Guacha Montonera (2006)

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 20

Una guacha montonera (2006, inédito)

Traigan a los chicos a casa

Entre el Año 4 y el Año 18 de mi vida, estuve encerrado en una escuela


apostólica y romana. El mainstream eran futuros cuadros razonables del
Partido Capitalista, pero yo tuve trato frecuente con pequeños fascistas. La
mayoría de estos admiradores de Adolfo fueron seres verdaderamente
perversos en su infancia, en la adolescencia guardias de corps de la derrota
cultural del Partido Militar (eran los años 80) y finalmente, en su vida adulta,
auténticos luzzers: no aman, no trabajan, quedaron al costado muy rápido en
la selva dura de la vida: no eran criaturas que pudieran adaptarse al crush
hormonal del crecimiento. Mirando la elipsis triste de sus penosas biografías,
siento por ellos cierta simpatía.
Uno de ellos, al que llamaremos Buga, se especializaba en el ingenuo destrato
a batracios y felinos: una actividad inocente pero no ajena a las metáforas
epocales de la tortura. Su familia desbarrancaba hacía tiempo, pero persistía
en la necia pertenencia imaginaria a los estratos superiores de la nación
católica y agraria y, claro, de su brazo armado, el que en pocos años había
pasado de su triunfo más brutal a su derrota más irrisoria.
Otro, al que apodaremos Aule, era un auténtico torturador mental. Vivía en una
mansión considerable y tenebrosa por la zona de Beccar; y era el hermano
menor de una familia de cyborgs francoalemanes. Algunas noches me
despierto escuchando un alarido que sale de la boca blanca de un chico rubio
que tiene un flequillo recto: es la risa de hiena de Aule. Aule se especializaba
en la formación de grupos cerrados en los que él sobresalía como un pequeño
führer. Yo nunca integré esas cofradías pero era amigo de sus esclavos; mi rol
era el de un rebelde sonoro y él se ocupó personalmente de excluirme con
efusión de sus grupúsculos. La imaginería hitleriana ocupaba sus ratos
extraescolares; una vez, ya más grande, en una fiesta de disfraces (me
acuerdo que WC -uno que palmaría poco después en una ruta de Mendoza, al
mando de una Harley- se había disfrazado de mujer), pude colarme en el
sótano donde sus hermanos mayores guardaban la colección de merchandising
esvástico.
En el secundario, Aule se armó otra guardia de corps, y esta vez se habían
ideologizado. Una mañana, convenció a las autoridades del colegio de que
hacía falta renovar la bandera patria, e hizo subir a uno de sus soldados, un
muñeco rubio que se proclamaba peronista en esa comunidad de gorilas,
Pumas y curas de la Libertadora, para que pronunciara un discurso inflamado
al cual seguiría la entrada triunfal de Aule y sus amigos portando la bandera
con paso marcial. El autor del discurso es hoy un conocido actor juvenilista.
La parábola de Aule es la más notoria entre todas las de estos pájaros de la
desgracia: trabajó unos años como muñeco de McDonalds y después como
operario en un depósito textil del Once: me habría gustado ver su expresión
humillada al recibir las órdenes de su patrón judío. Creo que ahora vive en
California, y vende libros de metafísica berreta.
Ya en los años 90, jugué al fútbol durante un tiempo largo con otro terceto de
amigos del totalitarismo de derecha. Era la hora de gloria del proceso
menemista, y las viejas dicotomías se hacían puré en cuotas. Lo más notable
de esos buenos amigos, me acuerdo, era la desfachatez con que defendían la
desigualdad y la injusticia.
Hubo otros, animales de gimnasio que se hundían con angustia en el fondo
bestial de la desdicha. Esos nunca conseguían trabajo, aunque a veces hacían
un bolo en la televisión, como patovicas, en programas de entretenimientos de
la noche.
Escribí y corregí los poemas que iban a entrar en este libro entre 2001 y 2007.
En tiempo de descuento me di cuenta de que casi ninguno me gustaba, me
parecían pretenciosos y pobres.
Mis viejos amigos fascistas, con su entrenamiento militar en islas del Tigre, sus
chaquetas verde oliva y su vida fracasada, hablan por mí. Ellos también se
entregaban voluntariamente a la prosa inflamada.
***

En el barco de los padres de Cabe


fuimos a pasear una tarde por el río
Nagy Emilio el Ruso Tano
Carlos Andrés Tomás Nicolás
Mariano Francisco Agustín
el Vasco y otros más
En el runrún del agua que un payaso ambicioso
llamó Río de la Plata,
mientras palmaba la tormenta, hablamos y tomamos.
Era el fin de los años noventa.
Vamos a bautizar este barco, dijo uno.
Todos se subieron a las montañas de la lírica,
y empezaron a desfilar los nombres freudianos,
la angustia de los departamentos,
los créditos y las cuotas por venir,
la torpeza dialéctica de la clase agraria.
Pero Andrés, que era nieto de un general, dijo: Aramburu.
Aramburu, Aramburu, Aramburu
Aramburu, el Oscuro
Duro Aramburu duro.
Duro, duro, duro.
Pan y agua también para Aramburu.
*
Bueno, vamos, esto:
el murmullo de las sílabas contemporáneas
la sabia desdicha de la piedad documental
un litro de López en honor del pintor
de las batallas, banderas del mundo.

La savia fría que generalmente me acompaña


y la rima mezclada de una módica
tragedia personal: eso es lo que hay.
En el reino unido de mi cabeza estalló la anarquía.
En los estados unidos de mi cabeza estalló la teoría.
En el gran país del sur de mi cabeza estalló la guerra civil.
En la federación rusa de mi cabeza te pasan a fusil.
Etc.
Sin novedades en el frente

01 el año en que vivimos en peligro


de la mano de la Señorita Ansiedad

02 saldo a favor con los fantasmas de la métrica:


un compendio de nuestra débil biografía
en Bookcel de 80 y Futura Condensed Light

03 si hubiera vivido, el Comandante


tendría un bar en Lavapiés
Si lo hubieran fusilado
estaría tomando cerveza con nosotros
Si esto, si lo otro, si lo de más allá

04 demasiadas horas de sueño en aeropuertos

05 canciones repetidas en el bar de Roberto


camisas gastadas de Ernesto
marcha de los héroes del fútbol five

06, año nuevo


angustia en la noche de los departamentos
angustia en la noche de la derrota
aterrizaje forzoso en el más allá personal
*
Este es el precio que hubo que pagar:
126 noches sin sueños para escribir un solo poema
una entrega mansa al afán de novedades
el registro de un manual de la locura
200 invocaciones a la Señorita Ansiedad
el lamentable resplandor de la conciencia
oscureciendo todo lo demás.
La admirable domesticación de los gerundios
libros, discos, ropa
y canciones de la la la
Esta noche no termina bien

Apuntes para una literatura biográfica, mientras atravieso la edad oscura del
ánimo:

Esto se lleva en un paquete: en formato mp6, una versión resumida de sus


sueños luminosos. En papel, metáforas negras de los paraísos distópicos.

Va manejando solo por la autopista que cuida Valle de las Lágrimas S.A.

Banda de sonido: a todo volumen, métrica popular.

La, la-la-la, la-la-la, la-la-la.


La, la-la-la, la-la-la, la-la-la.

Abajo todas las instituciones, y larga vida al arte de la revolución.


*
Poemas ideológicos, leche mala de cabra,
yogures con tapa de diseño y una guacha montonera.
No sex no love en la remera
del boludo bueno: la partida rara vez lo caza, escribe
rayos en formato canción. Canción,
canciones, canción: otra vez La Máquina
del Sargento Muhamad, tocando un tema
que habla de la piedad. Y otros:

Lingüistas de la pelota, diarios del invierno que pasó,


la banda de las metáforas
en peligro de extinción.

Bueno, el malbec me está matando, dice Jaime.


Lleva agua en la cantimplora, y guerra
en el corazón. Algunos le dicen estás viejo.
En su dialecto, la rima no existe.
Su religión es la sordera,
y su filosofía la resignación.
La literatura no tiene precio

Fracasado hijo de puta:


no podés escribir un poema,
no podés armar una familia.
Esto que pasa es un poema
pero no lo puedo escribir.
En mi cabeza, restos de:
porro, cerveza, vino, cocó.
Mercedes, Pablo, Billy, morcilla
el cielo de Cañuelas-Lavagna
las franjas de soja y de lino
astillas, vainilla y la arcilla
de que están hechos los sueños.
En tu cabeza, quién sabe:
vos manejás a mi lado
el auto colorado, yo bajo
a abrir la tranquera y atrás
los chicos hacen preguntas sobre la tierra.
En el cielo, las nubes escriben poemas colectivos:
Díaz, Balbis, Bauza, Pedernera.

Esto que pasa ya no es literatura, Pedro.


Esto que pasa no lo vas a poder escribir mañana.
Esto no es un poema,
esto no es literatura.
Esto no es literatura
ni tampoco te da de comer.
Todos los perdedores admiran a Hitler

Los primeros quince días de ese año


escuchaste todo el tiempo la misma canción:
un cultivador de lugares comunes
arando la lengua del amor.

Después, 340 días


elaborando una metafísica de la derrota: para nada.

En el invierno: restos de pizza, canciones grandilocuentes,


una economía ajustada
al consumo de gas y droga legal.

En el verano abdominales,
drogas prohibidas, falta de trabajo.
Poema tomado del blog ajeno Fuck You Tiger

Tanto la película del boxeador como la de la niña endemoniada aguantan


innumerables miradas (creo que es la octava vez que veo El Exorcista –y me
sigue asustando- y es la cuarta o quinta que veo Rocky) e inclusive soportan un
doblaje nefasto al gallego en el caso de Rocky y al pudoroso en El Exorcista,
doblaje infame que sustituye la inmortal línea “tu madre chupa pijas en el
infierno” por “tu madre arde con nosotros en el infierno”. No es lo mismo
chupar pijas que arder, señor traductor, téngalo presente la próxima vez que
vaya a encender la estufa.
La razón del mundo

Técnicos químicos, ingenieros en vibraciones,


grandes constructores de la realidad:
le dedican 10 dólares al año a la cultura letrada
y los asiste toda la razón del mundo.
Rummenigge en la final

Años más tarde, todo esto será una canción de pop tecnológico:

Karl Heinz piensa en muchas cosas, en mucha gente.


Piensa en su Amigo Número Siete.
Piensa en el virus, en el error y en la muerte.

Piensa en las frases futuras, su cabeza


hace en fast forward su propia Odisea espacial:
lo ve todo claramente. En su rubia cabellera atribulada,
subió al trono el Rey del Dolor.

En la pileta sólo se oye la voz del Narrador,


que habla en versos de siete: no te salves
ahora ni nunca, no te salves, no te llenes de calma, etcétera..
Proyecto grandilocuente para un relato barrial

Walter Tarambana es un mogólico. Y mira:

Mira la boquera afro de los soñadores arltianos, la culpa celestial de las teteras
y las minas personales en el pasto clorindo de la gran biblioteca. Mira el
gomero teórico de ese rioba de abandónicos, la luz conspicua de la corrupción
neobarroca en las teteras y a los locos simbólicos que elaboran presupuestos
endogámicos en el aire violeta de la mañana robótica.

Esto se llama La Isla. Esto que mira el mogólico se llama La Isla. Ese volumen
que yace al sol bajo el monumento a Bartolo se llama Sergio Merluza. Ese
volumen que yace, abierto, junto al volumen considerable de Sergio Merluza,
es el libro El río tibio de la corrupción, de Sergio Merluza. En la mañana
antropológica de marzo, en La Isla, a metros de la casa de departamentos más
caros de toda la República Perdida, bajo el monumento a su fundador general,
Sergio Merluza lee un libro de Sergio Merluza.

El mogólico no es solamente mogólico. Además de mogólico habla una sola


lengua, y además está parado siempre en el mismo lugar. Y ahora se concentra
en una mónada humana, un lagarto cultural que a la hora de la prosa yace
inmóvil bajo los ojos hipotéticos del carbón mitrista.

Y así se quedan horas: Sergio Merluza, soñador arltiano, replegado en la


lectura cirenaica de su propio self. Walter Tarambana, mogólico monotemático,
en la contemplación de la prosa enjundiosa que produce su propia cabeza
mientras mira la inmovilidad estatuaria del redactor de estatutos narrativos.

Es así: Walter Tarambana, mogólico considerable, conserva el aliento de la


poesía para sí: cuando la campana de cristal de su garganta se apresta a emitir
sus versos umbilicales, todos sus nervios se concentran en cerrar su pico
elocuente. Y Tarambana, el mogólico, se calla.

Por la calle Osterreich al 2800 pasan vietnamitas.


Para los putos, la zona que los proyectistas culturales llaman Corredor del Bajo
es una serie conspicua de teteras y lugares para la práctica sexual. Para
quienes todavía hoy se declaran heterosexuales libres de culpa y cargo, el sexo
importa menos que el dinero.

Aquellos que de verdad quieren coger la maladie de la literatura deben


abandonar el barrio.

Los deudores del TCA, algunos que pronuncian frases históricas, algunos que
practican karate, algunos que venden verdura, todos tienen que abandonar el
barrio.
Oración para mis viejos amigos fascistas

Esta noche Timbalada, dice Vladimir, y se baja Margarida Perfumada.


Esta noche sólo canciones oscuras, el tumor de los bajistas, la paz de los
cementerios.
Una oración para SB, que este viernes a la noche dobla y plancha las camisas
negras de la vieja formación.
Una oración para ST, que en las noches sin sueño escribe poemas contra el
Frente Polisario.
Una oración para SA, que entendió que la gangrena mental no tiene cura, ya.
Una oración para TB, que cierra el gimnasio, pone fuerte la canción de Rocky y
llora por los motivos equivocados.

Todos ellos cuentan con la indiferencia de Dios y la compasión de sus vecinos.

También podría gustarte