Teologia Comillas
Teologia Comillas
Teologia Comillas
La misericordia de Dios
MEMORIA DE SNTESIS
PARA LA OBTENCIN DEL BACHILLER EN TEOLOGA GRADO EN TEOLOGA
INTRODUCCIN ....................................................................................................... 7
CAPTULO 1
Con ternura diriges los destinos del mundo (TEOLOGA FUNDAMENTAL).......... 19
2. La revelacin cristiana...................................................................................... 25
CAPTULO 2
Tanto amaste al mundo que le has entregado a tu Hijo (MISTERIO DE DIOS) ..... 31
3
CAPTULO 3
Nunca permaneci indiferente ante el sufrimiento humano (CRISTOLOGA) ...... 43
CAPTULO 4
Renuvanos a su imagen (ANTROPOLOGA TEOLGICA) .................................... 63
CAPTULO 5
Seamos uno en la fe y en el amor (ECLESIOLOGA) .............................................. 75
1. Qu es la Iglesia ................................................................................................ 75
4
CAPTULO 6
Danos entraas de misericordia (VIRTUDES)......................................................... 91
CAPTULO 7
l parte para nosotros el pan (SACRAMENTOS) .................................................. 101
5
CAPTULO 8
Inspranos el gesto y la palabra oportuna
(MORAL FUNDAMENTAL, PERSONAL Y SOCIAL) ................................................ 125
CAPTULO 9
Recbenos tambin a nosotros en tu reino (ESCATOLOGA) .............................. 151
6
INTRODUCCIN
Tiene el lector entre sus manos una sntesis de los contenidos teolgicos del
Bachillerato en Teologa. Se trata de una recapitulacin elaborada y jalonada desde
una lente muy peculiar y densamente significativa: la misericordia de Dios. Podramos
haber privilegiado otra categora igualmente vlida- que sirviera para este cometido;
pero la eleccin de sta tiene su razn de ser en considerar que estamos ante un
concepto sntesis: la misericordia de Dios ocupa un puesto central en el mensaje
cristiano. No es uno ms entre los rasgos de Dios revelados por Jess: Dios es
misericordia1; por ello, sta clave del Evangelio y de la vida cristiana2, y constituye la
vocacin misma de la Iglesia.
1
J. M URIARTE, Acoger y ofrecer la misericordia: Cuaresma 1995, Monte Casino, Zamora 1994, 9.
2
Ttulo del libro de W. KASPER, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae,
Santander 22013.
3
Cf. SAN ANSELMO, Argumento Ontolgico: Dios es el ser mayor que el cual nada puede pensarse
(www.mercaba.org, consultado el 20.10.14).
4
SAN AGUSTN, Confesiones, III, 6, 11 (www.humanitas.cl, consultado el 20.10.2014).
5
Cf. J. I. GONZLEZ FAUS-J. VIVES, Creer, slo se puede en Dios. En Dios slo se puede creer. Ensayos
sobre las imgenes de Dios en el mundo actual, Sal Terrae, Santander 1985, 60-64.
7
2. Qu entendemos por misericordia?
6
M-J. HUGUENIN, La Iglesia de la misericordia, Selecciones de Teologa, Vol. 33, 131, julio-septiembre
1994.
7
www.rae.es, consultado 29.10.14.
8
En el avance de la 23 edicin (consultado el 18.10.13) apareca sufrimientos en lugar de trabajos.
9
Para este prrafo, seguiremos a A. VILLAR: La ambigedad de la compasin, en Compartir la misma
humanidad, Sal Terrae 95/11 (diciembre 2007), 917-930.
8
tristeza, es confuso y expresa debilidad o egosmo encubierto. Entre los defensores de
la compasin destacan Rousseau y Schopenhauer, para quienes es un sentimiento
natural que expresa la bondad originaria del ser humano. Para el pensador francs, en
la percepcin cierta del sufrimiento que podemos ver en alguien, podemos descubrir
una condicin compartida: la fragilidad. El rostro sufriente del otro nos ensea que
formamos parte de una comunidad interpersonal de seres constitutivamente frgiles y
dolientes que precisan la ayuda mutua. En este sentido afirma Miguel Garca-Bar:
Originalmente, la compasin es el dolor por el dolor del otro inocente; ahora vemos que
este dolor es tambin en nosotros mismos una resonancia de nuestra tan
10
comprometida y precaria inocencia .
En todo caso, la mayor parte de los autores reconocen que estamos ante un
sentimiento complejo, y que exige un cierto grado de complicidad o identificacin con
ese otro a quien compadezco:
10
M. GARCA-BAR, La compasin y la catstrofe, Sgueme, Salamanca 2007, 88.
11
Cf. J.F. KEENAN, Virtudes de un cristiano, Mensajero, Bilbao 1999, 167-168.
12
Cf. A. VILLAR: op. cit., 917-930.
9
Tanto san Agustn como santo Toms sostenan que la compasin es una actitud que
conduce a compartir el sufrimiento de otros, y provoca tener el corazn afligido a
causa del dolor de alguien:
13
Segn el de Hipona , La misericordia es la compasin que experimenta nuestro
corazn ante la miseria de otro, sentimiento que nos compele, en realidad, a socorrer,
si podemos. La palabra misericordia significa, efectivamente, tener el corazn
14
compasivo por la miseria de otro. Y dice santo Toms , Siendo la misericordia
compasin de la miseria ajena (), siente misericordia quien se duele de la miseria de
otro.
De ah que a lo largo de estas pginas vayamos a optar por una definicin inclusiva
del concepto misericordia, que abarque ambos contenidos aun conscientes de la
riqueza y peculiaridad que contienen separadamente: Siempre que hablemos de la
misericordia (de Dios o de los hombres) nos estaremos refiriendo a una misericordia
compasiva, es decir, a la actitud emptica (ante el sufriente) que es capaz de
acercarse, abajarse, para intentar remediar su carencia o su dolor. Igualmente,
hablaremos de compasin (divina o humana) refirindonos a una compasin
misericordiosa y encarnada, es decir, aquel sentimiento igualmente emptico- que
se encarna en una prctica benevolente. Las trataremos prcticamente como
sinnimos.
13
Cf. La ciudad de Dios, IX (www.hjg.com.ar, consultado el 18.11.14).
14
Cf. Suma Teolgica, parte II-IIae, cuestin 30 (www.hjg.com.ar, consultado el 18.11.14).
10
que cuando nos refiramos al amor de Dios lo entenderemos como fundamentalmente
misericordioso. Bien comprendido que el concepto Amor de Dios es mucho ms
amplio que el de misericordia divina, lo cierto es que Su misericordia es expresin de
Su Amor.
Por otra parte, la misericordia no pertenece nicamente al concepto de Dios, sino que
es algo que caracteriza la vida de todo el pueblo de Israel (): es el contenido de la
intimidad con su Seor, el contenido de su dilogo con l 17. El AT lo formula con gran
variedad de locuciones, sin pretender con ello dar una definicin ajustada de
misericordia, pero comunicndonos mucho sobre su contenido interno.
15
Para el estudio de los trminos bblicos que resear me he servido de las siguientes referencias: W.
KASPER, op. cit.; J. A. MARA, La misericordia de Dios en los padres apostlicos y apologistas griegos
del siglo II, Pontificium Athenaeum Sanctae Crucis Facultas Theologiae, Roma 1996; L. COENEN-E.
BEYREUTHER-H. BIETENHARD, Diccionario Teolgico del Nuevo Testamento, Vol. III, Sgueme,
Salamanca 1983; J-Y. LACOSTE (dir.), Diccionario crtico de Teologa, Akal, Madrid 2007, 783-785;
A.A. GARCA, Diccionario del griego bblico, Verbo Divino, Navarra 2011; H. BALZ Y G. SCHNEIDER,
Diccionario exegtico del Nuevo Testamento, Vol. II, Sgueme, Salamanca 1998, 1468-1474; P.
ROSSANO, G. RAVASI, A. GIRLANDA, Nuevo diccionario de teologa bblica, Paulinas, Madrid 1990,
1216-1224; S. GARCA (dir.), Concordancias de la Biblia. Nuevo Testamento, DDB-Mensajero, Bilbao
1975, 371-372.
16
Cf. W. KASPER, op. cit., 47.
17
JUAN PABLO II, Dives in misericordia, 3.
18
J. A. MARA, op. cit., 32.
11
hombre (las vsceras, el corazn), indica la sede de los sentimientos. Tambin se
traduce por actos de compasin o de perdn. A su vez, este trmino deriva de rehem
(el seno materno). Rahanim es una variante casi femenina de la fidelidad masculina
a s mismo, expresada en el hesed.
El AT refiere a Yahv el trmino rahanim; leemos en Isaas: Puede acaso una mujer
olvidarse de su hijo, no compadecerse del fruto de sus entraas? Aunque ella se
olvidara, yo no te olvidar (Is 49,15). Este amor fiel e invencible gracias a la
misteriosa fuerza de la maternidad se expresa en los textos del AT de distintas
maneras. Se trata de un sentimiento que permanece incluso a pesar de la infidelidad
humana: Yo curar su rebelda y los amar generosamente (Os 14,5).
El segundo trmino es hesed, que a menudo va ligado a rahanim. Aparece 245 veces
en la Biblia Hebrea19, siendo la palabra hebrea que ms habitualmente se traduce por
misericordia. Su significado principal es el de bondad. Se refiere a la bondad de Dios
hacia el hombre o de los hombres entre s, casi siempre manifestada en forma de
piedad, de compasin o de perdn, teniendo como fundamento la fidelidad a un
compromiso que puede ser incluso jurdico. Cuando la Alianza de Israel con su Seor
era pervertida por el pueblo, precisamente entonces hesed, dejando de ser obligacin
jurdica, manifestaba su aspecto ms profundo: amor que da, amor ms fuerte que la
traicin, gracia ms fuerte que el pecado20. El rico significado de hesed hace que
suela ir asociado a otros trminos: hesed y emet expresan la fidelidad de Dios a s
mismo en el amor. El hesed divino tambin tiene el sentido de permanente asistencia,
lealtad, solidaridad y amor debidos, por parte de Yahv para con el pueblo de la
Alianza.
A los dos conceptos sealados habra que aadir tres verbos, usados al lado o en
paralelo de rehamim. Son hanan (mostrar gracia, ser clemente como constante
predisposicin); hamal (compadecer, tener compasin y por tanto perdonar); hus
(conmoverse, sentir piedad, sentir lstima). Estos dos ltimos no aparecen apenas
para indicar la misericordia.
Si pasamos ahora de la Biblia hebrea al vocabulario griego de los LXX refleja sobre
todo los conceptos del original hebreo, incluso cuando el significado primigenio de los
19
Es un trmino comn sobre todo en los Salmos y en la literatura narrativa y sapiencial, ausente en la
tradicin sacerdotal; aunque aparece poco en los profetas, tiene un significado teolgico determinante en
Isaas, Jeremas y Oseas. (Ibid., 21).
20
Cf. JUAN PABLO II, Dives in misericordia, 4.
12
vocablos escogidos no es idntico por la amplitud de su contenido y por sus matices;
de hecho, es menor aqu la riqueza. La observacin vale tambin para el NT, que
adopta el lenguaje de los LXX y, con l, toda la tradicin religiosa que subyace.
13
En el NT, el verbo splagchnizomai, que es deponente pasivo, significa
compadecerse, tener misericordia. Aparece 12 veces en los sinpticos. El significado
especial del verbo deponente procede del sentido peculiar, que se inicia ya en el
sustantivo y que casi siempre se indica claramente por medio de sinnimos, de sentir
misericordia, compasin. Este verbo aparece en tres parbolas de Jess: Mt 18,27
(el rey que condon la deuda a su criado); Lc 15,20 (el padre del hijo prdigo); y en la
narracin del samaritano compasivo (Lc 10,25-37) se menciona con splagchnizom
(aoristo pasivo) el motivo decisivo para su buena accin con el hombre asaltado: fue
movido a misericordia, sinti compasin de l. Si en las dos primeras parbolas se
designa claramente la conducta de Dios hacia los hombres, vemos que en este
captulo lucano se presenta al samaritano como una persona que "ajusta" sus
acciones a la "medida" de la misericordia divina y cumple as la voluntad de Dios.
Aqu splanchnizomai supone una actitud existencial que est dispuesta a ayudar a otro
poniendo todos los medios necesarios para ello, ya se trate de tiempo, esfuerzos o de
la misma vida, en contraposicin con la actitud de aqullos que no se conmueven ante
el necesitado. El hecho de que en el relato el ver y el estar-dispuesto-a-ayudar sean
una misma cosa, nos habla de que esta actitud misericordiosa determina una serie de
auxilios en cadena, que son designados en conjunto con el vocablo leos. Ser esta
comprensin de la misericordia que compromete a todo el hombre- la que
emplearemos a lo largo de estas pginas.
Dios Bueno se expresa como amor misericordioso en su Hijo; ste nos muestra que el
mejor camino para ser verdaderamente humano es entregando la propia vida y dando
en ello muestras de una verdadera misericordia. Este modo compasivo de actuar
propio de Jess de Nazaret, refleja el corazn de Dios y establece un modo propio de
vivir como enviados suyos.
21
Cf. O. GONZLEZ DE CARDEDAL, La entraa del cristianismo, Secretariado Trinitario, Salamanca
1997, 872. (Las cursivas son mas).
14
Ignacio de Loyola, en la contemplacin de la encarnacin22, propone al ejercitante
considerar cmo comienza a drsenos esa ternura compasiva de Dios, cmo la
Trinidad mira el mundo, lleno de mujeres y varones necesitados de perdn, conversin
y renovacin; as, la Segunda Persona se har hombre para salvar al gnero humano.
Esta forma tan entraable que tiene Dios de mirar, com-padecerse y comprometerse
con su mundo se cumple se encarna- admirablemente en su Hijo Jesucristo, guiado
por la luz del Espritu Santo, quien tambin anima a toda la Iglesia. Por ello, nos ha
parecido oportuno tomar las plegarias eucarsticas V/b y V/c -Jess nuestro camino y
Jess modelo de caridad, respectivamente- como guas de camino y ayudas para
estructurar esta Memoria sobre la misericordia de Dios. El lector comprobar que los
ttulos de los captulos corresponden a versos entresacados de estas dos plegarias.
As pues, sumariamente apuntamos el recorrido que vamos a realizar:
22
Ejercicios Espirituales, 101-109.
23
Porque en ltimo trmino, no hay ninguna realidad que sea slo profana para aqullos que saben cmo
mirar. CONGREGACIN GENERAL 35 DE LA COMPAA DE JESS, Mensajero, Bilbao 2008, 88.
24
JUAN PABLO II, Dives in misericordia, 6.
15
vivencia de un mbito sagrado en el que habita un Misterio benevolente, y qu papel
juega la misericordia divina en las religiones, ms concretamente en la revelacin
cristiana. Jesucristo, palabra definitiva y ltima del Padre, revela la ternura redentora
de Dios (su amor misericordioso) con su vida y con el envo del Espritu, quien
perfecciona y plenifica la revelacin de esa misericordia para este mundo.
Tanto amaste el mundo que le has entregado a tu Hijo ser el ttulo del dedicado al
MISTERIO DE DIOS. Veremos cmo la misericordia universal que nace del amor-,
presente en el corazn de la Trinidad, se nos revela histricamente en la paternidad de
Dios fuente de todo bien (dar)-, por medio de su Hijo (recibir), y se nos ha
comunicado a los hombres como Espritu (retornar). El misterio pascual es el
acontecimiento trinitario en el que alcanza su plenitud la revelacin de Dios. A lo largo
de la historia del dogma y de la teologa, se irn buscando y encontrando las
formulaciones que clarifiquen el contenido y el sentido del misterio del Dios uno y trino,
de un modo cada vez ms ajustado y acorde a la luz con la que el Espritu regala a
cada tiempo.
16
pecado. Por ltimo (y por principio), la gracia de Dios en Cristo por medio de su
Espritu nos es prometida para nuestra renovacin continua, por pura misericordia
divina.
17
subjetiva de la moralidad y sabedores de que el pecado, en el que participamos
colectivamente, daa las relaciones con los dems y con uno mismo, pero no tiene la
ltima palabra. El amor y la misericordia divina suscitan un movimiento de conversin
salvadora y de profundizacin en las ms hondas aspiraciones de la vida humana.
Toda la Iglesia se siente enviada a poner en obra el amor, al ejercicio una caridad
compasiva y misericordiosa que desea la paz como fruto de la justicia.
18
Captulo 1
Con ternura diriges los destinos del mundo25 (TEOLOGA FUNDAMENTAL)
Te damos gracias y te bendecimos, Dios santo y fuerte, porque diriges con sabidura
los destinos del mundo y cuidas con amor de cada uno de los hombres. As comienza
el prefacio de la plegaria eucarstica V/b del Misal Romano y as queremos encabezar
estas pginas: reconociendo agradecidamente al que fundamenta nuestra existencia
desde siempre, dotndola de sentido.
Veremos cmo el Dios de la ternura pone su mirada compasiva en este mundo para
ofrecerle un proyecto de salvacin. Su deseo es revelrnoslo a travs de su Hijo Jess
de Nazaret, no por una transmisin intelectual de verdades, sino a travs de una
Revelacin encarnada que apunta hacia el reino de Dios. Esta voluntad emanada del
corazn de la Trinidad no responde a una lgica humana, sino a un amor
misericordioso ad infinitum. Porque este Dios nos conoce por ser obra suya distinta
de l- y nos sabe limitados, nuestra indigencia existencial est necesitada de
sanacin, y por lo tanto, de salvacin. En razn de su estrechez y de su anhelo de
trascenderla, en el suceder de los das y las noches, el hombre varn y mujer- ha
preguntado al cielo, buscando respuestas, formulando preguntas, asintiendo o
negando lo trascendente o lo inmanente: Tal vez detrs de aquella nube hay alguien
que trabaja lo mismo que nosotros26 La historia nos ir mostrando que el deseo
humano de salvacin tambin forma parte de nuestra ms honda estructura, capaz de
ir ms all de lo sensible, capaz de religarse con Aqul que nos mira, lleno de
misericordia, desde siempre y para siempre.
25
Seguir esencialmente el captulo de Teologa Fundamental de P. R. PANIZO, en . CORDOVILLA (ed.),
La lgica de la fe, UPComillas, Madrid 2013, 17-83.
26
Del poema de Len Felipe Aqu vino y se fue (www.amediavoz.com, consultado el 31.10.14).
27
P. R. PANIZO, op. cit., 41.
19
hablando, el homo religiosus -que entraa ser ms que homnido-28 vive su relacin
con el Misterio (Dios, los dioses, lo Divino) en el mbito que llamamos de lo sagrado,
que se expresa a travs de mitologas, cosmogonas, teogonas y grandes poemas de
las culturas antiguas. A finales del siglo XIX surge la fenomenologa de la religin,
que pretende estudiar sistemticamente el hecho religioso en su conjunto histrico,
describiendo sus elementos esenciales: la esencia de la religin. No se trata tanto de
determinar cul de las formas religiosas es la verdadera religin, cuanto de clarificar
teolgicamente cules son producto del hombre y cules obra de Dios. Todas son
obra humana mediante la cual el hombre quiere responder con el reconocimiento y la
adoracin- a la iniciativa trascendente del Misterio, Uno, que se hace Presencia
inmanente mostrndosele al ser humano para darle sentido y salvarlo, por medio de
la revelacin.
Pero, evidentemente, no todas las religiones aun con una misma Fuente- se
comprenden a s mismas como religiones de revelacin, no todas entienden de la
misma manera el modo de comunicacin de la divinidad. El cristianismo no es una
gnosis, una espiritualizacin desencarnada, o una especulacin divina. Desde el
concepto teolgico de religin, la fe cristiana sostiene que el hombre (creado en
Cristo a imagen y semejanza de Dios) proviene del amor originario de Dios y se
encamina hacia l. Segn santo Toms la esencia teolgica de la religin es la
orientacin del ser humano a Dios, y slo puede darse religin cuando esa relacin
con Dios es redentora, salvadora, liberadora; pero slo Dios puede otorgar esta
salvacin gratuitamente. Y lo hace en forma de misericordia29.
Salvar es llevar a una persona hasta el fondo de s misma, permitir que se realice,
hacer que encuentre su destino30. Esta salvacin slo puede concederla quien est
movido por el Amor; Dios nos salva porque l es amor (1Jn 4,8). Decir que algo o
alguien es implica un atributo que otorga plena identidad y no una cualidad que puede
ser pasajera. El nombre de Dios es un compromiso y una promesa31. Decir que Dios
es amor es deducir que el amor es el sentido ltimo del mundo; un amor que lo
iremos viendo- se expresa como incesante misericordia (Deus capax hominis) para
conducir a las mujeres y hombres de este mundo a la plenitud. Una plenitud
nicamente posible, en primer lugar, como don gratuito fruto de la iniciativa divina y,
28
Cf. J. MARTN VELASCO, Introduccin a la fenomenologa de la religin, Trotta, Madrid 2006.
29
Cf. P. R. PANIZO, op. cit., 43-45.
30
A. GESCH, El destino: Dios para pensar III, Sgueme, Salamanca 2001, 32.
31
Cf. W. KASPER, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander
2
2013, 88.
20
segundo, como acogida y respuesta fiducial por parte del hombre (capax Dei) a travs
de la prctica inexcusable de la misericordia hacia el hermano. As, la religin no es
fe, sino fe anunciada, testimoniada por signos exteriores que la expresan pero que no
la agotan32.
Qu entendemos por revelar? Significa descorrer un velo que cubre algo, a la vez
que se descubre y aparece lo velado, ignorado o secreto. Adems, segn la RAE
revelar hace referencia a Dios en cuanto que manifiesta a los hombres lo futuro u
oculto33.
Como afirma el Concilio Vaticano II, todas las religiones quieren dar respuesta a los
enigmas recnditos de la condicin humana que hoy, como ayer, conmueven
ntimamente su corazn: qu es el hombre, el bien y el pecado, el camino para la
verdadera felicidad, la muerte ()? Cul es aqul ltimo e inefable misterio que
envuelve nuestra existencia, del cual procedemos y hacia el que nos dirigimos? ().
32
P. R. PANIZO, op. cit., 45.
33
www.rae.es, consultado el 01.11.14.
34
Seguir bsicamente a W. KASPER, op. cit., 40-46. (Las negritas son mas).
35
P. R. PANIZO, op. cit., 52.
21
Todos los pueblos tienen un mismo origen, Dios, y el mismo fin ltimo, Dios, cuya
providencia bondadosa y salvadora se extiende a todos". Pero no todas las religiones
se centran explcitamente sobre esa accin salvfica especial del Misterio (s en el
cristianismo, el judasmo y el Islam). Ahora bien: la compasin y la misericordia son
fenmenos humanos universales y profundamente religiosos, que no se
circunscriben nicamente a nuestro espacio cultural cristiano. Entre las
afinidades que se dan entre las distintas religiones se cuenta tambin la empata, que
en todas las grandes tradiciones es tenida por una de las mayores virtudes. Vamos
entonces a aproximarnos al contenido de estos trminos en ellas (compasin,
misericordia, empata).
22
todos los seres humanos36. El Islam tiene races en determinadas tradiciones
veterotestamentarias y neotestamentarias. Es importante el hecho de que las 114
azoras del Corn (con una sola excepcin) comiencen con las palabras: En el
nombre de Dios, el Misericordioso, el Compasivo. De los 99 nombres de Dios, los
que se utilizan con frecuencia son los de Misericordioso y Compasivo. Todo musulmn
est obligado a sentir compasin (rahmah) de los presos, las viudas y los hurfanos,
as como a pagar una limosna o impuesto (zekat). Por tanto, para el Islam Dios no es
slo el Todopoderoso, sino tambin el infinitamente compasivo. ste cuida
solcitamente del ser humano, como se afirma en cientos de pasajes. El termino rabe
ar-rahman, el Clemente se halla emparentado etimolgicamente con el hebreo
rahanim, el cual, junto con hen y hesed, constituyen, como hemos visto, parte del
campo semntico que se halla tras la voz misericordia37.
Por ltimo, la Iglesia catlica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de
santo y verdadero. El Islam aprecia la vida moral y honra a Dios, sobre todo con la
oracin, las limosnas y el ayuno; Y (es cierto que) el judasmo recibi la revelacin del
AT gracias a la Alianza de amor establecida por Dios (). Su doctrina y modo de obrar
reflejan, en no pocas ocasiones, un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los
hombres38. Pero, para el concilio, la luz del mundo y de los pueblos es Jesucristo (cf.
Jn 8,12). A pesar de lo dicho hay tambin profundas diferencias entre las religiones
abrahmicas monotestas (Trinidad y Cristologa), algo que dara mucho que decir,
pero excede del cometido de estas pginas.
Adems de la naturaleza compasiva del Dios creador, comn a las tres grandes
religiones, existen otras afinidades. Nos queremos detener en una por lo que puede
afectar a la misericordia como prctica de la fe. Se trata de la Regla de Oro: No
hagas a otro lo que no quieras para ti. O dicho en positivo: hay que hacer a los
dems lo que uno, en la misma situacin, esperara y deseara de otras personas.
Esta Regla se encuentra en todas las grandes religiones, tambin el judasmo (cf. Tob
4,15; Eclo 31,15) e incluso en el Sermn de la montaa del NT (cf. Mt 7,12; Lc 6,31).
Segn san Agustn, Dios ha escrito esta Regla de Oro en el corazn del ser humano.
En especial, a partir de la Declaracin sobre tica Mundial del Parlamento de las
Religiones del Mundo (Chicago 1993), se le atribuye una importancia fundamental
para el moderno dilogo entre las religiones. Es una tradicin de la humanidad y, como
36
H. KNG, El islam. Historia, presente, futuro, Trotta, Madrid 2006, 80.
37
Cf. Ibid., 111-113.
38
Cf. Nostra aetate, 2.
23
tal, patrimonio cultural de la misma. Esto significa que la compasin, la empata, el
altruismo recproco y la clemencia forman parte de la sabidura universal de la
humanidad.
Sin embargo, esta Regla tambin ha recibido crticas. Kant la califica de trivial, porque
no especifica el fundamento de la obligacin y porque, por s misma, permanece
materialmente indeterminada. La bsqueda de una tica comn basada en el mnimo
comn denominador, por bienintencionada que sea, resulta artificial. Adems este
intento, a menudo, pasa por alto la concreta realidad existencial de las religiones. Por
eso debemos considerar en detalle de qu manera asumi Jess la Regla de Oro. La
formula en el marco del Sermn de la montaa y, por ende, en el contexto del
mandamiento del amor, que tambin incluye el precepto de amar a los enemigos,
invita a la praxis compasiva incluso hacia ellos. A partir de aqu la propia tradicin de la
misericordia cristiana ha determinado de forma decisiva la cultura occidental y, ms
all de ella, la cultura de la humanidad.
39
Cf.. P. R. PANIZO, op. cit., 55-58.
24
De esta manera, tal como afirma la Constitucin dogmtica conciliar Dei Verbum,
la Iglesia puede entender la revelacin como acontecimiento dialogal, ponindose
a la escucha (ob-audire) y al servicio de la Palabra (Jesucristo) de Dios, y de los
signos de los tiempos en esta humanidad amada y pecadora. Asimismo, el Dios
cristiano no revela alguna cosa, sino a s mismo como Padre en Jesucristo; es
Dios, en su sabidura y bondad misericordiosa, el origen de toda revelacin.
2. La revelacin cristiana
La tradicin cristiana entiende segn Dei Verbum- que existen tres modos de
revelacin, cada uno de los cuales acenta algn aspecto determinado de la misma:
modelo experiencial, conceptual y autocomunicativo (esto es, personalista y
relacional). Vamos a centrarnos en el ltimo, pues consideramos que es el ms
adecuado para dar cuenta de la donacin misericordiosa de Dios al ser humano.
Segn dicho modelo la revelacin se entiende como autodonacin del Dios que sale al
encuentro de los hombres, primordialmente en Jesucristo, por la que hace presente su
realidad redentora y liberadora, y gracias a la cual los hombres son conducidos por el
40
Dei Verbum, 2.
25
Espritu a la comunin salvfica con Dios y con sus semejantes. La fe, por su parte, es
entendida como respuesta humana (confianza) a un Dios que se nos da
primeramente, y que es Amor.
El Hijo es el Testigo del Padre, y como tal se muestra a los apstoles. El Padre da
testimonio de que Cristo es el Hijo: lo demuestra la atraccin que ejerce sobre los
dems, las obras de misericordia que le encarga realizar y que culminan con el
testimonio supremo del Padre a favor de su Hijo: la resurreccin. El Hijo da testimonio
del Espritu Santo cuando promete enviarlo como pedagogo, vivificante y santificador.
Viene el Espritu y nos da a conocer al Hijo, descubre la profundidad de su vida
41
En los cuatro prrafos siguientes seguir principalmente a R. LATOURELLE, La revelacin como
palabra, testimonio y encuentro, Selecciones de Teologa, Vol. 1, 3, julio-septiembre 1962, 19-25.
26
entregada a favor de la humanidad, lo introduce en todos. Son, pues, Tres los que
42
revelan y dan testimonio, y estos tres son Uno .
42
Ibid., 22.
43
Cf. JUAN CARLOS LVAREZ BLANCO, Cuadro comparativo de dos tipos de teologa sobre la divina
revelacin (www.scribd.com, consultado el 01.11.14).
27
profundizar e interpretar esa revelacin dejndose guiar por el Espritu que nos
conducir hasta la verdad plena.
Hemos querido afirmar que con Cristo, Dios se ha dicho totalmente. Y ser el mismo
Cristo, quien con el envo del Espritu llevar la revelacin a su plenitud extendindola
por todos los tiempos y lugares. Por Cristo, unos y otros tenemos acceso al Padre en
un mismo Espritu (Ef 2,11), pero esta presencia del Espritu se hace tambin
necesaria a causa de nuestra limitacin constitutiva: Todava tengo muchas cosas por
deciros, pero ahora no podis con ello, cuando venga el Espritu de la verdad, l os
conducir a la verdad plena (Jn 16,12-13).
La accin salvfica del Espritu no tiene lmites. En todas las culturas y religiones, es l
quien universaliza la salvacin de Jesucristo. As lo afirma Gaudium et spes, 22:
El Espritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de slo Dios conocida, se
asocien a este misterio pascual. Porque fruto del Espritu es amor, alegra, paz, paciencia,
afabilidad, bondad, fidelidad (Gl 5,22), frutos que estn presentes en todas las culturas y
religiones.
28
Espritu. En el siguiente captulo, dedicado al Misterio de Dios, trataremos de mostrar
en qu sentido la misericordia es un rasgo caracterstico de la Trinidad y como sta la
derrama en las mujeres y hombres de este mundo. El misterio pascual se mostrar
como el acontecimiento cumbre de la revelacin del Dios trinitario y al mismo tiempo el
lugar ms expresivo del derroche de misericordia divina para con el mundo.
29
30
Captulo 2
Tanto amaste al mundo que le has entregado a tu Hijo (MISTERIO DE DIOS)
Por consiguiente, este captulo trata de preguntarse por el modo de ser y actuar del
Dios Uno y Trino, y ms especficamente, en qu sentido la misericordia es una nota
caracterstica del Padre creador, del Hijo encarnado y del Espritu santificador. A
nosotros, en un segundo momento, nos corresponder cuestionarnos desde la fe de
qu manera nuestra vida se ve afectada por l, nombrndolo o silencindolo. Se
pondr de este modo de relieve como tarea necesaria para la teologa, no tanto
preocuparse por la negacin de Dios (problema filosfico), sino de su falsificacin
(idolatra)46.
Hemos visto igualmente cmo todas las religiones veneran a un Dios que de distintas
formas- tiene en el amor, en la compasin o en la misericordia, su principal atributo.
Nos detendremos primeramente en la caracterstica fundamental de nuestro Dios
cristiano (su carcter trinitario) antes de abordar de qu manera Dios es amor
mostrndosenos como Padre, como Hijo y como el Espritu de ambos. Precisamente,
la condicin de posibilidad de que Dios se vuelque sobre la miseria humana es que es
Amor, un Amor que se desborda paternal-maternalmente sobre sus hijos ms
44
Estos y otros atributos de Dios, revelados a Moiss, los desarrolla el salmo acentuando la misericordia
y la bondad de Aquel, preparando as 1Jn 4,8: Dios es amor. (Cf. Nota Biblia de Jerusaln).
45
Cf. J.R. G MURGA, Dios en Cristo, slo amor, vida de nuestra vida. Ncleo constitutivo del tratado de
Dios, en G. URBARRI (ed.), Fundamentos de Teologa sistemtica, UPComillas, Madrid 2003, 53.
46
Cf. . CORDOVILLA (ed.), La lgica de la fe, UPComillas, Madrid 2013, 105.
31
indigentes; as nos lo revela el AT, de esta manera nos lo muestra tambin Cristo, y
as vemos actuar al Espritu.
Las tres Personas divinas Padre, Hijo y Espritu Santo- responden a tres maneras
diferenciadas pero no independientes- de mostrarse y mostrrsenos Dios. Que Dios
sea Uno y Trino no es cuestionable para nuestra fe. Para aproximarnos mejor a este
Misterio, el paradigma de amor nos ser de gran ayuda, pues es desde la correcta
comprensin de la revelacin de Dios como Amor como podemos acercarnos a su
realidad en s en la comunin intratrinitaria (lo que llamamos Trinidad inmanente). A
esta realidad accedemos a travs de la economa. Y una de las notas ms
caractersticas de este Dios que se revela en la historia de la salvacin (Trinidad
econmica) es el hecho de que lo hace como misericordia. Trinidad inmanente y
Trinidad econmica se identifican entre s, aun cuando debamos afirmar que la
Trinidad inmanente no se agota en la Trinidad econmica, tal como se nos ha
revelado. Vayamos por partes.
47
Cf. Ibid., 91. En este captulo seguiremos esencialmente Ibid., 89-169.
48
Tambin es Eternidad, Sabidura, Bondad, Inmutabilidad, etc.
49
Cf. L. LADARIA, La Trinidad Misterio de comunin, Secretariado Trinitario, Salamanca 2007, 13.
50
Ibid., 18.
32
trino51. Este es el punto de partida del conocido axioma fundamental de la teologa
trinitaria, llamado as por Rahner: la Trinidad econmica es la Trinidad inmanente, y
viceversa52 y sobre el que la CTI ha realizado algunas precisiones en orden a una
correcta interpretacin del mismo:
Esta relacin nos coloca en el centro del misterio de la salvacin: la salvacin del
hombre est en el don de s que Dios le hace. Esta comunicacin libre y por pura
gracia se produce de manera diferenciada en Cristo y en el Espritu. As, la Comisin
Teolgica Internacional asume el axioma fundamental, inspirndose en las
formulaciones del telogo alemn, aunque con algunas precisiones: la Trinidad que se
manifiesta en la economa de la salvacin es la Trinidad inmanente, y la misma
Trinidad inmanente es la que se comunica libre y graciosamente en la economa de la
53
salvacin .
Pero como dice ngel Cordovilla- Dios no agota su ser en su manifestacin histrica,
y menos an debemos pensar que llega a ser en y a travs de la historia. La Trinidad
inmanente es el fundamento trascendente de la historia de la salvacin, no su
resultado55. Y esto es lo que queremos afirmar desde la categora escogida para
articular esta Memoria: El Amor intratrinitario es el fundamento trascendente de la
misericordia divina que busca salvar al gnero humano, no su resultado. Y cmo se
manifiesta en el Dios Uno y Trino ese Amor en-s y ese Amor para-la-humanidad?
Vamos a aproximarnos a esta doble cuestin especialmente desde la perspectiva de la
51
Cf. JUAN PABLO II, Fides et Ratio 93, en Ibid., 13.
52
El Dios Trino como fundamento trascendente de la historia de la salvacin, en Mysterium Salutis II/1,
Madrid 1969, 359-449, 370.
53
Cf. L. LADARIA, op. cit., 14-15.
54
Porque se nos muestra cmo es la justicia de Dios: siempre misericordiosa, no punitiva.
55
. CORDOVILLA, op. cit., 95.
33
economa misericordiosa de la Trinidad, que como hemos subrayado, responde a
su inmanencia amorosa.
2.1. Dar
Dios crea todo cuanto existe, crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza,
y vio Dios que todo era muy bueno (Cf. Gn 1,31).
Los salmos cantan la bondad y misericordia eternas de Yahv, el que hizo el cielo
con sabidura, el que da pan al hambriento porque es eterno su amor (Sal 136 -
135-; 117 -116-); De la misericordia de Dios est la tierra llena (Sal 33 -32-); No
retirar mi amor, que siempre os ser fiel y leal (cf. Sal 89 -88-,34).
El pueblo de Israel, a partir de la Alianza, entiende que slo el Dios de Israel es el
misericordioso, y no hay otro ms que l (2 Sam 24,14).
La misericordia de Dios es universal (Dt 5,10; Os 11,9; Jon 4,2-11).
Dios no aborrece nada de lo creado y corrige poco a poco a los que caen (Sab
11,23-12,1).
56
Para este apartado seguiremos esencialmente a B. FORTE, Trinidad como historia, Sgueme, Salamanca
1988.
57
Cf. Ibid., 165-169.
34
58
Dios tiene misericordia con quien quiere (Ex 33,18-19) .
Pero ser el NT el que nos brinde una revelacin ms acabada de este rasgo que
caracteriza la imagen del Dios cristiano. La teologa actual entiende la economa de la
salvacin releyendo Ef 1,3-14 para confesar al Padre como fuente de amor desde el
que brota el proyecto salvfico para todas las mujeres y hombres de todos los tiempos.
Dios enva a su Hijo al mundo movido por la misericordia que le provoca la
contemplacin de una humanidad herida o rota por el pecado, sufriente por la
injusticia. Su Hijo revelar personal y misteriosamente la misericordia divina, y el
Espritu Santo que acompaa y santifica en esta historia, ser portador tambin de
dicha misericordia y perdn.
[3] Bendito sea Dios, Padre de nuestro Seor Jesucristo!, quien por medio del
Mesas nos bendijo con toda clase de bendiciones espirituales del cielo. [4] Por l nos
eligi, antes de la creacin del mundo, para que por el amor furamos consagrados e
irreprochables en su presencia. [5] Por Jesucristo, segn el designio de su voluntad nos
predestin a ser sus hijos adoptivos [6] de modo que redunde en alabanza de la
gloriosa gracia que nos otorg por medio del Predilecto. [7] Por l, por medio de su
sangre, obtenemos el rescate, el perdn de los pecados. Segn la riqueza de su
gracia [8] derroch en nosotros toda clase de sabidura y prudencia, [9] dndonos
a conocer su secreto designio, establecido de antemano por decisin suya, [10] que se
haba de realizar en el Mesas al cumplirse el tiempo: que el universo, lo celeste y lo
terrestre, alcanzaran su unidad en el Mesas. [11] Por medio de l y tal como lo haba
establecido el que ejecuta todo segn su libre decisin, nos haba predestinado a ser
herederos [12] de modo que nosotros, los que ya esperbamos en el Mesas, furamos
la alabanza de su gloria. [13] Por l, tambin vosotros, al escuchar el mensaje de la
verdad, la Buena Noticia de vuestra salvacin, cresteis en l y fuisteis sellados con
el Espritu Santo prometido, [14] quien es prenda de nuestra herencia, del rescate de
59
su posesin: para alabanza de su gloria .
Ahora bien, ser el acontecimiento Pascual el lugar de una revelacin ms plena tanto
del Dios trinitario que es en tanto se da, cuanto de la misericordia que gua su
acercamiento al mundo. Si Juan pudo escribir que Dios es amor, es porque
contempl en la Pascua de Jess al Padre, al Hijo y al Espritu unidos en un mismo
don de s mismos para la salvacin del mundo (). En la Pascua, el Padre acoge
esta entrega del Hijo y responde a ella con su amor ofrecido; el Espritu sella esta
58
Cf. J. A. MARA, La misericordia de Dios en los padres apostlicos y apologistas griegos del siglo II,
Pontificium Athenaeum Sanctae Crucis Facultas Theologiae, Roma 1996, 1-77.
59
Biblia online de www.pastoralsj.org (las negritas son mas).
35
ofrenda comn del amor del Padre y del Hijo, entregndose a su vez como don y
promesa- para ser en nosotros el Espritu de Jess60. El Hijo, que se recibe del Padre
y en el que a su vez Dios se descubre a s mismo61, se revela en la economa como
el pro-existente, pues acta siempre dndose y entregndose en beneficio de toda la
humanidad doliente.
Ese dar hace de la Trinidad una especie de fuente, en cuanto que Su ser (que
sustantivamente es amor) se entrega libre, gratuita y generosamente en la generacin
de las otras personas, pues aun siendo origen sin origen el Padre slo es y existe en
cuanto genera al Otro (el Hijo). La fontalidad gratuita del amor del Padre hace que su
amor dador se desborde: Amando, Dios se distingue: es amante y amado, Padre e
Hijo, Generante (no distinto de s) y engendrado65. Por ello, no es posible entender al
Padre sin el Hijo y sin el Espritu que proceden de l. En realidad, ninguna de las tres
personas divinas es comprensible aisladamente, sino en comunidad, en interrelacin
(perijresis); a su vez esta comunin no destruye ni la unidad en Dios ni la diferencia
de Personas, que se relacionan entre ellas, incluyndose mutuamente. En definitiva,
60
Cf. M. RONDET, La Trinidad narrada, Sal Terrae, Santander 2008, 130-131.
61
Cf. G. GRESHAKE, Creer en el Dios uno y trino. Una clave para entenderlo, Sal Terrae, Santander
2002, 13-15.
62
Cf. Ibid., 132.
63
B. FORTE, op. cit., 97.
64
Cf. E. JNGEL, en B. FORTE, Trinidad como historia, Sgueme, Salamanca 1988, 97.
65
Cf. Ibid., 98.
36
la Trinidad es tres generosidades que se dan la una a la otra en plenitud,
revelndosenos que el fondo del ser es amor o comunin66.
Ahora bien, esta generosidad se desborda tambin fuera de Dios. La mediacin que
elige para drsenos es el hombre: el hombre-Jess y la humanidad incorporada a
Cristo67. Por su compromiso con los hombres, movido por sus entraas compasivas
ante el mal existente, el Padre recibe (acoge) nuestra limitacin y nos dona a Jess. El
Hijo, por amor fiel, hace suyo (tambin acoge) el dolor de los hombres para
transformarlo, invitndonos a mirar hacia lo ms profundo de la condicin humana,
donde habita Dios. As, Jesucristo, el Hijo amado que procede de Dios manifiesta la
desbordante generosidad del Primer Amor, su Gracia, que percibimos en la historia de
salvacin en forma de misericordia encarnada.
La cruz que abraza el Hijo, signo de su amor hasta el extremo, pasar de ser un
instrumento de tortura a un smbolo de misericordia, porque el amor entregado es
ms fuerte que la muerte (Cant 8,6). La muerte en cruz es la muerte de la muerte y el
triunfo de la vida68. Afirma el Concilio Vaticano II por Cristo y en Cristo se ilumina el
enigma del dolor y de la muerte69.
Adems, el Amor que engendra al Amado sigue todava derrochando, espirando amor:
el Espritu. Este Espritu significa Aquella generosidad infinita, el vnculo del amor
abierto y acogedor que une al Padre y al Hijo, y el que garantiza la comunin del
Eterno Amante con sus criaturas y con sus historias de sufrimiento. Tambin el
Espritu, que es Espritu de Amor, guiar la existencia jesunica. Por la gracia de
Aqul nacer el Mesas, del vientre de Mara de Nazaret, e ir guiando a Jess
durante su vida oculta, acompandolo en las tentaciones del desierto y durante toda
su vida pblica: en los momentos de oracin, en el llamamiento a los discpulos, en los
gestos y milagros, en las curaciones y en las comidas. Al final, en la Pasin, el Espritu
de Amor del Padre se manifestar derramndose sobre el Crucificado el da de
pascua, reconciliando la pasin del mundo. En la Resurreccin, el misterio trinitario
adquirir un nuevo paradigma: el Espritu Santo que es vnculo de amor entre el Padre
y el Hijo, y por tanto tambin Espritu del resucitado, ser donado por amor para la
66
Cf. M. RONDET, op. cit., 124-125. (La negrita es ma).
67
J. I. GONZLEZ FAUS-J. VIVES, Creer, slo se puede en Dios. En Dios slo se puede creer. Ensayos
sobre las imgenes de Dios en el mundo actual, Sal Terrae, Santander 1985, 51.
68
W. KASPER, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander 22013,
84.
69
Gaudium et spes, 22.
37
vida del mundo, especialmente en Pentecosts. Ser este mismo Espritu quien nos
posibilite amar compasivamente, divinizadamente.
2.2. Recibir
El Hijo encarnado ir descubriendo en su vida que el amor del Padre por toda la
humanidad tiene en los pobres y lisiados, en los hombres de poca fe y en los humildes
una preferencia inaudita. Jess sabe de la misericordia del Padre, ya anunciada en el
Primer Testamento, y la cumple hacindola suya, confirmando y revelando con su vida
en qu consiste el reino de Dios incoado en su persona. De ah que podamos decir
que Yahv es comprendido desde Jess, el Padre desde el Hijo70. De esta manera,
la vida entregada con coherencia del Hijo de Mara nos muestra en qu consiste el
amor misericordioso del Padre Bueno. Toda la vida de Jess est referida al Padre, a
su voluntad de tal manera que tambin puede ser comprendida como un continuo
recibirse del Padre, puesto que su alimento es hacer la voluntad de Aquel.
70
. CORDOVILLA, op. cit., 111.
38
2.3. Devolver (Retornar)
El Espritu es la apertura del crculo del Padre y el Hijo, de la comunin divina a lo que
no es divino; es el portador del don del amor al corazn de la criatura. Pero el Espritu
no es slo salida, sino retorno. El Espritu abre, extiende, universaliza pero tambin
abraza, atrae inspira para hacer retornar con l. El Espritu es fuerza que recrea y
as no slo nos da la gracia de poder dirijirnos a Dios como Padre (abba) sino, una y
otra vez, nos recrea como hijos de Dios, capaces de escuchar su voz gracias a su
iniciativa (la fe); capaces de una profunda misericordia, que brota del corazn del
Padre y del Hijo (la caridad compasiva); capaces de la esperanza en nuestra futura
resurreccin. En toda la creacin aletea la presencia del Espritu de quien es
Compasivo.
71
Cf. B. FORTE, op. cit., 138.
39
3. Desarrollo dogmtico
Trinidad y soteriologa se dan la mano, al igual que como hemos dicho antes, no es
inteligible cristologa sin pneumatologa.
72
Cf. Ibid., 98.
73
L. LADARIA, El Dios verdadero. El misterio de la Trinidad, Secretariado Trinitario, Salamanca 1998,
325.
74
Cf. G. GRESHAKE, op. cit., 35-36.
40
tcnico para hablar de la Trinidad. De este Dios-Amor, fuente de la misericordia y ser
como pura donacin, decimos que sale de s mismo hacia el mundo en 2 misiones
(envos; formas de presencia divina, histrica, salvadora): la del Hijo (encarnacin-
salvacin) y la del Espritu (inhabitacin/santificacin). A su vez, la condicin de
posibilidad de estas misiones reside en 2 procesiones: la del Hijo (procede del Padre
por generacin), y la del Espritu (tambin procede de l, y del Hijo resucitado, pero
por procesin). Asimismo se distingue un doble movimiento: ad extra (referido a la
creacin) y ad intra (el movimiento interno y sempiterno, dinmico y vivo de Dios).
Porque Dios es plenitud de vida ad intra (procesin), puede comunicar esa vida ad
extra con absoluta gratuidad y libertad (creacin-encarnacin)75.
De las procesiones del Hijo y del Espritu brotan 4 relaciones, que expresan los
modos posibles de comunicacin entre las personas divinas, pero que al mismo
tiempo son la esencia misma dinmica y relacional- de Dios: la relacin del Padre con
el Hijo (paternidad); la del Hijo con el Padre (filiacin); la relacin del Padre y el Hijo
con el Espritu Santo (espiracin activa); la del Espritu con el Padre y el Hijo
(espiracin pasiva). Esto nos conduce a la certeza de que el ser de Dios es
fundamentalmente relacin, porque su naturaleza (esencia) es la perfecta comunin
en el amor. Las personas divinas se viven entre ellas desde el amor como principio y
fundamento de su naturaleza; y por esta razn libre, gratuita y generosamente pueden
desbordarse ad extra como amor, sea en la creacin, en la encarnacin, en la
salvacin o santificacin del mundosin que exista una necesidad que le mueva a
ello.
75
. CORDOVILLA, op. cit., 148.
76
Acertada expresin del jesuita Toni Catal SJ, formulada en unos Ejercicios Espirituales.
41
42
Captulo 3
Nunca permaneci indiferente ante el sufrimiento humano (CRISTOLOGA)
Con su vida, el Hijo de Dios nos muestra quin es realmente Dios Trino y quin
-desde su humanidad limitada y tentada es en verdad el ser humano. Lo que
Cristo nos revela de Dios es que es Amor que se desborda constantemente sobre el
mundo. Pero adems nos revela la peculiaridad de este Amor: su manifestarse
apasionadamente como misericordia ilimitada que se inclina sobre la realidad humana
especialmente la ms necesitada y herida- para acogerla, sanarla, liberarla. En
Jesucristo Dios ha revelado la verdad de Dios y del hombre77.
El amor misericordioso que vive Jess no es una novedad para Israel (est
suficientemente atestiguado en el Primer Testamento), pero su praxis nos testimonia
de un modo definitivo hasta dnde llega la misericordia del Padre.
77
G. URBARRI, en . CORDOVILLA (ed.), La lgica de la fe, UPComillas, Madrid 2013, 279.
78
Cf. www.mercaba.org (consultado el 09.9.14).
79
Cf. Ibid.
43
Si Dios es amor, no puede revelarse de otro modo si no es como misericordia. Si Dios
80
es infinito, tambin su misericordia es infinita .
El Espritu del Seor est sobre m, porque l me ha ungido para que d la Buena
Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los
ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el ao de gracia del
Seor (Lc 4,16-19).
Este texto nos ilumina sobre cules son los rasgos que caracterizan la accin a la que
Jess se siente enviado por el Padre, y para la que es habilitado por el Espritu,
constituyendo el eje central de su misin mesinica. En este mismo sentido se dirigir
a sus discpulos y responder a los enviados por Juan el bautista que le preguntan81:
Eres t el que ha de venir o hemos de esperar a otros?
Id y comunicad a Juan lo que habis visto y odo: los ciegos ven, los cojos andan, los
leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son
evangelizados (Lc 7,22ss).
Vemos que para tanto el evangelista Mateo como para Lucas, la vida y misin de
Jess estn vinculadas a una praxis que claramente est dirigida preferentemente a
los miserables: pobres, cautivos, ciegos, oprimidos, cojos, leprosos, sordos,
muertos Pero adems, esta pasin que mueve a Jess nos revela tambin quin es
el Hijo. Su vida estuvo totalmente volcada en la Misin a la que Dios le enviaba,
revelando al Padre de toda misericordia, pero no menos, referida y volcada hacia la
humanidad, a la que ama con amor extremo, entregndose solidariamente por ella.
Podemos afirmar que el objetivo del cometido de Jess es el anuncio del reino del
82
Padre, un Padre misericordioso . No se trata de un reino al estilo humano, limitado,
80
JUAN PABLO II, Dives in misericordia, 3.
81
Cf. Ibid., 3.
82
El reino de Dios es el contenido del anuncio de Jess; este reino de Dios es Dios, que tiene una
voluntad para nosotros: nuestra felicidad, la de toda la humanidad, es decir, nuestra salvacin, sanacin y
plenitud. Es lo que la Escritura formula como Shalom, que no es solo la paz como ausencia de guerra sino
44
imperfecto, sino de un reinado asociado a una figura mesinica, con carcter de futuro,
pero que est aconteciendo en el tiempo presente en la persona de Jess. Por tanto,
el anuncio de este reino no es fundamentalmente la comunicacin del contenido de un
mensaje sino una palabra que, en primer lugar, se encarna en Jess y, segundo, se
dirige a las personas necesitadas como sus destinatarios especiales. El reino de Dios
se hace realidad en ellos, en la persona de Jess, por medio de signos y gestos
concretos de misericordia.
Si el reino de Dios irrumpe en la historia a travs de Jess, sern como hemos dicho-
sus palabras de misericordia y las acciones que confirman dichas palabras las que nos
muestren hasta qu punto la misericordia es una de las caractersticas que definen
dicho reino.
Al contar una parbola, Jess asegura que el reino de Dios y por tanto, el Dios vivo-
llega a todo el oyente de su historia, especialmente a los pobres y a los pecadores. Si
como plenitud de vida. (E. A. JOHNSON, La cristologa, hoy. Olas de renovacin en el acceso a Jess,
Sal Terrae, Santander 2003, 66).
83
W. KASPER, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander 22013,
115.
84
E. A. JOHNSON, op. cit., 78.
45
esto no ocurre, todo carece de sentido. Los rasgos llamativos e inesperados de sus
85
historias se cumplen en Jess y en su conducta .
Por otra parte, tanto las parbolas como los dichos deben ser comprendidos como la
reivindicacin de la Buena Noticia, y esto por tres razones:
Primera, porque en ellos se dice que los pecadores son enfermos (solo los enfermos
tienen necesidad de mdico Mc 2,17-) y gente agradecida (solo los que estn
agobiados por su deuda saben el alivio que supone la condonacin de la misma);
segunda, porque revelan la naturaleza de Dios como Padre amoroso y compasivo; y
tercera, porque de alguna manera muestran a los pecadores como ms cercanos a
86
Dios que los que se las dan de justos .
En definitiva, hemos de reconocer en las parbolas uno de los lugares donde Jess
mejor interpreta el mensaje de misericordia del Padre. Un ejemplo claro nos lo brinda
la parbola del buen samaritano, donde se nos comunica cmo es el modo divino de
amar, la absoluta inversin que imprime en la lgica religiosa de la poca (me fijar en
este ltimo aspecto en el siguiente apartado), y su corazn misericordioso:
85
Cf. E. SCHWEIZER, Jess parbola de Dios. Sgueme, Salamanca 2001, 53-54.
86
W. J. HARRINGTON, Jess, nuestro hermano. La humanidad del Seor, Mensajero, Bilbao 2014, 57.
87
Cf. Cf. W. KASPER, op. cit., 74.
88
El tema del sacrificio lo veremos ms abajo.
46
Jess no se cans de anunciar esta buena y subversiva noticia de la misericordia.
Resumi la Tor entera en el mandamiento del amor a Dios (cf. Dt 6,5) y al prjimo (cf.
Lv 19,18), puestos en el mismo plano. Ya la decisin de unir estas dos exigencias de
la Ley es una innovacin significativa, sin paralelos en la literatura juda antigua. Y en
el evangelio de Juan, cuando Jess da el ltimo y definitivo mandamiento, que por
esto se llama mandamiento nuevo, realiza otra sntesis ms decisiva an: Amaos los
unos a los otros como yo os he amado (Jn 13,34; 15,12). Aqu se encuentra, en pocas
palabras, el cristianismo entero: despus de Jess, amar a los hombres como
hermanos, hacindose prjimo de ellos (cf. Lc 10,36-37), es amar a Dios89.
Pero Jess no slo ensea, anuncia, predica. Uno de los rasgos ms fascinantes de
su persona es lo que todos reconocan como su autoridad (Mc 1,22 y par.), es decir,
su capacidad de establecer una unidad perfecta entre sus palabras y sus actos: lo que
enseaba, era aquello que viva. Y a travs de su manera de vivir fue testigo ejemplar
de qu significa una existencia guiada absolutamente por la preeminencia del amor y
de la com-pasin misericordiosa por todos y cada uno de los seres humanos.
Estamos ante la misericordia en acto.
89
Cf. Ibid., 133-137 (las negritas son mas).
90
En los evangelios, los pobres no son nicamente los que poseen pocos bienes ni tampoco son tan
solo aquellos cuya pobreza es espiritual. En el contexto bblico, los pobres son los pequeos, los que son
47
mujeres, los nios, los pecadores. Hasta tal punto esto fue as que no tuvo reparos en
trastocar la obligacin del sabbat u otros mandatos de la ley mosaica- si alguna
persona mostraba alguna necesidad (Mc 2,27).
Pero no slo las comidas fueron espacios de misericordia en acto, igualmente los
milagros y otros gestos subversivos (curaciones y exorcismos) de Cristo pueden
ser ledos en esta clave. Los milagros, adems de ser signos de la omnipotencia
divina y del poder salvfico del Hijo del hombre, son tambin la revelacin de la
misericordia de Jess hacia el hombre, particularmente hacia el hombre que sufre, que
tiene necesidad, que implora la curacin, el perdn, la piedad. Son, pues, signos
del amor misericordioso proclamado tanto en el Antiguo como en el NT. Con estos
gestos Jess revela a un Dios todo misericordioso por cuyo dedo l acta, y que
desea superar todo mal que esclaviza y causa sufrimiento a la persona otorgndole
sanacin y salvacin.
incapaces de defenderse por s mismos y, por tanto, debido a sus necesidades y a su lamentable situacin,
son los protegidos de Dios. (W. J. HARRINGTON, op. cit., 48.)
91
Cf. J. A. MARA, La misericordia de Dios en los padres apostlicos y apologistas griegos del siglo II,
Pontificium Athenaeum Sanctae Crucis Facultas Theologiae, Roma 1996, 77.
92
Es siempre una mxima en la vida espiritual no olvidar que ese conocimiento de la misericordia divina
no se debe en primer lugar a nuestras buenas obras o a nuestro raciocinio; es siempre Su iniciativa la que
nos hace descubrir aproximativamente- algn rasgo del corazn de Dios: Por la revelacin de Cristo
conocemos la bondad de Dios, sobre todo por su amor a los hombres, en virtud de su misericordia y no
de nuestras buenas obras (Tit 3,4-5).
48
objetos de su misericordia, seguirle a l, imitar su forma de amar es el modo de
acoger y responder a la gracia donada, y con ello la salvacin (mediacin
ascendente)93; de ah la exigente invitacin de Jess a ser misericordiosos como slo
Dios lo es (Lc 6,36).
As pues, la persona del Hijo su vida y su enseanza- nos revela la autntica imagen
de Dios creador misericordioso, no del ttem idolatrado en el que puristas de la ley lo
93
Cf. G. URBARRI, op. cit., 367-371.
94
Ms adelante veremos la dilucidacin del dogma cristolgico.
95
Cf. E. A. JOHNSON, op. cit., 85-96.
96
Cf. F. VARONE, El dios sdico. Ama Dios el sufrimiento?, Sal Terrae, Santander 1988, 95-97.
49
haban convertido97. Esta purificacin de la imagen de Dios pondr de manifiesto que
el culto a Dios deja de ser creble si se desprecia al hermano y, a la inversa, toda obra
de misericordia para con el prjimo es una forma de dar culto a Dios (Mt 25,31-46).
Como nos recuerdan las bienaventuranzas, sern felices y recibirn misericordia
quienes acten as (cf. Mt 5,7), no quienes seguros de s mismos- entiendan la vida
comprando trtolas o pichones para ofrecrselas a Dios, como puro intercambio.
Tal revelacin de Dios como Padre, Padre suyo y Padre nuestro, aunque de un modo
diferenciado (cf. Jn 20,17) apunta a nuestra realidad de hijos, pero sobre todo a la
condicin de Jess como Hijo en un sentido propio y exclusivo (no excluyente). De
hecho la Iglesia naciente tras la Pascua comprender que esta especial filiacin de
Jess proceda de su condicin divina. Los ttulos con los que las primeras
comunidades cristianas se han referido a Jess dan nota de ello, nos abren a su
relacin con el Padre, y nos ayudan a comprender lo esencial de su persona. Y una de
las notas caractersticas que de alguna manera aparece en todos ellos es la de su
compasin y misericordia100:
97
Quien salva es Dios, no la ley! Recordemos que el hombre no es amado por Dios porque valga o haga
cosas buenas, sino que es valioso y puede obrar bien porque es amado incondicionalmente por Dios (Cf.
J. I. GONZLEZ FAUS, Fe en Dios y construccin de la historia, Trotta, Madrid 1998, 66).
98
Cf. E. A. JOHNSON, op. cit., 71.
99
Cf. W. KASPER, op. cit., 71-72.
100
Seguir fundamentalmente a G. URBARRI, op. cit., 325-346.
50
1. Jess es el Mesas. Este ttulo se traduce por Cristo101 (en griego) y por ungido
(en arameo y hebreo). En el relato de la sinagoga es Jess quien se presenta
como ungido por el Espritu; tambin en bautismo. Ambos momentos recalcan el
tipo de mesianidad que ostenta Jess: la de un mesas humilde que se abaja para
servir, para salir compasivamente al encuentro del otro. Un mesas que no se
ahorrar sufrimientos y sacrificios, pues es condicin impostergable de un amor
comprometido. Esta dimensin dolorosa de su mesianismo es vinculada con la
figura del Siervo de Yahv y del Hijo del hombre102.
101
Cf. Jn 1,41.
102
Esta ltima figura vincula su mesianidad a aspectos que pertenecen a su ministerio: es Seor del
Sbado, perdona los pecados, no tiene dnde reclinar la cabeza. (Cf. G. URBARRI, op. cit., 330-331).
103
Cf. A. NOLAN, Jess, hoy. Una espiritualidad de libertad radical, Sal Terrae, Santander 2007, 93-94.
104
Ibid., 93.
51
Por ser el resucitado, el ttulo Seor hace referencia a una realidad activa en el
presente: Jess se encuentra de tal forma vivo en el momento actual que puede
relacionarse con nosotros; es nuestro Seor porque es capaz de rescatar todo
aquello que estaba perdido en el ser humano, levantarlo de la postracin y darle
nueva vida. Si Dios est por nosotros, quin estar contra nosotros? (Rom
8,31). Los creyentes pueden dirigirle sus oraciones y la Iglesia invocarle en su
culto. El Seor glorificado contina interviniendo misericordiosamente en los
acontecimientos de la tierra, de manera que la Iglesia puede ser considerada el
cuerpo de Cristo.
Esta clara relacin de pertenencia filial indica que la salvacin que nos otorga Dios,
nos alcanza por medio de su Hijo. La vida terrena de Jess muestra de mltiples
maneras que su misin es la misin del Padre; la fuente de la misericordia del Hijo
brota del corazn de Dios, se derrama por medio de su vida entregada y es
sostenida (animada) de continuo por la gracia del Espritu. El Padre nos ha sido
revelado por su Hijo hecho hombre y su Espritu nos lo hace conocer106; es Jess
quien nos manifiesta con su vida que Dios Padre es amor: con las parbolas (el
padre bueno Lc 15,11-32-, los obreros de la via Mt 20,1-16-) y por sus acciones
mesinicas.
105
G. URBARRI, op. cit., 339.
106
Cf. CIC, 2780.
52
5,11). En la misericordia del Hijo vemos la del Padre, y la misericordia del Padre
nos alcanza por aquel que es llamado Hijo de Dios: Quien ve a Jess, ve al
Padre (Jn 14,9).
Los ttulos son una fuente imprescindible para la cristologa en el intento de acceder a
la comprensin de la persona de Jess, pero no sern suficientes. A partir de los datos
bblicos, la Iglesia a lo largo de los siglos, guiada por el Espritu y tratando de
responder a los problemas de cada momento y lugar, ha tratado de profundizar en
este conocimiento. Un momento de especial importancia en este proceso ser la
clarificacin del dogma cristolgico que tuvo lugar en los concilios de la era
patrstica107.
107
Me baso en una tabla sinttica -apuntes de Cristologa- del profesor Gabino Urbarri SJ (curso 2011-
2012).
53
La clarificacin de la constitucin ontolgica de Cristo no es una cuestin marginal
para nuestra categora. Si Jess no fuese hombre plenamente, ni podra
compadecerse de nosotros, ni sus entraas humanas lograran moverse a
misericordia, ni podra haber gustado nuestras miserias para asumirlas. Pero si no
fuera Dios, esa compasin misericordiosa slo podra ser cercana humana solidaria y
nunca una respuesta de vida, dignificacin y plenificacin. Slo porque es Dios no slo
se mueve a misericordia hacia nosotros y nuestras miserias, debilidades, pecado,
fragilidades... hasta nuestra muerte, sino las abraza y las eleva, conducindonos a la
plenitud para la que hemos sido creados. En definitiva, esto es lo que est en juego
cuando se intenta dilucidar el dogma cristolgico.
El amor apasionado y misericordioso de Dios por los hombres es tal que llega a
entregar a su Hijo Jess por nosotros, para nuestra salvacin.
Tanto am Dios al mundo que entreg a su Hijo unignito, para que todo el que crea en
l no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al
mundo para juzgar al mundo, sino para que ste se salve por l (Jn 3,16-17).
Puesto que ya nos hemos acercado en el epgrafe anterior a esa salvacin, ahora lo
haremos al mismo Jess, a su entrega al mundo, que es envo del Padre y pasin por
el mundo; pues no hay mayor amor que el de dar la vida por los amigos (Jn 15,13).
Pero era necesario que Jess sufriera la pasin, muriera y resucitara para nuestra
salvacin? No se puede llegar a entender esta entrega como un intercambio
sacrificial para que los hombres tuviramos vida?
En primer lugar, la nocin de sacrificio muy utilizada por la Tradicin, hasta nuestros
das- es sin duda ambivalente. Sacrificio significa hacer algo sagrado (sacrum
facere). Como una moneda, tiene doble cara: encierra muerte y vida, prdidas y
ganancias, violencia y pacificacin. Pero no todo sacrificio entraa sangre; puede
consistir en una ofrenda de flores o de danzas, o en un homenaje eucarstico108. El
cristianismo utiliza el concepto de sacrificio y no se salva de esta ambigedad
terminolgica. Por eso debemos afinar mucho para entenderla correctamente.
108
L. SUSIN, D. PILARIO, D. IRARRAZAVAL (eds.), La ambivalencia del sacrificio, Concilium, Vol. 4,
352, septiembre 2013, 7-12.
54
Efectivamente, el NT emplea a veces el vocabulario sacrificial, pero hay que observar
un par de cosas:
Por supuesto, Dios no necesita nada (sangre, mucho menos), no est clamando por
algn tipo de satisfaccin para aplacar su ira ante el pecado del hombre que lleva a
Jess a la cruz, ni siquiera para restablecer una supuesta situacin ideal en la
creacin, rota por el pecado de Adn. El mensaje de Jess no est presidido por un
lenguaje de tipo sacrificial, sino que ms bien, incardinndose en la corriente proftica,
opta claramente por la misericordia frente al sacrificio (Mt 9,13). Las viudas y los
hurfanos, los pobres, los enfermos y los ancianos son considerados ahora como el
autntico altar para rendir culto a Dios. Adems, el perdn de los pecados no se
asocia a ningn tipo de accin sacrificial previa: ni una sola gota de sangre se derrama
en las parbolas de perdn en las que Jess muestra cmo es el perdn
misericordioso de Dios (Lc 15,1-32), si no es la del cebn que se hace matar para
celebrar la fiesta110.
109
L-M. CHAUVET, Sacrificio: una nocin ambigua dentro del cristianismo, Concilium, Vol. 4, 352,
septiembre 2013, 13-24.
110
Cf. C. DOMNGUEZ, Experiencia cristiana y psicoanlisis, Sal Terrae, Santander 2006, 77-102.
55
La razn ltima est en que no es la cruz, en s, y por s sola la que nos salva, sino
el Amor encarnado en Jess que quiso amarnos hasta el final, aunque le supusiera la
muerte.
() La cruz es como un toque del amor eterno sobre las heridas humanas Cuando
los seres humanos a los que Dios ama sufren, l est presente con ellos, los ama
compasivamente en su experiencia de sufrimiento, desea la vida para ellos y acta
111
para producirla cuando las fuerzas humanas se han agotado .
Con la muerte de Jess el alero del templo se raj en dos de arriba abajo; para llegar a
Dios ya no har falta el humo de los sacrificios que sube hacia arriba-, sino mirar
horizontalmente la realidad, de frente, porque es ah donde encontramos al necesitado
de consuelo. Para quien mira solo hacia arriba, es imposible ver lo que ocurre ms
abajo112. As, la salvacin llega a este mundo por la revelacin del amor, manifestado
en grado sumo en la entrega de la vida del Hijo nico. Jess nos ensea que la
voluntad de Dios es hacer de nuestra vida (con sus sufrimientos, alegras y pequeas
muertes) un camino hacia la realizacin plena, va que pasa por la entrega de la
misma, dejndonos mover por la misericordia. Adems, esta misericordia de Dios nos
llama y lleva a la reconciliacin con nosotros mismos: la llamada a una aceptacin
valiente y lcida de la condicin humana y de su esencial fragilidad y falibilidad,
sabiendo que es ms importante el don de Dios que nuestra connatural limitacin113.
111
Cf. E. A. JOHNSON, op. cit., 133.
112
Esto nos recuerda a Hch 1,11: Galileos, qu hacis ah mirando al cielo? Es una sugerente invitacin
a buscar en este mundo cosmopolita el reino de Dios y su justicia
113
Cf. C. DOMNGUEZ, op. cit., 77-102.
56
1. De INAUGURACIN: en la sangre de Jess (es decir, gracias a su praxis histrica, su
muerte y resurreccin) ha sido inaugurado el camino que conduce a la humanidad a la
vida perfecta, hacindola salir del atolladero del pecado y de la muerte.
2. De REVELACIN: al comenzar este nuevo camino Jess nos revela el verdadero rostro
de Dios, a quien llama Abba, demostrando as una relacin peculiar, ntima, estrecha
114
y novedosa con quien es el verdadero sentido de nuestra vida y del santuario . Esta
revelacin transforma el miedo en seguridad: slo es posible el acceso a Dios por la
sangre (=vida) de Jess.
3. De ATRACCIN: el verdadero camino es Jess, una va misericordiosa siempre abierta,
115
que conoce el barro del que estamos hechos .
114
Cf. G. URBARRI, op. cit., 321.
115
Cf. F. VARONE, op. cit., 143-144.
116
Cf. G. URBARRI, op. cit., 290.
117
Cf. W. KASPER, op. cit., 78.
57
de la muerte: Cristo muri por nuestros pecados. Jess ser el cordero pascual que,
habiendo sido entregado, quita los pecados del mundo; es decir, la vida de Jess ser
un continuo desvivirse para dar vida, para liberarnos del poder del pecado y para
traernos la justificacin. sta revela la justicia de Dios, que no es otra que la que
acta compasivamente en beneficio del hombre; aqulla jams podr ser punitiva sino
siempre salvfica, provocando al hombre a la conversin118.
Dios siempre est dispuesto a actuar con misericordia, por muchas veces que le
demos la espalda a l y al hermano. Nos lo ense el mismo Jess a travs del
testimonio de sus comidas con los pecadores, smbolo del banquete del reino. Pero
ahora, es el resucitado, junto al Espritu que nos da (Lc 24,49), quien nos enva a
118
Cf. F. VARONE, op. cit., 162-169.
119
En el NT, la paz y la gracia son dones de la misericordia de Dios.
58
construir, en su nombre, el reino de Dios en esta misma clave de misericordia. Esta
construccin implica la liberacin de toda forma de esclavitud, nos indica que lo ms
importante en nuestra vida no se conquista, sino que es recibido.
Mara, por el don del Espritu Santo, encarna en su seno la misericordia del Padre al
acoger desde su libertad a quien era imagen de Dios.
La virgen concebir y dar a luz un hijo y le pondrn por nombre Enmanuel, que
significa Dios con nosotros (Mt 1,23).
Ya profetizado por Isaas (7,14), Mara se convertir en la Madre del Seor y en ella
se realizar el misterio divino de la Encarnacin: El Padre de las misericordias quiso
que precediera a la encarnacin la aceptacin de parte de la Madre predestinada121.
Con su s que resonar en las paredes de la historia, ante el enviado por Dios la
virgen entona el Magnficat, un canto que destaca la compasin misericordiosa del
Padre por la humanidad especialmente sufriente:
120
Cf. JUAN PABLO II, Dives in misericordia, 16.
121
JUAN PABLO II, Redemptoris mater, 13.
59
Auxilia a Israel, su siervo, acordndose de su misericordia () (Lc 1,46-55).
Desde la Anunciacin (Lc 1,26-38), como Madre del Salvador, tambin Mara se
convierte para todos los creyentes en Madre de Dios122 y Madre de la Iglesia.
Igualmente ella est ligada al ser y obra de Cristo y es modelo para todos los
creyentes. Su s constante y definitivo al plan de Dios, su obediencia y fidelidad al plan
de Dios nos recuerda que no hay otro acceso al Padre que el servicio al hermano
necesitado; porque la relacin entre Dios e historia no puede ser la de la oposicin123.
Con otras palabras, decir s a Dios implica y supone afirmar la voz del prjimo, y
viceversa. Quien sirve compasivamente al otro es porque primeramente ha sido capaz
de escuchar (ob-audire) el clamor del dbil, en quien Dios se encarna
preferentemente: Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos mos, ms pequeos, a
m me lo hicisteis (Mt 25,31-46).
Desde su humanidad agraciada concebida sin pecado- Mara nos ensea que es
posible, por la gracia de Dios, cooperar y colaborar con el Dios Misericordioso en la
obra de la salvacin: Dichosos los que oyen la Palabra de Dios y la cumplen (Lc
11,28); nos recuerda que debemos resituar nuestra confianza en el corazn del Hijo,
quien nunca dej de mostrrsenos en forma de misericordia: Haced lo que l os diga
(Jn 2,5). Como nosotros, tambin ella es empapada por el roco del Espritu en
Pentecosts y enviada en misin, que es la de la Iglesia peregrina. Ella es tipo de la
Iglesia y modelo de la misericordia cristiana124, en cuanto que es capaz de reconocer,
acoger y encarnar la voluntad de Dios en su vida; esta voluntad es especialmente
manifiesta en la figura de su propio Hijo: la Misericordia de Dios cumplida125. Adems,
ella nos ensea que el poder pecado no es condicin sine qua non del ser humano.
Las palabras de Jess en la cruz, ah tienes a tu madre (Jn 19,27) nos otorgan una
esperanza presente y futura, desde el convencimiento de que ella es la primera
redimida por su Hijo, intercesora misericordiosa para toda la humanidad; ella es quien
nos ensea a adorar slo a Dios, y no caer en los poderes de este mundo que nos
separan de su rostro misericordioso.
122
Theotkos, definido en el concilio de feso (ao 431).
123
G. URBARRI, op. cit., 346.
124
Cf. W. KASPER, op. cit., 201-212.
125
J. A. MARA, op. cit., 71.
60
En este recorrido realizado hemos comprobado que el enviado del Padre nunca
permaneci indiferente ante el sufrimiento ajeno. Jess el Hijo y Seor- encarn
amorosamente la misericordia de Dios hacia toda la humanidad, especialmente la ms
pequea y herida. Dicha misericordia se acta en sus palabras y en sus obras,
siempre para nuestra salvacin. De una manera particular su Pasin y muerte son la
manifestacin ms radical de la falta de lmite de la misericordia divina, sea del Padre,
sea del Hijo. El resucitado nos sigue manifestando hoy el proyecto de salvacin del
Padre; el Espritu nos fortalece y gua para que seamos continuadores de la obra
misericordiosa de Jess. En el siguiente apartado -Antropologa Teolgica- incidiremos
en esta verdad: no hay nada creado por el Padre que se halle fuera de su amor y
misericordia, o que sea ajeno a la voluntad de entrega y donacin de Jesucristo. Ser
el Hijo quien lleve a plenitud el plan salvfico de Dios; un proyecto de misericordia en el
que la gracia divina nos es prometida para nuestra continua renovacin, a pesar de
nuestro pecado y fragilidad.
61
62
Captulo 4
Renuvanos a su imagen (ANTROPOLOGA TEOLGICA)
Las pginas que el lector abre ahora versarn sobre la antropologa teolgica, y no
acerca de una teologa antropolgica. Aunque siendo expresiones parecidas, la
diferencia es clara: el primer adjetivo teolgico- quiere resaltar la condicin de
posibilidad del sustantivo el hombre-, su caracterstica ms ntima: Dios. Con otras
palabras, deseamos indagar en la Trinidad que hace posible existir al hombre y a la
mujer junto a toda la creacin; y no nicamente en el presente de quien es testigo de
este siglo XXI, sino en todo lo creado desde siempre y para siempre por un Dios que
se nos ha revelado como Amor; un momento creacional que no se circunscribe a un
pasado remoto cronolgico, sino que es inicio absoluto (protologa), que adems se
acta aqu y ahora y que nos conduce a un final definitivo (escatologa).
Puesto que la categora que funciona como hilo conductor de nuestra Memoria es la
misericordia, y que etimolgicamente nos habla de un movimiento del corazn hacia
toda miseria, parece adecuado comenzar esta parte afrontando el tema del mal como
causa directa de tantas situaciones de miseria humana, de las que somos salvos por
la gracia dispensada por el corazn misericordioso de Dios a travs de las personas
del Hijo y del Espritu. Por tanto, este misterio de lo malo no puede tener la ltima
palabra en este mundo. El hombre, constitutivamente creado por el Amor y para el
amor (el bien), no dejar de ser imperfecto, puesto que es distinto de Aquel. Por ltimo
y por principio-, ser el don divino de la gracia -el Espritu Santo, y en ltimo trmino
el mismo Jesucristo- quien sostenga lo creado, quien nos renueve a su imagen
compasiva, quien nos otorgue una esperanza insoslayable: Si escalo el cielo, all
ests t; si me acuesto en el abismo, all te encuentro (Sal 139 -138-). Tras estas
lneas introductorias nos aproximaremos con algo ms de profundidad a cada una de
las columnas del tridente mal, creacin y gracia; huelga decir que no podemos
entenderlas aisladamente.
63
el mal padecido forman parte del andamiaje de nuestra existencia. Como bien afirma
Jos A. Garca, el ser humano presenta una ambigedad constitutiva en su corazn;
este es la sede tanto de los impulsos de vida (eros) como los de muerte (thanatos)126.
Sin embargo, este mal no tiene la misma entidad ontolgica que el bien; ambos no son
dos principios equivalentes que luchan denodadamente por hacerse con el mayor
nmero de seguidores. Nuestra creencia cristiana desecha este dualismo que funciona
como un espejo en el que se reflejan el bien y el mal como entidades antagonistas,
como el yin y el yang. En absoluto. El bien procede de Dios, quien ha creado todo muy
bueno (Gn 1,31). El mal, sin embargo, no procede de l.
Ocurre que cuando Dios crea, erige algo distinto de s. Aunque este algo es bueno,
puesto que nace de sus manos, al mismo tiempo es limitado e imperfecto porque no
es igual a Dios. Ni puede serlo. Por definicin, todo lo que es distinto de Dios (lo
creado) no puede ser perfecto: es sustancialmente bueno pero tambin con posibilidad
de corromperse, de torcer su horizonte de bondad, de olvidar la dignidad primigenia.
126
Cf. J. A. GARCA, Ventanas que dan a Dios. Experiencia humana y ejercicio espiritual, Sal Terrae,
Santander 2011, 99-117.
127
P. CASTELAO, en . CORDOVILLA (ed.), La lgica de la fe, UPComillas, Madrid 2013, 231.
64
oponen a su amor, ni tan siquiera a su misericordia. Como bellamente lo expresa
Kasper: En su misericordia, Dios nos toma en serio128.
Los evangelios ponen en boca de Jess esta afirmacin: Pues si vosotros, siendo
malos, sabis dar buenas cosas a vuestros hijos, cunto ms vuestro Padre que est
en los cielos dar el Espritu Santo a los que le pidan! (Lc 11,13). La expresin
vosotros, siendo malos, en este texto, no desea certificar una suerte de maldad
constitutiva humana, sino precisamente la no perfeccin. De hecho, ese adjetivo
proviene del sustantivo poners que significa difcil, defectuoso, malo, cobarde,
daoso. Pues bien, si aun siendo capaces de hacer el mal afirma Jess- de hecho
tambin nosotros ejercitamos la bondad con nuestros hijos, de qu manera
sobreabundante podr hacerlo el amor de Dios Padre por nosotros! En los versculos
paralelos, Mateo dir que el Padre dar cosas buenas en lugar del Espritu Santo
que Lucas seala. Es decir, esas cosas buenas, ese Espritu Santo donado es Dios
mismo. Porque lo que realmente importa es que Dios se nos quiere dar, una y otra
vez, abajndose130. Y este movimiento de Dios nos habla de su compadecerse y de
esa misericordia que se curva hacia nuestra fragilidad.
Jess en ningn momento nos garantiza que vaya a eliminar el mal; tampoco nos
promete desasirnos de nuestra posibilidad de caer en l. Si as lo hiciera, nos evitara
ser humanos. Lo que afirma nuestra fe es que el mal, siendo una posibilidad real en
nuestra vida, estando siempre ah como posible fruto de nuestra libertad, podemos
evitarlo y vencerlo con la fuerza de su Amor. Y que slo un amor verificable,
fundamentado en un Amor superior que nos lanza al mundo para vivir de una manera
128
Cf. W. KASPER, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander
2
2013, 105.
129
Cita de E. ZENGER: P. CASTELAO, en . CORDOVILLA (ed.), La lgica de la fe, 241.
130
Cf. BENEDICTO XVI, Jess de Nazaret, La esfera de los Libros (edicin electrnica) 2007, 60-61.
65
distinta, puede ser capaz de liberar de situaciones de injusticia o dolor. Es nuestra
propia situacin de indigencia la que nos hace reconocer que nuestra fuerza la que
nos permite ser cauces de la misericordia del Padre- nace en la debilidad personal,
precisamente porque aqulla no nos pertenece, sino que se nos da inmerecida y
gratuitamente. As entonces, junto a san Pablo, podremos afirmar por la gracia de
Dios soy lo que soy; () y no he sido yo el que ha trabajado, sino la gracia de Dios
que me acompaa (cf. 1Cor 15,10).
Es esta gracia trinitaria la que anima nunca mejor dicho- nuestra libertad herida.
Hasta nuestros das se ha mantenido como problemtica la controversia entre la
gracia y la libertad (de auxiliis) esgrimida por molinistas y seguidores de Domingo
Bez en el siglo XVI, pero sin duda, espolea nuestra entrega y nuestra confianza.
Slo desde el doble convencimiento de la gracia que se nos da -por una parte- y de
nuestra fragilidad -por otra- sabremos y podremos ser misericordiosos con las otras
personas pecadoras y al mismo tiempo procurar luchar contra las situaciones de
pecado. Tras experimentar la misericordia de Dios para con nosotros, y tomar
conciencia de nuestra debilidad es ms posible mirar al otro como alguien dbil
-como yo-, destinatario de la misericordia de Dios... y por lo tanto de la ma. Solo as
ser posible vencer todo aquello que nos hace menos humanos.
No se trata sino de lo que Jess de Nazaret nos ensea con su vida y su muerte: la
misericordia de Dios encarnada vence todo mal posible. Contemplando esta
misericordia aprendemos a mirar y perforar la realidad con ojos nuevos, descubriendo
la presencia del Dios-esperanza que nos enva a ser cauces de su misericordia.
Como el Padre me envi, tambin yo os envo (Jn 20,21).
Hemos resaltado el papel de la gracia divina porque, al fin y al cabo, ella nos muestra
de qu manera Dios sostiene, nutre y permea todo lo creado por su infinito amor; ella
nos acompaar para adentrarnos en la cuestin de la creacin querida por Dios. Los
creyentes de todos los tiempos damos gracias al Seor, porque eterna es su
misericordia (Sal 118 -117-). Esta certeza de los antepasados israelitas traspasa las
categoras temporales y existenciales dando testimonio de un Dios Amor que acta
como misericordia derramada preferentemente sobre lo herido y ms necesitado de
este mundo. La entera historia de la salvacin manifiesta que esto ha sido as y por la
66
vida y promesa de Jesucristo- nunca acabar. Hemos de precisar que esta
misericordia divina ante la necesidad humana nos es prometida mientras dure nuestra
vida mortal. En el schaton, cuando haya desaparecido el llanto, el dolor, la muerte,
cuando ya no haya lugar para la miseria humana gracias a Dios-, nos encontraremos
cara a cara con Dios-Amor, quien acoge todo lo limitado y lo transforma, dando
cumplimiento a su promesa de misericordia.
Esta verdad orante sita al ser humano ante Dios como el centro de la antropologa
teolgica. Notemos bien que ante Dios no significa situarnos frente a otra realidad
espacial, extraa, como si nos fuera ajena, sino desde Dios, en Dios y hacia Dios; es
decir, referidos a l como nuestra ms genuina esencia, como bien afirma Pedro F.
Castelao131. As, el ser humano de ayer, hoy y maana, como ser libre se sita ante la
eternidad del Dios de Jesucristo en su inicio absoluto (protologa), en su esencia ms
ntima y en su final definitivo (escatologa)132. Desde este sustancioso trasfondo se
ubica la obra de la creacin efectuada por Dios. Si el Amor de Dios no fuera capaz de
mostrarse como compasivo y misericordioso ya lo apuntamos-, la creacin no habra
tenido lugar. Pues Dios crea por Amor, y ama a todo lo que crea. Y como lo creado es
finito, mortal y lbil, slo un Amor arriesgado y capaz de volcarse sobre eso frgil y
pequeo sera capaz de crear.
Cuando hablamos de esta creacin queremos referirnos a todo el universo como una
realidad originada, sustentada y orientada por l133. No solo el hombre, sino absoluta
y decididamente todo lo que en algn momento fue y ya no es, lo que es y no ser, lo
que llegar a ser. Esta naturaleza es obra de un amor des-medido. Su poder es el de
un amor tal que todo lo habita y que todo lo creado lo transita, provocando la belleza
en mltiples manifestaciones.
Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas
que a partir de la nada lo hizo Dios.
131
Cf. P. CASTELAO, op. cit., 174.
132
Cf. Ibid., 187.
133
Cf. Ibid., 189.
67
De la nada no quiere decir de algo preexistente que habitaba junto a Dios, como si
fuera otra forma de existencia paralela a la divina, sino que todo, absolutamente todo,
tiene en Dios su fundamento, su razn de ser. Y ya sabemos que la fuente de todo
cuanto existe, nuestra roca y alczar (Sal 31 -30-) es el Amor; y todo se mantiene en
l por el poder de su amor. Cuando surge la creacin, ese amor divino se nos da
expresado en forma de misericordia.
Parte integrante de esta creacin es el ser humano. La concepcin bblica nos habla
de ste como una unidad, pero sealndose distintas dimensiones por medio de
distintos trminos. En todo el AT, el trmino ms utilizado para referirse al hombre es
leb/lebab (corazn), que no se refiere a la sede de los sentimientos; es todo el hombre
en cuanto que reflexiona, discierne y elige. Es el ser humano quien est unido al
cosmos apreciable en el segundo relato de la creacin-, por lo que adam es creado
de la adamah, llegando a ser nefesh hayya (ser viviente) por la intervencin del aliento
divino (ruah)134. Sin este pneuma dador de vida ahora en terminologa del NT- no le
sera posible al hombre existir. Con otras palabras, slo es posible vivir en cuanto Dios
misericordioso anima y pone su mirada en nuestra pequeez (Lc 1,48),
concedindonos el ser. Sin la pregunta sera imposible la respuesta. Y de la misma
manera, slo ser factible amar verdaderamente (esto es, aceptando tambin la
limitacin propia y ajena) si previamente el Dios de la misericordia nos ha amado
acogiendo el dolor de la humanidad, transformndolo. Esta accin vitalizadora de la
misericordia de Dios no sucede accidental o aisladamente, sino que su tarea es
continua, porque Dios es amor (en s mismo) y no solo tiene amor (como algo aadido
que podra no tener o perfeccionar).
134
Cf. Ibid., 207-212.
68
El ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios. Qu significa esto? Por
una parte, slo nosotros hemos sido creados a su imagen y semejanza, y no as el
resto de la creacin.
En nuestra relacin constitutiva con l, puesto que somos Su imagen, de algn modo
Su esencia debe ser tambin la nuestra: el Amor y la misericordia. La diferencia es
que el hombre constitutivamente abierto a Dios- slo es capaz de transparentar este
Su amor de manera aproximativa, por va de semejanza. Es decir, lo primero es don
suyo, decisin suya; lo segundo es responsabilidad nuestra, apoyada en l, pero
135
nuestra .
Adems, afirmar que el Seor nos hizo y somos suyos136, y que su amor
misericordioso es un don que marca esencialmente nuestra humanidad y que conlleva
una responsabilidad, implica que toda nuestra vida estar afectada por esta marca.
Todo lo que somos: cuerpo y alma. Para ello es preciso superar la antropologa
tradicional que separaba cuerpo y alma como entidades distintas; ms loable, virtuosa
y creble la primera, limitada y sospechosa la segunda. Es todo el ser humano,
cuerpo y alma, quien est llamado a ser transparencia de la misericordia divina en
tanto que imagen y semejanza de su creador. Y la praxis de la misericordia precisa de
un modo evidente de nuestra corporeidad a travs de la cual ejercer una praxis de la
com-pasin hacia nuestros hermanos y hacia la entera creacin. Porque somos
cuerpo animado y alma encarnada, toda la vida es un ejercicio espiritual, toda
nuestra condicin humana as lo es.
Es el hombre por entero, con sus defectos y virtudes, quien es llamado por Dios a
continuar con l y como l- la obra de la creacin (co-creadores con el Creador),
actuando la misericordia, como compasin hecha carne y comprometida hasta el final
con la causa humana. Esta causa humana es preferentemente la de Dios, porque su
gloria es que el hombre viva137. Se trata de manifestar con nuestra vida la misericordia
de Dios, a pesar de nuestra limitacin y pecado. El banquete que el Padre ofreci al
hijo menor de la parbola lucana (Lc 15) no es solamente smbolo de la recuperacin
de un perdido; es la metfora de un Dios que constantemente crea (recrea) un
mundo que tambin est herido. Su invitacin al hijo mayor la hace extensible a toda la
135
Cf. J. A. GARCA, op. cit., 172-173. (Las negritas son mas).
136
Sal 100 (99).
137
SAN IRENEO DE LYON, Contra los herejes, http://mercaba.files.wordpress.com/2007/10/contra-los-
herejes.pdf, (consultado el 19.9.14), n 20,7: Porque la gloria de Dios es el hombre viviente: y la vida del
hombre es la visin de Dios. Si la manifestacin de Dios por la creacin da vida en la tierra a todos los
vivientes, mucho ms la manifestacin por el Verbo del Padre da vida a aquellos que contemplan a Dios.
69
familia humana: ser personas nos debe conducir a situarnos creativamente en el
mundo, a crear espacios de acogida, misericordia, perdn y cercana. Slo as
podremos realmente considerarnos adam, formando parte de la adamah, a imagen y
semejanza de Dios.
El Hijo de Dios con su encarnacin se ha unido, en cierto modo, con todo hombre.
Trabaj con manos de hombre, pens, obr, am con corazn de hombre; se hizo
semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado. Padeciendo por amor por
nosotros, nos dio ejemplo para seguir sus pasos compasivos y, adems abri el
138
Cf. P. CASTELAO, op. cit., 247.
70
camino, con cuyo seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo
139
sentido .
() En los elementos dando ser, en las plantas vegetando, en los animales sensando,
en los hombres dando entender; y as en m mujer, hombre- dndome ser, animando,
sensando y hacindome entender; asimismo haciendo templo de m siendo criado a la
144
similitud e imagen de su divina majestad () .
139
Cf. Gaudium et spes, 22. (Las cursivas son mas).
140
Cf. P. CASTELAO, op. cit., 265.
141
Gaudium et spes, 22.
142
Cf. GRUPO DE ESPIRITUALIDAD IGNACIANA, Diccionario de Espiritualidad Ignaciana, Mensajero-Sal
Terrae, Bilbao-Santander 2007, 661.
143
En el hombre existe cierta semejanza imperfecta con Dios, en cuanto creado a su imagen y en cuanto
es de nuevo creado segn la semejanza de la gracia, por esto de uno y otro modo puede decirse el hombre
hijo de Dios, por ser creado a imagen de Dios y porque, mediante la gracia, se asemeja a l" (SANTO
TOMS, Suma Teolgica III, 32, 3 in c.).
144
Ejercicios Espirituales, 235.
71
que Dios no ha creado nicamente el universo, sino que permanentemente lo est
salvando por su amor activo; l, que es Gracia increada145. Slo puede renovarnos
desde dentro Aqul que todo lo habita de manera misteriosa y verificable, sin fundirse
o disolverse en lo creado, para el que nada nuestro le puede resultar ajeno, porque l
nos ha hecho y somos suyos (), pues bueno es el Seor y eterno su amor, su lealtad
perdura de edad en edad (Sal 100 -99-).
Ese Amor nos re-funda. Me re-funda radicalmente, no por parcheo de lo que yo ya soy,
sino por comunicacin gratuita de lo que yo de ninguna manera soy. Re-fundacin
habla de una nueva criatura y nueva creacin, no de mejora de algo preexistente. Esa
es la razn de que la existencia cristiana se experimente en el fondo como una
existencia, algo que nace en y se vive desde Otro. No fue acaso as la experiencia de
Jess con respecto a su Padre? Fruto de esa re-fundacin de mi ser operada por el
amor de Dios es si se permite el juego de palabras- la re-fundacin de mi antiguo ser,
de mi eros posesivo y excluyente, en posiblidad de amor gratuito. La agap es el Amor
que se introduce en el amor, escribi Paul Tillich. As se hace posible que el hombre
146
pueda ser como Dios (Mt 5,48) y reproducir la imagen del Hijo (Rm 8,29) .
Santo Toms lo expres antao con esa frmula tan conocida: la gracia no destruye
la naturaleza, sino que la perfecciona147. Esta Gracia acta permanentemente en todo
lo creado por Dios, de tal forma que podemos subrayar el carcter continuo de su
accin en la creacin. Como hemos visto, nuestro ser re-creados cada da de
nuestra vida, va asido indefectiblemente a la presencia plenificadora de Dios148 en
todo lo que vemos y no vemos, en nosotros mismos y en todo lo dems. Al mismo
tiempo, esa presencia cautivadora y siempre libre invita al ser humano a colaborar, a
ser tambin transparencia de la Gracia. Y esto es as porque Dios es amor (1Jn 4,8). Y
puesto que el Amor de Dios es infinito, absoluto, excesivo, sobreabundante y sin
medida (cf. Rom 5,15-21), ya que desborda la esfera de lo creble o esperable, puede
manifestarse como amor misericordioso que acta preferentemente en favor de los
ms necesitados, pues son ellos quienes ms necesitan el amparo. Es ms, esa
compasin divina no abandona jams a su criatura necesitada. Su creacin engloba
en s el surgimiento, sostenimiento y consumacin de todo cuanto existe149.
145
Cf. P. CASTELAO, op. cit., 248-250.
146
J. A. GARCA, op. cit., 176.
147
SANTO TOMS, Suma Teolgica I, q.1, a.8 ad 2.
148
Cf. P. CASTELAO, op. cit., 258.
149
Cf. Ibid., 201ss.
72
El Amor de Dios es siempre el primero el primognito agraciante Aquel que se
oferta en total gratuidad. Su Gracia desea hacer divino todo lo humano asumiendo
nuestra humanidad. El ser humano est con-vocado a co-laborar, respondiendo desde
su libertad, al acoger o rechazar la gracia donada, pero ciertamente no la puede
conquistar a base de mritos de ningn tipo. La Gracia, como las cosas importantes de
la vida (el amor, la amistad, la compasin y la muerte), se recibe. Lo nuestro es
siempre un momento segundo de acogida y de respuesta.
El mismo san Pablo, por experiencia propia de conversin, percibi que la Gracia se le
fue concedida inmerecidamente y no conquistada. Pas de perseguir a los cristianos a
ser encontrado por Cristo151. En definitiva, realmente podemos creer que ante el
Padre- el ser humano y la entera creacin no son un proyecto concluido. La presencia
activa de Dios Padre, Hijo y Espritu se manifiesta de continuo, de manera misteriosa.
Su Amor labora en nosotros de muchas maneras; una de ellas supone salvacin y
liberacin de aquello que nos esclaviza. Otra, manifestndonos que la salvacin que
anuncia Jess es gratuita; su gracia, preferente para los des-graciados, pues ellos
son los agraciados152.
Concluimos, pues, estas pginas oteando la certeza de que nada hay en lo creado que
se site al margen de la misericordia de Dios, fuera de su Gracia. Nos lo muestra la
bondad de la creacin y la invitacin constante que l nos hace a ser cauces
compasivos hacia lo ms indigente, hacia el pecado del mundo en el que cada uno
participamos. La misericordia encarnada en el de Nazaret cumple la promesa siempre
150
Cf. P. CASTELAO, op. cit., 261; J. M URIARTE, Acoger y ofrecer la misericordia: Cuaresma 1995,
Monte Casino, Zamora 1994, 33-34. (El subrayado es mo).
151
Reiteramos lo ya sealado ms arriba: Por la gracia de Dios soy lo que soy (); pero no yo, sino la
gracia de Dios en m (cf. 1Cor 15,10).
152
Cf. J. RUIZ DE LA PEA, Creacin, Gracia, Salvacin, Sal Terrae, Santander 1993, 116.
73
fiel del Amor creador, salvador y renovador del Padre. Este agraciamiento continuo,
este don de Dios, nos es ofrecido de manera personalizada pero no individualista:
cada uno de nosotros somos con-vocados como miembros de la comunidad eclesial
en la tarea de construccin del reino. De esta manera, en el prximo captulo
(eclesiologa), nos acercaremos al misterio de la Iglesia que se sabe misionera de la
misericordia salvadora de Dios. Con los ojos de la fe puestos en el amor de Jess,
esta Iglesia desea ser comunin, servicio humilde, celebracin inclusiva de la bondad
compasiva del Padre y sencillo testimonio.
74
Captulo 5
Seamos uno en la fe y en el amor (ECLESIOLOGA)
1. Qu es la Iglesia
153
Para ello seguiremos principalmente el esquema propuesto por S. MADRIGAL, en . CORDOVILLA
(ed.), La lgica de la fe, UPComillas, Madrid 2013, 454-495.
75
Iglesia, sabiendo quin es el que ilumina de modo magistral todo lo creado por el
Padre, se sabe signo e instrumento de la unin ntima con Dios y de la unidad de
todos los hombres y mujeres de este mundo 154.
154
Cf. Lumen gentium, 1.
155
Cf. S. MADRIGAL, op. cit., 399.
156
Cf. F. J. VITORIA, Una teologa arrodillada e indignada. Al servicio de la fe y la justicia, Sal Terrae,
Santander 2013, 164.
157
Cf. W. KASPER, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander
2
2013, 155.
76
propia misin del Pueblo de Dios, misin que es participacin y, en cierto sentido,
158
continuacin de la misin mesinica del mismo Cristo .
Esta misin la lleva a cabo una Iglesia que es santa porque permanentemente est
inspirada por el Espritu del Padre y del Hijo resucitado; pero que tambin es
pecadora en toda su estructura puesto que por naturaleza- es imperfecta. Por tanto,
la debilidad tambin se manifiesta, de hecho, en cada uno de sus miembros. Por otra
parte, y en lo que toca a nuestra categora, que sea santa significa que en cuanto
cuerpo de Cristo, la Iglesia es sacramento de la permanente y eficaz presencia de
Cristo en el mundo y, por ende, sacramento de la misericordia (). Al mismo tiempo,
ella tambin es objeto de la misericordia divina, puesto que permanentemente ha de
purificarse del pecado, consciente de su debilidad159. Esta debilidad no obsta para
seguir afirmando que la Iglesia esencialmente es santa, porque la santidad tiene
preeminencia sobre el pecado y porque supone una pertenencia, una relacin, y no un
estado160. Adems, su santidad tambin es constatable en cuanto practica la
misericordia con el pecador: lo acoge con todo lo que es (no exclusivamente desde su
accin u omisin puntual), le devuelve su dignidad de Hijo de Dios y lo enva al mundo
con la gracia del Espritu- a ser cauce de esa misericordia divina.
158
JUAN PABLO II, Dives in misericordia, 13.
159
Cf. W. KASPER, op. cit., 153.
160
Cf. F. J. VITORIA, op. cit., 185.
161
Para este prrafo, me inspiro en Ibid., 155; 161-163.
77
gratuito, inmerecido, desbordante, ilgico, desmedido, perennemente samaritano,
inclusivo, preferentemente selectivo: son los pobres los preferidos del Padre, los
destinatarios privilegiados de ese Amor y de su Reino, el centro neurlgico del
discurso programtico de Jess, desde que hizo suyas las palabras de Isaas:
El espritu del Seor est sobre m, me ha enviado a anunciar la buena nueva a los
pobres (). (Is 61,1).
Este tambin ha sido el deseo del Papa Francisco en su conocida expresin cmo
quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!162: una Iglesia que reacciona desde la
compasin y la misericordia en las encrucijadas de nuestro tiempo. Eso es la
misericordia: un no quedarse de brazos cruzados, sino una accin promovida por la
fe y el amor que se conmueve ante el necesitado. Es la misericordia la verdadera
religin (Sant 1,27); el verdadero culto, y no los sacrificios (Mt 9,13; 12,7). Huelga
decir, que muchas personas esperan con expectacin los resultados del recin
celebrado Snodo de la Familia (octubre de 2014), as como su puesta en prctica
afectiva y efectiva, pues est en juego la postura misericordiosa de la Iglesia ante
circunstancias muy diversas. Mejor dicho, est en juego la vida de muchas personas
heridas que precisamente interpelan nuestra falta de sensibilidad. Ciertamente, la
misin curativa de la Iglesia precede a su funcin judicial163. Creemos oportuno traer
estas lneas del documento preparatorio:
Esta realidad (la de la/s familia/s) presenta una singular correspondencia con la amplia
acogida que est teniendo en nuestros das la enseanza sobre la misericordia divina y
sobre la ternura en relacin a las personas heridas, en las periferias geogrficas y
existenciales: las expectativas que se derivan de ello acerca de las decisiones
pastorales sobre la familia son muchas. Por lo tanto, una reflexin del Snodo de los
Obispos sobre estos temas parece tanto necesaria y urgente, cuanto imperativa, como
expresin de la caridad de los Pastores, no slo frente a todos aquellos que son
164
confiados a ellos, sino tambin frente a toda la familia humana .
Todo lo dicho no puede ser adecuadamente comprendido si nos olvidamos que esta
Iglesia es misterio (que no misteriosa), porque apunta a un Padre sempiternamente
bondadoso y fiel desde su Trinidad; porque es continuadora de la obra de Jesucristo y
162
De su discurso a los representantes de los medios de comunicacin el 16.3.2013,
www.revistaecclesia.com (consultado el 27.9.2014).
163
B. HRING, Hay una salida? Pastoral para divorciados, Herder, Barcelona 1990, 145.
164
III ASAMBLEA DEL SNODO DE LOS OBISPOS, Los desafos actuales de la familia en el contexto de la
evangelizacin. Documento preparatorio, I, Roma 2013 (www.vatican.va, consultado el 28.9.2014).
78
porque vive por la presencia del Espritu que la gua y acompaa y la colma de sus
dones para que ella sea sacramentos de gracia; y porque de un modo slo por Dios
conocido, la asamblea santa es conducida a pesar de la flaqueza humana, de las
cruces infligidas, recibidas u omitidas a lo largo de los envites de las centurias; porque
no podemos llegar a conocer totalmente la profundidad ni el motivo de un amor tal por
la humanidad.
Pues bueno es Yahv y eterno su amor, su lealtad perdura de edad en edad (Sal 100 -
99-). Recuerda, Seor, que tu ternura y tu misericordia son eternas (Sal 25 -24-).
De esta manera, el misterio de la Iglesia es el misterio del Pueblo de Dios por el que
Cristo se entrega eternamente y por entero. Podemos decir, a la sazn, que todo el
mundo est ya cristificado, lo que no quiere decir cristianizado o eclesializado165. Aun
siendo necesaria la Iglesia para la salvacin, la misericordia divina acta tambin fuera
de los lmites visibles de la Iglesia, puesto que todos reciben de l la vida, la
inspiracin y todas las cosas166. Recordemos que la salvacin es de Dios, y no nos
pertenece; queda justificado ante l aquel que practica la misericordia como centro de
su vida, y no quien pregona Seor, Seor (Mt 7,21).
(Dios) someti todo bajo sus pies (de Cristo) y le constituy cabeza suprema de la
Iglesia, que es su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todo (Ef 1,22-23).
165
Cf. F. J. VITORIA, op. cit., 155; 197.
166
Lumen gentium, 14-16.
167
Cf. S. MADRIGAL, op. cit., 417.
79
Por ser imagen del Padre, por ser el centro del mensaje ese reino de las
bienaventuranzas, el misterio pascual vivido por Jess constituye el fundamento de
la Iglesia. Primeramente es Jess quien llama a los Doce, smbolo de la restauracin
de las doce tribus de Israel, ahora signo del nuevo y renovado Pueblo de Dios.
Adems, la ltima Cena supone un acontecimiento de especial concentracin
cristolgica y por tanto, eclesial. Sern sus discpulos -y por envo, toda la Iglesia-
quienes sigan re-cordndonos que su cuerpo entregado y su sangre derramada dan
vida al mundo. As como Cristo, movido por su amor compasivo hacia la humanidad y
tratando de llevar a plenitud el proyecto del Padre, decide asumir todo lo humano,
tambin nosotros somos invitados no slo a recordar su memorial, sino tambin a
actuarlo, a hacerlo presente existencialmente desde nuestra situacin particular. Junto
con el pan y el vino, es hoy Jess resucitado quien transforma lo que nos duele y
nuestra imperfeccin al amar. Nos sabemos comunidad que reconoce quin es su
fundamento y hacia dnde nos des-centra.
Asimismo, si en Jess y con Jess surge la Iglesia como renovacin del Pueblo de
Dios para hacer presente su Reino, ser el Espritu Santo donado en Pentecosts
quien de alguna forma sostenga la misin de enviados. Cristo in-stituye la Iglesia, el
Espritu la con-stituye168, en cuanto garanta de la permanente presencia salvfica de
Dios para toda la Iglesia. Este Espritu nos sigue recordando que, verdaderamente, la
Iglesia es de Dios y no propiedad nuestra; pero al mismo tiempo la podemos vivir
nuestra porque Dios nos crea hermanos, llamados a servir.
Una Iglesia divina y humana que se renueva constantemente por la eucarista. De tal
forma que no podr existir la Iglesia de Jess sin la celebracin eucarstica; pero de la
misma manera tampoco podremos existir como Iglesia si olvidamos la dimensin
eucarstica de nuestro ser eclesial, de nuestra vida.
168
Ibid., 426.
169
MONS. RICARDO BLZQUEZ, La eucarista es el corazn de la Iglesia, Congreso Eucarstico de
Murcia, noviembre 2005 (www.mercaba.org, consultado el 27.9.2014).
80
Es decir, vivir eucarsticamente supone encarnar, hacer verdad aquello (Aquel) que
alimenta nuestro ser. Esta verdad no es reductora sino propiciadora, no excluyente,
sino inclusiva. Jess no entreg su cuerpo y derram su sangre nicamente en un
momento puntual de su biografa; lo sigue haciendo por toda la humanidad cada da, y
tambin diariamente nos lanza al mundo para lavar los pies de nuestros hermanos. El
lavatorio de los pies efectuado por Jess hay que entenderlo inseparablemente de la
entrega de su cuerpo y sangre.
Dios ha escogido ms bien a los que el mundo tiene por necio para confundir a los
sabios; y ha elegido a los dbiles del mundo para confundir a los fuertes (1Cor, 27).
170
JUAN PABLO II, Dives in misericordia, 13.
81
Debemos (porque lo necesitamos) cuidar el don recibido (1Tim 4,14) que no es para
uno sino en beneficio de muchos. El servicio de gua que realiza la jerarqua habr de
ser siempre cumplido desde el amor que sana, comprende y acoge. Asimismo, ese
mismo Espritu siempre nuevo y dinmico suscitar en la Iglesia numerosos carismas
y dones particulares, concedidos para la edificacin de la Iglesia y para la atencin y el
cuidado de toda la humanidad.
3.1. Koinonia172
171
Cf. Ibid., 14.
172
Para este apartado me inspiro en S. MADRIGAL, Vaticano II: remembranza y actualizacin. Esquemas
para una Eclesiologa, Sal Terrae, Santander 2002, 245-322.
173
Relatio finalis del Snodo extraordinario de los Obispos de 1985: La eclesiologa de comunin es la
idea central y fundamental de los documentos conciliares (cf. www.vatican.va, consultado el 23.11.14).
82
Pueblo de Dios y la eclesiologa de comunin se sostienen como grandes paradigmas.
La segunda bebe de la communio trinitaria y de la eucarista; la primera subraya la
dimensin comunitaria de la salvacin, y la igualdad de todos los creyentes.
Por otra parte, Pueblo de Dios expresa la realidad sacramental como un todo y cada
uno de bautizados, en la asuncin de responsabilidades comunes. A pesar de la
riqueza semntica constatada, pronto el posconcilio comprob una falta de consenso
en la nocin Pueblo de Dios. En definitiva, esta expresin no se refiere a una mera
jerarcologa, sino a la condicin de posibilidad para que la Eclesiologa sea
verdaderamente Teologa de la Iglesia: comunidad e Iglesia local.
La categora Pueblo de Dios fue rebasada por la idea de Iglesia como comunin
especialmente desde el citado Snodo de 1985, si bien la inspiracin terminolgica fue
anterior, y vino de manos de importantes telogos (A. Dulles175, Congar176, pero sobre
todo A. Antn177). El peligro estribaba en pensar alternativamente eclesiologa de
comunin versus eclesiologa del Pueblo de Dios. Ambos modelos eclesiolgicos
tienen cosas importantes que aportar, por lo que no podemos excluir ninguno
gratuitamente, sino que ser deseable integrarlos en la diferencia.
174
Temas selectos de eclesiologa, 1984 (www.vatican.va, consultado el 23.11.14). La expresin pueblo
de Dios ha llegado a designar la eclesiologa conciliar (S. MADRIGAL, en . CORDOVILLA (ed.), La
lgica de la fe, 456).
175
Iglesia como institucin, comunin mstica, sacramento, heraldo, servidora. (Cf. S. MADRIGAL,
Vaticano II: remembranza y actualizacin, 245-322).
176
Iglesia como pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, sociedad, comunin. (Cf. Ibid.).
177
Aunque el espaldarazo a la centralidad de la categora de comunin ocurre a finales de los setenta, A.
Antn en 1969, con ocasin del Snodo extraordinario de Obispos, subray la centralidad de comunin
para la eclesiologa posconciliar. (Cf. Ibid.).
83
En los textos del Concilio, aparecen distintos significados de comunin, que
presentamos a continuacin segn la sistematizacin de Walter Kasper178:
178
Cf. W. KASPER, Iglesia como communio. Consideraciones sobre la idea eclesiolgica directriz del
Concilio Vaticano II, en: Teologa e Iglesia (Barcelona 1989), 376-400.
179
Cf. B. FORTE, Los sacramentos y la belleza de Dios, San Pablo, Madrid 2014, 90-93.
84
Communio como participacin en la vida de Dios a travs de la palabra y los
sacramentos, especialmente por el bautismo, la confirmacin y sobre todo la
eucarista. Desde esta base sacramental se edifica la Iglesia como comunin
eucarstica: una comunidad de llamados por el Seor y sostenidos por su Espritu
para ser sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-16).
85
necesita la experiencia del Dios de Jess. La conocida expresin del obispo
Galliot: Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada quiere afirmar que
necesitamos una Iglesia descentrada de s misma, pues su autntica esencia es
la entrega a la misin salvadora y liberadora del mundo. En este sentido tambin
nos puede ayudar otra sentencia esta de Schillebeeckx-: Fuera del mundo no
hay salvacin. sta implica una visin del mundo que, sin negar su consistencia
propia, lo ve todo l desde Dios, rompiendo los lmites de una falsa sacralizacin:
ni en este monte ni en Jerusaln, sino en espritu y en verdad (Jn 4,21.23)180. El
siguiente apartado querr ir ms a fondo en el modo de servicio de la Iglesia a toda
la humanidad.
3.2. Diakonia
180
Cf. A. TORRES QUEIRUGA, El Dios revelado en Jess y el futuro de la humanidad, Selecciones de
Teologa, Vol. 37, 145, enero-marzo 1998, 40-42.
86
haberlas entre los cristianos. Jess opta por el pobre, por el dbil y pecador, por aquel
que se halla excluido de las leyes sociales y religiosas de su tiempo, para manifestar
precisamente el amor incondicional y gratuito de Dios; pero al mismo tiempo es Jess
tambin el hombre que vive abierto a la Trascendencia, a ese Dios que es vivido por l
181
con la cercana de un hijo confiado en su Padre .
No debemos, pues, olvidar que el Reino de Dios es a la vez una tarea y un don, y por
tanto no se trata solamente de accin externa que nace de nosotros mismos. Es
preciso que percibamos vitalmente la importancia del no hacer para dejarle hacer a
l en nosotros, para que as nuestro hacer sea autntica colaboracin con su Amor
compasivo182.
I. El lavatorio de los pies (Jn 13,12-17), realizado desde abajo, desde una lgica
humana subversiva (slo los esclavos se agachaban a lavar los pies de los
invitados a una casa); y desde una lgica divina escandalosa (Jess, siendo
Dios, se hizo esclavo cf. Flp 2,6-11-). A partir de ahora, quien quiera servir, ha
de hacerlo como Dios sirve.
II. La eucarista y las palabras de Jess sobre el servicio: el mayor ha de ser
como el que sirve (Lc 22,24-27).
III. La escueta y a la par profunda sntesis de la vida del Hijo del hombre: ha venido
a servir, y no a ser servido (Mc 10,42-45).
181
Cf. M. D. OLLER, Interpelados por un vivir unificado, en VV. AA, Religiones de la tierra y
sacralidad del pobre. Aportacin al dilogo interreligioso, Cristianisme i Justcia-Sal Terrae, Barcelona-
Santander 1997, 177-178. (Las negritas son mas).
182
Cf. Ibid., 180.
87
prjimo, como hemos comentado anteriormente. Toda antropologa est revestida de
cristologa; y viceversa. Esto significa que el modo de servir como Iglesia que Jess
desea ha de mirar constantemente el modo de mirar y comprometerse con la realidad
del mismo Jess. Un modo de estar sabemos- fruto de la misericordia y para la
misericordia, no para el cumplimiento de cualquier mandato o por una razn cultual.
Quiz inversamente proporcional a nuestros planes pastorales.
Una Iglesia verdadera es, ante todo, una Iglesia que se parece a Jess en su
santidad. Parecerse a l es reproducir la estructura de su vida: encarnarse, llevar a
cabo una misin (implicarse), cargar con el pecado del mundo, liberar de toda forma
de opresin, resucitar (teniendo y dando a los dems vida, esperanza y gozo).
Son muchas las opiniones y reflexiones teolgicas al respecto. Podemos partir de que
el mensaje del evangelio siempre ser mucho mayor en cuanto que no se
circunscribe a una nica parcela- que la liberacin. Pero al mismo tiempo,
rotundamente juzgamos que la Iglesia no puede desentenderse del cualquier tipo de
opresin que necesite ser liberada. Su servicio atraviesa necesariamente por
proyectos liberadores concretos, pero stos no otorgan la salvacin que es mucho
ms que la mera restriccin de negatividades. Supone un adentrarse como hijos en la
vida de Cristo, que nos conducir al Padre por la fuerza del Espritu. Porque el
mensaje evanglico siempre ser inclusivo de toda realidad humana. En Dios somos,
nos movemos y existimos (Hch 17,28), porque todo es sagrado y para su Amor
compasivo- nada es profano.
88
3.3. Leitourgia
3.4. Martyria
89
la de un Amor misericordioso que nos trasciende, que no es posesin nuestra, sino
que somos servidores suyos. As, dando testimonio, la Iglesia como palabra humana
inspirada por Dios en la revelacin es estimulada a transmitir esa Palabra viva a toda
la humanidad. La oferta de salvacin que el magisterio de la Iglesia celebra haciendo
lo que dice y diciendo lo que hace no es otra que la del Seor Jess.
Al mismo tiempo, todos los bautizados, animados por el Espritu y bajo la gua del
magisterio son partcipes de la comprensin y transmisin de la verdad revelada. Por
eso, aquellos bautizados son los primeros y ltimos responsables de escuchar la
palabra de Dios y hacerla carne en sus vidas. Por ltimo, sirva este pequeo grfico
para ilustrar an ms de qu manera se imbrican los cuatro pilares fundamentales de
la Iglesia en su servicio misericordioso a este mundo.
Ser una en la fe y en el amor, es como hemos visto, una tarea ineludible para la
Iglesia, slo posible desde la apertura constitutiva a la confianza, condicin humana y
divina. Creer, esperar y amar son dones del Padre que nos posibilitan, sobre todo,
amar como Jess amaba: con entraas de misericordia. Lo veremos en el siguiente
captulo de Virtudes.
90
Captulo 6
Por ltimo, la mujer y el hombre tienen en Jess de Nazaret el paradigma del creer,
esperar y amar, la ms perfecta mostracin de la misericordia del Padre. Con
confianza, la Iglesia desea vivir el mismo dinamismo virtuoso del Maestro, y porque
ha experimentado previamente esa misericordia divina, por ello pide entraas de
misericordia. Es el Hijo nuestro modelo, aquel que constantemente encontramos en
los evangelios mostrando unas entraas que se conmueven ante la debilidad, el
sufrimiento y la opresin que pesa sobre los hombres, quien mejor supo integrar
compasivamente el don recibido del Padre y la tarea de la construccin responsable
del reinode Dios. La terna fe-esperanza-caridad como sntesis de la vida cristiana, con
el amor misericordioso como adalid, se sabe gracia de Dios y empeo en la misin de
transformacin de la realidad humana ms herida.
185
Para este captulo seguir fundamentalmente a N. GAYOL, en . CORDOVILLA (ed.), La lgica de la fe,
UPComillas, Madrid 2013, 713-753.
91
que, a su pesar, no puede poseer de modo absoluto. Qu decir de la ancianidad,
cuando frecuentemente se cumple lo del evangelio de Juan (21,18): Cuando seas
viejo, extenders las manos y otro te ceir.
Si es cierto que gran parte de lo que seremos pivota sobre nuestro modo de afrontar la
realidad presente, no es menos verdad que mucho de lo que hoy vivimos ha sido
acunado por la confianza bsica, realidad incontestablemente necesaria en los
primeros aos de vida, antropolgica y teologalmente hablando; hasta tal punto que
sin una cierta experiencia de haber sido objeto (en este caso, sujeto) de un amor
incondicional, que ama por lo que uno es, que sigue amando a pesar de los errores
por el otro cometidos, y que lo seguir haciendo animando cada paso del amado, no
ser posible aquilatar una sana experiencia religiosa y espiritual. Por ello, esta
confianza fundamental -antropolgica, biogrfica- supone la piedra angular de la fe, la
esperanza y la caridad. Aquella confianza alcanzar su plenitud cuando en ella sea
suscitada por Dios un deseo de una confianza trascendente -o ms bien absoluta- que
es el lugar teolgico que ana en su origen a la fe, esperanza y amor. En cierta
manera, supondr partir del descubrimiento del cogito, ergo sum, pasar por el soy
pensado (por Dios), luego existo (cogitor, ergo sum), hasta llegar existencialmente al
soy amado (por Dios misericordioso), luego existo con todo lo que soy. No lo
olvidemos: Nosotros vivimos y morimos en l, en el regazo de su amor186, porque
nada nos podr separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jess (Rom 8,38).
Como adelantamos en las lneas introductorias, la confianza bsica que nos permite ir
construyndonos identitariamente es posible por la gracia de Dios. l no nos da
cosas, sino que se nos da a s mismo (gracia increada), pero esta presencia siempre
es generadora y transformadora en el ser que la recibe (gracia creada). Esta gracia
divina no es algo ajeno a la naturaleza humana como si fuera un satlite o un
implante-, sino que es una realidad que se incoa en la propia entraa del ser del
hombre187, y hunde sus races en su propia naturaleza.
En tanto que amor misericordioso, Dios se nos comunica como un Dios personal, que
nos habla de t a t, atrayndonos hacia s, mientras reconocemos su ms absoluta
186
Cf. Rom 14,8, en G. RAVASI, Segn las Escrituras. Doble comentario a las lecturas del domingo.
Ciclo A, San Pablo, Colombia 2005, 130.
187
Cf. N. GAYOL, op. cit., 713-715.
92
Trascendencia. Creemos en un Padre absoluto que, paradjicamente, tambin es, en
cierto sentido, relativo, en primer lugar porque es slo en referencia al Hijo y al
Espritu, y en segundo lugar porque en tanto Amor relacional ha querido ser-en-
nosotros y con-nosotros.
Al ser humano, pues, vocacionado al Absoluto, le compete acoger la gracia que Dios
en su amor y misericordia- le brinda, hacerla suya (connaturalizarla), convertirse y
dejarse transformar por su accin misteriosa para as tambin ser instrumento
(imperfecto, eso s) de esa misma gracia divina para el mundo189.
2.1.1. ORIGEN
188
Cf. J. ALFARO, Persona y gracia, Selecciones de Teologa, Vol. 2, 5, enero-marzo 1963, 3-10.
189
Cf. N. GAYOL, op. cit., 718-724.
93
salvacin: Dios nos ha salvado por puro amor y misericordia, no por nuestras
cualidades o logros humanos y a pesar de nuestra infidelidad.
La preeminencia del amor es recalcada por san Pablo, escribiendo a los cristianos de
Corinto: Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad; pero la mayor es la caridad
(1Cor 13,13). Esta es la ms importante porque comporta una dimensin de confianza
que le permite al seguidor de Cristo creer por encima de toda dificultad, esperar contra
toda esperanza y amar por pura gratuidad, sin esperar recompensa alguna. Para el de
Tarso, este gape (caridad) significa ante todo el amor de Dios en Cristo que existe
en el ser humano como don del Espritu Santo (Rom 5,5). Tal amor es siempre fiel,
pero son los tres dinamismos los que posibilitan nuestra comunin con Dios en Cristo
y con los hermanos. Para expresarlo, el apstol da cuenta de la vida cristiana
valindose de las binas:
94
ana la dimensin vertical con la horizontal190, la obediencia a Dios (ob-audire) y la
accin amante dirigida hacia el prximo necesitado. Hablamos de una doble
realidad, soteriolgica y eclesiolgica. La pistis para Pablo, es la actitud
fundamental que une al cristiano con el Salvador, relacin que ordena toda su vida
moral. La fe est totalmente impregnada de amor misericordioso, de tal manera
que la nica fe que justifica es la que opera por la caridad; es ms, la fe es la
respuesta totalizadora del cristiano al amor de Dios derramado por el Espritu en
su corazn y que le posibilita decir Abba, es decir, tener la experiencia fundante de
filiacin y experimentar esa confianza filial que funda toda la existencia del
cristiano. Adherirse a Cristo no es solo reconocer su divinidad sino tambin darse a
l, y el modo de responder a su amor es amar a los hermanos, esa es la fe. As,
toda accin misericordiosa nace de la exigencia interna de la fe.
190
Aunque quiz prefiramos hablar de una nica dimensin, horizontal, en la que igualmente Dios est
presente, sosteniendo con misericordia lo creado autnomo; al mismo tiempo, la voz del necesitado (la
voz de Cristo) reclama nuestra respuesta misericordiosa.
95
Cristo. Es l quien tras vivirlas en su existencia temporal de forma paradigmtica, nos
las comunica y nos invita a vivirlas como incorporacin a su vida. En l tenemos el
nudo existencial que las unifica e integra. Su nica misin salvfica es al mismo
tiempo revelacin, promesa y amor. Y ha de ser acogida a travs de la fe,
esperanza y amor, tambin como unidad de respuesta, que vincula ortodoxia y
ortopraxis.
Al mismo tiempo, esta vivencia suya es modelo para nosotros en otro sentido: la
misericordia divina que nos revela se expresa en una praxis que se dirige a sanar la
totalidad de la persona herida. Lo podemos ver de forma ejemplar en la parbola del
samaritano: ste no es nicamente curado de sus heridas fsicas; quiz ms
importante fue el restablecimiento de su dignidad como ser humano. El acto de amor
(la curacin de las heridas y la recuperacin en la posada), posiblemente acrecent la
confianza y suscit en el golpeado la fe y la esperanza en la bondad natural del
gnero humano, y por qu no, la fe y la esperanza en un Dios providente que jams
abandona.
191
Esto podemos verlo mejor en el relato del paraltico que es descolgado a travs de una abertura en el
techo (Mc 2 par). Jess lo sana diciendo algo sorprendente: Tus pecados te son perdonados, y despus:
Levntate y anda. Es obvio que aquel hombre sufra un grave complejo de culpa que haba paralizado
todo su cuerpo. Slo cuando Jess le asegura que sus pecados han sido perdonados y que no tiene que
sentirse culpable de nada, puede levantarse y echarse a andar. En Jess percibimos la conviccin de que
Dios es abb: un padre misericordioso para todos los seres humanos que ama y perdona
incondicionalmente; y esto le lleva al Hijo a establecer relaciones sanadoras con cuantos se encontrara.
() Jess fue capaz de hacer las cosas que hizo porque puso toda su confianza en Dios (fe de Jess). Y
las vidas de los dems quedaron transformadas cuando aprendieron a confiar en Dios (fe en Dios), viendo
y oyendo a Jess: l anim, fortaleci y liber a las personas para que creyeran que lo imposible se poda
realizar (fe en Jess). Cf. A. NOLAN, Jess, hoy. Una espiritualidad de libertad radical, Sal Terrae,
Santander 2007, 112-125.
96
el de Jess nuestro modelo de virtudes192-, pedimos al Padre tener los mismos
sentimientos de Cristo (Flp 2,5), aproximarnos a sus entraas de misericordia. As
nuestra vida podr ser cristocntrica. Si el Dios que se nos revela, promete y da es un
Dios de entraas misericordiosas, nuestra respuesta deber nacer de unas entraas
como las suyas: encarnadas en la historia (historizadas), pues es la misma historia
lugar de la revelacin y de la salvacin. La misericordia (splagchnizomai) es un rasgo
indiscutible de la personalidad de Jess que con su persona ha abierto para la
humanidad otra va distinta de acceso a Dios, que no es la de lo sagrado, sino la va
profana de la relacin con el prjimo193.
Las entraas de misericordia de Cristo, dan cuenta de su relacin filial con el Padre en
quien deposit toda su confianza, lo que le posibilita entregarse totalmente a la misin
sin dejar ni resto de subjetividad para s, y al mismo tiempo trasmitir confianza a otros,
para que se aproximen a l pidiendo curacin, sanacin, perdn o fe. Sus entraas
se conmueven porque el amor no resiste contemplar el sufrimiento de aquel o
aquellos a quienes ama..., y as ensea a amar con un amor que se hace praxis en la
accin misericordiosa que ser ya para siempre un signo y testimonio de la vida
cristiana (obras de misericordia). Por ltimo, slo porque espera todo de Dios, la vida
de Jess no desiste en ningn momento de desvivirse por aquellos que -por la
situacin en la que se encuentran- conmueven sus entraas. La esperanza en que el
reino de Dios puede hacerse presente y efectivo a travs de su vida le lleva a una
conmocin operosa, a comprometerse hasta el fondo con el sufrimiento humano hasta
el punto de con-sufrir/con-padecer l mismo con todos aquellos cuya situacin
conmueve sus entraas. Esas son las entraas de misericordia que pedimos, como
rasgo constitutivo de nuestra existencia cristiana, las que posibilitan una vida en fe,
esperanza y amor en la estela de Jess.
192
Cf. Lumen gentium, 65.
193
F. J. VITORIA, Una teologa arrodillada e indignada. Al servicio de la fe y la justicia, Sal Terrae,
Santander 2013, 117.
97
sino que brota de su gracia, de su amor a nosotros194, ya que l, que es Amor, puede
y quiere drsenos ilimitadamente. Demandamos entraas de misericordia porque
previamente hemos experimentado qu significa la misericordia para con nuestra
miseria; porque queremos acompasar nuestra vida al modo de amar de Jesucristo y al
amor ms autntico del ser eclesial; porque creemos y sabemos que Dios tambin
desea nuestra felicidad, nuestro crecimiento dinmico en una libertad que colabora
misericordiosamente en una mejor instauracin del reino; porque esperamos que su
don nos acompae siempre, en las muertes y en la Vida, a pesar de nuestras faltas de
caridad y a travs de los aciertos.
194
Vuestro Padre sabe lo que necesitis antes de pedrselo (Mt 6,8).
195
Cf. JUAN PABLO II, Dives in misericordia, 14.
98
La Iglesia, cuya misin compartimos, no existe para ella misma sino para la humanidad,
proclamando el amor de Dios y derramando luz sobre el don interior de este amor. Su
fin es la realizacin del Reino de Dios en toda la sociedad humana, no slo en la vida
futura, sino tambin en la presente. La misin de la Compaa se inscribe en la misin
evangelizadora de toda la Iglesia. Esta misin "es una realidad unitaria pero compleja y
se desarrolla de diversas maneras": a travs de las dimensiones que integran el
testimonio de la vida, la proclamacin, la conversin, la inculturacin, la gnesis de
iglesias locales, el dilogo, y la promocin de la justicia querida por Dios. Dentro de
este marco (), la misin actual de la Compaa es el servicio de la fe y la promocin
en la sociedad de "la justicia evanglica que es sin duda como un sacramento del amor
196
y misericordia de Dios .
196
Congregacin General 34, d.2, n.3.
99
100
Captulo 7
l parte para nosotros el pan (SACRAMENTOS)
Bien es cierto que, aunque todos los sacramentos son sacramentos de la misericordia
de Dios197, no todos lo son del mismo modo. Nos centraremos, pues, en aquellos en
los que esa misericordia divina se hace ms palpable: los llamados sacramentos de
curacin (Reconciliacin y Uncin de los enfermos), a los que habra que aadir la
eucarista, conscientes de la significacin esencial que tiene para los cristianos: el
Hijo de Dios entrega su cuerpo y sangre su vida entera- por toda la humanidad, se
nos da como alimento y fortalecimiento para los que estn en camino, y nos acoge en
un ltimo y actualizable ejercicio humanodivino de preferencia por los ms necesitados
de perdn y sanacin.
197
W. KASPER, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander 2012,
159.
101
El hijo puede rechazar el beso, o aceptar el beso pero rechazando interiormente el
amor que expresa. Entonces el beso no obtiene el efecto querido por la madre. Pero,
de hecho, se dio. Y algn da, puede que el hijo se despabile (aun cuando sea ya
maduro y la madre haya muerto) y recuerde el amor que le tena su madre, expresado
en todos esos besos, y se sienta amado. En ese momento el beso habr llegado a su
meta.
Adems, el beso de una madre a su hijo no es como otro beso que le pueda dar a
cualquiera. Afirma sin palabras y hace real el hecho: t eres mi hijo, somos una
familia. El beso construye el cuerpo social que es la familia. Y cuando el beso es
plenamente fructuoso, y el hijo se reconoce tiernamente querido, es salvado de la
soledad total. Transforma al nio. Le capacita para sentir y expresar a su vez el amor
humano.
Del mismo modo, Dios se sirve de gestos humanos para expresar su amor para con
nosotros, sus hijos. Y, si realmente nos abrimos a ese amor, nos transforma en
personas capaces de amar y de formar la familia de la Iglesia.
No somos islas. Pero, paradjicamente, nuestras ciudades nos dan muestras de cmo
el afn de conquista de la individualidad se torna en esa tremenda soledad que tanto
afecta al hombre posmoderno. En el fondo, este ser humano de hoy busca sentirse
escuchado, nombrado, amado, acogido incondicionalmente por encima de todo mrito
o intercambio.
102
Los sacramentos parten de una realidad humana previa repleta de significados: los
smbolos. As, por ejemplo, ante un episodio de violencia de gnero, muchos
ciudadanos se renen espontneamente en algn lugar significativo: la casa de la
vctima, la plaza del Ayuntamiento, etc., para hacerle sentir a la familia afectada que su
dolor es compartido, que no est sola. Se encienden velas; carteles con mensajes de
nimo y flores son depositados en un mismo lugar, como en un improvisado altar
existencial, donde de alguna forma el dolor de la comunidad humana es ms
llevadero, en cuanto aunado y compartido por muchos. En los sacramentos nos
servimos de muchos smbolos, algunos con un significado universal, otros varan
dependiendo de la cultura del pas: el agua, el silencio, los cantos, la bendicin, el
aceite. De esta simbologa es de la que parte la esfera de lo religioso; lo religioso no
elimina el significado primero (lo antropolgico), sino que lo acoge, lo enriquece
y adems lo muestra en su profunda y ltima verdad: no estamos solos en este
mundo, sino que Dios en su misericordia, en su infinita Bondad, acoge todo lo que
somos y vivimos, nuestra alegra, nuestro dolor e incertidumbres, nuestra
esperanza198. Esto se hace manifiesto tambin en otra de las realidades humanas
igualmente previa, o contempornea al sacramento que es la situacin fundamental
sobre la que se acta dicho sacramento y que al mismo tiempo ste celebra. Lo
desarrollaremos ms adelante.
Desde este trasfondo humano a travs del que Dios se nos manifiesta, afirmamos con
el ltimo Concilio que los sacramentos santifican a los hombres confirindoles la
gracia, edifican el cuerpo de Cristo y dan culto a Dios, puesto que son lugares de la
accin divina199. Para que esto sea posible, los smbolos, ritos y palabras -elementos
esenciales del sacramento- han de crear un espacio celebrativo que ayude a descubrir
y acoger eficazmente la llamada de Dios, transformando la Presencia ya siempre
entregada, en encuentro eficazmente salvador.
Lo que el Concilio nos dice en realidad es que todo en los sacramentos est
destinado a afirmar la fe, fomentar el amor y sostener la esperanza, o en otras
palabras a ayudarnos a crecer en la vida de la gracia, a vivir nuestra existencia
198
Cf. A. TORRES QUEIRUGA, Los sacramentos: acontecimiento real versus simbolismo vaco o magia
oculta, Selecciones de Teologa, Vol. 52, 206, abril-junio 2013, 117-119.
199
Sacrosanctum concilium, 59.
103
cristiana cada vez ms en Cristo, conformndonos con l, tomndolo como modelo
ltimo, belleza que nos salva, y sacramento originario, pues l es en definitiva el
lugar del encuentro ms profundo entre Dios y los hombres.
Los smbolos empleados en cada sacramento nos abren a aquello que significan.
Esta significacin precisa de la entera celebracin. El opus operatum afirmado de
los sacramentos, nos da la seguridad objetiva de la presencia salvadora de
Dios en ellos, pero que solo puede realizarse en el acogimiento subjetivo,
lejos de toda magia. La Iglesia cuida el simbolismo para hacer ms visible y
palpable la presencia de esa gracia prometida por el Dios-de-Jess que, creando-
por-amor, ha decidido estar siempre con nosotros, sustentndonos, apoyndonos
y salvndonos.
200
Cf. J. RATZINGER, El fundamento sacramental de la existencia cristiana, en Ser cristiano, Sgueme,
Salamanca 1967, 57-84.
104
Por ltimo, los sacramentos son gestos simblicos y profticos de la Iglesia,
que se orientan a la realizacin del reino de Dios en ella misma y para toda la
humanidad, desvelando los grandes contenidos del reino: misericordia, justicia,
solidaridad, gratuidad, comunidad, esperanza, salvacin, liberacin. Vamos a
detenernos un instante en esta asamblea santa (y pecadora).
I. Anuncian la buena noticia del reino de Dios, sobre todo para aquellos que
siempre reciben malas noticias. Es un anuncio de vida, perdn, esperanza,
comunin, ligado a Jess y a su palabra, a su vida, muerte y resurreccin. Son
memorial de Jess.
II. Denuncian el pecado del mundo -todo aquello que genera muerte- mostrndonos
cmo Dios es compasivo, cul es la gracia divina que construye el reino.
201
Para este apartado seguir fundamentalmente a V. CODINA, en I. ELLACURA-J. SOBRINO, Mysterium
liberationis II, Trotta, 1990, 267-294.
202
Para los siguientes tres puntos, cf. Ibid., 287-293.
105
III. Transforman y exigen la transformacin de la realidad, pues son una seal
escatolgica de ese reino ya incoado entre nosotros. La eficacia de los
sacramentos brota de su mismo ser smbolos-profticos; esta eficacia no es solo
eclesial (vinculan a la Iglesia) sino basileica (en orden al reino o basileia). Son
don y tarea, opus operatum y opus operantis, impulsan al seguimiento del Jess
compasivo.
Si la Iglesia ha de ser distribuidora de esta gracia que son los sacramentos debe
facilitar a todo hombre y mujer su acceso a ella. Como afirm el papa Francisco, la
Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su
vida a cuestas203.
La vida de Jess supuso supone- para nosotros una liberacin y una sanacin de toda
realidad, ya fuere pasada, presente o futura. Es uno de los efectos de la misericordia.
Con los sacramentos, la misma Iglesia celebra no unos gestos que aseguren algn
tipo de proteccin, que tranquilicen una conciencia supersticiosa; la Iglesia de Jess se
pone en primer lugar a la escucha del Espritu del Resucitado (tambin es el del
Padre), con la confianza de que es l quien agracia lo celebrado. Si Jess lleno de
misericordia, enviado por el Padre, tuvo poder y compasin para acoger, sanar y
liberar, as tambin la Iglesia confiada- se siente enviada a hacer lo mismo; es decir,
se convierte en una comunidad que celebra el Evangelio del Amor encarnado mediante
un cierto nmero de acciones significativas y de ritos. Semejante comunidad no tiene
por objeto reclutar nuevos adeptos, sino que lo que realmente desea es partir con los
otros el pan y comer juntos en la misma mesa de la fraternidad, transmitindoles
205
as la Buena Noticia de vivir en una Casa con las puertas siempre abiertas .
203
PAPA FRANCISCO, Evangelii gaudium, 47.
204
K. RAHNER, Iglesia y sacramentos, Selecciones de Teologa, Vol. 1, 4, octubre-diciembre 1962.
205
Cf. G. FOUREZ, Una Buena Noticia liberadora. Evangelio para un mundo en crisis, Sal Terrae,
Santander 1987, 50. (Las negritas son mas).
106
Esa Buena Noticia que desea transmitir la Iglesia no le pertenece, como propietaria,
sino como usufructuaria de un Bien que ha recibido. Su razn de ser es trinitaria y su
espejo, Jesucristo, Amor hecho hombre, Misericordia encendida que supo mirar la
realidad con ojos siempre lmpidos y eternamente nuevos. Slo una comunidad as,
que sabe quin es su principio y fundamento, invitada a celebrar con los hombres los
signos de liberacin, podr suscitar en otros un deseo de pertenencia.
Jess no declar o instituy los 7 sacramentos tal como los entendemos actualmente;
estos se fundan en acciones simblicas del de Nazaret, testificadas por la Biblia y en
ellos se prolonga la accin salvfica, corporal y simblica de Jess207. Por tanto, la
fuente e inspiracin del septenario sacramental las hallamos, en primer lugar, en
Cristo, y de la mano de este, en su Iglesia, presencia de Aqul en el mundo. Por
tanto, los sacramentos no son objetos teolgicos aislados, sino que implican una
cristologa y una eclesiologa (y por tanto, una antropologa).
Hasta el siglo XII, no se afirm que los sacramentos eran siete (Pedro Lombardo). El
Concilio de Florencia no especific directamente que los sacramentos hubieran sido
instituidos por Jesucristo; lo que s dijo expresamente fue que cada uno de los siete
sacramentos se configura por la integracin de tres elementos: por determinadas
cosas, como materia; por ciertas palabras, como forma; y por el ministro que
proporciona el sacramento, con la intencin de hacer lo que la Iglesia hace (DS 1312).
Pero el nmero no ser sancionado finalmente hasta Concilio de Trento, en medio de
la controversia con los reformadores. Las razones para aducir el septenario se fueron
206
Cf. K. RAHNER, La Iglesia y los sacramentos, Herder, Barcelona 1964, 9-81; Cf. J. RATZINGER, op.
cit., 57-84.
207
Cf. F.J. NOCKE, Doctrina general de los sacramentos y Doctrina especial de los sacramentos, en T.
SCHNEIDER (dir.), Manual de Teologa Dogmtica, Herder, Barcelona 1996, 841.
107
fraguando durante todo este tiempo y se pueden fundamentar en cuatro argumentos
principalmente:
La Iniciacin cristiana trata de un acto nico, pero con momentos sucesivos y que es
igual para todos; es la insercin del candidato en la nueva vida que Dios nos
ofrece: en el misterio de Cristo, muerto y resucitado, y en la Iglesia, por medio de la fe
y los sacramentos. El bautismo abre las puertas a los otros sacramentos llamados de
iniciacin cristiana (tambin lo son Confirmacin y Eucarista). Celebra la admisin a
una comunidad des-centrada: sta reconoce a quin se debe y a la par acompaa al
nefito en una vida que es don. Adems, sobre todo supone la acentuacin de la
208
Cf. SANTO TOMS, Suma Teolgica, en Catecismo Iglesia Catlica, 1210 (www.vatican.va,
consultado el 21.11.14); C. MARTNEZ, en . CORDOVILLA (ed.), La lgica de la fe, UPComillas, Madrid
2013, 528.
209
Cf. Ibid,, 497-630; cf. V. CODINA, op. cit., 287-293; J.M HERNNDEZ, Apuntes de Sacramentos para
alumnos, Facultad de Teologa de Granada.
210
Los subttulos de cada sacramento estn inspirados en (o tomados de) la obra de B. FORTE, Los
sacramentos y la belleza de Dios, San Pablo, Madrid 2014. De esta misma obra me servir de algunas
ideas.
108
fidelidad de Dios con su criatura; un Dios que es amor y que no permitir que nos
perdamos a lo largo de los avatares de la vida. Su gracia y su fortaleza escoltan al
bautizado, de la misma manera que nos promete Jess Yo estoy con vosotros, cada
da, hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Este sacramento tambin elimina los
pecados, porque no hay ninguna realidad, fuera de Dios, ms fuerte que su amor y
misericordia en forma de gracia. Nuestro Dios, que es amor, cuidar siempre de sus
criaturas.
En palabras de Pablo de Tarso (Rm 6,4-5), el bautismo es un evento que nos pone en
intima relacin y participacin con el misterio pascual de Cristo. Simblicamente, el
rito bautismal nos sumerge en la muerte de Cristo pero tambin el mismo rito nos hace
partcipes de su resurreccin; as, el bautismo es inicio y don de una vida nueva en el
Espritu; nos conforma con Cristo y nos introduce en la nica comunidad, la de los
creyentes.
En el bautismo, por su Espritu, Dios hace partcipe a quien cree de lo que produce el
bautismo en la cruz. Perdona el pecado, da el Espritu. El rito del agua remite a la
esperanza, pero en cuanto colmada, al deseo de que se cumplan las palabras del
profeta: os salvar de vuestras manchas pondr en vosotros mi Espritu (Ez 36,23-
38), pero en cuanto que este deseo est saciado. El agua del bautismo expresa, pues,
212
la fidelidad de Dios .
Para san Juan evangelista (7,39; 16,7; 19,30; 20,19-23)213, el punto de partida del
bautismo cristiano es el don del Espritu Santo a la Iglesia, y tiene ms que ver con lo
211
O Si lleg a hacerlo (Jn 3,22.26; 4,1, desconocido en los Sinpticos) muy pronto abandon esa
prctica.
212
J-M. R. TILLARD, Los sacramentos de la Iglesia, en Iniciacin a la prctica de la Teologa, Cristiandad
III/2, Madrid 1985, 375.
213
C. MARTINEZ, op. cit., 541.
109
que representa la entera vida de Jess. En definitiva, en el NT, el bautismo es
condicin ineludible para ser cristiano: asocia con la muerte y la nueva vida de Jess,
perdona los pecados y reincorpora a la vida divina (presente y futura) de la comunidad
eclesial.
Sin embargo, esta iniciativa misericordiosa de Dios que nos ofrece el bautismo para
nuestra divinizacin, no se agota exclusivamente en este. La misericordia del Padre se
expresa en su voluntad salvfica universal, ms all del rito oficial, todo hombre que,
ignorando el Evangelio de Cristo y su Iglesia, busca la verdad y hace la voluntad de
Dios segn l la conoce, puede ser salvado214. Y es ms, Su misericordia, expresada
en el deseo universal de salvacin es ms importante incluso que el ministro del
sacramento: en caso necesario ante la imposibilidad de encontrar a un presbtero o
un dicono- cualquier persona puede bautizar, pues lo esencial es el don de Dios que
desea drsenos muy por encima de la mediacin humana. La Iglesia se une a esa
voluntad misericordiosa.
En este sacramento se recibe el Espritu Santo de manera especial para ser testimonio
en el mundo de la misericordia divina. Bautismo y confirmacin se vinculan, pues
expresan la unidad entre el misterio pascual de Cristo y el Espritu donado por el Hijo
en Pentecosts a los apstoles (Hch 2,1-13) y sobre todos los creyentes en l; estos
apstoles, a su vez, lo trasmitieron con la imposicin de las manos (Hch 8,5-6. 14-17;
19,5-6).
Bien es cierto que, por el primer sacramento de iniciacin el Espritu divino ya forma
parte de la persona; pero gracias a la crismacin, no es tanto que la persona
confirme libre y voluntariamente su decisin de seguir a Jess, sino que es Dios
214
Cf. CEC 1260.
110
quien nos confirma, concedindonos el don del Espritu Santo215. Es el amor de
Dios el que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espritu (Rm 5,5). Un
don que nos hace capaces de creer, esperar y amar, que ilumina nuestra confianza
para ser testigos del amor entregado, como lo hizo el Hijo, practicando con amor la
justicia, caminando humildemente con nuestro Dios (Cf. Miq 6,8). Siendo esto cierto,
no lo es menos que en la prctica eclesial, este sacramento a veces supone para
muchas personas un rito de despedida, o bien algo cuasi ininteligible en lo que tiene
de especfico este envo del Espritu.
215
Cf. B. FORTE, op. cit., 42-46.
216
Ven, Espritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor
(Solemnidad de Pentecosts, Antfona del Magnificat in I Vsperas: Liturgia de las Horas;
cf. Solemnidad de Pentecosts, misa del da, Secuencia: Leccionario, V, 1).
111
mismo Espritu que confirm a Jess como Hijo de Dios en el Jordn, sigui
acompandolo en su vida apostlica, lo resucit por el poder de Dios, confirm
aquella incipiente comunidad apostlica 50 das tras la Pascua y sigue soplando en
nuestras ciudades, entre eplclesis y asfalto; porque ni para Dios ni para nosotros-
nada humano es ajeno. Este Espritu Bueno se compadece de nuestra fragilidad,
fortalece al creyente en la fe e ilumina nuestra respuesta de amor compasivo.
2.3. Eucarista: Cristo compasivo se parte y se reparte para la vida del mundo
La eucarista supone un gesto de absoluto amor del Padre, a travs del Hijo, en
nuestro favor; pero qu tipo de amor es este que hoy seguimos celebrando como si
fuera la primera pascua? En el Primer Testamento, Dios se comprometa con los
hombres si cumplan los mandamientos; en Jess, Dios sella una alianza
incondicional, se liga a nosotros por amor y para siempre. El Seor Jess, el pastor
bueno y hermoso (Jn 10,11) alimenta con su cuerpo y su sangre a toda la
humanidad para guiarnos con todo lo que somos hacia los pastos de la vida (Sal 23 -
22-). Por eso, como acto de misericordia, la eucarista es217:
217
Cf. Los tres epgrafes los hemos tomado de B. FORTE, op. cit., 64.
218
Cf. W. KASPER, op. cit., 79.
112
Mt 26,26-28; Mc 14,22-24; Lc 22,19-20; 1Cor 11,23-25
Seal de unidad: el ofrecimiento al Padre del pan y el vino (el cuerpo entregado y
la sangre derramada) lo realiza Jesucristo por todos los hombres y mujeres; se da
en un contexto de comensalidad y con todo lo que esto significa para el mundo
judo; Jess rompe con la exclusin de mesa (que habla de exclusin de vida) y
abre a una comensalidad sin barreras donde los excluidos son incluidos. l come
con pecadores y publicanos y tambin lo hace con sus discpulos, uno de los
cuales Jess sabe lo entregar; otros lo negarn o huirn.
Fuente y motivo de la caridad: Por puro amor, Jess se hace alimento para el
que lo necesita y para quedarse con nosotros para siempre. l fortalece nuestra
debilidad, nuestra vida tan frgil como el trigo y la uva Comer de estos alimentos
de la tierra transformados- implica tambin partirse y repartirse por los otros, pues
la misma entrega de Cristo es movida por la misericordia. Comulgar a Cristo nos
hace alimento para el necesitado. El cuerpo y la sangre de su Hijo suponen la
culminacin de una vida entregada, una existencia por amor que la Iglesia tendr
la misin de actualizar todos los das de su existencia en la eucarista.
Comindote, sabremos ser comida, como bellamente afirm Pedro
Casaldliga221, sabremos incluir a todos en su cuerpo y su destino. Lo atestigua
especialmente la parbola del buen samaritano (Lc 10,29-37).
219
Segn el relato de los discpulos de Emas (Cf. Lc 24,13-35).
220
Cf. B. FORTE, op. cit., 55s.
221
De su poema Mi cuerpo es comida (www.prelaziasaofelixdoaraguaia.org.br, consultado el 07.11.14).
113
2.4. Reconciliacin: Alegra del perdn y fundamento de la conversin
El Seor Jesucristo, mdico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, que perdon los
pecados al paraltico y le devolvi la salud del cuerpo (cf Mc 2,1-12), quiso que su
Iglesia continuase, en la fuerza del Espritu Santo, su obra de curacin y de salvacin,
incluso en sus propios miembros. Este es finalidad de los dos sacramentos de
222
curacin: del sacramento de la Penitencia y de la Uncin de los enfermos .
Dios no abandona nunca al hombre pecador, sino que se preocupa por l y le abre la
puerta del perdn. El salmo 51 (50)225 quiz sea el texto ms rico referente al perdn:
en sus versos se reconoce la eterna misericordia del Padre, la necesidad de
arrepentimiento y la alegra por la salvacin:
222
CIC, 1421.
223
Desde una perspectiva humana, presente en la esfera de lo religioso, nuestra existencia no puede
concebirse sin el otro, sin el no-yo, un distinto a m que me interpela, aunque sea por su diferencia
respecto de m. A medida que el hombre espiritual va desarrollando su conciencia moral (tambin una
sana culpa), este percibe que sus actos u omisiones tienen repercusiones con todo lo creado y con el
Creador.
224
Cf. A. GRN, La penitencia. Celebracin de la reconciliacin, San Pablo, Madrid 2002, 8-11; 54s.
225
Biblia on line (www.pastoralsj.org, consultado el 22.11.14).
114
[3] Misericordia, oh Dios, por tu bondad, por tu inmensa compasin borra mi culpa, [4]
lava del todo mi delito y limpia mi pecado. [5] Pues yo reconozco mi culpa y tengo
siempre presente mi pecado. () [17] Seor mo, breme los labios y mi boca
proclamar tu alabanza.
Por su parte, todo el NT nos habla de la reconciliacin de los hombres con Dios.
Aparece una clara denuncia del mal y una llamada a la conversin. Esa dureza
respecto al pecado va acompaada, paradjicamente, por la misericordia para
con el pecador.
Jess concedi a los discpulos el poder para perdonar los pecados. Los textos
clsicos que mejor lo explicitan son:
226
Cf. Lumen gentium, 11.
115
Adems, el postconcilio trajo consigo una renovacin en este sacramento, con tres
lneas de fuerza:
227
Adems, la confesin es un espacio en el que la gente puede hablar de manera adecuada sobres sus
pecados y sus sentimientos de culpabilidad. Pero la confesin es ms que esto: en ella la persona puede
experimentar el perdn de sus faltas (). Psiclogos y psiquiatras envidian este sacramento en el que no
slo se habla de las propias culpas, sino que, adems, por medio de un rito que se adentra en las
profundidades del inconsciente, se concede de manera eficaz el perdn de esas culpas (A. GRN, La
penitencia. Celebracin de la reconciliacin, 6).
229
V. CODINA, op. cit., 290-291.
116
el perdn a la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8,2-11), en la curacin-
reconciliacin del paraltico (Mc 2,1-12), etc.
Asimismo, este sacramento lo es del encuentro con Cristo, con el Padre y con el
Espritu, pues es este ltimo -como vnculo de amor entre las otras dos Personas-
quien derrama en nuestros corazones el amor de Dios (Rm 5,5). Por ltimo, la
reconciliacin nos invita a vivir la vida y la debilidad presente en ella - con la certeza
de que la misericordia de Dios, a travs de la mediacin de su Hijo, puede sanar lo
que somos. Para ello hemos de querer (entra en juego nuestra libertad) y quererlo (el
amor compasivo del Padre, quien nos enva a ser sal y luz).
230
Cf. W. KASPER, op. cit., 102-103.
231
Cf. B. FORTE, op. cit., 69-80.
232
PAPA FRANCISCO, Evangelii gaudium, 3.
117
2.5. Uncin de los enfermos: La misericordia de Dios se hace presente en nuestro
sufrimiento
La cruz de Jess, en la que es sostenido por el Padre y fortalecido por el Espritu, nos
ensea que en el sufrimiento y en el mal no estamos solos. El Emmanuel camina con
nosotros, se hace solidario de nuestra debilidad porque quiere sanarla y
restablecernos. El Maestro es nuestro compaero, aqul que parte con nosotros su
pan (cum panis)233 y su vida. Todo el NT nos muestra cmo Dios se hace presente en
la enfermedad y en la afliccin por medio de las curaciones de Jess. La conducta
compasiva del Hijo de Dios brota de su corazn misericordioso: se le conmueven las
entraas ante la situacin de exclusin, marginacin, invalidez, rechazo, penuria... que
acompaaba a los enfermos de su poca, en la que la causa fsica era inseparable de
la moral y de la social. El mismo Jess se refiri a s mismo como mdico (Mc 2,17; Lc
4,23).
Venid a m todos los que estis cansados y agobiados, y yo os aliviar (Mt 11,28).
En muchos de los relatos de curacin no pesa tanto el dolor fsico cuanto el dao
moral, sociolgico y espiritual que la enfermedad lleva asociada; sta supone en
muchas ocasiones un obligado alejamiento de los dems, una imposibilidad de la
prctica religiosa en el Templo, sealada por las autoridades espirituales que sin
reparo tachan de impuro al herido por la limitacin. Jess, con su cercana, con sus
acciones taumatrgicas, restaura la salud y la dignidad, reintegra a la persona al
mbito social y comunitario, y muestra el amor incondicionalmente misericordioso del
Padre. Jess se estremece de manera especial ante los enfermos y as nos transmite
la lgica de Dios, la lgica del reino, marcada claramente por un movimiento de
preferencia hacia la debilidad, la pequeez, la humanidad ms vulnerada. As queda
de manifiesto, por ejemplo, en las Bienaventuranzas (Mt 5,1-12), en la curacin del
paraltico (Jn 9,1-12) o en la sanacin del ciego de Betsaida (Mc 8,22-26).
233
Cf. B. FORTE, op. cit., 115-118.
118
De una manera especialmente densa, el sacramento de la uncin es signo de la
cercana misericordiosa de Dios en la persona de Jess, para que podamos ver con
claridad en nuestra Betsaida particular, ante las cegueras que a veces nos acechan: el
modo de vivir la enfermedad, el miedo, los resentimientos, las decepciones y
alejamientos234.
Que Dios nos acompae en nuestro dolor es posible por la victoria del resucitado
sobre toda clase de mal y de sufrimiento alienante. Esto se hace especialmente visible
en el sacramento de la uncin. En el leo sagrado con que el ministro unge al
enfermo, se significa cmo el Seor de la Pasin se hace solidario con el sufrimiento
del enfermo y parece decirle mi fuerza te basta. Ese aceite representa la belleza de
Dios, esto es, la perfeccin de la gracia compasiva.
Est enfermo alguno entre vosotros? Que llame a los presbteros de la Iglesia para
que oren por l y le unjan con leo en el nombre del Seor. La oracin hecha con fe
salvar al enfermo, y el Seor har que se levante; y, si hubiera cometido pecados, le
sern perdonados. Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos
por los otros para que seis curados. (Sant 5,14-16).
Por eso, mostrar esta compasin y esperanza reales y curativas es tarea que Jess
encarga a sus discpulos, a la Iglesia, junto al cometido de perdonar los pecados:
234
Cf. J. BOADA, Peregrino del silencio. Ermita blanca, Narcea, Madrid 1998, 85-86.
235
Cf. Lumen gentium, 11.
236
Cf. Gaudium et spes, 1.
119
Jess llam a sus doce discpulos y les dio poder para expulsar a los espritus
inmundos y para curar toda enfermedad y toda dolencia (Mt 10,1-8).
Los discpulos iban predicando a la gente la conversin. Expulsaban a muchos
demonios y curaban a muchos enfermos ungindolos con aceite (Mc 6,12).
2.6. Orden sacerdotal: con los ojos y el corazn puestos en Jess (cf. Hb 12,2)
En primer lugar, el sacramento del Orden supone una vocacin, un don de Jess
resucitado para el servicio de la comunidad. Es un don que implica conformarse
enteramente con el modo de ser y proceder de Cristo Jess: una identificacin que
supone como para todo cristiano- conformarse con su modo misericordioso de vivir,
su amor preferencial y universal. En segundo lugar (pero no secundariamente),
conlleva una llamada para el servicio de toda la humanidad, ms all de los lmites de
la Iglesia. Con otras palabras, el presbtero no encuentra su razn de existir
primeramente en las cosas que puede hacer, sino en el modo misericordioso de
hacerlas, en el principio y fundamento de su accin; consagra su vida al Dios del reino
un Dios siempre vivo y semper novus-, pero no al reino, lo cual no minusvalora la
importancia de gastar la vida por y para los dems. Todo esto nos habla de un doble
237
Cf. V. CODINA, op. cit., 293.
238
Cf. PAPA FRANCISCO, Evangelii gaudium, 104.
120
juego de accin y contemplacin, no siempre fcil de acompasar. Son por muchos
conocidas estas palabras extradas de Pedro Arrupe:
Danos, sobre todo, el sensus Christi que Pablo posea: que podamos sentir con tus
sentimientos, los sentimientos de tu Corazn con que amabas al Padre y a los hombres
(). Ensanos tu modo de tratar con los discpulos, con los pecadores, con los nios,
con los fariseos (); ensanos a ser compasivos con los que sufren. Danos esa
239
gracia que vivifique nuestra vida; ensanos tu modo para que sea nuestro modo .
Pero hay que afinar un poco para saber entender esta identificacin con el modo de
ser de Jess. La voz de Jess pronuncia un ven y sgueme, nunca fue la de ven y
s como yo240. El presbtero, desde lo que es (personalidad, libertad,
condicionamientos, deseos, fragilidades, etc.), se siente enviado por Cristo a liberar y
a sanar en el nombre del Dios que es Misericordia, no a lograr un Narciso perfecto de
s mismo.
239
Cf. P. ARRUPE, Invocacin a Jesucristo modelo, en La identidad del jesuita en nuestros tiempos, Sal
Terrae, Santander 1981, 80-82.
240
Cf. C. DOMNGUEZ, La aventura del celibato evanglico. Sublimacin o regresin. Narcisismo o
alteridad, Frontera, Vitoria 2004, 54-56.
121
Toda su vida fue una mediacin, pero esta mediacin se dio a travs de la
241
misericordia , y para la carta los Hebreos el sumo sacerdocio de Jess consiste en
que se compadece de nuestras flaquezas (Heb 4,15), en ser misericordioso (Heb
2,17). Esta misericordia ser lo constitutivo del sacerdocio cristiano de los fieles
y del ministerio sacerdotal. En el sacramento del orden esta funcin de la
misericordia adquiere un encargo eclesial y oficial, y la gracia del Espritu para
242
esta funcin pastoral .
As, es Jess quien supo ser Maestro, Pastor y Sacerdote, quien nos mostr cmo
vivir la vida eucarsticamente: agachndose para lavar los pies a los pobres, pero no
abajndose ante los poderosos243, liberando de miedos y esclavitudes, saltndose la
ley injusta en favor del necesitado, amando sin esperar nada a cambio, rechazando
todo culto desencarnado, mirando la profundidad de cada cual.
Por ltimo, la relacin del sacramento del Orden con Dios Trinidad se explicita a travs
de la misma oracin de la ordenacin, dirigida al Padre para que tome posesin del
ordenando (este es el significado de la imposicin de manos por el obispo ordenante),
lo llene del don del Espritu consolador, lo configure con Cristo sacerdote y lo haga
seal de su iniciativa de amor misericordioso en la comunidad. Esta plegaria
configurar la vida del presbtero, siempre dispuesto a vivir con el corazn abierto a
Dios y a los hombres.
Leemos en el libro del Gnesis (1,2-2,4) que Dios ha creado al ser humano a su
imagen y semejanza por amor y para el amor; y es este amor maysculo quien
241
Mc 6,34; Mt 9,36; Lc 7,13; Mt 14,14; Mc 1,41; Mt 20,34.
242
Cf. V. CODINA, op. cit., 292-293. (Las negritas son mas).
243
Cf. B. FORTE, op. cit., 103-107.
244
CIC 1055 1.
122
bendice a la pareja, de igual dignidad, para complementarse mutuamente, receptivos a
la vida como una casa con las puertas de par en par. El segundo relato, yahvista (Gn
2,4b-25), afirma que los dos sern una sola carne, antes de que el pecado aparezca
en la vida humana. La mujer creada reviste igual dignidad que el varn. Declara
Familiaris consortio, 68: El sacramento del matrimonio tiene esta peculiaridad
respecto a los otros: ser el sacramento de una realidad que existe ya en la economa
de la creacin; ser el mismo pacto conyugal instituido por el Creador al principio.
Nos hemos detenido en estas pginas con algo ms de profundidad. Toda la Iglesia es
receptora de la gracia misericordiosa del Padre que se significa por medio de los
sacramentos. Estos, a su vez, suponen un modo divino especial de mostrrsenos en lo
123
humano, renovndonos constantemente para la edificacin del reino. Como hemos
oteado en el septenario, los sacramentos se inspiran y fundamentan en Jess de
Nazaret, quien siempre aun el don recibido de su Padre y la encarnacin de su
misericordia. El prximo apartado dedicado a la Moral querr adentrarse en el misterio
de la vida cristiana, que constantemente mira a Dios compasivo para servir de la
misma manera al hombre; y mira al ser humano, porque ah tambin mora Dios. La
gracia del Padre a travs de aquellos sacramentos podramos decir- configuran
nuestro modo compasivo de estar en la ciudad.
124
Captulo 8
Inspranos el gesto y la palabra oportuna (MORAL FUNDAMENTAL, PERSONAL Y
SOCIAL)
Los actos humanos son actos morales, deca Santo Toms de Aquino245. Con este
axioma comenzamos el presente captulo dedicado a la Moral en sus tres vertientes
(fundamental, personal y social), porque ningn acto humano por accin u omisin-
puede ser neutral. El modo de situarnos en esta vida, de estar con otros, de
responsabilizarnos o no de la suerte del prximo o del lejano tiene que ver con
nuestras respuestas morales, est revestido de una intencionalidad que bebe de
planteamientos ticos asumidos. En lo que somos y hacemos han influido sin duda la
educacin recibida en la llamada primera socializacin (familia y colegio) ms el
conjunto de relaciones que configuraron nuestra biografa en tiempos pretritos y hoy
mismo. Por ello, en toda respuesta tica entran en juego los condicionamientos y
nuestra libertad.
Ahora bien, como hemos adelantado, la moral cristiana, partiendo de este ethos
humano, s tiene una especificidad. Lo primero que da a la moral su identidad
propiamente cristiana es el hecho de que se trate de una moral cristocntrica, una
moral en referencia continua a Jesucristo. Jess envi a sus discpulos al mundo. Por
245
J. MARTNEZ J. M. CAAMAO, Moral fundamental. Bases teolgicas del discernimiento tico, Sal
Terrae, Santander 2014, 543.
246
Cf. Ibid., 331-335.
125
eso, la Iglesia no puede circunscribirse con su mensaje de amor compasivo al mbito
individual-personal y eclesial. Debe ser levadura, sal y luz de los hombres (cf. Mt
5,13s; 13,33) y comprometerse a favor de la vida247. Por tanto, en nuestro recorrido
incidiremos en lo especfico de la tica cristiana desde la lente de la misericordia
practicada y encarnada por Jess de Nazaret. Su vida entregada por todos lo hombres
nos recuerda -ms all de la incondicional dignidad, dada por el Creador, de todas y
cada una de las personas- el valor que estas tienen para l cuando ha entregado la
vida del Hijo al mundo por recuperarlos, as como la solidaridad entre los hombres que
brota de aquella comn dignidad.
Como hemos dicho, este es el rasgo sustancial que ha de configurar toda tica
cristiana, traducida en un segundo momento en una praxis moral especfica. Se trata
en primer lugar de seguir a Cristo, adherirse a su persona, no a una lista de
mandamientos. Ser sus seguidores significa compartir su vida y su destino, esto es,
247
W. KASPER, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander 22013,
177.
248
Para los apartados a, b y c seguiremos principalmente a J. MARTNEZ J. M. CAAMAO, op. cit., 319-
375.
126
una nueva manera de amar insultantemente novedosa y radical. El Seor Jess pide
que:
Ser cristiano no depende, ante todo, del mayor o menor grado de cumplimiento de
unos preceptos, sino del saberse llamado, invitado y con-vocado por Cristo para hacer
realidad en el mundo el plan de Dios. La moral cristiana consiste sencillamente en el
abandonarse a l, en el dejarse transformar por su gracia y ser renovados por su
misericordia251. Jess resita la religiosidad recibida del AT: no la elimina, puesto que
l mismo tambin participaba del culto sinagogal y de las costumbres religiosas de
Israel; pero les otorga un nuevo modus: l mismo ser ese nuevo horizonte de sentido
que subvierte lo que ya exista, ensendonos en qu consiste la nueva moral que
inaugura con su persona252. Una llamada cristocntrica que no nos impele a
249
Cf. JUAN PABLO II, Veritatis splendor, 20. (Las negritas son mas).
250
R. SCHNACKENBURG, El mensaje Moral del Nuevo Testamento. I. De Jess a la Iglesia primitiva,
Herder, Barcelona 1968, 27.
251
Cf. JUAN PABLO II, Veritatis splendor, 119.
252
Cf. J. MARTNEZ J. M. CAAMAO, op. cit., 328-337.
127
instalarnos cmodamente en una doctrina, sino que nos enva en misin (esto es la
vocacin cristiana) con un talante determinado, revestidos de una misericordia que se
conmueve y se mueve ante el dolor ajeno. De esta manera, la persona de Jess es el
camino por el que irrumpe el reino de Dios, el cual significa para nosotros una
interpelacin tica, una forma de vida del cristiano, en cuanto anuncio y signo de los
valores del reino.
Entre la accin social de la Iglesia y las ONGs la diferencia est en la comunin con
Cristo, que nos pone a los pies de los pobres; ellos no son una exigencia tica, sino un
253
compromiso que brota de la fe .
253
Cf. D. MOLL, Espiritualidad y accin social, Selecciones de Teologa, Barcelona julio-septiembre
2014, vol. 53, n 211, 233-240.
128
mayor bien del que sufre. Desde su comprensin del ser humano, la injusticia es lugar
teolgico; la misericordia, una va de acceso a la realidad254.
Lo que importa es apostar la vida por Dios y por la causa del reino, y esa entrega
radical ir configurando nuestra conducta. Por eso, una moral que se centre en la
propia realizacin, sin abrirse a la comunin con los dems, nunca podr adjetivarse
como cristiana. () Nuestra actitud ante el hermano va a revelar mejor que cualquier
otra prctica, por muy religiosa que sea, nuestra sinceridad ante Dios, pues quien no
256
ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve (1Jn 4,20) .
Al mismo tiempo, esta teonoma que queremos suscribir afirma la libertad del hombre
como existencial humano; pero la dota de un nuevo sentido: es un don de Dios, es
signo eminente de la imagen divina257, es en el hombre una fuerza de crecimiento y
de maduracin en la verdad y la bondad; alcanza su perfeccin cuando se ordena a
Dios, nuestra bienaventuranza258. l, que nos hizo por amor (cf. Gn 1,1-31), tambin
nos cre libres para el amor (cf. Jn 15,13). Por esta razn, la libertad cristiana
sostenida por la gracia- ser capaz de producir un dinamismo que orienta la conducta
por la exigencia del amor259. Esta exigencia del amor tiene en la compasin una forma
especial de manifestarse. En esto consiste nuestra libertad: en dejarnos conducir por
254
Cf. F. J. VITORIA, Una teologa arrodillada e indignada. Al servicio de la fe y la justicia, Sal Terrae,
Santander 2013, 30-38.
255
Cf. J. MARTNEZ J. M. CAAMAO, op. cit., 324. (Las negritas son mas).
256
Cf. E. L. AZPITARTE, Hacia una nueva visin de la tica cristiana, Sal Terrae, Santander 2003, 219;
244-245.
257
Cf. Gaudium et spes, 17.
258
Cf. CIC, 1731.
259
Cf. E. L. AZPITARTE, op. cit., 256.
129
la llamada de Dios que busca amar a toda criatura, que nos libera de los miedos
(somos libres de) y que nos enva a vivir responsablemente (libres para) sabiendo
escuchar la voz del Amor en nuestro interior.
Una voz que no hace eco sordo en el interior del hombre, sino que percibe lo que est
ms all de nosotros mismos y que necesita de compasin y praxis evanglica en el
ejercicio de la responsabilidad cristiana, la diacona: Servos unos a otros por amor.
Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amars a tu prjimo como
a ti mismo (Gl 5,14).
Desde el Dios bblico, la libertad puede descubrirse como don integral, incondicionado.
El influjo divino es al mismo tiempo accin constitutiva y ofrecimiento gratuito. As, la
libertad humana es puerta de entrada para la novedad de la intervencin divina en el
mundo. Dios solicita nuestra libertad, sin que l rompa milagrosamente las leyes
lgicas de la creacin, sin que l suplante la respuesta radicalmente libre del ser
humano; ste puede situarse en el mal camino (Sal 46,5), pero tambin en el bueno
(Sal 1)260. De hecho, el NT siempre supone la libertad humana cada vez que exhorta a
la conversin, sea en labios del Bautista, de Jess o de cualquiera de los
representantes de las tradiciones apostlicas. San Pablo reflexiona teolgicamente
contraponiendo las dos alianzas. Segn l, la prctica farisaica de la Ley alienaba la
libertad humana (Gal 5,1; 6,12). La nueva alianza ofertada por Jesucristo ha aportado
a los creyentes una triple liberacin: del pecado (Rom 6,15-19), de la muerte (Rom
6,20-23) y del yugo de la Ley (Rom 7,1-6). Ante esa experiencia, Pablo puede
exclamar: para ser libres nos libert Cristo (Gal 5,1). Al aceptar la gracia del Seor,
la libertad humana no slo no queda disminuida, sino ntimamente liberada: El
Seor es el Espritu, y donde est el Espritu del Seor, all est la libertad (2 Cor
3,17).
130
fundamento supondr adherirnos a Dios-misericordia como clave estructurante de todo
don y como figura que ilumina nuestra existencia. Nuestros actos concretos, nuestra
praxis histrica, en tanto respondan a este deseo de encarnar la misericordia
compasiva de Dios en el mundo, se convertirn en lugar de verificacin de dicha
opcin fundamental. La cuestin es hacer uso de nuestra libertad para orientar
responsablemente nuestras elecciones concretas hacia esa meta, y realizarlo de modo
gratuito, puesto que todo lo recibimos de Dios (1Cor 3,21-23), y todo lo recibido es
para el bien (Rom 8,28).
Por tanto, la libertad es el don ms preciado que recibimos de Dios los seres
humanos, y el ltimo reducto que le queda a la persona en defensa de su dignidad y
de su humanidad263. El uso de nuestra libertad nos dignifica y humaniza, o puede
hacernos in-humanos:
A diario, a cualquier hora, se ofreca la oportunidad de tomar una decisin; una decisin
que determinaba si uno se sometera o no a las fuerzas que amenazaban con robarle
el ltimo resquicio de su personalidad: la libertad interior. Una decisin que tambin
prefijaba si la persona se convertira al renunciar a su propia libertad y dignidad- en
juguete o esclavo de las condiciones del campo, para as dejarse moldear hasta
264
conducirse como un prisionero tpico .
262
Cf. BENEDICTO XVI, Caritas in veritate, 6, en J. MARTNEZ J. M. CAAMAO, op. cit., 388.
263
CIC, 1738: el derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la
persona, especialmente en materia moral y religiosa.
264
V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 2004, 90-91.
131
1.3. Una moral con una norma subjetiva: la conciencia
265
Cf. J. H. NEWMAN, Carta al Duque de Norfolk, Rialp, Madrid 1996, 57-63, en J. MARTNEZ J. M.
CAAMAO, op. cit., 419-461.
132
secreto y el sagrario del hombre, en el que ste se siente a solas con Dios, cuya voz
266
resuena en el recinto ms ntimo de aquella .
() Mientras la ley natural ilumina sobre todo las exigencias objetivas y universales del
bien moral, la conciencia es la aplicacin de la ley a cada caso particular, la cual se
convierte as para el hombre en un dictamen interior, una llamada a realizar el bien en
una situacin concreta. La conciencia formula as la obligacin moral a la luz de la ley
natural: es la obligacin de hacer lo que el hombre, mediante el acto de su
conciencia, conoce como un bien que le es sealado aqu y ahora. El carcter universal
de la ley y de la obligacin no es anulado, sino ms bien reconocido, cuando la razn
determina sus aplicaciones a la actualidad concreta (). El hombre debe actuar en
267
conformidad con el juicio de la conciencia .
Por tanto, podramos afirmar que la conciencia est dotada de un carcter sagrado en
cuanto que Dios se revela ntimamente al hombre a travs de ella, manifestndole su
ley: la del amor. Pero no podemos entender la conciencia como un fenmeno
exclusivo de los creyentes; tambin los que no comparten la fe son guiados por su
propia conciencia, hasta el punto de que todos estamos obligados a obedecerla y
discernir el bien. Por tanto, la normatividad de la conciencia antecede a cualquier
confesin religiosa y se remite a la misma normatividad ontolgica del ser del hombre.
obedecer a la conciencia es obedecer a aquella verdad que debe estar por encima de
cualquier instancia social y de cualquier forma de gusto personal. Se evidencian as
dos criterios para discernir la presencia de una autntica voz de la conciencia: sta no
266
CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, 16.
267
Cf. JUAN PABLO II, Veritatis splendor, 59 y 60.
268
www.humanitas.cl (consultado el 09.10.2014)
133
coincide con los propios gustos y deseos; tampoco se identifica con lo que es
socialmente ms ventajoso, con el consenso del grupo o con las exigencias del poder
269
poltico o social .
Ahora bien, no toda conciencia de por s es el sagrario del hombre donde resuena la
voz de Dios. Para asegurar el buen funcionamiento de la conciencia son necesarias al
menos 3 condiciones: la rectitud, la verdad y la certeza.
Toda persona acta en funcin de los esquemas de valores que jerarquizan su vida.
En el caso de la moral cristiana, el discernimiento271 se convierte en un elemento
clave para saber elegir segn los criterios de Jess. A Dios lo captan
fundamentalmente los que se encuentren comprometidos e identificados con l, los
que han asimilado con plenitud los valores y las perspectivas evanglicas. Pero toda
eleccin entre diversas posibilidades reviste cierta dosis de incertidumbre. Cristo nos
seal el nico criterio de una vida autntica: Por sus frutos los conoceris (Mt 7,16);
la ortopraxis aparece as como la mejor garanta para juzgar y valorar la ortodoxia del
discernimiento. La entrega de la vida a los dems desde un amor preferentemente
compasivo se convierte en impulso y confirmacin de lo que creemos. San Juan lo
expresa con la frase tan conocida: Si nos amamos unos a otros, Dios mora en
nosotros (1Jn 4,12).
269
CF. J. RATZINGER, Conciencia y verdad (Conferencia ante el 10 Seminario de Obispos, Dallas,
Texas, 1991), www.periodistadigital.com (consultado el 09.10.2014).
270
Cf. JUAN PABLO II, Veritatis splendor, 60.
271
Cf. E. L. AZPITARTE, op. cit., 257-265.
134
integrada con la necesaria dimensin interpersonal eclesial. La moral vinculada a la
fe da un especial realce a esta dimensin comunitaria de la moral, porque la
subjetividad moral inspirada por el Espritu remite a la comunidad animada por el
Parclito, a la Iglesia. Y ya hemos visto que sta existe en cuanto est al servicio de la
sociedad. Toda actividad eclesial es una expresin de un amor que busca el bien
integral del ser humano272.
La Iglesia es entre los hombres la tienda del encuentro con Dios -la morada de Dios
con los hombres (Ap 21,3)-, de modo que el hombre no est solo, perdido o temeroso
en su esfuerzo por humanizar el mundo, sino que encuentra apoyo en el amor redentor
de Cristo. La Iglesia es servidora de la salvacin no en abstracto o en sentido
meramente espiritual, sino en el contexto de la historia y del mundo en que el hombre
vive, donde lo encuentra el amor de Dios y la vocacin de corresponder al proyecto
divino. () Es el mismo misterio de Dios, el Amor trinitario, el que funda el significado y
el valor de la persona, de la sociabilidad y del actuar del hombre en el mundo, en
cuanto que ha sido revelado y participado a la humanidad, por medio de Jesucristo, en
273
su Espritu .
272
Cf. BENEDICTO XVI, Deus Caritas est, 19.
273
Cf. COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA, 54 y 60 (www.vatican.va).
274
CF. I. CAMACHO, Benedicto XVI y Francisco: dos aportaciones complementarias a la Doctrina Social
de la Iglesia. Discurso inaugural curso 2014-2015, Facultad de Teologa, Granada 2014, 61.
135
otros y con la creacin, y por tanto, con Dios. Para vencer esta realidad el
hombre siempre necesitar la redencin de Cristo y la fuerza de la gracia. Sin
embargo, el pecado, aun pervirtiendo la creacin, ontolgicamente no est al mismo
nivel que el amor. No tiene aqul la ltima palabra de sentido. En esta direccin se
expresa la primera carta de Juan: Incluso si nuestra conciencia nos condena, la
misericordia de Dios siempre ser mayor que nuestra conciencia (1Jn 3,20). As como
el amor es ms fuerte que la muerte (Cant 8,6), la bondad efectiva de Dios sale cada
da al encuentro de nuestra limitacin: la acoge, nos reconcilia con l, con los dems,
con nosotros mismos, y sigue confiando en nuestra capacidad para el bien, para
construir conscientemente un mundo nuevo a su manera, segn su proyecto.
No pocas veces experimentamos una escisin entre lo que uno es y desea, hasta el
punto de poder afirmar humildemente, como san Pablo: No hago el bien que quiero,
sino que obro el mal que no quiero (Rom 7,19). Este versculo nos acerca al misterio
del pecado, que trataremos enseguida, para subrayar a continuacin que de parte de
Dios- el ser humano es mucho ms que los aciertos u errores que cometemos.
Precisamente la misericordia del Padre que conoce nuestra debilidad e
indigencia est ms pronta a actuar ante las perversiones de la opcin
fundamental que cada uno personaliza en su vida, sin dejar de reorientarnos hacia
lo que verdaderamente nos humaniza. Su misericordia y su perdn sern siempre ms
grandes que la realidad del pecado. De ah que la actitud de perdn y misericordia
frente al mal sea una peculiaridad de la moral cristiana. Muy conocidas son aquellas
palabras del papa Francisco que pronunci en su primer Angelus275: Dios no se cansa
de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdn.
Por nuestra constitucin humana limitada y frgil, el pecado y la culpa forman parte de
nuestro seguimiento de Jess. El pecado nos habla de la responsabilidad humana, de
nuestra libertad moral y de la culpa276. El sentimiento de culpa tiene una funcin
necesaria y positiva en el crecimiento y maduracin de la persona, bien lo saben los
educadores y psiclogos. La ausencia absoluta de este sentimiento puede hacernos
destructores de nuestros hermanos.
Carlos Domnguez nos recuerda acertadamente los dos tipos de culpa que podramos
ver representados en las figuras bblicas de Judas y Pedro; el primero, al haber
vendido al Maestro por unas cuantas monedas, vive una culpa destructora,
autocentrada en su imagen narcisista y no en Jess, que le lleva al suicido; el
275
17 de marzo de 2013, www.vatican.va.
276
Cf. J. MARTNEZ J. M. CAAMAO, op. cit., 463-465.
136
segundo, tras la mirada que le dirige Jess (Lc 22,61) llora amargamente por haberlo
negado. Sus lgrimas podramos decir- restablecen en cierta manera el mal
realizado, ya que aunque el apstol es consciente de lo ocurrido, al no estar su mirada
centrada en l mismo sino en Jess, lo vive en la clave de una nueva oportunidad, la
del horizonte del reino de Dios que siempre mira ms all277.
Pero es necesario [el pecado] situarlo en su justo lugar y desde una perspectiva
saludable para que no se convierta en una fuente constante de culpabilidad y angustia
cuanto en un lugar de liberacin que mire hacia la misericordia, la reconciliacin y el
perdn. Una vez ms, lo primero en la moral cristiana es la llamada de Dios al bien y el
279
don de su gracia .
Tampoco todas esas realidades que reconocemos como pecado son iguales ni
igualmente importantes, sea por la intencin, sea por las consecuencias del mal
realizado. Tradicionalmente se distingua entre pecado mortal, grave, venial y leve. Se
llamaba pecado mortal al acto que tiene como objeto una materia grave y que,
adems, es cometido con pleno conocimiento y libertad por el cual rechaza a Dios y su
alianza de amor prefiriendo volverse a s mismo, a alguna realidad creada y finita, o a
algo contrario a la voluntad divina. Y llevaba como consecuencia la condenacin
eterna. Pecado venial era el pecado que no quita la ordenacin fundamental hacia
Dios, pero hace disminuir su fervor y puede llevar, con su repeticin, a una variacin
en la opcin fundamental. Frente al mortal, la diferencia estara en que no priva de la
gracia santificante, de la amistad con Dios, de la caridad, ni por lo tanto de la
bienaventuranza eterna281. Pecado grave, el pecado cometido durante la vida cuando
es producto ms bien de la limitacin y debilidad, no es pblico ni escandaloso,
277
Cf. C. DOMNGUEZ, Psicodinmica de los Ejercicios Ignacianos, Mensajero-Sal Terrae, Bilbao 2003,
107-108.
278
Cf. J. MARTNEZ J. M. CAAMAO, op. cit., 475.
279
Ibid., 472.
280
Cf. JUAN PABLO II, Reconciliatio et paenitentia, 15 y 16.
281
Ibid., 96.
137
transforma una actitud, pero sin afectar a la opcin, y no rompe la esperanza y el
deseo de la gracia de Dios, aunque se trate de una infidelidad importante; o cuando la
imperfeccin del acto impide que llegue a mortal. Y Pecado leve es una accin que en
s es mala, sin embargo no es tal que determine una oposicin a Dios.
282
JUAN PABLO II. Veritatis splendor, 69.
283
W. KASPER, op. cit., 198.
138
vctimas y, no menos, la rehabilitacin del pecador y la humanizacin del ofensor (su
conversin). Esto significa que, antes que nada, hay que poner en el centro a la
persona, y ser capaz tambin de perdonar la realidad. El perdn cristiano exige,
adems, cargar con el pecado y sus consecuencias para aliviar a otros, y esto conlleva
dejarse afectar por la debilidad y compartirla. En la medida de nuestras posibilidades,
en las situaciones de necesidad tanto corporal como espiritual debemos propiciar un
caluroso rayo de misericordia, encendiendo as la luz del amor, que es engendradora
de esperanza284.
Sin embargo, el amor humano en el matrimonio aunque bendecido por Dios- es frgil.
En muchas ocasiones se trunca el proyecto originario entre dos personas, lo cual en
absoluto desdice el compromiso de Dios con sus criaturas; antes bien, Su acogida es
an mayor, preferencial en contextos de ruptura, donde el sufrimiento es incalculable y
284
Cf. Ibid., 198.
285
As nos parece que expresa Isaas ese pasin misericordiosa del Dios fiel: Yo, el Seor, te he llamado
en nombre de la justicia; te tengo asido de la mano, te form y te he destinado a ser alianza de un pueblo,
a ser luz de las naciones; para abrir los ojos a los ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la crcel
al que vive en tinieblas (). No temas, que yo te he rescatado, te llam por tu nombre, eres mo, y yo te
amo. (Cf. Is 42,6-7; 43, 1-3).
139
el fracaso a menudo es vivido con vergenza y alejamiento. La moral cristiana, si
desea ser compasiva, debe tomar en serio la situacin y las decisiones de la pareja,
jams juzgando y mucho menos condenando.
Adems, en relacin a la admisin a la comunin de los divorciados vueltos a casar,
en ltimo trmino sigue siendo vlido el principio de respeto hacia quien obra en
conciencia. Esta posibilidad es un derecho que no viola el principio ideal del
sacramento, sino que lo humaniza, en cuanto que parte de la realidad y no de un ideal.
Sostiene la Congregacin para la Doctrina de la Fe286:
Respecto a la admisin a los Sacramentos, los Ordinarios del lugar deben, por una
parte, urgir la observancia de la actual disciplina de la Iglesia; por otra, deben procurar
que los pastores traten con especial solicitud a los que viven en situacin irregular,
utilizando en la solucin de tales casos, adems de los medios adecuados, la prctica
aprobada por la Iglesia para el fuero interno.
As pues, la Iglesia de la misericordia est llamada a vivir con los brazos abiertos.
Divorcio significa prdida de esperanzas y final de sueos; pero tambin puede
significar una nueva vida288. La doctrina eclesial sobre la indisolubilidad y la fidelidad
matrimonial no debe separarse de su doctrina sobre la necesidad de mostrar
compasin y comprensin hacia quienes se encuentran en cualquier clase de
dificultad: nadie niega que las personas pueden fallar. Pero el fracaso no hace a nadie
286
Carta sobre la indisolubilidad del matrimonio y la admn. de los sacramentos a los fieles que viven en
situacin irregular, 11 abril 1973 (www.vatican.va, consultado el 20 de febrero de 2014). (Las negritas
son mas).
287
Asamblea Extraordinaria del Snodo de los Obispos, Roma, 5-19 de octubre de 2014.
288
J. HOSIE, Con los brazos abiertos. Catlicos, divorcio y nuevo matrimonio, Sal Terrae, Santander
2001.
140
indigno de ser amado a los ojos de Dios289. Como afirma Pablo VI, necesitamos ser
especialmente respetuosos de la conciencia y las convicciones de los dems, no
imponiendo excesivas cargas, para no aislar ms a quienes ya estn solos; ni
permitiendo que nuestra propia ignorancia o nuestros prejuicios bloqueen el poder
sanante y vivificador del Espritu Santo290. No podemos olvidar que la misin curativa
de la Iglesia precede a su funcin judicial291.
La Iglesia est llamada a ser siempre la casa abierta del Padre (). La Eucarista, si
bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos
sino un generoso remedio y un alimento para los dbiles. Estas convicciones
tambin tienen consecuencias pastorales que estamos llamados a considerar con
prudencia y audacia. A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no
como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay
292
lugar para cada uno con su vida a cuestas .
289
Cf. DECLARACIN DE LOS OBISPOS DE NUEVA ZELANDA Y AUSTRALIA: Cuando los sueos mueren
(1982).
290
Cf. PABLO VI, Evangelii nuntiandi, 79.
291
W. KASPER, op. cit., 145.
292
FRANCISCO, Evangelii gaudium, 48-49. (Las negritas son mas).
293
Seguiremos esencialmente a Cf. J. MARTNEZ J. GAFO (), Biotica Teolgica, UPComillas-DDB,
Madrid 2003, 99-139.
141
En un breve y rpido recorrido veterotestamentario, observamos que el quinto
mandamiento del Declogo, no matars, es el resumen ms conocido de la actitud
bblica ante la vida humana. Ha sido utilizado frecuentemente en relacin al homicidio,
el suicidio, el aborto o la eutanasia. A lo largo de la Tradicin, la defensa e
inviolabilidad de la vida humana se fundamentarn en la concepcin del ser humano,
creado a imagen y semejanza de Dios. Sin embargo, tambin verificamos que en todo
el Primer Testamento la defensa de la vida est teida de luces y sombras, de
aspectos positivos y negativos: la humanidad viva pacficamente, pero esta armona
se rompe por el pecado y se llega a una verdadera escalada de violencia en los once
primeros captulos del Gnesis. No podemos obviar que el mensaje que leemos est
condicionado por su contexto cultural.
Es ms, Dios se identifica hasta tal punto con la persona, sobre todo con la ms
pobre y necesitada, que cualquier atentado con ella se convierte en una negativa a su
amistad294. Bien expresiva y conocida es la expresin: Cuanto hicisteis a uno de
estos hermanos mos ms pequeos, a m me lo hicisteis y cuanto dejasteis de
hacer con uno de estos ms pequeos, tambin conmigo dejasteis de hacerlo (Mt
25,40.44).
294
Cf. E. L. AZPITARTE, op. cit., 244-245.
142
En el desarrollo histrico posterior, la moral catlica ha defendido con fuerza la vala
de la vida humana, de tal modo que podramos acentuar el valor y la intrnseca
dignidad de todo ser humano, por lo que siempre ser un fin en s mismo (cf. Gn
1,27). En los evangelios percibimos a Jess atendiendo compasivamente a cada ser
humano concreto, como por ejemplo lo denota el episodio de la oveja perdida (Mt
18,12-14). Esta vida humana constituye un valor fundamental del que no se puede
disponer arbitrariamente. Sin embargo, para el creyente en Jess, la vida no es el
valor supremo y absoluto. La reflexin tica catlica ha podido olvidar aquello tan
evanglico como el que nadie tiene amor ms grande que el da la vida por sus
amigos (Jn 15,13) o el que pierde su vida la ganar (Lc 17,33).
295
Cf. BENEDICTO XVI, Deus caritas est, 28b.
296
Cf. E. A. JOHNSON, La cristologa, hoy. Olas de renovacin en el acceso a Jess, Sal Terrae,
Santander 2003, 50ss.
297
Cf. L. GONZLEZ-CARVAJAL, En defensa de los humillados y ofendidos: los Derechos Humanos ante
la fe cristiana, Sal Terrae, Santander 2005, 346.
143
La paz es un tema fundamental en la Doctrina Social de la Iglesia, como podemos ver
en algunos papas del siglo XX, as como en el Concilio Vaticano II298:
298
Seguiremos sobre todo a Cf. A. A. CUADRN (c), Manual de la Doctrina Social de la Iglesia, BAC,
Madrid 1993, 791-813.
144
de la caridad. Esta paz terrenal es imagen y fruto de la paz de Cristo, siendo
bienaventurados los que construyen la paz (Mt 5,9)299.
Ser necesario evitar la guerra por todos los medios; al mismo tiempo, el Catecismo
recoge la moral clsica sobre la legtima defensa mediante la fuerza militar (2307-
2317). Para que esta se d, han de confluir unas condiciones (que son los elementos
tradicionales de la llamada guerra justa, 2309): a) que el dao causado por el agresor
a la nacin o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y cierto; b) que
todos los dems medios para poner fin a la agresin hayan resultado impracticables o
ineficaces; c) que se renan las condiciones serias de xito; d) que el empleo de las
armas no entrae males y desrdenes ms graves que el mal que se pretende
eliminar. El poder de los medios modernos de destruccin obliga a una prudencia
extrema en la apreciacin de esta condicin.
Los cristianos tenemos por cierto que la autntica misericordia es, por decirlo as, la
fuente ms profunda de la justicia301. Pero esa justicia, ha de tener puestos los ojos y
el corazn en el modo compasivo como Jess procuraba una sociedad ms fraterna.
Ya en el AT, Dios es quien defiende y urge los derechos humanos de los dbiles y
oprimidos contra los conculcadores. La diferencia esencial entre Yahv y los dioses
falsos era precisamente su implicacin o falta de implicacin ante las injusticias. De
299
Cf. CATECISMO IGLESIA CATLICA, 2304-2305.
300
J. MARTNEZ J. GAFO (), op. cit., 136.
301
Cf. JUAN PABLO II, Dives in misericordia, 14.
145
esta manera, quien ha conocido al verdadero Dios es inevitable que se comprometa
en la lucha contra las injusticias. Los profetas afirman repetidas veces que practicar el
derecho y la justicia equivale a conocer a Dios.
Por el trmino justicia entendemos dar a cada uno lo que le corresponde302; esto
implica -desde el amor como medida mnima303-, dar a todo ser humano la posibilidad
de realizarse verdaderamente como persona humana; es decir, garantizarle el
respecto efectivo de todos y cada uno de los derechos humanos.
1A. Dignidad
Este principio reconocido que ilumina todos los dems- es el punto de partida en la
Declaracin de los Derechos Humanos, y bebe de Gaudium et spes: la persona
humana es creada a imagen y semejanza de Dios (cf. 22). Asimismo es la clave de
bveda de la Doctrina Social de la Iglesia: la dignidad de cada hombre, dada a todos
por igual por el Creador y que, por ende, incluye la solidaridad entre cada ciudadano.
302
www.rae.es (consultado el 26.11.14).
303
W. KASPER, op. cit., 197.
304
Seguimos la enumeracin del prof. Jos Manuel Aparicio (apuntes de clase), curso 2013-2014.
305
Cf. E. A. JOHNSON, op. cit., 85-104.
146
esperanzas, tristezas y angustias de los discpulos de Cristo." (GS 1). El testimonio de
Jess de Nazaret avala la conexin entre espiritualidad cristiana y experiencia de
marginacin; adems, el Concilio Vaticano II y la teologa posterior han fortalecido la
relacin con la pobreza como rasgo identitario de la experiencia cristiana306.
4. Derechos humanos307
Como trazamos ms arriba, los Derechos Humanos suponen una herramienta tica
para proteger la dignidad del individuo, puesto que son la esencia de la tica civil. Esta
dignidad inalienable se debe a la misma naturaleza humana. Adems, La Iglesia ha
tomado conciencia de la urgencia de la tutelar y defender estos derechos,
considerando esto como parte de su misma misin salvfica308. La Declaracin de
1948 sostiene que todas las personas tienen unos derechos bsicos que han de
respetarse, a saber: civiles (los que corresponden a la persona como individuo),
polticos (entindase democrticos), sociales, culturales y econmicos (en los que la
Iglesia es precursora: hospitales, leproseras, la lucha por el mundo obrero Rerum
novarum-, etc.).
Para Juan XXIII en Pacem in terris (1963), el fundamento de los Derechos Humanos
reside en la tradicin cristiana; sin embargo, para la Declaracin, el cimiento ha de ser
el consenso humano; asimismo, esta no presenta los fundamentos antropolgicos y
ticos de los derechos humanos porque eso es labor de las diversas familias de
pensamiento.
306
Del power point Principios de Moral Social del prof. Jos Manuel Aparicio (apuntes de clase), curso
2013-2014.
307
Cf. L. GONZLEZ-CARVAJAL, op. cit., 15-65.
308
Cf. ORIENTACIONES PARA EL ESTUDIO Y ENSEANZA DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA EN LA
FORMACIN DE LOS SACERDOTES, Congregacin para la Educacin Catlica, Roma 1988.
147
5. Bien comn
El Estado es siempre el garante del bien comn o social. El epicentro de ste es el
desarrollo del individuo.
6. Participacin
Con vistas a la consecucin del bien comn, cada individuo tiene la obligacin de
participar en el desarrollo social.
7. Solidaridad y Subsidiariedad
Por el primero se reconocen las necesidades del prximo, lo que de alguna forma
puede mover a actuar en su beneficio (subsidiariedad).
309
Del power point Principios de Moral Social del prof. Jos Manuel Aparicio (apuntes de clase), curso
2013-2014.
310
Cf. W. KASPER, op. cit., 184-186.
311
BENEDICTO XVI, Caritas in veritate, 2 y 6.
148
Llegamos al final de este captulo dedicado a la Moral. Hemos querido descubrir cmo
el modo cristiano de empearnos en este mundo nace del amor y la misericordia de
Dios y se alimenta de la relacin con su Hijo. Jesucristo encarna la compasin del
Padre, iluminando nuestra libertad y responsabilidad, nuestros gestos y palabras
limitados. De esta forma, el trabajo por la justicia y la reconciliacin, la paz y los
derechos humanos los asume la Iglesia toda como respuesta compasiva que brota de
la fe en el Dios que ama nuestra salvacin. Sin embargo, este compromiso inmanente
va asido a un futuro trascendente, plenificador, como afirmaremos en el siguiente
captulo. La escatologa, en cierta medida, ya ha comenzado entre nosotros aun
cuando la plenitud total no quepa en los estrechos lmites de nuestra historia.
149
150
Captulo 9
Esta manifestacin final de Dios supondr la realizacin plena del Su reino; un reino
que ya ha comenzado en nuestro mundo en la persona de Jess de Nazaret, y que a
travs del Espritu nos conduce esperanzadamente hasta la consumacin final: gesto
definitivo de la misericordia de Dios.
Si Dios crea para la vida, su promesa de amor nos dice, adems, que dicha vida
es eterna. Si el amor creador est en el origen de nuestra existencia, el amor
consumador ser el que la recoja y consume. De ah que, en estas pginas, tratemos
sobre el arch y el telos de la historia de la salvacin, que como dijo Ignacio Ellacura,
es la salvacin de la historia313, a pesar de no alcanzar su plenitud dentro de esta
historia.
El ser humano no es amnsico, sino anamnsico, lo que significa que nuestro hoy
presente recoge en cierto modo lo que hemos sido (y en ello, nuestros gozos y
sufrimientos, alegras y fracasos, especialmente de los desfavorecidos), soando la
esperanza de un futuro perennemente feliz tras nuestra vida mortal; Dios, en su
bondad misericordiosa, sabr mirar siempre ms all, acogiendo lo ms profundo de
312
Seguiremos principalmente las pginas dedicadas a Escatologa: Cf. N. MTEZ.-GAYOL, en .
CORDOVILLA (ed.), La lgica de la fe, UPComillas, Madrid 2013, 631-711.
313
Cf. I. ELLACURA - J. SOBRINO, Fe y Justicia, DDB, Bilbao 1999.
151
nuestro corazn en el ms ac, prometindonos el perdn y la gracia, acogidos o no
libremente por el hombre. Al mismo tiempo, la propuesta cristiana de futuro ser un
aliciente para el creyente, para comprometerse con el mundo, para vivir de otra forma,
haciendo de su vida moral una encarnacin de la misericordia. Buscad primero el
reino de Dios y su justicia, y todo lo dems se os dar por aadidura (Mt 6,33).
El trmino escatologa proviene del griego schaton, algo ltimo en el tiempo, pero
lleg a incorporar un nuevo contenido y sentido: la aparicin de Dios en el mundo, que
constituye el acontecimiento decisivo que imprime a la historia su orientacin definitiva.
Con Cristo misericordia encarnada y expresada del Padre-, ha irrumpido en el mundo
lo ltimo (el mismo Cristo es nuestro schaton), aplicado tanto a realidades
temporales como al fin de los tiempos314. Por tanto, este fin del que trata la escatologa
no se refiere nicamente a un momento puntual final, como meta, sino debe de ser
entendido sobre todo como finalidad, referida al sentido ms profundo y verdadero de
toda la existencia. Es decir, el fin no se refiere slo al ms all, sino a la esperanza
que configura el ms all y nos dice cmo esperar (en el ms ac). Por otra parte, la
salvacin que esperamos no podemos entenderla solo como liberacin de
negatividades sino como posibilidad y oferta de plenitud. Es Dios, con su infinita
misericordia, quien profundamente anhela que el hombre viva plenamente, tanto aqu
en la tierra como en el cielo, aunque la plenitud que se nos ha prometido no se pueda
dar en los estrechos lmites de nuestra historia. Puesto que hemos sido amados
(creados), todo ser salvado y consumado.
314
Cf. N. MTEZ.-GAYOL, op. cit., 631.
315
Esa apertura al futuro se nos da desde la experiencia presente de salvacin (escatologa), a diferencia
de la apocalptica, que traslada al presente categoras mticas de futuro (Cf. Ibid., 635-636).
152
proyecto de Dios- como don y no como algo conquistado a base de esfuerzo
personal. Su Amor nos acoger como seres humanos renovados,
trascender gratuitamente lo que somos, tanto en nuestra individualidad,
cuanto como miembros de la gran familia humana, junto a toda la creacin.
Cristologa: El objeto de la esperanza cristiana es Cristo, nuestro scathon;
por lo tanto, la escatologa es una cristologa desarrollada hacia el futuro,
proyectada hacia el fin.
Historia: La escatologa no mira slo al futuro, sino que est en dilogo con el
presente; un presente que, sin duda, est preado de nuestras experiencias
pasadas. Somos bio-grafa y no nicamente crono-loga. Ese futuro que
esperamos, ya est incoado en nuestra historia presente.
316
F. J. VITORIA, Una teologa arrodillada e indignada. Al servicio de la fe y la justicia, Sal Terrae,
Santander 2013, 150.
153
amada por Dios- hacia una mayor libertad, una mayor justicia, un mayor amor, una
mayor humanidad317.
Nuestra esperanza cristiana descansa sobre la conviccin de que Dios crea para la
vida. Nuestra fe se nutre de quien es dador de Vida; es ms, en quien es la Vida
misma, y en quien tiene en la misericordia, su expresin ms compasiva.
Dentro de nuestra historia presente, en el sucederse de los das y las horas, en la
felicidad compartida y en la tristeza opresora que subyuga a tantos inocentes, Dios
misericordioso (Padre, Hijo y Espritu) abre especialmente sus manos -en las que la
humanidad entera est tatuada (Is 49,16)- se nos da y nos promete una vida
transformada, eterna y perfecta, en Cristo. Gracias a la fe, a la esperanza y al amor,
ya somos de algn modo, partcipes de dicha vida, aqu y ahora (el reino ya est entre
nosotros). Y el fundamento de todo esto es Cristo, nuestra esperanza (de futuro y
tambin de presente), por ello hemos podido afirmar que escatologa y cristologa se
exigen mutuamente, as como escatologa y protologa (cf. punto 1).
317
Cf. I. BERTEN, Jesucristo y la liberacin del hombre, Selecciones de Teologa, Vol. 14, 55, julio-
septiembre 1975.
318
Cf. G. URBARRI, La escatologa cristiana en los albores del siglo XXI, Selecciones de Teologa,
Vol. 44, 176, octubre-diciembre 2005.
319
Cf. Ibid., para este apartado. En menor medida, seguir en algunas ideas a J. L. RUIZ DE LA PEA, La
pascua de la creacin. Escatologa, BAC, Madrid 1996.
154
Aqu encontramos unidos el hoy (aspecto temporal) y el cumplimiento de la profeca
de Isaas: la misericordia del Padre, encarnada en el Hijo, quien es sostenido por el
Espritu, tiene como destinatarios privilegiados a los pobres, a los cautivos y ciegos, a
los oprimidos; y a todos les ofrece un mensaje de salvacin, curacin y liberacin.
Para todos ellos el reino de Dios, se muestra como misericordia, y se hace presente
en la persona y palabras de Jess.
San Pablo nos habla de la plenitud de los tiempos que ya han llegado (Gl 4,4; cf. Ef
1,10). Y en la carta a los Hebreos se nos indica que despus de haberse manifestado
Dios de muchas maneras, al final de estos das nos habl en el Hijo (Hb 1,1-2;
9,26). As se enlaza el plan inicial de Dios, desde la creacin, con la culminacin de los
tiempos, en la vida y muerte de Jesucristo (1 Pe 1,18-20). As pues, la escatologa se
inscribe de lleno dentro del designio salvador de Dios, de su proyecto original para la
creacin y la humanidad. Notamos la circularidad teolgica que existe entre la plenitud
de los tiempos, la persona de Jess, la llegada del reino y el cumplimiento de los
planes salvficos de Dios.
Esta magnitud escatolgica del reino es, a la vez, presente y futura. Como hemos
visto, llega con la persona de Jess de Nazaret; se hace presente manifestando la
misericordia del Padre a travs de los milagros y curaciones. Jess mismo es el reino.
Pero tambin se espera su culminacin y plenitud con la llegada en poder del Hijo del
Hombre320 (Dan 7,13s), el alfa y la omega, para juzgar a los vivos y a los muertos (cf.
Mt 10,23; 16,27; Ap 1,8; Lc 12,8), acontecimiento que tendr lugar en la parusa. De
ah que nuestra esperanza encuentre su ltimo fundamento en la vida y en la Pascua
de Jess.
Durante su vida pblica, no todo es manifestacin de la presencia del reino. Jess ora
y ensea a orar a sus discpulos por la venida del reino (el padrenuestro). Esper una
consumacin del siglo presente (parbola de la cizaa, Mt 13,24-30). Esta dimensin
de futuro de su esperanza la constatamos en las parbolas de la vigilancia (vrgenes,
ladrn, siervos que esperan). Pero el futuro aguardado est en estrecha conexin con
el modo en que se viva el tiempo presente. As lo parecen mostrar Mc 8,38 (el juicio
que realizar el Hijo del hombre al final de los tiempos se basa en un juicio que se est
produciendo ahora en la actitud de los hombres) y Mt 25,37-40 (la comunidad
320
Parece que Jess lo us como autodesignacin ms frecuente.
155
escatolgica se est fraguando ahora, no slo en la persona de Jess, sino en la de
sus discpulos y los pequeos).
El reino es tambin una categora con una dimensin trinitaria. Jess anuncia el
reino de su Padre, quien es amor y misericordia fiel (Ex 34,6). Se manifiesta como Su
enviado. Tras la Pascua, el don del Espritu Santo derramado a todos (Rom 5,5)
supondr la seal de los nuevos tiempos que anuncian la instauracin del reino.
El modo de comprender este reino, y de entender la propia escatologa han ido
fluctuando a lo largo de la historia de la Iglesia, atravesando distintos estadios, en los
que no siempre se ha subrayado positivamente la accin misericordiosa de Dios al
pensar el destino del hombre y del mundo.
156
ha ayudado en absoluto a pensar al Dios en quien est nuestro destino como un Dios
de misericordia. La condena, el juicio y el temor se fueron apoderando poco a poco de
la conciencia escatolgica del creyente que comienza a mirar al futuro con recelo, y
deforma as la imagen de un Dios que es Amor creador y que consuma la vida que ha
creado como Amor consumador.
Por ser el reino una magnitud abierta siempre a un futuro de mayor plenitud, el
creyente es invitado a comprometerse con su realizacin ya en el momento presente.
La esperanza en su consumacin no distrae sino lanza hacia el compromiso con la
construccin del mundo presente.
321
Cf. Gaudium et spes, 39.
157
de l. Trabajar y poner medios humanos como si todo dependiera de nosotros322; El
amor ha de ponerse ms en las obras que en las palabras323; El compromiso
temporal interesa en gran medida al reino, aunque no se identifica con l324.
En realidad la idea es siempre la misma: aunque el reino sea una realidad misteriosa
que abarca mucho ms que la praxis histrica, sin un compromiso efectivo con la
historia no podr darse una presencia del mismo en nuestro mundo. La diferencia es
clara y el ligamen es ineludible. Las distintas corrientes teolgicas contemporneas
han acentuado una u otra dimensin. Entre las que han priorizado la dimensin
histrica y comprometida como exigencia del reino, destaca la teologa de la
liberacin que ha tenido en la Iglesia (Puebla, Aparecida) y en el mundo (derechos
humanos) enormes repercusiones por su defensa del necesario compromiso con la
liberacin de la humanidad como condicin indispensable para el advenimiento del
reino de Cristo. Como en la parbola del buen samaritano, se hace claro que sin
misericordia prctica para con todo herido en el camino no es posible la fe325.
322
I. TELLECHEA, Ignacio de Loyola. La aventura de un cristiano, Sal Terrae, Santander 1996, 91.
323
S. IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios espirituales [230] (cf. 1Jn 3,18).
324
Cf. Gaudium et spes, 39 y CTI, Promocin humana y salvacin cristiana (1976), IV b: Hoy da,
manteniendo firmemente la afirmacin de una unidad entre los dos trminos (el esfuerzo humano de
construccin del mundo y el reino de Dios), conviene separar con claridad y rigor lo que los diferencia.
325
Cf. Sant 2,17-18: Si la fe no tiene obras, est realmente muerta. () Mustrame tu fe sin obras y yo
te mostrar por las obras, mi fe.
326
Cf. N. MTEZ.-GAYOL, op. cit., 655.
158
2.2.3. Y UN REINO VIVIDO CON ESPERANZA EN EL RESUCITADO
Al hilo de lo anterior, la misma Iglesia sabe que vive con la esperanza en la acogida
final y definitiva de la misericordia del Padre. A la luz de la resurreccin del Hijo, que
hizo de su vida espejo de la bondad compasiva de Dios, se espera que los cristianos
participen del mismo triunfo de Jesucristo. Se produce as un centramiento
cristolgico de la esperanza: Jess predicaba el reino de Dios y nosotros
predicamos a Jess, quien se convierte en la puerta de entrada al reino. Los cristianos
no esperamos a un ausente, sino a alguien misericordiosamente presente en
medio de ella: en la celebracin eucarstica (siendo alimento de vida para los
desesperanzados), en el rostro y la vida concreta de los hermanos (especialmente los
menospreciados, los considerados menos tiles), en la proclamacin de la palabra
(subvirtiendo los valores del mundo que hacen mella en nosotros). El esperado est
cerca, no lejos. Gracias al resucitado, toda situacin doliente, realidades con rostros
concretos de personas que sufren, crucificados de nuestra sociedad pueden confiar y
dejarse sostener por los brazos de Aqul que los acoge compasivamente y que sigue
inspirando a este mundo para ser sus manos y sus pies. l venci a la muerte, y sta
jams podr tener la ltima palabra definitiva.
Podemos afirmar que la esperanza cristiana tiene que ver con la salvacin de toda
realidad humana y creatural (por deficiente que pudiera parecer). La infinita
misericordia de Dios nos salva con todo lo que somos, no con lo que a nosotros nos
gustara ser, sino con nuestra historia de xitos o fracasos. Nos salva desde la lgica
de su amor, no desde nuestra lgica muchas veces mercantilista y farisaica. Al mismo
tiempo, es Dios quien nos concede su don para esperar su bondad, no un mrito de la
nuestra: La esperanza es fuerza activa y activadora, figura concreta de la misericordia
327
JUAN PABLO II, Dives in misericordia, 8 (las negritas son mas).
159
de Dios328. Esta esperanza creyente es spes contra spes (Rom 4,18): aguardamos lo
que de entrada est ms all de la mera posibilidad humana. Y adems, necesitamos
repetirnos una y otra vez que nicamente es posible vivir la esperanza cristiana en un
doble movimiento de apertura trascendental y compromiso histrico. El reino de Dios
no es el mundo totalmente diferente, sino totalmente nuevo329.
Nuestra vida terrena sabe de una certeza: Jess mismo es la resurreccin y la vida (Jn
11,25). Y, por obra del Espritu Santo, nosotros participaremos de esa resurreccin
con todo lo que hemos sido durante la existencia terrena como hemos afirmado
antes-. San Pablo, en 1Cor 15 relaciona la resurreccin de Cristo y nuestra propia
resurreccin, destacando330:
328
W. KASPER, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander 22013,
130.
329
Cf. L. BOFF, Hablemos de la otra vida, Sal Terrae, Santander 81994, 32.
330
Cf. N. MTEZ.-GAYOL, op. cit., 680ss.
331
Cf. Ibid., 651-654.
160
La resurreccin afectar a aquellos que son del reino; en este sentido la parusa
supone una cierta discriminacin entre los que son del reino y los que no son. A esta
realidad la llamamos juicio. El juicio, en cierta manera, comienza ya durante la vida,
de la misma manera que el reino no se conjuga absolutamente en futuro, sino que va
creciendo entre las luces y sombras del presente. De ah que hablemos al menos de
dos juicios: un juicio de crisis, que se desarrolla en el tiempo presente y un juicio
escatolgico que deberamos ubicar ya fuera de nuestra historia. Por eso es preciso
reconocer que con nuestros gestos de misericordia para con los dems, o con la
ausencia de ellos, ya en la vida terrena estamos haciendo una opcin clara por aquello
a lo que aspira nuestra esperanza.
Ya en este mundo, Jess se dirige a los hombres, no con un anuncio puro del
juicio (al modo de Juan el bautista) y, por tanto, con un mero imperativo, sino que
antepone el perdn de los pecados y la salvacin, para que los hombres, ante esta
experiencia de la gracia, puedan someterse a s mismos a juicio y consigan
cambiar su vida332.
Sin embargo el llamado juicio final es preciso ponerlo en las manos de Dios. Se trata
de un juicio escatolgico, fuera de la historia. Pero como todo juicio de Dios, ya
desde el AT, ste ser fundamentalmente un acto salvfico de Dios dirigido a nuestra
historia. En base a la esperanza que nos abre la experiencia de la gracia, y al
acontecimiento Cristo como portador de perdn y salvacin para todos, podemos
esperar lo que no nos es lcito es afirmar, pues socavaramos con ello la libertad que
Dios nos ha regalado, y la seriedad con la que Dios ha asumido dicha libertad -, que
no haya nadie que se resista a dicha gracia y al amor sin lmites de Dios. Es decir, la
salvacin universal es una certeza con la que contamos en base al amor
misericordioso de Dios que todo lo ha creado para ser salvado. Pero no es posible
afirmarla con seguridad rotunda sobre todos y cada uno de los seres humanos. Pues
es preciso dejar abierta la posibilidad de que alguien quiera decir no al proyecto de
vida eterna para el que hemos sido creados. Con otras palabras: el s de Dios es
siempre s absoluto, y siempre nos es ofrecido por adelantado; el no definitivo del
hombre es una posibilidad, que no podemos cerrar si nos tomamos en serio la libertad
humana, pero tambin debera ser una posibilidad para el creyente, en vistas a la
332
Cf. O. FUCHS, Un Dios bondadoso: debilitamiento o endurecimiento del juicio?, Selecciones de
Teologa, Vol. 53, 211, julio-septiembre 2014, 163-172.
161
salvacin que Cristo nos ha trado con su muerte y resurreccin, esperar el triunfo de
la gracia y por ella la salvacin de todos.
A lo largo de toda nuestra historia Dios es aquel que sale a nuestro encuentro con una
propuesta de salvacin. La justicia de Dios no es punitiva, sino salvfica, provocando al
hombre a la conversin y dejndole en libertad para que decida. El cristianismo no es
una religin de dos caminos: el bien y el mal, la salvacin o la condenacin, como dos
puertas enfrentadas, sobre las que el hombre ha de elegir para la eternidad. No. La
propuesta de Dios es una propuesta de salvacin y para ella hemos sido creados. La
vida eterna es un don de Dios dirigido a toda criatura suya sin excepcin, porque es
grande su amor y universal la redencin de Cristo. l no solo cura, tambin perdona.
La Iglesia nunca ha definido la condenacin positiva de nadie; lo nico que afirma es la
posibilidad real de rechazo, porque es posible la libre negacin humana. Y Dios nos ha
tomado tan en serio como para entregar a su Hijo al mundo para su perdn, tan en
serio como para respetar la eleccin de nuestra libertad. Es la seriedad radical de la
misericordia de Dios.
Pero la misericordia divina se hace sentir tambin al final de la historia. El ser humano
que atraviesa la frontera de la muerte puede haber consumado sus das sin alcanzar la
plena madurez para la que fue soado por Dios, sin haber sido capaz de reordenar
todas las dimensiones de su existencia hacia su opcin fundamental, o con necesidad
de purificar lo que de mal ha habido en su vida. Es decir, puede precisar de una
ulterior transformacin despus de su muerte que lo haga ms semejante a Cristo
para poder entrar en una comunin de vida total con l. Este kairs especial es lo que
333
www.servicioskoinonia.org (consultado el 18.10.14)
162
llamamos purgatorio334. El purgatorio no es un lugar sino un estado de agraciamiento
del que podremos ser objeto en el encuentro cara a cara con Cristo, que posibilitar
esa transformacin conformadora que nos permitir entrar en comunin con la vida
divina en Cristo.
Y esta es la voluntad del que me han enviado: que no pierda nada de lo que l me ha
dado, sino que lo resucite el ltimo da. Esta es la voluntad de mi Padre: que quien
reconozca al Hijo y crea en l tenga vida eterna, y que yo lo resucite el ltimo da (Jn
6,39-40).
334
L. BOFF, op. cit., 60. (La doctrina del purgatorio fue definida por la Iglesia en los Concilios de
Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580).
335
Cf. N. MTEZ.-GAYOL, op. cit., 700ss.
163
164
EPLOGO
Es Dios quien primero cree en nosotros y nos hace capaces de crear, reinventndonos
en su presencia, peregrinos y misioneros, sostenidos en el cayado en su certeza- del
amor, que es el nico que sana y alienta, libera y consuela. Terminamos, pues, con los
versos que han estructurado esta Memoria, con el deseo de que podamos ser an
ms prximos para el prjimo, y que este sea un poco ms feliz:
336
Cf. Sal 23 (22) y 40 (39).
165
Tanto amaste al mundo
que le has entregado a tu Hijo,
para que fuera nuestro Seor y nuestro hermano.
Gracias.
166
BIBLIOGRAFA
BibleWorks
BALZ, H. Y SCHNEIDER, G., Diccionario exegtico del nuevo testamento, Vol. II,
Sgueme, Salamanca 1998, 1468-1474.
BERTEN, I., Jesucristo y la liberacin del hombre, Selecciones de Teologa, Vol. 14,
55, julio-septiembre 1975.
BOADA, J., Peregrino del silencio. Ermita blanca, Narcea, Madrid 1998, 85-86.
CHAUVET, L-M., Sacrificio: una nocin ambigua dentro del cristianismo, Concilium,
Vol. 4, 352, septiembre 2013, 13-24.
CUADRN (c), A. A., Manual de la Doctrina Social de la Iglesia, BAC, Madrid 1993, 791-
813.
167
DEZ-ALEGRA, J. M, La teologa de la esperanza, Selecciones de Teologa, Vol. 14,
56, octubre-diciembre 1975.
DOMNGUEZ, C., Experiencia cristiana y psicoanlisis, Sal Terrae, Santander 2006, 77-
102.
- Psicodinmica de los Ejercicios Ignacianos, Mensajero-Sal Terrae, Bilbao
2003, 107-108.
FOUREZ, G., Una Buena Noticia liberadora. Evangelio para un mundo en crisis, Sal
Terrae, Santander 1987, 50.
GARCA, A.A., Diccionario del griego bblico, Verbo Divino, Navarra 2011.
GARCA, J. A., Ventanas que dan a Dios. Experiencia humana y ejercicio espiritual, Sal
Terrae, Santander 2011.
GARCA MURGA, J. R., Dios en Cristo, slo amor, vida de nuestra vida. Ncleo
constitutivo del tratado de Dios, en G. URBARRI (Ed.), Fundamentos de
Teologa sistemtica, UPComillas, Madrid 2003, 49-92.
GESCH, A., El destino: Dios para pensar III, Sgueme, Salamanca 2001, 32.
GNILKA, J., Jess de Nazaret. Mensaje e historia, Herder, Barcelona 1995, 109-237.
GONZLEZ FAUS, J. I.-VIVES, J., Creer, slo se puede en Dios. En Dios slo se puede
creer. Ensayos sobre las imgenes de Dios en el mundo actual, Sal Terrae,
Santander 1985.
168
GONZLEZ FAUS, J. I., Fe en Dios y construccin de la historia, Trotta, Madrid 1998, 59-
111.
GRESHAKE, G., Creer en el Dios uno y trino. Una clave para entenderlo, Sal Terrae,
Santander 2002, 13-15; 22; 35-36; 90-96.
HOSIE, J., Con los brazos abiertos. Catlicos, divorcio y nuevo matrimonio, Sal Terrae,
Santander 2001.
KNG, H., El islam. Historia, presente, futuro, Trotta, Madrid 2006, 79-113.
LACOSTE (dir.), J-Y., Diccionario crtico de Teologa, Akal, Madrid 2007, 783-785.
169
- La Trinidad Misterio de comunin, Secretariado Trinitario, Salamanca
2007, 7-64.
LPEZ AZPITARTE, E., Hacia una nueva visin de la tica cristiana, Sal Terrae,
Santander 2003.
MARTNEZ, J. GAFO (), J., Biotica Teolgica, UPComillas-DDB, Madrid 2003, 99-
139.
NOLAN, A., Jess, hoy. Una espiritualidad de libertad radical, Sal Terrae, Santander
2007, 81-125.
OLLER, M. D., Interpelados por un vivir unificado, en VV. AA, Religiones de la tierra y
sacralidad del pobre. Aportacin al dilogo interreligioso, Cristianisme i Justcia-
Sal Terrae, Barcelona-Santander 1997, 177-180.
170
RATZINGER, J., El fundamento sacramental de la existencia cristiana, en Ser cristiano,
Sgueme, Salamanca 1967, 57-84.
RAVASI, G., Segn las Escrituras. Doble comentario a las lecturas del domingo. Ciclo
A, San Pablo, Colombia 2005, 130.
ROSSANO, P., RAVASI, G., GIRLANDA, A., Nuevo diccionario de teologa bblica,
Paulinas, Madrid 1990, 1216-1224.
SUSIN, L., PILARIO, D., IRARRAZAVAL, D., (eds.), La ambivalencia del sacrificio,
Concilium, Vol. 4, 352, septiembre 2013, 7-12.
TORRES QUEIRUGA, A., Creo en Dios Padre. El Dios de Jess como afirmacin plena
del hombre, Sal Terrae, Santander 1986, 73-74.
URBARRI (ed), G., Dios en Cristo, slo amor, vida de nuestra vida, en Fundamentos
de Teologa sistemtica, UPComillas, Madrid 2003, 49-70.
171
- La escatologa cristiana en los albores del siglo XXI, Selecciones de
Teologa, Vol. 44, 176, octubre-diciembre 2005.
VARONE, F., El dios sdico. Ama Dios el sufrimiento?, Sal Terrae, Santander 1988.
VIVES, J., Si oyerais su Voz. Exploracin cristiana del misterio de Dios, Sal Terrae,
Santander 1988, 359-366.
DOCUMENTOS DE LA IGLESIA
(si no se dice otra cosa, han sido consultados en www.vatican.va)
CONCILIO VATICANO II
PABLO VI
JUAN PABLO II
BENEDICTO XVI, Jess de Nazaret, La esfera de los Libros (edicin electrnica), 2007,
60-61.
172
WEB
http://parroquiadebecerril.wordpress.com/tag/formacion/
www.mercaba.org
www.revistaecclesia.com
www.humanitas.cl
www.periodistadigital.com
www.servicioskoinonia.org
www.amediavoz.com
www.scribd.com
www.rae.es
www.prelaziasaofelizdoaraguaia.org.br
173