Estrategiasylecturasparalaenseanzadelalectoescrituraensegundogrado 140718005243 Phpapp01
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Estrategias de lectoescritura
La mejor estrategia para la enseanza de la escritura es fomentar la
lectura. Siempre es beneficioso empujar a los estudiantes a la lectura y
acompaar la actividad con ejercicios de profundizacin y comprensin de los
textos ledos.
3. CLARIDAD MEJORADA
Ensea a los nios la diferencia entre cada tipo de oracin y anmalos a usar estos
tipos de oraciones en su escritura. Instruye a los estudiantes a subrayar cada frase
en un color especfico. Por ejemplo, subrayar todas las oraciones interrogativas en
rojo, las exclamativas en naranja, las imperativas en verde y las declarativas en
azul. Utiliza esta tcnica para ayudar a los estudiantes a identificar los tipos de
oraciones.
5. ENTREVISTAS
Estos mtodos han sido muy criticndose les considera como los mtodos
perfectos de la escuela tradicional, lo cual es discutible si se toma en cuenta que si
bien es cierto, que existen tcnicas, mtodos y procedimientos ms relacionados
que otros con algunas concepciones educativas, no es menos cierto que la sola
presencia de ellos, no indica el predominio de una u otra escuela. En ocasiones la
tcnica ms moderna, en algunos casos, puede ser muy til a la ms antigua
concepcin.
Abdula y el genio
All donde las arenas doradas del desierto lindan con el profundo mar azul viva
una vez un pobre pescador llamado Abdula. Pasaba horas y horas en la playa
echando su red al agua.
La mayor parte de los das tena suerte y pescaba algo. Pero un da la suerte le
volvi la espalda. La primera vez que lanz su red recogi un paquete de algas
verdes y viscosas. La segunda, un montn de fuentes y platos rotos. Y la tercera,
una masa de pegajoso limo negro.
Al fin libre! -rugi una voz ms potente que el trueno-. Libre despus de tantos
aos! Ahora voy a devorarte!
-Te cortar en pedacitos! -exclam el genio, al tiempo que mataba una bandada
de pjaros que pasaba volando por encima de su hombro.
-Silencio! -tron el genio. Grit tan fuerte que el eco de su voz hizo entrar en
erupcin un volcn cercano-. Cllate y te dir por qu voy a matarte!
-El Gran Sultn Soleimn me encerr en esa botella para castigarme por los
maleficios que realizaba en su reino. Me comprimi en esa horrible crcel de vidrio
como una ballena prensada en un huevo. Luego la arroj al mar. He permanecido
durante siglos en el oscuro fango. Lo nico que oa era mi propia respiracin. Lo
nico que senta eran los latidos de mi corazn. Mi nica esperanza era ser
pescado y liberado por un pescador.
Durante los primeros mil aos grit: Sultenme! Sultenme! A quien me haga
salir le otorgar la realizacin de tres deseos. Pero nadie me oy y nadie me
liber.
Durante los mil aos siguientes grit: Sultenme! Sultenme! Quien me haga
salir recibir Arabia entera como recompensa. Pero nadie me oy y nadie me
liber.
Durante los mil aos siguientes qued quieto y pens para mis adentros: Si logro
salir alguna vez de esta horrible botella, matar al primer hombre a quien vea. Y
despus de l a todos los que me encuentre!
-Pero el Sultn Soleimn muri hace casi tres mil aos! -grit Abdula.
Profiri un gran grito y el agua se puso a hervir en torno a sus tobillos. Levant su
gigantesca espada, que centelle al sol, y cort una nube en tiras encima de su
cabeza. Luego mir hacia abajo para disfrutar por ltima vez del espectculo del
rostro aterrado del pescador.
Pero Abdula no slo no estaba asustado sino que permaneca de pie, con los
brazos en jarras, la cabeza ladeada y la cara iluminada por una sonrisa.
Entonces, Abdula, con grandes aspavientos, hizo como que intentaba meter el pie
por el estrecho cuello de la botella.
Los pelos del pecho sucio del genio empezaron a erizarse y levant el puo hacia
el cielo con rabia. Luego, tras quedarse un instante pensativo, se fundi como un
pedazo de mantequilla, en todos los colores del arco iris. Despus los colores se
diluyeron y un chaparrn de humo y ceniza se desplom sobre la botellita y se
qued encerrado dentro.
-Lo ves? -dijo una extraa voz cavernosa desde el interior-No te lo haba dicho?
-Oh, no!- dijo Abdula con una sonrisa- Ah te puedes quedar otros mil aos si vas
a ser tan desagradable.
-No! Por favor, no! Te prometo realizar tres de tus deseos si me dejas salir otra
vez. Abre esta botella ahora mismo, hormiga!
Abdula tom impulso y con todas sus fuerzas arroj la botella al mar tan lejos
como pudo.
Caperucita roja
Haba una vez una adorable nia que era querida por todo aqul que la conociera,
pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la
nia. Una vez le regal una pequea caperuza o gorrito de un color rojo, que le
quedaba tan bien que ella nunca quera usar otra cosa, as que la empezaron a
llamar Caperucita Roja. Un da su madre le dijo: Ven, Caperucita Roja, aqu tengo
un pastel y una botella de vino, llvaselas en esta canasta a tu abuelita que esta
enfermita y dbil y esto le ayudar. Vete ahora temprano, antes de que caliente el
da, y en el camino, camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la ruta, no
vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede nada para tu abuelita. Y cuando
entres a su dormitorio no olvides decirle, Buenos das, ah, y no andes
curioseando por todo el aposento.
No te preocupes, har bien todo, dijo Caperucita Roja, y tom las cosas y se
despidi cariosamente. La abuelita viva en el bosque, como a un kilmetro de su
casa. Y no ms haba entrado Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro del
sendero, cuando se encontr con un lobo. Caperucita Roja no saba que esa
criatura pudiera hacer algn dao, y no tuvo ningn temor hacia l. Buenos das,
Caperucita Roja, dijo el lobo. Buenos das, amable lobo. - A dnde vas tan
temprano, Caperucita Roja? - A casa de mi abuelita. - Y qu llevas en esa
canasta? - Pastel y vino. Ayer fue da de hornear, as que mi pobre abuelita
enferma va a tener algo bueno para fortalecerse. - Y adonde vive tu abuelita,
Caperucita Roja? - Como a medio kilmetro ms adentro en el bosque. Su casa
est bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los
habrs visto, contest inocentemente Caperucita Roja. El lobo se dijo en silencio
a s mismo: Qu criatura tan tierna! qu buen bocadito - y ser ms sabroso que
esa viejita. As que debo actuar con delicadeza para obtener a ambas fcilmente.
Entonces acompa a Caperucita Roja un pequeo tramo del camino y luego le
dijo: Mira Caperucita Roja, que lindas flores se ven por all, por qu no vas y
recoges algunas? Y yo creo tambin que no te has dado cuenta de lo dulce que
cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en el camino como si fueras para la
escuela, mientras que todo el bosque est lleno de maravillas.
Caperucita Roja levant sus ojos, y cuando vio los rayos del sol danzando aqu y
all entre los rboles, y vio las bellas flores y el canto de los pjaros, pens:
Supongo que podra llevarle unas de estas flores frescas a mi abuelita y que le
encantarn. Adems, an es muy temprano y no habr problema si me atraso un
poquito, siempre llegar a buena hora. Y as, ella se sali del camino y se fue a
cortar flores. Y cuando cortaba una, vea otra ms bonita, y otra y otra, y sin darse
cuenta se fue adentrando en el bosque. Mientras tanto el lobo aprovech el tiempo
y corri directo a la casa de la abuelita y toc a la puerta. Quin es? pregunt la
abuelita. Caperucita Roja, contest el lobo. Traigo pastel y vino. breme, por
favor. - Mueve la cerradura y abre t, grit la abuelita, estoy muy dbil y no me
puedo levantar. El lobo movi la cerradura, abri la puerta, y sin decir una palabra
ms, se fue directo a la cama de la abuelita y de un bocado se la trag. Y
enseguida se puso ropa de ella, se coloc un gorro, se meti en la cama y cerr
las cortinas.
Mientras tanto, Caperucita Roja se haba quedado colectando flores, y cuando vio
que tena tantas que ya no poda llevar ms, se acord de su abuelita y se puso
en camino hacia ella. Cuando lleg, se sorprendi al encontrar la puerta abierta, y
al entrar a la casa, sinti tan extrao presentimiento que se dijo para s misma:
Oh Dios! que incmoda me siento hoy, y otras veces que me ha gustado tanto
estar con abuelita. Entonces grit: Buenos das!, pero no hubo respuesta, as
que fue al dormitorio y abri las cortinas. All pareca estar la abuelita con su gorro
cubrindole toda la cara, y con una apariencia muy extraa. !Oh, abuelita! dijo,
qu orejas tan grandes que tienes. - Es para orte mejor, mi nia, fue la
respuesta. Pero abuelita, qu ojos tan grandes que tienes. - Son para verte
mejor, querida. - Pero abuelita, qu brazos tan grandes que tienes. - Para
abrazarte mejor. - Y qu boca tan grande que tienes. - Para comerte mejor. Y
no haba terminado de decir lo anterior, cuando de un salto sali de la cama y se
trag tambin a Caperucita Roja.
Entonces el lobo decidi hacer una siesta y se volvi a tirar en la cama, y una vez
dormido empez a roncar fuertemente. Un cazador que por casualidad pasaba en
ese momento por all, escuch los fuertes ronquidos y pens, Cmo ronca esa
viejita! Voy a ver si necesita alguna ayuda. Entonces ingres al dormitorio, y
cuando se acerc a la cama vio al lobo tirado all. As que te encuentro aqu,
viejo pecador! dijo l. Haca tiempo que te buscaba! Y ya se dispona a
disparar su arma contra l, cuando pens que el lobo podra haber devorado a la
viejita y que an podra ser salvada, por lo que decidi no disparar. En su lugar
tom unas tijeras y empez a cortar el vientre del lobo durmiente. En cuanto haba
hecho dos cortes, vio brillar una gorrita roja, entonces hizo dos cortes ms y la
pequea Caperucita Roja sali rapidsimo, gritando: Qu asustada que estuve,
qu oscuro que est ah dentro del lobo!, y enseguida sali tambin la abuelita,
vivita, pero que casi no poda respirar. Rpidamente, Caperucita Roja trajo
muchas piedras con las que llenaron el vientre del lobo. Y cuando el lobo
despert, quiso correr e irse lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que no
soport el esfuerzo y cay muerto.
El cndor de fuego
Hace mucho tiempo, un hombrecillo llamado Inocencio, que era tan bueno y
candoroso como su nombre, trabajaba en los frtiles valles de Pozo Amarillo, en
plenos Andes.
Esos tesoros, por una tradicin de mis antepasados, debern caer en manos de
un hombre bueno y generoso. Ese hombre eres t, Inocencio!
En el dedo meique de mi mano derecha llevo un anillo con una piedra verde
contest la india y sobre mi pecho cuelga de una cadena una llavecita de oro. El
anillo te servir para que el Cndor de Fuego te reconozca como su nuevo amo y
te gue hasta la entrada del tesoro... La pequea llavecita es de un cofre que est
enterrado en las laderas del Aconcagua, la enorme montaa de cspide blanca,
dentro de la cual encontrars el secreto para entrar a los escondidos sitios donde
se halla tanta riqueza. Ya te lo he dicho todo! Me voy tranquila al lugar misterioso
donde me esperan mis antepasados.
Y diciendo estas ltimas palabras, la vieja india cerr los ojos para siempre.
Una tarde que cruzaba un valle solitario, escuch sobre su cabeza el furioso ruido
de unas enormes alas. Mir hacia los cielos y vio con asombro un monstruoso
cndor que desde lo alto lo contemplaba con sus ojos llameantes.
Rufin, sin recordar al monstruo e impulsado por su codicia sin lmites, prendi
fuego a la mecha y muy pronto una terrible explosin conmovi la montaa.
Miles de piedras saltaron y la enorme puerta que defenda el tesoro cay hecha
trizas, dejando expedita la entrada a la misteriosa y oscura caverna.
El Cndor de Fuego, el eterno guardin de los tesoros que indicara la india Quitral,
al darse cuenta de que el poseedor de la piedra verde desconoca el secreto de la
llave de oro, con un bramido que atron el espacio, cay sobre el intruso y
elevndolo ms all de las nubes, lo dej caer entre los agudos riscos de las
montaas, en donde el cuerpo del malvado Rufin se estrell, como castigo a su
perversidad y codicia.
El zapatero sonri: -Claro que podra. Podra cortar el cuero con menos cuidado y
dar puntadas ms grandes. Pero quiero ofrecer a mis clientes lo mejor de lo mejor.
Y eso lleva tiempo.
-Lo s, querido, pero no queda dinero para comprar ms cuero. Vas tan despacito
que un par de zapatos te lleva dos das.
-Hago lo que puedo -respondi con tristeza el zapatero-. Mi vista no es tan buena
como antes, y mis dedos ya no son tan giles.
-Qu vamos a hacer maana, cuando ya no quede cuero ni zapatos que vender?
Era un par de zapatos tan perfecto que lo vendieron por el doble de dinero. Aquel
da el viejo zapatero pudo comprar otra tira de cuero y cort dos pares de zapatos.
De noche los dej en la mesa y se fue a dormir mucho ms contento. A la maana
siguiente encontr los dos pares acabados hasta los mismos cordones con sus
remates.
-Es una obra de arte! -dijo el zapatero a su mujer. Los zapatos se vendieron a un
precio tan estupendo que esta vez pudo comprar cuero para cuatro pares. Por la
noche unas manos misteriosas cosieron los cuatro pares.
-Tenemos cuero para toda la vida! -dijo, feliz, la mujer del zapatero- Y viene tanta
gente a comprar esos zapatos que casi somos ricos!
-No te gustara saber quin nos ayuda por las noches? Ya es hora de que lo
averigemos.
As que una noche fra, la vspera de Navidad, el zapatero dej sobre la mesa el
cuero cortado y se escondi con su mujer en un rincn.
Al dar la medianoche, seis duendecillos desnudos salieron uno tras otro de detrs
del reloj. Subieron a la mesa y al momento se pusieron a coser y a martillar, a
hacer nudos y a dar lustre. De cuando en cuando paraban para soplarse las
manos heladas, para calentarse los pies brincando en el suelo, o para acurrucarse
unos contra otros y as combatir el fro del invierno. Tiritaban de la cabeza a los
pies.
-Nos hemos quedado sin la ayuda de los duendecillos -dijo riendo la mujer del
zapatero-. Qu vas a hacer ahora que viene tanta gente a comprarte calzado?
EL CISNE ORGULLOSO
En un maravilloso y precioso bosque, haba un gran lago y dentro, y a su
alrededor, vivan gran cantidad de animales de todo tipo. De entre todos ellos
destacaba un gran cisne blanco con unas plumas largas y brillantes, dotado de
una belleza sin igual y que era considerado como el cisne ms bello del mundo.
Era tan bonito que haba ganado todos los concursos de belleza a los que se
haba presentado, y eso haca que cada vez se paseara ms y ms orgulloso,
despreciando a todos los dems animales, e incluso se negaba a hablar con ellos,
pues no estaba dispuesto a que lo viesen con animales que para el eran tan feos y
desagradables. Era tal el grado de vanidad que tena que los animales estaban
hartos de l y un da un pequeo puercoespn se decidi a darle una buena
leccin.
Fue a ver al cisne, y delante de todos le dijo que no era tan bello, que si ganaba
todos los concursos era porque los jurados estaban influenciados por su fama, y
que todos saban que l un pequeo puercoespn era ms bello. Entonces el cisne
se enfureci, y entre risas y desprecios le dijo pero que tonteras ests diciendo,
yo a ti te gano un concurso con el jurado que quieras. "Vale, acepto, nos vemos el
sbado", respondi el puercoespn, y dndose media vuelta se alej muy
orgulloso, sin dar tiempo al cisne a decir nada ms.