Compañía de Jesús, 1995, Decreto 14 CG 34

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COMPAA DE JESS

DECRETOS DE LA CONGREGACIN GENERAL 34

Decreto 14: LOS JESUITAS Y LA SITUACION DE LA MUJER EN LA


IGLESIA Y EN LA SOCIEDAD

Documento inesperado, sorprendi a la propia Congregacin General que lo aprob.


No es un tratado sobre la mujer. Dirigido primordialmente a los jesuitas, aunque
tambin a sus colaboradores y colaboradoras, se apuntan los problemas y se indican
caminos de solucin.

Razones principales de este original decreto:

1. La preocupacin de la Iglesia por la defensa de los derechos de la mujer, y la


necesidad de afrontar generosamente la situacin de la mujer en la Iglesia.

2. La urgencia de promover la justicia en muchas culturas y pases del mundo, por lo


que se refiere al respeto a la mujer, teniendo en cuenta la "feminizacin de la
pobreza" y el "rostro femenino de la opresin".

3. El agradecimiento que la Compaa desea manifestar a tantas mujeres, laicas y


consagradas, que colaboran con nosotros, abren pioneramente caminos, y
participan la misma espiritualidad ignaciana y la misma misin apostlica.

4. La necesidad de conversin de actitudes menos respetuosas por parte de los


varones, comenzando por los jesuitas, a quienes el decreto se dirige
particularmente: aprender a escuchar a la mujer enseanza explcita sobre la
igualdad esencial y concreta entre mujer y varn presencia y participacin de las
mujeres en las obras de la Compaa defensa de la mujer contra la violencia, la
explotacin y la discriminacin colaboracin respetuosa prctica del lenguaje
inclusivo...

Introduccin al DECRETO
1. Por qu tratamos este tema. La CG 33 hizo una breve alusin al "trato injusto y
explotacin de la mujer" como una de las injusticias que formaban el nuevo contexto
de necesidades y situaciones que la Compaa deba afrontar en el cumplimiento de
su misin. Deseamos considerar esta cuestin ms en concreto y con ms
profundidad. Y ello principalmente porque, al generalizarse la atencin a este
problema, tambin nosotros nos hemos hecho ms conscientes de que est en el
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centro de toda misin contempornea que pretenda integrar fe y justicia. Su dimensin


es universal en cuanto que afecta a hombres y mujeres de todas partes se extiende
cada vez ms a travs de clases y culturas y toca personalmente a nuestros
colaboradores, especialmente mujeres laicas y religiosas.

La situacin

2. Mltiples expresiones de un injusto dominio. El dominio del varn en sus


relaciones con la mujer ha encontrado mltiples expresiones. Ha incluido
discriminacin en las oportunidades educativas, la carga desproporcionada que han
tenido que llevar en la vida domstica, una paga menor por el mismo trabajo, acceso
limitado a puestos de influjo en la vida pblica y, por desgracia y con excesiva
frecuencia, verdadera violencia contra la persona de la mujer. Esta violencia incluye
an, en algunas partes del mundo, la circuncisin femenina, muertes a causa de la
dote, el asesinato de nias rechazadas. La publicidad y los medios de comunicacin
la tratan en general como mero objeto y, en casos extremos, como artculo de
comercio en la promocin del turismo sexual.

3. Discriminacin sistemtica, estructuralmente arraigada. Esta situacin ha


comenzado a cambiar, sobre todo a causa del despertar crtico y la protesta valiente
de la misma mujer. Pero son tambin muchos los varones que se les han sumado
para rechazar comportamientos que ofenden la dignidad tanto del varn como de la
mujer. No obstante, an nos queda el legado de una discriminacin sistemtica contra
la mujer. Est enquistado en las estructuras econmicas, sociales, polticas, religiosas
y hasta lingsticas de nuestras sociedades. Con frecuencia, es parte de un prejuicio
y estereotipo cultural an ms profundo. Muchas mujeres piensan que los varones
han tardado en reconocer su plena humanidad. Cuando denuncian esta ceguera,
experimentan con frecuencia una reaccin defensiva por parte de los varones.

4. Realidad universal, culturalmente condicionada. Desde luego, este prejuicio


reviste formas diferentes segn las culturas. Se necesita sensibilidad para no aplicar
una medida nica a lo que pasa por discriminacin. Con todo, no deja de ser una
realidad universal. Adems, en muchas partes del mundo, las mujeres, que sufren ya
crueles consecuencias por la guerra, la pobreza, la migracin o la raza, sufren con
frecuencia una doble desventaja precisamente por ser mujeres. Hay una 'feminizacin
de la pobreza' y un 'rostro femenino de la opresin'.

La Iglesia afronta la situacin

5. "Signo de los tiempos". La doctrina social de la Iglesia, sobre todo en estos diez
ltimos aos, ha reaccionado con fuerza contra esta persistente discriminacin y
prejuicio. El Papa Juan Pablo II en particular ha hecho un llamamiento a los hombres
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y mujeres de buena voluntad, especialmente a los catlicos, a hacer de la igualdad


esencial de la mujer una realidad vivida. Este es un autntico "signo de los tiempos".
Debemos colaborar con los miembros de otras Iglesias y religiones para promover
esta transformacin social.

6. Pasar de la teora a la prctica, dentro y fuera de la Iglesia. La doctrina social de


la Iglesia favorece la funcin de la mujer dentro de la familia, pero acenta tambin la
necesidad que la Iglesia y la vida pblica tienen de su aportacin. Se basa en el texto
del Gnesis, que habla del varn y la mujer creados a imagen de Dios (Gen. 1,27), y
en la praxis proftica de Jess en sus relaciones con las mujeres. Estas fuentes nos
urgen a cambiar de actitud y a trabajar para cambiar las estructuras. El plan original
de Dios era de una relacin de amor, respeto, reciprocidad e igualdad entre el varn
y la mujer, y se es el plan que estamos llamados a realizar. Del tono de esta reflexin
eclesial sobre la Escritura se desprende claramente que urge traducir la teora en
prctica, y no slo fuera sino tambin dentro de la Iglesia.

Funcin y responsabilidad del jesuita

7. Como hombres, y como orden religiosa masculina. La Compaa de Jess recoge


este desafo y la responsabilidad que tenemos de hacer lo que podamos como
hombres y como orden religiosa masculina. No pretendemos hablar en nombre de la
mujer. Pero s damos voz a lo que hemos aprendido de las mujeres sobre nosotros
mismos y sobre nuestras relaciones con ellas.

8. Somos conscientes del dao causado al pueblo de Dios. Al dar esta respuesta
somos fieles a nuestra misin en la nueva visin de nuestro tiempo: el servicio de la
fe, del que la promocin de la justicia es requisito absoluto. Tambin nos empuja el
limitado pero significativo influjo que tenemos como jesuitas y como orden religiosa
masculina dentro de la Iglesia. Somos conscientes del dao que ha causado al Pueblo
de Dios la alienacin de la mujer, que en algunas culturas ya no se siente en la Iglesia
como en su propia casa y no puede por lo mismo transmitir ntegramente los valores
catlicos a sus familias, amigos y colegas.

Conversin

9. Cambiar una situacin lamentable. En respuesta, primero pedimos a Dios la gracia


de la conversin. Hemos sido parte de una tradicin civil y eclesial que ha ofendido a
la mujer. Como muchos otros varones, tenemos tendencia a convencernos de que el
problema no existe. Aun sin percatarnos, hemos sido cmplices de una forma de
clericalismo que ha respaldado el dominio convencional del varn con una sancin
presuntamente divina. Con esta declaracin queremos reaccionar personal y
corporativamente y hacer lo que podamos para cambiar esta lamentable situacin.
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Agradecimiento

10. Por lo que recibimos de la colaboracin de las mujeres. Sabemos que nuestra
educacin en la fe y buena parte de nuestro apostolado sufriran no poco sin la
entrega, generosidad y alegra que la mujer ha aportado a escuelas, parroquias y otras
obras en las que trabajamos juntos. Esto ocurre especialmente en el trabajo de laicas
y religiosas entre los pobres de pueblos y ciudades. Adems, muchas congregaciones
religiosas femeninas han adoptado los Ejercicios Espirituales y las Constituciones
como base de su espiritualidad y gobierno y forman parte de una amplia familia
ignaciana. En estos ltimos aos, religiosas y laicas se han especializado en dar los
Ejercicios Espirituales. Como directoras de Ejercicios, especialmente segn la
Anotacin 19, han enriquecido la tradicin ignaciana y nuestra visin de nosotros
mismos y de nuestro apostolado. Muchas mujeres han contribuido a renovar nuestra
tradicin teolgica de una manera que ha liberado tanto al hombre como a la mujer.
Deseamos expresar nuestro agradecimiento por esta gran aportacin y esperamos
que esta reciprocidad en el apostolado contine y florezca.

Caminos de progreso

11. Necesidad de delicadeza en nuestra respuesta. Queremos sealar ms en


concreto algunas de las maneras como podemos responder a este desafo de nuestra
vida y misin. No partimos del supuesto de que haya una forma determinada de
relacin varn/mujer que se pueda recomendar, y mucho menos imponer, en todo el
mundo ni aun dentro de una cultura dada. Subrayamos ms bien la necesidad de
delicadeza en nuestra respuesta. Debemos precavernos de interferir de manera
contraria a la cultura y procurar ms bien facilitar un cambio orgnico. Deberamos
estar particularmente atentos a no adoptar una pedagoga que meta una cua ms
entre el varn y la mujer, cuando sta se encuentra ya presionada por otras fuerzas
culturales o socioeconmicas que dividen.

12. Escuchar a las mujeres. Lo primero, invitamos a todos a escuchar con atencin y
valenta lo que nos dice la experiencia de la mujer. Muchas mujeres creen que los
varones simplemente no las escuchan. Escuchar es insustituible. Es lo que ms que
otro factor cambiar las cosas. Sin escuchar, cualquiera iniciativa en este campo, por
bien intencionada que sea, corre el peligro de soslayar los intereses reales de la mujer,
confirmar la actitud condescendiente del varn y consolidar su dominio. Escuchar con
espritu de participacin e igualdad es la respuesta ms prctica que podemos dar y
la base para nuestra comn colaboracin en la reforma de estructuras injustas.

13. Algunos ejemplos de solidaridad con la mujer. En segundo lugar, invitamos a


todos, individualmente y a travs de sus instituciones, a alinearse en solidaridad con
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la mujer. La manera prctica de hacerlo variar de un lugar a otro y de una cultura a


otra, pero no faltan ejemplos:

- la enseanza explcita de la igualdad esencial entre la mujer y el varn, en todos


nuestros apostolados, especialmente en colegios y universidades

- el apoyo de los movimientos de liberacin de la mujer que se oponen a su


explotacin, y la promocin de su participacin en la vida pblica

la atencin particular al fenmeno de la violencia contra la mujer

- la debida presencia de mujeres en las actividades e instituciones de la Compaa,


incluso la formacin

su participacin en la consulta y toma de decisiones de nuestros apostolados

la colaboracin respetuosa con nuestras colaboradoras en proyectos comunes

- el uso del lenguaje inclusivo cuando hablamos o escribimos

- la promocin de la educacin de la mujer y, en particular, la eliminacin de toda


forma de discriminacin injustificada entre muchachos y muchachas en el proceso
educativo.

Felizmente, muchas de estas cosas se practican ya en muchas partes del mundo.


Confirmamos su valor y recomendamos que se extiendan siempre que sea el caso.

14. Algunos problemas madurarn con el tiempo. Sera intil pretender que se han
encontrado o que son satisfactorias todas las respuestas a los problemas que rodean
una relacin, nueva y ms justa, entre mujer y varn. Se puede predecir que algunas
otras cuestiones relativas al papel de la mujer en la sociedad civil y eclesial madurarn
con el tiempo. Un estudio perseverante y comprometido, el contacto con las diferentes
culturas, y la reflexin sobre la experiencia alcanzada servirn para aclarar estas
cuestiones y sealar los problemas de justicia subyacentes. El cambio de sensibilidad
que ello comporta se reflejar inevitablemente en la enseanza y prctica de la Iglesia.
En este contexto pedimos a todos los jesuitas que vivan, como siempre, con la tensin
que se da entre la fidelidad a las enseanzas de la Iglesia y los signos de los tiempos.

Conclusin

15. Agradecimiento por lo ya conseguido. La Compaa da gracias por cuanto ya se


ha realizado por medio de un esfuerzo, muchas veces costoso, para forjar unas
relaciones ms justas entre mujer y varn. Agradecemos a las mujeres su liderazgo
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pasado y presente. Estamos particularmente agradecidos a las religiosas con las que
tenemos un vnculo especial y que de tantas maneras han sido pioneras en su
aportacin a nuestra misin de fe y justicia. Estamos asimismo agradecidos por cuanto
la Compaa y sus miembros han aportado a este nuevo clima que nos favorece a
todos.

16. Un compromiso consciente y sostenido. Queremos sobre todo que la Compaa


se comprometa de manera ms formal y explcita a considerar esta solidaridad con la
mujer como parte integrante de nuestra misin. Esperamos que, de esta forma, toda
la Compaa considere esta labor de reconciliacin entre mujer y varn en todas sus
formas como parte integrante de su interpretacin del d.4 de la CG 32 para nuestros
tiempos. Sabemos que un compromiso consciente y sostenido para llevar a cabo esta
reconciliacin slo puede provenir del Dios del amor y la justicia, que reconcilia a todos
y promete un mundo en el que "no habr ya distincin entre judo y griego, esclavo y
libre, varn y mujer" (Gal. 3,28).

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