Sebald - Un Kaddisch para Austria

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W. G.

Sebald

Ptrida patria
Ensayos sobre literatura

Traduccin de Miguel Senz

EDITORIAL ANAGRAMA .
BARCELONA
3. UN KADDISCH PARA AUSTRIA una Tierra Prometida, se encuentra muy atrs en el pasado,
Sobre Joseph Rorh porque las palabras tan completamente, tan para siempre
que dan el tono emotivo en el pasaje citado no se refieren slo
al momento del hundimiento sino que son tambin el ltimo
reflejo de lo que en otro tiempo fue. En cambio el futuro es un
espejismo. Es verdad que Mendel Singer cree, como se dice en
Y el conde pregunt al judo: Salomn,
qu piensas del mundo? Sefior conde, dijo Job, aceptando la palabra de sus hijos, que Amrica es la tierra
Piniowsky, ya no pienso nada de nada. de Dios, Nueva York la ciudad de las maravillas y el ingls el
lenguaje ms hermoso; es verdad que se dice que pronto los
JOSEPH RoTH, El busto del Emperador hombres volarn como pjaros, nadarn como peces, vern el
futuro como profetas, vivirn en paz eterna y, en completa
concordia con los astros, construirn rascacielos>>,2 pero ni se
En mayo de 1913, el joven J oseph Moses Rorh puso un convence a s mismo ni convence al lector, porque la parodia
limpio punto final en el instituto alemn de Brody a su infan- est ya inscrita en la perspectiva utpica. Por ello diflcilmente
cia y juventud nada libres de cuidados, al terminar con la cali- puede extrafiar que, apenas una pgina ms tarde, el par de
ficacin sub auspicis imperatoris, a la cabeza de su promo- miserables astros y troceadas constelaciones que puede perci-
cin, los exmenes de bachillerato. Estaba a punto de irrumpir bir Mendel sobre. el reflejo de la ciudad susciten en l el re-
en el mundo, pasando por Lemberg y Viena, y me parece que cuerdo de las estrelladas noches de su patria, los profundos
en aquel momento dio la espalda con pesar a su patria, aunque azules del muy tenso cielo, la suavemente curvada hoz de la
aquello a lo que renunci al hacerlo se convirtiera luego para luna, el oscuro susurro de los pinos del bosque, el canto de los
l en smbolo de codos los irreparables negocios desastrosos de grillos y el croar de las ranas. 3 Tales imgenes recordadas apa-
que la vida se compone. Slo en retrospectiva descubri Galit- recen en la obra de Roth una y otra vez, y casi regularmente
zia; puso en el lugar de una patria destruida por la guerra, que vienen con ellas la vasta superficie de la tierra, la Naturaleza
con la disolucin del Imperio habla desaparecido definitiva- animada alrededor, el hombre con el rostro alzado y la carpa
mente de los a un vasto pas nostlgico de la Corona. atrelJ3a3 ae} cie}o. Su form3 apedfica recuera3 3.fi }3 poesla
Roth, que cuanto ms tiempo pasaba menos consegua supe- hebrea de la Naturaleza, de la que Hermano Cohen ha dicho
rar esa extincin, record en un suplemento cultural, en 1929, que abarca siempre la totalidad del universo en su unidad,
el momenro mtico en que el imperio de los Habsburgo se tanto la vida en la tierra como los luminosos espacios celescia-
hundi en el mar de los tiempos ... con todo su poder arma- les.4 Sin embargo, lo que en la poesa hebrea hubiera podido
do ... tan completamenre, tan para siempre como Ja infancia ser an un reflejo del orden monotesta est inspirado en Roth
insignificante, incomparable con el Imperio, de un sbdito. 1 por el escalofro de la apatridia, que sopla sobre el campo del
En esa equiparacin de un imperio perdido con Ja infuncia exilio.
perdida se hace manifiesta la relacin afectiva caracterstica del Para J oseph Rorh, que se cri en .una ciudad en la que los
melanclico Roth con las derrotas y prdidas sufridas. Si existe judos constitufan la gran mayora de la poblacin y que,

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como recuerda David Bronsen, fue llamada por Jos II la en el que se hace burla de la democracia. Las ideas del peri-
nuevaJerusaln,5 Ja experiencia del exilio comenz con su lle- dico, escribe Rorh, los tranquilizaron, es decir, a los seo-
gada a la Nordbahnhof de Viena, con su cuano subalquilado res de la mesa de al lado, sobre las mas. Y uno de ellos pare-
en la Leopoldstadt y el encuentro con estudiantes nacionalis- ci estar tan contento conmigo que levant su vaso para
taS alemanes en la universidad. La Primera Repblica, con su brindar por m. Yo correspond seriamente... e inmediata-
creciente antisemitismo brutal, era un territorio sumamente mente rom la decisin de escapar de l.7 El sarcasmo de
inseguro para un joven literato judo, y tampoco el Berln de Rorh no puede esconder que en los ojos del vecino ve ya la
los afos veinte, al que pronto se traslad Rorh, esraba muy amenaza de muerte. Bronsen seala que Rorh, a raz de sus
inclinado a dejar que surgieran en l sentimientos patriticos. experiencias en Halbersradt y Goslar, dijo a sus primos: No
En su extenso ensayo publicado por primera vez. en 1927, ju- sabis lo tarde que es. Esas ciudades se encuentran a cinco
dos errantes, que describe el tren hacia el oeste como un ca- minutos del pogromo.8 Mucho de lo que Rorh puso por es-
mino equivocado, se dice que para los de fuera guarda su os- crito en los siete aos siguientes, que fueron para l los ms
curidad un gueto no menos cruel cuando, semimuertos, difciles y, al mismo tiempo, ms productivos, esruvo dedica-
han conseguido escapar al hostigamiento del campo de con- do a la liberacin simblica de un mundo del que saba que
centracin.6 Corra, como queda dicho, el alo 1927, y es de estaba ya entregado a la destruccin. Las imgenes literarias
suponer que, con el concepto de campo de concentracin, del este europeo que Rorh nos ha transmitido corresponden a
Rorh se refera a los campos de acogida y traslado que funcio- las fotografas que hizo Roman Vishniak inmediatamente an-
naban por completo como instalaciones de ayuda, en los que tes del llamado estallido de la guerra en las comunidades ju-
hasra muy entrados los aos veinte se alojaba a los judos ex- das de Eslovaquia y Polonia. Todas muestran signos del final
pulsados hacia el oeste desde las antiguas zonas austracas. y, en su conmovedora b.elleza, ofrecen quiz la representacin
Sea lo que fuere lo que Rorh.quera expresar con las vejacio- ms exacta de la indiferencia moral de los que entonces se
nes de los campos de concentracin, el trmino va ms all disponan ya a su aniquilacin.
de lo que en ese pasaje pretende, no slo porque el lector co- Se ha argumenrado repetidas veces que, en la restitucin li-
noce el ulterior desarrollo de la historia, sino porque pocos teraria de la patria, Rorh rindi homenaje a un ilusionismo no
han previsto las cosas ran claramente y con tanta anticipacin libre de rasgos sentirnentaloides. Nada ms contrario a la reali-
como Joseph Rorh. Si Berln-le permiti an la ilusin de po- dad. Sin duda, Rorh pudo, en artculos que, por un clculo pu-
der pasar inadvertido como cosmopolita, con cada viaje a ramente poltico, escribi para una publicacin como Der
provincias le resultaba ms claro lo monstruoso e inhabitable Christliche Stiindestaat, utilizar los inedios del reportaje sensa-
que se haba vuelto su pas de acogida; no en vano sola acor- cionalista, pero sus trabajos literarios, incluso los menos logra-
tar su nombre, convirtindolo en la casi inaudible sucesin dos, tienen sin excepcin una tendencia antiilusionisra. Incluso
de !erras Drschld., qu da la impresin de ser una metfora La marcha de Radetzky, que generalmente se considera como su
de la falta de cario. En el viaje al Harz que hizo en 1931 se ms hermosa obra narrativa, es claramente, como historia de
detiene en un mesn de Halberstadt, y a fin de camuflarse una catstrofe irreversible, una novela de la desilusin. En el
roma una cerveza, se fuma un cigarro y lee el Amtsanzeiger, mejor de los casos, al padre del hroe de Solferino se le permite

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an terminar su vida confiado al erario; en cambio, la visin de los buitres ... del guila bicfala de los Habsburgo sus cordia-
del mundo aportada por el propio hroe convertido en noble les enemigos. u En general las aves ... El ingenio del narradorse
se ve sacudida desde su base por la deformacin de la sencilla sabe muy prximo a ellas. Se oye un graznido dbil y ronco en
verdad, sancionada por las ms altas insrancias y para l total- el cielo cuando los gansos salvajes, antes del estallido de la gue-
mente incomprensible, en una historia falaz destinada a su pia- rra, abandonan anticipadamente su residencia de verano, por-
dosa utilizacin por escolares. El jefe de distrito Von Trona, que, como dice Chojnicki, oyen ya los disparos. Por no hablar
que representa a la generacin siguiente, cree poder protegerse de los cuervos, los profetas entre los pjaros, que ahora, posa-
de las vicisitudes de la vida con un comportamiento sumamen- dos a centenares en los rboles, anuncian con sus negros graz-
te ritualizado, y slo lo desconcierta la infelicidad cada ve:z ms nidos la desgracia. Comienzan malos tiempos. Pronto, en las
perfilada de su hijo. ste, el pobre Car! Joseph, se va hundien- plazas delante de la iglesia, en pueblos y aldeas, sonaban los dis-
do paulatinamente en su guarnicin de la frontera, por el amor paros de quienes ejecutaban rpidamente las apresuradas sen-
a las mujeres, por los preceptos del mundo de los hombres, por tencias ... La guerra del ejrcito austriaco, comenta el narrador,
la interaccin entre rouge et noir, por nostalgia y por el aguar- empezaba con los tribunales de guerra. Olas y ms das los
diente de noventa grados, que le ayuda a olvidarlo todo. La presuntos traidores y los verdaderos permanecan colgados de
fuerza motora de la fbula es la gracia del soberano, que no los rboles ... para escarmiento de los vivos. ' 2 Por sus rostros
pesa sobre la familia de los Trotta como una bendicin sino abotargados sabe T rotta que son vctimas de esa misma corrup-
casi como una maldicin, como una carga de acerado hielo. 9 cin de la ley y de la carne que reconoce ya en s mismo desde
Toda esa historia es una danza sumamente macabra. Nosotros hace tiempo. No hay nada en esa novela, que continuamente
ya no vivimos. 1 Con estas palabras descubre el conde Choj- va disipando todas las ilusiones, que acabe en una transfigura-
nicki al jefe de distrito el horrible secreto de la poca y, al final cin del reino de los Habsburgo; La marcha de Radetzky es ms
del fumoso pasaje en que Roth hace desfilar ante nosotros la bien una obra totalmente agnstica, cuyos sombros aconteci-
procesin del Corpus de Viena, se ve que una especie de fun- mientos, segn le parece al teniente Von Trotta, Se hallaban
cin metafsica que simula la vi<Ja ha atrado ya al ave carrofe- en siniestra relacin entre s, fruto de las 'maquinaciones de una
ra. Sin embargo, todo es como antes. Pasa la infunter!a, y pasan fuerza gigantesca, odiosa, invisible. 13 Queda abierto a quin se
h .b !=a.\%, .\w =?.... a.m".e.7os .ae .do.Wm J' refiere ere pem:mae antinmio:1. Sin embargo, }o cieao es que,
los concejales de rojas mejillas. Sigue medio escuadrn de dra- al final del relato, cuando la fina llovizna incesante envuelve el
gones, y luego aparece, en medio del resonar de clarines, el rey palacio de Schonbrunn lo mismo que el manicomio de Scein-
de Jerusaln y emperador del reino apostlico, figura principal hof, en el que ahora est internado el visionario conde Choj-
de esa exhibicin de poder legitimo, con su casaca blanca y un niclci, el orden apostlico y la pura demencia quedan reducidos
gran penacho de plumas de papagayo en el sombrero, del que a un comn denominador.
dice Roth que se meca suavemente al viento. A nosotros, los Qu significa sin embargo para una conciencia sin ilusio-
lectores, nos pasa lo mismo que al teniente de cazadores Car! nes, de la que slo poda surgir una novela como La marcha de
Joseph, que presencia el espectculo. Nos deslumbra el fulgor Radetzky, el concepto que en la obra de Roth es sin duda el
de la procesin y no olmos, lo mismo que l, el aleteo sombro que con ms frecuencia retorna, es decir el de patria? Todos

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los personajes de este autor aoran la patria de una forma o de el joven Trotta, en algn momento, alguna vez,. en un mo-
otra. Unas veces, la patria es las verdes sombras oscuras de los mento muy determinado, envejeci, y desde aquel momento
castaos del parque municipal [que] infundan en la estancia pareca permanecer encerrado en su vejez helada y eterna, pla-
el sosiego fuerte y saturado del verano,14 orras un lugar que teada y espantosa, como dentro de una armadura de
un da se abandona o, como en el caso del artificiero profesio- cristal ... .17 Y luego dice, en ese mismo lugar: Los aos no se
nal Eibenschtz; el ejrcito que, como nos comunica el narra- atrevan a atacarlo. Sus ojos eran cada vez ms duros y ms
dor, haba sido su segundo y quiz verdadero Nikolsburg.15 azules. lia descrito la funcin emblemtica del ca-
Puede ser una casa, como la de Josephine Matzner, en la que dver en la-uageilia barroca. Slo con el cadver, dice, pudo
Mizzi Schinagl se recogi, sabindose superior a t<?dos los imponerse la alegorizacin de la physis. 18 Una alegorizacin
hombres, o el fondo del ocano, al que se ve arrastrado Nissen idntica la tenemos en la transformacin ante nosotros de
Piczenik por su insaciable amor a los corales. Sin embargo, Franz Joseph en un cuerpo sustraldo al tiempo, que slo cele-
para los judos errantes, entre los que se cuenta Roth y que, bra an una especie de supervivencia. En relacin con el gran
como l escribe, tienen sus tumbas por todas partes, la patria cuerpo poltico de la monarqua, de muchos miembros y mu-
no est en ningn lado y, por ello, es la quintaesencia de la chos colores, corresponde a ese corpus, reducido casi a su sus-
utopa pura. Roth la ha extrapolado del absoluto desconsuelo tancia inorgnica, la condicin de una reliquia en la que se
. de la Historia y, por medio de diminutas artimaas artsticas, ejercita el recuerdo. Roth atribua a esas reliquias fuerza y efi-
la utiliza para describir precisamente ese desconsuelo. En su cacia. Por ello, es totalmente consecuente que se le ocurriera el
prosa hay pequeas variaciones, intervalos de semitono y ca- plan de salvar quiz a Austria en el .ltimo momento, si se en-
dencias que parecen indicar que, ms all de la infelicidad his- viaba a Viena al sucesor en el trono en un arad. 19
trica, que no puede excluirse, debe de haber algo distinto. En la obra literaria .de Roth resulta notable, sobre todo,
Roth hiw comprensible ese otro mundo, rodeado de un extra- el que, en una poca en que la novela se ha desarrollado
o brillo y resplandor, cuando, sin la menor reduccin como gnero hipertrfico, se vuelva a privilegiar la narracin
de su crtica realmente despiadada del comatoso sistema de los de historias. El arte de la narracin,', escribe Benjarnin, se
Habsburgo, alegoriz el abigarrado imperio al mismo tiempo, debe ante todo a la capacidad de poder escuchar ensimisma-
de una manera casi casual. La forma que toma su alegora es la do el tono fundamental que lo recorre todo, 20 ese suave
de un mapa de la monarqua ey el que; en la imaginacin del murmullo quiz qe tambin eree percibir Franz Joseph
jefe de distrito, los distintos paises de la Corona aparecen ni- cuand es: 'prximo a su fin. Ese ruido es el que dicta el rit-
camente como inmensas y multicolores antesalas del Palacio mo del tra:hajo, y slo cuando el narrador consigue entregar-
Imperial. 16 El trmino antesalas, unido a la hermosa multi- se por completo a su ocupacin surge la impresin tan rara
plicacin de colores, indica que ese mapa no representa el de que el don de narrar procediera de l mismo. 21 Ulrich
mundo real sino los campos de la eternidad, yque slo se abre Greiner ha llamado la atencin sobre el hecho de que, por
la visin escatolgica, cuyo topos ms conocido es la Jerusaln ejemplo, en la novela Job la narracin est tan radicalizada
celestial. A esa trasposicin alegrica se une en la obra de Roth de dentro afuera, que se podra pensar que la historia de
otra ms. Es la de la figura del Emperador que, como supone Mendel Singer est contada por una instancia que se podra

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considerar como un super-yo dotado, incluso como uno de midad de la muerte. Igual que en el interior del hombre,
los ngeles que acompafan al personaje narrado. 22 De he- con el transcurso de la vida, se pone en movimiento una se-
cho, hay en la obra de Roth pasajes sobre los que parece flo- rie de imgenes -consistente en las opiniones de la propia
tar igual que antes el espritu del narrador, como si estuviera persona, entre las cuales, sin que se d uno cuenta, se en-
a punto de encontrar para su historia las palabras acertadas. cuentra uno mismo-, de pronto surge en sus gestos y mira-
Ah est el capitn de caballera T aitcinger frente a Mizzi das lo inolvidable y da a todo lo que a l se refiere la autori-
Schinagl en la penitenciaria, que se siente de pronto tan pro- dad que incluso el ms pobre chaln tiene, al agonizar, para
fundamente conmovido por la cabeza rapada de ella, que no los que lo rodean. En el origen de lo narrado est la autori-
sabe qu hacer con sus sentimientos, como nosotros no sa- dad.25 Sin duda esa observacin se aplica a las historias na-
bemos qu hacer. con los nuestros. Ah mira el melanclico rradas por Roth, en las que mucha gente muere e incluso
Anselm Eibenschtz las estrellas, a las que nunca haba pres- por encima de las copas de cristal en que los vivos beben an
tado anees atencin, y que ahora, en su infelicidad, le pare- a su salud, la muerte cruz.a ya sus sarmentosas e invisibles
cen parientes muy lejanos. Y el jefe de distrito, unas horas manos. 26
antes de la audiencia con su fiel retrato imperial, se acerca a Lo que se tematiza bajo esos auspicios no es la Historia
la ventana como a una orilla y aguarda a que llegue la mafa- sino el curso del mundo, que, como seala tambin Benja-
na como un barco que vuelve a puerto. Esos pasajes, que mn, se encuentra fuera de todas las categoras realmente his-
permiten entrever las mrgenes de la eternidad,23 son tricas. El otro tiempo del mundo, que es el que importa al
ejemplos de una actividad artstica que, a pesar de su aparen- cronista que ve pasar los afos, un<;> tras otro, 27 ese tiempo es
te falta de pretensiones, nunca se contenta con lo superficial. el de la a ella es. fiel el narrador Roth, y
A qu receta debe la prosa de Roth su maravillosa ligereza no por ello su mirada no se aparta ... de la esfera ante la que
se puede decir, como es natural, sin ms. Es posible que el pasa la procesin de las criaturas, en la que, segn, la Muerte
trance narrativo en gue Roth, evidentemente, era capaz de ocupa su lugar como gua o como el ltimo e insignificante
ponerse, tuviera ;Jg;; con el rezagado.2 Las esferas y relojes de todo cipo tienen especial
'alta o,
- riiejr 'dicho, -.:on su aversin -a 'comer. importancia en las obras de ,Roth. La voz del narrador ape-
.CJJffif' _d,_,, Jlmn1il!l) .:> Jl.mf. .Ir .i!l}111lttah,, .dar_,, .irqncemn R.l!f aaJ)a JU bCld'C s)"'12>p.re.r.?p)oo, que .20Wene f'.2 Oe )o.r gv-
de que slo viva del espritu. Desde hace tres afos, dijo al sanos en la madera. Para el teniente Von Trotta no es un
parecer alguna vez, no he hecho ninguna comida. 24 Aun- buen signo el que su amigo Max Demant, muerto en duelo,
que esto, como todo lo que deca Roth sobre su persona, no le legue su reloj de bolsillo. Hay demasiados dichos irrefuta-
correspondiera necesariamente a la verdad, sin duda era algo bles sobre el tiempo y el final. Ultima multis, la ltima para
ms que afectacin. Roth, por lo menos desde la desgracia muchos. Ultima necat, .Ja ltima mata, y otros. Bronsen cuen-
de Friederike, saba que no aguantara mucho ya. Los afos ta que Roth coleccionaba relojes sin plan alguno y que ocu-
treinta, en los que surgieron la mayora de sus trabajos litera- . parse de los relojes se convirti en una mana en sus ltimos
rios, fueron la ltima poca de su vida. Benjamn ha tratado afos. 29 Roth resumi de forma incomparable, en uno de sus
de investigar la relacin entre el gesto de escribir y la proxi- ltimos trabajos en p'rosa -apareci el primer fin de semana

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del mes de abril de 1939 en el Pariser qu te- gro hacia un pasado lejano.3 1 La esperanza del relojero, como
nan los relojes que tanto lo fascinaban. El texto, de apenas la del prosista, es poder volver a poner todo en el orden pre-
dos pginas, lleva el ttulo En casa del relojero y est dedi- tendido al principio mediante una intervencin diminuta.
cado al misterio del tiempo pasado y que pasa. En la peque- En comparacin con ese ideal mesinico, mucho de lo
a ciudad en que transcurri su infancia, as comienza el na- que escriba deba parecerle a Roth deficiente o malogrado.
rrador, haba un solo relojero, y la esfera de un reloj, En ocasiones se autocritica severamente, de forma realmente
contina, con la que los adultos pretendan medir el tiempo escrupulosa. En panicular, su trabajo en La marcha de Ra-
que se extenda ante l como un mar sin orillas, haba sido detzky suscit en l dudas difciles de calmar. Un da todo
para l un enigma redondo y un poco inquietante. En el sale bien, al siguiente todo es una porquera. Todo es taima-
transcurso ulterior de ese ejercicio preparatorio, tan maravi- do y engaoso ... Me temo que soy chapucero.32 La preocu-
lloso como prosaico, del propio final, el nio que representa pacin de Roth es que, como el Nissen Piczenik del relato El
al autor, al que todava no se le permiten los relojes, adivina Leviatdn, llegue a traficar con gneros falsos. Sabe que la ten-
la relacin que existe entre el continuo deseo de los adultos tacin es grande y que el trabajo del escritor, de forma no
distinta a la del impostor, consiste en encontrar una frmu-
de saber la hora y el plido espanto con que hablaban de la que le permita vivir por encima de sus posibilidades.33
enfermedad, muerre y muerros. Enmudedan en cuanto yo As pues, en el campo de la esttica hay siempre, en definiti-
empezaba a escuchar, escondan la muerre de m como los va, una cuestin tica. No en balde arden los corales de celu-
relojes, y mi madre me prohibi jugar a los entierros. Por loide introducidos desde Hungra.por el cojeante Jeno Laka-
. eso rarnbin, el pequeo cementerio junto a cuyos muros tos, si se encienden, con una luz azulada como la cortina de
pasaba con frecuencia y en el que, como saba, estaba ente- fuego que rodea el infierno.34
rrado un to abuelo, sigui siendo un objetivo secretamente Benjamin opinaba que el verdadero narrador no es tri-
deseado, que me propuse alcanzar alguna vez. Un estreme- butario de la Historia sino de la Historia Natural. Por ello
. cimiento fro y extrao me inundaba. Era el estremeci- no es de extraar que a Roth le desagradara La marcha de
miento de la curiosidad y el presentimiento. Y en la ciudad Radetzky. Tomar prstamos de la Historia para lo que, con
r.lam, WJ{l, ,,._ 'IS!".!>., llama: !;JI. r.rumptic.ini>. In, r-<mK<h--ra.
.,,{,\.,, k\:,\-i. "" \"W" "t.""- "t"... "m"t. '\U>:>.Th """ 1>'-"""t.""-'\"""'"..."""'"
igualmente innombrable e inexplicable y en el que alguna gastado y mentiroso.35 Reveladora en ese aspecto es La no-
vez poda entrar: la tienda del relojero.3 che mil dos, en la que el procedimiento narrativo despreciado
por Roth, que se limita a elaborar acontecimientos memora-
Restablecer el presentimiento que tena el nio en la os- bles, se convierre en tema del propio relato. En las ltimas
curidad de la tienda del relojero, en la que haba mil voce.s que pginas de esa narracin, inspirada por un desconsuelo de
cuchicheaban haciendo tictac, es sin duda lo que el narrador cuento de hadas sobre la decadencia del capitn de caballera
Roth quisiera hacer. Por eso, mientras el relojero se encajaba Taitiingr, un panptico viens, el nuevo Teatro del Biosco-
la lupa en el ojo, miraba la perrurbada maravilla de ruedecitas pio Mundial, promete mostrar, en cuatro cuadros fieles de
y dientecitos, como si mirase por un agujero ribeteado de ne- tamao natural, lo siguiente:

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l. La llegada del gran Shah con sus ayudantes a fo. estacin forma que me incluyeran en un libro de lectura, dijo a1 pare-
de Francisco Jos (tren imperial en miniatura). cer.38 Quizi por ello muchos de sus trabajos en prosa, que,
2. El harn y el Gran Eunuco de Tehern. como es sabido, escriba siempre con letra esmerada y prefe-
3. La concubina de Viena, hija del pueblo de Sievering, es rentemente en cuadernos escolares, se convirtieron en textos
presentada al Shah por airas personalidades y se con- de lectura realmente ejemplares. Entre ellos no figuraran en
vierte en la reina absoluta del harn en Persia. ltimo lugar las pginas de introduccin de La marcha de Ra-
4. El resto del squito del Shah de Persia.36 detzky, que tratan de la deformacin de la verdad por un mi-
nistro de educacin bien intencionado. Si se han recogido ya
La concubina de Viena es interpretada por Mizzi Schi- en los libros escolares no lo s. En cualquier caso, la fantasa
nagl, que firma como copropieraria del Teatro del Bioscopio histrica escrita sobre el hroe de Solferino muestra lo escpti-
Mundial, empresa en la que T aittinger ha metido su ltimo ca que era la postura de Roth frente a todas las ficcionalizacio-
dinero para liberarse de la deuda que siente hacia Mizzi. nes, incluidas las suyas. Si en el arte imporra algo, as! puede
Y los cuatro cuadros anunciados en el cartel no son ms que resumirse la esttica no fcil de descubrir de Roth, es la fideli-
una sinopsis de la poca desgraciada en que la vida de Taittin- dad al detalle. De qu dimensiones se ocupa la verdadera ha-
ger tom un rumbo equivocado. Esa repeticin de la propia bi1id;.d queda.ilustrado en el maravilloso reportaje sobre la f-
historia resulta espantosa, sobre todo, porque se presenta en brica de relojes Glashtte de Dresde. Como las partes de las
tamafio completamente natural ... slo el tren de la Corte es herramientas son tan diminutas, escribe Roth, el relojero crea
de tamafio necesariamente reducido. Realmente las dimensio- con el tacto potico de un ciego. Se liman espirales invisibles
nes son la caracterstica decisiva, porque mientras una mufie- y se afilan puntas de aguja de acero que no existen si no se
quita, como es sabido, puede encerrar un alma, las figuras de buscan con lupa. Es_ya la frontera entre trabajo y creacin,39
cera de tamafio natural son monstruos que no la tienen. Tino precisamente la fue tambin decisiva para el pro-
Percoli, el viejo feriante italiano, que suministra las figuras de sista Roth, porquesuprarla equivala, al menos virtualmente,
cera al Teatro del Bioscopio Mundial, conoce las secretas di- a liberarse del exilio y regresar a la patria perdida. De ah! parte
ferencias de las dimensiones. l termina la historia de la no- una lnea de unin con la imagen potica de Austria que se
che mil dos con las palabras: Tal vez podra construir mufie- hiw Roth. Es un cuadro al que, me parece, le falta toda pre-
cos que tuvieran corazn, conciencia, pasiones, sentimientos tensin de poder, todo rasgo imperialista. Lo que quera hacer
y una moral. Pero nadie en este mundo se interesarla por Roth con su modelo de Austria corresponde, en el mejor de
ellos. La gente slo quiere rarezas en este mundo: monscruos los casos, a las posibilidades desaprovechadas de la Historia.
es lo que quieren, sf seor, slo monstruos.37 Quiz, as opina el anciano seor Von Maerker al final de El
diferencia de varios de sus re- profeta mudo, en su tiempo existiera an realmente la posibili-
nombrados contemporneos literarios, que pensaban en gi- dad de hacer de ... la monarqua una patria para todos. Hu-
gantescos proyectos, se diriga al formato el nico biera sido el pequefio modelo de un gran mundo futuro. 40 _El.
en que crea poder conservar cierta integridad. Su medida ideal acento no est en el gran_ sabe
era, por eso, la de un texto de lectura. Quisiera escribir de di_do hace tiempo-. sino en el pequ:o modelo, que es ilu-

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minado por el resplandor del pasado. La relacin afectiva que 11. /bid., p. 149.
12. /bid., p. 234.
mantiene el escritor Roth con ese modelo esbozado por l y, 13. /bid., p. 190.
comparado con la Realpolitik, anacrnico 14. !bid., p. 149
de un reino ecumnico es companible a la que une al sefior 15. Roth, Das fa&ch Gewicht, Rcinbek, 1981, p. 7. (Hay trnduccion al cas-
tellano de Miguel Senz, El p.so fa&o, Madrid, 1994.)
Frohmann de Drohobycz con el Ttmipel Salomonisde madera 16. Roth, RaMtzkymanch, p. 93.
de picea, cartn piedra y purpurina, construido siguiendo 17. !bid., p. 54.
fielmente las indicaciones de la Biblia. El sefior Frohmann, 18. Vase W. Benjamn, Ursprung des deutschm Traunrpiels, Frankfurt,
va de un gueto a otro con su obra de arte y, ocasional- 1963, p. 246. (Hay rraduccin al castellano <le Jos Mufioz: El origm tkl J,ama
batTOco alnndn, Madrid, 1991.)
mente, llega incluso a Berln, se considera guardin de la tra- 19. Vase Bronsen, op. cit., p. 177.
dicin. Afirma haber construido durante siete afios ese peque- 20. Dcr Enahler, en Benjamin, Illuminationm, Frankfwt, 1861. p. 417.
fio templo en miniatura, del que f)llede verse cada cortina, (Hay traduccin al castellano de Jess Aguirrc: Iluminaciones, Madrid, 1971.)
21. Vase ibid.
cada vescbulo, la mis pequea almena, todo utensilio sagra- 22. Vase Joseph Roth., en Ost=cichis<he Pomilts, vol. Il, ed. de J. Jung,
do,41 y Joseph Roth, que cuenta la historia del sefior Froh- Salzburgo, 1985, p. 375.
mann, le cree, porque reconstruir un templo, dice, requie- 23. Roth, Rmktzkymanch, p. 168.
24. Bronsen, op. cit, p. 373.
re tanto tiempo como arnon>.42
25. Op. cit. pp. 420 y 421.
26. Vase Roth, RaMtzkymarsch, p. 98.
27. Vase ibid., p. 9.
28. Benjamn, op. cit, p. 424.
29. Vase op. cit., p. 247.
30. Roth, w,,;,, vol. v, Colonia, 1976, PP 893 y SS.
31. /bid., p. 895. .
32. Citado segn Bronsen, op. cit., p. 395.
33. Vase UnverOffcntlichrc aucobiogra,hische Nocizem, citado por Bron-
NOTAS sen, op. cit., p. 138.
34. Roth, W_,k,, vol. lli, p. 281. (Hay rrad.uccin al castellano de Migud
l. Die k. und k. citado en]), Bronsen, jostph Roth, Colonia, Smz: El viatn, Madrid, 1992.)
1974, p. 21. 35. Vase Bronsen, op. cit., p. 397.
2. f. Roth, &man, E,,.hlungm. Aufiii,.,,, Colonia, 1964, p. 256. (Hay tra- 36. Roth, &man, E,,.h/ungm. Aufiiltu, p. 503. (Hay traduccin al caste-
duccin alca.st:cllano de Bcmab Ecler,job, Barcelona, 1981.) llano de Juan Jos del Solar: La noch mil dm, Barcelona, 1987.)
3. Ibi., p. 257. 37. /bid, p. 509.
4. H. Cohen, Schriftm, vol.11, BerUn, 19'4, pp. 45 y46. 38. Vase Broruen, op. cit, p. 357.
5. Op. cit, p. 45. 39. Roth, w,,k,, vol. Ill, p. 709. .
6. Roth, JIJJmam, Err.iihlungm, Aufiiitu, p. 561. 40. Roth, D" stumm Proph<t. Reinbek, 1968, p. 129. (Hay traduccin al
7. Halbcrstadt, Tannhauser, Schadu, cri Roth, Wn-ke, vol. 111, Colonia, castellano de Juan Jos del Solar, El profeta """"1, Barcelona, 1982.)
1967. p. 697. 41. Roth, Rmnan<. E,,.h/ungm. Aujiittu, p. 595.
8. Op. cit, p. 421. 42. /bid.
9. Roth, Rmktzkymaruh, Reinbek, 1967, p. 54. (Hay craduccin al cas<clla-
no de Arturo Quintana: lA marcha Madrid, 1989.)
10. /bid., p. 119.

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