estudiar este material con cierta
cautela, y no slo porque no podamos saber con seguridad qu relevancia pueda tener
para el resto de Europa. No obstante, hay colecciones de textos literarios como la del
Book of Leinster, escrito en el siglo XII, que contienen relatos ambientados en el
mundo pagano celta, y en los que se percibe con claridad que sus detalles han sido
extrados directamente de aquella poca. En ellos se indica, por ejemplo, que los
guerreros iban al combate en carros y que al abandonar el campo de batalla llevaban
las cabezas de los enemigos degollados sujetas a los varales del carro y regresaban a
casa con tan horrendos trofeos. Creemos que estas cosas sucedieron realmente porque
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lo han descrito autores griegos como Diodoro de Sicilia, pero lo cierto es que
aquellos monjes irlandeses no haban ledo ningn texto griego. Su saber proceda de
la tradicin oral, y lo que hacan era ponerla por escrito.
Tal vez est usted pensando que los brbaros analfabetos deban de tener unas
leyes notablemente primitivas, del tipo Como me toques el carro, te parto la cara.
Sin embargo, los monjes irlandeses nos han dejado un corpus jurdico celta que
revela un nivel de refinamiento asombroso. Por desgracia, apenas ha sido estudiado.
Conocemos el derecho celta de Irlanda a travs de una coleccin de textos a los
que se da el nombre de leyes Brehon[*], denominacin que deriva de los brehons o
brithemuin (jueces) que asumieron las funciones legales de los druidas tras la
conversin de Irlanda al cristianismo. Dichas leyes se escribieron en verso a partir del
siglo VII d. C., y es obvio que deben su forma a la tradicin de los bardos.
La principal diferencia entre el derecho romano y el celta se deba al hecho de que
atendan a las necesidades de dos sociedades en esencia distintas. Al derecho romano
le preocupa principalmente la autoridad del paterfamilias (el cabeza de familia, la
nica persona que cuenta en trminos jurdicos), sus derechos de propiedad y la
regulacin de las actividades de negocio. Las leyes Brehon se interesan en las
responsabilidades que tienen los miembros del clan en relacin con las tierras unas
tierras que no estaban en manos de uno o ms individuos, sino del grupo, y
abordan asimismo las normas jerrquicas y las obligaciones que contrae el conjunto
de la comunidad con quienes la integran. Durante mucho tiempo estas leyes han
despertado suspicacias por provenir de donde provienen, porque el texto pertenece a
la poca cristiana, y porque no estn redactadas en prosa. ste es un excelente
ejemplo del sesgo prorromano de la cultura occidental, ya que lo cierto es que los
testimonios que tenemos del derecho romano no son mucho mejores que los del celta:
simplemente nos gusta creer que s.
El derecho romano qued por completo olvidado en la Europa medieval hasta que
se descubri en la Italia del ao 1070 una copia del siglo VI en la que figura el texto
del cdice jurdico del emperador Justiniano. Las facultades de derecho florecieron
sobre la base de ese documento, y la primera fue la de la Universidad de Bolonia,
fundada en el ao 1088. Quienes se graduaban en estas instituciones servan a
prncipes y a comerciantes, as que a mediados del siglo XVI el derecho romano rega
ya en toda Europa. Sin embargo, este derecho romano no tena en realidad nada que
ver con las leyes por las que se haba regido el imperio romano. No se trataba
nicamente de que el texto que utilizaban los eruditos medievales fuese distinto del
original, sino que perteneca adems a un cdigo jurdico bizantino creado por un
emperador reformista.
Todo lo que en realidad sabemos del derecho romano, y todo lo que de l se
impuso en Europa, procede de un texto del siglo II escrito por un tal Gayo. Adems,
hasta el siglo XIX, la mayor parte de lo que se saba de su contenido derivaba de un
resumen redactado en el ao 506 que figuraba en el cdigo legal de un rey visigodo:
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Alarico II. En 1816 se encontr el texto ntegro de un manuscrito del siglo VI, pero se
trataba de un palimpsesto, lo que significa que el documento haba sido borrado para
escribir sobre l un pasaje cristiano. Era una prctica corriente de la Iglesia medieval,
motivada en parte por el hecho de que los pergaminos eran caros, pero debida sobre
todo a que, para el cristianismo, constitua una forma muy funcional de cambiar el
pasado pagano. Era un deliberado y po acto de destruccin.
Por fortuna para nosotros, la supresin se realiz de forma imperfecta, as que
buena parte del libro sigui siendo legible. Con todo, sta es una base muy endeble
para que pueda sustentarse en ella la difundida opinin de que el derecho romano
logr conservar su vigencia a lo largo de los siglos. Y aunque podra decirse que el
derecho cltico nos ha dejado mejores documentos, y que simplemente no les
prestamos la menor atencin, se nos ha animado a dar crdito, por el contrario, al
historiador romano del siglo II a. C. Polibio, quien dej dicho que los celtas
desconocen por completo todo cuanto guarde relacin con el arte o la ciencia[21].
La verdad es que parece que Polibio no saba demasiadas cosas acerca de los
celtas. Posean arte, productos manufacturados, literatura y derecho. Y lo ms
sorprendente de todo es que tenemos pruebas de que empleaban rigurosos mtodos
matemticos.
EL CALENDARIO DE COLIGNY
No hay ejemplo mejor que el del extrao caso del calendario de Coligny para apreciar
esta tendencia que nos lleva a conceder a los romanos el mrito de sus avances
tecnolgicos y a pasar por alto al mismo tiempo los logros de los celtas. Pese a haber
sido descubierto a finales del siglo XIX, este pasmoso artilugio una prueba
concluyente del refinamiento matemtico de los celtas habra de pasar inadvertido,
olvidado, durante la mayor parte del siglo XX.
En 1897, un hombre que se hallaba cavando en un campo situado a las afueras de
la pequea poblacin de Coligny, en la zona oriental del centro de Francia, desenterr
153 fragmentos de bronce cubiertos de palabras celtas que hacan alusin a las fases
de la luna y las fiestas. Cuando por fin consigui armarse el rompecabezas, los
arquelogos se percataron de que se encontraban ante un primitivo calendario celta,
aunque nadie comprenda su funcionamiento. Habran de pasar casi cien aos antes
de que alguien alcanzara a vislumbrar hasta qu punto se trataba de un hallazgo
fascinante: el descubrimiento iba a revolucionar nuestra comprensin de la cultura
celta y de sus logros intelectuales.
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La matemtica celta.
Este calendario galo, esculpido entre los aos 50 y
150 d. C., es obviamente la copia de un original
cuya fecha se remonta al siglo I a. C. y que
probablemente formaba parte de las instalaciones
de un templo. En 1807 se encontr en el Jura un
fragmento de un calendario similar, igualmente
vinculado a un santuario. Parece que el calendario
fue meticulosamente partido en varios pedazos y
que stos se repartieron entre distintas personas.
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cmputos matemticos aplicados al calendario, fjese en los romanos. Su calendario
era tan irremediablemente desmaado que hacia el siglo I a. C. sus fechas
acumulaban ya un desfase de unos tres meses. El asedio del ejrcito de Vercingetrix
en Alesia comenz el 25 de junio del 52 a. C., pero segn los romanos se produca en
septiembre.
Su calendario era tan desastroso que unos cuantos aos ms tarde los romanos
abandonaron por completo la idea de intentar vincular los meses con la luna nueva.
Julio Csar encarg a un astrnomo griego que ideara un nuevo calendario para
Roma todo lo que tena que hacer era conseguir que una misma fecha cayese en un
punto idntico de la estacin ao tras ao. Para lograr que el calendario arrancase
como deba, el astrnomo tuvo que comenzar con un ao de 445 das, razn por la
que a ese ao se le conoci como annus confusionis. Los celtas deban de estar
partindose de risa.
Y ni siquiera aquel nuevo calendario juliano funcion de forma totalmente
correcta. An habra que volver a modificarlo a finales del siglo XVI y generar as
nuestro calendario moderno, que, segn Olmsted, no es mejor que el que empleaban
los celtas.
Los hechizos de los herreros aparecen aqu junto a los conjuros de los ms
poderosos nigromantes: las mujeres y los druidas. La ciencia que permita trabajar el
metal era un arte secreto y misterioso, y los romanos no descollaban tanto en l como
los celtas y no slo en lo tocante a la fabricacin de armas, tambin en lo referente
a sus aplicaciones pacficas.
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El dominio que tenan los celtas de la tecnologa metalrgica les permiti poner
asimismo en marcha complejas granjas agrcolas. Sabemos que en Britania, ya en
torno al siglo IV a. C., conocan la reja del arado, puesto que en un templete de
Frilford, junto al ro Ock, cerca de Abingdon, en Oxfordshire un emplazamiento
habitado desde el ao 350 a. C. aproximadamente, se encontr, enterrada bajo una
de las columnas centrales, quiz como ofrenda votiva, una reja de hierro. Es
razonable conjeturar que el templo debi de ser uno los primeros edificios
construidos, y que la ofrenda de la reja de arado se hizo en el momento en el que se
pusieron los cimientos[23].
En su empleo del metal, los celtas llegaron a inventar incluso una cosechadora. El
historiador romano del siglo I d. C. Plinio nos ha dejado la nica descripcin escrita
de este artefacto: En las enormes fincas de las provincias galas se usan unos
armazones muy grandes de bordes dentados que se hacen pasar, sujetos a unas ruedas
y empujados por una yunta de bueyes, a travs de los trigales[24]. Los romanos lo
denominaban Gallic vallus. Los historiadores no lo consideraron cierto hasta el
descubrimiento de unos bajorrelieves que, al parecer, mostraban exactamente ese
aparato. Era una especie de rastrillo sobre ruedas que sacuda las espigas de trigo y
las depositaba en un recipiente, actuando de forma bastante similar a como lo hace el
depsito de un cortacsped. En la dcada de 1980 se construy y se prob una rplica
del dispositivo[25]. Despus del siglo III d. C. no parece quedar rastro de l, as que el
trabajo de la recoleccin se convirti en una tarea matadora realizada con guadaa en
tanto no volvi a inventarse la mquina, en el ao 1831.
La maquinaria gala.
Este fragmento de lpida, cuya fecha se sita en
torno al ao 240 d. C., fue hallado en 1958, entre
las piedras de unas murallas medievales de las
Ardenas, en el norte de Francia. Constituye una
prueba palpable de que realmente existi la
cosechadora gala que describe Plinio, aunque en
sta parece ser una mula la encargada de moverla,
en lugar de un buey.
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utilizaban los granjeros celtas de la Edad de Hierro apenas difieren de las que se
emplean en la actualidad.
El hecho de que la valoracin de la tecnologa celta haya mejorado a lo largo de
los ltimos aos se debe en particular a la arqueologa experimental que se desarrolla
en la granja antigua Butser, situada en Hampshire. En esas instalaciones se han
puesto a prueba, de la forma ms hacedera posible, esas tcnicas que antes se
ridiculizaban, y el resultado ha obligado con frecuencia a revisar el juicio que nos
merecan los conocimientos clticos. De este modo, sale a la luz que los antiguos
celtas saban lo que hacan.
Quizs el ejemplo ms simple de este reexamen de la tecnologa antigua sea el
modo en que los celtas almacenaban el producto de sus cosechas. Durante muchos
aos, la presencia de grano y otros ridos en agujeros practicados en el suelo
desconcert a los arquelogos. Pareca contrario al sentido comn sugerir que el
enterramiento de los alimentos pudiera mantenerlos secos y en buen estado. Sin
embargo result que, una vez sometida a prueba, y para sorpresa de todos, la tcnica
funcionaba. Lo que sucede es que el grano que ocupa la capa superior del hoyo de
almacenamiento, al estar en contacto con las paredes hmedas, germina,
consumiendo el oxgeno disponible y liberando dixido de carbono. Esto crea un
medio anaerobio en el que el cereal se conserva en perfectas condiciones durante
cierto tiempo.
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en torno a dos calles principales que se cruzaban en ngulo recto y albergaba en su
centro un conjunto de edificios pblicos que representaban la autoridad del imperio y
cuyas caractersticas permitan que su origen romano pudiera ser inmediatamente
identificado. Entre esas construcciones destacaban los templos, las baslicas, las
termas y, a menudo, los anfiteatros. Dado que las ciudades celtas no presentaban ese
aspecto, y que el propsito de su existencia era diferente, nos ha llevado mucho
tiempo admitir su importancia.
El mundo celta era un espacio dedicado al comercio, y las poblaciones constituan
centros mercantiles, frecuentemente relacionados con las actividades mineras. La
suposicin de que los celtas vivan en cabaas primitivas es un tanto equivocada, ya
que era habitual que contaran, incluso lejos de las ciudades, con viviendas de notable
porte. Las casas de labranza galas, por ejemplo, eran muchas veces edificios amplios
y rectangulares de dos plantas que en ocasiones no contaban en su interior ms que
con una nica habitacin de gran tamao, mientras que en otras constaban de muchos
aposentos diferentes.
En Britania parece haber sobrevivido hasta bien entrado el siglo I a. C. una
tradicin an ms antigua vinculada con las culturas de la costa atlntica y
caracterizada por la construccin de refugios redondos. Esos hogares, sin embargo,
podan ser sorprendentemente refinados. En la antigua aldea de Chysauster, en el
extremo de la pennsula de Cornualles, se encuentran los restos de una serie de
moradas de piedra con techo de paja dispuestas en torno a un patio central. El suelo
de las construcciones era de losas de piedra y oh, sorpresa! por debajo de ellas
discurra una red de caeras. Francamente brbaro!, no les parece?
Los constructores celtas gozaban de gran estima y se les reconoca una elevada
posicin profesional. En la tradicin irlandesa se daba el nombre de Ollamh al
maestro de obras voz que ha perdurado en el irlands moderno como sinnimo de
profesor. Estos tcnicos reciban un elevado salario y se les pagaba anualmente
una cantidad. Y desde luego se lo merecan. Los expertos celtas daban muestras de un
notable ingenio y de mucha pericia. El crannog es quiz la ms clara demostracin de
su competencia: se trata de una vivienda circular con armazn de madera construida
sobre una isla artificial situada en el medio de un lago, un estuario o un pantanal. Se
arrojaban cantos rodados al agua o a la cinaga hasta que asomaban por encima de la
superficie y despus se aadan maderos a las piedras hasta consolidar unos
cimientos. Estas casas podan llegar a tener unos quince metros de dimetro.
A partir del siglo II a. C., el comercio celta creci de forma notable, y lo mismo
sucedi con el tamao y el nmero de sus poblaciones. Algunas de stas eran muy
grandes. Una de las mayores era Manching, en el sur de Alemania. Fue la capital de
los vindelicios, y se enorgulleca de los muros que la defendan, de ocho kilmetros
de circunferencia. Fue probablemente incendiada por los romanos en el ao 15 a. C.
La ms espectacular de todas las ciudades celtas tambin se encuentra en el sur de
Alemania, entre Stuttgart y Ulm. Por desgracia, no se ha excavado adecuadamente el
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asentamiento y an se desconoce el nombre de la ciudad, pero las murallas cean
una conurbacin de dimensiones extraordinariamente grandes, ya que abarcaba una
superficie de ms de quince kilmetros cuadrados. Basta una pequea comparacin:
el muro aventino que rodeaba Roma en el siglo I d. C. delimitaba un rea que apenas
llegaba a la cuarta parte de esa extensin.
Una de las poblaciones celtas en las que se realizan excavaciones en la actualidad
es la de Bibracte, situada en lo alto de un monte del centro de Francia. Sus habitantes
acuaron una moneda propia entre el siglo III a. C. y el ao 50 d. C. primero en oro
y ms tarde en plata, y su valor era el mismo que el del denarius romano. Era una
ciudad importante lo sabemos porque as nos lo dice Csar; de hecho, es el lugar
que eligi para sentar sus reales mientras se mantuvo ocupado con la conquista de la
Galia, y el punto geogrfico en el que escribi sus comentarios sobre el particular.
El manuscrito de esa obra se envi a toda prisa a Roma a fin de que pudiera ser ledo
en pblico, ya que formaba parte de la campaa con la que Csar quera forjar de s
una imagen ventajosa para encumbrarse en su ciudad. Y eso era todo lo que sabamos
de Bibracte hasta ahora. Sencillamente la poblacin desapareci, y qued sustituida
por tierras de cultivo y bosques. Hoy, sin embargo, los arquelogos han descubierto
datos sobre Bibracte que encajan con la nueva imagen que vamos hacindonos de la
sociedad celta, esto es, de una cultura dinmica y culta que comerciaba en toda
Europa, posea una slida base econmica y utilizaba el dinero en sus transacciones.
Han aparecido pruebas de la existencia de una importante ciudad con una
animosa calle principal en la que se alineaban toda una serie de talleres y
establecimientos dedicados al comercio de artculos de hierro procedentes de las
minas cercanas, ya que elaboraban y vendan herramientas, joyas y objetos
decorativos esmaltados. Tambin trabajaban el vidrio y fabricaban cuentas y pulseras,
adems de acuar monedas, en valores que llegaban incluso al de la calderilla
corriente. Todas las tiendas tenan un stano que utilizaban como almacn. La ciudad
contaba con una superficie de ms de un kilmetro cuadrado y estaba dividida en
zonas bien delimitadas. Haba centros consagrados a la artesana y al culto religioso,
y en la zona residencial de los aristcratas podan verse casas muy atractivas.
Las ciudades como Bibracte se hallaban unidas a otras por un conjunto de rutas
comerciales que llegaban a lugares tan remotos como frica y China, aunque la
mayor parte de su actividad comercial se concentraba en el mundo romano, de modo
que tanto Roma como los galos obtenan jugosos beneficios de la situacin. Es
evidente que si uno realiza este tipo de negocios no va por ah utilizando pesos falsos
y gritndole Vae Victis! a los clientes lo que demuestra que ya hemos dejado
muy atrs a los celtas de Breno.
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El saqueo de la Galia
S i tenemos presentes las fabulosas riquezas de Roma podra parecer extrao que
los romanos se tomaran la molestia de conquistar las empobrecidas naciones
brbaras que limitaban con su imperio. Desde luego, exista el constante imperativo
de la seguridad interior, al que se aada la doctrina de los ataques preventivos, un
credo que instaba a los romanos a atacar antes de ser atacados. Ahora bien, es
posible que hubiera alguna otra razn? A mediados del siglo I a. C., el caudillo galo
Vercingetrix acu monedas de oro con su nombre y una efigie idealizada,
posiblemente basada en el modelo del padre de Alejandro Magno: Filipo II de
Macedonia. Dejando a un lado el hecho de que Vercingetrix no llevaba bigote (pese
a la afirmacin de Diodoro de Sicilia, quien sostena que todos los miembros de las
clases altas se lo dejaban), lo ms sorprendente de esta acuacin se hace patente al
comparar la moneda con otra pieza romana de oro de la misma poca.
Y es que no existe ninguna. Los romanos no tenan suficiente oro como para
acuar monedas con ese metal. No hasta que conquistaron la Galia. All era donde se
encontraba el oro.
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Una antigua tradicin gala.
Han llegado hasta nosotros cuatro ejemplares de
este estter de oro. Se acu poco antes de la
derrota de Vercingetrix. En 1997 se vendi uno de
ellos, pagndose por l, aproximadamente, unas
cuarenta mil libras esterlinas. Siguiendo la
tradicin de la acuacin gala, la imagen que aqu
vemos se basa en la del busto del joven Apolo que
apareca en las monedas de oro de Filipo II de
Macedonia, emitidas trescientos aos antes.
Representa el poder y la riqueza, as como un
elevado nivel de refinamiento.
Los historiadores no han cado en la cuenta de que la Galia era tan prspera sino
en fecha muy reciente. Se crea que los galos haban obtenido el oro de la venta de
esclavos a otros pueblos ms ricos, probablemente en el Mediterrneo oriental. Sin
embargo, hoy sabemos que el oro de los galos proceda de centenares de minas[1].
Batrice Cauuet, que ha realizado excavaciones en muchas de ellas, estima que
debieron de producir cerca de setenta toneladas de ese material. En la Dordoa se han
encontrado minas de treinta metros de profundidad con galeras perfectamente
apuntaladas en las que se empleaban tornillos de Arqumedes para evitar las
inundaciones. Esto contrasta muy llamativamente con las ideas que predominaban en
pocas pasadas sobre la Galia prerromana. Las instalaciones mineras estaban tan bien
organizadas que hasta hace muy poco tiempo se supona que eran romanas. Claro, es
obvio que nadie iba a imaginarse que aquellos implacables brbaros mostachudos
pudieran hacer ese tipo de cosas.
Los mineros, por la propia naturaleza de su ocupacin, no pueden producir
alimentos para s mismos, lo que significa que han de confiar en una infraestructura
agrcola y comercial para su sustento. Esto implica que toda actividad minera de
grandes dimensiones exige el respaldo de una organizacin social compleja y bien
dispuesta.
No estamos por tanto ante una sociedad tribal simple, sino en un mundo mltiple
provisto de una industria especializada que suministraba lingotes de oro a casas de
moneda y a joyeros situados a cientos de kilmetros de distancia y todo ello se
mantuvo por espacio de unos trescientos aos. Y desde luego, a los celtas no les
intimidaba en absoluto la idea de alardear de todo aquel oro que producan. La
ostentacin de objetos de ese metal era algo que formaba parte de su cultura: tanto los
hombres como las mujeres lucan un montn de alhajas fastuosas torques en torno
al cuello, brazales y brazaletes, broches, prendedores y anillos, todo ello de oro,
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incluso sus tnicas tenan bordados y adornos de ese metal[2].
A los ojos de los romanos, los celtas no eran unos salvajes menesterosos que a
duras penas lograran ganarse la pitanza; al contrario, debieron de parecerles
irritantemente ricos, circunstancia que probablemente explique muchas cosas, en
particular por qu los romanos se interesaron tan vivamente en el mundo de los
celtas.
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Senado de que le concediera el ttulo de Protector de los galos. En 59 a. C. fue
nombrado para este cargo por un perodo de un lustro. En los aos siguientes sus
ejrcitos habran de dar muerte a casi un milln de galos, probablemente una sexta
parte de la poblacin total[6]. Vaya proteccin, y menudo protector!
Y adems, por qu habra de preocuparle a Csar proteger a un puado de
brbaros? Su meta era el poder personal, y para lograrlo tena a su disposicin una
formidable maquinaria blica. Gracias a la completa reforma militar que haba
realizado su to Mario, Roma contaba entonces con el nico ejrcito profesional del
mundo plenamente dedicado a su labor, y no slo pagaba un salario reglado a sus
soldados, sino que stos se servan de corazas, armas, pertrechos y tcticas tan
estndares como los beneficios que podan esperar.
Por otra parte, los galos eran granjeros y comerciantes que slo podan
congregarse y acometer empresas militares durante breves perodos de tiempo, y con
una instruccin muy limitada, ya que despus tenan que regresar a sus hogares y
ocuparse de sus familias. La nica forma de poder mostrar una mnima eficacia
militar era manifestar todas aquellas cualidades que les definan como brbaros:
deban tener el nimo dispuesto a compartir un vehemente compromiso colectivo,
presto a enardecerse instantneamente con vistas al combate y a enorgullecerse del
herosmo individual caracterizado por el desprecio al riesgo fsico.
Csar era consciente de que sus legiones podan perder una batalla, pero saba que
bastaba simplemente con que no abandonaran el campo para que lograran alzarse con
la victoria en cualquier guerra imaginable. Todo cuanto necesitaba era una excusa, y
hete aqu que se presenta ante l un jefe galo exiliado y le ofrece una perfectamente
utilizable. Csar anunci que se vea obligado a invadir la Galia (sujeta ahora a su
proteccin) porque los helvecios haban empezado a invadir el territorio de los
heduos: ocurri que los arvernos y los scuanos tomaron a sueldo a los
germanos. De stos cruzaron en un primer momento el Rin unos quince mil, pero
cuando aquellos hombres salvajes y brbaros se aficionaron a los campos, la forma de
vida y las riquezas de los galos, fueron muchos ms los que pasaron: que ahora haba
en la Galia unos ciento veinte mil[7]. Por consiguiente, march al norte y los pas a
espada. Fue una gloriosa victoria que prestigi infinitamente la imagen de Csar a su
regreso a Roma.
Sin embargo, hay algo sospechoso en la crnica de Csar. ste dice que, tras la
contienda, sus hombres hallaron ciertos documentos entre los restos del
acantonamiento de los helvecios. Aquellos hombres salvajes y brbaros haban
elaborado un censo exhaustivo y nominal en caracteres griegos del nmero de los
que haban salido de su patria, de los que podan empuar armas y, aparte, tambin de
los nios, ancianos y mujeres. Unos y otros sumaban un total de 263 000 helvecios,
36 000 tulingos, 14 000 latobicos, 23 000 ruracos y 32 000 boyos. De ellos, los que
podan empuar armas eran unos 92 000. La suma total era de 368 000,
aproximadamente[8].
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Por consiguiente, eran cultos y saban hacer nmeros. Pero Csar no se quedaba a
la zaga. Tambin l confeccion su propio censo, en el que contabiliz a los que
volvieron a su patria, calculando que haban sido 110 000. En otras palabras, haban
desaparecido ms de 250 000 de aquellos individuos cabe suponer que muertos o
esclavizados en su mayor parte. Un precio poco elevado que era preciso exigir
cuando uno se propona dominar el mundo.
Ahora bien, el verdadero inters de estas cifras reside en que desde luego no
parece desprenderse de ellas que los helvecios fueran una caprichosa turba de
salvajes, y lo cierto es que no lo eran. Estaban tratando de emigrar. Haban
organizado y controlado de forma muy notable la totalidad de su empresa si haban
establecido un censo haba sido para asegurarse de que todo el mundo dispusiera de
comida y alojamiento. Ms an, haban pedido permiso a Csar para cruzar el
territorio romano. ste se neg a concedrselo, y al verse los helvecios obligados a
tomar una direccin distinta, Csar aprovech la ocasin para afirmar que estaban
invadiendo a los heduos.
Haba sido una trampa. El relato que Csar ofrece de los hechos trataba de
tergiversar al mximo las cosas. Y ahora haba hundido ya sus garras en la Galia:
haba puesto en marcha una campaa que habra de reportarle beneficios suficientes
para poder satisfacer sus deudas, as como los laureles precisos para quedar
transformado a los ojos de Roma en un heroico conquistador. Pas a ser dueo
personal de una inmensa cantidad de galos, y muchos de ellos fueron vendidos en los
mercados de esclavos romanos. Adems, segn Suetonio, acab poseyendo tanto oro
que ya no saba dnde meterlo, as que lo subast a un precio que rebajaba su valor
en un 25%. Y todo esto sin mencionar el resto de las regalas procedentes del
pillaje[9].
De acuerdo con Plutarco, los ejrcitos de Csar no slo mataron a un milln de
personas, sino que esclavizaron a otro milln ms. Si el total de la poblacin era de
seis millones, eso significa que la proteccin de Csar haba eliminado a la tercera
parte. No parece excesivamente aventurado afirmar que le interesaba ms proteger
los recursos de los galos que sus vidas, y que, al igual que los helvecios, se haba
aficionado a los campos, la forma de vida y las riquezas de los galos.
Su ferocidad fue impresionante: en el ao 55 a. C., fecha en la que dos grupos de
germanos tuvieron la audacia de atacar un campamento romano y de matar a 74
jinetes, Csar orden una masacre que aniquil a todos los hombres, mujeres y nios
hasta un total, segn sus propias estimaciones, de 430 000 individuos[10]. El
Senado decret fiestas y sacrificios para conmemorar el genocidio, pero aquello
pareci ya excesivo a algunos romanos. Catn de Utica se sinti tan ultrajado que
exigi que Csar fuese entregado a los germanos para expiar el crimen[11]!
Dndose cuenta de que haba ido demasiado lejos, Csar dedic entonces un par
de aos a rehacer su reputacin. De este modo, fue el primer general romano en
cruzar el Rin e invadir Germania, e igualmente el primero en atravesar el canal de La
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Mancha y ocupar Britania, que por entonces se encontraba, en opinin del romano
corriente, allende el mundo conocido[12].
Al terminar el verano del ao 53 a. C., Csar se retir a Italia, mientras dejaba
varias guarniciones dispersas por todo el territorio ocupado, aunque no
necesariamente bajo control. Sus cinco aos como protector tocaban a su fin, y an
no haba conjurado todos los peligros que se cernan sobre l. El da en que expirara
su mandato no slo perdera el mando de las legiones de la Galia, quedara tambin
expuesto a todas las acusaciones que sus enemigos tuvieran a bien interponer en su
contra como consecuencia de las acciones realizadas en el perodo de sus conquistas,
ya fuera por irregularidades legales o por corrupcin. Y en Roma no le faltaban
enemigos que tuvieran una idea muy clara de lo que haba estado haciendo. Lo nico
que poda salvarle era una situacin de emergencia y los galos (que los dioses les
tuvieran en la gloria!) habran de ponrsela en bandeja.
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Vercingetrix sufri toda una serie de derrotas.
No obstante, era un cabecilla claramente sobresaliente, ya que no perdi autoridad
y convoc un consejo en el que anunci que tanto l como sus coterrneos galos
deban emplear en la guerra medios completamente diferentes a los habituales. En
lugar de enfrentarse a los romanos cara a cara, se dedicaran simplemente a lograr que
el hambre obligara al enemigo a rendirse. Los galos deban atacar las partidas que
salieran en busca de alimento y, lo que es ms, tenan que incendiar las pequeas
ciudades y las aldeas en las que se almacenaban las provisiones, de modo que el
ejrcito romano no tuviera sustento que llevarse a la boca. La quema de las
poblaciones dejara adems sin refugio a los galos que no quisieran unirse a la
rebelin, lo que les obligara a sumarse a ellos y combatir.
El consejo aprob unnimemente aquellos planes y, en un solo da, el fuego
destruy no menos de veinte pueblecitos. Csar nos dice que el resplandor de las
llamas poda verse por todas partes. No obstante, haba una poblacin que los galos
de la localidad se mostraron remisos a prender con las antorchas: Avrico la actual
Bourges. Cuando se celebr el consejo, los lugareos suplicaron a Vercingetrix
que no arrasara una de las ciudades ms bellas de toda la Galia. Contrariando su
propio criterio, el dirigente galo les permiti defender la plaza.
El resultado fue el desastre: los romanos consiguieron romper los parapetos y,
como venganza por la masacre de Cnabo, pasaron a espada a cuarenta mil hombres,
mujeres y nios. Tal vez unos ochocientos lograron escapar y reunirse con
Vercingetrix. Lo irnico es que muy probablemente aquella catstrofe contribuyera a
acrecentar la reputacin de Vercingetrix como juicioso caudillo militar, dado que se
haba opuesto con tanta firmeza al plan que haba desembocado en tal derrota.
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nmero a las falanges de Csar. Todos los soldados de la caballera gala se
comprometieron con el ms sagrado de los juramentos a que no se refugie bajo
techado, ni se allegue junto a sus hijos, sus padres o su mujer, aquel que no haya
cabalgado por dos veces a travs de la columna enemiga[13]. Dura decisin.
Sin embargo, Csar haba reclutado en secreto a un gran nmero de soldados de
caballera germanos, lo que le dio una inesperada ventaja. Cuando los galos atacaron,
se vieron repelidos y tuvieron que retirarse a Alesia, a unos cincuenta kilmetros de
la actual Dijon.
Csar sac el mximo partido de su superioridad y se dispuso a conquistar por
inanicin aquella plaza fuerte. Hoy puede verse en el arquedromo situado justo al
sur de la ciudad de Beaune una enorme e impresionante reproduccin de las obras de
asedio que orden realizar Csar. En esas instalaciones puede uno comprobar en toda
su magnitud la aportacin de Roma al mundo: la conjuncin del pensamiento
racional, la habilidad para las obras de ingeniera y la autoridad poltica sumadas al
podero militar, elementos todos ellos destinados a dominar y civilizar a los pueblos
salvajes que los rodeaban.
Csar mand excavar un foso de seis metros de profundidad y otros dos de cuatro
metros y medio, rellenando uno de estos ltimos con agua desviada de un ro
cercano[*]. Levanta asimismo un terrapln y una empalizada de casi dieciocho
kilmetros de circunferencia, a lo que aade un parapeto y almenas en el que sita
torres de vigilancia a intervalos regulares. En lo alto del parapeto se colocan grandes
ramas en forma de asta [] destinadas a entorpecer la escalada de los enemigos[*].
Sin embargo, antes de que Csar pudiese dar por concluidas las fortificaciones
destinadas al asedio, repletas de zanjas y trampas, Vercingetrix envi a su caballera
a medianoche y consigui pasar por los resquicios que an quedaban. Tenan rdenes
de cabalgar hasta el ltimo rincn de la Galia y reunir un ejrcito que viniera en su
auxilio. Si fracasaban, ochenta mil hombres escogidos moriran con l[14]. Era el
tipo de emergencia que sacaba a la luz lo mejor de la solidaridad celta. Se convoc
con asombrosa rapidez un consejo de toda la Galia y se reuni un extraordinario
ejrcito de 320.000 hombres dispuestos al rescate. Al fin los galos estaban actuando
como una nica entidad poltica.
En vista de aquellos preparativos, Csar construye en torno al primero un segundo
crculo, idntico, de baluartes, integrado por veintids kilmetros de reparos y
trincheras pensados para defender a su propio ejrcito de sitiadores de las ingentes
tropas de refuerzo que estaban de camino, segn saba Csar por los trnsfugas y los
prisioneros. Ahora bien, los hombres atrapados en el interior de Alesia no saban si
se estaba preparando algo o no. Comenzaron a desesperarse al ver que sus
provisiones se haban consumido. Como ltimo recurso, expulsaron de la ciudadela a
todos los habitantes que no estaban en situacin de combatir. Se oblig a los
ancianos, a las mujeres y a los nios a permanecer en la tierra de nadie que separaba
los muros de la propia Alesia de las fortificaciones romanas. Una vez all, rogaron a
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los romanos que les tomaran como esclavos o hiciesen con ellos lo que mejor les
pareciera, con tal de que les proporcionaran comida. Sin embargo, Csar se neg a
dejarles cruzar las puertas. Vercingetrix no se atreva a readmitirlos porque tan
pronto como les diera el paso franco los romanos se precipitaran al interior de la
ciudad. Cabe suponer que la consecuencia fue que se quedaron en aquella zona
intermedia y perecieron de hambre, aunque Csar no d indicacin alguna respecto de
su destino.
Cuando finalmente lleg la expedicin de refresco, las fortificaciones romanas se
revelaron inexpugnables. Da tras da, los galos se lanzaron contra el bastin de sus
sitiadores, pero no lograron abrir brecha. Transcurridas cinco jornadas de lucha,
Vercingetrix decidi que no poda seguir contemplando la agona de su gente. Segn
Csar, el jefe galo abandon el mando y se avino a ser entregado a los romanos.
Plutarco nos dice que tom las armas ms hermosas que tena, enjaez ricamente su
caballo, y saliendo en l por las puertas dio una vuelta alrededor de Csar, que se
hallaba sentado, apeose despus, y arrojando al suelo la armadura se sent a los pies
de Csar[*].
Vercingetrix fue llevado a Roma y encerrado durante cinco aos en una
mazmorra conocida como el Tuliano[*]. Finalmente le sacaron de su prisin y le
exhibieron pblicamente durante los veinte das que se dedicaron a solemnizar las
victorias de Csar. Una vez mostrado a la multitud, se dio muerte al feroz brbaro por
estrangulamiento. En esa poca, Csar, gracias a la utilsima revuelta de
Vercingetrix, haba amasado la fortuna, el poder y la popularidad suficientes como
para apoderarse de la propia Roma.
Un emperador francs, Napolen III, mand levantar la heroica estatua del
cabecilla galo que se yergue en las afueras de Alesia para enaltecer el orgullo
nacional de Francia. Vercingetrix se muestra altivo, como un jefe tribal no
doblegado que encarna un modo de vida a punto de extinguirse. Contempla desde su
pedestal las ruinas del asentamiento romano construido sobre su ciudad, y la
desaparicin de su mundo.
No era ms que un brbaro.
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una mujer ejerciese el poder. Para ellos era una de las ms claras diferencias entre la
civilizacin y la barbarie. En el Templo de las Vrgenes Vestales de Roma se
custodiaban religiosamente los smbolos de la feminidad romana. Las Vestales eran
esposas de la ciudad guardianas del fuego sagrado que deba arder da y noche en
el pebetero pblico del templo. Se crea que si la llama se apagaba se abatira un
desastre sobre Roma. Las Vrgenes Vestales salvaguardaban asimismo la pureza de la
feminidad romana. Se las elega a una edad comprendida entre los seis y los diez
aos, y permanecan en el templo durante treinta aos. Si en ese perodo de tiempo
rompan su voto de castidad, los romanos haban dispuesto una sencilla cura para su
apetito sexual: eran emparedadas y se las dejaba morir de inanicin.
Y en cuanto al resto del gnero femenino, no se aceptaba que ninguna mujer fuese
cabeza de familia o ejerciera sobre ella gnero de control alguno (potestas). La mujer
careca de rango poltico, no tena derecho al voto y no poda desempear ningn
cargo ni tampoco formar parte lbrennos los dioses! del ejrcito. El clebre
orador Cicern explicaba que nuestros antepasados establecieron la norma de que
todas las mujeres, debido a la debilidad de su intelecto, quedaran bajo la tutela de un
custodio. Nada de lo que hiciese una mujer romana tena validez legal alguna a
menos que un hombre lo aprobara.
Por consiguiente, las mujeres romanas, ya fueran hijas, viudas o esclavas, se
hallaban sometidas al control absoluto del hombre que estuviera al frente de su hogar:
el paterfamilias. La pregunta quin es el padre? era de suma importancia en
Roma. Din Casio refiere la ancdota de la esposa del emperador Septimio Severo
(193-211 d. C.), Julia Domna, a quien dej conmocionada la aparente libertad con
que las mujeres celtas escogan a sus maridos y amantes. Julia declar que semejante
conducta era muestra de una completa falta de escrpulos morales.
La esposa del cabecilla britnico a quien confi aquella opinin respondi con
cierto mpetu: Nosotras las mujeres celtas atendemos la llamada de la naturaleza de
manera ms decente que las de Roma. Nos unimos abiertamente con los mejores
hombres, pero vosotras, la romanas, permits que os traten licenciosamente en secreto
los ms viles[2]. No es de extraar que las mujeres brbaras ejercieran tan notable
influencia en la imaginacin de los varones romanos. Eran rebeldes, fuertes,
peligrosas y quiz sensuales. Fue la asociacin de las mujeres celtas con el
comportamiento brbaro lo que llev al Senado a decretar en el ao 40 d. C. que las
prostitutas deban teirse los cabellos de rubio un color que los romanos
relacionaban con los celtas. Sin embargo, fue el deseo de mostrarse sensuales lo
que indujo a las damas de las ms altas esferas de la sociedad romana a ponerse
pelucas de ese color.
Se supona que las mujeres no podan gobernar ningn asunto, aunque, desde
luego, haba ocasiones en que stas, como es el caso de la madre de Nern, Agripina,
ejercan un indudable poder en Roma. Ahora bien, no se trataba de una situacin con
la que los romanos se sintieran cmodos, y ms tarde los autores latinos trataron de
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corromper su memoria con desprecios y comentarios maliciosos.
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En Roma, la violacin no era considerada un delito contra la mujer, sino un
ultraje al varn que la tutelaba, una agresin a sus propiedades. En el mundo celta, si
una mujer sufra una violacin no slo tena derecho a una compensacin personal,
sino tambin a vengarse.
En el ao 189 a. C., al invadir los territorios celtas de la Galacia (en la actual
Turqua), los romanos capturaron a una mujer llamada Chiomara, esposa de un
cabecilla. Un centurin la viol y, al descubrir su elevado rango, tuvo el descaro de
enviar una peticin de rescate a su marido. Se concert un intercambio y llegaron
unos enviados de su tribu que entregaron el dinero. No obstante, al mostrarse el
centurin excesivamente efusivo en las despedidas, Chiomara hizo seas a uno de sus
compatriotas para que ste cortara la cabeza al atrevido. Chiomara se llev a casa el
espantoso trofeo, como solan hacer los guerreros celtas, y lo arroj a los pies de su
esposo. El hombre qued horrorizado por aquel acto, que rompa la tregua vigente, y
dijo: Mujer! Buena cosa me traes, a fe ma!. A lo que Chiomara replic: S, pero
an mejor es que slo conserve la vida uno de los hombres que se han acostado
conmigo[4].
A diferencia de las romanas, las mujeres celtas podan ejercer el poder por
derecho propio, y en todo el mundo celta se conoce la existencia de distintas reinas.
Hay constancia, por ejemplo, de que fue una jefa de los escordicios llamada
Onomaris (que posiblemente signifique Serbal[*]) quien fund lo que hoy es
Belgrado[5]. Y en torno al ao 231 a. C., Polibio nos dice que una tal reina Teuta
condujo a su gente en la guerra contra los griegos de Epiro. A los embajadores que
envi Roma para mediar en el conflicto debi de disgustarles tener que negociar con
una mujer y no se preocuparon de ocultarlo. En cualquier caso, parece que le bajaron
terriblemente los humos a la reina, ya que, segn Polibio, sta se dej llevar por un
arranque de petulancia femenina y les mand asesinar cuando regresaban a casa[6].
El modo en que las mujeres celtas participaban en la vida poltica y pblica
constitua una afrenta al concepto romano de la decencia. Plutarco, por ejemplo,
seala que en el siglo IV a. C. los volcas del norte de Italia enviaron embajadoras a
negociar con el general cartagins Anbal: En el tratado que firmaron con [este
estratega] consignaron una clusula por la que, en caso de que los celtas se quejaran
de los cartagineses, los gobernadores y los generales que stos tenan en Hispania
habran de actuar como jueces; mientras que si eran los cartagineses quienes ponan
objeciones a la conducta de los celtas, los rbitros deban ser las mujeres celtas[7].
Los datos arqueolgicos nos proporcionan un gran nmero de pruebas que
sugieren, por el modo en que se enterraba a algunas mujeres, as como por la
abundancia y la riqueza de sus enseres funerarios, que deba de tratarse con toda
probabilidad de gobernantas. Una de esas mujeres fue enterrada en Vix, en la regin
francesa de la Borgoa. Falleci aproximadamente en 480 a. C., a una edad de unos
treinta y cinco aos. En 1952, fecha en la que se abri el sepulcro, result ser uno de
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los hallazgos arqueolgicos ms espectaculares del siglo XX.
Fuera quien fuese aquella mujer es obvio que se trataba de un personaje poderoso
y relevante, a juzgar por la opulencia del material funerario. Entre los objetos
hallados figura uno de los mayores recipientes para la mezcla del vino y el agua
denominados crteras que nos ha legado la Antigedad, junto a otros valiosos
utensilios. La crtera resulta significativa porque una de las caractersticas capitales
del liderazgo consista en la celebracin de grandes festejos en los que se beban
enormes cantidades de alcohol. Los restos de la mujer estaban adornados con
magnficas joyas de oro, bronce, mbar, lignito y coral, y sobre la calavera se
encontr una esplndida torques de oro en la que se aprecia un extraordinario trabajo
de artesana. Su cuerpo yaca en un carro ricamente decorado[8]. El funeral debi de
haber sido una espectacular demostracin de su poder: las multitudes contemplaron
posiblemente el carruaje mortuorio tirado por caballos que condujo a la tumba su
cadver y asistieron quizs a la ceremonia con la que se desmantel el coche fnebre,
se colocaron las ruedas a los lados del sepulcro y se situ en su interior la gran crtera
con toda probabilidad llena de vino para el gape luctuoso.
En Reinheim, justo al sur de Saarbrcken, en la frontera entre la Galia y
Germania, se descubri la tumba de otra mujer celta, enterrada en el siglo IV a. C. con
un carro y materiales funerarios de calidad comparable a los anteriores. El hecho de
que fuera enterrada con un carro sugiere que se trataba de una jefa militar. Tambin
ella estaba rodeada de un fabuloso depsito de joyas[9].
Pero no slo haba mujeres poderosas en lo ms alto de la escala social celta:
tambin se observa su presencia en los peldaos inferiores, y a veces los textos de los
autores romanos dejan asomar, a regaadientes, una cierta admiracin por ellas.
Diodoro de Sicilia nos informa de lo siguiente: Las mujeres de los celtas son casi de
la misma estatura que los hombres y su valenta tambin rivaliza con la suya. Es
probable, por supuesto, que tratara de minimizar la talla de los varones celtas, pero
tambin es verdad que expresaba un punto de vista habitual entre los romanos, que
consideraban que uno de los elementos del carcter antinatural de la sociedad celta
radicaba en el hecho de que las mujeres fuesen an ms bravas que los hombres.
Un soldado romano del siglo IV d. C. llamado Amiano Marcelino parece haber
incluido a las mujeres celtas en la misma categora a la que pertenece el estereotipo
de los chistes sobre suegras:
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mujeres] es terrible y amenazadora, ya estn aplacados o enardecidos[10].
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de los romanos. Y lo que es ms, aceptan con tanta facilidad la realizacin de
trabajos pesados, ya sea en las exportaciones que salen de aqu para dirigirse a
la cltica [la Galia] como en las importaciones procedentes de aquella regin
[] que no es preciso dejar guarniciones en la isla[11].
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econmicos que se oponan a la idea de invadir Britania, el reciente descubrimiento
de mineral de plomo mezclado con plata en el oeste de la isla haba desbaratado tal
planteamiento. Se trataba de un incentivo enorme: la plata reactivara la divisa
romana, y con el plomo podran fabricarse caeras para las instalaciones de
fontanera y objetos de vidrio para la mesa, y vitrificar adems un enorme nmero de
piezas de cermica romana. Las minas sufragaran la totalidad del coste de la
invasin. Por ltimo, Claudio contaba con dos nuevas legiones en el Rin, y era
preciso mantenerlas ocupadas. sta era la oportunidad que necesitaba para hacerse
respetar como emperador y ganar algn dinero. La verdad es que no tena otra
alternativa. El ataque comenz en el ao 43 d. C.
De los dos agitadores que haban desencadenado la invasin romana, Togodumno
se rindi, pero Carataco continu la lucha tras atrincherarse en Gales. En el ao 51
d. C., cuando finalmente se vio superado, huy al norte y pidi asilo poltico a
Cartimandua y a los brigantes. Pero fue un terrible error de clculo, porque
Cartimandua no comparta su poltica. Ella ya se haba aliado anteriormente con los
ocupantes y no tena la menor intencin de hacer nada que pudiese poner en peligro
sus relaciones con Roma, ya que sa era la nica forma de poder controlar a su propio
pueblo. De este modo, cuando Carataco se present ante ella para solicitar su
proteccin, la reina pisote framente todas las normas de la hospitalidad (que eran de
suma importancia para los celtas), carg de cadenas a Carataco y a su familia, y le
entreg a los romanos.
Con todo, la peripecia de este notable rey militar britano no termina aqu.
Carataco fue conducido a Roma, junto con sus ms prximos parientes, y una vez all
las cosas no se desarrollaron como era habitual en el caso de un enemigo cautivo. Le
haba precedido la fama de intrpido hroe resistente que se haba mantenido firme
frente a todas las adversidades y ante el poder de Roma. Y a pesar de que tanto l
como su familia fueron expuestos encadenados al escarnio pblico y paseados por
toda Roma, se permiti que Carataco se presentara ante el emperador y lanzase una
digna y elocuente peticin de indulgencia: Porque, si vosotros queris mandar sobre
todos, la consecuencia ha de ser que todos admitan la esclavitud? Si me hubiera
rendido entregndome enseguida, ni mi fortuna ni tu gloria habran adquirido
renombre; adems, tras mi ejecucin vendr el olvido. En cambio, si me mantienes
vivo, ser un ejemplo eterno de tu clemencia[14]. Funcion. Carataco fue perdonado
y su familia y l mismo vivieron el resto de su vida en Roma, donde gozaron de gran
estima.
Mientras tanto, la terrible Cartimandua disputaba con el rey consorte, Venucio.
Cuando ste trat de provocar un levantamiento, ella mand llamar tranquilamente al
ejrcito romano para que le pusiera en su sitio. Pese a todo, ambos se reconciliaron y
continuaron haciendo vida matrimonial, hasta que Cartimandua se li con Vellocato,
el escudero de su esposo. Como era de esperar, Venucio utiliz esa circunstancia
como pretexto para poner en marcha una nueva rebelin. Cartimandua volvi a apelar
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a los romanos, pero en esta ocasin la resistencia de los brigantes revel ser
notablemente ms slida y los romanos se vieron obligados a replegarse, junto con la
reina y su amante. No ha quedado constancia de qu pudo sucederles despus de
aquello.
Sin embargo, las andanzas de Cartimandua demuestran con toda claridad que el
poder y la independencia de las mujeres celtas se contrapona de forma muy marcada
a la situacin en la que se encontraban sus equivalentes romanas. En la Britania de
aquella poca, una mujer de alto rango poda ocupar una posicin social que la
facultaba para ejercer un poder poltico decisivo, negociar con los romanos, firmar
tratados y dominar no slo a su propio pueblo, sino a toda una federacin de tribus.
Tena adems la posibilidad de elegir a su amante y de divorciarse de su marido tan
pronto como le viniera en gana.
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anonadaron a los historiadores, que no haban imaginado siquiera que tales fondos
pudiesen haber existido en la Britania de la poca. Haba montones de monedas cuya
fecha era cien aos anterior a Boudicca, pero los hallazgos se encontraban en un
recinto excavado de ochenta mil metros cuadrados, y en l el enterramiento de las
arquetas se haba producido aproximadamente en vida de la reina[16].
Se trata del descubrimiento arqueolgico ms importante jams realizado en Gran
Bretaa, y constituye una indicacin de que Britania, una vez reincorporada por
Roma al mundo de los negocios, era un lugar en el que resultaba posible hacer dinero.
Para contribuir a la romanizacin del sureste de la isla, el emperador Claudio haba
concedido enormes prstamos a los dirigentes locales a quienes deseaba favorecer, y
lo mismo hizo la corte de su hijo adoptivo, Nern. Sin embargo, si Claudio lo haca
probablemente por motivos polticos, Nern y sus cortesanos lo consideraban un
modo de obtener dinero con engao.
Las lites romanas eran perfectamente conscientes de que una jugosa tasa de
inters constitua una forma de sangrar a los brbaros cuando menos tan efectiva
como la de exigirles un tributo, as que se alentaba el endeudamiento de las
familias descollantes. El tipo de inters habitual era del 1% mensual. El filsofo
Sneca, consejero de Nern (y en realidad su tutor), convencido de no ir mal
encaminado, haba prestado a los isleos cuarenta millones de sestercios que stos
no le haban pedido[17]. Esa suma bastaba para sufragar los gastos de una legin
durante cuarenta aos. El tesoro de Snettisham muestra por qu pensaba que aquel
dinero se hallaba a buen recaudo. Parte de aquel capital o quiz todo l debi de
haber sido un prstamo personal al rey de los icenos, y es posible que la garanta
fueran las propias joyas de la corona. Prasutago era un devoto colaborador de los
romanos. En cualquier caso, recibiera o no de stos el impulso necesario para acceder
al trono, parece que Prasutago utiliz el dinero que Roma puso a su disposicin para
convertirse en un personaje importante.
En la dcada de 1980, las excavaciones que se realizaron en Thetford sacaron a la
luz un espacio situado en lo alto de una colina en el que un enorme proyecto
arquitectnico haba producido una sbita transformacin, aproximadamente en los
aos de la conquista romana. Segn parece, el lugar qued convertido en un
emplazamiento ceremonial compuesto por un nico gran edificio circular que
probablemente tena dos plantas. Haba objetos de metal en otro recinto diferente, y
se pens que quiz se tratara de una casa de moneda o del taller de algn joyero, pero
no daba la impresin de que nadie hubiera habitado el lugar. Se trataba, con toda
claridad, de un suntuoso centro regio, de coste desorbitado. La presencia de un
enorme nmero de columnas de madera en la periferia del recinto desconcert a los
arquelogos, que llegaron a la conclusin de que se encontraban ante un enorme
bosque artificial de robles sagrados. Quiz fuese la versin romanobritana de un
centro drudico[18].
Est claro que, a los ojos de los romanos, Prasutago representaba el rostro
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aceptable del gobierno celta. Parece que el rey prosper en el estado surgido tras la
invasin. Adems, se le permiti mantener el reino libre del control de Roma hasta su
muerte, fecha a partir de la cual se supona que deba quedar integrado en el sistema
romano. Tcito nos dice que para evitar esa imposicin, Prasutago ide un astuto
ardid. Haba dejado como herederos suyos al Csar y a sus dos hijas, pensando que
con tal legado su reino y su casa se veran libres de cualquier afrenta[19]. Sin
embargo, al morir, en el ao 59 d. C., Boudicca accedi al poder. Y se fue
justamente el problema.
Boudicca se encontraba ahora al frente de la casa real, una situacin carente de
sentido en el derecho romano. Segn el derecho celta, poda ser tutora legal de sus
hijas y hacerse responsable de cualquier deuda pendiente, pero de acuerdo con el
derecho romano ninguna mujer poda ejercer la tutora legal de un heredero[20], y una
ley promulgada tan slo unos pocos aos antes, en el ao 46 a. C., sostena que la
reina no poda asumir la responsabilidad de una deuda contrada por otra persona[21].
Se haca necesario devolver el dinero a los romanos.
Como filsofo, Sneca escribi ensayos sublimes sobre el perdn de las ofensas y
la superacin del mal con la bondad, sobre el hermanamiento universal de los
hombres y la general obligacin a la benevolencia. Sin embargo, en ltimo trmino,
todo aquello qued en nada. El estilo de Sneca no abogaba precisamente por la
cancelacin de la deuda del Tercer Mundo. Nern y l reclamaron la devolucin de
los prstamos, y Boudicca, para decirlo francamente, no poda pagar. O no quera
hacerlo. Por consiguiente, Nern confisc la totalidad de su reino y envi a los
alguaciles.
Y ah empezaron los azotes y las violaciones. Tcito parece narrar los hechos
desde una ptica decididamente favorable a los celtas: el reino [de Prasutago] fue
devastado por centuriones y su casa por esclavos, como si hubiera sido conquistada.
Ya de entrada su esposa Boudicca fue azotada y sus hijas violadas; y todos los icenos
principales [] fueron desposedos de los bienes de sus antepasados. La orgullosa
leyenda con la que Roma adornaba su propia historia haba comenzado con una
violacin mltiple, puesto que los romanos fundamentalmente una banda de
criminales y forajidos tomaron a las mujeres de otra poblacin (las esposas e hijas
de los sabinos) para perpetuarse en la descendencia que stas les dieran. La violacin
de las hijas de Boudicca era la ms despiadada demostracin de que, bajo el yugo
romano, las mujeres carecan de poder y eran propiedad de los hombres.
Todos los icenos principales deca Tcito, como si la regin entera hubiese
sido recibida como regalo, fueron desposedos de los bienes de sus antepasados, y los
allegados del rey tratados como esclavos[22]. Pero el desprecio de los romanos por
los derechos de sus sbditos brbaros no se circunscriba a los poderosos y bien
nacidos. Hasta el ms humilde de los soldados romanos se percataba de que todo lo
que un da poseyeran los britanos quedaba ahora a su alcance, y su conducta
conmocion totalmente a Tcito: Era especialmente intenso su odio [el que sentan
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los britanos] contra los veteranos [soldados retirados a quienes se concedan las
tierras de los pueblos conquistados]; y es que stos, trasladados recientemente a la
colonia de Camuloduno [Colchester], los echaban de sus casas y les hacan abandonar
sus campos, llamndoles prisioneros y esclavos; mientras tanto, los soldados
alentaban la insolencia de los veteranos, pues su manera de vivir era parecida y tenan
la esperanza de conseguir la misma libertad que ellos[23].
Las cosas haban llegado a un punto crtico.
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No son las palabras de Posidonio, porque no se ha conservado ningn ejemplar de
sus Historias, pero nos las refiere Diodoro de Sicilia, autor que escribe algo despus
que l, aunque en el mismo siglo. Diodoro tiene una opinin distinta de los celtas,
menos entusiasta: Empujados por su naturaleza salvaje y primitiva se entregan a
prcticas religiosas particularmente ultrajantes. Acostumbran a custodiar a algn
criminal por espacio de cinco aos, para despus empalarle en una estaca a fin de
honrar a sus dioses tras lo cual le queman en una enorme pira, junto con otras
muchas primicias. Los prisioneros de guerra tambin sucumben en sus sacrificios a
los dioses[28].
Cuidado, los romanos no eran los ms indicados para quejarse de los sacrificios
humanos. Tito Livio y Plutarco documentan que en tres ocasiones, en los aos 228,
216 y 113 a. C., fueron enterradas vivas dos parejas de galos y griegos, un hombre y
una mujer en cada caso, en el Foro Boario. Y desde luego, las Vrgenes Vestales que
quebrantaban su voto de castidad sufran una suerte similar. Y no slo eso: si
hablamos de quitar vidas humanas a escala industrial, quin sera capaz de llegarle a
los romanos a la suela del coturno? No vacilaban en crucificar a millares de esclavos
rebeldes, y tampoco les pareca mal arrojar a los delincuentes a la arena del circo,
donde eran despedazados por animales salvajes para regocijo del pblico.
Sin embargo, el argumento de una elevada exigencia moral fue un buen pretexto
para arremeter contra el meollo de la identidad celta. Y as fue como en el ao 60
d. C. empez a concentrarse en el estrecho de Menai, justo enfrente de Anglesey, el
grueso de las fuerzas de ocupacin romanas:
Estaban formadas delante de la playa las filas del ejrcito enemigo, denso en
armas y guerreros, y con las mujeres corriendo entremedias; como si fueran
Furias, con sus vestimentas fnebres y sus cabellos sueltos portaban
antorchas; alrededor, los druidas lanzaban horribles imprecaciones con las
manos levantadas hacia el cielo. Lo inslito del espectculo impresion tanto
a los soldados que, como si tuvieran paralizados los miembros, ofrecan a las
heridas sus cuerpos inmviles. Despus, estimulados por su general y
animndose ellos mismos a no temer a aquel ejrcito femenino y fantico,
adelantan sus enseas, destrozan a los que se encuentran y los envuelven en
su propio fuego. Despus de esto, a los vencidos se les impuso una guarnicin
y se talaron aquellos bosques consagrados a crueles cultos; en efecto, ellos
consideraban lcito regar los altares con sangre de prisioneros y hacer
consultas a los dioses a travs de entraas humanas[29].
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REVUELTA DE BOUDICCA
LA REVUELTA DE BOUDICCA
El levantamiento que encabez Boudicca fue un estallido de furia y violencia
protagonizado por una coalicin de pueblos britanos. Se dice que Boudicca reuni un
ejrcito de unos cien mil soldados. Din Casio sita la cifra en ciento veinte mil, y
ms tarde la eleva hasta un total de doscientos treinta mil combatientes. El primer
objetivo de las tropas celtas fue la odiada colonia de Camuloduno.
Nern les haba hecho a los britanos el favor mejor dicho, el honor de erigir
en ese lugar un templo dedicado a su padre adoptivo, el emperador Claudio, quien
tras su muerte se haba transformado supuestamente en dios. Se oblig a los britanos
ricos a oficiar como sacerdotes en aquel santuario, y para colmo, a pagar los rituales
cuya realizacin les haba sido adjudicada. Tcito seala que el cenobio se vea
como una fortaleza de la eterna opresin[*]. Adems, con imperial arrogancia, el
ejrcito romano no haba considerado necesario rodear de defensa alguna la colonia
de Camuloduno. Tomar la plaza era pan comido.
Si los colonos all instalados se preocuparon al llegarles las primeras noticias del
alzamiento, una serie de malos augurios vino a quebrantar an ms su confianza. En
primer lugar, la estatua de la victoria del centro de la poblacin se vino abajo sin
razn alguna y cay de espaldas al enemigo, como si pretendiera huir de ellos.
Entonces, escribe Tcito, las mujeres, posedas por el delirio, profetizaban que se
acercaba el final y aadan que en la curia se haban escuchado voces de
extranjeros, que el teatro haba resonado con lamentos y que en el estuario del
Tmesis se haba visto una imagen de la colonia vuelta del revs; adems, [se haba
descubierto] el Ocano teido con color de sangre y unas huellas de cuerpos humanos
dejadas por la marea al retirarse[30]. Signos suficientes para sembrar el pnico entre
los ms aguerridos veteranos. Lanzaron un llamamiento de auxilio a Cato Deciano, el
gestor de las rentas imperiales es decir, el procurador, por emplear la denominacin
romana del cargo, pero todo lo que hizo fue enviar una raqutica tropa de
doscientos soldados que ni siquiera contaban con los pertrechos adecuados.
Si entre aquellas tropas cundi la sensacin de que haban tenido mala suerte,
estaban en lo cierto. El asedio apenas dur dos das. Antes del asalto final, todos los
combatientes romanos se encerraron en el templo en busca de cobijo. Pero no les
sirvi de nada. Antes de incendiar el pueblo, los rebeldes los arrastraron fuera de su
improvisado refugio y los condujeron hasta un bosquecillo sagrado, donde fueron
degollados uno a uno. Menudos brbaros! Pero se atreveran a convertir la masacre
en una exhibicin pblica, como hacan los civilizados romanos cuando haba que
escenificar una matanza en el circo? Pues no! Eso es lo que haca de ellos unos
brbaros: no tenan sentido del espectculo.
Salvo si se trataba de encender un buen fuego. Todo el que haga un agujero de
tres metros en cualquier punto de la regin de Colchester topar invariablemente con
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una capa de carbn. Son los restos de una enorme hoguera la que prendieron
Boudicca y sus seguidores sirvindose de la pequea poblacin de Camuloduno como
combustible.
Las fuerzas de la coalicin celta derribaron la estatua del dios Claudio: en 1907 se
encontr su cabeza en el ro Alde. La novena legin, que apretaba el paso para abrirse
camino a travs de la comarca, aunque demasiado tarde para aplastar la revuelta, cay
en una emboscada y fue aniquilada por completo. Tcito ech la culpa a Cato
Deciano, quien, asustado por esta derrota y por los odios de la provincia a la que su
avaricia haba conducido a la guerra, cruz el canal de La Mancha y huy a la Galia.
Mientras tanto, Suetonio Paulino, al frente de las legiones, inici el repliegue y
cruz a marchas forzadas el territorio hostil hasta llegar a Londres. No obstante, una
vez all comprendi rpidamente que no lograra defender la plaza de las tropas que
se encaminaban hacia ella, as que decidi que sera mejor no tratar de hacerlo. Lleg
a la conclusin de que el sacrificio de aquella sola ciudad [ salvara] a todas las
dems, escribe Tcito. Ni el llanto ni las lgrimas de quienes le imploraban ayuda
le convencieron para no dar la seal de marcha[31]. El ejrcito de Boudicca tuvo
entera libertad para reducir el lugar a cenizas, y en la actualidad la nica prueba
material que queda de aquel primitivo centro comercial romano llamado Londinium
es una capa de arcilla roja quemada de veinte centmetros. El nmero de vctimas
romanas se estim en unas setenta mil almas.
Sin embargo, no fue la matanza lo que persuadi a Tcito de que estaba hablando
de autnticos brbaros. Fue su absoluta incapacidad para comprender los aspectos
comerciales de la guerra: Pues ni hacan prisioneros, ni los vendan como esclavos
escribe, tampoco los dedicaban a cualquier otro comercio de guerra, sino que
preparaban a toda prisa asesinatos en masa, patbulos, hogueras, cruces, como si
despus tuviesen que pagar ellos con la muerte, pero, eso s, despus de tomarse
previamente la venganza[32].
La gran batalla final, segn Din Casio, empez con una alocucin que Boudicca
dirigi a sus tropas desde su carro de guerra. Es poco probable que el discurso que
pone en su boca sea el que efectivamente pronunciara, pero resulta interesante porque
nos da una idea de cul era la percepcin que tenan los romanos de la ocupacin de
Britania:
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La arenga de Boudicca a sus efectivos tambin seal que los romanos eran unos
combatientes claramente inferiores, puesto que se escondan tras las empalizadas que
levantaban y llevaban gruesas corazas. Esto indicaba que tenan miedo, afirm
Boudicca, y tambin reduca su capacidad de maniobra. Mostrmosles que no son
ms que un hatajo de liebres y zorros que imaginan poder dominar a perros y a
lobos!
Sin embargo, al final, los soldados romanos no se mostraron tan medrosos ni
parecieron sentirse demasiado abrumados por el peso de la armadura. Lo cierto es
que, tratndose de una batalla campal entre granjeros y tropas profesionales, la justa
clera de los primeros no tena la menor posibilidad de salir airosa. Tcito lo registra
de este modo: hay quienes cuentan que cayeron casi ochenta mil britanos, frente
a unos cuatrocientos soldados muertos y no muchos ms heridos. Boudicca puso fin a
su vida envenenndose[34].
Con el fracaso de la revuelta, buena parte de los efectivos icenos restantes fueron
aniquilados a consecuencia de la venganza romana mucho ms justificada, claro
est, que su equivalente brbara. Pensemos por ejemplo en el tesoro enterrado en
Snettisham todos cuantos saban dnde se encontraba debieron de haber muerto,
as que las riquezas quedaron all, olvidadas, hasta que Charles Hodder las descubri
con su detector de metales. Sneca no logr que le devolvieran el dinero, y la
fortuna se exhibe hoy en el Museo Britnico, tras haber permanecido oculta bajo
tierra dos mil aos.
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los vnculos entre el Anglia Oriental y el sur de Holanda siempre haban sido muy
slidos.
Los batavos haban emigrado a los territorios controlados por los romanos
tratando de que stos les protegieran de sus vecinos, y el acuerdo al que haban
llegado estipulaba que los varones batavos asuman la obligacin de servir en el
ejrcito. Segn parece, todas y cada una de las familias batavas deban tener
necesariamente un hijo de uniforme como mnimo. Eran famosos por la lealtad que
profesaban a sus comandantes haca ya setenta aos que la guardia montada
personal del emperador estaba compuesta por batavos, desde Augusto, el primero de
los mximos gobernantes romanos. Los auxiliares obedecan a Suetonio Paulino
fueran cuales fuesen sus exigencias. Sin embargo, seis aos ms tarde se enviaba a
aquellos hombres a Britania, y a partir de entonces ya no iba a resultar tan fcil seguir
dando por supuesta la misma lealtad. En 67 d. C., Nern arrest a dos destacados
nobles batavos sobre quienes pesaba una sospecha de traicin. Un ao despus, su
sucesor, Galba, destitua con deshonor a su guardia de corps batava.
En 69 d. C., los comandantes romanos del Rin se rebelaron contra Galba, y se
produjo un intento de reclutar por la fuerza a un nmero de tropas batavas an mayor,
lo que gener un amargo resentimiento. Fue entonces cuando una vidente, a la que
Tcito llama Veleda (la palabra que utilizaban los celtas para denominar a las mujeres
druida era Veleta), profetiza que los batavos llegaran a desembarazarse por
completo del yugo romano. Perteneca a la tribu de los brcteros, vecinos de los
batavos. Ambos pueblos eran ms germanos que celtas, pero la distincin no era ni
mucho menos tan ntida como sugieren los autores romanos. Al igual que los druidas,
la virgen Veleda actuaba como rbitro en las disputas que surgan entre las diferentes
comunidades. Su persona era considerada sagrada: viva en una torre y hablaba a
travs de un intermediario.
El cabecilla de la revuelta era Civilis, un general tuerto que se encontraba entre
los hombres arrestados por Nern. Tcito pone buen cuidado en decir que el
levantamiento se declar ritualmente en un bosque sagrado. Este toque drudico era
un invento romano, o quizs un artificio simblico, ya que las investigaciones
basadas en los estudios polnicos muestran que apenas haba rboles en la zona. El
vnculo entre la autoridad de las hechiceras germano celtas y la oposicin a Roma
era bastante real. Los soldados batavos que se haban visto obligados a superar sus
reticencias y avenirse a matar druidas a mayor gloria de Roma[37] pasaron a engrosar
las filas del ejrcito de Civilis[38]. Su rebelin gan terreno rpidamente, y pareca
seguro que Roma iba a reconocer la independencia de toda la regin formada por los
Pases Bajos. Para el ao 70 d. C. ya haban sido aniquiladas dos legiones romanas, y
Civilis, cuya autoridad llegaba hasta Colonia, controlaba a otras dos. El comandante
romano fue llevado ante Veleda, en calidad de esclavo, y se entreg a la virgen druida
el buque insignia de la armada romana para que lo utilizara como barcaza personal.
No obstante, Civilis sigui adelante con la guerra, y oblig al nuevo emperador,
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Vespasiano, a realizar un enorme esfuerzo militar para neutralizarle a l y meter en
cintura a la regin. Sin embargo, Veleda sigui actuando como rbitro muchos aos
despus, y el crculo de los druidas continu siendo un foco de descontento en las
comarcas celtas[39]. La romanizacin de aquellos pueblos no estaba siendo tan fcil
como hubieran querido los romanos.
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una nica legin, no en tres. Adems de su paga y de sus pertrechos personales, la
tropa precisaba enormes cantidades de comida sobre todo trigo, que durante
dcadas hubo de ser importado, puesto que, en un principio, el principal cultivo de
Britania era la cebada (con la que se haca una masa que se utilizaba para elaborar
cerveza y se consuma en forma de papilla, pero que los romanos slo consideraban
apta para el forraje de las bestias). El ejrcito necesitaba igualmente un enorme
nmero de animales. Se ha calculado que, slo a las fuerzas de ocupacin instaladas
en el norte de Britania, deban proporcionrseles anualmente diez mil caballos y
cuatro mil mulas, junto con el correspondiente pienso, as como doce mil terneros con
los que obtener cuero para las tiendas y dos mil animales para los sacrificios[41].
Britania le estaba costando a Roma una ingente cantidad de dinero, y los nicos
que verdaderamente se beneficiaban de ello parecan ser los propios brbaros es
decir, los cabecillas que suministraban y aprovisionaban a aquel enorme
contingente[42]. Para Roma era un psimo negocio. Segn Apiano de Alejandra,
autor que escribe en torno al ao 150 d. C., los romanos haban ocupado la mejor y
ms grande zona [de Britania], pero se desentendan del resto. Y ni siquiera les
resulta excesivamente ventajosa la parte que habitan[43]. Por tanto, cul era la razn
de que los romanos se tomaran la molestia de asentarse en esta conflictiva isla?
Una de sus motivaciones era la plata: los romanos obtenan en Britania grandes
cantidades de este mineral. Antes de que hubieran transcurrido seis aos desde el
comienzo de la invasin de 43 d. C., las minas de plata de los Montes Mendip, cerca
de Bath, se hallaban ya a pleno rendimiento, y para el ao 70 d. C., Britania era ya el
primer productor de plata del imperio. Sin la plata de Britania, la moneda de Roma no
habra valido un ardite. Adems, tambin era importante el plomo del que se extraa
la plata. En esa misma zona de los Montes Mendip se han encontrado lingotes de
plomo con un sello que indica que estaban destinados al emperador o a legiones
concretas. Los romanos utilizaban grandes cantidades de plomo, tanto para vitrificar
su cermica como para fabricar objetos de vidrio. Tambin se las arreglaban para
ingerir notables dosis de ese metal. Pese a que saban que era peligroso, no por eso
dejaban de emplear recipientes de plomo en los que preparaban un almbar con el que
endulzaban el vino y que tambin usaban para elaborar golosinas y salsas. De hecho,
los romanos recurran tanto al plomo que generaban una vasta polucin. Muestras
tomadas del casquete glaciar de Groenlandia y de las cinagas y lagos de Suecia,
Suiza y Espaa revelan que durante la poca romana se produjo un enorme
incremento de la contaminacin por plomo[44].
Roma no trajo prosperidad ni un excesivo confort a la mayora de los pueblos que
conquist. Se ha estimado que entre la llegada de Csar a la Galia y la muerte de
Augusto, ocurrida en el ao 14 d. C., se produjo una cada demogrfica en el imperio
que supuso una mengua de poblacin de entre cinco y quince millones de individuos
pese a la adquisicin de nuevas provincias, entre ellas la de la Galia. En la Galia
el nmero de vctimas de la conquista debi de situarse cerca de los dos millones de
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personas, contando tanto a los muertos como a los esclavizados, y la curva de
poblacin inici una prolongada tendencia descendente. Es probable que en Britania
sucediera algo muy similar. Se ha estimado asimismo que, de la posible poblacin
existente en el imperio en el siglo II, cifrada en unos sesenta y cinco millones de
almas, no ms de un milln de personas vivan por encima del nivel de subsistencia.
Tcito pone en boca de uno de los cabecillas britanos una furibunda condena de la
conquista. En sus palabras se aprecian los ecos de una frialdad que ha atravesado los
siglos y que an hoy continan resonando:
Saqueadores del mundo; tras haber agotado la tierra con su universal pillaje,
desvalijan los mares. Si su enemigo es rico, se muestran rapaces; si es pobre,
codician el poder; ni Oriente ni Occidente han bastado a satisfacerles. Son los
nicos hombres que ambicionan con idntica avidez echar mano a la pobreza
y las riquezas. Al robo, la matanza y la rapia dan el falso nombre de
imperio; asolan cuanto encuentran y lo llaman paz[45].
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Sin embargo, en muchos sentidos todo esto no era ms que una apariencia. Antes
sola argumentarse que los celtas se mostraron plenamente dispuestos a abrazar la
romanizacin y que la vieja identidad celta vino poco menos que a desaparecer. Los
arquelogos sealaban la proliferacin de la cermica de tipo romano y la abundancia
de artculos de lujo. De haber tenido la oportunidad, los celtas se habran sentido en
los McDonalds como el pez en el agua. Pero bueno, si los celtas abandonaron
incluso a sus viejos dioses y comenzaron a adorar a las deidades romanas! As es
como solan interpretarse las cosas. No obstante, en la actualidad los historiadores
son ms precavidos[2].
Para empezar, la cermica tenda a fecharse en funcin de su estilo, as que se
supona que los objetos de loza autctonos eran anteriores. A continuacin, y con
un razonamiento tautolgico, se sugera que ese hecho demostraba la existencia de
cambios en las prcticas indgenas[3]. Adems, lo que se juzgaba cermica romana
no siempre lo era necesariamente ya que poda haber sido trada de los pueblos
vecinos sometidos al control de Roma. Parece que los historiadores europeos y
estadounidenses se sentan predispuestos a dar crdito a la teora del xito de la
romanizacin debido a su misma fe en el efecto civilizador de las conquistas de sus
propios pases. De este modo sostuvieron que, una vez que los romanos hubieron
establecido un paralelismo entre los dioses celtas y los suyos, los nativos abrazaron la
religin romana. Segn Csar, adoraban a Mercurio, Apolo, Marte, Jpiter y
Minerva[4] l crea que simplemente les daban un nombre equivocado. Sin
embargo, lo que realmente suceda era que los antiguos dioses continuaban vivos,
aunque de forma disfrazada.
La deidad celta conocida con el nombre de Beleno[*], por ejemplo, fue
enmascarada bajo la denominacin latina de Apolo Beleno, pero los sacerdotes que
afirmaban descender de los druidas eran los encargados de celebrar sus festividades.
Adems, los druidas continuaron con sus prcticas hasta bien entrado el siglo II d. C.,
a juzgar por un enterramiento descubierto en las afueras del pueblo de Brough, en el
este de Inglaterra. Brough era una pequea ciudad romana, su fortaleza militar haba
sido transformada en un conjunto de edificaciones civiles y se haba construido un
teatro nuevo. Sin embargo, la persona enterrada era un sacerdote celta, un druida, y
junto a su cuerpo se hallaron un cntaro con remaches de hierro y dos cetros,
doblados y rotos a consecuencia del ritual funerario. Al parecer, en la Galia del
siglo III an existan sacerdotisas del culto drudico, ya que realizaron profecas de
advertencia al emperador Alejandro Severo[5], pudieron ser consultadas por
Aureliano[6], y vaticinaron que Diocleciano accedera al trono del imperio si mataba a
un jabal[7]. Los antiguos dioses celtas an alentaban: simplemente adoptaron (y se
adaptaron a) nuevas formas.
Lo mismo sucedi con los patronmicos personales. Uno de los sacerdotes de
Apolo Beleno, por ejemplo, responda por Attius Patera un nombre de buena
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sonoridad latina, dir usted (patera, en latn, significa cuenco de fondo plano).
Sin embargo, el poeta Ausonio, que casualmente conoca a Attius Patera, explica que
en galo patera es la palabra con la que se designa al iniciado. Por consiguiente, los
celtas se ponan a s mismos y ponan a sus hijos nombres que parecan romanos pero
que en realidad constituan otras tantas formas de encubrir los apelativos celtas[8].
El suegro de Tcito, Agrcola, fue gobernador de Britania entre los aos 78 y 84
d. C. El historiador describe el proceso por el que, bajo la suave tutela de su pariente,
se convenci a los britanos de que hicieran suya la vestimenta romana, hablasen latn
y contribuyesen a la construccin de templos romanos, plazas pblicas y buenas
casas. Sin embargo aade, no sin condescendencia: Y de ese modo se les indujo
gradualmente a apreciar las tentaciones, adversas para su moral, de los prticos, las
termas y los esplndidos banquetes. Los desprevenidos britanos identificaban estas
nuevas costumbres con la civilizacin [humanitas], cuando lo cierto es que no eran
sino uno de los factores que los esclavizaban[9]. No obstante, la civilizacin era
algo a lo que slo unos cuantos celtas privilegiados podan aspirar. Los hijos de los
jefes podan albergar la esperanza de adaptarse al estilo de vida romano, pero la
mayora de los britanos permanecieron al margen.
Por consiguiente, la cultura celta no fue borrada de la faz de la tierra. Lo que
ocurri fue que se convirti en una prctica clandestina en todos aquellos lugares en
que los romanos hicieron valer sus conquistas. Sucedi lo mismo en toda Europa:
tanto los britanos como los bretones, los galos y los espaoles conservaron vivito y
coleando el mundo cltico. Experiment cambios, desde luego, dado que aument el
comercio, que la ciudadana romana y el uso del latn se extendieron, y que las
calzadas romanas comenzaron a surcar la campia. Sin embargo, a pesar de que los
romanos introdujeran una estructura concreta en la disposicin de las vas de
comunicacin terrestre de los celtas habida cuenta de que todas ellas conducan a
Roma, fueron incapaces de reorganizar el mar. Britania, Armrica (la regin
francesa situada al norte del Loira) y Galicia, en Espaa, siguieron formando parte de
una red atlntica de pueblos celtas que habra de mantenerse viva durante muchos
siglos.
Con todo, para la inmensa mayora, iba a ser un perodo lleno de dificultades.
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la campia. Por otro lado, las pequeas ciudades romanas eran centros
administrativos y sede de las lites polticas que vivan de los ingresos que generaban
sus cargos oficiales y sus propiedades rsticas. Los pueblos romanos gestionaban las
tierras que los rodeaban y se nutran de su produccin, enriquecindose a expensas de
la poblacin rural.
El gran mdico griego Galeno, que vivi en el siglo II d. C., explicaba las causas
que determinaban que la malnutricin estuviese tan extendida en las comunidades
rurales. El mal era plenamente imputable, dice, a la rapacidad de los habitantes de los
pueblos: Quienes residen en las ciudades, como muchos tienen por costumbre,
renen y almacenan todo el grano necesario para el ao inmediatamente posterior a la
cosecha. Se llevan la totalidad del trigo, la cebada, las judas y las lentejas, y dejan el
resto a los campesinos. Pocas ciudades romanas podan atender a sus propias
necesidades, por eso tenan que saquear el campo para mantener bien abastecidas sus
despensas. Esto significaba que el 10% de los romanos que vivan en las urbes
explotaba al 90%, que resida fuera de ellas.
Durante la fase expansiva del imperio se observa una tendencia del mismo tipo.
Los ciudadanos romanos radicados en el interior de las fronteras de Italia podan vivir
libres de excesivas cargas fiscales a expensas de los provincianos que habitaban en
los territorios conquistados. Es verdad que en Italia se pagaban impuestos por
cultivar cosechas y engordar ganado en los campos pblicos. Tambin haba que
pagar cnones en los puertos y satisfacer una renta en las minas, y se abonaba un
gravamen sobre la sal (que aboli Calgula), una tasa por la posesin de tierras, una
cantidad como arancel o portazgo e incluso un arbitrio por conservar la soltera. De
hecho, Nern lleg a introducir un tributo por la evacuacin de aguas menores, pero
no tuvo demasiada aceptacin. Sin embargo, la parte con mucho ms sustanciosa de
los ingresos imperiales proceda de los tributos que aportaban los habitantes de las
provincias. Para recaudar esos impuestos, los romanos empleaban a unos agentes
fiscales rurales a los que se daba el nombre de publicani. El derecho a ocuparse de la
exaccin de los gravmenes constitua en s mismo una mina de oro para todo aquel
que tuviera la suerte de conseguir semejante contrato, as que Roma adquiri el
hbito de subastar en todas las provincias, cada cinco aos, el cargo de recaudador de
impuestos.
Y desde luego la corrupcin recorra el sistema de arriba abajo. A tal punto, de
hecho, que en el siglo I a. C. el emperador Augusto aboli los agentes fiscales del
mbito campesino y puso la responsabilidad de la recaudacin de impuestos en
manos de funcionarios urbanos[11]. Tambin orden adoptar un impuesto de
capitacin (una contribucin fija imputable a todos los adultos), porque, en los aos
de mala cosecha, los ricos pagaban menos impuestos por sus tierras y por sus ventas,
pero segua siendo necesario pagar al ejrcito. Dado que las tropas consuman al
menos un 70% del presupuesto, en esos aos haba una considerable falta de liquidez.
El dficit presupuestario se enjug mediante la implantacin de esa tributacin por
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cabeza lo que supuso una mala noticia para las personas menos acomodadas.
Mientras Roma continu expandindose no hubo demasiados problemas. El
ejrcito sufragaba sus propios gastos, ya que se quedaba con parte de las tierras
incautadas, con el botn procedente de los pillajes y con la poblacin sometida a
esclavitud, que actuaba como la ms barata de todas las manos de obra posibles. Los
esclavos [servi] reciben ese nombre porque los comandantes suelen vender a las
gentes que capturan y por consiguiente salvan [servare] su vida en lugar de matarles.
La palabra que denota que los esclavos constituyen una propiedad [mancipia] deriva
del hecho de que son arrebatados al enemigo por la fuerza de las armas [manu
capiuntur][*][12].
Esos esclavos se utilizaban asimismo como braceros en las labores agrcolas, y
sta es la razn de que los trabajadores romanos quedaran libres para integrar un
ejrcito permanente[13]. Mientras el imperio romano mantuvo su constante expansin
consigui enriquecerse con el fruto de su propia actividad. Sin embargo, en Britania
la economa comenz a tambalearse: Estrabn ya haba manifestado que la ocupacin
de la isla no podra arrojar beneficios superiores a su coste, y dicho desembolso
result ser mucho mayor de lo que haba previsto. De este modo, al cesar la
expansin en el siglo III, con el consiguiente desplome de los efectivos de esclavos y
de los caudales allegados mediante los saqueos y la anexin de nuevas tierras, el
conjunto del imperio qued convertido en una gigantesca maquinaria fiscal.
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Sin embargo, claro est, no iba a ser el emperador quien se viera corto de
efectivo, tendra que ser el ciudadano quien quedara sumido en la escasez. En
tiempos del emperador Diocleciano (que gobern entre los aos 284 y 305) la queja
comn era que haba ms recaudadores de impuestos que contribuyentes[16]. Dado
que ahora las monedas carecan de valor, la exaccin fiscal se realizaba
principalmente en forma de bienes y servicios[17]. La recaudacin de impuestos se
convirti en un sistema dedicado a las requisas y a la organizacin de trabajos
forzados.
Sin embargo, lejos de solucionarse, la inflacin empeor an ms. Diocleciano
haba determinado que medio kilo de oro[*] vala cincuenta mil denarios, pero en el
ao 307 las fluctuaciones del mercado dispusieron que era preciso abonar cien mil
denarios para recibir esa misma cantidad de metal noble, despus subieron la cifra a
trescientos mil en el ao 324, y finalmente la situaron, a mediados del siglo IV, en la
increble suma de dos mil millones cien mil denarios. Y de algn modo, por la
misteriosa aunque ineluctable ley que rige las sociedades humanas, los ricos se
hicieron ms ricos y los pobres ms pobres. En torno al siglo IV, la aristocracia
senatorial era cinco veces ms pudiente que la del siglo I d. C. Los dineros parecan
desaguar de la campia y salir de los bolsillos de la gente corriente que se dedicaba a
cultivar la tierra para ir a parar, por enigmticos cauces y conductos, a manos de los
ricos magnates.
El efecto de filtracin de la riqueza[*] era tan mtico entonces como ahora.
Inevitablemente, la opulencia ascenda hacia los peldaos ms elevados de la escala
social, y no al revs, efecto que se verific de la forma ms espectacular en la propia
Roma. Un campesino poda considerarse afortunado si lograba cifrar en cinco
monedas de oro sus ingresos anuales. Un comerciante quizs alcanzara las doscientas.
Al mismo tiempo, las expectativas de renta de uno de los cortesanos de Diocleciano
giraban en torno a las mil monedas de oro al ao, y un senador romano poda contar
con ciento veinte mil. Sencillamente, no haba comparacin posible.
Se hizo evidente que el imperio romano constitua un estado de cosas
notablemente bueno para los ricos, pero que resultaba psimo para el resto de los
ciudadanos. Hacia el ao 350 y en el plazo de un par de generaciones, el
impuesto que gravaba la posesin de tierras se haba triplicado y representaba ya la
tercera parte de la produccin bruta de un granjero. No es de extraar que la
poblacin de la Galia mostrara signos de haber experimentado un constante declive,
ni que las ciudades crecieran a expensas del campo. Y cuanto menos gente se
dedicara a las labores agrcolas, ms duro se haca el trabajo de quienes an se
afanaban en ellas de este modo, a medida que los problemas fueron aumentando,
las limitaciones impuestas a la libertad del pueblo llano se hicieron cada vez ms
intolerables. Se decret que era ilegal que el campesino abandonara su granja, o
que un hijo se ganara la vida con un oficio distinto al que hubiera ejercido su padre.
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Los pobres se empobrecieron, se vieron obligados a pagar una tributacin que no
podan permitirse satisfacer, y empezaron a aorar la edad de oro en que las cosas
haban sido de otro modo. La nica opcin legal que le quedaba a un galo o un
britano venido a menos e incapaz de pagar al fisco era renunciar a su libertad de
movimientos y a sus tierras y aceptar la proteccin de algn gran terrateniente lo
que en la prctica equivala a verse convertido en una ms de las propiedades del
hacendado a cambio de quedar a salvo del recaudador de impuestos.
En el siglo V, un rotundo crtico de su poca, Salviano, seal que los
recaudadores de impuestos constituan un mal que acarreaba nuevos males:
la mayora es oprimida por una minora, una minora que considera que las
exacciones pblicas constituyen un derecho privativo suyo y se dedica a sus
propias componendas particulares, disfrazndolas de recaudacin de
impuestos. Y en esto se afanan no slo los nobles, sino los hombres de la ms
baja extraccin; no slo los jueces, sino quienes se subordinan a los
magistrados []. Existe algn lugar [] en el que los principales
ciudadanos no devoren la mdula de las viudas y los hurfanos, e incluso de
los santos? [] Nadie, salvo el encumbrado, est a salvo de los estragos de
estos bandidos y saqueadores, excepto aquellos que son a su vez ladrones[18].
Cuando las lites de las antiguas tierras celtas consideraron que las cosas haban
superado el lmite de lo admisible, buscaron en Britania una solucin. Esto se debi
precisamente al hecho de que Britania nunca hubiera quedado enteramente sometida
al yugo romano. El enorme contingente militar que all exista era justamente lo que
necesitaban.
En realidad la situacin se remontaba al menos al ao 196 d. C., fecha en la que
las tropas haban proclamado emperador al gobernador de Britania, Albino. ste se
estableci en Lyon y cont con el respaldo de los grandes terratenientes de la Galia y
de Hispania, los cuales buscaban estabilidad en una poca en la que el imperio se
descompona a consecuencia de unas terribles epidemias de peste que quizs hubieran
matado a una cuarta parte de la poblacin. Su apoyo militar era tan grande que Roma
se vio obligada nada ms y nada menos que a reconquistar la Europa occidental.
A lo largo del siglo siguiente, las guerras civiles, el desplome de la divisa romana
y el descenso demogrfico, asociado, casi con toda seguridad, a nuevos brotes de
peste (en uno de los cuales muri el emperador Claudio II el Gtico en el ao 270),
minaron progresivamente la economa de Europa. A partir del ao 235, y en un
perodo de tan slo cincuenta aos, distintos grupos de soldados proclamaron
emperadores a cuarenta y nueve hombres. Sabemos que al menos el 25% de ellos
terminaron asesinados, sin contar a los tres que se suicidaron ni a un cuarto personaje
que al parecer result fulminado por un rayo. De hecho, aparte de Claudio II, slo
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sabemos de uno que haya fallecido de muerte natural Valeriano, quien se mantuvo
en el cargo por espacio de siete aos, y que al expirar, en el ao 260, se encontraba a
salvo con los persas, aunque en calidad de prisionero.
En la Europa occidental el imperio se desvaneci de facto durante unos cuantos
aos. En 260, un gobernador galo, Pstumo, con el sostn de las tropas del Rin, fund
un reino propio, el imperio galo, que llegaba hasta Britania e Hispania. No hizo
intento alguno de atacar Roma, pero fue el restaurador de la Galia. Al final, Roma
reaccion y en el ao 273 aplast aquel imperio celta disidente y volvi a imponer su
poder y sus tributos. Durante un tiempo, sin embargo, pareci que el imperio romano
haba llegado a su fin, y una confederacin de germanos, que se daban a s mismos el
nombre de francos (o pueblo libre), cruzaron el Rin y se trasladaron a la regin que
hoy ocupa Blgica. Roma fue incapaz de evitarlo. Los francos eran un pueblo
marinero y rpidamente se hicieron con el control del canal de La Mancha. Se dice
que eran ladrones y piratas, aunque tambin parece probable que proporcionaran
gnero a los bandidos del propio imperio, bandas de individuos desesperados que
haban huido de sus tierras o se haban visto desposedos de ellas y que por tanto no
podan seguir permitindose el lujo de abonar los impuestos.
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ms recientes, que subrayan la importancia de las lites locales en el gobierno de
todas las cosas, sostienen que es posible que los bagaudos hubieran obedecido a
menudo las rdenes de los aristcratas locales en aquellas zonas en que el predominio
romano se hubiera venido abajo, y que en realidad combatan para salvar el orden
social y no para destruirlo ni transformarlo.
Todos estos puntos de vista contienen algn elemento de verdad, pero ninguno de
ellos nos refiere la totalidad del relato. Los movimientos guerrilleros siempre resultan
complejos son en parte alzamientos iracundos protagonizados por los pobres y los
exasperados, en parte rebeliones ideolgicas de los jvenes radicales cultos, en parte
instrumentos creados por los polticos locales a fin de luchar contra enemigos ms
poderosos y, por ltimo (cuando las guerrillas se enfrentan a la derrota militar, o
cuando sus dirigentes se han reincorporado al sistema), puros casos de bandidaje
asesino.
Salviano senta una abierta simpata por los bagaudos:
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En esta poca el emperador Diocleciano dividi el imperio en dos: se reserv para s
el gobierno del imperio de Oriente, a partir de la ciudad de Split (en la actual
Croacia), y dej en manos de Maximiano el dominio del imperio de Occidente, de
Miln en adelante. Roma estaba demasiado lejos del escenario de los
acontecimientos. Despus, Maximiano nombr a Carausio comandante de la flota del
mar del Norte, cuya base se encontraba en Boulogne. Su misin consista en limpiar
los mares de los piratas francos que infestaban el canal de La Mancha y que
hostigaban las costas de la Galia septentrional. Carausio cumpli el encargo y con
creces. Maximiano empez a sospechar que permita que los piratas cruzaran el
canal y realizaran incursiones en Britania o en la Galia para interceptarlos despus de
camino a sus cubiles y quedarse, tras llegar a un acuerdo con ellos, un porcentaje del
botn. Carausio conoca muy bien a los francos vivan en una parte del mundo que
tambin era la suya y entraba dentro de lo posible que estuviese conchabado con
ellos. Al final, Maximiano mand matar al poderoso capitn de su flota del norte.
Carausio se enter de la orden del emperador y entonces s que decidi puesto que
no sabemos si realmente estaba planeando con anterioridad una rebelin o no
proclamarse emperador de pleno derecho, trasladando toda su operacin al terreno
seguro de Britania. Desde sus cuarteles de la isla se convirti en el gobernador de
facto de Britania y de la regin de la Galia situada al norte del Loira. Maximiano
arm una flota a fin de dar una leccin a aquel advenedizo, pero todos los pilotos que
conocan bien el canal de La Mancha trabajaban a sueldo de Carausio, y esa
circunstancia, unida al mal tiempo, ech a pique el intento de Maximiano por
recuperar el control. Por el momento tuvo que aguantar al usurpador.
Carausio era un brbaro respaldado por brbaros los celtas y los francos,
pero no era una Boudicca rediviva. Fue lo suficientemente inteligente como para no
desafiar al imperio, e hizo todo lo posible, en cambio, por presentarse como una
tercera potencia aadida a la de los otros dos emperadores. Incluso acu monedas en
Londres con la imagen de los tres emperadores y la siguiente inscripcin: Carausio y
sus hermanos. Es probable que esa iniciativa sentara como un tiro a Diocleciano y a
Maximiano, a quienes tambin debi de disgustar notablemente el hecho de que las
monedas de Carausio fueran muy superiores a las suyas. La reduccin del contenido
en plata haba convertido a las monedas romanas en una especie de chiste, y a pesar
de que el emperador Aureliano (que gobern entre los aos 270 y 275) haba tratado
de reformar la divisa, lo nico que haba podido conseguir, en el mejor de los casos,
era una aleacin de veinte partes de bronce por una de plata. Carausio comenz a
emitir monedas de oro y plata. El contenido de plata de estas ltimas era del 90%
una pureza desconocida desde los tiempos de Nern. Al menos haba alguien que
acuaba una moneda de verdad en la que uno poda confiar.
Carausio tena bastante buena mano para la propaganda y saba que la
distribucin de aquel tipo de monedas le granjeara una gran reputacin en el ejrcito.
En realidad, las monedas de oro no se utilizaban en la actividad comercial diaria
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eran ms bien una especie de ricos vales y a menudo se las reparta entre la
soldadesca como una forma de recompensa. El elevado contenido de metal
precioso las converta en un bien tan preciado como una pensin es decir, no se
trataba de un simple feliz recuerdo a conservar como chuchera sentimental.
En el mundo romano aquella clase de monedas confera legitimidad a todo aquel
que las emitiese. Carausio posea oro y lo emple con grandes resultados. Las
monedas que emiti fueron en todos los casos un elemento ms de su intuitivo
dinamismo publicitario. Gracias a ellas se aseguraba de que su imagen circulara por
todas partes, junto con su propaganda, ya que en el reverso de las monedas podan
leerse algunos eslganes; uno de ellos le presentaba como Restaurador de los
romanos. Los romanos haban acuado monedas en las que Britania apareca
representada como una mujer, y Carausio emiti una en la que la mujer le daba la
bienvenida. La leyenda deca: Al fin llega el esperado, y debajo las siglas RSR
lo que probablemente sea una referencia a un verso del poeta romano Virgilio en el
que se saludaba el Retorno a un mundo Regido por Saturno[*], algo as como el
equivalente latino de los Albores de la Era de Acuario, corregido y aumentado. Las
arcas de Roma se custodiaban en el Templo de Saturno, as que el Retorno a un
mundo Regido por Saturno poda significar tambin, y de un modo plenamente
literal, la recuperacin de la Edad de Oro, puesto que vena a afirmar: Nosotros
tenemos oro. Adems, el pasaje de Virgilio contina con estas palabras: el hijo ser
gua de un mundo pacificado por las virtudes de su padre, afirmacin que los
cristianos tomaron, claro est, por una profeca que anunciaba el fundamento de su
propia religin. Por consiguiente, Carausio conectaba asimismo con los cristianos
cultos y bien educados sin desafiar abiertamente la fe del imperio. Otro de los
mensajes habituales de sus monedas deca: Paz.
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Puede que Carausio fuera celta, pero no por ello deseaba sustituir la cultura
romana por la celta. Nada ms lejos de su intencin. Carausio aspiraba a la
romanizacin. Para empezar, el ttulo imperial que se otorg a s mismo era
notablemente romano, y no brbaro. En Carlisle hay una estela en la que puede leerse
la siguiente inscripcin: IMP C M AVR MAVS CARAVSIO INVICTO AVG
Emperador Csar Marco Aurelio Mauseo Carausio, Invicto y Augusto. De
toda esta retahla, el nico nombre que tena al nacer era su patronmico galo, Mauseo
e incluso ese apelativo haba sido deformado para darle una sonoridad latina.
Esta situacin recuerda mucho a lo sucedido durante la rebelin checa de 1968,
fecha en la que Alexander Dubcek, en el momento lgido del movimiento hippy, ide
lo que dio en llamarse el socialismo con rostro humano, al creer que si pona buen
cuidado en el uso de las palabras, Mosc no tendra razn alguna para enviar los
tanques. Se equivocaba, y la romanitas con rostro humano de Carausio estaba
igualmente condenada, aunque lograra sobrevivir durante ms de diez aos.
La clave del poder de Carausio resida en el hecho de que controlaba el mar,
dominio que a su vez tena su fundamento en una serie de puertos bien defendidos.
Sin embargo, los recursos del imperio eran ilimitados simplemente le estaba
llevando tiempo reunirlos. En el ao 293, Diocleciano y Maximiano aumentaron de
hecho el nmero de los emperadores, aunque no a tres, sino a cuatro, y Carausio no
formaba parte de la lista. Fue en aquel momento cuando Carausio emiti las infames
monedas con las efigies de los tres emperadores Si se trataba de un gesto
conciliatorio, no funcion. En Occidente, Constancio Cloro se uni a Maximiano.
Constancio tena rdenes de meter en cintura al imperio disidente de Britania. Se
apoder de Boulogne, y probablemente desbarat con ello la reputacin de Carausio.
En todo caso, Carausio habra de morir enseguida con toda probabilidad asesinado
por orden de uno de sus oficiales, Alecto, quien se hizo con el poder y pas a
convertirse en emperador de Britania. Pero no iba a permanecer en el cargo mucho
tiempo, ya que en el ao 297 Constancio desembarc con su ejrcito en la isla, mat a
Alecto y se apoder de Londres.
No obstante, los problemas de fondo no se haban solucionado. Tan slo diez aos
ms tarde, en 306, las legiones de Britania volvieron a proclamar un emperador
propio, y la Galia lo acept inmediatamente como salvador del orden social. El nuevo
emperador estableci un gobierno regional en Trveris, cerca de la actual frontera
entre Alemania y Luxemburgo. Y en esta ocasin, cuando el gobernador de Roma
trat de aplastar al dirigente de las tierras celtas, designado por el emperador de
Britania, las cosas no salieron como antes. El hombre en cuestin, Constantino, se
adue de Roma y termin apoderndose de la totalidad del imperio.
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Constantino fue el primer emperador cristiano. Su revolucin se desarroll en un
imperio romano que mostraba cambios fundamentales respecto de la situacin que le
era natural en la poca de la conquista de Britania. En primer lugar, no haba ya un
ejrcito de romanos que dominara y amansara a los otros. Segn parece, durante el
reinado del primer emperador, Augusto (27 a. C.-14 d. C.), el 68% de los legionarios
eran de origen italiano. Sin embargo, esta proporcin declin de forma
ininterrumpida hasta que lleg un momento, en el siglo II d. C., en el que nicamente
el 2% de los ciudadanos en armas eran de origen italiano. Adems, el ejrcito del
emperador inclua asimismo un gran nmero de tropas auxiliares reclutadas entre los
godos de la Europa oriental. En la poca en que Constantino accedi al poder, la
distincin entre romanos y brbaros no estaba en modo alguno clara.
La conversin del imperio al cristianismo no alivi ni mucho menos las penurias
de los granjeros humildes. Diocleciano haba puesto en marcha la poltica de fijar a la
gente a la tierra con la intencin de garantizar la existencia de mano de obra y de
permitir al mismo tiempo que los terratenientes cobrasen impuestos a los pobres en
nombre del gobierno central. Los aparceros pasaron a convertirse en coloni, y los
coloni eran propiedad de los terratenientes, ya que formaban un lote con la propia
tierra. Lo mismo ocurra con sus descendientes. Al igual que los esclavos, los coloni
no tenan derecho a demandar a sus terratenientes y se les prohiba que vendieran sus
propiedades sin permiso. Una compilacin de las leyes dictadas por los emperadores
cristianos dice lo siguiente: Es correcto sujetar con cadenas, al modo de los
esclavos, a aquellos coloni que se propongan huir, para que de este modo se vean
obligados a realizar las tareas que son propias de un hombre libre y sufran al mismo
tiempo el castigo destinado a los siervos[21]. Se obligaba a los individuos que saban
un oficio o posean alguna habilidad artesanal a efectuar trabajos serviles a
perpetuidad en una determinada parcela de tierra, y el destino de sus hijos era el
mismo.
En condiciones tan duras, las revueltas suponan un mal endmico. En Britania,
los pueblos comenzaron a decaer: los edificios pblicos de Wroxeter, al sur de
Chester, por ejemplo, quedaron convertidos en silos de grano, y en la dcada de 360
hubo una importante alteracin del orden pblico. Pese a que se dice por lo comn
que se trat de una enorme subversin debida a una conspiracin brbara, lo ms
probable es que fuera ms bien consecuencia de la permisividad de los oficiales
romanos, que abandonaron su puesto, ya que la revuelta qued zanjada despus de
promulgar unos edictos y de prometer impunidad a los desertores que entraran en
razn[22]. Con todo, los romanos extremadamente ricos seguan prefiriendo Britania a
la Galia, ya que en la isla an haba un ejrcito regular lo suficientemente grande
como para proporcionar una cierta sensacin de seguridad. Parece que en el siglo IV
fueron muchos los romanos acaudalados que huyeron de la Galia y construyeron
enormes villas en la campia britnica.
Pero volvamos un momento a la Galia: se daba la circunstancia de que esta
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regin, que en el pasado haba exportado grano para alimentar al ejrcito de Britania,
tena ahora que recibirlo de la isla[23]. La revuelta campesina adquiri un cariz
abiertamente antirromano. Segn un autor, en el ao 362 la gente prefera vivir en las
tierras dominadas por los brbaros[24].
Una vez ms, se recurri al ejrcito de Britania para rescatar a los ricos de la
Galia. En el ao 383, Magno Mximo sigui prcticamente los pasos de Constantino,
ya que tambin parti de sus bases de Britania, convertido en jefe paramilitar, para
apoderarse de la Europa occidental, avanzando despus con la intencin de
conquistar Italia. El emperador Teodosio y su general Estilicn se las arreglaron para
aniquilarle, y las tropas que Mximo haba sacado de Britania jams regresaron.
Estilicn visit Britania para tratar de llegar a un acuerdo de paz que tranquilizara el
norte de Europa, pero tambin l termin retirando sus tropas de la isla.
A principios del siglo V comenzaron a presentarse en la Galia, en nmero cada
vez mayor, grandes cantidades de emigrantes germanos pobres. Dado que la campia
se hallaba en buena medida en manos de las fuerzas guerrilleras, Britania volvi a
verse en la tesitura de tener que proporcionar un nuevo salvador a los ms prsperos
ciudadanos de la Galia. Para esta poca la mayora de las legiones ya haban
desaparecido, y los terratenientes locales eran quienes financiaban directamente sus
propias milicias. En cierto sentido, la situacin era similar a la que se observa hoy en
algunos pases latinoamericanos, donde en ausencia de un gobierno central eficaz, las
fuerzas paramilitares de derechas luchan con los guerrilleros de izquierdas por el
control parcial de determinadas provincias.
Los britnicos designaron, en rpida sucesin, un cierto nmero de jefes militares
antes de decidirse finalmente a seguir a un soldado que quiz resultara elegido debido
en parte a su nombre pues tambin se llama Constantino. En el ao 407 le
enviaron, junto con todas las tropas de legionarios que lograron reunir, a Boulogne,
donde se hizo rpidamente con el control de la comarca y se proclam a s mismo
emperador, con el nombre de Constantino III.
Puede que le hubiera dado por llamarse emperador, pero aquellos pueblos no se
encontraban ya dispuestos a seguirle el juego a Roma.
Los brbaros instalados al norte del Rin, asolndolo todo a placer, obligaron
tanto a los habitantes de Britania como a algunos de los pueblos celtas a
sacudirse el yugo romano y a vivir su propio destino disociados del derecho
romano. En consecuencia, los britanos se alzaron en armas y, sin reparar en
los peligros que ellos mismos corran, liberaron sus ciudades de la amenaza
brbara. De igual manera, toda la Armrica [esto es, el noroeste de Francia],
junto con otras provincias galas, sigui a los jefes de los britanos: se
declararon libres, expulsaron a los magistrados romanos, y dispusieron el
gobierno de sus cosas a su propia manera[25].
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La regin atlntica qued completamente disgregada y pas a regirse
definitivamente por un gobierno propio.
La peripecia de una mujer llamada Melania, una matrona romana que haba
nacido en torno al ao 383 y que dedicara su vida a la devocin cristiana, es un buen
ejemplo de la amplitud que tuvo el cambio poltico y social[26]. Hacia el ao 410,
Melania vendi la prctica totalidad de sus posesiones con la intencin de donar
cuanto obtuviera a quienes se dedicaban a la vida monstica. Las nicas propiedades
que conserv fueron las de Britania probablemente porque la isla se encontraba
ahora fuera del radio de accin del sistema comercial romano[27].
El movimiento antirromano se haba hecho con el poder. En el siglo V nos
encontramos con que Salviano ensalza a los brbaros, a quienes considera un faro
capaz de arrojar luz en la tenebrosa corrupcin y crueldad de la sociedad y los valores
romanos: Casi todos los brbaros, al menos aquellos que pertenecen a una tribu y
obedecen a un mismo rey, se muestran afecto unos a otros; la prctica totalidad de los
romanos se acosan mutuamente[28]. Desde luego, seguan siendo brbaros, y no
haban dejado de parecer hediondos a los romanos. Ni siquiera Salviano poda pasar
por alto el ftido olor que se desprende de los cuerpos y las ropas de los
brbaros[29].
Sin embargo, haba muchos galos que preferan soportar tales emanaciones, e
incluso vivir en comunidad con grupos de individuos no catlicos, a seguir llevando
una vida de romanos.
El Estado se ha corrompido a tal punto en estos das que slo siendo malvado
puede un hombre sentirse a salvo [] se saquea a los pobres, las viudas
suspiran, los hurfanos sufren opresin, al extremo de que muchos de ellos,
nacidos en familias distinguidas y habiendo recibido una buena educacin, se
pasan al bando de nuestros enemigos a fin de librarse de la persecucin
pblica. Buscan entre los brbaros la dignidad del romano por no poder
soportar la brbara indignidad que reina entre los romanos []. De este
modo, emigran a las tierras de los godos, o a las de los bagaudos, o aun a las
de alguna otra tribu de los numerosos brbaros que en todas partes campan
por sus respetos, y no les pesa su exilio. Prefieren vivir como hombres libres
en una situacin que externamente reviste la forma de un cautiverio, que
como presos sujetos a una aparente libertad. Por tanto, el nombre de los
ciudadanos romanos, que un da fuera altamente valorado y, ms an, caro de
alcanzar, es hoy objeto de repudio y se le rehuye, pues no slo ha pasado casi
a ser tenido por vil, sino a merecer incluso que se le juzgue aborrecible[30].
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en la memoria viva del cosmos que tan afanosamente haba tratado de remplazar
Roma: el mundo de los brbaros celtas. Hoy comienza a abrirse paso entre los
historiadores la idea de que es simplemente errneo considerar que el adjetivo
romano sea sinnimo de normal en la Galia en cualquier perodo dado, y que el
hecho de que el imperio perdiera la Galia fue un beneficio para sta, puesto que as
pudo retornar a su situacin normal[31].
Parece que en Britania la indiferencia que despertaba la romanitas era an ms
clara. En el siglo VI, se adoptaron en la isla cdigos jurdicos que no eran latinos (a
diferencia de lo que sucede en el caso de los cdices empleados por los godos y los
vndalos del sur de la Galia y de Hispania), su red urbana se vino abajo, el sistema
fiscal se desvaneci, y mientras la Galia e Italia siguieron organizando la jerarqua
cristiana en torno a los obispos, en Britania hasta esos prelados terminaron por
desaparecer, y el mundo cristiano devino monstico.
El mundo de los druidas haba quedado aniquilado y no habra ya de reactivarse.
Sin embargo, la brutalidad, la crueldad y la opresin que ejerca el poder de Roma
eran a tal punto superiores a las del mundo druida, que el eclipse romano no precis
de invasin alguna. Si se debilit fue por haber suscitado un gran odio entre las
personas que hubieron de sufrirlo. Y porque la mayora de ellas no vea ya razn
alguna que lo justificara.
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SEGUNDA PARTE
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5
Los germanos
LOS PROTOEUROPEOS
Si basamos nuestra valoracin en el hecho de que en torno a ellos habra de surgir en
ltimo trmino una civilizacin europea que acabara por dominar la tierra, este
pueblo aparentemente sencillo y feliz podra considerarse el ms importante de todos
los grupos brbaros. Su relevancia supera incluso a la de Roma. Los godos pues
sa es su denominacin tardorromana llegaran a apoderarse del imperio de
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Occidente (vase el captulo 8), y tanto Francia y Alemania (Alamania) como
Inglaterra (Anglia) se reconocen descendientes de los pueblos germnicos de los
francos, los alamanes y los anglosajones.
Ahora bien, si los historiadores recibieron con suspicacia la palabra celta,
deberan recelar an ms de la voz germano. Hasta donde nos es dado saber, no
hubo pueblo alguno en el mundo antiguo que se denominara a s mismo de ese modo
es una expresin que procede de los autores griegos y romanos. El vocablo
aparece mucho despus que la voz keltoi (celtas). La primera persona que utiliza la
palabra germani es Posidonio, un historiador griego, y lo hizo en el ao 100 a. C[2]
Puede que se trate de la deformacin de un primitivo trmino germano, el de
gaizamannoz (lanceros), voz que era utilizada como denominacin de grupo por
una comunidad tribal.
Parece claro que, en torno al 500 a. C., la zona del noroeste de Alemania y el sur
de Escandinavia se hallaba habitada por pueblos que no slo compartan un mismo
estilo de vida, adems de sus races lingsticas y su mitologa (mitologa que hemos
llegado a conocer principalmente a travs de las sagas nrdicas), sino que tambin se
encontraban inmersos en un comn proceso de expansin hacia el sur. Los italianos
se percatan por primera vez de su existencia en el ao 113 a. C., fecha en la que dos
pueblos conocidos como cimbros y teutones se desplazan, procedentes del norte, a la
regin de la actual Austria. Diez aos ms tarde se presentaron en Italia y solicitaron
que se les concediera un lugar en el que asentarse. Aquellos guerreros enormes y
semidesnudos infligieron una tremenda derrota al ejrcito romano antes de ser a su
vez aplastados por completo.
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La Dacia y el mundo de los germanos
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articulaciones, y las que le proporcionan la informacin relacionada con la supuesta
presencia de un unicornio en los bosques germanos un unicornio cuyo cuerno se
ramifica en su extremidad en varias puntas, es decir, un unicornio distinto a
cualquiera de los que hayamos podido tener noticia.
Aparte de Csar, la nica fuente romana digna de mencin es la del historiador
Tcito, cuyo fascinante librito titulado Germania ofrece descripciones tan verdicas
que da la impresin de que el autor estuvo realmente all, cuando lo cierto es lo
contrario. Segn parece, el texto de Tcito se basa en una obra de Plinio que se ha
perdido aunque este autor s que haba visitado Germania y realizado all sus
averiguaciones. Desde luego, en la poca de Tcito, es decir, un siglo despus de
Csar, se conoca ya mucho mejor a los germanos, as que a este autor no le interesa
tanto mostrar lo salvajes que stos eran como presentarlos a otra luz, la que los tiene
por ejemplos de la moral natural de los indgenas, en marcado contraste con la
refinada corrupcin romana.
Resulta bastante claro que los pueblos que vivan en la regin noroccidental de
Germania diferan notablemente de los celtas. Las descripciones que hacen de ellos
los romanos tienden a ser caricaturas de carcter muy general, pero contienen un
grado de verdad. Los germanos vivan en asentamientos pequeos e independientes
cuya economa guardaba ms relacin con la cra de reses y la caza que con el cultivo
de la tierra. No haba en sus territorios demasiadas cosas que los romanos pudieran
saquear (pese a que la palabra latina que significa dinero pecunia proceda de
pecus, ganado).
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lugar de formarse al azar o como consecuencia de una congregacin fortuita, estn
integradas por familias y clanes[3]. El historiador romano explica que la clave de
bveda de este comportamiento era la lealtad al jefe: Defenderle, protegerle, asociar
las proezas de coraje a su renombre, es la mxima muestra de lealtad. El jefe lucha
por la victoria, los vasallos combaten por su jefe.
Y con la lealtad vena la intrepidez una osada desencadenada por la presin del
grupo de iguales. Esto determinaba que los germanos adquirieran hbitos bastante
temerarios: Segn sus costumbres, nada hay ms vergonzoso o torpe que utilizar
sillas de monta. As se atreven, aunque sean pocos, a cargar contra cualquier
contingente de jinetes que utilicen corazas equinas[4]. Pero no slo sus caballos se
presentaban a cuerpo gentil en la batalla. Tambin ellos hacan lo mismo. Cuando
luchaban contra los romanos, totalmente acorazados, su nica defensa era un escudo
de madera o mimbre.
Comparada con el fro profesionalismo y la disciplinada planificacin de los
romanos, la actitud de los germanos ante la guerra resultaba catica e individualista.
La opinin que tenan de la guerra parece haber sido de carcter deportivo, y en
algunos aspectos incluso caballeroso. En este sentido, pese a que en aquella poca
libraron guerras con el nimo y la entrega propias de los profesionales, se guiaban por
una tctica que no superaba el nivel del mero aficionado[5]. En la guerra deba
predominar, en opinin de los germanos, la exhibicin de valor antes que el deseo de
beneficios materiales o de medro poltico.
Es fcil percibir un vnculo entre la disposicin que mostraban los germanos ante
la guerra y los cdigos de hidalgua de la Edad Media. Por ejemplo, las races de la
idea medieval de designar dos hroes, uno por cada bando en liza, para decidir el
resultado de una batalla en combate singular, se remontan a las guerras que
enfrentaron a los brbaros con Roma. Tras haber hecho prisionero, por el medio que
sea, a un hombre de la tribu con la que se hallan en guerra, le enfrentan a un soldado
escogido de su propia tribu y se deja que cada combatiente utilice las armas
habituales en su tierra. La victoria, ya favorezca a uno o a otro, se juzga una seal que
determina el resultado de la guerra[6].
Los germanos carecan de organizacin militar. La guerra consista por entero en
un cruce de heroicidades personales. No obstante, sus hazaas no parecan
particularmente peligrosas, en especial porque sus armas eran muy malas. Incluso el
hierro escasea entre ellos afirma Tcito, como podemos deducir por la
naturaleza de sus armas. Son muy pocos los que emplean espadas o astas largas. Usan
un venablo (framea es el nombre que le dan[*]) de punta estrecha y corta, pero tan
aguda y fcil de manejar que la misma arma sirve, segn las circunstancias, para el
combate cuerpo a cuerpo o a distancia[7].
Ni siquiera despus de haberse apoderado de los superiores pertrechos de los
romanos se decidan necesariamente a utilizarlos ellos mismos en los choques. Los
datos arqueolgicos muestran que despus de la victoria tendan a romperlos y a
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arrojarlos a una cinaga como ofrenda a los dioses. La correlacin de avances
tcnicos entre los germanos y el ejrcito romano era de la misma naturaleza que la
que separaba a las huestes de matabeles y zules de las tropas britnicas del
siglo XIX[8]. Y aun as, era frecuente que las lanzas de los germanos no fuesen ms
que un palo aguzado de punta endurecida al fuego.
Por supuesto, Tcito exagera las admirables cualidades que exhiban los
germanos a fin de corregir la moral de los romanos de la poca. Sin embargo, cuando
describe la estructura de las instituciones sociales germanas hay otras pruebas que
confirman su relato.
EL IGUALITARISMO GERMANO
Existen datos arqueolgicos que respaldan la imagen que presenta Tcito, segn la
cual la sociedad germana era notablemente igualitaria. De entre los que pertenecen al
perodo en el que este autor escribe, son pocos los asentamientos descubiertos en los
que se observe el predominio de una vivienda determinada: al parecer, todos los
edificios debieron de ser poco ms o menos de las mismas dimensiones. Unicamente
despus de la poca de Tcito, una vez que el contacto con los romanos haba sido ya
bastante prolongado, comienza a apreciarse que los individuos acumulan riquezas y
se destacan del resto del clan instalndose en viviendas de superior calidad.
De manera similar, era poco frecuente atribuir titularidad privada a la tierra.
Segn Csar, todos los aos los cabecillas de los clanes repartan tierras entre las
diversas familias, y al ao siguiente redistribuan las parcelas de forma totalmente
distinta y entre personas diferentes. Csar sustenta la explicacin de este
comportamiento en varias razones. Sugiere en primer lugar que podra deberse al
deseo de impedir que las familias se encariasen en exceso con la tierra y adquirieran
as ms aficin por la agricultura que por la guerra. Sin embargo, el principal motivo
es, a su juicio, la procura de una sociedad ms igualitaria. Los magistrados y los jefes
asignan tierras de forma rotatoria a las familias del clan a fin de evitar que los
individuos se afanen por ampliar su territorio, ya que, de ocurrir esto, los ms
fuertes expuls[aran] a los ms dbiles de sus posesiones. La constante
reorganizacin de los recursos tambin impeda que surgiera el ansia de riquezas, de
donde nacen las banderas y los enfrentamientos, lo que permita a los jefes
mantener al pueblo en calma, al ver cada cual que sus bienes igualan a los de los
poderosos[9].
Tiene gracia que Csar hable de igualdad social! Los romanos vean en la
sociedad dos tipos de personas: hombres libres y esclavos. Y desde luego la relacin
entre unos y otros encuentra su fundamento en la propiedad. Entre los germanos no se
poda comprar ni vender a la gente, y en todo caso los individuos se hallaban
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obligados a cumplir determinados deberes algo que para los romanos de aquellos
aos resultaba tan chocante como el hecho de llevar pantalones.
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sino, por as decirlo, por mandato del dios que segn sus creencias inspira a los
guerreros[13].
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usaban pantalones un tipo de vestimenta que a Tcito se le haca extrasima:
llevan, dice, un atavo que no cae suelto, como el de los srmatas y los partos
[pueblos orientales que vestan una especie de calzones flojos], sino que se cie al
cuerpo y revela las formas de las extremidades. Tambin se percat de que a
mayor contacto con los romanos menor era el cuidado que ponan los germanos en su
forma de vestir. Tambin llevan pieles de animales salvajes; las tribus del Rin y el
Danubio se las colocan de forma negligente, mientras que las del interior las lucen
con mayor elegancia, ya que no pueden conseguir otra indumentaria a travs del
comercio.
Esto hace pensar en los pueblos indgenas de nuestros das, que se ataviaban con
sus prendas tradicionales hasta que, poco a poco, comenzaron a aparecer con
camisetas y gorras de bisbol. Adems Tcito, cuyo caso se asemeja tambin en esto
al de las tribus indgenas actuales, describe el momento en que toman contacto por
primera vez con el dinero y su valor.
Con todo, era preciso tomarse en serio a los germanos, pese a que no fuera
posible hacer dinero con ellos, pues eran enemigos sumamente peligrosos. En
Occidente, las palabras brbaro y germano terminaron siendo sinnimas.
HERMANN EL GERMANO
Hermann (a quien en lo sucesivo llamaremos Arminio) era un joven prncipe del clan
de los queruscos, una tribu que habitaba en una regin de Germania situada en los
alrededores de lo que hoy es Hannover. Sin embargo, para ser un gran hroe nacional
presenta un importante inconveniente: nadie sabe cul era su verdadero nombre. En
las fuentes clsicas se le llama Arminio, pero se es un nombre romano
probablemente una adaptacin latina de su apelativo querusco. A partir de la poca
de Lutero, los alemanes decidieron denominarle Hermann, pero este nombre se basa
en un concepto errneo de la etimologa de Arminio. Podramos conjeturar que quiz
respondiera por Erminameraz, pero dado que no es ms que una hiptesis, nos
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atendremos al nombre con el que le conocieron los romanos.
Los nacionalistas alemanes del siglo XIX convirtieron a Arminio en un hroe
porque es uno de los primeros cabecillas germanos identificables (y capaz de
despertar simpatas) del que se sabe que obtuvo una importante victoria militar frente
a los romanos. Es tambin un magnfico ejemplo del tipo de gol en propia puerta que
los romanos empezaron a encajar tan pronto como comenzaron a dedicarse a
proporcionar instruccin militar a los brbaros a fin de que combatiesen por ellos,
porque Arminio haba sido soldado romano.
Una vez que los romanos hubieron conquistado la Galia a mediados del siglo I
a. C., los ataques y las incursiones que realizaban los germanos, cruzando una y otra
vez la frontera del Rin, comenzaron a convertirse en un problema, y cabe pensar que
en una amenaza, as que Augusto pens que no tena por qu resultar demasiado
difcil civilizarles. A fin de cuentas, no eran ms que unos simples salvajes alojados
en chozas y carentes de cualquier cosa que pudiera asemejarse a una organizacin. El
de Germania era un territorio enorme en la geografa romana se extenda hasta el
Danubio por el sur y desde los Pases Bajos hasta la Rusia occidental por su extremo
norte, y sin embargo exista la teora de que crear en esa zona una nueva provincia
romana, a la que deba darse el nombre de Germania Magna, no tena por qu obligar
en modo alguno a una conquista militar.
Las ventajas de la civilizacin romana eran tan evidentes que el plan se
materializara con un mnimo empleo de la fuerza y grandes dosis de lisonjas y
sobornos. En el ao 12 a. C. un ejrcito atraves el Rin, libr unas cuantas
escaramuzas, realiz tratos con los cabecillas del lugar y termin llegando tres aos
despus al Elba, sano y salvo. Resultaba obvio que no poda obtenerse ningn
provecho econmico de los germanos, pero una vez que hubieron sido metidos en
cintura, se vio sin lugar a dudas que podan prestar tiles servicios militares. De
hecho, Augusto reclutaba a su propia guardia de corps montada entre los miembros
de una comunidad germana asentada en los alrededores de la cuenca baja del Rin, la
tribu de los batavos, debido a que desconocan el miedo y a que una vez que haban
jurado guardar lealtad personal a un jefe poda confiarse en ellos ms que en
cualquier romano.
Hubo un tiempo en que el ejrcito romano haba estado compuesto por
ciudadanos de las clases elevadas dispuestos a cumplir con su deber cvico, pero
ahora se haba convertido en una fuerza totalmente profesional y una buena parte de
sus efectivos no eran ya de origen romano. Las legiones siempre haban necesitado el
complemento de tropas auxiliares, pero hasta aquel momento sus miembros haban
sido reclutados principalmente entre las ciudades aliadas de la propia Italia. Ahora,
los integrantes de esas mismas tropas auxiliares salan de la poblacin brbara de
las provincias. Ms an, si prestaban servicio durante veinticinco aos podan incluso
convertirse en ciudadanos romanos.
Es posible que las cifras de soldados pasaran de los doscientos cincuenta mil
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hombres a los trescientos mil, un aumento que permiti que el ejrcito se ocupara
adecuadamente de las cada vez ms amplias fronteras que delimitaban el mbito de la
influencia romana. Sin embargo, tambin significaba al mismo tiempo que, en su
deseo de asimilar a sus enemigos, los romanos se afanaban diligentemente en la tarea
de proporcionar instruccin y equipamiento militar a los propios brbaros a quienes
trataban de mantener a raya. No resulta sorprendente que algunos brbaros intentaran
aprovechar la aculturacin en la que se vean sumidos a consecuencia del ascendiente
de los romanos y de lo que stos les enseaban. Y entre esos brbaros se encontraba
Arminio o Hermann, el germano.
El terruo de su familia debi de pasar a formar parte de la Germania Magna
siendo l muy nio. Se persuadi a su pueblo de que deba enviar a sus jvenes
guerreros al ejrcito, y en l sirvi por espacio de cinco aos, junto con su hermano
Flavo, probablemente entre los aos 1 y 6 d. C. Las oportunidades que se ofrecan a
los nuevos sbditos germanos de Roma eran enormes. En su condicin de hijo de uno
de los jefes, Arminio tena grandes posibilidades de recibir un trato especial. Se nos
dice que alcanz el grado de equites, lo que le converta en algo as como sir
Arminio, lo que significaba que el emperador debi de concederle la ciudadana
romana y tierras en Italia por valor, cuando menos, de unos cuatrocientos mil
sestercios cerca de cuatrocientos kilos de plata. Esa cantidad le proporcionara
una renta anual de veinte mil sestercios es decir, veinte veces la paga de un
legionario. Resulta sorprendente lo lejos que poda llegar en esa poca un joven
brbaro de elevada cuna.
Adems, la nueva provincia romana prosperaba razonablemente bien. Los
historiadores solan creer que la provincia de la Germania Magna era poco ms que
una fantasa de Augusto, pero en 1977 se descubri, al este del Rin, en Waldgirmes, a
unos cincuenta kilmetros al norte de Frncfort, una ciudad romana una autntica
poblacin civil, es decir, no un campamento militar. En su centro se hallaban una
baslica y un foro y en este ltimo destacaba la presencia de una estatua ecuestre
chapada en oro, presumiblemente de Augusto. El hallazgo sugiere que en esa urbe
vivan romanos de clases verdaderamente altas en compaa de germanos, lo que
indica que la nueva provincia debi de haber sido una realidad plenamente activa[18].
El hermano de Arminio abraz el sistema romano de todo corazn y se apunt a
la pelcula (si se me disculpa el anacronismo). Flavo continu su carrera de oficial en
el ejrcito romano, a diferencia de Arminio. ste aprendi todo cuanto necesitaba
saber acerca de las tcnicas militares, las armas y la organizacin romanas, y tambin
(lo que quiz revistiera idntica importancia) acerca de las formas en que reaccionaba
el ejrcito frente a las distintas variantes de ataque. Una vez hecho esto, regres
apresuradamente al seno de su propio pueblo. Desde luego, no dej de mostrarse
extremadamente corts con los romanos, y adems sigui hablando latn y diciendo
todo cuanto era correcto decir, pero nunca olvid su origen querusco.
Otro soldado romano que combati en numerosas campaas en Germania por esta
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misma poca consign por escrito sus peripecias, lo que no deja de ser un asombroso
golpe de suerte. En el ao 6 d. C., Veleyo Patrculo se hallaba a las rdenes del
ejrcito que Tiberio tena destacado en Panonia y, dado que Arminio tambin
formaba parte de ese mismo contingente, es muy posible que Veleyo le conociera
personalmente. Pese al hecho de que aquel hombre habra de terminar convirtindose
en un enemigo y de obtener ms de una victoria sobre los romanos, Veleyo nos
ofrece un retrato de brillantes colores: [Era] un hombre joven de noble cuna,
valeroso en la accin y de mente despierta que posea una inteligencia muy superior a
la del brbaro corriente; [] sus ojos y su rostro mostraban un ardiente espritu
interior[19]. El historiador Tcito, que escribe unos cuarenta aos despus de los
acontecimientos, reconoca que Arminio haba aprovechado bien la instruccin
romana: Los ejrcitos salen al combate con la misma confianza por ambas partes, y
no limitndose, como haba ocurrido antes entre los germanos, a ataques espordicos
y por medio de grupos dispersos; y es que en su larga lucha contra nosotros haban
aprendido a seguir a las enseas, a reforzarse con tropas de apoyo y a acatar las
rdenes de sus jefes[20].
Veleyo Patrculo parece haber sido asimismo muy consciente de la amenaza que
representaban los brbaros entrenados por los romanos, como el mismo Arminio.
Segn afirma, el ms peligroso de todos los pueblos germnicos era el de los
marcomanos de la Germania central, al que capitaneaba el carismtico y ambicioso
rey Maroboduo. Tambin Maroboduo haba aprendido la tctica militar en Roma, y
eso era lo que haca que resultara tan temible: El cuerpo de guardia que protege el
reino de Maroboduo, que ha adquirido, mediante constantes ejercicios, un nivel de
disciplina casi igual al romano, pronto habra de colocar al rey en una posicin de
poder que espantaba a nuestro mismo imperio[21].
Veleyo Patrculo nos dice que haba tenido el honor de acompaar al gran Tiberio
en la acometida militar que haba creado la Germania Magna. Las tropas romanas
haban invadido Germania, cruzado el ro Weser y penetrado seiscientos cincuenta
kilmetros, en un avance increble, en las tierras situadas ms all del Rin, hasta
enlazar con la flota anclada en el ro Elba. La propia flota haba llegado hasta all tras
navegar por un mar desconocido del que nunca antes habamos odo hablar. Qu
grandes hazaas!
Hacia el ao 8 d. C. no quedaba ya nada por conquistar excepto las tierras de
Maroboduo y sus marcomanos, aunque stos se haban asegurado la posesin de un
nuevo territorio en Bohemia. Dejando al margen esa regin, Roma era duea de
Germania, y todo lo que faltaba por hacer era imponer un poco de la ley y el orden
romanos y conseguir que los indgenas pagaran sus impuestos.
Sin embargo, las cosas no iban a desarrollarse de ese modo. En absoluto. Se
avecinaban acontecimientos terribles.
EL CONTRAATAQUE DE ARMINIO
Arminio estaba, como es lgico, un poco harto de la conducta de Segestes. De hecho,
estaba ms que harto. Tcito dice que el rapto de su esposa y el ver sometido a
esclavitud al fruto de su vientre le haban vuelto loco[*]. Por consiguiente, hizo
rpidas gestiones entre los queruscos y les pidi que reanudaran la guerra contra los
romanos. La lectura de las palabras que Tcito pone en boca de Arminio resulta
conmovedora: [L]os germanos nunca encontraran justificado el haber visto varas,
segures[*] y togas entre el Elba y el Rin. Otros pueblos, por no tener conocimiento del
imperio romano, no haban experimentado los suplicios, no saban de tributos; ya que
se haban liberado de ellos[43].
EL TRIUNFO DE GERMNICO
Tiberio insisti en que su comandante se presentase en Roma y fuera recibido
triunfalmente por sus victorias sobre los germanos es muy posible que el
emperador se sintiese celoso por el hecho de que su sobrino estuviera cosechando
EL FIN DE ARMINIO
Parece que la oposicin de los germanos a Roma no era una simple expresin del
amor por la libertad; guardaba tambin relacin con su inconmovible negativa a
aceptar que una estructura ajena, ya fuese imperial o monrquica, viniese a sustituir
los arreglos sociales tradicionales de las tribus, con sus asambleas populares, su
legislacin y sus ceremonias de eleccin de jefes militares. Siempre que un cabecilla
pareca considerar escaso el poder de que disfrutaba y se propona convertirse en
soberano, los germanos comunes y corrientes se lo reprochaban. Y eso fue lo que en
ltimo trmino le sucedi a Arminio.
Tanto l como otros jefes castrenses haban hecho lo necesario para quitarse a los
romanos de encima, lo que significaba que ahora podan dedicarse a otros empeos
ms tradicionales, como el de guerrear entre s. As lo expone Tcito, de modo
bastante sucinto: con la partida de los romanos y al quedar libres de miedo a los
GENOCIDIO
El inconveniente es que en la antigua Roma era del dominio pblico que Trajano
haba liquidado a los dacios. El mdico del emperador, Critn, afirmaba que Trajano
haba culminado tan esplndidamente su tarea que no haban quedado ms que
cuarenta dacios eso es al menos lo que el escritor Luciano dice que dijo. De
hecho, Critn compuso una crnica de las aventuras que vivi en la Dacia junto a
Trajano, pero el libro se ha perdido, y es posible que Luciano, que era un ingenioso
autor satrico, hubiera empleado aqu una hiprbole cmica para dejar claro el asunto.
No obstante, los autores posteriores siguieron dando pbulo a la idea. Entre ellos
figura incluso el emperador Juliano (ms conocido como Juliano el Apstata), quien,
El rey cooperaba con l porque vea que de ese modo el pueblo le prestaba
mucha ms atencin que antes, pues la gente crea que los decretos que
promulgaba concordaban con el parecer de los dioses. Esta costumbre ha
perdurado y an se observa en nuestra poca, pues siempre ha sido posible
hallar a algn hombre de ndole tal que pese a no ser en realidad ms que un
consejero del rey, reciba entre los getas [es decir, los dacios] la consideracin
de un dios[9].
Salmoxis parece haber gozado de una reputacin similar a la de Buda, quien era
contemporneo, ao por ao, de Pitgoras (se cree que ambos vivieron entre 560 y
480 a. C.). Sin embargo, el budismo se ha perpetuado y la religin de Salmoxis no
los romanos se hallaban muy lejos de la India y dolorosamente cerca de la Dacia.
Haba un santuario, pero no estatuas de los dioses, y tampoco altares o prcticas
sacrificiales. Un coetneo griego de Csar, Diodoro de Sicilia, sostiene que Salmoxis
fue uno de los tres grandes filsofos no griegos (los otros dos eran Moiss y el persa
Zoroastro), pero no sabemos prcticamente nada de sus enseanzas. Lo que s
sabemos es que afirmaba que el alma es inmortal. Segn Platn, que escribe en torno
al ao 380 a. C., Salmoxis mantena que la enfermedad era consecuencia de un
desequilibrio del cuerpo. sta sera la causa de que se les escapasen muchas
enfermedades a los mdicos griegos: se despreocupaban del conjunto, cuando es esto
lo que ms cuidados requiere, y si ese conjunto no iba bien, era imposible que lo
fueran sus partes. Pues es del alma de donde arrancan todos los males y los bienes
para el cuerpo y para todo el hombre; como le pasa a la cabeza con los ojos. As pues,
es el alma lo primero que hay que cuidar al mximo, si es que se quiere tener bien a
la cabeza y a todo el cuerpo. El alma se trata, mi bendito amigo, con ciertos ensalmos
DECBALO Y TRAJANO
Trajano estaba tan cuerdo como loco haba estado Domiciano, y haba decidido
mostrar a los dacios quin estaba al mando. De hecho, podramos decir que la
conquista de la Dacia se haba convertido en una especie de obsesin para l. Se
afirmaba que siempre que deseaba poner un particular nfasis en algo sola emitir
juramentos del siguiente tipo: Que vea Dacia convertida en una provincia, y que yo
supere el ster y el ufrates con puentes[18].
Tan pronto como Trajano se puso al frente del mayor ejrcito del mundo,
Decbalo debi de comprender que se avecinaban tiempos difciles. Era tradicional
que todos los nuevos emperadores dieran un primer impulso a su gobierno con una
pequea aventura militar, y Trajano en particular no iba a quedarse atrs. El hecho de
ponerse a patear enemigos en las fronteras contribua a que un emperador imprimiese
su sello de autoridad en el imperio y se forjara una reputacin, por no mencionar que
tambin le ayudaba a mantener ocupado al ejrcito. Adems, a Trajano le deleitaba
la guerra[19].
EL SAQUEO
Roma haba expandido sus lmites con la Galia y Britania mediante una guerra de
conquista respaldada por una poltica de romanizacin de los habitantes brbaros. Sin
embargo, dado que esa poltica haba recibido un duro golpe en Germania, Trajano
haba concebido planes muy distintos para la Dacia. Aquello era una invasin. Quera
apoderarse de la tierra y de los recursos, y no tena la menor intencin de romanizar a
los habitantes que all se encontraran. El territorio fue arrasado. Los supervivientes
huyeron hacia el norte, mientras Trajano haca llegar de otros lugares una nueva
poblacin compuesta por legionarios, campesinos, comerciantes, artesanos y
funcionarios de la Galia, Hispania y Siria. Se levant una Dacia totalmente nueva,
con nuevas ciudades, nuevas fortalezas y nuevas calzadas.
Los romanos comenzaron a extraer todo el oro y la plata que pudieron con la
mxima rapidez, para despus sacar los minerales de la regin en cantidades ingentes.
Un enorme nmero de esclavos fue puesto a trabajar en las minas, y tras su corta vida
til sus cadveres eran amontonados en grandes pilas. Los romanos no slo
despojaron a la Dacia de sus yacimientos de metales preciosos, sino tambin de todos
los objetos de oro y plata de los que pudieron echar mano. Y debieron de haber sido
muy concienzudos en tal labor porque, desde entonces, las excavaciones
Tan prodigiosa era la cantidad del botn que Trajano haba llevado consigo a su
regreso de la Dacia, que el mercado del oro se vino abajo y su precio se desplom en
todo el imperio.
Cuando Trajano accedi al trono imperial, la economa romana pasaba grandes
apuros, pero gracias a la breva que le cay del cielo con la Dacia consigui
encontrarse en situacin de empezar a derrochar dinero empeo en el que este
emperador no se emple a medias. Colm de regalos a su gente y financi unos
juegos circenses que duraron 123 das, cifra que constitua una plusmarca en la
materia. En el transcurso de aquellos juegos moriran once mil animales, tanto
salvajes como domsticos, y diez mil gladiadores habran de cruzar sus armas. La
idea que los romanos tenan de pasrselo bien sola ir asociada a este tipo de
matanzas.
Pero no se limit a malgastar sus ganancias en diversiones no era se en
absoluto el estilo de Trajano. Se embarc asimismo en un inmenso proyecto
urbanstico que habra de cambiar para siempre el aspecto de la Ciudad Eterna. De
hecho, en la actualidad, cuando contemplamos las maravillas de la Antigua Roma, lo
que vemos en realidad es el producto de los beneficios generados por el botn
conseguido en el brbaro reino de la Dacia en el ao 106.
Trajano construy el Foro que lleva su nombre y tendi una calzada de piedra
sobre las marismas pontinas. Reconstruy Ostia, el puerto de Roma, cre unas
LA INVENCIN DE LA FRONTERA
A lo largo de los siglos tenemos constancia, a travs de muchas crnicas, de la
existencia de hordas brbaras que barran Europa y traan la muerte y la destruccin
al mundo civilizado provocando asimismo la total confusin de quien intente
hacerse una idea de qu es lo que estaba sucediendo. En las pginas de la historia,
los godos, visigodos, vndalos, francos, lombardos, jutos, suevos, marcomanos y
sajones en total unas ochenta tribus germnicas se lanzan a la carga una y otra
vez y dejan pocas oportunidades para que el lector se entere de cmo vivan. Con
todo, podemos al menos consolarnos con la idea de que, si eso es lo que hoy parece,
tambin debi de ser la impresin dominante en la poca de los romanos.
Siendo as las cosas, los romanos trazaron una divisoria. En su empeo por poner
orden en el caos, crearon las primeras fronteras del mundo occidental. A este lado de
la lnea se encontraba su mundo el mundo de la romanitas. Ms all de aquella
marca se hallaban los otros el mundo de los brbaros. Cuanto ms lejos de
Roma se encontraran dichas fronteras, ms segura estara la Ciudad Eterna, o, en
todo caso, ms a salvo se sentira y mayores seran sus riquezas. sa era al menos la
teora.
La idea de una frontera entre un pueblo y otro era muy propia de los romanos. El
resto del mundo occidental tenda a vivir en grupos nacionales o familiares de
actividad circunscrita al mbito de ciertas zonas, pero no estaban habituados a la
nocin de una lnea que no pudiera traspasarse. Los germanos nunca consideraron
que el Rin supusiese un lmite, ni siquiera lo juzgaban una barrera, y acostumbraban a
cruzarlo peridicamente por toda clase de razones. Lo mismo hacan los romanos,
pero para ellos termin representando la frontera entre la civilizacin y la barbarie.
La historia de Breno y de su ocupacin de Roma en torno al ao 390 a. C. haba
logrado que arraigara en la psique romana la determinacin de no volver a permitir
jams que los brbaros violentaran de nuevo el sagrado ncleo de su universo.
Al menos hasta el siglo IV, el imperio romano vena a ser una extensin de la
ciudad de Roma, y al principio las fronteras de ese imperio se concibieron como
Sin embargo, cuando Trajano expandi las murallas de Roma al otro lado del
Danubio conquist una tierra que estaba rodeada de cordilleras y careca de toda
frontera defendible. La Dacia habra de ser la membrana permeable por la que un
incontable nmero de brbaros habra de colarse en el imperio. La provincia de la
Dacia fue abandonada tras 165 aos de ocupacin, pero aquello no fue ms que el
comienzo. Roma haba dejado de proponerse la romanizacin de los brbaros. Ahora
se pona en marcha el proceso inverso: la barbarizacin de Roma.
Los godos
Las razones que provocaron estos malentendidos acerca del pillaje de Roma
resultan tan interesantes como la crnica del saqueo mismo. Y todo comenz en la
Dacia.
El que quiera saber esto es como si quisiera saber cuntos granos de arena del
desierto libio son arrastrados por el Cfiro[4].
Tan inmensa era la multitud que algunos trataron de cruzar a nado, pero fueron
arrastrados por la peligrosa corriente el enorme caudal hizo que se ahogaran
muchos que intentaban luchar contra la fuerza de las aguas, nos dice Amiano
Marcelino[5].
En cualquier caso, los motivos de Valente no eran de carcter humanitario. Haba
empleado inmensos recursos en sus combates contra Persia y estaba convencido de
que aquel contingente de tropas tan numerosas y procedentes de tierras muy
alejadas le permitira aumentar el nmero de sus legiones y disponer de un ejrcito
invencible. Adems esperaba que aparte de la ayuda militar que las provincias
aportaran anualmente, su tesoro se vera incrementado con una gran cantidad de
oro[6].
Lo que les ocurri despus a los godos se alejaba sin la menor duda de cualquier
atisbo humanitario. Se ubic a los refugiados en campamentos temporales donde
las condiciones se hicieron rpidamente intolerables principalmente, segn se dijo,
a consecuencia de las corruptas prcticas de los oficiales al mando: Lupicino, el
comandante general de los Balcanes, y un tal Mximo. Los dos tipos se
aprovecharon de los godos, que pasaban hambre, y planearon comerciar de forma
abominable. Retuvieron los suministros de vveres que supuestamente les haban sido
confiados para los brbaros y obligaron a los refugiados a canjear la carne de perro
que ellos les entregaban por esclavos, a razn de un esclavo por perro. [D]ndose
incluso el caso de que, entre stos, figuraban hijos de los nobles brbaros[7].
Fuese o no ntegramente imputable este acto de explotacin a aquellos dos
generales, y no consecuencia de una poltica imperial, est claro que en aquellas
circunstancias los visigodos haban quedado reducidos a la vulnerable posicin que
caracteriza al refugiado, convertidos por lo tanto en extranjeros recin llegados, de
conducta hasta el momento irreprochable, aunque lo peor era que se moran de
hambre. Por si fuera poco, en aquel momento se permiti que otro grupo de godos
an mayor atravesara el Danubio.
Estaba claro que antes o despus iban a surgir problemas. Los indefensos
refugiados se transformaron en una horda sedienta de venganza y a los romanos les
Por ltimo, en 378, Valente no tuvo ms remedio que entrar en accin, aunque no
movido, claro est, por ninguna noble razn. Segn se dice, le consuma la envidia
que senta por su joven sobrino y trataba desesperadamente de realizar alguna hazaa
gloriosa que le equiparase a l. Abandon por tanto las comodidades de la villa
imperial de las afueras de Constantinopla y se dirigi al oeste al frente de un inmenso
ejrcito para combatir a los visigodos en las inmediaciones de la ciudad de
Andrinpolis. Una vez all, levant una slida empalizada y esper con impaciencia
la llegada de su sobrino, al que acompaaba el ejrcito de la Galia.
En ese instante, la fatdica intervencin de unos datos errneos marc el inicio del
inminente desastre que iba a abatirse sobre los romanos. Los espas transmitieron la
equivocada informacin de que el nmero de godos, cuyas familias y tropas se
hallaban protegidas por un enorme crculo de carretas, ascenda nicamente a cien
mil almas. El emperador, ansioso por ganar la baza a su sobrino, debi de creerse ante
la oportunidad de obtener una fcil victoria y de atribuirse ntegramente el mrito. Es
probable que el hecho de que llegara un mensaje del joven Graciano en el que ste
instaba a su to a mostrarse paciente y a no exponerse de manera temeraria a ms
peligros de los necesarios no contribuyera precisamente a calmar sus nimos.
En la batalla subsiguiente, la llegada de un formidable contingente de bien
pertrechada caballera goda aplast a las legiones romanas. Amiano nos ha dejado un
relato trepidante (aunque sin duda totalmente inventado) en el que se nos describe la
lucha hasta el ltimo aliento de un brbaro herido de muerte: En un lugar poda
verse a un brbaro altivo y fiero con gesto crispado, porque, de un golpe, le haban
EL SURGIMIENTO DE ALARICO
Cuando todo esto sucedi, Alarico era un adolescente. Poco despus habra de
convertirse en oficial de las fuerzas federales del ejrcito godo sujetas militarmente al
alto mando del imperio, donde revelara ser un conductor de hombres muy
capacitado. Hacia el ao 394, siendo an muy joven, era ya general y se hallaba al
frente de veinte mil soldados. El ejrcito en el que serva no pareca ya en modo
alguno romano. Su emperador, Teodosio, que era espaol y cristiano, gobernaba una
reluciente ciudad que profesaba esa misma religin: Constantinopla. Cuando Alarico
march a la guerra a las rdenes de Teodosio haba, junto a sus propias huestes
visigodas, mercenarios hunos, vndalos germanos y alanos, iranios e beros, todos
ellos capitaneados por el comandante supremo del imperio, Estilicn, quien a su vez
era hijo de un vndalo. Ni siquiera el aspecto de dicho ejrcito era el de una
formacin romana. Los legionarios vestan calzones de cuero y gruesos mantos,
Tras eliminar, como a una seal convenida, a todos los brbaros presentes les
despojaron de cuanto posean. Cuando los parientes de quienes haban sido
asesinados se enteraron de los hechos llegaron de todas partes a reunirse en un
mismo punto. Y como se sentan profundamente indignados con los romanos
por la impa violacin de las promesas que haban hecho en presencia de los
dioses, todos ellos resolvieron unirse a Alarico y ayudarle en su guerra contra
Roma[19].
Se deca que haban sido treinta mil los soldados brbaros del ejrcito romano que
haban desertado para sumarse a las fuerzas de Alarico. Por si fuera poco, los miles
de combatientes que haban sido vendidos como esclavos tras las derrotas de los
dems grupos de godos aprovecharon ahora el caos general y abandonaron su
cautiverio para ir a engrosar an ms las filas del ejrcito de Alarico.
De verdad? Porque lo que resulta extrao es que, una vez dentro de la ciudad,
Alarico y sus godos observaron al parecer un comportamiento que ningn otro
ejrcito invasor haba mostrado antes ni habra de volver a manifestar en el futuro.
En primer lugar, Alarico haba cursado rdenes estrictas de que se limitara el
derramamiento de sangre. Orosio, que escribe en una poca en que an se conservaba
fresco en la memoria el recuerdo del saqueo, refiere que Alarico dio rdenes de que
no se tocara ni agrediera a todos aquellos que se hubieran acogido a sagrado,
especialmente en las baslicas de los santos apstoles Pedro y Pablo[33]. Hubo unos
cuantos incendios, pero la ciudad apenas sufri daos.
Alarico, por supuesto, permiti que sus hombres se entregaran al saqueo y al
pillaje, aunque incluso en este aspecto se mostr cierta contencin. Uno de los godos,
que era cristiano, pregunt a una anciana dnde poda encontrar oro y plata. La mujer
trajo entonces la patena y los adminculos sagrados de los apstoles Pedro y Pablo y
se los entreg al soldado diciendo: Ahora eres t quien deber cuidar de ellos,
puesto que a m me es ya imposible. Al enterarse Alarico de lo sucedido, orden
celebrar una gran procesin por toda la ciudad y en ella se exhibi la patena, que fue
colocada alternativamente sobre la cabeza de todos los presentes y llevada bajo la
custodia de una doble hilera de espadas en alto; romanos y brbaros a una elevaron
un mismo himno a Dios en pblico[34].
El oro y la plata de las casas qued estrictamente a salvo en caso de que se
utilizara con fines religiosos, y los presuntos violadores eran rechazados con
vergenza al ser delatados por las damas romanas. En el botn que se llevaron los
godos figuraba la propia hermana del emperador Honorio, Gala Placidia, a quien
Alarico trat con todos los honores y miramientos debidos a una princesa[35]. Para
ser un saqueo no parece que resultara tan terrible.
Honorio, que se hallaba en Ravena, pareci captar la mdula de la situacin.
EL REINO VISIGODO
Los helenos
ROMA, LA DESTRUCTORA
Roma fund su imperio en la destruccin de otras civilizaciones. Cartago, una de las
grandes ciudades del mundo antiguo, fue arrasada por los romanos en el ao 146
a. C[5]. La urbe haba contado en su da con grandes bibliotecas repletas de libros
escritos en la lengua que hablaba aquella cultura: el pnico. No ha llegado hasta
nosotros una sola lnea del idioma pnico. El Templo de Jerusaln fue destruido y sus
enseres llevados a Roma, as que nada de lo que podamos hacer, salvo la
especulacin, nos permitir vislumbrar el modo en que pudo haber funcionado ese
oratorio en vida de Jess. Sabemos que los druidas posean distintas doctrinas, pero la
prctica totalidad de sus escritos fueron destruidos. Los dacios contaban con una
filosofa religiosa que los griegos comparaban a la de Moiss y Pitgoras, pero su
contenido qued borrado por entero.
Cmo podramos cuantificar el perjuicio que los romanos causaron a la historia
de la civilizacin? Probablemente nunca lo logremos. Sin embargo, la destruccin
ms asombrosa de todas, y la que ha pasado ms inadvertida, fue la del mundo
tecnolgico de los helenos. Contrariamente a cuanto se nos ha inducido a creer, el
cosmos helnico era un mundo repleto de engranajes metlicos y relojes muy exactos,
de pistones y mquinas de vapor: un mundo de avanzada ingeniera. Una sociedad
antigua quizs hubiera podido describir la existencia de artefactos fabulosos, pero sin
tuercas y tornillos de adecuada precisin ese tipo de objetos no pasara de ser una
mera fantasa. Antes sola pensarse que determinados inventos, como las mquinas
fresadoras capaces de tallar la espiral de un tornillo o la junta cardn, surgieron por
primera vez en los siglos XVII y XVIII, lo que explica la revolucin industrial y le da
fundamento. Hoy sabemos que ambos inventos se utilizaban ya en el mundo helnico
antes del siglo I de nuestra era. La pregunta es: para qu los emplearon los griegos?
Existe un papiro del siglo II a. C. hallado en Alejandra en el que se ofrece una
La poltica de Roma, basada en lograr que el control militar y poltico que ya posea
en otras regiones se hiciera notar en las que habitaban los brbaros del este, tuvo
consecuencias verdaderamente espantosas en la historia de Europa. El mecanismo
hallado en el pecio de Antiquitera constituye una indicacin de la magnitud del
desastre. Una catstrofe que apenas comienza hoy a salir a la luz, ya que durante
muchos de los siglos posteriores se hizo caso omiso de los pocos textos que recogan
los avances de la ciencia, la matemtica y la ingeniera de la Antigedad.
La flor y nata romana mostraba desdn por la ingeniera prctica, y como se haba
dado errneamente por supuesto que la Grecia y la Roma clsicas constituan de
hecho una sola empresa cultural, se ha afirmado con frecuencia que los griegos eran
de idntico parecer. En el siglo IX haba ya, en determinados crculos, crecientes
suspicacias que ponan en duda que los griegos hubieran sido realmente tan
inteligentes. Si eran tan capaces, por qu no lograron inaugurar la ciencia de la
mecnica que puso a Europa en la va de la revolucin industrial[16]? La respuesta fue
una magnfica humillacin para aquellos incultos: los antiguos griegos, muy
adecuadamente, haban dejado la prctica y las cuestiones experimentales en manos
EL DIVINO ARQUMEDES
Arqumedes se ocupaba de la prctica tanto como de la teora. Su genio para unir la
matemtica y la fsica para analizar las reglas lgicas que controlan el
comportamiento de slidos y lquidos se trasladaba directamente a la construccin
de mquinas, y en especial a la realizacin de ingenios militares. Cuando los romanos
RODAS
Antes de que Roma entrara en escena, Rodas fue durante muchos aos la fuerza
dominante en el Mediterrneo oriental. Su puerto principal era el mayor mercado de
la regin, y gracias tanto a sus barcos como a su armamento naval, de gran eficacia,
consegua mantener las aguas razonablemente limpias de piratas. Dominaba la isla
una ciudad amurallada del mismo nombre, construida segn un diseo trazado a
cordel en torno al ao 410 a. C. Tena cinco fondeaderos, calles pavimentadas,
parques, templos y gimnasios, y estaba suntuosamente decorada con monumentos y
estatuas. An exhibe orgullosa una acrpolis, las ruinas de los templos de Afrodita y
Apolo y, por supuesto, el recuerdo de su clebre Coloso, una de las siete maravillas
del mundo antiguo. El Coloso de Rodas fue erigido en el ao 282 a. C. y antes de ser
derribado por un terremoto se ergua, a ms de treinta metros de altura, en la entrada
del puerto. Un autor romano, Plinio el Viejo, deca que la mayora de la gente no
consegua siquiera rodear con los brazos el pulgar del gigante cado.
El papel de Rodas en la gestin del comercio martimo hizo surgir asimismo un
cdigo jurdico mercantil notablemente desarrollado al que se conoca como
derecho martimo de Rodas, y hay que destacar que desde entonces ha venido
constituyendo, hasta nuestros das, el fundamento del derecho comercial martimo.
Dado que la datacin de este cdigo parece situarse entre el ao 800 y el 600 a. C. es
probable que debamos considerarlo el primer sistema prctico de derecho comercial
de la historia, lo que socava en buena medida toda pretensin que trate de afirmar que
los romanos fueron los grandes legisladores del mundo.
No obstante, todo esto lleg a su fin en el siglo II a. C. Roma estaba decidida a
hacerse con el control del Mediterrneo oriental, pero Rodas se hallaba demasiado
bien defendida como para pensar en un ataque militar. Por consiguiente, los romanos
les trataba con tal desdn, que [al irse] a recoger les mandaba a decir que
no hicieran ruido. Treinta y ocho das fueron los que estuvo ms bien
guardado que preso por ellos, en los cuales se entretuvo y ejercit con la
mayor serenidad, y dedicado a componer algunos discursos, tenalos por
oyentes, tratndolos de ignorantes y brbaros cuando no aplaudan[42]
Csar aade a rengln seguido que a veces les amenaz, entre burlas y veras,
con que los haba de colgar, de lo que se rean.
Una vez que se pag su rescate y que fue puesto en libertad, equip una pequea
UN IMPERIO DE TOLERANCIA
El imperio persa haba sido fundado en el siglo VI a. C., al rebelarse el iranio Ciro
contra los medos, a los que derrot y arrebat el imperio que posean en Persia y
Asiria. Venci despus a Creso, rey de Lidia, a quien an se recuerda por sus riquezas
(l fue el primer monarca que acu monedas de oro y plata), y finalmente se adue
del gran imperio de Babilonia y de la costa oriental del Mediterrneo. Hacia el final
del siglo, sus sucesores, la dinasta aquemnida, dominaron las tierras comprendidas
entre Libia y la India por el sur, y entre Bulgaria y el mar de Aral por el norte. Se
tardaban seis meses en cruzar el reino de uno a otro de sus extremos.
Cuando Ciro se apoder de Babilonia, tena muy difcil presentar de s mismo una
imagen de liberador e impedir que se le tuviese por un conquistador o un opresor.
Para tratar de poner remedio a aquella situacin, mand inscribir en un cilindro de
arcilla la siguiente crnica de sus conquistas:
Ciro siempre ha procurado tratar segn la justicia a los pueblos que [el dios]
Marduk le ha llevado a conquistar. [] Cuando entr en Babilonia como
amigo establec la sede del gobierno en el palacio del gobernador, entre
Desde luego, Ciro no traa la libertad en ninguno de los sentidos que hoy solemos
darle, ya que ejerci un poder absoluto sobre sus inmensos dominios. Sin embargo, es
cierto que respet las costumbres y la religin de sus nuevos sbditos babilonios,
igual que hara su sucesor, Daro, con los dioses y las tradiciones de los egipcios al
conquistar su tierra. Los judos, a los que Ciro liber del cautiverio al que se hallaban
sometidos en Babilonia y a quienes envi de vuelta a Jerusaln a fin de que
reconstruyeran el templo que all tenan, afirmaban que Dios le haba llamado mesas
(mashyach, o, en griego, christos, Cristo), al sostener en la Biblia que Ciro es el rey
a quien he tomado de la diestra para someter ante l a las naciones[2].
Las estatuas de los dioses se consideraron imgenes de personajes reales y sus
templos se tomaron por palacios. Al igual que los asirios antes que ellos, los
babilonios se apoderaban de los dioses de los pueblos que conquistaban y los
reducan a la condicin de vasallos en el templo de su propia deidad suprema. Ciro
les devolvi la libertad. La tolerancia religiosa no representaba ningn problema para
l, a menos que la gente rindiera culto a lo que la religin que l mismo profesaba
denominaba el Error y a sus demonios, los dioses de los salvajes nmadas de las
estepas[3].
La deidad a la que Ciro adoraba, Ahura Mazda, no era ni una estatua ni un dolo,
sino una autoridad tica trascendente, a la que se reverenciaba mediante el culto a un
fuego sagrado. Esto tena la ventaja aadida de que no haba imagen de un dios
viviente que morara en un palacio o un templo y que poseyera en la tierra mayor
autoridad que el propio Ciro. ste se declar seguidor de las enseanzas del profeta
Zoroastro, y hay quien ha equiparado la extraordinaria declaracin de tolerancia
religiosa contenida en aquel cilindro con una carta de derechos humanos.
Nadie sabe con seguridad si Zoroastro fue o no contemporneo de Ciro, pero es
evidente que sta es una poca de grandes maestros religiosos son tambin los aos
en que vivieron Salmoxis y Buda. Zoroastro difundi un monotesmo tico que
constitua una doctrina vlida para todo el gnero humano. La deidad suprema, Ahura
Mazda, se hallaba en el centro de un reino de justicia que prometa la inmortalidad y
la gloria. Sin embargo, tambin exista una fuerza maligna, Ahrimn, que libraba un
feroz combate con el Dios de la Sabidura, y se afirmaba que los seres humanos eran
Llegados a ese punto, Craso pens que los persas se habran quedado ya sin
flechas, pero cometa un grave error. Al tratar de avanzar con el resto de sus fuerzas
fue simplemente asaeteado y hecho picadillo. Al ordenar a sus hombres que se
lanzaran a la carga, stos le mostraron las manos clavadas a los escudos y los pies
fijos al suelo por las flechas[4]. A continuacin uno de los caballeros partos hizo
caracolear su caballo delante del mismsimo Craso: llevaba la cabeza de su hijo
hincada en la punta de la lanza.
La batalla de Harran fue una leccin que Roma no olvidara. Murieron
probablemente unos treinta mil legionarios en el campo de batalla, y los diez mil
restantes fueron hechos prisioneros y deportados al Asia central. Las guilas de las
siete legiones romanas terminaron en los templos partos. Apenas quinientos romanos
conseguiran regresar a casa. La conmocin de la derrota no habra de diluirse: haba
comenzado una guerra que iba a prolongarse por espacio de seiscientos aos.
Quin lo ha cortado?
Y en ese momento uno de los soldados que acababan de llegar se adelant, cogi
la cabeza que Jasn sostena en las manos, la levant en vilo y respondi con las
palabras de gave, que consumaban el desenlace de la escena. He sido yo. Y era
cierto[5].
EL FEUDALISMO PARTO
Los romanos nunca haban odo hablar de los partos. Les resultaba completamente
imposible entender a aquella sociedad, y dijeron de ella que se trataba de un reino de
hombres libres y esclavos en el que la prctica totalidad de la poblacin,
incluyendo los ejrcitos, dedicaba parte de sus efectivos a formar grupos para la
realizacin de trabajos forzados. Los hombres libres de que hablaban eran en
realidad los aristcratas partos, y los esclavos sus aparceros feudales, que, a modo
de renta, pagaban mediante la prestacin de servicios militares. Aquello superaba la
capacidad de comprensin de los romanos.
LA CIVILIZACIN PARTA
La educacin constitua el ncleo de aquella civilizacin[11]. El campesinado era
probablemente analfabeto, pero los nobles iban al colegio a partir de los cinco aos
aproximadamente y permanecan en l hasta que cumplan los quince. En la escuela,
los nios (parece que algunas nias tambin reciban educacin) aprendan a escribir
y memorizaban grandes prrafos de obras literarias. La astrologa tambin formaba
parte del plan de estudios. Los chicos se entrenaban en las artes de la equitacin, la
arquera, el polo y la prctica militar.
Al verse claramente que los romanos no eran rival para los partos, quiz no resulte
demasiado sorprendente que al menos a un romano se le ocurriera tratar de tenerles
de su lado y conseguir as que le ayudaran a combatir a otros romanos. El hombre a
quien se le present esa idea fue Casio, el mismo Casio que habra de saquear Rodas
en el ao 42 a. C.
Casio saba exactamente lo peligrosos que podan resultar los brbaros partos
porque haba estado al mando de uno de los flancos del ejrcito de Craso y se las
haba arreglado para huir acompaado de unos quinientos hombres. Una vez lejos del
campo de batalla, sus guas rabes le aconsejaron que se ocultara en un lugar seguro
hasta que la Luna hubiera abandonado el signo de Escorpio, presumiblemente por
tratarse de una influencia de mal augurio. Casio les hizo saber que Sagitario[*] le
preocupaba mucho ms que Escorpio, y sigui avanzando hasta regresar sano y salvo
a Roma.
Una vez all tom parte en la conspiracin que en el 44 a. C. decidi salvar a la
Repblica de las ambiciones monrquicas de Julio Csar y asesinarle. Roma se
Las deidades adoptan muchas formas, y traen consigo cosas poco gratas. Lo
que el pueblo crey que sucedera, nunca lleg a materializarse. Lo que no
esperaba fue convertido en realidad por los dioses[15].
Los sasnidas
LA RELIGIN SASNIDA
Sin duda, Sapor senta un autntico inters por la filosofa religiosa, pero tambin es
verdad que la religin aportaba unas ventajas polticas indirectas extremadamente
tiles. Su abuelo, Papak, el iniciador de la revolucin sasnida, haba sido el sumo
sacerdote del templo dedicado en Istakhr al fuego de Zoroastro (su predecesor en el
cargo, Sassek, haba sido su fuente de inspiracin, y posiblemente tambin su padre
de ah el nombre de la dinasta). El templo se hallaba consagrado a Anahita. En
el antiguo Oriente Prximo, esta ltima era una diosa reconocible bajo un gran
nmero de denominaciones: Istar, Astart, Afrodita Sin embargo, slo en Persia se
renda culto al fuego sagrado.
SAPOR Y EL MESAS
Tanto en Persia como en Roma, la filosofa religiosa era la cuestin ms relevante.
Los continuos enfrentamientos entre Roma y el imperio parto no slo condujeron a
Persia a la crisis, fueron asimismo una de las principales causas de zozobra que
afligieron al imperio romano a lo largo del siglo III. Tan pronto como se hizo con el
poder, Ardachir cerr todas las rutas que seguan las caravanas que se dirigan al
Mediterrneo. El comercio entre Roma y el Lejano Oriente qued interrumpido, y la
reanudacin de las hostilidades hizo que el coste del ejrcito romano se disparara. En
consecuencia, hubo porciones del imperio de Occidente que empezaron a
desentenderse de la autoridad central y a tratar de organizar sus propios asuntos,
porque la produccin agrcola comenzaba a fallar y los impuestos aumentaban. ste
fue el clima en el que cuaj inicialmente el ascendiente del cristianismo en el mundo
romano, y en la agitada atmsfera de la revolucin provocada en Persia por el
zoroastrismo las consecuencias indirectas de los cultos cristianos empezaron a
suscitar un serio inters.
En Fars, un culto denominado de los practicantes de las abluciones crea que
era posible lavar los pecados del alma mediante ritos bautismales. Se trataba de un
PALMIRA
Sin embargo, pese a sentirse seguro, Sapor fue incapaz de mantener el control de
Mesopotamia. Perdi dicho territorio, no a manos de Roma, sino por la accin de uno
de los antiguos socios comerciales de Persia, Palmira, el eslabn de Oriente Prximo
por el que Persia quedaba unida al Mediterrneo. Palmira era un lugar bastante
sorprendente, y estaba a punto de convertirse en un espacio an ms pasmoso.
Cuando Sapor accedi al poder, Palmira era la ciudad ms importante de una
provincia romana denominada la Siria fenicia. A las gentes de Oriente les resultaba
difcil asimilar el poder de Roma: el gran problema estribaba en el hecho de que los
romanos fueran tan presuntuosos hay que tener en cuenta que, para lo que sola ser
habitual en la regin, la historia de los romanos era muy breve, y adems
prcticamente carecan de cultura. As, por ejemplo, en Palmira ya haba un templo
dos mil aos antes de que los romanos pudieran siquiera soar con contemplarlo. Su
forma, presidida por una ancha cmara de muros de piedra rodeada por columnas en
su parte exterior, se asemeja mucho ms al tipo de construcciones que se atribuyen a
Salomn que a cualquier edificacin romana. Y as deba ser, en efecto, ya que en la
Biblia se seala que este templo era parte integrante del reino de Salomn. De hecho,
lo que dice la Biblia es que fue el propio Salomn quien lo construy[5].
Palmira es un nombre griego y romano que significa palmeral. Los lugareos la
llamaban Tadmor, que indica lo mismo. El templo estaba dedicado a Baal. Fue
reconstruido despus de que los romanos se presentaran en la zona una clara
demostracin de que aquellas gentes no estaban romanizadas.
La entera escala de valores de Palmira se hallaba regida por el comercio. Hay
pueblos que se interesan por los dioses, otros que prefieren la conquista y la
dominacin del mundo; los habitantes de Palmira consagraban su vida y su energa a
los negocios de importacin y exportacin. La mayor parte del comercio que se
efectuaba entre el Mediterrneo y Persia, o la India y China, se encontraba en manos
de los ciudadanos de Palmira rabes, judos y persas. Como intermediarios
imprescindibles entre el este y el oeste, estos comerciantes jugaron largo tiempo al
gato y al ratn, tratando de ser a un tiempo amigos de Roma y devotos de Persia.
Y durante muchos aos se las arreglaron para salir muy bien parados. Decan
LA REINA ZENOBIA
Tras el asesinato del gobernador de Palmira en el ao 267, su esposa reclam el ttulo
de su marido en nombre de su hijo Valabato. Y as comenz el reinado absolutamente
asombroso de una mujer no menos fascinante llamada Zenobia aunque en realidad
sa era la denominacin que le haban dado los romanos. Su verdadero nombre era
Bat Zabbai, es decir, hija de Zabbai, pero en esta ocasin los romanos acertaban al
llamarla Zenobia. Quin ha odo hablar jams del seor Zabbai? Zenobia era un
personaje por derecho propio y ciertamente no ha habido muchos como ella.
Todo el mundo deca que era de una rara belleza. Las descripciones que nos han
llegado de su persona hablan de la blancura de sus dientes como perlas y de sus
grandes y centelleantes ojos negros. En las ocasiones asociadas a la solemnidad
estatal vesta la prpura de las clases dirigentes, una tnica ribeteada de piedras
preciosas y con adornos de oro en la cintura. Uno de los brazos quedaba desnudo
hasta el hombro y cuando se desplazaba en su carruaje con incrustaciones de pedrera
acostumbraba a llevar un yelmo.
Zenobia gobernaba al estilo de las reinas de Oriente. Para saludarla haba que
postrarse ante ella, como ocurra en la corte persa, en la que el gobernante se
presentaba a sus sbditos en calidad de dios viviente. Afirmaba descender de un
linaje aristocrtico que resultaba particularmente impresionante en una sociedad de
comerciantes, ya que se deca descendiente de Cleopatra. La reina Zenobia haba
recibido una esmerada educacin y hablaba griego (y, segn sostienen algunos,
tambin egipcio) adems de latn, arameo y persa[6]. Se dice que escribi la primera
Zenobia.
Este relieve funerario de Damasco muestra a
Zenobia, la reina renegada de Palmira, en
compaa de Tyche, diosa de la fortuna y
protectora de la ciudad. Con un rasgo de
optimismo, el emperador romano aparece
representado a los pies de la reina, que lo mantiene
as sometido. Zenobia suscit en vida una
difundida admiracin, pero en modo alguno puede
decirse que se tratase de un sentimiento universal;
un destacado rab judo de su misma poca declar:
Feliz aquel que pueda ver la cada de Palmira.
Con esa idea en mente, Zenobia se apoder de Egipto y Siria. Como en Roma los
emperadores se sucedan rpidamente unos a otros, tena prcticamente las manos
libres. Era inmensamente popular y lleg incluso a atreverse a llevar la diadema
imperial y a adjudicarse el ttulo de reina de Oriente. Las monedas que acu
Aun suponiendo que, en realidad, la carta no haya existido nunca, s que muestra
el modo en que los romanos la recordaban.
VNDALOS Y HUNOS
D e todos los pueblos brbaros que recorrieron Europa en el siglo V d. C., los
que con diferencia han merecido una ms duradera reputacin de absurdo
salvajismo y espritu destructivo han sido los vndalos y los hunos. Y sin embargo,
como a menudo sucede con la historia de los brbaros que ha llegado hasta nosotros,
nada es como lo pintan las apariencias.
Atila lleg de Oriente a la cabeza de unas hordas hunas sedientas de sangre y
lanzadas a la carga que llegaron hasta las mismas puertas de Roma o casi, pues se
vieron detenidas, segn se dice, por la mano de Dios, encarnada en la persona del
papa Len I. Son muchas las cuestiones que suscitan extraeza en esta crnica.
Para empezar, se omite el hecho de que Atila pretenda haber acudido en realidad al
rescate de una damisela en peligro (como lo oyen!). Pero quiz lo ms raro de todo
sea que cuanto ms trata uno de identificar a los hunos, tanto ms parecen evaporarse
ante nuestros ojos.
Nadie pone en duda que Atila haya existido. Sin embargo, lo que ya resulta
menos fcil de concretar es la presencia de las hordas hunas. La mayor parte de los
guerreros que seguan a Atila eran de hecho germanos, y se ha reconocido que, sea
cual sea el corte temporal que se elija, es probable que el nmero de guerreros hunos
no superara en Europa los quince mil individuos[1]. Y si uno trata de encontrar las
huellas que dejaron aquellos hunos, ocurre algo muy notable: resulta imposible
hacerlo. No existe un solo retrato que nos muestre el rostro de algn huno, y no se ha
descubierto ninguna vivienda que muestre signos de haber albergado a Atila. No se
han encontrado ms que doscientas tumbas cuyo contenido muestre algn elemento
capaz de acreditar su origen huno, e incluso estos enterramientos suscitan polmica
en la actualidad. Por si fuera poco, no sabemos en qu lengua se comunicaban, salvo
por el hecho de que el idioma que se hablaba en la corte de Atila en los aos en que
ste viva era el godo. Hasta los nombres de los dirigentes hunos de la poca de Atila
son (con toda probabilidad) de origen germano incluido el del propio Atila.
La dificultad que plantea discernir la identidad de los hunos parece constituir una
prueba de que no eran, como se ha imaginado, unos implacables asesinos que
aniquilaban a cuantos pueblos conquistaban. Desde luego no cabe duda de que haba
hunos en el este de Europa, pero la falta de datos que atestigen claramente la
presencia de una cultura huna es una indicacin de que en vez de acabar con los
pueblos que sometan, los hunos solan optar ms bien por mezclarse con ellos. De
La idea de que los hunos eran unos despiadados asesinos es producto del
nacionalismo europeo y de la propaganda de la Primera Guerra Mundial. Deseosos de
hallar los orgenes remotos de su historia, los romnticos alemanes recuperaron los
antiguos mitos, entre cuyas narraciones aparecan varios relatos entusiastas de un
dirigente huno heroico y violento llamado Etzel (Atila). En el ao 1900, el kiser
No se dar cuartel, no se harn prisioneros. Haced que todo aquel que caiga
en vuestras manos se halle a vuestra merced. Igual que los hunos hace mil
aos, unidos bajo el liderazgo de su capitn Etzel, se forjaron una reputacin
que les ha permitido permanecer vivos en la tradicin histrica, alcance
tambin tal fama el nombre de Alemania en China que ninguno de sus
naturales vuelva a atreverse jams a mirar con recelo a un solo alemn[3].
LA NUEVA ROMA
En el siglo IV, el imperio haba experimentado una total transformacin. La crnica
de los hechos resulta bastante confusa. En el ao 312 un oficial militar de alto rango,
Constantino, se apoder de Roma al frente de un ejrcito en el que haba impreso el
sello de los smbolos cristianos. Doce aos ms tarde, Constantino se haba
convertido en gobernante nico del imperio. Instituy una dominacin monrquica
hereditaria cuya sede era la recin fundada ciudad cristiana a la que haba dado
nombre: Constantinopla, la Nueva Roma, desde la que el soberano impulsaba la
conversin de sus sbditos a la nueva fe, de la que era mximo supervisor.
El imperio de Constantino tena un poderoso enemigo: el imperio persa, rival
tambin en el campo religioso. Aqulla era una esplndida razn para justificar que el
centro neurlgico del imperio romano tuviese que estar situado tan lejos de Roma y
tan al este de la antigua metrpoli. Persia habra de causarle grandes males. El ltimo
emperador de la dinasta iniciada por Constantino, Juliano, fue matado por el
emperador persa Sapor II en el ao 363. Y a medida que la guerra con Persia iba
tragndose un ejrcito tras otro, aumentaba la vulnerabilidad de Occidente. Las
legiones que un da haban custodiado las fronteras se vieron degradadas al rango de
meras milicias, y sus miembros rebajados a la categora de soldados de guarnicin, lo
que significaba disponer de peor armamento e instruccin. Al mismo tiempo, la
LA ANTIGUA ROMA
Pese a que Roma era la ciudad de san Pedro, el entusiasmo que despertaba el
cristianismo en Constantino ejerci en ella un impacto relativamente escaso. En la
poca en que Constantino falleci, Roma contaba con siete iglesias, adems del
sepulcro de san Pablo. Sin embargo, tanto esa tumba como cinco de las iglesias
mencionadas se hallaban extramuros de la ciudad. Tan slo la baslica de San Juan de
Letrn (la residencia del obispo de Roma) y la iglesia de la Santa Cruz de Jerusaln
se encontraban en el interior de la urbe, y las dos se hallaban escondidas en un rincn
relativamente alejado del este de Roma. El centro de la ciudad segua siendo un lugar
presidido por monumentos gentiles, y la mayora de los senadores romanos
continuaban mostrndose decididamente paganos.
Tenemos a bien ordenar que todas las naciones gobernadas por nuestra
clemencia y moderacin, se adhieran resueltamente a la religin que san
Pedro ense a los romanos, que nuestra piadosa tradicin ha conservado, y
que hoy profesan el pontfice Dmaso y tambin Pedro, obispo de Alejandra,
hombre de apostlica santidad. De acuerdo con la disciplina de los apstoles,
EL ASCENSO DE UN VNDALO
ste era el mundo en el que el joven Estilicn, de padre vndalo y madre romana,
comenzaba a hacer progresos en la carrera militar. Entre Mximo y Teodosio se
estaba gestando una guerra. Sin embargo, antes de iniciar una contienda en
Occidente, Teodosio tena que asegurarse de que la frontera con Persia se hallaba
bien consolidada. No quera verse atrapado en un choque con dos frentes. El gobierno
persa pareca ahora ms dbil que en otras pocas, quiz le resultase posible negociar
un tratado de paz, y el hombre que eligi para dicha tarea fue Estilicn.
Ahora bien, los godos que haban integrado gran parte del ejrcito victorioso no
aceptaron abjurar de su arrianismo. Tras haber sido utilizados en la guerra contra
Eugenio como una especie de carne de can en versin antigua, no sentan excesivas
tentaciones de considerarse miembros del club romano. Los brbaros y los romanos
quedaron separados por una nueva lnea divisoria. La antigua separacin entre ambos
no tena ya demasiado sentido. Haca siglos que el significado de la palabra
romano no remita ya a nada que guardara relacin con la ciudad de Roma: la urbe
de Roma era mucho menos relevante que el imperio de Roma. Tambin el romanismo
haba dejado de ser una cuestin de ciudadana: desde el ao 212 todos los hombres
libres que vivan en el imperio tenan derecho a ella. Los brbaros haban dejado de
ser personas ajenas al mbito propio de Roma: vivan en todos los lugares del imperio
y nutran la mayor parte de las filas del ejrcito. Y dado que el imperio era una
maquinaria militar, eso significaba que haba brbaros que ocupaban altos cargos
Estilicn era el caso ms destacado. En efecto: la distincin entre romano y
brbaro haba pasado a definirse en trminos raciales. La madre de Estilicn era
romana, pero su padre era vndalo, as que l mismo era tambin un brbaro.
Ahora bien, la diferencia entre Alarico y sus godos y los romanos no era
simplemente de carcter racial: ahora se haban convertido en herejes a los que era
preciso expulsar. De hecho, esto le result til a Teodosio, ya que evidentemente
incit a los griegos a abandonar el arrianismo y abrazar el catolicismo, pues no
queran que se les identificara con ningn brbaro.
Los vndalos
LA INVASIN VNDALA
Al parecer en el ao 401 los vndalos se desplazaron, junto con un grupo de suevos y
de alanos, a la regin de Recia, en los Alpes. Se trataba de una asociacin extraa: los
suevos eran germanos y los alanos iranios, a pesar de lo cual decidieron unir sus
esfuerzos y ver qu podan conseguir de Estilicn. ste viaj al norte a fin de reunirse
con ellos y lleg a una especie de pacto, porque a su regreso le acompaaban, como
tropa a su servicio, unos cuantos guerreros jvenes del grupo emigrado.
Los llevaba consigo para combatir a los godos que les haban expulsado de sus
tierras. A las rdenes de Alarico, los godos exigan que se les concediese una tierra
propia y se hallaban ya en situacin de amenazar Constantinopla. Estilicn batall
contra ellos sin demasiado entusiasmo: dej que Alarico se diese a la fuga, y
Constantinopla se vio obligada a ofrecer al jefe godo un cargo militar de alto rango.
Este arreglo pareca convenir a Estilicn, que evidentemente haba decidido, de
comn acuerdo con Alarico, que el mejor lugar para establecer el terruo de los
godos estara en Iliria, en la costa este del Adritico, un territorio sujeto al control de
Constantinopla. Caba incluso la posibilidad de que al trasladar a los godos a aquella
comarca los vndalos pudieran regresar a sus hogares.
Sin embargo, aquello era poco probable: los hunos estaban demasiado cerca, y
haba ms grupos germnicos que pugnaban por dirigirse al oeste, adentrndose en el
imperio, impulsados por la desesperada voluntad de alejarse de los hunos. Parece que
tambin ellos deseaban encontrar una nueva tierra en la que asentarse. En el ao 405,
una descomunal masa de godos paganos, que segn algunas opiniones podra haber
rondado los cien mil individuos, atraves tumultuosamente el Danubio procedente de
EL FIN DE ESTILICN
Cuando Estilicn propuso al Senado de Roma que era preciso pagar un subsidio a
Alarico, la institucin se haba opuesto encarnizadamente a su sugerencia con
discursos en los que surgan los tpicos de la barbarie y el honor romano. Haba
comenzado as la reaccin de la derecha contraria a los brbaros y los guerrilleros, y
su desenlace inmediato habra de terminar con la muerte de Estilicn, ordenada por
Honorio. Estilicn el vndalo haba vivido para el imperio, y su asesinato fue una
especie de suicidio imperial. Sin embargo, para muchos romanos, lo importante era
que Occidente haba dejado de obedecer al gobierno de un brbaro.
En Roma se produjeron inmediatamente pogromos contra los godos. Miles de
ellos encontraron la muerte, y decenas de miles ms huyeron de la ciudad. Despus,
los godos, capitaneados por Alarico, se vengaron de Roma reducindola por medio de
la hambruna, exigiendo astronmicos rescates para devolverle la libertad y
entregndose finalmente, en una demostracin de fuerza que se prolong por espacio
de tres das, al fingido espectculo de su saqueo. Cuando se marcharon, Alarico se
llev consigo, como rehn, a la hermana de Honorio, Gala Placidia.
Por entonces los vndalos y sus aliados haban terminado sus correras por el
norte de la Galia y puesto rumbo al sur, pasando por Burdeos y Narbona,
probablemente empujados por los seguidores de Constantino III. En el ao 409
cruzaron los Pirineos, con la aparente bendicin de los bagaudos, que les facilitaron
el paso a Hispania. Se desplazaban por territorios en los que Roma no ejerca ningn
control, regiones cuyo dueo era, al menos nominalmente, Constantino III. Segn
parece, este Constantino fue un cabecilla paramilitar de tipo bastante estndar:
perezoso, dado a los excesos y arrogante, as que sus subordinados de Hispania y
Britania dejaron muy pronto de aceptar sus rdenes. Aparentemente, las tropas que
tena en Hispania no hacan nada para bloquear los pasos fronterizos. Constantino
multiplic las bravatas, entabl combates, negoci y perdi, antes de terminar sus
das en el ao 411, decapitado y exhibido pblicamente en Ravena. El podero militar
que un da ejerciera Estilicn se hallaba ahora en manos de un romano muy romano
llamado Constancio. Se haba autoproclamado nico emperador de Occidente en
torno al ao 413.
Da toda la impresin de que haba demasiadas bocas que alimentar y que la mejor
solucin que podan hallar los inmigrados consista en establecerse y empezar a
cultivar la tierra. Mximo les concedi trozos de tierra[6]. Los vndalos y los suevos
se asentaron en el noroeste (Galicia) as como en la regin del centro y el sur de
Espaa (Andaluca que, segn algunas voces, podra derivar de Vandaluca),
mientras que los alanos se instalaron en las provincias que median entre una y otra
regin. Los emigrantes pasaron a convertirse en seores supremos de grandes
porciones del territorio espaol. Otro cronista espaol, Orosio, que en el ao 414
haba huido de Hispania y se haba refugiado en frica, nos informa de que los
espaoles preferan la libertad en la pobreza que les permitan los brbaros a las
comodidades sujetas a tributacin que les deparaba la dominacin romana[7]. Y
Salviano comparta este parecer de la opinin pblica espaola:
A principios del siglo V hubo un gran nmero de romanos africanos pobres que se
convirtieron al cristianismo, pero la religin que abrazaban tena poco en comn con
la que se practicaba en Ravena y Constantinopla. Antes al contrario: en realidad beba
directamente de las olvidadas tradiciones de la Cartago fenicia, la ciudad cananea que
haba sido enemiga de Roma. Baal, su antiguo dios, al que muchos rendan culto en el
Saturno romano, haba quedado ahora transfigurado y se insinuaba bajo las formas
del Dios de la Biblia, el Dios Padre, y se le denominaba senex, el Anciano. Se trataba
de una religin de estricta observancia. Si el ncleo de la vieja doctrina giraba en
torno a los rituales y los sacrificios sangrientos, la nueva se centraba tambin en los
ritos, la penitencia y el martirio[19].
Al igual que los puritanos ingleses del siglo XVII, que imponan a sus hijos
nombres como Teme-al-Seor y Alaba-a-Dios, los patronmicos de los catlicos de
Libia muestran que aquella sociedad consideraba que los cristianos deban aspirar a la
santidad. El obispo de Cartago se llamaba Lo-que-Dios-Quiera[*], su sucesor
responda al nombre de Gracias-a-Dios, y el obispo de Teluda era Est-con-Dios.
Sin embargo, haba muchos que juzgaban que su tica no era lo suficientemente
rigurosa. A medida que la miseria y la pobreza fueron aumentando, el cristianismo
africano se transform en una variante especfica y encarnizadamente anticatlica
SAN AGUSTN
Uno de los cristianos ms influyentes que frica dio al mundo en esta poca o ms
bien que no dio, puesto que no sali de ella y vivi en la ciudad libia de Hippo Regius
fue el obispo de esa misma urbe, cuyo nombre en espaol es Hipona. San Agustn,
segn le conocen millones de cristianos, fue un ariete retrico antidonatista.
Demostr, con lgica y autoridad, que el acto de quitarse la propia vida no era un
martirio, sino un pecado. (Debi de haber sido extremadamente desalentador para
todos los donatistas pensar que el hecho de haber logrado que un vendedor de pasta
de pescado que casualmente se hubiera cruzado en su camino aceptara matarle no iba
a permitirle acceder al reino de los cielos, sino a enviarle directamente al infierno).
Agustn tambin argument asimismo con gran energa que a Dios no le
importaban las maldades en que hubieran podido incurrir sus sacerdotes lo que
significaba que stos seguan siendo vlidos para administrar los sacramentos.
Gracias a que no regate esfuerzo alguno, y a que desarroll con fervor
inquebrantable la lgica de la persecucin, la simple profesin de fe donatista se
convirti en un delito penal. Trescientos obispos, junto al clero que les auxiliaba,
fueron desterrados. Sus congregaciones quedaron privadas de derechos ciudadanos,
se impusieron multas de entre cuatro y noventa kilos de plata a todos aquellos que se
sumaran al culto de un oficio donatista. Miles de africanos consideraban que Giserico
era el hombre que les haba salvado de Roma, y parece meridianamente claro que
muchos de los ataques que sufrieron las iglesias catlicas y que se atribuyeron a los
vndalos fueron en realidad obra de grupos de romanos que, despojados de sus
bienes, deseaban cobrarse as venganza.
La otra gran campaa que puso en marcha Agustn consisti en mejorar el destino
de la humanidad, y para ello no dud en recalcar que todos los seres humanos estaban
abocados, desde su mismo nacimiento, a la condenacin eterna (la idea de la
condenacin eterna era otro de los pilares de su teologa). Esto se deba a que el acto
de la concepcin transmita a los humanos el pecado de Adn y Eva. Este
planteamiento se daba a conocer con el conciso rtulo de doctrina del pecado
original. Lo nico que poda salvar a los seres humanos era la gracia de Dios, y aun
as nicamente en caso de que fuera administrada a travs de los sacramentos de la
Iglesia. se era el gran atractivo de la doctrina del pecado original: haca que los
sacerdotes resultasen indispensables.
Los nios, dice usted, cargan con el pecado de otros [] explqueme entonces
quin enva a los inocentes al castigo. Usted responde, Dios []: l persigue
a los recin nacidos, l entrega a los tiernos nios a las llamas eternas [] se
ha apartado usted a tal punto del sentimiento religioso, de lo que es norma de
la civilizacin, se ha alejado en realidad tanto del sentido comn, que ha
llegado a pensar que su Dios es capaz de cometer un tipo de crmenes que
difcilmente podra encontrarse entre las tribus brbaras[20].
En aquella ocasin, Giserico [] hizo gala de una previsin que merece ser
recordada y gracias a la cual consolid del modo ms firme su fortuna [].
Estableci un tratado con el emperador Valentiniano por el que Giserico se
comprometa a pagarle anualmente un tributo por su dominio en Libia.
Adems entreg en prenda a uno de sus hijos, Hunerico, a fin de mostrar que
estaba perfectamente dispuesto a atenerse a lo estipulado en el acuerdo. De
este modo, Giserico no slo se mostraba valiente en la batalla, sino capaz de
preservar al mximo la victoria, y dado que la amistad entre ambos pueblos
termin creciendo notablemente, logr que su hijo Hunerico le fuera devuelto
sano y salvo[22].
UN LEGADO DE SANGRE
Los vndalos sencillamente no mostraban el aspecto que se supone deban de tener
los brbaros. Procopio deca que
Procopio aade el detalle de que los placeres sexuales de todo tipo gozan de
gran predicamento entre ellos. Sin embargo ha de buscar a continuacin algo
criticable en su conducta a fin de cuentas, no en vano se supona que seguan
siendo brbaros.
La actitud de Giserico respecto a las prcticas sexuales poco ortodoxas parece
haber sido ms bien sauda. Hay constancia de que mand anular el matrimonio de
su hijo y de que envi de regreso a la novia a la casa paterna con la nariz cortada y las
orejas mutiladas. Es Jordanes (un historiador que trabajaba al servicio de los godos)
quien nos refiere este episodio y lo presenta como un acto de crueldad personal,
motivado nicamente por la sospecha de que su esposa haba intentado suministrarle
un veneno[23]. Sin embargo, este tipo de mutilacin era una de las formas de castigo
que se aplicaban corrientemente en los crculos ms civilizados a los casos de mal
comportamiento sexual[24], lo que implica claramente que se haba dado en
considerar que la mujer de Hunerico era una zorra. Haba muy pocas probabilidades
de que el padre de la dama, rey de los visigodos, olvidara el ultraje. Y sus
consecuencias habran de ser devastadoras.
No hay duda de que los vndalos desaprobaban la moral romana, como tampoco
la hay del apetito que despertaba la sangre en los romanos. La expresin ms
caracterstica de los valores romanos se plasmaba en el anfiteatro, donde los hombres
ricos y poderosos ofrecan, corriendo ellos mismos con todos los gastos,
entretenimiento a la muchedumbre. El espectculo se basaba en una matanza de
animales, prisioneros y gladiadores. Este tipo de acontecimientos, peculiarmente
romanos, vena celebrndose desde haca cientos de aos: en pleno siglo I Sneca ya
haba descrito, como a continuacin se indica, la euforia que produca en las masas el
espectculo que se daba a medioda en el Coliseo de Roma:
MARE BARBARICUM
Con la cada de Cartago los romanos no slo perdieron frica, en realidad se
quedaron sin el Mediterrneo occidental. La totalidad del Mediterrneo, cada
centmetro de su litoral as como la integridad de sus islas, haba estado bajo dominio
romano desde el ao 133 a. C. Hispania se segua considerando romana, pese a que
ya no hubiera en ella ningn poder poltico romano. El tratado con Giserico haba
instalado en la mentalidad romana la ficcin de que frica segua siendo suya. Sin
embargo, ahora el pacto haba perdido su vigencia y frica no se encontraba ya en
sus manos. Despus de 572 aos la geografa del mundo se desgarraba. Los romanos
no podan seguir considerando suyo el Mare Nostrum.
Gracias al celo copista de un monje de la Renania del 1200 aproximadamente, ha
llegado hasta nosotros un mapa de las calzadas que recorran el mundo romano en el
siglo IV. La Tabula Peutingeriana, que as se la conoce, es una representacin del
mundo, apaisada y esquemticamente superficial, veinte veces ms larga que ancha,
en la que se traza el perfil de una banda de tierra que se extiende desde Gibraltar
hasta la baha de Bengala. Se trata de la actualizacin de un mapa ms antiguo, y en
ella aparece Pompeya, que no lleg a reconstruirse tras quedar enterrada en la
erupcin del ao 79 d. C. En la poca en que se compuso originalmente el plano, los
dominios de Roma abarcaban ms del 90% del atlas.
El Mediterrneo ocupa un 80% de la carta y la recorre como lo hara un ro no
constituye una barrera sino una va de comunicacin por derecho propio, ya que era
la principal arteria del mundo romano. El centro del mundo es Roma, inscrita en un
crculo dorado en cuyo interior se encuentra un emperador que viste la toga prpura y
sujeta un orbe terrestre, un cetro y un escudo. Inmediatamente debajo de esta imagen
se encuentra el puerto de Ostia, representado como un simple almacn semicircular
rematado por un muelle y un faro una bocana de mampostera abierta como unas
fauces a la espera de la pitanza de Roma. Y exactamente enfrente, al otro lado de
este estrecho canal mediterrneo, se encuentra Cartago, el punto de produccin de
esas vituallas.
La venganza
ATILA EL HUNO
En el siglo XVI, Rafael pinta el cuadro del encuentro entre el papa y Atila a las afueras
de Mantua (aunque en realidad el lienzo sita la entrevista a las puertas de Roma). En
esta obra se muestra la confrontacin que opona a la Santa Madre Iglesia de Dios,
defendida por los santos del cielo, con la viva imagen del anticristo, cuyos brutales
seguidores aparecen envueltos en los vapores sulfurosos del propio infierno. Con
todo, lo mejor ser que conozcamos a ese hombre. Tenga a mano su crucifijo y una
ristra de ajos. Ah, s, y un buen regalo! Un historiador griego de mediana edad
llamado Prisco form parte de una embajada enviada a presencia de Atila en el ao
449 y nos ha dejado un relato muy completo de lo que all sucedi[1].
Para empezar, la reunin de Prisco con Atila no se produjo al aire libre ni bajo
una tienda, sino en el amplio y bellamente trabajado palacio de madera del jefe huno.
El soberano brbaro se encontraba ausente y cuando regres fue recibido por una
procesin de doncellas que entonaban cnticos y caminaban bajo largos velos de lino,
sostenidos en alto por unos ayudantes. A medida que avanzaba a lomos de su caballo,
la esposa de su primer ministro sali de su vivienda portando refrescos sobre una
bandeja de plata que se mantena elevada de modo que Atila pudiese alcanzar las
bebidas desde su montura.
Atila era un hombre carismtico con un sentido de la poltica finamente aguzado.
Saba cmo presentarse ante los dems y cmo rodearse de una aureola de dignidad.
Sobresala en la promocin de s mismo y en la elaboracin de un mito personal, y no
slo se vali de aquella reunin para impresionar a los romanos, sino para mostrar a
su propio pueblo que saba dar una leccin de humildad a los romanos.
Tras haber sido obligado a esperar durante varios das, el embajador fue invitado
a un banquete cuyo comienzo haba sido fijado a las tres en punto de la tarde. Se
pidi a los invitados que brindaran a la salud de su anfitrin ante la puerta del palacio
La prueba se encuentra en unas cuantas lneas del resumen que ofrece Jordanes de
una obra perdida de Casiodoro[*]. El texto de Jordanes, escrito en torno al ao 550 y
titulado Origen y gestas de los godos, nos dice que al enterarse Giserico del
propsito de Atila de devastar todo el orbe, lo instiga para que declare la guerra a los
visigodos, ofrecindole a cambio regalos[*]. Roma se haba valido de los visigodos
para atacar a los vndalos de Hispania; estamos aqu ante la venganza del rey
vndalo? Cuando Hunerico se cas con la hija de Valia hubo un breve perodo de
concordia entre los vndalos y los visigodos, pero aquella amistad termin al enviar
Giserico de vuelta a la dama sin nariz ni orejas.
Sabiendo lo que sabemos del modo en que pensaba Atila, Giserico tuvo que haber
presentado necesariamente los pagos que entregaba al rey huno como el tributo de un
sbdito servil. Y de hecho se vera obligado a realizar obsequios muy importantes
ya que lo que Atila tena en mente eran montaas de oro, no cestitas de baratijas.
Estaba Giserico en situacin de recaudar riquezas en tales cantidades? El norte de
frica era rico, pero tambin se ha sugerido que Giserico actuaba como intermediario
de alguien mucho ms opulento: el gobernante de Persia[16]. En lugar de convertirse
en su siguiente vctima, Persia haba pasado a ser, a travs de Giserico, el pagador de
Atila.
Pese a que no haya pruebas concretas que permitan respaldar esta conjetura y
es una posibilidad que nunca se ha tomado excesivamente en serio, la idea no es
absurda. No hay duda de que a Persia le habra interesado lograr que el punto de mira
de Atila dejara de sealar a Oriente; de hecho, ya haba otros grupos nmadas hunos
que estaban causando problemas muy serios en la regin[17]. Podra haber actuado
Giserico como mediador? Existan fuertes lazos comerciales entre Cartago y el
PORTENTOS Y MILAGROS
Antes del choque, los chamanes de Atila, es decir, los sacerdotes que se ocupaban
de transmitirle el signo de los vaticinios, examinaron las entraas de unas cuantas
ovejas y anunciaron que la contienda se saldara con la muerte de uno de los jefes. A
medida que las tornas empezaron a volverse contra l, la preocupacin de Atila fue en
aumento. Convencido de que le haba llegado la hora, decidi amontonar las sillas de
todas las monturas y hacerse con ellas una pira funeraria una gran manera de
procurar la salvacin de los hombres que tiene uno a su cargo cuando se es un
megalmano. Al final, sus lugartenientes le convencieron de que la batalla no
estaba siendo un desastre y, tras un momento de indecisin en que las fuerzas
parecieron equilibrarse, Atila logr retirarse poco a poco y salir renqueando y con el
rabo entre las piernas en direccin a Hungra. El capitn que falleci en la refriega
fue Teodoredo, el rey de los visigodos. Atila haba conseguido al menos lo que
Giserico le haba pedido.
Al ao siguiente, en 452, regres, esta vez con intencin de penetrar en la propia
Italia. Y en esta ocasin Aecio no contaba con ninguna coalicin capaz de detenerle.
Parece que su llegada fue totalmente inesperada. Una vez en Aquileya, en el extremo
norte del Adritico, el ejrcito de Atila siti la ciudad. El rey huno estaba ya a punto
de abandonar la empresa cuando observ que una cigea sacaba a sus polluelos del
nido que haba construido en una de las torres y los transportaba, uno por uno, fuera
de la plaza asediada. Los augurios eran de suma importancia para el Padrecito:
comprendi que la previsora ave se mudaba de casa antes de que la poblacin
quedase destruida. Decidi por tanto no abandonar el sitio, y muy poco tiempo
despus las defensas de Aquileya se vinieron abajo. El punto de nidificacin de la
zancuda se hallaba de hecho condenado, pero hoy los historiadores creen que Atila no
caus demasiado daos, ni en esta ciudad ni en otras que conquist a lo largo de esta
campaa.
Las ciudades fueron cayendo una tras otra: Padua, Mantua, Vicenza, Verona,
Brescia, Brgamo, hasta que al final Atila lleg a las puertas de Miln y se hizo
tambin con ella. Aqul fue un momento de importante simbolismo: Miln era la
ciudad en la que Constantino haba declarado que el imperio se haca cristiano. Haba
sido asimismo la sede episcopal de Ambrosio, un prelado que durante el siglo
anterior haba lanzado con gran xito una dura campaa en favor de la erradicacin
del paganismo en Roma. Haba sido una de las capitales del imperio de Occidente. Y
ahora ocupaba su trono un pagano.
TEXTOS
www.perseus.tufts.edu
El Departamento de Estudios Clsicos de la Universidad de Tufts inici este proyecto
con un portal sobre la Grecia Antigua. Ahora lo ha ampliado y ya incluye datos
relativos a Roma: es el archivo electrnico de textos clsicos ms extenso de
cuantos pueden consultarse en internet: en el momento en que escribimos esto
haba 489 textos y 112 estudios de autor ms recientes.
http://classics.mit.edu
sta es la sede del Archivo de Obras Clsicas de internet, otra estupenda biblioteca
cuyo catlogo actual contiene unas cuatrocientas cuarenta obras de literatura
clsica.
www.fordham.edu/halsall
La extensa coleccin de recursos electrnicos de Paul Halsall contiene elementos
relacionados con cualquiera de los aspectos de la sociedad y la cultura antigua de
Roma. Incluye datos que abarcan hasta finales del siglo II d. C.
http://penelope.uchicago.edu/Thayer/E/Roman/
El asombroso empeo de Bill Thayer, que ms que escanear ha transcrito el constante
flujo de textos griegos y latinos, a los que aade una serie de tiles comentarios,
cuenta con nuestra admiracin y nuestro ms sincero agradecimiento.
REVISTAS
www.indiana.edu/~classics/research/journals.shtml
Una til lista de revistas disponibles en internet, gestionada por la Universidad de
Indiana.
http://ccat.sas.upenn.edu/brmcr
REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS
AGUSTN, Confessions, traduccin de W. Watts, 2 volmenes, Loeb, 1912.
Confesiones, en Obras Completas de San Agustn, 41 volmenes, vol. II, Madrid,
Biblioteca de Autores Cristianos.
, City of God, 7 volmenes, Loeb, 1957-1972. La ciudad de Dios, traduccin de
Santos Santamarta del Ro y Miguel Fuertes Lanero, en Obras Completas de San
Agustn, 41 volmenes, vols. XVI-XVII, Madrid, Biblioteca de Autores
Cristianos.
, Arianism and Other Heresis, traduccin inglesa de E. Hill, The Works of Saint
Augustine: A Translation for tbe 21st Century, parte 1, volumen 18, New City
Press, 1999. Escritos antiarrianos y otros herejes, en Obras Completas de San
Agustn, 41 volmenes, vol. XXXVIII, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos.
AMBROSE, De Fide, traduccin de H. Romestin, Select Library of Nicene and Post
Nicene Fathers, segunda serie, vol. 10, Nueva York, 1896.
AMIANO Marcelino, Rerum Gestarum, traduccin inglesa de W. Hamilton, en The
Later Roman Empire: AD 354-378, Penguin, 1986. [Historia, traduccin de
Mara Luisa Harto Trujillo, Madrid, Akal, 2002].
ANDREAU, J., Banking and Business in the Roman World, Cambridge, 1999-
APIANO, The Civil Wars, traduccin inglesa de J. Crter, Penguin, 1986. [Guerras
ibricas, traduccin de Francisco Gmez Espelosn, Madrid, Alianza, 2006].
AQUINO, T., Summa Theologica, traduccin de la Coleccin de Clsicos Cristianos de
griegos, vase Rankin, D., Celts and the Classical World. <<
doble intencin de ofensiva en trminos literales, puesto que serva para agredir al
enemigo, y en sentido figurado, es decir, de decoracin de insultante mal gusto, en
alusin que trasciende los escudos para apuntar a determinadas tendencias digamos
de vanguardia. (N. de los T.) <<
of Lat. Rota and its Implications for the Prehistory of Europe, de prxima aparicin
en Studi Celtici. <<
habindosele opuesto por partes y para los diferentes encuentros hasta trescientas
miradas [tres millones] de enemigos, acab con un milln en las acciones y cautiv
otros tantos. [La traduccin espaola es de A. Ranz Romanillos, Madrid,
Espasa-Calpe, 1980, XV]. La cifra que se ofrece no pretende ser exacta. Los
historiadores mantienen un debate sobre las cifras demogrficas de la Galia y el resto
del imperio las que aqu mencionamos son las que nos parecen ms aproximadas.
<<
de un siglo despus que Vercingetrix, san Pedro y san Pablo. Forma parte de la
Prisin Mamertina, situada bajo la actual iglesia de san Jos de Falegnami, en la
Va Marforio de Roma. Consta de dos cmaras, una encima de otra. El Tuliano,
que originalmente debi de ser una cisterna, es la ubicada en la parte baja. Salustio,
contemporneo de Csar, la describe en La conjuracin de Catilina, IV, como un
lugar repugnante y terrible por [] el abandono en el que se encontraba [] la
humedad [] y los olores que despeda. (N. de los T.) <<
Oppidum, 1980-1986, Proceedings of the Prehistoric Society, 53, 1987, pp. 271-
279. <<
pictos, esto es, grosso modo, Inglaterra de Escocia. (N. de los T.) <<
1994. <<
Dei]. <<
Britain. <<
de haber sido destronado por su hijo Jpiter, se instal en el Lacio, donde hizo
florecer la paz y la abundancia y ense a los hombres a cultivar la tierra. Su reinado
fue considerado una Edad de Oro. (N. de los T.) <<
pueda considerarse una prueba capaz de prestar apoyo a la teora de que Britania
haba roto sus vnculos con Roma se deben a una sugerencia realizada por el profesor
Michael E. Jones. <<
horse armour, es decir, corazas equinas, razn que nos ha inducido a sustituir
por esa expresin la segunda mencin al arreo, lo que adems de evitar la repeticin
facilita la comprensin de lo que se dice a rengln seguido. (N. de los T.)] <<
East of the Rhine, Journal of Roman Archaeology, 16, 2003, pp. 93-107. <<
abate sobre varias legiones a las que Csar haba embarcado por el ro Ems con
intencin de conducirlas, a travs del mar del Norte, hasta sus cuarteles de invierno.
(N. de los T.)] <<
que juzg a Jesucristo y le envi ante Pilatos. (N. de los T.) <<
para degollar. Ambos son smbolos del poder de coercin de Roma. Juntas formaban
las fasces que llevaban los lictores, o escoltas personales de los magistrados.
Referencia tomada, con modificaciones, de la que ofrece Crescente Lpez de Juan, el
traductor espaol de los Anales. (N. de los T.) <<
en ella no son otros pueblos los que se han liberado de Roma, sino los propios
queruscos. As reza el texto ingls: Otros pueblos, desconocedores del dominio de
Roma, no han conocido sus imposiciones ni sus castigos. Pero nosotros los hemos
probado y nos los hemos sacudido de encima!. El nfasis es nuestro. (N. de los T.)]
<<
Salmoxis haba labrado. Fue as como se convirti en dios: una vez terminado el
recinto, se encerr en l por espacio de tres aos, y todos le dieron por muerto.
Cuando al cuarto ao apareci vivo, todos creyeron en su divinidad. (N. de los T.) <<
haban construido los brbaros, en este caso egipcios y persas, pero Roma haba
dejado que lo obstruyeran los sedimentos. Todo lo que tuvieron que hacer los
ingenieros de Trajano fue dragarlo y cambiarle el nombre: a partir de aquel momento
pas a llamarse el ro de Trajano. <<
escribe Al-ric, lo que viene a significar, como indica el autor ingls: All-king.
Vase antes lo que se dice a propsito del ttulo real de Vercingetrix. (N. de los T.)
<<
original. <<
titulada Historia natural. Con cuarenta espejos se prendi fuego a una plancha
recubierta de creosota a una distancia de veinte metros, y con ciento veintiocho
espejos se hizo arder instantneamente un tabln de pino a cuarenta y cinco metros.
En otra prueba, se derritieron dos kilos y setecientos gramos de estao a seis metros.
Supplment a lHist. Naturelle, I, pp. 399-483, edicin en cuarto. <<
redujo a cenizas, con un singular ingenio, los navos romanos, Hippia, captulo 2.
<<
2000. <<
daiva (demonios) porque en uno de sus prrafos dice all haba un lugar en el que
anteriormente se renda culto a los demonios [daiva]. Despus, por la gracia de Ahura
Mazda, yo destru aquel santuario demonaco y proclam: No adoraris a los
demonios!. Los historiadores se lo han pasado en grande tratando de averiguar
sobre quin recayeron los perjuicios de aquella declaracin. <<
Tehern, 1345 S [1966], pp. 77, 89, 95, citado en Khaleqi-Motlaq, D., Iranian
Culture, Iranian Etiquette in the Sasanian Period, en Encyclopedia Iranica, de donde
hemos extrado el material de este apartado. <<
remontan, segn la creencia actual, al siglo IV, contiene muchas afirmaciones falsas
lo que es una pena, ya que se trata de la principal fuente de informacin sobre
Zenobia. El admirable Bill Thayer, cuya pgina de internet en la Universidad de
Chicago es una de las ms valiosas pasarelas de acceso electrnico a los textos
primitivos, sostiene lo siguiente: Incluso este nido de mentiras encierra granos de
verdad aqu y all, y ste [de la educacin de Zenobia] parece ser uno de ellos. Es
posible que Zenobia fuera realmente descendiente de Cleopatra. <<
ley, / redujeron a cenizas un rimero ms noble / del que jams vio romano alguno!
<<
cuestionable (que ya es decir!). Segn parece, es posible que el texto fuera escrito
con el propsito de probar la superioridad del paganismo respecto de la religin
cristiana, lo que da pie a la introduccin de una cierta cantidad de flagrante ficcin.
No obstante, no hay duda de que se recurra de vez en cuando a los Libros Sibilinos.
<<
decadencia y ruina del imperio romano, 5 vols., Madrid, Turner, 1984]. <<
2, Leyden. <<
aproximadamente, las efigies de los emperadores que figuran en las monedas llevan
tambin un halo. <<
<<
que recorre el espinazo del animal. Se trata de un perro oriundo del frica
sudoccidental (Rodesia es el actual Zimbabue), tan veloz y resistente que los
rastreadores blancos sudafricanos del siglo XIX lo conocan como el cazador de
leones de hecho, el autor sugiere ms adelante que tambin los antiguos pudieron
haber descubierto esta misma aptitud cinegtica. El rottweiler recibe su nombre de
la ciudad alemana de Rottweil, en la regin alpina de Wurtemberg. La raza
acompaaba a los antiguos romanos y les brindaba proteccin y ayuda en el pastoreo
del ganado. Se les llamaba perros carniceros por su extraordinaria fiereza. (N. de
los T.) <<
Periods, Acta Biolgica Szegediensis, 44, 1-4, 2000, pp. 87-94. <<
historiadores modernos, que tienen sus propios mtodos para establecer un clculo,
piensan que quizs hubiera una dcima parte de esa cantidad. No obstante, la
demasa de Jordanes muestra el espanto que debi de apoderarse de la gente. <<
Portugal que haba afirmado que el hermano de Giserico haba muerto por la
intervencin de un demonio tras cometer un acto sacrlego, escribi un Cronicn
concebido para mostrar las intenciones que Dios iba manifestando a medida que el
mundo se aproximaba al Apocalipsis. Este autor dice (Olymp. CCCVIII) que en la
batalla de los Campos Catalunicos murieron trescientos mil hombres (!) y que los
hunos dejaron la Galia para internarse en Italia, donde se abati sobre ellos una serie
de castigos divinos, como la peste y la hambruna, hasta ser aniquilados por Aecio
(Eus. MMCCCCLXI). No menciona en ningn momento a Len ni seala que se
produjera reunin alguna. Los escritores posteriores han utilizado esta circunstancia
para afirmar que los hunos haban trado la peste (se declar tal vez alguna
epidemia?) y, en poca ms reciente, para adjudicar a Aecio cierto papel en el hecho
de su repliegue, extremo que Prspero de Aquitania niega. Da la impresin de que
Idacio se confunde. <<
tan impresionado por la presencia del sumo sacerdote que decidi regresar a sus
cuarteles; vase Robinson, J. H., Readings in European History, Boston, 1905, p. 49;
sin embargo, Prspero trabajaba como secretario al servicio del papa Len. <<
Atila. El padre de Rmulo era Orestes, el secretario de Atila. Al morir el rey huno,
Orestes recuper su identidad romana de origen, y en el ao 475 fue nombrado
general del ejrcito en Occidente, tras lo cual elev a su hijo al trono del imperio. El
padre de Odoacro era el lugarteniente de Atila, Edica. <<