Dorgeval - Chantajes Sexuales
Dorgeval - Chantajes Sexuales
Dorgeval - Chantajes Sexuales
Dorgeval
CHANTAJES
SEXUALES
SELECCIONES ERTICAS
SILENO
1
VIC aguard a que la joven inglesa se alejara, con su carpeta de dibujo bajo el brazo
y un gran zurrn rectangular, de colores chillones, al hombro, antes de entrar en el
edificio. Suzanne estaba en el mercado, la haba visto salir tirando de su carrito de
tejido escocs. Vic llam a la puerta del piso de su cuado. El gordo le abri, muy
extraado por su visita. Vic le habl del encargo de la seorita Catelan.
Creo que tu inquilina servira a las mil maravillas... Pero me gustara saber
algo ms de ella y, sobre todo, me gustara visitar su habitacin.
El gordo Emile movi la cabeza con un brillo de pnico en la mirada.
Ests loco, no puedo entrar, as, sin ms, en su habitacin.
Vic haba previsto la reaccin. Su cuado no era un temerario, pero l saba
cmo dominarlo.
Si me ayudas y puedo meterle mano, podrs echarle un polvo. No te
disgustara, verdad?
Sorprendi un fulgor lbrico en los ojos del gordo.
De todos modos, si no me das la llave utilizar mi ganza. Lograr lo que
pretendo y me la follar sin ti.
El gordo fue a buscar la copia de la llave de la habitacin.
Utilizaron la escalera de servicio y subieron al rellano de las habitaciones de
servicio. Entraron en la pequea estancia. La cama, estrecha, con un cobertor gris,
estaba muy bien hecha. Por encima, clavada en la pared, una fotografa mostraba a
Dorothy al pie de la torre Eiffel. El detective registr la maleta, en la que la ropa de
la joven inglesa estaba impecablemente doblada. No encontr nada interesante. En
la mesa haba un bolgrafo con el capuchn mordisqueado, dos pasadores para el
pelo y un boleto de lavandera automtica. Los horarios de la muchacha haban
sido pegados con papel adhesivo sobre el mueble.
Ya ves, no hay nada interesante, volvamos a bajar dijo Emile.
Por mucho que Emile buscara, no encontr carta alguna procedente de
Inglaterra. Tampoco hall ni rastro de papeleo administrativo. No haba cartilla de
la seguridad social, ni ningn documento de seguro, ni hojas de paga de la librera
donde Dorothy trabajaba. La habitacin y su contenido le hicieron pensar en el
escondrijo de un malhechor en fuga; todo era impersonal, como para proteger el
anonimato de su ocupante.
En una silla haba varios libros sobre esoterismo. Vic ley sus ttulos: Vida
despus de la muerte, Los grises entre nosotros, La clave de los sueos, etc.
Tu inquilina es una apasionada de las ciencias ocultas! exclam.
Debe de coger todo eso en la librera donde trabaja. Bueno, largumonos
mascull Emile con aire inquieto.
Tengo que comprobar una cosa an.
Abri el tragaluz y tom el cuaderno envuelto en una bolsa de plstico.
De qu se trata? pregunt el gordo.
Es lo que Miss Dorothy lee antes de dormirse...
Vic quit el forro y mostr una revista de pequeo formato de ttulo
evocador: Sexo extrao.
Joder con la nia! exclam Emile.
Vic hoje la revista y la tendi luego a su cuado, que la recorri con los ojos
brillantes. Era una publicacin porno, de unas cincuenta pginas, que no contena
prcticamente texto, slo fotos a toda pgina, la mayora en blanco y negro. La
mala calidad del conjunto era compensada por la rareza de los temas abordados.
Poda verse a un travestido con los pechos hinchados de hormonas, la polla en
ereccin, que estaba siendo porculizado por una mujer provista de un consolador,
mientras un hombre le eyaculaba en la boca. Algunos hombres y mujeres se hacan
dilatar, monstruosamente, el ano por la mano de invisibles compaeros. El
cuadernillo central estaba consagrado a escenas de bondage. Esclavos de ambos
sexos, desnudos, eran expuestos, atados como salchichones a cruces de madera, de
acuerdo con un arte preciso y minucioso. Los pechos, los falos, las nalgas
comprimidos por las ataduras, sobresalan congestionados. Ms adelante, amos y
esclavos, vestidos de cuero, armados con fustas y ltigos, se entregaban a juegos
sadomasoquistas.
Finalmente, la obra terminaba en una serie de fotografas consagradas a la
zoofilia; se vean en ellas a algunos animales domsticos lamiendo a grandes
lengetazos el sexo que algunas mujeres les abran con ambas manos.
El rostro del gordo brillaba de sudor, sus dedos temblaban.
No puedo crermelo, quin poda pensar que leyera estas revistas? Ya te
dije que tena algo de viciosa...
Una fotografa llam especialmente su atencin. Mostraba un rostro de
muchacha muy joven. Sus ojos estaban cerrados, pero su boca abierta de par en par.
Intentaba hacer penetrar entre sus labios el enorme glande que coronaba una picha
monstruosa. Teniendo en cuenta el tamao de la polla y su color se adivinaba que
era la de un poney o un caballo pequeo. Varias fotografas representaban a la
misma muchacha lamiendo o cascando una paja a la gigantesca picha. Aqu, cubra
de saliva los enormes huevos, all, lama la gruesa columna de carne; ms
adelante, la masturbaba a manos llenas. El miembro del animal era tan grande que
no consegua cerrar los dedos a su alrededor. La revista conclua con la eyaculacin
del poney. Gracias a un dispositivo ultrarrpido, el fotgrafo haba captado el vuelo
del esperma justo cuando se aplastaba en el rostro de la muchacha.
Emile cerr la revista; sus ojos brillaban, su respiracin era jadeante.
Me pregunto de dnde ha sacado eso la muy viciosilla.
Sin duda en la librera donde trabaja. No la veo entrando en su sex-shop.
Emile sacudi la cabeza.
Esa clase de cosas no se vende en su librera. Es una tienda bastante
elegante, especializada en obras sobre lo paranormal.
Vic hoje rpidamente la revista, buscando alguna marca de fbrica. No
encontr nada, ni editor, ni nombre de autor, ni sello alguno de librera. El nico
indicio fueron unas palabras impresas, en caracteres minsculos, en las pginas de
guarda: Odalortoledairerbil.
Qu significa esa jerga? dijo Emile tomando la revista para hojearla de
nuevo. De vez en cuando, inclinaba la cabeza. Pero mira eso! Cuando pienso que
esa cursi de inglesa se la casca leyndolo...
Ya no ests impaciente por bajar se burl el cuado, pensando en lo que
la inscripcin poda significar.
Tom el libro sobre la reencarnacin y lo hoje maquinalmente. Estaba
nuevo. Dorothy lo haba tomado prestado, sin duda en su lugar de trabajo pues
an haba la ficha con el ttulo y el nombre del autor. Al descifrar el nombre de la
librera, el detective tuvo una iluminacin.
Dime, tu inglesita trabaja en la Librera del otro lado?
Sin levantar la nariz de la revista, Emile asinti. Vic le arranc la publicacin
de las manos.
Mira! Odalortoledairerbil. Es un anagrama: es Librera del otro lado al revs!
Tienes razn! En tu lugar, me dara una vueltecita por esa librera. Sin
duda tienen un departamento especial para adultos curiosos.
Vic devolvi la revista a la bolsa de plstico y la puso en el canaln.
Dame la direccin, le echar una ojeada concluy.
5
VIC estaba cada vez ms intrigado por la joven inglesa. La vigil durante los
siguientes das. Le hizo fotografas con el teleobjetivo y, provisto de su retrato,
inici la caza. Le bastaron muy pocas gestiones para descubrir que haba huido de
Inglaterra y del domicilio de mis padres, y que nadie saba que se ocultaba en
Pars. Cubra por s sola sus necesidades, trabajando en la librera cuando sus
estudios se lo permitan.
Entre dos casos de divorcio, Vic fue a dar una vuelta por la Librera del otro
lado. Se hallaba en el distrito VI, en la calle Monsieur-Le-Prince, junto a la esquina
del Odon. Como Emile haba dicho, estaba especializada en obras esotricas y
seudofilosficas. Las obras de Jung se codeaban con libros de vulgarizacin como
Est su cama en el lugar adecuado? (introduccin a la geobiologa), o Cmo adiestrar
el tigre que duerme en usted? La fachada era de madera oscura, un cristal grisceo
protega los libros expuestos de los! rayos del sol.
Vic entr, saba que Dorothy estaba en clase de historia del arte; haba
tomado la precaucin de copiar los horarios que encontr en su habitacin. Le
sorprendi enseguida la atmsfera algodonosa del lugar. La tienda, larga y
estrecha, estaba poco iluminada; robustos anaqueles de caoba, cargados de gruesos
volmenes llenaban las paredes. El techo estaba artesonado y una gruesa moqueta
cubra el suelo. Aquello pareca una biblioteca municipal, reinaba all el mismo
silencio y el mismo ambiente recogido.
Por mucho que el detective mir por todas partes, no hall ninguna seccin
especializada en literatura pornogrfica. No le sorprendi, si la seccin exista, no
todo el mundo poda acceder a ella... Fingi interesarse por una obra titulada
Manual de comunicacin espiritual.
Varios clientes circulaban entre los estantes, leyendo los ttulos de los libros,
hojendolos. Uno de ellos discuta con la patrona del lugar, una mujer alta y
morena, de aspecto altivo. Llevaba el pelo peinado en un moo y galas de fina
montura dorada. Su traje sastre, gris, de sobrio corte, acababa de darle un aspecto
severo. No era fea, con sus largas piernas, sus pechos generosos y su abultada
grupa. Sonri al cliente y seal el fondo del local. El hombre se desliz tras un
biombo y desapareci. Vic devolvi el libro a su lugar y se acerc a la mujer. Sus
miradas se cruzaron una fraccin de segundo. Ella apart la cabeza, colorndose
bien las gafas sobre la nariz con la punta del ndice izquierdo. Vic habra jurado
que no tena la conciencia tranquila. Examinando los estantes, se dirigi al lugar
por donde haba desaparecido el cliente. Estaba a dos pasos del biombo cuando la
mujer le interpel.
Caballero, eso es privado.
Perdone, he credo que haba otra sala.
La mujer le devolvi la sonrisa y se ajust de nuevo las gafas a la nariz. Le
pregunt si poda serle til. Desprevenido, Vic explic que buscaba una obra
antigua sobre la reencarnacin. La librera le mostr dos libros de pginas
amarillentas y encuadernacin de cuero, y un opsculo decorado con vietas
estarcidas. Vic tom el primer fascculo. Se haban fijado en l, si quera regresar
sin despertar las sospechas de la librera tena que congraciarse con ella... Y estaba
decidido a regresar, quera saber qu se ocultaba tras el biombo. Le pidi a la
librera que se lo envolviera para regalo, aduciendo que el libro era para un amigo
coleccionista.
Mientras la vendedora lo haca, fingi lanzar una ltima mirada a los
estantes. Aprovechando que la mujer no le prestaba ya atencin, se puso de
puntillas y puso un aparatito en el ltimo anaquel antes de la trastienda.
Vic sali de la librera y se dirigi hacia su vehculo, estacionado algo ms
abajo de la empinada calle. Afortunadamente, poda ver la entrada de la tienda. No
tard en divisar al cliente que haba entrado en la trastienda. Estuvo a punto de
seguirle, pero se dijo que sabra ms cosas quedndose all, gracias al micrfono
electrnico que haba dejado en la librera. Sac el receptor en miniatura de la
guantera y se puso el auricular en la oreja. Tom una bolsa de cacahuetes y se
instal cmodamente.
Varios clientes entraron y salieron. Variando la potencia del micrfono, Vic
poda seguir lo que decan en la tienda. Los cacahuetes le haban dado sed; se
dispona a salir del vehculo cuando un hombre bajo y calvo, con un impermeable
color antracita que le iba ancho, llam su atencin. Antes de entrar en la librera,
mir a sus espaldas como si temiera ser seguido. Era el nico cliente y Vic supo
que la voz tartajeante que llegaba al auricular era la suya. No pareca conocer a la
librera, se expresaba con turbacin, como si se sintiera avergonzado.
Me enva un amigo... Me ha dicho que ustedes tendran lo que busco...
La mujer le pregunt qu especialidad le interesaba particularmente:
bioenergtica, astrologa, parapsicologa, telequinesia... y, entonces, el hombre dio
una sorprendente respuesta.
Al parecer, tienen ustedes una magnfica vista del infierno...
Ya veo... Es por aqu respondi la librera sin inmutarse.
Luego, Vic ya no oy nada. Intrigado, abandon el coche y fingi leer el
peridico no lejos de la librera. Cuando el calvorota reapareci, Vic advirti que
llevaba varios libros bajo el brazo. Mir a su alrededor, como si temiera ser visto.
Cuando pas ante Vic, ste se puso en marcha con la nariz en el peridico. El
detective se las arregl para golpear el brazo del hombre y hacer caer sus compras.
Pidi perdn y se agach para reparar su torpeza, pero el hombre fue ms rpido.
Se arroj literalmente sobre los libros esparcidos por la acera.
No es nada, no es nada! Djelo! No se preocupe! exclam con su
tartajeo.
Recogi los libros precipitadamente. Pese a su rapidez, no pudo evitar que
Vic recogiera una revista consagrada a la pedofilia y metida entre dos volmenes.
El hombre se incorpor, rojo de confusin. Furioso y molesto, sigui
rpidamente su camino.
Vic le vio alejarse. Ya saba lo que deseaba. Dentro de unos das, volvera
para recuperar su micrfono y visitar a fondo la librera. De momento, tena que
acudir a una cita.
6
EN cuanto hubieron desaparecido en la alcoba contigua, Vic puso una silla junto a
la puerta y peg su ojo a la cerradura.
La habitacin era tan cochambrosa como la primera, el mobiliario
igualmente pobre, con la diferencia de que inclua una camilla de examen
ginecolgico junto a la que haba un hombre barbudo, de unos cuarenta aos de
edad, que vesta una bata blanca. De sus bolsillos salan un estetoscopio y un par
de esptulas. El hombre no era mdico en absoluto: se llamaba seor Lenoir y era
uno de los clientes ms ricos y antiguos de Vic. Pagaba a tocateja para que ste
pusiera en escena los guiones erticos que l imaginaba. La mujer rubia era su
secretaria y se encargaba de todos sus asuntos, incluso de los ms ntimos.
Buenos das, hermana dijo el falso mdico.
La religiosa respondi a su saludo y empuj a Nicole por la espalda.
Dgale buenos das al doctor, seorita!
Buenos das, doctor dijo Nicole intentando adoptar una voz de chiquilla.
El hombre se aproxim con los ojos brillantes. Tom a Nicole por la barbilla.
Qu nia tan encantadora. Qu edad tienes, hija ma?
Doce aoz, doctor respondi la pelirroja ceceando.
El hombre le puso la mano en la mejilla, acarici su trenza pelirroja.
Cmo te llamas? pregunt Lenoir con voz suave.
Nicole.
La joven pelirroja pareca entrar en el juego, se bamboleaba de un pie a otro,
mirando al suelo como una nia tmida.
Dime, Nicole, trabajas mucho en clase?
Precisamente, doctor intervino la falsa monja, la pequea me
preocupa mucho. Ya no estudia, se encierra en los aseos durante horas y horas, por
la maana me cuesta mucho hacer que se levante.
El hombre fingi reflexionar acaricindose la barba. Luego, palme el cuero
resquebrajado de la camilla de examen.
Voy a examinarla. Haga que se desnude.
Has odo al doctor?
Con torpes gestos, Nicole se desnud ante la severa mirada de la monja, que
desgranaba su rosario. Cuando la muchacha se qued en ropa interior, la arrastr
hacia la camilla.
Tindete ah dijo el doctor.
La ayud a instalarse en la camilla, colocando sus talones en los estribos
cromados. El mdico, la falsa nia en calcetines y zapatos de charol y la
provocadora religiosa formaban un cuadro sorprendente. En la otra estancia, Vic,
tremendamente excitado, haba comenzado a masturbarse.
El falso doctor palp la garganta de su paciente. Luego fue bajando, palp
los huecos bajo las clavculas, las axilas, el vientre y las ingles.
Todo parece correcto. Tendra que quitarse la camisola.
A regaadientes, la muchacha comenz a desabrochar la ancha prenda. Su
rostro, enmarcado por las trenzas pelirrojas, expresaba una creciente turbacin. La
religiosa desnud los pesados pechos con impaciencia.
No le parece que esta nia tiene un pecho excesivamente desarrollado
para su edad, doctor?
S, hermana, es sorprendente dijo el barbudo tomando un seno entre sus
manos.
Hundi sus dedos en la carne tierna. Luego tom el pezn oscuro con dos
dedos y lo pellizc, lo estir, lo retorci.
La glndula mamaria est desarrollada como la de una mujer de veinte
aos comprob. Y el pezn responde perfectamente a los estmulos. Mire
cmo se endurece, hermana.
Para comprobarlo, la religiosa se apoder del otro pecho y le propin el
mismo tratamiento. Nicole les dejaba hacer, con el rostro escarlata. Ambos
comparsas la magrearon largo rato, prosiguiendo sus hipcritas comentarios.
Luego, el mdico pase el helado extremo de su estetoscopio por el pecho de
la paciente, insistiendo en los senos, que se cubrieron de carne de gallina. La
religiosa observaba cada uno de sus gestos mientras manoseaba el rosario con sus
manicurados dedos de uas muy rojas.
El falso mdico se meti de nuevo el estetoscopio en el bolsillo. Puso las
manos planas sobre el vientre y palp toda la superficie, metiendo los dedos bajo el
elstico de las bragas. Nicole se dej magrear clavando los ojos en el pecho. Sus
pechos suban y bajaban rpidamente, al comps de su acelerada respiracin.
El vientre es flexible. Veamos el aparato cenital.
Al or esas palabras, Nicole cerr las piernas. La monja le azot el muslo con
el rosario.
Vamos, djele hacer, seorita. Tenemos que examinarla!
Enroll el rosario en su mueca derecha y, luego, abri con un gesto enrgico
las rodillas de la paciente. Tante entre los muslos, desbrochando los botones que
cerraban las bragas. Abri de par en par la prenda, exhibiendo el vientre afeitado
de la seudo-nia. La camilla estaba frente a la puerta y Vic perciba la vulva rosada
por entre los faldones de la prenda.
El mdico se inclin entre los muslos, manose los pliegues del sexo. Nicole
quiso cenar los muslos, pero la religiosa la sujetaba con firmeza. El hombre tir de
los labios vaginales, despegando el uno del otro, y movi la cabeza con aire
pensativo.
Hermana, voy a necesitar su ayuda. Tengo que comprobar algo. Me
molesta pedir eso a alguien como usted, pero puede mantener abierto el sexo de la
nia?
Lenoir se agach ante la camilla de examen, entre los pies de Nicole, con el
rostro a la altura de su sexo.
La religiosa abri los labios mayores. Hizo penetrar la punta de sus dedos en
la vulva, para poder abrirla an ms. El mdico, al igual que Vic, poda ver el
dilatado orificio de la muchacha.
Es lo que me tema dijo el barbudo, la pequea ya no es virgen.
La religiosa fingi estar indignada.
Sin duda est usted equivocado!
Comprubelo usted misma, hermana.
La mujer hundi dos dedos unidos en la vagina de la muchacha, los hizo ir y
venir.
Pero si tiene usted razn! Y adems est empapada! Cmo se lo habr
hecho?
Mientras hablaba, hurgaba en el coo de Nicole cuyo rostro comenzaba a
revelar el placer. Luego, la falsa religiosa ayud al barbudo a quitarle las anchas
bragas. La muchacha ya slo llevaba los calcetines a rayas y los zapatos de charol.
Ambos cmplices se inclinaron sobre el imberbe pubis. El hombre hundi
sus dedos en la vulva que permaneca entreabierta. Los hizo girar palpando las
paredes de la vagina.
Lo habr hecho con una vela o con una zanahoria.
Extendi el humor que manchaba sus dedos por los labios mayores. Luego
hizo resbalar el ndice hasta el cltoris, untndolo de secreciones. Por efecto del
masaje, el capullo de carne comenz a endurecerse. El hombre lo hizo rodar entre
sus dedos, arrancando un gemido de placer a su paciente.
Su cltoris es muy grande! Hace mucho tiempo que esta nia practica el
placer solitario!
Perdida! No te da vergenza? exclam la religiosa sacudiendo a
Nicole.
La muchacha comenz a lloriquear, Vic fue incapaz de decir si estaba
haciendo comedia o era sincera. El barbudo le aplastaba el cltoris hacindola
jadear de placer entre gemidos.
La falsa monja comenzaba a sentirse excitada. Se frot contra el hombre,
aprisionando uno de sus muslos entre sus largas piernas.
Hijo mo, hay que hacer algo para devolver a esta pecadora al recto
camino.
Tal vez podramos expulsar el mal con el mal.
El falso mdico segua masturbando a Nicole, que se agitaba sobre la
camilla, sus trenzas rubias bailaban alrededor de su rostro.
La religiosa se apretuj contra el mdico. La corta falda de su hbito negro se
levant, revelando un tanga de encaje negro cuyo cordn, atrapado entre las
nalgas, era invisible. El barbudo mostr la abierta raja.
El modo ms seguro de calmarla es darle lo que pide.
Tiene usted razn, doctor.
El barbudo se abri la bata y se quit los pantalones. Mostr su sexo a media
ereccin.
Eso es lo que necesita!
La religiosa tom la verga en sus manos. El barbudo arque los lomos para
tendrsela. Sus cojones golpearon la mueca de la monja, en la que haba enrollado
el rosario.
Podra lograr que ese objeto fuera ms duro y ms grande, hermana?
Claro, hijo mo; dgame slo cmo proceder.
Ambos cmplices se abandonaban a su delirio, olvidando a Nicole, que les
miraba asustada. Lenoir pona su polla en la mano de la mujer, que comenzaba ya
a masturbarle lentamente. El falso mdico meti una mano bajo la falda para
acariciarle las nalgas.
Hermana, sera necesario zambullir el objeto que sujeta usted en una
cavidad clida y hmeda, parecida al interior del sexo de la nia.
Pero dnde puedo encontrar una cavidad semejante, hijo mo?
pregunt la religiosa manoseando la polla que creca cada vez ms.
Es muy sencillo, hermana, basta con que use usted la boca.
Y al decirlo, el barbudo meti la mano entre las nalgas de la mujer. Le
acarici la raya, insistiendo en el oscuro ano que Vic poda percibir entre ambos
globos. La seudo-religiosa se dej magrear con complacencia; luego se agach ante
el vientre del hombre.
Lo que me pide, hijo mo, me resulta muy costoso, pero para redimir esta
alma pervertida estoy dispuesta a sacrificarme.
Descapull el glande y se lo meti en la boca. Sus labios, exageradamente
pintados, se cerraron sobre el cilindro de carne. Estaba muy excitante, con su falso
hbito de monja arremangado por encima de su carnoso culo. Vic se masturbaba
sin perder un pice del espectculo.
Mientras la mujer le chupaba, el barbudo comenz a lamer la vulva de
Nicole. Vic ya slo oa rumores de succin y lametones, entrecortados por los
gemidos de Nicole. Luego, el falso mdico se incorpor.
Creo que estoy listo, hermana.
Voy a ayudarle dijo la religiosa ajustndose la toca.
Tom la verga reluciente de saliva y dirigi el glande hacia el sexo de Nicole.
Abri los labios mayores, llenos de melaza, con la punta de la polla. El barbudo
empuj y su picha se zambull en la dilatada vulva. Comenz a joder a Nicole,
asestndole lentos y profundos pistonazos. La religiosa se haba metido la mano en
el tanga y se masturbaba mientras le magreaba los cojones.
Vamos, ms fuerte, hijo mo! le alentaba.
Se masturbaba cada vez ms deprisa. Sus dedos chapoteaban en el coo. Su
toca resbal hacia atrs desvelando los cabellos rubios. El crucifijo que llevaba al
cuello bailaba entre sus pechos.
El hombre se agitaba cada vez ms entre los muslos de Nicole, con las manos
agarradas a sus caderas.
Le daba violentos pistonazos que sacudan la camilla. Los grandes senos de
la muchacha temblaban en su busto.
Finalmente, el barbudo eyacul rugiendo mientras la religiosa, que haba
perdido su toca, le oprima los cojones para ayudarle a vaciarse.
Un cuarto de hora ms tarde, Vic estaba sentado ante una caa, en un caf de la
plaza Pigalle. Frente a l, el seor Lenoir. Se haba quitado la bata y llevaba un traje
con chaleco. Ninguno de los consumidores instalados en el bar habra podido
sospechar que, haca unos pocos minutos, estaba jugando a mdicos con una monja
lbrica.
El hombre tendi a Vic un sobre lleno de billetes de banco. Por lo general,
aquel tipo de negocio se haca entre dos puertas, en un silencio ms bien molesto.
Pero el barbudo haba insistido en invitar al detective a tomar una copa. ste
adivin que el hombre quera pedirle algo.
Voy a parecerle extrao atac Lenoir.
Nunca juzgo a nadie. Sobre gustos no hay nada escrito. Yo mismo tengo
una sexualidad... digamos que tortuosa.
Lenoir bebi un largo trago de cerveza. Con el dorso de la mano se sec la
espuma pegada a los pelos de su barba.
Tal vez se pregunte usted de dnde me viene esa aficin por las nias
pequeas prosigui. Estoy casado, amo a mi mujer que corresponde a mi
amor, pero nunca hemos podido tener hijos a pesar de nuestros esfuerzos. Toda
nuestra sexualidad ha girado alrededor de un hijo que no tenamos. Creo que se ha
convertido en una fijacin, y hoy slo puedo gozar si imagino que estoy haciendo
el amor con una nia muy joven.
Vic hizo una mueca. El estado de nimo de sus clientes no le interesaba.
Por qu me cuenta usted eso?
Porque no consigo ya hacer el amor con mi mujer. Lo que me preocupa es
que ella parece soportarlo muy bien. Temo que tenga un amante. Es usted
detective, aceptara vigilarla?
Vic no se lo pens mucho. Cualquier nuevo caso era bueno. Y adems,
Lenoir era un cliente muy bueno, un hombre que saba pagar con generosidad los
servicios que reciba.
De acuerdo. Hbleme de su mujer.
El barbudo le tendi otro sobre, de gran formato y papel grueso.
Le he preparado un dossier. Creo que encontrar aqu todo lo que necesita
saber.
8
LOS siguientes das, Vic tuvo que vigilar a la mujer de un jefe de gabinete del
ministro de comercio exterior, de la que su marido sospechaba que jugaba en
casinos clandestinos. Tuvo de todos modos tiempo de dirigirse a la calle Monsieur-
le-Prince para escuchar lo que se deca en la librera gracias al micrfono que haba
dejado all. Estacionaba lo ms cerca posible de la tienda y aguardaba, con el
auricular en la oreja. Mientras estaba de vigilancia, Dorothy fue a trabajar dos
veces. Ambas mujeres hablaban poco y no demostraban complicidad alguna. Las
pocas veces en que la librera diriga la palabra a la muchacha era para darle una
orden, cortante y breve. Cuando no haba clientes en la tienda, la librera se
mostraba titnica, abroncando a la joven inglesa por una nadera, obligndola a
pasar el aspirador, a quitar el polvo de los anaqueles. Vic haba descubierto que la
librera, que se llamaba seora de Saint-Algue, aprovechaba la situacin ilegal de la
muchacha para explotarla. Vic la escuch varias veces prohibiendo a Dorothy pasar
al otro lado del biombo.
En la cabeza del detective comenzaba a surgir un plan. Al cabo de una
semana, se puso en contacto con la seorita Catelan para comunicarle que haba
encontrado una joven inglesa con la que podra satisfacer sus fantasas. Le hizo
llegar un juego de fotografas de Dorothy, y la seorita Catelan le respondi que
estaba encantada con su hallazgo. Vic poda poner en marcha su plan.
Cierto da, mientras Dorothy estaba en clase, se present en la librera
cuando la patrona iba a cerrar, a medioda. Reconocindole, le dej entrar.
Su amigo el coleccionista qued contento con el regalo que le hizo?
pregunt en un tono obsequioso.
Vic pens en el fascculo, envuelto todava, que deba de estar, junto a otros
desechos, en el suelo del 404.
Le encant. Imagnese que es uno de sus clientes. Me confes que obtena
aqu algunas obras, algo especiales, que tambin me gustan mucho.
Dgame de qu se trata y har lo posible para satisfacerle repuso como si
no comprendiera de qu se trataba.
Vesta igual que la primera vez, con el mismo aspecto severo, el mismo
moo, el mismo traje, salvo que el de hoy era de color habano. Con el ndice
izquierdo se coloc bien las gafas en la nariz. Miraba a Vic con desconfianza, pero
se relaj cuando hubo pronunciado la misteriosa frase oda gracias al micrfono. Al
parecer tienen ustedes una magnfica vista del infierno...
La librera le sonri sealndole el fondo de la tienda.
Por aqu...
Pasaron tras el biombo, la mujer abri una puerta que daba a una escalera
que llevaba al stano. Encendi la luz e indic por seas a Vic que bajara.
Si me necesita, no vacile en llamarme.
Baj por la escalera de caracol y se encontr en un stano redondo, dispuesto
como una biblioteca. Al igual que en la planta baja, el lecho era de marquetera y el
suelo desapareca bajo una gruesa moqueta. En el centro de la estancia haba un
gran puf cubierto de terciopelo granate, montado sobre patas de cerezo esculpido.
Una iluminacin invisible y suave daba al lugar un aspecto inslito.
Vic recorri los estantes. Haba acertado; se hallaba en el infierno, nombre
que se daba, en las bibliotecas, al lugar donde se guardaban los manuscritos
licenciosos. All slo haba libros pornogrficos. Parte de los anaqueles estaba
consagrada a las obras antiguas: primeras ediciones, tirajes fuera de serie, libros
dedicados... Vic descubri un ejemplar de las 120 jornadas de Sodoma, de Sade,
anotado por la propia mano de su autor.
Ms all, las obras eran recientes, con abundantes fotografas en color. Junto
a libros de lujo para biblifilos, impresos en papel de hilo, se vean numerosas
colecciones de revistas, extranjeras en su mayor parte, consagradas todas ellas a
desviaciones sexuales particulares. Vic tuvo una intuicin y examin los ttulos de
las colecciones. No tard en encontrar la serie de Sexo extrao. Hoje algunos
ejemplares; en cada uno de ellos descubri la misma inscripcin extraa:
Odalortoledairerbil. Se trataba del ex-libris, la marca de la casa. Busc sin xito el
nmero que haba visto en la habitacin de Dorothy. Sin duda, la joven inglesa
haba desobedecido a su patrona y haba entrado en la habitacin. Incluso se haba
llevado un recuerdo.
Vic se dirigi hacia la puerta, apret el botn coronado por un pequeo
cartel que representaba una campana. La librera apareci casi enseguida. Mientras
bajaba los ltimos peldaos de la escalera, el hombre admir sus largas piernas
enfundadas en finas medias negras con arabescos arcnidos.
Ha elegido ya? pregunt la librera.
Casi. Busco el nmero 10 de la revista Sexo extrao.
Pues est la coleccin completa dijo la mujer pasando revista a todos los
fascculos. Crea tenerlo. Aguarde, voy a mirar en la reserva.
Sac de su bolsillo una llavecita colgada de una cadena de oro y se dispona
a inclinarse hacia el compartimento, provisto de puertas, de una de las estanteras.
Pero Vic le evit el trabajo.
Creo que tendr ms posibilidades de encontrar el nmero si registra las
cosas de Dorothy, su vendedora.
La mujer le hizo frente, desconcertada. Se subi las gafas con un gesto
maquinal.
Cmo lo sabe?
Porque la encontr registrando su habitacin.
Ella dio un respingo.
Que ha registrado su habitacin? Pero quin es usted?
Vic eludi la pregunta, mir lentamente la habitacin, con las manos en las
caderas. Inclin la cabeza.
Hay aqu lo bastante para que la condenen por incitacin al libertinaje y
por unos cuantos motivos ms, seora de Saint-Algue.
La mujer se haba puesto lvida, sus manos temblaban. Con voz
descompuesta, le pregunt a Vic si era de la pasma.
No, pero no necesito serlo para ponerla a usted a caldo.
Ella le mir con los ojos muy abiertos. Vic se divirti ante su aire asustado.
Guard silencio, dejndola a la expectativa.
Qu desea usted? acab preguntando Dorothy.
No gran cosa. Algo de su tiempo. Si acepta usted ser ma una hora, de vez
en cuando, no le hablar a nadie de su pequeo negocio.
Ella pareci aliviada ante aquel arreglo.
Sin embargo, pregunt con un poco de angustia en la voz: Y qu me har
usted?
No lo s todava, lo que se me ocurra. Acepta?
La librera lo pens unos instantes, luego asinti con la cabeza. Vic tom una
de las revistas y la abri al azar.
Veamos si est dispuesta a obedecerme.
Puso la revista ante las narices de la mujer.
En una doble pgina, una joven negra sufra los asaltos viriles de media
docena de hombres blancos. Uno de ellos estaba debajo de la muchacha y la
porculizaba mientras otro la joda. Otro le hunda la polla en la boca. Los dems se
masturbaban encima de ella, entre mis pechos, en sus cabellos, contra sus mejillas o
sus muslos.
Vic volvi la pgina. La fotografa era idntica, salvo por un detalle: todos los
hombres haban eyaculado. La piel de color caf con leche de la muchacha estaba
surcada por largas esteras de esperma. Tena por todas partes, en el pubis, en la
vulva, en los labios, en mis crespos cabellos, en los prpados, entre los pechos...
Debe de excitarla vender cosas semejantes dijo Vic agitando la revista
ante el enrojecido rostro de la seora de Saint-Algue. Por ejemplo, estoy seguro
de que, en estos momentos, tiene ganas de masturbarse, no es cierto?
La librera agit la cabeza de izquierda a derecha y se subi de nuevo las
gafas con el ndice. Respiraba ms deprisa, su pesado pecho tensaba la blusa de
seda blanca.
Vamos, no mienta. Veo muy bien que est excitada. Haga como si yo no
estuviera, mastrbese.
Un brillo de pnico pas por los ojos de la librera. Quiso protestar, pero
comprendi que era intil. El hombre no se dejara convencer. Se puso la mano en
el vientre y fingi acariciarse a travs de la falda. Vic sacudi la cabeza, hoje la
revista y mostr a la librera la foto de una mujer desnuda, con los muslos abiertos
de par en par, que se masturbaba hundiendo los dedos en su sexo.
Quiero verla masturbarse as, seora de Saint-Algue. Vamos,
arremnguese la falda, que yo pueda ver sus dedos y lo que estn haciendo.
La librera le lanz una mirada desolada, luego tom el orillo de su falda y lo
levant lentamente, descubriendo sus largas piernas enfundadas en seda negra.
Sabe usted hacer durar el placer se burl Vic; hace bien, es ms
excitante. Alto ah, espere un poco antes de seguir. Contine ahora... Hum..., lleva
medias, ya saba que era usted refinada.
La librera se ruboriz al or los obscenos comentarios que, sin embargo, le
hacan efecto; se calentaba, su respiracin se haca jadeante, sus ojos brillaban. Vic
la contempl mientras ojeaba maquinalmente la revista. Aquel juego vicioso le
excitaba mucho, su sexo estaba en ereccin.
Enseme ahora sus bragas.
Se levant la falda de su traje sastre, descubriendo el portaligas oscuro que
enmarcaba unas minsculas bragas rojas rodeadas de encaje negro.
La seora lleva lencera de puta se extasi, quin lo hubiera dicho?
Es usted muy mala, seora de Saint-Algue, mire en qu estado me ha puesto. Les
hace el mismo efecto a sus clientes?
La librera se ruboriz ms an. l le indic la banqueta.
Venga a sentarse aqu, estar ms cmoda para ensermelo todo. Eso es,
abra las piernas; vamos, abra las piernas! Bien. Ahora, magreese!
La librera estaba sentada con la falda arremangada hasta la cintura. Vic la
haba obligado a poner una pierna en el asiento de terciopelo, para que pudiera
abrir al mximo su entrepierna. Pase una mano vacilante por el tringulo rojo que
ocultaba su sexo. Vic la alent.
Haga como si estuviese sola. Vamos.
Los largos dedos manicurados, llenos de anillos, se pusieron en movimiento,
arrastrando el tejido de las bragas hasta la grieta sexual. Vic mostr la revista que
no haba dejado de ojear. Se vea a una nia que llevaba slo unas bragas rajadas y
a la que un negro estaba jodiendo. La enorme columna de carne oscura se
introduca entre los restos de la prenda y abra los labios mayores de la nia.
Eso es lo que necesita, no? Aguarde, voy a retocar su atavo.
Sac un portaplumas de su bolsillo y, con gesto vivo, hizo brotar la hoja.
Cuando se inclin sobre el vientre de la librera, sta hizo ademn de retroceder.
Pero la tranquiliz prometindole que no le hara mal alguno. Tom el fondo de las
bragas y comprob, con satisfaccin, que estaba empapado.
Ha mojado sus braguitas, seora de Saint-Algue, eso no est bien! Es
usted una marrana.
Hundi la punta del cortaplumas en el fondillo de las braguitas, rajndolo
por la mitad. A pareci el vello castao de la librera. Estaba bien provista y sus
pelos sobresalan de la raja que Vic haba hecho.
Ya est dijo guardando la navaja, ahora podr divertirse sin molestia
alguna. Solo me queda encontrarle una pose muy guarra.
Hoje la revista y mostr la fotografa de una mujer, a cuatro patas, que
estaba chupndosela a dos hombres al mismo tiempo. Se vea su culo en primer
plano. Sus nalgas separadas permitan ver el orificio de su ano; por debajo se
distinguan los bordes de su vulva.
Vamos, haga como ella. Arquee los lomos, haga sobresalir su culo. Abra
bien las piernas, que pueda ver su conejo por debajo. S, as! Parece una perra en
celo!
La librera obedeca las rdenes de Vic. La falda arremangada y las bragas
rotas formaban un extrao contraste con la parte de arriba, impecable, de su atavo.
El hombre insisti en que su vctima abriera sus rajadas bragas mientras se
masturbaba. De ese modo poda ver el jugoso coo entre los largos pelos negros.
Ponga un pie en la banqueta orden Vic. Abra bien las piernas y
mastrbese de verdad. No estar fingiendo?
Con la rgida polla sobresaliendo de sus pantalones, se tendi sobre el bajo
vientre de la librera para tener el abierto coo sobre sus ojos. Vea los largos dedos
de uas rojas hundindose en la viscosa raja. La seora de Saint-Algue se
abandon a su masturbacin y, sin que se lo pidiera, hurgaba cada vez a mayor
profundidad. De vez en cuando, sacaba los dedos cubiertos de melaza y se
pellizcaba largo rato el cltoris.
Vic gozaba por la dominacin que haba impuesto a la librera, si lo hubiera
hecho de buen grado, no se habra excitado tanto. Le orden que se tendiera de
espaldas.
Ella obedeci precipitadamente, frustrada al tener que interrumpir el placer
que estaba sintiendo. Lo aprovech para subirse de nuevo las gafas. l se coloc
entre sus muslos con la polla en la mano. La mujer crey que iba a penetrarla, pero
se limit a masturbarse por encima del coo del que rebosaba un espeso humor.
Cscatela! dijo Vic entre dientes. Date gusto! Deprisa, no hagas
trampa!
Sin apartar los ojos de la polla, la seora de Saint-Algue hundi dos dedos
unidos en su vagina. Los hizo ir y venir con viscoso ruido, mientras se aplastaba el
cltoris con el pulgar. Vic la contemplaba masturbndose vigorosamente. Sus
cojones se bamboleaban sobre el pubis de la mujer. Tendida de espaldas, con las
piernas muy abiertas, ella hurgaba cada vez ms deprisa. Mantena la cabeza
levantada para poder contemplar la polla del hombre. Pareca fascinada. De vez en
cuando, se arqueaba para que la picha entrara en contacto con su raja. Vic
comprendi que quera que la penetrara, pero no le dio ese gusto. Quera que
siguieran masturbndose hasta gozar.
Desabrchate la blusa! Deja que vea tus tetas! orden.
Con gestos apresurados, desnud ella sus pechos arrancando, de paso, un
botn de su corpio. Con la mano libre apart el sujetador y, mientras segua
menendosela, comenz a magrearse los pechos.
Te gusta manosearte las tetas, eh? Tienes tus grandes pezones duros.
Hars que me corra, guarra! grit Vic en el colmo de la excitacin. Mira, voy a
rociarte los dedos y la almeja!
Arque los lomos y dirigi el chorro hacia la raja de las desgarradas bragas.
Su esperma aterriz en los pelos oscuros, sobre los dedos de la seora de Saint-
Algue.
Cscatela con mi zumo, mtetelo por todas partes. Date brillo con eso,
guarra!
Demasiado excitada para contenerse, la librera recogi el esperma con sus
dedos y se acarici con l el cltoris. No tard en retorcerse, tambin, de placer,
mientras Vic se secaba el glande en sus medias, dejando unas huellas blancuzcas.
Se abroch. Pero la seora de Saint-Algue permaneci en la misma posicin,
con las piernas abiertas y la mano en el vello manchado de esperma. Lo que Vic le
haba obligado a hacer la haba excitado tanto que segua masturbndose,
olvidando cualquier pudor.
Vic la vio acariciarse a travs de las desgarradas bragas. Antes de partir, le
hizo una recomendacin: Dentro de unos das le pedir un favor. Pero, hasta
entonces, quiero que acte con Dorothy como si nada hubiera ocurrido. Debe
ignorar por completo nuestro pacto. Y usted actuar como si ignorara que le ha
robado una revista. Comprendido?
La librera asinti con los ojos vidriosos y los dedos hundidos en el coo.
Estaba a punto de volver a gozar. Vic le lanz una sonrisa despectiva antes de
abandonarla.
9
ERA de noche. El asfalto humedecido por una ligera lluvia brillaba a la luz de los
faroles. Haca dos horas que Vic segua a la joven inglesa. Caminaba al azar,
arrastrando la maleta en la que haba metido todo lo que tena. Pareca fatigada.
Pronto estara a punto y bastara con recogerla.
Lo haba perdido todo: su vivienda y su trabajo. De acuerdo con las rdenes
de Vic, la librera la haba despedido. Teniendo en cuenta su situacin ilegal y su
robo, a Dorothy no le quedaba recurso alguno. Luego, haba entrado en escena
Emile. Vic le haba pedido que intentara abusar de su joven inquilina.
Naturalmente, sta haba rechazado sus proposiciones y, entonces, el gordo la
haba puesto de patitas en la calle. Primero haba vagabundeado por la plaza de la
Nation, luego, lentamente, haba subido por el bulevar Diderot. Ahora, estaba en
una calle poco frecuentada y mal iluminada, detrs de la estacin de Lyon, del lado
de la estacin de mercancas. Las casas escaseaban, sustituidas por desiertos
almacenes.
En cuanto pudo, Vic haba telefoneado a la seora Catelan para decirle que
se reuniera con l. Se haban encontrado delante de la estacin. Ahora, ambos
acechaban su presa.
Ya slo llova intermitentemente, un fino chirimiri que apenas si mojaba.
Dorothy entr en un hotelucho cuyo letrero luminoso, medio cado, no funcionaba.
Como Vic supona, no tard en salir de nuevo, ms desesperada an. Era el tercer
hotel en el que entraba. Sin xito Los dueos no queran cargar con una extranjera
sin papeles ni dinero.
Subi por la calle del Charolais hacia la estacin de Lyon. Tal vez tuviera la
intencin de dormir en la sala de espera. Vic y Catelan, sentados a una mesa de la
nica taberna abierta todava, la vieron pasear por los andenes que se llenaban de
viajeros cada vez que llegaba un tren.
La joven inglesa dio la vuelta a la estacin, leyendo los carteles
anunciadores, contemplando los escaparates de las tiendas, cerradas a esas horas.
Los apresurados viajeros se cruzaban con ella sin fijarse. Por fin, se sent en un
banco con la maleta entre las piernas. Para darse seguridad, tom un libro de su
enorme bolso y lo contempl sin leer.
Haca diez minutos que estaba inmvil cuando dos reclutas de permiso,
reconocibles por su corte de cabello y su petate, se sentaron a su lado. Le dirigieron
la palabra, pero ella no levant la cabeza, fingiendo concentrarse en la lectura.
Vic y Catelan estaban demasiado lejos para or lo que los quintos le decan,
pero no era difcil de adivinar. Ambos jvenes estaban metindose con ella.
Vic dej que las cosas se envenenaran un poco. Cuando vio que Dorothy
estaba a punto de reaccionar violentamente, indic a la seorita Catelan que haba
llegado el momento de intervenir.
Uno de los gamberros haba puesto el brazo en los hombros de la inglesa e
intentaba besarla.
Vamos, querida, deja que te d un beso a la francesa! Ser un recuerdo!
Al debatirse, Dorothy solt su bolso, cuyo contenido se esparci por el suelo.
El otro tipo, que pareca borracho, rea como un idiota. Su compaero
abrazaba a Dorothy, aplastndole los labios en el cuello. La muchacha se ech a
llorar. No se atreva a gritar por miedo a que apareciera la polica. Sin duda la
pasma le hubiera pedido la documentacin y ella quera evitarlo a toda costa.
Cuando el tipo consigui besar a Dorothy en la boca, Catelan se interpuso.
Era una mujer autoritaria, que saba hacerse obedecer.
Dejadla en paz! Id a dormir la mona!
Uno de los granujas se levant para contestarle, pero al ver que Vic se
acercaba, se dej caer en el banco.
No estamos haciendo dao. Slo le damos una clase de lengua.
La leccin ha terminado dijo Vic, largaos.
Sin insistir, ambos jvenes se alejaron. Catelan se sent junto a la muchacha
inglesa.
No se preocupe, seorita, no corre peligro alguno.
Tendi su pauelo a la muchacha que lloraba de miedo y agotamiento. Vic
recogi las cosas que haban cado. Mientras se sobrepona, Catelan le diriga
palabras apaciguadoras.
El resto fue un juego de nios. Le propusieron que les acompaara hasta un
caf, donde podra sentarse y tomar algo que la reconfortara. Catelan se mostr
llena de atenciones y consigui que se confiara. Dorothy afirm ser una muchacha
que trabajaba au pair y que haba huido de la familia donde estaba porque el
marido la persegua. Ambos parecieron indignarse. Llegados a un bar, le ofrecieron
comer algo. Con los nervios agotados, la muchacha no tuvo valor para negarse.
Comi dos bocadillos regados con Coca-Cola y un enorme helado de vainilla con
jarabe de menta.
Catelan present a Vic como su psicoanalista. Poco a poco, fue ganndose la
confianza de Dorothy, que reconoci que no tena ya dinero ni lugar donde dormir.
Cuando Catelan le dijo que buscaba una seorita de compaa y que ella pareca
servir, estuvo a punto de arrojarse en sus brazos.
Feliz por haber hallado, por fin, un alma caritativa, la joven inglesa se dej
conducir hasta el domicilio de Catelan. Vic las acompao prometiendo pasar al da
siguiente para ver cmo se encontraba la muchacha. Catelan instal a Dorothy en la
habitacin de huspedes y le dese las buenas noches.
Maana hablaremos de su trabajo, cuando se haya recuperado de las
emociones.
11
AL da siguiente, la seorita Catelan dej que Dorothy durmiera hasta las diez,
luego le sirvi un buen desayuno. La joven inglesa no poda creerse tanta
amabilidad. Catelan le propuso quedarse en la habitacin de los huspedes
mientras no encontrara otro alojamiento. El trabajo que le ofreca consista en servir
la mesa cuando recibiera a alguien y acompaarla algunos sbados por la tarde o
algn domingo. Naturalmente, Dorothy podra seguir con sus clases y comera en
el restaurante universitario.
La joven se mostr encantada con el arreglo.
Durante los siguientes das, ayud en la casa, lav los platos, se ofreci para
hacer las compras. La seorita Catelan la trataba como a su hija, procurando crear
cierta complicidad entre ambas.
Como haba prometido, Vic pas a ver a la joven. Le llev scones y muffins
comprados en Mark & Spencer. Dorothy viva un cuento de hadas.
Da tras da, sin embargo, Catelan se mostraba cada vez ms familiar.
Apareca en bata, sala del cuarto de bao cubierta slo con una toalla, se sentaba
en la banqueta del saln con las piernas dobladas, mostrando sus redondos
muslos.
Dorothy apartaba la mirada, ruborizndose. Su exagerado pudor excitaba a
la seorita Catelan, que adoptaba poses cada vez ms provocadoras. Tras una
semana con aquel jueguecito, consider que el clima creado le permita ya ir ms
lejos. Una tarde, al volver de su trabajo, fingi un sbito malestar. Dorothy la ayud
a tenderse en el sof del saln.
Quiere que llame a un mdico, seora Catelan?
No vale la pena, es un ataque de espasmofilia. Pasar enseguida.
Catelan llevaba un traje sastre de color verde manzana. Su falda abierta
permita ver los carnosos muslos. Llevaba los ojos maquillados y los gruesos labios
pintados de un rojo brillante. Pareca ms elegante todava junto a Dorothy que, fiel
a su costumbre, llevaba un jersey demasiado ancho y una falda larga.
Qu quiere que haga?
La inglesa mir a su alrededor, desamparada. Entonces, como haban
acordado con Catelan, Vic llam a la puerta. Dorothy fue a abrir y le acompa
precipitadamente hasta el saln.
Pronto, pronto, la seorita se ha desmallado.
Se ha desmayado corrigi el falso psicoanalista. Ya s de qu se trata.
Una afeccin psicosomtica. Tiene que respirar.
Dorothy le ayud a quitar la chaqueta a Catelan, que se abandonaba. Luego,
Vic desabroch la falda y la hizo resbalar a lo largo de los muslos. A continuacin,
le quit la blusa mientras Catelan segua fingiendo su desmayo. Dorothy se puso
muy colorada al descubrir que su anfitriona llevaba un prieto cors de encaje, un
tanga y medias de rejilla. Las braguitas eran tan pequeas que dos matas de pelo
oscuro sobresalan a cada lado. Vic indic el lazo que cerraba por delante el cors.
No es sorprendente que se asfixie con eso que lleva. Le aprieta demasiado.
Librale el pecho.
Dorothy tir del cordoncillo de algodn. La prenda se abri empujada por
los pechos. La muchacha abri unos ojos como platos al ver los gruesos senos de
anchas areolas oscuras. Sigui desabrochando el cors con dedos temblorosos.
El hombre abri la prenda interior, exponiendo el pecho y el vientre de su
falsa paciente. Como el portaligas tiraba de las medias de Catelan, y poda
desgarrarlas, Vic pidi a la inglesa que se lo quitara. La muchacha lo hizo. Catelan
ya slo llevaba sus medias y el minsculo tanga que ocultaba su pubis. La falsa
paciente parpade de pronto.
You are ok? le pregunt la inglesa.
La seorita Catelan fingi entonces perder de nuevo el sentido. Vic indic el
bolso que haba dejado caer.
Deme la pomada que encontrar ah dentro.
Dorothy le tendi una cajita y Vic la abri. El recipiente contena un blsamo
a base de miel que despeda un olor dulzn.
Dele un masaje con eso le dijo.
Roja de confusin, Dorothy contempl a la mujer, que gema dulcemente.
Dnde debo darle el masaje?
Tome un poco de pomada con la yema de los dedos, se lo indicar.
La muchacha meti sus ndices en la sustancia marrn.
Vic tom las manos con las suyas y las pos sobre el pecho de Catelan.
Reticente primero, la inglesa fue poco a poco abandonndose. Vic utiliz sus
manos para acariciar los pechos de la falsa enferma. La situacin turbaba a la
inglesa; Vic vea su nariz fruncida y su pecho, que suba y bajaba a un ritmo cada
vez ms rpido. Pronto pudo soltarla, las manos de la joven pelirroja actuaban
solas, dando un masaje a los opulentos pechos.
Catelan se abandonaba, con los ojos entornados.
Es ms serio de lo que crea dijo de pronto Vic. Qutele las bragas.
Con las mejillas encendidas, Dorothy tir del elstico del tanga,
descubriendo el velludo pubis. Cuando la enferma llev slo las medias, Vic le
abri las piernas.
Tiene que darle un masaje en los muslos, comenzando en las rodillas y
subiendo hacia el sexo orden. Es una zona vital en la mujer.
Dorothy, evitando mirarle, tom un poco ms de pomada. Avanzaba con
lentitud. A medida que iba avanzando hacia el sexo, la seorita Catelan abra las
piernas. Su vello pareca haberse desgarrado en dos y era posible ver la vulva
hmeda, que se abra subrepticiamente entre sus negros pelos. Fascinada, la
inglesa no poda apartar la mirada de aquella grieta rosada.
Vic seal la raja con dedo preciso.
Frote ahora aqu. Es el centro vital.
Dorothy le mir, estupefacta.
Realmente cree usted que...? Pero si... se ruboriz violentamente, no
s cmo hacer este masaje... aqu...
Vic le dijo que iba a dirigirla. Hizo resbalar los dedos por entre los pliegues
hmedos de los labios mayores.
Mueva sus dedos as, a lo largo del centro vital de la mujer. Es el origen de
su desmayo. No tema.
Oblig a la joven inglesa a masturbar, cada vez ms profundamente, a una
Catelan que, con los prpados entornados, acechaba los menores gestos de
Dorothy. Esta, con las mejillas encendidas, vea cmo sus dedos penetraban en la
raja peluda y rosada. Pareca fascinada por aquel sexo que se abra de un modo
obsceno a causa de sus tocamientos. Los labios vaginales se separaban, rosados y
viscosos, empapados de secreciones. Dorothy pudo contemplar el abierto orificio
del que manaban gruesas gotas claras.
Eso est bien dijo Vic, comienza a reaccionar. Ya vuelve en s. Prosiga.
Tquela arriba ahora, en el cltoris.
No tuvo que repetir la orden. Dorothy meti sus dedos entre los pelos
negros, busc el cltoris y lo pellizc, arrancando a Catelan un estertor de placer.
Ya ve dijo Vic. Vuelve a la vida. Siga, siga.
Alentada de ese modo, la inglesa comenz a frotar el capullo de carne. Vic
tom la otra mano de la muchacha y la condujo hacia el abierto orificio de la
vagina.
Frote aqu al mismo tiempo, har ms efecto. Hgalo sin miedo, meta tres
dedos. Ese lugar est lleno de vida.
Dorothy no discuti; meti sus dedos en el jugoso coo y les hizo ir y venir
con viscoso ruido. La seorita Catelan, con los prpados entornados, abri
francamente los muslos. No tard en gozar. La nerviosa torpeza de la muchacha la
excitaba. El placer la sacudi y, luego, se dej caer como si se hubiera dormido de
pronto.
Ya est dijo Vic. Ahora la dejaremos descansar. Vaya a lavarse las
manos. Luego vuelva a vestirla, ser intil contarle lo que le ha hecho. Lo habr
olvidado todo. Que eso quede entre nosotros.
12
DESDE el bar que estaba enfrente de la puerta del liceo Carnot, Vic vigilaba a
Armande Lenoir. La vio dirigirse al mismo adolescente rubio de la primera vez. El
joven iba vestido con unos vaqueros y una chaqueta de aviador. Sin esperar ms,
Vic pag su caa y se dirigi hacia la calle Viete. Tras haberse asegurado de que
nadie le vea, entr en el apartamento utilizando la copia de las llaves que el seor
Lenoir le haba prestado. Se ocult en el armario de una de las habitaciones
desocupadas. Sac del bolsillo de su chaqueta una minscula cmara fotogrfica,
de silencioso funcionamiento.
Al cabo de unos diez minutos, la puerta de entrada se abri; escuch el ruido
de los tacones de aguja que se acercaban. Esper unos minutos, para darles tiempo
a haberse instalado en la habitacin, antes de salir de su escondrijo. Se acerc sin
hacer mido, con la cmara en las manos. La puerta de la alcoba estaba slo
entornada. Poda ver todo lo que ocurra dentro. En su campo de visin apareci
Armande y tambin el joven rubio. A Vic le sorprendi descubrir que les
acompaaba otro alumno. Era delgado, con unos cabellos castaos que le llegaban
hasta los hombros. Ambos escolares eran muy jvenes y de rostro fino, casi
afeminados.
Armande dej la chaqueta de su traje gris en el respaldo de una silla y se
sent en la gran cama, cruzando las piernas. Su falda se abri, revelando una larga
pierna enfundada en una media de costura negra.
La mujer fingi no advertir las turbadas miradas de ambos muchachos. El
rubio pareca sentirse bastante cmodo mientras el otro se balanceaba sobre ambos
pies, intimidado por aquella mujer que poda ser su madre. Aparentemente, era la
primera vez que entraba all.
Bueno, Julien dijo Armande Lenoir, me presentas a tu amigo?
El chiquillo le dijo que su compaero se llamaba Cyril. Ella descruz las
piernas, permiti que su falda subiera un poco ms e indic al muchacho que se
aproximara.
Sintate a mi lado, Cyril. No seas tmido. Ponte cmodo.
Le ayud a quitarse la chaqueta.
Eres muy robusto para tu edad. Me gustan los muchachos vigorosos.
Turbado por el cumplido, Cyril baj los ojos. Pero se dejaba tocar con
complacencia. Armande le palp los muslos y el pecho. Haba abierto las piernas y
Julien, que estaba frente a ella, no dejaba de mirar bajo la falda. Ella pareci
turbarse.
Dime, no te da vergenza? Mirar por debajo de mis faldas cuando podra
ser tu madre. Qu chico ese! Ven aqu, viciosillo, mereces un castigo por eso.
Abandonando a Cyril, que la contemplaba ron una mezcla de asombro y
excitacin, se volvi hacia Julien.
Qutate la chaqueta y los pantalones, voy a darte una buena zurra.
Con una sonrisa crispada en los labios, el muchacho se desnud quedndose
en calzoncillos. Su delgado cuerpo estaba por completo desprovisto de pelo.
Hubirase dicho un cuerpo de muchacha. La seora Lenoir se lo puso sobre las
rodillas, como a un nio, y comenz a zurrarle. Sus palmadas no eran muy fuertes;
al cabo de un rato, el muchacho comenz a moverse, frotando su bajo vientre
contra los muslos de la mujer.
Toma, toma, nio malo! deca ella. Vas a perder las ganas de mirar
bajo las faldas de las seoras.
Los ojos de la seora Lenoir brillaban de excitacin. Sus largos cabellos
negros revoloteaban sobre sus hombros cada vez que abata la mano sobre el
redondo culito del alumno.
El espectculo de aquella mujer elegante mente vestida, llena de joyas caras,
castigando a dos chiquillos, excitaba a Vic. Entre dos fotografas, abri su bragueta
para permitir que su verga se levantara.
Finalmente, el castigo ces. Armande orden a Julien que se levantara. El
muchacho estaba empalmado, excitado por el contado con los muslos de la mujer.
La seora Lenoir seal el bulto que deformaba sus calzoncillos con aire ofendido.
Pero sers marrano! Decididamente, slo tienes pensamientos sucios!
Tendr que castigarte con ms severidad. Vamos, mustrame lo que hay ah dentro.
Tir de los calzoncillos para que saliera la punta de la polla del muchacho,
hizo resbalar el prepucio y descubri un glande pequeo y afilado.
Con la mano libre, sac los cojones de la prenda. Los testculos eran
pequeos y estaban casi desprovistos de pelo. Se divirti habindolos rodar entre
sus dedos mientras mantena su aire falsamente enojado.
Pero esto es una vergenza! Ponerte as, a tu edad...
Mientras hablaba, acariciaba la delgada verga que haba sacado por
completo del calzoncillo. Julien arqueaba los lomos para ofrecerse mejor a las
caricias.
Luego, Armande se inclin hacia Cyril y le meti la mano entre los muslos.
l quiso rechazarla, pero el rubio le indic por seas que se abandonara. Armande
le acarici los cojones a travs del pantaln. El muchacho tuvo tambin, muy
pronto, una ereccin.
Vaya otro! exclam la mujer fingiendo indignacin. Vamos, qutate
los pantalones, mustrame ese instrumento.
Cyril lanz una mirada interrogativa a su compaero, que le alent con un
ademn. Se quit la prenda y se plant ante Armande. Como haba hecho con
Julien, ella le baj los calzoncillos y jug con su picha. Ambos chiquillos estaban
ante la mujer, con la verga erguida y los calzoncillos arrugados alrededor de los
muslos.
Acabad de desnudaros les dijo desabrochando los primeros botones de
su blusa y mostrando el sujetador negro que aprisionaba sus pechos. Hace calor
aqu, tambin yo me pondr cmoda.
Se abri el corpio, mostrando el pecho a ambos muchachos. Los dos
chiquillos acabaron de desnudarse. Tenan un cuerpo fino de piernas delgadas, el
vientre plano, con unas nalgas pequeas y redondas, muy blancas. Su sexo se
ergua por encima de los huevos cubiertos de pelusilla clara. Armande les con
templaba; una violenta excitacin se vea en su rostro. Con la falda medio
arremangada y la blusa abierta, nada quedaba ya de la distingu da seora Lenoir.
Venid, chiquillos mos dijo con voz estpida. Mirad a vuestra mam
mala que os ha castigado.
Cyril copi su actitud de la de su amigo. Se inmovilizaron uno a cada lado
de las rodillas de Armande, con el sexo a la altura de su rostro Ella les acarici las
piernas, ascendiendo hacia el vientre, actuando con perfecta simetra.
Qu guapos sois, pollitos mos. Habis tenido malos pensamientos al
mirar a vuestra mam. Pero mam no se enfada. Os quiere tanto. Se encargar de
vosotros.
Vic tomaba fotografa tras fotografa. Su polla estaba muy dura, tena ganas
de masturbarse, pero el trabajo era antes que el placer.
Armande tom las vergas de los muchachos, las descubri y volvi a
cubrirlas con el prepucio. Las pichas de los chiquillos parecan pequeas entre sus
largos dedos llenos de anillos y con las uas pintadas. Les masturbaba al mismo
ritmo.
Tenis unos pajaritos muy lindos. Mam quiere acariciarlos. Os
gustar?
S, mam dijo Julien, mientras Cyril responda s, seora.
Vamos, querido, tienes que decir s, mam, como tu hermano.
Ahora, los dos chiquillos estaban en plena ereccin. Sus vergas cortas y
delgadas se erguan entre los dedos de Armande, que se la meneaba con
aplicacin.
Qu guapos sois, queridos mos dijo dirigindose directamente a las
pollas. Saludad a mam.
Se inclin y deposit un beso en el glande del rubio.
Buenos das, Julien!
Se volvi hacia el sexo de Cyril y actu del mismo modo. Haba dejado una
huella de carmn en sus dos hijitos.
Pobres queridos, mam os ha manchado. Mam va a limpiaros.
Acerc la boca a la verga de Julien y quiso quitar el rastro de carmn con la
lengua. El muchacho se lo permiti, con los ojos cerrados, los lomos arqueados,
ofreciendo su polla, Ella le lami un buen rato, insistiendo con la lengua hasta que
el glande qued limpio. Luego lo repiti con Cyril. Se apart para admirar las dos
pichas relucientes de saliva.
Ya estis limpios, ahora mam va a secaros.
Sujetando las pollas con dos dedos, sopl haciendo temblar los pelos claros
que cubran el vientre de los chiquillos. Mientras los secaba no dejaba de
menerselas haciendo correr el prepucio a lo largo de las vergas.
Vic haba abandonado su cmara fotogrfica para masturbarse. Armande
estaba frente a l, pero se senta demasiado cautivada por sus hijos para advertirlo.
Tena las piernas muy abiertas y el hombre poda ver, bajo su falda, la carne blanca
de sus muslos sobresaliendo por encima de las medias, y el tringulo ms oscuro
de sus bragas.
Habis quedado impecables, nios mos. Ahora podris saludaros.
Acercaos pues, hijos queridos.
Puso en contacto ambos glandes y los frot uno contra otro.
Cyril, saluda a Julien; y t, Julien, saluda i Cyril. Sois dos hermanitos
buenos que se quieren y se dan besitos.
Masturbaba a los dos muchachos, picha contra picha, cubriendo el glande
del uno con el prepucio del otro. Muy excitados por lo que estaba hacindoles,
ellos ni siquiera pensaban en protestar. Se retorcan de placer. De pronto, Cyril
eyacul rociando el sexo y el vientre del otro alumno.
Oh qu chico ms malo! Le escupe a su hermano! exclam la seora
Lenoir fingiendo enfado. Mereces que te haga lo mismo.
Como masturbaba a Julien cada vez ms aprisa, no tard en gozar a su vez.
Ella dirigi el esperma, rociando el sexo de Cyril. El vientre de ambos muchachos
estaba cubierto de esperma del otro. Tenan lleno el glande, los cojones y los pelos.
Cmo os habis puesto, queridos mos dijo Armande, que segua
meneando las pichas manchadas de esperma. Afortunada mente, mam est
aqu para lavaros, nios malos!
Como anteriormente, se esforz por limpiarles a lengetazos. Iba de un
vientre a otro, lamiendo los glandes, chupando los huevos, tragando el esperma
que manchaba el vientre de sus bebs. De vez en cuando, daba una palmada a uno
de los glandes para castigarlo.
Cyril, feo! Ves lo que has hecho a tu querido hermano, nio malo? Y a
ti, Julien, no te da vergenza? Escupir as ante vuestra madre, que os quiere tanto.
Vamos, haced las paces. Besaos!
Frot de nuevo las dos pollas, una contra otra, mientras las lama. Muy
excitados, los alumnos seguan empalmados. Con los ojos vidriosos, jadeando,
miraban a aquella mujer que se hunda sus dos glandes, al mismo tiempo, en la
boca, y los lama con grandes lengetazos. Las vergas eran delgadas y caban
juntas entre los labios.
Cuando los vientres estuvieron limpios, Armande Lenoir lami las dos
pichas y comenz a desnudarse. Se quit la blusa, la falda y las bragas. Vestida slo
con el sujetador, el portaligas y un par de medias negras, se tendi en la cama con
los muslos abiertos de par en par. Vic hizo un primer plano de su ofrecida raja, de
la que emanaba una espesa melaza. Regalara el clich a su cuado, para
agradecerle su ayuda en la caza de Dorothy.
Habis sido muy malos declar Armande, que se haba puesto a cien.
Os encerrar un rato en el armario. Julien, ven aqu, querido.
El rubio, acostumbrado ya a las extravagancias de la seora Lenoir, se tendi
sobre ella. La mujer tom su picha y se la hundi en el coo.
Venga, entra, chico malo! Al calabozo!
Le estrech entre sus brazos. El cuerpo delgado y liso del alumno pareca
ms frgil todava, comparado con la floreciente anatoma de Armande. Puso ella
las manos en el carnoso culito del muchacho y lo atrajo hacia s.
Entra hasta el fondo, querido. Escondete en mam. S, as, muvete para
hundirte an ms.
El chiquillo se agit sobre la mujer, que le magreaba las nalgas a manos
llenas. Le besaba en la boca, le lama las mejillas murmurando palabras inconexas.
Beb mo, Julien... Quieres a tu mam... S, quirela mucho, dale placer...
Ms, ngel mo...
El rubio no tard en gozar. Se arque para vaciarse en las profundidades de
su madre. Cuando hubo gozado, ella le apart y llam al otro muchacho, que
aguardaba con la polla tiesa como una estaca de madera.
Te toca a ti, Cyril. Al armario. Entra ah, como tu hermano. Ven a meter
tambin tu pajarito en mam. Te dar tu alpiste, chiquitn.
En cuanto estuvo en el vientre de Arman de, el muchacho eyacul. Pero la
mujer, agarrndole, le oblig a seguir jodindola. Estaba a punto de gozar y se
corri bajo el alumno.
Vamos, querido! Ms! Ms fuerte! Da le placer a tu mam, ensale
cmo la quieres.
Vic haba eyaculado en su pauelo y se haba recompuesto. Aprovech el
orgasmo de Armande para esfumarse sin que lo advirtiera.
Aquella noche cenaba en casa de su hermana. El gordo Emile estara muy
contento con las fotos que iban a revelar.
13
EL seor Lenoir se mes la barba contemplando las fotos. Comprenda ahora por
qu Vic haba insistido en verle en su casa. Sobre el grueso cristal de su mesa de
despacho estaba la coleccin de fotografas en la que se vea a Armande Lenoir en
compaa de los dos alumnos.
El hombre llam a su secretaria, le pidi que le sirviera un whisky. Se tom
tiempo para reflexionar, examinando de nuevo la serie de fotografas. Mientras
tomaba su copa, Vic se pregunt cul iba a ser su reaccin. El barbudo le hizo
algunas preguntas.
Dice usted que acta con ellos como si fueran sus hijos?
Vic asinti contando otra vez la escena que haba sorprendido en casa de los
Lenoir.
A fin de cuentas, tiene la misma fijacin que yo con los compaeros muy
jvenes concluy el seor Lenoir con aire soador.
Vic advirti que su mirada brillaba. El hombre se tom su tiempo, antes de
soltar: Quiero ver cmo se acuesta con esos chiquillos!
Vic esperaba algo as. Con un cliente tan retorcido como Lenoir, no era
sorprendente. El barbudo prosigui: Con esas fotografas, no le ser difcil
obligarla a hacer lo que quiero.
Vic comprendi el partido que poda sacarle a la situacin. Poda as
satisfacer a dos clientes al mismo tiempo. Le explic su idea a Lenoir.
Un da, Vic se present en casa de los Lenoir sabiendo que Armande estara sola.
Por la puerta entornada, protegida por una cadenita, la seora Lenoir le pregunt
qu quera. Llevaba una bata blanca, sin mangas; l respondi que estaba
interesado en el apartamento de la calle Viete.
No est en venta, ni se alquila dijo Armande intentando cerrar la puerta.
l fue ms rpido e introdujo la punta del zapato en la rendija.
No me interesa el apartamento sino lo que usted hace en l.
Ella le mir, incrdula. Un brillo de pnico pas por su mirada, luego se
sobrepuso.
Ignoro a qu se refiere usted. Lo que hago en mi casa es cosa ma.
Creo que tambin es cosa de su marido y de los padres de los chiquillos
le dijo introduciendo una fotografa por la abertura.
Armande se puso plida al reconocerse lamiendo el sexo de Julien y de su
camarada. Se trastorn tanto que la fotografa le cay de las manos.
Cmo la ha conseguido?
Y antes de que l respondiera, prosigui:
Escuche, puedo darle dinero. Cunto quiere?
Vic sonri al comprobar con qu rapidez se haba sobrepuesto. Sacudi la
cabeza.
No es el dinero lo que me interesa!
Ella le mir por la estrecha abertura. Se mordi los labios y su rostro
adquiri algo ms de color. Vic no dijo nada, saboreando su angustia. Ella baj la
mirada para murmurar: Ya veo... Creo que he comprendido...
Quit la cadenita y abri la puerta. Pero Vic permaneca en el umbral,
silencioso an. Le gustaba prolongar el instante en que su presa abandonaba la
lucha y se le ofreca. Recogi la foto, le dio la vuelta y se la tendi a Armande.
Haba algo garabateado al dorso.
No es el momento, seora Lenoir. Cuando se lo diga, presntese usted en
esta direccin. Sea puntual, de lo contrario, enviar por correo un sobre lleno de
interesantes fotografas a su esposo.
Al anochecer del da acordado, la seora Lenoir se hizo llevar por un taxi hasta una
mansin particular de Neuilly. La casa perteneca a un amigo de Lenoir que estaba
en el extranjero. Se levantaba en medio de un jardn a la francesa, impecablemente
podado. La alta fachada de piedra estaba provista de inmensas cristaleras,
violentamente iluminadas.
Seguida por Vic, la seora Lenoir penetr en el vestbulo de suelo de
mrmol. A la alta mujer morena le costaba disimular su preocupacin detrs de su
aire altivo. Vic la llev por un corredor decorado con muchos cuadros antiguos y
con el suelo cubierto por una gruesa alfombra. Penetraron en un tocador donde les
aguardaba la seorita Catelan, que haba aceptado con entusiasmo el papel que Vic
le haba propuesto.
A Armande Lenoir le sorprendi el atavo de la joven. Llevaba ropa de otro
tiempo; una falda estrecha que le llegaba a los tobillos, un cardigan de lino con
cuello alto y unos botines de cordones, que afinaban sus tobillos. La espesa
cabellera morena estaba peinada en un moo, lo que le daba un aire severo que
aumentaban las finas gafas de montura dorada. Su maquillaje era muy discreto,
slo una capa de base que daba una blancura artificial a su piel. Llevaba una fina
fusta de madera forrada de cuero, con la que se golpeaba suavemente la palma de
la mano. Pareca una maestra de internado femenino.
Sorprendida, la seora Lenoir la mir de los pies a la cabeza. Vic la devolvi
a la realidad mostrndole un vestido con miriaque.
Desndese y pngase esta ropa, seora Lenoir.
La joven le hizo frente apretando los puos con fuerza.
Si tiene que abusar de m, hgalo lo ms rpido posible, pero deje esa
mascarada.
Por toda respuesta, Catelan le golpe las nalgas con la fusta.
Abusaremos de usted como nos plazca! Mejor sera que obedeciese
enseguida si no desea que alguno de sus conocidos reciba estos documentos.
Catelan blandi una ampliacin de una de las fotografas de Vic, en la que
Armande Lenoir se la estaba chupando a los dos adolescentes. Ambas mujeres se
miraron, los ojos de Armande relampagueaban. Finalmente, capitul. Inclinando la
cabeza para evitar la mirada de sus torturadores, comenz a desnudarse. Cuando
estuvo en ropa interior, Catelan orden: En pelotas! Quteselo todo, la
disfrazaremos de los pies a la cabeza.
Armande volvi la espalda a Vic para quitarse la lencera. El detective
admir su fino talle, que acentuaba la redondez de sus nalgas y sus largas y
torneadas piernas. Se sent en un pequeo silln de respaldo redondo para
contemplar como la vestan.
Catelan hizo que Armande se pusiera unas medias de malla negra,
fijndolas por medio de ligas blancas adornadas con encaje rosado, y unos anchos
calzones, abiertos por delante y por detrs, que llegaban a medio muslo. Luego
aprision su talle en un cors decorado con cintas rosas y blancas. Apret mucho la
prenda, que slo ocultaba la parte inferior del pecho de Armande, hinchndolo en
exceso.
La seora Lenoir se abandonaba como una mueca gigante. El rubor de sus
mejillas revelaba la turbacin que iba apoderndose de ella, muy a su pesar.
Mientras la vesta, Catelan le rozaba el sexo, le tocaba el pecho, haciendo nacer
solapados estremecimientos en sus riones. Introdujo la mano en la raja de los
calzones, buscando la vulva. Palp la carne hmeda, encontr la empapada raja.
Est usted muy hmeda, seora Lenoir! Acaso la situacin la excita?
Con las mejillas arreboladas, la mujer se defendi.
No, es el calor.
Vamos, busque algo mejor, s reconocer a una mujer caliente se burl
Catelan hundiendo el ndice entre los labios mayores empapados de zumo.
Para humillar a su vctima, la masturb con rpidos dedos. Puso el mango
de su fusta bajo el mentn de Armande, obligndola a levantar la cabeza.
Mreme a los ojos y atrvase a decir que no est excitada.
La morena la contempl con mirada vidriosa. Frunciendo los labios,
contena los gemidos que aquellos tocamientos hacan nacer en su garganta.
Reconoce que te gusta solt Catelan.
La seora Lenoir balbuce un dbil s, pero su perseguidora la oblig a decir,
en voz alta e inteligible, que senta placer. Satisfecha, Catelan la solt para ponerle
el vestido. Era un elegante atavo adornado con cintas de seda rosa y finos encajes.
La parte alta, muy descotada, dejaba ver el profundo surco entre los pechos de
Armande y sus redondos hombros. El vestido terminaba en una vasta campana
que ocultaba todas las piernas.
La seora Lenoir se puso un par de botines de alto tacn. Para completar su
aderezo, Catelan at sus largos cabellos oscuros con una cinta blanca y le puso al
cuello una cadenita con un camafeo de color prpura.
Con el sexo hinchado, Vic contemplaba a ambas mujeres, que parecan
surgidas de una obra de la condesa de Sgur. Catelan mir a la seora Lenoir con
ojos crticos.
Bueno, as servir. Venga por aqu, es el momento de entrar en escena. Su
pblico debe de estar impacientndose.
Se dirigi hacia la puerta, pero Armande la retuvo.
Qu espera de m?
Nada complicado. Ofrecemos una pequea representacin teatral en la
que usted har un papel respondi Catelan abriendo la puerta. Ese es el
escenario, la decoracin es la de un aula. Yo soy la maestra, usted ser la madre de
mis alumnos.
Armande mir a Catelan como si se las viera con una loca. Comprendi que
la mujer no bromeaba y que deba plegarse a sus excentricidades. Se encogi de
hombros.
Pero qu tendr que hacer?
No se preocupe por el texto, limtese a ser natural.
Sin darle tiempo de hacer otra pregunta, empuj a la seora Lenoir hacia la
habitacin contigua.
17
LAS dos mujeres entraron en una habitacin dividida en dos por un pesado
cortinaje rojo. La parte donde se hallaban pareca vagamente un aula. Dos antiguos
pupitres de madera, cubiertos de raspaduras y manchas de tinta, estaban frente a
un caballete en el que haba una pizarra. El resto del mobiliario estaba compuesto
por un canap en forma de S, con patas de caoba finamente esculpidas; un silln
antiguo de madera pintada, forrado con un tejido floreado, en el que dorma un
gran gato negro; una mesa de despacho Luis XIV, con un cilindro en el que haba
una estatua de mrmol que representaba una cierva y su cervatillo; y un
reclinatorio curiosamente dispuesto al pie de un cuadro en el que se vean dos
mujeres desnudas estrechamente abrazadas. El lugar, ms que un aula, pareca la
sala de estudio de una mansin rica.
La seorita Catelan se coloc junto a la pizarra y, con su fusta, seal el sof
a la seora Lenoir, cada vez ms incmoda. Armande se sent en el divn, ante la
mirada inquisidora del micifuz, que haba despertado cuando ambas mujeres
entraron.
Con la bola de cobre que protega el pomo de su fusta, Catelan golpe la
pizarra. Una serie de golpes seguidos y, luego, tres golpes espaciados, como al
comienzo de una representacin teatral. La gran cortina se corri desvelando lo
que, para Armande Lenoir, pareca un inmenso agujero negro. Los focos dirigidos
al escenario le impedan ver al pblico. Pues Armande no dudaba de que, en la
oscuridad, varias personas la observaban. Senta sus concupiscentes miradas sobre
su pecho, puesto de relieve, exageradamente, por el vestido que le haban obligado
a ponerse.
Pero sus emociones no iban a terminar ah. Catelan acababa de agitar una
campanilla de plata y se abri una puerta. Entraron dos adolescentes, un
muchacho y una nia. La nia no era otra que Dorothy. Con su pelo rojo peinado
en dos trenzas, su largo vestido de volantes y su enorme lazo de terciopelo rosa a la
cintura, pareca mucho ms joven. El muchacho llevaba un traje de marinero de
opereta, una gorra con pompn y calzones cortos. Pese a su ridculo disfraz,
Armande palideci al verle. Se trataba de Julien, el alumno rubio que ella llevaba al
apartamento de la calle Viete.
Dorothy tom sus faldas e hizo una reverencia.
Nos necesita usted, maestra? pregunt con una voz de chiquilla
aumentada por su acento ingls.
S, Dorothy, es hora ya de que tu hermano y t mostris a vuestra madre lo
que habis aprendido.
Luego se volvi hacia Armande y aadi:
No es cierto, seora condesa?
La seora Lenoir lanz una desolada mirada al gran agujero negro que tena
enfrente. Comprendi que no poda esperar ayuda alguna de ese lado. Resignada,
decidi interpretar el papel que le imponan.
Quiero comprobar el progreso de mis hijos respondi con voz neutra.
Muy bien, comenzaremos con el clculo anunci Catelan. Dorothy,
Julien, sentaos.
Los nios se colocaron en el mismo banco de madera y levantaron el pupitre
para sacar una pequea pizarra y un pedazo de tiza. Interpretando con seriedad su
papel, se volvieron hacia la maestra, que comenz la leccin de clculo. Les
anunciaba una operacin, les daba unos segundos de reflexin y, luego, golpeaba la
pizarra con la fusta. Al or la seal, los alumnos escriban el resultado en su
pizarra. Todo fue bien hasta las divisiones. Julien hizo varios errores que
encolerizaron a Catelan.
No ha repasado usted, jovencito dijo con voz falsamente enojada.
Merece un castigo. Pngase en posicin!
Con la cabeza baja, el muchacho fue a arrodillarse en el reclinatorio. La
maestra se coloc a sus espaldas y le azot los muslos.
Qutese los calzones! No imagine que voy a castigarle a travs de la ropa,
sera demasiado fcil!
Dcilmente, Julien se baj los calzones y los calzoncillos, mostrando sus
pequeas nalgas redondas y firmes. Tena un aspecto ridculo con su disfraz de
marinero. Sin embargo, la escena turbaba a la seora Lenoir, cuyo pecho, hinchado
por el cors, suba y bajaba cada vez ms deprisa. No poda apartar los ojos de las
nalgas blancas y los muslos entre los que perciba el blando sexo del muchacho.
Catelan le tendi la fusta.
A usted le toca, seora condesa.
Armande se sinti mal y movi la cabeza de izquierda a derecha.
No, no puedo.
Catelan la oblig a levantarse y le puso la fusta en la mano.
Vamos, es su hijo, a usted le toca castigarlo. Como dicen: quien bien te
quiere te har llorar.
Armande vacil ante el trasero de Julien. Senta que todo el mundo estaba
mirndola, incluidos los misteriosos espectadores. Desde el lugar donde se hallaba
ahora, poda ver el bajo vientre del muchacho. Con gran sorpresa por su parte,
advirti que la verga se ergua. El muchacho contemplaba el cuadro en el que dos
mujeres se besaban y se magreaban. Pese al correctivo que iba a recibir, estaba
excitado. Aquella visin incit a Armande que, sin darse mucha cuenta de lo que
haca, golpe con la fusta las nalgas de Julien. No lo haba hecho con fuerza y el
muchacho ni se inmut. Tranquilizada, golpe de nuevo. No era tan difcil como
crea. Poco a poco, la domin un placer abyecto. Sus golpes se hacan ms fuertes.
Le pasm comprobar que la ereccin de Julien aumentaba. La polla se haba
erguido, rgida, descapullada. Debajo, los cojones, casi lampios, se balanceaban a
cada azote.
Armande sinti que su raja chorreaba. Arrastrada por la excitacin, olvidaba
que estaban mirndola. Catelan tuvo que sujetar su mueca para que el castigo
cesara.
Ya basta, ahora haremos un dictado. Julien, deja la ropa y vuelve a tu
lugar.
Armande se sent sin apartar su mirada de la verga del muchacho. Se mora
de ganas de que la jodieran. Con las nalgas enrojecidas por el castigo, Julien se
sent en el banco, junto a la pequea inglesa. Hizo una mueca cuando la punta de
su polla golpe el pupitre.
Como si nada ocurriera, Catelan prosigui su leccin. Tom un libro antiguo
encuadernado en cuero y comenz el dictado, girando alrededor de sus alumnos,
haciendo sonar los tacones de sus botines en el encerado parquet. Ley,
detenindose a cada palabra, un poema en prosa de Baudelaire.
Avanza, balanceando blandamente el delgado torso sobre sus anchas
caderas. Su ceido vestido de seda, claro y rosado, destaca vivamente sobre las
tinieblas de su piel y moldea con exactitud su largo talle, su curva espalda y su
puntiagudo pecho...
En su rincn, Armande Lenoir intentaba en vano perforar las tinieblas que
envolvan a los espectadores. De vez en cuando, perciba un murmullo o un
gruido, pero nada ms. Se senta cada vez ms excitada por la situacin. El papel
que le hacan representar no le disgustaba y saberse observada por algunos
desconocidos aumentaba su placer. De pronto, Catelan abati su fusta sobre la
pizarra de Dorothy, arrancndole un grito de sorpresa: La seorita Dorotea
parece desdear las ms elementales reglas de ortografa. Es usted una intil!
Merece el mismo castigo que su hermano.
A la pobre inglesa le costaba mucho manejar la lengua francesa. Sin
protestar, se dirigi al reclinatorio, se arrodill en el almohadn de terciopelo
granate y se arremang, mostrando su carnoso trasero, libre de cualquier braga.
Esta vez se encarg la maestra de infligir el castigo. Con la palma de la
mano, zurr vigorosamente a la muchacha. Armande miraba, subyugada por las
anchas nalgas, que se enrojecan por efectos de los golpes. Como la muchacha
estaba inclinada hacia delante, poda ver los bordes de su vulva rodeados de pelos
oscuros. Tambin Julien estaba fascinado. Con sus dedos manchados de tiza se
masturbaba lentamente.
Catelan puso fin al castigo y seal al muchacho.
Puesto que Julien est en buenas condiciones, propongo que demos a sus
hijos su primera leccin de educacin sexual. Qu le parece, seora condesa?
Encantada por la perspectiva, aunque sin querer demostrarlo, Armande
respondi: Si cree que es necesario. La maestra es usted, me pongo en sus
manos.
Comencemos pues dijo Catelan arrastrando a la joven inglesa hacia su
seudo-hermano.
Les hizo sentar en su pupitre, para que todos pudieran ver el sexo. Tom la
verga del muchacho, cubri y destap el glande con el prepucio. Magre la rgida
polla, dirigindose a la muchacha en un tono doctoral.
Fjese bien, seorita, se es el glande, en cuyo extremo se abre el meato;
por ah sale la orina y la simiente. Este pedazo de piel se llama prepucio. Y ah
debajo estn los testculos, que vulgarmente se denominan cojones.
Inclinada sobre el sexo de Julien, la muchacha segua aquellas explicaciones.
Catelan haca rodar las bolsas entre sus dedos, acariciaba el hinchado glande.
Comenz a masturbar el miembro, que se pona cada vez ms rojo.
Eso es lo que debe hacerse para preparar al compaero. Intntelo, Dorotea,
es algo que toda muchacha debe saber hacer, es ms importante que saber coser o
cocinar. Vamos, tome mi lugar, csquesela a su hermanito.
La hermana puso manos a la obra con apata, haciendo aparecer y
desaparecer en su puo el glande de Julien. Armande Lenoir se inclin para ver
mejor. Senta escozor en la vulva, tena ganas de masturbarse; los espectadores
annimos podan leerlo en su rostro.
Como una maestra abnegada, Catelan ayudaba a su alumna, acompaando
su mano por el sexo de Julien. El muchacho, con los ojos cerrados y la gorra de
travs, gema dulcemente. Cuando estaba a punto de gozar, la maestra golpe
con la fusta la mano de la hermana.
Despacio, tonta, iba a hacerle descargar prematuramente. Es preciso que,
primero, l la toque a usted. Vamos, levntese las faldas!
Dorothy lo hizo, arremangndose tanto como pudo. Julien y Catelan se
inclinaron entre sus muslos. La falsa maestra pas los dedos por los pelos rojos,
abri los labios mayores. Masturb a la joven inglesa, comentando lo que estaba
haciendo.
Mire usted, Julien, esos pedazos de carne se llaman labios mayores. Es
preciso separarlos para encontrar el orificio donde penetrar.
Tir de las ninfas de la muchacha, mostrando su vulva, exhibiendo su
orificio vaginal. Gruesas lgrimas de melaza brotaron del abierto agujero. Catelan
hundi un dedo en el coo.
Ves qu mojada est tu hermana? Es para facilitar la penetracin. Mira
con qu facilidad entra el dedo. Toma, prubalo.
Dej su lugar a Julien, que hundi el ndice en el coo de su hermana. La
maestra tom su mueca obligndolo a meter y sacar el dedo. El muchacho
represent su papel con complacencia, hurgando en Dorothy hasta que goz,
llenndole la palma de su pegajoso zumo. Catelan retrocedi, satisfecha.
Parecis ms aptos para esos manejos que para el clculo y el francs.
Ahora, vuestra mam os ensear cmo dar placer al compaero con la boca.
Le indic a Armande que se acercara. La seora Lenoir se levant como un
autmata. Catelan la oblig a arrodillarse y le forz la cabeza hasta que tom a
Julien en su boca. Como si estuviera borracha, Armande se trag el tenso glande,
envolvindolo con su lengua. Los labios se ajustaron a la verga y la aspiraron.
Catelan le puso el mango de la fusta en la garganta para frenar su ardor.
No tan deprisa, condesa, explique lo que est haciendo, no olvide que
estamos dando una leccin a sus queridos hijos.
Armande solt a regaadientes la verga. Un hilillo de baba uni sus labios al
glande de Julien. Se senta frustrada al no poder lanzarse sobre aquella polla, pero
su vicioso espritu prevaleci enseguida. Olvidando por completo que la miraban
unos desconocidos, recuper el tono que empleaba con los alumnos que llevaba al
apartamento de la calle Viete. Entre dos lengetazos, se diriga a sus seudo-hijos.
Mirad cmo lo hace mam, queridos. Pasa la lengua por todas partes, por
el glande, a lo largo del tallo, pero tambin por los cojones. Hay que mojarlo todo
con saliva, aunque huela mucho, ah, entre las nalgas.
Tendi la polla a la joven inglesa.
Toma, Dorotea, haz como mam, mmasela a tu querido hermanito. Haz
como si fuera un helado, que se funda en tu lengua.
Julien perdi su gorra de marinero cuando la hermana comenz a
chuparle el glande. Armande le masturbaba al mismo tiempo, alentando a su
alumna: Est muy bien, querida ma; pasa la lengua por todas partes, lame los
cojones de tu hermano.
Se inclin para unir su boca a la de la inglesa; ambas lo lamieron ante la
excitada mirada de Catelan, que se magreaba a travs de la ropa. Sus lenguas, sus
labios se tocaban. Adelantando el vientre, Julien gema al borde del orgasmo.
Catelan tom a Dorothy en sus brazos, agarrndola de los pechos para hacerla
retroceder.
Deja que tu mam termine, querida. Mira bien lo que una mujer de
mundo debe hacer cuando su amante eyacula.
A regaadientes, la muchacha abandon el miembro a Armande, que lo
hundi en su boca hasta que la nariz roz el pelo pbico. La seora Lenoir hundi
sus mejillas, aspir, mientras acariciaba los cojones de Julien, que empez a gruir.
Un chorro de esperma invadi la boca de la condesa, que afloj un poco los
labios para permitir que la verga eyaculase. Ante Dorothy y Catelan, estrechamente
abrazadas, Armande bebi la simiente de la misma polla.
Se incorpor tras haberla limpiado con golosos lengetazos. Catelan la
empuj hacia Dorothy, sentada en el sof.
Ahora, su mam le ensear qu hay que hacer con una chica.
Armande sacudi la cabeza.
No, no puedo! Nunca lo he hecho!
De rodillas tras ella, agarrndola por la cintura con una mano y tirando con
la otra de sus cabellos, Catelan la amenaz: Vamos, seora condesa, d buen
ejemplo; de lo contrario, su reputacin podra resentirse.
Empuj por la espalda a Armande, colocndola entre los muslos abiertos de
Dorothy. Le forz la nuca, aplastando su rostro contra la vulva llena de melaza.
Vamos, seora condesa, lame! Devrale la almeja!
Demasiado excitada para negarse, Armande Lenoir hundi su lengua en la
vagina de Dorothy. Con la boca pegada a los labios vaginales, le lami el sexo
mientras Catelan le magreaba los pechos, hacindolos salir del escote.
Armande se vio obligada a chupar a la joven inglesa hasta que un chorro de
humor corri por su barbilla. Catelan la liber. Volvi a ponerse de pie, secndose
la parte baja del rostro con el dorso de la mano. El deseo de hacer el amor le
atenazaba el vientre. Se volvi hacia Julien, que haba recuperado fuerzas. Iba a
lanzarse hacia la picha del muchacho cuando unos aplausos la petrificaron.
Con el corazn palpitante y la garganta seca, se volvi hacia la parte de la
habitacin que permaneca en sombras. Iluminados por una lmpara puesta en el
suelo, Vic, Emile y su marido acababan de brotar de la oscuridad. Enarbolando su
sexo, los tres hombres estaban sentados en unos confortables sillones Luis XVI. El
seor Lenoir cumpliment a su mujer: Bravo, querida, seras una excelente
madre. Y una actriz muy buena. Nos habis ofrecido una representacin que me ha
gustado mucho.
Su vientre, manchado de esperma entre los faldones de su bata de seda,
confirmaba esas palabras. Armande palideci. Sus piernas se doblaron; tuvo que
sujetarse a uno de los pupitres para no caer. La invadi una oleada de sentimientos
encontrados: frustracin, excitacin, vergenza, clera...
Catelan la tom del codo y la empuj hasta los pies de su marido. Con
lgrimas en los ojos, ella se asi a sus rodillas. Desconociendo en absoluto los
retozos extraconyugales de su esposo, crey que haba montado aquella maligna
farsa para castigarla. Le lanz una mirada implorante.
Te lo ruego, no tengamos aqu una escena. Regresemos, te lo explicar
todo.
El barbudo la estrech contra s, manchando de leche la delantera de su
vestido. Se inclin sobre ella para levantarle las faldas. Cuando se puso rgida, dijo:
Djame hacer, querida. Todo ser como al principio, podrs seguir acostndote
con tus jvenes amantes, pero lo hars ante m. Quiero compartir tu placer.
Indic a Catelan que se acercara, en compaa de Julien. Ella abri la raja de
los calzones de Armande y meti la mano entre sus muslos para abrirle el sexo.
Con su mano libre, alent al muchacho. ste tom a la seora Lenoir por las
caderas y se clav en su coo hasta los huevos. Comenz a joderla con regularidad.
Con vicioso placer, el seor Lenoir vio nacer el goce en el rostro de su mujer.
Cuando ella abri los labios para dejar escapar un estertor voluptuoso, l le puso el
glande en la boca.
Chpame, haz que me corra en tu garganta susurr deshaciendo la cinta
que sujetaba los largos cabellos de Armande.
Meti sus manos en la cabellera y la condujo a lo largo de su miembro. A
cada pistonazo de Julien, los pechos de la mujer se aplastaban en sus cojones.
Catelan se haba sentado en los brazos del silln del cuado de Vic. Se
desliz hacia la polla del gordo. Por su lado, con la suya en la mano, Vic se
introdujo entre las piernas de Dorothy, que segua derrumbada en el sof. Ella
misma tom la picha que le ofrecan para hundrsela en la vagina. El hombre
comenz a joder mirando a Armande Lenoir, que se retorca de placer, emparedada
entre Julien y su marido.