Retóricas Del Decir
Retóricas Del Decir
Retóricas Del Decir
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Retricas del decir. Lenguaje, verdad
y creencia en la escritura acadmica
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Retricas del decir. Lenguaje, verdad
y creencia en la escritura acadmica
Liliana Prez y Patricia Rogieri
Directoras
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Facultad de Humanidades y Artes
Universidad Nacional de Rosario
Autoridades
Decano
Prof. Jos Goity
Vice - Decano
Arq. Salvador Daniel Randisi
Secretara Acadmica
Dra. Liliana L. Prez
Sub-Secretario Acadmico
Prof. Mariano Balla
Secretario Financiero
Cont. Jorge Rasines
Secretaria Administrativa
Sra. Graciela Hernndez
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Agradecimientos
Liliana Prez
Secretaria Acadmica
FH y A UNR
El presente volumen rene los escritos del Primer Ciclo del Programa Universitario
de Alfabetizacin y Escritura Acadmica, dependiente de la Secretara Acadmica de la
Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Se trata del re-
sultado de un diagnstico de los dficits lingsticos de los estudiantes de los primeros aos
de las carreras que se cursan en nuestra Facultad y de la intervencin lingstica destinada
a superarlos.
Nuestro Programa parte del supuesto de que el sostenimiento de la igualdad de acceso
a la educacin pblica no se funda exclusivamente en el ingreso irrestricto, que sostenemos
y que constituye una conquista irrenunciable: es imprescindible saldar la distancia existente
entre las competencias alcanzadas en la enseanza media y las necesarias para aprender y
producir en la Universidad. Es se, a nuestro criterio, uno de los soportes fundamentales del
avance democrtico: sostener los logros obtenidos e ir por los que an es necesario obtener.
En este caso, se trata de generar las acciones que permitan ofrecer las mismas posibilidades
de permanencia y desarrollo para todos. En este contexto, el objetivo ltimo del Programa
consiste en evitar el desgranamiento producido por la imposibilidad de encontrar el camino
de aprendizaje exigido en las carreras y al que muchos estudiantes no pueden acceder solos,
sin la intervencin docente. Se trata, entonces, de un Programa que busca contrarrestar las
causas del abandono o el fracaso universitario originadas en las dificultades de comprensin
y produccin de textos acadmicos, que ha seleccionado el personal docente apropiado y lo
ha capacitado en las problemticas diagnosticadas, que ha generado los materiales biblio-
grficos como produccin propia y en funcin de un diagnstico especfico.
Como Secretaria Acadmica, le agradezco especialmente al Prof. Jos Goity, De-
cano de la Facultad de Humanidades y Artes, el apoyo y el compromiso asumido con los
supuestos con los que hemos trabajado en el diseo y la implementacin del Programa. La
colaboracin, el trabajo intensivo y la confianza en el proyecto de los docentes de la Escuela
de Letras que participan del Programa fueron imprescindibles para su ejecucin y se los
agradezco a todos los participantes.
Finalmente, quiero expresar mi gratitud al Consejo Directivo de la Facultad de Hu-
manidades y Artes que apoy nuestra propuesta, confiando en que resultara una buena
herramienta de intervencin, al personal administrativo que nos asiste diariamente y a los
estudiantes que confiaron en los mritos probables del Programa.
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ndice
Agradesimientos
Liliana Prez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Captulo 1
Retrica y Estudios del Lenguaje en la escritura acadmica
Liliana Prez y Patricia Rogieri . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Captulo 2
Lenguaje, tiempo y narracin
Federico Ferroggiaro y Javier Gasparri . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
Captulo 3
Relaciones lgicas y relaciones temporales en la conexin discursiva
Mara Eugenia Mart . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
Captulo 4
Estrategias de citacin en trabajos universitarios.
Acerca de cmo, cundo y por qu citar la bibliografa
Marcela Coria. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
Captulo 5
Sobre la organizacin de la frase: estructura argumental
y distribucin de informacin
Silvina Palillo y Anbal Aguilar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
Captulo 6
Impacto de la puntuacin en la escritura acadmica
Vanesa Condito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
Captulo 7
Relaciones de dependencia: el caso de las subordinadas adjetivas
Julieta Scenna. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197
Captulo 8
Algunas consideraciones acerca del lenguaje y sus modos de verdad
Carolina S. Sager. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
Captulo 9
Notas acerca de efectos de sentido en las construcciones pasivas
Rosana Guardal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
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Captulo 10
Control del discurso en la escritura acadmica:
la operacin retrico-discursiva de la reformulacin
Mara Eugenia Mart . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247
Captulo 11
La reduccin inevitable: sobre la definicin en el discurso acadmico
Lorelei Cisneros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267
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Captulo 1
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por las unidades acadmicas para instituir un espacio curricular destinado al aprendizaje de
las prcticas discursivas con las que en cada caso disciplinar se elabora el conocimiento.
En el marco de la escritura acadmica, el primer supuesto bsico del Programa que
resulta necesario explicitar, entonces, es que hay prcticas lingsticas y de pensamiento
propias del mbito universitario y que el proceso por el que se llega a participar de esta
esfera de la actividad humana exige la apropiacin de sus formas de razonamiento y sus
convenciones discursivas. Al mismo tiempo, los modos de leer y los modos de escribir
difieren de acuerdo con la disciplina y no implican la existencia de una habilidad adquirida
en un momento de modo absoluto y homogneo, sino que se desarrolla durante toda la vida
profesional de un sujeto. Si este supuesto es vlido, producir e interpretar textos acadmicos
tampoco es una competencia que concluya en el grado. En este sentido, en la escritura aca-
dmica el lenguaje mantiene y reproduce las instituciones en tanto organiza lo pensable, lo
decible, lo argumentable y, adems, contribuye a transformarlas. Es, ante todo, una prcti-
ca social, una accin que se articula a partir del uso lingstico y se orienta a fines interde-
pendientes del contexto. Al interactuar discursivamente, las selecciones que el sujeto realiza
sobre la lengua se llevan a cabo de acuerdo, por un lado, con pautas y convenciones de las
prcticas discursivas orales y escritas y, por otro, con pautas contextuales, que incluyen la
situacin espacial y temporal, los propsitos de quien realiza la eleccin, el tono evaluativo,
la orientacin a los destinatarios, y una particular modalidad de inscripcin del sujeto en sus
enunciados conforme con la retrica genrica que cada teora asume.
Como en cualquier diagnstico inicial, una variable a incluir es la derivada de las re-
laciones entre los niveles educativos de un pas (traducidas en espacios de integracin, asis-
tencia y asesoramiento, comisiones conjuntas, instancias interinstitucionales de evaluacin
de competencias especficas, entre otros). El diagnstico que presentamos nos ha llevado a
considerar que el esfuerzo pedaggico de la escuela media por desarrollar competencias im-
prescindibles para la comprensin y produccin de textos acadmicos se ha visto a menudo
obstaculizado por la escasa comunicacin existente entre el nivel medio y el universitario,
lo que no ha favorecido una orientacin adecuada a los docentes de la escuela media res-
pecto de las peculiares necesidades de las diversas reas del conocimiento, probablemente
porque las mismas instituciones universitarias no han llegado a un diagnstico lingstico
adecuado. Si consideramos los manuales de enseanza, por caso, la intervencin docente de
la escuela media no ha superado la descripcin y anlisis de matrices textuales de empleo
frecuente en el nivel superior sin dudas necesaria si se organiza en torno de ciertas instan-
cias metodolgicas: la presentacin del conjunto de propiedades retricas que se identifican
en tipos textuales prefijados, seguida de un relevamiento de tales propiedades en un corpus
que opera como ejemplo y la seleccin de un conjunto de textos en los que se evidencian
las propiedades establecidas para que el estudiante las reconozca. Se completa el proceso
proporcionando modelos de reproduccin de las propiedades relevadas a fin de que sean
implementadas por los estudiantes en su produccin escrita, a modo de ejercitacin. Este
crculo no hace sino insistir en duplicar las operaciones cannicas de enseanza de la lectura
y la escritura alfabtica, referidas al reconocimiento de propiedades textuales, ejemplifica-
cin, reproduccin del modelo.
En el marco de estas instancias lo que pocas veces se diagnostica es que esos dficits
relativos a la comprensin y produccin de textos acadmicos suponen una formacin pre-
via del estudiante sustentada en asunciones relativas al lenguaje, que explicitamos en este
captulo: distincin contenido-forma, concepcin instrumental de la palabra, homologacin
14
gnero-tipo textual, sinonimia de las opciones paradigmticas sostenida en la distincin
connotacin-denotacin. Son, por tanto, resultado de un tratamiento de la palabra que exclu-
ye la dimensin retrica del lenguaje, que este Programa se propone elucidar.
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de paradigmas cientficos (con coordenadas situacionales que impliquen al destinatario y a
los propsitos de la escritura), una necesidad que se evidencia en los escritos de los estu-
diantes, puesto que omiten tales exigencias en funcin del privilegio excluyente del conte-
nido. Esta omisin no libera de responsabilidades a los docentes universitarios.
Planteadas estas cuestiones, la alfabetizacin acadmica no resulta un proceso ho-
mogneo en la medida en que cada campo disciplinar se distingue de los dems dominios
de las ciencias, y las teoras, como se ha planteado ms arriba, generan sus modos de leer y
sus modos de escribir, conforme con los paradigmas de los que resultan representativas. No
leemos en el abismo sino en el mbito de problemas que son disciplinares y cada disciplina
implica tres espacios: un espacio conceptual, uno discursivo y uno retrico.
1. Son antecedentes de este trabajo las investigaciones 2007-2010: Los estudios del lenguaje en los diseos de los N-
cleos de Aprendices Prioritarios. Direccin: Dra. Lelia Area (2007/2008)/Dra. Liliana Prez (2009/2010), Centro
de Estudios de Retrica CER-, FHyA, UNR. PID-SECYT-UNR. 2004-2006: Polticas de la lengua y narracin
de estado en la Argentina del Centenario. Impacto sobre el diseo de polticas lingsticas. Direccin: Dra. Le-
lia Area (UNR). CER, FHyA, UNR. Programa de Incentivos a docentes-investigadores. Incluido en Programa de
Investigacin Internacional Pasages: littrature, mmoire, identit, sede en la Universidad de Lille 3, aprobado
por la Maison de Sciences de lHomme, Institut Erasme (Rgion Nord-Pas de Calais-France). 2004-2007: Mapas
culturales y territorios imaginados en las polticas de la Lengua. Propuestas de implementacin de los contenidos
de Lengua/Literatura en el Programa nacional de capacitacin Docente. PIP- CONICET. Direccin: Dra. Lelia
Area (UNR). 1999-2003: Mapas culturales y construcciones retricas en las polticas de la lengua. Dos casos en
la representacin de territorios en la imaginacin argentina. Programa de Incentivos a los docentes-investigadores.
Programa de Estudios Argentino-Latinoamericanos para Estudiantes Extranjeros -PEAL- FHyA, UNR. Direccin:
Lic. Lelia Area (UNR). 1997-1999: El siglo XIX y los modos de leer lo americano. Las polticas de la lengua en la
polmica Sarmiento/Bello. PID-SECYT-UNR. PEAL, FHyA. Direccin: Lic. Lelia Area (UNR). 1995-1996: Los
escritos sobre la Lengua en Andrs Bello: La construccin retrica de lo americano en el siglo XIX. PID- SECYT-
UNR, Programa de Incentivos a los docentes-investigadores. PEAL, FHyA, UNR. Direccin: Lic. Lelia Area.
2. Recordemos que se ha sealado como primer concepto clave el de punto de vista. Cf. ut supra.
3. De modo intuitivo, podemos sealar que para cualquier hablante del espaol, perro significa perro indepen-
dientemente del contexto en que se produce la palabra.
4. Tambin de modo intuitivo, el sentido de perro en el perro de mi vecino, vara segn el contexto (hablante,
destinatario, situacin, etc.). Pensemos, por ejemplo, en la variacin del sentido del trmino si el hablante fuera un
activista de la defensa de los derechos de los animales o un fbico a los perros o un paseador de perros o un ermitao
que vive entre perros o simplemente focalicemos en el poseedor de un perro (mi vecino tiene un perro).
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una red cultural de significaciones instituidas que circula en el lenguaje en el momento
en que ese sujeto produce su palabra. En tanto instituida, la palabra siempre implica una
seleccin5 y una puesta en escena performativa6 de aquello seleccionado y representado
parcialmente, en la medida en que ningn lenguaje puede representar la totalidad sino a
travs del fragmento que instituye como su mundo.
En sntesis: las representaciones, producidas en un momento y un lugar especficos,
coexisten en la cultura, se superponen, se enfrentan, dialogan. Tales representaciones lin-
gsticas, modos verbales en los que aparece el mundo, son instituidas en el orden discursi-
vo y, por lo tanto, cuando alguien habla, escribe, publica, traduce, analiza, interpreta, ense-
a, cualquiera sea la esfera en la que ello se realiza (artstica, pblica, privada, profesional,
acadmica, cientfica), se sostiene que lo que ese sujeto hace puede ser analizado a partir
de dos rdenes de mediacin: uno en el que los trminos utilizados adoptan un significado
fijado por la lengua de la comunidad (esto es, son idnticos a s mismos en todos los con-
textos); y otra mediacin, por la que los trminos significan en su diferencia. Esa diferencia
los vuelve puntuales, orientados e histricos. De este modo, se interpretan a la vez el habla
de un sujeto individual (la palabra propia) y los sentidos de esa palabra en una red cultural
de sentidos que circulan en el lenguaje cuando el sujeto habla. Esas redes de significaciones
genricas son las que instituyen las representaciones del mundo, de modo que tales signifi-
caciones son instituciones7.
La lengua ofrece a sus usuarios una serie de opciones (fnicas, morfosintcticas,
lxicas) y el sujeto elige algunas al interactuar discursivamente. As, debemos considerar
que cada eleccin se realiza de acuerdo con pautas y convenciones de las prcticas discur-
sivas orales y escritas, por una parte, y por la otra con pautas contextuales, que incluyen la
situacin espacial y temporal, los propsitos de quien realiza la eleccin, el tono evaluativo,
la orientacin a los destinatarios, y una particular modalidad de inscripcin del sujeto en sus
enunciados.
5. Seleccionamos perro de las mltiples ofertas de la lengua: can, mastn, mascota, pichicho, el sarnoso, el mal
bicho de mi vecino, el rooso, el juntapulgas, el malvado, etc.
6. En una primera aproximacin informal, con carcter performativo del lenguaje hacemos referencia a que cuando
alguien habla le da existencia con su palabra a lo nombrado y esa existencia tiene las caractersticas que la palabra le
ofrece. En este sentido, el mundo es mi representacin de l: existe porque lo nombro y cmo lo nombro. Pensemos,
por caso, en la serie el descubrimiento de Amrica/la conquista de Amrica/la llegada a Amrica/el encuentro de
dos culturas: estas denominaciones no son, evidentemente, sinnimas y, al mismo tiempo, ninguna de ellas nombra
la totalidad del evento, sino la particular mirada sobre l de un hablante.
7. Cf. Prez y Rogieri (2005) y (2006).
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El cuarto concepto clave es el de gnero discursivo. De todas las elecciones que rea-
liza un hablante, la que organiza el decir es la eleccin del gnero discursivo que le corres-
ponde a la clase de actividad en la que ese hablante se encuentra cuando produce la palabra;
esto es, actividades artsticas, acadmicas, familiares, cotidianas, jurdicas, administrativas,
periodsticas, etc. Cada una de estas actividades socialmente diferenciadas determina un
conjunto de propiedades que los enunciados deben reunir para ser reconocidos como perte-
necientes a ella8. Ahora bien, la mediacin de la lengua no es independiente de la mediacin
del gnero en la medida en que esta ltima le proporciona las propiedades que los trminos
de la lengua deben reunir para ingresar a los enunciados del gnero9.
Finalmente, ofrecemos una trama de conceptos que figuran el marco conceptual des-
de el cual observamos el lenguaje y diseamos el Programa. En primera instancia, recono-
cemos una deuda inicial con la contribucin de la retrica clsica latina a los estudios del
lenguaje, en la medida en que en su punto de partida la verdad es un efecto de la palabra,
es decir, que al mundo se accede por el lenguaje y que con l la realidad se crea10. De ello
se deriva que la realidad es palabra, en el sentido de lo real construido en el lenguaje y
que, en definitiva y consecuentemente, verdad y lenguaje son inconmensurables. Tambin
le debemos a esta Retrica el hecho de que la verdad sea conceptualizada como una certeza.
Se trata de una certeza cuya validez o descrdito es necesario argumentar, en la medida en
que ella no es sino creencia, una fe producida en y por el lenguaje. En el campo de la cul-
tura, la accin de creer interviene en la operacin por medio de la cual la razn inspecciona
el mundo, en la medida en que determina sus lmites y produce un modo del saber que
denominamos creencia. Esta ltima, cuyo asiento se encuentra en la imaginacin, protege
los universos de sentido (ideas, opiniones, sistemas de comprensin) y produce un efecto-
ficcin de estabilidad e integridad que se percibe apto para enfrentarse a lo real de un modo
dcil y pasivo. Salabert11 seala que, en la medida en que la creencia se fortalece cuando se
fija, el orden que instaura se vuelve relativamente estable, pues una mirada resulta crdula
si se muestra capaz de identificar su propio contenido12.
8. No haremos alusin por el momento a las ofertas genricas que se producen en el interior de cada una de las esferas
de la praxis humana ni a sus variaciones histrico-culturales.
9. En una mesa de exmenes de Literatura Espaola, un estudiante de nivel medio, que relataba el Poema de Mio Cid,
se refiri a Doa Jimena como la minita del Cid. Otro caso: un estudiante discute en una mesa de examen con su
profesor respecto del color de la piel de Napolen Bonaparte. Ante la insistencia irrelevante de que Napolen era
negro y la pregunta sobre la fuente, el estudiante cita literalmente el libro de texto: Un oscuro capitn del ejrcito
francs. Cabra preguntarse si para el gnero examen, y en el marco de las relaciones maritales, es apropiado
referirse a una mujer de la Edad Media como minita o como si fuera relevante para el discurso histrico el color
de la piel de Napolen Bonaparte.
10. Advirtamos la diferencia entre estos enunciados y la propuesta de Aristteles. La teora del lenguaje de Aristteles
se articula sobre un esquema de tres trminos: los sonidos de la voz son smbolos de las afecciones del alma que a
su vez son imgenes de los objetos externos. Los estados del alma son los mismos para todos los hombres pero se
expresan de diverso modo en las diversas lenguas y culturas, por ello la relacin que media entre el pensamiento y
el lenguaje es inmotivada. Por su parte, las afecciones del alma son imgenes de los objetos, con los que guardan
una relacin de motivacin. De ello se infiere que las posibilidades y las garantas que el uso del lenguaje ofrece al
anlisis de la realidad se fundan en la reciprocidad entre los mbitos de ambos. Dado que la capacidad simblica del
lenguaje en el abordaje de la realidad es siempre de segundo grado, en cuanto el nombre est por una imagen, que
lo es de una cosa, en el lugar del lenguaje debe haber alguna cosa que sea intercambiable (un smbolo, en el sentido
etimolgico del trmino) con lo que se encuentra en la mente. Es decir, los nombres son smbolos de los estados de
nimo en el sentido preciso en que se realiza, con un acuerdo previo, una combinacin perfecta entre s y, asimismo,
una perfecta intercambiabilidad que garantiza la correccin del nombre en s.
11. Cf. Salabert (1995).
12. En sentido amplio, lo que cuenta como real en un sistema de creencias puede no hacerlo en el otro; es ms, puede
no existir en el otro.
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Por otra parte, si razonar es un proceso, un complejo de operaciones que genera un
modo de ver y entender el mundo, podramos considerar que la creencia encierra una actitud
abierta a la espera de su mundo. Mientras este llega, la creencia sobrevive como una espe-
ranza descarnada en el exterior del tiempo y, en este sentido, constituye una pasin pura.
Asimismo, la creencia hunde sus races en la emotividad y la imaginacin. Si bien no es
inmvil, ella produce un estatismo en el sujeto, y en ello radica la importancia de su espera:
se congela en el material ideolgico que le da cuerpo. La creencia es un saber atnito, un
saber confiado, que no encuentra necesidad alguna de contrastarse con la experiencia real.
A su vez, toda creencia se inscribe en sistemas de creencias que existen en el orden
verbal. En definitiva, toda creencia no es sino el resultado de la imposicin de una versin.
Si el mundo es una versin de l que se impone como vlida, lo real es un efecto constituido
por representaciones histricas, producidas por sistemas de creencias, conjunto de versiones
que en la cultura coexisten, se superponen, se enfrentan, dialogan. En esta instancia, cada
espacio cultural fija sus representaciones en el lenguaje a partir de los modos de nombrar,
los modos de decir, los modos de narrar y argumentar. Y estos modos del decir provocan
la figuracin del todo por la parte, ofrecen una sincdoque del mundo y, a la vez, instauran
como efecto performativo la versin asumida en y por el acto de decir.
Con estas asunciones, este Programa refiere a un marco conceptual que sostiene una
doble mediacin entre el sujeto y el mundo. Esto es, en una sntesis parcial: cuando un sujeto
habla la palabra est sometida a dos mediaciones simultneas. Por un lado, la mediacin
basada en la lgica de la identidad, en el sentido de que la lengua suministra a los hablantes
un mismo sistema de referencias personales del que cada uno se apropia por el acto del
lenguaje y que, en cada ocasin y empleo, no bien es asumido por su enunciador, se tornar
nico y singular. Por otro lado, la mediacin basada en la lgica contraria la que asume a
la vez la no identidad en la repeticin, segn la cual los trminos, los conceptos, son pun-
tuales e histricos y significan en una red de significaciones especficas, entendidas como
instituciones verbales que organizan los modos de decir, los modos de narrar, los modos de
argumentar. Organizan entonces lo decible y lo pensable en un momento histrico particular
para un grupo particular. Ponen de relieve, en definitiva, lo decible y lo pensable converti-
dos en unidad en una cultura especfica conforme los gneros y sus modos de circulacin
en las esferas de la prctica.
La doble mediacin aludida tiene como efecto la constitucin verbal del mundo: el
mundo es no slo del modo en que la palabra lo nombra sino que existe en tanto y del modo
en que la palabra le confiere existencia. Y en un contexto tal de especulaciones, la performa-
tividad y la sincdoque resultan las operaciones bsicas que realizamos toda vez que habla-
mos, pues toda palabra slo puede ser parcial representacin verbal del todo al que pretende
presentar como tal. A la vez, en el acontecimiento mismo de su aparicin, la palabra presenta
y da existencia a lo designado. Y en este sentido es performativa.
As, la trada performatividad-sincdoque-efecto de verosimilitud emerge como la
naturaleza distintiva del lenguaje humano, un orden lingstico de explicitar el modo de
fijar creencias y es en este sentido en el que la representacin da paso a la figuracin. Ella
no opera como la aplicacin de una forma sobre el contenido lingstico sino como el nico
modo de existencia posible del lenguaje. El mundo es lo que el lenguaje figura que es. La
escritura por lo tanto no resulta un sistema de transcripcin de segundo grado, que traduce
a signos grficos los smbolos de la oralidad, pensados a su vez como transcripcin de los
pensamientos; no supone dar forma a contenidos previos e independientes de ella y ella mis-
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ma no se considera ornato aadido al cuerpo desnudo de la idea. En definitiva, se disuelve
la distincin forma-contenido en la medida en que no existe contenido independiente de la
forma que lo figura.
Dado que, como hemos asumido, se accede al mundo slo a travs del lenguaje y ste
nos ofrece la posibilidad de nombrar por la parte y ficcionalizar la presentacin del todo,
en sentido estricto no existe la representacin lingstica aludida sino la construccin de lo
real a partir de la operacin de la sincdoque, a partir de la figuracin performativa de lo
real. Ello supone sustituir la lgica verdadero/falso13 por la de lo verosmil. En particular,
por la lgica de la verosimilitud genrica. Es decir, el primer caso se funda en la confianza
en la posibilidad del lenguaje de representar lo real tal como lo real es14. Si se entiende
que la palabra pronunciada se corresponde con los fenmenos observados, el enunciado es
verdadero; de lo contrario, falso. El segundo caso sostiene que tal correspondencia entre la
palabra y el estado de cosas es imposible y por lo tanto se trata de instituir versiones impues-
tas como verdaderas, en una praxis social particular, en un espacio y un momento histrico
particulares y en consonancia con las leyes discursivas de esa praxis15.
Todo lo expresado conduce a disolver distinciones tales como marcado/no marca-
do; contenido/forma; sentido propio/sentido figurado; transparencia del lenguaje/opacidad;
denotacin/connotacin; proposicin/enunciado; constatativo/performativo y a poner en
discusin conceptualizaciones tales como registro, nivel de lengua, estandarizacin o dis-
tincin norma/uso. Conduce asimismo a optar por los gneros en el par tipo textual/gne-
ro discursivo (dado que el tipo supone cristalizacin de propiedades que suelen ser ledas
en trminos de preceptiva, perspectiva que la retrica genrica se preocupa por disolver).
Conduce tambin a analizar la estructura oracional en trminos genricos, retricos, en el
sentido de que no habra sintaxis independiente del gnero discursivo en el que la palabra se
inscribe, ni sintaxis independiente de los efectos de verosimilitud buscados por el hablante
para producir creencia.
13. En el campo de la Filosofa, un exponente de referencia ineludible en este tpico es el enunciado que Tarski propone
en La verdad como correspondencia:
La nieve es blanca es verdadero si y slo si la nieve es blanca
en el que se discriminan dos rdenes independientes, el del lenguaje indicado por comillas simples y el del mun-
do, indicado sin comillas al finalizar la frase.
14. Estos mismos supuestos son referidos en lo que Davidson denomina el tercer dogma del empirismo: el dualismo
esquema conceptual-contenido emprico, el de un sistema organizador y algo que espera ser organizado. De la
idea misma de esquema conceptual en Davidson (1990): [195].
15. Pensemos el caso en el que un estudiante de la carrera de Antropologa sea al mismo tiempo un juez de la Nacin y
redacte las respuestas de los parciales con la organizacin formal de las sentencias judiciales: visto y considerando
que se resuelve.
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lingsticas. Ese abordaje consiste en proporcionar al estudiante un conjunto de moldes,
esquemas, tpicos, formatos de textos que sirvan para constreir lo comunicable y garan-
tizar la transmisin del contenido.
Esto ha conducido a una clasificacin de los textos segn tipologas, sin propiciar el
trnsito hacia dimensiones genricas, lo cual supone:
1. que la palabra producida est constituida por oraciones,
2. que las oraciones estn, como corresponde, formuladas sin atribucin de pro-
piedad,
3. que las oraciones tendrn un formato sintctico, entonces, independiente del
gnero,
4. que las oraciones, por tanto, no estn orientadas socialmente,
5. que el lenguaje es transparente en el horizonte de un reflejo de la realidad, una
mediacin referencial imposible segn nuestro Programa,
6. supone, adems, una lgica del reconocimiento de lo mismo, y, por ltimo,
7. una concepcin de auditorio universal.
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la lengua y la de este ltimo son excluyentes. As, las elecciones que el hablante
realiza sobre la lengua resultan independientes de la matriz genrica en la que la
palabra se inscribe.
4. un lenguaje transparente en el horizonte de un reflejo de la realidad, una proyec-
cin de la tradicin griega sobre la argumentacin en este tema. El canon aris-
totlico16 parte del supuesto de distinguir, en primera instancia, una concepcin
de lenguaje que se funda en su carcter representacional (es decir, su capacidad
de representar el mundo tal y como se le ofrece a la experiencia perceptiva del
sujeto), su funcin mediadora (el lenguaje es el medio de acceso a lo real que se
instala entre el sujeto que conoce y el objeto a conocer y garantiza la apropiacin
objetiva) y, en consecuencia, la correspondencia entre los hechos y su expre-
sin. Sobre esta concepcin se centra el desarrollo de la lgica aristotlica y se
dirime el lugar de la retrica, en tanto la dialctica (el mtodo de la lgica por
excelencia) le servir asimismo de mtodo. Ella proveer a la retrica el cuerpo
desnudo de una lgica de segundo nivel (una lgica discursiva) que el proceso
argumentativo investir conforme con las leyes de lo verosmil de las proposicio-
nes (en el sentido de la mayor o menor probabilidad de adecuacin a la verdad)
que lo encarnan y no de su verdad objetiva.
5. una lgica del reconocimiento que garantiza el hallazgo previo a la bsqueda,
es decir, la seguridad de encontrar en lo dado lo conocido. Una operacin de re-
conocimiento de lo mismo en lo mismo.
6. una concepcin de auditorio universal, contraria incluso a los presupuestos estan-
darizados ya en las teoras sobre la argumentacin discursiva17.
16. En contraposicin, en la tradicin griega, la Sofstica (representada por Gorgias, Tisias, Iscrates, entre otros) se
detiene en una bsqueda de definicin de los aspectos materiales del lenguaje, en una preocupacin, entonces,
por determinar cules son las propiedades materiales (sonoras, visuales, combinatorias) que lo vuelven apto para
persuadir, para movilizar las pasiones del auditorio hacia la consecucin de un determinado fin: la creencia que se
desea instalar en l. Se trata, entonces, de una concepcin que cuestiona a Aristteles la sustentacin de una preten-
dida transparencia del lenguaje, en la medida en que ste no constituye un instrumento apto para representar lo
real tal como lo real es sino para construir e imponer creencias y, por ello, en su versin ms radical, no tiene nada
que comunicar.
17. El planteo de Perelman (1989/1994), por caso, distingue un auditorio universal, concebido en abstracto, propio
de las representaciones necesarias al discurso de la ciencia, frente a un auditorio particular, situado, especfico del
discurso argumentativo. En la misma direccin, Grize (1982), en su trabajo acerca de los conceptos y esquemas
lgicos que se ponen en funcionamiento en la lgica natural inherente al desarrollo discursivo supone, para la argu-
mentacin, la constitucin de esquematizaciones del auditorio, del orador, y de lo real en constante ajuste, contra-
rias a la idea de un auditorio universal. Queremos destacar que ninguno de estos autores opera sobre el concepto de
dimensin argumentativa del lenguaje, y aun as ofrecen estas distinciones. Ms adelante se presenta la concepcin
de dimensin argumentativa del lenguaje que las autoras proponen.
18. En Orator, Cicern se propone crear una genealoga de la retrica latina, delimitando, por un lado, sus antecedentes
propios en el mundo romano y, por otro, especificando las deudas tericas (por nombrar slo un caso, el desarrollo
del mtodo dialctico) y prcticas (por ejemplo, las posibilidades de consecucin de pruebas para las causas) atri-
buidas al pensamiento griego en la constitucin del saber retrico.
22
compatible con lo apto para persuadir y la oportunidad para hacerlo. Finalmente, siempre
que esa forma est controlada por la fides retrica, esto es, por la fe, por la creencia que es
capaz de suscitar la palabra19.
En este escenario retrico, que con fines simplificadores podemos resumir en la pro-
duccin de Cicern, la subjetividad no es una mirada relativa de la funcin-orador sobre lo
real, sino un despliegue, desde fuera del discurso hacia l, del desarrollo de la imagen del
orador que se desea proyectar. Esta imagen, slo en una instancia metodolgica posterior,
se disemina por el espacio argumentativo del discurso como expansin de las pasiones di-
seadas e inscriptas en el cuerpo y la gestualidad del orador. Las pasiones se muestran a la
vista y al odo (a la manera de un montaje escnico que adopta como escenario el cuerpo
del orador-actor) y representadas por l, por contagio, alcanzan y ponen en movimiento las
pasiones del auditorio.
En consecuencia, la argumentacin es una dimensin de la palabra persuasiva y toda
palabra lo es o busca serlo, no un sobreaadido a la superficie desnuda del lenguaje. No se
trata, entonces, de un plus que se agrega, ni una figura que se disea para ser compatible
con la idea.
Resulta evidente que optar por clasificar los escritos segn tipologas textuales con-
duce a considerar la palabra producida como una palabra estable, despojada de su dimensin
dialgica. Las preguntas que se imponen son las de si es posible pensar la argumentacin en
una tipologa textual, si se sostiene la existencia de una realidad no mediada por el lenguaje,
en tanto que no se presupone un sujeto que la produzca, y adems si es posible conciliar la
transparencia del lenguaje como resultante de la exclusin del sujeto productor y del audi-
torio al que se orienta la palabra con la argumentacin.
En sntesis, en la planificacin lingstica de la escuela media argentina la palabra es
reducida a su materialidad lxica. Considerada una seal una forma siempre idntica a s
misma, que est en el texto (un conjunto de oraciones) para ser reconocida conlleva a no
considerar en la enseanza la dimensin argumentativa de la palabra. En el marco de estas
puntualizaciones, no hay palabra-otra, no hay palabra previa a la aparicin de la palabra
propia, slo hay procedencia y origen. Del silencio a la palabra. Asimismo, tampoco hay
palabra ajena, no hay un ya dicho a ser considerado, ni un por decir como horizonte. De
la palabra al silencio.
19. Pragmatistas como Rorty plantean que las creencias son hbitos de accin para dar satisfaccin a nuestros deseos.
Abordar las creencias como mbitos de accin y no como representaciones, y las palabras como herramientas y no
como representaciones, torna til la pregunta acerca de si estamos descubriendo o inventando, haciendo o encon-
trando. Cf. Prez (2006).
23
produccin. Las producciones verbales obedecen a procedimientos de construccin en los
que se emplean, por ejemplo, conceptos de sus productores y donde se trazan las reglas de
escritura constitutivas del gnero que, al mismo tiempo, regula el discurso. Lo real adquiere
as un sentido nuevo: aquello que es real, en efecto, no es (o no es solamente) la realidad que
seala el discurso sino la forma misma en que lo enfoca dentro de la historicidad de su pro-
duccin y la estrategia de su escritura. Se trata, entonces y en principio, de una puesta entre
parntesis de la posibilidad de divisin intelectual entre contenido y forma en el lenguaje.
Si el campo de la Retrica, desde su latinizacin en adelante, ha subvertido la rela-
cin aristotlica del lenguaje con el mundo y del sujeto con los modos de apropiacin de lo
real, hemos buscado elucidar la tensin que entre estas dos posiciones sigue presente en la
relacin entre la formacin lingstica ofrecida en la enseanza media y las demandas de la
Universidad en la escritura acadmica.
20. Nos referimos a conceptos tales como registro formal o informal, ideolecto, sociolecto, lengua vulgar, culta, lengua
oficial/dialecto, altamente difundidos por la escuela media argentina.
24
una norma y un acceso isomrfico a ella, y, por el otro, en el presupuesto de que un territorio
preexiste a todo proceso de representacin y es, por principio, homogneo. En tanto, en el
proyecto de estandarizacin de una lengua la regularizacin funciona como instrumento
racionalizador e inevitable para sistematizar la escritura. Ahora bien, implica la norma
impuesta a partir de un proceso de regularizacin, en todos los casos, la idea de ajuste, y
eventualmente la de reforma? Esta preocupacin se manifiesta explcitamente en el proble-
ma de saber cmo se regularn las prcticas de escritura en esa lengua.
De este modo, en una relacin tal entre homogeneizacin, estandarizacin y norma,
la correccin emerge como una tpica central en la gramtica. En esta tpica, lo correc-
to se confunde con la norma, y la norma est sustentada y a la vez sustenta una determinada
concepcin de gramtica. En este sentido, la gramtica correcta de una lengua ser la resul-
tante de un proceso de descripcin del uso, de fijacin de esa descripcin y, por supuesto,
de eliminacin del error. As, se seleccionan, de todas las posibles, las emisiones consi-
deradas pertinentes, se reconocen los casos, se fijan los usos, y se organizan conforme con
registros y modalidades que la propia gramtica disea. En ltima instancia, se legitima el
estatuto del uso en la comunidad. Pero, cul es el uso? Sin dudas el seleccionado por la
gramtica. Fijada de este modo, el circuito se completa con el impacto sobre los usuarios y
se le asigna al sistema escolar el fin ltimo de ser agente del proceso de homogeneizacin.
En este crculo, la norma es la variedad elegida como patrn, y la escuela, el medio de trans-
misin y perpetuacin del orden instituido por la correccin en el lenguaje. Un lenguaje que
ser el hablado por una comunidad en el mismo territorio.
Se puede considerar, por caso, que en una relacin tal entre lengua y territorio, la deno-
minacin de espaol americano empleada en el siglo XIX abarca dos sentidos. El primero
equivale a una lengua que sirve a todo el territorio de Hispanoamrica en lugar de hacerlo solo
para una regin o un conjunto de habitantes, y el segundo el de una lengua que funciona como
smbolo de identidad, en realidad un principio de agrupamiento para territorios dispersos.
Ahora bien, si se centra la mirada en una lectura de la correccin como objeto cultu-
ral, este proceso de naturalizacin entre lengua y territorio se disuelve. Desnaturalizar la re-
lacin implica considerar la correccin como un dispositivo de racionalizacin identificable,
pero no independiente de proyectos que disean territorios, institucionalizan prcticas, re-
gulan y reglan lo decible genricamente e instituyen modos del decir social. La correccin,
inscripta tradicionalmente en el campo especfico de los estudios gramaticales, emerge aqu
como dispositivo que detiene el poder disgregador de la variacin lingstica y garantiza la
unidad requerida por el proyecto unificador.
As, la reafirmacin de un territorio como identidad cultural y poltica diferenciada
va unida a la preservacin, normalizacin y difusin de su lengua. Y esto es posible en la
medida en que la norma elegida disuelve el conflicto entre identidad y diferencia explicita-
do en la existencia misma de variedades lingsticas. Los usos citados en los relevamientos
de las gramticas manifiestan variedades lingsticas coexistentes, pero esta diferencia se
resuelve por el criterio que la norma sostiene, relativo a la seleccin del uso correcto. Una
lengua es entendida en esta configuracin como patrimonio forma privilegiada de mante-
ner viva la memoria y como ncleo de identidad. Es la lengua el dispositivo que posibilita
imaginar un territorio, ya que, pertenecer a l es hablar la lengua comn y quien la domina
se inscribe como hablante y habitante de ese territorio. Se plantea una correspondencia en-
tre comunidad lingstica y comunidad territorial garantizada por el poder racionalizador de
la norma. Ella disear un territorio homogneo para una comunidad hablante homognea.
25
Sobre tal metfora de ocultamiento se fundaron los proyectos decimonnicos hispa-
noamericanos que, al opacar las relaciones entre lenguaje y territorio inherentes a las fron-
teras nacionales, opacaron tambin las relaciones coloniales entre Espaa y Amrica. En el
espacio de la emergente nacin argentina, Sarmiento, sin embargo, puso de manifiesto que
la preocupacin por la lengua era una cuestin para-literaria y para-lingstica, comprendi
las exigencias que impona el capitalismo a la lengua dado que, si el capitalismo supona la
insercin de las masas en el mercado productivo, difcilmente esto podra lograrse si antes
no se aseguraba un mnimo de educacin que permitiera no slo comprender las transforma-
ciones tecnolgicas y cientficas sino tambin operar productivamente sobre ellas.
En el siglo XIX esta situacin llev a que las lenguas nacionales hispanoamericanas
se vieran obligadas a protagonizar una instancia de modernizacin, compelidas por una cada
vez ms urgente necesidad comunicacional. A partir de este momento, entonces, estructu-
ra sintctica y ortogrfica se simplifican, y se institucionalizan en gramticas que comienzan
a difundirse a travs de la escuela como medio masivo alfabetizador.
En este sentido debemos recordar que la necesidad de reforma del espaol haba
llevado tanto a Espaa como a Chile a producir una reforma de la ortografa castellana21.
Sin embargo, dicha reforma fue resistida en Chile y en el conjunto de la Amrica hispana22.
Es decir que el problema de la lengua encerraba sin lugar a dudas una cuestin
poltica. El sentido de americanidad se dibujaba en una lengua propia que tena por objeto
distinguir a estos europeos americanos, partidarios del progreso y de las nuevas ideas, de
su lengua materna, la de una Espaa detenida en el tiempo y sumida en el atraso. Pero no
se trataba slo de un problema inserto exclusivamente en el terreno cultural, dado que se
pretenda que fuese tarea del Estado adoptar como lengua oficial esa nueva ortografa ameri-
cana que, a partir del uso administrativo, construira la unidad idiomtica. En consecuencia,
la lengua adquiere un carcter institucional que se ligar directamente al desarrollo de las
instituciones democrticas.
Modificacin de la lengua y democratizacin de la sociedad se consolidan como dos
cuestiones que avanzan juntas en la medida en que no se puede pensar una sociedad demo-
crtica que previamente no convierta en alfabetizados a todos sus ciudadanos. Y para lograr
este objetivo era imprescindible simplificar la lengua, vehculo necesario para difundir la
civilizacin, es decir, el progreso23.
En el siglo XIX la comunidad de letrados de Amrica Latina emergi como una mul-
tiplicidad de voces posibles que entre nostalgias y utopas construyeron diferentes diseos
26
cartogrficos sobre territorios identitarios. En la medida en que toda cartografa es una cons-
truccin posible, ella es, a su vez, una cuestin poltica. La voz de Sarmiento refuta la met-
fora argumentativa del Estado espaol del nico modo en que se puede, con otra metfora:
la ortografa puramente americana. Instaura nuevamente el crculo: una lengua, un territorio.
En un mismo territorio se habla la misma lengua. Colonialismo espaol vs. colonialismo del
espaol americano sobre las lenguas originarias.
Llegados a este punto, en trminos de polticas del lenguaje, las reglas regulativas
son aquellas que orientan la conducta de los usuarios para un desempeo ms adecuado,
correcto o eficaz. Corresponden al deber ser en tanto pautan comportamientos en trminos
de criterios sociales o socioeducativos, histrico-polticos, estticos, geogrficos. Lo regula-
tivo que se identifica con lo correcto en las gramticas normativas, por tanto, pertenece a
una institucin externa, ya que se constituye a travs de una serie de postulados.
En contraste, las reglas constitutivas el segundo polo del par regulan intrnseca-
mente el funcionamiento de un sistema: las categoras, las funciones y las relaciones; co-
rresponden al ser en tanto lo constitutivo pertenece a la gramtica misma; su violacin es
descripta por los gramticos y no producida por los hablantes, que no pueden violar reglas
que pertenecen a la naturaleza misma del lenguaje.
Los hablantes pueden violar las reglas regulativas y su violacin no produce agra-
maticalidad sino grados de aceptabilidad. As, por ejemplo, un enunciado como se equi-
voca quien dice hubieron grandes fiestas en lugar de hubo grandes fiestas, supone que la
escuela es el aparato privilegiado de estandarizacin de la lengua, en el sentido de que im-
pone una variante, la que la institucin misma selecciona como de prestigio. Esta operacin
estandarizadora parte de cierto optimismo pedaggico basado en los siguientes supuestos
relativos a que:
1. los errores existen objetivamente, son discretos, es decir: pueden ser identifica-
dos, clasificados y corregidos sin residuos;
2. todos los errores provienen del desconocimiento de la norma legtima y
3. para corregir el error basta con conocer la regla (regulativa).
27
Es as que el error tampoco es un dado de antemano al punto de vista grama-
tical adoptado y la intervencin docente estar orientada por cul sea la concepcin
de regla con la que est trabajando. Ante un uso del trmino alternativa considerado
incorrecto, la intervencin docente normativa puede guiarse por la siguiente entrada de
diccionario:
Alternativa: Es la posibilidad de escoger entre dos caminos. Es grave im-
propiedad, por tanto, decir: Me encuentro entre dos alternativas; habra
de ser: Ante una alternativa/la alternativa de. o de..
Tambin es impropio el uso que aparece en el siguiente ejemplo: Rogn-
dole urgentemente que convocara al Concilio de Trento, como nica al-
ternativa, en previsin de la guerra civil. Debi escribirse posibilidad,
recurso, remedio. [Seco: 1964]24
Si por el hecho de responder a la propia naturaleza del lenguaje, las reglas constitu-
tivas son inviolables, el gramtico llega a ellas mediante hiptesis acerca de cmo funciona
el sistema de la lengua. Si esas hiptesis permiten describir las regularidades, es decir, si
coinciden con los datos, son aceptadas provisoriamente, y para explorar sus lmites, se pro-
cede mediante la invencin de secuencias no gramaticales (las formas con asterisco) tales
como *hay las flores en el jardn (frente a hay flores en el jardn). Como es evidente, ningn
hablante produce aquella forma, mas es necesaria para explicar por qu esta ltima (hay
flores) es legtima.
Consecuentemente, es posible realizar una distincin metodolgica vinculada con la
enseanza: describir frente a inscribir. Si describir consiste en identificar unidades y esta-
blecer sus relaciones, inscribir implica remitir ese caso a un sistema de relaciones. As, dada
la forma hay flores en el jardn, el anlisis en trminos descriptivos se basa en identificar
las unidades como pertenecientes a clases de palabras (verbo, sustantivo, preposicin, etc.),
sus funciones sintcticas especficas (objeto directo, circunstancial, por ejemplo) y las re-
laciones sintagmticas en que intervienen. Si nos centramos en el verbo, segn un criterio
sintctico-funcional, haber es descripto como verbo impersonal transitivo con objeto direc-
to obligatorio. Pues bien, tal descripcin como dijimos arriba da cuenta de la distribucin
admitida de los complementos de haber; no da cuenta del porqu del asterisco en *hay las
flores en el jardn (cuestin que remite a inscribir). Una cuestin que, para ser explicada,
requiere la identificacin de un rasgo definido/no-definido en el sintagma objeto; y as, el
valor definido no puede ser admitido en el objeto de haber25:
hay flores (no definido)
*hay las flores (definido)
De modo que el establecimiento de tales rasgos refina el anlisis ya que aporta ms infor-
macin acerca de los posibles elementos/construcciones que los verbos transitivos admiten
en sus objetos (a partir de unidades los rasgos que no son propuestas ad hoc, para este
caso, sino hipotetizadas como propiedades mnimas de la lengua y, por ello las palabras
son entendidas como conjuntos de rasgos, es decir, conjuntos de propiedades sensibles a
28
sus relaciones mutuas). Este es una muestra elemental de inscripcin del dato descripti-
vo en la explicacin del sistema26 cuyo tratamiento en la enseanza requiere de anlisis
identificativos (por los que ha optado el discurso pedaggico) y anlisis constructivos27
que permanecen ausentes en la curricula. En esta direccin, el Programa busca equilibrar
ambos tipos de anlisis manteniendo sus propiedades distintivas y la particular relevancia
que en cada desarrollo temtico requiera. Con estos lineamientos, abordar la organizacin
de la frase supone una primera entrada segn la cual -si se considera que ella expresa una
predicacin- la presencia de argumentos, la omisin, la presuposicin y el orden en que los
argumentos ocurren provocan efectos de sentido explicitables con la intervencin docente
sobre el orden de la redaccin. En este orden, la intervencin se centra en la estructura in-
formativa y los efectos posibles (lo constitutivo en el orden oracional). Una segunda entra-
da, en el orden de la escritura, interviene sobre la inscripcin de la relacin entre el lxico
y la sintaxis en el gnero discursivo particular de que se trate. Un concepto de sintaxis
genrica donde la mediacin del gnero propone la organizacin de los enunciados y los
modos de distribucin y grados de prominencia de los argumentos a partir de la figuracin
constitutiva (cuyas variables intervinientes son, para la escritura acadmica por ejemplo, la
orientacin, el tipo de dialogismo planteado con colegas, escritos previos propios y ajenos,
teoras en discusin en el mismo paradigma, paradigmas en pugna, temas, tpicos y pro-
blemas en el sistema de creencias).
26. Nos referimos en este caso a los denominados SN-desnudos (sintagmas nominales sin determinante) cuya distri-
bucin tiene propiedades especficas diferenciadas de los sintagmas nominales con determinante. Resulta de ello
que se requiere la discriminacin de dos tipos de SN conforme a las estructuras sintcticas en que ocurren y a las
operaciones sintcticas a las que pueden ser sometidos.
27. Anlisis identificativo (ejercicios de gramtica identificativa): Analizar sintcticamente las siguientes oraciones.
Anlisis constructivos (ejercicios de gramtica no identificativa): a) Tratar de construir una secuencia en la que un
verbo de una interrogativa indirecta sea un infinitivo transitivo. Adems el objeto directo de ese infinitivo ser un
pronombre relativo. Dira/s que estas condiciones son compatibles en espaol? Razone/ la respuesta cualquiera que
sea, b) Construya una oracin transitiva en la que el objeto directo sea una subordinada sustantiva. Dicha oracin
transitiva deber contener adems un complemento predicativo de ese objeto directo. Cf. Bosque, Ignacio. (1995).
28. La Ley Federal de Educacin y la Ley Nacional de Educacin, por caso, fijan la argumentacin como un contenido
a desarrollar en los niveles de enseanza de la lengua. La seleccin del trmino fijar no es arbitraria en la medida
en que se incluye a la argumentacin en una lista no ordenada de temas que, se supone, describen la naturaleza
intrnseca del lenguaje. Paralelamente, el campo en expansin de la enseanza de espaol como lengua extranjera
(subsidiaria de cuestiones tales como la mundializacin de las comunicaciones y la poltica lingstica de expansin
del estado espaol) propone la formacin del estudiante de espaol/lengua extranjera en las habilidades necesarias
para una produccin y comprensin competente. Sin embargo, al tomar contacto con materiales editoriales des-
tinados a los docentes y estudiantes de espaol/lengua materna y espaol/lengua extranjera campos en los que
29
derar que existe una gradacin de complejidad entre oracin y enunciado29. Se eleva as a
una disputa entre paradigmas (textualistas/no-textualistas) y al supuesto de un nico modo
de abordar el lenguaje lo que en definitiva es una cuestin de punto de vista metodolgico
que un marco conceptual organizado en torno de los conceptos clave destacados por este
Programa puede desactivar.
Vuelta la mirada sobre el marco conceptual, resta poner en relieve tres conceptos
clave estrechamente vinculados: sujeto cultural, decir institucional y retrica/s de la ins-
titucin.
En toda palabra producida se instauran sujetos de lenguaje y de cultura. En el primer
caso, el lenguaje les suministra a los hablantes un mismo sistema de referencias personales
del que cada uno se apropia por el acto de decir. En cada ocasin y empleo, no bien es asu-
mido por su enunciador, ese sistema de referencias se vuelve nico y singular. Es decir, las
formas lingsticas disponibles son las mismas para todos los hablantes y los contextos30,
pero la subjetividad individual es nica, y busca emerger como tal cada vez, forzando las
selecciones y combinaciones permitidas por su lengua31 para mostrar ese decir singular que
la exprese. No obstante, como esa subjetividad se ha constituido como resultado de un
proceso de individuacin para el que han sido necesarias la confrontacin y coexistencia
con otros, el sujeto resultante pertenece tanto al orden de lo individual como al orden de lo
social; es un sujeto cultural cuya palabra, en consecuencia, es propia y ajena. Es palabra que
expresa por primera vez al sujeto y palabra expresada ya por otros cuando se la pronuncia32.
En sntesis, cuando un sujeto habla, en su decir se instancia el sujeto de lenguaje, y en lo
dicho, el sujeto cultural.
Ahora bien, en lo dicho, se escucha a la vez un ya dicho desde siempre: los pactos
deben ser observados. Desde el anonimato de la firma, sin atribucin de propiedad, la orden
institucional obliga a sus agentes a aceptarla como dicha desde siempre. Se trata de un enun-
ciado rector que organiza los lugares de los componentes intelectivos y afectivos de esa sub-
jetividad individual y social que constituye el sujeto cultural. Esa orden institucional figura
como correlato lo aceptable/lo rechazable (la Ley), lo posible/lo imposible, lo pensable/lo
impensable, lo creble/lo increble, aquello por lo que se vive y lo que se muere. Instituido
la lengua como objeto de enseanza se aborda con propiedades diferentes y especficas se evidencia una misma
operacin de reduccin del lenguaje a lo estable e idntico: la expulsin de la dimensin argumentativa, retrica,
del lenguaje y el ocultamiento subsecuente de dos rdenes de mediacin que una lengua ofrece al hablante; y en
particular la reduccin de uno en otro.
En este marco, tanto en la enseanza de espaol/lengua extranjera como en la enseanza de espaol/lengua mater-
na, se evidencia que aun con la incorporacin efectiva de los estudios de la palabra en circulacin el tratamiento
del lenguaje propuesto reduce la segunda mediacin a la primera.
29. El argumento sostenido en observaciones tales como no alcanza con las respuestas gramaticales para explicar
ciertos problemas textuales o hay que hacer un salto cualitativo al texto puesto que el anlisis oracional (identifi-
cativo) es insuficiente.
30. Recordemos el primer orden de mediacin al que ya hemos aludido.
31. Nos referimos aqu al hecho de que las unidades lingsticas y las relaciones combinatorias posibles entre ellas
responden a las reglas constitutivas de la lengua de que se trate.
32. Citamos un caso: en un manual de enseanza de espaol como lengua extranjera escrito y editado por espaoles,
cuando se plantean las actividades lingsticas desarrolladas por los hablantes en Latinoamrica, se alude a que en
nuestro territorio se escribe literatura tnica. Los textos literarios elegidos versan, por ejemplo, sobre el pan (no
se trata, por cierto, de odas minimalistas al estilo de Pablo Neruda, sino del refranero popular: el pan y las ganas
de comer). Es decir, el sujeto cultural que se disea en estos manuales cuando el tema es lo latinoamericano, es
el estereotipo del tercer mundo empobrecido, desordenado, hambriento y sucio diseado desde una mirada colonial.
30
por el lenguaje, el mercado discursivo en el que la circulacin de la palabra est vigilada
pone en juego espacios estructurados con agentes propios. En ellos la energa se agita para
disear objetos e instituciones: las ideas se plantean en oposicin, las prcticas se heredan
de otras prcticas y conducen a la legitimacin de aquella palabra que confiere un estatuto
de reconocimiento a los agentes que operan en esa institucin. Podemos afirmar que toda
institucin es lenguaje, se funda en el lenguaje y funda lo real para la institucin. Podemos
decir entonces que toda sociedad existe por la institucin del mundo como su mundo o de
su mundo como el mundo.
La economa de discursos resulta entonces un juego, un proceso simblico, una fic-
cin. Su marca esencial, aquella que une a cada sujeto con su sociedad, con los aliados en
y de su sociedad, y funda la creencia en el poder toma lugar en un discurso prefabricado,
el discurso instituido, el discurso de la Institucin. Este discurso no es precisamente el del
sujeto y las instituciones emergen como unidades tpicas del poder. En este universo no hay
ningn rasgo caracterstico de humanidad, no hay palabras. Sin embargo, en l se produce
un efecto ficcin, un como si las instituciones hablaran.
La ficcin en esta construccin no es una mentira sino una figura veritatis. Una figu-
ra de la verdad, un montaje que vehicula un sistema de creencias. Esta verdad se presenta
siempre como versin: un intento de rodear desde ngulos diversos una totalidad que por
definicin no puede ser nombrada por completo.
La institucin propone por lo tanto una visin de la sociedad que es a la vez trans-
parente y opaca. La transparencia se origina en la nitidez con que se exponen los valores
y las regulaciones que se imponen para conservarlos. Sin embargo, esta transparencia es
falsa dado que en espacios no pasibles de debate pblico se toman las elecciones bsicas, se
instauran las tradiciones fundantes, se practican los cortes histrico-polticos que son el ar-
gumento de esta narrativa impuesta y se definen las exclusiones e inclusiones vlidas dentro
del sistema que organiza a los actores sociales y sus modos de decir.
Se instancia, as, en el decir del sujeto cultural un conjunto complejo de normas e
imposiciones diversas que operan contra lo aleatorio, que indican los temas aceptables, las
formas tolerables de tratarlos e instituyen una jerarqua de legitimacin (de valor, de distin-
cin, de prestigio) en un marco de aparente homogeneidad.
El discurso social se funda en la relacin que supuestamente mantiene con la reali-
dad. Pensado como una prctica discursiva que intenta dar cuenta de ella, ha sufrido a lo
largo de los siglos la presin institucional de hacer como si la mediacin del lenguaje hubie-
ra sido a priori expulsada. No obstante es imposible sustraerse a tal mediacin ya que ella
funda la sociedad: sus objetos, sus sujetos, sus lazos y contratos. Es decir, la Ley entendida
como valor institucional que organiza un juego de saberes en los que la verdad no es ms
En el mismo sentido y en otro campo de discusiones culturales, las construcciones Occidente y Lejana Asia en
el tono irnico de Eagleton (2001: 122-123):
[] segn George Steiner, lo que verdaderamente acaba en San Petersburgo son los cafs:
Nuestra Europa es todava, en un grado pasmoso despus de tantas crisis y transformaciones, la del Imperio roma-
no-cristiano []. Si trazas una lnea que vaya desde Oporto, en el extremo Oeste de Portugal, hasta Leningrado,
pero no, por cierto hasta Mosc, dentro de ese espacio podr usted ir a un lugar llamado caf, con peridicos de toda
Europa, y podr jugar al ajedrez o al domin y estarse all sentado el da entero charlando, leyendo o trabajando
por el precio de una taza de caf o de un vaso de vino. Mosc, que es donde empieza Asia, jams ha tenido cafs.
Karney, Richard, Visions of Europe, Dublin, 1992, p. 43).
Eso, mientras saboreas tu caf en San Petersburgo te puedes permitir pensar por un momento en aquellos de la
Lejana Asia que, privados de cafena y domins, se sumergen poquito a poco en la barbarie.
31
que una figura de verdad institucional: un diseo, una trama discursiva en la que se ha es-
tablecido un contrato, un lazo legal entre sujetos institucionales y una palabra evaluada.
Esta evaluacin opera en un marco socialmente establecido. Todas las prcticas sociales
(histrica, filosfica, literaria, artstica, antropolgica, etc.) entendidas como instituciones
de una prctica, ponen en escena diversos juegos de controles signados por lo decible ge-
nricamente. Esta matriz genrica actualiza, por un lado, el decir social de una poca y, por
otro, la memoria de ese gnero que marca, data, instituye, ordena este juego a travs de la
figura y la voz de su agente. Cada prctica sostiene y otorga atribuciones a aquel agente que
podr escribir su palabra para instaurar un real: un discurso retricamente organizado en
el que se pautan inclusiones y exclusiones y desde el cual se evala qu es lo que hay que
decir. La Retrica, ltimo concepto clave del marco conceptual que destacamos, es conside-
rada, consecuentemente, como esa forma discursiva que se da la institucin para disear sus
espacios y disearse. Y las estrategias institucionales constituyen, finalmente, estrategias
retricas, retricas de la institucin y de sus prcticas.
33. El trmino Programa no alude aqu a una planificacin de contenidos, esto es, un conjunto de temas con biblio-
grafa ad hoc, sino a un conjunto de acciones sistemticas con fines especficos y a la vez una estructura dinmica
abierta a nuevas propuestas que confluyan en el objetivo final del mejoramiento de la escritura acadmica en los
estudiantes universitarios.
34. Los dficits referidos forman parte de los resultados del Proyecto 1HUM269 Escritura Acadmica en el Primer
Ciclo Universitario. Instrumentos de diagnstico e intervencin lingstica, PIP-SECYT-UNR (2009-2012), Cen-
tro de Estudios de Retrica, Facultad de Humanidades y Artes, UNR. Direccin: Dra. Liliana Prez y Dra. Patricia
Rogieri (UNR).
32
de consignas y redaccin de escritos de trabajo y evaluacin (tanto en la resolucin de con-
signas, explicitacin de un tema, como en la presentacin de argumentos a favor o en contra
de ciertos enunciados en la escritura propia o ajena).
En el orden del enunciado como palabra situada en la contextura espacio-temporal
con atribucin de propiedad y socialmente orientada los dficits recurrentes se agrupan en
torno de las relaciones temporales, las relaciones lgicas, las presuposiciones, sobreentendi-
dos y evaluaciones que la seleccin de trminos, conectores y modalidades evidencian. As,
el trabajo se organiza sobre el modo en que se manifiestan dichas tpicas en la seleccin
lxica, el orden de palabras y las estructuras sintcticas.
En el dominio genrico, como primer nivel del Programa, se propone la iniciacin en
la significacin, la organizacin retrica y la operatoria intelectual requeridas por la termi-
nologa del discurso acadmico. De esta manera, la explicitacin y objetivacin del dominio
genrico (y no la distincin contenido-forma) resultan el horizonte ltimo y primero sobre
el que se disean los rdenes de oracin y enunciado, en tanto organizacin sintctica y
organizacin del enunciado se encuentran doblemente determinadas por la opcin genrica
y la dimensin argumentativa del lenguaje.
35. En el sistema cartesiano, toda entidad consta de tres dimensiones: alto, largo y ancho.
33
reduccin pero proyecten el todo como unidad. Ese efecto de totalidad a partir del fragmento
es producto de la operacin sinecdquica. La sincdoque, entonces, no remite a un aadido
voluntario, dependiente del estilo y los movimientos artsticos, no es forma impresa sobre el
contenido independiente y preexistente a la palabra, sino de una propiedad constitutiva del
lenguaje que condiciona lo que se puede hacer con la palabra.
34
para la organizacin de la informacin en la frase ante la situacin de escritura. A partir de
estas observaciones, orientacin, silenciamiento y puesta en relieve se reconceptualizan (en
el polo de la no-identidad) como algunos de los criterios de escritura de gran productividad
para la gestin global del texto acadmico.
35
la posesin, proporciona la lengua. Objetivado el conjunto total de posibilidades, el escritor
puede operar sobre su propia produccin con criterios explcitos.
36
cualquier imagen puede esconderse un pentimento, un boceto que la pintura deja atrs como
esbozo imperfecto, el proceso de elaboracin escrita parte de un borrador que se reformula
hasta alcanzar el producto acabado. Tambin volvemos sobre la palabra propia, sea para
distanciarnos de ella o confirmarla, sea para aclararla o refutarla. Existen, entonces, opera-
ciones retricodiscursivas especficas de reformulacin que impactan en la produccin de
los escritos acadmicos y que se presentan en este captulo.
La reformulacin, como cuestin discursivo-retrica y la definicin, tema del captu-
lo siguiente, conforman dos instrumentos conceptuales aptos para impulsar el trnsito de la
significacin al sentido, de la oracin al enunciado, del procedimiento a la operacin, de la
oposicin sustancia/forma a la materialidad de la figuracin y, finalmente, de la redaccin
a la escritura.
El itinerario trazado en este volumen para el Primer Ciclo del Programa Universita-
rio de Alfabetizacin y Escritura Acadmica es resultado de la cartografa diseada partien-
do del diagnstico de los dficits lingsticos en los escritos de los estudiantes ingresantes
a la Universidad. Producido el diagnstico, se disearon los tpicos para la intervencin
lingstica y fueron ellos los que ofrecieron los materiales de base que atraviesan todos los
captulos. El presupuesto organizador del trabajo fue una doble demanda: por un lado, la
necesidad de completar el proceso de alfabetizacin acadmica iniciado por la educacin
sistemtica secundaria y, por el otro, la de introducir al estudiante a las exigencias de es-
critura del mundo universitario. Esta doble demanda impuso, entonces, una tarea al mismo
tiempo complementaria del nivel previo e introductoria a la escritura acadmica, etapa a la
que hemos denominado alfabetizacin acadmica.
37
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40
Captulo 2
Introduccin
Saber ver el tiempo, saber leer el tiempo en la totalidad espacial del mundo y, por
otra parte, percibir de qu manera el espacio se llena no como un fondo inmvil,
como algo dado de una vez y para siempre, sino como una totalidad en el proceso
de generacin, como un acontecimiento: se trata de saber leer los indicios del trans-
curso del tiempo en todo, comenzando por la naturaleza y terminando por las cos-
tumbres e ideas de los hombres (hasta llegar a los conceptos abstractos). El tiempo
se manifiesta ante todo en la naturaleza: el movimiento del sol y de las estrellas, el
canto de los gallos, las seales sensibles y accesibles a la vista de las estaciones del
ao; todo esto en su relacin indisoluble con los momentos que corresponden a la
vida humana, a su existencia prctica (trabajo), con el tiempo cclico de diversos
grados de intensidad. El crecimiento de los rboles y del ganado, las edades de los
hombres son indicios de periodos ms largos. Luego, los complejos indicios del
tiempo histrico propiamente dicho: las huellas visibles de la creatividad humana,
las huellas dejadas por las manos y la razn del hombre: ciudades, calles, edificios,
obras de arte y de tcnica, instituciones sociales []
Esttica de la creacin verbal, Mijail Bajtn
La extensa cita que hemos transcripto sintetiza algunas de las formas en las que, por
regla general, percibimos el tiempo y su transcurso. Los indicios que nos demuestran la flui-
dez del tiempo y los cambios que ste produce, ya en la naturaleza como as tambin en el
mundo material que nos rodea. Marcas, seales, huellas: las estaciones, las cosechas, las ca-
nas, los imperios que, tras el apogeo, declinan. El tiempo pasa y todo lo que es, con nosotros
incluidos, se encamina a convertirse en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada1.
1. Gngora, Luis de. Soneto 14. En Antologa potica. (1994). Barcelona: RBA Editores, p. 20.
41
semana largo y citamos un ao, o una fecha exacta, para referirnos a nuestro natalicio, al
estallido de la Revolucin Francesa o a la posible llegada del hombre a la Luna. Como sea,
somos parte de una cultura que ha organizado sin grietas y que mide, mensura y divide al
tiempo de forma tal que siempre contamos con un sistema preciso para responder, sin mar-
gen de error, al cundo? de un acontecimiento, y para prever el porvenir, el futuro: en
veinte das ser verano, en doce minutos pasar el prximo colectivo, en un ao cumplir los
treinta. Sin embargo, en ocasiones, ese minuto que consideramos nfimo, insignificante, por
ejemplo durante el sueo, se nos puede aparecer como interminable, inmenso, infinito. Un
minuto de espera de los que se anhela apasionadamente o un minuto de desesperacin frente
a lo imponderable detentan una duracin completamente distinta de los insulsos minutos
cotidianos. Sucede que vivimos en el tiempo y que lo sentimos de variadas formas; nuestra
percepcin del tiempo cambia de acuerdo a las situaciones y experiencias que atravesamos.
Por otra parte, sabemos tambin que el tiempo es nico, progresivo e irrecuperable. Que el
instante que pas, recin, slo podra llegar a volver como ilusin en un dj vu. Y nada ms.
Con esto queremos decir que vamos a ocuparnos del tiempo, como concepto, como
categora, como vivencia, y que intentaremos rastrear, a travs de la lectura de diversos tex-
tos, la forma en que esta nocin se nos presenta. Nos permitimos aclarar que, en este abor-
daje, no es nuestra pretensin agotar el tema ni adentrarnos en profundidad en las mltiples
acepciones que el trmino recibe en las distintas corrientes o sistemas filosficos. Entonces,
el tiempo. Pero concentrndonos en cmo se realiza en la escritura y, para delimitar un poco
ms nuestro objeto, podemos agregar: en las narraciones literarias y en ciertas escrituras
acadmicas. En las que tratan sobre el tiempo y en aquellas donde el tiempo es, inevitable-
mente, uno de los sostenes del relato, de la narracin.
Pienso que para un buen idealismo, el espacio no es sino una de las formas que
integran la cargada fluencia del tiempo. Es uno de los episodios del tiempo y,
contrariamente al consenso natural de los ametafsicos, est situado en l, y
no viceversa. Con otras palabras: la relacin espacial ms arriba, izquierda,
derecha es una especificacin como tantas otras, no una continuidad2.
42
Pero, cmo ingresa el tiempo en la escritura, en la escritura de la historia? Recu-
rriendo a las formas culturales establecidas de dividirlo, el sujeto puede inscribirse en el
discurso a travs de la datacin, que seala un ahora que responde a una fecha precisa.
As, la datacin establece un presente vivo del tiempo fenomenolgico4 que es un punto
determinado de la sucesin de instantes constitutiva del tiempo cosmolgico5, dando lugar
as a un ahora fechado en el tiempo histrico6. A partir de esto, Paul Ricoeur afirma que el
tiempo histrico se convierte en tiempo narrado y es la condicin de posibilidad de la escri-
tura de la historia. La presencia de un yo, entonces, que se detiene en el tiempo y tomando
posicin desde el ahora narra el pasado. Los siguientes tres elementos caracterizaran al
tiempo histrico:
Esta introduccin aspira a que nos planteemos algunas preguntas: cmo irrumpe
en la escritura el concepto de tiempo? A qu tiempo hace referencia? Cmo podemos
representarlo, dar cuenta de su transcurso? Qu es el pasado y el futuro? De qu habla-
mos cuando mencionamos el hoy, nuestro presente, el ahora? Puede la escritura reflejar el
tiempo que fue? Con qu estrategias? De qu manera podemos narrar un viaje en barco o
la travesa de un ejrcito por el desierto sin que la reproduccin del tiempo real, cronolgico
abrume o aburra? Trataremos de responder algunas de estas preguntas a lo largo de este
apartado y otras, quiz, queden sugeridas o para que continuemos pensndolas ya que no
admiten respuestas definitivas.
El resaltado es nuestro
4. Se refiere al despliegue de los horizontes de pasado y de futuro a partir de un ahora que es el presente vivo de la
conciencia que se enuncia.
5. O tiempo fsico, capaz de ser mensurado y dividido y que es el que utiliza la ciencia, por ejemplo, para establecer
la edad de los astros.
6. Vergara, Luis. (2006). Paul Ricouer para historiadores: un manual de operaciones. Mxico D.F.: Plaza y Valds
Editores, p. 92.
7. Ibidem.
43
Laboratorio 1
All al fondo est la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome
con dos dedos la llave de la cuerda, remntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los
rboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va
llenando de s mismo y de l brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer,
el perfume del pan.
(Del lat. narrato, -nis). 1.f. Accin y efecto de narrar. 2.f. Novela o cuen-
to. 3.f. Ret. Una de las partes en que suele considerarse dividido el discurso
retrico, en la que se refieren los hechos para esclarecimiento del asunto de
que se trata y para facilitar el logro de los fines del orador.
8. Cortzar, Julio. (1994). Historia de cronopios y de famas. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, p. 29.
44
sa facilidad, es probable que comprobemos nuestro prejuicio y permanezcamos con la certe-
za de que sabemos y entendemos perfectamente qu es eso a lo que llamamos narracin.
Hasta aqu es posible afirmar que no hay sorpresas. Pero es deseable, y atractivo,
que no nos conformemos con esto y pretendamos aventurarnos en la forma en que los estu-
diosos del lenguaje han definido a la narracin. Nuestro objetivo no es adentrarnos en un
relevamiento exhaustivo de las mltiples conceptualizaciones existentes pero s, para contar
con una idea ms general, revisar lo que proponen mile Benveniste, Roland Barthes y Jean
Paul Bronckart.
9. Barthes, Roland. (1977). El anlisis estructural de los relatos. En Silvia Niccolini (comp.). El anlisis estructural.
Buenos Aires: CEAL, p. 66.
10. Op. cit., p. 69.
11 Op. cit., p. 71.
12. En las funciones, Barthes separa las funciones cardinales, ncleos o nudos del relato, de las catlisis que lle-
nan el espacio narrativo que separa a las funciones nudos. Op. cit., p. 76.
13. En los aos 60, los avances de la lingstica ofrecan un horizonte de lectura que distintos mbitos de las ciencias
sociales tomaban como ciencia referente. La analoga propuesta por Barthes entre lengua y relato trata de tomar los
resultados de un dominio (la lingstica estructural) para aplicarlos a otro (el anlisis estructural del relato). Barthes
seala que muchos tanteos sern an necesarios antes de poder sentar con seguridad niveles del relato. Los que vamos
a proponer aqu constituyen un perfil provisorio cuya ventaja es an casi exclusivamente didctica: permiten situar y
agrupar los problemas sin estar en desacuerdo, creemos, con algunos anlisis que se han hecho. Op. cit., p. 75.
De esta cita focalizamos en particular el hecho de que hay un excedente que el analista debe saber interpretar
(supuesto en trminos como provisorio, an casi exclusivamente didctica) pues el plus de sentido que la trans-
ferencia de las operaciones de la lengua a las operaciones del relato genera, no puede ser capturado por la instancia
de desarrollo conceptual que el anlisis del relato haba alcanzado en el momento en que el artculo de Barthes se
produjo. [Nota de las Directoras]
45
Lo que sucede en el relato no es, desde el punto de vista referencial
(real), literalmente nada; lo que pasa, es slo el lenguaje, la aventura del
lenguaje, cuyo advenimiento nunca deja de ser festejado14.
46
Tambin, y para continuar con las reflexiones de una autoridad que ya hemos consul-
tado, en el comienzo de la obra citada de Barthes leemos que el relato, ya sea oral o escrito,
fotogrfico o flmico, se materializa en:
Y contina resaltando su presencia en todos los tiempos y lugares, subrayando que co-
mienza con la historia misma de la humanidad siendo una constante, en todos los grupos
humanos, y que su disfrute es comn a todos los hombres, aun de culturas diversas y hasta
opuestas. Para culminar su definicin, le otorga al relato o narracin tres atributos: interna-
cional, transhistrico, transcultural, el relato est all, como la vida18.
De acuerdo con lo expresado, fcilmente podramos llegar a considerar que la narracin
es una forma discursiva natural o que simplemente es inmanente al lenguaje, independiente
de la lengua, la cultura, el contexto, entre otros factores, dentro de los cuales una narracin
puntual es producida. Un poco ms ingenuos o inadvertidos an, tambin podramos creer que
esa narracin (o cualquiera) da cuenta de una serie de hechos de la manera en que ocurrieron
exactamente, es decir, que a travs de un relato ordenado de los acontecimientos es posible
hacerlos presentes con absoluta fidelidad, con transparencia, como se produjeron en verdad.
Sin embargo, Hayden White derriba esta concepcin de la narracin como una forma
neutra postulando que la misma supone determinadas opciones ontolgicas y epistemol-
gicas con implicaciones ideolgicas e incluso especficamente polticas19. De hecho, exten-
diendo la acusacin, asevera que no se trata de una forma sino de un contenido conceptual
que, al ser utilizado con la finalidad de representar hechos que se suponen o pretenden reales
dota a estos de una coherencia ilusoria y de tipos de significaciones ms caractersticas del
pensamiento onrico que del pensar despierto20. Esta suerte de ataque de White est dirigido,
en el terreno de la historia, contra la concepcin tradicional de que la tarea del historiador es
reescribir una narracin, a partir de las fuentes de las que dispone, cuya verdad consistira en
la correspondencia de la narracin contada con el relato vivido por personas reales del pasa-
do21. La invencin del narrador-historiador, por tanto, quedara restringida al orden de lo es-
tilstico limitndose sus intervenciones subjetivas solamente a capturar la atencin o el inters
del lector. Por otra parte, aunque complementariamente, queda impugnada la capacidad de la
narracin para dar cuenta, para representar la vida real con la multiplicidad y complejidad de
variables que intervienen en su definicin que, a su vez, no es posible captar en su totalidad.
De esta forma, H. White, en el texto que estamos utilizando como referencia, nos
propone que la narracin, el discurso narrativo, es un sistema particularmente vlido de
produccin de significados que ensea a las personas, miembros de una comunidad, a vivir
en una relacin irreal, pero vlida, dentro de las formaciones sociales que los contienen.
47
La narracin histrica y la narracin literaria
De acuerdo a los estudios crticos de Luis Vergara, Paul Ricoeur reconoce que:
Nos encontramos, as, frente a una suerte de homologacin de dos tipos de relatos
que consideramos distintos, opuestos, a partir del presupuesto de que, a priori, la narracin
histrica se refiere a hechos reales (que realmente sucedieron)24 mientras que las narracio-
nes ficcionales son productos puramente imaginativos y se circunscriben al mbito de la
literatura.
No sucedera lo mismo con un cuento o una novela, con una narracin que desde su
presentacin se enuncia como la creacin de un narrador que pretende dar a conocer otro
mundo posible que, si bien muchas veces regido por las mismas leyes del mundo ordinario,
48
no busca que se lo asocie o admita como reproduccin o copia de la realidad. Es as que la
literatura, y dentro de ella, especficamente, la narracin ficcional se erige como una cons-
truccin diferente de la realidad.
Pero tal oposicin, para Hayden White, se diluye, desaparece, y el proceso puede
resumirse de la siguiente manera:
Sera lcito preguntarnos entonces qu es lo que hara diferentes a las narraciones que
estamos trabajando o si, por lo expuesto, se postula una absoluta congruencia entre ambas.
49
Para Paul Ricoeur, la diferencia principal, aunque sumamente inestable, es la pretensin de
verdad presente en los relatos histricos y ausente en los de ficcin. Este autor reconoce,
sin embargo, que la relacin que une a la historia con el pasado real debilita y cuestiona la
realidad del pasado27, mientras que la exigencia de verosimilitud de los relatos ficcionales
va en desmedro de la premisa que asegura que en ellos no hay pretensin de realidad. A par-
tir de esto, Ricoeur postula que existe una interdependencia, un entrecruzamiento de ambos
gneros que involucra el papel de lo imaginario, la imitacin, por parte de la historia, de
las tramas legadas por la tradicin literaria, y la voluntad de historizacin que impulsa a las
narraciones ficcionales, guiadas por el imperativo una buena trama debe desarrollarse de
manera probable o aun necesaria28.
El punto de vista
50
me ha hecho ir a mirar la hora en el reloj de pulsera he visto irnicamente
mi nombre nuevo, el nmero punteado en signos azulosos bajo mi dermis29.
Si, por otra parte, hacemos referencia a una narracin histrica, podemos constatar
que el punto de vista se expresa y desplaza en la eleccin, en detrimento de otros de ciertas
fuentes y documentos que se incluyen como bibliografa, en el uso del idioma original o la
traduccin en la transcripcin de los pasajes citados, en la profundidad con que se analizan
y exponen algunos o una serie de acontecimientos mientras se silencian o apenas mencionan
otros, como as tambin, entre otros, en la inclusin o no de las notas al pie en las cuales el
historiador introduce aclaraciones o propone otras lecturas relacionadas.
El resaltado es nuestro
51
Laboratorio 2
Hemos reunido los siguientes fragmentos de narraciones que poseen un tema en co-
mn y proponemos realizar una lectura atenta de los cinco. Decidimos quitar en la trans-
cripcin todos los indicios reveladores (ciertos nombres de personajes ficticios e histricos,
fechas y referenciales topogrficas) y los datos bibliogrficos de los textos. Al final del
captulo, en el apartado de la bibliografa, colocamos dicha informacin para quienes se
interesen en continuar investigando.
Fragmento N 1
Fragmento N 2
Los hombres y mujeres son tan recios y estn tan bien conformados como nosotros.
Comen algunas veces carne humana, pero slo la de sus enemigos. No es por apetito ni por
gusto por lo que la comen, sino por una costumbre que, segn nos dijeron, empez entre
ellos de la manera siguiente: una vieja no tena ms que un hijo, que fue muerto por los
enemigos; algn tiempo despus el matador de su hijo fue hecho prisionero y llevado a su
presencia; para vengarse, la madre se arroj como una fiera sobre l, y a bocados le destroz
la espalda; tuvo el prisionero la doble suerte de escapar de manos de la vieja y huir y de
volver entre los suyos, a los cuales mostr las huellas de las dentelladas en su espalda y les
hizo creer (tal vez lo crey l tambin) que los enemigos haban querido devorarle vivo.
Para no ser menos feroces que los otros, decidieron comerse de verdad a los enemigos que
aprisionaban en los combates, y los otros hicieron otro tanto; sin embargo, no se los comen
en el campo de batalla, ni vivos, sino que los despedazan y los reparten entre los vencedores;
cada uno se lleva la parte que le corresponde, la seca al humo, y cada ocho das se comen
un pedazo asado. Esto me lo cont nuestro piloto XX, que haba pasado cuatro aos en XX.
Fragmento N 3
Despus que nosotros vinimos de nuevo a nuestro real, se reparti toda la gente; la
que era para la guerra se emple en la guerra; y la que era para el trabajo se emple en el
trabajo. Ah mismo se levant un pueblo y una casa fuerte para nuestro general don Pedro de
Mendoza y un muro de tierra en derredor de la ciudad de una altura hasta donde uno poda
alcanzar con una tizona [espada]. (Tambin) este muro era de tres pies de ancho y lo que se
52
levantaba hoy se vena maana de nuevo al suelo; a ms la gente no tena qu comer y se
mora de hambre y padeca gran escasez. (Tambin) se lleg al extremo de que los caballos
no daban servicio. Fue tal la pena y el desastre del hambre que no bastaron ni ratas ni ra-
tones, vboras ni otras sabandijas; tambin los zapatos y cueros, todo tuvo que ser comido.
Sucedi que tres espaoles haban hurtado un caballo y se lo comieron a escondidas;
y esto se supo; as se los prendi y se les dio tormento para que confesaran tal hecho; as fue
pronunciada la sentencia que a los tres susodichos espaoles se los condenara y ajusticiara
y se los colgara en una horca. As se cumpli esto y se los colg en una horca. Ni bien se los
haba ajusticiado y cada cual se fue a su casa y se hizo noche, aconteci en la misma noche
por parte de otros espaoles que ellos han cortado los muslos y unos pedazos de carne del
cuerpo y los han llevado a su alojamiento y comido. (Tambin) ha ocurrido en esa ocasin
que un espaol se ha comido a su propio hermano que estaba muerto. Esto ha sucedido en
el ao de 1535 en nuestro da de Corpus Christi en el susodicho pueblo de Buenos Aires.
Fragmento N 4
Fragmento N 5
53
2. En aquellas que no puedan ser consideradas de tal manera, indicar cules son los
elementos que deberan modificarse para poder ajustarlas a dicha categora.
3. Detectar si en los fragmentos existen elementos textuales que remitan a discursos
ajenos y/o a hechos contados por otros diferentes del narrador.
4. Sealar el punto de vista en cada uno de los textos.
5. Reescribir las narraciones histricas reconocidas a fin de que resulten narraciones
ficcionales, y consignar la manera en que interviene la nocin de punto de vista
en su decisin.
El tiempo en la historia
La disciplina por excelencia que se ocupa del tiempo podramos afirmar que es la
Historia. Compartiendo la definicin de Jacques Le Goff, diremos que:
Sin embargo, resultara ingenuo que pensramos el pasado como una unidad indi-
soluble y, ms an, que pretendiramos que semejante volumen de acontecimientos, proce-
sos, sujetos, transformaciones y ciclos pudieran ser considerados per se el objeto de estudio
de una ciencia. De esta manera, encontramos adecuadas y esclarecedoras las palabras de
Fernand Braudel: todo trabajo histrico descompone al tiempo pasado y escoge entre sus
realidades cronolgicas segn preferencias y exclusiones ms o menos conscientes []32.
Pero ms all de las divisiones, la historia esa ciencia del pasado y del cambio en
diferentes pocas, de una cultura a otra, en quienes abrazan la Biblia, el Corn o el Talmud,
posee concepciones totalmente opuestas de lo que es el tiempo. No vamos a referirnos aqu
a aquellas visiones no occidentales y partiremos nuestro rpido repaso desde la Grecia del
siglo V a. C. donde, entre otros pilares de nuestra cultura, se empez a escribir historia para
distinguirse de los otros, de los brbaros, y para consolidar el poder de las familias nobles y
31. Le Goff, Jacques. (2005). Pensar la historia: Modernidad, presente, progreso. Barcelona: Paids, p. 29.
32. Braudel, Fernand. (1990). La historia y las ciencias sociales. Madrid: Alianza, p. 64.
33. Op. cit., p. 79.
54
de los sacerdotes. Ligada a la ciudad, a la polis, la idea del tiempo en la historia se sustenta
en la idea del progreso tcnico, es decir, de manera lineal y extendida hacia un futuro aus-
picioso para los sectores que detentaban el poder. Posteriormente, en Roma, se exaltar la
civilizacin que ella encarna, aunque la mentalidad histrica romana est
El Renacimiento estuvo signado por una idea de una historia nueva, global, la his-
toria perfecta, los importantes progresos metodolgicos de la crtica histrica36 y, hasta
la poca del Iluminismo, la entender como historia ejemplar, didctica en su propsito,
inductiva en el mtodo y fundada en los topoi de los estoicos y retricos37. Es decir, una
historia que se puede actualizar, volver presente y estar presente para educar pero siempre
defendiendo los intereses sociales y polticos del Estado.
55
Nos permitimos dos observaciones acerca de la cita. La primera, que esta idea utilitaria de la
Historia, esta voluntad de sostenerla como modelo para la definicin y construccin del pre-
sente, no desaparece ni se atempera en el siglo XIX ni en el XX. Lejos de ello, es clebre
el ataque que el poeta Paul Valry, entre otros artistas e intelectuales, lanz en 1931 contra
la disciplina histrica acusndola de ser el producto ms peligroso que haya elaborado la
qumica del intelecto40 ya que hace soar, embriaga a los pueblos, genera en ellos falsos
recuerdos41 pero, por sobre todo, influye en el presente determinndolo: la historia alimen-
ta la historia42. A estas y otras impugnaciones respondi Marc Bloch alegando:
Tiempo lineal que se materializa en el progreso como hilo conductor o que marca la
decadencia de una civilizacin. O que se encamina, tambin, hacia el final de los tiempos
con la segunda venida del salvador. Tiempo circular que responde a ciclos predecibles, tiem-
40. Mastrogregori, Massimo. (1998). El manuscrito interrumpido de Marc Bloch. Apologa para la historia o el oficio
de historiador. Mxico D.F.: FCE, p. 15.
41. Ibidem.
42. Ibidem.
43. Op. cit., pp. 49 y 50.
44. Cf. captulo 8 de este volumen.
45. Le Goff, Jacques, op. cit., p. 193.
46. Op. cit., p. 101.
56
po que rescata siempre al pasado como una edad de oro, heroica y gloriosa, que fundamenta
y justifica ese presente en el que se pretende recuperar o rescatar el pasado. Quedara que
cubriramos el antes, el pozo que parece abrirse en el pasado de la Historia o desde otra
perspectiva qu ocup el lugar de la Historia cuando no hubo Historia ni inters por ella.
Es el tiempo del mito y a l vamos a referirnos a continuacin.
Por lo menos dos acepciones bsicas se nos hacen presentes al decir mito. Una,
ms vinculada con el sentido comn codificado, que lo asocia a una creencia falsa o in-
fundada desde la perspectiva del hablante. Por ejemplo, podemos escuchar la comida
naturista es un mito, el mito de los ovnis en el cerro Uritorco. La otra acepcin, por su
parte, se manifiesta ms alusiva de determinada aura casi mgica o admirable: el mito del
Diego. Y la lista en ambas direcciones podra extenderse casi interminablemente. Estas
dos acepciones que actualizan el significante mito an conservan parte del sentido que
tuvo en ciertos usos del pasado. Y al mismo tiempo, le aaden ciertos matices que quieren
designar realidades nuevas.
Pero vayamos para atrs. Ante todo, etimolgicamente, la palabra mito deriva del
griego y significa precisamente palabra, narracin. Tal como seala Jean-Pierre Vernant:
47. Vernant, Jean-Pierre. (2002). rase una vez El universo, los dioses, los hombres. Buenos Aires: FCE, p. 11.
57
particular de pensamiento, sino como el conjunto que vehiculiza y difunde
al azar de los contactos, los encuentros, las conversaciones, ese poder sin
rostro, annimo, siempre evasivo que Platn llama Pheme, el Rumor48.
Sin embargo, aunque sea apropiado tener en cuenta estas mediaciones, las suspen-
deremos para concentrarnos, especficamente, en el rol (o los roles) que el mito desempe-
histricamente en culturas del pasado y la/s significacin/es que pudo tener. Esto nos
conduce a considerar, otra vez, el modo en que en ellos funciona y subyace a travs de sus
narraciones una lgica y una nocin temporal.
Deslindes y vinculaciones
Hay muchos estudiosos de los mitos. Los hay segn disciplinas: en este sentido, el
mito ha sido objeto de inters y de estudio de la antropologa, la filosofa, la historia, etc.
Esto supone, consecuentemente, que los puntos de vista y las perspectivas desde las cua-
les ser conceptualizado sern variables porque cada una de estas disciplinas construir
su propio objeto de estudio, el mito, que, si bien ser homnimo, tendr en cada caso un
contenido diferente. Adems, los intentos de clasificarlo de acuerdo a sus usos, funciones
y significados dependern siempre del modo en que dichas perspectivas lo construyan
como objeto y, por lo tanto, sern siempre insatisfactorias para cualquier generalizacin
apresurada.
Una de las ideas dominantes en torno al mito es su relacin con el ritual, desarrollada
sobre todo por cierta lnea de la antropologa, que lo enfoca desde una ptica primitivista.
Sin embargo, tal como discute G. S. Kirk, no todos los mitos suponen necesariamente un
vnculo con el ritual49 y, por cierto, no es difcil encontrar una gran cantidad de mitos que as
lo demuestran. Del mismo modo, tampoco el mito queda reducido a relatos de tipo religioso,
aunque en muchos intervengan divinidades. En suma, el vnculo del mito con lo sagrado
(bajo cualquiera de sus formas o aspectos) no se presenta de un modo unvoco, interdepen-
diente y esencial. Por esta razn, adems, tambin nos apartaremos de la supuesta relacin
del mito con la dicotoma naturaleza cultura.
48. Vernant, Jean-Pierre. (2004). Los orgenes del pensamiento griego. Buenos Aires: Paids, p. 17.
49. Kirk, Geoffrey Stephen. (1990). El mito. Barcelona: Paids.
58
Todo esto se vincula con que el mito no es universalizable como categora concep-
tualmente clausurada, es decir, no asume las mismas caractersticas en diferentes culturas.
En este sentido, G. S. Kirk seala:
Claro est que esto tampoco impugna totalmente el gesto comparativo que permitira inda-
gar en ciertas estructuras mtico-narrativas recurrentes o anlogas entre diferentes culturas,
ya que stas funcionan tambin por contacto e intercambio, siendo esto precisamente lo que
les da la movilidad y transformacin permanente para constituir su diferencia cada vez.
Al mismo tiempo, desde un punto de vista narrativo, sus vnculos con otras construcciones
literarias resultan siempre complejos y ambiguos porque, frente al intento de alguna delimi-
tacin que lo especifique y lo contenga para evitar su disolucin conceptual, nos encontra-
mos con narraciones que comparten muchos de sus rasgos y, en consecuencia, suelen (con)
fundirse con l. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el cuento popular, con la leyenda, etc.
Otro de los criterios recurrentes con el que se intenta ordenar los mitos es la divisin entre
los mitos cosmognicos y los mitos heroicos. Se trata de una especificacin a nivel del conteni-
do, pero que resulta til para poner de manifiesto, por un lado, que no necesariamente los mitos
estn vinculados a las divinidades de una manera excluyente (puesto que tenemos los mitos he-
roicos) y, por otro, la heterogeneidad de la materia de la que se nutren las formaciones narrativas
mticas, animadas en lneas generales por el deseo de explicacin del mundo, sobre todo de sus
orgenes, y por la puesta en escena de inquietudes construidas socioculturalmente (aunque se en-
tiendan como naturales): mortalidad-inmortalidad, vejez, trabajo, fertilidad, enfermedad, etc.
[El mito] muestra un ntido contraste con el relato histrico, que en Grecia
se constituy de alguna manera contra el mito, en la medida en que se pre-
sent como la relacin precisa de sucesos suficientemente prximos en el
tiempo como para que testigos fiables los pudieran ratificar. Por su parte, el
relato literario es una ficcin pura que se presenta abiertamente como tal y
cuyas bondades se deben ante todo al talento y a la destreza de su creador.
Estos dos tipos de narracin se atribuyen normalmente a un autor que asu-
me la responsabilidad por ellos y los transmite bajo su nombre, en forma
escrita, a un pblico lector51.
59
Mito y saber
Es bastante comn y extendida la idea segn la cual la filosofa nace en Grecia con
el advenimiento del pensamiento racional, el cual dejara atrs la etapa mtica. Es lo que se
suele esquematizar con la frmula del mito al logos. Sin embargo, atentos a los hallazgos
del saber mtico, este panorama se complica. Ya habamos sealado a travs de Jean-Pierre
Vernant cmo la misma palabra mito no se condice con esa reduccin. En consecuencia,
si pensamos por ejemplo en Hesodo, es posible vislumbrar all, como seala Kirk, un pen-
samiento que, si bien no es ni totalmente racional ni totalmente mtico, no supone una mera
transicin entre ambos sino que formula un punto de vista acerca del pasado mtico ya lejano
para los griegos52. De ello se deriva el valor de la especulacin mtica de su pensamiento que
pone en duda el hecho de que all se aloje meramente una protofilosofa. En esta direccin,
afirma Kirk que
En todo caso, la cuestin tambin depender del acento que le pongamos a la razn
como nico soporte de encuentro con el saber. En esta direccin, lo mtico tambin puede
entenderse como un modo de pensamiento y de experiencia que, como seala Joseph Cam-
pbell, puede rastrearse hasta el hombre de Neanderthal54. As, una tipologa de las funciones
mticas, siguiendo a Kirk, puede ser: 1) Narrativa y de entretenimiento (el mito vinculado
al cuento popular); 2) Operativa, iterativa y revalidatoria (el mito vinculado al ritual) y 3)
Especulativa, aclaratoria y explicativa (el mito vinculado al pensamiento)55.
Roland Barthes, por su parte, al pensar el mito como sistema semiolgico, nos pre-
senta una nocin sugerente, muy conveniente para los trminos en los que aqu queremos
entenderlo. El autor plantea que el mito es un habla puesto que es un lenguaje que nece-
sita condiciones particulares para convertirse en mito, constituyndose as en un sistema
de comunicacin que, por lo tanto, hace que se puedan concebir mitos muy antiguos, pero
no mitos eternos56. Seala Barthes:
60
En funcin de lo que hemos venido exponiendo, lo que se termina recortando con
bastante precisin, sobre todo para la perspectiva narrativa que aqu nos interesa, es que el
mito, an con todas sus heterogeneidades (o precisamente por ellas), supone ante todo un
relato, una materia bsicamente lingstica, tal como los griegos mismos lo entendieron
al dar vida al trmino. Sus posibles funciones extensivas u originarias (fundamentalmente
religiosas) son irreductibles a cada espacio cultural, siempre diferente, siempre singular.
Y a su vez, en tanto narraciones, los criterios para delimitarlo sern siempre discutibles:
cuento popular, dioses o hroes, leyendas, folclore, etc., adems de sus vnculos con la
filosofa y la literatura. Es por eso que, antes que ingresar en las discusiones de los espe-
cialistas en el tema, parece ms conveniente en funcin de nuestro punto de vista, que
adems no nos restringe a una concepcin primitivista y de alguna manera recupera su
heterogeneidad a lo largo del tiempo postular el mito, entonces, como narraciones o re-
latos annimos, tradicionales, culturalmente anclados acerca de la experiencia humana
de y con el mundo para elaborar conjeturas sobre ste pero mediante la postulacin de un
tiempo fuera del tiempo histrico. En este sentido, el mito es un exponente sobresaliente
de cmo el tiempo puede ser una construccin y un efecto narrativo, es decir, lingstico
y retrico.
El resaltado es nuestro
61
Laboratorio 3
Fragmento 1
Los gigantes y monstruos son a la vez dramticos y tiles. El matarlos crea un tipo
fundamental de tensin, en la que el peligro y la carencia se ven agradablemente sustitui-
dos por la seguridad y la posesin. Desde el punto de vista dramtico, los monstruos son
el enemigo ideal, pues cuanto ms apremiante e inhumano parece el peligro, tanto mayor
es la satisfaccin y el alivio que se siente cuando es vencido. [] Con todo, los monstruos
eran algo ms que la motivacin tpica de ciertas actuaciones o la excusa para demostrar el
ingenio []; solan, por el contrario, tener un valor simblico propio58.
Fragmento 2A
Fragmento 2-B
Cada nueve aos entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal.
Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galeras de piedra y corro alegremente a bus-
carlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otros caen sin que yo me ensangriente
las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadveres ayudan a distinguir una galera de las
otras. Ignoro quines son, pero s que uno de ellos profetiz, en la hora de su muerte, que
alguna vez llegara mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque s que vive
mi redentor y al fin se levantar sobre el polvo. Si mi odo alcanzara todos los rumores del
mundo, yo percibira sus pasos. Ojal me lleve a algn lugar con menos galeras y menos
puertas. Cmo ser mi redentor?, me pregunto. Ser un toro o un hombre? Ser tal vez
un toro con cara de hombre? O ser como yo?
El sol de la maana reverber en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio
de sangre.
-Lo creers, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendi60.
62
2. Teniendo en cuenta la conceptualizacin de Kirk presentada ms arriba, plantee
si las hubiera continuidades con La casa de Asterin.
Narraciones ficcionales
61. Oyarzun, Pablo. (2010). Introduccin. En Benjamin, Walter. El narrador. Santiago de Chile: Metales pesados
ediciones, p. 8.
62. Benjamin, Walter. (2010). El narrador. Santiago de Chile: Metales pesados ediciones, p. 71.
63
dependiendo del formato libro y, por lo tanto de la imprenta. A diferencia del narrador, que
toma lo que narra de la experiencia y la convierte a su vez en experiencia de aquellos que
escuchan su historia63, el novelista es un ser segregado, que trabaja en soledad, y carece
de consejo y no puede darlo64.
64
por lo tanto, una decisin en la escritura de presentar nicamente el nombre (o el ttulo) de
la secuencia, dejando que el lector reponga la sucesin lgica que la forma y esto influye,
indudablemente, en el modo en que se representa y percibe al tiempo.
Procedimientos algunos
En su libro El arte de la ficcin, el escritor ingls David Lodge trabaja y analiza un conjunto
de temas vinculados con la escritura y la tradicin literaria de occidente con un enfoque
centrado en las tcnicas compositivas y haciendo eje en la figura del autor. Uno de los
apartados, Los cambios temporales, est dedicado al manejo del tiempo dentro de los
relatos ficcionales. Su artculo comienza afirmando que respetar la linealidad sin introducir
alteraciones en el continuo es acaso la manera ms sencilla de narrar y por ello la elegida
desde los antiguos bardos hasta los padres que, improvisando, le cuentan un cuento a su hijo
para hacerlo dormir. Sin embargo, Lodge admite la gama de posibilidades que introduce
la ruptura del orden cronolgico y de la idea de que las narraciones son simple sucesin
ordenada y acumulacin de acontecimientos. De los recursos existentes, el texto aborda
y ejemplifica dos:
Agregaremos a los anteriores recursos la elipsis que, por definicin, es una supresin
o eliminacin de elementos71 y que, en los relatos, se concreta como un corte en la secuencia
cronolgica. Este corte, sin modificar el orden lgico, quita o silencia aquello que no merece
o no detenta el suficiente inters dentro de la funcionalidad o la economa del relato para
ser enunciado o incluido en la escritura. Esta no es la nica funcionalidad, ya que tambin es
frecuente que se utilice, justamente, para elidir aquello que resulta central para el desarrollo
de la trama. Por supuesto que lo no inserto en la narracin depender de mltiples factores,
entre los que no podemos soslayar la decisin esttica de quien escribe, que juzga conve-
niente tales elisiones.
69. Lodge, David. (2006). El arte de la ficcin. Barcelona: Ediciones Pennsula., p. 119.
70. Op. cit., pp. 122 y 123.
71. Barthes, Roland. (1986). El grado cero de la escritura. Mxico D. F.: Siglo XXI, p. 196.
65
En relacin con la elipsis como supresin de los elementos prescindibles del rela-
to, retomamos la divisin funcional de Barthes desarrollada en el captulo dedicado a la
narracin entre ncleos y catlisis, y con ella podemos sostener que la elipsis es una
operacin sutil, un sistema casi imperceptible de quitar catlisis superfluas o excesivas
para no agobiar o empantanar el relato, ms all de que tambin puede darse como una
estrategia para mantener el suspense o como un brusco salto temporal que anule vastos
periodos de tiempo. Incluso podra afirmarse que, sin operaciones de elisin o censura, lo
narrado y el tiempo del relato seran una reproduccin acabada del tiempo real. Sobre este
ltimo tipo de elipsis, podemos observar el cuento de Juan Carlos Onetti Bienvenido, Bob
y la forma en que funciona esta discontinuidad. El relato comienza desde el final del tiem-
po cronolgico, una vez que todos los sucesos han culminado y el narrador repasa, en una
mirada hacia el pasado (flashback) cmo se produjeron la prdida de la mujer amada y el
ingreso de su oponente al territorio de la vejez. Prueba de esto es que la frase inicial es una
conclusin: Es seguro que cada da estar ms viejo, ms lejos del tiempo en que se llama-
ba Bob72 y que, desde dicho punto se repasarn los hechos. El cuento es la historia de
un noviazgo (entre el narrador e Ins) que es interrumpido por la presencia del hermano de
la novia, Bob Roberto, que se opone a la relacin porque, en contraste con la juventud de
Ins, el narrador es un hombre hecho, es decir deshecho, como todos los hombres a su edad
cuando no son extraordinarios73. Como fuera, y el narrador ignora la estrategia que utiliza
su antagonista para lograrlo, Ins se separa de l y la relacin termina. Se produce entonces
un salto temporal, una elipsis que barre del punto a la mayscula siguiente, un hiato de diez
aos y el narrador afirma: Ahora hace cerca de un ao que veo a Bob casi diariamente, en el
mismo caf, rodeado de la misma gente74. Bob ya no es el aplogo de la juventud contra
la vejez de los hombres deshechos porque l tambin, durante el vaco del relato, se ha
convertido en un derrotado.
72. Onetti, Juan Carlos. (1984). Bienvenido, Bob. En Tan triste como ella. Barcelona: Editorial Seix Barral, p. 55.
73. Op. cit., p. 59.
74. Op. cit., p. 61.
75. Cueto, Alonso. (2009). Juan Carlos Onetti, el soador en la penumbra. Lima: FCE, p. 39.
66
En definitiva, el tratamiento del tiempo en el relato se encuentra estrechamente ligado
a la duracin de la que podemos afirmar que se mide comparando el tiempo que hubieran
requerido los acontecimientos en la realidad con el tiempo necesario para leerlos76. Es de
esta forma que el tempo narrativo se percibe de manera diferente en una novela de aventu-
ras, donde los episodios crticos se suceden vertiginosamente omitindose las situaciones o
cuadros banales o inactivos, que en una novela psicolgica o de flujo de la conciencia, en la
que la narracin excava y se detiene en pormenores o en el oscilar caprichoso de las ideas y
sensaciones. A su vez, las novelas del realismo decimonnico, que en sus gruesos volme-
nes (pinsese en La guerra y la paz o en Los hermanos Karamazov) aspiraban a contar una
vida no demandan su equivalente en la lectura. Ni siquiera la bsqueda de Marcel Proust,
con sus millares de pginas, insume el tiempo que su salto al pasado representa.
Para dar idea del concepto de duracin, David Lodge analiza el cuento de Donald
Barthelme, En el banco?, donde de manera desconcertante el tiempo se desliza rpi-
damente por una serie de relaciones humanas, emocionales y sexuales, que en la mayora
de las narraciones ficcionales, requieren un tratamiento ms detallado. Transcribimos un
fragmento:
[] Paul los observaba desde la cuna. Hubert se senta feliz por haber po-
dido complacer a Charles e Irene. Bebieron ms vino.
Naci Eric.
Hubert e Irene tuvieron un affaire clandestino. Consideraron importante
que Charles lo ignorara. A tal fin, compraron una cama que instalaron en
otra casa, bastante alejada de la casa en la que vivan Charles, Irene y Paul.
La cama nueva era pequea, pero bastante confortable. Paul observaba
pensativo a Hubert e Irene. El affaire dur doce aos y se consider muy
venturoso.
Hilda.
Desde su ventana, Charles observaba cmo creca Hilda. Era slo un beb;
luego cuatro aos, pasaron en seguida doce aos y ya tena la edad de Paul,
diecisis aos77.
Podramos sugerir tambin, para hacer ms visible esta relacin entre los tiempos en
la escritura narrativa ficcional y la duracin, que observramos los procedimientos que se
utilizan en el cine para dar cuenta del tiempo real en el tiempo flmico (que no es el tiempo
de filmacin, el que insume el rodaje). En ste, adems del flashback y el flashforward, se
habla de adecuacin cuando coinciden el tiempo real y el flmico (el cruce del Gran Canal
de Gustav von Aschenbach en La muerte en Venecia, dirigida por Luchino Visconti), de
distensin cuando con intencin metafrica o de exaltacin del detalle la escena se pro-
longa ms all del tiempo real (efecto clsico de las pelculas de terror y de suspenso que
juegan con el tiempo fsico del espectador) y la condensacin o, como ya hemos visto, la
elipsis que permite narrar periodos extensos suprimiendo escenas innecesarias o redundan-
76. Lodge, David. (2006). El arte de la ficcin. Barcelona: Ediciones Pennsula, p. 275.
77. Op. cit., p. 274.
67
tes, por ejemplo, y concentrando lo esencial en una serie de cuadros significativos (aunque
podramos mencionar, casi con seguridad, decenas de episodios de cada pelcula, el viaje
que emprende Frodo para destruir el anillo en el Seor de los Anillos: la comunidad del
anillo, dirigida por Peter Jackson).
El resaltado es nuestro
En el tiempo del relato, las narraciones representan el tiempo real mediante di-
versos procedimientos que permiten la legibilidad manteniendo la verosimilitud.
El concepto de narracin ficcional admite mltiples acepciones segn el marco
conceptual desde el cual se aborda.
Algunos procedimientos que se utilizan en las narraciones son: el flashback, el
flashforward y la elipsis.
El concepto de duracin es clave para comprender la relacin que plantea el tiem-
po del relato con el tiempo real.
Laboratorio 4
El cuento Verdn del escritor rosarino Marcelo Britos78 est escrito a partir de un
interesante juego con el tiempo. Se parte de un presente de la enunciacin y del relato en
el cual el narrador, mediante el flashback, recupera una ancdota de su adolescencia. A partir
de la lectura de Verdn les proponemos la reescritura del cuento presentando el episodio
central, la batalla de naranjas, contada en tiempo presente.
Verdn
No hice ms que pedirle que cerrara la persiana para evitar el calor y la luz que suben
con la maana, el calor seco y quemante que rasga la mirada y la piel de los brazos. Podra
haber evitado los gruidos y sencillamente haberla cerrado, al menos por cortesa; no tena
ms que estirar su mano hacia la cinta y dejar que se deslizara entre sus dedos. No haba
esfuerzo ni clculos mentales en la tarea, slo un simple movimiento mecnico. De todas
maneras pienso mientras contengo un acceso fugaz de ira no vale la pena este minuto de
fastidio, ni siquiera correr la silla hacia atrs con las piernas y levantarme para hacerlo yo
mismo, porque en este instante inmediato a esa pequea desavenencia eso puede interpre-
tarse como una respuesta a la provocacin, y supongo que es as como comienza una gran
discusin: con un primer disparo, un malentendido, cualquier nimiedad que desatar la tor-
menta. Las guerras estn preparadas desde hace tiempo, slo basta eso para que comiencen.
No he logrado que comprendiera ya han pasado aos de explicaciones y sucesos
como este que odio el sol, sobre todo el sol del comienzo del da, el que irrumpe en la
oscuridad a la que se acostumbraron los ojos en la sombra, mostrando lugares distintos a
los que quise imaginar en la oscuridad. Ser porque delata los defectos o porque anuncia el
final de una noche desnuda y fresca que fue una tregua a la rutina; o sencillamente porque
es en ese momento cuando entendemos que se ha agotado el tiempo para intentar que fuera
as. Y no es slo el sol. A esta hora nuestro vnculo es voltil, un globo cayendo por encima
78. Britos, Marcelo. (2011). Verdn. En Como alguien que est perdido. Rosario: El omb bonsai.
68
de la estufa. Con la convivencia comprendimos que el silencio es el medio ms propicio
para sobrellevar este punto del da, una atmsfera donde nada se pudre, donde todo lleva su
ritmo sereno y natural hasta la media maana; all pueden salir las palabras y acaso alguna
risa. Despus me voy al trabajo y al volver, cuando alcanzo a verla despierta, ya estamos
deshechos, con ganas de nada. Cenamos tambin en silencio, pero es distinto, hay una com-
plicidad una sonrisa que acuerda nuestra pelea en la vida; juntamos nuestras espaldas para
enfrentar a todos y en ese momento estamos parados sobre los vestigios del enemigo, heri-
dos y satisfechos.
El relato de lo que hemos hecho la noche anterior suele ser el ritual que ella prefiere
para empujar las palabras, como si dormir fuera el descanso de una larga lectura y fuera
estrictamente necesario recordar el lugar en donde recobrar el hilo. Los martes y los viernes
por la noche salimos solos, cada uno por su lado. Ella siempre encuentra una actividad con
sus amigas, yo suelo ir al cine. Los martes Cineclub y el resto de los das cualquier cosa
que pueda ver y dejarme llevar por el vrtigo de ruido y colores, efectos especiales, chistes
imbciles. A la maana siguiente, cuando me toca hablar, le cuento las pelculas. Creo que
la mayora de las veces no oye, slo hace preguntas con datos intiles que desprende de mi
relato, como si fueran palabras que puede or en un telfono roto o sin seal. No es el caso de
anoche, que fue la reunin anual con los compaeros del secundario y ella est esperando,
ahora ms accesible y amable, que comience a hablar. Deja en mis manos la taza de caf con
leche un cuenco donde puedo baar las tostadas y recoger los despojos con la cuchara, y
se sienta frente a m con el mate, esperando.
Despus del quinto aniversario las reuniones comenzaron a organizarse en la parro-
quia del colegio; estaban a cargo de una comisin de ex alumnos. Cenas mejores servidas,
pero sin novedades las repeticiones inevitables, salvo Tito que siempre fue una novedad,
en ese momento arquero titular de la reserva de Central; ya haba ido a un mundial juvenil
en Arabia Saudita. Haba que esperar hasta la breve madrugada que nos permitamos para
recordar las ancdotas que ya eran viejas, y volver a rer y empujar la risa como quien em-
puja al primero de una fila que termina en el hueco de un volcn.
Me resisto a la obsesin de juntarme con las viejas amistades, generalmente con las
que ya no tenemos demasiado en comn; todo parece un lbum con fotografas de colores
opacos. Ella s lo hace. Incluso hasta el da de hoy se rene con las compaeras del colegio
primario. Cuando llega su turno de hablar en la maana suele contarme sobre esas reuniones
y ambos comprendemos, sin decirlo, que nada de lo que han compartido tiene que ver con
travesuras, con sobrenombres, con bromas ingenuas. Son un grupo de mujeres que inter-
cambian las seales del fracaso y comentan consternadas el fracaso de los dems.
Yo no he vuelto al colegio primario, ni he vuelto a ver a mis viejos compaeros.
Tambin es catlico y est frente a la plaza Buratovich. En aquel entonces tena el patio de
tierra y un gimnasio al que estaba prohibido entrar. All guardaban animales embalsamados,
un arca de No con fieras muertas. En la fiesta de fin de curso arrastramos del gimnasio un
castor y lo despedazamos a patadas, el relleno del animal esparcido por las galeras, como si
nos desahogramos de esa norma estpida, de los reglazos en las manos, de las penitencias
en el viaje de estudios a Crdoba.
Sin embargo, a pesar del tiempo, puedo reconocer a cada uno de ellos por la calle. A
veces los sorprendo en los supermercados, caminando por la peatonal, en las hileras de los
bancos. Los llamo por el nombre y por el apellido, les recuerdo dnde se sentaban en cada
saln, les recuerdo hechos que los refieren, de los que ellos ya no guardan ni rastros. Me
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miran sorprendidos, incmodos, como si los acusara de algo, un demente que pasa las tardes
en un stano rodeado de sus fotos, buscando datos en la gua telefnica. Siento de ellos un
desapego, un desprecio por compartir conmigo ese lugar, una vergenza que debe ocultarse
y que los compromete con un signo deplorable.
El invierno pasado regres de Buenos Aires y en la Estacin Terminal tom un taxi
hasta casa. El chofer iba tambin a esa escuela, un grado adelante. Saba su nombre, qui-
nes eran sus compaeros, sus amigos. No los recordaba. Al menos el viaje fue para l un
recorrido entre la sorpresa por redescubrir algo que se haba perdido en la niebla de su niez
y la nostalgia que obligaba a recordar, como si los dos estuviramos all, parados frente al
mstil, cantando Aurora, viendo llegar con felicidad el calor que marcaba el final del ao.
Despus surgieron amigos en comn y el devenir que lleva siempre a comprender cmo la
vida los fue marchitando, como probablemente estemos marchitos l y yo, y otros finjan
sorprenderse de ello.
Siempre tuve una memoria prodigiosa. En el ltimo cumpleaos me regal un libro
de Carver. Tres rosas amarillas. Nunca me ha regalado algo que no hubiera deseado. En
uno de los cuentos, uno de los personajes memorizaba cada dato de una manera exacta,
escalofriante, igual al Funes de Borges, igual a m, como si fueran un reflejo borroso de mi
memoria. Puedo recordar cosas inslitas, como un captulo del Tratado de Derecho Civil
de Borda, Parte General, Ausencia con Presuncin de Fallecimiento. Puedo recordar con
exactitud retazos de la historia que alguna vez he ledo. La batalla de Verdn, en el nordeste
de Francia. S, claro y preciso, que empez en febrero y termin en diciembre de 1916. Que
el comandante francs era Philippe Ptain y el alemn Erich Von Falkehayn. Que murieron
un cuarto de milln de hombres tambin con el tiempo tom conciencia de esas muertes,
de un cuarto de milln de viudas, de muchos hijos que fueron ms viejos que los padres que
no volvieron. Que Verdn era una fortaleza inexpugnable y era preciso ganarla para entrar
al corazn de Francia. Que en un principio las defensas locales estaban debilitadas por que
gran parte de su artillera haba sido desplazada en Champagne. Que el 5 Ejercito Alemn
haba bombardeado las posiciones francesas con dos millones de bombas, 40 kilmetros en
dos das, veinte mil bajas. Que fue la segunda batalla ms sangrienta despus de Somme.
Que all Nivelle dijo no pasarn.
Contina mirndome, esperando que levante la vista del diario. Miro apenas sobre la
hoja el borde de su camisn, las mangas deshilachadas, las manos rodeando la manija de la
pava. Sus manos eran bellsimas. Un plido sensual, tersas. Puedo ver ahora los rasguos,
las arrugas que se abultan alrededor de los nudillos. Si las acercara a mi boca una marea de
lavandina llegara antes que la piel, un gesto que condensa el destino que alguna vez pensa-
mos distinto, cuando viajbamos con mochilas por el sur, cuando mirbamos a los amigos
ya casados haca tiempo, perdiendo el brillo de las conversaciones y las caricias.
La parroquia del colegio tiene una superficie considerable. Es casi una manzana. El
colegio ocupa una cuarta parte y tiene tres pisos; despus la completan la facultad catlica
de ingeniera qumica, el campo de deportes y la iglesia.
Todos los jueves tenamos misa y nos escapbamos por las ventanas de las habita-
ciones de los curas para llegar a tiempo al horario de salida del colegio de la hermanas. No
haba forma de que comprobaran nuestra ausencia. Todos los cursos en la misa; era mucho
para contar. Pedamos permiso para ir al bao y por detrs de la sacrista nos escabullamos
por un pasillo que comunicaba con las habitaciones. Acaso los preceptores y los maestros
se tomaban demasiado en serio los rituales, arrodillados, esperando comulgar que se ol-
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vidaban por completo que nos habamos ido. Saltbamos desde las ventanas a la libertad
del Boulevard Avellaneda, como escapar de prisin, como tomar aire desde abajo del agua.
En las habitaciones vacas de los sacerdotes sola pararme junto a las camas de una
plaza, perdidas en medio de las paredes, una mesa de luz que sostena libros y un velador
raqutico. Ola a sudor, otras veces a algo penetrante que no era precisamente limpio, algo
que por alguna razn siempre asoci a un sexo clandestino y perverso.
Aquella reunin de la parroquia, la primera organizada por la comisin, fue exitosa
si pudiramos compararla con las que se sucedieron. Al menos fuimos todos. Estbamos en
una de las esquinas de la mesa de nuestro curso se juntaban todas las promociones a la vez
, el cabezn Caranta, Ale Gonzlez, Juan Benedetto y yo. No hay mucho ms que contar que
no fuera lo que siempre decamos en cada una de las reuniones: que tal se compr el auto,
que tal otro se mud al barrio desde el centro porque no poda con los gastos centrales, que
yo tena que dar clases hasta la noche para poder sobrevivir, que el cabezn ya se inyectaba
insulina dos veces por da; a sus espaldas rumorebamos que la enfermedad con el correr de
los aos poda dejarlo ciego. La venta de la campana, el noviazgo del alemn con la herma-
na de otro compaero. Despus se iba la noche horadando el tiempo reciente para volver a
rer, esperando que apareciera Tito que sin duda era el xtasis de la ceremonia, el auto negro
estacionando en la puerta, un Mercedes o un BMW, daba lo mismo. Representaba la suerte,
el xito, el billete de lotera con el que habamos ganado y al repartirlo no haba ms premio
que la sensacin de gloria cercana, el orgullo de habernos sentado alguna vez a su lado en el
aula y ahora en las cenas de la parroquia.
La iglesia tena una campana de bronce; era una aventura pica subir por las escaleras
de la torre para verla, esquivar el despegue sorpresivo de las palomas, hacerlo en silencio
para no ser descubiertos. No podra precisar el peso, s que era gruesa como un tambor de
cincuenta litros y alta como un hombre. El cura prroco de ese entonces pretenda hacer un
viaje de formacin al Vaticano y precisaba fondos para costearlo. Pidi autorizacin para
vender la campana a una fundicin y se la otorgaron. Vio de cerca al santo padre, viaj un
poco ms por Europa y de regreso renunci para casarse con una de las mujeres de la comiti-
va. Cuando el cabezn lo contaba no poda esconder el regocijo, ms an cuando recordaba
que todos en el colegio estaban indignados, como si de alguna manera se hubiera vengado
de la moralidad que repetamos en cada palabra oficial, como si eso alguna vez nos hubiera
importado.
Unos meses despus lo encontr al cabezn Caranta en un mnibus. Era el primer
promedio del curso. Cuando tenamos evaluacin de fsica o matemticas terminaba la
suya en quince minutos y se molestaba por pasarnos todos los resultados, aunque hubiera
temas distintos. Antes de que me reconociera entre el tumulto, me detuve a observarlo:
aferrado al pasamano, mirando a travs de la ventanilla, temblando como todos por el
empedrado. Era un hombre. Haba salido de trabajar de su oficina funeral y pensaba en los
hijos que esperan en el living, en la cena y las conversaciones gastadas y previsibles de
todas las cenas, en el dinero, en la salud. Llevaba bajo el brazo una caja de vino envuelta
en una bolsa de nylon. Probablemente necesitaba tomar varios tragos para poder dormir y
levantarse lo ms descansado posible. Se haba esfumado, no s cundo exactamente, el
mejor promedio, su carpeta prolija, la suave y convincente desfachatez de quien lo puede
casi todo.
Haba otros distinguidos, otros que tenan el privilegio de ser abanderados o escol-
tas. Galetto y el alemn. El segundo lleg a quinto ao de medicina. El padre era mdi-
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co. Una inteligencia clara y solvente que ejerca con naturalidad. Resolva los ejercicios
como quien desenreda un nudo. Quiz los dems, incluso el pequeo grupo de adictos a
la aplicacin que solamos excluir, hacan un gran esfuerzo en llegar al nivel en el que
competan. l no. Simplemente era as. Nos enteramos de todo en la segunda reunin de
la parroquia. La hermana de un compaero, su pareja desde los diecisis aos, lo haba
dejado. En ese momento, cuando oa el relato inverosmil entr en el seminario, dej la
carrera, est en una abada de Entre Ros pens en la angustia como una inundacin, su
volumen llegando a todos los rincones, cubriendo familias, llevndose muebles, haciendo
imposible lo que hasta haca unos instantes era sencillo. Despus, en su retirada lenta y
dolorosa, dejando la tristeza de la destruccin, de la enfermedad. Tambin pens, acaso
para consolarme, que al menos no sera un buen sacerdote, sino un hombre despojado de
fanatismos y de vicios. Lo pude comprobar cuando lo visitamos en el convento de San
Lorenzo. Estaba rodeado de chicos, jugando al ftbol; los corra con una rama de laurel,
los chicoteaba riendo.
Galetto era diferente: introvertido, invisible; esas personas que tan slo rellenan
las historias, sus nombres colgando de los dems. A veces su silencio era sensato y la
sensatez a esa edad es un valor que recuperamos cuando hemos perdido la juventud. Fue
a todas las reuniones, hasta que no lo vimos ms. Estaba preso. Haba robado un televisor
de la empresa de electrodomsticos para la que trabajaba. Podran haberlo echado sin
indemnizarlo, podran haberlo dejado en la calle con sus tres hijos y su mujer sin carta
de recomendacin, incluso con una carta firmada por el directorio que dijera que haba
robado, que haba traicionado la confianza de la empresa familiar que le haba abierto sus
puertas. Pero la decisin fue un cuchillo que rasg la carne hasta el hueso, un escombro
imposible de levantar.
La fiesta de anoche estaba presentada de una manera distinta, hubo un esfuerzo
de la comisin para despertarla de la agona en la que haba cado en las ltimas: una se-
guidilla brillante de luces colgando de los pinos del patio, cada mesa sealada con el ao
de la promocin y de regalo la foto oficial del curso para cada asistente. Los ojos de los
muchachos, mis ojos, fijos al disparo de la mquina; una sonrisa genuina, una inconcien-
cia legtima y despierta, un puado de voluntad y de alegra desprevenida comenzando a
tambalear en las veredas desparejas, despertando cada maana hasta el sbado con otra
intencin y otros deseos.
Vi la foto y comprend por qu desisto de reunirme con viejos afectos que ya no lo
son. Para resistir esta nostalgia agria y comedida que nos advierte de lo que se extraa y no
vuelve y de lo que indefectiblemente vendr.
Vimos entrar al cabezn por la puerta iluminada, lo vimos vacilando entre las sillas
de madera, buscando nuestra mesa que estaba en el fondo del patio, casi mezclndose con
la oscuridad de las plantas. Le hacamos seas para no incomodar con los gritos. No poda
vernos. Parado en medio del patio, como alguien que est perdido, intentando una sonrisa
que iba desdibujndose, deviniendo en una mueca frgil y triste. Despus de girar la cabeza
varias veces se sent en una de las primeras mesas vacas, obligando las burlas silenciosas
de los que esperaban en el lugar correcto. Decidimos no mirarnos para no soltar esa piedad
molesta y miserable que debilita an ms. Lo fuimos a buscar. Lo abrazamos y caminamos
juntos hasta nuestro lugar; sent su mano aferrarse con celo de mi brazo.
Todo despus fue igual, aunque un histrinico promocin ochentaicinco haya in-
tentado un show de humor, chistes trillados y burdos; aunque hayan proyectado un monta-
72
je de los viajes de estudio sin interesar a nadie, salvo a los que podan verse en la pelcula,
avergonzndose o riendo de aquella vieja torpeza. Cuando nos resignamos a ese nmero
de concurrentes, la mesa desierta y rida, los platos y algunas botellas transparentes man-
chando la punta del mantel, lo record. Comenc a contarlo atorado, con entusiasmo,
acaso con el compromiso de quebrar los silencios, de quitarle de encima al cabezn el
peso de las miradas, las miradas que no poda ver. Lo hice con algo que todos habamos
olvidado, como un arma secreta, como una esperanza. Fue una maana en la que haba
faltado la profesora de contabilidad; no podan adelantar otras asignaturas y no queran
correr el riesgo de que permaneciramos sueltos dentro del colegio. No nos permitieron
entrar y nos dijeron que volviramos para el primer recreo. Eran las ocho de la maana.
Fuimos caminando por calle Mendoza hasta San Nicols y de all a la plaza: las vidrieras
llenndose de luz, las personas a otra velocidad, los semforos brillando todava en la
agona de la sombra. Todo el curso, sin excepcin. Fumamos en las hamacas, solos en la
manzana de rboles y arena, arrancndonos los pedazos atorados de niez. Quisimos aso-
marnos a la escuela de las monjas, un intento vano y desganado que no prosper. Cuando
volvamos al colegio encontramos un rbol de naranjas que asomaba desde una casa, en
la calle 3 de febrero. Las ramas sobresalan del tapial, los brazos verdes sosteniendo las
frutas de un color extrao para el invierno. Entonces fue como si todos supiramos qu
iba a pasar, como cada reunin en esa parroquia de mierda, cada segundo que cruzaba la
aguja sin que alguien llegara, todos conociendo el futuro de la prxima hora. Uno salt el
tapial y comenz a arrojar las naranjas hacia afuera. Llenamos los sacos, los bolsillos del
pantaln, las mochilas. Veintiocho jvenes cargados de naranjas. Llegamos al colegio y
subimos al segundo piso; all estaba nuestro saln. El vrtigo, la impaciencia. Esperamos
a que todos salieran al recreo y entramos a los salones cuyas ventanas daban al patio, y el
patio se abra como un mapa, cada punto con nombre apellido, curso y ao: los de primero
jugando al ftbol con un bollo de papel, los de cuarto conversando en pequeos grupos,
los preceptores mirando alrededor, como si de ellos dependiera el delgado y sensible hilo
de la conducta. Abrimos fuego. Las naranjas cruzaban el espacio como meteoritos, man-
chas oscuras que reventaban y salpicaban contra las paredes, el mosaico, los uniformes
grises. Despus del desconcierto, de las primeras escondidas, comenzaron a responder
desde abajo y todo fue una guerra, nuestro Verdn. Quin sabe qu naranjazo a los precep-
tores despert esa extraa coincidencia, ese deseo comn de orientar la descarga contra la
autoridad, entonces todos los proyectiles fueron sin retorno al rbol absurdo que pretenda
esconderlos. Los saltos ridculos, los gritos, las risas. El timbre acab con todo. Hubo ex-
tensas y agotadoras investigaciones. Hubo un perfume cido y dulce en los salones. Hubo
la maravillosa idea de olernos las manos a todos para encontrar los culpables y de ser as,
hubieran tenido que expulsar a todo el colegio.
Re. A veces no sabe o no desea saber si estas cosas realmente ocurrieron o si las in-
vento para dulcificar la maana. Cuando re regresa en ella, en la luminosidad de su boca, un
resabio de lo que encontr tantas veces en los umbrales, en la luz mezquina y perfecta de las
esquinas. Me acerco a su espalda cuando deja que el agua caiga sobre las tazas sucias, sus
manos palpando ahora la tibieza del curso cristalino. La tomo de la cintura y apoyo mi cabeza,
con los ojos cerrados, sobre su nuca. Pienso en cmo puede s que puede continuar cada da
desde el despertar, salir a la calle a hacer lo que debemos hacer y volver a casa a no hacerlo,
a decidir otras cosas, a soar con mojarnos un poco con otra lluvia, otro viento. Ella corre
despacio mis manos y se aparta con delicadeza, mientras pone otra vez la pava en el fuego.
73
Laboratorio integrador
Para este ltimo laboratorio hemos seleccionado un fragmento del libro de Osvaldo
Bayer, Los vengadores de la Patagonia trgica, en el que se presenta una de las situaciones
conflictivas previas a la intervencin militar en dicho territorio. Realicemos una lectura
atenta del mismo:
BLOQUEO AL PROTERVO
Que puesto en el pedestal de la ignorancia nos a (sic) llamado
barrenderos, hasta que no desmienta dicho epteto y reconozca que somos dignos de respeto
y respetamos por qu
Al hotel Francia
FIRMES HASTA QUE ARREGLE O .
Compaeros y simpatizantes
Ojo con el auto N 28 de alquiler!
es un Angelito
LA COMISIN
74
El primero en darse por vencido fue el dueo del hotel Francia. Pero quedaban dos
bloqueados, el Grand Hotel y el Espaol. Y a ellos cuando quisieron arreglar les aumen-
taron las exigencias. En este ltimo caso, el propietario don Serafn Zapico viendo que o se
renda o tena que cerrar el hotel, fue a verlo al juez Vias para ver qu le aconsejaba. Vias
qued en arreglarle el asunto y al otro da le comunic que fuera a la Sociedad Obrera, que
Soto y su gente lo iban a recibir. El atribulado comerciante fue hasta all y Soto le seal
que la nica forma de arreglar era pagndole a los 4 obreros huelguistas del hotel todos los
sueldos cados por el paro y retomarlos de nuevo. Zapico fue a verlo a Vias y ste le dijo
que era la nica manera de arreglar el conflicto. De manera que Zapico baj la testuz y pag.
Luego, en declaracin ante la polica en la investigacin que hizo iniciar Correa Falcn
Zapico se quejar de la actitud parcial del juez.
Pero peor le ir al dueo del Grand Hotel. Manuel Arbarellos, desesperado por el ce-
rrado bloqueo en que lo mantiene la Sociedad Obrera tambin recurre al juez Vias. Vias
le aconsejar que la nica manera de arreglar es ir al local de la Sociedad Obrera, y hablar
con Antonio Soto. Segn posterior declaracin de Albarellos (sic) a la polica, all, cuando
entr, los miembros del sindicato lo rodearon, lo insultaron y lo amenazaron y le sealaron
que la nica manera de arreglar era ponindose con 3.700 pesos.
El desesperado hotelero 3.700 pesos en aquel tiempo era una suma muy importan-
te recurre entonces nuevamente al juez Vias quien le dice que no se desespere, que l va a
arreglar el asunto. En efecto, Vias luego de entrevistarse con los dirigentes obreros le dice
al hotelero que le ha conseguido una rebajita y que en vez de 3.700 pesos tendr que poner-
se con 2.500 pesos. Y para cumplir con la ltima etapa de su calvario, el recalcitrante patrn,
acostumbrado a tratar como sirvientes a sus trabajadores tendr que hocicar e ir hasta el local
anarquista y frente a la algaraba de los obreros en asamblea se har la ceremonia y el galle-
go hotelero tendr que entregarle al gallego Soto la suma de 2.500 pesos que sern religio-
samente contados. Luego Soto le dice que se puede retirar que le van a levantar el bloqueo.
Sin duda, para esos hombres bien proletarios, acostumbrados a vivir el lado flaco de
la vida, esos triunfos deban gustar a gloria79.
1. Cules son los sucesos que aparecen destacados? A quin/es beneficia o enal-
tece el relato y a quin/es desprestigia?
2. Por qu considera que se transcribi el volante que aparece en forma ntegra?
Qu otros documentos concretos son mencionados directa o tangencialmente
pero no se encuentran citados literalmente?
3. Existen pruebas de la afirmacin: el boicot estaba bien organizado? De qu
forma se sostiene dicho aserto?
4. En dos columnas, organice a los antagonistas que postula el relato de Bayer y, en
cada una de ellas, transcriba las referencias que se realizan sobre los miembros
de cada uno de los grupos. Qu imagen se construye de la Sociedad Obrera y de
Antonio Soto?
5. De qu manera podran reescribirse ciertos pasajes si se tuviera la intencin
de alterar los valores y menoscabar, por ejemplo, la actuacin de Vias o, en su
lugar o complementariamente, desacreditar las formas de accin de la Sociedad
Obrera y/o de Soto?
79. Bayer, Osvaldo. (1972). Los vengadores de la Patagonia trgica. Buenos Aires: Galerna, pp. 75-77.
75
6. El fragmento escogido es significativo en cuanto a las diversas estrategias de uso
del lenguaje.
6.1. En qu casos se utilizan las comillas? Qu valor tienen en las distintas oportu-
nidades?
6.2. Cmo estn empleadas las expresiones baj la testuz y hocicar? Qu tipo
de expresiones son? Por qu cree que se las utiliz?
6.3. Existen diferentes tiempos verbales en el relato? Cmo se emplean? Qu
valor tiene el uso del futuro en el fragmento subrayado?
7. Qu funcin cumple el prrafo, de carcter reflexivo, que cierra el episodio?
76
Referencias bibliogrficas
Materiales de lectura
77
Cortzar, Julio. (1994). Historia de cronopios y de famas. Buenos Aires: Editorial Sudame-
ricana.
Gngora, Luis de. Soneto 14. En Antologa potica. (1994). Barcelona: RBA Editores.
Levi, Primo. (2010). Si esto es un hombre. Barcelona: Ocano.
Mujica Lainez, Manuel. (1951). El hambre. En Misteriosa Buenos Aires. Buenos Aires:
Sudamericana.
Onetti, Juan Carlos. (1984). Bienvenido, Bob. En Tan triste como ella. Barcelona: Edito-
rial Seix Barral.
Pavese, Cesare. (1976). El oficio de vivir. Buenos Aires: Siglo Veinte.
Pigafeta, Antonio. Primer viaje en torno del globo. (1971). Buenos Aires: CEAL.
Roa Bastos, Augusto. (1992). Vigilia del Almirante. Buenos Aires: Editorial Sudameri-
cana.
Schmidl, Ulrico (Utz). Derrotero y viaje a Espaa y las Indias (Traduccin y comentario
del manuscrito original alemn de 1554 por Edmundo Wernicke). (1950). Santa Fe:
Instituto Social - Universidad Nacional del Litoral.
Thomas, Hugh. (2004). El imperio espaol. Buenos Aires: Planeta.
Fragmento N 1:
Roa Bastos, Augusto. (1992). Vigilia del Almirante. Buenos Aires: Editorial Sudamericana,
p. 176.
Fragmento N 2:
Pigafeta, Antonio. Primer viaje en torno del globo. (1971). Buenos Aires: CEAL, p. 18.
Fragmento N 3:
Schmidl, Ulrico (Utz). Derrotero y viaje a Espaa y las Indias (Traduccin y comentario
del manuscrito original alemn de 1554 por Edmundo Wernicke). (1950). Santa Fe:
Instituto Social - Universidad Nacional del Litoral, pp. 47 y 48.
Fragmento N 4:
Thomas, Hugh. (2004). El imperio espaol. Buenos Aires: Planeta, p. 158.
Fragmento N 5:
Mujica Lainez, Manuel. (1951). El hambre. En Misteriosa Buenos Aires. Buenos Aires:
Sudamericana.
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Captulo 3
El lenguaje y su lgica
Como anticipan los epgrafes precedentes, nuestro punto de vista sobre ese fenme-
no imposible de definir unvocamente que es el lenguaje nos lleva a postularlo como un
proceso continuo de creacin significativa de la realidad. Mediante la enunciacin2, el
1. El lenguaje es un proceso de libre creacin; sus leyes y principios estn fijados, pero la manera en la cual los prin-
cipios de generacin son usados es libre e infinitamente variada. Incluso la interpretacin y el uso de las palabras
implican un proceso de libre creacin. La traduccin es nuestra.
2. Para sealar a qu nos referimos mediante el trmino enunciacin, primero resulta necesario aclarar, siguiendo los
lineamientos generales propuestos por el Programa Universitario de Alfabetizacin y Escritura Acadmica, que
establecemos tericamente una distincin entre dos dominios de anlisis: oracin/enunciado. Por un lado, el cons-
tructo oracin nos permite abordar la palabra entendida como unidad de la gramtica, considerada independiente-
mente de su circulacin (sin la estimacin de quin habla, cundo, cmo ni dnde). Por otro lado, consideramos el
enunciado como unidad de la comunicacin discursiva. -como palabra situada en la contextura espacio-temporal,
con atribucin de propiedad y socialmente orientada. Esta propiedad del enunciado ya sealada por Bajtn supone
que un signo importante (constitutivo) del enunciado es su orientacin hacia alguien, su propiedad de estar des-
tinado a diferencia de las unidades significantes de la lengua la palabra y las oraciones que son impersonales,
no pertenecen a nadie y a nadie estn dirigidas, el enunciado tiene autor (y, por consiguiente, una expresividad) y
destinatario. [] todos estos tipos y conceptos de destinatario se determinan por la esfera de la praxis humana y de
la vida cotidiana a la que se refiere el enunciado. (Bajtn, Mijail. (1998). El problema de los gneros discursivos.
79
lenguaje permite no solo intervenir el mundo, sino alterar la consistencia ontolgica3 de sus
elementos, reorganizar la jerarqua de prestigio de sus aspectos hegemnicos o marginales,
o sea construir todos los aspectos y aristas de eso que llamamos (obviamente, mediante el
lenguaje) realidad:
El lenguaje, por lo tanto, podra pensarse como una forma de habitar el mundo, ese
mundo que el lenguaje crea y dota de sentido. En contraste, una concepcin simplemente
instrumental y referencial del lenguaje, donde la descripcin de sus elementos abunde en
categoras vanas, obligadas por el afn clasificatorio totalizador a la eterna multiplicacin5,
termina por reducir el lenguaje a una serie de esquemas que no reparan en las circunstancias
de enunciacin6, por atribuirle una transparencia imposible, por desestimar su funciona-
miento genrico-discursivo y por ignorar su dimensin argumentativa.
Respecto de la nocin de gnero discursivo, dir Bajtn que el uso de la lengua se lle-
va a cabo en forma de enunciados (orales o escritos) que, como pertenecen a las distintas es-
feras de la praxis vital humana, reflejarn las condiciones especficas y el objeto de cada una
de ellas, tanto en su contenido temtico, como en su estilo y composicin. Por lo tanto, por
En Esttica de la creacin verbal. Mxico: Siglo XXI. 1998, p. 285). As se producen dos modos de significar:
en el dominio oracional la palabra es portadora de un solo significado, mientras que en el dominio del enunciado
la palabra est investida de sentidos dependientes del contexto espaciotemporal, las circunstancias enunciativas,
la orientacin hacia el interlocutor, y por lo tanto, los sentidos son nicos cada vez, histricos, no repetibles en la
sucesivas ocurrencias (Cf. Prez y Rogieri, captulo 1 de este volumen). De esta manera, cuando hablamos de enun-
ciacin nos referimos a la puesta en funcionamiento del aparato formal de la lengua por medio de actos individuales
de utilizacin, este acto de apropiacin, de inscripcin en el lenguaje que todo hablante realiza al autodesignarse
como yo. Ello supone la conversin individual de la lengua en discurso (el paso del dominio oracional al dominio
enunciativo). Se trata de un proceso que no puede darse sin la instauracin de un otro como destinatario y sin
cierta relacin con el mundo con el contexto, la situacin enunciativa y sus coordenadas espacio-temporales. (Ben-
veniste, mile. (2008). El aparato formal de la enunciacin. En Problemas de Lingstica General II. Mxico:
Siglo XXI, pp. 82-91).
Adems, tenemos en cuenta a la performatividad como efecto inherente y constitutivo de la enunciacin, en la
medida en que la palabra enunciada crea la propia realidad referida. Cf. captulo 1 de este volumen.
3. En trminos generales, la ontologa es la rama de la metafsica que se encarga de estudiar la existencia en todas sus
dimensiones, o sea, cules entes existen y cules no. Cuando hablamos de consistencia ontolgica nos referimos a
la potencia que tiene el lenguaje para alterar esa consideracin posible de los elementos de la realidad o entes como
realmente existentes.
4. Cf. captulo 1 de este volumen.
5. Aqu valdra recordar la lex parsimonia o principio de economa, atribuido al filsofo William de Ockham (1280
1349) de quien ha recibido el nombre mucho ms clebre de Navaja de Ockham que establece, en sus formula-
ciones ms conocidas, las siguientes mximas: entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem (los entes no se
deben multiplicar ms all de su necesidad) y tambin: pluralitas non est ponenda sine necessitate (la pluralidad no
se debe postular sin necesidad).
6. Con circunstancias de enunciacin nos referimos al acto por el cual se pasa de los significados neutros y nicos
de la lengua al sentido que adquiere la palabra mediante la apropiacin, orientacin social y contextualizacin
espaciotemporal que se da en el enunciado (ver nota n 2 ).
80
ms que cada enunciado separado sea individual, cada esfera de la comunicacin humana
establece sus tipos relativamente estables de enunciados: los gneros discursivos. Estos son
primordialmente heterogneos hay tantos como esferas de la comunicacin humana pue-
dan establecerse, ya que pertenecen al discurso vivo. Sin embargo, por esto mismo estn
revestidos de un carcter dialgico, ya que toda comprensin de un enunciado viviente tiene
carcter activo de respuesta, todo oyente se convierte en hablante estableciendo as cadenas
de comunicacin discursiva7. Lo importante es resaltar, como dice Bajtn, que:
Por eso no podemos desestimar la retrica genrica propia de cada enunciado, como tam-
poco es posible ignorar la dimensin argumentativa del lenguaje, ya que toda palabra es o
busca ser persuasiva, y conlleva, por lo tanto, la voluntad de afectar al otro hacia el cual est
orientado todo discurso. De esta manera, la argumentacin no se considera un mero sobrea-
adido a la superficie desnuda del lenguaje, como si existiera un grado cero, un momento
de materialidad lxica pura, siempre idntico a s mismo, sin historia ni insercin en la ca-
dena dialgica de la comunicacin discursiva, sobre el cual se pudieran inscribir las formas
del persuadir. Se trata de una propiedad de la palabra en uso que convierte al lenguaje en un
medio de construccin de lo real9.
Siempre desde una perspectiva de reflexin metalingstica10, debemos acercarnos al
significado que produce la palabra en la oracin mediante una operacin de reconocimiento
de lo mismo, lo estable o regular, que se realiza al describir, o sea, al identificar unidades y
establecer sus relaciones, para, finalmente, llegar a la comprensin de los sentidos cada vez
nicos, histricos, situados, que se dan en el dominio del enunciado mediante una operacin
de inscripcin (lo cual implica remitir el caso a un sistema de relaciones). En trminos meto-
dolgicos, describir requiere de la operacin complementaria de inscribir, hecho que supone
dos tipos de anlisis: identificativos y constructivos11.
Por lo tanto, recordando las palabras de Chomsky presentes en el epgrafe que inaugura
este texto, debemos tratar de reconocer las reglas y principios propios del funcionamiento del
lenguaje12, pero sin perder de vista las posibilidades de creacin que la puesta en uso de ese
lenguaje permite. Porque la lgica de su funcionamiento no constrie sino que proporciona po-
sibilidades, lneas de orientacin, para la organizacin del discurso que efectivizan su dimen-
sin argumentativa. Esto afecta a todos sus aspectos. Incluso a la lgica de la conectividad.
81
Es importante no considerar a los conectores como meros elementos ligativos cuya
simple colocacin sintagmtica13 basta para vincular enunciados en distintos grados de
proximidad u oposicin, sin reparar en las mltiples relaciones lgico-semnticas que com-
portan. Ahora, ya que estas relaciones suelen variar ampliamente en matices de significado
de acuerdo a las condiciones de enunciacin, tambin se corre el riesgo de incurrir en pro-
liferaciones categoriales de una abundancia inabarcable (ver nota n 5) que hace imposible
encontrar en los distintos esfuerzos de esquematizacin de las gramticas dos clasificacio-
nes iguales, con lo cual fracasa la descripcin de la regularidad. Importa detenerse en las
relaciones lgico-semnticas que establecen los conectores, ms que pasar revista a la in-
mensa nmina de sus clasificaciones semnticas posibles, ya que el papel de los conectores
en el lenguaje siempre ha tenido implicancias ideolgicas serias.
En qu sentido afirmamos esto? Pensemos en algunos de los momentos discursivos
decisivos para el desarrollo de la historia del pensamiento occidental, aquellos enunciados
que establecieron rupturas fundamentales, que cambiaron el mundo, o al menos hicieron
que variara la concepcin que de este se tena, resignificndolo hasta alterar su lgica de
funcionamiento. O sea: pensemos en esos momentos como cuando Coprnico, bsicamente,
descentr el mundo al decir: El movimiento de la tierra sola basta, por tanto, para explicar
tantas desigualdades aparentes en los cielos.
Ese conector de consecuencia establece la relacin entre una observacin emprica
primaria (la tierra se mueve), o sea, un hecho que en s mismo implica o tiene el efecto
de dilucidar todas las desigualdades celestes que siglos de astronoma y cosmologa no
haban dado en explicar, al menos no fuera de la lgica atemporal y divina de los relatos
mitolgicos. Esa consecuencia instaurada por el conector por tanto implica, a su vez, que
las irregularidades fueron la causa de la investigacin que llev a descubrir el movimiento
de la tierra y ese descubrimiento, sabemos, no fue ni simple ni inocente y llev a una rup-
tura fundamental en la concepcin del mundo, del hombre y de sus lugares respectivos en
el cosmos. Esa consecuencia conlleva en s misma ms consecuencias de lo que la simple
frase propone. Incrustada en la cadena de enunciados de la comunicacin del discurso cien-
tfico est oponindose a siglos de pensamiento geocentrista, a la cosmologa aristotlico-
ptolomeica, a la concepcin cmoda y tranquilizadora de la plenitud de un universo cerrado
en su esfericidad y unicidad.
En una lnea de continuidad con esta ruptura, la famosa frase atribuida a Galileo
Galilei, Eppur si muove (y, sin embargo, se mueve), supuestamente pronunciada en aquel
infame juicio inquisitorial donde fue obligado a abjurar de sus postulados heliocntricos,
suele ser interpretada, ms all de su tentativa veracidad, como un ejemplo de resistencia
ideolgica ante las verdades absolutas instauradas por el terror de la autoridad. El conector
a principio de enunciado, ese y sin embargo, opone a toda una estructura de pensamien-
to basada en la terquedad de la dogmas establecidos, una evidencia emprica, una nueva
terquedad que podramos llamar positiva o cientfica que descansa sobre el amparo de
13. O sea, su mera colocacin en la sucesin encadenada de palabras en el discurso. Tradicionalmente se ha entendi-
do que las diferencias y relaciones entre trminos se despliegan en dos esferas distintas que corresponden a dos
formas de nuestra actividad mental, ambas indispensables a la vida de la lengua: las relaciones sintagmticas y las
relaciones paradigmticas. Aqu nos referimos al primer tipo de relaciones, o sea, a las palabras que en el discurso
contraen entre s, en virtud de su encadenamiento, relaciones fundadas en el carcter lineal de la lengua, que exclu-
ye la posibilidad de pronunciar dos elementos a la vez. Se trata de los elementos que se alinean uno tras otro en la
cadena del habla en combinaciones basadas en la extensin llamadas sintagmas.
82
lo inevitable: el movimiento existe (ha sido comprobado) y seguir su curso aunque de l
se abjure, aunque la censura de la fe lo vuelva tcito, porque podr lograr silencio pero no
anulacin, ya que es incontrovertible. Las consecuencias de ese momento histrico (sea o
no de leyenda) se advierten en el desplazamiento del eje de verdad discursiva, en el nuevo
lugar hegemnico que los discursos cientficos van a ir conformando en las sociedades occi-
dentales, produciendo un franco desplazamiento de la verdad dogmtica de la religin, hacia
la fe indispensable en la comprobacin cientfica, lgico-racional, cuyo creciente prestigio
sentar las bases de las nuevas concepciones de mundo de la modernidad.
Pero este racionalismo de la modernidad no puede pensarse sin la frase que firm
su certificado de nacimiento, sin la mxima que performativamente lo crea. Nos referi-
mos, obviamente, al cogito ergo sum (Pienso, por lo tanto existo) de Descartes, donde
la posesin humana de la razn implica, por mediacin del conector de consecuencia ergo,
la posibilidad de la ontologa. La conexin lgico-semntica que ergo establece entre dos
predicados mnimos14 (pero de una importancia singular para la nueva configuracin ideo-
lgica del mundo) implica una relacin de causa/efecto entre el ejercicio del pensamiento
y la comprobacin del ser. Los desarrollos filosficos y psicoanalticos posteriores sobre el
concepto de inconsciente derrocaron esta omnipotencia de la razn, es cierto, pero eso, ya
es otra historia.
Lo que queremos destacar con estos pocos casos es la trascendencia e incidencia
histrica de las palabras puestas en discurso, que es ideolgica, est anclada en un contexto
que la dota de particularidades socio-histricas determinadas y posee repercusiones e im-
plicancias particulares. Las modalidades del uso del lenguaje comportan injerencias espec-
ficas en la constitucin de la realidad tal y como la percibimos, y as sucede con todos sus
trminos, incluso con estos elementos mnimos de relacin que son los conectores. Porque
si Coprnico no hubiera formulado, dentro de la retrica propia de su disciplina cientfica,
su comprobacin del movimiento de la tierra de la manera en que lo hizo, o si Descartes no
hubiera implicado mediante un conector consecutivo la relacin necesaria entre razn y ser,
y hubiera establecido otra relacin lgica posible entre los trminos, el mundo se habra
significado histricamente de la misma manera?
En los siguientes apartados abordaremos algunas de las relaciones fundamentales
que, a nivel de la oracin y del enunciado, se establecen mediante el uso de conectores. Si
bien las posibilidades de relaciones semnticas establecidas a partir de conectores son vas-
tas, nos centraremos especialmente en las relaciones lgicas de causa/consecuencia, por un
lado, y temporales, por otro.
El problema de la denominacin
Sabemos, entonces, que existe una serie de piezas lingsticas que suelen ser de-
finidas a partir de su propiedad de establecer conexin entre enunciados o conjuntos de
enunciados mediante distintas relaciones semnticas. Sin embargo, lo que suele variar es la
denominacin que se utiliza para definir a estos elementos. Por lo tanto, es posible suponer
que las variaciones de nomenclatura sugieren diferencias considerables en el punto de vista
desde el cual se aborda su funcionamiento discursivo.
83
Por un lado, se suele hablar de enlaces extraoracionales, relacionantes supraoracio-
nales o marcadores discursivos (ver Anexo N 1). En todos los casos se trata de elementos
que conectan dos enunciados o grupos de enunciados indicando, adems, el sentido de la
conexin. As, un marcador como adems, por ejemplo, establece una relacin semntica de
adicin de informacin, es decir, sabemos que a partir de adems se establecer un elemento
que suma o aade a lo que se vena enunciando previamente.
Otra particularidad que los caracteriza es que se sitan en el margen oracional, o sea,
aparecen separados entonacionalmente del resto de la oracin:
15. Garca Negroni, Mara Marta (coord.). (2001). Acerca de la conjuncin. En El arte de escribir bien en espaol.
Manual de correccin de estilo. Buenos Aires: Edicial, pp. 415-416.
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cin se produce entre elementos con distinto valor semntico: el mismo marcador aditivo
adems se combina con un marcador de ejemplificacin que modaliza el aadido de infor-
macin, sugiriendo que puede haber tambin otros argumentos esperanzadores posibles16.
Los marcadores discursivos funcionan como guas de la enunciacin, permiten per-
cibir intenciones, conexiones, apelaciones y, por lo tanto, ms que como simples elementos
de estructuracin, funcionan como pistas para la adecuada recepcin. Podemos encontrar
marcadores que desempean funciones distintas:
a) Marcadores discursivos que contribuyen a la organizacin global del enunciado:
se los suele denominar organizadores discursivos, u organizadores de la infor-
macin, pero tambin se los considera conectores metatextuales porque no se
orientan a la conexin del contenido de los enunciados sino al desarrollo mismo
de la enunciacin17. Por lo tanto, sirven, entre otras operaciones posibles (ver
Anexo N 1), para ordenar la informacin, para continuar con un desarrollo, o
para recapitular o concluir la argumentacin. Estas marcas organizativas se pue-
den apreciar en los siguientes ejemplos:
b) Marcadores que introducen operaciones discursivas particulares: se trata de los
elementos que indican la posicin del enunciador ante su propio enunciado o bien
orientan hacia un tipo concreto de tratamiento de la informacin21. Los marcado-
res sealados en los ejemplos siguientes sirven, por lo tanto, para visualizar las
intervenciones deliberadas del emisor sobre su discurso la expresin explcita
de una opinin personal, la confirmacin de un argumento o la manifestacin de
seguridad o certeza acerca de un dato:
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En mi opinin, sin embargo, no puede existir una sola teora capaz de abar-
car toda la diversidad de mitos []22.
[marcador de expresin de punto de vista]
Es evidente que las diversas teoras monolticas acerca de los mitos no pue-
den aplicarse indiscriminadamente aunque muchas tienen diversas aplica-
ciones legtimas23.
[marcador de manifestacin de certeza]
La relacin semntica entre los enunciados puede estar dada por la misma disposi-
cin lineal, sintagmtica, de la lengua. Este ordenamiento sucesivo permite que los mismos
hablantes establezcan los enlaces necesarios entre enunciados mediante inferencias26. Mien-
tras que en el dominio de la oralidad los marcadores y/o conectores lgicos pueden estar
implcitos gracias al apoyo del entorno entonativo, gestual y contextual que complementa el
discurso, en la escritura se puede prescindir de ellos gracias al uso del asndeton, es decir, la
yuxtaposicin de segmentos textuales cortos:
-Juan viene?
- Como siempre, est ocupadsimo.
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Existen distintos tipos de insectos que varan en funcin del tipo de acti-
vidad que desempean. Las hormigas presentan un tamao pequeo, se
distribuyen por todos los ambientes y comen distintos alimentos. Las ter-
mitas u hormigas blancas se alimentan de madera o papel y se asemejan en
apariencia y hbitos a las hormigas.
En el primer caso, la situacin de dilogo inmediato permite que la relacin lgica de causa-
lidad no est explicitada mediante un conector de causa. Esta relacin debe ser inferida por
el hablante, que puede deducir lgicamente la relacin gracias al tono, la gestualidad y los
conocimientos compartidos que sostiene con su interlocutor. De esta manera, puede enten-
der que la ausencia de Juan se debe a sus ocupaciones permanentes (Juan no viene porque
est ocupadsimo).
En el segundo caso, mediante el recurso del asndeton se presentan enunciados yuxta-
puestos que podran reorganizarse con marcadores y conectores que hicieran ms explcitas
las relaciones que sostienen entre ellos:
Para empezar, existen distintos tipo de insectos que varan en funcin del
tipo de actividad que desempean. Por un lado, las hormigas presentan un
tamao pequeo, se distribuyen por todos los ambientes y comen distintos
alimentos. Por otro, termitas u hormigas blancas se alimentan de madera o
papel y se asemejan en apariencia y hbitos a las hormigas.
27. Calsamiglia Blancafort, Helena y Amparo Tusn Valls, op. cit., pp. 245-246.
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<Como no lleg a tiempo>, perdi el vuelo.
(causa) (consecuencia)
[como introduce una subordinada causal]
Las relaciones que se establecen entre estas proposiciones marcan una interconexin
fuerte donde la relacin semntica bsica es idntica: el hecho de llegar tarde siempre se
mantiene como la causa del hecho de perder el vuelo, que se convierte, por correspondencia
lgica, en la consecuencia de la impuntualidad. Dado que ambos tipos de proposiciones
sostienen entre s la misma relacin lgico-semntica, los conectores causales y consecuti-
vos sirven para sealar qu aspecto de dicha relacin se focaliza (ver Anexo N 4). Veamos
algunos ejemplos del uso de los conectores causales28:
En el primer caso, el conector puesto que introduce una subordinada que contiene la causa
que explica o justifica la afirmacin contenida en la proposicin31 inmediatamente anterior.
De esta manera la relacin lgico-semntica que se da entre enunciados se podra esquema-
tizar de la siguiente manera:
28. Los ejemplos con los que trabajaremos en los siguientes apartados son traducciones, y trataremos de dilucidar las
conexiones semnticas que hacen a su sentido desde el texto de la traduccin. Dado que en el recorrido acadmico
de las carreras universitarias es habitual y a veces casi exclusivo el abordaje de los autores tratados desde traduc-
ciones, y el proceso de comprensin debe realizarse desde estas versiones destino, pensamos que es de utilidad
emplearlas para el anlisis.
29. Foucault, Michel. (2004). Historia de la locura en la poca clsica I. Buenos Aires: FCE, p.17.
30. Sontag, Susan. (2008). Contra la interpretacin y otros ensayos. Buenos Aires: Debolsillo, p. 17.
31. Para el concepto de proposicin, cf. captulos 5, 6 y 8 de este volumen.
88
Al mismo tiempo, podramos reformular la oracin para que se manifieste la consecuencia
implcita:
As, esta causa introducida por pues est incrustada en un enunciado cuya funcin propia-
mente argumentativa es comparar el lugar emocional desde donde se utiliza la interpretacin
del arte en nuestra poca con el valor que tena en pocas precedentes. Sirve, adems, al fin
persuasivo ltimo del artculo cuyo ttulo, formulado mediante un sintagma preposicional
de hostilidad33 Contra la interpretacin lo dice todo.
Existen otras formas de indicar que se establece una relacin de causalidad entre
enunciados, construcciones de participio o que no estn mediadas por la presencia de un
conector pero que, sin embargo, sealan la relacin lgica de causa:
32. En algunos casos el conector pues puede funcionar como consecutivo, como se puede apreciar en el siguiente caso:
El castigo tender, pues, a convertirse en la parte ms oculta del proceso penal.
(Foucault, Michel. (2002). Vigilar y castigar. Buenos Aires: Siglo XXI., p. 17)
El pues parenttico que encontramos en este enunciado funciona como consecutivo, est presentando la conclusin
o resultado necesario de toda la argumentacin anterior; no equivale a un porque causal y solo puede ser reemplaza-
do por otros consecutivos parentticos como por eso/ello, por todo lo dicho, por lo tanto, etc. Para las posibilidades
de funcionamiento del conector pues, ver los Anexos N 2, 3 y 4.
33. El valor semntico de la preposicin contra en el ttulo de Sontag es pleno y, por lo tanto, trasmite su sentido propio
de oposicin y hostilidad fuerte a todo el sintagma que rige.
89
Acumulando las notas correspondientes a las cuestiones de etimologa,
descubr con estupefaccin una extraa noticia sobre el nombre mismo de
Epicuro34.
En el primer caso tenemos una construccin de gerundio, que, a primera vista parece
simplemente establecer una simultaneidad temporal: mientras acumulaba notas de etimo-
loga, descubr. No obstante, la acumulacin de notas etimolgicas no es simplemente
un hecho que se marque como aleatoriamente simultneo. La acumulacin es la causa del
descubrimiento: porque hubo una acumulacin se obtuvo como resultado ese hallazgo ex-
trao sobre el origen etimolgico del nombre de Epicuro.
En la construccin de participio que encontramos al principio del segundo enunciado
se podra vislumbrar tambin una modificacin de modalidad, ya que se trata de una propo-
sicin que nos presenta el modo en que se encontraba Mnedemo en el momento de ataviarse
sorpresivamente de Furia. Sin embargo, esa no es la relacin semntica fundamental entre
los enunciados. Lo importante es ver que porque Mnedemo de Lapsaque estaba preocupado
por obtener el mejor efecto posible, recurri al disfraz que el autor califica irnicamente
como discreto. Por lo tanto, esa primera proposicin est marcando el origen emocional,
una voluntad deliberada por afectar, un propsito que constituye la causa de la eleccin de
semejante atavo (y dicha eleccin, por lgica, es la consecuencia de su voluntad y es, al
mismo tiempo, la descripcin del efecto deseado por el estrafalario filsofo cnico).
c) Las tijeras son peligrosas de modo que es mejor no correr con ellas.
[Subordinante consecutivo]
34. Onfray, Michel. (2008). Teora del cuerpo enamorado. Por una ertica solar. Barcelona: Pretextos, p. 32.
35. Onfray, Michel. (2009). Cinismos. Retrato de los filsofos llamados perros. Buenos Aires: Paids, p. 50.
90
En los tres casos precedentes se puede visualizar la relacin de implicancia lgica entre las
dos proposiciones de la siguiente manera: la primera proposicin contiene siempre una ase-
veracin que constituye la causa de lo que a continuacin se presenta como consecuencia
necesaria. Pero en cada caso es presentada con un tipo de conector diferente, que permite
percibir los trminos de la relacin y focalizar especficamente el aspecto consecutivo. Vea-
mos un fragmento extrado de un texto de anlisis histrico:
Hay otro aspecto por el que los escritores y los artistas de hoy ya no podrn
inventar nuevos estilos y mundos, y es que ya han sido inventados; solo un
nmero limitado de combinaciones es posible; en las que son ms nicas
en su gnero ya se ha pensado, de modo que el peso de toda la tradicin
esttica modernista ahora muerta tambin pesa como una pesadilla en
los cerebros de los vivos, como dijo Marx en otro contexto36.
La relacin lgica entre estos enunciados ms complejos es la misma: semnticamente se
establece primero una causa y luego una consecuencia. La proposicin introducida por de
modo que logra mostrar el efecto que producira, en arte y literatura, el agotamiento de las
combinaciones nicas: convertir al peso de la tradicin esttica modernista en una carga
insoportable. Lgicamente, el agotamiento de las posibilidades combinatorias se convierte
en la causa de ese creciente y pesadillezco peso que la tradicin adquiere.
La introduccin de la consecuencia en este tipo de relaciones lgicas tambin se
puede realizar con conectores parentticos, de la manera en que se puede apreciar en el
siguiente fragmento:
Aqu encontramos una definicin formulada de manera absolutamente lgica, casi rozando
el estilo de las mximas de las ciencias fsicas: lo que pertenece al hombre, falta, por lo
tanto, a la mujer, o sea, el rasgo definidor que se presenta de manera completa y absoluta
en uno, debe, en consecuencia, presentarse como falta, ausencia, o vaco en otro. La causa
de la desposesin femenina de este rasgo es la posesin exclusiva del mismo atribuida a su
contraparte genrica.
En resumidas cuentas, cuando se produce una relacin lgico-semntica de causa/
consecuencia entre enunciados, los conectores causales o consecutivos ayudan a organizar
los trminos de dicha relacin, focalizando en funcin de los intereses del hablante, uno de
ellos para que el vnculo sea ms explcito.
36. Jameson, Fredric. (2008). Posmodernismo y sociedad de consumo. En Foster, Hal (ed.), La posmodernidad.
Barcelona: Kairos, p. 171.
37. Foucault, Michel. (2002). Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. Buenos Aires: Siglo XXI, p. 185.
91
El arte de sortear obstculos (o las relaciones de concesin)
Existe todo un arsenal de conectores que introducen relaciones semnticas en las que
se plantea un obstculo, una oposicin, una restriccin, una sustitucin, o un contraste38.
La presencia de este tipo de conectores permite indicar una relacin de causa/efecto
entre los enunciados, debido a que resulta necesario tener en cuenta el argumento del cual se
parte que es origen o causa para plantear su contraparte, refutacin o contraargumentacin
que se presenta como consecuencia. La implicancia entre los trminos de la relacin est
basada en una conexin lgica manifiesta, donde el segundo trmino no podra existir con
sus caractersticas propias sin ser contraparte obligada de la argumentacin a la que se opone.
Nos centraremos en la relacin de concesin propiamente dicha que se produce entre
segmentos, y que puede ser sealada explcitamente mediante distintos conectores (aunque,
aun cuando, a pesar de que, pese a que, por ms que). Veamos su funcionamiento en las
siguientes oraciones:
Sin embargo, son las mismas mquinas bajo dos regmenes diferentes, aun-
que sea una extraa aventura para el deseo el desear la represin39.
En el primer ejemplo, aunque parezcan similares las relaciones lgicas establecidas y sea-
ladas con dos conectores diferentes (sin embargo y aunque) lo que se establece son vnculos
con diferencias semnticas importantes que nos ayudarn a percibir mejor en qu consiste
la relacin concesiva.
La relacin que se establece en el primer caso (sealada explcitamente por el pa-
renttico sin embargo), est marcando una oposicin en la argumentacin respecto del de-
sarrollo que se vena planteando en el texto. En cambio, en el segundo caso, la relacin de
concesin indicada explcitamente por el conector aunque tiene la particularidad de presen-
tar una informacin admitiendo su posible importancia como obstculo o impedimento. De
ah su nombre: se trata de una relacin concesiva porque concede la existencia de una
objecin o contraargumento posible. Pero, al mismo tiempo, seala que esta objecin no
constituye un argumento lo suficientemente poderoso como para impedir que se realice o
cumpla lo expresado en la oracin principal. La concesin, por lo tanto, permite contraponer
argumentos dbiles que no ganan la batalla dialctica establecida en el enunciado41. As, lo
planteado por los autores se podra explicar de la siguiente manera: se concede, mediante el
uso del aunque, la existencia de un contraargumento posible, que constituye un obstculo
para la aseveracin principal (le resulta extrao al deseo que su objeto sea la represin
38. Se trata de los conectores tradicionalmente llamados contrastivos o contraargumentativos. Para algunas de la sub-
clasificaciones semnticas posibles de estos conectores ver el Anexo N 5.
39. Deleuze, George y Flix Guattari. (2009). El antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia. Buenos Aires: Paids, p. 39.
40. Williams, Raymond. (2009). Marxismo y literatura. Buenos Aires: Las cuarenta, p. 34.
41. Montolo, Estrella, op. cit., p. 52.
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misma), pero esa objecin no es suficiente para contrarrestar la afirmacin precedente: se
trata de las mismas mquinas deseantes bajo regmenes diferentes.
De la misma manera, en el segundo ejemplo percibimos que se le concede a la lgica,
la gramtica y la retrica el haber realizado avances importantes, pero sin embargo, en la
argumentacin de Williams, eso no alcanza a destituir el hecho de que cancelaron el examen
de la distincin realidad/lenguaje o colonizaron los trminos del anlisis mismo.
Ahora podemos percibir una diferencia ms entre estos dos ejemplos. En el primer
caso, el verbo de la proposicin introducida por aunque est en modo subjuntivo (sea), in-
dicando que lo expresado constituye un obstculo eventual o hipottico, mientras que en el
segundo caso, el verbo est en modo indicativo (hicieron), lo que puede significar que para
el hablante el obstculo presenta otra densidad, es percibido como real ms que posible.
Ambas construcciones, por lo tanto, comportan modalidades distintas, grados de posibili-
dad o potencialidad diferentes, que permiten expresar la gravedad del obstculo, que, como
sabemos, es superado de todas maneras42.
Otra forma de introducir esta relacin de concesin es mediante construcciones de
gerundio (estando en el ejemplo que sigue). La particularidad que las caracteriza es que
no hace falta la utilizacin de conectores concesivos para sealar el argumento que se pre-
senta como obstculo superable. Sin embargo, estas construcciones se pueden reformular
incluyendo conectores que hacen ms clara la relacin semntica entre enunciados, como
podemos apreciar en el siguiente ejemplo:
42. Garca Negroni, Mara Marta, op. cit., p. 432. Ms all de esta distincin de modalidad con consecuencias semn-
ticas especficas, la correlacin de tiempos entre la prtasis concesiva y la principal o apdosis tiene sus particula-
ridades propias:
Las correlaciones temporales suelen efectuarse entre los verbos de la principal y la subordinada, pero en el caso de
las concesivas la correlacin se produce entre la prtasis o subordinada, que revela la actitud del hablante y funcio-
na como modificadora de modalidad, y el presente de la enunciacin, implcito en la aseveracin de la apdosis.
Para un anlisis ms completo de las correlaciones temporales en la concesin, ver el Anexo N 5.
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por el conector concesivo, es tenido en cuenta como obstculo o impedimento admisible.
Sin embargo, no resulta suficientemente contundente para invalidar el argumento fuerte que
se encuentra en la principal y que prevalece en la oposicin dialctica.
En las relaciones de finalidad, tambin se produce una conexin lgica entre enun-
ciados, ya que los conectores finales para que, con el propsito/objeto/objetivo de que,
a fin de que (ver Anexo N 6) introducen una causa, pero como meta o propsito que se
persigue. Veamos el siguiente ejemplo:
En este captulo me propongo tratar algunas de las formas nuevas que estas
ideas homricas asumieron en el curso de la poca Arcaica. Pero para que
lo que tengo que decir resulte inteligible para el no especialista, debo in-
tentar primero poner en claro, al menos esquemticamente, algunas de las
diferencias generales que separan la actitud religiosa de la poca Arcaica
de la presupuesta en Homero43.
En este caso particular, para que se utiliza en un apartado destinado a declarar los propsitos
de un captulo, y especficamente, para determinar un curso de accin metodolgica que per-
mitir aclarar o despejar dudas de los lectores no especializados. Por lo tanto, la causa por
la cual el autor decide hacer un repaso esquemtico de las diferencias de actitud religiosa en
la poca arcaica, frente a aquella que queda presupuesta en Homero, es el afn de claridad
solo que a ella se la declara como fin deliberado.
La finalidad tambin se puede introducir con la preposicin para (seguida de un infi-
nitivo) y locuciones como con el objeto/propsito/objetivo de (tambin seguidas de infiniti-
vo). En cada caso la preposicin rige el infinitivo que se presenta a continuacin y sostiene
la predicacin de esa proposicin, como vemos en los siguientes fragmentos:
43. Dodds, Erik Robertson. (2008). Los griegos y lo irracional. Madrid: Alianza, p. 39.
44. Althusser, Louis. (2008). Ideologa y aparatos ideolgicos del Estado. Buenos Aires: Nueva Visin, p. 43.
45. Jaeger, Werner. (2008). Paideia: los ideales de la cultura griega. Mxico: FCE, p. 164.
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discrimina una seleccin metodolgica especfica que le permitir alcanzar el fin propuesto
(abordar la estructura y el funcionamiento de la ideologa). Explicita, entonces, abordar la
cuestin de una manera determinada, la presentacin de las tesis negativa y positiva ser
consecuencia del fin fijado de antemano.
En el segundo caso, se utiliza la construccin con el objeto de para introducir la razn
deliberada de por qu los modernos sobrestimaron el contenido dogmtico de la religin
rfica. Segn esta argumentacin, tenan un propsito explcito, queran confirmar una idea
a priori, un supuesto arraigado, y por este motivo, su sobrestimacin no era aleatoria, sino
estudiada.
En resumen, las relaciones de finalidad establecidas entre enunciados comportan un
tipo especial de causalidad, presentada como fin o propsito deliberado. Por lo tanto, el
vnculo lgico-semntico que se produce sigue perteneciendo a las relaciones de causa/
consecuencia.
Eventos con requisitos (o las relaciones condicionales)
En estos casos tenemos dos proposiciones cuya relacin semntica implica que en una de
ellas (la condicional) se estipula un requisito determinado, con distintos grados de posibili-
dad de realizacin efectiva. La diferencia entre ellas est dada por la percepcin que expresa
el hablante respecto de la condicin. La forma en que logra esos matices es a travs del uso
diferenciado de tiempos y modos verbales. En el primer caso, el modo indicativo y el tiempo
presente instauran una relacin dentro de los lmites de lo real, o sea, el hablante considera
que esa condicin expresada es factible y existente. En el segundo caso, en cambio, el modo
subjuntivo de la condicional nos introduce en el terreno de lo posible pero no comproba-
ble, el terreno de la absoluta hiptesis, por eso el correlato en la principal se expresa con
el condicional simple. En el ltimo caso, el modo subjuntivo y el tiempo pluscuamperfecto
determinan que se trata de algo que no pudo haber sucedido, instituyendo de este modo una
condicin irreal o imposible de concretar.
Las relaciones condicionales establecen una vnculo lgico-semntico de causa/
efecto entre proposiciones, ya que en la prtasis se introduce una causa hipottica, mien-
tras que en la apdosis o principal se encuentra el efecto. Tanto es as que en algunos
casos podemos encontrar un conector consecutivo, cuya presencia refuerza la relacin de
causa/efecto establecida entre proposiciones:
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Si esta interpretacin es correcta, permite, pues, comprender en gran parte
su artculo46.
En ambos casos se introduce una condicin real o existente, as lo determina el uso del in-
dicativo y de los tiempos verbales utilizados tanto en las proposiciones subordinadas como
en las principales.
En el siguiente ejemplo, en cambio, se introduce una condicional potencial, dado el
uso del imperfecto de subjuntivo (como vimos en los primeros ejemplos de este apartado)
en la prtasis y el condicional simple en la apdosis. Por lo tanto, entramos en el terreno
absoluto de la hiptesis, donde la condicin no es considerada real sino posible:
En el siguiente ejemplo, extrado del mismo texto, se plantea una condicin irreal,
mediante el uso del pluscuanperfecto del subjuntivo:
Si ello hubiese ocurrido treinta o cuarenta aos antes, le hubiesen hecho pa-
sar estos feos modales y usted se hubiese unido a los estetas o a la Iglesia49.
46. Camus, Albert. (1999). Carta a Jean Paul Sartre. En La polmica Sartre-Camus. Buenos Aires: Ediciones El
Aleph, p. 51.
47. Jameson, Fredric. Para decirlo todo. En op. cit., p. 40.
48. Sartre, Jean Paul. Respuesta a Albert Camus. En op. cit., p. 132.
49. Op. cit., p. 124.
96
Por lo tanto, cuando se establece una relacin condicional entre proposiciones, se
instituye un vnculo lgico de causa/efecto, ya que se introduce un evento50 causal bajo la
forma de una condicin (sea real, potencial o irreal) de la cual depende la efectiva consecu-
cin del hecho que expresa la principal.
Por este motivo, en las oraciones independientes los tiempos del verbo orientan sus relacio-
nes respecto del presente de la enunciacin, punto de anclaje o referencia a partir del cual
se establecen relaciones de anterioridad, posterioridad o simultaneidad, como se puede
apreciar en los siguientes ejemplos:
a) Quiero un helado.
b) Comprendi la leccin.
c) Llegar a las diez.
50. Cuando hablamos de evento nos referimos a la predicacin contenida en la proposicin condicional. Se trata de
un hecho que puede llegar a acaecer, que es hipottico, una especulacin respecto a lo posible. Para un tratamiento
ms detallado, cf. captulo 5 de este volumen.
51. Un tratamiento especfico de las relaciones entre tiempo y lenguaje se ha ofrecido en el captulo 2 de este volumen.
52. Benveniste, mile, op. cit., p. 86.
97
cin o dependencia. En este caso la correspondencia se establece entre las formas verbales
de la principal y la subordinada. Por lo tanto, mientras que el eje de la deixis53 temporal en
las oraciones independientes es el momento de la enunciacin, en la subordinacin la forma
verbal subordinada orienta sus relaciones temporales con respecto al tiempo expresado en
la proposicin principal. Nuevamente, la correlacin entre ambos predicados indicar una
relacin de simultaneidad, anterioridad o posterioridad:
qu dijo
anterioridad (pretrito perfecto)
qu dice
pregunto / preguntar
simultaneidad (presente)
(presente) (futuro)
qu dir
posterioridad (futuro)
qu haba dicho
anterioridad
(pretrito pluscuamperfecto)
pregunt
qu deca
(pretrito) simultaneidad
(pretrito imperfecto)
53. Deixis significa mostracin o indicacin. El lenguaje cuenta con una serie de elementos decticos (como pronom-
bres personales, ciertos demostrativos, ciertos adverbios, etc.), vacos en s mismos de referencia, que solo adquie-
ren sentido a partir de la enunciacin: Tienen por rasgo comn definirse solamente por relacin a la instancia de
discurso en que son producidos, es decir, en dependencia del yo que en aquella se enuncia (Benveniste, mile.
(2007). De la subjetividad en el lenguaje. En Problemas de Lingstica general I. Mxico: Siglo XXI, p. 183). Por
lo tanto, estos elementos son indicadores de la deixis, organizan las relaciones personales, temporales y espaciales
en torno al sujeto que siempre constituye el punto de referencia. El eje de la deixis por lo tanto es el yo/aqu/ahora
de la enunciacin y a partir de ese punto de anclaje se pueden establecer numerosas correlaciones (t/all/ayer). La
deixis temporal, por lo tanto, refiere a la indicacin o mostracin del anclaje de relaciones temporales a partir del
presente de la enunciacin.
54. La morfologa es el estudio de la forma o constitucin de las palabras. Los morfemas son las unidades lingsticas
mnimas portadoras de significado. Los morfemas verbales contienen la informacin de los rasgos flexivos (varia-
bles) de los verbos: tiempo, modo, aspecto, voz, persona y nmero.
98
lxicas con valor temporal que contribuyen a delimitar el punto del anclaje temporal. As por
ejemplo, los adverbios decticos (ahora, maana, hoy, etc.) ayudan a poner de manifiesto
la forma de dependencia temporal que se da respecto al momento de la enunciacin o en la
relacin entre enunciados. Al mismo tiempo, cuando lo que se quiere sealar es especfica-
mente una relacin temporal entre proposiciones, los conectores y marcadores temporales
contribuyen al sealamiento explcito de la relacin. Veamos un ejemplo de focalizacin de
relacin temporal de anterioridad:
Tuvo que pasar, pues, largo tiempo antes de que la nueva modalidad arqui-
tectnica fuese adoptada al norte de los Alpes55.
En este fragmento la locucin antes de que sirve para establecer una relacin de anterioridad
y para marcar la extensin del perodo de tiempo que llev la adaptacin a las innovaciones
en materia arquitectnica en Alemania en el Siglo XVI.
En el siguiente fragmento encontramos un relato de una de las experiencias docu-
mentadas sobre las hazaas de los llamados reyes taumaturgos:
55. Gombrich, Ernst. (2010). La historia del arte. Londres: Phaidon, p. 341.
56. Bloch, Marc. (1988). Los reyes taumaturgos. Mxico: FCE, p. 51.
57. Habermas, Jrgen. La modernidad, un proyecto incompleto. En Foster, Hal (ed.), op. cit., p. 21.
99
En este caso, el marcador luego nos permite entender la posterioridad de los hechos narra-
dos en la segunda oracin respecto al evento designado por la primera. Gracias a luego,
entendemos que el espritu y la disciplina de la modernidad adquirieron su forma definitiva
con Baudelaire y que los sucesos narrados a continuacin (la modernidad se despliega en
varios movimientos de vanguardia) resultan posteriores aunque se siga hablando del mis-
mo perodo.
Ms all de que los conectores y marcadores temporales sirvan para sealar rela-
ciones temporales de anterioridad, simultaneidad o posterioridad entre proposiciones, es
indispensable tener en cuenta las correlaciones de tiempo y modo establecidas entre los
predicados de los elementos relacionados. Estas correlaciones pueden introducir variaciones
semnticas importantes (ver Anexo N 8). Las variaciones de modalidad permiten percibir
la posicin del hablante en relacin con sus propios enunciados, es decir, interpretar si los
considera eventos posibles o hechos puntuales. Mientras que el modo indicativo permite
describir el presente (entendido como continuidad o repeticin) o el pasado (hechos pun-
tuales o entendidos como tales), el modo subjuntivo suele ser usado en el mbito siempre
hipottico de lo que puede ocurrir en el futuro:
Cuando te veo, me alegro. [M.I. Se generaliza un evento repetido]58
Cuando te vi, me alegr. [M.I. Se seala un hecho puntual]
Cuando te vea, me alegrar. [M.S. Se hipotetiza sobre un evento posible]
Al mismo tiempo, a pesar de que un conector como cuando suele sealar relaciones de si-
multaneidad entre proposiciones, puede tambin, en virtud de la correlacin temporal entre
los predicados, establecer otro tipo de relacin:
En este ejemplo, el momento designado por la proposicin encabezada por cuando es pos-
terior al hecho designado en el predicado de la principal. Por consiguiente, la relacin esta-
blecida no es de simultaneidad sino de posterioridad.
100
Algunas consideraciones finales
Tal vez solo nos quede ahora volver al comienzo. Recordemos las palabras de
Chomsky en el epgrafe que da inicio a este trabajo: las reglas estn fijadas, es cierto, pero
la libertad sigue ah, en las mltiples posibilidades de decir. Las conexiones lgicas no son
vnculos dados, fijos, inalterables, que existen por s mismos en el lenguaje como neutrali-
dad disponible. Se producen segn la voluntad de los sujetos59 y permiten delimitar los
contornos cambiantes de esa construccin discursiva que es la realidad. Ya que, como
deca Wittgenstein, las fronteras ltimas del mundo posible coinciden exactamente con las
del mundo decible. La justificacin semntica que le encontramos, esa lgica que percibi-
mos que tiene se obtiene de la palabra en uso: creamos las relaciones que lo constituyen en
cada instanciacin, en cada puesta en discurso del mundo. As lo formulaba Heidegger: sin
un lenguaje que lo diga, construyndolo al mismo tiempo, performativamente, no habra un
mundo60. Las nociones que damos por innatas, preexistentes e incontrovertibles no son tanto
un marco dado del pensamiento humano como instancias que se producen en el discurso.
Como la temporalidad. Necesitamos anclarla en el presente de nuestra enunciacin para po-
der apropiarnos de ese infinito continuum de ahoras que la componen. Solo as podemos
organizar nuestra propia continuidad, nuestro ser y nuestro devenir. La realidad a la que el
lenguaje remite no es ms que la realidad del discurso. Solo all somos sujetos que significan
al mundo, que le dan entidad de existencia.
Actividades
59. Es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto; porque el solo lenguaje funda en realidad, en
su realidad, que es la del ser, el concepto de ego. [] Es ego quien dice ego. [] La conciencia de s no es
posible ms que si se experimenta por contraste. No empleo yo sino dirigindome a alguien, que ser en mi alocu-
cin un t. Es esta condicin de dilogo la que es constitutiva de la persona, pues implica en reciprocidad que torne
t en la alocucin de aquel que por su lado se designa por yo. [] No hay concepto yo que englobe todos los yo
que se enuncian en todo instante en boca de todos los locutores []. El yo no denomina, pues, ninguna entidad
lxica. [] el fundamento de la subjetividad est en el ejercicio de la lengua. El lenguaje est organizado de forma
tal que permite a cada locutor apropiarse la lengua entera designndose como yo. Benveniste, mile, op. cit., pp.
180183.
60. Un antecedente de este trmino en el marco de la filosofa del lenguaje se encuentra en Austin, John, Cmo hacer
cosas con palabras: palabras y acciones, Buenos Aires: Paids. 2008, pp. 4447, y en el marco de la lingstica en
Benveniste, mile, La filosofa analtica y el lenguaje, en op.cit. Para la explicitacin del marco conceptual en
que se inscribe la performatividad lingstica en nuestro Programa, cf. captulo 1 de este volumen.
61. de Rougemont, Denis. (1993). El amor y occidente. Barcelona: Kairs, p.22.
62. Bajtn, Mijail. (2003). La cultura popular en la edad media y el renacimiento. Madrid: Alianza, p. 26.
101
c. La antropologa habr finalizado su misin cuando haya logrado describir todas
las partidas posibles, despus de haber identificado los naipes y enunciado las
reglas del juego63.
d. Pero volvamos a los problemas de fondo sobre los que es bueno explicarse, bien
porque su enfoque ha sido modificado por los progresos de la investigacin, bien
porque otros estudiosos los han abordado desde una perspectiva diferente64.
e. Aunque haya podido producirse en los mrgenes del arte o de la mstica de pocas
anteriores, esta conflictividad no alcanz nunca el paroxismo o la amplitud que se
le reconoce en la modernidad65.
f. Para comprender esto nos es preciso demoler, piedra por piedra, por decirlo as,
todo el maravillo edificio de la cultura apolnea, hasta llegar a descubrir los fun-
damentos en que estaba asentado66.
g. Mi tercera mxima era tratar siempre de vencerme antes a m mismo que a la for-
tuna, []; y en general, acostumbrarme a creer que nada hay que dependa entera-
mente de nosotros, de manera que despus de haber hecho lo que hayamos podido
respecto de las cosas que nos son exteriores, lo que no logramos es, respecto de
nosotros, absolutamente imposible67.
2. Corregir los conectores de las siguientes oraciones para que establezcan la relacin lgi-
co-semntica que corresponde a cada caso.
a. Por lo cual estuviera cansada, no saldra.
b. Espero llegar a tiempo si no me parece posible.
c. El autor dej en claro su tesis aunque todos la entendieron.
d. Ese obra es innovadora por lo tanto presenta materiales nunca antes usados.
e. Aunque te vea el sbado, te devuelvo los libros.
f. Termin de resolver el problema, ya que estaba cansada.
g. La bomba cay sobre Hiroshima a pesar de que pudieran escapar.
h. El nmero de accidentes habra sido ms bajo, puesto que se hubiera disipado la
neblina.
i. De modo que somos muchos, no cabemos en el taxi.
j. Miraba por la ventanilla excepto si viajaba.
k. El dlar sube cada da ms cuando la gente se desespera.
l. Te lo voy a decir ms claro puesto que lo entiendas.
m. Nadie espera que llegue a tiempo si siempre es impuntual.
n. Para que gritaba tan fuerte, nadie pudo escucharla.
. Es imposible entender esto. Aunque voy a esperar a que alguien me lo explique.
3. Vincular los pares de oraciones a fin de expresar tres relaciones lgicas posibles:
63. Cuche, Denys. (2007). La nocin de cultura en las ciencias sociales. Buenos Aires: Nueva visin, p. 57.
64. Vernant, Jean Paul. (2006). Los orgenes del pensamiento griego. Buenos Aires: Paids, pp.15-16.
65. Kristeva, Julia. (2001). La revuelta ntima. Literatura y psicoanlisis. Buenos Aires: EUDEBA, p.15.
66. Nietzsche, Friedrich. (2008). El origen de la tragedia. Buenos Aires: Terramar, p. 32.
67. Descartes, Ren. (2004). Discurso del mtodo. Buenos Aires: Losada, p. 79.
102
b. Tropez en la calle. Haba un bache que no vio.
c. Lleg el verano. No veo la hora de irme de vacaciones.
5. Establecer una condicin para las siguientes oraciones, asegurando la correlacin tem-
poral adecuada:
a. Llamar temprano.....................................................................................
b. . .................................................................comera helado todos los das.
c. La fiesta habra sido fabulosa....................................................................
6. Completar las siguientes oraciones con una proposicin que indique finalidad:
7. En los siguientes textos, variar las relaciones lgicas y temporales establecidas de manera
que se logren alteraciones de sentido (se puede alterar tambin el orden de las oraciones):
Cada dos por tres Juan est mareado. l dice que es porque est agotado. Y, sin em-
bargo, Nadia no le cree. Hace un par de semanas, se encontr con su mujer que no
dejaba de quejarse de que Juan no hace nunca nada, descansa todo el da, duerme
panza arriba frente al televisor como una adicin apcrifa a la familia Simpson. A
pesar de eso, Juan cada dos por tres, est mareado. A veces, dice que es la presin.
Pero Rodrigo, que lo conoce desde que eran as de chiquititos y es su mdico perso-
nal, dice que Juan goza de una salud perfecta. Tampoco puede ser eso. Por lo tanto,
solo nos queda una hiptesis. Marta piensa que la frecuencia de los mareos tiene
otra explicacin. Como ella trabaja en el cubculo que est justo atrs del escritorio
de Juan, lo puede observar ms detenidamente. El caf de Juan, dice, es irlands,
tan pero tan irlands que no viene a trabajar los 17 de marzo. Tan irlands que hasta
a ella la marea, cada dos por tres. Tal vez, si aflojara con la cafena, se le pararan
los mareos.
Hace muchsimos aos los hombres, incluso aquellos muy sabios, pensaban que el
mundo era redondo. Un crculo perfecto. Los siglos de avance cientfico han tratado
sin descanso de desmentir esta creencia, puesto que se habl de geoides, bolitas
aplastadas que giran sobre sus propios ejes y alrededor del sol. Sin embargo, ahora,
en la contemporaneidad ms contempornea, los hombres siguen creyendo que es
redonda. Estn, adems, convencidos de que es de cuero. Y de que tiene setenta
centmetros de dimetro aproximadamente. Y de que no dobla en la altura. Y es lo
103
nico que vale la pena seguir con la vista. Pero tambin se equivocan. Esa esfe-
ra que constituye sus mundos no es realmente esfrica. Tiene forma de icosaedro
truncado, conformado por doce pentgonos y veinte hexgonos regulares. As que
mucho no parece haber evolucionado el pensamiento del hombre. Para l el mundo
gira, s, pero solo sobre un paraso de verde csped y eso alcanza para que tenga
sentido.
104
Anexo 1
Distribuidores: por un lado, por otro; por una parte, por otra; estos, aquellos
Continuativos: pues bien, entonces, en este sentido, el caso es que, a todo esto
Aditivos: adems, encima, aparte, ms an, todava ms, es ms, igualmente, anlogamente, asimismo
Espacio - temporales:
Finalizadores: en fin, por fin, finalmente, por ltimo, para terminar, en definitiva...
105
Marcadores que introducen operaciones discursivas
De manifestacin de certeza: es evidente que, es indudable, todo el mundo sabe, nadie puede igno-
rar, es incuestionable, de hecho, en realidad, est claro que
De tematizacin: respecto a, a propsito de, por lo que respecta a, en cuanto a, referente a, con
referencia a, en lo que concierne, en/por lo que se refiere a
De reformulacin, explicacin o aclaracin: en realidad, de hecho, desde luego, esto es, es decir,
en otras palabras, quiero decir, o sea, a saber, bueno, mejor dicho, en particular, en concreto
De reformulacin con valor de distanciamiento: en cualquier caso, en todo caso, de todos modos,
de cualquier manera, as y todo, sea como sea, en otras palabras
De ejemplificacin: por ejemplo, a saber, as, en concreto, pongamos por caso, sin ir ms lejos
Esta breve recapitulacin sobre los marcadores discursivos ha sido confeccionada en base a: Cal-
samiglia Blancafort, Helena y Amparo Tusn Valls. (1999). Las cosas del decir. Manual de an-
lisis de discurso. Barcelona: Ariel, pp. 245250. A su vez, se han realizado algunas ampliaciones
a partir de lo postulado en Garca Negroni, Mara Marta (coord.). (2001). El arte de escribir bien
en espaol. Manual de correccin de estilo. Buenos Aires: Edicial, p. 416.
106
Anexo 2
CONECTORES
Esta clasificacin semntica de los conectores est basada, con algunas modificaciones, en
Calsamiglia Blancafort, Helena y Amparo Tusn Valls, op. cit., p. 248.
107
Anexo 3
1. Conjunciones de coordinacin:
Son invariables desde el punto de vista morfolgico y relacionan elementos que tienen igual
funcin sintctica. Ejemplos:
SEC
El pasado y el presente all se confundieron (Dos sustantivos ncleos de sujeto)
N N
Juan lleg temprano pero Pedro ya se haba ido (Dos estructuras predicativas)
DISYUNTIVA
-Verdadera: (o, o bien, ya (sea) ya(sea),
MLTIPLE bien bien)
-De equivalencia: (o sea, es decir)
-Copulativa: (el disyuntivo o puede ser
reemplazado por el copulativo y sin
cambios de significado)
ADVERSATIVA
-Restrictiva: (pero, mas)
-Exclusiva: ( sino (que))
En estos casos la coordinacin est marcada por la presencia de una conjuncin de coor-
dinacin, cuya funcin sintctica es la de nexo coordinante. Pero la coordinacin tambin
puede manifestarse sin marca lxica mediante junturas internas indicadas grficamente por
las comas. Este tipo de coordinacin recibe el nombre de YUXTAPOSICIN. Ejemplos:
108
La encontr esplndida, radiante, maravillosa (tres adjetivos predicativos)
PSnoO PSnoO PSnoO
A diferencia de las conjunciones de coordinacin que ocupan una posicin fija entre los
miembros coordinados y que no pueden acumularse, los reforzadores y matizadores se acu-
mulan con un coordinante en forma mediata o inmediata. Ejemplos:
REFORZADORES - MATIZADORES
CONSECUTIVOS: en consecuencia, por lo tanto, por consiguiente, por ende, de ah que, entonces.
109
2) Conjunciones subordinantes:
Las conjunciones de subordinacin (que, si, aunque, porque, etc.) y otros nexos (pronom-
bres y adverbios relativos, locuciones conjuntivas) pueden encabezar los siguientes tipos de
proposiciones subordinadas (tambin llamadas proposiciones incluidas):
Sustantivas o completivas: estas proposiciones saturan los argumentos propios del
sustantivo por lo que pueden funcionar como: sujeto aposicin predicativo objeto
directo o trmino de preposicin.
Adjetivas o relativas: estas proposiciones funcionan como adjetivos, o sea, como mo-
dificador de un sustantivo, predicado nominal o predicativo. Se articulan con encabezadores
relativos o relaciones que, generalmente, remiten a un antecedente sustantivo (palabra o
construccin), en caso de que no lo hagan, introducen proposiciones subordinadas o inclui-
das sustantivas o adverbiales de modo, de tiempo, de lugar.
Adverbiales: estas proposiciones pueden funcionar como adverbios (de modo, com-
parativas, de lugar, de tiempo, de cantidad, etc.) pero adems pueden tambin establecer
relaciones de causa/consecuencia (en el caso de las proposiciones subordinadas causales,
consecutivas, concesivas, condicionales y finales).
Las conjunciones de subordinacin (al igual que las de coordinacin) son invariables
desde el punto de vista morfolgico. Sintcticamente, subordinan una oracin a otra oracin
o a un elemento de otra oracin. En cambio, los encabezadores relativos o relacionantes
pueden flexionar en nmero y/o gnero (quien/quienes, cuya/s, cuyo/s) o manifestar gnero
y nmero a travs de los artculos que los preceden (el que/ la que, los que/ las que/; el cual/
la cual/ los cuales/ las cuales) y, a diferencias de la conjuncin que tiene nicamente por
funcin encabezar la proposicin subordinada o incluida, cumplen adems una determinada
funcin sintctica dentro de la proposicin que introducen.
Adverbial antes (de) que, despus cuando, mientras, con- circunstancial de tiempo,
de tiempo (de) que, luego que, has- forme, segn, siempre predicado adverbial,
ta (que), una vez que, no que, en tanto que, ahora trmino de complemento,
bien, en cuanto, apenas que, al tiempo que, cada aposicin de adverbio
vez que
110
Adverbial donde (en donde, de/des- circunstancial de lugar,
de lugar de donde, a/hacia donde, aposicin de adverbio,
por donde) predicado adverbial, tr-
mino de complemento
Para este captulo y por razones pedaggicas-, estas consideraciones acerca de las conjunciones
estn basadas en Garca Negroni, Mara Marta (coord.), op. cit. Para un tratamiento ms exhaus-
tivo del tema consultar el captulo Acerca de la conjuncin (pp. 405 437)68.
68. El Programa, por su parte, asume en su progresin temtica el criterio que sostiene que las proposiciones subordi-
nadas a las que subyace la relacin causa/efecto no se consideran adverbiales ni subordinadas. Considerarlas adver-
biales supone que la informacin de la subordinada modifica al predicado en tanto introduce una informacin de
naturaleza adverbial. Sostenemos, en contrario, que la relacin causa-efecto que ambas proposiciones instancian no
es de naturaleza adverbial, y por tanto modificadora de un predicado. En el mismo sentido, no se entabla relacin
de subordinacin entre las clusulas pues las predicaciones de las dos proposiciones son interdependientes dada la
relacin lgica que instancian. Cf. captulo 5 de este volumen para las relaciones predicado-argumento. [Nota de
las Directoras]
111
Anexo 4
como, porque, ya que, visto que, dado que, pues (puede funcionar como coordinante,
puesto que como parenttico entre pausas, o estar colo-
cado a principio de enunciado para conectar
lo dicho anteriormente con la causa que se
presenta luego del conector, en cuyo caso
no suele ir entre pausas y funciona como
marcador o enlace extraoracional).
como, porque, ya que, por ello, por eso, por esa razn, en consecuencia, por consi-
visto que, puesto que, dado por ese motivo, de ah que, por lo guiente, por (lo) tanto...
que que, pues...
Estas clasificaciones estn basadas, con algunas modificaciones, en Calsamiglia Blancafort, He-
lena y Amparo Tusn Valls, op. cit., pp. 102 y 122 y Montolo, Estrella. (2001). Conectores de
la lengua escrita. Barcelona: Ariel, p. 122.
112
Anexo 5
Conectores contraargumentativos
Con estos conectores la enunciacin cambia de orientacin en sentido
contrario al segmento inmediatamente anterior, bien sea de forma total o
parcial. La lnea argumentativa sufre un quiebre que indica que se abando-
na la primera orientacin para tomar otra.
113
Correlacin de tiempos entre el verbo de la prtasis concesiva y el de la principal o
apdosis:
Aunque est cansada, sigue trabajando Aunque est cansada, sigue trabajando
seguir seguir
sigui *sigui
El pretrito es admitido. El pretrito no es admitido.
Aunque lo niega, se encuentra con ella. Aunque lo niegue, se encuentra con ella.
se encontrar se encontrar
se encontr se encontr
El pretrito es admitido. El pretrito es admitido.
114
Anexo 6
La locucin conjuntiva para que puede introducir proposiciones adverbiales que funcionan
como circunstancial de fin del verbo principal, pero tambin proposiciones adverbiales mo-
dificadoras de modalidad:
Te cont todo para que lo sepas Proposicin Adverbial final, circunstancial de fin
Te cont todo, para que lo sepas Proposicin Adverbial final, modificador de modalidad
115
Anexo 7
116
Anexo 8
Conectores Temporales
Son elementos que unen proposiciones mediante una relacin de subordinacin con infor-
macin temporal:
De pronto, en ese momento, hasta el momento, entonces, luego, ms tarde, mientras tan-
to, una/otra/alguna vez, un/otro da, en aquel tiempo/momento, de repente, enseguida
Mientras que la hiptesis se expresa usando el subjuntivo para indicar que algo puede pasar
en el futuro.
Simultaneidad a medida que, mientras, cuando, ahora que, al, segn, conforme
Posterioridad despus de, despus de que, cuando, una vez que, para cuando,
una vez cuando, la primera vez que, la noche/el da en en que...
Posterioridad inme- apenas, tan pronto como, en cuanto, nada ms, as, no bien
diata
El uso de los tiempos y modos verbales incide en la interpretacin. Ms all de que algunos
conectores temporales sealen explcitamente hacia la simultaneidad, anterioridad o poste-
117
rioridad, hace falta tener en cuenta las correlaciones de tiempo y modo que se dan entre los
predicados de las proposiciones relacionadas por el conector. Ejemplos:
Conectores temporales polivalentes: como las clases de palabras que pueden cum-
plir la funcin de conector son tan variadas, suele suceder que puedan, a su vez, estable-
cer relaciones semnticas tambin variadas. As, hemos visto que como puede ser utilizado
como conector de causa, de modo y de condicin (ver Anexos anteriores).
Cuando
Antes que
118
Antes que ceder ante l, prefiero renunciar.
Mientras que
Puede establecer una relacin temporal de simultaneidad (cuando los eventos son consi-
derados en su duracin)
Ahora que
Ahora que llegaste, estoy ms tranquila. (causal, donde la Ahora que llegaste es la
causa y estoy ms tranquila, la consecuencia)
Muchas de estas consideraciones, incluidos algunos de los ejemplos, han sido extradas
con modificaciones o ampliaciones de Garca Negroni, Mara Marta (coord.), op. cit., pp.
424 425.
119
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121
122
Captulo 4
Marcela Coria
Introduccin
1. Plagiar consiste justamente en copiar en lo sustancial obras ajenas, dndolas como propias.
123
de nuestras afirmaciones; por supuesto, hay lugar, en efecto, para la creatividad y las posi-
ciones propias de cada estudioso, pero puesto que estas posiciones repetimos no surgen
de la nada sino de nuestras lecturas de los autores que previamente han abordado un tema,
es imprescindible no perder de vista el hecho de que en el mbito universitario, si bien no
es posible leer todo lo escrito acerca de un tema, tampoco es posible desconocer totalmente
los estudios previos acerca de l.
En este sentido, podemos decir que, por un lado, adquirir estrategias para saber qu
y cundo citar la bibliografa consultada y, por otro, conocer y respetar las normas de cita-
cin establecidas para las notas y para el registro de la bibliografa utilizada en cada trabajo
constituye una parte casi tan importante de l como lo que escribimos acerca del tema, dado
que esto contribuye enormemente a facilitar la comunicacin entre el autor de un escrito y
sus lectores. Este trabajo tiene, por lo tanto, un objetivo doble: por un lado, proveer pautas
para utilizar adecuadamente la bibliografa consultada, y por otro, describir las principales
normativas (en plural, dado que no hay una nica) relativas a la citacin y la consignacin
de la bibliografa utilizada en cada trabajo de escritura acadmica que se nos presente a
lo largo de nuestro paso por la universidad. Para este segundo objetivo, se mencionarn
diversas posibilidades y se citarn ejemplos en el Anexo. Y para el primero, que, creemos,
puede contribuir enormemente a la formacin de futuros profesionales en el rea de las Hu-
manidades, se describirn a continuacin algunas estrategias mediante casos ilustrativos y
se propondrn las prcticas que hemos considerado pertinentes.
En algunos casos, hay una larga tradicin de estudiosos que han profundizado, desde
diferentes puntos de vista, en cuestiones que todava nos interpelan y despiertan nuestra cu-
riosidad y deseo de aprender. Estos autores que nos precedieron en el estudio de un tema de-
ben poder ser rpidamente identificados mediante una adecuada referenciacin, tanto en una
cita, textual o no (parfrasis, un tipo particular de reformulacin2), como en la Bibliografa.
En lo que respecta a citas textuales de otros autores, se puede partir de las siguientes
preguntas: por qu citar?, cundo citar?, para qu citar? Al respecto, son de gran utilidad
los puntos que seala Mirta Botta:
a) Los fragmentos que sern sometidos a un anlisis crtico deben ser cita-
dos con una amplitud razonable para que conserven su sentido.
b) La literatura crtica slo se debe citar cuando sirva para corroborar o
confirmar una afirmacin nuestra, o cuando aporte algo nuevo.
c) La cita siempre supone que uno comparte la idea del autor de la misma.
De lo contrario, nuestra crtica debe preceder o seguir a la cita.
2. La parfrasis es una explicacin o interpretacin amplificativa de un texto para ilustrarlo o hacerlo ms claro o
inteligible, o bien una frase que, imitando en su estructura otra conocida, se formula con palabras diferentes.
(Diccionario de la Real Academia Espaola, disponible on line en www.rae.es [visitado el 18/11/11]). Para un
ejemplo, cf. Eco, Umberto. (2003). Cmo se hace una tesis [1977], trad. esp. de L. Baranda y A. Clavera Ibez.
Barcelona: Gedisa, pp. 173-175. cf. captulo 10 de este volumen.
Con el objeto de ir consolidando una competencia enciclopdica de parte del ingresante universitario, se ha optado
en este volumen por especificar el nombre completo del autor (no la inicial, segn normas) en el registro del mate-
rial bibliogrfico. [Nota de las Directoras]
124
d) Cada cita debe remitir claramente al nombre del autor y la fuente [...].
e) Las citas de las fuentes primarias se hacen refirindose a una edicin
crtica o a la edicin ms acreditada.
f) Cuando se estudia una obra de autor extranjero, lo ptimo es poner las
citas en la lengua original; lo corriente es usar una buena traduccin.
g) El envo al autor y a la obra tiene que ser claro [...]
h) Cuando la cita no supera las dos o tres lneas se puede insertar dentro
del prrafo, entre comillas. Pero cuando la cita es ms larga es preferible
ponerla a un espacio y con un margen menor []
i) Las citas deben ser fieles. Esto significa que se deben transcribir las pa-
labras tal y como son; no se debe eliminar parte del texto sin sealarlo
con tres puntos suspensivos entre parntesis o corchetes; cuando desea-
mos aclarar o especificar algo dentro de una cita, se debe hacer tambin
entre parntesis o corchetes.
j) La referencia debe ser exacta, puntual y verificable3.
Ahora bien, como lo que nos interesa aqu, de acuerdo con el primer objetivo seala-
do en la Introduccin, es adquirir estrategias para utilizar y, eventualmente, citar de manera
adecuada la bibliografa consultada, procederemos, a continuacin, a ampliar y explicar
cada uno de estos puntos, iluminndolos, a su vez, con casos ilustrativos y prcticas.
A) Los fragmentos que sern sometidos a un anlisis crtico deben ser citados con una am-
plitud razonable para que conserven su sentido.
3. Botta, Mirta. (2002). Tesis, monografas e informes. Nuevas normas y tcnicas de investigacin y redaccin. Bue-
nos Aires: Biblos, pp. 67-68. Cf. tambin Eco, Umberto, op. cit., pp. 164-171.
4. Op. cit., p. 164.
125
Un caso ilustrativo. Estoy haciendo un trabajo sobre el filsofo griego Epicuro, que
vivi entre los aos 340 y 270 a.C., aproximadamente. Me interesa citar, para someterlo a
interpretacin, lo que en la introduccin del libro Epicuro. Vida, doctrinas morales, testi-
monios, afirma M. D. Boeri acerca de dos de las escuelas filosficas principales del perodo
helenstico, epicuresmo y estoicismo:
5. Boeri, Marcelo D. (2002). Introduccin. En Boeri, Marcelo D. y Lena R. Balzaretti (coords.). (2002). Epicuro.
Vida, doctrinas morales, testimonios. Rosario: HyA Ediciones. pp. 21-22.
126
Para considerar:
Para resolver:
1) Elija un texto de su inters y subraye slo pasajes breves que podran ser citados
en un trabajo acadmico y que den cuenta con fidelidad de la posicin del autor.
2) Escriba un prrafo incluyendo una de ellas y ctela de acuerdo con las normas
mencionadas en el Anexo.
B) La literatura crtica slo se debe citar cuando sirva para corroborar o confirmar una
afirmacin nuestra, o cuando aporte algo nuevo.
Las citas irrelevantes o intiles con respecto al tema o que no contribuyen, con su
autoridad, a corroborar o confirmar una afirmacin nuestra acerca de l, darn a nuestro lec-
tor la impresin de que somos escritores inexpertos e ingenuos. Muchas veces, sobre todo
en los primeros aos de una carrera de grado, cuando todava no se ha adquirido la destreza
necesaria para citar la cual, en gran parte, se adquiere por la prctica tenemos la tentacin
de demostrar que efectivamente lemos la bibliografa sealada por el docente.
Veamos un caso. Estoy haciendo un anlisis literario sobre la tragedia Medea de Eur-
pides, representada por primera vez en el 431 a.C. Como es aconsejable ir de lo general a lo
particular, al comenzar el trabajo pretendo abordar las generalidades del gnero trgico tal
como se desarroll en la Atenas del siglo V a.C., para luego pasar al anlisis de Medea. En
esa parte inicial, escribo lo siguiente: Como sostiene Rodrguez Cidre, muchas tragedias
tienen como protagonistas a personajes femeninos6.
Si mi trabajo versa sobre la tragedia griega antigua, slo basta ver los nombres de las
piezas compuestas por Esquilo, Sfocles y Eurpides para concluir que esta afirmacin es
totalmente evidente. No es necesario referirse a una autoridad en el tema, como Rodrguez
Cidre, para afirmar algo tan indudable. Por ello, sera ingenuo de mi parte poner una cita
como sta.
Veamos otro caso, tambin relativo a la tragedia griega antigua. El dato que aporta la
siguiente cita puede ser exacto (de hecho, lo es), pero el autor citado no es una autoridad en
el tema (es un nombre inventado): Segn Gimnez Lpez, los crmenes de Medea podran
explicarse por su sed de venganza. En realidad, deb haber citado, por ejemplo, a Rodr-
guez Cidre, que efectivamente se refiere a este tema en la introduccin citada7, o a otros
6. Rodrguez Cidre, Elsa. (2010). Eurpides. Medea, introduccin, traduccin y notas de E. Rodrguez Cidre. Buenos
Aires: Losada, p. 11. Cabe aclarar que el pasaje citado de manera deliberadamente incompleta se inserta en una
introduccin destinada a un pblico amplio en una obra de difusin no especializada.
7. Op. cit., p. 27.
127
estudiosos reconocidos por los especialistas en el tema, como D. Page8, o D. J. Mastronarde9
o H. D. F. Kitto10, por mencionar slo a algunos.
En este sentido, cabe aclarar que si bien, evidentemente, Internet es una fuente inne-
gable de informacin, hay que ser muy cuidadosos con la evaluacin de las fuentes y sus
autores, y con los datos que obtenemos de all. Es imprescindible una evaluacin crtica de
estas fuentes, dado que en los trabajos acadmicos, los autores citados deben estar avalados
por la comunidad de especialistas de una disciplina. Si en mi trabajo cito fuentes extradas
de Internet, es fundamental que las pginas y sus autores sean reconocidos (personal o ins-
titucionalmente). Compare, por ejemplo, estas tres citas, extradas todas de pginas web:
Puede decirse que Medea era una despiadada hechicera de gran carcter
pero estaba perdidamente enamorada de Jasn. Al pensar que estaba cons-
pirando con su hermano Apsirto para dejarla en la tierra, se encendi de
rabia, queriendo incendiar el Argo y lanzarse ella misma a las llamas11.
Para considerar:
Cul de las tres citas tiene la suficiente autoridad como para ser citada en un trabajo
acadmico? Por qu? Por qu las otras no?
128
Por lo tanto, es necesario evitar tanto las citas irrelevantes como aquellas cuyos au-
tores no son autoridades en el tema o son annimos, dado que demuestran impericia ante la
comunidad acadmica de pares (es decir, colegas), que esperan que las citas aporten algo
nuevo o sirvan para que expongamos una posicin crtica sobre la bibliografa ya escrita
acerca de un tema. Veamos un tercer caso de una cita de autoridad, bien realizada, sobre el
tema Medea:
Para resolver:
1) Elija un texto de su inters y subraye slo pasajes breves que podran ser citados
en un trabajo acadmico y que sirvan para corroborar o confirmar sus afirmacio-
nes o aportar algo nuevo.
2) Escriba un prrafo incluyendo una de ellas y ctela de acuerdo con las normas
mencionadas en el Anexo.
3) Realice una bsqueda en Internet acerca de un tema de su inters y evale crti-
camente las fuentes. Se trata de fuentes confiables? Por qu? Las citara en un
trabajo acadmico? Por qu?
4) Escriba un prrafo incluyendo una cita de una fuente electrnica confiable y ctela
de acuerdo con las normas mencionadas en el Anexo.
C) La cita siempre supone que uno comparte la idea del autor de la misma. De lo contrario,
nuestra crtica debe preceder o seguir a la cita.
Si uno no comparte la idea del autor de una cita, y si no se explicita esto inmedia-
tamente antes o despus de la cita, da la impresin de que uno efectivamente la comparte,
aunque no sea as. Esto debe quedar bien claro, para no guiar mal al lector acerca de qu
estamos verdaderamente afirmando. Como ya se ha dicho, una cita puede ser interpretada
o criticada; no siempre estaremos de acuerdo con las posiciones de los autores que leemos,
aunque sean autoridades en el tema. Pero nuestra crtica debe tener fundamentos como
por ejemplo otras autoridades, o bien otros pasajes del texto que estamos analizando, y la
fundamentacin debe ser convincente y rigurosa.
129
Veamos un caso. Estoy escribiendo sobre la llamada generacin del 80 en Argentina,
la lite gobernante de nuestro pas durante las dos ltimas dcadas del siglo XIX y los pri-
meros quince aos del siglo XX, hasta la promulgacin de la ley Senz Pea, que estableci
el sufragio universal, obligatorio y secreto y que dara paso, en 1916, a la eleccin de Hip-
lito Yrigoyen como presidente de la Repblica. Me interesa citar las siguientes palabras de
Alain Rouqui:
Pero si no comparto lo que dice Rouqui, no puedo citarlo sin explicitar mi desacuer-
do inmediatamente:
15. Rouqui, Alain. (1981). Poder militar y sociedad poltica en la Argentina, tomo I: hasta 1943 [1978], trad. esp. de
A. Iglesias Echegaray. Buenos Aires: Emec, pp. 50-51.
130
Tambin podramos citar y sera lo ms aconsejable a otra autoridad en la que se
fundamente nuestro desacuerdo.
Para resolver:
1) Elija un texto de su inters y subraye pasajes breves que podran ser citados en un
trabajo acadmico.
2) Escriba un prrafo incluyendo uno de ellos y ctelo de acuerdo con las normas
mencionadas en el Anexo, fundamentando por qu est de acuerdo con la idea
expresada en l.
3) Escriba un prrafo incluyendo una de ellas y ctela de acuerdo con las normas
mencionadas en el Anexo, fundamentando por qu no est de acuerdo con la idea
expresada en l. Para las fundamentaciones, puede tomar otros pasajes del mismo
texto o bien de otros, del mismo autor o de otros autores.
D) Cada cita debe remitir claramente al nombre del autor y la fuente [...].
Para las maneras de realizar las referencias bibliogrficas del material citado de
acuerdo con la normativa internacional, vase el Anexo.
Igualmente, veamos un caso, dado que este punto, en los trabajos acadmicos, es muy
importante por tres razones: primero, para no confiar demasiado en el recurso a pginas web
cuyos autores son annimos16 (ver apartado b.); segundo, para no incurrir en plagio del
cual ya se ha hablado; y, tercero, para que quede claro de quin es la posicin que estamos
citando, porque podramos inducir a error al lector (para esto, ver apartado g.).
En este caso, mi trabajo es sobre el Curso de Lingstica General, de Ferdinand
de Saussure, publicado por Charles Bally y Albert Schhaye, dos discpulos del lingista
suizo. Para ilustrar el primer punto sealado, tomemos como ejemplo de citacin incorrecta
una pgina web muy conocida, Yahoo (Espaa) Respuestas.
Alguien pregunta: Por qu de Saussure dijo que la lingstica abarca la semiologa?
En que se bas?. La mejor respuesta, elegida por la comunidad (cuidado con esto, ver
apartado b.) es:
131
regular, por lo que concluye con una afirmacin que, al independizar una
concreta facultad de un determinado rgano, constituye el presupuesto de
la existencia de una facultad de nivel superior o ms general, cuyas mani-
festaciones habrn de conducirle a proponer la nueva ciencia de la semio-
loga: Todo esto nos lleva a creer que, por encima del funcionamiento de
los diversos rganos, existe una facultad ms general, aquella que gobierna
a los signos, y que sera la facultad lingstica por excelencia. Con ello,
Saussure est poniendo el acento, no sobre determinados signos (los del
lenguaje verbal) sino sobre cualquier instrumento (o sea, signos de otros
lenguajes [hoy, yo, escribira: de otras semiosis]) capaces, mediante la co-
rrespondiente convencin, de manifestar la capacidad del pensamiento hu-
mano para sustituir. Y esa sustitucin que Ch. S. Peirce demarcar como de
algo por algo, en una plena generalizacin lgica y, en cuanto tal, carente
de contenido pero capaz de todo contenido posible, constituye el punto de
arranque de la evolucin hacia una ciencia de la semiologa17.
Para considerar:
Por qu sera incorrecto este tipo de cita en un trabajo acadmico? Porque si bien po-
demos inferir que el autor est citando el Curso de Lingstica General, excepto en la ltima
parte donde incluso se cita a otro autor, Charles S. Peirce, tambin sin datos bibliogrficos
(?), no sabemos en qu pgina estn las numerosas partes citadas textualmente entre comi-
llas. Si mi lector desea ver el contexto de una de ellas, para profundizar en alguna cuestin
que le interese, deber recorrer enteramente el Curso para averiguarlo. En un trabajo acad-
mico, en cambio, esto debe quedar claramente explicitado:
132
este tema si le interesa. Como se ha dicho, la cortesa para con l no es una cuestin menor
en este tipo de trabajos.
En cuanto al segundo punto, veamos la siguiente cita, tomada del comienzo del texto
encontrado en Internet:
La falta de las comillas incluira como propio el pasaje que pertenece textualmente al Cur-
so sin mencionarlo. Esto es plagio. Lo que en el pasaje anterior est entre comillas no es
una idea ma, sino que pertenece a Saussure. Esto constituye, precisamente, una falta de
honestidad intelectual, que ms de uno de mis lectores notar. Es muy dudoso casi impo-
sible que, una vez entregado el trabajo, nadie se d cuenta del plagio (mi lector puede ser
especialista en el tema); por eso tambin hay que ser especialmente cuidadosos con las citas
textuales de Internet, dado que en muchos casos no sabemos quin escribe.
Para resolver:
1) Elija un texto de su inters y subraye pasajes breves que podran ser citados en un
trabajo acadmico.
2) Escriba un prrafo breve en el que cite textualmente un pasaje de acuerdo con las
normas mencionadas en el Anexo.
3) Parafrasee correctamente un pasaje del texto escogido, indicando claramente la
fuente, de acuerdo con las normas mencionadas en el Anexo.
4) Realice una bsqueda en Internet acerca de un tema de su inters y evale crtica-
mente las fuentes.
5) Tome una fuente confiable y escriba un prrafo que incluya una cita textual extra-
da de ella, citndola de acuerdo con las normas mencionadas en el Anexo.
E) Las citas de las fuentes primarias se hacen refirindose a una edicin crtica o a la edi-
cin ms acreditada.
Una fuente primaria es un texto que contiene informacin que ha sido publicada por
primera vez y que no ha sido interpretada, evaluada o modificada por alguien diferente de
su autor. Puede ser el producto de una investigacin o el resultado de una actividad creativa.
Son fuentes primarias, por ejemplo, Otelo de Shakespeare, la Historia de la Guerra del
Peloponeso de Tucdides, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de
Cervantes o la Pedagoga del oprimido de Paulo Freire.
Veamos dos casos. Si mi trabajo es sobre Don Quijote de la Mancha, de Miguel de
Cervantes, por ejemplo, es desaconsejable que citemos las pginas de la edicin de Espasa
Calpe19, que no es una edicin crtica y por lo tanto no contiene notas ni estudios; por lo menos,
19. Cervantes, Miguel de. Don Quijote de la Mancha [1605, primera parte; 1615: segunda parte]. Madrid: Espasa-
Calpe. 2007.
133
deberemos citar las de la edicin de Francisco Rico, preparada con motivo del cuarto centena-
rio de la obra, ya que es una edicin crtica, anotada y preparada por especialistas20, o bien la
edicin facsmil de la edicin prncipe, preparada en 1976 por la Real Academia Espaola21.
Pero si mi trabajo es sobre un autor contemporneo, por ejemplo, el argentino Jorge
Luis Borges (1899-1986), dado que hay muchas ediciones, conviene citar o bien de la pri-
mera edicin o bien de la ltima revisada y corregida, o bien de la ms autorizada entre los
especialistas (para esto, es necesario consultar con algn profesor del rea). Si las ediciones
siguientes son meras reimpresiones de la primera edicin, es conveniente citar de la primera,
pero si la edicin que manejamos no es la primera pero posee revisiones, aadidos o estu-
dios crticos actuales, y es la ms indicada para un trabajo acadmico, conviene citar de ella,
aclarando de qu edicin se trata. En la primera nota al pie de mi trabajo, puedo explicitar
qu edicin utilizar en todo el escrito, por ejemplo, as:
1. La edicin utilizada en este trabajo es: Borges, J. L. (1925). Luna de enfrente. Buenos Aires: Proa. sa es la
primera edicin. Pero si prefiero utilizar la publicada en las Obras completas, la nota sera: La edicin utili-
zada en este trabajo es: Borges, J. L. (1925). Luna de enfrente. En Obras completas, tomo I. Buenos Aires:
Emec.
Para resolver:
1) Elija una fuente primaria antigua de su inters en espaol. Escriba un prrafo bre-
ve en el que cite textualmente un pasaje de acuerdo con las normas mencionadas
en este apartado y en el Anexo.
2) Repita la operacin con una fuente primaria moderna en espaol.
F) Cuando se estudia una obra de autor extranjero, lo ptimo es poner las citas en la lengua
original; lo corriente es usar una buena traduccin.
20. Cervantes, Miguel de. Don Quijote de la Mancha, edicin del IV Centenario, Francisco Rico (ed.), prlogo de
Mario Vargas Llosa. Madrid: Santillana. 2004.
21. Cervantes, Miguel de. El ingenioso hidalgo Don Qvixote de La Mancha, 2 vols.. Madrid: Real Academia Espaola. 1976.
22. Platn, El banquete (Symposium), 189c; ed. J. Burnet, Platonis opera, vol. 2. Oxford: Clarendon Press, 1901 (repr. 1967).
Las obras de Platn estn numeradas de acuerdo con la paginacin de un editor, Henricus Stephanus, que en 1578 public
las obras del filsofo griego en tres volmenes: Platonis opera quae extant omnia. El nmero 189c corresponde a esa
edicin. Las buenas traducciones al espaol o a otras lenguas modernas conservan esta numeracin tradicional.
134
Si mi trabajo no est destinado a especialistas, o si, aunque lo est, quiero, razonable-
mente, que todos mis lectores entiendan qu estoy citando, citar en nota la traduccin (de
mi autora o no, en este ltimo caso con los datos correspondientes) de la cita en cuestin.
Nadie puede saber todos los idiomas antiguos o modernos, es simplemente una cuestin de
cortesa. Mi lector puede incluso pensar que es pedantera de mi parte citar en lengua extran-
jera sin una traduccin que le permita seguir mi argumentacin.
Si se desconoce el idioma original, en este caso el griego, puede recurrirse a una
traduccin en espaol autorizada; por ejemplo, en el caso de El banquete, a la traduccin de
editorial Gredos, indicando claramente el traductor y los datos editoriales:
En todos los casos, es necesario aclarar (generalmente, en nota al pie) cul es la fuen-
te textual, y, si no se ha citado en el idioma original sino slo en traduccin, qu traduccin
se ha utilizado o si la traduccin es nuestra. Cualquiera sea el criterio que adoptemos, no
perdamos de vista al lector: queremos que ste nos entienda y tenga elementos para compar-
tir o no nuestra argumentacin.
Para resolver:
23. Platn. El banquete. En Dilogos III, trad. esp. de M. Martnez Hernndez. Madrid: Gredos. 2007, p. 219.
135
Quin afirma esto? F. de Saussure o . Benveniste? No es claro, ya que el sujeto tcito
de afirma no nos permite saber, como lectores, a quin pertenece esta afirmacin, y esto
ciertamente producir confusin en el lector. Es mejor mencionar nuevamente el nombre
propio que ser poco claros acerca de la autora de las diferentes posiciones. Con decir, sim-
plemente: Ahora bien, Benveniste (o este ltimo) afirma que y poniendo la nota biblio-
grfica correspondiente24, dejamos las cosas claras: me estoy refiriendo a los Problemas de
Lingstica General de mile Benveniste. De hecho, Saussure planteaba que la relacin ar-
bitraria era entre el significante y el significado (dentro de un mismo signo), no entre el signo
(como una totalidad formada por significante y significado) y el objeto que ste designa.
Es Benveniste el que introduce el objeto en esta cuestin, no Saussure. Un lector avezado
podr notarlo, pero no todos, y por ello nosotros debemos hacerlo explcito, mencionando
de dnde se ha tomado la idea aqu parafraseada.
Veamos otro caso que suele presentar cierta dificultad: el de una cita textual dentro de
otra cita textual (cita indirecta o de segunda mano):
En mi trabajo, he incluido una cita textual de Campbell, entre comillas dobles, que contie-
ne, a su vez, una cita textual de Freud, entre comillas simples. La cita dentro de cita suele
resultar problemtica debido a su carcter indirecto. Adems de que tiene que quedar bien
claro qu autor afirma cada cosa (para que el lector no piense, por ejemplo, que Campbell
ha sealado que Edipo es la realizacin de nuestros deseos infantiles, ya que esa es
una idea de Freud), lo ms aconsejable es evitar las citas indirectas e ir directamente a la
fuente, en este caso, La interpretacin de los sueos de Freud. No es adecuado que cite a
Campbell citando a Freud cuando se trata de una obra de tan notable difusin como sta y
que es fcil de hallar en bibliotecas o libreras. Esto podra provocar una mala impresin
en el lector, que constatar que no me he tomado el trabajo de buscar la fuente primaria
sino que me he quedado simplemente con el libro de Campbell y no he tenido contacto
con la obra de Freud. En el caso de que la cita indirecta no se pueda evitar (el libro no
ha sido reeditado, no est en las bibliotecas ni libreras, es imposible hallarlo), lo mejor
ser consignar en nota, tal como se ha hecho aqu, todos los datos editoriales pertinentes
a cada obra, incluso los nombres de los dos traductores: el de la cita de Campbell y el de
la cita de Freud.
24. Benveniste, mile. (1971). Naturaleza del signo lingstico [1966]. En Problemas de Lingstica General, tomo
I, trad. esp.. Mxico: Siglo XXI, p. 53. No consta el nombre del traductor.
25. Campbell, Joseph. (2008). El hroe de las mil caras. Psicoanlisis del mito [1949], trad. esp. de L. J. Hernndez.
Buenos Aires: FCE, p. 14. La obra de Freud citada, de acuerdo con la nota 5 de esa misma pgina, es La interpre-
tacin de los sueos (Obras Completas, vol. I, trad. esp. de L. Lpez-Ballesteros y de Torres. Madrid: Editorial
Biblioteca Nueva. 1948, p. 392).
136
Para resolver:
H) Cuando la cita no supera las dos o tres lneas se puede insertar dentro del prrafo, en-
tre comillas. Pero cuando la cita es ms larga es preferible ponerla a un espacio y con un
margen menor []
La siguiente cita, que no supera las tres lneas, puede ser incluida en el cuerpo de mi
trabajo, en el lugar donde corresponda, entre comillas dobles: La Antropologa Contempo-
rnea se replantea su relacin con el objeto de la ciencia, orientndose a la investigacin de
los fundamentos de la antropologa general y a la crtica a la antropologa clsica28. Pero
si pretendo citar tambin el contexto, dado que la cita es clave para mi trabajo, se torna
demasiado extensa como para ser incluida en el prrafo (de hecho, son dos prrafos los que
26. Borges, Jorge Luis. (1952). Otras inquisiciones. Buenos Aires: Sur. Hay muchas reediciones.
27. Molloy, Silvia. (1999). Las letras de Borges y otros ensayos. Rosario: Beatriz Viterbo, pp. 175-176. Las abreviatu-
ras mencionadas por Molloy aluden a obras de Borges: D = Discusin, 3a. ed., Buenos Aires: Emec, 1964 y OI =
Otras inquisiciones, 2a. ed., Buenos Aires: Emec, 1964.
28. Quintana, Humberto L. (2004). Antropologa y economa: el economismo como cultura. Cuadernos de la Fa-
cultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy, N 24, San Salvador de Jujuy, p. 182.
Tambin disponible on line: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?pid=S1668-81042004000200009&script=sci_art-
text [visitado el 14/11/11].
137
pretendo citar, y debe respetarse la divisin en prrafos de la fuente original). En este caso,
la cita se pone en un cuerpo menor, con sangra, y sin comillas, dado que visualmente ya se
percibe que corresponde a otro autor y que el texto no es de mi autora:
En el caso de que quiera citar versos, y no prosa, un solo verso puede citarse en el
cuerpo del texto: recuerde el alma dormida. Dos versos tambin pueden citarse en el texto,
separados por una barra: recuerde el alma dormida / avive el seso e despierte. Pero si se
trata de un fragmento potico ms largo, se recomienda separarlo del cuerpo del prrafo:
Para resolver:
1) Elija un texto de su inters y subraye breves pasajes que podran ser citados en un
trabajo acadmico.
29. Ibidem.
30. Manrique, Jorge. Coplas de Don Jorge Manrique por la muerte de su padre [1483]. En Poesa (1980), edicin a
cargo de J.-M. Alda Tesn. Madrid: Ctedra, p. 144.
138
2) Escriba un prrafo breve en el que cite textualmente un pasaje de menos de tres
lneas de acuerdo con las normas mencionadas en este apartado y en el Anexo.
3) Escriba un prrafo breve en el que cite textualmente un pasaje de ms de tres
lneas de acuerdo con las normas mencionadas en este apartado y en el Anexo.
I) Las citas deben ser fieles. Esto significa que se deben transcribir las palabras tal y como
son; no se debe eliminar parte del texto sin sealarlo con tres puntos suspensivos entre
parntesis o corchetes; cuando deseamos aclarar o especificar algo dentro de una cita, se
debe hacer tambin entre parntesis o corchetes.
Vamos por partes, ya que aqu se plantean tres cuestiones. En primer lugar, la cita
fiel es aquella en la que transcribimos las palabras de nuestra fuente tal y como son. Esto
implica que, aunque la fuente contenga alguna imprecisin, inexactitud o error, tipogrfico
o de otra clase, debo transcribirla tal cual est, respetando la ortografa, la puntuacin y la
sintaxis, indicando que la imprecisin o error no me pertenece a m sino que la fuente est
citada de manera textual. Esto se realiza mediante el adverbio latino sic (que significa as),
en cursivas, entre parntesis si est fuera de la cita, o, si se inserta en ella, entre corchetes.
Para el 392 a.C. los espartanos buscaban acercarse a los persas, y lo que
pudo ser la concertacin de la paz en Sardis concertacin cuyos trminos
Atenas no acept termin para los atenienses la ayuda [sic] de los persas,
en lo naval y financiero31.
Por este motivo, la ridiculizacin se extiende sobre todos los personajes. Con
todo, la dinmica del blanco privilegiado que aparece en par fundacional,
que hace objeto de las mayores burlas y del escarnio cmico a uno de los
personajes del par, sigue tendiendo [sic] su lugar en la dupla aristofnica32.
Para considerar:
En segundo lugar, una cita es fiel cuando est citada sin omisiones. Pero cuando una
cita es muy extensa y prefiero citar slo partes de ella, puedo hacerlo mediante la adicin
de tres puntos suspensivos entre parntesis o corchetes. Veamos un pasaje de Las palabras
y las cosas de Foucault:
31. Fernndez, Claudia. (2008). Aristfanes. Las asamblestas, introduccin, traduccin y notas de C. Fernndez. Bue-
nos Aires: Losada, p. 8.
32. Schere, Mara Jimena. (2008-2009). El par cmico de Estrepsades y Scrates en la comedia Nubes de Aristfa-
nes. Argos, N 32, Baha Blanca, p. 209.
139
por el contrario, es como un lenguaje en el que cada palabra habra sido
examinada y cada relacin verificada. Saber es hablar como se debe y como
lo prescribe la marcha cierta del espritu; hablar es saber como se puede y
segn el modelo que imponen quienes comparten el nacimiento. Las cien-
cias son idiomas bien hechos, en la medida misma en que los idiomas son
ciencias sin cultivo. As, pues, todo idioma est por rehacer: es decir, por
explicar y juzgar a partir de este orden analtico que ninguno de ellos sigue
con exactitud; y por reajustar eventualmente a fin de que la cadena de los
conocimientos pueda aparecer con toda claridad, sin sombras ni lagunas.
As, pertenece a la naturaleza misma de la gramtica el ser prescriptiva, no
porque quiera imponer las normas de un lenguaje bello, fiel a las reglas del
gusto, sino porque refiere la posibilidad radical de hablar al ordenamiento
de la representacin33.
No me interesa citar todo el pasaje, sino algunas partes de l. Para conservar las ideas princi-
pales del texto, sin distorsionar la posicin del autor (ver apartado a.), y para que la cita sea
fiel, lo har, por ejemplo, de la siguiente manera:
En tercer lugar, si deseo introducir en una cita alguna aclaracin, comentario o es-
pecificacin que considere pertinente a los fines de la interpretacin del pasaje, tambin es
preciso hacerlo entre parntesis o corchetes para que la cita sea fiel:
En el prlogo a su libro Perestroika, Mijal Gorbachov afirmaba que la
Perestroika es hoy [1987] el punto central de la vida intelectual de nuestra
sociedad [la de la Unin Sovitica]. Esto es natural, porque concierne al
futuro de este pas. Los cambios que acarrea afectan a todo el pueblo sovi-
tico y abordan los problemas ms vitales34.
Podra causar confusin en mi lector si entre corchetes no hiciera la aclaracin de los refe-
rentes de las dos formas decticas: el adverbio hoy (de hecho, no se refiere al 2012 sino a
la fecha de publicacin del libro de Gorbachov) y el posesivo nuestra (no se est hablando
de cualquier pas, sino, en concreto, de la Unin Sovitica). En cambio, dado que ya se ha
aclarado antes que el autor est hablando de la Unin Sovitica, puede interpretarse sin pro-
blemas la referencia del demostrativo este en este pas.
33. Foucault, Michel. (2007). Las palabras y las cosas. Una arqueologa de las ciencias humanas [1966], trad. esp. de
E. C. Frost. Buenos Aires: Siglo XXI, p. 92.
34. Gorbachov, Mijail. (1987). Perestroika. Nuevas ideas para nuestro pas y el mundo, trad. esp. de M. C. Buenos
Aires: Emec, p. 8.
140
Tambin entre parntesis o corchetes debe indicarse cualquier subrayado que no per-
tenezca al autor que cito, sino a m. Aplicado a una letra, palabra o una frase, subrayado
seala que esa letra, palabra o frase est impresa de manera diferente de la empleada en el
resto del texto. Puedo subrayar algo que en el texto original no est subrayado; lo har de la
siguiente manera:
Hay otro hecho que parece ilustrar que la ausencia de escritura es revela-
dora del comportamiento simblico en general, y al propio tiempo, de la
capacidad de percibir al otro. Las tres grandes civilizaciones amerindias
encontradas por los espaoles no se sitan exactamente en el mismo nivel
de evolucin de la escritura. Entre los incas falta por completo (tienen un
sistema mnemotcnico de cordelillos, que por lo dems es muy elaborado);
los aztecas poseen pictogramas; encontramos entre los mayas rudimentos
de una escritura fontica. Ahora bien, se observa una gradacin compara-
ble en la intensidad de la creencia en la divinidad de los espaoles [subra-
yado nuestro]. Los incas creen firmemente en esa naturaleza divina. Los
aztecas slo creen en ella al principio. Los mayas se plantean la pregunta y
contestan con una negativa35.
Es decir, en la obra que cito como fuente est en letra normal la parte subrayada con cur-
sivas en mi cita. Pero si el subrayado pertenece al autor original, no es necesario hacer
ninguna aclaracin: se presupone que, como la cita es fiel, ha sido el mismo Todorov el que
ha subrayado en el siguiente pasaje las palabras yo y nosotros, escritas en cursivas, y
normales, escrita entre comillas:
Puedo concebir a esos otros como una abstraccin, como una instancia de
la configuracin psquica de todo individuo, como el Otro, el otro y otro en
relacin con el yo; o bien como un grupo social concreto al que nosotros no
pertenecemos. Ese grupo puede, a su vez, estar en el interior de la sociedad:
las mujeres para los hombres, los ricos para los pobres, los locos para los
normales36.
Para resolver:
1) Elija un texto de su inters y subraye slo pasajes breves que podran ser citados
en un trabajo acadmico.
2) Escriba un prrafo breve en el que cite fielmente un breve pasaje de l de acuerdo
con las normas mencionadas en el Anexo.
3) Escriba otro prrafo en el que cite textualmente pero con omisiones de acuerdo
con las normas mencionadas en este apartado y en el Anexo.
35. Todorov, Tzvetan. (2008). La conquista de Amrica. El problema del otro [1982], trad. esp. de F. Botton Burl.
Buenos Aires: Siglo XXI, pp. 99-100.
36. Op. cit., p. 13.
141
J) La referencia debe ser exacta, puntual y verificable.
Como afirma Umberto Eco, citar es como aportar testigos en un juicio37. Por ello,
debemos aportar a nuestros lectores todos los elementos que les permitan encontrar los tes-
timonios citados; en consecuencia, las referencias de las citas deben ser exactas y puntuales,
de manera que las citas sean verificables por todos. Esto es especialmente importante en tra-
bajos acadmicos que sern ledos por nuestros profesores y, luego, por nuestros colegas
por lo que decamos en la Introduccin: porque nuestro trabajo sucede a trabajos pasados
sobre el mismo tema y precede a otros futuros.
En realidad, esta regla es complementaria de la mencionada en el apartado d). Pueden
verse all tanto un ejemplo de cita ni exacta, ni puntual ni verificable en el prrafo extrado
de Yahoo (Espaa) Respuestas (nota 17), como una cita del mismo texto del Curso de Lin-
gstica General de F. de Saussure pero bien realizada, es decir, exacta, puntual y verificable
(nota 18), que puede ser consultada por cualquier lector en la obra mencionada con precisin
en la referencia.
Para resolver:
1) Elija un texto de su inters y subraye slo pasajes breves que podran ser citados
en un trabajo acadmico.
2) Escriba un prrafo breve en el que cite textualmente un pasaje de acuerdo con las
normas mencionadas en el Anexo. La cita debe ser exacta, puntual y verificable.
3) Analice por qu el siguiente prrafo no es adecuado para un trabajo acadmico:
Consideraciones finales
A lo largo de estas pginas, hemos analizado diez pautas cuya correcta aplicacin en
nuestros trabajos acadmicos nos garantizar que, por lo menos en lo que atae al tema Nor-
mativa, registro bibliogrfico, citacin, nuestro trabajo pueda ser evaluado satisfactoriamen-
te. Dado que no se trata de una cuestin menor, es preciso insistir en la necesidad, por un lado,
de respetar las normas de citacin indicadas en el Anexo y, por otro, de evitar los errores fre-
cuentes que pueden producirse en los primeros trabajos acadmicos, sealados en el desarro-
llo. Puesto que gran parte de las estrategias aqu mencionadas se adquieren con la prctica de
la escritura, se sugiere comenzarla desde el primer ao de estudios universitarios. Si bien todas
estas reglas y estrategias pueden parecer muy rgidas y difciles de respetar, posteriormente,
con la prctica y el avance de nuestros estudios, las aplicaremos de manera gil y constituirn
algo cotidiano y familiar. De all la importancia de realizar las prcticas propuestas.
142
Anexo
cap. captulo
ed. edicin
2a ed. segunda edicin
ed. Rev. edicin revisada
ed. (ed.) Editor; eds. (Editores)
Trad. Traductor (Traductores)
s.f. sin fecha
p. (pp.) pgina (pginas)
Vol. Volumen (Ej: Vol. 4)
Vols. volmenes (Ej: cuatro vols.)
143
No Nmero
pte. parte
Inf. Tec. Informe Tcnico
Suppl. Suplemento
144
8. Edicin revisada de un libro
Rosenthal, R. (1987). Procedimientos meta-analticos para la investigacin en ciencias so-
ciales (ed. rev.). Newbury Park, CA, EE. UU.: Sage.
10. Manuales
American Psychiatric Association (1994). Diagostic and statistical manual of mental disor-
ders (4a. ed.). Washington, DC, EE. UU.: Autor.
145
17. Ponencias publicadas en revistas o actas de reuniones cientficas
Montero, M. (1992). Permanencia y cambio de paradigma en la construccin del conoci-
miento cientfico. En M. Fernndez (Presidente), Memorias del Congreso Hispa-
noamericano de Investigacin Educativa. (pp. 33-57). Caracas: Universidad Simn
Bolvar.
Nota: la fecha de emisin del decreto o resolucin puede no coincidir con la de publicacin.
Ejemplos:
Informes tcnicos
Banco Central de Venezuela. (1990, 1 de Marzo). Informe Econmico. Caracas: Autor
Documentos legales
Ley sobre el Derecho de Autor. (1993, 30 de Septiembre). Gaceta Oficial de la Repblica,
4638 [Extraordinaria], Octubre 1, 1993.
146
20. Medios audiovisuales
Proporcione el nombre y, entre parntesis, la funcin del creador o colaboradores principa-
les (productor, director, libretistas).
Identifique el trabajo como un material del tipo que sea entre corchetes inmediatamente
despus del ttulo.
Coloque el pas de origen (donde se hizo y se exhibi por primera vez), as como el nombre
de la productora.
Cuando el material sea de circulacin limitada, proporcione entre parntesis el nombre y
direccin del distribuidor al final de la referencia.
120.7.1. Autor
Garcs, M. (1982). 1 Sonata en mi mayor [Msica impresa]: para violn y piano. Barcelona:
Boileau, D.L. 1 partitura, 7 pp.; 32 cm. (Edicin ibrica; 241)
20.7.2. Entidad
Casals, E. et. al. (1998). 10 peces per a piano i gralla [Msica impresa]. Edici a cura
de lAula de Msica Tradicional i Popular del Centre de Promoci de la Cultura
147
Popular i Tradicional Catalana. Barcelona: Dinsic, D.L.. 1 partitura, 71 pp.; 30 cm.
(Calaix de solfa; 4). ISBN 84-95055-12-0
20.8.1. Artculos de internet basados en una fuente impresa que no haya cambiado en
su versin en lnea
Petty, R., Briol, P. y Tormala, Z. (2002). Trough confidence as a determinant of persuasion:
The self-validation hypothesis [Versin electrnica], Journal of Personality and So-
cial Psychology, 82(5), 722-741.
20.8.2. Artculos de internet basados en una fuente impresa que haya cambiado en su
versin en lnea
Petty, R., Briol, P. y Tormala, Z. (2002).
Trough confidence as a determinant of persua-
sion: The self-validation hypothesis [Versin electrnica], Journal of Personality
and Social Psychology, 82(5), 722-741. Recuperado el 15 de Mayo de 2001, de
http://www.apa.org
http://www.ilt.columbia.edu/publications/papers/newwinel.html
148
20.8.6. Documentos de varias pginas creados por una organizacin privada, sin fecha
Greater New Milford (Ct) Area Health Community 2000, Task Force on Teen and Ado-
lescent Issues. (s.f.). Who has time for a family meal? You do! Recuperado el 5 de
octubre de 2000, de http://www.familymealtime.org
20.8.8. Copia electrnica del artculo de una revista cientfica, recuperado de una base
de datos
Borman, W. C., Hanson, M. A., Oppler, S. H., Pulakos, E. D. y White, L. A. (1993). Role
of early supervisory experience in supervisor performance. Journal of Applied Ps-
ychology, 78, 443-449. Recuperado el 23 de octubre de 2000, de la base de datos
PsyArticles.
Nota: No son necesarias las entradas de referencia para software y lenguajes de progra-
macin estndar, como Microsoft Word, Excel, Java, Adobe, SPSS, etc. Dentro del
texto, proporcione el nombre propio del programa y el nmero de versin.
149
23. FUENTES
Sugerimos separar las referencias bibliogrficas de las fuentes.
Fuentes
Cicern, M.T. Pro Ligario, ditt et traduit per Jules Humbert, Henri de La Ville de Mirmot,
Paris: Collection des universits de France, Serie latine, 2002.
Referencias bibliogrficas
Fuentes
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Press, 1901 (repr. 1967).
Referencias bibliogrficas
Benveniste, mile. (1971). Naturaleza del signo lingstico [1966]. En Problemas de Lin-
gstica General, tomo I, trad. esp. Mxico: Siglo XXI.
Boeri, Marcelo D, y Lena R. Balzaretti (coords.). (2002). Epicuro. Vida, doctrinas morales,
testimonios. Rosario: HyA Ediciones.
Borges, Jorge Luis. (1925). Luna de enfrente. Buenos Aires: Proa.
Borges, Jorge Luis. (1974). Obras completas, tomo I. Buenos Aires: Emec.
Campbell, Joseph. (2008). El hroe de las mil caras. Psicoanlisis del mito [1949], trad.
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Cervantes, Miguel de. (2007). Don Quijote de la Mancha [1605, primera parte; 1615: se-
gunda parte]. Madrid: Espasa-Calpe.
Cervantes, Miguel de. (2004). Don Quijote de la Mancha, edicin del IV Centenario, Fran-
cisco Rico (ed.), prlogo de Mario Vargas Llosa. Madrid: Santillana.
Cervantes, Miguel de. (1976). El ingenioso hidalgo Don Qvixote de La Mancha, 2 vols.
Madrid: Real Academia Espaola.
Fernndez, Claudia. (2008). Aristfanes. Las asamblestas, introduccin, traduccin y notas
de C. Fernndez. Buenos Aires: Losada.
Foucault, Michel. (2007). Las palabras y las cosas. Una arqueologa de las ciencias huma-
nas [1966], trad. esp. de E. C. Frost. Buenos Aires: Siglo XXI.
Gorbachov, Mijail. (1987). Perestroika. Nuevas ideas para nuestro pas y el mundo, trad.
esp. de M. C. Buenos Aires: Emec.
Kitto, Humphrey D. F. (1939). Greek Tragedy: A Literary Study. London: Methuen.
Manrique, Jorge. (1980). Coplas de Don Jorge Manrique por la muerte de su padre [1483].
En Poesa, edicin a cargo de J.-M. Alda Tesn. Madrid: Ctedra.
Mastronarde, Donald J. (ed.). (2002). Euripides: Medea. Cambridge:Cambridge Univer-
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Page, Denys (ed.). (1938). Euripides, Medea. Oxford: Clarendon Press.
Platn. Dilogos III, trad. esp. de M. Martnez Hernndez. Madrid: Gredos. 2007.
150
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Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacio-
nal de Jujuy, N 24, San Salvador de Jujuy. Tambin disponible on line:
http:/www.scielo.org.ar/scielo.php?pid=S1668-81042004000200009&script=sci_
arttext[visitado el 14/11/11].
Rodrguez Cidre, Elsa. (2010). Eurpides. Medea, introduccin, traduccin y notas de E.
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Rouqui, Alain. (1981). Poder militar y sociedad poltica en la Argentina, tomo I: hasta
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tad de Humanidades y Ciencias de la Educacin, Universidad Nacional de La Plata:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.3021/pr.3021.pdf. [visitado el
12/11/11].
Schere, Mara Jimena. (2008-2009). El par cmico de Estrepsades y Scrates en la come-
dia Nubes de Aristfanes. Argos, N 32, Baha Blanca.
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Bibliografa de consulta:
Botta, Mirta. (2002). Tesis, monografas e informes. Nuevas normas y tcnicas de investiga-
cin y redaccin. Buenos Aires: Biblos.
Eco, Umberto. (2003). Cmo se hace una tesis [1977], trad. esp. de Luca Baranda y Alberto
Clavera Ibez. Barcelona: Gedisa.
151
152
Captulo 5
153
Si observamos el par (i.)-(ii.), en la oracin (1.ii.) se destaca la informacin las novelas de
Garca Mrquez en posicin inicial por sobre la informacin del agente que lleva a cabo
la lectura (Ana). En (1.iii.), el pronombre se brinda un matiz diferente al destacar el hecho
de haber ledo la totalidad de novelas de Garca Mrquez.
Si atendemos a los elementos que constituyen la oracin, el verbo leer demanda por
su propio significado lxico un agente del evento de leer y un objeto/tema sobre el que recae
esa accin. Y si atendemos a los elementos y el orden en que se presentan, en (1.i.) Ana (el
agente) tiene prominencia, en (1.ii.) las novelas de Garca Mrquez (el tema/objeto). Y en
(1.iii.) se realiza una delimitacin del evento de leer: la presencia del pronombre se es la
que provoca esta delimitacin (leer es distinto de leerse, pues este ltimo implica que se
ha ledo la totalidad de la obra). Tpicamente, entonces, los verbos son predicados, esto es3:
Un predicado es todo aquel elemento lxico que denota una accin, proce-
so o estado y que selecciona un conjunto o red de argumentos en funcin
de su propio significado lxico. Por su parte, un argumento se puede definir
como el participante de una accin, proceso o estado imprescindible para
que este se pueda llevar a cabo4.
Los argumentos del predicado pueden realizarse en la oracin como sintagmas nomi-
nales (un libro) y preposicionales (a Pedro). As:
En (3.i.) pueden advertirse los dos participantes que selecciona el predicado, es decir, este
verbo necesita expresar que alguien (Juan) vende algo (muebles); en (3.ii.) podemos
3. Por cuestiones que ataen al desarrollo temtico de este captulo, se presenta el verbo como predicado. Sin embar-
go, es necesario aclarar que predican tambin los adjetivos y ciertas preposiciones. Por ejemplo, en Juan consider
brbaros a los inmigrantes, considerar se predica de Juan, en tanto el adjetivo brbaros lo hace de los inmigrantes.
En Juan fue desde la casa hasta el jardn, las preposiciones desde y hasta predican procedencia y destino.
4. Rodrguez Ramalle (2005): 65.
5. En particular, se distinguen los argumentos obligatorios propiamente argumentos de los admitidos, denominados
adjuntos.
154
advertir que ese alguien est representado en el sufijo dor de vendedor6, (3.iii.) es una
forma pasiva en la cual el alguien responsable de la venta no se manifiesta lxicamente7.
Tales formas nos permiten afirmar que el verbo selecciona los participantes, es decir,
los argumentos que necesita para conformar una estructura vlida. As, algunos verbos se-
leccionan tres argumentos (como dar, pedir, prometer);
(4.) i. X da Y a Z.
ii. X pide Y a Z.
iii. X promete Y a Z8.
(5.) i. X prepara Y.
ii. X construye Y.
iii. X planta Y.
(6.) i. X floreci.
ii. X muri.
iii. X vivi.
6. Los sufijos son aquellos morfemas unidades mnimas portadoras de significado- que se adjuntan a la derecha de la
base de la palabra. Ej: en la palabra portazo, el sufijo es -azo, en vendedor, vend- es la base y dor el sufijo.
7. En las oraciones en voz activa, puede explicitarse el agente o instrumento que realiza la accin; en las oraciones
pasivas, el agente o instrumento puede omitirse o expresarse mediante una construccin encabezada por la prepo-
sicin por.
Voz activa: El cartero entreg la encomienda.
agente
Voz pasiva: La encomienda fue entregada por el cartero.
complemento agente
Asimismo, la voz pasiva tambin puede expresarse mediante la utilizacin del pronombre se ms un verbo en
tercera persona. Este uso de la voz pasiva no permite la expresin del agente: Ejemplo: Se entreg la encomienda.
Cf. captulo 9 de este volumen para un tratamiento particular.
8. X refiere al primer argumento (alguien), Y refiere al segundo argumento (algo) y Z, al tercero (a alguien):
Alguien da / pide / promete algo a alguien. Para una lectura introductoria acerca de la predicacin en el marco
de la semntica, cf. Bosque y Gutirrez-Rexach (2009): 251-255.
9. Los nmeros sealan la cantidad de argumentos obligatorios que selecciona cada verbo.
155
Siguiendo este criterio semntico-relacional10, la idea es que todos los argumentos
Veamos los casos siguientes: con el predicado entregar, cuya EA es entregar <1,
2, 3>, pueden generarse las siguientes estructuras (7.i) (7.iii.) en las que estn presentes
los mismos argumentos: el estudiante que entabla la relacin temtica de agente con el
predicado, la nota, que asume la de tema y al profesor, la de destinatario (que puede
aparecer en la estructura o no).
10. Atendemos a la idea de que un argumento lo es de un predicado; en sentido estricto, podran denominarse argu-
mento-de- pues no es el caso que los argumentos portan significado temtico aislado sino que entablan determinada
relacin temtica con el predicado en la estructura: As un documento entabla relaciones temticas especficas
en Juan perdi un documento (tema) y en Juan amenaz a Pedro con un documento (instrumento). O la lluvia en
Odio la lluvia y en La lluvia moja ms a los que vuelven. [Nota de las Directoras].
11. Rodriguez Ramalle (2005): 68.
156
El verbo dar es un verbo que selecciona tres argumentos: alguien (argumento 1 agen-
te) da algo (argumento 2 tema) a alguien (argumento 3 destinatario). Las oraciones
(8.i.) y (8.ii) no son posibles, ya que el argumento 2 (el algo) no se ha saturado en la
estructura. En cambio, (8.iii) es legtima pues los argumentos requeridos por el significado
lxico del verbo estn saturados.
En las oraciones (9.i.) y (9.ii.) estamos en presencia del verbo trabajar. En (9.i.), la estruc-
tura argumental slo est constituida por un argumento (Juan).
- trabajar = <1>
se trata de un predicado que admite una forma con la expresin del objeto y otra, sin ella.
Esto ocurre con verbos cuyo objeto puede desprenderse del significado mismo del verbo:
por ejemplo, vivir la vida; caminar un camino; escribir (el escrito).
157
(11.)
i. Juan entregar el premio al mejor escritor a Pedro durante el acto homenaje.
1 2 3 4
iv. ----- ha entregado el premio al mejor escritor a Pedro durante el acto homenaje.
1 2 3 4
el sujeto puede elidirse (su informacin se recupera por la morfologa verbal): (i.)
y (iv.);
el tiempo verbal es una informacin independiente del predicado: (i.) y (iv.);
la predicacin es una informacin independiente de la forma del verbo: esto es,
sea flexionado forma personal del verbo como en (i.) y (iv.); o una forma no-
personal del verbo como en (ii.) y (iii.).
Finalmente, observemos el orden de los argumentos en los casos (12.) - (14.) y los
efectos de prominencia en la informacin con que contribuyen a la frase.
(12.i.) presenta un orden cannico. En (12.ii.), el objeto en la posicin inicial resulta pro-
minente (un proyecto de intervencin artstica) respecto del agente. Esto es, en la oracin
pasiva la informacin proporcionada por el argumento en la posicin de sujeto se pone de
relieve por sobre la informacin proporcionada por el argumento agente12.
Podemos observar que las oraciones (13.ii.) y (13.iv.) presentan estructuras cuyos argumentos
se plantean de acuerdo al orden cannico, es decir, S (en este caso, primera persona del singu-
lar) V (vi en ambos casos) O (a Mara y a Juana respectivamente en cada oracin).
158
En cambio, (13.i.) y (13.iii.) presentan estructuras en las cuales se destaca uno de los ar-
gumentos, el ubicado en la posicin inicial de la oracin. As, en (13.i.), se retoma una
informacin ya introducida (A Mara), el tpico. En (13.iii.), se contrasta introduciendo una
nueva informacin (A JUANA), el foco. En la Parte II se explicita cada uno.
El elemento que est en maysculas es el foco13. La lectura de ste ofrece siempre una
interpretacin contrastiva: en (14i.), se presupone que Mariana estudia algo y se focaliza
la atencin en el tema en el sentido de Filosofa, no msica, estudia Mariana. En (14.ii.)
se presupone que se ha entregado un informe a alguien y se focaliza en el beneficiario: Al
Decano, no al Director, le presentaron el informe14.
13 Se coloca en mayscula el elemento con entonacin contrastiva para que se interprete una lectura focal.
14 En la Parte II a continuacin se retoma el tema.
15. Alarcos Llorach (1994): 214.
159
I. El sintagma preposicional
La preposicin forma, junto con su trmino un sintagma preposicional (SP), del cual
la preposicin es el ncleo. En espaol, la preposicin no puede aparecer sin un trmino
explcito asociado a ella. De las palabras que pueden acompaar a la preposicin como tr-
mino, el sustantivo es la ms comn de todas, aunque tambin otras clases de palabras que
funcionen como sustantivos pueden ocupar ese lugar:
En la oracin (1.) los argumentos aparecen en las posiciones segn el orden cannico:
(1.) i. Jos envi la carta a su hermana por la maana.
ii. Jos - envi - la carta - a su hermana - por la maana
Sujeto objeto beneficiario adjunto
1 objeto 2 objeto
En (1.) hay dos SP presentes: uno que ocupa la posicin de adjunto (por la maana) y otro
que ocupa la de beneficiario (a su hermana).
1. Lo abuchearon.
2. Lo abuchearon por su mal comportamiento.
3. Debera llover esta misma noche.
4. Por cmo est el clima, debera llover esta misma noche17.
16. Tambin un SP puede ser trmino de una preposicin, si bien son casos ms difciles de encontrar que las construc-
ciones ms usuales, las de preposicin + sustantivo. Por ejemplo: La serpiente se mova por entre los pastos,
Fue amable para con todos.
17. Siguen ejemplos de Di Tullio (1997).
18. En la escritura acadmica, es habitual la ocurrencia de construcciones encabezadas por conectores discursivos que
introducen un cambio de tema discursivo en esta posicin tales como en cuanto a, en lo que respecta a, a propsito
de, con referencia a, con respecto a, en relacin con, con relacin a. Cf. captulo 3 de este volumen.
160
Caso 2. El SP y el beneficiario como segundo objeto
Estas oraciones manifiestan una regularidad: en el caso de los verbos en voz activa que
seleccionan doble objeto, el beneficiario debe necesariamente estar introducido por la pre-
posicin a/para. Veamos un par de ejemplos:
En (12.) y (13.), los verbos en tanto predicados seleccionan dos complementos, y el segundo
de ellos est introducido por una preposicin, en estos casos a y de.
Veamos ahora las oraciones que siguen:
Se entiende que el objeto guitarra debe ser puesto en un lugar, que est expresado por un SP
de locacin introducido por la preposicin en, as como tambin se entiende que las ideas
19. Tomamos la interpretacin guiada por la oracin anterior y no tomamos en cuenta la interpretacin asociar las
ideas de Nietzche entre s, o asociar en el sentido del discurso de la psicologa.
161
se asocian con algo, expresado por un SP introducido por con. Debemos notar entonces
que, mientras en el primer par (12.)-(13.) los SPs no tienen un carcter obligatorio, en el par
(14.)-(15.) los complementos SP s lo tienen, ya que el verbo los selecciona para completar
su propia significacin, y por lo tanto, deben estar explicitados (saturados) en la estructura
oracional (en caso contrario, las estructuras son ilegtimas como muestran (16.) y (17).
Algunos verbos, denominados por las gramticas verbos tlicos, imponen la pre-
posicin a a su complemento directo. Los verbos tlicos son los que expresan la idea de
finalizacin del proceso que designa. Es decir, el verbo expresa por s mismo la idea de
finalizacin del proceso que denota.
Otros verbos, por el contrario, expresan una informacin atlica, o sea de no fina-
lizacin del proceso que denotan, y son estos los que pueden variar entre una forma con
preposicin y una forma sin preposicin. As, si la oracin (20.) informa que la polica busca
un antroplogo forense cualquiera, la oracin (21.) informa que se busca a un antroplogo
forense en particular, y no a cualquiera. Es decir que la diferencia que aporta la construccin
introducida por la preposicin a es la delimitacin del evento referido por el verbo, le aporta
un aspecto terminativo que individualiza el objeto.
162
24. *Los msicos de la orquesta abogan.
25. Los msicos de la orquesta abogan por mejoras edilicias en el teatro.
Algunos verbos, como vemos, seleccionan a veces una construccin SP (30.) y otras
una construccin con un sintagma nominal (SN) (31.). Segn la seleccin de un comple-
mento u otro, la informacin vara: en (30.), [confiar + SP] significa tener esperanza,
mientras que en (31.), [confiar + SN] significa entregar.
163
Como se observa en (32.)-(35.), existen verbos que no alternan entre preposiciones,
sino que tienen una seleccin fija de la preposicin con la que expresan su objeto.
En (39.), la preposicin porta significado propio (la idea de lugar). Estas preposiciones se
conocen como preposiciones llenas, pues contribuyen con un significado a la construccin.
El valor semntico de estas preposiciones no se encuentra debilitado, y pueden denotar
una clase de relaciones entre las partes relacionadas:
En este ejemplo vemos que la preposicin sin, sugiere por s sola idea de excepcin
o exclusin21.
En el caso de las preposiciones llenas, stas no cumplen slo una funcin meramente
formal, sino que adems aportan un matiz predicativo al verbo. Estos complementos, no
estaran en la misma relacin con el verbo que las preposiciones vacas. Como vimos an-
teriormente: si un verbo necesita una preposicin con un matiz de significado que indique
direccin, puede seleccionar ms de una preposicin: fue a / hasta su casa.
164
IV. El SP y el orden de los argumentos
43. La escultora regal una de sus obras a una ONG con mucho placer.
La escultora regal una de sus obras, [con mucho placer], a una ONG.
La escultora regal, [con mucho placer], una de sus obras a una ONG.
La escultora, [con mucho placer], regal una de sus obras a una ONG.
[Con mucho placer], la escultora regal una de sus obras a una ONG.
165
a.) que se est retomando una informacin ya mencionada en un discurso anterior o
que puede ser inferida por el hablante (como cuando se responde a una pregunta, como en
(45.)). El constituyente de la clusula que se conecta de esta manera se conoce como tema y
es el que establece aquello de lo que se tratar el resto de la frase.
b.) que se quiere enfatizar una parte de la clusula pues contrasta con una informa-
cin ya mencionada y, explcita o implcitamente la niega (47.). Este constituyente, que
introduce informacin a una informacin presupuesta, se conoce como foco22.
En resumen parcial, se pueden mover a la posicin inicial de la clusula:
el segundo objeto/beneficiario: A Ricardo le di la propina en el cine ayer.
el primer objeto/tema: A Clarisa vio Pedro.
el objeto de rgimen preposicional: De varios millones dispone el banco para
sostener la demanda.
el adjunto: Bajo el rbol dej la moto Juan.
Aqu se observa que la preposicin que encabeza un sintagma en una clusula ase-
verativa se mueve al principio de la oracin con el elemento que encabeza la clusula in-
terrogativa parcial (qu, quin). La preposicin subordina al elemento interrogativo y debe
moverse con l hasta el principio de la clusula, por ello (50.) y (51.) son formas imposibles
(la preposicin permanece en la posicin originaria al final de la oracin):
V. Acerca de la preposicin de
Nos encontramos aqu con uno de los problemas ms usuales en el uso de la preposicin
de, conocido como dequesmo. El dequesmo es el empleo de la preposicin de delante de la
conjuncin que cuando ningn elemento de la clusula la exige. Ni el verbo resultar ni el verbo
sospechar en (52.) y (53.) exigen la preposicin de para introducir su objeto23.Paralelamente,
ciertos verbos seleccionan de manera obligatoria un objeto con preposicin para completar su
significado; esto no se da en el dequesmo, ya que la preposicin no es seleccionada por el verbo.
166
54. El hecho de que ha crecido el nmero de inscriptos en la carrera de Antropologa
es indudable.
55. Estoy seguro de que maana va a llover.
56. *Hay que tener en cuenta de que la carrera de Ciencias de la Educacin tiene
menos inscriptos que Antropologa.
Vemos entonces que en no todos los casos podemos hablar de dequesmo: en (54.) y
(55.) (no marcados con el signo *) la preposicin de s est seleccionada por algn elemento
de la clusula. En la serie (57.) - (62.) se ejemplifica uno de los problemas que se reconoce
como ms usuales en la escritura acadmica: la confusin de las preposiciones selecciona-
das por el verbo. Verbos que se caracterizan por la seleccin de una preposicin particular
para expresar una idea aparecen, en su lugar, con la preposicin de.
Mas el quesmo, por su parte, no slo se da con la preposicin de sino que puede
darse con otras preposiciones: a, con, por, en, las que se caracterizan como preposiciones
vacas. Como en el dequesmo, el problema est en si hay otra palabra que seleccione o
no la preposicin para completar el sentido de lo que se informa, y si esa preposicin es la
indicada para ocupar ese lugar.
Actividades
2. Observe el orden de los argumentos de las oraciones primera y tercera, describa la promi-
nencia conforme a la posicin en que aparecen.
167
Dos aspectos tena el enfrentamiento entre criollos y peninsulares. Para
algunos haba llegado la ocasin de alcanzar la independencia poltica []
Para otros, el problema fundamental era modificar el rgimen econmico,
hasta entonces favorable a los comerciantes monopolistas24.
3. En funcin de la lectura del siguiente texto, redacte oraciones (de acuerdo al orden ca-
nnico, con segmentos focalizados y topicalizados) con los verbos explicar y ordenar.
Tienes que pensar, diran las Leyes, que si reconoces que decimos la ver-
dad, actuar en contra de nosotras no es justo. Porque te hemos dado la
vida y te hemos alimentado y educado. Hemos beneficiado a ti y a los de-
ms ciudadanos atenienses con toda clase de bienes. [] Hemos declarado
tambin que cualquier ciudadano, habiendo visto cmo funciona la Rep-
blica, que quiera irse, tiene derecho a hacerlo y a emigrar con sus bienes a
donde le plazca. [] En cambio, aquel que se queda aqu sabiendo cmo
administramos justicia y manejamos los negocios de la ciudad, de se deci-
mos que, al quedarse, se ha comprometido a hacer cuanto le ordenemos25.
5. Observe las predicaciones y las construcciones en que son expresados los argumentos, y
describa las relaciones de prominencia de los argumentos en la interpretacin de la frase:
i. A los libros los consult en la biblioteca a la tarde.
Los consult a los libros a la tarde, en la biblioteca.
En la biblioteca, a la tarde, consult los libros.
En la biblioteca, a la tarde, a los libros los consult por gusto.
Les dije a todos que hicieran silencio.
Les dije que hicieran silencio.
A todos les dije que hicieran silencio.
ii. Soy yo la que limpia todo el da.
Yo soy la que limpia todo el da.
--- Soy la que limpia todo el da.
Soy YO la que limpia todo el da.
Limpio todo el da.
Yo limpio todo el da.
24. Romero, Jos Luis. (2007). Breve Historia de la Argentina. Buenos Aires: Fondo de Cultura Econmica, p. 49.
25. Platn. Critn, trad. al esp. Fernando Garca Romero. (2005). Buenos Aires: Gradifco, p. 120.
168
iii. Fue la edad media la que termin con la ingenuidad.
Lo que mata es la humedad.
La humedad mata.
Lo que hace la humedad es matar.
Matar es lo que hace la humedad.
6. Lea nuevamente las frases que encabezan la Parte I de este captulo, explicite los signos
que preceden a las dos primeras (asterisco, doble interrogativo) y justifique la ausencia de
signos en la tercera.
9. Observe la preposicin hasta en la serie y describa el significado que aporta en cada caso:
i. Comieron hasta llenarse.
ii. Comieron hasta pasteles.
iii. Llegaron hasta la biblioteca de filosofa.
iv. Hasta la biblioteca de filosofa, llegaron.
v. Hasta llegaron a la biblioteca de filosofa.
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paola. Madrid: Real Academia Espaola-Espasa Calpe.
Bosque, Ignacio y Javier Gutirrez-Rexach. (2009). Las palabras como centro de la sin-
169
taxis, La predicacin, Sintaxis y discurso. En Fundamentos de sintaxis formal.
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Di Tullio, Angela. (1997). Estructuras temticamente marcadas. En Manual de gramtica
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En Fernndez, Beatriz & Itziar Laka (eds.) Andolin Gogoan: Essays in Honour of
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Rodrguez Ramall, Teresa. (2005). La estructura informativa de la oracin y su relacin
con el orden de los constituyentes. En Manual de sintaxis del espaol, Madrid:
Castalia.
170
Captulo 6
Vanesa Condito
Enelprincipiodelaescrituratodaslaspalabrasseponianjuntassinespacio
enblancoentreellasconfrecuenciaenmayusculasporsupuestotampoco
Habiaacentoslasfrasesademasempezabanyterminabansin
Ningunaindicacionylomismolosparrafos
Perdn imposible, Jos A. Milln
Cmo se hace para que cuando escribo se entienda bien lo que quiero decir? Por qu
parece que no alcanza con usar ciertas palabras y no otras? Ser que lo que estoy escribiendo
se entiende? Se pueden relacionar las ideas que escrib entre s, o estn todas mezcladas y
caticamente pegadas? Cmo hacemos para prever que no haya malentendidos en lo escrito,
si no tenemos al interlocutor enfrente para ir aclarndole lo que tuvimos intencin de escribir?
Interrogantes, dudas y desconciertos. Quin no se hizo, en mayor o menor medida,
estas preguntas alguna vez frente a la hoja (o pantalla) en blanco? Por qu, precisamente,
la actividad de escritura nos convoca a pensar estas cuestiones?
Lo escrito y lo oral
171
no saber escribir a diferencia de la lengua oral, la palabra escrita nos es impuesta; proviene
desde afuera y, en cuanto tal, debe ser aprendida (y eso constituye un trabajo):
Por consiguiente, lejos de consistir en una mera forma de transcribir y reproducir el habla,
la escritura es una modalidad discursiva en s misma, con sus posibilidades y sus reglas2, y
la puntuacin es, precisamente, uno de los elementos que la constituyen como tal y la dife-
rencian de la oralidad.
Ahora bien, un eje fundamental a tener en cuenta para pensar esta especificidad es el
hecho de que la escritura se erige sobre la ausencia fsica de los participantes de la interac-
cin discursiva3. Esto acarrea, como consecuencia, tanto la ausencia de rasgos prosdicos4
que delimiten y especifiquen los sentidos de lo dicho, as como la imposibilidad de corregir,
desdecir y parafrasear lo verbalizado ante un eventual requerimiento por parte de un inter-
locutor confundido. Es desde aqu que podemos pensar cmo, justamente, la puntuacin se
constituye como el conjunto de marcas grficas necesarias e imperiosas en el momento de
organizar semntica y pragmticamente el discurso. Es decir, ante la sensacin de insufi-
ciencia de las cadenas de palabras y enunciados para producir significados y efectos de sen-
tido con precisin en lo que se escribe, los signos de puntuacin son una de las herramientas
que no slo definen a la modalidad escrituraria como tal, sino que y lo que es ms impor-
tante pueden operar como instrucciones de lectura; instrucciones que (como la palabra lo
indica) deben ser gestionadas conscientemente por el escritor en virtud de la accin verbal5
que est intentando producir.
Obsrvese que, desde estos presupuestos vinculados con la diferencia oralidad/escritu-
ra, queda claro pese a lo que se sostiene en la primera leccin sobre puntuacin en la escuela
primaria que los signos de puntuacin no tienen como finalidad el representar por escrito
las modulaciones y entonaciones de la lengua hablada6. sino que tienen estricta incumbencia
dentro del orden autnomo de la prctica del escribir y por ella tienen razn de ser.
La puntuacin constituye, entonces, un sistema de signos grficos que instituyen y
organizan la estructura, el significado y el sentido de un texto, de modo consustancial. Deci-
mos que se lo realiza de modo consustancial puesto que en el lenguaje no es posible separar
forma de significado; ambas instancias se generan de modo recproco: una forma supone un
significado y un significado supone una forma7. Por consiguiente, todas las decisiones que
se tomen en relacin con la puntuacin de un escrito generarn una determinada estructura
formal que instituir un sentido.
1. Havelock, Erick. (1991). La ecuacin oralescrito: una forma para la mentalidad moderna. En Olson, David y
Nancy Torrance (comps.). Cultura escrita y oralidad. Barcelona: Gedisa, p. 37.
2. Cf. Olson (1994).
3. Cf. Ong (1982).
4. Los rasgos prosdicos aluden al conjunto de fenmenos fnicos entonacin, acentuacin, ritmo, pausas, etc. con
que se profieren los enunciados y que pueden reportar significacin.
5. Cf. Bronckart (2004).
6. Con esto no estamos negando el hecho de que cuando se utiliza un signo de puntuacin se da como consecuencia
una entonacin particular a lo escrito, si se lo lee en voz alta. Sin embargo, nos interesa enfatizar que este valor es
secundario y se da como consecuencia de la funcin que tienen los signos en el orden especfico de la escritura.
7. Cf. Bajtn (1982).
172
La puntuacin y la estructura lgica de las proposiciones
8. En este captulo entendemos por texto a la unidad de publicacin; es decir, el resultado material del trabajo de
escritura.
9. Cf. captulo 5 de este volumen.
10. Cf. la segunda parte del Anexo de este captulo.
11. En la escritura acadmica del campo disciplinar denominado Lingstica es frecuente identificar el texto al que se
hace referencia a partir de la designacin de su ao de publicacin. En las Referencias bibliogrficas ese ao se
vincular con los datos completos del registro. Es esta norma la que ha sido adoptada en este captulo. [Nota de las
Directoras]
173
como una de las palancas bsicas para la modernizacin del pas. Junto
con la necesidad de poblar su inmenso territorio, la urgencia de instruir a
sus ciudadanos, es decir de habilitarlos para las mltiples funciones de la
sociedad moderna, fue interpretada con particular sensibilidad12.
En este prrafo se pueden leer claramente dos proposiciones completas proyectadas cada
una por el verbo en voz pasiva (ser estimado y ser interpretado), que se delimitan ex-
plcitamente a partir del el punto y seguido. Tenemos, as, en el primer caso la proposicin
bsica que postula: algo (= el desarrollo de la instruccin pblica) que es estimado (=
fue estimado) algo (= como una de las palancas bsicas), y como elemento perifrico
se manifiesta el para quin respecto de esa predicacin nuclear (= para los hombres que
inspiraron). Ahora bien, para establecer la jerarquizacin entre lo nuclear y lo adjunto
dentro de esta proposicin (y marcar que el elemento adjunto se mueve a una posicin ini-
cial en lugar de dejarse al final) es que el escritor utiliza la coma con funcin demarcadora.
Asimismo, en la segunda proposicin, proyectada por fue interpretada, tambin se puede
observar la manera en que mediante la puntuacin (las comas, en este caso) se explicita la
jerarqua entre los elementos nucleares y los perifricos: algo (= la urgencia de instruir
a sus ciudadanos), es interpretada (= fue interpretada), algo (con particular sensibilidad)
constituyen lo nuclear de la predicacin, mientras que Junto con la necesidad de poblar su
inmenso territorio y es decir de habilitarlos para las mltiples funciones suponen la
periferia (es decir, elementos que no son obligatorios para que est completo el significado
lgico de la proposicin), y por tanto aparecen demarcados mediante las comas.
En definitiva, lo que aqu nos interesa sealar es que nuestros enunciados, estructura-
dos mediante oraciones, tienen distintos elementos que los constituyen y que estn ligados a
la manera en que se organiza la proposicin lgica subyacente: hay un orden, hay elementos
nucleares y otros perifricos y accesorios13. Por tanto, a la hora de escribir, esa forma inhe-
rente a los enunciados debe hacerse explcita mediante la puntuacin, como una de las he-
rramientas constitutivas de la modalidad escrita, una del conjunto que abordaremos durante
el desarrollo de este Programa. Esta herramienta permite, as, dar forma inteligible a lo que
queremos decir, sin dejar al lector sumido en una selva de palabras.
Como se ha planteado en el apartado anterior, dentro del conjunto de los signos per-
tinentes para pensar la manera en que las ideas se delimitan y jerarquizan entre s, podemos
establecer la distincin entre los signos de puntuacin que operan dentro del mbito estrecho
12. Prieto, Adolfo. (1988). El discurso criollista en la formacin de la Argentina moderna. Buenos Aires: Sudamerica-
na, p. 18.
13. Traducido en trminos del marco conceptual de este Programa, los argumentos de la proposicin aparecen en posi-
ciones predeterminadas en la estructura oracional por las reglas constitutivas de la lengua de que se trate. Desde este
punto de vista, los argumentos aparecen en la estructura en posiciones cannicas y pueden distinguirse entonces como
nucleares y perifricos. Esto es, en el eje de la identidad y en el polo del reconocimiento. Por el contrario, si nos despla-
zamos de este eje al de la no identidad y desde este polo al de la comprensin, la clasificacin por grados de relevancia
de los argumentos en relacin con el predicado se disuelve desde el momento en que es el concepto de enunciado asu-
mido el que determina cules son los rasgos constitutivos, incluso los gramaticales, vinculados a la opcin genrica.
En este sentido, un argumento que en el nivel oracional resulta perifrico puede tornarse relevante para el sentido del
enunciado segn su presencia o no, la posicin en la estructura en la que aparezca y la terminologa que lo nomine. Cf.
captulo 1 para el marco conceptual y captulo 8 para el concepto de modalidad. [Nota de las Directoras]
174
de la oracin (plano horizontal) y los que tienen un valor de organizacin a nivel global
(plano vertical).
Ahora bien, si observamos los cuadros del Anexo podemos advertir que dentro de estos
ltimos slo tenemos el punto y aparte y el punto final. Esto significa que la periodizacin a
nivel global de nuestro escrito es una cuestin simple y casi mecnica? De ninguna manera.
Pese a su aparente simplicidad, organizar la totalidad de un texto es una de las instancias
primordiales que debemos tener en cuenta a la hora de -una vez ms- guiar al lector hacia
una interpretacin determinada de nuestro discurso escrito, porque es un hecho que no todo
lo que decimos se relaciona con todo, sino que hay jerarqua, hay momentos, hay grupos de
ideas (y todo ello puede hacerse visible en la escritura por medio de la estructuracin que
permiten los signos de puntuacin). Es decir, de lo que se trata aqu es de tomar conciencia
de que, as como las ideas no se presentan en bloque como una masa amorfa de conceptos, a
la hora de escribir tal organizacin debe explicitarse mediante una estructuracin visible para
quien lee; organizacin que se traduce en una segmentacin del escrito en distintos prrafos
delimitados por un punto y aparte. En otras palabras, si nuestros actos verbales y nuestro pen-
samiento no son una unidad catica y comprimida, por qu habramos de escribir de manera
lineal y comprimida, si cuando lo hacemos de lo que se trata es de emprender una accin
mediante la palabra y, al mismo tiempo, de explicitar nuestro pensamiento que se constituye y
estructura, esencialmente, por el lenguaje?14
Con esto, lo que queremos dejar manifiesto es que la estructuracin vertical de un
texto mediante el punto y aparte delimitador de prrafos lejos de ser un plus que se realiza
para dar un respiro al lector en su tarea es parte constitutiva del uso de la palabra desde su
propia gnesis. Por consiguiente, de lo que se trata es de hacer consciente este aspecto cuan-
do escribimos, de manera tal que el lector pueda leer de modo explcito en lo que decimos
distintos aspectos, perodos, momentos y jerarquizacin.
Otro aspecto importante sobre el cual nos debemos detener es en el hecho de que no
todo lo que decimos est dicho desde el mismo lugar y punto de vista15. Es decir, ms all
de la ilusin de que todo lo que se escribe bajo una firma de autor es un gran enunciado del
que se responsabiliza en su totalidad un sujeto singular, si leemos con ms detalle adverti-
remos que las cosas no son tan as (o al menos no son tan sencillas). Muchas veces, tanto
en la produccin de gneros discursivos acadmicos como cotidianos, quien hace uso de la
palabra necesita introducir o ceder la palabra a otro -una 2 instancia de discurso-, ya sea
una persona de carne y hueso, o una voz annima, genrica o popular. Esto es as tanto
para comentar lo que estamos diciendo desde una voz autorizada, para ilustrar una situa-
cin o tema, as como para explicitar una distancia entre lo que decimos y sobre lo que nos
hacemos responsables y un enunciado que no debe ser ledo del mismo modo (ya sea por
un uso irnico de la palabra, por un cambio en la matriz genrica de referencia, por un uso
metalingstico de un trmino, o porque es de la autora de otro)16.
175
Lanse, por ejemplo, los siguientes enunciados:
Para ganar el proceso importa menos haber obrado bien que hablar bien.
Platn escribir amargamente: En los tribunales, en efecto, la gente no
se inquieta en lo ms mnimo por decir la verdad, sino por persuadir17.
El trmino verosmil est aqu empleado en su sentido ms ingenuo
de conforme a la realidad18.
El concepto de lo verosmil ya no est de moda. No se lo encuentra en
la literatura cientfica seria19.
As, en el primer caso se explicita, mediante el uso de las comillas, que se estn citando tex-
tualmente las palabras ajenas. En el segundo ejemplo, por otra parte, vemos cmo primero
se utilizan las comillas para dejar sentado que la palabra enmarcada se est utilizando en su
carcter de tem lxico y, en segundo lugar, se pretende explicitar que lo que se dice es un
concepto ajeno. Finalmente, en el ltimo caso, se puede ver la manera en que mediante el
uso de las comillas se marca la palabra de modo irnico o distanciado.
Por otra parte, hay ocasiones en que no se trata de explicitar que quien habla no
es quien firma, sino que nos interesa dejar sentado que lo que se dice es un comentario al
margen, un recordatorio, un dato accesorio o algo que queremos aclarar y que, ciertamente,
rompe con la linealidad de nuestro discurso central, por lo que tambin estamos ante una 2
instancia de discurso. A ttulo de ejemplo, vanse los siguientes enunciados:
17. Todorov, Tzvetan. (1972). Introduccin. En AA. VV. Lo verosmil. Buenos Aires: Ed. Tiempo Contemporneo.
Traduccin de Beatriz Durriots, p. 11.
18. Todorov, Tzvetan, op. cit., p. 12.
19. Ibidem.
20. Todorov, Tzvetan. (1987). La conquista de Amrica. El problema del otro. Mxico: Siglo XXI. Traduccin de Flora
Botton Burl, p. 149.
21. Todorov, Tzvetan, Ibidem p. 155.
176
En definitiva, lo que aqu tenemos intencin de introducir es el hecho de que, adems
de la funcin de estructuracin y periodizacin del discurso, la puntuacin tambin es una
herramienta para dejar explicitado que no todo debe leerse en el mismo plano en cuanto a
responsabilidad enunciativa y que no todo lo que se dice es parte de un mismo enunciado.
La puntuacin y la modalidad
Finalmente, resta que nos preguntemos si todo lo que decimos lo decimos con la
misma valoracin, si nuestra relacin con lo dicho y con el interlocutor es siempre la mis-
ma. Difcilmente podamos responder afirmativamente a estos interrogantes. Es sabido que a
veces afirmamos, otras interrogamos, dudamos, ordenamos, deseamos, invitamos, rogamos,
exclamamos (y la lista podra seguir).
Ahora bien, dado que, como dijimos inicialmente, en la escritura no contamos con la
presencia fsica del interlocutor y, por tanto, carecemos de las posibilidades que nos brinda
la entonacin y el movimiento del cuerpo para expresarnos, debemos explotar al mximo
los recursos que tenemos en la lengua para explicitar la modalidad, en tanto expresin de la
posicin que se toma ante lo dicho y ante aquel a quien nos dirigimos22: modos verbales23,
expresiones y locuciones adverbiales24, el orden de los constituyentes de la oracin25, entre
otras posibilidades. En este sentido, un subconjunto de signos de puntuacin tambin puede
colaborar con la explicitacin de la modalidad: los signos de exclamacin, de interrogacin
y los puntos suspensivos. Es decir, se trata de un subgrupo que opera especficamente para
marcar de modo grfico ciertas modalidades discursivas (la pregunta, la exclamacin y
la duda o vacilacin) que suponen, a grandes rasgos, una manera de convocar la atencin
directa del interlocutor.
Lase, por ejemplo, el valor modal que se les da a los signos de exclamacin, interro-
gacin y puntos suspensivos26 en los siguientes enunciados:
177
Lo que descubren los espaoles es el contraste entre metrpoli y colo-
nia; leyes morales completamente diferentes rigen la conducta aqu y
all: la matanza necesita un marco apropiado.
Pero qu hacer si uno no quiere tener que escoger entre la civilizacin
del sacrificio y la civilizacin de la matanza?28
En cuanto a la enseanza, ofrecida generosamente a los hijos de los
nobles, no es ms que un pretexto para apoderarse de ellos y utilizarlos,
si se da el caso, como medio de coercin (vuestros hijos en nuestras
escuelas son rehenes[. . .]29.
178
Actividades
Para Hans Sedlmayr, el concepto de arte moderno se puede aplicar desde el impre-
sionismo hasta los distintos movimientos creados en el siglo XX, afirmando que en
ninguna de las pocas anteriores podemos encontrar algo comparable. En su conse-
cuencia ms extrema, el arte moderno se somete a un elemento extraartstico, ya sea
un enmascarado espritu cientfico o crtico, ya sea la geometra o la tcnica, ya sea el
azar (como en el dadasmo), ya sea la esfera catica del inconsciente o de un mundo
exterior trastornado (como en el surrealismo). Para el autor, este trmino se basa en
varios elementos: el afn de pureza, entendindolo como una liberacin respecto a las
anteriores prcticas artsticas; la presencia y uso masivo de la geometra; el desarrollo
temtico aportado por el surrealismo y el expresionismo []30.
Introduccin
30. Extrado de Razn y Palabra. Primera Revista Electrnica en Amrica Latina Especializada en Comunicacin, N
70, 2010. www.razonypalabra.org.mx.
179
cin binaria entre los sexos visualiz en la biologa femenina las marcas de su incapacidad
para el cumplimiento de los deberes sociales que demanda la vida pblica quedando confina-
da por tanto al mbito de la vida privada si bien esta distincin no supuso una deslegitimacin
de su sexo por cuanto se la conceba como un ser vocacionado principalmente para la mater-
nidad no ocurri lo mismo con el homosexual este personaje creacin de este paradigma re-
presentaba la inversin por cuanto si bien su cuerpo era el de un hombre era concebido como
portador de una sexualidad femenina es decir el invertido evidenciaba un doble desvo su
sensibilidad nerviosa y su placer sexual eran femeninos situacin que llev a definir su sexo
como contrario a los intereses de la reproduccin biolgica a consecuencia de lo anterior el
homosexual se convirti en un peligro no slo en trminos biolgicos para la subsistencia de
la especie sino tambin en una amenaza para la moralidad pblica interesante de ser revisado
en este breve anlisis histrico de la construccin de la diferencia sexual es el debate acad-
mico acaecido en las ltimas dcadas entre constructivistas y esencialistas-realistas sin querer
agotar la discusin intentamos poner en evidencia sus falencias y equvocos no obstante un
aspecto nos parece cierto ms all de las posturas que se asuman y es que en cualquier estudio
de la sexualidad la homosexualidad contina siendo un ejemplo privilegiado de un debate
an abierto especialmente en el contexto de los pases latinoamericanos. []31.
180
revoluciones, un mejor reparto de la riqueza y una extensin del bienestar a todos
los rincones del planeta. Este horizonte utpico fue considerado entonces alcan-
zable gracias a la principal consecuencia, rotunda e inmediata, de la victoria de
Occidente en la Guerra Fra: la llamada globalizacin33.
33. Extrado de Prez Serrano, Julio. (2005). Perspectivas para una nueva historia regional en tiempos de globaliza-
cin. En Revista de la Escuela de Historia UNS, Ao 4, vol. 1, N 4.
34. Extrado de Barthes, Roland. (2003). El placer del texto y leccin inaugural de la ctedra de semiologa literaria
del Collge de France. Buenos Aires: Siglo XXI. Traduccin de Oscar Tern.
35. Extrado de Sloterdijk, Peter. (2007). El arte se repliega en s mismo. En Revista de Observaciones Filosficas, N 4.
36. Extrado de Freire, Paulo. (2002). Pedagoga del oprimido. Buenos Aires: Siglo XXI.
181
6. Hay una forma de la memoria de los seres humanos que recoge preserva y trans-
mite las voces de los victimados a travs de las generaciones ningn siglo ha
explotado esta forma de la memoria como el pasado siglo XX puesto que nunca
como ahora los estados nacionales haban logrado producir tcnicamente en tan
corto plazo tan alto nmero de vctimas esta situacin que podemos caracterizar
como la de una creciente monopolizacin de la violencia en manos del Estado ha
creado al mismo tiempo una multiplicacin y dispersin de voces que reclaman el
derecho a ser odas es decir demandan un lugar y un tiempo donde contar el relato
de las injusticias sufridas a manos de los poderes polticos y tecnolgicos pero la
dispersin puede ser atronadora37.
1. En primer lugar, la propuesta consiste en que, a partir del texto ledo (correspondiente al
primer apartado de Los pilares de la educacin del futuro, de J. C. Tedesco), realice una
nueva lectura focalizada en indagar de qu modo el autor propone e instituye un modo de
leer su escrito a partir de la estructuracin mediante prrafos. El objetivo es establecer, a
grandes rasgos, qu valor y funcin se les da a los segmentos separados mediante el punto
y aparte, tanto para la estructura temtica global del discurso (es decir, qu ncleos de sig-
nificados se plantean), as como para la finalidad que se puede inferir del discurso (es decir,
para la accin verbal que el autor est realizando en y por su escritura).
1. Introduccin
Aprender a aprender y Aprender a vivir juntos han sido postulados como los dos
pilares que expresan los nuevos desafos que debe enfrentar la educacin en el marco de las
profundas transformaciones que vive la sociedad.[1] El primero de ellos sintetiza los desa-
fos educativos desde el punto de vista del desarrollo cognitivo, mientras que el segundo
sintetiza los desafos relativos a la construccin de un orden social donde podamos convivir
cohesionados pero manteniendo nuestra identidad como diferentes. Para comprender las
razones por las cuales ha sido posible y necesario postular estos dos pilares, es preciso tener
una visin acerca de las tendencias y las lgicas que actualmente predominan en la dinmica
de lo que ha dado en llamarse sociedad del conocimiento.
2. Cambios socio-econmicos
La literatura sobre las nuevas formas que asume la organizacin social capitalis-
ta es abundante y se ha visto enriquecida recientemente por algunos aportes crticos muy
37. Extrado de Martnez de la Escalera, Ana Mara. (2007). El sujeto de la memoria colectiva. En Revista Observa-
ciones Filosficas, N4.
38. Tedesco, Juan Carlos. (2003). Los pilares de la educacin del futuro. En Debates de educacin. Barcelona. Po-
nencia en lnea: www.uoc.edu/dt/20367/index.html.
182
significativos.[2] Desde el punto de vista productivo, existe consenso en reconocer que la
rpida y profunda transformacin tecnolgica, as como la globalizacin y la competencia
exacerbada por conquistar mercados, estn modificando los patrones de produccin y de
organizacin del trabajo. Estaramos pasando de un sistema de organizacin del trabajo
basado en la divisin en jerarquas piramidales y destinado a la produccin masiva, a un
sistema orientado al consumo diversificado y basado en una organizacin en redes, donde
se otorgan amplios poderes de decisin a las unidades locales. Estos cambios se apoyan en
la utilizacin de nuevas tecnologas, que permiten la produccin de pequeas partidas de
artculos cada vez ms adaptados a los diferentes clientes y facilitan significativamente la
comunicacin entre las diferentes unidades de produccin.
Las ideas de fbrica flexible, adaptable a mercados cambiantes tanto en volmenes
como en especificaciones, de equipos multipropsito, de plantas multiproducto, de innova-
cin y de mejora continua de los productos, de polivalencia del personal, de distribucin
homognea de la inteligencia y de formas combinadas de competencia y asociacin, son
todos conceptos habituales en los anlisis actuales sobre la organizacin del trabajo. Estos
conceptos se refieren a un modelo que supera las formas tradicionales del taylorismo y el
fordismo, basados en la produccin en serie para mercados masivos, a travs de grandes
organizaciones con estructuras internas jerarquizadas en forma piramidal.
Pero la organizacin del trabajo basada en la innovacin permanente, la flexibilidad
interna y la ruptura de las categoras fijas, al mismo tiempo que provoca la eliminacin de
las jerarquas tradicionales, muestra tendencias que contienen un potencial destructivo muy
importante [3].
En primer lugar, estos cambios estn provocando un aumento significativo de la des-
igualdad social. Los datos globales sobre distribucin del ingreso y de la riqueza indican
que se ha producido un fuerte proceso de concentracin. Esta tendencia a la concentracin
de la apropiacin de los beneficios del crecimiento econmico se percibe en el conjunto de
los pases, aunque su rapidez y su intensidad sean diferentes. Si bien las explicaciones de
este fenmeno coinciden en reconocer la complejidad de los factores que estn actuando en
estos procesos, tambin son coincidentes en advertir que uno de los factores fundamentales
es la transformacin en la organizacin del trabajo.
Al respecto, las informaciones disponibles permiten apreciar que si bien las nuevas
tecnologas aumentan significativamente la productividad, suprimen numerosos puestos de
trabajo. En este contexto, la mayor parte de los nuevos puestos de trabajo no se crean en los
sectores tecnolgicamente ms avanzados, sino fundamentalmente en los servicios, donde
el costo del trabajo representa una proporcin importante del precio del producto.
Esta diferencia en el ritmo de creacin de puestos de trabajo est asociada a di-
ferencias en los salarios. Mientras que los sectores de alta productividad pueden tener
polticas salariales generosas, los sectores de servicios, donde el vnculo entre salarios
y empleo es muy alto, estn obligados a aumentar muy moderadamente los salarios si
quieren que crezca el empleo. Esta dinmica donde el empleo disminuye en los sectores
que pueden pagar buenos salarios y aumenta en aquellos que pagan salarios modestos,
explica las razones por las cuales la recomposicin del empleo en funcin de la evolucin
tecnolgica aumenta la desigualdad [4].
En segundo lugar, las transformaciones en la organizacin del trabajo estn provo-
cando no slo el aumento de la desigualdad sino la aparicin de un fenmeno social nuevo:
la exclusin de la participacin en el ciclo productivo. A partir de la exclusin en el trabajo,
183
se producira una exclusin social ms general o como prefieren decir algunos autores
una des-afiliacin con respecto a las instancias sociales ms significativas. En este sentido,
los estudios acerca de las posibilidades que ofrecen las nuevas formas de organizacin del
trabajo indican que ellas podran incorporar de manera estable slo a una minora de traba-
jadores, para los cuales habra garantas de seguridad en el empleo a cambio de una iden-
tificacin total con la empresa y con sus requerimientos de reconversin permanente. Para
el resto, en cambio, se crearan condiciones de extrema precariedad, expresadas a travs de
formas tales como contratos temporarios, trabajos interinos, trabajos de tiempo parcial y,
en el extremo de estas situaciones, el desempleo. El fenmeno de la exclusin social cons-
tituye, desde este punto de vista, el principal problema provocado por la evolucin de las
nuevas modalidades de produccin.
El aumento de la desigualdad y la aparicin de la exclusin como un fenmeno ma-
sivo son procesos particularmente complejos. En primer lugar, es preciso reiterar que el
aumento de la desigualdad coexiste con una significativa disminucin de la importancia de
las jerarquas tradicionales. La organizacin actual del trabajo tiende a reemplazar las tradi-
cionales pirmides de relaciones de autoridad, por redes de relaciones cooperativas. En este
esquema, todas las fases del proceso productivo son importantes y el personal, en cualquier
nivel de jerarqua que se ubique, juega un papel crucial. El concepto de calidad total, que
orienta las transformaciones en los actuales modelos de gestin, supone una relacin mucho
ms igualitaria que en el pasado entre los que se incorporan a las unidades productivas. Pero
esta mayor igualdad entre los incluidos implica una separacin mucho ms significativa con
respecto a los excluidos.
Los cambios en la organizacin del trabajo estn acompaados por modificaciones
igualmente profundas en la dimensin poltica y cultural de la sociedad. Desde el punto
de vista poltico, una de las caractersticas ms importantes es la que tiene que ver con
los procesos de deslocalizacin y relocalizacin de las pertenencias y de las identidades
nacionales y culturales. Asociado al proceso de globalizacin econmica, se ha producido
una tendencia a construir entidades polticas supranacionales capaces de enfrentar los de-
safos que se plantean tanto a nivel planetario como multinacional, tales como los volme-
nes crecientes de transacciones financieras internacionales, los problemas derivados del
cuidado del medio ambiente (agujero en la capa de ozono, recalentamiento de la corteza
terrestre, etc.), la expansin del delito internacional (narcotrfico, prostitucin, etc.) y la
expansin de Internet como vehculo de circulacin de informacin sin regulacin posible
a nivel nacional.
Como resultado de estos procesos el concepto de ciudadana asociado a la Nacin,[5]
ha comenzado a perder significado. En su reemplazo, aparecen tanto la adhesin a entidades
supranacionales como tambin, al contrario, un repliegue sobre el comunitarismo local, donde
la integracin se define fundamentalmente como integracin cultural y no como integracin
poltica. En un ensayo reciente, Guhenno analiza las nuevas formas de particularismo y de
universalismo creadas a partir de los procesos de globalizacin econmica y cultural apoyados
en las nuevas tecnologas de la informacin. Su hiptesis es que, al contrario de las comuni-
dades territoriales de ayer, las comunidades virtuales son comunidades de eleccin, lo cual las
hace ms homogneas pero tambin ms cerradas. Un ejemplo de esto se advierte incluso en
el urbanismo de las grandes ciudades, donde el encierro de los barrios, protegidos por una red
de autopistas, permite reducir al mnimo los riesgos de encuentros entre ricos y pobres. El co-
mercio informtico tambin favorece este proceso de aislamiento y de homogeneizacin. Esta
184
comunidad virtual que se est creando a partir de las nuevas condiciones sociales carece de
una base comn, de un espacio comn. La eleccin que hace cada visitante de muchos sitios
de Internet es siempre precaria e inestable. Un visitante no es un ciudadano [6].
Este cambio en el concepto de ciudadana tiene enormes implicaciones. La aparicin de
lo local y lo supranacional como nuevos espacios de participacin social, est asociada a fe-
nmenos de ruptura de la accin poltica tal como se la conceba hasta ahora. La construccin
de un concepto de ciudadana mundial, de ciudadana planetaria, exige un concepto de solida-
ridad vinculado a la pertenencia al gnero humano y no a alguna de sus formas particulares.
Esta construccin, sin embargo, enfrenta enormes dificultades, la mayora de las cuales est
vinculada a las formas a travs de las cuales se produce el proceso de globalizacin.
Desde el punto de vista econmico, la globalizacin no significa slo que los capi-
tales puedan moverse rpida y libremente por todo el planeta. El fenmeno socialmente
ms importante es que como las empresas pueden instalarse en cualquier parte del mundo y
mantenerse conectadas a travs de redes de informacin, ellas tienden a radicarse all donde
los costes son menores. Este fenmeno produce lo que se ha denominado una espiral des-
cendente de reduccin de costes sociales, que tiende a debilitar la capacidad de los estados-
nacionales para mantener los niveles tradicionales de beneficios sociales y de bienestar. La
globalizacin econmica, en sntesis, reduce la capacidad del estado para definir su poltica
monetaria, su presupuesto, su recaudacin de impuestos y la satisfaccin de las necesidades
sociales de su poblacin.
Al estar basada fundamentalmente en la lgica econmica y en la expansin del mer-
cado, la globalizacin rompe los compromisos locales y las formas habituales de solidaridad
y de cohesin con nuestros semejantes. Las lites que actan a nivel global tienden a com-
portarse sin compromisos con los destinos de las personas afectadas por las consecuencias
de la globalizacin. La respuesta a este comportamiento por parte de los que quedan exclui-
dos de la globalizacin es el refugio en la identidad local, donde la cohesin del grupo se
apoya en el rechazo a los externos.
En este sentido, numerosos diagnsticos de la sociedad actual muestran que la rup-
tura de los vnculos tradicionales de solidaridad provocada por el proceso de globalizacin
ha generado nuevas formas de exclusin, de soledad y de marginalidad. Las formas de aso-
ciacin y de expresin de algunos de estos sectores excluidos tienden a apoyarse en valores
de intolerancia, de discriminacin y de exacerbacin de los particularismos. Mientras en la
cpula, las lites que participan de la economa supranacional plantean el riesgo de que su
desapego a la nacin estimule un individualismo a-social, basado en la falta total de solida-
ridad, en la base se aprecian fenmenos regresivos de rechazo al diferente, de xenofobia y
de cohesin autoritaria.
Manuel Castells, en su libro ya citado, explica con claridad este proceso, que da lu-
gar a la aparicin del fenmeno actual del fundamentalismo y de estados-fundamentalistas.
De acuerdo a su anlisis, el estado-nacin, para sobrevivir a su crisis de legitimidad, cede
poder y recursos a los gobiernos locales y regionales. En este proceso, pierde capacidad
para igualar los intereses diferentes y representar el inters general representado en el
estado-nacin. Este proceso des-legitima an ms al estado, particularmente frente a las
minoras discriminadas, que buscan proteccin en las comunidades locales o en otro tipo de
estructuras:
[...] lo que comenz como un proceso de relegitimacin del estado, mediante el
paso del poder nacional al local, puede acabar profundizando la crisis de legitimacin del
185
estado-nacin y la tribalizacin de la sociedad en comunidades construidas en torno a
identidades primarias[7].
En sntesis, el optimismo de hace unos pocos aos sobre las posibilidades demo-
crticas abiertas por la construccin de entidades polticas supranacionales, se ha diluido
rpidamente. Las dificultades, sin embargo, no implican un retorno a la situacin anterior.
Las experiencias recientes han demostrado que si bien el estado-nacin no puede ser man-
tenido en su forma tradicional, tampoco puede ser olvidado tan fcilmente. En este sentido,
el debate europeo acerca de la construccin de un concepto de ciudadana basado en una
comunidad de naciones ha permitido apreciar la importancia de lo que algunos autores han
denominado la ruptura cognitiva que implica superar el concepto de ciudadana basado
en el estado-nacin. Para promover una ciudadana europea o supranacional, el problema
fundamental consiste en superar el dficit de experiencias que tienen la mayor parte de los
ciudadanos en relacin a lo que puede constituir una ciudadana de este tipo. Segn estos
autores, la construccin de los instrumentos institucionales de la ciudadana europea estara
mucho ms avanzada que la experiencia colectiva de las personas. Esta distancia podra
explicar la significativa diferencia que existe actualmente entre las lites y la opinin p-
blica en la manera de percibir el proceso de construccin europea.[8] En este sentido, la
integracin en una unidad mayor slo ser posible a partir de una slida y segura identidad
cultural propia. La confianza en s mismo constituye, desde este punto de vista, un punto de
partida central de cualquier estrategia de integracin y de comprensin del otro. El miedo,
la inseguridad, la subvaloracin de lo propio no pueden, en ningn caso, ser la fuente de una
nueva cultura ciudadana [].
186
Cmo Borges fue Borges?39
Beatriz Sarlo
Sabemos que Borges no busc ser el Escritor Nacional. Borges no quiso ser cano-
nizado, ni quiso ser santo. En realidad, Borges fue Borges porque trabaj contra todas las
formas mayores de la literatura. Ya en la dcada del veinte, cuando l, como el siglo, tena
poco ms de veinte aos, conoca los riesgos que acechan a una literatura nacional en un pas
perifrico: el regionalismo pintoresco, el entusiasmo retrico para afirmar una voz propia
que todava no se tiene, el folklorismo nostlgico o la literatura de tesis que explique al mun-
do nuestra peculiaridad. En una palabra, Borges conoca los riesgos del modernismo, que
todava no haba pasado del todo, y del latinoamericanismo, que entonces se respiraba en el
aire de los tiempos. Contra todo esto escribi Borges. Lo que hizo fue una operacin irnica:
ya que los argentinos somos una versin menor de las naciones mayores, ya que hablamos
una forma menor del espaol, ya que hemos llegado con algunos siglos de retraso a la bi-
bliotecas de occidente, transformemos estos rasgos obligados en una eleccin. Quiero decir:
dupliquemos la apuesta, convirtamos a la marginalidad de origen en una marginalidad que
se elige. Para Borges, la pretensin ms ampulosa (y, en consecuencia, ms ridcula) de un
escritor argentino consista precisamente en errar este reconocimiento. Como una compa-
drada, Borges elige aquello que no puede rechazar. O, si se quiere ms trgicamente, acepta
su destino. Eso le permite, en los aos cuarenta, escribir dos o tres libros de relatos que son
el momento clsico de su obra y la justicia potica los coloca entre los grandes textos de
este siglo. Puede escribir El Aleph y Ficciones porque, antes, haba triunfado en la escritura
marginal. Borges fue Borges porque se propuso escribir sobre un poeta menor, Evaristo
Carriego, porque public en Crtica (un diario popular, sensacionalista y chantajista) los
textos menores de Historia universal de la infamia. Borges fue Borges porque se neg a
las grandes poticas de fin de siglo y de las vanguardias (se neg al modernismo, al simbo-
lismo, al surrealismo) y busc una voz en las lneas menores y en la literatura gauchesca. Sin
duda, ley todo. Pero un escritor no es todo lo que lee. Un gran escritor es, ms bien, todo
lo que rechaza de lo que lee. Todo lo que se niega. Por eso, el tono de Borges es atenuado.
Esas dobles y triples negaciones que se leen en sus textos son formas de la atenuacin, de
la afirmacin indirecta, de lo que los ingleses llaman el understatement, una palabra que
caracteriza ms que ninguna otra a Borges: decir menos de lo que se quiere decir, contar me-
nos de lo que cualquier otro hubiera contado. Cuando Borges recuerda, admirado, el pudor
de unos versos de Enrique Banchs, podemos creerle porque el pudor, la negativa a mostrar
del todo, es una marca original de su propia literatura. Borges eligi lo menor dentro de
las tradiciones mayores: el policial, la resea de libros, las versiones de otros textos, la
traduccin. Se hizo experto en disfraces (una estrategia que los menores usan para superar
a los mayores) y por eso escribi ensayos que son en realidad cuentos, y relatos que tienen
la forma del ensayo. Por eso tambin, Borges tuvo la astucia de las citas. Nadie ms astuto,
nadie ms engaador en el uso de la cita: nunca pueden creerse del todo, nunca estn en
el lugar completamente adecuado y, muchas veces, parecen arbitrarias, puestas como para
mostrar otra cosa. Las citas no son un aparato de pruebas, no son una red de seguridad en los
textos de Borges. Las citas son, por el contrario, el lugar donde un escrito se fractura y corre
39. Sarlo, Beatriz. Cmo Borges fue Borges?. En Borges Studies Online. www.uiowa.edu/borges/bsol/bscb.html.
187
peligro. Slo la prosa acadmica piensa que es fcil seguir adelante despus de una cita.
Borges citaba para no escribir y escriba para citar. Ese gesto es humilde slo en apariencia.
El elogio de la lectura, que hizo muchas veces, es el elogio de la cita. El uso de la cita fue un
programa de relacin con la literatura mundial de la que la argentina era una zona mnima.
Quizs esto Borges lo supo antes que ningn otro.
Un cierre parcial
188
Anexo
SIGNO FUNCIONES
189
Coma a) Para coordinar elementos en una enumeracin
190
Dos puntos Este signo siempre comunica algn tipo de subordina-
cin informativa: la unidad proposicional que sigue a los
dos puntos debe interpretarse como una reformulacin, una
consecuencia, una causa, un resumen, una explicacin, una
especificacin enumerativa o una aclaracin de la informacin
de la proposicin anterior (anunciada en el segmento previo a
los dos puntos)
Punto y coma Este signo sirve para yuxtaponer dos proposiciones que
se encuentran en el mismo nivel sintctico (es decir, ambas
son independientes porque la segunda no est subordinada a
la primera, como sucede con los dos puntos).
191
Ej.: Era de noche; la ciudad estaba desierta; los faroles ape-
nas iluminaban el desgastado empedrado. // Procurar, en vis-
ta de ello, aunar todas las colaboraciones posibles; emplear
todos los resortes de la gracia persuasiva, de la dialctica, de
la cordialidad y aun de la astucia para enrolar bajo su bandera
cuantas fuerzas pueda // Exaltacin, pues, de luces, colores y
sonidos; exaltacin hiperblica tambin de formas, todo apre-
tndose y recargndose; y exaltacin de los ntimos impulsos
de esta naturaleza humanizada, que presta a la visin un inten-
so, aunque contenido dinamismo; todo, en suma, de perfecta
equivalencia con el cuadro del paisaje Barroco.
192
que le tiene sin cuidado el problema importantsimo de
la motivacin moral // Es posible pienso que para saber
cmo ser felices en pareja, muchos tengamos que pasar por
las tribulaciones de intentarlo ms de una vez // El genio
de Gngora supo llevar a cabo la peligrosa empresa que
consiste aventura sin precedentes (no era acaso fnix en
lo extremado?) en conferir una estructura a la misma liber-
tad, un orden al desorden, una coherencia a la incoherencia
// Manuel Belgrano (Buenos Aires, 1770-1820) fue uno de los
prceres argentinos que ms nfasis puso en impulsar la edu-
cacin // Varios representantes de la UIA (Unin Industrial
Argentina) estuvieron presentes en la reunin // En el contrato
se indicar(n) el(los) da(s) de descanso previsto(s).
c. por irona
Ej.: Desaprob todas las materias. Es, sin duda, un gran es-
tudiante.
193
e. por frase hecha-popular o en otro idioma
194
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195
196
Captulo 7
Julieta Scenna
(1.)
a. Mi abuela vive en el campo. Mi abuela odia el ruido de la ciudad.
b. Mi abuela vive en el campo y odia el ruido de la ciudad.
c. Mi abuela, que vive en el campo, odia el ruido de la ciudad.
1. Es decir, una clase de palabra que introduce una estructura dentro de otra.
2. En trminos de este Programa, cf. captulos 1 y 5, los verbos son entendidos como unidades que predican, esto es,
seleccionan argumentos que deben saturarse en la estructura sintctica efectivamente producida. En este caso par-
ticular, nos referimos a los predicados vivir y odiar. Recurdese que en la flexin del verbo espaol se saturan
manifiestan en la morfologa en el final de la palabra las informaciones de tiempo, modo, persona, aspecto, voz,
no las de la predicacin, que se satura en la base de la palabra (para este caso, viv- es el predicado que selecciona
un argumento y -e indica modo, tiempo, aspecto, persona y nmero). [Nota de las Directoras].
197
a menudo constituyen un obstculo en la escritura acadmica, y presentaremos algunas ob-
servaciones y puntualizaciones a partir del anlisis de los problemas ms significativos que
manifiestan los escritos en el ingreso a la Universidad (Apartados II yIII).
De esta manera, las diferentes aristas de nuestro tema se proponen de forma progre-
siva y se organiza el desarrollo en tres apartados terico-prcticos en el Primer Ciclo del
Programa Universitario de Alfabetizacin y Escritura Acadmica.
(2.)
a. Me gusta esa casa que est pintada de blanco.
b. Me llam la chica que cruzamos ayer en la peatonal.
c. Nos dio un susto que todava nos dura.
Todas esas oraciones incluyen una subordinada adjetiva. Esta denominacin3 da una idea
acabada de la operacin que realizamos como hablantes al producir este tipo de estructuras:
recordaremos de aqu en ms que estas subordinadas funcionan como un adjetivo, es decir,
tpicamente modifican a un sustantivo.
Ahora bien, es posible sealar alguna diferencia entre (2a.) la casa que est pintada de
blanco y la casa blanca? En trminos semnticos (esto es, desde el punto de vista del signi-
ficado), tanto el adjetivo blanca como la subordinada adjetiva que est pintada de blanco
especifican de la misma manera y con el mismo significado al sustantivo casa. Se trata, en-
tonces, de las diferentes posibilidades de adjetivacin con las que cuenta nuestra lengua4: elegir
entre un adjetivo, un grupo adjetival o una subordinada adjetiva como muestra (3.):
(3.)
a. La casa blanca.
b. La casa pintada de blanco.
c. La casa que est pintada de blanco.
Sin embargo, en ms de una ocasin, las subordinadas adjetivas son estructuras obli-
gadas para poder representar lo que se pretende decir, sobre todo cuando no disponemos de
un adjetivo que pueda suplantar de forma equivalente a, por ejemplo, (2b.):
As pues, tanto un adjetivo como una subordinada adjetiva son vas para poder mos-
trar, por ejemplo, atributos (y tambin posesin, como se ver ms abajo) en nuestras ora-
ciones, puesto que, como mencionamos, funcionan de la misma manera.
198
En cuanto a la organizacin sintctica, reconocemos este tipo de estructuras porque
estn introducidas por un elemento encabezador que funciona como nexo entre una expre-
sin nominal y la subordinada que introduce5. Concluimos, entonces, en que las dos propie-
dades bsicas y distintivas de las subordinadas adjetivas son el comportamiento adjetivo y
esta relacin que destacamos entre un elemento nominal y un encabezador6. En este contex-
to, dicha expresin nominal se denomina antecedente. As, por ejemplo, en (2c.) un susto
es la expresin nominal antecedente a la que refiere que todava nos dura, subordinada
adjetiva introducida por que, que califica7 un susto de la misma forma en que blanca
califica a casa:
(2.)
a. Me gusta esa casa. La casa pintada de blanco.
b. Me llam la chica. Nos cruzamos con una chica ayer en la peatonal.
c. Nos dio un susto.Todava nos dura el susto.
La repeticin en (2.) nos parece incmoda y artificial; las relaciones que se establecen me-
diante una subordinada adjetiva contribuyen a evitarla. Sin embargo, al realizar la subordi-
nacin pertinente nos encontramos con que si mantenemos la repeticin del antecedente en
las dos partes de la oracin, caemos en estructuras ilegtimas8 como muestra(2.):
(2.)
a.*Me gusta esa casa que la casa est pintada de blanco.
b.*Me llam la chica que nos cruzamos con una chica ayer en la peatonal.
c.*Nos dio un susto que todava nos dura el susto.
Podemos observar, entonces, que emplear una subordinada adjetiva no es solamente escoger
un elemento encabezador que una dos estructuras sino tambin reconocer el antecedente
al que esa subordinada complementa, esto es adjetiva, y elidir su repeticin dentro de los
lmites de la subordinada.
En espaol, el antecedente aparece antes del elemento encabezador que introduce la
subordinada, es decir, el encabezador se vincula de forma anafrica al antecedente nominal
y sustituye uno de los elementos repetidos. Dicho de otra forma, con una subordinada adjeti-
va ya no decimos como en (a.) Me gusta esa casa. La casa pintada de blanco sino que de
5. Llamamos expresin nominal al pronombre o sustantivo (cualquiera sea su tipo) o grupo organizado en torno del
sustantivo, como la chica (determinante + sustantivo).
6. El encabezador cumple una funcin sintctica dentro de los lmites de la subordinada adjetiva mas a los fines prc-
ticos de esta exposicin no haremos referencia explcita a ello.
7. Esto es, otorga un atributo a la entidad designada por el antecedente.
8. Marcamos este tipo de estructuras con el asterisco.
199
una forma ms econmica y fluida podemos incluir todo el contenido en una sola estructura:
Me gusta esa casa que est pintada de blanco.
Los elementos encabezadores9 capaces de introducir una subordinada de este tipo
son: que, quien/quienes, cuyo (y variantes: cuyos, cuya, cuyas), el cual (y variantes: la cual,
las cuales, lo cual, los cuales), cuanto, cuando, como, donde. Cuando lo requieren, los en-
cabezadores pueden estar precedidos por preposicin y/o determinante, por ejemplo, por
el que, en la cual, de quien, como se puede apreciaren(4.):
(4.)
a. La casa en la que vivo es de mi hermana.
b. La casa en la cual vivo es de mi hermana.
c. El actor, de quien se habla mucho por estos das, es el esposo de una amiga.
d. El museo al que fuimos recibe 500 visitas diarias.
(5.)
a. Los asamblestas, que llegaron tarde, se sentaron en el pasillo.
b. Los asamblestas que llegaron tarde se sentaron en el pasillo.
(6.)
a. Mara, quien es mi hermana, no me salud para mi cumpleaos.
b. Ella, que es mi hermana, no me salud para mi cumpleaos.
c. Mi hermana, que es Mara, no me salud para mi cumpleaos.
9. En el Anexo se presenta una lista detallada de los encabezadores y se destacan sus propiedades principales con
ejemplos ilustrativos.
10. Tambin se denomina restrictivas a las primeras y apositivas o no restrictivas a las segundas. Con la lgica de
utilizar una nomenclatura sugerente, optamos por restrictivas para designar aquellas que restringen el alcance
semntico del antecedente y explicativas para las que explican o agregan informacin.
200
No es posible especificar elementos ya especificados, por ello, si en los ejemplos anteriores
quitamos las comas, obtenemos estructuras ilegtimas:
(6.)
a. * Mara quien es mi hermana no me salud para mi cumpleaos.
b. * Ella que es mi hermana no me salud para mi cumpleaos.
c. * Mi hermana que es Mara no me salud para mi cumpleaos.
(7.)
a. Cualquiera que entre a mi despacho, me encontrar trabajando.
b. Nada de lo que se dice es verdadero.
c. Busco alguien que me quiera.
Actividades
201
de Montevideo, que ganaron los uruguayos en final oprobiosa, por lo que se en-
ter por los diarios, por El Grfico o por radios carrasposas. Me quiero quedar
ac []11.
3. El siguiente resumen est escrito sin subordinadas adjetivas. Realice los cambios ne-
cesarios para poder establecer relaciones entre las oraciones a fin de evitar reiteraciones
innecesarias.
El propsito de este artculo es poner en evidencia una situacin actual y proponer
una estrategia de recuperacin ante esta situacin. Esta situacin actual es atrave-
sada por las colecciones arqueolgicas estructuradas en Venezuela a partir de las
investigaciones arqueolgicas de campo. Las investigaciones se han realizado en
ciertos territorios venezolanos, esos territorios hoy forman parte de la Repblica
Bolivariana de Venezuela.
Comopunto de partida se expone una revisin del estado de las colecciones ar-
queolgicas, su destino y el uso de las colecciones arqueolgicas en la actualidad,
para luego desarrollar una propuesta de repatriacin, restitucin y uso social en el
contexto de la creacin de una red de Museos de Historia. La propuesta permite
a los venezolanos y las venezolanas conocer los procesos histricos, culturales y
sociales. La Repblica de Venezuela tuvo su origen en esos procesos12.
Lo oral y lo escrito se constituyen como dos modos del lenguaje con propiedades
diferenciadas. En la oralidad, no solemos equivocarnos en la construccin de subordinadas
adjetivas porque escogemos con frecuencia el elemento invariable que. En la escritura, en
tanto modo del lenguaje menos espontneo, suelen aparecer errores del tipo (9.):
(9.)
a. (??) Ferdinand de Saussure derriba esta teora y plante que es el punto de vista
quien crea el objeto.
b. (??) El signo, en efecto, comunica un valor cuyo valor deriva de su contraste con
otros signos con los que est vinculado13.
11. Extrado y adaptado de Sasturain, J. (2011, 4 de octubre). Mi pap. Pgina/12. Contratapa. Arte de ultimar.
12. Extrado y adaptado de Meneses Pacheco, L. y G. Gordones Rojas. (2009). Las colecciones arqueolgicas ve-
nezolanas y la coleccin de la red de museos de historia venezolana. Venezuela: International Journal of South
American Archaeology. [Versin electrnica].
13. Algunos ejemplos de este apartado pertenecen a la base de datos del proyecto Escritura acadmica en el primer
ciclo universitario. Instrumentos de diagnstico e intervencin lingstica, SECYT/UNR 2009-2012, 1HUM269,
dirigido por Dra. Patricia Rogieri y Dra. Liliana Prez.
202
En (9a.) se observa la identificacin errnea del antecedente al que la subordinada
adjetiva refiere (en este caso, el antecedente es punto de vista y se lo confunde con Fer-
dinand de Saussure).
El encabezador cuyo tambin demanda observaciones (9b.). En primer caso, se
trata de un encabezador que expresa posesin, a travs de la cual enlaza un antecedente y un
consecuente. En los escritos acadmicos su aparicin produce cierto efecto de formalidad.
Sin embargo, en (9b.) la expresin se hubiese resuelto con xito de la siguiente manera:
El signo, en efecto, comunica un valor que deriva de su contraste con otros signos con los
que est vinculado14. Cuyo tiene un funcionamiento particular, puesto que es el nico
encabezador que establece concordancia con el consecuente, es decir concuerda en gnero y
nmero con el sustantivo pospuesto y no con el sustantivo antepuesto (antecedente):
(10.)
a. Alguna cuyo nombre ahora no recuerdo.
b. *Alguna cuya nombre ahora no recuerdo.
(11.)
a. *Mara, que su hijo es abogado, vino a protestar por el contrato.
b. Mara, cuyo hijo es abogado, vino a protestar por el contrato.
(11.)
(??) La unidad lingstica est formada por dos trminos la cual son ambos psquicos
y estn unidos en nuestro cerebro por un enlace asociativo.
En este fragmento, el encabezador los cuales sera el adecuado para concordar con el
antecedente los trminos.
14. Focalizamos en esta ocasin el problema gramatical y pasamos por alto el error conceptual relativo a la teora
saussureana.
15. Una observacin complementaria: si bien puede observarse una falsa analoga entre las subordinadas adjetivas
encabezadas por donde y casos como all, donde vivo, el encabezador donde en estos ltimos refiere al
antecedente adverbial all y no a un nombre, por lo cual se trata de una subordinada adverbial (recurdese que el
adverbio tiene entre sus funciones la posibilidad de modificar a otro adverbio) y no representa una forma de subor-
dinada adjetiva. [Nota de las Directoras].
203
(12.)
a. La casa donde vivo era de mi abuela.
b. *Dio explicaciones donde deja clara su inocencia.
Otro punto para considerar es que, en espaol, podemos optar entre ms de un enca-
bezador que lexicaliza la misma referencia, como ejemplifican (13.) y (14.):
(13.)
a. La casa donde vivo era de mi abuela.
b. La casa en la cual vivo era de mi abuela.
c. La casa en la que vivo era de mi abuela.
(14.)
a. El chico con el que viniste ayer es simptico.
b. El chico con quien viniste ayer es simptico.
c. El chico con el cual viniste ayer es simptico.
Por estas posibilidades con las que contamos, en la escritura acadmica es aconsejable ele-
gir otros encabezadores diferentes a que para dejar planteadas de manera explcita, y sin
ambigedad en la identificacin de antecedentes, las relaciones de atribucin y posesin. A
continuacin presentamos un ejemplo tipo con una posible reescritura:
(??) El enunciado que es el producto de la enunciacin, debe responder a un proce-
dimiento convencional, que debe incluir la emisin de ciertas palabras, que deben
ser palabras dichas por determinadas personas en circunstancias determinadas.
La enunciacin, cuyo producto es el enunciado, debe responder a un procedi-
miento convencional, que debe incluir la emisin de ciertas palabras, las cuales
deben ser dichas por determinadas personas en circunstancias determinadas.
(15.)
a. El captulo en el que se explica la composicin realizada es reciente.
b. *El captulo el que se explica la composicin realizada es reciente.
c. El captulo en el cual se explica la composicin realizada es reciente.
d. *El captulo en cual se explica la composicin realizada es reciente.
16. Cf. captulo 5 de este volumen para relacin predicado-argumento, y saturacin de argumentos como sintagmas
preposicionales.
17. Nos referimos puntualmente a dos tipos de estructuras [preposicin + encabezador] o [preposicin + determinante
+ encabezador].
204
En este apartado hemos puesto en consideracin algunas formas proporcionadas por
la lengua para designar relaciones de atribucin y posesin. Cuando adjetivamos mediante
una subordinada, entonces, debemos atender, por un lado, a las propiedades del antecedente
para poder escoger los encabezadores pertinentes a ese caso y, por otro, debemos atender a
las propiedades que cada encabezador impone (tener presente la saturacin de argumentos
en la predicacin que la subordinada manifiesta).
Actividades
Roma Capitale
Hasta maana se puede ver en la plaza San Martn una exposicin de grandes
fotografas de lugares emblemticos de Roma que su nombre es Roma Capitale,
organizada por el delegado de turismo de Roma quien es Antonio Gazzellone
junto con el embajador italiano, Guido Latella, y que forma parte de una serie
de actividades culturales la cual mostrarn a los argentinos los mil rostros de la
ciudad imperecedera. Son 38 paneles donde exhiben los grandes monumentos de
Roma pero tambin sus mercados, su gente y su arquitectura contempornea.
Bien temprano, mientras caminaba en soledad entre los paneles y la plcida arbo-
leda de la plaza el pasado domingo, escuch o cre escuchar los golpes de martillo
el cual tallaron candenciosamente esas piedras a lo largo de los siglos: el Coliseo,
el Panten, las fuentes de la Piazza Navona, la Fontana di Trevi. Ustedes pueden
creerlo o no: todo el universo, la eternidad y la historia de las civilizaciones se
reconstruyeron ante m por segundos, la claridad del sol quien se filtraba entre los
rboles pareca sostener las minsculas partculas de sensaciones que habitan las
sensaciones en las cosas, en un presente que imagin perpetuo, fuera del pasado y
del futuro. Roma es una de esas ciudades, quien puede provocarte eso []18.
2. En el siguiente texto, que encabeza las subordinadas adjetivas. Reformule las oraciones
que considere necesarias empleando otros encabezadores.
El trabajo con fuentes escritas del pasado es una de las realidades que enfrenta
el investigador musical bien sea para deducir un contexto, las circunstancias de
un hecho sonoro, los datos o cualquier otra informacin que forma parte de la
reconstruccin que se hace sobre la msica en determinada poca. Sin embargo,
as como el ser humano ha transformado su estructura de pensamiento, cultura y
formas de vida a lo largo de la historia, asimismo la accin de escribir se ha rede-
finido, y conceptos, que hoy en da se utilizan, como objetividad o hecho no siem-
pre fueron entendidos tal como se conocen. De ah que muchas fuentes de pocas
anteriores al siglo XIX y su canon positivista sean consideradas textos culturales,
de los que no solo importan los hechos que se deducen de la escritura, sino la
205
estructura de pensamiento que demuestra el autor para analizarlos, interpretarlos
y presentarlos. De esta manera, cualquier fuente escrita es valiosa por evidenciar
al autor en su escritura y la manera en que entiende su realidad que se enmarca en
una realidad textual.
Las cinco crnicas misionales que pretenden explicar la experiencia de los jesuitas
en el territorio de los Llanos Orientales y el Orinoco son el ejemplo que utilizar
para ilustrar esta premisa. Estas fuentes son parte de la poca evidencia que da cuenta
de esta realidad musical en este territorio misional, que se complementa con los
inventarios de bienes y alhajas que se realizaron luego de la expulsin jesuita de
los territorios espaoles. Todo material musical ha desaparecido o an no se ha ubi-
cado, por lo que las fuentes escritas se constituyen en herramientas de inapreciable
valor para la investigacin sobre este tema de estudio, especialmente las crnicas de
misiones. A partir del contexto desde el que el misionero escribe, un mundo barroco
y por antonomasia indiano; las reglas sobre las que interpreta la realidad americana
dadas por la Compaa y por el mismo cuerpo social barroco indiano para la escri-
tura misma, especficamente para la crnica y la historia; se intentar evidenciar el
significado que tuvo el misionero sobre la msica, el porqu de la manera en que la
narr y, por supuesto, cmo a travs de la escritura este personaje introdujo desde el
sentido del odo al Nuevo Mundo, en todo extico, nuevo y, por supuesto, demona-
co, a su cultura, extendiendo su mundo conocido19.
19. Extrado y adaptado de Lobo, S. (2007) Orden, divinidad, ciudad: la msica en la escritura misional. Encuentro In-
terdisciplinario de Investigaciones Musicales. Colombia: Pontificia Universidad Javeriana. Catlogo de resmenes
de ponencias on line: http://www.javeriana.edu.co/adac/pruebas/acofartes/docs/resumen_encuentro.pdf [visitado el
25/03/12].
20. Si bien el tratamiento de las subordinadas sustantivas no es el eje de este captulo, a los fines prcticos de esta ex-
posicin presentamos una acotada caracterizacin para poder distinguirlas de las subordinadas adjetivas.
206
(16.)
a. Nos vemos en tu visita, que siempre es bien recibida.
b. Ana dijo que te espera en su casa.
c. Que no quiera venir es una subordinada.
(16)
a. Nos vemos en tu visita.
b. *Ana dijo.
c. *Es una subordinada (si no se entiende el argumento sujeto)
Los verbos de decir (decir, aclarar, comentar, contar), los verbos de pensamiento
(pensar, creer, considerar), los verbos de voluntad (querer, lamentar, desear), verbos como
ser, resultar y parecer o las preposiciones a, de, en, con y por son algunas de las unidades
que seleccionan argumentalmente subordinadas sustantivas. Tambin son seleccionadas por
expresiones nominales y adjetivas como el hecho de, la noticia de, la conviccin de, harto,
posible. En estos casos, en los escritos acadmicos es frecuente encontrar omisin, incorpo-
racin o duda al momento de la escritura de la preposicin de que en algunos casos estas
expresiones nominales y adjetivas requieren y en otros no.
(17b.) y (17d.) ejemplifican un fenmeno conocido como quesmo, por el cual se
omite de en estructuras en las cuales es obligatoria.
(17.)
a. Estoy seguro de que vendrs.
b. ?Estoy seguro que vendrs.
c. Me acuerdo de que tenamos jazmines.
d. ?Me acuerdo que tenamos jazmines21.
(18.)
a. Pienso que vendrs.
b. *Pienso de que vendrs.
c. Es posible que lo sepa.
d. *Es posible de que lo sepa.
21. Cf. captulo 1 acerca de la relacin agramatical/aceptable. En el caso del llamado quesmo las estructuras efecti-
vamente producidas por el hablante no son agramaticales en la medida en que nada puede violar las reglas constitu-
tivas de la lengua, pero son menos aceptables en la escritura que en la oralidad debido al alto impacto de las reglas
regulativas en la escritura acadmica. [Nota de las Directoras].
207
(18b.) y (18d.) son ejemplos de dequesmo, en los que la presencia estructuralmente in-
motivada de la preposicin de hace que esas oraciones no estn bien formadas.
(19.)
a. El lugar donde dejaste el libro.
b. Dnde dejaste el libro?
c. La forma como resolviste el problema fue brillante.
d. Cmo resolviste el problema?
(20.)
a. Dnde estuviste?
b. En qu lugar estuviste?
c. Cunto sabs!
d. Cmo creciste!
(21.)
a. Decime dnde dejaste el libro.
b. Decime en qu lugar dejaste el libro.
c. Me sorprende cunto sabs.
d. Es llamativo cmo creciste.
Los ejemplos (21a.) y (21b.) muestran estructuras interrogativas indirectas. Los ejemplos
(21c.) y (21d.) muestran exclamaciones indirectas. En ambos pares, los encabezadores man-
tienen el acento tnico y, por lo tanto, deben llevar tilde, de lo contrario resultan estructuras
ilegtimas:
(21)
a. *Decime donde dejaste el libro.
b. *Decime en que lugar dejaste el libro.
c. *Me sorprende cuanto sabes.
d. *Es llamativo como has crecido.
208
lugar (el encabezador dnde pregunta por ello). Este tipo de interrogativas indirectas se
diferencia de las llamadas interrogativas indirectas totales. Las interrogativas totales pre-
guntan acerca de la totalidad del evento referido no contienen pronombre interrogativo y
por ello, cuando se formulan de manera indirecta, requieren del encabezador si22:
(22.)
a) Vino Juan?
b) Me pregunt si Juan haba venido.
(22.)
a. Me pregunt si queran salir a cenar.
c. Sabs si podremos reunirnos en la casa de tu mam?
b. Averig si finalmente rindo o no esta semana.
Finaliza aqu el recorrido que hemos realizado para proporcionar algunas herramien-
tas de escritura necesarias para la revisin controlada de las relaciones de atribucin y
posesin.
Actividades
Aqu me tienen con la voz a medio extinguir y lleno de recuerdos. Han de regirse
por alguna ley; eso es seguro. Pero para encontrarla es necesario vaciarse de ellos,
darse vueltas, como un guante. La cronologa, en todo caso, es sabido, no les
incumbe. La crcel filosfica que nos tiene a todos adentro, ha tomado por asalto
hasta nuestros recuerdos, decretando para ellos la ficcin de la cronologa. Y sin
embargo, siguen siendo, obstinados, nuestra nica libertad.
A menos que se vuelvan obsesin. Entonces obedecen a una especie de ley de
excepcin, rigurosa y perentoria alguien los llam martillantes. Con una regu-
laridad que les es propia, ciertos recuerdos de ancdota mnima, sin contenido
narrativo aparente, vuelven una y otra vez a nuestra conciencia, neutros y mon-
tonos, hasta que, de tanto volver, nuestra conciencia los viste de sentimientos y de
categoras: como cuando a un perro vagabundo, que pasa a contemplarnos mudo,
todos los das, ante nuestra puerta, terminamos por ponerle un nombre.
22. Omitimos en esta presentacin los tipos de verbo que admiten interrogativas totales, pues no es un caso en que
la escritura de los ingresantes evidencie vacilacin (consecuencia lgica del hecho de que no se pueden violar los
aspectos constitutivos de la gramtica de una lengua). [Nota de las Directoras]
209
Una narracin podra estructurarse mediante una simple yuxtaposicin de re-
cuerdos. Haran falta para ello lectores sin ilusin. Lectores que, de tanto leer
narraciones realistas que les cuentan una historia del principio al fin como si sus
autores poseyeran las leyes del recuerdo y de la existencia, aspirasen a un poco
ms de realidad. La nueva narracin, hecha a base de puros recuerdos, no tendra
principio ni fin. Se tratara ms bien de una narracin circular y la posicin del na-
rrador sera semejante a la del nio, sobre el caballo de la calesita, trata de agarrar
a cada vuelta los aros de acero de la sortija. Hacen falta suerte, pericia, continuas
correcciones de posicin, y todo eso no asegura, sin embargo, que no se vuelva la
mayor parte de las veces con las manos vacas.
Hay tambin recuerdos inmediatos: estamos llevando a los labios una taza de
t y nos viene a la memoria, antes de que la taza llegue a su destino, la frac-
cin de segundo previa en la que la hemos recogido, sin ruido, de la mesa.
Y hasta me atrevera a decir que hay tambin una categora que podramos
llamar recuerdos simultneos, consistente en recordar el instante que vi-
vimos mientras lo vamos viviendo: es decir, que recordamos el gusto, de
ese t y no de otro, en el momento mismo en el que lo estamos tomando.
Hay recuerdos intermitentes, que titilan peridicos, como faros. Recuerdos aje-
nos, con los que recordamos o creemos recordar, recuerdos de otros. Y tambin
recuerdos de recuerdos, en los que recordamos recordar, o en los que la representa-
cin es el recuerdo de un momento en el que hemos recordado intensamente algo.
Como puede verse, el recuerdo es materia compleja. La memoria sola no basta
para asirlo. Voluntaria o involuntaria, la memoria no reina sobre el recuerdo:
es ms bien su servidora. Nuestros recuerdos no son, como lo pretenden los
empiristas, pura ilusin: pero un escndalo ontolgico nos separa de ellos, cons-
tante y continuo y ms poderoso que nuestro esfuerzo por construir nuestra
vida como una narracin. Es por eso que, desde otro punto de vista, podemos
considerar nuestros recuerdos como una de las regiones ms remotas de lo que
nos es exterior23.
2. Coloque las tildes en los elementos encabezadores segn corresponda. Explique cules
no llevan tilde y por qu:
23. Saer, J. J. (1982). Recuerdos. En La mayor. Buenos Aires: Centro Editor de Amrica Latina, p. 137.
210
vivir, y tal vez ms profundo an, en que patria y en que pas, queremos que vivan
nuestros hijos y nuestros nietos. Porque, no nos equivoquemos, la respuesta a esta
pregunta depende bsicamente de nosotros mismos.
[] Y por eso es sano y oportuno preguntarnos, en este momento estelar que vive
nuestra patria, que puede desviarnos de nuestro camino, que puede abortar el cum-
plimiento de la misin de nuestra generacin, la generacin del Bicentenario []24.
Anexo
1) Que: al no estar especificado por los rasgos de gnero y nmero, puede tener antecedentes
de diversa naturaleza, esto justifica su aparicin en un gran nmero de contextos, de hecho
es el encabezador ms utilizado.
Este encabezador tambin puede llevar una preposicin delante (conforme el predicado de
la subordinada):
Ej.:El actor, de quien se habla mucho por estos das, es el esposo de una amiga.
El actor a quien le sacaste la foto es el esposo de una amiga.
El actor con quien te sacaste la foto es el esposo de una amiga.
24. Extrado y adaptado del discurso promulgado por el actual presidente de Chile, Sebastin Piera Echenique, en la
ceremonia de Izamiento de la Bandera en la celebracin de los 200 aos del Congreso Nacional (Santiago de Chile,
julio, 2011). Fuente: http://www.prensapresidencia.cl/discurso.aspx?codigo=7077 [visitado el 20/11/11].
25. Muchos de los ejemplos que se presentan en este Anexo han sido presentados en el captulo.
26. Realizamos esta aclaracin porque en el discurso literario se pueden aceptar oraciones subordinadas encabezadas
por quien con antecedentes personificados.
211
3) Determinante + cual: el determinante aporta los rasgos de gnero y nmero pero carece
de autonoma referencial, por lo tanto no puede aparecer en una subordinada adjetiva sin
antecedente.
6) Como, donde, cuando: acompaan antecedentes nominales que expresan modo, lugar y
tiempo, respectivamente:
Observaciones
En las subordinacin adverbial, estos encabezadores pueden tener adverbios como
antecedente:
212
Referencias bibliogrficas
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Sintaxis y cognicin. Introduccin al conocimiento, procesamiento y dficits sintc-
ticos. Madrid: Sntesis.
Gili Gaya, Samuel. (1948). Curso Superior de Sintaxis Espaola. Barcelona: SPES.
Lyons, John. (1980). Semntica. Barcelona: Teide.
213
214
Captulo 8
Carolina S. Sager
Nuestras palabras, y tambin las de los otros, se presentan como el principal medio
para generar nuevo conocimiento y facilitar su posterior comunicacin. Sin embargo, cuan-
do logramos percibir la distancia que separa el signo de su referente, en este caso la pala-
bra de la cosa, la tarea no es tan sencilla.
Indudablemente el signo es presencia de algo que se encuentra ausente, es un ele-
mento que sustituye, representa, recupera, reproduce a otro elemento2. Benveniste (1977)
1. Se toma el trmino artificio en sentido etimolgico, es decir, algo hecho con arte, una produccin que requiere
de una pericia particular en el productor. Este ltimo es quien detenta un saber de experto acreditado en la materia
sobre la cual es capaz de operar de acuerdo a sus propios fines. [Nota de las Directoras].
2. Omitimos por cuestiones temticas las discusiones entre nominalistas y realistas. [Nota de las Directoras].
215
plantea que la facultad de simbolizar es inherente a la naturaleza humana y que su mayor
representante es el lenguaje. Bsicamente consistira en:
Segn este autor, el lenguaje reproduce la realidad: quien enuncia la re-presenta4, es de-
cir la vuelve a presentar al destinatario, quien a su vez la re-crea, en otros trminos la
realidad es producida de nuevo por mediacin del lenguaje5. Este principio creador del
lenguaje no posibilitara la identidad entre los signos representados por el sujeto que ha-
bla/escribe, aquellos re-creados por quien escucha/lee y el mundo al que se referencia.
En los lmites de esta visin se descarta la concepcin que determina al lenguaje como
un cdigo de seales, reflejo asptico de la realidad. Por el contrario, se afirma que
el lenguaje funciona como mediador y vnculo intermediario entre el individuo y la
sociedad, pero no garantiza la transparencia de las palabras con respecto a las cosas
del mundo:
3. Benveniste, mile. (1999). Problemas de lingstica general. Tomo I. Mxico: Siglo XXI, p. 27.
4. Al instaurar un interrogante acerca de la relacin entre el signo y su referente, los siguientes versos de Alejandra
Pizarnik aluden directamente a la problemtica del lenguaje: no/las palabras/no hacen el amor/hacen la au-
sencia/si digo agua beber?/si digo pan comer? (Alejandra Pizarnik. En esta noche, en este mundo, en
Los pequeos cantos, 1971). Considerar que la mencin de una palabra no presupone la obtencin de su referente
parecera ser una obviedad en este caso, sin embargo muchas veces nos dejamos seducir por esta idea.
5 Ibidem.
6 Op. cit., p. 31.
7 Cf. captulo 1 de este volumen.
216
las instancias concretas de enunciacin8, los trminos significan en su diferencia constru-
yendo sentidos puntuales e histricos9.
Por ejemplo, A qu hora vens? puede interpretarse dentro del primer orden de
mediacin a partir de la significacin que otorga el mismo sistema de la lengua ya que
la identidad de las formas lingsticas permite adjudicarle a cada una de las palabras que
conforman esta pregunta un significado especfico independiente del contexto. Asimismo,
la interrogacin relacionada con el plazo o tiempo preciso de regreso dentro de un segundo
orden de mediacin puede viabilizar un sentido puntual otorgado por la situacin concreta
en que se enuncian dichas palabras: padre e hijo negociando el horario de llegada de una
salida, un hombre intentando acortar el tiempo de espera para encontrarse con su amada, una
abuela organizndose para hacer el almuerzo, entre las infinitas posibilidades que se tejen
cuando el lenguaje se convierte en posesin intencional de quien enuncia10.
Y qu sucede con las teoras? Si reconocemos que ellas son, por ejemplo, enun-
ciados lingsticos que pretenden representar la realidad que estudian, las teoras acceden
tambin slo de forma incompleta al mundo que procuran indagar? En definitiva, cul es el
tipo de relacin que establecen las teoras con la realidad? Esta respuesta comienza a es-
bozarse cuando nos detenemos en cuestiones tales como: quin enuncia, para quin, en qu
contexto, qu valoraciones se presentan, cules son los modos de interaccin que mantiene
el que enuncia con sus propias palabras y con las ajenas, cul es la modalidad con la que se
inscribe como sujeto en su enunciado:
8. Para Benveniste, la enunciacin es la puesta en funcionamiento de la lengua mediante un acto individual de uti-
lizacin. Cada vez que utilizamos las formas que nos proporciona la lengua concretamos un acto de enunciacin.
El producto de este acto, ya sea escrito u oral, es denominado por el autor enunciado: En tanto que realizacin
individual, la enunciacin puede definirse, en relacin con la lengua, como un proceso de apropiacin. El locutor
se apropia del aparato formal de la lengua y enuncia su posicin de locutor []. En Benveniste, mile. (1999).
Problemas de lingstica general. Tomo II. Mxico: Siglo XXI, p. 84.
9. Cf. captulo 1 de este volumen.
10. Interpretado este prrafo en una aproximacin semntico-lingstica: El significado del enunciado va ms all de
lo que se dice realmente, incluye tambin lo que se implica (o presupone). Y el contexto es especialmente relevante
para esta parte del significado de los enunciados. (Lyons, John. (1997). Semntica lingstica. Una introduccin.
Barcelona: Paids, p. 392). Interpretado en una aproximacin sociolgica de la enunciacin, cf. Voloshinov, Valen-
tin. (1974). Interaccin verbal. El signo ideolgico y la filosofa del lenguaje. Buenos Aires: Tiempo Contempo-
rneo; cf. tambin Voloshinov, Valentin. (1999). El discurso en la vida y el discurso en la poesa. En Freudismo,
un bosquejo crtico. Buenos Aires: Paids.
11. Bajtn, Mijail. (1989). Teora y esttica de la novela. Madrid: Taurus, pp. 110-111.
217
A partir de estas palabras, observamos la importancia de reconocer el lazo que une el enun-
ciado tanto el que se intenta producir como aquel que se desea interpretar con el medio en
que circula y con el gnero discursivo12 en el cual se inscribe. Es decir, la existencia de otras
palabras ya pronunciadas, incluso que se pronunciarn, dentro de un determinado entorno
est articulada necesariamente con ciertas reglas de construccin que legitiman el tema, las
formas, el estilo y hasta la modalidad13. Dicho de otro modo, el lenguaje es un fenmeno,
una realidad compleja, que difcilmente se pueda clasificar en un nmero finito de gneros,
actos o modos de decir, en la medida en que su existencia est condicionada por la de las
diferentes esferas de la actividad humana (cambiante e histrica) en las que el lenguaje
interviene.
Si asumimos que el lenguaje es una prctica social vinculada con su contexto y orien-
tada a los destinatarios a partir de los propsitos establecidos por quien realiza la accin
lingstica, debemos considerar que la escritura acadmica, discurso que se genera y desa-
rrolla dentro de los mbitos universitarios, posee ciertas caractersticas que la distinguen,
pongamos por caso, de la escritura potica. Los temas a tratar, la estructura seleccionada y
el estilo con que se enuncia un poema son diferentes a los de una monografa. De la misma
manera, un curriculum vitae para ser presentado en la actividad privada se diferencia de uno
para ser presentado en el sistema de la educacin pblica y no se asemeja a una carta que
circule en la esfera familiar, ya que poseen rasgos relativamente constantes que permiten su
diferenciacin, reconocimiento e interpretacin.
En la actualidad, se acepta el presupuesto que sostiene que toda teora, incluso aque-
lla que ms enarbole su pretendida objetividad, se edifica a partir de realidades hechas con
palabras, ya que como mencionamos no hay posibilidad de evitar los dos rdenes de me-
diacin del lenguaje14. Tomaz Tadeu da Silva describe cmo desde esta concepcin la teora
est implicada en un proceso circular, primero crea y despus descubre, pero, por un artifi-
cio retrico, aquello que crea termina apareciendo como un descubrimiento15. El efecto de
hallazgo se traduce en un convencimiento que nos permite suponer que logramos acceder al
saber sin mediacin alguna, ya que lo percibimos como un reflejo del mundo que nos rodea,
un segmento de realidad inalterable que una teora ha sabido capturar. Sin embargo, el des-
cubrimiento y la descripcin del objeto por fuera de los lmites del discurso, no es ms que
una ilusin. Al respecto, Parret sostiene:
12. Los gneros discursivos, segn la definicin de Bajtn, son conjuntos relativamente estables de enunciados. Estos
enunciados poseen ciertos rasgos, que se mantienen de manera ms o menos constante y que permiten distinguirlos.
Estos conjuntos de enunciados se relacionan con las diversas esferas de la actividad humana. Cada enunciado
separado es, por supuesto, individual, pero cada esfera de uso de la lengua elabora sus propios tipos relativamente
estables de enunciados, a los que denominaremos gneros discursivos. Bajtn, Mijail. (2002). Esttica de la crea-
cin verbal. Mxico: Siglo XXI, p. 248.
13. En este captulo nos ocupamos de la modalidad en particular, los otros trminos de la serie (gnero, estilo, tema y
formas de tratarlo) son objeto del Segundo Ciclo de este Programa.
14. Cf. captulos 1, 9, 10 y 11 de este volumen.
15. Silva, Tomaz Tadeu da, Introduccin. (1999). Documentos de identidade. Uma introduo s teorias do currcu-
lo, Belo Horizonte: Autntica. Traduccin realizada por Estanislao Antelo, p. 1.
218
te en el hecho de que intenta hacer parecer su discurso no como el discurso
de un sujeto, sino como el enunciado de las relaciones necesarias entre las
cosas, eliminando as las marcas de la enunciacin. El YO es eliminado
mediante construcciones impersonales como Es verdad que, o socializado
por la instalacin del Se y del Nosotros. Un enunciado tal como La
tierra gira alrededor del Sol (o Es verdad que), esconde el soporte enun-
ciativo Yo digo que, Yo creo que, Yo tengo la certeza de que 16.
Nos interesa en este caso destacar la manera en que el discurso del saber simula en
muchos casos no estar enunciado por un sujeto e intenta borrar, mediante una modalidad es-
pecfica, las huellas de su elaboracin. El mismo se nos presenta como verdad, no como pro-
ducto de un acto de apropiacin de la lengua y por tanto de naturaleza simblica17. Por esta
razn no puede reconocer la voluntad de verdad que atraviesa su propia enunciacin ni dejar
de enmascarar la verdad que quiere18. La verdad, o mejor dicho su valor y reconocimiento,
estn estrechamente relacionados y en interdependencia con las circunstancias de su enun-
ciacin: quin enuncia, para quin, dnde y cundo. Es decir, en qu cadena dialgica19 se
inserta y cules son las reglas de credibilidad que requiere la conformacin de ese enunciado.
Resulta evidente entonces que la verdad en el discurso acadmico es un efecto de objetividad
y que ese efecto se puede lograr cuando se seleccionan y articulan entre otras cosas tanto
trminos como estructuras. En otras palabras, la voz del discurso acadmico no es la voz del
saber, estable y alejada de toda conflictividad, sino una construccin sumamente orgnica
producida por un sujeto que posee propsitos concretos relacionados con la dimensin dia-
lgica en la que instala su enunciado. Algunas caractersticas del discurso acadmico escrito,
como por ejemplo, el efecto de desubjetivizacin mediante la omisin de huellas lingsticas
que sealen la presencia explcita de los interlocutores (yo-t)20, el uso de elementos lings-
ticos relacionados con la fuente u origen de la informacin expresada en el enunciado21, o la
construccin de estructuras sintcticas focalizadas22 que destaquen una unidad especfica del
enunciado para garantizar la atencin del destinatario, demuestran que en la accin discursiva
existen reglas y que no son electivas. Las mismas se encuentran sumamente ligadas con el
mbito en que se desarrollan estos enunciados; es as como la mayora de las veces el autor
procura representar una actitud neutral para garantizar que sus observaciones se interpreten
como una cualidad intrnseca del tema, y no una propuesta personal.
16. Parret, Hermann. (1995). De la semitica a la esttica. Buenos Aires: Edicial, p. 33.
17. Esta es una formulacin preliminar e introductoria. En trminos especficos (tema del Segundo Ciclo de este Pro-
grama) estas consideraciones debern ser restringidas a los paradigmas neopositivistas y a algunas posiciones
crticas pues en otros paradigmas (pensemos, por caso, en el constructivismo) tales consideraciones resultan pro-
piedades constitutivas de la propia produccin y sus formas de comunicacin escrita. [Nota de las Directoras].
18. Foucault, Michel. (1996). El orden del discurso. Madrid: La Piqueta, p. 24.
19. Bajtn sostiene que ningn sujeto aborda por primera vez un tema, siempre existe una nominacin previa en la que
ha sido discutido, referido o valorado por algn otro sujeto. De esta manera, cuando hablamos/escribimos sobre un
determinado asunto, no hacemos ms que contestar a esas palabras ajenas que nos precedieron y con las cuales nos
enlazamos para formar un nuevo eslabn; conexin que a su vez permitir la adicin de posteriores enunciados. Se-
gn sus palabras: El enunciado es un eslabn en la cadena de la comunicacin discursiva y no puede ser separado
de los eslabones anteriores que lo determinan por dentro y por fuera generando en l reacciones de respuesta y ecos
dialgicos. Bajtn, Mijail. (1992). Esttica de la creacin verbal. Mxico: Siglo XXI, p. 284.
20. Cf. captulo 9 de este volumen.
21. Cf. captulo 4 de este volumen.
22. Cf. captulos 5 y 9 de este volumen.
219
Hacer uso de las opciones disponibles que brinda la lengua a favor de propsitos
particulares no es exclusivo del mbito acadmico, cada vez que un sujeto interacta discur-
sivamente construye su enunciado en relacin con las convenciones genricas que conoce y
orienta esta accin a fines interdependientes del contexto; la palabra siempre est dirigida a
alguien esperando una respuesta.
Sin embargo, la mayora de las veces, las palabras ocultan su naturaleza simblica
como as tambin su pertenencia obligada a cierto modelo genrico; pretenden simular su
adhesin a lo real y no a las propias leyes que enmarcan su creacin y sentido. Un ejemplo,
por mencionar slo uno, lo encontramos al detenernos en el discurso autobiogrfico. Este
tipo de enunciados se ubica en ese espacio fronterizo que busca diluir la diferenciacin entre
realidad y ficcin. Por eso mismo, es necesario observar cmo la escritura autobiogrfica
exige al escritor situarse a cierta distancia de s mismo en funcin de la re-construccin de su
identidad. Pareciera entonces que la obra autobiogrfica se relaciona directamente con la vida
de quien escribe, es ms, que el relato autobiogrfico es la vida de su autor, pero no es ms
que su re-presentacin por medio del lenguaje. La posibilidad de una segunda oportunidad,
una segunda lectura/escritura de la experiencia se presenta como probable para quien escribe
una autobiografa, ya que el poder creador del lenguaje brinda tantas realidades/vidas como
se desee. En pocas palabras, en la obra autobiogrfica la verdad de los hechos se subordina
a la verdad del hombre que escribe, no obstante se simula una adhesin a lo real, entendido
como zona exterior al discurso y en consecuencia, resguardada de la intervencin subjetiva.
Identificar y comprender la forma en que fundan su apariencia de verdad las dife-
rentes acciones de seleccin y articulacin tanto de trminos como de estructuras invo-
lucrados en la construccin e interpretacin de los discursos permite aceptar que existen
tantas verdades, o mejor dicho, tantas versiones como textos producidos. Cada discurso
resguarda celosamente su derecho a proclamarse como verdad. En el caso de la autobio-
grafa, la identidad entre autor, narrador y personaje es una de estas opciones orientadas a
que el lector considere probable la conformidad entre lo relatado y lo vivido. Asimismo,
ubicada la modalidad en el terreno de la certeza y articulada con la incertidumbre que se
liga a la falta de memoria o paso del tiempo genera un juego ilusorio que resalta el lazo
con lo real23.
La modalidad
Si toda palabra proferida ya ha sido dicha por otros, las intervenciones discursivas
presentan un acento ajeno, una entonacin que reproduce la valoracin social de la palabra y
la conecta con las valoraciones de enunciados anteriores. Asimismo, toda palabra configura
23. En el siguiente fragmento de la autobiografa de Gabriel Garca Mrquez vemos cmo el relato toma la lgica de
la memoria. Algunas cosas pasan al olvido y otras permanecen como cuadros expuestos en una galera de pasillos
infinitos: En otra madrugada como esa, mientras atravesbamos la Cinaga Grande, mi abuelo me haba dejado
dormido, y se fue a la cantina. No s qu hora sera cuando me despert una bullaranga de mucha gente a travs
del zumbido del ventilador oxidado y el traqueteo de las latas del camarote. Yo no deba tener ms de cinco aos, y
sent un gran susto, pero muy pronto se restableci la calma y pens que poda ser un sueo. Por la maana, ya en
el embarcadero de Cinaga, mi abuelo estaba afeitndose a navaja con la puerta abierta y con el espejo colgado en
el marco. El recuerdo es preciso: no se haba puesto todava la camisa, pero tena sobre la camiseta sus eternos car-
gadores elsticos, anchos y con rayas verdes. Mientras se afeitaba, segua conversando con un hombre que todava
hoy podra reconocer a primera vista. Tena un perfil de cordero, inconfundible; un tatuaje de marinero en la mano
derecha, y llevaba colgadas del cuello varias cadenas de oro pesado, y pulseras y esclavas, tambin de oro, en ambas
muecas. Gabriel Garca Mrquez. (2003). Vivir para contarla. Nueva York: Vintage Books, p. 13.
220
una perspectiva individual, es palabra de un sujeto, en otros trminos, la palabra instala un
sujeto que enuncia en determinas circunstancias, sostiene un punto de vista particular sobre
aquello a lo que se refiere y lo proyecta hacia el destinatario esperando una respuesta. En-
tonces, si las palabras no son unidades atemporales debemos otorgar importancia al recono-
cimiento de las convenciones discursivas, del espacio y del tiempo donde se enuncia, de los
propsitos que guan las elecciones gramaticales junto con el modo en que el sujeto decide
inscribirse en su enunciado. En lneas generales, este ltimo aspecto implica la seleccin y
la organizacin de las opciones fnicas, grficas, morfosintcticas y lxicas para expresar
actitudes, evaluaciones, deseos, intenciones, contrastes, probabilidades, etc.
hasta ahora no hay consenso entre los lingistas y los lgicos sobre el es-
tablecimiento de un marco terico comprensivo que sea coherente en la
teora y empricamente satisfactorio24,
As, dada la proposicin Juan fumar, pueden formularse enunciados como los que siguen
en los que la relacin entre la palabra y la verdad se manifiesta de maneras diversas:
221
Ahora bien, leda esta serie en el marco de los estudios lingstico-retricos propues-
tos por este Programa, y en particular a partir de la asuncin de la performatividad de la
palabra (cf. captulo 1 de este volumen), cada enunciado da existencia a una entidad verbal
que supone evaluaciones diversas de la proposicin Juan fumar26. En particular, si se abor-
da la escritura acadmica, esas evaluaciones implican una cierta relacin que se establece
con el saber: la informacin que se ofrece, la fuente de donde proviene y los grados de cer-
tidumbre que expresa el sujeto que las enuncia. Esta relacin es habitualmente considerada
por los tericos en trminos de modalidad epistmica y las nociones involucradas en ella
nos interesan en particular porque son las valoraciones manifestadas frecuentemente en los
enunciados que circulan en el mbito universitario.
26. Tngase presente, no obstante, la disolucin de la distincin proposicin/enunciado (que supone un contenido
externo al lenguaje, la proposicin) y la imposibilidad de la transparencia del lenguaje que el marco conceptual de
este Programa propone. Cf. captulo 1 de este volumen. [Nota de las Directoras].
27. Op. cit., p. 279.
28. Cf. tambin el captulo 9 de este volumen.
222
(1.) Este trabajo analiza la expresin materialismo histrico dentro de los discursos
latinoamericanos.
(2.) En este trabajo analizaremos la expresin materialismo histrico dentro de los
discursos latinoamericanos.
(3.) El objetivo de los impresionistas era conseguir una representacin del mundo
espontnea y directa.
(4.) Pienso que el objetivo de los impresionistas era conseguir una representacin
del mundo espontnea y directa.
En (1.) y (3.) la informacin aparece como independiente del punto de vista de un sujeto
particular, por el contrario (2.) y (4.) provocan el efecto de subjetividad mediante la primera
persona gramatical evidenciada en el morfema flexivo mos en (2.) y o en (4.).
29. Tngase en cuenta, a la vez, que la garanta epistemolgica misma es ya una valoracin; en trminos de este Pro-
grama, toda la serie ejemplifica diferentes modalidades sin la recurrencia a un nico enunciado/proposicin de
referencia externa considerado objetivo, no modalizado. [Nota de las Directoras].
223
En (11.) el uso del futuro indica que la informacin parte de un proceso inferencial. En
(12.) el condicional del verbo marcando incertidumbre junto a la imposibilidad de asegurar
la informacin sensorialmente (lo vi, lo escuch), otorgan a lo dicho un menor grado
de certeza. Por el contrario, en (13.) se ficcionaliza como sensorial el modo de acceso a la
informacin y que la fuente es personal, en otras palabras, de primera mano.
En este caso el elemento enfatizado LAS BRITNICAS (utilizamos las maysculas para re-
presentar cambios de entonacin en la oralidad) es puesto de relieve negando as el gusto por
las bandas argentinas. La prominencia prosdica y la ubicacin inicial resaltan al constituyente
britnicas que compite con la alternativa anteriormente manifestada, argentinas. Es as como
presenta una lectura contrastiva sealada por la pausa (,) entre el foco y el resto de la oracin.
En el caso que sigue, la focalizacin identifica uno de todos los elementos posibles:
Ana, y si bien los motivos por los que un sujeto resalta una unidad de su enunciado son di-
versos, podramos suponer que A sabe que B posee especial inters en Ana.
224
(23.) Escuch que un crtico de arte dijo que las habilidades pictricas de Dal se
atribuyen a la influencia y admiracin por el arte renacentista.
En todas las oraciones se expresan distintos grados de certidumbre que permiten manifestar
la relacin que se establece con la informacin que se ofrece y la fuente de procedencia. La
omisin de huellas lingsticas intersubjetivas en (14.), la estructura focalizada de (15.), las
marcas de posibilidad en (17.) y de obligacin en (19.), el verbo en condicional simple en
(22.) y la explicitacin de la fuente en (23.), nos permiten apreciar cmo la modalidad se
manifiesta a travs de la seleccin y actualizacin de las posibilidades lingsticas.
Actividades
3.1. Creo sin estar por lo dems muy seguro que es tradicional traer a esta Sociedad
de Filosofa el resultado de los trabajos ya terminados, con el fin de que sean examinados y
criticados. Desgraciadamente lo que hoy les traigo es demasiado pobre, me temo, para me-
recer su atencin: se trata de presentarles un proyecto, un ensayo de anlisis cuyas grandes
lneas apenas entreveo todava; pero me pareci que esforzndome por trazarlas frente a
ustedes, pidindoles juzgarlas y rectificarlas, estaba, como buen neurtico, buscando un
doble beneficio: primero el de someter los resultados de un trabajo que todava no existe al
rigor de sus objeciones, y el de beneficiarlo, en el momento de su nacimiento, no slo con
su padrinazgo, sino con sus sugerencias.
Y quisiera pedirles algo ms: no se resientan conmigo si, al escucharlos dentro de un
momento plantearme preguntas, experimento todava, y sobre todo aqu, la ausencia de una
voz que hasta ahora me ha sido indispensable; comprendern que al rato todava buscar
invenciblemente escuchar a mi primer maestro. Despus de todo, l fue el primero al que le
habl de mi proyecto inicial de trabajo; desde luego, me hubiera hecho mucha falta que asis-
tiera al esbozo de ste y. que una vez ms me ayudara en mis incertidumbres. Pero despus
225
de todo, puesto que la ausencia es el primer lugar del discurso, acepten, les ruego, que sea a
l, en primer lugar, a quien me dirija esta tarde.
El tema que propuse: Qu es un autor?, evidentemente tengo que justificarlo un poco
frente a ustedes. Si eleg tratar esta cuestin quizs un poco extraa, es porque primero quera
hacer una cierta crtica de lo que en otro tiempo llegu a escribir, y regresar sobre algunas im-
prudencias que llegu a cometer. En Las palabras y las cosas intent analizar masas verbales,
especies de capas discursivas, que no estaban escandidas por las acostumbradas unidades del
libro, de la obra y del autor. Hablaba en general de la historia natural del anlisis de las
riquezas, o de la economa poltica, pero para nada de obras o de escritores. Sin embargo,
a lo largo de ese texto utilic de manera ingenua, es decir salvaje, nombres de autores. Habl
de Buffon, de Cuvier, de Ricardo, etctera, y dej funcionar esos nombres en una ambigedad
muy molesta, de suerte que se podan formular legtimamente dos tipos de objeciones, y en
efecto as fue. Por un lado, se me dijo: no describe correctamente a Buffon, ni el conjunto de la
obra, de Buffon, y lo que dice sobre Marx es irrisoriamente insuficiente con relacin al pensa-
miento de Marx. Estas objeciones estaban evidentemente fundamentadas, pero no pienso que
fueran totalmente pertinentes respecto a lo que yo haca; porque el problema para m no era
describir a Buffon o a Marx, ni restituir lo que haban dicho o querido decir: simplemente bus-
caba encontrar las reglas segn las cuales haban formado algunos conceptos o conjuntos te-
ricos que se encuentran en sus textos. Se hizo tambin otra objecin: usted forma, me dijeron,
familias monstruosas, acerca nombres tan claramente opuestos como los de Buffon y Linn,
pone a Cuvier al lado de Darwin, y esto en contra del juego ms visible de los parentescos y
de las semejanzas naturales. Dir, otra vez, que no me parece que la objecin convenga, por-
que jams busqu hacer un cuadro genealgico de las individualidades espirituales, no quise
constituir un daguerrotipo intelectual del sabio o del naturalista de los siglos XVII y XVIII;
no quise formar ninguna familia, ni santa ni perversa, simplemente busqu lo cual era mucho
ms modesto las condiciones de funcionamiento de prcticas discursivas especficas30.
3.2. Las tempranas actuaciones de Bombita como solista se dan a partir de operati-
vos en los que logra infiltrarse, siempre en cumpleaos de quince y cantinas de La Boca,
mediante acciones sorpresas (es decir, actuaciones sorpresas): con grupos comando toma
escenarios y posta de baile, da recitales de dos o tres temas, empleando el tiempo que cal-
cula tardarn los organizadores en dar aviso a la polica. Con este tipo de incursiones, poco
a poco Bombita se va haciendo conocido, aunque un recital desde la clandestinidad el 21 de
setiembre de 1970 (Primavera con Pern en la Liberacin), emitido en los famosos Sba-
dos circulares de Macera, fue el que le dio su primer gran golpe de popularidad. Ya luego,
participando en carnavales y bailes en clubes, y a travs de la difusin de su primer disco,
Sntesis del materialismo dialctico y el histrico para cantar en familia, que con ms de
dos millones de placas vendidas le hara ganar un Disco de Oro y un Firmenich de Platino,
terminara de imponerse en el gusto popular.
Sin embargo seran los aires que se respiraban en el mundo, y particularmente en la
Argentina, los que iban a elevarlo al Parnaso de las estrellas. Un pas y un pueblo soado
compartiendo cotidianamente la idea de la liberacin, la revolucin y el socialismo: eso era
lo que terminaba de conectar el arte de Bombita con el pblico31.
226
3.3. El cerebro (o encfalo) es la parte del sistema nervioso central de los vertebra-
dos que est dentro del crneo. En estricto rigor, el crneo alberga al encfalo, por lo que
comnmente se hacen sinnimos cerebro y encfalo. Ms adelante, al describir la anatoma
del encfalo veremos que el cerebro es una parte de ste.
En todo caso, el cerebro como tal es el rgano ms voluminoso del encfalo. Su peso
oscila entre 1.150 gramos en el hombre y 1.000 gramos en la mujer.
Est formado por dos hemisferios cerebrales, divididos por un surco medio, y es una
masa de tejido gris-rosceo compuesto por unos 100.000 millones de clulas nerviosas, co-
nectadas unas con otras y responsables del control de todas las funciones mentales.
Adems de las clulas nerviosas (neuronas), el cerebro contiene clulas de la gla
(clulas de soporte), vasos sanguneos y rganos secretores.
El cerebro es el centro de control del movimiento, del sueo, del hambre, de la sed y
de casi todas las actividades vitales necesarias para la supervivencia. Todas las emociones
humanas como el amor, el odio, el miedo, la ira, la alegra y la tristeza estn controladas
por el cerebro. Tambin se encarga de recibir e interpretar las innumerables seales que se
envan desde el organismo y el exterior.
Es, adems, el sector que rige los movimientos voluntarios y el desarrollo de las fa-
cultades intelectuales: pensamiento, memoria, voluntad32.
227
Anexo
2. Expresiones de evidencialidad
33. Lpez Ferrero, Carmen. (2005). Funciones retricas en la comunicacin acadmica: formas lxicas de modalidad
y evidencialidad. Signo y Sea. Buenos Aires: Facultad de Filosofa y Letras, UBA, pp. 115-139.
228
Referencias bibliogrficas
229
230
Captulo 9
Rosana Guardal
231
Desde esta perspectiva, la gramtica proporciona herramientas conceptuales que nos permiten
explotar las posibilidades del sistema. Veamos este planteo con un ejemplo de la vida cotidiana:
La esfera de la interlocucin
Hemos sealado en captulos precedentes que es frecuente escuchar que los textos
periodsticos o cientficos, a diferencias de otros, son objetivos. Sin embargo, cuando uno
ingresa a la Universidad no tarda mucho tiempo en comprender que esta afirmacin es err-
nea. Aun en los casos en que el sujeto explcitamente se propone ocultarla, si sostenemos que
el sujeto se constituye en y por el lenguaje, entonces, aceptamos que la subjetividad se ex-
presa aun en aquellos casos en que los materiales lxicos en que se instancia estn ausentes.
Ahora bien, qu significa el sujeto se constituye como tal en y por el lenguaje? y
cules son las marcas, o su ausencia, a las que podemos atender para reconocer y compren-
der esa subjetividad? En la enunciacin, el locutor se instaura como sujeto al apropiarse de
un subconjunto de formas de la lengua cuya referencia est a la espera de ser fijada en el acto
enunciativo que lo tiene como centro; se enuncia como locutor mediante ciertos indicios y
nombra a un t que ser su interlocutor (cf. Anexo):
232
un predicado es enunciado, s, slo que fuera de yo-t; de esta suerte tal
forma queda exceptuada de la relacin por la que yo y t se especifican7.
se manifiesta en el material lxico que satura la persona gramatical, esto es, la 3 persona en
se cocinan (-a-) y la 1 persona en cocino (-o), y la segunda en los pronombres te y tus.
En este ltimo material se interpreta la esfera de la interlocucin, en tanto en el primero las
pastas caseras y el almuerzo han sido expulsados de ella. Mas si atendemos al cartel
Aqu se cocinan pastas caseras para el almuerzo.
Actividad
1. Lea los siguiente fragmentos. Identifique los elementos o construcciones en los que
se manifiesta la tercera persona y explique los efectos de sentido construidos con respecto
a la interlocucin.
No podra jams soltarlo al aire. Aunque aun como pensamiento es cosa mala,
cosa fea para su conciencia blanca de negro. l habla y piensa siempre de otro
modo, como un enamorado:
233
Aydame, virgencita, rosa blanca del cerco. Aydalo a este pobre negro que mat
a ese bruto blanco, que hizo esa nadita hoy. Mi rosa sola, aydalo, mi corazn de
almendra dulce, dale suerte al negrito, rosa clara del huerto9.
(i.)
Durante siglos, la historiografa consider brbaros a los habitantes de los pueblos
originarios de Amrica Latina.
(activa)
9. Somers, Armona. (1967). El derrumbamiento. En Todos los cuentos 1953-1967. Montevideo: Arca; p. 9.
10. Palabras de la Dra. Cristina Fernndez de Kirchner, Centro Cultural Parque Espaa, Rosario, Sta Fe. En: http://
www.presidencia.gov.ar/discursos/25405-acto-en-el-centro-cultural-parque-espaa-rosario-palabras-de-la-presi-
denta-de-la-nacon en lnea). Consulta: 28-11-11.
11. La pasiva con se es una construccin endocntrica verbal pronominal en la que el pronombre no desempea funcin
gramatical independiente en la oracin. La pasiva perifrstica es una frase verbal constituida por el auxiliar ser y
un participio derivado de un verbo transitivo. Cf. Rossetti (1980), Mendikoetxea (2000).
12. Recordamos aqu que en este volumen atendemos a los verbos como predicados que seleccionan argumentos
que con l deben aparecer en la estructura oracional, y que entendemos, en correlato, por estructura argumen-
tal la semntica proyectada por el predicado en el sentido de la serie de argumentos obligatorios que con l
deben saturarse en la estructura sintctica. Para un tratamiento introductorio al tema, cf. captulo 5. [Nota de
las Directoras].
13. En general puede decirse que, desde un punto de vista nocional o semntico una oracin activa se puede in-
terpretar, en sentido amplsimo, como alguien (o algo) opera sobre alguien (o algo) y una oracin pasiva como
alguien (o algo) sufre lo que ha hecho alguien (o algo). [] La voz se refiere a la relacin semntica que se
establece entre el verbo y los distintos participantes de la accin verbal y se expresa formalmente por medio de
elementos sintcticos y/o morfolgicos. Mendikoetxea (2000): 1636.
14. Por razones de claridad expositiva para el Primer Ciclo del Programa, dejamos de lado en esta presentacin
la voz media.
234
(ii.)
Durante siglos, los habitantes de los pueblos originarios de Amrica Latina fueron
considerados brbaros por la historiografa.
(ii.)
Durante siglos, los habitantes de los pueblos originarios de Amrica Latina fueron
considerados brbaros.
(pasiva perifrstica)
(iii.)
Durante siglos, los habitantes de los pueblos originarios de Amrica Latina se
consideraron brbaros15.
(pasiva con se)
En (i.), el agente se satura en la posicin de sujeto, concuerda con el verbo en voz activa. En
(iii.), a diferencia de (ii.), la omisin de los sujetos de consideracin (la historiografa) pro-
duce un efecto de desagentivizacin y provoca al mismo tiempo la interpretacin de foco16
para el sujeto gramatical los habitantes de los pueblos originarios de Amrica Latina17.
En los casos de (I.):
I.
(1.) El Ministro de Economa anunci el nuevo plan econmico.
(2.) El nuevo plan econmico fue anunciado por el Ministro de Economa.
(3.) Se anunci el nuevo plan econmico.
podemos observar que las oraciones expresan el mismo contenido proposicional18 y difieren
en cuanto a la distribucin sintctica de sus argumentos. En otras palabras, la predicacin
es la misma mientras la disposicin de la estructura ha favorecido que se acenten determi-
nados elementos en la frase. Por ejemplo, en (1.) la informacin se organiza segn el orden
cannico (sujeto-verbo-objeto) y est expresada en voz activa. En (2.), la predicacin y los
argumentos son los mismos (agente, tema)19, el argumento agente aparece postpuesto al
15. Dejamos de lado en esta presentacin la predicacin planteada por el adjetivo brbaros.
16. Consideramos foco la parte de la oracin que no est presupuesta en un contexto determinado o que presenta
informacin de una manera nueva. Cf. Beaudrie (2005). Ello significa que el nuevo contenido viene a responder a
un interrogante o a acentuar informacin disponindola sintagmticamente de un modo novedoso. A menudo, el
foco es asimilado a la nocin de rema. Entendemos por rema, los elementos informativos que constituyen la parte
nueva de la oracin. Para una mayor compresin del asunto, observemos algunos casos:
(1.)
a. Con quin sali Sandra ayer?
b. [P Sali] [F con Camila].
(2.)
c. Quin compr la comida?
d. [F Raquel] [P compr la comida.]
F: foco
P: presuposicin
En (1b.), con Camila es la nueva informacin ya que sali es la informacin presupuesta. En este caso, el foco
est postpuesto al contenido reiterado. En cambio, en (2b.), la informacin nueva es Raquel. En este ejemplo, el
foco est antepuesto a la informacin aceptada como verdadera por los hablantes implicados en la situacin comu-
nicativa.
17. Cf. tambin captulos 6 y 8 (foco contrastivo) de este volumen.
18. Cf. captulos 5 y 8 de este volumen.
19. Cf. captulo 5 de este volumen.
235
verbo en tanto el argumento tema aparece en la posicin inicial de la oracin (ms especfi-
camente, en la posicin del argumento sujeto).
A diferencia de (1.), (2.) coloca en primer plano [el nuevo plan econmico] y ya no al
agente [el Ministro de Economa]. Sin embargo, tanto en (1.) como en (2.) el agente est expli-
citado (saturado en la estructura), por lo que puede entenderse que lleva a cabo la accin alguien
especificado. En cambio, en (3.), construccin denominada pasiva con se, el argumento agente
no est saturado en la estructura (ni puede estarlo una propiedad naturaleza constitutiva)20.
En conclusin, cuando en la escritura acadmica seleccionamos la pasiva perifrstica
o la pasiva con se el efecto ostensible es el de la prominencia de determinada informacin
sobre otra. Por eso, no es indistinto decir:
II.
(4.) Se hallaron los cadveres cerca del ro.
(5.) Los cadveres fueron hallados cerca del ro.
Una vez ms observamos que la sinonimia es slo una apariencia, pues mientras que en
(4.) [se hallaron los cadveres cerca del ro] la organizacin sintctica destaca el evento
de anunciar y relega a un segundo plano el sujeto que llev a cabo la accin, en (5.) la in-
formacin acentuada es el sujeto gramatical de la oracin pasiva, es decir, quines fueron
encontrados (los cadveres). Y si atendemos a la serie siguiente:
(i.) Los cadveres se hallaron cerca del ro.
(ii.) Se hallaron los cadveres cerca del ro.
(iii.) Los cadveres, se hallaron cerca del ro.
en cuanto a los cadveres, [los cadveres] fueron hallados cerca del ro21.
en cuanto a los cadveres, [los cadveres] se hallaron cerca del ro.
en cuanto a los cadveres, se los hall cerca del ro22.
III.
(6.) *Durante la jornada domingos familiares, se ayud a los abuelos a hacer gim-
nasia al aire libre.
(7.) Durante la jornada domingos familiares, se ayudaron los abuelos a hacer gim-
nasia al aire libre.
236
En ambas oraciones la predicacin es la misma: X ayudar Y. Ahora bien, en cada oracin se
satura de modo diferente los argumentos X e Y. En (6.), una oracin impersonal con se, la
interpretacin puede entenderse alguien que no se requiere identificar ayuda a los abuelos,
en el sentido de Se los ayud.
Recurdese que impersonalidad significa, en trminos gramaticales, que o no se
conoce o no se identifica o no existe por las razones que sea el agente del predicado del
que se trate en la oracin. En espaol se plantean dos maneras de expresarla. Una es la forma
pronominal se como en (6.); la otra, cualquier verbo en 3 persona del plural (6.):
(6.) Dicen (lo cual es improbable) que los Nilsen nacieron en Turdera.
Esta es la primera oracin del texto de Jorge Luis Borges, La intrusa. El verbo decir en 3
persona del plural palabra con la que el texto se inicia se interpreta en el sentido del rumor
andan diciendo que, sin identificacin de los sujetos que dicen los que, por supuesto
existen mas no se identifican en la estructura.
La oracin (7.) puede interpretarse en sentido recproco, es decir, los abuelos se ayu-
daron unos a otros (en el sentido de X ayuda a Y e Y ayuda a X), y aqu es la concordancia
(en 3 persona del plural) la marca formal que lo indica.
As, (3.) ms arriba, repetida aqu para facilitar la lectura, es ambigua, esto es, admite
una doble interpretacin: pasiva con se e impersonal:
En (i.), la forma verbal pronominal flexionada (se comi) y el sustantivo torta concuerdan
en 3 persona singular; y se admiten dos interpretaciones: la impersonal (X comi torta) y la
pasiva (la torta fue comida).
En (ii.), no se entabla concordancia entre el verbo flexionado y el sustantivo cana-
ps ni con la serie de sustantivos torta, canaps y helado, por lo tanto la nica interpreta-
cin posible es la impersonal.
Se recomienda, en este sentido, trabajar con un criterio semntico (la parfrasis) a la
vez que uno sintctico (la concordancia sujeto-verbo) tanto en la produccin escrita como
en la interpretacin:
IV.
(8.) Se avis a los bomberos. (impersonal)
(9.) Se enviaron los equipos de refuerzos. (pasiva con se)
237
Estas oraciones pueden parafrasearse en construcciones activas o pasivas, como (V.):
V.
(8.) Alguien avis a los bomberos (VA)
Los bomberos fueron avisados. (VP)
(9.) Alguien envi equipos de refuerzo (VA)
(9.) Los equipos de refuerzo fueron enviados (VP)
Junto con la parfrasis debe atenderse a la vez y en particular al dato sintctico de la con-
cordancia. Si nos detenemos en (8.) observaremos que aqu no concuerda el verbo con el
sujeto, an ms, el sujeto ha sido eliminado y lo que se presenta a continuacin del ncleo
verbal [avis] es el beneficiario [a los bomberos]. Por otra parte, en (9.) el verbo [enviaron]
concuerda con el sujeto gramatical [los equipos de refuerzo].
Actividad
2.1. Determine el tipo de informacin que se pone en relieve en cada oracin de la serie.
Luego, explicite las interpretaciones posibles. Redacte, adems, oraciones con tpicos col-
gados correspondientes al par A.
A.
(1.) Las primeras movilizaciones fueron convocadas en Santiago por la Confedera-
cin de Estudiantes de Chile.
(2.) Se convocaron en Santiago las primeras movilizaciones.
B.
(3.) Se destruyen 20.000 toneladas de residuos electrnicos.
(4.) 20.000 toneladas de residuos electrnicos fueron destruidas.
Los verbos que aparecen en las pasivas perifrsticas son verbos que expresan even-
tos o transiciones, es decir acciones que van de un sujeto nocional a un objeto externo a la
accin del verbo23.
23. Por ejemplo, un verbo como construir en Los albailes construyeron esta casa expresa una accin del sujeto los
albailes cuya culminacin lgica es la casa construida. [] As, un verbo como construir en la oracin anterior
expresa un evento o transicin, mas con un objeto sin determinar expresa una actividad sin culminacin lgica y no
permite una oracin equivalente de pasiva perifrstica:
a. Los albailes construyen casas.
b. *Son construidas casas por los albailes. Mendikoetxea (1999): 1621.
Nos referimos aqu al aspecto lxico de los verbos. Si se atiende a este, los verbos se clasifican conforme los rasgos
[Proceso] y [Resultado] y resultan cuatro clases:
238
VI.
(12.) Polmica ley de medios fue aprobada por los diputados en Argentina.
(13.) Menem y el resto de los imputados fueron absueltos.
(14.) Retir cinco mil dlares de un banco de Caballito y fue asaltado por dos moto-
chorros.
(15.) La vacuna antigripal ser comercializada a precio econmico.
239
El castigo ideal del regicida sera, pues, la suma de todos los suplicios posibles.
Sera la venganza infinita: las leyes francesas en todo caso no prevean pena fija
para esta especie de monstruosidad. Fue preciso inventar la de Ravaillac combi-
nando unas con otras las ms crueles que se haban practicado en Francia. Qui-
sironse imaginar ms atroces todava para Damiens. Hubo proyectos, pero se
las juzg menos perfectas. Repitise por lo tanto la escena de Ravaillac. Y hay
que reconocer que hubo moderacin, si se piensa cmo en 1584 fue abandonado
el asesino de Guillermo de Orange a lo infinito de la venganza. El primer da,
fue conducido a la plaza, donde encontr un caldero de agua hirviendo, en la que
fue introducido el brazo con que haba asestado el golpe. Al da siguiente, le fue
cortado este brazo, el cual, como cayera a sus pies en el acto, lo empuj con el
pie, hacindolo caer junto al patbulo; al tercer da, fue atenaceado por delante en
las tetillas y en la parte delantera del brazo, al cuarto fue igualmente atenaceado
por detrs en los brazos y en las nalgas; y as consecutivamente, este hombre fue
martirizado por espacio de dieciocho das. El ltimo da, fue enrodado y final-
mente fajado. Al cabo de seis horas, continuaba pidiendo agua todava, pero no
se la dieron. Finalmente se le pidi al lugarteniente de lo criminal que lo hiciera
rematar y estrangular, con el fin de que su alma no se desesperara, y se perdiera26.
As, las acciones que soporta el asesino se presentan mediante verbos en pasivas perifrs-
ticas [fue conducido, fue introducido, fue cortado, fue atenaceado, fue martirizado] que
acentan todas las vicisitudes que el condenado debi pasar hasta, finalmente, ser ejecutado.
Es preciso atender al tratamiento que se da al sujeto gramatical y al agente. Por un lado, el
sujeto torturado se difumina a lo largo del enunciado; mientras, el agente que lleva a cabo
los ultrajes toma forma en un sujeto colectivo (el pueblo) que recin se presenta al final del
fragmento, cuando aparece el lugarteniente. Que el ejecutor aparezca cerrando el relato no
slo implica que ha sido corrido del foco sino que, mediante la articulacin de acciones ex-
presadas en verbos en pasivas perifrsticas se destaca, por un lado, la moderacin de los
castigos infligidos a causa del regicidio. Y por otro, la voluntad o la conformidad de todos
los ciudadanos que viven de acuerdo a la ley de que ese martirio se llevase a cabo.
Actividad
4. Identifique las pasivas perifrsticas y explicite, a partir del anlisis, posibles efectos
de sentido:
La dictadura militar en Argentina
24 de marzo de 1976 - 10 de diciembre de 1983
El 24 de marzo de 1976 ocurri lo que muchos esperaban: Isabel Pern fue dete-
nida y trasladada a Neuqun. La Junta de Comandantes asumi el poder, integrada
por el Teniente Gral. Jorge Rafael Videla, el Almirante Eduardo Emilio Massera y
el Brigadier Gral. Orlando R. Agosti, que design como presidente de facto a Jor-
ge Rafael Videla y dispuso que la Armada, el Ejrcito y la Fuerza Area compon-
26. Foucault, Michel. (2002). Vigilar y castigar. Buenos Aires: Siglo XXI; p. 69.
240
dran el futuro gobierno con igual participacin. As, comenz el autodenominado
Proceso de Reorganizacin Nacional.
Jos Martnez de Hoz fue designado ministro de Economa y, el 2 de abril, anun-
ci su plan para contener la inflacin, detener la especulacin y estimular las
inversiones extranjeras.
[] Se inaugur el proceso autoritario ms sangriento que registra la historia de
nuestro pas. Estudiantes, sindicalistas, intelectuales, profesionales y otros fueron
secuestrados, asesinados y desaparecieron. Mientras tanto, mucha gente se exili.
Adems del secuestro de adultos, hubo un plan sistemtico de apropiacin de ni-
os. Los nios robados o que las madres paran en los centros de detencin fueron
inscriptos como hijos propios por muchos miembros de la represin, vendidos o
abandonados en institutos. []
La pequea y mediana empresa fue sacrificada en el altar de la eficiencia, ini-
cindose un proceso de acelerada desindustrializacin, ante la imposibilidad de
competir con productos provenientes del exterior. La aplicacin de las recetas
neoliberales no resolvi, sino que profundiz los problemas econmicos []27.
VII.
Se venden libros usados por dos pesos.
Se venden libros usados por la facultad.
Se venden libros usados *por la facultad. (en la interpretacin la facultad vender
libros usados)
En las pasivas con se la posicin normal del argumento sujeto es la posicin pos-
puesta al verbo (la posicin del objeto/tema). Admiten cambios en el orden de los constitu-
yentes y, del mismo modo en que ocurre con las perifrsticas, el orden lineal de los argumen-
tos contribuye a la puesta en relieve de ciertos elementos sobre otros (no el agente temtico).
241
[] ngel Rama incluye a Armona Somers y a Marosa Di Giorgio dentro
de un grupo que se caracteriz por perseguir una bsqueda artstica, temtica
y filosfica: Los raros. En qu consiste la rareza de estas autoras? Para
explicar esta particularidad, se tomarn tres puntos de cruce entre Armona
y Marosa. El primer punto es la dificultad para clasificar su obra segn los
cnones literarios clsicos. Al respecto, Echavarren plantea que la obra de
Di Giorgio [] pertenece a un gnero dudoso; del mismo modo Armona
escapa o se resiste a ser clasificada. El segundo punto se refiere al tratamiento
dado a las temticas abordadas. Tpicos como el de la muerte, el deseo, el
placer fsico, la femineidad, la alteridad, lo sexual, lo prohibido aparecen en
ambas escritoras [] con una visin poco habitual para venir de una mujer.
Los temas no se presentan con tonos confesionales sino ms bien, desde una
perspectiva oscura y fragmentada. Finalmente, la tercera particularidad reside
en la sintaxis narrativa. Si bien no se observa un mismo modo de organizar
la escritura en ambas escritoras, no obstante, cada una de ellas cuenta de una
manera singular. A primera vista, Marosa parece utilizar estructuras sencillas.
Sin embargo, al avanzar en la lectura, se percibe que abundan las reiteraciones
y que lo que aparenta ser simpleza, es mero artificio. Sus textos son hbridos,
es decir que implican una sucesin de personajes, lugares y situaciones que se
encadenan espacialmente.
Actividades
29. En el anlisis de este material, no se han abordado las construcciones verbales pronominales cuasi-reflejas debido
a que no se ha diagnosticado como dficit en la escritura de los ingresantes.
242
de la literatura, en un contexto globalizado donde el patrn de mercado se impo-
ne como organizador y propsito de las actividades humanas. Pero lo hacen de
manera comn y diferencial, aunque parezca paradjico, bajo procesos de asi-
milacin, resistencia e interferencia con el mercado de los bienes simblicos y,
tambin, con el de los econmicos. Este aspecto supone un encadenamiento de
hiptesis secundarias que se derivan de la hiptesis principal y que apuntan a
definir los tipos de relaciones con el mercado que se definen en cada caso.
243
Anexo
De la 2 persona:
estudias estudiis estudian1
1
En la variedad rioplatense no se utiliza
vosotros, por ello, se emplea la forma verbal
en 3 persona tanto para la 3 como para la 2
persona gramatical.
Indicios de espacio
a) Indices de ostensin
este- esta- esto- estas (cerca del locutor)
ese- esa eso- esos- esas (1 grado de lejana del locutor, o proximidad respecto
de t)
aquel- aquella- aquellos- aquellas (2 grado de lejana)
b) Adverbios lugar:
aqu- ac / ah-all / all
c) Frases adverbiales de lugar:
en este lugar- desde este sitio- en aquel sitio
244
Indicios de tiempo
retrospeccin
eje prospeccin
Pasado Presente Futuro
anteayer-ayer
hoy
maana-pasado
el otro da- la semana ahora maana- la semana
pasada-hace un rato- en este da prxima-un rato
recin-recientemente despues-dentro de
poco
Referencias bibliogrficas
Barthes, Roland. (1982). El placer del texto y Leccin inaugural. Mxico: Siglo XXI.
Beaudrie, Sara. (2005). Refinando la nocin de foco en espaol: Cuestiones semnticas y
sintcticas. Arizona Working Papers in Second Language Acquisition and Teaching
(SLAT), vol. 12. University of Arizona.
Benveniste, Emile. (2010a). Estructura de las relaciones de persona en el verbo, La na-
turaleza de los pronombres y De la subjetividad en el lenguaje. En Problemas de
lingstica general. Tomo I. Mxico: Siglo XXI.
Benveniste, Emile. (2010b). El aparato formal de la enunciacin. En Problemas de lin-
gstica general. Tomo II. Mxico: Siglo XXI.
Mendikoetxea, Amaya. (2000). Construcciones inacusativas y pasivas y Construcciones
con se: medias, pasivas e impersonales. En Bosque, Ignacio y Violeta Demonte.
Gramtica descriptiva del espaol. Tomo 2. Madrid: Espasa Calpe.
Rosetti Manacorda, Mabel. (1980). La frase verbal pasiva en el sistema espaol. En Ba-
rrenechea, Ana Mara y Mabel Rossetti. Estudios de gramtica estructural. Buenos
Aires: Paids.
Rodrguez Ramalle, Teresa. (2005). Manual de sintaxis del espaol. Madrid: Castalia Uni-
versidad.
245
246
Captulo 10
1. Consideramos el enunciado como unidad de la comunicacin discursiva, es decir, como palabra situada en la con-
textura espacio-temporal con atribucin de propiedad y socialmente orientada (Cf. captulo 1 de este volumen).
2 Bajtn, Mijal. El problema de los gneros discursivos. En Esttica de la creacin verbal, Mxico: Siglo XXI.
1998, p. 284.
3. Se suele considerar performativo todo enunciado que realiza la accin que refiere. Ms an, la performatividad es una
propiedad intrnseca que posee la enunciacin para crear la realidad que designa. (Cf. captulo 1 de este volumen).
4. Bajtn, Mijal, op. cit., p. 285.
247
De igual manera, el soporte material de toda escritura es un palimpsesto5. Escribimos
entre las palabras ya dibujadas por otros; bajo el trazo de nuestra tinta se encuentra la huella
de lo ya dicho. Genette utiliza al palimpsesto como metfora para definir a los textos que
muestran ecos, secretos o manifiestos, de otros textos. Las distintas relaciones de transtex-
tualidad(o transcendencia textual del texto) permiten ver que la reelaboracin constante
de la palabra, mediante distintos recursos y en diversos grados, no es ms que un aspecto
fatal y fundamental de la textualidad6. No existe el texto del que se desprenda un sentido ni
una voz nica:
Hoy en da sabemos que un texto no est constituido por una fila de pala-
bras, de las que se desprende un nico sentido, teolgico, en cierto modo
(pues sera el mensaje del AutorDios), sino por un espacio de mltiples
dimensiones en el que se concuerdan y se contrastan diversas escrituras,
ninguna de las cuales es la original: el texto es un tejido de citas provenien-
tes de los mil focos de la cultura7.
Pero esto no slo ocurre con la palabra ajena. Como detrs de cualquier imagen pue-
de esconderse un pentimento8, un boceto que la pintura deja atrs como esbozo imperfecto,
el proceso de toda elaboracin escrita parte de un borrador, mental o concreto, que se refor-
mula hasta alcanzar el producto acabado y listo para los ojos del mundo. Tambin volvemos
sobre la palabra propia, sea para distanciarnos de ella o confirmarla, sea para aclararla o re-
futarla. Nuestra voz tambin tiene una historia y nuestros enunciados pueden comunicarse,
unos con otros, en esa cadena de comunicacin discursiva.
Por lo tanto, la palabra siempre est en relacin con la palabra. De manera velada o
deliberada, mediante la cita o la alusin, toda palabra reformula en distintos grados y con
distintas finalidades a la palabra ya dicha. Sin embargo, ms all de esta propiedad inherente
del discurso, existen operaciones retricodiscursivas especficas de reformulacin que son
de fundamental importancia en el discurso acadmico y cientfico. Porque cuando decimos
palabra, decimos lengua en circulacin, y la puesta en discurso de la lengua se realiza en forma
de enunciados (orales o escritos) que pertenecen a las distintas esferas de la praxis humana y
reflejan las condiciones especficas y el objeto de dicha praxis mediante su contenido, estilo
y composicin. Cada esfera de la praxis humana elabora sus tipos relativamente estables de
enunciados o gneros discursivos9. As, en la esfera de la praxis humana que delimita el mbito
de la Academia10, existen gneros especficos que conforman el discurso acadmico:
5. La palabra palimpsesto, etimolgicamente, significa raspar o borrar de nuevo. Hace referencia a los pergaminos
antiguos que fueron borrados artificialmente con el objetivo de reescribir el espacio entre renglones, y que sin em-
bargo conservan huellas de la escritura anterior.
6. Cf. Genette, Grard. (1989). Palimpsestos. La literatura en segundo grado. Madrid: Taurus.
7 Barthes, Roland. (1987). El susurro del lenguaje. Barcelona: Paids, p. 69.
8 La palabra, en italiano, significa arrepentimiento y hace alusin a las primeras instancias de produccin de un
artista que cuenta con la posibilidad de cambiar de idea o direccin, de reelaborar su primer boceto en un producto
diferente.
9. Bajtn, Mijal, op. cit., p. 248.
10. La academia constituye una comunidad en cuyo interior sus miembros estableen diferentes tipos de relaciones
para la co-construccin, trasmisin y difusin del conocimiento. En ella se despliega una complejidad de saberes
culturales, de gestin interrelacional, de contenido referencial especializado, de normas y procedimientos, as como
de representaciones sociales y axiolgicas compartidas. (Harvey, Ana Mara, y Daniel Muoz. (2006). El gnero
informe y sus representaciones en el discurso de los acadmicos. En Estudios Filolgicos, n 41: 95-114, p.100).
248
[] la difundida denominacin discurso acadmico refiere al mbito de
produccin y circulacin de discursos cientficos que involucra a investi-
gadores, docentes y estudiantes. Por lo tanto, cuando se habla de discurso
acadmico, se remite al conjunto de producciones, ya sea en forma oral o
escrita, realizadas en contexto de enseanza y/o de investigacin cientfica.
En este sentido, debido a sus estrechas y mltiples relaciones, se vincula
con el discurso cientfico11.
Resulta fundamental tener en cuenta, por lo tanto, que no podemos reducir el discurso aca-
dmico (ni ninguna forma de palabra en circulacin) a una materialidad pura, como si se tra-
tara de un depsito de verdades objetivas, siempre idnticas a s mismas, disponibles para
ser reconocidas. Esa nocin instrumental del lenguaje como medio de referir una reali-
dad exterior, dada, atemporal, trasmisible o explicable, hace caso omiso de la constitucin
de la realidad misma por medio del lenguaje. Los objetos de los que habla la ciencia en el
discurso acadmico-cientfico no son reflejos de lo real. Lo real se construye en ese dis-
curso y configura sus contornos y modalidades de acuerdo a posiciones ideolgicas, tericas
y conceptuales determinadas. Ese discurso (de hecho, todo discurso) posee una dimensin
persuasiva que jams ignora la existencia (potencial o real) de la palabra-otra hacia la cual
se orienta13. No puede desconocer la palabra previa, ni puede carecer de expectativas de res-
puesta, ya que siempre se pronuncia con la palabra por decir como horizonte. Hall, para
alejarse de las concepciones referenciales, instrumentales del lenguaje, define al discurso
como efecto de sentido entre locutores, lo que le permite:
11. Hall, Beatriz. (2007). La comunicacin cientfica en mbitos acadmicos: otro enfoque en Hologramtica,
Facultad de Ciencias Sociales, UNLZ, Ao IV, vol. 2, n 7: 79-105, p. 84.
12. Hall, Beatriz, op. cit., p. 86.
13. Cf. capttulo 1 de este volumen para el concepto de dimensin argumentativa que propone este Programa.
249
construccin de sentidos. Estos no nacen como propiedad privada de un
sujeto, por generacin espontnea, ni mecnicamente, sino que los sujetos
construyen sentidos como parte de un proceso14.
Por lo tanto, el prestigio del discurso acadmico como lugar de residencia de la ver-
dad emprica o de hechos comprobables le permite crear estos efectos de evidencia, pre-
sentar sus constructos como objetos fehacientes e irrebatibles. Sin embargo, a tal operacin
la realiza mediante el lenguaje, que nunca es referencial o transparente sino ideolgico.
Aunque el discurso acadmico intente borrar las huellas de la subjetividad y construya una
apariencia de glosa objetiva de datos externos cuya existencia se considera independiente
del lenguaje lo que realmente hace es construir, mediante el lenguaje, los objetos que su-
puestamente explica, y la realidad a la que supuestamente pertenecen. Es ms, tambin crea
los gneros, estilos y registros discursivos que legitiman y dan validez a las voces (indiscu-
tiblemente subjetivas) que crean los objetos y, con ellos, la realidad16.
De esta manera, la reformulacin es una de las operaciones retrico-discursivas que
permite a los sujetos construir una determinada imagen de autoridad acadmica, mediante
cierta escenificacin del dominio tanto de los contenidos disciplinares especficos como de
los modos de decir propios de la prctica acadmica, con sus convenciones y su retrica
especfica17. Porque ms all de que los rasgos genricos del discurso acadmico estn con-
figurados a partir de esfuerzos de aparente neutralidad, con el objetivo de lograr cierto efecto
de evidencia o cientificidad, siempre es posible reconocer en l las huellas del proceso de
configuracin de una determinada imagen de autor y la orientacin especfica hacia un lector
al cual se intenta persuadir.
14. Ibidem.
15. Hall, Beatriz. (2009). Efectos de cientificidad y los modos de decir en el discurso acadmico en espaol. En
Revista Linguas e Instrumentos Lingsticos, n 21: 53-73, p. 59
16. Cf. captulo 1 de este volumen.
17. Temas objeto del Segundo Ciclo de este Programa.
250
La reformulacin, por lo tanto, se constituye como ncleo de dialogismo, evidencia
de la polifona18 que la palabra (como enunciado, es decir, como palabra pronunciada desde
una posicin de sujeto, en una contextura espacio-temporal determinada y orientada hacia
un horizonte de respuestas) detenta en el discurso acadmico-cientfico.
En las prximas pginas intentaremos repasar, desde un primer nivel de anlisis de
reconocimiento, las estrategias discursivas de reformulacin identificables en los textos, en
sus configuraciones posibles. Resulta necesario realizar este primer abordaje abstrayendo la
palabra de su circulacin, considerndola desde una perspectiva gramatical descriptiva que
nos permita identificar las operaciones especficas de reformulacin. Mas, asimismo, resulta
fundamental inscribirlas luego en un anlisis constructivo, restituyendo esos casos de refor-
mulacin particulares a su dimensin dialgica.
Una antigua mxima filosfica atribuida a Herclito afirma que es imposible contem-
plarse dos veces en el mismo ro. Ese ro en constante y perenne circulacin, cuyo caudal re-
presenta la imagen misma del continuo movimiento, jams vuelve a ser el mismo; sus aguas
son, cada vez, otras. Al mismo tiempo, el sujeto que se contempla, vivo y, por lo tanto, presa
de los avatares del tiempo, tampoco puede permanecer idntico a s mismo. Igual principio
resulta cierto respecto al lenguaje, siempre que lo consideremos en su dimensin de palabra
viva. Cada enunciado es ideolgico e histrico, necesita de un locutor o un autor que se
apropie del lenguaje desde una posicin de sujeto, posee coordenadas de tiempo y espacio
particulares y est orientado hacia un horizonte de potenciales respuestas. Si nos atenemos a
esta concepcin de lenguaje, un dicho bastante aceptado como aquel que asegura que existe
la posibilidad de decir lo mismo con otras palabras resulta una falacia. Por un lado, si
las palabras que empleamos son otras no parece posible, lgicamente, estar diciendo lo
mismo. El principio de identidad fracasa o, al menos, se ahoga en su propia contradiccin.
Por otro lado, aunque dos enunciados sean materialmente idnticos, esto es, en apariencia
equivalentes por coincidencia de los elementos lingsticos que los conforman, no pueden
ser considerados en un nivel de identidad, ya que de una emisin a otra pueden variar las
condiciones de enunciacin, el contexto, los locutores, o la posicin ideolgica de discurso,
volviendo a cada emisin una formulacin siempre diferente.
En este punto resulta sumamente conveniente recordar unos ejemplos empleados por
Bajtn en La potica de Dostoievski. Supongamos las siguientes formulaciones: La vida es
bella y La vida no es bella. Se trata de dos juicios que poseen una determinada forma l-
gica y un determinado contenido temtico-semntico (juicios filosficos acerca del valor de
la vida). Entre estos juicios existe una determinada relacin lgica: uno niega al otro. Pero
entre ellos no podr existir ninguna clase de relacin dialgica hasta que no sean encarnados
por sujetos determinados, hasta que no sean enunciados en circulacin y puedan entrar en
discusin u oposicin. De la misma manera, si planteamos las siguientes formulaciones: La
vida es bella y La vida es bella, estamos ante dos juicios, en apariencia, absolutamente
18. Polifona es una categora bajtiniana que hace referencia a la presencia de una pluralidad de voces y conciencias
independientes e inconfundibles, voces autnomas que conforman el entramado de la palabra, obviamente, de la
palabra en circulacin, del enunciado como unidad de la comunicacin dialgica que es la autntica esfera de la
vida de la palabra. (Bajtn, Mijal. (2003). Problemas de la potica de Dostoievski. Mxico: FCE.
251
iguales. Es decir, un solo juicio pronunciado o escrito dos veces, pero este dos se refiere
nicamente a la expresin verbal y no al juicio mismo. Aunque parezcan unidos por una
relacin lgica de identidad, hasta que no son asumidos y pronunciados por sujetos de enun-
ciacin no establecen una relacin dialgica de asentimiento, acuerdo o confirmacin19. Por
lo tanto, es importante tener en cuenta que:
A los fines prcticos, podemos tomar la palabra desde una perspectiva puramente ora-
cional, considerndola fuera de la circulacin social, para en un nivel descriptivo reconocer
ciertas estrategias de reformulacin tales como las reiteraciones lxicas, los sinnimos, las
frases explicativas, los verbos con funcin metalingstica (v. gr. es decir, esto es), los
252
parntesis, o las notas al pie de pgina. Entre estos recursos, que nos permiten identificar en los
textos las operaciones mediante las cuales los productores vuelven sobre aspectos o elementos
ya emitidos, sean propios o ajenos, para reformularlos, Nuez et altri destacan los marcadores
de reformulacin22, que constituyen mecanismos pragmtico-discursivos de tipo retrico23.
Las denominaciones que se les suele dar pueden ser amplias y variadas (conectores pragm-
ticos, enlaces supraoracionales, operadores discursivos, etc.) pero todas:
22. Nuez, Paulina, Muoz, Astrid y Estenka Mihovilovic. (2006). Las funciones de los marcadores de reformulacin
en el discurso acadmico en formacin. En Revista Signos, vol. 39, n 62: 471-492, p. 476.
23. Ibidem.
24. Ibidem. Para un desarrollo ms exhaustivo respecto al funcionamiento de los conectores y marcadores ver el cap-
tulo 3 de este volumen sobre relaciones lgicas en la escritura.
25. Menard, Andr. (2011). Archivo y reducto. Sobre la inscripcin de lo mapuche en Chile y Argentina. En AIBR.
Revista de Antropologa Iberoamericana, vol. 6, n 3: 315-339, Sept.-dic., pp. 321-322.
26. Rivera Lpez, Eduardo. (2007). Pobreza global y conocimiento emprico. En Revista Latinoamericana de Filo-
sofa, vol. XXXIII, n 2: 315-332, p. 316.
253
En el primer ejemplo, el marcador es decir introduce una reformulacin explicativa que per-
mite expandir el sentido de la expresin espacio mitolgico o arqueolgico, definiendo a
este lugar donde tradicionalmente se coloca a las poblaciones originarias como un sustrato
prehistrico de una historia y una escritura nacional. Entre ambos fragmentos discursi-
vos se establece una relacin dialgica: uno contesta al otro en una lgica de afirmacin-
complemento, sin cambio de perspectiva enunciativa, ya que ambas definiciones tratan de
demostrar que ese lugar simblico atribuido histricamente a las poblaciones originarias ha
sido un lugar de relegamiento y menosprecio.
En el segundo ejemplo, podemos encontrar una rectificacin sealada explcitamente
por el marcador ms bien. Esta operacin permite al productor del discurso precisar y deli-
mitar los objetivos de su investigacin, que no consistir en discutir los deberes respecto a
la pobreza ni en desarrollar una teora respecto a la justifica global, sino en un esfuerzo por
dilucidar un problema metodolgico que se plantea en la base del acuerdo sobre lo condena-
ble de la situacin de pobreza, ms all de los puntos de vista sobre la justicia global que se
adopten. Entre la primera enumeracin, que descarta negativamente posibles orientaciones
metodolgicas, y la reformulacin rectificativa se establece tambin una relacin dialgica
que permite precisar la perspectiva enunciativa del sujeto del discurso.
A su vez, otros marcadores de reformulacin permiten sealar un cambio en la
perspectiva enunciativa, sea mediante un cierto distanciamiento por parte del locutor
respecto al punto de vista de la primera formulacin, sea mediante una recapitulacin
de lo dicho, que impone sobre la reformulacin la idea de expresin ms definitiva y
acabada, sea una reconsideracin parcial, total o sobre ciertos aspectos del discurso
pronunciado, o una invalidacin del primer movimiento discursivo. De esta manera,
si el locutor quiere indicar que realiza una operacin de recapitulacin, introduce su
reformulacin con marcadores del tipo en suma, en sntesis, en pocas palabras. En el
siguiente ejemplo se pretende sealar que lo que sigue al marcador de reformulacin es
una versin resumida de lo contenido en el texto previo y constituye lo esencial que el
lector debe retener:
As, las recapitulaciones hacen explcito el horizonte de dilogo, ya que estn cons-
truidas de manera tal que resulta evidente la operacin persuasiva mediante la cual se intenta
orientar la interpretacin del lector, al centralizar o destacar un fragmento de discurso como
ncleo esencial, que dialgicamente responde a lo anteriormente emitido, como sntesis o
condensacin de sentido.
27. Perkins, David. (1995). La escuela inteligente. Del adiestramiento de la memoria a la educacin de la mente. Bar-
celona: Gedisa, p. 87.
254
Las operaciones de invalidacin pueden estar introducidas por en fin o por el adver-
bio no, precedido eventualmente por el marcador bueno28, para sealar una autocorreccin
por parte del locutor, que deja sin efecto lo dicho previamente:
Para entrevistar a los clientes, recurr a contactos internos del gueto. Como
muchos de ellos eran ms o menos conocidos, o recomendados por con-
tactos comunes, no eran previsibles mayores dificultades. No obstante, al-
gunos se arrepintieron en el momento de la entrevista o se rehusaron a la
grabacin. Al fin de cuentas, entrevistar a los clientes acab siendo ms
complicado que acceder a los prostitutos30.
Mientras que en el primer fragmento el marcador al fin y al cabo indica una reconsideracin
pero no se cambia la orientacin argumentativa que se vena sosteniendo (la misoginia est
vinculada con la masculinidad), en el segundo fragmento, extrado de un relato etnogrfico,
vemos un cambio de orientacin: en la primera formulacin Perlongher declara que previ
un fcil acceso a los clientes de michs masculinos que quera entrevistar en Brasil, pero
a partir del marcador al fin de cuentas se reevala esta presuncin y se concluye que en la
realidad sucedi lo contrario.
En el caso de los marcadores en efecto y de hecho tambin se pone en evidencia
que el locutor ha reconsiderado lo dicho en su primera formulacin pero estas reconside-
raciones estn siempre coorientadas con el primer movimiento discursivo, se confirma y
refuerza lo dicho, no se cambia de perspectiva argumentativa, como podemos apreciar en
el siguiente ejemplo:
28. El empleo de estos marcadores es ms propio del discurso coloquial y no resulta frecuente en el discurso acadmico.
29. Lamas, Ricardo y Francisco Vidarte. (2001). Extravos. Madrid: Espasa Calpe, p. 39.
30 Perlongher, Nstor. (1993). La prostitucin masculina. Buenos Aires: Ediciones de la Urraca, p. 22.
255
quistadores europeos. Esta divisin no toma en consideracin la habitual
separacin entre prehistoria e historia segn la ausencia o presencia de tes-
timonios, escritos. En efecto, los avances en el conocimiento de la escri-
tura maya, as como el extraordinario empuje de la arqueologa mexicana,
que ofrece una informacin precisa y abundante del pasado, y, sobre todo,
la mejor adecuacin y pertinencia de la divisin sealada, han aconsejado
prescindir de la divisin en prehistoria e historia que aportara claridad31.
Las reconsideraciones posibles establecen, por lo tanto, respuestas que pueden orien-
tarse del acuerdo o la confirmacin al desacuerdo, la invalidacin o la transfiguracin del
sentido de la primera afirmacin.
Finalmente, tambin se pueden instaurar operaciones de distanciamiento. Las mis-
mas pueden estar anunciadas por marcadores como de todas maneras/modos/formas, de
cualquier forma/modo/manera, cuando marcan el distanciamiento del locutor respecto de la
primera formulacin tomada en su totalidad:
El marcador en todo caso seala que el locutor se distancia sobre aspectos relacionados
con la fuerza argumentativa, realizando, por lo tanto, una atenuacin respecto a la primera
reformulacin:
31. De Blas, Patricio et altri. (2000). Historia comn de Iberoamrica. Madrid: Edaf, p. 40.
32. Link, Daniel. (2005). Clases Literatura y disidencia. Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, p. 45.
33. De Blas, Patricio et atri, op. cit., p. 60.
256
Cuando se marca una operacin de distanciamiento discursivo mediante marcadores
como en el fondo o en realidad, se establece una oposicin implcita entre una versin su-
perficial o aparente expresada en la primera formulacin y una versin profundizada o real y
especfica que se ofrece en la segunda formulacin. El siguiente ejemplo, en el que se opone
la versin mtica de la historia del pueblo mexica a una reformulacin construida a partir de
datos histricos, resulta ilustrativo de este tipo de distanciamiento:
Solo cuando los pronombres personales, los nombres propios y los adverbios
demostrativos se comportan como nombres comunes, esto es, cuando admi-
ten la presencia de un determinante con contenido fontico, pueden ir acom-
paados por un complemento restrictivo introducido por la preposicin de35.
A partir del marcador esto es se reponen sentidos no del todo explcitos, que permiten pre-
cisar lo que se quiso decir mediante la proposicin anterior, en este caso, la nueva formu-
lacin permite aclarar qu significa comportarse como nombres comunes. El dilogo es,
en primera instancia, interno al discurso de la propia autora (en la lnea de los ejemplos que
venimos analizando). Sin embargo, no deja de estar presente la presin del interlocutor, la
proyeccin hacia el discurso-otro, hacia las posibles respuestas interpretativas, ya que la re-
formulacin explicativa constituye un esfuerzo de intervencin sobre la palabra propia para
persuadir al lector respecto de la posicin enunciativa y la construccin de discurso realizada.
Tambin es posible reformular la palabra ajena, mediante operaciones que van desde
la adhesin a postulados de otros autores o la apropiacin de marcos conceptuales para los
257
desarrollos tericos propios (como se puede apreciar en el primer ejemplo) hasta la descali-
ficacin del marco del discurso ajeno (como podemos ver en el segundo ejemplo):
En el primer caso, la palabra de los otros es retomada para producir una filiacin
terica, para adherir a los argumentos y concordar, de esta manera, con las formulaciones
propuestas por los autores mencionados, pero al mismo tiempo se ajusta la posicin propia
para abrir una nueva indagacin sobre el concepto de enunciacin, con la intencin de reali-
zar un nuevo aporte o contribucin a los desarrollos sobre el mencionado concepto.
En el segundo caso, la intervencin del autor se da en un plano de absoluta polmica,
por lo cual se intenta cuestionar y desacreditar la terminologa utilizada por la contrincante
discursiva, papel que en el caso de este debate cumpla Beatriz Sarlo. Se intenta mostrar
rechazo por el marco de discurso ajeno, por su tono y sus implicancias, y mediante esta
operacin se cuestionan tambin los mviles y la posicin enunciativa de su autora.
La palabra ajena constituye una suerte de materia prima para la produccin cient-
fica. De hecho, parece casi imposible, dadas las convenciones propias del discurso acad-
micocientfico, evitar la referencia a la palabra ajena: se habla desde un marco terico o
marco conceptual, se reponen los antecedentes del tema a desarrollar, se referencia y cita
continuamente la palabra autorizada de colegas y expertos como soporte y justificacin de
lo propuesto o para situar el desarrollo argumentativo en plano polmico. Sea para operar un
distanciamiento o una apropiacin, sea para refutarlo o para confirmarlo, el discurso previo
posee un aura omnipresente. Incluso se podra decir que el suelo sobre el cual se asienta la
academia est formado, tal vez de manera ms explcita que en otros discursos, por mo-
saicos de citas38. Mediante estas citas, sea que se presenten de manera explcita o como
simples alusiones, se actualizan los desarrollos tericos de las disciplinas y se construyen
sentidos nuevos, desplazamientos, ampliaciones y reconfiguraciones del pensamiento.
36. Guimares, Eduardo. Argumentacin y acontecimiento. En Arnoux, Elvira y Mara Marta Garca Negroni
(comps.). (2004). Homenaje a Oswald Ducrot. Buenos Aires: Eudeba. 2004, p. 212.
37. Saccomano, Guillermo. Una respuesta rstica. En Radar (Suplemento Pgina/ 12). Buenos Aires, Domingo 12
de febrero de 2007).
38. Todo texto se construye como un mosaico de citas, cada texto es una absorcin y transformacin de otros textos
(Kristeva, Julia. (1997). Bajtn, la palabra, el dilogo y la novela. En Navarro, Desiderio (comp.). Intertextualit.
Francia en el origen de un trmino y el desarrollo de un concepto. La Habana: Uneac, Casa de las Amricas, p. 3).
258
A modo de reformulacin
Toda voz es un eco. Todo enunciado, una respuesta. El soporte material de toda es-
critura es un palimpsesto, toda imagen proviene de un pentimento. Esa es la fatalidad de
la palabra en circulacin, de la palabra viva; as obra en virtud de su dimensin dialgica.
Pero existen mecanismos discursivos que nos permiten apropiarnos deliberadamente de esta
particularidad de la palabra que siempre se orienta hacia la palabra otra.
La reformulacin constituye un ejercicio de reflexin acerca de la propia enunciacin
y un procedimiento de control discursivo, ya que es una de las operaciones que permiten
regular la propia imagen de autor que se quiere proyectar. El autor o escritor no existe
previamente al texto, es un constructo producido en la enunciacin misma, nace a la vez
que su texto, no est provisto de un ser que preceda o exceda su escritura, no es el sujeto
cuyo predicado sera el texto39, sino que es producto de la escritura misma, por lo cual sus
caractersticas se configuran en ese acto de enunciacin. De esta manera, la reformulacin
se constituye como una puesta en discurso que disea rasgos de autoridad y legitimidad
acadmica mediante la exhibicin no slo de un saber disciplinar especfico sino tambin
de una escritura atenta a los modos de decir y a las retricas especficas de dicha prctica
disciplinar40. Al mismo tiempo, las operaciones de reformulacin revelan la consideracin
consciente y constante que el sujeto de discurso hace de su lector, cuya interpretacin busca
orientar, cuya respuesta est constantemente en su horizonte de expectativas.
Por estos motivos, al hablar de la reformulacin en tanto operacin retrico-discursi-
va, estamos tratando de situarnos en la dimensin argumentativa del lenguaje y pensar que
no solo contribuye a la cohesin textual y a la progresin temtica, conectando y co-referen-
cializando segmentos textuales. Se trata, adems, de una operacin dialgica que muestra
cmo la palabra viva se inscribe en el circuito infinito de la comunicacin discursiva. La
palabra dicha es nicamente contestable, no es posible reemplazarla, borrarla o silenciarla,
solo es posible aadir ms sentido. Explica Barthes:
259
el imaginario contemporneo, de un prestigio que lo vuelve sede de la verdad, aunque,
como toda creacin del lenguaje, no sea ms que una construccin. Porque toda escritura
ser un palimpsesto, pero la reformulacin permite demostrar el proceso de seleccin que
yace tras las voces rescatadas o silenciadas, permite legitimar ciertos puntos de vista en de-
trimento de otros y persuadir acerca de la validez de la perspectiva que se elige privilegiar.
Porque toda imagen es siempre un pentimento y todo boceto es perfectible, siempre pode-
mos volver sobre la palabra dicha, para reconstituirla en formulaciones siempre nuevas,
cada vez nicas, en un incesante despliegue de sentido.
Actividades
1. Identifique en los siguientes fragmentos las relaciones que se establecen entre formu-
laciones.
a) La literatura argentina comienza como una violacin, escrib all por 1960. Se
trataba, sin duda, de un ademn provocativo frente a una crtica inmovilizadora.
Pero se vinculaba al balance de la revista Contorno y al proyecto, ms o menos
explcito, de dramatizar polmicamente la franja cultural de ese momento42.
b) No se trata de que el sexo no coincida con el gnero, como sostiene la Butler. Eso
es poco decir: una rabieta ante los lmites estrictos, una patada en el tablero para
tirar sus piezas. No se trata de eso, sino, ms bien, de que el sexo siempre coincide
con el gnero no coincidiendo nunca, mediante su fracaso y traspi. Sexo, gnero
e identidad forman una trinidad discreta de lo imposible. No se trata de que no
coincidan y cada cual se combine de modo contingente con el otro en un festn de
azares e intercepciones. Se trata de que s coinciden, como una promesa dada y
debida, pero que siempre fue43.
42. Vias, David. (2005). Literatura argentina y poltica I. De los jacobinos porteos a la bohemia anarquista. Buenos
Aires: Santiago Arcos, p. 12.
43. Parrini Roses, Rodrigo. (2007). Panpticos y laberintos. Subjetivacin, deseo y corporalidad en una crcel de
hombres. Mxico D. F.: El Colegio de Mxico, Centro de Estudios Sociolgicos, Programa Interdisciplinario de
Estudios de la Mujer, pp. 248-249.
44. Nuez Noriega, Guillermo. (2007). Masculinidad e Intimidad: identidad, sexualidad y SIDA. Mxico D. F.:
UNAM, pp. 47-48.
260
de describir, un tipo de experiencia humana, su significado, en trminos generales
ha variado con el paso de la historia y, desde perspectivas particulares, nos remite
a la historia escolar de cada uno de nosotros45.
f) La literatura forma parte del mundo de su pblico a la vez que contribuye a con-
formarlo, produce convenciones sociales y, al mismo tiempo, las modifica, propo-
ne y adopta formas imaginarias, figuras semnticas, sistemas semiticos. Por eso,
es interesante la descripcin de estos sistemas que pueden haber llegado a influir
sobre modalidades de comunicacin de los sentimientos, moldeando costumbres
sociales sobre formas artificiosas del amor y su lenguaje. En realidad, el amor
posee muchos lenguajes: las flores, las cartas, los objetos, el baile, los movimien-
tos de las manos, las miradas47.
45. Salinas, Dino. (1995). Curriculum, racionalidad y discurso didctico. En Poggi, Margarita et altri. (1995). Apun-
tes y aportes para la gestin curricular. Buenos Aires: Kapeluz, p. 21.
46. Yuni Jos Alberto y Claudio Urbano. (2005). Supuestos tericos-epistemolgicos de la etnografa. En Mapas y
Herramientas para Conocer la Escuela. Investigacin etnogrfica e investigacin-accin. Crdoba: Brujas, p. 109.
47. Sarlo, Beatriz. (2004). El imperio de los sentimientos. Buenos Aires: Norma, p. 177.
48. Preciado, Beatriz. (s/f). La invencin del gnero, o el tecno-cordero que devora a los lobos. En Biopoltica de
gnero. Indito, p. 10.
261
f) Se trata de una operacin de reformulacin. [explicacin]
g) Las vanguardias artsticas del Siglo XX tuvieron un impacto irrepetible. [distan-
ciamiento]
h) El descubrimiento de la escritura lineal B fue un evento que cambi las conside-
raciones que se tena de la cultura clsica. [reconsideracin]
3. Complete el siguiente texto con al menos dos reformulaciones explicativas para cada
caso. Luego, elabore un texto que mediante una relacin dialgica intente establecer una
refutacin del mismo.
Generalmente, las ciudades tienen grandes dificultades para destruir las grandes can-
tidades de basuras que generan cada da sus habitantes. Por un lado, pueden ir acumulando
todas las basuras en basureros, o sea----------------------------------------------------/-------------
-----------------------. Pero estos basureros llegan, tras un periodo de actividad, a estar llenos
totalmente, por lo que hay que cubrirlos y buscar otro lugar como futuro basurero. Por otro
lado, pueden quemarse las basuras, como se hace en muchas ciudades, pero los gases que se
desprenden durante la incineracin pueden contaminar la atmsfera, por lo que el remedio
suele ser peor que la enfermedad. En otras ciudades estn intentando reciclar las basuras, es
decir, -----------------------------------------------------------------/------------------------------------
----------------------------------. Por ejemplo, las basuras orgnicas (-------------------------------
--------------------------/------------------------------------------) pueden transformarse en abonos
para la agricultura. Pero entre las basuras tambin hay otros productos como papeles, carto-
nes, etc., que se transforman en materias primas para volver a fabricar papel (el llamado pa-
pel reciclado). Sin embargo, para conseguir estos objetivos es preciso establecer un sistema
que permita al ciudadano separar sus basuras: ------------------------------------------------------
------/---------------------------------------------------------------------.
262
Anexo
Marcadores de Reformulacin49
Explicacin: presentan el miembro del discurso que intro- es decir, esto es, lo que es lo mismo,
ducen como una reformulacin que aclara o explica lo que dicho de otro modo/de otra manera,
se ha querido decir en otro miembro anterior que pudiera ser (dicho) en otras palabras/en otros
poco comprensible. Esto se realiza de modos distintos: trminos, vale decir, o, a saber.
a) Volviendo a expresar mejor lo que se acaba de
decir, esto es, con una repeticin de tpico;
b) Expresando directamente las conclusiones que
debieran inferirse del primer miembro y, por tan-
to, sin repeticin de tpico.
Rectificacin: sustituyen un primer miembro, que presentan (o)mejor dicho, (o) ms bien.
como una formulacin incorrecta, por otra que la corrige o,
al menos, la mejora.
Distanciamiento: Sealan grados diversos de distanciamien- en cualquier caso, de cualquier forma/
to respecto de aspectos globales, graduales o de presentacin modo/manera, en todo caso, de todos
de la primera formulacin. Con ellos no se pretende formular modos/maneras/
de nuevo lo dicho anteriormente, sino mostrar la nueva for- formas, al menos, en realidad, en el
mulacin como aquella que ha de condicionar la prosecucin fondo.
del discurso, al tiempo que se priva de pertinencia el miem-
bro discursivo que la precede.
Recapitulacin: presentan su miembro del discurso como en suma, en resumen, en sntesis, en
una conclusin o recapitulacin a partir de un miembro an- conclusin, a modo de conclusin/snte-
terior o de una serie de ellos. La reformulacin puede man- sis/resumen,
tener la misma orientacin argumentativa de los miembros en resumidas cuentas, recapitulando, en
anteriores. definitiva.
Reconsideracin: prototpicamente indican: a) que el locu- despus de todo, al fin de cuentas, al fin
tor ha reconsiderado los diversos elementos de su formula- y al cabo, de hecho, en efecto.
cin previa, y b) que esa reevaluacin lo lleva a reforzar la
argumentacin presentada en la primera formulacin, o a ir
en un sentido diferente.
Invalidacin: indican la operacin mediante la cual el lo- en fin, (bueno) no.
cutor invalida retroactivamente algn aspecto de su primera
formulacin.
49. El presente cuadro ha sido realizado en base a las clasificaciones propuestas por Garca Negroni, Mara Marta.
(2009). Reformulacin parafrstica y no parafrstica y ethos discursivo en la escritura acadmica en espaol. Con-
traste entre escritura experta y escritura universitaria avanzada. En Letras de Hoje, vol. 44, n 1: 4656. jan./mar,
p. 48, y Bosque, Ignacio y Violeta Demonte. (1999). Gramtica descriptiva de la lengua espaola. Madrid: Espasa
Calpe, pp. 4122 - 4139.
263
Referencias Bibliogrficas
Materiales de Lectura
264
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dad en una crcel de hombres. Mxico D. F.: El Colegio de Mxico, Centro de Estu-
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Cuadernos de Lingstica del I. U. Ortega y Gasset, vol. 3: 57-78.
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mento Pgina/ 12), Buenos Aires.
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Vias, David. (2005). Literatura argentina y poltica I. De los jacobinos porteos a la bo-
hemia anarquista. Buenos Aires: Santiago Arcos.
Yuni, Jos Alberto y Claudio Urbano. (2005). Supuestos tericos-epistemolgicos de la
etnografa. En Mapas y Herramientas para Conocer la Escuela. Investigacin etno-
grfica e investigacin-accin. Crdoba: Brujas.
265
266
Captulo 11
Lorelei Cisneros
No existe nada entre los seres humanos que no sea instigado, negociado,
esclarecido o mistificado por el lenguaje, incluyendo nuestros intentos de
adquirir conocimiento.
The end of education: redefining the value of school, N. Postman
267
del pensamiento occidental se pueden reconstruir, principalmente, dos posturas tradiciona-
les acerca de la definicin1:
a) una doctrina cuyos orgenes pueden remontarse a De Corpore (1655) de Hob-
bes, segn la cual una definicin es una convencin puramente lingstica que
no presupone ni contiene conocimiento y cuya nica funcin es contribuir a la
economa del discurso y a la claridad y precisin del lenguaje, y
b) una postura que, siguiendo la doctrina aristotlica, la concibe como una ope-
racin ligada al conocimiento. Desde esta perspectiva, la definicin tiene
valor argumentativo y conceptualizador, influye en el uso de una nocin y
sobre todo en las relaciones de esa nocin con el conjunto del sistema de
pensamiento de la que es un exponente. Las interacciones que establece son
esenciales para el alcance de los razonamientos, no pueden eliminarse y no
hay modo de escapar de ellas.
Estas concepciones sobre la definicin no son inocentes. Tienen impacto directo en las prc-
ticas pedaggicas, las polticas educativas, las decisiones editoriales, las aplicaciones de la
tecnologa. As, por ejemplo, la mayora de los enfoques didcticos actuales sobre la escritu-
ra acadmica ha adoptado la primera postura. La definicin es, en gran parte de la curricula
del rea de lengua, de los cursos de escritura y de los libros de texto, un recurso funcional,
un procedimiento automtico por medio del cual puede encorsetarse cualquier proposicin.
Por su aparente neutralidad y exactitud, la definicin aparece como una herramienta ideal
para transmitir el conocimiento cientfico. Por eso no es extrao que en los manuales y talle-
res de escritura acadmica se ofrezcan explicaciones como sta:
Se asume que hay un contenido independiente de las formas y que esas formas pueden
ensearse como organizaciones fijas y repetibles en todas las disciplinas y en todos los
soportes.
Desde perspectivas como sta, se acepta que el estudiante que no logra definir co-
noce efectivamente el concepto pero no puede verbalizarlo. Es la razn por la cual se
apunta al adiestramiento en la expresin:
Una definicin marca los lmites de un concepto []. Una definicin puede pre-
sentarse de varias maneras. Una de ellas es la frmula bsica con el verbo ser
[]. Esta misma forma bsica puede expresarse con dos puntos o con un pa-
rntesis []. Se pueden utilizar, los verbos constituir o tratarse de, en lugar del
verbo ser []. Tambin se pueden construir definiciones con otros verbos, tales
como: llamarse, designar, nombrar, decir, entender por3.
268
Hay distintas formas de definir:
a. Expresando el significado de un trmino o de una expresin. Ejemplo: la at-
msfera es la delgada envoltura gaseosa que rodea la Tierra. MARCADO-
RES: los verbos ser, significar; los dos puntos, los guiones y los parntesis.
b. Indicando la funcin del elemento. Ejemplo: el micrmetro es un instrumento
que se usa para medir cantidades muy pequeas. MARCADORES: se usa
para, se utiliza, para, sirve, cumple la funcin de, la funcin es, etc.
c. Describiendo las caractersticas peculiares del objeto. Ejemplo: Las rocas me-
tamrficas estn formadas por minerales, bien cristalizados, como las gneas,
pero pueden presentar una estructura idntica a las de las sedimentarias, con
sus estratos, sus pliegues y dems accidentes. MARCADORES: los verbos ser,
consistir, poseer y expresiones como est formado por.
d. Dando el nombre cientfico que se utiliza. Ejemplo: Los pueblos mongoloides
son tambin denominados xantodermos a causa del color de su piel. MARCA-
DORES: los verbos denominar, llamar, designar, etc4.
Se brinda una definicin de la definicin, se presentan las que se consideran sus formas
elementales de configuracin y se hace foco en la clasificacin. Cualquier concepto podra
definirse en cualquiera de los tipos ofrecidos. Nada se plantea acerca de la estricta relacin
que existe, dentro de determinados campos disciplinares, entre la formacin de sus con-
ceptos centrales y algunos tipos de constitucin de definiciones: qu es una CLULA?
Este concepto no puede sino definirse por medio de una descripcin. Lo mismo se aplica a
conceptos como AGUAFUERTE o LITOGRAFA. Asimismo, cmo definir el ESCAPE,
en msica, o el TRMOLO si no es haciendo referencia a su funcin?5
No debe olvidarse que hay diferentes grados de elaboracin entre los conceptos o
nociones que puede emplear la ciencia, no todos tienen la misma funcin ni el mismo grado
de elaboracin. Pensemos en el ejemplo de la biologa que abre este captulo. Como seala
Foucault (2006: 12) en este campo disciplinar (como en otros) existen conceptos con una
funcin clasificatoria, con una funcin diferenciadora y otros con una funcin analtica:
Conviene al mismo tiempo recordar que existen tambin conceptos perifricos que
cada disciplina utiliza para designarse a s misma, para diferenciarse de otras prcticas; es
decir, conceptos que organizan la mirada del sujeto cognoscente, que funcionan como indi-
cadores epistemolgicos y no como categoras. Es el caso del concepto de vida, que cumpli
esta tarea organizadora dentro de las ciencias biolgicas7.
269
Como adelantamos, a diferencia de la primera, la segunda postura se detiene en esta estrecha
correlacin entre la definicin y la configuracin de conceptos y se interesa por los procesos
cognitivos implicados. Por eso es la que asumimos aqu.
En efecto, entendemos que la definicin debe ser concebida como una operacin de
seleccin y de identificacin, necesariamente ligada a la comprensin y produccin de cono-
cimientos nuevos. La definicin interviene en la formacin de los conceptos: los hablantes no
podemos conceptualizar una nocin independientemente de la lengua que la nombra. Desde
este punto de vista, si nuestro atribulado alumno no consigue dar con las palabras exactas para
definir (si no consigue decir) es porque, en realidad, no sabe qu quiere decir, no conoce
el concepto. Puesto que, como se ha sealado insistentemente en este volumen, es imposible
nombrar el todo; la definicin recorta, delimita, selecciona, clasifica, determina. Y, como sos-
tiene Spinoza, omnia determinatio negatio est8. La definicin asla y limita de manera inevi-
table, deja ver ciertos perfiles y silencia otros. Aunque se proponga ser compleja y multilateral,
lo cierto es que en una definicin no cabe todo. Es, pues, sinecdquica. Reduce, y esa reduc-
cin, que afecta tanto a lo que define como a lo que deja afuera, responde a factores histricos,
culturales, sociales9. Porque a pesar del inters de toda ciencia por la autonoma epistemolgica,
las definiciones nunca son independientes de los contextos intelectuales en los que aparecen.
No estamos, pues, ante una tcnica transparente para ceir lo real, sino ante un
dispositivo retrico al que los textos de la ciencia recurren para acreditarse, que toda una
tradicin de lectura y escritura ha neutralizado y naturalizado pero que, en realidad, es pol-
mica: pone en cuestin el concepto mismo de proposicin y, en trminos ms amplios, entra
en tensin con la concepcin de lenguaje considerado en su estabilidad referencial.
El DRAE la define como una proposicin que expone con claridad y exactitud los
caracteres genricos y diferenciales de algo material o inmaterial10. Y sta es, en lo prin-
cipal, la idea aristotlica de la definicin. Supone que el desarrollo cognitivo completo del
proceso definicional conlleva el desafo de pretender conocer la realidad en su identidad y
en su diferencia.
Para Aristteles, los elementos centrales de la definicin son dos: el gnero y el pro-
pio. El gnero es el atributo que predica de sujetos varios y diferentes por su especie al
contestar la pregunta sobre la esencia de una cosa. Por medio del conocimiento del gnero es
posible comprobar las diferencias entre dos conceptos si se los somete primero a la prueba
de identidad genrica.
Para definir, se dice que el hombre es animal y el buey es animal, basta deslindar el
gnero animal y se obtendr la definicin de hombre. La definicin se consigue entonces
A fines del siglo XVIII, mediante el uso de instrumentos ms perfeccionados y tcnicas ms avanzadas, la descrip-
cin y el anlisis de estos seres naturales demostr un campo entero de objetos, de relaciones y procesos que nos ha
permitido definir la especificidad de la biologa en el conocimiento de la naturaleza. [] Me parece ms probable
que las transformaciones del conocimiento biolgico de fines del siglo XVIII se demuestren, por un lado, mediante
una serie de conceptos nuevos utilizados en el discurso cientfico que, por otro lado, dieron lugar a un concepto
como el de vida que, entre otras cosas, nos ha permitido designar, delimitar y situar un cierto tipo de discurso
cientfico. Afirmara que el concepto de vida no es un concepto cientfico; ha sido un indicador epistemolgico del
efecto que las funciones de clasificacin, delimitacin y otras tuvieron sobre las discusiones cientficas, y no sobre
su contenido. Chomsky y Foucault (2007): 13-14.
8. Toda determinacin es una negacin. Spinoza ([1774] 1884): 4, 299.
9. Para una primera aproximacin a esta cuestin, cfr. apartado 5, ms abajo.
10. DRAE: RAE (2001).
270
aadiendo al gnero la diferencia especfica. O el gnero propio. El propio es lo que sin
mostrar la esencia de su sujeto solo puede referirse a l: capaz de lectura o escritura solo
puede aplicarse al sujeto hombre, y es, por tanto, su gnero propio11. Referida en principio
a una categora general se dirige luego a los caracteres especficos. Esta es la definicin por
gnero prximo y diferencia especfica. Una definicin de este tipo es la explicitacin de la
complejidad sinttica de esos dos momentos:
2. Definicin e identidad
A es B
B es A
271
zana que se integra en el plano conceptual de la realidad y, por ltimo, c) una determinada
manzana, la manzana como un objeto fsico preciso o real, como fenmeno emprico.
Hay que subrayar que no se trata de tres mundos diferenciados, sino apenas de tres
niveles operativos de los que nos valdremos para examinar el proceso definicional.
Cuando definimos algo, definimos acaso una cosa real, la imagen psquica (la
representacin mental de la cosa), lo decible(ese algo que el que emplea el trmino entien-
de por l, una palabra que remite a algo que no es nombrable sino mediante ella)?12 Aqu el
asunto empieza a adquirir perfiles ms complejos. Veamos en lo que sigue cmo podramos
responder a este interrogante.
La mayora de las clasificaciones lgicas de la definicin descansan, en efecto, en el
supuesto de que todas las posibles maneras desde las que se puede definir algo dependen de
algn tipo de relacin entre los tres dominios mencionados13. As, definir se entiende como:
1. un proceso por el cual se relaciona una palabra y una determinada realidad fsica;
2. un proceso por el cual se relaciona un trmino con otro trmino o conjunto de
trminos;
3. un proceso por el cual un trmino interviene en la configuracin de un concepto.
12. En este tercer caso nos enfrentamos al problema del significado y la significacin. Para un tratamiento general, Cf.
Barthes (1990): 42 y Ducrot y Todorov (2003): 124.
13. Apenas una nota sobre la concepcin tradicional de la definicin de la que estas postulaciones son, en gran parte,
deudoras. Para Cicern, entran en este gnero las descripciones, la enumeracin de los consiguientes y la explica-
cin del vocablo y del nombre. Para l, hay dos tipos principales de definicin: uno, de las cosas que son, es decir,
las que pueden tocarse o discernirse, como una heredad, una casa, una pared, las bestias; otro, de las cosas que se
captan con la mente, como la tutela, la parentela, la raza. (Cic., Part, 41).
14. En este tipo de definiciones se establece una correspondencia signo-hecho o signo-cosa, es decir una conexin entre
los niveles lingstico y fsico.
272
Quien est ante una definicin por ostensin debe entender el significado del pronom-
bre demostrativo esto (o su equivalente en otras lenguas) en la proposicin Esto es un(a)
X, o alternativamente, el sentido del gesto que sirve para el mismo fin. Al mismo tiempo,
debe darse cuenta, tambin, de que el enunciado o gesto en cuestin estn sirviendo para un
objetivo ms general. Efectivamente, a nivel conceptual el que aprende la palabra, no solo
debe apreciar:
a) que la entidad para la que se reclama su atencin ostensivamente debe considerar-
se como miembro de una cierta categora, sino que
b) tambin debe conocer de antemano o inferir la propiedad definitoria de la especie
que se est ejemplificando, y
c) que cada entidad ejemplifica un conjunto de categoras potencialmente infinito15.
Con cierto humor, Lyons (1995: 111-112) se refiere a las definiciones ostensivas con
la siguiente explicacin (suponiendo que definimos PERRO diciendo Esto es un perro y
sealando a Leal):
Como se advertir, frente a este potencialmente infinito conjunto, quien se enfrenta a una defi-
nicin ostensiva deber precisar cul es la categora a la que pertenece el ser definido.
Supongamos que definimos la BLANCURA diciendo: Esto es blanco (sealando un papel).
A qu nos referimos? Al color, a la forma, a la estructura?
Por otro lado, y aunque dada su proximidad con la experiencia ordinaria estas defi-
niciones gozan de cierta virtud didctica, se vuelven inadecuadas para introducir conceptos
de alto nivel de abstraccin. Hay conceptos que difcilmente puedan configurarse por medio
de definiciones ostensivas. INFINITUD DISCRETA, ARBITRARIEDAD, VALOR, cmo
sealar estas propiedades con el dedo? Esto es una palabra incapaz de suministrar demasiada
informacin.
Como seala Bunge16 las definiciones ostensivas no permiten formar ciertos concep-
tos como propiedades no sensibles (por ejemplo, VISCOSO) ni relaciones no empricas (por
ejemplo, MEJOR ADAPTADO QUE)17, pero s son muy eficaces para conceptualizar cosas,
acontecimientos y propiedades fenomnicos.
15. Sobre la propiedad definitoria, cf. el concepto de intensin en el punto 3 de este apartado.
16. Bunge (2004): 129.
17. En trminos ms estrictos, las definiciones ostensivas no pueden dar cuenta configurar conceptos comparativos.
[Nota de las Directoras].
273
2. Segn esta segunda concepcin (es decir, aquella que sostiene que definir es un
proceso por el cual se relaciona un trmino con otro trmino o conjunto de trminos) no se
define mediante el recurso a objetos o conceptos sino mediante el recurso a otros trminos:
La palabra TTEM est tomada del ojibwa, lengua algonquina que se habla en el
permetro de los Grandes Lagos norteamericanos. Un ojibwa entiende Ttem en el sentido
de relacin, de orden puramente sociolgico (agrupacin o amistad) entre dos personas. El
trmino sirve para enunciar su pertenencia clnica.
Una pausa que separa los versos en dos hemistiquios se llama CESURA.
18. Forma parte de la distincin aristotlica definicin nominal/real. Las modalidades de la construccin de las defi-
niciones en Aristteles son muy complejas. Presenta diversos tipos de definiciones pero sobre todo una tiene para
l el valor cientfico, la definicin real, que muestra la esencia de la cosa, al mismo tiempo que revela la causa de
la cosa. Recordemos que para Aristteles el nico conocimiento cientfico legtimo es el que permite encontrar las
causas que producen los fenmenos. No hay, para Aristteles, ciencia de los atributos accidentales. As, definir un
trueno como un ruido entre las nubes es dar una definicin meramente descriptiva y verbal (definicin nominal),
definirlo como el ruido causado por la extincin del fuego en las nubes es revelar la causa y la esencia.
19. Usualmente as se construyen las definiciones de los diccionarios. Ejemplos extremos de cmo las creencias juegan
un rol importante en las nociones que se definen son las que ofrece el DRAE, que hasta hace unos aos defina
GITANO como persona que estafa u obra con engao, JUEZA como mujer del juez o SINAGOGA como reunin
para fines que se consideran ilcitos. Cf. Lled Cunill et. al. (2004).
20. La lgica medieval distingui dos componentes del concepto: la extensin y la intensin. Los escolsticos enten-
dan por extensin el conjunto de conceptos a los que poda aplicarse la nocin; por intensin (o comprensin), el
conjunto de notas que delimita el concepto o que el concepto comprende.
274
De acuerdo a este criterio, los conceptos pueden definirse intensionalmente, es decir,
a partir del conjunto de atributos o caractersticas que los constituyen (sus propiedades defi-
nitorias) y de los que no se les puede privar sin eliminarlos. Su soporte es la descripcin. As,
la definicin intensional del concepto tringulo debe incluir extensin, figura, tres lneas,
tres ngulos, la igualdad de estos tres ngulos con dos rectos.
EL DANZN es una danza tpica cubana de finales del s. XIII que se ejecuta en pare-
jas en comps , sobre ritmo de 3 corcheas y 2 semicorcheas con variado acompaamiento
instrumental, especialmente con el Giro).
stas son definiciones desde abajo, que se detienen en la descripcin de los rasgos distin-
tivos de un concepto21.
Por otro lado, las definiciones pueden enumerar la extensin de un concepto. La defi-
nicin extensional es una definicin desde arriba, pone en relacin un concepto con otros
conceptos, remite a la red de conceptos en los que est integrado. Su soporte es la enume-
racin. De este modo y siguiendo el ejemplo anterior, el concepto de tringulo se extiende,
en general, a todas las distintas especies de tringulo22. Este tipo de definicin, como hemos
sealado, acenta la naturaleza relacional de los conceptos implicados.
Son definiciones extensionales:
Lo que nos interesa de estos abordajes de la definicin es el modo en que puede vin-
cularse de manera directa lo pensable con lo decible. Ejemplificacin, identificacin,
descripcin, caracterizacin, enumeracin son procesos implicados en la definicin que
permiten la conceptualizacin.
Los procesos de generalizacin, que soportan parte de las operaciones que realizamos
cuando pensamos, dependen de agrupar las cosas que comparten propiedades para que no
21. Desde la perspectiva aristotlica son definiciones por gnero prximo y diferencia especfica.
22. Intensin y extensin se hallan en relacin inversa, cuanto ms intensin menos extensin y cuanto ms extensin
menos intensin.
275
nos veamos confundidos ante cada cosa nueva con que nos encontremos. Percibimos ciertos
rasgos de un objeto nuevo, lo situamos en una categora mental y en un esquema lingstico
e inferimos que es probable que posea los otros rasgos tpicos de esa categora, unos rasgos
que no podemos percibir, pero que podemos asociar.
Organizacin e hiptesis: as es como puede pensarse en la formulacin del concepto
humano.
Si anda como un pato y grazna como un pato, probablemente sea un pato.
Si es un pato, es probable que nade, vuele, tenga un plumaje por el que
se escurre el agua y contenga una carne que es sabrosa si se prepara con
cebolletas y salsa hoisin23.
276
Ya vimos que es importante que un estudio de la definicin incluya su necesaria ade-
cuacin en el interior de un sistema particular de nociones. Las definiciones de diccionario
suelen estar enmarcadas en el contexto del conocimiento comn, mientras que los trminos
cientficos suelen definirse en el contexto de sistemas cientficos, lo que torna a las primeras
no vlidas para la ciencia. En los textos de divulgacin cientfica los rasgos definitorios sue-
len manifestarse a menudo mediante la analoga, en definiciones aproximativas por las que
el discurso de divulgacin parece instalarse en el marco de las representaciones establecidas.
Definir AGUA como lquido cuyo punto de congelacin es 0 grado y el de ebullicin
100 grados, es adecuado para la Fsica pero no para la Qumica. Fluido sutil e imponde-
rable, energa cintica de molculas que se mueven al azar, sensacin que se experi-
menta ante una elevacin de temperatura. Cul es la definicin correcta de CALOR? No
podramos decirlo con justeza. La pregunta que deberamos hacernos es, pues cul es la
definicin de CALOR desde el punto de vista de la Fsica, la Qumica, la Biologa, etc.?
Todas estas consideraciones nos llevan a la segunda dimensin de la definicin a la ya
que hemos hecho referencia ms de una vez: la dimensin argumentativa.
25. La dimensin argumentativa del lenguaje ha sido diseada a lo largo de las investigaciones llevadas a cabo por las
Directoras del Programa como una conceptualizacin que emerge del cruce entre los estudios del lenguaje (en parti-
cular, estudios de filosofa del lenguaje y estudios lingsticos) y la teora retrica derivada del recorrido producido a
travs de las categoras de la retrica antigua grecolatina. En este caso particular, cuando nos referimos a dimensin
ponemos de relieve un rasgo constitutivo del lenguaje, derivado del dialogismo (resultado de la lectura bajtiniana del
canon antiguo). Se trata de un concepto que no refiere, entonces, a una finalidad de la palabra, como se ha propuesto
tanto en investigaciones de corte pragmtico como en las lecturas cannicas de la retrica antigua de corte aristot-
lico. Estas ltimas han silenciado buena parte de otras tradiciones de indagaciones sobre el lenguaje que circulan en
la historia de las ideas lingsticas. Cf., adems, captulo 1 de este volumen. [Nota de las Directoras].
277
Por eso, el proceso definicional necesariamente debe ser considerado en su especifi-
cidad, inscripto en sus lugares de produccin y relacionado con significaciones instituidas
en ese espacio de jerarquas, conflictos, intereses y luchas que es la comunidad de ciencias.
Cmo analizar la definicin de DELINCUENTE como amoral congnito de Lombroso,
si no se lo hace en el marco de la escuela positivista?
Algunas veces las definiciones prescriben en forma explcita el uso de un trmino,
esto es, indican la forma en que se quiere que se utilice la palabra. Remiten a una norma que
se pretende que todos sigan. Otras, enuncian el uso habitual de una palabra, indican cul es
el sentido que se le ha concedido en cierto ambiente en un momento determinado26. La his-
toria de las definiciones de DEMOCRACIA, CAPITALISMO, IDENTIDAD, por ejemplo,
nos muestra cmo en la concepcin cientfica de estos conceptos se fue pasando del sentido
normativo a un sentido descriptivo27.
A veces de modo ms explcito, otras menos, pero en todos los casos, estamos ante
un recorte: frente a todas ellas podemos preguntarnos en qu medida las indicaciones que
proporcionan son o no esenciales y qu se esconde detrs de la reduccin.
6. Consideraciones finales
En este captulo revisamos el movimiento que lleva a la definicin desde una con-
cepcin instrumental a su consideracin como una operacin conceptualizadora, como uno
de los ms potentes modos con los que el lenguaje humano participa en la construccin del
conocimiento.
Nos aproximamos a sus propiedades, sus tipos, su relacin con otras operaciones
conceptuales, su dimensin argumentativa. Es probable que ms de un lector, con razn y
derecho, nos haya abandonado en medio del camino. Como cierre y para quien an sigue
all pero, como nuestro perturbado alumno del comienzo, se siente abrumado y sin norte,
ofrecemos una serie de propuestas para seguir pensando.
26. Perelman y Olbrechts-Tyteca ([1989]2006: 330) examinan las definiciones que no responden a la definicin por
excelencia en Aristteles y las consideran argumentos cuasi-lgicos por no seguir la estructura deductiva. Asi-
mismo, las clasifican en normativas, descriptivas, de condensacin (que indican los elementos esenciales de una
posible definicin descriptiva, omitiendo otros) y complejas (que combinan, de manera variable, elementos de las
clases precedentes).
27. Una ilustracin de la distincin entre lo normativo y lo descriptivo tan clara como interesante a propsito de la
definicin de DEMOCRACIA aparece en Sartori (2003: 17-28).
28. En este captulo se ha presentado un primer abordaje, introductorio al problema de la definicin en la ciencia, el dis-
curso de la ciencia y la comunicacin cientfica. Se trata de una primera reflexin acerca de modos de decir instituidos
y tipificados por las ciencias como definiciones, de formatos que habilitan contenidos, de formas de dar existencia a
ciertos contenidos conceptuales en el discurso de las ciencias y que han sido presentados en este captulo de modo
independiente de los paradigmas de investigacin, los campos del saber y las teoras sustantivas inscriptas en ellos.
Es as que hace foco en estos modos de decir tipificados y no en las retricas institucionales de las diversas reas del
conocimiento. Ellas conducen a considerar que no existen fenmenos, conceptos, categoras, definiciones por fuera de
los modos del decir institucional. Este es el objeto del Segundo Ciclo de este Programa. [Nota de las Directoras].
278
Para seguir pensando:
El RIFF es cuando se hace una base rtmica de guitarras que se repite a menudo,
normalmente ejecutada por la seccin de acompaamiento.
279
definiciones que proceden por defecto o exceso respecto del definido:
3. Elabore una definicin de CANON, BURGUESA, SIGNO. Exponga, luego, los supues-
tos sobre la definicin sobre los que ha basado su trabajo.
4. Examine las siguientes definiciones. Explicite los procedimientos con que se han
construido:
El HABITUS es un sistema de disposiciones durables y transferibles -estructuras
estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes- que integran todas
las experiencias pasadas y funciona en cada momento como matriz estructurante de las
percepciones, las apreciaciones y las acciones de los agentes cara a una coyuntura o aconte-
cimiento y que l contribuye a producir.
La CATLISIS es un trmino acuado por Hjelmslev que designa el procedimiento
de explicitacin de los componentes elpticos ausentes en la estructura de superficie y por
medio de la cual adquieren visibilidad y presencia.
Para la escuela terminista hay SIGNIFICACIN cuando se relacionan las palabras
con las representaciones intelectuales que les corresponden: as blanco u hombre signi-
fican la idea de blancura o de humanidad.
5. Explique las diferencias que podran establecerse entre las siguientes definiciones:
Una MADRE es una hembra que ha parido.
Una MADRE es una mujer que da cobijo, alimenta y protege.
Una MADRE es Mariana, Fernanda, Cecilia y Carmen.
sta es una MADRE.
Una MADRE es una madre.
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Y para terminar, dos preguntas sobre el comienzo:
6. Cmo explicara Ud. el hecho de que este captulo se titule La reduccin inevitable?
7. Qu supuestos sobre la definicin tenan los bilogos del epgrafe?
Referencias bibliogrficas
Fuentes
Aristteles. Retrica. Edicin bilinge de Quintn Racionero. Madrid: Gredos. 1996.
Cicern, M.T. De Oratore.Paris: Les Belles Lettres. 1957.
Cicern, M.T. Partitiones Oratoriae.Paris: Les Belles Lettres. 1960.
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