La Personalidad Normal y Patológica (Jean Bergeret) PDF

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La Personalidad Normal
y Patolgica
Jean Bergeret

LA PERSONALIDAD NORMAL
Y PATOLOGICA

Coleccin
PSICOTECA MAYOR
OTROS TTULOS DE INTERS

Octave Mannoni La crisis de la adolescencia

Jorge Barudy y Los buellos tratos


Marjorie Oantagnan a la infancia
Parentalidad, apego y resiJiencia

Heidrun Panhofer El cuerpo ell psicoterapia


coordinadora Teora y prctica de la Danza
Movimiento Terapia

Fran~oise Oolto La dificultad de vivir

Boris Cyrulnik Bajo el sigilo del vnculo

Boris Cyrulnik El amor que nos cura

Marie-Ccile Ortigues y Cmo se decide ulla


Edmon Ortigues psicoterapia de II1iOS
IA PERSONALIDAD
NORMAL
Y PATOLOGICA

Jean Bergeret
Ttulo del original en francs:
La personnalil normale el pathologique
DUDod, 1974

Traduccin: Mara Anglica Semilla

Diseo de cubierta: Rolando Memelsdorff

Segunda reimpresin: abril de 2001, Barcelona


Tercera reimpresin: mayo de 2005, Barcelona

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

Editorial Gedisa, S.A.


Paseo Bonanova, 9 1g_l l
08022 Barcelona (Espaa)
Te!. 93 253 09 04
Fax 93 253 09 05
Correo electrnico: [email protected]
http://www.gedisa.com

ISBN: 84-7432--091-7
DespsilO legal: SE-2959-2005 European Union

Impreso por Publidisa

Queda proh ibida la reproduccin total o parcial por cualquier medio de


impresin. en forma idntica, extractada o modificada, en castellano
o en cualquier otro idioma.
INDICE
INTRODUCCION 15

Primera parte
HIPOTESIS SOBRE LAS ESTRUCTURAS
DE LA PERSONALIDAD

Historia. 23
1. ESTRUCTURAS Y NORMALIDAD . 29
l. La nocin de anormalidad . 29
2. Patologa y .normalidad. . 35
3. La .normalidad. patolgica 45
4. .Normalidad. y standarizacin . 53
5. Edipo y normalidad . 58

2. LA NOCION DE ESTRUCTURA DE LA PER-


SONALIDAD 67

l. El sentido de los trminos. 67


A) Sin toma . 68
B) Defensa . 69
C) Significacin histrica del episodio 70
Dl Enfermedad mental. . 72
El Estructura de la personalidad. 73
2. El concepto de estructura de la personali.
dad. 73
Al Definicin y situacin . 73
Bl Punto de vista freudiano . 76
al Primera posicin freudiana 78
b l Segunda posicin freudiana 79
el Tercera posicin freudiana 79
dl Cuarta posicin freudiana . 80
Cl Gnesis de la estructura de base 81
al Primera etapa . 82
b l Segunda etapa . 82
el Tercera etapa 83
Dl Observaciones sobre las estructuras
concernientes a la infancia. la latencia
y la adolescencia 84
al Infancia 85
b l Lat encia 90
e l Adolescencia 93

3. LAS GRANDES ESTRUCTURAS DE BASE 95


Generalidades 95
1. La lnea estructural psictica 99
Generalidades 99
Al La estructura esquizofrnica 103
B) La estructura paranoica 111
Cl Estructura melanclica. 117
Dl Reflexiones diferenciales 122
2. La lnea estructural neurtica 143
Generalidades 143
Al La estructura obsesiva . 148
Bl La estructura histrica. 154
al Estructura histrica <1" an,;ustia. J 56
b l Estructura histrica de conversin 159
C) Reflexiones diferenciales 166
D) Las falsas . neurosis . 168

4. LAS A-ESTRUCTURACIONES 181


1. Situacin nosolgica 181
2. El tronco comn de los estados limites . 185
3. La organizacin limite . 18'1
A) El Yo anacltico 189
B) La relacin anacltica 191
C) La angustia depresiva 194
D) Las instancias ideales . 196
E) Los mecanismos de defensa 199
4. Las evoluciones agudas . 202
A) Descompensacin de la senescencia 202
B) Estallido del tronco comn 205
5. Los acondicionamientos espontdneos 211
A) El acondicionamiento perverso 211
B) Las organizaciones caracteriales 218
a) Neurosis de carcter 219
b) . Psicosis. de carcter . 220
e) . Perversin. de carcter . 221

Segunda parte
HI PTESIS SOBRE LOS PROBLEMAS
DE CARACTER
Historia . 225
EL CARACTER . 237
A) El carcter histrico de conversin 242
B) El carcter histerofbico 247
C) El carcter obsesivo 253
2. Los caracteres psicticos 264
A) El carcter esquizofrnico . 266
B) El carcter paranoico . 271
3. Los caracteres narcisistas . 280
A) El carcter abandnico 282
B) El carcter de destinado 283
C) El carcter narcisistaflico 284
D) El carcter flico . 285
E) El carcter depresivo . 286
F) El carcter hipocondraco . 286
G) El carcter psicastnico 287
H) El carcter psicoptico 288
1) El carcter hipomanaco 289
4. Los caracteres psicosomdticos 290
5. El cardcter perverso 297
6. Observaciones sobre los problemas del ca-
rdcter en el nio . 300
7. Existe un cardcter epiMptico? . 304

2. LOS RASGOS DE CARACTER . 309


Rasgos de carcter sublimativos 312
Rasgos de carcter reacc: ~les 313
1. Rasgos de carcter estructurales 315
A) Rasgos de carcter neurticos . 315
a) Rasgos de carcter histricos 316
b) Rasgos de carcter obsesivos . 316
B) Rasgos de carcter psic6ticos . . . 317
a) Rasgos de carcter esquizofrnicos 317
b) Rasgos de carcter paranoicos . 317
C) Rasgos de carcter narcisistas . 318
2. Rasgos de carcter pulsionales . 319
A) Rasgos de carcter Iibidinales . 320
a) Rasgos de carcter orales . 320
b) Rasgos de carcter anales . 323
e) Rasgos de carcter uretrales 326
d) Rasgos de carcter flicos . 327
e) Rasgos de carcter genitales 328
B) Rasgos de carcter agresivos . 331
a) Rasgos de carcter sdicos 331
b) Rasgos de carcter masoquistas 334
e) Rasgos de carcter autopunitivos .. 336
e l Rasgos de carcter dependientes de las
pulsiones del Yo 337

3. LA PATOLOGA DEL CARACTER 339


lo La neurosis. de carcter 344
2. La psicosis de carcter 351
3. La perversin de carcter 361
Conclusin 369
Bibliografa . 377
INTRODUCCIN

Esta obra constituye la sntesis y el desarrollo de la,


investigaciones que he emprendido, a partir de 1963, sobre
la articulacin de los fenmenos manifiestos constatados
a nivel del carcter o los sntomas, con los elementos
metapsicolgicos, ms estables y profundos, que se <i-
tan en el plano menos visible y latente de la estructura
de la personalidad.
Muchos autores se han interesado en aspectos frag-
mentarios de esta triloga: estructura - carcter - sinto-
matologa. Pareca oportuno entonces intentar una sin-
tesis que se apoyara sobre tan diversos enfoques, y emitir
nuevas hiptesis capaces de orientar una vel mds el de.
bate hacia los problemas, algo descudados en nuestros
das, de la aproximacin caracterolgica.
En efecto, sera ventajoso considerar a la caTae/erolo-
ga corno una ciencia destinada a precisar las encrucijadas
metapsicolgicas visibles entre las mltiples manifestacio-
nes relacionales posibles que emanan de talo cual estruc-
tura de base. Cada tipo de estructura profunda de l:l
personalidad podra generar as diferentes modelos rela.
cionales, algunos de los cuales permaneceran dentro d~
dominio caracterial, en tanto que otros se internaran ms
o menos radicalmente dentro del registro patolgico.
Creo que era necesario introducir actualmente una con
cepcin de la sistemdtica que tuviese ms en cuenta la
dinmica y la gentica freudialla .

15
Sin duda, muchas personalidades corresponden a in-
tentos de estructuracin imperfectos e inconclusos; por
lo tanto, en una buena cantidad de casos y durante Ul1
tiempo considerable, tenemos posibilidades de cambiar el
curso de los acontecimientos sin apartarnos de la arien
lacin estructural, o d e observar cmo se detiene esa evo
lucin estnwtural, por un periodo que varia mucho de un
sujeto a otro, en un. estadio de simple anegesia lateral
que no tendra en s nada de definitivo. Tambin podemos
mencionar las fijaciones que actan como frdgil organiz.,-
cin defensiva, muy costosas desde el plinto de vista eco-
nmico, pero que sin embargo conservan toda clase de
capacidades evolutivas, en las direcciones mds eSlables )'
slidas_
En sntesis, las perso nalidades netamente estructura.
das , que responden a funcionamient os econmicos al mis-
mo tiempo estables y bien integrados (condiciones esetl-
ciates para merecer la etiqueta de no rmalidad en el
seno de una lnea estructural definitivam en te fijada) , SO~
mucho ms raras de lo que podramos haber supuesto
hasta este momento.
Semejantes personalidades slo podran producirse en
un contex to ontogentico limitado, y en momentos pre-
cisos de esa ontognesis. Sin duda, es tas condiciones pue-
den ser considerablemente esclarecidas por las investiga-
ciones clnicas, cuya sntesis forma parte de este trabajo.
Esas investigacion es deben permitirnos individualizar cri-
terios que son a la vez muy profundos y esencialmente
polivalentes.
De esta manera, se hace efectivamente posible situar
mejor muchos ca sus particulares de personalidades o cara.;-
teres cuya referencia a los principales modelos estructurales
bien definidos se hacia difcil en el marco de los antiguo<
sistemas tipolgicos, demasiado rgidos_ Me ha parecido
que un objetivo a alcanzar sin compromisos ni concesilJ-
nes era no seguir hablando de los demasiado fciles <tipo<
mixtos (cuya naturaleza se desconoce, as como sus ni-
veles de combinacin i-
La distincin que establezco entre caracteres y es-
tructuras podrd parecer a algunos bastante artificial, ya
que, segn la terminologa filosfica o psicolgica, la de-
nominacin de estru ctura abarca, en la mayora de los

16
casos, a todos tos modos de organizacin, cualquiera sM
su nivel: personalidad, carcter, tipo, etc. Se trata de un
trmino bastante general, al que difcilmente se pueda
oponer otro trmino que defina una categorla particuUr
dependiente del mismo conjunto.
Por el contrario, en psicopatologia, el vocablo ces-
tructura. alcanza un sentido ms preciso, limitado a los
elementos de base de la personalidad, a la manera en que
esta personalidad se organiza en el plano profundo y
fundamental; los psicopatlogos pueden, pues, oponer li-
bremente la noci6n de estructura de base, o estructura
de la personalidad (generalmente decimos _estructura. a
secas), tanto a los sntoma,s como a los ccaracteres
(lo que los filsofos l/amaran quizs de buen grado _es-
tructuras de sntomas, o estructuras de caracteres ,.
Efectivamente, los psicopatlogos, al ocuparse esencialmen-
te del aspecto funcional de esos sntomas o esos carac-
teres, los consideran fundamentalmente dependientes en
su gnesis, originalidad y limitaciones, de la naturaleza
y la variedad de la estructura de base de la personalidad
sobre la que se asientan.
La estructura de la personalidad (denominada habi-
tualmente en psicopatologa estructura. a secas), se con-
cibe entonces, por una parte, como la base ideal de orga-
nizacin estable de los elementos metapsicolgicos cons-
tantes y esenciales en un sujeto, en tanto que el carcter
aparece, por otra parte, como el nivel de funcionamiento
manifiesto y no mrbido de la estructura tal como acaba
de ser definida.
Desde esta ptica, la sintomatologa se convierte sim-
plemente en el modo de funcionamiento mrbido de una
estructura cuando sta se descompensa, es decir, desde
el momento en que los factores internos de conflictuali-
zacin dejan de estar equilibrados por un juego eficaz
(y no perturbador en s mismo) de los variados mecanis-
mos de defensa y adaptacin.
El hecho de que no haya desarrollado de manera es_
pecfica, ni siquiera en los captulos originales, el punto
de vista sintomatolgico, se debe a que, en el curso d~l
presente estudio, mi atencin se ha centrado slo en la
importancia econmica de los sntomas en el conjunto
de una personalidad dada .

17
El examen fenomenolgico de los sntomas ha sido
objeto de numerosos tratados de psiquiatra de divers"s
tendencias. Mi objetivo en este trabajo se limita a reubi-
car la funcin del sntoma en relacin con la estructura
de base por W 1Q parle, y al funcionamiento caracteri..Il
por otra.
Es evidente que tal concepcin de conjunto, esencial-
mente dinmica, no puede desarrollarse sino en el marcO
de una posicin y una reflexin autntica y claramente
psicoana/ticas. A partir de FREUD y de los trabajos psi-
coanalticos contemporneos, se puede comprender la ~5-
tructura, segn la hemos definido ms arriba, como el
elemento organizador de base de la personalidad en situa-
cin activa y relacional.
Escapamos as a los habitualmente inevitables enca-
balgamientos entre estructuras de personalidad, estru~
tUTas de carcter., y es tructuras nosolgicas ; a todas
las vacilaciones (o incluso las co ntradicciones) con que ha ,l
tropezado las investigaciones precedentes.
Mi investigacin me ha conducido inevitablemente u
repensar, sobre esas nuevas bases conceptuales, el prob!t!-
ma de la normalidad.
Desde el punto de vista metodolgico, me he esforzado
por clarificar el debate (con los peligros ciertos de la
sistematizacin.) con la mayor cantidad posible de lmi-
nas y esquemas; asimismo me he preocupado por insertar,
en los momentos ms tericos. de mi texto, observaciones
clnicas, lo ms expresivas y v ivaces posible, dest inadas
(a riesgo de orillar a veces la ca ricatura) a precisar clanl-
mente el rasgo motor principal de mi inve stigacin.
Deseara que el clnico demasiado renuente a las refle-
xiones tericas, o simplemente el lec tor impaciente, pu-
die ran encontrar, en un primer momento al menos, la
linea directriz de mi propsito eu estas observaciones, qU I!
he seleccionado y desarrollado con especial cuidado_
Por falta de espacio, y para no hacer demasiado pesa-
da es ta obra, no siempre he podido reagrupar, sistema-
tizar y desarrollar tanto como hubiera deseado mis fuente.,
de documentacin y mis reflexiones crticas a este respecto,
en especial en mis pargrafos his tricos .
No sabra expresar suficientemente mi reconocimiento
a los investigadores .v a los clnicos que han aportado abuH-

18
dantes elementos de elaboracin, en particular D. ANZIEU,
M. BENASSY, M. FAIN, A. GREEN, R. GREENSON, B.
GRUNBERGER, J. GUILLAUMIN, O. KERNBERG, R.
KNIGHT Y P. C. RACAMIER.
Deseo vivamente que mi contribucin, a pesar de sus
numerosas imperfecciones, pueda conmover de alguna ma-
nera los marcos demasiado rgidos o demasiado impreci-
sos de las posiciones estructurales o caracterolgicas an-
tiguas, y que incite a los autores contemporneos a am-
pliar an mds el debate, a retomar y desarrollar estudios
ulteriores fecundos en estos niveles.

19
PRIMERA PARTE

Hiptesis sobre las estructuras


de la personalidad
HISTORIA

El trmino estructura tiene significaciones muy dif<-


rentes segn nos refiramos a la teora de la Gestalt, a las
teoras jacksonianas o al estructuralismo. Tambin se em
plea a veces en el sentido de estructura de conjunto y,
en este caso, se a-proxima al empleo del sustantivo ingls
pattcm.
Sin embargo, en el lenguaje cordente, la estructura
contina siendo una nocin que implica una disposicin
compleja, aunque estable y precisa, de las partes que la
componen; es decir, la manera misma en que se compone
un todo, en que sus parLes se avienen entre s.
En mi introduccin me he extendido Jo suficiente acerca
del sentido que se otorga en psicqpatologa al trmino
estructura., como para que sea necesario justificar una
vez ms los lfmites de esta utilizacin al nivel de la estruc_
truetura de base de la personalidad.
Considerar que cons titucin . y _estruc tura. de la pero
sonalidad representan, en Hneas generales, un concepto
idntico : el modo de organizacin permanente ms pro-
fundo del individuo, a partir del cual se producen tanto
las ordenaciones funcionales llamadas normales. como los
avatares de la morbilidad.
Salvo los casos en los que aparece empleado en el sen
tido de temperamento o carcter, el tnnino cctipo
se refiere habitualmente a la estructura de base, y no
parece necesario tratarlo desde una ptica particula"r.

23
Didier ANZIEU (1965), sita en el primer cuarto del
siglo XX el desarrollo de la idea de estructura , y cree
que esta nocin implica una consideracin de los sntomas
segn el nltodo asociacionista. Ahora bien, para el Dr.
Anmeu, los sntomas slo tienen sentido vinculados unos
con otros o en su relacin con el carcter; lo que consti.
luye su especificidad no es su simple presencia,1 sino la
manera en que se disponen unos con respecto a los otros.
Debemos tener en cuenta , adems, tanto los sntomas -ne-
gativos. que corresponden a las deficiencias registradas en
los pacientes, como los sntomas positivos que corres-
ponden a las reacciones especficas del paciente ante la
alteracin de su personalidad.
No obstante, desde las descripciones poticas o filo-
ISficas que se remontan a la antigedad, la vertiente
patolgica de las estructuras ha sido siempre la que se ha
desarrollado con ms facilidad. Sin embargo, encontramos
en HOMERO, LA BIBLIA, DEMOCRITO, ASCLEPIO o
PLATON referencias a tipos estructurales no mrbidos.
Los autores de la Edad Media primero, luego SHAKES-
PEARE, el clasicismo literario y numerosos autores ms
modernos se destacaron en el anlisis, no slo del carcter
sino tambin de la estructura de algunos de sus personajes,
e incluso mostraron cmo poda efectuarse, en el seno de
una misma organizacin mental, el pasaje de la esfera psi-
colgica todava adaptada a la esfera patolgica ya des-
compensada.
A partir del siglo XVIII, son los psiquiatras los que ms
desarrollan su punto de wSIa sobre el terreno estructural.
PINEL (1801), ESQUIROL (1838), REGIS (1880) en Francia,
TUKE (1892), MAUDSLAY (1867), JACKSON (1931) en
Gran Bretaa, RUSH (1812) y A. MEYER (1910) en los Es-
tados Unidos, GRIESINGER (1865), MEYNERT (1890),
WERNICKE (1900), KRAEPELIN (1913) en lengua alemana,
fueron los primeros en referirse a la continuidad entre lo
normal y lo patolgico en la estructura profunda de la
personalidad. Su actitud general profundamente _huma-
nitaria_ se apoya en esa conviccin, aun cuando sta no se
halle siempre claramente expresada. Los periodos llamados
.social. y luego .comunitario. de la psiquiatria no son, en
J. Ex.isten, por ejemplo. obsesivos .in _obsesin. alguna exteriormente
visible.

24
el fondo, sino la consecuencia lgica de los pasos prece-
dentes : cualquiera sean los factores desencadenan tes .)
curativos que sta o aquella escuela anteponen especifica-
mente, la trayectoria profunda de cada uno conduce poc.)
a poco a la idea de la ne>especificidad de la naturaleza
mrbida de sta o aquella estructura, de la labilidad tanto
como de la posibilidad de curacin que ofrece toda estruc-
tura en si. Por su parte, la antisiquiatria va apenas ms
all de las tendencias sociales o comunitarias precedentes
en el plano de un liberalismo que sigue siendo, delibera-
mente o no, racional : nos propone simplemente el -salto.
fuera de la lgica, pero no produce ningn cambio radical
y, sobre todo, no aporta nada nuevo en lo referente al
problema del continuum estructural del que no quiere ni
or hablar: hasta ta! punto parece mantenerse aferrada a!
registro de la angustia.
Si bien se ha visto que es necesario clasificar los datos
profundos, preci-so es reconocer que en este terreno, si:)
los medios metapsicolgicos que poseemos actualmente
gracias al aporte de FR EUD y los post-freudianos, no bas-
taban las meras descripciones; igualmente, no nos sor-
prende comprobar que en el terreno estructural nos en-
contramos con muchas menos hiptesis a revisar que en
el captulo consagrado a las caracterologas.
Podemos considerar con Henri EY (1955) que la _va_
riacin mental patolgica. se puede encarar segn cuatro
modelos tericos: como alienacin radical, como producto
de los centros cerebrales, como variacin de la adaptacin
al me<lio, o incluso como efecto de 1m proceso regresivo
en la organizacin psquica. Sea cual fuese la respuesta
que se elija, conviene aprender la condicin mental, excep-
cin hecha del episodio mrbido, dentro de una estructura
profunda original y formal que conserva indudablemente
su significacin existencial y antropolgica.
En lo que se refiere al punto de vista estructural en el
nio, Colette CHILAND (1971), ha sintetizado la opinin de
numerosos p3ido-psiquiatras contemporneos al mostrar
la particular complejidad de la nocin de estructura en
una edad en que el conjunto no parece estar an en fun-
cionamiento y en que las fases de equilibrio y descom-
pensacin pueden sucederse sin que su significacin pro-
funda resulte siempre evidente.

25
La estructura, para Colette CHILAND (1967), sigue sien-
do un concepto inspirado en la opinin de LEVI-STRAUSS
(1961), que se interesa por los modelos teniendo en cuenta
no slo los tnninos en si mismos, sino tambin las reb-
ciones entre los trminos. Para C. CHILAND se trata de
investigar la e:q>licacin estructural, no exc1usivamenle
al nivel del sistema de relacin, sino tambin al nivel de
las reglas de trasfonnacin que permiten pasar de un
sistema a otro, y considerando tanto los sistemas reales
como los sistemas meramente posibles.
C. CHILAND se refiere a la opinin de A. FREUD (1965)
para incorporar la estructura al nivel del segundo tpico
en relacin con las pulsiones, el Yo y el Super-yo, y para
fundar un eventual diagnstico estructural sobre el estudio
de la relacin de objeto y los mecanismos de defensa.
Antes del aporte freudiano haban sido propuestas cla-
sificaciones sintomatolgicas. a travs de KAHLBAUM
(1863), MOREL (1851), HECKER (1871 ry 1874) y, sin dud,l,
Emile KRAEPELIN. cuyas hiptesis han sido retornadas
en la clasificaoin centrada sobre la nocin de psicosis y
propuesta por la Asociacin norteamericana de Psiquiatra.
Estas clasificaciones que tienden a vincular el sntoma con
el .problema fundamental subyacente, se limitan al tipo
de descrtpciones clnicas que han seducido a los psiquiatras
de todos los 1iempos. E. BLEULER aport en 1911 al-
grunas modificadones, en el sentido de un afJnamiento
de la semiologa, pero siempre dentro de una gran depen-
dencia de los sntomas.
En la misma poca aparecen ensayos de clasificaciones
orgdnicas. con JACOBI (1830), MOREL (1860), SKAE
(1897), CLOUSTON (1904), TUKE (1892). Esos puntos de
vista fueron retornados, hace algunos aos, en la clasifi-
cacin propuesta por la Asociacin Real Mdico-psicolgica
de Gran Bretaa. De acuerdo con ellos, habra una relacin
ntima obligatoria entre el problema psquico y una lesin
que se supone orgnica. En el mismo sentido, nos encon-
tramos con el punto de vista rgam:rdinarnista de Pierre
JANET (1927), que se apoya en gran medida en la nocin
de evolucin, con los trabajos de H. JACKSON (1931), de
MONAKOW ry MOURGUE (1928), y finalmente Con las
concepciones de H. EY (1958), inspiradas en JACKSON.
J. ROUART ha intentado precisar, en BONNEVAL, en .,

26
ao 1946, el posible papel de toda organioidad en un
sistema de clasificaciones <x>mo ste.
Las clasificaciones -fisiolgicas. han sido sostenidas por
MEYNERT (1884), TIJKE (1892), WERNICKE (1900), A.
MEYER (1910), CONNOLY (1945), D. HENDERSON y
R. D. GIU.ESPIE (1950). Estas clasificaciones tratan de
establecer las relaciones entre el funcionamiento mental
observado y .\as localizaciones neurolgicas diversas que
corresponderan a los centros reguladores del funciona-
miento mental sobre este o aquel registro particular.
Las clasificaciones psicolgicas responden a una preo-
cupacin por investigar. en el dominio del funcionamiento
mental del -hombre normal, ciertas categoras en las que
a continuacin se intentar encuadrar los problemas psi-
copatolgicos. Algunos autores como LINNE (1763), AR-
NOLD (1782), CRICHTON (1798), PRICHARD (1835), BUe-
KNILL y HAKE-TUKE (1870), ZIEHEN (1892) y HEIN-
ROTH (1890), han trabajado en este sen~ido.
El punto de vista freudiano, por el contrario, se interesa
por algunos ndices fundamentales que permiten diferen-
ciar o aproximar las estructuras tales como el sentido
latente del sntoma (smbolo y compromiso en el interior
del conflicto psquico), el grado alcanzado por el desarrollo
Iibidinal, 11 tambin el grado de desarrollo del Yo y el
Super-yo, y finalmente la naturaleza, la diversidad, la flexi-
bilidad y la eficacia de los mecanismos de defensa.
Los post-freudianos continan las investigaciones sobre
esas bases: K. ABRAHAM (1924), F. ALEXANDER (1928),
E. GLOVER (1932 y 1958), K. MENNINGER (1938 y 1963),
J. FROSCH (1957) D. W. WINNICOTT (1959), W. scon
(1962).
M. BOUVET distingue en 1950 los modos de estructu-
racin genital y pregenital. L. RANGELL (1960 y 1965) se
sita en una perspectiva de conjunto de las diferentes
funciones del Yo. A. GREEN (1962 y 1963), ha tratado Oe
apoyarse en las nociones de prdida y restitucin d~l
objeto, fanrasmatizacin, identificacin y di.fusin, castra.
cin, fraccionamiento, sublimacin e inhibicin, para dar
cuenta no slo de las grandes en tidades nosolgicas alsi-
cas sno tambin de la diversidad de las pequeas entidades
cintenned,iarias, que muchos autores olvidan o maltratan
con excesiva frecuencia. J. H. THIEL (1966), por su parte,

27
se rebela contra la exclusividad neurtica que durant"
tanto tiempo ha puesto de manifiesto la investigacin
psicoanaltica, y estima que es necesario distinguir entre
una teona de los problemas mentales por una parte, una
cierta filosofia de la naturaleza, las causas y las funciones
de la enfermedad, y por otra un sistema de clasificacin
de los desrdenes en s.

28
1
Estructuras y normalidad
1. LA NOCIN DE .NORMALIDAD.

Cierto es que el empleo de la nocin de nonnalidad.


presenta riesgos indiscutibles en manos de quienes detentan
la autoridad mdica o poltica, social o cultural, econmica
y filosfica, moral, jurdica o esttica, y, por qu no, tam-
bin intelectual. La historia antigua y contempornea, tanto
de las comunidades como de las ideologas, grandes o
pequeas, nos ofrece crueles ejemplos de ello, adems d~
pennitimos comprobar que cada una de ellas retiene
solamente representaciones muy selectivas, en funcin de
sus opciones personales.
Si la . nonnalidad. se refiere a un porcentaje mayori-
tario de comportamientos o puntos de vista, desdichados
quienes pertenecen a la minona. S, por otra parte, la
-normalidad. se transforma en funcin de un ideal colee.
tivo, ya conocemos de sobra las riesgos a que se ven
expuestas incluso la mayorias, dado que quienes se adJU-
dican la vocacin de defen~r por la fuerza dicho ideal
las reducen al silencio; se proponen as limitar a ese ideal el
desarrollo afec~ivo de los dems despus de haberse visto
bloqueados e\los mismos por l, y de haber elaborado,
secundariamente, sutiles justificaciones defensivas.
De hecho, la . nonnalidad . se enfoca en la mayoria de
los casos en relacin con los dems, con el ideal o la regla.
Para intentar seguir siendo o llegar a ser norma!, el nio
se identifica con los mayores, y el ansioso les imit. En
ambos casos la pregunta manifiesta Se enuncia de la si-
guiente manera: Cmo hacen los otros? y se sobreen 4

tiende: . Cmo hacen los mayores?

29
Ahora bien, el verdadero problema que plantea el even- .
tual reconocimiento de una nonnalidad. tal vez no se
site en este nivel, entre estos dos falsos aspectos obje-
tivos: los dems o el ideal.
El podero atmico ha arrastrado al mundo a las tra-
gedias que todos conocemos Y, sin embargo. ni siquiera
los ms pacifis tas pueden negar la existencia del tomo.
Por ende, por qu hab riamos de negar la necesidad de
una nocin de normalidad.?
Si, en lugar de formular (o temer) cont inuamente jUi-
cios de valor con relacin a los dems en cuanto a una
eventual nonnalidad , que demasiado a menudo y lamen.
tablemente se concibe en este sentido, antepusiramos la
comprobacin de buen funcionamiento int erior que dicha
nocin puede comportar , teniendo en cuenta los datos pa~
ticulares de cada individuo (aun cuando se vea muy limita-
do en sus posibilidades personales, de manera ocasional
o duradera), me parece que podramos encarar ,l as cosas dc
otro modo que como simples defensas rpfoyectivas, o como
proselitismo invasor e inquietante.
Sin embargo, no es fcil encontrar interlocutores que
acepten discutir un aspecto subjetivo, eminentemente m.:&.-
tizado 'Y variable, de normalidad. en funcin de las rea-
lidades profundas de cada uno.
Por una parte, la tentacin sdica nos lleva inmectiata
mente a las es tactisticas o los ideales. Por otra, la tentacin
masoquista y apauperista desencadena una alergia inme-
d iata y cargada de horror ante todos los commestos dz
la 'Palabra norma l) 1.
En el primer caso, nos hallamos prisioneros, por U:la
parte. de un imperialismo que se apodera de la nocin par..l
intentar salvaguardar los privilegios que esta ltima ha
avalado durante tanto tiempo, y en el otro caso nos
enfrentamos con un rechazo del trmino, en razn de

1. En latn el trmino "arma corres ponde, e n su sentido especfi co , 31


instrume nto de arquitectura que en francs se llama iquerre (~scuadra) ,. y
salo vf)lvemos a eneontrarlo ms tardamente en Cicern, Horaclo o Pllnlo,
en un emr1eo secundario y figuradO, con el sentido de regla,. modelo o
ejemplo. E primer significado determina solamente el Angula funCionalmente
ms ventaio.''O p'ara articular dos planos en una construccin, y no una
poSicin ideal fija de la casa con respecto al sudo. La construccin pu.ec.le
encontrarse -a plomo-, (es decir, en equilibrio interno), aun sobre un
sl'elo en ~ ndienl e pronunciada. sracias a la escuadra, que justamente bab'"
n::chllcado los peliTOS que la Inclinacin primitiva del terreno hada C()o
rrer a la so lidez del conj unto del edificio

30
todos los recuerdos opresivos y dolorosos que despierta.
y nuestra posicin de investigadores se complica a"
ms cuando comprobamos que muchos de los que no se
encuentran oficialmente comprometidos con una u otra
de las dos posiciones defensivas precedentes vacilan a
menudo y alternativamente entre un rapto sdico que los
inclina a favor de las nonnas autoritarias_, o un guio de-
maggico hacia las susceptibilidades contestatarias. Este
movimiento pendular de anulaciones sucesivas presenta ~l
riesgo no slo de volver mudos a esos profesionales, sino,
sobre todo, de hacerles perder todo coraje cientfico o toda
capacidad de investigacin.
Sin embargo, la nocn de normalidad_ se halla tan
ligada a la vida como el nacimiento o la muerte, al utilizar
el potencial del primero tratando de retrasar las restrie..
ciones de la segunda, en la medida en que toda normalidad
no puede sino coordinar las necesidades pulsionales con
las defensas y las adaptaciones, los datos internos here
ditarios y adquiridos con las realidades externas, las <p osi-
bilidades caracteriales y estructurales con las necesidades
relacionales.
y en la actualidad parece ser que el peligro principal
no reside tanto en el conocido riesgo de que la nocin
terica de normalidad sea usurpada en beneficio de los
poderosos o los soadores, sino en la negacin por los
pesimistas. que sirven sutHmente al instinto de muerte,
del conjunto de los elementos reguladores internos que
penniten a los humanos (siempre Jimitados ) disponerse
interionnente para procurar no la ilu sin de la omnipo-
tencia o la felicidad, sino al menos zonas de eficiencia y
bienestar suficientemente slidas y constantes, en medio
de sus necesarias imperfecciones y sus no menos obliga
torios conflictos interiores.
Llegaramos as a una sntesis bastante aproximada a
la del hombre de la calle que cree, muy sabiamente sin
duda, que cualquier ser humano se halla en un es tado
normal, sean cuales fuesen sus problemas personales
profundos, cuando consigue manejarlos .y adaptarse a 'i
mismo v a los dems, sin paralizarse interionnente dentro
de una prisin narcisista , ni hacerse rechazar por los de-
ms (pri&inhospitalasilo), a pesar de las inevitables diver.
gencias a que se expone en su relacin con ellos.

31
Mi intento actual de definir la nocin de la norm3-
lidad. est lejos de satisfacerme por entero, aunque ms
no fuera por su extensin; pero hasta el presente me ha
parecido difcil reducir el nmero de sus parmetros.
Intento de definicin:
La persona verdaderamente sana no es simplemente
la que se declara como tal, ni mucho menos un enfermo
que se ignora, sino un sujeto que conserva en si tantas
fijaciones conflictuales como la mayorla de la gente, que no
haya encontrado en su camino dificultades internas o ex-
ternas que superen su equipo afectivo hereditario o adqui-
rido, sus facultades personales de defensa o de adaptacin,
y que se permita un juego bastc.nte flexible de sus neceo
sidades pulsionales, de sus procesos primario y secundario
tanto en los planos personales como sociales, evaluandO)
la necesidad con exactitud y reservdndose el derecho de
comportarse de manera aparentemente . aberrante .. en cir-
cunstancias excepcionalmente anormales.
Por lo tanto, ser necesario insistir en que las nociones
de cnormallidad. y estructura son independientes. En
efecto, la observacin cotidiana ha demostrado amplia-
mente que una personalidad considerada normal puede
entrar en cualquier momento de su vida en el mbito de
la patologa mental, incluida la psicosis, y que, a la inversa,
un enfermo mental. incluso psictico, que recibe un tra-
tamiento correcto y precoz, conserva intactas sus opor-
tunidades de retornar a una situacin de normalidad".
De manera que actualmente, ya no nos atrevemos a opo-
ner de manera demasiado simplista las gentes normales
a los enfennos mentales cuando consideramos la estru.::-
tura profunda. Ya no nos dejamos embaucar por las mani.
festaciones exteriores, por estridentes que sean, corres-
pondientes al estado (momentneo o prolongado) en que
se encuentra una estructura verdadera, y no un cambio real
de esta estructura en s misma.
Si nos limitamos, en un primer momento al menos, a
lo que en mis hiptesis personales llamo .estructuras eS/(l-
bIes (es decir, psicticas o neurticas), parece evidente
que dentro de una lnea estructural psictica, existen tan
tos trminos de transicin entre psicosis y cierta forma
de normalidad. adaptada a la estructuracin de tipo psi.

32
ctico, como ios que existen dentro de una Unea estructural
neurtica entre neurosis_ y cierta fonna de cDonnalidadn
adaptada a la estructuracin de tipo neurtico.
Sin duda, un ejemplo podra ilustrar de manera mucho
ms precisa mis palabras:

Ob n." 1

Ren tiene 38 aos. No tiene conocimiento de ningn


antecedell'le mdico notable. Alto, delgado, no parece ni
muy fue"te fsicamente, ni muy cuidadoso de su persona.
ni muy atento a lo que pasa a su alrededor. Ren ha sido
el hijo nico de un padre bastante mayor y taoiturno, no-
tario en un pueblecito, y de una madre mucho ms joven,
autoritaria y bastante agresiva.
Ha crecido fundamentalmente entre esta madre, su tia
(hermana de la madre) y la abuela materna, en cuya casa
se aloj durante los aos de sus estudios secundarios y sus
comienzos en la Universidad.
Esos estudios fueron excelentes. al estar Ren dotado
de un muy elevado cociente intelectuaJ, pero se eternizaron
debido a que Ren no acababa de decidirse por una orien-
tacin definida ni por una carrera precisa. Se gradu muy
pronto en la orientacin literaria de la Escuela Normal
superior, pero no por eso dejaba de buscar certificados
de capacidad en todos -sentidos, principalmente certificados
cientficos. que obtena fcilmente, y se permiti incluso
un giro momentneo hacia el campo del Derecho. Al ganar
un concurso de la Agregacin de Letras, acept finalmente
un puesto en un gran liceo parisino, pero al cabo de
a1gunos aos, y mientras continuaba todava enseando en
clases preparatorias. fue designado para un puesto impar
tante en la administracin central.
Simultneamente, prosegua ciertas investigaciones ma-
temticas y escriba poemas. Pona de manifiesto a la ve.z
un gran eclecticismo y muy escasos elementos pasionales;
se perrnitia pocas distracciones, pero no se abuma.
La ma.yora de sus colegas. casados y padres de familia,
considerados normales por el hecho de que pasaban sus
veladas en ccteles o espectculos de moda. los domingos
en las carreteras suburbanas. los martes de carnaval en
Val-d-Isere, las Pascuas en casa de s us suegros y los meses

33
de agooto en Espaa, lo consideraban a l como un ori-
ginal., simptico pero algo inquietante. En efecto, fren1e
a l todo el mundo se senHa ms o menos cuestionado, y
pronto cada uno acababa por proyectar sobre Ren la
inquietante extraeza que ste haca nacer en el otro, den-
tro del frgil sistema de ideal colectivo adoptado por los
miembros del grupo considerado normal por simples
razones estadsticas o ideales.
Ren expel'imentaba deseos sexuales, pero en la mayora
de los 'casos se las arreglaba para poner entre la mujer y
l distancias tranquilizantes o dificultades apaciguadoras.
Sin embargo, y luego de muchas vacHaciones, acab
casndose con una viuda joven, inteligente, activa y simp-
tica. pero a quien las gentes consideradas nonnalesJ> en
esa poca reprochaban que no se sometiera a los gustos
del momento.
Ren experiment un d,ificil comienzo conyugal: su
madre no se mostraba favorable a ese matrimonio; por
su parte, 'Jos suegros mimabanlt excesivamente a la pareja;
finalmente, Ren comenz asentir durante algunos meses
una especie de bola. que suba y bajaba, y que le oprima
al nivel de la laringe. La nuez>, le decan, sin duda riendo,
los amigos que haban ledo tratados de divulgacin psi-
coanaHtic3. Y efectivamente, dadas las difoiles circuns-
tancias matrimoniales, la broma pareca muy acertada.
Luego la pareja se cre una vida independiente, poco
original en relacin con lo que los dems llaman origi-
nalidad, pero bastante original, sin embargo, si nos refl!-
rimos a lo que la mayora suele denoffi,inar apresurada..
mente normalidad.
Nacieron tres hijos. educados de una manera curiosa:
es decir que a vecinos, padres y amigos les chocaban las
libertades de que disfrutaban . Sin embargo, sus padres
no les abandonaban del todo, y los nios no parecan sufrir
en absoluto en medio de las actividades bohemias de esta
familia que sigue sin tener otra cosa que una ant.i.gua vi-
vienda (en un barrio poco cotizado), un automvil curioso
(de una marca extranjera poco conocida), una casa para
las vacaciones poco confortable en una campia encanta-
dora pero sin prestigio, una situacin financiera siempre
complicada a pesar de un buen salario y algunos suple-
mentos, etc.

34
Ren y su esposa son invitados frecuentemente a casa
de colegas o parejas que han conocido en viajes o activi-
dades culturales diversas, no porque ellos experimenten
la necesidad de brillar o entretenerse en sociedad sino
porque, especialmente Ren, se muestra interesado -gra-
cias a su mayor cultura y su espritu abierto- por las
zonas de inversiones narcisistas ms diversas que encuen-
tra en sus anfitriones.
Por su parte, Ren y su esposa reciben fcilmente y sin
una particular necesidad de ostentacin a quienes simple-
mente tienen deseos de ver, sin sentirse, por otra parte,
particularmente violentos si por razones prcticas deben
incoI1X>rar a un superior o a \lIIl colega menos simptico,
pero bien situado.
Ren es nonnal o no?

Sin ninguna duda, se trata de una estructura edpica


con una fijacin materna bastante importante que ha fijado
las inversiones afectivas dentro de ciertos lmites difcil-
mente franqueables. Pero una vez planteado esto, podemos
comprobar en principio que no se ha producido ninguna
descompensacin neta, y a continuacin, que al parecer no
hay motivos para temer ninguna amenaza de descompensa-
cin, ya que el conjunto de los mecanismos de defensa y
adaptacin parece funcionar con una evidente flexibi.Jidad
y una indiscutible eficacia, teniendo ciertamente en cuenta
la realidad exterior, pero tambin, y en primer lugar, las
realidades internas del sujeto, tanto de sus talentos ca
mo de s us !Sectores eventualmente amenazados.
Por .Jo tanto, yo consideraria el caso de Ren como una
estructura al mismo tiempo neurtica edpica y genital (lo
que no es, desde luego, una enfennedad en s misma, sino
una categoria fundamental de funoionamiento psquico) y
como un caso bien adaptado en el seno de ese grupo de
estructuras.

2. PATOLOGIA y .NORMALIDAD

En el curso de los ltimos decenios, diferentes autores


se han dedicado a estudiar la dialctica nOITIlalidadpa.
tologia.

35
E. MINKOWSKI (1938), pone de relieve el carcter
subjetivo de la nocin de rlo nna , que 's in e mbargo suele
sobreentenderse como un simple acuerdo con las necesida-
des y las realidades de la existenoia. Se pone el acento en
la relacin con los otros, aunque el carcter principal del
estudio se mantiene dentro de una ptica ms especiJ.l-
m ente fenomenolgica.
E. GOLDSTEIN (1951) se orienta de entrada en UIl3.
direccin bastante peligrosa al referirse a las nociones de
orden y de desorden que preparan toda una sucesin
de juicios de valor que resulta siempre engorroso for-
mular, o incluso simplemente intentar, en el marco de :a
psicopatolog,,; efectivamente, la unidad de medida corre
automticamente el riesgo de ser considerada ms en re-
lacin con las escalas del grupo de los observadores que
con una escuela establecida en funcin de los datos inte-
riores del sujeto observado.
G. CANGUILHEM (1966) se refiere a diversos trabajos
de los aos anteriores: A. COMTE (1842) quien, apoyndose
en e l principio de BROUSSAIS presenta la enfermedad
como exceso o defecto con relacin al estado enormal;
Claude BERNARD (1865), para quien toda enfermedad no
es otra cosa que la expresin conflictiva de una funcin
norma..; LERICHE (1953), para quien no existe umbral
previsible entre lo fisiolgico y lo patolgico, con lo que la
salud podria definirse sintticamente como el estado de
silencio de los rganos; JACKSON, finalmente, para quien
la enfermedad se halla constituda por una privacin y
una reorganizacin ligadas a una disoluoin y una regre-
sin, ideas que retoma H. EY qu ien precisa el orden de
disolucin , de la enfermedad, de las funciones mentalc3
a partir de lo que ha sido adquirido ms recientemente en
la maduracin ontognica del sujeto. G. CANGUILHEM
define la enfermedad como la reduccin del margen de
tolerancia e n relacin con la s infidelidades del medio.
Normalidad- sera tambin sinnimo de adaptacin,
y esta idea comporta matices que permitiran a G. CAN-
GUILHEM incluir algunos estados considerados por otro5
como patolgicosJl dentro de los lmites de lo nonnah,
en la medida e n que esos estados pueden expresar una
relacin de nonnatividad . con la vida particular del
sujeto.

36
M. KLEIN (1952) nos propone, en toda evolucin psi-
cogentica del nio, una posicin persecutoria primitiva
seguida de una posicin depresiva ms o menos edpica.
La primera posicin, sobre todo, procederia obligatona-
mente de mecanismos econmicos de tipo psictico, y toda
patologa ulterior no podra sino tener en cuenta las fi-
jaciones arcaicas en esas fases obligatorias para todos.
Si bien estamos de acuerdo en no considerar Dormah
a una estructura que haya seguido una evolucin infantil
a todas luces privilegiada, tambin nos resulta difcil con-
cebir, cuando atendemos neurticos o estados .lmites, que
todos los individuos hayan atravesado un periodo en el
que su Yo se ha constituido inicialmente de acuerdo con
un modelo 'p sictico, en el sent'ido preciso que con~inua.
remos dando a ese tnnino, es decir, en una autntica
economa de fraccionamiento, verdadera organizacin es-
tructural, y no una mera etapa, laguna o imperfeccin
evolutiva.
A. FREUD (1968) crey poder definir la normalidad en
el nio a partir de la manera en que se establecen poco a
poco los aspectos tpicos y dinmicos de la personalidad,
y de la forma en que se producen y se resuelven los con-
flictos pulsionales.
C. G. JUNG (1913) ha intentado, por una parte, presen-
tar los aspectos complementarios de los p ersonajes mI..
ticos de Prometeo (el que piensa antes) y Epimeteo (el
que piensa despus), es decir el introvertido y el extrover-
tido, refirindose a las obras de Carl SPITTBLER y de
W. GOETHE. La .normalidad. estara vinculada a la
unin de esas dos actitudes que C. G. JUNG considera
cercana a la concepoin brahmnica del smbolo de unin.
Por otra parte, el autor compara las nociones de adapta-
cin (someterse a su entorno), insercin (ligada a la nO-
cin nica de entorno) y normalidad} que correspon-
derla a una insercin sin fricoiones, destinada simpt~
mente " cumplir condiciones objetivamente fijadas. Lo
patolgico apareceria a partir del momento en que el
individuo saliera del marco de sumisin al entorno que
corresponde a la insercin, reservada a ese nico cr-
culo. Nos parece que este concepto es ~imilar al que des-
cribir en otro momento, con referencia al movimiento
de depresin anacltico del estado lmi~, dado que en

37
este caso el individuo corre el riesgo de abandonar el
crculo res trictivo pero tranquilizador de lo familiar f-
lico.
J . BOUTONIER (1945) ha m ostrado el pasaje de ,a
angus tia a la libertad en el ind ividuo que ha llegado 3
ser normal, a pesar de que la maduracin afecti va, fun-
damento de toda normalidad au tntica, es definida p or
el Dr. ANZIEU (1959) como una actitud des provista de
ansiedad con respecto al inconsciente tanto en el trabaja
como en el ocio, la aptit ud para hacer frente a las inevita-
bles manifestaciones de este inconsciente en todas las
circunstancias en que la vida pueda colocar al individu:J.
R. DIATKI NE ( 1967) ha propuesto considerar como una
seal de anormalidad el hecho de que el paciente no se
sienta bien o no sea fe liz . e insiste, por otra parte, so-
bre la importancia de los factores dinmicos y econmicos
internos en el curso del desarrollo del nio, en 10 concer-
niente a las posi bilidades de adaptacin y de recuperacin,
la tendencia a la limitacin o la e xtensin de 'l a actividaJ
men tal, y las dificultades con las que se encuentre en ~a
elaboracin de las fantasas edipicas. R. DIATKINE nos
advierte contra la confusin tan frecuente entre el diag-
nstico de estruct ura mental y el diagnstico de normaa-
dad psicopatolgica. Esta preocupacin ya no tiene, apa-
rentemente, razn de ser. Efectivamente, un diagnstico
de estructura psquica estable, en el sentido en que la
defino a lo largo de todo este estudio, puede plantearse
independientemente de toda referencia a la patologa, en
tanto que el diagnstico de nanualidad implica, por e l
contrario, un examen de la manera como el sujeto se en.
tiende con su propia estruc tura psquica.
Pa ra R. DIATKINE, no es posible hallar en el adulto
la ll amada estruc tura anormal. Toda situacin nueva
con la que se enfrenta un indi viduo 'p one en cuestin su
equilibrio psquico, y el autor estudia alternativamente
la.s diricultades que 'puede expresar e ste sufrimiento ~n
el nio, scgn las edades y los estadios de maduracin.
Trata de determinar la. gama de los pronsticos relaci~
naJes uHcriores, e incluye del lado de los elementos per-
turbadores todas las restricciones de actividades u opera-
ciones mentalmente nuevas, en particular los s istemas
regularmente repetitivos, ms o menos irreversibles.

38
C. CHILAND (1966) ha retomado un punto de vista
paralelo al demostrar que los nios, cuyo poder norma..
tivo es el ms desarrollado, no estn sin embargo exentos
de oiertos signos de la lnea neurtica o fbica. Lo que
servir.. de criterio de normalidad ,;era, ms que un sim
pIe diagnstico de estructura, la flexibilidad del pasa je
de un buen funcionamiento situado al nivel de lo real, a
un buen funcionamiento situado al nivel fantasmtico.
Este punto de vista se revela productivo en el plano d~
la reflexin cuando se lo compara con las conclusiones
a las que han arribado en patologa escolar africana LEH-
MANN (1972), LE GUERINEL (1970) o MERTENS DE WIL
MARS (1968) con nios que, al tropezar con la ambige-
dad producida por dos modelos cultura,les muy diferent~
propuestos por la realidad, exper.i mentaban justament~
dificultades reales para franquear el paso entre una buena
integracin de lo rea1 y una buena elaboracin fantasm-
tica; sin duda los problemas psicopatolgicos verificados
se orientan en el sentido de las hiptesis de C. CHILAND,
quien precisa (1965) :
Nuestro objetivo no es necesariamente hacer del nio
un individuo confonne a lo que su medio, su familia, la
escuela o la sociedad esperan de l, sino hacerle capaz de
acceder a su autonoma y su felicidad con la menor can-
tidad posible de limitaciones .
P. BOURDlER (1972). finalmente, ha analizado diferen
cias lgicamente previsibles entre las nannas de una
mujer y las de un hombre, por ejemplo, o entre las asu-
mi<las por nios de edades diferentes. Un nio de cuatro
aos poclria compontarse romo un ((Iloco siendo completa-
mente nonna1, en tanto que en perodo de latencia los
mismos sntomas desencadenaran una viva inquietud en el
psiquiatra. Por otra parte, un nio I)orma, ' de cuatro me-
ses no percibira el deceso de su madre si se le interpu-
siera un sustituto vlido, en tanto que un nio de quince
meses norma' se hallaria muy perturbado por el hecho
de no poder agredir a la madre y volver a verla intacta
un momento despus; en cuanto a un nio nonnal. de
seis aos 'Se satisfara con el sufrimiento propio del tra-
bajo de duelo.
A. HAYNAL (1971) muestra la dificu.Jtad de aplicar al
dominio psquico los habituales criterios de normalidad.

39
que se refi eren a la adaptacin, la felicidad, la expansin,
etc., y la importancia de la relatividad sociolgica de la '
nocin de normalidad, tanto en el hombre como en las
sociedades animales, en las que deben tenerse ms en
cuenta las condiciones ecolgicas y la densidad territo-
rial de la colectividad en cuestin.
Por otra parte, h~ comportamientos raros que no son
sin embargo anormales. Como lo seala J. de AJURIAGUE
RRA (1971) a .propsito de un texto de KUBIE: . La salud
es un estado estadsticamente raro y sin embargo en
absoluto anonllal.,.
Me parece conveniente reconsiderar ahora los concep-
tos freudianos que conciernen a la nocin de nonnali-
dad., y que, en nuestra opinin, pocas veces se han te-
nido en cuenta.
En este terreno, como en muchos otros que se refieren
a la psicologa, tanto .normal. como . patolgica., S.
FREUD ha significado un viraje importante en la manera
de pensar de los psicopatlogos. Antes y despus de sus
informes tericos y clnicos las concepciones haban cam-
biado radicalmente; lo que seguramente no quiere decir,
como ya veremos, que antes de S. FREUD nadie haya es
crito sobre estos temas, ni tampoco que S. FREUD haya
tenido la posibilidad y el tiempo de agotar tal estudio.
De sus Tres ensayos sobre la teora de la sexualidad
(1905), de su FornlUlacin de dos principios del funciona-
miento mental (1911) Y de 5US Cinco psicoandlisis (1905-
1918) podemos retener tres postulados:
1. Toda la psicologa del adulto tiene sus fuentes en las
dificultades experimentadas a nivel del desarrollo de la
sexualidad infantil.
2. Son ,las pulsiones inhibidas, sexuales y agresivas, las
que crean los sntomas.
3. El modo como se '\o\ive la etapa organizadora de la
personalidad <es decir, el Edipo), depende esencialmente
de las condiciones del m edio ambiente.

Por otra parte, las precIsIones que S. FREUD aporta


en textos menos conocidos no invalidan en absoluto esos
tres postulados: en 'Sus Caracteres psicopdticos en el tea-
tro (1906) muestra que la inhi.bicin se cumple en el

40
carcter no patolgico, en tanto que ese resultado fal ta
en el carcter patolgico; pero el trmino pa tolgico . se
limita aqu e xclusivamente al sentido de neurtico. En
Algunos tipos de caracteres descubiertos en la labor psi-
coana/tica (1915) estudia ,l as excepciones: los que fracasan
ante el xito y los criminales por sentimiento de culpabi-
lidad exclusivamente por referencia a la e conoma edpi-
ca, superyoica, geni tal ;y castradora, o sea, a la linea neu-
rtica. En el Final del Edipo, S. Freud (1923) llega a de-
olarar que lo que distingue lo nonnal de lo patolgico
reside en la desaparicin o no del complejo de Edipo; di.
cho de otra manera, rehusa la categoria de nonnalidad
a toda estructura no neurtica e incluso, al parecer, a
una estructura neurtica en la que la represin del Edipo
hubiese actuado slo de manera parcial. Exige la desapa-
ricin completa del complejo. En sus Tipos libidinales
(1931), finalmente, trata de cubrir la dis tancia que su-
pues tamente existe entre lo nonnal y lo patolgico. me-
diante la distincin de tres Ilipos bsicos: el ertico, el
narcisista y el obsesivo, que se combinaran habitualmente
en sub-tipos : ertico-ohsesivo, e r6ti~narcisista y narci-
sista-obsesivo; el tipo terico er tco-obsesivo-narcisista
representara, segn FREUID, la absoluta normalidad, la
armona ideal. Pero aparentemente FREUD se deja atra-
par por el engao de la universalidad de .las apelaciones
neurticas. , ya que si bien sus pertinentes descripciones
del obsesivo y d el narcisista-obsesivo corresponden acerta-
damente a economas de neurosis obsesiva, IY el tipo er-
tico a economas neurticas histricas, parecera que bajo
la cobertura del tipo ertico-narcisista, ms que neurosis
describe estados lmites; bajo la cobertura del tipo nar-
cisista, caracteriales logrados ; y finalmente prepsicticos
bajo la cobertura del tipo erllico-obsesivo (en este caso
el acento recae sobre las defensas antipsicticas ms que
sobre las incertidumbres del Yo).
En este ltimo artculo, ms tardo dentro del conjunto
de su obra y que avanza ms !profundamente en la bs-
queda de los elementos dialcticos entre nonnalidad y
patologia, S. FREUD trata de ir lo ms lejos posible en
el reconocimiento de fenmenos no patolgicos que im-
pliquen sin embargo inflexianes paniculares en el modo
de inversin de ia libido en cada tipo descrito. Pero FREUD

41
se halla prisionero de su gran descubrimiento: la econo-
ma gental cdpica y neurtica. a la que reduce, por cierto
que con algo de insa ti sracC'in. la mayor parte de s us otrd.S
descripciones clnicas.
Efectivamente, antes de FREUD los humanos se divi-
dan habitualmente en dos grandes categoras psquicas:
los nonnalcs y los enfennos mentales (entre Jos que se
incluan en bloque los neurticos .y los psicticos). El
gran mrito de FREUD consi ste en haber demostrado
mediante sus trabajos revolucionarios sobre la economa
neurtica que no cX!ista ninguna solucin de continuidad
entre ciertos funcionamientos mentales considerados nor-
males y el funcionamiento mental considerado neurti-
co. Todos los grados existen y ]os mecanismos siguC!n
s iendo, en el fondo , los mismos; slo difieren, en mayor
o menor medida, la adecuacin y ola flexibilidad del juego
de esos mecanismos. Infortunadamente, S. FREUD no se
aventura mucho ms all del terreno neurtico. Describe
como neurosis un indiscutible estado Hmite como el de
el hombre de los lobos. (1918), y conocemos su renuncia a
abordar a los ps icticos, sus vacilaciones en la discusin
de los da tos nosolgicos que concernan al Presidente
SCHREBER (1911).
Si bien al final de su vida escribi, en Compendio de
psicoanlisis (1940) , que era imposible "establecer" cien-
tficament e Ulla ln ea de d emarcaci n entre estados nor-
males y anormales., S. FREUD, como todos aquellos que
de manera ms o menos inequvoca han permanecido fi
jados exclusivamente en las posiciones de su poca, pen36
durante mucho tiempo que la divisin no se planteaba
entre normales por una parte 'y enfermos (neurticos o
psicticos reunidos) por otra, sino, entre neurticos y
normales (que corresponden a los mismos mecanismos
conflictualcs y defensivos), por una parte, y por otra el
gtUpo de los no nonnales, que abarca todo el resto; ese
resto al que se alude de manera imprecisa con la deno-
minacin de psicticos y prepsic6ticos diversos, o bien
ms diversificados en psicosis concretas. pero tambin
en estados lmites, caracteriales. perversos, etc.
Me propongo ir an ms lejos : parto del punto de
vista de que es posible distinguir, por una parte, las
estructuras autnticas, slidas, fijas y def.initivas (psic-

42
ticas o neurticas) y por olra las organizaciones interme-
diarias (estados lmites) menos especificadas de manera
duradera ry que -pueden originar disposiciones ms esta-
bles (enfermedades caracteriales o penlersiones).
En lo que concierne al primer grupo, podemos con,i-
derar que existen tantos trminos de trancisin entre
normalidad. y psicosis descompensada en la lnea es-
tructural fija psictica como entre normalidad )) y neu-
rosis descompensada en la lnea estructural fija neurti
ca. Por el contrario, en lo que concierne al segundo grupo
definido como i-n tennediario, veremos enseguida que es
difcil considerar una real normalidad, debido a la in-
teIVencin de enonnes contra-inversiones energticas an-
ti depresivas y permanentes (justamente, en razn de la
precariedad de la adaptacin a las realidades internas y
externas) y de la ;nestabilidad profunda de tales organiza-
ciones, que no estn realmente estructuradas en el sentido
definitivo y pleno del trmino.
As pues, resenlaramos la nocin de . normalidad . a
un estado de adecuacin funcional feliz solamen te en el
interior de una estructura fija, ya sea neurtica o psic-
tica, en tanto que la patologa correspondera a una rup-
tura del equilibrio dentro de la misma lnea estructura,.
Nos parece til un ejemplo cHnico:

Ob . n. 2

Georges tiene 42 aos. &. director de un Liceo. No sabe-


mos casi nada de su primera infancia, que dice recordar
muy poco y sobre la que no desea hablar. Qued hurfa..
no de madre y luego, muy pronto, de padre. Le adopt
entonces una familia amiga de sus padres, conducida por
una mujer autoritaria, rgida y 'POco afectiva.
Muy bien educado en el plano funcional, realiz estu-
dios altamente satisfactorios. Se revel como un adoles-
cente bastante precoz en el plano intelectual, como un
estudiante meticuloso, y luego como un docente muy
atento y racional. Sus cualidades de precisin, orden y
razonamiento terico, su sentido de la autoridad, el de-
recho y el mtodo le valieron un rpido avance adminis_
trativo a pesar de algunas asperezas en 'l as relaciones con
sus alumnos o colegas.

43
A los veinticinco aos se cas con una mujer de la
misma edad. Tambin docente, igualmente autoritaria y
bastante rfgida. Tuvieron dos hijos que parecen gozar de
buena salud, pero que muy pronto fueron colocados en
pupilaje a cierta distancia -p or su bien aparente y ra-
aiona!.
La pareja evolucion en grupos de investigacin pro-
fesional e incluso filosfica bastante audaces (pero sin
dejar de ser especficamente burgueses), 'Y a menudo ocu-
p sus noches, sus domingos y sus momentos 'bres con
el pretexto de reuniones o de cursillos diversos orientados
hacia tcnicas, p osiciones o ideas cuidadosamente selec-
cionadas de manera tal que se opusieran siempre al pen-
samiento comn de los colegas del mismo establecimiento.
Podrfamos ver a Georges como un ejemplo de sujeto
origina}., es cierto, pero de apariencia normal. bien adap-
tado a sus realidades internas y externas. Los principooes
mecanismos de defensa que hemos adelantado hasta aho-
ra pueden considerarse de tipo obsesivo.
Pero he aqu que, durante una sesin de -dinmica de
gruPo' organizada por su Academia, George es el sujeto
de ms edad y de mayor jerarqua del grupo en el que
participa. El animador, conocido por su ambivooencia
respecto de la Universidad, disfruta en cierta medida al
verlo vacilar en sus argumentos, aunque l e cree capaz de
defenderse. El moderador, an mucho ms custico con
respecto a la autoridad y deseoso de complacer a los agre-
sivos, se abstiene de intervenir. As es como George reci-
be sin ninguna precaucin particular (ni preparacin, des-
de luego), toda la descarga agresiva del grupo. Inmediata-
mente se siente presa de un malestar interno, y no sabe
ya con dlaridad quin es, dnde est, ni qu hace. Huve
de la sesin, y, muy excitado, recorre la pequea ciudad
en que sta se desarrolla. creyndose perseguido por cual-
quiera que use uniforme.
Cuando oe requieren los servicios de un mdico inter-
viene un amigo que reside en los alrededores: lleva a
Georges a su casa, y lo confa a un psiquiatra conocido
que ordena reposo al paciente, lo atiende primero con
medicamentos y sedantes, y luego lo enva a un psicoa-
nali,;ta.

44
Actualmente, Georges evoluciona bien. Ha retomado
todas sus actividades profesionales, pero sus relaciones
sociales han mejorado, y sus aspectos reivindicativos ~e
han corregido.
S in embargo, se tra1a s in ninguna duda de una estruc.
tura psictica; el tratamiento analtico ha identificado
transferencia fusional, angustia de fraccionamiento, e im-
portantes negaciones de la realidad. Esta estructura, hasta
entonces no descompensada y que haba permanecido en
los lmites de una indiscutible normalidad, ha esta-
nado repentinamente ante una agresin externa dema-
siado poderosa en relacin con las defensas ha bi tual~s
del sujeto. Esta circunstancia ha originado la desperso-
nalizacin y el delirio. Georges ha pasado del estado nor-
mal al estado patolgico sin que su estructura pn,.
funda varie. Las defensas de modo obsesivo han cedid::>
momentneamente ante la intensidad de la agresin prac-
ticada por lo real; y le ha resultado imposible negarlo,
porque las anulaciones obsesivas de las representacioD(,,::;
pulsionales ya no resultaban suficientes. De esta manera,
Georges se ha transfonnado en un enfermo, sin cambiar
la forma estructural de su Yo. Se ha curado. despus sin
variar el estado profundo del Yo, y por lo tanto su lnea
estructural, gracias a un tratamiento que penniti el res-
tablecimiento de defensas ms adecuadas, sin modificar
sin embargo su modo de organizacin mental subyacente.

3. LA .NORMALIDAD. PATOLOGICA

Hemos visto la posibilidad de considerar por una par-


te cierta normalidad y por otra las manifestaciones pa-
tolgicas, en funcin de un modo de estructuracin fijo
y preciso.
Pero las cosas parecen complicarse un poco cuando
nos vemos en la necesidad de describir las personalidades
llamadas pseudo-normales, y que no corresponden justa-
mente a una estructura estable ni definitiva, tal como ocu-
rra cuando nos referamos a las estructuras de la lnea
neurtica o de la lnea psictica. En el interior de e stas
ltimas lneas, bien definidas en <su evolucin, los sujetos

45
se defienden de la descompensacin por medio de una
adaptacin que atae tanto a su propia economa como
a Jos diferen tes factores de originalidad: como veremo&
ms tarde, esa adaptacin provee a sus comportamientos
relacionales de elementos singulares que constituyen sim
pies rasgos de carcter lO. Por el contrario, las personali-
dades pseudo nonnales . no se hallan as estructuradas
en el sentido neurtico ni en el 'psictico, sino que se
constituyen, a veces de manera bastante duradera aunque
siempre precaria. segn diversos mecanismos, no muy
originales, que obligan a esos sujetos a jugar el rol de
la gente nonnah, e incluso a veces al hipemonnal . ms
que al original, con tal de no descompensarse en la depre-
sin. Se trata, de alguna manera, de una necesidad protec-
tora de hipomana pennanente. Volver a referinne a
ello a propsito de los estados lmites y de las neurosis
de carcter en particular. Pero el sentido comn detecta
fcilmente, luego de un cierto tiempo de exitosa super-
chera iJ en oircunstancias sociolgicas diversas, a esos
lderes de escasos recursos constructivos, a los cuales
otras tantas peI"ionas decepcionadas lllarcis'sticamente!:e
aferran durante el tiempo ms O menos prolongado de
una ilusin. Esos personajes luchan con ardor, en nombre
de un ideal o un inters cualquiera ms o menos ideali-
zado, simplemente contra su inmadurez estructural y sus
frustraciones, y contra l a depresin, cuyo peligro no con-
siguen sin embargo aventar definitivamente. Incluso son
a veces, y de manera pasajera. verdaderos egeLiecitos
para su familia, 5U barrio o su pueblo, o bien para su me-
dio de vida o de trabajo, en tanto su hipoman(a pueda co-
rresponder a las necesidades narcisistas del contexto :'0-
cial. Pero no resisten una prueba duradera de confront3-
cin con los otros o con lo real.
Tendr ocasin de precisar nuevamente. a _propsito
de la nocin de eestructura., que en psicopatologa no po-
demos confundir los diversos modos de funcionamiento
mental remitindonos slo a sus aspectos fenomenolgicos
y supemciales. Corresponde oponer las verdaderas estruc-
turas (neurticas o psicticas con o sin jerarqua patoJe.>
gica) a las simples organizaciones, menos slida-s y que lu-
chan en todo momento contra la depresin mediante di-
vensas artimaas caracteriales o psicoptdcas que superan

46
el marco de lo que hemos definido anteriormente como
adecuado a los parmetros de <normalidad, es decir, de
adaptacin econmica interna a la realidad Intima del
sujeto.
Las verdaderas estructuras no originan personalidad"s
I\'pseudo nonnales pero, segn peIntanezcan o no libres
de rupturas patolgicas, pueden conducir alternativamente
a los que de~inimos, con CANGUILHEM, como estad,)5
sucesivos de adaptacin, desadaptacin, readaptacin, etc.
Por el contrario, las simples organizaciones se com-
portan de manera muy diferente: en caso de traumatismo
afectivo ms o menos agudo, esas or.ganizaciones pueden,
(en la mayora de los casos) o bien hundil'Se en la depre
sin, o bien evolucionar hacia una estructuracin ms
slida y ms definitiva de tipo neurtico o psictico. Per~
con excepcin de tales accidentes afectivos, Su estado co-
rriente no puede denominarse enonna}. sin restricciones,
ya que parece corresponder a una defensa energtica ps
quica mucho ms importante y mucho ms costosa en el
plano de las contrainversiones necesarias para apaciguar
el narcisismo.
Efeotivamente, esta clase de organizacin no se bene
ticia ni de la categora neurtica de los conflictos entle
el Superyo y las .p ulsiones, con todos los compromisos
estables posibles, ni, como en la lnea psictica, de una
operacin de laInnacin del Yo que aporta tambin una
relativa estabilidad. En nuestras organizaciones lmites,
comprobamos una lucha incesante para mantener en un
anaclitismo obsesivo la segur-idad narcisista que cubra
los permanentes riesgos depresivos. Tales exigencias nar-
cisistas obligan al estado lmite, a las diversas afecciones
caracteriales o al perverso a mantener la religin de un
Ideal del Yo que induce a ritos de comportamiento muy
por encima de los medios libidinales y objetales realmen-
te disponibles al nivel de la realidad del Yo. Ello conduce
al sujeto simultneamente a imitar a los pel'Sonajes idea-
les prototipos de .normalidad en el plano selectivo, y
tambin a imitar a los personajes que representan el por
centaje ms elevado cuantitativamente de casos semejan-
tes entre s en el grupo cultural al que aspira.
Nos hallamos pues muy cerca del modo de funcion.!
miento mental que D. W. WINNICOTT (1969) designa bao

47
jo los nombres de . Self artificial, o de -falso Self., y
que describe como organizaciones de defensas ms efi-
caces contra la depresin. Nos hallamos tambin muy cerca
de lo que, como consecuencia de la filosofa alemana de
la -Als Ob. (con E. VAIHINGER), H. DEUTSCH (1934)
ha definido bajo el trmino de personalidades -as if .
Esas descripciones de un carcter simili o ~como si
alcanzaron cierta celebridad porque corrsponden a una
realidad clnica frecuente y poco sealada hasta entonces,
pero tambin debemos reconocer que parte de su xito
proviene de la carencia de referencias ms precisas a una
organizacin econmica profunda, distinta de la economa
estrictamente neurtica, lo que no inquieta demasiado a
los espritus analticos defensivamente aferrados a la or-
todoxia del dogma (atribudo a S . FREUD) de la infalibi-
lidad organizadora del Edipo.
El estudio presentado por H. DEUTSCH es igualmente
interesante en el plano descriptivo: hiperactvidad reac-
cional, apego a los objetos externos !f a los pensamientos
del grupo, con dependencia afectiva pero sin permitirse
sin embargo una desinversin objetual seria, gran labili
dad ante los conflictos exteriores, pobreza afootiva y poca
originalidad, dada la movilidad de sus inversiones y su
nivel superficial.
C. DAVID (1972) ha descrito variadas formas clnicas
en el seno de tales actitudes, y ha acentuado la tendencia
a swnatizar, los elementos caracteriales, la sobrevaloriza...
cin de la accin, el aspecto patolgico no aparente del
narcisismo (Super-yo formalista, Ideal del Yo sdico, ne-
cesidad del xito a cualquier precio), la necesidad de hi-
peradaptacin a la realidad (estimulada por la sociedad),
el aspecto en realidad carencial de la adaptacin (con un
nico objetivo), la abrasin de las pulsiones, la angustia
subyacente y el aspecto artificial de las aparentes subli-
maciones. En sntesis, C. DAVID piensa que los dos fun-
damentos principales de esos pseudononnales . estn cons.
tituidos por la debilidad narcisista Ij el fracaso de ia
reparticin entre inversiones narcisistas y objetales.
Me parece que ,l a siguiente observacin clnica corres-
ponde particularmente a este tipo de descripcin:

48
Ob. n." 3
Cuando tuve conocimiento del caso de Julien, ste aca.
baba de cumplir 50 aos. Hijo de un artesano modesto
y anodruo y de una madre estpida, pretenciosa, inquie-
tante, Julien fue educado en el odio a los ricos, en el temor
y a la vez la devocin con respecto a la gente de buena
situacin, en la admiracin tanto del to canuigo (que
ha llegado a ser -aJ.guien. ) como del h ermano mayor que
haba contrado matrimonio con la hija del pastelero a
quien serva de aprendiz. Al igual que ese hermano mayor
~ las dos hennanas, Julien comienza a trabajar muy prono
to con un comerciante de la regin. Al mismo tiempo, y
siguiendo los consejos de un camarada mayor que l, se
las arregla para seguir cursos nocturnos y preparar un
diploma de contabilidad que le permite, gracias a la re-
comendacin del padre de ese compaero, entrar en un
banco. Dado que es joven, soltero, no tiene muchas ocu
paciones, es tan idealista como agresivo y no le gusta es-
tar solo por las noches, se convierte rpidamente en el
-delegado. de sus colegas para todas las tareas ,p arapro-
fesionales a las que los otros empleados no estn dspues
tos a consagrar 5 U tiempo libre. Milita en un medio sin
dicalista tan violento verbalmente como conservador en
sus opciones latentes. Esta actuacin le hace posible en
tablar relaciones simpticas y tranquilizadoras con seCo
tores diversos y ganar fcilmente tanto los sufragios de
sus colegas como la complicidad tcita de sus directores.
Siempre en accin, en lucha (verbal), en discursos, des-
plazamientos, conferencias o negociaciones, recoge la ad
miracin de toda su familia, incluso el tio y el hermano
mayor antes envidiados. Poco a poco consigue hacerse de
un nombre en los peridcos locales, ayudado por aad
dure por algunas libaciones en los cafs instalados frente
a las salas de redaccin y que por ello permanecen abier
tos hasta altas horas de la noche.
De manera que se convierte en consejero de esto, de
legado de aquello, entra luego a la municipalidad y ms
tarde al consejo general; finalmente, gracias a un escru
tinio que oscila entre un canddato saliente demasiado
desgastado en cuanto a su persona, y un adversario dema
siado marcado en cuanto a sus ideas, JuHen llega a cole>-

49
carse en una posicin tranqu.ilizadora que le favorece en
la primera vuelta y en la segunda le asegura una confor-
table mayora.
y es as como llega a ser dipu'tado por una circuns~
cripcin oscura, p ero donde organiza tan bien su propa-
ganda personal que ningn partido importante se atreve
a inquietarle. Se habla del , feudo . de Julien. Todos lle-
gan a acuerdos con l, nadie se le opone ...
No puede quedarse quieto. La mujer con la que se
haba casado por azar en el curso de su ascensin social,
al detenerse por un momento en uno de los peldaos (del
que ni siquiera se acuerda), contina educando modesta-
mente a sus tres hijos y distribuyendo su tiempo entre
las tareas domsticas, los llamados telefnicos (.No, el
seor Julien no est aqu, tramadle el sbado al Ayunta-
miento), y el caf que bebe sobre el hule de la cocina
con vecinas vulgares.
Julien vive en Pars con su (Csecretarialt, viuda de un
amigo de Julien, antiguo militante de los primeros dlas,
quien tras las huellas de Julien y sus colegas se ha rea-
daptado a los restaurantes prdigos, los teatros del Boule-
vard y los deshabills ". vaporosos.
Puede haber un hombre ms feliz que Julien? A quin
podrfa declararse ms normal, ms logrado?
Ahora bien, he aqu que un maremoto de apariencia
poltica pero con races ms profundas barre a quienes
no han sabido comprometerse lo bastante pronto en un
sentido o en otro. Julien no es reelegido, a pesar de su>
esfuerzos de ltima hora y las promesas fastidiadas de
sus amigos. cada vez menos calurosos. Pierde al mismo
tiempo a su amante, que es ahora la csecrl!taria de uno
de sus antiguos colegas. ya que :supo reconsiderar a tiem-
po sus opciones y reelegir framente una nueva etiqueta de
moda.
Debe regresar a su regin, junto a su esposa anodina,
retomar un empleo. Cul? La gente lo mira con una pe-
nosa irona. Hasta sus hijos le agreden can un desprecio
que l no puede soportar.
Julien se derrumba. Se angustia, siente disgusto por
s mismo, no come y adelgaza. Se altera su sueo y su
pulso se acelera. No le encuentran nada mdicamente 01)-
jctable, pe ro de todas maneras lo internan en una d-

so
ruca. Sin xito. La depresin va en aumento. Una noche
corre la noticia de que se ha matado en su automvil. Los
restimonios coinciden: Julien se ha arrojado prctica
mente contra un rbol al volver a su casa luego de que
un amigo rehusara asociarse con l en una empresa co-
mercial con la que esperaba volver a eII\Prender (bajo la
proteccin de ese amigo) un nuevo ascenso social.
Evidentemente, Julien no era un psictico. Pero tam-
poco habla llegado nunca a constituir una verdadera es-
tructura neurtica, edlpica o genital. Haba permanecido
bloqueado entre esas dos lneas, en una situacin bastan!>!
inestable. Tenia necesidad de ocultar su inmadurez afec-
tiva bajo la cobertura de un xito social brillante y con-
tinuamente renovado. Al mismo tiempo disimulaba su
dbil potencia genital bajo agresiones verbales compen-
satorias. El episodio con su amante cons1itula ms un
aspecto exterior de triunfo social y de pseudo-sexualidad
que una verdadera inversin genital adulta.
Si no hubiera debido enfrentarse repentinamente con
una herida narcisista inesperada, ante la cual se encono
tr demasiado desprovisto, Julien hubiera podido seguir
bien adaptado durante mucho tiempo. Se enferm cuando
su decoro narcisista cedi y cuando la pobreza de sus
intercambios afectivos dej de ser disimulable por los
mecanismos utilizados hasta entonces.
En este momento crucial, Julien fue incapaz de encono
trar otros medios de .p lantear el cambio, y I)'a no estaba
en condiciones de dar solo el paso que le hubiese condu
cido " una mayor I9nceridad para consigo mismo.
Si los mdicos que le buscaron en vano una enferme-
dad orgnica hubieran descubierto la inmensa angustia
afectiva oculta detrs de su perturbacin corporal y le
hubiesen tratado o hecho tratar en psicoterapia, Julien
no hubiera tenido ninguna necesidad de desaparecer. Sin
ninguna duda, gracias a sus grandes cualidades y a su
energa, hubiera podido reencontrar por si mismo orien
taciones nuevas - y ms estables- de realizacin de sus
necesidades afectivas reales, que no tenan nada de re-
prochable ni de especialmente espantoso.
Pero el interrogante sigue abierto: en su etapa de xi-
tos, es decir, en el momento del logro de sus contrainver-
siones costosas, narcisistas y antidepresivas (1)' no de una

51
adaptacin a una estructura estable), caba considerar
que Julien res:ponda al concepto de _nonnalidad.? El
precio con que pagaba sobre el plano energtico la nece-
sidad de sentirse reconocido como nonnah a los ojos
de sus instancias ideales y a los de la mayor cantidad de
sus semejantes -un precio, por otra parte, tan elevado
en e l plano de- las contrainversiones-, puede colocarse
dentro de los lmites considerados nannales? La pobre-
za de sus inversiones objeta!les, ,l a precariedad del poten-
cial adaptativo de sus defensas, as como las inhibiciones
referidas a sus satisfacciones libidinales, se mantienen en
el registro de 10 normal ? En algn momento de -su vi-
da, realiz Julien una organizacin afectiva centrada so-.
bre sus ori.ginalidades y necesidades propias, en lugar de
considerar exclusivamente la imagen que ofreca a la ma-
yora de los dems y que ,;e ofreca a s mismo en el
plano de las exigencias ideales que ahogaban sus deseos
'J necesidades econmicas profundas?
La necesidad, experimentada como narcisistamente esen-
cial, de conformarse a un ideal o a una mayora del _gru-
po-que-tranquiliZ3 1)1, es un Slntoma de nonnalidad?
D_ ANZIEU (1969) piensa que en los grupos es posible
detenninar la inercia inherente a la naturaleza de cada
individuo, a sus comportamientos adaptativos o no ante
una transfonnacin de los hbitos, los conocimientos o
los mtodos empleados hasta entonces. La ansiedad en-
gendrada se opone frecuentemente a la adaptacin. La au-
torregulacin interna necesaria ante los movimientos del
grupo slc puede obtenerse gracias a las posibilidades
adaptivas personales de cada uno de los miembros, te-
niendo en cuenta las actitudes y las motivaciones indivi-
duales como modo de comunicacin de su potencial de
movilidad.
C. CHlLAND (1971) confirma que no encuentra en el
nifto estructura nonna}., y que frecuentemente ,l os nios

1. Sin duda el valor subyacente permanece liJado al registro familIar,


pero la repeticin social puede muy bien distanCIarse de la .mayora_ de
un conjunto demasiado importante para buscar tranquilidad en la .mayoria_
de un Iilrupo ms reducido, particularmente si este ltimo grupo se sihia
en posicin _anti_ en relacin con el conjunto. Asf se puede satisfacer (el
mtonos en parte) simultneamente a la defensd, es decir, la necesidad de
seltundad en el grupo e1esido (incluso el ms pequefio), imagen de la fa-
m.ilia ideal. y la tendencia, es decir, el deseo de agredir al grupo grande,
imagen de la familia oprimente.

52
que van mejor. tienen una estructura profunda de tipo
neurtico.
Como lo sealaba C. DAVID (1972), conviene recordar
el consejo de Henri MICHAUX: No te apresures en la
adaptacin, guarda siempre reservas de inadaptacin.
Tenemos derecho a plantear un segundo problema que
conjugue al mismo tiempo los criterios ms autnticos
en el plano de las realidades ntimas y la consideracin
de relaciones ms diversificadas y menos angustiadas con
la realidad externa? La normalidad . no es fundamental-
mente inquietarse por el cmo hacen los otros?, sino
simplemente buscar a lo largo de toda la existencia, sin
demasiada angws,t ia ni demasiada vergenza, la mejor ma-
nera de manejar los conflictos con los dems y los con-
flictos personales, sin alienar sin embargo ni el propio
potencial creador ni las necesidades ntimas.

4. NORMALIDAD. y STANDARIZACION

Corresponde que nos preguntemos cmo puede esta-


blecerse la patogenia d.e l comportamiento .pseudo-nor-
mal>, demasiado centrado a la vez sobre un ideal y sobre
una mayora.
Tambin tenemos derecho a plantearnos una segunda
pregunta que, a pesar de las apariencias, se vincula es-
treohamenle con la primera: en nuestros das, y en rol-
cin de diversos factores actuales, no tiende el individuo
ms hacia lo standard. que hacia lo norma!>?
En efecto, en un momento en el que el mercado co-
mercial reemplaza poco a poco los antiguos productos
artesanales, a veces excelentes y otras muy inconstantes,
por artculos standarizados (alimentacin, artculos del
hogar, amoblamiento, construccin, etc.), cuyos atributos
son sin duda inferiores al refinamiento, pero sin embargo,
y en general, superiores a la mediocridad, no seria sor-
prendente observar que paralelamente, el ser humano se
sacrificara a la misma necesidad de seguridad, de confor-
midad, de poli valencia mal diferenciada en SU propia uti-
lizacin de s mismo.
Creo que un libro rooiente de B. BETTELHEIM (1971),
Les enfanls du reve, parece m,,&, indicado para propordo-

53
narnos elementos que nos penni tan responder a esas dos
preguntas. Y al mismo tiempo, el texto citado nos invita-
rla a reflexionar sobre las consecuencias de una evolucin
que tambin puede producirse entre nosotros y que tiende
a reducir sensiblemente los limites inferiores y superiores
de la gama de posibilidades de maduracin afectiva de las
individualidades en un grupo educativo standarizado.
La obra de B. BETIELHEIM ap arece como un verda-
dero estudio experimental de la gnesis de la pseudonor-
malidad. en un medio contemporneo natural. aunque en-
teramente compuesto a partir de elementos artificiales
(tanto doctrinales como coyunturales), que ciertamente
no hallan su origen exclusivamente en el azar, y que no
tenemos la intencin de juzgar. AlU podemos discernir
una anticipacin " una simple caricatura de lo que co-
mienza a darse en algunos de nuestros nuevos conjuntos
&lburbanos'.
L a experiencia se desarrolla en los kibutz de Israel.
Se trata de padres trasplantados pero que han elegido
libremente intentar la experiencia de un nuevo modo de
vida. El kibLrtz. en tanto que organizacin comunitaria
lograda, ejerce un control completo sobre la vida de sus
miembros, desde el momento de su nacimiento. A cam-
bio, les asegura proteccin y se hace cargo de ellos total-
mente. La educacin se desarrolla en una forma comu-
nitaria absoluta que resta toda iniciativa a -Jos padres
pero les evita tambin todo error,2 toda fuente de
frustraoin o conflicto familiar. Separados de su madre
desde el quinto da, y destetados a los diez meses , los ni-
fos del kibutz llegan a la adolescencia en un m edio am-
biente en el que sus compaeros revisten mucha ms
importancia para su desarrollo afectivo que cua1qui~r
adulto. Los grupos de vida son mixtos: chicos y chicas
conviven plenamente, tanto en los dormitorios como en
los servicios, pero toda manifestacin sexual les est to-
talmente prohibida hasta que salgan del kibutz, a la edad

1. Desgraciadamente, las cosas se nos presentaron, en d pla no experi


mental . de manera mucho menos asptica . en razn de la persistencia. su-
mada a condiciones nuevas . de infraestructuras socioculturales vetustas q'Je
perturban los datos del estudio de las consecuencias de los factores de
adQuisicin ms reci~n te .
2. Al menos, todo error podria ser imputado, apres coup, a los padre ...

54
de 18 aos, que es cuando se ;nicia el servkio militar
para los dos sexos.
Los testimonios, acerca de los cuales no tenemos nin-
guna razn para alimentar sospechas, concuerdan en la
comprobacin de que este sistema no engendra ni droga
dictos, ni delincuentes, y muy pocos nios cuya afectividad
se vea perturbada camcterial o precozmente en un grado
importante.
Las conc1usiones de una encuesta realizada a escala
nacional en lorael, y referida al nivel escolar de los nios
de los kibutz, revelan logros absolutamente medios, con
tan pocos resultados superiores como deficientes. B. BET-
TELHEIM (1971) piensa que la influencia reveladora del
kibutz parece haber mantenido en un nivel medio deco-
roso a los alumnos (podemos deducirlo por la alta perfor-
mance general) que tenlan potencial suficiente como .p ara
contarse entre los mejores. De 'Ia misma manera, ha ope-
rado una nivelacin hacia arriba en el caso de los menos
dotados. Una vez ms parece que el sistema de educacin
favorece los resulJtados medios, o, dicho de otra mane-
ra, al grupo.
En el plano genital, el kibutz adopta una posicin bas-
tanb puritana, no por condenar la sexualidad en si y por
principio, sino por mostrar continuamente al joven que
una realizacin demasiado precoz de sus deseos en ese
plano necesariamente ,perjudica energticamente o afecd
varoente al grupo, If B. BETTELHEIM recanoce que el
mensaje que el joven recibe es que tener relaciones se-
xuales est mal. Los nios del kibutz experimentan en
numerosos terrenos una libertad mucho mayor que los
otros nios de su edad, en particular en la educacin del
aseo personal, pero B. BETTELHEIM est-ma que sufren
una mayor inhibicin en todo lo que concierne a la sexua-
lidad. Por otra parte, debemos sealar que la vergenza
(ascendencia narcisista) juega un rol mucho ms activo
en relacin con el grupo, en las descripciones propuestas,
que la culpabilidad (ascendencia edpica y genital) con
respecto a los padres o a sus sustitutos.
Por ltimo, merece destacarse un ltimo punto refe-
rido al comportamiento militar de los habitantes de los
kibutz: B. BETTELHEIM piensa que juntos, pueden
sentirlo todo, hace rlo todo, serlo todo; librados a s mis-

55
mos, parecen muy poco capaces . Durante los perodos
de guerra lucharon muy valientemente, no cabe duda; sin
embargo, el porcentaje anorma'mente elevado de prdi
das en sus filas atrajo la atencin del estado mayor israe
l, que consider que comparados con s us camaradas de
otros origenes estos jvenes carecan de juicio r de fle
",ibilidad, de capacidad de adaptacin a las situaciones
imprevistas y cambiantes.
Lo que podemos extraer de este notable estudio nos
perm;te refutar fcilmente los temores de patologa colec-
tiva o sistemticamente individual en el interior del kibutz.
Pero no podemos dejar de asociar, en muchos terrenos,
el funcionamiento mental del kibutz con la organizacin
psquica de tipo anacltico no descompensada que hemos
descrito extensamente en el curso de otros captulos del
presente trabajo. Como lo testimonia B. BETTELHEIM,
entre los nios del kibutz no se da el alto porcentaje de
procesos psicopticos ms o menos precoces que invade
nuestros consultoDos o nuestros servicios hospitalarios
de paidopsiqui3!!ria. Sin duda entre los nios en cuestin
deben hallarse algunos sub-equipamientos afectivos o sen-
sorio-motores notables, pero podemos suponer que incluso
en esos casos (y con mayor razn en los casos de muy
buen equipo hereditario) la ausenoia precoz de los padres,
y de la madre en particular, y ms tarde su sustitucin
por una nurse colectiva neUllra, competente y standard.,
no permite que en torno del nio pequeo se constituya
la trada previa al establecimiento precoz de una estruc-
turacin psict ica: dficit personal + frustraciones muy
precoces + toxicidad materna'l importante y prolongada.
M. faltar automticamente los dos ltimos factores, no nos
sorprende que el pequeo educado en un kibutz tenga muy
pocas oportunidades de convertirse en psictico.
Sin embargo, la situacin de absoluto apuntalamiento
en el seno del -grupo que le s,;ta en un estadio de aparente
normalidad mucho ms tempranamente que los otros
nios, ha de jugar, sobre el terreno de la evolucin edpica
ulterior, en su contra, para mantenerle en una relacin de
objeto de modo anacltico bastante estrecha que dificulta
el acceso a una dialctica triaIlc,oular genital. Esto e~ lo
que ha comprobado y descrito B. BETTELHEIM (1971);

56
y es lo que encontramos en nuestras organizaciones lmi-
tes.
La normalidad. de tales sujetos corresponde, en el
plano de la organizacin afectiva interna, a la necesidad
de restablecer continuamente, ,p or medio del apoyo en el
otro, un narcisismo que enfrenta pennanentemente el peli-
gro de debilitamiento, tanto si tiende a convertirse en
objeto sexual como en rival edipico,
D, ANZIEU (1971l ha mostrado cmo la situacin grupal
poda implicar el riesgo de prdida de identidad del sujeto.
A la inversa, podemos considerar que el grupo opera tam-
bin una especie de .salV3ltaje. colectivo del individuo que
tiene dificultades de identif.icacin, pero al precio del re-
nunciamiento a ciertos aspectos originales, as-{ como a la
soledad de los resultados de los procesos identi.ficatorios
individuales tales como se desarrollan habitualmente en el
sujeto que puede aceptar la responsabiJ.idad de una cierta
independencia.
Me parece que aqu se 's ita todo el problema econmico
del <pseudo-normah: haber evitado perturbaciones impor-
tantes de la infancia pero no poder acceder a un status de
adulto lo bastante slido estructuralmente como para ha-
cerle independiente en el plano de las necesidades libidl-
nales y de sus relaciones objetales; la consecuencia tpica
de esta carencia econmica se manifiesta en la sobreinver-
sin de un Ideal del Yo pueril, y su consecuencia dinmica
en la orientacin ms o menos exclusivamente narcisista
que se ofrece a las inversiones pulsionales; por otra parte,
J, B. PONTALIS (1968) estima que el grupo puede llegar
a reemplazar el objeto libidinal al convertirse l mismo en
objeto libidinal en el sentido psicoanaltico del trmino, lo
que, en nue9tra opinin, sigue siendo mucho menos inqui~
tante para el narcisismo individual, ,p ero estimula enojosa-
meme al sujeto a no buscar ms autnticos objetos libidi-
nales fuera del crculo demasiado restringido del grupo.
Ya no se favorece ,la originalidad, y podemos acaso
seguir hablando de anormalidad. en el sentido pleno del
trmino sin respeto a la originalidad?

57
5. EDIPO y NORMALIDAD

Las reflexiones precedentes conducen inevitablemente


a plantearnos una cuestin sumamente embarazosa, que
quizs corramos el riesgo de ser incapaces de responder
sin apelar. conscientemente o no, a juicios de valor o a
opciones ideales.
Si adoptamos como hiptesis de trabajo el riesgo Je
definir la normalidad como una adaptacin considerable
a los datos estructurales internos estables y exteriores
mviles, nos vemos obligados a considerar como norma-
les los comportamientos ms o menos originales de todas
las estructuras, neurticas o incluso psicticas, no des-
compensadas. Ahora bien, si aceptamos la nonnalidad-
de las estructuras psicticas bien adaptadas, seguimos
conservando la posibilidad de rehusar la etiqueta de _nor-
malidad a todo ese grupo de organizaciones antidepresivas,
anacJticas y esencialmente narcisistas, cuya superchera
en las defensas acabamos de escribir como pseudonorma-
Jidad., falso yO, personalidades como si y anaclticas
que no pueden existir fcilmente fuera de ese grupo? Ex-
ceptuando, claro est, todo episodio mrbido, una organi-
zacin de tipo estado Jmite es menos nonnal que una
estructura psictica? El hecho de que sea menos slida
parece cierto para los clnicos, pero, menos nonnal?
Los resultados de las investigaciones ms prudentes
conducen a pensar que hay, en tnninos generales, en ,las
poblaciones de nuestras ciudades, un tercio de estructur.lS
psicticas y un tercio de organizaciones ms o menos ana
clticas (Op. Cit ., C. CHILAND, 1971 , pp. 180-183).
Otras estimaciones concuerdan con la cifra de psic-
ticos pero varan en sentido descendente la cifra de los
neurticos (alrededor de un 20 % solamente) y ascenden-
te la cifra de las organizaciones intennediarias (alrededor
de un 50 %).
As que debiramos eliminar del campo de la nor-
malidad a ms de un te rcio de nuestros contemporneos.>
An ms: dado que, incluso fuera de toda opcin polti-
ca c lara y deliberada, las prximas generaciones, en fun-
cin de la inevitable evolucin socioeconmica grupal
y a la imagen del kibutz , arrontarn menos riesgos de
evoluciones psicticas, pero ms dificultades para acce

58
der a un Edipo organizador, veremos sin duda que el
porcentaje de disposiciones anaclticas aumentar de ao
en ao en una poblacin media. Habr, en consecuencia,
cada vez menos gentes nonnales?
El aspecto irnico de la cuestin no disimula sin em-
bargo la gravedad del problema: en realidad, lo que se
plantea es toda la funcin normativa de 'la organizacin
por el Edipo; no simplemente el conocimiento o el reco-
nocimiento de una vivencia edpica en el inconsciente,
sino la estructuracin de la personalidad cuando se ve-
rifica el pas-aje a la posicin triangular con un objeto y
un rival sexuales plenamente investidos como tales, y las
consecuencias estructurales irreversibles que ulteriormen-
te derivan de ella.
Definida as con todo rigor, es indispensable la orOta-
nizacin por el Edipo? Podemos estimular con plena
conciencia y plena claridad sistemas educativos, polti-
cos, econmicos, sociales, incluso fHosficos, que limitaD
sin duda los riesgos de 'p sicotizacin precoz pero vuelven
aleatorio el acceso a un estadio edpico autntico?
Est comprobado que la organizacin por el Edipo
sea indispensable para una vida feliz?
,El dilema parece insoluble: debemos contentarnos
con un bueno para la mayoria, establecido a partir de
un mltiplo comn minimo situado por debajo de las
posibilidades de muchos, o JX>r el contrario, es preciso
tender hacia un lil: mejor, siendo al mismo tiempo per-
fectamente conscientes de que (como en el refrn) lo
mejor puede ser enemigo de lo liI: bueno y reservado a
algunos, los pocos que sabran y podran alcanzarlo, al
precio del sacrficio de los ms modestos en el plano de
]a organizacin psquica de base?
Apenas haba planteado yo esta cuestin en tnninos
muy pragmticos, pero sin embargo demasiado severos
para ser propuestos a las mal defi nidas presiones de las
pasiones pblicas, cuando, bajo forma aparentemente te-
rica, se despleg un feroz movimiento de multitudes que
corrian al asalto de la fortaleza edpica, fantasmtic3-
mente concebida (tal la imagen negativamente idealizada
de la Bastilla en 1789) como colmada de los inestimables
tesoros secretos del Poder, de las vctimas innumerables

59
de la Injusticia y de los ms ardientes defensores del
Capitalismo (aqu analtico).
Sera demasiado fcil dJeclarar, sin demostrarlo, que,
despus de la antip.squiatra., el an1i.edipo. se limita,
como novedad esencial, a su manera sumamente violenta
de presentar la hbil combinacin de criticas justificadas
ya muy antiguas por una parte, con errores cientficos
no menos antigu09 por otra, pero que ahora se han tras-
ladado al plano de la sociopoltica, y que por lo tanto son
ms difciles de denunciar para ,los n<>-especialistas.
Tratar de situarme a otro nivel y de mantenerme den-
tro del estricto marco de este estudio, al considerar las
reflexiones que respecto del concepto de normalidad_,
sugieren las posiciones de G. DELEUZE y F. GUATTARI
(1972), en su Anti-Edipo.
Es evidente que los psicoanalistas que pretendan ser
los freudianos ms fieles se han limitado durante mucho
tiempo al estudio y al tratamiento de los neurticos.
Tal vez en algunos casos describan o atendan bajo ese
nombre, fenmenos que distaban mucho de ser estructu-
ras autnticamente neurticas? Sin embargo, parece an
ms fastidioso pensar que la ortodoxia analtica no solfa
considerar como un slido patrn~ro. de nanualidad
sino el capital edpico. que el sujeto haba alcanzado.
Tanto en el sujeto como en el analista, la hbil manipu-
lacin del Edipo se converta en el equivalente de una
buena operacin burstil. Los valores sanos y seguros slo
podan ser edipicos.
Sin embargo, los poseedores del saber y del poder ge-
nital-edipico no ignoraban las dificultades de las organd-
zaciones mentales ms modestas, pero se sentan meno..;
equipados o menos motivados para remediarlas, en la
medida en que los normales (los a:recuperables, en
suma) slo podan contarse, en su opinin, entre los edi-
picos (<<de sangre", o arrepentidos).
Las reacciones ante estos abusos (y esta falta de pru-
dencia) no se hicieron esperar: un primer grupo de con-
testatarios se content con aprovechar aportes sociocul-
turales que ,facilitaran la imitacin; fueron los advene-
dizos a un pseudo-estadio genital, los que simplemente
se vistieron a la moda edpica, los anac1ticos del como
si ... Los aristcratas del Edipo no siempre advirtieron

60
la trampa, la alianza desdichada. La falsa genitalizacin
edpica se vivi muy a m"enudo slo como un homenaje
que se renda a la raza de los elegidos del Edipo. De un
lado y otro la complicidad se estableci sobre la base de
un orden esencial y tranquilizador que haba que man-
tener: la primaca del Edipo no podia discutirse como
criterio de normalidad . Los depresivos no han plantea-
do a G. DELEUZE y F. GUATTARI problemas ms serios
que a las freudia'nos integristas. Los corderos no inquie-
tan jams a los pastores.
Pero habamos olvidado un s egundo grupo de .desca-
rriados con relacin a esta nueva burguesa ed.p ica de
la segunda generacin freudiana: las estructuras psi~
ticas y las organizaciones pervensas. Los segundos, que
niegan ariscos -su adhesin a los verdaderos edpicos, y
los primeros, que son sinceros cuando declaran no expe-
rimentar la preeminencia de esa especie de patrn afee-
tivo-triangular, y hailarse en perfectas condiciones de
prescindir de su aspecto relacional particular, que Jos
girondinos del Edipo declaran obligatorio para acceder
a la normalidad .
En una reflexin limitada a ~os aspectos de matiz de
la nocin de normalidad, sera sin duda riesgaso dejarse
arrastrar a una querella o a una polmica cuyos sostene-
dores pennanecen en un dominio ms afectivo que cien
tfico_
Si <bien S'!lO sosteniendo mis hiptesis que proponen
una concepcin de la normalidad ligada al buen funcio-
namiento interno y externo de tal o cual estructura, al
mismo tiempo sito mis eri ten.os en total independencia
respecto de los modos especficos de estructura; dicho de
otra manera, no me preocupo a priori de saber si se trata
de una estI1lctura empica o no.
Sin embargo, fiel a mi manera de enfocar la estructu-
ra, no podria acordar .]a categora de estructura a un modo
de funcionamiento mental que no estuviera establecid'l
sobre bases suficientemente sJ,idas y constantes; por lo
tanto, deberia asumir los riesgos de recibir muchas cr-
ticas, al no reconocer una cnonnalidad_ de funcionamien-
to a las simples organizaciones frgiles e inestables de ti-
po anaclltico, tales como las he descrito en el cuadro del
tronco comn organizado. de los estados Umites. La

61
existencia de una . pseudo-nonnalidad ., defensiva pero po-
co capaz d e proporciona r seguridad, no parece plant ea r
dudas para el psicopatlogo_
La distincin se hace ms delicada cuando se trata
de acondicionamientos, ya se a de modo caracterial o de
modo perve rs o, menos frgiles que el tronco comn ",
Puede parecer sumamente peligroso rehusar ]a categori.l
de normalidad a esas organizaciones mentales, cuando
debemos tener en cuenta la presin de movimientos re
cientes de opinin que reivindican, bajo motivos mani
fiestos diversos, no slo libertades frente a loo Super.yo
individuales o colectivos molestos, sino una nonna1ida d ~
ctl'0 verdadero sentido latente constituira de hecho una
rubrica al fracaso de la madurez pulsional, tan to como
el reconocimiento de derecho de un logro objetal al sim-
ple nivel del objeto parcial, la pulsin parcial, y la re-
lacin de objeto ,parcial.
Hace un momento criticaba a Jos aristcratas del Edi-
po, Y s que una posicin de cariz liberal opuesta a la
suya, que consistiera en condenar el principio de la PrJ-
macia del Edipo y en incluir los modos perversos y carac-
teriales en el grupo de los nonnaIes . posibles, me ase-
gurara en la actuaJidad un xito fcil. Una tentacin
demaggica ms o menos consciente de no ir ms all
me ahorrara sin duda muchas dificultades frente a
Jos turbulentos del momento, si no denunciara al mismo
tiempo la ilusin econmica de la pseudo-normalidad .
en todas sus fonnas, incluso las ms sutiles y ,las ms
refinadas_ Efectivamente, el contexto socio-cuItural apa-
rece frecuentemente como cmplice, tanto por satisfac-
cin voyeurista. como por debilidad de expresin de un
Yo individual y colectivo que en el fondo nunca encuen-
tra en l provecho alguno, y en realidad no est del todo
de acuerdo con el pauperismo afec tivo de moda, sea cual
sea la fonna militante y racionalizada bajo da que ese
pauperismo se proponga al buen coraZn de los numerosos
indecisos.
La paradoja de nuestra ,p osicin sigue siendo, pues, la
de aceptar una ipOsibilidad de normalidad. tanto en las
estructuras neurticas no descompensadas como en las
estructuras psicticas no descompensadas, pero al mismo
tiempo declinar la solicitud de complicidad, el guio, que

62
nos proponen las frgiles organizaciones narcisistas in-
tennediarias .p ara ser admitidas en el mismo marco de las
cnonnales. posibles, cuya estabilidad se limitan a imitar
al precio de astucias psicopticas variadas, renovadas sin
cesar y profundamente costosas y alienantes.
Desde el mismo punto de vista, una estructura psic{r
tica no descompensada' es mucho ms verdadera, mu-
oho ms rica en potenci",1 de creatividad, mucho menos
alienada con relacin a. s misma que un frgil acondi-
cionamiento caracterial que se contenta con simular Ja
posesin de ese modo ms consistente de estructura y
que altera simultneamente una parte importante de su
originalidad, es decir, de 10 que hubiera debido constituir
una base autntica y slida de funcionamiento mental en
relacin con los matices, los intereses y las deficiencias
naturales de las realidades internas y externas bajo sus
aspectos subjetivos, elaborativos e intersubjetivos.
Igualmente, una estructura psictica no descompensa-
da sera mucho ms verdadera, y lo mismo ocurrirfa
con un acondicionamiento perverso, cuyo campo de crea
vidad, el juego pu-lsional, la paleta de las relaciones ob-
jetales, se hallen trabados por la feroz negacin defensiva
y ofensiva del sexo femenino, en medio de una rigidez de
inversiones que no .permite ningn matiz, ninguna varia-
cin, ninguna riqueza de temas fantasm ticos o de
modos relacionales del pensamiento .y la expresin.
Una estructura psictica no puede presentar la flexibi-
lidad de las economas genitales en el juego de las inver-
siones libidinales a ese nivel, pero las inversiones narci-
sistas complementarias de la estructura psictica son, sin
embargo, mucho ms flexibles en s mismas que las que
encontramos en el mismo registro de los anaclticos l
mites , caraoterjales o perversos. Esta posibi]jdad de ,mu-
taciones narcisistas variadas se refleja, por ejemplo, en
las agudezas o las creaciones artsticas propias de los

.1 . La. descompeosacin_ corresponde para mi a la ruptura del equilibrio


original que haya podido establecerse en tal acondicionamiento particular.
en el seno de una estructura estable de base. entre inversiones nardsista~
y objetales. Tal equilibriO (eo tanto no t.ay descompensacin) seria pues
tributado de dos niveles de Hmitaciones: la economfa general inducida,
por una parte, por la es tnJcturacin de base, '1 por ot.ra parte el acondlc1(>.
namiento original particular del sujeto p~lamente dicho eo el interior
mismo de su subrupo de estructura esPkffica.

63
psicticos. Mientras sigue siendo normal , el psictico
con selVa, ante una desinversin dificil de soportar, posi~
biJidades de recuperarse en otra inversin narcisista tan
brutal y total como la primera; ,l a economa anacltica ca
rece de recursos tan fcilmente intercambiables.
Por otra parte, un individuo normal puede, en cual-
quier momento. convertirse en anormal y descompen~
sarse sin que su status anterior de normalidad se vea
afectado por ello; a condicin de que no se trate de tllla
organizacin simplemente anacltica. De la misma manera,
fuera de la Irnea anaoItica todo anormal> conserva la
posibilidad de volver a ser normal. sin que el observa-
dor pueda ser considerado culpable de diagnsticos suce
sivos y en apadencia contradictorios.
En conclusin, no puedo sino renovar mi adhesin a
la hiptesis retomada por R. DIATKINE (1967), segn la
cual toda nocin de _normalidad debe entenderse inde-
pendientemente de la nocin de estructura. Me contentara
con agregar una correccin para precisar que ~os acon-
dicionamientos narcisistas de los estados intermedios na
pueden, aparentemente, construir una estructura, y por
ende, entrar en las mltiples combinaciones funcionales
de la cnonnalidad., en tanto que su Yo no se encuentre
ms slidamente establecido (paradjicamente, incluso en
un sentido psictico, con la condicin de que no haya
descompensacin).
Sin embargo, si bien es posible reconocer la indepen-
dencia de da nocin de normalidad. con relacin a la
nocin absoluta de cestructura, tambin debemos reco-
nocer la independencia de esta misma nocin de nonna~
lidad. en relacin con una idea posible de jerarqua de
las estructuras en el sentido madurativo, elaborativo y
relacional de las diferentes funciones del Yo.
Se puede ser c norma}. sin haber alcanzado el nivel
edpico, pero a condicin de haber realizado una estruc-
tura verdadera; sin embargo, la estructura de tipo edpico
debe situarse de todas maneras a un ruvel elaborativo
superior al de la organizacin estructural psictica.
Toda jerarqua estructural slo puede reposar sobre
la integl'idad de 'l as bases narcisistas de la constitucin
del Yo, la extensin de las posibilidades creadoras ,y re
lacionales, el modo principal, genital o no, parcial o total,

64
de relacin objetal, la integracin, activada o no, de las
pulsiones parciales bajo la primaca del genital, y de
las pulsiones agresivas bajo la primaca del Eros.
Tales matices son independientes de la categorla fun.
cional de nonnaUdad. en la prctica, pero en razn de
ello podemos muy bien concebir jerarquas madurativas
de normalidade$: una nonnalidad psictica. puede
parecer menos elaborada en el plano relacional que una
pseudo-nonnalidad caracteriah, por ejemplo; no' por eso
es menos cierto que el primer modo de funcionamiento
elemental corresponde a una adecuacin pusional ms
conforme a Jas necesidades reales, a un funcionamiento
bastante slido que tiene en cuenta la autenticidad de la
estructura, y que el segundo ejemplo slo puede corres-
ponder a una simple imitacin menos estable, aun cuando
el juego operacional exterior parezca ms rico en la su-
perficie.
Pero as nos alejamos del registro particular. de la
normalidad. tal como habamos intentado definir la no
cin (ante todo desde un punto de vista funcion ..l), para
entrar en el juego de la comparacin de elementos que
conciernen a otros dominios y no especficamente a la
nonnalidad.
La normalidad de un sujeto de determinada estrue-
tura no puede compararse jerrquicamente (al permane-
cer justamente sobre el plano exclusivo de la cnormali
dad) con la normalidad, forzosamente muy diferente,
de otro su jeto que corresponde a otro modo de orgam-
zacin mental.
Podemos establecer una jerarqua de las maduracio-
nes sexuales, los niveles de elaboracin de los procesos
mentales, los grados alcanzados por la fuerza del Yo, los
niveles de constitucin del Super-yo, las posibilidades de
relacin o de independencia objetal; etc. No es posible
considerar paralelamente dos organizaciones funcionales
originales que hayan alcanzado sus posibilidades de nor-
malidad., para deducir de all alguna ordenacin. Pode-
mos constatar las diferencias, pero no clasificar de acuer-
do a un rango de realizacin.
Para cerrar este captulo, quisiera tambin tranquilizar
a quienes teman que, en el esquema terico y general de
mis hi.ptesis, clasifico los comportamientos humanos en

6S
tres categoras estancas y exc1usivas de una manera de
masiado tajante, radical y sistemtica.
Creo que mis desarrollos ulteriores sobre las diferen-
cias entre, por ejemplo, los rasgos de carcter, carcte:-
neurtico y patologa del carcter servirn para preci sar
y sobre todo matizar mi pensamiento. En efecto, no se
trata de clas.ificar automticamente en un depsito inter-
medio, a modo de caos nfonnal, toda organizacin sos-
pechosa de presentar algn aspecto llamado caracterial . ,
y negar al mismo tiempo los componentes carac teriall!s
obligatorios de toda estructura autntica, !l'a sea neurtic3.
o psictica. Pero tambin es cierto que existen numerosas
deficienci as narci sistas secundarias en circuito abierto ))
-diferentes de la organizacin geni tal del funcionamiento
mental y diferentes tambin de las deficiencias narcisista.;
primarias precoces- y en circuito cerrado., que se en-
cuentran en las estructuras pskticas.
Esas organizaciones en las cuales prima ante too la
bsqueda narcisista que tiende a dominar el objeto, el
anaclitismo y la separacin del objeto son las que no
pueden, en mi opinin, entrar en el marco de la nonna-
lidad- autntica.

66
2
La nocin de estructura
de la personalidad
l. EL SENTIDO DE LOS TERMINaS

Con frecuencia resulta difcil comunicarse entre psi-


copatlogos, debido a Ja manera imprecisa y a veces equi-
voca en la que se emplean ciertos trminos que, sin em-
bargo, no plantean aparentemente problemas particulares.
Los adjetivos neurtico y psictico, por ejemplo.
Ilparecen como responsables de muchas ambigedades
latentes ..n su utilizacin corriente. Por otra pane, la
dificultad n~ proviene tanto de una incertidumbre psi
quitrica sobre las caractersticas oIigadas a da nocin d.
neurosis o a la nocin de .p sicosis, sino sobre todo de una
falta de rigor o de precisin al nivel real del plano en el
que nos situamos cuando describimos una entidad cual-
quiera para olasificarla luego como neurtica o psk-
tica . Por ejemplo, hablamos de impulso psictico. o de
defensa neurtica. y los peligros de confusin son evi-
dentes e inmediatos : un impulso brutalmente considerado
como psictico, sin prudencia ni matices, puede muy
bien corresponder a un banal incidente de des realizacin
en el seno de una estructura neurtica muy maltratada
por circunstancias dramticas exteriores o interiores; as
como una defensa designada como neurtica. puede muy
bien encontrarse en una estructura psictica.
Por lo tanto, parece necesario que nos pongamos de
acuerdo, no para crear una terminologa nueva, compli-
cada y hermtica, sino para establecer en qu sentido .p re-
ciso y limitado pueden emplearse las palabras usuales
para satisfacer a la vez las exigencias del rigor cientf\ico

67
y las certidumbres de comprcn slOn reciproca indispensa4
bIes para toda comunicacin.

A) Sintoma

Habitualmente hablamos de sntoma ps;ctico pen-


sando en los comportanlientos deli rantes, en las manifes-
taciones alucinatorias, en los fenmenos de despersonali-
zacin o en los estados de desdoblamiento de la persona-
lidad. De la misma manera, cons ideramos el sntoma
neurtico como correspondiente a una conversin hist-
rica, a un ritual obsesivo o a un comportamiento fbico.
Sin embargo, la experiencia clnica cotidiana nos h3
enseado que un episodio delirante puede muy bien no
corresponder a una organizacin profunda de naturaleza
psictica del sujeto; la gran variedad de manifestaciones
fbicas observadas tan to en nuestros .pacientes como en
el hombre de la calle nos obliga a distinguir numerosas
fobias que no tienen nada de realmen te neurtico.
Por otra parte, la importancia de los datos freudianos
citados en nuestra primera parte nos obliga a considerar
el sntoma con toda su dimensin latente iJ segn su va-
lor a la vez relativo (y no suficiente en s), relacional (con
el objeto interno) y econmico (en el juego de las pulsio-
nes y las defensas, por ejemplo, o de Ja dialctica prin-
cipio de placer-principio de realidad).
Algunos sntomas del tipo llamado neurtico' pue-
den muy bien servir para disimular el origen pregenital
(y por ende en absoluto neurt ico en s) de los conflictos
que corresponden a una organizacin que ya ha ingresado
en cierta medida, en el sistema estructural psictico. De
la misma manera, algunos sntomas del aspecto denomi.
nado o:psictico tales como, por ejemplo, ciertas fonnas
de angustia mu.y agudas con riesgo de rlespersonalizacio ,
pueden servir defensivamente para enmascarar el origen
genital y edipico de un conflicto que forma parte de una
estructura neurtica autntica.
Por lo tanto, sera equvoco calificar de entrada un
sntoma como neurtico lll o psic tico con demasiada
nitidez. Parecera ms prudente y ms preciso hablar de
sntoma de modo o de ordenn neurtico o psictico,

68
para poner de relieve que nuestro punto de vista cualifi-
cativo no se aplica sino a la naturaleza del sin toma per_
cibido, y que de ninguna manera implica todavia un jui-
cio robre la naturaleza de la estructuracin profunda del
sujeto.
Dicho de otro modo, no conviene, en el .p lano cient-
fico, comprometerse con el solo slmoma ms all del uso
limitado pero til para el que ese sntoma ha sido elabo-
rado, es decir, al mismo tiempo una manifestacin de
superficie destinada a expresar la presencia de un con-
flicto, la ""Presin del retomo de una parte de lo inhi-
bido por los atajos de 1as formaciones sustitutivas o d~
las realizaciones de compromiso (entre deseos pulsiona-
les e imposibilidad de realizarlos), y finalmente tambin,
muy a menudo, de las fonnaciones reaccionales de con-
trainversin pulsional cuando la elaboracin del sntoma
se halla ms estimulada, 5l que llegue sin embargo a
constituir una garanta estructural neurtica.
!De todas maneras, en definitiva, el sntoma no nos
permite j=s por s solo prejuzgar un diagnstico en
cuanto a la organizacin estructural profunda de la per-
sonalidad.

B) Defensas
En psicopatologa, corrientemente se incluyen entre
las defensas llamadas neurticas. la inhibicin, el des-
plazamiento, la condensacin, la simbolizacin, cte., y
entre las defensas llamadas epsicticas . la proyeccin,
la negacin de la realidad, el desdoblamiento del Yo, la
idenHficacin proyectiva, etc.
Sin embargo, no es raro encontrar organizaciones es-
tructurales autnticamente psicticas que se defienden
contra la descompensacin gracias a defensas de modo
neurtico, y ms parNcularmente de modo obsesivo, por
ejemplo. Tambin podemos decir, luego de haber exami-
nado atentamente en consulta psicolgica muchos pa-
cientes ya etiquetados como neurosis obsesivas, que )a
mayora de los enfemlos que nos 50n remitidos a causa
de sus frondosas manifestaciones defensivas con rituales
complicados e impresionantes, no corresponden precisa-
69
mente al registro neurtico; por lo generru slo tratan
de luchar desesperadamente contra la invasin de su Yo
por los fantasmas del fraccionamiento psictico, ya que
su verdadera estructura profunda se sita indiscutible-
mente en el registro de la psicosis l .
Por otra parte, conooemos estructuras autnticamente
neurticas que utilizan abundantemente la proyeccin 1')
la identificacin proyectiva en razn del fracaso parcial
de la inhibicin, y ante el regreso de fragmentos dema-
siado importantes o demasiado inquietantes de los e!e~
mentas inhibidos antiguos, cuyos efectos ansigenos son
neutraHzados de una manera sin duda ms arcaica y ms
costosa, pero tambin ms e~icaz.
De la misma manera, podemos encontrar angustias de
despersonalizacin o ms simplemente de des realizacin
en una desestruoturacin a minima (aguda y pasajera),
de origen traumtico (o eventualmente incluso terapu-
tico) sin que tales fenmenos constituyan la herencia de
ninguna estructuracin especfica. Los conocidos sndro
mes ansiosos de post-parto o de post-aboPlo, por ejem-
plo. pueden manifestarse en cualquier estructura, y aun-
que a veces podemos descubrir en ellos una seal de
equilibrio subyacente precario, esos comportamien tos so-
brevienen en la mayora de los casos fuera de toda hi-
ptesis psicopatolgica.
Por lo tanto, sera interesante no hablar, en una des-
cripcin clnica, si no de defensa, de cemodo neurtico
o psictico-, sin anticiparse intilmente a establecer la
autenticidad de la estructura subyacente de los sujetos,
que de otra manera correran el riesgo de ser clasificados
con demasiada ligereza y de manera en exceso sistem-
tica, a veces muy .pesimista y sin apelacin.

C) Significacin histrica del episodio

A veces, ,y sin damos cuenta claramente, tenemos ten-


dencia a calificar apresuradamente como neurtico u

1. Por otra parte, es necesario cuidarse de comprometer el txilo de


tales defensa por medio de un ataque intempestivo de su sistema de pro-
teccin, bajo el pretexto terapt utico de reduclr su _neurosis_o

70
psictico un episodio pasado sobre el que no nos hemos
infonnado an lo bastante, en un momento de la histo-
ria del sujeto que DO puede ser compreDdido eD el sen-
tido estructural sino por referencia a todo un contexto
persoDal ms antiguo y latente_
Porque sabemos, por haberlo verificado, o simplemen-
te por haberlo ledo u odo decir, que tales siste-
mas conjugados de defensas, o tales estados regresivos
del Yo o de la libido son considerados como concordantes
habitualmente Con tal organizacin estructural duradera,
ya sea neurtica o psktica, nos sentirnos inclinados a
hablar con demasiada prisa de neurosis o de psicosis.,
cuando simplemente nos hallamos en presencia de un
estado momentdITeo de la evolucin (o de la revolucin)
de una personalidad todava muy iDconsistente e incierta
en cuanto a su futuro estructura1.
En efecto, en muchos de esos episodios pasajeros, que
conciernen principalmente a1 registro depresivo (con sus
frecuentes corolarios hipomanacos), el Yo no ha com-
pletado an su maduracin; no ha podido establecer de
manera definitiva y completa sus lmites (en el sentido
en que FEDERN [1926] 10 concibe); no se ha operado an
una eleccin neta entre los mecanismos de defensa que
se propone utilizar de manera especfica y selectiva; y
tampoco ha definido segn qu modo de relacin de
objeto ha de regular sus relaciones con las realidades
internas y externas.
Si nos situamos deliberadamente en un extremo, cer
rremos el peligro de designar con el trmino errneo de
es.tructuralll una indiferenciacin regreSiva soma't()-p5-
quica ms o menos parcial y mal superada. Esta actitud
cons l i luye por 10 menos una anticipacin, a veces inolusive
un error en el diagnstico o el pronstico.
Ahora bien , sabemos que cuando se ha colocado la
etiqueta de psicosisD en la cabecera de un lecho o sobre
la cubierta de un infonne, en Jo sucesivo resultar muy
difcil moverla; que es muy difcil tambin escapar al
juego inducido y recproco en que participa todo el siste-
ma circundante respeoto del paciente, y al que se in-
corpora, poco a poco, el paciente mismo. Por otra parte,
en el supuesto de que ese paciente se opusiera a esta
maniobra, aunque ms no fuera mediante 5U disconformi-

71
dad con las previsiones emitidas, el grupo de observadores
en su conjunto (convertidos en actores) interpretara en
seguida su legtima protesta como una agresividad de
su parte, y la tolerara muy mal.
El aspecto funcional y no estructural del episodio de
carcter mrbido es particularmente wsible en el nio y
en el adolescente, en cuyo caso los signos manifiestos y
aparentes de carcter psictico no deben ser considerados
automticamente por los psicopatlogos como correspon-
dientes a una estructura psictica.
J:.ste es tambin el ca~o de los estados pMajeros en
adultos, en momentos en que las antiguas identificaciones
vuelven a ponerse en funcionamiento como consecuencia
de accidentes afectivos imprevistos. A veces observamos
en esos casos fluctuaciones relativas y provisorias del
sentido de identidad, como las que ya hemos descrito a
propsito de un parto o de un accidente corporal, o de
una intervencin quirrgica (e.5Ipecialmente, llas interven-
ciones a corazn abierto: los cardilogos conocen bien
ese tipo de dificultad).
As es como podemos asistir a modificaciones ligeras
y transitorias del esquema cO!1poral, capaces sin embargo
de movilizar descargas pulsionales y ansiosas importantes
a pesar de mantenerse de hecho fuera de toda estructura
psic6tica. Inclusive el trmino ceprepsicosis (empleado a
menudo en situaciones semejantes) no nos parece muy
conveniente, ya que debera reservarse para los estado3
an poco avanzados y ciertos de da descompensacin, pero
que ya forman parte de la lnea psictica definitiva.

D) Enfermedad mental

En el caso de episodios mrbidos verdaderos los tr-


minos . neurtico - o . ,psic6ticolt designan un estado de
desadaptacin visible en relacin con la estructura pro-
pia y profunda. Es una forma ms o menos durable de
comportamiento que emana realmente de la estructura
profunda, como consecuencia de la imposibilidad de ha-
cer frente a circunstancias nuevas, interiores o exteriores,
que han llegado a ser ms poderosas que las defensas mo-
viiizables habitualmente en el marco de los datos estruc-

72
turales, y slo en ese marco. En efecto, tal enfermedad
slo puede surgir sobre tal estructura, y .tal estructura
no puede originar cualquier enfermedad.
Por lo tanto, hay una interdependencia, tanto funcio-
nal como profunda, entre estructura y morbilidad; y pa
ra de.fiinir un episodio mrbido es legtimo referirse a los
mismos calificativos que para las estructuras homlogas :
neurtica o psictica., por ejemplo.

E) Estructura de la personalidad

Aparte del caso de las enfermedades. declaradas, exa-


minado en el pargrafo precedente, existe otra forma in-
teligente de utilizar los calificativos neurtico. o .psic-
tico. Nos referimos a los casos en que, sin estar an
descompensada, la personalidad " e halla al menos orga-
nizada de manera ya estable e irreversible con mecanis-
mos de defensa poco variables, con un modo de relacin
de objeto selectivo, con un grado de evolucin libidinal
y yoica definido, una actitud precisa ante la realidad que
se asume de manera repetitiva, y un juego recproco su-
ficientemente i nvariable de los procesos primario y se-
cundario.
En este caso se trata verdadera.mente de una estructura
de la personalidad tal como la definiremos ms adelante.
De la misma manera que en el caso precedente, que .se
refiere a la enfermedad declarada, aqu se hace posible
utilizar con acierto los .trminos de estructura psictica.
o neurtica., por ejemplo.

2. EL CONCEPTO DE ESTRUCTURA
DE LA PERSONALIDAD

A) Definicin y situacin
Quizs .sea interesante comparar las definiciones ge-
nerales del trmino estructura.: LITTRE presenta la
estructura como _un modo de disposicin que pertenece
a los cuerpos organizados, y en virtud del cual se com-
ponen de partes elementales mltiples y diversas por su
naturalela.
73
ROBRT insiste sobre . Ia manera en que se enfoca
un conjunto concreto en su organizacin . y LAROUSSE, a
partir de la manera en que las partes de un todo se dis-
ponen entre s, deduce que la estructura del organismo
resulta de las mltiples correlaciones ontognicas que se
transforman para producir las correlaciones del adulto .
A. HESNARD (en POROT, 1960), precisa que el trmi-
no estructura. implica una disposicin definida segn
la cual 'I as partes de un todo se ordenan entre s.
En algunas teoras filosficas o psicolgicas, entre ellas
la teora de la Gestalt, la estructura se convierte en un
conj unto indescomponible .p ercibido globalmente por el
individuo en funcin de ,l a significacin que adquiere para
l. Cada elemento valdra as slo en relacin con el con-
junto.
En psicopatologa, la nocin de estructura corresponde
a aquello que, en un estado psquico mrbido o no, est
constituido por los elementos metapsicolgicos profundos
y fundamentales de la personalidad, fijados en un en-
samblaje estable y definitivo.
Efectivamente, detrs del juego caracterial, funcional
o mrbido, de trs de una sintomatoooga eventual y siem-
pre superficial, conviene investigar .la5 bases constantes
sobre las que reposa el funcionamiento m ental de deter-
mnado sujeto o determinado gropo de sujetos idnticos
en sus mecanismos psfquicos fundamentales.
Solamente as podremos evaluar seriamente la impor-
tancia de los signos presentes y sus implicaciones tanto
en la gnesis como en el pronstico evolutivo del individuo
considerado.
Al proceder a una investigacin de los elementos de
base (naturaleza de la angustia, nivel de regresin de la
libido y del Yo, modo relaciona!!, naturaleza del conficto,
defensas principales, etc.) podremos. ante un delirio crnico
por ejemplo, distinguir de manera certera una estructura
psic6tica de lipa paranoico de una estructura psic6tica
de tipo paranoide, ya que la referencia clsica al modo
estructurado (o no) del delirio-sntoma se revela fre-
cuentemente como insuficiente para estahlecer un diag-
nstico suficientemente preciso Iy seguro.
La concepcin estructural de JACKSON (1931) corres-
ponde, a pesar de referirse a los movimientos de disolucin,

74
reconstruccin y reorganizacin de los elementos de la
estructura primitiva, a la misma idea de una organizacin
primaria de base sobre la que se solidifica poco a poco WI
acuerdo cuyas variaciones ulteriores ya nunca sern rea:i-
zables en un nmero limitado. La disolucin no puede
producirse en cuaJlquier sentido; por el contrario, opera
un repliegue sobre estratificaciones anteriores y slo sobre
ellas; no permite el descubrimiento de funciones nuevas
y desconocidas hasta entonces, sino de elementos que
preexistan ya cuando se produjo la estructuracin. El
razonamiento jacksoniano respeta siempre el principio de
una estructura fija de base.
Por ltimo, conviene comparar los intentos actuales de
sntesis con las hiptesis estructuralistas. Los estruclura-
listas definen ,la relacin estructural en funcin del rol
determinante que juega en el seno de una organizacin
dada. Para ellos, en cada conjunto organizado, los elemen-
tos se agrupan para constituir lo que ese conjunto tiene de
nico iY comparable.
Es difcil saber si Claude LEVI-STRAUSS (1961) pen-
saba en la psiquiatria cuando escriba _que una disciplina
cuyo primer ob;etivo es analizar e interpretar las diferen-
cias~ se ahorra muchos problemas al tener en cuenta S/I)
las diferencias. Los estructuralistas comprenden los fun-
damentos humanos, no como una acumulacin de aspecto'i
empricos o fortuitos, sino como un 'Sistema cuyos meca-
nismos de funcionam,iento es necesario determinar en
principio por el anlisis. Este anlisis debe referirse tan-
to a los lmites como a la globalidad de las organizacio-
nes, cuyos modos y reglas conviene penetrar, as com~
comprender de qu manera ,s e establecen, en el seno de
la organizacin, las operaciones de equilibrio y las dis-
torsioneS'.
Lo que llama la atencin tambin en las hiptesis
estructuralistas es su preocupacin por jerarquizar la.
sintaxis, por separar las sintaxis genera:les de ,l as sinta-
xis particulares. No se trata de suscribir las simplifica-
ciones del positivismo, o nomenclaturas como las que
encontraremos, por ejemplo, en el curso de nuestro an-
lisis de las posiciones caracterolgicas, en nuestra segunda
parte.
Pero tampoco se trata de dejarse llevar, claramente

75
o no, por movimientos en apar:iencia clnicos ry lgicos,
que sin embargo se fundan en las corrientes filosfica"
antropolgicas o sociolgicas del momento, corrlentndl>-
se con suscribirlos pasivamente, y a veces inconsciente~
mente, en lugar de usarlos con toda independencia, con
un objetivo cientfico que exija un distanciamiento sufi~
ciente en el tiempo y en relacin con los poderes de
presin. (a los que raramente se menciona) de las ca
rrientes de pensamiento a 'la moda_o

B) Punto de vista freudiano

D. ANZIEU (1967) comprueba que ya no es posible


componer una obra de arte despus de mEUD como
antes de l; tampoco se puede concebir una nosologfa
despus de FREUD como se lo hubiese hecho antes de su
aporte.
En sus Nuevas conferencills, en 1932, S. FREUD nos
recuerda que si dejamos caer a tierra un bloque mine-
ral de forma cristalizada, el bloque se quiebra, pero na
se quiebra de cualquier manera.
Efectivamente, en todo cueI1>O cristalizado existen, en
el estado de equilibrio nonnal, microcrista:lizaciones in~
visibles, reunidas entre s -para formar el cuerpo total
segn lneas de c1ivage ouyos dnites, direcciones y angu~
laciones se hallan preestablecidos de manera precisa, fija
y constante para cada cuerpo en particular; no existe 'Para
cada cuel1>0 ms que \lna s ola manera de cristalizarse, y
cada modo de cristalizacin es exclusivo de un nico cuer~
po qumico. Adems, esas ,lneas de cIivage permanecen
invisibles en tanto el cuerpo no se haya quebrado o hay.:\
sido colocado bajo un aparato ptico p articular; a Jo
sumo, en estado de equilibrio. la forma general de )a
muestra examinada ofrecer al observador algu nas figu-
ras geomtricas especficas en su contorno, su periferia,
sus lmites exteriores con el mundo. Si dejamos caer a
tierra nues tra muestra de m ineral cristalizada, sta slo
podra quebrarse, como lo ""'Plica FREUD, segn las lneas
de clivage preestablecidas para el estado de equilibrio,
segn sus lmites, sus direcciones, sus angulaciones invi-

76
sibles hasta entonces. T8iles lineas de c/ivage origin8iles e
inmutables definen la estructura interna del mineral.
y FREUD cree que lo mismo ocurrira con la estruc-
tura ment8il, que la organizacin de un individuo se ha-
llarla constituida de manera durable, especifica e invisi-
ble en la situacin normal. Sera suficiente un accidente
o un anlisis minucioso para que encontrramos las li-
neas de c/ivage (y tambin de soldadura) fundamentales
entre ,l os elementos primarios.
Ya sea al nivel de la enfermedad o al nivel previo de
la simple estructura no descompensada, no se puede pa-
sar del modo de estructuracin neurtico 8il modo de
estructuracin psictico, o a la .i nversa, una vez que un
Yo especfico se organiza en un sentido u otro. La ms
neurtica. de las psicosis y la ms psictica. de las
neurosis no se encontraran ntmea en una lnea comn
de organizacin del Yo. En la primera hiptesis hay ya
negacin clara de o!a realidad perturbadora, ,l ibido narci-
sista en primer plano, proceso primario que se le impo-
ne, desinversin del objeto, prqyeccin e identificacin
proyectiva como defensas banales; en la segunda hiptesis
quedan por el contrario un conflicto entre el Yo y las
pulsiones, una inhibicin de las pulsiones, una adhesin
al principio de realidad, una actividad por lo menos rela-
tiva de la ilibido objetal y un juego importante de proce-
sas secundarios.
Segn P. JANET (1929), el trmino neurosis. ha sido
introducido en 1777 por William CULLEN y psicosis-
en el ao 1845 por FEUCHTERSLEBEN. Esas dos nocio-
nes no correspondan a su contenido actual en el momento
en que esos trminos fueron utilizados por primera vez.
Pero si nos referimos a la literatura psiquitrica alemana
de fines del siglo XIX, comprobamos que Freud conocla
los escritos de autores de los aos 1895-1900, y la distin-
cin netamente establecida entre neurosis y psicosis.
Sin embargo, la fuente de FREUD sigue siendo funda-
mentalmeme el d6SCUbrimiento de los mecanismos ps-
quicos que se manifiestan en los enfermos, mecanismos
vistos en vivo en su dinamismo ty su evolucin relacional,
ms que las distinciones caracteriales entre el grupo de
los neurticos (de los que piensa ocuparse con ms asi-
duidad) y el grupo de ,los psicticos, respecto del cual

77
nos hemos habituado, tal vez con premura, a decir que se
ha ocupado mucho menos.
Sin extendernos nuevamente aqu sobre las posiciones
freut.!ianas que conciernen a las neurosis, 10 esencial pue
de reducirse a la expresin simblica de los sntomas y
la realizacin de un compromiso entre las pulsiones y las
defensas que se 'l e oponen, a la categora intrap.squica del
conflicto entre el Yo y el Ello, al aspecto parcial de las
regresiones y de las fijaciones . al carcter objetal con-
servado en la libido y que nunca se ha desinvertido mu-
cho, a -las funciones del fantasma deforman te pero que
nunca niega la realidad.
En lo que concierne a las psicosis, por el contrario, a
menudo nos hemos conformado can pensar que Freud no
aceptaba fcilmente el contacto con los psicticos, frente
a quienes, precisamente. se senta objetalmente excluido;
~ limitamos su punto de "ista a la exclusin de la trans-
ferencia en la relacin de objeto p.sictica. En general
slo reconocemos la oposicin entre neurosis de transfe:-
renca y neurosis narcisista , Ahora bien, la posicin
freudiana , o ms bien, las .posiciones freudianas sucesivas.
son mucho ms ricas y ms matizadas con respecto a las
psicosis.

a) Primera posicin freudlana

Una primera posicin freudiana corresponde a las car


tas a FLIESS, pri'ncipalmente a los Manuscritos D. G. H
Y K (1887-1902), a los Estudios sobre la histeria (1895), a
los artculos sobre las psiconeurosis de defensa (1894), la
neurosis de angustia (1895), y finalmente, las Nuevas oi,-
servacioncs sobre las psiconeurosis de defensa (1896) .
Durante todo este periodo FREUD opone las . psiconeu.
rosis. al grupo de las neurosis actuales, en el cual in-
cluye. por el momento al menos, esencialmente la neuro-
sis de angustia y la neurastenia,
FREUD no haba realizado an una clara seleccin de
los mecanismos que iba a describir, Por lo 'tanto, al aprt'
hender superficialmente el conjunto del campo psiqui-
trico haba presentido formas etiolgicas difciles de cla-

78
sificar en las categoras psicticas o neurticas de la po-
ca, cualquiera fuesen las denominaciones.

b) Segunda posicin freudlana

Una segunda posicin freudiana corresponde al pe-


rodo de la primera teora del aparato >squico. Es en
el anlisis del caso SCHREBER (1911), en la Introduccin
c./ narcisismo (1914), en -la Metapsicologa (1915), en la
Introduccin al psicoanlisis (1916-.1917) y finalmente en
El hombre de los lobos (1918), donde Freud ordena, por
un lado, las neurosis actuales (neurastenia y neurosis de
angustia) que no han sufrido modificacin, y por otro
dasifica las psiconeurosis>, que se dividen en dos partes:
las upsiconeurosis de transferencia (histeria, neurosis ob-
sesiva y fobias) y las "psiconeurosis narcisistas , que co-
rresponden a las psicosis clsicas. A propsito de esta
ltima categora, FREU[) nos muestra cmo, en las psi-
cosis, la libido permanece fijada en un estadio autoer-
tico, pierde su movilidad y ya no vuelve a encontrar el
camino de los objetos. Por el contrario, en las neurosis
el acento se pone sobre la relacin entre las jnversiones
libidinales y la,; inversiones de las pulsiones del Yo, entre
la libido objetal y la libido narcisista, especialmente dado
que, en el artculo sobre el narcisismo, FREUD establece
de alguna manera un puente a ese nivel (por medio de la
hipocondra, a la que se confiesa etentado de considerar
como una tercera neurosis actual), y muestra cmo la
libido narcisista est justamente ligada a esas .neuroois
actuales., de la misma manera que la libido objetal lo
est a das neurosis histricas y obsesionales.

e) Tercera posicin freudlana

Una tercera posicin freudiana se inscribe en la elabo-


racin del segundo tpico_ Son los artculos sobre El Yo
y el Ello (1923), Neurosis y psicosis (1924), Prdida kie la
realidad en las neurosis y las psicosis (1924), La. economa
del masoquismo (1924) y La. negacin (1925).
La oposicin se establece siempre entre neurosis ac-
79
tuales. por un dado, y, por el otro, entre tres categoras
distintas : por una parte las antiguas . psiconeurosis de
transferencia llamadas ahora neurosis a secas y otras
dos categoras: las psiconeurosis narcisistas (que ahora
comprenden slo la depresin y la melancola) y las .psi-
cosis. (entre las que se incluyen la paranoia y la esqui-
zofrenia).
El Yo ocupa en este momento una posicin intenne-
diaria entre el Ello r la realidad. En las neurosis, el Yo
obedece a las exigencias de la realidad y del Super-yo; e
inhibe las pulsiones. En las psicosis, hay ruptura entre el
Yo y da realidad. El Yo cae bajo la influencia del Ell",
dado que reconstruye una nueva realidad (delirio) con-
forme a los deseos del Ello.
En Las neurosis de transferencia hay conflicto entre
el Yo;y el Ello; en las psicosis el conflicto se sita entre
el Yo y el mundo exterior.
Fsta nocin de neurosis narcisistas en la ltima con-
cepcin de FREUD puede compararse con la fijeza de su
opinin sobre las neurosis actuailes . El primer grupo,
en efecto, comprende la depresin, y el segundo la neuro-
sis de angustia, dos entidades que presentan estrecha
relacin entre sI.
Es en este perodo cuando FREUD, luego de haber in-
vestigado en sus dos estudios sobre el lema lo que opona
a neurosis y psicosis. termina su primer artculo al des-
cribir una tercera posibilidad para el Yo: desformarse.
para no tener que desgarrarse. Esta hiptesis, de 1924, pa-
rece muy importante, a pesar de que no haya sido desa-
rrollada posteriormente en la obra de FREUD. En reali-
dad, parece haber sido eolipsada muy pronto 'f rpida-
mente por el concepto nico de clivage, que no constitu-
ye, en mi opinin. sino una consecuencia cuando se trata
del objeto.

d) Cuarta posicin freudlana

Finalmente, una cuarta posicin freudiana comienza


con el trabajo. muy importante, Sobre algunas consecuen-
cias psquicas de la diferencia anatmica entre los sexos
(1925) y se contina con los artculos sobre El !etichis-

80
mo (1927), Los tipos libidinales (1931), El olivage del Yo
en el proceso defensivo (1938) y Compendio de psicoan.1.-
lisis.
A partir de este momento, a FREUD no le interesa ya
simplemente oponer unas entidades nosolgicas a otras,
sino ahondar ms en ciertos mecanismos, principalmente
los mecanismos de la vertiente psictica, IY en particular
la nocin de .Spalyung (divage) y de .Verleugnung.
(negacin de un hecho que se impone en el mundo exte-
rior).
'Parece que los psicoanalistas no conceden mucha im-
portancia al artculo sobre Los tipos libidinales (1931). Sin
embargo, es en ese trabajo donde FREUD expone su pre-
sentimiento de lo que ms tarde ser para nosotros una
estructura neurtica, de cmo una estructura histrica u
obsesiva todava no enferma puede hacer surgir, en caso
de accidente patolgico, una neurosis histrica o una neu-
rosis obsesiva. Nunca insistiremos demasiado en sealar
hasta qu punto Freud ha colocado aqu en una posicin
aparte a lo que l llama el iipo narcisista., cmo ha
precisado la intolerancia de ese tipo a las fru.straciones
exteriores y su predisposicin particuJar por la psicosis
(sic), as! como por conflictos que actuahnente ,podramos
llamar e caracteriales O c perversos .

C) Gnesis de la estructura de base

Hemos visto ms arriba que S. FREUD estimaba que


cuando el psiquismo individual haba alcanzado un grado
de organizacin equivalente a la cristalizacin defin ti-
va, segn lneas de fuerzas (y de debHidades) interiores
complejas y originales, ya no habtia variacin ,p osible en
]0 sucesivo: en caso de ruptura del equilibrio anterior,
un sujeto de estructura psictka slo podtia desarrollar
una psicosis, ,y un sujeto de estructura neurtica 5610 po-
dra desarrollar una neurosis , De la misma manera, y a la
inversa, si se trata a tiempo y correctamente, el primer
sujeto slo podr recuperar su buena salud en tanto que
estructura psictica nuevamente bien invertida, y el se-
gundo no, esrtar curado. sino cuando recupere una
estructura neurtica bien invertida en cuanto tal.

81
Con excepcin de los casos que denominamos, demasia-
do globalmente quizs, psicosis infantiles. (y de las cuales
volveremos a hablar enseguida), en el caso general de la
evolucin psquica del adulto hacia una estructuracin es-
table, el proceso, en trminos generales, parece darse de
la manera siguiente:

a) Primera etapa

En una primera etapa partimos de estados iniciales del


Yo del nio pequeo, en su indiferenciacin somato--ps-
quica. Poco a poco esta diferenciacin comienza a efectuar.
se, y tambin poco a poco el Yo se distingue del No-Yo.
En este estadio inicial, el Yo conservara durante un tiempo
bastante prolongado una cierta plasticidad ante las infiluen-
oas exteriores txicas Ir madurativas.

b) Segunda etapa

En una segunda etapa asistiramos a una especie de


'preorganizacin. ya ms especifica, en funcin de las l-
neas de fuerza determinadas, por una parte, por los datos
heredrtarios y congnitos innegables, y por otra parte, por
las experiencias objeta les sucesivas que se refieren a zonas
erogenas cada vez ms extensas y a pulsiones cada vez
menos parciales, de modo que casi sera posible describir
a -l a manera jacksoniana el juego progresivo de los diferen-
tes niveles de la estructuracin del Yo.
Las relaciones con los padres siguen siendo capitales,
sin duda alguna. A ellas se agregan poco a poco y de acuer-
do con las circunstancias las relaciones con los otros miem-
bros del contexto social y educativo.
Todo esto repercute en el psiquismo en formacin, a
travs de conf1~otos. frustraciones, traumatismos, pero tam.
bin a travs de seguridades anaclticas y de identificacio-
nes positivas.
Las defensas comienzan a organizarse de manera cada
vez menos fluctuante e intercambiable. El Yo trabaja por
medio de toques sucesivos, de movimientos de ensayo y
retroceso, para hacer frente a las amenazas generadas tanto

82
en el exterior romo en el interior, ya sea por la realidad
o por las pulsiones'.
Progresivamente el psiquismo del individuo se organiza,
se cristaliza segn un modo de ensamblaje de sus elemen-
tos propios, una variedad de organizacin interna con l-
neas de c/ivage y cohesin que ya no podrn variar en lo
sucesivo.

e) Tercera etapa

Se constituye as, una tercera etapa, que cuimina en una


verdadera estructura de la personalidad que ya no se mo-
dificar ni cambiar de lnea fundamental, .sino que sola-
mente podr adaptarse o desadaptarse, de manera defini-
tiva o reversible, segn una lnea de organizacin estruc-
tural invariable. En tanto un sujeto de una u otra de las
estructuras estables, neurtica o psictica, no sea sometido
a pruebas internas o externas demasiado intensas, en tanto
no experimente traumatismos demasiado profundos ni su
fra frustraciones demasiado intensas, y no se sienta vctima
de conflictos excesivamente serios, no estar enfermo, aun-
que mantenga su estructura psictica o neurtica. El cris-
tal> resistir bien. Nuestro capitulo sobre la normalidad
ha desarrollado extensamente este punto de vista.
Pero de pronto sobreviene un acontecimiento cualquie-
ra, cuya naturaleza es capaz de quebravlo; esta fisura sl"
puede opera= segn Hneas de fuerza y de ruptura prees-
tablecidas en la infancia o en la adolescencia del sujeto.
La estructura de base neurtica slo podr originar una
neurosis (h istrica u obsesiva), y 'la estructura de base psi-
ctica slo podr generar una psicosis en las diferentes va-
riedades habituales.
No nos parece que esta comprobaci6n engendre ni:ngn
determinismo particUllarmente pesimista: en el interior
de cada lnea estructural persiste una variedad de posibili-
dades, con formas graves y benignas en cada una de ellas,
independientemente de la clsica reputacin -no siempre
justificada- de temible para la lnea psictica y de benigna
para .l a lnea neurtica.
1. Exterior_ no es s implemente sinnimo de .. r~lidad. , ni .pulsi6n.
simplemente sinnimo de _Interior_; algunas proyecciones pulsionales ~
hacen cexteriores_, y existe una _realidad_ intenor.

83
Esto implica que slo existen dos estructura, psquicas
estables: estructura neurtica y estructura psictica. Slo
estas dos clases pueden responder en la experiencia cl-
nica a las definiciones contenidas en nuestras hiptesis de
trabajo
y sin duda los trminos de estructura de base neu-
rtica o psictica comprenden aqu tanto los incidentes
patolgicos que pueden sobrevenir en el eje de tales
organizaciones, como el resto del eje en conjunto, fuera
de .todo Maque mrbido.
Sin embargo, no se trata de reducir todas las variedades
psicopatolgicas a las dos estructuras, neurtica y psictica.
Entre esas dos nicas estructuras queda un espacio para
otras entidades menos slidamente organizadas desde el
punto de vista clnico y que describiremos ms adelante
como fonnas que, justamente, no tienen derecho a la cate-
gora de estructuras.
Los captulos tercero y cuarto de esta primera parte se
consagrarn 3!l estudio sucesivo de esas categorlas estruc-
turadas o a-estructuradas.

D) Observaciones sobre las estructures concernientes a


la infancia, la latencia y la adolescencia.
Luego de haber expuesto los principios generales de
mis hiptesis en este trabajo a propsito de la nocin
de estructura, y antes de entrar en el detalle de las dif.-
rentes estructuras o de las diversas organizaciones. l~S
necesario expresar, en este momento del desarrollo, algunas
obsenraciones 'lue si tan las elaboraciones estructurales
en categoras baSltan1.e partiC1Jllares, concernientes a la in-
fancia, la latencia y la adolescencia.
La sntesis sobre los problemas estructurales de ]a
personalidad que encaramos aqu se interesa esencialmente
por la gnesis, la evolucin y los avatares de los modos d!
funcionamiento psquicos. mrbidos o no, que se encuen-
tran en el adulto, en lo que los asemeja o los diferencia,
los caracteriza o los especifica. La latencia y la adoles-
cencia se enfocarn pues ante todo como etapas hacia !a
madurez, y se estudiarn .principalmente en el despus.
de la investigacin econmica y orrlognetica.

84
Hubiera sido posible una actitud muy diferente: partir
de la observacin de los datos, patolgicos o no, del fun-
cionamiento psquico de ,la infancia, de ,la latencia o de la
adolescencia para llegar progresivamente a los diversos
modos de funcionamiento del psiquismo del adulto,
No creo que mi eleccin metodolgica se haya basado
simplemente en motivos fortuitos de modo de ejercicio
profesional predominante o en razones puramente afec-
tivas. Efectivamente. siempre he vivido con gran desagrado
la angustia de ver cmo una madre flica (de uno u otro
sexo aparente), maltrata !Y desvirta la autenticidad del
nio, cuando el presunto terapeuta se limita a lUla
observacin desde arriba que en realidad parte de ma-
nera latente de sus vivencias infantiles .p ersonales que no
hayan sufrido una metabolizacin catarnnstica suficiente,
Me parece que tal modo de observacin comporta dema-
siados riesgos de proyecciones personales adultas i'neons
cientes, tanto ms difciles de determinar objetivamente
en la medida en que el nio se abstiene de protestar cuando
no 'Se da cuenta de la manipulacin; o bien, en el caso de
que se diera cuerna, tampoco protestara sin duda, fa's.
cinado por el hecho de ser considerado en este terreno,
como un mayor por otro mayor . De la misma manera,
cuando se habla con abundancia y voluptuosidad personal
del Edipo a un nio cuya organizacin est todava muy
lejos de conflictuarse esencialmente acerca de la primnca
de imperativos tan genitalizados, el evidente arrobamien-
to de Ja respuesta no constituye un rasgo suficiente de
comprensin cientfica. Puede ocurrir que en el plano psi-
cot~raputico tenga lugar cierta satisfaccin pulsional sin
que ello corresponda a una interpretacin obli,gadamente
exacta; el nio puede experimentar muy simplemente la
felicidad de una m asturbacin banal de modo narcisista
a travs del aduHo, lo que, segn la edad y el corrtexto
en lo que se refiere al nivel alcanzado por el status fan-
tasmtico, no !Se vive forzosamente como una excitacin
del deseo libidinal y objeta!, lo que implicaria que inme-
diatamente sobreviniera un movimiento depresivo conse-
cutivo a la ausencia de una respuesta afectiva durable.
Segn el grado de elaboracin alcanzado por el nio, y de
ausencia de un gran componente perverso en el adulto, esa
olase de contactos puede muy bien a.Jcanzar simplemente

85
consecuencias narcisistas posItivas, pero a veces su valor
demostrativo puede ser dudoso en el plano de la inves
tigacin propiamente dicha.
'D. ANZIEU (1969) ha mos1rado cmo puede reaccionar
el nio que tiene dificultades para defenderse de la invasin
de la palabra de los mayores, ante esa misma palabra del
mayor: durante ,los primeros aos de vida, ~os sonidos
que el nio escucha se convierten en una fuente de placer,
no 'p or 'Sus aspectos semnticos ,fonemticos, sino por su
pura meloda. La voz de la madre que canta, dice ANZIEU
(1970), acaricia Ia garganta del nio como un buen alimen
to, 10 mece y lo prepara para el sueo. De la misma manera
podemos pensar que, ms tarde, la voz erotizada del padre
(o del terapeuta) opera una deliciosa caricia masturbatoria
flica, en la medida en que lo que diga no sea (felizmente)
comprendido en el mismo nivel en el que se sita para
el adulto; de lo contrario, habra traumatismo afectivo
que bloqueara la evolucin libidinal en el acto (cf. ms
adelante, .estados lmites.).
No se trata, -sin duda, de condenar sin ms el estudio,
y menos an, la aproximacin directa al nio. pero es
necesario que nosotros mismos nos pongamos en guardia
contra resultados en los que a veces nuestras vivencias
personales se mezclan con las observaciones objetivas, en
razn del parasitismo de las percepciones debido a inevi-
tables residuos infanti-les personaJes, es decir, a los re"
tos ntimos del polimorfismo perverso, siempre muy
sul (cf. S. FREUD, Tres ensayos, 1905).
Tambin parece ser muy importante el orden en que
operamos. Quizs, y contrariamente a cierta manera de
pensar que se considera 'Sobreentendida, !Sea ms seguro
tener primero en cuenta las consecuencias de los acon-
tecimientos infantiles pasados en el adulto, para orientar-
se luego hacia la observacin del nio, en lugar de partir
de Ia observacin del nio, efectuada por un adulto que
no haya esclarecido con anterioridad todo 10 que lle"a
en s mismo como residuo de las dificultades internas
arcaicas, que en tales situaciones de estudio conservan
todo su potencial proyectivo.
Al alentar el psicoanlisis personal previo del obser-
vador coincidimos con esta preocupacin.
Si bien es indiscutible que, como lo muestra Mlani~

86
KLEIN, el nio contiene ya la verdad oculta y fraccionada
del hombre que ser, sigue siendo igualmente cierto que
el adulto conserva de por s la verdad a cuIta y fracciona-
da del nio que ha sido, e incluso, dira yo, la nostalgia
del nio que no pudo ser._ Esta presencia de residuos
oscuros no siempre bien integrados se suma as, pal'a
constituir una totalidad proyectiva y ex.plosiva insospe-
chada, a las hiptesis creadas .por la alucinacin negativa
de una felicidad infantil siempre ms cabal de lo que en
realidad ha sido, fantasmas necesariamente retocados a
pasteriori, y repotenciaJizados al mismo tiempo, por Ias
ex.periencias y 'l as frustraciones genitalizadas de la puber-
tad y la madurez.
Como lo ha demostrado J _ GUILLAUMIN (1968), el
recuerdo de nuestra propia infancia cons-tituye el ncleo
de sentido. a partir del cual la infancia del otro se nos
hace inteJigi\;le. No podriamos concebir la trayectoria
epistemolgica que se refiere a la psicologia del nio o a
la psicologa gentica sin esta base fundamental que d
psicoanlisis considera bajo su aspecto . didctico como
el .p ostulado de toda aproximacin clnica serena y fe-
cunda_
En definitiva, parece que los dos mtodos, que por un
lado implican una actualizacin en el adulto de los com-
ponentes infantiles residuales o elaborados, y por otro
la bsqueda, en el nio, de las races de las elaboraciones
o los conflictos postpubertarios. son perfectamente com
plementarios. y que el acceso ontogentico ganara mucho
al utilizarlos conjuntamente.
Esperemos que los diversos psicoanalistas de nios
que han sucedido a FREUD y a sus discpulos inmedia-
tos, y que se definen como sus seguidores (aunque inten-
tan ir mucho ms lejos por vas diferentes) no hayan 01
vidado lo que tiene de fundamentalmente freudiano y
rigurosamente psicoanaltico la trayectoria que parte del
adulto para reencontrar en l el universo infantil, y, al
mismo tiempo, y en primer lugar, las dificultades resi-
duales de este universo que permanecen en el plano per-
sonal de manera tal que pueden influir nuestra aproxi-
macin objetal a los nios, tanto como a los mayores .. .
Quizs la identificacin proyectiva o, dicho de otra ma-
nera, la inyeccin masiva de una parte perturbadora de

87
s mismo en el interior del otro para dominarlo y condu-
cirlo a un estado de dependencia tranquilizadora, no fun-
cione solamente a partir de los sujetos de las observa-
ciones... .
Tal vez no sea fortuito el hecho de que las dos princi-
pales escuelas de psicoanlisis infantil de la post-guerra
hayan sido dominadas por la imagen de una mujer fuer-
te. en el sentido bblico del tnnino.
Por otra parte, cuando nos referimos a ciertos traba-
jos kleinianos, como los estudios de BION sobre la alucI-
nacin (en Second rhougllts, 19;5), en los que se trata
continuamente de hacer que el enfenno expulse. las
malas partes de s mismo que le impiden amar a la ma-
dre, no podemos evHar que se presenten al espritu las
imgenes de esas madres siempre dispuestas a administrar
lavativas, y que afinnan no poder amar a su hijo sino
cuando l las ame a su vez lo suficiente como para expul-
6ar todo lo que ellas han proyectado en l y a 10 que te-
men, por consideranlo . a parte mala de s mismas'.
Del mismo modo, la famosa envidia de pene. que
los hombres describen tan a menudo en las mujeres, pue-
de fundarse no slo sobre obselY'aciones clnicas indiscu-
tibles que se refieren a los descubrimientos de lo que ha
pasado despus entre determinado psicoanalista-padre y
su hija al nivel de intercambios narcisistas y edpicos. si-
no tambin sobre aquello que constituye el proceso induc-
tor de semejante comportamiento, es decir, una verdadera
identificacin prospectiva concerniente al 'narcisismo f-
lico por parte del padre y a la respuesta complementaria
que la hija ha credo interesante aportar a manera de eco.
E_ IONES, en 1928, no se equivocaba probablemente cuan-
do afirmaba, contra la opinin de S. FREUD, que la ac-
titud flica en la hija (tal como se la concibe con mayor
o menor reprobacin) podra no slo corresponder a un
1. El rigor de la observadon cUnica efectuada justamente des pu~s .
nos obliga a reconocer aquf que la madre f!l ica_ no es la nica respon
sable_ de la repeticin de la operacin lavativa_ : si bien el nino la sufre
fundamentalmente en el plano narcisista. no deja sin embargo de gozar.
al ,m ismo tiempo. en el plano pulsional; lanto. por otra parte. sobre el
regis tro sadomasoquista como sobre el regis tro Iibidinal. segn 105 modos
diversos ligados a las panicularidades operacionales de la enema, Efecti.
vamente. una puesta en escena perversa acompafta siempre al coito anal
olisteriano que cumple la madre en el modo sdicc.activo, pero que es in-
cesantemente solicitado por el nio, y con habilidad. en el modo pas i v~
agresivo, (1 Pobre madre de hijos de madre flica, a partir del momeDto eD
que el nio extrae placer de ese dilogo! )

88
estadio banal del desarrollo libidinal, sino tambin cons-
tituir, en otras circunstancias ms tardas, una reaccin
secundaria de proteccin activa.
E,; tambin por ese motivo, y en razn de la dificul-
tad con que se enfrenta el adulto para situarse a si mismo
(positivamente o negativamente, lo que viene a ser lo
mismo a los efectos de la clasificacin) frente al recono-
cimiento de sus rasgos personales o de .sus vivencias pro-
yectivas tan ampliamente diseminadas en una multitud
de nios diferentes, que los psiquiatras de nios se sitan
en un aparte en 'Un terreno nosogrfico?
Es por ello que parece tan dificil que los p.sicopat6-
logos que se ocupan del nio dialoguen con los que se
ocupan habitualmente del adulto?
En efecto, si los segundos habitualmente reconocen
como psictica una estructura comn, basada sobre el
fraccionamiento del Yo (acabado o no), el conflicto con
la realidad, la primada otorgada a las inversiones narci-
sistas y al proceso primario, cmo discutir datos equi.
valentes con los primeros. que acostumbran a denominar
.psicticas. a un conjunto de entidades patolgicas ms
D menos precisas que se encuentran en el nio, conjunto
que en algunos autores se ha extendido poco a poco hasta
englobar la casi totalidad de la psicologa infantil?
Cmo hacer que un psicopatlogo de adultos acepte
que se ordenen frecuentemente en un pie de igualdad
conflictos heterclitos que van de las grandes organiza-
ciones deficitarias en lo que res.pecta al equipamiento y
a lo somtico hasta las verdaderas organizaciones psic-
ticas precoces especfficas del nio, pasando por los pri-
meros problemas que se manifiestan en el nio de lo qu'e
se convertir en una psicosis en el adulto, pasando tarr(~
bin por la,; grandes inmadureces af~tivas o .]as organiza-
ciones todavia ndiferenciadas de tipo anacltico, o las
ms ctiferenciadas de tipo psicoptico, caracterial o per-
verso (gn.t.pos que pareceran vinculables a nuestra ca-
tegora de los estados lmites y de sus dependencias), O
incluso por la-s manifestaciones ya especficas o simple-
mente todava precursoras en el -nio de las organizacio-
nes profundas, neurticas o psicticas?
Los diversos psiquiatras que trabajan al nivel del adul-
to han aprendido mucho. sin ninguna duda, y todava han

89
de recibir mucho ms, de sus colegas que trabajan con
nios, pero sigue siendo cierto que estos ltimos no pue-
den ahora continuar avanzando sin aplicar a sus descrip-
ciones tericas y clnicas un rigor terminolgico semejan-
te a aquel al que se han atenido (finalmente) desde hace
cierto tiempo los primeros, para hacer compatibles y co-
municables sus observaciones fragmentarias sobre cada
categora de organizacin mental. La gran variedad y la
importancia del campo de los descubrmientos que se
refieren al funcionamiel>to mental del nio y a su gnesis,
obligan a la precisin en los trminos utilizados y en la
clasificacin de los datos recientemente adquir dos que
parecen tan interesantes para todos .los investigadores ul-
teriores.
Corresponde a los psiquiatras de nios precisar si el
autismo precoz de L. KANNER (1943) o ms precisamen
te an la psicosis autstica precoz de M, MAHLER (1958),
que son comportamientos indiscutiblemente psicticos - ,
se sitan realmente en la misma lnea estructural que las
psicosis del adulto y si corresponde a su definicin el
mismo sustantivo. Poco importara, por otra parte, que se
reservara la herencia exclusiva del tnnino a la serie in-
fantil o a la serie adulta, si fuera posible acabar con la
indivisin de esta propiedad comn de apelacin,
Sin duda sera ms fcil para los especialistas en ni-
os diferenciar de la rlnea psic6tica ortodoxa. purifica-
da, la .psicosis. simbi6tica de M. MAHLER o la .psico-
pata. autstica de H. ASPERGER; con mayor razn de-
beramos clasificar, de manera particular e independiente
de las psicosis, toda la serie de las organizaciones defici-
tarias que J.-J. LUSTIN (1972) distribuye en problemas
de las funciones psicomotrices, problemas de lenguaje,
problemas crticos (epilepsia), debilidades y retrasos men-
tales. En cuanto a las organizaciones llamadas psicopti-
cas o perversas en el nio o el adolescente, es evidente
que no constituyen. si consideramos cuidadosamente ~u
ontognesis. sino una manera de organizar relacionalmen-
te, bajo la primaca del acto y de la agresividad, algunas
de esas famosas desannonas evolutivas , .inmadureces
o retrasos afectivos de los que hablamos cada vez con
mayor acierto en el plano descriptivo . .pero con vacilacin
desde el punto de vista nosolgico; creo que el estudio

90
constituido por el ltimo capitulo de esta primera parte
y que se refiere al grupo de estados lmites y de sus or-
ganizaciones anexas podr constituir una base de refk-
xin 50bre la situacin estructural (o ms exactamen!e
sobre la situacin de no.estructuracin) de tales entidade,
cIlnicas_
Es necesario tambjn enfocar el grupo de las reaccio-
nes psicosomticas precoces, a las que L KREISLER, M_
FAIN Y M_ SOULE (1966) han consagrado trabajos recien-
tes que muestran su singular especificidad ligada a las
funciones desexualizadas y resomatizadas del Yo, en el
sentido del .Yo autnomo. de H_ HARTMANN Y de su
escuela, ;y no diferente en este punto de la especificidad
de los funcionamientos mentales psicosomticos del adul-
to que enoararemos ms adelan te_
Sin embargo quedan en suspenso dos cuestiones : c-
mo reconocer, por una parte, lo que .p odemos definir ya
como prdromos, en el nio o el adolescente, de la orga-
nizacin todava provisoria en este momento, pero que
producir ms adelante en el adulto una estructura psi
ctica de tipo clsico? Por otra parte, el mismo problema
se plantea con respecto a los prdromos que anuncian
estructuras neurticas ulteriores autnticas en el adulto.
Esas dos lneas de reflexin son muy arduas y los au-
tores todava no las han explotado suficientemente. Mis
propias investigaciones clnicas, cuando han sido suficien
temente p rofundas, me han enseado que en uno y otro
caso es necesario tener muy en cuenta todo sntoma de
dimensin neurtica (fobias, obsesiones, manifestaciones
.histricas ). En la mayora de los casos esos s imples
sntomas revisten una importancia diagnstica particular,
ya que con frecuencia no rubrican totalmente una evolu-
cin estructural neurtica; puede tratarse de puras ma-
nifestaciones funcionales de escasa gravedad, o bien, por
el contranio, en ciertos casos, consti1uir los primeros
alertas de un fallo bastante serio de las funciones adap-
tativas del Yo, que amenaza con desarrollarse y evolucio-
nar mucho ms all de la simple estructura neurtica.
Es muy excepcional que autnticas estructuraciones
ulteriores de tipo neurtico se inicien de esta manera. S-
lo el examen atento de la evolucin ulterior progresiva
en todos los casos de sntomas denominados neurticos

91
notables (ante los sujetos o las familias no corresponde
dramatizar, pero tampoco adoptar una actitud demasiado
tranquilizadora. antes de haber comprobado la benigni
dad) nos permite la esperanza de evitar errores demasia
do numerosos y lamentables en la estimacin pronstica.
las reacciones ccaracteriales del nio o del adolescen-
te deben considerarse bajo el mismo ngulo; en algunos
casos son seales de una tensin relacional momentnea,
fisiolgica, de los movimientos de crecimiento afectivo
-a veces mal coordinados an- entre el Yo vacilante
del nio y un medio exterior familiar o socio-educativo
que no siempre reacciona tan oportunamente como seria
conveniente; en otros, por el contrario. esas reacciones
sealan un comienzo de organizacin anaclitica intoleran-
te a 'las frustraciones, que evolucionan hacia el tronco co-
mn de los estados lmites descritos ms adelante, o a
veces, incluso, y con ma.yor gravedad, anuncian una pro--
gresin en la linea estructural psictica; en otros, en fin,
son justamente estas reacciones caracteriales Jas que in-
dican el inicio de una estructuracin ulterior de tipo real
mente neurtico.
Pero debemos recordar que sigue siendo abusivo de-
finir un nivel estructural cualquiera como neurtico
antes del Edipo, es decir, antes de los cuatro aos (en los
nios ms precoces).
Yo dia, aun corriendo el riesgo de disgustar a los
meticulosos de la observacin de los signos exteriores,
que ninguna observacin clnica, por atenta que sea, pero
mitira plantear con certeza un diagnstico estructural
con slo poner en evidencia estdtica los sintomas ms
finos; todava no podemos aportar talo cual prueba evo-
lutiva sobre el plano estructural en el momento de la in
fancia y la adolescencia, fuera del caso de autnticas de-
sorganizaciones cpsicticas precoces - o de sub-equipa-
mientos notables.
Slo la observacin repetida en el tiempo permitir
que la comprensin de la evolucin de los elementos ope-
racionales y relacionales (efmeros o constantes) del Yo
conduzca a una evaluacin tranquilizadora o inquietante
de los lfmites de la gama pronstica y de las posibilidades
o riesgos que en el futuro aguardan al sujeto.
En lo que concierne al perodo de latencia, quizs al

92
gunos criticarn la nocin de asilencio evolutivo. a la
que se har alusin ms adelante, as como el trmino de
pseudolatencia. (<<precoz. o tarda.) empleado a prop-
sito de 10s estados lmites.
No pretendo en absoluto que en el momento de la la
tencia no pasa nada, ni siquiera en el registro genital.
Todos estamos convencidos de la importancia del perodo
de latencia (verdadera) .p or sus identificaciones, sublima
ciones, disposiciones socio-relacionales y culturales y sus
manifestaciones sexuales (frecuentemente desordenada~,
por otra parte); sin embargo, FREUD ha hablado, y no
sin razn, de un perodo de latencia y no de un esta
dio --como en el caso de los momentos realmente evtr
lutivos desde el punto de vista estructural-, que se ceno
tra en aspectos pregenitales (estadio oral, estadio anal) o
genitales (estadio flico para la genitalidad infantil y es-
tadio pubertario para la organizacin genital propiamente
dicha). Durante el perodo de latencia 'l as vivencias em<r
cionales del sujeto se mantienen en un estado de agitacin
considerable, pero su organizacin estructural pennanece
invariable y no franquea un nuevo paso en la escala evo-
lutiva sino en la etapa siguiente, la del estadio Ipubertario.
Para emplear trminos grficos, ,p odramos decir que nues
t!"o silencio evolutivo de la latencia tiene como objetivo
connotar la ausencia de un progreso estructural, al mismo
tiempo que la urumiacin. por parte del .mjeto de las im-
portantes y diversas adquisiciones operadas en el curso
de los estadios precedentes. Por otra parte, el trmino de
apseudo-Iatenda)) que se utiliza en las hiptesis emitidas
sobre Jos estados lmites corresponde, en tales organiza
ciones, a un estado prolongado y fijado que comporta a
la vez un siJencio evolutivo y una intensa ununiacin.
como veremos de inmediato.
En lo que concierne a la adolescencia, en fin, los d
nicos no considerarn un descubrimiento el punto de vis
ta desarrollado aqu., que se refiere a la dificultad de de-
finir vlidamente una estructura duradera en este m~
mento de la vida. En nuestra hiptesis, esta dificultad se
vinculara no slo con la fluctuacin legtima de las in
versiones libid\nales y objetales. frecuentemente descritas
por los autores, sino sobre todo con la capacidad del su
jeto para cambiar, ahora y por ltima vez. de estructura

93
en este perodo en que todo le .parece nuevamente provi-
sorio, y en medio de un huracn pulsional y conflictua1.
Parece necesario revalorizar la importancia del potencial
estructural del adolescente ms de .lo que se ha hecho
hasta el presente.
Para terminar este pargrafo sobre el concepto de
estructura de base, recordara la posicin asumida por H.
BY en el Congreso de MONTREAL, en 1961, al reconocer
las dificultades existentes para vincular entre s las enti-
dades psquicas del hombre, norma.! O no, y comprobar
que un escepticismo sistemtico haba conducido a reac
ciones antinosogrficas, o a pseudoclasificaciones que po-
dian reducirse .prcticameIl'le al ordenamiento alfabtico.
Respetar a'l mismo tiempo la unidad del psiquismo y
la diversidad de los funcionamientos mentales, las simili
tudes o las divergencias fundamentales, la jerarquizacin
de los agrupamientos principales y de ,las diversificaciones
secundarias, nunca ha sido una tarea fcil. La riqueza
de los descubrimientos psicolgicos y en particular psi
coanalfticos de estos ltimos decenios parece haber com-
plicado todava ms el debate. Sera oportuno recapitular,
y tratar de establecer una sntesis provisoria de la arti
culacin de nuestros conocimientos actuales, justamente
sobre la base proporcionada por la riqueza de recientes
datos serios y slidos, que deben utilizarse para ampliar
nuestras miras y no para complicarlos indefinidamente.

94
3
Las grandes estructuras de base
La concepcin psicopatolgica, corriente en el pasado,
se descompona en postulados sucesivos bastante simplis
tas, que bloquearon toda investigacin en psicopatologa
estructural durante cierto perodo.
El primer postulado puede formularse, s-in forzar la
caricatura, por medio de ]a distincin prcticamente auto-
mtica entre ~el que delira , ms o menos asimilado a la
estructura psic6tica. y todo el resto, ms o menos asimi
lado a la estructura neurtica.
El segundo postulado, en apariencia ms cientfico,
pero en rea-lidad igualmente simplista, vea en el 'p aciente
psictico un problema orgnico e incurable; poco iro
portaba que se lo sometiera a un tra tamiento cualquiera
o se 10 dejara sin atencin (en su casa o en un .asilo_).
ya que con una enfermedad de esta naturaleza no se con-
seguiria ningn resultado. Por otra parte, el pac.iente de-
nominado neu rtico era un enfenno psquico y si e n
este caso se atenuaba eventualmente la importancia de
la organkidad, slo era para aumentar de inmediato y
en la misma proporcin el rol de lo imaginario ,. (en d
sentido peyorativo del trmino), para no hablar del est-
mulo ms o menos atribuido a la mala voluntad del su-
jeto. Por ende, un enfenno as poda curar, pero -si l
quera; por el contrario, si no tenninaba por mostrarse
gentil y comprensivo y obedecer a nuestras rdenes de
curacin , significaba que pona de manifiesto una cierta
agresividad con respecto a sus infalibles mdicos (actitud
sta que nunca ha sido bien tolerada). En ese caso, se le
colocaba en una casa de sa lud ", o bien se trataba de

95
ocu1tarlo en una alcoba o en un asilo, tanto para disi-
mular la impotencia de los terapeu tas y los allegados
como para satisfacer su clera.
Se comprende fcilmente , hasta el momento en que se
produce la revolucin psicoanaltica, el mrito y el coraje
de algunos psiquiatras que no aceptaban un escenario se-
mejante pero sin embargo manifestaban escaso entusias-
mo por las investigaciones psicopa-tolgicas que superaran
las descripciones de episodios y sntomas.
Desde hace algunos aos nos enfrentamos con una
reaccin prcticamente inversa: cuntos sustantivos que
presentan una consonancia cualquiera en psi,. adquieren
automticamente una aureola sobrevalorizad.a?
Por todas partes florecen las descripciones .fenomenol-
gicas que reviven banales comprobaciones antiguas a me-
nudo mediante vocablos rimbombantes. Las nociones ms
audaces y ms dudosas son aceptadas a mano alzada por
los congresos ms conservadores bajo el bculo jovial de
un presidente conciliador, con tal de que huelan un
poco a azufre. Los ,trminos cientficos, filosficos, psico-
lgicos o tcnicos ya no son suficientes; se crean montones
de neologismos de dimensiones aparentemente revoluci()o
narias, lo que evita operar una revolucin real en los
espritus.
El autntico psicoanlisis viens nunca ha tenido ver-
daderamente suerte: combatido antao por consider1r-
selo demasiado progresista, ahora se lo condena por reac-
cionario, an antes de haber alcanzado un verdadero do-
recho de ciudadana en nuestras instituciones mdicas o
universitarias. Un poderoso seductor que ha transpuesto
a PLATON en trminos psicoanalticos para los lingistas,
y lingsticos para -los psicoanalistas, conoce en los sal::>-
nes filosficos del momento el mismo xito que TOMAS
DE AQUINO entre los copistas del siglo XIII con su adap-
tacin teolgica del pensamiento de ARISTOTELES. Son
muchos los espritus ardientes que creen haber superado
a FREUD", cuando no han vivido nada de )a experiencia
que l propone y slo se han defendido por medio de Id
intelectualizacin de los riesgos que es ta experiencia com-
portaba para .su confort manifiesto o su angustia latente.
Cmo conservar, ante esos movimientos exagerado;.
contradictorios y apasionados, el deseo de realizar hones-

96
tamente un balance de nuestros conocimientos sobre el
funcionamiento mental latente y no slo manifiesto? C-
mo atreverse todava a emplear tnninos y nociones que
han dado pruebas de su eficacia para distinguir 10 que ase-
meja o diferencia a los humanos, 10 que constituye sus
esperanzas y sus angustias? Cmo comprenderlos y si-
tuarlos sin recortarlos de manera letal y tampoco abandl>-
narlos al caos informal, otra manifestacin no aparente
pero igualmente eficaz de nuestro instinto de muerte res-
pecto de ellos ... ?
La originalidad de un intento de clasificacin verdade-
ramente pskoanaHtico de las estructuras mentales no
puede fundarse sobre sup"er-categoIias manifiestas, sino,
por el contrario, sobre las precisiones y matices aportados
-p or el examen atento del modo de funcionamiento de las
infraestructuras psquicas latentes, tanto en el estado nor-
mal como en las evoluciones mrbidas de esas organiza-
ciones de base; y adems, la metodologa utilizada no
debe cen1rarse en la clasificacin de tipo entomolgico,
sino en las vinculaciones, asociaciones, e inversiones que
rigen los modos de circulacin, representacin y satisfac-
cin pulsiona\. Dicho de otra manera, toda clasificacin
estructural psicoanaltica no puede sino retomar, al nivel
y por los medios de los procesos secundarios, el estudio
de los riesgos particulares, en tal o cual caso, de los pro-
cesos primarios fundamentales.
No tratar de presentar en este trabajo los principios
clsicos de categorizacin estructural psiquitrica en tr-
minos simplemente diferentes. Mi esfuerzo tiende, por
el contrario, hacia una nueva sntesis a la vez ms racio-
nal, ms profunda y ms global, al tiempo que me afano
por emplear trminos ya conocidos y probados. Por lo
tanto, no me corresponde modificar, sino precisar y de-
purar el sentido de esos trminos. Creo que es posible
evitar el combate por las palabras, precisamente con la
condicin de no emplearlas con cualqwer sentido.
El lenguaje psicoanaltico, como el lenguaje psiqui-
trico, posee ya un vocabulario lo suficientemente rico
y variado como para que haya necesidad de recurrir a
neologis"m os -suplementarios si se lo utiliza con suficiente
rigor.
Mi investigacin personal se orienta en el mismo sen

97
!ido que las preocupaciones de A. GREEN (1962) Y J. H.
THIEL (1966); me propongo no olvidar runguna de las mo-
dalidades psicopatolgicas que habitualmente describe el
psiquiatra clsico de manera muy fragmentaria. Uno de
los mayores inconvenientes de tal fragmentacin es qll~
conduce, sin que siempre se tenga plena conciencia de
ello, a dos hiptesis embarazosas y admitidas con exceSIva
facilidad : por una parte, no reconocer rla existencia de
todo un sistema de organizaciones ligadas entre s y que
gravitan de manera autnoma, entre las lneas neurtica
y psictica, en torno de los riesgos del narcisismo; y, por
otra parte, suponer que un mismo sujeto en el curso de
su existencia puede pasar sucesivamente de una estruc-
tura psquica fija a otra.
Mi intencin es apoyarme sobre los datos metapsico-
lgicos y genticos corrientemente admitidos, para mos-
trar en qu difieren en el plano econmico ,las organi2a-
ciones psquicas (mrbidas o no), y cmo podemos con-
cebir articulaciones genticas entre ellas, sin admitir sin
embargo la posibilidad, a partir de un cierto nivel de es-
tructuracin real en un momento dado, de un cambio de
lnea estructural en un sentido u otro.
Finalmente, desarrollar el punto de vista de THIEL
(1966) sobre la identidad estructural de los estados, mr-
bidos o no, en el seno de una misma lnea, sobre la base
de mi concepcin muy relativizada de la nonna1idad_,
tal como la he presentado en el primer captulo de esta
primera parte.
Mis criterios principales de clasificacin, prximos a
las referencias de L. RANGELL (1965), sern semejantes
para todas las categoras examinadas 'Y se centrarn esen-
cialmente sobre cuartro factores:
- la naturaleza de la angustia latente;
- el modo de relacin de objeto;
- los mecanismos de defensa .principales;
- el modo de expresin habitual del sntoma.
Sin duda ser fcil y til criticar algunas de mis hi-
ptesis tericas o clnicas en el plano cientfico, pero lo
esencial de mi propsito se refiere a las condiciones de
vinculacin de las diferentes organizaciones psquicas en-
tre s, a su status como modo de fun cion amiento mental
latente. y no solamente a -los aspectos aparentes de los

98
comportamientos observados desde el exterior, lo que sin
duda desplaza singularmente el eje de los deseados de
bates futuros a propsito de esas hiptesis.

1. LA LINEA ESTRUCTURAL PSICOTICA

Luego de haber partido de la indiferenciacin somato-


psquica (de la que ya he hablado a propsito de la no-
cin de estructura en general), la Unea psic6tica se origina
a nivel de frustraciones muy precoces que en lo esencial
proceden del .p olo materno, al menos en ,l o que concierne
a as frustraciones ms primitivas.
Un Yo que haya sufrido fijaciones serias y ha.ya queda
do bloqueado desde un principio, o bien haya experimen
tado inmediatamente una regresin a ese nivel, se pre-or
ganiza con considerable rapidez en una primera etapa, de
acuerdo al modelo ya expuesto anteriormente, segn la
lnea estructural psic6tica, que se inicia as de manera
bastante determinante.
Esto slo puede ocurrir en el .transcurso de la fase
oral o, a ms tardar, durante la primera etapa de la fase
anal, definida por ABRAHAM como la fase anal de rechazo.
Los trabajos de ABRAHAM sobre la ,p regenitalidad han
constituido las bases de las hiptesis aquJ expuestas, asl
como el esquema realizado .p or Robert FLIESS, en 1950,
en el que desarrollaba las investigacione.> de ABRAHAM.
Ese esquema ha sido retomado en 1967 por M. BENASSY
en el Boletn de Psicologa (267, XX, p . 22). Nuestra figu
ra n.O 1 corresponde a una simplificacin de ese esquema,
al conservar slo las lneas principales de divisin y poner
especialmente en evidencia la famosa divided line con
siderada por K. ABRAHAM como una frontera entre las
fijaciones o regresiones psictkas por una parte, y 1as fi
jaciones o regresiones neurticas por otra (cf. tig. J).
Esta ,linea de divisin se sita segn ABRAHAM, ry desde
el punto de vista del desarrollo pulsional, entre el primer
subestadio anal de rechazo y el segundo subestadio anal
de retencin. Todas las regresion"s y fijaciones situadas
ms arriba de esta linea de divisin fundamental corres
ponderan a las estructuraciones psic6ticas; la estructura

99
I
Tendencias Modo RELAC IONES OBJETALES Yo Nosologa
,
NInos ' N"
Pasividad Inas Autoeratlsmo Esquizofrenia
~ ~ ~--M-O-'-d-e-'----~---------------8--~~~~~~~~~~;f~;C-a-c~j~n~c-o-n~'~a-m~a~d",e~----~-N~a~,c~;~s~;s~m-o------i----M~e-'.-n-c-O-l~----I
__v_o_'"_'____I-.....,,.n_c_o_'p_O_'"
O '-__De __c_i_n_ :9- .M"".~s~tu~'""b~'~;~n~f.~nrt~;I~p~n~'m""';I~;v~a:...._i Magia de los gestos Mana
2 =r ~ r
Incorporar
Expulsar
.~
~

Amor parcial
+
Incorporacin ~
e
c.
Ms activo
I
Deseo de hijo pasivo

Ms pasivo
:;r
~
~.
M agia de las
palabras Paranoia

O I g V I ~ O E O iil
l L N E
3 = I=====~ ~
Principio del ~: Neurosis
Retener Amor parcial Edipo 8 Principio de realidad obsesiva
4 r---------+-~~------- , Envid ia
O{
~
...
.."2.
.2 Masturbacin flica
del pene

5 Primaca 5o 15
Ji
Escena primitiva
OCSCUbrimienl,01 de castracin
}
!~ m
Formacin del
super-Yo
Histeria
flica
,g Disolucin del Inicio del ' 9:'
6 /O ~ Edipo Edipo o o
~ g t---------~~~---------1~~~~-L--~~--~---------------+----------_i
fa .3pesexualizacin Inhibicin de los fines sexuales
~

11
12
~~
~
Primaca de
lo genital Amor objetal
Descubri
de la vagina
I Sentimientos
sociales
Salud

FIG, 1
Esquema general de la psicognesis.
esquizofrnica se presentara como la ms arcaica, )a
siguiente sera la estructura melanclica (o los compor-
tamientos maniacos defensivos de la misma organizacin),
y luego, en ltimo lugar, y contra la linea fronteriza, Ue-
garamos a la estructura paranoica, la menos regresiva
en el plano p ulsional del grupo de estructuras psicticas.
Aquello que, por el contrario, se situara hacia abajo
de la divided line de K. ABRAHAM corresponderia a las
estructuraciones de modo neurtico y comenzara por la
estIuctura obsesiva para continuar con la estructura his-
trica que, como veremos ms adelante, constituir el
modo de estructJUracin ms elaborado libidinalmente.
El esbozo de organizacin que acabamos de definir
como prc><>rganizacin. (cf. tig. 2) sufre un silencio evo-
lutivo durante el periodo de llllten.aia, como ya he pre
cisado a fines del capitulo precedente.
De acuerdo con nuestras hiptesis, la adolescencia que
ha de sobrevenir a continuacin presentara, en medio de
transfonnaciones considerables sobre las que todo el mun-
do est de acuerdo, posibilidades evolutivas todava ml
tiples en el ;plano estructural. En efecto, en esta etapa par-
ticulannente importante del desarrollo afectivo del indi-
viduo todo puede volver a ser puesto en cuestin.
El =jeto todava conservara en este perodo una pe-
quea posibilidad de que el eje de evolucin de su Yo
abandonara la linea psictica, no totalmente fijada, (ef
tig. 2) 'Y que su progresin ulterior cuajara en el marco
de una estructura neurtica, a partir de ese momento de-
finitiva, y que en caso de descompensacin mrbida slo
podra originar una neurosis clsica del tipo histrico u
obsesivo.
Tales casos de desviacin eventual de la lnea psic-
tica preestructurada hacia una lnea de estructuracin de
finitiva de tipo neurtico en la etapa de la adolescencia
(y slo entonces posible) son desdichadamente escasos,
aunque realizables. Cambios de linea estructural tan ex-
cepcionales y tan radicales no se podran producir sin
una razn profunda. Nunca son fortuitos .
Una primera eventualidad, fcil de comprender y muy
conocida por los psiclogos, corresponde al caso de los
adolescentes que se han sometido a una psicoterapia de
resultados positivos en el momento de la adolescencia. De-

101
INDIFERENCIACION SOMATO -PSIOUICA
-:----------l----
~
~

- ,


o IMPORTANTES
'6

w
~
'" FRUSTRACIONES
MUY PRECOCES

.

-;
e
..;
YO PSICOTICO
PREORGANIZADO
~
OIVIDED-lINE

.2
."
!!

w '"
INICIO DEL EDIPO

]
..
'2

~
'"
!!

w

- - - - - - - - - - _ . - ---
- - - - - - - - - - _..-::: - - -
YO NEUROTICO
-- --
YO PSICOncO
PREORGANIZADO ORGANIZADO

----+--------+---
ESTRUCUTRAS ESTRUCTURAS
NEURonCAS PSICOTICAS

FIG. 2
Gnesis y evolucin de la linea estructural psictica.
bemos reconocer que esta eventualidad es poco frecuent;!;
no solamente porque las .p sicoterapias de adolescentes
son dificiles, sino sobre todo porque actualmente vacila-
mos, y con razn, antes de proponer una psicoterapia
profunda a un adolescente mientras no sea rigurosamente
indispensable, dado que muchas cosas se ordenan muy
bien por s mismas en este periodo; ahora bien, slo una
psicoterapia bastante profunda sobre el plano del anlisis
de las defensas tm la transferencia puede producir un
cambio de Unea estructural.
Otras eventualidades se vinculan con una experiencia
afectiva espontnea y lo bastante intensa como para reu-
bicarse repentinamente, en medio de 'l a tempestad de la
adolescencia, en un contexto interior y exterior edpico
por primera vez verdaderamente significativo. al mismo
tiempo que aporta de manera inesperada elementos alta-
mente reparadores de la falla narcisi-sta primaria. Ya se
trate de un maravilloso encuentro amoroso o solamente de
una prueba dramtica conflictiva que induzca a una re-
cuperacin de los fantasmas triangulares y genitales mal
presentido-s hasta entonces, no podemos sino confesar que
circunstancias tan ventajosas u objetos tan benficamente
representativos no se encuentran a la vuelta de la esquina.
En efecto, en el momen to de la adolescencia y en la
inmensa mayoria de los casos, un Yo preorganizado de
manera psictica simplemente proseguir su evolucin en
el seno de la Unea psictica en la que ya se halla suficien-
temente comprometido; se organizar (et- fig. 2) de ma-
nera definitiva bajo la forma de estructura psictica verda-
dera 'Y estable. Ya no ser posible ulteriormente volver
a este punto : si el ,sujeto cae enfenno, si el cristal $e
quiebra a como consecuencia de un accidente interior o
exterior, slo podremos asistir al surgimiento de una
psicosis, ciertamente bajo fonnas variadas, pero sin nin-
guna otra posibilidad patolgica.
La estructura psictica corresponde a una debilidad
de la organizacin narcisista primaria en los primeros
instantes de la vida. Es l a impos;bilidad para el nio de
ser considerado como un objeto distinto de la madre
sujeto>, personalidad a su vez incompleta ella misma, Que
no puede concebir separarse de esta parte indispensable
para su propio Yo. Y esto se produce, claro est, con la

103
complicidad ms o menos activa del padre (cuando exis-
te a ttulo verdaderamente significativo, lo que est lejos
de representar 'l a situacin h abitual). Esta relacin m.\s
o menos fusional con la madre, se repetir continuamente
en ~o sucesivo en el plano interpel'Son3il, segn las varie-
dades de psicosis; una relacin objet3il verdadera no puede
enfocarse ni sobre el modo genital propiamen1e dicho, ni
incluso sobre el modo anad.tico, que sin embargo es
mucho menos exigente. La relacin, en los casos ms re-
gresivos de esquizofrenia, no es siquiera dual o tridica,
y mucho menos triangular. El Super-yo no ha alcanzado
en absoluto un rol organizador o conflictual de base. El
Yo nunca ...st completo; desde un principio se encuentra
fraccionado, ya sea ese fraccionamiento aparente o bien
suceda que los fragmentos permanezcan (si no hay des
compensacin) pegados entre 51, de manera que el cris-
tal resista . El fracaso del narcis ismo primario se traduce
a travs de una actitud utica ms o menos radical en
funcin del grado regresivo de las fijaciones. La angus-
tia profunda no se centra ni en la castracin genital ni
en la prdida del objeto, sino en el fraccionamiento, la
destruccin, ,l a muerte por estallido. El conflicto subya-
cente no es causado ni por el Super-yo ni por el Ideal del
Yo, sino por la realidad frente a las pulsiones elementales,
lo que conduce a una negacin de todas Jas partes de esta
realidad que se hayan vuelto demasiado perturbadoras, y
eventualmente al delirio si, una vez que se han negado
fragmentos demasiado importantes de la realidad, se ha-
ce indispensable para el mantenimiento de .la vida Ja
reconstruccin de una ne<>-realidad ventajosa aunque abe-
rrante. Cuanto ms amenazada de morbiUdad se halla la
estructura psic6tica, ms prevalece en ella el proceso pri-
mario por sobre as reservas operadas por el proceso se-
cundario. Los mecanismos de defensa psicticos princi
paJes que se empJean son: la proyeccin, el clivage deJ Yo
(interior al Yo y no por el simple clivage de las imagos
obje1ales), Ja negacin de la realidad; todos esos meca-
nismos concurren al nacimiento de fenmenos de desper-
sonalizacin, de desdoblamiento de la personalidad, o in-
cluso de simpJe desrealizacin. La actividad sinttica del
Yo es abolida en las situaciones extremas, y en la mayoria
de los casos, sJo se debilita, lo que contribuye -parado-

104
jalmente en apariencia- a liberar capacidades abstrac-
tas matemticas, especulativas o de las denominadas .in-
telectualizadas., en la medida en que tales talentos pue-
den permitirse libre curso justamente porque no han de
ser controlados ni inducidos por funciones reguladoras
del Yo en su recubrimiento de l as realidades objetales ...
Por otra parte, no parece que el impacto de los fantas-
mas originarios, en el sentido en que lo entienden J. LA-
PLANCHE Y J.-B. PONTALIS (1964), aparezca en Jas es..
tructuras psicticas con 'los mismos efectos que en el caso
de dos sujetos organizados neurticamente. En el primer
caso el padre ya no posee un rol econmicamente suficien-
te entre el nio y la madre; con mayor razn, no puede
manifestarse secundariamente, en el plano de la realidad,
en el rol de enemigo sexual.
Al ser el contexto objetivo muy diferente, Ia actividad
autoertica, estimU!lada .p or la madre, ya no es perturbada
por el padre.
Ninguna revisin de las principales caracteristicas del
modelo estructural psictico, tanto como del modelo es-
tructural neurtico, podra considerarse completa en nues-
tros das sin abordar, al menos sucintamente, la manera
en que se presenta, en una u otra eventualidad estructural,
la utilizacin del lenguaje que el sujeto pone en prctica
en el mbito de 1a comunicacin relacional.
Los aspectos positivos de una ptica tal resultan in-
negables a pesar de las supercherias desarrolladas a veces
bajo la cobertura de una ciencia lingstica que algunos
presentan como mgica, indita, y capaz de traducirlo o
reemplazarlo todo.
Sin duda, no es indispensable pretender esclarecer des-
de el primer momento los problemas de los intercambios
interpersonales, creando al efecto una jerga neolgica cer
dificada que necesita la utilizacin de un nuevo dicciona-
rio y de una nueva gramtica con miras a su propia ~
muncabilidad.
Por otra .p arte, parece muy fcil dejarse atrapar en la
trampa del lenguaje, en lo que ste comporta de mani-
fiesto y superficial. En efecto, algunos autores han di-
sertado extensa y brillantemente slo sobre los aspectos
aparentes del lenguaje. Ahora bien, el lenguaje, as como
las otras .formaciones de compromiso. sobre la base do!

105
sntoma, del sueo o del fantasma, puede considerarse
en niveles muy diferentes de profundidad. Para vincular
lenguaje y estructura la referencia debe aplicarse ms
sobre la msica profunda de la meloda verbal que sobre
el simple aspecto visible de las palabras que esa meloda
soporta.
Finalmente, la lingstica no constituye sino un apor
te suplementario y no despreciable al estudio de un caso
clnico o de una categona de individuos, pero no podria
reemplazar a las otras formas de acoeso profundo a la
persona!lidad; da cuenta de ellas tambin, como la grafo-
loga, por ejemplo, pero no podemos extraer de ella de-
ducciones o previsiones vlidas a la vez en las mltiples
direcciones del funcionamiento mental. Sera azaroso d~
ducir de ella cualquier . horscopo" Sentimos inquietud
ante la ambigedad de algunos lingistas con respecto a
los datos psicoanalticos: operan como si esos datos fue-
ran obvios, pero se protegen de toda evidencia en el labe-
rinto conceptual y semntico de su disciplina, para tratar
de evitar a su angustia profunda los peligros fantasmti-
cos de una investigacin ms a fondo de su propio incons-
ciente a travs del estudio del de los otros.
Sin embargo, sigue siendo evidente que los modelos
lingsticos varian notablemente, tanto de 1a estructJUra-
cin psictica a la estructuracin neurtica, como incluso
en el sentido de los diferentes modelos de organizacin
de tipo psictico o neurtico_
P. DUBOR (1971) se ha dedicado a establecer una sn-
tesis de loo elementos profundos que se han hallado en
el 'l enguaje del psictico: la realidad no est totalmente
invertida; existe un grado relativo de inadecuacin del
deseo al objeto; el afecto est ms o menos disociado de
la representacin; las palabras se consideran a un cierto
nivel como extraas, ajenas y huecas, y les es difcil lle-
nar un vado que el psictico no sita tanto entre el otro
y l sino dentro de su misma persona.
Para el sujeto de estructura psictica, en efecto, el
continente llega a contar ms que el contenido: la caren-
cia se refiere tanto al _ser_ como al .tener_.
El proceso primario obliga al funcionamiento mental
a salir del control de la realidad para tender hacia la alu-
cinacin de las materializaciones de los deseos. El lengua-

106
je se sita en este sentido en el marco mismo de la accin,
y se manifiesta en primer lugar en apoyo de 'las pulsiones
agresivas.
En el plano relacional, la experiencia teraputica nos
muestra que el esquizofrnico, por ejemplo, no cpiensa-
en el sentido habitual del trmino, y que tampoco chabla.
verdaderamente. En realidad acta con las palabras, como
con las cosas, en una dialctica en la que el objeto no
est claramente separado del sujeto.
Como lo han indicado LAPLANCHE y PONTALIS
(1967), S. FREUD en La interpretacin de los sueos
(1914) consideraba, en trminos de regresin, las condi-
ciones particulares que confieren sus privilegios a algunos
smbolos lingsticos. Las falsas interpretaciones mani-
fiestas dadas por el lenguaje del psic6tico sealan, para
D. ANZIEU (1970), una a!lteracin de la funcin paradig-
mtica entre ellos. Tales sujetos confundiran los signos
y los cdigos.
el neurtico podra dar a un hombre que toca el vio-
Un una interpretacin simblica: cTocas el violn con tan-
to placer como si te masturbaras., en tanto que el psic6-
tico pierde el sentido mismo de la realidad intermediaria
del violn; ya no ve el violn y se dirige al inconscient.,
del que intel1'reta de manera brutal y directa, a partir de
su propio inconsciente: cHas acabado de masturbarte?
Como lo han sugerido FREUD (1900), KRAEPELIN
(1910) o BLEULER (1911), el lenguaje propio de una es-
tructura se establece selectivamente en esta categona, de
manera totalmente original y segn el modo en que se
elaboran en esta misma variedad estruotural los conte-
nidos fantsticos u onricos. Por lo tanto, todo [enguaje
sigue siendo, como conclua P. C. RACAMIER (1955), her-
mtico, altamente representativo 'Y privado.
FREUD, en El inconsciente (1915) sostiene la hipte-
sis de que el psictico se ha vuelto incapaz de relaciones
con los seres reales y se cree obligado a soltar cel pjaro
en mano por el ciento vroando . El psictico pone enton-
ces su inters sobre la materia inarrlmada que constituye
el lenguaje. El lenguaje, adorado como objeto en s, deja
al mismo tiempo de ser utilizado como medio de comuni-
cacin y de plegarse a las exigencias variables de las re-
laciones objetales.

107
-lA idolatra de la palabra. (P. C. RACAMIER, 1955),
comporta un contexto mgico, conjura torio, iniciAtico y
tambin esencialmente ldico. Los psicoanalistas han pues-
to frecuentemente en evidencia la naturaleza regresiva,
arcaica y tpicamente oral de tal actividad.
Volver a retomar el punto de vista lingstico cuando
estudie el modo de estrucruracin neurtico, y tambin
dar, a propsito de las diversas categoras que se hallan
en el interior de las estructuraciones psicticas y neurti-
cas, algunas breves indicaciones sobre los aspectos origi-
nales de la comunicacin en ocasin de cada caso parti-
cular de diferenciacin estructural.

A) lA estructura esquizofrnica

Entre las estructuras psicticas, la estructura esquizo-


frnica se sita en la posicin ms regresiva, -tanto desde
el punto de vista de la evolucin libidinal como desde el
punto de vista del desarrollo del Yo.
Para C. MUllER, L. KAUFMANN y L. CIOMPI (1967)
el concepto psicodinmico ligado al problema esquizofr~
ruco se basa en el estudio simuMneo de los fenmenos
psioolgicos, ,l a in~uencia de ,l a constelacin familiar y
(os factores socio-culturales.
Esos autores han mostrado cmo FREUD, desde 1898,
habla descubierto l a analoga entre e( sueo y la alucina-
cin en tanto maneras de revivir experiencias inhibidas
de la infancia bajo una forma sustitutiva. Gracias al de-
lirio, los objetos vuelven a ser invertidos.
S. FREUD haba definido muy ,t empranamente a la
esquizofrenia en tnninos de neurosis narcisista, pa-
ra insistir sobre la imporTt.ancia de la regresin narci-
sista masiva primordial en esta entidad. El funcionamiento
mental de modo esquizofrnico est guiado por 'los meca-
nismos de desplazamiento, condensacin y simbolizacin
tributarios de los procesos primarios, lo que tiene como
consecuencia simultneamente una distorsin, al menos
parcial, de la realidad; un relajamiento de las asociaciones
y una aparente lgica, denominada autstca. En sus
confliotos con la realidad, el sujeto de estructura esqui-
zofrnica espera que sea l a realidad la que cambie !Y no

108
sus necesidades, de manera tal que satisfaga, total e ins-
tantneamente, la pulsin pregenital de prepcnderancia
oral.
Podemos decir que la estructura esquizofrnica corres-
ponde especficamente a una organizacin psic6tica del
Yo fijado en una economa pregenital de dominante oral.
Siempre se ha 'p uesto de relieve el rol de ,l as frustraciones
precoces, al mismo tiempo de origen materno y paterno,
(A, GREEN, 1958), en la economa esquizofrnica. P. C.
RACAMIER (1954) insiste sobre la necesidad del elemento
maternal para el desarrollo del nio. Define (1963) a la
madre como el verdadero Yo del lactante. y afirma que
si ese objeto le falta, el nio ,p ennanece incapaz de re--
conocerse y amarse a s mismo.
Adems, parece que esta madre del esquizofrnico no
slo ha de ser necesariamente frustrante, sino que debe
mostrarse igualmente txica; es dable suponer que si slo
fuera frustrante el nio se limitaria, ms fcilmente que
en la evolucin esquizofrnica, a una de las fonn3s de
sub-equipamientos sensorio-rnotores o afectivos, mltiples
y precoces, que hemos evocado a fines del capitulo pre-
cedente,
El desapego y Il a extraeza de los sentimientos estn
en estrecha relacin, en la estructura esquizofrnica, con
el aspecto particularmente arcaico de un universo fantas-
mtico tan profuso como profundamente regresivo.
Se ha intentado a menudo establecer relaciones entre
la deficiencia de ciertos medios socio-culturales y el desa-
rrollo de una estructura esquizofrnica. De hecho, no es
raro encontrar en la prctica cotidiana que en el seno
de una familia que trae a un esquizofrnico para que se
le administre tratamiento o simplemente a la consulta.
haya otros miembros de esa misma familia estructurados
(sin que por ello estn enfermos. ) segn un modo es-
quizofrnico de organizacin mental.
Pero con un cierto distanciamiento, y quizs tambin
con un modo de ejercicio mixto (hospitalario y liberal.
rural y urbano), nos damos cuenta de que la estructura
esquizofrnica no es patrimonio de ningn medio social
en particular, sino ms bien de un medio afectivo parti-
cular. Es cierto que e stas enojosas disposiciones afecti-
vas se enouentran preferentemente entre I as llamadas

109
capas bajas. de la sociedad? No estoy en absoluto con-
vencido, por mi parte. Yo tendera ms bien a explicar
esta opinin corriente, pero no correctamente fundada ,
por el hecho de que los autores que posean las estads-
ticas ms abundantes operaban hasta ahora sobre todu
en el medio hospitalario y urbano, en tanto que en otro
gnero de prctica y de clientela, tal vez se vacilaba en
pronunciar ciertas palabras, con lo cual las .neurosis gra-
ves . de todas clases vean ampliarse su categora ms
discreta.
Nada nos autoriza a anticipar que en los medios mtr
des tos los nios sean tratados ms cruelmente 'f que las
madres sean ms txicas que en otras partes ...
No creo tampoco que sea necesario preguntarse por
qu en runa fratria , un nio determinado se convierte en
esquizofrnico> (sobre-entendido: enfermo esquizofrni-
co), y no el otro. A travs de un enfoque ms preciso per-
cibimos que al adoptar en primer lugar nuestro punto de
vista estructural, e independientemente de la descompen-
sacin mrbida en la misma familia, existen en la mayo-
ra de los cas().": varias estructuras esquizofrnicas; por
ende, el nico y verdadero .p roblema psicopatolgico se
reduce - rigurosament~ a saber por qu este caso de
estructura esquizofrnica, entre otros que coexisten en
el seno de ~a misma familia, se ha descompensado, y por
qu no ha ocurrido lo mismo c'Jn los dems (que presen-
tan sin embargo la misma estructura).
La madre de la familia en la que encontramo" estruc-
turas esquizofrnicas se presenta en general como auto-
ritaria y sobreprotectora, pero al mismo tiempo ansiosa
y culpabilizada. Pero quizs su caractenstica ms acen-
tuada sea la frigidez afectiva personal, al mismo tiempo
que la necesidad total de que el lujo dependa de ella. La
actitud simbitica, tan frecuentemente descrita en la a.:-
tualidad, parece connotar esta absoluta necesidad.
Los padres de las familias en las que surgen estructu-
ras esquizofrnicas comienzan a interesar a los autores
desde hace un tiempo, pero las opiniones divergen consi-
derablemente, ya que las observacione.s parecen referirse
ms a lo que han llegado a ser ms tardamente Jos pa-
dres de enfermos esquizofrnicos que a lo que eraon antes
de la situacin as creada entre la madre y el hijo :va

110
enfermo. No estoy seguro de que la palabra padre. cons-
tituya un verdadero valor en tal economa, ni de que
esos personajes representen otra cosa que la plida du-
plicacin de una imagen flica materna an ms dbil.
Estamos todava muy 'lejos de la economa paranoica, mu-
cho ms diferenciada.
En lo que concierne a los aspectos lingsticos de la
estructura esquizofrnica, tsealamos que el sujeto no
piensa ni habla realmente con palabras, sino que acta
con esas palabras como lo hara con los objetos.
En la mayora de los casos, el lenguaje se encuentra
al servicio de la pulsin agresiva, y esta comunicacin
sdica se ve facilitada por el hecho de que el objeto no
est tan separado del sujeto, dado el aspecto unipolar de
la economa afectiva. Cuando llegamos al verdadero al'-
tismo, el objeto deviene completamente auto-invertido.
P. C. RACAMIER (1955) estima que en el esquizofrnico
la semntica, al igual que la sintaxis, se sacrifican al ritmo
y a la fontica. El vocabulario se vuelve restringido; se
expurgan algunas palabras. y otras se repiten sin cesar.
Las formas verbales en el plano esttico asumen un aspecto
pseudo-potico ms que una forma potica verdadera; y
evocan los procedimentos simbolistas y superrealistas,
aunque siguen siendo mucho ms limitadas, tanto en su
campo como en su poder evocador, ya que el psictico.
a medida que se acerca a la descomposicin, retorna pro-
gresivamente a lenguajes infantiles o primitivos, paralela-
mente a la regresin del pensamiento. As, toda expresin
puede dejar de s er una manera de hablar. para conver-
tirse en una verdadera construccin delirante (cf., el ejem-
plo del violn, citado ms arriba).

B) La estructura paranoica

Entre las estructuras autnticamente psic6ticas, la es-


tructura paranoica ocupa la posicin menos regresiva ~n
el plano de la evolucin Iibidinal, aunque no sea cierto
que ocupe un lugar ms progresivo que la estructura me-
lanclica en el plano de los desarrollos del Yo_
Podemos decir que, si la estructura esquizofrnica se
caracterizaba por fijaciones pregenitales oral , la estructura

111
parallDica corresponde especficamente a un o~ganizacin
psictica del Yo fijado en una econornla pregenital con
preponderancia anal y que alcanza especialmente al primer
sub-estadio anal. (ef. fig. 2) .
Si la estructuracin esquizofrnica representaba una
operacin de salvataje destinada a mantener en vida a un
Yo bloqueado desde el principio mismo de mi emancipacin
del no-Yo, el modo de estructuracin paranoico, por el COD-
trario, constituye una posicin de repliegue ante el. fracaso
por integrar los aportes del segundo sub-estadio anal, el
cual se sita justo del otro lado de esta divided /ine
descrita por Robert FLIESS (1950). Cuando describimos
profundamente los heroicos esfuerzos del sujeto de es-
tructura paranoica para defenderse contra la penetracin
anal, sin duda cabe referirse a los movimientos de proyec-
cin y de doble inversin de la pulsin y del objeto, meca-
nismos de defensa especficos de la economa paranoica,
pero tambin conviene tener en cuenta las inversiones
fijadas en el primer subestadio anal <es decir aqul en que
el cierre ,y el dominio del esfnter no estn todava total-
mente asegurados), antes de optar precipitadamente por
las interpretaciones homosexuales frecuentemente impre-
cisas y a veces imaginadas sobre un modo relacional exce-
sivamente genrtalizado para el potencial libidinal del que
dispone un sujeto as.
Al recorrer la literatura psiquitrica clsica sobre los
problemas paranoicos. sigue asombrndonos constatar que
antes de lo expuesto por S. FREUD sobre el caso SCHRE-
BER, el inters de los autores no se centraba en absoluto
sobre los aspectos patognicos y econmicos de los sujetos
de estructura paranoica. Sin embargo, inmediatamente des-
pus de ese trabajo magistral, los estudios meta-psico-
lgicos comenzaron a prQliferar, centrados sobre los diver_
sos aspectos planteados por l a autobiografa del magistrado
que se hizo repentinamente clebre .. . cosa que siempre
haba deseado, pero quizs no por las mismas razones.
Los pacientes paranoicos han constitudo siempre un
grupo de enfermos apasionantes y temibles para los psi-
quiatras; apasionantes, porque tratan de atraer la atencin
y la conviccin con poderosos recursos afectivos, temibles
porque se niegan ardorosamente a plegarse a la voluntad
curadora del terapeuta, ms o menos claramente impreg-

112
nada de un deseo de wnnipotencia. La etimologa de la
paranoia, "para-nos, enuncia que se trata de aqul que
tiene el espritu vuelto contra. Efectivamente, son indi-
viduos difciles de soportar.
Sin embargo. el acceso psicoanaltico ha hecho pro-
gresar sensiblemente el dilogo. W. G. NIEDERLAND
(1951), M. KATAN (l952), F. BAUMEYER (l956), R. FAIR.
BAIRN (l956), M. FAIN Y P. MARTY (l959), Ida MACAL-
PINE y R. A. HUNTER (l963), R. WHITE (l963), P. C.
RACAMIER (l966). J . CHASSEGUET-SMIRGEL (l966), J.
MALLET (l966), nos han aportado numeroSOs elementos
clarificadores que se refieren a esta estruotura.
S. FREUD describe en tres etapas sucesivas la manera
en que el mecanismo fundamentalmente paranoico trata
a la pulsin libidinal para llegar al ,;entimiento de perse-
cucin: la pnimera etapa transfonna, por medio de una
negacin del afecto y una inversin de 'l a pulsin, el .es
a l a quien amo en uno, no lo amo, lo odio ; es entonces
cuando acta la .proyeccin, conjuntamente con una inver-
sin del objeto; esta segunda etapa transforma entonces
el yo le odio en es l quien me odia. En ]a tercera
etapa, finalmente, el sentimiento as organizado se hace
consciente y es tratado como una percepcin externa que
moti va la posicin afectiva definitiva: ya que l me odia,
yo le odio .
S. FERENCZI (1916) ha insistido sobre la importancia
de la zona ergena anal en el punto de partida del meca-
nismo paranoico, y ello se relaciona con la primera olase
anal de destruccin. J . CHASSEGUET-SMIRGEL (l966)
ha hablado de .la introyeccin dirigida. y de los fantasmas
de la trampa y de la isla en -la necesidad de controlar
el objeto introyectado, que fonna parte de la lucha por
evitar 'la penetracin anal. Insiste tambin sobre la dife-
rencia radical entre el fantasma fnico, en el cual la pulsin
hostil se vuelve contra s misma mientras que la pulsin
libidina'l se halla fantasm-ticamente realizada, y el fantas..
ma -paranoico es puramente defensivo, y que por lo tanto
no pennite ninguna satisfaccin ipulsional.
Por su parte, P. C. RACAMIER insiste 50bre el aspecto
especficamente ps ic tico de la proyeccin en el mecanismo
prop.o de la estructura 'panoica: en efecto, se trata de una
proyeccin particular. precedida por una negacin de la

113
realidad y acompaada por una anulacin retroactiva (el
ul1doil1g de 'Ios autores anglosajones). E"ta proya:cin tran-
quihza a quien proyecta acerca de lo que experimenta, y
todava ms acerca de su propia existencia. En efecto,
toda realidad exterior se vuelve fastidiosa desde el mo-
mento en que muestra una independencia del objeto con
relacin al sujeto. El objeto no puede seguir siendo tole-
rado sino como instrumento a disposicin del sujeto, y los
objetos de esta estructura son siempre seres amados vi-
vientes, que tienen preferentemente una funcin social.
P. C. RACAMIER (1966) ha mostrado que, por otra
parte, era difcil para tales sujetos aprehender ms de un
nico objeto o de una nica idea por vez. El sentimiento
de persecucin. muy clsico en estas estructuras, corres~
ponde a una mediana avenencia entre soledad e intimidad
con relacin al objeto. La megalomana, que es tambin
un impulso hacia el acercamiento, pronto es atemperada
por los lmites o los fracasos que restablecen la distancia.
La relacin y el pensamiento se perversifican as rpida-
mente (en el sentido caracterial del trmino, que retomare.
mos en el captulo siguiente) por medio de la erotizacin.
segn un modo relacional anal de tipo sadomasoquista,
que constituye asimismo una manera ventajosa de negociar
el fracaso.
El azar, la sorpresa. el imprevisto, no son admitidos
en el universo estructural paranoico, que desea reposar
ante todo sobre la lgica .y sobre la ley. Un razonamiento
activo y resuelto, lcido y racional, tiene necesidad de
operar interpretaciones o sistematizaciones que muy fre-
cuentemente y en un primer momento dejan al objeto
anonadado o consiguen convencerlo. La duda aparece ouan-
do este ltimo percibe que todo el sistema propuesto, a
veces sumamente lgico en su conte"tura, reposa de hecho
sobre una base aberrante, como una pirmide que fuese
construida a partir de una cima que reposara en el suelo
y con la base vuelta hacia el cielo.
Ahora bien, la estructura necesita de la adhesin de
su objeto a su sistema. Slo a ese .p recio puede sen<lirse
completa. El objeto constituye para ella un complement)
vital en su misma oposicin. en tanto que funcionamiento
mental radicalmente diferente. A este respecto, P. C. RA-
CAMIER demuestra 'inteligentemente hasta qu punto la

114
estructura paranoica, ante su propia pobreza fantasm
tica, tiene necesidad del otro para desarrollar la funcin
fantasmtica en su lugar.
La estructura paranoica pone de manifiesto un sistema
denominado .linea<\> de pensamiento. l!ste opera, como
con los objetos, utilizando una nica idea por vez, pero
se aferra a eUa con firmeza y obstinacin. l!ste es su as-
pecto inquebrantable caracterstico, tan irritante para 01
interlocutor funcional o teraputico.
Por supuesto, todo lo que acabamos de ver en el fun
cionamiento mental tpico de 1a estructura paranoica se
haJIa ontolgicamente inscrito en la relacin con los pa
dres, con los dos padres, ya que, para el paranoico, el
padre juega un rol cierto y evidente. Sin embargo, los
autores parecen divididos acerca de la reciprocidad de
los roles : para a4gunos, el padre no acta tanto como
representante masculino sino como pantalla frente a la
madre. Pero muchos autores se inclinan por una relacin
con una autntica imagen paterna, a veces atemperada
por un vinculo ms fcil al nivel de un hermano amado.
La estructura paranoica, segn P. C. RACAMIER, se
defiende ante todo contra sus deseos pasivos dirigidos
hacia la madre, y secundariamente hacia el padre. Su
agresividad, en la medida en que sea expresada y contro-
tada conscientemente, sera utilizada como defensa contra
el amor primario de la madre. Los padres de tales estruc
turas fonnarfan a menudo las parejas invertidas con
una apariencia de dominacin paterna que ocultarla la
3'Utoridad real de la madre, lo que nos Uevarla, de hecho,
bastante cerca de la otra estructura ontolgicamente psi
ctica, la estructura esquizofrnica, dado el poder efecti
VD del dominio objetal materno en ambos casos. En la
elaboracin estructural paranoica habra, adems, un pa
dre a quien se pone por delante, 10 que no quiere decir
sin embargo que ese padre no juegue tambin un rol es.-
peclfico al nivel de la erotizacin anal justamente, y del
impulso que adqu'ere esta estructura ms elaborada ha
cia una genitalizacin entrevista inconscientemente, pero
cuyos medios de negociacin siguen siendo -l imitados, agre-
sivos, pasivos. posesivos con todas las defensas secunda-
I

rias sobreagregadas a tales bases.


La homosexualidad ,tan descrita en la estructura para

115
noica no puede ser comprendida sin esta referencia a una .
trampa sobre la realidad psicolgica. (RACAMIER, 1966),
y A. C. CARR (1963) ha mostrado en el caso SCHREBER
hasta qu punto el padre del paciente haba usurpado l
mismo una parte de las funciones maternales en benefi-
cio re"l profundo de la madre y con la complicidad, sin
duda muy activa, de aquella.
La fachada social. la conquista social, se refieren cier-
tamente al narcisismo materno.
'L as identificaciones en el nio, frente a tal potencia
femenina. no pueden dejar de crear problemas serios de
identidad sexual. y al mismo tiempo preparar la relacin
social en condiciones fundamentales particulannente im-
portantes para las manifestaciones homosexuales reaccio-
nales constatadas en 10 sucesivo.
En el lenguaje de l a estructura paranoica volvemos a
encontrar las 'huellas del falismo protector contra los pe-
ligros de los deseos pasivos. El ncleo flico defensivo
pasa por el plano verbal. La regresin del pensamiento
a los niveles oral y anal, se combina con ese falismo para
tratar de mantener el objeto perdido y temido contra 51,
en un principio de diferenciacin aproximativa. El estilo
es grandilocuente, altanero, reprobador y demostrativo,
mantenindose siempre algo incoherente. Numerosos neo-
logismos invaden el discurso.
Se han citado a menudo ,l os estados llamados esquizo-
paranoicos. Existe una estructura propiamente dicha
que corresponda a tales estados?
Parece difcil admitirlo. Si bien no encaramos a lo largo
de los presentes desarrollos una posible transicin de la
estructura psictica a la estructura neurtica (con la ex-
cepcin de rarsimos casos de la adolescencia). parece l-
cito, por el contrario, suponer que, en el interior de la
lnea estructural ps.ictica. la barrera entre es1ructura es-
quizofrnica muy regresiva y estructura paranoica mucho
menos regresiva no es rigurosamente estanca. As podra-
mos muy bien pen-sar en una serie de trminos de tran-
sicin ms o menos ligados a la exclusividad de las fija-
ciones orales y que se dirijan en mayor o menor medida
hacia modos de organizaciones anales de tipo paranoico.
No se trata, pues, de defender aqui una estIliota rigidez

116
estructural ni un modelo rigurosamente nico de estruc-
tura de un modelo u otro_
Sin embaq:o, conviene sealar, al referimos a las fi-
jaciones o regresiones principales de 'la evolucin libidi-
nal, as! como al grado de elaboracin del Yo, que en
toda situacin mixta. de tipo esquizoparanoico, y por el
hecho mismo de la existencia de un ncleo organizacio-
nal de modelo esquizofrnico, encontramos simultnea-
mente fijaciones y regresiones muy arcaicas, e incluso un
Yo muy mal fundado_ Los elementos paranoicos sobrea-
gregados contribuyen sin duda a mejorar el funcionamien-
to y el pronstico, pero no a anular radicalmente los ele-
mentos estructurales ms arcaioos_ As! como en lgebra
menos por ms da menos, aqul ser necesariamente el
lado ms regresivo el que arrastrar el balance econmico
hacia la primaca de ,l os mecanismos esquizofrnicos; y
si bien, desde el ipUnto de vista ollnico, ose llega objetiva-
mente a presentar estados esquiroparanoicos, en -la mayo-
rla de los casos debernos incluir esos estados entre las
estructuras fundamentales de tipo esquizofrnico_

e) La estructura melanclica

El esquema propuesto por R_ FLIESS (fig- 1) permi_


tirla ,;uponer que la estructura melanclica ocupa una
posicin intermeclia entre la estructura esquizofrnica y
la estructura paranoica.
'Esta Iptesis parece ser exacta en lo que se refiere
al grado alcanzado por la evolucin libidinal, pero 1110 en
10 concerniente al estado de elaboracin del Yo; en efec-
to, parece que el Yo melanclico, aunque fuertemente re-
gresivo, ha alcanzado un nivel de maduracin y de adap-
tacin anterior muy superior al de las organizaciones pa-
ranoicas.
'Por otra parte, es fundamental en el presente intento
de clasificacin estructural que nos volvamos hacia la
clnica y consideremos que sobre este plano no encon1.ra-
mos, en la ontognesis de los estados melanclicos, una
progresin que siga los primeros estadios de .pre-estruc-
tura a Jo largo de la llnea psictioa, ta:! como ha sido des-
crita a .p ropsito de la lnea estructural psictica en ge-

117
neral y de las estructuras esquizofrnicas y paranoicas
en particular.
La estructura melanclica parecera ocupar, pues, un
espacio completamente aparte en la clasificacin estruc-
tural de modo psiclco. Si bien su autenticidad psictica
no ofrece dudas una vez que ha sido establecida, parecie-
ra que esta estructura no puede compararse con las otras
dos estructuras psicticas en cuanto a su etiologa.
Por lo tanto, aquellos que conozcan las investigaciones
actuales sobre el problema de los estados limites y de la
depresin no se sorprendern de que presentemos aqu
la hiptesis de una gnesis de los mecanismos melanc-
licos en la linea depresiva, de la que nos ocuparemos en
el captulo siguiente.
Pero indudablemente no debemos reservar la apelacin
estructura melanclica - solamente a ~as organizacio-
nes depresivas o manacas reacciona les de tipo verdadera-
mente introyectivo y psictico, aun con el riesgo de in-
corporar a esta estructura psictica particular otras en
tidades cercanas, de categora manaco-depresiva, 'f al mis-
mo tiempo de limitar de manera precisa lo que sigue
siendo el grupo de la categorizacin psictica de tales
movimientos, extremadamente variados y eJ<tremadamente
extendidos.
Desde HOMERO, HIPOCRATES, ARETEO y CAPADO-
CIO se ha discutido mucho la alternancia de los episo-
dios de excitacin y de depresin. La nocin de psicosis
manaco-depresiva fue concebida por KRAEPELIN en 1913
con el fin de englobar numerosas entidades olnicas entr"
las que figuraba la melancola (melas Khole, es decir, la
.bilis negra' de HIPOCRATES).
Nos ha parecido oportuno, dentro del espritu de las
hiptesis estructurales que se presentan en este captulo,
recurrr a una metodologa inversa a la de KRAEPELIN
y considerar que los movimientos alternativos constatados
en las descripciones de la . psicosis manaco-depresiva.
no representan sino avatares activos o pasivos que depen-
den, en el plano estructural, de lo que constituye el marco
de la estructura melanclica. El inters de este enfoque
no se funda ni sobre una paradoja ni sobre una sutileza
del lenguaje, sino sobre la necesidad de separar aqu lo
que verdaderamente responde a una estructuracin psi-

118
clica en el seno de las oscilaciones entre exdtacin y
depresin, de lo que constituyen simples movimientos
ms moderados y ms superficialmente reacciona!es en
el curso de las depresiones denominadas neurticas o
de sus defensas hipomaniacas; dicho de otra manera, or-
ganizaciones que no son ni psic6ticas ni neurticas, como
veremos ms adelante.
Parece que la nocin de estructura melanclica puede
dar cuenta por s 501a, en el plano estrictamente psicti-
co, de los aspectos depresivos autnticamente psicticos
(y 5lo de ellos) y de los aspectos manacos defensivos
autnticamente psicticos (y slo de ellos).
Algunos trabajos que nos penniten apoyar esta te.i$
han sido publicados en 1916 por S. FREUD, en 1921 por
M. KLEIN, en 1924 por K. ABRAHAM, en 1928 por S. RA-
DO, en 1931 por L. BINSWANGER, en 1933 por H. DEUT-
SCH.
La mayora de los trabajos psicoanalticos no separan
el estudio de los mecanismos manacos del del mecanismo
melanclico. En Psicologa colectiva y andlisis del Yo, S.
FREUlD (1921) presenta el movimiento de tipo manaco
como una simple defensa contra la depresin ntima, ya
que para l: . La persona dominada por un sentimient,)
de triunfo y de satisfaccin no turbado por ninguna crI-
tica se halla libre de trabas, al abrigo de todo reproche
y de todo remordimiento ... Al comprender el Ideal del
Yo la suma de todas las restricciones a las que debe ple-
garse el individuo, la reaparicin del Ideal en el Yo, su
reconciliacin con eJ Yo, deben equivaler a una fiesta
magnifica para el individuo, que recupera as la satisfac-
cin de si mismo.
En esta posibilidad particular de liberar sus pulsiones
sita K. ABRAHAM (1912) su orga canibalesca., ligada
a un considerable acrecentamiento de las necesidade5
orales.
M. KLEIN (1921) picnsa que el movimiento manaco
evita que los objetos hagan dao al sujeto y se hagan da-
o entre s; habla de minimizacin. y de -desdn. d~l
objeto para dar cuenta al mismo tiempo de la necesidad
de devorar objetos y del distanciamiento parcial respecto
de ellos en cuanto a la importancia que en apariencia se
les ha reconocido.

119
L. BINSWANGER (1931) ha puesto el acento sobre la
vertiente manaca, y E. MINKOWSKI (1930) y H. EY (1954)
han insistido en la melancola referida al triunfo pasado,
a la detencin de la vida y del tiempo.
Todo lo que en la vida del sujeto apareca como positi-
vamente comprometido en el universo relacional, positivo
a su vez hasta entonces, parece desestruclurado y negado
",1 punto de que el sujeto llega a negarse a s mismo como
sujeto propio.
K. ABRAHAM (1912) fue el primero en comparar lOS
mecanismos del duelo con los de la melancola: se trata
en los dos casos de una prdida de objeto, pero en el
segundo caso la hostilidad que se experimenta con res-
pecto al objeto perdido se vuelve contra el sujeto mis-
mo. Adems, asistimos a una regresin pregenital de la
libido objeta! de modo oral antropofgico y sdico anai,
al mismo tiempo que el Yo opera una regresin narcisista
intensa, y los dos movimientos contribuyen a constituir
la autenticidad de la organizacin estructural de tipo psi-
ctico en la verdadera posicin melanclica.
S. FREUD (1907) ha retomado las hiptesis de ABRA-
HAM al precisar cmo, en el mecanismo melanclico, la
persona perdida se vea incorporada en el sujeto. Por otra
parte, es a partir de esas concepciones rle la incorporacin
que a continuacin pudieron establecerse los conceptos
de .Ideal del YO' y de .Super-yo., esas dos nociones que
juegan un rol extremadamente importante en la economa
melanclica.
K. ABRAHAM (1928) ha retomado a su vez el punto
de vista freudiano para precisar el rol que desempean
en los mecanismos manaco-depresivos Il a oralidad y la
reactividad de las heridas narcisistas de la .p rimera infan-
cia.
Para S. RADO (1928), el mecanismo melanclico corres-
ponde a una desesperada demanda de amor, a un esfuerzo
por evitar el castigo paterno, continuacin de la tensin
ligada al! sentimiento antiguo de frustracin (clera, ham-
bre, etc.). Pero podemos hablar a ese nivel de culpabi-
lidad y de Super-yo? Parecerla ms prudente ver las cosas
en tnninos de temor a perder el amor por no hacer
(las cosas) lo 9lIficientemente bien. (Ideal del Yo) que
como castigo por .hacer (las) mah (Super-yo), lo que,

120
econmicamente, no se sita del todo en el mismo grado
elaborativo estructural. Para S. RADO, el objeto incorpo-
rado se hallana separado en dos .partes : una parte buena,
que contina amando al nio, permanecena formando
parte de los elementos superyoicos, en tanto que una parte
maja, frustrante y detestada, sena integrada aJ Yo.
Mlanie KLEIN (1934 Y 1952) describe mecanismos del
nio que vuelven a hallarse en los psicticos y que cons-
tituyen las posiciones paranoide y depresiva. La po-
sicin depresiva sucede a la posicin paranoide y debe
ser superada en s misma antes del fin del primer ao,
pero puede permitir la persistencia de una fijacin sus-
ceptible de reactivarse en el adulto durante el duelo tl
los estados melanclicos. La imagen materna ya no est,
como en RADO, escindida, y se introyectaria la madre
total, con sus aspectos buenos y malos . El objeto se
vuelve as ambivalente. soporte simultneo del amor y el
odio.
El manac<HIepresivo seria, para Mlanie KLEIN, aquel
que fracasa en el trabajo de duelo por no haber podido
establecer, en la primera infancia, el lazo afectivo con la
cantidad suficiente de buenos objetos internos que con-
duce a la seguridad interior; la depresin infantil funda-
mental no se habra superado nunca; no puede haber alU
reparacin. profunda del objeto; la defensa maniaca
constituye una recompensa a la angustia de los fantasmas
sdicos destructores que amenazan al objeto.
Las hiptesis kleinianas han obtenido un gran xito,
justificado por las constataciones clnicas en el nio y el
adulto. Sin embargo, parece necesario no confundir los
niveles estructurales, y sin duda conviene sealar que las
fijaciones causadas por frustraciones precoces demasiado
fuertes pueden preludiar, segn su intensidad por una
parte, y segn su fecha de aparicin por otra, consecuen~
cas muy diversas que van del simple -m ovimiento super
ficial y ligero del duelo en cualquier estructura, hasta la
vivencia dramtica del melanclico no descompensado, pa
sando por todos ,los estados intermedios de organizaciones
antidepresivas del Yo (estados lmites. perversiones, or-
ganizaciones caracteriales), de los que nos ocuparemos en
nuestra ltima 'p.arte.
Los trabajos recientes que conciernen a los mecanismos

121
propios de la melancola se han aplicado nuevamente a
los aspectos tpicos : F. PASCHE (1963) habIa de un cor-
tooircuito entre un Super-yo bastante personificado y un
Ideal del Yo muy imperson3!I, por el contrario; en tanto
que B. GRUNBERGER (1963) se refiere a las relaciones
entre el Yo y el Ideal del Yo e 1. BARANDE (1966) opina
que es la prdida de la estima de S lo que conduce a una
desinversin Iibidinal considerable.
En el lenguaje de la estructura melanclica el sujeto
trata de recuperar el camino hacia el objeto -p erdido e
introyectado. En la fase de excitacin, 'l a sintaxis es re-
lajada, el vocabulario sigue siendo rico y variado pero se
revela a menudo impreciso; en la fase depresiva, por el
contrario, es la expresin la que deviene pobre, monocor-
de, indecisa.

D) Reflexiones diferenciales

De acuerdo con el propsito de no debatir aqu los


aspectos sintomticos o fenomenolgicos manifiestos, si-
no los aspectos metapsicolgicos y genticos que permitan
comprender los modos de las organizaciones latentes del
funcionamiento mental en el seno de las diferentes es-
tructuras, parece posible establecer ahora un cuadro si-
nptico de las caractensticas profundas de las tres grandes
categonas psic6ticas (cf. fig. 3).
La estructura esquizofrnica corresponde a una fija-
cin tpica que se refiere a ,las vacilaciones de la dialc-
tica Yo/no-Yo, y a una organizacin pulsiona.! fijada !n
la fase oral, sin que la supremada de esta economa haya
sido superada jams en medio de los diversos aportes
posteriores que han permanecido heterclitos y no inte-
grados. La angustia de fraccionamiento, comn a todas
las estructuras psicticas. extrae aqu su especificidad de
un temor particular al fraccionamiento, ligado a la impo-
sibilidad que se experimenta de constituir un verdadero
Yo, lo suficientemente autnomo y unificado. La relacin
objetal -s e orienta hacia el autismo; dicho de otra manera,
hacia un esfuerzo de recuperacin narcisista primaria.
Los principales mecanismos de defensa comportan la ne-
gacin primaria de una parte de la realidad; primaria en

122
la medida en que ciertas partes de esta realidad nunca han
sido objetivamente reconocidas; esa negacin es acampa
fiada por mecanismos fundamentales del proceso prima-
rio: desplazamiento, condensacin, y en cierto sentido
simbolizacin. 'Los fanta6mas, y con mayor razn el deli-
rio, funcionan como el sueo; y muy frecuentemente se
mantienen como la nica manera de re-invertir los obje-
tos. La relacin paterna primitiva y significativa Se revela
de tipo simbitico con la madre; adems es necesario
que aquella despliegue desde los primeros instantes de
la vida una cierta toxicidad afectiva.
La estructura paranoica comporta problemas tpicos
vinculados con un Yo que se distingue netamente del
no-Yo, pero que slo puede esperar autonomizarse en
una dependencia agresiva del objeto y en un Ideal del
Yo que no slo es ingenuo, como en la inmadurez afecti-
va (en la que se .trata de la imposibilidad de alcanzar to-
das las identificaciones entrevistas) sino inadaptado, en
la medida en que persigue simples quimeras irreales y
defensivas. La evolucin pulsional no ha superado nunca
la stq>remaca de la economa anal de rechazo. La angus-
tia de fraccionamiento se centra sobre la amenaza de es-
tallido por penetracin sdica de parte del objeto. La
relacin objetal, en consecuencia, est compuesta por el
temor a la .p ersecucin y la necesidad de dominio, resu-
midos en la economia homosexual pasiva. Fuera de una
negacin igualmente primaria de ciertas realidades, el
mecanismo de defensa principal es la proyeccin, proyec-
cin que es ayudada por ,la anulacin, la negacin, y los
dos modos de inversin (inversin de las pulsiones e in-
versin contra sI). Los fantasmas son mucho ms unvo-
cos que en la estructura esquizofrnica; incluyen imge-
nes de trampa, una necesidad de control. una necesidad
del otro para fantasear ms libremente en lugar del suje-
to. En el conteJcto familiar primitivo la madre conserva
una importancia flica-narcisista primordia:l, pero la ima-
gen del padre aparece como una pantalla sutil que la ocul-
ta y la protege.
La estructura melanclica, como hemos visto, se sita
en una ptica bastante diferente en relacin con las otras
dos estructuras psicticas, en razn de la importancia de
sus factores de deterioro progresivo, que se aplican al

123
mismo tiempo sobre el Yo y la libido, en tanto que la
estructura esquizofrnica o la estructura paranoica se li-
mitan en lo esencial a fijaciones arcaicas del Yo y de la
libido.
Por esta razn es que parece tan difcil situar con jus-
teza la estructura melanclica en UI!lll clasificaci6.n eli-
neal . de las tres estructuras psicticas de base. Situarla
en Itercera posicin en esta enwneracin no quiere decir
en absoluto que la estructura melanclica se encuentre en
una situacin ms elaborada en el 'Plano libidinal que la
estructura paranoica. Nos ha parecido adecuado clasifi-
carla despus de las otras dos para sealar su situacin
algo particular.
Esta estructura melanclica corresponde en el plano
terico al mismo tiempo a lIllJ8 falla del Yo 'Y a una quiebra
del Ideal del Yo. La economa >ulsional, que antao haba
alcanzado un nivel en el que el fa:lismo podla jugar el
rol organizador, se ha visto obligada a retroceder, como
consecuencia de la reactivacin de la herida narcisista ar-
caica f undamental, hacia los estadios pregenitales a la vez
oral y anal. La angustia ha realizado un giro hacia una
angustia de fraccionamiento, que consenra de la evolucin
anterior ms progresiva algunas seales de su ansiedad
anacltica y fbica precedente; nos encontramos pues an-
te una angustia en la que el sentimiento de que el objeto
est perdido ahora constilJuye la amenaza inmediata de
fraccionamiento, mientras que en la poca anterior (no
todavia psictical la angustia se referla al riesgo de .p r-
dida del objeto y a la simple depresin consecutiva. La
relacin objetal ambivalente precedente que corresponde
al mismo tifllll'Po al odio y al amor se ve arrastrada bajo
el dominio de sentimientos hostiles cada vez ms violen-
tos. Los mecanismos de defensa estn representados en
principio por la negacin de la realidad, pero una nega-
cin secundaria de una parte de la realidad que de todas
maneras haba sido reconocida previamente, antes de ha-
llarse defensivamente negada, y al revelarse la estructura-
cin psic6tica en su ltima fase como completamente aca~
bada; la introyeccin, muy arcaica y de tipo devorador,
viene entonces a apoyar la negacin. Los fantasmas estn
ligados al duelo del objeto, duelo imposible de realizar,
y a los afeotos agresivos que acompaan la introyeccin.

124
La situacin fanliar primitiva inolua siempre una madre
cuya imagen se presentaba como ambivalente, sin distin
cin y sin embargo (y sobre todo), sin unificacin posible
en~re sus aspectos malos 'Y buenos; esto mientras los
pnmeros aspectos no haban prevalecido todava, y en
tanto y de modo que han acabado por prevalecer ...
Nuestra figura n.O 3 trata de dar cuenta de manera
sinttica de esas diferencias fundamentales de modo de
organizacin latente entre las tres grandes estructuras
psicticas.
Luego de haber intentado definir criterios fundamen
bMes y estables que pennitan detenninar grandes catego-
ras estructurales psicticas de manera precisa, nuestra
preocupacin por la olaridad reclama prudencia y atencin
al matiz y la precisin en el registro de la morbilidad, a
fin de no volver a caer, en ese nivel de los subgrupos pa-
tolgicos, en las -trampas denunciadas a propsito de las
grandes clases de entidades estructurales.
La atencin debe centrarse partioudannente sobre una
cierta cantidad de tnninos muy 'p recisos en s y que no
pueden acomodarse a una sinonimia equvoca: en primer
lugar la nocin de prepsicosis se -b eneficiaria si se la
reservase solamente para un aspecto todava inconcluso
de la sola lnea estructural psictica, y si no se la confun-
diese con las .parapsicosis. descritas por P. C. RACAMIER
como formas clnicas cripticas y iocalizadas que corres-
ponden a W1a estructura psictica netamente constituida.
De la misma manera, existe lo que llamamos las post-
psicosis , es decir, estados clnicos que 'Suceden a un epi-
sodio patolgico y corresponden a una buena recupera-
cin en el seno de una estructura psictica nica e nva-
riada; conviene no confundir esas postpsicosis con sim-
ples episodios pasajeros regresivos de caractersticas psi-
cticas que 'Pueden sobrevenir incluso entre los sujetos
de estructura neurtica, y con ms razn en un estado
lnte o sus derivados.
Existen finalmente 'las psicosis pseudo-neurticas ,
cuyo sistema superficial de sntomas y de defensas es de
modo neurtico, en la mayora de .Jos casos de dimensio-
nes obsesivas, para luchar contra los riesgos de descom-
pensacin de la estructJUra profunda autnticamente PSI-
ctica; basta con atacar las defensas de tipo neurtico de

125
Punto de viste Economa Naturalela Relacin Mecanismos Representacin Gtinesis
tpico puIo.,..1 de la angustia objetal de defensa fantasmtica de la relacin
paterna

...
~"
_o
o
u Distincin
Yo y no-Yo
Primaca
oral
Fraccionamiento
por
carencia de unidad
Autismo Negacin primana Modo de
+ reinversin
Desplatamiento de los objetos
Madre
simbitica
t"ica

...
~ 3
.ir
Yo incompleto
Condensacin

Negacin primaria Modo de defensa Madre flica


Primaca Fraccionamiento Persecuci6n
sin el objeto del primer por temor Dominio + Utilizacin de narcisista
~~ ideal del Va subesladlo l. Proyeccin los objetos ocultada por
;~ .aflal penetracin + una imagen
2_ Anulacin paterna
~a Denegacin
Doble
desviacin

Falla del Yo Represin del Fraccionamiento Primace. Negacin Retorno sobre s; Madre
IQ .~ quiebra del falismo por perdida de la agresividad +
Introyeccin
del odio
al objeto
ambivalente
de la cual se
~:o ideal del Yo oralidad realizada del
-g l. objeto anacltico secundaria han conservado
g~ analidad slo los aspec tos
.:lE frustran tes

FIG.3
Cuadro de slntesis de las estructuras psicticas.
tales pacientes para dejarlos solos con su angustia psic-
tica y precipitarlos en el delirio. Muy a menudo los cl-
nicos reciben pacientes enviados por -neurosis obsesional
grave. y que, de evidente estructuracin psictica todava
bastante bien compensada, delirarian inmediatamente si
se hallasen en el divn.
De la misma manera, encontramos tambin neurosis
pselldo-psicticas. en las que, a la inversa, una estructura
autnticamente neurtica oculta su conflicto genital y
edipico por medio de esbozos de despersonalizacin "
desrealizacin, un sentimiento de prdida inminente de
los lmites del Yo. Si tratamos a tales .p acientes como a
psicticos, es decir simplemente por va de medicamen-
tos o psicoterapia superficial, se les priva (a veces irre-
mediablemente) de los beneficios de un anlisis profundo
de sus conflictos y de la inadaptacin de sus defensas, lo
que permitira a muchos de ellos negociar mejor la eco-
noma genital, bajo cuya primada estn organizados es-
tructuralmente a pesar de los enormes factores pregenita-
les que Oscurecen sus manifestaciones.
Me _p arece til ilustrar mis afinnaciones, en este mo.
mento del debate, 'p or medio de ejemplos clnicos que
se aplican a 'Ias cinco categoras de problemas que acabo
de citar y cuyo diagnstico estructural parece particular-
mente delicado.

Ob . n." 4

Un caso de prepsicoss

Michele tiene 18 aos, y ha sido enviada por un colega


que la trata desde hace un ao por una depresin neu-
rtica. que no cede ante las teraputicas clsicas emplea-
das hasta ahora.
Michele llega a la consulta flanqueada por sus padres,
que resultan ser personajes bastante curiosos: la madre
lleva prcticamente toda la sesin en un tono de pueri-
lidad que ha de revelarse no tan afectada como pareca
en un principio; e sta mujer de 42 aos, visiblemente in-
teligente y sensible, no se parece en absoluto fsicamente
al cdra.g6n. descrito a propsito de las madres de nios

127
gravemente afectados; comunica una impresin de dul.
zura, respeto, modestia, solicita ayuda y consejos, tanto
para ella como para su hija, etc .. . y sin embargo no pareoe
haber subterfugios en su discurso: , es realmente una nia
pequei,ta. Sj se considera el lugar que ocupa en esta pri.
mera entrevista su discurso person"l, cabra preguntarse
por quin ha venido a consultar.
De hecho, expone, luego de algunas palabras que se
refieren a su hija, elta tambin se encuentra en tratamien-
to psiquitrico desde hace bastante ~iempo con el colega
que ha tratado a aquella durante los ltimos meses.
Adems, esta madre es pintora de talentoD, dice en-
tonces su marido, abriendo por primera vez la boca (ms
tarde hemos sabido que ese juicio era emeramente exac
to). A pesar de todo, el padre existe: es fannacutico, tie
ne 50 aos, y lffi accidente de guerra le ha dejado un brazo
Hgeramente paralizado. Trabaja much1.sJmo, sin que se
le secunde como correspondera, y sin quejarse, para
hacer frente a los enonnes gastos con que se comprome-
ten por todas partes su mujer y sus dos hijos.
Porque hay un hennano de 12 aos, del cual hahla aho
ra la madre con volubilidad, ya que es el agresivo de
la familia, el terror del barrio, el expulsado de todas las
escuelas. etc ...
Y Michele? Efectivamente, si nos dejramos llevar
por el torrente de l as palabras maternas, hubiramos lIe
gado a olvidarla. Esta all, ausente sobre su sillita, entre
su padre que reposa, ya que l cumple con su deber y al
mismo tiempo no se le pide nada, y su madre, que no
habla ms que de ella o del muchacho-falo.
Pobre Michele! Cul es la razn exacta de que haya
aceptado tratarla? Por su aislamiento? Por su aparien-
cia gentil? Por la impresin peregrna y simptica que
en definitiva me ha hecho a fami,lia? Por ~odo eso .v
quin sabe cuntas cosas ms?
Es evidente que yo no poda saber gran cosa de ella
en esta primera sesin, a no ser; segn la madre:
1.0 ) que estaba deprimida;
2.) que no .p oda seguir as, impidiendo pintar a su
madre;
3.) que el Dr. Z .. . haba dicho que yo deba hacenne
cargo de ella.

128
Por el momento, no he intentado saber ms, pero sin
embargo ya me haba formado una primera idea sobre esta
- pseudo-depresin ., con la que tanta gente hubiera credo
gratificarme (?) al cla..mcarla en la categora de los _es-
tados lllltes ._
Pero las cosas parecan mucho ms serias y el futuro
confirmara mi primera opinin, bastante reservada_
Esta paciente haba sido educada por una nodriza ex-
traa a domicilio, bajo 'las rdenes de la madre, que
siempre estaba simultneamente ausente para los cuida-
dos y presente en las instrucciones .. . (muy desordenadas,
por otra parte). Las relaciones primitivas fueron extre-
madamente frustrantes y profundamente inquietantes; la
posesividad maternal se efectuaba sin gritos, sin calor afec-
tivo, sin dimensiones gendarmescas, pero con una eficac ...
en el dominio igual en intensidad al desorden en el que
se hallaba el conjunto de la familia .
Dos episodios anorxicos (a los 2 y 5 aos), cada uno
de 10s cuales dur seis meses, salpicaron los fracasos de
las relaciones orales primitivas y tardas. Una seria in-
feccin digestiva acab en ictericia grave a los 12 aos.
'D urante un tiempo no tuvo ninguna escolarizacin; la
madre no .p ermita que nadie se llevara una hija de la que
se ocupaba tan poco, pero tampoco aceptaba que nadie
la reemplazara de manera vlida.
No se le autorizaba ningn contacto social : para la
madre, _las gentes del barrio no pertenecan al mismo
medio .. . , p or lo que la nia no contaba con ninguna iden-
tificacin vlida posible ... ms an, con ninguna identifi-
cacin realmente realizable.
Se haban reunido pues todas las condiciones necesa-
rias para la eclosin de una estructura psictica.
y de hecho. nos encontramos ante 'una evidente estruc-
tura de la lnea psictica, pero todava no descompensada;
dicho de otra manera, una prepsicosis tpica. La . pseudo-
depresin . ocultaba la prdida de contacto profundo con
la realidad (no aparente en el plano manifiesto, ya que la
madre suministraba todos los seueJos con el dinero del
padre)_
La angustia de fraccionamiento slo se manifestaba en
las fobias al tren, al autobs, etc., que no revestan mayor

129
importancia, ya que slo se trasladaba en taxi y la ma-
dre estaba siempre cerca.
La ineptitud para toda tarea escolar o profesional
hallaba una justificacin inmediata: una mujer de nues-
tra clase no trabaja . Los raptos agresivos eran norm~
les: _tiene el carcter fcilmente irritable de su padre .
En cuanto a la relacin fusional con la madre, la primera
entrevista se haba revelado lo suficientemente demostra-
tiva al respecto ...
Por lo tanto, todo pareca haberse definido ya en el
plano estructural, pero todava nada pareca perdido. La
psicoterapia analtica llevada a cabo a la par con un co-
terapeuta ms direccional, fue larga y muy difcil en los
comienzos, en razn de las incesantes interferencias ma-
ternas que fue necesario desbaratar, sin caer, en primer
lugar, en la trampa de las provocaciones constantes al
sadismo de los terapeutas .. . (siempre listo a _prestar sus
servicios.).
Efectivamente, el inicio de la autonomizacin fue muy
angus1ioso para la paciente, doloroso para la madre, re-
parador para el padre ... entonces le toc al h ermano el
tumo de descompensarse poco a poco ...
En apariencia la pobre madre verdaderamente lo ha-
bla perdido todo. Su mdico personal fue lo suficiente-
mente hbil corr:o para apoyarla adecuadamente y remi-
tirla a su pintura. Desdichadamente, sta no se vende y el
aporte narcisista sigue siendo escaso. Asimismo, ha sido
dificIl liberar a la hija de la trampa en la que se debatla.

Ob . n. 5

Un caso de .post-psicosis.

Cuando nos hicimos cargo de l , uno de mis colegds


y yo, en rgimen de co-terapia, el diagnstico no presenta-
ba ninguna duda.
Blaise es un psictico de 34 aos que, luego de unos
estudios de teologa bastante prolongados y siendo sacer-
dote, enseaba desde haca tres aos en un seminario del
centro de Francia en el que ya habla puesto de manifiesto
ciertos signos de desorden mental.

130
Su primera fuga no tuvo ninguna consecuencia mdica
ni disciplinaria. Por el contrario, la segunda lindaba con
el sacrilegio: dado que Blaise fue visto, errant e y agitado,
en las calles muy animadas de esta 'pequea ciudad.
donde todo el mundo se conoce, y dado que no escuch
ningn consejo de moderacin, ni de retomo al semina-
rio, su obispo, que crea sin duda participar de la infali-
bilidad del poder que le haba sido delegado, se lanz per-
sonalmente en su persecucin y le encontr en un mer-
cado, donde el paciente arengaba a la multitud. Se suce-
di una amonestacin discreta, seguida de otra ms apre-
miante, por parte del obispo. La respuesta de Blaise a
su obspo fue breve y mordaz: . Seora -Je grit- usted
es una puta; yo voy al burdel, quiere venir conmigo?
La sangre episcopal se hel en las venas: de inmediato
el obispo recurri a la ayuda de los bceps seculares y a
la ambulancia en un primer momento, y posteriormente
Blaise fue encarcelado en un servicio cerrado, conducido
por buenas ,h ermanitas, con el control mdico de un psi-
quiatra ebienpensante, perfectamente inactivo, pero fe-
lizmente poco txico.
Como un hermano de Blaise era mdico, se nos pidi
una consulta, de acuerdo con el mdico que le trataba, en
el servicio donde l y yo trabajbamos habitualmente
juntos.
La es tructura no era difcil de precisar y no ofreca
dudas para nadie: se trataba de una esquizofrenia que se
descompensaba poco a poco por impulsos progresivos y
sucesivos, de tipo manaco, al parecer desde la edad de
23 aos.
La descompensacin acrual se hallaba en relacin di-
recta con una operacin quirrgica sufrida por la madre
en condiciones brutales y que haba inquietado mucho al
paciente. La angustia de fraccionamiento del esquema
corporal materno haba alcanzado a Blaise como si hubie-
ra amenaza de fraccionamiento de su propio cuerpo, des
de siempre muy poco diferenciado del de la madre.
Pasemos rpidamente sobre la anamnesis: un abuelo
paterno terrible desde todos los puntos de vista, una ma-
dre que reciba de l plenos poderes sobre la familia, un
padre ineJdstente y depresivo. Un hermano, igualmente
depresivo, mdico en un servicio administrativo, soltero

131
y, al parecer, homosexual, quizs incluso de estructura
psictica.
La madre conservaba su autoridad sobre todos y no
dejaba a nadie en paz. Encamaba el derecho divino pa-
terno (y la pequea industria familiar conservaba el nom-
bre de ese padre de la madre l, el nico .poder legtimo
al que se agregaban, adems, y como consecuencia de su
propio carcter, exigencias y acusaciones dignas de la
Inquisicin.
Blaise jams pudo poseer una identidad propia. Su
narcisismo primario nunca estuvo completo, acabado, un
ficado. Se retir pronto hacia la ensoacin con algunas
escapadas compensatorias de tipo mesinico o csmico
en el curso de las cuales afirmaba con perfecta conviccin
-haberlo comprendido todo. y sentirse listo opara _salvar
al mundo>.
Su vocacin religiosa. se habla manifestado durante
un tiempo bastante prolongado, y fue fcilmente sost enida
por tales ideas, mientras se mantuvieron en un .p lano de
discrecin.
Pero lo que nos interesaba especialmente era el porve-
nir de Blaise: fue necesaria una c<>-terapia muy atenta.
Mi colega conservaba el polo directivo y de medicacin;
yo, .p or mi parte, conduela una psicoterapia muy analtica
y sobria.
Vimos cmo Blaise salla poco a poco de la niebla de
sus pensamientos y de los medicamentos antiguos. C<>-
menz por aceptar, bajo la cobertura de esa doble trans-
ferencia tranquilizadora, la modestia de una situacin de
dependencia en casa de uno de sus antiguos camaradas
del liceo, fabricante de bizcochos.
Nos pareci un sntoma excelente el hecho de que, por
primera vez en su vida, pudiera aceptarse en el rol de
simple encargado durante ms de un ao, dormir en una
habitacin de servicio, limpia pero triste, y comer frugal-
mente, sin sentirse sin embargo perseguido. Ms tarde,
a,.vud en las tareas de contabilidad de la empresa y a'
ao siguiente reemplaz al contable enfermo, solo, duran-
te tres meses. De acuerdo con el amigo que le empleaba
y que estaba satisfecho con l. juzg necesario cambiar
de empresa y encontr un empleo de jefe de oficina en
una pequea sociedad inmobiliaria. Su seriedad, su devo-

132
cin, as como sus ideas originales para hacer frente a
las situaciones inesperadas, hicieron que se le nombrara
jefe de agencia en una ciudad del Medioda a donde la
empresa se extenda desde haca poco. Se cas entonces
con una viuda joven y naci un hijo.
El tratamiento fue disminuyendo de a poco, pero BIai~
volva a ver a sus terapeutas regulannente, aunque debie-
ra trasladarsee desde muy lejos.
Siempre nos hemos esforzado en mantenerlo en una
situacin de realismo perifrico y de satisfaccin narci-
sista suficiente como para evitarle la tentacin manfaca,
no en tanto e.pisodio activo de una psicosis clica. sino
como nueva inmersin esquizofrnica posible en un mo-
vimiento agresivo.
Era necesario evitarle a cualquier precio accesos de
megalomana proyectiva y ayudarle a soportar una mo-
destia saludable. Grilllificarlo demasiado narcissticamente
nos arrastrara a la pendiente manaca, frustrarlo dema-
siado amenazara con deprim.irlo. No podamos sino zig-
zaguear entre esos dos puntos de referencia y orientamos
hacia un nivel modesto e intennedio.
He aqu cmo hemos vivido su curacin_: una buena
adaptacin a su estado; una normalidad. segn sus datos
especficos. Su estructura no ha cambiado. Ahora, Blaise
es nonna! para todos. Para nosotros es 'lUla estructura
psictica normalizada., dicho de otra manera, una .post
psicosis., y no una estructura que ha devenido neurtica
ni una organizacin lmite como la que se encuentra en
los borrlerlines y bajo cuya rbrica 'Suelen clasificarse
equivocadamentt: esta clase de ,pacientes.

Ob . n.' 6

Un caso de eparapsicosis

Este no es, seguramente, el caso de un enfermo'


tratado por un psiquiatra. Esta clase de organizacin no
consulta a los mdicos, lo que desgraciadamente nos limi-
ta mucho en nuestras investigaciones clnicas. En efecto,
por una parte, nosotros vemos muy pocos sujetos de esta
naturaleza, y por otra nos es difcil dedicarnos con ellos

133
a una investigacin que se refiera al modo de estableci-
miento de sus primeras relaciones objetales.
Se trata en este caso de un aIto funcionario de la ad
ministracin de prefectura, de quien he sido vecino de
piso durante algunos aos, y que falleci como consecuen-
cia de un accidente de automvil del cual no era en abso-
luto responsable.
En la poca en que lo conoc estaba alrededor de la
cincuentena. Cargado de funciones socialmente importan-
tes, era muy estimado por sus colaboradores y muy bien
considerado en los diversos medios donde sus funciones
le obligaban a tomar decisiones muchas veces delicadas.
Sus sucesivas promociones eran testimonio de su adapta-
cin a las realidades humanas y econmicas.
Estaba casado con una mujer simptica que pareca
perfectamente realizada; sus dos hijos haban seguido
estudios .serios. Uno y otro acababan de casarse, al pare-
cer felizmente.
Sin duda, este intelectual era conocido en la ciudad
por su inters por la magia: frecuentaba una sociedad
cientfica relacionada con la etnologa oriental y otros
grupos considerados ms como esotricos que como cien-
tficos. Pero pareca practicar todo ello a la manera de
un buen padre de familia., por simple curiosidad de
espiritu. Incluso neg a dar una o dos conferencias, lue-
go de haber realizado giras por Extremo Oriente, que ha-
ba aprovechado para traer numerosos documentos d~
valor sobre las prcticas de magia locales.
Quin verla en eno alguna anormalidad.?
Lo encontr un da, por azar, en un tren, y me invit
a almorzar. Hacia el fin de la comida, y dado que char-
lbamos libremente por estar solos en la mesa, me pla'l-
te de pronto una primera pregunta: Doctor, cree usted
en la metempsicosis?; ante la neutralidad benevolente
de mi silencio interrogador, aadi una afinnacin igual-
mente inesperada: o: y bien, doctor, aqu donde me ve,
entre nosotros. puedo confesarlo a usted, que es al mismo
tiempo conocedor de estos temas y reservado: soy la sp-
tima encamacin de SCARRON .
Nada menos. Intimamente, mi primera reaccin fue
suponer que se trataba de una broma; sin embargo. no
exista ni el contexto, ni el tono, ni la mmica que indi.-

134
cara n esa intencin, y mi interlocutor no tena en absoluto
reputacin de bromista. Luego me lo han confirmado sus
colaboradores cercanos y sus amigos de la infancia.
Indudablemente. tena que vrmelas con un delirio, pe-
ro, como mi investigacin deba mantenerse forzosamente
en un nivel de discrecin, durante mucho tiempo me
result difcil s.ber si haca esa confidencia. con fre-
cuencia. Ms tarde me enter de que era excepcional que
la hiciera, aunque se haba dado ms de una vez, y que ja-
ms la habia proferido durante el ejercicio de funciones
oficiales, ni tampoco en pblico. La familia estaba al co-
rriente pero no se inquietaba demasiado. ya que l nunca
haba creado ningn escndalo ni dificultad con esta idea
aberrante pero, en resumen, suficientemente secreta.
En la mesa, me content con preguntar sobriamente
qu era lo que le llevaba a creer en tal operacin mgica.
Entonces las explicaciones se hicieron nebulosas. Este
hombre tan sensato de ordinario se comportaba ahora
como un autodidacta no inteligente y poco inteligible_
Comenz por citarme hechos . para l innegables. que
concernan a casos supuestamente conocidos y que se
referan a los mismos fenmenos. Como yo le retrotraje
a su propio problema, se entreg a una especie de opera-
cin algebraica para modificar, por contracciones y aa-
diduras, sucesivas, el nombre de su madre y convertirlo en
un vocablo que corresponda aproximadamente a AUBIG-
NE 1, de acuerdo con mecanis mos perfectamente ilgi-
cos desde el pun to de vista racional, muy propios de las
organizaciones psicticas.
El camarero intenumpi su inslito discurso al trae'
la adicin. Nunca ms se habl de este episodio entre
nosotros, a pesar de que mantuvimos otros encuentros
priv:;ldos.
Por otra parte, supe de fuentes diversas que este hom-
bre haba perdido muy pronto a su padre. anciano y pa-
raltico. que su madre lo haba educado muy duramente
antes de volver a casarse con un conocido hombre de
negocios. entrado en aos y poderoso, a quien la esposa
llevaba de la nariz.

1. Madame de Mainlenon era la nieta de Agripa d'AUBIGN2; se habla


casado muy Joven con SCARRON , ya paralilico, y Jueo, muy tardamente,
con Luis XI , pustuloso e hidrpico,

135
El paciente mismo haba vivido siempre en su juven-
tud (como todava ahora en el marco familiar) segn un
modo privado hermtico que contrastaba con las buenas
relaciones que mantena en el plano oficial; dorma po-
ca de noche, lea mucho y principalmente obras cansa
gradas a Jo irracional; desde tiempo atrs dorma soja
en una habitacin, no frecuentaba regularmente ni invi-
taba a nadie, a pesar de que se comportaba de manera
muy corts con Ja gran cantidad de gente que su esposa
reciba en casa.
Sera fciJ dudar del valor del diagnstico referido a un
caso acerca de cuyo sujeto slo poseemos informaciones
muy fragmentarias. Sin embargo, dada la ausencia de ele
mentos visiblemente genitales en tanto que organizadores
de Ja relacin de objeto, y tambin la ausencia de como
portamientos anaClticos, as como la prdida moment-
nea de 10 real con reconstruccin delirante compensado-
ra, la negacin de la realidad y los probJemas de identidad,
asl como la na turaleza de las proyecciones y la incoheren
cia de las operaciones mentales, debemos referirnos a una
estructuracin de modo psictico.
Pero el delirio parece perfectamente circunscripto a
un sector delimitado del cual el paciente no sala nunca:
el de sus orgenes y la exclusin del nombre de su padre.
Esto es lo que nosotros consideramos, con P. C. RACA-
MIER, el tipo mismo de las 'parapsicosis .

Obs, n .' 7

Un caso de neurosis pseudopsiclica

Agathe, casada con un hombre estimado y jovial de


40 aos, tiene dos aos ms que su esposo, con el cual
est muy encariada. :':'1 parece sufrir mucho a causa de
]a salud precaria de su mujer; por otra parte, ha sucedi-
do al padre de Agathe en la direccin del gabinete de ex
pertas contables que aqul haba creado, y tiene autoridad
en la prefectura donde la pareja reside desde hace ahora
doce aos.
Tienen tres hijos. de los ouales el mayor es fuertemen-
te dislxico y el segundo ligeramente alrgico.
Agathe pas una infancia a primera vista normal, y

136
sigui estudios secundarios clsicos; luego comenz es-
tudios de derecho. que se interrumpieron cuando se cas.
Despus del matrimonio, Agathe manifestaba un humor
ms bien triste, lo que era inhabitual en ella hasta enton-
ces; careca de animacin. afront embarazos penosos y
uno de sus partos requiri cesrea.
Hacia los 38 aos, Agathe era consideI;3da por su entor-
no como muy deprimida . , y dado que apcrtaba a los
otros ms preocupaciones que satisfacciones, se decidi
enviarla a (( descan sar a una cHn ica del Medioda que te-
na buena reputacin entre los indlLStriales clientes del
marido que se haban visto obligados a . colocar> en ellas
a sus esposas o a sus madres, una vez que se haban con-
vertido en cargas demasiado pesadas.
Esta clnica, muy a gusto afectivamente con la clientela
gerontolgica, se habra sentido probablemente culpable
de no asumir una actitud ms incisiva y ms -cientfica ..
ante una depresiva tan joven que, por otra parte, y en
opinin del mdico que la trata, ha sido internada por
un tiempo limitado.
Agathe fue clasificada como psicosis melanclica y se
le administr, antes de cualquier otra investigacin, una
copiosa serie de electro-schock. Despus de lo cual Agath~
volvi a su casa con algunos kilos ms, eso s, 'pero siempre
igualmente deprimida y, adems, con sensibles problemas
de memoria que la perturban mucho.
A su regreso se hizo cargo de ella un psiquiatra amigo
del anterior, que la declar border-line y la someti a un
tratamiento antidepresivo cuyo efecto inmediato fue una
acentuacin de la angustia y una prdida del sueo.
Un kinesioterapeuta que trataba la escoliosis de uno
de sus hijos le dio, de manera casual, mi direccin, y como
su psiquiatra se haba ausentado sin prevenirla, me soli-
cit una cita de urgencia.
Evidentemente esta paciente no corresponda ni a una
estructura psictica, ni a una organizacin anacltica; a
pesar de su carcter depresivo no era en absoluto utica.
ni tampoco dependiente de un objeto flico indiferenciado.
Toda su economa profunda se hallaba indiscutible-
mente centrada sobre una dialctica genital: A,gathe me
e~li.ca que es la cuarta hija de una familia en la que
reinaba un padre maravilloso y muy cercano tanto a sus

137
hijas como a la madre. Sin embargo, Agathe ha vivido a
esta madre y a sus tres hennanas como barreras que se
interponan en su camino hacia el padre; no tuvo tiempo
para disfrutarlo, y cuando sus hermanas mayores se
casaron tambin ella debi abandonar la casa familiar
(la casa donde podra haberse encontrado .al fin sola. con
el padre) para ir a estudiar a Grenoble, la ciudad con
Universidad ms prxima. Entonces se volvi verdadera-
mente celosa de su madre, que era la nica que sacab,1
ventaja de la situacin.
Por lo tanto, se cas en cuanto pudo con un muchacho
ms joven y ms pobre que ella, y mucho menos blillante
que el padre, pero de la misma profesin, e hijo de un
amigo de su padre. Ella le llev a su casa para .ayudar
al padre . Desdichadamente el padre morira pronto; el
marido le sucedera, pero ella tendra que compartir;o
nuevamente con la madre; ms tarde (lo que no arregl
nada) se enter de que lo haba compartido con muchas
otras mujeres, ya que las relaCIones extra~conyugales de
su marido resultaron ser poco duraderas pero numerosas.
Agathe volvi a encontrar un da a 6U antigua amiga,
casada con un primo lejano a quien ella haba distinguido
y estimado en otros tiempos. Algunas miradas primero, y
luego el intercambio de algunas palabras, le aportaron
la certeza de que este hombre siempre haba pensado
en ella.
Agathe desarroll de inmediato mecanismos de natu-
raleza neurtica que tendan mucho ms, en el plano eco-
nmico, hacia la histeria de angustia que hacia la verda-
dera depresin. En realidad, eran mltiples pequeas fo-
bias neurt<:as las que la apartaban de la oalle, del mundo,
de las distracciones, de los desplazamientos, de la vida
en general.
Lejos de vivir como utica, arda de fantasmas eroti
zados que no poda comunicar, de all su aislamiento no
exento de retiro narcisista. Su angustia seguia centrada
sobre el castigo de esos deseos. Sus reproches se dirigan
a sus deseos sexuales y no a la vergenza de su agresividad,
como en el caso del melanclico. Su Yo no estaba en abso-
luto fraccionado, sino terriblemente tironeado, por una
parte, por la relacin proximal erotizada con el hombre,
a la imagen del padre, y las prohibiciones provenientes

138
de las mujeres, alineadas del lado de la madre o de las
hermanas, por otra . El objeto segua siendo genital , pater-
nal, masculino y edpico ; no era flico, anacltico, narcisis-
ta y maternal (ni vagamente palerno asexuado).
Se trataria de una histerofbica, poco acenluada en los
sntomas, como lo son a menudo las verdaderas histe-
rofbicas.
No era ni una melanclica, ni siquiera una depresi va
anacltica. Slo el psicoanlisis conservaba una oportu-
nidad de modificar la actitud ante los autnticos conflictos
neurticos en cuestin.

Ob. n." 8

Un caso de . psicosis pseudoneurtica

El Doctor X .. . es un amigo desde hace mucho tiempo.


Luego de haber realizado muy buenos estudios, pareca
destinado a un porvenir brillante, pero como adoraba la
caza y el campo, se instal como generalista en una aldea
importante donde estaba agobiado de trabajo, no tena
tiempo de leer, de cazar, de pasearse, ni siquiera de pensar;
probablemente se senta muy culpable de llevar al psiquia-
tra slo los problemas inextricables, y a los diversos espe-
cialistas mdicos o quirrgicos los numerosos casos de
conflictos afectivos curables con que se encontraba a lo
largo de la jornada, pero que podran conservar una apa-
riencia cualquiera de jU5tificacin somatizada.
La carta que acompaa a Martine se pretende tanto
ms jovial cuanto que el caso es visiblemente engorroso,
que l no me ha enviado ningn paciente desde hace
mucho tiempo, y que me cree enfadado:
.... Mi querido amigo, etc., te envo una bonita histrica
con la que podrs, etc., tanto ms que su marido ... etc .
Algunas alusiones muy discretas al medio. son esclareci~
das en los comienzos de la entrevista: me entero, en efec-
to, de que Martine es la hija del alcalde de la regin
(comercio de vino al por mayor, en una zona de viedos
famosos) y la esposa del notario local, lanzado a su vez
a la carrera poltica ... dicho de otra manera, se me anun-
cia por anticipado que el inters del mdico local que la

139
trata no puede tolerar ninguna falsa maniobra por parte
de quien 'onsulta.
Escucho con mucha atencin el relato de nuestra his-
trica : Martine tiene 28 aos, ha nacido en la gran aldea
en la que habita y que slo ha abandanado durante la es
tada en un pensionado, entre la clase de sexto y la de
tercero, en una ciudad vecina.
Este mnimo alejamiento fue difcil de soportar: aban
don sus estudios. fciles al comienzo y mediocres des-
pus, luego de una ineficaz repeticin de la clase de ter-
cero.
A continuacin. la padente se desempe durante al-
gn tiempo como secretaria de su padre; cuando se cas,
a los 22 aos, ya no trabajaba. Su marido era un pasante
de notario, de 30 aos, bastante ambicioso, empleado
desde haca algunos aos en el estudio del ~ugar, dirigido
por un notario entrado en aos, perteneciente tambin
a la familia de Mari ine y que falleci dos aos despus.
El padre de Martine compr entonces el estudio para
su yerno. Pero las cosas ,n o iban muy bien entre los es-
posos: el marido estaba a menudo ausente y aunque pro-
clamaba en alta voz su inocencia (el mdico de la familia
adhiere a esta posicin), Martine sospecha que la engaa.
Se queja de dolor de cabeza, de vrtigos, de reglas irre-
gulares. de momentos depresivos, y las relaciones sexuales
son penosas.
El mdico que la trata no descubre siquiera un hgado
inflamado ni una vescula espasmdica; se consulta al gran
jefe de la O.R.L. en la Facultad vecina, quien recibe a Mar
tine diez minutos, la dcja hablar sin escucharla mientras
le introduce en la oscuridad extraos instrumentos, pro-
nuncia apenas tres frases, por otra parte incomprensibles.
y !arabatea un minsct>1o papel que entrega a la pacient".
destinado al mdico que la trata. sin siquiera un sobre, y
que se limita a un mensaje lacnico donde indica su ne
gativa a hacerse cargo de la investigacin.
A Martine le resutla insoportable este examen brutal.
Sus malestares y sus saltos de humor se acentan en los
meses siguientes. Las relaciones con el marido se dete
rioran.
Entonces envan a Martine a un gineclogo que se con-
tenta con un examen somtico prudente, con una muestra

140
del cuello uterino (que adems <>0 presenta ninguna ano-
mala, ni siquiera funcional), pero que dedica a Martine
una larga sesin, en cuyo curso la interroga de manera
muy directa sobre su vida amorosa pasada y actual, le
reprocha que carezca de experiencia. y le aconseja que
tome un amante ... Una mujer bonita como ella ... las oca-
siones no deben fallarle ... elc. .Escribe una 'larga carta nI
mdico que ija trata : sin IIegar a este punto por escrito,
la inhibicin sexual. y la aversin por el marido. son
profusamente descritas, y la invitacin a mejorar y a
hacerse responsable constituye la conclusin lgica.
Martine vuelve de esa consulta muy afectada y muy
ansiosa. Sin embargo l era tan amable clama el en-
torno (que no ha asistido al fin de la entrevista ... ). El
mdico que la trata ha permanecido durante dos trimes-
tres como externo en un serviaio de neuropsiquiatrfa, y
saca las conclusiones que se le impone n: nada orgnico;
por lo tanto, asunto psquico . No hay delirio; por ende,
neurosis. Ni obsesiones ni fobias, o sea, histeria; por otra
parte, problemas sexuales manifiestos. vrtigos, jaquecas,
cambios de humor inmotivados_, lo que confirma el
diagnstico de histeria ... Es entonces cuando me la enva.
Dado que no puedo contentanne con esta exposicin
demasiado racional y demasiado objetiva., deseo saber
ms y me entero de que el padre, de carcter violento fue-
ra de casa (y bebedor) no pesa en casa; por otra parte, ha
vivido muy poco en el hqgar y todo el mundo est ente-
rado de su antigua relacin con la farmacutica. La ma-
dre ha decidido ignorar esta relacin y se ha limitado a
un autoritarismo domstico de uso interno que se vuelve
sobre las empleadas de servicio y los dos hijos. a quienes
no ha dejado nunca en paz, acosndolos con obligaciones,
sospechas y preguntas desordenadas,
El hermano menor de M,artine es descrito como un
caracterial que crea muchas preocupaciones a sus pa~
dres.
Martne parece haber alimentado en el pensionado,
desde la clase de sexto, una verdadera fobia escolar: no
poda prescindir de los consejos y la proteccin de su ma-
dre, que sin embargo ya en aquella poca la persegua.
En la clase de tercero 5e comprob un escaso nivel esco-

141
lar. Nunca se adapt mucho a las tareas prcticas, simples
y dinmicas, del secretariado de su padre.
En el matrimonio no se ha mostrado ms pragmtica;
indolente, soadora, ineficaz, descuidada, requiere conti-
nuamente la ayuda de su madre, que por otra parte le
ha delegado por fin, y con dedicacin exclusiva, la ms
.eja y usada . de sus dos criadas, p ara que lleve adelan
te las tareas dom.o;ticas.
Los problemas sexuales, exteriormente evidentes, no
aparecen en absoluto como una realidad invertida en s
sobre el plano autnticamente genital; sino que se pre
sentan como un aspecto no separable del resto de la apa
ta general, de la astenia psquica y del encierro relacional.
Existen verdaderos momentos de pre.desrealizacin : el
entorno, que no quiere ver la gravedad del estado pro-
fundo, los presenta como fatiga. y depresin . El m
dico que la trata se protege por medio de la denominacin
neurtica.
La angustia de muerte (fraccionamiento) es evidente.
Las negaciones de la realidad son mltiples; 'Ias proyec-
ciones persccutC'rias sobre el marido constituyen un pre-
delirio de celos que se refiere a la actitud paternal con
respecto a la madre.
La relacin de objeto se mantiene funcional con la ma-
dre y en direccin utica con el resto de los polos.
Dicho de otra manera, se trata de una estructura psi-
ctica que todava se defiende bastante bien, con la ayuda
de mecanismos de caractersticas neurticas, en aparien-
cia erotizados.
Pero la duracin de su eficacia es incierta; hace falta
tratarla seriamente, y no de cualquier manera. Si el psi-
quiatra se comporta como el O.R.L. a quien visit hace
dos aos y se conten1a con no ver nada_, Martine des-
cender poco a poco los grados de la descompensacin
psictica.
Si, por el contrario, se compor.t a como el gineclogo
a quien consult despus, y excita las pulsiones genitales
de manera intempestiva, Martine se precipitar an con
mayor rapidez en esa misma descompensacin.
El mal'gen no es amplio: como todo arte, el nuestro es
dificil, y adems. al igual que el arte abstracto, no puede
acomodarse a manifestaciones demasiado simplistas.

142
Quizs alguien pueda so,,!,renderse al no vernos e.".
poner aqu las categoras estructurales cuyos tltulos co-
rresponderan a las tres entidades mrbicas clsicas que
rresponderan a las tres entidades mrbidas clsicas que
alucinatoria crnica, psicosis traumtica, etc.
Es cierto que yo concibo la parafrenia como incorpo-
rable, en 10 esencial al menos, a la estructura esquizofre
nica y que, por otra parte, debemos distinguir a la vez lo
que, aunque a veces se lo clasifica en esta categora mr
bida, puede igualmente revelar una estructuracin para
noica o manifestaciones parapsic6ticas, o bien reacciones
psicopticas o caracteriales que estudiaremos ms ade
lante.
Por su parte, la psicosis alucinatoria crnica presenta
evidentes parentescos con la estructura paranoica; el eca
so SCHREBER. ha sido objeto de innumerables debates
sobre este tema; por 10 tanto, no me parece necesario
encarar un modo de estructuracin particular que englobe
tales problemas.
En cuanto a las epsicosis traumticas., sern larga
mente debatidas a propsito del trnsito a la lnea psic6-
tica en ocasin del segundo traumatismo., en la teori
zacin que desarrollamos en el captulo cuarto de esta
misma parte.

2. LA LINEA ESTRUCTURAL NEURTICA

La lnea estructural neurtica slo ha sufrido, en s


misma, fijaciones pregenitales modestas, sin llegar a la
divided ne, de Robert FLIESS (Fig. 1). Pasar sin dema
siadas dificultades en un primer momento el segundo sub-
estadio anal as como el estadio flico, mientras que el
Edipo (Fig. 4) comienza a preorganizar la futura estruc
tura bajo la supremacia de la economa genitaL Esta es
la primera etapa, llamada de pre-estructuracin. Esta ope-
racin, al igual que para la linea psictica, se desarrolla
durante la infancia; en este caso, se realiza segn la eco-
nomia genital, en la medida en que el joven pre-neur6tico
ha podido, ms afortunadamente que el joven preorgani
zado psicticamente, acceder a la triangulacin genital sin

143
frustraciones precoces demasiado intensas ni fijaciones
pregenitales anteriores demasiado severas.
Al igual que en la lnea psictica, el periodo de laten-
cia operar aqu una momentnea interrupcin de la eVIr
lucin estructural, lo que, por otra parte, no minimiza en
absoluto la importancia de las manifestaciones genitaJi
zadas de esta poca, pero tampoco corresponde a ningn
desarrollo Jibidinal particular.
Por el contrario, en la adolescencia se desencadenarn
las tempestades afectivas que todos conocemos, y que pue-
den llegar hasta el punto de poner en peligro (corno ocurre
en la lnea psictica) la permanencia en la linea estruc-
tural original.
Si, en el momento de la adolescencia, los conflictos
internos o externos (o, sin duda, las dos variedades a la
vez) se manifiestan de manera demasiado intensa, el Yo
puede deteriorarse an ms, y dirigirse hacia sistemas
relacionales o defensivos ms arcaicos que sobrepasan la
simple economa pulsionesjSuper.oyo de tipo especfica-
mente neurtico; en ese caso, se dirige hacia un cuestio--
namiento ms o menos serio y ms o menos duradero de
la realidad; el sujeto puede precipitarse entonces fuera
de la lnea neurtica y en la lnea psictica que conduce
a una estructuracin, a partir de ese momento, de modo
psictico definitivo que, en caso de enfermedad, slo po-
drla producir una psicosis, probablemente de modo ma-
naco depresivo o alucinatorio crnico; esas dos formas
clinicas se sitan, la primera, cerca de la melancolia, y
la segunda, cerca de la paranoia; lo que ciertamente no
se produciria seria una fonna esquizofrnica, ya que esta
forma requiere fijaciones iniciales especficas de las que
obligatoriamente carece un Yo que, aunque ms no sea
a ttulo preorganizado y transitorio, ha podido situarse en
la lnea neurtica.
Una tal mutacin en el momento de la adolescencia,
que pasa de la linea neurtica preorganizada hacia la
lnea estructural psictica definitiva, parece ser, desdi-
chadamente, ms fcil y ms frecuente que el pasaje en
sentido inverso, o sea, a partir de la preorganizacin psi-
ctica hacia la estructuracin neurtica definitiva, posi-
bilidad que ya consideramos en el pargrafo precedente.
Basta un traumatismo o un conflicto particularmente in-

144
----------------- INDIFERENCIACION SOMATO -PSIQUICA

- ~ ----r----------
QVl ' .
OW -
I
<f.
.... "'.N
tao EVOLUCION
BANAL
U)
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INICIO DEL EDIPO

- I

CONFLICTO
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EDIPICO
t::
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el
O
+
O
....Vl YO NEUROTICO
w PREORGANIZADO

_ !f._ - - - ~----------
u
z
~
-:3 ._--- F' 0.-----------
__
W
U

~
YO NEUROTICO
- YO PSICOTICO
~ ORGANIZADO ORGANIZADO
8
----t--------F--
ESTRUCTURAS ESTRUCTURAS
NEUROTICAS PSICOTICAS

FlG. 4
Gnesis y evolucin de la lnea estructu.ral neurtica.
tensos (y sabemos que son frecuentes en este perodo muy
agitado afectiva y socialmente) para operar ese cambio
irreversible; de all la importancia de un diagnstico cs-
tructural mutacional preciso para saber si es verdade-
ramente intil o indispensable intervenir psicoteraputi.
camente ante las dificultades que sobrevienen al adoles
cente. Los sntomas por s solos no son suficientes para
informarnos; es el conjunto de los elementos tpicos, di-
nmicos, econmicos y relacionales lo que conviene pesar
y evaluar para determinar el estado y el sentido de la
elaboracin estructural del sujeto, su grado de solid""
o la dimensin de las amenazas de psi cotizacin.
Sin embargo, y muy felizmente, en la gran mayora de
los casos y en contextos normalmente socializados, el Yo
neurticamente preorganizado se mantiene en la -lnea de
estructuracin neurtica durante el perodo de la adoles-
cencia, y esta vez de manera definitiva (Fig. 4).
Esta organizacin estructural ya no habr de varar
en lo sucesivo, y si un sujeto de esta lnea .se enferma, slo
podr hacerlo segn uno u otro de los modos neurticos
autnticos: la neurosis obsesiva o la histeria (de angustia
o de conversin) que corresponden a las dos nicas estruc-
turas factibles de manifestarse en el seno de la lnea es-
tructural neurtica en general, esto es, la estructura ob-
sesiva y la estructura hi"trca.
La lnea estructJural neurtica se caracteriza ante todo
por la organizacin de la personalidad bajo la primada
de lo genital. Es en este mbito donde se especifica esta
lnea y, en contrapartida y consecuentemente, no podemo.
hablar de estructura neurtica si no existe justamente
esa primaca de los elementos econmicos de origen ge-
nital.
Los otros caracteres de esta estructuracin se despren-
den de dicha posicin genital central. 'L a manera en que
se vive el Edipo tie todas las variedades neurticas en
el seno de la misma lnea. El Super-yo slo en.tra en jue-
go de manera efectiva despus del Edipo, de quien es
heredero. Slo podemos hablar de Super-yo propiamente
dicho en las estructuras neurticas. El conflicto neurtico
se sita entre el Super.oyo y las .p uIsiones; se juega en el
interior del Yo. En la e=nona neurtica el Yo est
completo, pero puede presentarse dislocado en sus diferen-

146
tes niveles de funcionamiento, ya sea como consecuencia
de dificultades sobrevenidas en el momento del Edipo, ya
sea en razn de fijaciones pregenitales que vienen a per-
turbar la elaboracin genital ms tarda; pero nunca se
fractura. La angustia especfica de las organizaciones neu-
rticas no se refiere en ahsoluto al peligro de fracciona-
miento, sino que concierne a la amenaza de castracin,
as como esta angustia de castracin especifica, en con-
trapartida, la linea neurtica. La regresin neurtica, en
caso de accidente mrbido, concierne ms a la libido que
al Yo, pero no alcanza jams el nivel de las regresiones
pregenitales masivas de las estructuras psicticas.
La relacin de objeto neurtica se realiza sobre un
modo plenamente genital y objetal; el objeto conserva
una posicin proximal, existe en tanto que tal y en ese
sentido se le investiga. La defensa neurtica caractersti-
ca ha sido extensamente descrita por FREUD bajo el v<r
cablo ft Verdrangung, que podriamos traducir como cin~
hibicin, Si bien otros mecanismos accesorios vienen a
colaborar can esa inhibicin segn las variedades neur-
ticas, sin embargo nunca se recurre a la negacin de la
realidad, ni siquiera bajo una forma parcial. La realidad
puede ser transformada por la elaboracin defensiva, pe-
ro sin emb~ no se la niega. Las exigencias del princi-
pio de 'placer se maIltienen siempre ms o menos some-
tidas al control del principio de realidad. La fantasma ti-
zacin y los sueos neurticos corresponden a las satis-
facciones pulsionales alucinatorias prohibidas por el Su-
per-yo, y sin embargo presentan huellas del conflicto y
de las defensas; se trata de compromisos funcionales, de
la misma manera en que el sntoma constituye un com~
promiso patolgico. Se mantiene la categora de los ob-
jetos fantasmticos. La relacin con los padres ha sido
elaborada sobre una base triangular y sexual fundamental
que, en s misma, slo puede encontrarse en las organiza-
ciones neurticas,
Paralelamente a las reflexiones formuladas a propsi-
to de las estructuras psicticas, parece interesante consi-
derar las caracteristicas del lenguaje en las estructura-
ciones de tipo neurtico: P. DUBOR (1971) ha insistido
en la expresin simbolizada del deseo y en la manifesta-
cin de la relacin objetal portadora en s misma de sen-

147
tido; lo que separa al objeto del -sujeto correspondetia :U
sentido y al snbolo. Se trata tia de una expresin sincr-
nica bipolar mentalizada, que traducitia la bipolatidad
relacional, profunda y en realidad diacrnica, del incons-
ciente.
Corno lo expresaba en su truculento discurso el apun-
tador de ANOUILH (Ne revei11e~ pas, MadameJ, podtia-
mas decir que el lenguaje de las organizaciones neurti-
cas, as como el tiempo vivido, es todo al mismo tiempo.
En la estructura neurtica se man tiene la cohesin
entre continen! e y contenido. El contenido representa el
objeto m;smo del lenguaje, pero la funcin sintagmtica
sufre una alteracin: como lo demuestra el Dr. ANZIEU
(1970), los temas aparecen muy a menudo como mltiples,
sin que .se elija un desenlace, y con una organizacin de-
ficiente del relato.

A) La estructura obsesiva

La estructura obsesiva nunca ha tenido, entre los psi-


copatlogos. mejor reputacin del lado neurtico que la
estructura paranoica del lado pSlictico; afectivamente,
algunas entidades pasan por muy rebeldes', lo que no
quiere decir que lo sean siempre de manera efectiva, ni
tampoco que sean las nicas que no se muestran dciles
en contacto con la teraputica.
Por otra parte, no siempre es fcil distinguir una es-
tructura obsesiva con manifestaciones pseudo-delirantes
de alcance psictico, de una estructura psictica que pone
de m anifiesto abundantes defensas obsesivas. La antigua
denominacin de psioastenia englobaba, para P. JANET
(1908), todas esas variedades estructuralmente muy dis-
tintas.
I[)e hecho, la estructura obsesiva ocupa el primer lugar
ms abajo de la divided /ine en el cuadro de R. FLIESS
(Fig. 1); es decir, que esta estructura se presenta como
la ms regresiva de las estructuras neurticas en el plano
libidinal, y que se sita muy cerca de la menos regresiva
de las estructuras psicticas, es decir la estructura para-
noica, lo que no significa, sin embargo, que posea muchos
rasgos comunes con ella; por el contrario, en su ensayo

148
monogrfico de 1962, A. GRlEEN ordena paralelamente de
una p arte y otra de la linea que corres.ponde al principio
de realidad, la organizacin obsesiva y la organizacin
esquizofrnica, dado que ambas se hallan situadas en la
zona pesimista., en retraso respecto de la linea corres-
pondiente al principio del placer.
Toda clasificacin comporta dificultades en el momen
to de dar cuenta de las analogas y las divergencias. Una
conceptualizacin exigente, que pretenda analizar todos los
matices considerados, parece poco realizable en un espa-
cio limitado nicamente a las dos dimensiones de la su-
perficie plana de una pgina, de una pizarra o de una
pan talla de proyeccin.
Ha sido FREUD (1894 y 1895)1 quien ha mostrado el
rol activo del su jeto obsesivo en la negociacin de la,
representaciones perturbadoras: en el caso de estructu-
racin de modo histrico, la representacin perturbadora,
desvinculada del afecto correspondiente, sufre una con-
versin_ que tiene valor simblico en un registro somati
zado, en tanto que en la estructuracin de modo obsesi-
vo, la represerrtacin pulsional conserva siempre una ten
dencia a distanciarse de su afecto correspondiente, pero
en este caso es el afecto mismo el que secundariamente
se incorporar a otras representaciones menos conflicti
vas en las que ya no ,p odremos reconocer la pulsin ori-
gina!.
Podemos concebir as el establecimiento de un meca
nismo obsesivo; ese mecanismo se mantendr en un plano
de discrecin en tanto la estructura obsesiva permanezca
compensada dentro de los lmites de los comportamientos
ordinarios de la vida, o incluso en los comportamientos
caracteriales; pero, en caso de reactivacin viva del an
tigua conflicto. el mismo mecanismo generar una neuro-
sis obsesiva clsica.
Como en toda estructura neurtica , es la economa ge
nital la que domina el modo de organizacin obsesiona!.
FREUD ha mostrado (1915) el rol esencial de la inhibicin
y de sus fracasos en tales organizaciones.
La inhibicin acta sobre las representaciones pubiOo
nales difciles de tolerar, principalmente aquellas que se
1. En su artfcu1o, escrito UI francis , FREUD traduce su propio ~rmiDO
alt'mn de cZwangneurose_ por la expresin francesa neurosis de obsesiones_,

149
refieren a los deseos sexuales o a difi<:ultades sexuales
de la infancia. La inhibicin recibe la ayuda del aislamien-
to y el desplazamiento para llevar a cabo su accin rep~e
siva. Mientras la estructura obsesiva se mantiene dentro
de los lmites de la adaptacin, es decir de la salud. o
de la normalidad., esas defensas consiguen conjuntamen-
te que el sujeto se mantenga a :salvo de conflictos impor-
tantes. Algunas pequeas ramificaciones de lo inhibido
que logran franquear la censura entre el inconsciente y el
preconsciente producen la aparicin de comportamientos
obsesivos moderados que inmediatamente se revisten de
una coloracin normal., en tanto ello sea posible gracias
a la accin de las defensas por racionalizacin o anulacill
que constituyen los elementos esenciales del carcter ob-
sesivo, acerca de los cuales hablaremos ms adelante.
Pero si ,los elementos inlbidos que franquean la cen-
sura resultan demasiado numerosos, demasiado importan-
tes o demasiado representativos, la racionalizacin o la
anulacin no llegan a conservar por s solos el carcter
de legitimidad y de banalidad; en ese caso, nos vemos
conducidos a una descompensacin mrbida de la estruc-
tura obsesiva, es decir, a la neurosis obsesiva., con SU5
dudas y sus angustias, sus luchas en meclio de las coaccio-
nes y las repeticiones, sus vergenzas y sus rituales.
A. GREEN (1964 Y 1965) ha tratado de precisar el mo-
do de estructuracin obsesivo, siempre yendo ms all
de los sntomas. Presenta a la regresin bajo su doble
aspecto fundamental : en primer lugar, una regresin de
estructura de la libido que afecta a las pulsiones y corres-
ponde a una regresin pulsional, a partir de tendencias
sexuales y tiernas, en direccin a pulsiones agresivas y
sdico-anales. Por lo tanto, existe un cierto nivel de de.
fusin de las pulsiones con predominancia de las inver-
siones destructvas. Desde el punto de vista estructural
puro, parece necesario sealar que, en tm primer momen
to, se trata ms de fijaciones antiguas que de regresione,
propiamente dichas, dado que las verdaderas regresio-
nes no se producen de manera masiva sino en el perodo
que acompaa la descompensacin mrbida.
Otra clase de fijacin y otros movimientos agresivos
alcanzan tambin a la evolucin del Yo, y tienen como
consecuencia manifestaciones orientadas hacia las activi

ISO
dades puramente mentalizadas en el plano dinmico y
temporal, lo que conduce a una sobreestimacin constante
y defensiva de pensamiento.
Las inversiones libidinales tienden pues, a abandonar
una cantidad mayor o menor de inversiones objetales en
provecho de la misma cantidad de inversiones narcisistas.
Esta tendencia regresiva puede considerarse como el
resultado del conflicto entre eros y thnatos, tanto como
entre el Yo y su objeto; permite al mismo tiempo que el
representante se separe del afecto al que se hallaba ligado
hasta entonces en el seno de la misma expresin pulsio-
na!. Tambin es en este nivel donde encuentra sus fuentes
la contrainversin (as como en la separacin de los ele
mentas de un tomo precedentemente unificado) y donde
la energa as recuperada se pondr al servicio de las for-
maciones reacoionales eventualmente necesarias para el
mantenimiento de una adaptacin exitosa (limpieza, or-
den, economa, etc.) o bien de los esfuerzos menos felices
para limitar la angustia (rituales, actividades compulsi-
vas, etc.), con lo que contribuye a constituir los sntomas
mrbidos.
La estructura obsesiva no puede, pues, engendrar pro-
ductos perversos: no autoriza ninguna huella de satis
faccin directa, as como tampoco se despega jams ver-
daderamente del plano de la realidad, ni an en sus ava
tares ms serios. Las fijaciones anales importantes que se
refieren al segundo sub-estaruo anal, obligan al sujeto de
estructura obsesiva a una atencin que se centra en el do-
minio del objeto. la constancia de las inversiones, el man
tenimiento de una distancia ptima (ni muy grande, ni
muy reducida) de los objetos. Es lo mismo que M. BOU-
VET (1960) desarrolla en el sentido de una defensa por
el coro'prender demasiado y por la negacin a reconocer
los lazos afectivos relacionales con el otro.
La vida fantasmtica del obsesivo es en general pobre.
y tanto su universo onrico como sus capacidades relacio-
nales aparecen rgidas. disecadas, momificadas en mayor
O menor grado; el objetivo real consiste en conservar a
ese precio una inversin objetal. una cierta cantidad de
libido y el derecho a la vida. J. LACAN (1966) ha epJ.logado
extensamente el nivel de las relaciones entre la realidad,
lo imaginario y lo simblico. nivel en el que: .Se trata de

151
ardid lo que retiene al sujeto tuera del combate, como
hizo Venus con Parls, lo hace no estar en el sitio donde
correrla riesgo y no dejar en el lllgar sino una sombra de
s mismo; al abdicar !desde el comienzo del deseo que est
en juego, anula de antemano tanto la ganancia como la
prdida.
C. CHlLAND (1967) precisa que la angustia obsesiva
est ligada a la lucha coutra la idea obsesiva, y que as
permanece en condicin de dependencia del conflicto in-
terno, aunque ese conflicto .se presente como elaborado
de manera bastante lejana en relacin con el conflicto
o~al.
La relacin paterna del sujeto de estructura obsesiva
no ha sido objeto de muchos desarrollos. Es evidente que
encontramos en las econOrIas triangulares y edipicas pa-
dres no solamente diferenciadas sino, ya y todava, defi-
nidos en cuanto a su identidad sexual.
Las observaciones clnicas nos llevaran a creer que
el sujeto de estructura obsesiva debera haber mantenido
antiguamente una relacin bastante particular con sus
padres, referida a la vez, de parte de loo dos padres, a una
valorizacin de los controles y las inhibiciones, y a una
interdiccin de las dos pulsiones : agresiva y sexual. Tanto
la madre como el padre pondran en evidencia. (la ex-
presin se ha elegido adrede) la necesidad de ocultar las
relaciones sexuales entre elloo, al rIsmO tiempo que .p er-
miten se las "uponga deliciosas, prohibidas, agresivas y
erotizadas. Las consecuencias de ese juego particular de
las interdicciones paternales en la estructura obsesiva
favorecen las actitudes muy conocidas en clnica en estos
sujetos: el acercamiento con el padre del mismo sexo es
ms fcil porque es menos reprobado, as como el aleja-
miento con respecto al padre del sexo opuesto es la nica
solucin permitida.
Por otra parte, la madre establece muy 'p ronto las ba-
ses de las fu turas fonnaciones relacionales del hijo: so--
brevalora los cuidados corporales, intestinales y anale.
que se ofrecen al nio. El nio toma impulso para sat:,-
facer a la madre, adivinando que su deseo oculto responde
a su deseo edipico ascendente; pero el padre vela, est
all (economa neurtica) tanto para amenazar al hijo co
mo para satisfacer a la madre. Ante esta angustia y esta

152
engaar a la muerte por medio de mil ardides ... es el
decepcin simultneas, el nio traicionado y desmoralizado
no puede sino desarrollar sus propias fijaciones anales
y hacerse el muerto_ en el plano genital. Su deseo no se
habr despertado, como en la estructura histrica, con
la suficiente fuerza como para franquear el lmite del man-
tenimiento de su afinnacin sexual. La primaca de la
organizacin genital se mantiene, sin duda, pero a media
luz, como la lamparilla en la habrtacin del moribundo;
slo se potencia la economa anal, y aun sta exclusiva-
mente bajo una forma disfrazada, tanto por 'las formacio-
nes reaccionales como por los comportamientos autopu-
nitivos.
El lenguaje obsesivo se caracteriza por la rigidez, a
menudo enmascarada tras una -sobriedad en apariencia
modesta y reservada. El estilo est impregnado de clari-
dad y parsimonia. Es un estilo que se pretende preciso .'i
al servicio del razonamiento lgico, pero en realidad se
manifiesta teido de reproches y de sequedad afectiva .
En el discurso, el objeto es tratado como un nio, y pOI'
ende, se 10 mantiene a media distancia, de manera tal
que incida sobre el plano intelectual sin seducir jam,;
en el plano afectivo. A este respecto se ha descrito un
estilo especialmente administrativo, cargado de fnnu
las hechas, que evitan el contacto personal, en beneficio
del exclusivo punto de vista funcional, de lo general y o
hanal.
Finalmente, deberamos tener en cuerrta lo que llama-
mos a menudo ndice de histerQ:acin del obsesivo,
siempre presente cuando tenemos que vrnoslas con un3
verdadera estructura obsesiva y no con sim-p les compor-
tamientos obsesivos de defensa en el seno de una estruc-
tura prepsictica, por ejemplo. El tnnino de n.cleo
histrico parecera ms ambiguo al permitir quizs 13
suposicin de una derta incert,idumbre en el monolitismo
estructural de base; sin embargo, 10da estructura obse-
siva autntica conserva suficientes elementos genitales
fundamentales como para ex-p erimentar una alucinacin
negativa de su falta de histerizacin. Una feliz expresin
di ce que el histrico conserva la nostalgia del obsesivo, en
tanto que ste aspira a la histeria. Esta imagen de una

153
dualidad complementaria de las estructuras neurtica', .
que tiene tambin en cuenta su aspiracin recproca en
una esperanza defensiva y extensiva a 'la vez, me 'pare~e
tanto ms acertada en cuanto excluye del dilogo la in-
trusin fctica de las pseudoestructuras efbicas. en el
seno de la economa neurtica.

B) La estructura histrica

La estructura histrica constituye, en el esquema al


que nos remitimos, el eslabn ms elaborado en direc-
cin a la madurez.
El carcter altamente sexual de este modo de economa
estructural no habla pasado desapercibido para los auto-
res ms antiguos. y no por casualidad su representacin
mental se ha vinculado durante tanto tiempo al simbolis-
mo de un rgano genital femenino, as como a la somati-
zacin uterina.
Los antiguos pensaban as desde el papiro de KAHUN
(siglo xx antes de Jesucristo), mencionado por P. PICHOT
(1968). HIPOCRATES fija el asiento de la epilepsia en el
cerebro, y el de la histeria en el tero, punto de vista que
es compartido por ARETEO DE CAPADOCIA. Tambin
es digna de mencin la curiosa premonicin que puede
encontrarse en PLATON de la primera concepcin freu-
diana de los d~astes causados por la represin sexual;
aun cuando los esquemas empleados se hallan groser~
mente ligados a las imgenes corporales de la poca, no
podemos dejar de asombrarnos ante la similitud latente
del pensamiento: .El tero, dice PLATON en el "Timeo", es
un animal que desea engendrar nios. Cuando permanece
estril por demasiado tiempo despus de la pubertad '"
vuelve inquieto, avanza a travs del cuerpo, corta el paso
del aire, dificulta la respiracin y provoca grandes sufri-
mientos y toda clase de enfermedades . Para GALENO, la
histeria es igualmente un resultado de la abstinencia st!-
xual. S. FREUD no ignoraba, seguramente, cuando elabu-
ro su primera concepcin de la histeria, que tena precur-
sores de esta talla.
Durante la Edad Media resulta imposible evitar, bajo

154
el bculo teolgico, la asociacin de la histeria con los
maleficios diablicos, a pesar de las protestas de PARA-
CELSO, quien, en 1567, describe ya modos de funcion~
miento anticipados y rudimentarios de los fantasmas del
inconsciente: .Lo. causa de una enfermedad .. . es simple-
mente una opinin y una idea asumidas por la imagina-
cin, que afecta a quienes creen en semejante cosa .. . (en-
tre los pacientes) la vista y la audicin son tan poderosos
que inconscientemente ellos tienen fantasas sobre lo que
Iw.n visto y odo. Su razn es arrastrada por tales fan!~
sas y pervertida en la forma que asume su imaginacin .
La primera localizacin mental de la histeria fue des-
crita en 1618 por Charles LEPOIS, decano de la Escueb
de Medicina de Pont-a-Mousson. Esta idea no fue defen
dida realmente hasta 1670, gracias a Thomas WILLIS.
Ms cerca de nosotros, PINEL ha sido el primero en
incluir la hi~teria entre las neurosis. A fines del siglo XIX
se vinculan tres nombres clebres: CHARCOT, SALPE-
TRIERE e HISTERIA.
Curiosamente, es como consecuencia de su estada en
Paris en casa de CHARCOT, defensor de la teoria orgnica
de la histeria, que S. FREUD suscribe a la opinin de
BERNHEIM y LIEBAULT, que defienden en Nancy el ori-
gen afectivo y emotivo de la enfermedad, y que plantean la
psicoterapia como la nica posibilidad de tratamiento
vlido.
El mismo ao de la muerte de CHARCOT, en 1893,
FREUD y BREUER escriban sus Estudios sobre la his-
teria, que significaron una evolucin capital en la manera
de concebir la neurosis, y en particular la neurosis hist-
rica. En 1895, FREUD define la neurosis de angustia. y
el ao siguiente la neurosis obsesiva . En 1908, FREUD
separa diversos elementos en el jnterior de la neurosi:i
de angustia, y habla por primera vez de histeria de
angustia, cuya sinlitud estructural con la histeria cl-
sica denominada de conversin acaba por demostrar.
El modelo estructural de la histeria ha sido evocado
por G. ROSOLATO (1962) por una parte, y por otra por
A. GREEN (1964). Sus conclusiones no convergen exac-
tamente.
Desde el punto de vista tpico, la estructura histrica

155
no comporta regreslOn del Yo, sino una simple regresin
tpica de la libido, sin regresin dinmica ni temporal. La
estructura histrica presenta importantes fijaciones en el
estadio flico de ABRAHAM, al mismo tiempo que conserva
importantes componentes oralles que, sin embargo, en su
caso, nunca se transforman en elementos organizadof!o!s.
La caracterstica prncipal del modo de estructuracin
histrico que resulta de toda la historia que hemos citad"
ms arriba y que justifica la extensin de esta historja,
es la fuerza d"l componente ertico, cuyos aspectos domi-
nan la vida del histrico y las experiencias relacionales
diversas.
Las inversiones ob jetales se revelan al mismo tiempo
fcilmente mviles, variables y mltiples, aunque no per-
manezcan forzosamente en un plano superficial.
El tercer carcter de la estructura histrica, comn a
sus dos formas, se refiere a las defensas, es decir, en este
caso, a la primaca de los mecanismos de inhibicin sobre
los olros procedimientos. Una vez establecidos los rasgos
comunes, podemos determinar ahora las diferencias no--
solgicas entre las dos variedades de la estructura his-
trica:

al La estructura histrica de angustia

La estructura histerofbica constituye el ms regresi-


vo de los dos modos de estructuracin histrica. Es por
lo tanto el que se sita, segn el cuadro de R. FLIESS,
ms cerca de ]a estructura obsesiva. Por otra parte, el
histerofbico es el nico modo de estructuracin f6bica
de tipo autnticamente neurtico dentro de nuestra con-
cepcin, ya que, como veremos ms adelante, en este
trabajo discutimos tanto la existencia de una neurosis
de angustia como de una neurosis fbica . Aunque re -
conocemos la evidencia clnica de tales sndromes fbi
cos, les negamos una categora estructural neurtica.
En la histerofobia, como lo ha mostrado R. DIATKI-
NE (1968), la libido se mantiene fundamentalmente en
el plano genital y el mecanismo principal sigue siendo
la inhibicin; los movimienlos pulsionales ambivalentec;

156
(agresividad con respecto a los objetos de amor y afecto
por los objetos agredidos) conservan una actitud general
incoherente, opuesta a la sencillez de la rigidez afectiva
obsesiva. Las identificaciones con los dos padres tambin
se rev!,lan difciles y ambiguas.
Esta fluctuacin identificatoria se hallara en los or
genes de unos estados de ensoacin que K. ABRAHAM
(1911) ha aproximado a los estados hLpnoldes, descritos por
BREUER (1893 ).
S in embargo, contrariamente a los deprimidos, cuyas
inversiones objetales se modifican (cf. al cap. cuarto, _es
tados lmites ), en los comportamientos depresivos veri
ficados entre 'los histerofbicos de estructura reconoce-
mos fcilmente la bsqueda de un objeto sexual. Pero
decir simplemente que se trata de una bsqueda de un
objeto. (a secas) no es suficiente y puede conducir a
confusiones nocivas, que conciernen no 601amente a una
clasificacin cualquiera. sino que alcanzan ,tambin a las
decisiones teraputicas: en efecto, el depresivo de tipo
estado lmite conserva tambin un objeto_, pero un
objeto anaclitico que no tiene nada que ver con el objeto
sexual, sin llegar sin embargo al objeto IUlrcisista interna
lizado del melanclico. Nos parece que esos matices son
fundamentales en clnica; y bastante detectables a travs
del estudio de la estructura, sin necesidad de llegar a los
episodios mrbidos.
Afirmar que las estructuras del Yo no estn fijadas
ni .son clasificables rigurosamente sino en tanto el obser
vador desea considerarlas inamovibles, parece una actitud
intelectualmente cmoda en el plano del diagnstico, y
tranquilizadora en el plano teraputico. Bajo un aspecto
realista y liberal., corremos as el riesgo de conducir a
los esprirus menos experimentados a un relativismo de
buena ley, incluso a un escepticismo a ,l a moda, que pero
mite justificar las inmadureces personales de juicio, las
tomas de posicin agresivas o desordenadas con que nos
hemos encontrado en todas las pocas, tanto entre los de
masiado pacficos como entre los demasiado belicoso;;,
'Y cuya comn excusa se resume en el clsico toda est
en todo.
Si bien mi trabajo se remite a los matices, a las incer-
tidumbres de las fases evolutivas preestructurales, a las

157
sutilezas diferenciales, mi concepcin se fundamenta en
la distincin de dos niveles: un nivel 'latente y profund0
que evoluciona hacia una estructuracin del funcion:t-
miento mental cada vez ms precisa e invariable por una
parte, y por otra toda una serie de fenmenos manifiestos
y superficiales mucho menos especficos, y, por ello, mu-
cho ms modificables . La teraputica se referira funda-
mentalmente a ese nivel, y lo haria de manera tanto ms
eficaz, 6in duda, en la medida en que tuviera en cuenta
en primer lugar 'los fundamentos estructurales que re-
nunciara a modificar, y pudiera conservar as todas sus
energas y todas sus sutilezas para consagrarse al ordena-
miento de los factores ms mviles. El fin esencial sera
orientar esos factores hacia una mejor adaptacin a las
realidades estructurales profundas internas, as como a
las exigencias materiales e histricas, es decir, hacer que
el sujeto alcance, o recupere, su propia nonnalidad ...
La estructura histerofbica de base se distingue igual-
mente .p or otros caracteres especficos:
La inhibicin, a pesar de su importancia, no triunfa
aqu completamente. sino que fracasa en cierto grado, lo
que hace necesaria la apelacin a mecanismos accesorios
y satlites: la .p ulsin perturbadora que reaparece es
desplazada en principio hacia un objeto menos evidente,
por ejemplo, las calles en lugar de las muchachas (de las
calles); luego a ese desplazamiento de un objeto interior
hacia un objeto exterior 'se suma la necesidad de evitar
este objeto exterior: la fobia a las calles, en este caso.
Precisemos enseguida que, desde nuestra ptica, esta fo-
bia a las calles, alcance su nivel mrbido o se mantenga
como un simple signo tlcaracteriah de la estructura, no
debe confundirse con el temor a los grandes espacios, en
la mayora de los casos de naturaleza anaclt ica, depresi-
va por temor de la prdida del objeto, y no por temor de
la pulsi6n sexual.
La evolucin libidinal corresponde en la estructura
histerofbica a un simple retomo de una parte de -la libido
sobre fijaciones anteriores orales y anales precoces. La
relacin de objeto sigue siendo prxima; sin embargo, se
coloca una pantalla entre el sujeto y el objelo, bajo la
forma de la sustraccin fbica (que evita el objeto) y que
es a menudo bastante sutil cuando no se trata de un

158
sntoma mrbido muy evidente; esta pantalla fbica per-
mite a la vez conservar y evitar el contacto con el obje-
to representativo.
La angustia concierne sin duda a ,la castracin; en el
mecanismo especfico de la histerofobia se trata de an-
gustia ante la posibilidad de que el pensamiento se realice;
es por eso que este pensamiento se desplaza sobre el el,,-
mento de defensa fbica. La representacin fantasmtica
sufre las mismas transformaciones, en principio por inhi-
bicin y luego por desplazamiento, y porque evita la re-
currencia de 10 inhibido.
La relacin inicial del histerofbico con sus polos pa-
ternos tiene en cuenta la ambivalencia de las identifica-
ciones sealadas ms arriba: los dos padres operan a ~a
vez sobre el nio una excitacin y una interdiccin sexua-
les. El nio, aunque resulta muy solicitado en el plano
ertico, no sabe muy bien cmo conciliar provocaciones
e interdicciones, ni tampoco quin espera y quin prohibe
el acercamiento erotizado.
En las organizaciones estructurales histerofbicas se
trata de una seduccin indirecta y ambivalente en la cual
participa el lenguaje. La simbolizacin es impulsada con-
siderablemente para mantener bien ocultos el deseo de
proximidad objetal y la mezcla de erotizacin y de agre-
sividad que se combinan en l, lo qu e da al discurso del
rusterofbico ese aspecto entrecortado, alternativo, a me--
nudo contradictorio. Prisionero de su sistema de defensa,
el histerofbico se cree obligado a 'sostener un lenguaje
mucho ms agresivo en apariencia de lo que verdadera-
mente es en su .personalidad profunda; pero es necesario
ocultar eficazmente todo elemento que pudiera traducir la
erotizacin subyacente.

b) La estructura histrica de conversin

En principio debemos reconocer, con los ,psicopatol-


gas contemporneos, que los enfermos que corresponden
a una descompensacin de estruct'Ura histrica de con-
versin son actualmente mucho ms raros que a fines
del siglo XIX, 'Por ejemplo, en el momento en que Hore-
can los estudios sobre soberbios y clebres casos de

159
conversin somtica que en nuestros das se cuentaH en-
tre los preciosos archivos y las piezas de museo; por otra
parte, las formas mrbidas actuales de esta estructura
slo se presentan en estado puro en escasas ocasiones: es
muy raro que no contengan un elemento fbico parasita-
rio; finalmente, sabemos que, en nuestros das, muchos
datos somatizados se incluyen, no ya en las categoras
estructurales histricas, sino en un campo econmico en
pleno desarrollo terico, el de la regresin psicosomtica,
al que remitirnos tambin, en el captulo siguiente, nues-
tra consideracin de los comportamientos corporales Ii-
A'ados a los mecanismos hipocondracos.
La conversin somtica de naturaleza autnticamente
histrica se caracteriza por la focal izacin, simbolizada
a ese nivel, de una inversin libidinal que se aparta de 133
representaciones amorosas concernientes a la imagen del
padre del sexo opuesto, ms angustiosas por ser ms pro-
hibidas y culpables, y que pueden tener como consecuen
cia la castracin punitiva por parte del padre del mismo
sexo.
Esta focalizacin ~omtica corresponde pues a un des-
plazamiento sobre una parte del cuerpo que no ha sido
elegida -p or azar sino designada, tanto por su valor simb-
lico como por su inversin ergena. al producirse el
pasaje a ese nivel durante el curso de la evolucin de
la sexualidad infantil; as como interviene igualmente (pero
a manera de teln de fondo ms que determinando la
eleccin directa) la importancia revestida por esta regin
corporal en tanto que inversin narcisista cuando se cons-
tituye el esquema corporal del individuo.
En la localizacin corporal de toda estructura histrica
de conversin, enfenna o no, tanto como en las expresiones
corporales de la estructura histerofbica. enfenna o nD
(problemas neuro-vegetativos, espasmdicos o funcionales
diversos), la eleccin de las zonas o de los flgaIlOS inver-
tidos no es simple ni se debe al azar. La representacin
simblica juega, como acabamos de ver, a distintos nivc~
les: as como no pueden existir manuales demasiado sim-
plistas para explicar los sueos que expongan la clave
de los sueos, de la misma manera, ninguna eleccin
somtica en una estructura histrica puede ser compren~
dida y analizada en un solo plano o a un solo nivel, aun

160
cuando se refiera al registro simblico. Si en 1895 S .
FREUD poda permitirse devolver la posibilidad de andar
a Elisabeth VON RITTER por la sola interpretacin sim-
blica del hecho de que en lo referen te a las proposiciones
de su cuado ella no andaba ., podemos pensar que est3
visin demasiado fragmentaria de los diferentes niveles
conflictuales de la paciente no podia bastar para cura~b.
La interpretacin de FREUD, por su exactitud y su bruta-
lidad, ha actuado como un latigazo, segn una interpreta-
cin a la moda de J. ROSEN (1960). Tal procedimiento
constituye una especie de anlisis directo o de torpe-
deamiento, pero -seguramente no es psicoanlisis en s.
En 1905, FREUD no habria actuado as con Dora (y sin
embargo ... ) y mucho menos en 1926, en el momento de
Inhibicin, sntoma y angustia. Un anlisis slo puede
actuar verdaderamente si modifica, no la estructura, sino
el modo de funcionamiento del sistema de defensa, que
en los casos mrbidos se encuentra mal adaptado a las
realidades internas y externas del sujeto; para lograr, sea
cual fuere la estructura, una modificacin profunda y duo
radera del sistema defensivo, es preciso poner al descu-
bierto, si es posible sucesivamente y en orden retrospec-
tivo, los con~lictos mal enfocados en todos los niveles.
Pero en la -m ayora de los casos operamos dentro de
un orden ms o menos disperso y como podemos, a merced
de las asociaciones o de las manifestaciones psquicas;
de todos modos, no podemos confundir el valor sugestivo
de la interpretacin verdadera de un nico punto de los
conflictos con el anlisis de un sistema confliotuaJ y defen-
sivo global, cuyos resultados sori los nicos radicales y
durables.
Desde 1909, FREUD describa los mecanismos de con-
versin histrica de la misma manera en que haba descrito
los mecanismos del sueo: fantasmas proyectados y repre-
sentados en mascarada, representaciones pulsionales a
merced de las mistificaciones del proceso primario (con.
densacin, desplazamiento, simbolizacin) y que se man-
tienen fuera de las realidades lgicas del tiempo y el
espacio.
La realizacin del deseo se encaraba mediante un me-
canismo que neutralizaba. (sustrayndole todo poder de
participacin) a'lguna parte del cuerpo que hubiera po-

161
di do contribuir a hacerla efectiva. Su valor funcional in
hibido protege contra el deseo culpable, en tanto que su
valor simbolizado despierta la satisfaccin.
Por otra parte, la estructura histrka de conversin se
especifica claramente mediante el xito total] -en teona-
de la inhibicin, que en los casos ms puros. basta por
s sola para mantener la representacin perturbadora ale-
jada del nivel consciente. La sublime indiferencia", tan
mentada a propsito de 'Ias conversiones histricas.
corresponde a la vez al xito de la inhibicin y al xito
del sntoma. El his trico de conversin contempla su sn.
toma con toda serenidad, no le altera ningn retorno
intempestivo de lo inhibido, que lo obligara a poner en
accin otros dispositivos, y sobre todo provocaria sufri-
miento o inquietud, y un cierto grado de conciencia; ya
que, como lo demuestra C. CHILAND (1969), lo que el
histrico de conversin niega no es, en el fondo, el conflicto
psicolgico. sino su dao somatizado.
Por supuesto, la inhibicin, sea en la histeria o en otros
casos, no puede realizarse de una vez por todas. Necesita
alimentarse continuamente de energa, por medio de per-
petuas contra inversiones. Las formaciones de sntomas
actan tambin a este nivel, y podemos considerar que,
gracias a los beneficios secundarios extrados de las ma-
nifestaciones de conversin, estas ltimas no slo actan
como consumidores de energa, sino que tambin la res-
tituyen, en un segundo momento, al nuevo sistema as
creado, y al mismo tiempo contribuyen a hacerlo cada vez
menos frgil en el plano econmico puro, y por ende, cada
vez menos reversible en el plano defensivo. De all la nece-
sidad , en caso de exigencia teraputica. de intervenir sobre
el sistema protector desde el exterior, para abrir en l una
brecha, y crear una deficiencia compensada inicialmente
por los aportes anaolticos gratificantes de la transferen-
cia, que luego permita progresivamente un ordenamiento
de las inversiones Iibidinales sobre una base ms adaptada
y, consecuentemente, ms cnonnah.
Las formaciones relacionales que contribuyen, en el
histrico, a lIas contrainversiones se dirigen, como lo de-
muestra R. DIATKINE (1968), contra los objetos internos
y externos, para disfrazar el sentido de la adhesin pul-
sional. FREUD (1895) precisa que _en la histeria la forma-

162
cin reacciona! se aferra con tenacidad a un objeto deter-
minado sin alcanzar el nivel de un ordenamiento general
del Yo. Esto contribuye al xito de la inhibicin de toda
emergencia pulsional. Incluso en los casos ms dolorosos
en apariencia, no aparece ninguna manifestacin de an-
gustia super-yoica; el sujeto reacciona como si el sntoma
no le perteneciera. como si se tratara de un verdadero
cuerpo extrao. E incluso el sufrimiento puede asumir,
en el plano reaccional, un sentido celebra torio ligado al
fantasma compensador permanente e inconsciente y re-
lacionado con el objeto interno que as se mantiene y
manipula.
La conversin, en ese sentido y en sus mltiples
planos, corresponde tanto al miedo a la castraccin como
a una treta para evitarlo, tanto al objeto sexual prohibido
como al objeto reencontrado, al falo perdido como al fa.o
recuperado. Todo coexiste en el mismo conjunto a la v...z
fantasmtico, vivido y simbolizado.
La estructura histrica de conversin corresponde, bajo
la indiscutible prioridad de lo genital, a fijaciones que sin
embargo, son pre-genitales, orales o flicas; y la angustia
de castracin pennanece ligada a una realizacin del acto
mucho ms que a un temor del pensamiento. como en la
estructura histerofbica.
La relacin iniciad con los padres se caracteriza por una
separacin ya muy neta de los roles : la excitacin emana
ms del padre del sexo opuesto y .I a interdiccin, de modo
ms clsico, del padre del mismo sexo. Cabe comprender
la suspensin eventual del desarrollo libidinal, tan prximo
a la madurez afectiva, por el hecho de que el nio no llega
todava a despegarse. del Edipo: el miedo a la castracin
por el padre del mismo sexo arrastra al Yo hacia el con-
vencimiento de que la amenaza existe, en tanto que la
satisfaccin por medio del otro sexo permanece en el do-
minio de la provocacin, sin nil1!ll1Ila cel'teZa de que la rea-
lizacin sea verdaderamente aceptada. El cambio de objeto
sexual slo es posible de un modo parcial e insatisfactorio;
la erotizacin y la respuesta del Super-yo son intensos, los
fantasmas de realizacin siempre inquietos e incompletos.
Cuando hahlamos en trminos de estructura, no pod~
mas evitar plantearnos la misma pregunta que S. FREUn
(1910) a propsito de los Problemas visWlles de origen

163
psquico: el psicoanlisis, al abrir sin cesar nuevas vas .
a la reflexin profunda, no nos obliga tambin a reflexionar
sobre los fundamentos orgnicos de toda constitucin?
Basta la inhibicin pulsional para producir problemas
funcionales o somatizados? No existirn tambin, a nivel
de cada estructura, sensibilidades particulares ligadas a
predisposiciones especficas? Las hiptesis formuladas a
este respecto desde el punto de vista de las fijaciones en
las diversas zonas ergenas y en las pulsiones parciales
durante la ontognesis, son suficientes para dar cuenta
de todos los problemas planteados? Por cierto que todava
no poseemos los medios tericos ni clnicos para responder
a muchas preguntas inevitables.
En la etructura histrica de conversin, el lenguaje se
utiliza con miras a la seduccin directa del objeto. El
nfasis y la riqueza aparente en el manejo de las palabras
constituye un fuego de aIltificio que, sin embargo, percibi-
mos tan pronto como nos damos cuenta de que siempre
quema las mismas piezas. Se acrecienta la el<presividad: a
veces las fnnulas son notables en su condensacin simb-
lica, que se aproxima a la del lenguaje potico. Si bien el
cdigo es pobre y la informacin transmitida resulta en de-
finitiva escasa (HAAG Y FELINE, 1968), los calificativos y
las primeras personas abundan, al igual que los adverbios
de calificacin o los auxiliares directos o indirectos. Pero
comprobamos que el discurso se satura muy rpidamente
de significacin puramente subjetiva.
As como hemos evocado, a propsito de la estructura
obsesiva, la existencia de un cierto ndice de histerizacin:.,
no es sOI]Jrendente encontrar en uno y otro modo de
estructuracin histrica una cierta nostalgia de la obse-
sionalizacin.
En efecto, en el seno de los mecanismos neurticos,
y bajo la primaca comn de la organizacin genital, toda
fijacin importante a nivel del conflicto edipico implica
la apelacin inmediata a la defensa esencial neurtica:
la inhibicin. Segn las capacidades de soportar ms o
menos adecuadamente la erotizacin edpica, o dicho de
otra manera, segn la rigidez del Super-yo (como principio
.inhibidor.) y la importancia de las fijaciones pregenitales
(como principio .aspiradoro), la inhibicin ser suficiente
o no para la lucha contra la angustia de castracin genital

164
punitiva; deber o no ser ayudada por otros mecanismos
accesorios de defensa, y sobre todo, los movimientos libi-
dinales se vern en la obligacin de operar regresiones
ms o menos importantes en funcin del lugar y de la
intensidad de las fijaciones arcaicas coexistentes.
De ello resultar que, si la regresin es lo bastante
fuerte en direccin al segundo estadio anal (estructuracin
obsesiva slida pero rgida), el sujeto conservar la nostal-
gia de una defensa ms maleable de tipo histrico, en
tanto que si la regresin sigue siendo mnima y principal-
mente flica (estructuracin histrica, por ende ms flexi-
ble en la relacin, pero que deja aparecer de manera ms
manifiesta la angustia latente ante el menor fracaso), el
sujeto de este tipo de estructura experimentar a veces
un cierto pesar por no disponer de un sistema protector
ms slido, de lipo obsesivo,
Por otra parte, el llamado ndice de histerizacin.
de toda estructura obsesiva, as como los aspectos oh-
sesionales visibles en toda estructura histrica, pueden
comprenderse, como veremos en la tercera parte de este
trabajo, en tanto manifestaciones de los rasgos de carcter
histrico habituales en toda estructura obsesiva y como
testimonios del grado de desarrollo libidinal alcanzado,
aunque mal invertido; as como en toda estructura hist
rica podemos encontrar rasgos banales de carcter obsesi
VO, que no cambian en nada la autenticidad de la estruc-
tura histrica de base, sino que son simples residuos de
algunas fijaciones anales que no han sido 10 suficiente-
mente significativas como para orientar la estructuracin
en un sentido realmente obsesivo.
La conciencia de que podemos encontrarlo todo, pero
no al mismo nivel, en cada entidad clnica, sigue siendo
el fundamento de cualquier aproximacin nosolgica que
se pretenda objetiva y prudente. En ello no hay nada que
pueda justificar o crear la confusin ni el renunciamiento
a toda sntesis coherente. La preocupacin por la clan-
dad nunca ha sido enemiga de la necesidad de considerar
los matices.

165
c) Reflexiones diferenciales

Dentro del espritu en el que hemos presentado nuestra


sntesis de las organizaciones psicticas, nos 'parece til
resumir ahora, sin entrar en la descripcin de los sntoma.,
que no forma parte de nuestro propsito, las grandes lineas
estructurales comunes o especficas que corresponden a
los modos de estructuracin neurtica:
La estructura obsesiva corresponde a una regresin del
Yo desde el acto hacia el pensamiento, a una defusin
de las pulsiones y, siempre consen-ando la primaca de lo
genital, a una regresin parcial de la libido hacia las
fijaciones establecidas en ocasin de conflictos producidos
anteriormente a nivel del segundo sub-estadio anal. La
angustia sigue siendo una angustia de castracin, pero se
refiere al miedo del descubrimiento de los pensamientos
y 'los deseos, tanto erticos como agresivos. La relacin
de objeto del modo obsesivo consiste en mantener al otro
en una silluacin en la que se encuentre dominado y
esterilizado, ni demasiado cerca (peligro de perderlo) ni
demasiado lejos (peligro de que l domine). La inhibicin,
si bien constituye la defensa esencia'l, no es suficiente para
la tarea de proteccin contra una angustia que acta sobre
un registro tan extenso. Los fracasos de la inhibicin (que
se refieren sobre todo a las pulsiones agresivas) son com-
pensados en principio por los mecanismos accesorios de
aislamiento, desplazamiento y anulacin y luego, en una
segunda fase, p or importantes formaciones reaccionales.
En el plano de las representaciones fantasmticas, primero
se distancian los efectos perturbadores, y luego, secundaria
mente, se los vincula a situaciones protectoras. La relacin
primitiva con los padres comprende una interdiccin que
se aplica tanto alodio que se siente por el padre del mismo
sexo como al amor inspirado por el padre del sexo opuesto.
De ello resulta una mayor facilidad de aproximacin con
el padre del mismo sexo y tma necesidad de alej amien to
del padre del sexo opuesto.
La estructura histrica de angustia no implica ninguna
regresin del Yo, sino solamente una regresin tpica y
parcial de la libido. La primaca del genital es respetada,
con lo que slo una parte de la pulsin se dirige hacia las
fijaciones arcaicas de los conflictos de la oralidad y la

166
analidad. La angustia de castracin se fija ms particular-
mente sobre el temor de que el pensamiento se realice.
En cuanto a los elementos fbicos que se encuentran en
las estructuras histricas de angustia, operan una doble
actuacin: al mismo tiempo evitan el contacto con el objeto
ansigeno y le permiten estar presente, .a! alcance de !a
mano. o, mejor, al a!cance de la mirada (en el sentido pro-
pio dcl trmino cuando se trata de un objeto, como ocurre
muy a menudo, a la vez fobgeno y contrafbico). La
inhibicin sigue siendo intensa pero los retornos de lo
inhibido requieren la puesta en juego de los mecanismos
accesorios de desplaz:>miento y de prevencin, especifica..
mente fbicos. Las representaciones fantasmticas com-
portan un compromiso ene el deseo y su afecto por un
lado, y por otro la interdiccin que se aplica sobre la
representacin; de alll que se recUITa a una representacin
sustitutiva, -p enosa pero no culpable, y ms fcil de evitar
a! nivel de la accin.
Los padres de los his'erofbicos han operado ambos,
en otra poca, la excitacin y la interdiccin simultnea:
de all la ambivalencia afectiva, ertica y defensiva, en la
que se debaten los sujetos de esta estructura desde el mo-
mento en que la situacin arcaica se halla vivamente reac-
tivada 'p or el conteX'to relacional ulterior.
La estructura histrica d e conversin reposa, como la
estructura histerofbica, sobre una regresin libidinal muy
fragmentaria sin regresin del Yo. La primaca de 10 genital
es evidente, como en toda operacin mental de tipo hist-
rico. Las fijaciones de los conflictos orales y flicos tien
el sistema pero no lo estructuran en absoluto, y le dejan
un importante margen de flexibilidad. La angustia de cas-
tracin se refiere al peligro de que se realice un pasaje al
acto prohibido, tanto ms temido cuanto que la realizacin
de objeto se mantiene lo suficientemente cercana como
para que sea posible dominar mejor al objeto. En los casos
ms puros de estructuracin histrica de conversin, esa
inhibicin basta por si sola y el sujeto pierde todo distan-
ciamiento ante los fenmenos que experimenta, ya sean
mnimos (estructura adaptada a la normalidad . ) o impor.
tantes (neurosis histrica de conversin).
Las representaciones fantasmticas se caracterizan por
una importante capacidad simblica que hace las veces

167
de pantalla ante la angustiosa toma de conciencia de la
intensa erotizacin de tales sujetos.
Los padres de esta categora de nios parecen haber
operado en la mayora de los casos un doble movimiento
paralelo que comprende la excitacin por parte del sexo
opuesto y la prohibicin por parte del padre del mismo
sexo, pero en condiciones que de todas maneras no hubie-
ran permitido al Edipo resolverse y disolverse en con
diciones normales que posibilitaran el acceso a una mejor
adaptacin madurativa. La capacidad del padre del sexo
opuesto para aceptar los deseos tiernos, as como la capa-
cidad del padre del mismo sexo para no asumir la rivalidad
experimentada ni como una broma ni como una situacin
de ribetes dramticos, nunca han sido experimentadas
como seguf::J.s por el nio que, en consecuencia, ha perma-
necido muy cerca del final evolutivo libidinal, pero sin
embargo , ms o menos fijado todava en el conflicto ed-
pico en su fase ltima, segn su erado evolutivo.
La figura n.O 5 tiene 'p or objeto esquematizar las dife-
rencias y las semejanzas de los diversos elementos que
detenninan la organizacin latente de los tres modos de
estructuracin neurtica.

D) Las falsas neurosis"

Cuando consultamos el captulo de las neurosis, en


el sumario de un tratado de psiquiatra encontramos algu
nos puntos que corresponden a la histeria y a la neurosis
obsesiva. pero adems. a las neuros is llamadas fbicas .> ,
de angustia, traumtica, de abandono , de fracaso )"
hipocondraca . depresiva, de carcter , .. etc.
No podemos criticar demasiado a los psiquiatras por
atenerse al punto de vi sta descriptivo de los sntomas y
los sndromes, que habitualmente les permiten clasificar
a sus enfermos segn el nivel en que hayan adquirido su
lenguaje. su informacin. su teorizacin y su acceso tera
putico, dentro de la ptica de observacin y materializa
cin en el registro de los signos, propia del enfoque 11curo-
lgico, uno de cuyos ejemplos ms brillantes y recient es
nos ha sido proporcionado por I. PAVLOV.
Sin embargo, partiendo de ese mismo enfoque y Sl'!

168
La psicosis histrica merece un ltimo y breve par- .
grafo. En funcin del punto de vista estructural aqu ex-
puesto, no podemos sino considerar como un barbarismo
el hecho de acoplar los sustantivos .histeria. y psicosis"
Sin embargo, "" han presentado descripciones clnicas que
cOITesponden a casos reales, en el plano patolgico. La
preocupacin por conocer ante todo el nivel estructural
latente y profundo sobre el que ser posible hacer des-
cansar el pronstico y el tratamiento nos obliga a distinguir
en tales observaciones por un lado las estructuras psic-
ticas diversas que presentan a nivel de las defensas o de
los rasgos de carcter manifestaciones de aspecto histrico,
y por otra parte, las estructuras neurticas, de tipo hist-
rico grave, que presentan momentos de desrealizacin, sin
pasar sin embargo, a un modo de estructuracin psictica
autntica.
Para ilustrar las presentes afirmaciones sobre la mul-
tiplicidad estructural de las fobias, examinemos ahora tres
observaciones de pacientes fbicos cor.respondientes a
organizaciones econmicas diferentes. Los casos n.o10 y 1\
ya han sido objf to de un estudio conjunto publicado con
J. CAILIER (1969).

Obs_ n. 9
Un caso de fobia psictica

Patrice viene a consultarnos debido a que tiene miedo


de salir de su casa, de alejarse de su domicilio, rn.;edo del
hospital, angustia por las noches, miedo de morir en el
hospital o de morir por la noche. Sufre tambin de vrtigo
y de diversos problemas funcionales.
Todo ello le ha impedido hacer su servicio militar,
conseguir una situacin a pesar de sus estudios universi
tarios medios, y casarse, aunque vive desde hace dos aos
con una amiga en condiciones de hecho sa1isfactorias, se-
gn dice. Esas dificrn1ades le molestan iguadmente en su
vida cotidiana, en sus ratos de ocio, noluso en el suelio.
Patricie viene a consultarnos por todos esos inconve-
nientes. Tiene 22 alios. Nos dice que todo comenz en oca-
sin de una operacin quirrgica del tabique nasal, hace
dos alios. El cirujano, contrariamente a sus promesas, no
le habria anestesiado.

174
estructura neurtica obsesiva o histrica (ms raramente
de una estructura psic6tica), o bien, en la mayoria de los
casos, se trata de una autntica economa depresiva, es
decir. una organizacin anacltica que cae en la vertiente
depresiva desde el momento en que aparece una angustia
cualquiera, no de castracin, sino de prdida de objeto.
La neurosis de carcter. no tiene ms derecho a ser
clasificada entre las estructuras neurticas que la depre-
sin neurtica . La patologa del carcter, estudiada en
la segunda parte de este trabajo, no constituye sino una
disposicin ms estable de las organizaciones anaclticas.
Si el carcter neurtico corresponde efectivamente a
combinaciones de un registro caracterial dado, por el con-
trario la neurosis de carcter. por encima de una estruc-
tura neurtica y en funcin de esta estructura, se mani-
fiesta como una e"P'"esin .i mpropia porque las entidades
cJnicas precisas descritas bajo esos tnninos no corres-
ponden a una estructuracin de modo neurtico ms de
lo que conciernen realmente al carcter.
Las psicopatias. han sido durante mucho tiempo la
comidilla de las crnicas psiquitricas, psicolgicas e in-
cluso mdico-legales. A veces hemos tenido la impresin
de que nadie tratarla de ver claro en este dominio miste-
rioso y esotrico, lleno de proyecciones diversas por parte
de los psicopatlogos.
En realidad, parece que el problema de las psicopatas
no es simple ni univoco: es evidente que entidades hasta
tal punto polimorfas no perteneoen propiamente a nin-
guna estructura, y clasificar a todo asocial (a la vez ms
o menos simptico y ms o menos inquietante) en seme-
jante categora donde todo puede tener cabida en funcin
de nues tro propio sistema de referencias y de valores, no
contribuye en absoluto a hacer avanzar el conocimiento
de los mecanismos profundos de esas organizaciones reac-
cionales y, mucho menos todava, a su eventual teraputica.
En el captulo siguiente veremos que los psicpatas
pueden di vid irse en varios grupos: algunos son !Sin duda
autnt icas estructuras psicticas y, rara vez, estructuras
neurticas, pero la mayora se reparte entre los perversos
verdaderos y las tres organizaciones caracteriales: neu-
rosis llamada (Ide carcter, perversin de carcter o
psicosis de carcter.

173
De la misma manera, desde el punto de vista gentico
sena necesario considerar distinciones econmicas entre
las pre,fobias, las fobias de la primera infancia, las fobias
de la segunda edad y las fobias del adulto.
El m todo empleado ms arriba para especificar las
estructuras neurticas nos impide considerar como estruc-
turacin neurtica toda categona (mrbida o no) que no
responda a los imperativos estructurales as definidos.
Por ejemplo:
La .neurosis fbica. no existe en el plano estructural :
se trata, bien de manifestaciones fbicas de categona au
tnticamente genital y neurtica, y por ende de una estruc-
tura histerofbica tal como la hemos descrito ms arriba,
o bien de manifestaciones fbicas (con desplazamiento y
excitacin) pero que operan con fines defensivos limitados ,
ya sea en una estructura psictica, ya sea en un estado
limite que lucha contra la depresin.
La neurosis de angus tia no tiene categora neuTC>-
tica, ni es siquiera una estructura: es un simple estado muy
agudo, pasajero. concomitante con una crisis de descam-
pensacin brutal en el sen de una organizacin hasta
enloces pre~epresiva y de la que hablaremos ms ade-
lante.
La neurosis traumtica constituye slo el resultado
ms o menos durable, en el plano depresivo (y no genital)
de la crisis precedente.
La neurosis de abandono no pertenece (como Gennai-
ne GUEX lo ha reconocido en 1950) al registro neurtico
sino al registro anaclitico, que trataremos en el captulo
siguiente.
La neurosis de fracaso constituye una simple mani-
festacin repetitiva de tipo masoquista o autopunitivo (es
decir, no erotizado) y no es patrimonio de ninguna estruo-
tura. Normalmente deberiamos hablar (le <comportamiento
de fracaso y no de neurosis de fracaso , que se presta
a confusiones engorrosas.
LA hipocondra neurtica no se sita sobre un registro
genital, sino que rubrica una economa depresiva y se re-
laciona con tales organizaciones.
lA depresin neurtica debe ser examinada bajo un
doble aspecto : o 5e trata de un movimiento depresivo
reaccional en la evolucin espontnea, o de la cura de una

172
por orden decreciente del arcasmo de las fijaciones y
regresiones. En resumen, pues, podramos concebir nuestro
ordenamiento a partir de las regresiones ms orales, para
dirigimos poco a poco hacia lo anal y luego lo flico y lo
genital (con todas las combinaciones que sin duda encon-
traremos), lo que determinarla un panorama nosolgico
que comprende: esquizofrenia, melancolia, paranoia, neu-
rosis obsesiva, histeria (de angustia en primer lugar y de
conversin luego).
Quedan algunas enti<!ades que no canstitnirlan estruc-
turas. en el sentido propio del trmino: perversiones,
enfermedades del carcter, estados psicopMicos y depre-
siones (y sus reacciones manIacas defensivas). Ms adelante
les reservamos un esliUdio aparte en el cuadro de las 0"8'"
nizaciones situadas entre las dos estructuras, neurtica
y pslctica.
En cuanto a las fobias, conviene examinar sus diversas
naturalezas de manera ms atenta : las nicas fobias que
se encuentran en la estructuracin neurtica figuran en .,
cuadro de la histeria de angustia. Las dems se relacionan
en su mayorla con acciones depresivas todava no estruc-
turadas. Mgunas son de naturaleza .psiClica. Hay com-
.p ortamientos fbicos como hay comportamientos homo-
sexuales o comportamientos masoquistas: no podemos
permitirnos hablar de estructuras> para referimos a ellos,
ni siquiera de entidades de cualquier tipo concebidas de
manera monolitica.
Para C. CHlLAND (1967), la angustia fbica se presenta
en un principio como anonadante sobre el objeto fobgeno
exterior; ed sujeto no percibe ni el lado agresivo ni el lado
confHctual de su acti tud.
Por otra parte, en lo que concierne al nivel estructural
de las fobias, seria aventurado remitirse al as pecto sinto-
mtico de las manifestaciones ansiosas (por ejemplo, ani-
males, espacios, calles, transportes, srtuaciones, impulsos,
etc.). Lo que importa perteneoe al plano metapsicolgico,
y 50lamente a este nivel se da la posibilidad de proceder a
un diagnstico estructural, ya que las mismas representa-
ciones fobgenas pueden corresponder a mecanismos es-
tructurales muy diferentes. Por ejemplo, algunos animales
pueden tener, segn los casos, vallores s imblicos o genita-
les, protectores o agresivos.

171
cuestionarlo a nivel de las afecciones neurolgicas, Sig-
mund FREUD nos ha enseado, poco a poco, a descubrir
que el materialismo. psquico era en esencia muy dife-
rente. A la sombra de las investigaciones analticas, se ha
comprobado que el funcionamierrto mental depende de
factores relacionales precoces o tardos que detenninan
no solamente los rumbos ulteriores de evolucin sino en
principio la limitada gama de posibilidades de esos caminos
de desarrollo eventual.
Incluso la famosa herencia . en el plano psicolgico,
puede comprenderse en trminos de prehistoria relacional,
es decir, considerando que los padres transmiten los pro-
blemas de sus propias relaciones anteriores a travs de los
primeros movimientos relacionales dirigidos hacia el nio,
as como la herencia de la tuberculosis necesita de 'a
presencia y la cons1ancia de padres tsicos junto al nio.
Si estamos convencidos de la veracidad de esta concep-
cin, ya no podemos detenernos ante los signos manifiestos :
debemos investigar los mecanismos y las lneas de fuerza
latentes; dicho de otra manera, nos dirigiremos, mucho
ms all de Qos sntomas, los sndromes e incluso las
enfermedades . , a las caractersticas de las estructuras
profundas.
Hemos visto que la estructura neurtica <tena como
carcter especfico la organizacin del psiquismo bajo la
primaca de lo genital, la triangulacin edfpica, la angustia
de castracin, el conflicto entre las pulsiones y las prohi-
biciones paternas internalizadas en el Super-yo y vedadas
por la inhibicin.
Debemos precisar, fieles a nuestra exigencias de rig(>r
en el empleo de los tnninos que se relacionan con las
estructuras, y para una mejor comprensin y exposicin
de la sntesis que aparecer en el curco de los captulos
siguientes. que en la estructura psictica consideramos
aqu las categoras clsicas de esquizofrenia, melancola
y paranoia por orden decreciente de arcasmo de 1....
fijaciones y las regresiones. Los comportamientos manacos
slo se conciben como actitudes funcionales ms o menos
pasajeras, relacionales y no especficas de una categora
partioular. Asimismo, del lado neurtico slo se conciben
oficialmente dos estructuras neurticas: la neurosis obse-
siva y la histeria (sea de angustia o de conversin), tambin

170
Ger.esis
Punto de y'sta Economa Naturaleza Relacin Mecanismo Representacm de la relaci?n
tOPICo hblClenal de la angust ia objetar de defensa fantasmatica paterna

Inhibicin
Primacil Afecto perturba-
del genital + do< ~
Odio al
padre del
C.stracin Aislamiento - Distanciado
Regresin + ... mismo se xo
si se descubren - ReincO(porado
del yo
ecto- pensamiento Fijaciones e n el
2. estadio anal
los pensamientos:
- ErOIic:os
Del9laumiento
Anuiacin' I
g
!deluslOn de
las pubiones)
-Agresiva. Luoo<>:
FormacioneS
Otra represent.-
ciOn
f
~
AmO( al
padre del
reaccionares s...o opuesto

+ F'' 'ciones
-Otales - Ellcitacin
- Aneles S i .1 penSllmiento Pantalla fbtc.
-Interdiccin
. . realiza po"
- Consernr Por parle de
Evit_miento
~8, - Evitar los dos pldres
Precoces +
:
.
~- --- ~ ----
.;
1---- ~---
~
- Excitaclol

j + FijKiones
Orales Si el acto
Solo
suficiente ConYersin
por parte del
padre del
sexo opu~sto
Proxir'NIl
Flicas se re.1iza ptra domNr en los c,sos sorNtica -Interdiccin
me,.. " puros" aimboliuda por parte
del pzdre
del mismo sellO

FIG. 5
Cuadro de slntesis de las estructuras neurticas,
Ahora, despus de esta intervencin no volvi a san-
grarle la nariz, mientras que antes sufrfa de epistaxis
cuya importancia inquietaba muaho a la familia.
Para l, todo proviene de la operacin y de la bruta-
lidad del cirujano. Esta actitud linda con el delirio de
per secucin y comporta amenazas de retorsin.
Patrice no tiene ninguna actividad; vive en pareja con
una amiga de la infancia, en una casa de los suburbios que
pertenece a sus padres y totalmente a su cargo. Un da,
intenta marchar a un chalet de la montaa con su amante
p ara esquiar durante el da siguiente; pero debe regresar
ese mismo da, ya que no puede pasar la noche solo con
ella. alejado de los padres y rodeado por la nieve.
Sus nicas ocupaciones son la mecnica y la pintura
abstracta. Construye mviles pero es i ncapaz de vender
nada. No puede firmar nada con su nombre (el del padre)
y su amante no es ms que una compaera .. . tampoco
se trata de darle su nombre, tanto por hemorragia narcista
como por falta de una identidad personal perfectamente
constituida.
Cuando le pedimos que nos hable de sus padres, tema
que l m ismo nunca haba abordado (al cabo de una media
hora de entrevista), pasa rpidamente sobre su padre, lo
describe como un hombre enrgico y trabajador, de sl
aos, director de una fbrica importante, pero que no
est nunca en el hQg3r. Por el contrario, se extiende lar
gamente sobre su madre y al cabo de varias entrevistas
conocemos detalles importantes sobre la antigua relacin
madre-hijo:
Describe a la madre como una depresiva, continuamente
ansiosa. En su infancia le administraba lavativas ca~i
cotidianamente para una hipottica constipacin.. . que
p or otra parte l nunca tuvo tiempo de demostrar.
Esta madre lo angustiaba mucho, adems, respecto d~
sus epistaxis... lo vigilaba continuamente por esta razn.
y nunca permiti que la abandonara durante toda su
infancia: . Hubiera podido morir, por la noche, de una he-
morragia nasal, sin que nadie lo advirtiera.
y esta ansiedad de la madre se ha prolongado en l
por medio de una angustia de muerte, cuya expresin
manifiesta ha hecho su aparicin justamente en el mo-
mento en que haba desaparecido la motivacin racional.

175
Por lo tanto, nos encontramos claramente en plena eco-
noma psictica, en la cual la evidencia de los desgastes
relacionales profundos e irreductibles 5lo ha podido ma-
nifestarse despus de la desaparicin de los soportes racio-
nales (epistaxis l.
Los sueos- y los fantasmas evocan mutilacin, nios
estropeados, accidentes, hospitales.
Diversos incidentes ulteriores han venido a confirmar
la naturaleza psictica de la angustia en cuestin: los
fenmenos fbicos no constituyen sino las manifestaciones
exteriores de la angustia de fraccionamiento y de muerte
subyacente. La relacin fusional con la madre txica no
presenta ninguna duda. La genitalidad nunca ha podido
alcanzar un status organizador. Las negaciones de la rea
Iidad, el a-pragmatismo, han ido aumentando, pero durante
todo un perodo los comportamientos fbicos eran los m-
cos dominantes, y un mdico, por otra parte competente,
consider durante bastante tiempo el caso de este paciente
como una neurosis fbica, a pesar de que en el actual
estado de cosas el modo de estructuracin psictica fuese
indudable.

Ob n." 10

Se trata de un joven de 18 aos que viene con sus


padres a consultarnos en relacin con una fobia a las
calles y muy especialmente a los cruces, al patio del liceo,
a los lugares pblicos, fobia que a veces es acompaada
por una angustia aguda que le produce dudas acerca de
quin es y acerca de lo que es real y lo que es imaginario .
Slo encontraba un medio de defenderse de tal angustia:
hacerse admitir en la enfennera. Poco a poco, debi que-
darse en casa y abandonar los estudios.
Jean Pau} es el 5 hijo, nico varn, de una pareja
aparentemente sana. El padre ocupa una importante posi
cin social. Es un hombre fuerte, equilibrado. que ama
a su hijo. y a quien ste idealiza y teme. La madre es
descrita como muy afectuosa, discretamente ansiosa e hi
perprotectora, y un poco autoritaria.
La escolaridad ha sido buena hasta la clase de primero.
Entonces lean Paul se ha convertido en un muchachito
temeroso y ansioso. Las masturbaciones muy culpabilizadas

176
son acompaadas por fantasmas agresivos o de violaciones .
Los sueos traducen la misma impetuosidad: uno nos
presenta la escena de una relacin sexual que se desarrolla
en la. calle ... justo delante de la fbrica del padre ... y que
termllla con un despertar brutal y angustiado.
El carcter erotizado del deseo a pesar de la cobertur,
agresiva, y el desafo insostenible al Super-yo rubrican
las dificultades de inhibicin e indican las causas de la
angustia de las calles.
Nos encontramos en plena economa histerofbica, en
un estadio en que las defensas se hallan todava felizmente
en condiciones de flexibilidad suficiente como para no seT'
consideradas inmodificables.
En efecto, .p oco a poco aparecen mejores sueos en el
curso de la cura, tal como el de un viejo 'g allo que, Macado
por un macho ms joven, se salva y abandona el lugar.
Evidentemente, nos encontramos en el terreno del Edi-
po. La angu.stia est muy vinculada a la castracin y a
un conflicto latente entre el Ello y el Super-yo. La relacin
de objeto es prxima y genital. La inhibicin no hasta
al principio, pero sin embargo constituye el mecanismo
principal de defensa del Yo. Se trata de la nica categora
neurtica de la fobia, la histeria de angustia; la evolucin
ulterior ha sido muy satisfactoria y ha confirmado el
diagnstico.

Obs, n , 11

Un caso de fobia anacltica.

Jrme es un comerciante de 34 aos; luego de diversos


ensayos ineficaces con medicacin, ha venido a consultar-
nos por fobias que le asaltan cuando est solo en la calle.
No puede andar o conducir sino es con su mujer al lado.
Si tiene que desplazarse sin compaa, regresa al cabo
de algunos kilmetros. Solo en su apartamento, la angustia
vuelve a apoderarse de l.
Esos problemas comenzaron hace catorce aos, inme-
diatamente despus del deceso de la madre de Jrme.
A la edad de 3 4 aos, estuvo a punto de ahogarse.
Pudo salvarse gracias a la presencia de su madre no lejos

177
del lugar; ella lo rescat a ltimo momento y lo reanim.
Este hecho parecera construir el primer traumatismo, del
que trataremos ms adelante (captulo siguiente).
En lo sucesivo. Jrme presenta diversas crisis de
nervios inexplicadas que parecen ocultar, por medio de
un movimiento hipomanaco, un impulso ansioso y des-
presivo.
Su madre muere cuando l 1iene 22 aos. m era su
hijo nico y mimado. Esta muerte constituye su segundo
y ltimo traumatismo, en el sentido que le atribuiremos
en el es'tudio ulterior de los estados limites.
Inmediatamente se desencadenan crisis de agorafobia
y de fobia a la soledad. Sin embargo, Jrme se casa, cinco
aos ms tarde, con una mujer enrgica y protectora que
lo sostiene. lo estimula, lo suple en sus negocios y le per-
mite un considerable xito comercial. Pero los impulsos
fbicos se reproducirn desde el momento en que se en-
cuentre solo y privado de la presencia de esta mujer que
se ha convertido en un ser indispensable (tanto para sos
tenerlo como para ser agredida por l).
Las relaciones sexuales de Jrme oscilan entre la im-
potencia y las eyaculaciones precoces. Su mujer no parece
quejarse de ello.
Jrome siempre ha sido un nio juicioso y no ha man-
tenido conflicto aparente con nadie.
No habla de su padre. Sin embargo, ste existe y resul-
ser tan amable como l y tan dependiente de la madr.!
como l.
Jrme declara que nunca suea, Pero desde la pri-
mera entrevista tiene un sueo de ahogamiento: est solo
en su coche, la carretera est inundada; el agua sube cada
vez ms. Se despierta lleno de angustia y gritando .So-
corro~.

Jrme presenta una personalidad bastante patolgica:


un cstado lmite mucho ms que una neurosis. La relaci611
de oh jeto aparece como a todas luces. No existe ninguna
base relacional de tipo verdaderamente triangular. El Yo
se revela dbil y frgil. Jrme, en sus crisis de angusti,
describe una impresin de estallar. Parece, en efecto,
que su Yo puede estallar, si no logramos reforzar rpida-
mente sus lmites y su defensas. El Ideal del Yo ha seguido
siendo el de 'l1O nio juicioso con su madre. La identifi-

178
cacin con el padre no parece haberse efectuado en abso-
luto, y nada pennite reconocer un verdadero Super-yo
intemalizado. Parece tratarse, ms que de un conflicto
entre las instancias, de una a-estructuracin (cf. al capitulo
siguiente) con dispositivos en los que la permanencia del
objeto contrafbico externo juega el rol esencial y protege
.p or s misma contra la angustia muy viva de objeto y de
depresin.
Jrme sigue siendo, en s mismo, el objeto narcisista
complementario de su mujer, como lo fue de su madre.
Jrme se encontraba en el lmite de la angustia :le
fraccionamiento, de nadificacin y de muerte, sin tener sin
embargo ese nivel. o sea sin haber entrado todava en ..1
registro de la lnea psictica; pero cuando ha venido a
vernos por primera vez no estaba lejas de esa situacin.
Su angustia era todava la de la prdida del objeto;
no se refera a la castracin.
La relacin de objeto se haba establecido segn un
modo puramente anacltico, 'Y no en un registro genital.
La inhibicin no era suficiente para mantener al Yo
fuera de la zona de emergencia de la angustia. El contacto
con la realidad era todava posible, pero a condicin de
que los reaseguros narcisistas jndispensables para una tran-
quilidad relativa 'se reajustaran continuamente a la rea-
lidad.

179
4
Las a-estructuraciones

1. SITUACION NOSOLGICA

Se es-tima habitualmente que el trmino neurosis.


ha sido introducido por William CULLEN en 1777, y el
trmino psicosi,s. en 1845, por FEUCHTERSLEBEN. Pero
esas dos denominaciones han sido continuo objeto de
modificaciones y de limitaciones en cuanto a su significa-
cin propia.
Las diversas escuelas psiquitricas, psicolgicas o psi-
coanaJticas no han cesado, desde la creacin de estos t r-
minos, de precisar las entidades clnicas o estructurales a
las que deben reservarse tales caracterizaciones.
Por el contrario, numerosos autores han intentado, en
otro movimiento de investigacin, atenuar los trminos de
neurtico o psictico, que son ac tualmente demas iado
tajantes; los psiquiatras en particular han creado ms de
cuarenta denominaciones para dar cuenta de las posibi-
lidades nosolgkas: formas atenuadas de la demencia pre-
coz (KRAEPELIN, 1883), heboidofrenia (KAHLBAUM,
1885), esquizofrenias latentes, organizaciones psicticas es
quizomorfas, esquizofrenia simplex (BLEULER, 1911),
esquizotimia (BLEULER, 1920), esquizoidia (KRETSCH-
MER, 1921), esquirozis (CLAUDE, 1925), esquizomanas
(LAFORGUE, 1927), formas benignas de la esquizofrenia,
organizaciones esquizoides de carcter, esquizoastenia, es-
quizonoia, las f",lsas esquiwfrenias llamadas pseudo-neu-
rticas, pseudo-psic6ticas (de los autores norteamerica
nos), pseudo-<:aracteriaJes, polimorfas, ligeras, menores,
crn4cas, incipientes. borrosas, afectivas, apsic6ticas, en

181
potencia, larvadas, ambulatorias; as como los estados psi-
cticos introvertidos (JUNG, 1907), o pseudo-esquizofrni-
cos, los procesos psicticos incipientes, las psicosis mar-
ginales, (<<rand-,!,sicosis.), etc_
A esta lista podemos sumar el grupo de las denomina-
ciones prepsicticas. diversas, de los psicpatas (E_ DU-
PRE, 1925) Y personalidades psicopticas (K. SCHNEIDER,
1955), los delirios neurticos de compulsin, las paranoias
abortadas, ,l a paranoja sensitiva, los apticos, las persond-
Iidades hebefrnicas, algunas personalidades perversas, los
soadores despiertos., los caras largas . las reaccion~s
psicgenas, las personalidades -as if. o simili. (Helene
DEUTSCH, 1945). los desequilibrios psquicos (J. BOREL,
1947), los mitmanos (DUPRE, 1925), los desequilibrios
caracteriales, los caracteripatas. ctc.
Tambin podemos incluir, dentro de esta posicin no-
solgica incierta, nwnerosos estados denominados mixtos
o depresivos, estados de angustia difusa evidentemente
no neurticos, una gran cantidad de las famosas neurosis
de carcter y de situaciones de apariencia perversa, de
toxicmanos o de delincuentes, de alcohlicos o de pseudo-
melanclicos.
Ya se trate de la ,p rimera actitud, que acenta el rigor
de los trminos para excluir de su alcance los que no
pertenecen ni a la estructura psictica ni a la estructura
neurtica, o de la segunda actitud, que diluye esos trminos
para extender su aplicacin a otras categoras vecinas pero
distintas, en los dos casos es posible dar cuenta de la
existencia de una serie de entidades clnicas o de modos
de funcionamiento mental que no corresponden a los dos
grandes marcos estructurales que acabamos de estudiar
en el capitulo precedente.
Conwrobamos a continuacin que la mayora de los
autores est de acuerdo en un punto de partida o de
encuentro. Desde los trabajos de EISENSTEIN en 1949,
principalmente, agrupamos la mayora de esas entidades
bajo el vocablo ingls border-lines, que podemos tra-
ducir como casos lmites., o, ms frecuentemente, cesta-
dos limites>. Este ltimo trmino es el que empleamos
de manera corriente en las investigaciones personales pu-
blicadas desde 1966.
Por el contrario, los trabajos de las diferentes escuelas

182
divergen todava en cuanto a la posicin nosolgica precisa
que debe acordarse a tales organizaciones.
Para algunos se trata aparentemente de formas menore.'
de psicosis y, en particuJar. de formas menores de esqui-
zofrenia. Este p unto de vista ha sido desarrollado en parte
por H. EY Y sus colaboradores (1955 y 1967). Ahora bien,
los criterios nosolgicos de la esquizofrenia varan de una
escuela a otra, y M. POROT nos recuerda la necesidad de
mostramos muy prudentes en cuando a las formas atpicas
de esta afeccin .. .
El mismo problema se ha planteado a partir de la pa-
ranoia y sus formas larvadas o menores, y tambin en lo
que se refiere a las formas no acabadas de psicotizacin
de tipo melanclico.
El problema parece an ms delicado en el mbito
de las prepsicosis: estamos ya, o no, en el dominio de la
economa p sictica?
Cuando examinamos detalladamente las observaciones
realizadas por los autores que sostienen esta primera po-
Bidn, nos damos cuenta de que algunos casos parecen
corresponder a estructuraciones autnticamente psicti-
cas, muy crpticas, bastante focal izadas, del tipo parapsi-
ctico descrito ms arriba, o todava poco descompensa-
das, en tanto que otros casos no parecen asentarse sobre
una estructuracin psictica en funcin de sus da10s eco-
nmicos de base, tales como los hemos definido en el
captulo precedente.
Una segunda posicin, menos difundida, y que tambin
ha sido citada por H. EY (1955), considera que en este gru-
po de categoras atpicas se puede llegar a constituir formas
mayores de neurosis. Numerosas manifestaciones fbicas
se incluyen en tales posiciones, situadas muy cerca de las
psicosis. aunque conservan una categora neurtica. Pero
insistentemente hemos llamado la atencin de los cHnicos
sobre los peligros de ceirse slo a los signos exteriores
o de conferirles un valor nosolgico en sI. Si bien existen,
sin duda, formas graves de neurosis, no podemos confun-
dir con eUas las organizaciones de aspecto exterior simi-
lar pero que no reconocen la supremaca del geni tal.
UIIlll tercera posicin terica ba alcanzado un xito con-
siderable al defender la existencia de formas de transicin
entre neurosis y psicosis. H. CLAUDE (1937) ha desarro-

183
liado este punto de vista. En 1964, A. CREEN r.a evocado
la eventualidad de una continuidad pos ible entre est ruc-
turas neur ti cas y pskl ica') , pero nu ha precisado s i se
trataba de una verdadera mutacin es truc tural o de es-
tados clnicos que se encuentran de hecho en una situacin
intermedia. Para MARKOVITCH (1961), se trataria real-
mente de una metamorfosis de la estructura.
Es posible responder que la concepcin que aqu defe.l-
demos no implica esas transiciones sino en el momento
de la adolescencia, o en algunos momentos ulteriores que
puedan corresponder a retardos de adolescencia. Por el
contrario, podemos concebir, en una misma estructura,
variaciones de defensa o de sntomas, sin variacin de
la estructura de base : por ejemplo, una estructura psic-
tica no descompensada que se defiende perfectamente con
la ayuda de defensas de tipo obsesivo, puede ser tomada
por una estructura neurtica hasta el da en que se des-
compensa, pierde sus defensas obsesiona les, y entra en el
delirio; de la misma manera, una estructura histrica pUI!-
de presentar, durante todo un periodo, impulsos agudos de
alcance delirante y psktico antes de descompensarse
de manera neurtica, evidentemente bajo la forma de his-
teria de conversin o de histerofobia; en el plano latente,
no habrn variado sin embargo las estructuras de base.
Un cuarto grupo de autores, cada vez ms numeroso
en el momento actual, considera que los estados lmites
constituyen una entidad nosolgica independiente. Los psi-
coanalstas anglosajones han sido los primeros en defen-
der este punto de "ista: V. W. EISENSTEIN (1956), M.
SCHMIDEBERC (1959), A. STERN (1945), R. KNIGHT
(1954), O. KERNBERG (1967), han puesto en evidencia
argumentos econmicos determinantes. En Europa, M.
BOUVET (1967) se ha dedicado a la descripcin rigurosa
de las diferentes relaciones de objeto. A continuacin se
sucedern los trabajos de MALE y de GREEN (1958) sobre
las pesquizofrenias del adolescente, de LEBOVICI y DIAT-
KINE (1955 Y 1956) sobre las desarmonas evolutivas y las
pre-psicosis en el nio, de A. GREEN (1964) sobre lo,
lmites entre neurosis y psicosis, de NACHT y RACAMIER
(1967) sobre la .neurosis de angustia., de GRUNBERGER
(1958) y PASCHE (1955) sobre el narcisismo, de MARTY,
FAIN, DE M'UZAN y DAVID (1963) sobre las regresi"n~

184
psicosomticas, las sntesis presentadas por M. GRESSOf
(1960) y B. SCHMITZ (1957) sobre e l verdadero problema
de los estados lmites.
Yo he desarrollado mi investigcin al mismo tiempo
en la lnea de los autores norteamericanos y europeos, in-
tentando definir con el mayor rigor posible las bases ml!-
tapsicolgicas y genticas especficas de una organizacin
mental que. justamente, ofrece fluctuado'n es e impreci-
siones.

2. EL TRONCO COMVN DE LOS ESTADOS LIMITES

As como la figura 2 nos muestra la evol-ucin de ia


lnea estructural psictica y la figura 4 la evolucin Je
la lnea estructural neurtica, la figura 6 corresponde n
la evolucin del tronco comn de los estados lmites.
En el caso de los es:ados lmites, el Yo ha superado.
sin frustraciones demasiado grandes ni fijaciones dema-
siado importantes. el momento en que las deficientes re
laciones iniciales y precoces con la madre hubieran podido
operar una preorganizadn de tipo psictico. Por lo tan
to, ese Yo contina sin demasiados tropiezos su camino
hacia el Edipo cuando sbitamente, en el momento del
inicio del Edipo en la mayora de los casos, esta situacin
relacional triangular y genital no puede ser abordada en
condiciones normales; el sujeto vive un hecho de realidad
del contexto, que en otras circunstancias estructurale'i
quizs no hubiera tenido el mismo impacto significativo,
como una frustracin muy viva, como un riesgo de prdida
del objeto; esto es lo que llamaramos el traumatismo
psquico precoz .
Tal traumatismo debe comprenderse en el sentido afec-
tivo del trmino; corresponde ante todo a una intensa
emooin pulsional que sobreviene en un estado todavi::l
muy deficieO'temente organizado y poco maduro en cuanto
a su equipamiento, sus adaptaciones y sus defensas como
para hacerle frente en condiciones inofensivas: por ejenl
pIo se trata, como en el hombre de los lobos , de una
tentativa de seduccin sexual cualquiera por parte de un
adulto, tentativa real en la mayora de Jos casos, y no
slo fantasmtica , como ocurre en el verdadero Edipo.

185
INDIFERENCIACIDN SDMATO - PSIQUICA

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INICIO DEL EDIPO

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: 1 I
FIG. 6
Gnesis del tronco comn de los es tados limites
Podemos considerar que el nio ha entrado de pronto,
demasiado brutal y precozmente, as como demasiado ma-
sivamente, en una situacin edpica para la que no estaba
totalmente preparado_ Por lo tanto, no le ser posible ne-
gociar una relacin triangular y genital con sus objetos
como podra hacerlo un poco ms tarde y mejor equipado,
un sujeto de categora preneurticalt.
Le ser particularmente impos.ibJe tanto apoyarse so-
bre el amor del padre para "oportar sus rentimientos hos-
tiles hacia la madre, como a la inversa, y en otro momento,
apoyarse sobre el amor de la madre para negociar su
odio por el padre. Asimismo, le ser difcil utilizar ple-
namente la inhibicin para eliminar el exceso de tensin
sexual o agresiva del consciente. Las imperfeccio'nes y lo:,
fracasos de la inhibicin sern frecuentes. El nio se vera
ante la necesidad de apelar a mecanismos de defensa ms
arcaicos, m s costosos para el Yo, y tambin ms cerca-
nos a .Jos que emplea el psictico, tales como la negacin
de las representaciones sexuales (y no de la realidad), .'1
clivage del objeto (y no del Yo), la identificacin proyec-
tiva o el manejo omnipotente del objeto en general, baj<>
sus fonnas ms variadas y sutiles l .
Este primer traumatismo afectivo o . 'traumatismo pre
coz. desempear el rol de primer desorganizador (o de
desorganizador precoz.) de la evolucin del sujeto. Su
efecto inmediato ser el de detener la ulterior evolucin
libidinal del sujeto. Por lo tanto, nos encontraremos ca;l
que esta evolucin se halla fijada de entrada, y a veces
por mucho tiempo, en una especie de pseudo latencia ms
precoz y ms duradera que la latencia normal; esta pseu-
do-Iatencia recubre a continuacin el perodo de la laten-
cia normal, luego lo que debera haber sido la eferves-
cencia afectiva de la adolescencia, con sus posibilidades
de mutaciones, transfonnaciones, intensas inversiones y
des inversiones afectivas. que vuelven a poner en juego _\'
en cuestin tanto los principios de la genitalidad como
todas las adquisiciones (o las carencias) pregenitales_
Esta pseudo-latencia se prolongar mucho ms all de
lo que hubiera debido ser la adolescencia, para cubrir todo

1. Cf. BERGERET . EI problema de las defensas., en Comp~rtdjo de


Psicologa Patolgica, Masson , Paris , 1m (princi.palmente pg. 104).

187
un perodo de la edad adulta, e incluso a veces la totali-
dad del perodo adulto del sujeto hasta su muerte _
Este bloqueo evolutivo de la madurez afectiva del Y.
en el momento en que aquella no est diferenciada sexual-
mente, constituye lo que he denominado el trmlCO com1l
de los estados lmites (ef- fig- 6).
Contrariamente a lo que sucede en la lnea psictica
(figura 2) o en la lnea neurtica (figura 41, ese tronco co-
mn no puede ser considerado como una verdadera es-
tructura en el sentido en que entendemos el trmino den-
tro del marco de nuestra concepcin, es decir que, com:.)
veremos de inmediato, no posee la fijeza, la solidez, ni la
especificidad definitiva de las organizaciones verdadera-
mente estructuradas. El tronco comn de los estados l-
mites slo puede permanecer en una situacin acondicio-
nada, pero no fijada. Se trata de una organizacin de
categora provisoria. aun cuando tal acondicionamiento
pueda prolongarse durante bastante tiempo sin demasia-
das modificaciones.
Se trata de un esfuerzo costoso del Yo, que necesita
poner continuamente en juego contrainversiones o forma-
ciones reaccionales onerosas, cuyo objetivo consiste en
permanecer a igual distancia de las dos grandes estructu-
ras, una de las cuales ha sido felizmente superada (la es-
tructura psictica) y la otra desgraciadamente no alean
zada (la estructura neurtica) por la evolucin pulsional
y adaptativa del sujeto.
Esas dos verdaderas estructuras seguirn siendo, por
otra parte, un .punto de mira ambiguo para el Yo: por
un lado, angustia de caer en el fraccionamiento psictico
pero envidia de las defensas ms slidas que aqul pone
de manifiesto; y por otro lado, envidia y angustia de la
genitaJidad neurtica y de los placeres que podra pro-
curar.
Es en medio de todos estos problemas que, como el
junco de la fbula, el . tronco comn trata de plegarse y
entregarse a numerosas contorsiones, de manera de n0
romperse durante las tempestades afectivas.

188
3. LA ORGANIZAClON L/MITE

Lo 'propio del estado lmite consiste en presentarse,


d esde el punto de vista estructural, y desde todos los otros
puntos, como un estado in1ennedio entre neurosis y psi-
cosis. Sabemos que lo propio de la estructura neur6ti..:a
es fundarse en un ordenamiento de las condiciones de ar-
misticio entre el conflicto latente que opone el Ello al
Super-yo a travs del Yo, Ese conflicto no puede canc',
birse sino en tanto genital y edipico. Por su parte, la es
tructuracin psictica corresponde a un conflicto entre
pulsiones y realidad, conflicto del que llega a excluirse
el Yo.
En cuanto a la organizacin lmite, no se sita ni en
una ni en otra de esas dialcticas. Se trata ante todo de
una enfermedad del narcisismo. U.na vez superado el pe-
ligro de la psicognesis de tipo psictico, el Yo no ha
podido, sin embargo, llegar a una psicognesis de tipo
neurtico; la relacin de objeto ha pennanecido centrada
sobre la dependencia anaclitica del otro; el peligro inm~
dia,to <contra el cual luohan todas las variedades de estados
lmites es ante todo la depresin.

A) El Yo anacItico

Los autores que se han interesado en la economa de las


organizaciones limites como W. D. FA1RBA1N (1952), Ra-
bert KN1GHT (1954), E1SENSTE1N (1956), Heinrich HART-
MANN (1956), Michel GRESSOT (1960), A. GREEN (1962)
y Otto KERNBERG (1967) siempre han insistido en mayor
o menor medida sobre la coexistencia, en el seno de la
pcrsona,lidad limite, 'de .dos sectores operacionales del
Yo, uno que se mantiene en el marco ae una clsica adap~
tacin a los datos de la realidad exterior, y otro que fun
ciona de un modo mucho ms autnomo en relacin con
la realidad, y esencialmente fijado en las necesidades nar~
cisistas internas, en el anaclitismo tranquilizador. Esta
dualidad de los sectores operacionales no puede confun~
dil'Se con un c/ivage verdadero del Yo como el que halla-
mos en las estructuras psicticas. No se trata en absoluto
de un estallido, tal como el mismo FREUD lo ha descrito

189
muy bien en 1938, en su artculo sobre El clivage del Yo el!
los mecanismos de defensa. Esta defensa no alcanza al
ncleo mismo del Yo. El Yo se deforma en algunas de
sus funciones y apera sobre dos registros diferentes: por
una parte un registro adaptativo en todo el campo re-
lacional, en el que no existe ninguna amenaza para el
indivduo, ni en el plano narci-sista ni en el <plano genital;
por otra parte, un registro anacJtico, desde el momento
en que aparece alguna amenaza de prdida de objeto como
consecuencia de peligros que se sitan, tamb.in, en lo,
planos narcisista y genital.
Todo el problema econmico de la organizacin lmile
se verificara en ,las relaciones entre esos dos sistemas,
adaptativos y defensivos a la vez, que permi ten al Yo un3
cierta seguridad y una cierta moviilidad pero que nunC~l
constituyen una estructura verdaderamente slida; el s u-
jeto seguira dependiendo de manera demasiado masiva
de las variaciones de la realidad exterior y de las posicio-
nes de los objetos, as como de su distancia respecto de
s mismo.
Todas las organizaciones lmites, en tanto se siten en
el eje del tronco comn constituyen exclusivamente es-
tados indecisos del Yo, que todava no se hallan realment~
estructurados de manera formal y definitiva. Esos estados
se limitan, como hemos visto ms arriba, a ser acondicio-
nados, y en general, de manera bastante eficiente. Bajo
su aspecto global, las defensas empleadas por un Yo se-
mejante no son demasiado fijas, ni demasiado slidas, ni
demasiado especificadas, ni demasiado intercambiables.
Conservan un cierto grado de fluctuacin , pero infortuna-
damente pagan esta -posibilidad con un detrimento de 'u
fuerza.
Los .sujetos en cuestin manifiestan una inmensa ne-
cesidad de afecto; por lo tanto, 5e las arreglan para mos-
trarse seductores. Su lucha sin fin contra la depresin los
obliga a una incesante actividad. Su dificultad para com-
prometerse los coloca en la necesidad de aparecer como
disponibles y adaptables en todo momento, a falta de po-
der adaptarse real y duraderamente.
El Yo del estado lmite conserva en sus fijaciones una
cierta tendencia hacia la antigua indistincin somato-ps-
quica (P. MARTY, M. de M'UZAN y C_ DAVID, 1963) Y puc-

190
de retroceder en un momento particularmente angustioso
a ese modo arcaico de expresin que utiliza el lenguaje
corporal.
Las organizaciones limites no resisten las frustracio-
nes actuales que despiertan las antiguas frustraciones in-
fanttles significativas; esos sujetos, que a menudo dan
la impresin de estar cen carne viva por su grado de sen-
sibilidad, utilizan fcilmente rasgos de carcter paranoico
(Cf. JII 2) para tratar de asustar a quien podra frus-
trarlos.
Su narcisismo est mal establecido y se mantiene fr-
gil. Existe una evidente y excesiva necesidad de compren-
sin. de respeto, de afecto y de sostn, como lo ha mostn-
do claramente Adolphe STERN (1945). Su objeto es vivido
como perseguidor, pero nunca tanto (ni tan analmente)
como en el caso del paranoico; este objeto juega el doble
rol de Super-yo auxiliar y de Yo auxiliar, y por lo tanto,e
sita, con una importancia ambivalente, como interdictor
y protector a la vez.
La regresin comprobada en el ordenamiento limite no
corresponde. como en la mayora de los casos de estructu-
racin neurtica, a una simple regresin pulsional que re
ejerce especialmente sobre las representaciones. Como en
el caso de la neurosis obsesiva, pero todava mucho m3s
lejos en sentido retrospectivo. comprobamos que existe
una degradacin parcial de la pulsin en s misma.
Esto es lo que nos ha llevado a considerar que nume-
rosos comportamientos fbicos en 105' que la regresin se
establece de esta forma (por ejemplo, el hombre de los
lobos :D en relacin con el epequeo Hanslt ) no constituyen
simples uneurosis fbicas, sino que deben clasificarse re
sueltamente del lado de las organizaciones l mites.

B) La relacin de objeto anac/itica

Como lo indica la etimologa, el trmino griego ana-


klitos>, significa hallarse echado hacia atrs, tendido de
espaldas, de manera esencialmente pasiva. La expresin
griega anaklitos thronos. corresponde a lo que actual-
mente denominamos chaise longue. Los sentidos deri-
vados del trmino anaklito.s. dan cuenta de los movimien-

191
tos de .replegarse sobre, inclinarse haciaJ), recostarse
contra. Y ste es precisamente el rasgo propio de la or-
ganizacin lmite. Es necesario apoyarse sobre el inter-
locutor, ya sea en espera pasiva y mendigando satisfacciu-
nes positivas, o bien en manipulaciones mucho ms agre-
sivas, evidentes o no, de esa pareja indispensable. La
relacin de objeto anacJtica constituye, en efecto, una
relacin de gran dependencia que sigue vivindose y ju-
gndose de a dos, pero de manera muy diferente a la par-
tida fusional del psictico con su madre.
Para el anacltico se trata de ser amado y ayudado
tanto por uno como por otro de los integrantes de la pa-
reja paterna. Bela GRUNBERGER ha mostrado (1958) que
esos padres no se aparecan an en el marco de una eco-
noma autnticamente genital; por lo tanto, se trata de
agredir y dominar analmente a los dos padres por partes
;guales.
El interlocutor del anacltico no representa todava a
un padre edpico ; la elaboracin genital no est lo sufi-
cientemente avanzada como para pennitirlo; pero por
otra parte no se trata ya de una madre de esquizofrnicr-;
felizmente, las fijaciones en estadios muy precoces no han
alcanzado una intensidad suficiente. Las frustraciones su-
fridas por el anacltico se sitan ms tardamente que las
del psictico, y son tambin mucho menos masivas: no
se encuentran todava vinculadas a una eleccin sexual.
pero tampoco dependen exclusivamente del polo mater-
nal; conciernen tan to al padre como a la madre, pero en
tanto que mayores y no que .padres sexuados. Maurice
BOUVET (1967) demuestra que el padre representa siem
pre una imagen flica-narcisista asexuada con la que con
viene conservar un modo de relacin de tipo pregenita1.
La imagen del compaero de Helene DEUTSCH (1945,
traduce la necesidad de dependencia del objeto, la nece-
s idad vital de su proximidad. Nos hal1amos aqu muy cerca
de la clsica relacin de objeto de tipo contrafbico.
Con referencia a la figura 7, podemos considerar por
una parte que las estructuras psicticas (que corresponden
a la denominacin freudiana de crpsiconeurosis narcisis-
tas. de 1914) presentaran una relacin de objeto de tipo
esencial y exclusivamente narcisista, y que por otra parte
las estructuras neurticas (conflicto de objeto edpico) ma

192
InstanCIa
Naturaleza Naturaleza
dominante Defensas Relacin
del de la
en la principales de objeto
conflicto angustia
organizacin

ESTRUCTURAS Super-yo Super- yo de represin genital


NEUROTICAS con el castracin
Ello

ESTRUCTURAS Ello Ello con de negacin de fusional


PSICOTICAS la parcelacin la realidad
realidad desdoblamien.to
del Yo

ORGANIZACIONES Ideal del Ideal del Yo de prdida clivaje de anacltico


LIMITES Yo co n: del objeto los. objetos
- Ello forclusin
- realidad
FIG. 7
Comparacin entre las lineas estructurales.
nifiestan una relacin de modo genital, en tanto que las
organizaciones limites del tronco comn (que correspon-
den en psicopatologa a las neurosis actuales., neurosis
de abandono., neurosis traumticas_, etc.) se manten~
dran en parte bloqueadas en su evolucin afectiva, en
una relacin de objeto de tipo principalmente anacltico,
que manifiesta un apego particular al objeto, y que, com.>
todas las adhesiones de ese gnero, sita alternativamente
a los dos ntegrantes de la pareja en el rol del mayor o
el pequeo, del perseguidor o el perseguido.
Suele evocarse la imagen del perrito, de la correa, y de
la dama que lo pasea: cul de los dos tiene al otro en
su poder bajo la nieve, en la calle, a las 23 horas, en la
ltima y obligatoria salida de l a tarde: el perro o su
duea?

C) La angustia depresiva

Al considerar la organizacin lmite slo en el estadio


del tronco comn acondicionado, el nico aspecto cHnico
que puede descubrirse corresponde a los modos de reac-
ciones manifiestas desplegados para luchar contra la an-
gustia subyace'lte, que nunca es muy profunda, ni siquie-
ra en los momentos de aparente hipomana y euforia es-
tridente.
Esta angustia particular de la organizacin lmite es
la angustia de depresin. Sobreviene a partir del momen-
to en que el sujeto imagina que su objeto anacltico pued"
faltarle, escaparse de l.
Por lo tanto, es en realidad una arlgustio. de prdid,
de objeto, ya que sin el objeto el anacltico va a hundirse
en la depresin. No se trata. sin duda, de una depresin
de tipo melanclico, ya que en este ' estadio .lmite. el
objeto no puede hallarse todava introyectado. Pero el
duelo sigue siendo igualmente imposible.
La observacin n .O 11 constituye un ejemplo clnico bas-
tante caracterstico de tal variedad de angustia.
El anacltico tiene necesidad del otro a su lado; 3i
bien teme los peligros de la intrusin propios de la exce-
siva proximidad, no puede resolVerse a permanecer solo;
por esta razn es que busca de buen grado el grupo, den-

194
tro del cual se siente ms tranquilo. Hemos considerado,
en ocasin de nuestra alusin a la pseudo-nonnalidad
(cf. n, 1), cmo actuaba el grupo tanto para tranquilizar
al inmaduro, como para limnarlo en su desarrollo afec-
tivo.
La depresin que eventualmente acecha a la organiza-
cin lmite es descrita en la mayora de los casos con el
nombre de depresin neurtica. Una cierta cantidad de
psicopat6Jogos ha protestado in cesantemente contra esta
calificacin de neurtica , atribuda a una economa que
de ninguna manera <le halla organizada bajo la primaca
del ge nital, ni a la sombra de la triangulacin edipica, y
en la cual el Super-yo slo juega un modesto papel.
Esta angustia de depresin caracteriza a la or.ganiza~
cin lmite y la especifica frente a la angustia de fraccio-
namiento de la es tructura psictica (figura 7) y a la angus-
tia de castracin de la estructura neurtica.
La correcta distincin de estas tres formas muy di-
ferentes de angustia parece ser mucho ms importante
de lo que se ha considerado habitualmente. A partir de
este elemento, esencial en el plano econmico y ,profun-
do, nos parece posible establecer un diagnstico con m'-
nos ries-gos de confusin que a 'nivel de los sntomas su-
perficiales, y que al mismo tiempo se refiera a la nat:J-
raleza del modo de estructuracin (o de a-estructuracin)
de la personalidad. Por lo tanto, se trata mucho menos
de clasificar que de (( comprender; la respuesta, rela
cional o teraputica. se ver ampliamente facilitada por
tal actitud.
La naturaleza autntica de ]a angustia profunda , as
como el modo de constitucin del Yo, o el sistema de de-
fensas, o el modo de relacin de objeto, DO debe estimar-
se de manera aproximativa, ni considerarse obvia en el
sentido de la castracin.
La manera de escuchar. en e l plano relacional; de uti-
lizar, en el plano escolar o profesional, y de ayudar, en
el plano teraputico, a los sujetos que encontrarnos en
nuestros diferentes roles, no puede ser unifonne ni de
jarse librada al azar. La angustia especfica de cada uno
rubrica su posicin en el mundo: ]a angustia de fraccio-
namie nto es una -a ngustia sinies tra, de desesperacin y
de repliegue. La angustia de castracin es una angustia

195
de carencia, dirigida hacia un futuro anticipado sobre un
modo erotizado. Entre esas dos posiciones extremas se
sita la angustia de depresin, que parece concernir a la
vez al pasado y al futuro. Como dice Ralph GREENSON
(1959), evoca un pasado desdichado, pero sin embargo tes-
timonia una esperanza de salvacin invertida en la reta
cin de dependencia fecunda del otro.

D) Las instancias ideales

Nos encontramos, a propsHo de las instancias idea-


les, con la misma necesidad de diferenciar sin ambige-
dad la organizacin limite de los modos de estructuracin
psictica o neurtica.
Del lado de las estructuras psicticas, Ia fractura es
considerablemente importante en el plano de las instan-
cias ideales. ya que stas se encuentran reducidas al estado
de ncleos esparcidos en la organizacin psictica, tanto
en lo que concierne al Super-yo como en lo que concierne
a! Ideal del Yo. Es indiscutible que elementos de esas dos
'nstancias se hallan presentes en la lnea psictica, per.)
de manera muy focalizada y estrictamente circunscrita a
.sectores restringidos, sin valor organizador general; en
tanto que en la organizacin lmite, si bien el rol del Su-
per-yo sigue siendo muy imperfecto, el Ideal del Yo, por
el contrario, se comporta como un verdadero polo en ,tor-
no del cua! se organiza la personalidad.
Las diferencias entre estructura neurtica y organiza-
cin limite, a su vez, precisan de una reflexin ms atenta :
en principio es necesario referimos a la distincin esta-
blecida por Bela GRUNBBRGER (1958) entre los diferen-
tes puntos de referencia metapsicolgicos especficos de
los funcionamientos neurticos o narcisistas y que ha si-
do completada aqu. La lnea neurtica correspondeda
pues a la articulacin de los siguientes factores : Edipo-
Super-yo - conflicto genital - culpabilidad - angustia de cas-
tracin _ sntomas neurticos, en 'tanto que la lnea narcisis-
ta responderla a ia sucesin: narcisismo - Ideal del Yo - he-
rida narcisista - vergenza - angustia de prdida del obj-
to - depresin.
Mientras persiste el acondicionamiento del tronco c(}o

196
mn, el movimiento depresivo se mantiene muy limitado
y muy discreto; durante el periodo que deberia sealar el
inicio del Edipo clsico asistimos a la congelacin, des-
crita ms arriba, de la evolucin libidinal en las posicio-
nes del sector ms elaborado de las fijaciones pre-genita-
les, es decir, las que tienen que ver con la fase flica.
Luego se <saltar. de alguna manera el Edipo len tan!o
que organizador), para llegar al periodo de pseudo-laten-
cia del que hemos hablado precedentemente. El hecho de
que los aspectos organi-,adores del Edipo no hayan podi-
do entrar en accin en la organizacin estructural, no quie-
re decir que en la personalidad lmite no se encuentre
ninguna adquisicin edpica. Existen elementos edpicos
y superyoicos en tales organizaciones, muchos ms, por
otra parte, que en una estructuracin psictica; sin em~
bargo, esos elementos no desempean, ni en una ni en la
otra, el princiJpal papel organizativo.
Por otra parte, no todos los sujetos que dependen de
nuestro tronco comn. presentan el mismo grado de
adquisiciones edipioas: la importancia de tales aportes
genitales depende de las condiciones de impacto del trau-
matismo desorganizador precoz; de la intensidad absoluta
del afecto al que aqul est ligado, 'Sin duda, pero tambin
de la intensidad relativG: del modo de recepcin de este
afecto, es decir, del grado de inmadurez del Yo en el mo-
mento de dicho traumatismo y de los medios de que dis-
pona entonces el Yo para hacerle frente.
El Super-yo clsico de la estruc tura neurtica, defini-
do sin compromiso posible en el .f undamento mismo de
la teoria psicoanaltica como el heredero y sucesor del
complejo de Edipo, no podria constituirse de manera com-
pleta en el sujeto lmite, en la medida en que las viven-
cias edpicas se hallan sensiblemente escamoteadas.
G. L. BIBRING (1964) ha mostrado que la regresin
pre-edipica producida por el miedo que provocan las con-
diciones edipicas al sobrevenir demasiado precozmente
en el interior de un Yo todavia mal equipado para hacer-
les frente, arrastra consigo los primeros elementos super-
yoicos ya constituidos hacia las fijaciones, muy importan-
tes en esos pacientes, que se verifican a nivel de un Ideal
del Yo pueril y gigantesco.
Podemos decir que la funcin del Ideal del Yo ya se

197
hallaba considerablemente invertida con anterioridad, du-
rante el perodo pregenital, y que el repliegue de los pri:
meros e1<1!l1entos superyoicos va a desarrollar todavia
ms esta inflacin del Ideal del Yo que, a partir de ese
momento, ocupar la mayor parte del rol que correspon-
dera al Super-yo en la organizacin de la personalidad.
Por supuesto, dado que este Ideal del Yo se encuentra,
desde el punto de vista madurativo, en una situacin mu-
cho ms arcaica que el Super-yo, comprendemos que tales
personalidades permanezcan incompletas, frgiles e im
perfectas; en sntesis, organizaciones o acondiciona-
mientos, pero no estructuras.
Desde nuestro punto de vista, es por esta razn que
tales sujetos van a abordar su vida relacional con ambi-
ciones heroicas desmesuradas de hacer las cosas bien, para
conservar el amor y la presencia del objeto, mucho m,
que ron culpabilidades por .haber hecho las cosas mal.
en el modo genital y edlpico y temor a ser castigados en
ese mismo plano con la castracin.
La comprobacin del fracaso de sus ambiciones idea-
les, que no guardan proporcin alguna con sus posibilida-
des personales, no orientar a los sujetos lm,tes hacia
la simple modestia ni, en caso de conflictos muy agudos,
hacia la culpabilidad (lnea neurtica); todo fracaso re-
gistrado con excesiva crueldad generar vergenza o dis-
gusto (lnea narcisista) de s mismo, que eventualmente
podrn proyectarse sobre los otros.
Si esos sentimientos llegan a perturbar demasiado --<le
manera consciente o no-- al acondicionamiento estableci-
do en el seno del tronco comn de manera todava bastan-
te incierta, veremos surgir, en el sujeto lmite que ha per-
manecido a ese nivel, el peligro de manifestaciones depre-
sivas.
Los padres de los sujetos lmites han a lentado las fija.
ciones en una relacin estrechamente anacltica. El plano
aparente es tranquilizador : Si permaneces en mi rbitn,
no te ocurrir nada desagradable., pero el plano latente
sigue siendo bastante inquietante: No me dejes, de :0
contrario correrds grandes peligros . Semejantes padres
se muestran en general insaciables en el plano narcisista:
Haz. las cosas todava mejor y, maana, reCibirs tu re

198
compensa, ya que tendr que amarte ms . Desdichad:!..
mente, los maanas_ maravillosos no llegan nunca . ..
Ante tales exigencias, a menudo contradictorias y sin
contrapartida gratificante, el nio lucha en el interior de
s mismo con los dos Yo ideales, paterno y materno; y
tal como lo muestra A. FREUD (1952), revive el conflicto
paterno introyectado, en lugar de ntroyectar solamente las
interdicciones paternas, como en el caso del establecimien-
to del Super-yo. De all resulta, como sucede cada vez que
el Super-yo no est lo suficientemente constituido, una
intolerancia a las contradicciones tanto como a las in""r-
tidumbres.
Otra consecuencia de la debilidad del Super-yo se re-
fiere a la facilidad con que la representacin mental, o la
expresin verbal, pasan al acto, de manera inesperada y
a menudo incomprensible. A veces es ms fcil comunicar
bajo el pretexto de necesidades de la accin que por me-
dio de expresiones verbalizadas o, con mayor razn, dejar
lugar a la elaboracin de fantasmas o ideas, reconocerlas,
manipularlas e integrarlas.
El Super-yo. con cuya temible reputacin nos encon-
tramos a menudo, slo reviste aspectos negativos. Si el
Super-yo demasiado rfgido lleva en s los grmenes de
conflictos serios, un Super-yo inexistente obliga al Ideal
del Yo arcaico, cuya categorla relacional ha sido supera-
da, a retomar la principal funcin organizadora en los
procesos mentales. lo que no puede darse sin un cierto
anacronismo y una notable inadaptacin.

E) Los mecanismos de defensa

De In misma manem, las organizaciones lmites deben


ser comparadas. en este nivel, tanto con las estructuras
neurticas como con las estructuras psic6ticas.
El principal mecanismo de defensa neurtico sigue
siendo. evidentemente, la inhibicin, aun cuando le ayuden,
como hemos visto ms arriba, otros mecanismos acceso-
rios. Pero la inhibicin constituye un mecanismo bastante
tardo y bastante elaborado; y en las organizaciones lmites
juega un rol mucho menor que en las neurosis.
La organizacin lmi te debe pues recurrir a mecanismos

199
de defensa menos elaborados y por ende menos eficaces,
pero tambin menos costosos en oontrainversiones que la
inhibicin; esos mecanismos son la evitacin, la forclusin,
las reacciones proyectivas y el c/ivage de! objeto.
La evitacin de la organizacin lmite es del mismo ti-
po de la que se describe habitualmente en el registro f-
bico; :para el sujeto se trata de evi tar el encuentro con a
representacin, aun cuando sta se halle aislada o des-
plazada anterionnente por mecanismos anexos previos.
La forc/usin concierne igualmente a una forma de re-
chazo de la representacin perturbadora y se sita muy
cerca de la negacin del sexo femenino que encontramos
en las organizaciones perversas y de las que hablaremos
ms adelante. La forc!usin se dirige a una imagen ms
paternal, cuya representacin simblica es necesario re
chazar.
Si bien ]a forclusin ha sido considerada a veces como
un elemento que facilita ciertos procesos delirantes, pa-
rece que este caso slo se produce cuando el Yo es presa
de una desorganizacin ms profunda que la que nos en-
contramos en el simple tronco comn acondicionado.
Las reacciones proyectivas se emparentan con los me
canismos de identificacin proyectiva de Mlanie KLEIN
(1952), as como con las identificaciones con el agresor
descritas por S. FERENCZI (1952) y A. FREUD (1949). Sin
duda la clsica proyeccin sirve al acondicionamiento li-
mite, as como al fbico, para situar en el exterior la re-
presentacin pulsional interior, pero los dos procedimien-
tos precedentes coordinan sus esfuerzos para aduearse
de la representacin externa, y permiten recuperaciones
farrtasmticas de omnipotencia sobre el otro, que son tran
quilizadoras. Pero esos fenmenos proyectivos van a limi-
tar cada vez ms, en su repeticin y su intensidad a me-
nudo crecientes (por una necesidad defensiva cada V.':Z
ms estrecha), las experiencias relacionales autnticas; y
el Yo ir poco a poco, y con riesgo de empobrecerse, ha
cia la claustrofobia o en direccin a las desrealizaciones.
El clivage que acta en las organizaciones lmites no
es e! verdadero clivage del Yo ligado al estallido, o al
simple desdoblamiento del Yo. mecanismos de defensa
psictica contra la angustia de fraccionamiento y de muer-
te. Se trata aqu de un clivage de las representaciones

200
objetales, de un simple desdoblamiento de las imagos,
destinado a luchar contra la angustia de prdida de ob-
jeto y el riesgo de llegar asi al segundo modo de clivage,
por verdadero desdoblamiento del Yo.
Bajo diversas denominaciones, ese cIivage de magos
ha sido puesto e n evjdencia por la escuela kleiniana, prin
cipalmente a props.ito de la relacin con el objeto par-
cial (fase esquizoparanoide) y con el objeto total (fase de-
presiva).
El estado lmite ya no se dirige, en su lucha contra la
depresin de prdida de objeto, simplemente a la inhibi-
oin, que requiere una mejor elaboracin genital, ni taro
poco al desdoblamiento del Yo, demasiado costoso regee-
sivamente. Como lo ha mostrado S. FREUO en 1924, el
Yo se deforma. para no tener que desdoblarse. Funciona-
r entonces distinguiendo dos sectores en el mundo exte
rior : un sector adaptativo en que el Yo juega libremente
en el plano racional, y un sector anacltico en el que .,
Yo se limita a relaciones organizadas segn la dialctica
dependenciadominio. El Yo, sin verse obligado a operar
negaciones de la realidad, va a distinguir s.in embargo en
este ltimo sector y a propsito del mismo objeto, bien
una .imagen positiva y tranquilizadora, bien una imagen
negativa y aterradora, sin posibilidad de conciliar las dos
imgenes contradictorias a Ja vez.
Por lo tanto, nos encontramos muy cerca de la con
cepcin kleiniana del buen . y el .mal. objeto, y O. KERN-
BERG (1967) piensa que llegamos as a lo que l llama
la idealizacin predepresiva, es decir, a una situacin
de tres facetas en la que una parte del Yo permanece
organizada en torno a introyecciones positivas mientras
que otra parte del Yo, vuel'la hacia el exterior, considera,
por una parte, como realidad exterior los aspectos p ositi.
vos de esta realidad, bien invertidos por la libido; y por
otra parte rechaza, desde el momento en que los percibe
como tales, los objetos externos frustrantes y amena
zantes.
Por lo tanto, una organizacin de este tipo utilizarla
ms la forclusin que la negacin (psictica) como me-
canismo auxiliar en su provecho.

201
4. EVOLUCIONES AGUDAS

El acondicionamiento del tronco comn lmite no es


muy slido, dado que no se trata de una verdadera es
tructuracin.
Sin embargo, y al precio de muchos renunciamientos ,
compromisos, disimulos, prevenciones, . defensas energti-
cas considerables y astucias diversas, algunas organizacio-
nes limites logran mantenerse durante toda 5U vida en
una situacin ..in duda incmoda, pero sin embargo h-
bilmente dispuesta.
Como ya lo hemos enunciado ms arriba, cierta canti
dad de los famosos psicpatas . de los que se habla tan
a menudo y ron tan poca precisin, se clasifican en esta
categmia organizacional poco ronstante, pero igualmente
poco exigente en el plano estructural.
En un momento cualquiera de la vida del sujeto pode-
mos asistir a una descompen..acin mrbida de la organi-
zacin lmite, lo que produce formas clnicas particulare~:

A) Descompensacin de la senescencia

Como hemos afinnado ya en los dos artculos an1erio-


res (J. BERGERET, 1968 y 1971), existe una categoria de
sujetos que han pasado toda su vida adulta como el roble
de la fbula, sin doblarse ni plegarse, y que, de un solo
golpe, totalmente imprevisible, llegan a romperse., a .par-
tirse. brutal y dramticamente, en un periodo frecuente-
mente bastante precoz de su senescencia.
Hace algn tiempo me pareci ;nteresante examinar el
problema de esos casos relativamente frecuentes en prc-
tica geritrica, y ese estudio me ha conduoido, por etapas
sucesivas, a comprobaciones bastante inesperadas en un
principio.
Se trata de pacientes que gozaban de una reputacin
de gente .hipernonnab. Este aspecto de la defensa con-
tra lo que podra parecer anonnal quizs tio aparezca
inmediatamente a los ojos de los psiquiatras, ms habitua-
dos a sealar los grados de lo patolgico que los matices
de lo normal . Sin embargo, el buen sentido del entorno

202
ha tenido muy en cuenta -aunque no siempre captara su
significacin defensiva- esta nocin, que creemos .im-
portante, de una excesiva necesidad de adaptacin en esos
sujetos siempre activos y sin fracasos importantes (ni,
por otra parte, xitos espectaculares, si hacemos un an-
lisis minucioso), bastante conocidos socialmente (fuert~s
contactos sociales o culturales) y que tienen fama de ser
muy simpticos_
Sbitamente, en el momento de su senescencia fsica,
intelectual, social o afectiva, sobreviene un acceso patol-
gico dramtico, brutal, inesperado y muy gTave.
Este acceso patolgico se desencadena sin traumatismo
aparente, ya que la senescencia por s sola puede consti-
tuir ese traumatismo, esa prdida de las posibilidades in-
dispensables de organizacin.
O bien podemos constatar un traumatismo real que
sobreactiva esa vivencia afectiva angustiante de la senes
cencia: deceso de un pariente cercano, aliado o amigo
fuertemente invertido. matrimonio y separacin de un
hijo querido., herida narcisista importante por proble-
mas financieros , retiro, y en general todo 10 que puede
romper, sin preaviso (realmente considerado de manera
consciente como ineluctable), una relacin con los otros
de modo esencialmente anacUtico, es decir, basada en la
dependencia demasi ado estrecha de atro que tambin de-
pende estrechamente de s.
Esta ruptura repentina de tal modo de equilibrio, en
sntesis bastante poco madura y bastante poco genital (co-
mo dicen los psicoanalistas) produce a la brevedad un
episodio de angustia aguda que puede ser asimilado a
la famosa neurosis de angustia. clsica cuando ese tr-
mino se reserva (como entre los primeros autores que la
haban descrito) a un episodio agudo muy intenso, 1ran-
sitorio y cercano a la despersonalizacin, como veremos en
el pargrafo siguiente.
Este episodio de angustia aguda va a evolucionar aqu
segn modos particulares:
1) Muerte sbita: se trata en la mayora de los casos
de un falso infarto de miocardio, o ms -b ien de una va-
somotricidad .p aroxstica coronaria o cerebral, en su pun-
to de partida al menos_

203
2) Demencia senil: a menudo es relativamente rpida
y precoz.
3) Afecciones psicosomticas diversas segn el niv<l
de la desinversin mental y el modo de exci1acin somtico.
4) Ciertas neurosis bastante focalizadas pero muy in
tensas.
Cuando analizarnos el pasado de estos pacientes no
encontramos prcticamente ningn signo real de la lnea
psictica en la adaptacin a 10 real, ni ni~n signo de la
linea neurtica clsica en una relacin conflictual con los
otros.
Por el contrario, observamos toda una serie de acon-
dicionamientos. cuya multiplicidad, as! corno la habilidad
para evitar el fracaso, podra atraer ,l a atencin del psi-
quiatra atento.
Tambin comprobaremos, si realizarnos una observacin
ms profunda, que a pesar de una vida sexual real, igual-
mente bien ordenada., aparece una cierta limpidez libi-
dinal. a lo largo de toda su existenoia. Su vida sexual
(si bien est presente en sus manifestaciones) parece sin
embargo fijada en su modo evolutivo, como en los nios
en perodo de latencia, que no llegan a as umir su pubertad
ni las modificaciones que ella implica en relacin con los
otros.
Su modo de relacin con los otros ha pod,ido parecer
nonnal porque a menudo se dan buenas relaciones con
parejas bien elegidas. En realidad, se t rata (relacin ana-
cltica) de una dependencia recproca demasiado estrecha
para ser madura. Su rttp1ura implica, no el duelo normal
o la tristeza lgica, sino un verdadero .p nico, como si se
tratara de la amputacin de una parte indispensable de
s mismo.
Las ,i nversiones afectivas de tales sujetos haban perma-
necido desexualizadas, y los conflictos genitales haban sido
cuidadosamente evitados. La erotizaci6n aparente seguia
vivindose de un modo narcisista, con un objeto I1l'Ucho
ms - funcional. que real y sexual. Finalmente, la depen-
dencia era servil con respecto a los objetos ms 'Prximos,
y emremezc1ada con una dosis igual de agresiv.i dad en su
contra.
Todo este arreglo provisorio se qui~bra de pronto un

204
da y es dificil prever dnde puede detenerse semejante
descom.pensacin.
Conocemos desde hace mucho t,iempo la evolucin ace-
leradamente enojosa de todo ,viejo caracteria1 colocado
por su familia (o por su pueblo o por su inmueble) en un
establecimiento hospitalario. porque ha acabado por vol-
verse insoportable. En la mayora de los casos se trata
de organizaciones lmites de esta naturaleza que hubieran
podido proseguir una vida relativamente feliz si los dems
hubieran continuando alimen tando su narcisismo, aunque
ms no fuera a travs de las satisfacciones narcisistas que
estos viejos tiranos obtienen de la irritacin que provocan
en los dems.

B) Estallido del tronco comn

Una descompensacin del mismo tipo puede sobrevenir


de manera mucho ms aguda an en cualquier momento
de la vida del sujeto y en ocasin de un segundo trauma-
tismo psquico desorganizador (et. tig. 8).
Se trata de una gran crisis de angustia aguda impropia-
mente denominada neurosis de angustia y descrita por
J . A. GENDROT y P. C. RACAMIER (1967) como un estado
paroxstico 'Y transitorio a la vez prepsic6tico, preneurtico
y prepsicosomtico; es tambin un estado regresivo del
Yo, muy prximo a los esbozos de despersonalizacin
descritos por M. BOUVET (1967).
La causa exterior desencadenante puede ser de naturale.
za extremadamente variada: posparto, matrimonio, duel;:>,
transformaciones SOCa']es, accidentes afectivos o corpora-
lesl. Ese .traumatismo despierta por su vivencia ntima
una antigua frustracin narcista predepresiva que corres-
ponde al primer traumatismo desorganizador denominad:>
precoz", que ha sido cuidadosamente evitado hasta en-
tonces.
Ante tal exceso de sobrecarga pulsional, y ante una
situacin que reactiva el primer traumatismo, el acondi-
cionamiento provisorio e imperfecto del Yo se altera com-
pletamente; las defensas bastante poco especficas emplea-
1. Las opcTacioncs quirrgicas ca corazn abierto_ ponen en evidencia
una cantidad importante de dichas descornpensacione.s.

205
das hasta entonces se vuelven ,totalmente impotentes y la
angustia se derrama as -ahora libremente- en el regi~
tro consciente, Ugada a las ms divel1Sas representaciones
ansigenas.
PodI'amos consideramos como en plena cI1isis de
adolescencia. , una caricatura de la crisis de la adoles
cencia, una crisis de la adolescencia a la vez brutal, intensa,
tarda, abreviada, que pone en cuestin toda la organiza
cin profunda del Yo y sus acondicionamientos provisorios
interiores.
A partir de este momento, ya no existe ningn ordena
miento ,intermedio posible: es necesario encontrar cuanto
antes un sistema defensivo ms eficaz, de lo contrario .,
sujeto ser arrastrado a la muerte, ya sea por suicicito
evidente o como consecuencia de un colapso cualquiera,
favorecido por una debilidad orgnica localizada en tal o
cual rgano. El caso de Julien (obs. n.O 31 corresponde 3
un fin semejante.
Sin embargo, habitualmente el sujeto se dirige hacia
una de las tres vas psicopticas bien conocidas, a partir
del momento en que el p unto de no retomo. en relacin
con el antiguo acontecimiento ha sido superado:
J vfa neurtica (ef. fig. n.O 81, si el Super-yo se muestra
todava lo bastante consistente como para autorizar una
alianza con la parte sana del Yo, contra las pulsiones
intempestivas del Ello. El nivel genital de la estructuracin
edlpica se realizar finalmente, en ocasin de una mejor
relacin posible y al utilizar la energa accesoria liberada
por el traumatismo psquico. La entrada en la linea neu
rtica parece producirse ms foilmente en el nivel de la
histerofobia o los mecanismos obsesivos.
J vfa psictica, si, por el contrario, las fuerzas ptrlsio-
nales barren la parte del Yo que habla .p ermanecido hasta
entonces bien adaptada a la realidad gracias a sus defensas
anteriores. Brrtramos entonces en la .linea psictica (ef.
fig. 81, pero nunca en un modo de ol'g3nizacin esquiz,>-
frnica demasiado arcaico. Pa.recerla que a menudo ,l os
elementoo depresivos de la categora . l mite. conducen
al sujeto hacia una psicotizacin en tomo del mismo n
cleo depresivo en el registro melanclico, al convel'tirse ,,1
objeto anacltico del que oe carece en objeto introyeotado,
y al poder darse libre curso a los sentimientos de vergen

206
za y disgusto en relacin con el Ideal del Yo, bajo la forma
del autorreproche, que caracteriza este modo de organi-
zacin psictica.
Pero tambin parecen igualmente posibles otras formas
de evolucin psictica. tales como las formas alucinatorias
crnicas o las formas delirantes paranoides de evolucin
tardia, lenta y bastante foealizada (tal el ejemplo clsico
n.O 12, citado ms adelante).
La va psicosomtica, cuando las manifestaciones men-
tales se hallan desexualizadas, des invertidas y autonomi-
zadas en provecho de un modo de regresin a la vez som-
tico y psquico (el. lig. 81, mal diferenoiado en cuanto a la
excitacin y a la expresin, tal como ha sido descrita por
A. BECACHE (1972) en -la linea de los trabajos de la escuela
francesa de psicosomtica (M. FAIN Y P. MARTY, M. de
M'UZAN, C. DAVID).
Sigue siendo evidente que no son estos Jos modos
habituales de entrada en tales entidades patolgicas, pero
la clnica nos muestra la realidad y la frecuencia no desde-
able de esta clase de evolucin.
Igualmente conviene sealar que tanto el primer trau-
matismo como el segundo, pueden ser reemplazados a veces
por una serie de microtraumatismos repetidos y simi-
lares, la suma de cuyos efectos corresponde prcticamente
a un traumatismo nico y ms importante.
He aqu resumida la observacin clnica de la descom-
pensacin psictica de un estado limite:

Ob. n." 12

Albertine tiene 50 aos. Casada, sin hijos, ha ingresado


hace un ao en el hospital como consecuencia de un epi
sodio delirante focalizado sobre un tema nico: _Quiero
que me entierren en X ... con mi pap y mi mam.
Esta paciente conserva un buen estado general a pesar
de una cardiopata mitral; muy correctamente vestida, se
comporta en gran medida como una dama de visita cuan
do le pedimos que venga a la oficina a conversar con los
mdicos.
Habla con una voz de niita y gestos graciosos, casi
preciosos. Durante el dilogo sobre su pasado y la situa-
cin actual en general su conducta es adaptada.

207
Por el contrario, permanece en silencio desde el mo-
".lento en que nosotros guardamos s ilencio frente a ella, y
SI nuestras preguntas acerca de sus problemas actuales
se hacen muy apremiantes, aparece de inmediato el tema
delirante: Quiero que me entierren en X ... con mi papa
y mi mam . No obtenemos nada ms, al mximo un cen
fin .. . asi es ... y luego un silencio tenaz, o bien la repeti-
cin de las mismas palabras.
Sin duda en muchos delirios de psicticos encontramos
temas sexuales, pero esos temas permaneoen como ncleos
esparcidos, no muy organizados, y sobre todo no funcio-
nan como organizadores del proceso delirante. Aqui, por
el contrario, Albertine oliganiza su delirio de manera es-
pecfica en torno a una imagen en apariencia edipica, al-
rededor de un ncleo en apariencia . -neurtico. : pare-
ce que buscara en la neorrealidad tranquilizadora de su
tema delirante una sa1isfacoin prohibida de nia en el
lecho de los padres, que vincula la proteccin narcisista
y el placer ertico al mismo tiempo, satisfaccin doble
pero ilusoria y con respecto a la cual se castiga enseguida
por medio de la representacin de su propia muerte_
Mecanismos tan sutiles y elaborados no corresponden,
en general, a la sencillez y a la brutalidad de las construc-
ciones psicticas_ A lo sumo podrlamos ver all ciertos (:om-
portamientos paranoicos; pero, evidentemente, no DOS ha-
llamos en absoluto en presencia de ese modo de organi-
zacin.
Por supuesto, no podra -tratarse del pasaje de una es-
tructura neurtica a una estructura p sictica, no solamente
porque tal pasaje es contrario a nuestras propias concep-
ciones, sino porque es evidente que el pasado de Albertinc
no ha transcurrido nunca bajo una pl1imaca gerutal de
organizacin_
En efecto, y en primer lugar, si Albertine hubiese pre-
sentado un modo de estructuracin neurtica en cier.to
momento de su evolucin y hubiera experimentado luego
una descompensacin, esta descompensacin DO hubiera
revestido sino un aspecto agudo y episdico (como -la que
encontramos a veces en el histrico), o bien, en el caso
de una organizacin obsesiva, hubiramos encontrado de-
fensas de un orden muy diverso de las que se han desple-
gado en este caso.

208
--------- ------ - ---
---
-------,----
I
------

F1GUllA 8:
SCnteoia de la bella y ovoludn
de las lnea ntIUctunJa. \
\
\
\

- --_ ... -'


,
"
Por otra parte, las vivencias pasadas de la paciente se
hallaran marcadas de manera mucho ms clara por el
sello del Edipo y la genitalizacin.
Ahora bien, Albertine naci en un pueblo del campo,
vivi all hasta los 13 aos, y a esa edad se march a un
pensionado. Cambi en varas oportunidades de escuela,
por lo que no pudo fijarse ni sobre imgenes identificato-
ras estables ni sobre puntos fijos ddeales, como suele ocu-
rrir muy a menudo en el momento de la adolescencia.
ObliUvo su diploma y conoci luego a un fannacutico,
de ms edad, que le propuso matrimonio.
Su madre se opuso al matvimonio en razn de la dife-
rencia de medios. Albertine se someti a esa decisin, pero
cay enfenna (pleuresa). Las vacilaciones de dependencia
entre el farmacutico mayor que ella y la madre parecen
evidentes: no hay rvalidad edipica vivida para con la
madre. La seguridad junto a la madre la conduce hacia
un eventual encuentro con el hombre.
La madre es descrita como una mujer muy activa, coro
prometida con la poltica local, respetada en la regin y
bastante sectaria. Hablamos poco del .p adre, agricultor y
pequeo ganadero, de ms edad, ins'gnificante pero esta-
ble y que sobrevivi diez ao,; a su esposa.
Tiene ou.n hermano, un ao mayor, profesor de lenguas
vivas, casado con una extranjera . , sin hijos. y que vive
lejos, en la tranquila oscuridad de un colegio de mon-
taa.
rOe acuerdo con los consejos de su madre, Albertine
acepta casarse a los 22 aos con (dice ella) .el <leor S ... ',
un campesi'n o bueno, como haba hecho mi madre. (sic).
Muy pronto Albertine se enferma. Ingresa primero en
el hospital y luego en una casa de reposo (salpingitis tu-
berculosa). Desde que se restablece realiza cursos de con-
tabilidad y ocupa a continuacin un cargo de asistente
de contabilidad en una pequea industria. Permanece all
cinco aos, y muy feliz, segn sus palabras.
Pero dos acontecim,jentos vienen a perturbarla cuando
llega a la "uarentena: la infidelidad del marido y el de-
ceso de la madre. J:.ste desencadena una impresionante
hemorragia nasal que requiere un taponamiento posterior

1. Cita su nombre propio, no su nombre de pila.

209
y que sin duda se relaciona con problemas cardio-vascu-
lares no detectados ,h asta entonces. .
La vivencia de la hemorragia narcisista de esta im-
portante prdida de sangre se suma 'a los duelos afectivos
del amor del marido y la proteccin de la madre. A con-
tinuacin se produce un episodio depresivo serio. Entra
en un servicio psiquitrico de urgencia, donde se le admi-
nistra una serie de electro-shocks, as como una confor-
table dosis de neurolpticos.
Tal teraputica se agrega, sin duda, a la suma algebrai-
ca de los traumatismos desorganizadores sufridos en tan
poco tiempo.
Durante diez aos se mantiene en condiciones prede-
presivas, viviendo junto a su padre en el recuerdo de la
madre, y al cabo de este periodo, a los 49 aos, y en oca-
sin del deceso de su padre, Albertine se descompensa
en un primer cuadro psictico clsico con estereotipias,
apragmatismo, manierisffio, sonrisas inmotivadas y la apa-
ricin del tema delirante: Quiero que me entierren en
X .. . con pap y mam .
Tratamientos mdicos matizados enmiendan los signos
exteriores. Slo permanece el delirio focalizado, y la car-
diopata evoluciona muy poco. La enferma se mantiene
calma en el servicio, sale con bastante frecuencia pan
dar un paseo o para hacer una visita a su marido (sobre
todo cuando aqul tiene necesidad de eUa para la cosecha
de frutos o la vendimia). No acepta ninguna otra solucin
que no sea permanecer bajo la dependencia y la .p roteccin
de los mdicos: -Ellos saben lo que necesito .
Evidentemente, no se trataba ni de una estructura neu-
rtica ni de una estructura psic6tica en un principio. El
acondicionamiento imperfecto de su personalidad reposa-
ba sobre una dependencia anacltica de los otros. Sobrevie-
ne un primer traumati.smo al reunirse varias frus1racione.Sl
afectivas y una prdida de seguridad, y luego hay un se-
gundo traumatismo que quiebra todo lazo con la madre,
aunque ms no fuera por intermedio del padre, y que
produce el hundimiento de esta niita. ya mayor en Ja
crisis de angustia aguda, de la que no ha podido salir
sino por la va psictica irreversible.

210
5. ACONDICIONAMIENTOS ESPONTNEOS

En numerosos casos el tronro comn no conduce ba-


cia descompensaciones brutales a los sujetos que han co-
menzado la pseudo-Iatencia bajo su registro; existen acon-
dicionamientos particulares que parten del tronco comn,
ya 5ea en direccin de la l inea estructural neurtica, ya
sea en direccin de la lnea estruotural psi06tdca, y que
conducen a soluciones mucho ms estables y mucho ms
cluraderas, que nos perntirn terminar y completar nues-
tro cuadro nosolgico (fig. 8).

A) El acondicionamiento perverso

El acondicionamiento perverso corresponde a lo que


llamamos impropiamente la cestructura perversa en len
guaje psiquitrico. En real,i dad, se trata solamente de un
acondicionanliento particular que se origina directamente
en el tronco comn, ciertamente mucho ms estable qu.!
los acondicionamientos anterionnente descritos a nivel
del tronco comn, e inc1uso de un acondicionamiento es-
tablecido hasta tal punto en la mayoria de los casos, quo
en general resulta difcilmente reversible. Sin embarg'"
no podemos reconocerle -la categona de estructura, dada
su esencia narcisista a.nacltica y antidepresiva que no
permite clasificarlo dentro de una u otra de las estructu-
ras autnticas, neurtica o psictica, y lo coloca en una
dependencia lejana y relativa, pero econmicamente efec-
tiva, con respecto a la organizacin lmite de la que se
desprende genticameJllte.
El acondicionamiento perverso resulta de una larga
trayectoria para y proto-genital, bajo el amparo de la ex-
citacin paterna (y materna en la mayora de los casos),
que llevan poco a poco al indi"iduo a jugar al genital . ,
sin haber alcanzado sin embrugo, como la mayor parte de
los sujetos lmites, un nivel de organizacin realmente
genital. Adems, en este caso preciso, el juego pseudo-ge-
ni tal asume un aspecto particularmente estrepitoso y ab;!-
rrante. Todo sucede como si la ventaja procurada aqu

211
por la solidez inhabitual del acondicionamiento narcisista
se pagara al precio de muchas otras complicaciones.
En la organizacin perversa se evita la angustia depr'~
siva como consecuencia del xito de una negacin que se
ejerce slo sobre una parte muy focalizada de lo real: el
sexo de la mujer.
Este objeto parcial no debe existir, al mismo tiempo
que el objeto parcial flico a cuya carencia corresponde
aqul se halla feroz y complememariamente sobreinver-
tido sobre el registro n ..rcisista.
Tal acondicionamiento se sita pues muy cerca de la
linea estructural psictica (fig. 8), ya que el perverso opera
a la vez una negacin y una especie de cdeJ.irio., al igual
que una estructura psictica; pero en el caso del acondi-
cionamiento perverso esta doble actitud de negacin y
_delirio:. se Hmita exclusivamente a un campo 6eDsorial
nico, estrictamente circunscrito en tomo al sexo de la
mujer y sus representaciones simblicas.
El narcisismo primario se halla as mal integrado y
fijado a nivel de la atraccin por un objeto parcial lleno
de misterio, en una evolucin afectiva que ha permanecido
indecisa entre un au~rotismo que todava no se ha su-
perado completamente y un estadio objetal apenas alu-
cinado y que nunca ha sido realmente alcanzado.
La precocidad de la excitacin libidinal ha sido tal que
pulsin y objeto parcial se han soldado demasiado pron-
to, y que el objeto total no ha podido constituirse. Al es-
tudiar clnicamente este gnero de casos parece probab'e
que el traumatismo precoz inductor de tal desviacin
en el modo de establecimiento de la categoria del objeto
no corresponda al ejemplo clsico intenso habitualmente
descrito a nivel del tronco comn, sino que encontrara
su equivalente cualitativo en la suma algebraica de peque-
os impactos (micro-impactos) sucesivos causados por un
verdadero desacondicionarniento continuo que se o.perd
en el momento del impulso edipico, desacondicionamiento
produddo en la mayoria de los casos por la madre y que
se ejerce sobre las primeras representaciones genitales
triangulares.
La inyeccin repetLda de un Yo Ideal materno exclusi-
vo y angustiante acta sobre el sujeto como una inyeccin
de apomorfina, para producirle disgusto (a menudo para

212
siempre, porque ese desacondicionam,iento resulta muy
eficaz y muy precoz) por la genitalizacin diferencial que
transforma el falo en pene y hace aparecer al mismo tiem-
po la representacin de un sexo femenino autntico, en
lugar de la antigua imagen de una castracin flica-nar-
cisista. El nio que se orienta hacia la solucin perversa
no puede alcanzar esta imagen verdaderamente sexual y
exaltante del polo genital femenino. Todo riesgo de apari-
cin de una representacin de este orden en su campo
perceptivo conSiCente crea de inmediato un efecto de dis-
gusto. El sujeto se siente como un apomorfinado ante un
vaso de alcohol, pero, adems, opera una huda hacia d
falo protector, yesos dos movimientos son an considera-
blemente reforzados por el hecho de que el sujeto s-iente
que l mismo ocupa fantasmticamente una deliciosa y
tremenda posicin femenino-pasiva, castrado en el registro
fli.co-narci"ista.
Como lo ha evocado FREUD en su artculo sobre La
diferencia anatmica en/re los sexos (1925), en el nio una
parte del Yo reconoce la castracin, en tanto que otra parte
del Yo la niega; esta dualidad se prolongar durante toda
la vida en el sujeto que s-e ha desarrollado segn el modo
perverso. Por lo tanto, nos encontramos f.inalmente ante
dos series paralelas de defensas: una se refiere al interior
del sujeto (inhibicin y mecanismos anexos), la otra a aque-
llo que ha dejado en el ext<:rior (negacin y forclusin).
El acondicionamiento perverso funciona pues en dos
registros simultneos: por una parte un registro banal
bien adaptado a la realidad para todo aquello que perma-
nece ajeno a la representacin del sexo femenino, y por
otra parte un registro aberrante y des-real para todo !o
que pueda evocar esta representacin.
A propsito de este punto conviene manifestar 'lIn de-
sacuerdo radical con una tendencia de moda. que se pre
tenderia ms lcida, ms sincera y ms liberal al proclamar
que somos todos perversos ... (sobreentendiendo: a igual-
dad de estructura). Sin duda, existe en cada individuo un
re ..iduo de la actitud fundamental ambivalente del nio
descrito por FREUD y citado ms arriba. Pero ello de
ninguna manera obliga al funcionamiento mental del hom-
bre con-ient e a desarrollar dos sectores estancos segn el
lugar ocupado por la representacin de l sexo femenino :

213
a lo sumo, en el adulto ordinario, una reactivacin de tales
fijaciones antiguas aporta algunos imprevistos (no siempre
perturbadores) a la relacin. El acondicionamiento perverso
es algo muy diferente, 'Y en l el sistema de defensa contra
el genital es verdaderamente .organizado y organizador, y
no ya un simple ncleo residual esparcido, junto a mu-
chos otros ncleos residuales arcaicos que contribuyen a
especificar la originalidad de cada uno y se traducen en
rasgos de carcter, como veremos en nuestra tercera par-
te (I1I-2).
La negaoin de la organizacin perversa, en la medida
en que permanece fijada en un slo gnero de representa-
ciones, podra compararse con la negacin de las epa-
rapsicosis., de las que hemos hablado a ,p ropsito de las
organizaciones psicticas igualmente centradas sobre des.-
realizaciones estrechas. La diferencia esencia.! entre un
acondicionamiento perverso y una parapsicosis, a nivel
de la negacin, reside en la eleccin de la representacin
sobre la que se opera esa negacin en uno u otro caso: una
parapsicosis (cf. observacin n.o 6) puede ejercer su ne-
gacin (y su delirio) sobre cualquier punto de la realidad,
en tanto que en la or:ganizacin perversa la negaoin slo
se apBca sobre la representacin del sexo de la mujer.
Maurice BENASSY (1959) ha distinguido, por otra par-
te, dos modos de negaciones posibles: el primero se refe-
rira a la .p ercepcin de los objetos y el segundo a la sig-
nificacin afectiva de esos mismos objetos, exclusivamente.
El pl'imer modo de negacin se aplicara pues al ordena
miento perverso, asl como a la actitud primitiva del nio
varn en este embrin reversible de perversin constitUI-
do por su primer negacin de la percepcin del sexo de
la mujer, tal como la ha descrito S. FREUD en su artculo
Algunas consecuencias psicolgicas de la. diferenciacin
anatmica entre los sexos (1925). El segundo modo de
negacin, por el contrario, se aplicara ms, en tanto que
negacin del sentido que va a dar se al 'Sexo de 1a mujer,
a la organizacin caracteriaI, de la que n os ocuparemos
ms adelante; y de manera ms general, a lo que FREUD,
en ese mismo articulo, atribuye al comportamiento espe-
cifico de la nia pequea frente al descubrimiento de su
propio sexo, de una vez por todas en el plano perceptivo,
pero que plantea problemas en cuanto a la significacin

214
de la diferencia anatmica que existe entre los dos sexos.
S. FREUD (1905) ha hablado de la neurosis como neo
gativo de la perversin., y del nio como perverso pOli.
morfa; se ha visto en la necesidad de emplear trminos
tan evocadores en razn de las fijaciones que persisten
entre los perversos, tanto a nivel de las tendencias parcia
les como a nivel de las ronas ergenas parciales. Esas fi-
jaciones estn ligadas a las primeras elOpe.iencias del
nio y no han podido ser integradas .p or el Yo o la supr.-
macia del genital y en ~a totalidad del genital, debido a
la condicin incompleta del narcisismo y de la madura-
cin que hemos sealado en todas las organizaciones !l-
mites y sus derivados.
De manera ms evidente an que en todas las otras
categoras de este mismo grupo, el Super-yo del perverso
no ha podido formarse en el sentido post-edpico del tr-
mino. Frecuentemente hablamos, refirindonos al perver-
so, del .Super-yo permisivo; la expresin nos parece abu-
siva dado que sabemos ya que en 10da organizacin lmite
el Super-yo sigue siendo muy incompleto, al carecer de
suficientes vivencias ed1picas en el plano organizador:
con mayor razn en un acondicionamiento tan cercano a
la lnea psic6tica.
El perverso funciona especialmente sobre la base de
un Ideal del Yo narcisista, maternal y flico. Como no ha
podido reparar convenientemente su narcisismo ni encon-
trar un objeto total y elaborar procesos secundarios su-
ficientemente eficaces, el perverso se ve obligado a recu-
rrir a satisfacciones muy incompletas con objetos parcia-
les y en zonas ergenas parciales. Por las mismas razones,
slo puede obedecer a impulsos imperativos, inmediatos
y 's in futuro, de sus procesos primarios.
En el acondicionamiento perverso la herida narcisista
se oculta detrs de toda representacin objetal (y con
mayor razn si se trata de una representacin femenina.
vivida como castrada narcissticamente). La brecha nar-
cisista es irreparable: los procesos primarios exigen vic>-
lentamente satisfacciones ligadas a pulsiones parciales,
objetos parciales y zonas ergenas parciales.
F. PASCHE (1962) ha observado que el perverso nunca
poda manifestarse como un individuo completo: a pesar
de su negacin especf,ica, se refiere sin cesar al falo ma

215
temal. Su angustia profunda pennanece fijada a la caren-
cia narcisista frente a la-gente-sin-falo; es una angustia
de prdida de objeto, pero de prdida de objeto parcial
en ese caso particular de angustia depresiva. Por lo tanto,
lo que est en juego es todava ms delicado en cierto
sentido, en la medida en que la parte represente al todo.
Como en la totalidad de los sujetos lmites, no se trata
aqu de una angustia de castracin genital.
De entre el grupo de los acondicionamientos limites,
el perverso es el que se defiende contra la angustia de
presiva ms dramtica; l es quien se acerca ms al frac-
cionamiento psictico, sin poder de todas maneras obtener
el beneficio del reposo reestructurante que aporta, parado-
jalmente, un verdadero delirio.
A propsito de un caso de masoquismo perverso, M.
de M'UZAN (1972) aporta una oonfinnacin estructural al
punto de vista que acabamos de exponer, actitud bastante
rara entre ,los psicoanalistas, que siempre han relacionado
perversin y genitalidad. M. de M'UZAN muestra que, en
los perversos, el lazo fundamental entre mutilacin genital
y castracin se ha modificado radicalmente, o incluso de,-
truido.; habla de la primada del falo, de posicin orgs-
tica melomanaca. La diferenciacin entre padre y madre
sera caracterolgica y no sexual. La personalidad se ha-
llara estructurada fuera de la problemtica edfpica., al
margen del Edipo.. El autor describe igualmente los
riesgos de despersonalizacin y el triunfo del orgullo. del
perverso.
M, de M'UZAN plantea sus reflexiones a partir del co-
nocimiento de las regresiones psicosomticas. Hemos vis-
to aqu hasta qu punto ese gnero de regresiones tenia
elementos comunes con nuestra economa lmite, y no es
sorprendente que con bases tan semejantes lleguemos a
comprobaciones paralelas.
No padIiamos terminar este pargrafo sobre el acondi-
cionamiento perverso sin poner en evidencia las razones
que a veces han llevado a ,los psicoanalistas a incurrir en
ciertas confusiones acerca de la naturaleza estructural del
perverso.
En efecto. al parecer no distinguimos de manera lo su-
ficientemente precisa lo que es realmente perversin de
lo que sigue ,;iendo neurtico (y por ende genital),

216
En el voyeurismo de la categora neurtica, por ejem-
plo, existe una bsqueda del incesto con ,l a madre en tan-
to que esposa del padre. mientras que en el voyeurismo
de categora perversa s e trata simplemente de un cuerpo
femenino impersonal; en ese caso no hay ni Super-yo en
actividad ni culpabilidad, sino una necesidad narcisista
compulsiva y agresiva, atemperada solamente por una
vergenza eventual, y no por el temor ai castigo.
El obsesivo lucha contra un deseo de deshonrar al
objeto edipico, en tanto que el coprfilo deshonra deli-
beradamente oualquier objeto y en general un objeto par-
cial.
El artista de categora genital crea imgenes ms o
menos detalladas y variadas destinadas a una cantidad
ilimitada de otros seres humanos, en tanto que el perverso
se limita a imgenes bastante precisas, todas del mismo
tipo, que se reservan para su .p lacer personal o exclusiva-
mente para aquellos que son semejantes a l.
El fetichismo, centrado sobre el Ideal del Yo, se orienta
hacia una limitacin del objeto parcial femenino, en tan-
to que los simbolismos genitales autnticos representan
siempre un objeto total.
La homosexualidad, as como el masoquismo o la fo-
bia, puede presentarse en cualquier modo de estructura-
cin. La homosexualidad psictica se enouentra por ejem-
plo en la paranoia, y constituye un ensayo de resolidifica-
cin del Yo sobre posiciones duales irrealistas pero tran-
quilizadoras; la homosexual,idad neurtica no constituye
sino una defensa contra el Edip o positivo; en cuanto a la
homosexualidad perversa, concierne a la relacin madre-
hijo en los e!>ladios pre-edpicos, es decir, a una bsqueda
de la plenitud narcisista por medio del juego de la imagen
en el espejo.
Para comprender bien la especificidad y la verdader..
naturaleza econmica de los acondicionamientos perver-
sos resulta indispensable separarlos selectivamente de otras
entidades estructurales vecinas, que conservan el mismu
aspecto manifiesto pero no corresponden del todo a los
mismos ndices metapsicol6gicos latentes.

217
B) Las organizaciones caracteriales

A partir del tronco comn acondicionado de las orga-


nizaciones Hmites se desprenden, en direccin hacia la
lnea neurtica, acondicionamientos bastante estables qu<!
imitan en mayor o menor grado los comportamicutos neu-
rticos, sin que sin embargo se unan a Ia linea estructural
genital. Estas son las llamadas organizaciones ccaracte-
riales .
Tales organizaciones se originan cuando la angustia
depresiva por prdida del objeto es rechazada hacia el
exterior y consigue mantenerse alll de manera bastante
duradera. Ese mantenimiento de la angustia en el exterior
del Yo slo es .p osible al precio de un gran desgaste ener-
gtico que permite el triunfo de 'las formaciones reaccio-
nales, complicadas pero considerablemente bien adaptadas
a las condiciones de la realidad externa. El consumo de
energa psquica necesario para este xito es elevado, ya
que esas fonnadones reaccionaIes deben mantenerse in-
cesantemente, bajo pena de que reaparezca la angustia
en el interior del Yo, lo que siempre puede producirse en
ocasin de un momento depresivo del que los caractena-
les . no estn libres en absoluto.
P. C. RACAMIER (1963) ha descrito tres . enfermeda-
des del carcter. que corresponden sensiblemente a nues-
tros acondicionamientos caracteriales : a la neurosis de
carcter, a la psicosis. de carcter 'Y a la perversin.
de carcter.
Segn la exigencia de rigor terminolgico cuyos recla-
mos he proclamado continuamente a lo 'largo de todo este
trabajo. no me es posib le, evidentemente, aceptar los tr-
minos de neurosis:., psicosislI y .perversin adosados
a la expresin de carcter. por P. C. RACAMIER para
definir esas tres entidades.
Pero por otra pa'rte, como nuestra aversin por los
neologismos intiles resulta igualmente muy profunda, y
como no he concebido todava definiciones mejores hasta
el presente, me dar pues por satisfecho con manifestar,
por una parte, mi insatisfaccin, y, por otra, me sacrificar
sin depresin a la modestia. utilizando trminos que no
me parecen adeouados pero que sin embargo ilustran bas-
tante bien mi propsito. El compromiso provisorio al que

218
he llegado finalmente consiste en colocar siempre los
tnninos neurosis, :psicosis y perversin entre comi-
llas, todas las veces que me encuentre en la obligacin
de emplearlos por necesidad en un sentido que, desde mi
punto de vista, no es por cierto el suyo en el plano estruc-
turaL
Por el contrario, estoy totalmente de acuerdo con el
contenido que P_ C. RACAMIER daba a tales denomina-
ciones en sus exposiciones de 1963.
En este capftulo me extender con mayor ampl,i tud
sobre esas tres categoras de nociones tan diversas y tan
ricas en matices, dado que la segunda parte de este tra-
bajo consistir en el desarrollo de cada uno de esos punto.,
a partir de la ptica clnica y relacional (cf. n, 3). Aqu
me limitar a exponer rpidamente sus situaciones reci-
procas:

a) .Neurosls. de carcter

Las neurosis. de carcter no pueden aspirar a la ca-


tegora estructural neurtica, ya que no se basan en un
conflicto entre el Ello y el Super-yo. No consiguen acceder
a un conflicto edpico porque no han podido vivirlo segn
el modo organizador. Su angustia se mantiene en un esta-
dio pre-depresivo, de prdida del objeto, no de castracin.
No hay ningn slntoma<ompromiso de naturaleza neur.i-
tica. Se trata ante todo de enfennedades de la relacin,
que se apoyan sobre formaciones reaccionales. que utiJ.izan
el anaclitismo, es decir la dependencia, bajo el aspecto de
una aparente dominacin exitosa del objeto y de la imi-
tacin, ms que la identificacin.
Es el maltratado entorno quien se queja a la larga,
y no el sujeto, mientras resistan las formaciones reaccio-
naJes.
Por lo tanto, se trata aqul de una rama surgida poco
a poco del tronco comn de las organizaciones limites
(cf. tig. 8) Y que constituye el tentculo ms pronunciad.>
que ese tronco comn emite en direccin de la linea es-
tructural neurtica autntica. La neurosis. de carcter
juega _a la neurosis. sin tener su riqueza estructural ge-
nital. Esta superchera exige pues un el~vado gasto ener-

219
gtico que se destina .a fondos ,p erdidos. en costosas con- .
trainversiones y que engaan eficazmente al entorno fa-
miliar, profesional o social, mientras le es posible man-
tenerlas. Esos sujetos son mucho ms dciles que los
neurticos en razn de sus necesidades anac1ticas, mucho
ms activos y menos ;nquietantes genltaJmente, y de alli
una buena parte de su xito junto a sus cnyuges o jefes
de todos los niveles (al menos durante un cierto tiempo),
En efecto, corren el riesgo de no toleraT la vejez, de ver
que sus defensas o sus fonnaciones reaccionales se endu-
rezcan (y por lo tanto de que el otro las soporte menos),
o incluso que estallen (caso de descompensaciones de la
senescencia citadas ms arriba),

b) .Pslcosls. de carcter

Las 'psicosis> de cardcter no dependen en absoluto de


la linea estructural psictica, ya que no existe dificultad
de contacto con la realidad a ese nivel. Se trata solamente
de un error de evaluacin afectiva de esta realidad. Como
consecuencia de un doble funcionamient o del Yo en un
registro real y en un registro anaclitico distintos, y tam-
bin como consecuencia del importante desarrollo de las
proyecciones hacia el exterior que de l resulta para todo
lo concerniente a .Jos elementos perturbadores de las re-
presentaoiones. el sujeto llega a cometer errores sensibles
en la evaluacin de una cantidad cada vez mayor de aspec-
tos objetivos de la realidad.
Aqu se trata, pues, de una ramificacin surgida del
tronco comn de los estados lmites en direccin a las
organizaciones neurticas (et. fig. 8), pero que esta vez /lO
llega tan cerca de la linea estrucrural neurtica, aunque se
mantiene en esta direccin que sin embaJ1go busca. El in-
fantilismo y la falta de logros prcticos sigue siendo mu-
cho ms consecuente en las psicosis lO de carcter que en
las neurosis de carcter.

220
c) .Perverslones de carcter

Las perversiones de cardcter corres,ponden a los ,per-


versos afectados de perversidad y no a los perversos
afectados de perversin, ya que el mismo adjetivo corres
ponde a dos sustantivos muy diferentes en su significa
cin clnica y terica.
En las perversiones de carcter ya no se trata de
operar una negacin del \Sexo de la mujer, como ocurre
en el caso de las perversiones a secas. La negacin de las
perversiones de carcter se ejerce solamente sobre el
derecho de los otros a poseer un narcisismo propio: para
tales sujetos, los otros no deben tener intereses propios y
mucho menos inversiones en otras direcciones; todo olr
jeto relacional slo puede servir para tranquilizar y como
pletar el narcisismo desfalleoiente del perverso. de ca
rcter. El sujeto mantiene al objeto en una relacin sado-
masoquista muy estrecha.
Esos acondicionamientos se originan en la economa
anacltica del tronco comn de las organizaciones limites
(et. tig. 8). Son menos slidos que las neurosis. o incluso
las _psicosis . de carcter, ya que en general el entorno
los tolera difcilmente y, en razn de su agresividad a flor
de piel, suele calificarlos de pequelios paranoicos .

221
SEGUNDA PARTE

Hiptesis sobre los problemas


del carcter
HISTORIA

La historia de la caracterologa nos ofrece una riqueza


y una diversidad de proposiciones de clasificacin sobre
las que no me ser posi ble extenderme; esas proposicio-
nes, en muchos casos, han resultado, desde su publicacin,
tan clebres como discutidas.
En -lneas generales podemos dividir, de manera algo
arbitraria, los diferentes sistemas caracterolgicos en ca~
racterologas de criterios fsicos, psicolgicos, patolgicos
o psicoanalticos.
Las caracterologas de criterios fsicos se esfuerzan por
alcanzar el tipo de organizacin psquica a travs del as-
pecto corporal del sujeto. Su anlisis va del exterior ha-
cia el interior, de lo manifiesto a lo oculto. Los tipos
mixtoslt abundan en ellas y hacen que muchas de las des-
cripciones sean poco claras y discutibles.
Los morfologistas. son conducidos por E. KRETSCH-
MER (1921: pcnico, leptosomo y atltico), VIOLA (1928 :
braquitipos, longitipos y normotipos), SIGAUD (1912: el
plano y el redondo), MAC AULIFE (1926: los tipos franco,
y los tipos irregulares), MANOUVRIER (1902: los astni-
cos, lo. mesostnicos, los hipostnicos y los hiperestnicos),
THOORIS (1937: el arctiIneo y el latilneo), KRYLOF
(1939: el gracil y el lipomatoso), VERDUN (1950: relacio-
nes entre los volmenes de la cabeza y el cuerpo), DUBL!-
NEAU (1951: el escapular, el trocanteriano, el ilaco y el
armnico), CORMAN (1950: los dilatados y los retracta-

225
dos). W. H. SHELDON (1950) es.tableci sus famosas co-
rrelaciones. a partir de clichs fotogmficos que determi-
nan los tres componentes: endomrfioo, mesomrfico y
ectomrfico.
Los fisiologistas se interesan por los metabolismos
con FOUILLEE (1895), ALLENDY (1922), JAENSCH (1927),
PENDE (1934), o por los factores neuro-humorales con CA-
NON (la homeostasis: 1927), HESS (1926), SELYE (el con-
cepto de stress: 1950) y W. LUTHE (1957).
Los o:neurologistas estn representados principalmen!1.!
por la escuela reflexolgica de PAV>LOV y MIASNIKOFI'
que, entre 1930 y 1950, han clasificado a los individuos en
fuertes equilibrados mviles, fuertes equilibrados poco
mviles, fuertes desequilibrados y dbiles; nicamente los
dos ltimos tipos presentaran tendencia a la patogenia.
KRASNOGORSKI (1949) defini el sanguneo, el flemti-
co, el colrico y el dbil; IVANOV,SMOLENSKI a los ti-
pos excitado, inhibido, lbil e inerte.
Todas estas c3rncterologfas con en tenos fsicos siguen
presentando infiltraciones ms o menos metafsicas, ya
que suponen una correlacin posible entre particularida-
des fsicas y psquicas. Por 10 tanto, existe una despropor-
cin evidente entre la pequea cantidad de diferencias f-
sicas o fisiolgicas que distinguen en el fondo a los seres
humanos y sus muy numerosas diferencias psquicas. Por
otra parte, H. REMY Y C. KOUPERNIK (1964) han mostra_
do hasta qu punto es conveniente desconfia'T de las ideas
demasiado simplistas que suponan una accin directa de
las glndulas endocrinas sobre el psiquismo; en efecto, el
mismo funcionamiento honnonal puede ser notablemente
modificado en funcin de los factores psquicos .
Un sujeto particular no puede ser considerado comO
detenninado pasivamente por su constitucin y su herencia
somato-fisiolgica; tambin lo es, y de modo activo, por
el aspecto que su modo de funcionamiento mental y su
tipo de relacin objetal le hacen conferir, anle los olros
(y a sus propios ojos), a su morlologia general, a su sem-
blante, a su esttica, a su gnero de economa fisiolgica,
a su voz, etc., y ello independientemente (al menos en gran
medida) de las cualidades o los defectos innatos que exis-
ten en esos diversos registros.
Aqul que haya alcanzado el nivel elabora'tivo edpico

226
utilizar, en su presentacin corporal y su juego fisiol6-
gico corporal, un Ienguaje erotizado. La semntica de ese
lenguaje seguir siendo corporal y su sintaxis afectiva .r e-
sultar triangular y genital. En la estructura psictica,
por el contrario, el cuerpo ser concebido 'Y mediatizaao
como fraccionado, amenazado por un estallido de parte de
los otros, en el contacto mismo con los otros. En cuanto
a las organizaciones de tipo anacltico y narcisista, su
representacin y su presentacin de los aspectos cor-pora-
les se mantienen estrechamente dependientes, segn la
distancia vivida del objeto, y segn oscilaciones econmi-
cas permanentes e irregulares entre movimientos hipoma-
nlacos y depresivos.
As, las caracterologias segn criterios fsicos o tisiol6-
gicos se consideran superadas y demasiado focalizadas en
su descripcin, aunque en cierta medida buscan dar cuen-
ta, con ms o menos felicidad, de los estilos segn los CUA-
les los individuos se presentan a s mismos tanto como a
los otros. Por lo !anta, el aspecto fsico podra finalmente
traducir un aspecto relacional de hecho interesante, a
condicin de no aportaT demasiado crdito a los factores
fsicos o fisiolgicos denominados constitucionales. e'l;-
cklsivamente.
lAs caracterologas de criterios psicolgicos se remon~
tan a los tiempos ms antiguos. La tradicin remite a
DEMOCRITO, HIPOCRATES y GALENO el origen de la
clebre concepcin de los h umores. (el bilioso o el co-
lrico, el linftico o el tlemtico, el sanguineo 'Y el ner-
vi oso).
Los humanistas, a continuacin de MONTAlGNE, LA
BRUYERE, LA ROCHEFOUCAULD y VAUVENARGUES,
autores tales como SHAKESPEARE, BOlLEAU, LA FON-
TAINE o MOLIERE ingresaron en una va cientfica con
DESCURET (1841), S. PEREZ (1891), Th. RIBOT (1892)
Fr. PAULHAN (1894), A. FOUlLLEE (1895 : temperament<:>
de ahorro o de gasto), A. BINET (1895), W. STERN (1900),
FURNEAUX JORDAN (1896: los activos, los reflexivos, los
inactivos), QUEYRAT (1911: tipos puros, mixtos y equili-
brados).
La escuela de GRONINGUE merece una mencin apar-
te: HEYMANS y WIERSMA se apoyan sobre tres propie-
dades fundamentales: emotividad, actividad, repercusin

227
de las representaciones, cuya combinacin ongma ocho
tipos de caracteres (amorfos - apticos - sanguneos - fle-
mticos - nerviosos sentimentales - colricos - apasiona-
dos). En Francia, LE SENNE retoma y desarrolla esos
trabajos a partir de 1930.
Toda una serie de tericos se interesan accesoriamente
en la caracterologa : L. KLAGES (1910 : reactividad, afec-
tividad y voluntad), A. ADLER (1933: caracteres agresivos
y no agresivos; separacin y vinculacin), C. G. JUNG (1913 ,
introvertidos y extrovertidos, funciones fundamentales:
pensamiento, sentimiento, sensacin o intuicin), QUERAT
(1911 : sensibilidad, actividad, inteligencia), WEBB (1913:
entusiasmo o sociabilidad), G. SIGAUD (1914) Y sus discl-
pulas, L. VINCENT (1916), A. THOORIS (1937) Y MAC AU-
LIFE (1926); F. MENTRE (1920), Ach. DELMAS y M. BOLL
(1931: avidez, bondad, sociabilidad, actividad, emotividad),
G. EWALD (1924: astnicos, estnicos, impresionables,
fros), E. R. JAENSCH (1927: tipos centrales y perifrico.,
integrados o desintegrados), Ed. SPRANGER (el esttico,
el econmico, el terico, el sociable, el hombre que quiere
el poder, el hombre religoso), F. KUNKEL (1930: cons-
titucin dbil o fuerte segn los datos de la constitucin
y de la educacin), W. BOWEN (1931: el eusitimo o i6o-
timo, el anisotimo y disentimo).
LE SENNE ha descrito las correspondencias entre los
t;pos descritos por HEYMANS y WIERSMA y los tipos
hipocrticos, en su Tratado de caracterologa (1945), que
marca la detencin, en Francia, de las investigaciones en
el marco de la carapterologa clsica. Citemos sin embargo
los trabajos de PIERON (1957), de WALLON (1950), de
Gastan BERGER (1950), de DUBLINEAU (1947), las con-
secuencias caracterolgcas de los trabajos de H. RORS
CHACH, retomados por H. FOISSIN (1965) y los aportes
de J. TOUTLEMONDE (1961: los generosos, los prdigo<,
los parsimoniosos, los vanidosos, los soberbios, los delica-
dos y los indelicados), de J . RAMIREZ (1924) y U. MAR-
QUET (1967).
La antropologfa cultural, finalmente, constituye otra
corriente que aporta elementos interesantes a las caracte-
rologas de criterios psicolgicos. Los trabajos de MALT-
NOWSKI, de M. MEAD (1934), de Ruth BENEDICT (1935,
y de M. DUFRENNE (1953) se prolongaran en las investi.

228
gaciones de K. HORNEY (1951), de FROMM y SUlLIVAN
(1953).
Pocas caracterologas de criterios psicolgicos han im
pulsado la investigacin relacional con la suficiente pro-
fundidad; aun en JUNG o RORSCHACH, la importancia
que se concede slo a los puntos de vista descriptivos re
duce considerablemente el inters y el alcance del tipo
descrito; es sin duda por esa razn que, luego de un cierto
xito a ese nivel, 'l a investigacin parece agotarse y la
clfnica nO encuentra en ellas un terreno demasiado explo-
table. Se han 1erudo mucho ms en cueIl'ta los aportes cons-
titucionales que Ias adquisiciones de la elaboracin rela
cional y gentica; el carcter es considerado como una
suma de rasgos compartimentados estticos, fijados de
una vez para siempre. Nunca se ha tenido suficientemente
en cuenta la importancia del modo de establecimiento>,
as como de la evolucin, la relacin objetal, la naturaleza
de la angustia profunda y los mecanismos de defensa y
de adaptacin; en fin, el punto de vista de la economa
Iibidinal se menciona muy poco en trminos generales. En
efecto, cmo concebir una psicologa del carcter sin
tratar de definir los limites de la evolucin, las fijaciones
o las regresiones eventuales de la genit"idad?
Las caracterologlas de criterios pato/6gicos han apare-
cido ms recientemente. A veces se las emparenta con la
biotipologa segn el ngulo de la antropologa criminal,
con C. LOMBROSO (1875) B. di TULLIO, y luego VIOlA
y PENDE .
E. KRETSCHMER (1972), luego N. KRETSCHMER
(1954), as como VERDUN (1950), DUBLINEAU (1949),
HOOTON (1939) y SHELDON (l94(}'1941) se consagraron
a 'los factores bio-psico-fisiolQgfcos. MORGENTHALER
(1921), VINCHON (1924) y VOLMAT (1952) se dedicaron
a investigaciones sobre las producciones artsticas de l<x
enfermos mentales y H . EY (1948) a las de los surrealistas.
J. L. lANG Y G. RAVAUD (1955) nos recuerdan que
ARISTOTELES asimilaba los hombres pol1ticos o los ar-
tistas a la locura de AYAX o a la misantropa de BELE-
ROFONTE. MOREAU de TOURS (1859) y GALTON (1892)
investigan los vnculos entre genio y neurosis.
La psiquiatria moderna, con Th. RIBOT (1893), E.
KRAEPELIN (1890), MOREL (1860), KAHLBAUM (1885),

229
E. BLEULER (1911), E. DUPRE (1909), DELMAS y BOLL
(1927), OLAUDE (1926), E . MINKOWSKI (1932) trata de
establecer una caracterologa coherente a la vez con las
teoras clsicas del carcter y con los progresos realizados
en el estudio de los problemas mentales.
La escuela de TUBINGEN ha dominado, a partir de
1921, esta tendencia. E. KRETSCHMER separ en primer
lugar el ciclotmico del esquizotmico, y luego del epilep-
toide. KNIPPEL distingue en 1921 los fatigados, los somo
nolientos y -los emotivos. F. MINKOWSKI (1927) considera
tres poderes formales centrados sobre el objeto, el ser hu
mano o el cosmos. al retomar Wlll parte de los trabajoo de
LOMBROSO (1885), PICHON (1888), E. KR.ETSCHMER
(1927). E. MINKOWSKI, por -s u parte, se apoya sobre BLEU-
LER y JUNG para describir el impulso vital, base rela-
cional de cada individuo. K. LEWIN (1929), distingue su.
-valencias. positivas o negativas, W. BOWEN (1931) con-
cibe tma ciencia del carcter basada sobre tres tipoo:
ensotmico, anisotnico y disentnico, L. SZONDI, en
1939, distingue las asociaciones factoriales del homose-
xual, del asesino, del epilptico, del melanclico, del his-
trico, del cata tnico, del paranoico y del manaco. L.
MARCHAND y J. de AJURIAGUERRA (1948) han analizado
los problemas caracteriales de loo epilpticos. J. DUBLI-
NBAU (1947) discierne entre tipos cresistenciales. o cadap-
tativos . P. ABELY (1949) estableci lJ'IUl cierta cantidad
de esquemas _endocrino-psiquitricos. y M. VERDUN
(1950) se ocupa de los disfuncionamientos neuro.simptico-
caracterolgicos. Finalmente, en 1966 L. MICHAUX distin-
gue los caracteres emotoivos, inestables, mitmanos, ciclotl-
micos, obsesivos, paranoicos, epilpticos, esquizoides: y
perveRios.
Como lo han mostrado D. WIDLOCHER y M. BASQUIN
(1968), esas clasificaciones mezclan a menudo los simples
estados anmicos con alteraciones de una naturaleza muy
diferente. Sin embargo, debemos sealar que no cualquier
comportamiento caracteriaI r..orresponde (en caso de des-
compensacin) a este o aquel accidente patolgico, as
como toda estructura patolgica conocida se presenta
siempre acompaada de posibilidades caractel"iales limi-
tadas. Por lo tanto, no podemos limitamos a una simple

230
nomenclatura de entomologista sin vnculos precisos en
tre los divel50s elementos presentes.
Tales estudios plantean tambin las delicadas cuestio-
nes del terreno. de las predisposiciones mrbidas, lo
enonnah y ,l o epatolgico>, los factores de adaptacin.
Ante todo tendramos que determinar condiciones de es
tudios dinmicos, tpicos o relacionales comparables; fre-
cuentemente los psicopatlogos pre-freudianos han careci
do de los medios para situarse en tales condiciones.
Las caracterologas de criterios psicoanalticos han co-
menzado a desarrollarse con el artculo de FREUD en
1892, Un caso de curacin por medio de la hipnosis, en el
que se trata del carcter histrico. En los Tres ensa.yos
(1905), FREUD tennma por fijar un triple origen para el
carcter: las pulsiones sexuales, la sublimacin, y otras
construcciones destinadas a reprimir los movimientos per.
versos que han sido reconocidos como no utilizables . En
1915 aparece el articulo sobre Algunos tipos de caracteres
descubiertos en la labor psicoanaltica (los frustrados , que
esperan continuamente una reparacin, los que fracasan
ante el xito y los criminales por oulpabilidad). El Yo y
el Ello (1923) nos remite al punto de vista tpico y a.] as
pecto narcisista de la fonnacin del carcter que resulta
ra de los sucesivos abandonos de objetos sexuales, y
resumiria la historia de esas elecciones de objetos. En
1925, el estudio sobre Algunas consecuencias psicolgicas
de la diferencia anatmica entre los sexos se in1eresa por
las distinciones, fundamentales en el plano gentico, de
los elementos caraoteriales masculino y femelno. En El
malestar en la cultura (1930), FREUD opone ya el tipo er-
tico al tipo nardsista.
En 1931, en Los tipos libidinales, S. FREUD se arriesga,
por primera y nica vez, a realizar un ensayo de clasifica-
cin caracterolgica. Se apoya sobre las correlaciones qu~
existen, en su opinin. entre carcter y libido, y rechaza
toda categoria psiquitrica buscando llenar .la aparente
tosa entre lo normal y lo patolgico . FREUD parte de
tres tipos libictinales principales : el tipo ertico (libido
vuelta en su mayor parte hacia la vida amorosa, con
angustia de prdida del amor y por ende dependencia de
los objetos externos), el tipo obsesivo (dominado por la
preponderancia del Superyo y la angustia moral, por lo

231
tanto con dependencia interna de las instancias interdic-
toras) y el tipo narcisista sin tensin entre Yo y Super-yo
ni predominancia de las necesidades erticas, orientado
hacia la conservacin de s mismo, autnomo y poco
intimidable; estos tipos se imponen a su alrededor como
.personalidades particularmente cualificadas para servir
de sostn a los otros, asegurar el rol de lder.' dar
nuevos impulsos al desarrollo cultural o atacar a lo es-
tablecido_
Ms tarde, 'Y como en toda gestin caracterolgica
clsica, FREUD, poco satisfecho de sus tipos puros.,
describe 'los tipos mixtos: el tipo ertico obsesional
(vida pulsional fuerte pero obstaculizada por el Super-yol,
el tipo ertico-ncrcisista (seria el ms frecuente: la agresi-
vidad y la actividad se hallan ambas bajo la primaca del
narcisismo) y finalmente el tipo narcisista-obsesional.
En el plano cientfico, las hiptesis de FREUD en ese
articulo parecen algo inslitas en relacin con el estado
de sus elaboraciones conceptuales de 1931. Describir el
tipo ertico predispuesto a Ia histeria como si se basara
en una angustia de prdida de objeto no es lgico en
absoluto; 'Oner en un m;smo plano lo ertico, lo obsesivo
'Y ,l o narcisista constituye una comparacin sumamente
heterclita.
Finalmente, a propsito de los tipos mixtos, podemos
lamentar que FREUD no haya precisado cmo, cualitativa
y cuantitativamente, -se operaba esta combinacin, ya que
es bien evidente que no puede tratarse de una mezcla banal
o accidental.
Por l.timo, en 1923, en las Nuevas conferencias,
FREUiD volver a insistir sobre la influencia de los factores
pregenitales sobre la formacin del carcter, a propsit<>
de los caracteres anal y uretral. Evoca las dificultades con
que se enfrenta para definir un carcter y extrae la con-
clusin de que el cardeler debe atribuirse al Yo.
'L os post-freudianos han avanzado poco a ipOCO en la via
caracterial: SADGER en 1910 (Erotismo y ccrdcter anal),
E_ IONES en 1913 (Odio y erotismo anal) S. FERENCZI
en 1916 (Ontognesis de la importancia que se concede al
dinerol, H. HELMUTH en 1921 (Los problemas del cardcter
t. Conservamos la costumbre de traducir ad en inlb el t~rmtno orilDll
freudiano .Fhrer..

232
en el nio), J . JASTROW en 1916 (Cardcter y tempera-
mento).
Los trabajos ms importantes siguen siendo los de Kar1
ABRAHAM entre 1920 y 1925 sobre el carcter oral, el
carcter anal, el carcter uretrnl y el carcter genital. Luego
W. REICH, entre 1927 y 1933, ha puesto a punto los prin-
cipios de ~ u anlisis caracterial>. En 1935, R. de SAUSSU-
RE redacta un artculo robre los rnsgoo de caroter reaccio-
nales. S. NACHT presenta en 1938 su primera descripcin
del carcter masoquista. H. DEUTSCH publica en 1965
N eurosis y tipos de caracteres, retomando por una parte
los trabajos de ABRAHAM y de RMX> y sus propias inves-
tigaciones de 1942 sobre las .personalidades .As if . Por otra
parte, la aproximacin caracterolgica de A. FREUD en
1965 sobre las grandes lneas del desarrollo del nio debe
constar en esta lista.
Los analistas contemporneos han consagrado nume-
rosos trabajos a loo problemas caracteriales. J. FAVEZ-
BOUTONIER noo propone, en 1945 (Las debilidades de 1"
voluntad) un estudio basado en ,l as relaciones entre el
Yo y el Super-yo, y particularmente en eventuales debili-
dades; en Angustia y libertad (1945), el mismo autor se
interesa por los variadoo aspectos de la angustia, segn
los diferen tes aspectos del funcionamiento mental. S. LO-
RAND, en 1948 (Formacin del carcter) retoma una cla-
sificacin gentica de las etapas caracteriales, en tanto
que E. GLOVER (1948 Y 1951) considera ,l as particulari-
dades del carcter como simples facetas de los diferentes
sis temas del Yo.
P. FEDERN (1926) ~ refiere a los modos de funciona-
miento del Yo fuera de la situacin de conflicto, en tanto
que F. ALEXANDER (1935) se interesa en los caracteriales
.frlgidos. y M. BALINT (1955) describe sus clebres .filo-
batos . y . ocnofiloo" ZILBORG (1933) considera las defen-
sas caracteriales. BERGLER (1933) retoma sobre el car.o-
ter oral, E. JONES sobre el carcter celoso (1930), O. FE-
NICHEL (1937 y 1939) sobre los aportes narcisistas y
NUNBERG (1956) opone de manera bastante radical ca-
rcter y sntomas.
E. KESTEMBERG distingue, en 1953, rasgos de carc-
ter patolgicos y formaciones reaccionales. El carcter

233
col'responderia en la vida, segn el autor, a la elaboracin .
s&undaria en el sueo.
H . SAUGUET esboza en 1955 una sntesis de los dife-
rentes caracteres, tambien en referencia a las formaciones
reaccionaIes.
De 1948 a 1960, M. BOUVET se ha dedicado a distingUIr
los elementos del carcter genital de los elementos de un
carcter pregenital., cuyos componentes principales han
sido a continuacin retomados o desarrollados por muchos
autores.
R. DIAKTINE Y J. FAVREAU han abierto el camino,
en 1955, a la reflexin sobre una eventual caracterologla
analtica. Definen el carcter como el conjunto de los
modos relacionales del individuo con lo que le rodea', en
la perspectiva que da a cada personaje ~u originalidad.
Diferencia carcter y neurosis de carcter. La gnesis del
carcter comprendera tres perodos: un perodo de iden-
tificacin primaria, un periodo de identificacin s&undana
y fin ..lmente el periodo de aparicin del carcter propia-
mente dicho, que corresponde al final de la latencia, a la
adolescencia y la madurez.
En 1963, J. LAMPL DE GROOT se interesa en la for-
macin del carcter con referencia a la formacin de los
slntomas, tema desarrollado tambin por D. WIDLOCHER
en 1964 y !Juego en 1970.
D. WIDLOCHER y M. BASQUIN han establecido, por
otra parte, en el ao 1968, una slntesis de la patologa del
carcter, distinguiendo carcter, .p ersonalidad y tempera-
mento.
En cuanto a S. NACHT y H. SAUGUET, en 1969 han
publicado una Teora psicoanaltica de la formaci6n del
cardcter que considera el carcter como un equivalente
de un sntomas del Yo .
M. H_ STEIN, 'Por ltimo, comprende los rasgos de ca-
rcter como una defensa contra los sntomas, y considera el
carcter como UD principio de organizacin destinado a
reducir los conflictos con un mnimo de energa, como una
necesidad de encontrar la adaptacin.
Para cerrar esta revista muy rpida e incompleta de
los principales escritos que conciernen a las caracterologas
de criterio psicoanaltico, parece oportuno citar el punto
de vista critico propuesto en 1954 por E. GLOVER : .EI!

234
lo que concierne a la caracterologa psicoanaltica, se im
ponen dos observaciones: la primera es que en su momento
esta caracterologa analitica revolucion completamente
la psicologa normal; la segunda que ahora es tiempo ya
de someterla a una revisin radical. Con tantos otros des-
cubrimientos psicoanallticos, lo que en principio apareca
como una serie de formulaciones irreducibles se ha reve-
lado a continuacin nada mds que como una aproximacin
grosera ... Esta misma observacin se aplica a la primaca
de los componentes libidinales sobre los cuales se han ba-
sado hasta ahora todas las caracterologas psicoanaliticas.
Tal revisin se impone (. .. ) desde el momento en que el
efecto de las primacas de los mecanismos mentales sobr~
las estructuras precisas del Yo no puede ser puesto en
evidencia (. .. ) A ello debemos agregar todava que los
antiguos trabajos sobre la caracterologa se hallaban todos
situados bajo la influencia de la evaluacin preconsciente
de un proceso terminado (end product). Son el reflejo de
una tendencia, no demasiado extendida en los crculos
psicoanalticos, a proyectar sobre el nio pequeo procesos
mds elaborados de la segunda infancia y a veces de la vida
del adulto .

235
1
El carcter

Ya hemos comprobado la considerable diferencia que


existe entre, por una parte, los abundantes conocimientos
fragmentarios que poseemos sobre los problemas del ca-
rcter y, por otra parte, la precariedad de las slotesis que
alcanzan a los diferentes niveles en los que podemos encon-
trar habitualmente elementos caracteriales.
La distincin dialctica entre neurosis de carcter>
y carcter neurtico, habitual entre los .p sicoanalistas con-
temporneos, no parece haber producido avances en este
dominio. Me resultara fcil acusar, una vez ms, a los
psicoanalistas por permanecer fijados en su ptica genital
y edipica para explorar este mbito, que los literatos o los
bigrafos en general, y los bigrafos polticos en particular,
conocen mejor que los psiquiatras, quienes no se sienten
tan cmodos en l, como ocurre siempre que no se presenta
de manera manifiesta un factor mrbido.
Como he expuesto ms arriba, mis trabajos desde 1971
me han conducido a hiptesis que en principio delimitan
tres niveles caracteriales muy diferentes.

Estos tres niveles hemos de considerarlos en las pgi-


nas .siguientes con la atencin que su importancia requie-
re, ya que los mismos ~omo queda dicho-- han sido
la conclusin de largas jornadas de investigaciones y an-
lisis de datos.

237
1. El carcter propiamente dicho

2. El plano de los rasgos de cardctu

3. El dominio de la llamada patologa del


cardcter.

Es posible que el lector vea en esta distincin simple-


mente una ordenacin ms precisa de datos que en lti
ma instancia no son nada nuevos. Sin embargo, esta cla
sificacin me ha parecido una ba'se necesaria para la pro-
secucin de mis hiptesis, en el sentido de la investigacin
de las articulaciones que existen entre esos tres planos
entre si, por una parte, y por otra parte entre esos trl"S
planos por un lado, y las estructuras de base por el otro.
Para resumir en lneas generales las orientaciones di-
rectrices de mis hiptesis, diria que considero el cardeter
como la emanacin misma de la estructura profunda en
la vida relaCIOnal (independientemente de todo factor mr
bido eventual); el carcter constituye, <pUes, el testimonio
visible de la estructura de base de la personalidad, el ver
dadero signo exterior de riqueza o de pobreza estruc-
tural.
Una vez terminada la crisis de la adolescencia, tal
como lo he considerado en mi primera parte. la estructu-
ra profunda se establece de manera definitiva o bien, en
el caso de la estructuracin anadtica, un estado de or-
gan;zacin se prolonga de manera bastante duradera, aun
cuando todavla pueda ser alterado.
Pero, en uno u otro caso, en ese momento el acceso re-
laciom.l traduce los modos de funcionamiento del Yo en
el plano defensivo y adaptativo, la manera en que se tratan
las necesidades pulsionales, la naturaleza de la eleccin
objetal, el nivel de los conflictos, la categora de las re-
presentaciones oniricas y fantasmticas, o las particulari-
dades de la angustia latente. El carcter se fija tamb;n
por sus aspectos relacionales manifiestos que dependen

238
de las caracterJ.sticas estructurales latentes y en estrecha
corelacin con ellas. Como lo ha definido H. EY (1967)
el carcter es la fisionoma original de la individualidad
psquica .
O. FENICHEL (1953) estima que .el concepto de car~
ter encara un objetivo ms atnplio que el estudio de los
mecanisnlos de defensa implantados en el cardcter en s
mismo. El Yo protege al organismo contra las experien
cias internas o externas que bloquean sus reacciones, pero
tambin reacciona. Se expresa directamente y obliga a
los airas a deformarse en alguna medida. La organizacin
dinmica y econmica de sus acciones positivas, la manera
en que combina sus tareas para encontrar una soluciit
adecuada, contribuyen tambin a constituir el carcter .
En las formaciones del camoter, O. FENICHEL inc1uy"
no slo los diversos niveles de funcionamiento del Yo,
sino que loma en cuenta de manera directa las influencias
del medio.
Segn l, el carcter se s;ta en la confluencia entre
las exigencias pulsianales y el mundo exterior; por lo
tanto, slo puede manifestarse a nivel de una de las fun-
ciones esenciales del Yo, tal como lo ha concebido sienl-
pre la teora psicoanaltica.
S. RADO (1928) ha llegado incluso a predecir que las
investigaciones futuras nos llevarn a la conclusin de
que Jos elementos individuales que concurren a la activi
dad de smtesis del Yo constituyen el ncleo de lo que
podramos llamar el carcter del Yo.
Actualmente, la mayora de los autores parecen estar
de acuerdo acerca de la estabilidad y la constancia del
carcter . Esta constancia dependera tanto de los datos
innatos del Yo como de factores adquiridos temprana y
tardamente a nivel de la estructuracin, y que implican
las inevitables fijaciones y regresiones cuyas contorsiones
ms o menos arcaicas seran seguidas por el carcter.
La organizacin del carcter que corresponde a los
acondicionamientos relacionales manifiestos de la estruc-
tura latente no puede proceder sino siguiendo paso a paso
los prQgresos o los fracasos de la evolucin estructural:
categora de las zonas ergenas, posibilidades de cambio
del objeto, acondicionamiento de la ambivalencia primi-
tiva, funcionamiento, reciprocidades de los principios de

239
placer y de realidad, juego de identificaciones, negocia-
cin de las descargas pulsionales, constitucin del Super-
yo, etc.
As, poco a poco, el carcter. podr o no podr, al
igual que la estructura, desprenderse de la relacin fu-
sionaJ, luego dual, luego tridica, luego triangular en
sentido estricto y finalmente en el sentido ms amplio
del trmino. Tendremos as que estudiar sucesivamente
los caracteres cpsictico., narcisista_ o neurtico, de
la misma manera en que lo hemos hecho a propsito de
las estructuras de la personalidad.
A menudo se ha opuesto la trnyectoria caracterolgica
a la trayectoria psicoanalltica; la primera aparece como
descorazonadora, por la puesta en evidencia de un cierto
automatismo que se ha tratado de distinguir de la com-
pulsin de repeticin descrita por los psicoanalistas, y
que stos tratan de poner en evidencia para permitir que
el sujeto sea capaz de detenerlo. El psicoanalista se halla
en posicin ventajosa con respecto al caracterlogo, en
la medida en que l penetra ms en lo que especifica al
carcter en tanto que modo de ser en el mundo, y tam-
bin en la medida en que su aproximacin fenomenolgi-
ca se sita a un nivel tpico, econmico y dinmico for-
zosamente ms profundo que el del psiquiatra o el del
psiclogo. El psicoanalista no puede dejar de emplear
sus referencias de interpretacin y sus mtodos de escu-
cha en la aproximacin al sujeto que se examina, al igual
que ese sujeto, en contrapartida, no puede ignorar que
con l, con el psicoanalista, el modo de comunicacin es
forzosa y profundamente diferente.

1. LOS CARACTERES NEUROTICOS

Desde luego no debemos confundir, como se nos ha


advertido desde todas partes, carcter neurtico. y neu-
rosi" de carcter>. Ms adelante veremos (U) que la
neurosis de carcter no tiene tatIlta relacin con el ca-
rcter propiamente dicho en el plano econmico, y que
no constituye sino un esfuerzo por salvar el narcisismn
imitando un carcter neurtico cualquiera. La neurosis

240
de carcter. no representa pues un estado autnticamente
norma!, en el sentido en que lo entenda en la primera
parte, y adems la neurosis de carcter. cons tituve la
nica verdadera neurosis . a.sintomdtica (si bien n me
gusta mucho emplear el trmino de neurosis, justamente
en un caso que no ,p otencia la organizacin bajo la prima-
ca del genital), ya que el acondicionamiento ccaracteriab
del narcisismo tiene justamente por objeto evitar los sn-
tomas.
Junto a las neurosis . de carcter consideradas aqu
como ramificaciones ms estables desarrolladas a partir
del tronco comn de los estados limites, existen tambin
sim,p les caracteres narcisistas. que corresponden al1ron-
co comn acondicionado de los estados lmites en si mismo.
No se trata, como veremos ms adelante, de comport ..-
mientas caracteriales tan slidos como las neurosis. de
carcter; efectivamente, esos caracteres dan testimonio
de ,l as actitudes antidepresivas y pre-fbicas que siguen
siendo ,patrimonio del tronco comn. en tanto no est
mejor organizado ni todava descompensado.
Todo es muy diferente en el carcter neurtico., cuyo
objetivo no es de ninguna manera enmascarar, evitar o
reemplazar un sntoma, por la razn fundamental de que,
al nivel normal> en que el carcter 50 expresa habitual-
mente, no existe ningn elemento mrbido que necesite
recurrir al compromiso mediante el modo sintomtico. El
carcter neurtico corresponde simplemente al registro
de expresin relacional banal de la estructura neurtica
de base, en tanto sta no se descompense. Traduce en
comportamientos interpersonales las lneas directrices de
la estructura de base, en cuanto a sus caractersticas de
evolucin pulsional y defensiva, a su modo de angustia
especifica, al nivel de elaboracin de su funcionamiento
fantasmtico u onrico, tanto como al grado alcanzado en
la constitucin del Super-yo, ya sea en funcin de las
fij acione3 arcaicas de sus precursores (Yo ideal paterno,
luego Ideal del Yo personal), como en funcin de .Ja im-
portancia de los factores organizadores de maduracin
edipica.

241
Al El cardcter histrico de conversin
El carcter histrico de conversin corresponde a la
base estructural ms elaborada en el plano libidinal y
a un estado del Yo que haya franqueado la etapa trian-
gular genital edpica sin fijaciones pregenitales demaSiado
importantes. La inhibicin acta al mximo en este nivel
estructural; la vida fantasmtica y onrica se manifiesta
rica en representaciones erotizadas. Existe una gran pa-
sibilidad de expresin imaginaria en relacin con las
mentalizaciones y las vivencias de la infancia, en par-
ticular en el perodo edpico.
Incluso fuera de toda extensin mrbida existe, en el
seno de las estructuras de base, un conflicto de instancias.
En las condiciones de normalidad. en que se presenta
el carcter, un conflicto semejante se limita a un equi-
librio entre necesidad.es pulsionales y limitaciones por
parte de las mterdicciones. Pero este equilibrio, como el
de los as tiles de una balanza, corresponde igualmente a
una tensin fisiolgica entre diferentes sistemas de pa-
lancas que actan por parejas en sistema opuestos.
Eln todo conflicto neurtico se trata de una oposici'l
entre las pulsiones del Ello y las interdicciones del Super-
yo. A nivel del carcter histrico de conversin, hay ten-
dencia a erotizar las relaciones ms banales. a buscar du-
plicaciones de objetos infantiles en los objetos actuale5;
la sugestibilidad sigue siendo bastante elevada, las emo-
ciones emotivas (en apariencia irracionales) y la dramati-
zacin forman parte del mismo sistema de reproduccin
de las lneas conflictuales edpicas.
En la medida en que el Super-yo y la inhibicin redu-
cen la expans in libidinal, una parte de la energia pul-
siona! se mantiene contenida e inutilizada; esta enerlg3.
se haUa pues corr~plementariamente reinvertida en domi-
nios relaciona les paralelos, ya que la distancia del objeto
del histrico de conve rsin no es nunca muy grande; la
alternativa entre la necesidad y el temor de la proximidad
del otro se manifiesta en los saltos de humor del carcter
hi strico de conversin, dado que acta sobre las inver-
siones de afecto pero s in actuar sobre la realidad y sin
separarse del objeto, en tanto que en el carcter histe-
rofbk o existe la idea de una situacin fobgena que pue-

242
de producir la huida, y en el carcter obsesivo una situa-
cin de dominio>, a una cierta distancia, bien regulada
y framente dispuesta.
Las experiencias pantalla. descritas por O. FENICHEL
(1953) tan frecuentes en la vida relacional del carcter
histrico de conversin, deben considerarse desde un do-
ble punto de vista : por un lado, constituyen una 'pan
talla. en el sentido protector, pero en el otro sentido
del trmino, a la manera de una pantalla de proyeccin,
faci-lrtan la reproduccin de las escenas arcaicas erotiza-
das y significativas.
Es en funcin de esos dobles aspectos que podemos
relacionar la .facHidad de hipnotizacin de los caracteres
histricos de conversin, as como el xito logrado por las
representaciones artsticas en tanto que pantalla : cine,
teatro. obras literarias, esculturales o pictricas, evitan
al sujeto desenmascarar l mismo y abiertamente sus
fantasmas erticos, y al mismo tiempo le permi ten pro-
yectarlos sobre las representaciones evocadas en la obra.
y esto no slo es vlido para el verdadero carcter his-
trico de conversin que domina en una estructura hist~
rica de conversi6n# sino que tambin se presenta, en
menor grado aunque de manera bastante constante, en la
mayora de las otras estructuras, en el estado de rasgo
de carcter histrico, ms o menos marcado. Las estruc-
turas psicticas ms estrechas, aquellas cuyo ndice de
histerizacin caracterial es ms dbil, o incluso nulo, nO
pueden realmente cooperar con una evocacin esttica
que corresponda a representaciones de tipo figurativo;
la comunicacin slo puede suceder sobre los registro"
no de un inconsciente objetal y genital inhibido, sino de
un inconsciente mucho ms primitivo, fusional, anacr-
nico e impersonal, srtuado fuera del campo sometido al
reconocimiento del Yo, mucho antes de que la inhibicin
haya podido entrar en juego bajo el efecto de la reproba-
cin sexual del Super-yo.
Hemos presentado a menudo al carcter histrico de
conversin como mentiroso. Tambin este es un efecto de
la rica fantasmatizacin que es habilJUal en este gnero
de carcter. La exuberancia de las imagos fantasmticas
u onricas opera, como en el nio, un rechazo, una nega-

243
cin pura y simple, de la ,realidad edfpica personal per- .
turbadora.
Ruth MAC-BRUNSWICK (1943) estima a este respecto
que el motivo principal de la negaci6n infantil y de todas
las mentiras patol6gicas que de ella dependen estd conS-
tituido por acontecimientos que gravitan alrededor del
complejo de castraci6n y que han daado el narcisismo
del nio.
Esta manera de ver el problema me ha parecido acer-
tada, pero sin embargo considero abusivo el adjetivo _pa-
tolgico> unido a mentira. E~ una lstima, en efecto, que
no podamos encarar una caracterolQgla serena profunda-
mente psicoanalltica sin por ello medicalizar de inmediato
los fenmenos. De todas maneras, existe un margen muy
,explotable entre las descripciones entomolgicas y los
cuadros patolgicos. Todo mi esfuerzo se orienta en ese
sentido.
El carcter 'h istrico de conversin (como sus rasgos
de carcter> menores correspondientes) piensa que si no
es mds que un sueo., la representacin no puede tener
valor de culpa, y parece que la 19lesia Catlica, esencial-
mente obsesiva y por ende anti-histrica, haya detectado
a1rgicamente esta superchera al crear el pecado de pe'!-
samiento, situado en el .Confiteor en .primer lugar, antes
incluso de los pecados de palabra, .de obra ... o por
omisin ... El reconocimiento claro e inmediato, por parte
del obsesivo de carcter, de la provocacin ertica con-
tenida en el fantasma histrico, es vivido por el obsesivo
como perfectamente insoportable, en la medida en que
se estima perseguido as por el carcter histrico, que lo
reintegra al exterior a partir de una inhibicin muy pro-
fundamente oculta en l. el obsesivo, y gracias a los me-
canismos de defensa que emanan de su estructura prt>-
funda.
Incluso es posible describir rasgos de carcter de con-
versin colectivos en el seno de una familia, para ocultar
ciertas vivencias edpicas perturbadoras por medio de
mi,t os familiares_, ventajosos al mismo rtiempo como so-
portes y como mscaras; de la misma manera, existen los
mitos nacionales., de carcter histrico de conversin.
que conservan el mismo objetivo: las ceremonias, pulsio-
nales y expiatorias a la vez, del 14 de julio, por ejemplo.

244
ocultan tanto la cobarda agresiva ru, l a masacre de algu-
nos pobres lampistas suizos que guardan a una docena de
prisioneros de derecho comn, como las satisfacciones
pulsionales reactivadas en el recuerdo desplazado (en
fecha) y simbolizado (en libertad.) de la muerte del padre
egosta, y luego en el castigo pblico de la madre que se
abandona sexualmente a un .hermoso extranjero.; en tan-
to que, por otra parte, un carcter paranoico, por ejemplo,
se expondr como .partidario de la realeza. y vivir es-
ta jornada de conmemoracin como un evidente duelo
nacional~.
Para resumir en algunas nociones muy simples los
principales elementos que definen el carcter histrico d~
conversin, deberemos insistir sobre el modo particular
de vida relacional con sus crisis, que hacen alternar los
momentos de calor afectivo y de retractacin ms o menos
provocadora; y la facilidad del lenguaje emocional con tra-
duccin neurovegetativa bastante intensa. En cuanto al
lenguaje en s mismo, pasa de la gran riqueza de expresin
al mutismo enfurruado (pero de manera muy comprensi-
ble y coherente, contrariamente a lo que pasa con el ca-
rcter esquizofrnico). Las pasiones sufren los mismos
paroxismos; toda posicin afectiva, inoluso las ms bana-
les en s, tienden a asumir una forma expresiva dramati-
zada (en el sentido etimolgico, y no trgico, del trmino l-
Se ha hablado, a propsito del carcter histrico, de un
modo neurtico de expresin.
FREUD (1931) ha presentado el carcter histrico de
conversin como esencialmente volcado hacia la vida amo-
rosa: amar y 5er amado. Para l ese ti po de organizacin
cara.cterial representa las reivindicaciones pulsionales ele-
mentales del Ello, al que se han plegado las otras instancias
pslquicas . Dicho de otra manera, es el tipo que corres-
ponde con mayor perfeccin a los procesos mentales or-
ganizados bajo la primaca del genital.
Tambin podramos experimentar una cierta decep-
cin, o una relativa amargura ouando vemos, en la mayo-
ra de las descripciones caracterolgioas, incluso las que
emanan de los psicoanalistas, que el carcter histrico de
conversin es presentado en primer lugar en sus aspectos
exagerados, esencialmente defensivos y rpidamente mr
bidos. La inmadurez afectiva, la mitomana, las tendencias

245
depresivas, la angust,ia de disgustar, la inconsistencia de
la pevsonalidad, etc ... con las que se abruma muy frecuen-
temente al carcter histrico, no estdn ya en realidad en el
dominio del carcter histrico de conversin, sino en el cua
dro de la neurosis histrica por descompensacin mrbi-
da de la estructura; o bien, inclusive, esos comportamien-
tos nunca han sido consecuencia de una estructura hist-
rica y pertenecan en realidad a una organizacin narci
so-anacltica de la lnea de los estados lmites sobre la
que nos hemos extendido largamente ms amba. En efec-
to, se puede evi tar la confusin fcil y clsica entre ca-
rcter histrico de conversin y acondicionamien to carae
terial de tipo histrico que raya en la neurosis de carcter
histrica.. Esas dos ltimas en tidades pertenecen a los
avatares del narcisismo en la lnea lmite. y no tienen
estructuralmente nada que ver con el carcter histrico
de conversin. emanacin funcional y relacional de una
estructura neurtica de tipo histrico, no descompensada
y bien adaptada, de identificaciones sexuales fciles .
Otra clase de confusin puede imtar a los clnicos
atentos ... : a menudo se mezclan histeria de conversin
y oralidad. Es un poco como si se clasificaran en una
misma reserva mineral, hierro y cucharitas de caf.
Una cuchara de caf contiene hierro. pero tambin una
aleacin de otros met..les, y el mineral de hierro puede
igualmente producir otros objetos que no sean cucharas
de caf.
Es evidente que el aspecto anti-obsesivo . de la es-
tructura histrica no es compatible con fijaciones exclu-
sivamen te anales en caso de regresin mrbida; se experi-
menta ms bien una afinidad oral en razn de la proXI-
midad objetal correspondiente, y del aspecto ms directa-
mente benfico de las operaciones, sean tiernas o agresi-
vas, a ese nivel. Slo encontramos una conjuncin oral
histrica en el caso. justamente, de la regresin mrbida.
y no en el plano funcional y relacional normal en el
que queremos mantener el registro estrictamente caracte-
rial.
A. LAZARE, G. L. KLERMAN Y D. J. ARMOR (1966)
han tratado de establecer un anlisis factorial que se apli-
ca a los elementos carnctesticos de las personalidades.
obsesiva, oral e histrica: sus anlisis comprueban una

246
intrincacin de factores orales. (pesimismo, pasividad,
agresividad oral, rechazo del otro, dependencia, parsimo-
nia) con los factores que describen como histricos. (ego-
centrismo, histrionismo, labilidad emocional y afectiva,
sugestibilidad, dependencia, erotizacin de las relaciones
sociales, temor de la sexualidad) y reconocen que la per-
sonalidad histrica_ se individualiza con ms claridad que
la personalidad oral>. Nuestro ejemplo a partir de la
cuchara de caf y el mineral de hierro testimonia nuestro
aouerdo con respecto a este punto; por el contrario, cmo
osar hablar de temor de la sexuaHdad. en tanto se trata
simplemente de un carcter histrico propiamente dicho.
Sin duda, a este nivel existe en el sujeto cnonnal. una
defensa legtima del Super-yo y del Yo contra todo des-
borde pulsional no conforme a las realidades, pero se
trata de un acondicionamiento vinculado al principio de
realidad que respeta al mismo tiempo el principio del
placer. La verdadera angustia genital ligada a la amen .....a
fantasmtica de castracin no aparece en los hechos sino
oon la descompensacin mrbida del equilibrio entre Su-
per-yo y pulsiones, dentro del campo de un Yo que ha per-
dido ya al menos una parte de su capacidad reguladora.
La situacin del carcter histrico de conversin en
lo ms alto de la pirmide de las evoluciones mentales se
debe a la riqueza de sus inversiones relacionales genita-
les y, podemos concluir, con G. ROSOLATO, en la posicin
central de la estructura de base histrica en relacin con
las ooncepciones clnicas de las diversas posibilidades de
organizacin de los procesos mentales.

Bi El carcter histerofbico

Podemos distinguir de manera formal el carcter his-


trico de conversin a la vez del carcter narcisista de
manifestacin corporal, y del carcter psicosomtico .
Ahora bien, a menudo es dificil no confundir en la prc-
tica esas tres variedades de inversiones corporales a partir
de funcionamientos mentales tpicamente diferentes: en
el cardcter histrico de conversin domina el aspecto sim-
blico erotizado de la inversin corporal en la que la re-
presentacin acaba fijndose; en el carcter histrico de

247
conversin, fuera incluso de los slntomas mrbidos, es .
el cuerpo el que habla, ,los fantasmas se hallan de alguna
manera encarnados, En el carcter narcisista de ma~
nifestacin cOI'pOral (descrito habitualmente con el voca-
blo de hipocondra), no se trata sino de manifestaciones
relacionales y funcionales del tronco comn acondiciona-
do; la menor inversin de las descargas Iibidinales aumen-
ta la tensin cO'l'oral Y el cue'1'0 es tratado como si fuera
un verdadero objeto; se habla al cuerpo, como se habla al
objeto anacltico. En el carcter psicosomtico., en fin,
la dificultad de distinguir ,lo somtico de lo pslqwco en
la representacin lleva al sujeto a mentalizar con menor
facilidad, y por eso mismo a verbalizar menos de manera
directa: el sujeto habla con su cuerpo, sin concederle va-
lor simblico.
Parece til reconocer esos tres modos de lenguaje del
cuerpo al nivel mismo del carcter, antes y fuera de 10do
episodio mrbido, ya que el modo de relacin inte'1'ersonal
a considerar, esperar o temer en este o aquel caso facili-
tar o complicar profundamente segn se haya reconocido
O no la manera, propia del sujeto, de utilizar la comuni-
cacin co'l'oral.
En primer lugar, cabe distinguir muy claramente el
carcter histerofbico. que consideramos ahora del c~
rcter narcisofbico, que estudiaremos ms adelante (11,
1 el.
BI carcter histerofbico corresponde al funcionamien-
to relacional! cnormah, es decir, bien adaptado interior~
mente y exteriormente, de la estructura histerofbica,
tal como hemos intentado definirla ms arriba, en tanto
que el carcter narcisofbico no es ms que uno de los
aspectos posibles del comportamiento, inestable estruc-
turalmen1e, presentado por el tronco comn de los esta-
dos lmites, independientemente de toda descompensacin
franca. Este ltimo carcter fonna parte de una defensa
antidepresiva del registro narcisista que necesita un gas-
to energtico cierto, en tanto que el simple carcter his
terofbico es acompaado por un estado neurtico eco-
nmico estable sobre una estructura neurtica en s misma
definitivamente fijada.
Con esta precisin no pretendemos insis1ir en el deta-
lle, sino establecer que implica una distincin estructural

248
y relacional fundamental entre dos modos de funciona-
miento mental que parecen bastante cercanos por homo-
nimia, pero que son radicalmente divergentes tanto desde
el punto de vista ,t pico como desde los puntos de vista
dinmico y econmico.
Desde el punto de vista tpico, el carcter rusterofbico
depende de la importancia de l as presiones del Super-yo
y el carcter narcisofbico de la fuerza de atraccin del
Ideal del Yo.
En el plano dinmico, subyacen al ca-r cter histerofbi-
co los conflictos edpicos y genitales atemperados por la
inhibicin (ayudada, a su vez, por el desplazamiento y el
evitamiento) sin regresin pulsional, en 1anto que en el
carcter narcisofbico descubrimos un conflicto con los
aspectos frustrantes de la realidad exterior, realidad en
cuyo seno el sistema de defensa se ve obligado a operar
un c/ivage de las imagos objeta les. Finalmente, en elrplano
econmico, el carcter histerofbico implica una inver-
sin objetal de tipo esencialmente genital, en tanto que,
por su parte, el carcter narcisofbico simple no implica
sino un juego de inversiones y contrainversiones narcisis
tas tales como las que ha descrito S. FREUD en su art-
culo sobre El narcisismo, en 1914.
Quizs e"lector est cansado de que, en todos los ni-
veles de este estudio, se le recuerden las diferencias es-
tructurales fundamentales entre la lnea genital y la .\fnca
narcisista, diferencias cuyos efectos no se limitan en ab-
soluto a una clasificacin ms rigurosa de las es1ructuras,
y cuyas consecuencias pueden arrastrar al clnico de ~a
psicologa a confusiones caracteriales no desdeables, as
como al clnico de la patologa a errores diagnsticos o
teraputicos graves.
Es cierto que al negarme sistemticamente a mezclar,
desde el punto de vista descriptivo, estructura. de ia
personalidad, carcter. y cenfennedad, en razn de la
importancia del desfasaje de planos al nivel de los cua-
les se articulan esas tres nociones en el registro metapsi-
colgico, me he dificultado la tarea. Con mayor razn pa-
recer temerario exigir una atencin y un rigor suplemen-
tarios para tratar de diferenciar todo aquello que responde
a'l agrupamiento estructural de una personalidad neurtica

249
genital y edpica de todo lo que se le atribuye indebida-
mente.
El carcter histerofbico se manifiesta de manera vi-
sible por medio de elementos variados, poco espectacu-
lares, en tanto se trata de signos caracteriales que no al-
canzan la categora de sntoma: se trata de angustias tlo-
tantes, mal definid"" y poco estriden1es, que remiten las
causas aparentes sobre todo a motivos exteriores y afec-
tivos (en tanto que las angustias flotantes de los caracteres
narcisofbicos se refieren sobre todo a mQtivos ms ra-
cionades que afectivos)_ Los problemas neurovegetativos
son frecuentes y discretos a la vez: vrtigos. cefaleas. y
afectan con la misma discrecin, pero con una real efica-
cia, ciertos sectores de la vida relacionaL Un aparente
candor sentimental, las afinnaciones de objetivos ideales,
disimulan apenas el aspecto vivamente erotizado de las
inversiones objetales. Las necesidades de pureza o de vir-
tud no se vinculan con una exigencia ideal (como en el
carcter narcisista), sino con una formacin reaccional
contra los deseos sexuales o agresivos. El comportamiento
exterior, ya sea desdichado y sufriente, ya sea triunfante,
no rubrica una reaccin contra la prdida de objeto, sino
simples riesgos del lazo erotizado_
0_ FENICHEL (1953) distingue los comportamientos
destinados a evitar las situaciones primitivamente desea-
das de los comportamientos .fbicos. propiamente di-
chos que evitan ciertos lugares u objetos particulares.
El carcter histerofbico constituye la ilustracin, en
el plano funcional y relacional normal., de la estructura
histerofbica; ahora bien, esta estructura, aunque' se man-
tiene dentro del cuadro histrico, es decir, altamente geni-
tal, corresponde sin embargo a un cierto fracaso de los
procesos de inhibicin; la influencia libidinal, para man-
tenerse en regla tanto con las exigencias complementarias
de la realidad como con las del Super-yo, debe ser atem-
perada por medio de operaciones complementarias de
desplazamiento y de evitacin, gracias a las cuales la
angustia subyacente logra manifestarse moderadamente,
justo lo suficiente como para desencadenar la seal de
partida de la defensa.
El fracaso de la inhibicin con respecto a la estructura
histrica de conversin parece provenir de condiciones ms

250
diflciles en las que se habra desarrollado la representacin
mental de la escena primitiva en el sujeto. Dicho de otra
manera, la economa histerofbica se situara, de hecho,
en posicin intermedia entre la economa histrica (donde
la escena primitiva ha conservado una categora de ela-
boracin fantasmtica simple) y la organ'zacin narcisista.
fbica-<lepresiva-Imite. (donde la escena primitiva va a
revestir un aspecto traumtico, probablemente como con-
secuencia de condiciones de realidad demasiado intensas
o demasiado precoces para el sujeto).
La economa histerofbica se situara muy cerca de
la economa histrica denominada de conversin, en razn
de su categora autnticamente genital comn, pero segui-
ra siendo fcil de imitar por el anacItico .limite. (no
organizado bajo la primaca del genital) en razn de la
comn inquietud narcisista que los acerca.
Conviene que en este presente pargrafo nos limitemos
estrictamente al . status. del cardcter histerofbico, apo-
yndonos sobre los elementos estructurales de base, pero
evitando todo lo que nos aproxime a los sntomas fbicos
que traducen un estado mrbido neurtico ya declarado.
Es evidente que el fondo del carcter histerofbico
une la excitacin sexual a una representacin de peligro.
Ese peligro se manifiesta en este caso como un peligro de
castigo sexual (castracin). Para que ese peligro no pa.e
al nivel de los sntomas es necesario, y suficiente, que el
equilibrio se mantenga eficazmente gracias a un juego
bastante flexible de las inversiones y las desinversion ~ s
objetales.
Toda ruptura en la flexibilidad de esas fluctuaciones
puede tener como consecuencia una enojosa impresin de
claustrofobia mora!, que desencadena pre-sntomas di-
fusos y luego, eventualmente, sntomas verdaderos, en caso
de aumento o persistencia de las excitaciones ansigenalj.
Uno de los recursos que el carcter histerofbico con-
serva a su disposicin (y no el .car oter narcisofbico. )
es la sexualizacin de la angustia en s misma, as como la
identificacin (sexual) con el objeto realmente amenazan-
te: imagen paterna edpica, para el nio. Esos dos proce-
dimientos confieren al carcter histerofbico una facultad
adaptativa bastante considerable, de la que se halla pri-
vado el carcter na rcisofbico, menos genitalizado.

251
Eol objeto contrafbico, aun en su intensidad mUllma,
tal como se encuentra, sin llamar particularmente la aten-
cin. en caracteres histerofbicos indiscutiblemente cno!"
males, sigue siendo un objeto sexual y no es nunca, en
principio. un objeto anacltico como en el caso del carc-
ter narcisista. Un carcter histrico-fbico. , por ejemplo,
tratar de casarse muy joven, en tanto que un carcter
narcisista-fbico optar por hallar su paz personal en
una colectividad simptica, que incluya preferentemente
ciertos elementos de mayor edad o ms confirmados so
cialmente, que brinden seguridad, sin que el sexo cobre
mayor importancia.
Bl carcter hi-sterofbico es extremadamente sensible
a los movimientos corporales de equilibrio y de movili-
zacin en el espacio. Sensaciones ergenas o ansigenas
mezcladas se encuentran en ntima combinacin. Las ex-
dtaciones o las inhibiciones sexuales permanecen en es-
trecha relacin con los fenmenos neurovegetativos, pero
el temor a las manifestaciones en este nivel desencadena
en el carcter histrico-fbico resistencia y aprensin fren-
te la sugestin, y en particular a la hipnosis, en tanto que
el carcter obsesivo permanece insensible ante ella, en
razn del desinters que crea un aislamiento eficaz; y ..1
carcter histrico de conversin se complace en ella. En el
carcter histerofbico, la autoexcitacin genital se halla
proyectada sobre la realidad exterior, en tanto que en
el carcter histrico de conversin se la mantiene interior
mente, y aparece perfectamente anulada en el carcter
obsesivo.
El valor simblico del objeto fobgeno sobre el que
se proyecta el elemento peligroso, aun fuera de todo sln-
toma verdaderamente neurtico, se mantiene en el registro
sexual en el carcter histrico-fbico, mientras que opera
una amenaza narcisista en todo prodromo fbico de m~
do anacHtico. .
En el estado funcional normal., el desplazamiento que
opera la proyeccin, hacia el exterior en un principio y
luego sobre un objeto de alcance no-genital, protege al
carcter histrico-fbico contra ,l a descompensacin mr-
bida. Quien se contenta con 1emer a .las serpientes o a la
pesca submarina puede vivir perfectamente en paz en
otros dominios relacionales; y 5eguramente nadie califi-

252
carla esas acHtudes como propias de la morbilidad. Y, por
otra .p arte, quin puede vanagloriarse de no experimen
tar alguna pequea fobia genital, o incluso alguna fo-
bia anacUtica. menor, sin que por eso se lo rechace hacia
el registro psiquitrico?
Los fantasmas, las ensoaciones diurnas o las viven
cias onricas de carcter histrico-fbico estn llenas de
representaciones sustitutivas que autorizan una descarga
pulsional limitada en tanto el sujeto permanece en estado
de vigilia consciente.
La angustia flotante, presente pero poco visible, y
escasamente perturbadora, corresponde en el carcter bis-
terofbico a un compromiso, a una seal, y a una garanta
en el equilibrio pulsiones - defensas. La buena adaptacin
utiliza esa seal sin tener que afirmar ni negar brutalmen-
te la causa.

e) El carcter obsesivo

Bajo el titulo de carcter obsesivo>, o incluso de ca


rcter compulsivo., la mayora de los tratados clsicos
ponen de inmediato el acento en los rasgos denominados
anales. o sdicosanales . As como yo denunciaba ms
arriba el peligro de una confiusin entre carcter hist
rico:. y rasgos de carcter orales, parece til fonnular
nuevamente ahora una advertencia contra la tendencia
demasiado frecuente a reducir el carcter obsesivo. slo
a los componentes que giran en torno a la agresividad
anal.
El carcter obsesivo, como todo carcter, traduce esen
cialmente en la relacin -los elementos de base de la es-
tructura particular a la que corresponde. Como consecuen-
cia de la regresin libidinaI parcial al estadio sdico-anal,
al cual se -mantiene 'SOmetida toda estructura obsesiva. es
completamente legtimo encontrar rasgos de carcter anal.
sdicos y masoquistas. en un carcter obsesivo; sin em-
bargo. es necesario que nos cuidemos mucho de reducir
lo esencial del carcter obsesivo_ a esos nicos aspectos
manifiestos. En efecto, el carcter obsesivo se mantiene
en el marco de .Jas organizaciones de la lnea neurtica,
y por ende genital; el elemento organizador fundamental

253
de la estructura gira pues en torno al Edipo y no a los ele- .
mentos pregenitales; lo pregenital a ese nivel slo consti-
tuye una defensa contra el Edipo y lo genital, en tanto que,
en otras situaciones, la organizacin mental puede muy
bien efectuarse bajo la primaca de lo pregenital con ele-
mentos genitales sobreagregados. pero que no son ni ei-
pecficos ni organizadores; en esos ltimos casos, la tra-
da anal de S. FREUD (1917): orden - economa _ obstina-
cin se halla frecuentemente sublimada en lugar de actuar
como defensa, tal como ocurre en la estructura o el ca-
rcter obsesivo, y parece interesante distinguir. por ejem-
plo. a propsito de las reacciones ante la limpieza, los
dos gneros muy diferentes de caracteres denominado~
de la perfecta ama de casa .

Obs_ n_O 13

Un cardcter obsesivo

Educada entre un padre taciturno y una madre que


no poda quedarse quieta, en un medio modesto pero muy
.a caballo sobre los principios> sociales y morales, Aga-
Ihe, a pesar de ser una joven muy bonita y de desear pro-
fundamente .fundar un hogar (ms que casarse. ), slo
a los treinta y cinco aos encontr al hombre que se ca-
sara con ella, despus de dos aos de reflexin: l tiene
diez aos ms que ella.
La pareja marcha bien., pues el marido, representante
de una importante empresa de productos adimenticios,
necesita viajar mucho y el aspecto exterior de su esposa
lo valoriza considerahlemente frente a sus clientes o a
sus propios agentes: en la medida en que ella no presenta
en absoluto los signos de un carcter histrico-.provocador,
Agathe consigue que la mayor parte de los hombres se
muestren admirativos hacia ella, sin atraerse por eso (oh,
maravilla, en semejante funcin comercial) las iras de las
otras esposas.
Su belleza fria y bien regulada deleita al otro, hombre
o mujer, sin dar lugar nunca a una excitacin lo bastante
fuerte o 'Consciente como para verse inmediatamente des-
pus demasiado defraudada o culpable.

254
Todo est bien organizado en casa de Agathe. Cuan
do el marido recibe clientes, o colaboradores, o incluso
a ~u propio jefe, la reoepcin est tan bien preparada has-
ta en los menores detalles y en todos los planos, que el
convidado se siente fascinado al ser el centro de tanto
inters y tantas atenciones. Felizmente, no regresa lo su
ficientemente a menudo como 'Para percibir la rigidez
del protocolo y el esfuerzo que se despliega, sin alegria,
en ocasin de su visHa.
Ya que. en la intimidad, Agathe es una esclava de lo
que sus padres llaman su e perfecconismo. (para minimi
zar las cosas) y Jos otros sus manas (para traducir su
irritacin).
En efecto. si Agathe est siempre tan impecable en ""
persona y tan bien maquillada o peinada, es porque no
puede sufrir la idea de que un vestido est sucio, usado
o deformado; de que una mancha altere su tez (lo que
podria interpretarse como falta de aseo), de que sus ca-
bellos puedan verse en desorden o con rastros de caspa,
etc.; hubiera arruinado pronto a su marido si ste hubiera
ocupado una posicin menos lucrativa.
En el piso de Agathe el solo pensamiento de que un
visitante pueda encontrar una pared manchada, un cabe--
110 en un lavabo, una taza de W.C. cubierta de sarro (quin
pensara que soy?) produce terror; todos los objetos de la
mesa deben revisarse continuamente en todos sus detalles
antes de que lleguen los convidados. Estos por otra parte,
duennen en el hotel. y no se invita a ninguna famiJia , ya
que, si a pesar de todas las preocupaciones y precaucio-
nes, descubrieran una mancha en una sbana, que pen-
sarian?
En -lo de Agathe slo se comen productos de primera
calidad para estar seguros de que son sanos. Por razones
de salubridad, frecuentan solamente los grandes resta:J-
rantes y aun as repasan cuidadosamerrte (y con gran dis4
lincin en la discrecin) sus cubiertos y el borde de su.
vasos.
Luego de haber tiranizado a sus padres, Agathe habria
superado seguramente el cuadro caracterial para entrar
en el cuadro mrbido de una verdadera neurosis obsesiva
si por fin no se hubiera casado, o si no hubiera encontrado
un marido que tambin es en sus negocios un caso de cneu_

255
rosis de carcter obsesivo>, y si no hubieran podido, am-
bos, aliar 'Sus mecanismos defensivos complementarios (y
ligeramente desfasados estructura!mente) en una verda-
dera perversin de a dos. de tipo caracterial conyugal,
situacin que ya desearamos a muchas de nuestras ex-
celentes amas de casa_ de categora obsesiva menos afor-
tunadas ...
Lo que sorprende en el caso de J\gathe y especifica su
carcter obsesivo. es, por una parte, su perfecta adapta-
cin a las condiciones internas y externas de sus realidades
(lo que hace de ella un carcter. y no una neurosis.)
y, por otra parte, su economa centrada no en la necesidad
de realzar 10 limpio. y 10 ebello. en tanto que tales (\0
que habra de ella un carcter perfeccionista) sino en su
angustia de ser sorprendida eventualmente, y a pesar d"
todas sus preocupaciones, en una actitud que deje tras-
lucir la necesidad de ensuciar o de manchar. Este es el
mecanismo original que s610 podemos encontrar en la:;
estructuras obsesivas.
Por supuesto, <si se hubiera tratado de una enferma,
hubiera sido til profundizar an ms las investigaciones
en lo referente a la gnesis de tales fonnaciones reaccio-
nales.
Todo 10 que se ha podido saber en este caso es que
exista un lazo edpico tierno con el padre, fcilmente
perceptible cuando se vea a Agathe junto a sus dos padres.
Esta relacin afectuosa con el padre se converta en su
contrario ante la mirada reprobadora de la madre. Luego,
ese movimiento secundario doblemente agresivo se inverta
nuevamente en un tercer tiempo. en una necesidad tic!
borrar toda mancha . que pudiera pennitir la percepcin
de alguna huella de agresividad.

Ob . D.O 14

Un carcter narcisista

Si bien mi desarrollo terico respecto del cardcter


narcisista. slo aparece ms adelante en este captulo (IH
1 e), he credo preferible situar la presente observacin
clfnica paralelamente con la forma precedente, que en el

256
plano manifiesto se le asemeja en varios puntos. Lo mismo
que en la pedagoga de la lengua inglesa. nos parece indu
dablemente ms instructivo comparar aquJ. acercndolos
en el espacio, a los falsos amigos., con el fin de poner en
evidencia de manera ms demostrativa sus divergencias
fundamentales.
Noem ha sido siempre una nIa atractiva. muy apegad.t
a padres muy ricos que la mimaban. Era la ms joven y la
ms dbil . (al mismo tiempo que .la ms rica. ) de h
familia. despus de sus dos hermanos mayores. Sus padres.
que afortunadamente haban abandonado con bastante
prontitud a su suerte a los dos .insoportables. muchachos.
concentraron por el contrario todos sus cuidados y su
afecto sobre Noem. a quien educaron tratando de revivir
en ella los ideales de juventud que les haban sido caros
en otra~ pocas, ~in que jams hubieran podido alcanzar
los, ya que sus propios padres no haban podido propor
cionarles los medios fundamentales para ello.
Sus profesores no eran nunca suficientemente buenos,
se llenaban los vacos (supuestos) con innumerables lec
ciones suplementarias. adems de cursos de msica. de
danza, de cocina, de mantenimiento, etc.
Tanto que Noem pas bastante rpidamente del estado
de nia encantadora al de mujercita encantadora .
Siempre vestida con una rebuscada correccin, Noem
reciba en casa poniendo una atencin extraordinaria en
el bienestar de cada uno de sus invitados. Querida tanto
por los hombres como por las mujeres, lo mismo que
Agathe, nunca tuvo necesidad de recurrir a la provocacin
histrica. El placer que 'provoca proviene de la evidente
satisfaccin que ella siente al proporcionar ese placer. pero
los hombres no le piden ms en la medida en que todava
aparece como una adolescente soadora y frgil; las mu-
jeres. por su parte, no se inquietan, dada la escasa hete-
rosexualidad verdadera que ella evoca; por el contrario.
el potencial homosexual afectivo que se desprende de ella
no les disgusta.
Si examinamos lo que pasa . detrs del teln., o sea
luego de la partida de los convidados. no descubriremos
ninguna obsesin atonnentadora (por temor a un juicio
de condenacin que se ejerce sobre la mala conciencia
del sujeto), como en el caso de Agathe.

257
En Noem no hay ningn temor realmente super-yoico
del malD (y sobre todo del mal sexual, ni siqujera trans-
formado bajo la cobertura de la agresividad anal); lo que
le interesa es que los otros adviertan en ella el bien., lo
bello, lo bueno. Todos los adornos en la vestimenta,
todos los objetos dispuestos en el apartamento, toda la
organizacin de las comidas o las habitaciones (ya que le
encanta recibir) concurren para realizar el esf\lerzo de ser
_bien vista .
Por otra parte, hay un detalle que merece mencin:
los padres de Noem viven en gran parte en casa de ella;
estn presentes en todas las recepciones, y Jo que se espera
durante toda la velada es el juicio de ambos, el que
alguien agradezca calurosamente antes de retirarse; ese re-
conocimiento constituye una anticipacin de su satisfaccin
ante la inversin realizada por Noem; finalmente, son sus
cumplidos los que acecha y busca Noem cuando todo d
mundo ha partido.
En casa de Agathe sola suceder que el marido no
encontrara siquiera una toalla para secarse al salir del
bao, ni njnguna reserva en la nevera cuando volva tarde
por las noches y en ayunas. Poco importaba: no quedaba
nada sucio)), yeso era 10 esencial. En el caso de Noem,
por el contrario, poco importaba la nocin de cualquier
pecado en los otros; eso contaba muy poco para e ll.3 :
bastaba con que todo se viera bonito, que rindiera home-
naje a su narcisismo y al de sus padres; eso le aseguraba
afecto y proteccin como respuesta.

Los antiguos autores psiquiatras. MOREL (1980). MAG-


NAN (1891), PITRES y REGIS (1902), JANET (1908), DU-
PRE (1926), han descrito las manifestaciones caracteriales
de 'la estructura obsesiva bajo la forma de tendencia a los
escrpulos y a las crisis de conciencia, timidez, inhibicin,
y cierta dificultad para vivir los deseos sexuales; todos
han insistido tambin en la necesidad de orden, reglas y
economa. Adems, autores recientes como WIDLOCHER
y BASQUIN (1968) destacan los comportamientos de duda,
ai-slamiento y pensamiento mgico (por necesidad de anu-
lacin), todo lu cual contribuye a minimizar las expre-
siones de la vida afectiva del carcter obsesivo.

258
El carcter obsesivo est dominado simultneamente
por un deseo de satisfaccin de la pnlsin sexual y por la
necesidad de que tal deseo no pueda ser reconocido; la
pulsin agresiva viene a reemplazar parte de la pu1si'l
sexual. y las formaciones reaccionales, en apariencia muy
justificadas. ocultan a su vez las expresiones agresivas.
Todo parece sumamente lgico, bien dispuesto para pro-
teger al sujeto dentro de un sistema que 10 asla y lo
endurece; pero la economa genital se mantiene siempre
subyacente.
Las cosas no van tan lejos en el simple carcter obse-
sivo, hbH y racionaImente dispuesto, como en la verdadera
neurosis obsesiva, donde el desequi.l ibrio operado por las
exigencias pulsionales por un lado, y un mayor o menor
desborde del Yo por el otro, ponen al Super-yo en :a
obligacin de combatir al descubierto, en 'terreno de alguna
manera desproteg:ido, y al Yo, en la de desarrollar a la
vez sntomas de alarma y nuevos medios de defensa muchu
menos tolerables en el plano relacional.
En el carcter obsesivo, los elementos defensivos ~
mantienen adaptados a los juicios _racionales del contexto
social; el Yo y el Superyo se entienden para contener al
Ello con los medios propios del modo de estructuracin
obsesiva (que hemos estudiado en nuestra segunda parto:
anulacin, aislamiento, -regresin, racionalizacin, fonna-
ciones reaccionales en particular) sin que ni el Ideal del
Yo ni la realidad e X'terior creen conflictos importantes.
En organizaciones as, slo resultan perdedoras, en defini~
tiva. las pulsiones sexuales; son las pulsiones sdico~
anales las que se hallan gratificadas en compensacin re-
gresiva para calmar las tensiones del Ello, al mismo tiempo
que una parte de las necesidades Iibidinales y narcisistas
se derivan al nivel de la intelectua-lizacin y la racionali-
zacin, cuyo xito frente a la sociedad, como el del Yo,
se garantiza de antemano. S. FREUD (1931) expresa este
orgullo intelectual del comportamiento obsesivo al mostrar
cmo a ese nivel el sujeto ya no estd dominado por la
angustia de la prdida del amor; da pruebas de una depen-
dencia, por as decir, interna y no externa, manifiesta una
dosis elevada de confian;.a en s y deviene, socialmente, el
verdadero soporte y sobre todo el conservador de la cul-
tura.
259
LAZAR, KLERMAN Y ARMOR (1966) determinan nueve
rasgos que compondran el carcter obsesivo: orden, obs-
tinacin, parsimonia. desprecio del otro, constriccin emo-
cional , duda de s mismo, Super-yo severo, rigidez y per-
severancia.
Pero estas concepciones nos conducen de nuevo a di.,s..
tinguir, por una parte, los elementos anales y agresivo.,
utilizados secundariamente por los mecanismos dependien
tes de diversas orga'nizaciones, y por otra parte aqueU<,
que, por la manera de tratar las fijaciones y las regresio-
nes anales, sigue pennaneciendo especficamente dentro
del mbito del mecanismo obsesivo.
H. EY, P. BERNARD Y Ch. BRlSSET (1967) han pro-
puesto un cuadro muy interesante con miras a clasificar
los rasgos de carcter obsesivos. He extrado personal-
mente un esquema (fig. 9) centrado en las diferencias de
las posiciones caracteriales derivadas a partir del erotismo
anal.
En el cuadrante (A) se clasifican los rasgos ligados al
erotismo anal tal como se expresa en el estado pulsional
directo, sin ninguna defensa, (es decir, en los comporta-
mientos perversos): mtodo fro, parsimonia sistemtica,
obstinacin inflexible.
En el cuadrante (B) el Ideal del Yo ha invertido tales
rasgos en limpieza, escrupulosidad, sumisin, y es neces3.-
rio afirmarlos a todos (caso de los estados lmites) para
conselVar el amor.
En el cuadrante (C) el Ideal del Yo ha actuado de m3-
nera negativa y ha reflejado as los deseos erticos anales
primitivos en la necesidad de manchar, de robar, de opo-
nerse; los deseos erticos anales se han infiltrado de abun-
dantes elementos agresivos (es el caso de los mecanismos
psict!cos o de los comportamientos de perversidad).
En el cuadrante (D), esos elementoS sdicc>-anales re-
flejados son secundariamente inhibidos, anulados y trans-
fonnados , tambin por fonnaciones reaccionales, en un:l
necesidad de no ser visto de otra manera que no sea
limpio. escrupuloso. sumiso (es el caso del mecanismo ob-
sesivo que se encuentra en el estado no-mr.bido del ca-
rcter "obsesivo")>>.
Finaimente, el cuadrante (E) tiene en cuenta la interac-
cin de la organizacin edpica sobre los elementos pre-

260
Rasgos de carcter del
l Rasgos de caracter
erotismo anal I contra el erotismo anal

I
_METODO I SER VISTO
lIMPIO
_ ESCRUPULOSO
- PARSIMONIA
[ - O6STINACION I
I
---
G -SUMISO

En el sentido del
Ideal del Yo positillo
1 1
I
~ I c( Mecanismo

~ I ~f ~ 3 d~$~;~~~ :;~:
Mecanismo
Perverso

1-------- ~ +.~5 u;~ ------


u:l
O I~ u a:
~
Rasgos de carcter _;1o~ I
IIQ\ ~o Rasgos de caracteres
sdicos-aRa"'. ~ contra el sadismo anal

2 I (carcter
obsesivo)
MANCHAR I
- DESPOJAR
[ - OPONERSE: I NO PODER
~
I SER VISTO UMPIO
-ESCRUPULOSO
I SINO COMO
,--'1--
SUMISO

Inhibicin - . . Contra-invarwn

Perversi~ad
z e'
1 el M~NanO I
mocanosmoy o
i15 "
~~ :~.l
1 obsesivo

lE'
psictico
f - - - - - i!i fil -
Q
~
b1
-- ----_..
~ a: 3


OflGANIZACION EOIPlCA
Untegracin de la ambfvalencia 13 + 4)
.1\11 en le economia genital)

FIG. 9
Interaccin de los elementos caracteriales del punto
d. partida anal.
genHales anales en los dos sentidos: 5) regresin por un
'lado y 3-4) des inversin edpica por otro, para facilitar el
retroceso parcial de la influencia genital en .\os compor-
tamientos descritos ms arriba con punto de partida
anal.
Para operar una sntesis de los principales elementos
que constituyen el carcter obsesivo podramos mencionar
en primer lugar el poder de la idea; el sujeto es a la vez
esclavo y consciente de esta opresin ideica que, por otra
parte, sufre eclipses y movimientos cclicos de vaivn.
De all se derivan verdaderas manas menta/es que, alia_
das a los elementos superyoicos poderosos de la estruc
tura obsesiva, conducen a los famosos excesos de escn.-
pulos. El poder de la idea produce i:gualmente comporta-
mientos relacionales en los que se manifiesta la angustia
obsesiva, ya sea bajo la forma puramente psiqwca y pseu-
do-fbica, ya sea bajo una forma paroxstica con peque3s
incidencias psicomotrices tales como la ereutofobia.
Caracteres tan estables como los s ujetos obsesivos no
descompensados llegan a presentar los signos aparentes
de una pseud~inestabilidad, tanto neuro-vegetativa co:no
afectiva, e incluso metafsica, cuando el sentido de la ac-
titud relacional no ha variado totalmente y pennanece aro
bivalenle en el mismo tiempo, contrariamente a lo que
ocurre en el carcter histrico.
Los ritos conjuratorios no son raros en el plano e5-
trictamente caracterial, pero sin embargo se revelan ex-
tremadamente hbiles y cliscretos a ese nivel.
O. FENICHEL (1953) 5e extiende largamente sobre el
modo de pensamiento que es propio del carcter obsesivo:
los fantasmas son verba:Ies y resucitarlan las actitudes
arcaicas que acompaan el uso de las primeras palabras;
el conocimiento de las palabras permite el dominio d~l
objeto al que definen, y as es como se establece poco a
poco esta famosa magia de las palabras propia de los
caracteres obsesivos. Las palabras y los pensamientos que
angustian se hallan as, o inhibidos, si con ello basta,
o anulados, si es necesario llegar hasta ese punto.
Lo mismo ocurre con la omnipotencia de los pensamien.
tos: el pensamiento se hace abstracto y reemplaza al de-
seo sexual en la medida en que es aparentemente difcil
de controlar; esta abstraccin del pensamiento compulsi-

262
VO, 'Sus sistematizaciones, sus categorizaciones, sus teori-
zaciones, protegen contra la realidad angustiante al man-
tener lo real a respetable distancia, sin abandonar sin em-
bargo el contacto con ella.
La bisexualidad y la ambivalencia pulsional obsesivas
se mantienen presentes, pero moderadas y discretas, bajo
el aspecto caracterial, en tanto que las relaciones con las
realidades interiores o exteriores no adquieran un aspecto
conflictual 10 bastante intenso como para poder pasar al
mbito del aspecto mrbido sintomtico.
El carcter obsesivo piensa ms de lo que acta. La
tendencia al inmovilismo evita un riesgo de prdida dol
control y la aparicin del sentido consciente del deseo. El
miedo clsico a' cambio puede conducir, en las formacio-
nes reaccionales tan frecuentes en los caracteres ohsesi
vos, a una defen,;a por medio de la actitud opuesta do!
cambio. Pero, en la mayora de los casos, se trata aqui
de organizaciones pseud(}{)bsesionales, en realidad anacli-
tieas, con una defensa de modo obsesional superficial que
viene 'Secundariamente en ayuda de .un carcter narcisista,
as como de los mecanismos que le son propios.
El modo de pensamiento particular del carcter ob,e-
sivo, al igual que la regresin parcial con sus elementos
bisexuales y ambivalentes en el plano pulsional, engendran
una simbolizacin compleja en ,la que a veces es difCil
reconocer lo que representan pene, falo yana.
Se habla muy a menudo de las actitudes mgicas del
pensamiento obsesivo. Tambin en este punto debemos
distinguir lo que sigue siendo claramente obsesivo (es de-
cir, la sobreinversin defensiva del intelecto, la regresin
hacia los modos arcaicos de pensamiento supersticiosos)
de ,las coberturas obsesivas racionalizantes en las estruc-
turas psicticas predelirantes no descompensadas, 'Y que
se adhieren an a una buena parte de 10 real, gracias a
defensas eficaces que se toman del ms regresivo de los
mecanismos neurticos.
Frecuentemente se ha clasificado dentro del grupo de
los caracteres obsesivos el carcter psicastnico, ba-sad.o
sobre la depresin moderada, la tendencia a los escrpu-
los y las crisis de co'nciencia, la hiposexualidad, la veld-
dad. WIDLOCHER y BASQUIN (1968) agregan el aspecto
inteligente, la meticulosidad, la seriedad del pensamiento,

263
el conservadurismo, las inhibiciones, las repeticiones, y
piensan que es necesario distinguir este aspecto caraele-
rial, asl como los rasgos de carcter anal, del autntico
carcter obsesivo.
Efectivamente, _p arece que en 10 que concierne al ca-
rcter denominado .psicastnico, nos encontramos en
presencia de uno de los modos de cardc/er narcisista que
descansa sobre una organizacin limite; la organizacin
no se ha efectuado bajo la primaca del genital ni del
Super-yo, y predomina ostensiblemente la atraccin del
Ideal del Yo, con los corolarios de ausencia de estructu-
racin slida del Yo y necesidad de seducir al objeto, por
miedo a perderlo.

2. WS CARACTERES PSICOTlCOS

La nocin de carde/er psictico es relativamente po-


co utilizada en psicologa normal o patolgica, ya que el
calificativo de psictico reviste en general un sentido
pesimista y bastante especficamente patolgico.
Sin embargo, las estadsticas serias ms recientes que
tienen en cuenta una proporcin de estructuras psicti-
cas diversas del orden del 30 % en una poblacin euro-
pea. corriente, muestran cuan lejos nos hallamos, feli-
mente, de contar con otros tantos enfennos psictico~.
en la misma poblacin; por ende, podemos suponer que
una considerable cantidad de sujetos as estructurados
sobre un modo psictico no producirn jams sntomas
de psicosis durante toda su vida. y se detendrn feliz-
mente en un estado de adaptacin relacional de su estruc-
tura, de categoria meramente caracterial . Dicho de otra
manera, es rprobable que el _car.cter psictico est mu-
cho ms extendido de lo que suponemos, y que, por otra
parte, se lo encuentre con mayor frecuencia que al ear...:
ter autnticamente neurtico.
Adems, cuando en psicologa se observa lo que ha pa-
sado en el perodo de vida de un enfenno psictico ante-
rior a la aparicin de los sntomas, se habla de cprepi~
cosisJt, y los diferentes autores, o las diferentes escuelas,

264
han descrito numerosos rasgos de personalidades pre-
mrbidas, ya se trate de los psicotipos de KRETSCHMER
(1948), los introvertidos de JUNG (1907), los esquizotimi-
cos de BLEULER (1920), el carcter sensitivo de KRETS-
CHMER (1948), los idealistas de GUIRAUD (1950), entre
tantos otros. Ahora bien, lo que se descubre en la vida
relacional adaptada de un sujeto de estructura psictica
antes de un episodio de descompensacin mrbida, debe
ser considerado de la misma forma que ,lo que ocurre en
la vida relacional de un sujeto de estructura psictica en
quien todo nos haoe suponer que no se descompensar
jams: por lo tanto, al nivel relacional del sujeto normah
debemos operar de la misma manera en la Hnea estruc-
tura'l psictica que en la linea estructural neurtica, es
decir, refirindonos a la nocin de cardcterlt.
En el estudio de nuestros diferentes tipos de carac-
teres psicticos, tendremos que operar de entrada una
simplificacin en relacin con nuestro estudio ,preceden-
te (1-3) que se refiere a las estructuras: el ,g rupo de las
estructuras melanc6licas y manaco-depresivas no tiene,
en el 'p lano caracterial, un equivalente particular, por la
razn que habamos indicado precedentemente: en efec-
to, este gru.po de estructuras no se origina en una psico-
gnesis que haya seguido la linea psictica sino, por el
contrario, Ja aparicin de una fonna melanclica o m3-
niaco-depresiva de psicosis corresponde a la degradacin,
en el sentido psictico, de una organizacin lmite deprt!-
siva, o ciclotmica, de naturaleZa simplemente anacltica
hasta entonces, y que se descompensa, bien progresiva-
mente, como consecuencia de microtraumatismos afecti-
vos, o bien brutalmente, luego de una clsica crisis de
angustia a,guda_ (1-4)_
El carcter. que preceda a ese modo bastante parti-
cular de incorporarse a la lnea psictica corresponda,
pues, a un modo caracterial simplemente narcisista., tal
como lo describiremos ms adelante, y no a un carcter
psictico. ya establecido, sobre el fondo de una estructura
psictica de base que no exista todava en ese momento.
Parece que el carcter ciclico, que se sita en las
descripciones psicopatolgicas entre las minimas varia-
ciones tmicas visibles en toda estructura y. las manifes-
taciones verdaderamente mrbidas de la autntica psi-

265
cosis manaco-depresiva. no constituye en absoluto U~3
forma degradada de la psicosis peridica, sino que corres-
ponde ms bien a las vacilaciones reaccionales de tipo
hipomanaco o de tipo abandnico del comportamiento
anacltico lmite ante la angustia de prdida de objeto.
Por otra parte, el hecho de que numerosos disfuncio-
namientos dienceflicos puedan desencadenar tales disti
mias tampoco nos pennite deducir el origen neurolgico
del comportamiento cclico.
J. FROSH (1972) ha insistido prudentemente sobre la
necesidad de no confundir el carcter psictico con el
estado lmite. ni en el plano clnico ni en el plano me-
tapsicolgico. Para l el carcter psictico no se presenta
justamente ni como una psicosis larvada o latente, ni
como una fase de transicin hacia la psicosis; el modo
de funcionamiento caracterial constituira una adaptacin
del sujeto contra la descompensacin psictica; sin em-
bargo, los procesos de base seguirian siendo de tipo psi-
ctico, tanto a nivel del modo de constitucin del Yo como
de la relacin de objeto o de la relacin con la realidad.

A) El carcter esquizofrnico

Si empleo los trminos carcter esquizofrnico. en


lugar de la de nominacin frecuente en el pasado de ca-
rcter esqujzoide. es para diferencianne mejor de las
antiguas descripciones que -m encion a propsito de nue'i
tra evocacin de las teoras caracterolgicas y que opona
a menudo la nocin. econmicamente muy imprecisa. de
esquiLoide (o esquizotirnia) a una nocin mucho ms vaga
estructuralmente de cicloide (o ciclotimia).
Para las tendencias constitucionalistas, toda afeccin
psic1ica, y en particular esquizofrnica, corresponde a la
evolucin mrbida de una constitucin hereditaria prees--
tablecida. Esta constitucin parece comprender, en nu-
merosos autores, a -la vez la estructura" y el carcter .. ,
tales como son abordados y definidos en el presente tra-
bajo. Dicho de otra manera, los constitucionalistas se in-
clinan por un carcter pre-mrbido, y en suma pre-psic6-
tico, en el sentido de que hay muchas posibilidades de
266
que tal carcter origine en lo sucesivo una psicosis decla-
rada_
Personalmente, no planteo el problema en trminos
tan pesimistas; creo que el carcter en el estado funcional
normal, as como los sntomas, en caso de enfennedad,
son testimonios de la organizacin estructural profundJ.
y fija del individuo_ La mayora de las muy frecuente;
estructuras esquizofrnicas que hallamos en la vida co-
rriente slo se traducen mediante un carcter esquizo-
frnico, y nunca producen una esquizofrenia. La iden-
tidad de estructura entre esas dos eventualidades, carcter
esquizofrnico y esquizofrenia mrbida, parece sin embar-
go innegable.
Por otra parte, creo oportuno clasificar con el vocablo
de esquizoide o "esquizotimia entidades ya mrbidas
en mayor o menor grado, como lo han hecho algunos auto-
res. Ya me he extendido respecto de este tema en mi in-
troduccin al estudio de los estados lmites (1-4). En mi
opinin, no debemos confundir carcter puramente fun-
cional de base estructural esquizofrnica, con debilidades
narcisistas ms o menos depresivas del humor, que salen
ya del marco de la normalidad., aun cuando la organi-
zacin econmica de base se site a un nivel mucho menos
regresivo que la estructura esquizofrnica.
Tambin es por eso que empleo preferentemente los
trminos de carcter esquizofrnico de manera tal que
se especifique bien de qu estructura subyacente precisa
me propongo hablar.
Para MINKOWSKI (1953), . la nocin de esquizofrenia,
en tanto que enfermedad. mental} tiende a descomponerse
en dos factores de orden diferente: primeramente, el es-
quizoide, factor constitucional, especfico por excelencia,
ms o menos invariable por s mismo en el curso de la
vida individual; y en segundo lugar, un factor nocivo, de
naturaleza evolutiva, susceptible de determinar un proce-
so mrbido mental, y C. GUYOTAT (1963) confirma, en
su monografa al respecto, el aspecto dihbrido de ia
estnlctura esquizofrnica.
Desde nuestro punto de vista, lo que podemos oponer
a los autores que hablan en tnninos de constitucin es
que ellos hacen alusin a las lfestructuraSl' a propsito de
los elementos de base de los enfermos, describiendo sola-

267
mente ,los caracteres en sus estudios clnicos, en tanto
que el carcter no figura para nada en la evolucin mr-
bida (por el contrario, rubrica la no-morbilidad) y que la
verdadera estructura de base (aun cuando se desee lla-
marla constitucin., lo que no es importante en s) no
puede ser descrita en trminos de fenOmenologa, sino
que debe abordarse solamente desde el ngulo de una
metapsicologa que ponga de manifiesto los mecanismos
profundos, las inversiones y los conflic tos latentes, y no
los epifenmenos manifiestos poco especficos.
En el carcter esquizofrnico, 'l as emociones, lejos de
limitarse, como en el sujeto de carcter neurtico, a ser
apenas una seal, lI e\'an por el contrario a 'la inversin
de la mayora de las funciones del Yo, todava marca-
das por una cantidad de huellas mnsicas a las que se ha-
llaban 'ligadas anteriormente. K. R. EISSLER (1954) esti-
ma que la debilidad del Yo impide a este ltimo resis-
tirse a 'la realizacir. de las potencialidades afectivas que
se desencadenan en ocasiones fortuitas exteriores al su-
jeto. Un Yo de tales caractensticas dispone sobre todo
de una energa esencialmente pregenital.
El carcter esqu i;:ofrnico se reconoce por las oscila-
ciones de la regula('.in emocional, los aspectos particu-
lares e imprevisibles de los procesos de pensamiento, la
orientacin narcisista brutal de las inversiones. y la in-
trincacin ambivalente de los componentes relacionales
de ternura y hostilidad.
Esos aspectos constituyen un fondo comn a los dife-
rentes tipos de carcter esquizofrnico, pero sigue siendo
evidente que existen formas clnicas variadas de expresin
de ese mismo carcter que pueden revestir, de manera
constante o variable, aspectos de alcance cclico o fbico,
u obsesivo , o hipocondraco. o inclusive psicoptico, a pe-
sar de mantenerse profundamente esquizofrnico en el
plano econmico.
Las fonnas ms puramente caracteriales han atrado
la atencin desde hace mucho tiempo por sus rasgos de
comportamiento caracterizados por el manierismo, la ten
dencia al aislamiento. la ensoacin. la extravagancia. o
bien los celos, y la inseguridad. Las dificultades en las
relaciones sociales son frecuentes; el carcter esquizofr-
nico no inspira simpata: en la mayora de ,l os casos, ma

268
nifiesta un a-prnmatismo sexual ms o menos acusado.
La carencia afectiva es de rigor.
Sin duda, seria perjudicial idel1ltificar todos esos sig-
nos, variables por cierto pero centrados en la falla primi-
tiva de la estructura, con un estado de ingreso progresivo
en Ia enfermedad.
Sin duda, cuando una esquizofrenia declarada comien
za a manifestar sus sntomas, encontramos en la inves-
tigacin sobre su pasado los rasgos citados ms' arriba,
pero considerarlos como formando parte del cuadro pato-
lgico inicial de la afeccin seria mezclar peligrosamente
los planos; si bien toda esquizofrenia supone anteriormente
un .p eriodo de simple carcter esquizofrnico., el caso
inverso no es exacto, y un carcter esquiwfrnico puede
muy bien permaneoer fijo y exento de toda manifestacin
sintomtica durante la vida entera.
El carcter esquizofrnico se reconoce exteriormente
por su carencia en el contacto, su tendencia al repliegu ~
sobre s mismo, a una actividad interior bastante i ntensa
(sea cual sea el dominio de aplicacin); sin embargo, po-
demos percibir algunos pequeos elementos ilgicos (o
poco comprensibles, sin que por ello parezcan complica
dos., como en el carcter neurtico). El escaso calor afec-
tivo que se desprende de su contacto, la frialdad del com-
portamiento relacional. el desinters objetal a menudo
bastante evidente, especifican la conducta de tales suje-
tos, de afectividad muy ambivalente. con oscilaciones sen~
timen tales repentinas y poco explicables entre la hiperes-
tesia y la anestesia del afecto, sin que el objeto se haya
movido un apice. En este gnero de carcter encontramos
tanto intelectuales como idealistas (poco convincentes),
originales, timidos, encerrados en s mismos o engaa-
dos. (del tipo de los hroes pasivos de ~as bromas de es-
tudiantes); a veces, inclusive, el tipo de vagabundo antiso-
cial o impulsivo.
Para H. EY, P. BERNARD y Ch. BRISSET (1967), el
carcter esquizofrnico es una .tOIma de carcter que ha
permanecido fijada a las tendencias primitivas conectados
con el narcisismo y la introversin, en una especie de te-
mor y de rechazo tanto de la realidad como del contacto
con 109 ot,ros.
WlDLOCHER y BASQUIN (1968) con~ideran que el ca-
rcter esquizofrnico presenta una superficie lisa y res-
baladiza . La expresin nos parece efectivamente bastante
feliz para dar cuenta d e la actitud partioular de esos su-
jetos ni alegres, ni tristes, dice DELAY (1946), sil10 serio"
que presentan una ausencia de humor, una especie de
adiaforia. La sensibilidad se mantiene siempre distante.
Las representaciones, a menudo abstractas, son desconcer-
tantes para quien no tiene el mismo sistema de referen-
cias, ni la misma clase de elaboracin mental Encontra-
mos, en la expresin artstica del carcter esquizofrnico,
la misma riqueza de abstraccin, consecuencia de la ma-
nera muy particular con que la estructura esquizofrnica
trata la realidad, en funcin de sus propias incertidum-
bres y de sus propias necesidades narcisistas. La vida
fantasmtica es rica, Ia ensoacin profusa y en la ma-
yora de los casos fcilmente consciente. En la medida
en que ese desarrollo de la vida imaginaria fije las nece-
sidades energticas y las vuelva hacia el interior, la con-
secuencia relacional se traducir en una disminucin dI!
las inversiones en el dominio de la accin.
Se ha hablado mucho de la indiferencia afectiva del
carcter esquizofrnico ; para algunos . no se tratara -tanto
de una anestesia afectiva, sino de una afectividad ambiva-
lente, incluso a veces exacerbada, pero ooulta. Sin embargo,
parece, al examinar tales comportamientos. que el proble-
ma no consiste tanto en saber si tales caracteres experi-
mentan o no experimentan sentimientos reales, sino en con-
siderar a partir de qu datos se desencadenan sus viven-
cias afectivas; ahora bien, parece cierto que las represen-
taciones que corresponden a los afectos experimentados
se hallan menos ligadas a los datos objetales o re",les que
a las creaciones imaginarias, de las que esos datos no
constituyen sino un elemento ms. Se trata a la vez de
un soporte y de un accesorio en relacin con la economa
estrictamente narcisista de base que preside las elabora-
ciones fantasmticas y regula tanto su sentido como su
intensidad, de manera difcilmente previsible para quien
permanece mucho ms aferrado a la necesidad de los f..,-
tares objetivos.
De all deriva, para el observador exterior, una eviden-
te impresin de aislamiento; no est segtIJO de que el ca-
rcter esquizofrnico considere su mundo interior de la

270
misma manera que el sujeto estructurado de otra forma,
y lo halla demasiado desprovisto y vaco de objetos. El
sentido que se da al objeto y a Ja -r elacin objetal en ge-
neral es diferente, y ese es el rasgo esencial que debemos
sealar como especfico de la vida relacional de tales
sujetos.
La rigidez del ideaUsmo, a menudo en relacin con
posiciones filosficas o metafsicas que pueden parecer
curiosas a un carcter neurtico, responden, justamente.
a una debilidad de las funciones habituales de sntesis del
Yo y tambin a un debilitamiento de las instancias orga-
nizadoras clsicas constituidas sobre el Super-yo y el Ideal
del Yo. E'l narcisismo primario bajo la 5U!premaca de pro-
cesos mentales elementales tiene como consecuencia una
retraccin relacional en direccin a la economa autstica,
a la que indudablemen1e nunca se alcanzar en tanto el
sujeto pennanezca en el cuadro caracterial y consiga man~
tenerse funcionalmente adaptado a l.
Un ejemplo clnico de carcter esquizofrnico est da-
do por la observacin n. 1, antes del episodio agudo que,
por otra parte, se ha disipado rpidamente.

B) El carcter paranoico

Tambin en este caso es a menudo difcil distinguir


lo que constituye un O'carcter paranoico de lo que per-
tenece ya a las manifestaciones paranoicas mrbidas, tan-
to ms cuanto que clsicamente los comportamientos deo:;..
crilos bajo el trmino de paranoia varlan sensiblemente
de un autor a otro y de una forma clnica a otra forma
clnica.
Para H. EY, P. BERNARD Y Ch. BRISSET (1967), el
carcter paranoico ha permanecido fijado a un tempera-
mento agresivo o a fonnas primitivas de experiencias de
frustracin o reivindicacin.
Los principales elementos que definen la traduccin
caracterial de una estructura paranoica se resumen en
una cierta exaltacin bastante constante, acompaada por
un comportamiento sistemticamente razonador. reivin-
dicativo y rencoroso, vengativo e idealista, poco realisl.:l,
incluso fantico en el plano ideolgico y en lo que con-

271
cierne al orden en general, ms especialmente al orden .
social en particular; el carcter paranoico da constante
mente pruebas de orgullo y desconfianza, de frigidez afec-
tiva y de deformacin en sus juicios.
Los rasgos dominantes de ese modo de carcter se re
fieren a la vez a las debilidades narcisistas primarias y a
la vivacidad de las defensas contra los deseos homose
xuales pasivos, reparadores del fracaso de la relacin con
la madre.
No deben confundirse con el autntico carcter para-
noico todos los comportamientos de reaccin ante las frus-
traciones, o incluso de agresividad manifiesta, que corr~s
ponden a las variaciones de humor, ni tampoco todos los
comportamientos que no presenten defensa particular con-
tra 'la homosexualidad_
Asimismo, la proyeccin utilizada en el caso del pa-
ranoico sigue siendo la clsica proyeccin sobre el objelo
descrita por FREUD (1895) y no concierne a los mecanis-
mos de proyeccin en el objeto para asegurarse el domI-
nio y la proximidad tranquilizadora, del tipo de la identi-
ficacin proyectiva de la escuela kleiniana _ En el meca-
nismo paranoico son las representaciones, e incluso las
pulsiones globalmente rechazadas por el Yo, las que se
hallan proyectadas sobre el objeto que se ha convertido
inmediatamente en .p erseguidor y que nunca se preservar
como til y tranquilizador_
Los tratados de psicopatologa estn abarrotados de
descripciones de pequeos paranoicos-_ Se nos muestra
a un cliente grun, a un padre susceptible, que no sopor-
ta las frustraciones banales de la vida, a un viajero irasci-
ble, un enfermo que se cree mal atendido, un ciudadano
protestn, un inqullino qui'squilloso, un falso modesto, un
idealista torpe, un inestable afectivo, etc_
Abora bien. a menudo nos resulta trabajoso encontrar
y reconocer bajo tales cuadros los aspectos fundamentales
de la estructura paranoica que ha sido descrita ms arri-
ba: en la mayora de las ocasiones se confunden casos
particulares de carcter narcisista o de neurosis de ca-
rcter. (cf_ 11-3) con el eco caracterial de una estructura
paranoica.
La personalidad .sensitiva de KRETSCHMER (1948) que
presenta fragilidad del Yo con 'h iperemotividad, indeci-

272
sin, escrupulosidad, incapacidad de hacer frente a los
choques afectivos y a las adversidades, por depresin m,s
que por rebelin, no puede clasificarse junto a las organi-
zaciones de modo paranoico, sino que debe pennanecer
incorporada al grupo de los estados lmites_
En este punto del desarrollo de mis hiptesis, y al
llegar al fin de las descripciones que se relacionan con
los diferentes aspectos mrbidos, estructurales y carne-
teriales que pueden revestir las estructuras tanto neur-
ticas como psicticas. es necesario sealar una vez ms
que siempre, ante el examen de una entidad psicopatol-
gica o funcional o estructural dada, dependa de una u o1ra
lnea clsica, vemos que en las descripciones ms co-
rrientes se mezclan los elementos que pertenecen a la
estructura aludida con elementos heterogneos, de natu-
raleza narcisista y predeprcsiva, que imitan todo lo que
vemos en el campo de las estructuras neurticas o psic--
tkas vecinas.
Mi investigacin pretende oponerse a esta confusin,
no por lS-imple inters especulativo o entomo16gico. sino
en razn de las consecuencias, tanto psicosocio16gicas co-
mo psicopatolgicas y sobre todo profilcticas y terapu-
ticas que necesariamente debemos extraer de esta distin-
cin .
Las manifestaciones aparentes del carcter paranoico
son bien conocidas. y sin embargo es til precisarlas ri-
gurosamente, con el fin de evitar la confusin clsica con
la perversin de carcter.
La sobreestimacin del Yo tiene como consecuencia:
l.' "orgullo (en el sentido habitual del trmino, es decir
reprobativo) y varzid(l(l, a veces enmascarada' bajo una
falsa modestia. que nunca llega a engaar (como en ciertos
caracteres narcisi s tas); el sujeto se ve arrastrado tanto
a actitudes de estoicismo, como a extravagancias en el
sentido contrario, o incluso al proselitismo, ms o menos
aliado a un exl1ibic;Ollis11lo I1J t! Illal.
La t1escolI/irm:,a, habitual desde el escaln caracterial,
prepara las impresiunes dc persecucin, aislamiento, y sus-
ceptibilidad casi l'un stanle.
Los errores di' jl/ido cons~n.'a.n una dialctica mental
(en tanlo que el1trL' los pen'ersos de carcter tienen nece-
sidad de .justificaciones racionales). La lgica que fascina

273
al carcter paranoico no convence a los obsenladores. Las
fases de excitacin y depresin se suceden, pero no alcan-
zan jams al comportamiento fsico (como en las organi-
zaciones anacJticas).
Hay tambin alternancia entre los movimientos ego
cntricos y los pseudo-altruistas. La inadaptabilidad social
relativa del carcter paranoico provene sin embargo de
sus interpretaciones errneas de la realidad, ms que d~
su incapacidad de disciplina colectiva y su ausencia de es-
pritu de grupo. De all resulta una cierta soledad vital,
frecuentes rebeliones, y a veces un verdadero vagabundeo
mental_o
Algunas psicopatas de la literatura psiquitrica clsica
deberan clasificarse resueltamente en el marco de los
caracteres paranoicos.
La sobreestimaci6n de S que se encuentra en el carc-
ter paranoico corresponde a una prdida de los lmites
razonables del narcisismo. La ausencia de autocrtica sos
tiene el mismo proceso de prdida de lmites con respecto
a 1a necesidad de poder narcisista compensador, y a la
carencia narcisista en los fenmenos esencia1es constitu
tivos del S; y, simultneamente, a la carencia de segu~
ridad en el dominio del erotismo anal. Esos dos aspectos
perfectamente complementarios nunca deben hallarse di-
sociados cuando queremos hablar de economa profunda
del modo paranoico. Si el arento s e pones610 sobre ei
primer movimiento, nos arriesgamos a una confusin con
la economa esquizofrnica, y si slo realzamos el segundo
movimiento, nos situamos demasiado cerca de los meca
nismos obsesivos.
Debemos apuntar otro aspecto del carcter paranoico:
la escasa sociabilidad de los sujetos, que en la mayora de
los casos se hallan aislados en la vida, en tanto que los ca-
racteres narcisistas con los que a menudo se confunde al
carcter paranoico buscan y obtienen habitualmente una
presencia tranquilizadora en los grupos sociales.
Los problemas somticos desempean un papel m-
portante en la dstincin entre carcter paranoico por una
parte, y lnea narcisista por otra, ya se trate de un sim-
ple carcter narcisista o bien de una neurosis de ca-
rcter. En primer lqgar, y tal como lo hemos visto con
respecto a 'Ias caracterologas de criterios fsicos, la ma-
274
nera en la que el sujeto presenta su cuerpo a los otros
depende de sus propios datos caracteriales; ahora bien, la
estructura paranoica conlleva una rigidez afectiva y rela-
cional que se traduce de manera bastante constante y
bastante especfica por medio de un porte altivo, fre-
cuentemente caricaturizado; es raro encontrar un carc-
ter paranoico autntico entre 105 obesos, 105 depresivos
corporales, o los famosos sanguineos. La manera cor-
poral de afirmar la necesidad de aislamiento en relacin
con los otros, propia del carcter paranoico, no se halla
jams en la lnea narcisista-anacJtica, que por el contra-
rio trata de hacerse ver bien para seducir al otro y
atraerlo, con el fin de tranquilizarse.
Por otra parte, es banal recordar que el carcter pa-
ranoico disfruta de una salud de hierro . En realidad,
rechaza sobre todo la posibilidad de que el otro se en-
ternezca con relacin a -las pequeas molestias fsicas
que l pueda experimentar, y que oculta cuidadosamente;
en tanto que el narcisista anacltico insiste, en su dese\}
de seducir y de hacerse compadecer, en el menor malestar
susceptible de conmover a'l interlocutor.
Esto nos conduce a una reflexin sobre las relaciones
entre el carcter paranoico y ,la gestin masoquista. Th.
REIK (1940) se ha extendido ya sobre este tema, reto-
mado ms tarde por J . NYDES (1963).
Los dos comportamientos se refieren a la vez al amor
pregenital , sentimiento que descansa sobre la ambivalen-
cia y la dependencia, y al sentimiento de fuerza compen-
satoria, que se extrae de la omnipotencia infantil para
disimular la actitud -latente de debilidad y de splica de
proteccin.
El carcter paranoico renuncia al amor para tratar de
preservar un sentimiento de fuerza, en tanto que el com-
portamiento masoquista, por el contrario, renuncia a !a
fuerza para intentar preservar el vnculo de amor.
Por otra parte, el carcter paranoico utiliza preferen-
temente, como ya hemos visto, el mecanismo proyectivo
clsico para defenderse contra la nocin de vergenza, en
tanto que la identificac in con el agresor se mantiene ms
en el registro sado-masoquista.
En los dos casos ha sido imposible conseguir una iden-
tificacin vlida con el padre del mismo sexo, que no ha

275
dejado de ser todopoderoso; el carcter paranoico deb~
defenderse contra este adversario que se presume, y la
aceptacin de cuyo amor se consic;ierara como un someti~
miento a las castracin flica-narcisista y a la degrada-
cin. homosexual pasiva.
Inoluir aqu una observacin caracteristica de carc-
ter paranoico para ilustrar mejor mi exposicin :

Ob. n.O 15

Un cardcter paranoico

Alphonse es tan desconocido en el resto del departa-


mento, como imposible de ignorar en la importante con-
centracin urbana en la que hace estragos. Sesenta aos,
el porte altivo, el aspecto rigido, enderezador de entuertos
y dador de consejos, este curioso personaje importuna con
grandilocuencia a cualquiera que se cruce en su camino,
e dnquieta particulannente a los dbHes; sin embargo, se
las arregla para ser nombrado vice-presidente de numero-
sas asociaciones locales, ya sean de msica o de autom-
viles, la oficina de ayuda mutua cantonal o la asociacin
deportiva municipal, 'Sin 'ser sin embargo ni msico ni de-
portista, y mucho menos an filntropo. Al no tener nin-
gn contacto humano positivo, se ha vuelto abogado de
negocios: conocido por sus intensas n ecesidades de dine-
ro, ocupa por obligacin funciones en el consejo. de
varias sociedades inmobiliarias importantes, p'ro bastante
administrativas, ya que ha roto rpidamente con toda em-
presa de direccin ms personal .
Si bien sigue siendo un civilista ,m ediocre, -se 'le es-
cucha porque se le teme. y a menudo ~ recurre a l por-
que se le tiene miedo. Su habilidad consiste en afirmar
con autoridad todo punto de vista favorable a su parte,
en apoyarse sobre un solo aspecto vlido de la coyuntura
y luego aplastar al adversario con su mal humor, a partir
de ese islote de certidumbre. En una tercera etapa, se
coloca de oficio en justiciero. fuera de la justicia, y pro-
pone un compromiso condescendiente, ventajoso para el
consejo de administracin annimo de la S.A.R .L. a la que
representa y no demasiado oneroso para el adversario.

276
que teme encontrar en loo Tribunales a un adversario
tan despiadado y feroz.
Si ha obtenido todas las funciones honorificas enume
radas ms arriba en su subprefectura (ms algun as con-
decoraciones) no es porque se ,l o ame, ni porque se lo
aprecie, sino porque se le .t eme y .p orque ,;e le debe
mucho: en efecto, hace donaciones principescas a la
mayoria de las asociaciones declaradas bajo la cobertura
de la ley de 190 1; no porque tenga fortuna, no porque sea
bueno, ni ISiquiera bonachn, como un 6imple narcisista
que quisiera que se lo ame.. . Por el contrario, se com-
porta desdeosamente, como un aristcrata, y en contra-
partida, no se le puede tratar de otra manera que la pre-
sente : no se le acuerda ninguna funcin prctica impor-
tante, ni la presidencia (es demasiado temido), ni el se-
cretariado (no est lo suficientemente bien adaptado),
pero se le conceden siempre evice-presidencias., decorati-
vas y muy representativas. Con lo cual, ha realizado su
deseo: omite pronunciar el correctivo vice_ ante el tr-
mino 'Presidente., Y estrecha manos, en nombre de las
susodichas a60Ciaciones, en bodas, funerales, inauguracio-
nes y ceremonias oficiales u oficiosas diversas. Tiene su
lugar en las partidas de bridge o en 'l as recepciones del
Sub-prefecto, del Procurador, del Coronel de 1ransnllsie>-
nes, o de algunos industriales o grandes comerciantes le>-
cales.
A1phonse era rico de nacimiento? En absoluto. Sus
padres eran pequeos-comerciantes y murieron tempra-
namente, por lo que tuvo grandes dificultades de dinero
'Y numerosas deudas.
Tanto y hasta tal punto que el contable de la ms im-
portante de las sociedades para 135 cuales trabaja le ha
obligado a aceptar un curioso arreglo destinado a evitar-
le un despido y eventualmente un embargo: dicho contable
retiene por su cuenta parte de los honorarios que se de-
ben al abogado, y arregla cuentas directamente, mes a mes,
con sus principales acreedores: propietario, sastre, car-
nicero, tienda de alimentacin, etc. De esta manera, AI-
phonse contina disponiendo del resto de sus ingresos pa-
ra sus mltiples y reiteradas liberalidades.
De hecho, A1phonse est casado, pero lo ms que se
sabe es que se ha casado con una mujer timida, ms jo.

271
ven, que no sale nunca y tiene mala salud; se sabe tambin .
que tiene dos hijos, pero no se les conoce: la hija mayor,
de 28 aos, asmtica, es profesora auxiliar en una escuela
privada que dirige una hermana de su madre; el hijo, de
24 aos, no ha podido completar su ciclo en una escuela
de comercio; ahora se le ha .ubicado. en la oficina de
un abogado del departamento vecino. Ni uno ni otro de los
hijos est casado.
Los que conocen a Alphonse se preguntan por qu este
hombre, siempre solo en la ciudad y en la vida, ha credo
oportuno casarse; es indudable que A1phonse ha concebido
el matrimonio como una obligacin social de buena ley,
al mismo nivel que saber montar a caballo, adherir a la
Accin Francesa. o preparar el pelotn de alumnos ofi-
ciales de reserva. Por otra parte, no se le conoce runguna
vinculacin femenina; es famoso por su desconsideracin
con respecto a las mujeres y su sadismo hacia los jv.>-
nes de uno u otro sexo (arrastrado por mi pensamiento,
iba a escribir: .'los jvenes de los dos sexos.).
Aolphonse no sonre nunca, nunca cede, nunca se do-
blega. Rgido como la espada de -la justicia, siempre est
listo para abatirse sobre aqul que est a punto de des-
fallecer. A1phonse se irrita por nada desde el momento
en que entrev un fantasma, aunque sea apenas conscien-
te, en el que alguien pueda acusarlo de torpeza; al mi.smo
tiempo que demuestra un profundo desdn por quien lo
ignora, toda relacin prxima se transforma enseguida para
l en una amenaza posible, y al menor alerta con cierta
base real, en una agresin. Se adivina fcilmente la de-
fensa radical contra la homosexualJidad pasiva latente
detrs de tales comportamientos manifiestos, y ello ru-
brica, desde el punto de mta funcional y relacional, una
estructuracin mental de modo tpcamente paranoico.
Ese diagnstico es confirmado, si fuera necesario, por la
enorme falencia narcisista primaria que se produjo .::n
ocasin de las enfermedades sucesivas y despus las muer-
tes de ambos padres, muy prxima una a otra y por ltI-
mo cuando se lo coloc bajo la tutela de un to materno,
antiguo funcionario colonial autori1ario y sdico, que le
imparti desde entonces una educacin espartana.
En su mantenimiento corporal, A:Iphonse ha heredado
la rigidez vertebral de ese Uo, muy conocido en la regin

278
por su silueta de hidalgo. Alphonse, a pesar de la edad y
las comidas de negocios. sigue mostrando un vigor, una
esbeltez, un tono y una salud que le envidian muchos de
sus conciudadanos ms jvenes, que no por eso desean
encontrarse afectivamente cen su pellejo.
Si bien el diagnstico de estructura paranoica no plan-
tea ningn problema en particular, podriamos discutir,
por el contrario, la situacin _caracteriah del caso de
Alphonse.
La notable adaptacin exterior de la que Alphonse da
muestras frente a la.s condiciones exteriores particular-
mente complicadas, y la manera en que ha conseguido
hacer que los otros 10 toleren nos permiten pensar que es
un carcter psictico. de t ipo paranoico y no una pre-
psicosis en peligro de descompensacin. Justamente, si
no hubiera posedo acondicionamientos caracteriales lo
bastante slidos en su estructura, se habria descompensa-
do mucho antes de haber alcanzado la sesentena. Los .fal-
sos caracteres paranoicos. que he descrito a propsito
de las -perversiones de carcter., los que derivan del
acondicionamiento ms o menos slido de una organiza-
cin lmite y no de una estructura psictica paranoica,
desencadenan reacciones de ,l asitud y de rechazo mucho
ms rpido que 'los caracteres psicticos. En efecto, el
carcter psictico. mantiene al otro alejado afectiva-
mente, en tanto que el perverso de carcter tiene nece-
sidad de agotar narcisisticamente <su objeto, lo que hace
que el objeto deje de tolerarlo rpidamente, desde que
comienza a experimentar l mismo un sentimiento ae
hemorragia narcisista, de vampirizacin por 'parte del
otro que lo vaca, en tanto sujeto, de su propia sustancia.
En tanto que la estructura paranoica se mantiene robre
el registro del carcter, las proyecciones separan y a~lan
al objeto del sujeto, mientras que en la _perversin de
carcter. los c1ivages objetales y las identificaciones pro-
yectivas llegan a colocar al sujeto en una situacin de
verdadero cncer. devorador, en el interior mismo del
objeto.
El objeto se defiende mejor cont-r a la proyeccin psi-
Clica en taIl'to sta se mantenga en el plano caracterial,
y por ende moderado, ni muy lgico ni delirante, que con-
tra la identificacin proyectiva intensa del _perverso de

279
carcter . Es ms fcil para el objeto defenderse cuando
no reconoce ,;us propios rasgos en las proyecciones del
sujeto sobre l, que cuando siente al sujeto penetrar bru-
talmente en l, contra sus deseos.
Todas esas razones reforzaran la posibilidad de que
Alphonse evolucionara en el marco de un carcter para-
noico., "in llegar a la necesidad de una descompensacin
mrbida sintomtica y delirante.
Lgicamente, Alphonse posee suficientes recursos do>
composicin con los elementos reales (externo,; y tambin
internos) autnticos como para no necesitar fabricarse una
neorrealidad. a la medida de un delirio paranoico.

3. WS CARACTERES NARCISISTAS

Si bien podemos encontrar en toda linea estructural,


ya sea en el estadio puramente caracteria! o en el estadio
de la sintomatologa mrbida. y de manera casi constante,
. rasgos de cardcter narcisista, debemos distinguir tales
aspectos fragmentarios en el plano funciona! (evidentemen_
te relacionado con una mayor o menor afeccin narcisis
ta arcaica) del conjunto de elementos, bien articulados
entre s, que constituyen el \oerdadero ccard.cter narcisista .
El carcter narcisista corresponde a una adaptacin
relacional de la organizacin narcisista descrita ms arri
ba a propsito del grupo de los estados limites. A menudo
es difcil distinguir un autntico carcter narcisista., por
una parte porque ese tipo de carcter puede asumir as-
pectos variados que revisaremos en este pargrafo, y por
otra en razn de las facilidad.,. de imitacin de otros mo-
dos de evolucin estructurales que siempre revisten (tan-
to en la caracterologa como en la sintomatologla) las
diferentes entidades que se originan. de manera inmediata
o lejana, en el tronco comn acondicionado de los esta-
d05 lmites.
Los caracteres narcisistas corresponden a los datos
de base que describa S. FREUD (1931) a propsito de >u
tipo libidinal narcisista: FREUD subrayaba esencial-
mente factores negativos: ni tensin entre Yo y Super-ya,

280
ni establecimiento de un verdadero Super-yo, ni primaca
del genital, sino por el contrario preponderancia ovgani-
zadora de las pulsiones del Yo, en el sentido de los _ins-
tintos de conservacin . EI Yo de tales organizaciones
dispone de una gran dosis de agresividad que se manifies-
ta en una aptitud para la accin .
Pero entre las organizaciones narcisistas existen sin
embargo comportamientos en los que la inhibicin de las
pulsiones Rg-resivas coexiste junto con las inhibiciones
que se ejercen 50bre las pulsiones sexuales. Algunas ten-
dencias depresivas aparecen tambin en el sujeto des"
el momento en que las condiciones defensivas que ante-
riormente contenan a las pulsiones agresivas piemen su
eficacia. Una cierta pasividad corresponde al sistema carac
terial de orientacin netamente narcisista; pero esta pa
sividad puede a su vez, como lo demuestra O. FENICHEL
(1955), y dado un cierto contexto, o bien erotizarse secun-
dariamente en el registro de la receptividad oral tanlo
como en el de la homosexualidad pasiva, o bien verse
sobrecompensada por una reaccin contrafbica basada
en un mecanismo de naturaleza anacUtica.
En efecto. y de acuerdo con las numerosas descripcione<
que hemos realizado hasta ahora, la economa narcisista,
al nivel en que la consideramos en tales organizaciones,
se refiere siempre a una dialctica que puede ser dual o
tridica. La economa fusiona! es superada estructural
mente, pero la economa triangular edipica no se alcanza
todava. La relacin de objeto sigue ';endo de modo
anaclltico.
La ~tia presente en todo el grupo de economa
narcisista se manifiesta como un temor a perder el amor
y la proteccin del objeto.
Para asegurarse ese mantenimiento de la dependencia
(y del dominio a la vez) del objeto, el carcter narcisista,
en el estado relacional y funcional, dispone de diferentes
soluciones que producen otros tantos subgrupos carac-
teriales narcisistas.

281
A) El carcter abandnico

El cardcter abandnico. es el que refleja ms fielmente


la angustia de prdida del objeto. Sin alcanzar el aspecto
patolgico de la neurosis de abandono descrita por G.
GUEX (1950), hallamos sin emba~go, en el plano del ca-
rcter, y en estado embrionario y todava adaptado, rasgos
comunes con la entidad mrbida correspondiente. Los
tres pila~ de la variedad abandnica del carcter narci-
sista son la angustia de abandono, la no-valorizacin y !a
agresividad reaccional. En efecto, el sujeto experimenta
dificultades para afirmarse, duda fcil mente de sus propias
capacidades para ser amado y afrontar a los otros; esta
no-valorizacin no descansa solamente sobre la inhibicin.
sino que tambin proviene de la agresividad subyacente,
concebida como una reivindicacin y una venganza en
funcin de las frustraciones pasadas; infligir a .Jos otros
las misma frustraciones sigue siendo una finalidad per-
seguida y prohibida, y al mi.imo tiempo este ltimo mo-
vimiento contribuye por su parte a mantener las inhi-
biciones.
Otro resultado perseguido por la agresividad subya-
cente es el de desmantelar, el de dominar al objeto de ma-
nera tal que se lo mantenga cercano y, por ende, acte
como un elemento IranquiHzador. Sin embargo, la suscep-
tibilidad del sujeto siempre permanece alerta: la menor
carencia afectiva o materializada en el tiempo o el espa-
cio desencadena una vivencia has ti,], sean cuales sean los la-
zos pasados o la razonable seguridad del futuro. La ambiva-
lencia arcaica pennanece viva, y el menor fantasma de
distanciamiento la desencadena violentamente.
Para la mayoria de los autores parece evidente que
tales mecanismos automticos y brutales remiten a fijacio-
nes infantiles en relacin con separaciones de las padres,
con el destete, la imposicin de una nodriza o una exp..:!-
riencia de pensionado, o los viajes de los padres en una
poca en que el nio slo podia evaluar el tiempo exacto
de separacin como indetenninado; para l no exista
ningn ndice de retorno, y slo percibia la realidad de
la partida: para el sujeto, todava mal equipado, el con-
cepto de retorno no exista en mayor medida que para
el hombre primitivo, que no est convencido, cuando ve

282
ponerse el sol detrs de la montaa, de que ese mism.>
sol volver a calentavlo e incluso iluminarlo en la maana
siguiente.

B) El carcter de destinado

El carcter de destinado. presenta una apariencia


contraria al carcter precedente, debido a la certidumbre
de reiniciacin de un ciclo ineluctable; sin embargo, ese
ciclo no tiene nada de tranquilizador. LAPLANCHE y
PONTALIS (1967) han insistido en el aspecto patolgic:>
de este mecanismo, ya citado por FREUD en Ms all
del principio de placer (1920), a propsito de la gente qu~
se cree perseguida por un destino desdichado, los amigo;
traicionados, o os benevolentes a los que se les paga
con la ingratitud.
Nos encontramos pues muy cerca de los comportamien-
tos abandnicos, as como de los caracteres de fracaso .
Lo esencial de esos mecanismos descansa sobre un fan-
tasma inconsciente que pertenece al sujeto, pero que el
sujeto cree que retorna sin cesar desde el el<terior; de
all el aspecto persecutorio y hasta demonaco que reviste
el componente pulsional agresivo contenido en el fantasma ,
componente que acta como si repercutiera, desde el ex-
terior, sobre un terreno ya preparado para recibirlo.
El movimiento inicial, que produce ulterionnente la
compulsin de repeticin, se ori:gina en un primer momento
durante el curso de una operacin proyectiva, que expulsa
el elemento pulsional culpable del consciente y de la
persona, hacia el exterior.
Por otra parte, tales conductas se hallan secundaria-
mente infiltradas por rasgos masoquistas y autopunitivos.
aun cuando se mantengan dentro del registro del carcter
y no desbornen an hacia el dominio de la patologa
caraeterial.
Las repeticiones de das vivencias engendran -las repe-
ticiones de reacciones idnticas; y la tendencia al retorno
de lo inhibido engendra a su vez las repeticiones de las
vivencias; narcissticamente, esta repeticin de aconteci-
mientos desagradables en el plano manifiesto se "til iza sin
embargo como medio ventajoso para dominar la situacin

283
y evitar el retorno demasiado brutal de Ia excitacin ligada
a las rep resentaciones latentes que presentan el riesgo :le
retraer la conciencia hacia el retorno de un elemento
inhibido todava ms temible.

e) El carcter narcisistafbico

El cardcter narcisofbico. (narcisista-fbico) ha sid"


considerado al principio de este captulo en oposicin nI
carcter histerofbico, con el que se lo confunde tan a
menudo.
El fbic<>-narcista atrae -la atencin por el aspecto defici-
tario y negativo de su comportamiento de inhibicin, que
se ejerce sobre dominios frecuentemente bastante extendi-
dos. Pero, en tanto que esta inhibicin se dirige en el
carcter histrico-fbico a las representaciones sexualiza-
das, en el carcter narcisofbco se trata ante todo de
una inhibicin de la ambivalencia dependencia-agresin,
que por el contrario se manifiesta de manera muy positiva
(aunque habitualmente camuflada) en la relacin con el
objeto contrafbico de tipo narcisista que conviene man-
tener bajo el dominio del sujeto.
Este tipo de objeto contrafbico protege al sujeto, en
tanto que el objeto contrafbico de tipo histrie<>-fbico
opera como objeto sexual y como defensa contra el objeto
sexual a la vez.
El carcter narcisofbico se distingue por la fragilidad
del Yo, que aunque unificado (nunca se trata de un Yo
psictico) jams aparece lo suficientemente completo desde
el punto de vista narcisista y tambin por una emotividad
a flor de piel que puede desencadenar en cualquier mo-
mento tempestades afectivas.
Fonnaciones reacciona les ms o menos poderosas pu~
den. a partir de un carcter de este tipo, conducir a
comportamientos perfeccionistas cuyo celo se propone cap
turar mejor al objeto paterno o sus sustitutos. Un ejem-
plo clnico de este tipo se encuentra descrito en nuestra
observacin clnica n 14, citada ms arriba paralelamente
con el perfeccionismo obsesivo.
El carcter fbico-narcisista no conlleva tantas conduc
las simbolizadas como el carcter histerofbico; en el

284
primer caso encontramos menos cantidad de conductas
incomprensibles. que en el segundo. Sin embargo, los
comportamientos paradojales de huida hacia adelante y
miedo de tener miedo siguen siendo patrimonio del carc-
ter fbico-narcisista, menos elaborado, ms arcaico y ms
brutal, en cuanto al funcionamiento mental de base, que
los caracteres del regi.stro neurtico.
La actitud pasiva que habitualmente 'se da en estado
directo en el fbicc>-narcisista, se refleja fcil y rpida-
mente en comportamientos de desafo reaccional, a mr-
nudo inesperados para el interlocutor, lo que dificulto
la,; relaciones con esta clase de sujetos.

D) El carcter flico

El carcter flico. concierne al comportamiento de


los sujetos de organizacin narcisi-sta-anacltica que bus-
can una parte de su seguridad en el amor a s mismo."
o a los objetos parciales que los representan, o bien inclu-
so a objetos totales con los que se identifican.
WIDLOCHER y BASQUIN (1968) sealan el aspecto
ambicioso de un carcter de esta naturaleza, a quien le
interesa ante todo negar la castracin narciso-flica.
La afirmacin de la posesin del falo permite al sujeto
recuperar la confianza en s y la competencia con los ob-
jetos no -sexuales. En efecto, aun cuando quiera pareC;!r
super-viIi!, el carcter flico no ac ta 'SObre el plano de
la potencia sexual. Su heterosexualidad es frgil. La ape-
lacin a una homosexualidad vivida en un modo afectivo
y activo calma la angustia y satisface al mismo tiempo la
tendencia agresiva. El carcter flico se presenta tambin
como UDa defensa contra 1a posicin caracterial depresiva
cuya presencia subyacente, constante en todas las organi-
zaciones narcisistas, constituye un elemento selectivo en
el plano nosolgico, pero siempre inquietante, de todas
maneras, en cuanto a sus consecuencias mrbidas impre-
visi-bles.

285
E) El carcter depresivo

El carcter depresivo constituye, aunque no se ,lo e.l-


cuentre en estado puro, un elemento de base de toda la
caracterologa narcisista. La inclinacin depresiva, verifi-
cada en todos 'los narcisistas con mayor o menor inten-
sidad, se halla en relacin con la situacin pregenital de
las organizaciones narcisistas, de donde se deriva un re-
torno a la ambivalencia arcaica. El funcionamiento mental
del carcter depresivo se define por la ambivalencia. Las
tendencias tiernas y hostiles sostienen entre s una lucha
indecisa, en la que ninguna de las dos llega a dominar.
K. ABRAHAM (1924) ha mostrado la correlacin que
existe entre los elementos depresivos y las fijaciones ora-
les. Para l, el fundamento de la ambivalencia se sita
a nivel del erotismo oral.
Junto al carcter depresivo, podemos encontrar com-
portamientos narcisistas muy similares.

F) El carcter hipocondraco

El carcter hipocondraco se traduce, fuera de toda


afeccin mrbida, por las preocupaciones con respecto al
estado de salud del sujeto a propsito de esta o aquella
parte del cuerpo. Esta parte no tiene ni un valor simblico
geni.tal como en el cas o del carcter histrico, ni valor
de comunicacin no mentalizada como en el carcter psi-
cosomtico, sino que corresponde a una fijacin depresiv:\
centrada en un punto preciso del organismo que se ha
convertido en un ma.} objeto parcial narcisista, un objeto
parcial a la vez inculpado y perseguidor -gracias al cual
el 137.0 anacltico con el objeto total tiende a ser man-
tenido, por fuerza, a la sombra del riesgo fantasmtico.
Ciertamente, sera abusivo considerar todo carcter hi-
pocondraco como perteneciente a1 dominio mrbido; I!n
la medida en que, justamente, el juego del cuerpo& sea
aceptado por el objeto y por el sujeto mismo, en el marco
de la relacin anacltica, y en la medida tambin en que
esta situacin no 'p rogrese demasiado, permanecemos en
un dominio caracterial, funcional y simplemente relacio-
nal, especfico aqu de la economa narcisista.

286
Sin duda es enojoso que tantos tratados clsicos ha-
yan mezclado bajo la clasificacin general de hipocondra
tanto datos altamente patolgicos como situaciones sim-
plemente caracteriales; o mecanismos estrictamente nar-
cisistas, simultneamente con comportamientos manifie'i-
tos de naturaleza histrica, o psicosomtica, o incluso ne-
tamente psictica_
El verdadero mecanismo hipocondraco, tal como lo
encontramos en estado funcional en el carcter hipocon-
driaco, traduce un retroceso de la invel'Sin libidinal de
obJeto exterior con aplazamiento de esta inversin sobre
un objeto narcisista interior al ="'1'0 del sujeto_ Es la
imago objetal, la representacin intrapsiquica del objeto
exterior que se limita, en el repliegue narcisi.sta, al cam-
po de un rgano corporal interno.
Sin embaI'go. es necesario sealar que, en muchos ca-
sos el repliegue narcisista concierne slo al propio cuerpo,
pero puede, por analogia, extenderse a las vestimentas, al
automvil, a la vivienda, o a los otros miembros del en-
torno, invertidos con los mismos valores narcisistas y ,las
mismas debilidades o los mismos ataques frustrantes qUe!
el propio cuerpo. Exi'5te, pues, una sobreinversin nar-
cisista a esos niveles. una especie de hipertonia afectiva.
Contrariamente a la vivencia corpora-l histrica, la an-
gustia subyacente en el carcter hi,pocondraco no con-
cierne a la castracin genital, sino simplemente a la an-
gustia de prdida de objeto. La introyeccin hipocondraca
se orienta ya, aunque en grado mnimo, en ,l a misma di-
reccin que la introspeccin melanclica; corre~ponde a
una regresin oral, concierne al falo y a la agresividad con
respecto al objeto que puede llegar a faltar; la represin
de esta agresividad revierte en reproche contra una par!e
del cuerpo propio y representa as, al mismo tiempo, una
maniobra preventiva de autopunicin.

G) El carcter psicas/nico

El ccardcter psicastnico ha sido clasificado con fre.


cuenda entre los caracteres obsesivos. De hecho, ,p arece
que, como en muchos puntos de esos dominios caracteria-

287
es, se han clasificado mecanismos muy diferentes bajo la
misma etiqueta.
Muchas psicastenias se reconocen m.g por sus com-
portamientos depresivos que por aspectos compulsivos.
Las tendencias a Jos escrpulos y a las crisis de conciencia
suelen responder a -las necesidades perfeccionistas narci-
sistas y no a la-s anulaciones obsesivas .. La introspeccin
puede concernir a las necesidades de satisfacer el Ideal
dd Yo, mucho ms que al miedo frente a uro Super-yo se-
veto.
Lo que aparece como un detalle manifiesto en much<.s
de las descripciones deberia sin embargo despertar la aten-
cin sobre el plano de la economa latente : Ia hiposexua-
Iidad habitualmente mencionada remite a la primaca or-
ganizadora de tipo narcisista y no edpico.
En cuanto al conservatismo doctrinario, a la necesidad
de abstracciones, a Ia dificultad de las afirmaciones, a la
rigidez moral, todos esos factores parecen poder explicar-
se muy bien (al menos en una considerable cantidad de
casos) por el temor de fallarle al Ideal paterno, sin tener
que apelar a un aplastamiento por parte del Super-yo, en
el sentido pleno del tnnino.

H) El carderer psicopdtico

El cardcter psicopdtico con tina produciendo nume-


rosas descripciones clnicas y tericas, si bien la mayora
de los autores se sienten incmodos con la nocin de psi-
copata.
Parece evidente que, casi siempre, el psicpata en es-
tado patolgico corresponde a una perversidad del ca
rcter_, tal como la definiremos ms adelante. Sin embar-
go, al nivel caractedal, nos encontramos con una econom:1
puramente narcisista que vive con toda claridad la parh~
agresiva de su anaclitismo. en lugar de inhibirla o de vo!-
verla contra s mismo como en muchos casos. de los que
acabamos de revisar.
La .antisociabi lidad. del carcter psicoptico no pe7-
5igue otro fin que atraer -la atencin del objeto anacltico
por el que se estima olvidado, frustrado y mal querido.
La rebelin del psicpata no es independencia, sino

288
simple desborde afectivo: la inestabilidad emocional tn-
duce la debilidad pregenital del Yo; la -labilidad afectiva,
la slIboestibilidal:l, correspondettl a la gran dependencia
anacltica. El suicidio, tan frecuente entre estos casos,
rubrica la inmensidad del factor depresivo latente detrs
de la violencia de las aberraciones manifiestas.
Se da una fuerte relacin sdico-<>ra\ sin que los con-
flictos pasen a ser vividos jnterionnente, en tanto que \!l
principio del placer logre crear descargas instantneas.
Pero la dependencia con respecto al objeto invertido, y
la violencia del lazo afectivo, definen tambin aqu una
economa narcisista, de un tipo particular pero profunda-
mente anacltica por debajo de afirmaciones muy opuestas.

1) El carcter hipon1anaco
El cardcter hipomaniaco corresponde a una reaccin
contra da tendencia depresiva. Es una huida hacia adelante
en el dominio de la actividad.
La exuberancia de las ideas, del lenguaje o de la ac-
cin. a veces incluso de la sexualidad, s6lo sirve para cu-
brir hbilmente la falla narcisista antigua.
Para algunos, esta defensa triunfa de manera constan-
te; para otros, el movimiento depresivo latente reaparece
en algunos momentos, creando as un cardcter manaco-
depresivo de categora estructural visiblemente no psic-
tica y que puede muy bien permanecer durante toda Ja
existencia del individuo en el registro caracteria.l relacio-
nal y funcional, que testimonia una organizacin narcisista
profunda, sin pasar jams a un registro mrbido.
La hipomana representa un momento caracterial de
no-sufrimiento, pero poco constructivo en elaboraciones
mentales, en tanto que el momento earacterial depresivo,
acompaado de algunas dificultades (incluso en el simp!e
estadio puramente caracterial), ofrece mejores posibili-
dades de elaboracin, lo que permite suponer que el Yo
de un carcter depresivo es ms independiente a pesar de
todo que un Yo de carcter hipomanaco.

289
4. LOS CARACTERES PSICOSOMATICOS

La complejidad de las investigaciones que realizan ac-


tualmente los especialistas de la psicopatologa psicosom.
tica no permite desarrollar ampliamente aqu un tipo de
carcter psicosomtico, pero creo que es esencial citar,
de todas maneras, y a nivel caraeterial, algunos puntos de
referencia concernientes a la manera en que se traduce,
fuera de toda sintomatologa netamente mrbida y en los
planos relacional y funcional, un funcionamiento mental
particular de las organizaciones psicosomticas. Tambin
es interesante oponer esta variedad de funcionamient:.>
mental a la de los otros grupos caracteriales.
C. DAVID (1961) ha mostrado las dificultades de :a
conceptualizacin psicosomtica. pero sita el espectro
psicosomtico al nivel en que las manifestaciones somti-
cas y la intencionalidad se hallan todava confundidas, an-
tes de que el va.lor simblico del sntoma haya adquirido
un sentido en relacin con el contenido psquico.
M. FAIN Y P. MARTY (1964) se refieren a la segunda
fase anal de K. ABRAHAM, para concebir un erotismo
ligado a la retencin del objeto en el interior del cuerpo,
que slo puede encontrar su plena expresin si existe una
divisin neta entre actividades mentales y dinamismo so-
mtico.
Por lo tanto, una tal erotizacin podra realizarse, so-
bre el plano caracterial, sin ninguna manifestacin exterior
aparente.
La economa psicosomtica corresponde, como entre
los estados lmites, a un modo de transformacin de la
libido objetal en libido narcisista, pero la regresin psi-
cosomtica, mucho ms profunda, transforma el lenguaje
psquico en lenguaje somtico que, por otra parte, se di-
ferencia olaramente del lenguaje histrico de conversin,
en la medida en que esta ltima comunicacin sigue siendo
simbolizada, sexualizada y se mantiene siempre en reJa-
cin estrecha con el registro mental. En el regstro psi-
cosomtico, por el contrario, ya no hay simbolizacin, el
lenguaje del cuerpo no slo es utilitario, como lo precisan
P_ MARTY Y M. de M'UZAN (1963), sino que se convierte
en expresin de un verdadero pensamiento operatorio. La

290
actividad fantasmtica se reduce automticamente otro
tanto, y es acompaada por el fenmeno de desexualiza-
cin descrito tan a menudo. Las tendencias agresivas se
liberan en las manifestaciones corporales al mismo tiempo
que los fantasmas agresivos; en cuanto a ellos, justamen-
te estn alejados del dominio corporal.
El carcter psicosomtico no se refiere a ningwta sig-
nificacin simblica como en el caso del carcter histri-
co, ni a un lugar preciso de inversin narcisista como
en el carcter hipocondraco. Lo que caracteriza al carc-
ter psicosomtico, de manera completamente original, es
el modo de funcionamiento mecanizado del pensamiento,
la racionalizacin de los comportamien1os por causas ex-
teriores, en s mismas mecnicas y desafectadas, el escaso
impacto de los afectos, la gran habilidad de tales sujetos
para mostrarse al sujeto como si no viviera ninguna emo-
cin, 'Y al mismo tiempo crear en el o/ro y dentro del otro
una verdadera emocinl .
Observamos, en el dilogo con tales caracteres, que el
auditor ve en accin ante s al narrador de una historia
dramtica vivida sin drama por el sujeto, pero recibida
por el, y en el que escucha, como intensamente dramtica.
Este auditor se siente por otra parte mucho ms impli-
cado, como si l mismo fuera sujeto, y no como simple
objeto para el narrador. Se siente tentado de dejar su
plano de observador para entrar en el relato que se le
propone, y tentado tambin de reaccionar por medio de
un compromiso personal en el seno del relato, en lugar
de permanecer como un simple testigo exterior.
Como ya lo ha destacado M. FAIN (1969), ante el ca-
rcter psicosomtico que desconoce tot..Jmente el confli~
to edipico, el interlocutor de carcter neurtico comienza
a experimentar un extrao sentimiento eL.! alienacin.
El carcter psicosomtico da pruebas, por el contrario,
de un modo de adaptacin a la realidad muy slido: se
le considera prudente y equilibrado. El carcter psicoso-
mtico no concede mucha importancia a los problemas
afe ctivos.'J
1. Cf. BERGBRET. J. Los .inafectivos_, Rev. fr . psychanDl., 34. 5-6 sep-
ti embre de 1970. 11&J..U91.
2. BERGERET. 1. Capitulo sobre el diagnstico diferencial de lOs zneea..
oh-mas psicosomticos en lA depresin '1 los uttulos lImitu, (a publicar por
Ed. Pa)'ot. pans).

291
El objeto interno del carcter psicosomtico se halh, .
como han mostrado P. MARTY, M. de M'UZAN y C. DAVID
(1963) opacificado, negado, vaciado de sentido aparent~.
Su inconsciente est cerrado con candado, aislado y sal-
vaje. Hay pocos fantasmas y pocos sueos verdaderamente
elaborados, pocos intercambios interpersonales. La expr.-
sin verbal es ms bien disecada, el lenguaje, empleado
en el sentido estrictamente funcional de la expresin, es
pragmtico e instrumental.
En contrapartida, estos sujetos se identifican muy f-
cilmente, sin grandes problemas y sin gran emocin, con
cualquiera que encuentren en su camino, pero se trata ms
bien de una identificacin de superficie: es la famosa
reduplicacin afeotiva. de los autores de la Escuela de
Pars.
Dos casos de caracteres psicosomticos merecen ser
rpidamente citados : por una parte el carcter alrgico.,
y p or otra parte el carcter jaquecoso .
El carcter alrgico. corresponde a una necesidad d~
acercarse lo ms posible al objeto, hasta confundirse con
l> (P. MARTY, 1958). Se verifica una identificacin pro-
funda y sin limites, una cierta confusin con el objeto. De
all resulta un modo de acondicionamiento del objeto que
disminuye los limites de separacin frente al sujeto. En
un doble movimiento de intercambios identifica torios, d
sujeto adorna al objeto con sus propias cualidades y, en
contrapartida, se adorna con las cualidades del objeto.
Pero tal intercambio se somete a criterios convenientes
para el Ideal del Yo del sujeto; la eleccin de los objetos
acondicionables debe responder a las exigendas caractz.
riales del alrgico.
La relacin de este tipo de carcter puede hacerse
sobre todos los planos (sensorial, motor, fantasmtico, in
telectual, o humoral); 10 que el carcter alrgico trata de
revivir es la fusin con la madre. La escasa solidez real
de su Yo es compensada por la facilidad de los intercam
bias de objeto.
Los caracteres alrgicos logran esa paradoja relacional
que permite considerarlos como caracteres psicticos con
los cUllles se tuviera un contacto estrecho; como psiCtl..
cos, en razn del aislamiento que demuestran en el plano
292
de los afectos, pero como histricos, por otra parte, en
razn de sus necesidades de proximidad objetal.
El parentesco representado, a propsito del esquema
n.O 8, entre las organizaciones lmites y las regresiones
psicosomticas, se manifiesta particularmente al nivel de
los caracteres alrgicos en los cuales se constatan moVl-
mientos depresivos en ocasin de una evasin objetal.
Se han verificado igualmente formas caracteriales h;-
pomanacas entre los alrgicos, que parecen constituir
un n~tivo reaccional de los movimientos depresivos pre-
cedentes. P. MARTY (1958) ha hablado incluso de formas
pseudo-paranoicas; el tmlino parece, quizs, algo forza-
do, tanto ms cuanto que el autor reconoce la flexibilidad
del sujeto en ocasin de tales impulsos, as como el en-
quistamiento del dominio donde se manifiestan; en mi
opinin, estamos muy cerca de los desarrollos caracteriales
lmites en direccin a las psicosis y, prinoipalmente, las
parapsicosis.
La influencia del Super-yo y la estructuracin de modo
edpico son netamente eliminadas del carcter alrgico
por la mayora de los autores. M. FAIN (1969) piensa que
se trata ms bien de la reproduccin de un lazo entre el
Yo onrico y el Yo adormecido, de la tmin establecida
entre la sa'tisfaccin alucinatoria del deseo y el narcisis-
mo primara. La irrupcin 5bita de un elemento edpico
en una economa como sta, la imagen del padre por ejem-
plo, tendra valor de a1ergeno, pero el modo anacl1tico
sigue siendo esencial en el plano relacional, ya que tales
sujetos no funoionan bien en el registro caracterial sin..:>
cuando se preserva la presencia fsica del objeto, en tanto
que en el carcter narcisista la sola idea de la presencia
es s uficiente para mantener el equilibrio. A este nivel
encontramos una prueba ms de la mayor regresin de
los mecanismos alrgicos que se refieren a perodos an-
teriores a toda mentalizacin autntica.
El inconsciente alrgico se habra convertido en asiento
del deseo de la madre de hacerlo retroceder al narcisismo
primario, evocando el completamiento relacional. A con-
tinuacin, el carcter alngico ,luchara contra su objeto
segn un modo repetitivo relacional, alucinado por un
s alrgico, como si deseara verlo regresar al narcisismo
primitivo.

293
P. MARTY (1969) ha matizado mucho las opiniones de
la Escuela de Pars al situar clnicamente toda una serie
de regresiones psicosomticas parciales, y de fijaciones
arcaicas parciales, que pueden coexistir con organizaciones
libidinales ms flexibles que las hasta ahora descritas a
propsito del carcter alrgico .puro. Y su cuadro de
las cinorganizaciones libidinales, que prepara el camino
a los rasgos alrgicos, parece situarse muy cerca de los
caracteres narcisistas de tipo Jm-itelt, a los que he con-
sagrado toda una parte de mis propias investigaciones
ellnicas.
El cardcter jc. quecDso es otra categora caracteri~1
psicosomtica, que ha suscitado muchos trabajos y muchas
controversias.
A. GARMA (1962) piensa que cualquier nivel de con
flicto puede manifestarse por medio de un terreno ja-
quecoso y trata de deru,r la significacin de la sensibili-
dad jaquecosa, tanto en las estructuras histricas u 00-
sesionales como en las organizaciones estructurales de m l)"
do psictico. Sin embargo, el grado de inmadurez afectiva,
la falla en la genitalizacin, el temor de perder el objeto
del amor, que se citan como predisposiciones particulares
del carcter jaque coso, ,;itan a este carcter muy cerca
de nuestros caracteres narcisista.s--anaclticos lt y los erro-
res de las interpretaciones psicoanalticas a los que alude
A. GARMA parecen orientarse en el sentido de las con-
cepciones sostenidas en el presente trabajo.
El carcter jaquecoso correspondera a una manera
de salir del marco del conflicto, no regulado, entre ae-
pendencia y agresividad, a un nivel de tensin inter.la
que niega la necesidad de actividad, 1anto mental como
corporal.
S. FREUD (1901) habla de sus propias jaquecas en ese
sentido. Antes de una crisis de jaqueca comenzaba por
sentir que olvidaba algunas palabras, y luego, durante la
crisis en s misma, perda el uso de todos los nombres
propios.
P. MARTY (1951) se mostraba ya sumamente prudente
en cuanto a los matices referidos a los modos de estruc-
turacin que determinan el carcter jaquecoso. Descubrfa
comportamientos jaquecosos en sujetos de estructura psi-
c1ica o de estructura neurtica. Sin embargo, como en el

294
caso de las alergias, el carcter jaquecoso se describe a
menudo como referido a una orgaruzacin mental poco
genitalizada, en relacin de conflicto anacIltico con el ob-
jeto y que reposa sobre carencias narcisistas, arcaicas,
que han sobrevenido con anterioridad a las posibilidados
de expresin mental.
Los escritos consagrados a los fenmenos jaquecosos,
as como a sus mecanismos psquicos de base, abundan
en la literatura psicoanaItica, parapsicoanaItica y pseu-
dopsicoanaItica. De ella extraemos, por una parte, una
penosa impresin de confusin; pero por otra parte se
verifican dos hechos: en primer lugar, la frecuencia de
los terrenos jaquecosos que pueden entrar en una ca-
tegora caraeterial, luego la aparente multiplicidad de
las estructuras de base que podran soportar un acondi-
cionamiento caracterial jaquecoso.
Numerosas investigaciones bibliogrficas hacen difcil
la conclusin de la existencia o no de un elemento ca-
raeterlal comn a los diversos comportamientos jaque-
cosos, por Jo que me ha parecido necesario volverme ha-
cia la experiencia clnica y tratar de reflexionar sobre lo'i
casos encontrados en la prctica o simplemente en la vi-
da, de confrontar tales casos con las reflexiones de S.
FREUD (1901) sobre sus experiencias de olvidos persona-
les durante los episodios de jaqueca. y por otra parte con
el punto de vista que defienden P. MARTY (1951) Y M.
FAIN (1969) en lo referente a la dialctica entre Yo onrico
y Yo adormecido.
Me ha parecido interesante tratar de verificar las hi-
ptesis que sitan al carcter jaquecoso como una ca-
pacidad especfica de interferencia, no solamente de las
elaboraciones fantasmticas perturbadoras, -sino, ms pr~
fundamen te an, de sus fundamentos elementales a nivd
de los pensamientos asociativos.
Dicho ete otra manera. el mecanismo jaquecoso opera
de la misma forma que los alemanes durante la ocupacin
de Francia, cuando interferan las emisiones radiofnicas
britnicas en lengua francesa destinadas a hacer conocer
a los franceses informaciones de tal naturaleza que les
llevaran a oponerse al opresor y a concederles una par-
ticipacin activa en el conflicto del momento.
Si se prefiere una comparacin menos guerrera, y ms

295
cercana al fenmeno jaquecoso en el plano de la economia .
mental, dinamos que la crisis jaquecosa aparecera en
un momento en que se trata de interrumpir defensivamen
te la cadena asociativa, en el inSotante en que sta va a
despertar el conflicto latente de manera peligrosa para
el Yo tanto como para sus otros adversarios. La jaqueca
perturbara pues el acceso al consciente de pensamientoJ
belicosos, de la misma manera que el despertar detiene
o lSuprime Ia elaboracin onrica en el momento en que
esta amenaza con devenir excesivamente perturbadora.
Habitualmente se considera, y con razn, al ensueo
como guardin del sueo, pero quizs no nos preocupamos
lo suficiente por esas variedades de insomniacos para los
que el despertar sigue siendo e l guardin del ensueo~.
guardin en un sentido que ya no tiene nada de protec-
tor, sino que reviste un aspecto estrictamente interdictof,
como el guardin de 'l a prisin, o ms irnicamente an,
el guardin de la paz. que est presente en la ciudad
para hacer respetar las prohibiciones emitidas por el .le-
gislador .
El 'sujeto se despierta probablemente en el momento
en que la elaboracin onrica (o incluso la simple trama
latente del ensueo, todava muy imprecisa en el plano
manifiesto) amenaza con desencadenar Ila evocacin de
una representacin que afecta a ese pednculo de la ca~
dena asociativa que se hunde profundamente en el incons~
cien te y que J. GUIll.AUMIN (1972) ha estudiado en su
Ombilic du reve con referencia a Die Trawndeutw1g
(FREUD, 1900)_
Cuando los elementos que emergen poco a poco de la
cadena asociativa no se -limitan ya exclusivamente a la
parte del inconsciente que linda con el pre-consciente (es
decir. la zona en que l a angustia, an en el flujo del suc~
o, sigue siendo soportable) y se sumergen ms profunda
mente en el cordn umbilical . hasta las capas subt err~
neas de la fantasmtica primitiva, -la angust.ia no puede
contenerse, ni siquiera en un marco tan amortiguado como
la .p uesta en escena secundaria de un sueo.
las cosas sucederan de la mis ma manera e n el caso
del acceso de jaqueca y en el sueo, ya que el umbral a
partir del cual se opera la accin defensiva puede hallar-
se perfectamente disminuido por puntos dbiles, ocasicr

296
nales o durables. en el sistema psquico o en el sistema
corporal (fatiga. conflictos, enfermedades ol1gnicas. vi-
vencias presentes demasiado intensas o demasiado inver-
tidas, incitaciones o inversiones aJimentarlas orales o ana-
les. relacionales sdico-anales o genitales demasiado vivos
en ese momento, etc.).
Pero ms all de todos los factores ocasionales posibles
parece existir una categora de individas para quienes
la ocultacin mental por va jaquecosa se hace automti-
camente indispensable desde el momento en que la cadena
asociativa aporta elementos que amenazan con constituir
el punto de partida de fantasmas perturbadores para la
tranquilidad de l Yo,
El carcter jaquecoso. estara constituido en tanto
que mecanismo especfico a ese nivel; por ende, parecerla
muy diferente del mecanismo alrgico. pero de todas ma-
neras se comportara claramente como un carcteJ." psi-
cosomtico, en la medida en que se tratara todava,
prcticamente. de hacer desaparecer una representaci~n
mental, siempre poniendo el acento relacional sobre un
fenmeno de alcance fsico.

5, EL CARACTER PERVERSO

En primer lugar, debemos preguntarnos si realmen~


existe un carcter perverso aparte de la situacin par-
ticular del perverso autntico por un lado. y aparte tam-
bin de lo que habitualmente llamamos .perversin de
carcter por otro.
En efecto. parece que segn la psicognesis de la si-
tuacin perversa, existe un trayecto que parte de la linea
anacltica-narcisista del tronco comn de los estados li-
mites (Figura n,' 8) en direccin a la lfnea psiclica. ante
la cual se detiene la organizacin perversa. sobre la ne-
gacin de la realidad focalizada en el sexo de ,l a mujer;
en ese trayecto podramos situar un modo caracterial re-
lacional. y no todava patolgico. de tipo perverso,
Por lo tanto, parece plausible considerar un estado
caracterial. es decir, funcional y relacional. que reposa

297
sobre un modo de organizacin mental de tipo perverso.
pero que no se traduce por medio de inadaptaciones de
comportamiento como las que se encuentran en el per-
verso ya declarado.
Efectivamente, existen sujetos que responden a los
criterios expresados por FREUD en las Nuevas conferen
cias (1933) y que definen como de naturaleza perversa el
hecho de reaccionar ante las frustraciones por medio de
una regresin a la sexualidad infantil.
Como lo muestra O. FENICHEL (1953), nos encontra-
mos as en presencia de perversos polimorfos de tipo
infantil y no forzosamente de perversos tpicos tales como
se los representa habitualmente.
Esos perversos polimorfos corresponden al carc-
ter perverso. El aspecto principal de su satisfaccin se
desplaza sobre un plaoer preliminar. una pulsin parcial.
o un objeto parcial. Es difcil separar la estimulacin
previa de la satisfaccin terminal. Placer y tensin siguen
estando ms o menos confundidos: no existe en estos
casas esa cada de tensin que corresponde a la satisfac-
cin total del deseo genital.
Un modo tal de funcionamiento mental puede encon-
trarse tanto en los otros registros (yen particular en el
registro narcisista o en el registro agresivo) como en el re-
gistro sexual.
El mecanismo perverso implica condiciones precisas
y bastante formales para obtener el placer. Y esta nece-
sidad diferencia de manera radical las condiciones gen-
tales banales de las condiciones perversas de obtencill
del placer: si bien no est prohibido en absoluto que las
estructuras genitales conserven su categora genital utili-
zando, accesoriamente, y con una cierta diversidad, es~e
o aquel rasgo perverso fragmentario en ocasin de los
preludios del placer. o a veces en las condiciones de ob-
tencin del placer. la naturaleza misma del verdadero
mecanismo perverso implica, de manera constante y fija,
un modo nico de obtencin del placer ligado a un objeto
parcial. y en definitiva. a un placer parcial. El carcter
perverso no llegara tan ~ejos . Se detendra todava en un
aspecto polimrfico e infantil de las situaciones qu~ de-
sencadenan el placer.
El carcter perverso. correspondera pues a un fun-
298
cionamiento no patolgico basado sobre una organizacin
mental perversa, es decir de tipo narcisis ta-flico, con ne-
gacin del sexo femenino, pero que realiza la relacin amo-
rosa sin tener necesidad de pasajes al acto que impliqu~n
sntomas perversos_ Bajo la cobertura de una vida rela-
cional en apariencia sin grandes conflictos y sin gran
estruendo, gracias por una parte a elecciones de objetos
que se prestan a ello y gracias tambin a un relativo
porcentaje de elementos sdicos y parciales que basta"
para permitir un juego sexual manifiesto adaptado a las
condiciones exteriores consideradas cnonnales, en el ca-
so del simple -carcter perverso> podramos decir que el
arreglo entre fantasmas y actos es hbil: habra suficien-
tes fantasmas perversos discretos como para obtener el
placer y al mismo tiempo engaar al verdadero deseo del
Ello, por medio de una realizacin que sigue siendo de
alcance sexual banal en el plano manifiesto; de la misma
manera, este alcance sexual manifiesto operaria una tri
quiuela semejante, paralela y complementaria, al mis-
tificar los objetos, o incluso los simples observadores ex-
teriores, en la medida en que se les ocultara el verdadero
detonador perverso del placer obtenido.
Pienso, por una parte, que los caracteres perversos
son ms numerosos de lo que creemos, pero, sin embargo,
no pueden confundirse con los pequeos-del-lado-(perver-
so)-del pecado> a los que se canta en el samba. brasile-
o y que no constituyen ms que un poco de condimen-
to complementario. muy comente en toda organizacin
genital cnormah.
Una cosa es no ocultar nunca a un nio -no ms que
a un adulto- la totalidad de un cuel}Jo y la diferencia
anatmica entre los sexos, y dejarle descubrir poco a po-
co el sentido que su progresiva maduracin afectiva dar
a las representaciones percibidas, y otra cosa es atravesar
agresivamente la l'ara-excitacin de un sistema de defen-
sas no preparadas, por medio de una escena perversa que
ridiculiza los esfuerzos de elaboracin fecunda ntima de
los fantasmas referentes a la escena primitiva.
El efecto traumtico que bloquea la evolucin genital
ulterior es evidente: el mantenimiento de la inmadurez
afectiva, la fijacin en la primaca del pregenital que d"
ella deriva, cuando no un acondicionamientp perverso q11e,

299
si esperamos un poco ms, evoluciona si-Ienciosamente
hacia un carncter perverso . ..
Conocemos desde hace mucho tiempo los efectos d~
$3strosos que tiene en el desarrollo madurativo mental la
intervencin repentina de un clsico exhibicionista que
el nio entrev en el rincn de un jarilln pblico o de
una escalera, cuando esta a:oaresin psquica sobrevien~
en un momento clave de su desarrollo afectivo, momento
en que elabora fantasmatizaciones tanto ms delicadas
cuanto que en esos momentos de crisis lSUele tratar de
llenar -las .lagunas- de su educacin, siempre imperfecta.
No es imposible pensar que los caracteres perversos
se crean, en gran cantidad, en la conjuncin de las agre-
siones .perceptivas, agresivas y erotizadas sobre un madI,)
perverso con e.I que la sociedad aHborra aotua.Imente a
los jvenes que todava, ,l amentablemente, estn muy mal
preparados por sus mayores.

6. OBSERVACIONES SO[JRE LOS PROBLEMAS


DEL CARCTER EN EL N/RO

Los problemas del carcter, ya bastante complicados


en el adulto a pesar de su categona estructural fija, y a
menudo difciles de precisar mediante una ojeada clnica,
se complican todava ms en el nio, por una parte p or-
que un diagnstico estructural de base se enfrenta con
una mayor diversidad categorial. y por otra parte porque
en la mayora de los casos esas estructuras no estn to-
dava fijadas de manera definitiva.
A una mayor cantidad de combinaciones posibles se
suma una relativa movilidad de -los puntos fijados; en el
nio, nada contribuye a simplificar las cosas.
Por lo tanto, parece muy imeresante tratar de deter-
minar en un nio lo que, sin ser pa1:olgico, se mantiene
en el dominio funciona.! y relacional del carcter para
dar testimonio ya, al menos, de un punteado estructural
profundo.
Ms a.Il justamente de da presencia de sntomas, es
sin duda con el objeto de examinar el tipo de carcter del

300
nio que tratamos de determina,r la clase de relacin de
objeto (autstica, simbitica, anacltica, parcial, etc.), el
modo de organizacin de las defensas (negaciones, cliva-
ges, inhibiciones, identificaciones proyectivas, etc), el ni-
vel alcanzado por el desarrollo libidinal, el grado de int,,-
gracin de las pulsiones agresivas, la categora de las re-
presentaciones fantasmticas u onricas, la variedad ms
corriente de angustia profunda, el registro autorizado de
la expresin pulsional, el progreso de ~as identificaciones,
el paralelismo (o no) entre el desarrollo del Yo y el de las
exigencias pulsionales, el rOO reciproco correspondiente
a cada instancia tpica, etc.
De todos esos factores podemoo extraer una especte
de perfil caracteral. que vara, sin ninguna duda, con
el tiempo, con las detenciones y crisis o las evoluciones
ripidas que alternan en la trayectoria madurativa; pero
que en la mayora de los casos sigue una linea estructural
ya pre.establecida por los elementos impuest05 o adqui-
ridos anteriormente en los intercambios con el mundo
exterior, tanto en el 'Plano lrlolgico como en el afectivo. En
ese sentido podr formularse un pronstico de estructura
posible (o de varios modos de estructuracin posibles, con
una gama de probabilidades), pronstico a menudo muy
til ron vistas a correctivos eventu'Ulles, tanto en el plan...
psicopedaggico como en el plano psicopatolgico y que
en ciertos casos slo son detectables al nvel del carcter
y en un momento precoz de bifurcacin evolutiva pertur
badora; sigue siendo muy til reconocer a tiempo esos
casos.
Las teoras que consideran, en ,l a formacin del carc-
ter del nio, un nico factor vinculado con ia sola organi-
zacin neurobiolgica, o con la sola accin del medio,
simplifican considerablemente, al menos en apariencia, las
dificultades de comprensin de la gnesis del carcter;
sin embargo, en la actualidad sus posiciones exclusivas y
unvocas son difciJes de .sostener.
E-l rol de los factores fsicos y fisiolgicos, de la manera
en que ha sido vivido el cuerpo, por razones especifica-
mente internas, en la elaboracin del esquema corporal,
asl como los intercambios relacionales con loo objetos
exteriores significativos, no pueden separarse en el seno
de ninguna psicognesis.

301
Las dos <lneas de factores se hallan inmediatamente
vinculadas y no puede negarse ninguna de ellas, as como
ninguna de las dos puede aotuar de manera solitaria. He
tenido ocasin de seguir el caso de una nia ciega cong
nita, completamente aislada en la familia desde su na
cimiento, que no slo present los clsicos comportamien
tos psicomotores del eblindi5lll0,', sino que desarroll
paralelamente un evidente carcter autistico que la pri
mera triloga teraputica. consultada (psiquiatra. asisten-
te social - psiclogo) confirm de manera radica! como sig-
no de psicosis con debilidad irrecuperable en funcin de
lo que han dicho los tests .
Ahora bien, posteriormente se comprob que se trata-
ba, no de un autntico autismo infantil del tipo descrito
por L. KANNER (1943), sino simplemente de un pseudo-
autismo. secundario del tipo sobre el que insisten K. MA-
KITA Y J. de AJURIAGUERRA (1971). En efecto, colocada
en un contexto hospitalario menos formalis1a, [a nia tuvo
por fin la oportunidad de desarrollar muy rpidamente una
relacin de objeto, de tipo anacltico en un primer mo-
mento, que se traducfa en el plano caracteria! por medio
de manifestaciones de apego y celos a! mismo tiempo, que
,,1 principio alternaban con leves retornos al eblindismo.,
desde el momento en que se encontr aba a solas en su ha-
bitacin; luego esos rastros de aislamiento afectivo fueron
cesando poco a poco, y progresivamente se desemboc en
UDa relacin mucho ms objeta! con paps. y mams.,
as como en una sensibilidad muy viva que testimonia una
total ausencia, en el plano estructural, tanto de psicosis
como de debHidad, y permite partir de un carcter sim-
plemente narcisista, cada vez menos estrecho, para iniciar,
a la sombra de intercambios rdlacionaIes mejores, una
escolarizacin progresiva y especializada, que da lugar a
muchas esperanzas.
Desde hace demasiado tiempo la patologa del carcter
en el nio ha sido considerada en el plano 'h ospitalario y
administrativo, pero tambin en el plano terico, en fun-
cin de una fijeza que, ta! como hemos insistido en afir-
mar es propia exC1lusivarnente de los elementos carae!..>-
riales del adulto.
1. Palabra formada partir del tmnlno inglh bllnd (ciego) , el sufIJo
ism. Uteralmente: cieu.ismo. (N. dt:l T.).

302
En lo que concierne a la evolucin del canicter en el
nio, parece indispensable asumir una posicin radical-
mente diferente, que considero adecuado precisar al final
de este captulo.
Al igual que en el adulto, no podemos apoyarnos sobre
un sntoma para establecer la verdadera naturaleza d"l
modo de estructuracin que se halla en vas de desarrollo
en el nio. Pero en el caso del nio ese modo de estructu-
racin parece an ms difcil de determinar que en d
adulto, por una parte en razn de la movilidad estruc-
tural todava posible y por otra debido al hecho de que
los signos premonitorios de una futura estructuracin
neurtica, por ejemplo, en la mayoria de los casos no o;e
sitan en el nio precisamente al nivel de una sintoma-
tologa que en el adulto denominaramos _neurtica .
Incluso podra 1ratarse de signos premonitorios de una
evolucin estructural psictica ulterior, o tambin sim-
plemente de una evolucin caracterial . Comportamien-
tos de aspecto fbico, compulsivo,.o incluso de conver-
sin. aparentemente histrica, no corresponden al esbozo
de un verdadero carcter neurtico sino cuando la din-
mica conflictual subyacente se sita al nivel del Edipo
autntico y de una angustia de castracin verdaderamente
genital. Si no, se trata de angustias y de conflictos mucho
ms arcaicos, y de naturaleza esencialmente pregeni-tal
(devoramiento, fraccionamiento, etc.) y seria abusivo (y
tambin demasiado optimista) hablar ya en trminos de
cneurotismo., sea en el simple gesto clasificador o en d
comportamiento relacional, mucho ms comprometedor en
el plano soci~ducativo, O incluso teraputico.
Por otra parte, como lo han mostrado KREISLER, M.
FAIN Y M. SOULE (1966), ~as dificultades ms profundas
que presenta el nio para ~a elaboracin de un carcter
acorde con tendencias conflictuales contradictorias, pueden
conducir a una descarga inmediata de las tensiones inter-
nas en el comportamiento psicosomtico, al evitar just:\-
mente, por medio de ese subter-fugio, la elaboracin de
fantasm.... demasiado terrorificos.
Como lo precisa J. C_ ARFOUllLOUX (1972), los pro-
blemas del carcller en el nio deben ser re-evaluados en
funcin de las adquisiciones recientes de la paidopsiquia-

303
tra y del psicoanlisi,s precoz>, tal como resulta de la
obra de R. DIATKINE Y J. SIMON (1972).
De acuerdo al sentido general del presente trabajo, me
pareca importante analizar tambin a nivel del nio la
difdl dialctica entre los tres polos fundamentales: es-
tructura, carcter, sntoma, as como entre las tres lneas
fundamentales: fusional, anac1tica, y genital.

7. EXISTE UN .CARCTER EPlLSPTICO.?

Se ha hablado a menudo de carcter epilptico> o de


.problemas caracterales epilpticos>, as! como de una
simple <personalidad epilptica> o inoluso de epileptoi-
dia., y de tendencia gliscroidea.
En el plano dinmico, la crisis epileptoide ha sido
considerada a veces como una descarga pllllsional agreshra,
sdica, destructora en el sentido homicida o suicida, que
combina a la vez el crimen. y el castigo.
H. EY (1954) ha comparado el epilptico a una bolella
de LEY DE que se carga y se descarga de un solo golpe
ante cualquier contacto de sus dos electrodos. H. EY ha
descrito a ese respecto los rasgos fundamentales de la
personalidad epilptica, que reunira la comprensin, la dis_
minucin y el xtasis, la explosividad, ,la resolucin por !a
crisis del ma,lestar y de la angustia previas. las satisfac-
ciones arcaicas reencontradas en la tempestad de los mo-
vimientos.
Los psicoanalistas han hablado de erotizacin del cuero
po entero, o incluso de orgasmo extragenitah e n el mo-
mento de las crisis.
Ante la multiplicidad de descripciones. muy diversas
y tanto ms contradictorias cuanto ms precisas se pr\!-
tenden, podemos preguntarnos si existe verdaderamen :e
una estructura epilptica autntica, y un carcter epilp-
tico que traducira especficamente, de manera re1acional
y funcional. esta estructura.
No se tratara ms bien, en el caso del problema
epilptico, de la creacin de un modo particular sobre un
psiquismo estructuralmente ya determinado por el sujeto,

304
tal como ocurre en muchas otras perturbaciones, como r<!~
sultado de un problema de deficiencia orgnica, o bien
de una afeccin claramente somtica?
En efecto, la correlacin entre comicialidad por una
parte y elementos caracteriales observados entre los epi-
lpticos por otra parece cada vez menos radical. L. y A.
COVELLO (1971) reconocen mltiples dificultades para
definir una personalidad epHptica.; en el transcurso
de su investigacin encuentran pocas particularidades cons-
tantes entre los sujetos observados; las personalidades
estn esencialmente compuestas y constituidas a partir
de elementos muy variados de estructuras.
C3be emitir Ia hiptesis de que el problema epilptico
se superpone a cualquier modo de estructuracin psquica
profunda, ya sea de modo funciona.I, anacltico o genital,
y puede modificar secundariamente el comportamiento
caracterial inicial que es propio de esta estructura, en
funcin de clementos especficos introducidos por el como
ponente mrbido ephlptico.
El aporte de los mecanismos comiciales actuara pues
en el plano caracterial en los sujetos afectados de epile:lsia.
de una manera paralela a la que se da para las modifica
ciones caracteriales inducidas por otros componentes mr_
bidos, por ejemplo en el sndrome de KORSAKOV, en la,;
encefa1itis, en ciertos tumores cerebrales o en numerosos
casos de traumatismos craneanos, en problemas vasculares,
en intoxicaciones variadas, agudas o crnicas, o incluso
en sndromes infecciosos o parasitarios muy conocidos,
como la sfilis o ~a amibiasis crnica.
Todo impacto patolgico transforma sensiblemente las
manifestaciones caracteriales de la estructura de base
preexistente, y a menudo de lDla manera especfica tam~
bin de la naturaleza de la variedad patolgica en cuestin.
Esto no slo es evidente en lo que concierne a las afec-
ciones consideradas epsicosoml'icas, sino que acta de
la misma manera para los problemas cuyo origen orgnic.:>
no es ni discutible ni .secundario.
L. y A. COVEllO estiman evidente que a partir de la
primera manifestacin crlica considerada como sntoma,
la estructura psquica del paciente, su vivencia intercrti-
ca, las reacciones del entorno, las modificaciones afectivas

305
y las posibilidades de Jversioncs reales y fantasm/icas
sufrel/ fin corte, una herida.
/\ (, Ia herida vivida por el sujelo se agrega para otE)S
aulo rc" una herida igu:tlmentc creada por el medio fam~
liar del epilptico.
En contrapartida. lo que parece particular del problema
de la epilepsia, es que el umbral de excitacin que produce
las crisis patolgicas parece estar, adems, singularmente
disminuido por la naturaleza constante de esta o aquella
debilid ad es tructural de fondo, y tambin por las condi-
ciones ocasionales de menor resistencia causadas transi-
loriamenle por conflictos psquicos ms o menos agudos.
nacidos en el interior de la estructuracin estable y defi-
nida del sujeto.
Evidentemente, la epilepsia no constituye en absoluto
una entidad psicosomtica. en el sentido anorgnico y
corriente del tnnino, ya que no se trata, ni en la alergh
ni en la jaqueca . de ningn problema somtico particular.
anterior y exterior a los fenmenos observados. Pero de
todas maneras podemos considerar un aspecto psicoso-
mtico de Ja epilepsia si estimamos que en esta afeccin
existe, segn lo sealaban WIOLOCHER y BASQUIN
(1968), una dialctica muy ntima entre lo orgnico y lo
afectivo. El factor somtico, en efecto, repercute vivamente
en el plano psquico, en tanto que el factor psquico crea
probablemente (o rechaza). en buena parle, condiciones
favorables para el de.<encadenamiento del proceso so-
mtico.
De la prc tica clnica deducimos que las cnSI S, en 1:1
vivencia de las diferentes variedades de estructuras suh-
yacentes a los fenmenos epilpticos, pueden muy bien
realizar una (lmuertecita que concreta en el plano de la
fantasmlica cdpica el deseo de la madre y el deseo de
la mUClte del padre, o bien. en otro caso, la zona orgnic3
con cebida como cpilcptgena se vivir como objeto-intemo-
nocho a expulsar, paralelamente a Jo que ocurre con los
hipocondracos'; en otros casos asistiremos a una regre-
sin haci a la indiferenciacin somato-psquica. como en el
caso de las organizaciones psicosomticas . con un cuerpo

l. l . \ A. CO VELI.O comra1":1n cierta!' vivencias d~ epilpticos con las


\' h cnci ... de 'U~ s uj c lu~ operados pur un defecto es tetico evidente.

306
que funciona como nico lenguaje posible, de manera
global y funcional, sin Inguna elaboracin simblica.
En definitiva, al nivel caractenal concebido en nuestra
hiptesis como un eco relacional de la estructura de base,
y dada la pluralidad de los factores en cuestin, es difcil
sostener la idea de un carcter epilptico.; una nocin
as, demasiado directamente ligada a la nocin de estruc-
tura homloga, no puede encontrarse aqu en estado puro.

307
2
Los rasgos de carcter

Bl estudio de los mltiples rasgos de camcter nos


introduce en un terreno que no se funda solamente, como
el carcter propiamente dicho, sobre ,l a estructura de base
del sujeto, sino que hoce interferir, en el mismo sujeto,
mecanismos completamentarios muy diversos destinados
ya sea a mantener en estado de adaptacin normab
una estructura, a pesar de sus fallas o deficiencias, ya
sea a ayudar a una estructura en estado de desfallecimiento
patolgico por medio de mecanismos defensivos accesorios.
a) Por un lado, existen elementos de carcter que
corresponden habitualmente a estructuras y que constitu-
yen simplemente caracteres:. en el caso en que se hallen
articulados a una estructura homloga. Por ejemplo, un
oonjunto de elementos car acteriaIes obsesivos que se en-
cuentran en un sujeto de estructura obsesiva no descom-
pensada constituye un carcter obsesivo . Pero si, por
el oontrario, los elementos caracteriaIes observados no
oorresponden a la estructura profunda del mmo sujeto,
no estamos ya en presencia de un simple carcter:., sino
de rasgos de cadeter.: por ejemplo, si nuestra e9tructura
obsesiva descrita ms arriba, adems de su carcter
obsesivo. obligatoriamente dominante, presenta elementos
caracteriMes histricos sobreagregados, designaremos esos
elementos heterogneos de carcter en relacin a la estruc-
tura, bajo la denominacin de .-asgos de carcter> his-
tricos en un obsesivo.
Los rasgos de carcter> de esta naturaleza correspon-
den a 10 que hemos sealado precedentemente con respecto

309
a la intrincacin de factores estructurales histricos y
obsesivos , por ejemplo. En el caso de rasgos de carcter
histricos que se hallen junto a un carcter obsesivolt
dominante, en el seno de una estructura obsesiva de base,
se trata de simples testimonios de un pasaje transitorio de
la evolucin Iibidinal del sujeto a un grado de desarrollo
superior (grado genital de modo histrico), que se ha
alcanzado en un cierto momento pero que se ha invertido
mal, antes de que se produzca la regresin de la libido
al grado correspondiente a la estructura de base definitiva
(es decir, aqu, el grado genital ms arcaico de modo
obsesivo, con fijaciones pregenitales en el segundo estadio
anal).
En el caso contrario, los rasgos de carcter obsesivos
presentes junto al carcter histrico dominante en el seno
de una estructura histrica de base, corresponden a los
residuos de algunos avatares locll>1izados que se han pro
ducido en los perodos anteriores de la evolucin Hbidinal,
ms arriba del grado histrico de desarrollo genital y ms
abajo de la divided line, es decir, en el perodo en que
hubiera podido construirse, si esas fijaciones hubieran
sido ms fuertes y ms organizadoras lO, una estructuracion
de modo obsesivo. Tales rasgos de carcter. no son
significativos de la estructura.
b) Por otro lado, fuera de los elementos de carcter
que corresponden a 'l a estructura profunda del sujeto y
de los rasgos de carcter hetergenos sobreagregados que
corresponden a otra estructura, podemos encontrar tam-
bin en el mismo sujeto elementos caracteriales que ya
no corresponden a ailguna estructura autntica elaborada
de manera madurativa. sino que traducen simplemente
una fijacin o una regresin desarrollada en un nivel cual-
quiera de la evolucin pulsional, tanto ibidinal como agre-
siva, en el seno de la gnesis de es'ta estructura. Por ejem-
plo, siempre en el caso de una estructura obsesiva de base
(no descompensada), encontraremos en primer lugar un
carcter obsesivo lO, -luego eventualmente algunos rasgos
de caTcter hIstrico. y adems, llegado el caso, un ras-
go de carcter uretral lO, o flicolO.
En suma, los diferentes -rasgos de carcter repre-
sentan en el plano de las manifestaciones relacionales una
rueda de auxHio. de ~os eventuales desfallecimientos del

310
_carcter. propiamente dicho. En los registros donde se
presenta el riesgo de lUla -falla de la estructura de base.,
el ccarcter. no se mostrar a ese nivel 10 suficientemente
equipado por s mismo como para cwnplir su tarea re
lacional ~in abandonar el registro de la adaptacin. En-
tonces el Yo apelar a operaciones caracteriales suple-
torias al dirigirse a elementos defemivos (rasgos de ca-
rcter estructurales) o regresivos (rasgos de carcter pul-
sionales) inesperados a priori en el registro de su estruc-
tura profunda original.
Conviene recordar aqu (quizs no lo hayamos dicho
con la suficiente claridad hasta ahora) que a pesar de to-
das las clasificaciones estructurales precisas y relacional-
mente propuestas, nunca se me ha ocurrido que, en la
prctica, podamos encontrar una sola estructura pura,
de manera ideal. Toda estructura de la personalidad con-
mene sus fallas genticas. Por lo tanto, no todo .carcter.
puede ser .completo., como consecuencia de sus obliga-
torias insuficiencias. Siempre coexisten. junto al carcter,
algunos _rasgos de carcter' complementarios, a niveles
variados.
El examen olnico de una estructura . 'sana. o, con
mayor razn, de una estructura descompensada, se hace
entonces extremadamente delicado, en la medida en que c'S
necesario utilizar para el diagnstico estruotural los ele-
mentos caracteriaJes visibles, y en .tanto a menudo sigue
siendo dificil detenninar a primera vista, y en una pri-
mera entrevista, lo que pertenece al carcter autntico
de lo que se debe a los aportes accesorios de los diferen_
tes rasgos de carcter . Algunos de estos rasgos, por
razones puramente ocasionales y exteriores o bien por el
contrario. por razones personaJes ligadas al observador,
saltan a Ja vi'5ta incluso con mayor rapidez que los ver
daderos elementos de base latentes del carcter propia-
mente dicho.
Es decir, toda la multiplicidad de las variedades de
rasgos de carcter que se encuentran en psicologa res-
ponden a la diversidad de sus roles y a la pluralidad de
sus orgenes.
S. FREUD (1940 e) ha emitido la hiptesis de que el
Yo se ve obligado a veces para evitar una ruptura con
la realidad exterior, a aceptar su deformacin, y a some-

311
terse a una especie de herida o desgarramiento. Es ~n
ese orden de fenmenos que debemos considerar la 'Pre
sencia de una estructura determinada (obsesiva, por ejem-
plo), de rasgos de carcter heterogneos que pertenecen
a otra organizacin ms regresiva del Yo ('l1arcisista, por
ejemplo), de manera tal que oubra as, bien o mal, las
brechas creadas en la construccin estructural de los me
canismos mentales por las inevitables concesiones reah-
zadas por el Yo ante los impactos exteriores particular-
mente traumatizantes.
Tambin es posible observar rasgos de carcter. que
no tengan nada de patolgico en s, que participen en el
seno de una estructura homognea o heterognea en las
operaciones econmicas y relacionales destinadas, junto
con los sntomas (que sealan la alarma y Ja desadapta-
cin ms o menos importante), a mantener la estructura
ya mrbida en un sector de adaptacin. Dicho de otra
manera, en tanto que el carcter no constituye sino
el eco relacional no mrbido de una estructura, los _ras-
gos de carcter> en si pueden hallarse tanto como parti-
cipantes en las operaciones funcionales de Wla estructura
que se encuentra en un estado considerado cnormal, C~
mo participantes en .Ias operaciones fWlcionaJes de Wla
estructura que se encuentra en un estado considerado _pa-
tolgico .
S. FREUD (1908 b) ha definido el _rasgo de carde/er.
como _el resultado de las actividades de la red intercam-
biable de pulsiones originales, de las sublimaciones y de
las formaciones reacciona/es'; por lo t anto, mis reflexio-
nes sobre los rasgos de carcter van a articularse entre
esos tres polos.
O. FENICHEL considera los rasgos de carcter como
formaciones de compromiso entre pulsiones y defensas del
Yo, tanto para organizar como para bloquear esas pulsio-
nes. Los primeros rasgos de carcter se denominan en ge-
neral csublimativos y los segundos creaccionales.
Los _rasgos de cardc/er sublimativos. tienen por objeto
satisfacer las pulsiones y evitar ,la inhibicin; concurren
al fWlcionamiento normal del Yo, sin empobrecerlo por
medio de un conoSumo suplementario de energa, como
los .-asgos reaccionales. Los rasgos de carcter sublimati-
vos actan tanto sobre las pulsiones agresiva5 como so-

312
bre las puJsiones sexuales. Se dirigen hacia la integracin
de esas pulsiones en el funcionamiento no obstaculizado
del Yo, y contribuyen asimismo a llJlQ reunin, a una vin
culacin de los dos grupos de pulsiones entre \SI. Por otra
parte, sigue siendo eviden1e que esta convergencia positi-
va de las pulsiones s lo puede ha<:erre bajo la preponde-
rancia de los elementos libidinales; de 10 contrario, preva
leceria la tendencia a la divergencia, y el Yo se hallara
en la obligacin de buscar nuevos mecanismos defensivos,
lo que implicarla su superacin del cuadro caracterial y
su ingreso en el dominio sintomtico.
En la limpieza anal del nio aparecen rasgos de carc-
ter sublimativo cuando las deposiciones adquieren valor
relacional positivo, primero frente a la madre y luego
ante los otros en general, as como en el interior mismo
del propio cuerpo. Ms taroe, si ese juego anal llega a
invertir poco a poco otros rnsgos sublimalivos, Jibidin,,-
les, en un segundo momento se convertir en una limpieza
sublimatoria que engloba entonces una cantidad de ele-
mentos edlpicos en el mov;miento regresivo parcia'I, pro-
visorio e indilspensable de la latencia.
Tambin la curiosidad puede constituir un rasgo de
carcter sublimatorio que permite, como lo han demo,;-
trado S. NACHT y H. SAUGUET (1969), las invesligacion~,
y 1as primeras elaboraciones genitales al mi'smo tiempo
que origina intereses socia-les y culturales.
Lo mismo ocurrira con los rasgos de carcter que
permitan integrar la parte eventualmente per1urbadora
de las pulsiones parciales, evitando una evolucin pe!-
versa, exclusivamente fijada sobre tendencias homosexua-
les activas o ,p asivas (como las compulsiones primarias
de tipo poligmico o polindrico) que permiten una vida
relacional het~rosexua' relativamente estable y feliz en
la medida en que, justamente, se sita en el margen, de
todas maneras suficientemente amplio y b3!Stante diver-
sificado, que queda entre ,la rigidez y ,la incoherencia.
Los rasgos de carcter reaccionales corresponden a elt!-
mentos constantes de la personalidad destinados a operar,
al precio de ciertas deformaciones del Yo, defensas suple-
mentarias y costosas contra las representaciones pulsio-
nal.... perturbadoras o sus elaboraciones fantasmticas
eventuales. El caso de Ia limpieza en la mecnica obse-

313
sional se ha convertido en el rasgo de carcter reacci~
naI que ms frecuentemente se cita como ejemplo. Pero
tambin 10 es el exceso de amor que se afirma en el me-
canismo histrico de lucha contra la agresividad. (FREUD,
1926 d).
H . SAUGUET (1955) pone en evidencia las consecuen-
cias. embarazosas para el Yo. de los rasgos reaccionales :
alteran el Yo, le hacen perder su plasticidad. 10 vuelven
mucho ms rgido y limitan asi sus posibilidades de ac-
cin. La impudicia. la temeridad, el exceso de cortesa, la
sensibilidad. el espritu sistemtico de crtica, constituyen
otros tantos rasgos de carcter reaccionales de origen pul-
sional, es'tructural o mixto muy frecuentemente (como la
vergenza. el disgusto. la piedad o el pudor).
Por otra parte. exis ten rasgos reaccionales tanto al
nivel de las .pulsiones del Yo. como de las pulsiones
sexuales o agresivas; los ava-tares del narcisismo pueden
generar reacciones de orgullo ante el sentimiento de infe-
rioridad, tanto como rea<:ciones de desprecio de s mismo
que a veces contrabalancean una inaceptable necesidad de
dominar. La.s actitudes ambiciosas pueden recubrir tanto
una inferiorizacin afectiva como desbordarndem:os acti-
vistas que pueden responder a una profunda pasividad
psquica.
Lo mismo ocurre en el caso del frgido o el hiperemo-
tivo, y los recientes trabajos abundan en demostraciones
a menudo muy interesantes sobre los diveJ1SOS modos
reaccionaIes que se han encontrado en el marco de los
rasgos de carcter y en los movimientos afectivos contra
los que deben defender al Yo.
Desdichadamente, existe una confusin bastante fre-
cuente entre rasgos de carcter reaccionades y pa1ologa
del carcter.
BI rasgo de carcter, incluso el reacciona! contribuye
a la defensa del Yo en los lmites de la adaptacin, aun
cuando intervenga junto a smtomas que rubrican un fun-
cionamiento ya mrbido de l a otra parte de la estructura,
en tanto que la patologa del carcter corresponde a acon-
dicionamientos pseudo-normales, costosos y poco seguros
para el Yo. El rasgo de carcter reaccional se encuentra
principalmente en las dos lneas estructurales autnti-

314
caso en tanto que la patologa del carcter sigue siendo
patrimonio de la ,lnea media uolimite, slo acondicionada
y no sHdamente estructurada.

1. RASGOS DE CARACTER ESTRUCTURALES

Se trata. de acuerdo a lo ya preci'sado ms arriba. de


rasgos de carcter que corresponden a elementos estruc-
turales aislados y que no dependen de la estructura de
base del sujeto; es el caso. por ejemplo. de los rasgos
de carcter histricos que se hallan muy frecuentemente
en el seno de una estructura obsesiva, junto a los ele-
mentos lgicos del carcter obsesivo que dominan el
comportamiento relacional de dicha estructura obsesiva.
en tanto no se descompense.
No habra demasiados elementos nuevos para presen-
tar en relacin con tales rasgos caracteri3Jles. que pueden
originarse a partir de cualquier elemento del carcter
homlogo que se identifique en el funcionamiento rela
cional de una estructura del mismo tipo. Un rasgo de
carcter histrico. por ejemplo. podr manifestarse tanto
en el 'seno de un carcter histrico, en medio de todo
un conjunto de otros rasgos de carcter histrico que tra-
ducen en comportamientos relacionales Ia estnlctura his-
trica profunda y fija del sujeto en cuestin; pero el mismo
rasgo podr encontrarse igua'lmente, a ttulo aislado )'
complementario, en el seno de una estructura obsesiva
a la que asegura un complemento de cohesin adaptativa
a ,las realidades.
Todas las referencias caractcriales ya consideradas a
manera de eco de las categoras estructurales de basl!
pueden dar nacimiento a rasgos de caracter.

A) Los rasgos de carcter neurticos

Los rasgos de carcter neurticos ya no se encuentran


a ttulo aislado, como el carcter neurtico)), solamente
en el caso de una estructuracin homloga; aparecern de

315
manera independiente, ya sea por encima de otro modo
de estructuracin neurtica distinto de aquel del que de
berian depender habitualmente, ya sea por sobre una
estructura no neurtica.
Descubriremos, por ejemplo. un rasgo de carcter o~
sesivo a-islado en el caso de una estructuracin his-trica
no descompemada, junto al conjunto de rasgos habitua
les del carcter histrico; o bien, en el 0050 de una es
tructura -psictica no descompensada, junto al conjunto
de los rasgos vinculados con el carcter especifico de
esta estructura.
En el primer caso, una falla en la es-tructuracin his-
trica ser compensada por un elemento caracterial ms
regresivo y fragmentario, pero suficiente corno para ase-
gurar esa obstruccin; en el segundo caso, por el contra-
rio, ser muy ventajoso para el equilibrio del sujeto el
hecho de disponer de un elemento caracteria! ms elabo-
rado libidinalmente bajo la forma de una actividad carac
terial que, aunque reducida, permanece sin embargo en
el r egistro neurtico.

a) Los rasgos de carcter histricos

corresponden, ya sea a elementos aislados extrados del


cardcter histrico de conversin (erotil.c.cin evidente; tea
tra/ismo; mitomana; afectividad artificial, desplazada y
caprichosa; regresin de la accin al pensamiento erotiza
do), ya oea a elementos del carcter histerofbico (suges-
tibilidad; variabilidad de la distancia relacional; evitamien-
tos y desplaz.amientos en el comportamiento exterior; e10-
tzacin enmascarada, etc.). Un rasgo reaccional clsico del
carcter histerofbico lo constituye la tendencia moraliza-
dora, que anula e invierte en su contrario al fantasma
inconsciente de prostitucin correspondiente tanto a los
deseos sexuales como a los deseos agresivos referidos a
la mujer.

b) Los rasgos de carcter obsesivos

estn lgicamente constituidos por elementos que se hallan


en el cardeter obsesivo: rigidez del modo de pensamiento;
fijeza del orden tico y esttico, permanencia de las pro-

316
tecciones fsicas y morales; necesidad de orden, de lim-
pieza, de simetra, de exactitud en el espacio y en el tiem~
po; poder m4gico del pensamiento que alterna con las
dudas; impresin de incompletitud en el gesto, la accin,
el tiempo, etc.

B) Los rasgos de carcter psicticos

Los rasgos de carcter p9cticos 5e hallarn en una


estructura psictica diferente de la entidad homloga, o
bien tambin pueden manifestarse en ocasin de una falla
(aguda o crnica) en el seno de una estructura neurtica.
En todo movimiento regresivo relativamente profundo que
se produzca en un edpico autntico podemos ver apa-
recer tambin, antes que cualquier otro "in toma, rasgos
caracteriales psicHcos diversos que no deben llamarnos
a confusin en cuanto al diagnstico o al pronstico es-
tructurales.

a) 1..0. rasgos de carcter esquizofrnicos

son los elementos del carcter esquizofrnico ya descri-


tos: retroceso afectivo; impresin de torpeza y de extra-
eza corporal; angustia de gran vulnerabilidad; comporta-
miento fro y spero; soledad sentimental y dificultad de
comunicacin; estereotipos de comportamiento, tendencias
a la actividad rumiante, etc.

b) Los rasgos de carcter paranoicos

se refieren 1>1 carcter paranoico en sus dos puntos prin-


cipales, la proyeccin narcisista y la defensa antihomose-
xual pasiva: rigidez de comportamiento; reproches perse-
cutorios, ideas grandilocuentes, deformacin de la realidad
afectiva; reivindicaciones agresivas; exhuberancia del hu-
mor; alergia a las frustraciones; intuiciones interpretati-
vas, etc.

317
C) Los rasgos de carcter narcisista

Los rasgos de carcter narcisista corresponden a las


tan numerosas y variadas formas que hemos estudiado a
propsito del carcter narcisista. Esos rasgos narcisistas
pueden infiltrar cualquier organizacin limite por una
parte, y cualquier estructura fija por otra, justamente en
razn de la fluidez de los mecanismos que las definen.
Habitualmente se los clasifica en rasgos depresivos, fbi-
cos (de naturaleza narcisista), abandnicos, manacos, hi-
pocondracos, flicos, psicastnicos, psicopticos, campo:'-
tamientos de fracaso, o de destinado, etc.
A veces resulta difcil reconocer el carcter aislado de
uno o dos rasgos de _determinado carcter que actan
en el marco de una estructura, descompensada o no, de
categora no homloga. Si esos elementos se presentan
con demasiada evidencia, sentimos por lo general la ne-
cesidad de dejarnos arrastrar por la costumbre de con-
siderar esos rasgos aislados como el conjunto de un c~
rcter de tipo homlogo, para lo cual tratamos de jus-
tificarnos deformando ligeramente algunos otros rasgos
que se encuentran junto a los primeros, para remitirlos
todos al mismo modo caracterial. Por ejemplo: suponga-
mos una estructura de tipo psictico no descompensada,
en parte debido a la eficacia de las buenas relaciones
conservadas en un sector del Yo gracias a los oficios de
uno o dos rasgos de carcter obsesivo (necesidad de orden
en una profesin meticulosa y necesidad de reglas morales
escrupulosamente respetadas dentro de un grupo religioso
tranquilizador); el observador, ante el impacto de esos
dos rasgos exteriores de carcter demasiado evidentes,
pensar de inmediato en un carcter obsesivo, y por ende
en una estructura obsesiva, y tratar de fundamentar su
diagnstico en otros elementos que puedan descubrir~
en el sujeto y que se orienten en el mismo sentido: por
lo tanto, declarar como de naturaleza caracterial obsesiw
una rigidez de pensamiento (que sin embargo tiene ms
que ver con la limitacin del registro mental, falto de
vivencias menos regresivas, que con la defensa contra las
vivencias edipicas) o un comportamiento de duda (cuan-
do ste traduce mucho ms una angustia de fraccionamien-
to del Yo que el temor de que una accin reprobada por

318
el Super-yo se realice a pesar suyo); ahora bien, si reali-
zamos un anlisis ms profundo del contenido latente, lo.
dos ltimos rasgos verificados en ese caso particular se
revelarn como rasgos que traducen simplemente en
elementos carnoteriales psicticos muy clsicos un fondo
estructural menos aparente, pero autnticamente psictico.
La manera en que la multitud de los rasgos de carcter
de todos los origenes se arl'iculan entre s por una parte,
y con las estructuras profundas por otra, constituye una
de las riquezas, y por qu no, una de las bellezas de la
vida, al rnjsmo tiempo que, felizmente, se refuerzan as
las posibilidades defensivas que siguen siendo relaciona-
les. Pero el clnico se encuentra repentinamente frente a
un mosaico complicado, un rompecabezas de colores ne.;;-
perados colocados uno junto a otro, un laberinto de cam-
bios de rureccin imprevisibles ante los cuales tiene mu-
chas posibilidades (y muchos derechos) de afrontar los
riesgos del error o la Jmpotencia ...

2. RASGOS DE CARCTER PULSlONALES

Sin duda, parece difcil separar los rasgos de carcter


pulsionales de los rasgos de carcter estructurales, en la
medida en que los segundos descansan sobre los primeros;
de todas maneras, los rasgos de carcter .estructurales
necesitan un estudio distinto debido a que engloban en
sus procesos, no ..slo elementos pulsionales, sino tambir1,
y sobre todo, la manera peculiar a cada estructura de tra-
tar el factor pulsional. De la misma manera, parece obli-
gatorio estudiar en un rubro particular los rasgos de ca-
rcter pulsionales. rasgos en los que encontramos en estado
prcticamente puro, al menos tericamente, las caractc
rsticas de las diferentes etapas del desarrollo pulsional.
Aparentemente es difcil hablar, como lo hacen muchos
autores. de cardcter oralD o de cardcter anal. o de ca.
reler sdico., etc., a propsito de los elementos pulsiona-
les nicamente.
En efecto, si bien es licito revisar los diferentes rasgos
de carcter que corresponden a una pulsin parcial o total

319
en cada momento de su desarrollo, (y tanto de un modo
directo como de un modo reaccional o sublimado l, no
podemos concebir una estructura que descanse sobre
sim~les bases pulsion.Jes (que emanen solamente del El/o l
sin ninguna intelVencin del Yo en principio, y luego de
la realidad, o del Super-yo y del Ideal del Yo. Ahora bien,
sin estructura verdadera no puede haber _carcter pro-
piamente dicho, ya que el carcter se limita a la traduccin
relaciam.l de la estructura.
En lo que concierne a los elementos caraoteriales pul-
sionales, pues, no es posible considerar otra cosa que
rasgos de cardcter .
En lineas generales podemos distinguir dos grandes
categorias de rasgos de carcter pulsionaJes: los rasgos de
carcter libidinales y Ios rasgos de carcter agresivos. Sin
duda podriamos agregarles los rasgos que se relacionan
tambin con las . p ulsiones del Yo, tal como los describi
S. FREUD en .su segunda 1eora de las pulsiones, y volve-
ramos a encontrarnos as muy cerca de los elementos del
carcter narcisista descrito ms arriba.

Al Rasgos de carcter libidinales


Cada etapa del desarrollo libidinal determina un modo
de relacin caraotera'I, que nada tiene en s( de mrbido,
que de inmediato tie m s o menos su personalidad, pero
sin que nunca se encuentre en el estado puro; ni de mane-
ra independiente para determinar un modo especfico de
es tructura.

a) Rasgos de carcter orales

K. ABRAHAM (1924) ha distinguido dos periodos libi-


dinales de tipo oral, basados sobre el modo particular de
los intercambios con la madre: un periodo de simple suc-
ci n . , en que el nio acepta reoib ir de la madre su alimen-
tacin esencial tanto como -sus otras >satisfacciones, y por
otra parte, un perodo de mordisco en el que, al tener
ya a su disposicin algunos dientes y msculos ms fuertes,
comienm a crearse una r elacin ambivalente de depen-

320
dencia y oposicin; libido y agresividad pueden entonce>
manifestarse con respeto a un mismo objeto.
Diferentes rasgos de carncter derivan de esas situa-
ciones, primero en el nio de ms edad y 'luego en el adul-
to, no s lo y de manera demasiado simplista segn los
prototipos de esos dos perodos, sino tambin segn las
diversas maneras en que esos perodos han sido vividos
e .i ntegrados; describimos as! los rasgos de carcter del
oral satisfecho: redondez y plenitud fsicas, seguridad
de s, gourmet y gourmand satisfecho, capaz de tener pa
ciencia y gozar de lo que se le ofrece, poco dispuesto a
privarse, pero capaz de benevolencia y de generosidad,
que trata de compartir su lIacer y que es agradecido con
quien se lo procura; es la persona a quien es un gusto
invitar y por quien nos gusta ser invitados. Por el contrario,
el oral insatisfecho llega a perturbar Jas reuniones ms
a>acibles: sin poder aceptar que se le gratifique, lo que
le quitara motivos de reivindicacin, el oral insatisfecho,
la boca seca 'Y vida, no wporta ninguna frustaci6n, no se
concede ningn placer que provenga del otro, permanece
en lucha constan1e tanto contra el deseo de que se ocupen
de l como contra su propio deseo de ocuparse de s ,m ismo;
necesiba agarrar, arrancar, atacar, maltratar a1 otro, hacer
el intento de castrar oralmente los objetos.
K. ABRAHAM (1925) describe rasgos de avaricia oral,
de dependencia, de mendicidad y de oblatjvidad alternado>,
as como una sul)limacin oral en la esfera intelectual;
pero si tales sublimaciones son poco exitosas, la ambiva~
rencia oral lleva al sujeto a entablar relaciones sociales
muy importantes debido a su necesidad ele evomitar
enseguida ,todo 10 que haba tratado de incorporar en
el momen10 precedente. Muchos intelectuales brillantes
y venidos a ms consiguen llevar una existencia antiso-
cial lamentable, al dar la impresin de jugar a los _hiper-
sociales en una formacin reacciona1 muy mal racio-
naUzada.
El rasgo oral arcaico puede servir tambjn como fija-
cin regresiva a las otras satisfacciones pulsionales pro-
hibidas o mal integradas: en esos casos es frecuentemente
:la funcin oral-verbal .]a que sirve de soporte a esos ere-.
f1ejos pulsionales . El impulso de hablar (tanto como la
comezn uretral para los sujetos ms elaborados) sig-

321
nifica deseo de atacar, de acallar al objeto. Existen ra<>gos
orales reacoionales que necesitan 'la presencia constante
de un hilo de baba en las comisuras de los labios, y que
significan a ,la vez necesidad y placer de morder al otro,
as como ciertos glandes conseIVan una gota de gonococia
incurable destinada a consumir a toda pareja eventual.
El taciturno poco locuaz puede desarrollar una defensa
opuL"Sta contra los mismos conflictos profundrn;.
BERGLER (1933) piensa que las sublimaciones orales
pueden a veces conducir al sujeto a identificar-s e con el
objeto-alimento, en ,tanto que GLOVER (1925) describe
fracasos orales que conducen a movimientos caracteriales
depresivos.
La curiosidad puede superponerse al ham-b re y es seal
de los mismos excesos glotones-sdicos. Lo mi,smo sucede
con Jos casos de avidez por la lectura, y tambin, inver-
samente, con cierta'S reacciones dislxicas defensivas.
El erotismo oral, como lo mues tra H. SAUGUET (1955),
puede ser satisfecho tanto por comida como por la bebida,
el tabaco o el beso.
La generosidad y la avaricia tienen tambin s us fuentes
ms a-rcaieas en el erotismo oral: sujetos que hayan inte~
grado mal ese impulso ertico se revelan incapaces. tanto
de pedir cua'lquier cosa a los otros como de ofrecerles un
regalo. en tanto que las tendencias sdico-orales operan
una verdadera vampirizacin del objeto, que a menudo
llega a protestar, hasta tal punto se siente chupado por
el sujeto.
Un caso de frustracin oral que acarrea rasgos de carc-
ter reaccional particulares es el de un nio en edad edpica
que ve a un he nnano menor mamar de seno materno; su
primera reaccin es sentir que l mismo ya no recibe tanto
en el plano oral; ,la segunda reaccin, concomitante, es
sentir que el rival va a comerle a su madre ya edpica,
y 'l as dos frustraoiones van a infiltrarse recprocamente
para obstaculizar en cierta medida la progresin de la
organizacin genital por una parte, y dar una coloracin
ertica oopica a toda nueva fru,stracin oral, por otra.
La frecuencia de los ..asgos de carcter orale.s en el
interior de los comportamientos, tanto caracteria'les como
sintomticos, de estructuracin o bien histrica o bien
esquizofrnica. no debe llevarnos precipitadamente a la

322
condl-usin de que existe una correlacin constante entre
oralidad y esquizofrenia por otra.
Esta observacin parece tanto ms valedera cuanto que
muchos autores presentan una tendencia demasiado apre
surada a poner la etiqueta de sadi'smo an.,.1 a toda acti-
tud de reivi:ndicaoin 10 suficientemente viva ante -la reac
tivacin del recuerdo de una antigua frustracin narcisista .
Ahora bien, muchas de esas reacciones, en las que aparecen
realmente movimientos sdicos y anales, se hallan infiltra-
das tambin por elementos reivindicalivos orales, as como,
en un cierto nmero de casos, un examen atento del nivel
y de la cual idad de la pulsin en cuestin permite eliminar
todo aporte, ya .sea sdico, ya sea anal, y reconocer la
exclUSiividad de las rnanifestaciones pulsionales orales.

b) Rasgos de carcter anales


S.FREUD (1908 b) ha precisado los rasgos fundamen-
tales de carcter anal, que se centran en 'lomo a la trada
parsimonia, exactitud y obstinacin.
El punto de partida ertico reside en el placer de 13
defecacin al nivel del ano, por una parte, y en la manera
en que son tratadas relacionalmente las materias fecales
por otra.
El problema del control, tanto del placer como de as
mateI"ias, plantea al nio muchos problemas en su relaoin
con su madre y sus educadores; la importancia de 'l a situa
cin ontognica del estadio anal (a caballo sobre la divi
ded line de separacin de }as estructuras psicticas y
neurtica,;), la duracin de ese estadio, su proximidad
a los estadios genitales y -&U rol fundamental en el acceso
a aquellos, su reactivacin intensa en el momento dd
perodo de latencia, la manera de acoplarse con gran fa
cillidad tanto a los deseos edpicos como a los deseos agre-
sivos. todos eso,; factores hacen que los elementos carae
teriales anales constituyan los fundamentos de toda per-
sonalidad.
Despus de los trabajos de K. ABRAHAM (1925) se han
considerado dos periodos anales: el perodo de rechazo
y el periodo de retencin anales. Entre esos dos perodos
pasa la divided line descrita (cf. figura n.O 8) como lmite

323
que separa las principales fijaciones conducentes a la sepa-
racin entre la estructuracin de -m odos neurtico o psi-
ctico. El primer perodo alzal, el pcriodo anal de puro
rechazo, corresponde a un comportamiento caraolerial de
destruccin del objeto y s c ma ntiene en la gnesis de la
economa psictica, en tanto que el segundo estad io al'lal,
ligado a las posibilidades de retencin ob jetal, asegura ya
un control del sujeto que respeta su rea1idad y su auto-
noma; este segundo perodo se sita en el marco de la
gnesis neurtica.
P arece evidente que los rasgos caraoteriales alsicos
de parsimonia, exaotitud y obstinacin se refieren mucho
ms al segundo periodo anal que al primero, en el que
los elementos caractemales parecen estar representados
ms bien por el desprecio, la feca1izacin, el rechazo del
objeto identificado con las materias fecales, que deben ser
rechazadas a su vez como inasimilables y peligrosas.
Pero debemos rechazar ahora la habitual colusin ent~e
los eleI!lentos caracteriales anales y el -sadismo.
Sin duda el tnnino mismo de sadismo se halla dflS-
pirado en un nombre patronmico que evoca la erotiza.cin
que se obtiene de comn acuerdo slo con la violencia. Aho-
ra bien, el empleo habitual de la palabra sadismo no co-
rresponde. en principio, sino a un rasgo agresivo (en suma.
sin matiz ertico).
Si queremos respetar el senti do de los trminos y las
nociones, sin mezclar embarazosamente planos muy dife-
rentes. es necesario distinguir, por otra 'p arte, tUl erotisma
anal que, aun bajo la forma ligada al primer perodo anal
de expulsin, no tiene nada d e sdico (en el .sentido de
las pulsiones agresivas J, ya que se mantiene econmica-
mente libidinal; y por otra parte, el sadismo. en el sentid"
psicoanaltico (y no pornogrfico) del trm ino, es decir,
un concepto que permanece bajo la pura dependencia de
las pulsiones agresivas y qt:.e no tiene en s ningn elemento
que se deba a las tendencias libidinales.
La intfincacin automtica de las dos lneas, agresiva
y libidinal, a nivel anal, es un hecho innegable en la
gnesis estructural; sin embargo, puede parecer peligroso,
en el plano conceptual, que esta coyuntura se considere
tan evidente que la denominacin hbrida de sadismo-
ana' signifique una 60la unidad conceptual insep"..,.ble.

324
Corremos as el riesgo de perder de vista la especifidad
del erosmo anal tal como puede ~xistir, independiente-
mente de todo elemento agresivo, con todas sus facetas
tambin autnticamente voluptuosas, tan estructurantes
y tan sublimables como las hemos considerado en el caso
del erotismo oraI.
Los rasgos de carcter anales se limitan demasiado
frecuentemente en las menciones habituales a los aspectos
restrictivos y pesimistas de la economa sdico-anal des-
tructora del primer periodo anal; y ello ya sea bajo la
forma de rasgos directos (suciedad, rec/lazo objetal), o
reaccional ante las interdicciones ligadas a la expulsin
(alergia a toda autoridad, oposicin sistemtica, irona
punzante, sarcasmos, etc.).
Pero tambin existen, al igual que para la 0ralidad ca-
racterial, rasgos anales erticos sublimados de manera exi
tosa, que caracterizan a los sujetos con la generosidad, la
originalidad. el dinamismo y la creatividad (literatura, pin-
tura, industria, arquitectura, segn dice SAUGUET, 1951).
Para los .p sicoanalistas, la pregenitalidad asume COIl
demasiada frecuencia valor de regresin restrictiva, de
defensa negativa anligenital, de campo libre abierto a los
desbordes de la agresi'lid~d. Aun cuando en clnica psicoa-
naUtica revista fcilmente este aspecto, no por eso es menos
cierto que, en el plano de ,l a gnesis de a estructuraciones
y del carcter, la pregenitalidad y la analidad en 'Particular
no 'tienen por qu ser malditas hasta ese punto: no es ni
antilibidinal ni pro-agresiva en s; en las condiciones ge-
nticas y relacionales banales, la pregenitalidad, que es ya
libidinal por hiptesis, prepara las vas de una genitalidad
feliz y una no menos feliz integracin, bajo la 'Primaca
del genital, de Jas pulsiones agresivas_
Todo esto se relacionaba pues con la inversin por
parte de la libido de Ja zona anal, y con sus consecuencias
caracteriales. Por otra parte, podemos considerar el rol
asignado a los problemas relacionales que se refieren a la
utilizacin de las rnate~ias fecales : es la dialctica posesin-
desoposesin Jo que se juega a ese nivel, en el plano todavia
narcisista y que pronto ser geni1al: poseer y ser posedo,
poseer y dar, poseer e intercambiar, poseer y prometer
sin dar, poseer y hacer esperar para dar, poseer y no
poseer ms, poseer y _estar posedo, etc.

325
Muchos rasgos de caroter reaccionales contrariados, .
colricos, rabiosos, rencorosos, agriados, irritables, impul-
sivos o reivindicativos s e inscriben en ese regi'5tro. Heces',
dinero, nios asumen el mismo sentido simblico a ese
nivel.
Nos parece til no extender a otras senies, que sin
embargo se citan muy frecuentemente a este respecto, los
rasgos de carcter verdaderamente anales. Ya hemos visto,
a propsioto del carcter obsesivo., la importancia de no
mezclar dos planos caractenales muy distintos, de los
cuales uno se apoya sobre el otro, pero sumndole sus
mecani.smos propios, que ya no tienen nada de especfica-
mente ana:!. Lo mismo ocurre a propsioto de la parano,a
o la perversin.

e) Rasgos de carcter uretrales


Los elementos de carcter uretral aperan una transicin
entre los rasgos anales y flicos de los que pennanecen
impregnados. La economa uretral realiza la competicin:
es, por ejemplo, el juego de los nos que tratan de reco-
nooer el poder del que orina ms lejos. Pero ese certa-
men alcanza ya al genital en algunas ocasiones, cuando
se trata de reconocer el sexo que orina de pie (la
literatura contempornea precisa, por otra pante, que las
mujeres flicas. actan de esa manera).
Una manifestacin uretral reaccional muy conocida se
presenta en la enuresis, en la que se mezcla, adems del
gozo uretral proto-o~gstico en el flujo voluptuoso Y clido
que acarioia las vlas genitales, la evocacin anal del _man-
char., el disgusto ante la suciedad y la vergenza ante
el objeto al que se dirige el fluir ambivalente.
S. FREUD (1932 a) ha comparado el erotismo uretral
a la segunda fase masturbatoria infantil.
Numerosos eyaculadores precoces, y algunos compor-
tamientos exhibicionista's manifiestan tades rasgos de ca-
rcter considerados frecuentemente como flico-pasivos,
para mostrar claramente el sentido del reclamo narcisista
ocuHo tras da agresin manifiesta.
Los rasgos de carcter uretrales se mantienen en el
dominio de las bromas y engaos., del fuego de artificio,

326
del. tiro al blanco. sobre ., registro genital. En general se
produce la misma superchera sobre el registro paralelo
de las pulsiones agresivas. La imitacin con activid.ld
real slo se ejerce sobre ., ruido, el olor a plvora, .,
humo que la sigue; pero ., objeto se ha mantenido cuida-
dosamente protegido ... y tambin el sujeto; sin embargo,
el simulacro ha aportado un alivio pulsional.

d) Rasgos de carcter fllcos

Los rasgos de carcter . flicos continan, sobre la base


del impulso de los rasgos uretrales, las manifestaciones
competitivas, pero que conciernen ya ms especficamente
a 'l a competicin entre los sexos.
L os comportamientos infantiles e impulsivos, la bs-
queda del prestigio y el respeto a cualquier precio, la
imposibilidad de soportar un fracaso o una crtica ante
los otros, la .necesidad de enoon1rar sujetos sexuales . idn-
ticos., la difci' integrncin de las tendencias homosexuales
pasivas primero, y luego activas, constituyen las bases de
fonnacin de los "ementos caracteriales flicos.
El falo. no es todavia el pene.; existe ya un principio
de sexualizacin, pero ste se presenta defensivamente
mcompleto y sobreinvertido narcissticamente.
Podramos decir que la imagen del 'pene. est ligada
a la posibilidad de la representacin de su funcionarrento
relacional genital, en tanto que el .falo. est destinado
en un primer momento a ser mostrado y admirado.
En el rasgo caracterial flico, no es el objeto lo que
cuenta. sino el hecho de tener <o no) el falo, de ser uno
mismo (o no) el falo.
El temor a la castracin flica conduce, a ese nivel
caracterial, a una mayor falizacin del cuerpo entero. La
angustia ante la homosexualidad pasiva latente, el temor
y la vergenza de mostrar tendencias erticas de modo
femenino.pasivo <en los dos sexos) conducen, tanto en la
mujer como en el hombre, a reivindicar una actitud mani-
fiesta de homosexualidad activa, compromiso entre las dos
lineas de deseos .p asivos-anaIes y heterosexuales activos
<en los dos sexos) al mismo tiempo que conservan, COi}

327
carcter altamente reconfortante, las antiguas inversiones
econmicas de tipo narcisista.
Al examinal- el comportamiento de ciertos movimientos
destinaGos a liberar a la mujer, nos damos cuenta de que:
el falismo pone en cuestin la condicin femenina, tanto
de parte de las mujeres como de los hombres, dado que
la representacin del rgano masculino corresponde para
unos y otros, no a un pene relacional, sino a un falo com-
petitivo, y que, al mismo tiempo, el rgano fenlenino no
puede ser representado sino como pasivo y perseguido, y
no se le reconoce ningn. derecho act~vo en e.1 juego de los
ir.tercanlbios sexuales.
El comportamiento caracterial flico no puede concluir
en un reconocimiento sereno de Ja separacin real entre
los sexos: al nivel flico, para mantenemos iguales en
derechos, debemos ser semejal1te~ . S610 la economa genL
tal aporta representaciones en las que los humanos podrn
aspirar al derecho de ser iguales y diferentes a la vez, y
la posibilidad de encontrarse justamente en la diferencia
que no impide ni un goce igual , ni una actividad igualmente
intensa.

e) Rasgos de carcter genitales

La metabolizacin y la integracin (no me gusta mucho


el trmino unificac16n) de ,1a5 pulsiones parciales y
de las representaciones parciales, as como de las re-
.o;;onancils parciales de las zonas ergenas parcia-les y los
objetos parciales, bajo la primaca del genital , 'Oonducen
a un reconocimiento de la categora de realidad y de
parjdad de los dos sexos que va a hallar su primer campo
de experiencia, sufrimiento y satisfacciones. en la vivencia
triangular ecUpica. ..
La zona genital se vuelve entonces ergena en si, ~s
decir, en tanto que gerzital y no en tanto que simple soporte
del falismo o de la agresividad.
En este nivel podemos distinguir aquellos que diferencia
los rasgos de carcter genitales de los .rasgos de carccer
neurticos. En mi opinin, ambos tipos no pueden con-
fundirse conceptualfTlente.
El ras.go de carcter genital sigue siendo un elemento

328
real y objetivamente observable, en la medida en que
constituye un fragmento aislado que rubrica el acceso a la
categora genital de al menos una parte de la personalidad.
Por el contraro, slo podramos concebir como perfecta
mente ideal e irrealizable una personalidad que fuera ge-
nital. en su totalidad; dicho de otra manera, y hablando
con propiedad, no puede existir un carcter genital .
El caroter>, en el sentido completo del trmino (el
que corresponde a tUJa estructura homloga autntica)
que comprende el mximo de rasgos de carcter genitales
es el carcter neurtico., del que hemos hablado ms
arriba.
Por Jo tanto, es conveniente, tal como.Jo hemos propues-
to, y ya se trate de rasgos de carcter anales o de rasgos
de carcter orales, estar al nivel de los rasgos de carct"r
genitales estrctamente atentos al aspecto especifico de los
ecos caracteria:les que corresponden a ese nivel evolutivo
ltimo y preciso de la olibido, y reconocer al mismo tiempo
lo que esta ltima etapa debe a los estadios evolutivos
que le han precedido, pero sin ocuparse de esas mismas
etapas anteriores en el examen de lo que existe de original
y de inimitable en los comportamientos funcionales y re-
lacionales de esa etapa genital.
Slo a nivel del estudio de los diferentes caraeter",s
neurticos parece licito considerar el aspecto ms realista
de las cosas. No pu.ede encontrarse ningn carcter u ge.
nital puro", ya que aun el individuo ms maduro arrastra
obligatoramente a nivel estructural (y por ende tambin
en los ecos caracteriales de su estructura) secuelas de
fijaciones en es-tadios pregen;tales (oral o anal) o protoge-
nitales (uretral o flico). Todo carcter genitaI. conservar
un aspecto imperfecto sobre el plano terico ideal, pero
al mismo tiempo menc.s absoluto, ms matizado y ms
coloreado tambin en el plano de la realidad humana,
todas ~as veces (felizmente frecuentes) en que los elementos
antigenitales no arrastren al sujeto -h acia una agresin
mrbida.
El xito, siempre relativo, del acceso del o: carcter neu~
rtico. a la econolla genital se traducir por medio de dos
faotores de importancia: en primer lugar, la organizacin
estruotural (y por lo tanto tambin car..cterial) se hace ba-
jo la primaca del genital, y por otra 'Parte, aun cuando nu

329
merosos rasgos caracteriales antigenitales llenen las laguna.
estructuraJes inevitables, existe no obstante una gran can- .
tidad de rasgos de carcter genitales activos en el funcio-
namiento relacional espon tneo del psiquismo del sujeto,
y tanto -la cantidad como la importancia cualitativa de
esos rasgos dependern de la manera en que el nio haya
abordado, vivido, y luego resuelto las dife rentes etapas de
su conflicto edpico; dicho de otra manera, de cmo haya
salido de su ambivalencia pregenital, de sus economas
pulsionales y objetales parciales.
K . ABRAHAM (1925) seala que el estadio final de la
evolucin carac terial se apoya no solamente en los incon-
venientes y las d~bhlidades , sino tambin en todas las
ventajas encontradas en la-s adquisiciones caracteriaLes de
los estadas precedentes : En el estadio oral, la capacida.f
de emprender y la energa, en el estadio anal la resis~
tencia, la perseverancia, etc., en el sadismo, el poder de
lucha por la vida. Si el desarrollo del carcter ha prose-
guido con xito, el sujeto deb e ser capaz de controlar sus
pulsiones sin verse sometido a la necesidad de negarlas ...
El carcter neurtico debe extraer de la importancia
de los rasgos genitales, as como de ,l a diversidad de los
rasgos parcirues antigenitales, la estabhlidad y la riqueza
funcional y afectiva de 'u Yo, capaz de matices y muta-
ciones que no implican ni rigidez, ni incoherencia, ni
desrdenes serios, tanto para el sujeto como para los
objetos. Las pulsiones, tanto las sexuales como las agre-
sivas, ya no sern sistemticamente negadas, anu.adas.
evitadas, desplazadas o inhibidas; una buena parte puede
ser utilizada relacionalmente de manera directa; otra parte
puede concluir en sublimaciones vlidas; y por ltimo, la
parte cuya contencin asegurarn los diversos sistema.
defensivos no tendr ya potencia suficiente como para
inquietar al Yo en lo esencial de su funcionamiento adap-
tativo; adems, tanto la eleccin como el juego de los
sistemas defensivos se mostrarn .suficientemente flexibles
y oportunos como para evitar al mximo las d1sonancias
afectiVll5.
Los rasgos de carcter genitales corresponden al fin
del estadio ambivalente precedente; autorizan el acerca-
miento a un objeto que no es al mismo tiempo el soporte
de las representaciones agresivas o agredidas; se mani

330
fiestan bajo forma de comprensin, respeto por el otro,
ideal de unin afectiva, posibilidad de intercambios, .in
t"mor a la prdida ni necesidad de provecho, sentimiento
amoroso (en la medida en que llegue, en el estadio genital,
a unir sobre el mismo objeto el deseo sensual y la ternura
afectiva).
Si creemos ,l o que afinna M. BOUVET (1956), la relacin
genital perfecta sera, por as deciruo, esin historia., en el
mismo sentido en que declaramos que ela gente feliz 110
tiene hi.toria.. Sin embargo, como lo demuestraIJ LA-
PLANCHE Y PONTAUS (1967), el objeto amoroso debe
ser a la vez IlcO (en tanto pleno, singular y original) e
intercambiable (porque el genital no puede carecer de
objeto de amor; la prdida del precedente le conduce a
un cambio, no a una depresin).
Uno de los rasgos fundamenUes del carcter genHal
reside pues. tanto en la capacidad de estabilidad en el in
terior del buen intercambio relaoional, como en la flexi-
bilidad paTa el cambio desde el momento en que el inter-
cambio deviene objetiva y objetalmente demasiado des-
ventajoso.

B) Rasgos de carcter agresivos


Junto a las pulsiones Iibidinales, las pulsiones agre
sivas originan paralelamente una serie de rasgos de carc-
ter elementales muy corrientes, que rara vez se hallan
ausentes de toda formacin caracteriail, dada 5U banailidad,
y que durante todo un perodo evolutivo resultan difcil-
mente separables de los producidos por aquellas, a pesar
de sus diferencias econmicas.

a) Rasgos de canlcter sdicos

Si bien lo esencial del rasgo de carcter de este tipo es


muy claramente reconocible y consiste sobre todo en en
carnizarse contra los oh jetos, es muy raro ver esa clase
de rasgos caracteriales descritos de manera pura y sin que
se les asocie, ya sea a ra5gos anales (el famoso sadismc>-
anah), ya sea a rasgos masoquistas (los no menos famosos

331
sadomasoquismos.). S. FREUD ha utilizado a lo lar50
de toda su obra el trmino sadismo~, bien el en sentido
purament e agresivo (-la escuela kleiniana se ha atenido
a este l timo aspecto), bien en un sentido mixto (sexual
y agresivo).
El rasgo de carcter autnticamente sdico es, de hecho,
difcil de determinar con preci sin, ya que no debe corres-
ponder a un comportamiento relacional agresivo en el que
el sufrimiento del otro no sea considerado; correlativa-
mente, no debemos encontrar pjedad (directa o indirec-
ta) para con el objeto al que el sujeto hace sufrir, ni el
placer que el sujeto mismo pueda extraer del sufrimiento
del objeto. Slo debe contab;lizarse la satisfaccin directa
de -l a pulsin.
Los rasgos de carcter sdicos parecen, por el contrario,
estrechamente ligados a la nocin de Bemiichtigunstrieb,
citada por FREUD desde 1905 (Tres ensayos) y retomada
en 1913 (P"edisposicin a la neurosis obsesiva), en 1915
(Las pulsiones y sus destinos), y 1920 (Ms all del prin-
pio del placer). LAPLANCHE y PONTALIS (1967) traducen
el tnnino por pulsin de dominio; para el sujeto se
trata (\e dominar al objeto por la fuerza. Despus de 1920,
aparecera este ras go como una herencia de la pulsin
de muerte.
Los trabajos de 1. HENDRICK se refieren a una nece-
sidad de dominar ,,1 objeto, necesidad de naturaleza en
apar:iencia no sexual, pero que en realidad parece muy
cercana a los rasgos caracteriales descritos a propsito
de la uretralidad y del falismo, rasgos que siguen basn-
dose en una logstica Iibidinal, en tanto resulta difcil
separar las pulsiones agresivas, en vivo, de las infiltr:
ciones Hbidina-l es, y a la inversa.
Sin embargo podemos constatar que en el -sistema pul-
sional freudiano existe, entre las pulsiones agresivas 'Y la;
pulsiones sexuales, la miSllla clase de relaciones comple-
mentarias que -se describen en el famoso esquema df'~
Yang y Ying chinos, en el que la suma de dos factores per-
manece siempre i"gUal a una constante: desde el momento
en que uno de los dos elementos disminuye cuantitativa
mente, el otro compensa esta prdida por medio de un
aumento compensatorio de fuerza i~ y de sen.t ido
opuesto.
332
Las hipte,is freudianas se complican todava ms co-
mo consecuencia del hecho de que no solamente la libido
desfalleciente cede el paso a las pulsiones agresivas, sino
que toda debilidad de una forma elaborada de libido nos
remite a una alteracin cualitativa regresiva, y por ende
degradada, de la cantidad de libido restante.
Esto nos permite comprobar que los rasgos de carc-
ter sdicos son tanto ms netos y diferenciables cuanto
ms dbil es la cantidad de la libido, por una parte, y por
otra parte en cuanto que, frente a ellos 'Y cualitativamente,
estamos en relacin con formas arcaicas de la ' evolucin
libidinal taJes como las hemos descrito ms arriba: for-
mas oral, anal, uretraJ y flica.
Parece indudable que deberamos distinguir, en cada
etapa del desarrollo afectivo, y en la intrincacin pulsio-
nal ms legtima y estrecha, la parte que retoma a la
gnesis de la lnea pulsionaJ libirunaJ, y tambin la parte
que se vuelve hacia 'la lnea pulsional agresiva. Quiz"
~onvendra i ncluso hacer tambin el balance, en un tercer
plano, del rol relativo de las .pulsiones del Yo. en el
sentido narcisista y freudiano del trmino.
Los rasgos de carcter sdico que se remiten a !a
agresividad actuada. verbal, o simplemente mentaliz.ada,
sobre el objeto, no dif.ieren sensiblemente de aspecto, re-
tengamos o no 'l a hiptesis del instinto de muerte ~, ya
que se trata aqu, de todas maneras, de un rasgo directo
de carcter, de .ma manifestaci6n relacional de la estruc-
tura subyacente, independiente, al menos a priori, del as-
pecto eventualmente reflejo del sadismo sobre el mismo
sujeto.
Como '10 ha mostrado D. LAGACHE (1960), es conve-
niente no confundir ,los rasgos de carcter sdicos con Jos
rasgos de carcter que testimonian una snple necesidad
de actividad. Si bien el sadismo es efectivamente activo ,
existen por el contrario muchas otras fannas de 3ctividad
en rejacin con modos de funcionamiento del Yo que no
tienen en s nada de agresivo y que, por el contrario, se
orientalian en el sentido creado!" e integrador del Ero').
en ta..~to) que la agresividad en s mis ma induce siempre
la desorganizacin y el fraccionamiento.

333
b) Rasgos de carcter masoqulstas

Es totalmente excepcional tropezar, en la literatura


p sico patolgica o p sicolgica, con descripciones del ma-
soquismo que no estn impregnadas ni de sadismo ni de
erotizacin.
Si bien resulta efectivamente mu y raro encontrar, en
la prctica, un elemento masoquista (como, por otra parte,
un elemento sdico ) en estado puro, sigue siendo cierto
sin embargo que el mecanismo pulsional agresivo de modo
masoquista existe con perfecta independencia, desde el
punto de vista terico al menos, tanto respecto del modo
pulsional sdico como de los mltiples riesgos de la libido_
S- FREUD (1924 e) ha determinado tres registros ma-
soquistas : un registro erge no, un registro femenino "
y un registro m oral ,
El masoquismo uergeno corresponde a una organi-
zacin perversa : el sufrimiento sirve a la vez palO- ocultar
y atizar el placer; el placer se obtiene en las condiciones
pa rciales d e finalidad, objeto, zona y realizaciones que ru-
brican la perversin del cuadro clsico_ No nos ocuparemos
aqu de ese modo masoquista.
El masoquismo femenino. es una creacin freudiana
de caracter ms filosfico y hasta casi metaflsico que es-
trictamente psicolgico. Esta nocin aparece ligada al pos-
tulado de la . pas ividad. femenina, de la castracin. fe-
menina; dicho de otra manera, de la inferioridad feme-
nina , posicin que les psicoanalistas varones no han sido
los nicos en defender, y a la que los movimientos femi.
nistas estridentes aportan una adhesin profunda bajo la
cobertura de una vigorosa formacin reaccional de sen-
tido manifiesto y aparente diametralmente opuesto_ La
buena conciencia psicoanaltica no exige. en el plano cien
tifico, ,l a aceptacin de esta concepcin, que es en suma
muy poco halagadora para con la mujer.
Nuestro inters en el plano caracterial se aplicar por
el contrario al mecanismo del masoquismo denominado
moral , en el que trataremos de distinguir 10 que se re-
laciona con el narcisismo (mecanismos de e fracasos lt. de
destinados., de abandono., etc.) y lo que se mantiene
especficamente masoquista, es decir, bajo la estricta de-
pendencia de las pulsiones agresivas_

334
El rasgo de carcter masoquista resulta, desde esla
ptica, uno de los ms corrientes, en medio de todas las
estructuras u organizaciones piSquicas. pero a un nivel
esencialmente pre-edipico.
Sin duda, el masoquismo constituye una agresin cen-
trada sobre 5, pero ai .msmo tiempo, es tambin :una
hbill provocacin al objeto. Ahora bien, este objeto no se
sita en una economa triangular edpica. Los inteI1Iocu-
tores del ma50quista caracterial son siempre los dos pa-
dres a la vez, ya sea en los registros psictico o neurtico
o en el anaclitico. El reproche potenciado puede enunciar-
se: .Mirad lo que habis hecho de m, y se dirige a todllS
los mayores.
Cuando, por ejemplo, el nio interpela al padre, desig-
na ai mismo tiempo a la madre: .No soy yo quien te ame-
naza, dice al padre, es ella quien te ha castrado, y mira,
no me tienes ningn temor porque ella me ha castrado a
m tambin, pero t, t has permitido que lo hiciera.
Sin embaI1gO, permanecemos todava en el mbito de
una economa tridica proto-edpica, en el sentido genital
del trmino, ya que .se trata aqu de la castracin flica-
narcisista-anal-agresiva y no de ~a autntica castracin
genitai, cuya angmtia slo podra aparecer en una ecc>-
nomia triangular mucho ms elaborada sexual mente y que
necesita de -las vivencia:s edpicas que justamente el me-
canismo m.a5oquista ha evitado abarcar e integrar en
tanto que tales, aun cuando eventual'm ente coexistan a
su lado.
El rasgo de carcter masoquista es a la vez l a agresin
y el camuflage de la agresin, gracias a tres subterfugios
complementarias:
a) La proyeccin de -los fantasmas agresivos del sujeto
sobre el objeto: . Es el otro el que me ataca, y es por eso
que sufro
b) La mistificacin del objeto durante el ..taque agre-
sivo : .Yo soy dbil y desdichado; por lo tanto, no puedo
atacarte: desdrmate
e) Bajo la cobertura del sufrimiento, s e reducen al
silencio las instancias ideaies o interdictoras: .No se aplas-
ta a un hombre cado por tierra.
Parecera que esta fonna de masoquismo caracterial
slo puede venir a reforzar secundariamente los reclamos

335
del erotis mo anal para concurrir al movimiento homose~
xual pas ivo. as como el sadismo, ms directo y brutal,
viene a rcforl.ar los erotismos uretral y flico en el m~
vimicnto homosexual activo.
El hecho de que FREUD haya hablado, despus d e 1920.
de un f{maso quisl11o primario directamente derivado del
instinto de muerte, y paralelo al sadismo, no modi fjca la
presente con cepcin del mecanismo profundamente agre-
sivo que suhyace en todos los casos a los rasgos nlaso-
quistas.

e) Rasgos de carcter autopunltlvos

Podemoc; distinguir los comportamientos autopunitivos


que corresponden , ya sea a 105 comportamientos maso-
quistas, ya a los comportamientos de fracaso . Las ac~
tiludes repetitivas de fracaso responden (LAFORGUE, 1939)
a una imposibilidad de satisfacer ,l a puls..in inconscienl~;
el m ecanismo masoquis ta, como acabamos de ver, permi-
te el ataque sut' del otro a ,la sombra del 's adismo dirigido
contra s.
I..as actitudes autopunitivas se interpretan a menudo
en el sentido de una sancin que el sujeto se inflige a s
mismo 'Para -sa1isfacer a un Super~yo demasiado exigente.
S;n embargo, en la lnea de pensamiento comn a :odo
este trabajo, nos encontraramos, al aceptar esta interpre-
tacin, con Ia nocin de Super-yo., la herencia del Edipo,
y por ende la accin de la libido, por ID que nos parece
ms riguroso limitar, en este pargrafo, 'la nocin carac-
terial de aUlopunicin a los aspec:os pulsiona.Jes agresi-
vos, sin interferencia, al menos en el plano terico, de
los elementos genitales (en genernl concomitantes, sin
duda, pero dependientes de una .fnea pulsional distinta).
Efectivamente, al referJrse a Anlisis terminado y an-
lisis interminable (1937 e) encontramos la descripcin d"
elementos de pulsiones agresivas que FREUD presenta
como susceptibles d e manifestarse, fuera de toda vincula-
cin con el Super-yo, en ciertas necesidades de punicin.
A ese nivel, nos mantenemos dentro del marco del ma-
soquismo secundario, en la medida en que :Se trata, en
esa clase de rasgos de carcter autopunitivos, de un ver
dadero retorno contra si mismo de una parle de las put-

336
siones agresivas. Contrariamente a los rasgos de carcter
masoquistas, los rasgos de carcter autopunitivos no po-
dran depender nunca de un masoquismo primario .

e) Rasgos de carcter que dependen


de las pulsiones del Yo

S. FREUD nunca abandon completamente, ni siquiera


despus de su hiptesis concerniente aJas pulsiones de
muerte, las nociones anteriores que se referan a las epul-
siones del Yo., definidas en la primera teora de las
pulsiones.
De manera que, junto a los rasgos de carcter que .e
refieren a ,las pulsiones sexuales primero, y luego a las
pulsiones agresivas, tenemos derecho todava a plantear
la existencia de rasgos de carcter que representan las
manifestaciones relacionales 'Y funcionales de las .pulsi~
nes del Yo .
De todas maneras, la segunda teona de Jas pulsiones
presenta la nocin capital de narcisismo, y sin duda es
all donde se 5ita el nudo conceptual del problema de
la gnesis y el completamiento del Yo, de sus relaciones
con las orientaciones pulsionales en general y libidinales
en .p articular.
y eUo hasta tal punto que pareciera que al intentar
describir los rasgos de carcter que dependen de las
pulsiones del Yo. volvemos al nivel de los .rasgos de ca-
rcter narcisistas ya citados en este mismo captulo a
propsito de ,l os crasgos de carcter estructw-a1es .
Ese cortocircuito entre esas dos nociones de puIsin
del Yo y de esfuerzo de organizacin narcisista que se
detiene a Divel del simple acontecimiento de ese tipo,
constituye a la vez un corolario y una confirmacin de las
hiptesis emitidas aqu en cuanto a la cartegozia, particular
y no muy estable, de todo nuestro grupo - lmite., ya sea
a nivel estructural, a nivel caracterolgico o a nivel pa-
tolgico.

337
3
La patologa del carcter

Ya hemos considerado ms arriba las grandes lneas


de los problemas referentes a la patologa del carcter.
Tambin evooamos ,,1 lugar que ocupan las enfermeda
des del carcter en el seno de la nosografa, y habamos
insistido tambin en la relativa estabilidad de tales acon-
dicionamientos en medio de una lnea que no poda me-
reoer el vocablo de estructural. en razn de su fragilidad
habitual. El trmino de organizaoin. pareca ms con-
veniente para designar el conjunto del sistema cHmite,
a partir del cual se supone que se diferencian las enfer-
medades del carcter .
Bsas enfermedades del caroter> tienen en comn su
aspecto asintomtico. La mayona de los autores que se
han consagrado a su estudio han reconocido ese aspeet",
principalmente aquellos que se han preocupado por las
neurosis- de carcter.
O. FENICHEL (1953) comprueba que, en la neurosis.
de carcter, la lucha entre las fuerzas pulsionales y la
angustia tiende a devenir estacionarla y ngida: .En lugar
de una guerra de movimiento, lo que se sostiene es una
guerra de posiciones.; el paciente puede, por ende, ocudtar
sus movimientos depresivos y sus inlbiciones detrs de
una fachada caracterial relativamente intacta.
O. KERNBERG (1970) trata de formular puntos de re-
ferencia psicoanalticos que conciernan a la patologa del
carcter. Se detiene en las formas asumidas por el Yo y
el Super-yo por una parte, por las relaciones de objeto

339
internalizadas por otra parte, y por ltimo, por Jos deri-
vados pulsionales. Los parmetros de gravedad se situa- .
ran as a los niveles del desarrollo instintuaJ, del d~a
rrollo del Super-yo, del establecimiento de las operaciones
defensivas del Yo, y de las viscisitud".. de 'as relaciones
de objeto internalizadas.
El nivel superior de organizacin caracteriab patol-
gica comprendera Ilos componentes caracteriales hist-
ricos, obsesivos y depresivos.
El nvel medio agruparia los elementos de carcter
omles, pasivos-agresivos, sadomasoquistas, algunos elemen-
tos narcisistas o perversos.
Finalmente, el nivel inferior akanzara a ,las persona-
lidades infantiles y muy narcisistas, las personalidades an-
tisociales, los caracteres as if, los caracteres caticos-, las
derivaciones sexuales mltiples, -l os toxicmanos, las per-
sonalidad~ prepsicticas y, sin duda, en el nivel ms bajo
del cuadro, las personalidades psicticas.
Tenemos. por cierto, inters en distinguir en un primer
momento aquello que, en el plano econmico, diferencia
radica1mente la economa estructural de las neurosis o las
psicosis clsicas de la economa de las organizaciones
lmites.
En la economa estructural de tipo . clsico . (et. fi-
gura 10) el carcter constituye ,,1 modo de expresin re-
lacional y funcional correspondiente a la categora de
adaptacin. Es e carcter se descompone en elementos
sublimativos .p or un lado, y reaccionales por otro. Los
elementos sublimativos aseguran una paz total a los sis-
temas pulsionales y defensivos, al evitar de manera C003
tante el recurso a los procesos habituales de inhibicin;
por su parte, los elementos reaccionales continan utili-
zando -l a energa transmitida por el Yo, pero este desgaste
energtico no protege al Yo solamente contra eventuales
desbordes pulsionales que permanecen dentro del cuadro
caraateria1; adems evita que el Yo se descompense en
la va sintomtica. Dicho de otra manera, las formaciones
reaccionales constituyen una verdadera barrera contra la
evolucin sintomtica manifiesta, en tanto .se rnantien~n
al servicio exclusivo del carcter.
En la economa limite., las cosas suceden de otra ma-
nera: como no existe va sintomtica. el esquema, en lu-

340
gar de ser triangular. entre estructura, carcter y sln-
toma, se vuelve simplemente lineal: organizacin, carcter,
depresin. Es el caroter. quien defiende (como puede, en
una pseudo-nonnalidad que representa un acondicio-
namiento muy relativo) al Yo contra la descompensacin
(depresin). Si el carcter (et. figura 11), constHuido de for-
maciones reaccionales ya -poderosas y de sublimaciones
(y ms especficamente an de Idealizacione51' en relacin
con el Ideal del Yo, y por ende menos slidas), '1\0 basta
para evitar la depresin bajo su simple aspecto funcional,
va a sufrir (y el Yo con l, desde luego) una deformacin
en el sentido de la patologa del carcter, tal como la

ESTRUCTURA CLASlCA
ckI Yo

"#
,<,,.;

/~
CARACTER
'"
7\;:
Sublimaciones Fonnacioncs
reaccionalc.~

FIG. 10
~
11
SINTOMAS

Esquema de funcionamienlo de la economla estructural clsica.

:l nG -\SIZACIO N
.LlMITI;:. del Yo

FIC.ll
Esquema de funcionamiento de la economa de una argani
zacin Ifmite.

341
defonnacin citada por FREUD (1940 e) en su articulo
sobre los mecanimos de clivage.
Al parecer, es la aparicin (o no) de fenmenos npor-
tames de c/ivage lo que operar la separacin entre ca-
rcter' y <patologa del carcter. a nivel de las organiza-
ciones lmites.
En efecto, resulta igualmente importante diferenciar
bien lo que distingue aas "",tidades clnicas comprendidas
en el cuadro general de la patologa del carcter. de las
entidades estructurales olsicas (neurticas o psicticas)
por una parte, y por otra de las entidades psicolgicas que
he clasificado en el marco de los caracteres narcisistas.
En lo que concierne a la separacin entre patologa
del carcter y entidades estructurales clsicas, las cosas
parecen simples y evidentes, tanto en los planos fenome-
nolgico y sintomtico manifiestos como en el plano eco-
nmico; hemos sealado continuamente las divergencias
latentes a nivel de la angustia, los mecanismos de defensa.
el modo de relacin de objeto, los factores tpicos en
juego, etc. Sin duda no es necesario insistir nuevamente
en todos esos puntos.
En contra.partida, la diferencia entre la patologa del
carcter y los divers0t9 caracteres narcisistas- puede re-
vestir aspectos ms sutiles; son principalmente los refuer-
zos cuantitativos de las fonnaciones reaccionales de los
diferentes mecanismos proyectivos y de los c/ivages los
que detennillan cualitativamente, al fin de cuentas, el trn-
sito del carcter a ,l a patologa en ese nivel (cf. figura 111.
En efecto, como hemos considerado ya a nivel de la nor-
malidad . y ,tambin a propsito de las anorganizacione"
el <carcter. particular que corresponde a la .lnea 'lmi-
te _ se halla en una posicin de relativa pseudo-nonnali-
dad. , menos normal. en el sentido del xito adaptativv
que los caracteres 'n eurtico o psictico; es jX>r eso que la
figura 11 est concebida bajo la fonna 'ineal>. La pato-
loga del carcter. no constituira as ms que una exag~
racin de las fonnaciones reaccionales, de las proyeccion.!s
y clivc.ges de las formas caraoteriales de tipo narcis is-
ta lmite., y cuanto ms importancia asumieran esas for-
maciones caracteriales, proyecciones o clivages, ms nos
internaramos en los grados. de esta patologa caracteri.J
342
en el sentido neurosis. de carcter ..... psicosis. de ca-
rcter ..... perversin de car<:ter .
BION (1954) ha subrayado el momento de empobreci-
miento del Yo que resultaba de manera directamente pro-
porcional a la intensidad de los fenmenos defensivos de
tipos proyeotivos variados.
A fuerza de elOpulsar partes cada vez ms importantes
de s mismo, el Yo llega a vaciarse tambin de una parte
de su substancia.
De la misma manera, al no poder el sujeto tolerar ms
las frustraciones, se le har difcil asistir progresivamente
a Ja formacin del objeto real. formacin basada just.-
mente sobre la elOperiencia de frustracin, que para l se
ha hecho insoportable.
La patologia del carcter. sigue siendo una enferme-
dad, no solamente de la relacin objeta!, sino tambin de
ia categora misma del objeto, ligada a un vicio ms O
menos grave segn las variedades clnioas de enfermed,-
des del carcter en la constitucin de la representacin
objeta!.
Una ltima hiptesis a este respecto concierne a! or-
den en el que se proponen esas tres entidades: la per-
versin. del carcter seria considerada como la ms alie-
nante de Jas tres, en razn de los perjuicios ms consecuen-
tes que hace sufrir a! objeto. En efecto. como se trata d"
una patologl de la relacin, mucho ms que de una pato-
loga del Yo, en el sentido ..stricto del trmino, me ha pa-
recido correcto clasificar las tres entidades por orden
creciente de su grado de deterioro de la relacin objeta!.
En Jo que concierne a esta patologl del carcter, no
me corresponde, luego de haber manifestado a lo largo de
todo este trabajo tanta independencia, y de haber mane-
jado muy frecuentemente el sarcasmo con respecto a lai
imperfecciones de los sistemas o las denominaciones de
los otros, areptar una posicin de modestia y contentarme
con una terminologa que no me satisface en absoluto.
Efectivamente. para no caer en la suficiencia neolgica,
que no me atrae, ser necesario que me refiera a las no-
ciones de neurosis de carcter., de psicosis de cca
rcter., y de perversin de carcter mientras no se
trate, en mis desarrollos ulteriores a esos niveles, ni de
verdaderas estructuras neurticas o psicticas, ni de per-

343
versin en el sentido habituaJI del trmino, y que esas
entidaes no se siten nunca a nivel del carcter tal
como se lo habr definido ms arriba, sino que contengan
ante todo problemas eccmmcos referidos a la esfera
narcisista y ya prepatolgica.
Infortunadamente, ninguna empresa humana realista
puede evitar la paradoja, el compromiso o 'Ia .!imitacin .. .
Si bien retomopllJlabra a palabra la terminologa psi
quitrica habitual en -la enumeracin de mis categora.,
tanto caracteria-les como estructurales, no pienro que por
ello s ea posible considerar que recurro a una clasificacin
de tipo psicopatolgico, en el sentido en que se entiende
generrumc!'te ese tnnino.
En efecto, las clasificaciones de criterios psicopatolgi
cos se apoyan en gran parte y en pdmer lugar sobre los
sntomas manifiestos constatados en .zas organizaciones
mrbidas para tratar de elevarnos luego, en mayor o me
nor medida, hacia lo que permitira definir una estructura
o un carcter, en tanto que yo personalmente no conservo
la terminologa psiquitrica sino para identificar mejor
las lneas de los mecanismos latentes fundamentales y
distintos, calificndolos, para mayor predsin y sencillez
en la comunicacin, con Ja ayuda de eptetos muy conoci-
dos y bien deliinitados. Nunca trato de partir del avatar
mrbido de una estructura para determinar sus ejes rec-
tores, sino que por el contr2.rio me propongo comprender
el fundamento metapsicolgico especfico de cada estruc-
tura, para considerar a continuacin su evolucin lgica,
tant(\ en la direccin del carcter como de Jos sntomas
e"entuales que le corresponden en caso de descampen-
sacin.

1. LA NEUROSIS . DE CARACTER

En primer -lugar, conviene precisar suficientemente qut!


muchos autore-s que en el curso del ltimo decenio se han
ocupado del problema de la patologa del carcter, clasifI-
can bajo el ttulo de neurosis de carcter. aiI conjunto
de tres entidades caracteriales patolgicas. Me parece que

344
puede evitarse esta confusin, dadas las diferencias funda
mentales comprobadas entre esas entidades. en cuanto .il
modo d.e status y de manejo de Jas representaciones ob
jetal"s.
Sin duda los mecanismos reaccionales y de divage de
la imago objet3l1 se mantienen bastante paralelos en la~
tres variedades de enfermedades del carcter, y asociados
a !os mismos movimientos proyectivos o de huida y e\'
tamiento; pero la manera en que esos mecanismos se ar-
ticulan entre si vara de forma bastante clara de una ma-
nifestacin a otra de esta patologa.
Yo reservara .la denominacin de neurosis de carc-
ter a una situacin del sujeto que comprende, por una
parte, una disociacin entre el mantenimiento del narci-
sismo personal a un nivel 3ntidepresivo suficiente como
para autor.izar un juego de escondite, tanto con los objetos
como con la falla narcisist'a inicial (profesin, poltica. ar-
te, filosofa, tcnica, realizaciones materiales de todos los
niv-eles) y, .p or otra parte, el fraca so relacional interperso-
nal y afectivo, que ya no permite la aparente es-tabilidad
del simple carcter nardsista~ (su limpidez afectiva, su
moderacin pulsion",l, suficiente bajo los auspicios del
Ideal del Yo, su poder relacional seductor en todas direc
ciones), sin por ello crear deformaciones demasiado netas
de la rea'lidad (como en las psicosis . de carcter) o am-
putaciones demasiado txicas del narcisismo del otro (co-
mo en las perversiones . de carcter).
P. C. RACAMIER (1963) 'Parece haber sido uno de los
primeros en interesarse en ,las originalidades de cada una
de esas entidades mrbidas. Para l, la neurosis de car.,.
ter es realmente una .enfermedad. ya que pone al indivi-
duo en situacin de desventaja pennanenh.~. aunque no
se manifieste ningn sntoma clsico de manera evident~ .
El sufrimiento del sujeto se m\Jestra difuso, imperfecta-
mente consciente, remitido a ~os . fracasos o las prue-
bas., materializado por la.s inquietudes de los otros ms
que del sujeto mismo.
Efectivamente, muy a menudo es el entorno el que con
duce al sujeto a consultarnos, o quien 10 acompaa para
dar explicaciones, o incluso lo arrastra, y a vece..~ por la
fuerza, a la consul tao
Cuando ese paciente consigue expresar con cierto grao

345
do de claridad su sufrimiento, en general no se cuestiona
demasiado; en un primer momento, si confiesa cieITta per-
turbacin relacional, es para pedir al terapeuta que lo cure
de manera .mgica. y exterior, no para que lo ayude a
modificar un comportamiento que l juzga, poco ms o
me nos, perfecto (traducimos : esencial para <su proteccin).
Todo cambio interno lo angustia enormemente. El simple
pen<Samiento de una modificacin del equilibrio personal,
considerado precario. crea una aprensin que hace que
el paciente rehuse toda ayuda teraputica, si la oferta de
curacin no ha proporcionado. de entrada, los aportes nar
cisistas complementarios suficientes y tranquilizadores.
El entorno de tales sujetos juega de manera bastante
constante el rol de objeto contrafbico, aun cuando esta
s ituacin no se manifieste a primera vista. Se trata, sin
duda, antes que todo, de un objeto contrafbico de tipo
narcisista y anac1tico sobre el que el sujeto eX!perimenca
la necesidad de apoyarse, de apuntalarse., y no de un
objeto contrafbico del tipo presente en las histeroforuas
e investido esencia lmente de un potencial genital pulsion.ll
y defen<Sivo a la vez.
El objeto (y pI1incipaImente la multiplicidad de los
objetos) en la neurosis de carcter permanece en princi-
pio invertido en el plano pre-edpico : es al mismo tiempo
el .fuerte. que tmnqumiza, en el sentido protector, y tamo
bin el mayor. contra quien se yergue la rebelin y la
agresividad del sujeto que se declara a s mismo peqUI!-
o>, con toda la ambivalencia narcisista que ello supone.
Si existe (y existe casi siempre) una inversin genital, tamo
bin, de este objeto, tal invensin se mantiene en contr3'
partida paralela, secundaria y accesoria, pero ni primor.
dial ni estructurante en el plano econmico. Sin ninguna
duda en todos los niveles de las organizaciones lmites_
se hallan presentes elementos dispernos de vivencias ed!
picas parciales (y sobre todo del Edipo negativo.). pero
esos elementos no juegan sino a tHulo fmgmentario, ais-
lado y parcial ; no revj~ ten de ninguna manera el rol de
primado de la organizaoin. Se mantienen adheridos a lo..
elementos pregenitales anaclticos en torno a los cuaJes
se ha realizado el acondicionamiento narcisista antidepre-
sivo del Yo.
La importancia de ~os problemas econmicos del nar

346
cis'smo, alrededor de los cuales se realiza la or>ganizaci6n
del Yo, bajo ~ gida del Ideel del Yo (y no del Super-yo),
va a la par con la deficiencia arcaica elOperimentada, a
nivel narcisista justamente, en un perodo prot<>-edlpico
de la evolucin afectiva. E&ta incompletitud naro;';isla
primaria (mucho menos fuerte y mucho menos precoz que
las predisposicioones de la primera edad en el recin na-
cido pre-psictico) desencadena una disminuci6n, una ver-
dadera _debilidad. (aparente) de las pulsiones del Ello.
En realidad, toda una parte de la energa Pll'sional, que ha
sufrido una regresin muy clara en el ;plano libidina' y
simplemente se ha deformado en el plano agresivo, se ve
ulizada por formaciones reaccionales ms o menos pro-
fusas, que de hecho constituyen a la vez una combustin
pulsianah parcial y una luoha antipulsional. Esto es tam-
bin lo que hace tan 5ul y frgil a da vez el acondiciona-
miento caracterial de este tipo.
Una proporcin mportante de la energa libidinal, de-
gradada, se invierte en la defensa, junto con la energia
de las pulsiones agresivas, y da a 1as formaciones reacci.,.
nales de la neurosis. de carcter esa forma de defensa
erotizada que <Seduce al in,genuo en el primer contacto, y
lo vuelve furioso con b35tante rapidez, desde el momen!o
en que se reconoce romo simple objeto auxiliar del SU~
jeto, y no objeto con pleno derecho.
Adems, cuando la erotizaci6n de la defensa se vuelve
demasiado fuerte o comienza a mostrarse con una cierta
evidencia, se desarrolla en el sujeto, como lo ha sealado
P. C. RACAMIER (1963), una especie de defensa contra
la defensa erotizada.
La movilidad de un sistema relacional semejante, des-
tinado ante todo a aislar y a dominar al objeto, se acom-
paa paralelamente con proyecciones de tal intensidad
que muchas neurosis de caroter se confunden a veces
con caracteres psic6ticos. Sin embargo. en el primer
caso se sigue manipulando astutamente la realidad, en
tanto que en el segundo C350 se manifiesta ya un cierto
grado de negaci6n e introyeccin frente a esta realida.J.
Las formas clnicas de las neurosis . de carcter lb
nen en cuenta el nivel de fijaci6n de la evolucin libidi
nal en el momento en que se ha realizado el .primer trau-
matismo. , Los rasgos caracteriales se han vuelto rgidos

347
en e9te estamo y a veces son comparables a los rasgos de
la neurosis c1sica, imitados por la ne-..lros's de carc-
ter. Una neurosis. de carcter bloqueada inicialmente en
el segundo estadio anal. 1m,tar al carcter obsesivo por
medio de sus rasgos rcaccionales, pero Ja organizaci!1
econmica pennanecer. sin embargo. mucho ms pobre.
porque es al mismo tiempo mucho menos genital. Tod.\
neurosis de carcter imita a una neurosis clsica, mani
fiesta .signos exteriores de riqueza. caracteI'ial (pseudo
neurtica), muy por encima de sus medios econmicos,
desde Jos puntos de vista de la categora de la estructura
del simple Yo anaclHico.
Lo mismo ocurre con esos fennlenos pseudo-histrl'
cos descritos por H. EY (1967) que se presentan a veces
como fanfarrones del vicio y se componen un personaj"!
chipersexual muy calculado para enmascarar mejor 'Sus
insuficiencias organizaciomcles a nivel de la genitalidad.
La vida fantasm tka de esas neurosis. de carcter
sigue siendo dbil. M. FAIN (1966) ha comparado su com-
portamiento con ef de esos insomniacos que cencienden
la luz ante todo indicio d.e sueo perturbador; de la mis-
ma manera, las neurosis" de carcter se aferran vivamente
a ~a realidad desde el momento en que se anuncia una
elaboracin fantasmtica inquietante; e incluso se cuidan
de :no interesarse sino en un aspecto ba~tante funcional y
bastante pragmtico de la realidad inmeroata, a fin do
eliminar, en la medida de lo posible, toda incitacin
asociativa.

Un ejemplo de neurosis de urcter

BOUVARD y PECUCHET

A menudo se ha maltratado mucho a esos dos pe rscr


najes, ridculos para los otros, pero desdichados para s
mismos, e inoluso algunos crticos han llegado a declarar
que .sentian piedad de FLAUBERT . por haber escrito
pginas (en apade:ncia) tan estpidas ...
Sin embargo la mayora de esos mismos autores cele-
bran los mritos del realismo sentimental de FLAUBERT
en ocasn de las descripciones afectivas nlanifiestas qUI!,

348
en Madame Bovary, slo testimonian en realidad una ge-
nitalidad de cobertura, por encima de ,l os enormes pro-
blemas narcisistas latentes_
A propsito da Bouvard y Pecuchet, sabemos que Hau-
hert pas los seis ltimos aos de su vida en una encar-
nizada labor de compilacin, para no terminar una obra de
la que nos dice que las mujeres tendrdn en ella poco
lugar y el amor ninguno . ,_
Ya estamos advertidos_ De qu se trata, pues?
De dos pobres seres, no tan masculinos, aunque no apa-
rezcan de manem manifiesta como demasiado homosexua-
les, si bien el erotismo anal de Bouvard, hijo natural y
marido engaado. destinado a ser maltratado por las mu-
jeres f-Iicas (episodio con "a viuda Bordin) sea evidente,
y la pasividad sexual de Pecuchet no presente ninguna du-
da (episodio de Mlie l. Los dos 'salen lastimados y decep-
cionados de sus intentos 'de acercamiento sexual ... apart:
de la aproximacin picaresca verbal y sin peligro con la
estatua de yeso del cenador.
Ya se entreguen sucesivamente. en el ocaso de su vida,
a intentos de recuperacin narcisista en los planos raco-
nooes de la qumica o de la alquimia, de la cultura o de la
cocina, de la historia natural o de la medicina, de la ar-
queologa o de la geologa, de la historia o de la novela,
de la poltica o de la filosofa, de la religin O del espi-
ritismo, de la pedagoga o del amor. ya bu~quen incluso 'a
muerte.. . todo esfuerzo conolu~ inevitablemente en un
fracaso ...
Lo que deba restaurarles narcissticamente a los ojos
de los otros t3nto como a sus propios ojos. va a agregarse
a la s uma de heridas narcis istas anteriores; no triunfan,
pero tampoco se dejan aba-tiro La depresin no se hace
presente nunca, ni s iquiera en ~a escep3 del suicidio fa-
llido; pero el xito tampoco llega nunca.
Por 10 tanto, no estamos en el plano de un simple ca-
rcter, ya que hay repeticin del fracaso, ni a l nivel del
simple (tronco comn, ya que no hay depresin. Seg!l
las hiptesis esquematizadas en la figura 11, nos encon-
tramos en una ramificacin lateral slidamente acondicio-
nada a partir de la economa lmite: la patologa t1 neur--
tica del carcter.
La negacin del fracaso, la ausencia de sufrimiento, el

349
activismo desplegado en fonnaciones reaccionales reno-
vadas sin cesar, todo habla en favor de la neurosis. de -
carcter.
Al igual que la actividad febri-I, esta hipomana penna
nente que niega el fracaso constituye un verdadero sntoma
sin sin toma de tales estados.
El anaclitismo est desarrollado, tanto frente a los
otros como, en primer lugar y esencialmente, entre ellos
nllsmOS . No eran nada antes de encontraI'Se, juntos puo-
den ernprenderJo todo.
Sobreviene un fantasma pseudo-genital -tendrn que
separarse? De ninguna manera .. _ el anaclismo femenino
no corre el -r iesgo de compensar Ja solidez del lazo horno
sexual latente; adem"", ,la mujer representa un peligro ,pa-
ra ,l a integridad del Yo financiero o corporal y una afrenta
para el narcisismo; eso no interesa : "" volver a la solu-
cin hbilmente puesta a punto, justo con la suficiente
autopunicirl como para no inquietar narcisistamente a
los vecinos, y con las suficientes gratificaciones narcisistas
como para satisfacerse en circuito anacHtico cerrado.
El escaso realismo con respecto a las cosas (dinero)
o Jos objetos (la gente del pueblo) se ve compensado por
un idealismo ingenuo y sin lmites. Nunca se ve asomar
una interdiccin verdaderamente superyoica; el Ello (bien
inhibido fuera de la autopunicin en el escndado aguado
de cada fracaso) se mantiene dbil en el plano manifiesto;
el Yo hace lo que puede, con medios autnomos insuficien-
tes, para daroe a s mismo la ilusin de su completamiento
y su seguridad.
Inoluso el fracaso final rubrica de manera admirable
su neurotismo. caracterial: luego de haber jugado du-
rante toda la obra a los .falsos autnomos., el bosquejo
inconcluso (de hecho realmente y por muchas razones) de
la obra de FJaubert nos muestra a nuestras dos fantoches
que entran resueLtamente en el anac1itismo de renuncA
miento y de .imitacin: se vuelven definitivamente co-
pistas.
Si bien la novela no nos informa nada acerca de su
infancia, de todas maneras hemos sealado ms arriba
las fallas narcisistas evidentes para el autor tanto en uno
como en el otro de los dos hroes-pararrayosque-poMIl-
su-parle> para poder, a la vez, mantener a pesar de todo

350
un lazo relacional con ila realidad considerada perseguidora
V encontrarse sin cesar con tma experiencia de fracaso en
sus aproximaciones a ella.
El objeto auxiliar y funcional exterior no puede bastar
ni ser abandonado. La nioa relacin prxima y durable
se establece entre ellos dos; juegan recprocamente entre
ambos el rol del nico objeto narcisista contrafbico efi-
caz posible. La defensa por medio de nuevas manas y
nuevas proyecciones, continuamente renovadas y repetidas,
se convierte en un verdadero sntoma. asintomtico, ahu-
go y ahogamiento narcisista-flico de las 'reacciones laten-
tes ya tan fcilmenre erotizadas. Esos fanfarrones de-
sen!Jl"iados de la relacin ertioa con los fantasmas se-
xuales de colegial o de soldado del duque de Awnwe imi-
tan la categora genital y ertica sin poder aportamos la
menor prueba de una elaboracin edpioa o de lID conflicto
triangular neurtico.
Se trata evidentemente de una lnea caracterial fundada
sobre la primacia del narcisismo y no del genital. Por
otra parte, la ""cesin de los fracasos no pennite perma-
necer en la simple lnea del _carcter narcisi'5ta:t. En con-
trapartida, no hay deformacin de lo real por elivagos, tal
como la encontramos en un comportamiento psic6tico de
carcter, ni herida del nardsi:smo del otro que haga pensar
en una perversin del m ismo cuadro.
Por banal que <Sea en cada nueva ocasin su compor-
tamiento tragicmico. la repeticin sistemtica de tales
comportamientos rubnica una neurosis de carcter, y
no un carcterlt.
La escasa gravedad de las afecciones objetales y rea-
les les permite mantenerse en el cuadro neurtico de
esta patologa caracterial.

2. LA . PSICOSIS . DE CARACTER

Como consecuencia de un juego mucho ms intensivo


de los fenmenos proyectivos. de las fonnaciones reaccio.
nales y, sobre todo, de los elivagos de las imagos objeta-
les, la psicosis. de carcter, aunque no niega la realida'i

351
(cosa que en cambio hace la psicosis a secas), llega a co-
meter serios errores en la evaluacin de esa realidad.
En erecto, las defensas caracteriales alcanzan, en esta
variedad mrbi..la, a escindir dos aspectos efectivamente
invertidos de esta realidad: vivencias contradic~orias. gra-
tificantes por un lado e inquietantes por otro. Adems,
al encontrarse las representaciones perturbadoras a su
vez inmediatamente proyectadas al exterior, enfocan ms
especficamente el aspecto inquietante, ya aislado, de la
realidad externa. que se mantiene doblemente a distancia
despus de esta operacin.
En definitiva, asistimos pues a un doble clivage, inter-
no y externo, de los eiementos de la realidad, divididos en
gratifican tes y perturbadores.
Basta cop.. que se acente el nJOvimiento complemen-
tario de sobreinversin de las imagos separadas como grao
tificantes .p or una parte y de des inversin de las ilnagoo:;
separadas como inquietantes para el narcisismo por otra
parte, para hallarse finalmente ante una falsa evaluacin
de la realidad, tpica del modo de funcionamiento nlelJ
tal de las psicosis de carcter.
Es el caso de los sujetos que, por ejempJo, de vIaJe
por un pas extranjero, expe rimentan una tal necesidad
vital de reforzar SUis inversiones narcisista,s personales v
tal neces~da d complemenLaria de desinvertir los e.lemen tos
que se refieren a la inquietante extraPiezwI proyectad..J
sobre 105 otros, que practican un clivage de las represen-
taciones , profundizado hasta el pun to de llegar a vclverse
insoportables para sus anfitriones y de verse ohligados a
partir de regreso antes de lo previsto, y sin hab ~ r como
prendido lo que habia pasado realme nte en el plano de jos
objetos externos y de la .sutil manipulacin de sus objetos
internos.
Tales sujetos necesitan el shock deprimente de un
importante traumatismo sodal, o de una experiencia co-
lectiva agresiva en su contra (grupo 'iocia l o grupo de
sensibilizaciones diversas, que busca una verdad. cual
quiera. pero que en realidad se orienta sobre todo a las
fallas de la coraza caracterial del otro) para hacerlos va-
cilar sobre sus bases caracteriales personales hasta enton-
ces consideradas inquebrantables o incorruptibles, en

352
cuanto se mezcla con ellas, por aadidura, una nocin de
valor.
A menudo algunos sntomas verdaderos, pero discre-
tos , coexis ten en otra parte, si los elementos caracteriales
no llegan a cubrir por s mismos la;; brechas pulsiona.Je,:
algunas fobias o algunos comportamientos obsesivos de
cobertura, ligeros y muy racionalizados.
Los logros de ,l as . psicosis de carcrer son ms <lif-
cHes y menos duraderos que los de las neurosis carac-
teI'i-ales. El fracaso es ms rpido y de rigor, aun cuanao
una particular inteligencia en ta-s racionaHzaciones, un
raro talento en la audacia relacional , un gran dominio in-
consciente de los elementos de c/ivage y una feliz propor-
cin de los rasgos sublimatorios y reaccionales consiguen
engaar durante largo niempo o permiten una recuperacin
secundaria, nuevamente temporal, luego del fraca,s o prece
dente.
La cada narcisis ta final sobreviene siempre, un da
u o tro: al principio, ilumina sbi'tamente todo lo que per-
tenece al regis tro aberrante en la construcx:.in caracterial.
y que hasta entonces haba pasado desapercibido.
La cle r:1, y tambin e l alivio, compensadores del sen-
timien to de haber sido engaados. con ducen entonces a
los objetos a negar a su vez todos los elementos que per-
tenecen al sector positivo y no afectado por el clivage del
individuo . Se neces ita cierto tiempo, y p robablemente ob
jetos menos afectados persona lmente e n su narcisism'1,
para que esos elementos positivos puedan ser reconocidos
otra vez serenamen tc.
El conj unto del comportamiento de la Cl psicosisl) cara,,::.
lerial as ume un aspecto estrictamente defensivo: es la
famosa armadura caracteroal. Este mecanismo se as ienta
de manera particularmente feli z en ciertos tribunos, C;J
ciertos hombres polticos, artistas y escrito res.
Las formaciones reaccio naJ es, los clivages y las pro
yecoiones parecen de importancia vita l 'para el psictico,)
de carcte r : su dinmica sigue S'iendo : ser o no se r. En
tanto el mecanis mo no triunfe, la personalidad no se hall"
ni asentada interiorm ~ nt e ni afirmada exteriolll1ente; eJe,;-
de el momento en que el mecanismo funcio~a, comienza
la pene tracin de las dificultades sociales; en e l momento

353
en que el mecarnsmo oede, el Yo se ve amenazado por el
retroceso o el derrumbamiento.
El mecanismo de la psicosis de carcter funciona
como un delirio a mnima, no focaIizado (como una para
psicosis), pero que preserva todos los niveles todava en
contacto con la realidad banal y esencial. En lo que se
refiere al resto, al terreno objetalmen1e afectado por pi
clivage, el ,p sictico de carcter llega a poner en duda
esta parte perturbadora y separada, con una f'acHidad que
no puede concebil'SlC en el individuo norma1 . En este l-
timo, efectivamente, el displacer, externo o interno, sigue
siendo un componente de la realidad l'anto como la satis
faccin interna. Adems, es en la e:.operiencia primitiva
de frustracin donde ose constituye la representacin del
objeto. Pero esta frustracin debe mantenerse de todas
maneras en un nivel de moderaoin y situarse en un con
texto de amor maternal de tipo ob jetal. En la gnesis del
Yo del psictico_ de carcter, esta frustracin ha sido
demasiado fuerte y se ha vivido en un contexto que no
proporcionaba el ca'lor afectivo suficiente. Por lo tanto,
no ha podido manifestarse como un elemento constitutivo
de la realidad : muy por el contrario, las representaciones
aceptables de la realidad. del paciente se hallan obliga-
toriamente amputadas por tales frustraciones. Ya no se
trai'a de una diferencia cuantitativa. La categona misma
de los fundamentos de la representacin de la realidad
difiere radicalmente.
El nivel <tpico de las psicos.is n de carcter perma-
nece centrado sobre un Yo frgil, pero que puede engaar
du-ante largo tiempo, y sobre un Super-yo bastante poco
organizado. Po r el contrario, el Ide,,1 del Yo, muy poden>-
so. como en todas las ramas de los acondicionamientos
lmites. sostiene bajo una estricta tirana tanto al Yo
como a los objetos.
Las pulsiones sexuales son escasamente activas, y ms
inhibidas en cuanto a su finalidad que reprimidas por la
inhibicin bajo la dependencia de un Super-yo muy activo.
Por el contrario, las 'pulsiones agresivas siguen siendo
mal controladas por el Yo pregenital y el Super-yo de-
ficiente.
La's tendencias a las descargas agresivas mesperadDs
se describen a veces 'Por medio de la expresin ego-defect,

354
para rea1zar su valor de ex.presin directa -sdica sin p35ar
por el filtro del Yo organizado de manera objetad y geni-
taL
I madura.

Un ejemplo de .pslcosls de carcter

ROBESPIERRE

Jules VALLES deolara ba que, luego de Jesucristo, la


humanidad no haba conocido m s que un gran hombre:
Robespier.re.
Sin embargo, para mu chos este personaje es slo un
m ons'truo sanguinario, inaccesible a la piedad, que en-
treg a la guillotina a todos sus antiguos amigos y a mu~
chus inocen tes .
Durante ms de un sijlo el nombre de Robespiepre no
ha sido pronunciado sino con horror; luego, poco a poco,
autores de opinio nes diversas han tratado de lTehabilita!"
a l mons truo jacobino) y devolverle un lugar de primer
plano entre los pe rsonajes de la Revolucin Francesa.
Sin em bargo, todavia no tenemos conocimiento de
mu chas calles que llevan el nombre de Robespierre. La
impresin algo alucinante que ha de jado el personaje est
an lejos de disiparse ...
Cmo es pos ible que un individuo cuya vida fue tan
breve, tan pblioa y tan bien transcrita, cantine susci~
ta nda j uicios 31pasionados y oportunos, que no concie rnen
tanto a sus ideas sino a su persona'lidad misma, dicho de
otra manera, a la re lacin que existe entre sus sntomas .. ,
s u carcter y su estructura?
En efecto, nada parece banal en l, ni su nacimiento,
ni 'Su infancia, ni su vida po1otica, ni su vida sexual, ni sus
amistades, ni s us pos iciones metafsicas, ni su de fen sa
ante ,los ataq ues ni , por ltimo, y -sobre todo, las circun:\-
tancias de su cada y su muerte.
Tenemos la impresi n eh! que siempre existe un sensible
desfasaje e ntre las rea lidades exteriores penosas (y a
menudo lamentables) en medio de las que se debata, por
una parte, y ].a grandilocuencia de sus prete ns io nes idea:1cs
externas por otra. .
Adems, esta grandilocue ncia no te'll a, evidentemente,

355
ninguna relacin con Ja megalomana de tipo pardnoico.
La grandilocuencia se mantiene ligada a un esfuerzo de
manipulacin del objeto; la megalomana constituye una
negacin de este I timo.
El mayor de culHro hij QS, naci cuatro meses despus
del matdmonio de los padres, que no se comprendan en
absoluto. La madre muri de parto luego de cinco embara-
zos sucesivos. El padre se neg a asistir a las exequias,
abandon a 's us hijos y desapareci para dilapidar la suce-
sin fa'miliar; muri poco despu s, y era evidentemente un
psicpata notorio.
Maximiliano, educado por sus abuelos maternos, entr
al oolegio de Arras, donde revel un carcter detestable,
presa del deseo de brillar por su labor y de destacar.se por
sobre los otros. Becario en Louis-le-Grand, 5ufre por sen-
tirse diferente de los otros, y fuera del trabajo intensivo,
se hunde, mulo de Roussea:u, en las erusoaciones o los
paseos solitarios .. .
Ms tarde, como abogado en Arras, ocupa sus ratos
de ocio con la literatura y la filosofa. Desde la convoca-
toria de los Estados Generales es elegido diputado del ter-
eer Estado e ingresa de golpe en la historia.
Su sinceridad excu.sa su violencia. Este joven ir lejos,
dice muy pronto Mirabeau, refirindose a l; cree en todo
lo que dice .
En 1871 se le nombra acusador pblico en el tribunal
criminal del Sena: situado en la posicin de verdugo
(a la que le conducen lgicamente sus diatriba<; agresivas,
frente a los ojos del pblico) y detentador de un poder
bastante absoJuto sobre la vida de los otros (con el que
no ce.;a de acusar a todos los tiranos del mundo, co-
mienm, oomo tantos otros hombres del destino (viejos
o no 1anto, civiles o militares, hombres polticos famosos
o repudiados) por deaLararse vi.c tima, y sostiene que hace
ofrenda de su vida al pas. Como en el primer 's ueo de un
anlisis, como en la obertura de una pera, o las primeras
palabras de dos amantes, su discurso inicial en ese cargo
simblico de acusador pblico contiene el resumen pre-
monitorio de todo lo que seguir: No es sin cierto espanto
que considero los penosos trabajos a los que mi situacin
va a condenarme, pero estoy llamado a un destino tempes-
tuoso; es necesario que siga mi curso hasta que haya heclzo

356
el ltimo sacrificio que se le pueda ofrecer a la patria. l
Se separa muy 'Pronto de sus compaeros de los prime-
ros combates (Mirabeau, Lameth, Baroave, etc.) y poco a
poco se transforma, al decir de MICHELET, .en el gran
obstdculo de aquellos a los que haba abandonado.
De la mis'm a manera, comienza por aceptar la presen-
cia del rey, para luego reclamar su muerte.
Miembro del .Comit de Salud Pblica., no participa
en el funcionamiento del tribunal revolucionario, y cuando
famHias suplicantes lo solicitan en su domicilio, a menudo
le resulta difcil no firmar un billete liberador. No tiene
nada de perverso, ni siquiera caracterial. Su narcisismo
hipersensibilizado no soporta el frente a frente individual
acusador; quisi"ra ser terriblemente amado, pero en p-
blico la tensin se hace demasiado fuerte, todo parece
acusarle de \Sus propios y desdichados orgenes, su ascen-
sin compensatoria. su angustia y 'Su agresividad internas ;
entoces, todo se vuelve persecutor, y en un movimiento
defensivo impulsional directo, terriblemente costoso y que
pronto lo agotar a pesar de los estmulos excitadores de
un Ideal del Yo desmedido, no podr resis'!ir el ritmo abru-
mador de una carrera terriblemente endiablada.
Cuando se halla solo frente a sus prop;os problemas,
como el 8 9 Termidor, se lo ve osciIar, -tergiversar, perder
su aplomo, angustiarse, abstenerse de elegir; por el contra.
rio, desde el momento en que se siente en oposicin ante
un grupo adverso, la violencia renace de inmediato: Hbert
y sus partidarios, Danton, Desmoudins y sus amigos, son
los que pagan esta angustia desde el momen.t o en que
supera el umbral de lo que la conciencia puede soportar,
de lo que el Yo puede organizar, del mantenimiento en
representaciones de la realidad , no demasiado afectadas
por el clivage.
Por encima de cierta intensidad afectiva, la angustia
de prdida del objeto alucinado como indispensable en
tanto que poderoso y amante, lleva a Robespierre, por un
lado, a 'rechazar como maJo (en las tinieblas exteriores
o la fecalizacin de facto), loda representacin no conforme
1. Los extractos de 105 discursos de ROBESPIERRE citados han .do
extrafdos de la edicin de los Grandes oradores repub.f.canos. Le CcntautC,
Pars, 1948.

357
a una fusin predelirante (en el sentido de una neo-cons-
truccin irreal y tranquilizadora) de las imgenes paterna
y materna protectoras y gratificantes; a pesar de que, en
un movimiento complemeITtario y simltaneo, se cree por
otro lado un -lazo igualmente sub-delirante con la repre-
sentacin interna positiva de un Ser Supremo dotado de
todos los poderes, de todas las bondades y de todas las
virtudes, pero que permanecera estrictamente como el Ser
Supremo de Robespierre, el suyo, no el de los hermanos
curas (el Dios de la Iglesia) ni el de los hermanos
revolucionarios (la diosa Razn).
Tales c1ivages , tales formaciones reacciona les, tales
proyecciones e identificaciones proyectiValS, de carcter t3J1.
visiblemente autocentrado narcissticamente, resultaran
intolerables para el propio narcisismo, siempre bastante
amenazado y exaltado a la vez en un periodo tan con-
flictivo.
A props-ito de un ensayo de delimitacin de la nocin
de normalidad, he dicho (II-l) que el individuo nonnal.
se reservaba el derecho de comportarse de manera apa-
rentemente aberrante en condiciones excepcionalmente
anormales', Este punto de vista puede aplicarse de hecho
al caso de Robespierre que, en condiciones de realidad
exterior efectivamente excepcionales, hubiera debido com-
portarse de manem aparentemente aberranrte para ser con-
siderado normal; e5Ito es, no ser como tooo el mundo,
ni 5egWr con tan pocos matices una lnea ideal demasiado
utpica.
Si hubiera podido disponer de una suficiente madurez
afectiva que le permitiera amar., Robespierre hubiera
podido utiUzar su excepcional inteligencia y su indiscuti-
ble incorruptibiHdad no para 3IIizar mediante excesos su-
plementarios procesos primarios ya desencadenados, sino,
por el contrario, para remontar la comente de esa <regre-
sin <pl'mitiva colectiva y devolver alguna audiencia al
principio de ..ealidad a travs de una secundarizacin y una
elaboracin que hubieran podido evitar ,l a _p erversizacin
bonapartista ulterior e ineluctable de la ~tuacin.
Nuestro propsito aqu no es en absoluto el de juzgar
a Robespierre (ni a ningn otro), sino tratar de compren-
der el nivel de funcionamiento de tales o cuales procesos
mentales: los de Robespierre, a da vez mrbidos y a-s into-

358
matIcos, entran indiscutiblemente en la patologa carac-
terial, y bajo una forma que parece netamente psiclica,
dada la importancia del clivage de las imagos y la ampu-
tacin consecutiva de ,l a realidad, as como el empobreci-
miento progresivo del Yo, a manera de contrapartida ine-
vitable.
Este hombre no era ni un demagogo ni un perverso:
"uf-ra verdaderamente la situacin en la que se hallaba;
sufra sinceramente por sus actos y nada tena que ver con
esos pequeos tribunos de comits diversos, sedientos del
poder con el que fantasean, excluidos por sus padres y que
manifiestan visiblemente su placer en degrada'r 'los objetos
actuales de proyeccin con sus propios deseos de poder
y con sus propios movimientos persecutoriOS!.
Robespierre, eJ .incorruplible en el plano Iibidinal
oral (asceta), ana,! (desprecio por el dinero, pero siempre
limpio .v elegante) y genit ..l (no se le conoce ninguna
amante y slo dos novias puramente platnicas), da prue-
bas de una -pobreza y una rigidez afectivas descritas muy
a menudo y que se traducen en su ,l enguaje: nunca encon -
tramos en sus discursos ot-ros impulsos que no sean lo~
sdicos (y sus consecuencias rna-s oquistas), sino la neceo
sidad de una lgi ca aparente e inflexib'le, en nombre de
la clera y la justicia (por otra parte, esta ltima se vive
ms con una espada que con una balanza).
Los clivages que alteran la realidad se manifiestan tan-
to en su necesidad de una representacin encarnada el1
l en su rigor, o en el exterior, en el Ser Supremo en
su trascendencia, como en la necesidad de certidumbre
de Ja existencia de la Naturaleza virtuosa, buena y jus1a,
omnipotente e inmortal. de sus fantasmas de pri,mera in-
fancia. reactivados ms tarde por ,la 'l ectura de Roussea'.l,
mientras que por otro lado SUlS proyecciones, directas o
identificadoras. 10 pondran al abrigo de las 'representa-
ciones inaceptalYles de -sus -pulsiones agresivas.
No poda sino hacerse rechazar por los violentos de su
poca, en razn de la ambivalencia de sus provocaciones.
Al mismo tiempo, a fuerza de clivages y de proyecciones,
llegaba a comportarse con los otros como si ya no existie-
ran y, en el mismo momento, se apropiaba narcisiSltamente
de la .parte del len. en el plano de la idealizacin, del
rigor y de la intransigencia.

359
Por una parte, obligaba a sus objetos a venir a nc,i-
narse el 8 de junio de 1794, en ocasin de la fiesta del
Ser Supremo, ante su propio Ideal :lel Yo, a l que elevaba
a l altar de la patria; por otra, poco tiempo despus, el
28 de julio, 'en su ltimo discurso, agobiaba a esos mis-
mos objetos con sus proyecciones, cuya simple en um ::!-
racin parece difcilmente creble : en efecto, trata prt.:-
ticamente a la Asamblea ante la que se presenta de grupo
de cOI1Spiradores. dictadores. enemigos del pueblo, perse-
guidores. traidores, tiranos, at eos, dspotas, agentes d.!l
ex/ralliero, cOl1trarrevolLlcionarios, criminales, asesinos,
brib011eS, ambiciosos, cmplices de los escndalos, faccio-
sos maquiavlicos. viciosos, alevosos .v prfidos ...
Luego de lo cual afirma sabe r IIlambill cules SOIl los
deberes de un hombre que puede morir defendie/ldo !a
CCttSQdel gnero humano y que estima que cela muerte
es el comienzo de la inmortalidad.
No podemos estar de acuerdo con R. LAFORGUE (1950)
cuando sostiene la hiptesis de un Super-yo demasiado so!
vera en Robespierre. o cuando propone un diagnstico de
paranoia.
Robespierre no estaba organizado de manera suficien-
temente edpica como para superar el estadio del Idea l
del Yo y alcanzar una organizacin superyoica bajo la
primaca del genital. Al igual que su hermana eharlotte
(agriada y virtuosa), o su otra hermana Fram;oise (muer-
ta a los 22 aos) o su hermano Bonbon. (guillotinado
con l), Maximiliano no haba encontrado jams verdadera-
mente al otro sexo.
Sin embargo, Robespierre no era en absoluto un psicJ-
tico de la lnea clsica: su Yo no estaba fraccionado ni
afectado por el clivage. Slo sus represent.ciones objeta-
les haban sufrido notables deformaciones de acuerdo con
ese proceso defensivo. pero no su Yo.
Por otra parte. Robespierre se mantendra demasiado
aferrado narcissticamente al objeto anacltico idea.!, '!
centrado sobre un Ideal del Yo anridepresivo, como para
acercarse a una estructura paranoica. Nunca niega la
realidad, 'p ero ejerce con violencia el clivage sobre la~
representaciones y no busca ni satisfaccin, ni poder. S-
Jo una tranquilidad inhallable, que le lleva a reiniciar
continuamente profundos e inagotables clivages del mun-

360
do ... hasta tal punto que, todavia en nuestros dias, los
autores se pelean por defooder una u otra de sus repre
sentaciones inconciliables, ambas sin embargo perfect3.-
mente autntkas .. . aunque desorientadoras por su aspec-
to inconciliable ... Aun a travs de sus cronistas, y mucho
despus de su muerte, el incorru.ptible no admit e d
t rmino medio, ni el empate: todava necesita desencade-
nar, de manera eternamente repetitiva, nuevos cIivages de
las imagos.

3. LA PERVERSION DE CARACTER

La perversin. de cameter corresponde en realidad,


como ya hemas .sealado, a los sujetos afectados de per-
versidad, en tanto que la perversin autntica, descrita
a propsito de -las estruoturas, se refiere a los verdaderos
perversos en el sentido habitual del trmino.
A menudo es difcil distinguir esos pacientes de 10-'
caracteres paranoicos. Sin embargo, en el caso presente,
slo se <trata de tul intento de 'saJlvataje del narcisismo
personal gracias a los aportes dcl narci.&ismo de Jos otros,
'y esto en el seno de un Yo simplemente lagunoso, relati-
vamente incompleto, en tanto que, en toda estructura pa-
mnoica, existe ya una economa de fraccionamiento del
Yo y una rupt-W<l de la relacin con ,los otros.
Por otra pai'te, es necesario separar tambin de ma-
nera radical los teperversos de carcter de los perversos
de perversin verdadera. Es>s ltimos, en efecto, operan
una negacin del sexo de la mujer con una sobreinversin
compensatoria del falo, en tanto que los primeros, los
simples perversos. de carcter que nos interesan aqu,
se conten tan con negar ,,1 otro el derecho a poseer 'Su pro-
pie rtarcisisnno.
Por lo tanto, nos hallamos ante una regresin, no a una
economa de eficiencia genital parcial, -sino a una economa
esencialmente narcisista, con peligro de descubrir en ella
.burbujas. genitaJes diversas asociadas (hetero u homo-
sexuales), pmamente yuxtapUfStas y no organizadoras,
Para el perverso. de carcter, los objetos no pueden

361
poseer individualidarl competi,tiva, intereses propios, in
veI'!Siones en direcciones que no se centren sobre el sujeto
mismo; es p osesivo. intransigente y exclusivo en 'Sus exi-
gencias afectivas: todo debe ser pensado para l y slo
para l. Los otros estn ob1igatoriamente destinados a
completar el narcisismo desfalleciente del perverso ca-
racterial al precio de su propio narci1sJsmo. El perverso ..
de carcter mantiene a sus objetos en una relacin an:\
clitica tan es'trecha en el 'p lano sadornasoqui's ta y narcisis-
ta como aquella en la que el perverso de perversin ne-
cesita conservar a su objeto homosexual en su pose.s.J.6n
ertica.
Tambin es preciso -puntualizar Ia existencia y la natu-
rrueza del lazo homosexual del .perverso de carcter. A.I
igual que en las otras enfermedades del carcter, la ho-
mosexualidad pasiva nunca falta en la parte de inversiones
libid1nales que se ha mantenido; pero este aspecto horno-
sexua-l pasivo es particularmente evidente y operacional
en el caso de la perversin de carcter.
Otro rasgo aproxima la perveIlSin de carcter a la
perversin verdadera: es la usencia de sufrimiento y de
culpabilidad de 'los sujetos. En uno y otro caso debemos
atribuir esas carencias tanto a la escasa eficacia del Super-
yo, como a la debilidad del Yo parn evitar que las pulsio-
nes pasen a Jos actos. Sin embargo, en el caso del perverso'
autntico, el pasaje ,,1 acto .Icanza tanto a los componen-
tes genitales pardales como a los componentes agresivos,
en tanto que, en ,la perversin de carcter, se trata esen-
cialmente de los componentes ",gres:ivos, ya que los ele-
mentos sexuales se sitan al nivel de epifenmenos, prin-
cipalmente homosexuales pasivos, o bien heterosexuales
de cobertura, ms que de ioversiones genitales autnticas.
Desde haoe mucho tiempo se describe el caso de ~os
invlidos morales que no tienen ninguna referencia m-
terdicton introyectada y cuyos comportamientos agre-
sivos se sitan a nivel de la expresin directa de la pul-
si6n. Las defensas clsicas, en tales Stljetos, estn tan au-
sentes como la organizacin babi tual de un Super-yo po'-
edpico.
La literatura, la hi-storia, las gacetas de los tribunales,
abundan en ejemplos de esta clase, y mucha gente descrita

362
como psicpata corresponde a una verdadera organiza-
cin -perversa. del carcter.
Los trabajos de PINEL (1809) sobre la .mana sin de-
lirio., de ESQUIROL (1838) sobre la monomana instin
tiva, de MOREL (1857) sobre l a .locura de los degene
rados., de PRICHARD (1835) sobre la moral insanity. o
de los autores gernlnicos sobre la moraHsche Kranl~
heiten marchan en el mismo .sentido, as como los de-
sequilibrados. de MAGNA N (1893).
EY. BERNARD Y BRISSET (1967) han descrito una
c1ni ca de la _impulsividad perversa, que corresponde
muy bien a nuestros perver'sos de carcter: tensin agre-
siva, im'pulsividad, rencor, resentimiento, irritabilidad,
indisciplina, inafectividad, inadaptabilidad, amoralidad,
carcter reacio. ob9tinacin, insensibilidad al amor, al
cario, al respt"to, al dolor person ..1 y al de los otros, hi
pocresa, vengatividad, violencia, rebelin, perfidia, ale-
vosa, cinismo, disimulo... la lista de rasgos expuestos
as parece inagotable. y parece orientarse siempre en t!l
sentido de los casos clnicos que encontramos en nuestra
categora de perversos de carcter.
J . A. ARLOW (1969) ha 's ubrayado dos aspectos partl.
culares de las rpervevs.iones de carcter: en primer lugar,
el aspecto no realista de Jos compo!1lamientos lesos> pa
cientes se las arreglan para ignorar las si'tuaciones desven-
tajosas. en tanto que los fbicos las evitan), a continuacin
una tendencia a -las mentiras, poco i..mportantes, por otr'c\
parte, pero que de todas maneras le ahorran la experiencia
de ver la verdad de frente . y ARLOW seala variedades
particulares de perversos de caroter: los farsantes
y los mistificadores . , ,siempre en tren de falsificar la
vt"rdad bajo aspectos poco culpabiJizantes. Se tratara, o
bien de una necesidad de crear angustia en el otro, o bien
de una manera de asumir poder sobre l, o <incluso del
placer de mostrarle que se lo ha posedo . Para el autor,
lo esencial consistira en evitar por encima de todo la
emeI1geIlcia de los fantasmas inconscientes; la perversin.
de carcter tendra como fin, al igual que el 'sntoma, tra
tar de dominar una situacin fantasmtica peligrosa.
En un trabajo reciente sobre la ,p erversin. afectiva,
C. DAVID (1972) pone el acento sobre el basamento depre.

363
sivo de tales comportamienls, sobre la importancia del
Ideal del Yo. Seala la posicin nosolgica intemlediaria
entre neurosis y psicosis de tales entidades clnica's. Ea
los sujetos de este tipo, la imagen virtual e introyectadd
jugarla un rol ms gratifican,te que el objeto mismo en
su realidad .
EI "perverso" afectivo, piensa G. DAVID, deja la pre
sa por la som bra, ya que la sombra constituye para l la
verdadera presa. La inhibicin de la pulsin en cuanto
al fin reemplazarla a la inhibicin de la neurosis clsica ,11
dar nacimiento a verdaderas fuerzas aIlltisex.uales di'socia-
tivas que alimen1arian la tendencia autocntrica y la auto-
afectacin. Veramos aparecer as un movimiento de fe-
tichismo interno, una especie de fetichismo sin fetiche.
Habra, en suma, muchas maneras aparentes de ser
perverso ...

Un ejemplo de perversin de carcter

YAGO

En principio, parece interesante sealar que SHAKES


PEARE se inspir, para su Otelo, en una novela aparecida
en 1565 en la Hecatommithi de Giraldi CINTHIO. En su
relato, CINTHIO traza ante todo un retrato neurtico .
de un Yago al que describe como locamente enamorado
de Desdmona: son <rus celos sexuales con respecto de
Otelo lo que colStituyen la trama del drama.
En la obra de SHAKESPEARE todo ser diferente: de
todos los hroes diablicos de SHAKESPEARE (y Dios
s abe que existen muchos de ellos), Yago es presentado sin
duda como el ms sutilmente prfido, y tambin es el
genio malo d'e l autor que se halla desc rito con ms cui-
dado, finura en el trazo y precisin en las lneas de fuerza
caracteriales . Yago se muestra a la vez cnico, vivaz y hbil,
agresivo y ambicioso pero igualmente celoso: sin embargo.
los celos del Yago de SHAKESPEARE no pueden compa
rarne con los del personaje de CINTHIO: en tanto que el
segundo manifestaba los clsicos celos amorosos, el pri-
mero se limita a unos celos narci's istas fundamentales, que

364
una posicin narcisista-flica por una parte, frente al con-
pernen en cuestin, no una c.ategora personal genital, sino
junto de los obje tos, y homosexual por otra parte, con
respecto a los objetos particulares representativos del
poder. Si no se tuviera en cuent'a (omisin frecuente en
muchos comentadores) este resorte, sutil pero muy pode:-
roso a nivel narcisista, Yago no tendria nil'1lcouna motiyacin
para acciones tan tenebrosas. los antiguos 'psiquiatras ~.
legistas lo juzgaran afectado por la famosa . perversidad
COH sl itLwional ., y se lo considerara incomprensible racio-
nalmente ; pero nosotros creemos poder explicar de todas
maneras esa perversidad con un poco ms de precisin
actuu'lmente, y en el registro de la patologa caracterial.
A veces se ha credo, no sin razones, aunque quizs
equivocadamente, que el drama de SHAKESPEARE puede
reducirse a un concierto homosexual entre Otelo y Yago.
In"luso algunos han llegado a sugerir que hubiese sido
ms oportuno que la pieza se titulara Yago y no Otelo,
hasta tal punto la extraeza inquietante del personaje
siembra la accin de rasgos oscuros, comunes a todos
los humanos, y que stos no pueden reconocer s.ino en una
media-tinta proyectiva, muy esfumada, impregnada de pla-
cer no confesado y de horror abiertamente declarado.
El genio de SHAKESPEARE consiste en esbozar, en
el lmite de lo consciente y lo preconsciente del especta-
dor, una fascinante a1egora de 13.5 pulsiones narcisistas
y sdicas en estado puro, despojadas de sus habituales
componentes sociales dulcificadores, culpabilizados o geni-
talizados.
Yago es la avidez fundamental, ,da envidia en el sen
tido kleiniano del trmino: es el tratar de recuperar para
s lo que los otros. y no l, han obtenido .
Ya no hay en Yago ni culpabilidad, ni temor a la cas-
tTacin, ni rastros defensivos de un Edipo, ni siquiera
dulcificado; todo es all narcissticamenle grandioso, tanto
en la indiferencia frente al Super-yo intenonzado, como
frente al narcisismo del otro. Para quin de nosotros
Yag<>, adems de sus aspectos profundamente letales (y
ms all incluso de su inevitable conducta de fracaso), no
representa, tambin, al vengador, sin temor ni reproche,
de todas las ooncesiones que, desde nuestra ms tierna in
fancia, hemos debido acordar al narcisismo de nuestros

365
hennanos o hermanas en tanto que rivades? iQu .p oder
para el maI!, nos hacen exclamar nuestras instancias idea
les; pero una voz .secreta (al nivel ms arcaico de la cons-
titucin de nuestro no-otro) nos munnura con suavidad
que Yago no ha experimentado ni miedo, ni vergenza,
ni disgus to .. . Y eslJe es sin duda el aspecto ms .perverso,
en el plano earaecerial, del personaje: el de despertar en
nosotros el Yago que duerme al nivel ms elementalmen-
te narcisista; esta avidez fundamental arcaica servir de
fundamento tanto alodio por el objeto en el marco fu-
sional, como alodio por la mujer en el marco homosexual,
como alodio por el padre del mismo sexo en el marco
del Edipo.
De un extremo al otro de la pieza, Ya;go no vara un
-pice, hasta tal -punto el _perverso. de carcter, como todo
perverso, es incapaz de matices y transfonnaciones.
De la misma manera, nuestras ms prehistricas races
narcisistas-sdicas se mantienen nmodificadas en noso-
tros, en el plano pulsional.
El espectador es a la vez un Otelo, apasionado, sen-
timental, generoso, espontneo y VUl1nerable en sus inter-
cambios con objetos sexual izados no omnipotentes en s
mi smos, y un Yago fro, cnico y constante en su o:autismo
narcisista, que no niega en absoluto la realidad, sino que,
por el contrario, la utiliza -golpe a golpe. y 'golpe por
golpe , con fines estrictamente egos tas, funcionales , ope-
ratorios y calculados.
Yago es el cido derivado de nuestras experiencias na ~
cisistas primarias frt.l.&tradas, que se infiltra en las fallas
de nuest ras relaciones objetales y all corroe, lenta -pen>
seguramente, nuestras ~l rticulaciones objeta les ms sin-
ceramente amorosas; esta accin corrosiva y solapada de
las pulsiones de muerte parece tanto ms consagrada a
la eficacia cuanto que Dtelo en s mismo no es en abso-
luto un carcter constituido solamente de ternura edul-
corada e idealizada, sin otro componente heterogneo: su
sangre mora evoca la herencia del Ello que bulle por de-
bajo de su "noble coffi'portamicnto manifies to.
A Yago le resultar fcil fecallizar Ja imprecisa y lm-
pida figura fClnenina y derribar las def'ellsas antipregeni-
tales del salvaje-civilizado subyacente, imagen mucho
ms cargada aft.~tivamcnte. aunque mucho menos sopor-

366
table a plena luz, de todos los que no se han conservado
en nuestra iconografa defensivo-agre6:iva, de los salvajes
a secas, lo que hubiera sido ms simple, pero demasiado
directo.
La homosexualidad latente de Yago surge en todo mo-
mento. A propsito de Desdmona: Y yo, yo tamb in la
amo, pero 110 por codicia, ms bien al contra do, por nece~
sidad de nutrir mi venganza (contra Olelo), ya que sospe-
cho que el moro lascivo se ha acostado en mi lugar. Este
pensamiento, como un veneno, me corroe interiormente y
mi alma no puede estar satisfecha antes de que estemos
empatados. (sic), mujer por mujer (sic), o al mellos antes
de que yo haya inspirado al Moral unos celos tan po-
derosos que la razn no pueda ya curarlos (lI, 1); o a
propsito de Cassio: Pondr a Cassio en el lecho .. . o di-
rectamente a propsito de Olelo: Abusar del Moro de la
manera ms grosera ... (sic).
Ya se trate de Emilia o de Desdmona, Yago no consi-
dera a las mujeres (incluso en el fantasma de ser engaacio
por Otelo) sino como un medio de encontrar sexualmente
al hombre : al igual que en las estancias de Mefisto ante
Maflguerita y Fausto, ,los versos de Yago comienzan con
una aparente galantera al estilo del cumplimiento corte*
sano ms clsico y terminan con una amarga fecalizacin
moral. De la rnis,ma manera que el homosexual pervers o
remeda a la mujer y la ridiculiza en sus propios CUi/!*
portamiel1lOs, el perverso de carcter ridiculiza la femi-
neidad por medio de la proyeccin sobre las representa-
ciones femeninas de sus propios rasgos de cardcler agre-
sivos _
La ambi valencia narcisista de Yago desencadena mo-
vimientos agresivos y manacos de superficie necesarios
para enmascarar el movimiento de aproximacin pasiva y
latente con respecto a los hombres: Yago no quiere su-
plantar a Otelo, desea con violencia nada ms que conser-
var el segundo lugar despus de l, sin duda el de Cnssi,
pero tambin el de Desdmona.
De la misma manera, presta, en sus fan.tasma s, 'i!.l
propia esposa a Otelo en el primer acto, y a Ca'Ssio en el

1. Exjst~ arlcmas, sin duda. un juego de palabras que da a la palabra


.M om_ un scn tid o mas bi~n dI! homos c.~u;llicl;ld ./ran)'-seltual_.

367
segundo. Necesita ser el segundo en todas partes, detrs
de la imagen masculina poderosa.
Esas dos aproximaciones se presentan como casi deli-
rantes en su evidente irrealidad, por lo tanto como casi
psicticas, pero tambin se hallan focalizadas sobre un
problema en apariencia sexual y en apariencia femenino,
por lo que resultan igualmente casi pe rversos , pero aqu
en primer lugar bajo la primaca del narcisismo. Es esta
doble ambigedad todava puramente fanta'smtica y sin
pasaje al acto satisfactorio 10 que caracteriza la perver-
sin de carcter.
Un momento igualmente muy caracterstico de toda Ja
ambivalencia afectiva y proyectiva devoradora del perso-
naje noo muestra a Yago imaginando. para perturbar a
Olelo, una escena en la que Cassio lo hubiera abrazado,
durante una noche pasada en su propio lecho, pensando
en Desdmona. El arte sugestivo de SHAKESPEARE en-
vuelve al espectador, lo manipula hbilmente en la medida
en que se limita a una evocacin a la vez segura y discre-
ta, que no exige jams la aprobacin del consciente pero
que tiene como consecuencia la complicidad de los mo-
vimientos afeotivos y proyectivos preconscientes, los que
se sitan tan cerca de la realizacin alucinatoria del deseo ...

368
Conclusin

Nos parece muy utpico creer que en fecha prxima


estaremos en condiciones de agotar, en una sntesis no-
solgica, descriptiva o terica cualquiera, la multiplicidad
de los acondicionamientos que el clnico encuentra y dis-
tingue a nivel de la mul titud de los elementos collS'lituti-
vos de los procesos mentales.
Los esquemas directrices propuestos aqu, a partir de
una aproximacin estructural latente, para diferenciar y
articular a la vez los datos psquicos fundamentales, no
tienen de ninguna manera la pretensin de alcanzar a in-
aluirlos todos, a clasificarlo todo, ni, mucho menos an, a
eX'J>licarlo todo.
Mi propsito ha consistido, fundamentalmente, en in-
tentar precisar una visin met.psicolgica de conjunto que
englobara la mayora de las entidades clnicas existentes,
sean patolgicas >1O, Y que no se contentase con clasifi-
CM'las en grupos y sub-grupos arbitrarios, sino que tratara
de comprender cules son las vinculaciones tpicas, eco-
nmicas y dinmicas que pueden garantizar un modo de
articulacin, flexible pero lo suficierrtemente constante,
entre todas esas variedades originales.
La prime ra conolusin a la que he llegado es la de
que no ex.i51e sino un nmero muy limitado de eslruc-
turaB de base, cuando reservamos e sta de nominacin para
factores a la vez muy precisos, muy profundos y muy
constantes.
Por lo tanto, parece posible reunir y artioular entre
s una serie de dat"", tanto caracterolgicos como psi-

369
quitricos, a partir de esta nocin de formaciones estruc-
turales de base, sin caer sin emba'r go en una cla5ificacin
simplemente psicopatolgica.
La mayona de los estudios caracterolgicos antigu05
se consagran a descripciane5 a menudo felices, pero ha-
bitualmente fragmentaria5 y superficiales, sin base5 es-
tructurales definidas con la suficiente claridad. Muchos
intentos nosolgicoo y psiquitricos 5e limitan a una ..,-
paracin en grupos de sintomas y sndromes. En cuanto
a los intent05 de comunicacin entre 105 sistemas carae-
terolgicoo y psiquitricos, en la mayoria de 105 casos han
acabado en 'la dominacin del determinante mrbido.
Mi esfuerzo de reflexin es el resultado de veinticinco
aos de prctica psicolgica y psioopatolgica en grad05
diversos, y de nueve a05 de investigaciones sobre el
problema de la5 estructuras de base o de 5U~ manife5ta-
ciones visible5, tanto mr.bidas como no mrbidas.
La hiptesis de trabajo que he de5alTOllado aqu supo-
ne que toda organizacin estructural de la pe11Sonalidad
puede traducirse en la vida relacional tanto bajo la forma
de elementos de carcter, en el estado normal de adapta-
cin, como bajo la forma de sntomas, en ca5Q de desadap.
tacin y de enfermedad.
El criterio de normalidad. 5lgue vimculado, para m,
al grado de adaptacin a las realidades internas y externas
del sujeto, y consti.tuye la Hnea que separa ,las dos ver-
tientes precedentes.
Una estructtora de base se defiine por.la solidez, la per-
manencia y la relativa fijeza de -l os mecarusmos mentales
esenciales: modo de constitucin del Yo, manera en que
se tratan las expresiones y las representaciones pulsiona~
les, rol de las instancras ideales e interdictoras, grado de
evolucin y de elaboracin <JibidinaJ, tipo de relacin de
objeto y su distancia, natumleza del modo de angustia
profund, sentido del equiolibrio entre inversiones narCI-
sistas y objetales, variedad del vnculo con la realidad, ni-
vel y consecuencias de los conflictos internos o eXlterno,p
influencia rec~proc.a de ~os procesos primarios y secun-
da,rios, categora de los sueos y los fantasmas, primaca
de tal grupo de mecanismos de defensa, <llirlctica parti-
cular entre principio de placer y principio de rea],i dad, etc.
Tales exigencia5 en el establecimiento de un diagnsti-

370
co estructural de la .p ersonalidad de base me han condu-
cido a limita'f la denominacin de estructura. nicamente
a las lneas neurtica y psictica con sus variedades ca-
tegoriales inLrlnsecas: las variedades esquizofrnica, pa-
ranoica y manac<Hlepresiva (incluida la variedad melan-
clica) del lado de la Hneal psictica, y del lado de la lnea
neurtica las variedades obsesiva e histrica (de angustia
o de conversin).
Los comportamientos fbicos pueden encontrarse, sin
limitacin, en el seno de cualquier organizacin estruc-
tural de base, pero no me ha parecido posible distinguir
una categoria estructur..l especficamente fbica.
Entre esas dos lneas estructurales de base, y conforme
tanto a la prctica clnica como a la opinin de numerosos
autores contemporneos. parece situarse una organizacin
intermediaria que no presentara ni la solidez ni la fijeza
de las estructuras clsicas de la personalidad, sino que
correspondera a un sim'ple acondicionamiento narcisista
no confortable y sostenido por costosas fonnaciones reac-
cionales, que en pocas de cnonnalidad. dan la apariencia
de una hipernormalidad. y, en caso de debilidad, una
patologa depresiva. Es lo que llamamos habitualmente
border-lines o estc.dos lmites .
Esa lnea puede perfectamente descompensarse en las
direcciones neurtica. psic6tica o psicosomtica; ahora
bien, las lfneas neurtica o psic6tica slo podran comu
nicarse entre s a nivel de la gran crisis de la adolescencia.
Segn las hiptesis emitidas durante este trabajo, 13
lnea intermediaria podra originar tambin acondiciona-
mientos ms estables: acondicionamientos perversos o
acondicionamientos caracteriales, sobre Jos que me h~
extendido particulannente. en razn de que su situacin
ha sido habitu",lmente bastante ma" definida, tanto del
lado de la caracterologfa como del lado de la psicopatologia.
Si ,bien las observaciones psicopatolgicas demuestran
ser muy tiles para ~i.r ,la trayectoria del psiclogo a
lo largo de su investigacin en busca del hilo rurector de
las organizaciones mentales de base, de sus lmites y su.;
desviaciones, sigue siendo evidente, sin emba,rgo, que est41
gestin no puede detenerse slo en los aspectos mrbidos
de lo que se ha comprobado. .
Una organizacin estructural de base, tal como se la

371
delimita en las presentes hiptesis, no corresponde sino
a un ensamblaje y a una interaccin recprocas de los
mecanismos psquicos, ms o menos fcmes de detectar
de manera a'slada, y cuyo conjunto, nicamente, consti-
tuye el aspecto estructural viviente de la personalidad.
Una organizacin estructural de base no puede de nin-
guna manera presentarse en estado puro a Jas miradas
o las investi'g aciones del ohservador. Para ser percibida
por otro sujeto situado en el exterior de s misma, debe
asumir una dimensin operacional y relacional cuyas dos
partes principales se hallan situadas, si esta estructura
funciona de manera adaptada, en el registro del carcler
y de los rasgos de carcter, y, por otra parte, si la estruc-
tura funciona de manera inadaptada, en el reg'stro de las
enfermedades, los sintomas y los sndromes _
Es en esta encrucijada donde parece realizable una
unidad de dilogo entre psicologa clnica, caracterologa
y psiquiatra, a la luz del pensamiento psicoanaltico.
Cada categora estructuml nace, vive, se desarrolla,
vacila, retrocede y progresa, conserva el derecho al triunfo
y al fracaso, sea cual sea "U categora 'ntrin:seca.
En la medida en que las antiguas clasificaciones no
podan rendir cuenta a la vez de los caracteres y de 'las
estructuras de la personalidad, los hbitos bastante fijados
de catalogacin dejan de .ser eJeplotables, excepto en sus
aspectos descriptivos; esas clasificaciones pennaneceran
a nivel manifiesto y superficial sjn alcanzar el plano me-
tapsicolgico latente y profundo. De la misma manera to-
da categorizacin no reversible entre vertiente mrbida
y vertiente no mrbida se revela de manera 1al que satis-
face al psiqujatra pero no autoriza ninguna Stintesis qu~
supere el marco puramente mdico.
Convencido de la importancia de esos tres polos inse-
parables, representados por la estructura de la personali-
dad. el carcter y la eventual sintornatologa, he tratado de
evitar la peligrosa tentacin de mezclar demasiado, al
querer alcanzar un compromiso a cualquier precio, los
datos especf.ficos de cada una de esas tres partes.
Primero me dediqu a reunir una gran variedad de
observaciones directas o indirectas, a comparar mis pro-
pias constataciones con los <rabajos de todoo los orgenes
que se refieran a los -numerosos a'spectos nuevos y trag-

372
mentarios que conciernen a las estructuras de la persona-
lidad, los caracteras y la nosologa psiquitrica. Sobre
esta confrontacin he establecido mi punto de partida:
en la medida en que 'lal o cual elemento ~areca recibir
una verificacin clnica desde diversos mbitos, he consi-
derado la posibilidad de elaborar, poco a poco, una sntesis
cada vez ms panormica; me he esforzado por relacionar
entre s los eslabones olnicoo y tericos que, junto con
los especialistas en esos problemas parciales, hemos es
timado 10 suficientemente slidos.
Todava faltaba extraer de mis propias observaciones
y de mis propias reflexiones nuevas hiptesis que penni
tieran diluir en alguna medida las soluciones de continui-
dad que persistan entre ,l as diversas posiciones tericas ya
adquiridas y aparentemente 'nrorporadas.
Aqu es donde se encuadra la concepcin de la fluctua-
bilidad de los estados lmites, de su posicin intennedia,
no solamente desde el punto de v'sta nosolgico, sino
sobre todo en los niveles gentico, clnico y metapsicol6-
gico.
He considerado, en el mismo senbido, las posibilidades
de comunicacin entre las dos grandes lneas estructura-
les de base, solamente en la adolescencia, y luego los trn-
sitos de los estados lmites hacia las lneas> psic6tica, neu-
rtica o psicosomtica.
A continuacin, me ha parecido que la evolucin hacia
]a organizacin perversa por una parte, y haoia ']os acon-
dicionamientos del carcter por otra, no poda concebirse
sino a partir de una economa narcisista y anacltica de
tipo tt lmite.
Finalmente, he credo que todos estos cimientos es
tructurales, as precisados y articulados entre s, podan
dar cuenta tanto de los funcionamientos relacionales ca-
racteriales, como de las evoluciones patolgicas ms o me-
nos profundas.
Podram06 considerar el conjunto de mi sistema como
demasiado limitativo. restrictivo y predeterminado: creo,
por el con1rario, que me doy por satisfecho con presentar
un simple marco, una especie de rbol genealgico de la s
es tructuras y tiL' Sil desti/lo, una espina dors~.l concebida
como lugar de c"ncuentro de los puntos de vista gentico
y meLapsicolgico; sobre esos ejes conceptuales elemen-

373
tales es donde propongo incorporar, aqu y a.Jl, todas las _
entidades ca-r acteriales o nosolgicas, bien definidas ano
teriormente, pero de manera ms dispersa, y al mismo
tiempo aportar a esas descripciones ,m anifiestas una d!i
mensin estructural y una profundidad laten.!e que, en
mi opinin, les han faltado -h asta hoy con demasiada freo
cuencia.

Estructura de
la personalidad

~
Carcter Sntomas

FIG. 12
Esquema del drea relacional neurtica.

Estructura de
la personalidad

FIG. 13
Esquema del drea relacional psictica.

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importancia de mis 'agunas en muchos dominios no me .
es desconocida.
Me gustara, en particular, desarrollar ms mis inves
tigaciones en relacin con los psiquiatras de nios, con
los cuales no siempre me he mostrado demasiado bene-
volente en el curso de este trabajo. Estimo indispensable
un dilogo ms profundo y ms directo entre p&iquiatras
de nios 'Y psiquiatras de aduHos, ya que esas dos cate
garas de especialistas se hallan, de hecho, notal>lemente
ddversificada-s, y no se encuentran todo !lo que sera de
desear.

376
Mi trayectoria metodolgica corresponde por una parte
a ,la idea de una base estructural constante, bastante sim-
ple y bastant e fija, a partir de un cierto grado y de un
cierto momento de la evolucin afectiva; ~ upone, por otra
parte, un respeto rigurooo e indispensable por la inmensa
variedad de entidades originales que pueden evolucionar
sobre esta base conceptual con todos los matices, las mo-
vilidades relativas, las variaoiones adaptativas, las oscila-
ciones entre manifootaciones relaciona'l es sintomticas o
caracteriales ... que constituyen al fin de cuentas la vida,
tal como la concibe el sentido comn, o, dicho de otra ma-
nera, la lucha entre pul-siones de vida y pulsiones de muer
te, segn la ltima ptica freudiana.
Mi trabajo se ha centrado en un objetivo sinttico qu.,
trata de aclarar mejor las conexiones ntimas con'tenidas
en el interior del campo triangular issceles que parte de
la cima esrtnuctural para concluir en la base relacional
limitada !pOr los dos polos, caracterial y mrbi.do.
Podemos Jmaginar que, ouanto ms elaborada sea la
posicin del modo de organizacin psquica (en direccin
a la maduracin libictinal, genital, edpica y neurtica',
mayor ser el ngulo de la cima estructural y mayor ser
tambin la base relacion,,1 (ef. figura n.o 121,
en tanto que, en la medida en que la estructura vaya en
direccin del Yo organizado de manera psictica, (ef. fig.
131, el ngulo de la cima estruClJUral resultar por el
contrario ms agudo, y la base relacional se restringini
notablemente; los sntomas se .situarn en un punto 'mu-
cho ms cercano al carcter, y el margen de seguridad,
la separaoin funcional entre los dos polos de la base
relacional, disminuir.
Me he conformado con precisar de manera bastan!!!
esquemtica los ndices estructurales y <:araoteriales esen-
ciales, y me he esforzado en decir las cosas en trmino~
suficientemente simples.
Pretendo suscitar intercambios de puntos de vista fe-
cundos. e investigaciones nuevas en direcciones que, muy
a menudo, no he podido tocar sino superficialmente, al
carecer de tiempo, de medios o de ideas personaJes ]0
suficientemente claras.
Es posible que algunas de mis hiptesis requieran
modificaciones o deban abandonarse en Jo s1Icesivo; la

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"' .
En toda personalidad es
conveniente determinar lo que
constituye una estructura de base,
estable y definitiva, o bien lo que
es parte de una simple
disposicin 1nvzl y maleable. Si
as se procede se llega a definir
en profundidad las nociones de
normalidad, estructura afectiva y
enfermedad.
Jean Bergeret pasa revista a los
distintos modelos de
estructuracin de la personalidad
tanto desde un punto de vista
metapsicolgico como desde el
ngulo de la evolucin
psicogentica, refinndose
siempre, pero con matices, a la
teora psicoanaltica.
El autor es doctor en medicina,
psiquiatra y psicoanalista,
profesor de psicologa patolgica
en la Universidad de Lyon IJ y
director del Centro Nacional de
Documentacin sobre las
Toxicomanas en Francia.

ISBN a4 -7 4 32-09 1-7

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