Catequesis Prebautismal

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Nicodemo en verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y


de Espritu no puede entrar en el Reino de Dios.
Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espritu, es espritu.
No te asombres de que te haya dicho: Tenis que nacer de lo alto.
Jn. 3,5-7
REAL PARROQUIA DE SAN MIGUEL Y SAN SEBASTIN. VALENCIA

No es infrecuente hoy da or cmo se cuestiona el bautismo de los nios.


Este cuestionamiento no plantea un problema especialmente nuevo en la larga historia
de la Iglesia, porque mucho antes de nosotros, ya desde los primeros siglos, ha sido aborda-
do por algunos y sometido a profundas reflexiones. Y las conclusiones a que llegaron en fa-
vor del bautismo de los nios han contribuido no poco a perpetuar hasta nuestros das la
prctica de hacerlo.

1.- Problema pastoral y doctrina


Que actualmente el bautismo plantea legtimamente un problema pastoral resulta in-
cuestionable. Es absolutamente normal hoy da, en efecto, el que numerosos nios bautiza-
dos no reciban ulteriormente ninguna enseanza seria acerca de la fe.
Como bien sabemos y creemos, el bautismo es, en s mismo, un comienzo orientado
hacia un futuro, el cual debe consistir en una vida animada por la fe, salvo, naturalmente, en
caso de muerte prematura. Por eso, si se tiene la certeza de que el recin nacido, una vez
alcanzada la edad consciente, no va a recibir jams instruccin o catequizacin alguna qu
significara para la Iglesia la administracin de este sacramento, por el que ella se
compromete a tomar a su cargo al nefito para proporcionarle los medios de desarrollar dicha
fe?
Ahora bien, hay que distinguir perfectamente entre la certeza de una futura enseanza
del bautizado y la certeza de su perseverancia en la fe; en el primer caso, pueden hacerse
conjeturas razonables; en el segundo, nos hallamos ante el misterio, siempre personal, de la
cooperacin de un hombre a la gracia de la perseverancia; y la experiencia cotidiana nos en-
sea que, en un mismo contexto vital y con una misma instruccin, no todos perseveran del
mismo modo.
Por tanto, dejemos este plano y movmonos tan solo en el plano doctrinal. Pero antes
hagamos un poco de historia.
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2.- El siglo II
Vamos a dejar de lado, de momento, el caso de la Iglesia contempornea de los Aps-
toles, tal como la describe el Nuevo Testamento, para preguntarnos si en el siglo II se bauti-
zaba a los nios.
No hay razn alguna para dudar de ello, porque podemos constatar, por ejemplo, cmo,
hacia el ao 167, san Policarpo afirma llevar sirviendo a Cristo desde hace 86 aos; o c-
mo san Justino, a mediados de siglo, habla de cristianos que se hicieron discpulos de Cris-
to desde su ms tierna infancia. Y ya antes, a comienzos de aquel siglo, Plinio el Joven, en-
cargado de aplicar los edictos de persecucin, habla de cristianos de todas las edades.
No hay nada que permita afirmar ni negar que la costumbre haya sido la misma en to-
das las regiones, ni siquiera que haya sido costumbre general en una regin concreta. No
abundan precisamente los documentos que puedan informarnos a este respecto.

3.- El primer oponente conocido


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A caballo entre los siglos II y III nos encontramos con el primero de quien tenemos noti-
cia que se opone al bautismo de los nios: Tertuliano, un cristiano de frica del Norte. Tertu-
liano no niega la significacin o la licitud de tales bautismos, sino su oportunidad.
Por qu cree l que dichos bautismos no son convenientes? No porque constituyan
una innovacin (aunque. de haber sido as, ste sera el mejor argumento), ni porque el bau-
tismo exija haber alcanzado el uso de la razn (l mismo se muestra favorable al bautismo de
los nios en caso de urgencia), sino por motivos que tal vez nos desconcierten un tanto: en
primer lugar, dice l, los padrinos pueden morir antes de poder ocuparse eficazmente de sus
ahijados; pero, sobre todo, porque el nio bautizado, al crecer, puede manifestar mala dispo-
sicin y verse arrastrado a graves faltas (debemos tener en cuenta que es una poca en la
que el sacramento de la reconciliacin dista mucho de haber alcanzado la extensin que tie-
ne en nuestros das).
Por eso concluye Tertuliano que es mejor no bautizar a los nios, sino esperar "hasta
que estn casados o sean ms fuertes para practicar la continencia." con este gnero de
perspectiva nos hallamos muy lejos de las objeciones que se ponen hoy al bautismo de los
nios
Tertuliano es, en aquella poca, el nico exponente conocido de semejante reticencia, y
no tuvo muchos seguidores. De hecho, a mediados del siglo III, y sin salir de frica, vemos
cmo uno de los concilios de Cartago rechaza la idea de esperar al octavo da para bautizar
a los recin nacidos so pretexto de adoptar el mismo plazo que adoptan los judos para la cir-
cuncisin; ello es un retraso intil, dice aquel concilio, y ms vale bautizarlos nada ms nacer.
Unos decenios antes nos encontramos en Italia con el testimonio de Hiplito, el cual
afirma que conviene que los bautismos que se administran el da de Pascua comiencen por
"los ms pequeos, por los que an no pueden hablar".
Ya en la primera mitad del mismo siglo III, y esta vez en Egipto y en Siria, Orgenes
habla del bautismo de los nios como de algo habitual, y trata de precisar su significacin sin
manifestar la menor reticencia con respecto a esta costumbre.
Y podemos observar, por ltimo, que en Italia y en la Galia poseemos testimonios ar-
queolgicos de la misma poca en los que aparecen inscripciones funerarias que califican
de creyentes o de discpulos de Cristo a nios fallecidos a la edad de uno o dos aos.
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4.- No hay estadstica posible


Estos testimonios, procedentes todos ellos de la cuenca mediterrnea, dan la impresin
de que se trata de una costumbre tranquilamente practicada, como si se tuviera conciencia
de que el bautismo de los nios se remontaba a la poca apostlica. En ninguna parte pare-
ce verse en ello una innovacin. Es verdad que los documentos que han llegado a nosotros
no permiten tener una visin exhaustiva de la situacin en todas las Iglesias.
Pero, por otra parte, hara falta mucha audacia para afirmar que en los siglos II y III eran
los bautismos de adultos los que prevalecan y que los bautismos de nios eran relativamen-
te menos abundantes.
Por supuesto que, a pesar de las persecuciones, se producan entonces muchas ms
conversiones, con los consiguientes bautismos de adultos; pero tambin es cierto que deban
de ser numerosos los nios que nacan en hogares cristianos. Es indudable, adems, que no
todos los nefitos eran clibes en el momento de su bautismo, lo cual nos autoriza a pregun-
tar qu pasaba entonces con los hijos que posiblemente tenan. Es perfectamente normal el
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que los documentos eclesisticos de la poca que han llegado a nosotros hablen, sobre todo,
de los bautismos de adultos, porque el catecumenado de adultos, debido al nmero de stos,
ocupaba un importante lugar en la actividad normal del clero de entonces. Y en cuanto a los
rituales de la poca, es cierto que parecen no referirse ms que al bautismo de adultos; pero
la conviccin que entonces se tena de la unicidad del bautismo nos lleva a pensar en dos
modalidades de ceremonias? Parece infinitamente ms normal que, en la medida de lo posi-
ble, se aplicara a los nios el ritual del bautismo de adultos, y no lo contrario.

5.- La singular poca del siglo IV


Tal fue, por tanto -en la medida en que podemos conocerla-, la costumbre de la Iglesia
durante la poca de las persecuciones.
Pero qu ocurre cuando llegan pocas ms pacficas, a comienzos del siglo IV?
Es el momento en que la Iglesia tiende a convertirse en "Iglesia del Estado" y los bautis-
mos se multiplican. Ahora bien, por entonces se asiste a una paradjica y bastante inespera-
da corriente: fuera de los casos de urgencia, el retraso del bautismo parece haber sido lo nor-
mal en todo el siglo IV. As, por ejemplo, y tomando el caso de los Padres de la Iglesia (aun
los nacidos en familias cristianas), vemos que san Basilio no fue bautizado hasta los 27 aos;
san Ambrosio, al menos hasta los 34 (despus de haber sido elevado al episcopado!); san
Juan Crisstomo, hasta despus de cumplidos los 20, al igual que san Jernimo; san Paulino
de Nola, a los 37; san Agustn, a los 32; san Gregorio Nacianceno, a los 30 (y eso que su
padre era obispo!); etc. Y ello por no hablar de Constantino, que se empe obstinadamente
en demorar su bautismo hasta que estuvo en el lecho de muerte.
A qu se deba este retraso? Por qu se tenan aquellos catecumenados que no aca-
baban nunca? Una vez ms, como en el caso de Tertuliano, el motivo no tiene mucho que
ver con las actuales objeciones que se formulan contra el bautismo de los nios: aquel re-
traso era debido al deseo de tener ms probabilidades de morir en la inocencia bautismal,
de morir en blanco, como se sola decir
Pero a partir del siglo V desaparece de pronto, y para muchos siglos, esta tendencia a
retrasar el bautismo. La influencia de la predicacin y las exhortaciones de aquellos mismos
Padres de la Iglesia que haban sido tardamente bautizados no es ajena a esta desaparicin:
ellos no animaban. sino todo lo contrario, a que se les imitara en este punto.
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6.- La Reforma protestante


Hay que esperar al nacimiento del Protestantismo en el siglo XVI -algo ms de un mile-
nio ms tarde!- para asistir de nuevo al mismo fenmeno de la prctica de retrasar el bautis-
mo.
Efectivamente, ciertos Reformadores se opusieron al bautismo de los nios, lo cual es
comprensible si se tiene en cuenta la habitual concepcin de los sacramentos en el Protes-
tantismo: si, en realidad, un sacramento no produce ninguna transformacin interior, sino que
tan slo sirve para despertar la fe en el corazn del que lo recibe, tenemos que el nio no es
susceptible de tal "despertar". Y si el bautismo es un simple gesto que notifica su salvacin al
que es bautizado, es evidente que en el caso del recin nacido, incapaz de hacerse cargo de
tal notificacin, el bautismo resulta intil.
Sin embargo, Lutero y Calvino mantendrn la costumbre del bautismo de los nios. En
el caso de Lutero, porque esta prctica expresa mejor la absoluta gratuidad de la salvacin y
la soberana independencia de la gracia divina respecto de todo comportamiento humano; en
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el caso de Calvino, porque el bautismo de los nios es como un signo y un testimonio del
hecho de que son herederos de la bendicin prometida por Dios a la posteridad de sus fieles,
por lo que tales nios, una vez llegados al uso de la razn, reconocern la verdad de su bau-
tismo y sacarn de ello buen provecho.
Por el contrario, ciertos grupos protestantes, como los anabaptistas y los baptistas, se
opondrn a que se imparta el bautismo mientras no se haya alcanzado la edad de una relati-
va madurez.

7.-Y la Iglesia oriental?


Hasta aqu, muy a grandes lneas, la historia del problema del bautismo de los nios.
Pero no deberamos olvidar a la Iglesia oriental e imaginar que slo lo que ocurre en oc-
cidente es importante para el asunto que nos ocupa.
La antiqusima costumbre de la Iglesia oriental, todava hoy en vigor, es impartir al re-
cin nacido no slo el bautismo, como ocurre en la Iglesia Latina, sino tambin la confirma-
cin y la eucarista. Es importante saber esto, para no adoptar a la ligera una postura sobre el
bautismo que haga an mayor la distancia entre oriente y occidente. En una poca de ecu-
menismo, y habida cuenta del hecho de que el nico bautismo constituye precisamente el
fundamento de dicho ecumenismo, es muy conveniente saber lo que ocurre entre aquellos
otros hermanos nuestros, que tambin han reflexionado mucho sobre el asunto a lo largo de
su dilatada historia.

8.- Y la Iglesia apostlica?


Retrocedamos en el tiempo y observemos qu es lo que se haca en la Iglesia apostli-
ca. Si se nos preguntara si en los documentos de dicha iglesia aparece alguna mencin acer-
ca del bautismo de los nios, qu podemos responder?
Es cierto que el Nuevo Testamento -y en este caso los Hechos de los Apstoles- no re-
fiere con cierto detalle sino bautismos de adultos. Tambin se hace mencin de bautismos de
grupos; pero haba nios en tales grupos? Cuando se habla del bautismo de toda una fa-
milia -"l y toda su casa", "l y todos los suyos"-, es muy lgico pensar que s, que haba ni-
os: en el lenguaje corriente, con la palabra casa se designaba al padre de familia, a la
madre y a los hijos de cualquier edad; y la palabra inclua adems a toda la parentela y la
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servidumbre que vivan bajo el mismo techo. El problema, por tanto, consiste en saber si
esas casas bautizadas incluan nios pequeos. Lo cual es sumamente verosmil, aunque
es perfectamente posible lo contrario, y como el Nuevo Testamento no ofrece al respecto
ninguna precisin, siempre ser posible discutir interminablemente sobre el asunto.
Pero a quien, valindose de esta imprecisin, pretendiera afirmar la ausencia de bautis-
mos de nios en la Iglesia apostlica, se le podra replicar que el Nuevo Testamento habla
an menos de bautismos de adultos nacidos de padres ya cristianos. Y sin embargo, el pero-
do que abarca el Nuevo Testamento es lo bastante dilatado como para que pudieran haber
tenido lugar tales bautismos. Habr, por consiguiente, que negar tambin la existencia de
este tipo de bautismo arguyendo que el Nuevo Testamento no lo menciona?
Y lo que acabamos de decir no es una simple ocurrencia. No dice acaso san Pablo: "El
marido no creyente queda santificado por su mujer creyente, y la mujer no creyente queda
santificada por el marido creyente. Si no fuera as, vuestros hijos seran impuros, mas ahora
son santos" (I Cor 7,14).
Las palabras "santificado" y "santo" tienen un sentido muy preciso, y slo se emplean,
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normalmente, para referirse a autnticos cristianos; por eso este texto ha puesto siempre en
aprietos a los comentaristas.
Algunos se preguntan si no querr indicar que en la primera generacin cristiana ni si-
quiera se planteaba la posibilidad de bautizar a los hijos nacidos de padres ya bautizados
(exactamente igual que, con ocasin de un bautismo de proslitos, los judos, junto con los
padres, bautizaban a los hijos, aun los ms pequeos, nacidos con anterioridad a dicho bau-
tismo, mientras que ya no bautizaban a los que nacan despus del bautismo de sus padres).
Slo tras haber constatado que la segunda venida de Cristo, no era necesariamente inminen-
te, se habra comenzado a bautizar a los hijos, pequeos o adultos, nacidos de padres cristia-
nos.
Pero otros comentaristas piensan que esta tesis tropieza con grandes dificultades: aun-
que los hijos nacidos de padres cristianos fueran considerados como santos. ello no signifi-
ca automticamente que no tuvieran que recibir el bautismo; de hecho el bautismo sustituye a
la circuncisin, y sta se practicaba en todo hijo varn nacido de padres judos... Como se ve,
tambin aqu la controversia podra ser interminable.

9.- No abandonar el plano doctrinal


Recordemos que, en historia. no se puede establecer una tesis acerca del silencio de
los documentos que han llegado a nosotros. Dejemos, pues, la prctica de la Iglesia primitiva.
porque, aunque tuviramos la certeza de que dicha Iglesia bautizaba a los nios, bastara la
simple materialidad de un hecho ubicado en un contexto histrico distinto del nuestro para
fundamentar una prctica actualmente generalizada? Por supuesto que no.
El nico mtodo verdaderamente satisfactorio para resolver la cuestin que aqu nos
ocupa consiste en ver si, en ausencia de una norma inequvoca emanada de Cristo o de los
Apstoles, el bautismo de los nios es o no es conforme a la enseanza neotestamentaria
sobre el bautismo en general.
Segn dicha enseanza, la finalidad del bautismo es introducir al bautizado en el Pueblo
mesinico. Y este asunto es urgente, porque el retorno del Seor es inminente. En tales con-
diciones, preguntmonos, ante todo, si es concebible que se exigiera a los padres separarse
de sus hijos pequeos, dejarlos, por as decirlo, en Egipto, la tierra de servidumbre, del
otro lado del Mar Rojo. No dice Pedro la maana de Pentecosts: "La Promesa es
para vosotros y para vuestros hijos"? (Hch 2,39) No tendra el bautismo, pues, ninguna ra-
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zn de ser, tratndose de recin nacidos? Para responder a esta pregunta, lo primero que
hay que hacer es comprender debidamente que el gesto que realiza Cristo en un bautismo
constituye un todo. Es posible que tal o cual consecuencia de dicho gesto no se produzca
instantneamente, debido al estado puramente pasivo del nio: pero no quedara justificado
el bautismo con que se produjera una sola de tales consecuencias?

10.- Jess y los nios


Recordemos, en primer lugar, que, durante su vida mortal, Jess se interes directa-
mente por los nios, incluso por los nios pequeos (Lc.18,15): "Dejad que se me acer-
quen los nios y no se lo impidis". Son muchos los autores que piensan que, si los
evangelistas consideraron conveniente mencionar y poner de relieve esta actitud de Jess,
es porque pensaban en el bautismo de los nios; y hacen notar que esa idea de "impedirlo"
aparece en otros textos del Nuevo Testamento precisamente a propsito del bautismo (Hch.
8,36; 10,47: 11,17).
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Sea como sea, si el bautismo es realmente un gesto del Resucitado, no se ve por qu


va a dejar de interesarse ste por esos pequeos que "llevan ante l" (Mt.19,13) y por qu no
va a introducirlos en su Reino, si vemos que, para asombro de los adultos, los admita en su
presencia. La Iglesia, preocupada por no poner obstculos a los gestos de Cristo, gestos de
amor de los que ella no es sino instrumento a travs de los sacramentos, no se siente absolu-
tamente libre para distribuirlos a su capricho, sobre todo cuando se trata de un sacramento
tan fundamental como el bautismo. Por eso la pregunta que se hace la Iglesia ante un
miembro de la humanidad no bautizado no es tanto: Hay que bautizarlo?, cuanto: Qu
es lo que impide verdaderamente bautizarlo?. Y para responder a esta pregunta. reflexiona
sobre los fines del bautismo.

11.- Capacidades bautismales del nio


El bautismo confiere la remisin de los pecados. Ahora bien, lo cierto es que el recin
nacido no ha cometido pecado alguno. Por eso es por lo que, en lo que se refiere al pecado,
el bautismo no hace sino dar al nio la posibilidad de recurrir en el futuro al sacramento de la
Reconciliacin, del mismo modo que le abre el acceso al resto de los sacramentos.
Por lo que se refiere a la obligada solidaridad con la vieja sociedad humana, pecadora
desde sus orgenes, el nio resulta tan desbordado como el adulto: las generaciones pasa-
das no han pedido ni a uno ni a otro su parecer para comprometerlos en una situacin que
ellos no han creado. Por qu va a ser menester, entonces, que Cristo tenga necesidad de
su consentimiento para liberarlos de dicha situacin estableciendo entre l y ellos una
solidaridad purificadora?
Es en un mismo y nico movimiento como el bautismo confiere la remisin de los peca-
dos y el don del Espritu. Y la efusin del Espritu es en s misma indisociable de la entrada
en la Iglesia: no es posible querer una cosa sin la otra.
Es incapaz el nio de recibir el Espritu Santo? Preguntar tal cosa es tanto como pre-
guntar si el nio es incapaz de ser amado por Dios. Dice Pablo que "el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espritu Santo que nos ha sido dado" (Rm. 5,5). Y
en su relato de Pentecosts dice Lucas: "Quedaron todos llenos del Espritu Santo (Hch.
2,4); y la misma palabra emplea en su evangelio al decir que Juan Bautista qued "lleno"
del Espritu Santo desde el seno de su madre (Lc. 1,15). Por qu iba a ser el Pueblo de Dios
el nico pueblo carente de nios? Por qu iban a ser nicamente los adultos los "llamados"
siendo as que en el Evangelio vemos a Jess "llamar" igualmente a los nios? (Mt.18,2).
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12.- Bautismo y libertad del nio


En el mbito de las realidades profanas, un nio puede, sin que se le pregunte su pare-
cer, acceder a una herencia, por ejemplo; y puede tambin ser adoptado o cambiar de nacio-
nalidad. Todo ello es legalmente posible en la ciudad terrestre, y nadie se rasga por ello las
vestiduras ni denuncia que se est violando con ello la libertad humana, porque, a fin de
cuentas, no va a tener ese nio, ms adelante, la posibilidad de renunciar a tal herencia y
de adoptar otra nacionalidad?
Por supuesto que, en el caso del bautismo, los efectos se producen a un nivel mucho
ms ntimo que en esos otros casos; pero tambin es verdad que lo sobrenatural no es tan
ajeno a lo natural como para que las comparaciones mencionadas pierdan todo su valor.
Llegado a la edad adulta el nio al que se bautiza hoy podr optar por no ratificar su
bautismo, sin que ello suponga la amenaza de una multa o de una pena de reclusin. Si deci-
de hacerlo, los creyentes pensaremos que ha cometido un gran error, pero ninguna autoridad
en este mundo podr hacerle creer por la fuerza. Su libertad, pues, no ha sido daada; a lo
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ms, podr decir que se le ha condicionado desde su ms tierna infancia; pero no es sa


la suerte de todo nio que nace en el seno de una familia o donde sea? Y cmo nacer, si no
se nace "en alguna parte"? El nio queda marcado por el bautismo nicamente en el senti-
do de que no es posible abolir el pasado ni, menos an, reprimir el amor y silenciar la llamada
de Aquel que "nos ha elegido en Jesucristo antes de la creacin del mundo" (Ef. 1,4).

13.- Promesa bautismal?


No es fcil hallar, apelando a la libertad, objeciones slidas de carcter terico al bautis-
mo de los nios. Nuestro tiempo ya no es el de hace siglos, cuando el Estado amenazaba
con diversas penas a quienes no cumplan con sus deberes de bautizados.
Pueden invocarse las promesas del bautismo? Ya hemos hablado de la naturaleza
de tales promesas y de la inconveniencia de tomar esta expresin en un sentido jurdico.
El bautizado que renuncia verdaderamente a lo que, por su parte, era una adhesin a
Jesucristo en su Iglesia, no es, propiamente hablando, ningn perjuro. Tambin esta infa-
mante palabra es excesivamente jurdica. No; el que hace tal cosa es, simplemente, un
apstata, que es el calificativo tradicional, ciertamente agravado por toda la carga de repro-
bacin que se ha acumulado sobre l a lo largo de tantos siglos de cristiandad, pero que
en s mismo, y en su origen, significa simple y llanamente: el que se ha marchado. En el
fondo, se trata de una palabra ms discreta, ms caritativa y menos infamante que la de
perjuro. Y es de observar que para emplearla, para estar seguro de que un bautizado la ha
abandonado de verdad, la Iglesia tender a esperar hasta cerciorarse de que tal bautizado se
ha marchado positivamente a otra parte
Tal vez abusamos en exceso, a propsito del bautismo, de las palabras promesas o
renovacin de las promesas. Pero, si no queremos renunciar absolutamente a ellas, debe-
ramos al menos equilibrarlas teniendo siempre presente que la perseverancia en la fe es una
gracia que debemos pedir sin cesar.
A quienes se oponen al bautismo de los nios por causa de estas promesas bautis-
males frecuentemente entendidas en un sentido demasiado voluntarista y jurdico, podra pre-
guntrseles cul es, segn ellos, la edad apropiada. Si se trata de prometer para siempre,
no en el sentido que el amor da a est frmula cuando la emplea, sino en el sentido en que la
entienden los contratos, entonces se comprende la tendencia a retrasar la edad para contraer
semejante compromiso.
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Pero a qu edad hay que suponer que se posee una lucidez y una madurez capaces
de garantizar el futuro? A la edad del uso de la razn? En la adolescencia? Ms tarde
an? Cundo? De hecho, la edad no constituye una garanta, como puede constatarse a
diario en el mbito del matrimonio, del sacerdocio o de los votos perpetuos; y, sin embar-
go, todos estos compromisos no son contrados por recin nacidos precisamente
Si el nio, llegado a la edad adulta, no persevera, es asunto que tiene que ver, a la vez,
con su cooperacin a la gracia de la perseverancia y con la manera en que la comunidad de
los creyentes se ha comportado con l, teniendo siempre en cuenta las circunstancias con-
cretas de cada caso.

14.- Qu criterios de fidelidad?


Habra que precisar tambin los verdaderos criterios que permiten afirmar de alguien
que ciertamente ya no est adherido a Jesucristo en la Iglesia, lo cual constitua la esencia de
su bautismo.
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No se puede, a este respecto, equiparar la distincin entre practicantes y no practican-


tes y la distincin entre fieles y apostatas. Sera menester precisar donde empieza y dnde
acaba esa famosa prctica religiosa, tan del gusto de los amantes de las estadsticas reli-
giosas... Por otra parte, hay que mirar tambin si el rechazo de tal o cual formulacin o com-
portamiento no proviene tal vez de la negacin de lo que esa formulacin o ese comporta-
miento expresan, sino de un malentendido acerca de lo que quieren expresar. Y hay que te-
ner en cuenta, adems, que el bautismo marca el comienzo precisamente de un
combate espiritual, y que dicho combate puede conllevar retrocesos y hasta verdaderos
desastres que no constituyen, sin ms, apostasas.
Lo menos que puede decirse es que los criterios de fidelidad al bautismo no son en
absoluto simples

15.- La fe del recin nacido


En definitiva, el problema ms serio que se plantea respecto del bautismo de los nios
es el de su fe en el momento mismo de dicho bautismo.
Si el bautismo tiene que ver con la salvacin y si, por otra parte, la fe es necesaria para
tal salvacin, cmo puede ser considerado creyente un nio, un recin nacido?
Puede apelarse aqu a la fe de los padres o a la fe de la Iglesia; y es preciso reconocer
que hay en este modo de enfocarlo algo muy profundamente verdadero. Sin embargo, no se
ve muy bien cmo puede alguien tener la fe por persona interpuesta. No puede negarse
que, en los evangelios, Cristo realiza a veces curaciones y resurrecciones sin necesidad de
pedir la fe al enfermo ni, por supuesto, al muerto, sino a alguien de su entorno; es el caso de
la resurreccin de Lzaro o de la hija de Jairo, o de la curacin del epilptico o del criado del
centurin. Pero cmo puede la fe de su entorno introducir en la comunidad de los creyentes
al nio bautizado, siendo as que, por el momento, ste es incapaz de hacer un acto de fe,
como tambin es incapaz de hacer un acto de esperanza o de caridad? Es verdad que la fe
de Jairo interviene en la resurreccin de su hija, pero el Evangelio no habla de la fe de sta
tras el milagro, como no ha hablado de ella antes del mismo
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16.- FE/ACTOS:
Para intentar resolver este problema, tal vez convenga distinguir entre la fe y los actos
de fe. Evidentemente, el recin nacido es incapaz de profesar su fe; pero no hay que olvidar
que el acto de fe es el trmino de un proceso que prepara al hombre para realizar dicho acto.
Antes de expresarse en actos, la fe, la esperanza y la caridad son disposiciones interio-
res, virtudes; y stas -contrariamente a sus actos, que son, necesariamente, ms o menos
transitorios- tienen una permanencia. Pongamos una comparacin: un hombre inteligente
no deja de serlo mientras duerme, aunque durante el sueo no realice acto alguno de inteli-
gencia. El recin nacido tiene ya en s el germen de la inteligencia y la voluntad que habr
de manifestar cuando crezca. Pues bien, mediante el bautismo el recin nacido adquiere un
germen o inicio de fe, de esperanza y de caridad. Cmo es esto?

17.- El primer fundamento de la fe :FE/GRATUIDAD:


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Conviene recordar aqu que las mencionadas virtudes (etimolgicamente =fuerzas)


son dones de Dios a los que el hombre no podra acceder por s solo. La atraccin por la
creencia, el inicio de la fe y su crecimiento no son algo puramente natural, sino que forman
parte de la nueva creacin que Dios realiza en aquel a quien llama; son, pues, un don gratui-
to de Dios y de la inspiracin del Espritu, los cuales elevan a ese alto nivel las capacidades
de nuestra inteligencia y la inclinacin de nuestra voluntad, que seran incapaces de alcan-
zarlo por sus solas fuerzas.
La gracia del bautismo supone para el recin nacido la gracia del inicio de la fe; Dios
comienza a intervenir en l, para conducirlo ms tarde a realizar actos de esperanza y de ca-
ridad y a profesar su fe. Dios interviene ya en las facultades, todava como adormecidas, del
pequeo bautizado, en orden a ir hacindolas progresivamente capaces de realizar tales ac-
tos. Mediante esta accin divina queda ya inaugurada en su insondable profundidad la res-
puesta de la fe de ese nio a la llamada de Dios. Y una vez puesto este fundamento, la men-
cionada respuesta ir madurando al hilo de los aos, a medida que vaya desarrollndose su
cooperacin a dicha gracia.
Esta forma de verlo puede resultar desconcertante para quien no est suficientemente
alerta contra el continuo resurgir de la vieja hereja pelagiana, que reduce el papel de la gra-
cia a la mera funcin de instruir al hombre acerca del objetivo que debe perseguir y de re-
compensar sus esfuerzos por alcanzarlo, olvidando que, en cada una de las etapas de la vida
segn el Espritu, la accin divina precede siempre a nuestro propio obrar, sin destruir por
ello la libertad de nuestra cooperacin a la gracia.
Dios no es una especie de superhombre con el que coopera nuestra libertad; coope-
rar con Dios es cooperar con el autor de nuestra libertad Nadie puede decir: "Jess es
Seor!" sino por influjo del Espritu Santo. Habremos de reconocer, por tanto, que, en el
bautismo, incluso el recin nacido recibe las fuerzas de la fe, la esperanza y la caridad,
porque recibe en lo ms ntimo de s al Espritu, esa Fuerza de lo alto que ms tarde habr
de permitirle traducir esas virtudes en actos.

18.- Dificultades pastorales


Lo dicho anteriormente no pretende suprimir los problemas pastorales relativos al bau-
tismo de los nios.
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Indudablemente, nada hay ms normal, en s, que bautizar a los hijos nacidos de un


matrimonio cristiano, porque el dinamismo de ste empuja en tal direccin. Y no se ve por
qu el hecho de nacer de padres bautizados no puede ser la seal de una eleccin y una
llamada de Dios en orden al bautismo. Porque el ser llamado constituye un hecho tan inde-
pendiente de nuestra voluntad como nuestro propio nacimiento: nadie escoge ser llamado ni
la manera de serlo.
La verdadera dificultad radica en que el bautismo no se reduce a la simple transmisin
de una llamada, sino que adems es ya una respuesta; y podra entonces objetarse que, en
el caso del bautismo de un nio, ste no coopera a dicha respuesta haciendo intervenir su
supuesta libertad para elegir. De ah la posible impresin de que semejante bautismo se ase-
meja a una especie de abuso de autoridad que impone la pertenencia a la Iglesia, en lugar de
ser una adhesin personalmente elegida. Y a fin de cuentas, no tendera ello a reducir a la
Iglesia a ser una sociedad parecida a aquellas de las que formamos parte por una especie
de determinismo, como pueden ser, por ejemplo, la sociedad familiar o la sociedad nacio-
nal?
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19.- La Iglesia, asociacin de voluntarios?


Pero, si se reflexiona debidamente, el hecho de retrasar el bautismo hasta la edad adul-
ta no resuelve del todo esta dificultad.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que tal retraso no librara a la Iglesia del peli-
gro de que su rango quedara reducido al de esas asociaciones en las que uno se inscribe vo-
luntariamente. Y esta reduccin no deja de ser, en definitiva, tan lamentable como la anterior.
Y sobre todo, es preciso ponderar lo siguiente: la llamada de Dios en Jesucristo no es una
llamada entre otras muchas del mismo gnero, y la opcin que dicha llamada propone al
hombre no es la de que se decida por el cristianismo, de entre las numerosas doctrinas que
solicitan su adhesin y que se hallaran al mismo nivel que el cristianismo. No.
Cuando Dios llama al bautismo, est llamando al hombre a una Vida que le desbor-
da por completo; y no le llamara verdaderamente si al mismo tiempo no le otorgara la capaci-
dad de discernir esa llamada trascendente y de responder a ella de modo afirmativo. El don
de esta capacidad es tan gratuito como la propia llamada. Ahora bien, dicha capacidad ya
constituye en s misma una transformacin interior, una innovacin que orienta exclusivamen-
te en el sentido de una respuesta afirmativa a la llamada de Dios, el cual no otorga ningn
tipo de capacidad aadida para responderle negativamente y rechazar su llamada.
En efecto, si el hombre responde s, se deber a un don interior de Dios con el que el
hombre colabora; si, por el contrario, responde no, su negativa provendr exclusivamente
del propio hombre. De manera que el s y el no no son en este caso de la misma espe-
cie; y aunque la libertad de elegir se da realmente en el adulto que se presenta voluntaria-
mente al bautismo, no se trata de una libertad ms de elegir, sino de una eleccin que, en s
misma y a lo largo de su proceso, es nica en su genero.
Pero no es menos cierto que, tanto para el adulto como para el nio, Ia respuesta, pre-
cisamente por ser nica en su gnero, no puede reducirse a una simple conformidad exterior
con una tradicin de tipo sociolgico, ni puede consistir en una mera pertenencia a las estruc-
turas externas de una sociedad de tantas, con su teora, sus leyes y su administracin. Este
tipo de sociedades es innumerable, mientras que, por el contrario, no hay ms que una Igle-
sia de Dios.

Lo que estamos afirmando en torno a la verdadera naturaleza de la Iglesia tal vez ame-
naza ms a quien, por as decirlo, casi ha nacido en la Iglesia que a quien se bautiza sien-
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do ya adulto. Pero tampoco este ltimo se halla libre de la tentacin, porque, aunque es ver-
dad que no va a considerar a la Iglesia como una sociedad a la que se pertenece en virtud de
una especie de determinismo, no puede, acaso, considerarla como una simple asociacin
de voluntarios, lo cual sera sumamente grave?

20.- INSTRUMENTO:MEDIACION:
La Iglesia es, a la vez, el instrumento de la llamada de Dios y el lugar donde se respon-
de a dicha llamada. Y es por esto ltimo por lo que la Iglesia ensea la manera de responder
como es debido; enseanza constituida, en parte, por la visin que ella da de s misma. En
estas circunstancias, es perfectamente normal que uno de sus problemas pastorales consista
en intentar no dar una imagen de s misma que la asemeje externamente a una sociedad de
tantas y del mismo gnero. Pero es evidente que este problema desborda, con mucho, el de
la pastoral del bautismo de los nios, que no es ms que un aspecto de aqul y cuya solu-
cin no va a resolver por s sola el problema en su conjunto.
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CATEQUESIS 1.
EL BAUTISMO PRIMER SACRAMENTO DE LA FE

Objetivos:
1. Conocer y valorar el bautismo de los nios para que profundizando en su significado
nos comprometamos a cuidar, desarrollar y educar la fe que van a recibir.
2. Tomar conciencia de que el Sacramento del Bautismo est ntimamente relacionado
con el sacramento de la Confirmacin y el de la Eucarista formando juntos el camino
de la iniciacin cristiana para saber comprometernos al proceso de maduracin en la
fe.
3. Descubrir en el Bautismo como sacramento de la fe para provocar un deseo de reno-
var nuestra vida de bautizados y seguidores de Jess.

PAUTAS: (En las catequesis, se presupone lo expuesto anteriormente.)


Dilogo 1.-
Por qu quieren bautizar a sus hijos o ahijados desde pequeos?

Reflexin
En los comienzos de la Iglesia. con el anuncio del Evangelio de parte de los apstoles, la practi-
ca ms comn era el bautismo de los adultos (CIC 1247).
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Sin embargo, el Nuevo Testamento habla varias veces del bautismo de toda una casa", es de-
cir, de toda la familia junto con su servidumbre (Hch 16, 15.33-34; 18, 8; 1 Cor 1, 16). En este
bautismo se inclua seguramente a los nios de la familia. Los primeros testimonios expresos y
claros del bautismo de los nios se remontan al siglo II. El bautismo de los nios es, pues, una
prctica antiqusima en la Iglesia (CIC 1252).
Nuestro ser de cristiano, constituido por el bautismo, es una gracia inmerecida, con la que Dios
se adelanta a nuestros actos y envuelve nuestra vida desde el principio ( I Jn 4, 10-19; Tim. 3,
3-6); una gracia que nosotros a causa del pecado original, necesitamos desde el primer momen-
to de nuestra vida. Por tanto, la Iglesia y los padres privaran al nio de la gracia inestimable de
ser hijo de Dios si no Ie administraran el Bautismo poco despus de su nacimiento" (CIC 1 250).
Los padres cristianos deben reconocer que esta practica corresponde tambin a su misin de
alimentar la vida que Dios les ha confiado" (CIC 1251).
En el Sacramento del Bautismo, al recibir la fe que es un don de Dios, iniciamos un camino, un
proceso de crecimiento, que ha de desarrollarse desde la niez, en la adolescencia, juventud y
vida adulta hasta llegar a ser un cristiano maduro en la fe con la ayuda de nuestros padres, pa-
drinos, familiares y de toda la comunidad cristiana (ver CIC 1255).
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Dilogo 2.-
Cules son las principales etapas de la vida ?
Qu caractersticas tiene cada etapa?
Reflexin
La persona pasa por distintas etapas a lo largo de su vida: (infancia, adolescencia, juventud,
etc)
Este proceso de la vida natural se va dando paso a paso y nos exige: tiempo, paciencia, re-
flexin y ayuda de muchas personas. No se puede improvisar, ni lo podemos realizar de un da
para otro.
Asimismo, desde los inicios de la vida de la Iglesia, para llegar a ser cristiano tambin se sigue
un proceso, un camino y una iniciacin que consta de varias etapas: el anuncio gozoso del
Evangelio; la acogida del Evangelio que nos lleva a la conversin; la profesin de fe; el Bautis-
mo, puerta de entrada a los dems sacramentos; la efusin del Espritu Santo en la Confirma-
cin; y la participacin en el sacramento de la Eucarista (CIC 1229).
Los sacramentos corresponden a todas las etapas y a todos los momentos importantes de la
vida del cristiano. En ellos encontramos una cierta semejanza entre las etapas de la vida natural
y las etapas de la vida espiritual (CIC 1210).
Mediante los sacramentos de la iniciacin cristiana, el Bautismo, la Confirmacin y la Eucaris-
ta, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana" (CIC 1212).
El sacramento del Bautismo marca el inicio de toda vida sacramental (CIC 1213). En el Bautis-
mo nacemos a una vida nueva (Jn 3, 5), somos purificados del pecado (Hch 2, 38), adquirimos
en Cristo la condicin de hijos de Dios (Rom 8, 15-16; Gl 4, 5-7), templos del Espritu Santo
(Hch 2, 38) y miembros vivos de la Iglesia (1 Co 12, 13).
Por el sacramento de la Confirmacin los bautizados van avanzando por el camino de la inicia-
cin cristiana, quedan enriquecidos con el don del Espritu Santo y los une ms estrechamente
a la Iglesia, los fortalece e impulsa con mayor fuerza a que, de palabra y obra, sean testigos de
Cristo y propaguen y defiendan la fe (CIC 1316; CDC 879).
La Eucarista es el tercer sacramento de la iniciacin cristiana, y su culmen (CIC 1322).
El sacramento de la Eucarista es el memorial del sacrificio de Cristo en la cruz y el banquete
sagrado de la comunin en el cuerpo y en la sangre del Seor. La celebracin del banquete Eu-
carstico est totalmente orientada hacia la unin ntima de los fieles con Cristo. Es el pan que
nutre nuestra fe y nos abre a los dems preocupndonos por su bien, estimulndonos a la fra-
ternidad.
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"La participacin en la naturaleza divina, que los hombres reciben como don mediante la gracia
de Cristo, tiene cierta analoga con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En
efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmacin y
finalmente, son alimentados en la Eucarista con el manjar de la vida eterna, y, as por medio de
estos sacramentos de la iniciacin cristiana, reciben cada vez con ms abundancia los tesoros
de la vida divina y avanzan hacia la perfeccin de la caridad" (CIC 1212).
Los sacramentos del Bautismo y de la Confirmacin (junto con el del Orden Sacerdotal) confie-
ren, adems de la gracia, un carcter sacramental o "sello" espiritual indeleble y que permanece
para siempre en el cristiano como disposicin positiva para la gracia, como promesa y garanta
de la proteccin divina y como vocacin al culto divino y al servicio de la Iglesia. Por eso estos
sacramentos se reciben una sola vez en la vida (CIC 11 21; 1272-1274; Ef 4,30)
De esta manera podemos comprender la ntima relacin que existe entre el Bautismo, la Confir-
macin y la Eucarista, y el por qu se les llama sacramentos de iniciacin cristiana.

Dilogo 3.-
Qu sentimientos han vivido ms fuertemente al tener en sus brazos a su hijo recin na-
cido?
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Qu trmites han realizado con motivo del nacimiento de esta criatura?


Por qu han acudido a solicitar que su hijo sea bautizado?

Reflexin
Despus de la venida del Espritu Santo, el da de Pentecosts, Pedro predicaba a Jesucristo
resucitado como Seor y Mesas; los presentes "al or esto, se afligieron profundamente. Dije-
ron, pues, a Pedro y a los dems apstoles: Hermanos, qu debemos hacer? Pedro les con-
test: Convertos y haceos bautizar cada uno en el Nombre de Jesucristo, para que los pecados
os sean perdonados. Y Dios os dar el Espritu Santo" (Hch 2, 37-38).
En la Iglesia, el sacramento del Bautismo ha sido siempre la puerta de entrada y el fundamento
de toda vida cristiana (CDC 849).
"El Bautismo es el sacramento de la fe (Mc 16, 16). Pero la fe tiene necesidad de la comunidad
de creyentes. Slo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los fieles. La fe que se requie-
re para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que est llamado a des-
arrollarse" (CIC 1253).
En todos los bautizados, nios o adultos, la fe debe crecer despus del Bautismo" (CIC 1254).
Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los padres. Ese es
tambin el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes slidos, capaces y dis-
puestos a ayudar al nuevo bautizado, nio o adulto, en su camino de la vida cristiana" (CIC
1255).
La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre" (CIC 161; ver 153).
Podemos describirla en tres momentos:
1.- Es conocer a Cristo y seguirle.
En el Evangelio vemos a los apstoles y los creyentes como personas cautivadas por Jess,
que lo dejan todo para seguirle (Mt 4, 1 8-22). Al encontrarse con l y aceptarlo, aceptan su mensaje
porque se dan cuenta de que l dice la verdad y no los engaa.
2.- Adoptar su estilo de vida para siempre.
Cuando de verdad una persona nos convence, empieza a influir en nuestra manera de actuar, lo
tenemos como modelo. Aceptar a Cristo es aceptar su manera de ser, ver como l vio, actuar como l
actu, preferir lo que l prefiri, tener como l a Dios por Padre... (Ef 5, 1-2). San Pablo nos muestra
en su vida cmo entendi que creer es adoptar la vida de quien se cree. Optar por Cristo se hace por
toda la vida, para siempre, no slo por un perodo de la vida: la niez, la juventud o unos meses mien-
tras nos preparamos para un sacramento.
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3.- Vivir en el grupo de los que creen en l.


Los creyentes desde los primeros tiempos formaron comunidad. La fe se vive en la nueva rela-
cin de hermanos, como hijos de Dios (He 2, 41-47). El grupo de creyentes se hace luz para otros por
su fe.
Bautizar a un hijo es ponerle en contacto, mediante la fe y el bautismo, con Dios nuestro Padre.
Es el camino para el encuentro con Dios, comunicarnos con El y vivir en su compaa.

CATEQUESIS 2.
EL BAUTISMO, incorporacin a la Iglesia.
Compromisos y Exigencias.

Objetivos:
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1. Descubrir que por el sacramento del bautismo nos incorporamos a la Iglesia, Cuerpo
de Cristo para que encontremos y desarrollemos la forma personal de participacin
activa en la vida de la Iglesia.

2. Concientizar a los padres, padrinos y comunidad en general de los compromisos y


exigencias que con el Bautismo adquieren para responder cristianamente a ellos.

Dilogo 1.-
De quin depende la vida futura del nio?
Qu pasa con los nios que carecen de una vida familiar?
Qu diferencia hay cuando se tiene una familia que lo quiere y cuando se carece
de ella?
Reflexin.-
As como las personas al nacer, para crecer y desarrollarse necesitan vivir en una familia, en
una sociedad, as tambin el cristiano, que en el sacramento del Bautismo recibe una vida nue-
va, necesita acogerse, incorporarse vitalmente al Pueblo de Dios, la Iglesia, para Vivir plena-
mente la vida que ha recibido.
"El Bautismo hace de nosotros miembros del Cuerpo de Cristo. Por tanto... somos miembros
los unos del los otros (Ef. 4, 25). El Bautismo incorpora a la Iglesia (CIC 1267). Dicha incorpo-
racin al Cuerpo de Cristo encuentra su expresin concreta en la pertenencia y participacin en
una comunidad cristiana, nuestra parroquia. Por esta razn, el Bautismo debe tener lugar en la
parroquia donde vivimos y dentro del marco de la celebracin del domingo (CDC 856; 857.2; II
SDG 14).
Con la incorporacin a la Iglesia, toda la comunidad cristiana es responsable de la fe del nuevo
bautizado. Sin dejar de ser especial la responsabilidad de los padres y padrinos (CIC 1255).
Por el sacramento del Bautismo todos somos hermanos. Esta unin fundamental de todos los
bautizados, por encima de los "lmites naturales o humanos de las naciones, las culturas, las
razas y los sexos porque en un solo Espritu hemos sido todos bautizados, para no formar ms
que un cuerpo (1 Cor. 12, l 3) (CIC 1 267), debe manifestarse concretamente en la ayuda mu-
tua y en el intercambio de dones materiales y espirituales (Hch 2, 44-45).

Dilogo 2.-
Cundo se puede decir que los padres son responsables de la fe que el nio re-
cibe en el Bautismo?
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Qu diferencias hay del trato entre padrinos y ahijados de antes y de ahora?


Qu compromisos contrae el padrino con el ahijado y con los padres?
Qu le corresponde al resto de la comunidad eclesial?

Ser bautizado es injertamos en el espritu de criaturas nuevas en Cristo y dentro de un mundo y


comunidad concretos. No nacemos del agua y del Espritu para nosotros mismos nada ms sino
que tenemos una dimensin y trascendencia comunitaria.
"El Bautismo es el sacramento de la fe. Pero la fe tiene necesidad de una comunidad de creyen-
tes. Slo en la fe de la Iglesia puede crecer cada uno de los fieles. La fe que se requiere para el
Bautismo no es una fe perfecta y madura sino un comienzo que est llamado a desarrollar-
se" (CIC 1 253). "En todos los bautizados la fe debe crecer despus del Bautismo" (CIC 1254).
"Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los padres" (CIC
1255). Ellos son los primeros y principales responsables de "formar a sus hijos en la fe y en la
prctica de la vida cristiana. mediante la palabra y el ejemplo" (CDC 774.2), y es tarea de am-
bos "alimentar la vida que Dios les ha confiado" (DC 1 25 1), en este sentido se podra decir que
la celebracin del Bautismo tiene una dimensin marcadamente familiar y es que la familia es la
comunidad privilegiada para la transmisin y la educacin de la fe (CT 62 ).
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Los padres deben facilitar el "despertar religioso" de sus hijos, iniciarlos en la oracin personal y
comunitaria, educarlos en la conciencia moral, acompaarlos en el desarrollo del sentido del
amor humano, del trabajo, de la convivencia y del compromiso en el mundo, dentro de una pers-
pectiva cristiana. Los padres ms que transmitir contenidos, introducen a sus hijos, y en espe-
cial a los ms pequeos, en un ambiente de vida propio de una familia cristiana.
Lamentablemente, en nuestro ambiente, muchos padres de familia piden el Bautismo para sus
hijos slo por tradicin, porque se acostumbra, pero no por una decisin de seguir a Jesucristo
en sus vidas.
"En la medida de lo posible. a quien va a recibir el Bautismo se le ha de dar un padrino, cuya
funcin es juntamente con los padres, presentar al nio que va a recibir el bautismo y procurar
que despus lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obliga-
ciones inherentes al mismo" (CDC 872).
El padrino o madrina comparten responsablemente con los padres todos los compromisos y exi-
gencias que del Bautismo surgen (CDC 774.2). Especialmente son invitados a preocuparse, jun-
to con los padres por la educacin cristiana de su ahijado. Pueden verse obligados, en ciertos
casos, a reemplazar a los padres en esta tarea. Ocupan un lugar importante en el espritu y am-
biente familiar. Su presencia testimonia el lugar que ha de ocupar en la celebracin del sacra-
mento del Bautismo por encima de los padres, la comunidad cristiana de la que el nuevo bauti-
zado entra oficialmente a formar parte y que va ms all de la propia familia. "Deben ser creyen-
tes slidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado en su camino de la vida cristiana. Su
tarea es una verdadera funcin eclesial." (CIC 1255).
Tristemente los padrinos o madrinas han perdido mucho del sentido de ser representantes de la
comunidad cristiana que garantizan, junto con los padres, la educacin e iniciacin progresiva
del nuevo bautizado en la vivencia de la fe dentro de la comunidad eclesial.
De ah que la Iglesia pide ciertas cualidades o caractersticas para que alguien pueda ser elegi-
do como padrino o madrina. Cualidades que se pueden sintetizar as:
Ser elegido por los padres del nio o quienes, faltando stos, ocupan su lugar (CDC
874.1).
Deben tener la suficiente madurez para cumplir esta responsabilidad (CDC 874.2).
Ser catlico y haber recibido los tres sacramentos de iniciacin cristiana: Bautismo, Confir
macin y Eucarista (CDC 874.3).
No estar impedido por el derecho cannico para cumplir con esta obligacin (CDC 874.4).
No ser el padre o la madre de quien se bautiza (CDC 874.5).
Es probable que entre algunas personas se tenga la duda siguiente: Alguien que pertenece a
una iglesia separada, puede ser padrino? Aunque seguramente en nuestro ambiente no se
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presente esta situacin con regularidad, conviene al catequista tener a la mano la respuesta. La
Iglesia dice que: "El bautizado que pertenece a una comunidad eclesial no catlica slo puede
ser admitido junto con un padrino catlico, y exclusivamente en calidad de testigo del bautis-
mo" (CDC 874.5,2).
La comunidad tiene mucha importancia en la celebracin del Bautismo y en los compromisos
que de l se derivan. La fe que recibimos en el Bautismo "tiene necesidad de la comunidad de
creyentes. Slo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los fieles" (CIC 1253). Esto nos
est diciendo que la fe no es algo individual, sino que se bautiza en la fe de la comunidad. Asi-
mismo, "toda la comunidad eclesial participa de la responsabilidad de desarrollar y guardar la
gracia recibida en el Bautismo" (CIC 1255).
Los sacramentos de iniciacin cristiana, entre ellos el Bautismo, "normalmente se celebrarn en
la propia parroquia y con la participacin de la propia comunidad" (disposicin sinodal n. 14.)
Los que han recibido el Bautismo se sienten unidos por la nueva fe y buscan primeramente la
vida de comunidad. Los primeros cristianos realizaban el designio de Dios sobre la manera de
vivir la fe dentro de la experiencia de vida en comunidad de la siguiente manera:
"Acudan asiduamente a la enseanza de los apstoles" (Hch 2, 42).
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"Acudan asiduamente... a la convivencia" (ch 2, 42), por la que los creyentes como her-
manos viven cercanos y se ayudan mutuamente en sus necesidades (Hch 2, 44-45),
con atencin especial a los pobres (Hch 4, 34-35).
"Acudan asiduamente... a la fraccin del pan" (Hch 2, 42) con alegra, sencillez y mucho
entusiasmo (Hch 2, 46)
"Acudan asiduamente... a las oraciones" (Hch 2, 42) dando gracias a Dios que los ha sal-
vado, prolongando as la Eucarista, gozando la simpata de un pueblo que los toma-
ba en serio (Hch 2, 47).
A muchas de nuestras comunidades cristianas les falta vida por haber olvidado estos puntos
que son la base de todo nuestro ser cristiano.
La vivencia fiel de nuestro Bautismo nos exige vivir la fe en una comunidad concreta, nuestra
parroquia, y es tarea de todos renovarla para que llegue a ser realmente el lugar donde se vive
y se ve la comunin entre los creyentes: en la escucha y conocimiento del mensaje cristiano, en
la oracin, en la celebracin de la Eucarista, en la convivencia y apoyo mutuo.

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