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El vrtigo de las listas

EL VRTIGO DE LAS LISTAS1

THE INFINITY OF LISTS

Umberto Eco
(Universidad de Bolonia)
Edicin: Carmen Espejo

IC Revista Cientfica de
Informacin y Comunicacin
2011, 8, pp. 15 - 34

Resumen
Umberto Eco prosigue en este texto su reflexin en torno a la lista o
enumeracin en la literatura y el arte, proponiendo una clasificacin en
funcin de sus intenciones retricas, e incidiendo particularmente en la
diferencia entre su empleo en las artes y el recurso a la misma en los mass
media y otros contextos industriales.

Abstract
Umberto Eco pursues in the paper his thoughts on lists or enumerations in
literature or the arts, proposing a classification relating to its rhetorical
purposes, and particularly stressing the differences between its use in the arts
and in the mass media and other industrial contexts.

Palabras Clave
Lista / Enumeracin / Literatura / Arte / Mass Media

Keywords
List / Enumeration / Literature / Art / Mass Media

Amo las listas (o elencos, o enumeraciones, o catlogos), desde que


las descubr en algunos textos medievales y en las casi cien pginas del
penltimo captulo del Ulises de Joyce, en el que se enumeraban los objetos
contenidos en la cocina de Leopold Bloom, de los que hablar.
Ojeando mis novelas, las listas se encuentran por doquier y, como
mero ejemplo, citar una que aparece en el tercer captulo de El nombre de
la rosa.

1Eltexto reproduce la conferencia que Umberto Eco ofreci en el marco de la Escuela de


Barroco Barroco y Comunicacin, organizada por Focus-Abengoa /Universidad Internacional
Menndez Pelayo, Sevilla 18 de febrero de 2010 [Nota del ed.]. Edicin del texto: Carmen
Espejo.

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Umberto Eco.

Salvatore vag por el mundo, mendigando, sisando,


fingindose enfermo, sirviendo cada tanto a algn seor, para
volver despus al bosque y al camino real. Por el relato que
me hizo, lo imagin unido a aquellas bandas de vagabundos
que luego, en los aos que siguieron, vera pulular cada vez
ms por toda Europa: falsos monjes, charlatanes, tramposos,
truhanes, perdularios y harapientos, leprosos y tullidos,
caminantes, vagabundos, cantores ambulantes, clrigos,
aptridas, estudiantes que iban de un sitio a otro, tahres,
malabaristas, mercenarios invlidos, judos errantes, antiguos
cautivos de los infieles que vagaban con la mente perturbada,
locos, desterrados, malhechores con las orejas cortadas,
sodomitas, y mezclados con ellos, artesanos ambulantes,
tejedores, caldereros, silleros, afiladores, empajadores,
albailes, junto con pcaros de toda calaa, tahres, bribones,
pillos, granujas, bellacos, tunantes, faramalleros,
saltimbanquis, trotamundos, buscones, y cannigos y curas
simonacos y prevaricadores, y gente que ya slo viva de la
inocencia ajena, falsificadores de bulas y sellos papales,
vendedores de indulgencias, falsos paralticos que se echaban
a la puerta de las iglesias, trnsfugas de los conventos,
vendedores de reliquias, perdonadores, adivinos y
quiromantes, nigromantes, curanderos, falsos mendicantes, y
fornicadores de toda calaa, corruptores de monjas y
muchachas por el engao o la violencia, falsos hidrpicos,
epilpticos fingidos, seudo hemorridicos, simuladores de
gota, falsos llagados, e incluso falsos dementes, melanclicos
ficticios. Algunos se aplicaban emplastos en el cuerpo para
fingir llagas incurables, otros se llenaban la boca con una
sustancia del color de la sangre para simular esputos de
tuberculoso, y haba pcaros que simulaban la invalidez de
alguno de sus miembros, que llevaban bastones sin
necesitarlos, que imitaban ataques de epilepsia, que se
fingan sarnosos, con falsos bubones, con tumores simulados,
llenos de vendas, pintados con tintura de azafrn, con hierros
en las manos y vendajes en la cabeza, colndose hediondos
en las iglesias y dejndose caer de golpe en las plazas,
escupiendo baba y con los ojos en blanco, echando por la
nariz una sangre hecha con zumo de moras y bermelln, para
robar comida o dinero a las gentes atemorizadas que
recordaban la invitacin de los santos padres a la limosna:
comparte tu pan con el hambriento, ofrece tu casa al que no
tiene techo, visitemos a Cristo, recibamos a Cristo, vistamos a

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Cristo, porque as como el agua purga al fuego, la limosna


purga nuestros pecados.
Tambin despus de la poca a la que me estoy
refiriendo he visto y sigo viendo, a lo largo del Danubio,
muchos de aquellos charlatanes que, como los demonios,
tenan sus propios nombres y sus propias subdivisiones:
biantes, affratres, falsibordones, affarfantes, acapones,
alacrimantes, asciones, acadentes, mutuatores, cagnabaldi,
atrementes, admiracti, acconi, apezentes, affarinati, spectini,
iucchi, falpatores, confitentes, compatrizantes.
Eran como lgamo que se derramaba por los senderos
de nuestro mundo, y entre ellos se mezclaban predicadores de
buena fe, herejes en busca de nuevas presas, sembradores de
discordia2.

La lista es un gnero literario ms extendido de lo que se cree.


Cuando intent reunir en una antologa listas clebres para el libro El
vrtigo de las listas (2009), que me encargaron para comentar un mes de
acontecimientos de varios tipos que el Louvre haba dedicado a ese
argumento, me di cuenta de que poda usar slo una pequea parte de la
incalculable serie de grandes y clebres listas que aparecen en la historia
de las distintas literaturas. Tuve que ignorar muchas, muchsimas las sigo
ignorando, y despus de que apareciera el libro encuentro siempre alguien
que me cita listas maravillosas que yo descuid.
En todo caso el primer ejemplo de lista aparece en Homero, en la
Ilada, y confrontado con su contrario, la descripcin de la forma. Homero
dedica parte del decimoctavo canto de la Ilada a describir el escudo que
Hefesto forja para Aquiles, y los dibujantes neoclsicos que luego intentaron
reproducir ese escudo tuvieron problemas para encerrar en aquel espacio
circular todo lo que Hefesto haba introducido en l, representando la tierra,
el mar, el cielo, el sol, la luna, los astros, dos bulliciosas ciudades, asedios y
batallas, el trabajo en el campo y las fiestas.
Todo lo pensable y lo representable est en el crculo del escudo y
no existe nada adems del escudo. El escudo de Aquiles es la epifana de
la forma, el modo en que el arte consigue construir representaciones
armnicas en las que se instituyen un orden, una jerarqua, una relacin
entre figura y fondo. Y puesto que Homero tena una idea clara de lo que
era una civilizacin campesina y guerrera en sus tiempos y el mundo del que
hablaba no le era ignoto, supo ponerlo en forma.

2 Las traducciones y ediciones de todos los textos son las que aparecen reseadas en Umberto
Eco (2009). El vrtigo de las listas. Barcelona: Lumen.

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De todos modos hay un momento (en el canto II del poema) en el


que Homero quiere transmitir el sentido de la inmensidad del ejrcito
griego, que en ese momento los troyanos aterrorizados ven disponerse a la
orilla del mar, y se da cuenta de que no consigue expresar lo indecible. Lo
primero que intenta es una comparacin, y dice que aquella masa de
hombres, con armas que reflejan la luz del sol, es como un fuego que se
extiende por un bosque, es como unas bandadas de ocas o de flamencos
que parecen atravesar el cielo como un trueno, pero ninguna metfora lo
socorre, y llama en ayuda a las Musas: Decidme ahora, Musas, pues
vosotras sois diosas, estis presentes y sabis todo, quines eran los
prncipes y los caudillos de los dnaos; el grueso de la tropa yo no podra
enumerarlo ni nombrarlo, ni aunque tuviera diez lenguas y diez bocas. Por
lo tanto se pone a nombrar slo a los capitanes y las naves.
Parece un atajo, pero ese atajo se apodera de 350 versos del
poema. Aparentemente el elenco est terminado, pero ya que no se puede
calcular cuntos hombres hay por cada caudillo, el nmero al que se refiere
es por lo tanto indefinido. El catlogo homrico de las naves implica un
etctera.
Al elenco de Homero nos remonta esa Batalla de Alejandro de
Altdorfer, que nos dice que existen tambin listas visivas [Fig. 1]. En un
principio, una lista visiva tendra que ser impensable: una imagen, si es
escultura, est definida en el espacio (difcil imaginar una estatua que
sugiera que podra continuar ms all de sus lmites fsicos) y si es un cuadro
est definido por el marco.
Asimismo, si la Mona Lisa se presenta sobre el fondo de un paisaje,
que lgicamente tendra que seguir fuera del marco, nadie se pregunta por
cunto se extiende el bosque o la foresta que se ve a sus espaldas, y nadie
piensa que Leonardo haya querido que nos imaginramos los pies de la
seora. Aparte de los casos de trompe-loeil o de fantasa surrealista, no se
sale del marco de un cuadro.
Por otro lado, existen otras obras figurativas que nos hacen pensar
que lo que se ve dentro del marco no lo es todo, sino que es slo un ejemplo
de una totalidad que no se enumera fcilmente, al igual que los guerreros
de Homero. Pensemos en las galeras de Pannini y de sus epgonos [Fig. 2]:
stas no quieren representar slo lo que se ve, sino tambin lo que queda
de la coleccin de la que son slo un ejemplo. Pensemos en el Jardn de las
delicias de El Bosco [Fig. 3]; l nos dice que las maravillas a las que se
refiere siguen ms all de sus propios lmites. Vase la Crucifixin y
apoteosis de los diez mil mrtires del monte Ararat de Carpaccio [Fig. 4];
evidentemente, los crucifijos representados no son diez mil y los verdugos
son muchos ms de los que se ven, pero es evidente que los cuadros quieren
hablarnos de una serie de cuerpos en agona que contina ms all de los
lmites del lienzo. Y aunque Dante confesara su incapacidad para expresar

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todos los nombres de los ngeles, Dor intent dibujar la idea de esta serie
infinita de criaturas angelicales [Fig. 5].
A este propsito tenemos que efectuar una distincin importante, es
decir, entre lista prctica y lista potica. La lista prctica se manifiesta en
la lista de la compra, en la lista de los invitados a una fiesta, en el catlogo
de una biblioteca, en el inventario de los bienes de los que dispone un
testamento
Ante todo, estas listas se refieren a objetos del mundo exterior y a
una finalidad meramente prctica de nombrarlos y enumerarlos; puesto que
son inventarios de objetos conocidos y que existen en la realidad, estn
acabadas, porque pretenden enumerar todos los objetos a los que se
refieren y ninguno ms, luego no son alterables, en el sentido en que sera
inadecuado, adems de insensato, aadir al catlogo del Louvre un cuadro
conservado en los Uffizi y viceversa.
Un hermoso modelo de lista prctica, aunque est hecha en msica y
versos, es la de Leporello en el Don Giovanni de Mozart. Don Juan ha
seducido a una gran cantidad de campesinas, camareras, ciudadanas,
condesas, baronesas, princesas y mujeres de todos los niveles, de todas las
formas y de todas las edades, pero Leporello es un contable preciso y su
catlogo est matemticamente completo: En Italia seiscientas cuarenta, en
Alemania doscientas treinta y una, en Turqua noventa y una, y en Espaa
mil tres. As que suman 2065, ni una ms y ni una menos. Si maana Don
Juan conquista tambin a doa Ana o a Zerlina, habr una lista nueva.
Cmo es, por el contrario, una lista potica? Antes de nada, los
objetos que nombra no tienen que existir necesariamente, as que el
catlogo de Homero seguira siendo fascinante aunque todos los jefes que
nombra slo fueran criaturas mticas. En segundo lugar, ya se dijo, sta
nace de la imposibilidad de expresarlo todo y sugiere, pues, el vrtigo de
un etctera. Pensemos en la genealoga de Jess al comienzo del Evangelio
segn Mateo. Se podra dudar de la existencia histrica de muchos de
aquellos antepasados, pero seguramente Mateo (o el que lo haya escrito)
quera indicar personajes reales del mundo posible por sus creencias, y por
aquel entonces la lista tena un valor prctico y una funcin referencial. Por
otra parte, pasemos ahora a las letanas de la Virgen: es una lista de
propiedades, atribuciones, apelativos, recogidos de los pasos de las
Escrituras o de la tradicin, que debe ser recitada como un mantra, como el
om mani padme hum de los budistas; no tiene mucha importancia si la virgo
sea potens o clemens (de ah que hasta el Concilio Vaticano II las letanas las
recitaba en latn una inmensa mayora de feligreses que no entendan
aquella lengua): lo importante es sentirse atrapados por el vrtigo sonoro
del elenco, y cuenta la escansin rtmica de los adjetivos y por un tiempo
suficientemente largo. Las letanas terminan por razones de economa
litrgica pero, en principio, podran continuar hasta el infinito.

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Eran listas aparentemente prcticas, los largos elencos de mirabilia,


tpicos de las enciclopedias grecorromanas y medievales, como la Historia
Naturalis de Plinio, que sin embargo se convertan fatalmente en listas
poticas. stas nos aparecen como una propia y verdadera congerie que no
corresponde a ningn diseo sistemtico, como si la inmensidad de
maravillas que nuestro universo nos ofrece no pudiera estar encerrada en
ningn diseo y orden finito.
Bastara pensar en los Otia Imperialia de Gervasio de Tilbury, donde
entre otras cosas se mencionan el imn, la sal de Agrigento, el absesto, el
higo egipcio, los frutos de la Pentpolis, la piedra que sigue el ciclo de la
luna, la carne incorruptible de Npoles, los baos de Pozzuoli, la haba
invertida, las puertas del infierno, el Sagrado Rostro de Edesa, el combate
de los escarabajos, las arenas clidas, las ventanas donde aparecen las
damas, los delfines, las sirenas, el zorro, los equinocfalos, las mujeres
barbudas, el fnix, los hombres con ocho pies, las larvas nocturnas, el huevo
de cuervo en el nido de la cigea, los pjaros que nacen de los rboles
El elenco de mirablia asume funcin puramente potica en el autor
moderno que retoma las noticias antiguas sabiendo que las listas no se
remontan a nada que haya existido de verdad, siendo mero catlogo del
imaginario, del que se puede gozar slo por ser flatus vocis.
As que Borges, en el Libro de los seres imaginarios, enumera los
pigmeos, el dragn, Abtu y Anet, el elefante que predijo el nacimiento de
Buddha, los elfos, los silfos, la Banshee, Haokah, dios del trueno, los gnomos,
Lilith, el zorro chino, Youwarkee, el gato del Cheshire y los gatos de
Kilkenny, las ninfas, el doble, Fasticocaln, los ngeles y los demonios de
Swedenborg, los Lamed Wufniks, los yinn, los brownies, las Valquirias, las
nornas, los demonios del judasmo, Hochigan, los Eloi y los Morlocks, los trolls,
las hadas, las lamias, los lmures, Kuyata, los stiros, el gallo celestial, el
pjaro de la lluvia y as indefinidamente.
El catlogo de un museo representa un ejemplo de lista prctica, que
se refiere a objetos existentes en un lugar determinado, y como tal est
necesariamente acabada. Pero cmo tenemos que considerar un museo en
s, o una coleccin cualquiera? Un viajero espacial que ignorara nuestro
concepto de obra de arte se preguntara por qu en el Louvre estn
reunidas baratijas de uso comn como vasijas, platos o saleros, con iconos de
divinidades como la Venus de Milo, representaciones de paisajes, retratos
de personas normales, residuos funerarios con momias incluidas,
representaciones de criaturas monstruosas, objetos de culto, imgenes de
seres humanos sometidos a suplicio, descripciones de batallas, crudos hechos
que suscitan atraccin sexual, o incluso restos arquitectnicos.
Las maravillas ms veneradas de los tesoros medievales eran las
reliquias. El culto a las reliquias no es slo cristiano, ya Plinio nos habla de
reliquias preciosas por el mundo grecorromano, como la lira de Orfeo, el
sndalo de Helena o los huesos del monstruo que asalt a Andrmeda. La

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presencia de una reliquia constitua un motivo de atraccin por una ciudad y


por una iglesia en la Edad Media, as que representaba, adems de objeto
sagrado, tambin una apreciada mercanca turstica.
En la catedral de san Vito, en Praga, se encuentran los crneos de
san Adalberto y san Venceslao, la espada de san Esteban, un fragmento de
la Cruz, el mantel de la ltima Cena, un diente de santa Margarita, un
fragmento de la tibia de san Vital, una costilla de santa Sophia, la barbilla
de san Eobano, la vara de Moiss, el vestido de la Virgen. En el catlogo
del tesoro del duque de Berry apareca el anillo de compromiso de san
Jos, por otra parte en Viena se puede admirar todava un trozo del
pesebre de Beln, la bolsa de San Esteban, la lanza que atraves el
costado de Jess y un clavo de la Cruz, la espada de Carlo Magno, un
diente de San Juan Bautista, un hueso del brazo de Santa Ana, las cadenas
de los apstoles, un trozo del ropaje de Juan Evangelista, otro fragmento
del mantel de la Cena. Sin mencionar la laringe de san Carlo Borromeo, que
se encuentra en el tesoro de la catedral de Miln.
Ni siquiera un escptico puede sustraerse a la fascinacin de estos
cartlagos annimos y amarillentos, msticamente repugnantes, patticos y
misteriosos; esos vestidos hechos jirones de quin sabe qu poca,
desteidos, descoloridos, deshilachados, a veces enrollados en una ampolla
como un misterioso manuscrito en la botella, materias a menudo
desmenuzadas, que se confunden con la tela y el metal o el hueso que le
sirven de soporte. Y en un segundo lugar los recipientes, a menudo de
incalculable riqueza, a veces construidos por un bricoleur devoto con piezas
de otros relicarios donde se guardan las reliquias, en forma de torre, de
pequea catedral con pinculos y cpulas, hasta llegar a unos relicarios
barrocos (los ms hermosos estn en Viena), que son un bosque de esculturas
diminutas, y parecen relojes, cajas de msica, cajas mgicas. Algunos
recuerdan, a los ojos de los apasionados del arte contemporneo, las cajas
surrealistas de Joseph Cornell, las vitrinas de Armani llenas de gafas o
relojes, y otros relicarios laicos que muestran el mismo gusto por la
acumulacin insaciable.
En un momento determinado, en la historia del coleccionismo aparece
una cesura. Desde el Renacimiento en adelante las maravillas ya no son las
de los pases lejanos (que poquito a poco, al menos desde finales del siglo
XV, ya no sern legendarios sino reales), ni los objetos curiosos, ni las
reliquias de los santos, sino ms bien las del cuerpo humano y de sus
recovecos que, hasta ese momento, haban sido secretos. En esta perspectiva
ya laica y cientfica cambia el gusto por los portentos. Antes se los vea
como signos premonitorios de algn acontecimiento fuera de lo comn, ahora
por el contrario se empieza a verlos como objetos de curiosidad cientfica, o
por lo menos pre-cientfica. Aparecen las Wunderkammern, o sea, las
habitaciones de las maravillas, y los gabinetes de curiosidades, precursores
de nuestros museos de ciencias naturales, en los que algunos intentaban

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recoger, de forma sistemtica todo lo que hay que conocer, otros se


dedicaban a coleccionar algo que pareciera extraordinario o inaudito,
incluidos objetos extravagantes o animales disecados, que normalmente
colgaban de la bveda y dominaban todo el ambiente.
De los catlogos ilustrados como el Museum Celeberrimum de De
Sepibus de 1678 y el Museum Kircheriamum de Bonanni de 1709,
aprendemos que en la coleccin recogida por Kircher en el Collegio Romano
haba estatuas antiguas, objetos paganos de culto, amuletos, dolos chinos,
tablas votivas, dos tablas con las 50 encarnaciones de Brahma, inscripciones
funerarias romanas, candiles, anillos, sellos, hebillas, armillas, pesas,
campanillas, piedras y fsiles con unas imgenes grabadas por la
naturaleza, conjunto de objetos exticos, ex variis orbis plagis collectum, que
contiene cinturones de indgenas brasileos adornados con los dientes de las
vctimas devoradas, pjaros exticos y otros animales embalsamados, libro
malabrico en hojas de palma, artefactos turcos, balanza china, armas
brbaras, frutos indios, pies de momias egipcias, fetos desde los 40 das
hasta los siete meses, esqueletos de guilas, abubillas, urracas, tordos, una
mona brasilea, etctera y etctera.
Sin embargo, la lista no nace slo por un impedimento de nuestras
capacidades cognitivas o por el gusto puramente sonoro del elenco. La
oposicin entre forma y elenco nos remonta a dos maneras de conocer y
definir las cosas, igualmente legtimas. He mencionado este problema en mi
conferencia de esta maana3, no obstante quiero retomarlo porque me
parece un punto importante tambin para el argumento de esta tarde.
El sueo de cada filosofa y de cada ciencia desde los orgenes
griegos fue el de conocer y definir las cosas por esencia, y desde Aristteles
la definicin por esencia ha sido aquella capaz de definir algo determinado
como individuo de una determinada especie y sta a su vez como elemento
de un determinado gnero. Definir al hombre como animal racional mortal
significa verlo como especie de los animales mortales (a los que pertenecen
tambin el asno o el caballo) y que son a su vez especies de los vivientes.
Si lo reflexionamos, este es el mismo procedimiento que sigue la
taxonoma moderna cuando define el tigre o el ornitorrinco. Naturalmente,
el sistema de las clases y subclases es ms complicado, de ah que el tigre
pertenezca a la especie Felis Tigris, del gnero Felis, familia de los Flidos,
suborden de los Fispedos, del orden de los Carnvoros, subclase de los
Placentarios, clase de los Mamferos; y el ornitorrinco pertenezca a una
familia de mamfero monotremos.

3 Enciclopedia barroca y enciclopedia electrnica, conferencia ofrecida por Umberto Eco en


el acto de investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Sevilla a propuesta de
la Facultad de Comunicacin, Sevilla 18 de febrero de 2010 [Nota del ed.].

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No obstante, desde su descubrimiento en adelante, antes de definir


el ornitorrinco como mamfero monotremo se necesitaron ochenta aos, en los
que se tuvo que decidir cmo y dnde clasificarlo, y hasta ese momento se
tuvo que quedar inquietantemente como algo grande como un topo, con ojos
pequeos, con las patas anteriores que presentaban cuatro garras y
estaban unidas por una membrana ms grande QUe la que una las garras
de las patas posteriores, el rabo, el pico de un pato, las patas con las que
nadaba y usaba para cavar su madriguera, la capacidad de producir
huevos y la de alimentar a sus pequeos con la leche de sus mamas. Justo
como lo definira alguien sin estudios especficos despus de haber
observado el animal. Y se puede apreciar cmo con esta descripcin (de
todas formas incompleta), por el elenco de propiedades, alguien podra sin
embargo distinguir un ornitorrinco de un buey, mientras que definindolo
como mamfero monotremo nadie conseguira reconocerlo si lo encontrara
por casualidad.
La definicin por propiedad es aquella que se usa cuando no se
posee an una definicin por esencia (en ese caso es propia de una cultura
primitiva que no ha conseguido an constituir unas jerarquas de gneros y
especies) y tambin cuando una definicin anterior por esencia ya no nos
satisface (y por lo tanto es caracterstica de una cultura muy madura, y tal
vez en crisis, que quiere poner en duda todas las definiciones anteriores).
Incluso en la literatura del Renacimiento es a travs del elenco
cuando se empieza a sacudir el orden establecido por las grandes summae
medievales. Parece que, para las enciclopedias antiguas y medievales, la
lista sea casi un pis aller, y por debajo se trasluce el borrador de un orden
posible, el deseo de una puesta en forma. Por otra parte, con la llegada
del mundo moderno, la lista se concibe por el gusto de deformar.
Un autor cuyos elencos parecen desprestigiar las exigencias de
orden que inspiraban a los doctos de la Sorbona de su tiempo es Rabelais.
No existen evidentemente razones para enumerar tantas e inauditas
maneras de limpiarse el trasero, tantas maneras de degollar a los enemigos,
tantos e intiles libros de la abada de san Vctor, muchos tipos de
serpientes, muchos juegos que Garganta saba jugar o muchas
adjetivaciones del miembro viril. Es el comienzo de una potica de la lista
por la lista, redactada por puro amor a la lista, de la lista por exceso, del
que el ejemplo contemporneo ms evidente es tal vez el penltimo captulo
del Ulises de Joyce.

Panurgo estaba enfadado con las palabras de Her


Tripa, y tras pasar la aldea de Huymes, se dirigi al hermano
Juan, y le dijo tartamudeando, y rascndose la oreja
izquierda:

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Algrame un poco, barrigoncete mo. Siento que tengo


el espritu totalmente matagrabolizado, por las palabras de
ese loco endemoniado. Escucha cojn gracioso,

c. mun, c. trenzado, c. genitivo,


c. patudo, c. vigoroso, c. gigantesco,
c. magullado, c. calafateado, c. oval,
c. velludo, c. esculpido, c. claustral,
c. veteado, c. de grotescos, c. viril,
c. de estuco, c. acerado, c. de respeto,
c. arabesco, c. a la antigua, c. de ocio,
c. como liebre en asador, c. rojo granza, c. macizo,
c. asegurado, c. recamado, c. voluminoso,
c. calandrado, c. azogado, c. absoluto,
c. diapreado, c. entreverado, c. membrudo,
c. irritado, c. burgus, c. doble,
c. jurado, c. de cebo, c. turco,
c. granado, c. alquitranado, c. brillante,
c. rabioso, c. dispuesto, c. amohazante,
c. engabanado, c. deseado, c. urgente,
c. liripipiado, c. de bano, c. conveniente,
c. barnizado, c. de boj, c. pronto,
c. de madera de Brasil, c. latino, c. afortunado,
c. melodioso, c. de gancho, c. cebado,
c. de torno, c. desenfrenado, c. de lizo alto,
c. de estoque, c. apasionado, c. rebuscado,
c. enloquecido, c. acompasado, c. benjamn,
c. amontonado, c. abotargado, c. de lince,
c. rellenado, c. bonito, c. Orsini,
c. pulido, c. sazonado, c. impetuoso,
c. renombrado, c. positivo, c. gerundivo,

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c. gerundivo, c. de amalgama, c. agradable,


c. activo, c. robusto, c. horroroso,
c. vital, c. de apetito, c. aprovechable,
c. magistral, c. compasivo, c. notable,
c. monacal, c. temible, c. musculoso,
c. sutil, c. afable, c. subsidiario,
c. de reserva, c. memorable, c. satrico,
c. de audacia, c. palpable, c. repercusivo,
c. lascivo, c. albardable, c. convulsivo,
c. codicioso, c. trgico, c. regenerativo,
c. resuelto, c. de ultramar, c. masculinante,
c. acogollado, c. digestivo, c. borricante,
c. corts, c. encarnativo, c. fulminante,
c. fecundo, c. sigilativo, c. centelleante,
c. silbante, c. rocinante, c. moruequeante,
c. elegante, c. saciado, c. aromatizante,
c. banal, c. tonante, c. diaspermatizante,
c. vivo, c. martilleante, c. roncante,
c. espontneo, c. estridente, c. ladronzuelo,
c. colgante, c. resonante, c. meneante,
c. usual, c. pimpante, c. espoleante,
c. exquisito, c. pordiosero, c. abortado,
c. divertido, c. jovial, c. examinado,
c. picante, c. de familia, c. tamizante,
c. gelfo, c. agraciado, c. golpeante,
c. de seleccin, c. de alidada, c. pelado,
c. de alcurnia, c. de lgrebra, c. revolviente,
c. patronmico, c. venusto, c. derribante.
c. punzante, c. insuperable,

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Umberto Eco.

Y as indefinidamente.
Alguien defini este elenco como un caso de enumeracin catica,
donde aparentemente no hay ningn nexo entre los varios elementos de la
lista. No obstante, merece la pena desempolvar una distincin entre
enumeracin conjuntiva y enumeracin disyuntiva. Una enumeracin
conjuntiva rene tambin cosas distintas que aportan al conjunto una
coherencia, ya que es el sujeto mismo el que las ve o estn consideradas en
un idntico contexto; por el contrario, la enumeracin disyuntiva expresa una
fragmentacin, una especie de esquizofrenia del sujeto que concibe una
secuencia de impresiones disparatadas sin conseguir atribuirles utilidad
ninguna.
En este mismo orden de cosas, la cocina de Bloom ofrece un ejemplo
de enumeracin conjuntiva, puesto que todos los objetos, aunque
disparatados, reciben una especie de unidad por el hecho de estar todos
presentes en la misma cocina pequeo-burguesa y es justo por su banal
casualidad que son representativos de la sordidez y del anonimato del da
a da.
Dicho esto, tendramos que aadir que no existe enumeracin
verdadera y totalmente catica, sin embargo hay casos en los que el autor
quiso expresar verdaderamente una situacin de caos. Renombrados
ejemplos de lista catica se han hallado en Rimbaud, no obstante
permitidme mencionar los atributos que Cole Porter en You are the top!
confiere a la persona amada en el momento que la compara con el Coliseo,
con el Museo del Louvre, con una sinfona de Strauss, con un soneto de
Shakespeare, con el Ratn Mikie, con el Nilo, con la sonrisa de la Mona Lisa,
con Mahatma Gandhi, con el brandy Napolen, con la luz violeta de una
noche de verano en Espaa, con la National Gallery, con Greta Garbo, con
el celofn, con los pies de Fred Astaire, con un drama de ONeill, con la
Madre de Whistler, con el camembert, con una rosa, con la nariz de Jimmy
Durante, con un Botticelli, con Keats, con Shelley, con la luna, con los hombros
de Mae West, con un barco que se desliza en el Zuiderzee, con un antiguo
maestro holands, con Lady Astor, con las estepas rusas, y as sucesivamente,
sin ninguna diferencia apreciable entre el Infierno de Dante y los brcolis.
Sin embargo no consideramos suficientemente el musical. El elenco
catico de Cole Porter merece todo nuestro respeto, mientras que distinto es
el sentido del elenco que se manifiesta en otros terrenos de los medios de
comunicacin.
La potica de la lista invade muchos aspectos de la cultura de masas.
Si pensamos en aquel modelo de elenco visivo que es la parada de
muchachas adornadas con plumas que bajan las escaleras en las Ziegfield
Follies, en la serie de tiros de trampoln y a las multitudes de jvenes ninfas
de Escuela de Sirenas, o en la estupenda bajada de Georges Guetary en Un
americano en Pars, para llegar a los desfiles de hoy en da de los grandes
estilistas. En este caso, sin embargo, la secuencia de criaturas que hechizan

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El vrtigo de las listas

slo quiere sugerir abundancia, llenar la necesidad de Kolossal, ensear no


slo una imagen fascinante, sino tambin dotar al usuario de una reserva
interminable de seales voluptuosas, as como en algunos restaurantes
americanos en los que se paga una cuota fija al entrar y luego se puede
elegir todo lo que se desea comer en un buf gigantesco. La tcnica del
elenco no quiere poner en duda ningn orden del mundo, ms bien al
contrario, quiere reafirmar que el universo de la abundancia y del consumo,
a disposicin de todos, representa el nico modelo de sociedad ordenada.
Marx recordaba al comienzo de El capital que la riqueza de las
sociedades en las que predomina el modo de produccin capitalista
aparece como una inmensa recogida de mercancas. Son varios los lugares
simblicos de esta recogida global: el escaparate, que ensea slo un
ejemplo de todo lo que se podra encontrar en el interior; la feria de
muestras, que de manera programtica anuncia con su mismo nombre que el
nmero de los objetos a los que alude es infinito; pasajes que celebr
Walter Benjamin, o el Gran Almacn, que consagr Zola en su Au bonheur
des dames.
Y he aqu finalmente la Gran Madre de todas las Listas, infinita por
definicin porque est en continuo desarrollo, la World Wide Web, que es
justamente red y laberinto, y no un rbol ordenado y que, si bien es cierto
que ofrece un catlogo de informaciones que nos convierte en omnipotentes,
lo hace a precio de que no sepamos cules de sus elementos se refieren a
datos del mundo real y cules no, sin distincin alguna entre verdad y error.
Cul es entonces la diferencia entre las enumeraciones
exhuberantes de los mass media y las enumeraciones caticas del arte?
Djenme terminar con tres textos de la literatura en castellano,
aunque de un continente distinto a ste; en primer lugar con el que quizs
sea el ms bello pasaje de Jorge Luis Borges, la lista de las cosas que
pueden verse en el agujero negro del Aleph, esto es, la sntesis impensable
de todas las cosas del universo:
En la parte inferior del escaln, hacia la derecha, vi
una pequea esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor.
Al principio la cre giratoria; luego comprend que ese
movimiento era una ilusin producida por los vertiginosos
espectculos que encerraba. El dimetro del Aleph sera de
dos o tres centmetros, pero el espacio csmico estaba ah, sin
disminucin de tamao. Cada cosa (la luna del espejo,
digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la vea
desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el
alba y la tarde, vi las muchedumbres de Amrica, vi una
plateada telaraa en el centro de una negra pirmide, vi un
laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos
escrutndose en m como en un espejo, vi todos los espejos del
planeta y ninguno me reflej, vi en un traspatio de la calle

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Umberto Eco.

Soler las mismas baldosas que hace treinta aos vi en el


zagun de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco,
vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos
ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en
Inverness a una mujer que no olvidar, vi la violenta
cabellera, el altivo cuerpo, vi un cncer de pecho, vi un crculo
de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un rbol, vi
una quinta de Adrogu, un ejemplar de la primera versin
inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo
cada letra de cada pgina (de chico yo sola maravillarme
de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y
perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el da
contemporneo, vi un poniente en Quertaro que pareca
reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin
nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terrqueo
entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de
crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba,
vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes
de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un
escaparate de Mirzapur una baraja espaola, vi las sombras
oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernculo, vi
tigres, mbolos, bisontes, marejadas y ejrcitos, vi todas las
hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un
cajn del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas
obscenas, increbles, precisas, que Beatriz haba dirigido a
Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita,
vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente haba sido
Beatriz Viterbo, vi la circulacin de mi propia sangre, vi el
engranaje del amor y la modificacin de la muerte, vi el
Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi
cara y mis vsceras, vi tu cara, y sent vrtigo y llor, porque
mis ojos haban visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo
nombre usurpan los hombres, pero que ningn hombre ha
mirado: el inconcebible universo.

O Neruda en su Oda a Federico Garca Lorca:

Si pudiera llenar de holln las alcaldas


y, sollozando, derribar relojes,
sera para ver cundo a tu casa
llega el verano con los labios rotos,
llegan muchas personas de traje agonizante,
llegan regiones de triste esplendor,
llegan arados muertos y amapolas,

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llegan enterradores y jinetes,


llegan planetas y mapas con sangre,
llegan buzos cubiertos de ceniza,
llegan enmascarados arrastrando doncellas
atravesadas por grandes cuchillos,
llegan races, venas, hospitales,
manantiales, hormigas,
llega la noche con la cama en donde
muere entre las araas un hsar solitario,
llega una rosa de odio y alfileres,
llega una embarcacin amarillenta,
llega un da de viento con un nio,
llego yo con Oliverio, Norah,
Vicente Aleixandre, Delia,
Maruca, Malva Marina, Mara Luisa y Larco,
la Rubia, Rafael Ugarte,
Cotapos, Rafael Alberti,
Carlos, Beb, Manolo Altolaguirre, Molinari,
Rosales, Concha Mndez,
y otros que se me olvidan.

O en ltima instancia, el mximo ejemplo de lista incongruente (a tal


punto que puede permitirse el lujo de ser breve), o sea el elenco de los
animales de la enciclopedia china Emporio celestial de conocimientos
benvolos, inventada por Borges y luego retomada por Michel Foucault
como exergo de Las palabras y las cosas, por la cual los animales se
dividiran en:

a) pertenecientes al Emperador,
b) embalsamados,
c) amaestrados,
d) lechones,
e) sirenas,
f) fabulosos,
g) perros sueltos,
h) incluidos en esta clasificacin,
i) que se agitan como locos,
j) innumerables,
k) dibujados con un pincel finsimo de pelo de camello,
l) etctera,
m) que acaban de romper el jarrn,
n) que de lejos parecen moscas.

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Umberto Eco.

Si consideramos por un lado los excesos coherentes y por el otro las


enumeraciones caticas, nos damos cuenta de que, respecto a las listas de la
antigedad, algo distinto ha sucedido. Homero, como vimos, recurra a la
lista porque le faltaban las palabras, la lengua y la boca, y el topos del
indecible que domin por muchos siglos la potica de la lista. No obstante,
respecto a las listas de Joyce, de Borges, o de Neruda, es evidente que el
autor no se sirve de los elencos porque no sabra decirlo de otro modo, ms
bien quiere decirlo por excedencia, por ybris y por voracidad de la
palabra, por feliz (raramente obsesiva) ciencia del plural y del ilimitado y
sobre todo para revolver el mundo, acumular propiedades para que surjan
nuevas relaciones entre cosas lejanas, en todo caso para dudar de aquellas
aceptadas por el sentido comn.
Por consiguiente, la lista catica se convierte en uno de los
procedimientos de aquella descomposicin de las formas que se halla de
manera distinta en el futurismo, el cubismo, el dadasmo, el surrealismo o en
el nouveau realisme.
Volvemos por un momento al elenco de los animales de Borges. La
lista reta cada razonable criterio de la teora de los conjuntos porque se
pueden encontrar innumerables sirenas, fabulosos perros callejeros y
cerditos que pertenecen al emperador y que han roto el jarrn, y sin
embargo no se entiende el sentido de aqul etctera que no se halla al
final, en lugar de otros elementos, sino ms bien entre los elementos de la
misma lista. Y no slo eso. Lo que hace que la lista sea verdaderamente
inquietante es que encierra, entre los elementos que clasifica, tambin los
que estn incluidos en la clasificacin.
Llegados a este punto, el lector ingenuo pierde la cabeza. Sin
embargo, el lector experto de la lgica de los conjuntos experimenta el
vrtigo que en su momento deslumbr a Frege frente a la objecin del joven
Russel sobre la paradoja de los conjuntos normales, que no voy a resumir
pero que constituye uno de los momentos de escndalo de la lgica
contempornea, en el que la razn se cuestiona a s misma y a sus propias
reglas.
Con la clasificacin de Borges la potica de la lista consigue su punto de
mxima hereja y blasfema en contra de cada orden lgico preconstituido. De
ah que no existe slo el gusto del elenco por s mismo. De este modo, se afirma
que la lista no es tan slo un dispositivo ldico, juego literario, sino ms bien una
forma de conocimiento, o sea de desconocimiento, una crisis del saber
establecido. Por consiguiente, es una forma retrica a la que acercarse con
el mximo respeto. Algo que hemos intentado en el da de hoy, a pesar de
no poder hacer nada ms que, para ulteriores pruebas, remitirles a un
etctera.

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Fig. 1: Albrecht Altdorfer, La batalla de Alejandro Magno, 1529.


Munich, Alte Pinakothek.

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Umberto Eco.

Fig. 2: Giovanni Paolo Pannini, Galera con vistas de la Roma


moderna, 1759. Pars, Muse du Louvre.

Fig. 3: Hieronymus Bosch, Trptico del jardn de las delicias, c. 1500.


Madrid, Museo del Prado.

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El vrtigo de las listas

Fig. 4: Vittore Carpaccio, Cruxificin y apoteosis de los diez mil


mrtires del monte Ararat, 1515. Venecia, Gallerie dellAccademia.

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Umberto Eco.

Fig. 5: La cada de los ngeles rebeldes del Paraso perdido de


John Milton. Pars, 1867.

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